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Cali resguarda nuestras semillas para la

posteridad
En Colombia, se conserva a -18 ºC la colección de frijol más grande y diversa del mundo,
clave para la alimentación futura de la humanidad.

 Por Federico Kukso el 17 de enero de 2017

Afuera, el sol no perdona. La temperatura no baja de los 33ºC. Adentro, todo lo contrario: los
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-18 ºC se sienten a cada paso, cada respiro. A 20 minutos de la ciudad de Cali, Colombia, una
bóveda aguarda a la eternidad. Ningún espacio de esta enorme habitación se desperdicia. Del
piso al techo, las estanterías están colmadas de pequeñas bolsas de aluminio y botellas
blancas de plástico, cada una sistemáticamente identificada con un largo número y un código
de barras. Como las arcas de un banco, aquí se acumulan riquezas.

“Es el Fort Knox del frijol y del forraje”, dice Luis Guillermo Santos. A este ingeniero
agrónomo casi no se le ve la cara, protegida del frío detrás de un pasamontañas,
chaqueta, guantes y traje térmico, el mismo código de vestimenta del Polo Norte y la
Antártida pero cerca del Caribe. “Es un tesoro en el que protegemos el patrimonio
biológico del mundo”.
El Banco de Germoplasma del Programa de Recursos Genéticos del Centro
Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) conserva la colección de frijol más
grande y diversa del planeta: 37.987 variedades de Phaselolus vulgaris, conocida en
diversos países de América Latina también como porotos, judías, alubias,
habichuelas, provenientes de 110 países y de todos los colores, tamaños y formas. A lo
que se le suman 23.140 variedades de forraje o alimento para ganadEl Banco de
Germoplasma del Programa de Recursos Genéticos del Centro Internacional de
Agricultura Tropical guarda más de 37.000 variedades de frijoles. Crédito: Federico
Kukso
CAJA FUERTE BIOLÓGICA
Ingrediente central en la dieta de cientos de millones de personas en todo el mundo,
los frijoles son uno de los alimentos más antiguos conocidos por los seres humanos.
Existe evidencia arqueológica de que se han cultivado en México y Guatemala hacia
aproximadamente el 7000 a.C. Los aztecas conocían a esta increíble fuente de
proteínas como “etl”, los incas los llamaban “purutu” y los mayas “búul”.

“Sin embargo, desde aquellas épocas se han reducido drásticamente las tierras de
cultivo debido a la destrucción de hábitats naturales y también ha mermado la
biodiversidad agrícola”, indica el botánico belga Daniel Debouck, líder del Programa
de Recursos Genéticos del CIAT, donde también se desarrollan variedades con
resistencia genética, tolerancia a la sequía y al calor y con mayores valores
nutricionales.

“En un esfuerzo por refrenar la erosión genética de las plantas —dice este investigador
que durante una misión en Perú en la década de 1980 se salvó de caer en manos de
guerrilleros—, se establecieron bancos de germoplasma en las últimas décadas con el
fin de conservar recursos claves y ponerlos a disposición para el mejoramiento de los
cultivos”.
Uno de los primeros en pensar en la necesidad de contar con estas cajas fuertes
o back-ups de la naturaleza fue Nikolái Vavílov. Además de querer acabar con el
hambre del mundo, este botánico y genetista ruso advertía de la necesidad de
conservar en un lugar seguro las variedades de los cultivos y utilizar este stock cuando
fuera necesario.

“La sociedad mundial enfrenta el mayor reto de seguridad alimentaria en la historia


—dice Debouck—. Para el año 2050 se estima que habrá que abastecer suficiente
alimento para más de 9.000 millones de personas”.
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Al año, este banco del CIAT distribuye entre 5.000 y 8.000 semillas en el mundo, ya
sea para tener copias de seguridad debidamente guardadas o para ayudar a
pobladores de zonas golpeadas por la tragedia. Desde aquí partieron semillas
originarias de Haití para que sus habitantes pudieran volver a sembrar luego del
terremoto que sacudió la isla en 2010. A Ruanda se enviaron en 1994 variedades de
frijoles después de la guerra civil entre los pueblos hutus y tutsis.

Desde 1978, este banco congelado constituye una garantía en un planeta que se
calienta y en el que aún mueren 3,5 millones de niños por desnutrición al año.
COMIDA DEL FUTURO
Colombia ocupa el segundo puesto en diversidad de plantas en todo el planeta. “La
biodiversidad es para Colombia lo que el petróleo es para Arabia Saudita”, dijo una
vez el biólogo estadounidense Edward O. Wilson.

La variedad también se ve dentro de este búnker: semillas de frijol provenientes de


México conviven con las de Perú, Colombia y Guatemala, y con otras provenientes de
Europa y África, y en menor proporción, de Asia.

Como en todo banco, la seguridad aquí también es crucial. Por eso en octubre del año
pasado, 2.623 muestras de frijol y 1.769 de forrajes tropicales fueron envueltas en
cajas azules y viajaron al Polo Norte. Allí, en una antigua mina en el archipiélago de
Svalbard, Noruega, pasaron a formar parte del Banco Mundial de Semillas, la también
llamada Bóveda del Fin del Mundo que salvaguarda la biodiversidad de especies de
cultivos de todo el mundo que sirven como alimento en caso de una catástrofe
mundial, ubicada a 130 metros sobre el nivel del mar y en instalaciones a prueba de
terremotos, radiación, actividad volcánica, tsunamis y otras catástrofes naturales. En
los últimos años, el banco de del CIAT ha enviado unas 33.000 muestras.
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“Estas pequeñas semillas que descansan en nuestro banco representan el futuro de la


humanidad —asegura con esperanza Santos, coordinador del Laboratorio de
Conservación y Viabilidad de Semillas del CIAT, instituto que este año celebra su 50
aniversario—. Dentro de décadas, ya sea en el año 2145 o en el 2220, constituirán el
plato de comida de alguien”.
SOBRE EL AUTOR:
Federico Kukso

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