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“Diente de león”

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“Diente de león”

Buenos Aires 2012

Autor: Oscar Gagliano

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“Diente de león”

INDICE

PROLOGO
CAPITULO 1/ EN PRINCIPIO
CAPITULO 2/ CONTRUCCION DE MODELOS
CAPITULO 3/ IDEALISMO
CAPITULO 4/ LA PIRAMIDE
CAPITULO 5/ TIEMPOS OSCUROS
CAPITULO 6/ EL IDEAL POSIBLE
CAPITULO 7/ EL NEGOCIO
CAPITULO 8/ LA PIRAMIDE EN EMBUDO
CAPITULO 9/ SEGUNDA OPORTUNIDAD
CAPITULO 10/ DIENTE DE LEON

“Diente de león”
[Novela]

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“Diente de león”

PROLOGO

La naturaleza me brinda posibilidades mágicas e infinitas de

abordar temas de la vida. No necesariamente aquello más

obvio y superficial respecto a sentimientos, colores o

fragancias; ese es un espacio ampliamente cubierto por la

poesía y la música y ya tiene su rápido consumo y recorrido.

Me animo una vez más, como en anteriores escritos a

escudarme detrás de algún ciclo universal, para entender y

profundizar los comportamientos humanos.

A riesgo de cometer errores o avanzar en forma atrevida, sobre

cuestiones que demandarían un estudio mas profundo y

especializado, me dejo guiar por la intuición, imaginar un

indulto masivo del lector sobre opiniones fuera de lugar y

arriesgar criterios y opiniones quizás equivocadas. Estas

opiniones en caso de tocar notas sensibles del lector, en la

sinfonía de la comprensión del acontecer diario, habrán

cumplido su misión.

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Quizás no cumpla con lo científicamente correcto o lo

literariamente adecuado, pero si esto hizo vibrar la sensibilidad

del que lee, bastara y habrá cumplido con su misión.

Al fin y al cabo, esto consiste en la vida de dos parientes, dos

primos que fueron tocando cíclicamente sus vidas como dos

curvas de audio, que cada tanto coinciden en su frecuencia. La

vida los fue llevando, mientras ellos creen que son los

conductores y apenas son sus pasajeros. El acontecer

implanta el relato en nuestro país, con hechos concretos que

afectaron y desviaron con sus sacudidas, los andariveles de

este azaroso camino. Este paseo imaginario vendrá al fin a

servir, al menos al autor, para discurrir sobre lo sucedido.

La reflexión final será materia de elaboración individual, pero

la propuesta al menos, señala la experiencia exquisita que nos

aporta la naturaleza, para observar y aprender de los ciclos

previstos por el universo.

El autor.

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CAPITULO 1
EN PRINCIPIO:

Las escalinatas largas y poco amigables, el frio recibimiento de

un lugar al que él tampoco hubiera querido conceder tiempo

para permanecer ni transcurrir. A nadie agrada un lugar para

la salud y menos si como en aquella circunstancia, venía a

traer historias cercanas y dolorosas. Una larga espera en los

ascensores, aunque decían que los técnicos iban por otros, en

realidad todos viajaban juntos. Tocándose: delantales locales,

insanos, con pulcros y ajenos. Aquel olor no será fácil de

olvidar. Cada pasillo parecía igual a los otros, interminables

pasos de pretendidos higiénicos laberintos. Carros metálicos,

húmedos y fríos, sin dueño, estacionados urgentes sin destino

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fijo, cada uno con cargas entre peligrosas y olvidables. Con la

sensación de la más optimista promesa de nueva vida o en

cambio vaya a saber que infectado remanente porción de

muerte. Un golpe seco en la puerta no fue la mejor señal.

Debía ser contundente, el respeto y silencio del lugar no debía

confundirse con la convicción del mensaje. El segundo no tuvo

éxito, a pesar de hacerse con firmeza. Quien lo hacía, amigo de

toda la vida, hermano y en concreto primo, a esta altura debió

recordar que quien era destinatario auditivo del llamado, no

podría responderle. Entonces debió encarar la puerta con

mayor decisión, empujarla y pasar. En este caso no se trataba

de una típica visita: de un lado un huésped, con su ramo de

flores y del otro el paciente, tal vez una joven embarazada

dichosa por haber parido. En este caso el visitante era un

atildado caballero, entrecano, mezcla de empleado fiel a su

empresa y ejecutivo en decadencia. Elegante o al menos lo

intentaba y en realidad, nada hacía prever que traía flores, ni

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bombones ni nada que expresara homenaje, ni siquiera la

certeza de que traer algo en la visita era lo apropiado, ya que

tanto era el tiempo en que no se veían y tanto el desapego a los

gustos en común, que había decidido no traer nada y dejar que

la improvisación generara el resto. Para el ojo precavido el

cuadro expulsaba, si nadie lo hubiera promovido tal vez lo más

fácil hubiera sido huir y no tener que comenzar una penosa

charla. Pero aquello no auguraba una conversación, ya que el

paciente no pronosticaba el menor sonido, gemido y ni siquiera

movimiento. Entonces lo más adecuado fue sentarse,

acomodarse en un rincón, casi y con suerte pasar

desapercibido, aunque esto, ni el mismo protagonista se lo

creía.

Se sentó, acomodo sus pequeños bártulos, se cruzo de piernas

e involuntariamente intento un manotazo a su paquete de

cigarrillos. Claro, estaba en un hospital y delante de un

paciente con pronóstico reservado, la ausencia de extraños en

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el lugar no le daría autorización a semejante desequilibrio

ambiental. Se reacomodó y comenzó a pensar en la esencia de

por qué y para qué estaba allí. Mientras las nebulosas del

tiempo, añorando aquellas de un sedante cigarro y los

recuerdos, se asentaban en su cabeza. Como acudiendo en su

ayuda, el silencio, la casi penumbra y un rayo de luz de la

tarde que entraba por la parte superior de los altos ventanales

se confabulaban para crear el clima adecuado, casi eclesial,

que invitaba a la puesta en común de espíritus sin trabas.

Ponerse a disposición de una larga revisión de cuentas, digno

de un esperado juicio final. Apenas un murmullo, una

pequeña vuelta de su cabeza, puso al visitante en la cuenta

que eran dos en la sala y la sensación, terrible y al mismo

tiempo con una añorada corazonada, de que podrían

comunicarse.

-¿A ver? ¿Cómo anda mi paciente preferido?

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La puerta se abrió de golpe y una diminuta enfermera, como si

viniera hablando con alguien, entre hablando con tal y

presentándose sin que nadie lo hubiera pedido, blandiendo

instrumentos metálicos, rompió la nebulosa.

-¿Qué bueno? ¡Visitas!

Hola, soy su primo ¿Necesita que me retire?

-No por supuesto. Si lo visita, debe ser parte de la curación.

Enseguida me voy y podrán seguir charlando, o lo que puedan.

-Entiendo. ¿No reacciona?

-Si lo intenta y sería bueno. No creo que le responda, pero con

seguridad lo escuchara y sentirá lo que usted le diga, como

también si lo toca.

-Ok, lo tendré en cuenta, gracias.

Por un momento sintió la bofetada de un hospital. Ruidos,

impersonales delantales blancos que cruzaban, aunque no con

alegría escolar. Entraban y salían, sin identificarse como

dueños de casa que abordan las cosas, sin que nadie les

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pregunten por qué y para qué lo hacen, sin embargo se meten

con personas, sobre las cuales algo tenemos que ver y no nos

explican.

Franco volvió a su asiento y todo a la normalidad. Dante yacía

en la enrasada cama, el cuerpo, vencida la tonicidad muscular

desde hacía días, se había aplastado con ella. Ambos primos,

se trataban desde casi haber nacido. Como toda familia de

inmigrantes, las suyas se afincaron muy cerca, en un

vecindario de la periferia, todo esto más la convivencia, las

costumbres y verse a diario, construyeron sus vidas. En

realidad las estructuraron en cuanto al afecto que desde ya

estaba inalterable, pero asombrosamente el resto de las

actitudes, gustos personales y pasiones, no iban por el mismo

camino.

Sin embargo, alguna razón debía haber para que en aquel

momento de sus vidas, se encontraran después de un largo

intervalo sin verse, tal vez el encuentro sería una inevitable

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coincidencia, una señal. El clima otra vez íntimo, retrotrae

aquellas tardes, después del colegio al que también asistían

juntos.

Sonaba la campana, la ultima y tan ansiada, aquella que

escuchaban desde la misma casa donde irían a tomar la leche

a pocos metros de la escuela. Corrían, ya habían cumplido,

saludaban a la maestra y nada quedaba en las aulas más que

esperarlos para el día siguiente, ni hablar si entonces era

viernes, la fiesta era completa. En el camino se deshacían, de

lo mas institucional primero: delantal, corbata si la había, todo

aquello que los identificara como “empleados del educarse” que

eso intentaban, allá por el tercer grado de su escuela primaria.

Por aquel entonces todo era competencia; quién llegaba

primero o acaso quién pisaba el umbral más rápido, todo era

merecedor de un interminable concurso. Luego la rutina,

tomar la leche, escuchar al héroe en la radio –quien

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justamente, promocionaría algo de la merienda- y hacer la

tarea del otro día, antes que nada.

Una amplia y en particular larga galería que a esta altura

costaría definir si debiera considerarse interior o exterior a la

casa. La profunda galería estaba llena de plantas igual que en

su borde exterior, de modo que en ese sentido era una

continuidad del jardín. Competían en colorido y formas. En

realidad afuera y adentro estaba definido por un plano

aparente, una virtual esterilla de madera con varillas de forma

cruzada, de modo que mientras había sol, lo vivían dentro de

la galería. La larga pared de la casa que en realidad era de

chapa, que hacía de soporte a aquella galería, recibía

proyectada la curiosa imagen del sol fragmentado en

pequeñísimos rombos luminosos, que entre plantas y flores

componían un multicolor calidoscopio. A esa altura la vida era

un juego, aun con la inevitable tarea de hacer los deberes.

Desplegaban las cosas en una gran mesa, en la cabecera

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misma del largo salón y ahí mismo, encaraban la solución de

los compromisos escolares. Eran conscientes y en cada acción,

que aquello después conformaría las decisiones de sus vidas,

que cada acto y decisión adoptada por esos días, luego pasaría

de ser un juego en un comportamiento maduro.

Metidos en la resolución personal de sus cosas, espiaban con

el rabillo del ojo la marcha del otro, sus dificultades y

soluciones. En forma alternada, cedían en su orgullo, para

consultarse sobre obstáculos. La experiencia era muy

particular, ya que hasta hace poco habían estado en bancos

paralelos en el aula, compartiendo la recepción de toda esa

maraña de nuevos conocimientos. Entonces todo se convertía

en una continuidad. Parecía que en una rutina repetida, el

“juego-educación” se transformaría en competencia, entonces

subiendo de a poco el grado de beligerancia y todo comenzaba

con una pequeña discusión de palabras, en realidad

escondiendo chispazos de violencia. Al rato esta disputa

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buscaba otros canales, entonces un adecuado juego,

promovido vaya a saber porque malicioso tío o padrino,

aparecían un par de guantes de boxeo, infantiles por supuesto,

dispuesto a la contienda. Todo era un juego es más, en

realidad era un par de guantes para dos, de modo que debían

elegir si ser diestros o zurdos, en todo caso alternar, entonces

la competencia prometía matices de lucha por el

“campeonato”.

Los rounds se sucedían, cada vez con mayor violencia. Con la

mirada atenta de un par de tías que a lo lejos y cada vez más

preocupadas, vigilaban para que la cosa no se excediera y

tener que dar explicaciones a las respectivas madres de lo

sucedido.

Las caras hostiles, los ojos llenos de bronca, las actitudes con

ira y reiteradas. En realidad había un punto, quizás una

imitación de lo que les debe pasar a boxeadores reales y

profesionales, donde los cuerpos se adaptan al rol que asumen

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en ese dialogo gestual de lucha. Cada uno va conociendo la

actitud del otro y alternadamente se acomoda al rol que le

corresponde jugar según la circunstancia, esto tendría tal vez

su referencia con la realidad. Golpeaba uno por vez y de la

misma forma, por lo menos eso hacían y de este modo,

resguardar su “prestigio” y resistir la lucha.

Claro que todo tenía una fuerte razón de ser, un solo guante

para cada uno, entonces se habían auto regulado y era norma

respetada golpear solo con la mano enguantada, la otra debía

proteger.

Todo era lúdico, respetando una rutina con curvas de

comportamiento a veces altas, otras bajas. Quien lo viera a lo

lejos, aquello no dejaba de resumir la propia relación: a veces

un gran afecto, otras, broncas incontenibles, solo los años –era

la esperanza- explicarían aquello.

Por un momento el juego era postergado, la sala abrumaba con

un silencio sordo.

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Dante yacía inmóvil, en recuperación de un accidente cerebro

vascular. Los aparatos suenan rítmicamente y gracias a Dios

que lo hacían. Franco, reposaba en un rincón. La escena

delataba un par de niños, que forzadamente dejaban atrás su

máscara de adultos, para volver por un momento a serlos.

Deberán averiguar que los trajo hasta allí, en un extraño

camino de sincronías y alejamientos.

Por aquella lejana infancia los sueños eran construir un futuro

compartido, quizás un exceso de optimismo, ya sabían o

intuían que la competencia era inevitable, sin embargo era esa

misma forma de relación le daba fortaleza al crecimiento

armónico.

La niñez suele acompañarse de experiencias piloto, pruebas

que acopiadas conforman la pericia de la vida. Tal vez estas

prácticas, ni siquiera imitadas de la realidad de los adultos,

sino mas bien inspiradas o provocadas por la lectura de

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revistas, simples comics que mostraban formas imposibles,

pero apasionantes.

Con todo el terreno a disposición, la calle, veredas e infinidad

de terrenos baldíos, salían a desplegar sus proyectos. Llegada

la época de las fogatas callejeras, previamente debían

comenzar con la campaña de recolección de ramas y madera

para alimentar aquella hoguera ritual, casi un dogma anual.

El barrio se dividía en sectores, lo cual se respetaba y

celosamente se cuidaba, para no sufrir robos o ataques de

otros grupos extraños. Esto comenzaba mucho tiempo antes

del evento de la noche de encendido de fogatas.

Franco y Dante, decidían tomar un rincón de un terreno vecino

e instalar allí el cuartel general o sea un capullo de ramas,

como una especie de nido, que les permitía entrar y

guarecerse. Aparentemente protegerse, aunque esto solo era

posible en su inocente imaginación, porque en realidad llegado

el caso, ni una mísera llovizna los supo proteger.

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Para mejorar su situación, decidieron que aquello debía tener

características de club o estilo institucional conocido, a esa

altura de la formación de un chico de nueve años. Esto

desencadenaba una serie de mejoras adicionales, que ni

siquiera sabían que eran capaces de crear. Deberían llevar

anotadas sus cosas: un inventario de tesoros, cacharros, vasos

y otros bienes. Aunque tampoco olvidar que aquello que crecía

diariamente, no lo hiciera en desorden y sin previsión.

Claramente de la administración se ocuparía Franco, a Dante

correspondería la tarea de ordenar las construcciones del

montón de ramas y maderas y la mejor forma de crecimiento

de todo lo que juntaran. En las tardes cuando la tarea de

acopio mermaba, los amigos del barrio volvían a sus casas y

hacían un balance de lo producido, dramatizaban sus roles,

como gerentes de aquella banda vecinal y soñaban, conque

algún día esa aptitud que el destino les estaba otorgando,

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terminaría con seguridad en una vocación exitosa para cada

uno, sin saber que ni como, ya estaban delineando el futuro.

Franco en sus pensamientos no podía descansar, que tampoco

a eso había venido, aunque tampoco conversar ya que no

aportaría opiniones ni ideas. Pensando en la sugerencia de la

diminuta enfermera, deicidio imaginar que aquello podría ser

un dialogo. Esforzándose compondría un personaje e

intentaría hablar, aunque bien sabía que el paciente no le

respondería. Siempre quedaría la duda si lo estaría

escuchando, duda en este estado de situación, muy sugestiva.

Es probable que estarían entrenados para conversar con

alguien que los escuchara o todo lo contrario, pero lo que

seguro no sabrían hacer, nunca lo habían experimentaron, es

hablar con alguien que no tenían la certeza de que los

escuchase. Esto implicaba un compromiso, hacer de cuenta

que era así, que los estaba escuchando, entonces el dialogo

con la conciencia se convierte en posible, en real.

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Franco delineaba mentalmente, su discurso. Lo que parecía

fácil se convirtió en un atropello de ideas y recuerdos. Cumplir

con esta tarea, era más comprometido que un dialogo entre

iguales. Si aquello fuera una charla informal entre dos

parientes, tal vez estaría llena de ambigüedades, frases hechas

y comentarios superficiales, sin embargo esto de ponerse frente

a frente con otra alma descarnada, tenía su excitación.

Mientras las ideas se agolpaban a la espera de salida, la

película corría a toda velocidad. Un par de lágrimas recorrieron

las mejillas de Franco, comenzaría a hablar.

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CAPITULO 2
CONTRUCCION DE MODELOS:

Entonces Franco comenzó a desgranar; parte internamente,

parte levantando la voz, balbuceando los títulos de los

recuerdos, ocasiones que ambos vivieron juntos y sin dudas

habían marcado sus formas de ser. Apareció una escena; dos

atorrantes sueltos entre juncos húmedos, iban corriendo a la

par de una vieja lancha. El cauce delgado de un arroyo en el

Delta serpenteaba selva. Vecinos del lugar, en una época

donde el turismo era extraño en semejante paraíso. En su

caso, Dante harto conocedor del sendero que pisaban, era un

visitante frecuente. Cada curva de la cinta barrosa, cada vuelta

de follaje, la recibía con la confianza del recoveco propio. En

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realidad, creo que se aprovechaba de su mayor conocimiento

en el Tigre y de la torpeza de Franco, un visitante urbano,

trasladado de golpe y a la fuerza a un ambiente hostil, salvaje

y huraño. Sus mismas ropas, estúpidamente definidas así, ya

que ambos vivían en casas casi contiguas en la ciudad, pero

allí se trajeaban para una circunstancia, se imaginaban uno

tal paisaje para el que vestirse y el otro, absolutamente

distinto. Ningún adulto advirtió ni los puso en conocimiento,

que el vestuario no entendía la escena a enfrentar. En

definitiva allí estaban, corriendo por un sendero lindero al rio,

entre juncos recién florecidos y cañas maltrechas. Por el

camino: desde la casa que la familia de Dante solía ocupar por

algunos días en el verano, hasta el almacén de campo, en el

que solían aprovisionarse. El primo Franco, descubría en cada

insecto un universo desconocido, una y otra vez se le relevaban

nuevos hábitos y valores. Tuvo sed, la corrida y el sol

golpeaban y con fuerza después de un agitado paseo.

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-Dante, tengo sed.- Dijo, en voz baja y estudiando los códigos

ante extraños, simples parroquianos del ir y venir cotidiano.

-¿Tiene que ser ya?- No tenía previsto atender a un huésped,

de ese modo.- Franquito, acá no hay agua potable, así que

esperamos a volver a la casa, allá tenemos agua del filtro o ¿no

se que tomaremos?

Claro, tomaba nota, según el primo urbano, como aquel cuento

de la visita del ratón pariente del campo a la ciudad. Para

quien vive de un modo no ciudadano, sus necesidades las van

controlando y adaptando a lo posible, en cambio para él, lo se

le ocurriera y tenía que ser satisfecho al momento. Si tiene sed,

debía tomar agua sin más, allí y en el momento.

La vuelta se hizo más tranquila, la mercadería pedida por la

casa, un par de caprichos: revistas y galletitas y gaseosas, algo

no habitual para Dante y sin embargo cotidiano para Franco,

para el caso casi una necesidad impostergable para la sed. No

imaginaba como hacer entender al primo, que por los días que

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estuvieran allí, no podrían sustituir el agua por gaseosa, para

todo consumo. El acto cultural de adaptarse al filtrado de agua

de rio para beberla, debería incorporarse forzosamente a sus

hábitos, de otra forma volvería con exceso de glucosa en

sangre.

Esa misma tarde, Dante se ocupo como siempre lo hacía, pero

ahora con la finalidad de hacerle sentir a Franco cómo el

líquido barroso que recogían del rio, se convertiría en agua

potable. Realizaron juntos el proceso de filtrado. Por aquellos

días los ríos de Delta no estaban altamente contaminados,

apenas agua turbia y un poco de barro, era suficiente un

filtrado para beberlo. Al menos su ingenua mente infantil

estaba convencida y lo bebieron con satisfacción y como una

divertida aventura.

Volviendo al camino, estaban entonces caminando con

dificultad, entre pesados paquetes mal envueltos y frágiles

botellas aun sin abrir ya que según el primo, eran a esa altura

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material de reserva para la sed, ante la imposibilidad de

adoptar el filtro como solución. En eso estaban cuando

observaron a un pescador que aparcaba su botecito en un

gastado muelle, casi un par de tablones apretados contra el

margen del rio. Un montón bastante desordenado de peces,

llenaban dos tachos en parte de su barca. Casi no se agitaban,

mientras él se dedicaba a ordenar sus cosas, anzuelos y cañas.

-¿Qué dicen chicos? ¿Por qué no se los llevan?

-¿Usted no los lleva señor?

-Para nada. Tírenlos de vuelta al rio. Hay que decidir rápido, si

comerlos o devolverlos al agua.

Se miramos y en los ojos se debía ver el entusiasmo. Antes

nunca lo habían visto: pescados traídos desde más allá de la

costa, estos no eran como las mojarras que podía pescar desde

el muelle.

Aceptaron, con la convicción que sabrían responder a la

pregunta que el hombre les había hecho antes de entregarlos.

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Entonces fue que recapacitaron. ¿Serian capaces de

devolverlos? Nunca había hecho algo así. La conciencia

ecologista, todavía no se había hecho parte del pensamiento

infantil, menos en aquella época. ¿Entonces comerlos? En tal

caso compartía temores con Franco, hasta donde daría el

estomago para abordar una cena con estos bichos, la mayoría

de los cuales estaban quietos y sin moverse desde hacía un

buen rato. La más sorprendente fue la propuesta de Franco:

Ya que no eran capaces de comerlos y dudaban acerca de

tirarlos al agua, ¿Por qué no los vendían?

La imaginación no tenía límites, cual dos vendedores

ambulantes se ubicaron a la salida del almacén, en el mismo

sendero entre los juncos, desplegaron una manta y pusieron a

la venta el producto de su “pesca”. Una y otra vez, insistió

Dante en dejar claro que esta había sido “su ocurrencia”, era

una verdad, una concesión que le hizo, si bien no la compartía.

En primer lugar porque realmente aquello no era de ellos y en

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segundo, porque a esta altura se había “encariñado” y los

sentía sus “cachorros”.

De cualquier modo, por desgano en su aptitud comercial, por

lo tarde que se hacía o por lo que fuera, su teoría triunfo. En el

camino, disimuladamente y casi como una decepción, fueron

tirando los pescados mas allá del margen de la costa, de a uno

y sin mostrar su contradicción. Además con el sentimiento de

que dado el tiempo que había pasado, aquellos pescados,

probablemente no se volverían peces con facilidad.

-¿Pero vos, siempre tenes que hacer negocio con todo? Le

recrimino Dante, dado que estaba un poco frustrado y tenía

que buscar descargarse.

-… Y, ¡más bien! Si se nos daba, teníamos plata para las

gaseosas de mañana. Ahora, vos y por tu cosa de hacerte el

bueno, los perdimos.- Nunca se enojaba, en apariencia, o se

controlaba. Aquello hubiera terminado en la casa de la galería,

en un largo y caluroso round.

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Por aquellos días las acciones se sucedían, importantes,

definitorias en su crecimiento. Acostumbraban tomar

decisiones que los apartaban, nunca supieron si por

inclinaciones de los padres o por propia voluntad suya. El

cambio de territorios de la infancia también influía.

Así fue como en un momento, la familia de Franco de mudo a

Glew, barrio bastante alejado del que vivía su primo. Pese a

eso, no cambiaron de colegio y siguieron viéndose ahí, además

de respetar la rutina de la tarea en conjunto.

Los fines de semana, en vez de aliviar los movimientos de los

padres, se lo complicaban aun más. Insistían tanto, que

debían ponerse de acuerdo para que trasladaran a Dante a

Glew y pasar el fin semana allí.

Todo estaba empezando en el lugar, como ciudad se podría

decir que era casi campo, aunque para zona rural, estaba

bastante habitado. Grandes pedazos de terreno libre, muchos

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perros y arboles gigantes, añosos. Ese aspecto de naturaleza

no domesticada daba la idea de un escenario casi virgen.

Este era su campo de experimentación, aquí Franco era local y

dueño de casa. Aquello le gustaba al visitante, todo era nuevo

para Dante.

Franco, estaba a sus anchas. Guiaba, explicaba y así conocer

los descarnados espacios de la zona; casi casas comunes

devenidas en comercios, con alguna habitación para negocio

por necesidad.

Una mañana lo preparó para la aventura. Parecía que se había

quedado con las ganas de vengarse por aquella visita al Tigre

donde tuvo que aceptar ser invitado, seguramente sintiendo el

ridículo de no conocer ciertos códigos culturales del lugar. No

lo evaluaron en el momento, cuando alguien no está integrado

a los códigos y esto puede convertirse en un conflicto, mas a

esa edad.

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Salir de la casa, implicaba cambios de fragancias. Un manto

verde sobre las veredas. Precariedad, esa era la realidad

crudamente descripta, sin embargo lo urbanamente pobre, se

convertía en bello y colorido paisaje. Al cruzar de un salto una

zanja, no veían la decadencia del escurrimiento, sino los

bordes coloreados con margaritas silvestres. Salieron a andar a

cruzar terrenos cuando los alambres tendidos lo permitían,

cuando no, los ayudaban a que se los permitieran. Se abrió un

claro, entre yuyos y ramas secas. El telón, una serie de álamos

frondosos, las ramas como brazos tendidos se abrían en

atractiva recepción. Las más bajas desnudas y allí buscaban.

Parecía que un par de días atrás, unos amigos de Franco

comentaron que se dejo ver un gran panal de abejas. Tomaría

ventajas el primo, para Dante la miel era el frasco que el

almacenero esporádicamente ofrecía como alternativa al dulce

de frutilla. El experimentado rastreador al que acompañaba,

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juraba que iban a comer miel, pero de la verdadera y que “no

lo creería al verla”.

En aquellas ramas desvencijadas, casi cayéndose, en efectivo

lo que veían era un panal. El aprendizaje era cómo, y de qué

forma lo bajarían y solucionarían el enojo de las abejas. Con

los primeros piedrazos, solo desparramaron unas ramas, eso

que les torció el brazo, el mismo temor a lo desconocido. En el

segundo intento, alteraron un poco más el ambiente, un grupo

de caballos que pastaba sin dueño aparente se asusto del

alboroto y escapo al campo. Por un segundo pareció que

Franco dio en el bulto. Dante aprovecho y repitió el gesto. Allí

cayó estruendosamente un pedazo de panal. Fueron a ver; eso

estaba sucio y deforme. Tanto era el entusiasmo que no

advirtieron, que también corrieron las abejas, alteradas por la

destrucción. Saltaron desesperados, casi delante de las abejas.

Escaparon sin distinguir, entre ramas, escombros o cascotes,

esquivando picotazos y refregándose con lo que podían.

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En la noche, descansaron apoyados en la pared de la casa,

sentados en el suelo. Estaba fresco y eso ayudaba a bajar la

hinchazón, además de las cremas que les había enchufado a la

fuerza la madre de Franco.

Esa pared se abría justo en frente de todo el escenario agreste

que se veía a esa hora como si fuera de día. Los álamos

proyectaban sombras largas, con seguridad todavía en la

noche estarían buscando venganza y aun extraviadas sin

hogar aquellas abejas.

-¿Que vas a ser cuando seas grande Franco? El momento y la

ocasión daban para las significativas preguntas.

-Que se yo, plata, mucha plata.

-No ¿en serio?

-Bueno, te digo. Me gustaría hacer plata y para eso, no sé: un

trabajo importante. Fijate, mis viejos trabajaron toda la vida,

están enfermos, no tienen guita. Esta casa la alquilamos y no

sabemos cuándo nos las van a sacar. Eso no quiero. No me

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gusta tener miedo pensando que llego del colegio y me dicen de

vuelta que nos tenemos que mudar con urgencia.

-Está bien, tenes razón, pero no te gustaría elegir, hacer algo

que te guste, ¿qué sientas que la gente te lo agradece?

-Que me importa que te agradezcan, que les guste o no,

¿mientras te paguen?

La tarde siguiente, intentaron convertir en realidad una idea.

Editar una revista. La actividad en interiores y el día los

ayudaba, gris y ventoso. Una gruesa de papeles, lápices y

lapiceras, para lo cual vaciaron las carteras escolares, tijeras,

pegamento y lo más importante: revistas y diarios varios, su

fuente de noticias. A medida que juntaban información,

descubrían cosas, datos que no conocían. Dante se

entusiasmo, aunque se dio cuenta que su primo, en sentido

opuesto se iba aburriendo a medida que pasaban los minutos.

Había que juntar, cortar y pegar y si se ponían meticulosos,

escribir y dibujar.

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-¿Esto a quien le sirve?- (Vocifero Franco). Dante se aburrió.

En efecto, se canso y resultaba una pena dejar aquello así.

Mientras salió a jugar a la pelota contra el muro trasero, Dante

termino la revista. ¿A quién le serviría? No sabía, el asunto era

haberlo logrado.

Un golpe y otro más. Más que golpes eran bramidos de pelota

contra pared, eran expresiones de bronca contenida o deseos

de rounds no cumplidos, formas de ver las cosas, así pasaban

su infancia.

Durante la semana, lejos de Glew, la rutina presentaba

grandes agujeros para ser ocupados con actividad. Vivían en

un barrio, con grandes espacios libres, por lo tanto, canchas

de futbol con distinta ubicación, todo dependía entonces de la

aceptación de los vecinos. Algunos vecinos por ausencia o por

carácter, les permitían jugar sin acosarlos. Tal vez eran los

chicos los acosadores, nunca se lo terminaron de aclarar.

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“Diente de león”

Cuando les tocaba jugar, casi en la puerta misma de la casa de

Dante, los padres hacían una excepción, solo porque era uno

de los jugadores y por algún motivo, les interesaba que ande

cerca.

Una rutina habitual en cierta forma, marca un

comportamiento que a la luz de lo que más tarde sucedería,

tendría su interés.

El barrio se definía por cercanía de casas, era una trama

cerrada. Las barras de amigos raramente excedían las dos

cuadras de influencia. Otra característica era el componente,

multirracial y étnico de las barras. El tano, el ruso, el gallego y

el negro. El “negro” era un chico, quizás mayor que la mayoría,

pero visiblemente mal alimentado. En realidad el vecino más

cercano a la casa de Dante. Cuando uno era un chico, los

adultos trataban de no transmitir sentimientos raciales, al

menos así era en esa época. Mucho peor era, teniendo en

cuenta que vivían por aquel entonces los principios de la

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“Diente de león”

década del cincuenta, entonces cualquier conflicto de índole

discriminatorio, era visto de mala forma en un barrio obrero

como aquel. Pero a esa altura no entendían nada de

discriminación o política, solo escuchaban a los adultos

pelearse y cada vez más. O quizás era que cada vez

entendíamos más de que se trataba todo aquello.

Dante veía a su abuela, que era analfabeta y pobre,

conviviendo con la familia y no le gustaba cuando su padre la

subestimaba, primero por su ignorancia y luego y relacionado

con ello, por su afecto a Evita y a Perón. Ella pobre no sabía

qué hacer: escuchaba al General y lloraba, escuchaba que Eva

estaba enferma y también lloraba y el padre la acorralaba con

agrias refutaciones.

En esas tardes de pelota, puntualmente a las cinco cuando

comenzaba el “Cisco Kid” en la radio, la madre salía a cortar el

juego, anunciando que la “hora de la leche” había llegado.

Cada uno se retiraba a su casa a tomarla y “el negro”, el amigo

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“Diente de león”

de enfrente, se quedaba dando vueltas. La madre se daba

cuenta y le sugirió que lo invitaran. Claro que ella había

preparado un “sanguche” especial y también un tazón de

chocolate para Dante. Fue adentro y al rato volvió con un

“sanguche” parecido, aunque de otra calidad y cantidad.

Tampoco el tazón era de chocolate, sino de mate cocido. Por

primera vez sentía, no solo conocer la discriminación y ser

parte de ella, sino que estaba siendo parte de la decisión. La

edad no ayudaba, quizás por eso lo recordaba como un

acontecimiento, pero algo muy fuerte lo llevo a hacerlo: Se

retiró con todas las cosas por un rato a la parte interior de la

casa y pidió a su madre que distribuyera el total de la

merienda en partes iguales, evitando que el amigo viera lo que

hacían.

Eran épocas de construcción de modelos, aunque en realidad,

ni sabían que eso era lo que estaban armando. Los modelos se

formaban a impulsos de emoción, con lo que pasaba y los

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“Diente de león”

presionaba inesperadamente. Lo que nos recorre el cuerpo no

se podrá olvidar, porque son impulsos que surgen espontáneos

y sin control.

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CAPITULO 3
IDEALISMO:

Franco acerco su silla a la cama del convaleciente Dante. Lento

pero hilvanando los recuerdos con certeza, desparramaba

escenas. Nadie las compartía, aunque su esperanza estaba

firme, quizás el paciente le daría alguna señal. Los

pensamientos desfilaban ofreciendo al primo enfermo, el

protagonismo central de la conversación. Algún sentimiento de

culpa era responsable de aquel punto de vista, tal vez el único

motivo fuera que no podía reaccionar y convertir aquello en un

dialogo de ida y vuelta. En realidad, el espíritu de Franco

concedía dudas acerca de que la visión simplista, una sencilla

visión catastrófica de lo que estaba pasando, fuera definitiva.

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“Diente de león”

Nada podría quedar como estaba, si la vida daba

oportunidades, en ese momento ambos amigos la estaban

reclamando.

El rostro impertérrito, apenas un sudor suave, un cumulo de

mangueras, cables y aparatos dominaban el ambiente. El

sonido rítmico y continuo, un dramático grafico, ponía aquello

en una tensión sin pausa.

Dante siempre fue un idealista, en eso creyó y por eso compro

boletos para aquella función. Sobre una mesa, en forma

ordenada se agolpaban unas fotos. Resumían en varias edades

y periodos de tiempo, momentos del paciente. Recién entonces

Franco recordó, etapas de la infancia disfrutados, sintetizaban

universos diferentes.

Recordaban como a los nueve se presento en un grupo de

scouts de su barrio, mejor dicho, era un barrio cercano, más

careciente y necesario de tener un grupo solidario. En el

medio de una barriada pobre y con gran espíritu de ayuda,

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despegaba sus tareas aquel grupo de jóvenes y chicos

utópicos. Allá se metió Dante, asumiendo de entrada tareas de

liderazgo en forma un poco absurda, liderando un grupo que le

superaba en edad y tamaño, todo por la certeza precoz de sus

respuestas en las reuniones de equipo. La actividad en el

grupo scout no tuvo mayores sobresaltos, más que reafirmar la

convicción de que se generaba un sentimiento: ayudar, liderar,

todo lo cual, con él y lo sucedido, deberá ayudar a entender el

tiempo, la época y ponerlo en su justo lugar. Para ir y venir de

aquel campo debía atravesar por una zona de fábricas,

terrenos vacios, extensiones de vías de ferrocarril y una gran

villa, una de las más viejas y afincadas, pegadas a la ciudad.

Dante tenía entre sus amigos de escuela y a la vez compañero

scout, un chico, se llamaba Hernández. Eran épocas donde si

un amigo lo era en la escuela, lo probable era que conservara

el apellido como identificación, aun en la intimidad de la

amistad cotidiana. Hernández y Dante, recorrían aquellos

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campos juntos, cada semana, desde los scouts hasta sus

casas, pasando previamente por la de Hernández. Allí tomaban

la leche y luego Dante continuaba hasta la suya. El

asentamiento estaba ordenado en base a un eje estructural

que se había formado, ni más ni menos que por un único

desagote de lluvias y de aguas varias en general en el surco de

tierra. De por sí, era una lonja de ranchitos de lata y cartón.

Por primera vez, Dante comprendió aquello mas allá de lo que

la gente de la ciudad hablaba, ahora comprendía que lo hacía

sin saber, en base a prejuicios. Los vecinos de la villa eran

amables, pero a diferencia de lugares más urbanos, quizás por

propia necesidad de vivir, tanto fuera como dentro de sus

casas, la convivencia entre ellos era activa. Si algo pasaba,

todos se enteraban rápidamente. Desde la esquina o enfrente

no importaba, se escuchaban y concurrían para ayudar. Del

mismo modo, la precariedad de la infraestructura, lo endeble

de las conexiones de luz, hacía que en el acto supieran, si se

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“Diente de león”

iba o volvía la energía eléctrica. En la esquina, una

despellejada canilla abastecía a más de cien vecinos, entonces

se formaban largas colas de espera, encuentros espontáneos

que permitían actualizar las noticias. El sobrante de sueldos o

changas, no alcanzaba para muchas transformaciones o

mejoras, pero cuando las había eran bien recibidas en

pinturas, veredas o si los pensamientos inclinaban la cosa,

mas para el disfrute que las mejoras, entonces alguna aparecía

una radio nueva. Ahí los chicos de la familia estallaban de

alegría y los vecinos, se enterarían de inmediato. Dante se hizo

experto en idiosincrasia de una villa, quienes y como la forman

y porque ellos y la ciudad tenían códigos tan diferentes para

aceptarse. Comenzó a sentir la extraña sensación, de que las

emociones que envolvían la figura del “negro” en aquel episodio

del partido interrumpido a la hora de la leche, no era una

anécdota y una cuestión rara en la gente, entonces aquello le

preocupaba. Empezó a cuidarse al explicar por dónde pasaba

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al regresar de los scouts y quién era amigo. Aun conservando

los adultos esa reserva del dialogo frente a los chicos, para no

hacerles participe de una discusión de grandes, sentía como de

pronto al narrar sus explicaciones, un gélido silencio se

instalaba entre los adultos.

Los chicos de la villa eran un grupo, los del barrio otro, nunca

resolvió como juntarlos, aunque siempre protegió su propia

ignorancia, con un supuesto limite que formaban las vías del

ferrocarril en aquel lugar, eran un efectivo limite real y

entonces todo quedaba justificado ante los prejuicios. Tal vez

esta cuestión, nunca desarrollo en Dante la idea de que la

segregación era por otros motivos, que mejor por entonces no

averiguarlo.

De todos modos, estas emociones sin explicación, sentimientos

acumulados sin resolución, dejaron un vacío informativo, ¿o

formativo?

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Años más tarde, en los últimos del secundario, apareció la

posibilidad de acercarse a un grupo de jóvenes que realizaba

alfabetización en villas, entonces en Dante renació la idea de

continuar con esta cuestión, con mayor madurez. Por

entonces, eran varios los jóvenes en actividades sociales que

rompían el muro cultural entre barrios pobres y ciudad. Cada

vez mas y en una interminable y creciente ola de energía y

voluntad. Franco a su vez, ingresaba a su primer trabajo, una

empresa de venta directa; un procedimiento comercial,

avanzado y de origen norteamericano. Sin embargo, no dejo de

mirar y acercarse con simpatía a esporádicos líderes sociales

que aparecían por aquel entonces.

En apariencia ambos primos estaban en universos diferentes,

sin embargo recibían novedades, de los unos y de los otros.

Una sonrisa de satisfacción se dibujaba en sus caras, cuando

las noticias eran cercanas a las nuevas transformaciones que

se estaba gestando, eran “los años setenta”.

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Fue un gusto, un encuentro querido y esperado, cuando Dante

tuvo que asistir al casamiento de su primo, realizado por

motivos más ideológicos que razonables en una villa, la más

grande y lindera al barrio. Allí, como testigo principal de

aquella boda estaba un cura del “tercer mundo”, como se los

empezaba a llamar.

La cara de felicidad explotaba en todos. Lo realizado, el clima,

el lugar, las convicciones y una ideología que se consolidaba y

era intangible, lo que todo el mundo vivía pero no alcanzaban a

explicar. Una energía nueva brillaba en los cuerpos.

Días más tarde, amanecieron con la noticia que la casa donde

vivían los tres curas que estuvieron en la misa del casamiento,

había sido volada. Una garrafa debió explotar, –pensaron

ingenuamente- y todavía sus cabezas adolescentes, no podría

alcanzar a discurrir lo que la realidad tramaba tortuosamente.

Casi en la misma época vino a suceder el casamiento de

Dante, en la otra punta del barrio y con características

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parecidas al de Franco. Como parecían no comprender lo que

sucedía, asistieron a la nueva ceremonia, con otros sacerdotes

tercermundistas y además, amigos, compañeros y todo el clima

que tenía que ver con aquel proyecto de transformación que se

gestaba.

Franco apoyó sus manos en la cama y repaso sus recuerdos,

evaluó porque la historia no le había dado la oportunidad a su

amigo de imaginar otros proyectos, mas reales, menos

comprometidos, aunque en realidad todavía analizaba sus

propios comportamientos y en un punto se tocaban con los de

su primo.

Afirmó su mano en la del paciente. Los parpados, pegoteados

por la larga siesta, después de dos intentos se entreabrieron.

Las pupilas iluminadas, anunciaron la apertura de la

esperanza. También Franco acompañó la expectativa con un

enérgico balbuceo.

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-Por fin primo. ¡Tanto tiempo!- Solo Franco hablaba, pero era

suficiente.

Debía estar hidratado, así lo recomendaba el médico y la

pequeña enfermera, de modo que el visitante ayudo con el

agua.

-¿Cómo estas Dante? Estaba recordando algunas cosas del

pasado.

El paciente inclino la cabeza hacia la visita, como aseverando y

en su desgano, mostrando predisposición para ser parte de

aquel dialogo a una sola voz.

-Te acordás hermano, los tiempos cuando recién nos casamos.

Estabas en la facultad y recién empezábamos.

Los ojos de Dante se posaron en una foto, donde se recordaba

la época, Franco la tomó. Eran buenos tiempos.

Principios de la década del setenta, ambos comenzaban a

trazar caminos, pero Dante distribuía su vocación, entre la

institución dedicada a alfabetización de adultos en villas y la

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“Diente de león”

facultad. Afuera los jóvenes se desparramaban por donde

había necesidad y se ponían a disposición del trabajo solidario.

En las aulas universitarias el proceso era más lento,

-Siempre fue más lento- recién se desprendían de la garra de la

dictadura para acceder, dentro de esa garra a un sistema

“semi” democrático. En verdad había resultado difícil a aquella

dictadura, enmascarar la estructura de la facultad con un velo

aceptable para quien pensara un poco. La mentira tiene patas

cortas como sabemos, los grandes profesores habían sido

echados a palos –o habían escapado- y los nuevos, aceptando

la tentación de los cargos, ocuparon por asalto cargos

universitarios que nunca habían soñado ocupar, tan rápido y

con tanto respaldo. Así arrasaban las estructuras

universitarias en el año sesenta y siete. Mostraban nuevos

sistemas, alternativas y hasta edificios inaugurados

rápidamente. No era necesario negarlo, era impactante para

jóvenes que acababan de abandonar el colegio secundario,

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“Diente de león”

encontrarse con aquel despliegue de demostración de poder

institucional a su disposición.

Jóvenes que acababan de egresar de colegios de la periferia,

eran convocados a una floreciente universidad donde todo lo

que se hablaba, aparentemente no reconocía padres, parecía

que todo estaba por florecer y sin pasado. El proceso militar

nos había colocado en cajas, y según las promesas: primero

vendrían los tiempos económicos, luego los sociales y

finalmente, los tiempos políticos, nadie sabía ni imaginaba

cuando sucedería y que no se atreviera a preguntar. Aquella

generación recordara, haber sido recibida por el flamante

decano, en unas de las principales salas del teatro San Martin,

el mejor y más moderno edificio de la ciudad en sus mejores

tiempos y a poco de haber sido inaugurado. Todo era parte de

la puesta en escena y vaya si los impresionaba. Las luces, la

formalidad, la universidad en todo su esplendor. La nueva

dictadura, había confiado en sus más ambiciosos, ingenuos u

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“Diente de león”

ocultos traidores, la puesta en marcha de un nuevo modelo de

jóvenes argentinos.

Tan confundidos estaban que hasta Dante encontraba una

optimista relación entre el trabajo solidario y de profunda

justicia que realizaban en las villas, consiguiendo que adultos

que no habían terminado el colegio recibieran su titulo de

educación primaria, con esta nueva estructura universitaria-

militar.

Dante contaba exultante, que en sus diecisiete años, juntos

con sus amigos de la misma edad, habían conseguido una cita

especial con un funcionario, un tal Delcciopo, a la sazón

responsable de las villas de capital. Hasta parecía que esta

conjunción de voluntades, nuevos funcionarios y jóvenes con

nuevas ideas y original energía, idealismo desbordante,

permitiría construir las bases de un nuevo modelo de país.

Años después y como todo en la historia, terminaron

conociendo la verdad: Delcciopo –el amable anfitrión- era el

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responsable de la “Comisión Municipal de la Vivienda”, temible

organismo que minuciosamente realizaría el intento de

erradicación masiva de las villas de capital federal. Visto en

detalle: más que erradicación de las villas, intentaría la

erradicación de “los pobres” de la capital. Qué mejor que

endulzar a jóvenes que pusieran la cara en los asentamientos,

para permitirles con este ablandamiento de repostería, arrasar

de golpe y en las noches, con gente, ranchos y bienes, para

depositarlos literalmente más allá del límite de la general paz –

límite fronterizo entre capital y provincia-. Allí, de noche y

descargando de un camión como se descarga la basura,

dejaban personas, familias, casas y esperanzas. Nadie podría

protestar ni preguntar: ni los afectados, el propio camionero y

ni que hablar del responsable político del involucrado en el

terreno de que se tratara. Nadie bajo esas circunstancias tenía

derecho a preguntar nada. Una vez más, el modelado a golpes

y precario esquema de formación había sido usado para

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estafar. Aunque sin embargo entre los intersticios de la tarea,

se deslizaba y estructuraba una forma de pensar, un

crecimiento, para los que intentaban y también para los

destinatarios de estas maniobras. De esta forma, la formación

se daba en forma similar a los antibióticos, la sanación

surgiendo de la propia porquería; por maltratar generaban el

nacimiento de los anticuerpos. La ingenuidad fue la madre de

estas épocas de idealismo. Cuando lo vivíamos lo intuíamos,

algo estábamos haciendo que siempre iba a chocar con

alguien. Encontrábamos mucha diferencia entre nuestros

dichos y los de los mayores, algo deberíamos hacer mal, no

podía ser que nada hiciéramos bien para nuestros padres y los

adultos en general. Era tan fuerte lo que sentíamos, con tanta

convicción intelectual y afectiva, que aquello nos llevaba en un

torbellino sin freno. A medida que obteníamos mayores

conocimientos, la raíz del cambio al que aspirábamos era más

compleja y amplia. Estudiamos la historia y cada uno en su

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disciplina, en la que se formaba. Encontrábamos matrices en

común, todas debían cambiarse, ya que habían sido creadas

con el mismo fin, cubrir de ignorancia la verdad y adaptarla a

las necesidades de un poder que controlaba todo. Acuñábamos

una máxima, a veces cambiar la actitud, pero si esto se repetía

en varios lugares, debería cambiarse la estructura, porque esto

era lo que fallaba, era estructural. Las discusiones en las

universidades duraban horas y hasta el día siguiente, las aulas

eran las nuevas casas. En los barrios sucedía lo mismo y

soñábamos con un mundo nuevo y también un hombre nuevo.

Nos enamoramos de un modelo y veíamos como este hombre

nuevo, crecía con nosotros, éramos nosotros mismos. Esta

visión, se instalaba entre los jóvenes y sentíamos que para

toda la vida.

Franco recodaba entonces y de paso le contaba a Dante en su

duerme-vela constante, mientras esperaban que el cambio de

guardia, trajera a una nueva dotación de enfermeras y dar las

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novedades del día. Le contaba, como a pesar de estar

trabajando en una empresa americana, con el nuevo sistema

de venta, todo en el aire traía aromas de nueva estructura, de

eficiencia. Era difícil creerle, pero así lo sentía.

La enfermera más seria y expeditiva, acerco la silla de ruedas,

el traumatólogo intervino:

-¿Cómo anda amigo Dante? Por supuesto no hubo respuesta,

pero era práctica usual motivar al paciente, proponiendo,

hablando como si aquello fuera a cumplirse.

-Doctor. ¿La silla es por mucho tiempo? Titubeo Franco

temeroso de respuestas.

-Impredecible mi amigo. Depende de la evolución, de la

rehabilitación y del sistema interno de conexión de las

neuronas. Es como un sistema eléctrico, el accidente cerebro

vascular vino a cortar la conexión del sistema, los nervios

deberán reencontrarse.

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Franco llevo en un impensable viaje a su primo hasta el borde

del balcón, luego lo ayudo a pararse para pasar el umbral y

por fin apoyarse el borde del parapeto. El aire fresco, una

ilusoria estadía en exteriores que no era tal y sentir el sol sobre

la piel después de varios días de reposo forzado, devolvieron a

Dante la gratitud con la naturaleza.

Para Franco la experiencia tuvo otro sabor. Acaba de llegar de

la calle, reuniones, gente, transito, la rutina urbana y un

paisaje inusual, aséptico y al que uno en general le espanta,

no podía ser todo aquello algo que no lo impactara. No

esperaba encontrarlo de ese modo y menos ser protagonista

único de sus incapacidades. Un sentimiento entre la huida y la

responsabilidad absoluta, la incertidumbre de un padre

iniciado ante un bebe recién nacido. Por primera vez en sus

recuerdos, después de aquellas refriegas boxísticas de la

infancia y darse golpes hasta el cansancio, debía ayudar a su

primo, arrastrándolo, en una debilidad que excedía lo que

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nunca hubiera pensado. Dos universos con diferentes

preocupaciones: la crisis de un debutante en su rol de

responsable de un ser incapaz y la dicha de un renaciente ser

que como un recién nacido, esta ávido de recordar nuevas

sensaciones, exprimir de la naturaleza todo lo que pudiera

absorber, sacar el jugo a la vida. Así los encontraba la tarde.

La ciencia no podría agregar nada a lo dicho, por ese momento

al menos entregaba a estos dos seres, su nueva

responsabilidad para amasar un nuevo ser en cada uno,

ambos aprendiendo, que en eso parecía consistir la vida.

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CAPITULO 4
LA PIRAMIDE:

Desde aquellas tardes de la infancia donde jugar era la

esencia, que los primos no ejercitaban la charla. El desafío era

imaginar cuán temprano podían armarse los pronósticos y las

tempranas utopías. Elaborar un pensamiento para el año dos

mil era el más disparatado y lejano de los proyectos. Ni

siquiera eran capaces de imaginar con tal cantidad de años a

cuestas, en el dos mil: cincuenta y cinco y esa era la

“ancianidad”. El desafío personal de Franco, ser reconocido y

en esa carrera y por añadidura, triunfar sobre el resto. Era

sintomático y repetible, avanzar y de paso si era posible,

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destacarse sobre los demás. Todo se parecía a un trabajoso

navegar en aguas profundas. Siguiendo las reglas del viaje con

remo, avanzar empujando las circunstancias, apoyarse en algo

y con esa fuerza desplazada, progresar más rápido. Cualquiera

que alguna vez haya remado o al menos navegado con el

viento, en definitiva aprovechándose de la naturaleza para

avanzar, sabe que el uso adecuado de las fuerzas naturales lo

podemos utilizar en beneficio nuestro, para convertirlo en

energía a favor. Franco no era un ducho navegante, pero si un

aprovechador de las circunstancias que se le presentaban,

para obtener beneficios. De ambos primos, siempre fue el más

arriesgado en ese aspecto, referido a como manipular las

circunstancias y energías que se presentaban para maniobrar

con los demás. Innato conocedor de los comportamientos

humanos en particular de las ambiciones, codicias y anhelos

del prójimo. Aquello que Dale Carnegie en su manual acerca

de: Como ganar amigos e influir sobre las personas, hubiera

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considerado para la coyuntura, como uno de sus más

adelantados discípulos. Sin determinarlo en forma consciente,

este estilo de pensamiento, profunda y descarnadamente

liberal, se estaba consolidando alrededor de la formación de

Dante. Todo sucedía en los años en que una política se trataría

de establecer, después de la caída del “tirano prófugo” como se

lo denominaba a Perón, durante la década del cincuenta. La

clase media necesitaba en forma urgente, tramar y estructurar

líneas de pensamiento que tuvieran fortaleza intelectual y de

ese modo, rebatir ante las nuevas generaciones con teorías

sustentables. Al no generar en países periféricos y ávidos de

ética y pensamientos propios, acudíamos en forma urgente a

cuanta inteligencia aunque sea importada pudiéramos acopiar.

Para eso, nada mejor que libros y documentación llegada del

“gran país del norte”. Éxito probado, industria floreciente,

imperialismo avasallante y por si fuera poco: Hollywood, que a

cada paso y a nuestra comodidad, nos brindaba

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documentación, alegre divertida y hermosa. Los rubios eran

lindos y lindas, no nos parecíamos a ellos, pero con buena

voluntad y esmerándonos, lograríamos un arquetipo tendiente

a serlo. Dentro de este marco de suplantación de modelos y

estilos, la búsqueda de hipótesis, creencias y marcos teóricos,

estaba a la orden del día. Hasta el mismo Dante titubeaba, en

esto de buscar convicciones sobre sus acciones diarias.

Aquello de ayudar en las villas, por momentos era observado

positivamente desde esta nueva perspectiva del mundo, era

una forma de ver la realidad que por supuesto muy

considerada por aquellas visiones de modernismo. En la

antigüedad se buscaba comprender y aceptar; abundaban

escenas en el imaginario, donde una familia burguesa

adinerada, buena familia y de raza blanca, daba ejemplo en su

forma de actuar, siendo considerandos y tratando en forma

generosa a sus “esclavos”. En nuestra ingenua y

cinematográfica forma de pensar, nunca habíamos advertido

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que mas allá de buenos modales, consideraciones y

generosidad de aquellos rubios y bellos ciudadanos, nadie

tocaba el tema central: y era que por un lado estaban los

“patrones” y por otro los “esclavos”, y para más datos: negros,

y que la equidad de estos personajes podía verse de distantes

formas, pero la esencia era no variar la relación social.

En esta extendida forma de construcción del ser nacional nos

encontrarían las décadas del cincuenta y sesenta. Los chicos

entretenidos con las películas del oeste americano, llenos de

modelos que se explicaban solos en cuanto a construcción

ideológica. Por aquel entonces, cerraba de forma contundente:

un Dale Carnegie que nos explicaba como ganar amigos en

forma liberal y un John Wayne que nos garantizaba el orden y

respeto a la fuerza, en el caso que alguien no lo aceptara. En

forma tímida, Dante y algunos amigos, decidieron verificar en

toda esa vorágine de nuevos músicos locales que aparecían, la

presencia de alguno que no cantara en ingles, verificar si

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además, esta forma de rebelión lingüística podría tener que ver

con una forma de protesta.

Franco no había terminado el colegio secundario, de modo que

con mucho sacrificio, en turnos vespertinos concluyo el ciclo.

Ingresó luego en cursos terciarios, dictados en la universidad y

claro esta nueva etapa de formación lo colocaba en un aspecto

como “habitante” de la universidad, de alguna manera la tal

ansiada ubicación académica superior celebrada por la clase

media.

Su inclusión en una empresa americana, pese a lo gélida de su

estructura, le daba la posibilidad de acercarse a herramientas

apetitosas, en el marco de un nuevo modelo exitoso, cosa que

la emergente idiosincrasia estaba buscando luego de

desprenderse de aquella estructura política, a su criterio “un

populismo decadente”. En realidad y según otra visión de la

historia, se estaba colocando a la republica en un lugar de

privilegio en el floreciente tercer mundo, para esta parte de la

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realidad, en verdad lo que sucedía, tenía que más ver con una

visión del mundo: de imperialismos y periferias. Desde otro

punto de vista, de integración a un primer mundo, éramos

introducidos en el modelo imperial, y aunque sea

consentíamos en ser arrastrados en el vagón de cola. Para

aprender a ser imperialistas, nada como considerar a los

demás como instrumentos de la economía, una variable más

dentro del conjunto de herramientas y ecuaciones que

deberían conocerse.

Por aquel entonces, Franco era un nuevo y ejemplar modelo

del sistema y Dante le tiraba sobre su cabeza las formas de

entender; cómo se veía el mundo desde otros ojos. -¿Acaso no

te das cuenta?- Le repetía una y otra vez, explicando la teoría

de porque había tantos problemas con la falta de trabajo,

reclamos de salarios y justicia social y porque también, este

tema del trabajo ya no sería un espacio ganado en justicia

social, como se sentía en la década anterior. Era evidente que

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se aplicarían las teorías de manual del nuevo régimen:

mantener un ejército de desocupados, esta era la forma de

solucionar la suba de salarios: “Domarlos a esos negritos”, que

tengan que luchar entre ellos para acceder a un sueldo.

Dominación económica y de paso, explosiva y descarada forma

de expresarse en este nuevo y fortalecido sentimiento racial.

Paradójicamente Franco, y como tantos: eran en realidad

autodenominados “negros” o sea, de tez morena, aceitunada y

todos los colores derivados de la tierra y ocre arquetipo que

pudiéramos pensar, sin embargo, auto convencidos por la

propaganda, se veían rubios y de ojos verdes. “El liberalismo”

como así se anunciaba, se debería presentar con sus mejores

galas, de modo que no bastaban manuales de uso comercial,

porque esto solo alcanza a cierto sector de la población. Para

hacerlo carne de la juventud, debe acompañarse con modelos

de vida, nada mejor para introducirlo que el cine y

novedosamente, desde la televisión al alcance de todos.

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Franco relataba en esas charlas de amigos, el nuevo sistema y

por supuesto, acto seguido invitaba a participar de la

experiencia. El proceso era: comprender de qué se trataba y

asumir un compromiso concreto, todo estaba ligado de la

mano. Si lo entendías, aceptabas, luego deberías

comprometerte, de otra manera el circuito no cerraba.

Producto de la casualidad, la paradoja del destino o vaya a

saber que cuestión, esta filosofía convivía, con la forma de

construir el nuevo mundo y “hombre nuevo” del que se

hablaba entre los jóvenes que buscaban un cambio y volver a

aquella revolución abortada a principios de la década del

cincuenta.

Una vez y sola una, acepto Dante acompañar a su primo a la

cita tan pomposamente anunciada. “Es algo muy especial” –le

decía- tenes que venir aunque te cueste, vestido con el mejor

traje que tengas.

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Pulcro y con corbata. Por años Dante no uso corbata, era

probable que tuviera que pedirla prestada. Además todo

aquello lo llenaba de sospechas, era como una actuación,

donde uno ya no era más el mismo, se disfrazaba para

componer un personaje.

Tal como Franco se lo explicaba en su invitación, debían

concurrir en pequeños grupos y muy bien engalanado. Las

mujeres en forma discreta, sin llamar la atención y lo más

alejada de una imagen erótica que puedan mostrar. Los

hombres, en forma prolija y seria. Por supuesto estaban

descartados: pelo largo y desprolijidades. Como Dante no pudo

asumir todo aquello solo, le pidió a un amigo que lo

acompañara con la promesa de no aceptar nada de lo que no

estuviera convencido. Ambos se sentían esa tarde como

ingresando a una secta, aunque sin haber avisado a sus

familias y con el temor de ser cooptados a un extraño planeta.

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“Diente de león”

Lentos, tranquilos pero muy puntuales, llegaron al edificio. En

pequeños grupos se iban escudriñando los recién llegados.

Burbujas cerradas ya que habían sido convocados desde

diferentes extracciones sociales, aunque no económicas. Era

un hecho no dicho a voces, que en ese lugar se les procuraría

quitar algo de dinero, solo esa intuición los predisponía mal.

En el lugar fueron presentados por gente con mayor aplomo en

su rol, como “sacerdotes consagrados” de la secta. Mientras el

anfitrión, para el caso Franco, los guiaba y apaciguaba como

pastor a su pequeño rebaño; el “sacerdote” rector guiaba con

firmeza y entusiasmo palmeándole la espalda, en un

anticipado premio a la tarea realizada, el consabido terrón de

azúcar.

Un “sumo sacerdote”, se presento masivamente en la cabecera

de aquel “templo”. Hablo en un lenguaje de iniciados. El

asunto era hacerlos sentir, que estaban a punto de ingresar al

paraíso, a una nueva vida y todo era gracias “al sistema”. El

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“Diente de león”

sistema: resumida estructura de pensamiento del sistema

capitalista, los esclarecía acerca de su futura manera de vivir,

como si a partir de ese momento debieran terminar con la vida

pasada, olvidarse de sus viejos amigos y hasta la familia –salvo

que ingresaran al sistema- de modo tal que entonces sí,

comenzarían a ser felices. Una sutil vigilancia sobre los

comportamientos, se deslizaba por sus espaldas. Para quien

tuviera la curiosidad de observar a los concurrentes, podía

advertir que cada determinada cantidad de personas asistentes

al espiritual acto, se instaba una especie de operador vigía que

coordinaba con su mirada, el acto milagroso de conversión o lo

contrario, quizás un sospechoso. Luego el sacerdote mayor,

paso unas películas llenas de color y felicidad, donde se

advertía como los personajes más encumbrados del sistema,

en concreto los vendedores que estaban en el “staff” de la

empresa, además de liderar, haber accedido a cantidad de

bienes personales y les quedaba resto para vacacionar en los

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“Diente de león”

mejores lugares del mundo a la sazón, donde lo hacia la “mejor

gente” del mundo y que estaba en los países centrales. Cada

tanto saltaban en el asiento, una consigna, grito o cantico

especial intentaba instalarse como exclamación de todos,

encendiendo el ánimo grupal.

Cada tanto también Franco miraba, intentaba contagiar

aquella felicidad y sus amigos lo miraban para bajarlo a tierra,

pero era inútil, la hipnosis ya le había hecho efecto.

El sistema era sencillo y contundente: funcionaba en base a

una pirámide de venta directa que ni siquiera se tomaba el

trabajo de vender puerta por puerta, la venta masiva se

realizaba al ingresar nueva gente al sistema. Estos aportes

alimentaban la pirámide de ventas, en una palabra los

esclavos construían las pirámides y hasta ciertos faraones,

conseguían que lo hicieran con felicidad y murieran en la

tarea. En semejanza a la antigua civilización del Nilo:

semejantes pirámides, que nunca sabremos con certeza si

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habían sido construidas por miles de esclavos sacrificados;

porque estos eran obligados a hacerlo o eran dichosos por

entregarse y morir por su sagrado faraón. Quienes asistían a

esa reunión muy bien programada eran “hipnotizados” en ese

acto o especulando con lo sorpresivo de la invitación y el grado

de influjo que poseía quien invitaba; pero todo auguraba éxito

en la gestión. Era excelente el modelo, por ejemplo: un docente

que invitara a sus alumnos, entonces en ese caso ya no había

dudas del control moral ejercido sobre el grupo. En definitiva,

todo era mejor si había una estructura social pre-existente,

que transfiriera su esquema de influencias en beneficio de la

pirámide.

Paradójicamente un sistema intrínsecamente amoral, basaba

su éxito en el desprolijo hecho que la gente era impulsada a

asistir, por la influencia moral que ejercía sobre ellos quien los

invitara. Era paradigmático armar una estructura sobre un

esquema ético, pero un éxito al fin.

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Luego de la reunión masiva, cantos de felicidad, consignas

varias aceptadas e impulsadas por un pequeño grupo de

entusiastas, fermento de la masa, pasaron a otra etapa del

concierto. Así como en una sinfonía, pasando de “allegros” a

“adagios”, la composición estaba bien pensada y equilibrada,

entonces aquello se convirtió en un sereno templo de

meditación y reflexión.

En grupos chicos, compuestos de fieles de por los menos dos

jefes de rebaño, estos concentraban su gente y los guiaban en

el momento más importante hacia las arcas de la magna

institución, compromiso de compra de aquel producto, tan

inútil que ni recordarían para que era o servía. Con seguridad

una porquería, un producto vulgar que hubieran comprado en

cualquier almacén de barrio, pero con una estructura compleja

en su mercadeo y allí estaba el negocio, allí estaba en forma de

paradigma, el procedimiento de atracción del capitalismo.

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De pie junto a los guías, estaba parado firme y callado un

representante de mayor grado del sistema. Recorría

minuciosamente los gestos y actitudes de los guías, en este

caso: Franco. El momento clave de tensión, fue cuando el

amigo-invitado de Dante, habiendo avisado y es digno de

reconocer, habiendo advertido explícitamente, porque insistió

mil veces de lo que pasaría. Se puso terco y no aceptaba de

ningún modo comprar el inútil producto. Había sido convocado

para escuchar, eso había hecho y no haría nada más. Era

gracioso, sino hubiera sido porque se tornaba desagradable,

observar el rol que asumía cada uno: para Dante explicar que

si el amigo no aceptaba, estaba en su derecho. Franco

intentando convencer sobre la conveniencia de la propuesta y

el “vigilante” del sistema, vendedor principal, obtuso y casi

patotero, acorralando al grupo para “cerrar” la venta. En

definitiva, casi termina como un combate de box, compras

forzadas en algunos, productos que se tirarían a la basura en

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otros y desde ya lo más lamentable: amistades de años, que no

se volverían a frecuentar.

Por aquellos tiempos habían pasado la etapa de los juegos,

estaban en el descubrimiento de modelos. Aprendían en

grandes esquemas de pensamiento, pero las pequeñas cosas

que vivían también les enseñaban. Como alguien había dicho,

en pequeñas cosas se muestran grandes estructuras, que

podrás verlas y entenderlas sin mucho trabajo. Un sistema

fractal aplicado a una estructura comercial e intentando

convertirse en una estructura social y moral.

Era interesante recordar aquella demostración: poner un

pequeño brote vegetal, sobre un paño blanco, fotografiarlo y no

teniendo una referencia de tamaño de tamaño a su lado,

podría ser a simple vista un pequeño retoño de cuatro

centímetros, una rama del que este se desprendió, o un gran

arbusto. Las estructuras y su forma armónica de crecimiento y

funcionamiento: una red, un sistema donde todo está

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“Diente de león”

vinculado. Eso pasa con las estructuras sociales, forman una

red; basta conocer una pequeña muestra, para entender al

conjunto. Los comportamientos se repiten, se multiplican,

crean matrices de conducta y en ese aprendizaje estaban al

ingresar en la década del setenta.

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CAPITULO 5
TIEMPOS OSCUROS:

La mañana era tibia. La rutina del hospital se repetía

puntualmente. Higiene, visitas y desayuno. Franco ya había

cumplido con su primo, tal vez en forma espontanea pasaría

sin avisar, como le gustaba hacerlo. Dante esperaba la ayuda

de su enfermera, para proceder a lo diario. Un día más iba a

pasar de los doscientos cuarenta y ocho que paso en aquella

internación. Por televisión y radio, debatía imaginariamente

con la realidad, proponiendo cosas incluso mentalmente, con

la ilusión de ser tenido en cuenta. Los deseos de participar

asomaban, si bien eso, por ahora era una utopía. Lo que

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Dante había sufrido, era un derrame sangrante, algo no

previsto y en poco tiempo, horas, lo había afectado en el lado

izquierdo del cerebro. Al afectarse ese hemisferio, es el lado

derecho del cuerpo es el que pierde movilidad. De modo tal que

a esa altura, la mitad derecha del cuerpo de Dante, no se

movía ni lo sentía. Todo el peso y el movimiento estaban a

cargo del lado izquierdo, irónicamente el lado “inútil” según

toda la vida Dante. De ese modo catalogaba a su mano

siniestra y obvio: también a su pierna. El tiempo y la

curiosidad, lo llevo a compenetrarse de algunas

particularidades de lo sucedido. El lado derecho del cerebro,

alberga las herramientas dentro de las cuales están lo

necesario para el orden, el aprendizaje lineal y el

razonamiento. En el lado derecho: todo lo atinente a la

percepción, la intuición y la sensibilidad. Una particular

inversión de las prácticas habituales de Dante habían venido a

proponer un cambio drástico en su forma de pensar y sentir,

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ahora comenzaría la etapa de aceptar las transformaciones,

entenderlas y si era capaz, aprehender lo que le pasaba,

intentar sacar provecho de la nueva persona en la que se había

convertido. Sentado en su cama, los impulsos por expresarse,

cabalgaban más allá de las posibilidades reales. Un impulso

natural de transformar en planes, lo que se le ocurría. La

televisión estaba encendida, las noticias se sucedían. Parecía

que con cada noticia, producía una propuesta que debía

plantear para que alguien las llevara a cabo. El tiempo había

cambiado, Dante no sería protagonista en realidad de nada

que modificara la realidad, sin embargo internamente quería

serlo. La situación era por demás precaria. Una silla de

ruedas, era el acompañante permanente de sus movimientos.

Ninguna palabra o gesto expresaba sus sentimientos, para

quienes lo rodeaban todo aquello debió ser agobiante y

dramático. El personaje afectado sentía la realidad, pero la

había soportado, paso a paso y la actualidad era infinitamente

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superior a lo que había sucedido. Para el resto: parientes y

visitantes, como aquello no tenía explicación, nadie tenía

experiencia en casos similares, solo lo que los médicos

transmitían y esto no era mucho ya que en este tipo de

dolencias, hay un campo de imprecisiones permanente. Nadie

arriesga, porque el diagnostico puede pecar de pesimista. La

mayoría de las palabras, entran en el campo de lo casi

esotérico. Rezar, pedir, esperar; palabras que mucho no

ayudaban a impacientes, pero era una realidad experimentada

por los equipos de rehabilitación. Poco sabían, de los que

rodeaban diariamente a Dante sobre su vida, sus deseos y el

estado de su comprensión de la realidad, esto era porque no

podía expresarlo, entonces, las comunicaciones le llegaban de

los demás con un alto grado de improvisación. Dependía de la

experiencia y decisión, mucha intuición en comprender al otro,

ya que entender era lo contrario que sucede en la vida normal,

que interpretamos a nuestro interlocutor, con precarias

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herramientas de comunicación. Una serie de terapeutas de

diferentes especialidades, estaban atentos a gestos,

movimientos de cejas, miradas y actitudes que tenían un

amplio sentido de posibilidades de expresión. En definitiva, era

probable que entre pacientes y terapeutas el más efectivo gesto

de conexión, fuera el considerar que cada paciente era una

persona normal, iguales deseos y angustias y dentro de esa

maraña de situaciones no habituales en las relaciones

sociales, de ese modo ir buscando la mejor manera de

reencontrarse con la personalidad perdida o afectada.

Torpemente, un paciente en las condiciones de Dante,

arrastraba modismos y costumbres que aun bajo efectos de la

nueva personalidad, al no poder responder con el mismo

envase a los comportamientos requeridos, no poseer los

mismos filtros, caían en desfasajes del comportamiento social

aceptado. Estas formas, dentro de relaciones normales, eran

resueltas por rápidos gestos, pero en este caso caía en escenas

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incomprensibles. Un psicólogo llego tarde a su cita con Dante,

para el caso algo “imperdonable” en la óptica de este paciente,

era inaceptable. En el mundo normal, se hubiera resuelto con

un par de palabras, pero en el nuevo universo, fue una crisis.

Terminó de mala manera. La extensa rehabilitación era

ocupada por lo general, por largos espacios dedicados al

trabajo físico y algo faltaba para llenar los íntimos deseos. Los

aspectos del aprendizaje, tenían que ver con lo físico o las

reglas para ordenar el razonamiento. Desde ya que cosas

elementales, como comprender, leer o hasta escribir, deberían

ser reaprendidas. Nada o casi nada de lo que se sabía, sería

como antes. Dante valoraba la comprensión de los otros,

intentando comunicarse y esta forma de endeudarse con la

vida cotidiana, deseando una devolución que no se lograba

causaba mas angustia. No alcanzaba a cubrir, lo que suponía

debía alcanzar y lo que deseaba. Entonces fue cuando la

paciencia se convirtió en el mayor valor para reencontrar y

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adoptar. Nunca había sido su fuerte y aquello, se convertiría

en el estandarte del nuevo universo. La cabeza debería

entender forzosamente que sus instrumentos, no estaban

preparados para acompañarla. Nunca como antes, leer y

entender eran un hecho cultural, pero también: comer y

tomar, gestos vitales, se convirtieron en comportamientos

culturales a descubrir, con sus tiempos y procedimientos;

tanto era así que la mano izquierda debió aprender y a su

paso, enseñar al resto de su cuerpo a acompañarla.

Comportarse, convivir con otros pacientes fue una forma de

entender y aceptar la nueva situación.

Una tarde y sin que nada lo anticipe, Dante intuyo algo que

podría cubrir el tramo faltante a su expresión y pidió unos

papeles y lápices de colores, para dibujar. Entonces lo que

apareció delante de sus ojos, rápidamente lo conecto con la

satisfacción, aprobó su acción. Lo que veía era una mejora,

notoria y admirada por otros, resaltaban la imposibilidad de

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hacerlo ellos mismos, lo cual estabilizo el ego de Dante. En

tanto reunía la satisfacción a cada trazo y el saber que este

sentimiento, sería aprobado por otros se convirtió en un

descubrimiento, algo superador. En otro instante, la antigua y

estructurada forma de pensar, instalo por un rato la idea, de

que el dibujo o en todo caso el arte, no era al estimado por una

sociedad donde los valores tenían que ver y según lo vívido

hasta ese momento, la sobre-valoración de lo productivo y

rentable. Entonces, la transformación deseada comenzó a

mostrar sus nuevos frutos, la estimación de lo importante

debía replantearse hasta tal extremo, que la vida no era la

misma, así debía entenderla y aceptarla.

La percepción posibilitaba a Dante, abrir su cabeza a un

universo diferente así con escasa movilidad, aun podía volar.

Cada tarde remontaba vuelo por aquellas calles que bien

conocía y había recorrido. La memoria que hasta hace poco, en

plena crisis del accidente no encontraba imágenes, rostros o

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recuerdos, comenzaba a juntar información y procesarla. Cada

noche antes de dormir recorría imaginariamente, situaciones,

barrios y calles por donde había pasado. Los recuerdos eran

más nítidos y definidos, cuanto más lejanos eran.

Esta forma de recorrer el pasado, brindaba un exitoso rédito; ir

despaciosamente recolectando y acopiando información, que

procesada en forma continua, adquiría sentido. La locura, ese

ingrato y peligroso personaje, no dejaba de asomar en aquel

ámbito propicio, con sus sin-sentidos, su desconocimiento de

coherencia. En cambio, esta forma torpe y precaria de realizar

programas, narraciones mentales, análisis de cosas,

asumiendo su incoherencia pero dentro de ese desorden, una

estructura, le brindaban satisfacción, ganas de crecer en su

pensamiento.

La escena del dibujo coloreado, papeles y mesa de trabajo,

después de tanto tiempo, le trajo una luz sobre sus hombros.

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Aquella luz que bien temprano y en un grato día de verano,

caía a través de las cortinas de un bar del centro. Para

entonces Franco y Dante, charlaban animadamente en un

boliche lindero a Plaza de Mayo, al pie de las oficinas de

Franco, en los fines de la dictadura militar.

-¿En qué andas Franco?

-Mucho trabajo, pero lindo.

-¡Qué suerte! A uno que le va bien.

-Que pasa, ¿está mal la cosa?, dejá –Franco atendió al mozo y

este se retiro satisfecho con su propina.

Apoyó sobre la mesa un enorme portafolio, como una caja de

Pandora, empezó lentamente a sacar cosas. Como la magia en

la niñez cada objeto brillaba por su novedad. Computadoras de

manos, elementos que no podía imaginar quien vivía al día,

aun tecnológicamente.

-Que te trajiste. –Comento Dante sin quitar las manos y la

vista de un mini procesador.

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-Te gustan, todas cosas de importación. Todo esto se vende por

anticipado.

-Que bueno, yo me estoy replanteando todo.-Apunto Dante.

-Te voy a decir algo.

-¿Qué pasa?

-No te lo tomes a mal, pero hace tiempo te lo quería decir…

-Hizo una pausa, dejando espacio para algún reconocimiento o

complicidad de Dante.- Cuándo te vas a dejar de joder con los

sueños. Ser tan idealista, ya no va más.

-Que se yo. En cierto modo tenes razón. Por otro lado, es como

un capital que fui acumulando toda mi vida, si a esta altura

cambio, tiro todo el resto de mi vida a un tacho.

-Pero no sirve, no te dio resultado.- Confirmo Franco.

-Ahora tengo que dedicarme a hacerlo, no tengo otra. La cosa

en esta época da para pensar solo en la guita.

-Es como debe ser Dante, todo el mundo con el que te

encuentres, va a pensar así.

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Dante dio otro sorbo de café y prefirió callar. La realidad y su

propia situación personal, no lo ayudaban a explicar el éxito y

mucho menos, dos universos diferentes en la interpretación de

éxito.

El negocio de la venta directa estaba funcionando para Franco,

la pirámide se ensanchaba cada vez más en la base, quería

decir que los postulantes a comerciantes exitosos se sumaban.

Todos escapaban a la desgracia de la falta de empleo y por otro

lado en una situación de crisis, se alentaba el sueño de gloria

a través de las teorías del mercadeo.

Más ruina económica, brindaba posibilidades de que el ejército

de necesitados aumentara. El esquema de funcionamiento,

permitía, agrandar la base y lo cual era directamente

proporcional a la ganancia de la élite que conducía. La

habilidad había sido descubrir a tiempo los beneficios del

sistema y paralelamente, los beneficios de la crisis.

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Claro que el sistema, que estaba acompañado con caras de

extrema felicidad en la cumbre y desesperados rostros de

angustia en la base, era provocado por la urgencia laboral.

Quienes se acercaban a la propuesta de revertir su trabajo

intelectual o físico productivo en simple mercadeo, acudían a

un último y desesperado intento, invertir el dinero que les

quedaba en jugar una ficha en esta pirámide y rogar para que

triunfara. Según lo prometido, se debía lograr y en poco

tiempo. Otra de las características de la época, era admirar el

crecimiento económico, como salida en un único canal, el

propuesto por la forma liberal de pensar.

Aquellos principios del Carnegie de los cincuenta, comenzaban

a ver su inexorable realidad, así sería según las escrituras de

Dale. No podría revertir nadie con las realizaciones de su vida,

ya que al no encontrar ejemplos a la vista, era probable que la

realidad nos demostrara que la solidaridad era un bien en

franca desaparición.

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Toda esta situación encontraba a un personaje como Dante sin

herramientas, ya que en toda su vida había procurado

fortalecer las herramientas equivocadas. La arquitectura

campo de su especialización, había recorrido durante esos

años de formación en teorías y modelos donde la realidad para

la que se los había preparado era otra.

En ese tiempo las creencias recorrían temas donde los

profesionales, deberían transformar la realidad, en definitiva el

objeto de sus especializaciones debería ser, el conjunto de la

sociedad y no solo aquellos que las pudieran pagar. Por otro

lado, un lógico razonamiento: si la carrera de un profesional,

era solventada económicamente por todo el conjunto de la

sociedad, que menos que la devolución fuera para ese conjunto

de aportantes.

Muy en forma especial en la arquitectura, donde la necesidad

de un asesoramiento profesional se hacía más dramático y

nunca antes tenido en cuenta en sectores pobres y barrios

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marginales. Si había un lugar donde se necesitara con mayor

urgencia e inteligencia aplicada para encontrar mejoras en la

vida cotidiana, era en lugares donde el ambiente, el hábitat y

la vivienda, estaba con más carencias y más necesidad de

ingenio. Pues por el contrario la cosa condujo, el sistema

condujo, la época lo demandaba que la profesión se

especializara en herramientas solo aplicables a aquel lugar

donde el usuario podía pagar, nuevos materiales y tecnología

sofisticada.

Aquello no era una isla en cuanto a capacidades mal

orientadas. Todas las profesiones, viraron en sus fines y se

reorientaron hacia donde el sistema les indicaba. Algunos años

después, la presencia hipnótica de un presidente en

apariencias popular, incluso elegido democráticamente en dos

oportunidades, convalidó esta forma de pensar y actuar. Una

frase grabada en piedra enmascaraba toda una época, con

mayor impronta de la que suponíamos al escucharla por

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primera vez: “Este es el fin de las ideologías”. Aquel personaje

que nos presidio, a la luz de acontecimientos extraños en el

mundo que vivíamos: La caída del muro, la desaparición del

comunismo, alentaba a todos y mucho mas a él, que se había

auto postulado como líder de los países periféricos y a la vez,

ser el primero en alinearse al primer mundo. El clima y la

realidad, todo nos llevaba a pensar que realmente todo aquello

que nos había formado, estaba por desaparecer, era un castillo

de naipes a punto de caer. Jamás le explicaríamos a nuestros

hijos el significado de la palabra “política”, en todo caso, en vez

de ser algo excelso creado por los hombres para vivir

civilizadamente, organizarse en comunidad y crecer

culturalmente, era apenas algo inventado por los vivos de

turno, para esquilmarnos y sacarnos el dinero, algo ganado y

merecido por cada uno y para nuestro beneficio. Ningún

espíritu puede resistir, ante semejantes afirmaciones,

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acompañadas por un brazo que ahorca y una palabra que

somete.

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CAPITULO 6
EL IDEAL POSIBLE:

El tiempo lo encuentra a Dante en una transición antes del

ciclo final a su accidente, trabajando con un grupo de

profesionales de similar formación e ideología, pero en realidad

juntos y como agazapados, esperando algún tipo de coyuntura

nueva en el país, que permita canalizar años de una formación

ideológica y técnica, en apariencias pronta a enfrentarse con

un mundo que estaba orientado a la desaparición de las ideas.

Las relaciones con Franco estaban un poco olvidadas, hacía

meses que no tenían contacto. Dante trabajaba en algunos

proyectos, en realidad eran hipótesis de trabajo, para

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supuestamente ser presentados a “alguien” que los pusiera en

práctica, aunque esta tarea en sí misma era demasiado

utópica para que ni Dante ni el equipo con el que trabajaba le

dieran un pronóstico de realidad. Era un equipo remanente de

un área de gobierno, para soporte de funcionarios que estaban

gestionando, pero al no operar efectivamente como “en

funciones”, nadie garantizaba la utilidad de sus sugerencias.

Los planes eran buenos, realizados por gente experimentada y

preparada, pero sin llegada real a quienes ejecutaban las

acciones. Esto desilusionada a Dante y entre párrafo y párrafo,

recordaba las charlas con su primo, acerca de su cambio

absoluto de ideología, o mejor tirar a la basura todo resto de

ideología y buscarse una actividad más lucrativa. Tal era la

digresión en la falta de objetivos en el trabajo, los impulsos de

expresar ideas. Una tarde en sus caminatas, se detuvo frente a

Rygo, tradicional librería artística en el centro de Buenos Aires,

atraído por la fuerza de los colores. Curioseo la vidriera, esto le

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despertó un agradable recuerdo de infancia. La pintura su olor

e impacto en las retinas. Entro al local y el mismo olor

ambiente, aceite de lino y acrílicos, los bastidores e infinidad

de lápices de los más variados colores. Papeles y más papeles,

proponían un torbellino de ideas para desarrollar. El mundo

del soporte y el bastidor en blanco, tenían una connotación

muy importante para alguien que siente necesidad de

expresión artística, era un portal que invitaba a pasar.

Durante unos días, la pintura y el dibujo canalizaron las

ansias de expresión. Surgieron varios conceptos plásticos,

Dante les abrió la puerta y se despertó ante él, todas las ganas

de producir. De este modo, canalizaba su digresión: una parte

del tiempo, cumpliría con lo estrictamente necesario para no

dejar de percibir con sus trabajos utópicos, la necesidad del

sustento y por otro canalizar su ansiedad creativa. Parecía que

en el mundo que se gestaba, no habría espacio para las dos

cosas. De todas maneras la misma actividad artística, lo llevo a

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encontrarse con otro grupo de personas, algunos amigos que

también ansiaban canalizar ideas y acciones creativas. Se

reunieron, propusieron y crearon nuevos espacios.

Rápidamente y con éxito, abrieron lugares de encuentro social

y artístico en su barrio. Esto, en realidad los mantenía alejados

de cualquier transformación social, las estructuras culturales

no se modificarían de este modo, pero ellos a su nivel sentían

que algo transformaban, porque lo hacía con ellos y sus hijos.

En cierto modo, la generación que venía, ya no sentiría tanto

vacio de ideas y vocaciones, al menos, como forma de ensayo o

juego miraban modelos posibles, que alguna vez pondrían en

práctica. Si en aquella época lo hubiera visto Franco,

seguramente habría pensado que mas que abrir un mundo

nuevo, su primo estaba generando nuevas utopías a las

generaciones siguientes; “contagiando del mismo mal” y nada

nuevo para hacer plata. Los espacios barriales de estos amigos

tuvieron éxito, se institucionalizaron en colegios, de modo que

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ya no serian nómades y así se crearon y entraron en

funcionamiento: Talleres de artes plásticas, teatro, radio,

música y danza. Pronto se abrieron al conjunto de la

comunidad y un gran número de visitantes, conoció y visito

aquellas muestras. El idealismo era posible, aunque todo se

montaba y funcionaba gracias al voluntarismo: individual o de

pequeños grupos con gran capacidad e intención de

desparramar las ideas.

Una tarde, recibió una comunicación telefónica que

determinaría las acciones en adelante en esos años. Un amigo

de los años de juventud, llamo para comentarle sobre una

propuesta, que en apariencia se montaba sobre las dos áreas

disgregadas hasta ese momento, en los conceptos de Dante.

La posibilidad de insertarse en un proyecto que sintetizara las

utopías, sería posible.

El equipo rápidamente se armo, unas llamadas fueron

suficientes para acudir a la convocatoria. Todos sabían que

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allí, en ese encuentro hallarían algo de los principios

abandonados en los tiempos del “fin de las utopías”. Se habían

conocido en una etapa de reconstrucción de valores, eso pasó

cuando la militancia activa se refugió en gobiernos

municipales, ya que en el provincial se instaló un gobierno

tradicional, sin conocimiento ni experiencia en trabajo social y

político. Desde un gobierno municipal del conurbano, Dante

como algunos otros, supieron encontrar los intersticios del

trabajo profundo y utópico, que hizo resurgir las ideas y la

esperanza de que aquel ideal “era posible”. En la convicción

que formaría un equipo apto como para llevar estas ideas al

ámbito provincial, se pusieron a trabajar. Meses de

elaboración, armado de planes y finalmente la toma de

posesión formal de un espacio en la gestión.

Durante estos años, la relación entre los dos primos estuvo

casi ausente. Era muy probable que los planes de Franco,

sobre la construcción de un proyecto prospero tal vez tuvieran

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éxito –pensaba Dante- mientras casi no le dedicaba tiempo a

los pensamientos, casi todo lo ocupaban las acciones.

Por primera vez, las ideas y planes tomaban forma ante

personas concretas, del sector más marginal que se hubiera

imaginado y le respondían ante sus ojos con agradecimientos y

modificación en sus vidas, dándole sentido a los frustrados

años que pasaron, mientras su formación se construía

progresivamente. Solo el ver a tantas familias, satisfechas y

trabajando por si mismas, justificaban las hipótesis elaboradas

en los años de estudio.

Por días seguidos, Dante se levantaba a las seis de la mañana

y volvía a su casa a las once de la noche, sábados y también

domingos fueron dedicados a este trabajo. Pero los aspectos

más duros fueron afrontar las inesperadas consecuencias de

los contubernios del poder, los celos más bajos y las venganzas

sin sentido. Sin saber por qué y sin experiencias de tipo

gremial, paso algunos días con conflictos que jamás imagino

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tener. Una actitud que consideró positiva, como fue conseguir

viáticos extras para los agentes del personal a su cargo, hizo

que esto se lo considerara un derecho salarial adquirido y al

ser modificado por instancias superiores, pago las

consecuencias. Un volanteo masivo en el edificio, un conflicto

gremial cuestiono su gestión. En realidad todo movilizado por

un grupo de personas que apetecía su cargo. Días después,

Dante comprendió y entendió, que todo aquello era movilizado

por el mismo grupo que promociono para que lo acompañaran

en la gestión. Se sucedieron llamadas telefónicas amenazantes,

vigilancias y seguimientos en autos, lo cual era advertido por

Dante en situaciones alejadas al ámbito de trabajo. Hasta llego

a su conocimiento que un grupo de personas, dedico su tiempo

a reuniones místicas, donde confabulaban y realizaban

“trabajos” exotéricos contra su persona.

El poder en si mismo encierra peligro y no es el peligro de la

gestión o las acciones a sortear, en realidad el peligro mayor

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“Diente de león”

radica en las energías puestas por intereses encontrados,

incluso ni siquiera por los intereses de la propia gestión, sino

por cosas tan intangibles como: celos, envidia, confabulaciones

y traiciones. Estos se llevan casi todo el tiempo y la fuerza

puesta en juego. En aquellos días y mientras la gestión

transcurría, al tiempo que entre los corredores del poder Dante

vivió pasar por el escenario a funcionarios de escasa

experiencia y menos talento, pero vivaz lealtad o mejor dicho:

chupamedias inútiles puestos estratégicamente para molestar,

paradójicamente vivió también el reencuentro con gente de

pueblo, agradecida y leal, a la que pudo beneficiar. Desde ya

con acciones no consideradas “ordenadas”, porque es parte del

aprendizaje advertir que cuando la injusticia es muy antigua y

difícil de resolver, la solución debe ser rápida y efectiva, para

lograrlo hay que actuar no siempre siguiendo el camino que la

burocracia indica. Todas las soluciones de viejas injusticias,

donde los postergados son humildes y sin recursos, deben

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“Diente de león”

tener soluciones fuera de las estructuras tradicionales que no

fueron preparadas para resolver estos casos. Dante iba y

venía, desde altos niveles de la sociedad, empresarios y

funcionarios a seres marginales que apenas podían explicar

cómo era su problema. La enseñanza era cada día más

contundente: era muy difícil que ambos extremos se

comprendieran, si no se creaban estructuras no tradicionales,

sin experiencia previa en la gestión y dispuestas a saltar por

encima de la propuesta tradicional del manejo de la cosa

pública. Una vez más, entendió y ahora por propia experiencia,

de dónde sale en la historia y por qué tenía el espacio que la

esperaba a “Evita”. Un personaje muy joven, sin experiencia y

manejando instrumentos nunca antes estructurados para

gestionar, se convirtiera en imán del afecto y amor infinito de

grandes masas. Aquello solo fue posible por haber tenido la

sensibilidad de advertir que el vacio de injusticia era de tal

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“Diente de león”

magnitud, que necesitaba una respuesta acorde con semejante

ausencia de dialogo entre pueblo y quien lo conduce.

En todos los casos, de una necesidad y un responsable de su

solución, la gente advierte la energía puesta por el responsable

de la solución, en la forma de realizar la respuesta. Los

intangibles hilos de este dialogo, no pueden ser explicados, es

algo que la masa, “la ignorante masa” -dirían los pensadores

liberales-, huele en el aire, sabe cuándo puede confiar o no

confiar en alguien.

Apenas alguien accede a bienes y estando expuesto al apetito

voraz por el enriquecimiento, olvida a quienes estuvieron a su

lado en peores momentos. Es bueno rescatar, los valores y

formas que se aprenden en la marginalidad, conservarlos y

ponerlos en práctica en el uso del poder, la instrumentación de

las soluciones para otros.

En una conversación con alguien en “situación de calle”, así se

llama a quien vive en forma permanente en la calle. Aquel que

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“Diente de león”

no sabe de cambiarse en ningún momento, dormir con la ropa

puesta, despertarse con gente que camina a su alrededor y

seguir durmiendo, porque aquello es parte de su realidad

diaria.

Pasar los días, recorriendo, hurgando, rescatando de algún

tacho de basura algo que morder a veces sin definir si era

alimento o simplemente algo blando que masticar y calmar la

angustia. Preguntarse por ejemplo, cuánto tiempo real, se

tarda en conseguir un vaso de agua potable en la calle: ¿Diez

minutos? ¿Una hora? ¿Horas y sin conseguirlo? todo es

posible.

Tal vez nuestro mal entrenado conocimiento de la calle, nos

lleva a creer que quienes ahí están, los que viven en “situación

de calle”, son gente marginal pobres de toda pobreza, que en

un escalón mas de caída en la sociedad, allí están porque: se

quedaron sin trabajo o son extremadamente pobres. Sin

embargo la sociedad tiene infinitos modos de marginar a una

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“Diente de león”

persona, quedan afuera del sistema, simplemente por falta de

capacidad para integrarse. Una falla de la sociedad, una mano

estructural que se quebró, que no existe, alguien que rompió la

trama y la red, una estructura política injusta.

Es tan alarmante una sociedad del tercer mundo con sus

problemas sociales, como una del primer mundo, con medios

aparentemente preparados para resolver sus fallas que no

encuentra soluciones.

Los días pasaban y Dante, cayó en el entramado del olvido, del

para qué y porque se abrió aquel espacio de soluciones para la

gente. Los mecanismos se volvieron burocráticos y los éxitos

en creación de herramientas para la resolución de los

problemas de la gente, se volvieron instrumentos vacíos de

valor, de pasión en soluciones. Llego el momento en que los

creadores de estructuras aptas para soluciones atípicas, serian

reemplazados por figurones políticos: inútiles gordos, ávidos de

poder y al servicio de una traición.

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“Diente de león”

Entonces, justo en ese instante, la estructura política creada

para nuevas soluciones viró en el organigrama y algo nuevo

había que crear. Ingenuamente, Dante elaboro el nuevo

organigrama, con más poder y efectividad para actuar. Solo un

detalle cambiaría, el lugar de máxima autoridad sería ocupado

por un inútil chupamedias, sin la menor noción sobre el tema

convocado. Durante el periodo de elaboración de este nuevo

instrumento Dante era bien considerado, ya que de él

dependía la elaboración de instrumentos desconocidos para los

recién llegados. Los días pasaban y si bien era tenido en

cuenta por la máxima conducción, esta había confiado en que

se resolverían las cosas. Los recién llegados, trataban de

absorber todo lo que veían y escuchaban; el momento de dar el

zarpazo llegaría pronto.

El recambio no era fácil, en apariencia creyeron que todo era

sencillo. La realidad consistía en que aquello tenía demasiados

instrumentos intangibles. La mejor herramienta era la

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sensibilidad, cómo se creaba una solución frente a la

adversidad con que se enfrentaba y esto, no estaba escrito ni

se podría escribir. Contenía años de experiencia y más que

nada sensibilidad, instrumento difícil de explicar y transmitir.

El sector de gobierno de que se trataba, incluía sectores

dedicados a cuestiones de la pobreza, esto manejaba escaso

presupuesto y muchos problemas, pero también áreas

referidas a nuevas urbanizaciones. Barrios cerrados y sectores

socio-económicos, dotados de mucho dinero y asuntos sin

resolver, nuevos institucionalmente. Como sabemos basta que

en el aparato de estado existan áreas con pasos complicados

que resolver, para que se abra el apetito de las voraces bestias

de la ambición, el paraíso de la burocracia.

Todo esto configuró el escenario apropiado para empujar a

Dante, al abismo hacia el ocultamiento y la desaparición.

Como una especie de retiro obligado, paso a ocupar un sitio

casi desconocido y apartado, en un rincón del mapa. Se le

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“Diente de león”

conservaron medallas y meritos, tanto como para mostrar, en

caso que la conducción preguntara por él, pero era bien

sabido, que allí, en ese estante no molestaría mas. Podrían

devorar el manjar a solas y con toda voracidad. A las

persecuciones y “trabajos” del pasado, se adjuntaron estos

codiciosos e inútiles nuevos amigos, era mucho.

En diciembre de mil novecientos noventa y siete Dante volvió

del trabajo antes de hora. Decidió irse, porque Luis su

infaltable amigo, le sugirió que lo veía mal, que en algo no

coordinaba correctamente y que porque no se iba a descansar.

Luis fue un amigo leal –una cualidad por entonces en vía de

extinción-, su complemento y ayuda para comprender lo que

pasaba, en cada momento, interpretar la realidad y los

entretelones de lo que acontecía.

Ese día, Dante entro en un túnel oscuro e incomprensible, un

accidente cerebro vascular, entro en su vida para cambiársela.

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“Diente de león”

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CAPITULO 7
EL NEGOCIO:

El capitulo activo de la vida de un hombre, explota entre los

treinta y cuarenta años, esto era lo que Franco siempre decía.

El acelerador a fondo, las decisiones arriesgadas, uno tomaba

conciencia como nunca antes que la vida tenia límites

precisos. Antes de esa etapa, todo parecía transcurrir sin

tiempos ni apremios. Entonces el primo andaba surcando los

límites precisos de la cornisa. Lo que más disfrutaba, eran los

síntomas de poder a medida que el dinero entraba. Consumir

no bastaba, cada nuevos consumos, atraía más gente a su

ámbito de contactos, conocidos que hace poco tiempo eran

desconocidos. Además, suelen decir y este tipo de ocasión lo

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“Diente de león”

demostraba, que las debilidades o vacios que se traían en la

historia personal, con dinero se lograba la interesante

experiencia de taponarlos. Si uno no había completado su

educación, al menos en lo que respecta a evaluar su la

educación en su generación, sus amigos, estaba siempre

presente el vacio y la necesidad de completarla.

El dinero venia a calmar esa inquietud, uno se explicaba a sí

mismo, que las vidas son diferentes, los destinos también, pero

cuando algo se sintió mal en las primeras etapas de la

educación, era interesante resolverlo en algún momento. Una

de las satisfacciones más agradables, para un nuevo y

floreciente empresario era adquirir cosas, en particular las que

siempre son una novedad y mejoran todo las ausencias

faltantes. Es entonces fácil romper nuevos records y

manipulando tecnología probarse a sí mismo que la

antigüedad de un producto demuestra caducidad en la propia

madurez; así se piensa cuando uno relaciona el crecimiento del

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“Diente de león”

contenido por su continente. La inestable ambigüedad,

consiste en disfrutar de las posesiones y al mismo tiempo

demostrar y demostrase que eso también se superara.

Mientras Dante disfrutaba de las invitaciones de su primo a la

chacra, al gozo de la novedosa tecnología, Franco pensaba que

aquello no era suficiente. Los encuentros entre ambos primos,

eran un recorrido de novedades, de exposición privada donde

se desplegaban nuevas computadoras, juegos o compras

realizadas siempre en brillantes negocios realizados con éxito.

La relación entre ambos primos, había virado con respecto a

sus infancias. Aquella carente de cosas materiales para Franco

y plena para Dante, cobraba aquí radical revancha.

Visto de la forma más amorosa uno hubiera explicado, que así

como Franco estuvo carente de bienes materiales, su misión en

aquel nuevo tiempo, era contener y cobijar a quienes habían

estado con él, con aquel manto de prosperidad creciente –y

nunca suficiente- esta era la consigna del sistema, por si había

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algo que dejar claro. Dante como de costumbre, no poseía un

buen coche, o no lo tenía o era tan precario que andaba según

su “mecánico” estado de ánimo. En aquella oportunidad Dante

decidió ir a la chacra de su primo en su espantoso coche

indefinidamente verde. Solo la suerte o la circunstancia,

permitió que llegara a destino. En camino se hizo la noche,

debía atravesar campos inundables y bajos. La niebla

complicaba las cosas, decidió prender la radio, milagrosamente

una de las pocas cosas que funcionaban. La buena música lo

transporto fuera del camino a recorrer, deseaba que todo pase

lo más rápido posible. Eso era un deseo tan solo, ya que la

velocidad no era tal. Los ejes del coche estaban golpeados, en

realidad superados los sesenta kilómetros por hora, se

sacudía, con temor de que levantara vuelo. La radio comenzó a

interferir ondas, por lo tanto lo mejor fue apagarla. Con el

ánimo golpeado, lo envolvente del ambiente, traslado a Dante a

pensar una vez más a la charla sostenida con su primo,

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aquella donde lo invitaba a reflexionar acerca de reconvertir la

orientación de su vida, pensar en su vida llena de utopías y

transformarla al dulce cambio de los éxitos concretos. Para

hablar de lo cual, tenia soporte muy consolidado: lo

demostraba con su propia vida, o mejor dicho con los éxitos

económicos producidos en su vida. Al fin diría: con sus éxitos

económicos que derivaban inevitablemente en éxitos sociales.

Claro que dicho así, en forma tan convincente y la luz –o la

oscuridad- de un viaje tan nefasto en su coche maltrecho,

cualquier contendiente triunfara con la autoestima tan

golpeada y justamente lo menos que tenía su auto en esos

momentos era “autoestima”, ni siquiera merecía llamarlo: auto.

Llego a la chacra, acomodo sus bártulos y debió acompañar a

Franco a realizar algunas compras al pueblo. En algún lugar

de la memoria, la situación se retrotrajo a aquella escena en el

tigre, donde ambos primos corrían entre las ramas y juncos a

comprar a aquel almacén del Delta. Escenario de local para

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Dante, visita absoluta para su primo quien no se adaptaba ni

reconocía a sí mismo, dentro de una naturaleza nueva y

desconocida.

Lo llevó y guió, entre costumbres y posibilidades de la infancia

en un ámbito hostil y sin embargo ávido de conocer y aprender

a disfrutar. A juicio de Franco, todo aquel ambiente era posible

en un mundo que le había sido negado, pero que algún día

seria propio.

Dante subió entonces al Honda último modelo de su primo,

para acompañarlo a buscar las provisiones. Cada cosa era

nueva y digna de explicar al invitado. La tecnología del coche,

el silencio de su marcha, los accesorios y detalle de seguridad

y confort. Todo parecía confabularse: un auto casi

abandonado, después de un viaje que para él, podría significar

el último de su mecánica vida, por otro lado un floreciente y

brillante modelo de importación.

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Entraron al almacén de campo. Una cantidad de cosas,

diferentes y acomodadas sin ningún orden adornaban el

ambiente. Franco caminaba delante, aquello era razonable, era

un lugar habitual para él. Una actitud gestual de pecho

hinchado, dirigía sus pasos. El comerciante realizo un ademan

de cortesía a lo lejos, sabía que el cliente superaría

ampliamente lo que sus habitúes gastarían. De paso saludó a

Dante, si venía con su cliente seguramente convendría

esmerarse en el trato. Franco preguntó, exigió más de lo

razonable para la ocasión: una visita de compra de campo,

pero importante y la escena teatral para realizarla, valían la

pena. El comerciante realizó gestos de imaginar lo que se

venía, entonces debía acompañarlo con paciencia en su

búsqueda. Por momentos Dante sintió y comprobó luego, que

otros clientes habían sido postergados en su turno. Este gesto,

demostraba un reacomodamiento social, una cultura

establecida, por lo menos en aquellos años de bonanza

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económica para algunos y depresión laboral para otros. La

vieja consigna liberal de: un ejército de desocupados dará

lugar a competir, llegar a mejores precios, aunque algunos

queden afuera del sistema. Pacientemente, todos cumplieron

su rol: comerciante ávido de conservar a su mejor cliente,

clientes pacientes por presión de necesidad y floreciente

visitante, apetente de cubrir carencias de su vida afectiva.

Cumplida la tarea, ambos regresaron a su máquina. Las

provisiones: probablemente excedidas en cantidad necesaria,

una buena parte de novedades, estratégicamente preparadas

por el comerciante, para estos visitantes de fin de semana,

pero todo listo para “las casas”.

Ambos se sentaron frente a la chimenea. Franco abrió su

Whisky especial, y que Dante rápidamente comprendió que lo

estaba consumiendo era casi: oro en forma líquida y destilada.

Un ambiente de calma y tranquilidad se respiraba, más allá de

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la vida que seguía transcurriendo y ambos estaban

satisfechos.

Franco comenzó a narrar sus cuestiones de trabajo, aunque

con cierta reticencia. No debía –no quería- como todo jugador,

mostrar excesivamente sus cartas. La relación de fuerzas era

ostensiblemente muy despareja. Mientras Dante no tenía

demasiado que ocultar, en realidad la mayoría de sus

movimientos eran conocidos por Franco, en referencia a

movimientos económicos y laborales, porque aquellos de lo

social y político eran poco interesantes para su primo y no

hacían más que desviar el objetivo de su interés. En la época,

era razonable y comprensible, que hablar de temas con

contenido político, era estar desactualizado y un tema irrisorio.

En realidad entendiendo por cultura, todo el conjunto más

abarcador de cuestiones para relacionarse, era un hecho que

“la cultura” de la época, lo valorado en aquella actualidad era

la construcción que cada uno había hecho de su patrimonio,

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sus proyectos y potencialidad para alcanzar el éxito. Este era el

juego propuesto y que inevitablemente Dante debería jugar,

teniendo en cuenta la falta de ideología anunciada por el

gobierno y en realidad, vivido en la sociedad.

-¿Qué tenés pensado con el trabajo?- Inquirió Franco.

-Que se yo. Soy arquitecto, hay poco trabajo. Tengo algunas

cosas, se me ocurrió poner un local de decoración. Creo que en

este momento caminaría.

-Muy bueno, me gusta- se entusiasmó.-

-Además tengo en vista el local, los proveedores.- agrego

Dante.

-¿Es caro montarlo?- Con tranquilidad empresaria, observo el

vaso, se sirvió de nuevo, invitando a su primo.

-Bueno, ¿dependerá a los niveles que uno lo quiera llevar?

-¿A ver? Nos estamos refriendo a una situación conocida, lugar

posible, clientes probables. Los proveedores como dijiste los

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conoces, sabes las posibilidades y mercado al que

abastecerías.

-En ese sentido si, tendría todo eso pensado.

-Entonces, ¿Cuánto te saldría montarlo? Mientras refresco su

frente con el giro del vaso, se sonrió pícaramente.

-Que insistente, ¿porqué con tanto interés? ¿Qué se te ocurre?

-A lo mejor, ser tu socio- La sorpresa invadió a Dante. No supo

cómo reaccionar. Desde luego Franco esperaría, que con una

expresiva aprobación. En realidad la propuesta era inesperada,

oscilaba entre la alegría de un primo solidario y una profunda

intriga. Nunca antes su relación había rondado los caminos de

la sociedad laboral. Dante pensaba si aquella desequilibrada

situación social y económica, derivaría en una relación

deseable.

-Bueno Franco, que inesperado. Me matas, ¿no sé como

agradecerte?

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“Diente de león”

-Del mejor modo, hagamos un éxito del negocio. Eso sí, tenes

que escucharme y darme bola.- La aclaración llevo más

confusión a Dante, pero aun así, era como una solución sin

caminos de salida. Sabía que sin la ayuda de su primo, aquella

utopía comercial a encarar, sería poco probable sin apoyo

económico.

Franco se levanto, busco en su maletín de trabajo, elemento

casi intocable durante su estadía en la chacra. Con solvencia y

convicción, manejo sus próximos movimientos. Saco su

chequera, pidió una cifra a Dante sin dar tiempo a las dudas.

Duplico la cifra propuesta e hizo algunas salvedades, respecto

al tiempo de espera para cobrar los cheques. Dentro de toda

aquella prosperidad, cada vez que Franco llegaba al momento

preciso de pagar, en particular con cheques, mostraba ciertas

ocultas e inexplicables cuestiones con tiempos de cobro o

documentos a pagar.

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“Diente de león”

Era habitual en esos tiempos, que los pagos se hicieran con

documentos de terceros, papeles de colores y cheques

voladores. Pero, entre gente normal en esos movimientos

financieros, ellos sabrían y conocerían su lenguaje.

Dante volvió a la ciudad, con su coche retocado precariamente

por un mecánico del pueblo. Recorrió nuevamente los campos

nublados de la noche anterior, pero ahora desde una óptica

más auspiciosa.

Se echó un rato, si bien era tarde en la mañana, pero aunque

sea debía descansar un poco antes de empezar con su

emprendimiento. Apoyó su cabeza en la almohada y en poco

tiempo, estaba soñando.

Preparo las llamadas del día, su mayor preocupación era

ordenar los proveedores. Alfombras, papeles pintados,

cerámicas, en todos debía buscar buen precio, alternativas de

pago, formas de entrega, en fin tendría que considerar todo. El

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apoyo financiero le generaba un compromiso mayor, la

alternativa de sociedad lo inquietaba.

La puesta en marcha del local, también era una preocupación.

Durante un par de días, estuvo pintando y preparando una

puesta en marcha. El barrio de emplazamiento era lo único

que no podía modificar, la ubicación. Desde ya estaba lejos de

los circuitos más comerciales o de moda, pero esto era lo que

había preparado antes de la propuesta de su primo. El día se

alargaba, las tareas se complementaban. La decoración misma

del local y las charlas con proveedores le llevaban todo el

tiempo. Por la noche llegaba a su casa, nada más que con

tiempo de ducharse y tirarse en la cama, excepto esa noche,

que casi cuando cerraba los ojos sonó el teléfono.

Las explicaciones fueron pocas si bien las charlas con Franco

siempre fueron fluidas, por algún motivo sonaba seco y

directo, como si el otro yo lo apretara a definirse o la propia

habilidad para explicarse así lo quisiera.

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El negocio no se concretaría, no estaba más interesado en

participar de la sociedad y como pudiera, si era posible rápido,

debía devolver los cheques entregados. Las explicaciones

fueron escuetas y como la propuesta no había surgido de un

pedido, sino más bien de un ofrecimiento, no había demasiado

para decir. Sin otros detalles la conversación llego a su fin.

Los días venideros tuvieron entretenidos a Dante en terminar

con las preparaciones de la puesta en marcha del local, al

mismo tiempo que realizaba malabarismos para devolver

aquellos cheques, que nunca debió recibir.

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CAPITULO 8
LA PIRAMIDE EN EMBUDO:

Por aquellos días, Dante tardaría mucho en la recuperación del

accidente. Los médicos solo realizaban su trabajo y

suministraban poca información, solo la necesaria. Las

imágenes, pensamientos, resplandor cegado por oscuridades

se sucedían. La memoria se desperdigaba, era arena buscando

su continente. Nada encontraba relación, aunque esto no era

consciente en la cabeza de Dante. Piezas elementales en el

recuerdo, como parientes o seres queridos, estaban presentes

en cuanto alguien los nombraba o aparecían ante sus ojos,

pero esto, no era posible ponerlos en texto razonable por el

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paciente. Solo una gran paciencia y serenidad podrían

aguardar a que todo se ordenara. Lejos estaba la alternativa de

conocer conceptualmente una silla de ruedas y menos de

utilizarla, además esto era únicamente si fuera ayudado. No

podía expresarse ni tampoco hablar, solo llevaba su tiempo

habituarse al nuevo universo que le tocaba vivir y sin dudas

así lo intuía, aquello se presentaba como definitivo. El

desconocido universo de la discapacidad.

Por aquellos días, ambos primos perdieron contacto y quien

sabe cuánto tiempo debería pasar hasta recuperarlo. La última

vez que Franco y Dante se habían hablado fue aquella tarde,

cuando intercambiaron los cheques no utilizados. Eran finales

del gobierno, aquel tan propenso a negociados, tan proclive a

considerar que el estado era inútil y que las empresas

privadas, deberían contar con una libertad sin límites.

Siguiendo caminos paralelos, los adictos a construir un

prospero liberalismo o neo-liberalismo como ya lo

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“Diente de león”

denominaban, comenzaron a acelerar sus pasos. El estado,

debilitado por los años previos, donde se los deterioro

intencionalmente o sin conducción o sin convicción de su

utilidad, a cada paso se demostraba la ineficiencia del estado.

Se vaciaron los hospitales, las escuelas, la educación en

realidad. La gente en la convicción de que el relato oficial

estaba acertado, ante semejante duda compro la idea y

sostenía, aun en discusiones caseras que el estado era inútil,

la producción solo triunfaría en manos privadas.

A esa altura era muy fácil demostrar el desastre en la

producción por un estado quebrado y vaciado, en tecnología,

medios, presupuesto y materia gris ya que los profesionales y

técnicos comenzaron el éxodo, antes del desastre final.

La actividad privada, como excelente repostería, creó en su

superficie formas y fachadas, preparadas para engolosinar los

ojos de los pocos precavidos, que a esa altura eran muchos.

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Los días pasaban, las empresas del estado también pasaban

rápidamente y a precios muy bajos a manos de corporaciones

privadas. Las débiles clausulas contractuales que debieron

poner condiciones a los empresarios que compraban,

profundizaban tal pasaje sangriento, con inexistente vigilancia

de cumplimiento de contratos y por si fuera poco, los

funcionarios encargado de preparar y operar semejante regalo,

destinaron parte de los ingresos a su propio beneficio personal

engrosando su patrimonio. En apoyo de esta transformación se

construyó una campaña, alimentada y vendida desde el

máximo nivel, como que todo lo que nos pasaba era bien visto

y éramos felicitados, por los imperialismos del primer mundo.

A los gobiernos de entonces, internacionales, por un lado les

interesaba sobremanera esta entrega fácil y generosa. Un país

con abundante materia prima y reservas incalculables, se les

entregaba como pavo para el cuchillo de la cena de navidad.

Advertidos de la crisis de riqueza natural en el mundo, hacía

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varios años que los imperialismos habían puesto el ojo en

estas tierras: sus riquezas naturales, diversidad de climas,

incalculables mantos subterráneos y superficiales de agua

potables, sin hablar del manto ictícola de nuestros mares y

riqueza petrolera de la plataforma submarina. Con todo esto

por delante, el pequeño presidente que nos gobernaba, andaba

por el mundo besando líderes mundiales en la convicción que

todo era, gracias a su poder de seducción. En realidad, la

seducción si tuvo un momentáneo éxito para reelegirlo en las

urnas. Todo duró hasta que la inevitable realidad, comenzó a

producir la lógica destrucción de la cascara del sistema. La

ausencia de ideologías, la mejor y mayor mentira, estaba

instalada en el lenguaje cotidiano.

Franco en su momentánea burbuja de bienestar, seguía

convencido que solo la búsqueda constante de la abundancia,

tendría un final feliz. La realidad que había vivido algún tiempo

le daba la razón. Un oropel brillaba y quedaba como recuerdo

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de mejores años. El sistema generado por algunos meses pero

instalado rápidamente, se conservaba como caballo de Troya y

casi avanzaba sosteniendo la idea que se podía triunfar, de

acuerdo a lo que los manuales de economía decían y

garantizaban. A pesar de que varios alertaban, acerca de que

los manuales no debían ser universalmente aplicables sin

explorar la realidad en que se aplican, pero el caballo de Troya

continuó su viaje.

La pirámide como sistema de organización, la pirámide como

icono formal, que predecía y explicaba a quien la quisiera ver,

estaba estampada en el formato estético global de la empresa

de Franco. Sin cohibirse para expresarlo como forma

representativa de su manera de actuar y pensar, el grupo

empresario continuaba con su marcha sin descanso hacia el

inevitable abismo. El trabajo, conflictos laborales, falta de

insumos, ausencia de ventas o simple ineficacia perseguían la

debacle del momento, aquella empresa persistía porque la

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clave en el su sostenimiento, era alimentarse de su propia

gente. No debía recurrir a nada externo, la base de la pirámide

eran recién llegados, inocentes e ingenuos, desesperados

desocupados del sistema, accedían a colaborar con su escaso y

último recurso, para invertirlo en la compra de productos de la

misma empresa. Una parasitaria empresa, comiéndose a sí

misma; de modo que para qué recurrir a una legítima venta

exterior, si con el apoyo mismo de incautos voluntarios todo se

seguía sosteniendo. La pirámide tenía dos extremos: La base,

angustiados inexpertos que una vez succionados eran

desechados del sistema, también voluntariamente ya que nadie

los obligaba a abandonar el barco, simplemente lo hacían

cansados y hartos de no conseguir nada. Por otra parte la

cabeza a la cual, los que estaban habían accedido luego de

varios tropiezos y zancadillas, el mismo Franco habiendo

aprendido a su paso, costumbres y secretos de la competencia

de mercado.

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En varias oportunidades cansados de tanta trampa, ciertos

desencajados aspirantes a vendedores saltaban la frontera, la

fosa que circunscribía los sectores de poder, llegaban hasta la

conducción misma con ánimo de hacer justicia por mano

propia. A esa altura, el sistema había estructurado una

seguridad apropiada, con uniformes y modalidades, tecnología

digna de corporaciones muy modernas y en realidad eran un

simple sistema de guardia pretoriana, atenta a una agresión

esperable a círculos en permanente actitud de especulación y

trampa.

Sin embargo, con empresas succionando su capital,

reduciendo personal y comiendo las reservas, Franco se animo

a más.

Decidido a triunfar o ser arrastrado por su “ley de juego”,

tramo su última movida. Básicamente consistía que la

divisoria de aguas, era: poner blanco sobre negro, reunir

francamente a su gente y explicar los entretelones de la crisis.

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“Diente de león”

Con seguridad habría corridas, desesperados y traidores, pero

ante todo se enfrentaría la cuestión poniendo la cara. Por otro

lado, la alternativa elegida y esto fue: Estructurar una salida

de escape, apostar a un crecimiento desmedido y una súper

camuflada e inflada venta explosiva y de último momento.

Preparo todo como para un desembarco en Normandía, para

una fuerte crisis, no había nada mejor –según su propia

definición- que un “marketing” superador a la crisis. Después

de todo, el gran y oculto negocio que se esconde por detrás del

mundo financiero, se movía por las “sensaciones” más que por

la producción y el trabajo. Sirvió de muy poco en esos años, la

convicción bíblica de que el trabajo dignifica a la persona, lo

que estaba adquiriendo más valor era: Qué sensación de

bienestar se estaba generando. Lo importante era como se

“sentía” la gente y no, en realidad cuánto mejor estaba. De

qué servía –decía convencido- que algunos utópicos enarbolen

banderas de cambio o justicia, si lo que en realidad importaba

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era lo que los mercados marcaran en sus estadísticas. Franco

sentía hervir su sangre e se imaginaba algún día en el cenit del

mundo, estableciendo las reglas del juego. Soñaba ser uno de

los que en realidad, manipulaban las reglas de juego que en

las finanzas, dictaban si debiéramos ser felices o no, cuales

deberían ser las normas del mundo en base a las sensaciones.

Así comenzó su campaña, favorecido por un mundo que le

marcaba los objetivos y empresas asociadas de mercadeo, que

le indicaban a cada paso el mejor camino a seguir. De hecho

ante tal crisis, como arca de Noé paseando entre los

inundados, nada mejor que una esperanza, aunque fuera vana

frente a la desesperación. Convenció a muchos, los embarco en

su tabla de salvación, prometió sin límites ya que allá lejos

estaba nada más y nada menos que lo imposible, la

prosperidad definitiva. Invito a la gente más persuasiva y

ambiciosa a paraísos terrenales para que contagiaran a otros.

Islas paradisiacas donde recibirían premios, antes de producir.

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“Diente de león”

Su talento y habilidad para manejarse en la desesperación,

eran prodigiosos. Tanto se infló aquel globo, que a las claras se

preparaba a explotar. Sólo los más ingenuos, convencidos a tal

extremo por el “pai” conductor de aquel hipnótico trance

empresario, soportaban el paso de la mole empresaria en sus

hombros, financiando con su propio dinero y trabajo a la

espera de monedas.

En la historia argentina siempre se recuerda al virrey

Sobremonte: enviando a luchar a un grupo de milicianos a

defender lo casi perdido, mientras huía apropiadamente con

tesoros y archivos al interior del país. Una maniobra

distractora era todo lo que necesitaba, armar ruido por un

lado, mientras escapaba por otro. Los automóviles, bártulos y

cuidadas ganancias, hacía bastante tiempo estaban

preparados, era cuestión de tomar la decisión. Al fin y al cabo,

como argumento para un auto convencimiento todo respondía

a una lógica, parecida a aquel pasaje histórico del Virrey.

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“Diente de león”

Retirarse a hasta que las complicaciones pasaran, todo era

cuestión de tiempo. Juntar fuerzas y volver cuando las

condiciones fueran propicias. Esta fórmula había sido una

constante, el país estaba acostumbrado a ciclos y este era uno

más; razonaba el contemporáneo virrey.

Las noticias desde la capital no eran buenas, de lo que estaba

aconteciendo por allá en la provincia, donde Franco saltaba de

un pueblo a otro, con todo su sequito y ganancias mal

habidas.

Un pariente cercano de ambos primos, mantuvo a Dante

informado de lo que acontecía. La desesperación de la

supervivencia en la huida hacía cometer más errores y de

algún modo se convertían en antecedentes no deseables a las

causas judiciales, que para entonces se seguían sumando.

La situación general del país, comenzó lentamente a cambiar.

Luego de un día apocalíptico, donde las masas de trabajadores

desesperados salieron a las calles y un nefasto presidente que

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“Diente de león”

por esos días, hacia público su ineficiencia para gobernar,

ponía a la sociedad ante su más abierta herida, las llagas

abiertas además, eran rociadas con sal con medidas de

represión que hacía mucho tiempo no se veían, el país ardía.

Franco fue fatalmente detenido. Era inútil, las circunstancias

eran a las claras el final de un proceso.

Causas más, causas menos, declaraciones, pruebas, un buen

abogado y ni siquiera. Pabellón tres, visitas una vez por

semana y solo de parientes directos. Buen comportamiento,

rápido aprendizaje del nuevo universo y replanteo de las vidas.

En la cárcel misma se abrió una oportunidad inesperada:

Inscribirse y cursar con profesores de la Universidad una

carrera apropiada en la misma cárcel. En poco tiempo Franco

internalizo, hizo propio el conocimiento, respecto a que la

metodología que había utilizado para desarrollar su nefasta

aventura empresarial, era similar a la forma propuesta dentro

del sistema carcelario, un trabajo voluntario para conmutar la

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“Diente de león”

pena. Con su correspondiente traje naranja, como al común de

los presos, recorría esas tardes del penal conociendo rostros,

intercambiando opiniones ayudando a alguien mientras

pudiera.

En poco tiempo recupero la autoestima perdida y ser muy

reconocido, lentamente comenzó a rearmar el sentido de su

vida.

Lo que buscó siempre era eso, reconocimiento y consideración,

lo de la riqueza fue solo su emergente más conocido y vulgar;

riesgoso y desgastante, creador de constantes enemigos. En

cambio allí, en el penal, comprendería los valores esenciales de

la estructura social. Las redes de contacto entre las personas,

al fin es lo que devolvió al equilibrio emocional que hace

tiempo buscaba.

Los días pasaron rápido y una esperanza de realizar la misma

tarea en libertad lo alentaba. Ni siquiera le impondrían una

condición para realizar buena conducta, lo cual ya no debería

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“Diente de león”

demostrar, simplemente lo realizaría porque esa se había

convertido en una vocación oculta, emergente de su segunda

oportunidad de vida. Para quienes lo conocían de cerca,

aquello era su nuevo entorno. Creían en Franco, vieron crecer

en poco tiempo su aptitud para enseñar a los demás, entrega.

Quienes más tardaron en comprender eran sus viejos amigos,

parientes y quienes lo habían tratado en los últimos años; les

parecía increíble el cambio. En una cosa coincidían, no podía

haber ningún interés económico en sus nuevas convicciones.

Paradójicamente, al verlo en superficie el sistema era el mismo:

Pequeñas células de recuperación carcelaria, red soldaría de

contención, trabajo personalizado y mucho carisma en la

forma de transmitir la esencia de toda aquella energía. Mística

en sus palabras, eso era lo que aplicaba, para muchos muy

acorde a su mensaje de recuperación. Para Franco y si alguno

analizara sus comportamientos, aquello era muy afín con su

metodología para seducir en ventas. Todo lo útil antes, lo fue y

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“Diente de león”

en forma exponencial al ser aplicado para la recuperación

solidaria.

CAPITULO 9
SEGUNDA OPORTUNIDAD:

La ambulancia saltaba entre los autos que volvían de sus

trabajos, la luz roja rebotaba en paredes que se cerraban

angustiosamente en calles del interminable laberinto. Para

todos, un día más para Dante, la salida de su terapia intensiva

y el traslado a la internación recomendada, casi su futuro

hogar, aunque nadie lo dijera crudamente. Nunca antes había

vivido esa experiencia, ser el protagonista de una emergencia,

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“Diente de león”

tal vez soñado o participado con algo ajeno, pero ahora estaba

en el centro del escenario.

Comenzaba así una desconocida etapa, con un cuerpo nuevo,

con un destino incierto y también un entorno diferente. La

mayoría de los ajenos, de blanco, cumpliendo una tarea.

Acostumbrado a manejar los tiempos, los suyos y los ajenos,

debería entregarse, no solo a que le marcaran la agenda, sino

decirle también cómo comportarse con su propio cuerpo ya

que no lo comprendía bien y debería recomenzar a aprender

varias cosas: hablar, caminar –eso estaba lejos todavía- lavarse

y aun dormir.

La oscuridad de la noche asustaba aunque en realidad, a esto

de entregarse y confiar en lo que el destino signara a su suerte

ya había tenido un pequeño lapso de tiempo de entrenamiento.

Varias veces tuvo que cerrar los ojos y rogar que el despertar

fuera sin mayores novedades.

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“Diente de león”

La primera parte del aprendizaje, fue cumplir una rutina. La

mayor parte del tiempo dedicada a trabajos físicos de

rehabilitación. Mientras los demás suponían que le debían

preocupar los ejercicios y las tareas de recuperación, en

realidad a Dante lo que más le preocupaba era adaptarse a ese

mundo nuevo. Para los demás “no pacientes”, parecía natural

que los pacientes estuvieran integrados, parecían una

hermandad estable y conviviente en forma armónica, como si

ser parte de aquel grupo, lo hubieran consentido con

naturalidad. Sin embargo, lo más extraño era la aceptación de

ese estado de cosas. La mayoría debía suponer que solo eran

momentos, que algo cambiaria pronto y saldrían de allí, en

otros el drama de la incertidumbre. La confusión que traía la

convivencia, compartir experiencias con compañeros que

suponían en forma ignorante, que vivían situaciones

semejantes, cuando en realidad y por azar, a la semana

siguiente uno de ellos saldría de alta y otros quizás se veía

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“Diente de león”

cerrar la puerta de su habitación y los enfermeros que

apresuradamente entraban y salían de allí y tal vez no verlo

más. Un sanatorio de internación para rehabilitación es una

ciudad en silencio, sin embargo un mundo de gritos

inaudibles. Almas que quieren decir y no pueden. Dante

basaba sus propias mejoras observando a los visitantes, con

médicos y enfermeros no podía, habían acostumbrado sus

rostros a borrar toda lectura de síntomas, eran espejos sin

brillo. En cambio en los visitantes les era más fácil; no en los

cercanos, donde hacían un entrenamiento específico para no

delatarse, pero si era fácil con los esporádicos. Desde que

llegaban, las caras pasaban desde una esforzada expresión de

alegría, pasando por una dramática expresión de resignación,

hasta de llanto. Si Dante amagaba algún movimiento de

discapacidad, insólito, inesperado para su actitud corporal

habitual y anterior, era dramática sorpresa. El cuerpo torpe, al

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“Diente de león”

borde de la caída o el tropiezo. Si además debían ayudarlo se

tornaba definitorio para el ánimo de los visitantes.

El amigo que hasta ese momento era un cómplice de

movimientos, hasta compañero de partidos de futbol, se

convertía de golpe en un ayudante de inválidos. Si para el

paciente era novedoso, para el visitante seria con seguridad

tétrico.

Dante no conectaba con nada, su cosmovisión giraba alrededor

de una rutina farmacológica. Al parecer toda la escenografía

que puede manejar un habitante común, toda la mitología,

preocupaciones, costumbres que arman el comportamiento de

una persona, en ese caso dejan de encontrarse y solo existen

las manipulaciones que deben realizarse con su cuerpo. Allí se

concentran los temas de interés, conversaciones, expectativas,

temas concentrados en valores médicos. Lo que necesita una

persona para pensar fuera de sí, sentirse un ser vivo, es

pensar en la trascendencia porque allí está la magia del ser,

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“Diente de león”

preparando sueños para vivir. En casos como estos, todo se

circunscribe a la supervivencia, hasta que llega el día de

mañana. Circunstancialmente pasó un sacerdote, miro sin

prestar demasiada atención y siguió de largo. Nunca sabrá

Dante, si aquello fue impericia profesional en su vocación o

dar el caso por cerrado, no se detuvo. La temperatura, la

extracción diaria de sangre, las estadísticas de valores, la

presión, eran los temas del día. En pequeñas conversaciones

con terapeutas especificas, Dante trataba de encontrar temas

que lo metieran en nuevas expectativas, alejarlo ingenuamente

del mundo de la convalecencia, para instalarlo en el mundo

real, otros objetivos de vida o quizás, nuevos dentro de su

“nueva realidad”. Era inminente aprender a vivir un mundo

diferente, con una nueva persona. El último escenario había

sido de gran tensión, manejo de temas con poder de decisión.

Estaba naturalmente entrenado, para vislumbrar estrategias

que implicaban cuestiones de importancia. No tenía conciencia

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“Diente de león”

si aquel escenario, estaba lejos o cerca, si volvería a

desenvolverse en esa realidad o muy fuera, lo estaba

averiguando.

Quienes rodean a alguien –sufriente de un accidente cerebral-,

tardan un tiempo en aceptar que esa persona no es la misma.

Creen que rápidamente ocupara su puesto, su sitio en tiempo

y espacio, recordara su mundo o accederá al espacio que tenia.

No advierten que el poder es tan etéreo, que desaparece en

cuanto quien lo ejerce se aleja un poco. En apenas horas del

accidente, se le quito el auto que manejaba en su trabajo, se

decidieron cambios en su gestión y se tomo la decisión de

pasarlo a retiro. Aquellos viejos buitres no dudaron en

concretar, por lo que habían esperado. En política los espacios

se ocupan rápidamente, tanto como tardan en anunciarlos.

Un día, Dante pidió crayones, lápices de colores y papel. Así

espontáneamente y sin titubeos, trazo la figura de una mujer.

No conforme con la estructura general: el dibujo, lo coloreo.

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“Diente de león”

Vaya a saber qué mecanismos mentales y mágicos, se ponen

en funcionamiento, primero ante un papel en blanco para

penetrar en esa incertidumbre y espacio intangible como es “el

blanco” como concepto e intriga, para entrar allí y trazar algo.

¿De donde sale ese algo, a que responde, porque vino ahí en

ese momento y se instalo con tanta seguridad?

A poco de estar en ese trance, Dante advirtió que estaba

usando su mano izquierda. Su mano derecha “la diestra”,

como se denomina, era lo que culturalmente se acepta como

“diestra” o sea era la que sabia como hacer las cosas, la otra,

su hermana débil y pobre, realmente era la postergada. Aceptó

que los terapeutas le pusieran como condición dibujar parado,

a cambio de lo cual le permitían, intentar pinturas en acuarela

y tempera. Al pasar, un compañero en rehabilitación le confesó

admiración por sus dibujos, lo cual lo instalo en un nuevo

mundo: alguien le hablaba de un tema por encima de su

realidad, -la de ambos- le manifestaba cuestiones que estaban

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“Diente de león”

más allá de este mundo que le tocaba vivir. Con insistencia

aquel compañero, con un guiño de ojo, hacia prometer a Dante

que le guardaría aquel dibujo para él, le gustaba mucho. Esta

escena seria captada por los interesados y no mucho más.

Cada mañana cumplía con su rutina, caminata, ejercicios de

Pilates y charlas. Iban desde imaginarias realidades de

enfermos y sanos, sin distinguir muy bien uno de otros, hasta

profundas charlas medicas acerca de lo que le había pasado.

Empezó de a poco a entender su cuerpo. El lado afectado de su

cerebro era el izquierdo, por lo tanto y en forma invertida, la

falta de motricidad era en el derecho. El lado izquierdo del

cerebro es el que contiene mejores herramientas para actuar

desde lo afectivo, la percepción, intuición y sensibilidad;

mientras que el derecho, es el que trabaja con cuestiones de

orden, razón y pensamiento lineal, al otro se le reserva el

espacio de pensamiento lateral, no vertical. Claro esto no es

absolutamente así, en la práctica y para alguien normal, estas

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“Diente de león”

formas y procedimientos actúan en equipo complementándose,

pero en un caso como este, de casi un estreno de este dúo,

actuando juntos, era evidente que había un cambio de mando

forzado. Uno de ellos, “señor orden” había declinado en sus

funciones. Por lo tanto todo había quedado en manos del pobre

y débil “señor intuición”. Al comprender la explicación, casi

como una ayuda, Dante decidió, internalizo y se lanzo a

colaborar con su lado perceptivo.

No era grato aparecer con mascaras extrañas al nuevo

personaje, facilidad al llanto, aunque si era agradable,

observar la serenidad para intentar comprender situaciones

inesperadas. El arte fue el gran protagonista, se instalo en la

vida de Dante, no como visitante esporádico, sino con ánimo

de radicarse en forma permanente. Todo el tiempo y las ganas

que no habían permitido la entrada del arte a su vida, ahora

eran una terapia necesaria. Quienes lo observaban desde sus

ópticas, en sus vidas nada había cambiado, para Dante el

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“Diente de león”

cambio era rotundo y advertía que para el resto era solo un

cambio de un entretenimiento útil, aunque esto para el

paciente, era algo más. Los contactos para exponer pinturas,

aparecieron en el sanatorio mismo y también las ganas de

escribir y llevar a texto, los pensamientos. Primero fue una

propuesta, para reformar la realidad social. Fue muy rápido el

tiempo para que se diera cuenta, que para reformar la realidad

hace falta más que reconsiderar lo más razonable, es necesario

tener los contactos para convertirla en posible y ser

considerado como una parte del poder. Todos esos contactos

no existían, se habían escurrido en los laberintos de las

tentadoras redes de los intereses personales.

Pronto los escritos, se convirtieron en poemas y estos en

cuentos y luego en novelas. Lo escrito explicó al proceso

creativo de su nueva estructura mental, y que había grandes

coincidencias entre la pintura y la escritura. Al dejar abiertas

las compuertas del automatismo, sin poner filtros a la

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“Diente de león”

expresión, dejando que su alma dijera, pintara o escribiera lo

que se le presentaba, esto brillaba con luz propia. No era lo

único que pasaba, al dar a luz a extraños, desconocidos todo lo

que expresaba, descubría que se ponía en contacto

directamente con las almas de esos extraños.

Realizó exposiciones de pintura y dibujos, publicó libros,

expreso cosas. Mágicamente estas cosas, intangibles y

mágicas, tuvieron devolución. En forma personal,

desconocidos que compraron su arte –no sin antes explicar

que les había llegado de la obra- o quienes leían los escritos, se

abrían en una inesperada forma de comunicación. El mundo

no era como se suponía, allá en superficie donde estructuras

de organización social luchaban por hacer prevalecer sus

formas de operar, en realidad sucedía que la vida funcionaba

por intrascendentes, intangibles cables de sintonía entre las

personas. Por mecanismos, inesperados y desconocidos hasta

por nosotros mismos. Tan desconocido es el mundo que nos

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“Diente de león”

rodea, como el que llevamos dentro y quizás sea más fácil de

conocer el exterior. Siempre hay algo más que aprender,

desconocido y también desconocida su forma de actuar, según

la circunstancia sobre la que opera. Aprendió en la marcha, no

como se pinta, lo cual hubiera significado superar una

impericia operativa como si fuera una habilidad adquirida en

un oficio, sino que cosa pasa durante el proceso de confección

de un cuadro. Pintar entonces no era plasmar algo que se tiene

adentro y menos aun, que se mira; quizás esta sea lo más

alejado al proceso artístico. Pintar era, reflexionar sobre lo que

se está realizando, dejarse llevar por lo que la pasión indica.

Todo hacía pensar a Dante, que sin haber descubierto las

cualidades de su lado izquierdo, tal vez nunca hubiera

descubierto las bondades de su nueva expresión. Del mismo

modo al escribir, Dante repitió las mismas malas costumbres

de la vieja forma de operar, eran: la mano derecha, que sabía

por entrenamiento rutinario como operar, es decir sin que

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“Diente de león”

nadie se lo advirtiera conectaba automáticamente el cerebro, a

la razón y a la mano derecha y esta, buscaba sin titubeos, las

formas razonables y “correctas” de plasmar una estructura. En

cambio en el mundo nuevo, el azar esta siempre al acecho. La

torpeza permanente de la inhabilidad del trazo. La impericia de

la mano izquierda, provocaba saltos, requiebres, sacudidas

que aparecían siempre como una novedad. Es sobre esa

torpeza, sobre ese torbellino de accidentes, que esto

configuraba un nuevo desafío estético. La escritura, quiso

acoplarse al descubrimiento cotidiano con su hermano en las

artes: el poema, más rebelde y desordenado que la narración,

vino a desplegarse a sus anchas en este mundo azaroso.

También las sorpresas gramaticales, la torpeza en el fraseo,

aceptando errores y rebuscando en el sentido oculto de los

intersticios verbales, llenaron de riqueza los caminos

expresivos.

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“Diente de león”

Al parecer: Lo imprevisto, se podía llegar a convertir en

beneficio, estaba por demostrase una vez más. Los designios

operan como maestros inesperados, solo es cuestión de estar

atentos y saber aprovecharlos.

Afuera, el país amanecía distinto y distante. Los jóvenes

llevaban consignas y estas consignas hablaban de ideas,

equivocadas, acertadas, rebeldes e inconformes, pero ideas que

hacía tiempo guardaban en un cofre. Cuando atravesamos el

tenebroso pasillo de la oscura creencia de la sin-ideas, creímos

que esto no volvería, sin embargo cíclicamente, aparecían

nuevas flores en el campo. Franco y Dante, cada cual con su

testimonio, podrán explicar como el destino hizo virar sus

vidas, mientras tanto todo era nuevamente posible, hasta lo

hasta ayer, mal aprendido e interpretado.

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CAPITULO 10
DIENTE DE LEON:

Las escalinatas largas y poco amigables, el frio recibimiento de

un lugar al que él tampoco hubiera querido conceder tiempo

para permanecer. A nadie agrada un lugar para la salud y

menos si, como en aquella circunstancia, viene a traer

historias cercanas y dolorosas. Una larga espera en los

ascensores, aunque decían que los técnicos iban por otros, en

realidad, todos viajaban juntos. Tocándose, delantales locales,

insanos, con pulcros y ajenos. Aquel olor no será fácil de

olvidar. Cada pasillo parece igual a los otros, interminables

pasos de pretendidos higiénicos laberintos. Carros metálicos,

húmedos y fríos, sin dueño, estacionados urgentes sin destino

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“Diente de león”

fijo, cada uno con cargas, entre peligrosas y olvidables. Con la

sensación de la más optimista promesa de nueva vida o vaya a

saber que infectado remanente porción de muerte.

-Hola Dante, ¿Cómo estás?

-Adelante amigo, bienvenido- El encuentro esta vez sería una

reunión fraternal entre los primos.

-Cuanto tiempo pasó y acá de nuevo. ¿Estamos grandes eh?

Vociferaba Franco, aun conservando el vozarrón que lo

caracterizaba.

-Es cierto, pero con mucha más experiencia encima.

Los años habían pasado y la conexión afectiva estaba intacta,

la hora del resumen había llegado.

Un tío en común de ambos primos, tenía en su casa un

hermoso parque, delante de su finca. Por allá jugaban en

temporada cuando eran chicos. Primaverales torbellinos

templados en ráfagas de cambios de temperatura, en especial

de primavera, adornaban aquella nostalgia. Allí jugaban en las

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“Diente de león”

tardes ambos primos en la infancia. El recuerdo era en común

e indeleble, ya fuera por el afecto que los reunía o tal vez, por

las curiosas cuestiones de la salvaje naturaleza, con rincones y

requiebres que con el tiempo, fueron desapareciendo o

absorbidos por la urbana civilización. Los chicos solían

agruparse y distribuir sus armas, estas eran, ramas firmes,

delgadas y tensas, apropiadas para convertirse en

herramientas de especial diseño para atrapar mariposas. Como

en una sinfonía preanunciada o quizás diagramada por aquella

cíclica intervención del clima y sus vientos, cada tanto en el

recodo de la esquina una nube de colores pegaba la vuelta,

entonces era el momento de la angelical batalla. Los chicos,

preparados y ordenados en correcta diagonal, según el circuito

previsto, comenzaban la cacería. El triunfo era efímero, quizás

solo el momento mismo de contener y tener por unos

segundos, atrapada entre sus dedos semejante belleza.

Colores, texturas sedosas como tal vez pudiera ser un trozo de

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“Diente de león”

seda. Esa era la satisfacción mayor y con eso se conformaban.

En un prematuro concepto ambiental, aquellas mariposas eran

devueltas al circuito.

Por aquel entonces, valoraban las pequeñas experiencias que

la naturaleza brindaba, siempre con una metáfora para

descubrir.

El “bicho canasto” del árbol de la entrada, era por un lado

repulsivo aunque visto desde otra óptica, no dejaba de

proponer una estética muy particular. Aunque “El panadero”

o como en realidad se llamaba: “Diente de león” fue el dejó un

recuerdo en especial. El barrio, se abarrotaba de montículos

silvestres de panaderos, con una particular característica; una

apariencia vulnerable que llenaba la vista. Desde lejos parecía

inundar el paisaje con blancas y espumosas burbujas. Apenas

nos acercábamos, aun sin tocarlos se deshacían, flotaban y

volaban sin aparente destino, como víctimas de un último

suceso, como si allí mismo se terminara la vida. Lo miraban,

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“Diente de león”

atrapaban en el afán de aceleran su tránsito final y soplaban

para envejecer sus momentos. Sin saberlo, estaban siendo

parte de su proceso final y en alguna medida inicial, al

desarrollo de su vida. El “Diente de león”, en su bello y muy

bien pensado esquema estético, es en su aparente vista un

globo blanco, etéreo e inestable. Esa estructura porta un

perfecto diseño funcional y técnico. Pequeñas figuras

geométricas que establecen su equilibrio, conforman una

apariencia a quien solo vea, un segmento en su tiempo, una

bella figura. Tal vez creamos en algún momento, estar

preparados para proyectos vanos y estructuras previstas y

pensadas por en un imaginario estético o funcional que nos

agrada y creemos ser los dueños de nuestro plan de vida. Sin

embargo, todo está reservado para un lugar preciso de nuestro

destino, el asunto es estar apto para recibirlo. El destino final

del panadero, no es la bella y vulnerable estructura-solo su

apariencia-, que tenemos ante los ojos, sino todo el proceso

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“Diente de león”

creativo, donde ésta es apenas su más refulgente etapa.

Aquellos pequeños borbollones vuelan, ayudados, impulsados

por el viento o nuestra casual presencia. Se desparraman y lo

hacen llevando semillas, procreando, trasladando vida,

colaborando con su existencia y la de quienes conforman su

entorno natural.

Quizás vivíamos pensando que estábamos satisfechos con

nuestro diseño de origen, o nos esforzamos para estructurar

un diseño de nosotros mismos, de catalogo o asemejándolo a

estructuras que nos agradaban o configuraban un arquetipo

deseado. Un golpe de la propia naturaleza o la circunstancia

de alguien que intervino de costado, golpeando y generando un

cambio en nosotros, algo tal vez modifico nuestro rumbo,

conmociono y nos enseño cuan vulnerable éramos. Ese golpe,

ese manotazo del destino, será una advertencia, una

aprovechable y útil enseñanza que con seguridad, provocará

una mejora a la existencia, a las próximas generaciones que

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“Diente de león”

nacerán con más fuerza, incorporando las sabias capas de la

sabiduría.

Por aquellos días, Franco desarrolló una eficiente metodología

para actuar entre las personas y en particular las más

necesitadas a absorber experiencias de integración a la

sociedad. Por su lado Dante, transformo la alternativa que el

destino le proponía, reconocer la aceptación del arte y la

transformación en su propio cuerpo, hasta convertirlo en

superación.

Ambas fuerzas, actuando juntas en una cosmología

impensada, acercaron a los primos, quizás regresándolos a su

misma esencia, quizás convirtiéndolos en útiles por la

aceptación. El conjunto de cosas previstas para nuestro

trascender es impredecible, solo necesita que estemos

preparados para recibirlas e interpretarlas a tiempo.

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“Diente de leon”
Oscar Gagliano
2012

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