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Macro-historia: La macrohistoria ofrece un contexto que le da sentido a los hechos, por ejemplo
considerando un hecho puntual en relación con las características del sistema mundial de la
época.
Historia desde abajo: es un concepto de narración histórica en la Historia social que se enfoca en
la perspectiva de la gente ordinaria, en vez de la de los líderes políticos y de otra condición. Esta
corriente fue propuesta por el historiador francés Georges Lefebvre.
Objetividad: Cuando se estudia algo poniendo énfasis en el objeto estudiado, sin participación del
sujeto que lo estudia.
Subjetividad: existe cuando las percepciones y los argumentos utilizados se basan en el prunto de
vista del sujeto.
Noticia:
Un dilema: lucha de clases o pacto social Los comunistas mostraron eficacia para organizar a las
bases.
Hernan Camarero*
Un debate que recuperó una tradición política La grieta es un hecho cultural que desaparece ante
temas concretos “Dios sabe qué hubiera pasado sin la consulta” Una democracia ‘fulanista-
menganista’ que va hacia el cesarismo Las ideas de Karl Marx cobraron múltiples sentidos en los
campos político, intelectual y cultural de la Argentina a lo largo de casi un siglo y medio. Pero ellas
también lo hicieron en y con la clase trabajadora. De hecho, coadyuvaron a la constitución del
movimiento obrero desde las últimas décadas del siglo XIX. Este actor fue adquiriendo sus formas
embrionarias con la consolidación de un capitalismo de peculiares rasgos. Marx les sirvió de
inspiración para pensarlo a los intelectuales y cuadros que pusieron en pie un movimiento
proletario y socialista en el medio local, de impronta inmigratoria. La crítica de la economía
política burguesa y la necesidad de una alternativa obrera autónoma en el cambiante escenario
nacional iluminaron la reflexión de Raymond Wilmart, de Germán Avé-Lallemant, de aquellos
trabajadores alemanes del Vorwärts, y a los que lanzaron la edición de El Obrero en 1890. Para
ellos Marx traía el programa de la insurgencia proletaria de la Comuna de París, pero también era
la representación de las posibilidades de un naciente socialismo científico. Para fundamentar la
causa de la explotación, fue la teoría del valor y de la plusvalía en donde se encontró sustento. No
era extraño hallar retratos de Marx en aquellas primeras sociedades de resistencia y sindicatos.
1890 fue un hito: se comenzó a conmemorar el 1° de Mayo y se constituyó una federación de
distintos gremios, mejor asegurada con la creación, en 1901, de la FOA-FORA. Pero la hegemonía
pasó a manos de quienes se reconocían en Bakunin y otros teóricos del anarquismo. Es cierto que
Juan B. Justo (traductor del primer tomo de El Capital) y otros fundaron el periódico La Vanguardia
y constituyeron un Partido Socialista que alcanzó creciente gravitación en el campo político y
cultural. Pero el PS, por su propio perfil programático reformista, tuvo dificultad para organizar a
los obreros en el momento de la lucha y la instancia gremial. Los anarquistas, con su acción
directa, fueron quienes lideraron las huelgas generales, enfrentadas con la policía y la Ley de
Residencia. Las imágenes de Marx, en tanto, se esparcían por bibliotecas obreras, cooperativas de
trabajadores y locales del PS: servían para fundamentar la necesidad de un partido obrero, en
colisión con los planteos ácratas. Tras la derrota de las huelgas del Centenario de 1910, el declive
anarquista pudo reposicionar solo parciamente al PS. Su interacción con el mundo obrero siguió
siendo dificultoso. Ya había entrado en escena el sindicalismo revolucionario. Antes que como un
teórico y un político, Marx fue recuperado desde esa corriente como pensador de una clase obrera
autónoma y clasista. Los sindicalistas consideraban a los gremios como única forma válida de
organización y cuestionaban la intervención política. En sus primeros años propiciaron una línea
confrontacionista, pero desde 1916 la situación cambió. La UCR llegó al poder y ensayó un intento
de acercamiento a algunos sindicatos, que ahora se distanciaban de los objetivos finalistas del
marxismo. Los sindicalistas mutaron en pragmáticos negociadores y se fortalecieron desde el IX°
Congreso de la FORA, una central más extendida. Pero cuando arreció la lucha, y el gobierno de
Yrigoyen se vio inmerso en escenas de brutal represión policial-militar (como en la “Semana
Trágica” de enero de 1919 y en Santa Cruz en 1921), la silueta de Marx cobró vida en el conflicto
bajo un perfil “maximalista”. Para ello fue clave el impacto que produjo el triunfo de la Revolución
Rusa. De esa estela surgió el Partido Comunista, el cual, desde los años veinte, quiso presentarse
como el auténtico representante del marxismo entre los trabajadores. La gran industria y la
sustitución de importaciones multiplicó a la clase obrera. Dentro de ese proletariado,
mayoritariamente desorganizado y con situación laboral precaria, los comunistas mostraron
eficacia para montar federaciones por rama controladas por sus cuadros y con un perfil
combativo. Allí reaparecieron los retratos de Marx, ahora coloreados por la ideología del orden
soviético. Durante la “década infame”, la CGT, fundada en 1930, se convirtió en una organización
de masas. Una década y media después alcanzó casi medio millón de afiliados, con una dirección
en manos de militantes del PS, del PC y provenientes del antiguo sindicalismo. Pero en 1945 la
historia dio un vuelco. Perón canalizó enormes demandas de los trabajadores y propició la
sindicalización masiva. La clase obrera cambió su identidad política. Junto a los beneficios
materiales, los costos de la experiencia fueron perceptibles en cuanto a la autonomía del
movimiento obrero y sus niveles de supeditación al Estado. Una estructura burocrática bloqueó la
acción independiente de los trabajadores, mientras la ideología del pacto social evaporaba las
concepciones socialistas y anticapitalistas de Marx. Las ideas de Marx comenzaron a navegar a
contracorriente en el movimiento obrero. Fueron rechazadas in toto por el sindicalismo peronista,
que aún hoy encuentra en la doctrina social de la Iglesia sus principios para el ideal de la armonía
social justicialista. No obstante, los planteos acerca de la contradicción insuperable entre
trabajadores y capitalistas, de la lucha de clases como motor del cambio social y de la
autoemancipación de la clase obrera nunca dejaron de poseer cierta incidencia, aunque más no
sea en expresiones localizadas. Cobraron cuerpo en un activismo izquierdista a nivel de los
cuerpos de delegados, siempre perseguido desde el sector empresarial y el Estado. Todo esto tuvo
momentos de auge con el “clasismo” surgido en el contexto del Cordobazo, pero reapareció en
distintos momentos desde el regreso de la democracia. Ese sindicalismo combativo, de base,
antiburocrático y clasista encuentra su punto de referencia en las prácticas de aquel olvidado viejo
movimiento obrero argentino y en los planteos del socialismo marxista. *Historiador. Docente e
investigador (UBA-Conicet). (Fuente www.perfil.com).
Análisis: esta noticia permite entender, que desde los problemas historiográficos, ya no es
suficiente estudiar a la clase obrera de manera global, como una fuerza homogénea y enfrentada
al capital. Al contrario, dentro de la clase trabajadora existen intereses particulares, por ejemplo
entre trabajadores que son argentinos y trabajadores extranjeros, siendo que uno y otros
compiten por los mismos derechos. Esto es aprovechado por los empresarios para dividir y
debilitar a la clase trabajadora.
A)
3-La sobrevaloración que hace el historiador de los hechos históricos objetivos, sin que importe su
contexto social.
4-El oficio del historiador consiste en reconstruir los hechos históricos por medio de un riguroso
proceso espiritual.
5- La coincidencia con el imaginario social es la importancia que tiene la interpretación para poder
elaborar los hechos históricos teniendo en cuenta el contexto cultural de cada época histórica.
B)
2-Con los problemas historiográficos y los hechos históricos más importantes del siglo XX, por
ejemplo, la Segunda Guerra Mundial o la revolución Rusa.
3-
MÁS INFORMACIÓN
LA NACION | POLÍTICA | CACEROLAZO 8N
En la Argentina
Los cacerolazos más masivos y contundentes se dieron en
nuestro paísdurante el mes de diciembre de 2001 , aunque también
hubo protestas de ese tipo, menores, muchos años antes.
Durante la última dictadura, un grupo de mujeres se animó a
protestar contra el aumento del costo de vida en la ciudad de
Buenos Aires. Fue el 20 de agosto de 1982 en la Plaza de Mayo.
Golpearon cacerolas, cantaron el Himno Nacional Argentino y
elevaron un petitorio.
Elementos negativos: represión de parte del Estado, intentos desestabilizadores de una parte de
los manifestantes.