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DEL RIGOR DE LA PALABRA A LA CONCIENCIA ÉTICO-POLÍTICA:

KARL KRAUS [1874-1936]

Karl Kraus, escritor, antiperiodista, pensador, dramaturgo, antimoralista pero al mismo conciencia
moral de la Viena fin de Imperio, es un autor poco conocido y aún poco leído en Cataluña y en España.
Ni siquiera se le suele estudiar en las Universidades. Antes, porque era demasiado radical para la moral
imperante; ahora, porque no encaja nada bien en la división departamental existente y Kraus no era un
filósofo en sentido propio, ni tampoco un narrador, ni un dramaturgo de los entran en los cánones
habitualmente establecidos en los departamentos universitarios.
Y, sin embargo, Karl Kraus fue una de las almas intelectuales de la Viena del primer tercio de este
siglo, tal vez el intelectual austríaco más respetado y más temido de su época. Lo que ya es decir mucho,
puesto que aquella Viena conoció la producción de arquitectos como Loos y Otto Wagner, de pintores como
Kokoschka, Klim y Schiele, de músicos como Schönberg, de poetas como Hofmannsthal, Rilke, Trakl, de
filósofos como Mach, Wittgenstein y el joven Popper, de escritores como Musil, de físicos como Boltzmann,
de pensadores como Freud...[Cf. A. Janik y S. Toulmin, La Viena de Wittgenstein ; J.M. Valverde, Viena fin de
Imperio].
Kraus había nacido en Bohemia, en el seno de una familia judía que se trasladó a la capital del
Imperio cuando era aún niño. Estudió derecho y filosofía pero no terminó ninguna de las dos carreras y
tampoco tuvo éxito como actor teatral. En 1897 escribió un panfleto titulado “La literatura demolida” contra
Hugo von Hofmannsthal y otros poetas de la época. A los veinticinco años empezó a publicar la revista Die
Fackel (La Antocha), que él mismo seguría editando casi en solitario (desde 1911) prácticamente hasta su
muerte, en 1936. En esos años salieron 922 números de la Antorcha, dedicada inicialmente a la crítica de la
corrupción moral y política y luego a la crítica cultural en un sentido muy amplio. Die Fackel llegó a tener
una tirada de 30.000 ejemplares.
En 1908 Kraus publicó “Moralidad y criminalidad”, libro en el que recoge varios artículos de Die
Fackel. En 1911 fue bautizado según el rito católico. Al iniciarse la primera guerra mundial se pronunció
contra la euforia belicista y emprendió una misión de paz en Italia. Entre 1915 y 1917 escribió poesía amorosa
y trabajó en la redacción de Los últimos días de la humanidad. En 1920-1921 Kraus sufrió varios ataques de
la derecha pangermana y antisemita y en 1923 abandonó el catolicismo. En 1926 fue propuesto, desde París y
por escritores amigos, para el Premio Nobel de Literatura, pero no se lo dieron. Desde 1929 criticó en público
la política de la socialdemocracia y en 1934 se pronunció a favor de Dollfus.
Tanto como a los escritos Kraus debe su fama a sus lecturas públicas en teatros, clubs y asociaciones:
leía en ellos sus propios escritos, los clásicos preferidos (Shakespeare, Johan Nestroy) y contemporáneos que
le interesaban por algún motivo particular (Frank Wedekind). En total, hay noticia de setecientas lecturas de
este tipo, la última en 1936.
Las lecturas públicas de Kraus eran un acontecimiento en Viena. Sobre sus lecturas públicas de los
años de la primera guerra mundial ha escrito Elías Canetti: “Cuando leía pasajes en voz alta, uno quedaba
paralizado. Nadie se movía en la sala, la gente apenas se atrevía a respirar. Él mismo iba recitando todos los
papeles: especuladores y generales, la periodista Alice Schalek y los pobres diablos que caían víctimas de la
guerra. Leía todos los papeles con tanta veracidad que aquellos personajes parecían desfilar realmente ante
uno [...] Eran momentos culminantes de mi existencia y el entusiasmo me duraba mucho tiempo después.
Cada frase de Kraus era una exigencia, si no se le hacía caso carecía de sentido ir a escucharlo. Yo llevaba año
y medio asistiendo a cada lectura y estaba impregnado por ellas como por una Biblia. No ponía en duda una
sola de sus palabras. Jamás, bajo ninguna circunstancia, hubiera contrariado sus indicaciones. Él era mi
convicción y mi fuerza”[La antorcha al oído. Traduc. de Juan J. del Solar. Muchnik, Barcelona, 1982].
Cuando el músico Schönberg regaló a Kraus su Tratado de armonía puso en el ejemplar esta
dedicatoria: ”He aprendido de usted más, quizá, de lo que alguien debiera aprender de otro si pretende
permanecer independiente”. Y el poeta Georg Trakl le dedicó estos versos:

Cándido,
albo sacerdote de la verdad,
voz cristalina donde habita el gélido aliento de Dios,
mago airado,
bajo tu abrigo llameante chirría la azul coraza del guerrero.
Beltolt Brecht: “Cuando la época se tomó la muerte por su mano, él fue esa mano”. Él estaba siempre
al borde de un abismo, “en el umbral del juicio final”, dice Walter Benjamin. Y continúa: “Kraus no conoce
ningún sistema. Cada pensamiento tiene su propia célula. Pero cada célula puede, motivada en apariencia por
algo insignificante, convertirse en tribunal de justicia presidido por la lengua”.

II

Sittlichkeit und Kriminalität, en K.K. Schriften. Herausgegeben von Christian Wagenknecht, Band I,
Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1987; tradución italiana (de una selección de textos del original alemán) por
Bianca Cetti Marinoni. Roma, Lucarini Editori, 1991.
Los artículos recogidos en este libro fueron publicados en la revista Die Fackel entre 1902 y 1907.
Kraus los juntó luego en un volumen publicado en 1908, que figura como el primero de sus “escritos
escogidos”.
Cesare Cases, en su introducción a la edición italiana, recuerda el contexto: la batalla de Kraus, en
Die Fackel, contra la prensa liberal de la Viena de la época, un batalla caracterizada por “la identidad
profundamente vivida, y realizada, de moral y palabra”. En Moral y criminalidad esta batalla del
“antiperiodista” va a la raiz del mal. Cases contextualiza el texto poniéndolo en relación con dos hechos de la
vida personal de Kraus: el amor por Annie Kalmar (muerta de tuberculosis en 1901 a los veintitrés años) y la
ruptura con Maximilian Harden (pseudónimo de M. Witkowski, que dirigía en Berlin la revista Die Zukunft).
También da importancia a la influencia de Otto Weininger, el autor de Sexo y carácter.
Para Kraus, la moral es cosa de la naturaleza, como lo es la palabra; y si en tanto que crítico de la
palabra, esto se expresa en la denuncia de la adulteración de la misma por el lenguaje periodístico, el crítico
de la justicia deriva de la misma fuente originaria su autoridad de juez supremo en relación con las infamias
que se comenten en nombre de la justicia. Las dos operaciones se identifican: la crítica de la palabra es
tribunal moral y viceversa [17].
En la concepción inicial de Kraus “criminalidad” se entiende en el sentido de justicia criminal o
penal, no en relación con la actitud “criminal” del delincuente. “Criminalidad” se opone, pues, a “moralidad”
en el sentido en que lo público se opone a lo privado, los valores privados de cada uno al dominio de la ley
que debe tutelar los derechos del prójimo. En este sentido la ley penal es un dispositivo de protección social
en la medida en que mi ética personal puede chocar con el bien material, físico, moral, de mi prójimo y, por
tanto, con un bien jurídico. Para Kraus, un Estado es tanto más elevado culturalmente cuanto más se
aproximen sus leyes al control de los bienes sociales y más se alejen al mismo tiempo del control de la vida de
los sentimientos individuales. Esto significa que una condena penal no implica necesariamente una condena
moral, puesto que puede ser la exigencia moral lo que impulse a uno a transgredir la ley.
Hasta aquí, comenta Cases, nada que entre en contradicción con la tradición liberal.
La lucha de Kraus apunta desde el principio a la moral sexual, porque es en esta esfera en la que se
hace más patente la intromisión del aparato jurídico en una vida privada que tendría que ser respetada: la
moral sexual individual no amenaza al prójimo en el mismo sentido en que lo amenaza la moral privada del
amigo del perro que se niega a ponerle bozal. De todas formas, también en lo que se refiere a la moral sexual
Kraus reconoce el derecho a la intervención estatal o a la reglamentación legal. Lo condenable no es la
legislación en general sino su rigidez, el abuso en esta materia.
Pero llevando hasta el fondo la tradición liberal, Kraus acaba por disolverla. “Sittlichkeit”
[moralidad] no es ya la moral individual, la moral del amigo de los animales, sino (en la acepción del
idealismo alemán) moral colectiva, la moral dominante, la costumbre consagrada; “Kriminalität” toma el
sentido de “criminalidad”, tendencia a delinquir. De ahí que Kraus puede escribir: ”Un proceso por delito
contra la moral es la consciente transformación de una inmoralidad individual en inmoralidad general, y sobre
ese oscuro terreno se destaca, luminosa, la culpa, demostrada, del acusado”. Ningún delito sexual es tan grave
como la ola de indignación moralista que suscita y en el que emergen la envidia y el sadismo sepultados bajo
la represión.
De ahí procede el abuso de funciones en el comportamiento del juez. Así se crea el mecanismo
psíquico que, en la sociedad represiva, culmina en la infamia jurídica. La solución no está en la separación
entre lo público y lo privado, sino en el fin de una sociedad represiva que vive confundiéndolos, en la
venganza que el hombre se toma, frente a la angustia de la propia vida privada, linchando la del otro y
transformándola en caso público.
En Kraus esta denuncia convive, sin embargo, con la idea del abuso legislativo:
“El legislador podría ser útil si redujese la intervención legislativa, en orden a la moral sexual, a la
protección de tres bienes: la salud, la libertad del querer y la minoría de edad. Lo que se tiene que perseguir es
la conducta del individuo que continúa su actividad sexual (y daña a otros) a sabiendas de que tiene una
enfermedad venérea, el uso de la violencia y el abuso de los niños. Pero el legislador no debe tocar lo que
hacen entre ellas, con consentimiento mutuo y libertad, personas adultas. La moral individual no puede ser
nunca un bien jurídico; a lo sumo podrá serlo la decencia pública. Lo que ocurre entre cuatro paredes no
puede suscitar escándalo y el poder del Estado no está llamado a meterse por el agujero de la llave. La
indiscreción de una justicia que querría reglamentar el comercio entre los sexos siempre ha producido la peor
de las inmoralidades: la criminalización del instinto sexual es un impulso estatal al delito [...] Comercio
homosexual: sobre el fertil terreno de la amenaza penal prospera el grano del chantaje. Y éste es el delito más
ruinoso que la justicia moralista tiene sobre su conciencia”.
Kraus practica la “negación determinada”. No es un pensador que defina relaciones generales y
luego las ejemplifique; es un publicista que parte de un artículo o de un proceso y hace emerger, en la
reflexión sobre ello, la mentira que representan y la verdad que niegan.
Edward Timms, en su ensayo “Kraus, satírico apocalìptico”, resume así el punto de vista que expresa
“Moralidad y criminalidad”: tiene que existir una clara separación de esferas entre moral sexual y justicia
criminal. Todo el mundo tiene derecho a la intimidad en su búsqueda de la satisfacción sexual. Lo que los
adultos hagan en privado y de forma voluntaria no es competencia del fiscal público. La ley debe
proporcionar una protección social, no moral; únicamente debería regular la conducta sexual cuando se trata
de proteger los intereses de menores, de evitar la propagación de una enfermedad y de castigar la comisión de
un acto perjudicial para los intereses de la sociedad. La homosexualidad, el adulterio, la prostitución u otras
formas sexuales extramaritales no deberán estar sujetas a ninguna limitación legal. Hay que criticar un doble
rasero de la moralidad, según el cual se niegan a la mujer libertades sexuales fácilmente concedidas al
hombre. Deberá facilitarse la información en materia de anticonceptivos. El aborto dejará de considerarse
como un delito criminal.
La mayor víctima de la moral imperante es la mujer. Esta persecución ejemplifica del modo más
palmario la envidia y la rabia de la sociedad contra el Origen, contra la naturaleza que no ha podido
corromper. Para Kraus (como para Weininger y para Wedekind) la verdadera mujer es la mujer que da placer,
la mujer-prostituta . Por tanto, la llamada prostitución no sólo es natural, sino que es el único ámbito en el que
“mercimonio” no ha logrado penetrar. La verdadera prostitución no es la del cuerpo sino la del espíritu y el
periodista persigue a la prostituta justamente porque él es el verdadero representante de la prostitución:
“He expresado la sospecha de que la actividad sexual es casi la única de las actividades que no se
prostituye en este mundo; de ahí que se haya pasado este estigma a las mujeres para quitarlo de la prostitución
de todos los oficios masculinos”. La mujer sólo decae cuando en vez de enorgullecerse de su propia función
de “dadora de placer” acepta la moral masculina y se defiende en el ámbito que le viene impuesto.
Más aún: cuando se pone a escribir sobre esto”.
Cesare Cases define esta concepción como paradójica y se distancia de un punto de vista que
privilegia, en el análisis de los géneros, lo natural frente a lo sociocultural. Kraus acepta el dualismo
platonizante: belleza, sexualidad y placer es cosa de la mujer; el Espíritu es cosa del hombre. La función de la
mujer es estimular el Espíritu a través de la belleza. La naturaleza, el Origen, aparece en dos formas
contrapuestas que se integran en el amor, pero que deben permanecer diferenciadas. Por su parte, Edward
Timms advierte de que que, si bien la preocupación de Kraus por la posición de las mujeres perseguidas
emerge de su crítica de la hipocresía sexual, no hay que confundir esta defensa de la mujer perseguida (y de la
prostituta en primer lugar) con alguna forma de feminismo avant la lettre. Subyara Timms (82 y ss.) que en
estos escritos se advierte ya el modelo romántico de feminidad de Kraus: lejos de preconizar la emancipación
de la mujer en la vida social y cultural, ha escrito también escritos irrespetuosamente satíricos contra aquellos
que pensaban que la liberación de la mujer equivalía a igualdad de acceso a las instituciones del mundo
masculino. Su concepción de la mujer y de la relación entre los géneros se ve bien en este texto publicado en
Die Fackel:
“La naturaleza ha dotado a la mujer con la sensualidad como fuente original en la que las mentes de
los hombres pueden encontrar su renovación. No obstante, los padres fundadores de normas han invertido la
relación entre los sexos, constriñendo la sexualidad habitual de la mujer mediante convenciones, y
permitiendo a una sexualidad masculina funcional correr sin trabas en pos de la procreación. Como resultado
de ello, tanto la gracia física como la energía mental se han ajado. A las mujeres de clase media se les impone
la dignidad y el autocontrol, mientras que al hombre se le permite una bestial autoindulgencia.
Y así [el hombre] canaliza el espléndido torrente de la sensualidad femenina para sus propias y poco
interesantes necesidades, quedando su cerebro totalmente vacío en ese proceso”.

III

SELECCIÓN DE AFORISMOS, DICHOS Y CONTRADICHOS

SOBRE LENGUAJE Y PENSAMIENTO

El lenguaje no es el aya, sino la madre del pensamiento

¿Que el lenguaje es la madre del pensamiento? ¿Que éste no es un mérito del pensador?
Oh, sí, ya que tiene que gestarlo.

El lenguaje es la varita de las virtudes que encuentra las fuentes del pensamiento.

El pensamiento provoca el lenguaje. Una palabra da otra palabra.

Sólo en el gozo de la creación lingüística se hace del caos un mundo.

Confucio en Die Fackel: “Si los conceptos no son correctos, las palabras no son correctas; si las
palabras no son correctas, los asuntos no se realizan; si los asuntos no se realizan, no prosperan ni la moral ni
el arte, la justicia no acierta; si la justicia no acierta, la nación no sabe cómo obrar. En consecuencia, en las
palabras no debe haber nada incorrecto. Esto es lo que importa”.

Las instrucciones lingüísticas deberían escribirse de manera ilegible para infundir al locutor un
respeto parecido al que el paciente siente por la receta médica. Nos bastaría si solamente se sacara esto: antes
del uso de la lengua agítese la cabeza, porque con la duda, que es el mejor maestro, ya hubiéramos ganado
bastante: mucho quedaría sin decir.

He extraído del lenguaje no pocas ideas que no tenía y que no sería capaz de apresar en palabras

Mi lenguaje es la prostituta universal a la que convierto en virgen

La idea viene porque la tomo por la palabra.

Quien no tiene ideas piensa que sólo se tiene una cuando se tiene y se la viste de palabras.
No entiende que en realidad sólo la tiene quien tiene la palabra en la que la idea va creciendo

Aparentar tiene más letras que ser

Hay imitadores antecedentes a los originales. Cuando dos tienen una idea, no pertenece ésta al
primero que la tuvo, sino al que la tiene mejor.

Hay dos tipos de escritores: los que lo son y los que no lo son.
En los primeros el fondo y la forma van juntos como el alma y el cuerpo;
en los segundos el fondo y la forma van juntos como el cuerpo y el hábito.

Los verdaderos agitadores de una causa son aquellos para quienes la forma es lo más importante.
El arte obstaculiza el efecto inmediato en favor de un efecto superior.
Por eso sus productos no son vendibles.

Quien vive del tema, muere antes que el tema. Lo que vive en el lenguaje, vive con el lenguaje.

El que expresa opiniones no debe dejarse sorprender en flagrante delito de contradicción.


El que tiene pensamientos piensa también entre contradicciones.
SOBRE LA MORAL

Moral es la tendencia a vaciar la bañera con el niño dentro.

“Moral” es lo que ofende gravemente el sentido del pudor del hombre civil.

Los señores, que edifican la moral de todos los pueblos, podían ir a pedirle en préstamo a
Shakespeare la argamasa y la herramienta, pues desde su altura cualquier visión del mundo, conservadora o
progresista, ofrece una imagen grata al Creador; existe cultura allí en donde las leyes del Estado son paráfrasis
de pensamientos de Shakespeare, o en donde al menos sus dirigentes defienden su actividad con el
pensamiento puesto en Shakespeare.

De la misión de proporcionar medios legales de castigo al escándalo que la inmoralidad provoca en


público, el legislador se vio llevado arteramente al sofisma de que la inmoralidad provoca escándalo público.
Y cuando verdaderamente se dió escándalo público a causa de la persecución de la inmoralidad privada, ese
criterio basado en hechos que se buscaba había perdido ya su capacidad de distinguir entre causa y efecto.

Con la “moral” nada tiene que ver la jurisdicción criminal, sino la de las cotorras de barrio. Todo lo
que la justicia puede lograr en este asunto es la protección de los indefensos, de los menores de edad y de la
salud.

El guardián de la moral se afana en tapar con pomadas y ungüentos las pústulas morales y el cuerpo
social empieza a supurar dentro. La persecución de las desviaciones sexuales favorece el chantaje, y cada
nuevo intento de cercar la vida privada con una empalizada de artículos provoca nuevas inmoralidades,
nuevos delitos.

El legislador podría ser útil si redujese la intervención legislativa, en orden a la moral sexual, a la
protección de tres bienes: la salud, la libertad del querer y la minoría de edad. Lo que se tiene que perseguir es
la conducta del individuo que continúa su actividad sexual (y daña a otros) a sabiendas de que tiene una
enfermedad venérea, el uso de la violencia y el abuso de los niños. Pero el legislador no debe tocar lo que
hacen entre ellas, con consentimiento mutuo y libertad, personas adultas. La moral individual no puede ser
nunca un bien jurídico; a lo sumo podrá serlo la decencia pública. Lo que ocurre entre cuatro paredes no
puede suscitar escándalo y el poder del Estado no está llamado a meterse por el agujero de la llave. La
indiscreción de una justicia que querría reglamentar el comercio entre los sexos siempre ha producido la peor
de las inmoralidades: la criminalización del instinto sexual es un impulso estatal al delito.

Si la moral no empujase, no se lesionaría.

Un proceso por atentar contra la moral es el desarrollo consecuente desde una inmoralidad individual
hacia otra general, ante cuyo tenebroso fondo destaca resplandeciente la culpa probada del acusado.

Cuando Dios vio que todo estaba bien hecho, la fe humana le atribuyó la vanidad del creador, pero
no su inseguridad

La vida es un esfuerzo digno de mejor causa.

El débil duda antes de decidirse. El fuerte, después.

Hacer enfadar a los bribones que no se pueden corregir también tiene una finalidad ética.

Que uno sea un asesino no prueba nada contra su estilo.


Pero el estilo puede probar que es un asesino.

Tiene que haber injusticia: de lo contrario no acabaríamos nunca.


No me meto en mis asuntos privados.

El humanitarismo es la lavandera de la sociedad: retuerce en lágrimas sus trapos sucios.

El mercantilismo ha osado usar como tablones de anuncio hasta los umbrales de nuestra conciencia

Hay personas que toda su vida guardan rencor a un mendigo por no haberle dado nada

SOBRE LA PRENSA Y LOS PERIODISTAS

En tiempos que tenían tiempo, se podía resolver algo con el arte. En un tiempo que tiene periódicos,
la materia y la forma se han escindido en favor de una comprensión más rápida. Como no tenemos tiempo, no
les queda a los autores otro remedio que decirnos con todo género de detalles lo que se hubiese podido
expresar brevemente.

¿Es la prensa un mensajero? No: es el acontecimiento. ¿Un discurso? No: es la vida. No sólo plantea
la exigencia de que el verdadero acontecimiento lo constituyan sus noticias sobre los acontecimientos, sino
que provoca también esa siniestra identidad por la cual, en apariencia, se informa de los hechos antes de que
se hagan realidad. [...] La prensa no es un mozo de equipajes. Es el acontecimiento. De nuevo el instrumento
nos ha superado. Hemos colocado al hombre, que debe comunicar la existencia de un incendio y que debería
jugar el papel más subalterno dentro del Estado, por encima del mundo, del incendio, de la casa, de los hechos
y de nuestra imaginación.

El periodista está estimulado por el plazo. Cuando tiene tiempo, escribe peor.

¡Tienen la prensa, tienen la bolsa, y ahora tienen también el subconsciente!

Se prohíbe, con razón, toda sátira que entienda el censor.

La distorsión de la realidad en el informe es el informe verídico sobre la realidad.

¡Ay, ay de la prensa! Si Cristo viniese ahora al mundo, tan cierto como que vivo que no les señalaría
la paja en el ojo a los fariseos, sino a los periodistas!

SOBRE LA ÉPOCA, EL PROGRESO, LA TÉCNICA

En esta época gorda y pesada, en la que ocurre lo que uno no podía imaginar, en la que debe ocurrir
lo que uno ya no puede imaginar, pues si se pudiera no ocurriría; en esta grave época, que se ha muerto de risa
ante la posibilidad de volverse grave, que sorprendida por su tragedia procura distraerse, que cogida in
fraganti busca palabras; en esta época estridente que retumba por la horripilante sinfonía de hechos que
producen informaciones y de informaciones que originan hechos: en esta época no esperen ustedes de mí
ninguna palabra propia. Ninguna salvo esta que resguarda el silencio de los malentendidos. [...] en el reino de
la falta de imaginación , donde las personas mueren de hambre del alma sin ni siquiera sentirla, donde las
plumas se mojan en sangre y las espadas en tinta, debe hacerse lo que no se piensa, pues lo que sólo se piensa
en inefable. No esperen de mí ninguna palabra propia. [...] Los que ahora no tienen nada que decir, porque la
acción tiene la palabra, siguen hablando. ¡Quien tenga algo que decir, que dé un paso al frente y se calle!.

El progreso celebra una victoria pírrica sobre la naturaleza.

El progreso hace portamonedas con piel humana.

La evolución de la industria militar ha conseguido...que sea preciso expulsar al Ejército de las


Fuerzas Armadas por cobardía ante el enemigo. Si partiéramos del concepto de honor militar, hace ya tiempo
que el mundo hubiera alcanzado la paz perpetua. Pues lo único que aún queda por ver es qué relación puede
tener el valor con el numen de un químico que es en sí una deshonra a la ciencia, y cómo la gloria militar,
debida a una ofensiva más “gloriosa”, aún no ha muerto asfixiada por los gases de la propia infamia [...]
A una humanidad que considera indispensable matarse unos a otros para vivir le es, desde luego,
igual cómo lo hace, y la aniquilación masiva le resulta más práctica. Pero la evolución tecnológica ha dado al
traste con sus aspiraciones románticas, que sólo hallan satisfacción en la lucha de hombre a hombre. [...]
Los designios del diablo, que tan inescrutables no son, puesto que se escrutan en los laboratorios, van
aún más lejos. En cuanto los adversarios se hayan superado mutuamente sin tregua, los carros de combate y
los gases dejarán su puesto a las bacterias y nadie se resistirá ya a la genial idea de utilizar las plagas como
instrumentos bélicos, en vez de considerarlas como secuelas de la guerra. Pero como ni así podrán los
hombres prescindir de ciertos pretextos románticos para justificar su maldad, el general en jefe, cuyos planes
serán puestos en práctica por el bacteriólogo, como hoy en día lo hace el químico, seguirá vistiendo uniforme.
A los alemanes se les podría atribuir la gloria del invento, y a los demás la infamia de su perfeccionamiento, o
también al revés....como le parezca más alentador.

Lo que caracteriza a la técnica es que no es capaz de producir tópicos pero deja al espíritu humano en
un estado en que no puede prescindir de los viejos tópicos. En esta dualidad de una vida cambiante y de una
forma de vivir que viene de antiguo, vive y crece el mal del mundo.

La fealdad del presente tiene fuerza retroactiva.

La estupidez del mundo hace imposible cualquier trabajo excepto sobre Shakespeare.

Cuando una cultura siente que su final de acerca, manda llamar a los curas.

El moderno fin del mundo tendrá lugar cuando la incapacidad de manejo por parte del hombre se
ponga de manifiesto ante el perfeccionamiento de las máquinas.
Los automóviles no consiguen que los conductores avancen.

Sólo hay una posibilidad de salvarse la máquina. Y es ésta: utilizarla.

Una salida: si los hombres han sacrificado ideales y vida por la invención de un vehículo, toma dicho
vehículo para escapar de los cadáveres y acercarte a los ideales.

La democracia significa poder ser esclavo de cualquiera.

Quizá resultase mejor que los hombres tuviesen bozales y los perros leyes; que se llevase a los
hombres con correa y a los perros con religión. La rabia decrecería en la misma medida que la política.

El pesimismo es el reuma del espíritu. Al menos lo nota uno cuando hace mal tiempo.

MISCELANEA

La filosofía no es muchas veces sino un ánimo de adentrarse en un laberinto. El que después se


olvida de la puerta de entrada podrá alcanzar fácilmente fama de pensador independiente.

Pregúntale al prójimo sólo sobre cosas que tú sabes mejor. Entonces sí que será valioso el consejo.

Para proteger la verdad se puede disimular.

Si el amor sólo sirve para procrear, aprender sólo sirve para la docencia. Ésta es la doble justificación
teleológica de la existencia de los profesores.

El pensamiento en un hijo del amor. La opinión es reconocida en la sociedad burguesa.


La diferencia entre la antigua y la nueva psicología consiste en que la antigua se irritaba moralmente
por cada anomalía y la nueva, en cambio, ha ayudado a que la inferioridad se convierta en orgullo de clase.

El escepticismo ha evolucionado desde el que sais-je al “yo qué sé”.

Educación es algo que reciben los más, que muchos transmiten y pocos tienen.

No se debe aprender nada más que lo que es imprescindible contra la vida.

En alguna parte encontré esta inscripción:”Se ruega dejar este lugar como se desearía encontrarlo”.
¡Ay, si los educadores hablasen a las personas con la mitad por lo menos de contundencia que los hoteleros!

La sexualidad mal reprimida ha perturbado no pocos hogares; la bien reprimida ha perturbado el


orden universal.

No estoy a favor de las mujeres, sino en contra de los hombres.

Lo que quiero decir es lo siguiente: el comunismo como realidad no es más que la otra cara de su
propia ideología mutiladora de la vida y, por obra y gracia de un origen ideal más puro, un complejo antídoto
precisamente para el objetivo ideal más puro. Que el diablo se lleve su práctica, pero Dios nos lo mantenga
como amenaza constante sobre las cabezas de quienes poseen fincas y, para conservarlas, enviarían a todos
los demás a los frentes del hambre y del honor patrio, diciéndoles, a modo de consuelo, que la vida no es el
supremo de los bienes. Dios nos conserve el comunismo para que esta gentuza, tan insolente que ya no sabe
qué inventar, no se nos vuelva más insolente todavía; para que la sociedad de quienes poseen el derecho de
disfrutar en exclusiva y consideran la humanidad sometida a su mando suficientemente dotada de amor con la
sífilis que recibe de ellos, para que esta sociedad, digo, al menos se vaya a la cama con una pesadilla.¡Para
que al menos se quede sin ganas de predicar moral a sus víctimas y se quede también sin humor para hacer
chistes sobre ellas! [En La antorcha, noviembre de 1920].

Hago que el guardia baile al son de la música que prohíbe.

Soy quizás el primer caso de un escritor que vive su escritura histriónicamente.

Mientras mis compañeros sacaban malas notas en conducta por dejar libros tirados debajo del
pupitre, yo era un alumno modelo, porque atendía cada palabra del profesor para observar sus ridiculeces.

Muchos tendrán razón algún día. Pero será la razón de la sinrazón que tengo hoy.

Su risa es un regulador de la demencia universal.

IV

LOS ÚLTIMOS DIAS DE LA HUMANIDAD

Die letzten Tage der Menschheit [1914-1922], K.K. Schriften. Herausgegeben von Christian
Wagenknecht, Suhrkamp, Band 10, Frankfurt am Main, 1987; traducción castellana de Adan Kovacsics: Los
últimos días de la humanidad [tragedia en cinco actos con Prólogo y Epílogo], Barcelona, Tusquets, 1991.
En el epílogo escribe Adan Kovacsics:
Publicado por primera vez entre 1918 y 1919 en Die Fackel (revista fundada en 1899). Luego, en
edición ampliada y definitiva, en 1922. “Desde aquel día nefasto” [28 de julio de 1914 en que recibió la
noticia de la guerra, durante un viaje por los Dolomitas], “cuando en el Tirol del Sur, oí las reses de la
matanza expresar desde camiones su entusiasmo por sus propios carniceros, no he parado de manifestar,
hasta la saciedad, en palabras y escritos, el sentimiento que me unía a la patria: el asco”. Kraus empezó a
escribir Los últimos días en el verano de 1915. Sus modelos fueron Goethe, Shakespeare y Nestroy [Johannes
Nestroy, 1801-1862, pasa por ser el creador de la Lokalposse, la sátira local, un autor que con, su entonación
y sus gestos, podía dar a su papel una malicia que los censores no habían visto en el texto escrito. Lo cual
enlaza bien con el dicho de Kraus: “Las sátiras que puede entender el censor merecen ser censuradas”].
Los últimos días de la humanidad es una obra sobre y contra el poder, basada en tres ejes: en la
retaguardia, con sus beneficiarios y aprovechados; en el poder (político, económico y militar); y en las
víctimas (los soldados rasos, los niños, los ancianos, las madres, los animales, el bosque). El fundamento del
raciocinio de Kraus no es lógico, sino verbal. Una palabra lleva a la otra. Todo el funcionamiento de la obra se
basa en la lengua. [Kraus llamó una vez al lenguaje “la madre del pensamiento”, cosa que recuerda el músico
Schönberg en 1912]. Crítica de la triple alianza: tinta, técnica y muerte. La imprecisión de la lengua es un
problema moral. Su método consiste en la ampliación: para romper el efecto silenciador de la palabra
desvinculada de la realidad. Los escritos de Kraus se parecen a fugas de Bach. Todo en Kraus sucede hic y
nunc. En ello reside su modernidad. Una obra compuesta básicamente por citas. Su lucha, solitaria y
contradictoria, es un ejemplo moral para nuestro siglo y el próximo.

SELECCIÓN DE TEXTOS TOMADOS DE LOS DIÁLOGOS ENTRE EL OPTIMISTA Y EL CRITICÓN :

En la guerra, cada cual se convierte en jefe de su prójimo. El ejército es el jefe del Estado al que no
le queda otra salida que la corrupción para escapar de esta coerción antinatural. Cuando el estadista deja al
militar actuar a su antojo, es que ha sucumbido a la fascinación de un ídolo sacado del catón que ha
sobrevivido a su época y al que la nuestra traduce, no sin impunidad, en términos de vida y muerte. La
administración militar es la utilización del lobo como pastor y la transformación de éste en lobo [Acto
primero, escena cuarta, pág. 40].

Simplemente no ignoro la gran dosis de inhumanidad y de infamia que ha sido necesaria para llegar
este resultado. Si tuviera que provocarse un incendio en una casa para comprobar si dos inquilinos honestos
quieren rescatar de las llamas a diez inquilinos inocentes, mientras los ochenta y ocho inquilinos deshonestos
aprovechan la ocasión para cometer diversas fechorías, sería erróneo obstaculizar la intervención de los
bomberos y de la policía elogiando los lados buenos de la naturaleza humana. No ha sido en absoluto
necesario demostrar la bondad de los buenos, y crear encima una oportunidad para que los malos fueran a
peor ha sido poco útil. La guerra es, en el mejor de los casos, una enseñanza intuitiva que se obtiene
acentuando los contrastes. Su valor puede ser el evitar guerras futuras. Sólo un contraste, el existente entre el
sano y el enfermo, no es acentuado por la guerra [...] Vergüenza debería darle a una mentalidad científica que
alardea de las prótesis en vez de ser capaz de prevenir las fracturas óseas por principio. La ciencia que hoy
venda las heridas tiene un nivel moral nada superior a la que inventó las granadas. A su lado, la guerra como
poder moral no sólo se contenta con remediar los daños que ocasiona, sino que además lo hace con el fin de
dejar nuevamente a la víctima lista para el combate. [Acto primero, escena vigésimo segunda, pág. 94].

La destrucción capitalista del mundo

El destino del núcleo sano es convertirse en fenómeno superficial. Culturalmente, el mundo tiende a
ser una metrópoli. En un santiamén puede usted transformar a un campesino de Westfalia en un estraperlista
berlinés, lo que no puede hacer es lo contrario ni dar marcha atrás [...] [Tengo en la cabeza] la idea por la que
el pueblo muere sin tenerla, ni obtener nada de ella. Y, ya viva o muera por ella, uno muere de ella de todas
maneras, tanto en tiempos de paz como de guerra. Pues vive de ella. [...] [O sea], la idea de la destrucción
capitalista del mundo, una idea judeo-cristiana, arraigada en la mente de quienes no combaten, sino que viven
de ella y por ella, y que, si no son inmortales, morirán algún día de adiposis o diabetes.[...] Ojalá no gane
aquella cultura que tan dócilmente se ha sometido a la idea cuya realización depende, precisamente, de la
única forma de organización del poder de que ha sido capaz dicha idea. Ojalá los enemigos lucharan por
alguna idea. Como podría ser la de salvar a la cultura europea de la presión de esa otra idea. Liberarse a sí
mismo, obligarse a retroceder en el camino en el que se barrunta el peligro.

Guerra de civilizaciones, guerra de religiones

[...] Hablando en serio, considero esta alianza europea contra Europa Central como el último
esfuerzo elemental del que ha sido capaz la civilización cristiana [...] Entonces esta guerra entre comerciantes
se decidirá provisionalmente en favor de quienes sean los menos religiosos para dentro de cien años
transformarse abiertamente en una guerra de religión [...] El cristianismo judaizado de Europa rendirá
entonces las armas ante el dictado del espíritu asiático [...] Lo conseguirá con armas. Precisamente con la idea
de la cantidad y del progreso técnico, la única posible para hacer frente a la idea y al espíritu infernales de
Europa Central. La cantidad la tiene ya China, la otra arma ya se la agenciará. Procurará japonizarse a tiempo.
Procederá como lo hace hoy en día, aunque en menor escala Inglaterra, obligada a adoptar el militarismo para
acabar con él [...] La única raza suficientemente fuerte para sobrevivir a la tecnificación de la vida no vive en
Europa [...] Hoy por hoy los chinos carecen de todos los logros de la época moderna, por los cuales, quizás,
hayan pasado ya en una época remota y para nosotros desconocida y de los que han podido salir sanos y
salvos. Volverán a hacerse fácilmente con ellos en cuanto los necesiten, para desaficionar a los europeos.
Harán también disparates, pero con un objetivo moral. Es lo que yo llamo una guerra de religión con carácter.
[...] Se acabará imponiendo la idea de que Dios no ha creado al hombre como consumidor ni productor, sino
como hombre. Que los medios de subsistencia no son el fin de la vida. Que la barriga no debe estar por
encima de cabeza. Que la vida no se basa exclusivamente en intereses materiales. Que el hombre ha sido
instalado en el tiempo para tener tiempo y no para llegar a un sitio con las piernas antes que con el corazón
[...] O sea que, en una palabra, la idea es la lucha contra al materialismo-- dice el Optimista [...]
O sea, en una palabra: la idea-- dice El Criticón [...] [Escena vigésimo novena, pág.117-119].

Prensa y guerra

Llamados a filas, movilizados, como se los llama con justa razón. El participio presente aún
denotaría un acto volitivo, y eso ya basta para que se imponga el participio pasado [...] A la guerra tienen que
ir de todas formas porque el servicio militar obligatorio ha puesto a la humanidad en voz pasiva. Antes los
hombres iban a la guerra; ahora los hacen ir. [...] El papel arde y ha encendido el mundo. Las hojas de los
periódicos han servido para atizar la conflagración mundial. Lo único cierto es que ha sonado la última hora.
Porque las campanas de las iglesias son transformadas en cañones [...] En cada Estado, la Iglesia ruega a Dios
que bendiga sus armas y contribuye, además, a incrementar su número. Desde luego, no se le puede pedir que
implore la bendición de Dios sobre las armas enemigas, pero sí podría haber hecho un esfuerzo para maldecir
las propias. Y las iglesias de los países beligerantes se habrían entendido mejor. Actualmente es posible que el
Papa maldiga la guerra y hable al mismo tiempo de “legítimas aspiraciones nacionales” y que ese mismo día
el arzobispo y primado de Viena bendiga la guerra que sirve, según él, para reprimir “las pérfidas aspiraciones
nacionales”. Pues si las inspiraciones hubieran sido más fuertes que las aspiraciones, no existiría ésta ni
guerra alguna. [Es que la internacional negra ha fracasado aún más que la roja] Sólo se ha mantenido lo que
ha sacado todo en rojo y negro, o sea, la prensa. [Acto segundo, escena décima, pág. 161]

Ciencia y guerra: en el presente y en el futuro

La evolución de la industria militar ha conseguido...que sea preciso expulsar al Ejército de las


Fuerzas Armadas por cobardía ante el enemigo. Si partiéramos del concepto de honor militar, hace ya tiempo
que el mundo hubiera alcanzado la paz perpetua. Pues lo único que aún queda por ver es qué relación puede
tener el valor con el numen de un químico que es en sí una deshonra a la ciencia, y cómo la gloria militar,
debida a una ofensiva más “gloriosa”, aún no ha muerto asfixiada por los gases de la propia infamia [...]
A una humanidad que considera indispensable matarse unos a otros para vivir le es, desde luego, igual cómo
lo hace, y la aniquilación masiva le resulta más práctica. Pero la evolución tecnológica ha dado al traste con
sus aspiraciones románticas, que sólo hallan satisfacción en la lucha de hombre a hombre. [...] Los designios
del diablo, que tan inescrutables no son, puesto que se escrutan en los laboratorios, van aún más lejos.
En cuanto los adversarios se hayan superado mutuamente sin tregua, los carros de combate y los gases dejarán
su puesto a las bacterias y nadie se resistirá ya a la genial idea de utilizar las plagas como instrumentos
bélicos, en vez de considerarlas como secuelas de la guerra. Pero como ni así podrán los hombres prescindir
de ciertos pretextos románticos para justificar su maldad, el general en jefe, cuyos planes serán puestos en
práctica por el bacteriólogo, como hoy en día lo hace el químico, seguirá vistiendo uniforme. A los alemanes
se les podría atribuir la gloria del invento, y a los demás la infamia de su perfeccionamiento, o también al
revés....como le parezca más alentador.
Judaísmo y pangermanismo

¿Usted pretende encontrar un parecido entre el espíritu de conquista de los alemanes de hoy y el de
los antiguos hebreos?
--Sí, e incluso entre sus dioses. Son, entre los pueblos que han desempeñado un papel decisivo en la
historia, los dos únicos que se consideran dignos del honor de contar con un Dios nacional. Mientras hoy por
hoy todos los pueblos enfrentados de este mundo demencial sólo tienen en común la idea absurda de querer
triunfar en nombre del mismo dios, los alemanes, como antaño los hebreos, se han agenciado además un dios
particular, destinatario de los más horribles sacrificios bélicos. Por lo visto, se han arrogado el privilegio de
ser los elegidos, y entre todas las naciones, a las que la idea de ser una nación ha dejado sin cerebro, son
quienes más se nombran, llamándose sin cesar alemanes y considerando incluso la palabra “alemán” como un
adjetivo capaz de admitir grados de comparación. Pero la relación entre la forma de vida pangermánica y la
hebrea, con su expansionismo a costa de la existencia ajena, se puede ampliar y profundizar todavía más. Sólo
que los antiguos hebreos aún se llenaban la boca con su “No matarás” incurriendo, a la mayor gloria de Dios,
en una contradicción --no por terrible menos sentida y lamentada-- con la ley de Moisés, mientas que los
nuevos alemanes reivindican con toda franqueza el imperativo categórico kantiano como una justificación
filosófica del “Siempre duro con ellos”.

Conceptos deshonrados

Claro que con la perversión conceptual típica de este país, el Señor de los Ejércitos ha degenerado en
ideología prusiana hasta el punto de convertirse en comandante supremo y jefe Guillermo II [...]
Ese Guillermo que tuvo la infeliz idea de invocar simultáneamente a Kant y al Señor de los Ejércitos.
Esta contraposición entre el kantiano que pretende confiar a ciegas y a prueba de bombas en su aliado
celestial, por un lado, y por el otro Kant, que lo exhorta a abandonar unas prácticas tan opuestas a la idea
moral del Padre de los hombres y a invocar más bien al cielo perdón por los terribles pecados que genera la
barbarie de la guerra..., esta contraposición rotunda, y casi diría que aniquiladora, la expondré uno de estos
días en una sala de conferencias berlinesa, bajo el título de Un kantiano y Kant. [Acto segundo, escena
decimocuarta, págs 232-233]
[La conferencia de K.K. fue publicada, efectivamente, en Die Fackel del 23 de mayo de 1915.
Yuxtapone un texto de Guillermo II que dice, entre otras cosas, “Debemos nuestra victoria en buena parte a
los bienes morales y espirituales legados por el gran sabio de Königsberg a nuestro pueblo...” a un texto del
propio Kant (de Por la paz perpetua) rechazando el recurso de la guerra. K.K. añade en la misma fecha esta
glosa: “Declaro que no he previsto las órdenes ´Firmes´, `Marchen´, ´Duro con ellos´ y `Resistid a pie firme´
como ejemplos de mi imperativo categórico. Firmado: Kant”.]

Esto último es un ejemplo de la importancia que tiene la lucha por las palabras, por la correcta
denominación. Relacionar con la reflexión de H. Arendt acerca de la sorpresa ante la declaración de
Eichmann en Jerusalén, según la cual siempre se inspiró en la ética kantiana.Y generalizar acerca de esta idea:
de cómo el poder consigue imponer a la humanidad un uso literalmente contrario de los grandes conceptos
morales, desde el sermón de la montaña pasando por el descubrimiento de Maquiavelo, continuando por el
imperativo categórico kantiano y terminando por la idea de socialismo y comunismo. Dostoievski, en la
leyenda del gran inquisidor, hizo una reflexión magistral sobre la manipulación de la idea básica del
cristianismo; Isaac Berlin ha subrayado, la desvirtuación de la idea básica de Maquiavelo y su transformación
en maquiavelismo (que es literalmente lo contrario); Kraus y Arendt mostraron cómo la idea central de la
ética kantiana se transforma en lo contrario a través del militarismo prusiano y del nacional-socialismo; y
Alexandre Zinoviev ha puesto de manifiesto lo ocurrido en la URSS con la idea de comunismo.
Así, pues, este tema dedicado a K.K. podría titularse: “El rigor lingüístico como problema moral” o
“La propiedad del lenguaje como base para la confirmación de la conciencia moral”.

Comparaciones posibles:

1] De un criticón a otro criticón (comparación entre Baltasar Gracián y Karl Kraus sobre la base de
la obra del mismo título publicada por aquél en el siglo XVII y las opiniones de este criticón de K.K. Hay,
además, una base común en estos dos criticones: la importancia concedida a las palabras, al buen uso de la
lengua, el vínculo que establecen entre el hablar con propiedad y la moralidad, el gusto por lo sentencioso y
epigramático, la tendencia a jugar seriamente a las paradojas basándose en la anfibología y en la ambigüedad
con que se usan ciertos términos, el barroquismo, etc. Habría que ver, además, si esa crítica entre moral y
sarcástica de las costumbres se puede relacionar con los respectivos ambientes...

2] En el marco de la cultura austriaca de la época, comparar Kraus y Musil (señaladamente en El


hombre sin propiedades): algunas de las cosas que dice aquí K.K, aparecen también, casi literalmente, o como
desarrollos particulares, en la obra de M. Por ejemplo: la idea de que en la historia no hay retrocesos
voluntarios, aunque hay, evidentemente, retrocesos desde el punto de vista moral, la consideración paradójica
de la humanidad según la cual ésta inventa constantemente y casi al tiempo remedios para los problemas que
ella misma se crea, la opinión sobre ciencia y tecnología en el mundo contemporáneo, la crítica moral de la
moral establecida, etc.,etc. [Para este punto ver: Jacobo Muñoz, “Finis Austraie: Kraus y Musil en la cultura
postnietzchena”, en B. Marizzi y J.Muñoz, Karl Kraus y su época. Madrid, Trotta, 1998, págs. 53-63].

NOTA BIBLIOGRÁFICA

I. OBRAS DE KARL KRAUS TRADUCIDAS

Escritos, antología de textos traducida por José Luis Arántegui. Madrid, Visor, 1989.

Contra los periodistas y otros contras [“Pro domo et mundo”], trad. de Jesús Aguirre. Madrid,
Taurus, 1981.

Los últimos días de la humanidad, trad. de Adam Kovacsics con la colaboración de Juan José del
Solar y el asesoramiento de Feliu Formosa. Tusquets, Barcelona, 1991.

La tercera noche de Walpurgis, trad. de Pedro Madrigal, Barcelona, Icaria, 1977.

II. ENSAYOS SOBRE KARL KRAUS

II. 1. JUICIOS DE CONTEMPORáNEOS:

Walter Benjamin, “En el umbral del juicio final...”, traducido en Bernd Marizzi y Jacobo Muñoz
(Eds.): Karl Kraus y su época. Madrid, Trotta, 1998; “Karl Kraus”, estampa recogida en Dirección
única bajo el rótulo “Monumento a los combatientes muertos”, Madrid, Alfaguara, 1987.
Elias Canetti, “Karl Kraus, escuela de resistencia”, en La conciencia de las palabras. Madrid, FCE,
1981.

II.2. ESTUDIOS:

José María Valverde: “Viena, fin de Imperio”, en Obras completas, IV. Madrid, Trotta, 2000.
Bernd Marizzi y Jacobo Muñoz (Eds.): Karl Kraus y su época. Madrid, Trotta, 1998.
Edward Timms, Karl Kraus, satírico apocalíptico. Cultura y catástrofe en la Viena de los
Habsburgo., Madrid, Visor, 1990.
Rafael García Alonso, “Karl Kraus y las danzas de la muerte”, en Ensayos sobre literatura
filosófica. Madrid, Siglo XXI, 1995.
Walter Muschg, La literatura expresionista alemana: de Trakl a Brecht. Barcelona, Seix Barral,
1972 [donde se analiza la obra de K.Kraus, Los últimos días...].
Allan Janik y Stephen Toulmin, La Viena de Wittgenstein. Madrid, Taurus, 1974 [cuya primera
parte subraya la influencia de Kraus].

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