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Universidad Nacional Autónoma de México

Alumno: Héctor Rodolfo García Rojas


Profesora: Dra. Faviola Rivera Castro
La filosofía de la religión de Kant
1er. Trabajo corto
En el Canon de la Doctrina trascendental del método Kant nos dice que hay un conjunto de principios a priori

para el uso correcto de las facultades del conocimiento que conforman el canon de la razón. Sin embargo, y eso

es lo que va a mostrar en ese capítulo ¿cómo es posible dicho canon? Y ¿cuál es el uso legítimo que de ese canon

de la razón se puede hacer, a saber, que dichos conjuntos de principios de la razón refieren a aquellos objetos que

la razón en su uso especulativo no puede demostrar? Es decir ¿cómo es posible un conocimiento de Dios, la

libertad y la inmortalidad del alma? Ya que si somos consecuentes con la argumentación que ha llevado a lo largo

de la Crítica no sólo dichos conceptos no se pueden demostrar, sino que no es del todo claro cuál es la utilidad

para la investigación de la naturaleza de dichos conceptos ya que “… estas tres proposiciones son siempre

trascendentes para la razón especulativa, y no tienen ningún uso inmanente, es decir [ningún uso] admisible con

respecto a objetos de la experiencia…” (A:799, B:827). A lo que responderá el autor de la Crítica que esto sólo

nos deja pensar estos conceptos en su sentido práctico, dicho de otro modo, si la razón en su uso especulativo

piensa estos objetos que no puede demostrar, deben tener una utilidad para la razón en su uso práctico.

Kant nos dice que entenderá por práctico “todo lo que es posible por libertad” (A:800, B:828), y que la

razón respecto al ejercicio de la libertad sólo tiene un uso regulativo, ya que no le es posible al entendimiento

demostrar la existencia objetiva de la libertad. A lo anterior se suma el hecho de que actuamos conforme a fines,

fines que buena medida responden o son producto de nuestras inclinaciones, por lo anterior es que podemos decir

que dichos fines apuntan a una tendencia natural a buscar la felicidad personal. La labor de la razón radica en

proporcionar las normas bajo las cuales nos hacemos con los medios para el cumplimiento de los fines que nos

proponemos por inclinación, esto es lo que Kant nombra como “leyes pragmáticas del comportamiento libre”

(A:800, B:828). Dichas normas al ser solidarias con la sensibilidad, o, mejor dicho, al provenir de ella no pueden

ser determinadas a priori, por lo tanto no son válidas universalmente. Sin embargo, es admisible pensar en leyes

puras y prácticas dadas por la razón pura cuyo contenido sea enteramente a priori, no condicionadas por la

experiencia, universalmente válidas y que por lo tanto al impliquen la necesidad de actuar conforme a dichas
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leyes; dichas leyes se llaman morales. Dichas leyes morales son las que son susceptibles de admitir un canon, el

cual está dirigido a responder los problemas fundamentales de la metafísica que la razón en su uso especulativo

no pudo resolver: Dios, la inmortalidad del alma y si la voluntad es libre, de la libertad. Sin embargo, podemos

dar cuenta de su sentido práctico como causalidad de la razón por lo que el canon se dirige fundamentalmente a

las dos primeras ideas.

Al final del capítulo Kant nos ofrece la manera en que en el entendimiento se diferencian y operan la

opinión, la creencia y el saber, para entender la manera en que elevamos ciertas ideas a móviles de nuestras

acciones. En ese sentido hay una noción de ascenso a la verdad que descansa en tanto en fundamentos objetivos

como en causas enteramente subjetivas. Sí este ascenso a la verdad de una idea en el entendimiento es válido

también para otro ente racional se llama convicción, pero si sólo recae en fundamentos enteramente subjetivos

entonces se llama persuasión. Cabe aclarar que Kant no entiende por persuasión lo que ordinariamente

entendemos como un acto de habla cuyo fin es convencer a un interlocutor de una idea, sino a aquello que tiene

un valor meramente privado para el sujeto, por lo que, aunque tenga valor objetivo para un sujeto dicha persuasión

no puede comunicarse. El concepto de comunicación es clave y al igual que la persuasión este no debe entenderse

de forma habitual, para Kant comunicación es aquello que es común a la razón, es decir, refiere a una objetualidad

común (accesible para todo ente racional), diferencia sustancial entre mera persuasión y un juicio con convicción.

Esta convicción la cual ya tiene cierta validez objetiva al menos, se distinguen tres grados en relación

con la verdad que pueden transmitir: opinar, creer y saber. La opinión es una verdad que se sabe insuficiente

tanto subjetiva y objetivamente. Una creencia tiene validez subjetiva pero no objetiva. Y sí cumple con validez

objetiva y subjetiva es saber. Kant da otra distinción a esta suficiencia, si es subjetiva es válida internamente y se

llama convicción, pero si es válida objetivamente lo es para todos y se llama certeza.

Estas tres actitudes frente a la verdad podemos entenderlas en relación con la producción de máximas

convincentes a actuar. Es por ello que la opinión no es precisamente falsa, o al menos no de origen, pero al no

referirse a ninguna experiencia su compromiso con la verdad es débil. Kant pone como ejemplos lo absurdo que

sería una opinión en el campo de las matemáticas, ya que el campo exige tener conocimiento de ellas para poder

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decir algo, y en el de la moral por las implicaciones que tiene actuar convencidos de que una opinión es motivo

suficiente para actuar y no un saber (A:823, B:851). En el uso trascendental de la razón Kant nos dice que dichos

fundamentos subjetivos al no poderse sostener sin ayuda de la experiencia, es decir de manera pura, no pueden

comunicarse. Se advierte que, si sólo respecto a lo práctico la verdad es teóricamente insuficiente, entonces se

llama fe, y si esta se dirige a fines contingentes entonces esa intención es de habilidad, y si sus fines son necesarios

es moralidad. Estos fines al ser propuestos por la razón se vuelven necesarios, lo que es suficiente subjetivamente

para llevar a cabo dicho fin; fin en el que se reconoce que no hay otras condiciones para llevar a cabo dicho fin.

Kant pone como ejemplo el caso de un médico que, en el momento de hacer un diagnóstico, desconoce la

enfermedad, por lo que sólo logra emitir su mejor opinión pero que reconoce que alguien que conociera la

enfermedad daría un mejor diagnóstico, a esto Kant llama “fe pragmática” (A:824, B:852).

A lo anterior Kant introduce otro elemento para poder discernir entre lo que es mera persuasión y los

grados de convicción de un juicio: la apuesta. En la apuesta se fuerza toda opinión pragmática a comprometerse

con las consecuencias que implica seguir un curso de acción en conformidad con la fe pragmática, es decir, asumir

el posible error del juicio, aunque claro esto también depende de lo que la apuesta ponga en juego. Lo anterior

permite una segunda distinción al termino de fe. Esta nueva creencia nos muestra cómo es posible suponer

fundamentos meramente subjetivos que sean suficientes para darnos certeza, a esta fe Kant la llamó doctrinal

(A:825, B:853).

Una última definición de fe desarrolla Kant, en esta noción de fe entramos al territorio del saber, la fe

moral o fe racional. En esta fe los fines son propuestos por la razón y son necesarios que acontezcan, son mandatos

de la razón, punto donde puede reconocer como un conocimiento válido de Dios y de un mundo futuro, ya que

bajo estas ideas están ligados todos los fines bajo la ley moral, aunque aclara Kant que lo que nos liga a la fe

racional es una certeza moral y no lógica.

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