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Errores ortográficos:
Matemática
Así
También (4)
huella de pie dormido, navaja verde o negra; de la muchacha que una noche
este instante durísimo en que una muchacha y era una santa noche me entregará su
grita, corazón derretido,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue sus manos de agua caliente, césped, seda,
la suya.
sus pensamientos tan parecidos a pájaros
muertos,
sino la noche grávida de sangre y leche su boca que sabía a taza mordida por dientes
de borrachos,
de niños que se asfixian,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
de mujeres carbonizadas
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y varones morenos de soledad
y su naciente tuberculosis,
y misterioso, sofocante desgaste.
y su dormido sexo de orquídea martirizada.
Errores ortográficos:
A veces
(4)
Errores ortográficos:
Harías
Construiría
Demás
(5)
Harris se acostó en una mesa, con la boca A la tarde, el señor Harris se enclaustró en
abierta. Las luces se apagaron, las persianas sus habitaciones. Clarisse jugaba al bridge
se cerraron. M. Munigant se acercó a su en el vestíbulo riendo y parloteando con otras
paciente. tres señoras mientras Harris, oculto, se
acariciaba y pesaba los miembros del cuerpo
Algo tocó la lengua de Harris. con creciente curiosidad. Al cabo de una hora
se incorporó de pronto y llamó:
-¡Clarisse! -Cuando quieras.
Clarisse entraba siempre como bailando, Clarisse frotó dulcemente su nariz contra la
haciendo con el cuerpo toda clase de de Harris.
movimientos blandos y agradables para que
los pies no tocaran ni siquiera la alfombra. -¡Un momento! Espera... -El señor Harris
Les pidió disculpas a sus amigas y fue a ver extendió el dedo y tocó las dos narices-. ¿Te
a Harris, animada. Lo encontró sentado en das cuenta? El hueso de la nariz crece sólo
un extremo del cuarto y vio que clavaba los hasta aquí. ¡El resto es tejido cartilaginoso!
ojos en el dibujo anatómico.
Clarisse arrugó la nariz
-¿Estás aún meditando, querido? -preguntó-.
Por favor, deja eso. -¡Claro, querido! Se fue bailando del cuarto.
Se sentó en las rodillas del señor Harris. Solo, sentado, Harris sintió que la
transpiración se le acumulaba en los hoyos y
La belleza de Clarisse no alcanzó a distraer arrugas de la cara y le fluía como una marea
al señor Harris. Sintió la liviandad de tenue mejillas abajo. Se humedeció los labios
Clarisse, le tocó la rótula. El hueso parecía y cerró los ojos. Ahora.... ahora.... ¿qué
moverse bajo la piel pálida y brillante. seguía ahora? La columna vertebral, sí. Aquí.
Lentamente, el señor Harris se examinó la
-¿Está bien que haga eso? -preguntó, columna , moviendo los dedos como cuando
sorbiendo el aliento. operaba los botones de la oficina, llamando a
secretarias y mensajeros. Pero ahora, al
-¿Qué cosa? -rió Clarisse-. ¿Mi rótula, dices? apretar la columna vertebral, las respuestas
eran miedos y terrores que le entraban por
-¿Es normal que se mueva así, alrededor? un millón de puertas asaltando y sacudiendo
la mente. La columna le parecía algo
Clarisse probó. -Se mueve así, realmente - extraño.... horrible. Se tocó las vértebras
dijo, maravillada. nudosas. Como los huesitos quebradizos de
un pescado recién comido, abandonados en
-Me alegra que la tuya se deslice, también -
un plato de porcelana fría.
suspiró el señor Harris-. Empezaba a
preocuparme. -¡Señor! ¡Señor!
-¿De qué? El señor Harris se palmeó las Le castañetearon los dientes. Dios
costillas. todopoderoso, pensó. ¿Cómo no me di
cuenta en todos estos años? ¡Todos estos
-Mis costillas no llegan hasta abajo. Se paran
años he andado por allí con un... esqueleto...
aquí, ¡y he descubierto el aire!
adentro! ¿Cómo es posible que lo aceptemos
Clarisse entrecruzó las manos bajo la curva así como así? ¿Cómo es posible que nunca
de sus pequeños pechos. pensemos en nuestros cuerpos?
-Claro, tonto. Las costillas de todos se Un esqueleto. Una de esas cosas duras,
detienen en un cierto punto. Y esas raras y nevosas y articuladas. Una de esas cosas
cortas son las costillas flotantes. quebradizas, espantosas, secas, frágiles,
matraqueantes, de dedos temblorosos,
-Espero que no se vayan flotando por ahí. cabeza de calavera, ojos biselados, y que
cuelgan de unas cadenas entre las telarañas
El chiste no era nada tranquilizador. El señor de una alacena olvidada; una de esas cosas
Harris deseaba ahora, sobre todas las cosas, que hay en los desiertos y están ahí en el
quedarse solo. Nuevos descubrimientos suelo desparramadas como dados.
arqueológicos, cada vez más sorprendentes,
estaban al alcance de sus manos Se incorporó, muy tieso, pues ya no podía
temblorosas, y no quería que se rieran de él. soportar la silla. Dentro de mí, ahora, pensó,
tomándose el estómago y la cabeza, dentro
-Gracias por haber venido, querida -dijo. de mi cabeza hay un... cráneo. Uno de esos
caparazones curvos que guardan la jalea clavícula, la tibia, el fémur, con pechos,
eléctrica del cerebro. ¡Una de esas cáscaras muslos, pantorrillas, cejas y cabelleras
rajadas con dos agujeros al frente como dos satánicas, labios de aguijón, y.. ¡Dios!, gritó
agujeros abiertos por una escopeta de dos interiormente el señor Harris. Cuando hablan
caños! ¡Hay ahí grutas y cavernas de hueso, o comen muestran los dientes, ¡una parte del
revestimientos y sitios para la carne, el olfato, esqueleto! ¡Nunca se me había ocurrido!
la vista, el oído, el pensamiento! ¡Un cráneo
que me envuelve el cerebro, con ventanitas -Excúsenme -jadeó, y salió corriendo del
abiertas al mundo exterior! cuarto alcanzando apenas a arrojar la
merienda por encima de la balaustrada del
Harris tenía ganas de interrumpir la partida jardín, entre las petunias.
de bridge, entrar en la sala como un zorro en
un gallinero y desparramar las cartas como Esa noche, sentado en la cama mientras
nubes de plumas, todo alrededor. Se dominó Clarisse se desvestía, Harris se arregló
trabajosamente, temblando. Vamos, vamos, cuidadosamente las uñas de los pies y las
hombre, tranquilízate. Has tenido una manos. Esas partes, también, revelaban el
verdadera revelación, apréciala, disfrútala. esqueleto, que asomaba impúdicamente.
¡Pero un esqueleto!, le gritó el subconsciente. Debió de haber enunciado en voz alta parte
No lo aguanto. Es algo vulgar, terrible, de la teoría, pues Clarisse, ya acostada y en
espantoso. Los esqueletos son cosas camisón, le echó los brazos al cuello
horribles; crujen y rascan y traquetean en canturreando:
viejos castillos, colgados de vigas de roble,
como largos péndulos susurrantes, -Oh, mi querido, las uñas no son huesos.
indolentes, que se mueven al viento. ¡Son sólo epidermis endurecida!
La voz de Clarisse llegó desde lejos, clara, El señor Harris dejó caer las tijeras.
dulce.
-¿Estás segura? Espero que tengas razón.
-Querido, ¿vienes a saludar a las señoras? Me sentiría más tranquilo. -Miró la curva del
cuerpo de Clarisse, boquiabierto-. Ojalá toda
El señor Harris sintió que se mantenía en pie la gente fuera como tú.
gracias al esqueleto. ¡Esa cosa interior, ese
intruso, ese espanto, le sostenía los brazos, -¡Condenado hipocondríaco! -Clarisse lo
las piernas, la cabeza! Era como sentir a sostuvo estirando el brazo, Vamos, ¿qué te
alguien detrás de uno, alguien que no pasa? Díselo a mamá.
debiera estar ahí. Adelantándose,
comprendió con cada paso que daba hasta -Algo que siento dentro -dijo Harris-. Algo
qué punto dependía de esa Cosa. que... comí.
¡Suelta!, gritaba. ¡Déjame! ¡Los pulmones! Harris rabió durante horas. Y el esqueleto,
¡Basta! siempre un filósofo frágil y solemne,
descansaba dentro, calmoso, sin decir una
Jadeaba convulsamente, como si las costillas palabra, suspendido como un insecto
lo apretaran quitándole el aliento. delicado en el interior de una crisálida,
esperando y esperando.
¡Mi cerebro! ¡No lo aprietes!
Harris se sentó lentamente.
Y unos dolores de cabeza terribles le
quemaban el cerebro reduciéndolo a cenizas -¡Un minuto! ¡Espera! -exclamó-. Tú también
apagadas. estás perdido. Yo también te tengo. ¡Puedo
obligarte a hacer lo que se me antoje! ¡No
¡Mis entrañas, déjalas, por amor de Dios! puedes impedirlo! Digo yo: mueve los carpos,
¡Apártate de mi corazón! El corazón se le los metacarpos y las falanges y, ssssss, ¡ahí
encogía bajo las costillas que se abrían en se alzan, como si yo saludara a alguien! -Se
abanico, como arañas pálidas que rió-. Le ordeno a la tibia y al fémur que sean
acechaban la presa. locomotoras y, jum, dos tres cuatro, jum, dos
tres cuatro, allá vamos alrededor de la
Una noche descansaba acostado empapado
manzana. ¡Sí, señor!
en sudor. Clarisse estaba afuera, en una
reunión de la Cruz Roja. Harris trataba de Harris sonrió mostrando los dientes.
conservar la calma, pero era más y más
consciente de aquel conflicto: afuera ese
-Es una lucha pareja. Fuerzas iguales, y tonifique los huesos. Comeré sólo para uno
lucharemos, ¡los dos! Al fin y al cabo, ¡soy la de nosotros, muchacho, sólo para uno.
parte que piensa! ¡Sí, Dios mío, sí! ¡Aunque
no te domine; todavía puedo pensar! -Setenta kilos -le dijo la semana siguiente a
su mujer-. ¿Notaste cómo he cambiado?
Instantáneamente, una mandíbula de tigre se
cerró de golpe, mordiéndole el cerebro. -Noto que estás mejor -dijo Clarisse-.
Harris aulló. Los huesos del cráneo apretaron Siempre fuiste un poco gordito para tu altura,
como garras hasta que Harris tuvo horribles querido. -Le acarició la barbilla-. Me gusta tu
pesadillas. Luego, lentamente, mientras cara. Es mucho más elegante. Las líneas son
Harris chillaba, los huesos adelantaron el ahora tan firmes y fuertes...
hocico y se comieron las pesadillas, una por
una, hasta que la última desapareció y todas -No son mis líneas, son sus líneas, ¡maldita
las luces se apagaron.... sea! ¿Quieres decir acaso que él te gusta
más que yo?
Al fin de la semana, Harris postergó el viaje a
Phoenix por razones de salud. Pesándose en -¿Él? ¿Quién es él?
una balanza de la calle vio que la lenta flecha
roja señalaba 75. En el espejo del vestíbulo, más allá de
Clarisse, la calavera le sonrió al señor Harris
Gruñó. Cómo, he pesado ochenta kilos desde detrás de una mueca carnosa de
durante años y años. ¡He perdido cinco kilos! desesperación y odio.
Se examinó las mejillas en el espejo sucio de
moscas. Un miedo primitivo y helado le Colérico, el señor Harris engulló unas
recorrió el cuerpo estremeciéndolo. ¡Tú, tú! tabletas de malta. Era un modo de ganar
¡Sé muy bien qué te propones, tú! peso cuando uno no puede comer otras
cosas. Clarisse vio las píldoras de malta.
Se amenazó con el puño la cara huesuda,
hablándoles particularmente al maxilar -Pero, querido, realmente, yo no te pido que
superior, al maxilar inferior, al cráneo y a las subas de peso -dijo.
vértebras cervicales.
-¡Oh, cállate! -dijo Harris entre dientes.
-¡Maldito! Crees que puedes matarme de
Clarisse lo obligó a que se acostara. Harris
hambre, hacerme perder peso, ¿eh?
se tendió con la cabeza en el regazo de
Sacarme la carne, no dejar nada, sólo
Clarisse.
huesos y piel. Tratas de echarme a la zanja,
para ser el único dueño, ¿eh? ¡No, no! -Querido -dijo Clarisse-. Te he estado
observando últimamente. Estás tan... lejos.
Corrió a un restaurante.
No dices nada, pero parece que te
Pavo, salsas, papas en crema, cuatro persiguieran. Te agitas en la cama, de noche.
ensaladas, tres postres. No podía tragar Quizá debieras ver a un psiquiatra. Pero ya
nada, se sentía enfermo del estómago. Se sé qué te diría, puedo adelantártelo. Te he
obligó a comer. Los dientes empezaron a oído mascullar, una vez y otra, y he sacado
dolerle. Mala dentadura, ¿eh?, pensó, mis conclusiones. Pues bien, te diré que tú y
furioso. Comeré aunque los dientes se tu esqueleto son una sola cosa: «una nación
sacudan, se golpeen y crujan, y caigan todos indivisible, con libertad y justicia para todos».
en la sala. Tenía fuego en la cabeza, Unidos triunfarán, divididos fracasarán. Si no
respiraba entrecortadamente, sintiendo una se pueden entender entre ustedes como un
opresión en el pecho, y un dolor en las viejo matrimonio, ve a ver al doctor Burleigh.
muelas; pero ganó sin embargo una pequeña Pero antes distiéndete, tranquilízate. Estás
batalla. Iba a beber leche cuando se detuvo y viviendo en un círculo vicioso; cuanto más te
la derramó en un florero de capuchinas. preocupas, más sientes los huesos y más te
Nada de calcio para ti, muchacho, nada de preocupas. Al fin y al cabo, ¿quién inició esta
calcio para ti. Nunca jamás comeré algo que batalla? ¿Tú o esa entidad anónima que
tenga calcio o cualquier otro mineral que según dices está acechándote detrás del
canal alimentario?
Harris cerró los ojos. imagen del éxito, realmente. Harris reprimió
el deseo de ponerse de pie, palmearle el
-Yo. Creo que fui yo. Adelante, Clarisse, hombro al gordo y preguntarle cómo había
sigue hablándome. hecho para ocultarse los huesos. Sí, el
esqueleto del hombre estaba lujosamente
-Descansa ahora -susurró Clarisse tapizado. Había almohadones de tocino aquí,
dulcemente-. Descansa y olvida. bultos elásticos allí, y varias golillas redondas
bajo la barbilla. El pobre esqueleto estaba
El señor Harris se mantuvo a flote un día y perdido; nunca podría salir de ese
medio y luego empezó a hundirse otra vez. tembladeral de grasa. Podía haberlo
La imaginación podía tener su parte de culpa, intentado una vez, pero ya no. Los huesos,
sí, pero este esqueleto particular, Dios mío, abrumados, no se insinuaban en ninguna
devolvía los golpes. parte.
En las últimas horas de la tarde, Harris buscó No sin envidia, Harris se acercó al gordo
el consultorio de M. Munigant. Caminó media como alguien que cruza ante la proa de un
hora antes de encontrar la dirección y transatlántico. Harris pidió una bebida, se la
descubrir el nombre M. Munigant, escrito con tomó, y se atrevió a hablarle al gordo.
iniciales de oro viejo y descascarado en un
letrero de vidrio. En ese momento, le pareció -¿Glándulas?
que los huesos le estallaban rompiendo
amarras, dispersándose en el aire en una -¿Me habla usted a mí? -preguntó el gordo.
erupción dolorosa. Enceguecido, Harris
retrocedió. Cuando abrió de nuevo los ojos -¿O una dieta especial? -comentó Harris-.
ya estaba del otro lado de la esquina. El Perdóneme, pero vea usted, me cuelga la
consultorio de M. Munigant había quedado piel. No puedo aumentar de peso. Me
atrás. gustaría tener un estómago
El espectáculo del salón del bar era Gritando, aliviado, incrédulo, Harris corrió y
alentador. Un hombre corpulento, gordo, se derrumbó en brazos de alguien que
redondo como una bola de manteca, bebía llevaba uniforme.
una cerveza tras otra en el mostrador. La
El coche tediosamente remolcado, reparado. -Bueno, lo siento, pero tengo que irme. -Le
Ya en Phoenix. Harris se encontró en un pellizcó la mejilla a Harris-. Vamos, ¡ánimo!
estado de ánimo tan endemoniado que la Volveré de la Cruz Roja dentro de tres horas.
operación comercial fue una apagada Tú descansa. Tengo que ir.
pantomima. Aun cuando consiguió el
préstamo y tuvo el dinero en la mano, no se Cuando Clarisse desapareció, Harris marcó
dio mucha cuenta. La cosa interior, como una un número en el teléfono, nervioso.
espada dura y blanca dentro de un
escarabajo, le teñía los negocios, la comida, -¿M. Munigant?
le coloreaba el amor por Clarisse, le impedía
confiar en su automóvil. La cosa, en verdad, Una vez que Harris hubo colgado el auricular,
tenía que ser puesta en su sitio. El incidente las explosiones y los malestares del cuerpo
del desierto había pasado demasiado cerca, fueron extraordinarios. Harris sintió que tenía
le había tocado los huesos, podía decir uno metidos los huesos en todos los potros de
torciendo la boca en una mueca irónica. tormentos que había imaginado o que se le
Harris se oyó a sí mismo agradeciéndole el habían aparecido en pesadillas terribles,
dinero al señor Creldon. Luego dio media alguna vez. Tragó todas las aspirinas que
vuelta con el coche y se puso de nuevo en encontró, pero cuando una hora más tarde
marcha, esta vez por el camino de San sonó el timbre de la puerta no pudo moverse.
Diego, para evitar la zona desértica entre El Se quedó tendido, débil, agotado, jadeante, y
Centro y Beaumont. Marchó hacia el norte a las lágrimas le corrieron por las mejillas.
lo largo de la costa. No confiaba en el
-¡Entre! ¡Entre, por amor de Dios!
desierto. Pero... ¡cuidado! Las olas saladas
retumbaban y siseaban en la playa de M. Munigant entró. Gracias a Dios la puerta
Laguna. La arena, los peces y los crustáceos no estaba cerrada con llave.
podían limpiarle los huesos tan rápidamente
como los buitres. Despacio en las curvas Oh, pero el señor Harris tenía muy mala
junto al mar. cara., M. Munigant se detuvo en el centro del
vestíbulo, menudo y oscuro. Harris asintió
Demonios, estaba realmente enfermo. con un movimiento de cabeza. Los dolores le
recorrían todo el cuerpo, rápidamente,
¿A quién recurrir? ¿Clarisse? ¿Burleigh?
golpeando con ganchos y enormes martillos
¿Munigant? Especialistas de huesos.
de hierro. M. Munigant vio los huesos
Munigant. ¿Bien?
protuberantes de Harris y le brillaron los ojos.
-¡Querido! Ah, era evidente que el señor Harris estaba
ahora psicológicamente, preparado. ¿No?
Clarisse lo besó. Harris sintió la solidez de Harris asintió de nuevo, débilmente, y
los huesos y la mandíbula detrás del sollozó. M. Munigant hablaba como silbando.
apasionado intercambio, y dio un paso atrás. Había algo raro en la lengua de M. Munigant
y en esos silbidos. No importaba. Harris creía
-Querida -dijo lentamente, enjugándose los ver a través de las lágrimas que M. Munigant
labios con la manga, temblando. se encogía, se empequeñecía. Obra de la
imaginación, por supuesto. Harris lloriqueó la
-Pareces más delgado; oh, querido, el historia del viaje a Phoenix. M. Munigant
negocio... mostró su simpatía. ¡Ese esqueleto era un
traidor! Lo arreglarían de una vez por todas.
-Salió bien, creo. Sí, todo marchó bien.
-Señor Munigant -suspiró apenas Harris-.
Clarisse lo besó de nuevo. No... no lo noté antes. La lengua de usted.
Redonda, corno un tubo. ¿Hueca? Mis ojos.
La cena fue morosa, trabajosamente alegre. Deliro. ¿Qué pasa?
Clarisse reía animándolo. Harris estudiaba el
teléfono, y de cuando en cuando levantaba el M. Munigant silbó suavemente,
auricular, indeciso, y lo colgaba otra vez. apreciativamente, acercándose. Si el señor
Harris aflojaba el cuerpo y abría la boca...
Clarisse se puso el abrigo y el sombrero. Las luces se apagaron. M. Munigant espió la
mandíbula caída de Harris. ¿Más abierta, por Place. Llegó a la esquina pensando en la
favor? Había sido tan difícil, aquella primera Cruz Roja y casi tropezó con el hombrecito
vez, ayudar al señor Harris; el cuerpo y los moreno que olía a yodo.
huesos en rebelión abierta. Ahora en cambio
la carne cooperaba, aunque el esqueleto Clarisse no le habría prestado atención, pero
protestara. En la oscuridad, la voz de M. en ese momento el hombrecito sacó de la
Munigant se afinó, afinó, aflautándose, chaqueta algo blanco, largo y curiosamente
aflautándose. El silbido se hizo más agudo. familiar, y se puso a masticarlo, como si
Ahora. Aflójese, señor Harris. ¡Ahora! fuese una barra de menta. Se comió la punta,
y metió la lengua rarísima en la materia
Harris sintió que le apretaban violentamente blanca, succionándola, satisfecho. Cuando
las mandíbulas, en todas direcciones, le Clarisse llegó a la puerta de su casa, movió
comprimían la lengua con un cucharón y le el pestillo y entró, el hombrecito estaba
ahogaban la garganta. Jadeó, sin aliento. Un absorto aún en su golosina.
silbido. ¡No podía respirar! Algo le retorcía las
mejillas y le rompía las mandíbulas. ¡Como -¿Querido? -llamó Clarisse, sonriendo y
un chorro de agua caliente algo se le escurría mirando alrededor-. Querido, ¿dónde estás?
en las cavidades de los huesos, golpeándole -Cerró la puerta, cruzó el pasillo y entró en el
los oídos! vestíbulo-. Querido...
-¡Ahhh! -chilló Harris, gagueando. La cabeza, Se quedó mirando el suelo durante veinte
el carapacho hendido, le cayó flojamente. Un segundos, tratando de entender.
dolor agónico le quemó los pulmones.
De pronto, se puso a gritar.
Harris respiró al fin, un momento, y los ojos
acuosos le saltaron hacia adelante. Gritó. Afuera, a la sombra de los sicomoros, el
Tenía las costillas sueltas, como un flojo hombrecito abrió unos agujeros intermitentes
montón de leña. ¡Qué dolor ahora! Harris en el palo blanco y largo; luego, dulcemente,
cayó al suelo, resollando fuego. suspirando, frunciendo los labios, tocó una
melodía triste en el improvisado instrumento,
Las luces chispearon en los globos oculares acompañando el canto agudo y terrible de la
de Harris. Los huesos se le soltaron voz de Clarisse dentro de la casa.
rápidamente.
Muchas veces, en la niñez, Clarisse había
Los ojos húmedos miraron el vestíbulo. corrido por las arenas de la playa, y había
pisado una medusa de mar, y había chillado
No había nadie en el cuarto. entonces. No es tan horrible encontrar una
medusa de mar gelatinosa en tu propio
-¿M. Munigant? En nombre de Dios, ¿dónde vestíbulo. Puedes dar un paso atrás.
está usted, M. Munigant? ¡Ayúdeme!
Es terrible cuando la medusa te llama por tu
M. Munigant había desaparecido. propio nombre.
-¡Socorro!
PARA LOS QUE LLEGAN A LAS FIESTAS mucho más sufrir que ser vencido;
y hermosas muchachas solas que dan miedo para los que pisan sus fracasos y siguen;
—pues uno no sabe bailar, y es triste—; para los que sufren a conciencia,
Hay de libros a libros de superación personal, Creo que la literatura, el arte mismo, son
desde los muy vilipendiados textos de Carlos mejores formas de superarse personalmente.
Cuauhtémoc Sánchez hasta los buenísimos No sólo por el razonamiento simplista de la
libros de finanzas personales de Sonia adquisición de conocimiento —¡Vamos!
Sánchez Escuer —por mencionar sólo un par ¿Para qué te sirve conocer algo si no genera
de ejemplos— y claro, también están los que ningún tipo de consecuencia, si no te ayuda a
se disfrazan de literatura y le hacen sentir a cambiar algo, a transformar por principio de
quien los busca con ahínco que el suyo es un cuentas, tus estructuras mentales?—, sino
espíritu sensible, que se eleva sobre las porque al requerir de un proceso de
alturas de la existencia preguntándose interpretación, la literatura hace que el lector
hondas y muy especiales cuestiones se convierta él mismo en su superador
filosóficas y que busca dar un sentido personal. Los procesos de decodificación de
verdaderamente trascendental a su los códigos que son las obras requieren que
existencia —léase Paulo Cohelo. los símbolos que llegan al receptor sean
asociados a las ideas que el artista emitió, es
Para empezar, los libros de superación decir, se trata de un proceso creativo que
personal no me gustan porque sencillamente permite al receptor al mismo tiempo descubrir
nunca me ha gustado seguir pasos y que las claves para resolver determinadas
emociones junto con el narrador, el Ahora, por qué sí me gusta la superación
protagonista y el autor del libro que lee. personal: porque en todos los campos del
actuar humano hay cosas valiosas y si uno
Pertenezco a la fila de románticos quienes sabe remover la paja y buscar con un ojo
piensan que si escogemos un libro lo curioso, seguro podrá encontrar cosas muy
hacemos por algo. Me gusta creer que los dignas. Además, el conocimiento, sea del
libros llegan a mí porque los llamo. Siento tipo que sea, debe compartirse para que
que no son una casualidad, llegan porque genere valor, si no, no cuenta. Por eso, creo
estoy buscando algo, preguntándome algo y que es válido seguir buscando en el género
generalmente son la respuesta; algo me alguno que otro título, hasta que un día logre
enganchó. integrar mi propia colección de “valiosos de la
superación personal”.
El arte es la mayor escuela emocional que
existe; la literatura es el mejor ejemplo de A ustedes, ¿les gustan los libros de
libro de superación personal. Es ésta un superación personal?
mejor lugar para hallar la autoayuda que un
libro sobre el tema porque es experta en el Recuperado en:
manejo de emociones, te hace sentir cosas, http://culturacolectiva.com/por-que-gustan-
incluso, sin que tengas que vivirlas y es los-libros-de-superacion-
mucho más humilde cuando lo hace que un personal/#sthash.lSjVC8f3.dpuf
dictador de superación personal. Por
ejemplo, puedo saber lo terriblemente
doloroso que es vivir hacinado,
escondiéndose como un ratón y con el horror
de ser exterminado como una plaga por el
hecho de leer y por el valioso acto de
comprender e identificarme con Ana Frank y
su diario, o la terrible lucha sobre si un acto
es bueno o malo cuando se quebranta el
orden moral motivado por una causa de
fuerza mayor, como en Crimen y Castigo, y
llegar a sentir la profunda tristeza que Victor
Hugo imprimió en Los Miserables, una
declaración sobre las condiciones que hacen
a un hombre miserable: los hijos de la
degradación material, y quienes son producto
de la degradación moral, los que han perdido
todo, incluso, aquello que les hace hombres:
su humanidad.
—Desde luego...; si es usted tan amable. —Soy yo quien le da las gracias, señora.
Me haría usted un gran favor. No puedo ¡Llevaba dos días sin probar bocado!
resistir más; no puedo resistir más.
La mujer de Juan, doña Juana la Marota, era -Tate quieta Cilindra- le decía Juan Lanas
larga, fea, mala. Una noche cogió a los con voz ronca, amarga. Vete. ¿No ves que
cachorritos y se fue rumbo al río. Cilindra estos demonios acabarán por matarte?
corrió tras ella. Llegaron al puente. El río, Déjame solito un rato. Pero ella seguía
abajo, era una fuga de aguas turbias. Y los echada a sus pies, con los ojos húmedos y
arrojó al fondo, con el mismo desprecio que largos.
Ya por la tarde llegó el cabecilla. Él mismo
fue hasta el barranco donde estaban
fusilando a Juan Lanas. Al verlo llegar la
Cilindra, mostrándole sus diente, le lanzó una
mirada húmeda, de rabia y de ternura, de
venganza, de súplica y de reto. Nuca supo el
cabecilla por qué aquella mirada se le clavó
tan hondo… los ojos amarillos eran más que
humanos. Estaba en ellos toda la angustia de
la gleba que pedía justicia, que lloraba, que
sufría en silencio a veces y amenazaba con
destruirlo todo.
No perdí nada, porque los dos puntos Voy ahora a recordar lo ocurrido en otros
que Farolito daba y quitaba con tanta libertad años.
eran algo que anotaba en una lista un
gordinflón que se sentaba en la primera fila, Por ejemplo, el primero de secundaria.
pero que nunca llegó a materializarse en las Los rasgos fundamentales de este curso para
boletas semanales, en donde no había mí, fueron la aparición en mi vida del maestro
espacio para anotar ni los puntos buenos ni Raspita. (Aritmética), conocido por los
los malos. alumnos de tercer año como “la Cachimba”.
A la colaboración entre Raspita y yo se debe
Yo era entonces un rollizo niño de diez que yo nunca haya aprendido a sacar raíz
años que usaba unos pantalones cortos que cuadrada o raíz cúbica de un número. Esta
antes, siendo largos, habían colgado de deficiencia, que yo consideraba una
cinturas más venerables. Pasaba seis horas desgracia, me persiguió hasta la Escuela de
diarias sentado en una banca con la mente Ingeniería, en donde descubrí, con
en blanco. Si algo aprendí ese año, lo he satisfacción, que el setenta por ciento de los
olvidado. maestros compartían mi incapacidad, y la
remediaban usando la regla de cálculo, que
Recuerdo, en cambio, que Farolito llegó para eso es.
un día de bufanda y estuvo escupiendo en un
paliacate que se guardaba en la bolsa. Al día Aparte de no enseñarme a sacar raíces,
siguiente faltó y estuvimos dos meses sin Raspita dejó en mi memoria, muy bien
maestro y sin nadie que lo reemplazara. Los grabadas, dos palabras que nunca había
pasamos golpeándonos unos a otros, oído antes de conocerlo y que no he tenido
brincando encima de las papeleras, o necesidad de usar después: “momio” y
haciendo guerras de ligazos con cáscara de “guarismo”, por número.
naranja. Un día se nos pasó la mano y el
prefecto de orden, el maestro Valdez, que En primero de secundaria, también, me
era un ogro, nos agarró in fraganti. daba clase un señor chaparro, que tenía un
traje negro, portafolio y los pelos en forma de
En castigo, nos puso a escribir una aureola. La influencia que este hombre
composición de seis páginas sobre las ejerció en mi vida es tan leve que no
virtudes de la madre mexicana. recuerdo ni siquiera qué materia enseñaba.
Se apellidaba Moreno.
—Nadie se va a su casa hasta que no
estén llenas esas seis páginas. Otro maestro famoso era el de Geografía
Física. Era blasfemo. Nos escandalizó el día
—Pueden comparar a la madre en que anunció que la Biblia estaba
mexicana, que se desvive por sus hijos y va equivocada, porque en la Tierra no había
a todas partes cargándolos, al mercado, al agua suficiente para producir el Diluvio. Pero
cine, a misa, etcétera, con las costumbres de aparte de blasfemo era astrónomo y ahora
las madres norteamericanas, que llevan a comprendo que sabía expresarse, porque me
sus hijos a una guardería y los dejan allí inculcó la idea de que la tierra no es más que
abandonados, mientras ellas se van a divertir un cuerpo minúsculo perdido en la nada, que
y a tomar cócteles. forma parte de un sistema que se va
ensanchando, como partículas expulsadas
Este tema lo barajé catorce veces hasta centrífugamente por causas de una
llenar las seis páginas, diciendo a cada explosión. Era más de lo que yo estaba
presentación: “¡Qué diferencia!”. capacitado para aprender. Pasé varios años
convencido de que la vida no vale anda.
El día que regreso Farolito, cadavérico,
de abrigo, bufanda y sombrero, apoyado en El profesor de Botánica nos producía un
un bastón de un lado, y del otro en su terror completamente irracional, porque era
hermana, nos dio un gusto que nunca muy buena persona. Sin embargo, no logró,
en su exposición, conectar lo que estaba un producto de un olor característico y
enseñando con la realidad. Prueba de esto sorprendente. A continuación, nosotros
es que nunca en mi vida he tomado algo repetíamos las mismas operaciones que
entre las manos y dicho: acababa de efectuar el maestro y al final
obteníamos las mismas operaciones que
—Esto es dicotiledóneo. acababa de efectuar el maestro y al final
obteníamos en todas las probetas algo
Uno de los profesores de la secundaria parecido al lodo.
que recuerdo con mayor precisión es la
Coqueta. Daba clases de Historia Universal. Otra materia notable era la Física. Al
Se sentaba en el borde del escritorio y llegar al capítulo referente a la electricidad, el
apuntaba con una regla al alumno que había maestro cerró la boca, y se pasó seis meses
elegido por víctima. dibujando en el pizarrón diagramas de
aparatos embobinados cuyo uso nadie llegó
—Háblame de la Guerra de los Treinta a comprender. Nos conformábamos con
Años —el otro empezaba a tartamudear. copiar los diagramas en nuestros cuadernos.
Mientras hacíamos esto, en la mente de cada
Falso. Sigue... Falso. Sigue... Falso. uno de nosotros había la siguiente idea: “en
Tienes cero. Siguiente. este momento no entiendo lo que estoy
haciendo, pero un día, con calma, me voy a
Cuando se enfadaba decía: “¡Ay, qué
sentar frente a este cuaderno y todo va a
fastidio!”.
quedar clarísimo”. En mi caso, cuando
A pesar de que estudié su materia con menos, esto nunca llegó a ocurrir.
gran cuidado y saqué diez al final del año,
Otras materias, como por ejemplo, las
todo lo que recordaba de la Guerra de los
etimologías, que no tenían ningún interés y
Treinta Años al recibir la boleta es que había
que evidentemente no tenían tampoco ni
durado treinta años. En cambio, recordaba
importancia ni aplicación práctica, se
con gran claridad lo que el libro de texto
dificultaban porque el maestro que las
decía sobre México, porque esto no lo vimos
enseñaba era un ogro.
en clase, sino que lo leí en mis ratos de ocio.
Hasta la fecha, treinta años después, todavía —Ustedes son unos masticadores de
puedo repetirlo. Era un párrafo en letra carroña —nos decía el profesor Baldas.
pequeña que abarcaba desde la colonia
hasta el Porfiriato. Decía así: “La mezcla de Tenía el convencimiento de que había
español e indígena, produjo en México una vivido heroicamente.
raza nueva que se ha distinguido por sus
virtudes guerreras y por el aborrecimiento —Tres veces me formaron cuadro. Tres
que le inspira todo lo europeo. En 1810 el veces he estado frente al pelotón de
Cura Miguel Hidalgo inició una guerra para fusilamiento.
expulsar a los españoles, intento que se vio
coronado por el éxito en 1821...”, etcétera. Desgraciadamente no llegó a ser
ejecutado y vivió para hacerme pasar setenta
Una de las materias que más nos de las horas más soporíferas de mi vida.
interesaban en los años de secundaria y Nunca supimos cuál era la causa de que tres
preparatoria era la química. Teníamos un veces hubiera estado a punto de ser fusilado,
libro gordo con dibujos y esquemas, que ni tampoco llegamos a saber qué
tenía textos como el siguiente: “Propiedades: intervención inesperada o qué cambio de
es un líquido viscoso de olor repulsivo que fortuna le salvó la vida tres veces. Estas dos
puesto sobre la piel produce escoriaciones. materias hubieran sido más interesantes que
Es muy venenoso. Manera de obtenerlo...” la que él enseñaba.
Las prácticas de laboratorio eran siempre Otras horas detestables eran las que
un desastre. El maestro tenía una mesa de pasábamos con el Moscardón, que en paz
experimentos más elevada que las nuestras. descanse. No sé por qué nos detestaba tanto
Allí iba mezclando sustancias en una serie de como nosotros a él. Llegaba siempre
probetas, hasta obtener en cada una de ellas retrasado, a las tres y cuarto de la tarde,
ponía el portafolios sobre la mesa, cruzaba
las manos sobre él y bostezaba antes de
decir:
Errores ortográficos:
Siguió, siguió danzando. Tenía que bailar, Salió a la calle sin vacilar más, pero apenas
aun en las noches más oscuras. Los zapatos había pasado de la puerta volvió a ver los
la llevaban por sobre zarzas y rastrojos hasta zapatos rojos bailando ante ella. Se sintió
dejarle los pies desgarrados, sangrantes. más aterrorizada que nunca, y volvió la
Más allá de los matorrales llegó a una casita espalda, pero esta vez con verdadero
solitaria, donde ella sabía que vivía el arrepentimiento en el corazón.
verdugo. Golpeó con los dedos en el cristal
de la ventana y llamó: Se dirigió entonces a la casa del párroco y
suplicó que la tomaran a su servicio,
-¡Ven! ¡Ven! ¡Yo no puedo entrar, estoy prometiendo trabajar cuánto pudiera, sin
bailando! reclamar otra cosa que un techo y el
privilegio de vivir entre gente bondadosa. La
-¿Acaso no sabes quién soy yo? -respondió esposa del sacristán tenía buenos
el verdugo-. Yo soy el que le corta la cabeza sentimientos, se compadeció y habló por ella
a la gente mala. ¡Y mira! ¡Mi hacha está al párroco. Karen demostró ser muy
temblando! industriosa e inteligente, y se hizo querer por
todos, pero cuando oía a las niñas hablar de
-¡No me cortes la cabeza -rogó Karen-, pues lujos y vestidos, y pretender ser lindas como
entonces nunca podría arrepentirme de mis reinas, meneaba la cabeza.
pecados!
El domingo siguiente fueron todos al templo,
Pero, por favor, ¡córtame los pies, con los y preguntaron a Karen si quería ir con ellas.
zapatos rojos! Pero Karen miró sus muletas tristemente y
con lágrimas en los ojos. Y se fueron sin ella
Le explicó todo lo ocurrido, y el verdugo le a la iglesia, mientras la niña se quedó
cortó los pies con los zapatos, pero éstos sentada sola en su pequeña habitación,
siguieron bailando con los piececitos dentro, donde no cabía más que una cama y una
y se alejaron hasta perderse en las silla. Estaba leyendo en su libro de
profundidades del bosque. oraciones, con humildad de corazón, cuando
oyó las notas del órgano que el viento traía
desde la iglesia. Levantó su rostro cubierto
de lágrimas y dijo: "¡Oh, Dios, ayúdame!"
En ese momento el sol brilló alrededor de
ella, y el ángel de túnica blanca que ella viera
aquella noche a la puerta del templo se
presentó de pie ante sus ojos. Ya no tenía en
la mano la espada, sino una hermosa rama
verde cuajada de rosas. Con esa rama tocó
el techo, y éste se levantó hasta gran altura,
y en cualquier otra parte que tocaba la rama
aparecía una estrella de oro. Al tocar el ángel
las paredes, el ámbito de la habitación se
ensanchó, y en su interior resonaron las
notas del órgano, y Karen vio las imágenes
en sus hornacinas. Toda la congregación
estaba en sus bancos, cantando en voz alta,
y la misma Karen se encontró a sí misma en
uno de los asientos, al lado de otras
personas de la parroquia. Cuando acabó el
himno, todos volvieron la vista hacia ella y
dijeron: "¡Qué alegría verte de nuevo entre
nosotros después de tanto tiempo, pequeña
Karen!"
Había en una ciudad inmensa y brillante un ¡Japonerías! ¡Chinerías! Por moda y nada
rey muy poderoso, que tenía trajes más. Bien podía darse el placer de un salón
caprichosos y ricos, esclavas desnudas, digno del gusto de un Goncourt y de los
blancas y negras, caballos de largas crines, millones de un Creso: quimeras de bronce
armas flamantísimas, galgos rápidos, y con las fauces abiertas y las colas
monteros con cuernos de bronce que enroscadas, en grupos fantásticos y
llenaban el viento con sus fanfarrias. ¿Era un maravillosos; lacas de Kioto con
rey poeta? No, amigo mío: era el Rey incrustaciones de hojas y ramas de una flora
Burgués. monstruosa, y animales de una fauna
desconocida; mariposas de raros abanicos
Era muy aficionado a las artes el soberano, y junto a las paredes; peces y gallos de
favorecía con gran largueza a sus músicos, a colores; máscaras de gestos infernales y con
sus hacedores de ditirambos, pintores, ojos como si fuesen vivos; partesanas de
escultores, boticarios, barberos y maestros hojas antiquísimas y empuñaduras con
de esgrima. dragones devorando flores de loto; y en
conchas de huevo, túnicas de seda amarilla,
Cuando iba a la floresta, junto al corzo o como tejidas con hilos de araña, sembradas
jabalí herido y sangriento, hacía improvisar a de garzas rojas y de verdes matas de arroz; y
sus profesores de retórica, canciones tibores, porcelanas de muchos siglos, de
alusivas; los criados llenaban las copas del aquellas en que hay guerreros tártaros con
vino de oro que hierve, y las mujeres batían una piel que les cubre hasta los riñones, y
palmas con movimientos rítmicos y gallardos. que llevan arcos estirados y manojos de
Era un rey sol, en su Babilonia llena de flechas.
músicas, de carcajadas y de ruido de festín.
Cuando se hastiaba de la ciudad bullente, iba Por lo demás, había el salón griego, lleno de
de caza atronando el bosque con sus mármoles: diosas, musas, ninfas y sátiros; el
tropeles; y hacía salir de sus nidos a las aves salón de los tiempos galantes, con cuadros
asustadas, y el vocerío repercutía en lo más del gran Watteau y de Chardin; dos, tres,
escondido de las cavernas. Los perros de cuatro, ¿cuántos salones?
patas elásticas iban rompiendo la maleza en
la carrera, y los cazadores inclinados sobre el Y Mecenas se paseaba por todos, con la
pescuezo de los caballos, hacían ondear los cara inundada de cierta majestad, el vientre
mantos purpúreos y llevaban las caras feliz y la corona en la cabeza, como un rey
encendidas y las cabelleras al viento. de naipe.
El rey tenía un palacio soberbio donde había Un día le llevaron una rara especie de
acumulado riquezas y objetos de arte hombre ante su trono, donde se hallaba
maravillosos. Llegaba a él por entre grupos rodeado de cortesanos, de retóricos y de
maestros de equitación y de baile.
-¿Qué es eso? -preguntó. viste pantalones, ni habla en burgués, ni
pone los puntos en todas las íes. Él es
-Señor, es un poeta. augusto, tiene mantos de oro o de llamas, o
anda desnudo, y amasa la greda con fiebre, y
El rey tenía cisnes en el estanque, canarios, pinta con luz, y es opulento, y da golpes de
gorriones, censotes en la pajarera: un poeta ala como las águilas, o zarpazos como los
era algo nuevo y extraño. leones. Señor, entre un Apolo y un ganso,
preferid el Apolo, aunque el uno sea de tierra
-Dejadle aquí. cocida y el otro de marfil.
Y el poeta: ¡Oh, la Poesía!
-Señor, no he comido. ¡Y bien! Los ritmos se prostituyen, se cantan
los lunares de las mujeres, y se fabrican
Y el rey:
jarabes poéticos. Además, señor, el zapatero
-Habla y comerás. critica mis endecasílabos, y el señor profesor
de farmacia pone puntos y comas a mi
Comenzó: inspiración. Señor, ¡y vos lo autorizáis todo
esto!... El ideal, el ideal...
-Señor, ha tiempo que yo canto el verbo del
porvenir. He tendido mis alas al huracán; he El rey interrumpió:
nacido en el tiempo de la aurora; busco la
raza escogida que debe esperar con el himno -Ya habéis oído. ¿Qué hacer?
en la boca y la lira en la mano, la salida del
Y un filósofo al uso:
gran sol. He abandonado la inspiración de la
ciudad malsana, la alcoba llena de perfumes, -Si lo permitís, señor, puede ganarse la
la musa de carne que llena el alma de comida con una caja de música; podemos
pequeñez y el rostro de polvos de arroz. He colocarle en el jardín, cerca de los cisnes,
roto el arpa adulona de las cuerdas débiles, para cuando os paseéis.
contra las copas de Bohemia y las jarras
donde espumea el vino que embriaga sin dar -Sí, -dijo el rey,- y dirigiéndose al poeta:
fortaleza; he arrojado el manto que me hacía
parecer histrión, o mujer, y he vestido de -Daréis vueltas a un manubrio. Cerraréis la
modo salvaje y espléndido: mi harapo es de boca. Haréis sonar una caja de música que
púrpura. He ido a la selva, donde he quedado toca valses, cuadrillas y galopas, como no
vigoroso y ahíto de leche fecunda y licor de prefiráis moriros de hambre. Pieza de música
nueva vida; y en la ribera del mar áspero, por pedazo de pan. Nada de jerigonzas, ni de
sacudiendo la cabeza bajo la fuerte y negra ideales. Y desde aquel día pudo verse a la
tempestad, como un ángel soberbio, o como orilla del estanque de los cisnes, al poeta
un semidiós olímpico, he ensayado el yambo hambriento que daba vueltas al manubrio:
dando al olvido el madrigal. tiririrín, tiririrín... ¡avergonzado a las miradas
del gran sol! ¿Pasaba el rey por las
He acariciado a la gran naturaleza, y he cercanías? ¡Tiririrín, tiririrín...! ¿Había que
buscado al calor del ideal, el verso que está llenar el estómago? ¡Tiririrín! Todo entre las
en el astro en el fondo del cielo, y el que está burlas de los pájaros libres, que llegaban a
en la perla en lo profundo del océano. ¡He beber rocío en las lilas floridas; entre el
querido ser pujante! Porque viene el tiempo zumbido de las abejas, que le picaban el
de las grandes revoluciones, con un Mesías rostro y le llenaban los ojos de lágrimas,
todo luz, todo agitación y potencia, y es ¡tiririrín...! ¡Lágrimas amargas que rodaban
preciso recibir su espíritu con el poema que por sus mejillas y que caían a la tierra negra!
sea arco triunfal, de estrofas de acero, de
estrofas de oro, de estrofas de amor. Y llegó el invierno, y el pobre sintió frío en el
cuerpo y en el alma. Y su cerebro estaba
¡Señor, el arte no está en los fríos envoltorios como petrificado, y los grandes himnos
de mármol, ni en los cuadros lamidos, ni en estaban en el olvido, y el poeta de la
el excelente señor Ohnet! ¡Señor! El arte no montaña coronada de águilas, no era sino un
pobre diablo que daba vueltas al manubrio,
tiririrín.
Recuperado en:
http://culturacolectiva.com/haute-couture-vs-
pret-porter/#sthash.2UvPvoMh.dpuf
Daniela ¿Qué hacer? Dejo a un lado mi pluma y
desciendo. Narinka o Varinka me toma del
(6) brazo y ambos nos encaminamos a su
morada. Cuando me veo precisado a
Un hombre irascible acompañar a una señora o a una señorita me
siento como un gancho, del cual pende un
Anton Chejov gran abrigo de pieles. Narinka o Varinka tiene
un temperamento apasionado -entre
Yo soy un hombre formal y mi cerebro tiene
paréntesis, su abuelo era armenio-. Ella sabe
inclinación a la filosofía. Mi profesión es la de
a maravilla colgarse del brazo y pegarse a
financiero. Estoy estudiando la ciencia
las costillas de su acompañante como una
económica, y escribo una disertación bajo el
sanguijuela. De esta suerte, proseguimos
título de El pasado y el porvenir del impuesto
nuestra marcha. Al pasar por delante de la
sobre los perros. Usted comprenderá que las
casa de los Karenin veo al perro y me
mujeres, las novelas, la luna y otras tonterías
acuerdo del tema de mi disertación.
por el estilo me tienen completamente sin
Recordándolo, suspiro.
cuidado.
-¿Por qué suspira usted? -me pregunta
Son las diez de la mañana. Mi mamá me
Narinka o Varinka. Y ella a su vez suspira.
sirve una taza de café con leche. Lo bebo, y
salgo al balconcito para ponerme Aquí debo dar una explicación: Narinka o
inmediatamente a mi trabajo. Tomo un pliego Varinka -de repente me doy cuenta de que se
de papel blanco, mojo la pluma en tinta y llama Masdinka- se figura que estoy
caligrafío El pasado y el porvenir del enamorado de ella, y se le antoja un deber
impuesto sobre los perros. Reflexiono un de humanidad compadecerme y curar la
poco y escribo: «Antecedentes históricos: A herida de mi corazón.
juzgar por indicios que nos revelan Herodoto
y Jenofonte, el impuesto sobre los perros -Escuche -me dice-, yo sé por qué suspira
data de...»; en este momento oigo unos usted. Usted ama, ¿no es verdad? Le
pasos muy sospechosos. Miro hacia abajo y prevengo que la joven por usted amada tiene
veo a una señorita con cara larga y talle por usted un profundo respeto. Ella no puede
largo; se llama, según creo, Narinka o corresponderle con su amor; mas no es suya
Varinka; pero esto no hace al caso; busca la culpa, porque su corazón pertenece a otro,
algo y aparenta no haberse fijado en mí. tiempo ha.
Canta: Te acuerdas de este cantar
apasionado. La nariz de Masdinka se enrojece y se
hincha; las lágrimas afluyen a sus ojos. Ella
Leo lo que escribí y pretendo seguir adelante. espera que yo le conteste; pero, felizmente,
Pero la muchacha parece haberme visto, y hemos llegado. En la terraza se encuentra la
me dice en tono triste: mamá de Masdinka, una persona excelente,
aunque llena de supersticiones. La dama
-Buenos días, Nicolás Andreievitch. contempla el rostro de su hija; y luego se fija
Imagínese mi desgracia. Ayer salí de paseo, en mi, detenidamente, suspirando, como si
y se me perdió el dije de mi pulsera... quisiera exclamar: «¡Oh, juventud, que no
sabe disimular sus sentimientos!»
Leo de nuevo el principio de mi disertación,
rectifico el rabo de la letra b y quiero Además de la mamá están sentadas en la
continuar; mas la muchacha no me deja. terraza señoritas de matices diversos y un
oficial retirado, herido en la última guerra en
-Nicolás Andreievitch -añade-, sea usted lo
la sien derecha y en el muslo izquierdo. Este
bastante amable para acompañarme hasta
infeliz quería, como yo, consagrar el verano a
mi casa. En la de Karenin hay un perro
la redacción de una obra intitulada Memorias
enorme, y yo no me atrevo a ir sola.
de un militar. Al igual que yo, aplicase todas
las mañanas a la redacción de su libro; pero
apenas escribe la frase «Nací en tal año...»,
aparece bajo su balcón alguna Varinka o
Masdinka, que está allí como de centinela.
Cuantos se hallan en la terraza se ocupan en alma hierve la irritación. Presiento que voy a
limpiar frutas, para hacer dulce con ellas. estallar; pero la delicadeza y el temor de
Saludo y me dispongo a marchar; pero las faltar a las conveniencias sociales me obligan
señoritas de diversos matices esconden mi a obedecer a las señoras, y obedezco. Nos
sombrero y me incitan a que no me vaya. sentamos a comer. El oficial retirado, que por
Tomo asiento. Me dan un plato con fruta y efecto de su herida en la sien tiene
una horquilla, a fin de que proceda, como los calambres en las mandíbulas, come a la
demás, a la operación de extraer el hueso. manera de un caballo provisto de su bocado.
Las señoritas hablan de sus cortejadores; Hago bolitas de pan, pienso en la
fulano es guapo; mengano lo es también, contribución sobre los perros, y, consciente
pero no es simpático; zutano es feo, aunque de mi irascibilidad, me callo. Narinka me
simpático; perengano no está mal del todo, observa con lástima. Okroschka, lengua con
pero su nariz semeja un dedal, etc. guisantes, gallina cocida, compota. Me falta
apetito; pero engullo por delicadeza.
-Y usted, Nicolás -me dice la mamá de Después de comer voy a la terraza para
Masdinka-, no tiene nada de guapo; pero le fumar; en esto se me acerca la mamá de
sobra simpatía; en usted hay un no sé qué... Masdinka y me dice con voz entrecortada:
La verdad es -añade suspirando- que para un
hombre lo que vale no es la hermosura, sino -No desespere usted, Nicolás... Su corazón
el talento. es de... Vamos al bosque.
Las jóvenes me miran y en seguida bajan los Varinka se cuelga de mi brazo y establece el
ojos. Ellas están, sin duda, de acuerdo en contacto. Sufro inmensamente; pero me
que para un hombre lo más importante no es aguanto.
la hermosura, sino el talento. ME observo, a
hurtadillas, en el espejo para ver si, -Dígame, señor Nicolás -murmura Narinka-,
realmente, soy simpático. Veo a un hombre ¿por qué está usted tan triste, tan taciturno?
de tupida melena, barba y bigotes poblados,
cejas densas, vello en la mejilla, vello debajo ¡Extraña muchacha! ¿Qué se le debe
de los ojos, todo un conjunto velludo, en responder? ¡Nada tengo que decirle!
medio del cual descuella, como una torre
sólida, su nariz. -Hábleme algo -añade la joven.
-No me parezco mal del todo... En vano busco algo vulgar, accesible a su
intelecto. A fuerza de buscar, lo encuentro, y
-Pero en usted, Nicolás, son las cualidades me decido a romper el silencio.
morales las que llevan ventaja -replica la
mamá de Masdinka. -La destrucción de los bosques es una cosa
perjudicial a Rusia.
Narinka sufre por mí; pero al propio tiempo,
la idea de que un hombre está enamorado de -Nicolás -suspira Varinka, mientras su nariz
ella la colma de gozo. Ahora charlan del se colorea-, usted rehuye una conversación
amor. Una de las señoritas se levanta y se franca... Usted quiere asesinarme con su
va; todas las demás empiezan a hablar mal reserva... Usted se empeña en sufrir solo...
de ella. Todas, todas la hallan tonta,
Me coge de la mano, y advierto que su nariz
insoportable, fea, con un hombro más bajo
se hincha; ella añade:
que otro. Por fin aparece mi sirvienta, que mi
madre envió para llamarme a comer. Puedo, -¿Qué diría usted si la joven que usted quiere
gracias a Dios, abandonar esta sociedad le ofreciera una amistad eterna?
estrambótica y entregarme nuevamente a mi
trabajo. Me levanto y saludo. Pero la mamá Yo balbuceo algo incomprensible, porque, en
de Narinka y las señoritas de diversos verdad, no sé qué contestarle; en primer
matices me rodean y me declaran que no me lugar, no quiero a ninguna muchacha; en
asiste el derecho de marcharme porque ayer segundo lugar, ¿qué falta me hace una
les prometí comer con ellas y después de la amistad eterna? En tercer lugar, soy muy
comida ir a buscar setas en el bosque. irritable. Masdinka o Varinka se cubre el
Saludo y vuelvo a tomar asiento... En mi
rostro con las manos y dice a media voz, -Nicolás, yo soy suya. No lo puedo amar;
como hablando consigo misma: «Se calla...; pero le prometo fidelidad.
veo que desea mi sacrificio. ¿Pero cómo lo
he de querer, si todavía quiero al otro?... Lo Se aprieta contra mi pecho y retrocede poco
pensaré, sí, lo pensaré; reuniré todas las después.
fuerzas de mi alma, y, a costa de mi felicidad,
libraré a este hombre de sus angustias». -Alguien viene, adiós; mañana a las once me
hallaré en la glorieta.
No comprendo nada. Es un asunto
cabalístico. Seguimos el paseo silencioso. La Desaparece. Yo no comprendo nada. El
fisonomía de Narinka denota una lucha corazón me late. Regreso a mi casa. El
interior. Se oye el ladrido de los perros. Esto pasado y el porvenir del impuesto sobre los
me hace pensar en mi disertación, y suspiro perros me aguarda; pero trabajar me es
de nuevo. A lo lejos, a través de los árboles, imposible. Estoy rabioso. Me siento
descubro al oficial inválido, que cojea terriblemente irritado. Yo no permito que se
atrozmente, tambaleándose de derecha a me trate como a un chiquillo. Soy irascible, y
izquierda, porque del lado derecho tiene el es peligroso bromear conmigo. Cuando la
muslo herido, y del lado izquierdo tiene sirvienta me anuncia que la cena está lista, la
colgada de su brazo a una señorita. Su cara despido brutalmente:
refleja resignación. Regresamos del bosque
a casa, tomamos el té, jugamos al croquet y -¡Váyase en mal hora!
escuchamos cómo una de las jóvenes canta:
Una irritabilidad semejante nada bueno
Tú no me amas, no... promete. Al otro día, por la mañana, el
tiempo es el habitual en el campo. La
Al pronunciar la palabra «no», tuerce la boca temperatura fría, bajo cero. El viento frío;
hasta la oreja. lluvia, fango y suciedad. Todo huele a
naftalina, porque mi mamá saca a relucir su
Charmant, charmant, gimen en francés las traje de invierno. Es el día 7 de agosto de
otras jóvenes. Ya llega la noche. Por detrás 1887, día del eclipse de sol. Hay que advertir
de los matorrales asoma una luna que cada uno de nosotros, aun sin ser
lamentable. Todo está en silencio. S e astrónomo, puede ser de utilidad en esta
percibe un olor repugnante de heno cortado. circunstancia. Por ejemplo: cada uno puede,
Tomo mi sombrero y me voy a marchar. primero, marcar el diámetro del sol con
respecto al de la luna; segundo, dibujar la
-Tengo que comunicarle algo interesante - corona del sol; tercero, marcar la
murmura Masdinka a mi oído. temperatura; cuarto, fijar en el momento del
eclipse la situación de los animales y de las
Abrigo el presentimiento de que algo malo plantas; quinto, determinar sus propias
me va a suceder, y, por delicadeza, me impresiones, etcétera. Todo esto es tan
quedo. Masdinka me coge del brazo y me importante, que por el momento resuelvo
arrastra hacia una avenida. Toda su dejar aislado el impuesto sobre los perros.
fisonomía expresa una lucha. Está pálida, Me propongo observar el eclipse. Todos nos
respira con dificultad; diríase que piensa hemos levantado muy temprano. Reparto el
arrancarme el brazo derecho. «¿Qué trabajo en la forma siguiente: yo calcularé el
tendrá?», pienso yo. diámetro del sol y de la luna; el oficial herido
dibujará la corona. Lo demás correrá a cargo
-Escuche usted; no puedo... de Masdinka y de las señoritas de diversos
matices.
Quiere decir algo; pero no se atreve. Veo por
su cara que, al fin, se decide. Me lanza una -¿De qué proceden los eclipses? -pregunta
ojeada, y con la nariz, que va hinchándose Masdinka.
gradualmente, me dice a quema ropa:
Yo contesto:
-Los eclipses proceden de que la luna, Me acuerdo de la corona, y busco al oficial
recorriendo la elíptica, se coloca en la línea herido, quien está parado, inmóvil.
sobre la cual coinciden el sol y la tierra.
-¿Qué diablos hace usted? ¿Y la corona?
-¿Y qué es la elíptica?
El oficial se encoge de hombros, y con la
Yo se lo explico. Masdinka me escucha con mirada me indica sus dos brazos. En cada
atención, y me pregunta: uno de ellos permanece colgada una
señorita, las cuales, asidas fuertemente a él,
-¿No es posible ver, mediante un vidrio le impiden el trabajo. Tomo el lápiz y anoto
ahumado, la línea que junta los centros del los minutos y los segundos: esto es muy
sol y de la tierra? importante. Marco la situación geográfica del
punto de observación: esto es también muy
-Es una línea imaginaria -le contesto. importante. Quiero calcular el diámetro, pero
Masdinka me coge de la mano y me dice:
-Pero si es imaginaria -replica Masdinka-,
¿cómo es posible que la luna se sitúe en -No se olvide usted: hoy, a las once.
ella?
Me desprendo de ella, porque los momentos
No le contesto. Siento, sin embargo, que, a son preciosos y yo tengo empeño en
consecuencia de esta pregunta ingenua, mi continuar mis observaciones. Varinka se
hígado se agranda. apodera de mi otro brazo y no me suelta. El
lápiz, el vidrio ahumado, los dibujos, todo se
-Esas son tonterías -añade la mamá de cae al suelo. ¡Diantre! Hora es de que esta
Masdinka-; nadie es capaz de predecir lo que joven sepa que yo soy irascible, y cuando yo
ocurrirá. Y, además, usted no estuvo jamás me irrito, no respondo de mí. En vano
en el cielo. ¿Cómo puede saber lo que pretendo seguir. El eclipse se acabó.
acontece a la luna y al sol? Todo ello son
puras fantasías. -¿Por qué no me mira usted? -me susurra
tiernamente al oído.
Es cierto; la mancha negra empieza a
extenderse sobre el sol. Todos parecen Esto es ya más que una burla. No es posible
asustados; las vacas, los caballos, los jugar con la paciencia humana. Si algo
carneros con los rabos levantados, corren terrible sobreviene, no será por culpa mía.
por el campo mugiendo. Los perros aúllan. ¡Yo no permito que nadie se mofe de mí!
Las chinches creen que es de noche y salen ¡Qué diablo! En mis instantes de irritación no
de sus agujeros, con el objeto de picar a los aconsejo a nadie que se acerque a mí. Yo
que hallen a su alcance. El vicario llega en soy capaz de todo. Una de las señoritas nota
este momento con su carro de pepinos, se en mi semblante que estoy irritado y trata de
asusta, abandona el vehículo y se oculta calmarme.
debajo del puente; el caballo penetra en su
patio, donde los cerdos se comen los -Nicolás Andreievitch, yo he seguido
pepinos. El empleado de las contribuciones, fielmente sus indicaciones, observé a los
que había pernoctado en la casa vecina, sale mamíferos y apunté cómo, ante el eclipse, el
en paños menores y grita con voz de trueno: perro gris persiguió al gato, después de lo
«¡Sálvese quien pueda!» Muchos cual quedó por algún tiempo meneando la
veraneantes, incluso algunas bonitas cola.
jóvenes, se lanzan a la calle descalzos. Otra
cosa ocurre que no me atrevo a referir. Nada resulta, pues, de mis observaciones.
Me voy a casa. Llueve, y no me asomo al
-¡Qué miedo! ¡Esto es horrible! -chillan las balconcito. El oficial herido se arriesga a salir
señoritas de diversos matices. a su balcón, y hasta escribió: «He nacido
en...» Pero desde mi ventana veo cómo una
-Señora, observe bien, el tiempo es precioso. de las señoritas de marras lo llama, con el fin
Yo mismo calculo el diámetro. de que vaya a su casa. Trabajar me es
imposible. El corazón me late con violencia.
No iré a la cita de la glorieta. Es evidente que
cuando llueve yo no puedo salir a la calle. A mamá de Varinka se acerca a mí, me abraza
las doce recibo una esquelita de Masdinka, la y me dice: «¡Que Dios te bendiga! Tú has de
cual me reprende, y exige que me persone amarla. No olvides jamás que ella se sacrifica
en la glorieta, tuteándome. A la una recibo por ti.»
una segunda misiva, y a las dos una tercera.
Hay que ir, no cabe duda. Empero, antes de He aquí que me casan. Mientras esto
ir, debo pensar qué es lo que habré de escribo, los testigos del matrimonio se
decirle. Me comportaré como un caballero. encuentran cerca de mí y me dan prisa.
En primer lugar, le declararé que es inútil que Decididamente esta gente no conoce mi
cuente con mi amor; no, semejante cosa no irascibilidad. Soy terrible. No respondo de mi.
se le dice a las mujeres; decir a una mujer ¡Por vida de!... Ustedes adivinarán lo que
«yo no la amo», es como decir a un escritor: puede ocurrir. Casar a un hombre irritado,
«usted escribe mal». Le expondrá rabioso, es igual que meter la mano en la
sencillamente mi opinión acerca del jaula de un tigre. Veremos cuál será el
matrimonio. Me pongo, pues, el abrigo de desenlace final...
invierno, empuño el paraguas y me dirijo a la
glorieta. Conocedor como soy de mi carácter Estoy casado... Todos me felicitan. Varinka
irritable, temo cometer alguna barbaridad. Me se apoya contra mí y me dice:
las arreglaré para refrenarme. En la glorieta,
Masdinka me espera. Narinka está pálida y -Ahora si que eres mío. Sé que me amas,
solloza. Al verme prorrumpe en una ¡dilo!
exclamación de alegría y se agarra a mi
Su nariz se hincha. Me entero por los testigos
cuello.
de que el oficial retirado fue bastante hábil
-Por fin; ya abusas de mi paciencia. No he para esquivar el casamiento. A una de las
podido cerrar los ojos en toda la noche. He señoritas le exhibió un certificado médico
pensado durante la noche, y a fuerza de según el cual, a causa de su herida en la
pensar, saqué en consecuencia que cuando sien, no tiene sano juicio, y, por tanto, le está
te conozca mejor te podré amar. prohibido contraer matrimonio. ¡Qué idea! Yo
también pude presentar un certificado. Uno
Me siento a su lado; le expongo mi opinión de mis tíos fue borracho. Otro era distraído.
acerca del matrimonio. Por no alejarme del En cierta ocasión, en lugar de una gorra, se
tema y abreviarlo hago sencillamente un cubrió la cabeza con un manguito de señora.
resumen histórico. Hablo del casamiento Una tía mía era muy aficionada al piano, y
entre los egipcios; paso a los tiempos sacaba la lengua al tropezar con un hombre.
modernos; intercalo algunas ideas de Además, mi carácter extremadamente
Schopenhauer. Masdinka me presta irritable induce a sospechas. ¿Por qué las
atención, pero luego, sin transición, me dice:- buenas ideas acuden a la mente siempre
Nicolás, dame un beso. demasiado tarde?...
Una mañana, el Gigante estaba en la cama Estaba de veras arrepentido por lo que había
todavía cuando oyó que una música muy hecho.
hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan
dulce en sus oídos, que pensó que tenía que Bajó entonces la escalera, abrió
ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En cautelosamente la puerta de la casa y entró
realidad, era solo un jilguerito que estaba en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los
cantando frente a su ventana, pero hacía niños se aterrorizaron, salieron a escape y el
tanto tiempo que el Gigante no escuchaba jardín quedó en invierno otra vez. Solo aquel
cantar ni un pájaro en su jardín, que le pequeñín del rincón más alejado no escapó,
pareció escuchar la música más bella del porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas
mundo. Entonces el Granizo detuvo su que no vio venir al Gigante. Entonces el
danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un Gigante se le acercó por detrás, lo tomó
perfume delicioso penetró por entre las gentilmente entre sus manos y lo subió al
persianas abiertas. árbol. Y el árbol floreció de repente, y los
pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el
-¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la niño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y
primavera -dijo el Gigante, y saltó de la cama los otros niños, cuando vieron que el Gigante
para correr a la ventana. ya no era malo, volvieron corriendo
alegremente. Con ellos la primavera regresó
¿Y qué es lo que vio? al jardín.
Ante sus ojos había un espectáculo -Desde ahora el jardín será para ustedes,
maravilloso. A través de una brecha del muro hijos míos -dijo el Gigante, y tomando un
habían entrado los niños, y se habían hacha enorme, echó abajo el muro.
trepado a los árboles. En cada árbol había un
niño, y los árboles estaban tan felices de Al mediodía, cuando la gente se dirigía al
tenerlos nuevamente con ellos, que se mercado, todos pudieron ver al Gigante
habían cubierto de flores y balanceaban jugando con los niños en el jardín más
suavemente sus ramas sobre sus cabecitas hermoso que habían visto jamás.
infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando
alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar
realmente un espectáculo muy bello. Solo en la noche los niños fueron a despedirse del
un rincón el invierno reinaba. Era el rincón Gigante.
más apartado del jardín y en él se
encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín -Pero, ¿dónde está el más pequeñito? -
que no lograba alcanzar a las ramas del preguntó el Gigante-, ¿ese niño que subí al
árbol, y el niño daba vueltas alrededor del árbol del rincón?
viejo tronco llorando amargamente. El pobre
árbol estaba todavía completamente cubierto El Gigante lo quería más que a los otros,
de escarcha y nieve, y el Viento del Norte porque el pequeño le había dado un beso.
soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las
-No lo sabemos -respondieron los niños-, se
ramas que parecían a punto de quebrarse.
marchó solito.
-Díganle que vuelva mañana -dijo el Gigante. -¿Pero, quién se atrevió a herirte? -gritó el
Gigante-. Dímelo, para tomar la espada y
Pero los niños contestaron que no sabían matarlo.
dónde vivía y que nunca lo habían visto
antes. Y el Gigante se quedó muy triste. -¡No! -respondió el niño-. Estas son las
heridas del Amor.
Todas las tardes al salir de la escuela los
niños iban a jugar con el Gigante. Pero al -¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? -
más chiquito, a ese que el Gigante más preguntó el Gigante, y un extraño temor lo
quería, no lo volvieron a ver nunca más. El invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.
Gigante era muy bueno con todos los niños
pero echaba de menos a su primer amiguito Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:
y muy a menudo se acordaba de él.
-Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy
-¡Cómo me gustaría volverlo a ver! -repetía. jugarás conmigo en el jardín mío, que es el
Paraíso.
Fueron pasando los años, y el Gigante se
puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no Y cuando los niños llegaron esa tarde
podía jugar; pero, sentado en un enorme encontraron al Gigante muerto debajo del
sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su árbol. Parecía dormir, y estaba entero
jardín. cubierto de flores blancas.
No tiene la solemnidad ni la
ternura del entierro en provincia. Una
vez vi a un campesino llevando sobre
los hombros una caja pequeña y
blanca. Era una niña, tal vez su hija.
Detrás de él no iba nadie, ni siquiera
una de esas vecinas que se echan el
rebozo sobre la cara y se ponen
serias, como si pensaran en la
muerte. El campesino iba solo, a
media calle, apretado el sombrero
con una de las manos sobre la caja
blanca. Al llegar al centro de la
población iban cuatro carros detrás
de él, cuatro carros de desconocidos
que no se habían atrevido a pasarlo.
Carolina desde que en la calle vislumbra a lo
lejos
EL SEMINARISTA DE LOS OJOS
NEGROS a la salmantina de rubio cabello
sin más nota alegre sobre el traje Pero no ve a todos: ve solo a uno de
negro ellos,
que la beca roja que ciñe su cuello, su seminarista de los ojos negros;
y que por la espalda casi roza el cada vez que pasa gallardo y
suelo. esbelto,
La negra sotana dibuja su cuerpo Cuando en ella fija sus ojos abiertos
la niña que alegre saltaba del lecho, los seminaristas que van de paseo.
—Viajad y os distraeréis.
— ¡Tanto he viajado!
—Las lecturas buscad.
—¡Tanto he leído!
—Que os ame una mujer.
—¡Si soy amado!
—¡Un título adquirid!
—¡Noble he nacido!