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EL MAL Y LA MISERICORDIA

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA SEMANA DE LOS EJERCICIOS


José Ignacio González Faus, sj.

LA MEDITACIÓN DEL INFIERNO


EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES (65-71)
Josep Giménez, sj.
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Llúria, 13 de Barcelona
EL MAL Y LA MISERICORDIA ......................................................................................... 7
1. LA SERIEDAD DEL MAL
Una experiencia válida ............................................................................................... 8
Atisbos de ella ............................................................................................................. 9
Acceso hoy .................................................................................................................. 10
Dimensión histórica .................................................................................................... 10
Conocimiento interno ................................................................................................. 11
Acceso bíblico ............................................................................................................. 12
Transición .................................................................................................................... 12
2. LA MISERICORDIA
Acceso bíblico ............................................................................................................. 13
Del yo al nosotros ....................................................................................................... 14
Acceso experiencial .................................................................................................... 15
Apéndices .................................................................................................................... 15

LA MEDITACIÓN DEL INFIERNO ................................................................................... 21


Una meditación “incómoda” ...................................................................................... 21
Situando el texto en su contexto ................................................................................ 22
Qué es, de hecho, la primera semana de los Ejercicios ........................................... 24
Lectura comentada del texto Ignaciano ..................................................................... 26
Algunas consideraciones finales sobre el infierno ................................................... 29
Concluyendo... ............................................................................................................. 32
EL MAL Y LA MISERICORDIA
INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA SEMANA DE LOS EJERCICIOS

José I. González Faus, sj.


EL MAL Y LA MISERICORDIA
INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA SEMANA DE LOS EJERCICIOS

He dicho en algún otro sitio que me parece descubrir en los Ejercicios


una dinámica que va de la gratuidad al compromiso total por “el Reino
de Dios y su justicia”, para volver a la gratuidad. En el primero de esos
pasos están el Principio y Fundamento más la primera semana; en el
segundo las semanas segunda y tercera; y en el tercer paso la cuarta
semana y la contemplación para alcanzar amor.

Para introducir el tema, me gustaría cuenta Dante en la primera parte de su


decir que ese esquema me parece seme- poema no son divagaciones imaginati-
jante al que los estudiosos de la litera- vas, sino críticas de la sociedad de su
tura descubren en La Divina Comedia tiempo, que él prefiere mirar desde la
del Dante. Como sabemos, ese inmenso óptica de su condena como sociedad.
poema se abre con aquel célebre ende- Hace más de cincuenta años, una de las
casílabo: “Perdido en el camino de la vi- grandes comentaristas del Dante (y de
da” y se cierra con este otro igualmente la sociedad moderna) escribía:
célebre que nos habla del “Amor que Todo el mundo concederá sin difi-
mueve el sol y otras estrellas”. cultad que el Infierno es una pintura
Pero lo importante en el esquema de de la sociedad humana en estado de
la obra de Dante es que, para hacer ese pecado y corrupción. Dado que hoy
recorrido desde la desorientación hasta estamos bastante convencidos de
el amor, hay que comenzar pasando por que nuestra sociedad va por mal ca-
el infierno. Y que todas las historias que mino y no está desenvolviéndose en
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una dirección de perfectibilidad, nos tra nación)... falsificación y destruc-
costará poco reconocer los diversos ción de todos los medios de comu-
estadios por los que se llega a la co- nicación, explotación de las emocio-
rrupción más profunda. Futilidad, nes masivas más bajas y estúpidas,
falta de una fe viva, la orientación ha- traición a lo fundamental de las re-
cia una moralidad relajada, la avidez laciones de familia, de ciudadanía,
del consumo, la irresponsabilidad fi- de amistad, de compromisos contra-
nanciera, el mal genio descontrola- ídos: todos estos son escenarios de-
do, un individualismo obstinado y masiado reconocibles que muestran
tercamente egoísta, violencia, esteri- la muerte por congelación de nues-
lidad, falta de respeto a la vida y a la tra sociedad y la extinción de todas
propiedad incluida la propia, explo- las relaciones civilizadas1.
tación del sexo, distorsión del len-
guaje mediante los anuncios y la El autor donde encontré esta cita se
propaganda, comercialización de la sorprende de que, veinticinco años an-
religión, aumento de la superstición tes que él, pudiera hablar su autora con
y condicionamiento de la mentali- esa exactitud en la descripción de nues-
dad del pueblo mediante histeria de tra sociedad. Nosotros leemos a ambos
masas, envoltorios seductores, ama- otros treinta años después, y deberíamos
bilidad venal, tirones de cuerda en sorprendernos todavía más. Pero es que
los negocios públicos, hipocresía, no se trata de la crítica a una época. Lo
deshonestidad en asuntos materiales que había percibido Dante, ya en su
e intelectuales, fomento de la disen- mundo, es el reverso de muchos logros
sión (clase contra clase, nación con- de la condición humana.

1. LA SERIEDAD DEL MAL

La cita me parece, por eso, una bue- Una experiencia válida


na introducción al modo de tratar la pri-
mera semana de Ejercicios. Pues ésta, Pero ese lenguaje superado vehicula
en mi opinión, comparte esa percepción una experiencia espiritual válida. Y es
del Dante, pero está redactada con un admirable cómo una experiencia espiri-
lenguaje teológico poco válido, deriva- tual puede llegar a superar el lenguaje,
do de una concepción anselmiano-agus- quizás deficiente, que la cultura am-
tiniana del pecado, el demonio o el in- biental le suministra para expresarse.
fierno. También en Francisco Javier, la expe-
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riencia de Dios parece desbordar la teo- Dante perdido en el camino de su vida)
logía recibida cuando, ante el dolor de no puede llegarse hasta él sino a través
los japoneses porque (según la teología del infierno del mal.
que Javier les predicaba), sus antepasa-
dos se habrían condenado por no haber
conocido la fe, Javier (que cree irreme- Atisbos de ella
diable esa situación) compone una ora- Entre esos consejos reveladores está
ción por las conversiones en la que le di- la advertencia de considerar “la malicia
ce a Dios: “mirad Señor cómo en del pecado aunque no estuviese prohi-
oprobio vuestro se llenan los infiernos bido” (EE 57). Y entre esas peticiones
de esas almas que creasteis a vuestra están la de un profundo conocimiento
imagen y semejanza”. Pues bien: hablar (“interno”) del pecado, y del desorden
del infierno como “oprobio de Dios” es que hay en mí y en la sociedad (“el mun-
poner una bomba en la línea de flotación do”). Conocimiento que sólo se busca
de esa teología: pues Dios no puede en la tercera meditación de esta prime-
existir eternamente en el oprobio. De ra semana, después de haber atisbado la
hecho, la teología de Santo Tomás con- Misericordia en las dos anteriores.
sidera que los dolores de los condena-
Sobre el segundo de esos puntos,
dos son motivo de “un suplemento de
quiero aducir una cita de A. Pieris quien,
gozo para todos los salvados en el cie-
a su vez, recuerda otra de Urs von
lo”, y para el mismo Dios(!). Será una
Balthasar: “todo el que bajo la guía de
atrocidad: pero era una atrocidad nece-
Ignacio haya recorrido “el camino hacia
saria para no dejar a Dios con un opro-
el infierno del conocimiento de sí mis-
bio eterno. Y esta atrocidad, que brotó
mo” (así califica Balthasar la primera
de una racionalidad aplicada sin pudor
semana2), no dudará en reconocer que el
a una idea de Dios, la hemos usado mu-
único enemigo de la persona es su pro-
chas veces en la predicación de la pri-
pio yo”3.
mera semana, consiguiendo más defec-
ciones que auténticas conversiones... Esto a nivel personal. A nivel social
(el conocimiento “del mundo”) podría-
Partimos pues de una experiencia mos evocar un sin fin de películas de
espiritual válida, expresada en una teo- esas llamadas “de denuncia”. Si habéis
logía hoy superada. Cuando nos encon- visto Diamantes de sangre, sobre el dra-
tramos en situaciones así, muchas veces ma de Sierra Leona, recordemos la fra-
podemos encontrar acceso a esa expe- se de Dany, el protagonista, tras narrar
riencia no a través de sus formulaciones, una serie de horrores (ajenos a los que
sino a través de las peticiones y de los trenzan la trama de la película): “A ve-
consejos que da el autor sobre lo que yo ces me pregunto si Dios perdonará al-
“quiero alcanzar”. Entonces veremos guna vez el daño que nos hemos he-
que la primera semana busca un acceso cho...”
a la Misericordia (a aquel Amor que Aquí tenemos dos infiernos: el del
mueve el cielo y la creación), pero un conocimiento propio y el de buena par-
acceso de tal seriedad que (como el te de la realidad social que nos envuel-
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ve. Ambos infiernos tienen una misma en ciudades africanas y sudamericanas,
causa: el mal moral (el pecado, en ter- al que sus incontables moradores ya pa-
minología ignaciana)4. Y ahora enten- recen acostumbrados. Imaginar hasta
demos la importancia de ese pedir co- que nos duela. Muchas películas como
nocimiento de su malicia “aunque no la antes citada pueden ayudar a esa apli-
estuviese prohibido”. Estos dos infier- cación de los sentidos (aunque muchas
nos (personal y social) son los que dan veces no fue eso lo que buscaba el di-
razón de que la primera semana tenga rector, sino abusar de la sensibilidad del
una “meditación del infierno”: es una espectador para hacer comercial el pro-
manera indirecta de acceder al conoci- ducto. Pero eso da igual ahora).
miento interno de esa maldad. No ya (o La imagen nos impacta tanto que, en
no sólo) en sus efectos más inmediatos algunos casos, no podemos mirarla.
(que a veces pueden no producirse) si- Pues bien: aunque no veamos esa ima-
no en sus efectos definitivos. gen, su realidad sigue existiendo. Y es-
to es lo verdaderamente grave. Pues
cualquiera preferiría ver imágenes de
Acceso hoy esas tan horripilantes si, a cambio de
Hoy, no obstante, tenemos suficien- eso, no existieran en la realidad. Pero
te información, suficiente lucidez y su- aquí es al revés: existen aunque no las
ficiente capacidad de análisis social y veamos.
psicológico para poder asomarnos al ca-
rácter infernal de la maldad, sin necesi-
dad de aguardar a verla en un más allá Dimensión histórica
posible (pero que esperamos no se dé así Otro elemento muy aprovechable
por la misericordia de Dios). Por eso me para acercarnos a la experiencia igna-
resulta muy pedagógico seguir el méto- ciana es la intuición de una dimensión
do ignaciano de una “aplicación de sen- “histórica” del pecado, que desborda
tidos” sobre el infierno, pero dirigién- el planteamiento meramente indivi-
dola no al infierno del más allá, sino al dualista. Ignacio habla de que se con-
de nuestros presentes. sidere un “primero, segundo y tercer
Me parece útil, por tanto, comenzar pecado” (EE 45) antes de llegar a los
la primera semana con una aplicación pecados propios. Hay, por tanto, una
de sentidos a tantos aspectos infernales historia del mal, incluso con posible
de nuestra realidad: imaginar que ve- origen metahistórico (el pecado de los
mos los innumerables rostros de ham- ángeles traspasa lo experimental para
brientos (niños, emigrantes etc); que oí- orientarnos hacia lo que el Nuevo
mos los alaridos desgarradores de tanta Testamento llama “misterio de la in-
gente bajo torturas, o las historias des- iquidad”). Y esa trama se prolonga
garradoras de tantos seres humanos des- desde los inicios de la humanidad
trozados y hermanos nuestros; que dor- (donde lo fundamental es este dato, y
mimos en la calle una noche, que no el relato de Eva y Adán), hasta lle-
percibimos el hedor de muchos barrios gar a mí.
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¿Qué significa todo esto? Senci- bilidad, ser querido o admirado unas ve-
llamente, que yo soy de esa misma pas- ces; y otras comodidad o mínimo es-
ta que ha hecho germinar al mal en la fuerzo.
historia humana. Aunque mi historia – El conocimiento del mundo es el
personal quizá no tuviera los mismos del pecado instalado en él: lo que Juan
pecados que parece tuvo la de Ignacio, llama “el pecado del mundo” y que per-
la pasta humana de debilidad, mezquin- mite comprender que además de peca-
dad y ceguera o autoengaño es la mis- dores somos víctimas, y sólo Dios co-
ma en todos los seres humanos. Esto im- noce en qué proporción cada cuál; así
plica dos cosas, fundamentales para como las importantes mediaciones so-
acercarse a la consideración del mal: ciológicas que el mal tiene en nosotros
que muchos innegables pecadores, son a través de nuestros pequeños mundos
además víctimas. Y que muchos “bue- (familiar, urbano, cultural, temporal, la-
nos” o no tan pecadores son sencilla- boral, etc).
mente afortunados. El tema del mal no – La malicia del pecado (no sólo de
es un tema de individualismos acusado- mis pecados) es lo primero que debería
res de los demás o autoacusadores. No brotar de la aplicación de sentidos antes
debe llevar ni a la pérdida del amor a los hecha: el dolor, opresión, humillación y
otros ni a la falta de autoestima, sino a muerte que los hombres vamos sem-
una actitud de responsabilidad y agra- brando en el mundo, es estremecedor.
decimiento. Para ponerlo de relieve, yo suelo com-
parar dos textos muy cercanos del
Génesis: el final del capítulo primero
Conocimiento interno
(“vio Dios todo lo que había hecho y era
Así llegamos al otro elemento suge- muy bueno”) y el comienzo del capítu-
rente de la experiencia que son las tres lo sexto (“se arrepintió Dios de haber
peticiones del nº 63, que aquí voy a ex- creado al hombre”). Lo que me parece
poner reordenándolas un poco: importante no es entrar en la sicología
– El conocimiento interno del des- de Dios (si se arrepiente o no), ya que
orden de mis operaciones es el central eso son antropomorfismos nuestros. Lo
en la enumeración ignaciana, y ha de ser importante es preguntarnos qué tuvo
la cumbre que brota de las otras dos pe- que sentir el autor que escribió la se-
ticiones. Se trata de captar esa “imagen gunda frase tras haber percibido lo que
de Dios” que me constituye, como que- proclamaba la primera. El pecado des-
brada o rota. El ser de Dios es un flujo troza de tal modo la creación buena de
de dar y recibir: de eso hay huella en mí. Dios que hace que a su mismo Autor no
Pero una huella destruida por la necesi- le valga la pena5. No es de extrañar que,
dad de autoafirmación, o por el egoís- de ese destrozo, resulte luego la instau-
mo potenciado (o pecado original), o ración del desorden en el mundo y en mi
por la “voluntad de poder” de propio interior (las otras dos peticiones).
Nietzsche. ¿Qué buscan mis operacio- Esta triple experiencia tan unificada
nes tantas veces? Simplemente honora- es lo que hay que procurar sacar de to-
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do el material que en esta semana se como las reflexiones sobre la “mala pas-
proponga para meditar. Sin ella todos ta” del corazón humano (en Jeremías y
los moralismos habituales de muchos otros autores)...
ejercitadores son papel mojado. Así se podrá completar lo que dicen
los Ejercicios, pasando de la reflexión y
experiencia personal a la colectiva: por-
Acceso bíblico que es cosa que hoy creo muy necesa-
Un último consejo, para recuperar la ria. El repetido pecado bíblico “del pue-
experiencia espiritual válida de la pri- blo”: el pecamos contra Ti de Jeremías
mera semana, es el recurso a la Biblia, 2.... Esto será útil a la hora de despertar
que tiene infinidad de textos espléndi- responsabilidades colectivas (sobre to-
dos sobre el pecado. Me voy a limitar a do de pecados de omisión), y para com-
unas pocas sugerencias. prender también la dimensión grupal o
Curiosamente, no hace mucho se pu- social de la misericordia, que ahora pa-
blicó en una revista protestante suiza un samos a considerar.
artículo que analizaba por qué hoy en
día los EE de San Ignacio seducen tan-
Transición
to a muchos protestantes. Entre las res-
puestas que daba el autor (no la única) Finalmente, y para ir pasando a la
es que en los EE hay mucho de esa “so- consideración de la Misericordia, que
la Escritura”, tan típica de la tradición debe ser el reverso y el marco de la
protestante. Y eso es verdad a partir de consideración del pecado, creo que hay
la segunda semana. Pero en la primera que intentar que todo lo visto hasta
es quizá donde menos presente parece ahora no cree una falsa obsesión por el
estar la Escritura. Así es a nivel de for- pecado propio, la cual, con toda su apa-
mulación, no de experiencia. Por eso me riencia de arrepentimiento, no es más
parece importante recuperar algo del que otra forma más sutil de autocen-
lenguaje bíblico. tramiento. El arrepentimiento creyente
Conviene recurrir a todas las clases tiene bastante poco que ver con la neu-
de textos bíblicos. Desde los más ora- rosis de culpabilidad, que no necesita
cionales (como los salmos 50 y 129) con en absoluto un marco religioso para
el profundo sentimiento de dolor por brotar. Dicen algunos psiquiatras que
nuestras culpas (¡dolor! no neurosis), a hay enfermos psíquicos que, en el fon-
otros textos más narrativos (yo suelo do e inconscientemente, se resisten a
usar mucho la historia de David en salir de su enfermedad para no dejar de
2Sam 11, 1 ss, y la del ciego de naci- vivir centrados sobre sí mismos. No sé
miento en el capítulo 9 de Juan), y a si esto es verdad en psiquiatría, pero sí
otros más reflexivos, como los tres pri- lo es en espiritualidad: si el pecado nos
meros capítulos de Romanos, con la ha de obsesionar debería ser antes de
descripción y las raíces de la pecamino- cometerlo; nunca después. Y en esto
sidad pagana y religiosa (judía). Y, fi- puede ayudar la comparación entre las
nalmente otros de carácter sapiencial, dos reacciones: de Judas y de Pedro
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que, a partir del pecado llegan a más el pecado, que yo he utilizado muchas
desesperación, o a más amor. Además veces6.
de los evangelios, Ch. Péguy, en
Palabras cristianas, tiene dos páginas Y así podemos pasar ya a la segun-
preciosas sobre esta forma de afrontar da parte de estas reflexiones.

2. LA MISERICORDIA

La importancia y centralidad de es- menzar por alguno de los muchos textos


te tema viene sugerida por el hecho de de la Escritura sobre la misericordia. Ya
que Ignacio, precisamente en una medi- desde el Primer Testamento donde, con-
tación de pecados, no concluye con un forme avanza la pedagogía de la revela-
coloquio de temor, ni siquiera de peti- ción, parece que Dios va apareciendo ca-
ción de perdón, sino “de misericordia” da vez menos castigador y más
(EE 61). Esta es el marco más amplio perdonador. Y después en el Nuevo. Una
del pecado, aunque el acceso experien- lectura lenta de los capítulos 2 de Oseas
cial a ella sea menos fácil que en el ca- y Jeremías y de la parábola llamada del
so del mal. Pero, a pesar de esa dificul- hijo pródigo, me parece la mejor intro-
tad, conviene no olvidar este principio ducción a esta segunda parte, si bien esos
fundamental: la Misericordia (ahora con textos necesitarán alguna aclaración o
mayúscula) la conocemos porque se re- ambientación de parte del director.
vela. Y al revelarse, es cuando más se La contemplación de la misericordia
hace patente el mal, contra todas nues- puede hacerse bien en forma de medita-
tras cegueras culpables. Este es, en bue- ción expresa, o bien insertándola en las
na parte, un proceso circular: la con- meditaciones sobre el pecado, como lo
ciencia purificada y lúcida por la sugiere san Ignacio (quizá para que no
revelación de la misericordia, podrá re- separemos el mal de la misericordia).
comenzarlo recitando el salmo 50, por En la primera semana de los ejercicios,
ejemplo. la misericordia aparece en los coloquios
de las tres meditaciones del pecado: en
la expresión “por mí” (53), en el colo-
Acceso bíblico quio de misericordia antes aludido (61),
Aquí, más que en la meditación del y en la frase “tanta piedad y misericor-
mal, me parece lo más importante co- dia” de la otra meditación (71).
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Este modo ignaciano de hacerlo, si versiones al hebreo o arameo. Ello nos
bien tiene la ventaja dicha de no separar sitúa en el mundo de Jesús, donde las
la revelación del pecado de la –más am- deudas eran causa de muchas esclavitu-
plia– revelación de la misericordia, pue- des y donde el Maestro (en la parábola
de tener el peligro de no tematizar bas- del servidor infiel), utiliza la condona-
tante la misericordia. Y los textos ción total de la deuda como paradigma
bíblicos citados merecen que el ejerci- de la misericordia de Dios.
tante se detenga en ellos reposadamen- La diferencia de traducciones no es
te: hasta quedar desconcertado por la baladí: pues el acreedor que condona
idea de que Dios se revela asumiendo la una deuda renuncia a la propiedad de lo
imagen del marido ultrajado que (en vez que era suyo; mientras que el que per-
de matar a la mujer, como era la cos- dona una ofensa puede seguir recla-
tumbre sobre todo en culturas semíticas mando la propiedad de lo suyo. La deu-
donde la sexualidad está tan unida al ho- da además puede crear sufrimiento al
nor), “hace el ridículo” de salir a bus- deudor, mientras que la ofensa no nece-
carla, mendigando su retorno y con la sariamente se lo crea al ofensor. Es lás-
ilusión de volver a seducirla. Y esto no tima, en mi opinión, que no se haya
está dicho en aquella mitología griega acertado en la traducción oficial aquí:
de unos dioses demasiado humanos, si- quizás por la menor actualidad que tie-
no en un pueblo que ha tenido, quizá co- nen entre nosotros las deudas y el mis-
mo nadie, la conciencia de grandeza, mo verbo condonar7, quizá también por
trascendencia y majestad de Dios. el regusto moralista de nuestro catoli-
Cabe que nos detengamos también cismo, más atento al pecado que al su-
en la parábola del hijo pródigo, que su- frimiento, en oposición a la mentalidad
giero presentar desde la óptica del her- bíblica.
mano mayor: prescindiendo ahora de su
corazón endurecido, y de cuánta razón
tiene en los motivos que aduce. Dios, Del yo al nosotros
por así decir, no teme quedar en ridícu- En estas meditaciones creo que de-
lo por amor a nosotros. be marcarse mucho el por mí ignaciano
Una última observación sobre los que las vuelve más increíbles: ese “por
textos bíblicos: según los exegetas, la mí”, afecta a esta pobre persona con-
verdadera traducción del Padrenuestro creta que soy yo, y que sabe que, como
(que convendrá rezar en forma de “man- decía irónicamente el poeta Homero
tra”, ya que la glorificación de la iden- cuando quería ridiculizar a un persona-
tidad de Dios y la llegada del Reino son je: “no es muy digna de envidia”, a lo
el reverso del pecado), parece que de- mejor incluso tiene baja su autoestima.
bería ser, no “perdona nuestras ofen- En el lenguaje bíblico sobre Dios
sas”, como rezamos nosotros, sino domina más el nosotros, con toda razón:
“condona nuestras deudas”. A eso remi- el Padre es “nuestro”; y esto obliga a
ten, tanto la expresión griega “aphieîn que pidamos “el pan nuestro” y no mío.
opheilêmata” como sus posibles retro- Pero, a la hora de cobrar conciencia y
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agradecer y responder, hay que destacar que hemos de procurar revivir en los
primero el aspecto individual. Sólo des- ejercicios.
pués será momento de pasar al plural, y Creo haber encontrado algunas ex-
esto convendrá hacerlo para que no con- periencias de este tipo en América
fundamos la misericordia de Dios hacia Latina, y me han servido mucho. Pero
mí con un privilegio exclusivo. Desde no son fáciles de comunicar en la dis-
aquí, es bueno, como he sugerido en tancia. Lo importante aquí es que el
otros sitios y no voy a repetir ahora, ha- ejercitante encuentre y saboree las más
cer, por ejemplo, una lectura plural (o cercanas, las que ha vivido: porque es-
social) de san Juan de la Cruz, ponien- tas experiencias humanas son iconos de
do un nosotros o un nos, en muchos de la misericordia divina, que han de pre-
sus versos en que el poeta habla de “yo” parar al ejercitante para la decisión de
o “me”. hacer de su vida un cauce de la
Misericordia. Y esta decisión constitu-
ye para mí el puente entre la primera y
Acceso experiencial segunda semana, en la cual toda la con-
Es imprescindible pasar de la parte templación de Jesús tratará de hacernos
bíblica a la parte experiencial (seguire- ver cómo actúa la Misericordia.
mos un orden inverso al propuesto al ha-
blar del pecado). El ejercitante debe
buscar, paladear y agradecer experien- Apéndices
cias de misericordia que haya encontra- Tengo la sensación de que aquí no es
do en su vida: porque éstas son, muchí- posible concretar más, y hay que ver có-
simas veces, sacramentos visibles de la mo actúa o reacciona cada ejercitante
Misericordia con mayúscula: de la mi- para saber en qué hay que insistir más y
sericordia de Dios que prefiere actuar a cómo. Pero me parece que en esta me-
través de nosotros, los suyos. ditación de la misericordia es donde tie-
Experiencias de gratuidad en el tra- ne más valor el consejo ignaciano de las
to, de un perdón incondicional que no repeticiones. Y ello por dos motivos:
reclama el precio de la humillación del primero, porque este tema ha de ser co-
ofensor; experiencias de un sorprenden- mo una lluvia mansa que nos va calan-
te olvido solidario de uno mismo que do poco a poco, más que un chaparrón
parecerá tan natural cuando en realidad que luego se olvida. Y además, porque
es algo milagroso; experiencias reposa- en las repeticiones debe pasar lo que nos
das de aquello que Pablo llama “consi- suele ocurrir cuando vemos una pelícu-
derar superiores a los demás”, y que no la por segunda vez: todos los que no so-
conllevan ninguna carga de acompleja- mos especialistas en cine descubrimos
miento propio. Esos rasgos, inesperados muchas cosas en la segunda visión, que
a veces, que son lo que nos permiten de- se nos habían escapado en la primera.
cir, como afrimaba Albert Camus, que Y esto vale sobre todo en el campo
“en el hombre hay más cosas dignas de que tratamos, dado que todo lo que afec-
admiración que de desprecio”, son los ta a la Gracia suele estar en nuestras vi-
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das “como pepitas de oro en medio de primera semana (qué he hecho, qué ha-
enormes haces de paja”: muy minorita- go y qué debo hacer por Cristo) se pue-
rio desde el punto de vista cuantitativo, de ir concretando cada vez más: qué he
pero de mucho más valor que el resto hecho por el Reino, qué he hecho por los
desde el punto de vista cualitativo. De hombres y, sobre todo, qué he hecho y
ahí la importancia de las repeticiones y debo hacer por los pobres y las víctimas
repasos para descubrir esas pepitas de de esta historia.
oro. En la repetición –y ante la evoca- Entonces es cuando me parece que
ción de experiencias vividas de solida- el ejercitante estará preparado para en-
ridad– también el triple coloquio de la trar en la segunda semana.

16
NOTAS

1. Dorothy SAYERS, Introductory Papers on Dante, London, 1954, pág. 114. Tomo la cita de E.
SCHUMACHER, A guide for the perplexed, New York, 1977, pág. 137-38.
2. En Church and World, New York, 1967, pág. 104.
3. Liberación, inculturación, diálogo religioso, Estella 2001, pág. 317-18.
4. El término pecado, que hoy no está de moda, implica no sólo un desastre objetivo, en mí o en la reali-
dad sino, además, que ese desastre es contrario a la voluntad última de Dios. Esa es su utilidad.
5. Esto mismo sigue valiendo para la concepción actual, ya prácticamente cierta desde el punto de vista
científico, de una creación evolutiva. Es claro que en la creación hay fealdad y en la evolución cruel-
dad (el pez grande se come al chico...). Pero todo eso no supone lo mismo en niveles de realidad caren-
tes de autoconciencia que en el nivel humano de autoconciencia y libertad. Aquí debería darse una
"mutación espiritual" que no ha acabado de darse. De modo que a la pregunta: ¿entra el pecado en el
proyecto de Dios?, hay que responder que no entra el pecado pero sí el riesgo. Y, en ese riesgo, cabe
decir que, al menos parcialmente (o temporalmente), la creación "se le ha ido a Dios de las manos". Esta
observación es importante porque, precisamente por eso, lo que persigue toda la dinámica de los
Ejercicios es una liberación de nuestra libertad. No otra cosa quiere decir la indiferencia ignaciana.
6. Están citadas en mi libro de meditaciones de Ejercicios: Adiestrar la libertad, Santander, 2007.
7. Ya comprendo que no hubiera estado bien traducir: “anula nuestras hipotecas” que haría la frase inteli-
gible y muy rezable para tantas gentes. Y mucho más si hubiera que seguir (como sugiere la versión
catalana que me parece más exacta): “perdona nuestras culpas así como nosotros condonamos las hipo-
tecas cuando se han vuelto crueles e impagables”... Entonces muy pocos rezarían el Padrenuestro, lo
cual quizá sería más grato a Dios, por más auténtico.
17
LA MEDITACIÓN DEL INFIERNO
EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO (65-71)

Josep Giménez, sj.


LA MEDITACIÓN DEL INFIERNO
EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO (65-71)
La teología vive de una Palabra que ella no ha dicho,
y espera otra que ella no puede decir (G. Ebeling).

Al final de la primera semana de los Ejercicios de San Ignacio encon-


tramos la meditación del infierno [65-71]. Una meditación que no duda-
mos en calificar de profundamente incómoda. En el imaginario de los
que han hecho ejercicios o retiros de cualquier género perviven aque-
llas lúgubres charlas sobre el infierno, en las que el director del retiro,
con poca luz, intentaba –o, aunque no lo intentara, de hecho conse-
guía– crear una especie de clima de “terror religioso” destinado a pro-
vocar una conversión sonada o, al menos, que la mayoría de los ejer-
citantes pasara por el confesionario. Aquellos eran tiempos pasados,
pero el (afortunado) olvido de la cáscara sociocultural de estas imáge-
nes ¿no presagiará también el olvido de los mensajes que entraban en
juego?

Una meditación “incómoda” ficador, en vez de seguir hablando del


infierno del más allá? He ahí una pre-
Pero, prescindamos ahora del imagi-
gunta retórica, que no admite otra res-
nario colectivo que acabamos de evocar
puesta que la inequívocamente afirma-
y preguntémonos qué sentido tiene ha-
tiva.
blar del infierno hoy. ¿No hemos crea-
do ya bastantes infiernos en el más acá Y el que da los Ejercicios se puede
para que tengamos que ocuparnos del preguntar, ¿qué ha de hacer con esa
infierno del más allá? ¿No sería mejor meditación? ¿Cubrirla con el manto de
tratar de aliviar, y aun de suprimir, los un discreto y caritativo silencio, como
infiernos creados en el más acá –junta- cubrieron los hijos de Noé la desnudez
mente con el agua sucia de determina- de su padre bebido (Gn 9, 21-27), con
das disquisiciones teológicas que se han el sentimiento de superioridad de quien
sobreañadido– arrojándolos a las inson- ya no habla de estas cosas porque son
dables profundidades de un olvido puri- –como se dice hoy en día– “política-
21
mente incorrectas”? De esta suerte, es- este mundo y de esta humanidad que
ta meditación quedaría relegada a la están llamados a la plenitud. Dios en-
historia (o, tal vez mejor, a la prehisto- jugará todas las lágrimas, dice el pro-
ria) del tratado de escatología, y sólo feta (Is 25, 8). Un discurso sobre la ple-
interesaría a los que tuvieran intereses nitud que se haga el sordo ante el grito
“museísticos” en el tema. de la víctima, o que lo minimice, corre
Realmente, esta meditación ¿no tie- el riesgo de caer en una especie de “do-
ne actualidad de ningún tipo, ni siquie- cetismo” de la historia del sufrimiento
ra como actualidad “inquietante”? ¿No de la humanidad. Un docetismo que,
contiene ningún género de enseñanza ante el sufrimiento, que habría pareci-
que pueda aprender tanto el que ofrece do enorme y habría acabado en happy
como el que acoge hoy la experiencia end, afirma: “al fin y al cabo, no ha si-
de los EE (salvando las distancias cul- do nada”. En cristología se dice que
turales, teológicas y de mil clases entre aquello que no ha sido asumido no pue-
el Ignacio del siglo dieciséis y el ejer- de ser salvado.
citante de los comienzos del siglo vein- Los EE son una herramienta peda-
tiuno). gógica (mistagógica) en orden a una
Como dijo Karl Rahner en un artí- experiencia de Dios que se concreta en
culo sobre la hermenéutica de los una elección. Por esto, puede ser peda-
enunciados escatológicos, que se pu- gógicamente útil hacer ver la fuerza de
blicó en el volumen IV de sus Escritos una verdad observando las consecuen-
de Teología, el punto de partida de es- cias que se derivarían de su contraria.
tas reflexiones es que la escatología no Es decir, si el centro de los EE es el
es una especie de “doctrina de los dos Amor de Dios que el ejercitante expe-
caminos” que se ocupa, de una forma rimenta, tal vez pueda ser bueno entre-
perfectamente simétrica, de la salva- ver el no-Amor, el desamor, hasta que
ción y de la condenación de la persona nos cause vértigo. Tal vez sea aquí don-
humana. A la escatología sólo le inte- de podamos hallar la razón de ser de la
resa la consumación de la totalidad de meditación sobre el infierno en los EE
la realidad (“vi un cielo nuevo y una de San Ignacio.
tierra nueva”, leemos en Ap. 21, 1), y,
consiguientemente, la salvación de la
persona humana. Nuestra esperanza es Situando el texto en su contexto
ésta: “Dios quiere que todos los hom- La meditación que nos ocupa es el
bres se salven y lleguen al conoci- quinto ejercicio de la primera semana.
miento de la verdad” (1Tm 2, 4). La Pues bien, ya que San Ignacio calcula-
voluntad de Dios sólo es salvífica. La ba que, en un día normal del mes de
voluntad de Dios es que todo llegue a Ejercicios, el ejercitante dedicaría cin-
su plenitud. Pero, precisamente porque co horas a la oración, se podía pensar
se trata de una reflexión sólo sobre la que la presentación de la primera se-
plenitud, la escatología no puede dejar mana de los Ejercicios y la presenta-
de lado la historia del sufrimiento de ción de un día de la primera semana de
22
Ejercicios vienen a ser lo mismo. Sin contrario –“aborrecer”– son metas ha-
embargo, algunos directorios proponen cia las que Ignacio quiere encaminar a
dedicar un día a cada uno de los ejer- su discípulo a lo largo de todos los
cicios de la primera semana, con sus Ejercicios. Mejor dicho, no es a
correspondientes repeticiones. Ignacio ni al que da los Ejercicios a
De entrada, esta cuestión puede pa- quien corresponde esta tarea, sino al
recer banal; y hasta tal vez lo sea. Si la Espíritu de Dios, del cual el que pro-
traemos aquí es porque esta meditación pone los Ejercicios sólo es un instru-
no es, propiamente, una meditación in- mento. “Que el mismo Criador y Señor
telectual, sino una meditación en la que se comunique a su ánima fiel...” [5].
se apela a los sentidos. Se trata, en cier- En la primera semana, aunque se
ta manera, de una meditación que se aprecie un cariz más meditativo, pro-
hace con los sentidos. Y, por eso mis- pio de los principiantes en la vida es-
mo, esta meditación nos llevaría a pen- piritual, no deja de estar presente esa
sar en las aplicaciones de sentidos de preocupación por ir simplificando la
la segunda semana. oración. Bastaría recordar el tercer y
Recordemos que la segunda sema- cuarto ejercicio de esta semana, es de-
na está dedicada, fundamentalmente, a cir, la repetición y el resumen.
la contemplación de la vida de Jesús; y “Repetir” un ejercicio no es simple-
que, invariablemente, el último rato de mente hacerlo otra vez: el ejercitante es
oración de un día normal de segunda invitado a “notar” y “hacer pausa” [62]
semana es una aplicación de sentidos. en aquellos puntos en los que haya sen-
Sabemos, por otro lado, que Ignacio te- tido mayor consolación o desolación, o
nía mucho interés en que el ejercitante sea, es invitado a ir directamente a los
practicara esta aplicación de sentidos. momentos en los que ha podido perci-
¿Es realmente esta meditación del in- bir el paso de Dios en su vida, o en los
fierno una aplicación de sentidos? que haya podido presentar más resis-
Podríamos decir que el fruto que se tencia. Y no hablemos ya del “resumen”,
pretende con las aplicaciones de senti- en el que hay que hacer todo esto sin “di-
dos es, por un lado, una mayor simpli- vagar” [64]. Aquí la simplificación es
ficación de la oración, y, por otro, ir de- máxima.
jando que la persona de Jesús vaya Dado este contexto, la meditación
penetrando en nuestro ser. Que su del infierno y su recurso a la sensibili-
Nombre sea el perfume que se expan- dad refuerzan toda esta pedagogía ig-
de por todo nuestro ser (Ct 1,3). Que naciana de la oración. Por eso pensa-
quedemos “ungidos” con su Realidad. mos que la comparación entre las
No olvidemos que, en última instancia, aplicaciones de sentidos de la segunda
los EE son una “pedagogía de la sensi- semana y esta meditación no es cosa
bilidad”: “porque lo que llena y satis- fuera de lugar. Sin embargo, es indu-
face el ánima no es el mucho saber, si- dable que en esta meditación nos ha-
no el sentir y gustar de las cosas llamos muy lejos de la atmósfera que
internamente” [2]. “Afectarse” y su envuelve las aplicaciones de sentidos
23
de la segunda semana. Sólo eso ya ha- Por esto mismo creemos que un mo-
ría casi imposible hablar de aplicación mento cumbre de la primera semana es
de sentidos en este caso; y, de hecho, el coloquio con el Crucificado. Efec-
Ignacio no lo hace. tivamente, no se trata de confrontarse
Si no podemos hablar de aplicación con un código ético o con una norma-
de sentidos en el caso de la meditación tiva, sino con una persona y con su
del infierno, tendríamos que hablar qui- amor para con nosotros. Esto nos lleva
zás de “meditación sensible”. Para al tema del fruto que hay que esperar
Ignacio la meditación no es simplemen- de la primera semana de los Ejercicios.
te un asunto del entendimiento. En esto
Ignacio es seguidor de una larga tradi- Qué es, de hecho, la primera
ción espiritual que podríamos remontar semana de los Ejercicios
hasta los tiempos bíblicos y la tradición
del Oriente cristiano. La meditación es La meditación del infierno forma
un asunto de toda el alma, con sus tres parte de la primera semana de los
potencias: memoria, entendimiento y Ejercicios. Una elemental contextuali-
voluntad. En la meditación, Ignacio ha- zación de esta meditación nos ayudará
ce que intervenga, además del entendi- a ver su significado y el papel que jue-
miento, la memoria y la voluntad; y es ga en el conjunto. Tal vez nos ayude a
precisamente en la voluntad donde perder la sensación de incomodidad
Ignacio quiere que el ejercitante se en- que podemos experimentar ante esta
tregue con todas sus fuerzas. Por su- meditación.
puesto, no hay que entender esto en el ¿Cuál es el fruto que se pretende en
sentido voluntarista de la expresión, ya la primera semana de los Ejercicios?
que lo que Ignacio quiere es que pon- Ignacio habla de la “consideración y
gamos en juego los “afectos de la vo- contemplación de los pecados” [4]. De
luntad”. En el campo de la meditación, hecho, este es el tema de los ejercicios
el ejercitante no habrá llegado hasta el que se proponen: la meditación con las
fondo de todo si no pone en juego el tres potencias del alma sobre los tres pe-
“afecto” y “se afecta”. En el contexto de cados (de los ángeles, de los primeros
la primera semana, se trata de “aborre- padres –en el paraíso terrenal– y de un
cer” el pecado. Y es claro que para con- hombre particular), la meditación sobre
seguir esto, los sentidos han de tener un los pecados propios, la repetición de es-
papel preponderante. tos dos ejercicios (juntamente con un
En esta meditación, juntamente con triple coloquio), el resumen, y la medi-
el aborrecimiento del pecado, se trata tación del infierno que ahora nos ocupa.
de hacer ver cómo el pecado (y el mal Un momento central de esta prime-
en general) no son meras abstraccio- ra semana es el coloquio con Cristo cru-
nes, sino algo muy concreto y sensible, cificado. San Ignacio lo presenta así:
algo que “hace daño”, de manera que [53] Coloquio. Imaginando a Cristo
la única reacción ante estas realidades nuestro Señor delante y puesto en
sólo puede ser la de dolerse de ellas. cruz, hacer un coloquio, cómo de
24
Creador es venido a hacerse hom- mo le amamos nosotros! Y así, como
bre, y de vida eterna a muerte tem- “el hombre es criado para... (alabar,
poral, y así a morir por mis peca- hacer reverencia y servir a Dios nues-
dos. Otro tanto mirando a mí tro Señor)”, también podríamos decir
mismo lo que he hecho por Cristo, que el “hombre es perdonado para...”
lo que hago por Cristo, lo que debo responder agradecidamente a ese Amor
hacer por Cristo, y así viéndole tal, misericordioso de Dios. En los
y así colgado en la cruz, discurrir Ejercicios, la contemplación de la rea-
por lo que se ofreciere. lidad no tiene nada de estático, sino que
[54] El coloquio se hace propia- es más bien dinámica. Por eso la elec-
mente hablando así como un amigo ción es el eje en torno al cual se es-
habla a otro, o un siervo a su señor, tructuran los Ejercicios. Y así, en nues-
cuando pidiendo alguna gracia, tro caso, después de haber reseñado de
cuando culpándose por algún mal forma breve y condensada las magna-
hecho, cuando comunicando sus lia Dei para con nosotros, las obras del
cosas y queriendo consejo en ellas; Amor de Dios a favor nuestro (como
y decir un Padrenuestro.” de Creador, etc.), el texto ignaciano
prosigue: “Otro tanto, mirando a mí
Este es un momento muy impor- mismo, qué he hecho por Cristo, qué
tante, porque es aquí donde se nos hago por Cristo, qué he de hacer por
muestra cómo el fruto que se pretende Cristo, y así viéndole de esta manera
en la primera semana de los Ejercicios colgado en cruz, discurrir por lo que se
va mucho más allá de la mera “consi- ofreciere”.
deración de los pecados”. En efecto, la
mera “consideración de los pecados” Nos movemos, por tanto, en el ám-
nos encerraría en nosotros mismos y bito de una historia de amor, y no tan-
aún nos podría llevar a la desespera- to en el de una confrontación con un
ción, si no se hiciera a la luz del Amor código ético. No es que esto último no
misericordioso que Dios nos tiene. El sea necesario o no deba hacerse. De he-
encuentro –o, mejor dicho, en termi- cho, Ignacio en los números 24-44 del
nología ignaciana, la “consideración y librito de los Ejercicios, cuando nos
contemplación”– del Amor misericor- propone maneras de hacer exámenes
dioso de Dios y de lo que este Amor ha (general y particular) y maneras de pre-
hecho a favor nuestro (“cómo de pararnos para una buena confesión, nos
Creador se ha hecho hombre, y así a confronta ya con un código ético, co-
morir por mis pecados”) es lo real- mo si quisiera mostrarnos que la vida
mente importante en la primera sema- normal del cristiano también ha de te-
na de los Ejercicios. A partir de aquí, la ner estos toques de realismo y de se-
consideración de los pecados se con- riedad que nos llevarán a recibir el sa-
vierte como en la sombra (el negativo) cramento de la reconciliación. Ahora
de esa Luz grandiosa que expande el bien, lo que nos importa subrayar es
Amor misericordioso de Dios. ¡Tanto que la primera semana de los
como Él nos ha amado, y tan poco co- Ejercicios no es una especie de prope-
25
déutica para que todos “pasemos por el profundidad, y conocer el amor de
confesionario” a fin de poder así seguir Cristo, que excede a todo conocimien-
con más fruto lo que queda de la expe- to, para que os vayáis llenando hasta la
riencia, sino que es ya un primer en- total Plenitud de Dios”. Es decir, se en-
cuentro con el Amor misericordioso de frentan, por un lado, el amor de Dios,
Dios. y por otro, todo lo que representa la
La dinámica del pecado es impara- oposición a este amor, es decir, el in-
ble. Se pretende que el pecado nos pro- fierno. En este sentido, el infierno no
duzca asco, ganas de llorar y de pata- tiene consistencia por sí mismo. Sólo
lear. Ignacio pretende que entremos en entra en cuestión a la luz del amor que
este dinamismo hasta donde sea posi- Dios nos tiene, como la sombra que se
ble. Ignacio pretende decirnos: “¡áma- contrapone a una gran luz. Con todo, la
te un poco más!” “¡Tú no eres llamado luz no deja de ser siempre lo único im-
a eso!”. Es que, en definitiva, para va- portante.
lorar la gracia que sobreabunda, hay En el segundo preámbulo [64.4s]
que alcanzar a ver el pecado que abun- hallamos la petición de la meditación,
da (cf. Rm 5, 20). es decir, la meta a la que apunta esta
meditación: “Lo segundo, pedir lo que
quiero. Será aquí pedir interno senti-
Lectura comentada del texto miento de la pena que padecen los con-
ignaciano denados, para que si del amor del Señor
Este planteamiento –el de la gracia eterno me olvidare por mis faltas, a lo
“sobreabundante” que destaca sobre la menos el temor de las penas me ayude
“abundancia” del pecado– se percibe a no venir en pecado”. Convendría sub-
ya en la composición de lugar de la me- rayar aquí, en primer lugar, la expre-
ditación del infierno [65.3], en la que sión “interno sentimiento”. Efecti-
leemos: “el primer preámbulo, compo- vamente, no se trata de hacer
sición, que aquí es ver con la vista de planteamientos teóricos sobre la reali-
la imaginación la largura, anchura y dad o no realidad del infierno, sino de
profundidad del infierno”. Este preám- implicar la sensibilidad del ejercitante,
bulo recuerda, casi literalmente, Ef 3, de vivirlo todo desde ella. Es obvio que
14-19: “Doblo mis rodillas ante el podría establecerse un paralelismo en-
Padre, de quien toma nombre toda fa- tre ese “interno sentimiento” de la me-
milia en el cielo y en la tierra, para que ditación del infierno y el “interno co-
os conceda, según la riqueza de su glo- nocimiento” del triple coloquio del
ria, que seáis fortalecidos por la acción tercer ejercicio de la primera semana
de su Espíritu en el hombre interior, [63,2], y el “conocimiento interno” de
que Cristo habite por la fe en vuestros las peticiones de las contemplaciones
corazones, para que, arraigados y ci- sobre la vida de Jesús de la segunda se-
mentados en el amor, podáis compren- mana y de la contemplación para al-
der con todos los santos cuál es la an- canzar amor, respectivamente (cf.
chura y la largura, la altura y la [104] y [233]).
26
En segundo lugar, lo que Ignacio mente, habrá de desarrollarse ulterior-
pretende es provocar una mirada rea- mente, hasta llegar a la madurez de la
lista sobre nuestra manera de ser: “Si “Contemplación para alcanzar amor”.
me olvidara del amor del Señor eterno Ahora bien, una vez bien “arraigados
por mis faltas, a lo menos el temor de en el amor” (Ef 3, 17), sólo el hecho de
las penas me ayude para no venir en pe- pensar en un desarraigo produce temor
cado”. No nos conocemos suficiente- y, en definitiva, rechazo.
mente (cf. Rm 7, 15-25). Aun cuando A continuación de los preámbulos
hubiéramos podido gustar, de vez en del ejercicio, vienen los puntos de esa
cuando, algunos efectos del Amor de “meditación sensible” que es la medi-
Dios en nuestras almas, y aunque hu- tación del infierno. Ignacio quiere que
biéramos podido pensar que nunca nos el ejercitante “sienta” lo que ocurre
apartaríamos de Él, la amenaza del ol- cuando no experimentamos el Amor de
vido planea aún sobre las mejores ex- Dios en nuestras vidas. Aquí quisiéra-
periencias que hubiéramos podido te- mos subrayar una cosa: ya hemos mos-
ner a lo largo de nuestra vida (cf. las trado hasta ahora cómo esta meditación
negaciones de Pedro: Mc 14, 27-31 y del infierno tiene cierto carácter “dia-
par.). Hay aquí un recurso pedagógico léctico”: lo que en ella se dice remite
que puede tener una cierta efectividad. “dialécticamente” a algo que no queda
El temor se convierte, en este caso, en dicho. Y lo que no queda dicho es pre-
un camino que lleva al amor. cisamente lo que hace comprensible lo
Pero hay más: creemos que aquí se que sí está dicho. Dicho de otra mane-
establece una dialéctica temor/amor. ra, lo que se dice (el texto de los
Ignacio espera que, a estas alturas de Ejercicios de la meditación del infier-
los Ejercicios, el ejercitante se haya no), si no tuviera el trasfondo de lo que
arraigado sólidamente en el amor de no se dice, sería sencillamente una abe-
Dios (Ef 3, 17). De hecho, el rechazo rración. Sólo desde el Amor de Dios ya
del pecado no se habrá realizado, como gustado y experimentado se puede
decíamos, a base de una confrontación comprender lo que se dice sobre el in-
con los mandamientos, sino desde la fierno. Porque el infierno es, precisa-
mirada hacia el Crucificado (Za 12, 10) mente, esto: la espantosa posibilidad
o, mejor dicho, desde el hecho de sen- de la ausencia del Amor de Dios. Amor
tirnos mirados por Él (y “el mirar de que nos ha creado, y para el cual he-
Dios es amar”, decía Juan de la Cruz). mos sido creados (cf. el “Principio y
Por tanto, el rechazo del pecado parte Fundamento” de los Ejercicios [23]).
del hecho de sentirnos amados por Volvamos a lo que decíamos sobre el
Dios (y no tanto del temor o del mal- primer preámbulo, la composición: la
estar que podría provocar en nosotros “longura, anchura y profundidad” del
el hecho de haber contravenido una ley, infierno sólo son comprensibles desde
aunque sea la ley divina). Por esto mis- la “anchura, la largura, la altura y la
mo podemos hablar de un arraigo sóli- profundidad del Amor de Cristo” de
do en el amor de Dios que, evidente- que se habla en la Carta a los Efesios.
27
Por esto mismo, en nuestra lectura de ya no eres esquiva, acaba ya, si quie-
la meditación del infierno, optamos por res, rompe la tela de ese dulce encuen-
presentar lo que dice el texto haciendo tro”.
referencia al trasfondo del Amor de Sin el Amor de Dios, lo que “se oye
Dios. En realidad, todo tendría que le- son llantos, alaridos, voces, blasfemias
erse desde estas dos preguntas: ¿Qué contra Cristo nuestro Señor y contra to-
sucede sin el Amor de Dios? ¿A que te dos sus santos” [67]. Sin el Amor de
sientes llamado? Dios, por tanto, lo que hay es la falta
de relación interpersonal que desem-
Así, pues, sin el Amor de Dios lo
boca en la falta de relación con Dios,
que se ve son sólo “grandes fuegos y
mientras que, en realidad, nosotros an-
las ánimas como en cuerpos ígneos”
helamos aquellas “palabras de amor,
[66]. Dios es ciertamente “fuego que
sencillas y tiernas” –como cantaba
devora” (Dt 4, 24; Is 33, 14; He 12, 19),
Joan Manuel Serrat– . Palabras que di-
pero también que purifica y que inclu-
ce y que es Jesús, Palabra de Dios he-
so fascina (cf. el episodio de la zarza
cha carne (He 1,1; Jn 6, 68).
que ardía sin consumirse, Ex 3, 3). San
Francisco de Asís canta en su Cántico Sin el Amor de Dios, lo que “se
a las criaturas: “Loado seas, mi Señor, huele es humo, piedra azufre, sentina y
por el hermano fuego, con el que alum- cosas pútridas” [68], cuando de hecho,
bras la noche, y es bello, y robusto y nosotros anhelamos, y a nosotros se
fuerte.” Y, cuando al final de su vida, a nos ofrece, el “bonus odor Christi”
causa de su enfermedad de los ojos, tu- (2Co 2, 15), así como el olor de los per-
vo que ser cauterizado, se dirigía así al fumes tras los cuales nos convida a co-
fuego: “Amado hermano fuego, el rrer la Esposa del Cantar de los
Altísimo te ha creado poderoso, bello Cantares sintiéndonos atraídos por
y útil, y te ha comunicado una deslum- ellos.
brante presencia que ya quisieran tener Sin el Amor de Dios, lo que se “gus-
todas las demás criaturas. Te pido, ta” son “cosas amargas, así como lá-
pues, que en esta hora te muestres pro- grimas, tristeza y el verme (gusano) de
picio y cortés para conmigo. Pido al la conciencia”, cuando en realidad se
gran Señor que te creó que tempere en nos había dicho: “gustad y ved qué
mi tu calor, a fin de que, quemándome bueno es el Señor”... (Sl 33, 9).
suavemente, te pueda soportar”. Sin el Amor de Dios, lo que se ex-
Acabado el cauterio, se dirigía así a sus perimenta en el sentido del tacto es
hermanos: “Load al Altísimo, pues, si “cómo los fuegos tocan y abrasan las
he de decir la verdad, no he sentido el ánimas” [70], cuando de hecho tantos
ardor del fuego ni he sufrido dolor al- enfermos querían ser “tocados” por Él
guno en el cuerpo” (San Buenaventura, (Mc 5, 28 et passim): Y además: “Os
Legenda maior, V, 9). Por su parte, anunciamos lo que existía desde el
Juan de la Cruz canta: “¡Oh llama de principio... lo que hemos tocado con
amor viva, que tiernamente hieres de nuestras manos. Hablamos del que es
mi alma el más profundo centro! ¡Pues la Palabra de la vida” (1Jn 1, 1). San
28
Juan de la Cruz canta el “toque delica- poner, esta inefabilidad le corresponde
do” del Esposo al alma, “que a vida por razones totalmente opuestas a la in-
eterna sabe y toda deuda paga”. efabilidad que es propia del tema del
Si todo esto no ha pasado todavía, cielo. San Pablo dirá del cielo –citan-
ni pasa, ni –así lo esperamos– ha de pa- do a Is 64, 4– que representa todo aque-
sar, es porque Él ha tenido, tiene y –es- llo que ni el ojo ha visto jamás, ni el oí-
peramos– tendrá misericordia de noso- do podrá jamás oír, es lo que Dios tiene
tros. Y por esto anhelamos que esa preparado para aquél que le ama (cf.
misericordia se haga plena y se mani- 1Co 2, 9). Es obvio que nada de eso
fieste totalmente en nosotros, de ma- puede aplicarse al infierno.
nera que ya no vivamos más que de es- Cuando hablamos del infierno nos
ta misericordia y amor. Por eso la vemos abocados a verdaderos caminos
meditación del infierno desemboca en sin salida. Tal vez, habría que decir que
esta constatación: “cómo hasta ahora la teología se hace realmente irreveren-
siempre ha tenido de mí tanta piedad y te y blasfema, cuando habla del infier-
misericordia” [71]. no. ¿Cómo se puede atribuir a Dios, a su
Amor misericordioso, todo lo que la te-
ología dice sobre el infierno? ¿No nos
Algunas consideraciones finales habla todo el discurso sobre el infierno
sobre el infierno de un Dios “sádico”, que pide cuentas
Una vez leído (e interpretado) el hasta del último céntimo? ¿O de un Dios
texto ignaciano de la “meditación del que se complace en castigar al pecador
infierno”, tal vez sea útil añadir algu- –que es criatura finita cuyas acciones,
nas consideraciones acerca del tema por eso mismo, sólo pueden ser finitas–
del infierno en sí mismo. Un tema que con castigos infinitos y eternos? El
alguien no ha dudado en calificar de evangelio de Lucas nos cuenta, en la pa-
“tema maldito” de la catequesis y de la rábola de la oveja perdida, la obsesión
predicación. ¿Qué se puede decir sobre del pastor por ir a su encuentro y nos ha-
este tema, si es que puede decirse al- bla de un Dios que se preocupa de sus
guna cosa? ovejas y no quiere que se pierda ni una
En los evangelios, cuando se habla sola de ellas, por muy “poca cosa” que
del infierno suele aparecer una expre- pueda parecer. En el cielo, si falta al-
sión recurrente: “allí será el llanto y el guien, faltan todos.
crujir de dientes”... “Llanto y crujir de No se trata sólo de irreverencia y
dientes” no deja de ser una imagen bas- blasfemia. Al hablar del infierno, la te-
tante expresiva para referirse a algo de ología se hace incoherente, porque se
lo que no se puede hablar. “Llanto y desdice de lo que es el tema de sus re-
crujir de dientes” representa, en reali- flexiones: Dios que es todo Misericor-
dad, todo lo contrario de un lenguaje dia y Amor entrañable. Es como si, al
articulado. Y es que al tema del infier- llegar a este tema, la teología pusiera
no le corresponde una cierta inefabili- en cuestión, hasta negarlo, todo lo que
dad. Ahora bien, como se puede ya su- antes había dicho sobre Dios.
29
Es cierto que, cuando hablamos de instancia, todo problema ético remite a
Dios, uno de los atributos que más se un problema ontológico. Ahora bien,
suele subrayar es el de la justicia. Pero tratándose de un problema de difícil,
este atributo ha de conjugarse con el de por no decir imposible, solución, ¿no
su Misericordia. Decía Teresa de será el nihilismo un planteamiento se-
Lisieux, en sus Manuscritos autobio- ductor? Sin ir más lejos, Milan Kundera
gráficos: “A mí me ha dado su titulaba así una de sus obras: La inso-
Misericordia infinita, y es a través de portable levedad del ser. El ser sería,
ella como yo contemplo y adoro las de- según eso, algo light (ligero). Y no só-
más perfecciones divinas... Entonces lo ligero, sino “insoportable”. De he-
se me ofrecen todas resplandecientes cho, la gehenna (una de las nomencla-
de amor... Qué gozo tan dulce pensar turas neotestamentarias para hablar del
que el buen Dios es justo, es decir, que infierno) remite al valle del Guinnon, y
tiene en cuenta nuestras debilidades, ese valle era, ni más ni menos, el lugar
que conoce perfectamente la fragilidad de Jerusalén donde se quemaban las ba-
de nuestra naturaleza. ¿De qué, pues, suras y donde el fuego lo reducía todo
tendría que tener miedo? ¡Ah! El Dios a la nada. El fuego purificador nos des-
infinitamente justo que se dignó per- cubriría, entonces, la paradójica nihili-
donar con tanta bondad todas las faltas dad de todo. Al menos estas han sido al-
del hijo pródigo, ¿no habrá de ser tam- gunas de las explicaciones que se ha
bién justo conmigo, estando como es- pretendido dar modernamente acerca
toy siempre con él?” (83r-84v). del infierno: éste sería la nada, la des-
Se trata de la difícil –para nosotros, trucción o aniquilación de todo lo que
imposible– harmonización de valores: se opone a Dios. El infierno sería como
en este caso, de la conciliación entre el una especie de relato de la creación al
Amor misericordioso de Dios [53] y Su revés, la anti-creación. Pero, ¿no será el
Justicia. O de la conciliación entre la vacío glacial de la nada lo que es real-
voluntad salvífica universal de Dios y mente insoportable? Así lo pensaba
la libertad humana, que puede aceptar Miguel de Unamuno, quien decía pre-
o rechazar aquella oferta. Que pueda ferir mil veces sufrir los tormentos del
darse esta conciliación es algo que só- fuego del infierno antes que verse re-
lo puede ser objeto de nuestra esperan- ducido a la nada.
za; y ya sabemos que la esperanza es, Al unir el fuego y la nada, el Nuevo
de las tres virtudes teologales (fe, es- Testamento nos viene a decir: la nada
peranza y caridad), la más impugnada es dolorosa, causa daño. Dicho de otra
(como dice Charles Péguy en El pórti- manera, la nada no es una especie de
co de las tres virtudes). anestésico que nos ahorraría tener que
De entrada, uno diría que nos halla- sufrir las consecuencias de nuestro re-
mos ante un problema teórico. chazo de la oferta salvífica que nos ha-
Hablando de una manera más precisa, ce el Amor misericordioso de Dios.
nos hallamos ante un problema ético. Y Este daño nos haría ver, en definitiva,
habría que decir también que, en última que en realidad no nos hallamos sólo
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ante un problema teórico, sino ante un caminosidad humana y a la adquisición
problema práctico. Por eso mismo, en de una mayor conciencia de los condi-
esta meditación del infierno, Ignacio cionamientos presentes en la acción
quiere implicar la sensibilidad: se trata humana. De esta suerte, ya no podemos
de que todo esto nos duela, nos haga hablar tan fácilmente de pecado en si-
daño, y así lo aborrezcamos. tuaciones en las que antes lo hacíamos
Precisemos, pues, un poco más en sin inconveniente alguno.
qué consiste el carácter práctico de es- Ahora bien, sea lo que fuere sobre
ta meditación. En primer lugar, como esto, no deja de ser verdad que el pe-
hemos dicho, se trata de implicar la cado es una realidad que “produce víc-
sensibilidad del ejercitante. Dicho es- timas”; y hay que saber mirar esta rea-
to, hay que tener en cuenta que el tema lidad –la realidad de las víctimas–
del infierno no nos remite sólo a un porque sólo esta mirada nos puede sal-
problema ético (y, en última instancia, var (Nm 21, 4-9. Cf. también Jn 3, 14-
ontológico) de conciliación de valores: 16). En este sentido, no deja de ser sig-
misericordia y justicia; o bien, oferta nificativo que el verbo griego aireô,
de salvación y libertad humana. Un usado por el Nuevo Testamento para
problema así podría hallar una suerte hablar del cordero que “carga” con el
de solución, por ejemplo, en el nihilis- pecado del mundo, puede significar, a
mo. Ahora bien, sólo desde el primer la vez, “cargar con” y “quitar”. Así,
mundo –y, concretamente, desde la lla- Jesús es la víctima por excelencia que
mada “post-modernidad”, para la cual “recapitula” todas las víctimas; y el
el nihilismo nietzscheano resulta tan Cordero de Dios que, al cargar con el
seductor– se podrían plantear así las pecado del mundo, lo quita” (Jn 1, 29).
cosas. Pero aquí nos hallamos ante un Por esto, saber afrontar la realidad de
problema “teórico” que crea una situa- la víctima, sin pasar de largo ante ella,
ción “práctica”, una situación que se es algo necesario y salvífico. Por esto
traduce en víctimas. Aquí nos hemos también, volviendo de nuevo a los EE,
de enfrentar con una realidad que pro- el clímax de la primera etapa (en tér-
duce víctimas. minos ignacianos, semana) de esta ex-
Pío XII denunciaba que una de las periencia es la mirada y el coloquio con
tragedias de nuestro mundo era la de la el Crucificado [53]. La cruz es, a la vez,
pérdida del sentido del pecado. condena (en la medida en que nos ha-
Ciertamente, este diagnóstico no es ce percibir hasta donde hemos llegado
desacertado. Y habrá que convenir nosotros y el mal que hemos sido ca-
también en que la pérdida del sentido paces de hacer) y salvación (en la me-
del pecado no se debe a una mayor per- dida en que también podemos percibir
versidad de las costumbres de hoy, si- hasta donde llega su Amor para con
no al hecho de que el pecado se ha nosotros).
“problematizado”. El avance de las Recordemos, para acabar, el capítu-
ciencias antropológicas ha llevado a lo segundo de la carta a los Efesios: la
una reconsideración del tema de la pe- realidad humana se halla como desga-
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rrada (entre ricos y pobres, víctimas y to la meditación del infierno es una
verdugos...). Un abismo inmenso los se- “meditación sensible”.
para a todos (cf. Lc 16, 26); pero un 3) ¿Qué hemos de “sentir”? Tal vez,
abismo que ha quedado superado y ven- en un primer momento, el desgarro que
cido, no por la fuerza de un decreto que experimentamos en lo más íntimo de
viniera desde fuera, sino por la sangre nuestro ser, que Pablo describe tan ma-
de una víctima (“Es la sangre de Cristo gistralmente en el capítulo séptimo de
la que os ha acercado”: Ef 2, 13). la carta a los Romanos (la lucha que se
Y esto, en cierta manera, nos per- produce en nuestro corazón entre el
mite descubrir la posibilidad de un mal que no quiero y el bien que quiero
mundo nuevo. Se comprenderá, pues, y no hago). Pero esto no basta. De lo
que de todo ello surja fácilmente la pre- que se trata, en definitiva, es de “sen-
gunta: “¿qué he hecho por Cristo, qué tir” que este desgarro interno se refle-
hago, qué he hacer...?”. ja en la realidad de nuestro mundo (cf.
Ef 2) en términos de un abismo insal-
vable entre ricos y pobres, verdugos y
Concluyendo... víctimas.
Llegados aquí será bueno formular 4) Todo esto adquiere rostro en
brevemente, en forma de tesis, el re- Jesús de Nazaret, crucificado por nos-
sultado de nuestras consideraciones. otros. En su cruz experimentamos el
1) El punto de partida es el Amor peso de nuestro pecado... y, a la vez,
Misericordioso de Dios. En este senti- –¡paradójicamente!– la liberación de
do, el infierno no seria otra cosa que el ese peso, que nos llega a través de su
reverso de esta realidad (cf. la compo- Misericordia y de su Perdón.
sición de lugar de esta meditación del 5) La cruz de Jesús nos habla de su
infierno). Sólo el Amor “es”: el infier- abajamiento hasta el fondo de esta re-
no no es. El infierno es la anti-creación, alidad desgarrada. No sabemos si hay
una especie de Gn 1 al revés. infierno. Esperamos que no. Pero, si lo
2) Plantear el tema en términos de hay, sabemos que Dios ha bajado has-
ser/no-ser no debiera extraviarnos. ta él (“¡bajó a los infiernos...!” Cf. Sl
Aquí no se trata de un problema mera- 139, 8). El amor de Dios gana la parti-
mente teórico. Hemos sido creados pa- da. Y ante este amor sólo nos queda
ra el ser, para la vida, y la “vida en “callar... y llorar de agradecimiento y
abundancia” (Jn 10, 10). Lo contrario de amor”, como afirma Teresa de
de esto es algo que “hace daño”. Se tra- Lisieux, en sus Manuscritos autobio-
ta, por tanto, de “sentir” este “hacer da- gráficos (B, 1r-v). Ante este Amor só-
ño” y “aborrecerlo”. Es sólo llegando lo nos queda pedir: “Señor ¿qué quie-
a los últimos niveles de la sensibilidad res que haga?”.
humana cuando se pueden decidir las
cosas que realmente nos importan. Así nos hallamos preparados para
Ignacio es consciente de ello, y por es- la segunda semana de los Ejercicios.

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