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Gianna Beretta Molla el ejercicio de su profesión, no la veía sólo como un modo

como otro cualquiera de trabajar, sino como una forma privilegiada de servicio al
prójimo, viendo en ellos el Señor.
"Hacer bien nuestra parte. Estudia bien tu ciencia. Hay hoy una carrera al dinero -
escribe Gianna al inicio de su profesión de médico - hay, desgraciadamente,
superficialidad también en nuestro trabajo. Cuidamos los cuerpos pero, muchas veces,
sin competencia."
"Acordaos que no solo os tenéis que ocupar del cuerpo, también de las almas que
gimiendo vienen a vosotros. ¡Cuantos sufrimientos aliviaréis más fácilmente con un
consejo, yendo al espíritu, mas que con frías recetas que tienen que llevar al
farmacéutico! Estad contentos porque mucha será vuestra recompensa, pero tenéis
que dar ejemplo a los que os rodean de vuestra cercanía a Dios".
"No te olvides del alma del enfermo. [...] Tenemos oportunidades que el sacerdote no
tiene. Nuestra misión no termina cuando las medicinas no sirven, todavía queda el
alma que hay que llevar a Dios. [...] Cada médico tiene que llevar almas a los
sacerdotes. ¡Los médicos católicos son necesarios!» Y más adelante dice: "Que Jesús
se pueda ver entre nosotros. Que encuentre muchos médicos que se entreguen a Él».

"El Señor desea vernos cerca de Él para comunicarnos, en el secreto


de la oración, el secreto de la conversión de las almas que le
acercamos. [...] No tendría que pasar un día en la vida en el que no
haya habido un poco de tiempo de recogimiento a los pies de Dios. [...]
Sembrar, esparcir nuestra semilla sin cansarnos nunca. No nos
paremos mucho a pensar que pasará después. Y si después de
haber trabajado en el mejor modo posible tenemos un fracaso,
aceptémoslo generosamente: un fracaso bien aceptado por un
apóstol que había puesto todos los medios a su alcance es más
beneficioso para la salvación que un triunfo."

Palabras que para quien conoce los escritos de San José Moscati no
pueden no recordarle lo que decía el santo médico el 17 de octubre de
1922, que puede considerarse como el resumen de su vida de médico,
hombre de ciencia y de fe: "Ama la verdad, muéstrate como eres sin
falsedades, sin miedos ni miramientos. Y si la verdad te cuesta la
persecución, acéptala; si te cuesta el tormento, sopórtalo. Y si por la
verdad tuvieses que sacrificarte tu mismo y tu vida, se fuerte en el
sacrificio.".

La vida cristiana no está hecha de personas que hacen poco, mas de personas
que se empeñan a fondo.
De vivir bien nuestra vocación depende nuestra felicidad terrena y eterna.
¿Qué es la vocación? Es un don de Dios, viene de Dios. Nuestra preocupación
debe ser el conocer la voluntad de Dios.
Los caminos del Señor son todos hermosos. Por tanto, sonríe a Dios, del que
viene todo don. Sonríe a tus padres, hermanos, hermanas, porque debemos
ser llama de alegría. Sonríe siempre, perdonando las ofensas; sonríe en
sociedad, prohibiendo toda crítica y murmuración. Sonríe a todos los que el
Señor te manda durante la jornada.

El mundo busca la felicidad, pero no la encuentra porque está lejos de Dios.


Nosotros, que hemos comprendido que la felicidad viene de Jesús, con Jesús
en el corazón debemos llevarla. Él será la fuerza que nos ayude.

Cada vocación es vocación a la maternidad material, espiritual, moral. Dios


ha puesto en nosotros el instinto de la vida. El sacerdote es padre; las
religiosas son madres, madres de las almas. ¡Ay de quienes no acepten la
vocación a la maternidad! Cada uno debe prepararse para ser donador de
vida…

La pureza preside el uso justo y lícito de los placeres sensibles. Nuestro cuerpo
es sagrado. Nuestro cuerpo es el instrumento unido al alma para hacer el
bien. La pureza es una virtud a descubrir; o sea, es un conjunto de otras
virtudes que llevan a la custodia de la pureza. ¿Cómo custodiar la pureza?
Rodeando nuestro cuerpo con el seto vivo del sacrificio. La pureza se hace
belleza. La pureza se hace libertad.

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