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UN GRITO DE LIBERTAD

V. P. E. 17.

Depósito legal: V-132-2017

Por el bien de este maltrecho planeta en el que


vivimos, te recomiendo que no imprimas este libro
y lo leas desde el ordenador, la tablet o el libro
electrónico.

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Dedico este trabajo, a
Marlo Morgan y su libro
“Las voces del desierto”
una obra que me guió y
me acompañó, en uno de
los peores momentos de mi
existencia.

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Índice

1. Hasta que la muerte nos separe.


2. Hasta que la vida nos separe.
3. Demonio con piel de cordero.
4. Sintiendo las llamas del infierno.
5. Un oasis de esperanza.
6. Profunda metamorfosis.
7. Fuera de la ley.
8. Revelaciones.
9. Los caminos del destino.
10. Epílogo.

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1. Hasta que la muerte nos separe.

A través de la mirilla del francotirador, se podía


ver con total nitidez cómo las olas rompían contra
los arrecifes. Como un sabueso insaciable, el agente
de las fuerzas especiales me buscaba sin descanso.

Pero hasta ese instante, muchos acontecimientos


reveladores, evocaron mi vida hasta dicho evento y
sobre todo una pregunta, un dilema que me
catapultó directa e inexorablemente, hasta un
sendero que jamás imaginé recorrer. Esta fue la
pregunta que durante mucho tiempo martilleó
incansable mis pensamientos: ¿Por qué la inmensa
mayoría de los secuestros con petición de rescate,
terminan mal? Ya sé que no es la típica pregunta
que los humanos se suelen formular a diario, sin
embargo, yo no podía dejar de pensar en la
misteriosa encrucijada. Varios meses después
encontré la respuesta, cómo no, la conclusión fue
lógica, simple y aplastante. La ansiedad y la
necesidad de saborear y gastar el botín incautado,
llevaban a la inmensa mayoría de los delincuentes a
un estrepitoso fracaso.

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Pero: ¿Qué sucedería si el secuestrador tuviera la
paciencia necesaria, para disfrutar del trofeo
incautado, muchos años después? Y mejor aún, ¿y
si el secuestro no hubiese existido jamás? Por
cierto, me llamo Izent y esta es la historia de mi
vida. Si te interesa un viaje por la frontera entre el
bien y el mal, solo te puedo decir un par de cosas
antes de empezar: primero, no me gustaría ser
demasiado pedante, pero estoy convencido de que
nadie será capaz, de destramar los entresijos de los
últimos capítulos. Si quieres intuirlos, tendrás que
olvidar todo lo que has aprendido y empezar a ver
las cosas desde otra perspectiva. ¿Serás capaz? Y
dos, la narración tiene un final… bueno, lo cierto es
que como todo en esta sociedad, eso dependerá de
tus creencias, valores y principios, así que, lo mejor
es que tú decidas si termina bien o mal.

¿Dónde empieza todo? ¿Cuáles fueron los


principales acontecimientos que me condujeron
hasta este punto? Después de mucho reflexionar,
creo que todo empezó muchos años atrás, cuando
yo era un chaval y las hormonas cabalgaban
aceleradas por mi cuerpo. Como muchas historias
de amor, la mía comenzó con una copa en la mano
y los decibelios de la música golpeando con dureza
mis aturdidos tímpanos.

Una húmeda noche de sábado, dos amigos y yo,


montados en mí destartalado coche, fuimos a pasar
la velada a una de las discotecas de moda de
nuestra ciudad. El lugar, como era de esperar,

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excedía con creces los límites del aforo. Deslizarse
entre tanta gente era casi imposible, pero éramos
jóvenes y teníamos muchas ganas de pasarlo bien.
Como tortugas a cámara lenta bajo una presión
asfixiante, nos desplazamos entre semejante
multitud hasta la barra más cercana a la entrada.
Salvado el primer escollo, buscamos una grieta
entre aquella muralla humana que rodeaba nuestro
objetivo, la tapia era tan densa que… Sin embargo,
mantuvimos las posiciones y esperamos con
paciencia nuestra oportunidad. Con la bebida en
nuestro poder, buscamos un lugar donde
asentarnos; por mi mente, pasó fugazmente la
imagen de una playa en pleno verano. ¿Seríamos
capaces de plantar la sombrilla entre tanta gente
bailando?

Muy apartados de la pista y los enormes bafles,


pudimos encontrar algo de espacio, una diminuta
isla, que nos permitió beber y bailar al son de los
acordes más despiadados y acelerados. A estas
alturas de mí vida, pensar en tales sucesos, me
provoca un estado de agobio y ansiedad
indescriptibles. ¿Sería capaz de pasar por un trance
así otra vez? Rotundamente, ¡no!

Entre el opresivo calor y el cuerpo empapado en


sudor, la noche avanzó sin sobresaltos. A altas
horas de la madrugada, el desfile de la gente hacia
otros lugares, comenzó de forma escalonada, hasta
que el lugar se quedó con un tercio de su aforo. El
cansancio se reflejaba sin tapujos en la cara de mis

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amigos. En mi caso era diferente, pese a mi eterna
timidez, la música y el baile siempre han sido un
poderoso estimulante. Unas notas bien colocadas,
bastaban para liberar los anclajes de mi cuerpo y
dejarme llevar por el ritmo de la música. Mientras
ellos permanecían sentados en unos taburetes, yo
seguía dejándome llevar por los últimos acordes de
la canción.

Un instante después, mis ojos se quedaron


eclipsados y el resto de mis sentidos pasaron a un
estado de ingravidez. Como una estrella fugaz en
medio de la noche, ella apareció ante mí. Su vestido
blanco se ceñía a su piel, marcando las excitantes
curvas de su cuerpo, su piel morena, resaltaba el
azul intenso de sus ojos y su pelo liso y castaño,
casi le llegaba hasta la cintura. El escáner reticular
de cientos de personas, rastreó hasta la última
facción de su cuerpo. Después del tremendo apagón
de mis sentidos, estos regresaron poco a poco a su
estado natural, medio aturdido, me giré para
informar a mis amigos de la estelar aparición, pero
no era necesario, con la boca abierta y cara de
panoli, observaban el seductor baile de la chica.

Prácticamente al instante, una manada de lobos


hambrientos rodearon a la presa. Había fieras para
todos los gustos: altos, bajos, gordos, corpulentos,
flacos, rubios, morenos, rapados, melenudos…
Hasta que la imagen de la chica desapareció
engullida por la manada. Aquella estrella en medio
de la nada había desaparecido, por eso, la música

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atrapó una vez más mi cuerpo. Mis amigos,
sentados todavía en los taburetes, buscaban
incesantes una grieta entre la barrera humana que
rodeaba a la chica, mientras que yo, me dejé llevar
por el sonido envolvente de la canción.

Sí, lo cierto es que yo también quería verla,


pero… ¿qué posibilidades tenía ante tanto lobo? La
verdad, es que tiré la toalla antes de empezar,
arrinconé su imagen en mi mente y me centré en
pasarlo bien, hasta que el reloj nos echó a patadas
del local. Caminando hacia la salida, la busqué
entre la multitud, pero nada; en la calle, apoyado
contra un cartel publicitario, seguí rastreando el
lugar, pero hoy la fortuna me había dado esquinazo.
Con su imagen y los recuerdos de una buena noche,
regresé a mi casa. Una vez en mi cuarto, me quité la
ropa y me reuní con mi almohada, esa noche, o
mejor dicho. Esa madrugada, encontré el sueño
mientras la imagen de aquella chica, permanecía
anclada a mis recuerdos.

Con el paso del tiempo, nuevos datos y


acontecimientos se fueron amontonando encima de
aquel recuerdo, hasta que su imagen empezó a
difuminarse en mi memoria. Pero, casi cuatro
meses después, cuando el verano estaba a punto de
dar paso al otoño, me volví a encontrar con la chica
del vestido blanco, aunque esta vez, el atuendo que
esculpía su genial figura, era rojo con un ligero
toque sonrosado, su piel mostraba un moreno aun
más intenso y su pelo se había vuelto mas claro. El

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mismo escenario y los mismos acontecimientos.
Como era de esperar, los chacales escondidos entre
las sombras, salieron de sus agujeros, el acecho fue
abrumador, pero antes de que las fieras rodearan
por completo a la presa, pude sentir cómo esos
enormes ojos azules, se entrelazaban por un
instante con los míos. Desbocada, la sangre fluyó
con excesiva energía por mi cuerpo, bombeada por
mi descontrolado corazón.

Esta vez no podía irme sin intentarlo. Mientras


me movía al son de la música, las frases razonables
se amontonaban en mi cabeza, ¿Cuál sería la más
apropiada? Y lo más importante, ¿cómo superaría
mí acentuada timidez? Mientras pensaba acelerado,
vi a mis amigos que miraban con la misma cara de
tontos que la última vez. Entre el tremendo sonido
de la discoteca, pude escuchar a mi espalda una voz
que preguntaba:

- ¿Me enseñas a bailar?


- Cuando me giré, mí sangre acelerada se
detuvo en seco, un nudo en mi garganta
entorpecía mis palabras, tragué saliva y
acercando mí cara a la suya dije: solo si
observas una puesta de sol a mi lado.
- Ella se separó un poco, alargó la mano y
respondió: me gusta el trato, acepto.

Yo acerqué mí mano y estreché la suya. Lo cierto


es que mi manera de moverme es un tanto peculiar,
no copio ni imito los bailes prefabricados, tan solo

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cierro los ojos, siento las notas y me dejo llevar por
la música.

- ¿Cuándo quieres que…? –Pero no me dejó


terminar.
- Si me enseñas ahora, mañana podría cumplir
mí parte del trato.
- Vale. –Respondí sin más-. Yo no era
consciente, pero las miradas malévolas de los
chacales me observaban de arriba abajo. Un
chapuzón de envidia, que me dejó por
completo empapado.
- “Me llamo Sandra”, -dijo acercando su cara
para darme dos besos.
- Izent.

Con un gesto de su mano, llamó a tres amigas que


todavía estaban ubicadas en el centro de la pista y
yo hice lo propio con mis anonadados amigos.
Después de las presentaciones, Sandra y yo
empezamos con nuestro particular acuerdo. Entre
cruces de miradas, risas, saltos, sudor y mucho
calor, la noche se fue deslizando hacia el amanecer.
En la puerta de la discoteca nos despedimos y
quedamos para ver esa puesta de sol. Tumbado en
la cama, daba vueltas de un lado para otro sin parar,
quería dormir, pero el ritmo acelerado de mis
células me lo impedían. Después de dos o tres
horas, mi cuerpo cedió por puro agotamiento.

A las cinco de la tarde sonó el despertador. Sin


lavarme la cara, me lancé directo sobre la nevera,

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no tenía tiempo para comidas elaboradas, por eso
me preparé un bocadillo. En un suspiro, el
apreciado alimento se evaporó de mis manos. El
tiempo me pisaba los talones; una ducha rápida, un
afeitado express, la ropa y en marcha. Eran las seis
de la tarde, tenía media hora para llegar hasta la
cafetería donde había quedado.

Llegué al local cinco minutos antes de la hora


señalada. A las siete menos veinte, ella seguía sin
aparecer, los dígitos del reloj parecían estancados.
Las dudas y los pensamientos más pesimistas se
apoderaron de mí, el cuento de la bella y la bestia,
había terminado antes de empezar. Cuando los
oscuros pensamientos ya cubrían toda mi mente, el
chirrido de los neumáticos en el asfalto, captó toda
mi atención, el cuento de esta historia aún no había
llegado a su fin. Entre las calles del aparcamiento
privado de la cafetería, apareció Sandra montada en
su coche descapotable de alta gama y sin poder
evitarlo, mis ojos se posaron en mi cutre vehículo
de segunda o tercera mano. El guion de este relato
había cambiado súbitamente, ahora me sentía como
si estuviera en el cuento de la dama y el vagabundo.
Erróneamente pensé que se trataba del coche de sus
padres.

- Lo siento. -Dijo mirando el reloj.


- No pasa nada.
- Sabes… podía contarte una excusa barata,
pero lo cierto es que no sabía qué ponerme. -
Musitó mirando hacia el vacío–. Hoy

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necesitaba sentirme especial y nada de lo que
me ponía me gustaba. Sin exagerar, creo que
me he cambiado más de veinte veces.
- Con una sonrisa en los labios respondí: Las
rosa no necesitan más decoración, basta con
contemplar su belleza.
- Ya, pero las rosas no piensan y yo creo que
lo hago demasiado. -Replicó un tanto
ruborizada.
- Tienes razón, es una de las pegas de los
humanos, pensamos demasiado, cuando la
mayoría de las veces, tan solo tendríamos
que dejarnos llevar por el instinto.
- Con un gesto de su cabeza y sus hombros dio
su conformidad. -¿Nos vamos o quieres
tomar algo?
- Si nos encantamos no llegaremos a esa cita
con el sol.
- Entonces sube, conozco el lugar apropiado
para este tipo de acontecimientos.
- ¡Vale!
- ¿Te gusta? –Preguntó pasando su mano por
el volante–. Mis padres me lo regalaron
cuando cumplí los dieciocho.
- Un montón de preguntas se amontonaron en
mi cabeza. –Sí–. Respondí sin mucha pasión.
Ella se giró y me miró con un claro signo de
interrogación en su frente, sin duda no era la
respuesta entusiasta que esperaba. –Verás…
– Dije sopesando las palabras–. Los coches
no me gustan, como objetos útiles, vale, pero
no me transmiten nada, sin embargo las

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motos…
- Entiendo, coches no, motos sí, pero… ¿Por
qué? Al fin y al cabo, ambas son máquinas
con motor y ruedas.
- Creo que es una cuestión de sensación,
cuando voy en moto, es como si estuviera
montando a caballo, sé que no es lo mismo,
pero es lo que siento.
- ¿Te gustaría montar a caballo? -Preguntó
entusiasmada.
- No. -Respondí tajantemente.
- Claro… te da miedo. Afirmó con seguridad.
- No, el miedo no es la razón.
- ¿Entonces?
- Una vez suba a caballo, cualquier vehículo
construido por los humanos, se volverá
insípido. De momento, me conformo con las
sensaciones que experimento cuando voy en
moto. Imagínate llegar al trabajo o al centro
comercial montado en mí caballo. -Durante
un buen rato nos reímos con entusiasmo,
contagiándonos la risa el uno al otro.
- ¿Estudias o trabajas? -Preguntó.
- Las dos cosas. Trabajo como fotógrafo en
prácticas en un periódico local, el sueldo es
deplorable, pero estoy adquiriendo mucha
experiencia, que al fin y al cabo, es lo único
que me importa. Más de la mitad de la
nómina, la invierto en cursos de fotografía.
- Eres un chico muy ocupado. –Respondió
pensativa–. En esa apretada agenda, ¿tendrás
un hueco para mí?

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- De todas las tareas que tengo pendiente, tú
eres la más importante. –No dijo nada, tan
solo se giró un instante y me miró fijamente
a los ojos-. Y tú, ¿estudias o trabajas?
- Trabajo en la fábrica de mi padre desde los
dieciséis. Los estudios y yo, no nos llevamos
nada bien.
- ¿Qué construís?
- Piezas para diferentes modelos y casas de
coches, tenemos clientes en Asia, Europa y
América. La empresa la creó mi abuelo y
como es lógico, la heredó mi padre. La
secretaria de mi padre, que era la de mi
abuelo, se jubiló y yo ocupé su lugar.
- ¿Algún hermano?
- No, soy hija única. ¿Te gusta el lugar? -
Preguntó de repente.
- Estaba tan pendiente de ella, que apenas
reparé en el trayecto recorrido. Sin ninguna
duda, el lugar era increíblemente hermoso;
en lo más alto de una montaña, el mar se
extendía radiante a mi espalda y enfrente, el
sol se preparaba para esconderse detrás de
otra montaña. –Sí, aunque demasiado lejos
de tu belleza–. Ella me miró otra vez y no
dijo nada.

Sentados en una roca, contemplamos los últimos


suspiros del astro rey ni en mis mejores sueños,
habría imaginado un día como este.

- Gracias. -Dijo mientras apoyaba su cabeza en

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mi hombro.
- ¿Por qué? -Pregunté mientras la rodeaba con
mi brazo.
- Por tu manera de bailar.
- ¿Cómo? -No entendía bien su significado.
- Si no hubiese sido por tu manera apasionada
de bailar, jamás me habría fijado en ti.
- Gracias.
- ¿Por qué? -Preguntó incorporándose.
- Por fijarte en mí. -Respondí sonriendo.

Ella clavó sus ojos en los míos y puso su mano


suavemente en mi mejilla y yo hice lo propio en la
suya. El tiempo se detuvo, el aire dejó de soplar, el
sonido de las hojas desapareció; por un instante
eterno, todo mi entorno se transformó en un inerte
cuadro, unas bellas pinceladas que envolvieron
cálidamente este momento. Mientras el sol se
despedía en el horizonte, nuestras cabezas se
inclinaron pausadamente, hasta juntar nuestros
labios. Aunque no era consciente de ello, de esta
forma empezaron a hilvanarse los entresijos de lo
que estaba por llegar.

Dadas las circunstancias y tal y como era de


esperar, sus padres miraron con recelo al nuevo
intruso que invadía sus vidas. Formulándose las
típicas y lógicas preguntas, que se plantean las
personas que se encuentran en su alto estatus social.
Lo cierto es, que ni su lujosa mansión rodeada con
sus interminables jardines, sus numerosos coches
de muy alta gama, su yate ni su gigantesca fábrica,

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me causaron impresión. Lo único que me mantenía
unido a tanta pomposidad, tenía nombre y
apellidos. Al final, pese al enorme escalón social
entre ambas familias, nuestra relación fue acogida
de buen grado por ambas partes.

Un año después, el periódico donde realizaba las


prácticas, me hizo una buena oferta para
incorporarme en la plantilla. Según me notificaron,
estaban muy contentos con mi trabajo, pero más
aún, con mi formalidad y responsabilidad. Pese a
todos los halagos y la buena oferta, acepté el puesto
por una simple razón, me apasionaba mí trabajo.
Me sentí enormemente feliz, podía hacer lo que me
gustaba y además me pagaban por ello. Dos meses
después, Sandra y yo nos compramos un modesto
piso en el centro de la ciudad. Sus padres nos lo
quisieron regalar, ambos agradecimos el gesto, pero
decidimos sacar este proyecto con el sudor de
nuestra frente.

Todo fue muy rápido, tal vez demasiado, pero los


dos teníamos muy claro que queríamos dar el paso.
Apenas dos años después de nuestro primer beso,
contrajimos matrimonio. Me hubiese gustado algo
íntimo y sencillo, pero claro, en un evento de
semejantes proporciones intervienen demasiadas
personas y al final alguien tiene que ceder. En este
caso, dejé todas las riendas del enlace a Sandra o
mejor dicho, a sus padres. Nos casamos en una
capilla improvisada, en uno de los jardines de la
mansión. A escasos metros de donde tuvo lugar el

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enlace, una gigantesca carpa acogió a todos los
invitados al convite. Afortunadamente para nuestra
economía, todos los gastos de la ceremonia fueron
sufragados por sus padres. Como no, ese fue su
regalo de boda. Mi familia navegó en estas aguas
tan inhóspitas como pudo, humilde, sí, pero con la
cara bien alta. Al final, todos se fueron satisfechos.

El primer paso hacia un futuro inevitable estaba


dado, el segundo llegaría entre cinco y seis años
después.

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2. Hasta que la vida nos separe.

¡Y fueron felices y comieron perdices! Bonito


final para un cuento. Desgraciadamente para todos
esos niños inmaduros e inocentes, los padres
siempre ocultan o se olvidan voluntariamente de
leer la letra pequeña del final del cuento, esa que
dice: “Y fueron felices y comieron perdices, hasta
que por un motivo u otro, el amor se extingue y la
relación entra en un caos y una lucha constante”.

¿Culpables? No hay culpables en este desamor,


tan solo la inercia de la vida que hemos creado y las
decisiones que no somos capaces de valorar y
sopesar. Cuestiones que asumimos sin ser
conscientes y que inexorablemente nos arrastran a
nuestra propia ruina emocional.

Como hija del dueño, las tareas, las decisiones, la


responsabilidad, los problemas y un sinfín de
entresijos laborales, fueron absorbiendo poco a
poco a Sandra. Su horario se alargó tanto, que
prácticamente solo nos veíamos para cenar y un
pequeño rato antes de acostarnos.

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Un día llegó muy excitada y bastante feliz, su
padre la había nombrado vicepresidenta de la
empresa. Sin mucho afán la abracé y le di la
enhorabuena. Tal y como sospechaba, sus nuevas
responsabilidades y tareas se habían multiplicado
por dos o puede que más. Aunque llegaba a la
misma hora, en su maletín de cuero negro,
amontonaba una pila de documentos que tenía que
revisar. La escasa comunicación que habíamos
conseguido mantener, se evaporó entre papeles.
Tan solo los domingos manteníamos una relación
de pareja, ya que los sábados trabajaba como si
fuera un día más. Resultaba irónicamente
perturbador, teníamos la cuenta bancaria a rebosar
y no teníamos tiempo para gastarlo.

Nuestra relación se quedó estacionada en el fondo


de un cajón, bajo sentimientos nada favorables para
una sana estabilidad emocional. Con el paso de los
días, el carácter de Sandra cambió drásticamente.
Casi siempre, por no decir siempre, estaba irritada.
Todos los problemas de la fábrica se trasladaron a
nuestro hogar. El miedo, uno de los sentimientos
más devastadores, se acomodó con fuerza en
nuestra vivienda. Empezar una conversación con
ella, se convirtió en una auténtica pesadilla, ya que
por regla general, terminábamos discutiendo. Así
que mi cobarde actitud, me dejó sentado en la
trinchera con la cabeza escondida entre mis brazos.
Todo lo que habíamos construido con tanto tesón,
se desmoronaba poco a poco.

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Una mañana lluviosa de invierno, me reuní con el
director del periódico en su despacho. David, el jefe
del departamento gráfico, se jubilaba
anticipadamente, al parecer, algún problema de
salud. Entre los posibles candidatos, mi nombre
figuraba en lo más alto de la lista. La oferta era
tentadora, muchos privilegios y una retribución
económica considerable. Sin embargo, había un
gran inconveniente, tenía que sustituir mi querida
cámara, por un despacho privado y un flamante
ordenador de última generación. Las dudas me
asaltaban, por eso solicité un par de días para
reflexionar, mi jefe me dio todo el tiempo que
creyera oportuno, al fin y al cabo, David estaría un
mes más entre nosotros.

Esa misma noche, mientras Sandra pasaba


papeles de una mano a otra, yo miraba desde el sofá
la cámara que estaba colgada en el pomo de la
puerta. Ese no era su sitio habitual, sin embargo,
ese día inconscientemente se alojó en dicho lugar.
Las voces de la televisión sonaban en la lejanía, sin
apartar la vista de la cámara, imaginé mi futura vida
en el despacho, hasta que el agobio me atrapó. Fue
entonces cuando comprendí, que la pasión por mi
trabajo, era mucho más importante que los
privilegios y el aumento de sueldo. A la mañana
siguiente, nada más llegar al periódico hablé con la
secretaria del director, pero él estaba reunido. Tal y
como me había indicado regresé dos horas mas
tarde, con el dedo de su mano y gesto afirmativo, la
secretaria me marcó la puerta del despacho.

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- Te está esperando. –Recalcó la chica sin más.
- Pasa, pasa. –Pude escuchar su voz que salía
del despacho.
- Buenos días.
- No te esperaba tan pronto. –Respondió con
una sonrisa.
- Lo sé, pero tengo clara mi decisión, así que
no tiene sentido esperar.
- ¿Y cuál es?
- Agradezco la oferta y la confianza que la
empresa ha depositado en mí, pero no estoy
preparado para dar un paso de semejante
envergadura.
- Estás más que preparado, de hecho eres el
mejor y único candidato.
- Puede que sea así, pero en este momento no
me siento preparado.
- Vale. –Dijo mientras jugaba con el bolígrafo
entre sus dedos-. Aun así, si cambias de
opinión, no dudes en comunicármelo.
- Gracias otra vez.

Salí por la puerta sabiendo que no volvería a


entrar para tratar este tema, mi decisión era firme e
irrevocable, sin ningún tipo de fisura. Un mes
después, David se despidió de todos y uno de mis
compañeros ocupó su lugar.

A los pocos días de tales acontecimientos, Sandra


y yo tuvimos una bronca monumental, por una
gilipollez intranscendente para nuestras vidas. El
caso es que ese día, pernocté en el sofá por primera

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vez en nuestra relación. El caos y la sinrazón se fue
apoderando de nuestras vidas, hasta que la situación
se volvió insostenible.

La luz tenue de la mañana atravesaba la tela


blanca de la cortina. Sandra dormía plácidamente a
mi lado, mirando su rostro recordé los años
cargados de dulzura, ternura, comprensión, cariño,
bondad, lucha, entrega, dedicación, ilusión y sobre
todo, mucho amor. Tirar la toalla era el camino más
sencillo, pero yo no estaba dispuesto a rendirme
con tanta facilidad. Era domingo, el día perfecto
para iniciar una conversación con mi mujer. Me
duché, me vestí rápidamente y salí pitando por la
puerta. No muy lejos de nuestro edificio, había una
panadería que abría todos los días del año. Cuando
llegué a casa, Sandra seguía durmiendo, dejé la
bandeja con bollería variada sobre la mesa de la
cocina y preparé un zumo de naranja para cada uno,
justo en ese instante, ella atravesó el umbral de la
cocina, con los ojos medio abiertos y la mano en
forma de visera.

- Buenos días, ¿quieres desayunar?


- Me iba a duchar, pero huele tan bien que creo
que lo dejaré para después.
- Cariño, he estado pensando. –Dije con una
magdalena en la mano.
- Dime.
- Podías dejar tu puesto a otra persona y volver
a ser una simple secretaria.
- No entiendo a qué viene esto ahora. –Replicó

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bastante mosqueada.
- ¡Mírate! –Dije con firmeza–. Casi siempre
estás de mala leche, ya no recuerdo cómo es
tu sonrisa.

Cómo no, la mejor defensa es un buen ataque.


¿Por qué no escuchamos las palabras que salen
directamente del corazón? Aquellas cuyo único
objetivo, es otorgar la felicidad a los seres que
amamos. ¿Por qué? Supongo que serán los efectos
secundarios de la rutina y el amplio abanico de
sentimientos negativos, que nos ofrece a diario este
sistema “civilizado”.

- ¿Qué coño me estás contando? –Respondió


fuera de sí–. Eres tú el que deambula por la
casa de un lado para otro como si fueras un
puto muerto viviente. –Un silencio aterrador
se apoderó de la cocina.
- Sandra…
- Ya sé lo que te pasa, te corroe la envidia,
porque yo he llegado a lo más alto y tú te has
quedado estancado en tu insignificante
puesto de fotógrafo.
- Perdona si te he molestado, no era mi
intención. –Dije mientras me levantaba de la
silla.
- ¿A dónde vas, jodido cobarde? Siéntate y
confirma tu envidia como un hombre.

Tal y como estaba la situación, lo mejor era una


retirada. Ella buscaba pelea y yo tan solo un poco

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de cariño y algo de comprensión. Berreando desde
la cocina, abrí la puerta y salí de aquella
endemoniada casa, mientras sus palabras rebotaban
incesantes en mi cabeza. Sin duda, como todo ser
humano, tengo mis defectos, pero la envidia y los
celos, con total rotundidad no están entre ellos.
¿Qué imagen tenía Sandra de mí? ¿Tanto la había
consumido esta sociedad, que ya no era capaz de
reconocer al hombre con el que estaba casada? Su
errónea observación me dejó profundamente
preocupado, Algo en su interior había cambiado,
algo que no lograba comprender se transformaba
lentamente pero sin pausa.

Los nuevos cambios no tardaron mucho en llegar,


el móvil se convirtió en un apéndice más de su
cuerpo y siempre que entraba en él, tenía que
introducir una larga contraseña (una clave que
nunca me dio). Protección de datos del trabajo,
solía decir, una fortaleza inexpugnable que nunca
tuve interés en conquistar. Sin embargo el mío,
seguía aparcado en la mesita que había en la
entrada y como siempre, con libre acceso a todo su
contenido. También por estas fechas empezó a
viajar, prácticamente todas las semanas tenía un
vuelo concertado. Otro hecho significativo, es que
nuestra cuenta bancaria empezó a bajar, las facturas
de ropa, zapatos, perfumería, y complementos, se
amontonaban en el archivador. Al principio pensé
que era un hecho aislado, ya sabes, una renovación
completa del vestuario, pero lo cierto es que las
facturas no dejaban de llegar. Objetos nuevos sin

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estrenar se almacenaban en el armario y más tarde,
en el trastero. El pánico financiero me saturó por
primera vez en mi vida. ¿Cuánto tiempo podría
soportar nuestra economía este nuevo ritmo de
vida?

La ausencia total de comunicación, nos convirtió


en dos seres extraños viviendo bajo un mismo
techo. Intenté nuevos acercamientos en un par de
ocasiones, pero como dice el dicho, fue peor el
remedio que la enfermedad, ya que ambas
conversaciones (por llamarlas de alguna manera),
nos distanciaron todavía más. La imagen que ahora
tenía de mí era tan distorsionada, que me quedé
completamente bloqueado. Mi hogar, el lugar
donde se suponía que tenía que encontrar la paz y el
equilibrio, se convirtió en un auténtico infierno. Las
constantes demandas, quejas y reproches, que
solían venir acompañadas por gritos y desprecio,
me convirtieron en un ser todavía más hermético y
frío. Una sensación de miedo me consumía cuando
colocaba la llave para entrar en mi casa. Sin saber
qué hacer, me dejé llevar por la propia inercia de la
vida. El punto y final o mejor dicho el punto y
seguido, lo rubricó un encuentro fortuito.

- ¿Izent?
- El mismo.
- Soy Héctor.
- ¡Joder, Héctor, cuánto tiempo! ¿Cómo has
conseguido mi móvil?
- Me lo ha dado un compañero de trabajo.

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- Claro… ¿Todo bien?
- Sí, más o menos todo bien, ya quedamos un
día y nos ponemos al corriente mientras nos
tomamos unas cervezas.
- Por supuesto.
- Escucha, no sé por qué, pero hoy sin ton ni
son he recordado los buenos momentos que
pasamos.
- Muchos y muy buenos. –Repliqué.
- El caso, es que las fuerzas especiales, están
acordonando una calle de la zona rica de la
ciudad, desconozco cuál es el asunto, pero
estoy seguro de que se trata de algo gordo, tal
vez te interese cubrir la noticia y sacar las
primeras instantáneas de la operación.
- Me interesa, gracias por la información.
- De nada, todo sea por los viejos tiempos.
- ¿Lugar? –Pregunté.
- Junto al hotel Bahía.

Después de una rápida despedida, cogí mi moto y


salí apresuradamente hacia el lugar. Todos los
accesos a la zona, eran controlados por la policía,
agentes con rifles de francotirador se encontraban
distribuidos por los edificios del lugar. El
despliegue de efectivos era considerable, como dijo
mi amigo, algo gordo se estaba cociendo en ese
momento. Con el zoom de mi cámara, intenté
deducir qué era lo que estaba pasando, mientras que
mi dedo pulsaba sin cesar. Por el despliegue
estratégico, pensé que el objetivo se encontraba en
el hotel, sin duda, el complejo más prestigioso y

27
lujoso de la ciudad, un recinto de cinco estrellas,
que alberga todo lo necesario para la gente más rica
y selecta de este planeta. Un nuevo movimiento de
la policía, ubicó al objetivo en un edificio
colindante al Bahía, un complejo casi tan alto como
el hotel, donde el metro cuadrado de la vivienda, se
encuentra al alcance de muy pocos bolsillos. Como
era de esperar, los curiosos y mis compañeros de
profesión, no tardaron en llegar, amontonándose en
las improvisadas barricadas que había montado la
policía. El ojo de halcón de mi cámara, enfocaba
nítidamente el patio de aquel ostentoso edificio.
Apresuradamente, los agentes apartaron a la gente
para crear un paso entre una de las barreras. Con
suma rapidez, dos furgonetas negras y relucientes
se introdujeron en el interior de la zona restringida,
estacionando enfrente del patio que antes señalé.
Un desfile de policías bien protegidos y con armas
automáticas, empezaron a salir del interior del
edificio, rodeando a varios hombres esposados. Una
captura exitosa, que al parecer se había saldado sin
ninguna baja aparente.

Una improvisada rueda de prensa en mitad de la


calle, desveló todo lo acontecido en ese lugar. Uno
de los narcotraficantes más buscados de este
planeta, había sido capturado en esta ciudad y solo
mi cámara inmortalizó el despliegue policial; unas
instantáneas que pude tomar, gracias a un viejo
amigo.

- ¿Héctor?

28
- ¿Dime, Izent?
- Te debo una.
- No me debes nada.
- Vale, pero espero que me dejes invitarte a
una cerveza.
- Eso está hecho, ¿te viene bien ahora?
- Por supuesto.
- ¿Dónde estás?
- Prácticamente en la puerta del hotel.
- Cinco minutos y me reúno contigo.
- Te espero.

Héctor era uno de los dos amigos que estaban


conmigo en la discoteca cuando conocí a Sandra.
Un ser excepcional, una persona, que pase lo que
pase, sabes que siempre está. Por desgracia, su
trabajo lo envió al otro lado del charco e
inevitablemente, nuestra amistad entró en una fase
de letargo. Un sentimiento de alegría me invadió
cuando apareció caminando entre la gente.

- ¡Héctor! Estás exactamente igual. –Dije


extendiendo mis brazos. Un cálido abrazo de
cariño me arropó.
- No me puedo quejar. –Contestó–. Me
gustaría decir lo mismo, pero tío… pareces
un cadáver.
- Ese es mi amigo, un tipo sin pelos en la
lengua. -Supongo que antes o después, los
problemas te pasan factura.
- ¿Te importa si nos tomamos aquí esa cerveza
y me cuentas esos problemas? –Preguntó

29
señalando al hotel–. Lo siento, pero no tengo
mucho tiempo.
- Claro.

Entramos, pedimos y empezamos a ponernos al


corriente de nuestras vidas. De forma breve y sin
entrar en detalles, le relaté el caos que asolaba en
casa. Él seguía soltero y sin compromiso y por
suerte para nuestra retomada amistad, la empresa lo
había destinado a una de las sucursales que tenía en
esta ciudad. Después de mucho tiempo luchando
por esta nueva ubicación, por fin lo había
conseguido.

- Un segundo. –Dijo con el móvil en la mano–.


Voy a cancelar mi siguiente reunión.
- No es necesario. –Respondí con rapidez. Él
no dijo nada, tan solo se llevó el dedo a la
boca, exigiendo un poco de silencio.
- El señor Zacarías. –Pausa–. Hola, soy
Héctor, había quedado a la una con usted,
pero me ha surgido un imprevisto y no podré
acudir a la cita, siento las molestias. ¿Cuándo
podríamos quedar? –Pausa–. Mañana a las
nueve, estupendo ahí estaré. –La misma cara
de atontado que vi antaño en su rostro,
apareció de nuevo ante mí, aunque esta vez
con una pizca de sorpresa.
- ¿Qué pasa? –Pregunté intrigado.
- Me has dicho que Sandra está de viaje,
¿verdad?
- Sí, llega mañana a las ocho de la tarde.

30
- Entonces, tiene una hermana gemela que
vive también en esta ciudad.
- ¿Cómo? –Pregunté desorientado.
- Gírate despacio y mira el mostrador de
recepción.
- Entre la doble puerta acristalada de la
cafetería, pude ver a una mujer que hablaba
con uno de los recepcionistas. –No es su
hermana gemela–. Respondí abatido. –Es
Sandra.
- ¿Qué hace aquí? –Justo en ese instante, un
joven trajeado y de muy buena presencia,
apareció en escena caminando hacia ella, él
le puso la mano en la cintura y le dedicó una
amplia sonrisa, un gesto que fue rápidamente
correspondido por ella–. No me gustaría
sacar conclusiones precipitadas, pero creo
que ya sé lo que hace aquí.
- Dos más dos son cuatro. –Puntualicé sin más.

Sabía que era cuestión de tiempo, sabía que


nuestros caminos se habían distanciado, era muy
consciente de la situación, pero la esperanza
revoloteaba inconscientemente en mi memoria. De
esta manera no, pensé mientras un punzante dolor
se instaló en mi pecho. Como una apisonadora, la
cruda realidad se plantó ante mis ojos sin ningún
tipo de compasión. La sonrisa que le dedicó ella,
era la misma que durante muchos años me ofreció a
mí y que hacía ya mucho tiempo que no veía
reflejado en su rostro. Ya no había vuelta atrás, el
camino que había elegido, marcaba el fin de una

31
época y el principio de otra.

Héctor se levantó de la mesa para fisgonear y yo


me quedé sentado en la silla mirando hacia el vacío.
¿Cuántos sentimientos puede acumular una persona
a la vez? No sabría contestar a esa pregunta, pero sé
que una batalla interna se libraba en mi interior, mi
cabeza era una explosión constante de
pensamientos que se transformaron básicamente en
sentimientos negativos. Calma, calma, me
susurraba a mí mismo con los puños cerrados sobre
mis piernas. No sabría decir el tiempo que estuve
sentado en aquella silla divagando, el caso es que
Héctor apareció de nuevo y se sentó junto a mí.

- Por la complicidad existente entre ellos y los


de recepción, yo diría que son clientes
habitúales. Están alojados en la planta
octava, habitación 416- C, he subido con
ellos en el ascensor.
- ¿No te ha reconocido?
- La barba, mi nuevo peinado y las gafas
oscuras han hecho un buen trabajo, además,
la última vez que nos vimos fue en vuestra
boda. En aquella época mi aspecto era muy
distinto.
- Es cierto. –Respondí pensativo–. Por aquel
entonces, ibas siempre muy bien afeitado y el
pelo largo, te llegaba hasta mitad de la
espalda.
- Así es. Verás… Izent, no sé cómo…
- Tranquilo, no tienes que decirme nada, Está

32
claro que no han venido para hablar de
negocios.
- Si así fuera, no creo que ese sea el objetivo
principal de su encuentro, ya que se han
besado en el ascensor.
- (Un suspiro)… -Gracias.
- ¿Qué vas a hacer?
- Hasta que pueda hablar con ella, vigilaré el
hotel para ver si los veo salir.
- ¿Por qué?
- La charla de mañana será complicada,
cuantos más datos tenga mejor, pero antes
tengo que resolver un par de asuntos.
- Está bien, yo te cubro hasta que vuelvas.
- No es necesario, ya has hecho demasiado.
- Él sabía que en este momento lo necesitaba,
así que fue tajante. -Te espero aquí sentado,
no tardes mucho.
- Vale.

De todas mis amistades, creo que Héctor fue la


única persona que nunca congenió con Sandra. De
hecho, nuestra amistad se enfrió antes de que él se
fuera al extranjero, aunque tuvo el gran detalle de
regresar a esta ciudad para mi boda. De su boca
jamás salió una palabra de rechazo hacia ella,
aunque intentó avisarme muchas veces con la
mirada. En aquel momento yo no comprendía nada,
sin embargo, ahora era capaz de entender sus gestos
y sus reacciones. Cuando estás enamorado, no eres
capaz de ver lo que otros ya ven. El amor es ciego,
aunque yo más bien diría que aniquila todos los

33
sentidos.

- Llegué a la redacción bastante desencajado. -


¿Te encuentras bien?
- Lo cierto es que no. –Respondí dejándome
caer sobre la silla.
- ¿Te has visto la cara? Deberías ir al hospital.
- Toma. – Respondí mientras dejaba la cámara
en la mesa. – Aquí están las fotos del
narcotraficante capturado. Las necesitarás
para la tirada de mañana. Si no te importa,
me tomaré unos días de descanso.
- Tómate el tiempo que creas oportuno y por
favor, visita un médico. –Dijo, mientras
descargaba la memoria de la cámara en el
ordenador.
- Está bien. –Respondí algo decaído.

Una llamada a mis padres y el segundo ASUNTO


pendiente quedó resuelto. La noche iba a ser larga,
por eso, me dirigí a casa, metí la moto en el garaje
y subí a casa a por las llaves del coche. Cuando
entré en el baño y vi mi cara en el espejo, me asusté
de mi propia imagen, unas ropas rasgadas y
ligeramente ensangrentadas y estaba listo para
rodar una película de zombis. Vacié en un bote de
cristal, el café que aún quedaba en la cafetera y salí
disparado hacia el hotel. Cuando llegué, Héctor
estaba comiendo y se había cambiado de lugar.
Cuando me senté a su lado, entendí el motivo de su
nueva ubicación, desde este lugar, había una mejor
visión del interior del hotel y parte de la calle.

34
- Lo siento, estaba aburrido y tenía mucha
hambre. –Dijo con la mano levantada
buscando al camarero-. ¿Qué quieres comer?
- Nada, no era una respuesta que encajara con
él, por eso le solté una mentira piadosa,
además, lo que menos me apetecía en este
momento, era comer. –He ido a casa para
coger el coche y me he comido un bocata por
el camino.
- ¿Algo de postre?
- No, solo café. ¿Han salido del hotel?
- No, siguen en la habitación.

Media hora más tarde, ambos salimos del local, él


siguió con su trabajo y yo me fui directamente a mi
coche. Sentado con la radio en marcha, dejé que
fueran pasando las horas. A las ocho y algo de la
tarde sonó el teléfono. Héctor había terminado su
jornada y quería hacerme compañía. Tres cuartos
de hora más tarde, se plantó en la puerta de mi
coche con un par de bolsas con comida. Su
compañía amenizó las tres horas siguientes.

- Me gustaría quedarme, pero… ya sabes,


mañana a las nueve tengo una cita con un
cliente.
- Tranquilo, estaré bien. –Dije poniendo mi
mano sobre el bote de cristal que contenía el
café.

La larga, aburrida y monótona noche, la rompió


un coche que se detuvo a mi lado. Un par de

35
hombres con una pinta que no me gustaba un pelo,
me miraban desde el interior. Asustado, me quedé
petrificado, instintivamente presioné el seguro del
coche y cogí mi pesada cámara con firmeza. Los
dos salieron del vehículo, y se quedaron de pie
junto a mi puerta. Mientras uno buscaba entre su
chaqueta, el otro apoyó la mano en el techo de mi
coche. El terror se apoderó de mí en ese instante.
¡Qué sacaría? Un destornillador, una navaja o tal
vez una pistola.

- Policía secreta. –Dijo apoyando su placa


contra la ventanilla–. Baje del coche.
- Un soplo de aire salió de mi boca. –Voy.
- ¿Qué hace en el coche a estas horas de la
madrugada? -Preguntó con despotismo y
carente de toda educación.
- Contarle a semejante individuo el verdadero
motivo de mi estancia en el coche, me
resultaba un tanto embarazoso, así que… -
Estoy trabajando, como usted–. Sus malas
maneras, me dejaron un tanto jodido, por eso
contesté un tanto irritado.
- ¡Documentación! –Replicó con brusquedad.
- Aquí tiene. –Dije de mala gana. El policía
que no había dicho nada hasta el momento,
cogió el documento y se metió dentro del
coche.
- ¿En qué trabaja? –Preguntó con mirada
inquisidora.
- Soy fotógrafo, aquí tiene mi acreditación. Si
mis fuentes son correctas, un famoso actor se

36
hospeda en el hotel. Si tengo suerte, su cara
podía ser la portada de mañana. –Sin
preguntar nada más, le dio la acreditación a
su compañero.
- Tras un silencio incómodo preguntó por fin. -
¿Qué famoso?
- ¿Necesito un abogado? –Pregunté con ironía.
Las chispas entre los dos cargaban el
ambiente. Aunque de malas maneras, sé que
solo hacía su labor, pero hoy no era el día
indicado para este tipo de estupideces.
Además, que yo supiese, no era ningún delito
estar sentado en el interior de mi propio
coche
- Todo en orden. –Dijo el policía que acababa
de salir del coche y me hacía entrega de
todos mis documentos.
- Paparazzi… –Replico su compañero con un
tono despectivo.
- Sin menospreciar la labor de mis colegas,
para usted fotógrafo de prensa, agente
numero 0398 de la policía secreta. –Respondí
aguantando la mirada desafiante. En mi
trabajo, la observación es una parte
importante de mis tareas. Tan solo un
instante necesité para memorizar el número
de identificación de su placa.
- ¡Vamos, aquí no hacemos nada! -Gritó su
compañero al ver la situación. El chulo y
prepotente capullo, escupía cuchillos por los
ojos. -¡Vamos!– Gritó de nuevo mientras lo
arrastraba del brazo.

37
El rottweiler se subió al coche con el rabo entre
las piernas. Sin prejuicios y con un poco de respeto
y educación, la conversación habría transcurrido
por otro camino. Lo siento, pero no soporto a las
personas prepotentes y menos aún cuando abusan
de su autoridad.

Pese al café, la fatiga y el cansancio se


apoderaron de mí al alba. Por suerte, los rayos de
sol me aportaron una carga extra de energía. A las
diez menos cuarto, Sandra y su acompañante
salieron por la puerta de hotel, cortésmente se
dieron la mano y se marcharon cada uno por su
lado, a todos los efectos, parecía un encuentro de
trabajo. Saqué de la guantera unas gafas y una gorra
con visera y me las coloqué. Unos complementos,
que mi perspicaz amigo me trajo de su casa.

Arranqué el coche y a una distancia prudencial,


seguí a Sandra mientras caminaba por la calle, hasta
que se ubicó en uno de los numerosos taxis que
circulaban por la zona. Seguí al vehículo
manteniendo las distancias. Después de cruzar
prácticamente toda la ciudad, comprendí que nos
dirigíamos al aeropuerto, supongo que la reunión
tal y como me dijo era real, lo que no era cierto, es
el tiempo que iba a estar fuera de la ciudad. El
coche se detuvo detrás de otro, cuyos ocupantes
sacaban acaloradamente las maletas de su interior.
Desde lejos y sin bajar del coche, observé todos sus
movimientos, hasta que vi cómo Sandra atravesaba
las puertas hacia el interior del aeropuerto.

38
De regreso a casa, el cansancio una vez más se
aferró con firmeza a mi cuerpo. Cuando me
encontraba en el interior del patio, el móvil sonó
despiadadamente, era Héctor.

- ¿Qué tal la noche?


- Aburrida.
- ¿Sigues en el hotel?
- No, he seguido a Sandra hasta el aeropuerto
y ahora estoy en el patio de casa.
- ¿Necesitas algo?
- No, gracias, Me voy a la cama, estoy hecho
polvo, además esta noche cuando regrese mi
mujer, será… Bueno, te puedes hacer una
idea. ¿Te importa si sales en la conversación
o prefieres mantenerte al margen? Héctor, no
me debes nada, si decides no involucrarte lo
entenderé y lo respetaré.
- No he hecho nada malo y no tengo nada que
ocultar, Puedes utilizar la información que te
di como creas oportuno.
- Gracias, mañana ya te contaré cómo me ha
ido.

Pese al enorme cansancio, mi efervescente cabeza


me impidió conciliar el sueño con normalidad. Una
hora y pico más tarde, mi cuerpo cedió por puro
agotamiento. A las ocho de la tarde sonó el
despertador, por un segundo tuve la sensación de
que todo había sido una pesadilla, instante que se
esfumó, cuando vi mi soñolienta cara reflejada en el
cristal del aseo. Tenía alrededor de un par de horas

39
para darme una ducha, hacer la cena y retocar un
poco mi pálido y escuálido reflejo. Más o menos a
la hora indicada, Sandra entró por la puerta de casa,
después de un beso de cortesía y un par de
conversaciones rutinarias, nos sentamos en la mesa
para cenar. ¡Bienvenidos al circo, tomen sus
asientos, porque el espectáculo está a punto de
comenzar!

- ¿Qué tal el viaje?


- Uno más, ¿y tú?
- Ayer capturaron en nuestra ciudad a uno de
los narcotraficantes más buscados del
planeta.
- ¿En nuestra ciudad?
- Sí, el susodicho, se escondía en el edificio
que está pegado al hotel Bahía. –La
expresión de su cara cambió drásticamente
cuando escuchó el nombre en cuestión.
- ¿Estuviste en la zona? –Preguntó intranquila.
- Sí. –Respondí mirándola fijamente a la cara–.
Por eso, voy a preguntar una vez más, ¿qué
tal el viaje?
- ¿Me estás acusando de algo?
- Verás… Resulta que te vi entrando en el
hotel.
- ¡Capullo!, no tengo que explicarte cómo
organizo mi agenda, pero ya que has sacado
el tema te lo diré. Aprovechando que un
cliente se hospedaba en el Bahía, improvisé
una rápida reunión en la cafetería del hotel,
por eso retrasé el vuelo para las seis de la

40
tarde,
- Para las seis de la tarde. –Recalqué con cierto
retintín.
- ¡A las seis! –Puntualizó con mala hostia.
- Ya… Si te fuiste ayer a las seis, ¿por qué
estabas esta mañana todavía en el hotel?
- ¡Joder, Izent!, ¿es que me has puesto un puto
detective?

¿Por qué tanta sutileza? ¿Por qué no decirle


directamente lo que sé? En mi caso era una cuestión
de principios. Coño, Sandra, te he pillado, ¿es que
no te das cuenta? ¿Dará la cara y asumirá las
consecuencias de sus actos o intentará alargar la
farsa de nuestro matrimonio todo lo que pueda? ¿Le
quedará algo de dignidad y reconocerá su engaño o
seguiré siendo un títere en su vida? Ahora más que
nunca, necesitaba saber con qué tipo de persona
estaba casado.

- No Sandra, no he contratado a nadie, tan solo


han sido las casualidades de la vida.
(Muchísimos años después, descubrí, que en
este tipo de acontecimientos no existen los
imprevistos. Para forjar nuestro temple y
convertirnos en lo que un día seremos, hay
ciertos eventos que debemos experimentar,
este sin duda era uno de ellos).
- Mira Izent. –Dijo reposando la voz–. Mi
trabajo es así, los cambios se suceden sin
avisar y me tengo que amoldar a las
circunstancias. He dormido en casa de mis

41
padres y he vuelto al hotel a las ocho de la
mañana para cerrar el contrato con el cliente,
él necesitaba consultarlo con la almohada
antes de tomar una decisión. He salido del
hotel a las diez de la mañana y me he ido
corriendo al aeropuerto.
- Por fin algo que se ajusta a la realidad, pensé
mientras escuchaba su fantástico relato. -
¿Qué tal tus padres? Hace tiempo que no sé
nada de ellos–. Dije mientras me dirigía
hacia mi móvil.
- ¿Dónde vas? –Preguntó exaltada–. ¿No irás a
llamarles ahora?
- Solo voy a ponerlo a cargar. Si eso, ya les
llamo mañana a primera hora.
- No es necesario, si quieres, podemos quedar
con ellos este domingo.
- Vale. -A estas alturas ya tenía la respuesta
que andaba buscando. Sandra es de las que
tira la piedra y esconde la mano. Hasta que
no esté completamente acorralada, no
admitirá su engaño. Mientras pueda,
mantendrá su espléndida fachada de persona
y esposa perfecta. Un título honorífico que
no sé muy bien para qué sirve. Después de un
corto y molesto silencio, solté de sopetón–.
Quiero el divorcio.
- ¿Cómo? –Preguntó sorprendida y aturdida a
la vez.
- La próxima vez que te pegues el lote con
alguien en el ascensor de un hotel, asegúrate
de que en el interior no vaya algún conocido.

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- ¿Qué mierda me estás contando?
- Cuando tú y tu acompañante subíais a la
octava planta del Bahía, para dirigiros a la
habitación 416- C, un amigo mío estaba justo
detrás de ti. No he contratado a nadie, pero
llevo casi un día pegado al jodido hotel. En
todo este tiempo, no has salido ni una sola
vez, así que no me cuentes más batallitas y
reconoce de una vez por todas, que estás
acostándote con otro tío.
- Una vez más, la mejor defensa siempre es un
buen ataque. –Eres un hijo de puta, todo es
por tú culpa, la envidia y los celos te corroen,
desde que me ascendieron, ya no eres el
mismo, porque tú… y además tú… y tú…

Qué cómodo nos resulta echar la mierda sobre los


demás, es fácil, sencillo y rápido. Una técnica que
los humanos han mejorado y perfeccionado tras
muchos años de evolución, una técnica que como
muchas otras, resulta inútil y poco constructiva.

¿Qué he podido hacer mal? O dicho de una


manera más sutil, ¿qué camino o qué decisión tomé
que no salió tal y como yo me esperaba? Muchos
de los problemas o conflictos, se solucionarían si
los humanos fuéramos capaces de emplear la
energía en reflexionar y resolver este tipo de
cuestiones. Pero claro, en nuestra omnipotente
perfección, la culpa siempre es de los demás, nunca
nuestra, de tal modo que acabamos eligiendo el
camino más simple e inapropiado, aquel que nunca

43
lleva a ningún sitio.

Un lo siento, perdón o incluso vamos a hablar,


podría haber sido el inicio de un borrón y cuenta
nueva (difícil, muy difícil, pero no imposible). Pero
así no, hijo de puta todo es culpa tuya, no era el
diálogo constructivo que esperaba tener con mi
mujer. Mientras ella berreaba desde la cocina, yo
empecé a preparar una maleta con algo de ropa.

Como dije al principio, no la culpo, tan solo


somos el producto que engendra esta sociedad. Ella
eligió un camino y yo la dejé caminar, en cierto
modo, soy tan culpable como ella y cuando intenté
corregirlo, ya era demasiado tarde. De todas las
cartas de la baraja, estas fueron las nuestras,
¿Cuáles fueron, son o serán las tuyas? Lo cierto es
que da igual las cartas que intervengan o lo sólido
que sea tu amor, antes o después, los sentimientos
negativos que genera a diario esta civilización,
harán mella en tu relación. Sin ir más lejos, la
separación o el divorcio, se ha convertido en una
parte más de la rutina diaria en nuestras vidas. Ya
no nos sorprende las relaciones que se truncan,
sino, las que siguen adelante durante décadas, una
creciente minoría de los países desarrollados, que
visto lo visto se encuentra en vías de extinción. Tal
vez, estas largas relaciones, han sido capaces de
proteger su amor de las agresiones externas de sus
estresantes vidas o también, puede que las cargas
como la hipoteca o las facturas, sean un fuerte nexo
de unión.

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Según mis reflexiones, no podía juzgar ni
reprochar nada a mi mujer. Tan solo hubo una cosa
que me molestó y me dejó bastante tocado, cómo
no, me refiero a la relación que mantuvo con otro
hombre. Si ya solo era un compañero con el que
compartir el día a día, si ya solo era eso, me hubiese
gustado saberlo por su boca. Por mucho dolor que
pudiera sentir, habría aceptado que nuestro amor
había llegado a su fin. Lo que no acepté, es que ella
jugara con mi esperanza y la ilusión de recuperar lo
que un día tuvimos. Yo jamás habría empezado una
relación, sin antes terminar con mi matrimonio.
Pero tampoco debería sorprenderme tanto, ya que
esto en nuestros días, también forma parte de lo
normal y rutinario.

¡Joder! Muchas veces tengo la sensación de ser


un puto extraterrestre. Siéntate Izent, tu madre y yo
tenemos que revelarte un hecho trascendente de tu
pasado. Hace muchos años, cuando paseábamos por
el monte, te sacamos de una especie de nave que
estaba en llamas. En el interior tan solo estabas tú,
así que te recogimos, te cuidamos, te enseñamos y
te amamos como a un hijo. Aunque pareces
humano, desconocemos tu origen, puede que
vengas de algún lejano planeta. ¡Tranquilos, que no
se me ha ido la pinza!, pero lo cierto, es que
asimilaría mejor esta historia, que muchos de los
comportamientos y actitudes que desempeñan los
humanos.

Pero no soy un puñetero marciano ni vengo de las

45
estrellas, tan solo soy un humano más. A las
pruebas me remito, hace muchos años, comparé una
foto de mi padre cuando era niño con una de las
mías. Si no fuera por la ropa y el color amarillento
de la foto, podría afirmar que era un clon de mi
padre o su hermano gemelo. Sin ninguna duda, el
mismo ADN circula por mis venas.

El caso, es que la imagen de ese tío poniendo su


mano en la cintura de Sandra y la sonrisa que ella le
dedicó en la recepción del hotel, me acompañó
durante un largo periodo de mi vida, arañando y
desgarrando los latidos de mi magullado corazón.
Tenías muchos caminos para terminar con lo
nuestro, pero Sandra… Así no.

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3. Demonio con piel de cordero.

No puedo decir que los últimos años con ella


fueran un cuento de hadas, pero lo que estaba por
llegar iba a superar ampliamente todo lo que
pudiera imaginar.

Una semana después de su meteórico ascenso, se


empeñó en comprar un apartamento en la playa. No
puse ningún impedimento ni objeción, la vi tan
decidida e ilusionada, que no interferí para nada en
la obtención del inmueble. Lo cierto es que la
nueva vivienda, casi se pagaba sola, la alta entrada
que dimos para adquirirla, dejó la hipoteca en unas
cuotas muy asequibles. Nosotros disfrutábamos del
lugar en verano y lo alquilábamos el resto del año
por un módico precio. La misma noche que solicité
el divorcio, cargué el coche y me fui a dicho
apartamento, un lugar que afortunadamente en ese
momento estaba sin alquilar. A la mañana
siguiente, me fui directo al periódico, para hablar
con el supervisor de mi departamento.

- ¿Cómo estás? Todavía tienes mala cara.


- Supongo que es normal. –De manera muy

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escueta, le puse al corriente de mi vida
sentimental.
- Ahora entiendo tu cara, más que un médico
necesitas un abogado.
- Hasta ese momento, no había caído en la
cuenta. –Sí, supongo que tienes razón.
- Tengo un amigo que es muy bueno y no es
excesivamente caro, si quieres te puedo dar
su número.
- Claro.
- Apunta, se llama… y su número es el…
- Necesitaré unos días a cuenta de vacaciones.
No te preocupes, regresaré lo antes posible.
- Tómate quince días, resuelve tus problemas y
descansa unos días.
- Agradezco tu ofrecimiento, pero necesito
trabajar, no es una decisión económica, es
que necesito tener la mente ocupada.
- Entiendo…

Saliendo por la puerta del despacho, marqué el


número de mis padres para indicarles que iba a
cenar esa noche con ellos, no iba a ser un plato de
buen gusto, pero era algo que antes o después tenía
que hacer. Luego llamé a Héctor y quedamos para
comer.

- ¿Cómo lo llevas?
- Siento como si me hubiesen sustraído el
corazón sin mi consentimiento, con un bisturí
mellado y sin anestesiar.
- Lo siento, si no hubiese sido por mi

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llamada…
- No te disculpes, si no hubiese sido por tu
altruista llamada, la farsa de mi matrimonio
seguiría adelante hasta vete tú a saber. Algún
día este dolor desaparecerá y yo podré
empezar de cero. Gracias a ti, ahora tengo
esa posibilidad.

Por suerte para mi estado anímico, la comida se


alargó más de la cuenta. Por la tarde, llamé al
abogado que me recomendó mi jefe y a un par más
que me facilitó Héctor. La noche hizo acto de
presencia, entré en el ascensor y pulsé el número
cinco. Cuando salí de aquel pequeño habitáculo,
una extraña sensación me recorrió todo el cuerpo.
El pasillo se veía más largo de lo habitual, a lo lejos
una diminuta puerta, esperaba mi presencia. Saqué
las llaves del bolsillo, pero antes de usarlas, mi
madre abrió la puerta. Un cálido y reconfortante
abrazo me trasladó a mi viejo hogar. Fue raro, pero
no preguntó por Sandra.

- Tu oído sigue funcionando a la perfección. –


Dije todavía abrazado. La cocina de mis
padres, colinda con la pared del ascensor y el
pasillo que llega hasta la puerta de entrada de
su casa.
- No creas, los años empiezan a pasar factura.
–Respondió con una dulce y amplia sonrisa.
- ¿Donde está…? Pero no me dejó terminar.
- Está DURMIENDO, ¿quieres que le

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despierte?
- No, déjalo descansar. – Pero justo en ese
instante, salió mi padre del dormitorio con el
pijama y las zapatillas de ir por casa. Con su
abrazo experimenté los mismos sentimientos
que con mi madre y curiosamente tampoco se
interesó por mi mujer.
- ¿Vino o cerveza? –Preguntó mientras se
sentaba en el taburete de la cocina.
- Vino.
- Tengo algo importante que contaros. -Dije
con firmeza, mientras mi padre buscaba en la
despensa y mi madre removía las patatas de
la sartén.
- Te vas a divorciar. –Dijo ella de sopetón.
- Sí. –Respondí confuso.
- Era la crónica de una muerte anunciada. –
Recalcó mi padre.
- ¿Tan obvio era?
- Sí. –Respondieron mientras se miraban entre
sí.
- Lo sabemos desde antes de tu boda. –Afirmó
mi madre.
- ¿Por qué?
- Esta vez, mi padre tomó la palabra. -Hay
parejas que encajan y aun así, algún día se
separan. Sandra y tú nunca habéis encajado.
- No lo entiendo.
- El amor lo nubla todo. –Dijo mi madre–.
Pero hay cosas que no se pueden mezclar,
por mucho que remuevas y por mucho
empeño que pongas, el aceite y el agua nunca

50
se fusionan.
- Ya, demasiada diferencia social.
- No hijo, el dinero no tiene nada que ver. –
Matizó mi padre.
- ¿No…? ¿Entonces?
- Mi madre suspiró y dijo mirándome a los
ojos. –Veis la vida de diferente manera, de
hecho, prácticamente sois polos apuestos.
- ¡Paparruchas! –Gritó mi padre-. Polos
opuestos se atraen, ya… eso será en la física,
porque con los humanos esta teoría deja
mucho que desear.
- Así es. –Razonó mi madre–. Antes o después
vuestras inquietudes, sueños y necesidades,
os llevarían inevitablemente por caminos
diferentes, si a esto le sumamos las
complicaciones que nos proporciona esta
“bendita” sociedad, las probabilidades de
éxito son escasas o prácticamente nulas,
- ¿Por qué no me avisasteis?
- ¿Habría servido de algo? –Preguntó mi
padre.
- Mientras buscaba una respuesta, recalcó mi
madre: ¿nuestras advertencias, habrían
truncado tu relación?
- No. –Respondí esta vez con firmeza.
- Mantener esta conversación en aquel
entonces, habría sido completamente
contraproducente. Queremos lo mejor para ti,
pero en aquel momento, habría sido peor el
remedio que la enfermedad. –Argumentó mi
madre con mucho pesar.

51
- Izent. –Prosiguió mi padre–. Hay lecciones
que solo se aprenden de la experiencia y por
mucho que nos duela a tu madre y a mí, esta
es una de ellas. Ahora que ya te has quitado
el velo, es cuando puedes entender el valor
de nuestras palabras.

Esperaba un baño de lagrimas, pero solo encontré


cariño y comprensión, incluso alguna que otra
sonrisa, supongo que por el efecto secundario del
vino en mis venas. Salí de casa de mis padres con
mucha seguridad y las ideas bien amontonadas en
mi cabeza. El intenso dolor seguía aferrado en mi
interior, pero esta vez algo menos opresivo. Lo
tenía claro, Sandra nunca fue mi otra mitad. Lo veía
tan nítido, como las estrellas que brillaban ese día
en el firmamento. En algún lugar de este vasto y
bello planeta, se encontraba la otra pieza que
encajaba conmigo o por lo menos, eso pensaba yo.
¿Dónde? No lo sabía, pero pensar en ella me dio las
fuerzas necesarias para continuar.

De todos los abogados posibles, escogí el que


más buenas vibraciones me trasmitió. Erica, una
mujer un tanto bajita, ligeramente rechoncha y con
una sutil expresión de felicidad en su cara. Tal y
como me solicitó, le entregué el móvil de Sandra y
continué con mi vida. Con paciencia, llevé mis
pertenencias al apartamento. Héctor, mis padres y
los compañeros de trabajo, estuvieron a mi lado en
todo momento, gracias a ellos, salí airoso del
enorme bache del camino. Un espejismo que

52
rompió la llamada de mi abogada.

- ¿Dime, Erica?
- Tenemos que hablar, ¿Cuándo puedes pasarte
por el despacho?
- ¿Te viene bien esta tarde?
- Vale, te espero a las siete.
- Perfecto.

Su voz sonó fría, cortante y algo angustiada. Una


mezcla de sentimientos negativos llenó de
escalofríos mi cuerpo, su llamada me dejó bastante
preocupado. El tiempo pasaba despacio, por eso la
llamé antes de comer.

- Erica, ¿puedes adelantarme algo?


- La otra parte se niega a negociar, es la
primera vez en mi carrera que me enfrento a
algo así.
- ¿Cómo?
- No habrá acuerdo, entraremos directamente
en los juzgados.
- Pero…
- Izent, ahora no puedo hablar, nos vemos esta
tarde a las siete.
- A las siete. –Respondí sin sangre en las
venas.

Justicia. Un nuevo escalofrío de miedo recorrió


todo mi ser cuando escuché la palabra. Si algo
había aprendido a lo largo de mis años de fotógrafo,
es que en los juzgados también existe la injusticia.

53
¿Existen las reglas en el deporte? Sí, pero al final es
el árbitro el que las aplica según su criterio, a veces
acierta y otras no, favoreciendo a un equipo y
perjudicando a otro. Cientos de partidos se juegan
todos los días en los juzgados. Las leyes están, pero
al final es un ser humano el que aplica la sentencia.

Joder, he visto de todo en estas puñeteras salas.


Personas que han ido a la cárcel, porque su socio
los arruinó. Empresarios, que no han tenido su
castigo por despedir a mujeres embarazadas.
Piratas, que han cambiado el parche en el ojo y la
espada, por un traje con corbata y un maletín de
cuero y que siguen en la calle después de cometer
estafas multimillonarias, arruinando los sueños e
ilusiones de los que creyeron en él. Pilotos
kamikazes, segadores de vida, que han salido de los
juzgados con las llaves de su coche en la mano,
mientras unos padres lloraban desconsolados.
Crueles asesinos, que han eludido las rejas por un
error burocrático. Policías corruptos, que han salido
con un estirón de oreja, cuando su delito estaba
penado con cárcel. Parásitos chupasangre, que han
dejado en la puta calle a padres con hijos a su
cargo…

Qué ironía, son tantas las injusticias que he visto


en los juzgados, que mi fe en el sistema judicial ha
quedado seriamente dañada. Si algo tengo claro, es
que los grandes equipos siempre juegan con ventaja
en los juzgados. ¿Cuántas sentencias se habrán
cerrado en un despacho o con una simple llamada a

54
la persona indicada? Para la inmensa mayoría de
los mortales, la justicia es un billete de lotería; en
mi caso, el boleto no era claramente ganador. Yo,
un equipo de barrio, me enfrentaba a uno de los
mejores equipos de primera división. David contra
Goliat. Sí, todos conocemos la historia, pero no nos
equivoquemos, en la vida real, salvo raras
excepciones, es Goliat el que aplasta y machaca sin
piedad a David.

Su cálida mueca de felicidad, se había extinguido


de su rostro. Erica me estrechó su mano y con un
gesto me indico que me sentara.

- Llamé a tu mujer y me cité con su abogado


en uno de los bufets más prestigiosos de esta
ciudad. En realidad me atendió un equipo
formado por cuatro personas, aunque solo
uno se identificó como su abogado, el resto
mantuvo el pico cerrado. La reunión fue
breve, me desplacé hasta ese lugar, para que
me dijeran únicamente que no habrá
negociación y que nos veríamos en los
juzgados. Intenté hablar, pero uno de los
presentes me acompañó educadamente hasta
la salida. Izent, ¿quién coño es tu mujer?
- Sandra Parris. La hija de… -Pero no pude
finalizar.
- ¡Mierda! – Gritó irritada–. ¡Van a por ti!
- ¿De qué estás hablando?
- Quieren hundirte, humillarte y arruinarte, en
pocas palabras, joderte bien la vida. La

55
maquinaria ya se ha puesto en marcha. Te
seré franca. –Dijo mientras se frotaba la
frente con la mano–. Este divorcio te dejará
tocado, muy tocado.
- Lo sé. –Contesté con resignación.
- Intentaré defenderte lo mejor que pueda, pero
no te prometo nada. Este caso será
complicado y lo más seguro, es que mis
honorarios se disparen. Tal vez prefieras
buscar otro abogado que no te salga tan caro,
tal vez un novel que cumpla con el protocolo
y te cueste lo menos posible.
- Gracias por tu honradez y por hablarme con
tanta franqueza, pero ahora más que nunca,
quiero que seas tú.
- ¿Seguro?
- ¡Sí!
- Tenemos mucho trabajo por delante, mañana
te espero a la misma hora, ¿puedes?
- Sí.
- Entonces, hasta mañana.

¿Por qué tanto odio hacia mi persona? Y fueron


felices y comieron perdices. Pensé que me había
casado con la princesa del cuento, pero descubrí
demasiado tarde, que en realidad era la bruja
malvada, una bella mujer que mientras miraba su
esbelta figura en el espejo, preguntaba: “¿Espejito,
espejito, quién es la más hermosa del reino?”.

Un nuevo brillo vislumbré en los ojos de Erica,


una batalla perdida que estaba dispuesta a afrontar

56
con valentía. Tal vez, un reto que excedía de sus
limitaciones y le impulsaba enérgicamente a luchar.
Con una carga extra, se zambulló en la faena.

- Soy tu abogada, ni policía, ni juez.


Mentirme, es poner trabas a mi trabajo,
¿queda claro?
- Sí.
- Sé breve.
- Vale.
- ¿Te drogas?
- He visto lo que las drogas hace con los
sueños de la gente, demasiadas fotografías de
vidas truncadas en callejones oscuros y
mugrientos, con jeringuillas clavadas en las
venas… Lo siento, me estoy extendiendo
demasiado. No, las detesto.
- ¿Alguna vez te has drogado?
- Probé la marihuana cuando era adolescente,
pero la irritación de garganta y la tos me hizo
desistir.
- ¿Alcohol?
- Habitualmente no, una cerveza o vaso de
vino de vez en cuando.
- ¿Alguna enfermedad que te obligue a
medicarte?
- Actualmente no.
- ¿Qué te pasó?
- Estuve medicándome cinco años porque
tenía alergia al polen.
- ¿Alguna denuncia por malos tratos?
- ¡No!

57
- ¿Le has pegado o insultado alguna vez?
- No, pero en casos puntuales he alzado
bastante la voz, soy muy tranquilo, pero
también tengo mis límites.
- ¿Algún lío extramatrimonial?
- No, fue ella la que dio ese paso.
- ¿Algún hobby que te mantenga fuera de casa
mucho tiempo?
- No.
- ¿Ayudas a tu mujer en las tareas de casa?
- Prácticamente, yo me encargo de la casa, ella
se pasa todo el día trabajando y mi horario es
más flexible y compatible con la casa.
- Su cara dibujó una mueca de desconfianza. -
¿Eres sincero?
- No… solo vengo a pasar el rato. –Respondí
con ironía-. Pues claro, no tengo especial
interés en poner obstáculos en tu trabajo,
además… no me interesan los títulos
honoríficos.
- ¿De qué planeta has salido?
- Eso me pregunto yo.
- No lo entiendo. – Dijo pensativa-. ¿Por qué
te fue infiel? ¿Eres impotente o algo así?
- ¡Erica…! no te andas por las ramas. –
Respondí sonriendo-. De momento, no. Que
yo sepa, creo que suelo apañarme bastante
bien en la cama o por lo menos, dentro de lo
normal.
- Siento ser tan directa, pero… es que no lo
entiendo. A ver Izent ¿por qué te quieren
machacar?

58
- He reflexionado mucho y sinceramente no lo
sé. –Musité cabizbajo. En aquel momento yo
tampoco entendía nada, por eso me
formulaba esa pregunta una y otra vez. (La
respuesta, cómo no, llegó muchísimos años
después).
- Una silenciosa pausa se adueñó por un
instante del despacho. -¿Algo que puedan
usar en tu contra? No sé… Alguna pelea con
un vecino, alguna amenaza…
- No se me ocurre nada. –Respondí pensativo.
- Vale, si algún día se te enciende la bombilla,
pégame un toque.
- Después de asentir con la cabeza, pregunté. -
¿Cómo lo ves?
- Por suerte, eres una especie en extinción.
Mira, Izent, todos los humanos tienen trapos
sucios y nuestro trabajo es encontrarlos.
Ahora entiendo lo del grupo de abogados.
Doblegarte en los juzgados no será tan fácil,
tienen un duro trabajo por delante.

Salí de su oficina con la mochila cargada de


esperanza, puede que aún tuviera una oportunidad
contra Goliat. Un par de días más tarde, la bombilla
se iluminó como un árbol de navidad.

- Hola, Erica.
- ¿Qué tal? ¿Algo relevante que deba saber?
- Puede…
- Dime.
- Lo siento, pero no he encontrado nada que

59
puedan utilizar contra mí. Pero… ¿Te
interesaría algo que podríamos utilizar contra
ella?
- ¡Claro!
- Verás… Como ya te dije la ultima vez, fue
ella la que tuvo una aventura. Sé dónde
tenían lugar los encuentros, mi amigo Héctor
y yo los pillamos de casualidad.
- Algo así, podría jugar a nuestro favor. Tu
amigo… ¿testificaría en los juzgados?
- Supongo que sí.
- Si está de acuerdo, reuniros conmigo lo antes
posible.

Como ya sabía de antemano, Héctor no puso


ningún impedimento, al contrario, me facilitó
muchísimo las cosas. Al día siguiente, nos
presentamos en el despacho de Erica. Con todo lujo
de detalles, contamos lo acontecido en el hotel y
sus alrededores. Un cierto ápice de satisfacción se
dibujó en el rostro de mi abogada.

- Izent, no te prometo nada, ya sabes cómo


funcionan las cosas en los juzgados, pero
creo que podremos sacar algo bueno de esta
contienda.
- Sus palabras arroparon cálidamente mis
oídos. –Gracias.
- No me las des, es mí trabajo.
- Gracias por hacer bien tu trabajo. –Respondí
con una sonrisa.
- Si no lo hago bien… no me llamarás la

60
próxima vez que te divorcies. –Dijo
devolviéndome el gesto.
- Puede que me enamore otra vez, pero jamás
me volveré a casar.
- Ya sabes el dicho, los humanos son los
únicos seres que tropiezan dos veces con la
misma piedra. He conocido a varias personas
que han estado sentadas donde tú estás y han
hecho la misma afirmación, pero al
final…Aunque he de reconocer, que tú te
sales bastante de los parámetros habituales,
no sé, puede que tú…

Con una carga extra de energía positiva abandoné


el edificio. Una vez más levantaba la cabeza y
podía ver la silueta del sol en el horizonte.

En esta sociedad, la palabra “estabilidad” es una


mera utopía, nuestras vidas suben y bajan como una
montaña rusa. Ni siquiera los más ricos y
poderosos, han sentido en sus poros el sabor de la
estabilidad. Yo estaba ahora en lo más alto de la
montaña, me sentía arropado e inmensamente
esperanzado. Pero con suma rapidez descendí a las
profundidades del averno, la caída fue brusca,
contundente y extremadamente dolorosa. Tan solo
dos días después, recibí una extraña llamada.

- Buenos días. –Dijo educadamente.


- Buenos días.
- ¿El señor Izent?
- Al aparato.

61
- Soy el agente García.
- ¿En qué puedo ayudarle, señor García?
- Verá… mi compañero y yo hemos traído al
hospital Sagrario, a un individuo, que tan
solo portaba en su pantalón, un papel con su
nombre y este número de teléfono. Sería
usted tan amable de venir para identificarlo.
- ¿Está muy grave? –Pregunté exaltado.
- Sí, está inconsciente en este momento, le han
robado y le han pegado una paliza de muerte.
- Una angustia aterradora se aferró a mis
entrañas. –Salgo inmediatamente.
- Gracias, le espero en la puerta de urgencias.

Un amplio abanico de posibilidades se desplegó


ante mí, ¿Qué amigo, conocido o familiar, se
encontraría inconsciente en el hospital? Mi mente
procesaba la información sin parar, hasta que un
dolor punzante se apoderó de mi cabeza. El eterno
viaje por las calles había concluido, después de
varios rodeos, encontré un sitio donde poder
aparcar. Tal y como me anunció el agente, el señor
García me esperaba impaciente en la puerta de
urgencias

- Izent. –Dije acercando mi mano.


- García. –Respondió él–. Vamos, mi
compañero está con la víctima.
- Con un paso ciertamente acelerado,
recorrimos los pasillos mientras me ponía al
corriente. – Tiene la cara golpeada, pero está
fuera de peligro, espero que pueda

62
identificarlo.
- Mi cuerpo se puso a temblar ante la
escalofriante noticia. –Eso… espero… –
Escupí las palabras a trompicones, mientras
mi mente seguía buscando un lógico
candidato.
- Entre batas, camillas y personas aceleradas,
llegamos a nuestro destino. -Por aquí–. Dijo
García con el brazo extendido.
- ¡Madre mía! –Grité de espanto, la cara estaba
hinchada, morada y ensangrentada. Las
palabras del policía fueron demasiado sutiles,
su rostro estaba completamente desfigurado.
Intenté encontrar una cara en aquella figura
desencajada, pero no pude, sin embargo, el
pelo desaliñado y revuelto arrojó una
diminuta posibilidad. Mientras observaba
atónito aquel cuerpo tumbado sobre la cama,
García esperaba expectante mis conclusiones.
–Puede que sea… o también podría ser… no,
seguro que es…- Mierda, empecé a divagar y
a balbucear como si fuera un bebé. El agente
me miraba fijamente, hasta que su cara
cambió cuando recordó una las piezas
importantes del rompecabezas.
- ¡Tenga! –Dijo entregándome el papel
arrugado y lavado, que contenía mi nombre y
mi número de teléfono.

Como si de un papiro antiguo se tratase, manipulé


la nota, pese a su dura batalla con la lavadora, las
letras y los números seguían bien sujetos al papel.

63
Entre todo lo escrito, un número destacó como si
tuviese luces de neón, he visto muchos seises en mi
vida, pero solo conozco una persona que los
termina en una especie de pequeña espiral; ahora ya
no tenía la más mínima duda. Durante muchos
años, sus apuntes del colegio y el instituto pasaron
por mis manos. ¿Cuántas horas estuvimos situados
en la misma habitación, estudiando las mismas
cosas? Muchas más de las que puedo recordar.
Como si mis piernas fueran finos hilos de alambres,
se doblegaron ante el peso de mi cuerpo, de no ser
por los rápidos reflejos de García, mis rodillas
habrían terminado ancladas en el suelo. Ayudado
por los dos agentes, acabé sentado en una silla que
había situada en un rincón de la habitación.

- ¿Necesita algo? – Preguntó el ágil policía


que se encontraba de cuclillas junto a mí.
- El nudo de mi garganta me impedía hablar y
respirar, hasta que buscando un soplo de aire
entre mis cuerdas vocales, musité vagamente
el nombre de mi amigo. –Héctor… se llama
Héctor–. Repetí con los ojos llorosos.

Asimilar este momento de mi vida, resultó


bastante complicado, todos los datos y
acontecimientos daban vueltas en mi cabeza como
si estuvieran en una noria. Después de un buen rato,
recuperé parte de mis sentidos, todavía bastante
aturdidos por la demoledora revelación. Tras este
pequeño paréntesis, García extrajo un bloc de notas
y un bolígrafo de uno de sus bolsillos y después de

64
pedir mi consentimiento (un valioso gesto que
aprecié mucho en ese momento), empezó a
formular todo tipo de preguntas. Algunas
obtuvieron respuesta, pero otras, debido a nuestra
larga separación, se quedaron sin contestar. El
bolígrafo apuntó en aquella minúscula libreta, toda
la información que les pude facilitar. Una vez
terminado el lógico proceso para la investigación de
los hechos, García me dio su tarjeta y ambos
agentes se despidieron con un fuerte apretón de
manos. Casi un instante después, apareció la
enfermera con un vaso de agua y un tranquilizante
para mí. Todavía algo conmocionado, me levanté
de la silla, dejé el vaso en una especie de mesa
auxiliar y agradecí el oportuno ofrecimiento.

- ¿Puede decirme exactamente cómo se


encuentra mi amigo? –Pregunté a la amable
enfermera.
- Lo siento, pero hasta que no realicemos las
pruebas y obtengamos los resultados, no
podremos sacar un diagnóstico conciso y
fiable del paciente. Aquí ya no puede hacer
más, le recomiendo que regrese a su casa y
que vuelva mañana.
- Supongo que tiene razón, hasta mañana.
- Salgo en cinco minutos, ¿quieres que te lleve
a algún sitio?
- Gracias, pero no, tengo el coche fuera.
- Vale… Otra vez será, hasta mañana.
- Sí… Mañana… -Respondí mientras salía de
la habitación.

65
Cuánto dolor puede soportar un ser humano, una
reflexión que realicé sentado en mi coche, mientras
introducía la llave en el arranque, en aquel
momento no era consciente, pero esto tan solo era
la punta del iceberg. Una sensación de asfixia se
apoderó de mí en ese instante, las paredes de mi
pequeño habitáculo se comprimían a mí alrededor,
saqué las llaves, abrí la puerta y salí con rapidez de
aquel claustrofóbico lugar. Miré al cielo claro
lanzando preguntas, pero aún no era el momento de
las respuestas, todavía quedaban muchos
acontecimientos y nuevas preguntas, que llevarían
mi vida hasta extremos inimaginables. Caminando
con parsimonia por las calles de la ciudad, llegué a
casa de mis padres.

Al día siguiente, me planté como un palo en la


puerta de la habitación. Sus padres, su hermana y
un montón de gente que no conocía, abarrotaban el
lugar, al parecer, Héctor seguía sin despertar. Pese a
los años, su madre me reconoció al instante, se
levantó, se acercó y sin mediar palabra me dio un
fuerte abrazo. En el pasillo que daba a la
habitación, iniciamos la conversación.

- ¿Cómo está? –Pregunté con ansiedad.


- Sigue inconsciente.
- ¿Y las pruebas?
- Tiene el tabique nasal roto, numerosas
contusiones y fisuras por todo el cuerpo,
sobre todo en el tórax y los brazos, pero
afortunadamente no tiene ningún órgano vital

66
dañado.
- Pese al lamentable aspecto físico que
presentaba, las palabras de su madre, sonaron
como una dulce melodía para mis oídos. Un
suspiro efusivo y contenido salió por mi
boca. –Menos mal, ayer me fui a casa
tremendamente preocupado–. Ella no dijo
nada, tan solo me miró y afirmó con la
cabeza. -¿Cuándo despertará?
- Mañana, pasado, dentro de cuatro días… no
se sabe, cuando su cuerpo esté preparado lo
hará.
- No tardará mucho. –Dije apretando sus
manos con fuerza –. Héctor es fuerte.
- Hola. –Sonó una voz femenina detrás de mí.
- Pensaba que sería la hermana de Héctor, pero
cuando me giré, pude ver a la amable
enfermera que me saludaba con la mano,
mientras avanzaba hacia el final del pasillo –
Hola–. Respondí también con la mano
levantada.
Después de saludar a las visitas, salí pitando hacia
el periódico. Siempre que el trabajo me lo permitía,
me pasaba por el hospital, por suerte, aunque
Héctor seguía inconsciente, se recuperaba a buen
ritmo. Casi tres días después de su lucha contra las
lesiones, mi amigo regresó de su letargo.

Cuando crucé la puerta de su habitación, él me


recibió con una sonrisa postiza. No comprendía qué
estaba sucediendo, pero lo conocía lo suficiente

67
como para saber que algo estaba fuera de lugar,
algo entre aquellas paredes no fluía como debía.
Entre su madre (única acompañante), Héctor y yo,
mantuvimos una larga conversación, aunque él se
encontraba nervioso y ausente. En un par de
ocasiones intenté averiguar a qué se debía su
enigmático estado, pero en ambos casos se salió por
la tangente. Un sentimiento de incomodidad, se
aferró a mí desde que puse un pie en la habitación.
Hasta que Héctor sacó con sutileza a su madre y
nos pudimos quedar solos.

- Mama… ¿Me puedes traer algo de comer de


la máquina expendedora?
- Claro, ¿quieres algo, Izent?
- No, gracias.
- Cuando traspasó el marco de la puerta, él me
indicó con la mano que me acercara y casi
susurrando me dijo. –Tenemos que hablar
urgentemente, cuando venga mi madre, le
diré que esta noche te quedas conmigo.
- ¿Qué pasa tío? Me estás asustando.
- Problemas… pero ya hablaremos esta noche
con tranquilidad.
- Joder, Héctor, qué cojones está pasando.
- Ahora no, hablaremos cuando ella se vaya. –
Justo en ese instante, apareció su madre con
un paquete en la mano.

Seguimos hablando un rato más, pero esta vez era


yo el que estaba completamente ausente de la
conversación, las voces resonaban en mi cabeza,

68
mientras mi mente intentaba buscar alguna
respuesta lógica y coherente para esta extraña
situación. Tal y como dijo, habló con su madre,
para que yo ocupara esta noche su lugar, una vez
establecido el horario de intercambio, yo regresé al
trabajo. El maldito día se hizo extremadamente
largo y agotador, tal y como habíamos acordado,
me presenté a las once de la noche en su habitación,
una especie de miedo e intriga me carcomía por
dentro.

- Buenas noches. – Dijo su madre antes de


abandonar el lugar.
- Buenas noches. – Respondimos los dos.
- Dejando pasar un tiempo prudencial, escupí.
– Dispara.
- Héctor tomó aire y lo soltó con energía. –
Izent… no fue un robo, como piensa la
policía, tan solo es un mensaje.
- ¿Un mensaje? No entiendo.
- Cito textualmente. –Dijo con pánico en sus
ojos–. “Si vas a los juzgados, nuestro
próximo encuentro será letal”.
- ¡Me cago en la leche! ¿En qué trapicheos
andas metido?
- En ninguno. –Respondió tajante–. Tan solo
conozco un motivo, que me llevaría a ese
lugar.
- ¡¿Sandra?!
- Sandra. – Afirmó con la cabeza.

Hasta ese momento, desconocía el verdadero

69
significado de la palabra “odio”, la famosa frase:
“Del amor al odio solo hay un paso”, se materializó
en aquella habitación en un instante. El poco cariño
que aún sentía por mi mujer, se esfumó envuelto en
ira, cólera, decepción… Sandra y todo su entorno,
se habían convertido en mi único enemigo. Ni en la
peor y más oscuras de mis pesadillas, me habría
imaginado semejante crueldad. Mi caída hacia un
abismo negro e infinito, seguía sin paracaídas.

- Tienes que contárselo a la policía, el agente


García, se ha ganado todo mi respeto y mi
confianza.
- Hablé con él esta mañana, pero no les he
dicho nada, tan solo que eran tres tipos
encapuchados, que me quitaron todo lo que
llevaba y que luego me dieron una paliza
para divertirse.
- ¿Por qué? –Pregunté sin entender su actitud.
- Su siguiente aviso fue igual de claro y
contundente: “Si la policía molesta a la
familia Parris con preguntas indeseadas, será
mejor que vayas preparando tu funeral”.
- ¡Qué hijos de puta! –Grité con rabia-. ¿Cómo
lo han sabido?
- Llevo mucho tiempo reflexionando y solo se
me ocurren dos respuestas. O Erica esta en el
ajo o te están vigilando. Ten cuidado Izent, te
estás metiendo en aguas turbias.
- Creo que ya me he tirado de cabeza. –
Respondí mientras digería los amargos
acontecimientos–. Vale… vamos por partes,

70
primero, no quiero que te acerques a mí hasta
que tenga una sentencia en firme de los
juzgados.
- Izent…
- Héctor, no pondré en riesgo tu vida,
prométeme que no te pondrás en contacto
conmigo hasta que yo te llame.
- Pero…
- ¡Dame tu palabra!
- Está bien.
- Segundo. –Dije mientras husmeaba los
alrededores del hospital desde la ventana de
la habitación-. ¿Algún dato relevante que me
puedas dar?
- Como ya le dije al poli, todos iban con la
cara cubierta, pero el único que se dignó a
hablar conmigo era extranjero, tenía un
ligero acento, que no logré identificar. Por su
aspecto físico y su manera de comportarse,
yo diría que son o fueron militares.
- Contratar a semejantes individuos, no debe
ser cosa fácil. – Musité pensativo.
- Ni barato.
- Tercero y último punto. Mañana mantendré
una extensa charla con mi abogada, tendré
que afinar bien mis sentidos si quiero
encontrar alguna respuesta.
- Ten mucha paciencia y no bajes la guardia.
- A estas alturas, bajar la guardia sería casi
imposible, si tuviera dientes y uñas afiladas,
seguro que andaría por la calle mostrándolos
sin tapujos. –No te preocupes estaré bien.

71
Y… siento que mi mierda te haya salpicado.
- Bueno… más que salpicado, me ha caído
encima. –Respondió con una leve sonrisa en
su rostro.
- Cierto. –Confirmé con la cabeza.
- Tranquilo, Izent, no es culpa tuya, sabía que
Sandra era un `poco cabrona, pero jamás
imaginé que fuera tan hija de puta.
- Gracias, amigo. –Respondí con mi mano
ligeramente apoyada en su pecho.
- Cuídate…
- Cuídate…

Al amanecer, su madre ya estaba sentada en la


silla junto a la cama, mientras él seguía durmiendo.
Si no pasaba nada raro, ese mismo día, Héctor
abandonaría el hospital. Me despedí de su madre y
me marché del lugar. Cuando caminaba por la acera
hacia mi coche, una mujer fue directa hacia mí.

- Hola. ¿Qué tal?


- Hola, sin tu indumentaria de enfermera no te
había conocido.
- Sí, más o menos suelo vestir así cuando salgo
del hospital. –Respondió con una sonrisa en
sus labios-. ¿Un café?
- Lo siento, pero llego tarde al trabajo.
- ¿Una cena?
- Hasta ese instante no me había dado cuenta,
pero la enfermera era una atractiva y bella
mujer. –¿Cómo te llamas?
- Emily, ¿y tú?

72
- Izent.
- Encantada. –Dijo mientras me daba dos
besos en las mejillas.
- Igualmente, -Respondí–. Lo siento Emily, en
otro momento de mi vida habría accedido
encantado a tu petición, de hecho, lo más
seguro es que te lo hubiera pedido yo, pero
ahora me encuentro en una situación muy
complicada.
- ¿Es por lo de tu amigo?
- Esa es una parte, la otra es que estoy en
pleno proceso de separación y por decirlo de
alguna manera, está siendo mucho más
complicado de lo que esperaba.
- Entiendo… Una lástima, porque tenia
muchas ganas de conocer…
- Si no te importa… podríamos tener esa cena
cuando haya solucionado mis problemas y mi
vida no sea un auténtico caos.
- Toma, este es mi número, llámame cuando te
sientas preparado.
- Gracias, Emily.
- No son necesarias, a mí también me gustaría
que respetaran mi espacio y mis decisiones.
- Respeto y comprensión, dos cualidades que
valoro mucho en una relación.
- Prométeme que me llamarás.
- Prometido.

Aunque físicamente era una mujer de nota


elevada, fue su manera de actuar, lo que realmente
me atrajo de ella. Retomé una vez más el camino

73
hacia mi coche, con cierta paranoia, observé a la
gente y los coches que pasaban o estaban
estacionados, todos me resultaron sospechosos.
Calma, mucha calma, me dije a mí mismo; este no
es un buen momento para perder los papeles. A
media mañana mientras estaba en la redacción,
recibí una llamada de Erica.

- Tenemos que hablar. –Dijo con frialdad.


- Entendido. –Respondí mientras mi mente
divagaba. Otro aviso amenazante o tal vez
quería confesar.
- Hoy estaré todo el día en el despacho, pásate
cuando puedas.
- Curioso, Héctor despierta del hospital y a mi
abogada le entran ganas de hablar. –Estaré a
primera hora de la tarde.
Hasta que me reuní con ella, mi cabeza no dejó de
dar vueltas y más vueltas al asunto, ella era en este
momento, mi principal sospechosa y no sé si
consciente o inconscientemente, pero ya le había
otorgado el cartel de mala persona. De camino a su
despacho, recordé las palabras de Héctor: “Te están
vigilando, ten paciencia y no bajes la guardia”. Tal
vez me estaba obsesionando, pero… ¿y si era Erica
la que en realidad estaba siendo observada?
Estacioné el coche en doble fila y realicé un par de
gestiones, después le envié un sms para que se
reuniera conmigo en casa de un compañero de
trabajo, que por suerte para mí, se encontraba de
baja en ese momento. Ella aceptó sin hacer ningún

74
tipo de objeción. Antes de llegar a mi destino, di un
largo rodeo por la zona y me aseguré de que ningún
vehículo extraño me siguiera. Todas mis preguntas,
planteamientos, estudios y posibles caminos, se
esfumaron cuando Erica me relató la urgencia de
nuestro encuentro. Después de las oportunas
presentaciones, mi abogada y yo nos sentamos en la
mesa del salón, mientras mi amable colega se iba a
su cuarto para ver la televisión.

- ¿Qué sucede? –Pregunté sin querer saber la


respuesta.
- Están desesperados, no tienen nada contra ti,
nada que puedan usar en un juicio.
- Pero eso es bueno, ¿no?
- Me han ofrecido una cantidad importante, si
te dejo en la estacada unos días antes del
juicio.
- ¿Se puede hacer?
- No es muy ético, pero se puede hacer.
- ¿Es mucho dinero?
- Más o menos, lo que podría ganar en tres
años.
- En ese momento me sentí un ser indigno, la
había juzgado y casi sentenciado, cuando en
realidad era una buena persona. -¡Acéptalo!
- Pero yo quiero ayudarte.
- Acéptalo, confía en mí. –Respondí tajante–.
Pero pídeles el doble, te lo has ganado.
- ¡Podemos doblegarles!
- Me llevé las manos a la cabeza y la froté con
desesperación. –No Erica, nunca me dejarán

75
ganar. Héctor está en el hospital, le han dado
una paliza de muerte, si aparece en los
juzgados o la policía investiga a los Parris, él
morirá. Y visto lo visto, no creo que esta
gente se ande con tonterías.
- Una cara indescriptible se esbozó en su
rostro, tras un largo silencio, balbuceó. –
Esto… esto lo cambia todo. Luchar contra
ellos dentro de la ley es difícil, pero fuera de
ella es casi imposible. ¿Sabes a lo que te
enfrentas?
- Ilumíname.
- Con testigos falsos, te pueden convertir en lo
que ellos quieran: un borracho, ludópata,
violador, drogadicto, maltratador… Con
tiempo, dinero y las personas apropiadas,
serás un títere en los juzgados.
- Vamos… que estoy jodido y no puedo
escapar.
- En pocas palabras, así es.
- Menudo panorama. –Suspiré desde el
infierno.
- Aceptaré su dinero. –Respondió ella ante
todo lo acontecido–. Pero les pediré el triple
de su oferta, si están tan desesperados como
para pegar una paliza a una persona, seguro
que aceptarán. Cuando me paguen, lo
repartiremos a partes iguales entre los dos.
- Joder… qué encanto de mujer, realmente la
había cagado con ella y una vez más, me
volví a sentir un ser despreciable. –Gracias,
pero no me interesa el dinero y mucho menos

76
el suyo.
- Lo siento Izent, este trato no es negociable,
además, cuando termine el juicio no pensarás
lo mismo.
- Vale. -Respondí sin mucho interés.
- Solo te pido una cosa. –Dijo ella mirándome
fijamente a los ojos–. Pase lo que pase y
hagan lo que hagan, nunca te salgas de la ley,
¡nunca! ¿Queda claro?
- Sí.
- Ellos tienen el dinero y los contactos para
moverse en ese cenagal, tú no. Un
movimiento en falso y el peso de la ley caerá
sobre ti con toda su fuerza y contundencia.
Por favor, Izent, no les des ese placer.
- Entendido… nada de estupideces. Por cierto,
como ya te habrás imaginado, nos están
vigilando.
- Después de todo lo acontecido, no tenía la
más mínima duda. Siempre soy cautelosa con
todos mis clientes, pero ahora tendremos que
serlo mucho más, con este tipo de personas,
lo mejor es que no dejemos nada al azar. Para
serte sincera, ya he vivido alguna que otra
experiencia desagradable y ya no me fío de
nadie ni siquiera de las personas que me
contratan para defender sus intereses.
- Conozco perfectamente esa sensación. –Dije
con resignación.
- Si nos están vigilando, lo mejor es que
sigamos quedando en mi despacho y que
llevemos este caso como si nada, de lo

77
contrario, podríamos generar algún tipo de
sospecha.
- Será lo mejor. –Respondí reflexionando.
- Suerte. –Dijo extendiendo la mano.
- Gracias. Y siento mucho todo este lío.
- No hay nada que lamentar, además, si todo
sale bien, dudo que vuelva a tener un cliente
tan productivo como tú.

Después de despedirnos, Erica se marchó a su


oficina y yo me quedé en casa de mi compañero
hasta altas horas de la madrugada. Subí a la azotea
y escalé un muro de un metro más o menos, para
pasar al edificio colindante. Intenté abrir la puerta
que comunicaba con la escalera, pero estaba
cerrada con llave, escalé otro muro un poco más
alto y volví a realizar la misma acción, por suerte
esta puerta estaba accesible. Cogí el ascensor y bajé
hasta el patio, cuando salí por la puerta, me
encontré en una calle paralela. Tal vez fuera una
acción exagerada, pero cuando hay vidas en juego,
toda precaución es poca.

Solo veía un color en el horizonte, por suerte


encontré algo de luz entre tanta oscuridad. Una
persona honesta y con principios se cruzó en mi
camino, un hecho insólito que por desgracia, no
ocurre con frecuencia en nuestros días. Esta vez mi
instinto aferró con fuerza mi mano y me llevó por
el camino apropiado. Más o menos una semana
después, Erica me llamó por teléfono.

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- ¿Podemos quedar?
- Por supuesto.
- ¿Mañana a las siete en mi despacho?
- Vale.

A la hora acordada, cogí el ascensor y marqué el


tres Cuando se abrió la pesada puerta metálica,
Erica me esperaba en el rellano; con un cordial
saludo de mano, me entregó un pequeño papel, que
metí en el bolsillo, ya en su despacho, realizamos
nuestro insólito teatrillo. Dos horas después, me
pude sentar en el sofá de mi casa, hurgué en el
bolsillo y saqué el papel doblado. Con rapidez lo
desplegué y pude leer: “Han aceptado la cantidad
que les indiqué, en breve harán la mitad del pago, el
resto, un día antes del juicio”. Después de toda la
inversión que estaban haciendo para doblegarme en
los juzgados, obviamente, no era por una cuestión
económica. Algo que no lograba alcanzar, se me
estaba escapando de las manos. ¿Por qué tantas
molestias por alguien tan insignificante como yo?

Quince días después, recibí un sms de Erica: “He


recibido los documentos, cuando puedas envíame el
resto”. Yo no le había enviado nada, así que daba
por supuesto, que la primera entrega del dinero se
había efectuado con éxito. Unos días después, le
envié por correo ordinario un sobre con fotocopias
de contratos, nominas… En fin, los típicos
documentos que los abogados necesitan en estas
circunstancias y un mensaje donde agradecía la
confirmación del anterior envío. Varios días

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después, recibí otro sms suyo: “Ya he fotocopiado
los originales, puedes venir a recogerlos cuando
quieras”. No había originales, así que entendí que
tenía preparado mi parte del dinero. “Gracias, pero
de momento no los necesito, ya los recogeré cuando
pueda”, contesté vía sms

Hasta la fecha del juicio y sobre todo más hacia el


final, Erica y yo quedamos con cierta asiduidad,
desempeñamos nuestros papeles de abogada y
cliente. Al parecer la interpretación fue bastante
buena, ya que no hubo más altercados.

80
4. Sintiendo las llamas del infierno

Con veintinueve años recién cumplidos, me


enfrenté a uno de los peores días de mi vida, un
complicado momento, que se encontraba a la vuelta
de la esquina. Una semana antes del juicio, Erica
me notificó que no podía ser mi abogada, alegando
motivos de salud. En cierta manera no mintió, ya
que de no hacerlo, seguramente su salud se vería
seriamente afectada. Por aquel entonces, ya
sabíamos que tenía un micrófono oculto en su
despacho, así que actué lo mejor que pude,
mostrando con ira y energía toda mi indignación.
Una acalorada conversación que no fue fruto de la
improvisación, como si se tratase de una obra de
teatro, realicé un pequeño guion que ambos nos
aprendimos minuciosamente por separado. No soy
muy experto en la materia, pero diría que al final, la
interpretación salió bastante decente. No volví a ver
a Erica hasta medio año después.

Al día siguiente busqué un sustituto, sabiendo que


lo dirigía directo al matadero. Siguiendo los
consejos de mi querida abogada, contraté al más
barato que encontré. Pobre chaval, recién salido del

81
horno, le planté un pan demasiado duro de roer,
pude sentir cómo el agobio y la angustia le
consumía por dentro.

- Relájate y siéntate.
- No puedo defenderte, no tengo tiempo para
preparar un juicio decente. –Respondió con
honestidad.
- Escucha. –Dije con voz serena–. La sentencia
de este caso, creo que se cerró hace tiempo
en la trastienda, a mi entender, el juicio es
tan solo una pantomima. Estamos hablando
de una de las familias más poderosas de la
ciudad, así que seremos carne de cañón; lo
único que te pido, es que lo hagas lo mejor
que puedas y pase lo que pase, nunca te
reprocharé cómo lleves el caso. Piénsalo
bien, no tendrás muchos expedientes donde
el cliente no te exija resultados, además, todo
esto te servirá de experiencia.
- Reflexionó durante un instante y al final… –
Vale, lo haré.
- Gracias, cuento contigo.
- De nada. –Respondió con el pulgar alzado.

El fatídico día había llegado. El despertador sonó


como cualquier otro día. ¿Nervioso? Lo cierto es
que no, intriga era el sentimiento que más tenía
aferrado. Llevaba mucho tiempo preparando mi
cuerpo y mi mente para este odioso día. Pese a ello,
ver a Sandra y a su familia fue bastante
complicado. ¡Y pensar que un día ella fue el único

82
motivo de mí existencia! Ahora mis poros solo
sangraban odio y desprecio, una imagen de Héctor
tumbado en la cama del hospital, nubló mi mente
cuando me crucé con ellos. Yo no lo sabia, pero a
estas alturas, Erica ya había recibido la segunda
entrega del dinero.

¡Cámaras… y acción! Con la lección bien


aprendida, los diferentes testigos (rostros que no
había visto en mi vida), subieron al estrado para
manchar mi nombre con todo tipo de mentiras. El
guion fue minuciosamente elaborado, ya que los
lugares, las fechas e incluso algunos de los
acontecimientos que se relataban, encajaban a la
perfección. Tal y como me anticipó Erica,
mostraron al público una imagen que no coincidía
en absoluto con mí manera de ser. Mientras ellos
machacaban mi integridad, valores y creencias, yo
me preguntaba cuál sería su precio. De todos los
testigos, tan solo uno mujer tuvo la decencia de
mirarme a la cara, en sus ojos se veía reflejado el
color del miedo. Cuando su abogado y el mío
terminaron con las preguntas pertinentes, ella se
levantó y me miró por última vez, en sus labios
pude leer claramente la palabra “perdón”. Uno tras
otro, los numerosos testigos pasaron por el estrado,
cuando el último de ellos abandonó la palestra, yo
me había transformado en un ser alcohólico,
mujeriego, irresponsable y con ciertas tendencias a
la violencia.

Qué casualidad, unos meses antes del juicio,

83
Sandra se quedó sin trabajo y para rematar la faena,
su psicólogo particular declaró que tuvo que dejar
el trabajo porque estaba con una depresión
profunda, debido a los últimos años de convivencia
matrimonial. ¿Qué imagen tendrían de mí las
personas que se encontraban en aquella sala? Lo
cierto es que me daba lo mismo, porque la gente
que me apreciaba y se había tomado la molestia de
conocerme, sabía muy bien de qué pasta estaba
hecho. En este momento, me bastaba con su apoyo
incondicional, de hecho, gracias a ellas este tramo
de mi vida fue más llevadero.

Mi joven novato, hizo lo que pudo, pero fue


machacado sin piedad. Su abogado o mejor dicho,
sus abogados, me jodieron bien ese día y por
mucho que me duela, he de reconocer que hicieron
un excelente trabajo. No dejaron ningún cabo
suelto, nada, ni siquiera el hecho más insignificante
escapaba de sus tentáculos. El control absoluto de
la situación, me dejó perplejo y con un grado
elevado de admiración. Ellos no lo sabían, ni
siquiera yo era consciente, pero se habían
convertido en mis maestros y yo en su aventajado
aprendiz. “Control”, un interruptor que ni siquiera
sabía que existía, se activó ese día en mi interior.
Gracias a esta nueva palanca, pude desempeñar en
un futuro más lejano, los nuevos y oscuros
objetivos que me había marcado.

Después de un largo infierno, el juez dejó el caso


listo para sentencia. Atravesé las puertas del

84
juzgado con una palabra grabada en mi mente,
“perdón”. Ya en la calle, busqué a la propietaria de
aquella palabra. Un poco apartada del lugar, pude
ver cómo paraba un táxi, yo cogí mi moto y con
mucha cautela la seguí hasta lo que parecía ser su
lugar de trabajo. A simple vista, parecía una
agencia de modelos, pero una extraña sensación,
me indicó que algo más turbio se escondía tras esas
paredes. Ahora ya sabía dónde trabajaba, pero
necesitaba saber dónde vivía. Mientras la esperaba,
hombres y mujeres entraban y salían del lugar.
Después de muchas horas de espera, mi objetivo
salió acompañado de tres chicas más, todas
entraron en el mismo coche y emprendieron el
camino. Por segunda vez este día, la seguí por las
calles de esta ciudad. La conductora aparcó el
coche y las cuatro muchachas entraron en el mismo
patio, al parecer, todas vivían en la misma casa o
por lo menos, en el mismo edificio del extrarradio.
Archivé toda esta información en mi mente y me
fui.

Los siguientes días, me sentí como si me hubiera


quitado una pesada carga, aunque aún quedaba la
sentencia. Cuando regresaba a casa, después de mi
jornada laboral, empezó a sonar la melodía de mi
móvil; estacioné el coche en doble fila y atendí la
llamada.

- Sí.
- Hola, Izent, soy Pablo, tu abogado.
- ¿Ya tienes la sentencia?

85
- Todavía no.
- ¿Qué puedo hacer por ti?
- Necesito hablar con alguien, la verdad es que
no sé por qué he marcado tu número.
- Te invito a cenar. -Contesté con serenidad.
- ¿Cómo lo haces? Yo en tu lugar, estaría
hundido.
- Y lo estoy, pero no quiero que ellos lo sepan.
Venga… dentro de una hora y media paso a
recogerte.
- Vale.

Mi inagotable guardaespaldas, aquel que me


vigilaba todos los jodidos días de mi vida,
desapareció cuando terminó el juicio. Supongo que
la misión había terminado, circular o caminar por la
calle sin unos ojos clavados en mi espalda, resultó
ser tremendamente liberador. A la hora acordada,
recogí a Pablo y nos fuimos a un restaurante.

- Después de leer la carta y pedir, mi novel


acompañante me soltó a bocajarro. –Tú serás
mi primer y mi último cliente.
- No te precipites, tienes buen corazón y crees
ciegamente en lo que haces, supongo que…
cualidades nada aconsejables para esta
profesión, Pero Pablo, ten en cuenta que este
caso era especial, un hecho puntual, que
puede que no vuelvas a tener en tu vida. Ya
has visto la cara amarga de la justicia, Pero a
ti y a las personas como tú, os toca luchar por
la cara buena. Solo espero que no te

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corrompas y te pases al lado oscuro.
- Ese es mi tormento y mi inseguridad, no me
gustaría transformarme en el Dark Veider de
los abogados. –Respondió preocupado.
- Entiendo tu angustia, pero no te rindas con
tanta facilidad, lucha por lo que crees.
Pablo… ningún camino te resultara fácil,
fíjate en mí, fotógrafo de prensa, a simple
vista una tarea sencilla de realizar. Eso es lo
que la gente ve desde fuera, pero créeme, hay
días que me cuesta coger la cámara y salir a
la calle. Estoy harto de fotografiar la
decadencia de la humanidad, en esta jungla
de asfalto, hormigón y cristal, solo veo dolor,
sufrimiento, ansiedad, egoísmo y una lista
demasiado larga de enumerar.
- ¿Por qué continúas?
- Porque en contadas ocasiones, encuentro un
oasis que me da la fuerza para continuar. Sin
ir más lejos, te acabas de convertir en uno de
ellos. El camino es largo y tortuoso, si
quieres avanzar, tendrás que encontrar tus
propios oasis.
- Hace media hora tenía claras mis ideas, ahora
ya no sé qué hacer.
- En tal caso, como persona que te ha tomado
un cierto cariño, solo te pido una cosa.
- Dime.
- Cuando tengas mi sentencia y el caso esté
cerrado, llama a este número de teléfono y
habla con Erica, es abogada como tú. Dile
que vas de mi parte, te atenderá encantada.

87
- ¿Otro oasis en tu camino? –Preguntó con
perspicacia.
- Así es, uno inesperado y en el momento
oportuno.
- Vale, hablaré con ella.

Tal y como suponía, Erica atendió encantada al


desorientado chaval. Un encuentro fructífero que
benefició a ambas partes. Tal y como sospechaba,
una fuerte amistad creció con el paso del tiempo,
creando más adelante una exitosa sociedad. Pablo
aportaba la fuerza y la energía, y Erica sus largos
años de experiencia, una excelente unión, que les
ayudó a prosperar mucho más allá de lo que ellos
esperaban. En este caso en particular, la frase: “La
unión hace la fuerza”, se ajustó a la perfección. La
sentencia, salió antes de lo habitual y tal y como
esperaba, el juez le otorgó a ella TODO lo que me
importaba. Esta batalla, la ganó la familia Parris por
un claro y contundente ko absoluto. Ahora solo me
quedaba un lugar a donde ir, mi antigua habitación
en casa de mis padres. Casi nueve años después,
regresaba al punto de partida. Empezar de cero,
hubiese sido bastante alentador, en mi caso
empezaba en números rojos, ya que más de la mitad
de mi nómina pasó a manos de Sandra.

Pasada la terrible tormenta emocional, una noche,


mientras leía un libro tumbado en la cama de mi
habitación, una parte de la narración me
teletransportó a los días donde Héctor estuvo
hospitalizado. Repasando bien esos momentos,

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recordé a la atractiva enfermera. Cogí el móvil que
estaba en la mesita y marqué el número que tenía
almacenado en la tarjeta.

- ¿Emily?
- Sí, ¿quién eres?
- Delante del hospital te prometí que cuando
estuviera preparado te llamaría.
- Ah… hola Izent cuánto tiempo.
- Supongo que sí.
- ¿Todo bien?
- Te invito a un café y te lo cuento.
- Mira… Lo siento pero no, te esperé durante
muchos meses, hasta que di por hecho que te
habías olvidado de mí. Hace apenas un par
de semanas que he empezado una nueva
relación.
- Lo entiendo, es perfectamente comprensible;
siento que mis asuntos se hayan alargado
tanto, me habría encantado conocerte. Te
deseo mucha suerte y espero que tu nueva
pareja te haga enormemente feliz.
- Gracias, te deseo lo mismo.
- Adiós, Emily.
- Adiós, Izent.

Un claro ejemplo de: “No era ni el lugar ni el


momento adecuado”. Ella siguió su camino y yo el
mío, y nunca más nuestras vidas se volvieron a
cruzar. Solo me quedaba una cosa por hacer, antes
de cerrar este tortuoso capítulo de mi vida. Cinco
meses después de que concluyera el juicio, me

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acerqué hasta el edificio donde supuestamente vivía
la mujer que testificó en mi contra. Metido en mi
coche esperé, las horas pasaban pero ella no daba
señales de vida, tal vez no vivía en ese lugar o a lo
mejor se había trasladado, por suerte, sabía dónde
encontrarla. Cansado de esperar, metí la llave en el
contacto y arranqué mi vehículo, pero justo en ese
instante, apareció caminando por la acera. Paré el
motor, bajé del coche y fui directamente hacia ella.

- Perdona, ¿podemos hablar? –Sorprendida me


miró, pero al reconocerme, el terror se
apoderó de su rostro.
- ¡Vete o llamaré a la policía! –Respondió
acelerando el paso hacia el patio.
- Por favor, solo quiero hablar.
- ¡Vete, aléjate de mí! –Gritó asustada. Un par
de personas que pasaban por el lugar,
plantaron su mirada inquisidora sobre mí.
- Lo siento, ya me voy.

Dadas las circunstancias, su reacción fue de lo


más lógica. Intenté olvidar el asunto, pero el miedo
que siempre había en sus ojos, me impidió
archivarlo. Si quería hablar con ella, tendría que ser
más sutil. Una mañana me acerqué a su trabajo, un
lugar bastante refinado y recatado, por lo menos lo
que era la recepción del local. Una chica elegante y
de muy buen ver que se encontraba detrás de un
mostrador, me atendió con mucha educación.

- Buenos días.

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- Buenos días, ¿en qué le puedo ayudar?
- Necesito una chica… especial.
- Entonces, está usted en el lugar apropiado. –
Respondió con una extensa y postiza sonrisa.
- Supongo que sí. –Respondí sin más.
- ¿Qué busca exactamente?
- Verá… Tengo una cena de negocios y me
gustaría ir acompañado.
- Entiendo.
- Solo cenar, ¿o pasará más tiempo con usted?
- Solo la cena.
- Tenga, eche un vistazo. –Dijo dejando una
carpeta sobre el mostrador.
- Había chicas para todos los gustos, ¿estaría
su foto entre ellas? Una pequeña cifra
aparecía al final de la página, números que
oscilaban entre 100 y 200. ¿Sería ese el
precio del servicio? –Perdone, es la primera
vez que contrato este tipo de servicios, ¿me
podría explicar cuáles son las tarifas?
- Claro, es muy sencillo. –Respondió con su
fantástica sonrisa–. La cantidad que indica en
la hoja, es media hora de trabajo. El tiempo
que quiera, tan solo depende de usted.
- Gracias. –Respondí tragando saliva. Una tras
otra, pasé las hojas hasta el final. Mi
intrigante y misteriosa mujer, no se
encontraba entre ellas, aun así, volví a
repasarlas con más detenimiento.
- ¿No tiene más?
- Un cliente exigente, me gusta. –Respondió
mientras sacaba otra carpeta de debajo del

91
mostrador–. Tenga, espero que encuentre lo
que busca. Se puede sentar si quiere.
- Gracias. - En un rincón de la sala, cuatro
sofás individuales, con cierta tendencia
minimalista, rodeaban una mesa baja de
acero y cristal, la luz entraba a borbotones
por el extenso ventanal, sin embargo, un
vinilo traslúcido con un ligero toque
seductor, me ocultaba de los curiosos que
pasaban por la calle.
- ¿Quiere algo de beber? Invita la casa. –
Matizó después de su pregunta.
- ¿Un café?
- Por supuesto, enseguida se lo traigo.

Esta nueva carpeta, desató un nuevo grado de


comodidades, Había pasado de ser un cliente sin
más, a un cliente con cierto prestigio. Con pánico
abrí la carpeta, la primera foto marcaba 330, la
segunda 360; era obvio que había subido un
peldaño, ya que ahora las cantidades oscilaban
entre 300 y 400. Más o menos por la mitad,
encontré lo que buscaba. Era ella, seguro que era
ella, pero estaba tan cambiada, tan deslumbrante y
radiante, que me costó bastante reconocerla. Pese a
que era una imagen impresa en un papel, sus ojos
seguían reflejando el mismo miedo. Su tarifa
marcaba la más alta de esta carpeta, es decir, 800
euros más el importe de la cena por estar una hora
con ella. Joder, sí que me iba a salir cara la fiesta,
pero si quería respuestas, no tenía más remedio que
aflojar la pasta.

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- ¡Esta! –Dije señalando la foto con mi dedo.
- Iris. – Respondió–. Excelente elección, es
una de las más solicitadas.
- Supongo que su exótica piel morena y sus
ojos verdes como esmeraldas, la convertían
en una mujer deseada. –Sí, es exactamente lo
que busco.
- Un segundo. –Dijo mientras manipulaba las
teclas del ordenador.
- ¿Tiempo?
- Una hora será suficiente.
- Suele ser lo habitual. –Puntualizó ella-. ¿El
jueves a las once?
- Un poco tarde para cenar. –Ella me miró con
un cierto grado de asombro.
- ¿Viernes a las nueve?
- Perfecto.
- ¿Lugar?
- Restaurante el… -Esta vez su cara fue de
asombro total.
- ¿Tarjeta o efectivo?
- Gracias a Erica y a mi antigua habitación en
casa de mis padres, el dinero no fue un
problema en esta etapa de mi vida, aun así, el
divorcio me dejó con algo de liquidez en mi
cuenta. Supongo que el juez, tuvo en el
último momento un detalle de cordialidad. –
¡Efectivo!–. Dadas las circunstancias,
prefería pasar desapercibido, así que… nada
de datos personales. Saqué los 1.500 euros
que llevaba encima y le di a la chica la
cantidad estipulada.

93
- Recuerde. –Dijo la chica del mostrador,
mientras contaba el dinero–. Durante una
hora, Iris satisfará todos sus deseos.
- Aunque mis fines eran honestos, su
inapropiado comentario me hizo sentir un ser
despreciable. –Gracias– respondí con cierto
desagrado.
- Vuelva pronto, le estaremos esperando y si
tiene alguna otra “necesidad”, tenemos otra
carpeta con chicas muy muy especiales. –
Alardeó con su incómoda sonrisa, mientras
me daba una especie de recibo.
- Adiós. –Dije sin más.

Por un instante, imaginé a todas esas pobres


almas, satisfaciendo los deseos de completos
desconocidos, hasta que un sentimiento de
repugnancia invadió todo mi cuerpo haciéndolo
estremecer. Siempre he sabido de su existencia,
pero ver sus rostros en un papel, resultó ser bastante
demoledor.

Una semana después me reuní con Iris. Si no


quería que saliera corriendo nada más verme, tenía
que cambiar mi aspecto físico. Me compré una
peluca, me dejé una ligera barba, oculté mis ojos
detrás de unas grandes gafas con cristales oscuros y
me puse el único traje con corbata que tenía. Creo
que ni mi madre, habría sido capaz de reconocerme.
Cinco minutos antes de la hora, me planté en la
puerta del restaurante. Dos minutos después,
apareció caminando por la acera, vestida con un

94
traje negro que se ceñía como un guante a su
cuerpo, medias oscuras y zapatos de tacón del
mismo color. Su pelo largo, negro y rizado, era
acariciado por la suave brisa del momento. Por un
instante, recordé que todavía existía un corazón en
mi interior, roto, cuarteado y desgastado, pero
corazón al fin al cabo. Hasta ese momento, no fui
consciente de lo extremadamente bella que era esa
mujer. Cohibido, me acerqué, me presenté y
entramos en el restaurante.

- ¿Vamos a cenar? –Preguntó sorprendida.


- Claro, para eso te he contra… te he traído
aquí. –Cuando entramos en el local, todas las
miradas se centraron en ella; lujuria, deseo,
envidia… se respiró en aquel denso aire. Un
amargo recuerdo me trasladó hasta la
discoteca donde conocí a Sandra, una
sensación que ya había experimentado
muchos años atrás.
- Relájate y disfruta de la cena. –Dije con voz
pausada.
- Esto no es normal.
- Lo sé, pero todo tiene una explicación. Me
han contratado para que hable contigo.
- ¿Y por qué no lo hace él?
- Lo intentó, pero le dijiste que se fuera o
llamarías a la policía. ¿Lo recuerdas?
- Sí… Ya sabía, que esta historia no terminaría
en los juzgados. Dime, ¿qué quieres saber?
- ¿Cuánto te pagaron por arruinar la vida de mi
cliente?

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- Mucho, pero no lo hice por dinero.
- Ya… -Contesté reprochando su afirmación.
- Puedes pensar lo que quieras, pero no lo hice
por la cuantiosa cantidad que me ofrecieron.
- ¿Entonces?
- Soy de un país del sur de África, si no
colaboraba me deportarían. Lo único que me
une a ese lugar es mi nacionalidad.
- ¿Y tu familia?
- Muertos.
- ¿Todos? –Una lágrima solitaria recorrió su
mejilla–. Lo siento, tal vez…
- Todos. –Ella se pasó la mano por su cara y
siguió con su tétrico relato–. Yo vivía en una
pequeña aldea perdida en medio de la nada,
cómo añoro esos años. –Afirmó con los ojos
encharcados–. Un día sin venir a cuento,
aparecieron tres vehículos y un camión, con
personas vestidas con batas blancas, aparatos
que no había visto en mi vida y mercenarios
armados hasta los dientes. Al parecer,
estaban investigando una nueva cepa de un
virus altamente mortal. No sé si el virus
estaba ya o lo trajeron ellos, el caso es que un
mes después, una extraña enfermedad que
nadie del lugar conocía, empezó a matar a los
habitantes de mi pueblo. Durante mucho
tiempo, personas cubiertas por unos trajes
raros, empezaron a experimentar con los
vivos y los muertos en el laboratorio que
estaba alojado en el interior del camión. Una
tras otra, las jeringuillas entraban y salían de

96
nuestros brazos. Al parecer, dos de nosotros
éramos inmunes a esa mierda ya que los
síntomas no se manifestaron en nosotros.
- ¡Qué hijos de puta! –Me salió, indignado–.
Os usaron como cobayas.
- El caso es que una noche, recogieron todos
los bártulos y se esfumaron. Al amanecer, los
mismos mercenarios, regresaron con
lanzallamas, lenguas de fuego devoraron con
rapidez toda la aldea. Todas las personas que
quería, desaparecieron entre los restos de esta
gigantesca tumba calcinada.
- ¡Joder! –Fue la única palabra que pude
articular.
- Llámalo suerte o destino, pero el caso, es que
esa noche tuve la necesidad de sentir el
amparo de las estrellas y la tierra bajo mi
piel. A unos trescientos metros de la aldea y
agazapada entre la maleza, pude ver unas
imágenes dantescas; nadie excepto yo,
escapó de aquel holocausto, los gritos y el
dolor, todavía resuenan en mi cabeza. Por
segunda vez en poco tiempo, había
esquivado el filo de la muerte, aunque a un
precio excesivamente elevado.
- Qué pedazo de cabrones, bajo un manto de
sufrimiento y calor, se deshicieron de todas
las pruebas.
- Hasta muchos años después, no fui capaz de
analizar todo lo que había sucedido en mi
pueblo. Algún gobierno o alguna compañía,
había estado investigando con mis seres

97
queridos y luego se deshicieron de ellos
como el que tira la basura al contenedor.
Todo el dinero que iba consiguiendo, lo
invertía en comida y cualquier vehículo de
transporte que me acercara a mi objetivo.
Después de una larga y accidentada travesía
llegué hasta aquí. –Mirándome fijamente a la
cara dijo–. Siento mucho lo de tu cliente,
pero por nada del mundo, regresaré con mi
hija a ese amargo lugar.
- Tu hija… ahora sé por qué me pediste
perdón, no querías hacerme daño, pero no
tenías más remedio que hacerlo.
- Tú… eres él, ¿verdad?
- ¿Cómo? –Pregunte confundido.
- Has dicho: “No querías hacerme daño”.
- ¿Puedo hablar con franqueza sin que salgas
corriendo?
- Sí.
- Tal y como has puntualizado, yo soy el
hombre contra el que testificaste.
- De verdad, lo siento mucho.
- No tienes que disculparte, yo en tu lugar
habría actuado exactamente igual. Pese a
todo lo que has vivido, sigue habiendo
bondad en tu corazón.
- No sé, hay días que no sé ni quién soy. Si no
fuera por ella…
- Te entiendo. Dime, ¿y el padre de tu hija?
- Encontrar el dinero para llegar hasta aquí fue
bastante complicado, por suerte, mi aspecto
físico atrae bastante a los hombres.

98
- Entiendo, no sabes quién es el padre.
- No, ni siquiera sé su nacionalidad. El viaje
fue largo con muchas paradas en el camino.
- Sabes Iris, la mierda de aquí esta decorada y
perfumada, pero por mucho que la disfracen,
no deja de ser mierda.
- Lo sé, pero de momento prefiero esta para mi
hija.
- Supongo… a ochocientos euros la hora…
- Eso es lo que tú pagas, yo solo veo una
migaja de esa cantidad.
- ¡Jodidos explotadores!
- Mejor esto que un club de carretera o la puta
calle.
- ¿Por qué no quedas tú con los clientes?
- Es justo lo que hizo Helena…
- ¿y?
- Al día siguiente apareció degollada en un
descampado en las afueras de la ciudad.
- ¡No me jodas! ¿Tan despiadados son?
- Sí, no se andan con tonterías, un desliz y…
- Entonces… ¿quedar contigo otro día, fuera
de tus horas de trabajo?
- Lo cierto, es que prefiero no saber las
posibles consecuencias.
- Será lo mejor. –Respondí reflexionando–.
Toma, esta es mi tarjeta, si algún día
necesitas algo, llámame. No me debes nada,
ni me deberás, mi única motivación, es poder
ayudarte.
- Gracias
- Gracias a ti, por no salir huyendo.

99
- Esta vez no tenía escapatoria. -Dijo con una
dulce sonrisa–. Durante una hora, estoy a tu
entera disposición.

Una ola de sentimientos negativos, me caló


hasta los huesos. Puta mierda de civilización, todos
los esfuerzos y sacrificios que hizo para llegar hasta
aquí, para terminar sometida a otros humanos. Por
suerte, el intenso verde de sus ojos, calmó la furia
de mis pensamientos, quería ayudarla, necesitaba
salvarla, pero… ¿Qué podía hacer?

- ¿Qué ocurre? –Preguntó.


- Nada, los desvaríos de una mente dañada.
- ¡Mierda! Tengo que irme. –Gritó mirando el
reloj.
- ¿Qué sucede? –Respondí desorientado.
- Pasan cinco minutos de la hora, las normas
son muy estrictas, ni un minuto más.
- ¡Corre, vete! Ya me ocupo yo de la cuenta.

El último oasis, hasta ese momento, se esfumó


por la puerta del restaurante, como cenicienta
montada en su carroza. Curioso, las personas más
excepcionales, las conocí o regresaron a mi vida, en
uno de los peores momentos de mi existencia. El
único cabo que quedaba suelto, estaba resuelto.
Ahora sí que pude dar por zanjado esta etapa de mi
vida, sin embargo, su partida me dejó un extraño
vacío.

100
5 Un oasis de esperanza

Un nuevo capitulo se abría ante mí, después de


tantas subidas y bajadas, entré en una fase de
relativo equilibrio, por lo menos, las variantes ya no
eran tan pronunciadas.

Tuve varias relaciones, pero ninguna llegó a buen


puerto. Corrompemos todo lo que cae en nuestras
manos, así que por desgracia el amor no iba ser una
excepción. Encontrar en esta sociedad, a alguien
que vibrara en la misma frecuencia que yo, se
convirtió en una tarea bastante complicada, sin
duda creo que habría encontrado antes la aguja en
el pajar.

Noelia, en su jungla solo existía una ley, la suya.


Si las cosas no se hacían tal y como ella quería, la
bronca estaba asegurada. Al final, antes o después,
me cansé de claudicar siempre ante sus deseos. No
entiendo una relación, en la que siempre tenga que
ceder el mismo, aun así, casi duramos dos años. A
Luna la conocí por medio de unos amigos, una
morena explosiva, que solo buscaba aplacar sus
ansias de sexo. Una actitud respetable, pero hubiese

101
agradecido que me notificara cuáles eran sus
intenciones desde el principio, porque tal vez, a mí
no me interesaba entrar en su juego. Esta relación,
por llamarlo de alguna manera, no llegó a un mes.

Después de estos dos encontronazos, me tomé


algo más de tiempo, antes de volver a intentarlo. En
la charcutería del barrio, conocí a Sofía, al principio
la relación funcionó bastante bien. Hasta que entró
en una fase de, ahora te dejo, ahora te cojo. Ante
tanto ir y venir, me convertí en un mar de dudas,
titubeos que crecían a medida que dejaba la
relación, para más tarde volverla a retomar. Era una
excelente persona, pero me negaba a formar parte
de este amor tan inestable. Nueve meses duró la
desconcertante relación. Elisa, una amiga de Sofía,
fue mi siguiente fracaso. Si algo tengo que destacar
de ella, era su fantástica verborrea y su alta
capacidad para mentir, de hecho, era una cotizada
vendedora de la vieja usanza, ya sabes, cualquier
treta o engaño son válidos, con tal de alcanzar el
objetivo. Firmar contratos a cualquier precio era su
obsesión. Su nómina marcaba cuatro dígitos, cifras
que solo había visto en ejecutivos; el problema es
que el dinero desaparecía igual de rápido que
entraba. ¿Cómo puede gastarse una persona tanto
dinero al mes? Intenté imaginarlo, pero no lo
conseguí, me faltaban muchos días en el mes, para
gastar semejante cantidad. Ella se autoproclamaba
ser una señora, una digna y respetuosa mujer.
Desgraciadamente, por la boca muere el pez. Por
mucho que intentó mantener su imagen de señora

102
perfecta, antes o después salieron sus notables
imperfecciones, en su caso mucho antes que
después. Mi “señora” además de ser una mentirosa
compulsiva, resultó ser bastante promiscua, una
práctica que respeto, pero que no encaja para nada
con mi manera de ser. Todavía hoy me pregunto
cómo pude iniciar algo con semejante individuo.
Tan solo necesité un mes y medio, para darme
cuenta de que este barco nunca llegaría a buen
puerto. Una cierta angustia y desesperación, se fue
apoderando de mí. Necesitaba un largo tiempo para
reflexionar, pero casi sin darme cuenta, me metí de
lleno en otra relación.

Como ya puntualicé antes, las drogas es un tema


que llevo fatal, sobre todo las que te pueden llevar a
la tumba. Mi desprecio por estas sustancias, se
acentuó, cuando con veinticinco años, perdí a un
buen amigo de la infancia, con una jeringuilla
clavada en su brazo. Un niño humilde y yo diría
que el más inteligente de la clase. Siempre sacaba
las mejores notas y nunca estudiaba, tan solo se leía
las lecciones sin más. En cierto modo, me producía
una envidia sana, lo que él conseguía casi sin
esfuerzos, yo tenía que estar dos o tres días
estudiando para sacar una nota decente. El caso es,
que alguien que podría haber llegado muy lejos, se
convirtió en un desecho de la sociedad.

Este tipo de sustancia, marcó mi siguiente fracaso


con el amor. Una noche de copas, Héctor y yo
conocimos a dos amigas. Al cabo de un rato, quedó

103
palpable el reparto. Sonia se acomodó a mi lado y
su amiga hizo lo propio con mi amigo. Lo cierto es
que al final resultó ser una noche bastante
agradable. Después de todo lo acontecido me sentía
bastante reacio, así que sin mucha prisa, Sonia y yo
empezamos a quedar. Pese a todas mis barreras, la
esperanza me lanzó de lleno a una nueva relación.
Una meteórica aventura, que no duró más de un
mes.

Un fin de semana, Sonia regresó del aseo con la


cara completamente cambiada, parecía borracha,
aunque la palabra que más se ajustaba era ausente,
solo decía tonterías que no venían al caso, hasta que
un ataque de celos injustificado, la sacó por
completo de la realidad. Sonia, la chica que yo
conocía se había esfumado. ¿Quién coño era esta
tía? Intenté mantener una conversación racional,
pero ella seguía con sus estupideces, de repente sin
venir a cuento, empezó a dedicarme una retahíla de
insultos, Héctor y yo nos quedamos flipados,
mientras que su amiga amarrándola de la cintura la
sacó a la calle.

- ¿Qué cojones le pasa? –Preguntó Héctor.


- Creo que está drogada. –Respondí.
- ¡No jodas! –Aunque él tenia algún que otro
encuentro con los porros, en el fondo
detestaba las drogas casi tanto como yo. Él
solía decir que solo fumaba cigarrillos con
esencias, un relajante natural, sin toda esa
química chunga que te venden en las

104
farmacias; aunque yo siempre lo miraba con
recelo, en el fondo sabía que tenía razón.
- Después de una pausada reflexión, dije
mirándolo como un lobo ve a un corderito. –
¡Prométeme una cosa!
- ¿Qué? –Preguntó con cara de asombro.
- Nunca dejes que los porros entren de lleno en
tu vida. De lo contrario, el placer o la
satisfacción, se convertirán en un problema.
Ya perdimos a un buen amigo del colegio, y
casi te pierdo por una paliza, no soportaría
pasar por esa experiencia una vez más.
- Cuenta con ello. –Dijo colocando una mano
sobre mi hombro.
- Tengo tu palabra, no lo olvides. –Él me
guiñó un ojo y confirmó con la cabeza.
- Ahora vuelvo, voy a ver cómo está el patio.
- Será lo mejor. –Él salio a la calle y yo me
quedé a solas con mis pensamientos.
- Un rato más tarde, Héctor regresó a mi lado.
–Tenías razón, la cocaína cabalga con
asiduidad por sus fosas nasales. Su amiga
dice que cuando lo mezcla con alcohol se
vuelve así de…
- Grosera, maleducada, estúpida, irritante,
demente, insoportable, detestable…
- Tranqui, tío, que ya lo he pillado.
- No se si lo sabe, pero esa chica tiene un serio
problema. –Pese a todo lo acontecido, solo
me transmitía lástima.
- Sí. –Respondió Héctor–. Y si no le pone
remedio, antes o después le pasará factura.

105
- Si no te importa, yo me marcho, mañana
intentaré hablar con ella.
- Será lo mejor.

Intenté localizarla, pero su móvil siempre daba


apagado o fuera de cobertura. Tres días más tarde
recibí un sms, necesitaba hablar. Pretendí que se
hiciera cargo de su situación, pero fue como
pegarse cabezazos contra una pared. Según ella, la
situación estaba controlada, ya… y mañana
desaparecen todas las injusticias del planeta. El
primer paso para solucionar un problema, es
reconocer que existe y ella no se encontraba todavía
en esa fase, de hecho, no sé si algún día reconocería
su adicción a la cocaína. Salir con ella habría sido
viable, de no ser por el consumo de sustancias
dañinas y su espontánea transformación. Al final
solo quedó una amarga despedida y el fin de una
aventura más. Con mucho desánimo, pasé una
nueva página de mi cuento particular.

No diré que fueran relaciones nefastas ni siquiera


que fueran buenas o malas personas, lo único que
digo es que sus circunstancias o su manera de ser,
no encajaban en absoluto con la mía. A estas alturas
de mi camino, la esperanza se había evaporado por
los poros de la piel. Si existía una mujer que fuera
mi otro yo, sin duda estaba muy lejos de aquí, tal
vez en otra cultura, en otra sociedad o quizás ni
siquiera existía. Había probado tantas veces, que al
final el amor se volvió insípido. Una gruesa capa de
cemento, envolvió las astillas de mi corazón y un

106
tupido velo envolvió mis pensamientos. Llevaba
casi cuatro años sin ninguna relación, ya había
renunciado al amor, cuando una vieja conocida,
marcó las teclas de mi móvil.

- ¿Izent?
- Sí, soy yo…
- Hola, soy Iris, ¿te acuerdas de mí? –Fue
escuchar su nombre y las revoluciones de mi
máquina se aceleraron sin control, el
músculo de mi corazón empezó a palpitar
con excesiva frecuencia, una reacción
espontánea, que me dejó profundamente
sorprendido. Tal vez mi subconsciente me
estaba enviando un claro y contundente
mensaje.
- Iris… cuánto tiempo. –Ocho años y tres
meses aproximadamente, no sé por qué, pero
por alguna razón que no entendía, lo sabía.
Un cronómetro interno del cual no era
consciente, llevaba la cuenta por mí-. ¿Cómo
estás?
- Como siempre, ¿y tú?
- Estable… ¿Qué puedo hacer por ti?
- ¿Me darías tu dirección? Quiero enviarte un
regalo.
- No es necesario. –Recalqué.
- Créeme, este lo es. –Puntualizó con firmeza.
- Sus palabras me dejaron confuso. –Apunta.
- Dime.
- Calle… número… - Por aquel entonces,
seguía viviendo en casa de mis padres.

107
- Gracias, estoy en una cabina pública, se me
agota el tiempo, cuídate.
- Lo mismo digo.
Esta llamada, volvió a tambalear mi querido y
adorado equilibrio. La pequeña semilla que
permanecía aletargada dentro de mí, empezó a
desperezarse. Todos los días, miraba el correo con
mucha ilusión. Qué sería el regalo, un cd de
música, unas entradas para el cine o el teatro… Lo
cierto es que me daba igual lo que fuera, lo
importante era el remitente. El enigmático regalo
resultó ser más bello de lo que me imaginaba. Una
carta de su puño y letra.

Hola Izent:

En nuestro último encuentro, me diste tu tarjeta y me


ofreciste tu ayuda desinteresadamente. Siento
molestarte, pero eres la única persona en la que
confío, de hecho, en tus ojos pude sentir algo que no
he vuelto a experimentar jamás. Creo que eres la
única persona ajena a mí, que me ha visto como un
ser humano y no como una mercancía de usar y tirar.
Ha pasado mucho tiempo y tal vez te esté pidiendo
demasiado, si decides no involucrarte en mis asuntos,
lo entenderé.

El caso, es que ya no puedo más. Esta mierda


perfumada y decorada, empieza a ser insoportable,
necesito salir urgentemente de este mundillo. La
presión a la que estamos sometidas ha aumentado
considerablemente y además, nos han reducido el
importe de nuestros servicios a casi la mitad. El

108
cuerpo sin vida de un par de chicas, apareció flotando
en la orilla del mar, según se rumoreaba, planeaban
huir a otro país. Es su manera de decirnos que nos
están controlando y que nunca nos dejarán marchar.
Vivir todos los días con asco es complicado, pero
encima con el miedo metido en el cuerpo, imposible.
La tensa agonía me esta afectando y lo peor de todo,
es que lo pago con mi hija.

No quiero que pienses que es un acto de puro


egoísmo o que simplemente quiero alabarte, pero lo
cierto, es que nunca he dejado de pensar en ti.
Muchas veces he tenido el impulso o la necesidad de
marcar tu número, pero el miedo a las posibles
consecuencias, siempre ha frenado mi mano.

Para contactar conmigo, lo mejor es que escribas


una carta y la dejes en la taquilla 331 de la piscina
municipal El Arenal, un espacio que está reservado
para mi hija los martes y jueves, de seis a siete de la
tarde. Sé discreto y aunque está bastante apartada,
intenta que nadie te vea.

Bueno, decidas lo que decidas, siempre contarás con


mi eterno cariño.

Un beso. Iris

P.D.: Agradecería mucho una contestación, ya sea


afirmativa o negativa.

Después de todo lo vivido, las palabras se


volvieron insípidas como el amor. No sé si
realmente había pensado en mí, pero lo que sí era
un hecho palpable y tangible, es que en todo este

109
tiempo, había guardado mi tarjeta. En la inmensa
mayoría de las ocasiones, las actitudes, los gestos y
las decisiones, suelen ser más reveladoras que las
propias palabras.

Al margen de sus sentimientos y los míos, un ser


humano que instintivamente apreciaba, necesitaba
mi ayuda, así que, sin la más mínima duda, esa
misma tarde me metí de lleno en el asunto.
Necesitaba buenos consejos y personas en las que
pudiera confiar ciegamente, por eso cogí el móvil y
marqué el número de Héctor. Antes de entregarle la
carta de Iris, le puse al corriente de algunos
acontecimientos pasados.

- ¡800 pavos!, ¿tío, es que se te ha ido la


pinza?
- Olvídate del dinero y céntrate en el asunto.
- ¿Está buena?
- Joder Héctor, mira que eres básico.
- ¿Está buena? ¿Cuántos años tiene?
- Creo que tiene nuestra edad y sí pesado…
está buena, pero si mi instinto no me engaña,
lo mejor de ella no se puede ver a simple
vista, sin duda esa es su auténtica belleza, un
oasis en medio de la nada.
- Espera… ¡A ti te gusta esa tía!
- No… sí… joder no lo sé, estoy hecho un lío.
Yo, que ya había desterrado el amor y de
repente, aparece ella en mi vida.
- Izent… es…
- ¡¿Puta?! ¿y?

110
- ¿Qué dirá la gente?
- Qué gente Héctor, ¿esos que caminan por la
calle con sus trajes caros, sus vestidos de alta
costura, sus flamantes coches; esos que
roban, coaccionan y se llenan las carteras con
el sufrimiento de sus semejantes? La verdad,
me importa muy poco la opinión de la gente.
Supongo que no es el mejor trabajo del
mundo, pero ella le ha dado una vida digna a
su hija, sin necesidad de joder la vida a los
demás, cosa que no pueden decir otros.
Sabes… juzgar desde la lejanía es fácil y
muy cómodo, me gustaría ver a los que la
juzgan en su piel y que vivieran todas sus
experiencias, seguro que entonces no
hablarían con tanta ligereza. Esa mujer, se ha
ganado todo mi respeto. Resumiendo,
prefiero una puta, antes que una hija de puta
y nadie mejor que tú, para entender este
concepto.
- Después de un silencio reflexivo, respondió.
–Entiendo… La hija de puta que nos jodió a
los dos.
- Exacto.
- Si a ti no te importa, a mí tampoco. Qué
demonios, si tú eres feliz, el resto se puede ir
un poquito a la mierda.
- No esperaba menos de ti, pero no vendamos
la piel del oso antes de cazarlo, la situación
es muy compleja, así que vamos a ver cómo
se desenvuelven los acontecimientos. En
cuanto a lo de enviar a la gente con

111
prejuicios a la mierda, creo que no les costará
mucho, ya que esta ruinosa ciudad la supura
por sus innumerables grietas, aunque creo
que ya hemos convertido el mundo en un
jodido estercolero. Bueno… dejémonos de
chácharas y centrémonos en el problema,
¡toma, léela!
No estoy del todo seguro, pero creo que la leyó
un par de veces, aunque quizás fueran tres. Un
largo silencio se adueñó del lugar, acompañado por
las diferentes muecas de su cara. Finalmente, la
metió en el sobre y la dejó encima de la mesa. Su
rostro había sufrido un drástico cambio.

- ¿Qué? –Pregunté mirándolo fijamente a los


ojos.
- Le vas a ayudar, ¿verdad? –Preguntó muy
serio y afectado.
- ¡Sí! –Respondí con firmeza–. No puedo
quedarme con los brazos cruzados, tal vez
ella me pueda perdonar, pero yo nunca me lo
perdonaría.
- Esto ya no es una grieta, sino un pozo de
mierda.
- Lo sé. Por eso necesito que me ayudes a
pensar.
- ¿Solo pensar?
- Sí. Y por favor, te ruego que no te involucres
en el caso, esta guerra es exclusivamente
mía, tú tan solo ayúdame a pensar.
- Pero… y si…

112
- ¡Héctor!
- Vale tío… solo pensar.
- No te cortes y dime todo lo que se te ocurra.
- Necesitará dinero para salir y empezar en
otro país.
- No hay problema, tengo algunos ahorros. –
En la caja fuerte de Erica, seguía almacenado
todo el dinero que los Parris tan gratamente
me donaron, por fin había encontrado un
motivo para gastarlo.
- ¿Idiomas?
- Lo desconozco.
- Pregúntaselo, es importante.
- Vale.
- Si quiere entrar de manera legal, el trabajo
será fundamental.
- ¿Qué tal su propio negocio?
- No está mal, ¿alguna idea?
- Una carnicería, papelería, panadería… algo
que pueda usar como negocio y casa.
- Suena bastante bien –respondió pensativo-.
El mayor escollo será el pasaporte.
- ¿Y eso? –Pregunté intrigado.
- Los tentáculos de estas mafias, llegan hasta
los lugares más insospechados, apostaría mi
culo respingón, a que tienen a una o varias
personas infiltradas en la policía.
- Sus palabras estaban cargadas de razón. –Por
eso… las dos chicas que Iris mencionó en su
carta…
- Desconocemos los datos exactos, pero yo
diría que sí –reflexionó.

113
- Entonces… ¿Qué podemos hacer?
- Falsificación. Una solución que se emplea
desde tiempos inmemorables.
- ¿Falsificar el pasaporte?
- Puestos a falsificar, yo entraría en un
territorio sin ser visto, con un documento
nacional de ese país falso. Luego me perdería
en medio de la nada o me iría a algún pueblo
con muy pocos habitantes. Por cierto, cuanto
más humilde sea ese país, mejor.
- ¿Y una casa apartada, cerca de un pequeño
pueblo?
- Perfecto.
- ¿Y si la pillan?
- No lo sé, pero supongo que la deportarán.
- Cagada. Tendré que estudiar muy bien todas
las opciones, antes de elegir su destino. ¡Tío,
te quiero!, eres mí frasco de inspiración.
- Colega… No sé qué harías sin mí.
- Eso me pregunto yo… Pero que no se te suba
a la cabeza.
- Tranquiiii… Cuando sepas algo, avísame.
- Gracias.
- Para eso están los amigos.

Mi reunión con Héctor resultó ser mucho más


fructífera de lo que pensaba. Datos e información
que no había sopesado y valorado, me dieron una
nueva perspectiva de la situación. Sin ninguna
duda, el idioma era la piedra angular para encontrar
una vía saludable al problema y las futuras
decisiones a elegir. No tenía tiempo que perder, así

114
que cuando dejé a Héctor, me marché directo a la
piscina municipal.

- Buenas tardes.
- Hola, ¿en qué puedo ayudarle?
- Me gustaría nadar, ¿qué opciones tengo?
- Si viene asiduamente, yo le recomiendo que
pague la cuota mensual, además con esta
opción, se le asignará un número de taquilla
personal. Si viene de forma esporádica,
puede pagar la hora o sacar un bono para
diez días que puede usar cuando usted quiera.
Además con esta opción la hora le sale más
barata, con estas dos últimas opciones, tendrá
que usar las taquillas que queden libres.
- Genial, un bono es perfecto. ¿Puedo venir a
cualquier hora?
- Sí, aunque dependiendo del día y la hora,
dispondrá de más o menos calles e incluso
pueda que tenga que compartir la calle.
- Gracias.

Esa misma noche después de cenar, cogí un


bolígrafo y un folio, me senté en la mesa y me puse
a escribir.

Hola Iris:

Agradezco tus palabras y es una pena que en todo


este vasto mundo solo puedas confiar en mí. No soy
la típica persona que tira la piedra y esconde la mano,

115
y tampoco entrego mi tarjeta a diestro y siniestro, pero
algo en mi interior me impulsó a hacerlo. Puedes
contar conmigo, hasta donde lleguen mis recursos te
ayudaré.

Me hubiese gustado recibir esa llamada, pero


entiendo de sobra tus motivos. Sabes, he tenido
varias relaciones, pero ninguna ha salido como yo
esperaba. Solo un sentimiento ha unido a todas esas
historias, cuando terminaban, recordarte mitigaba en
gran medida el dolor de la ruptura. Me reconforta
saber, que aún sigo latente en tu memoria, lo cierto,
es que he intentado olvidarte, pero cuanto más
empeño ponía, más fuerte te aferrabas a mis
recuerdos. Más que pensar en ti con frecuencia, yo
diría que estás viviendo dentro de mí.

(Su carta, sacó a la luz recuerdos, actitudes y


sentimientos, que hasta ese día, nunca me había
planteado.)

Volviendo al tema que nos atañe, conseguir una


huida legal y fiable es altamente mortal, ya que creo
que la gente que te retiene, tiene infiltrados en el
sistema burocrático. Antes de buscar un destino
seguro para las dos, necesito saber los idiomas que
sabes hablar con soltura. Cuando decidas el destino,
buscaré un lugar apartado, cerca de un pueblo o aldea
y falsificaré dos documentos de identidad de dicho
país.

Un beso y por favor, cuídate mucho.

116
El martes a las seis menos cuarto, me planté en la
piscina. Todas las taquillas estaban situadas en una
zona común; a la izquierda una puerta daba acceso
al vestuario de las chicas y a la derecha el de los
chicos. Tal y como ella me dijo, la taquilla 331
quedaba bastante resguardada. Me cambié, dejé mis
pertenencias en una de las taquillas que estaba libre
y me puse a nadar. Busqué a Iris con la mirada,
pero los niños realizaban sus clases en otra piscina
más pequeña, que se encontraba al otro lado de los
vestuarios. A las seis menos veinte salí del agua,
cuando entré en el vestuario, vi la puerta que daba
acceso a la piscina donde se suponía que estaban
Iris y su hija; un fuerte impulso me arrastró hasta la
puerta, un envite que pude controlar con mucho
esfuerzo. Una vez vestido, cogí la carta y con
muchísima precaución, la metí en la taquilla por
una de las ranuras de ventilación. Antes de irme,
tire del pomo para comprobar que estaba bien
cerrada.

El mensaje había sido enviado, pero, ¿llegaría a


su destinatario? Los largos y eternos días pasaban
sin ningún tipo de respuesta, mientras que la
angustia y el temor se adueñaba de mis
pensamientos. Un mes después de mi entrega, cogí
el coche y me planté en el edificio donde se suponía
que vivía. Una larga espera que no dio resultados,
después de tanto tiempo puede que esa ya no fuera
su vivienda. A altas horas de la madrugada,
arranqué el coche y regresé a casa. Al día siguiente,
la misma operación con el mismo resultado.

117
Solo me quedaba una opción, su trabajo. Una
enorme losa de piedra me sepultó cuando llegué al
lugar. Correduría de seguros… ponía en el cartel de
la fachada. Tomé aire con fuerza y entré en el local.

- Disculpe, estoy buscando a una persona,


¿sabe adónde se ha trasladado el negocio que
había antes?
- Lo siento, pero no tengo ni idea, cuando lo
alquilé, el local llevaba más de tres años
cerrado.
- Gracias. –Contesté desesperado.

No, ahora no, me repetía una y otra vez, sentía


enérgicamente que ella era lo que tanto tiempo
llevaba buscando; por fin había encontrado la aguja
en el pajar y la había vuelto a perder. Mi embotada
cabeza, no regía con fluidez, busqué los senderos
más complicados, cuando el camino más sensato, lo
tenía al alcance de mi mano. Joder, cómo había
estado tan ciego. Al siguiente jueves, no entré en la
piscina, aparqué lo más cerca que pude de la
entrada y me quedé observando cómo la gente salía
y entraba del lugar. Súbitamente, como si se tratara
de una aparición, Iris y su hija pasaron por delante
de mi coche. Toda la oscuridad que almacenaba, se
iluminó con un potente fogonazo, una sensación de
profundo alivio, me envolvió calidamente. Ahora
tan solo podía hacer una cosa, esperar.

- ¿Nada? – Preguntó Héctor con una cerveza


en su mano.

118
- Nada. – Contesté decaído.
- Él bebía y miraba sin saber muy bien qué
decir. - ¡Esta noche nos vamos de fiesta!
- Gracias, pero no.
- Tío, no seas muermo, si te encanta bailar.
- Sí, pero últimamente no tengo el cuerpo para
muchos trotes.
- Ya te dije que te metías en un pozo de
mierda.
- Lo sé, pero esta vez tengo esperanza.
- Esperanza… Esa palabra la borré de mi
vocabulario hace mucho tiempo.
- Yo estoy a un paso, pero aún no.

Esa misma noche, cuando entré en casa, vi la


carta sobre la mesa del recibidor. Si mi mente no
me engañaba con algún extraño espejismo, la letra
que constaba en el destinatario era la suya. Mi
cuerpo empezó a convulsionar y las manos me
temblaban como si tuviera un ataque, tuve que
respirar varias veces, antes de abrir el sobre. Las
letras bailaban al compás de mi mano, imposible
leerla ante tanto ajetreo, la dejé encima de la cama
y respiré profundamente.
Hola Izent:

Siento el retraso, pero la situación se ha vuelto


todavía más complicada, demasiados cambios y
mucho control, encontrar el momento adecuado para
escribirte y enviártela, ha sido más complicado de lo
que esperaba.

119
Me faltan palabras para mostrar todo mi
agradecimiento, ahora mismo eres mi único bote
salvavidas y el único rayo de esperanza. También
quiero agradecer tus emotivas palabras, he leído tu
carta tantas veces, que al final he perdido la cuenta,
me sorprende encontrar humanos como tú, en un
lugar como este.

Respondiendo a tu pregunta, solo hablo tu idioma y


el que hablaba en mi país de origen, una lengua
autóctona, que no creo que sirva de mucho. Confío
plenamente en tu criterio, así que dejo nuestro destino
en tus manos.

Un beso con todo mi cariño.

Con cada una de sus cartas, mis sentimientos


hacia ella crecían de manera exponencial. Con los
nuevos datos, Héctor y yo nos pusimos manos a la
obra. Mi amiga Erica también nos aclaró algunos
asuntos legales. Después de valorar y sopesar todos
los caminos viables, escribí una nueva carta.

Hola Iris:

El riesgo de huir a un país europeo es bastante


elevado, así que creo que la mejor opción es cruzar el
charco y viajar al continente americano. Llevo un par
de semanas estudiando los posibles destinos, al final
la búsqueda se ha reducido a tres países donde se
habla nuestro idioma, por eso te he adjuntado un

120
documento donde se redacta las ventajas e
inconvenientes de cada lugar. Espero y deseo, que tú
y tu hija podáis pasar desapercibidas, de hecho, ese
ha sido el objetivo principal de todas mis
indagaciones.

Cuando decidas un destino, yo viajaré contigo,


compraré una casa con algo de terreno a mi nombre y
firmaremos un contrato donde te dejo al cargo de la
propiedad. Me gustaría que la vivienda estuviera a tu
nombre, pero usar tu nuevo documento falsificado no
es una buena opción, de hecho, utilizadlos solo en los
momentos estrictamente necesarios. Intenta encontrar
algún tipo de trabajo o cultivar el terreno que
acompaña a la casa, más que nada para mantenerte
ocupada y no te preocupes por la liquidez, ya que yo
te enviaré dinero cada mes, a una cuenta a mi
nombre, donde tú estarás autorizada. Por cierto, no
conozco el nombre de tu hija.

Un beso y un fuerte abrazo para las dos.

Esta vez no tuve que esperar mucho tiempo para


recibir su contestación. Cuando cogí el sobre, me
llamó la atención su peso, o era una carta muy larga
o había algo con lo que no contaba. Con cierta
intriga, saqué su contenido. Junto a la carta, había
un par de fotos, una era un primer plano de Iris y la
cara de una niña, ella sonreía mientras miraba a la
cámara, sin duda era su hija, la chica había
heredado la belleza facial de su madre. En la otra,
aparecía Iris sentada de cuclillas en el sofá, a

121
simple vista, una foto normal de una mujer normal.
Irónico, verdad, en su vida había de todo, menos
normalidad. Esta carta fue bastante diferente a las
demás.

Hola Izent:

He estudiado y valorado tu minucioso documento


y al final me he decantado por uno, detrás de mi foto
he apuntado mi elección. Mi hija se llama Silvana.
Tengo muchas ganas de hablarle de ti, pero de
momento, lo mejor es que sigas siendo una incógnita
en su vida. Todavía sigo buscando las palabras
apropiadas, pero creo que no existen las frases que
puedan expresar todo mi agradecimiento.

Has cambiado mi mundo y lo has vuelto del revés.


Leer tus cartas, es como respirar un soplo de calidez,
la otra energía que he buscado durante toda mi vida.
Me has devuelto la ilusión y las ganas de luchar,
ahora veo mi futuro y el de mi hija con algo más de
claridad.

Pero es del presente de lo que quiero hablarte.


Desde que empecé esta degradante profesión, un
interruptor especial se creó inconscientemente en mi
interior, sin él no habría sido capaz de seguir adelante.
Cuando realizaba mis servicios, este mecanismo
protector, se activaba enviándome a un lugar lejos de
esa habitación; mi cuerpo seguía en aquel lugar, pero
mi alma surcaba los aires a mil kilómetros de allí.
Hace algo más de un año, este dispositivo de defensa
desapareció. Terminar mi trabajo, se convirtió en una

122
tarea asquerosa y muy complicada de realizar. Pero
gracias a ti, el interruptor ha vuelto a aparecer y su
poder e influencia es mil veces mayor. Sin embargo,
ahora no viajo a lugares lejanos, en esos momentos,
siento que son tus manos las que recorren mi cuerpo,
tu boca la que me besa con ternura, para terminar
fundiendo nuestros cuerpos en una espiral de placer y
emociones desatadas. No tengo mucha experiencia
en este tipo de sentimientos, pero creo que me he
enamorado. Sé que asumo mucho riesgo guardando
tus cartas, pero soy incapaz de deshacerme de ellas.

Tranquilo, no tienes que decir nada, lo único que


quería, es que supieras lo importante que eres para
mí y espero que la vida me deje compensar algún día,
todo lo que estás haciendo por mí.

No sé si es correcto o apropiado, pero


es lo que siento. Te quiero.

Ni en el mejor de mis sueños, hubiese imaginado


una carta así. Siempre he sabido que ella era un ser
especial, una mujer creada en las entrañas de la
selva, arropada por las estrellas y educada por la
madre tierra. Todo lo que reprimía en mi interior, se
liberó con la fuerza de un huracán; todas las
murallas, barreras, presas, tabiques, barricadas,
trincheras, armaduras… Todo lo que levanté para
proteger mi astillado corazón, fue arrasado con el
ímpetu de un tsunami. Una vez más, mi cansada
máquina de bombeo, quedaba al descubierto.

123
Liberadas las cadenas, el amor fluyó por todas las
células de mi cuerpo. Una energía limpia, que se
había quedado olvidada en lo más profundo de mis
recuerdos. Ni siquiera volví a leerla, cogí un papel
y un bolígrafo, y mi desatada mano se puso a
escribir.

Iris…
No me debes nada, no preguntes por qué, ya que ni
yo mismo lo entiendo, pero esto era algo que tenía
que hacer. Empecé por una cuestión de principios,
ahora sé, que en realidad era un acto de amor.

Gracias por las fotos, una copia más pequeña de la


tuya, se ha acomodado calidamente en mi cartera y la
que estás con tu hija, cuando encuentre un marco
apropiado, ocupará el lugar que se merece en mi
mesita. Desde que recibí tu llamada, todos los días
me acuesto pensando en mis borrosos recuerdos, una
imagen que vuelve a ser nítida, gracias a tu foto. Sé
cómo sabe el amor, me pude saciar de él cuando era
joven, un amor que ya viste cómo terminó. El caso, es
que sé lo suficiente, como para saber con toda certeza
que estoy enamorado de ti. Siempre lo he sabido,
pero nunca lo he querido reconocer, supongo porque
siempre te he visto como un cometa inalcanzable.
Pero al final, por mucho que nos empeñemos, no se
puede luchar contra el destino.

Que guardes mis cartas, es un riesgo demasiado


elevado. Llevo casi treinta años buscándote, no
soportaría perderte, ahora que por fin te he

124
encontrado. Envíamelas para que te las guarde, te las
devolveré cuando estéis a salvo.

Nunca lo dudes, mi corazón


te pertenece. Te quiero.

Mientras yo me tenía que conformar con una foto


en la cartera, otros poseían su cuerpo. No sé por
qué, pero lo cierto es que la vida me había diseñado
para superar tan duro trance. Por lo general,
cualquier ser humano, se habría vuelto loco, sin
embargo, yo asumí la situación con toda
naturalidad. Mentiría si te dijera que fue sencillo,
pero tampoco fue dramático, sí… ellos poseían su
cuerpo, pero a mí me entregó su espíritu. Un regalo
que ellos nunca poseerán. Las cartas fluían en
ambos sentidos, mientras yo seguía con los
preparativos de la huida. El veintidós de diciembre,
siete días antes de mi cumpleaños, recibí el regalo
de Iris.
Hola cielo.

Sé que dentro de poco podremos estar juntos, sin


el miedo metido en el cuerpo, pero no puedo esperar
más, necesito verte, besarte, abrazarte, aunque solo
sea cinco minutos. El día de tu cumpleaños, estaré a
las once de la mañana en la librería que hay al
principio de la calle Padre Méndez. El local tiene dos
alturas, busca un libro que sea de suspense para que

125
me lo pueda llevar y espérame en la parte de arriba.

TQ – Iris

Entre pánico y excitación a partes iguales, me


quedé después de leer la carta.

Una hora antes, llegué al lugar en cuestión. Me


sentía como si fuera mi primer día de colegio, sin
perder un instante, me puse a buscar entre las
estanterías el libro que me habían recomendado.
Todavía quedaba bastante tiempo antes de que
llegara Iris, así que memoricé la ubicación del libro
y me fui al bar de enfrente. En otras circunstancias
habría pedido un café, pero mis pulsaciones me
pedían urgentemente una tila o algo que calmase mi
estado de nervios y encima el puñetero reloj,
avanzaba a cámara lenta. Diez minutos antes de la
hora, salí del bar y entré de nuevo en la librería,
cogí el libro, y esperé mientras miraba la portada.

Izent, había escuchado mi nombre infinidad de


veces, pero nunca me había sonado como aquel día.
Escucharlo mientras salía de su boca, fue una
experiencia que rozaba lo sobrenatural, como
imanes perdidos en el espacio, nuestros labios se
juntaron, mientras los brazos enredaron nuestros
cuerpos. A mis treinta y nueve años, la vida me dio
una gran lección. Hasta ese día pensaba que
conocía el amor, qué ignorante era, ninguna de mis
experiencias vividas, podía compararse con ese
instante. Una explosión de fuego, ardió en mi

126
pecho, un calor intenso que calentaba, pero que no
hacía daño, una sensación extraña y reconfortante.
Y entonces, no tuve la menor duda, por primera vez
en mi vida, había visto los auténticos ojos del amor.

- Felicidades. –Dijo después de… lo cierto, es


que no sé si el beso fue largo o corto, solo sé
que fue frenéticamente intenso.
- Grac… -Pero no pude terminar, sus dulces y
felinos labios, se lanzaron de nuevo contra
los míos. Esta vez, fue una ola de calor la que
envolvió todo mi cuerpo. Mis sentidos se
colapsaron ante tantas emociones y
sensaciones, completamente desconocidas
para mí. La energía circulaba saturada por
mis arterias y UNA VEZ MÁS, pude sentir
la fuerza de la vida. Luego nos miramos, no
hubo palabras, tan solo entrelazamos nuestras
miradas; en sus ojos pude ver un nuevo
universo y lo más extraño, pude sentir mi
propia alma, esta vez no tenía dudas, por fin
estaba ante mi otro yo.
- Tengo que irme. – Cinco minutos que al final
se transformaron en diez.
- Sí, toma el libro que me pediste.
- Gracias cariño, nos vemos pronto.
- El veinticinco de enero, a las siete de la
tarde, en la puerta de la piscina. Te quiero.
- Te quiero. –Detrás de una estantería repleta
de libros desapareció su figura.

Describir mi estado en ese momento me resultaría

127
bastante complicado, por no decir imposible, hay
ciertas emociones que rebasan los sentidos, que no
se pueden explicar con palabras, tan solo se pueden
vivir. Pero si tuviera que elegir una palabra que
englobara todo lo sucedido, esa sería “intensa” y si
tuviera que elegir una frase, sin duda sería: “Pura
magia en estado natural”.

128
6. Profunda metamorfosis

Lo tenía todo perfectamente calculado, en menos


de un mes, Iris y su hija iniciarían un nuevo viaje
hacia la libertad. No sé cuántas horas invertí en este
asunto, pero seguro que fueron muchas más de las
que podía imaginar.

El tres de enero, nada más entrar por la puerta de


la redacción, uno de mis compañeros me dio una
dirección.

- Toma, Eva te está esperando en este lugar.


- Gracias. ¿Qué sucede?
- No lo sé.

Cuando llegué al apartado callejón, el lugar


estaba acordonado y la policía mantenía a los
curiosos apartados de la zona. Eché un vistazo y vi
la azotea de los dos edificios que formaban el
estrecho callejón. Mientras mi compañera, indagaba
lo sucedido, desde la distancia, yo le indiqué con un
dedo que me subía a la azotea, ella levantó el pulgar
en señal de conformidad. Con el zoom de mi
cámara, sacar una instantánea desde aquella altura,

129
era coser y cantar.

Sin pensarlo dos veces, busqué un portal que me


llevara a mi objetivo. Pasar la primera barrera no
resultó nada fácil, pero al final, con un poco de
ingenio, conseguí que me abrieran la puerta de
entrada al edificio. Tomé el ascensor y subí a la
última planta, luego ascendí hasta la puerta que
comunicaba con la azotea. Normalmente estas
puertas suelen estar cerradas, por eso crucé los
dedos antes de coger la manivela. La puerta cedió y
las viejas bisagras chirriaron. Sin perder un
instante, me dirigí a la parte que daba al lugar de
los hechos, eché un vistazo rápido y luego saqué la
cámara de su funda. Poco a poco acerqué el
objetivo, hasta que pude ver el cuerpo de una mujer
tumbada en el suelo. Al parecer había sido violada,
ya que se encontraba semidesnuda; un pequeño
charco de sangre, resaltaba sobre el grisáceo suelo,
un último zoom me mostró un primer plano de su
rostro.

Las piernas me fallaron y mi cabeza empezó a dar


vueltas como una peonza, me senté en el suelo
abatido, mientras repetía una y otra vez como si
estuviera en un sueño, ella no, ella no… Con mi
alma desgarrada en mil pedazos, enfoqué de nuevo
el rostro sin vida que seguía inerte sobre el suelo.
Por mucho que me hubiese gustado divagar, no
tenía la más mínima duda, Iris, mi otro yo, la mujer
más humana que había conocido en mi vida, yacía
muerta en aquel jodido y sucio callejón.

130
Dos horas y media después, me desperté
conmocionado en la camilla de un hospital, la
nefasta revelación, dejó mi cuerpo fuera de juego.
Por un instante, tuve la sensación de que todo había
sido un espeluznante y terrorífico sueño, pero
desgraciadamente volví a poner los pies en el suelo,
cuando Eva me dijo que me había quedado
inconsciente en la azotea del edificio. Por segunda
vez en mi vida, el dolor y el rencor emergieron por
todos los rincones de mi cuerpo. Un odio tan
intenso como el amor que sentía por ella, sin duda
el otro lado de la moneda. Aquel día no fui
consciente, pero un nuevo ser empezó a formarse
dentro de mí, una metamorfosis, que no quedaría
completa hasta once meses después.

Estaba completamente destrozado, pero Silvana,


su hija, me necesitaba. Así que no había tiempo
para lamentaciones, ahora ella estaba por encima de
mi dolor, ya tendría tiempo de llorar más adelante.
Después de un par de llamadas a la comisaría, por
fin localicé al agente García, una buena persona,
que en su momento se ganó toda mi confianza.
Rápidamente quedé con él, le hablé de Iris y
Silvana, y le supliqué que encontrara a la niña lo
antes posible, por mi mente pasó todo tipo de
perversidades. No estaba dispuesto a dejar que ella
viviera todas las penurias de su madre.

¿Cuántas fotos habría entregado en la redacción,


cuántas imágenes salieron de mi cámara, cuántos
horrores impresos en el papel de un periódico?

131
Entregar sus fotos, fue el momento más duro de mi
profesión. No quería, pero sabía que debía de
mostrar a las personas, el dantesco mundo que
hemos creado. Aunque para ser sinceros, nos hemos
vuelto insensibles, a no ser que nos dé de lleno, ya
nada nos sorprende ni nos afecta. Supongo que con
aguantar nuestra propia miseria, es más que
suficiente, el resto, tan solo es la rutina del día a día
en este vertedero que llamamos ciudad.

El agente García, resultó ser bastante efectivo.


Gracias a los datos que le di, pudo localizarla con
facilidad.

- ¿izent?
- Sí.
- Tenemos a la niña.
- Gracias. ¿Lo sabe?
- Puede… está ahora mismo con la psicóloga.
- Voy…

Encontré a Silvana rodeada de seres extraños y


llorando sin parar. Aunque vagamente, Iris le había
hablado de mí, así que desconocía cuál sería su
reacción al verme. Pronuncié su nombre y luego me
presenté, ella me miró y sin pensarlo dos veces
salió corriendo hacia mí, creo que su madre le
habló de mí mucho más de lo que yo pensaba.
Cuando llegó hasta mí, se aferró a mi cuello con sus
brazos y los dos juntos lloramos la muerte de su
madre. Mientras las lágrimas recorrían nuestras
mejillas, el agente García puso su mano sobre mi

132
hombro y preguntó con educación y todo el respeto
que merecían dichos acontecimientos.

- Siento molestarte, pero… ¿podemos hablar?


Si quieres, podemos dejarlo para otro día.
- No, cuanto antes mejor. – Dejé a la niña en
manos de la psicóloga y yo seguí al agente a
una sala de interrogatorios.
- Siento este escenario tan abrupto, pero es el
protocolo.
- No pasa nada…
- ¿Por qué conoces a su madre?
- Testificó falsamente en un juicio contra mí.
- Vaya… Se acaba de convertir en nuestro
principal sospechoso.
- Creo que sí, pero antes de cargarme con el
delito, debería escuchar toda la historia.
¿Recuerda cuando nos conocimos?
- Me sorprendió que me buscara con tanto
ahínco para encontrar a la niña, pero lo cierto
es que no lo recuerdo.
- Es comprensible. Verá… hará cosa de diez
años, usted llamó al número que encontró en
el bolsillo de un hombre al que le habían
dado una paliza. Yo contesté su llamada.
- Es cierto, ya lo recuerdo… una lástima,
nunca encontramos a los cabronazos que le
robaron y le dieron aquella brutal paliza.
¿Cómo está su amigo?
- Bien, gracias, nada que el tiempo no pueda
curar.
- Me alegro.

133
- ¿Estamos solos? O hay algún micrófono
enchufado o alguien detrás de ese cristal.
- ¿Por qué?
- Lo que le voy a contar, pone en peligro una
vez más la vida de mi amigo. Confío única y
exclusivamente en usted. En sus manos dejo
el futuro de Héctor.
- No entiendo qué relación hay entre ambos
casos.
- Lo entenderá todo cuando se lo explique,
siempre y cuando me garantice, que mi
amigo no sufrirá ningún daño.
- Sígame. -Caminamos por un pasillo y
subimos unas escaleras hasta un despacho de
la planta superior. Después de cerrar la
puerta, nos sentamos y emprendimos la
conversación–. Continúe.
- Siento ser tan pesado, ¿este lugar es seguro?
- Si no fuera así, no estaríamos aquí, no
cargaré con una muerte en mi conciencia.
- Gracias… Héctor era mi principal testigo en
el juicio contra la familia Parris.
- ¡¿Parris?!
- Sí, Sandra, su hija, era mi mujer. Mi amigo la
vio cómo se besaba exaltadamente con otro
hombre en el ascensor de un hotel.
- Siga, por favor. –Dijo mientras apuntaba en
su minúscula libreta.
- La paliza, no fue un acto de diversión, sino
una advertencia, para que se apartara del
caso, pero bueno… eso es agua pasada.
- Sigo sin entender nada.

134
- Los Parris presentaron testigos falsos, gente
que no había visto en mi vida; Iris fue la
única persona que me miró a los ojos y se
disculpó. Creo que ella y mi abogado, eran
las únicas personas honradas de toda la sala.
Si tuviera que matar por venganza, la lista
sería bastante larga y ella, ni siquiera estaría
incluida. Necesitaba saber cuánto le habían
pagado, en cuanto estaba valorada mi
reputación, por eso varios meses después,
tuve una reveladora charla con ella. No fue
por dinero, tan solo lo hizo por su hija.
- ¿Mantenía una relación con la víctima?
- ¡Sí!, mantenía una complica relación con
ella.
- Complicada no suena nada bien, ¿no la
mataría por celos?
- Una sonrisa irónica se dibujó en mi cara. –Lo
mejor es que se lo cuente ella... ¿no le
parece?
- García apartó la vista de la libreta y
sorprendido, me miró con una ceja levantada.
-¿Me está vacilando?
- No señor, tengo toda la correspondencia que
manteníamos entre los dos, cartas escritas a
mano en ambos casos. Cuando las lea,
entenderá por qué era una complicada
relación.
- Vale, pero quiero las cartas lo antes posible.
- Entendido. ¿Le puedo hacer una pregunta?
- Usted dirá…
- ¿Cuáles son las primeras conclusiones?

135
- Todo indica una violación, que terminó en
homicidio.
- Las apariencias engañan, señor García,
cuando lea las cartas lo entenderá.
- Entonces no perdamos más tiempo, tráigame
esas cartas.
- Hoy sin falta las tendrá. Otra cosa, más allá
del nexo de unión, Héctor y los Parris creo
que son irrelevantes en este asunto, espero no
encontrar a mi amigo otra vez con la cara
desfigurada.
- Tranquilo, si no es estrictamente necesario,
no pienso meter a la familia Parris en este
asunto.
- No es la respuesta que esperaba, pero me
sirve.
- Perdona, a veces hablo sin pensar. No te
preocupes, Héctor está a buen recaudo.
- Gracias, cuento con ello. Si no quiere nada
más, voy a por las cartas.
- Adelante.

Siempre tuve un dilema moral, iba a salvar a Iris,


pero… ¿y el resto de esos seres humanos que
seguían y seguirían sometidos? ¿Entregaría sus
cartas a la policía cuando ella estuviera a salvo?
Dudas y conflictos que resolvería cuando regresara
de América. Ahora ya no tenía dudas, esos
malnacidos no lo sabían, pero al eliminar a Iris, me
dieron carta blanca para actuar. Desmantelar su
turbio negocio y liberar a los esclavos sin cadenas,
se convirtió en uno de mis principales objetivos.

136
Tan solo una hora y media después, me reuní de
nuevo con García, en una de las cafeterías que
estaban cerca de la comisaría.

- Gracias por la discreción.


- De nada, supongo que son escritos bastante
personales.
- Cierto. –Sentados uno enfrente del otro, le
dejé en la mesa las cartas amontonadas por
orden cronológico–. Antes de sacar
conclusiones, le aconsejo que lea todas las
cartas hasta el final.
- Vamos allá… -Dijo mientras sacaba el papel
del sobre. La sobremesa, se alargó mucho
más de la cuenta, mucha información y
muchas dudas que resolver-. Un asesinato
oculto por una violación–. Soltó de sopetón.
- Supongo… Tal vez la descubrieron, pero…
¿Cómo?
- Ese es mi trabajo. Así que… ella, una puta de
alto standing y usted, enamorados; y su único
contacto eran estas cartas. Tenía razón… una
relación complicada.
- Sin estas cartas, ¿hubiese creído mi historia?
- Lo cierto es que no, de hecho, usted seria mi
principal sospecho. De todas formas, no
abandone el país, seguro que antes o después,
nos volveremos a ver.
- Vale.
- ¿La vio el día de su cumpleaños?
- Sí, jamás olvidaré aquel espacio de tiempo
tan corto en la librería.

137
- ¡Qué cabronada!
- Y de las grandes; toda la vida buscando, para
perderla cuando la has encontrado.
- ¿Tiene los documentos falsificados?
- Todavía no.
- Mejor… Yo, como ciudadano de este país, le
recomendaría a un buen amigo, que se
deshiciera personalmente de esos nocivos y
comprometedores documentos.
- Por eso confío en usted, gracias por el
oportuno consejo. ¿Llevará usted el caso?
- Gracias a su llamada, localicé a la niña, ya
estoy involucrado en el asunto, así que…
supongo que sí, pero nunca se sabe…
- ¿Su compañero es trigo limpio?
- Esa es una pregunta complicada. Yo diría
que sí, pero después de lo vivido, no pongo
la mano en el fuego por nadie.
- Lo suponía…
- Le seré franco, este tipo de casos, siempre
terminan en una vía muerta. Salvo a la
prensa, a nadie le interesa este tipo de
sucesos, nadie pregunta. Se emplean los
mínimos recursos, y las investigaciones
suelen ser bastante superficiales.
- Tal vez alguien influyente mueva los hilos
para que sea así.
- Supongo que sí. En tal caso, entregarán la
investigación a un par de agentes con poca
experiencia, rellenarán el expediente y darán
carpetazo al asunto.
- ¡Joder! ¿Puede hacer algo?

138
- Esperemos a ver qué sucede.
- Será lo mejor… ¿Necesita las cartas?
- No, pero quiero que haga una cosa.
- Usted dirá.
- ¿Sabe qué es una copia compulsada?
- No.
- Es una fotocopia, donde un notario acredita
personalmente, que está hecha del original.
- Entonces… ¿La fotocopia se convierte en un
documento original?
- Exacto. No será barato, pero te recomiendo
que hagas una copia de las más relevantes y
que las guardes en un lugar seguro. Nunca se
sabe cómo puede evolucionar la
investigación, mejor asegurarse.
- Muchas Gracias.
- Es mi trabajo.
- Por favor, si no es mucha molestia, avíseme
cuando sepa algo.
- Lo haré.

Cuando salimos del local, nos dirigimos a la


comisaría, él siguió con su trabajo y yo busqué a
Silvana, pero ella ya no estaba en el lugar, los
asuntos sociales, se la habían llevado a otro lugar.
El agente, me había dado un par de tareas, así que
empecé por una de ellas. De camino al falsificador,
analicé mis sentimientos. El dolor era engullido por
el inmenso odio que sentía; ya había tenido algún
contacto con él, pero este, era completamente
nuevo para mí, una fuerte energía negativa, que
brotaba desbordante y descontrolada. Pagué los

139
caros documentos y me fui directamente a una
serrería que estaba cerca del periódico, y donde
conocía a la inmensa mayoría de los empleados. En
este lugar, los troncos se transforman en finas
láminas, los restos que no son aprovechables, se
calcinan en un enorme horno. Una cierta amistad de
polígono, me mantenía unido al encargado de los
desperdicios. Bajé la cremallera de mi chaqueta y
personalmente lancé las pruebas del delito por la
apertura que comunicaba con el interior. Los
pequeños documentos, se perdieron enseguida entre
las llamas, cenizas que según me contó en su día,
terminarían transformadas en abono para los
campos. Una de las tareas estaba finiquitada; las
fotocopias y localizar a Silvana, lo dejé para el día
siguiente.

Cuando aterricé en la cama, el dolor ganó el pulso


al odio, La imagen de Iris muerta en el suelo,
pasaba una y otra vez como una diapositiva
enganchada en la máquina. ¿Cuánto dolor puede
soportar un ser humano, antes de transformarse en
un ser completamente diferente? En mi caso, tales
circunstancias empezaron ese día. Si no hubiese
sido por aquella asquerosa pastilla, no habría
pegado ojo en toda la noche. En el prospecto ponía
que era efectiva para conciliar el sueño, una forma
muy sutil de enmascarar el verdadero problema. En
mi caso, la guerra no era contra el sueño, sino
contra el dolor. ¿Cuál es tu caso? Miedo,
inseguridad, desamor, ansiedad, estrés, depresión…
o tal vez una mezcla de varios de ellos. El caso, es

140
que nuestra “enriquecedora civilización” nos ofrece
un amplio surtido de sentimientos desnaturalizados,
que dejan el sueño en un segundo o tercer plano.
Algo tan natural y esencial como el dormir, se ha
transformado en un serio problema para muchas
personas. Un dato digno de ser estudiado, un
síntoma dañino, que nos grita con claridad que algo
en este jodido sistema no funciona como debe.
Aunque… puede que solo sean los desvaríos de una
mente perturbada por el profundo dolor.

A la mañana siguiente, el despertador me tiró de


la cama, mis sentidos estaban aturdidos y
aletargados, una extraña sensación, que no había
experimentado en mi vida. Supuse erróneamente
que se debía a la trágica experiencia que estaba
viviendo, hasta que días más tarde, descubrí que
eran los efectos de la mágica pastilla para dormir.
Mientras me quitaba las legañas, el odio se apoderó
una vez más de mi cuerpo. A media mañana el
trabajo me dio una pequeña tregua, momento que
aproveché para ir a un notario. Las dichosas copias
compulsadas me costaron un buen pico, pero…
Cuando aún no había salido del edificio, sonó el
móvil.

- ¡¿Sí?!
- Hola izent, soy García.
- Buenos días, ¿algo nuevo?
- Sí, como ya suponía, han entregado el caso a
agentes con poca experiencia.
- ¡Mierda! ¿Puedes hacer algo?

141
- La orden llega de las altas esferas. Mi
petición ha sido rechazada.
- Una vez más, un delito que se queda sin su
castigo.
- Puede que no.
- Mis ojos se abrieron como platos. -¿Alguna
solución?
- Puede que sí.
- Ilústrame. –Respondí intrigado.
- Vamos por partes, ¿has hecho las copias?
- Sí, salgo ahora del notario.
- Estupendo, ¿y ese escabroso asunto de los
documentos?
- Resuelto.
- A eso le llamo yo eficacia. Vale, no te
prometo nada, pero tengo un buen amigo en
asuntos internos, que podría ayudarnos y
antes de que me lo preguntes, sí, es de
confianza.
- Gracias.
- Izent… tan solo hago mi trabajo.
- Lo sé, pero me siento agradecido.
- No hay de qué.
- Cuando puedas, tráeme una fotocopia normal
de las cartas y hablaré con él lo antes posible.
- Paso por la comisaría en una hora.
- No, lo mejor es que nos veamos en la
cafetería donde estuvimos ayer.
- ¿A las tres?
- Mejor a las tres y media.
- Vale.

142
Antes de mi cita con el agente, (aunque creo que
a estas alturas, ya era subinspector o inspector) me
reuní con una vieja amiga.

- Izent… Qué horrible estás.


- Gracias, Erica… yo también te quiero.
- ¿Qué te pasa? Parece que hayas tenido un
encuentro con la muerte.
- ¡Joder!, ni que lo llevara escrito en la cara,
pensé. -Una observación bastante acertada.
¿Te acuerdas de Iris, la chica a la que iba a
ayudar a salir del país?
- Claro.
- Ha muerto.
- ¡Mierda! Qué bocazas que soy, lo siento.
- Tranquila, no pasa nada.
- Aun así… ¿quieres el dinero?
- No, ahora ya no me hace falta, si no te
importa, lo dejaré donde está.
- Ya sabes la respuesta.
- Erica… ¿podrías guardar también en tu caja
fuerte, estas copias compulsadas? No son
fotocopias conflictivas, de hecho, puedes
leerlas si lo crees oportuno.
- También sabes la respuesta, mi caja es tuya,
de hecho… creo que hay más cosas tuyas que
mías. –Respondió con una sonrisa–. Como
sigas así, tendré que cobrarte un alquiler.
- Estás en tu derecho.
- No seas tonto, estaba de cachondeo.
- Lo siento, no estoy en mi mejor momento.
- Le tenías cariño, ¿verdad?

143
- Cariño es un poco ambiguo.
- Izent… ¡te habías enamorado!
- Otra observación acertada.
- No lo sabía…
- Últimamente he estado muy ocupado con los
preparativos, he tenido poco tiempo para
hablar con las personas de mi círculo de
confianza. –Ella no dijo nada, tan solo me
miró–. Cambiando de tema, ¿está Pablo?
- No, hoy tiene un dia complicado. –Me
respondió mientras cogía las copias para
guardarlas en la caja.
- Salúdalo de mi parte.
- Vale. ¿Comes conmigo?
- No puedo, ya he quedado, pero te prometo
que la semana que viene te llamo y
quedamos, tengo un montón de cosas que
contarte. ¿Tú estás bien?
- No me ves… Divina como siempre. –Incluso
en un momento tan malo, consiguió sacarme
una sonrisa–. La semana que viene, no te
olvides, me lo he apuntado en la agenda.
- Prometido.

En su despacho, realicé las fotocopias que tenía


que entregar a García. Diez minutos antes de la
hora acordada, me senté en una de las mesas del
local. Cinco minutos después entró él, me dio la
mano y se sentó delante de mí.

- Ten.
- Perfecto. –Respondió mientras le echaba un

144
vistazo–. Por cierto, haré todo lo posible para
que tú y estas cartas, quedéis fuera de la
investigación.
- Gracias, pero si necesitas algo, no lo dudes.
- Vale, de todas formas, te llamaré cuando
sepa algo.

Desde el trabajo y con el móvil en la mano,


empecé a buscar a Silvana, hasta que la pude
localizar en una residencia provisional para
huérfanos y desamparados. Esa misma tarde, estuve
más de dos horas con ella, no sé por qué, pero se
sentía especialmente cómoda conmigo, aunque para
mí era una situación complicada, ya que tenía la
misma mirada que su madre y era entonces cuando
el odio mutaba a dolor.

Mi vida cabalgaba entre estos dos sentimientos.


Por la noche, se produjeron los mismos hechos que
la noche anterior, sin embargo no estaba dispuesto a
sustituir el daño por una pastilla, así que, empecé a
leer un libro que ya había leído hacía muchos años.
No fue tan efectivo como el fármaco, pero al final
lo conseguí. Este hecho, creó un nuevo y
enriquecedor hábito, sustituyendo la televisión por
un libro. No diré que fue sencillo, pero conseguí
mitigar el dolor y conciliar el sueño, excepto los
días que me despertaba empapado en sudor por
alguna pesadilla.

Pese al dolor, las tardes que el trabajo me lo


permitía, iba a visitar a Silvana. Al poco tiempo, un

145
fuerte y espontáneo vínculo de cariño se creó entre
los dos. Sin la más mínima duda, solicité su
adopción, pero fui rechazado. Según los asuntos
sociales, no cumplía los requisitos mínimos
establecidos. Maldita burocracia, nadie en este
mundo, quería a Silvana como yo, pero claro, yo no
era el candidato adecuado. La lógica, la razón y
sobre todo, los vínculos afectivos, deberían estar
por encima de cualquier requisito burocrático.
Aunque puede que este razonamiento, también sea
el desvarío de una mente perturbada por el odio y el
dolor. Afortunadamente, fue entregada a un
matrimonio de mi ciudad; una agradable pareja, que
me abrió las puertas de su casa, cuando vio el
cariño que existía entre los dos. Así que con el
tiempo me convertí en el tío Izent, un postizo
familiar, que la visitaba casi todos los martes y
algún que otro fin de semana. Hablábamos de
muchas cosas, pero Iris era siempre el centro de
atención. Superar su muerte fue muy complicado,
pero los dos nos dimos fuerza mutuamente para
salir adelante.

Una fría y lluviosa mañana, recibí la esperada y


deseada llamada.

- Buenos días, soy García.


- Buenos días, empezaba a pensar que te
habías olvidado de mí.
- Ya sabes… las cosas de palacio van
despacio.
- Cierto. ¿Hemos tenido suerte?

146
- Sí, aunque la suerte ha intervenido poco.
Esto que te cuento es confidencial, ni
siquiera yo lo tendría que saber, pero uno
tiene sus influencias, así que te pido máxima
discreción. Ya se estaba buscando a una o
varias manzanas podridas en la comisaría, las
cartas solo han abierto una nueva vía de
investigación.
- Me acabas de alegrar este tormentoso día.
¿Cómo lo ves?
- Muy bien, los de asuntos internos son muy
tenaces; antes o después, llegarán al fondo
del asunto. Espero que sus indagaciones, nos
lleven hasta el asesino de las chicas.
- Ya sé que es tu trabajo, por eso no te voy a
agradecer nada; pero espero que un día me
dejes que te invite a comer. Sin ti, nada de
esto habría sido posible.
- Cuando esté resuelto el caso, aceptaré la
invitación.
- Te tomo la palabra.

La famosa frase: “las desgracias nunca vienen


solas”, se materializaron en vida ese año. Cuatro
meses después de la muerte de Iris, Recibí la
llamada del ogro malvado del capitalismo.

- ¿El señor Izent?


- Sí.
- Le llamo de su oficina bancaria.
- Dígame…
- ¿Sabe usted por qué no le han ingresado la

147
nómina?
- No, supongo que será un error, cuando llegue
al trabajo lo preguntaré.
- Gracias.

Un aire tenso y caldeado, se respiraba esa mañana


en el trabajo, ningún trabajador, había cobrado su
salario. Los rumores fluían en todas direcciones,
pero ninguna notificación oficial. Tan solo una cosa
estaba clara, el dueño de la empresa, había
desaparecido. Como era lógico, los empleados
querían respuestas y las exigían ya. Por suerte el
dinero en ese momento, no era un problema para
mí, pero la inmensa mayoría de mis compañeros,
necesitaban su nómina, para pagar la hipoteca, las
facturas y los gastos cotidianos que conllevan una
casa y una familia. Como siempre en estos casos,
los platos rotos, los paga el que menos se lo
merece.

Durante varios meses, trabajamos sin saber qué


sucedería al final de mes, una situación que creó
muchos conflictos entre los trabajadores, ya que los
nervios estaban a flor de piel. Gastos como la luz y
el agua, no atienden a razones, si no pagas te la
cortan y para rematar la tragedia, la casa se la queda
el banco. Trabajar en estas circunstancias resulta
altamente estresante.

La información llegaba en cuentagotas, al parecer


las autoridades se habían hecho cargo de la
empresa, las cuales iniciaron una investigación en

148
toda regla. También nos notificaron que algunas
empresas o entidades, estaban interesadas en el
periódico. No sé de dónde, pero empezamos a
cobrar parte de los atrasos.

Un informe demoledor, terminó con la escasa


moral que aún albergaba la gente. El agujero
económico era más grande de lo que nadie se podía
imaginar. Las cuantiosas deudas, espantaron a los
posibles compradores. Hasta que un mes después se
notificó el cierre del periódico. Mientras el antiguo
dueño, estaría en algún paraíso fiscal, disfrutando
de todo el dinero malversado, yo veía la cara de
desolación de todos mis compañeros. Decenas de
familias rotas, por la simple codicia de un ser
humano. Más o menos por estas fechas, recibí la
llamada de García.

- ¿Puedes pasarte por la comisaría?


- ¿Algún avance?
- El caso está cerrado. Hemos encontrado a las
manzanas podridas, desmantelado la red y en
tu caso, descubierto al asesino de Iris.

En todo este jodido caos, a veces y solo a veces,


las cosas funcionan como deberían. Esperaba oír
esas palabras desde hacía mucho tiempo, sin
embargo, no sentí nada, tal vez una pizca de alegría
por la liberación de las vidas enjauladas. Aunque no
me servía de consuelo, por lo menos la muerte de
Iris, abrió el camino de la esperanza y la libertad.

149
- ¿Cuándo quieres que me pase? –Pregunté.
- ¿Te viene bien ahora?
- Estoy en el paro, así que, dispongo de todo el
día para ti.
- Ya… vi la noticia en la televisión. Menudo
año…
- Ni te lo imaginas. Ya no puedo caer más
bajo. –Qué fácil es hablar. En esta sociedad
sin valores ni principios, donde la única ley
la marca el dinero, siempre se puede caer
más bajo, casi diría yo, que hasta las
mismísimas brasas del infierno.
- Nunca se sabe. –Respondió sabiamente.
- Y si… ¿quedamos para comer?
- El caso está cerrado, así que… acepto.

A las dos y media, llegué al restaurante escogido.


Yo ya estaba sentado, cuando García entró por la
puerta del local. Después de un cordial saludo,
pedimos la comida y entramos de lleno en el
asunto.

- ¿Cómo está?
- Mira Izent, está muy bien este aire de
cordialidad y respeto, pero… ¿no crees que
ya va siendo hora de que empecemos a
tutearnos?
- Supongo que tienes razón.
- Antes de nada, quiero que sepas que esta
comida la pago yo, la próxima vez te toca a
ti.
- Un trato es un trato.

150
- Pero si estás en el paro.
- Agradezco tu gesto, pero ahora me paga el
estado, llevo casi doce años trabajando, así
que me corresponde el máximo tiempo de
cotización. Aunque espero encontrar pronto
algún trabajo. Ten en cuenta, que antes era
mucho peor, trabajaba sin saber si cobraría a
final de mes.
- ¿Cobraste todas las nóminas?
- No, algunas se quedaron en el aire.
- Qué marrón.
- Eso no fue lo peor, lo realmente jodido, fue
ver cómo mis compañeros se consumían
lentamente. ¿Tiene la policía alguna pista del
dueño del periódico?
- Creo que no y si yo fuera él, me iría a algún
lugar, donde no existiera acuerdo de
extradición con nuestro país. Salvo que
cometa algún error, ese pájaro, se quedará
para siempre fuera de la jaula.
- Sus palabras me carcomían por dentro. –
¡Encima se saldrá con la suya!– Respondí
irritado.
- Qué vamos a hacer, la vida es así.
- No, García.
- Dejemos lo de García para los transeúntes,
llámame Jorge.
- No, Jorge, no te equivoques, la vida es
milimétricamente justa. Con mucho tesón y
años de evolución, ha creado un perfecto
equilibrio, que el ser humano se ha
encargado de desmantelar sin ningún tipo de

151
miramiento. Dejemos de echar la culpa a la
vida y empecemos a señalar con el dedo al
verdadero culpable.
- Sin duda, una reflexión cargada de razón.
Desde hoy cambiaré el argumento de mi
razonamiento. Qué le vamos a hacer, el ser
humano es así.
- No suena nada bien, pero nos guste o no, es
la pura verdad. –Recalqué.
- El ser humano es demasiado egocéntrico,
nunca admitirá ni asumirá sus errores.
- Desgraciadamente, tu reflexión también está
cargada de razón.
- Cambiando de tema, ¿por dónde quieres
empezar?
- Lo dejo en tus manos.
- Esta conversación es personal, espero que se
quede entre tú y yo.
- No tengas la menor duda.
- Mañana habrá una rueda de prensa, donde se
darán a conocer los detalles de la operación.
- Deduzco… que me vas a revelar información
que no se dará mañana a los medios.
- Sabía que captarías el mensaje. Hemos
detenido a siete personas, cinco hombres y
dos chicas, que se hacían pasar por
prostitutas, y que mantenían una relación con
dos de los detenidos.
- ¿Qué cabrones! Así se enteraban de todo.
- Sí. En la comisaría han habido un par de
detenciones. Todos los meses recibían un
sobre en metálico, y mantenían relaciones

152
gratuitas con las prostitutas.
- La cantinela de siempre. –Respondí sin
inmutarme.
- Alan Martins, apodado el Yunque, era la
mano derecha del cabecilla, y como es
lógico, el que sacaba la basura.
- Vamos, el desgraciado que mató a Iris.
- No, èl se encargó de las otras, pero no de
ella.
- ¿Entonces? -Pregunté sorprendido.
- El mandamás Carlos Nabas, apodado el Rey,
se encargó personalmente de ella.
- ¿Por qué?
- Todo indica que fue por un amor no
correspondido.
- ¿Cómo?
- Al parecer, nunca descubrieron vuestro plan.
Por las declaraciones de varios de los
detenidos, todo hace pensar que el capullo de
Carlos, se enamoró de Iris. Mantenían
relaciones sexuales, pero lo que él buscaba,
nunca lo encontró. Por desgracia, este tipo de
personas siempre actúa igual, si no eres para
mí, no eres para nadie.
- Nuestro amor la empujó a los brazos de la
muerte.
- Izent no te equivoques, por lo poco que sé y
he leído, ella nunca se habría enamorado de
semejante individuo. Aunque tú no hubieses
existido, el resultado antes o después, habría
sido el mismo. –Yo no respondí. Me quedé
inmóvil mirando fijamente en el vació-.

153
¿Quieres verlo? He traído una foto.
- No gracias, no quiero ponerle cara a mi odio.
- ¿Cómo estás?
- Bien, no te preocupes… aunque es bastante
complicado de digerir.
- ¿De verdad que no quieres verlo?
- Si no quieres que me detengan por asesinato,
lo mejor es que no lo vea.
- Ya, pero antes o después saldrá su cara en los
medios.
- Entonces, tendré que apartarme por una
temporada de ellos, por lo menos hasta que
amaine la ira de mi interior. Ahora mismo
me resultaría muy fácil arrebatarle su vida. Y
pensándolo bien, no me gustaría ponerme a
su altura.
- Mensaje recibido. –Dijo mientras se daba
unos golpecitos en la chaqueta donde
guardaba la foto–. Todavía queda una cosa
más. Pero dado tu estado emocional, creo
que no es lo aconsejable.
- ¿Es mala?
- Para ti, sí.
- Para mí… Agradezco tu preocupación, pero
si queda más mierda, prefiero llevármela
entera el mismo día, y no por partes.
- Vale, pero no cometas ninguna estupidez,
¿me das tu palabra?
- Te doy mi palabra.
- Algunas de las pistas, nos llevaron hasta dos
de los empresarios más distinguidos y
reconocidos de esta ciudad. Justo en ese

154
instante se dio el caso por cerrado.
- Déjame adivinar, uno de ellos era Parris.
- Sí.
- Una vez más, abría las páginas de un libro
que no quería leer. –Por eso Iris testificó
contra mí.
- Supongo que sí.
- Bueno… Gracias a ese capullo, pude conocer
a uno de los seres más puros de este jodido
planeta.
- ¡Pufff! –Exhaló Jorge con fuerza–. Me daba
miedo tu reacción.
- No te equivoques, odio a los Parris con todas
mis fuerzas y este hecho, lo refuerza todavía
más. Pero tranquilo, no haré ninguna
tontería.
- Por favor… Me caes bien y te he cogido un
cierto cariño, no me gustaría usar mis
esposas contigo.
- Acabar en la cárcel por semejante individuo,
no está en mi lista de tareas pendientes.

Mi transformación, estaba a punto de llegar a su


fin. Siempre he intentado cumplir al máximo las
leyes de los humanos. ¿Para qué? Me sentía como
una mierda navegando sin rumbo por las
alcantarillas. Cuando más buscaba el equilibrio, los
actos de la gente que me rodeaba, más me alejaban
constantemente de mi objetivo. Seguir los pasos
que la sociedad me imponía, no me llevó a ningún
sitio, tan solo encontraba dolor y sufrimiento. La
MUERTE tiñó de rojo mis treinta y nueve años; su

155
repulsivo hedor, terminó de cerrar el capullo de mi
metamorfosis. La separación de Sandra, fue un duro
episodio, nada comparado con este trágico y
desgarrador año.

La nueva esencia de la humanidad, había


golpeado con toda su fuerza y contundencia sobre
mí. Irónico, yo, un ser que amaba todas las formas
de expresión de la vida, le pedía a la muerte que me
llevara con ella. Sin embargo, fui condenado a
vivir. Mitigar el profundo dolor, se convirtió en mi
único objetivo. Me negaba a anestesiarme con
pastillas legales, así que me pasaba todo el día
leyendo, o viendo películas. Me encerré en mi
cuarto, y me aparté por completo del mundo
exterior. Tan solo salía de mi cárcel particular, para
visitar a Silvana.

De las brasas del dolor y los fuegos del averno,


resurgió un nuevo Izent. Un camino diferente se
abría ahora ante mí, desde este instante, las
personas dejaran de dirigir mi vida a su antojo. Yo,
y solamente yo, seré el dueño de mi destino, aunque
para ello tenga que quebrantar las leyes humanas,
normas que en este momento, carecían de cualquier
valor para mí.

156
7. Fuera de la ley

Si el vil metal marca el designio de los humanos,


entonces, si quería alcanzar mi nuevo objetivo,
necesitaba dinero, mucho dinero, cuanto más,
mejor. Mientras me rebanaba la cabeza buscando
una solución, una película de las muchas que veía,
me mostró un posible sendero. En el film, raptaban
a un niño, para pedir un rescate. Los delincuentes se
pasaron de la raya y al final terminaron todos
muertos. El desenlace me gustó, como se suele
decir, un final de película, el niño se salva y los
malos la palman. La puñetera historia, se aferró a
mi mente como una garrapata. Empecé a leer y a
ver más películas relacionadas con este tema, hasta
que más tarde, acabé documentándome sobre casos
reales. La inmensa mayoría de ellos terminaba mal
para los secuestradores, pero consiguieran el dinero
o no, todos seguían el mismo patrón. El
intercambio, o la recogida del dinero, siempre era el
punto crítico de la operación. Si quería tener éxito,
tenía que eliminar este número de la ecuación.

Además tenía otro pequeño escollo. Había


decidido incumplir las leyes humanas, pero no

157
quebrantaría las leyes de la vida. Todos los seres
vivos nacemos en libertad, esa es una ley universal
que la vida aplica a todos por igual. Así que, por
mucho odio que sintiera, no privaría a ningún ser
humano de su libertad. En mi lista de posibles
candidatos, solo existía un nombre, un “privilegio”
que la familia Parris se había ganado a lo largo de
los años, con sus exquisitos y entrañables actos
sobre mi persona.

Con un nuevo objetivo, abandoné la cárcel de mi


cuarto, para salir a una prisión aún mayor. El
apestoso hedor de la ciudad, saturó de nuevo mi
olfato; un lugar sin barrotes, ni cerraduras, pero al
fin y al cabo, una inmensa cárcel para la mayoría de
las personas que lo habitan. Un lugar donde
conscientemente juegan a ser libres, aunque
inconscientemente, sienten el peso de las efímeras
cadenas que rodean todo su cuerpo.

Tinté las lunas de mi coche y me sometí a un


cambio físico integral. Una vez transformado, me
dediqué a seguir a Sandra por toda la ciudad.
Durante más de dos meses, me convertí en su
sombra, apuntando en una pequeña libreta, la rutina
de su vida. Cuando ya tuve suficiente información,
la dejé al margen y me centré en el padre de la
criatura.

Con toda la información obtenida, me volví a


encerrar en mi cuarto. Durante más de una semana,
estudié la manera de darle forma a mis oscuros

158
planes. Nada, no encontraba una vía adecuada, sin
embargo, cuando caminaba por la calle, un cartel en
una fachada, iluminó la bombilla de mi negra
cabeza. “Agencia de viajes…”, se podía leer con
facilidad. Una nueva idea empezó a tomar forma en
mi sesera, podía pedir el rescate, mientras ella
estuviera de viaje, pero… ¿cómo? Con esta nueva
chispa y todos los datos obtenidos, me puse a
evaluar el que sería mi primer delito serio, real y
consciente, al margen de la ley. Aunque estudié
todas las variantes y posibles imprevistos, nunca
existe nada seguro, todo está sujeto a una
casualidad o un golpe del destino que lo cambie
todo. Aun así, había encontrado un camino, que
cumplía todos los requisitos que me había marcado.

En África, encontré el destino idóneo. Un parque


natural, donde la cobertura de los móviles no existía
a muchos kilómetros a la redonda. Toda la
comunicación interna del parque, se realizaba
mediante aparatos de radiofrecuencia y el teléfono
fijo, se encontraba a más de doscientos cincuenta
kilómetros de las acogedoras casas de madera, que
alojaban a los turistas y visitantes. Un dinero de la
estancia, que se reinvierte íntegramente en el
parque o por lo menos, eso decía el folleto que me
entregaron en la agencia. Había encontrado el sitio,
ahora solo tenía que enviar a Sandra a dicho lugar.

Uno de los centros comerciales de la ciudad, era


recorrido por mi ex, todos los sábados por la tarde.
En este ostentoso monumento al capitalismo y a la

159
desmesurada obsesión por comprar y poseer,
existían un par de locales vacíos, en teoría,
disponibles para alquilar.

- Buenos días.
- Hola, ¿en qué le puedo ayudar?
- Estoy interesado en alquilar un local, ¿con
quién puedo hablar?
- Yo soy la persona que anda buscando. –
Respondió con su amplia sonrisa.
- Estupendo, ¿puedo montar una agencia de
viajes?
- Claro, mientras que no se dedique a asuntos
turbios, usted puede establecer el negocio
que crea oportuno.
- Muy legales no eran mis asuntos, pero eso
era cosa mía, así que, puse mi sonrisa de gala
y contesté. –Nada fuera de lo normal, una
simple y modesta agencia de viajes.
- En estos momentos, la oferta es bastante
limitada, solo disponemos de dos locales.
Como es lógico para este tipo de negocio,
usted querrá saber el del local más pequeño.
- Así es.
- Antes de nada, debe saber que el tiempo
mínimo de contratación es de un año.
- ¿Y si el negocio no funciona?
- Es un riesgo que tendrá que asumir.
- La cantinela de siempre, si alguien pierde,
siempre es el mismo. –Vale. Estoy buscando
un nuevo banco, así que si no le importa, le
pago la fianza y dos meses por adelantado en

160
metálico. Cuando tenga el nuevo número de
cuenta, me acerco y se lo doy.
- Sin problema, pero necesitaré un documento
de identidad para formalizar el contrato.
- Aquí tiene.

Al día siguiente firmamos el contrato y yo


entregué el correspondiente pago en metálico. Ese
mismo día, coloqué un cartel en la cristalera que
ponía: “Próxima apertura de agencia de viajes” y
por la tarde, contraté a una chica joven para un
trabajo un tanto especial.

- Hola, soy el propietario de este local.


- Encantada, me llamo Alejandra.
- Lo mismo digo. Verás Alejandra, para
promocionar mi negocio, voy a regalar un
viaje completamente gratuito para dos
personas. Si te interesa el trabajo, tendrás que
estar todo el sábado que viene, apuntando los
nombres, direcciones y teléfonos de la gente
que pase por aquí. Luego haré un sorteo ante
notario.
- ¿Cuánto paga?
- 150€, más 50 extras por la captación de un
posible cliente VIP.
- Me interesa, pero no entiendo lo de los 50
extras.
- Estas personas –le puntualicé mientras le
mostraba cinco fotografías– gastan al año,
mucho dinero en viajes, necesito que sepan
que mi negocio está aquí. Memoriza bien sus

161
caras y si tienes suerte, te puedes llevar un
buen pellizco. -Lo sentía por la chica, pero
solo la foto de Sandra era real, las otras las
encontré en los rincones más insospechados
de Internet y modificadas posteriormente con
mi ordenador.

Tal y como habíamos quedado, Alejandra se


presentó en el local el sábado por la mañana. Todas
las cristaleras y la puerta del local, estaban tapadas
con un papel marrón. Con una navaja, improvisé
varias mirillas, mientras ella apuntaba los datos en
la lista, yo observaba desde el interior. Ese día, la
fortuna estaba de mi lado. A las siete de la tarde
entró en escena el personaje principal de la función;
la chica reconoció a Sandra, y se lanzó sobre ella
como un tigre hambriento. Todos los personajes de
esta función, desempeñaron su papel a la
perfección. A las diez de la noche, Alejandra me
entregó su larga lista y yo le pagué los 200€, más
50 de propina por un trabajo bien hecho.

Cuanta más gente involucrara, más cabos sueltos


quedarían, así que yo mismo di la buena noticia a
Sandra desde un móvil de prepago, un número con
el que no tenía ningún tipo de vinculación. En la
actualidad, esta vía habría sido imposible, ya que
todos los números están vinculados a alguna
persona. Con un modulador de voz casero, marqué
su número.

- ¿Sandra Parris?

162
- Dígame.
- Hola, le llamo de la nueva agencia de viajes,
que se abrirá dentro de poco en el centro
comercial Las… Enhorabuena, ha sido la
ganadora del sorteo para un viaje a África,
que se celebró ayer ante notario.
- ¡Sí! ¿Yo, de verdad…?
- Sí, usted. Como supongo ya le informarían,
el destino es un parque natural, ¿está
interesada?
- Claro.
- Tenemos dos posibles fechas, Si le encaja
alguna, necesitaremos los datos suyos y de su
acompañante, y la dirección donde quiere
que le enviemos los folletos y toda la
documentación.
- Dígame las fechas.
- Una sería el viernes… y la otra el viernes…
En ambos casos, regresaría el martes por la
mañana.
- Un segundo que mire mi agenda –un silencio
que rompió sutilmente el paso de las hojas–.
Me interesa la segunda opción.
- Estupendo, le llamo mañana y me da todos
los datos necesarios para contratar el viaje.
- Un segundo, que creo que tengo toda la
información apuntada en la agenda.
- ¿No prefiere consultarlo antes con su
acompañante? –sabía quien era él, y sabía
todos sus datos, pero tenia que desempeñar
mi papel–. El viaje se sale un poco de lo
normal, ya que tenemos que solicitar varios

163
permisos y acreditaciones, que son bastante
complicados de modificar.
- Muchas gracias, pero no será necesario. –
Qué espléndida educación, una bonita
fachada, que escondía un ser aterrador.
Durante un buen rato, los datos que yo ya
poseía, fluyeron por el aparato.

Un viernes de agosto, Sandra y su reluciente


mascota, salieron en avión a su nuevo destino.
Hecho que corroboré personalmente desde el
aeropuerto. El “secuestro” se había producido con
éxito. La primera parte de mi plan, había llegado a
su fin.

La segunda parte, se inició el domingo a media


tarde, hora a la que solían regresar los Parris del
prestigioso y afamado club de golf. Desde un buen
punto estratégico y escondido entre matorrales,
observaba con unos prismáticos la carretera que les
llevaba a su lujosa mansión. Encontrar el lugar
apropiado, me resultó bastante complicado, ya que
las cámaras de seguridad abundan en esta zona, aun
así, alquilé un coche para esta fase del plan. Más o
menos a la hora prevista, el flamante vehículo
negro de los Parris apareció en el horizonte. Como
una exhalación. Dejé el paquete en medio de la
carretera y corriendo entre arbustos, regresé al
coche de alquiler.

- Señor, creo que hay un niño tumbado en la


carretera –recalcó el chofer del vehículo,

164
mientras aminoraba la marcha.
- Cierra bien todas las puertas, yo llamaré a la
policía. –Dijo Parris.
- En muy poco tiempo, se presentó un coche
patrulla. Ambos agentes bajaron del vehículo
y se aproximaron con cautela hacia el
aparente niño. –Esto es muy raro.
- Sí, va completamente tapado en pleno
agosto.
- Dile al conductor del coche, que retroceda.
- Por favor, aleje el vehículo –dijo mirando al
conductor.
- La ventanilla trasera descendió. –soy Parris,
¿algún problema?–. Justo en ese instante,
empecé a escuchar la sirena de otro coche de
policía.
- Buenas tardes, la escena es un tanto
perturbadora; por precaución, aléjense hacia
atrás y no bajen del vehículo.
- Vale.

Cuando uno de los agentes bordeó el objeto y se


acercó, pudo comprobar que se trataba de una
muñeca; grande, pero un trozo de plástico y tela al
fin y al cabo. Al levantar el objeto inerte,
contempló el sobre blanco, que destacaba sobre el
asfalto. Impreso en el papel, se podía leer con
claridad la palabra: “Parris”

- Parris… -Divagó el agente que venía de


avisar a los ocupantes del vehículo negro.
- ¿Qué sucede? –Preguntó el otro con la

165
muñeca en una mano y el sobre en la otra.
- El señor del coche se apellida así.
- ¿Qué hacemos?
- Entregársela.
- ¿Señor Parris, sería tan amable de bajar del
vehículo? Tranquilo, todo está en orden, tan
solo era un muñeco.
- Si no le importa, regresamos a casa.
- Verá, debajo del objeto, había una carta para
usted.
- ¿Para mí?
- Sí, eso pone en el sobre.
- ¿Sería tan amable de entregármela?
- Por supuesto.

Con los caros prismáticos, pude ver desde el


coche alquilado, cómo el señor Parris empezó a leer
la carta impresa por la máquina. Había llegado el
momento de abandonar la zona; arranque el
vehículo y me marché del lugar. El mensaje había
llegado a su destino. La segunda parte de mi plan
estaba finiquitada. Me hubiese gustado ver su cara
mientras la leía, pero era un riesgo excesivamente
elevado, así que me quedé con las ganas. Escribir la
carta fue un largo proceso, realicé muchos
borradores y estudié hasta la última palabra antes
de entregarla.
Buenas tardes, señor Parris:

Su hija Sandra, está retenida en una cabaña perdida


en medio de África. Supongo que ahora mismo estará

166
acompañado por la policía, bueno… era inevitable que
entraran en escena antes o después. En su país
puede hacer lo que quiera, pero en el nuestro…
podemos decir que nosotros somos la policía. Si
vemos algo sospechoso o no cumple con nuestras
exigencias, su hija se convertirá en el almuerzo de los
numerosos depredadores que hay en este lugar.

Si quiere que todo termine bien, llene tres bolsas de


deporte, con cien mil euros cada una y mañana lunes
a las doce del mediodía, empiece a dejarlas en las
siguientes coordenadas: 1ª… 2ª… 3ª… Como podrá
comprobar, tales puntos se encuentran en el mar, así
que selle las bolsas herméticamente; sería una pena,
que semejante cantidad, terminara empapada por el
agua. Si cumple, el martes podrá ver de nuevo a su
hija.

Si quiere que salgamos de su vida para siempre,


le recomendamos que no enseñe las coordenadas a
nadie, sería una lastima que alguien ajeno a nosotros
se llevara nuestro dinero. Algún día indeterminado,
recogeremos la entrega. Si nos engaña ni usted ni su
familia, volverán a vivir tranquilos, ya que no
pararemos hasta que los liquidemos a todos.

Que pase un buen día.

P.D.: Un consejo gratuito que les damos, tengan más


cuidado cuando viajen por el mundo, la tierra es un
lugar peligroso.

Su cara cambió drásticamente a medida que


avanzaba. Cuando terminó, la volvió a leer de

167
nuevo.

- ¿Se encuentra bien? –Preguntó el agente.


- Parecía que iba a hablar, pero al final no dijo
nada.
- Estoy bien, gracias, un asunto de familia que
he de resolver inmediatamente. ¿Necesita el
muñeco o me lo puedo quedar?
- Si lo quiere es todo suyo. –Respondió el
agente.
- Gracias.
- Toma. –Dijo mientras le entregaba la carta a
su mujer.
- Después de una corta pausa, ella preguntó
con lágrimas en los ojos. -¿Qué piensas
hacer?
- Haré exactamente lo que pone en la carta.
- ¿Y si el verdadero objetivo eres tú? Podría
ser una trampa.
- Puede ser. –Parris sacó el móvil y llamó a un
número que tenía almacenado.
- Hola Parris, ¿qué puedo hacer por ti?
- He recibido una extraña carta, necesito que
me ayudes, pero no quiero que hagas
preguntas. Utiliza los recursos de los que
dispongas y no te preocupes, ya sabes que
pago generosamente los favores.
- Tú dirás.
- Mañana a las doce tengo que navegar con mi
barco, puede que sea un trayecto peligroso.
Necesito que me cubras, pero que no se note.
- Casi no tengo tiempo.

168
- Ya, pero sé que puedes hacerlo.
- Este favor te saldrá caro.
- Lo sé, pero creo que mi vida está en juego,
aunque puede que solo sea una broma de mal
gusto.
- Entendido, no te preocupes, mis chicos se
encargarán de tu seguridad.
- Gracias, sabía que podía contar contigo.
- Reúno al equipo y nos vemos esta noche en
tu casa. ¿Alguna otra cosa?
- Esta noche te daré una muñeca, cuando
puedas, comprueba si hay huellas o algo que
se salga de lo normal. No tengo prisa.
- ¿Te están amenazando?
- Sin preguntas, necesito máxima discreción.
- Lo siento, es la inercia. Nos vemos esta
noche.
- Vale.

Justo cuando colgaba el móvil, el coche se


encontraba en la verja de entrada a su vivienda. Tal
vez te preguntes cómo sé toda esta información, si
yo no estaba en ese lugar. Cierto, de hecho, yo me
estaba alejando lo más rápido posible, sin embargo,
una persona que conocía desde hacía mucho
tiempo, estuvo en el transcurso de todo este relato.
Varios años después de estos acontecimientos, el
chofer de los Parris, me contó entre cerveza y
cerveza, los extraños acontecimientos de ese día.

Como todo lo acontecido hasta el momento, las


coordenadas habían sido minuciosamente

169
estudiadas. Desde lo más alto de una colina y
usando un potente telescopio, que compré de
segunda mano y pagué en metálico, observé cómo
el señor Parris, introducía las tres bolsas en su yate,
zarpando posteriormente hacia los puntos
indicados. Con mi útil objeto para ver, localicé a
dos francotiradores cerca de la costa, desconocía la
indumentaria, pero yo diría que eran de las fuerzas
especiales. Si había revelado lo que estaba haciendo
en el mar a alguien más, mi plan se podía ir al
garete, ya que la discreción de Parris en este asunto
era fundamental. Todo ese dinero, desperdigado por
el fondo del mar, puede ser un buen cebo para
cualquier humano que sepa su ubicación, aunque
este pez pertenezca a la policía.

El yate se detuvo en la primera coordenada, yo


esperaba la aparición en cubierta del propietario
para que lanzara la primera entrega, pero después
de un par de minutos, el barco se movió hacia su
segundo destino. Al parecer, la vida de Sandra no
tenía el valor que yo me imaginaba. Algo no
encajaba, era un cerdo, pero en su minúsculo e
insignificante corazón, sentía devoción por su hija.
De repente, vi el pasillo exterior que avanza hacia
la proa, una vía que era igual en el otro lado del
barco, por lo tanto, había una zona en cubierta, que
quedaba oculta a los francotiradores y a mi
telescopio. Pese a todos mis estudios, he de
reconocer, que este cabo se quedó suelto. Una
variante con la que no había contado. Aun así, era
la intervención de la policía lo que más me

170
preocupaba.

El barco se detuvo en el segundo punto y yo me


centré en el agua que lo rodeaba, buscando algún
indicio de que algo había sido lanzado al mar. Una
pequeña salpicadura, me mostró lo que andaba
buscando, no sabía lo que era, pero algo había
impactado contra la superficie del mar. En teoría, la
segunda entrega se había realizado. Las
salpicaduras en la tercera entrega, fueron más
evidentes, ya que mi posición con respecto al barco,
me otorgaba una perspectiva mejor. Seguí al barco,
hasta que amarró en el puerto, lo vi subir a su coche
y desaparecer entre los edificios. Los dos policías
que tenía localizados, también se esfumaron.

No supe nada más de los francotiradores, hasta


que hablé con el chofer, la duda que tenía, me la
disipó cuando me contó la conversación que
mantuvo Parris desde el coche. Yo pensaba que los
policías me buscaban a mí, sin embargo, su única
función, era la protección del barco y su ocupante.
En tal caso, solo los Parris y yo, sabíamos dónde
estaba oculto el dinero. Una grata noticia, que me
quitó algunas preocupaciones de encima.

La siguiente fase de mi plan, había finalizado con


éxito. Bueno… siempre existía la posibilidad de
que las bolsas estuvieran cargadas con piedras,
periódicos u objetos sin valor, pero era una
posibilidad bastante remota. Trescientos mil euros,
es una cantidad insignificante, cuando dispones de

171
quince millones de euros en metálico, declarados
oficialmente. ¿Cuánto dinero negro tendría
almacenado en la caja fuerte de su mansión? No lo
sabía, pero estaba convencido de que superaba
ampliamente la cantidad del rescate. De todas
formas, me centraré en el efectivo que estaba
declarado. Para la gente que no maneja estas
cantidades, pueda entender este concepto básico,
¿si tuvieras quince mil euros y te pidiesen
trescientos euros por la liberación de tu hija,
aceptarías? Salvo que no te importara nada esa
persona, cualquier humano en su sano juicio,
aceptaría la demanda de los secuestradores.
Obviamente te jodería entregar el dinero a unos
extorsionadores, pero seguro que no arriesgarías la
vida de tu hijo por esta pequeña cantidad. Este pago
insignificante para ellos, me garantizaba en cierta
manera, el pago del rescate. Aunque podría haber
pedido cinco millones perfectamente, al final
desestimé esta posibilidad, ya que cuanto más
abusara, más probabilidades tenía de fracasar. Un
riesgo que crecía exponencialmente con el importe
del rescate.

Por segunda vez en poco tiempo, me tuve que


resignar. Me hubiese gustado ver sus caras de
incredulidad en el aeropuerto, pero era un riesgo
innecesario y excesivamente elevado. El señor
Parris nunca dijo nada a la policía, sin embargo,
movió algunos hilos, para que se realizara una
investigación extraoficial. Tal y como pensaba, un
par de hombres se presentaron en el centro

172
comercial, buscando al supuesto propietario de la
agencia de viajes. Una vía muerta, que no les llevó
a ningún sitio, ya que el documento falsificado que
le entregué, identificaba a un varón mauritano, con
datos y números completamente al azar. El mismo
falsificador que realizó los documentos de Iris y su
hija, hizo un estupendo trabajo con mi nuevo
documento, identificación que también utilicé para
alquilar el vehículo. Intentaron sacar alguna huella
del local, pero no encontraron nada relevante, ya
que nunca tocaba nada y si lo hacía, antes me
colocaba unos guantes. La muñeca tampoco les
otorgó ninguna pista viable, lo único que tenían de
mí, era una imagen en un monitor, de un señor con
una abundante y larga barba, bigote, pelo largo con
un turbante en la cabeza y unas gafas oscuras, que
cubrían gran parte del rostro. Un estudiado
personaje, que ocultó sobradamente mi verdadero
aspecto. Si no había algún cabo que se me escapara,
al parecer, había salido indemne de mi primer delito
serio fuera de la ley. Trescientos mil euros
reposaban ahora bajo las aguas del mar.

Antes de que se me acabara el paro, encontré


trabajo en una gasolinera y más tarde en una cadena
de montaje. Cuando habían pasado unos cinco años
desde que di el golpe, recibí una perturbadora
llamada.

- ¿Dígame?
- No cuelgues por favor, necesito hablar
contigo, creo que te mereces una disculpa.

173
- ¿Señora Parris?
- Sí Izent, soy yo.
- Lo siento, pero usted y yo no tenemos nada
de qué hablar.
- Sospecho que Sandra no es la persona que
siempre he pensado que era.
- No la entiendo.
- Cuando habla, ya no sé si es cierto o es otra
de sus elaboradas mentiras. ¿Engañaste
alguna vez a mi hija?
- Señora Parris… tuve mis oportunidades, pero
nunca puse una mano sobre otra mujer, ni
siquiera cuando las cosas iban mal. Agatta…
fue ella la que me engañó.
- Me lo imaginaba. Si no quieres verme estás
en tu derecho, pero hay cierta información
que deberías saber.
- Estoy intrigado, ¿dónde nos vemos?

Esperaba reunirme con ella en alguno de esos


sitios caros y lujosos, donde suele ir la gente con
dinero. Sin embargo, nos reunimos en una cafetería
modesta, ubicada en un barrio sencillo, donde
subsisten personas trabajadoras. Era pronto para
sacar conclusiones, pero tal vez me equivocara con
la madre de Sandra. Quizá la señora Parris, era
menos Parris de lo que yo me imaginaba.

- Hola Izent.
- Señora… -respondí con recelo.
- No sé por dónde empezar.
- Por el principio.

174
- Lo haré por el día que Sandra llegó a casa
llorando, porque tú la estabas engañando con
otra mujer. Según ella, te habías convertido
en una persona completamente diferente,
siempre estabas de mal humor, le insultabas,
le chillabas y nunca le ayudabas en casa, tan
solo bebías cerveza mientras veías la
televisión. Al margen de todas sus historias,
lo que más nos dolió a su padre y a mí, es
que estuvieras con otra mujer.
- Señora Parris…
- Hoy no vengo en nombre de los Parris, hoy
simplemente soy Agatta.
- Agatta… ¿realmente busca la verdad? O solo
quiere que le desmienta lo que usted ya sabe.
Le anticipo, que el relato no le gustará y si
honestamente me cree, ya no volverá a ver a
su hija con los mismos ojos.
- Si estoy aquí, es porque ya no veo a Sandra
como antes, de hecho, hay veces que no sé
quién es. Aunque para ser del todo sincera,
me pasa igual con mi marido.
- Entiendo… Espero que no sea demasiado
doloroso. Sandra invirtió los papeles, todo lo
que dijo de mí en realidad era ella quien lo
hacía, a excepción de la cerveza, ya que ella
solía beber vino. Ahora viene la parte más
cruel de la historia, ¿continúo?
- Continúa.
- Mi amigo Héctor y yo, pillamos a Sandra con
su amante en un hotel de esta ciudad. Él era
mi principal y único testigo en el juicio. Si su

175
marido, ni usted lo sabían, entonces fue
Sandra la que contrató a unos matones para
que le dieran una paliza a Héctor, acto que
vino acompañado por una amenaza verbal
bastante contundente Si testificaba, el
próximo encuentro seria mortal.
- ¡No puede ser!
- Es usted la que busca respuestas, a estas
alturas, no tengo ningún interés en
transformar la realidad, pero si no me cree,
puede buscar en los registros del hospital y la
policía. –Supongo que la noticia, superó
todas sus expectativas. Un largo e incómodo
silencio se adueñó de la conversación.
Digerir este relato, no debe ser nada fácil
para una madre.
- Lo siento Izent, desconozco si mi marido
estaba al corriente, supongo que sí, pero
yo… te juro que no sabía nada, jamás habría
consentido tal atrocidad.
- Gracias, pero eso ya es agua pasada.
- ¿Nos odias?
- Desde la paliza, les odio con todas mis
fuerzas.
- ¿Por qué no lo dijiste?
- Agatta… piénselo con frialdad, ¿me habrían
creído?
- Lo cierto es que no, me cuesta asimilarlo
ahora, en aquel momento, imposible.
- A veces, la mejor solución es dejar que las
cosas sigan su curso, hasta que la vida pone a
cada persona en su lugar.

176
- Supongo que ahora le toca a mi familia.
- ¿Qué sucede? –Pregunté intrigado.
- Los gastos de Sandra se han descontrolado y
su actitud al cargo de la empresa, es
detestable, por su mala gestión estamos
perdiendo clientes importantes, empresas que
trabajaban desde hacia muchos años con
nosotros. Mi marido, ha retomado las riendas
del negocio y para salvar lo que queda,
hemos tenido que invertir una cantidad
considerable de nuestro propio dinero. Su
padre le ha quitado todos los accesos a las
cuentas bancarias. Tiene un techo donde
vivir, pero si quiere comer, tiene que ayudar
en casa como si fuera una sirvienta más. Los
dos nos sentimos muy decepcionados, mi
marido por el dinero perdido y yo, por la
total ausencia de valores y principios, hechos
que se acentúan aún más, desde tu
escalofriante relato.
- Me complace comprobar, que entre las
lujosas paredes de su mansión, aún queda un
rastro de decencia y humanidad.
- No te equivoques, hace mucho tiempo que
dejé de ser humana y me convertí en un títere
más del dinero y el poder. Sin darme cuenta,
renuncié a mi verdadero yo, por un sin fin de
objetos materiales. Posesiones, que en
realidad enmascaran el auténtico camino de
mi felicidad. Desgraciadamente, cuando eres
capaz de hacer esta reflexión, ya es tarde para
volver atrás.

177
- Nunca se sabe, tal vez esta conversación, sea
el inicio de un nuevo camino, como ya le he
dicho, al final la vida nos pone a cada uno en
su lugar. –Ella no dijo nada, solo reflexionó
durante un buen rato.
- Fuiste tú, ¿verdad?
- No la entiendo.
- Tú nos hiciste creer que Sandra estaba
retenida.
- No sé de qué me está hablando.
- Tranquilo, lo entiendo, pero sé que fuiste tú.
- Como ya le he dicho, no sé de qué me está
hablando.
- Izent… Solo conozco a una persona que
organizaría un secuestro sin secuestro y solo
tú serías capaz de pedir una cantidad tan
pequeña. Mira… si fuiste tú, me alegro,
después de lo que me has contado, lo tomaré
como una minúscula indemnización por todo
el daño que te hemos hecho. Solo espero que
no actúes como Sandra y empieces a
malgastar el dinero sin sentido. –Yo no dije
nada, tan solo la mire–. Lo siento con todo
mi corazón, espero que algún día seas capaz
de perdonarme. No busco tu amistad, me
conformo con que dejes de odiarme.
- No hay nada que perdonar.
- Sí Izent, sí que lo hay. Durante mucho
tiempo te odié y ni siguiera me molesté en
buscar la verdad.
- Yo la odié a usted y tampoco me molesté en
buscar la verdad, nos encontramos en la

178
misma situación.
- Agradezco tu gesto, pero tu odio fue
fundando, el mío no.
- En su situación, yo hubiese actuado igual, así
que... Que esté hoy aquí, dando la cara y
asumiendo sus errores, dice mucho de usted.
Y no se preocupe, que no es odio lo que
siento ahora mismo por usted, sino una
mezcla de cariño y lástima a partes iguales.
- Gracias.
- Eso sí, no me pida que perdone a Sandra…
- Ni siquiera se me ha pasado por la cabeza.
¿Nos volveremos a ver?
- Seguro que sí. –No sé por qué, pero sabía
que ese no seria nuestro último encuentro.
- Vale, cuídate.
- Lo mismo digo.

Una de las preguntas que más me había


formulado durante una parte de mi vida, por fin
obtuvo su respuesta. La zorra de Sandra había
cambiado los papeles del guion. Por lo menos,
Agatta salió por la puerta grande de mi lista negra.
La pobre mujer, ya tenía bastante por un día, así
que, dejé la conexión entre su marido y la red de
prostitutas en lo más hondo del archivador. Aunque
sabía que pagarían el rescate, en mi mente siempre
quedó esa pequeña incógnita, dilema que resolvió
la señora Parris.

179
180
8. Revelaciones

Un año y varios meses después de mi encuentro


con Agatta, me volví a quedar en el paro. Nunca me
puse una fecha estática para sacar el dinero, pero
este nuevo cambio, me indicó que había llegado el
momento. Me compré un buen equipo de buceo y
me apunté a clases de submarinismo. Todos los días
husmeaba desde la costa, los puntos de extracción.
Sabía que la policía no controlaba el lugar, pero del
señor Parris ya no estaba tan seguro. Tal vez mis
sospechas fueran excesivas, pero después de mi
experiencia, me esperaba cualquier cosa del padre
de Sandra.

Durante más de un año, observé la vida cotidiana


de los emplazamientos; corría, leía, pintaba e
incluso me compré una caña de pescar. No me
gusta la pesca, pero plantar la caña, me otorgaba
una buena coartada, para observar durante horas sin
llamar la atención. Nada en todo este tiempo, me
hizo sospechar, la gente iba y venía, pero no
encontré ninguna pauta rutinaria fuera de lugar.
Como es lógico, con el buen tiempo, la actividad
humana en la costa era palpable, sin embargo en

181
invierno, mis enclaves se quedaban desangelados,
una época perfecta para un chapuzón en el mar. El
tiempo amenazaba tormenta, las nubes negras de
una tarde de invierno, marcaron el día de la
extracción. El mar estaba movido, pero no
enfurecido, en mis caras clases de buceo, me había
enfrentado al mar en condiciones mucho peores,
que las que tenía en esos momentos frente a mí.
Casi ocho años después de mi golpe, me sumergí en
las frías aguas del mar. ¿Llevarían los paquetes
algún sistema de rastreo? Yo diría que sí, en
cualquier caso, este largo tiempo, me garantizaba la
descarga total de cualquier batería.

Pese a todos mis juguetes electrónicos, sabía que


localizar las bolsas, no sería una tarea sencilla, sin
embargo, la primera de ellas, la encontré antes de lo
esperado. Una vez fuera, abrí la puerta del maletero
y dejé el paquete. Con mucha fuerza, conseguí
deslizar a duras penas la desgastada y sucia
cremallera, en su interior, se almacenaba el dinero
envuelto en herméticas bolsas de plástico. La
misma pauta, se produjo en los otros puntos, pero
esta vez, la segunda fue bastante más difícil de
localizar. Una vez recogida la entrega, me fui a una
casa apartada que tenía adosado su propio garaje,
un inmueble que había alquilado durante dos
meses. Aparqué el coche en el interior, encendí la
chimenea y cerré todas las ventanas y
contraventanas de la casa, para más tarde deslizar
todas las cortinas. Tan solo la luz que provenía de
la chimenea, alumbraba el oscuro lugar, dejé la

182
entrega junto al sillón y empecé a extender por el
suelo los paquetes que sacaba de las bolsas. Esa
noche dormí en el sofá, mientras el calor intenso
caldeaba el lugar y un par de veces durante la
noche, tuve que alimentar las ansias de fuego de la
chimenea.

A la mañana siguiente, empecé a sacar los billetes


de las bolsas de plástico, Había invertido mucho
tiempo y dinero en este “proyecto”, así que
esperaba encontrar todo el importe exigido. Podía
haber empleado el dinero que mi querida amiga
Erica seguía almacenando, sin embargo, todo salió
del esfuerzo y el ahorro de los últimos años. A la
mañana siguiente, empecé a meter el dinero en una
maleta con ruedas que había comprado para la
ocasión. Tal y como sospechaba, encontré tres cajas
de plástico negro, camufladas entre los billetes, un
minúsculo aparato, que tenía impreso un logotipo,
una marca comercial y las siglas GPS, seguido de
una numeración.

Después de muchos años viviendo con mis


padres, por segunda vez en mi vida, abandonaba el
acogedor nido familiar. Esa misma tarde, me
despedí de Erica y Pablo y me llevé todo el dinero
que durante tantos años me había guardado tan
generosamente. Al salir, me fui directo a casa de
mis padres, para recoger las dos maletas que tenía
preparadas y entregarles todo el dinero que saqué
de la caja fuerte.

183
- Hijo… es mucho dinero. –Dijo mi madre.
- Llévatelo, te hará falta. –Replicó mi padre.
- Ellos conocían el pacto que hice con Erica,
pero desconocían mis asuntos fuera de la ley.
–Ya tengo trabajo, no necesito el dinero–. La
versión oficial, es que había encontrado
trabajo de fotógrafo en otro país. –El dinero
es vuestro, haced lo que queráis, eso sí, tened
mucho cuidado y no lo ingreséis en el banco.

Esta despedida fue bastante más dramática que la


última vez. Cargué el coche con las maletas y
regresé a la casa alquilada para consumir los días
que aún me quedaban de alquiler. Un camino
diferente se abría ahora ante mí, introduje la maleta
con el dinero en mi coche, devolví las llaves del
inmueble a la inmobiliaria y sin perder más tiempo,
me dirigí con mi propio vehículo a un paraíso
fiscal, que se encontraba relativamente cerca de mi
país.

El banco, como no, fue la primera parada en mi


nuevo destino. Con todo el dinero ingresado, salí
del lugar eufórico y extasiado, había conseguido
llegar hasta el final, causando el mínimo daño
posible. Para alcanzar con éxito mi objetivo, tan
solo destacaría una cualidad por encima de las
demás, sin ninguna duda, la paciencia fue la clave o
la columna vertebral de toda la operación. Este
podía ser el final del libro, sin embargo tan solo es
el principio de un nuevo capitulo. Mi siguiente paso
fue instalarme en un modesto y pequeño piso. Una

184
vez ubicado, empecé a practicar el idioma del lugar.
Todas las semanas me gastaba una cantidad
considerable, en loterías, apuestas y quinielas.
Cuando llevaba cuatro meses en mi reciente
estrenado país, la frase: “El dinero llama al dinero”
se materializó ante mí y la diosa fortuna me colocó
en lo más alto de la cúspide, ya que fui el único
acertante de un bote de doce millones de euros.
Este inesperado acontecimiento, me catapultó de
nuevo a mi país.

Esta vez, alquilé un piso en el mismo edificio


donde vivían mis padres. Ahora, yo tenía el poder y
el control absoluto, podía hacer y deshacer a mi
antojo. Sin embargo, pese a la cuantiosa cantidad,
para mí era insuficiente e insignificante, quería
más, mucho más. ¿Pero, cómo? Dudo que la
fortuna se dejara caer otra vez por mi casa.
Entonces, recordé un acontecimiento en la mansión
de los Parris.

- Izent, acércate. –Dijo el señor Parris, que se


encontraba rodeado por unos cuantos
hombres trajeados. Cuando llegué a su altura,
el anfitrión de la casa, me presentó a todos
los allí reunidos.
- Encantado, encantado…
- ¿Sabes de dónde sale una gran parte de
nuestras fortunas? –Pregunto Parris.
- La verdad es que ni lo sabía ni me interesaba.
–No.
- Mira la pantalla. –En la mesa de su

185
escritorio, una pantalla de ordenador
reflejaba una hilera de números que no
dejaban de bailar. -¿Sabes lo que es?
- No es que sea un experto en la materia, pero
yo diría que son los índices de la bolsa.
- Correcto, la semana que viene, compraré
bastantes acciones de esta empresa. –Dijo
mientras señalaba con el puntero del ratón.
- Yo de usted no lo haría. –Respondí con
mucha confianza.
- ¿Por qué no? -Preguntó con prepotencia uno
de los presentes.
- Sin ninguna duda era el hombre que había
aconsejado a mi suegro. –Aunque todas las
noticias indican que será un negocio
redondo, leí un artículo en una revista de
escasa tirada, que de ser cierto, pondría en
peligro las probabilidades de éxito de esta
operación.
- Tonterías. –Replicó con cierto desprecio. Ni
si quiera me preguntaron por el artículo.
- Si me disculpan… -Ya había respirado
suficiente ego por un día entre estos grandes
tiburones, aunque yo los veía como sardinas
nadando en un charco.

Nunca me he sentido atraído por este tipo de


negocio, ya que navegar en la bolsa, puede aportar
muchos beneficios, pero también grandes pérdidas;
un número excluido de la ecuación, puede ser la
diferencia entre el éxito y el fracaso. Como no,
hicieron caso omiso a mi advertencia, la noticia que

186
leí se transformó en realidad y tal y como supuse, la
compra de acciones de la empresa se convirtió en
un auténtico fiasco. Aunque cerré esta puerta
muchos años atrás, ahora la iba a abrir para seguir
haciendo más grande mi fortuna.

Jugar en la bolsa, se convirtió en mi único


trabajo. Empecé con una pequeña cantidad, ya que
necesitaba saber cómo me desenvolvía en estas
nuevas y desconocidas aguas, antes de zambullirme
de lleno en la piscina. El inicio fue mucho mejor de
lo que esperaba, ya que los beneficios, superaron
ampliamente a las pérdidas. Con el tiempo fui
limando mis errores, hasta que me convertí en un
ser extremadamente ordenado y meticuloso.
Cuando ya casi llevaba diez años trapicheando con
la bolsa, cerré este capitulo de mi vida para
siempre. Apenas tenía propiedades, pero el dinero
me chorreaba entre las manos. Ahora sí que estaba
completamente satisfecho.

La parte complicada había concluido, Ahora me


quedaba la parte más sencilla, disfrutar de mi
merecida jubilación. Compré un terrero en un lugar
indeterminado, lo rodeé con un muro de hormigón
de tres metros de alto y en el centro coloqué una
jaula metálica. El escenario estaba preparado, tan
solo me faltaban los actores y un minúsculo detalle
del decorado. Contraté a unos cuantos guardias de
seguridad, a varios notarios y convoqué a todos los
medios de comunicación. Cuando los reunidos,
ocuparon su lugar en la actuación, apareció el

187
primer vehículo blindado con una parte de mi
fortuna. Los notarios, comprobaron uno por uno,
que el dinero que se introducía en la jaula de metal
era auténtico, hasta que el último de los billetes, fue
introducido en el interior. La gente observaba
expectante, mientras unos aspersores colocados en
el techo del cuadrilátero, rociaban el dinero con un
producto muy conocido por todos, un líquido que
usamos normalmente cuando cogemos nuestros
vehículos. Una minúscula chispa que detoné a
distancia, envolvió en llamas los veinte millones de
euros, que amontoné aquel día en billetes de todos
los países. La cara de incredulidad se reflejaba
claramente en el rostro de todos los presentes.
Como era de esperar, la noticia se divulgó
rápidamente por todos los rincones de este planeta.
Escuché muchos adjetivos hacia mi persona,
aunque loco fue la más solicitada. No me interesaba
la fama, así que, camuflado detrás de un cristal
traslúcido, respondí a las preguntas de los medios.
Fueron muchas las interrogaciones y por desgracia,
la inmensa mayoría irrelevantes; quién era, de
dónde venía, cómo había conseguido el dinero, si
estaba casado… Todo este tipo de cuestiones,
carecían de importancia. Por eso, solo contesté, las
que consideraba trascendentes.

- ¿Era auténtico?
- Lo mejor es que responda el portavoz de los
notarios.
- Buenas tardes, Me llamo… y soy notario
desde hace más de veinte años. Mis colegas y

188
yo, hemos comprobado todos los billetes y
podemos acreditar que eran auténticos.
- ¿Por qué no invertirlo en los pobres?
- En su día, me planteé tal posibilidad, pero
solo habría aliviado su miseria durante una
temporada y aun así, tampoco habría llegado
a todos los lugares donde hace falta,
favoreciendo a unos y discriminando a otros,
hasta que al final, todo este dinero habría
regresado de una manera u otra, a las manos
de los más poderosos. Necesitaba una
solución que fuera equitativa y que eliminara
a los ricos de la ecuación. Mientras intentaba
resolver el enigma, la vida me marcó el
camino correcto, Así no discrimino a nadie y
envío un mensaje a todos los humanos del
planeta.
- ¿Y cuál es el mensaje?
- El dinero se ha convertido en las cadenas
invisibles de nuestros días. Para que exista un
rico, deben de existir muchos pobres,
personas que abrirán todos los días el buzón
de sus hogares, con el corazón encogido.
Para que yo siga en lo más alto, muchos
tendrán que sufrir, no cargaré el peso de su
angustia sobre mi conciencia. No soy quién
para juzgar a mis semejantes, sin embargo,
me puedo juzgar a mí mismo. No podría
comprar un coche de alta gama, un yate o
una lujosa casa, mientras el hambre mata a
un niño cada quince segundos. El poder y
solamente él, os ha vendido el mundo que le

189
interesa, un lugar donde los ricos creen ser
libres y el resto sueña con serlo algún día. De
ahí el éxito aplastante de las loterías y
apuestas del estado, los desterrados al olvido,
no buscan el dinero, sino la libertad.
- ¡Pero el dinero es necesario! –Protestó uno
de los presentes.
- Lo único estrictamente necesario para vivir,
es comer y beber, el resto, solo son añadidos
que nos hacen la vida más cómoda, pero
como todo, siempre hay un precio que pagar.
Desde pequeños nos han inculcado que el
dinero es la base de todo, da igual cómo lo
emplees, el caso es gastarlo. Curiosamente,
él es el causante de prácticamente todos los
males de esta sociedad y del planeta; usarlo
para hacer el bien es una actitud muy loable,
pero no olvidemos que seguiremos creando
el mismo círculo vicioso. Nos guste o no, el
dinero lo corrompe todo. Decidme: ¿Curarías
una infección con otra infección? –Un
minúsculo silencio dio paso a una nueva
pregunta
- ¿Qué piensa hacer con este solar?
- Nada, se quedará tal y como está, será mi
pequeño monumento a la libertad.
- ¿Cree que toda esta locura servirá para algo?
- Ese no es mi problema, el mensaje no es mío,
yo solo soy una de las numerosas
herramientas, que la vida emplea para
comunicarse con nosotros. Que los humanos
quieran o no escuchar, ya no está en mis

190
manos.

Lo cierto, es que dos millones de euros se


salvaron de las llamas. Pese a todo, era consciente
de cómo funcionaban las cosas en este momento.
Yo había renunciado al dinero, pero no podía exigir
a nadie que siguiera mis pasos, así que varios
maletines con una cuantiosa cantidad, acabaron
repartidos por la ciudad que me vio crecer. Héctor,
Erica, Pablo y Jorge García, entre otros, se pudieron
jubilar anticipadamente. Silvana, aunque también
pudo retirarse, decidió seguir trabajando en su
propia granja, un sueño que compartía con Iris
desde que era pequeñita. Como es lógico, una gran
parte, acabó en manos de toda mi familia. Este
reparto, no fue un acto de gratitud por la ayuda
facilitada durante años, en realidad, fue un
reconocimiento por toda su aportación, ya que en
cierta manera, su forma de ser, forjó gran parte mi
personalidad. Oasis en este desierto baldío creado
por los humanos, pequeños suspiros del camino.

Cuatro años antes de estos acontecimientos, hubo


una entrega especial que me produjo una enorme
satisfacción. Las nefastas gestiones de Sandra,
obligaron al señor Parris a tomar medidas
desesperadas, si quería seguir manteniendo su
privilegiado estatus. Él siempre había coqueteado
con asuntos turbios fuera de la ley, negocios
oscuros y discretos, que no llamaban mucho la
atención. Pero incluso la policía y la justicia tiene
sus limitaciones, hasta que llega un día en que ya

191
no pueden hacer la vista gorda. Incluso los ricos,
tienen límites que nunca deben rebasar, por
desgracia, el señor Parris los superó holgadamente.
Un día estás en tu lujosa mansión y al día siguiente,
estás detrás de unos barrotes. Cómo no, la noticia
fue divulgada por todos los medios locales y
nacionales. Un circo para mostrar al populacho, que
la justicia es igual para todos. No te equivoques,
ellos pueden llegar mucho más lejos que tú, sin
ningún tipo de consecuencia o repercusión. Cuando
terminó el juicio, el señor Parris estaba
completamente arruinado, eso sí, tenía pagado el
alojamiento en la prisión. Por suerte, Agatta salió
indemne de todo este jaleo. Gracias a mi buen
amigo el inspector García, pude encontrarla
malviviendo en una habitación de una andrajosa
vivienda, un lugar que pagaba limpiando inmuebles
de toda índole.

- ¡Agatta!
- ¡¿Izent?! –Me miró un tanto confusa.
- Sí. –Respondí mientras avanzaba con los
brazos abiertos. Ella me abrazó con fuerza y
se puso a llorar. Nadie en este jodido mundo,
se había preocupado de su bienestar. Todos
sus “amigos” se esfumaron cuando el señor
Parris perdió su fortuna. Qué es real y qué
no, por desgracia la única realidad la marca
el dinero, sin él, todo nuestro entorno se
desmorona.
- ¿Qué haces aquí? –Preguntó entre sollozos.
- Vamos, recoge tus cosas, te vienes a mi casa.

192
La llevé a mi modesta casa alquilada y le
entregué una de las habitaciones que estaba vacía.
La mujer se desvivía por mantener la casa
impecable, era su manera de agradecer todo lo que
estaba haciendo. Aunque le dije por activa y por
pasiva que no me debía nada, ella seguía en sus
trece. Cuando llevaba un mes instalada en mi casa,
una noche después de cenar dejé una maleta encima
de la mesa.

- Agatta… Una persona me ha pedido que te


entregue esto.
- ¿Qué es? –Preguntó intrigada.
- Trescientos mil euros, libres de impuestos.
- ¡No puedo aceptarlo!
- Si no lo acepta, terminarán literalmente en el
fuego. –Varios años después, pudo
comprobar por las noticias, que no la
engañaba. Aunque no desvelé mi identidad a
nadie, ella sabía a ciencia cierta, que la
persona que se ocultaba detrás del cristal
translúcido era yo.
- ¿Por qué?
- Porque es lo correcto.
- ¿Y ahora?
- ¿Cuántos años ha soñado con una nueva
vida?
- Ya no lo recuerdo.
- Bueno, pues ese día empieza hoy. Eso sí, esta
persona me ha sugerido, que no malgaste el
dinero en cosas innecesarias.

193
- Ella sonrió y contestó. –Vaya… un buen
consejo que di hace muchos años a una
buena persona.
- Bueno o malo siempre es relativo. Lo único
que importa ahora es que usted rehaga su
vida. ¿Le importa si le hago una pregunta
personal?
- Sandra se fue un día de casa y ya no la he
vuelto a ver. –Contestó con pesar–. Lo único
que sé, es que se subió a un coche y se fue a
un país del este de Europa. Todos los
esfuerzos de su padre y míos por encontrarla,
resultaron inútiles. Sé que ha causado mucho
dolor, pero aun así, sigue siendo mi hija.
- En este jodido mundo, Sandra era la persona
que más daño me había hecho de manera
gratuita, sin embargo, una pincelada de
tristeza y dolor, recorrió el rojo de mis venas.
Me gustara o no, ella era en realidad un
producto más de este endemoniado sistema,
un método donde la ausencia de valores y
principios, está por encima del daño que
podemos infligir a nuestros semejantes. –Lo
siento–. No fueron las típicas palabras que se
suelen decir en estos casos, ya que lo cierto
es que podía sentir la pena de Agatta.
- Izent… - Sus ojos negros irritados por los
acontecimientos del momento, se anclaron
con firmeza a los míos. –La vida, antes o
después, nos coloca a cada uno en su sitio.
- Lo sé. –No dije nada más, la abracé e intenté
transmitirle todo mi afecto y mi cariño.

194
Al poco tiempo, mi adorable anciana se compró
una casita cerca de la playa, con un bonito jardín
trasero. Un par de veces por semana, me dejaba
caer por su casa para tomar un té o café y
contemplar las hermosas vistas que tenía desde el
comedor de su vivienda. Una gran parte de su
fortuna, la invirtió en los más desfavorecidos.
Ayudar a los demás, cuidar su jardín y contemplar
el paisaje que le rodeaba, se convirtió en su nueva
vida.

Mi querida abogada, ayudo a Agatta a gestionar


su improvisada riqueza. Una exquisita combinación
de mujeres, que enarbolaron en lo más alto la
bandera de la solidaridad. Cientos de almas
descarriadas, encontraron el amparo en sus cálidos
brazos. Cuánta razón tenía mi viejo pozo de
sabiduría, al final todos ocupamos el lugar que nos
corresponde. Yo podía haber seguido sus pasos y
consolar o aliviar el sufrimiento de los desterrados
de esta sociedad, sin embargo, la vida necesitaba
otra cosa de mí. Su mensaje, tenía que ser alto,
claro y contundente; y lo más importante, tenía que
llegar a todos los rincones del planeta. Desde que la
muerte me arrancó el corazón del pecho, he
trabajado incansablemente al servicio de la vida, Mi
destino, misión, viaje o como lo quieras llamar,
había llegado a su fin. Sin un céntimo en el bolsillo,
me fui a vivir a mi única propiedad, una modesta
casa de madera en medio de la montaña, donde me
aguardaba un merecido descanso.

195
196
9. Los caminos del destino.

Con el paso de los meses, las horas se


convirtieron en un mero recuerdo, el tiempo pasó a
ser simplemente el día y la noche. Comía cuando
tenía ganas y no cuando un reloj me lo indicaba.
Más adelante, las semanas y los meses se
extinguieron, solo las estaciones del año, marcaban
el paso del tiempo. Mi equilibrio emocional
adquirió unos índices completamente desconocidos
para mí. Renunciar a muchas comodidades, eran
compensadas holgadamente por la ausencia total de
problemas y conflictos. A excepción de algunos
acontecimientos puntuales, jamás en toda mi vida
me había sentido tan vivo, tan lleno de energía y
con tanta vitalidad; sin ninguna duda, esta era la
jubilación que siempre había soñado.

Pero de qué sirve tanta paz, cuando no puedes


compartirla con los seres queridos. Pese a mi nueva
situación, un gran vacío seguía anidando en mi
corazón. Había llegado el momento de cerrar el
último capítulo de mi existencia, nada me vinculaba
a este lado de la vida. Mis dos sólidos y eternos
pilares me aguardaban en la otra orilla; a una ya la

197
conocéis, al otro aún no os lo he presentado
oficialmente, aunque sí de manera extraoficial.

Asunto, durmiendo, todo, una vez más y muerte,


son palabras sueltas, que unidas no tienen mucho
significado, sin embargo, en mi caso, todas tienen
el mismo denominador común.

El segundo asunto quedó resuelto con una


llamada a mis padres.

- ¿Dígame? –Pregunto mi madre al otro lado


del auricular.
- ¿Mamá, te puedes quedar esta noche con
Nazant? Es que tengo que trabajar.
- Claro, hijo… no te preocupes.

Cuando llegué a casa de mis padres, para darles la


noticia de mi divorcio, mi madre dijo.

- Está durmiendo, ¿quieres que lo despierte?


- No, déjalo descansar.

Tal vez interpretaras que hablábamos de mi


padre, sin embargo, lo hacíamos de Nazant.

Sandra me quitó todo lo que me importaba. ¿Qué


es todo? Una palabra efímera, que puede abarcar
mucho o poco. En mi caso, todo tenía nombre y
apellidos, cuatro días al mes, dos horas los
miércoles y la mitad de las vacaciones, era todo el
tiempo del que disponía para estar con mi hijo. Un

198
duro trance, que intenté soportar con entereza. No
fue fácil, ya que la única persona que me aportaba
equilibrio y estabilidad, casi había salido de mi
vida.

Una vez más, pude sentir la fuerza de la vida. Un


sentimiento de felicidad extrema, sentí, cuando
acurruqué a mi hijo por primera vez entre mis
brazos, una intensa emoción, salpicó por primera
vez mis entrañas.

La muerte tiñó de rojo mis treinta y nueve, su


repulsivo hedor terminó de cerrar el capullo de mi
metamorfosis. Sí, el mismo año, la muerte se llevó
a las dos personas más importantes de mi vida. No
sé cómo pude salir de este duro traspiés, imposible
sentir más dolor, un tétrico vacío consumía mi alma
cada día. Mi viaje, llegó a una encrucijada, un
desdoblamiento del camino, que me llevaba a
lugares muy diferentes. Desde ese año, tenia muy
claro que las cosas ya nunca serían igual. Todo el
dolor y el odio acumulado durante años, me podía
haber transformado en un auténtico monstruo, un
ser despreciable, cuyo único objetivo fuera
derramar y sembrar el dolor y el sufrimiento sobre
los demás. Sin embargo, en mí, tuvo el efecto
contrario, no sé cómo lo conseguí, pero lo cierto es
que transformé toda la ira en sentimientos
positivos. De alguna manera, Iris y Nazant, seguían
viviendo dentro de mí, fue su fuerza y su energía, la
que me marcó el sendero correcto o por lo menos,
el camino que la vida había elegido para mí.

199
Antes de hablar de la muerte de Nazant, os
hablaré de su vida. El paso del tiempo transcurría
con normalidad, hasta que cumplió los doce años, a
partir de aquí las cosas empezaron a cambiar. Sin
entender muy bien por qué, su salud empezó a
trastocarse drásticamente. Náuseas, dolor de cabeza
e insomnio, lo acompañaban todos los días. Todas
las pruebas para encontrar el problema, siempre
daban negativo. Según los resultados, Nazant
disfrutaba de una excelente salud, sin embargo,
algo perturbaba su estabilidad y yo no era capaz de
encontrar la respuesta. Descartada cualquier
enfermedad, la médica que lo atendía, me dijo, que
el problema de mi hijo era puramente emocional.
Intenté encontrar el problema que lo atormentaba,
sin embargo, no tuve éxito.

Cuando llegó el verano, sin saber por qué, todos


los síntomas desaparecieron. Estos hechos, me
hicieron reflexionar y encauzar las conversaciones
con él hacia otros parámetros. Esta nueva vía de
diálogo, me condujo hasta el meollo de la cuestión.
No es normal, que un adolescente de trece años, se
dé cuenta de que lo están educando para perder su
libertad y que una gran parte de lo que aprende, va
en contra de sus principios y valores. No es normal,
sin embargo, aunque él no era consciente, su
subconsciente se revelaba contra aquello que iba en
contra de su manera de ser y de alguna manera, su
cuerpo expresaba su disconformidad.

Muchas fueron las conversaciones que tuvimos,

200
antes y después de encontrar su tormento. En esta
sociedad, nadar en sentido contrario es bastante
complicado, ya que la única educación posible, es
aquella que nos impulsa a generar más dinero para
el día de mañana. Ese es el principal pilar sobre el
que se sostiene la educación actual. Por mucho que
lo intentó, al final, no pudo luchar contra su propio
yo. Rápidamente, se convirtió en uno de esos
chicos listos, que se negaban a estudiar. Algunos
educadores, catalogaron a Nazant, como una
persona inmadura, cuando el problema real, era que
había madurado demasiado rápido. Las reflexiones,
los razonamientos y las conclusiones a las que
llegaba, no eran las típicas de un chico de su edad,
con él mantenía conversaciones, que eran inviables
con la inmensa mayoría de los adultos que me
rodeaban. Seis horas al día, treinta a la semana y
ciento veinte al mes, es mucho tiempo para que te
exijan estar en un aula donde no te sientes
precisamente identificado. Es fácil exigir respeto,
¿pero quién lo respetaba a él? ¿Alguien le preguntó,
cuáles eran sus ilusiones, deseos, motivaciones…?
Nadie se molestó en conocerlo ni siquiera un
poquito.

Juzgar y clasificar, es muy rápido en nuestros


días, si aceptas lo que se te “ofrece”, estás dentro y
si no, pasas a ser un inadaptado. Muy buena la
catalogación, para una persona que puede que tenga
muchos más principios y valores, que el humano
que lo está encasillando. En este mundo, donde la
globalización rige nuestras vidas, se supone y se da

201
por hecho, que todos tenemos que tener las mismas
necesidades, los mismos objetivos, sueños y metas,
y como corderitos bien amaestrados, tenemos que
bajar las orejas y seguir el camino establecido,
anulando o inhibiendo, nuestra propia naturaleza.
Algunos de esos corderitos, levantan las orejas y se
revelan contra el destino que tan sutilmente, se les
está exigiendo.

Algunas personas se tomaron la libertad, de


decirme cómo tenía que educar a Nazant,
recalcando que yo era su padre y no un amigo. Sin
embargo, yo seguí los dictados de mi alma, ya que
ejercía como padre, pero también era mi amigo.
Salvo por algunas pequeñas diferencias, nuestros
corazones latían a la misma frecuencia, siempre
conversábamos y buscábamos el consejo el uno en
el otro. Que fuera el adulto no me otorgaba la razón
absoluta, por eso, siempre lo escuchaba e intentaba
ver las cosas desde su punto de vista. Si tengo que
destacar algo de nuestra relación, era sin duda
nuestro mutuo respeto, rara vez, nuestras ideas o
pensamientos eran diferentes, pero aunque no
tuviéramos la misma visión, siempre, y repito,
siempre, respetábamos las decisiones tomadas, sin
posteriores reproches, ni objeciones destructivas.

Nazant como buen hijo adoraba a su madre, pero


le costaba mucho dialogar con ella, le resultaba más
sencillo hablar con su abuela Agatta, que con su
propia madre. El mundo tal y como lo veía Sandra,
era completamente diferente a la visión de Nazant.

202
En gran medida, gracias a él, Agatta y yo
retomamos años más tarde nuestra relación.

A los quince años, Nazant entró oficialmente en


el grupo de los inadaptados. Más o menos por estas
fechas, una vieja amiga me contó los terribles
acontecimientos que le ocurrieron a su hija. La
chica con dieciséis años, empezó a mearse en la
cama. Este hecho desconcertante, desveló una
tragedia más, de las muchas que afecta a nuestra
amada sociedad. Durante más de tres años, la
muchacha fue sometida a todo tipo de palizas y
vejaciones, por un grupo de “adaptadas”. El colegio
religioso donde se suponía que implantaban valores
se lavó las manos, argumentando que las familias
de las acosadoras, eran personas que colaboraban
generosamente con la institución. Al parecer,
transformar el título de inadaptado en adaptado, es
tan solo una cuestión de dinero. ¿Dejaremos de
clasificar y empezaremos a ver a nuestros
semejantes, por lo que realmente son? Como sé que
la respuesta es negativa, la apuntaré en mi lista de
utopías.

El caso, es que mi amiga sacó a su hija del


afamado colegio, pero no fue suficiente, ya que la
chica tenía miedo de salir de casa y encontrarse por
casualidad o no, con este exquisito y selecto grupo
de adaptadas. Así que al final, se fueron a vivir a
otra ciudad. Lo más aterrador de toda esta historia,
es que la gente lo asimila con toda naturalidad. Y
una vez más, la dichosa frase incompleta: “La vida

203
es así”, repateaba mis entrañas.

En esta fauna de seres inadaptados donde se


encontraba Nazant, había especies para todos los
gustos. Estaban, los que su capacidad intelectual no
daba más de sí, los que tenían problemas serios en
sus casas, los que no se sentían especialmente
cómodos con la enseñanza que estaban recibiendo y
los de dudosa reputación; por desgracia para los
inadaptados, un par de estos chicos, formaba parte
del grupo. La bendita ley de mi país, obliga a los
adolescentes a estar en el colegio hasta los dieciséis
años. Arrastrando de este modo, los chanchullos y
trapicheos de estos jóvenes de dudosa reputación, a
las inmediaciones del instituto.

Casi diez meses después de la pérdida de Iris, una


bala rebotada en la pared del colegio, acabó de
manera súbita con la vida de mi hijo. Según la
investigación policial, se trababa de un ajuste de
cuentas entre bandas rivales, cuyo fatal desenlace,
concluyó con la muerte de Nazant, ya que el
supuesto receptor, un chico al que la policía
investigaba desde hacía tiempo, seguía con vida.

¿Por qué los dos el mismo año? ¿Qué terrible


delito había cometido, para soportar semejante
castigo? Una pregunta que formulé durante muchos
años a la vida. Una cuestión que no encontraría la
respuesta, hasta muchísimos años después. La
contestación como siempre era simple, si alguno de
los dos hubiese formado parte de mi vida, yo jamás

204
habría hecho todo lo que aconteció después de sus
muertes. Puedes llamarlo destino o como tú creas,
el caso es que las cosas sucedieron tal y como ya
estaban escritas. He reflexionado mucho los
acontecimientos de mi existencia y es cierto que
durante algunos años, odié a la vida por
arrebatármelos. Pero mi dolor es una mota de
polvo, comparado con el suyo, toda su creación y el
equilibrio que creó con tanto tesón, es destruido y
devorado sin miramiento por nuestra especie. Cada
año extinguimos entre diez mil y cincuenta mil
especies, básicamente por acciones directas o
indirectas del ser humano. Tal es la extinción, que
los científicos ya hablan de una desaparición de
especies en masa. Un dato oscuro que enturbia una
vez más el negativo currículum de la humanidad.
Cómo reprocharle algo a la vida, cuando ella lleva
siglos, sufriendo el acoso indiscriminado de las
personas. El odio se esfumó, cuando comprendí lo
que necesitaba de mí. Soy humano, pero no me
siento especialmente orgulloso de lo que soy. Un
punzante y agudo dolor acompañado de una
profunda tristeza, empañaba ahora el ocaso de mi
existencia, con el deseo de que las personas
despierten de sus oscuros sueños de poder y riqueza
y den un pequeño margen a este hermoso planeta,
que grita enérgicamente algo de libertad.

En el declive de mi camino, solo me quedaba


agradecer a la vida, el tiempo que compartí con Iris
y Nazant, que aunque fueron breves, no cambiaría
esos instantes por nada. Con todas las tareas

205
cumplidas, a los cincuenta y seis años, decidí que
había llegado el momento de reunirme con ellos.

En esta sociedad saturada de noticias, todos los


sucesos y eventos, antes o después se desvanecen.
El revuelo que causó el dinero en llamas, cayó en el
olvido, por eso decidí escribir este libro, como un
eco en el subconsciente de la humanidad, el
agónico grito del planeta, recorrerá sus mentes. Una
vida puede cambiar muchas cosas, pero la muerte
suele crear cambios más profundos y contundentes.
Podría morir de muchas maneras, pero mi partida,
será la chispa de un nuevo susurro. Solo espero que
mis padres me perdonen por romper el ciclo natural
de la vida, pues nadie como yo, para entender el
sufrimiento que se siente cuando pierdes a un hijo.
Por mucho que les duela, sé que antes o después,
entenderán el motivo de mi decisión.

Con muchas necesidades y propósitos, me


presenté en casa de mi buen amigo Héctor.

- Colega… una vez más te necesito, he escrito


un libro y me gustaría que tú lo terminaras. –
Luego puse una mano en su hombro y
mirando fijamente le dije–. El final es cosa
tuya.
- ¿Pero qué pongo?
- Cuando llegue el momento lo sabrás.
- Esto es la escritura de una editorial que muy
pronto será tuya. Cuando lo tengas acabado,
necesito que lo distribuyas por todos los

206
sitios que puedas. Por favor, no intentes
ganar dinero con esto, tú solo cubre gastos e
intenta sacarlo al más mínimo coste para el
lector. ¿Me harás este pequeño favor?
- Y tú, ¿qué vas a hacer?
- Los humanos no suelen aceptar la muerte y
menos aún, cuando es el propio individuo el
que toma la decisión, así que le conté una
pequeña mentira, unos hechos ficticios, que
me sirvieron para hacer el camino más
llevadero a mis seres queridos. –Lo siento
amigo… cáncer, los médicos no me dan más
de un mes de vida.
- Un tupido silencio se adueñó del lugar. –No
es posible–. Respondió con los ojos
vidriosos. –Eres la persona más sana que
conozco.
- La porquería está en el aire, el agua, los
alimentos… Dime alguna cosa que no
corrompa nuestra especie. Nuestro cuerpo
recibe muchas más agresiones de las que nos
podamos imaginar, supongo que el cáncer, es
una de las consecuencias.
- Joder, Izent… tú no.
- La muerte es el ciclo vital de la vida, sin ella
la vida no se podría regenerar. Ahora ha
llegado mi momento. En la parte trasera de la
editorial, hay un pequeño terreno que
almacena trastos inútiles, prométeme que
despejaras el sitio y que me enterrarás en ese
lugar.
- ¿Y no prefieres un cementerio o incinerado?

207
- Héctor, ¿sabes cuánta vida he consumido
para llegar hasta aquí?
- No.
- Muchísima, ya va siendo hora de que
devuelva algo de lo prestado. El lugar donde
reposen mis restos es lo de menos, solo
quiero que mi cuerpo esté en contacto directo
con la tierra, nada de funerales, velatorios,
cajas de madera, lápidas, cruces ni
incineraciones. No será fácil, te dejo una
dura batalla, ya que mucha gente que me
quiere y aprecia, intentará que se me
apliquen los protocolos establecidos,
dictados que se alejan mucho de mis
creencias… confío en ti.
- Dalo por hecho.
- Gracias. Una cosa más, dado que el libro es
autobiográfico, mi muerte impulsará su
distribución y venta, aprovecha este hecho y
sácale el máximo partido.
- Tío… hablas de tu muerte con tanta
naturalidad, que si no te conociera tanto,
pensaría que me estás vacilando.
- Una tierna sonrisa se dibujó en mi mejilla, -
¿Sabes cuánto tiempo he esperado este día?
Por fin podré abrazar a mi hijo y saborearé
una vez más los labios de Iris. Quién me diría
a mí, que aquél beso en la librería sería el
último de mi vida. En ninguna mujer, volví a
experimentar lo que sentía cuando miraba los
ojos de Iris. Llevo muchos años viviendo de
recuerdos, ya va siendo hora de sentir nuevas

208
experiencias. –No pude seguir hablando, él
me abrazó con fuerza y se puso a llorar con
energía.
- Después de todo… este es el fin.
- No hermano… este es el principio. Gracias
por cabalgar a mi lado, gracias por tu amistad
incondicional, gracias por ser quien eres. –
Tenía buenos amigos, pero él era especial.
Un hermoso y bello oasis, que rara vez suele
aparecer en nuestras vidas y yo tuve la
inmensa fortuna de que estuviera en la mía.

Como gotas en un día de lluvia, las dolorosas


despedidas se amontonaron una tras otra, solo
Agatta aceptó mí partida con determinación y
entereza.

- Izent… ¿tú enfermo? ¿De verdad crees que


me voy a tragar ese cuento?
- No se te pasa ni una. –Respondí sonriendo.
- Dale un fuerte abrazo a mi nieto y dile que
muy pronto me reuniré con vosotros. -¿Cómo
pude odiar con tanta energía a esta entrañable
persona? Cómo evoluciona la vida mientras
avanza, cuántas cosas que daba por hecho, se
transforman, para acabar siendo lo que son.

El dolor de mis padres ante la noticia, llegó hasta


los confines de mi alma. Lo sentía mucho por ellos,
pero ya no podía seguir a este lado de la vida, mi
sitio ahora estaba en otro lugar. Muchos pensarán
que fui un cobarde, pero en mi decisión había de

209
todo menos cobardía. ¿Por qué los soldados
sacrifican sus vidas? Simplemente porque creen en
lo que hacen, sin vacilaciones luchan, matan y
mueren por un ideal. Como un soldado lucharía una
última vez por mis creencias, valores y principios,
sin embargo, no mataría como hacen ellos, ya que
mi fusil estará cargado con palabras de libertad.
Pero como en todas las guerras, siempre tiene que
haber un sacrificio, en mi caso fue vivir muchos
años sin mis seres queridos, la muerte tan solo es el
merecido reposo del guerrero. ¿Podía eliminar la
muerte de esta ecuación? Por supuesto, podía dejar
que la vida siguiera su curso hasta que mis
recuerdos consumieran lentamente mi existencia,
pero ya no me quedaban fuerzas para continuar, mis
baterías estaban completamente agotadas.

Muchos juzgarán desde su punto de vista mi


última decisión, algo bastante complicado de
sopesar. Supongamos que trabajas en una central
nuclear que esta apunto de explotar y solamente tú
sabes cómo detener el proceso y salvar las
numerosas ciudades que rodean la nuclear, el único
inconveniente es que la sala donde está el
ordenador, se quedará sellada e irradiada. Tienes
dos opciones, huir y salvar tu vida, o morir y salvar
miles de vidas, ¿Qué harías? Da igual lo que
piensen o las conclusiones a las que puedas llegar,
por que hasta ese momento, no sabrás cómo
actuarás. Vivir o morir, solo tú puedes tomar esa
decisión y como nunca sabré al cien por cien cuáles
fueron los motivos, las circunstancias y los

210
sentimientos que te impulsaron a tomar un camino,
tendré que respetar tú decisión sin reproches,
aunque esta no coincida con la mía. Para valorar mi
decisión, tendrías que vivir lo que yo he vivido y lo
más importante, tendrías que ser yo. Miles de
muertes caen cada día en el olvido, yo había
decidido morir por mis creencias, no me preguntes
por qué, ya que ni yo mismo lo entiendo, pero lo
cierto, es que una fuerza en mi interior me decía
con claridad que estaba haciendo lo correcto.

Pese a todo lo expuesto y razonado, es posible


que sigas viendo mi muerte como un simple
suicidio. Esa es tu realidad, la mía es
completamente diferente, ya que lo que tú llamas
suicidio, yo lo llamo sacrificio, ten en cuenta que el
primero nace de la desesperación, el sufrimiento y
el dolor, yo hace muchos años que dejé esos
sentimientos atrás. Mi decisión se aferra a la
esperanza, la ilusión y la fuerte convicción que
deposito en mis creencias. No es necesario morir
para sacrificarse, aunque esta sea mi elección, pero
en esta sociedad donde día tras día luchamos por
salvar nuestro propio culo, el sacrificio por los
demás, queda olvidado en la parte más oscura del
corazón. Desde pequeños nos enseñan a luchar
única y exclusivamente por uno mismo,
convirtiéndonos en seres individualistas y
terriblemente agresivos cuando defendemos nuestro
territorio. Los que ostentan el poder así nos quieren,
ya que fragmentados y desunidos, somos una masa
fácil de doblegar. Sacrificarse por un ser querido

211
resulta más o menos sencillo, pero… ¿y por alguien
completamente desconocido y ajeno a nuestra vida?
Esa es la barrera que nunca nos dejarán rebasar,
simplemente porque no les interesa, simplemente
porque tienen miedo de perder el control y en
consecuencia el poder que ejercen sobre nosotros.

Para alguien como yo, que ama la vida en todas


sus formas de expresión, arrebatar mi propia vida,
me resultaba bastante complicado. Así que ideé un
plan para solucionar dos problemas de un solo
golpe. Si la muerte de Nazant e Iris me llevó hasta
aquí, mi muerte, llevaría a mi libro, hasta donde la
vida creyera necesario. Compré una pistola de
perdigones y me di unas cuantas vueltas por el
centro de la ciudad, buscando el banco apropiado
donde desempeñar la última función de mi
existencia. Si todo salía según lo previsto, las balas
de la policía, pondrían fin a mi vida. En uno de mis
bolsillos coloqué una carta donde explicaba mi
última decisión, (ya que no quería cargar mi
muerte, sobre la conciencia de nadie) y en una
pequeña mochila, introduje todos los documentos
originales, que por primera vez, me identificaban
como el humano que incendió el dinero. Una
suculenta noticia, que los medios explotarían con
saciedad, el inicio de un camino, que Héctor tendría
que finalizar.

El plan era bastante sencillo ni siquiera tendría


que entrar por completo dentro del recinto. Me
bastaría con enseñar la pistola desde la antesala

212
donde se encuentran los cajeros, para reunir a un
buen número de coches policía en el lugar, luego
solo tengo que salir, disparar unos cuantos balines y
las fuerzas del estado, desempeñarían el papel que
les había adjudicado.

Mis últimos monólogos los mantuve con la vida,


había invertido mucho tiempo en mí y de algún
modo, antes de dar este paso, necesitaba su
aprobación y consentimiento. Un par de veces a lo
largo de mi existencia, he visto de cerca los ojos de
la muerte. Mi primer encuentro fue bastante
temprano, ya que solo tenía diez años, una
derivación en la nevera, estuvo a muy pocos
segundos del fatídico desenlace. La segunda vez, un
coche impactó directamente contra la puerta de mi
vehículo, en ambos casos, rocé la delgada línea que
separa la vida de la muerte. Durante mucho tiempo
pensé que era un tipo con suerte, ahora sé que la
fortuna no tuvo nada que ver, mí tiempo en este
plano de la existencia aun no había concluido,
todavía me quedaban muchas cosas por hacer. Si
aún no había llegado mi momento, sé que de algún
modo, la vida se interpondría una vez más en mi
camino. En sus manos dejo el desenlace de mi
último plan y aunque mi energía vital había llegado
a su fin, si aún me quedan cosas por hacer, aceptaré
con agrado su decisión, en el caso contrario, podré
partir en paz.

Un día antes de la hora señalada, tuve una última


reflexión. Todas las preguntas que formulé a la

213
vida, antes o después, tuvieron su contestación,
todas menos una, un enigma que al parecer, se
quedaría sin su respuesta. ¿Para qué enviar este
mensaje a los humanos? Aunque seguía teniendo
esperanza, sabía de sobra, que el elaborado mensaje
de la vida, no produciría ningún cambio
significativo sobre esta sociedad. Entonces… ¿para
qué? Intenté entenderlo, pero no encontré ninguna
respuesta coherente y sensata. Sin duda, no era el
momento de formular este tipo de cuestiones, pero
a mí, si la vida me lo permitía, se me agotaba el
tiempo. Tal vez al otro lado o en un futuro no muy
lejano, conseguiría encontrar la pieza que me
faltaba para dar por zanjado el puzzle de mi
existencia.

214
10. Epilogo.

A mi me ha tocado terminar este libro. A estas


alturas, creo que sobran las presentaciones. Algunas
cuestiones se quedaron en el aire, en nuestra última
conversación. ¿Por qué su vida interesaría a la
gente? ¿Por qué su muerte impulsaría la
distribución y venta de su libro? ¿Por qué tenía que
terminar yo el libro? Como él solía decir, si quieres
respuestas, formula las preguntas en el momento
apropiado.

La noticia de su muerte y la declaración oficial de


la policía, dejó a muchas personas con la boca
abierta. El muy cabronazo, qué callado lo tenía.
Desgraciadamente, tal y como dijo, su muerte me
abrió un montón de puertas. Como tiburones
sedientos de sangre, todos los medios de
comunicación se lanzaron a la caza y captura de
cualquier dato del misterioso y enigmático, “Señor
de las llamas”, apodo que adjudicaron en su día
algunos medios de comunicación. La curiosidad, el
morbo, la intriga… estas necesidades básicas de los
humanos, amontonaron la larga lista de pedidos. Al
parecer, el susurro de su voz, llegaría a todos los

215
rincones del planeta.

En el encabezamiento de un periódico pude leer:


“¿Ángel o demonio?” Para muchos fue un
demonio, un ser agitador, que solo quería crear
conflictos y problemas por pura diversión, para
unos pocos fue un Ángel, pero para la inmensa
mayoría, fue un perturbado demente, que había
perdido los papeles. Para mí, fue el mejor amigo
que he tenido, una humilde persona, que creía
ciegamente en un mundo mejor. De hecho hay un
dato que me gustaría resaltar, pese a su enorme
fortuna, Izent seguía viviendo con menos de mil
euros al mes. Nada en su vida, reveló la abundancia
de su cuenta bancaria.

Cinco balas se alojaron en su interior, dos de ellas


fueron mortales de necesidad, según el forense, no
sufrió, su muerte fue muy rápida. Ahí vi por
primera vez el cuerpo sin vida de mi amigo, su
rostro reflejaba una leve sonrisa y una extraña
sensación de paz. En ese instante no sentí pena ni
tristeza, tan solo felicidad, sin ninguna duda ahora
estaba con ellos. Siempre he dudado del más allá, y
de la existencia del alma, Ahora todo eso había
cambiado, por primera vez en mi vida, pude sentir
con fuerza, el alma de un ser humano, y supe sin
vacilaciones, que si la vida me hacía digno de su
compañía, nos volveríamos a reunir. Si no eres
capaz de ver el espíritu de mi amigo, entonces es
que has dejado de ver.

216
Cumplir su última voluntad no fue una tarea fácil,
pero al final conseguí que sus restos reposaran
directamente sobre la tierra, tal y como me suplicó,
su cuerpo fue entregado al ciclo vital de este
planeta. Llevé a cabo todas sus solicitudes sin
titubeos, sin embargo, organicé una comida y reuní
a todos sus seres queridos. Un último adiós, para
una persona, que sacrificó los últimos veinticinco
años de su vida, para enviar un mensaje de libertad.

Un año y pico después de la primera edición, a


raíz de los nuevos acontecimientos, decidí agregar
estos nuevos párrafos. Tal y como reflexiono Izent,
su historia no tuvo ninguna repercusión
significativa en nuestra sociedad, sin embargo,
muchísimas almas perdidas encontraron en sus
palabras el inicio de un nuevo camino. Ya fuesen
grandes o pequeños cambios, al final, todos se
mostraban profundamente agradecidos. De hecho,
miles de cartas de todas las partes del planeta,
llegaron hasta la editorial. Después de leer un gran
número de ellas, pude ver con claridad a quien iba
dirigido el mensaje de la vida, y por qué mi amigo
había sido el elegido. Desde mi más profundo
egoísmo, hubiese preferido que Iris, Nazant y sobre
todo Izent, estuvieran en mi vida hasta el final, sin
embargo, he de reconocer que su ausencia y el
drama de sus vidas, generó una inmensa marea de
cambios internos. Minúsculas revoluciones que
anidaron en el corazón de aquellas personas que
supieron, quisieron o simplemente necesitaron
escuchar.

217
Yo no he leído todas las cartas que han llegado
hasta este momento ni creo que lo haga jamás, sin
embargo, los padres de Izent las han leído todas,
incluso han traducido las que están escritas en otras
lenguas. El término “perder un hijo”, es un
concepto que nunca podré comprender, ya que
nunca tuve descendencia. Por desgracia, en la
familia de mi amigo siempre estuvo demasiado
presente. Desde mi ignorancia, creo que nada
justifica la pérdida de un hijo, aunque para los
padres de Izent, leer las cartas le daba un cierto
significado, de alguna manera él seguía viviendo en
cada una de ellas. Con mucho orgullo y
satisfacción, contemplaron día tras día el enorme y
asombroso legado de su hijo.

Gratitud, que no se centró única y exclusivamente


sobre Izent, ya que todos los que formamos parte de
su vida, recogieron su dosis de energía positiva,
aunque fueron sus padres, los que más apoyo y
afecto recibieron. El constante chaparrón de cariño,
arropó con un reconfortante calor, el corazón de
todos los que nos quedamos a este lado de la vida.
Cuando sientes este chorro descomunal de autentica
humanidad, es inevitable que algo fuerte y
profundo se remueva en tu interior. Aunque nunca
desapareció, el dolor de su ausencia se disipó
mucho antes de lo esperado. Aunque mi trabajo fue
modesto, me siento complacido por haber formado
parte de esta historia, un grato honor, que sin duda
da un amplio significado a mi vida.

218
Amigo, estés donde estés, espero que ya tengas tu
respuesta. No tenías que cambiar el mundo, tan solo
tenías que crear nuevos caminos de armonía, paz,
respeto, esperanza y libertad.

219
220
Algunas cosillas del autor

Después de todo lo que te he contado, sería la


mayor hipocresía de mi vida que tratara de vender
este libro por dinero. Así que, mientras que no
cambies el texto y si lo crees oportuno, tienes mi
total consentimiento para divulgarlo como creas
oportuno. Este dato me lleva a mi segundo dilema,
como puedes comprobar, mis iniciales aparecen en
él, no me interesa la fama ni el reconocimiento, mi
única recompensa es que seas consciente y luches
por la libertad que te han ido robando desde que
eras un niño. Pero aunque he dado carta blanca para
su divulgación, no voy a permitir que ningún
humano, sociedad o empresa se lucre o saque algún
tipo de beneficio de él. Me gustaría fiarme de la
gente, pero la vida me ha demostrado muchas
veces, que no existe el honor y las buenas
intenciones entre los de mi especie. Así que
recuerda, si has pagado aunque solo sea un
céntimo, alguien esta yendo en contra de los deseos
del autor. Tampoco me interesan las críticas
constructivas ni destructivas, mi trabajo era
sencillo, todo lo que saques del libro es única y
exclusivamente para ti. Y si no te ha transmitido

221
nada, por lo menos espero que hayas pasado un rato
entretenido.

Hace algunos años atrás, agrupé todas las cartas


que había escrito a lo largo de estos años en un
libro llamado: “Fragmentos de una vida”. Un grito
de libertad, engloba la inmensa mayoría de estas
cartas, así que, aunque todas las historias son
ficticias, la mayor parte de los sentimientos que
aparecen, están basados en sensaciones y
emociones reales.

No me considero escritor, tan solo un humano


que intenta expresar vagamente sus más profundos
sentimientos. Afortunadamente, he tenido el placer
de conocer a una persona que lleva la escritura en
sus venas, así que, podría hacer de este manuscrito,
un perfecto y exquisito libro comercial, vamos, más
o menos lo que suelen hacer todas las editoriales
con los trabajos que van a publicar. Pero este texto
no pasará por nadie, por eso se quedara tal y como
esta, con todos sus defectos (o lo que es lo mismo,
con todas mis imperfecciones), y todas sus virtudes
(si es que las tiene, ya que este punto puede ser
muy relativo para cada individuo).

Aunque con el nombre cambiado, prácticamente


todos los personajes que aparecen en el libro, están
basados en personas reales. Gente que para bien o
para mal ha formado parte de mi caminar. Un dato
que me genera una inquietante pregunta, ¿todo fue
fruto de la casualidad, o estaban destinados a

222
formar parte de vida? Un dilema que supongo que
algún día resolveré. Mi hijo, la mayor inspiración
de mi existencia, sigue a mi lado, un duro y sólido
pilar que constantemente me impulsa a continuar.
En cuanto a Iris, sigue siendo uno de esos esquivos
deseos que no he logrado alcanzar. Una personal
utopía, que sigue encabezando mi lista particular.
Por desgracia, la visión de la vida tal y como la
entiendo, me aleja muchísimo de esta básica
necesidad. Me gustaría decir que sigo intentándolo,
pero lo cierto es que hace algunos años que dejé de
buscar.

Cuando terminé de escribir “La mejor aventura de


mi vida”, pensaba que esta faceta del camino, había
llegado a su fin. Sin embargo, algunas personas que
se cruzaron en mi sendero, me impulsaron de
alguna manera a empezar este libro. Este es mi
pequeño homenaje: A Begoña, por mostrarme una
nueva posibilidad. A Paloma por creer en mí. A mi
entrañable maestro Gines, por motivarme a escribir
una vez más. A Isa por su apoyo logístico y por
aguantarme mientras escribía este libro. A Sol, por
poner en orden mis palabras. Y a mi hijo, el único y
auténtico motor de mi vida. Gracias, sin vosotros,
yo no habría llegado hasta aquí.

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