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OBRAS COMPLETAS DE

FILÓN DE ALEJANDRÍA

Traducción directa del griego, introducción y notas de


JOSÉ MARÍA TRIVIÑO
Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata
Buenos Aires 1976
TOMO I
ÍNDICE

PREFACIO................................................................................................................................. 3

INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................... 4
PROPÓSITOS DE ESTA INTRODUCCIÓN ....................................................................... 4
TRASCENDENCIA DE LA OBRA FILONIANA ............................................................... 4
FILÓN Y SU ÉPOCA ............................................................................................................ 5
EL CORPUS FILONIANO.................................................................................................... 8
LISTA DE LOS TRATADOS ............................................................................................... 9
EL TEXTO BÍBLICO Y SU EMPLEO POR FILÓN ......................................................... 11
LA DEUDA INTELECTUAL DE FILÓN .......................................................................... 12
EL MÉTODO ALEGÓRICO............................................................................................... 16
LA COSMOVISIÓN FILONIANA ..................................................................................... 18
DIOS..................................................................................................................................... 21
LOS INTERMEDIARIOS ................................................................................................... 22
EL LOGOS........................................................................................................................... 22
LOS OTROS INTERMEDIARIOS ..................................................................................... 23
LA SABIDURÍA (SOPHÍA) DIVINA ................................................................................ 24
EL ESPÍRITU (PNEÜMA) .................................................................................................. 24
LAS POTENCIAS DIVINAS.............................................................................................. 25
LOS ÁNGELES O MENSAJEROS .................................................................................... 26
EL MUNDO DE LAS FORMAS EJEMPLARES (IDÉAI) ................................................ 26
EL "HOMBRE DE DIOS" ................................................................................................... 27
EL MUNDO SENSIBLE Y LA CREATURA HUMANA ................................................. 27
LAS METAS DE FILÓN Y LOS ALCANCES DE SU ÉTICA ......................................... 29
ADVERTENCIAS SOBRE LA PRESENTE TRADUCCIÓN ........................................... 31

BIBLIOGRAFÍA...................................................................................................................... 35

SOBRE LA CREACIÓN DEL MUNDO SEGUN MOISES (DE OPIFICIO MUNDI)......... 37

INTERPRETACIÓN ALEGORICA DE LAS LEYES SAGRADAS CONTENIDAS EN EL


GÉNESIS II Y III (LEGUM ALLEGORIAE)......................................................................... 71
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA I ................................................................................. 71
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA II................................................................................ 91
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA III............................................................................. 110

SOBRE LOS QUERUBINES, LA ESPADA FLAMÍGERA Y CAÍN, PRIMER HOMBRE


NACIDO DE HOMBRE (DE CHERUBIM)......................................................................... 155

SOBRE EL NACIMIENTO DE ABEL Y LOS SACRIFICIOS OFRECIDOS POR ÉL Y SU


HERMANO CAÍN (DE SACRIFICIIS ABELIS ET CAINI) ............................................... 177

SOBRE LAS HABITUALES INTRIGAS DE LO PEOR CONTRA LO MEJOR (GUOD


DETERIUS POTIORI INSIDIARI SOLET) ......................................................................... 203

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PREFACIO

ACERVO CULTURAL incorpora hoy a su colección Valores en el tiempo las obras


completas de Filón de Alejandría, traducidas directamente del griego aquellas que se han
conservado en esa lengua, y del inglés las llegadas hasta nosotros solamente en una versión
armenia.
Con esta publicación la dirección de la Editorial entiende que viene a llenar un sentido vacío,
respondiendo a una urgente necesidad bibliográfica en el ámbito hispanohablante, ya que
hasta el presente resultaba imposible la consulta o lectura de las obras del filósofo alejandrino
en lengua española.
Dichas obras pertenecen a aquella parte del patrimonio intelectual de la humanidad
caracterizada por su permanente vigencia y actualidad con que se ofrecen a la curiosidad y
apetencia espiritual de las viejas y nuevas generaciones, pues concretan y compendian
reflexiones y conclusiones que tienen como punto de partida las incógnitas que perpetuamente
le plantean al ser humano la realidad y el misterio de la existencia, lo presente y la eternidad,
las raíces y causas del universo, el maravilloso equilibrio que lo sustenta, y sobre todo el
factum humanum, centro y eje de toda cosmovisión, el microcosmos individual, en torno del
cual el pensamiento se proyecta en busca de respuestas que le permitan atisbar o develar la
"verdad" cósmica.
Filón de Alejandría figura entre los cerebros privilegiados que en el curso de los milenios,
acuciados por ansias torturantes de superar los estadios de la ignorancia, se empeñaron en
descorrer el velo del misterio de la creación y la vida.
La filosofía del exégeta hebreo marca un hito de importancia suma en el desarrollo del
pensamiento humano, al que aportó un cuerpo de ideas y doctrinas tendientes a fundamentar
racionalmente las tradiciones religiosas de su pueblo trasvasándolas a los esquemas del
pensamiento filosófico griego como obligado recurso para hacerlas comprensibles a sus
contemporáneos.
Esta circunstancia nos permite aguardar con razonable optimismo una favorable acogida por
parte del público lector para la erudita traducción que damos a luz. Ello compensará
cumplidamente el ingente esfuerzo editorial que por su carácter, presentación y extensión la
misma ha demandado.
La presente publicación será seguida por la de las obras completas de Baruj Spinoza —
conmemorando los trescientos años de su muerte—, el filósofo del siglo XVII que analizó,
dentro de los cánones metodológicos del más riguroso racionalismo, la esencia y los atributos
de Dios como ser y como creador cuya sustancia permanece en su creación y la satura.

Acervo Cultural / Editores

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INTRODUCCIÓN

PROPÓSITOS DE ESTA INTRODUCCIÓN

De su lectura será fácil colegir que la presente introducción va destinada más que a
especialistas, al público lector en general, dentro del cual es de suponer que predominarán los
interesados por una guía sencilla para abordar la lectura de Filón antes que en una erudita
exposición acerca de la problemática por demás compleja y extensa de la obra filoniana, sobre
la mayoría de cuyos puntos distan, por otra parte, de haberse puesto de acuerdo hasta el
presente los estudiosos que se han venido ocupando de las numerosas cuestiones vinculadas a
la crítica externa e interna del pensamiento del exégeta judío.
Ello me exime de intentar cualquier tipo de replanteos sobre los temas controvertidos, y las
páginas que siguen se limitarán a tratar de facilitar al lector el acceso al texto y al mundo
intelectual en el que se desenvuelven la dialéctica y la apologética de Filón. Tal información
resultará sumamente útil, imprescindible diría, para quien por primera vez se aboca a
familiarizarse con las ideas de este pensador, complicado, por momentos casi cabalístico, y
siempre denso de sentidos que sólo examinados a la luz de los presupuestos ideológicos en
que cobraron vida, de las particularidades metodológicas qué le sirvieron de carriles y de las
circunstancias histórico-personales que los impregnaron de las improntas espirituales de su
época, llegan a cobrar perfiles suficiente o aceptablemente claros para la intelección del lector
corriente.
No estará de más advertir que, aún dentro de este propósito harto modesto, la cantidad y la
calidad de la información están condicionadas por una decepcionante escasez de fuentes co-
etáneas relativas al autor judío, hecho que ha limitado las posibilidades de la crítica moderna
casi al exclusivo empleo de la obra misma de Filón para dilucidar los múltiples problemas que
ella encierra.
Tal es la penuria de otra documentación, que en determinados casos el orden resulta invertido
y no sólo no hallamos testimonios ajenos que respalden nuestra comprensión del texto
filoniano, sino que este texto es la única fuente para el conocimiento de datos tocantes a otros
pensadores y escuelas, que conocemos gracias a su mención en la obra de Filón e
ignoraríamos de otro modo totalmente.
Constreñida a manejarse con tan exiguo caudal de información externa es comprensible que la
moderna erudición vea en muchos casos reducido el fruto de pacientes estudios a conjeturas,
hipótesis y conclusiones que, aunque metódicamente fundadas, llevan el sello de lo verosímil
antes que de lo seguro. En ese terreno, pues, nos moveremos también en este prólogo, al que
su carácter no erudito lejos de evitarle las dificultades derivadas de las condiciones apuntadas,
se las torna más engorrosas por cuanto la misma brevedad y simplicidad perseguidas reclaman
enunciados sencillos y categóricos,, que, no siempre, como es obvio, será dable encontrar.
Consecuente, en fin, con el propósito de simplificar las cosas, ahorraré al lector la mención de
fuentes en notas de pie de página, sin que ello involucre usurpación de ideas o datos, ya que la
advertencia arriba expuesta de renunciar a todo replanteo de cuestiones equivale a manifestar
que cuanto se diga en la presente introducción es material ya elaborado, al que, en todo caso,
sólo he aportado una labor de selección de lo más interesante y accesible. Por otra parte, una
bibliografía que contiene las publicaciones más importantes, servirá para orientar al lector
hacia los trabajos más aconsejables para la ampliación de su información, y a la vez le
permitirá conocer los autores y obras en que se apoyan muchas afirmaciones.

TRASCENDENCIA DE LA OBRA FILONIANA

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Frente al general estrago que la incuria temporum ha causado en la mayor parte de las obras
de los autores de la antigüedad clásica, reduciendo su legado a contadas reliquias de la
inmensa creación literaria, religiosa, científica y filosófica de aquellos tiempos, sorprende el
hecho de que el voluminoso corpus filoniano haya llegado casi intacto hasta nosotros.
La razón fundamental de esta conservación reside en el interés que el pensamiento de Filón
despertó en los exégetas cristianos, que, desde los orígenes mismos de la fundamentación
teológico-filosófica de la doctrina evangélica, hallaron en las obras del escritor judío una
fuente inagotable de teorías y conceptos adaptables a las creencias básicas del cristianismo, no
obstante las profundas diferencias que, por otra parte los separan. En vista de esta vinculación
de la patrística con Filón, nada tiene de extraño que Eusebio de Cesárea sostuviera tres siglos
después de su muerte que el autor hebreo había sido cristiano.
El interés por su obra no ha cesado de renovarse hasta nuestros días, especialmente porque el
conocimiento de la exégesis filoniana es imprescindible para el estudio del pensamiento
cristiano en su gestación inicial y en su posterior desarrollo, particularmente en autores como
Ambrosio de Milán y los alejandrinos Clemente y Orígenes. Si bien estudios recientes han
replanteado el problema de los alcances de esa influencia, cuestionando el grado de
importancia que anteriormente se le atribuía especialmente en cuanto a la concepción del
logos en el Evangelio de Juan, tal influencia es innegable y fue intensa especialmente en las
orientaciones menos ortodoxas asumidas por ciertos apologistas y exégetas.
Desde mediados del siglo pasado, el interés primordial por la búsqueda de puntos de
coincidencia entre la patrística y Filón ha cedido lugar a otras indagaciones, prácticamente
marginadas hasta entonces, tales como las concernientes al origen del pensamiento filoniano,
a sus conexiones con la exégesis judía coetánea tanto alejandrina como Palestina, en procura
de determinar el grado de dependencia o de originalidad; y a la correcta ubicación de los
préstamos tomados de la filosofía griega en el contexto de determinadas doctrinas y escuelas.
Asimismo numerosos pasajes de sus tratados han procurado a los historiadores de la filosofía
antigua importantes noticias sobre puntos del pensamiento helénico no registrados o
testimoniados muy imperfectamente en otras fuentes, por lo que también desde este punto de
vista resulta provechoso y aun indispensable el manejo de las obras de Filón.
Finalmente, sus tratados de carácter histórico, gráfica evocación de sucesos de los que fue
testigo y protagonista, interesan al historiador del Imperio Romano por cuanto documentan
instancias dramáticas vividas por una de la ciudades más importantes de él durante el
principado de Calígula.
Filón no resulta ser, ciertamente, un autor cuyas obras puedan atraer el interés del gran
público, ya que la temática abordada en ellas no es precisamente de las que concentran el
interés masivo en un mundo cuyas circunstancias vivenciales se hallan tan distantes de las que
le confirieron actualidad hace casi dos mil años; ni el corpus de sus tratados se halla destinado
a una lectura corrida y conjunta, pues el carácter de su contenido y la extensión tornan
impracticable o por demás improbable esa posibilidad. Tampoco son ellos utilizables hoy
como fuente apologética ni como documento de una doctrina filosófica original que justifique
la atención de los especialistas. Pero las características y contenidos arriba apuntados y las
demás que el lector advertirá a lo largo de esta introducción los convierten en una obra de
consulta sumamente útil aun para el no especialista, y por supuesto, en una fuente
indispensable para abordar el estudio del pensamiento antiguo y medieval.

FILÓN Y SU ÉPOCA

Las noticias biográficas sobre Filón se reducen a los escasos datos que él mismo desliza en
ciertos pasajes de su obra, y a alguna mención de Josefo. Cronológicamente el único punto de
referencia es su presidencia de la embajada enviada ante Calígula por los judíos alejandrinos

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en el 40 d. C, cuando ya era de avanzada edad. Sobre esa base se calcula que debió de nacer
hacia la penúltima década precristiana. Nos consta que pertenecía a una familia adinerada e
influyente de Alejandría; que su hermano C. Julio Alejandro llegó a desempeñar el cargo de
alabarca de esa ciudad, función cuya verdadera naturaleza ignoramos; y que un hijo de éste,
Tiberio, Julio Alejandro, cediendo a la atracción que por entonces ejercía el pensamiento
griego en el espíritu de no pocos jóvenes israelitas, abandonó la fe judía y abrazó las creencias
paganas, convirtiéndose en entusiasta cultor de las doctrinas filosóficas griegas contrarias a la
fe de sus mayores. Del contenido y extensión de las obras de Filón se desprende qué recibió
una educación conforme con el sistema de las escuelas de la época, que adquirió una profunda
versación en las doctrinas contenidas en los libros sagrados de su raza y en la tradición oral,
juntamente con una fe profunda en la verdad de las mismas, y que dedicó buena parte de su
tiempo y sus esfuerzos a la labor apologético-exegética.
Sus frecuentes invectivas a propósito de todos los géneros de vida licenciosos y del placer en
general nos mueven a pensar en una personalidad austera, casi conventual, por lo que no deja
de llamar la atención el leer en alguno que otro pasaje de sus reflexiones confesiones tales
como la registrada en Interpretación alegórica III, 156, que más bien encajarían en las
memorias de un hombre de mundo, arrepentido algo tardíamente.
Sin duda su excelente posición económica de burgués adinerado y las comprobadas
vinculaciones de su familia con la dinastía Herodiana dan suficiente pie para pensar en que
Filón desempeñó un papel destacado en los sucesos políticos de la comunidad judeo-
alejandrina, pero solo de un hecho saliente de esta naturaleza ha llegado noticia hasta
nosotros. De la prolija cuenta que de él nos da en Sobre la embajada ante Cayo sabemos que
en 40 presidió la ya mentada embajada enviada ante Calígula para pedir justicia y protección
para los judíos de Alejandría. A tan escasas referencias se limita nuestra información sobre la
vida y persona del exégeta.
En cuanto a la población hebrea de Alejandría, falta una fuente histórica dedicada
específicamente a ella, pero podemos rastrear su génesis y desarrollo en diversos textos que
hacen referencia ocasional a ella y en el mismo relato bíblico. Los judíos alejandrinos
constituían la comunidad de esa raza más importante de la diáspora. Su arraigo en tierra
egipcia comenzado en tiempos remotos, concretamente a la caída del reino de Judá, siglo VI
a. C, cuando grupos numerosos emigraron hacia el sur huyendo de la dominación babilónica
para radicarse en diversos lugares del país en el que, según la tradición bíblica, ya habían
residido sus lejanos antepasados en los tiempos patriarcales.
Nos consta que en el siglo siguiente el grupo radicado en Elefantina, en el lejano sur, fue
objeto de una violenta persecución, al parecer por su adhesión a la causa persa.
Durante el periodo tolemaico el número de judíos de Egipto se multiplicó considerablemente,
habiendo Tolomeo I traído como prisioneros a muchos de ellos en una de sus campañas. Otros
llegaban a título de mercenarios y de simples inmigrantes, y, según se afirma, el total de
radicados sobrepasaba el millón en el siglo I a. C.
Alejandría se convirtió en uno de los más importantes centros demográfico;; de ese pueblo, y
en ella los judíos constituían uno de los tres núcleos más numerosos de la población urbana, la
que se completaba con griegos y egipcios. Gradualmente adoptaron la lengua griega,
olvidando el hebreo, aunque algunos lo siguieron hablando hasta fines del siglo n a. C, como
parece desprenderse del papiro Nash, que contiene el Decálogo y el comienzo del Shema en
hebreo. Pero, como la mayor parte de los hebreos alejandrinos, además de los conversos a la
religión judaica de otras nacionalidades, lo ignoraban y por ello no tenían acceso a la lectura
de las Escrituras, se procedió en tiempos de Tolomeo II Filadelfo a traducirlas al griego. Tal
traducción se conoce con el nombre de versión de los Setenta, por haber sido ese el número de
traductores que realizó la tarea, según la tradición conservada por Aristeas y repetida por
Filón.

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En el seno de esta comunidad, como en general en el resto del pueblo judío de Palestina y de
la diáspora, se puso en evidencia a lo largo de los tres últimos siglos precristianos y del
siguiente una creciente helenización, favorecida por el hecho de vivir la mayor parte de esas
comunidades en el área político-cultural de las monarquías helenísticas surgidas del
desmembramiento del imperio de Alejandro y culturas y propagadoras de las conquistas
intelectuales del genio griego y de los ideales de vida de la Hélade.
Esta osmosis espiritual, favorecida por la total ausencia de barreras oficiales, y el fomento por
parte de las cortes, se acentuó con el correr del tiempo, impregnando de ideas y costumbres
helénicas a todas las poblaciones del Cercano Oriente y el Mediterráneo Oriental,
especialmente en las ciudades cosmopolitas, a las que afluyeron masivamente inmigrantes
griegos después de la conquista macedonia. La influencia griega no afectó seguramente en la
mayoría de los casos la fe y la fidelidad de los hebreos a las tradiciones nacionales, pero en-
gendró en no pocos, como en el sobrino de Filón arriba mencionado, tal entusiasmo por el
legado cultural griego, que llegaron a considerar un estorbo las leyes y costumbres ancestrales
y apostataron.
Superar el antagonismo que algunos espíritus consideraban inconciliable entre ambas
tradiciones religioso-culturales, armonizado para ello las dos corrientes de pensamiento a
través de una labor exegética que permitiera hallar los puntos de coincidencia y limar aristas
demasiado opuestas de las concepciones de ambas fue uno de los objetivos principales de los
esfuerzos intelectuales de Filón, fervoroso creyente y celoso practicante de las normas legales
de la Torah, por una parte, y admirador profundo de la sabiduría griega, por otra.
Esto, en lo que hace al contexto cultural en el que el pensador judío alejandrino elaboró sus
tratados.
En cuanto a las condiciones sociopolíticas de sus connacionales en el seno del Imperio
Romano y de la polis alejandrina en particular, resulta prematuro en el estado actual de las
investigaciones aventurar conclusiones definitivas.
La fuente principal la constituyen Flavio Josefo y los papiros que hacen referencia a la
comunidad judía y de su información puede inferirse que ésta no gozaba de los plenos
derechos de ciudadanía, aunque sí de numerosos privilegios, entre los cuales figuraba el de
autoadministrarse en materia de asuntos internos de la comunidad. Su situación era, pues,
intermedia entre la de los ciudadanos y la de los simples extranjeros afincados. En una carta
que Claudio envió a los alejandrinos grecoegipcios y judíos conjuntamente con instrucciones
acerca del mutuo trato y las relaciones entre ambos sectores de población, seguramente con
ánimo de poner fin definitivamente a los lamentables enfrentamientos habidos durante el
reinado de su antecesor en el trono, recomienda a los primeros tratar humanitaria y
respetuosamente a los segundos sin ponerles obstáculos en la observancia de sus costumbres;
y a los judíos no intentar inmiscuirse en las esferas de acción que les estaban vedadas; de
donde se infiere que sus derechos eran limitados; y no enviar embajadas por separado, como
si se tratara de dos ciudades y no de una sola.
De estas recomendaciones imperiales puede inferirse la existencia de dos tendencias entre los
judíos alejandrinos: una de borrar barreras y asimilarse completamente al resto de la po-
blación, y otra dé practicar un categórico aislacionismo y operar separadamente incluso en las
gestiones ante Roma.
El ideal de Filón al respecto parece haber sido combinar ambas en una política sensata
consistente, por una parte, en guardar celoso respeto y observancia de las leyes del imperio y
de las leyes locales de las ciudades o países donde residían las comunidades hebreas,
cohabitando en paz y armonía con los no judíos; y por otra, en permanecer fieles al estilo mo-
saico de vida, cuyas modalidades estaban expresamente prescriptas por la ley de sus
antepasados. Tal es lo que se desprende de las aspiraciones expresadas por él en diversos pa-
sajes de sus obras, aunque es muy difícil precisar por el contenido de esos pasajes tanto las

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condiciones jurídico-políticas reales en las que aspiraba a que se concretase ese equilibrio
entre ambas tendencias, como el grado de difusión y adhesión que ese ideal encontraba entre
sus compatriotas.
Las dolorosas experiencias vividas durante el reinado de Calígula seguramente debieron de
hacerlo reflexionar sobre la inestabilidad de las condiciones favorables para la concreción de
esa aspiración y sobre las perspectivas sobre el particular observadas desde un ángulo realista.
Pero las condiciones políticas de entonces no aconsejaban otro camino, y Filón, por lo que se
advierte a lo largo de su obra, aunque en algunos pasajes se deje llevar por cierto lírico
optimismo y aunque su ética nos sepa a demasiado elevada para concretarse en este mundo,
era un hombre que se atenía a las realidades. Por otra parte, aquella calamidad fue
afortunadamente episódica dentro de un proceso histórico de saldo ampliamente favorable
para la pacífica convivencia entre judíos y gentiles. Las condiciones de seguridad que la
instalación del dominio romano en Oriente y Egipto habían traído aparejadas y el favor que la
casa imperial de los Julios había dispensado a los judíos desde los días de la vinculación del
etnarca Antípatro con Julio César en el 48 a. C. en Alejandría precisamente parecían augurar
largos tiempos de bonanza.
Aunque no estaban lejanos los trágicos acontecimientos que culminarían en el 70 con la
destrucción de Jerusalén y el implacable escarmiento impuesto por el vencedor romano,
hechos de los que la muerte impidió que Filón llegase a ser testigo.

EL CORPUS FILONIANO

No existe un acuerdo unánime entre los estudiosos y editores en cuanto a la clasificación y


ordenación de los tratados que integran el voluminoso corpus de las obras de Filón llegadas
hasta nosotros.
Por tratarse de la más reciente, citaré, sin que ello implique establecer precedencias en cuanto
a acierto o fundamentos, la de Arnaldez, quien los distribuye así: 1) tratados que contienen la
exposición de la ley; 2) la interpretación alegórica; 3) los escritos puramente filosóficos; 4)
los escritos apologéticos a favor de los judíos; y 5) los que se ocupan de los problemas
relativos al Génesis y al Éxodo.
El punto más controvertido es el concerniente a la ubicación del tratado titulado Sobre la
creación del mundo según Moisés, que en la presente edición, como en la mayoría, precede a
todos los restantes y va seguido por la Interpretación alegórica.
El problema reside en si encabeza realmente la Interpretación alegórica o si, por el contrario,
esta parte de la obra de Filón llevaba como introducción un tratado perdido titulado
Hexamerón o Los seis días, como sostienen Cohn, Massebieau y Brehier. En este último caso,
Sobre la creación del mundo encabezaría la serie de tratados consagrados a la exposición de
la ley, precediendo inmediatamente al titulado Sobre Abraham, con lo cual el conjunto de los
tratados que se vinculan al Pentateuco quedarían distribuidos así:

1. Interpretación alegórica
a) Los seis días (perdido)
b) Interpretación alegórica de las sagradas leyes contenidas en el Génesis II y III
c) Tratados sobre diversos temas sugeridos por pasajes del Génesis

2. Exposición de la ley
Parte Narrativa
a) Sobre la creación del mundo según Moisés
b) Vidas de los patriarcas: Sobre Abraham, Sobre Isaac (perdido), Sobre Jacob
(perdido), Sobre José y Vida de Moisés (excluido de esta sección por algunos e

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incluido entre las obras apologéticas)

Parte Descriptiva
a) Decálogo
b) Sobre las leyes particulares
c) Problemas relativos al Génesis y al Éxodo

Una breve consideración sobre el plan seguido por Filón en el tratamiento del Pentateuco
permitirá al lector advertir las razones del problema. Filón entiende que las leyes divinas
pueden conocerse a través de tres instancias: el orden cósmico o legislación universal
(cosmópolis), impresa por Dios en la naturaleza; la legislación mosaica, codificación inspira-
da por Dios a Moisés, que se ajusta en todo a las leyes de la naturaleza o cósmicas; y
finalmente el ejemplo de hombres sabios y buenos, que ajustaron sus vidas a la voluntad
divina y al orden cósmico antes de que existiera la legislación escrita revelada en el Sinaí. Así
como el Pentateuco es la ley escrita, las ejemplares vidas de los patriarcas, verdaderos
cosmopolitas o ciudadanos del mundo, son la ley viviente, como que ellos, aunque no
llegaron a conocer la legislación escrita, ajustaron su pensamiento y sus actos a las pautas
impresas por el Creador en el universo.
Consecuentemente, en la exposición de las leyes es razonable que, respetando este esquema
tripartito y el orden cronológico y el seguido en el Pentateuco, incluya una parte narrativa, que
a su vez se divide en una cosmogonía o narración del proceso creador, en el que se fijan el
esquema y las normas universales, y en lo que podríamos llamar biografías de las leyes
vivientes o patriarcas; y una parte descriptiva, que comprende un estudio de las leyes
fundamentales o genéricas contenidas en el Decálogo, y un prolijo inventario, acompañado de
las explicaciones pertinentes, de todas las leyes específicas o particulares.
Pero casi los mismos títulos por los que se lo sitúa-inmediatamente antes de la narración de
las vidas de los patriarcas, podrían esgrimirse para colocar Sobre la creación del mundo como
preámbulo de la Interpretación alegórica, ya que también ésta versa sobre asuntos que
presuponen una cosmovisión basada en el conocimiento de la génesis del mundo.
El problema es, pues, prácticamente insoluble, al menos mientras no se demuestre
fehacientemente que Filón escribió el Hexamerón, el que, en todo caso, no aparece como
estrictamente necesario ya que se trataría en gran parte de una repetición de lo considerado en
Sobre la creación del mundo.

LISTA DE LOS TRATADOS

La lista que sigue presenta ordenados según lo hace la edición Colson, ordenación que se
respeta en la presente traducción, los tratados conservados. Los títulos latinos son los que se
emplean tradicionalmente para encabezarlos y para extraer las abreviaturas con que suele
citárselos en las notas de pie de página y en las demás remisiones.

I) TRATADOS CONSERVADOS EN SU TEXTO ORIGINAL GRIEGO


1. Sobre la creación del mundo según Moisés
(De opifício mundi)
2. Interpretación alegórica de las sagradas leyes contenidas en el Génesis II y III.
(Legum allegoriae. Libri I, II, III)
3. Sobre los querubines, la espada flamígera y Caín, primer hombre nacido de hombre
(De Cherubim)
4. Sobre el nacimiento de Abel y los sacrificios ofrecidos por él y su hermano Caín.
(De sacrificas Abelis et Caini)

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5. Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor.
(Quod deterius potiori insidian solet)
6. Sobre la posteridad de Caín y su exilio
(De posteritate Caini)
7. Sobre los gigantes
(De gigantibus)
8. Sobre la inmutabilidad de Dios
(Quod Deus inmutabilis sit)
9. Sobre la agricultura
(De agricultura)
10. Sobre la obra de Noé como plantador
(De planlatione)
11. Sobre la ebriedad
(De ebríetate)
12. Sobre las súplicas e imprecaciones de Noé una vez sobrio
(De sobrietate)
13. Sobre la confusión de las lenguas
(De confusione línguarum)
14. Sobre la migración de Abraham
(De migratione Abrahami)
15. Sobre quién es el heredero de las cosas Divinas
(Quis rerum divinarum heres)
16. Sobre la unión con los estudios preliminares
(De congressu quaerendae eruditionis gratia)
17. Sobre la huida y el hallazgo
(De fuga et inventione)
18. Sobre aquellos cuyos nombres son cambiados y sobre los motivos de los cambios
(De mutatione nominum)
19. Sobre los sueños enviados por Dios
(De somniis. Libri I, II)
20. Sobre Abraham
(De Abrahamo)
21. Sobre José
(De Iosepho)
22. Sobre la vida de Moisés
(De vita Mosis. Libri I, II)
23. Sobre los diez mandamientos o decálogo, que son compendios de las leyes
(De decálogo)
24. Sobre las leyes particulares
(De specialibus legibus. Libri I, II, II, IV)
25. Sobre las virtudes
(De virtutibus)
26. Sobre los premios y los castigos
(De praemiis et poenis)
27. Todo hombre bueno es libre
(Quod omnis probus liber sit)
28. Sobre la vida contemplativa
(De vita contemplativa)
29. Sobre la indestructibilidad del mundo
(De aeternitate mundi)

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30. Flaco
(In Flaccum)
31. Hipotéticas (Apología de los judíos)
(Apología pro Iudaeis)
32. Sobre la providencia
(De provídentia)
33. Sobre la embajada ante Cayo
(De legatione ad Gaium)

II) TRATADOS CONSERVADOS EN LENGUA ARMENIA SOLAMENTE


34. Problemas y soluciones sobre el Génesis
(Quaestiones et lolutiones in Genesim)
35. Problemas y soluciones sobre el Éxodo
(Quaestiones et solutiones in Exodum)

EL TEXTO BÍBLICO Y SU EMPLEO POR FILÓN

En su exégesis del Pentateuco o Torah Filón no emplea el texto original hebreo sino la
traducción griega de los Setenta, aunque las libertades que se toma en la lectura de los pasajes
han dado pie para que se sostenga la existencia de otras versiones en griego y su empleo por
él. Pero en todo caso su punto de referencia textual fue siempre una versión griega. Esta
circunstancia y el hecho de que ningún papiro local en lengua hebrea de los que han llegado
hasta nosotros sea fechable después del 250 a. C. aproximadamente, parecerían probar que la
comunidad hebrea de Alejandría al adoptar la lengua griega para la comunicación cotidiana
había olvidado completamente el idioma de sus antepasados. Cuesta, sin embargo, creer que
ni siquiera entre los sacerdotes y gente-docta de una comunidad tan numerosa quedaran
quienes pudieran tener acceso directo a la lectura del texto hebreo por lo menos para los fines
cultuales y exegéticos, y lo más sensato es pensar que el hebreo se mantenía como lengua
litúrgica, análoga al latín en el cristianismo moderno.
El problema reviste sumo interés porque en él va involucrada la cuestión de si Filón estaba en
condiciones de consultar el Pentateuco en su lengua original y, por ende, de si el exclusivo
empleo que hace en su obra de la versión de los Setenta se debió tan sólo a que los lectores a
los que aquélla, iba destinada no hubieran podido seguir sus argumentaciones si las apoyaba
en la lectura de los textos sagrados en lengua hebrea. Ésta y no su ignorancia del idioma
tradicional de su pueblo sería, en ese caso, la razón de su elección en cuanta a textos; con lo
que la hipótesis de su dominio del hebreo resultaría perfectamente verosímil. Pero lo que, en
suma, prueban estos argumentos es solamente que el uso que Filón hace de la Biblia en griego
no significa que ignorara la lengua do sus antepasados. Queda en pie, pues, el probar que
realmente la sabía, y en ese sentido se explaya Wolfson, quien, con pruebas convincentes a su
juicio, afirma categóricamente que la dominaba a la perfección.
El interés por dilucidar con certeza esta complicada cuestión estriba más que en la posibilidad
de determinar el grado de olvido de la lengua hebrea por la comunidad judeo-alejandrina. o
las razones que realmente pueden haber movido a Filón a utilizar la versión de los Setenta, en
el hecho de que su desconocimiento de aquélla, si ésa hubiera sido la situación, le hubiera
impedido el acceso a la exégesis palestinense, practicada sobre el texto original, con todas las
consecuencias que tal limitación supondría en cuanto al origen de sus ideas, las que en tal
caso de ningún modo podrían proceder de los targums los midrhashim, el halaka y el hagada
de la literatura rabínica.
Al margen del problema de las razones por las que la exégesis filoniana se apoya en el texto

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griego del Pentateuco, reviste suma importancia el examinar el criterio de Filón aplicó para
fundar la legitimidad de apoyarse en una mera traducción, aun en el caso de que una razón de
fuerza mayor, como su posible ignorancia del hebreo o los requerimientos derivados de la
condición de los destinatarios de su obra, no le dejara otra alternativa. Esta pregunta es más
justificada si se tienen en cuenta ciertas características de la dialéctica filoniana.
Muchas, en efecto, de sus argumentaciones se apoyan exclusivamente en razones puramente
idiomáticas que no son otra cosa que contingencias formales o semánticas de la lengua griega,
tales como parafonías, polisemias y etimologías, que, por supuesto, solo valen en cada caso
para los términos griegos y nada tienen que ver con las voces hebreas correspondientes del
texto original. Esta manera, ingenua por así decir, de aceptar la legitimidad de inferencias
hechas a partir de una lengua carente de todo parentesco o vínculo con la del texto inspirado
por Dios a Moisés sólo admite una explicación, a menos que se pretenda negar a Filón la
elemental sensatez para advertir el vicio inicial de tales razonamientos; y esa explicación no
es otra que su convencimiento absoluto de que una segunda inspiración divina había guiado a
los setenta traductores de la isla del Faro en la tarea de escoger los términos precisos,
portadores en su forma y en su semántica de revelaciones eventualmente desentrañables a
través de una exégesis acertada.
Siempre dentro de las consideraciones que tocan al manejo del texto bíblico por Filón, es
preciso señalar su inclinación a hacer uso de una libertad de interpretación que raya fre-
cuentemente en lo arbitrario, proponiendo las lecturas más sorprendentes, fragmentando
unidades, conectando expresiones originalmente disociados o simplemente alterando el texto
con adiciones, quitas o trueques, de modo que más bien lo ajusta a sus propósitos exegéticos
que adapta éstos al sentido real del texto verdadero. Sin duda estas arbitrarias enmiendas no
surgen de un movimiento descontrolado o de una deshonestidad intelectual sino de dar por
descontado que la inspiración que Dios hizo descender sobre Moisés primero y sobre los
traductores después alcanzaba y alcanzaría siempre a los comentadores sobre todo cuando en
el texto se advierten obscuridades o incoherencias salvables con algunos adecuados retoques.
Y también pudo impulsarlo honradamente a ellas el convencimiento de que la no literalidad
de su interpretación rezaba no sólo con la intelección del contenido del texto sino también con
la presentación idiomática del mismo, por lo que era lícito tomarse con ésta las mismas
libertades que con aquélla.

LA DEUDA INTELECTUAL DE FILÓN

La formación religiosa e intelectual de Filón, así como su labor de exégeta y apologista,


transcurren en el multiforme ambiente de la Alejandría de fines del siglo I a. C. y de la pri-
mera mitad del siguiente, incorporada no mucho antes al dominio romano, epicentro de una
cultura universalista y un saber enciclopédico, que hoy seguramente calificaríamos de li-
bresco, laboratorio de investigaciones más fecundas en acopios de información erudita que en
hallazgos de nuevos conceptos o sistemas. Cosmopolita y lugar de confluencia de las más
heterogéneas corrientes de ideas, lo era sobre todo en el aspecto religioso y en el filosófico, en
los que privaban las tónicas del sincretismo y el eclecticismo.
En este contexto intelectual la obra de Filón, fruto, por otra parte, no de un filósofo de
profesión sino de un apologista aficionado a los temas de la filosofía, no podía, ciertamente,
constituir una excepción, y sea cual fuere el grado de originalidad que pueda concedérsele en
algunos enfoques parciales, su lectura revela a las claras que se mueve siempre en los terrenos
frecuentados por las diversas escuelas filosóficas. Por otra parte, su interés primordial, si no
único, residió en la exégesis bíblica con miras a la extracción de normas ético-legales y no en
dilucidar personalmente cuestiones cosmológicas, lógicas, científicas, antropológicas o
políticas, ni en poner de acuerdo a las escuelas griegas en cada uno de los muchos puntos

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controvertidos; por lo que resulta natural y legítimo el que haya prescindido de una
investigación personal en tales direcciones, y preferido recurrir, sin pecar por demasiado co-
herente en ocasiones, al saber acumulado durante siglos por los filósofos griegos.
Múltiples son, pues, los préstamos y los vínculos que unen al exégeta judío con las escuelas
de la Hélade en su afán de lograr una síntesis instrumental con miras a su interpretación del
Pentateuco.
Pero al buscarla no perseguía introducir la armonía entre ambas corrientes de pensamiento, es
decir, superar contradicciones o desacuerdos conceptuales, ya que Filón no advierte oposición
alguna entre ambos mundos intelectuales, por lo que mal podía preocuparle un problema de
esa índole, para él inexistente. A su juicio ambos legados culturales: el helénico y el judío se
complementan sin superponerse ni excluirse. Los principios ético-legislativos y las
prescripciones contenidos en la legislación mosaica, como que son réplicas codificadas de las
leyes que rigen el universo y no meras convenciones concebidas por hombres, encuadran
perfectamente en él contexto filosófico griego, que al margen de las discrepancias, parciales
entre las escuelas, son el fruto del esfuerzo racional por explicar ese mismo universo y
contienen un fondo común de verdad.
Su tarea de forjar la síntesis en una doctrina única que contuviera ambos aportes se apoyaba
en el convencimiento de ambas fuentes no se superponían sino se completaban. El genio
helénico, sin excluir la ética del campo de sus especulaciones, se había volcado
preferentemente a lo teórico, formulando cosmovisiones racionales y metódicamente
fundadas; en tanto que la revelación que el Pentateuco registra, si no soslaya las referencias a
la constitución del orden cósmico, encara los problemas relativos a éste sólo en función de la
finalidad ética, legal y cultural, y por su redacción presenta en su parte narrativa una versión
revestida más con los atuendos del mythos que del logos.
Es sumamente sugerente, en otro orden de cosas, la poca atención que presta Filón a las
legislaciones de otros pueblos y el tono poco favorable con que las considera en las escasas
ocasiones en que se refiere a ellas. Y más extraña lo primero por la estrecha vinculación que
esas fuentes legales tenían con su exégesis. La explicación de ello se encuentra sin duda en
que, a su juicio, existía una gran distancia entre la inmensa sabiduría teorética de los griegos y
el nivel de calidad de sus realizaciones legales concretas. Los códigos y constituciones de las
póleis griegas no podían, de acuerdo con sus puntos de vista, equipararse con las normas
mosaicas en sensatez y sentido de justicia. De allí que prácticamente las ignore.
Pero este desdén es la excepción; en todo el resto de su labor intelectual son las ideas griegas
las que afloran constantemente, y los esquemas y nomenclaturas de la filosofía helénica los
que le proporcionan las sugerencias para su interpretación de la Biblia y para la redacción de
sus explicaciones. Esta característica intelectual suya, que encuadra perfectamente en el
marco de su época y en el de su formación personal, llega a manifestarse en ciertos tratados
como Sobre la providencia o Todo hombre bueno es libre, en los que no persigue fines
exegéticos, con una preeminencia tal, que excluye casi por completo al aporte bíblico.
El hecho de la influencia helénica es por demás claro, pero no lo es en igual medida el
determinar de cuáles o de cuál de las escuelas o corrientes desarrolladas en el seno de la filo-
sofía griega era fundamentalmente adepto y tomó los préstamos más importantes. Las
opiniones de los estudiosos sobre el particular discrepan totalmente.
La consideración de los fundamentos de cada una de ellas excedería los límites de extensión
razonables que me he impuesto, por lo que me concretaré a caracterizarlas y a remitir a
fuentes más explícitas al lector interesado en ahondar su información sobre las mismas. La
tesis de un Filón totalmente estoico, ajeno a toda influencia platónica incluso, es sustentada
por J. Leisegang. Una marcada preeminencia estoica atenuada con aportes del platonismo y el
neopitagorismo es sostenida por H. Lewy, E. Brehier y E. Turowski entre otros, agregando
este último influencias egipcias y orientales en la concepción del logos. Por un Filón

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fundamentalmente platónico se manifiesta en especial Th. H. Billings, quien se esfuerza en
probar con prolijos argumentos que no hubo influencia estoica.
Frente a estas tesis de la exclusividad de una escuela o de la preeminencia decisiva de una, H.
Ritter y M. Heinze se inclinan hacia la concepción de un Filón ecléctico totalmente, sin
preferencias definidas ni tampoco discernimiento suficiente para advertir las contradicciones
entre los conceptos a que echaba mano, según el primero de estos autores. Otros estudiosos
sostienen un eclecticismo circunscripto a determinadas escuelas. E. Zeller sostiene,
juntamente con L. Robin, W. Win-delband y F. H. Colson, que su pensamiento es estoico y
platónico a la par.
Opuesta a todas las tesis anteriores es la de H. A. Wolfson, quien, enfocando a Filón más que
como un producto de las tendencias sincretistas de su época como el punto de partida del
pensamiento medieval, iniciador de una nueva época en la historia de la filosofía, entiende
que no existe entre el pensador judío y las escuelas filosóficas griegas ninguna relación salvo
el hecho de recurrir a la terminología corriente en las distintas escuelas filosóficas griegas
para revestir y expresar de manera inteligible para sus potenciales lectores una doctrina
totalmente ajena al pensamiento griego, de extracción bíblica exclusivamente. La deuda de
Filón respecto de Grecia se limitaría solamente a algo tan accidental y accesorio como el
ropaje externo, no alcanzando a los conceptos, y este ropaje externo lo habría utilizado, según
el mismo Wolfson, sin hacer cuestión de veracidad, congruencia o precisión en cuanto a la
semántica tradicional del léxico empleado, por cuanto lo adaptaba libremente a la realidad de
los nuevos conceptos que manejada, los que, como queda dicho, poco o nada tenían que ver
con los sentidos con que lo empleaban los griegos. El propósito de Filón no habría sido, pues,
demostrar la armonía supuestamente existente entre la doctrina bíblica y las doctrinas
filosóficas profanas, para encuadrar la primera en los moldes racionales de las segundas; sino
probar la inmensa superioridad del saber revelado sobre el alcanzado sólo mediante la humana
inteligencia, y salir por los fueros de su religión frente a los errores del politeísmo pagano o la
incredulidad ateísta.
A las discrepancias señaladas respecto del origen de la deuda o de la originalidad intelectual
de Filón, considerada global-mente, se suman las dispares opiniones con relación a los más
diversos aspectos particulares de su exégesis; de todo lo cual el lector podrá formarse una
exacta apreciación sobre la pluralidad casi polémica de puntos de vista y pareceres en que se
halla al presente la ardua tarea de interpretar la obra filoniana y en especial de determinar sus
entronques conceptuales. En esta utilización, reconocida, salvo que nos adhiriéramos a la tesis
de Wolfson, de elementos conceptuales de la filosofía griega, por lo que se advierte a lo largo
de la lectura de su obra, Filón manifiesta escasa preocupación por manejar con la precisión
técnica requerida las nociones y los términos, y escasa claridad y coherencia cuando expone
ciertas doctrinas filosóficas. Ello prueba que, si bien poseyó una amplísima información,
enciclopédica verdaderamente, adquirida en sus estudios escolares y en sus lecturas privadas,
ello no significaba que poseyera una versación a fondo, lo que se explica porque, como ya
señalé, no fue un filósofo de profesión. Además el hecho de usar esas nociones tan sólo en
función de otra doctrina: la bíblica, y de no adherirse probablemente a un sistema
determinado, lo lleva constantemente a parcelar lo que de otro modo podría haber constituido
un cuerpo claro, ordenado, continuo y coherente de doctrina. Más en momento alguno fue su
propósito organizar un nuevo sistema filosófico original, cosa que, por otra parte, difícilmente
hubiera estado al alcance de sus fuerzas intelectuales y de su preparación filosófica.
Frente a todo ello cabe preguntarse si en la dinámica interna de su obra global y de cada
tratado en particular se advierte un orden que confiera unidad y coherencia a su exposición.
La respuesta es que este orden se da ciertamente, pero no sobre el plan impuesto por un
sistema racional de intelección de la realidad total sino simplemente sobre el esquema ideado
por él para su exégesis bíblica, plan que en gran parte se ajusta al orden de exposición del

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Pentateuco, pero que en otras sigue los dictados de sus propias reflexiones.
A los problemas tocantes a la deuda intelectual de Filón respecto del pensamiento griego se
suman los relativos a sus vínculos con el pensamiento judío tradicional y coetáneo.
Estos vínculos no se limitan, indudablemente, a sus lecturas del texto bíblico y a sus
personales reflexiones y conclusiones sobre él.
La profunda versación que pone de manifiesto al respecto, los pasajes en que atestigua la
existencia de más de una interpretación tradicional sobre ciertas cuestiones y la frecuencia con
que recalca cuan grande era el celo que ponían los de su raza en la interpretación de las
normas de la ley mosaica, no dejan dudas en cuanto a sus contactos doctrinales.
Las fuentes escritas llegadas hasta nosotros, aunque lamentablemente poco abundantes,
confirman que en la interpretación de los conceptos bíblicos, en la apologética doctrinal y en
el proselitismo religioso habíanle precedido otros autores, algunos de ellos alejandrinos
también, de cuya sagacidad e inspiración eran ñuto obras interpretativas, alegatorias, exhor-
tativas, proféticas, apocalípticas, hagiográficas, escatológicas, mecánicas o simplemente
litúrgicas.
Algunos estudiosos entienden que en la lista de trabajos concebidos con fines de divulgación
del pensamiento religioso de] Judaísmo debe incluirse la misma traducción de la Biblia al
pliego, la que se habría llevado a cabo no con el exclusivo fin de hacer accesible su lectura a
los judíos impedidos de hacerlo hasta entonces por su ignorancia de la lengua hebrea, sino
también con el propósito de divulgar primero el Pentateuco y más tarde los restantes libros
sagrados entre los paganos. Los judíos alejandrinos, por lo menos, tuvieron plena conciencia
de la utilidad del texto griego del Pentateuco como instrumento para una exégesis y una
apologética destinadas a ganar adeptos entre los gentiles; y comprendiendo que la mera
lectura de un mensaje extraño para éstos e incomprensible o expuesto a críticas en muchos
pasajes no bastaba, se esforzaron por elaborar una interpretación que obviara ese
inconveniente. Y la traducción de los Setenta se convirtió en el punto de partida de una serie
de trabajos de exégesis y apología, cuyo contenido no nos interesa examinar aquí en detalle.
Entre estas obras figuran los Libros Sibilinos Judíos (o. 140 a. C), la traducción al griego del
Eclesiástico de Jesús ben Sirac (traducido hacia 136 a. C), la Sabiduría de Salomón (s. II o I a.
C), el Cuarto libro de los Macabeos (s. i a. C.-I d. C.) y la Carta de Aristeas (c. 200 a. C).
Este proselitismo judío se basaba en el convencimiento de los hebreos de la diáspora de la
superioridad de su tradición religiosa sobre la filosofía dialéctica de los griegos. Aristóbulo,
autor de los tiempos de Tolomeo IV, llegó a sostener que la escuela peripatética estaba
inspirada en Moisés y en otros profetas. Este mismo autor, en un alegato religioso elevado a
aquel faraón con la intención de aclarar cómo deben entenderse los rasgos antropomórficos
atribuidos a Dios en el Pentateuco, que según él son alegorías, introduce en su exégesis ideas
tales como la trascendencia absoluta del ser divino, la fuerza operante de Dios en sus
creaturas, y la existencia de seres intermedios entre la Divinidad y el mundo, que
posteriormente sostendrá Filón.
El tercer libro de los Oráculos Sibilinos contiene relatos en los que se reducen a la categoría
de simples seres humanos a los dioses y semidioses del paganismo, al modo evhemerista, de
modo de hacer patente la existencia de un solo Dios, que lo es tanto del pueblo judío como de
las demás naciones; y anuncia la futura conversión de estas últimas y el advenimiento del
reino de Dios en la tierra, por obra de un rey mesiánico venido del Oriente, que inaugurará
una era de paz y bonanza.
Dentro de estas pautas se desarrolla toda la literatura judeo-alejandrina, en la que W. Bousset
distingue dos posiciones o corrientes: una apologética, cuyos propósitos eran atraer y
convertir a los gentiles; y otra, polemista, que tendía a combatir los errores del paganismo y
probar la verdad de la religión hebrea. Ambas, empero, tenían un mismo objetivo final: probar
las excelencias de la ley mosaica y propagarla entre los paganos.

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En Filón se da una síntesis de ambas, pues en su obra sé combinan la explicación y
fundamentación de la ley con la refutación y censura de los errores religiosos de los que la
rechazan o subestiman.
Respecto de la exégesis palestinense con relación a su uso por Filón sólo cabe señalar que
ignoramos si Filón tuvo acceso a ella, ya que ignoramos si conocía hebreo y/o arameo o si
pudo hacerlo por otra vía, como traducciones o maestros bilingües. Nada tendría de extraño
que los sacerdotes judíos de Alejandría dominaran aquellas lenguas e incluyeran en sus
enseñanzas ideas recogidas en fuentes palestinenses.
El hecho de que Filón omita toda mención a la doctrina de los esenios al hablar de ellos
expresamente en dos extensos pasajes de sus obras es sumamente sugerente y nos hace pensar
que la ignoraba. Pero, como señala Danielou, bien pudo deberse su silencio a razones de
discrepancias de puntos de vista, como en el caso de las ideas escatológicas de los esenios,
que él no compartía; y a razones de prudencia, por cuanto el cerrado nacionalismo que se
advierte en los escritos esenios, no resultaría tema merecedor de divulgación para un judío si
no obsecuente por lo menos conforme con la situación de su raza en el concierto del Imperio
Romano; y porque, además, consideraría que las perspectivas apocalípticas pregonadas por
ellos más que atraer alejarían a los espíritus paganos.
En suma, que en el estado actual de las investigaciones filonianas es imposible determinar con
certeza o siquiera aproximación si los intérpretes palestinos aportaron o no ideas y soluciones
a las cuestiones que abordó Filón en su exégesis.

EL MÉTODO ALEGÓRICO

Para Filón, como para nosotros, resultaba obvio que de la inteligencia literal del texto bíblico
surgen conclusiones y datos absolutamente incompatibles con lo que atestiguan la experiencia
y el sentido común. Sólo que esas contradicciones, tocantes al plano cosmológico y al
antropológico por igual, proceden para nosotros de los actuales conocimientos científicos
normalmente, y para Filón, en cambio, surgían de supuestas contradicciones internas del
contexto mismo de los libros sagrados entendidos literalmente. Un ejemplo es el caso de los
días de la creación, seis según el relato bíblico, cuyo número mal pudo calcularse o medirse,
según él, por cuanto el sol, mediante cuya diaria trayectoria se hace tal cosa, fue creado en el
curso del proceso creador, en el cuarto "día" exactamente. Otras veces las razones a que echa
mano para probar lo inexacto o absurdo de ciertas afirmaciones del autor sagrado, tomadas
litterali sensu, son más subjetivas aún que la ya expuesta. En todo caso, para él resulta
sobradamente claro que, a menos de exponerse a confesar que buena parte del Pentateuco está
vacía de todo sentido coherente, es preciso reconocer la existencia de un mensaje o
simbolismo subyacente tras la significación aparente; y admitir también la posibilidad de
captarlo mediante los recursos interpretativos del método alegórico, posibilidad que sólo
podría cuestionarse so pena de aceptar que el mensaje divino se halla viciado de falta de
inteligibilidad en buena parte y destinado a resultar parcialmente ineficaz.
Esto sin perjuicio de reconocer que numerosos pasajes pueden Ser entendidos literalmente y
que otros admiten una doble interpretación, la literal y la alegórica, de modo que, al margen
de las conclusiones registradas en el plano de la alegoría, la parte narrativa o histórica,
textualmente entendida, sirva como memorial de pautas sobre la recta conducta (historia
didáctica), y la parte dispositiva contenga prescripciones y prohibiciones que deben ser
observadas al pie de la letra. De todos modos, su preferencia, si no excluyente sí decisiva, se
advierte en las frecuentes reservas con que encara la interpretación literal y sus absurdas
conclusiones. Al respecto son muy ilustrativos pasajes como los que se repiten en Sobre las
habituales intrigas de lo peor contra lo mejor desde 13 hasta el final.
El alegorismo consiste en exponer, el que forja la alegoría, y en descubrir, el que la interpreta,

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una idea o sentido abstracto, no de manera directa y abierta, sino a través de una imagen
concreta, que en el caso de la comunicación oral o escrita es el sentido literal do las
expresiones. Tras ese sentido literal subyace, hábil o tal vez torpemente sugerido, fácil de des-
entrañar o rebelde a la exégesis, el simbolismo, cuya captación, reservada a la inteligencia, no
a los sentidos, según afirma Filón, persigue el cultor del método alegórico de interpretación.
Este se aplica a su tarea leyendo entre líneas, atando cabos, desentrañando metáforas,
recurriendo a paralelismos, hilvanando conjeturas verosímiles y sobre todo tratando de hallar,
mal le pese al sentido literal, pautas que permitan demostrar la coincidencia de los ocultos
sentidos con ciertos principios preconcebidos, en el caso de Filón las "verdades" contenidas
en la sagrada legislación, los que iluminan la obscuridad inicial que supone la esencia misma
de lo alegórico, tornando claro lo que sin ese punto de referencia resultaría caótico e
indescifrable.
Este camino, en el que paradójicamente el punto de partida se confunde así con el de llegada,
vale decir, en el que Filón desde un comienzo tiene presentes, y se ajusta a ellos, los con-
ceptos que quiere fundamentar y que lógicamente deberían ser las conclusiones de su
exégesis, se reduce, en consecuencia, en la mayoría de los casos a encontrar los supuestos
eslabones que encadenarían al sentido literal contenido en el texto y el sentido oculto que se le
atribuye de antemano. De ello resulta que tal género de interpretación o renuncia a toda
diagramación coherente o se torna arbitraría al ser determinada más por las predisposiciones
mentales del intérprete que por evidencias surgidas del examen de las palabras del texto.
Estas son las limitaciones que se pueden echar en cara, conforme con nuestro modo de
entender las cosas en nuestra época, a los antiguos alegoristas como Filón, pero tales
objeciones no regían para los intelectuales ni para el gran público de la antigüedad, los que
hallaban perfectamente legítimo el procedimiento por aberrante que pueda parecemos.
Por otra parte, los "cánones de la alegoría", a los que Filón se refiere repetidas veces, eran
sumamente amplios y elásticos, lo suficiente como para permitir enfoques y apreciaciones
particulares, totalmente subjetivas y discordantes entre sí. Filón, por ejemplo, cita a menudo
más de una interpretación tradicional a propósito de ciertos pasajes; y él mismo olvida la
explicación dada en determinada parte de su exégesis y desarrolla una distinta al volver a
considerar en otro lugar, el mismo contexto bíblico. En esta diversidad interpretativa incidían
sobre todo los ya mentados presupuestos doctrinarios de cada intérprete o escuela.
El método alegórico de exégesis no fue, por supuesto, descubrimiento de Filón. El empleo de
tal procedimiento, que entronca con la visión mítica del universo y perdura a través de varios
siglos de investigación racional, era general en el mundo griego; y aunque cultivado de un
modo especial por la escuela estoica, ninguna de las otras corrientes de pensamiento filosófico
renunciaba a competir con ella en el empeño por descubrir mediante los elásticos carriles de la
interpretación alegórica las marcas probatorias de que sus respectivas doctrinas se hallaban
alegóricamente expresadas en las teogonias, cosmogonías y demás relatos y descripciones de
la poesía épica.
De los dos tipos de alegoría empleados por el estoicismo: la alegoría física, en la que las
fuerzas de la naturaleza aparecen simbolizadas por los dioses; y la alegoría ética, según la cual
los dioses personifican virtudes o facultades del alma, el exégeta judío, como bien señala
Leisegang, aunque emplea ambas, hace un uso mucho más frecuente de este último. El
vestido del sumo sacerdote, por ejemplo, simboliza según él el universo y sus partes, y Adán
es símbolo de la inteligencia, en tanto que Eva lo es de la sensibilidad.
Una tercera modalidad alegórica es la que encierra y descubre los simbolismos o sentidos
ocultos en las conexiones etimológicas de las palabras o en las demás características formales
y semánticas de las expresiones, modalidad que hallaría seguramente un inmejorable campo
de cultivo en aquel ambiente intelectual de Alejandría, tan inclinado a las investigaciones
filológicas; y que, como el lector comprobará, fue una de las preferidas de Filón.

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Entre los judíos de la época helenística anteriores a Filón la interpretación alegórica fue
cultivada también, aunque en mucho más moderada escala. Cierto es que el mismo Filón
afirma que entre sus connacionales existían cuatro escuelas o modalidades interpretativas, y
que una de ellas era la de los alegoristas; y además asegura que dos de las restantes, los
esenios y los terapeutas, dultivaban también la alegoría; pero fuera del ya mencionado
Aristóbulo, quien, para probar que no deben entenderse literalmente los pasajes bíblicos en
que se atribuyen rasgos antropomórficos a la Divinidad, recurre a la interpretación alegórica,
no han llegado a nosotros testimonios que prueben un empleo generalizado de ese
procedimiento entre los exégetas y apologistas hebreos de Alejandría. Por otra parte, la
escuela rabínica de intérpretes palestinos se circunscribe a la explicación literal de la ley
exclusivamente, de modo que no puede hablarse de una influencia sobre Filón en lo que hace
al empleo del método alegórico, aun en el supuesto caso de que, conociendo la lengua hebrea,
hubiera podido leerlos.
En cuanto a sus afirmaciones en el sentido de que tanto la secta de los esenios como la
comunidad de los terapeutas cultivaron dicho procedimiento, cabe decir respecto de los pri-
meros que la veracidad del dato de que en sus asambleas sabáticas se instruían con la lectura
de la ley interpretada alegóricamente ha sido puesta en tela de juicio considerándola algunos
una mera idealización adscripta por Filón al género de vida de estos cenobitas, a los que
admiraba sobremanera. Esta noticia, juntamente con las de otras particularidades de la
ascética esenia, no vuelve a mencionarse fuera del pasaje de Todo hombre bueno es libre, ni
en la Apología de los judíos, donde trata el mismo asunto, ni en los pasajes de Flavio Josefo
en que éste da noticias de los esenios. De modo que aquélla es la única referencia que
poseemos respecto del cultivo del alegorismo por éstos.
A los terapeutas de Egipto les atribuye una larga tradición en ello, e insiste en que la norma
era aplicada permanente y sistemáticamente, pero carecemos de otros testimonios que lo
confirmen. La proximidad de esta comunidad a Alejandría nos hace pensar que conocía bien
sus costumbres, pero nada prueba que no idealizaba, y como en el caso de los esenios subsiste
la duda sobre sí unos y otros cultivaban realmente ese tipo de exégesis.
Pese a estas dudas, lo concreto es que el método fue cultivado en el seno del judaísmo desde
mucho tiempo antes de Filón. Lo atestiguan, por una parte, el análisis de la obra de autores
que le precedieron, y por otra, sus propias afirmaciones en ese sentido, sobre todo cuando
asegura, especialmente en el tratado Sobre Abraham que muchas de las interpretaciones que
expone o fundamenta no son de su propia inventiva sino legadas por una tradición exegética
de ese género.
Lo que sí es dable afirmar, dentro de los límites y reservas a que nos obliga la escasez de
fuentes con la secuela de dudas que ella trae aparejada, es que, fuera cual fuera la influencia
recibida, Filón aparece como un cultor sin paralelos del método alegórico, no pudiendo
equiparársele en este aspecto ninguno de los de su raza que le precedieron en la exégesis y la
apología de la tradición mosaica. Y lo fue por la amplitud con que aplicó dicha técnica
hermenéutica y por el cometido que le asignó, que no es ya el de explicar determinados as-
pectos de la religión judía o desvirtuar ciertas interpretaciones literales consideradas absurdas,
sino desentrañar el contexto total de las relaciones entre Dios y el hombre.

LA COSMOVISIÓN FILONIANA

Aunque la exégesis filoniana es fundamentalmente de orden ético-religioso, sus conclusiones


morales y cultuales encuadran en un contexto intelectual que tiene por base o telón de fondo
una cosmovisión (entendido el término en el moderno sentido de visión global de toda
realidad, no en la acepción más restringida con que tal vez lo entendería Filón de panorama
del cosmos físico, al margen de otras realidades superiores a él). Esta cosmovisión está

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forjada a base de un complejo de nociones reveladas contenidas en los libros sagrados y de
otras aprendidas en sus estudios filosóficos. En cambio no tienen parte en ella, por lo menos
no hace referencia alguna a los mismos, los conocimientos científicos, tan desarrollados en la
Alejandría de entonces, que con Aristarco de Samos habían alcanzado a la concepción
heliocéntrica del mundo, entre otros avances.
Esa cosmovisión no aparece expuesta de manera ordenada, sistemática y continua, sino a
medida que la lectura del texto bíblico le sugiere el tratamiento de sus diversos puntos, y
siempre en función de sus fines éticos y cultuales. Y esa misma dispersión y la intención
centrada en otro orden de problemas llevan aparejado un marcado descuido respecto de la
precisión de los conceptos y de la debida concordancia entre afirmaciones expuestas en
distintos lugares a propósito de los mismos o de distintos aspectos.
Convendrá, sin embargo, advertir que el hecho de no entrar en su plan la mera teorización o
utilización de teorías ajenas con el exclusivo propósito de exponer doctrinas cosmológicas no
justifica su indiferencia en la materia, por cuanto no se trata de un simple tema accesorio sino
de una pieza fundamental en el esquema de su exégesis, ya que, como se ha señalado en otro
lugar, tanto el plan divino o mundo de las formas ejemplares, como el mundo sensible, réplica
material de aquél, constituyen no un escenario cósmico cualquiera, sino dos versiones
paralelas de la gran cosmópolis diagramada y regida según las mismas normas contenidas en
la codificación mosaica, es decir, según las leyes de la naturaleza, y por ello cabía esperar un
tratamiento tan cuidadoso como el aplicado al resto de su exégesis. Pero el caso es que
tampoco se advierte tal preocupación en el resto.
El esquema general de la cosmovisión filoniana es tripartito: Dios-los intermediarios-el
mundo ¦ sensible. En torno de estos tres órdenes de realidades se agrupan los-restantes
conceptos, conceptos que en todos los casos encuadran en el orden de las causas primeras y
nunca incursionan en el plano de las leyes físicas, salvo alguna que otra descripción ocasional
de fenómenos naturales. Las causas segundas no atraen su atención por cuanto no cree hallar
en ellas símbolos de conceptos religiosos y morales.
Aunque en principio se adscribe Filón al dualismo platónico, que se opone a la concepción
unitaria de la realidad del estoicismo, se aparta de aquél al no aceptar la inmanencia del ser
supremo; y al concebirlo totalmente trascendente y ajeno a las otras realidades, de la
bipartición del platonismo pasa a una tripartición acorde con lo que le sugiere su inter-
pretación de los libros sagrados. El ser supremo, en efecto, que en el platonismo no es sino la
cúspide de la pirámide de los demás seres, la "idea" primera, el bien sumo, en otras palabras,
un integrante más, aunque superlativo, del mundo de las formas ejemplares, se torna en Filón
una entidad al margen de las otras dos categorías, con lo cual pone a buen resguardo la.
noción de trascendencia divina, claramente deducible de la doctrina revelada.
El punto de partida de la tripartición filoniana debe buscarse en el problema del origen del
mal y del contacto, imposible en su opinión, de Dios con éste, que requieren la intervención
de intermediarios, ya que ni dicho origen puede atribuirse a la acción divina, ni cabe pensar en
que lo imperfecto y corruptible esté directamente vinculado a la Divinidad.
La explicación platónica no satisfacía, por supuesto, a un pensador que se negaba a aceptar la
relatividad de la existencia del mundo sensible y la vaga fórmula de la "participación" como
explicación de sus características. De la fuente bíblica surgía claramente la realidad absoluta
de aquél y la definida naturaleza del proceso creador.
El platonismo, forzado a explicar la semirrealidad del mundo sensible, no halla otra salida
para descargar de culpa y cargo al demiurgo que alegar que la perfección original o teórica de
este cosmos (que no podía ser sino perfecto dado que su origen está en la bondad del ser
supremo y es copia de las perfectas formas ejemplares) se ve menoscabada, concretamente li-
mitada, porque su receptividad de perfección está condicionada por la limitada medida del
espacio que lo contiene. El espacio sería, pues, una causa segunda, y también lo sería el hecho

19
de que el ente sensible participa por igual del ser (origen de perfección) y del no ser (causa de
imperfección); y ambos a la par, espacio y no ser, resultarían ser los responsables del mal en
general, y del mal moral en particular, mal cuyo origen no sería otro que el contacto del alma
con la materialidad corpórea, de perfección limitada como todo lo sensible.
Estas sutilezas metafísicas no parecieron a Filón compatibles con los conceptos acerca de la
acción creadora divina y con el origen del mal que sugiere la narración bíblica en la tradición
relativa a los primeros padres del género humano. De ésta se desprende que Dios, movido por
su bondad, tras concebir el logos o plan paradigmático del mundo sensible, vale decir, el
mundo do las "ideas" o formas ejemplares, puso personalmente manos a la obra y en seis días
o etapas, que simbólicamente no expresan períodos de tiempo sino el orden numérico impreso
en la creación, según Filón, forjó el mundo» sensible. Pero en el sexto introdujo una creatura
especial, destinada a gobernar la tierra y gozar de los dones de ella. Esta creatura, el hombre,
tenía una particularidad esencial que la diferenciaba de las restantes: su capacidad para ser
sujeto del bien y del mal moral. Y en este punto clave de toda la cuestión el texto bíblico
acude en ayuda del exégeta proporcionándole la fórmula que desvincula a Dios de toda
intervención en la creación de esta creatura y por ende en el origen del' mal; como que, sí
hasta el momento el texto sagrado había empleado el singular para describir las sucesivas
creaciones, ahora por primera vez pluraliza y pone en boca del creador la expresión:
"Hagamos al hombre". Ello le sugiere o confirma a Filón la idea de que Dios ha echado mano
a colaboradores, y en esta ocasión de un modo especial, tanto que la circunstancia es
mencionada expresamente, a los que habrá de atribuirse el origen de la creatura capaz de optar
entre el bien y el mal moral, atributo negado a las demás, a las perfectas porque están
destinadas forzosamente al bien, y las irracionales: porque carecen de capacidad de opción
consciente.
Agregúese que de la letra del relato del Génesis y de la cronología de los hechos se desprende
claramente la preexistencia divina y su total independencia de todo vínculo con las creaturas
en cuanto a su esencia (el derivado de su acción y el problema que ello trae aparejado se
tratará más adelante), y se habrán señalado los conceptos básicos, extraídos del relato sagrado,
en que se fundamenta el esquema tripartito de Filón: Dios-intermediarios o mundo de los
seres aprehensibles por la inteligencia-mundo de los seres sensibles.
Pero cuando del plano cosmológico o teórico se vuelcan estas ideas en el plano ético-cultural,
el esquema se modifica, sin abandonar la tripartición. Porque, mientras en el esquema cos-
mológico el alma humana aparece integrada en el mundo sensible, como parte constitutiva
que es de una las creaturas de éste; en el enfoque moral, en cambio, independizada ya del
complejo cuerpo-alma, con una independencia que desborda el mero análisis metodológico,
aparece aislada como el Otro extremo o polo de la escala que desciende desde la Divinidad,
diagramada de la siguiente manera: Dios-intermediarios (incluido el mundo sensible)-alma.
El mundo sensible aparece así integrado entre los intermediarios, como se señalará más
adelante.
Sobre este eje giran las relaciones del hombre con Dios y en él protagoniza la creatura
humana el drama de la lucha moral y la aventura de su aproximación a Dios a través del saber
relativo a las cosas divinas y las rectas acciones, incluidas las prácticas rituales.
El papel de los intermediarios es distinto. Todos ellos, incluido el mundo sensible, tienen
asignado, aparte de un cometido cultural respecto de Dios, una misión consistente en ser
instrumento de la Divinidad en la creación.
En las páginas que siguen se tratará de señalar los rasgos y cometidos fundamentales que
asigna Filón a los seres de esa escala, así como su jerarquía dentro de la misma, previa
advertencia, reiterando lo ya expresado en otras ocasiones, de que no siempre será posible
definir nítidamente lo que piensa el exégeta sobre cada uno de ellos.

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DIOS

Aunque en ciertos pasajes lo concibe al modo platónico, es decir, como idéntico a la "idea"
suprema o forma ejemplar del bien, situándolo así en la misma escala de los demás seres
arquetípicos, de los que sólo lo separa la jerarquía suprema que se le asigna; en otros afirma
su total trascendencia y absoluta diferencia respecto del resto de los seres, al asegurar que es
"mejor que el bien", "anterior a la unidad" (ente supremo ésta según los neopitagóricos).
Califícalo además de ápoios = sin cualidades, lo que podría significar simplemente que no se
le pueden atribuir rasgos propios de las creaturas en general, o que, como opinan otros, es
totalmente ajeno a la condición corpórea. Las maneras más frecuentes de designarlo son tó ón
= el que es o el ser por excelencia, y kyríos hó théós = Señor Dios.
En su vinculación con las creaturas Dios aparece como la inteligencia y el alma del universo,
y aunque está fuera del tiempo y del espacio, todo lo penetra y lo llena. Es el creador y el
padre, arconte universal cuya providencia compara Filón con la función del gobernante, el
piloto, el auriga, o el general; y gobierna el mundo con la solicitud con que un padre cuida a
su hijo y un artista o artesano sus creaciones.
Al concebir la obra y la providencia divina en el universo en general y respecto del hombre en
particular, conforme con la doctrina mosaica, atribuye Filón a la Divinidad características que
aparentemente contradicen la concepción de él como ser absoluto y desvinculado
cualitativamente de todo lo creado. Esta antinomia tendría su explicación, según Brehier, a la
luz de las dos perspectivas desde las cuales enfoca Filón separadamente, y sin preocuparse por
superarla, el problema del ser supremo: la perspectiva que tomando a Dios mismo por centro
de la interpretación nos lleva a concebirlo como un ser situado a infinita distancia de todo otro
ser, imaginándolo inmutable, inmóvil e inoperante porque todo lo que implique cambio
repugna a su perfección y plenitud; y la que tiene como origen el alma humana, la que lo
siente próximo, operante y revestido de sus propias cualidades, en grado superlativo sí pero
compartidas al fin y al cabo.
En cuanto al papel de la Divinidad en su operación creadora del universo, la absoluta
desvinculación de la esencia divina respecto del mundo sensible y los demás seres excluye del
pensamiento filoniano la idea de que el proceso consistiera en una mera derivación o
evolución de su divina esencia, como cabe concebirlo si se identifica a ésta con la forma
ejemplar primera o con la sustancia primitiva.
Dios aparece en la exégesis filoniana como el artífice ajeno a la materia con la que configura
el mundo sensible. En esta materia, preexistente eternamente, inanimada e inmóvil de por sí,
según la concebían los estoicos, mezcla confusa de los cuatro elementos, el demiurgo
universal introduce el orden (cosmos), separando y aislando los elementos opuestos en aras de
la armonía cósmica, con lo cual se ponen de manifiesto las naturalezas de los seres
particulares. El móvil de la acción creadora divina no es la necesidad sino la bondad de Dios,
que lo inclinó a desear la mejor de las dos alternativas: orden o desorden.
Es en realidad difícil, si no imposible, determinar si tienen razón los estudiosos que afirman
que de ciertos pasajes de Filón se desprende que también la materia amorfa, preexistente antes
de su ordenación por Dios, fue creada previamente ex nihilo por éste. A ser cierta esta
interpretación, Dios sería a la vez potetes y ktistés, es decir, creador en el sentido de productor
de algo a partir de la nada, y demiourgós u operario que elabora una obra con materiales ya
existentes.
El mundo sensible no es copia o imitación de Dios, sino réplica de un modelo mental creado
por él ex profeso. Este mundo inmaterial, aprehensible sólo por la inteligencia, sí fue
producido de la nada.
En la creación y en la providencia se manifiesta la acción Divina respecto de sus creaturas. En
la dirección opuesta el hombre puede aproximarse a él por la vía ascética que le permita

21
desvincularse de las cosas sensibles y remontarse intelectualmente hacia él. Dios se complace
en las manifestaciones culturales del hombre y le ha concedido la posibilidad de aprehender,
si no su esencia, que eso está más allá de las fuerzas de la humana inteligencia, sí su
existencia. Esto lo logra el hombre sabio a partir de la experiencia sobre las cosas que
perciben sus sentidos pero superándolas y saliendo de sí mismo para elevarse, después de
trasponer todos los grados de la creación, hasta las regiones etéreas, desde donde podrá atisbar
la realidad del ser por excelencia.

LOS INTERMEDIARIOS

EL LOGOS

La concepción del logos, punto capital de la exégesis de Filón no es coherente ni unitaria. En


ella se conjugan ideas griegas y judías de las más diversas concepciones doctrinales. Brehier
señala a propósito del logos filoniano que éste resume características sumamente heterogéneas
determinables según varios puntos de vista.
En la concepción básica del logos se advierten tres caracterizaciones, que corresponden a
igual número de funciones y proceden de otras tantas escuelas filosóficas. Con los estoicos,
entiende Filón que se trata de un principio universal, lazo o nexo entre todos los seres
sensibles, que, extendido por todas partes, continuo e indivisible, dirige el mundo como un
piloto, uniendo y manteniendo la cohesión de sus partes e impidiendo su dispersión en el
vacío.
De Heráclito toma la idea del logos divisor, agente de la armonía del mundo, que situado
como barrera entre los contrarios, evita que se mezclen y confundan perdiendo su
individualidad, es decir, los rasgos distintivos que determinan la naturaleza de las cosas. El
logos es, pues, el pacificador que evita que las fuerzas antagónicas de las que está constituido
el universo rompan el equilibrio y se destruyan.
Con la idea del logos divisor supera Filón la doctrina estoica sobre la conflagración universal,
que supone la precariedad del equilibrio existente. El exégeta judío entiende que la eterna
estabilidad de ese equilibrio está asegurada por la acción del logos divisor, quien ni permite
que se altere el orden jerárquico de los demás seres ni tolera la confusión y la mezcla.
Finalmente, sigue a Platón en cuanto a concebir al logos como una forma ejemplar o "idea",
perfecta e idéntica siempre a sí misma, y a partir de esa concepción lo presenta como el
modelo mental o ideal de este mundo sensible, paradigma concebido por Dios, compuesto por
todas las formas ejemplares, vale decir, como pensamiento divino puro. De modo que el
logos, así enfocado, no es sino el pensamiento de Dios en su operación creadora.
Dé esta triple caracterización, que aparentemente no dejaría lugar para la acción divina, ya
que erige al logos en causa de la existencia de los seres, pasa en otros lugares Filón u definirlo
como ser intermediario o instrumento de la Divinidad, y entonces hace patentes sus
diferencias en el modo de concebirlo con respecto a los filósofos griegos. Ante todo el logos
no es el ser supremo como el logos estoico (ratio universalis) o el pitagórico (mónada), sino
un subordinado suyo, inferior a Dios pero superior a todos los demás seres.
Para ubicar al logos funcionalmente abandona Filón la unicidad causal del estoicismo y
recurre al esquema aristotélico, dentro del cual él logos resulta ser la causa instrumental. Co-
mo instrumento de la Divinidad el logos, concebido a la manera de Heráclito como separador
o divisor, sustituye a Dios, del que sólo puede proceder el bien, en una función que for-
zosamente supone el contacto con el mal, ya que bien y mal son polos correlativos y
necesarios en cada pareja de contrarios. Filón no advierte aquí la contradicción entre el
concepto de logos como el modelo sumo de la virtud y esta doctrina, que lo supone origen de
los seres en los que se da la combinación del bien y del mal. En realidad, al desvincular a la

22
Divinidad de todo contacto con éste, no ha hecho sino transferir el problema al plano del
logos, en el cual se vuelven a enfrentar las dos ideas antagónicas: un ente que en principio
sólo puede ser origen de bien pero que en la realidad de las cosas resulta ser principio del mal
también.
Una pregunta que se plantea constantemente el lector de Filón al seguir sus caracterizaciones
del logos es si, en suma, se trata de un ente concreto, distinto de Dios, o si es simplemente un
contenido mental de la divinidad, una inherencia de ella sin autonomía existencial. Enfocado
el asunto en el plano puramente lógico resulta prácticamente imposible dar una respuesta
categórica, ya que en determinados pasajes parece tratarse de lo primero y en otros uno se
inclina a pensar en lo segundo. Pero si se examina el problema desde la perspectiva del
conocimiento y el culto o servicio de Dios, se aprecia con nitidez la autonomía que le atribuye
y la jerarquía que le corresponde, pues aparece como una meta claramente distinta e inferior
respecto de aquél.
Ocurre, en efecto, que el logos, en primer lugar, y hombres sabios como Moisés, alcanzan la
relación directa con la meta suprema: Dios mismo; mientras que aquellos que, aunque en-
vueltos todavía en los vínculos con las cosas sensibles, realizan progresos en orden a la virtud,
alcanzan la visión del logos y le rinden culto a él; y los que aún no han iniciado la marcha por
el camino de la virtud no sobrepasan el conocimiento de las cosas sensibles, conocimiento que
puede ser el punto de partida para el alma dispuesta a elevarse hacia las contemplaciones
superiores, pero que supone o constituye un estado de impiedad si se lo tiene por meta
definitiva, desconociéndose la existencia de lo inmaterial y rindiéndose culto a la materia
como si ésta fuese la causa del mundo.
El logos es además la palabra de Dios, palabra que es revelada al hombre piadoso y
conservada en su espíritu. Existe un logos interior (lógos endiathetós) consistente en
pensamientos encerrados en la intimidad del alma, y un logos exterior (lógos prophorikós),
que es el pensamiento expresado por la palabra. El logos divino revelado al sabio es el
conjunto de pensamientos filosóficos impresos en ella. Estos pensamientos más las plegarias
que ellos le inspiran constituyen el culto divino. Y mediante el logos pronunciado el sabio
puede a su vez trasmitir a otros las doctrinas relativas a Dios y al culto del supremo ser.
También en este sentido de palabra divina o pensamiento del sabio el logos divino es un
intermediario, de inferior jerarquía que Dios, por cuanto conforme con el pensamiento
extendido entre los antiguos acerca del papel de la palabra (pensamiento según el cual el signo
verbal no es arbitrario, sino copia, aunque imperfecta de las cosas), el logos divino es una
copia imperfecta de Dios, como una sombra de Dios mismo; y alcanzar el logos divino es
llegar a un punto más alto en el avance hacia el conocimiento de Dios. Todos los hombres
imperfectos deben recorrer las etapas hacia el conocimiento de la divina existencia llevados
de la mano del logos de Dios, el que instruye en las fórmulas de la verdadera sabiduría y de la
virtud preparando para la ulterior visión de aquél. Para la palabra, aun la divina, es inferior,
como vía de conocimiento, a la visión misma, en la misma medida en que el oído es inferior
respecto de la vista.

LOS OTROS INTERMEDIARIOS

Además del logos de Dios Filón menciona otros intermediarios entre el ser supremo y las
creaturas mortales. Aunque casi todas las cualidades y funciones que atribuye a estos seres las
atribuye también al logos, sin embargo recalca que se trata de seres distintos y tiende a fijar
una jerarquía o escala descendente a partir del ser supremo. Así en Problemas relativos al
Éxodo II, 68 establece el siguiente orden jerárquico: 1) el ser más antiguo que la unidad y la
mónada, 2) el logos de ese ser, sustancia generativa de los seres, 3) la potencia llamada Dios,
potencia operativa, creadora y ordenadora, 4) la potencia llamada Señor o potencia real (de

23
rey), mediante la cual el demiurgo gobierna al mundo (ambas potencias proceden del logos
como de una fuente), 5) la potencia llamada Benefactora, potencia propicia procedente de la
potencia operativa, 6) la potencia llamada Castigadora, potencia legislativa, procedente de la
potencia real, 7) el principio (arkhé), en el que está simbolizado el mundo de los entes
aprehensibles por la inteligencia o formas ejemplares.
En la lista en cuestión no aparecen mencionados otros intermediarios tales como la Sabiduría
y el "Hombre de Dios", que en los desarrollos se consideran en particular. ¿Se debe la
omisión al propósito de Filón de encuadrarlos en el número siete o son para él idénticos
algunos seres excluidos y otros incluidos? Brehier sustenta esta última opinión apoyándose en
que la mirionimia o multinominación es familiar a Filón, que en ello se respalda en una larga
tradición de la mitología.

LA SABIDURÍA (SOPHÍA) DIVINA

Las contradicciones, reales o aparentes, en que incurre Filón a propósito de los otros seres de
su cosmovisión se multiplican en el caso de la sophía divina. Esta, por otra parte, presenta
muchos rasgos comunes con el logos, prácticamente todas las características atribuidas a éste,
excepto la de palabra o revelación divina impresa en el interior del alma del sabio. El resto, es
decir, todo cuanto atañe al papel de creador y conservador del universo, conviene igualmente
a la sabiduría de Dios, a estar a lo que sobre ella afirma el exégeta. Es, como el logos, divisora
de las cosas y principio y fuente de las virtudes. Al igual que existen un logos celeste y uno
terrestre, este último imitación de aquél, existen una sabiduría divina y una humana, copia
ésta de la primera. Como principio de las virtudes unas veces se identifica coja el logos, en el
carácter de fuente de la virtud genérica, es decir, el bien, virtud que a su vez se proyecta en las
cuatro virtudes específicas; y otras, la sabiduría resulta ser la fuente del logos, al identificarse
a éste con el bien; en tanto que en otros pasajes se afirma que el logos es la fuente de la
sabiduría. De modo que tenemos la siguiente confusión: sabiduría idéntica al logos, fuente del
logos, producto del logos.
Si la vinculación entre la sabiduría y el logos aparece bastante imprecisa, no ocurre otro tanto
con la que une la sabiduría a Dios. Es esposa de él y sin desmedro de su virginidad ha
engendrado, fecundada por la Divinidad, preñada de las divinas simientes, el mundo sensible.
Esta concepción de una tríada y una hierogamia es reflejo de las descripciones mitológicas en
el pensamiento de Filón, a las que aporta un elemento propio del orfismo: la virginidad de la
esposa madre.
Por otra parte, la sabiduría aparece también como hija de Dios, y carente de madre, como
Atenea la hija de Zeus.

EL ESPÍRITU (PNEÜMA)

Los estoicos atribuían al aire o soplo (pneüma) la condición de principio de la vida. Filón
halla una confirmación de ello en las palabras del Génesis: "El soplo de Dios flotaba sobre
las-aguas", que han de entenderse, según él, en el sentido de que el agua, de por sí inerte, es
portadora de vida en la medida en que el aire está presente en ella.
En el ser humano el alma es pneüma, ya que constituye el principio vital que se agrega al
principio de cohesión que el cuerpo posee por sí mismo como componente del mundo creado.
Reconoce Filón, de acuerdo con la doctrina estoica, que-el alma está compuesta por siete
partes: los cinco sentidos, el órgano de la fonación y el de la función seminal, siendo esta
alma, común al hombre y a los demás seres animados; y que aparte de esta existe un alma
racional, el hegemonikón o principio dominante, cuya sustancia es el aliento o soplo, en tanto
que de la primera lo es la sangre. Pero se aparta del estoicismo al considerar que el pneüma

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del alma humana no es simple aire en movimiento sino una inspiración, marca o impresión
procedente de un divino poder, al que Moisés llama "imagen". Este divino soplo es un don de
Dios, que el alma por sí jamás podría lograr, consistente en una inspiración infundida por la
Divinidad mediante la cual procura a aquélla una noción del ser divino. El soplo es, pues, un
intermediario más entre Dios y los hombres, gracias al cual Dios, al infundírselo, suple la
impotencia de la creatura humana para elevarse hacia él.
Este soplo no llega a todas las almas con la misma frecuencia e intensidad. A nadie,
ciertamente, le es negado un mínimo, suficiente para que todo hombre alcance alguna noción
del ser divino, sin lo cual no sería justo pedirle cuenta de sus errores y faltas, va que carecería
del conocimiento del bien para evitar el mal. Pero sólo el "hombre de Dios" recibe esta
inspiración en toda la plenitud de su fuerza y tensión. Al hombre terrestre, en cambio, el
hecho de que la carne y la constante transformación de las cosas humanas impida que el di-
vino soplo subsista perpetuamente en él, no le permite recibirlo sino parcial y precariamente.
En cambio, en las almas incorpóreas, como los astros, inteligencias puras, y los ángeles, no se
da obstáculo alguno para que el divino espíritu se establezca definitivamente. Meta in-
dispensable para el hombre que aspira a alcanzar la perpetuación de la divina presencia en su
alma es desvincularse definitivamente de todas las preocupaciones que nacen de las exi-
gencias del cuerpo.

LAS POTENCIAS DIVINAS

De las consideraciones que expone Filón en los numerosos pasajes en los que se refiere a las
potencias divinas no surge nítidamente, como tampoco ocurre en el caso del logos, si se trata,
como interpretan algunos estudiosos, de seres distintos de Dios mismo, intermediarios entre él
y el alma del hombre, destinados a salvar el abismo existente entre la condición trascendente
de Dios y el cosmos sensible, o si se trata de meros atributos inherentes a la esencia divina,
integrados en ella y sólo analizables intelectualmente por la imperfecta aprehensión propia de
la inteligencia humana, que es incapaz de representarse la naturaleza divina sino parcelada en
fragmentos. A la primera interpretación se opone el hecho de que en numerosas ocasiones
Filón presenta a Dios operando directamente sobre sus creaturas, sin que advierta en esas
ocasiones la inconsecuencia entre tales afirmaciones y la tesis de la trascendencia divina y de
la imposibilidad de contacto suyo alguno con lo imperfecto. En tal tesitura las potencias
divinas no serían sino poderes divinos, que la Divinidad aplica a sus diversas operaciones.
Para Brehier la presencia de las potencias divinas en la escala de los intermediarios se explica
recurriendo una vez más a una explicación en función del propósito esencial de la exégesis
filoniana de mostrar la senda ascendente de las almas en su camino hacia Dios y los grados de
aproximación que les es dado alcanzar según la medida de los progresos y las cualidades
innatas de cada hombre. Y así como algunas almas, no pudiendo alcanzar una aproximación a
Dios mismo, se detienen en el conocimiento del logos divino, otras, menos dotadas y
ejercitadas aún, deben contentarse con llegar al conocimiento de las potencias de Dios,
ubicadas en la escala en un grado de jerarquía inferior al del logos.
El éxtasis, que es el conocimiento de Dios en su unidad misma, es una vivencia espiritual que
sólo excepcionalmente es posible alcanzar a seres como los hombres, atados a las
imperfecciones de la irracionalidad, pero para todos está abierta la posibilidad de acceder al
culto del ser por excelencia a través del conocimiento de los seres creados. Por esa vía se van
captando aspectos de la Divinidad, que en este caso no son otros que sus potencias. Con esta
doctrina Filón preserva además la noción de la unidad divina frente a la aparentemente
contradictoria concepción de su naturaleza como operante, supervisora, conservadora y
gobernante a la vez, que pareciera parcelarla, y la preserva porque para el pensamiento del
hombre esas potencias aparecen no como meros atributos suyos sino como seres

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esencialmente diferentes de él, depositarios de la pluralidad operativa. Por otra parte, en el
orden de las mismas potencias existe una jerarquía ascendente: potencia punitiva, que veda el
mal, potencia legisladora, que prescribe el bien; potencia auxiliadora, potencia real o
gobernante, potencia creadora. El alma va creciendo en perfecciones parciales a medida que
llega al conocimiento de cada una de ellas y toma conciencia de los aspectos del ser divino
que cada una representa. Después del conocimiento de la más alta, la creadora, puede pasar al
conocimiento del logos.
Por otra parte, como se advierte, las funciones asignadas a las potencias divinas
separadamente son idénticas a varias de las funciones asignadas al logos en otros pasajes de la
exégesis.

LOS ÁNGELES O MENSAJEROS

Al igual que el cielo está poblado por los "dioses visibles", inteligencias puras, llamados
astros, la tierra por los animales terrestres y el hombre, y las aguas de los mares y los ríos por
los seres acuáticos; el aire, porción del cosmos que se extiende desde la esfera lunar hasta la
superficie de la tierra, lo está, según Filón, por almas incorpóreas llamadas ángeles o
mensajeros. El hecho de que no sean visibles no prueba su inexistencia, como tampoco prueba
la del alma humana la imposibilidad de captarla sensorialmente. Además, siendo precisamente
el aire el elemento que confiere la vida a los seres animados, resultaría absurdo que a su vez
no contuviera creaturas vivientes. De estas almas, como en la escala de la visión de Jacob,
unas descienden hasta unirse a cuerpos terrestres, otras se desprenden de ellos al cabo del
tiempo de permanencia fijado por la naturaleza, algunas para volver posteriormente a
descender y unirse a otro cuerpo impulsadas por su apego a la existencia terrenal; otras para
escapar definitivamente de la prisión corpórea convencidas de lo mísero de la condición
terrenal. En ello consistiría el proceso de los nacimientos y las muertes de los mortales.
Pero, aparte de éstas existe un tercer grupo: el de las que, poseyendo una condición más
próxima a Dios, jamás apetecen las cosas de la tierra y están consagradas entera y perpe-
tuamente al servicio de él, sirviéndole como mensajeros. Los filósofos griegos la llaman
dáimones, la Escritura las denomina ángeloi (ángeles) = mensajeros, porque angéllousi =
comunican o anuncien, a los hombres las divinas revelaciones y mensajes, y a Dios las
humanas necesidades.
Los ángeles, pues, son almas ajenas a todo cuerpo y a la irracionalidad, que habitan la región
aérea sublunar, siendo aprehensibles sólo por la inteligencia.
Como los otros intermediarios, cumplen la función de superar el vacío de contactos existente
entre Dios y las creaturas. No pudiendo él manifestarse sino a seres incorpóreos, requiere su
ministerio. Entre sus cometidos figura el de aplicar castigos y el de proteger a los hombres del
mal.
Frecuentemente toman apariencia humana, y entonces su figura es de belleza incomparable y
luminosidad suma.

EL MUNDO DE LAS FORMAS EJEMPLARES (IDÉAI)

Más allá del mundo sensible, que aprehenden nuestros sentidos, existe otro, modelo y causa
ejemplar del primero, al que sólo tiene acceso el alma humana a través de la aprehensión o
intuición intelectual. Tal como los sentidos reciben la impresión de las cosas sensibles, la
inteligencia capta las del mundo de las formas ejemplares o "ideas" en el sentido platónico.
En él penetra, dejando atrás la realidad material, y en él se compenetra e identifica con la
realidad incorpórea hasta convertirla en su propia y verdadera morada eterna. Pero el acceso
está reservado sólo a los hombres que, en vida aún, han desvinculado totalmente sus almas de

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los lazos del cuerpo. El resto de la raza humana, inmerso como está en el orden de las cosas
sensibles, no puede contemplarlo ni asimilarlo.
Tal mundo está poblado por inteligencias puras, ajenas a toda materia, llamadas formas
ejemplares, porque son modelos de las cosas sensibles. En esta concepción se advierte un casi
exacto paralelismo con el mundo de las ideas de Platón, pero Filón proyecta el dualismo
platónico hacia el plano moral y establece entre el mundo de las formas ejemplares y el
mundo sensible la misma relación que separa lo sagrado de lo profano, asignando al primero
la santidad o sacralidad superlativa y al segundo la modesta santidad que le acuerda, pese a
sus imperfecciones, la condición de intermediario entre Dios y el alma en el orden ascético.
A diferencia de Platón, que considera a las "ideas" como existencias independientes del
demiurgo o creador, Filón las localiza en la inteligencia divina, y las hace consistir en el plan
divino para la ordenación del mundo. Es decir, son puro pensamiento de Dios.

EL "HOMBRE DE DIOS"

Apoyado en la circunstancia de que el Génesis ofrece dos versiones o relatos distintos,


atribuidos hoy a distintos autores, acerca de la creación del hombre, Filón distingue dos
creaturas humanas: el hombre creado "a imagen de Dios" y el fabricado de tierra.
De uno y otro el exégeta judío presenta dos descripciones distintas en las dos ocasiones en
que se ocupa de ellos, es decir, en los comienzos de Sobre la creación del mundo y al prin-
cipio de la Interpretación alegórica.
En la primera el "hombre de Dios" es identificado con la inteligencia del hombre, que, como
guía del alma, ocupa en el microcosmos humano la posición propia de Dios en el ma-
crocosmos. Pero, a continuación se nos ofrece una concepción distinta, pues, al caracterizar
ahora al hombre fabricado de tierra como una creatura de naturaleza sensible, cualitativa,
compuesta de cuerpo y alma, masculino o femenino, lo opone al Filón "hombre de Dios",
descrito como una forma ejemplar, como un género, carente de determinaciones específicas
tales como la masculinidad o la feminidad, como un sello aprehensible solo intelectualmente,
incorpóreo e incorruptible. Como se advierte en' este paralelo, el hombre hecho según la
imagen de Dios ya no es presentado como la inteligencia o elemento superior del alma
humana, sino como la forma ejemplar o paradigma de los hombres terrestres.
Esta segunda noción es la que se repite en Interpretación Alegórica, es decir, en la segunda
descripción, donde el "hombre de Dios" figura entre los intermediarios, y es caracterizado
como una imagen o copia del logos, tal como éste es, a su vez, una imagen o copia de Dios.
Aquí ya no aparece la oposición hombre de Dios-hombre terrestre como la oposición entre la
inteligencia y el compuesto humano total, o también la existente entre la forma ejemplar
genérica y abstracta y el hombre concreto e individual; sino como la que se da entre la
inteligencia totalmente ajena a la materia, que inspirada por Dios tiene acceso a la sabiduría, y
aquella inteligencia que existe en el hombre terreno, inferior y obligada a escoger su
inmortalidad o la muerte según opte por la senda del bien o la del mal. Vale decir, no sólo no
se identifica al hombre forjado según la imagen de Dios con la inteligencia humana, como en
la primera descripción, sino se expresa claramente que es otra inteligencia distinta e
independiente del complejo humano.

EL MUNDO SENSIBLE Y LA CREATURA HUMANA

Las ideas cosmológicas de Filón, por no estar expuestas en un cuerpo compacto de


explicaciones, deben extraerse de la lectura de los numerosos pasajes de su exégesis en los
que toca puntos vinculados con el mundo sensible. Ellas responden en general a los conceptos
estoicos sobre el universo. La mutua solidaridad de las partes del mundo, el juego de ten-

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siones y relajamientos como origen de los seres, el papel de la héxis como factor de
consistencia o cohesión, la mezcla de los cuatro elementos primarios, son, entre otras muchas,
nociones tomadas de la cosmología estoica, con la que sólo discrepa en cuanto a la posibilidad
de la conflagración universal o retorno de la naturaleza, actualmente diversificada en seres
particulares, al estado o elemento ígneo, origen y meta de todo, según los estoicos. Filón sólo
acepta la existencia de catástrofes parciales o locales, señales de la ira divina.
Dentro del mundo sensible ocupan el lugar preferente las esferas celestes, pobladas de astros,
a los que, a imitación de Platón, llama "dioses visibles", los que son concebidos como seres
vivientes y racionales. Y el nivel más bajo y a la vez cosmocéntrico corresponde a la tierra, a
la que rodea la región sublunar.
En la tierra reside el hombre, creatura vinculada por el elemento rector del alma, en lo que
ésta contiene de logos o racionalidad, a las naturalezas superiores de los intermediarios y de
Dios mismo"; pero adscrito a la materialidad, al mal y a la muerte a causa del elemento
corpóreo que lo ata a la realidad sensible.
El alma humana es dividida en la mayoría de los pasajes que la describen en una parte
racional o inteligencia, y en otra irracional compuesta a su vez por siete partes: la generativa,'
la elocutiva y los cinco sentidos, entre los cuales intenta Filón establecer una jerarquía, en la
que ocupan los lugares superiores los dos sentidos llamados filosóficos por cuanto es-
pecialmente a través de ellos se tiene acceso al saber: la vista primero y el oído en segundo
lugar.
Inteligencia y sensación concurren al conocimiento de las cosas sensibles, siendo los sentidos
las atalayas abiertas al mundo exterior y la inteligencia la encargada de integrar las sen-
saciones en complejos nocionales.
El mundo corpóreo no tiene la razón de su existencia ni de su configuración. Filón combate
las doctrinas según las cuales el mundo sensible se explica por sí mismo, sin que se requiera
postular la existencia de una causa suprema, distinta del orden cósmico aprehensible por los
sentidos, con lo que eliminan tanto a Dios como al logos divino y a los restantes interme-
diarios.
Con todo, el mundo sensible posee una porción de poder divino: el que le confiere su
condición de intermediario entre Dios y el alma humana. A la realidad aprehensible por la in-
teligencia exclusivamente se agrega así la realidad captable por los sentidos en la escala de la
marcha ascensional del alma; hacia Dios. Existe, pues, un culto al mundo sensible, pero un
culto concebido como una etapa más en la superación ascética, no uno que haga del mundo
físico el objeto supremo, de la veneración del hombre.
El mundo sensible es un gran templo, cuyo sancta sanctorum es el cielo; las ofrendas, los
astros; y los ministros del culto, los ángeles.
Es, además, concebido como un ente inteligente, filosófico o sabio, destinado a una eterna
felicidad, encabezador de una escala cósmica de seres perfectos, en la que en orden
descendente le siguen el cielo, los astros, los ángeles y los hombres virtuosos.
Dos cometidos fundamentales asigna Filón también al mundo sensible: el castigo de la
impiedad, materializado en catástrofes naturales, en la existencia de animales feroces y
ponzoñosos y en los demás flagelos que persiguen a los impíos; y el beneficiar a la especie
humana proporcionándole los medios de abrigo y subsistencia, a lo que concurren por igual
los. cuatro elementos y las creaturas que los habitan.
Finalmente, el mundo sensible es definido como la polis universal, según la concepción
estoica, la gran cosmópolis, regida por las leyes perfectas de la naturaleza, leyes no mera-
mente mecánicas sino fuentes de moralidad.
Y tanto, que toda la legislación humana o se adecua a esas normas impresas en la creación o
se condena a la imperfección y el error. Moisés ha tenido presente esa legislación cósmica al
redactar su legislación humana y de ello procede, así como de la inspiración divina, la

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perfección de su código. Ajustándose estrictamente a las normas de la naturaleza, y
consecuentemente a las de Moisés, que son la versión exacta, de aquellas en la polis del
pueblo elegido, el hombre se torna cosmopolita o ciudadano del mundo. Tal es la meta del
hombre sabio, quien halla su heredad en esa polis ajena al mal y a los vicios, al ajustar su
conducta a las leyes del cosmos.

LAS METAS DE FILÓN Y LOS ALCANCES DE SU ÉTICA

La mayor y principal parte de la obra de Filón es de carácter exegético, y sus esfuerzos


intelectuales, excepción hecha de los consagrados a componer sus tratados estrictamente
filosóficos o alegatos a favor de su raza, van encaminados a exponer ante la inteligencia de
sus lectores los principios por los que se deben regir los hombres en sus relaciones con Dios,
es decir, a hacer accesibles a sus connacionales y a los hombres de otras razas las normas
éticas contenidas en el Pentateuco y convencerlos de la obligación de ponerlas en práctica. Su
objetivo final es, pues, de carácter moral y cultural. Como metas intermedias o instrumentales,
conducentes al logro de aquél, su discurrir persigue dejar en claro otras dos verdades: la total
conformidad existente entre las leyes de sus ancestros y las leyes de la naturaleza, y la
armonía y complementación que vinculaban las doctrinas contenidas en los libros sagrados y
la filosofía griega, vinculación tan estrecha, que resultaba posible trasvasar aquéllas a los
esquemas y nomenclaturas de ésta.
Con lo primero buscaba demostrar la superioridad de la legislación mosaica respecto de las
convenciones legales de las demás comunidades humanas, en especial de las póleis griegas;
tanto más imperfectas cuanto más lejos resultaban hallarse del código de la cosmópolis o polis
universal. En lo segundo perseguía dos logros: uno, revestir las doctrinas y principios de su
religión con el ropaje de los conceptos, teorías y terminologías propias de ciertas escuelas
filosóficas, a fin de hacer accesible a los gentiles, y también a ciertos judíos hiperhelenizados,
los argumentos en que se fundaban la verdad y superioridad de las leyes, creencias y
costumbres judías; y el otro, dotar al legado religioso de su nación de una jerarquía intelectual
comparable a la de la sabiduría griega, al probar que no sólo no había oposición entre uno y
otra, sino existía en muchísimos puntos una armoniosa correspondencia, siendo las más de las
diferencias meras resultantes de dos maneras distintas de presentar las cosas, no de
concebirlas.
Pero esencialmente su propósito se centra en un proselitismo de orden ético religioso
tendiente a inculcar el convencimiento de la necesidad y ventajas de vivir según las normas
reveladas por Dios al legislador del pueblo hebreo.
Sentado este concepto de que el tema fundamental de la exégesis filoniana es la interpretación
de la legislación mosaica con miras a inferir a partir de ella el canon de normas éticas
recomendable a todo hombre, cabe preguntarse si la meta perseguida fue de orden práctico,
vale decir, si su propósito era proporcionar las bases jurídicas para forjar una sociedad real
conformada según ese modelo moral, o si sólo se trataba de señalar una meta ideal, abstracta,
ajena a las realidades alcanzables por la humanidad, y reservada, en todo caso, a algunos
escasos espíritus selectos, a los hombres sabios y justos, sobre cuya escasez insiste más de
una vez en el curso de sus reflexiones.
No entraré a examinar los muchos argumentos en pro de una y otra posibilidad y me limitaré a
las consideraciones más importantes.
La primera hipótesis choca con graves objeciones.
La vigencia universal de las normas éticas propuestas hubiera equivalido al acatamiento de la
ley mosaica por el mundo pagano, hecho que supondría la llegada del pueblo judío al ejercicio
de la hegemonía o arbitraje indiscutido sobre la ecúmene, única vía para llegar a la
universalización de las normas por las que hasta el presente se regía el judaísmo

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exclusivamente. Esta consideración es la que tienen presente casi todos los estudiosos
modernos que han considerado este punto para inferir la imposibilidad de que tal haya sido la
intención de Filón. El acceso a esa necesaria hegemonía supondría la acción de un poder
mesiánico que invirtiera las situaciones y, sacando a la nación hebrea de su condición de pue-
blo sometido al poder romano, la convirtiera en dominadora del mundo. Pero en ninguna parte
de la obra del exégeta se hace referencia a una intervención mesiánica, al menos a una
revestida de los atributos guerreros capaces de llegar a buen término una rebelión victoriosa.
Es más, Filón parece descartar completamente esa posibilidad cuando, al tenor de lo de "Dad
a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César", afirma que el judío de la diáspora
debe ser celoso cumplidor de las leyes profanas vigentes en el lugar donde reside y atenerse
en cuanto a sus deberes religiosos a las normas de sus ancestros.
En suma, que lo que Filón tuvo en vista en su exégesis fue señalar una meta ideal, reservada
para algunas almas clarividentes; meta de perfección que ni siquiera a la masa del pueblo
judío le era dable alcanzar, como bien lo testimoniaban, por otra parte, las pasadas
prevaricaciones y las frecuentes calamidades desatadas por Yahvé sobre él a título de castigo.
El más categórico entre los sostenedores de este punto de vista es Heinemann, quien llega a
afirmar la total intrascendencia de la moral filoniana en el plano humano, y que se trata tan
sólo de un canon teórico, fruto del empeño de Filón por constatar la vigencia de los principios
de la legislación mosaica en el esquema cósmico. Se trataría, pues, de una empresa puramente
intelectual, apologética, sin fines prácticos si por tales se entiende perseguir una vigencia
efectiva de las normas ético-legales que postulaba como perfectas y necesarias. Opuestos a
este temperamento, otros autores sostienen el parecer de que las miras de Filón estaban
puestas en objetivos no totalmente desprovistos de practicidad. Por de pronto, se ha intentado
probar que no se trataba de un puro intelectual atraído exclusivamente por las especulaciones
abstractas, sino de un pensador profundamente versado en materia de legislación positiva,
experto en cuestiones concretas de jurisprudencia, con una experiencia adquirida en contacto
con un tribunal judío que se supone funcionaba en el seno de la comunidad hebrea de
Alejandría. La objeción antes señalada, basada en la ausencia de toda referencia al tema
mesiánico pierde consistencia si se reflexiona con Gfroerer que los vaticinios y esperanzas
mesiánicas se hallan expresados en los libros proféticos exclusivamente, y como Filón
concentra su exégesis en los escritos atribuidos a Moisés, no pudo hallar en ellos ocasión para
tratar la cuestión. A lo cual podría responderse que la ocasión se la brindaban ampliamente
sus propios desarrollos dialécticos, que, por supuesto, invitaban a aclarar algo sobre la -
eventual vigencia de los principios que sustentaba y sobre las vías para lograrla, aunque de
ello nada dijera Moisés.
Por otra parte, alegan continuando con la fundamentación de su tesis, es imposible concebir
que Filón viviera ajeno a las esperanzas mesiánicas compartidas por todos o la mayoría de los
de su nación y de tan larga tradición en el seno del pueblo judío. La razón de su silencio al
respecto no se hallaría, pues, en su indiferencia o escepticismo frente a la posibilidad de una
redención terrenal mesiánica, sino al convencimiento de que su concreción era por demás
improbable en un futuro inmediato por lo menos, si bien en ciertos pasajes no parece desechar
un futuro más o menos remoto de bonanza, paz y vigencia de la virtud en el género humano.
Tal vez mediaron para ese silencio razones de prudencia, justificadas por el contexto político
del mundo de entonces, el que daba pie para fustigar las costumbres del mundo pagano pero
no para correr el albur de desatar las iras de Roma con la publicidad de perspectivas
inmediatas que podrían dar a su obra el carácter de alegato revolucionario.
Como se advierte, ambas hipótesis, la del carácter puramente abstracto e ideal de la ética de
Filón, y la que sostiene los alcances prácticos de sus especulaciones legales, se fundan en
supuestos y conjeturas más o menos atendibles. No obstante ello, en el estado actual de la
cuestión es imposible definirse categóricamente en pro de una u otra o al menos superar las

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numerosas objeciones e interrogantes que ambas dejan pendientes.

ADVERTENCIAS SOBRE LA PRESENTE TRADUCCIÓN

La traducción de las obras de Filón de Alejandría que hoy se da a luz, la primera que
posibilitará al lector hispanohablante la lectura completa de los tratados del autor hebreo en
nuestra lengua, ha sido hecha a partir del texto griego de la edición bilingüe de Colson,
Whitaker y Marcus, la que adopta en general el establecido en de Cohn y Wendlad. La
edición Colson agrega a los diez volúmenes que contienen las obras de Filón conservadas en
griego, otros dos con la traducción inglesa de los tratados vertidos al armenio y conservados
exclusivamente en esa lengua, descubiertos en Lamberg en 1791. Estos dos volúmenes,
traducidos al español de la versión inglesa, completan la presente edición española.
La imposibilidad material de ofrecer una edición bilingüe complica considerablemente las
cosas desde el punto de vista de la traducción. El lector deberá, ante la circunstancia apuntada,
atenerse exclusivamente al texto español en un tipo de pensamiento en el que los matices
semánticos resultan en muchos casos harto difíciles cuando no imposibles de reproducir con
aceptable aproximación, o bien porque los términos españoles a los que es dable echar mano
evocan unas veces tan sólo parcial o vagamente las connotaciones originales, y otras se
prestan al equívoco por los sentidos que les ha ido adosando el curso de los siglos; o bien en
muchísimos casos porque Filón emplea juegos de palabras acústicamente captables sólo en su
lengua en que fueron concebidos; o bien, finalmente, porque las incursiones etimológicas a las
que Filón es tan afecto, concebidas en el contexto de aquella etimología de los antiguos, en la
que, como lúcidamente acotó Voltaire, "las vocales no cuentan y las consonantes cuentan
poco", tornan por demás engorroso reproducir en nuestra lengua la fuerza dialéctica que el
autor volcó en muchísimas expresiones apoyándose exclusivamente en reales o supuestos
entronques etimológicos.
De allí las numerosas notas, algunas reiteradas frecuentemente, que no tendrían razón de ser o
parecerían demasiado elementales y hasta triviales en una edición erudita o bilingüe.
En cuanto a las pautas a que he procurado ajustar la traslación del texto griego al español,
merecen destacarse las siguientes: reproducir con mayor fidelidad posible el sentido original,
exponer los pensamientos de la manera más clara que era dable, respetar los requerimientos
estilísticos de la lengua española y procurar la mayor adecuación posible de la expresión al
nivel, por fuerza limitado, de preparación filosófica del lector corriente.
Para lograrlo he tenido presente sobre todo que lo que corresponde traducir no son las
palabras aisladamente sino contextos, y que entre los sentidos y los sintagmas que los con-
tienen en una determinada lengua no existe una relación necesaria, siendo posible por lo tanto
trasvasarlos a otra con plena libertad para la elección de las estructuras sintácticas más
apropiadas a la índole de ella.
Si no siempre el resultado ha correspondido a este propósito de satisfacer las cuatro
exigencias arriba señaladas, ello se ha debido en parte a lo limitado de mis fuerzas y en parte a
las mismas trabas resultantes del carácter de los tratados.
La ya destacada dificultad de hallar los términos españoles precisos para una cabal
reproducción de los sentidos de los vocablos griegos hubiera sido tal vez relativamente fácil
de superar recurriendo a tecnicismos filosóficos, que en muchos casos no son sino palabras de
uso corriente sacadas de sus acepciones habituales y circunscriptas a nociones cuya
comprensión escaparía a la intelección del lector no erudito. En estos casos, para no echar en
saco roto la cuarta de las pautas propuestas para esta traducción, he optado por desechar esos
vocablos técnicos o técnicamente entendidos, y traducir mediante otros, tal vez menos
precisos o más unilaterales semánticamente hablando pero más al alcance del lector común.
Así, por ejemplo, el término noetós, literalmente: inteligible, aparece normalmente traducido

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por aprehensible por la inteligencia. Podrá objetarse que filosóficamente connota algo más
que una mera realidad fuera del alcance de los sentidos, pese á que la teoría platónica que
acuñó el término parte de un planteo netamente gnoseológico. Lo cierto es que traduciéndolo
por inteligible hubiera cortado el nudo gordiano de la dificultad. Pero el lector corriente, de
acuerdo en ello con la Academia Española de la Lengua, hubiera entendido simplemente algo
así como que se puede entender (sin importar por qué vía), salvo que, advertido por alguna
nota de pie de página, tuviera permanentemente presente el sentido técnico, cosa por demás
engorrosa, a mi juicio, teniendo en cuenta que no se trata de un caso único. Otras veces, sin
embargo, la elección de vocablos no ha implicado, entiendo, menoscabo alguno en las
connotaciones. Tal el caso de idea, término tomado del platonismo que al cabo de más de dos
milenios de manipuleo idiomático dista mucho de evocar, fuera de aquel contexto filosófico
que lo forjó, el concepto original de ente inmerso en un mundo ajeno al universo cambiante e
imperfecto en que vivimos. He preferido, en vez del vocablo español idea con el que
corrientemente se lo traduce en los tratados de filosofía y de historia de la filosofía, la fórmula
forma ejemplar, que excluye toda corporeidad en la de "forma" y recalca la condición
paradigmática propia de las "ideas" modelos del platonismo, a las que se refiere Filón aunque
atribuyéndoles, por otra parte, características que difieren sustancialmente de las que les
atribuyó Platón.
Distinta es la situación que se presenta a propósito de ciertas voces griegas para las que no
existe equivalente alguno en español o sólo podrían hallarse equivalencias parciales. En estas
contingencias he optado, según las conveniencias de cada caso, o bien por la transliteración
del término griego o bien por el empleo de una traducción totalmente "libre" explicada en una
nota.
E! ejemplo más importante de la primera de estas dos soluciones lo tenemos en el caso del
vocablo lógos, cuya traducción no ofrece dificultades cuando Filón lo emplea con una
acepción específica determinada, pero que no tiene equivalente en las lenguas modernas
cuando es usado, como ocurre frecuentemente en Filón, con el complejo sentido con que lo
emplearon el platonismo y el estoicismo o simplemente con la acepción bipolar de
pensamiento-palabra. El tecnicismo "verbo" arrastra al lector común hacia las dominios de la
gramática (cfr. "En el principio era el Verbo") y entiendo que la transliteración logos debe
imponerse definitivamente.
De la otra alternativa es un ejemplo la voz griega enkyklios, literalmente: circular, en la
expresión enkyklios paidéia, que designa el conjunto de estudios que precedían al de la filo-
sofía y que abarcaban todo el saber prefilosófico de entonces. Siguiendo la sugerencia de
Marrou, he traducido la expresión por cultura general o estudios de la cultura general, la que
encierra una clara referencia al carácter no especializado de dichos estudios, por oposición a
los superiores y reservados a círculos más selectos.
Otras veces, en fin, razones estilísticas me han hecho preferir una versión a otra. Así, me ha
parecido poco castizo traducir Kyrios ho theós por Dios Señor o el Señor Dios o Dios el
Señor, he preferido hacerlo por Dios Soberano, en la que, amén de conservarse intactas las
connotaciones, la relativa adjetivación de Kyrios no excluye el paralelismo con que evi-
dentemente usa Filón la expresión refiriéndose a los dos atributos o potencias supremas del
ser divino: el de creador como Dios y el de juez como Señor.
En otro orden de cosas es de advertir lo siguiente. Al lector hispanohablante le llamará la
atención, y aún le chocará dados sus hábitos gramaticales, que en ciertos razonamientos o
descripciones hable Filón del simbólico matrimonio en el que la inteligencia es el esposo y
los sentidos o el conjunto de ellos la esposa, y que recalque reiteradamente la masculinidad de
la primera y la feminidad de los segundos. Se trata, por supuesto, de meras contingencias
gramaticales, en las que muy probablemente Filón creyó hallar más o menos veladas suge-
rencias, dada su tendencia a extraer conclusiones de hechos puramente lingüísticos. El hecho

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es que en griego sí hay coincidencia entre el género gramatical de el noüs (= inteligencia) y su
condición de esposo y el de la áisthesis (= sentido) y su papel simbólico de esposa; e
igualmente, se dan de manos la lógica y la gramática, en el texto griego, no así en español,
cuando Filón atribuye la maternidad al número siete, la hebdomás, y en otros frecuentes casos
similares.
Estas advertencias acerca de los problemas de la traducción hallan su complemento en otras,
que aunque no se vinculan con ella, servirán para alertar al lector respecto de modalidades de
la dialéctica filoniana que podrían en determinados momentos causarle cierta perplejidad y
aun desorientarlo en cierta medida.
He aquí las más importantes.
La continuidad de tratamiento de los asuntos, si bien en sus líneas generales responde a un
esquema o plan correcta y lógicamente trazado, se desvirtúa no pocas veces desarticulándose
en una sucesión de consideraciones parciales impuestas por la tendencia de Filón a las
acotaciones y digresiones, que frecuentemente se prolongan más allá de lo razonable, de
modo que, cuando exabruptamente las concluye para retornar al punto de partida, el lector,
que tal vez lo ha olvidado ya, debe reubicarse mentalmente en el punto en que la reflexión
había quedado interrumpida. A menudo en el curso, de la digresión aparece otro asunto que el
autor entiende no debe pasarse por alto y la incursión por las consideraciones laterales se
prolonga y ramifica hasta que, dándose ya por plenamente satisfecho o apremiado por la
extensión de las mismas, les da fin, no sin advertir a veces que tratará la cosa con más calma
en otra oportunidad o en algún trabajo especial.
En cuanto a los pasajes bíblicos que Filón reproduce para su exégesis, el lector habrá de tener
en cuenta que lo que en muchos casos podría parecer o error de traducción o simplemente
error de gramática, no es sino efecto de la necesidad de traducir literalmente expresiones que
o bien en la versión de los Setenta o bien en la versión que Filón da, presentan evidentes
errores gramaticales en griego, errores que no ha sido posible evitar reproducir en la
traducción por cuanto ellos son tenidos en cuenta normalmente por el exégeta para sus
interpretaciones.
Otra de sus particularidades es que el mismo pasaje bíblico suele aparecer comentado o
interpretado de distinta manera en lugares u ocasiones diferentes, sin que Filón lo haga pre-
sente ni aclare las razones para el distinto tratamiento.
Y una más: Filón, aunque se ha propuesto explicar las enseñanzas bíblicas mediante el sobrio
estilo de la exposición filosófica, no siempre se sustrae, cosa que por otra parte tampoco
hicieron muchos filósofos de la antigüedad, al deseo de emplear los recursos de la retórica
para poner más énfasis y calor en especial a sus exhortaciones y diatribas. Y no desdeña la
grandilocuencia cuando el asunto le impulsa a magnificar las cosas que le resultan
superlativamente excelentes o deplorables. Por momentos, pues, se torna declamatorio y
solemne. El lector habrá de tenerlo en cuenta para no atribuirle demasiada veracidad o tomar
al pie de la letra ciertas aserciones suyas. Y el curso de la lectura hará además que no resulten
familiares las a menudo ex abruptas arengas o admoniciones en segunda persona con que en
muchos casos matiza el más o menos sobrio curso de sus razonamientos.
En otro orden de cosas, no estará de más, tratándose de la traducción de una obra clásica al
español, insistir en la directa vinculación de la presente con el original griego, a fin de
prevenir acerca del relativo valor de confrontarla con otras traducciones de nuestro autor a
lenguas modernas, ya que, aunque cabe esperar, claro está, una coincidencia de sentido en
general, el punto de referencia para juzgar sus aciertos o imperfecciones ha de ser en todos los
casos el texto griego de la edición Colson citada en la bibliografía.
Finalmente, habiendo sido necesario recurrir a la transliteración de numerosos términos
griegos, especialmente en las notas, para su intelección por el lector común desconocedor del
sonido de la letras griegas, se habrán de tener presentes las siguientes aclaraciones: g ante e, i

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— gu; kh = k con aspiración; ph = p con aspiración; rh == r inicial; th = t con aspiración; y =
u francesa o ü alemana; el digrama ou = u; y el signo ^ señala un acento circunflejo.
Razones tipográficas me han impedido señalar le cantidad de las vocales e (épsilon y eta) y o
(ómicron y omega), así como acentuar la vocal y, cuando corresponde.

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BIBLIOGRAFÍA

1) Ediciones principales de; las obras de Filón


Edición Turnebe (1552)

Edición Hoeschel (1613 y 1640)

Edición Th. Mangey (Londres, 1742)

Edición C. E. Richter (Leipzig, 1828-1830)

Edición Holtze (Leipzig, 1893-1901). Comprende también las obras


conservadas en una traducción armenia hallada en Lemberg en 1791 y
traducidas al latín por J. B. Aucher (1822-1826)

Edición L. Cohn, P. Wendland y J. Reiter, con Índices de J. Leisegang (Berlín,


1896-1930)

Edición L. Cohn e I. Heinemann (Breslau, 1909-1929). Con traducción


alemana.

Edición F. H. Colson, G. H. Whitaker y R. Marcus (Londres, 1929-


1953). Con traducción inglesa.

Edición R. Arnaldez, J. Pouilloux y C l. Mondésert (París, 1961. Faltan


aparecer sólo los volúmenes 33, 34 y 35). Con traducción francesa. Entre las
numerosas ediciones de tratados separados merece destacarse: El Brehier,
"Commentaire allégorique des saintes lois" (París, 1909)

2) Estudios
Además de los contenidos en las introducciones de algunas de las ediciones
mencionadas, los principales trabajos sobre Filón y su obra son los siguientes,
citados por orden alfabético de autores.

Belkin, S.: Philo and the Oral Law (Cambridge Mass., 1940)
Bentwich, N.: Philo Judaeus of Alexandria (Philadelphie, 1910)
Billings, Th. H.: The Platonism of Philo Judaeus (Chicago, 1919)
Bousset, W.: Jüdisch-christlicher Schulbetrieb in Alexandria und Rom.
(Berlín, 1915)
Brehier, E.: Les idees phüosophiques et réligieuses de Philon d'Álexandrie
(París, 1950)
— Etudes de philosophie antique (París, 1908)
Daniélou, J.: Philon d'Alexandrie (París, 1958)
Drummond, J.: Philo Judaeus (London, 1888)
Gfroerer, A.: Kriltsche Geschichle des Urchrístentums (Stuttgart, 1831).
Goettsberger, J.: Einleitung in das Alt Testament (Friburg, 1927)
Gregoire, F.: Le Messie chez Fhilon d'AIexandrie (Eph. Theol. Lov.
XII, 1935)
Goodenough, E. R.: An Introduction to Philo Judaeus (New Haven, 1940)

35
— The Polítics of Philo Judaeus (New Haven, 1938)
— By Light Light (New Haven, 1935)
— The Jurisprudence of ihe Jewish Courts in Egypt (New Haven,
1929)
Heinemann, I.: Philons griechishe und jüdische Bildung (Breslau, 1932)
Heinze, M: Die Lehre von Logos in der Griechischen Philosophie (Oldenburg,
1872)
Herriot, E.: Philon le Juif (París, 1898) Juster, J.: Les Juifs dans l'Empire
Romain (París, 1914)
Katz, P.: Philo's Bible (Cambridge, 1950)
Lagrange, M. J.: La lettre de Claude aux Alexandrins. En Rev. Bibl. (1931)
Lewy, H.: Sobria Ebrietas (Giessen, 1920)
Massebieau, L.: Le classement des oeuvres de Philon. En Bibl. de l'Ecole de
Hautes Etudes. Sciences religieuses. Vol. I (París, 1889)
Mitteis, L. y Wucken, V.: Grundzüge und Chrestomathie der Papyruskunde
(Leipzig, 1912)
Ritter, H.: Philo und die Halacha (Leipzig, 1878) Sandmel, S.: Philos Place in
Judaism (Cincinnati, 1956)
Siegried, C: Philo von Alexandria ais Atdeger des Alten Testaments (Iena,
1875)
Stain, E,: Die allegoriche Exegese des Pililos von Alexandrien (Giessen, 1929)
Teherikover, V. : Prolegómeno. En Corpus Papyrorum Judaicorum (Cam-
bridge Mass.. 1957)
Turowski, E.: Die Wiederspiegelug des stoischen Systevis bei Philon von
Alexandreia (Leipzig, 1927)
Vólker, W.: Fortschritt und Vollendung bel Philo von Alexandreia (Leipzig,
1938).
Wendland, P.: Philo und die kynisch-stoische Diatribe (Berlín, 1895)
Wolfson, H. A.: Philo (Cambridge Mass, 1948)

3) Historias de la filosofía griega


Robin, L.: El pensamiento griego y los orígenes del espíritu científico
(Barcelona, 1926)
Windelband, W.: Historia de la filosofía antigua (Buenos Aires, 1955)
Zeller, E.: Die Philosophie der Grlechen (Berlín, 1919-1920)

36
SOBRE LA CREACIÓN DEL MUNDO SEGUN MOISES

(DE OPIFICIO MUNDI)

1. I. Al codificar los demás legisladores las normas consideradas justas por los mismos, unos
lo hicieron en forma desnuda y carente de todo atractivo; en tanto que otros, revistiendo sus
pensamientos con ociosos agregados, confundieron a las multitudes ocultando la verdad tras
el velo de míticas ficciones.

2. En cambio, Moisés, desdeñando una y otra modalidad, la una como irreflexiva, superficial
e indigna de la filosofía, la otra por engañosa y llena de imposturas, compuso para su
legislación un exordio pleno de belleza y magnificencia, evitando tanto el dictar sin
preámbulo alguno los deberes y prohibiciones como el inventar mitos o aprobar los forjados
por otros ante la necesidad de preparar el entendimiento de quienes habrían de regirse por sus
leyes.

3. Su exordio es, como digo, admirable en sumo grado. Consiste en el relato de la creación, y
de él se desprende que entre el mundo y la ley existe una recíproca armonía, y que, de ese
modo, el hombre respetuoso de la ley es ciudadano del mundo, ya que ajusta su conducta a los
dictados de la naturaleza, de conformidad con la cual es regido el mundo entero.

4. Poeta ni prosista alguno podría, por lo tanto, celebrar dignamente la belleza de los
pensamientos contenidos en su relato de la creación, ya que ellos están más allá de nuestra
capacidad de expresarnos y escuchar, siendo demasiado grandes y sublimes para que puedan
adaptarse a las palabras y al oído de mortal alguno.

5. Mas no por ello hemos de callarlos; antes bien, por consideración al amado de Dios,1
habremos de aventuramos aún más allá de nuestra capacidad. Nada de lo que digamos,
procede de nosotros mismos, y solo nos referiremos a unas pocas de las muchas
consideraciones hasta las cuales es dable avanzar a la inteligencia humana impulsada por el
amor y el ansia de sabiduría.
1
Es decir. Moisés.

6. El más pequeño de los sellos recibe al ser modelado las imágenes de cosas de colosales
dimensiones, y cabe pensar que del mismo modo las excelsas hermosuras del relato de la
creación del mundo contenido en la legislación, aunque con su deslumbradora luz turben las
almas de los que las leen, serán puestas de manifiesto a través de los más diminutos trazos.
Pero antes hemos de indicar algo que no cabe pasar en silencio.

7. II. Algunos, efectivamente, admirando más al mundo que al Creador del mundo, han
sostenido que el primero es increado y eterno, y afirmado falsa e impíamente la doctrina de
una inmensa inactividad de Dios; cuando, por el contrario, deberían quedar pasmados ante
Sus poderes como Creador y Padre, y no asignar al mundo una desmedida grandeza.

8. Moisés, en cambio, merced a que alcanzó la cúspide misma de la filosofía y a que fue
profundamente instruido por Divinas revelaciones en los múltiples y más fundamentales
conocimientos relativos a la naturaleza, comprendió que nada hay más necesario en lo
existente que el que exista una causa activa y una pasiva, y que la causa activa es la purísima
e inmaculada Inteligencia del universo, superior a la virtud, superior a la sabiduría, superior al

37
bien y a la belleza misma;

[9.] en tanto que la pasiva, inanimada e inmóvil de por sí, evolucionó, movida, configurada y
vivificada por la Inteligencia, hacia la obra perfectísima que es este mundo. Los que sostienen
que éste es increado no se dan cuenta de que eliminan el más provechoso y necesario de los
incentivos hacia la piedad, vale decir, la providencia.

10. Porque, como lo demuestra la razón, el Padre y Hacedor vela por lo que ha llegado a la
existencia. Un padre, en efecto, procura preservar a los nacidos de él, y un artífice los
productos de su labor, y no escatiman medios para evitarles cuanto hay de funesto y dañoso, a
la vez que anhelan procurarles cuanto les resulta útil y ventajoso. En cambio, ningún vínculo
liga a lo que no ha sido creado con quien no ha creado.

11. Se trata, pues, de una doctrina indigna de sostenerse y trivial, que pretende que este
mundo es semejante a una ciudad anárquica, carente del jefe, arbitro o juez que se encargue
de administrarlo y presidirlo todo.

12. El gran Moisés, por el contrario, comprendiendo que lo inengendrado es de una naturaleza
completamente distinta de cuanto está al alcance de nuestra vista, ya que todo lo perceptible
por los sentidos está sujeto al nacimiento y a cambios y no permanece jamás en el mismo
estado, atribuyó la eternidad a lo invisible y aprehensible por la inteligencia, como algo con-
natural y afín; y asignó a lo perceptible por los sentidos el apropiado nombre de "génesis".2
Siendo, pues, visible, perceptible por los sentidos este mundo, necesariamente se sigue que es
además creado. De allí el acierto de Moisés al describir también la génesis del mismo,
manifestando así la grandiosa majestad de la obra de Dios.
2
O creación, y por lo tanto, mundo de lo no eterno, de lo perecedero.

13. III. Dice que el mundo fue creado en seis días, mas no porque el Hacedor hubiera
menester de una determinada cantidad de días; que Dios puede hacer todas las cosas
simultáneamente, tanto ordenar las obras como concebirlas; sino porque en las cosas creadas
era necesario un orden. El orden, por su parte, involucra número, y de los números, por
imperio de las leyes de la naturaleza, el más vinculado a la generación de seres es el 6. Se
trata, en efecto, del primer número perfecto a contar desde la unidad, y es igual al producto de
sus factores, y, a la vez, a la suma de los mismos,3 siendo el 3 su mitad, el 2 su tercera parte y
el 1 su sexta parte. Y su naturaleza es, por así decir, masculina y femenina, resultado de
combinar la potencia de uno y otro sexo. En las cosas existentes, en efecto, lo impar es
masculino, y lo par femenino; y he aquí que la serie de los números impares comienza por el
3, y la de los pares por el 2, números de los que el 6 es producto.
3
1 + 2 + 3 = 6; y 1 x 2 x 3 = 6.

14. Siendo el mundo la más perfecta de las cosas que adquirieron existencia, preciso era que
fuera conformado de acuerdo con un número perfecto, es decir, el 6; y que, habiendo de
contener en sí a las creaturas nacidas de la unión sexual, recibiera la impresión de un número
mixto, el primero que contiene lo par y lo impar, y encierra la forma ejemplar4 del elemento
masculino inseminador y del femenino receptor de las simientes.
4
Traduzco así al término griego idea, para evitar el equívoco que traería aparejado el
traducirlo por la palabra española idea. "Forma ejemplar" contiene las dos connotaciones que
le atribuye Filón, de conformidad con la doctrina platónica al respecto: forma y modelo.

15. A cada uno de los días asignó Dios una de las porciones del universo mas no incluyó al

38
primero, al que evitó llamar "primero", a fin de quemo fuera enumerado junto con los otros.
Lo llamó, en cambio, "uno" (Gen. I, 15), asignándole así una denominación exacta puesto que
mediante tal nombre reconoce en él y le atribuye expresamente la naturaleza y denominación
do la unidad. IV. Como es imposible enumerar todos los elementos que este número encierra
en sí, hemos de limitarnos a los más que nos sea posible. Como elemento especial encierra al
mundo aprehensible por la inteligencia, según se indica en el tratado acerca de dicho número.

16. Dios, en efecto, como que es Dios, conocía de antemano que ninguna copia hermosa
podría ser producida jamás sino a partir de un modelo hermoso, y que ninguna de las cosas
sensibles podría ser irreprochable si no era hecha como copia de un arquetipo y forma
ejemplar aprehensible por la inteligencia. Y así, habiéndose propuesto crear este mundo
visible, modeló previamente el mundo aprehensible por la inteligencia, a fin de usarlo como
modelo incorpóreo y acabada imagen de la Divinidad en la producción del mundo corpóreo,
creación posterior, copia de una anterior, que había de encerrar tantas clases de objetos
sensibles cuantas de objetos mentales contenía ésta.

17. No es legítimo suponer o decir que el mundo constituido por las formas ejemplares se
halla en un determinado lugar, pero sabremos cómo está constituido si consideramos atenta-
mente cierta imagen tomada de nuestra propia experiencia. Cuando se va a fundar una ciudad
para satisfacer los ambiciosos proyectos de algún rey o gobernante que, apropiándose de un
poder sin límites y a la vez concibiendo brillantes ideas, busca añadir nuevo lustre a su
prosperidad, algún arquitecto experto, tras acudir una y otra vez al lugar y observar sus
ventajas de clima y posición, concibe primero en su mente el plano de casi todas las partes de
la ciudad que se está a punto de fundar: templos, plazas, puertos, depósitos, calles,
emplazamientos de murallas, ubicación de casas y demás edificios públicos.

18. Luego, habiendo recibido en su alma, como en una cera, las imágenes de cada una de
ellas, lleva consigo la representación de una ciudad concebida por la inteligencia; y después
de haber retenido5 esas imágenes mediante su innata capacidad de recordar, e impreso sus
rasgos con más intensidad aún en su inteligencia, comienza, como avezado artífice, con la
vista puesta en el modelo, a construirla con piedras y maderas, cuidando que los objetos
corpóreos sean iguales totalmente a cada una de las incorpóreas formas ejemplares.
5
La mnéme = memoria, es, según Filón la facultad de conservar presentes los recuerdos, a
diferencia de la anamnesis = reminiscencia, que es la capacidad de reactualizarlos tras el
olvido. Ver Interpretación alegórica, III, 93.

19. Pues bien, en lo que a Dios hace hemos de pensar que procedió de manera análoga; que,
resuelto a fundar la gran ciudad,6 concibió primero las características de la misma, y habiendo
conformado mediante ellas un mundo aprehensible por la inteligencia, fue produciendo en
acabada forma también el mundo perceptible por los sentidos, empleando para ello aquél
como modelo.
6
Es decir, el mundo o universo.

20. V. Así, pues, como la ciudad concebida previamente en el espíritu del arquitecto no ocupa
lugar alguno fuera de él, sino se halla impresa en el alma del artífice, de la misma manera el
mundo de las formas ejemplares no puede existir en otro lugar alguno que no sea el logos
Divino, que las forjó con ordenado plan. Porque, ¿qué otro lugar habría apto para recibir y
contener en su pureza o integridad, no digo todas, pero ni siquiera una sola cualquiera de
ellas, aparte de Sus potencias?

39
21. Y una de esas potencias es la creadora del mundo, potencia que tiene por fuente al
verdadero bien. Porque entiendo yo que no andará errado quien desea averiguar la causa por
la que este universo fue creado, si afirma, como, por otra parte, lo afirmó ya uno de los
antiguos, que el Padre y Hacedor del universo es bueno, y que esa bondad hizo que no viera
con malos ojos que participara de Su propia naturaleza excelsa una entidad carente de por sí
de toda hermosura, aunque capaz de convertirse en la totalidad de las cosas.

22. Porque esta entidad era de por sí desordenada, sin cualidades, sin vida, sin semejanzas,
llena de inconsistencia, de desarmonía y de desproporción; pero recibió una transformación,
un cambio hacia las opuestas y más hermosas características, vale decir, orden, cualidad, vida,
semejanza, cohesión, armonía y proporción, o sea, todo cuanto es propio de la forma ejemplar
más excelente.7
7
Platón, Timeo 29 e, donde se lee: "El que ha formado el devenir y el mundo. . . ha querido
que todas las cosas nacieran lo más parecidas a él que fuera posible."

23. VI. Sin intervención de consejero alguno (¿qué otro ser existía aparte de Él?), por Su sola
determinación resolvió Dios que habría de beneficiar con pródigos y valiosos dones a esa
naturaleza, incapaz sin las Divinas larguezas de alcanzar por sí misma bien alguno. Mas no es
en proporción a la grandeza de Su propia bondad como concede Sus beneficios, ya que esa
bondad es infinita e inagotable; sino en la medida de la capacidad de los que son beneficiados.
Porque no es la misma la natural capacidad de Dios para prodigar el bien que la de las
creaturas para recibirlo. Los poderes de Dios sobrepasan toda medida; en tanto que el mundo,
siendo, como es, demasiado débil para recibir tan inmensos dones, hubiera sucumbido si Dios
no hubiera medido y distribuido los mismos en la debida proporción asignando a cada cosa lo
que le correspondía.

24. Si alguien quiere expresarse en forma más simple y directa, bien puede decir que el
mundo aprehensible por la inteligencia no es otra cosa que el logos de Dios entregado ya a la
obra de la creación del mundo: la ciudad concebida por la inteligencia no es, en efecto, sino el
entendimiento del arquitecto en el acto de proyectar la fundación de la ciudad.

25. Ésta es doctrina de Moisés, no mía. Al referirse, por ejemplo, más adelante a la creación
del hombre, reconoce en forma explícita que éste fue modelado "según la imagen de Dios"
(Gen. I, 27). Y si la parte8 es imagen de una imagen, es evidente que también lo es el todo. Y
si este mundo entero perceptible por los sentidos es una copia, mayor que la humana, de la
Divina imagen, es asimismo evidente que ese sello arquetípico que decimos es el mundo
aprehensible por la inteligencia, no puede ser otro que el logos de Dios.
8
La parte, es decir, el hombre.

26. VII. Dice Moisés que "en el principio hizo Dios el cielo y la tierra", pero no atribuye al
término "principio" Un sentido cronológico, como piensan algunos, pues no existía,
ciertamente, el tiempo antes de existir el mundo, sino comenzó juntamente con él o después
de él. El tiempo, en efecto, es un intervalo determinado por el movimiento del mundo, y el
movimiento no podía haber existido antes de existir el objeto móvil, sino debió" aparecer o
posterior o simultáneamente con éste, de lo que por fuerza se sigue que el tiempo es o
coetáneo del mundo o más reciente que él; y osar sostener que es más antiguo que el mundo
carece de base filosófica.

27. Ahora bien, puesto que el término "principio" no está tomado en este caso en sentido
cronológico, bien cabe pensar que lo que indica es el principio en el orden numérico, de tal

40
modo que la expresión "en el principio hizo" equivaldría a "hizo primero el cielo". Y es,
efectivamente, razonable que éste fuera lo primero en llegar a la existencia, ya que es lo más
excelso de la creación y está formado con lo más. puro que existe, pues estaba destinado a ser
la sacratísima mansión de los dioses visibles, perceptibles por los sentidos.9
9
Filón emplea la terminología platónica para designar a los astros. Ver Timeo 40.

28. Aunque el Hacedor creó todas las cosas simultáneamente,. ello no significó menoscabo
alguno para el orden que acompañaba a cuanto llegaba a la existencia. Ellas estaban dotadas
de hermosura, y la belleza no existe en medio del desorden. Ahora bien, el orden es la
sucesión y encadenamiento de determinadas cosas precedentes con otras que vienen después,
encadenamiento que, aunque no se haga patente en las cosas ya acabadas,. existe, sin
embargo, en los designios de sus autores, ya que sólo de ese modo esas cosas podían llegar a
ser hechas con precisión» estables y libres de confusión.

29. En primer lugar, pues, hizo el Hacedor un cielo incorpóreo, una tierra invisible, la forma
ejemplar del aire y la del vacío. Al aire lo llamó "obscuridad", puesto que es negro por
naturaleza; y al vacío "abismo", ya que la inmensa abertura del vacío es precisamente una
gran profundidad. Luego creó la esencia incorpórea del agua y la del aliento vital10 y
finalmente la de un séptimo elemento: la luz, la que, a su vez, fue el incorpóreo modelo, de
naturaleza intelectual, del sol y de todos los luminosos astros que habrían de llegar a existir en
la extensión celeste.
10
Gen. I, 2.

30. VIII. Dignos de especial distinción fueron considerados por Moisés el aliento vital y la
luz; y así, llamó al primero "aliento de Dios" por cuanto el aliento vital es el principio por
excelencia de la vida, y Dios el autor de ésta. De la luz dice que es hermosura sin par.11 Y en
verdad, tanto la luz aprehensible por la inteligencia sobrepasa por su brillo resplandeciente a
la visible, cuanto, a mi parecer, supera el sol a las tinieblas, el día a la noche, y la inteligencia,
que es la parte rectora del alma, toda, a los ojos del cuerpo.
11
Gen. I, 4.

31. Aquella invisible luz aprehensible por la inteligencia adquirió existencia como una imagen
del logos Divino, en quien halla explicación su nacimiento. Trátase de un astro más que
celestial, fuente de los astros perceptibles por los sentidos, al que no estaría desacertado
llamar claridad universal, de la que el sol, la luna, los astros errantes y los fijos reciben las
claridades apropiadas, cada uno según su propia capacidad. Aquella inmaculada y pura
claridad empalidece tan pronto como comienza a transformarse trocándose de luz intelectual
en luz visible, ya que nada de lo que se halla al alcance de nuestros sentidos está libre de
impureza.

32. IX. Correcto es también afirmar que "la obscuridad estaba sobre el abismo" (Gen. I, 2).
Porque, en cierto modo, el aire 12 se halla sobre el vacío, puesto que, descendiendo sobre él,
llena completamente la desértica y vacía región que se extiende desde el ámbito lunar hasta
nosotros.
12
El aire, que es negro, según lo señalado en 29.

33. Después que comenzó a brillar la luz aprehensible por la inteligencia, creada antes que lo
fuera el sol, la enemiga obscuridad retrocedió. Es que Dios, consciente de su recíproca
oposición y connatural hostilidad mutua, estableció entre ellas un muro de separación. Para
evitar que la discordia sobreviniera como resultado de la permanente vecindad de ambas, y la

41
guerra prevaleciera sobre la paz, con lo que hubiera establecido el desorden en el orden
universal, no sólo separó la luz de la obscuridad, sino colocó además en los espacios
intermedios vallas de separación, mediante las cuales retuvo a una y a otra en las partes
extremas. Si hubieran permanecido vecinas, hubieran seguramente engendrado la confusión,
enfrentadas en intensa e incesante lucha por la preeminencia; lo que hubiera ocurrido si
límites erigidos entre ambas no las hubieran separado evitando así la mutua agresión.

34. Estos límites son el ocaso y el alba. Ésta anticipa la buena nueva de que el sol está a punto
de elevarse, a la par que aleja suavemente a la obscuridad; el ocaso sobreviene con la puesta
del sol, recibiendo apaciblemente el compacto avance de la sombra. También a éstos, me
refiero al alba y al ocaso, ha de incluírseles en el orden de los objetos incorpóreos y
aprehensibles por la inteligencia. Nada sensible, en efecto, hay en ellos, siendo, por el
contrario, totalmente formas ejemplares, medidas, figuras y sellos, cosas incorpóreas
destinadas a engendrar otras corpóreas.

35. Una vez que la luz hubo sido creada y la obscuridad se hubo retirado cediéndole lugar, y
quedaron ya fijados como barreras en los intervalos entre ambas el ocaso y el alba, como
lógica consecuencia quedó al punto determinada una medida del tiempo, que el Hacedor
llamó "día"; y no día "primero", sino día "uno", denominación aplicada teniendo presente la
unicidad del mundo aprehensible por la inteligencia, cuya naturaleza está vinculada a la
unidad.

36. X. Hallándose, pues, concluido ya y firmemente fijado en el logos Divino el mundo


incorpóreo, el sensible fue engendrado en su término preciso conforme con el diseño de aquél.
Y de sus partes la más excelsa de todas, la primera que el Hacedor creó fue el cielo, al que
con todo acierto llamó "firmamento",13 como que es corpóreo, y el cuerpo es sólido por
naturaleza ya que se trata de un ente tridimensional. ¿Qué otra noción tenemos de sólido y de
cuerpo sino que es lo que se extiende en todas las direcciones? Con razón, pues, oponiendo al
cielo intelectual e incorpóreo este otro sensible y de aspecto corpóreo, llamó a éste
"firmamento".
13
En griego: steréoma = construcción sólida o firme, firmamento; y stereós = sólido, firme,
por lo que el demiourgós (artesano) al llamarlo así destaca su naturaleza.

37. Un poco más adelante, con toda exactitud y propiedad, lo denominó "cielo", en parte
porque es límite de todas las cosas, y en parte por haber sido la primera de todas las cosas
visibles.14 Al que siguió a su creación lo llama segundo día, con lo que asigna al cielo el
espacio y duración de un día entero, lo que se explica por la jerarquía y dignidad del cielo
entre las cosas sensibles.
14
Disquisición etimológica sin fundamento. Con todo, para los oídos griegos no dejaría de
existir cierto parentesco fonético entre el termino ouranós = cielo, de etimología incierta,
cuyo diagrama inicial ou- pronunciábase como o cerrada o como u tal vez, y las voces hóros =
límite, y horán = ver. Contribuía a borrar las diferencias el hecho de que la aspiración inicial
(h-) ni se pronunciaba ni se escribía en la época helenística.

38. XI. Después de esto, como el agua toda se derramaba sobre la totalidad y penetraba en
todas sus partes, como a través de una esponja saturada de líquido, con lo que la tierra resul-
taba un pantano y un fango profundo, por hallarse ambos elementos entremezclados y
confundidos a modo de amasijo en una única sustancia indiscernible y amorfa, dispuso Dios
que toda el agua salada, que hubiera sido causa de esterilidad para sembrados y árboles, se
concentrase afluyendo desde los intersticios de la tierra toda y ésta apareciese seca, quedando

42
en ella una reserva de agua dulce para su conservación, pues el agua dulce en cantidad
adecuada sirve de elemento de cohesión que une las porciones separadas; para evitar que,
completamente desecada, se convirtiera en estéril e improductiva, y para que, como una
madre, proveyera a los que podríamos llamar sus hijos no de un solo género de alimentos: el
sólido, sino de uno y otro: el sólido y el líquido. Ésa es la causa por la que la tierra contó con
abundantes conductos de agua, semejantes a maternos senos, que, una vez abiertos, habrían de
hacer brotar ríos y fuentes.

39. En no menor cantidad extendió Dios los ocultos "cursos de agua a través de toda la tierra
pingüe y fecunda para que la producción de frutos fuese inagotable. Habiendo ordenado estos
elementos, les asignó nombres, llamando "tierra" a la región seca, y "mar" a la separada de"
ella.

40. XII. El siguiente paso fue organizar la tierra. Mandóle que se cubriera de verduras y
espigas, y produjera toda clase de plantas, ubérrimos prados y todo cuanto habría de servir
para forraje de las bestias y para alimento de los hombres. Además de todo ello produjo todas
las especies de árboles sin omitir ninguna, ni de las silvestres ni de los llamados árboles de
cultivo. Y, contrariamente a lo que ocurre actualmente, todos ellos al comenzar a existir
estaban ya cargados de frutos.

41. Ahora, en efecto, el desarrollo tiene lugar progresivamente en etapas sucesivas, y no


conjuntamente en un momento único. ¿Quién ignora que primero se realiza la siembra y la
plantación, y luego el crecimiento de los sembrados y plantas; las primeras para hacer que las
raíces se extiendan hacia abajo a modo de basamento, y el segundo mientras se elevan y
desarrollan hacia lo alto los tallos y troncos? Siguen luego la germinación y los brotes de las
hojas, y finalmente la producción del fruto. Y aquí se repite el proceso: el fruto no ha llegado
a su pleno desarrollo, sino está sujeto a toda suerte de cambios, unos cuantitativos, es decir, de
tamaño; otros cualitativos, o sea, en la variedad de aspecto. En efecto, al nacer el fruto se
asemeja a indivisibles copos, apenas visibles a causa de su diminuto tamaño, a los qué no
estaría desacertado calificar de las primeras cosas perceptibles por los sentidos. Después, por
efecto de su gradual desarrollo, de la nutrición por irrigación, que proporciona humedad al
árbol, y de la bien equilibrada temperatura de los aires, que se vivifican nutren con frescas y
delicadas brisas, irá creciendo hasta alcanzar su tamaño completo. Y con el tamaño múdase
también su aspecto, como si el experto pincel de un pintor lo fuera matizando con variados
colores.

42. XIII. Pero, como dije, en la primera creación del universo hizo Dios que de la tierra
nacieran ya plenamente desarrollados los vegetales, cargados de frutos, no inmaduros sino en
plena sazón, para su inmediato uso y consumo por los animales que a, continuación serían
creados.

43. Dios ordenó a la tierra engendrarlos, y ésta, como si hubiera estado desde largo tiempo
preñada y gestándolos en su seno, dio a luz todas las especies de plantas, todas las de árboles,
y además las incontables clases de frutos. Pero los frutos no sólo servía de alimento para los
animales, sino también como dispositivo naturales para la perpetua generación de seres de la
misma especie puesto que contienen en su seno la sustancia fecundantes, en las que hallanse
ocultos e invisibles los principios de todas las cosas que se tornan manifiestos y visibles con
el correr de las estaciones.
15
El termino griego traducido aquí por principios contiene una clara referencia a los logoi
spermatikoí = rationes seminalis de la filosofía estoica.

43
44. Dios, en efecto, por perpetuar y hacer partícipes de la inmortalidad a las especies, quiso
que la naturaleza recorriera ciclos con retorno al punto de partida, y a tal efecto estableció que
el principio avanzase hasta el fin, y que inversamente el fin retornase hacia el punto de
partida. Y así, el fruto procede de las plantas, como un fin procedente de un principio; e inver-
samente, del fruto, que contiene en su interior la simiente, procede la planta, como un
principio derivado de un fin.

45. XIV. En el cuarto día estableció Dios el orden en el cielo adornándolo con matizada
belleza. Lo hizo cuando ya la tierra estaba completa, no porque colocara al cielo en un plano
de inferior jerarquía al de la tierra, confiriendo preeminencia a la naturaleza inferior y
considerando secundaria a la más alta y divina, sino para poner de manifiesto sin lugar a
dudas la magnitud de Su poder. Es que, conociendo de antemano cuáles serían las maneras de
pensar de los por entonces inexistentes hombres, quienes, atentos siempre a las apariencias y a
la fuerza persuasiva de las prolijas argumentaciones antes que a la pura verdad, confiarían
más en los testimonios de su vista que en Dios, admirando más a la sofística que a la
sabiduría; y seguro de que, al observar la periodicidad de las revoluciones solar y lunar, de
acuerdo con las cuales transcurren los veranos e inviernos, y retoman la primavera y el otoño,
supondrían que son los astros del cielo el origen de todas las cosas que todos los años se
engendran y nacen; para que nadie, ni por desvergonzada osadía ni por supina ignorancia, se
atreviera a atribuir el primer puesto a una creatura mortal,

[46.] dice así: Vuelvan con el pensamiento hacia la creación inicial de todas las cosas, cuando,
antes; de que existiesen el sol y la luna, la tierra producía toda suerte de vegetales y toda clase
de frutos; y, al contemplar esto con el pensamiento, tengan por seguro que también en
adelante los producirá conforme con lo que el Padre dispusiere, cuando Él lo juzgare
oportuno, pues Él no ha menester de Sus creaturas del cielo, a las que concedió poderes pero
no independientes, ya que, del mismo modo que un auriga que empuña las bridas o un piloto
atento al timón, guía Dios todas las cosas por donde desea, de conformidad con la ley y la
justicia sin necesidad de colaboración de otro alguno. Porque todo es posible para Dios.

47. XV. Tal es la causa por la cual la tierra germinó y se cubrió de verdor antes ya de que
fuera ordenado el cielo. La ordenación de éste tuvo lugar después en un número perfecto, el 4.
De este número no estaría desacertado decir que es la base y fuente del número completo,16 es
decir, el 10. Porque lo que el 10 es en acto, lo es evidentemente el 4 en potencia. Así, si se
suman los números del 1 al 4 el resultado será 10, número éste que constituye el límite de la
infinita serie de los números, los que en tomo de él, como alrededor de un eje, giran y vuelven
sobre sus pasos.
16
El 10 contiene a todos los números de la tetractys o serie de los cuatro primeros (1, 2, 3, 4),
pues 1+2+3+4= 10. Según los pitagóricos, la tetractys "contiene en sí la fuente y la raíz de la
eterna naturaleza".

48. Además el 4 encierra las relaciones de las consonancias musicales producidas por los
intervalos de cuatro notas, de cinco, de octava y de doble octava, de los cuales resulta la más
perfecta armonía. Del de cuatro notas la relación es 1⅓, del de cinco 1½, del de octava 2, del
desdoble octava 4; a todas las cuales encierra en sí el 4: a 1⅓ en la relación 4/3, a 1½ en la
relación 6/4, a 2 en la relación 4/2, y a 4 en la relación 4/1.

49. XVI. Existe otra propiedad del número 4 cuya mención y consideración provocan suma
admiración. Dicho número, en efecto, fue el primero en poner de manifiesto la naturaleza de

44
lo sólido, en tanto que los anteriores estaban relacionados con cosas incorpóreas. Porque lo
que en geometría se denomina punto se clasifica en la esfera del 1; y la línea en la del 2, como
que de la extensión del 1 queda determinado el 2, y de la del punto la línea. A su vez, si a la
línea, que es un largo sin anchura, se le añade la anchura se origina la superficie, la que está
situada en la esfera del número 3. Y la superficie, para transformarse en un cuerpo, necesita
de una dimensión más: la profundidad, cuya adición al 3 .produce 4. De todo lo cual resulta
que este número es una cosa sumamente importante, ya que desde la existencia incorpórea y
aprehensible por la inteligencia nos introduce en la noción de cuerpo de tres dimensiones, es
decir, lo primero que por su naturaleza entra en el campo de la percepción sensorial.

50. Quien no hubiere entendido lo que digo lo comprenderá gracias a cierto juego muy
común. Los que juegan con nueces acostumbran colocar tres nueces sobre una superficie
plana, y luego añaden una más formando una figura piramidal. Pues bien, el triángulo del
suelo se extiende hasta el número 3; la nuez agregada origina el número 4 en el orden
numérico, y una pirámide, un cuerpo sólido ya, en el orden de las figuras.

51. Además de estas propiedades no debemos olvidar lo siguiente: el 4 es el primer cuadrado


entre los números, producto de iguales factores multiplicados entre sí, medida de la justicia y
la equidad;17 y además el único que resulta indistintamente de la suma de 2 más 2, y de la
multiplicación de 2 por 2, con lo que pone de manifiesto cierta hermosísima forma de
consonancia, que a ninguno de los otros números es dada. Por ejemplo, el 6 es la suma de dos
3, pero no el producto de 3 por 3, que es 9.
17
Las acepciones fundamentales del adjetivo griego ísos son igual, igualmente distribuido,
equitativo. De allí que Filón afirme que el 4 es la medida de la justicia y la equidad, ya que es
isákis ísos = igual número de veces igual número, es decir, dos veces dos, o 2 X 2, o el
cuadrado de 2.

52. A muchas otras propiedades está vinculado también el 4, las que con mayor detenimiento
habrán de ser expuestas en un trabajo especial sobre el mismo. Basta aquí con añadir lo
siguiente: el 4 es el punto de partida de la creación del cielo y del mundo todo. En efecto, del
número 4, como de una fuente, manaron los cuatro elementos con los que fue construido el
universo. De él proceden además las cuatro estaciones del año, causas del nacimiento de los
animales y las plantas, ya que el año ha sido dividido en cuatro partes: invierno, primavera,
verano y otoño.

53. XVII. Pues bien, como dicho número ha sido considerado digno de tan gran preeminencia
en la naturaleza, el Hacedor, como no podía ser de otro modo, llevó a cabo el ordenamiento
del cielo en el cuarto día, y lo embelleció con el más hermoso y de más Divina forma entre los
adornos: con los astros, portadores de claridad. Además, sabiendo que la luz es la mejor de
todas las cosas, la convirtió en el instrumento del mejor de los sentidos, la vista; porque lo que
la inteligencia es en el alma, lo es el ojo en el cuerpo. Tanto aquélla como éste ven: la inteli-
gencia las cosas aprehensibles por vía intelectual, el ojo las sensibles. Y en tanto que la
inteligencia ha menester de la ciencia para la aprehensión de las cosas incorpóreas, el ojo
necesita de la luz para la visión de lo corpóreo.

54. La luz ha procurado a los hombres, aparté dé muchos otros bienes, sobre todo el bien
mayor, que es la filosofía. En efecto, conducida por la luz hacia las alturas, la vista contempla
en ellas la naturaleza de los astros, su armonioso movimiento, las bien ordenadas órbitas de
las estrellas fijas y de las errantes, las primeras recorriendo órbitas idénticas e invariables, las
segundas circulando con revoluciones dobles, desiguales y opuestas; y las armoniosas danzas

45
de todos ellos, coordinadas de acuerdo con las leyes de una música perfecta; y tal visión llena
al alma de un gozo y placer indecible. El saborear sucesivas visiones, pues éstas se suceden
unas a otras, trae aparejado un insaciable deseo de contemplaciones. Y entonces, como sucede
habitualmente, el alma se pregunta intrigada cuál, es la esencia de estas cosas visibles; si se
trata de entes increados o comenzaron a existir en un momento dado; cuál es el mecanismo de
su movimiento, y cuáles son los principios por los que cada uno de ellos se rige; problemas
éstos de los que surgió la filosofía, el más acabado de los bienes incorporados á la humana
existencia.

55. XVIII. Así pues, con la mirada fija en aquella forma ejemplar de luz intelectual,
mencionada ya dentro del orden de las cosas incorpóreas, creó Dios los astros perceptibles por
los sentidos, Divinas y hermosísimas imágenes, a las que colocó en el cielo, como en el más
puro templo de la sustancia corpórea. Los fines que se proponía eran muchos: uno
proporcionar la luz, otro que sirvieran de señales, otro fijar las estaciones del año, y por
último, determinar los días, los meses y los años, los que se convirtieron en las medidas del
tiempo y originaron la naturaleza del número.

56. Cuánta utilidad y beneficio proporciona cada uno de los mencionados astros se pone de
manifiesto por su misma evidencia, pero para una más precisa comprensión no estará, sin
duda, fuera de lugar seguir la pista de la verdad también mediante un razonamiento.
Dividida la totalidad "del tiempo en dos partes: el día y la noche, el Padre asignó el dominio
del día al sol, como a un gran soberano; en tanto que el de la noche lo entregó a la luna y a la
multitud de los restantes astros.

57. La magnitud del poderío y mando correspondientes al sol tiene una clarísima prueba en lo
ya mencionado. Porque, siendo uno y solo, tiene asignado, como porción privada y en
atención a sí mismo, el día, es decir, la mitad del total del tiempo, mientras la otra, que se
conoce con el nombre de noche, correspondió a los demás astros incluida la luna. Además,
cuando el sol se eleva, las figuras de tan gran número de astros no sólo empalidecen sino se
tornan invisibles ante la irradiación de la claridad de aquél; y cuando el sol se pone,
comienzan a mostrar todos conjuntamente sus propias cualidades.

58. XIX. Pero, como Él mismo18 lo ha dicho, no sólo para que esparcieran luz sobre la tierra
fueron creados, sino también para que manifestaran señales de acontecimientos futuros. Efec-
tivamente, por sus elevaciones, sus puestas, sus eclipses, o también por las épocas de sus
apariciones y desapariciones o por otras variantes en sus movimientos, los hombres
conjeturan lo que sobrevendrá: las buenas y malas cosechas, los nacimientos y las
mortandades de animales, la claridad y nebulosidad del cielo, la calma y la violencia de los
vientos, las crecidas y bajantes de los ríos, la tranquilidad y la agitación del mar, las
irregularidades de las estaciones del año, así un verano trío, como un invierno cálido, o una
primavera otoñal o un otoño primaveral.
18
Gen. 1,14.

59. Ha habido quienes, por conjeturas basadas en los cambios que tenían lugar en el cielo, han
preanunciado algún' movimiento o conmoción terrestre y otros innumerables acontecimientos
fuera de lo común, lo que prueba la suma verdad que contiene el aserto de que los astros "han
sido creados para ser señales".19
Pero con el siguiente agregado: "y para los tiempos oportunos". Por tales entendía Moisés las
estaciones del año, y por cierto que con razón. Porque, ¿qué significación tiene el término
"tiempo oportuno" sino la de "tiempo de buenos resultados"? Y buenos resultados son

46
aquellos a los que conducen las estaciones anuales al llevar a la plenitud de su desarrollo
todas las cosas, así las siembras y los crecimientos de los frutos como las pariciones y los
crecimientos de los animales.
19
Señales que marcan las divisiones del tiempo.

60. Los astros fueron creados además para determinar la medida de los tiempos. En efecto, los
días, los meses y los años quedaron determinados por las regulares revoluciones del sol, la
luna y los demás astros. Consecuencia inmediata de esto fue que se puso de manifiesto lo más
útil de todo: la naturaleza del número, siendo los períodos de tiempo quienes nos la revelan.
De un día, en efecto, llegamos a concebir el número uno, de dos días el dos, de tres días el
tres, de un mes el treinta, de un año el número equivalente a los días contenidos en doce
meses, de un tiempo ilimitado el número infinito.

61. Tantos y tan útiles beneficios tienden a proporcionarnos las naturalezas celestes y los
movimientos de los astros. ¡Y a cuántos otros procesos naturales, desconocidos para nosotros,
porque no todo está al alcance de la inteligencia de los mortales, pero que contribuyen a la
conservación del universo y se cumplen en todas partes y en todos los casos según leyes y
normas que Dios fijó inalterables en el universo; se extiende, diría yo, esa benéfica
influenciar!

62. XX. Ordenados convenientemente la tierra y el cielo, aquélla en el tercer día, éste en el
cuarto, como se ha dicho, emprendió Dios la obra de crear, comenzando por los animales
acuáticos, las especies mortales de creaturas vivientes en el quinto día, por considerar que no
existe una relación más estrecha con el número 5 que la de las creaturas animales. No difie-
ren, en efecto, las creaturas animadas de las inanimadas más que en la sensibilidad, y la
sensibilidad está dividida en cinco partes: vista, oído, gusto, olfato y tacto. A cada una de ellas
asignó el Hacedor un aspecto especial de la realidad material y un modo propio de captarlo,
mediante el cual habría de obtener los datos sobre los objetos a su alcance. A la vista fuéronle
asignados los colores, al oído los sonidos, al gusto los sabores, al olfato los olores, al tacto la
blandura y la dureza, el grado de calor y de frío, las suavidades y las asperezas.

63. Ordenó, pues, que se formase toda suerte de especies de peces y monstruos acuáticos,.
diferentes entre sí por los lugares de vida, los tamaños y las; características, ya que para
distintos mares formáronse distinta? especies, aunque también las mismas correspondieron a
veces a distintos mares. Mas no en todas partes se formaron todas, y sus razones hubo, ya que
a algunas especies les placen las aguas de escasa altura, y de ningún modo el mar profundo,
en tanto, que otras prefieren los puertos y las radas, no pudiendo ni arrastrarse sobre la tierra
ni nadar mar adentro, y otras, habituadas a vivir en las profundidades del mar, rehuyen la
proximidad de los salientes cabos, de las islas y de las rocas. Otras hállanse a sus anchas en
las aguas calmas y tranquilas, mientras otras complácense en la violencia de las olas agitadas,
como que, ejercitadas por los incesantes embates de éstas y embistiendo con fuerza contra su
torrente, son más vigorosas y adquieren un desarrollo mayor..?
Acto seguido produjo también las distintas especies de aves, por tratarse de especies hermanas
de las que viven en el agua, como que unas y otras son nadadoras; sin dejar incompleta
ninguna clase de las creaturas que atraviesan el aire.

64. XXI. Una vez que el agua y el aire hubieron recibido, a manera de patrimonio propio, las
especies de animales convenientes, llamó Dios una vez más a la tierra para que produjera la
porción que había sido omitida, pues cuando creó los vegetales .habían quedado postergados
los animales terrestres; y dijo: "Produzca la tierra rebaños, bestias salvajes y reptiles, según

47
cada especie" (Gen. I, 24). Al instante la tierra engendró las especies ordenadas, diferentes en
la conformación, las fuerzas y la capacidad para dañar o beneficiar existentes en cada una.

65. En último término creó al hombre. De qué manera, lo diré un poco más adelante. Antes he
de destacar la suma belleza del orden de sucesión con que procedió a concretar la creación de
las creaturas animadas. De la vida animada, en efecto, la menos elaborada y de inferior
configuración ha sido asignada al género de los peces; la más cuidadosamente forjada y
superior en todos los aspectos, al género humano; la intermedia entre ambas, al de los
animales terrestres y al de los voladores. Así, éstos tienen una capacidad de percepción
sensorial más desarrollada que los peces pero menos aguda que los hombres.

66. Por tales razones de los seres animados creó primero Dios a los peces, más afines a la
naturaleza puramente corpórea que a la anímica, en cierto modo animales y no animales, entes
inanimados dotados de movimiento, a los que fue infundido el elemento espiritual con el solo
objeto de la conservación de sus cuerpos, tal como dicen que se echan las sales a las carnes a
fin le que no se pudran fácilmente.

67. Después de los peces creó las aves y los animales terrestres. Éstos son ya de sensibilidad
más desarrollada y ponen de manifiesto en su constitución orgánica las cualidades propias de
lo anímico más claramente. Y como coronación de todo creó, según se ha dicho, al hombre, a
quien dotó de una inteligencia eminente, alma del alma, como la pupila en el ojo; que también
de ésta los que investigan más a fondo la naturaleza de las cosas dicen que es el ojo del ojo.

67. XXII. En aquel tiempo todas las cosas se constituían simultáneamente, es verdad. Pero,
aunque todas se constituían a la vez, como en adelante la llegada de los seres animados a la
existencia tendría lugar procediendo unos de otros, el orden de sucesión aparece
necesariamente descripto en la narración. En lo que toca a las creaturas particulares el orden
es el siguiente: su naturaleza comienza por lo más bajo de todo, y termina en lo más elevado.
Hemos de demostrar qué quiere decir esto. El semen resulta ser el punto de partida de la
generación de los seres animados. Salta a la vista que se trata de algo de calidad sumamente
baja, parecido a la espuma. Pero, una vez que ha sido depositado en la matriz, se solidifica, y
acto seguido, habiendo adquirido movimiento, tórnase hacia su naturaleza.20 Ésta es superior
al semen, por cuanto en los seres creados el movimiento es superior a la inmovilidad. Como
un artífice, o para decirlo con más precisión, con un arte irreprochable, ella plasma al ser
animado distribuyendo la sustancia húmeda en los miembros y partes del cuerpo, y la aérea 21
en las facultades del alma, tanto en la de nutrición como en la de la aprehensión sensible. En
cuanto a la facultad de razonar, hemos de diferir por ahora el ocuparnos de ella, teniendo en
cuenta que hay quienes aseguran, que la misma procede de fuera, siendo Divina y eterna.
20
Vale decir, hacia su natural desarrollo como ser animado.
21
Sustancia aérea o sustancia espiritual (pneúma).

68. La naturaleza animada origínase, pues, en algo tan vil como el semen, y acaba en lo más
excelso: la formación del animal y del hombre. Y por cierto que esto mismo ocurrió también
en ocasión de la creación del universo. Cuando el Creador decidió formar creaturas animadas,
fueron los peces, o sea, los más ruines, por así decir, los primeros en el orden; en tanto que los
últimos fueron los mejores, es decir, los hombres; y entre ambos extremos, los restantes, vale
decir, los animales terrestres y aéreos, superiores a los primeros, e inferiores a los otros.

69. XXIII. Como se ha señalado ya, Moisés dice que después de todas las otras creaturas fue
creado el hombre a imagen y semejanza de Dios.22 Y lo: dice con toda razón ya que ninguna

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creatura terrestre es más semejante a Dios que el hombre. Nadie,. empero, imagine que la
semejanza reside en las características corporales. Ni Dios tiene forma humana, ni el cuerpo
humano se asemeja a Dios. El término "imagen" se aplica aquí a la parte rectora del alma, la
inteligencia. Y efectivamente, la inteligencia de cada una de las creaturas que sucesivamente
han llegado a existir ha sido conformada a imagen de una única inteligencia, aquella
Inteligencia del universo, que es como un arquetipo, siendo, en cierto modo, un dios para
aquel que la lleva y guarda reverentemente en su espíritu; porque, evidentemente, la inteli-
gencia humana ocupa en el hombre la misma posición que el Gran Soberano ocupa en el
mundo todo. Es, en efecto, invisible, mas ella lo ve todo; y siendo imposible de percibir su
sustancia, ella aprehende las sustancias de todas las demás cosas. Además, mientras por obra
de las artes y las ciencias abre caminos en todas direcciones, anchurosas vías todos ellos,
marcha a través de la tierra y el mar investigando la naturaleza de cada una de las cosas.
22
Gen. I, 26.

70. Y en una segunda etapa, después de remontarse como alada creatura y de contemplar el
aire y sus cambios, se eleva más aún, hacia el éter 23 y las circulares vías del cielo; y tras
deambular mezclada en las danzas que cumplen los planetas y las estrellas fijas según los
modos de la música perfecta, siguiendo al amor por la sabiduría que guía sus pasos, dejando
atrás toda la sustancia aprehensible por los sentidos, lánzase desde allí en procura de la
aprehensible por la inteligencia. Y al contemplar en aquella región las incomparables bellezas
que son. los modelos y formas ejemplares de las cosas sensibles que había visto aquí, presa de
una sobria embriaguez, como los que experimentan el delirio de los Coribantes,24 siéntese
inspirada; y llena danzas rituales al son de embriagadora música, remedando de un ansia
distinta y de un deseo superior, por el que es conducida hacia la alta estera de las cosas
aprehensibles por la inteligencia, cree ir al encuentro del mismo Gran Rey.
23
Región superior al aire según la cosmografía de los antiguos.
24
Sacerdotes de la diosa Rea (Cibeles), que entregábanse al frenesí de desenfrenadas al
cortejo de los míticos servidores que se suponía acompañaban a la diosa frigia por montes
cubiertos de bosques durante las noches a la luz de las antorchas que ellos portaban.
Nephálios =. sobrio, es un tecnicismo ritual que alude a las libaciones sin vino, solo con agua,
leche y miel en honor de las Musas, las Ninfas y las Euménides.

71. Mas, cuando vivamente desea contemplarlo, puros e inmaculados rayos de compacta
claridad se derraman como un torrente, de suerte que la mirada de la inteligencia es
encandilada por los resplandores.
Como no toda imagen corresponde a su modelo y arquetipo, siendo muchas de ellas
diferentes. Moisés completa el sentido de la expresión "según la imagen" añadiendo "y
semejanza", para recalcar que se trata de una prolija reproducción de nítida impresión.

72. XXIV. No estaría desacertado quien se plantease la pregunta de por qué razón atribuye
Moisés la creación del hombre no a un solo Creador como en el caso do las demás creaturas,
sino a un mayor número, según parece desprenderse del texto. Presenta, efectivamente, al
Padre del universo expresándose de esta manera: "llagamos al hombre según nuestra imagen y
semejanza." (Gen. I, 26.)26 Por ventura, entonces, diría yo, Aquél al que todas las cosas están,
sujetas tiene necesidad de otro alguno? Si cuando creaba el cielo, la tierra y el mar no tuvo
necesidad de nadie que cooperara con Él, ¿no habría de ser capaz, sin la colaboración de
otros, de crear por Sí mismo, Él personalmente, a una creatura tan débil y perecedera como el
hombre? La verdad plena sobre la causa de ello por fuerza sólo Dios la sabe, pero la que
parece por verosímil ser una conjetura digna de fe y razonable no hemos de omitir
mencionarla.

49
25
Obsérvense los plurales "hagamos" y "nuestra" (pluralidad de poseedores), que dan pie a la
deducción de Filón.

73. Es la siguiente: de los demás seres creados unos no tienen parte ni en la virtud ni en el
vicio, como ocurre con los vegetales y los animales irracionales, ya que los primeros carecen
de vida animada y se desenvuelven regidos por una naturaleza incapaz de percibir
sensorialmente; los segundos porque han sido privados de inteligencia y razón, y la
inteligencia y la razón son como la residencia de la virtud y del vicio, a los que la naturaleza
ha hecho para habitar en ellas. Otros, a su vez, participan sólo de la virtud, permaneciendo
libres de todo vicio: tales los astros. Se dice, en efecto, que éstos no sólo son creaturas ani-
madas sino creaturas animadas inteligentes; o más bien, que cada uno de ellos constituye de
por sí una inteligencia, totalmente recta en todos los aspectos y al abrigo de todo mal. Otros
son de naturaleza mixta, como el ser humano, que admite las condiciones opuestas: sabiduría
e insensatez, prudencia e incontinencia, valentía y cobardía, justicia e injusticia, y,
resumiendo, cosas buenas y malas, nobles y ruines, virtud y vicio.

74. Pues bien, en razón del parentesco de las creaturas excelentes con Dios, Padre del
universo, muy propio de Él era el crearlas. En cuanto a las indiferentes, no le era ajeno el
hacerlo, por cuanto también éstas se hallan exentas del vicio, que es Su enemigo; pero crear
las de naturaleza mixta era propio de Él en determinado aspecto, en otro no. Le era propio por
cuanto en su composición está contenido un principio superior; pero ajeno a causa del
principio contrario e inferior.

75. Ésta es la causa por la que sólo en el caso de la creación del hombre Dios, según afirma
Moisés, dijo "hagamos", plural que revela la coparticipación de otros como colaboradores. El
objeto fue que, cuando el hombre, obrara rectamente, con irreprochables designios y acciones,
Dios, el Soberano del universo, fuera reconocido como el origen de ellos; y en los casos
contrarios la responsabilidad fuera atribuida a otros del número de Sus subordinados; ya que
no era posible que el Padre fuera causa de mal para Sus hijos, y el vicio y los actos viciosos
son un mal.

76. Después de haber llamado "hombre" al género, muy acertadamente distingue Moisés sus
especies diciendo que había sido creado "masculino y femenino , no obstante que aún no
habían adquirido forma sus miembros particulares.26 Es que las especies más inmediatas al
género existen desde el comienzo en él, y se muestran claramente, como en un espejo, a
aquellos que poseen agudeza de visión.
26
La aclaración de Filón viene a propósito de que el párrafo bíblico dice textualmente: "Y
creó Dios al hombre según Su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó."
Filón sostiene que esta creación no es la del primer :nombre y la primera mujer individuales,
mortales, con cuerpo y alma, cuya creación tendrá lugar más tarde; sino de la forma ejemplar,
género o arquetipo de orden intelectual de la raza humana, en el que las especies, es decir, los
varones y las mujeres estaban potencialmente determinados o contenidos para que
posteriormente se concretaran en los hombres y mujeres individuales. Ver 134 y ss.

77. XXV. Bien puede ser que alguien pregunte por qué motivo fue el hombre el último en la
creación del mundo. El Hacedor y Padre, en efecto, como lo señalan las sagradas escrituras, lo
creó después que a todas las otras creaturas. Pues bien, los que más han profundizado en la
interpretación de las leyes de Moisés y han examinado con el máximo de minuciosidad su
contenido, dicen que Dios, después de hacer al hombre partícipe del parentesco con Él mismo
consistente en el uso de la razón, lo cual constituía el mejor de los dones, no quiso rehusarle la

50
participación en los demás; y por tratarse del más afín a Él y más amado de los seres
animados, puso a su alcance anticipadamente todas las cosas del mundo, deseoso de que al
llegar a la existencia no careciera de cosa alguna de las que permiten vivir, y vivir bien. Para
vivir le proporcionan lo necesario los abundantes aprovisionamientos de cuanto contribuye a
su provecho; para vivir bien, la contemplación de las creaturas celestes, conmovido por la
cual, la inteligencia concibe un amor y deseo ardiente de conocerlas. A partir de él floreció la
filosofía, por la cual el hombre, aunque es mortal, es convertido en inmortal.

78. Tal, pues, como los que ofrecen un banquete no invitan a pasar a comer hasta que están
preparadas todas las cosas para el festín,. y los organizadores de los certámenes atléticos y
espectáculos teatrales antes de congregar a los espectadores en los teatros y estadios tienen
preparada una multitud de competidores y de intérpretes de espectáculos y conciertos; de la
misma manera el Soberano del universo, como si fuera un organizador de certámenes o un
anfitrión, a punto ya de llamar al hombre a gozar de un festín y un espectáculo, tuvo prestadas
previamente las cosas necesarias para uno y otro género de goces, a fin de que, apenas
hubiese el hombre entrado en el mundo, hallase un sacratísimo banquete y espectáculo, un
banquete plenamente provisto de todo cuanto proporcionan la tierra, los ríos, los mares y el
aire para uso y disfrute; y un espectáculo pleno de toda suerte de visiones que abarcan las más
sorprendentes sustancias, las más asombrosas cualidades, los más admirables movimientos y
danzas en formaciones armoniosamente dispuestas, según numéricas proporciones y con
acordes revoluciones, tales que no andaría errado quien afirmara que en todas ellas se
encuentra la música arquetipo, verdadera y ejemplar, de la cual los hombres de los posteriores
tiempos, después de trazar en sus almas esas imágenes, brindaron a la vida humana la más
trascendental y provechosa de las artes.

79. XXVI. Ésta es, al parecer, la primera causa por la que el hombre fue creado en último
término. Pero debemos mencionar una segunda, que no carece de verosimilitud. El motivo por
el que tuvo el hombre a su disposición todas las provisiones y para la vida en el mismo
instante de llegar por primera vez a la existencia fue instruir a las futuras generaciones, pues
fue casi como si la naturaleza proclamase abiertamente y a gritos que, y igual que el fundador
del género humano, éstas habrían de vivir sin trabajo ni preocupación en medio de la más
pródiga abundancia de todas las cosas necesarias; cosa que hubiera ocurrido, si no se hubieran
enseñoreado del alma las irracionales pasiones, alzando contra ella el muro de la glotonería y
él libertinaje; si las apetencias de gloria, riqueza y poder no le hubieran arrebatado el control
de su vida; si las penas no hubieran abatido y torcido su entendimiento; si el temor, funesto
consejero, no hubiese echado por tierra sus impulsos hacia las virtuosas acciones; y si no la
hubieran asaltado la insensatez, la cobardía, la injusticia y la incontable multitud de los
restantes vicios.

80. Porque en la actualidad, cuando prevalecen todos los mencionados vicios y los hombres se
hallan entregados a las pasiones y a los incontrolados y reprochables impulsos que no es lícito
mencionar siquiera, les ha salido al encuentro el merecido castigo, sanción por sus impías
costumbres. Y este castigo consiste en la dificultad para obtener las cosas necesarias. Y así,
arando trabajosamente la tierra llana e irrigándola con las corrientes de fuentes y ríos,
sembrando y plantando, y soportando día y noche a lo largo del año la fatiga de los trabajos de
la tierra, se procuran las provisiones necesarias, aunque a veces de calidad ínfima y en
cantidad no suficiente del todo. Daño que les sobreviene por muchas causas; o bien porque los
torrentes de sucesivas lluvias arrasan los cultivos; o bien porque el peso del granizo se
precipita en masa sobre ellos y los arrasan; o bien porque la nieve los hiela; o bien porque la
violencia de los vientos los arranca de raíz, pues son muchas las maneras como el agua y el

51
aire convierten la producción de frutos en esterilidad.

81. En cambio, si los desmedidos impulsos de las pasiones fueran apaciguados por la
prudencia; y las tendencias a delinquir y las ambiciones lo fueran por la justicia; y, para de-
cirlo en pocas palabras, si los vicios y sus infructuosas prácticas cedieran ante las virtudes y
las virtuosas acciones; eliminada la guerra del interior del alma, que es verdaderamente la más
terrible y penosa de las guerras; prevaleciendo la paz íntima, y brindando ella, con calmos y
suaves modos, un bien reglado orden a las facultades de nuestro ser, habría esperanza de que
Dios, como amante que es de la virtud, de la rectitud, y además del hombre, procurara a la
especie humana los bienes sin necesidad de producirlos y al alcance de su mano; que,
evidentemente, sería más fácil para Él aún proporcionar abundantemente, sin necesidad del
trabajo agrícola, el producto de creaturas ya existentes, que el traer a la existencia aquellas
que no existen.27
27
Es decir, si fue capaz de crear a partir de lo no existente, ¿cómo no lo será, con más razón
aún, de hacer que lo ya existente produzca sus frutos espontáneamente, sin necesidad de
cultivo?

82. XXVII. Baste con lo expuesto en lo que toca a esta segunda causa. Una tercera es la
siguiente. Habiendo discurrido Dios establecer una vinculación de íntima y amistosísima
armonía entre el principio y el fin de las cosas creadas, hizo que el principio fuera el cielo, y
el fin el hombre; el más perfecto el primero entre los seres incorruptibles aprehensibles por los
sentidos; el de mayor jerarquía el otro entre los nacidos de la tierra y perecederos, al que con
acierto podríamos calificar de cielo en miniatura, que lleva en su propio ser cual sagradas
imágenes muchas naturalezas semejantes a los astros, gracias a las artes, las ciencias y a las
loables máximas relativas a cada una de las virtudes. Y así, puesto que lo corruptible y lo
incorruptible son contrarios entre sí por naturaleza, Dios asignó al principio y al fin lo de
mayor jerarquía en uno y otro orden: el cielo, como se dijo, al principio, y el hombre al fin.

83. XXVIII. Finalmente, se menciona también como explicación una convincente razón, que
es la siguiente. Era preciso que el hombre fuera creado en último término, cuando estaban ya
creadas todas las cosas, para que apareciendo imprevistamente a último momento ante las
demás creaturas animadas, produjese admiración en ellas, por cuanto éstas, al verlo por
primera vez, habrían de quedar pasmadas y de rendirle homenaje como a un natural soberano
y señor. Resultado de ello fue que todos los animales, al contemplarlo, tornáronse mansos en
todas sus especies, y cuantos eran más salvajes por sus naturalezas no bien lo contemplaron
por primera vez al punto se convirtieron en los más dóciles, dando muestras de sus
implacables furias unos contra otros y comportándose, en cambio, mansamente solo con el
hombre.

84. Ésta fue, además, la causa por la que el Padre, al crearlo como creatura animada
naturalmente capacitada para gobernar, lo estableció como rey de todas las creaturas
sublunares: terrestres, acuáticas y aéreas, no sólo de hecho sino .por elección expresa. Y
efectivamente, cuantas creaturas mortales existen en los tres elementos: tierra, agua y aire,
todas están subordinadas a él, excluidas las del cielo, por cuanto a éstas les ha correspondido
una porción más cercana a Dios. La más clara prueba de esa soberanía la proporcionan los
hechos que suceden ante nuestra vista. A veces innumerables multitudes de animales son
conducidos por un solo hombre común, sin armas ni hierro ni otro medio alguno de defensa,
sin más abrigo que una piel, y con sólo un bastón para señalarles el camino y apoyarse
durante las marchas cada vez que se siente cansado.

52
85. Por ejemplo, un pastor, un cabrerizo o un boyero conducen inmensos hatos de ovejas,
cabras y bueyes. Y no se trata de hombres de cuerpo robusto o fornido, como para que a causa
precisamente de su corpulencia y vigor corporales provoquen abatimiento en quienes los ven.
Y tan grandes vigores y poderes de tantos bien pertrechados animales; que, en verdad, poseen
los medios de que los dotó la naturaleza para su defensa; se doblegan ante él, como esclavos
ante un amo, y hacen lo que les va ordenando. Los toros son atados bajo el yugo para arar la
tierra, y abriendo profundos surcos durante todo el día, y a veces también de noche, recorren
su largo itinerario guiados por algún labrador. Carneros agobiados bajo el peso de las espesas
lanas cuando al llegar la estación primaveral se cubren, de vellones, se colocan pacíficamente
a una orden del pastor, y echados en tierra se dejan trasquilar sin alterarse, acostumbrados,
como están, a entregar su lana, como las ciudades el tributo anual, a su natural soberano.

86. Y hasta el caballo, el más irritable de los animales, fácilmente es controlado por el freno,
de modo que no se encabrite y rebele, Y ahuecando su lomo a modo de muy cómodo asiento
recibe al jinete y conduciéndolo, en lo alto corre con rapidez suma presuroso por llegar y
conducir a su amo a los lugares a los que éste tiene prisa por ir. Y el jinete, sentado sobre él
sin molestias y con mucho reposo cumple su itinerario empleando el cuerpo y los pies de otro.

87. XXIX. Muchas otras cosas podría decir quien deseara extenderse en la demostración de
que ninguna creatura se emancipa y queda libre de la autoridad del hombre; pero con, lo dicho
basta para ponerla de manifiesto. Con todo, es preciso no pasar por alto lo siguiente: el hecho
de haber sido el hombre creado en último término no involucra una inferioridad acorde con su
lugar en el orden de sucesión. 88. Lo atestiguan los conductores de carros y los pilotos. Los
primeros, marchando después de las bestias y ocupando su puesto detrás de ellas, las
conducen por donde quieren teniéndolas sujetas de las riendas; lanzándolas unas veces en
rápida carrera, y reteniéndolas otras, si corren con mayor velocidad que la necesaria. Los
pilotos, por su parte, no obstante estar situados en la parte trasera de la nave, en la popa, son,
por así decir, los de mayor jerarquía entre los que navegan, como que tienen en sus manos la
seguridad de la embarcación y de los que viajan en ella. Pues bien, el Hacedor creó al hombre
después de todas las cosas para que manejase las riendas y el timón de todos los seres que hay
sobre la tierra, tomando a su cargo el cuidado de los animales y las plantas, como un
gobernador dependiente del supremo y gran Rey.

89. XXX. Una vez que el mundo hubo sido concluido de conformidad con las propiedades del
seis, número perfecto, el Padre honró al siguiente día, el séptimo, exaltándolo y declarándolo
santo. Se trata, en efecto, de la fiesta, no de una sola ciudad o de un solo país, sino del
universo, la única a la que cabe denominar con toda propiedad fiesta de todo el pueblo y
natalicio del mundo.

90. Dudo yo que alguien pueda celebrar dignamente la naturaleza del número 7, pues es
superior a cuanto se pueda decir. Mas no, porque sea más admirable que cuanto se diga sobre
ella, hemos por eso de callamos al respecto; y habremos de atrevernos a mostrar, ya que no es
posible todos ni los más esenciales aspectos, al menos aquellos que están al alcance de
nuestros entendimientos.

91. El término siete se emplea con dos sentidos diferentes.28 Hay un 7 comprendido dentro del
10, compuesto de siete unidades y determinado por la septuplicación de la unidad. Pero, hay
otro fuera del 10. Se trata de un número cuyo punto de partida es siempre la unidad y se forma
por duplicación, triplicación o, en general, multiplicación en regular progresión, como, por
ejemplo, el 64, que es el producto de duplicar a partir de la unidad; y el 729, que lo es de

53
triplicar;29 Cada una de estas formas del 7 ha de ser examinada con detenimiento.
28
Como cardinal, igual a siete unidades, y como ordinal o séptimo.
29
Se trata del séptimo término de las progresiones geométricas que tienen por punto de
partida la unidad. En los ejemplos dados: 1 X 2 = 2; 2 X 2 = 4; 4 X 2 = 8; 8 X 2 = 16; 16 X 2
= 32; 32 X 2 == 64 y 1 X 3 = 3; 3 X 3 = 9; 9 X 3 = 27; 27 X 3 = 81; 81 X 3 = 243; 243 X 3 =
729.

92. La segunda posee una muy manifiesta superioridad. En efecto, siempre el séptimo término
de una progresión geométrica regular de razón 2, 3 u otro número cualquiera, si su punto de
partida es la unidad, resulta a la vez cubo y cuadrado, abarcando así ambas especies de
sustancias: la incorpórea y la corpórea; la incorpórea, que corresponde a la superficie,
determinada por cuadrados; y la corpórea, que corresponde a lo sólido y está determinada por
cubos.

93. Una clarísima prueba son los números ya mencionados. Por ejemplo, el que resulta de
duplicar siete veces a partir de la unidad, es decir, el 64, es un cuadrado, producto de 8 por 8;
y además un cubo, producto de 4 por 4 por 4. Por su parte, el que resulta de triplicar siete
veces a partir de la unidad, o sea, el 729 es un cuadrado, producto de multiplicar 27 por sí
mismo; y un cubo, pues resulta de multiplicar 9 por 9 por 9.

94. Además, si en vez de la unidad se toma como punto de partida el séptimo término, se
hallará con seguridad que siempre el producto es cubo y cuadrado a la vez. Así, por ejemplo,
tomando como. punto de partida el 64 y formando la progresión geométrica de razón 2, se
obtendrá un séptimo término, que es el 4096, cuadrado y cubo a la vez, cuadrado que tiene
por lado a 64, y cubo con 16 por arista.30
30
64 x 2 = 128; 128 X 2 = 256; 256 X 2 = 512; 512 x 2 = 1024; 1024 X 2 = 2048; 2048 X 2 =
4096; y 16 X 16 = 96; 96 X 16 = 4096.

95. XXXI. Hemos de pasar a considerar también la otra especie de 7, la contenida dentro del
10, que presenta propiedades admirables y no inferiores a las de la primera especie. Por
ejemplo, 7 es la suma de 1 más 2 más 4, números que contienen dos relaciones musicales de
máxima armonía: la doble y cuádruple; de las que la primera produce la armonía del diapasón,
y la cuádruple la del doble diapasón. Admite además el 7 otras divisiones, reunidas en pares
como animales bajo el yugo. Se divide en primer lugar en 1 y 6, luego en 2 y 5, y finalmente
en 3 y 4.

96. Musical en sumo grado es también la proporción de estos números. En efecto, la relación
6/1 es una proporción séxtuplo, proporción que produce la mayor distancia musical que
existe, y que es la que separa el sonido más agudo del más grave, como demostraremos
cuando de los números pasemos a la proporción en las armonías. Que la proporción 5/2
manifiesta una inmensa potencia en lo que hace a la armonía, comparable casi a la del
diapasón, es cosa que está muy claramente establecida en la teoría musical. Por su parte, la
proporción 4/3 produce la primera armonía, es decir, la epítrita o del intervalo de cuarta.

97. XXXII. Pone además de manifiesto el 7 otra belleza propia de él, muy sagrado asunto para
la reflexión. Siendo, en efecto, la suma de 3 más 4, presenta lo que en las cosas existentes es
estable y recto por naturaleza. Hemos de mostrar de qué manera. El triángulo rectángulo, que
es el punto de partida de las cualidades, 31 está constituido por números: el 3, el 4 y el 5. El 3
y el 4, que son constituyentes del 7, producen el ángulo recto. Porque, mientras los ángulos
obtuso y agudo evidencian la irregularidad, el desorden y la desigualdad, ya que unos resultan

54
ser más obtusos o agudos que otros, el recto, en cambio, no admite comparación, ni puede ser
más recto que otro, sino permanece siempre idéntico, sin cambiar jamás su propia naturaleza.
Ahora bien, si el triángulo rectángulo es el punto de partida de las figuras y de las cualidades,
y, por otra parte, lo esencial de este triángulo, es decir, el ángulo recto, está proporcionado por
los números que constituyen al 7, o sea, el 3 y el 4 juntamente, con razón puede el 7 ser
considerado la fuente de toda figura y de toda cualidad.
31
Es decir, punto de partida de las figuras con formas definidas. Ver Platón, Timeo 53 c.

98. XXXIII. A lo ya expuesto podría agregarse lo siguiente: que el 3 es el número


correspondiente a la superficie, ya que el punto se clasifica en la categoría del 1, la línea en la
del 2 y la superficie en la del 3; y el 4 corresponde a lo sólido por la adición de la unidad, es
decir, agregando la profundidad a la superficie. Es por ello evidente que la naturaleza del 7 es
el punto de partida de la geometría plana y de la sólida, y, para decirlo en pocas palabras, de
las cosas incorpóreas y corpóreas conjuntamente.

99. Tal grado de sagrada dignidad se encierra en la naturaleza del 7, que en él se da una
relación que ninguno de los demás números de la década posee. De éstos, en efecto, unos son
factores sin ser a su vez divisibles; otros son divisibles y no son factores; otros, en fin, son
ambas cosas: factores y múltiplos. Sólo el 7 no se observa en ninguna de estas categorías.
Hemos de confirmar esta afirmación mediante una demostración. El 1 es factor de todos los
otros números subsiguientes, en tanto que no es producto de ningún otro absolutamente. El 8
es producto de 4 por 2 pero no es factor de ningún otro número de la década. El 4, en cambio,
pertenece a ambos órdenes: a los factores y a los múltiplos: duplicado da 8, y es divisible por
2 a la vez.

100. Solamente el 7, como digo, es de naturaleza tal, que ni divide ni es divisible. Por esta
razón los otros filósofos asimilan este número a la no engendrada y virgen Nice,32 la que,
según la tradición, surgió de la cabeza de Zeus; en tanto que los pitagóricos lo identifican con
el Soberano del universo. Se fundan éstos en que lo que ni engendra ni es engendrado
permanece inmóvil, puesto que es la generación lo que implica movimiento, como que ni lo
que engendra ni lo que es engendrado pueden darse sin movimiento, lo primero para
engendrar; lo segundo para ser engendrado. Y sólo un ser existe que ni mueve ni es movido:
el venerable Soberano y Guía, del que acertadamente podría decirse que el 7 es una imagen.
Confirma esta aserción mía Filolao33 en estas palabras: "Existe", dice, "un Guía y Soberano de
todas las cosas. Dios, que es siempre uno, permanente, inmóvil, idéntico a Sí mismo, distinto
de los demás".
32
Trátase de Palas Atenea (Minerva), divinidad nacida, según una tradición, de la cabeza de
Zeus, abierta de un hachazo por Hefesto (Vulcano). Téngase presente que ser factor y ser
divisible o producto se expresan en .griego por germán = engendrar en voz activa y en pasiva
respectivamente.
33
Filósofo pitagórico del siglo V a. C.

101. XXXIV. En el orden, pues, de las cosas aprehensibles por la inteligencia el 7 pone de
manifiesto lo carente de movimiento y libre de pasión; en tanto que en el de las cosas sensi-
bles exhibe una inmensa potencia, de trascendencia suma [en el movimiento de los planetas],
de los que derívanse naturales ventajas para todas las cosas de la tierra; y en las revoluciones
de la luna. Hemos de examinar de qué manera. La suma de los números de 1 a 7 da 28,34
número perfecto éste e igual a la suma de sus tactores.38 El número resultante es el de los días
en que se cumple un ciclo lunar completo, y retorna la luna, menguando su tamaño, a aquella
forma desde la que había comenzado su crecimiento de manera perceptible. Crece, en efecto,

55
desde el primer brillo de la etapa creciente hasta la media luna en siete días; luego al cabo de
otros tantos tiene lugar el plenilunio; y retorna en sentido inverso, como un corredor en la
carrera de doble recorrido, por el mismo camino desde la luna llena hasta la media luna, otra
vez en siete días, para luego desde ésta volver a la luna nueva en la misma cantidad de días,
siendo la suma de todos los días empleados igual al ya mencionado número.
34
1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28.
35
Igual a la suma de sus factores, como el 6 (ver 13); 1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28; siendo los
sumandos sus factores porque 1 X 28 = 28; 2, x 14 = 28; 4 x 7 = 28.

102. Quienes acostumbran asignar nombres con toda propiedad llaman también "portador de
perfección" al 7, por cuanto por él todas las cosas alcanzan su perfección. Pruebas de ello
pueden extraerse del hecho de que todo cuerpo orgánico tiene tres dimensiones: largo, ancho
y alto; y cuatro límites: punto» línea, superficie y sólido, sumados los cuales conjuntamente
resultan ser 7. Mas hubiera sido imposible que estos cuerpos fueran medidos por el 7 de
acuerdo con su constitución a partir de tres dimensiones y cuatro límites, si no ocurriera que
las formas de los primeros números, 1, 2, 3 y 4, que son los fundamentos del 10,36 confinen la
naturaleza del 7, por cuanto dichos números contienen cuatro límites: el primero, el segundo,
el tercero y el cuarto;37 y tres intervalos: el primero, que va de 1 a 2; el segundo, que se
extiende de 2 a 3; y el tercero, que separa 3 de 4.
36
Porque 14-2+3+4= 10.
37
Los cuatro límites o términos son en este caso el 1, el 2, el 3 y el 4,. números que encierran
o limitan los tres intervalos: el que va del 1 al 2, el que va del 2 al 3, y el que va del 3 al 4.
Nuestro vocablo término viene del latino términus = linde o límite.

103. XXXV. Aparte de las pruebas ya mencionadas, evidencian clarísimamente también la


potencia perfeccionadora del 7 las etapas de la vida humana desde la infancia hasta la vejez,
las que se distribuyen de la siguiente manera: durante los siete primeros años tiene lugar el
crecimiento de los dientes; durante el segundo sobreviene la época de la posibilidad de emitir
semen fecundante; en el tercero prodúcese el crecimiento de la barba; en el cuarto, el
progresivo acrecentamiento de las fuerzas; en el quinto, la ocasión oportuna para los
matrimonios; durante el sexto, la madurez del entendimiento; durante el séptimo, el
mejoramiento y acrecentamiento progresivo de la inteligencia y la razón; en el octavo, la
perfección de una y otra; en el noveno, la amabilidad y suavidad de trato, apaciguadas cada
vez más las pasiones; y durante el décimo, el fin apetecible de la vida, cuando todavía los
miembros del organismo se mantienen firmes. Porque una vejez prolongada suele abatirlos y
destruir a cada uno de ellos.

104. Entre los que han descripto estas edades está el legislador ateniense Solón, quien
compuso estos versos elegiacos:
El niño, impúber aún y tierno infante, las hileras de dientes produce y echa fuera
primeramente durante siete años; cuando Dios ha completado los otros siete años, aparecen
las señales de la juventud que sobreviene; en el tercer septenio la barba, a la par del desarrollo
de sus miembros, le brota como flor de su cambiante piel; en el cuarto cada uno alcanza el
tope de su vigor, el que los hombres tienen por signo de calidad personal; en el quinto
sobreviene el momento oportuno para que el hombre se acuerde del matrimonio y se preocupe
en adelante por engendrar hijos; en el sexto la inteligencia del hombre se ejercita en todo
saber, y no desea ya, como antes, realizar acciones descabelladas; en el séptimo y el octavo,
catorce años entre los dos septenios, llega a la suma excelencia en inteligencia y habla; en el
noveno conserva, ciertamente, su fuerza, pero mengua la capacidad de su saber y su lengua

56
para las realizaciones de alta calidad; y quien llegare a completar el décimo exactamente no
llegará a la inevitable muerte en edad inoportuna.

105. XXXVI. En los diez mencionados septenios distribuye, pues, Solón la existencia
humana. En cambio, el médico Hipócrates dice que las etapas de la vida son siete: infancia,
niñez, adolescencia, mocedad, edad adulta, edad madura y vejez; y que estas etapas se miden
por múltiplos de 7, aunque no según la sucesión regular. Dice así: "En la vida humana hay
siete etapas, que se llaman edades: infante, niño, adolescente, mozo, hombre adulto, hombre
maduro y anciano. Se es infante durante siete años, mientras van creciendo los dientes; niño,
hasta la emisión del semen, vale decir, hasta dos veces siete años; adolescente, hasta el
crecimiento del pelo de la barba, o sea, hasta tres veces siete años; mozo, hasta el desarrollo
total del cuerpo, es decir, hasta cuatro veces siete años; hombre adulto, hasta los cuarenta y
nueve años, vale decir, hasta siete veces siete años; hombre maduro, hasta los cincuenta y
seis, o sea, hasta siete veces ocho. A partir de entonces se es anciano."

106. En ponderación de la admirable posición que el número siete ocupa en la naturaleza


menciónase también lo siguiente, por cuanto se trata de la suma de 3 más 4. Si se multiplica
por 2, se halla que el tercer número a contar desde la unidad es un cuadrado, y que el cuarto es
un cubo, mientras el séptimo, y número que procede de ambos, es un cuadrado y un cubo a la
vez.38 En efecto, el tercer número en esta multiplicación por 2, a partir de la unidad, vale
decir, el 4 es un cuadrado; el cuarto, o sea, el 8 es un cubo; y el séptimo, vale decir, el 64 es a
la vez cubo y cuadrado. De modo que el número siete es realmente portador de perfección,
como que proclama ambas correspondencias: con la superficie, a través del cuadrado en
virtud de su parentesco con el 3; y con el sólido, a través del cubo en razón de su vinculación
con el 4; puesto que 3 más 4 suman 7.
38
Primer número; 1; segundo: 2 (2 X 1); tercero: 4 (2 X 2); cuarto: 8 (2 X 4); quinto: 16 (2 X
8); sexto: 32 (2 X 16); séptimo: 64 (2 X 32). El tercero de ellos, es decir, el 4, es un cuadrado
(2 X 2); el cuarto, o sea el 8, es un cubo (2 X 2 X 2); en tanto que el séptimo, el 64 es un
cuadrado (8 X 8) y un cubo (4 X 4 X 4).

107. XXXVII. Mas no es sólo portador de perfección, sino también, por así decir, armonioso
en sumo grado y, en cierto modo, fuente de la más hermosa de las escalas, la que contiene
todas las armonías: la de cuarta, la de quinta y la de octava, y además todas las proporciones,
a saber: la aritmética, la geométrica y también la armónica. El esquema está formado con los
siguientes números: 6, 8, 9, 12. El 2 se halla con respecto al 6 en la proporción "4/3, a la que
se ajusta la armonía de 4; el 9 con respecto al 6, en la proporción 3/2, por la que se rige la
armonía de 5; el 12 con respecto al 6, en la proporción 2/1, que regula la armonía de octava.

108. Como digo, encierra además todas las progresiones: la aritmética formada por 6, 9 y 12,
pues el segundo término es mayor que el primero en tres unidades, y el tercero sobrepasa al
segundo en el mismo número de ellas; la geométrica formada por los cuatro números, por
cuanto la misma relación que existe entre 12 y 9, se da entre 8 y 6, siendo la proporción 4/3; y
la armónica, formada por tres números: 6, 8 y 12.

109. Hay dos maneras de distinguir una progresión armónica. Una es la siguiente: se da tal
progresión cuando la relación entre el último término y el primero es igual a la relación que
existe entre la diferencia del último al intermedio, y la de éste al primero. Un ejemplo
clarísimo puede hallarse en los números que tenemos ante nosotros: el 6, el 8 y el 12. El
último es el doble del primero, y la diferencia 39 también es el doble. En efecto, el 12
sobrepasa al 8 en cuatro unidades, y el 8 al 6 en dos, y 4 es el doble de 2.

57
39
La diferencia entre el último (el 12) y el intermedio (el 8) es 4, en tanto que la diferencia
entre el intermedio (8) y el primero (el 4) es 2, la mitad de 4.

110. Otra manera de comprobar la existencia de una proporción armónica es ésta. Se da esa
proporción cuando el término intermedio sobrepasa a uno de los extremos en la misma
proporción en que es sobrepasado por el otro. Así, el 8, que es el término intermedio,
sobrepasa al primer extremo en un tercio, pues restándole 6 queda 2, que es un tercio de 6; y
es sobrepasado por el último en la misma fracción, pues restando 8 a 12 queda 4, que es un
tercio de 12.

111. XXXVIII. Baste con lo dicho acerca de la alta dignidad que encierra esa figura, esquema
o como deba llamársele. Tan grandes cualidades y otras más pone el 7 de manifiesto en orden
de las cosas incorpóreas y aprehensibles por la inteligencia. Mas su naturaleza trasciende esa
esfera y se extiende a toda sustancia visible sin excepción, al cielo y a la tierra, hasta los
extremos del universo. Porque, ¿qué sector del universo no es amante del 7, hallándose
dominado por el amor y apasionado deseo hacia él?

112. Por ejemplo, se nos dice que el cielo está ceñido por siete círculos, cuyos nombres son
ártico, antártico, trópico estival, trópico invernal, equinoccio, zodíaco y además la Vía Láctea.
El horizonte, en cambio, es una impresión subjetiva nuestra solamente y su circunferencia
aparece ora mayor ora menor según sea penetrante nuestra vista o lo contrario. Siete, también,
son precisamente los órdenes en que están distribuidos los planetas, la hueste contrapuesta a la
de las estrellas fijas, los que manifiestan una inmensa simpatía hacia el aire y la tierra.
Alteran, en efecto, y hacen variable al primero, cíe modo que resulten las llamadas estaciones
del año, produciendo en el transcurso de cada una de ellas innumerables cambios mediante
períodos de calma, de atmósfera serena, de nubes espesas y de vientos excesivamente
violentos; y al mismo tiempo provocan las crecientes y las bajantes de los ríos; convierten
llanuras en pantanos e, inversamente las desecan; ocasionan cambios en los mares, cuando las
aguas fluyen o refluyen.

113. A veces, en efecto, producido el reflujo de las aguas del mar, amplios golfos
conviértense en bajo litoral repentinamente; y poco después, al volver el mar a derramarse,
tornan a ser profundísimo mar, navegable no sólo por pequeñas embarcaciones chatas sino
también por naves de pesadas cargas. Y hacen, asimismo, crecer y llegar a su completo.
desarrollo a todas las cosas terrestres, tanto a las creaturas animadas como a las plantas
productoras de frutos, preparándolas para perpetuar la naturaleza propia de cada una de ellas,
de modo que nuevos individuos florezcan desde los viejos y lleguen a su plena madurez para
proveer indefinidamente a los que los necesitan.

114. XXXIX. Siete, también, son las estrellas que forman la Osa Mayor, que dicen ser la guía
de los navegantes. Con la vista puesta en ella los pilotos han trazado las innumerables rutas
del mar, empeñados en una empresa increíble y superior a lo que cabe dentro de la humana
naturaleza. Haciendo conjeturas basadas en las mencionadas estrellas, descubrieron los países
hasta entonces desconocidos, islas los habitantes del continente, y tierras continentales los
isleños. Correspondía, en efecto, que las partes más recónditas, así de la tierra como del mar,
fueran puestas al alcance del conocimiento de la raza humana, es decir, de la creatura animada
más amada por Dios, por lo más puro que existe en la naturaleza, el cielo.

115. Además de los grupos mencionados ya, también el coro de las Pléyades se compone de
siete estrellas, cuyas apariciones y desapariciones llegan a ser origen de grandes beneficios

58
para todos, pues cuando ellas se ocultan se trazan los surcos para la siembra; cuando están
próximas a reaparecer, anuncian el tiempo de la cosecha; y, elevadas ya, excitan a los
jubilosos labradles para la recolección de los indispensables alimentos, y ellos con alegría
acopian las reservas para el diario consumo.

116. También el sol, el magno señor del día, que dos veces cada año, en primavera y en otoño,
produce sendos equinoccios, el de primavera en la constelación de Aries, y el de otoño en la
de Libra,40 ofrece una clarísima prueba de la excelsa dignidad del número siete. Cada uno de
los equinoccios, en efecto, tiene lugar en el séptimo mes, y durante ellos se distribuyen por
disposición de la ley las celebraciones de las más importantes y más vinculadas a la nación
entre las fiestas, por cuanto en uno y otro llegan a su madurez todos los frutos de la tierra; en
primavera el fruto del trigo y de todos los demás sembrados; en otoño el de la viña y de la
mayoría de los otros árboles frutales.
40
En la época de Filón (s. I d. C.) los judíos hacían comenzar el año sagrado o religioso en
primavera, y el civil en otoño.

117. XL. Dado que las cosas de la tierra dependen de las del cielo de conformidad con cierta
natural simpatía, el principio del número siete habiendo comenzado desde lo alto, descendió
también hacia nosotros y visitó a las especies mortales. Por ejemplo, si no contamos a la parte
rectora de nuestra alma,41 el resto está dividido en siete partes, que son: los cinco sentidos, el
órgano de la expresión y finalmente el de la generación. Todos ellos, como en los
espectáculos de títeres, movidos por los hilos de la inteligencia, ora permanecen quietos ora se
mueven, cada uno con las actitudes y los movimientos apropiados.
41
Es decir, la inteligencia.

118. Hallará, asimismo, que son siete tanto unas como otras, quien se abocare a examinar las
partes externas y las internas de nuestro cuerpo. En efecto, las partes visibles son: cabeza,
pecho, vientre, dos brazos y dos piernas; y las internas, llamadas entrañas, son: estómago,
corazón, pulmón, bazo, hígado y dos riñones.

119. Es más, la cabeza, que es parte principal de la creatura animada, hace uso de siete partes
esencialísimas: dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales y, en séptimo término, la boca; a través
de la cual, como dijo Platón,42 tienen su entrada las cosas mortales, y su salida las inmortales.
Penetran, en efecto, por ella comidas y bebidas, alimentos perecederos de un cuerpo
perecedero, en tanto que salen palabras, normas inmortales de un alma inmortal, mediante las
cuales es guiada la vida racional.
42
Platón, Timeo 75 d.

120. XLI. Los objetos que se distinguen a través del más elevado de los sentidos, la vista,
participan de este número por sus clases. Siete, en efecto, son las especies visibles: cuerpo,
distancia, forma, tamaño, color, movimiento y reposo; fuera de las cuales no hay otra alguna.

121. Mas he aquí que también las variantes de la voz son siete en total: aguda, grave,
circunfleja, aspirada la cuarta, no aspirada la quinta, larga la sexta, y breve la séptima.

122. Y ocurre también que los movimientos son siete: hacia arriba, hacia abajo, hacia la
derecha, hacía la izquierda, hacia adelante, hacia atrás y en círculo; movimientos que se
distinguen con el máximo de claridad en los espectáculos de danza.

123. A dicho número, también, se limitan, así aseguran, las secreciones que fluyen a través

59
del cuerpo, a saber: las lágrimas, que se derraman a través de los ojos; los flujos cefálicos, que
lo hacen a través de las fosas nasales; la saliva, que se escupe por la boca; a los que hay que
agregar dos receptáculos, uno delante y otro detrás, para la eliminación de las sustancias
superfinas; la sexta es el sudor, que fluye a través de todo el cuerpo, y la séptima, la muy
acorde con la naturaleza, emisión de semen a través de los órganos genitales.

124. Asegura, además, Hipócrates, hombre versado en los procesos naturales, que el semen se
solidifica y fija formándose el embrión en siete días. Por otra parte, a las mujeres les
sobreviene el flujo «mensual hasta un máximo de siete días. Y siete meses tarda la naturaleza
en hacer que los frutos del vientre se desarrollen plenamente; de lo que resulta algo suma-
mente paradójico: los infantes sietemesinos sobreviven, en tanto que los gestados durante
ocho meses normalmente no pueden conservarse vivos.

125. También las graves enfermedades corporales, en especial los persistentes ataques de
fiebre, debidos al desequilibrio do nuestras potencias interiores, hacen crisis generalmente en
el séptimo día; él, efectivamente, decide la lucha por la vida, asignando a unos el
restablecimiento, y a otros la muerte.

126. XLII. El poder de este número no sólo está estrechamente afincado en los campos ya
mencionados, sino también en las más excelentes de las ciencias, es decir, la gramática y la
música. En efecto, la lira de siete cuerdas, correspondiente al coro de los planetas, produce las
melodías preferidas, y constituye prácticamente la pauta a la que se ajusta toda la construcción
de instrumentos musicales. Y en la gramática, siete son las letras llamadas propiamente
vocales en razón de que es evidente que suenan por sí mismas, y cuando se unen a otras letras
producen sonidos articulados.43 Por una parte, en efecto, completan aquello que les falta a las
semivocales haciendo que los sonidos de éstas se tornen plenos; y por otra, transforman la
naturaleza de las consonantes infundiéndoles su propio poder para que de letras
impronunciables que son se conviertan en pronunciables.
43
Vocales, en griego phonéenta = sonantes, por oposición a las hemíphona = semisonantes o
semivocales, que según los gramáticos griegos. Eran l, m, n, r, ps, x, ds; y a las áphona = no
sonantes o consonantes. Filón justifica el nombre de las sonantes o vocales asociando su
efecto acústico con el hecho de sonar (phoneísthal) y el sonido (phoné),

127. Estas razones explican, a mi parecer, por qué los que originalmente asignaron nombres a
las cosas, como sabios que eran, llamaron "siete" a este número derivándolo de la veneración
do que es objeto y de la majestad que le es propia.44 Los romanos, al añadir la letra s, omitida
por los griegos; destacan con mas claridad aún el parentesco, pues lo llaman, con más
propiedad "septem" derivándolo, según so ha dicho, de "majestuoso" y de "veneración".45
44
Establece Filón un imaginario parentesco entre la familia de palabras formada por los
términos sebasmós = reverencia; semnótes = majestad; semnós = venerable, entre otros, y
heptá (derivado de septá, y éste de septm) = siete.
45
En cuanto a la s inicial del término romano o latino septem, que según nuestro autor, hace
más patente ese parentesco, se trata simplemente de la conservación de la norma primitiva, no
de un agregado; en tanto que en la forma griega dicha s se transformó en la aspirada que
transliteremos al español por h.

128. XLIII. Éstas y otras más son aseveraciones y meditaciones filosóficas, acerca del número
siete, merced a las cuales este número ha alcanzado las más altas honras en la naturaleza.
Hónranlo los más ilustres investigadores griegos y no griegos que se ocupan de la ciencia
matemática, y muy especialmente ha sido honrado por Moisés, el amante de la virtud. Moisés

60
registró su hermosura en las sacratísimas tablas de la ley, y la imprimió en las inteligencias de
todos los que lo han acatado, al disponer que al cabo de cada seis días observaran como
sagrado el séptimo, absteniéndose de todas las labores destinadas a procurarse sustento, y
aplicados a una sola cosa a meditar con miras a un mejoramiento del carácter y a someterse a
la prueba de su conciencia, la cual, establecida en el alma como un juez, no se queda corta en
sus reprimendas, empleando unas veces enérgicas amenazas, y otras, suaves advertencias,
amenazas en los casos de mal proceder evidentemente premeditado, advertencias a fin de que
no se vuelva a incurrir en lo mismo en los casos en que se ha faltado involuntariamente y por
falta de previsión.

129. XLIV. En un sumario epílogo del relato de la creación del mundo dice Moisés: "Éste es
el libro de la creación del cielo y de la tierra, cuando comenzaron a existir, en el día en que
Dios hizo el cielo y la tierra, y toda verdura del campo antes de que existiera sobre la tierra, y
toda hierba del campo antes de que brotase." (Gen. II, 4 y 5.) ¿No nos está presentando
claramente a las incorpóreas formas ejemplares, aprehensibles por la inteligencia, que
sirvieron como sellos para la completa conformación de los objetos sensibles? Antes que la
tierra produjera verdes brotes, la verde vegetación en sí existía, se nos dice, en la naturaleza
de las cosas incorpóreas; y antes de que la hierba surgiese en el campo, había una hierba
invisible.

130. Hemos de suponer que también el caso de cada uno de los demás objetos que distinguen
nuestros sentidos, previamente existieron formas y medidas más antiguas mediante las cuales
adquirían forma y dimensión las cosas que llegaban a existir; porque, si bien no ha tratado
todas las cosas en detalle sino de manera conjunta, preocupado como el que más por ser breve
en las exposiciones, no es menos cierto que las pocas cosas que ha dicho son indicaciones que
valen para la naturaleza de todas las cosas, la cual no lleva a cabo la producción de ninguna de
las cosas de orden sensorial sin recurrir a un modelo incorpóreo.

131. XLV. Ateniéndose a la sucesión de los hechos, y observando fielmente el


encadenamiento de las cosas precedentes con 'as siguientes, dice a continuación: "Y de la
tierra brotó una fuente, y regó toda la superficie de la tierra." (Gen. II, 6.) Los demás filósofos
afirman que toda el agua es uno de los cuatro elementos de que está hecho el mundo. Moisés,
en cambio, gracias a que con visión más aguda está habituado a contemplar y aprehender
exactamente aún las cosas más remotas, entiende que el gran mar que sus continuadores
llaman océano, reconociendo que los mares navegados por nosotros tienen dimensiones de
puertos comparados con él, es uno de los elementos, una cuarta porción del universo; pero
distinguió el agua dulce y potable del agua salada del mar, y la asignó a la tierra,
considerándola una parte de ella, no del mar, por la razón expuesta anteriormente, es decir,
que la tierra mantiene su cohesión, cual si estuviese atada, gracias a la dulce cualidad del
agua, semejante a una adherente cola. Porque, si se la hubiese dejado seca sin que la humedad
la penetrase y se esparciese en todos los sentidos a través de sus poros, estaría ya
desintegrada. Conserva, sin embargo, su cohesión y perdura gracias, en parte, al poder
unificador del aliento vital, y en parte, porque la humedad impide que, desecada, se desintegre
en pequeños y grandes fragmentos.

132. Ésa es una causa; pero hemos de mencionar también otra que apunta hacia la verdad
como hacia un blanco. Es ley natural que ninguna de las creaturas nacidas de la tierra adquiera
su conformación sin sustancia húmeda. Pénenlo en evidencia las simientes depositadas, las
que o son húmedas, como las de los seres animados, o no germinan sin humedad, tal como
sucede con las de las plantas. Coligóse de ello claramente que dicha sustancia húmeda no

61
puede ser sino parte de la tierra, que engendra todas las cosas; siendo su papel análogo al de la
corriente de los flujos mensuales para las mujeres. Entre los estudiosos de las cosas de la
naturaleza se dice, en efecto, que estos flujos constituyen la sustancia corpórea de los
embriones.

133. Lo que he de mencionar también está de acuerdo con lo que acabamos de decir. La
naturaleza, preparando de antemano la alimentación del futuro hijo, ha proporcionado a cada
madre, como parte esencialísima de ella, senos, de los que dicho aumento mana como de una
fuente. También la tierra es, evidentemente, una madre; y por eso los primeros hombres consi-
deraron apropiado llamarla Deméter, combinando los términos ""madre" y "tierra".46 No es la
tierra, en efecto, quien imita a la mujer, sino la mujer quien imita a la tierra, como dice
Platón.47 Los poetas acostumbran llamarla acertadamente "madre universal", "portadora de
frutos", "dadora de todas las clases de frutos",. porque es la causa del nacimiento y
conservación de todos los animales y las plantas por igual. Con razón, pues, también a la
tierra, la más antigua y fecunda de las madres, ha proporcionado la naturaleza, a modo de
maternos senos, corrientes de ríos y fuentes para el riego de las plantas y para que los seres
animados dispongan de abundante bebida.
46
O sea, da = tierra, y meter = madre.
47
Platón, Menéxeno 238 a.

134. XLVI. A continuación dice que "Dios formó al hombre tomando polvo de la tierra, y
sopló en su cara el aliento de la vida." (Gen. II, 7.) También con estas palabras establece
clarísimamente que existe una total diferencia entre el hombre formado ahora y aquel que
anteriormente había llegado a la existencia "a imagen de Dios".48 En efecto, el hombre
formado ahora era perceptible por los sentidos, partícipe ya de la cualidad, compuesto de
cuerpo y alma, varón o mujer, mortal por naturaleza; en tanto que el creado a imagen de Dios
era una forma ejemplar, un ente genérico, un sello, perceptible por la inteligencia, incorpóreo,
ni masculino ni femenino, incorruptible por naturaleza.
48
Ver el parágrafo 76.

135. Dice que el hombre individual, perceptible por los sentidos, es por su constitución un
compuesto de sustancia terrestre y aliento Divino. Dice, en efecto, que, después que el
Artífice hubo tomado polvo, y de haber modelado con éste una forma humana, el cuerpo
adquirió existencia; pero que el alma no se originó de ninguna cosa creada en absoluto, sino
del Padre y Soberano del universo, porque no otra cosa era lo que Éste sopló sino un Divino
aliento llegado desde aquella dichosa y feliz naturaleza a esta colonia que es nuestro mundo,
para provecho de nuestra especie, a fin de que, aunque su porción visible es mortal, pudiera en
lo que respecta a la porción invisible convertirse en inmortal. Por ello, con toda razón se
puede decir que el hombre está en el límite entre la naturaleza mortal y la inmortal,
participando de una y de otra en la medida de lo necesario, y que ha sido creado mortal e
inmortal al mismo tiempo, mortal en lo que atañe al cuerpo, inmortal en lo que toca a su inte-
ligencia.

136. XLVII. En mi opinión, aquel primer hombre nacido de la tierra, fundador de todo el
género humano, al ser creado fue dotado de las mejores cualidades en una y otra parte de su
ser, es decir, en su alma y en su cuerpo, y fue muy superior a los que vinieron después por sus
sobresalientes cualidades en ambos elementos. Es que aquel hombre era realmente hermoso y
bueno de verdad. Con tres hechos podría probarse que era hermosa la constitución de su
cuerpo. El primero es el siguiente: como hacía poco que había aparecido la recién formada
tierra, al separarse de ella la gran masa de agua que recibió el nombre de mar, sucedía que la

62
materia de las cosas creadas era sin mezcla, pura e incontaminada, y aun maleable y fácil de
trabajar, y que las cosas producidas con ella eran, naturalmente, irreprochables.

137. La segunda prueba es ésta: no es verosímil que Dios haya tomado polvo de la porción de
tierra que primero le vino a mano, al concretar con diligencia suma su propósito de modelar
esta figura de forma humana; antes bien es razonable pensar que haya seleccionado lo mejor
de toda la tierra, lo más puro y altamente refinado de la materia pura, lo que más se adaptaba
para su estructura. Porque lo que fabricaba era una residencia o sagrado santuario para el alma
racional; alma que el hombre había de llevar como una sagrada imagen, la más semejante a
Dios de todas las imágenes.

138. La tercera prueba, incomparablemente más convincente que las ya mencionadas, es que
el Creador, así como es excelente en las demás cosas, lo es también en la ciencia, como para
hacer que cada una de las partes del cuerpo tuviera en sí misma individualmente las debidas
proporciones, y resultara exactamente apropiada para participar en la conformación del todo;
y así, ajustándose a esa simetría de las partes, modeló carnes lozanas y las pintó con bellos
tonos, queriendo que el primer hombre ofreciera a la vista el más hermoso aspecto posible.

139. XLVIII. Es evidente que también el alma del primer hombre era excelente. No cabe
pensar que para su formación el Creador haya empleado como modelo a otra cosa alguna de
las creadas, sino solamente, como dije, a Su propio logos. Por eso dice Moisés que el hombre
ha sido creado como imagen e imitación de éste al ser soplado en el rostro, donde se halla la
sede de los sentidos. Con éstos el Creador tomó animado al cuerpo, y, una vez que hubo
instalado en la parte rectora de ésta 49 a la soberana razón, se los concedió como escoltas para
las percepciones de los colores, sonidos, sabores, olores y cualidades semejantes, que sin la
percepción sensorial ella por sí misma no hubiera sido capaz de aprehender. Ahora bien,
fuerza era que la imitación de un modelo de belleza plena fuera plenamente hermoso; y el
logos Divino es superior a la belleza misma, a la belleza tal cual existe en la naturaleza; no
porque esté adornado por la belleza, sino porque él mismo, a decir verdad, es el más hermoso
adorno de la belleza.
49
En la inteligencia.

140. XLIX. Con esas cualidades fue creado el primer hombre, a mi parecer, superior en el
cuerpo y en el alma a los hombres de nuestra época y a los que han existido antes de nosotros.
Es que a aquél lo creó Dios, en tanto que nuestro nacimiento procede de hombres, y cuanto
mayor es la calidad del autor, tanto mayor es también la de lo producido. Por cierto que, así
como lo que se halla en la plenitud de su ser es superior a aquello cuya plenitud pertenece al
pasado, ya se trate de un animal, de una planta, de un fruto o de cualquier otra cosa de las que
existen en la naturaleza, del mismo modo cabe pensar que el primer hombre que fue
modelado constituyó la plenitud del ser de toda nuestra especie, en tanto que sus
descendientes ya no alcanzaron esa plenitud igualmente, y fueron recibiendo formas y poderes
siempre más apagados de generación en generación.

141. Yo he observado idéntica cosa en el caso de las esculturas y pinturas: las copias son
inferiores a los originales, y las pinturas y modelados sacados de copias, mucho más
inferiores aún debido a la gran distancia que los separa del original. También el imán presenta
una experiencia análoga: aquel de los anillos de hierro que está en contacto con él cuelga
adherido con toda firmeza; el que toca al que está en contacto directo lo hace con menos
fuerza; el tercero pende del segundo; el cuarto del tercero, el quinto del cuarto y los demás
unos de otros en larga serie, unidos todos por una sola fuerza de atracción, sólo que no de la

63
misma manera, puesto que los que están suspendidos lejos del punto de partida lo están con
menos intensidad siempre, por cuanto la fuerza de atracción se debilita y ya no puede retener
en la medida de los primeros. Es evidente que algo análogo le ocurre también a la raza de los
hombres, los que de generación en generación han ido recibiendo más debilitadas las fuerzas
y cualidades.

142. Ajustándonos a la más estricta verdad, diremos que aquel primer antepasado de la raza
humana fue no sólo el primer hombre sino además el único ciudadano del mundo. El mundo,
en efecto, era su morada y su ciudad, y, aunque no hubiera sido erigida construcción alguna
de piedra y de madera, pasaba sus días con total seguridad como en su país natal, ajeno al
temor, ya que había sido considerado digno de regir a todos los seres terrestres, y todas las
creaturas mortales temblaban ante él y habían sido enseñadas y forzadas a obedecerle como a
un señor; y vivía libre de todo peligro en medio de los goces propios de una paz nunca
interrumpida por guerras.

143. L. Ahora bien, puesto que todo estado bien regido se ajusta a una constitución, era
necesario que el ciudadano del mundo se rigiese por la constitución por la que se rige el
mundo entero. Y esta constitución es el recto orden de la naturaleza, llamada con más
propiedad "sagrada norma",50 pues se trata de una Divina ley, conforme con la cual fue
asignado a cada cosa lo que le convenía y correspondía. Preciso era que en este estado y bajo
esta constitución existieran antes del hombre ciudadanos, a los que con justicia podría
calificarse de ciudadanos del Gran Estado, ya que les cupo como residencia el más dilatado de
los ámbitos, y fueron inscriptos en el padrón del más grande y perfecto de los estados.
50
Thesmós, término que expresa toda norma o disposición emanada de la voluntad de los
dioses, la ley divina o natural por oposición al nómos o ley redactada por legisladores
humanos.

144. ¿Y qué podían ser estos ciudadanos sino racionales y Divinas naturalezas, unas incor-
póreas y aprehensibles por la inteligencia, otras no carentes de cuerpos, como en el caso de
los astros? En estrecha relación y convivencia con ellos, el hombre pasaba sus días en medio
de una felicidad pura; y siendo estrechísimo su parentesco con el Soberano pues el Divino
aliento habíase derramado abundantemente sobre él, empeñábase en decir y hacer todo de
modo de complacer a su Padre y Rey, siguiéndolo paso a paso por las sendas que las virtudes
trazan a modo de caminos reales, porque únicamente a las almas que tienen por meta el
asemejarse a Dios, su Creador, les es lícito aproximarse a Él.

145. LI. Aunque con trazos muy inferiores a la verdad, hemos señalado en la medida de
nuestras posibilidades al menos, la hermosura que en ambas partes de su ser, el cuerpo y el
alma, poseía el primero que fue creado entre los hombres. En cuanto a sus descendientes,
partícipes, como son, de la misma forma ejemplar que aquél, necesariamente habrían de
conservar las marcas de su parentesco con su primer antepasado, aun cuando ellas estén
borrosas.

146. Pero, ¿en qué consiste ese parentesco? Todo hombre por su inteligencia está íntimamente
vinculado con el logos Divino, pues es como una impresión, fragmento e irradiación de
aquella bienaventurada naturaleza; en tanto que en la conformación de su cuerpo está
vinculado con el mundo todo pues es un compuesto de los mismos elementos de que lo está
éste, a saber: tierra, agua, aire y fuego, habiendo aportado cada uno de ellos la porción
necesaria para completar la cantidad exactamente suficiente, que el Creador habría de tomar
para elaborar esta imagen visible.

64
147. Además, el hombre reside, como en sitios sumamente familiares y afines a él, en todos
los mencionados elementos, cambiando de lugares y frecuentando ora uno ora otro; de modo
que con toda propiedad se puede decir que el hombre es un ser de todos ellos: de la tierra, del
agua, del aire y del cielo. En cuanto que habita y transita sobre la tierra es un animal terrestre;
en cuanto que .muchas veces se zambulle, nada y navega es acuático. Clarísimo testimonio de
esto último son los mercaderes, los capitanes de barcos, los pescadores de púrpuras y todos
los que se aplican a la pesca de ostras y peces. Por cuanto su cuerpo es elevado y está
suspendido apuntando desde la tierra hacia lo alto, bien puede decirse que es una creatura del
aire; y también podemos decir que es del cielo, puesto que está en estrecho contacto con el
sol, la luna y cada uno de los restantes astros errantes y fijos a través del sentido de mayor
autoridad, es decir, la vista.

148. LII. Totalmente acertado es el haber atribuido al primer hombre la asignación de los
nombres.51 Porque tarea es ésta propia de la sabiduría y la realeza, y el primer hombre era
sabio con un saber adquirido espontáneamente sin mediación de maestro alguno, como que se
trataba de un ser salido de las manos Divinas; y además rey. Y compete a un soberano el dar
nombre a cada uno de sus súbditos, Y es razonable pensar que el poder de mando de que
estaba investido aquel primer hombre, al que Dios había modelado con solicitud y había
considerado digno del segundo lugar, colocándolo como Su propio virrey y como soberano de
todas las demás creaturas, era extraordinario; pues los hombres nacidos muchas generaciones
después, aunque han perdido ya la vitalidad de la especie a causa de las largas edades
transcurridas, conservan todavía sin mengua su dominio sobre las creaturas irracionales
manteniendo la que podríamos llamar antorcha de la soberanía y la realeza heredada del pri-
mer hombre.
51
Gen. II, 19.

149. Así, dice Moisés que Dios condujo todos los animales a la presencia de Adán, queriendo
ver qué nombre asignarla a cada uno de ellos; no porque tuviera alguna duda; que nada hay
oculto para Dios; sino porque sabía que había forjado en un ser mortal la natural capacidad de
razonar por su propio impulso, para, de ese modo, permanecer Él mismo sin participación
alguna en el vicio. Lo que hacía, en realidad, era poner a prueba a aquél, como quien guía a un
discípulo, despertando la capacidad en él depositada, e impulsándolo a dar pruebas de sus
propias obras, a fin de que confiriera por sí mismo las denominaciones, y no inadecuadas ni
desacordes, sino tales que pusieran de manifiesto con toda claridad los rasgos de las creaturas
que los llevarían.

150. Y así fue: Adán, siendo todavía pura la naturaleza racional que acababa de instalarse en
su alma, y no habiéndose adentrado en su ser ni debilidad ni enfermedad ni pasión alguna,
recibió de manera sumamente clara las imágenes de los cuerpos y de los hechos, y escogió las
denominaciones exactas adecuándolas con sumo acierto a las cosas dadas a conocer por ellas,
de tal modo que, al mismo tiempo que se las nombraba, se ponía de manifiesto la naturaleza
de las mismas. A tal punto sobresalía el primer hombre en todas altas cualidades, alcanzando
el límite mismo de la humana felicidad.

151. LIII. Mas, como ninguna de las cosas creadas es estable, y los seres mortales están
sujetos fatalmente a transformaciones y cambios, era preciso que también el primer hombre
experimentara alguna desventura. Y una mujer se convirtió para él en el principio de la vida
reprochable. En efecto, mientras estaba solo, asemejábase en virtud de su soledad, al mundo y
a Dios, y recibía en su alma las impresiones de la naturaleza de uno y Otro; no todas, pero sí

65
todas aquellas que su constitución mortal era capaz de recibir. Pero, una vez que hubo sido
modelada la mujer, al contemplar una figura hermana de la suya, una forma de su misma
estirpe, se alegró ante la visión, y aproximándose a ella la saludó con afecto.

152. Ella, no viendo otro ser viviente más parecido a sí misma que aquél, se alegra y devuelve
el saludo con actitud modesta. Y sobreviene el amor, y reuniéndolos como si se tratara de dos
partes separadas de una sola creatura viviente, los une en un mismo todo, tras haber afincado
en cada uno de ellos el deseo de unirse con el otro a fin de producir un ser como ellos. Mas
este deseo engendró también el placer corporal, el placer que es origen de iniquidades y pro-
cederes ilegales, y a causa del cual los hombres truecan una vida inmortal y dichosa por la
mortal y desdichada.

153. LIV. Cuando el hombre vivía aún una vida solitaria, por no haber sido formada todavía
la mujer, plantó Dios, según nuestro relato, un parque en nada semejante a los familiares a
nosotros.52 En éstos la vegetación es inanimada, llena de árboles de todas clases, de los que
unos están siempre verdes para brindar ininterrumpido placer a la vista; otros rejuvenecen y
retoñan cada primavera; unos proporcionan el cultivado fruto no sólo para el necesario
consumo, sino también para el goce superfluo propio de la vida regalada; mientras otros lo
producen de otra especie, destinado a las bestias para satisfacer sus necesidades. En cambio,
en aquel Divino parque todas las plantas estaban dotadas de alma y razón, y los frutos que
producían eran las virtudes y además el conocimiento y el discernimiento infalibles, mediante
los cuales se conocen lo noble y lo vergonzoso, la vida libre de enfermedades, la
incorruptibilidad y todas las cosas semejantes a éstas.
52
Gen. II, 9 y ss.

154. Mas, creo que esta descripción se interpreta mejor simbólicamente que literalmente.
Porque, ni hasta ese momento habían aparecido sobre la tierra árboles de vida y de ciencia, ni
es verosímil que hayan aparecido posteriormente. Lo que,. en cambio, quiso, al parecer,
significar Moisés mediante "el parque" fue la parte rectora del alma, que está llena de
innumerables opiniones, cual si fueran plantas; mediante "el árbol de la vida", la reverencia a
Dios, que es la virtud suprema; virtud por la cual alcanza el alma la inmortalidad; y mediante
"el árbol del conocimiento del bien y del mal", la prudencia, virtud intermedia, por la cual se
disciernen las cosas opuestas por naturaleza.

155. LV. Habiendo establecido en el alma estas pautas, observaba Dios, como un juez, hacia
cuál de las dos partes se inclinaría. Y cuando la vio inclinada hacia la maldad, y des-
preocupada de la piedad y la santidad, de las que procede la vida inmortal, la arrojó y desterró
del parque, como correspondía, sin concederle ni siquiera la esperanza de un posterior retomo,
ya que sus ofensas eran imposibles de reparar y remediar, siendo, además, sobremanera
reprochable la excusa dada para justificar el engaño; excusa que merece una explicación.

156. Se dice que en los antiguos tiempos la venenosa serpiente, nacida de la tierra, emitía
sonidos propios de la voz humana, y que, habiéndose aproximado cierta vez a la mujer del
primer hombre, le echó en cara su irresolución y exceso de escrúpulo, ya que tardaba y no se
decidía a saborear un fruto de hermosísimo aspecto y gratísimo sabor, y además sumamente
provechoso, mediante el cual podría conocer el bien y el mal. Ella, irreflexivamente y con
criterio inseguro y sin fundamento, consintió, comió el fruto y dio una parte al hombre. Esto
al punto los cambió trocando sus inocentes y sencillas costumbres en malicia. E irritado por
ello, el Padre fijó contra ellos los castigos merecidos; que bien merecía Su cólera lo hecho,
puesto. que, pasando de largo junto a la planta de la vida inmortal, es decir, junto a la plena

66
adquisición de la virtud, por la cual hubieran podido recoger el fruto de una vida prolongada y
feliz,. habían escogido una existencia efímera y mortal, que no merece llamarse vida sino
tiempo de desventura.

157. LVI. Pero estos relatos no son invenciones míticas de aquellas en las que se complacen
los poetas y los sofistas, sino indicaciones de signos, las cuales nos invitan a la interpretación
alegórica según las explicaciones logradas mediante conjeturas.
Y siguiendo una hipótesis verosímil, estaremos en lo justo si decimos que la serpiente en
cuestión es un símbolo del placer. Lo es porque, en primer lugar, se trata de un animal carente
de pies, echado boca abajo y caído sobre su vientre; en segundo lugar, porque consume
terrones de tierra como alimento; en tercer lugar, porque lleva en sus dientes el veneno de que
la naturaleza le ha provisto para matar a los mordidos por ella.

158. De ninguna de estas características está exento el amante de los placeres. Oprimido y
agobiado, a duras penas levanta la cabeza, por cuanto su incontinencia lo doblega y derriba; y
se alimenta, no del celestial manjar que ofrece la sabiduría mediante razonamientos y
doctrinas a los amantes de la contemplación, sino del que produce en el curso de las
estaciones del año la tierra, del que proceden la embriaguez, el refinamiento en los manjares y
la glotonería, los que, haciendo estallar y encenderse los apetitos del vientre, acrecientan la
gula y estimulan también la violencia de los arrebatos sexuales. Se relame, en efecto, con
cuanto produce el esfuerzo de proveedores de alimentos y cocineros; y, haciendo girar su
cabeza, se afana por aspirar el aroma que despiden las esencias; y, cuando advierte una mesa
suntuosamente provista, deja caer toda su persona precipitándose sobre las cosas preparadas,
ansioso de devorar todo a la vez. Y no es el saciar su apetito lo que persigue, sino el que no
sobre nada de cuanto tiene a su disposición. De donde resulta que lleva en sus dientes el
veneno no menos que la serpiente.

159. Éstos, en efecto, son los agentes y ministros del desenfreno, y cortan y desmenuzan todo
cuanto sirve de alimento, y lo entregan en primer término a la lengua para que ésta, como juez
en materia de sabores, decida; y a continuación a la faringe. Y el comer sin medida es algo
mortífero y venenoso por naturaleza, puesto que, a causa del torrente de las sucesivas viandas
que se presentan antes que las anteriores estén digeridas, es imposible su asimilación.

160. Se nos dice que la serpiente emitía voz humana, porque el placer cuenta con muchísimos
campeones y defensores que tienen a su cargo su defensa y protección, los cuales se atreven a
proclamar que él tiene asignada la soberanía sobre todas las cosas pequeñas y grandes, sin que
nada absolutamente esté libre de ella.

161. LVII. Alegan que los primeros contactos del ser masculino con el femenino contienen un
placer que los impulsa, y a través del cual se forjan las generaciones y nacimientos. Y que por
ley natural la primera cosa que la prole persigue es el placer, gozando de él y soportando con
desagrado lo opuesto, es decir, el sufrimiento. Por eso el tierno vástago, no bien nace, llora
como si padeciese frío. Es que, habiendo pasado repentinamente del más cálido y ardiente de
los lugares, la matriz, en la cual había habitado largo tiempo, al aire, lugar frío y desacostum-
brado para él, ha sido fuertemente afectado, y se desata en llanto, señal clarísima de su dolor y
de su desagrado por el sufrimiento.

162. Todo ser animado, dicen, se apresura tras el placer como tras su más necesario y esencial
fin, y sobre todo el hombre. Porque, mientras los demás seres animados se lo procuran
solamente a través del gusto y de los órganos de la reproducción, el hombre lo alcanza

67
también a través de los demás sentidos, persiguiendo mediante la vista y el oído cuantos
espectáculos y sonidos pueden procurarle deleite. Como éstos son muchísimos los otros
alegatos en alabanza de esta experiencia, y sobre su estrechísima relación y parentesco con los
seres animados.

163. LVIII. Pero ya es suficiente con lo dicho hasta aquí para explicar por qué la serpiente
parecía emitir voz humana. Lo que precede explica, a mi parecer, que también en las
detalladas prescripciones donde el legislador, refiriéndose a los animales, registra cuáles es
preciso comer y cuáles no, apruebe muy especialmente al llamado ofiómaca,53 un reptil que
encima de los pies tiene patas, de las que la naturaleza lo ha dotado para saltar desde el suelo
y elevarse por los aires como las langostas.
53
Lev. XI, 22. El ophiomákhes = que combate a las serpientes, es una especie de saltamontes.

164. El ofiómaca, en efecto, no es, en mi opinión, otra cosa que la representación simbólica de
la moderación, la que libra una batalla implacable, una guerra sin tregua contra la intemperan-
cia y el placer. Ella, en efecto, acoge afablemente a la sencillez, a la temperancia y a todo
cuanto es necesario para una vida austera y digna; en tanto que la intemperancia lo hace con
lo superfino y el derroche, causas para el alma y para el cuerpo de molicie y enervamiento, de
los cuales resulta una vida culpable y más penosa aún que la misma muerte, a juicio de las
personas sensatas.

165. El placer no se atreve a ofrecer sus seducciones y engaños al hombre, pero sí a la mujer,
y por medio de ésta a aquél. Este procedimiento es apropiado y acertado en sumo grado. En
efecto, en nuestro ser la inteligencia equivale al hombre, y la sensibilidad a la mujer; y el
placer sale primeramente al encuentro de los sentidos, traba relación con ellos, y por
mediación de ellos engaña también a la soberana inteligencia. Porque, cuando cada uno de los
sentidos ha sido subyugado por sus atractivos, complacido con las cosas ofrecidas: la vista,
con la variedad de colores y formas; el oído, con las armonías de los sonidos; el gusto, con las
delicias de los sabores; y el olfato, con las gratas fragancias de los perfumes que aspira;
después de recibir esos regalos, los ofrecen, a la manera de las criadillas, a la razón, como a
un amo, llevando consigo para que alegue en su favor a la persuasión a fin de que aquélla no
rechace nada en absoluto. La razón es al punto atrapada y se convierte de soberana en
subordinada, de ama en esclava, de ciudadana en desterrada, de inmortal en mortal.

166. LIX. En suma, pues, no debemos olvidar que el placer, cual una cortesana o mujer
lasciva, desea vivamente procurarse un amante, y busca rufianes, por cuya mediación habrá
de seducirlo; y que el papel de los rufianes que .e procurarán el amante está a cargo de los
sentidos. Una vez que los ha seducido, tiene sin dificultad a su arbitrio a la inteligencia, pues
ellos le llevan a ésta las representaciones de afuera, se las anuncian, se las muestran, e
imprimen en ella las formas de cada una engendrando la pasión correspondiente, pues la
inteligencia es como una cera que recibe las impresiones a través de los sentidos, gracias a los
cuales aprehende las cosas corpóreas, que por sí misma no puede aprehender, según he dicho
ya.

167. LX. Los primeros 54 que se convirtieron en esclavos de una penosa e incurable pasión, al
punto descubrieron cuáles son las recompensas del placer. A la mujer sobreviniéronle los vio-
lentos dolores del parto y las penas que una tras otra se suceden durante el resto de la vida, en
especial las causadas por los alumbramientos de hijos y la crianza de los mismos, en las
enfermedades y cuando están sanos, cuando les sonríe la fortuna y cuando les es adversa; y
además la privación de la libertad, y el peso de la autoridad del hombre unido a ella en

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matrimonio, cuyos mandatos le es preciso acatar. Por su parte el hombre experimentó
trabajos, fatigas y continuos desvelos para la obtención de las cosas necesarias; y la privación
de los espontáneos bienes que la tierra había sido enseñada a producir por sí sola sin la labor
del agricultor; quedando atado a ininterrumpidos esfuerzos para procurarse medios de vida y
alimentos, de modo de no perecer de hambre.
54
Vale decir, el primer hombre y la primera mujer.

168. Creo yo, en efecto, que, así como el sol y la luna emiten sus luces siempre, habiendo
recibido el mandato en una única ocasión, en el instante mismo de la creación original del
universo, y observan el Divino precepto no por otra razón que porque el vicio se halla
desterrado lejos de los confines del ciclo; de la misma manera también el pingüe y fértil suelo
de la tierra produciría copiosos frutos con el correr de las estaciones del año, sin que
interviniera la habilidad y colaboración de los agricultores. Pero, cuando el vicio comenzó a
ser preferido a las virtudes, como actualmente, cerráronse las perennes fuentes de las gracias
Divinas para que no las procuraran a quienes eran considerados indignos de ellas.

169. La verdad es que, si el género humano hubiera debido soportar un castigo acorde con la
culpa, hubiera sido preciso que, por su ingratitud para con Dios, su benefactor y preservador,
fuera aniquilado; pero, siendo Él misericordioso por naturaleza, movido a piedad, moderó la
pena, permitiendo que la raza humana subsistiese; pero no ya como antes, es decir, recogiendo
sus alimentos sin esfuerzo, a fin de evitar que los hombres, entregados a dos males, la
indolencia y la saciedad, cometieran faltas y se ensoberbecieran.

170. LXI. Ésa es la vida de los que al principio se caracterizan por la inocencia y la sencillez,
pero luego prefieren el vicio a la virtud.
A través del relato de la creación del mundo a que nos hemos referido, además de muchas
otras cosas nos enseña Moisés cinco, qué son las más hermosas y excelentes de todas. En
primer lugar, que la Divinidad existe y Su existencia es eterna.55 Esto, a propósito de los
ateos, algunos de los cuales han dudado sin decidirse en uno u otro sentido respecto de Su
eterna existencia; en tanto que otros, más osados, han llevado su audacia hasta el extremo de
afirmar que no existe en absoluto, y que se trata nada más que de afirmaciones provenientes
de hombres que obscurecen la verdad mediante la invención de mitos.
55
Es decir, previa a la existencia de todos los demás seres. Entiendo que en este sentido debe
tomarse aquí el verbo hypárkhein, que también significa gobernar. Filón en este párrafo se
está refiriendo a la existencia Divina, no a su poder. Renglones más abajo lo reitera
empleando el sustantivo hyparxis, con neto sentido de existencia. El gobierno Divino es
tratado en la quinta de las enseñanzas: la relativa a la providencia.

171. En segundo lugar, que Dios es uno. Esto, a causa de los que han enseñado la creencia
politeísta, sin avergonzarse de trasladar desde la tierra al cielo el gobierno de la multitud, es
decir, el peor de los regímenes políticos.
En tercer lugar, que el mundo, como ya queda dicho, ha sido creado. Esto, lo enseña teniendo
presentes a aquellos que piensan que el mundo es increado y eterno, con lo que no asignan a
Dios superioridad ninguna.
En cuarto lugar, que también el mundo es uno solo, por cuanto uno es su Creador, quien hizo
Su obra semejante a Sí mismo en cuanto a la unicidad, y empleó la totalidad de la materia
para la creación del universo. Éste, en efecto, no hubiera podido ser universo56 si no hubiera
sido formado y constituido de partes que eran totalidades. Existen, ciertamente, quienes
suponen que hay más de uno, y otros los consideran infinitos. Se trata de ignorantes 57 y
profanos respecto de la verdad de las cosas que merecen conocerse.

69
En quinto lugar, que la providencia de Dios se extiende sobre el mundo. En efecto, las leyes y
normas de la naturaleza, conforme con las cuales también los padres velan por sus hijos,
exigen que el Hacedor vele siempre por lo creado por Él.
56
Universo o totalidad. Es imposible reproducir cabalmente el juego de palabras que el
adjetivo huios = todo permite a Filón para explicar la contradicción que implicaría un
universo que no fuera único y contuviera la totalidad de la materia.
57
Otro juego de palabras intraducible: ápeiros expresa dos conceptos: infinito (a y peírar =
sin límite) e ignorante (a y peíra == sin experiencia).

172. Quien ha comenzado por aprender estas cosas tanto por haberlas oído como por haber
reflexionado sobre ellas, y ha impreso en su alma concepciones admirables y dignas de
sostener a saber: que Dios existe y Su existencia es eterna; que el realmente Es es uno; que
creó el mundo; y que creó uno solo según se ha dicho, asemejándolo a Sí mismo en cuanto a
la unicidad; y qué siempre vela por Su creación; ése gozará de una vida dichosa y feliz pues
lleva impresas en sí las enseñanzas de la piedad y la santidad.

70
INTERPRETACIÓN ALEGORICA DE LAS LEYES SAGRADAS

CONTENIDAS EN EL GÉNESIS II Y III 1

(LEGUM ALLEGORIAE)
1
Literalmente: interpretación alegórica de las sagradas leyes posteriores a los seis días.

INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA

1. I. "Y fueron acabados el cielo, la tierra y todo el mundo de los mismos." (Gen. II, 1.)
Habiendo hablado antes de la creación de la inteligencia y los sentidos; señala Moisés ahora
concretamente la conclusión de ambos; mas, al decir que alcanzaron su plenitud, no se refiere
ni a la inteligencia individual ni a los sentidos particulares sino a las formas ejemplares, 2 la
de la inteligencia y la de la sensibilidad. En efecto, se expresa en forma simbólica y llama
"cielo" a la inteligencia en mérito a que el cielo contiene las naturalezas que sólo ella puede
aprehender; y "tierra" a la sensibilidad por cuanto a ella cupo ser un compuesto de forma
corporal y de características más terrenas; estando el mundo de la inteligencia constituido por
todas las cosas incorpóreas e inteligibles; y el de los sentidos por las corpóreas y por cuantas,
en suma, se perciben a través de ellos.
2
Ver Sobre la creación, nota 4.

2. II. "Y en el sexto día acabó Dios las obras que había hecho." (Gen. II, 2.) Simpleza suma
sería pensar que la creación del mundo tuvo lugar en seis días o en un determinado transcurso
de tiempo cualquiera fuere. ¿Por qué? Porque todo transcurso de tiempo es un conjunto de
días y de noches, los que por fuerza se cumplen de acuerdo con el movimiento del sol en su
marcha por sobre y por debajo de la tierra. Pero el sol fue creado como parte del mundo; de
suerte que ninguna duda cabe de que el tiempo es más reciente que el mundo. Lo correcto,
pues, sería decir, no que el mundo fue creado en determinado transcurso de tiempo, sino que
el tiempo quedó determinado por medio del mundo, ya que fue el movimiento celeste quien
puso de manifiesto la naturaleza del tiempo.

3. Las palabras "acabó en seis días Sus obras" han de entenderse, por lo tanto, como
referencia no a un conjunto de días sino al 6; un número perfecto puesto que es el primero
igual a la suma de sus partes; 1/2, 1/3 y 1/6,3 y resulta de la multiplicación de dos factores
distintos, de 2 por 3; números éstos que han dejado atrás la incorporeidad involucrada en el 1;
el 2 por cuanto es la imagen de la materia, pues es fraccionable y divisible como ella; el 3 por
ser representación del cuerpo sólido, pues tres son las dimensiones que se distinguen en lo
sólido.
3
4+3+2+1=6. Sus factores, es además, la mitad más la tercera parte más la sexta parte de seis
suman 6.

4. Pero además el 6 está emparentado con los movimientos de los animales dotados de
miembros funcionales 4 porque son seis las direcciones en las que por ley natural se mueve el
cuerpo provisto de miembros funcionales: hacia adelante, hacia atrás, hacia arriba, hacia aba-
jo, hacia la derecha y hacia la izquierda. El propósito de Moisés es, pues, poner de manifiesto
cómo tanto las especies mortales como las incorruptibles han sido formadas de acuerdo con
los números que les son propios estableciendo, como he dicho, una correlación entre las
mortales y el número seis, y entre las felices y bienaventuradas y el número siete.

71
4
Ver Aristóteles, Ética III, 1 a 6.

5. Y así, en el séptimo día, una vez que ha puesto fin a la formación de las especies mortales,
comienza el Creador a modelar otras más Divinas. III. Porque en ningún momento cesa Dios
en su actividad creadora, antes bien, así como es propio del fuego el ardor y de la nieve el
enfriar, es también propio de Dios el hacer. Y en grado mucho mayor aún, por cuanto además
Él es el origen de la capacidad de obrar de todos los demás seres.

6. Con toda razón, pues, dice también "hizo cesar" y no "cesó";5 porque hace cesar a las cosas
que, aunque aparentemente producen, nada producen realmente; pero Él no cesa de hacer. Por
ello Moisés añade a "hizo cesar" la aclaración "a aquellas cosas que Él había comenzado".
(Gen. II, 3.) En efecto, todas aquellas cosas que se producen por medio de nuestras artes, una
vez concluidas se estabilizan y permanecen como están; cuantas, en cambio, produce la
Divina sabiduría, finalizadas entran en un nuevo movimiento, pues sus terminaciones son
origen de otras cosas; como el fin del día es el comienzo de la noche y la iniciación de cada
mes y de cada año ha de ser considerada limite de los que han transcurrido.
5
En el texto griego de los Setenta aparece, efectivamente, la forma activa katépause = hizo
cesar, en vez de la forma media katepáusato = cesó.

7. La generación se cumple como proceso paralelo al de la descomposición, y la corrupción se


desarrolla mientras se generan otros seres; de modo que es verdad el aserto de que "nada de lo
engendrado perece; separadas sus partes, da a luz una nueva forma".6
6
Eurípides, fragmento 839.

8. IV. La naturaleza se complace en el número siete.7 Siete son, en efecto, los planetas
contrapuestos al movimiento uniforme de las estrellas fijas. Por siete estrellas está integrada la
Osa, que es origen no sólo de relaciones comerciales sino también de acercamiento y unión
entre los hombres. En siete días, por otra parte, se cumplen las fases de la luna, el astro más
estrechamente vinculado con los seres terrestres. Asimismo las variaciones que la naturaleza
produce en el aire, las cumple por obra especialmente de figuras 8 presididas por el siete.9
7
Ver Sobre la creación, 89 a 128.
8
Figuras celestes o del cielo.
9
Referencia a los planetas, las Pléyades y los equinoccios, sobre los que se ha hablado en
Sobre la creación, 113, 115 y 116.

9. Ciertamente las modificaciones de las cosas mortales, que tienen un Divino origen en el
cielo, resultan benéficas cuando tienen lugar de conformidad con el número siete. ¿Quién, en
efecto, ignora que los fetos de siete meses alcanzan a vivir, en tanto que los que se toman más
tiempo, llegando a permanecer ocho meses en el seno materno, normalmente no sobreviven?

10. Y dicen que durante los primeros siete años el ser humano alcanza el uso de razón, y al
cabo de ellos, dueño ya de la facultad de discernir, está en condiciones de comprender los
nombres y verbos usuales; y que durante el segundo septenario llega a la plenitud de su ser,
plenitud que consiste en la capacidad para engendrar al semejante. En efecto, hacia los catorce
años el hombre puede ser padre de un semejante. Un nuevo lapso de siete años marca los
límites del crecimiento, pues hasta los veintiún años el hombre desarrolla su estatura, siendo
esta edad llamada por muchos la flor de la vida.

11. Además, siete son las partes no racionales del alma: los cinco sentidos, el órgano de la
palabra y la que se extiende hasta los órganos genitales, es decir la procreadora.

72
12. Siete, asimismo, son, por su parte, los movimientos del cuerpo: seis funcionales y uno
circular; siete también las vísceras: estómago, corazón, bazo, hígado, pulmón y dos riñones.
Ése es, también, el número de las partes del cuerpo: cabeza, cuello, pecho, brazos, vientre,
abdomen y piernas. Y la cara, la porción de mayor jerarquía en las creaturas animadas,
presenta siete orificios: dos ojos, dos orejas, otras tantas fosas nasales y en séptimo término la
boca.

13. Las excreciones son también siete: lágrimas, mucosidad, saliva, esperaría, los excedentes
eliminados por dos conductos, y el sudor de todo el cuerpo. A su vez, en las enfermedades el
séptimo día es el más crítico; y en las mujeres los flujos mensuales duran siete días.

14. V. A las más provechosas de las artes se extiende además el poder de este número. En
gramática, por ejemplo, las letras de mayor calidad y fuerza, vale decir las vocales, son siete
en total. En lo que toca a la música, la lira de siete cuerdas es probablemente el más excelente
de todos los instrumentos, puesto que en ningún otro se aprecia como en ella el más excelso
de los géneros melódicos, el enarmónico. Y es el caso que también son siete las variaciones
de la pronunciación: sonido agudo, grave, circunflejo, aspirado, no aspirado, largo y breve.
15. Además es el 7 el primer número después del 6, número perfecto; y desde determinado
punto de vista se identifica con el 1, puesto que, mientras los demás números que integran la
década o son múltiplos o son factores, el siete, en cambio, ni divide a ningún otro de los diez
primeros números ni es múltiplo de ninguno de ellos. Por eso los pitagóricos, recurriendo a un
mito, lo comparan con la diosa eternamente virgen y sin madre, por cuanto ni fue engendrada
ni dará a luz.10
10
Ver Sobre la creación, 100 y nota 32.

16. VI. "En el séptimo día, pues, cesó 11 de todas las obras que había hecho." (Gen. II, 2.) Esto
significa lo siguiente: Dios cesa de modelar las especies mortales cuando comienza a crear las
Divinas y emparentadas con la naturaleza del número siete.:
Pero con relación a la conducta humana esto ha de entenderse así: cada vez que la santa razón,
cuya pauta es el 7, sobreviene en el alma, anucíanse el 6 y cuantas cosas mortales parece pro-
ducir con él aquélla.
11
O "descansó"; pero literalmente "hizo cesar", según lo aclarado en la nota 5.

17. VII. "Y bendijo Dios al día séptimo y lo santificó." (Gen.11. 3.) Bendice Dios las
disposiciones espirituales puestas en movimiento de conformidad con la séptima y
verdaderamente Divina claridad, y acto seguido los declara santos; lo que se explica, pues
están entre sí íntimamente vinculados el carácter bendito12 y el carácter santo. Tal es la razón
por la que refiriéndose a quien ha formulado el gran voto,13 dice que, si, habiéndole
sobrevenido un repentino cambio, éste contaminare su. inteligencia,14 no será en adelante
santo, y, por el contrario, "sus anteriores días no le serán tenidos en cuenta." (Núm. VI, 12.) 15
Cosa lógica, pues del hecho de que el carácter no santo no sea tenido en cuenta, despréndese
que el bien tenido en cuenta16 es santo.
12
En griego, "que razona bien"; pero Filón, partiendo del parentesco formal entre eulogeín =
hablar bien de alguien, bendecir, y eulógistos = buen razonador (términos ambos formados a
partir de eu = bien, y logos = palabra y razón), asigna a eulógistos el sentido de bendito o
bendecido.
13
Sobre el gran voto o nazareato, ver Núm. VI, 2 a 21.
14
Tal es lo que entiende Filón que significa la mancha que, según Núm. VI, 9, puede contraer
el nazareo.

73
15
Álogos significa no contado o no tenido en cuenta; y, como por su forma es asimilable al
antónimo de eulógistos (bendito, según lo aclarado en la nota 12), es decir, a alógistos = no
bendito (si se acepta dicha acepción de eidógistos), Filón infiere que no tenido en cuenta y no
bendito son una misma cosa, y que, por lo tanto, también lo son tenido en cuenta y bendito.
16
Partiendo de las supuestas equivalencias de sentido establecidas más arriba (notas 12 y 15),
mediante un juego de palabras intraducibles al castellano, concluye Filón que el texto bíblico
de Núm. VI, 12 confirma la estrecha relación entre bendito y santo. El razonamiento es mas o
menos el siguiente: a) Según Gen. II, 3, eulúgistos (bendito) equivale a santo, b) Esto es
confirmado en Núm. VI,. 5 a 12, ya que allí se lee que los días de santidad, dejan de ser
santos, es. decir, son alógistoi (no benditos), y, por lo tanto, no santos ya, al mancharse en
nazareo en contacto con un cadáver.

18. Con razón, pues, ha dicho Moisés que Dios bendijo y santificó al séptimo día "porque en
él cesó 17 Dios de todas las obras que había comenzado a crear." (Gen. II, 3.) El motivo por el
que el hombre cuya conducta se ajusta a la séptima y perfecta claridad es bien considerado 18
y santo, es que el advenimiento de este día señala el término de la formación de las cosas
mortales. Y así ocurre, en efecto. Cada vez que la brillantísima y verdaderamente Divina
claridad de la virtud se eleva, cesa la producción de las cosas de naturaleza contraria. Por otra
parte, hemos demostrado que Dios cuando cesa,19 no cesa de producir, antes bien inicia la
creación de otros seres, en virtud de que no sólo es el Artífice sino también el Padre de las
cosas que van adquiriendo existencia.
17
Literalmente: "hizo cesar". Ver nota 5.
18
O bendito.
19
Literalmente: "hace cesar". Ver nota 5.

19. VIII. "Éste es el libro de la creación del cielo y de la tierra, cuando fueron creados." (Gen.
II, 4.) Este perfecto logos,20 que se mueve de acuerdo con el número siete, es el origen de la
creación de la inteligencia ordenada según las formas ejemplares, y de la sensibilidad mental,
si es lícito hablar de sensibilidad mental, ordenada según esas mismas formas. Moisés llama
"libro" al Divino logos, en el que hállanse inscriptas y grabadas las estructuras de todos los
demás seres.21
20
Filón identifica el logos con "el libro", apoyándose en que el término. logos, además de
razón, significa palabra.
21
Ver Sobre la creación, 20.

20. Para que no pienses que la Divinidad, cuando crea algo sea lo que fuere, lo hace en
períodos determinados de tiempo, y para que te des cuenta, en cambio, de que para la raza
humana Sus actos creadores son invisibles, ininteligibles e ininterpretables, añade "cuando
fueron creados"; sin delimitar en un determinado lapso ese "cuando"; debido a que no existe
límite alguno en la adquisición del ser por parte de cuanto es creado por la Causa. Queda, en
consecuencia, refutado el aserto de que la creación del universo duró seis días.

21. IX. "En el día en que creó Dios el cielo y la tierra y todo-verdor del campo antes de que
brotase sobre la tierra, y toda hierba del campo antes de que brotase; porque no había hecho-
Dios llover sobre la tierra ni había hombre alguno para que trabajase la tierra." (Gen. II, 4 y
5.) Más arriba ha llamado "libro" a este día; pues tanto en uno como en otro 22 registra la
creación del cielo y de la tierra. Y así es: mediante Su propio logos, inmensamente diáfano y
deslumbrante, Dios crea ambas cosas: la forma ejemplar de la inteligencia, a la que en
términos figurados llama "cielo", y la forma ejemplar de la sensibilidad, a la que
simbólicamente denomina "tierra".

74
22
Es decir, en el libro ("Este es el libro de la creación") y en el (séptimo) día ("El día en que
creó el cielo y la tierra").

22. Y compara. Moisés las formas ejemplares de la inteligencia y de la sensibilidad con dos
campos, por cuanto la inteligencia tiene por frutos los productos del pensamiento, y la
sensibilidad los datos del percibir sensorial. Y el pasaje significa más o menos lo siguiente:
así como antes de la inteligencia particular e individual existe una determinada forma
ejemplar, como arquetipo y modelo de la misma; y a su vez, previa a la sensibilidad particular
existe una forma ejemplar de sensibilidad, cuya relación respecto de aquélla es la que media
entre un sello y las imágenes impresas. por él; del mismo modo, antes de que llegaran a existir
las cosas aprehensibles por la inteligencia particular existió el intelectualmente aprehensible
genérico en sí, del que por participación reciben también ese nombre los demás seres
aprehensibles intelectualmente; y antes de que llegasen a existir las cosas sensibles
particulares, existió el sensible genérico en sí, por cuya participación también llegaron a
existir las demás cosas sensibles.

23. Llama, pues, "verdor del campo" a lo que es conocible por la inteligencia, puesto que, así
como en el campo germinan y florecen las cosas verdes, del mismo modo las cosas aprehen-
sibles intelectualmente son frutos de la mente. Antes, pues, de que existiese lo inteligible
particular, produjo Dios ese intelectualmente aprehensible genérico en sí, al que, además,
correctamente aplica el calificativo de "todo". Porque lo intelectualmente aprehensible
particular, siendo, como es, imperfecto, no es un "todo" pero sí lo es el intelectualmente
aprehensible genérico, por cuanto es algo pleno.

24 X. "Y toda hierba del campo antes de que brotara", dice. Lo que quiere decir: antes de que
brotaran las cosas sensibles particulares, existió también, por previsión del Hacedor, el
sensible genérico; al que también aplica Moisés el calificativo de "todo". Su comparación de
las cosas sensibles con la hierba es, sin duda, razonable, pues, así como la hierba es el
alimento de la creatura irracional, del mismo modo lo sensible ha sido asignado a la parte
irracional del alma. Ahora bien, ¿por qué habiendo dicho ya "verdor del campo" agrega "y
toda hierba", como afirmando que la hierba y el verdor son cosas totalmente distintas? Pues
porque "el verdor del campo" es lo aprehensible intelectualmente, fruto de la inteligencia; y la
"hierba" es lo sensible, fruto también, pero de la parte irracional del alma.

25 "No había hecho Dios llover sobre la tierra ni hombre alguno había para trabajar la tierra",
dice. Exacto; pues, si Dios no enviare sobre los sentidos la "lluvia" de las percepciones de los
objetos al alcance de ellos, la inteligencia tampoco "trabajará" ni intervendrá en la esfera de la
sensibilidad, por cuanto de por sí ella sería ineficaz si la Causa no derramase, cual "lluvia" y
riego, colores en la vista, sonidos en los oídos, sabores en el paladar y en los demás sentidos
las sensaciones correspondientes.

26. Pero, no bien comienza Dios a regar a la sensibilidad con cosas sensibles, al punto
también la inteligencia aparece como trabajadora de lo que podríamos llamar una fecunda
tierra. Por otra parte, la forma ejemplar de la sensibilidad no ha menester do nutrición, pero sí
la necesita la sensibilidad; y el alimento de ella, al que Moisés simbólicamente llama "lluvia",
son las cosas' sensibles particulares, que son cuerpos. Con ellos ninguna relación, en cambio,
tiene una forma ejemplar; y por eso, antes de que existiesen las cosas compuestas particulares,
no había llovido Dios sobre la forma ejemplar de la sensibilidad, a la que Moisés llama tierra;
vale decir, no le suministraba alimento. Y en verdad, aquélla no necesitaba en absoluto de
cosa sensible alguna.

75
27. Las palabras "y no había hombre para trabajar la tierra" significan lo siguiente: la forma
ejemplar de la inteligencia no "trabajaba" 23 la forma ejemplar de la sensibilidad. En efecto,
mientras mi inteligencia o la tuya "trabajan" la sensibilidad mediante las cosas sensibles; la
forma ejemplar de la inteligencia, en cambio, dado que, ciertamente, ningún cuerpo particular
propio de ella existe, no trabaja la forma ejemplar de la sensibilidad, pues, si lo hiciera, sería
mediante los objetos sensibles, y ningún objeto sensible existe en el ámbito de las formas
ejemplares.
23
Vale decir, no obraba u operaba en ella.

28. XI. "Una fuente brotó del seno de la tierra y regó toda la faz de la tierra" (Cén. II, 6.)
Moisés llama a la inteligencia "fuente de la tierra", y a los sentidos "faz"24 de ella" porque la
naturaleza, que todo lo prevé, asignó a éstos tal lugar como el más apropiado de todo el
cuerpo para sus actividades específicas; y la inteligencia "riega", a modo de "fuente", a los
sentidos vertiendo en ellos las corrientes útiles a cada uno de ellos. Observa cómo, a manera
de cadena, las potencias del ser viviente penden unas de otras. Siendo, en efecto, tres: la
inteligencia, la sensibilidad y además el objeto sensible, la sensibilidad es la intermedia y en
uno y otro extremo están situados la inteligencia y el objeto sensible.
24
O cara.

29. Mas ni la inteligencia es capaz de trabajar, vale decir de obrar a través de la sensibilidad,
si Dios no la riega y derrama a modo de "lluvia" el objeto sensible sobre ella; ni, habiendo
tenido lugar tal lluvia del objeto sensible, resulta ella provechosa, si la inteligencia a modo de
"fuente", tras conducir a aquél hasta la sensibilidad, no saca a ésta de su inactividad y la
impele a la aprehensión del objeto a su alcance. De modo que la inteligencia y objeto sensible
se aplican permanentemente a un recíproco trueque, éste poniendo al alcance de la
sensibilidad lo que viene a ser su material; aquélla, moviendo a la sensibilidad hacia el objeto
externo, como verdadero artífice, a fin de que se lance tras aquél.

30. El ser animado, en efecto, en dos cosas supera al inanimado: en la representación mental y
en el impulso.25 La representación mental se produce por la penetración del objeto externo,
que se graba en la mente a través de la sensibilidad; el impulso, pariente próximo de la
representación mental, resulta del poder de autoextensión propio de la inteligencia; poder que
ella extiende a través de la sensibilidad; y así, pónese en relación con el objeto situado ante
ella, y avanza Lacia él ansiando vivamente alcanzarlo y asirlo.
25
Representación mental, o sea, la presentación del objeto en la inteligencia y la capacidad de
captarlo; e impulso, o tendencia o apetito.

31. XII. "Y formó Dios al hombre tomando polvo de la tierra y sopló en su rostro el aliento de
la vida y el hombre se convirtió el alma viviente." (Gen. II, 7.) Hay dos clases de hombres:
uno es el hombre celestial, el otro el terrestre. El celestial, como que fue creado según la
imagen de Dios, nada absolutamente tiene en común con la sustancia corruptible y terrenal; el
terrestre, en cambio, ha sido formado de la materia dispersa que Moisés llama polvo. Por eso
no dice que el hombre celestial fuera formado, sino que fue estampado según la imagen de
Dios; en tanto que del terrestre dice que fue obra modelada por el Artífice, no vástago Suyo.

32. Hemos de considerar que ese hombre hecho de tierra es una inteligencia que se va
incorporando al cuerpo, pero sin estar aún fundida con él. Por otra parte, esta inteligencia
terrestre es, en realidad, corruptible también si Dios no llega a infundirle un poder de vida
verdadera; porque, cuando ello ocurre, cesa ya de ser modelada, y se incorpora a un alma, y

76
no a un alma inoperante e informe, sino a una inteligente realmente y plena de vida. Por eso
dice: "El hombre se convirtió en un alma viviente".

33. XIII. Podrían, por otra parte, formularse estas preguntas:


¿por qué Dios consideró digna de Su Divino aliento a la inteligencia nacida de la tierra y
apegada a un cuerpo, y no a la creada según la forma ejemplar y Su propia imagen? Segundo:
¿qué quiere decir "sopló en"? Tercero: ¿por qué el soplo fue en el rostro? Cuarto: ¿por qué si
conocía el término "espíritu", como se desprende de su expresión "Y el espíritu de Dios se
extendió sobre las aguas" (Gen. I, 2), emplea ahora la palabra "aliento", y no "espíritu"?

34. Con respecto a la primera cuestión cabe manifestar una cosa: que, siendo Dios, como es,
inclinado a prodigar dones, concede bienes a todos sin exceptuar a las creaturas imperfectas,
impulsándolas así a la participación en la virtud y al celo por ella; y al mismo tiempo
haciendo latente Su riqueza sin límites, como que alcanza también para aquellos que no
sabrán sacar de ella el suficiente provecho. Esto vuelve a ponerlo de manifiesto en otras
circunstancias clarísimamente. Así, cada vez que hace llover sobre el mar, cada vez que con
lluvias llena las fuentes de los lugares mas desiertos, cada vez que riega la tierra árida, áspera
y estéril, haciendo desbordar sobre ella los ríos mediante las crecientes, ¿qué otra cosa
muestra sino la incomparable magnitud de Su riqueza y de Su bondad? Éste fue el motivo por
el cual no creó alma alguna estéril para el bien, aun cuando su práctica sea imposible para
algunos.

35. Debemos además señalar lo siguiente: Dios quiere atenerse a las normas establecidas del
derecho. Seguramente quien no hubiese recibido el soplo de la verdadera vida, siendo, por el
contrario, inexperto en lo que toca a la virtud, al ser castigado por faltas cometidas, hubiera
alegado que era castigado injustamente, pues por ignorancia del bien había delinquido
respecto del mismo, y que el culpable de ello es Aquél que no "sopló" en él ninguna noción
acerca de lo bueno. Dirá posiblemente que no ha faltado en absoluto, por cuanto, como
sostienen algunos, las acciones involuntarias o inconscientes no involucran falta alguna.

36. La expresión "sopló en" equivale a "inspiró" o "convirtió en animado" lo inanimado.


Porque, no nos contaminemos con una extravagancia tal, que pensemos que, al "soplar", lo
hizo Dios empleando órganos como la boca o las narices; ya que Dios no sólo no tiene forma
humana, sino, además, es ajeno a toda determinación cualitativa. No; lo que la expresión pone
de relieve es algo que está más de acuerdo con la naturaleza de las cosas.
37. Es preciso, en efecto, que haya tres cosas: la que sopla, lo que recibe el soplo y lo soplado.
El que "sopla" es Dios; quien recibe es la inteligencia, y lo soplado es el espíritu.26 ¿Qué se
deduce, pues, de esto? Que tiene lugar una concurrencia triple: Dios proyecta el poder que
procede de Sí mismo por conducto del soplo hasta quien yace ante Él. ¿Y con qué intención lo
hace, sino para que lleguemos a adquirir un conocimiento de Él?
26
Léese, en efecto, pneúma = espíritu, aunque por la aclaración de 42 se esperaría que dijera
pnoé = aliento, soplo ligero.

38. Porque, ¿de qué manera hubiera conocido el alma a Dios, si Éste no hubiese soplado sobre
ella, estableciendo un contacto en la medida de las posibilidades de ésta? La inteligencia
humana, efectivamente, jamás se hubiera aventurado a remontarse tan alto como para
comprender la naturaleza de Dios, si el mismo Dios no la hubiera levantado hacia Sí, hasta
donde era posible que la inteligencia humana fuera elevada, e impreso en ella Su marca según
la capacidad de conocimiento que a ésta le era dable alcanzar.

77
39. Lo de "soplo en su faz" ha de entenderse a la vez física y éticamente. Físicamente, porque
fue en el rostro donde formó Dios los sentidos; como que se trata de la parte del cuerpo
dotada más. que toda otra de actividad vital. Y éticamente, en este sentido: así como el rostro
es la parte rectora del cuerpo, lo es del alma la inteligencia, y sólo en ella sopló Dios; a las
restantes partes, es decir los sentidos, el órgano del habla y el de la reproducción, no las
consideró dignas de tal cosa.

40. Son, en efecto, secundarias, por su capacidad. ¿Por quién, entonces, son inspiradas éstas?
Evidentemente, por la inteligencia. De lo que Dios hizo partícipe a la inteligencia, de ello
hace partícipe la inteligencia a la parte irracional del alma; de modo que, mientras la
inteligencia es dotada de vida animada por Dios, la parte irracional la recibe de la inteligencia,
puesto que la inteligencia es, en cierto modo, el dios de la parte irracional del alma; por lo que
no titubeó Moisés en llamarse a sí mismo "Dios del Faraón." (Ex. VII, 1.) 27
27
Moisés o la inteligencia, dios del faraón o la irracionalidad.

41. Es que de las cosas que son creadas, unas lo son por el poder y la obra de Dios, otras por
Su poder mas no por obra Suya. Las más excelsas fueron hechas por Su poder y por Su obra.
Por ejemplo, se adelantará a decirnos ¿el legislador que "Dios plantó un parque." (Gen. II, 8.)
La inteligencia también está en este mismo caso. Lo irracional, en cambio, fue hecho por el
poder de Dios pero no por obra de Él, sino a través de la potencia racional que gobierna y
reina en el alma.

42. "Aliento", y no "espíritu", ha dicho, dando a entender que media una diferencia entre
ambas cosas. El espíritu, en efecto, está concebido como una fuerza, un vigor o un poder, en
tanto que el aliento es como una brisa y un soplo sereno y suave. De la inteligencia hecha
según la imagen y la forma ejemplar es posible afirmar que participa del espíritu, pues su
discernimiento es robusto; en cambio, de la que procede de la materia podemos decir que
participa de la brisa ligera e insustancial, cómo una exhalación cualquiera, tal como las que
proceden de las sustancias aromáticas; las que, aunque se las conserve sin quemarlas, no por
eso dejan de exhalar cierto grato perfume.

43. XIV. "Y plantó Dios un parque en el Edén hacia el oriente, y colocó allí al hombre que
acababa de formar." (Gen. II, 8.) A través de muchas denominaciones ha señalado Moisés que
la, sabiduría suprema y celestial tiene numerosos nombres, pues la ha llamado "principio",
"imagen" y "visión de Dios". Ahora mediante la plantación del parque aclara que la sabiduría
terrena es una imitación de aquella otra, como de un arquetipo. Porque, no haga presa del
humano discernimiento una impiedad tal como para suponer que Dios trabaja la tierra y planta
parques. Por cierto que, además, enseguida andaríamos sin saber por qué razón lo hace; ya
que no será para procurarse gratas: distracciones y placeres. Ni nos pase por la mente jamás
semejante superchería.

44. La verdad es que ni el mundo entero» seria digna sede y residencia para Dios, ya que Dios
es Él mismo" Su sede. Él mismo se colma a Sí mismo y Él mismo se basta a Sí mismo; y Él
es quien llena y contiene a las otras cosas, que en sí son menesterosas, desiertas y vacías; sin
ser a Su vez contenido por ningún otro ser, por cuanto Él es único y el todo.

45. Pues bien, lo que Dios siembra y planta es la virtud terrena. para la raza mortal, virtud que
es imitación y copia de la celestial. En efecto, compadecido de nuestra raza y observando que
es un compuesto de una copiosa abundancia de males, hizo-arraigar en ella una virtud
terrestre que la protegiera y defendiera de las enfermedades del alma; virtud que es, como

78
dije, imitación de la celestial y ejemplar, a la que Moisés designa con variados nombres.
Mientras la virtud es designada figuradamente con el nombre de "parque"; al lugar próximo al
parque se lo llama "Edén", que quiere decir "deleite"; y la paz, el bienestar y la dicha, en los
que reside el verdadero deleite, están estrechamente unidos a la virtud.28
28
Es decir, esas condiciones que conforman el verdadero deleite se hallan vinculados o
próximos a la virtud, como unido al parque se halla el Edén.

46. Además la plantación del parque es "hacia el oriente". Es que la recta razón no se pone ni
se apaga, sino que está en su naturaleza el "elevarse" 29 siempre; y así como, se me ocurre, el
sol, al elevarse, llena de luz la obscuridad del aire, del mismo modo también la virtud, una vez
elevada en el alma, ilumina sus tinieblas y dispersa su espesa sombra.
29
Juego de palabras; anatolé -= oriente o levante, y anatéllein = elevarse, salir un astro.

47. "Y colocó", dice, "allí al hombre que acababa de formar". Siendo Dios, como es,
bondadoso, y preparando a nuestra raza para la virtud como su cometido más propio, puso a la
inteligencia en medio de la virtud, evidentemente para que a ninguna otra cosa sino a ésta
cuidase y cultivase como buen agricultor.

48. XV. Ahora bien, podría alguien formular esta pregunta: ¿Por qué siendo, como es, acción
piadosa imitar las obras de Dios, planta Él el parque y a mí no me está permitido plantar un
bosque próximo al altar? Dice, en efecto, la ley: "No plantarás para ti un bosque; ningún
bosque harás crecer para ti en las proximidades del altar del Señor tu Dios." (Deut. XVI, 21.)
¿Qué decir ante esto?

49. Que, aunque es a Dios a quien cuadra plantar y erigir en el alma las virtudes; con todo, la
inteligencia es apegada a sí misma y olvidada de Dios, y piensa que es igual a Él y se tiene
por productora, cuando, en realidad su papel es pasivo. Y, como el que siembra y planta los
bienes en el alma es Dios, la inteligencia peca de impiedad al decir "La que planta soy yo".
"No has de ser tú, pues, quien plante cuando Dios planta. Y en el caso de que tú también
plantares en el alma, oh inteligencia, planta todas las especies fructíferas, pero no un bosque;
que en un bosque crecen árboles salvajes además de los cultivados; y plantar en el alma al
lado de la cultivada y fructífera virtud el estéril vicio, es como una lepra, la que se caracteriza
por su doble naturaleza y su heterogéneo aspecto.

50. Si, pese a todo, llevares al mismo sitio cosas heterogéneas e imposibles de mezclar,
distingüelas y sepáralas de la pura e inmaculada naturaleza que ofrece a Dios frutos sin
defectos. Esta naturaleza es precisamente lo que simboliza el "altar", y es profanarlo el.
atribuir al alma la paternidad exclusiva de una obra, cuando todas las obras llevan en sí una
referencia a Dios, y confundir de ese modo 30 lo estéril con lo fructífero. Porque esta
presunción es un defecto precisamente, y a Dios se le ofrecen las cosas sin defecto.
30
Es decir, la esterilidad humana con la eficacia Divina. Filón recurre en el parágrafo a un
juego de palabras basado en los dos sentidos de anaphérein = ofrendar y referir a, y anaphorá
= ofrenda y referencia a.

51. Si transgredieres, pues, cualquiera de estas normas, oh alma, a quien dañarás será a ti
misma, no a Dios. Por eso dice Moisés: "No plantarás para ti mismo". Nadie, en efecto,
trabaja para Dios cosa alguna, sobre todo si se trata de cosas ruines. Y añade de nuevo: "No
harás para ti mismo." Y en otro lugar dice también: "No erijáis a Mi lado dioses de plata ni
construyáis para vosotros mismos divinidades de oro." (Ex. XX, 23.) Porque es a sí mismo a
quien daña, y no a Dios, quien piensa que Dios es de naturaleza cualitativa o que no es uno o

79
que no es increado e incorruptible o que no es inmutable; de allí que diga: "No construyáis
para vosotros." Porque es preciso concebirlo de naturaleza no cualitativa, uno, incorruptible e
inmutable; y quien así no lo concibiere saturará su propia alma de falsa e impía opinión.

52. ¿No ves que, aun cuando Él nos condujere hacia la virtud y, conducidos a ella,
plantáramos, no un árbol estéril, sino "todo árbol de fruto comestible", con todo, manda
"purificar completamente su impureza"? (Lev. XIX, 23.) Esta impureza es el creer que
plantamos; que lo que Él nos prescribe, es suprimir la presunción; y la presunción es algo
impuro por naturaleza.

53. XVI. En cuanto al hombre que Dios acababa de modelar, en este pasaje dice solamente
que lo colocó en el parque. ¿Quién es, entonces, aquel de quien más adelante dice que "tomó
Dios Soberano al hombre que había hecho, y lo colocó en el parque para trabajarlo y
cuidarlo?" (Gen. II, 15.) Seguramente éste es el otro, es decir, el creado según la imagen y
forma ejemplar; de modo que son dos los hombres introducidos en el parque: el "modelado" y
el "según la imagen".

54. El creado según la forma ejemplar no sólo se halla situado en el ámbito de las
plantaciones de las virtudes sino además es plantador y guardián de las mismas, lo que
implica que retiene en la memoria cuanto ha escuchado y practicado. El "modelado", en
cambio, ni produce las virtudes ni las vigila; solamente es conducido a las verdades por la
Divina liberalidad, y habrá de ser poco después desterrado de la virtud.

55. Por eso al que Dios solamente sitúa en el parque lo presenta Moisés como "modelado", en
tanto que al referirse al que Dios designa trabajador y guardián no lo dice el "modelado" sino
"al que había hecho". Y es a éste a quien Dios recibe, en tanto que a aquél lo rechaza. Y al
que recibe lo juzga digno de tres dones, que constituyen juntos la natural capacidad, a saber:
el acierto, la perseverancia y la memoria: el acierto, que es la colocación en el parque; la
perseverancia, que consiste en la práctica de las dignas acciones; la memoria, o sea, el
cuidado y conservación de las santas doctrinas. La inteligencia "modelada", en cambio, ni
recuerda las cosas nobles ni las produce; simplemente las capta con facilidad y nada más. Por
eso, colocada también en el parque, poco después huye y es arrojada fuera.

56. XVII. "E hizo crecer Dios del seno de la tierra toda clase de árboles hermosos para la
contemplación y buenos para alimento, y el árbol de la vida en medio del parque; y el árbol de
la ciencia, del bien y del mal." (Gen. II, 9.) Ahora señala Moisés los árboles de virtud que
Dios planta en el alma, es decir, las virtudes particulares, las correspondientes actividades, los
rectos procederes y los que los filósofos denominan deberes comunes.31
31
Cicerón, De Oficiis I, 3, 8, y III, 3, 14.

57. Éstas son las plantas del parque. Moisés las caracteriza mostrando que el bien es asimismo
lo más hermoso de verse y gozarse. Mientras algunas de las ciencias y las artes son, en efecto,
teóricas y no prácticas, como la geometría, y algunas son prácticas y no teóricas, como la
carpintería, el arte del forjador y todas las denominadas de artesanía; la virtud, en cambio, es a
la vez teórica y práctica. Encierra, en efecto, una teoría en cuanto que el camino hacia ella, es
decir la filosofía, también la involucra en sus tres partes: lógica, ética y física; y encierra
además obras, pues la virtud es un arte de toda la vida, en el que se dan juntos todos los
géneros de acciones.

58. Pero no sólo encierra una teoría y una práctica, sino además sobresale por sus excelencias

80
en uno y otro aspecto, puesto que la teoría de la virtud es hermosísima, y su práctica y
ejercicio son sumamente apetecibles. Por eso Moisés, aludiendo a su aspecto teórico, dice que
"es hermoso para la contemplación"; y refiriéndose a su práctica y ejercicio, que "es bueno
para alimento".

59. XVIII. "El árbol de la vida" es la virtud en su acepción más amplia, la que algunos
denominan bondad, y de la que proceden las virtudes particulares. Éste es el motivo por el que
está situado en el centro del parque teniendo por sede la posición que más abarca, a fin de
que, como a un rey, aquéllas le sirvieran a modo de guardias desde una y otra parte. Hay
quienes dicen, sin embargo, que es el corazón lo que se denomina "árbol de la vida" por
cuanto él es quien hace posible la vida, y a él le ha correspondido el lugar central del cuerpo,
porque, según ellos, es la parte rectora.32 Pero no olviden éstos que ellos se atienen más al
punto de vista médico que al filosófico, en tanto que nosotros, como más arriba ya se ha
dicho, decimos que es a la virtud en su sentido más lato a la que aquí se llama "árbol de la
vida".
32
Tal es la opinión de la mayoría de los estoicos; Platón, en cambio, la sitúa en la cabeza.

60. Mientras dice expresamente que este árbol está colocado en medio del parque; al
mencionar al otro, en cambio, al de la ciencia del bien y del mal, no aclara ni si está dentro ni
si está fuera del parque; y, después de las palabras "y el árbol de la ciencia del bien y del
mal", so detiene al punto sin declarar dónde se encuentra. Muévelo a ello el deseo de que el.
profano en filosofía natural no pueda admirar el lugar donde se halla el saber.

61. ¿Qué corresponde, pues, decir? Que este árbol está a la vez dentro y fuera del parque, en
acto dentro, en potencia fuera. ¿Cómo es esto? Pues bien, la parte dominante de nuestro ser
todo lo puede recibir, y se asemeja a la cera, que admite todas las impresiones hermosas y
feas. Por ello también el su-plantador,33 Jacob, lo reconoce cuando afirma: "Sobre mí han
sobrevenido todas estas cosas." (Gen. XLII, 36.) En efecto, sobre el alma, siendo una sola
como es, sobrevienen las innumerables impresiones de todas las cosas que hay en el universo;
y en tanto que, si recibe la marca de la perfecta virtud se convierte en "el árbol de la vida"; si
recibe la del vicio, se convierte en "el de la ciencia del bien y del mal". Pero el vicio se halla
desterrado del Divino coro;34 y en consecuencia, nuestra parte rectora, que lo ha recibido, está
en acto en el parque pues en ella se encuentra asimismo la marca de la virtud, que está
íntimamente vinculada con el parque; pero a la vez, virtualmente se halla fuera de él puesto
que la marca del vicio es ajena al Divino oriente.
33
Suplantador porque sustituyó a Esaú en la primogenitura. Gen. XXV a XXVII.
34
Platón, Fedro 247 a.

62. Quizás lo que digo se pueda entender también de la siguiente manera: en este momento mi
parte rectora está en mi cuerpo en acto, pero virtualmente en Italia o Sicilia, pues su pensa-
miento se concentra en estas regiones, y en el cielo cuando indaga acerca del cielo. Por eso
también, frecuentemente, algunos, aunque se encuentran en lugares profanos, hállanse en
realidad en los más sagrados pues sus pensamientos se concentran en las cosas tocantes a la
virtud; y a la inversa, otros, hallándose en lugares sacros son profanos en lo que hace a su
inteligencia, pues ésta se apropia de inclinaciones hacia el mal y de. groseras impresiones. De
modo que el vicio ni está ni no está en el parque, pues puede estar en acto pero no puede estar
virtualmente.

63. XIX. "Un río sale desde el Edén a regar el parque. Desde allí se reparte en cuatro
cabeceras de ríos. Fisón es el nombre de uno de ellos. Éste es el que circunda toda la tierra de

81
Evilat, allí donde está el oro;35 y el oro de aquella región es de buena calidad; además allí se
dan el rubí y la piedra verde. El segundo río se llama Geón. Éste rodea en círculo toda la tierra
de Etiopía. El tercer río es el Tigris; éste es el río que corre frente a Asiría; el cuarto río es el
Eufrates." (Gen. II, 10 a 14.) Mediante los ríos quiere Moisés representar las virtudes
particulares. Éstas son en número de cuatro: prudencia, templanza, fortaleza y justicia. El más
grande de los ríos, del que proceden los cuatro restantes, es la virtud genérica, que conocemos
con el nombre de bondad. Los cuatro derivados son las virtudes, cuyo número es ese mismo.
35
"Allí donde está el oro". Tal es la traducción razonable del pasaje exsí hoú esti tó krysíon.
Pero la forma hoú (= donde, si funciona como adverbio; = del cual, si se trata del genitivo de
hós = quien, el cual, el que) da pie para una muy filoniana interpretación del texto, el que,
para su;; propósitos, vendrían significar: "Allí (está Aquél) del cual es el oro". Es de advertir,
para quien desconozca la lengua griega, que la elipsis del verbo éinai = ser, estar, y del
antecedente del relativo no es extraña a la construcción griega. Ver las consecuencias de esta
interpretación en los parágrafos 67 y 77.

64. La virtud genérica tiene, pues, origen en el Edén, es decir, en la sabiduría de Dios, la cual
se complace, alegra y deleita solamente en Dios, su Padre, cifrando en Él su orgullo y su
gloria. Las cuatro virtudes específicas, en cambio, son derivadas de la genérica, la que, cual
un río, riega las rectas realizaciones de cada una de ellas con una abundante anuencia
de nobles acciones.

65. Observemos también los términos que emplea: "Un río", dice, "sale desde el Edén a regar
el parque". El "río" es la virtud genérica, es decir, la bondad. Ésta procede del Edén, vale
decir, de la sabiduría de Dios, que es el logos de Dios, pues conforme a éste es como ha sido
creada la virtud genérica. La virtud genérica, a su vez, riega el parque, es decir, alimenta a las
virtudes particulares. Lo de "cabeceras de ríos" no ha de entenderse en el sentido de lugar sino
de soberanía;36 como que, efectivamente, cada una de las virtudes es una verdadera soberana y
reina. "Se separa" equivale a "tiene límites determinados". La prudencia, cuya esfera son las
cosas por realizarse, establece limites en torno a ellas; la fortaleza, a su vez, delimita a las que
se han de soportar; la templanza, a las que se han de escoger la justicia; las que se han de
asignar a cada uno.
36
Arkhé significa mando, y, como una acepción secundaria, designa cabecera de río. De allí
la aclaración de Filón.

66. XX. "Fisón es el nombre de uno de ellos; éste es el que circunda toda la tierra de Evilat,
allí donde está el oro;37 y el oro de aquella región es de buena calidad; además allí se dan el
rubí y la piedra verde." Una especie dentro de las cuatro virtudes es la prudencia, a la que
Moisés llama Fisón en mérito a que "ahorra" al alma iniquidades y la protege de ellas.38 Cir-
cunda y rodea ella "la tierra de Evilat", es decir, rodea de cuidados a la benévola, suave y
propicia disposición de espíritu; y, así como de las sustancias fundidas el oro es la más
excelente y apreciada, del mismo modo de las virtudes del alma la más apreciada es la
prudencia.
37
O "allí (está Aquél) de quien es el oro"; según lo aclarado en la nota 35.
38
Filón asocia el nombre Pheison (Fisón) con el verbo phéidomai (futuro: phéisomai) =
economizo, evito.

67. Las palabras "allí hoú39 está el oro" no hacen referencia a un lugar, como en "allí donde
está el oro"; sino significan "allí (está Aquél)" de quien es propiedad la prudencia, que brilla
como el oro, es purificada por el fuego y tiene un valor inapreciable; estando reconocida
como la riqueza más hermosa de Dios. Y el lugar donde la prudencia reside es sede de dos

82
tipos de hombres: el que es prudente y el que obra prudentemente, a los que Moisés compara
con el rubí y la piedra verde.
39
Ver nota 35, sobre las dos acepciones de hoú: donde y de quien.

68. XXI. "Y el segundo río se llama Geón. Éste rodea en círculo toda la tierra de Etiopía."
Este río simboliza a la fortaleza. En efecto, "Geón" significa "pecho" o "corneador", cosas
ambas que son signo de fortaleza, pues ésta reside en los pechos humanos, donde también
encuéntrase el corazón, y se halla bien pertrechada para la defensa.40 Es, efectivamente, la
ciencia de las cosas que se han de tolerar, de las que no deben serlo y de las que no entran en
ninguno de los dos casos;41 y "rodea" y sitia en son de guerra a la "Etiopía", nombre cuya
interpretación es "bajeza", y la cobardía es cosa baja, en tanto que la fortaleza es enemiga de
la bajeza y de la cobardía.
40
Tal como los animales que poseen cuernos y cornean.
41
Definición estoica de la fortaleza o valentía (andréia).

69. "Y el tercer rio es el Tigris; éste es el que corre frente a Asiría." La tercera virtud es la
templanza, opuesta al placer, el que cree "dirigir" a su arbitrio la humana debilidad. En efecto,
en lengua griega los asirlos son llamados "dirigentes". Moisés compara además el apetito,42
del que se ocupa la templanza, con el tigre,43 el más indómito de los animales.
42
Apetito vicioso, es decir, concupiscencia o avidez de placeres.
43
Tigris designa en griego tanto al animal de ese nombre como al río de Mesopotamia.

70. XXII. Vale la pena averiguar por qué la fortaleza está mencionada en segundo término, la
templanza en el tercero y la prudencia en primer lugar; y por qué no se ha presentado a las
virtudes en otro orden. Tengamos presente que nuestra alma comprende tres partes,44 de las
que una contiene la razón, otra la irascibilidad, y la tercera el apetito.45 Y sucede que la
cabeza es la sede y residencia de la parte racional; el pecho de la irascible, y el vientre de la
apetitiva; y que "a cada una de las partes ha sido adaptada la virtud que le es propia: la
prudencia a la parte racional, pues es propio de la razón tener el conocimiento de las cosas
que se deben hacer y de las que no se deben hacer; la fortaleza a la irascible, y la templanza a
la apetitiva, puesto que mediante la templanza nos curamos y sanamos de nuestros deseos.
44
Conforme con la teoría de Platón, expuesta en el Fedro 439 d, en el famoso mito del carro
del alma, del que es conductor la parte racional, y del que tiran dos caballos; uno más noble,
la parte pasional o colérica; otro más vil, la parte apetitiva; si bien Filón se aparta de él al no
distinguir la calidad de uno y otro caballo. En cuanto a la localización de las tres partes del
alma en las tres partes del cuerpo, ajustase Filón a lo expuesto en el Timeo 69 e y 90 a.
45
Es decir, la parte racional; la parte colérica o irascible o pasional, en el sentido de ánimo
elevado o fortaleza de espíritu; y la parte apetitiva o de la concupiscencia.

71. Así, pues, como la cabeza es la parte primera y más elevada del ser viviente, el pecho la
segunda y el vientre la tercera; y, a la vez, la parte racional es la primera en el alma; la parte
irascible, la segunda; y la parte apetitiva, la tercera; así también de las virtudes es primera la
prudencia, que atañe a la primera parte del alma, la racional, y reside en la primera parte del
cuerpo, vale decir la cabeza; segunda es la templanza, porque concierne a la segunda parte del
alma, que es la ira, y porque está encerrada en la correspondiente zona del cuerpo, o sen c1
pecho; y tercera es la templanza, y& que su esfera de acción es el vientre, que es la tercera
porción del cuerpo, y la parte apetitiva, a la que está asignada la tercera zona del alma.

72. XXIII. "El cuarto río", dice, "es el Eufrates." "Eufrates" significa "fertilidad", y simboliza
a la cuarta de las virtudes, la justicia, virtud realmente fructífera y regocijo de la inteligencia.

83
¿Cuándo se da esta virtud? Cuando las tres partes del alma guardan recíproca armonía;
armonía que alcanzan cuando las sujeta a su dominio la parte superior. Por ejemplo, cuando
las dos, la irascible y la apetitiva, son guiadas como dos corceles por la racional, entonces
sobreviene la justicia, puesto que es justo que la dirección esté en manos de la parte mejor
siempre y en todo lugar, y que la parte inferior obedezca; y la parte superior es la racional en
tanto que la irascible y la apetitiva son las inferiores.

73. Cuando, por el contrario, la ira y el apetito se rebelan y se emancipan, y por la violencia
del embate dan por tierra con el conductor, me refiero a la parte racional, y lo someten a su
yugo, y una y otra pasión se adueñan de las bridas, prevalece la injusticia; porque, fatalmente,
por la inexperiencia e incapacidad del conductor los uncidos son conducidos a través de
lugares escarpados y barrancos, del mismo modo que con experiencia y eficiencia 46 se los
evita.
46
Incapacidad o vicio (kakía), y eficiencia o virtud (areté).

74. XXIV. Veamos ahora el asunto también de esta manera. "Fisón" significa "transformación
de la boca" y "Evilat", "que sufre los dolores del parto". En ellos aparece claramente señalada
la prudencia. Mientras los más, en efecto, juzgan prudente al hombre que descubre
argumentos sofísticos y al que es hábil en expresar lo pensado, Moisés, en cambio, reconoce
al tal hombre como aficionado a la palabra, pero de ningún modo como prudente. En efecto,
la prudencia se comprueba en la "transformación de la boca", vale decir, en la transformación
de la palabra que expresa lo pensado.47 Lo que equivale a decir que el ser prudente no se
determina en las palabras sino en la obra y en los hechos meritorios.
47
Es decir, en la concreción de lo dicho, o en el pasar de las meras palabras al terreno de las
realizaciones concretas.

75. La prudencia establece un círculo, un muro podríamos decir, en torno de Evilat, o sea, en
torno de la insensatez, que sufre los dolores del parto, para asediarla y destruirla. Con toda
propiedad dícese que la insensatez sufre tales dolores, ya que la inteligencia, insensata,
enamorada de cosas fuera de su alcance, sufre cual parturienta en toda ocasión: cuando está
prendada de las riquezas, de la fama, del placer, o de alguna otra cosa,

76. Pero no obstante sufrir los dolores del parto no engendra jamás, puesto que el alma del
hombre necio es incapaz por naturaleza de engendrar vástago alguno; e incluso aquellas cosas
que aparentemente produce resultan ser abortos y fracasos, que devoran la mitad de su propia
carne, y equivalen a la muerte de dicha alma. Por eso Aarón, la sagrada palabra, pide a
Moisés, el amado de Dios, que cure a Miriam de su transformación48 para evitar a su alma los
dolores del parto de males; por lo cual dice: "para que no se convierta en algo semejante a un
cuerpo muerto, como un aborto que sale dé vientre de su madre y devora la mitad de su
carne".
48
Transformación consistente en haber contraído una repentina lepra por voluntad de Dios.

[77] (Núm-XII, 12.) 77. XXV. "Allí", dice "de quién49 es el oro." Es decir, que no afirma
simplemente que el oro está allí sino que allí está Aquél de quien el oro es. La prudencia, en
efecto, a ''a que compara con el oro, que es neto, puro, forjado a fuego, garantizado y precioso
por naturaleza, se encuentra
"allí", vale decir en la Divina sabiduría; pero, aunque se halla en ella, no es propiedad de la
sabiduría, sino de Aquél del que también lo es la sabiduría misma, vale decir, de Dios, que la
produjo y posee.
49
Ver nota 35.

84
78. "El oro de aquella tierra es-de buena calidad." (Gen. II, 12.) ¿Pero existe, entonces, otra
oro que no sea de buena calidad? Sin duda, puesto que la prudencia es de dos clases: la
universal y la particular. La prudencia que hay en mí, siendo como es particular, no es de
buena calidad puesto que al perecer yo perece conmigo. En cambio la prudencia universal, la
que reside en la sabiduría de Dios y en Su mansión, es de buena calidad pues, además de ser
imperecedera, tiene por sede una mansión imperecedera.

79. XXVI. "Y allí se dan el rubí y la piedra verde"; es decir las dos formas concretas de esta
virtud: el hombre de espíritu prudente, y el que es prudente en sus obras; es decir, el que se
caracteriza por su discernimiento sensato, y el que se manifiesta sensato en la práctica. A
causa, en efecto, de estos tipos concretos sembró Dios en el hombre terrestre la prudencia y la
virtud en general. Porque, ,¡cuál sería la utilidad de la virtud si no existieran los actos
racionales que la acogieran y recibiesen sus impresiones? 50 En consecuencia, es natural que
allí donde existe la prudencia, existan tanto el hombre dotado de prudencia como el que obra
con prudencia, es decir, las dos piedras preciosas.
50
Es decir, si no hubiera existido la prudencia como disposición espiritual o actitud intelectual
(propia del hombre sabio o prudente), para acoger y recibir las impresiones de la sabiduría en
acción (virtud).

80. Judá e Isacar bien pueden representar estos tipos de hombre, pues, mientras el hombre que
se ejercita en la Divina51 prudencia proclama su reconocimiento a Quien liberalmente ha
dispensado el bien; el otro realiza obras hermosas y meritorias. Del que proclama su gratitud
es el símbolo Judá, con cuyo nacimiento cesaron los partos de Lía;52 en tanto que el que eje-
cuta obras nobles está simbolizado en Isacar, pues "puso su hombro debajo para trabajar y se
convirtió en labrador". (Gen. XLIX, 15.) A propósito de él dice Moisés que, cuanto ha sido.
sembrado y plantado en el alma, "es una recompensa" (Gen. XXX, 18) ;53 lo que significa que
el trabajo no es en vano, siendo, por el contrario, galardonado y recompensado por Dios.
51
Resulta extraña la aplicación del calificativo de asketes (practicante, ejercitante) a quien,
como Judá, personifica la prudencia cómo disposición-espiritual o intelectual, por oposición
al tipo humano que la encama en la practica, como Isacar.
52
Gen. XXIX, 35.
53
El nombre Judá deriva de un verbo que significa agradecer; el de Isacar, de un sustantivo
cuya acepción es recompensa. Ver Sobre la obra de Noé como plantador 134.

81. Que es a ellos a quienes se refiere Moisés, lo pone éste de manifiesto en otro pasaje
cuando dice, a propósito de la vestidura sacerdotal: 'Tejerás juntas en él piedras preciosas en
cuatro hileras; la primera hilera de piedras constará de una cornalina, un topacio y una
esmeralda", con lo que alude a Rubén, Simeón y Leví; "la segunda hilera", agrega, "constará
de un rubí y un zafiro." (Ex. XXVIII, 17 y 18.) Ahora bien, el zafiro es una piedra verde; y
Judá está grabado en el rubí, pues es el cuarto, e Isacar lo está en el zafiro.

82. ¿Por qué, entonces, así como dijo "una piedra verde",54 no dice también "una piedra rubí"?
Porque Judá, el carácter inclinado a confesar su gratitud, es inmaterial e incorpóreo. Y en
efecto, del mismo nombre de la confesión de gratitud resulta claro que el reconocimiento es
algo exterior al hombre mismo.55 Cada vez, en efecto, que la inteligencia sale fuera de sí
misma y se ofrece a Dios, como Isaac, es decir, "la risa",56 entonces realiza su confesión de
reconocimiento hacia el Que Es. En cambio, mientras la inteligencia supone que ella misma
es causa de algo, se halla lejos de reconocer el papel de Dios y de mostrarse reconocida hacia
Él. Y en verdad, preciso es tener presente que esta misma confesión de reconocimiento no es

85
obra del alma sino de Dios, que le proporciona el agradecimiento. Así pues, Judá, el que
confiesa su gratitud, es inmaterial.
54
Gen. II, 12.
55
Exhomologesis = confesión de gratitud, es un nombre compuesto de ex = desde, exterior a,
y homológesis = reconocimiento; por lo que, según Filón, el término ha de entenderse como
reconocimiento que se halla fuera de uno mismo, o algo parecido.
56
Isaac es la personificación o símbolo de la risa o la alegría, según Filón. Ver Sobre
Abraham, 201.

83. En cambio Isacar, el hombre que ha progresado mediante su trabajo, necesariamente debe
poseer un cuerpo material. Porque, ¿cómo el que se ejercita57 distinguirá las cosas si carece de
ojos? ¿Cómo sin oídos oirá las palabras, estimulantes? ¿Cómo habrá de comer y beber sin un
estómago y su maravilloso mecanismo? Ésa es la razón por la que fue comparado con una
piedra.
57
La afirmación de que Isacar es representación del hombre "que se ejercita", contradice,
aparentemente, lo dicho en 80 acerca de Judá.

84. Pero, además, difieren en los colores. En efecto, el color del rubí corresponde a quien con-
fiesa su gratitud pues es abrasado por el fuego de su agradecimiento hacia Dios y se embriaga
con sobria embriaguez; en cambio, a aquel que se halla en pleno trabajo, corresponde el color
de la piedra verde, pues los que trabajan son pálidos por el agotador trabajo y por el temor de
no alcanzar resultados acordes con sus súplicas.

85. XXVII. Vale la pena averiguar por qué los dos ríos, el Pisón y el Geón, circundan el uno a
Evilat y el otro a Etiopía; cosa que ninguno de los dos restantes hace y del Tigris leemos que
está frente a Asiría, en tanto que en el caso del.Eufrates no se señala ninguna región, no
obstante quo ninguna duda cabe de que el Eufrates corre en torno a algunas regiones y tiene
no pocas frente a sí. Pero el pasaje no se refiere al río sino a una enmienda del carácter.

86. Hemos de decir, pues, que la prudencia y la fortaleza son capaces de erigirse en muro
circular frente a los opuestos vicios, es decir, la insensatez y la cobardía, y capturarlas.
Ambas, en efecto, son débiles y fáciles de apresar, pues el hombre insensato es fácil presa del
prudente, y el cobarde está a merced del valiente. La templanza, en cambio, no puede tender
un círculo en torno al apetito y al placer, por cuanto éstos son contrarios tenaces y difíciles de
vencer. ¿No ves que hasta los más capaces de controlarse, por imperio de su condición mortal
frecuentan los alimentos y las bebidas, de los que derivan los placeres del vientre? Hemos de
conformarnos con enfrentar y combatir a la estirpe del apetito.58
58
Es decir: no cabe hacer mas que eso; sitiarla es imposible.

87. Ésa es la razón por la que el río Tigris está frente a los asirlos; vale decir, por la que la
templanza está frente al placer. En cambio la justicia, a la que representa el río Eufrates, ni
sitia ni cerca ni enfrenta a nadie. ¿Por qué? Porque la justicia es la encargada de asignar a
cada uno lo que corresponde, y se ubica en un plano distinto al del acusador y al del acusado,
en el de juez. Y, así como un juez no se propone vencer a nadie, ni combatir con nadie ni
enfrentar a nadie sino emitir su dictamen en justa decisión, del mismo modo la justicia no es
adversaria de nadie y acuerda a cada uno lo que le corresponde en derecho.

88. XXVIII. "Y tomó Dios Soberano al hombre que había hecho, y lo colocó en el parque
para que lo trabajara y lo cuidara." (Gen. II, 15.) Como ya dije;59 el hombre "que Dios había
hecho" difiere del "que fue modelado". En efecto, mientras el hombre "modelado" es una

86
inteligencia más terrestre; el "creado" es más inmaterial, sin parte alguna de materia
perecedera, dotado de una constitución más pura y nítida.
59
Ver 53 a 55.

89. Esta pura inteligencia es, pues, la que toma Dios, no permitiendo que salga de Sí; y
habiéndola tomado, la coloca en medio de las virtudes que tiene ya plantadas y germinadas
para que las trabaje y las cuide. Muchos, en efecto, habiendo comenzado a practicar la virtud
han cambiado al final, pero aquel a quien Dios provee de una firme ciencia, le concede ambas
cosas: cultivar las virtudes y no renunciar jamás a ellas, sino administrar y cuidar a cada una
siempre. Así, "trabajar" quiere decir practicar, y "cuidar" está por recordar.

90. XXIX. "Y dio el Soberano Dios instrucciones a Adán diciéndole: «Comerás
alimentándote de todo árbol que hay en el parque, pero del árbol de la ciencia del bien y del
mal, de él no comáis; el día que comiereis de él moriréis con muerte»." (Gen. II.; 16 y 17.)
Hemos de indagar a qué Adán imparte esta orden y quién es él; porque, hasta ahora Moisés no
lo ha mencionado, siendo ésta la primera vez que lo nombra. Seguramente, entonces, lo que
quiere es darnos el nombre del hombre "modelado". "Llámalo «tierra», dice, porque eso es lo
que significa «Adán»; de modo que cuando oigas «Adán» no pienses sino en la inteligencia
terrestre y perecedera, pues la inteligencia «según la imagen» no es terrestre sino celestial."

91. Por otra parte, debemos averiguar por qué, si Adán asignó nombres a todas las otras
creaturas, no se lo asignó a sí mismo. ¿Qué decir, ante esto? Pues, que la inteligencia que hay
en cada uno de nosotros puede aprehender las demás cosas pero es incapaz de conocerse a sí
misma; porque, así como el ojo ve los otros objetos y no se ve a sí mismo, así también la
inteligencia conoce las otras cosas pero no se percibe a sí misma. Y si no, que pruebe decir
quién es y de qué especie, si aliento o sangre o fuego o aire o alguna otra sustancia corpórea;
o solamente que es un cuerpo o por el contrario una sustancia incorpórea. ¿No resultan, por lo
tanto, necios los que indagan sobre la naturaleza de Dios? ¿Cómo, en efecto, podrían discernir
con acierto sobre la sustancia del Alma del universo, sí ignoran la sustancia de su propia
alma? Porque a nuestro entender, Dios y el Alma del universo son una misma cosa.

92. XXX. Evidentemente, pues, Adán, o sea, la inteligencia, no obstante dar nombre a las
demás cosas y aprehenderlas, no establece nombre para sí mismo porque ignora quién es y no
conoce su propia naturaleza. A él es a quien Dios formula instrucciones; no al hombre hecho
según Su imagen y según la forma ejemplar; pues, mientras este último, aun sin ajeno
estímulo posee la virtud por propio conocimiento; aquél, en cambio, sin que alguien se la
enseñe, no es capaz de alcanzar la prudencia.

93. Difieren entre sí estas tres cosas: el mandato, la prohibición y la instrucción acompañada
de exhortación. Porque, en tanto que la prohibición versa sobre las faltas y se dirige al hombre
ruin; el mandato se refiere al recto proceder, y la exhortación, a su vez, se dirige al hombre
intermedio, es decir al que no es ni ruin ni bueno, ya que ni delinque como para que alguien le
prohíba, ni obra rectamente según las normas de la recta razón; y tiene necesidad de una
exhortación que le enseñe a evitar las ruindades y le impulse a tender hacia las cosas elevadas.

94. Mientras al hombre perfecto, pues, vale decir, al creado según la Divina imagen, no es
menester ni mandarle ni prohibirle ni exhortarlo, por cuanto el hombre perfecto no tiene
necesidad de ninguno de estos requerimientos; el ruin, en cambio, necesita de mandato y
prohibición; el carente de la suficiente madurez, por su parte, ha menester de exhortación y
enseñanza; del mismo modo que el perfecto gramático o músico no necesitan de ninguna

87
directiva de las relativas a sus artes; y, en cambio, el inseguro respecto del objeto de su
estudio ha menester de ciertas normas con mandatos y prohibiciones; y el que recién
Comienza a aprender, precisa la enseñanza.

95. Con razón, pues. Dios ahora instruye y exhorta a la inteligencia terrestre, que no es ni ruin
ni buena, sino intermedia. Los dos títulos: "Soberano" y "Dios", refuerzan la exhortación.
Dios, en efecto, "Dios Soberano lo ordenó", a fin de que si llegaba a obedecer las
exhortaciones pudiera ser considerado digno de beneficios por Dios; mas si, por el contrario,
llegaba a rebelarse fuese mandado salir de Su presencia por el Soberano, en Su condición de
señor y dueño de la autoridad.

96. Por eso también cuando Dios lo expulsa del parque, echa Moisés mano a los mismos
títulos, pues dice: "Y lo expulsó Dios Soberano del parque del deleite para que trabajase la
tierra de la que había sido tomado." (Gen, III, 23), a fin.' de mostrar que, pues las
instrucciones las había dado el Soberano, como señor, y Dios, como benefactor; ahora
también con las mismas prerrogativas sancionaba al que la había desoído, como que con los
mismos poderes en virtud de los cuales lo exhortaba a obedecer, destierra al desobediente.

97. XXXI. Su exhortación fue la siguiente: "Comerás alimentándote de todo árbol que hay en
el parque." (Gen. II, 16.) Mueve al alma del hombre a beneficiarse no con un árbol, es decir,
con una virtud, sino con todas las virtudes; porque el "comer" simboliza el alimento del alma,
y el alma se alimenta mediante la adquisición de los bienes y la práctica de las rectas
acciones.

98. No dice solamente "comerás" sino también "alimentándote", es decir desmenuzando y


triturando el alimento, no como lo hace cualquiera sino como un atleta, a fin de cobrar vigor y
poderío. Porque también los atletas reciben instrucción de sus maestros en el sentido de no
engullir sino masticar con lentitud para adquirir más fuerza. En efecto, el atleta y yo
perseguimos distintos fines al alimentarnos; yo lo hago sin otro objeto que conservar la vida;
él para adquirir musculatura y fuerza además, por lo cual entre sus prácticas figura también el
masticar los alimentos. Eso significan las palabras "comerás alimentándote".

99. Pero formémonos una imagen aún más acabada de esto. El honrar a los progenitores es
algo que alimenta y nutre.60 Pero de diferente manera los honran los hijos buenos y los hijos
ruines, porque estos últimos lo hacen por costumbre, y no "comen alimentándose" sino
"comen" solamente. ¿Cuándo, entonces, lo hacen también "alimentándose"? Cada vez que
habiendo examinado e interpretado los motivos, juzgan por propia convicción que tal cosa es
noble. Y los motivos 61 son como éstos: nos han engendrado, nos han nutrido, nos han edu-
cado y han sido el origen de todos nuestros bienes. Del mismo modo, también el honrar al
Que Es, es algo que alimenta; y lo "comemos alimentándonos" cuando al hacerlo, también
examinamos sus fundamentos y apreciamos sus motivos debidamente.
60
Es alimento del alma por cuanto consiste en la adquisición de los bienes y en la práctica de
las rectas acciones.
61
Los motivos de la honra que deben tributarles.

100. XXXII. "Pero del árbol de la ciencia del bien y del mal, de él no comeréis." (Gen. II, 17.)
Luego, este árbol no se halla dentro del parque; porque si exhorta a comer de todo árbol que
hay en el parque y a no comer de éste, es evidente que éste no se encuentra en el parque. Y es
natural, pues, como dije,62 en acto está, pero en potencia no. En efecto, así como todos los
sellos están en potencia en la cera y en acto sólo aquel que ha sido estampado, del mismo

88
modo también en alma, cuya naturaleza es como la de la cera, todas las figuras están
contenida? potencialmente, pero no todas en acto, y sólo aquella que se imprime en ella
prevalece, mientras no quede borrada por otro sello que grabe en ella una imagen más clara y
nítida.
62
En 60 a 62.

101. Además surge el siguiente problema: cuando Dios exhorta a comer de todo árbol del
parque, su invitación se dirige a una sola persona; en cambio, cuando prohíbe echar mano al
que es causa del mal y del bien habla con más de uno. Efectivamente, en este último caso
dice: "no comeréis" y "el día que comiereis" y no "no comas", y también "moriréis", no
"morirás".

102. Ante todo es preciso señalar esto: que el bien es escaso y el mal, abundante. Por esto es
ardua tarea hallar un solo hombre sabio; mientras que la multitud de ruines, en cambio, es
infinita. Es natural, entonces, que sólo a uno prescriba nutrirse con las virtudes, y a muchos,
por el contrario, abstenerse de ruindades, pues son miríadas los que las practican.

103. En segundo lugar, para la adquisición y práctica de la virtud no se precisa más que de
una cosa: nuestro discernimiento; el cuerpo, no sólo no coopera en ello, sino incluso lo
obstaculiza. Bien podríamos afirmar en efecto, que el cometido propio de la sabiduría es
convertirse en ajena al cuerpo y a los apetitos de éste. En cambio, para el goce del vicio no
sólo ha de contarse en cierta manera con la inteligencia, sino también con la sensibilidad, la
palabra y el cuerpo.

104. En efecto, el hombre ruin ha menester de todos ellos para saturarse de su propio vicio.
Porque, ¿cómo divulgará sus secretas verdades si careciese del órgano de la palabra? ¿Cómo
se entregará a los placeres privado de estómago y de los órganos de los sentidos?
Forzosamente, pues, mientras a sólo el discernimiento se dirige Dios cuando se trata de la
adquisición de la virtud; por cuanto, como he dicho, él solo basta para la adquisición de ésta;
cuando se trata, en cambio, del vicio, dirígese a varios: al alma, al órgano de la palabra, a los
sentidos y al cuerpo, pues a través de todos ellos se manifiesta el vicio.

105. XXXIII. Por otra parte, dice "en el día en que comiereis de él moriréis con muerte".
(Gen. II, 17.) Sin embargo, habiendo comido no sólo no mueren, sino además engendran hijos
y se constituyen en origen de nuevas vidas. ¿Qué decir ante esto? Que hay dos especies de
muerte: la propia del hombre y la propia del alma. La del hombre consiste en la separación del
alma y del cuerpo; la del alma en la ruina de la virtud y la adquisición del vicio. 106. Por eso
también dice no sólo "morir" sino "morir con muerte" indicando que se trata no de la muerte
común sino de la muerte especial y por excelencia, que es propia del alma que se ha sepultado
en todas las pasiones y los vicios. Y esta muerte es casi lo opuesto de la otra. Aquélla, en
afecto, consiste en la separación de los elementos combinados que son cuerpo y alma; ésta,
por el contrario, es el encuentro de ambos, con la victoria del inferior, es decir, el cuerpo, y la
derrota del superior, o sea, el alma.

107. Y observa que, cuando dice "morir con muerte", se refiere Moisés a la muerte por
castigo, no a la que sobreviene naturalmente. La muerte natural es aquella por la cual el alma
se separa del cuerpo; la impuesta por castigo se da cuando el alma pierde la vida de la virtud y
vive la del vicio solamente.

108. También Heráclito, siguiendo en este punto la doctrina de Moisés, dice acertadamente:

89
'Vivimos la muerte de aquéllos y morimos su vida", queriendo significar que ahora, mientras
vivimos, el alma está muerta, y se encuentra como enterrada en el cuerpo; en tanto que,
cuando morimos, el alma empieza a vivir su propia vida libre ya de la funesta atadura de este
cadáver que es el cuerpo.

90
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA II

1. I. "Y Dios Soberano dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; hagámosle un colaborador
acorde con él»." (Gen. II, 18. ¿Por qué, olí profeta, no es bueno que el hombre esté solo? Por-
que, dice, bueno es que el que es único esté solo; mas solo y único en sí es Dios, que es uno; y
nada hay semejante a Dios. En consecuencia, puesto que es cosa buena el que el Que Es esté
solo; y, en verdad, solamente a Dios puede referirse lo bueno; no puede ser bueno que el
hombre esté solo.

2. El hecho de que Dios esté solo se puede explicar también de este modo: ni antes de la
creación había cosa alguna junto a Él; ni, al adquirir existencia el mundo, se coloca cosa
alguna junto a Él, porque Dios no ha menester nada absolutamente. Pero una interpretación
mejor es ésta: Dios es solo y único, vale decir de naturaleza simple, no un ser compuesto; al
contrario de cada uno de nosotros y de cuantas cosas han sido creadas, que somos compuestos
de muchas cosas. Por ejemplo, en mí están contenidas muchas cosas: un alma, un cuerpo, la
parte racional y la parte irracional del alma, así como los elementos calientes y los fríos, los
pesados y los livianos, los secos y los húmedos del cuerpo. Dios, en cambio, no es un
compuesto ni está formado por muchos elementos, sino un ser sin mezcla con otro alguno.

3. En efecto, si algo se agregara a Dios sería o superior a Él o inferior o igual. Pero ninguna
cosa es igual o superior a Él; y nada inferior se le agrega. Si ello ocurriera también Él se vería
disminuido; y, en ese caso, también Él sería corruptible, lo que no es lícito pensar siquiera.
Dios, pues, pertenece al orden de lo determinado por lo uno y la unidad; o más bien el único
Dios es quien determina a la unidad, pues, como el tiempo,1 todo número es más reciente que
el mundo y Dios es anterior al mundo y autor de él.
1
Ver Sobre la creación, 26.

4. II. No es bueno, pues, que hombre alguno esté solo. Porque son dos las especies de
hombres: la creada "según la imagen" y la "modelada" con tierra; y ni para el hombre "creado
'según la imagen" es bueno estar solo puesto que tiende con ansia hacia esa imagen; por
cuanto la imagen de Dios es arquetipo de las otras cosas, y toda imitación tiende vivamente
hacia el modelo del que es copia, y su lugar está junto a él; ni tampoco lo es, y con más razón,
para el "modelado". No sólo es malo para él, sino además imposible pues con la inteligencia
así formada forman estrecha unidad sentidos, pasiones, vicios y muchísimas cosas más.

5. A este segundo hombre le es asociado un colaborador. Éste es, en primer lugar, creado.
"Hagamos", dice, "en efecto, un colaborador para él." En segundo lugar, es más .reciente que
el ayudado. Antes, en efecto, ha formado Dios la inteligencia y se dispone ahora a formar al
colaborador. Mas también en esta ocasión, aunque emplea términos referentes a la natural
condición de las cosas, Moisés se está expresando alegóricamente. En efecto, los
colaboradores del alma son los sentidos y las pasiones, y son más recientes que ella. Ya
veremos, pues, de qué manera la ayudan. Comencemos por considerar el hecho de que son
posteriores.

6. III. Así como, según los mejores médicos y físicos, parece ser que el corazón es modelado
antes que todo el resto del cuerpo, a manera de fundamento o de quilla de nave, y sobre él se
edifica el resto del cuerpo; por lo cual dicen también que él late todavía después de la muerte,
pues, así como comenzó a existir antes del cuerpo, del mismo modo perece después que éste;
así también la parte rectora del alma existe con anterioridad al alma total, y la parte irracional
es posterior. Moisés aún no ha expuesto la creación de esta última, pero se apresta a

91
describirla. La parte irracional consiste en la sensibilidad y las pasiones cuyo origen se halla
en los sentidos, especialmente si ellas no son resultado de determinaciones nuestras.2 Este
colaborador es, pues, posterior y. por supuesto, creado.
2
Es imposible determinar con seguridad cuál de .dos. interpretaciones, corresponde dar a la
expresión de Filón. Ella puede. entenderse de dos maneras: a) que Filón acepta para unos
casos y rechaza para otros el punto de vista estoico, según el cual las pasiones son juicios
mentales o determinaciones de nuestra inteligencia; b) que pone en tela de juicio tal doctrina,
aunque sin rechazarla categóricamente; y afirma que en su opinión las pasiones son engendros
de la sensibilidad, cosa que resultaría indudable si se descartara la opinión estoica.

7. Veamos ahora el punto aún pendiente: cómo le presta la ayuda. ¿De qué . manera nuestra
inteligencia aprehende que tal cosa es blanca,, o negra, si no es usando la vista como
colaboradora?, ¿Cómo, aprecia que la voz del cantor es dulce, o por el contrario desentonada,
si no es utilizando al oído como auxiliar? ¿Cómo reconoce que los perfumes son agradables o
desagradables, si no es echando mano al olfato como aliado? ¿Cómo distingue los sabores, si
no es gracias a la ayuda del gusto?

8. ¿Y cómo lo suave.; y lo áspero, si no es por medio del tacto? Pero, como dije, existe,. otra
especie de colaboradores: las pasiones. En efecto, el placer y el apetito contribuyen a la
perpetuación de nuestra, raza; en , tanto que la pena y el temor muerden al alma y la impulsan
a no descuidar nada; y la cólera es un arma de defensa que ha brindado a muchos grandes
beneficios. Y lo mismo en el caso, de las otras pasiones. Por eso Moisés está del todo,
acertado, al decir que "el colaborador" era "acorde con él"; porque realmente tal auxiliar es
familiar a la inteligencia, como si se tratase de un hermano de su misma sangre, ya que la
sensibilidad y las pasiones son partes y vástagos de una sola alma.

9. IV. Las especies de colaboradores son dos: una atañe a las pasiones, la otra obra en el
campo de los sentidos.- En la presente ocasión creará Dios sólo la primera especie, pues. dice:
Moisés: "Y Dios modeló todavía, sacándolas de la tierra, todas las bestias salvajes del campo
y todas las aves del cielo, y las» condujo ante Adán para ver qué nombre les daría; y, todo:
nombre que Adán asignó a un alma viviente ese fue su nombre". (Gen. II, 19.) Como ves, ésos
son nuestros colaboradores:. las bestias, o sea las pasiones, del alma. Habiendo, en, efecto,
dicho "hagámosle un. colaborador acorde con él" añade lo de "modeló las bestias",
manifestando que las bestias son nuestros colaboradores.

10. No es acertado, empero, llamarlas "colaboradores", e impropiamente se las llama así. En


realidad, resultan ser enemigos nuestros, tal como a veces los aliados de los estados resultan
ser traidores y desertores; y en las amistades privadas los aduladores se nos descubren como
enemigos en vez de camaradas. En cuanto a los términos "cielo" y "campo", los emplea como
sinónimos; y designan alegóricamente a la inteligencia. En efecto, la inteligencia es como un
"campo" en el que se dan innumerables nacimientos y crecimientos y como el "cielo", a la
vez, lleno de naturalezas brillantes, divinas y felices.

11. Las pasiones son comparadas por Moisés con las bestias salvajes y las aves, porque,
siendo salvajes y no domesticadas, destrozan al alma; y porque, a modo de los seres
voladores, se precipitan volando sobre el entendimiento. En efecto, el asalto de las pasiones es
penetrante e irresistible. El "todavía" agregado a "modelo" está justificado. ¿Por qué? Porque
también más arriba dice que las bestias fueron modeladas antes de la creación del hombre,
como se ve en estas palabras referentes al sexto día: "Y dijo Dios: 'Produzca la tierra el alma
viviente según su género cuadrúpedos, reptiles y bestias salvajes'". (Gen. I, 24.)

92
12. ¿Qué es lo que Lo mueve, pues, a modelar otras bestias salvajes; ahora, no satisfecho con
haber modelado las primeras? Desde el punto de vista ético la respuesta es ésta: en el ser
creado la estirpe del vicio es copiosa; de tal manera que las ruindades no cesan de proliferar
en ella. Desde el punto de vista filosófico debemos decir lo siguiente; anteriormente, en los
seis días, creó Dios los géneros y las formas ejemplares de las pasiones; ahora, en cambio,
crea "todavía" las especies.

13. Por eso dice Moisés "modeló todavía", porque lo que fue creado en la primera ocasión
fueron los géneros, como se colige claramente de las palabras empleadas: "Produzca la tierra
el alma viviente", no según su especie, sino "según su género". En todos .los casos hallaremos
que ésta es la norma del Creador. Antes, en efecto, de las especies concluye los géneros. El
caso del hombre no es una excepción, pues habiendo conformado previamente el género
hombre, en el que Moisés afirma que está contenido el género masculino y el género
femenino, posteriormente produce a Adán, la especie.3
3
Posiblemente los términos genos = género, y eidos = especie, no deban entenderse en este
pasaje en su sentido habitual sino en los de forma ejemplar o "idea" -y forma sensible o
espécimen concreto respectivamente.

14. V. Ésta es la especie de colaboradores a que se ha referido Moisés; la. otra, es decir, la
especie de la sensibilidad, la deja para más adelante, cuando el Creador emprenda la creación
de la mujer. Habiendo diferido esta cuestión, hace una metódica exposición sobre la
asignación de los nombres. Tanto en su sentido figurado como en su inteligencia literal la
exposición es digna de admiración. En su sentido literal lo es por cuanto que el legislador
atribuye la asignación de los nombres al primer hombre.

15, En efecto, según los filósofos griegos fueron los sabios los primeros que asignaron los
nombres a las cosas. La versión de Moisés es superior, en primer lugar porque lo atribuyó no
a algunos de los hombres de antaño sino al primero que fue creado. Le movió a ello el
propósito de que, así como Adán fue formado para ser el principio de la generación de los
otros hombres, del mismo modo él también fuera considerado el origen del uso de la palabra.
Porque si no hubiera habido nombres, tampoco hubiera existido el lenguaje. El segundo
motivo es que, en caso de haber sido muchos los autores de nombres, éstos habrían de resultar
discordantes y no combinables entre sí, por haber sido asignados unos según unas normas, y
otros según otras; en tanto que la adjudicación por obra de uno solo resultaría por fuerza
acorde con la cosa designada, y el nombre sería un signo idéntico para todos los hombres,
tanto de la cosa que designara, como del sentido que encerrara.

16. VI. El sentido de sus palabras en el terreno ético se explica así: a menudo usamos tí en vez
de dio tí;4 por ejemplo, en estos casos: ¿Por qué te has bañado? ¿Por qué andas caminando?
¿Por qué conversas? En todos estos ejemplos sé ha usado tí en lugar de día tí. Cuando Moisés,
pues, dice "para ver qué 5 las llamaría", debes tú entender algo así como "para ver por qué la
inteligencia llamaría, invitaría a aproximársele y saludaría a cada una de ellas", si sería
solamente por no poder prescindir de ellas, dado que lo mortal está fatalmente atado a las
pasiones y los vicios; o además por falta de moderación y búsqueda de lo superfluo; y si, para
satisfacer las necesidades propias de la créatura terrestre, o bien por considerar que dichas
cosas son excelentes y admirables en grado sumo.
4
Efectivamente, en griego tí, que fundamentalmente significa qué, puede emplearse por diá tí
= por qué.
5
El sentido del pasaje bíblico es el que se ha dado en la traducción en 9, pero Filón amolda el

93
mismo a sus intenciones de la siguiente manera: a) Del pronombre tí = qué hace,
legítimamente, diá tí = por qué, según lo aclarado en la nota anterior; de modo que, en vez de
leer: cómo las llamaría o qué nombre les daría, lee: por qué las llamaría, b) Del verbo kaleín =
llamar, dar nombre, pasa a proskaleísthai = llamar hacia si, invitar a aproximarse, y a
aspázesthai = Saludar, dar la bienvenida, c) Recalca la función predicativa de "alma viviente"
anteponiendo un hos = como. En suma., que lo que, según Filón, trata de ver Dios es por qué
motivos la inteligencia acoge y saluda a los placeres; y qué placeres son acogidos y saludados
por ella, y considerados como almas vivientes, vale decir, de igual dignidad que su propia
alma.

17. Por ejemplo, el ser creado no puede prescindir del placer, pero el ruin usará de él como si
se tratase de un bien perfecto; en tanto que el hombre virtuoso lo hará movido por la
necesidad solamente; ya que, sin placer nada llega a existir en la raza mortal. Análogamente,
en lo que concierne a la adquisición de las riquezas, el ruin considerará tal adquisición como
el bien más acabado; el hombre noble como algo necesario y útil únicamente. Es razonable,
pues, que Dios quiera ver y examinar cómo invita a aproximarse y saluda la inteligencia a
cada una de estas cosas; si como bienes, si como cosas indiferentes, o si como males pero, por
otra parte, útiles.

18. Por ese motivo también todo lo que la inteligencia hubiera invitado y saludado como
"alma viviente" considerándolo de igual dignidad que el alma, eso convertíase en nombre no
sólo de la cosa llamada sino también de quien ]a había llamado así.6 Por ejemplo, si la
inteligencia había acogido al placer, se llamaba "amante del placer"; si al deseo, "propensa al
deseo"; si a la licencia, "licenciosa"; si a la cobardía, "cobarde", y así en los demás casos. En
efecto, así como por las virtudes, según las propias de cada uno, el hombre llámase prudente,
sensato, justo o valiente, del mismo modo por los vicios recibe la inteligencia el nombre de
injusta, insensata y cobarde cada vez que ha llamado a sí y acogido complacida a las dispo-
siciones de alma correspondientes.
6
Según sea e1«placer escogido y los motivos de la elección, la inteligencia recibe el nombre
que especifica de qué placer es amante, nombre derivado del nombre del placer preferido.

19. VII. "E hizo. descender Dios un éxtasis 7 sobre Adán y durmióse éste. Y le sacó uno de los
costados",8 etc. (Gen. II, 21.) El pasaje en su sentido literal entra en el terreno de lo fabuloso.
Porque, ¿cómo podría alguien admitir que de un costado de un hombre haya nacido una mujer
o, en general, un ser humano? ¿Y qué impedía a la Causa crear también de tierra a la mujer,
tal como había creado al hombre? El Creador era el mismo y la materia con la que forjábase
cada cualidad es prácticamente inagotable. ¿Por qué, entonces, no modelaba a la mujer con
otra porción de aquélla, teniendo tantas a su disposición, en vez de hacerlo de un costado? Por
otra parte, ¿cuál de los dos costados tomó? Porque reconozcamos que sólo a dos puede
referirse su indicación, pues nada nos permite suponer que sugiriera la existencia de un
elevado número de ellos. ¿El izquierdo o el derecho?
7
O sopor. Pero traduzco éxtasis, por conformarse mejor este sentido con la interpretación que
en 31 hace Filón del vocablo ékstasis.
8
O una de las costillas. Pero por lo que sigue se advierte que Filón entiende costado.

20. Puesto que rellenó con carne la cavidad del costado sustraído, ¿implica ello que el restante
no estaba hecho de carne? 9 La verdad es que nuestros costados son gemelos en todas sus
partes y están hechos de carne.
9
El texto bíblico dice: "Lo rellenó de carne para sustituirlo." (Gen. II, . 21.) De donde, en un
alarde de gratuita sagacidad, infiere Filón que, si sustituyó con carne el costado sacado, éste

94
no sería de carne; y, como es de suponer que ambos costados serían de la misma sustancia,
tampoco el otro, el no sustituido, seria de carne.

21. ¿Qué decir, pues? En el lenguaje corriente "costado" es sinónimo de "fuerzas". En efecto,
decir que un hombre tiene "costados" equivale a decir que tiene fuerza; decir que un atleta es
de "buenos costados" significa que es fuerte; y cuando queremos significar que un cantante
posee una gran potencia de voz decimos que "tiene costados".

22. Aclarado esto, debemos señalar lo siguiente: la inteligencia, cuando aún está desnuda y no
confinada en el cuerpo, pues a la que aún no había sido encerrada se refiere Moisés, tiene
muchos poderes: el de cohesión,10 el de crecimiento, el de vida animada, el de pensar y otros
innumerables de diferentes especies y géneros. Común también a los seres inanimados, como
las piedras y maderas, es el poder de cohesión, del que participan también los huesos de
nuestro cuerpo, que son semejantes a piedras. El crecimiento alcanza también a los vegetales,
y en nosotros hay también partes semejantes a los vegetales, entre ellas las uñas y los pelos. El
crecimiento es la cohesión pero ya con movimiento.
10
Es decir, el poder de mantener la integridad o consistencia, evitando la separación de las
partes. Sobre la cuádruple clasificación debida a los estoicos aquí tratada, ver Sobre la
inmutabilidad de Dios, 35 y ss. Es difícil, por otra parte, entender cómo pueden darse algunos
de estos poderes en el alma desvinculada aún del cuerpo. Lo de "desnuda" alude al pasaje
"estaban desnudos los dos" (Gen. II, 25). Ver 53.

23. La vida animada, a su vez, es el crecimiento complementado con la capacidad de


representación mental y de impulso. Este género de vida es común también a los animales
irracionales, pero nuestra inteligencia tiene cierta parte análoga al alma del irracional. En
cuanto al poder de pensar, él es peculiar de la inteligencia y común probablemente también a
las naturalezas más próximas a Dios; pero entre las creaturas mortales es exclusivo del
hombre. Este poder es doble: aquel según el cual somos seres racionales como dotados que
estamos de una inteligencia y aquel conforme al cual somos capaces de expresarnos.

24. Pero existe en el alma otro poder estrechamente vinculado con éstos: el de la aprehensión
sensorial; y a él se refiere ahora Moisés, pues su objeto inmediato no es otro que describir el
nacimiento de la sensibilidad activa. Y no sin razón. VIII. "Porque después de la inteligencia
correspondía crear, acto seguido, la sensibilidad, como colaboradora y aliada de aquélla. Por
lo tanto, habiendo concluido de crear la inteligencia, modela Dios una creación que sigue a
aquélla en orden de importancia y en poder; me refiero a la sensibilidad activa. Y lo hace con
miras a completar el alma totalmente, y para posibilitar la aprehensión de los objetos
presentes ante ella.

25. ¿Cómo es creada, pues? Como el mismo Moisés lo dice también: es decir, cuando la
inteligencia está dormida. Y así ocurre realmente: cuando la inteligencia se ha dormido es
cuando sobreviene la sensibilidad; y, consecuentemente, cuando está despierta la inteligencia,
la sensibilidad permanece apagada. He aquí una prueba: cuando queremos discernir algo con
exactitud, huimos a la soledad, cerramos los ojos, nos tapamos los oídos, nos despedimos de
los sentidos. Así pues, cuando la inteligencia se yergue y esta despierta, la sensibilidad se
eclipsa.

26, Pero nos queda por ver el otro caso: ¿qué le sucede a la inteligencia durante el sueño?
Cuando, despierta y ardiente la sensibilidad, la vista contempla las obras maestras de los
pintores y escultores, ¿no es cierto que la inteligencia permanece inactiva sin ocuparse de

95
asunto intelectual alguno? ¿Y qué pasa cuando el oído se entrega a la melodía de una voz?
¿Puede entonces la inteligencia discernir alguna de las cosas que le son propias? Ni por
asomo. Y mucho más inoperante todavía se vuelve cuando el gusto se levanta voraz y se
satura con los placeres del vientre.

27. Por eso Moisés, temeroso de que alguna vez la inteligencia no sólo se duerma sino incluso
perezca completamente, dice en otra parte: "Y tendrás una estaca sobre tu cinturón; la tendrás
y, cuando te sentares aparte, cavarás con ella y ocultarás tu suciedad." (Deuter. XXIII, 13.) En
forma simbólica llama "estaca" a la razón, que "excava" en lo recóndito de los asuntos.

28. Y manda llevarla "sobre" la pasión, a la que es menester "ceñir" 11 para impedir que quede
libre y suelta. Esto, por otra parte, es preciso hacerlo cuando la inteligencia, renunciando a. la
tensión de sus actividades específicas, se abaja hacia las pasiones y "se sienta aparte"
cediendo ante los apremios del cuerpo, y arrastrada por ellos.
11
Juego de palabras intraducible al español entre zóne = cinturón, y zonnynai = ceñir.

29. Y es así como sucede tal cosa: cuando la inteligencia durante las voluptuosas reuniones se
olvida de sí misma, vencida por los estímulos que la llevan hacia los placeres, quedamos
esclavos y dejamos al descubierto nuestra suciedad. Si, en cambio, la razón se esfuerza en
purificar la pasión,, ni al beber nos embriagamos ni al comer reventamos de saciedad; y,
dejando de lado el desvarío, nos alimentamos sobriamente.

30. En consecuencia, el despertar de los sentidos trae aparejado el sueño de la inteligencia, y


el despertar de la inteligencia va parejo con la inactividad de los sentidos; tal como con la
salida del sol témanse invisibles los brillos de los otros astros y al ponerse aquél resultan
visibles éstos. Como el sol la inteligencia, cuando está despierta, oscurece a los sentidos; y
cuando está dormida, hace que éstos resplandezcan.

31. IX. Dicho lo que antecede, es preciso que señalemos cómo concuerdan con ello las
palabras de Moisés. "Dios, dice, hizo descender un éxtasis sobre Adán y éste se durmió."
(Gen. II, 21.) Correcto, puesto que el éxtasis y cambio de la inteligencia significan que ella
está dormida; y "sale fuera de sí" 12 cuando deja de ocuparse en las cosas intelectuales, que le
atañen como propias. Cuando no se ocupa en ellas, duerme. Con todo acierto también, dice
que sale fuera de sí, es decir, que se vuelve, no por sí misma sino por obra de Dios, que "hace
descender sobre él", vale decir, le hace sobrevenir y le envía el cambio.
12
Ékstasis (éxtasis) expresa, etimológicamente el hecho de estar fuera de sí (ek + stásis) y de
trasladarse a otro lugar; y el verbo exístasthai significa salir fuera de sí; lo que permite a Filón
un juego de palabras intraducible al castellano.

32. Y así es, en efecto; porque si realmente el cambiar dependiera de mí, recurriría a él cada
vez que quisiera; y, cuando no mediare una previa decisión mía en ese sentido, seguiría
inalterable. Pero, en realidad, el cambio resulta ser opuesto a mis intenciones; y muchas
veces, cuando estaba deseoso de concebir algo conveniente, me vi inundado por las corrientes
de cosas inconvenientes que fluyen sobre mí: y al contrario, cuando me hallaba a punto de
enfrascarme en el pensamiento de alguna cosa ruin, me limpié de él con pensamientos dignos,
habiendo Dios por Su gracia derramado en mi alma una dulce corriente en vez de la amarga.13
13
Adaptación del pasaje de Platón, Fedro 243 d.

33. Es forzoso, pues, que toda cosa mortal cambie; ya que ello es inherente a su condición,
como lo es de Dios el no cambiar. Pero hay quienes, tras cambiar, permanecen tales hasta su

96
completo aniquilamiento; y otros que continúan su cambio sólo hasta donde cabe
experimentarlo a un ser mortal, para recobrarse acto seguido. 34. También a esto se refiere
Moisés cuando dice: "No permitirá Dios que el destructor penetre en vuestras casas para
golpearos." (Ex. XII, 23.) En efecto, permite Dios que el destructor, es decir el cambio, que es
la destrucción del alma, penetre en ella a fin de poner de manifiesto lo que es inherente a la
naturaleza de las cosas creabas; pero Él no permitirá que el hijo del vidente Israel cambie
tanto, que sea "golpeado" por el cambio; y en cambio, lo forzará a que retorne y emerja como
de un abismo y se recobre.

35. X. "Tomó uno de sus costados." (Gen. II, 21.) Es decir, tomó uno de los muchos poderes
de la inteligencia, el de la aprehensión sensorial. El término "tomó" no ha de entenderse como
equivalente de "sacó", sino como sinónimo de "registrar", "incorporar a la lista", a tenor de lo
que en otro pasaje se lee: "Haz el recuento de los despojos de la cautividad." (Núm. XXXI,
26.) 36. ¿Qué es, pues, lo que quiere sugerir? El término sensibilidad es empleado con dos
acepciones: una, como disposición estática; disposición que poseemos incluso cuando
estamos dormidos; la otra como actividad. Del primer tipo de sensibilidad, es decir, como
disposición estática, ningún beneficio se deriva para nosotros, ya que con ella no
aprehendemos objeto, alguno de los que tenemos delante. De la segunda, vale decir de la
sensibilidad como actividad, sí, porque mediante ella logramos la aprehensión de las cosas
sensibles.

37. Habiendo, pues, creado Dios la primera, es decir la sensibilidad como disposición cuando
creaba también la inteligencia; inteligencia que formó dotada de muchas potencias en reposo;
quiere ahora producir la sensibilidad como actividad. Y este tipo de sensibilidad es producida
cuando la sensibilidad como disposición estática adquiere movilidad y se extiende hasta la
carne y los órganos de los sentidos. En efecto, así como la generación se produce merced al
movimiento del semen, también del mismo modo la actividad se origina al ponerse en
movimiento una disposición estática.

38. XI. "Y rellenó con carne su lugar." (Gen. II, 21.) Esto equivale a «completó la sensibilidad
como disposición estática conduciéndola a la actividad y extendiéndola hasta la carne y a toda
la superficie del cuerpo»." Por eso añade también: "Y con él construyó una mujer" (Gen. II,
22); con lo que prueba que el nombre más apropiado y exacto de la sensibilidad es "mujer".
En efecto, así como el varón se manifiesta en la actividad y la mujer en la pasividad;
análogamente, la inteligencia tiene por esfera de acción la actividad; y la sensibilidad, a
manera de mujer, tiene su campo en la receptividad.

39. Esto es fácil de entender a través de testimonios claros. La vista experimenta los efectos
producidos por las cualidades visibles que la ponen en movimiento: la blancura, la negrura y
las demás; el oído, a su vez, es afectado por los sonidos; el gusto, por los sabores; el olfato,
por los olores; el tacto, por la aspereza y la suavidad. Y todos los sentidos sin excepción
permanecen quietos hasta que se presenta ante cada uno de ellos el agente que desde afuera
habrá de moverlo.

40. XII. "Y la condujo a la presencia de Adán; y Adán dijo: «Esto es ahora hueso proveniente
de mis huesos y carne proveniente de mi carne»." (Gen. II, 22 y 23.) Dios conduce a la
sensibilidad ya dotada de actividad ante la inteligencia, sabiendo que el poder de movilidad y
de aprehensión de aquélla debe retornar a la inteligencia. Ésta al contemplar a la que antes
poseía como potencia y como disposición estática, convertida ahora en algo acabado, en
actividad y en movimiento, se maravilla y alza la voz asegurando que no se trata de algo ajeno

97
a él; sino de algo estrechamente vinculado con él.

41. En efecto, "esto, dice, es hueso proveniente de mis huesos", o sea, "poder proveniente de
mis poderes" (porque "hueso" está tomado aquí en el sentido de "poder y fuerza") y "pasión
proveniente de mis pasiones"; "y carne, añade, proveniente de mi carne". Y así es; sin la
inteligencia la sensibilidad no puede sostener sobre sí ] ninguna de las impresiones que
experimenta, por cuanto aquélla ' es su fuente y la base en que se apoya.

42. Merece considerarse la razón por la que se añade "ahora"; pues sus palabras son: "Esto es
ahora hueso proveniente de mis huesos." La sensibilidad es por naturaleza un "ahora", ya que
solo existe con relación al tiempo presente. Porque, mientras la inteligencia abarca los tres
tiempos, y conoce las cosas presentes, recuerda las pasadas y espera las futuras;

[43.] la sensibilidad, en cambio, ni aprehende lo futuro, ni experimenta nada análogo a la


expectación o la esperanza, ni se acuerda de las cosas pasadas; sino está destinada por la
naturaleza a ser afectada sólo por aquello que en el instante presente se halla ante ella y se
mueve. Por ejemplo, mientras el ojo percibe ahora el color blanco por el objeto blanco que se
halla presente, y por el que no está presente nada experimenta, la inteligencia, en cambio, se
proyecta hacia lo que no está presente: hacia lo pasado a través de la memoria, hacia el futuro
alimentando esperanzas y aguardando.

44. XIII. "Ella también será llamada mujer (Gen. II, 23); que es como decir «por estol4 la
sensibilidad será llamada mujer»; porque ésta es tomada del hombre" que la pone en
movimiento. ¿Por qué, pues, agrega "ésta"? Porque se trata de otra sensibilidad, no tomada de
la inteligencia, sino nacida juntamente con la inteligencia. Las sensibilidades, en efecto, son
dos, como ya he dicho: la que existe como disposición estática y la que se caracteriza por la
actividad.
14
En la traducción castellana no se advierte de dónde saca Filón la conexión causal en que
apoya el razonamiento que sigue. Pero el texto griego comienza por el dativo táutei = para
esta; forma que en griego puede emplearse como adverbio demostrativo causal, con el
significado de por esto; y Filón adecua la frase a sus propósitos leyendo: "Por esto será lla-
mada mujer."

45. La que existe como disposición estática no es tomada de la inteligencia, vale decir, del
hombre; sino nace junto con él. En efecto, la inteligencia, según he demostrado, cuando fue
creada, fue creada junto con muchos poderes y disposiciones: la racional, la psíquica, la del
crecimiento, como también la de la aprehensión sensorial. La sensibilidad activa, en cambio,
procede de la inteligencia. Fue, en efecto, derivada de la sensibilidad existente en la
inteligencia como disposición estática, para que se convirtiera en sensibilidad activa; de modo
que esta segunda sensibilidad, es decir, la que se caracteriza por el movimiento, tiene por
origen la misma inteligencia.

46. Pero necio es quien supone ser cosa verdadera que, en general, proceda de su inteligencia
o de sí mismo cosa alguna. ¿No ves cómo "el vidente" 15 reprende a la sensibilidad
personificada en la que se sienta sobre los ídolos,16 Raquel, cuando ésta juzga que los
movimientos tienen su origen en la inteligencia? En efecto, ella dice: "Dame hijos; si no, yo
me moriré." (Gen. XXX, 1.) Pero él responde: "¡Oh engañada!, la inteligencia no es el origen
de cosa alguna; sino Dios, que precede a la inteligencia, es el autor." Y por eso añade: "¿Por
ventura estoy yo en lugar de Dios, que te privó del fruto de tu vientre?" (Gen. XXX, 2.)
15
Es decir, Jacob o Israel, el hombre de visión, el que ve a Dios, apelativos que Filón aplica

98
tanto al patriarca como al pueblo de Israel.
16
Gen. XXXI, 33.

47. Que el que engendra es Dios lo testimoniará Moisés cuando a propósito de Lía diga: "Y
viendo el Señor que Lía era aborrecida, abrió su matriz; Raquel, en cambio, era estéril." (Gen.
XXIX, 31.) Compete al hombre abrir la matriz. Pero la raza mortal lleva en sí un innato
aborrecimiento hacia la virtud, por lo cual Dios honra a la aborrecida concediéndole la
precedencia en los alumbramientos.

48. Y dice en otro pasaje: "Si un hombre tuviere dos esposas, una de ellas amada y otra
aborrecida, si éstas le dieren hijos y fuere primogénito el hijo de la aborrecida... no podrá
conceder el derecho de primogenitura al hijo de la amada, dejando de lado al hijo de la
aborrecida, que es el primogénito." (Deut. XXI, 15 y 16.) Y en efecto, mientras los productos
de la aborrecida virtud son primeros y más perfectos que todos; los del apetecido placer son
los últimos de todos.

49. XIV. "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los
dos una sola carne." (Gen. II, 24.) A causa de la sensibilidad la inteligencia, cuando se con-
vierte en esclava de aquélla, abandona a Dios, Padre del universo, y a la virtud y sabiduría de
Dios, Madre de todas las cosas; y. se mezcla y hace una sola cosa con la sensibilidad, y se
diluye dentro de ella, de modo que los dos se tornen una sola "carne" y una sola experiencia.

50. Observa que no es la mujer la que se une al hombre, sino, al revés, el hombre quien se une
a le. mujer, es decir, la inteligencia a la sensibilidad. En efecto, cuando lo superior, vale decir,
la inteligencia se ha unido a lo inferior, o sea, la sensibilidad, se diluye en el orden de la
"carne", que es inferior; en la causa de las pasiones, es decir, la sensibilidad. Cuando, por el
contrario, es lo inferior, la sensibilidad, la que se allega a lo superior, la inteligencia, ya no
será carne sino ambos serán inteligencia. Tal es este17 hombre, el que prefiere el amor de las
pasiones al amor de Dios.
17
Tal "como queda descripto es el hombre desposado con dos mujeres al que se refiere el
pasaje Deut. XXI, 15 y 16, citado en 48.

51. Pero existe también el otro, el que ha escogido lo contrario, personificado en Leví, el "que
dice a su padre y a su madre: 'No te he visto'; y no reconoció a sus hermanos y desconoció a
sus hijos." (Deut. LXXIII, 9.) Este hombre abandona a su padre y a su madre, es decir, su
inteligencia y su materia corpórea, deseoso de tener como porción propia al Dios .único. "El
Señor mismo", en efecto, "es su porción." (Deut. X, 9.)

52. La pasión es, pues, la porción del que ama las pasiones; Dios, la de Leví, vale decir, del
que ama a Dios. ¿No ves también que prescribe llevar en el décimo día del séptimo mes dos
machos cabríos, "una porción para el Señor y una porción para el que aparta los males"? (Lev.
XVI, 8.) Y efectivamente, la porción del que ama las pasiones no es otra • cosa que una
pasión que debe ser "apartada".

53. XV. "Y los dos estaban desnudos. Adán y su mujer, y no se avergonzaban." "La serpiente,
empero, era la más astuta de todas las bestias terrestres que Dios Soberano había 'creado."
(Gen. II, 25 y III, 1.) "Desnuda" está la inteligencia que ni se ha revestido del vicio ni dé la
virtud, sino se halla realmente desnuda de uno y otra. Tal él alma del niño infante aún, que no
' tiene parte ni en uno ni otra, es 'decir, ni en' el bien ni en el mal, y está desprovista y desnuda
de velos. Aquéllos, en efecto, son los vestidos del alma, con los que ésta se cubre y cobija; el

99
bien, el vestido del alma noble; el mal, el del alma ruin.

54 Ahora' bien, tres tipos de desnudeces pueden darse en el alma. La primera tiene lugar
cuando ella permanece sin cambios y libre de todo vicio, y se halla desvestida y alejada de
todas las pasiones. Por esta causa "Moisés asienta su tienda fuera del campamento, lejos del
campamento, y fue llamada tienda del testimonio." (Ex. XXXIII, 7.) Esto significa lo
siguiente: el alma amante de Dios "se desnuda" del cuerpo y de las afecciones de éste; y,
huyendo "lejos" de ellos, adquiere una sede fija y firme en las perfectas doctrinas de la virtud.

55. Por eso Dios le presta Su "testimonio" de que ella ama las cosas nobles. Dice, en efecto,
Moisés que "fue llamada tienda del testimonio." Y si calló el nombre del que la llama así fue
para estimularla a averiguar con atención quién es el que presta su testimonio a los discerní-,
mientes amantes de la virtud.

56. Éste es el motivo por el cual el sumo sacerdote no penetrará en el Santo de los Santos' con
su túnica (Lev. XVI, 1 y ss.); sino habrá de despojarse de la túnica de la opinión y de las
impresiones del alma; y habiéndola dejado a aquellos que aman las cosas exteriores y estiman
la opinión más que la verdad, "desnudo", sin colores ni ruidos,. penetrará para ofrecer la
libación de la sangre del alma y ofrendar como incienso toda la inteligencia a Dios, el
Salvador y el Benefactor.

57. También Nadab y Abiud 18 los que se acercaron a Dios y, habiendo dejado la vida mortal,
alcanzaron la vida inmortal, se presentan "desnudos" de la vacía y perecedera opinión. En
efecto, los encargados de conducirlos, si ellos no hubieran quedado "desnudos" por haber roto
todas las ataduras de la pasión y de la necesidad corporal, no los hubieran llevado envueltos
en sus túnicas,19 a fin de que la desnudez de los mismos y su incorporeidad no fuera
envilecida por la irrupción de impíos pensamientos. No a todos, en efecto, ha de ser dado
penetrar en los secretos de Dios, sino sólo a aquellos que son capaces de mantenerlos ocultos
y guardarlos.
18
Lev. X, 1.
19
Lev. X, 5.

58. Por esto Misad y Elsafán no los recogen envueltos en los vestidos de ellos mismos sino en
los de Nadab y Abiud, que habían sido abrasados por el fuego y elevados.20 Éstos, en efecto,
tras haberse despojado de cuanto los cubría, ofrecieron su desnudez a Dios, y dejaron a Misael
y Elsafán sus túnicas, las que simbolizan las partes de lo irracional, que ocultaban lo racional.
20
Elevados hacia el ciclo.

59. También Abraham se desnuda cuando oye: "Abandona tu tierra y tus parientes." (Gen.
XII, 1.) E Isaac no se desnuda, pero siempre está desnudo y sin cuerpo, pues ha recibido el
mandato de no "descender hacia Egipto,21 es decir, hacia el cuerpo. Jacob, por su parte, ama la
desnudez del alma, pues su suavidad significa desnudez. Dice, en efecto Moisés que "era Esaú
un hombre velludo, y Jacob, en cambio, un hombre suave" 22 (Gen. XXVII, 11); razón por la
cual además tuvo por esposa a Lía.23
21
Gen. XXVI, 2.
22
Pues el texto aclara que Esaú era velludo, cubierto de vello, y nada dice al respecto de
Jacob, éste, infiere Filón, no era velludo sino tenia la piel descubierta o desnuda.
23
Lía, en griego Leía, del adjetivo leíos = suave.

60. XVI. Ésta es una, la más excelsa entre las formas de desnudez.24 La segunda es la opuesta

100
a ésta, y consiste en la privación de la virtud a causa de un cambio, cuando el alma delira y
enloquece. Éste es el tipo de desnudez que experimenta Noé, quien se queda desnudo cuando
ha bebido vino. Pero, gracias ,a Dios, el cambio y la desnudez de la inteligencia debidos a la
privación de la virtud, no trascendió hasta los lugares de afuera, sino permaneció en la casa.
Leemos, en efecto, que "se quedó desnudo dentro de su casa." (Gen. IX, 21.) Y así es; el
hombre sabio, si incurre en una falta, no corre alborotado como el necio. Mientras el vicio de
éste se desborda, el de aquél, queda reprimido; y por eso retorna a la sobriedad, es decir, se
arrepiente y se recobra como de una enfermedad.
24
Entre las tres formas o tipos señalados en 54.

61. Pero consideremos con más profundidad lo de que la desnudez tiene lugar en la casa.
Cuando el alma, en su alteración, solamente concibe algo absurdo, sin pasar adelante hasta
concretarlo en obras; la falta tiene lugar en el recinto del alma y en casa. Pero, si al pervertido
designio se suma su concreción en el terreno de los hechos, de modo que se traduzca en obras,
entonces la iniquidad se desborda también hasta los lugares exteriores.

62. Esto explica por qué es pronunciada una maldición sobre Cañan, por cuanto este 25 ha
divulgado el cambio del alma; lo que viene a significar que lo extendió hasta el exterior y lo
concretó en hechos añadiendo al mal concebido otro nial, la ejecución por vía del hecho. En
cambio, Sem y Jafet son alabados por no haber seguido al alma en su acto, y haber, en
cambio, ocultado su perversión.26
25
Gen. 22 a 25. Cam ha contado a sus hermanos la embriaguez y desnudez de Noé, su padre,
y éste, enterado, maldice a Cañan, hijo de Cam.
26
Gen. IX, 26 y 27.

63. Por ello, además, los votos y obligaciones del alma se anulan cuando tienen lugar en la
casa del padre o del esposo,27 siempre y cuando los razonamientos ni prescindan de intervenir
ni añadan su peso a la alteración del alma, sino, por el contrario, impidan la ofensa. En este
caso, en efecto, también el Soberano de todas las cosas "la purificará". El voto de la viuda, en
cambio, o de la repudiada no permite que quede incumplido. Dice, en efecto: "Cuantos votos
haya pronunciado en nombre de su alma, seguirán vigentes para ella." (Núm. XXX, 10.) Y es
lo razonable, por cuanto, si, rechazada, ha marchado hasta lo exterior, de modo que no sólo ha
cambiado sino además .ha delinquido mediante hechos consumados, permanece incurable,
ajena ya al discernimiento del esposo y privada de la persuasión del padre.
27
Núm. XXX, 4 y ss. "El padre y el esposo" representan a la razón; y nuestros deseos no son
culpables si la razón impide que ellos se traduzcan en actos. La "viuda" es el alma que se ha
independizado del control de la Tazón, siendo su situación tal que no cabe esperar la
intervención moderadora o de obstrucción de ésta.

64. El tercer tipo de desnudez es el intermedio. La inteligencia en ese estado se caracteriza por
ser irracional y no tener parte ni en la virtud ni en el vicio. A esta desnudez se refieren las
palabras de Moisés, y de ella participa también el niño. Por lo tanto las palabras "Estaban
ambos desnudos, Adán y su mujer" significan lo siguiente: ni la inteligencia concebía ni la
sensibilidad percibía, sino la una hallábase desierta y "desnuda" de pensamiento, y la otra de
sensación.

65. XVII. Veamos, asimismo, qué se entiende por "no se avergonzaban." 28 Tres sentimientos
sugieren estas palabras a nuestra consideración: la desvergüenza, el pudor y la carencia tanto
de desvergüenza como de pudor. La desvergüenza es peculiar del hombre ruin; el pudor, del
hombre virtuoso; y el no ser desvergonzado ni pudoroso caracteriza al que es incapaz de

101
discernir y de consentir. A éste se refiere lo que dice el pasaje. Y en efecto, el que no ha
alcanzado aún la aprehensión de lo bueno y lo malo' no está en condiciones ni de
avergonzarse ni de no avergonzarse.
28
Como se advierte por lo que sigue, especialmente en 68, Filón no entiende la frase en el
sentido en que normalmente cabe interpretarla, es decir, "no se avergonzaban", sino en el de
"no cometían actos vergonzosos".

66. Ejemplos, pues, de desvergüenza son todas las: indecencias, cuando la inteligencia, en vez
de poner al descubierto las cosas vergonzosas que debería ocultar, se vanagloria y enorgullece
por ellas. También a propósito de Mariam, que hablaba contra Moisés, se dice: "Si tu padre te
hubiera escupido en la cara, ¿no hubieras sentido vergüenza durante siete días?"' (Núm. XII,
14.)

67. Es que, realmente desvergonzada e impudente es la sensibilidad al atreverse a censurar y


acusar a Moisés por aquello, por lo que merecía ser alabado;29 y es despreciada por Dios, su
Padre, frente al "fiel en toda la casa de Dios",30 al que el mismo Dios había dado por mujer a
la etíope, es decir, el pensamiento inalterable y profundo.31 Éste fue el más alto encomio para
él, porque había tomado a la etíope, vale'
decir, la naturaleza inalterable, purificada al fuego y digna de fe. Pues, así como en el ojo la
parte que ve es negra, del mismo modo la facultad de ver propia del alma recibe el nombre de
etíope.32
29
Núm. XII, 1.
30
Núm. XII, 7.
31
El adjetivo katakorés = saturado, profundo, intenso, significa también negro intenso; y
probablemente Filón asocia el vocablo con el color de la piel de la mujer etíope. Pero, bien
puede ser también un juego de palabras entre kata-korés y kóre = pupila del ojo, ya que luego
menciona la parte negra de éste.
32
Filón relaciona la mujer etiope con la pupila del ojo, asociando seguramente el término
aithíops = etíope, con óps = ojo; y a través de ello con la pupila de éste, kóre, negra como la
etíope.

68. ¿Por qué, pues, siendo, como son, muchas las obras del vicio, ha mencionado una sola, la
que se relaciona con la vergüenza, diciendo: "no se avergonzaban", y no "no cometían
injusticias" o "no incurrían en falta" o "no cometían errores"? La causa está a la vista. ¡Por el
único Dios verdadero!, yo entiendo que ninguna cosa es tan vergonzosa como el suponer que
soy yo el que discierne y que soy yo el que percibe.

69. ¿Mi inteligencia, autora de sus discernimientos? ¿Y cómo? Porque, ¿se conoce a sí
misma, quién es y cómo llegó a ser? ¿Y la sensibilidad, origen de sus percepciones? ¿Cómo
puede decirse semejante cosa, si no es conocida ni por ella misma ni por la inteligencia? ¿No
ves, acaso, que la inteligencia, que presume de ser ella la que discierne, muchas veces se
muestra abiertamente incapaz de razonar, en los momentos de glotonerías, en las
embriagueces, en los desvaríos? ¿Dónde está en esos momentos ese pensar que se atribuye? Y
a la sensibilidad, ¿no se le escapa a menudo la capacidad de percibir? A veces viendo no
vemos y oyendo no oímos, cuando la inteligencia, apartando por un momento su atención, se
concentra en algún otro objeto de orden mental.

70. Mientras se encuentran, pues, "desnudos", la inteligencia de discernimiento, y la


sensibilidad de percepción, nada vergonzoso hay en ellos; pero, cuando comienzan a
aprehender, caen en la vergüenza y cárganse de afrenta, pues a menudo serán hallados

102
echando mano más a la necedad y a la demencia que al saludable conocimiento, y eso no sólo
durante los hartazgos, en los momentos de desazón y en los instantes de desvarío, sino
también durante todos los demás momentos de la vida; porque, mientras el predominio está en
manos de la sensibilidad, la inteligencia permanece esclava sin prestar atención a objeto
alguno de orden intelectual, y cuando es la inteligencia la que priva, la sensibilidad se muestra
inoperante e incapaz de aprehender ningún objeto sensible.

71. XVIII. "La serpiente era la más astuta de todas las bestias que Dios Soberano había creado
sobre la tierra." (Gen. III, 1.) Habiendo sido creadas ya dos cosas: la inteligencia y la sensi-
bilidad, y hallándose éstas desnudas de la manera como se ha expuesto, era preciso que
viniera a sumarse a ambas una tercera: el placer, para posibilitar la aprehensión de lo
inteligible y de lo sensible. Porque ni la inteligencia, separada de la sensibilidad, podía llegar
a conocer a un vegetal, a un animal, a una piedra, a un leño o, en general, a un cuerpo; ni la
sensibilidad, sin la cooperación de la inteligencia, era capaz de aprehender las cosas sensibles.

72. Puesto que era, pues, necesario que ambas concurriesen juntas a la aprehensión de los
objetos situados a su alcance, ¿quién las uniría sino un tercero, una atadura de amor y deseo,
bajo el cetro y mando del placer, al que Moisés llama simbólicamente serpiente? 33
33
Recuérdese que nous = inteligencia, es masculino, por lo que esta unión matrimonial resulta
mis natural en el texto griego, ya que se trata de un elemento masculino y uno femenino, la
disthesis = sensibilidad.

73. Con sumo acierto Dios, el Creador de los seres animados, determinó el orden de su crea-
ción. Primero modeló al hombre, es decir, la inteligencia, como que es lo más digno de estima
en el ser humano; luego, a la mujer, vale decir, la sensibilidad, y a continuación, en tercer
lugar, después de aquéllos, al placer. Pero tan solo potencialmente, es decir, sólo en el
pensamiento, difieren en edad; en cambio son de la misma antigüedad en el tiempo concreto.
El alma, en efecto, lleva consigo todas las cosas a la vez, solo que unas en acto, y otras en la
posibilidad de concretarse, si bien aún no han alcanzado su plena realización.

74. El motivo por el que compara al placer con una serpiente es el siguiente: el movimiento
del placer es, como el de la serpiente, tortuoso y variable.34 En primer lugar, se desliza en
cinco direcciones, porque a través de la vista, del oído, del gusto, del olfato y del tacto es
cómo sobreviven los placeres; pero los más violentos por su intensidad son los relacionados
con el contacto sexual, mediante el cual la naturaleza lleva a cabo la generación dentro de
cada especie.
34
En griego poikílos, que, además de variable, significa astuto, de variados recursos o
artimañas, calificativos que caben muy bien a la serpiente-placer.

75. Y no sólo por eso, es decir, porque se desliza en torno a todas las partes del elemento
irracional del alma, decimos que el placer es variable, sino también porque son variadas las
vías con que serpentea en torno a cada una de ellas. Por ejemplo, a través de la vista se
originan variados placeres: todos los producidos por las pinturas y esculturas y por todas las
otras creaciones artísticas con que cada una de las artes deleita a nuestros ojos, así como
también por los cambios de los vegetales cuando germinan, florecen y dan frutos; y por la
múltiple belleza de las formas de ciertos animales. De modo análogo placen al oído la flauta,
la cítara y toda clase de instrumentos; las melodiosas voces de algunas creaturas irracionales,
como las golondrinas, los ruiseñores y los demás pájaros dotados por la naturaleza de un
canto musical; la grata voz de seres racionales, de los cantores que exhiben su arte en la
comedia, en la tragedia y en todas las demás representaciones teatrales.

103
76. XIX. ¿Y qué se necesita para ilustrar acerca de los placeres del vientre? Pues' podríamos
decir que cuantas son variedades de gustos agradables a nuestro alcance para estimular
nuestra sensibilidad, tantas son las variedades del placer. ¿Y no es cierto que, siendo, como
es, el placer cosa tan variable, correspondía que se lo comparase con un animal variable,36 es
decir, la serpiente?
36
O astuto. Ver la nota anterior.

77. Por esa razón también, cuando la parte plebeya y turbulenta que hay en nosotros, anhela
las moradas de Egipto, vale decir, de la masa corpórea, se precipita en los placeres portadores
de muerte, no de la muerte que consiste en la separación del alma y del cuerpo, sino de
aquella que consiste en la ruina del alma por obra del vicio. Leemos, en efecto: "Y envió el
Señor hacia el pueblo las serpientes mortíferas, y éstas mordían al pueblo y perecía gran
cantidad de los hijos de Israel." (Gen. XXI, 6.) Y así es realmente; ninguna cosa ocasiona
tanto la muerte al alma como el desenfreno en los placeres.

78. Mas lo que muere no es la parte rectora de nuestro ser, sino la sometida, la plebeya. Y
tanto tiempo es pasible de muerte cuanto tardare en reconocer su cambio mediante el
arrepentimiento. Aproximándose en efecto, a Moisés decían aquéllos: "Hemos delinquido
murmurando contra el Señor y contra tí. Suplica, pues, al Señor; que aparte de nosotros las
serpientes." (Núm. XXI, 7.) Bien hacen en no decir: "Hemos murmurado contra Dios porque
pecamos"; sino: "Hemos pecado porque murmuramos contra Dios". Porque la inteligencia,
cada vez que delinque y se aparta de la virtud, echa la culpa de ella a los Divinos designios
atribuyendo a Dios su propia defección.

79. XX. Pues bien, ¿cómo sobreviene el remedio del sufrimiento de éstos? Cuando otra
serpiente, contraria a la de Eva, es decir, el principio de la templanza, es fabricada. Porque la
templanza opónese al placer; y a la variable pasión, la virtud, también variable y en guardia
contra su enemigo el placer. Así pues, manda Dios a Moisés que fabrique la serpiente de la
templanza y le dice: "Haz para tí mismo una serpiente y ponía sobre un estante." (Num. XXI,
8.) Observas que no para otro alguno sino para sí mismo prepara Moisés la serpiente, pues
Dios le prescribe: "Hazla para ti mismo", para que conozcas que la templanza no está al
alcance de cualquier hombre, sino sólo del amado de Dios.

80. Es preciso, por otra parte, indagar por qué razón prepara Moisés una serpiente de bronce,
siendo así que no tenía ninguna instrucción previa acerca de sus características. Posiblemente
por las siguientes razones: en primer lugar porque, mientras las gracias Divinas son
inmateriales y no pertenecen al orden de lo cualitativo, las de los mortales se presentan
acompañadas de la materia. En segundo lugar, porque, si bien Moisés ama las excelencias
inmateriales, nuestras almas, en cambio, no pudiendo despojarse de los cuerpos desean !
ardientemente la virtud bajo formas corpóreas.

81. Y, como el principio de la templanza es vigoroso y firme, es comparado con la sustancia


potente y dura del bronce; y quizá también, porque, mientras la templanza que posee el amado
de Dios es la más excelente y semejante al oro, la que se da en el hombre que ha adquirido la
sabiduría en forma gradual, ocupa el segundo lugar.38 "Todo aquel, pues, a quien una
serpiente hubiere mordido, si mirare a aquélla, vivirá." (Núm. XXI, 8.) Y es muy cierto esto,
porque, si la inteligencia mordida por el placer, es decir, por la serpiente de Eva, tuviere la
fuerza suficiente para mirar espiritualmente la belleza de la templanza, vale decir, de la

104
serpiente de Moisés, y a través de ella a Dios mismo, vivirá. No ha menester otra cosa sino
ver y reflexionar.
36
Como lo ocupa el bronce respecto del oro.

82.-XXI. ¿No ves que Sara, la soberana sabiduría,37 dice: "Porque el que lo oyere, se reirá
conmigo." (Gen. XXI, 6.) Supón que alguno logra oír que la virtud ha engendrado a Isaac,
vale decir, a la felicidad;38 acto seguido elevará un himno de congratulación. Pues bien, así
como es propio del que tal ha oído el congratularse; es propio también del que con clara
visión contempla a la templanza y a Dios, el no perecer.
37
Sara es concebida por Filón como la personificación de la virtud o la sabiduría soberana.
38
Isaac personifica, según Filón, la risa, la alegría y la felicidad.

83. Muchas almas, empero, prendadas otrora de la firmeza y la templanza, y libres de


pasiones, han experimentado, sin embargo, el poder de Dios y recibido un cambio hacia un
estado inferior, manifestando así el Señor la diferencia entre Él y la creación, entre Él, que
eternamente permanece inmóvil, y la creación, que se balancea e inclina en opuestas
direcciones.

84. Dice, en efecto, Moisés: "Aquél que te condujo a través de aquel grande y pavoroso
desierto, en el que viven la mordedora serpiente y el escorpión, y reina la sed; donde no hay
agua; El que hizo brotar para ti una fuente de agua de la durísima roca; El que te alimentó en
el desierto con el maná, que no conocían tus padres." (Deut. VIH, 15 y 16.) Ves que no sólo,
anhelando las pasiones de Egipto, se precipita el alma en medio de las serpientes; sino
también a veces en el desierto es mordida por el placer, es decir, por la pasión, astuta y
semejante a la serpiente. Y el modo como la pasión obra ha recibido un nombre
apropiadísimo, pues llámaselo "mordedura".

85. Mas no sólo son mordidos por el placer los que se hallan en el desierto; también lo son los
que se encuentran dispersos. Yo mismo, en efecto, habiendo dejado parientes, amigos y país y
marchado muchas veces a la soledad para meditar en alguna cosa de las que merecen ser
contempladas, ninguna ventaja obtuve en ello; antes, por el contrario, distraída o mordida mi
inteligencia por la pasión torció su rombo hacia términos puestos. Otras veces, en cambio, aun
en medio de multitud innumerable mantuvo tranquilo mi discernimiento. Dios había
dispersado la turba de impedimentos del alma y me había enseñado que las condiciones
buenas o desfavorables no resultan de las diferencias de los lugares sino es Él quien mueve y
guía el vehículo del alma por donde prefiere.

86. Volviendo a lo que decía, el alma se precipita sobre un escorpión, que equivale a
"dispersión",39 en el desierto; y la sed de las pasiones hace presa en ella hasta que Dios envía
la corriente que brota de Su solidísima40 sabiduría apaga con la salud inagotable esa sed del
alma apartada de Él. La roca durísima es, en efecto, la sabiduría de Dios, que Éste distinguió
como el más elevado y de mayor jerarquía de todos Sus poderes; y de la que da de beber a las
almas que Él ama. Una vez que han recibido el agua para beber, llénanse también del maná, la
más genérica de las sustancias. El maná, en efecto, es llamado "algo";41 y "algo" es el género
supremo; género supremo que no es sino Dios, después del cual viene el logos Divino, en
tanto que las demás cosas existen tan solo en las palabras, siendo en ciertos casos por sus
hechos concretos idénticas a lo no existente.
39
Juego de palabras intraducible entre skorpíos = escorpión, y skor-písmós = dispersión.
40
O durísima, otra de las acepciones del adjetivo akrótonos = escarpado, sólido, durísimo.
41
Ver Interpretación alegórica III, 175 y nota.

105
87, XXII. Nota ahora la diferencia entre el que se desvía en medio del desierto y el que lo
hace en Egipto. El uno experimenta las mortíferas serpientes, vale decir, los insaciables
placeres que provocan la muerte; el otro, el ejercitante 42 tan solo es mordido y "dispersado"
por el placer, pero no matado. Aquél es curado por la templanza, es decir, por la serpiente de
bronce construida por el sabio Moisés; éste recibe de Dios la más excelente de las bebidas, la
sabiduría de la fuente que Él hizo brotar de Su propia sabiduría.
42
Jacob.

88. Ni siquiera de Moisés, el amadísimo de Dios, se aparta el placer, semejante a una ser-
piente; y he aquí lo que se lee: "¿Y qué les diré si no creyeren en mí ni oyeren mi voz,
diciendo: 'Dios no ha sido visto por ti? Y dijo el Señor a Moisés: '¿Qué tienes en la mano?' Él
dijo: 'Una vara'. Y Él dijo: 'Arrójala sobre la tierra'. Y la arrojó sobre la tierra, y la vara se
convirtió en serpiente y Moisés huyó de ella.
Y dijo el Señor a Moisés: 'Extiende tu mano y tómala por la cola'. Extendió, pues. Moisés su
mano y la tomó de la cola, y aquélla. tornóse vara en su mano. 'Así te creerán.'" (Ex. IV, 1 a
5.)

89. ¿Cómo se podrá confiar en Dios? Si se aprende que todas las otras cosas son mudables y
sólo Él es inmutable. Dios pregunta,. pues, al hombre sabio que hay en la vida activa de su
alma, ya que la "mano" es símbolo de la actividad. Éste responde que allí está la instrucción, a
la que llama "vara". Por eso dice también Jacob, el que suplanta a las pasiones: 43
"Efectivamente, sobre mi bastón atravesé este Jordán." (Gen. XXXII, 10.) "Jordán" significa
"descenso". Cuanto entre en la esfera del vicio y la pasión es peculiar de la naturaleza baja,44
terrena y corruptible. En cambio, la inteligencia ejercitada atraviesa todo eso mediante su
instrucción; pues torpe sería interpretar que atravesaba un río con un bastón en la mano.
43
Alusión al hecho de que Jacob suplantó a su hermano Esaú en la. primogenitura.
44
Intraducible juego de palabras entre katábasis = descenso, y káto = bajo.

90. XXIII. Acertada, pues, es la respuesta de Moisés, el amado de Dios. Porque,


verdaderamente, la conducta del hombre virtuoso se apoya en la instrucción, como en un
bastón,45 y apacigua el tumulto y agitación del alma, a la que asienta sobre bases: firmes. Esta
vara, cuando ha sido arrojada, se toma serpiente. Es natural, pues si el alma deja de lado la
instrucción, de amante de Dios que era se trueca en amante del placer. Por eso Moisés huye de
ella, ya que el que ama a Dios se aparta de la pasión' y del placer.
45
En el pasaje bíblico se lee literalmente "en" o "sobre" mi bastón, no "con".

91. Pero, por cierto que Dios no aprueba su huida. Es que contigo, oh inteligencia mía, que
eres aún imperfecta, armoniza el procurar huir y ponerte fuera del alcance de las pasiones,
pero en el caso de Moisés, el perfecto, corresponde mantenerse en actitud de combate frente a
ellas, resistirlas y combatirlas. Si así no ocurriere, no hallando ellas resistencia ni obstáculo,
tras escalar la ciudadela espiritual, la sitiarán por completo y saquearán al alma a la manera de
un usurpador del poder.

92. Y ése es el motivo por el que Dios prescribe a Moisés que la "tome por la cola"; que es
como decirle: No te espante la hostilidad del placer y su salvajismo; por el contrario,
apodérate de ella asiéndola fuertemente y acaba por vencerla. Efectivamente, será de nuevo
bastón en vez de serpiente, vale decir, en vez de placer se tomará en tu mano instrucción.

93. Y en cambio tendrá lugar "en la mano", vale decir, en la acción del sabio. Empero, es

106
imposible que llegue a asir y acabe por vencer al placer, si previamente la mano no se
"extiende", es decir, si el alma no reconoce que todas sus acciones y progresos débense al
Divino favor y evita atribuirse nada a sí misma. Quien tiene abiertos los ojos determínase a
huir de la serpiente; pero fabrica otra, aquella de bronce,46 es decir, el principio de la
templanza, para que, si alguien ha sido mordido por el placer, el ver a la templanza viva la
verdadera vida.
46
La de Moisés.

94. XXIV. Ésta es la serpiente en la que Jacob suplica que se convierta Dan. Éstas son sus
palabras: "Dan juzgará a su pueblo, como una de las tribus de Israel" y "Conviértase Dan en
una serpiente en un camino, en acecho en una senda transitada, mordiendo el talón del
caballo, y el jinete caerá hacia atrás aguardando la salvación del Señor." (Gen. XLIX, 16 a
18.) Mientras el quinto hijo legítimo de Jacob nacido de Lía es Isacar; aunque si contamos los
dos nacidos de Zelfa es el séptimo; su quinto hijo47 es Dan, nacido de Bala, la criada de
Raquel. Pero el motivo de esta observación ya hemos de ponerlo en claro en un trabajo sobre
el asunto. El tema de Dan merece ser tratado aparte.
47
Quinto contando juntamente legítimos y naturales: Rubén, Simeón, Leví, Judá y Dan.

95. El alma engendra de dos estirpes de hijos: una divina y otra mortal. Cuando ya ha
concebido la superior, allí se detiene. En efecto, cuando el alma ha alcanzado el
reconocimiento incondicional hacia Dios y el sometimiento en todo a Él, no tiene adquisición
más alta que alcanzar.. Por ello cesó Lía de engendrar una vez concebido Judá, es decir, el
carácter que manifiesta su reconocimiento.

96. Pero ahora comienza a formar la clase mortal, o sea, la que subsiste gracias a la deglución.
El alimento, en efecto, es, a modo de fundamento, la causa de la conservación de la vida en
los seres vivientes; y "Bala" significa "deglución". Y de ella, precisamente, nace Dan, cuyo
nombro quiere decir "acción de discernir". Esta estirpe, en efecto, distingue y separa las cosas
inmortales de las mortales. Por eso Jacob hace votos porque Dan llegue a ser amante de la
templanza, y por Judá, en cambio, no formulará deseo análogo, porque éste ya posee el
reconocimiento hacia Dios y la cualidad de resultarle grato.

97. Dice, pues: "Conviértase Dan en una serpiente en un camino." Nuestro camino es el alma,
pues, así como en los caminos es dable ver la diferencia entre los seres: inanimados y
animados,' irracionales y racionales, buenos y malos, esclavos y libres, jóvenes y viejos,
viriles y femeninos, extranjeros y ciudadanos, sanos y enfermos, mutilados y enteros; del
mismo modo también en el alma se dan procesos inanimados, incompletos, enfermizos,
esclavos, femeninos y otros incontables llenos de defectos, y sus contrarios, los animados,
intactos, viriles, libres, sanos, venerables, buenos, legítimos y realmente ciudadanos.48
48
Es decir, no advenedizos ni extraños.

98, Conviértase pues, el principio de la templanza en una serpiente sobre! El alma que marcha
a través de todas las circunstancias de la vida;' y coloqúese en "una senda transitada." ¿Qué
quiere decir esto? Que, si la senda de la virtud es poco transitada, pues son pocos los que la
recorren; en cambio, es transitada la del vicio; y así, lo exhorta a ponerse al acecho y tender
una emboscada sobre la transitada senda, es decir, sobre la pasión y el vicio, en los que
transcurren las existencias de los entendimientos que huyen de la virtud.

99. XXV. "Mordiendo el talón del caballo." Es obvio que es el carácter que sacude la
estabilidad de lo creado y perecedero quien ataca el talón;49 y que lo que ha sido comparado a

107
un caballo son las pasiones. La pasión es, en efecto, como el caballo, de cuatro
extremidades,50 impulsiva, rebosante de confianza y petulante por naturaleza, pero el
principio de la templanza ama el: morder, herir y destrozar a la pasión. Y, cuando la pasión ha
caído en la celada y ha sido abatida, "el jinete caerá hacia atrás". Por "el jinete" debemos de
entender "la inteligencia que cabalga sobre las pasiones", la que cae de las pasiones, cuando
éstas han sido descubiertas y "echadas por tierra."
49
El término griego pternízein (derivado de pierna = talón} significa literalmente golpear o
atacar por el talón, pero posee varios sentidos figurados, tales como engañar, suplantar por
engaño (como Jacob a Esaú en la primogenitura), hacer zancadillas, dar por tierra o
descalabrar. De allí las conclusiones que siguen, a lo largo de las cuales Filón emplea el verbo
en varios de sus sentidos.
50
Alusión a las cuatro pasiones: dolor, placer, temor y deseo.

100. Está bien dicho que no es hacia adelante hacia donde cae el alma; porque no debe el alma
marchar delante de las pasiones sino detrás de ellas, para así aprender a controlarse. En esa
afirmación contiénese una sana doctrina, pues, si el alma, habiéndose lanzado hacia el
proceder culpable, desistiese de ello y cayese hacia atrás, no incurrirá en falta; y si, movida
hacia la irracional pasión, no se precipitare tras ella sino se mantuviere a la zaga» alcanzará el
fruto más excelente, que es la carencia de pasiones.

101. Por eso también, Moisés, seguro de que la caída "hacia atrás" equivale al liberarse de las
pasiones, añade "esperando la salvación del Señor"; porque es realmente por Dios por quien
es salvado quien cae fuera de ellas y no llega a concretarlas en actos. ¡Ojalá cayere mi alma
con caída tal; y jamás monte el caballo indómito de la pasión, para que, habiendo esperado la
salvación de Dios, alcance la felicidad.

102. Por ello, también, Moisés en su canto celebra a Dios porque "arrojó al caballo y al
montado en él al mar" (Ex. XV, 1); es decir, arrojó a las cuatro pasiones y a la inteligencia
mísera que monta sobre ellas, a la completa ruina y al abismo sin límites. Y éste es el asunto
capital de todo el canto poco más o menos, y todos los demás refiérense a él. Y es verdad;
pues, si la ausencia de pasión llegare a adueñarse del alma, ésta alcanzará la felicidad com-
pleta.

103. XXVI. Pero, es preciso examinar por qué razón dice Jacob que "el jinete caerá hacia
atrás" (Gen. XLIX, 17), y en cambio, Moisés canta que fueron arrojados al mar el caballo y el
que lo montaba. Pues bien, debemos señalar, al respecto, que el arrojado al mar es el carácter
egipcio, que, aunque huye, lo hace bajo el torrente de las pasiones; mientras que el jinete
caído hacia atrás no es de aquellos que aman las pasiones. La prueba está en que éste es
"jinete", mientras que aquél es "una persona montada".

104. Un jinete, pues, tiene como cometido propio domar el caballo y sujetarlo de las bridas
cuando se encabrita; en tanto que el papel del que simplemente monta es dejarse llevar por
donde el animal fuere. Otro tanto ocurre en el mar: es tarea propia del piloto guiar la nave,
mantener y rectificar el rumbo; en tanto que del pasajero es experimentar cuanto le sucediere
a la nave. Por eso el jinete, que doma las pasiones, no es arrojado al mar; y, desmontado de
ellas, aguarda la salvación del Señor.

105. Ahora bien, la sagrada palabra prescribe en el Levítico comer "de los animales reptantes
los que caminan sobre cuatro patas y tienen piernas sobre sus pies, de modo que saltan me-
diante ellas" (Lev. XI, 21), entre los que se cuentan la langosta sin alas, el ataco,51 el

108
saltamontes y el ofiómaca 52 en cuarto término. Y así debe ser, porque, si el reptil placer es
cosa que no alimenta sino daña, seguramente la naturaleza que combate contra el placer es
muy nutritiva y salutífera, y ella no es otra que la templanza.
51
Una de las especies de langostas.
52
Otra especie de saltamontes. Su nombre opluomákhes significa literalmente: que combate a
las serpientes.

106. Combate, pues, oh inteligencia mía, contra toda pasión y sobre todo contra el placer,
porque ciertamente "la serpiente es la más astuta de todas las bestias que Dios Soberano ha
creado sobre la tierra." (Gen. III, 1.)

107. En efecto, el placer es la creatura más astuta que existe. ¿Por qué? Porque todas las cosas
están sujetas a él y la vida de los ruines es dominada por él, y por cierto que las cosas produ-
cidas por el placer son alcanzadas mediante todo género de ardides: el oro, la plata, la gloria,
los honores, los altos cargos, los materiales de las cosas perceptibles por los sentidos, las artes
mecánicas y todos los arbitrios, de muy variadas especies, que nos procuran placer. A causa
del placer somos culpables, y las acciones culpables no se dan sin una extrema astucia.

108. Por lo tanto, opónle el ofiómaca, es decir, el discernimiento; y libra contra él hasta el fin
la más noble de las contiendas; y esfuérzate en la lucha contra el placer, vencedor de todos los
otros; para así alcanzar la noble y gloriosa corona, que asamblea humana alguna ha conferido
jamás.

109
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA III

1. I. "Y se ocultaron Adán y su mujer fuera de la presencia de Dios Soberano en medio del
bosque del parque." (Gen. III, 8.) Expone Moisés una doctrina que nos enseña que el hombre
malvado es un desterrado. Siendo, en efecto, la virtud una ciudad propia de los sabios, el que
no es capaz de tener parte en la virtud queda excluido de esa ciudad, de la que el hombre mal-
vado es incapaz de formar parte. Queda, pues, excluido y desterrado solamente el malvado. Y
el desterrado de la virtud al punto se ha ocultado de la vista de Dios; ya que, si los sabios, por
ser Sus amigos, están a la vista de Dios, resulta claro que todos los malvados desaparecen y se
ocultan de Él, como cabe esperar en hombres que combaten y detestan a la recta razón.

2. Y así, el legislador atestigua que el hombre malvado es un hombre sin ciudad y sin hogar,
cuando, refiriéndose a Esaú, hombre de áspero carácter y diestro en el vicio, dice: "Esaú, que
era un experto cazador, era un hombre de campo." (Gen. XXV, 27.) No está, en efecto, en la
naturaleza de ese cazador de pasiones que es el vicio el habitar en la ciudad de la virtud, y sí
el perseguir una vida rústica e inculta con grande insensatez. Por el contrario, Jacob, el pleno
de sabiduría, es, sin duda, un hombre de ciudad y tiene como residencia la virtud. Y por eso,
dice Moisés acerca de él: "En cambio, Jacob era un hombre sencillo, que habitaba en una
casa." (Gen. XXV, 27.)

3. Por la misma razón dice también: "Porque temían a Dios, las parteras construyeron casas
para sí." (Ex. I, 21.) Es que las almas inclinadas a investigar los secretos ¡misterios de Dios, lo
que, precisamente, significa "traer a la vida a los varones" (Ex. I, 17), edifican las prácticas
virtuosas, en las cuales están determinadas a residir.
Mediante estas consideraciones ha quedado aclarado cómo el hombre malvado es un hombre
sin ciudad y sin hogar, vale decir, un desterrado de la virtud; en tanto que el hombre de bien
ha recibido como patrimonio el tener a la sabiduría como ciudad y morada.

4. II. Veamos a continuación qué se entiende por ocultarse alguien de la vista de Dios. Como
no se la interprete en forma simbólica, será imposible aceptar esta afirmación, por cuanto
Dios llena todas las cosas, las penetra todas y nada queda vacío o desocupado de Su
presencia. ¿En qué lugar, entonces, habría alguien de situarse en el que Dios no esté presente?
Moisés confirma esto también en otros pasajes diciendo: "Dios está arriba en el cielo y abajo
sobre la tierra, y nada más hay excepto Él" (Deut. IV, 39); y también: "Aquí estoy desde antes
de que existieras tú." (Ex. XVII, 6.) Dios, en efecto, está antes que toda créatura, y se halla en
todas partes; de modo que resulta imposible ocultarse de Él.

5, ¿Y por qué nos admiramos, si, suceda lo que sucediere, tampoco podríamos huir ni
ocultarnos de aquellos elementos de la creación que se dan en mayor número de cosas?
Intente, por ejemplo, huir alguien del agua, del aire, del firmamento o del mundo todo. Por
fuerza tiene que permanecer rodeado por ellos, porque, claro está, a nadie le será posible huir
fuera del mundo.

6. Luego, siendo, como es, el hombre incapaz de ocultarse de las partes del mundo o del
mundo mismo, ¿le sería posible ocultarse de Dios? En modo alguno. ¿Cómo entender,
entonces, lo de "se ocultaron"? El hombre malvado cree que Dios se halla en algún lugar, no
conteniéndolo sino siendo contenido, y por ello entiende además que puede ocultarse de Él
seguro de que la Causa no se halla en aquel lugar en que él tiene determinado esconderse.

7. III. Una posible interpretación de esto es la siguiente: en el hombre malvado la verdadera

110
opinión acerca de Dios hállase envuelta en sombras y oculta, pues se encuentra llena de oscu-
ridad, ajena a la Divina claridad necesaria para investigar lo que son las cosas. El hombre de
esta clase está desterrado de la Divina presencia lo mismo que el leproso o el que padece
derrames;1 de los cuales el primero, que presenta dos colores diferentes,2 no obstante ser una
sola la Causa, es decir, el Autor de todas las cosas, confunde como causas en un mismo todo a
Dios y a la creación, naturalezas opuestas; en tanto que el afectado por derrames hace derivar
todas las cosas del mundo y retomar todas a él, considerando que nada ha sido creado por
Dios; saliéndonos para ello, como secuaz de la opinión de Heráclito que es, con asertos tales
como "la saciedad y la necesidad", "la unicidad del universo" y "la recíproca transformación
de todas las cosas".
1
Evidente alusión a Heráclito y su teoría de que todo fluye o deviene.
2
Referencia a la coloración de la piel del leproso: carne viva y color natural.

8. Por eso dice la Divina palabra: "Arrojen fuera del alma santa a todo leproso y a todo el que
padece derrames, y a todo impuro en el alma, tanto varón como mujer" (Núm. V, 2 y 3), y a
los eunucos, con los órganos reproductores del alma cortados, y a los fornicadores, que han
rehuido la autoridad del Uno, a los cuales les está por completo vedada la participación en la
asamblea de Dios. 3
3
Deut. XXIII, 2.

9. En cambio, los sabios discernimientos, no sólo no se ocultan sino anhelan ardientemente


manifestarse. ¿No ves que Abraham "estaba aún en presencia del Señor y habiéndose
aproximado a Él le dijo: 'No destruyas al justo junto con el impío' (Gen. XVIII, 22 y 23), 'al
que Te es manifiesto y conocido junto con el que huye de Ti y evita Tu presencia? Porque
éste es un impío; en cambio, el que permanece en Tu presencia y no huye es un justo; porque
sólo a Ti, Señor, es justo honrar.

10. El hombre piadoso no se halla en el mismo plano que el impío; por el contrario, hemos de
alegramos de que sea justo. Por eso dice: "No destruyas al justo junto con el impío." A Dios,
en verdad, nadie alcanza a honrarlo como Él merece, sino simplemente como es justo. Porque,
si es imposible retribuir aún a nuestros padres con beneficios iguales a los recibidos de ellos,
dado que es imposible engendrarlos a su vez a ellos, ¿cómo no va a ser imposible
recompensar y reconocer en la medida de Sus merecimientos a Dios, que ha producido el
universo partiendo de la inexistencia? Con ello, ciertamente, nos proporcionó cada una de las
virtudes.

11. IV. A través de tres ocasiones, pues, oh alma, es decir, a través de las tres partes que
componen la totalidad del tiempo,4 hazte manifiesta siempre a Dios, no arrastrando contigo la
femenina pasión de los sentidos, sino emanando el incienso del varonil y esforzado ejercicio
del discernimiento. En efecto, la sagrada palabra 5 determina que en tres ocasiones durante
cada año se presente cada varón delante del Soberano Dios de Israel.
4
Es decir, el pasado, el presente y el futuro. Filón, como en Sobra las leyes particulares, II, 42
y s., se refiere a que el culto divino debe ser interrumpido.
5
Deut. XVI, 16.

12. Por esto, también Moisés, cuando hubo alcanzado la condición de presente ante Dios,
huye del faraón, encarnación de la dispersión, quien se jacta diciendo que no conoce al
Señor.6 "Retiróse", leemos, en efecto, "de la presencia del faraón Moisés y residió en la tierra
de Madián" (Ex. II, 15), es decir, en el discernimiento sobre las cosas de la naturaleza, "y se
sentó sobre la fuente" (Ex. II, 15) aguardando para ver qué "bebida haría llover Dios para su

111
alma sedienta y deseosa del bien.
6
Ex. V, 2.

13. Aléjase, pues, del faraón, es decir, de la opinión que desconoce a Dios y ejerce la
soberanía sobre las pasiones; y marcha hacia Madián, vale decir, el discernimiento,
averiguando si le cabe ahora el permanecer en la tranquilidad o habrá de entrar nuevamente en
controversia con el ruin para destruirlo. Considera si atacándolo prevalecerá hasta alcanzar la
victoria, por lo que, repito, se mantiene quieto a la espera de si Dios habrá de concederle
mediante un profundo y nada superficial discernimiento una fuente capaz de ahogar bajo sus
aguas la embestida del rey de los egipcios, es decir, la embestida de sus pasiones.

14. Y por cierto que es considerado merecedor de la gracia, ya que, habiendo emprendido la
contienda por los fueros de la virtud no cesa en la lucha hasta que contempla postrados y fuera
de acción a los placeres. Por eso Moisés, en realidad, no huye del faraón; en tal caso hubiera
escapado para no retornar; simplemente se retira, es decir, hace un alto en la pelea, como un
atleta cuando respira y busca recobrar el alimento; hasta que, habiendo logrado, mediante
divinas palabras, la ayuda de la sabiduría y de las demás virtudes, se lanza al ataque con
fuerza irresistible.

15. En cambio, Jacob, pues es un suplantador,7 que va adquiriendo la virtud no sin esfuerzo,
mediante metódicos artificios (su nombre, en efecto, aún no había sido cambiado por el de
"Israel")8, huye de Labán y de los bienes de éste, es decir, de los colores, de las formas y de
los cuerpos en general, a los que la naturaleza ha conferido el poder de dañar a la inteligencia
a través de los sentidos. En efecto, puesto que no podía vencerlos completamente haciéndoles
frente, huye temiendo la derrota en manos de ellos; siendo por ello muy merecedor de
aprobación. "Haréis", dice, en efecto, Moisés, "precavidos a los hijos del vidente"; 9 (Lev.
XV, 31) mas no atrevidos y amantes de lo que está por sobre sus posibilidades.
7
Jacob, que suplantó a su hermano mayor Esaú en la primogenitura, mediante la astucia.
8
Gen. XXII, 28. No es aún "el que ve a Dios".
9
Israel o Jacob.

16. V. "Y engañó Jacob a Labán el sirio, manteniéndolo ignorante de su huida. Y huyó con
todas sus cosas y atravesó el río y tomó el camino del Monte Galaad." (Gen. XXXI, 20 y 21.)
Nada más natural que el ocultar que huye y no comunicarlo a Labán, encarnación del
discernimiento que está a merced de los sentidos. Por ejemplo, si habiendo visto una belleza,
te sintieres cautivado por ella y estuvieres a punto de perderte por alcanzarla, huye de su vista
en secreto y no lo comuniques ya a la inteligencia, es decir, no vuelvas a pensar en ella ni a
ocuparte de ella; porque los recuerdos prolongados, al imprimir profundas huellas en la
inteligencia, la dañan y frecuentemente la precipitan en la ruina contra su voluntad.

17. El mismo principio vale para todas las atracciones, cualquiera fuere el sentido que en ellas
interviniere. En estos casos la salvación reside en la secreta fuga; seguir con el recuerdo, en
cambio, hablar de él, volver sobre él insistentemente oprime y esclaviza violentamente al
discernimiento. Por lo tanto, oh inteligencia mía, si estuvieres a punto de quedar presa de
algún objeto sensible presente ante ti, jamás trabes relación con él ni lo frecuentes, para que
no seas dominada y precipitada en la desgracia. Al contrario, huye libre y presurosa
prefiriendo la indomable libertad a la mansa esclavitud.

18. VI. Ahora bien, ¿por qué razón, como si Jacob ignorara que Labán es sirio, dice Moisés:
"Ocultó Jacob a Labán el sirio"? También esto encierra una explicación no sin importancia.

112
En efecto. Siria significa "regiones altas". Jacob, pues, es decir, la inteligencia que se ejercita,
cuando ve a la pasión en actitud humilde, se mantiene en su sitio calculando por las
respectivas fuerzas que vencerá; pero cuando la pasión aparece elevada, engreída y altanera,
la inteligencia que se ejercita huye ella primero, seguida de inmediato por todas las partes de
su ejercicio, a saber: lecturas, reflexiones, actos serviciales, recuerdos de las cosas nobles,
autodominio, práctica de las obligaciones ordinarias; y atraviesa el río de los sentidos, que
sumerge y hunde al alma en las corrientes de las pasiones; y, habiéndolo cruzado, lánzase
hacia la alta y excelsa región, vale decir, hacia el principio de la virtud perfecta.

19. En efecto, "tomó el camino del monte Galaad", y "Galaad" significa "migración del
testimonio"; siendo Dios quien hace emigrar al alma desde las pasiones, personificadas en
Labán; y le da testimonio de que su migración es provechosa y conveniente, y la guía desde
las cosas ruines que toman al alma baja y rastrera, hacia la altura y grandeza de la virtud.

20. Por eso Labán, el amigo de los sentidos, que obra conforme con ellos y no según la
inteligencia, se irrita, lo persigue y le dice: "¿Por qué has huido en secreto" (Gen. XXXI, 26)
'y no has permanecido en el goce del cuerpo y en la doctrina que escoge los bienes corporales
y exteriores? No sólo has huido de esta concepción de vida sino me has arrebatado también la
sensatez, es decir, a Lía y Raquel'. Éstas, en efecto, mientras permanecían con el alma,
producían en ella sensatos pensamientos; pero, al partir dejáronle ignorancia y necedad. Por
eso él añade: "Me has robado", es decir, 'me has arrebatado la sensatez'.

21. VII. El legislador aclarará en qué consiste el ser sensato. Agrega, efectivamente: "Y te has
llevado a mis hijas como prisioneras de guerra" (Gen. XXXI, 26); y "Si me hubieras avisado,
yo te hubiera hecho partir." (Íd. 27) Tú no hubieras hecho partir cosas antagónicas unas de
otras.10 Porque, si hubieras realmente hecho partir y dado libertad al alma, le hubieras quitado
todos los sonidos tocantes al cuerpo y a los sentidos; porque así es como la inteligencia se
redime de los vicios y las pasiones. Pero la realidad es que dices, por una parte, que estás
dispuesto a hacerla partir libre; mas, por otra, a través de los hechos confiesas que la hubieras
tenido en prisión. Porque, si las hubieras enviado "con músicas, tamboriles y cítaras" (Gen.
XXXI, 27) y con los placeres propios de cada uno de los sentidos, en realidad no la hubieras
hecho partir.11
10
Como son el verdadero bienestar y los deleites inferiores, representados por la "música, el
tamboril y el harpa", que menciona el texto bíblico.
11
En otras palabras: si lo que entiendes por dejar partir libre es eso, lo que hubieras hecho no
hubiera sido dejar partir libre sino todo lo contrario.

22. Porque, no es sólo de ti de quien huimos, oh Labán, amigo de los cuerpos y los colores,
sino también de todas tus cosas, entre las que se cuentan también las voces de los sentidos,
voces acordes con los actos de las pasiones. Hemos, en efecto, realizado por nuestra parte,
como hombres ejercitados en la virtud que somos, un estudio necesario, que también Jacob
realizó, para arruinar y destruir a los dioses extraños a1 alma, dioses fabricados de metal, cuya
fabricación prohibió Moisés,12 y que equivalen a la disolución de la virtud y la felicidad y a la
formación y fijación del vicio y las pasiones; pues el material que se moldea, tras ser
derretido, adquiere de nuevo fijeza.
12
Lev. XIX, 4.

23. VIII. Dice el legislador lo siguiente: "Y dieron a Jacob los dioses ajenos, que tenían en sus
manos y los aretes que pendían de sus orejas; y Jacob los escondió debajo del terebinto que
estaba en Siquem." (Gen. XXXV, 4.) Éstos son los dioses de los hombres mines. No dice que

113
Jacob los tomara, sino que los escondió y destruyó. Lo cual es del todo exacto, ya que el
hombre de bien nada tomará con miras a enriquecerse de cosas procedentes del vicio; sino las
ocultará y hará desaparecer en secreto.

24. Del mismo modo también, Abraham, dirigiéndose al rey de Sodoma, que intenta con
artificios realizar un trueque de creaturas irracionales por seres racionales, de caballos por
hombres, le dice que no tomará ninguna de sus cosas, sino "extenderá" la obra de su alma, a la
que él llama simbólicamente "mano", "hacia el altísimo Dios" (Gen. XIV, 22), pues no tomará
"desde un hilo hasta la correa del zapato" (Id. 22 y 23) cosa alguna perteneciente al rey, "para
que éste no diga que ha hecho rico al vidente,13 cuando lo que le está ofreciendo es pobreza a
cambio de su riqueza en virtud".
13
En este caso aplicase el epíteto de vidente a Abraham, aunque ordinariamente Filón lo
refiere a Jacob o Israel.

25. Las pasiones están ocultas y guardadas siempre en Siquem,14 cuyo nombre significa
"hombro"; porque quien se esfuerza15 en procura de los placeres es inclinado a cuidar los
placeres; pero son, en cambio, destruidas y arruinadas en la esfera de acción del hombre
sabio, y no por corto tiempo, sino "hasta el día de hoy", vale decir, por siempre, ya que todo el
transcurso del tiempo se mide con relación al hoy, pues el ciclo diario es la medida de todo
tiempo.
14
Ver Sobre la migración de Abraham 221.
15
Filón relaciona los hombros con el trabajo, seguramente, a través del verbo omízesthat =
llevar sobre los hombros, de la misma raíz que omía y omfasis = hombro.

26. Por eso, también, Jacob da a José como porción escogida Siquem,16 es decir, las cosas
concernientes al cuerpo y a los sentidos, por cuanto él ocúpase de trabajar en ellas; y en
cambio, a Judá, el que confiesa su reconocimiento, no da presente alguno fuera de la alabanza,
los himnos y los magníficos cantos de parte de sus hermanos.17 Jacob recibe Siquem, no de
Dios, sino "ganándola con la espada y por los arcos" (Gen. XLIX, 22), es decir, con las
palabras que penetran y defienden. En efecto, el sabio somete a su voluntad aun las cosas
secundarias, mas, en habiéndolas sojuzgado, no las guarda sino hace merced de ellas a quien
por naturaleza es inclinado a las mismas.
16
Gen. XLVIII, 22.
17
Gen. XLIX, 8.

27. ¿No ves que, aunque aparentemente recibe los dioses, no se queda con ellos, sino los
oculta, los hace desaparecer y los destruye para siempre lejos de sí mismo?18 ¿Y a qué alma le
fue dado ocultar y hacer desaparecer el vicio, sino a aquella a la que Dios ' Sé manifestó y a la
que consideró digna de Sus secretos misterios? En efecto, Él dice: "¿Habré de ocultar Yo a
Abraham, Mi siervo, las cosas que hago?" (Gen. XVIII, 17.) Bien está, oh Salvador, que Tú
muestres Tus propias obras al alma que anhela el bien y que no le tengas oculta ninguna de
Tus obras. Gracias a ello posee la fortaleza necesaria para huir del vicio y ocultar, cubrir de
sombras y destruir siempre la dañosa pasión.
18
Gen. XXXV, 4.

28. IX. Queda, pues, ya demostrado de qué manera el hombre ruin es un desterrado y se
oculta de Dios. Examinemos ahora dónde se oculta. Dice Moisés que "en medio del bosque
del parque" (Gen. III, 8), es decir, en el centro de la inteligencia, la que, a su vez, es el centro
mismo de lo que podemos denominar el parque del alma entera. Y así es: el que huye de Dios
fúgase hacia sí mismo.

114
29. Siendo, en efecto, dos las inteligencias: la del universo, que es Dios, y la inteligencia
individual; el que huye de su propia inteligencia se fuga hacia la del universo, pues aquel que
abandona su propia inteligencia confiesa que nada importa cuanto produce la inteligencia
humana, y todo lo refiere a Dios; pero en cambio, el que huye de Dios afirma que Éste no es
autor de cosa alguna, y que es él mismo quien produce todo cuanto adquiere existencia.

30. Tal el caso de muchos que afirman que todas las cosas que hay en el mundo se desarrollan
automáticamente sin alguien que las guíe; y que es la inteligencia humana la que por sí sola ha
establecido las artes, las profesiones, las leyes, las costumbres, las formas de convivencia
comunitaria, y los principios de la justicia colectiva y privada tanto para los hombres como
para los animales irracionales.

31. Ahora bien, tú, oh alma mía, ves la diferencia entre ambas opiniones. La una, en efecto,
abandonando a la inteligencia particular, creada y mortal, y se acoge sin retaceos al patrocinio
de la Inteligencia universal, increada e inmortal; la otra, por el contrario, negando la dignidad
Divina, recurre erróneamente a la alianza de la inteligencia que es incapaz de prestar auxilio
alguno, ni siquiera a sí misma.

32. X. Por esto dice también Moisés que "si el ladrón fuere descubierto horadando un muro y
muriere al ser golpeado, no es culpable de asesinato, pero si el sol hubiere salido ya sobre él,
será convicto y dará reparación con su muerte".19 (Ex. XXII, 2 y 3.) En efecto, si alguien
horadare la aseveración firme, saludable y recta que testimonia la omnipotencia que a Dios
solamente pertenece, abriendo en ella una brecha, y fuere sorprendido en el momento de
hacerlo, es decir, en la horadada y violada doctrina que concibe que quien obra es la
inteligencia de cada uno y no Dios, es un ladrón que sustrae lo que pertenece a otro.
19
Por supuesto, el texto bíblico dice otra cosa, y es lo siguiente: "Si el ladrón fuere
descubierto horadando un muro y muriere al ser golpeado, el que lo golpeare no es culpable
de asesinato (literalmente: para aquél no existe culpa de asesinato); pero, si el sol hubiera
salido ya sobre él (sobre el ladrón), su matador será convicto y dará reparación con su
muerte." Filón, extremando su sutileza, aprovecha la circunstancia de que en la prótasis del
primer período hipotético del pasaje el texto griego no menciona al matador, ni lo hace
tampoco en la apódosis del segundo; y entiende? que el dativo autói = para aquél o para el
mismo (que, indudablemente, se refiere al matador) señala al ladrón. Lo cual le permite la
siguiente» interpretación: Si la inteligencia que se envanece de sí misma y desconoce a Dios
no alcanza a traducir en hechos sus opiniones, ha de dársela por muerta y puede
considerársela libre de culpa como al ladrón muerto en las sombras de la noche; no así en caso
de que "hubiere salido ya el sol", es decir, en caso de que se hayan concretado sus ocultas
intenciones.

33. Porque todas las cosas son posesión de Dios, de modo que quien se asigna algo a sí mismo
se apropia de algo ajeno y recibe un golpe dolorosísimo y difícil de remediar, es decir, la
presunción, cosa que raya en la ignorancia y la necedad. Moisés omitió mencionar al autor del
golpe. Es que éste no es otro que el mismo golpeado. Así como quien se frota a sí mismo es
también el frotado, y quien se mata es simultáneamente matado, por cuanto la misma persona
concentra en sí la actividad del que ejecuta y la receptividad del que es afectado; del mismo
modo el que roba lo que pertenece a Dios y se lo atribuye a sí mismo, resulta ultrajado por su
propia impiedad y presunción.

34. Y ojalá perezca por efectos de los golpes, es decir, ojalá se quede sin llevar a cabo sus

115
propósitos; porque aparecerá menor su delito. En efecto, unas veces el vicio se presenta en
reposo, otras en movimiento. Cuando está en movimiento se precipita hacia la plena
concreción de sus designios, por lo mismo, es peor que el estacionario.

35. En consecuencia, si la inteligencia que imagina que ella es la causa de cuanto llega a
existir y no Dios, pereciere, es decir, se quedare tranquila y se reprimiere, no habrá incurrido
en culpa de asesinato; en otras palabras, no habrá consumado la destrucción de la excelsa
doctrina que atribuye a Dios la totalidad de los poderes. Si, en cambio, se hubiere elevado el
sol, es decir, la inteligencia, cuya claridad es patente en nosotros, y estimare que es ella la que
discierne las cosas, ella la que lo decide todo sin que nada, se le escape, es culpable y morirá
para reparar la excelsa doctrina que ha destrozado, doctrina según la cual Dios es la única
causa. Morirá por cuanto es hallada sin remedio y realmente muerta en sí misma, es decir, por
cuanto se ha convertido en autora de una doctrina irracional, mortal y errónea.

36. XI. Ésta es también la causa por la cual la sagrada palabra maldice al que coloca en un
lugar oculto una imagen grabada o fundida, producto de las manos de un artífice.20 En efecto,
¿por qué, oh inteligencia, acumulas y atesoras esas ruines opiniones: la que sostiene que Dios,
al que no es atribuible cualidad alguna, es de orden cualitativo tal como son los grabados; y la
que, no obstante ser Él incorruptible, lo concibe corruptible tal como las imágenes fundidas;
en vez de sacarlas al descubierto para que seas instruida por los expertos en la verdad sobre lo
que te conviene aprender? Tú, en efecto,, crees ser hábil, porque estás práctica en groseros
métodos de persuasión con los que te es posible combatir la verdad; pero tu impericia se hace
patente en tu indiferencia por remediar esa penosa enfermedad de tu alma que es la
ignorancia.
20
Deut. XXVII, 15.

37. XII. Que el hombre ruin, huyendo del Que Es, se encierra en su propia incoherente
inteligencia, lo testimoniará Moisés, el "que mató al egipcio y escondió sus restos en la arena"
(Ex. II, 12), o lo que es lo mismo, tomó debida cuenta del hombre que sostiene que las cosas
del cuerpo tienen preeminencia y juzga que las del alma no son nada, considerando a las
pasiones como un fin.

38. Habiendo observado, en efecto, el trabajo impuesto por el rey de Egipto, vale decir, por el
vicio conductor de las pasiones, al que ve a Dios;21 ve al hombre egipcio, es decir, a la
humana y perecedera pasión, golpeando y ultrajando al vidente; y después de pasear la mirada
por toda el alma hacia aquí y hacia allá, y de no ver a nadie firmemente situado,22 excepto
Dios, el Que Es, y contemplar revueltas, en cambio, y agitadas las demás cosas, tras golpear y
reconocer prolijamente al amante de los placeres, ocúltalo en la incoherente y confusa
inteligencia del mismo, inteligencia privada de cohesión y unión con las cosas elevadas.
21
Ex. II, 11. "Al que ve a Dios", es decir, a Israel.
22
"Habiendo paseado la mirada en derredor hacia uno y otro lado, no ve a nadie..." (Ex. II,
12). Lo de "incoherente", literalmente "dispersa", es interpretación alegórica de la arena.

39, Este hombre, pues, ha venido a quedar oculto en sí mismo. El opuesto a éste huye, en
cambio, de sí mismo y se refugia en el Dios de cuanto existe. XIII. Por esto dice el legislador:
"Sacóle fuera y le dijo: 'Levanta tu vista hacia el cielo y cuenta las estrellas'." (Gen. XV, 5.')
Nosotros, insaciables en nuestro amor por la virtud, deseamos abarcar esas estrellas y
examinarlas a fondo, mas escapa a nuestras fuerzas el medir la riqueza de Dios.

40. A pesar de eso, gracias sean dadas al Que ama prodigar dones, por decirnos de esta

116
manera que Él ha colocado en nuestra alma gérmenes radiantes, brillantes y totalmente
intelectuales, tal como ha colocado las estrellas en el cielo. Pero, ¿no es ocioso el agregar
"fuera" a "lo sacó"? Porque, ¿quién saca hacia adentro? Sin embargo, lo que quiere significar
es seguramente lo siguiente: lo sacó hacia el espacio más exterior, no hacia cualquier sitio de
afuera que pueda ser encerrado por otros. En efecto, así como en las casas las habitaciones de
los hombres son más exteriores que las de las mujeres, y el patio está más adentro que ellas; y
la puerta del patio es exterior a éste, pero está adentro respecto de la puerta de entrada; del
mismo modo también en la esfera del alma lo que esta. fuera de una parte puede estar dentro
de otra.

41. De la siguiente manera hemos, pues de entender el pasaje: sacó a la inteligencia hacia la
parte más exterior. ¿Qué ventaja habría, en efecto, en que ella abandonara al cuerpo, pero se
refugiara en la sensibilidad? ¿Qué ganaría renunciando a la sensibilidad para acogerse a la
palabra? 23 Es preciso, pues, que la inteligencia que ha de ser "sacada" y dejada en libertad, se
aparte de todo: de las necesidades del cuerpo, de los órganos sensoriales, de los argumentos
capciosos, de la retórica persuasiva, y por último de ella misma.
23
O el logos pronunciado. Ver Sobre los querubines, nota 8.

42. XIV. Por ello también en otra ocasión Moisés se jacta diciendo: "El Señor, el Dios del
cielo y el Dios de la tierra, que me sacó de la casa de mi padre." (Gen. XXIV, 7.) En efecto,
no es posible que llegue a estar junto a Dios quien reside en un cuerpo y entre la raza mortal;
eso sólo es dado a aquel a quien Dios libera de la prisión.

43. Por este motivo también Isaac, la alegría del alma, cuando medita y está a solas con Dios,
se marcha dejando atrás a su propia persona y a su propia inteligencia. Léese, en efecto:
"Salió Isaac hacia la campiña al atardecer para meditar." (Gen. XXIV, 63.) Y Moisés, la
palabra profética, dice: "Cuando salga de la ciudad extenderé mis manos." (Ex. IX, 29.) La
ciudad es el alma, pues ésta es también una ciudad del ser viviente, a quien da leyes y
costumbres. Extenderé y expondré todas mis obras ante Dios llamándolo para que sea testigo
e inspector de cada una de ellas, Él, a quien por ley natural no puede el vicio pasar
inadvertido, sino debe por fuerza mostrarse sin máscaras y manifestarse claramente.

44. Cuando el alma en todas sus palabras y obras se ha tornado diáfana y próxima a la
Divinidad, cesan las voces de los sentidos y todos sus importunos y detestables ecos. Porque
lo visible invoca y llama hacia sí a la vista; el sonido al oído; el aroma al olfato y, en general,
lo sensible invita hacia sí a la sensibilidad, pero todo esto cesa cuando la inteligencia, aban-
donando la ciudad del alma, atribuye a Dios el origen de sus obras y reflexiones.

45. XV. Y ciertamente están "pesadas las manos de Moisés" (Ex. XVII, 12); porque así como
las acciones del hombre ruin son livianas e inconsistentes, las del hombre sabio serán segura-
mente pesadas, estables e inconmovibles; razón por la cual éstas son sostenidas por Aarón, la
palabra, y Hor, que representa la luz. Y como ninguna luz hay en las cosas más clara que la
verdad, lo que quiere Moisés mostrarte de manera simbólica es que las acciones del sabio son
sostenidas por las dos cosas más necesarias, la palabra y la verdad. Por eso también, cuando
muere Aarón, es decir, cuando ha sido hecho perfecto, es subido hacia Hor, que es la luz;24
porque la perfección de la palabra es la verdad, cuya claridad se extiende más allá de la luz, y
en procura de la cual se esfuerza la palabra.
24 Núm. XX, 25.

46. ¿No ves que al recibir Moisés de Dios el tabernáculo,25 es decir, la sabiduría, en la que

117
acampa y reside el hombre sabio, lo fijó, lo dotó de firme estructura y lo asentó sólidamente,
no en el cuerpo, sino fuera de él? A éste, en efecto, lo representa en la figura de una fortaleza,
de un campamento lleno de peleas y de cuantos males trae consigo la guerra, y en el que está
completamente ausente la paz. "Y fue llamado 'tabernáculo del testimonio'" (Ex. XXXIII, 7),
vale decir, 'sabiduría testimoniada por Dios'; y en efecto, "todo el que buscaba al Señor salía
en dirección a Él". Afirmación en todo acertada; porque si buscas a Dios, olí inteligencia, sal
fuera de ti misma y búscalo diligentemente; si, en cambio, permaneces en los embarazos del
cuerpo o en las presunciones que encierra la inteligencia, no habrá en ti tal búsqueda de las
cosas Divinas, aunque fingieres que las buscas.
25 Ex. XXXIII, 7.

47. Pero no es seguro que, aun cuando lo buscares, halles a Dios; a muchos, efectivamente, no
Se ha manifestado, resultando infructuoso su empeño del principio al fin. Con todo, la simple
búsqueda basta por sí sola para hacernos partícipes de bienes, porque siempre los intentos en
procura del bien, aunque no alcanzaren plenamente su objeto, regocijan por anticipado a
quienes se empeñan en ellos.

48. Así pues, el hombre ruin, huyendo y ocultándose de Dios, se refugia en su propia inteli-
gencia, enfermizo auxiliar; en tanto que el hombre de bien, por el contrario, abandonándose a
sí mismo, se vuelve hacia la aprehensión del Uno, obteniendo así la victoria en una noble
carrera, en éste que es el más excelente de los certámenes.

49. XVI. "Y llamó Dios Soberano a Adán y le dijo: '¿Dónde estás?'" (Gen. III.,9.) ¿Por qué
sólo Adán es llamado, siendo así que también su mujer estaba oculta con él? Ante todo es
preciso señalar que la inteligencia es llamada, dondequiera se hallare,26 cada vez que recibe
un reproche tendiente a poner freno a su claudicación. Pero no sólo ella es la llamada, sino
también todas sus facultades; porque sin las facultades la inteligencia por sí misma se
encuentra desnuda y es como si no existiese. Y una de sus facultades es la sensibilidad, que es
la mujer.
26
Es decir, cualquiera fuere su situación.

50. Por lo tanto, juntamente con Adán es también llamada la mujer, es decir, la sensibilidad.
Pero no la llama Dios a ella particularmente. ¿Por qué? Porque, siendo, como es, irracional,
no está en condiciones de recibir por sí misma una reprensión, ya que ni la vista, ni el oído, ni
ninguno de los otros sentidos es capaz de recibir instrucción; de modo que no les es posible
abocarse a la aprehensión de los objetos. Aquél que creó a la sensibilidad solamente le
confirió la facultad de distinguir entre las cosas materiales. La inteligencia, en cambio, es la
que recibe instrucción, y por eso Dios la llama a ella y no a la sensibilidad.

51. XVII. La expresión "Poû eí"27 puede ser explicada de varias maneras. Primeramente, no
en forma interrogativa, sino enunciativa, como equivalente de "Te hallas en algún lugar",
pronunciada en este caso con acento grave: " Poû eí". En efecto, puesto que habías pensado
que Dios se paseaba en el parque y que era contenido por éste, aprende que esa impresión
tuya no era acertada, y escucha la suma verdad de la palabra que procede de la Divina
Sabiduría; palabra según la cual Dios no se halla en lugar alguno, porque no es contenido sino
contiene al universo; siendo la ubicación espacial característica de lo que adquiere existencia,
por cuanto necesariamente es ello contenido y no contiene.
27
Translitero la expresión Poû eí = dónde estás, en vez de insertar directamente la traducción,
por ser imposible de otra manera captar las sutilezas fonéticas y semánticas de que hace gala
Filón en el presente caso, aprovechando la circunstancia de que Poû puede ser indefinido,

118
exclamativo e interrogativo.

52. Según una segunda interpretación la expresión equivale a lo siguiente: ¡A dónde has
venido a encontrarte, oh alma! ¡Por cuan grandes males has trocado tan grandes bienes!
[Habiéndote llamado Dios a participar de la virtud, tú te has allegado al vicio; y habiéndote
procurado el árbol de la vida, es decir, de la sabiduría con la que hubieras podido vivir, tú te
has hartado en el goce de la ignorancia y la corrupción, prefiriendo el infortunio, es decir, la
muerte del alma, a la felicidad de la verdadera vida!

53. La tercera interpretación es la interrogativa, para la cual caben dos respuestas. Una
respuesta a la pregunta "¿Dónde estás?" es 'En ninguna parte. En efecto, ningún lugar tiene el
alma del hombre ruin para acogerse y en el que asentarse. Ése es el motivo por el que también
se dice que el hombre ruin es un hombre carente de lugar.28 Un mal imposible de clasificar es
calificado como carente de lugar.29
Y ése es el hombre ajeno al bien, que vive siempre alterado e inestable, vagando de un lado a
otro como viento variable, y apartado totalmente de toda opinión firme.
28
Átopos = sin lugar, significa además absurdo, extravagante, insensato, sentidos todos éstos
que Filón asocia a la idea de hombre malvado.
29
Es decir, no ubicable dentro de una determinada categoría, desubicado.

54. La otra respuesta que podría darse, y que es la que también empleó Adán, es ésta:
'Escucha dónde estoy: estoy donde están los que son incapaces de ver a Dios; donde están los
que no escuchan a Dios; donde están los que se ocultan de la Causa; donde están los que
huyen de la virtud; donde están los desnudos de sabiduría; donde están los que temen y
tiemblan por falta de hombría y por cobardía de alma.' En efecto, cuando Adán dice: "Escuché
Tu voz en el parque; tuve miedo porque estoy desnudo y me oculté" (Gen. III, 10); manifiesta
todo cuanto acabo de decir; según lo expuse con la debida detención en las anteriores
secciones.

55. XVIII. No obstante, en este momento Adán no está desnudo. Poco antes se ha dicho:
"Hicieron cinturones para sí." (Gen. III, 7.) Pero también mediante esto quiere Moisés
enseñarte que entiende por desnudez, no la del cuerpo, sino aquella por la cual la inteligencia
se muestra desprovista y desnuda de virtud.

56. "La mujer", leemos, "que me diste por compañera,30 ella me dio del árbol y comí." (Gen.
III, 12.) Bien está el que diga, no "la mujer que me diste para mí", sino "por compañera"; por-
qué no me has dado la sensibilidad en propiedad, sino que también a ella la dejaste libre y sin
trabas, y rebelde en cierta manera a los mandatos de mi discernimiento. Por ejemplo, si la
inteligencia quisiere ordenar a la vista que se abstenga de ver, no por eso mirará ella menos lo
que tiene ante sí. Y con el oído ocurre otro tanto: aunque la inteligencia le ordenare resuelta-
mente no escuchar, si una voz le llegare, la recibirá perfectamente. Y por su parte el olfato, en
viniendo olores hacia él, olerá, aun cuando la inteligencia le prohibiere acogerlos.
30
En el pasaje se lee textualmente: "que diste conmigo (met´emoú)"; lo que tomado al pie de
la letra permite a Filón llegar a las conclusiones del párrafo 57.

57. Por esto, Dios no "dio" la sensibilidad "al" ser animado, sino la "dio con" el ser animado.
Esto significa lo siguiente: nuestra sensibilidad conoce todas las cosas junto con nuestra
inteligencia y al mismo tiempo que ella. Por ejemplo, la vista se aplica a lo visible al mismo
tiempo que la inteligencia. En efecto, el ojo ha visto el objeto corpóreo, y al instante la
inteligencia ha aprehendido lo visto: que es negro o blanco o amarillo o rojo; triangular o

119
cuadrangular o redondo; o los restantes colores y formas. Y otro tanto ocurre en el caso del
oído; ha recibido la impresión de la voz y al mismo tiempo la ha recibido la inteligencia. Lo'
prueba el hecho de que ésta al punto ha reconocido si se trata de una voz baja o alta,
armoniosa y rítmica o, por el contrario, si es destemplada y disonante. Y lo mismo se hace
patente en el caso de los otros sentidos.

58. Completamente acertado también es haber agregado: "Ella me dio del árbol". En efecto,
nadie, como no sea la sensibilidad, da a la inteligencia la masa "arbórea"31 y perceptible por
los sentidos. Porque, ¿quién ha dado a la inteligencia la posibilidad de conocer el cuerpo o la.
blancura? ¿No fue acaso la vista? ¿Y quién, la de conocer la voz? ¿No ha sido el oído? ¿Y
quién, el olor? ¿No ha sido el olfato? ¿Y quién, el sabor? ¿Acaso no ha sido el gusto? ¿Y
quién, lo áspero y lo suave? ¿No ha sido acaso el tacto? Con todo acierto y verdad, entonces,
ha dicho la inteligencia que 'sólo la sensibilidad me da las aprehensiones de las cosas
corporales'.32
31
O sea, material, corporal.
32
Paráfrasis de "Ella me dio del árbol y comí." (Gen. III, 12).

59. XIX. "Y dijo Dios a la mujer: '¿Por qué has hecho esto?" Y ella dijo: 'La serpiente me
engañó y comí'." (Gen. III, 13.) Una cosa es lo que Dios pregunta a la sensibilidad, y otra lo
que ésta responde. En efecto, Dios inquiere algo acerca del hombre,33 y ella no menciona a
éste sino contesta algo referente a si misma, diciendo "comí" en vez de "di".
33
Es decir, según Filón, Dios ha preguntado a la mujer por qué ha dado de comer del árbol a
Adán; y ella se limita a responder "comí". Pero,. el aparente absurdo de la respuesta no es tal,
ya que, en realidad, ha respondido con una gran verdad: comer ella y dar de comer al hombre
van parejos, pues no bien la sensibilidad "come", es decir, capta las cosas sensibles, la
inteligencia automáticamente "come", vale decir, aprehende a su vez lo captado por la
sensibilidad.

60. Se me ocurre, pues, que si interpretamos esto en forma alegórica, solucionaremos la


dificultad y demostraremos que la mujer responde acertadamente a lo que se le inquiere. En
efecto, es necesario que, si ella ha comido, coma también el hombre; porque, cada vez que la
sensibilidad se lanza hacia el mundo sensible y se llena con la representación del mismo, acto
seguido también la inteligencia toma contacto con él, lo ase y se satura, en cierta manera, del
alimento que él le proporciona. Y lo que ella dice es esto: He dado al hombre no por mi
voluntad; porque, habiéndome vuelto yo hacia lo que tenía delante de mí, él, que es
rapidísimo en sus movimientos, recibió por sí solo la imagen y la impresión.

61. XX. Observa que, mientras el hombre dice que la mujer ""ha dado", en cambio la mujer
no dice que la serpiente ha dado sino que "ha engañado". Es que, así como es propio de la
sensibilidad el dar; del placer artero y semejante a la serpiente, en cambio, lo propio es el
engañar e inducir a error. Por ejemplo, la sensibilidad da a la inteligencia lo que por
naturaleza es blanco, negro, caliente, frío, y no con engaño sino ajustándose a la verdad.
Porque, como son las cosas que tiene ella ante sí así es la representación que llega a la
inteligencia desde ellas, a estar a la opinión de la mayoría de los que investigan las cuestiones
relativas a la naturaleza con no bastante precisión.34 El placer, en cambio, no da a conocer a la
inteligencia el objeto tal cual este es, sino lo falsea con artificio haciendo aparecer como
provechoso lo que es dañoso.
34
O "que no exageran (o extreman) la precisión en las investigaciones sobre la naturaleza."
La expresión es difícil de entender y no se puede precisar a ciencia cierta a qué pensadores se
refiere Filón. Tal vez, como propone Bailey, se trate de Empédocles, Leucipo y Epicuro.

120
Colson sugiere que la traducción podría ser "filósofos materialistas". En todo caso, es extraño
que, buscando Filón un aval para lo que afirma, aparezca menoscabando la autoridad
científica de las fuentes a que alude.

62. Análogamente, entre las cortesanas es posible ver a las feas tiñiéndose y pintándose el
rostro para ocultar su fealdad; y es también el caso del hombre incontinente inclinado al
placer del vientre. Éste, en efecto, acoge como un bien la abundancia de vino puro y de
aderezados manjares, y sin embargo es dañado por ellos en el cuerpo y en el alma.

63. Asimismo, es posible ver cómo a menudo los enamorados enloquecen por las mujeres de
más desagradable aspecto, mientras el placer los engaña describiéndoles, poco más o menos,
las bellezas de formas y colores, la lozanía y proporción de partes de mujeres cuyas
características son todas opuestas a ésas. Lo cierto es que ellos miran con indiferencia a
aquellas que de veras están dotadas de belleza irreprochable, en tanto que desfallecen por
aquellas que he señalado.

64. Engaños de toda especie son, pues, absolutamente normales en el placer; "dar", en
cambio, es muy propio de la sensibilidad. El placer engaña y desorienta a la inteligencia
mostrándole los objetos no como realmente son, sino como no son; la sensibilidad, en cambio,
le da las cosas materiales con toda nitidez, tales como son por naturaleza, sin ficciones ni
artificios.

65. XXI. "Y dijo Dios Soberano a la serpiente: 'Porque has hecho esto, maldita serás desde
todos los ganados y desde35 todas las bestias de la tierra; andarás sobre tu pecho y tu vientre, y
comerás tierra todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu
simiente y la suya. Ella 36 vigilará sobre tu cabeza y tú vigilarás sobre su talón." (Gen. III, 14
y 15).
35
Traduzco literalmente la preposición apó = desde, en vez de entre, por requerirlo la lectura
en que Filón basará en el párrafo 107 su interpretación del pasaje.
36
Ver nota 95.

66. ¿Por qué razón maldice a la serpiente sin darle ocasión para justificarse, siendo así que en
otra ocasión manda, como es razonable, "que se presenten los dos entre los que tiene lugar la
disputa" (Deut. XIX, 17) y no dar crédito a uno sin haber oído antes al otro? Y ves también
que Dios no acepta por anticipado el testimonio de Adán contra su mujer sino da a ésta la
oportunidad de defenderse cuando inquiere: "¿Por qué has hecho esto?" (Gen. III, 13.) Ella,
por su parte, confiesa haber incurrido en falta a causa del engaño del artero placer, semejante
a una serpiente. ¿Qué impedía, entonces, aun habiendo dicho la mujer que la serpiente la
había engañado, que interrogase a la serpiente sobre si ella había cometido el engaño, en vez
de maldecirla sin previo juicio y sin que mediara su autodefensa?

67. Debemos decir, por lo tanto, que la sensibilidad no es clasificable entre las cosas ruines ni
entre las nobles, sino es algo intermedio, común al sabio y al necio; y tal que cuando se halla
en el necio se toma ruin, y cuando se encuentra en el hombre de bien resulta noble. Es
razonable, entonces, que, pues de por si no tiene una naturaleza depravada sino fluctuante y se
inclina ora hacia el bien, ora hacia el mal, no sea juzgada culpable hasta que haya confesado
que ha seguido a la peor parte.

68. La serpiente, en cambio, vale decir, el placer, es depravada de por sí. Por eso no se
encuentra absolutamente en el hombre de bien; sólo el ruin disfruta de él. Como corresponde,

121
pues, niega Dios oportunidad de alegato a la serpiente, y la maldice pues no hay en ella
germen de virtud, siendo culpable y malvada en toda ocasión y lugar.

69. XXII. Por esto también en el caso de Er sabe Dios que se trata de un malvado y sin que
medie una acusación expresa sobre su culpa, lo mata.37 Es que Él no ignora que nuestra masa
de piel ("de piel", en efecto, significa "Er"), es decir, el cuerpo, es malvada e insidiosa contra
el alma, un cadáver, una cosa siempre muerta. No pienses, en efecto, que cada uno de
nosotros hace otra cosa que transportar un cadáver; ya que el alma sostiene y conduce sin
esfuerzo ninguno al cuerpo, que de por sí es un cadáver. Y observa, si quieres, el vigor de ella.
38
"Ahora", es decir, al cabo de un determinado tiempo, en la interpretación alegórica del
pasaje.

70. El más vigoroso de los atletas no tendría fuerzas para transportar su propia estatua durante
breve tiempo; el alma, en cambio, a veces hasta los cien años, transporta con facilidad la
estatua del ser humano, y sin cansarse. No es ahora,38 en efecto, cuando Dios mata a Er; por el
contrario, desde el principio hizo que el cuerpo fuera un cadáver.
37
Gen. XXXVIII, 7.

71. Malvado por naturaleza, repito, insidioso contra el alma, no a todos, sin embargo, aparece
así, sino solo a Dios y a quien es amigo de Dios. Dice Moisés, en efecto: "Er era malvado a
los ojos del Señor." (Gen. XXXVIII, 7.) Y la inteligencia, cuando se ocupa de las cosas
celestes y se inicia en los misterios del Señor, juzga al cuerpo malvado y hostil. Pero cuando
ella abandona la investigación de las cosas sagradas, lo considera amigo, pariente y hermano,
como lo atestigua el hecho de que se refugie en las cosas que éste ama.

72. Por eso difieren el alma del atleta y el alma del filósofo. Porque, mientras el atleta todo lo
refiere a la buena complexión del - cuerpo y, amante del cuerpo, como es, sacrificaría a la
misma alma en provecho de aquél; el filósofo, en cambio, prendado de lo noble que vive en su
propio ser, cuida del alma y no hace caso del cuerpo, un cadáver en realidad, teniéndolo en
cuenta solamente, para que la parte más excelsa de su ser, el alma, no sea dañada por un ruin
cadáver vinculado a ella.

73. XXIII. Ves que el que mata a Er no es el Señor sino Dios. Es que, al aniquilar al cuerpo,
lo hace, no en su condición de Gobernante y Soberano, y empleando la autoridad sin límites
de Su poder; sino usando de Su bondad y benevolencia ("Dios', en efecto, es el nombre de la
bondad de la Causa), a fin de que conozcas que también a las cosas inanimadas las ha creado
empleando, no la autoridad sino la bondad, tal como en el caso de los seres animados. Era, en
efecto, necesario que para que se pusieran claramente de manifiesto las naturalezas superiores
tuviera lugar también la creación de las inferiores por el mismo poder, es decir, la bondad de
la Causa: bondad que se llama Dios.

74. ¿Cuándo, entonces, oh alma, te considerarás a ti misma, sin retaceos, portadora de un


cadáver? ¿No será, acaso, precisamente cuando hayas alcanzado la perfección, y seas con-
siderada digna de premios y coronas? En efecto, entonces es cuando serás amante de Dios y
no amante del cuerpo, .Y alcanzarás las recompensas si se convierte en tu esposa la nuera de
Judá, Tamar, cuyo nombre significa "palma", es decir, el símbolo de la victoria. He aquí la
prueba. Cuando Er la ha tomado por mujer, de inmediato es hallado malvado y matado. Dice,
en efecto, el legislador: "Y tomó Judá para su primogénito Er una mujer cuyo nombre era
Tamar" (Gen. XXXVIII, 6); y agrega en seguida: "Y Er fue malvado a los ojos del Señor, y
Dios lo mató." (Gen. XXXVIII, 7.) Y así es: cuando la inteligencia alcanza los premios de la

122
virtud, condena a muerte al cadáver, que es el cuerpo.

75. Ves tú que, por una parte, maldice a la serpiente sin admitirle alegato alguno, pues es el
placer; y, por otra, mata a Er sin manifestar expresamente la causa, porque se trata del cuerpo.
Y si lo examinas, amigo, hallarás que Dios ha creado en el alma naturalezas culpables y
censurables, así como otras nobles y ponderables en todo sentido, tal como en el caso de las
plantas y los animales.

76. ¿No observas que entre las plantas también a unas el Creador las ha formado aptas para el
cultivo, útiles y saludables; mientras que a otras las hizo salvajes, dañinas y origen de
enfermedades y de muerte, y que otro tanto ocurre con los animales? Entre estos últimos, sin
duda alguna, creó también a la serpiente, de la que estamos ocupándonos ahora; ya que se
trata de un animal dañino y mortífero de por sí. Pues bien, lo que la serpiente hace al hombre,
eso mismo hace el placer al alma; por eso la serpiente es símbolo del placer.

77. XXIV. Así, pues, como Dios ha mostrado su repugnancia hacia el placer y el cuerpo sin
manifestar las razones, así también ha favorecido a las naturalezas bien dispuestas sin que
medien razones expresas, no habiendo, antes de brindarles sus alabanzas, reconocido obra
alguna de ellas. Si alguien, pues, preguntara por qué dice Moisés que Noé halló gracia ante el
Señor,39 siendo así que anteriormente no había realizado, hasta donde llega nuestra
información, ninguna obra meritoria, responderemos como corresponde diciendo que ello es
prueba de que se trata de una naturaleza loable desde su nacimiento; su nombre, en efecto,
significa "reposo" o "justo": y es preciso que el que cesa de cometer injusticias y faltas,
cesando para reposar en lo noble y compartiendo su existencia con la justicia, halle gracia ,,de
parte de Dios.
39
Gen. VI, 8.

78. Pero "hallar gracia" no es sólo, como algunos Diensan, .equivalente a causar agrado, sino
además lo siguiente: el hombre justo, al indagar acerca de la naturaleza de los seres, descubre
este único y el más excelso "hallazgo": que todas las cosas son una "gracia" de Dios; y que de
la creación no procede "gracia" alguna, ya que nada es propiedad suya, sino todas las cosas
son propiedad de Dios, por lo que también la gracia Le pertenece a Él exclusivamente. Por
ejemplo, la forma más correcta de responder a los que inquieren por el origen de la creación
es seguramente que tal origen se halla en la bondad y la gracia de Dios, que .Él ha prodigado
sobre la raza situada inmediatamente después de Él.40 Efectivamente, todo cuanto existe en el
mundo y el mundo mismo constituyen dones, prodigalidad y gracia de Dios,
40
Vale decir, la raza humana, que es la que sigue inmediatamente en orden jerárquico a la
Divinidad, raza para la cual Dios ha provisto cuanto existe en la creación.

79. XXV. Otro ejemplo es Melquisedec, a quien hizo Dios rey de la paz (esto, en efecto,
significa "Salem") y sacerdote Suyo,41 sin haber dispuesto previamente la concreción de obra
alguna del mismo, haciendo de él desde su origen un rey pacífico y digno de Su mismo
sacerdocio. Es, en efecto, llamado "el rey justo"; y un rey es enemigo del déspota, por cuanto
el uno es autor de leyes, en tanto que el otro es un agente de ilegalidad.
41
Gen. XIV, 18.

80. Así, mientras la inteligencia que es despótica establece para el alma y el cuerpo órdenes
violentas, perjudiciales y causantes de profundas penas; me refiero a las prácticas viciosas y a
los disfrutes de las pasiones; la que es rey persuade más bien que ordena, en primer lugar; y
luego emite instrucciones tales, que mediante ellas el ser animado, cual un navío, realizará la

123
feliz trayectoria de la vida encaminado por el buen piloto, que no es otro que la recta razón.

81. Llámese, pues, al déspota soberano de la guerra; al rey, en cambio, príncipe de la paz, de
Salem; y ofrezca éste al alma alimentos plenos de gozo y alegría, pues trae panes y vino, que
los amanitas y moabitas negáronse a proporcionar al vidente;42 causa por la cual se hallan
excluidos de la Divina reunión y asamblea. En efecto, los amanitas, cuya naturaleza procede
de su madre, la sensibilidad, y los moabitas, procedentes de su padre, la inteligencia, es decir,
los caracteres que piensan que todas las cosas, estén comprendidas por estas dos, la
inteligencia y la sensibilidad, y no adquieren noción alguna de Dios, "no entrarán", dice
Moisés, "en la asamblea del Señor, porque ellos no salieron a vuestro encuentro con pan y
agua". (Deut. XXIII, 3 y 4) cuando salíais de las pasiones de Egipto.
42
Es decir, al pueblo de Israel.

82. XXVI. Mas, ofrezca Melquisedec en vez de agua vino, y délo a beber puro a las almas,
para que ellas se tomen poseídas de una Divina embriaguez, más sobria que la sobriedad
misma; porque él es un sacerdote, es decir, la razón que posee como porción suya al Que Es y
madura sobre Él altos, vastos y sublimes pensamientos, como que es "sacerdote del
Altísimo".43 Y dice "Altísimo" no porque haya algún otro no altísimo. Dios es único "arriba
en el cielo y abajo en la tierra; y no hay otro fuera de Él" (Deut. IV, 39); sino porque el
concebir acerca de Dios pensamientos, no humildes y bajos, sino elevados, tales que
trascienden toda grandeza, más allá de toda referencia a la materia, sugiere la imagen del más
elevado de los seres.
43
Gen. XIV, 18.

83. XXVII. ¿Y qué obra meritoria había ya realizado Abram,44 para que Dios le ordenara
abandonar su patria y parientes y habitar una tierra que Él mismo le habría de dar;45 tierra que
es una ciudad hermosa, amplia y muy próspera, pues grandes y preciados son los dones de
Dios? Es que también a este carácter lo creó dotado de un rasgo digno de estima, como que
"Abram" significa "padre elevado"; y ambos nombres sugieren loables condiciones en él.
44
"Abram", primer nombre del patriarca, trocado más tarde en Abraham. Compárese la
favorable interpretación del nombre "Abram" expuesta aquí con las ofrecidas en Sobre los
querubines 4, Sobre los gigantes 62 y Sobre el cambio de los nombres 66.
45
Gen. XII, 1.

84. En efecto, la inteligencia, cuando no oprime al alma a manera de déspota, sino la gobierna
como un padre, no proporcionándole las cosas agradables sino dándole las convenientes, aun
contrariando los deseos de ella; cuando, en general, apartándose de las cosas bajas, y de
cuanto conduce a las cosas mortales, se eleva y se aboca a la contemplación del universo y sus
partes; y, remontándose aún más alto, indaga acerca de la Divinidad y de Su naturaleza,
movida por un inefable amor al saber; no puede entonces permanecer en las opiniones que
sustentaba al principio; y, empeñada en su propia superación, busca trocar su residencia por
otra mejor.

85. XXVIII, A algunos, aun antes de su nacimiento, acuérdales Dios hermosa forma y nobles
disposiciones, y tiene determinado de antemano que habrá de caberles la más excelente
porción. ¿No ves qué es lo que dice Abraham acerca de Isaac, cuando aquél no espera que
habrá de ser padre de un hijo tal, sino hasta se ríe de la promesa y dice: "¿Le sucederá esto a
un hombre de cien años; y dará a luz Sara, que tiene noventa años?" (Gen. XVII, 17.) Dios
ratifica y confirma Su promesa diciéndole: "Sí, he aquí que Sara, tu mujer, te engendrará un
hijo, al que pondrás por nombre Isaac; y estableceré Mi pacto con él para alianza perpetua."

124
(Gen. XVII, 19.)

86. ¿Qué es, pues, lo que ha hecho éste para merecer aun antes de su nacimiento ser alabado?
Algunos de los bienes resultan provechosos cuando han llegado a ser realidad y están
presentes; tales por ejemplo la salud, la nitidez de las sensaciones, quizá la riqueza, la fama;
pues aun estas cosas pueden llamarse, tomando el término en un sentido muy amplio,
"bienes". Algunos, en cambio, no sólo benefician cuando ya existen sino también cuando está
predicho que van a existir; por ejemplo, la alegría, que es una feliz disposición del alma, no
sólo regocija cuando, ya presente, se desarrolla activamente, sino también alegra
anticipadamente cuando se la aguarda. Es que ella posee también la siguiente especial ventaja:
mientras los restantes bienes alcanzan eficacia sólo en razón de su propia bondad particular; la
alegría, en cambio, es un bien particular y general. Acompaña, en efecto, a todos los demás,
pues nos alegramos por la salud, por la libertad, por la honra y por todos los otros bienes; de
modo que es lícito decir sin temor a equivocarse que ningún bien existe en el que no esté
presente la alegría.

87. Mas no sólo nos alegramos por los otros bienes cuando éstos se han producido ya y están
presentes; sino también cuando están a punto de darse y se esperan. Por ejemplo, cuando
esperamos que habremos de enriquecernos, o de obtener algún cargo, o de merecer alabanzas,
o de descubrir el modo de librarnos de enfermedades, o de alcanzar salud y fuerza, o de trocar
nuestra ignorancia en sabiduría, sentimos una alegría sin límites. Ahora bien, puesto que la
alegría no sólo cuando está presente sino también cuando se espera hace desbordar al alma de
regocijo, es natural que Dios haya considerado a Isaac digno de este gran nombre y de un
grande don antes de que fuese engendrado. "Isaac", en efecto, significa risa del alma, alegría y
regocijo.

88. XXIX. Otro caso es el de Jacob y Esaú. Cuando aún se hallan en el vientre materno
declara Dios que el uno es jefe, conductor y señor; en tanto que el otro, Esaú, es subordinado
y siervo. Es que Dios, el Hacedor de los seres vivientes, conoce bien Sus propias
producciones antes aún de cincelarlas acabadamente a ellas mismas, los poderes de que luego
dispondrán y, en general, sus obras y experiencias. De ese modo, cuando Rebeca, es decir, el
alma paciente, marcha a preguntar a Dios, Éste le responde: "Dos naciones hay en tu vientre y
dos pueblos se dividirán desde tus entrañas, y un pueblo será más fuerte que el otro, y el
mayor servirá al menor." (Gen. XXV, 25.)

89. Ante Dios, en efecto, es por naturaleza esclavo lo ruin e irracional, en tanto que lo noble,
racional y superior está llamado a gobernar y ser libre; y no cuando ya uno u otro ha adquirido
plena existencia en el alma, sino también cuando todavía su existencia es incierta. Y así es,
generalmente aun una pequeña brisa de virtud señala no sólo la libertad sino también el
mando y la soberanía, y, a la inversa, el principio, sea cual fuere, de un vicio esclaviza al
discernimiento, aun cuando todavía su engendro no haya alcanzado completo desarrollo.

90. XXX. Cabe preguntarse qué indujo a este mismo Jacob, cuando José hubo traído a sus dos
hijos. Manases, el mayor, y Efraín, el menor, a extender las manos y posar la derecha sobre
Efraín, el más joven, y la izquierda sobre Manases, el de más edad; y qué lo movió a decir,
ante el disgusto de José por el hecho, y su creencia de que su padre se había equivocado invo-
luntariamente en la imposición de las manos: 'No he cometido error; por el contrario', "lo sé,
hijo mío, lo sé; éste también vendrá a ser un pueblo, y éste también será engrandecido, pero su
hermano menor será más grande que él." (Gen. XLVIII, 19.)

125
91. ¿Qué hemos de decir sino esto: que dos facultades en extremo necesarias habían sido
creadas en el alma por Dios, la memoria y la reminiscencia? La memoria es superior; la remi-
niscencia, inferior. La primera, en efecto, mantiene fijas y claras las aprehensiones, de modo
que no se cometan errores por ignorancia; en tanto que la reminiscencia es precedida en todos
los casos por el olvido, cosa mutilada y ciega.

92. Pero lo inferior, la reminiscencia, resulta ser más vieja que la superior, la memoria; porque
(mientras la reminiscencia supone intervalos de olvido, la memoria es) 46 continua e
ininterrumpida. En efecto, los que por primera vez nos abocamos a las artes no podemos
adquirir enseguida pleno dominio de los principios que les conciernen, y así, nos encontramos
al principio con que los olvidamos, y nuevamente los recordamos, hasta que, por el reiterado
olvidarlos y el sucesivo recordarlos, al cabo acabará por imponerse una firme memoria. De lo
que se infiere que la memoria, pues ha nacido más tarde, es más joven que la reminiscencia.
46
La parte entre paréntesis es una reconstrucción hipotética para llenar una laguna del texto
griego. La idea es que la memoria es más reciente porque supone una fijación que
normalmente no se da en la etapa inicial del acopio de recuerdos.

93. Pues bien, "Efraín" es el nombre figurado de la memoria, pues significa "fructificación", y
el alma del hombre estudioso produce su propio fruto, cuando mediante la memoria es capaz
de retener firmemente los principios estudiados. En cambio, Manases representa a la
reminiscencia; se dice, en efecto, que su nombre traducido significa "salido del olvido"; y el
que escapa del olvido forzosamente rememora. Con sumo acierto,. por lo tanto, el engañador
de las pasiones y practicante de la virtud, Jacob, extiende su mano derecha sobre la fructífera
memoria, es decir, Efraín, y considera merecedor del segundo lugar a Manases, o sea, a la
reminiscencia.

94. Pero, también Moisés de los sacrificadores de la Pascua, a los que habían sacrificado
primero los alaba sobremanera, porque tras haber emprendido la travesía .desde las pasiones
de Egipto perseveraron en esa travesía y ya no tendieron hacia ellas; en tanto que a los que
habían sacrificado en segundo término los juzga merecedores del segundo lugar,47 por cuanto,
después de haberse alejado de aquéllas retornaron por el mismo camino, y, como si se
hubieran olvidado de sus deberes, de nuevo se lanzaron a. hacer lo mismo, mientras los
primeros habían perseverado sin volverse atrás. Por lo tanto, Manases, el que sale del olvido».
corresponde a los que sacrificaron la Pascua en segundo término; Efraín, el fructífero, a los
que lo hicieron en primer término.
47
Núm. IX, 6 y ss.

95. XXXI. Por eso también Dios llama a Besalel por su nombre, y le dice que le ha concedido
el don de la sabiduría y la ciencia, y lo ha designado artesano y director de todas las obras del
tabernáculo, es decir, de las obras del alma,48 no obstante que no ha indicado antes obra
alguna de él que pudiera serle alabada. Es preciso, pues, decir que también aquí se trata de
una forma estampada por Dios en el alma como se estampa una moneda de buena ley. Cuál,
entonces, es la imagen impresa lo sabremos si previamente nos informamos con exactitud
sobre el significado del nombre.
48
Ex. XXXI, 2 y ss.

96. Pues bien, "Besalel" significa "en la sombra de Dios". Pero la sombra de Dios es Su
logos,49 del que Él se ha servido como de un instrumento para la creación del mundo. Pero
esta "sombra", esto que podemos considerar como la imagen de Dios, es el arquetipo de las
restantes creaciones. En efecto, así como Dios es el modelo de esa imagen, a. la que acabamos

126
de denominar "sombra", del mismo modo la. imagen deviene el modelo de las otras cosas, tal
como lo demostró Moisés al comienzo de la legislación diciendo: "E hizo Dios al hombre
según la imagen de Dios" (Gen. I, 27); con lo que da a entender que la imagen fue hecha
como una copia de Dios, y el hombre, a su vez, hecho como una copia de esa imagen, una vez
que ésta hubo adquirido propiedad de modelo.
49
Ver Sobre la creación, nota 6.

97. XXXII. Observemos, entonces, cuál es el carácter impreso. Los primeros hombres
trataban de averiguar cómo llegamos nosotros a conocer a la Divinidad. Más tarde los que, al
parecer, han filosofado mejor 50 dijeron que hemos logrado la aprehensión de la Causa
partiendo del mundo, de sus partes constituyentes y de las fuerzas que subsisten en ellos.
50
Los estoicos, cuyos argumentos sobre el particular se tratan en Sobre las leyes particulares
I, 32 a 35.

98. En efecto, así como, si alguien llega a ver una casa cuidadosamente construida, con
vestíbulo, columnas, apartamentos masculinos, cuartos de las mujeres, y las otras
construcciones, se hará una idea del que la construyó, pues no pensará que la casa fue acabada
sin un artesano y su técnica; y de la misma manera en el caso de una ciudad, de un templó o
de toda construcción menor o mayor;

[99.] de idéntico modo también, si alguien, habiéndose aproximado a este mundo, como a una
inmensa casa o ciudad, y habiendo contemplado el cielo rotando circularmente y conteniendo
en sí todas las cosas; y los planetas y estrellas tijas moviéndose sin variación alguna rítmica y
armoniosamente y con provecho para el universo; y la tierra, a la que cupo la región central, y
las corrientes de agua y de aire ordenadas a modo de límites suyos; y además las creaturas
vivientes, mortales e inmortales, y las diferentes especies de plantas y de frutos; razonará sin
duda que estas cosas no han sido hechas sin un arte consumado, y que Dios fue y es el artífice
de este universo. Los que así razonan llegarán al conocimiento de Dios a través de una
"sombra", es decir, a la aprehensión del Artífice a través de Sus obras.

100. XXXIII. Existe, empero, cierta inteligencia más perfecta y más purificada, iniciada en
los grandes misterios, que no conoce a la Causa partiendo de las cosas creadas, como podría
conocerse la sustancia a partir de su sombra, sino dirigiendo la mirada más allá de lo creado,
hasta alcanzar una clara visión del Increado, aprehendiendo así, desde Él mismo, a Él y a Su
sombra; lo que equivale, como dijimos,51 a aprehender a Su logos y a este mundo.
51
Ver 96.

101. La inteligencia a que me refiero es Moisés, quien dice: "Manifiéstate a mí; que yo Te vea
y Te conozca." (Ex. XXXIII, 13.) No me seas, pues, conocido a través del cielo, la tierra, el
agua, el aire o, en suma, a través de cualquiera de los seres de la creación; ni vea yo Tu forma
reflejada en otro alguno fuera de Ti, Dios, porque las formas, reflejadas en las cosas creadas,
se diluyen mientras que en el Increado permanecen estables, firmes y eternas. Tal es el motivo
por el que Dios ha llamado expresamente a Moisés y le ha hablado.

102. También llamó expresamente a Besalel, mas no de la misma manera. Uno recibe la nítida
visión de Dios procedente de la misma Causa; el otro se informa acerca del Artífice, mediante
un proceso de discernimiento, como a partir de una sombra, es decir, partiendo de las cosas
creadas. Por esto hallarás que el tabernáculo y su ornamentación toda son preparados primero
por Moisés y más larde por Besalel, ya que Moisés confecciona los arquetipos, y Besalel las
reproducciones de los mismos. Es que Moisés tiene a Dios como instructor, conforme con la

127
norma impartida por Él: "Harás todo según el modelo que te ha sido mostrado en la montaña"
(Ex. XXV, 40); en tanto que Besalel tiene por instructor a Moisés.

103. Y era lo previsible; porque, cuando se rebelan Aarón, la palabra, y Miriam, la


sensibilidad, oyen que se les dice expresamente: "Si un profeta se aproximare al Señor, Él Se
le dará a conocer en una visión" y en una sombra, no claramente; en cambio, a Moisés, que
"es fiel en toda Mi casa, le hablaré de boca a boca, de manera clara y no con términos
obscuros." (Núm. XII, 6 a 8.)

104. XXXIV. Puesto que hemos comprobado que son dos las naturalezas creadas, modeladas
y cinceladas a la perfección por Dios, la una de por sí dañosa, vituperable y maldita; la otra,
en cambio, provechosa y laudable; la una portadora de un carácter adulterado; la otra dotada
de un legítimo cuño; elevemos una noble y armoniosa plegaria, que Moisés también ha eleva-
do "para que Dios nos abra Su propio tesoro" (Deut. XXVIII, 12) y aquella excelsa razón
preñada de Divinas luces a la que Él llamó cielo; y para que cierre completamente los tesoros
de cosas malas.

105. Porque, así como los hay de bienes, así existen junto a Dios tesoros de cosas malas,
como lo atestigua en el gran canto 52 cuando dice: "¿Acaso no están estas cosas guardadas
junto a Mí y selladas en Mis tesoros en el día del castigo, cuando el pie de aquéllos
resbalare?" (Deut. XXXII,. 34 y 35.) Como ves, existen tesoros de males; y, si el de los bienes
es uno solo, pues, siendo uno Dios, uno es el tesoro de los bienes; muchos, en cambio, son los
de males, puesto que los que delinquen son incontables, una multitud. Pero observa también
en esto la bondad del Que Es: abre el tesoro de los bienes y cierra los denlos males, porque
propio de Dios es ofrecer los bienes y apresurarse a distribuirlos, así como ser muy medido en
lanzar los males.
52
"El gran canto": así designa Filón en varios pasajes al Deuteronomio

106. Pero Moisés, insistiendo aún en la predisposición de Dios a prodigar dones y gracias,
dice que no sólo en las demás circunstancias mantiene sellados los tesoros de males sino
también, cuando el alma resbalare en su marcha en pos de la recta razón, es decir, cuando lo
justo sería que se la considerara digna de castigo. Dice, en efecto, que mantiene "sellados los
tesoros de males en el día del castigo"; demostrándonos así la sagrada palabra que ni siquiera
contra los que pecan procede Dios a aplicar el castigo enseguida, sino les concede tiempo para
el arrepentimiento y para que remedien y rectifiquen su yerro,

107. XXXV. "Y dijo Dios Soberano a la serpiente: 'Maldita serás desde todos los ganados y
desde todas las bestias de la tierra'." (Gen. III, 14. )53 Así como la alegría, siendo una buena
disposición del alma, merece nuestros votos, el placer, es decir, la pasión,54 que, alterando los
límites del alma, la transforma en amante de las pasiones de amante de Dios que era, es digno
de maldición. Y dice Moisés en las imprecaciones: "Maldito sea el que alterare los límites de
su vecino." (Deut. XXVII, 17.) Dios, en efecto, ha colocado como límite y ley en el alma la.
virtud, el árbol de la vida. Pero lo altera el que fija como límite el vicio, es decir, el árbol de la
muerte.
53
Desde", es decir, la maldición te llegará desde todos los ganados y desde todas las bestias
de la tierra.
54
La pasión por excelencia.

108. "Y maldito sea también el que hiciere perder su rumbo a un ciego en el camino" (Deut.
XXVII, 18), "y el que golpeare a un prójimo arteramente." (Deut. XXVII, 24.) Y éstas son

128
cosas que hace el ateísimo placer. La sensibilidad, en efecto, es algo ciego por naturaleza,
como que es irracional; pues es el poder de la razón el que nos hace ver. Por eso, con solo este
poder aprehendamos también las cosas; en tanto que mediante la sensibilidad no alcanzamos a
eso, por cuanto a través de ella solo llegamos hasta la representación de las cosas materiales
solamente. 109. El placer, pues, ha engañado completamente a la ciega sensibilidad en la
aprehensión de los objetos, ya que, cuando ella hubiera podido volverse hacia la inteligencia y
recibir su apoyo, se lo ha impedido, conduciéndola hacia lo que solo se puede percibir
exteriormente, y tornándola ávida de lo que produce placer; para que la sensibilidad, ciega
como es, fuera guiada por un guía ciego; el objeto sensible; y, a su vez, la inteligencia, guiada
por ambos guías incapaces de ver,: viniera a parar en tierra y no fuera ya dueña de sí.

110. Es que si en alguna medida las cosas hubieran sucedido como. naturalmente
corresponde, preciso hubiera sido que esas ciegas facultades siguieran los pasos del
clarividente poder de la razón, porque de ese modo los perjuicios hubieran sido más leves.
Pero, tal como suceden las cosas, es tan grande la trama organizada por el placer contra el
alma, que le ha sido forzoso a ésta echar mano a guías ciegos, constreñida y movida a trocar
la virtud a cambio de cosas viles y a trocar su inocencia por maldades. XXXVI. La sagrada
palabra prohíbe semejante trueque, cuando dice: "No cambiarás lo bueno por lo malo." (Lev.
XXVII, 33.) 111. Maldito es por ello el placer. Pero, veamos cuan apropiadas maldiciones se
pronuncian contra él. "Desde todos los ganados" dice Dios que es maldito.55 Pues bien,
nuestra irracional facultad de percibir sensorialmente es semejante a los ganados, y cada uno
de nuestros sentidos maldice al placer como a su mayor y más odiado enemigo. Es que el
placer es realmente enemigo de la sensibilidad. La prueba está en que, cuando estamos ya
saciados de inmoderado placer, no podemos ni ver, ni oír, ni oler, ni gustar, ni tocar con
claridad, siendo nuestros contactos con lo sensible confusos y. enfermizos.
55 Gen. III, 14.

112. Y esto es lo que experimentamos cuando cesamos de gozar del placer; mas, cuando nos
hallamos en pleno goce del mismo, nos vemos privados por completo del sostén que nos
brinda la cooperación de los sentidos, al punto de que nos parece haber quedado ciegos.
¿Cómo, pues, no proferirá maldiciones perfectamente justificadas la sensibilidad contra el
placer, si éste la mutila?

113. XXXVII. Y también es maldito más que todas las bestias salvajes;56 me refiero a las
pasiones del alma, porque por ellas es herida y destrozada la inteligencia. ¿Por qué, pues,
pensamos que es peor aún que las otras pasiones? Porque, podemos afirmarlo, el placer
sustenta a todas ellas a modo de principio y base. En efecto, el apetito se origina a través del
amor al placer; el dolor resulta de la pérdida del mismo; el miedo, a su vez, nace ante la
incertidumbre de su conservación; de modo que es evidente que todas las pasiones dependen
del placer, y que posiblemente aquéllas no se concretarían en absoluto si previamente no
hubiese sido puesto aquello que las provoca, es decir, el placer.
56
Aquí altera Filón el pasaje citado en 107, sustituyendo apó = desde, por para (seguida de
acusativo) = más allá de.

114. XXXVIII. "Andarás sobre tu pecho y sobre tu vientre." (Gen. III, 14.) En efecto, en torno
a estas partes, el pecho y el vientre, se cobija la pasión. Cuando el placer cuenta ya con los
materiales que la producen, se instala en el vientre y las partes que están después de él;
cuando, en cambio, carece de ellos, se afinca en el pecho, donde reside la cólera por cuanto
los amantes del placer privados de los placeres se irritan y se exasperan.

129
115. Pero, examinemos con más detenimiento todavía el significado de esto. Nuestra alma
consta de tres partes, que son: una, la parte racional; la segunda, la parte colérica,57 y la
tercera, la parte apetitiva. Algunos filósofos han distinguido las partes unas de otras por la
potencia solamente; otros, también por sus lugares. Y más aún, han asignado a la parte
racional la zona de la cabeza, diciendo que donde está el rey, allí están sus guardias
personales; y que los guardias personales de la inteligencia, es decir, los sentidos, están
situados en la cabeza, de modo que también el rey debe de hallarse en ella, por haberla
recibido como la ciudadela de una ciudad, para residencia. A la parte colérica asígnanle el
pecho, diciendo que por ello la naturaleza ha fortificado esta parte mediante una sólida y
fuerte formación de huesos contiguos, como si hubiera armado a un buen soldado mediante
una coraza y un escudo para la defensa contra sus oponentes. Y a la parte apetitiva le asignan
la zona. abdominal y ventral, porque allí reside el apetito58 es decir la tendencia irracional. :
57
Parte "colérica". Es imposible hallar en español un adjetivo que concentre las principales
connotaciones del adjetivo griego thymikós, derivado del sustantivo thymós = soplo, vitalidad,
fortaleza espiritual, corazón, voluntad, deseo, pasión, valor, cólera, etc. Escojo el sentido de
colérica porque, al parecer, éste es el que más se adecua al juicio nada favorable que le
merece a Filón esta parte del alma, a la que considera sede de una vituperable pasión, no de
virtudes.
58
O deseo de placeres o concupiscencia.

116. XXXIX. ¿Si, pues, averiguares, oh inteligencia, qué lugar tiene asignado como propio el
placer, no examines la zona de la cabeza, donde reside la parte racional, pues no lo
encontrarás ya que la razón combate a la pasión, y no puede residir en el mismo sitio que ésta.
Efectivamente, cuando prevalece la razón, el placer se esfuma; cuando vence el placer, en
cambio, la razón se convierte en desterrada. Busca en el pecho y en el vientre, residencias de
la cólera y del apetito respectivamente, porciones de la parte irracional, pues es en ésta donde
se encuentran nuestra facultad de elección y las pasiones.

117. Ahora bien, nada impide a la inteligencia salirse de los asuntos de orden intelectual, que
le son propios, y entregarse a lo que es inferior. Esto ocurre cada vez que la guerra prevalece
en el alma, ya que, entonces, forzosamente nuestra parte racional» que no es belicosa sino
pacífica, se convierte en prisionera de guerra.

118. XL. En efecto, conociendo la sagrada palabra59 cuan grande era la fuerza del impulso de
una y otra pasión, de la cólera y el apetito, pone freno a ambas dándoles por conductor y
piloto a la razón. Y primeramente refiriéndose a la cólera, empeñado en curarla y sanarla, se
expresa de esta manera:
59
Es decir, la palabra de Dios transmitida por Moisés.

119. "Y pondrás sobre el oráculo de los juicios la clara mostración y la verdad, y estará aquél
sobre el pecho de Aarón cuando entrare en el lugar sacro, en presencia del Señor." (Ex..
XXVIII, 30.) Pues bien, el "oráculo" es en nosotros el instrumento del habla, que es la palabra
pronunciada;60 y ésta es o confusa y sin fundamento o probada y digna de fe; pero Moisés
nos61 lleva al conocimiento de la palabra pronunciada con discernimiento. Nos dice, en efecto,
que el oráculo no es el indiscriminado e ilegítimo sino el "de los juicios", lo que equivale a
"bien discernido y examinado".
60
O mejor aún, el logos pronunciado. Ver nota 23.

120. Y expresa que dos virtudes excelentes en grado sumo, de esta palabra probada son la
claridad y la verdad. Y está completamente en lo cierto; por cuanto, en primer lugar, la

130
palabra acude para hacer claras y evidentes los cosas a los demás, ya que escapa a nuestras
posibilidades el manifestar la experiencia sobrevenida en nuestra alma por obra de las cosas
exteriores, o dar siquiera una idea de ella. XLI. Ante esto nos vemos obligados a acudir a los
signos transmisibles por la voz, es decir, los nombres y los verbos; los que es preciso que sean
plenamente familiares a fin de que la otra persona capte claramente y en forma inequívoca su
sentido. Además se hace presente a manifestarlas conforme a la verdad.

121. Porque, ¿qué utilidad encierra el expresarse con claridad y precisión, si por otra parte lo
que decimos es falso? Si eso hacemos, por fuerza induciremos a error al que nos escucha y
ello redundará en un inmenso perjuicio para él, ya que a su ignorancia se sumará la mala
información. ¿Qué pasa, en efecto, si mostrándole una letra alfa digo al niño con claridad y
precisión que es una gamma, o que la eta es una omega? ¿Y qué, si el músico señalando al
principiante el género enarmónico le dijere que es el cromático; o señalándole el cromático,
que es el diatónico; o refiriéndose a la nota más alta, sostuviere que es la intermedia; o
indicando el tetracordio conjunto manifestare que se trata del "disjunto", o mostrando la
cuerda más elevada, asegurare que es la más baja?

122. Hablará quizá en forma clara y precisa, pero no de acuerdo con la verdad, y de esta
manera su palabra resultara perjudicial. En cambio, si respetare ambas condiciones: la
claridad y la verdad, logrará que su palabra redunde en provecho del que aprende, merced a la
aplicación de las dos virtudes de ella, las únicas, casi diría, que realmente posee.

123, XLII. Dice, pues, que la palabra de probada calidad,61 es decir, la que posee las virtudes
que le son propias, se asienta en el pecho (en el de Aarón, claro está), es decir, sobre la parte
colérica, para que ésta sea guiada, en primer lugar, por la razón, y no sea dañada por su propia
irracionalidad; luego, por la claridad, ya que por su misma naturaleza la cólera no es amiga de
la claridad. Nadie ignora que en los que son presa de la cólera no sólo el discernimiento
rebosa de alboroto y confusión sino también las palabras. Por lo tanto, era apropiado que la
falta de claridad de la cólera fuera corregida por la claridad.
61
Literalmente: juzgada, discernida; con lo que trata de recalcar Filón el sentido de la
expresión "el oráculo de los juicios".

124. En tercer término, debe ser guiada por la verdad, porque además de los otros defectos la
cólera tiene como peculiar también éste: el mentir; que ciertamente, de los que dan rienda
suelta a esta pasión casi ninguno dice la verdad, como que son presa de una beodez, no del
cuerpo, sino del alma. Ésos son los remedios para la parte colérica: razón, claridad de palabra
y verdad en la misma; constituyendo virtualmente los tres una sola cosa, pues la razón unida a
esas virtudes, es decir, a la verdad y a la claridad, cura la cólera, penosa enfermedad del alma.

125. XLIII. Ahora bien, ¿a quién incumbe llevar estas cosas? No a mi entendimiento ni al del
primero que se presente, sino al entendimiento que ejerce el sacerdocio y ofrece los sacrificios
con pureza, es decir, el de Aarón; y a este entendimiento no siempre, pues a menudo éste
vuelve sobre sus pasos, sino cada vez que continúa sin volverse, cada vez que entra en el lugar
santo, es decir, cada vez que el raciocinio entra acompañado de santas resoluciones y no las
abandona.

126. Pero, a menudo la inteligencia entra con ellas en ciertas opiniones sagradas, santas y
puras pero humanas al fin, como por ejemplo, las relativas a las obligaciones convenientes, las
concernientes a las acciones rectas, las referentes a las normas establecidas, las que versan
sobre la virtud según los hombres. Tampoco aquel cuyas disposiciones son éstas está en

131
condiciones de llevar el oráculo sobre su pecho con las virtudes correspondientes; sólo lo está,
en cambio, aquel que entra en la presencia del Señor, vale decir, aquel que hace todas las
cosas con intención puesta en Él y no sobreestima ninguna de las cosas inferiores a Él, sino
atribuye a éstas lo que les corresponde, sin detenerse, empero, en ellas, sino remontándose
hacia la familiaridad, el conocimiento y la gloria del Uno.

127. En efecto, la parte colérica de quien se hallare en estas condiciones será guiada por la
purificada razón, que eliminará lo que hay de irracional en ella; por la claridad, que remediará
lo que tiene de incierto y confuso; y por la verdad, que suprimirá lo falso.

128. XLIV. Aarón, pues, como es inferior a Moisés, quien amputa el pecho, vale decir, la
cólera; no permite 62 que ésta se lance con desatinados impulsos, pues teme que dejada suelta
se desboque como un caballo y pisotee al alma toda; antes bien, la cura y controla, primero,
con la razón, para que contando son el mejor conductor no se rebele demasiado; y luego con
las virtudes de la palabra, es decir, la claridad y la verdad. Porque, si la cólera es corregida de
esta manera, de modo que acate a la razón ^ a la claridad y se ejercite en evitar la mentira, se
evitará a sí misma una grande ebullición sino además dotará al alma entera de amables
disposiciones.
62
Es decir, como no puede amputarlo o eliminarlo totalmente, como Moisés, por ser inferior a
éste, ha de conformarse con refrenarlo o moderarlo.

129. XLV. Pero, mientras Aarón, que, como he dicho, tiene esta pasión, intenta curarla con
los salvadores remedios señalados; Moisés, en cambio, juzga que es preciso extirpar y separar
del alma toda la cólera, inclinándose por la total supresión de la pasión y no por su
atemperamiento. La sacratísima revelación testimonia mi aserto. Dice, en efecto: "Moisés
tomó el pecho del carnero de la consagración y lo apartó como ofrenda ante el Señor; y esto
se convirtió en la porción de Moisés." (Lev. VIII, 29.)

130. Del todo cierto; puesto que era cometido propio del amante de la virtud y amado de Dios,
después de observar toda el alma, tomar el pecho, o sea, la cólera, y sacarla y cortarla, para
que, amputada la parte belicosa, el resto tuviera paz. Pero lo saca no de cualquier animal, sino
del carnero de la consagración, no obstante que también había sido ofrecido un becerro. Mas,
dejando de lado a éste, fue hacia el carnero porque se trata de un animal naturalmente
inclinado a dar topetazos, colérico e impetuoso, por lo cual los que construyen máquinas
fabrican los más de los aparatos de guerra en forma de carneros.63
63
Referencia a los arietes empleados para demoler murallas; máquinas cuyo extremo anterior
remataba en una cabeza de camero de hierro o bronce, y cuyo nombre latino deriva
precisamente del término latino aries = carnero.

131. La parte, pues, de nuestro ser semejante al carnero, impetuosa y confusa es la especie de
la controversia; y la controversia es madre de la cólera; por lo que aquellos que más disputan
en los debates y en las demás reuniones son también los que más fácilmente se encolerizan.
Así pues, Moisés extirpa, como es necesario, la cólera, discordante engendro del alma
disputadora y reñidora; para que, esterilizada, cese de engendrar cosas dañinas y para que
esto, no el pecho ni la cólera, sino la extirpación de los mismos, se convierta en porción digna
del amante de la virtud. Dios, en efecto, asignó al sabio la parte más excelente, es decir, el
poder de extirpar las pasiones. Ves, pues, cómo el hombre perfecto procura siempre la total
extirpación de la pasión.

132. En cambio, Aarón, el hombre que progresa permanentemente, siendo inferior a Moisés,

132
practica, repito, la moderación de la misma. En efecto, no puede todavía extirpar el pecho y la
cólera; pero lleva, en cambio, hacia aquella al que la guiará, es decir, a la razón juntamente
con las virtudes que la acompañan; en otras palabras, al oráculo, sobre el cual hállanse la clara
exposición y la verdad.

133. XLVI. Pero más claramente nos expondrá la sagrada escritura la diferencia en el
siguiente pasaje: "Porque de las manos de los hijos de Israel he tomado el pecho de la ofrenda
puesta encima y el hombro 64 de la parte separada, de los sacrificios de vuestra salvación; y
los di a Aarón y a sus hijos." (Lev. VII, 34.)
64
Concretamente, el brazuelo, o sea, la parte de las patas delanteras de los cuadrúpedos
comprendida entre el codo y la rodilla. Traduzco, empero, por hombro, por convenir al
sentido que atribuye Filón a la parte del animal sacrificado, como se ve en el razonamiento
que sigue.

134. Ves que éstos no son capaces de tomar sólo el pecho, y que han de tomarlo juntamente
con el hombro. Moisés, en cambio, toma aquél sin éste. ¿Por qué? Porque él, como hombre
perfecto que es, no pone sus miras en lo bajo 65 y vil, ni se conforma con moderar sus
pasiones, y sin contemplación alguna ha extirpado completamente todas. Otros, en cambio, se
lanzan a la guerra contra las pasiones sin imprimirle un ritmo intenso, flojamente, y se
reconcilian y hacen las paces con ellas, tendiéndoles la palabra conciliatoria para que ella, a
manera de un conductor, refrene su excesiva impetuosidad.
65
Intraducible juego de palabras basado en la semejanza entre el sustantivo brakhion =
hombro, brazuelo, y el adjetivo brakhys = corto, humilde, bajo, cuyo comparativo es
brakhion, precisamente.

135. Además, el hombro es el símbolo del esfuerzo y del sufrimiento, y ellos caracterizan a
aquel que atiende y administra las cosas santas, mediante la disciplina y el trabajo. En cambio,
el hombre al que Dios ha favorecido con superabundancia de acabados dones está exento de
trabajo. De más humilde condición y menos perfecto aparece el que adquiere la virtud con
trabajo que Moisés, que la ha recibido de manos de Dios sin esfuerzo ni dificultad. En efecto,
así como el mismo hecho de trabajar es de menor jerarquía e inferior a la exención de trabajo,
así también lo es lo imperfecto respecto de lo perfecto, el ser que aprende del que sabe sin
aprendizaje.66 Por ello Aarón toma el pecho juntamente con el hombro, en tanto que Moisés
toma el pedio sin el hombro.
66
Es decir, saber revelado por Dios, adquirido sin necesidad de estudios ni maestros. Ver
Sobre los sueños I, 167 y ss.

136. El motivo por el que lo llama "pecho de la ofrenda puesta encima" radica en que es
necesario que la razón se coloque y asiente firmemente encima de la cólera, tal como si se
tratara de un conductor que dirigiera a un caballo indócil y rebelde. Al hombro, en cambio, ya
no lo llama "de la ofrenda" sino "de la parte separada". La razón es la siguiente: es preciso
que el alma no se atribuya a s. misma su trabajo en procura de la virtud, sino "lo separe" de sí
y lo atribuya a Dios, reconociendo que no son su propia tuerza ni su poder quienes le han
procurado el bien, sino Aquél que además otorga el amor por el bien.

137. Ni el pecho ni el hombro son tomados como no sea del "sacrificio de salvación"; y es lo
razonable, porque es entonces cuando el alma se salva; cuando, por una parte, la cólera está
bajo las riendas de la razón y, por otra, el trabajo ha producido no un sentimiento de vanidad
sino el reconocimiento de que todo se debe a Dios, el Benefactor.

133
138. XLVII. Hemos dicho ya que el placer avanza no sólo sobre el pecho sino también sobre
el vientre, demostrando con ello que el vientre es la zona más apropiada para el placer, como
que se trata, poco más o menos, del receptáculo de todos los placeres. En efecto, repleto el
vientre, los apetitos por los demás placeres también se tornan vehementes; vaciado él,
modéranse "éstos y se toman más tranquilos.

139. Por eso leemos en otro pasaje: "Todo el que avanza sobre su vientre y todo el que camina
constantemente sobre cuatro patas, el que está provisto de muchos pies, es impuro." (Lev. XI,
42.) Tal es el hombre amante del placer, pues siempre avanza tras 67 el vientre y sus
correspondientes pasiones. En el mismo plano del que se arrastra tras el vientre coloca Moisés
al que camina sobre cuatro patas. Y con razón; pues cuatro son las pasiones inherentes al
placer, como se ha señalado en un tratado especial sobre el asunto.68 Impuros, pues, son tanto
el que se halla habituado a una sola cosa: el placer, como el que se entrega a las cuatro
pasiones por igual.
67
Filón altera el pasaje, leyendo epí koilían = detrás del vientre, donde dice epí koilíai = sobre
el vientre.
68
Tratado del que no poseemos otra noticia.

140. Aclaradas estas cosas, observa una vez más la diferencia entre el hombre perfecto y el
que progresa gradualmente. Anteriormente hemos comprobado, por una parte, que el hombre
perfecto extirpa toda la cólera del alma irascible, y la toma gentil, sumisa, pacífica y
amablemente dispuesta para todo así en las obras como en las palabras; y, por otra, que el
hombre que progresa gradualmente, no pudiendo eliminar la pasión, por cuanto el pecho es su
porción,69 la modera con la palabra portadora de las dos virtudes: la claridad y la verdad.
XLVIII. Ahora comprobaremos también, de modo análogo, que el hombre sabio y perfecto, o
sea Moisés, arroja de sí y echa violentamente los placeres, en tanto que el de progreso gradual
no hace otro tanto con toda pasión, sino contemporiza con aquella que es inevitable y simple,
y aparta de sí a las que encierran deleites excesivos y superfluos.
69
Lev. VII, 31.

141. Y así, a propósito de Moisés Icemos lo siguiente: "Y lavó con agua el vientre y las patas
de la víctima ofrecida en holocausto." (Lev. IX, 14.) Perfectamente. El sabio, en efecto,
consagra su alma entera 70 como digna que es de ser ofrendada a Dios por cuanto está libre de
toda tacha voluntaria o involuntaria; y una vez en tales condiciones, se lava, purifica y
desprende de todo el vientre y de todos los placeres que en él y más allá de él se originan; no
de una determinada parte; y tanto desprecio hacia aquél le domina, que hasta prescinde de los
alimentos y bebidas necesarias, nutriéndose con la contemplación de las cosas Divinas.
70
Referencia a la víctima "ofrecida en holocausto", vale decir "quemada completamente".

142. Por eso también, en otro pasaje está atestiguado respecto de él que "durante cuarenta días
no comió pan ni bebió agua" (Ex. XXXIV, 28), cuando se hallaba en el sagrado monte y
escuchaba las Divinas comunicaciones en las que Dios manifestábale Sus leyes. Mas no sólo
renunciaba a todo el, vientre sino también desprendíase al mismo tiempo de las piernas, vale
decir, de los soportes 71 del placer; y los soportes del placer son las cosas que lo producen.
71
Vale decir, los medios para alcanzarlo.

143. XLIX. Por eso, del hombre que progresa gradualmente, se dice que lava los intestinos y
las piernas;72 no todo el vientre, ya que no es capaz de expulsar a todo el placer,
contentándose con poder desprenderse de las entrañas del mismo, es decir, de los delicados

134
deleites, que según los amantes del placer, son algo así como el aderezo final de los
principales placeres; y son producidos por el rebuscado arte de delicados cocineros y
confiteros.
72
Lev. I, 9.

144. E insiste más todavía en que en el hombre que progresa gradualmente solo se trata de
moderar las pasiones, señalando que mientras el sabio elimina sin necesidad de una orden,
todo el placer del vientre, el hombre que progresa por grados lo hace mediando una orden. En
efecto, a propósito del hombre sabio se dice: "Lavó con agua el vientre y las piernas" (Lev.
IX, 14) sin orden previa y por libre decisión; en tanto que en el caso de los sacerdotes leemos
esto: "Las entrañas y las piernas", no "las lavaron', sino "las lavarán."73 (Lev. I, 9.) Muy
exacto. Es, en efecto, necesario qua el hombre perfecto se encamine por su propia iniciativa
hacia las acciones virtuosas, y que el que se ejercita lo haga ateniéndose a las prescripciones
que respecto de lo que ha de hacer, que le formula la razón, a la que es noble cosa obedecer.
73
O "habrán de lavar"; es decir, no se trata de algo librado a la propia iniciativa sino de una
orden terminante de hacerlo.

145. Es preciso no olvidar que Moisés, al apartar de sí todo el vientre, vale decir, al hartazgo
de su estómago, prácticamente se despoja también de las otras pasiones, pues el legislador
recurre aquí a una porción para sugerir claramente el todo, y mencionando la parte más
importante, describe virtualmente las otras a las que no se ha referido expresamente. L. Lo
más importante en este caso es el hartazgo del estómago, que es como el fundamento de las
otras pasiones. Ninguna de ellas, por lo menos, llega a desarrollarse si no es con el apoyo del
vientre, al que la naturaleza ha hecho base de todas las cosas.

146. Por eso, habiendo nacido primeramente los hijos de Lía, es decir, los bienes del alma, y
no teniendo aquélla más hijos después de Judá, el reconocimiento,74 y estando a punto Dios
de producir también los elementos de mejoramiento del cuerpo, apresta a Bala, la criada de
Raquel para que engendre aún antes que su señora; y Bala es "la acción de engullir". Sabia
Moisés, en efecto, que ninguna parte del cuerpo puede subsistir sin la deglución y sin el
vientre, y que éste ejerce la dirección y mando de todo el cuerpo y de toda masa de materia
vinculada al simple vivir.75
74
Gen. XXIX, 35.
75
Vale decir, dotada de las formas inferiores de vida: la vegetativa y la animal. Por eso ha
dicho mis arriba que es la base o supuesto inicial de todo.

147. Observa atentamente, punto por punto, este sutil pasaje; porque no hallarás cosa alguna
dicha sin fundamento. Moisés aparta el pecho; el vientre, en cambio, no lo aparta sino lo
lava.76 ¿Por qué? Porque el hombre perfecto, el sabio, es dueño de eliminar y cercenar
totalmente la cólera poniéndose en guardia contra la ira; pero no puede cortar el vientre, por
cuanto la naturaleza obliga a consumir los alimentos y bebidas, los que son imprescindibles
aun para aquel que menos necesidades tiene de ellos, y se despreocupa incluso de los
necesarios y ejercita en la abstinencia de ellos. Lave, pues, el vientre, y purifíquelo de las
superfluas e impuras provisiones; que esto77 es también un presente harto inmenso que hace
Dios al amante de la virtud.
76
Lev. VIII, 29 y IX, 14.
77
El moderarse en los alimentos, ya que no es posible prescindir totalmente de ellos.

148. LI. Por eso 78 refiriéndose al alma sobre la que pesa sospecha de adulterio,79 dice que, si
ella, habiendo abandonado la recta razón, que es su esposo legítimo, fuere descubierta

135
entregada a la pasión, que deshonra al alma, "se hinchará en el vientre", lo que es como decir
que, sin hartarse, insatisfechos siempre, la acompañarán los placeres y deseos del vientre, y
jamás tendrá fin su insaciable apetito a causa de su grosería, sino llevará por siempre la pasión
mientras aquéllos afluyen en indecible tropel.
78
Referencia a lo dicho en el párrafo 146. Todo el párrafo 147 parece ser una acotación o nota
del anterior.
79
Núm. V, 27.

149. Yo, por ejemplo, conozco a muchos a tal punto precipitados en el abismo de los apetitos
del vientre, que recurren a los vómitos para luego retomar de nuevo al vino puro y a lo demás.
Es que la avidez del alma sin control no guarda relación con la capacidad receptiva de los
órganos del cuerpo. Éstos, como receptáculos de limitada receptibilidad que son, nada
admiten que la exceda y rechazan lo que sobrepase la medida; el apetito, en cambio, jamás se
sacia, sino siempre continúa ávido y sediento.

150. Por ello. se añade también, como secuela del hecho de "hincharse el vientre", el "rasgarse
el muslo".80 En efecto, entonces desgárrase en el alma la recta razón, simiente y padre de las
cosas nobles, como lo atestiguan estas palabras: "Si ella no fuere manchada y se mantuviere
pura, será libre de culpa y dará a luz descendencia" (Núm. V, 28); es decir, si no fuere
manchada por la pasión y fuere pura para con su legítimo esposo, que es la sana y soberana
razón, tendrá un alma fecunda y fructífera, que engendrará el fruto de la prudencia, de la
justicia y de toda virtud.
80
Núm. V, 27.

151. LII. ¿Mas es posible, entonces, que nosotros, atados, como estamos, a un cuerpo, no
atendamos a las necesidades corporales? ¿Y cómo es posible eso? Pero atiende. El sagrado
guía indica al hombre que experimenta los apremios de la necesidad corporal la manera de
encarar la cosa, la cual consisto en hacer uso de lo estrictamente necesario. Dice
primeramente: "Haya un lugar para ti fuera del campamento" (Deut. XXIII, 12); llamando
campamento a la virtud, en la que tiene asentados sus reales el alma. No es posible, en efecto,
que la prudencia y la atención de la necesidad corporal ocupen el mismo emplazamiento.

152. Luego dice: "Saldrás allí afuera." ¿Por qué? Porque, mientras permanece al lado de la
prudencia y su tiempo transcurre en la morada de la sabiduría, no puede el alma relacionarse
con ninguno de los amigos del cuerpo, por cuanto su alimento consiste entonces en manjares
más Divinos proporcionados por las ciencias, las que le hacen olvidarse también de la carne.
Será, pues, cuando haya salido de los sagrados recintos de la virtud, cuando volverá hacia las
cosas materiales que arruinan y oprimen al cuerpo. ¿Cómo, entonces nos habremos de poner
en contacto con ellas?

153. "Ten, dice, una estaca en tu cinturón, y con ella cavarás." (Deut. XXIII, 13.) Es decir, la
razón estará sobre la pasión extirpándola, acosándola y desenmascarándola. Lo que Dios, en
efecto, desea es que nosotros ciñamos nuestras pasiones, y no las llevemos sueltas e
incontroladas. Por eso con respecto a la travesía de las mismas, que es llamada Pascua,
prescribe que sus "lomos estarán ceñidos" (Ex. XII, 11) o, lo que es lo mismo, que sus
apetitos serán reprimidos. Marche, pues, la estaca, vale decir, la razón, tras la pasión e
impídale tomar incremento. De ese modo, en efecto, sólo a las verdaderas necesidades
atenderemos, y desecharemos, en cambio, lo superfluo.

155. LIII. Y si, hallándonos en convites y a punto de ir a gozar y aprovechar las cosas

136
preparadas, nos presentamos. acompañados de la razón, como por un arma defensiva, ni abu-
saremos de los alimentos más allá de la medida, como gaviotas» ni, por habernos saciado de
vino puro desmedidamente, vendremos a parar en una borrachera con su obligada secuela de
palabras necias. La razón, en efecto, frenará y sujetará la velocidad y el ímpetu de la pasión.

156. Bien lo sé yo, por ejemplo, que lo he experimentado a menudo. En efecto, he asistido a
convites poco formales y a opulentas cenas, y cada vez que me he hecho presente sin la
compañía de la razón, me convertí en esclavo de cuanto allí había preparado, quedando al
arbitrio de salvajes señores, vale decir, de espectáculos, ejecuciones musicales y cantos, y
cuanto produce placeres a través del olfato y el gusto. Cada vez, en cambio, que concurro
acompañado de la convincente razón, en vez de esclavo me convierto en señor, y con la
plenitud de mis fuerzas alcanzo la hermosa victoria de la fortaleza y la prudencia, en vigorosa
y tenaz pugna con las cosas que excitan los desenfrenados deseos.

157. Pues, a ello se refiere cuando dice: "cavarás con la estaca" (Deut. XXIII, 13), es decir,
desnudarás y distinguirás mediante la razón la naturaleza propia de cada pasión; del comer,
del beber, de las complacencias sexuales; para que, discerniéndolas, conozcas la verdad sobre
ellas; porque de ese modo sabrás que en ninguna de ellas se da el bien, sino solamente lo
necesario y útil.

158. "Y llevando la estaca taparás tu inmundicia." (Deut. XXIII, 13.) Perfecto. Lleva, pues, a
todas partes, oh alma, la razón, con la que es tapada, disimulada y cubierta toda inmundicia de
la carne y la pasión. Porque todo lo que no está acompañado por la razón es inmundo, así
como todo lo que está con ella es decente.

159. Así pues, mientras el hombre amante de los placeres avanza sobre su vientre; el hombre
perfecto, en cambio, lava totalmente el vientre; y el hombre que progresa gradualmente, por
su parte, lava las cosas que contiene el vientre; y el que está en los comienzos de su
ejercitación saldrá afuera cuando se apreste a refrenar la pasión, llevando a la razón, llamada
simbólicamente estaca, al encuentro de las exigencias del vientre.

160. LIV. También es acertado el agregar: "Andarás sobre tu pecho y sobre tu vientre." (Gen.
III, 14.) El placer, en efecto, no pertenece a la categoría de las cosas tranquilas y estables; por
el contrario, es de las móviles y llenas de trastornos. Porque, así como la llama está en
movimiento, así, a modo de llama, la pasión, moviéndose en el alma, no permite que ésta
permanezca en calma. Por eso Moisés no está de acuerdo con los que dicen que el placer es
tranquilo.81 La tranquilidad es propia de una piedra, de una madera y de toda cosa sin vida,
pero es ajena al placer. Éste, en efecto, tiende a la excitación y al movimiento convulsivo, y
en el caso de algunos, lejos de suponer tranquilidad, implica, por el contrario, entrega al
movimiento intenso y violento.
81
Probablemente alude a la filosofía epicúrea.

161. LV. Las palabras "Comerás tierra todos los días de tu vida" (Gen. III, 14) corresponden a
la realidad de las cosas, pues los placeres que proporciona el alimento del cuerpo son placeres
de tierra. Y yo diría que no puede ser de otro modo. Porque, siendo dos las partes de que se
compone el hombre: el alma y el cuerpo, éste ha sido formado de tierra; en tanto que el alma,
porción extraída de la Divinidad, es, en cambio, de aire, pues "Dios sopló en su rostro el
aliento de la vida, y el hombre llegó a ser un alma viviente" (Gen. II, 7), y es, por lo tanto,
razonable que el cuerpo, pues está formado de tierra,- tenga por alimentos familiares los que
le proporciona la tierra; en tanto que el alma, como parte que es de la naturaleza etérea, tenga

137
alimentos etéreos y Divinos. Por eso, se alimenta con la ciencia, y no con las comidas y
bebidas de las que ha menester el cuerpo.

162. LVI. Que los alimentos del alma no son terrestres sino celestiales lo atestigua
suficientemente la sagrada escritura. "He aquí que Yo haré llover sobre vosotros panes del
cielo, y el pueblo saldrá y recogerá la porción diaria para el día; de ese modo comprobaré si se
guiarán por Mi ley o no." (Ex. XVI, 4) Ves que no con cosas terrestres y perecederas se nutre
el alma sino con las palabras que Dios hace llover desde la elevada y pura naturaleza que
Moisés denominó cielo.

163. Salgan, pues, el pueblo y conjunto todo del alma y recoja el saber e inicíese en él; no
todo de una vez, sino "la porción diaria para el día"; en primer lugar porque no podrá contener
toda junta la riqueza enorme de las gracias de Dios, sino se verá inundado por su impulso
como por un torrente. En segundo lugar, porque es mejor que, recibiendo bienes suficientes en
cantidad razonable, pensemos que Dios guarda en reserva los restantes.

164. El que va en busca de todo conjuntamente lo que consigue es perder la esperanza y la


confianza, y llenarse de inmensa insensatez. Tórnase desesperanzado, por cuanto espera que
Dios derramará bienes sobre él sólo en la presente ocasión y no también más tarde;
desconfiado, puesto que no confía en que las Divinas gracias son ahora y siempre distribuidas
profusamente entre quienes las merecen; e insensato, pues piensa que habrá de ser un
guardián capaz de preservar lo que ha recogido de una vez, no obstante la oposición Divina.
Una pequeña mudanza, en efecto, ha bastado para que la inteligencia que por orgullo
atribuíase a sí misma seguridad y firmeza, se convirtiera en débil e inseguro guardián de todas
aquellas cosas que creía bajo su segura custodia.

165. LVII. Recoge, pues, oh alma, lo suficiente y conveniente, y no más de lo suficiente, al


punto de que resulte excesivo; ni menos tampoco, de tal modo que no alcance; a fin de que,
manteniéndote en las justas medidas, no obres ilícitamente. Es preciso que cuando te ejercitas
en la travesía que te aleja de las pasiones y cuando sacrificas la Pascua, alcances el progreso,
que simboliza el cordero,82 no en forma desmedida; porque dice ]. Dios que "en cuanto al
cordero, cada uno calculará lo que sea suficiente para él. (Ex. XII, 4.)83
82
Etimológicamente próbaton = cordero, significa "el que avanza"; siendo de la misma raíz
de probáinein == avanzar.
83
El sentido literal del pasaje bíblico es que, si en una familia no hubiere suficientes
miembros para consumir el cordero pascual, se invitará a participar en la cena al vecino mas
próximo, y se calculará para él la porción de cordero que le resulte suficiente.

166. Tanto, pues, en el caso del maná como en el de todo otro beneficio que Dios otorga a
nuestra raza, es bueno tomar lo razonablemente medido y calculado, y no lo que está por
sobre nosotros. Porque hacer esto último es, ciertamente, propio de la codicia. Recoja, pues, el
alma la porción diaria para el día; que así proclamará guardián de los bienes, no a sí misma,
sino a Dios.

167. LVIII. Y el motivo de la prescripción que estamos considerando 84 es a mi parecer, éste:


"el día" es símbolo de la luz, y la luz del alma es la instrucción. Muchos, ciertamente, han
adquirido la luz que hay en su alma para la noche y la obscuridad, no para el día y la claridad.
Por ejemplo, los que adquirieron las instrucciones elementales y la llamada cultura general,85
y la filosofía misma sin otro propósito que lograr una vida regalada o una función de gobierno
junto a sus soberanos. El hombre de bien, en cambio, adquiere el día sólo por amor al día; la

138
luz, sólo por amor a la luz; y la belleza, sólo por amor a la belleza y no con otro motivo
cualquiera. Por eso es que también agrega Dios: "De ese modo comprobaré si se guiarán por
Mi ley o no" (Ex. XVI, 4); que la norma Divina es ésa: valorar la virtud por la virtud misma.
84
Es decir, la del pasaje del Ex. XVI, 4 (citado en 162), en la parte referente a recoger cada
día la ¡porción diaria y nada más. Filón, empero, entiende lo de "para el día", no como una
medida de tiempo, sino como lo opuesto a la noche, la luz frente a la obscuridad, como puede
verse en las consideraciones que siguen.
85
Traduzco por "cultura general" la expresión griega enkyklíos paidéia = educación o
instrucción cíclica (literalmente), siguiendo a Marrou H. I., Historia de la educación en la
Antigüedad, Eudeba, Buenos Aires, pág. 216. La enkyklios paidéia comprendía los estudios
previos a la especulación filosófica, que durante la Edad Media se denominarían las siete artes
liberales, vale decir: el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (geometría,
aritmética, astronomía y música). Ver Sobre los querubines 105, y Sobre la unión con los
estudios preliminares 11 y ss.

168. La recta razón, en efecto, prueba, como se prueba una moneda, a los que se ejercitan,
para ver si están adulterados por referir el bien del alma a alguna cosa exterior; o si, como
hombres cabales, la apartan y lo guardan en su entendimiento solamente. A tales hombres les
es dado alimentarse, no con alimentos de tierra, sino con las celestiales ciencias.

169. LIX. Aclara aún más este punto cuando dice: "Por la mañana, cuando hubo cesado el
rocío, apareció en tomo de todo el campamento; y he aquí que sobre la superficie del desierto
había una cosa menuda como si se tratase de cilantro, blanca como escarcha sobre la tierra. Al
verlo dijeron unos a otros: '¿Qué es esto?', porque no sabían lo que era. Mas Moisés les dijo:
'Este pan que nos ha proporcionado el Señor para que comamos es esta palabra que el Señor
nos ha prescripto'". (Ex. XVI, 13 y ss.) Ves en qué consiste el alimento del alma: es la palabra
de Dios, continua, a semejanza del rocío; la que encierra en derredor al alma toda y no
permite que porción alguna esté ajena a ella.

170. Mas no en todas partes se manifiesta esta palabra; sino en el desierto de las pasiones y
los vicios; y es sutil86 para concebir y ser concebida, y sumamente clara y transparente para
verse. Es, además, semejante al cilantro; y los agricultores aseguran que, si se divide la se-
milla del cilantro en innumerables porciones, cada una de las partes en que ha quedado
dividida, si se siembra, germina tal como podía haberlo hecho la semilla entera. Tal es
también la palabra Divina, capaz también de brindar beneficios no solo ella en conjunto sino
además a través de cada porción, cualquiera fuere.
86
"Sutil": Filón juega con las dos acepciones del término leptós = menudo (como se entiende
en el pasaje bíblico) y sutil, tanto material como espiritualmente. En las consideraciones de
este parágrafo y los siguientes se advierte que Filón toma el término lagos ora en el sentido
específico de palabra ora en el de lagos divino en general.

171. Creo yo que la palabra de Dios se asemeja también a la pupila 87 de los ojos; pues, así
como la pupila del ojo, no obstante ser una pequeñísima parte de él, alcanza a ver todas las
zonas del universo, la inmensidad del océano, la vastedad del aire y del dilatado firmamento y
cuanto el sol bordea en su marcha ascendente y descendente; así también la palabra de Dios
está dotada de la más penetrante de las visiones, al punto de que es capaz de supervisarlo todo
y con ella se hace claramente visible todo cuanto es digno de verse. ¿Qué puede, en efecto, ser
más brillante y esplendente que la Divina palabra, por cuya participación también las demás
cosas despójanse de su obscuridad y sombra ansiosas de participar de la claridad del alma?
87
La semejanza del termino kóre = pupila, con kórion = cilantro (coriandro, en castellano

139
antiguo) ha sugerido, seguramente, a Filón, la relación entre uno y otro símbolo de la palabra
de Dios.

172. LX. Una afección particular se origina en virtud de la palabra Divina. En efecto cuando
ella ha llamado al alma hacia sí, provoca una congelación en todo lo terrestre corpóreo y
sensitivo de nuestro ser. Por eso dice el legislador: "Como si fuera una escarcha sobre la
tierra." (Ex. XVI, 14.) Y así es: cuando el que ve a Dios está abocado a su fuga de las
pasiones, las olas, es decir, el ímpetu, el acrecentamiento y la soberbia de las mismas,
solidifícanse. "Témanse sólidas en efecto, las olas en medio del mar" (Ex. XV, 8) para que el
que ve al Que Es avance hasta dejar atrás a la pasión.

173. Pues bien, las almas que tienen ya experiencia sobre la palabra Divina, mas no son aún
capaces de responder a la pregunta "¿Qué es?" (Ex. XVI, 15) pregúntanselo unas a otras. En
efecto, muchas veces en presencia de un grato sabor no sabemos qué alimento es el que lo ha
provocado y, habiendo percibido gratos aromas, no sabemos cuáles son. Pues, otro tanto
ocurre con el alma; llena de alegría a veces, no sabe decir qué es lo que la alegra. Mas es
instruida por el sagrado intérprete y profeta Moisés, quien le dirá: "Este pan" (Ex. XVI, 15) es
el alimento que Dios ha proporcionado al alma para que se nutra de Su palabra y de Su
doctrina; porque "este pan" que nos ha proporcionado para alimentarnos "es esta palabra".
(Ex. XVI, 15.)

174. LXI. Dice asimismo en el Deuteronomio: "Y te afligió y te hizo padecer hambre y te
alimentó con el maná, que no conocían tus padres, para revelarte que no sólo de pan vivirá el
hombre sino también de toda palabra que sale a través de la boca de Dios." (Deut. VIII, 3.)
Esta aflicción es una propiciación; como que, en el décimo día afligiendo a nuestras almas.
nos será propicio.88 En efecto, cuando nos vemos privados délas cosas agradables, pensamos
que hemos sido afligidos, pero en realidad ocurre que Dios nos es propicio.
88
Lev. XVI, 30.

175. Él provoca en nosotros también un hambre, no de virtud, sino de cuantas cosas


engendran la pasión y el vicio. Lo prueba el hecho de que nos alimenta con Su propia palabra,
lo más genérico que existe. "Maná", en efecto, significa "algo",89 y éste es el más. genérico de
los términos. Y la palabra de Dios está por sobre todo el mundo y es entre cuantas cosas han
sido creadas la más antigua y genérica. Esta palabra "los padres no la conocían" (Deut. VIII, 3
y 16); no los verdaderos padres, sino los encanecidos por los años que decían: "Elijamos un
caudillo y retornemos a Egipto" (Núm. XIV, 4), es decir, a la pasión.
89
"Algo": otro cabal ejemplo de la desbordante fantasía de Filón en lo tocante a la lectura de
los pasajes bíblicos. El aludido ahora es el de Ex. XVI, 13 y ss., citado en 169, según el cual
los israelitas, al ver el blanco alimento, se preguntaban: "¿Mahnú? (¿Maná?)", equivalente a
la pregunta griega: "Tí estí toúto?" = ¿Qué es esto?
Mas, como en griego la diferencia entre el interrogativo tí (qué) y el indefinido tí (algo)
consiste tan solo en una variante de acento, le ha parecido a Filón que la diferencia es de tan
poca monta, que bien pueden considerarse la misma palabra; y no ha vacilado en leer, en vez
de "¿Qué es esto?", 'Esto es algo'. (Recuérdese que los signos de interrogación no se
empleaban en los tiempos clásicos.)
Y, como en la terminología de los estoicos "ti" = "algo" es el término más genérico, el que
más objetos abarca (equivalente al on = ente o ser aristotélico), que da fuera de toda duda que
algo = maná = palabra o logos de Dios es lo más genérico que existe.

176. Proclame, pues, Dios al alma que "no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra

140
que sale a través de la boca de Dios" (Deut. VIII, 3); vale decir, que será alimentada tanto
mediante toda la palabra como mediante una porción de ella. "La boca", en efecto, es un
símbolo del habla,90 y la palabra es una parte de él. Pero es el alma de los más perfectos la que
se alimenta con toda palabra; nosotros podemos estar contentos de ser alimentados con una
porción de ella.
90
Del "habla", vale decir, de toda palabra o del conjunto de las palabras.

177, LXII. Ahora bien, éstos 91 suplican ser alimentados por la palabra de Dios; Jacob, en
cambio, mirando aún más allá de la palabra, afirma que es alimentado por el mismo Dios.
Dice así: "El Dios al que complacieron mis padres Abraham e Isaac; el Dios que me alimenta
desde mi juventud hasta este día; el mensajero que me libera de todos los males, bendiga a
estos niños." (Gen. XL VIII,: 15 y 16.) Acertada manera de expresarse. Juzga que es Dios y
no Su palabra, quien lo alimenta; pero, a la vez, juzga al mensajero, que es esa palabra, como
un médico de males. Y nada más sensato que lo que dice; pues le parece bien que aquel Que
Es dé Él mismo en persona los bienes principales, y que sus mensajeros y palabras den los
secundarios, vale decir, todos los que involucran liberación de males.
91
Los israelitas en el desierto.

178. Por esto, pienso yo, Dios, mientras nos concede por sí mismo, sin intervención de otro, la
gracia de la salud. simple, es decir, de la que no ha sido precedida por alguna enfermedad en
nuestros cuerpos; en cambio, la salud que sobreviene al quedar libres de una enfermedad, la
concede a través del arte medicinal y la labor del médico, dejando a la medicina y al médico
el mérito aparente de la curación, no obstante que, en rigor de verdad, es Él mismo quien cura
mediante éstos o sin ellos. Y otro tanto ocurre en el caso del alma. Los bienes, o sea los
alimentos. Él mismo los concede personalmente; en cambio, es a través de mensajeros y
palabras como concede cuanto involucra liberación de males.

179. LXIII. La súplica de Jacob encerraba un reproche a José, el hombre de estado, el que se
había atrevido a decir: "Te alimentaré aquí". Sus palabras habían sido: "Daos prisa, marchad
hacia mi padre y decidle 'Esto dice...'" etc. Y luego: "Vuelve a mí y no te detengas"; para
concluir así: "Y te alimentaré aquí, pues aún quedan cinco años de hambre." (Gen. XLV, 9 y
11.) Reprendiéndole, pues, Jacob y a la vez enseñando al engreído, dice: 'Ten presente, buen
señor, que los alimentos del alma son las ciencias, las que han sido concedidas, no por la
palabra perceptible a través de los sentidos, sino por Dios. El que me ha alimentado desde mi
juventud y desde mi primera lozanía hasta mi plena virilidad,92 Él mismo satisfará mis nece-
sidades.
92
O humanidad. Filón ha sustituido eos tés heméras táutes = hasta este día, del texto de los
Setenta, por mékhrt teléion photós, que puede traducirse por: hasta (el) hombre completo, o
por: hasta (la) perfecta claridad, según se interprete el genitivo photós. Como en 167 Filón ha
dicho: "el día" es símbolo de la luz; bien podría aceptarse la segunda traducción.

180. José, pues, vivió la misma experiencia que su madre Raquel. Porque también ésta había
supuesto que la creatura tiene algún poder, y por eso dice: "Dame hijos." (Gen. XXX, 1.) Pero
el suplantador, censurándola, le dirá: 'Estás en un completo error, porque yo no estoy en lugar
de Dios, el único que tiene poder para abrir las matrices de las almas, de sembrar en ellas las
virtudes y de hacerlas fértiles y engendradoras de cosas nobles. Aprende de Lía, tu hermana, y
hallarás que de ningún mortal ha recibido la simiente y el vástago, sino del mismo Dios',
"como que, viendo el Señor que Lía era aborrecida, abrió su matriz; en tanto que Raquel era
estéril." (Gen. XXIX, 31.)

141
181. Pero, observa una vez más lo sutil de este pensamiento: Dios abre las matrices de la
virtud sembrando en ellas las nobles acciones; y la madre, habiendo recibido de Dios la
virtud, no engendra para Dios, pues el Que Es no necesita de cosa alguna, sino engendra hijos
para mí, Jacob. Pues por mí, seguramente, sembró Dios la simiente en la virtud, no para Sí.
En consecuencia, hallamos que Uno93 es el esposo de Lía, el que no es mencionado; y otro el
padre de los hijos nacidos de aquélla; porque el que abrió su matriz es su esposo; y aquel para
quien se dice que ella los da a luz. es el padre de los hijos.
93
Es decir. Dios, quien fecundó a Lía.

182. LXIV. "Y pondré enemistad entre ti y la mujer." (Gen. III, 15.) Realmente el placer es un
enemigo de la sensibilidad; a pesar de que algunos opinan que es un amigo íntimo. Pero, así
como nadie llamaría amigo a un adulador, pues la adulación es una peste de la amistad; ni
nadie diría que una cortesana es cariñosa para con su amante; ya que su ternura es para los
regalos y no para él; del mismo modo hallarás, si lo examinas bien, que el placer se disfraza
bajo una falsa apariencia de inmenso apego hacia la sensibilidad.

183. La verdad es que, cuando nos hemos saciado de placer, los órganos de nuestra
sensibilidad pierden su vigor. ¿O no observas que los que se embriagan de vino o de amor,
viendo no ven y oyendo no oyen,. y se ven privados del adecuado ejercicio de los demás
sentidos? A veces también en medio de la turba desmedida del placer todo el vigor de los
sentidos se relaja como si un sueño los abrazara. Precisamente el nombre del sueño proviene
del relajamiento de los mismos.94 Entonces, en efecto, el órgano de la percepción se afloja, del
mismo modo que, cuando estamos. despiertos, pónese tenso, y las impresiones que recibimos
de afuera no son ya obscuras sino sonoras y claras, y transmiten el sonido hasta la
inteligencia. Es preciso, en efecto, que la inteligencia reciba el golpe del mismo para poder
llegar a conocer las cosas exteriores, y alcanzar una vivida impresión de ellas.
94
Filón se apoya en un inexistente parentesco entre hyphesis = relajamiento, y hypnos =
sueño.

184. LXV. Observa que no dijo "Pondré enemistad para ti y la mujer" sino "entre ti y la
mujer" ¿Por qué eso? Porque es "en medio", en lo que es un límite, por así decir, entre el
placer y la sensibilidad, donde se origina la guerra entre ellos. Y lo hallado entre ambos son
las bebidas, los comestibles y cuanto contribuye al logro de tales fines; cosas que son, cada
una, a la vez objeto sensible y agente de placer. Cuando el placer, pues, ha abusado de éstas
en forma inmoderada, al punto inflige un daño a la sensibilidad.

185. También las palabras "entre tu simiente y la de ella" se ajustan a la realidad de las cosas.
En efecto, toda simiente es origen de existencia; pero, mientras el origen del placer es la
pasión, un impulso irracional, el de la sensibilidad lo es la inteligencia, porque de ésta, como
de una fuente, proceden los poderes de la sensibilidad. Tal es lo que enseña el sacratísimo
Moisés, quien afirma que la mujer fue extraída de Adán al ser formada, lo que equivale a
decir que la sensibilidad procede de la inteligencia. La misma relación, pues, que existe entre
el placer y la sensibilidad media entre la pasión y la inteligencia, de modo que, pues aquéllos
son enemigos, tampoco éstas pueden estar en paz.

186. LXVI. Y la guerra entre ambas es patente. Cuando la victoria queda del lado de la
inteligencia, es decir,; cuando ésta se mantiene en la esfera de los objetos aprehensibles por
vía intelectual e incorpóreos, huye la pasión; y, al revés; cuando es ésta la que obtiene una
ruin victoria, la inteligencia cede quedando impotente para aplicarse a sí misma y a todas las

142
actividades que le son propias. Precisamente, dice el legislador en otro pasaje: "Cuando
Moisés alzaba sus manos, Israel llevaba la ventaja; cuando las bajaba, prevalecía Amalec"
(Ex. XVII, 11); mostrando con ello que, cuando la inteligencia se eleva a sí misma desde las
cosas mortales y se mantiene en alto, cobra fuerza el que ve a Dios, es decir, Israel; cuando,
en cambio, menguan los poderes que le son propios y se enferma, de inmediato se fortalece la
pasión, es decir. Amalec, cuyo nombre significa "pueblo devorador", y en efecto,
verdaderamente la pasión devora a toda el alma y la agota sin dejar en ella simiente ni chispa
alguna de virtud.

187, Por ello también se dice: "Amalec dominadora de las naciones" (Núm. XXIV, 20), pues
la pasión rige y domina a todos los que irreflexivamente viven en promiscua turba al azar y en
confusión. Y, como a través de la pasión enciéndese toda guerra del alma, a las inteligencias a
la que Dios otorga la paz, promételes Él arrancar "el recuerdo de Amalec de debajo del cielo".
(Ex. XVII, 14.)

188. LXVII. Las palabras "Él95 vigilará tu cabeza y tú vigilarás el talón de él" (Gen. III, 15),
constituyen una incorrección de forma, aunque su sentido es correcto. Porque al dirigirse Dios
a la serpiente háblale acerca de la mujer, y la mujer es "ella" y no "él". ¿Qué decir ante esto?
Pues que ha dejado de referirse a la mujer, y ha pasado a hablar de la que es simiente y origen
de la sensibilidad. Y el origen de la sensibilidad es la inteligencia; y el término "inteligencia"
es masculino,96 y refiriéndose a ella es preciso decir "él", "de él", etc. Correcto es, pues, decir
al placer: 'La inteligencia vigilará tu fundamental y principal doctrina y tú vigilarás las bases y
los fundamentos de lo que la complace, los que con razón han sido comparados con los
talones.
95
"Él": el texto griego emplea, en efecto, autos = él, cuando lo que cabía esperar era auté =
ella, es decir, la mujer; por lo que en 65 he traducido: "Ella vigilará..."
96
Masculino en griego. Ver Interpretación alegórica II, nota 33.

189. LXVIII. En cuanto al término "vigilará", él tiene dos acepciones: una es equivalente a
'cuidará y preservará'; la otra, igual a 'estará al acecho para destruir'. Ahora bien, por fuerza la
inteligencia o es ruin o es noble. En consecuencia, la inteligencia insensata bien puede ser
guardiana y atesoradora del placer, por cuanto se complace en éste, en tanto que la noble será
enemiga de él; y aguardará con impaciencia el momento en que se halle en condiciones de
destrozarlo totalmente lanzándose sobre él. Y, el revés, el placer protege los fundamentos de
la inteligencia insensata, e intenta, en cambio, destruir y aniquilar los puntos de apoyo de la
inteligencia sabia juzgando que ésta última se halla empeñada en arruinarlo a él, en tanto que
la insensata procura los mejores medios para preservarlo.

190. Pero, aunque crea que engañará y frustrará a la inteligencia noble, él será el engañado
por Jacob, experto en la lucha, no en la lucha del cuerpo sino en la que el alma libra contra los
modos de vida contrarios a ella cuando combate contra las pasiones y los vicios. Y no soltará
Jacob el talón de su antagonista, la pasión, antes de que ésta ceda y reconozca que ha sido
engañada y vencida en dos ocasiones, una en su derecho de primogenitura, otra en la
bendición.

191. Dice, en efecto, Esaú: "Con justicia ha recibido el nombre de Jacob, pues ya me ha
suplantado97 dos veces. En aquella ocasión tomó mi primogenitura; ahora ha tomado mi
bendición." (Gen. XXVII, 36.) El hombre ruin asigna la procedencia a las cosas del cuerpo; el
hombre de bien a las del alma, las que, en verdad, son de mayor jerarquía y realmente
primeras como un magistrado en la ciudad, no por la edad 98 sino por su mérito y dignidad. Y

143
la soberana de este ser compuesto que somos es el alma.
97
La relación entre el "talón" y el "suplantar" es inexpresable en castellano; pero en griego
ambos términos son de la misma raíz: pterná = talón, y pternízein = suplantar (literalmente:
golpear con el talón; de donde: hacer una zancadilla).
98
Alusión al hecho de que Essaú era primogénito por la edad, y revestía la mayor jerarquía
entre los hijos de Jacob, sin otro mérito que ése.

192. Quien es primero en virtud, pues, ha recibido las cosas que son primeras, y que le
correspondían; pues ha recibido también la bendición junto con plegarias perfectas; y vano y
fraguado sabio es el que dice: 'Tomó mis bendiciones y mis progenituras". Porque no son las
tuyas, buen hombre, las que toma, sino las contrarias a las tuyas; ya que las cosas tuyas han
sido consideradas dignas de servidumbre, y las de aquél, dignas de señorío.

193. Y si aceptas convertirte en siervo del sabio, podrás participar de la admonición y la


corrección, desprendiéndote de la ignorancia y la grosería, plagas del alma; pues en su
plegaria tu padre te dice: "Servirás a tu hermano." (Gen. XXVII, 40.) Mas no ahora, pues no
habrá de soportar tu rebeldía, sino cuando "hayas desatado el yugo de tu cerviz" (Gen.
XXVII, 40), arrojando de tí la jactancia y la insolencia que has adquirido al ponerte a ti
mismo bajo el yugo del carro de las pasiones, al que guía la insensatez.

194. LXIX. Por ahora eres siervo de los pesados e insoportables amos que hay en ti, para los
cuales la norma es no permitir que nadie llegue a ser libre. Pero si huyeres y te liberares de
ellos, un señor que siente afecto hacía sus siervos, te concederá hospitalidad ofreciéndote
claras esperanzas de libertad y no te entregará de nuevo a tus anteriores amos, pues ha
aprendido de Moisés una lección y una norma inviolable: "No entregarás a su amo un
sirviente que dejando a aquél se haya acogido a ti; y vivirá contigo en algún lugar de su
agrado." (Deut. XXIII, 15 y 16.)

195. LXX. Pero, mientras no hayas huido y estés todavía sujeto a las bridas y riendas de
aquellos señores, eres indigno de servir al sabio. La más elocuente prueba de tu natural no
libre sino servil la tienes cuando dices: "Mi progenitura y mis bendiciones." 99 (Gen. XXVII,
36.) Estas palabras rayan en lo desmedido y torpe porque sólo a Dios compete hablar de "lo
mío", ya que las cosas son realmente propiedad Suya.
99
"Mis bendiciones": variante introducida por Filón en el pasaje citado en 191, donde dice
"Mi bendición".

196. Por eso Él lo testimoniará también cuando diga: "Preservarás Mis presentes, Mis dones y
Mis frutos." (Núm. XXVIII, 2.) Los "presentes" son superiores a los "dones", pues aquéllos se
caracterizan por ser bienes grandes y perfectos, con que Dios favorece a los hombres
perfectos; en tanto que los segundos se reducen a algo muy modesto, y son concedidos a los
ejercitantes bien dotados que hacen progresos.100
100
No hay diferencia de matices semánticos entre los términos griegos dóron y doma, los que
significan presente, regalo, don, recompensa; de modo que en la traducción no he podido
emplear términos que puntualicen las diferencias a que hace referencia Filón.

197. Por eso también Abraham, siguiendo el deseo Divino, se queda con los bienes que le
venían de parte de Dios, pero desdeña quedarse con los caballos del rey de Sodoma,101 así
como los bienes de las concubinas.102 Y, por su parte, Moisés juzga conveniente decidir per-
sonalmente los casos más importantes y confía el discernir en los asuntos sin importancia a
jueces inferiores.103

144
101
Gen. XIV, 21. Sobre la posibilidad de que la verdadera lectura sea "bienes que no lo son
realmente" ver Sobre la migración de Abraham, nota 66.
102
Gen. XXV, 6.
103
Ex. XVIII, 26.

198. Quien se atreve a decir que algo es de él, quedará registrado como siervo a perpetuidad,
lo mismo que el que dice: "He llegado a amar a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no saldré
libre." (Ex. XXI, 5.) Bien está, ciertamente, que se reconozca siervo; pues, ¿cómo no ha de ser
siervo el que dice: 'Mía es la soberana inteligencia, señora de sí misma cuyo poder es
ilimitado; mía es también la sensibilidad, la que se basta a sí misma para discernir sobre las
cosas corpóreas; míos son también los productos de ellos, tanto los intelectuales, que lo son
de la inteligencia, como los sensibles, que lo son de la sensibilidad;
porque de mí depende el ejercicio del discernimiento y la experiencia de los sentidos'.

199. Pero no sea él el único que dé testimonio en su contra; sino sea también condenado por
Dios, y soporte una eterna e inexorable esclavitud al ordenar Él que le sea agujereada la oreja
para que no reciba palabras de virtud y sirva por siempre como esclavo de la inteligencia y la
sensibilidad, malvados e implacables amos.

200. LXXI. "Y dijo a la mujer 'Multiplicaré tus penas y tu lamento'." (Gen. III, 16.) Es propio
de la mujer, o sea, de la sensibilidad, una experiencia, un sufrimiento llamado "pena". Es que
aquello que nos procura placer, es también origen de dolor; y pues nos deleitamos a través de
los sentidos, por fuerza a través de ellos también padecemos. Pero, mientras la inteligencia
noble y pura padece muy poco, pues muy poco alcanzan a afectarla los sentidos; por el
contrario, no tiene límites el padecer de la inteligencia insensata, que no posee ningún an-
tídoto en el alma, con qué defenderse de las enfermedades que provienen de los sentidos y las
cosas sensibles.

201. Porque, de distintas maneras reciben golpes el atleta y el siervo: éste, soportando
sumisamente los malos tratos y sometiéndose; el atleta, en cambio, aguardando firme,
oponiéndose y rechazando los golpes que vienen sobre él. De una manera afeitas a un hombre
y de otra esquilas a un cordero; ya que mientras el cordero se limita a sufrir pasivamente; en
el caso del hombre, en cambio, se da una actividad recíproca, y podría decirse que éste
corresponde a lo que experimenta, adoptando actitudes y posturas adecuadas al procesa de ser
afeitado.

202. Pues bien, de manera análoga el hombre que procede irracionalmente soporta a otro
como lo hace el esclavo; y se somete a los dolores como a insoportables señores, incapaz de
hacerles frente y sin poder para extraer pensamientos varoniles y libres; por lo cual una
incontable turba de sentimientos de dolor se derrama sobre él a través de los sentidos. En
cambio, como si fuese un atleta saliendo con fuerza y vigor al encuentro de todas las cosas pe-
nosas, el hombre sapiente las enfrenta de modo tal que no es herido por ellas sino mira a cada
una con absoluta indiferencia; y con juvenil ardor me parece pronunciar aquellas palabras ,de
la tragedia dirigidas al dolor: "Quémame, consume mis carnes, satúrate de mí bebiendo mi
negra sangre; porque las estrellas descenderán bajo la tierra y la tierra se elevará hasta el éter
antes de que de mí te llegue una palabra lisonjera."104
104
Fragmento de Eurípides.

203. LXXII. Ahora bien, así como Dios ha puesto en la sensibilidad todos los dolores en
mayor medida, del mismo modo ha brindado al alma noble multitud incontable de bienes. Por

145
ejemplo, a propósito de Abraham, hombre perfecto, se expresa Dios de esta manera: "Por Mí
mismo he jurado, dice el Señor; por Quien105 has hecho esto; y por Mí no has rehusado a tu
amado hijo; y bendiciendo verdaderamente te bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu
simiente como las estrellas del cielo y como las arenas de la orilla del mar." (Gen. XXII, 16 y
17.) Bien está, tanto el que haya confirmado su promesa con un juramento, como el que lo
haya hecho con un juramento digno de Dios; porque, como ves. Dios no jura por otra cosa;
puesto que nada es superior a Él; sino por Sí mismo, que es el más excelente de todos los
seres.
105
"por Quien"! así entiende Filón la expresión hoû héneka, que a veces toma ese significado,
pero que en el pasaje oficia de conjunción causal, debiendo, por lo tanto, leerse: "porque has
hecho..." Véase 209.

204. Sin embargo, algunos han dicho que no era apropiado para Él el jurar, ya que un
juramento se toma como garantía de buena fe, y dignos de buena fe son sólo Dios y quien es
amigo de Dios, como Moisés, del cual se dice: "Habiendo sido hallado fiel en toda Mi casa"
(Num. XII, 7), y sobre todo, porque las palabras de Dios son verdaderos juramentos, leyes
Divinas y sacratísimas normas; siendo prueba de su firmeza el hecho de que lo que Él dice
ocurre, lo cual es la característica más importante de un juramento; de modo que se puede
decir, como corolario, que todas las palabras de Dios son juramentos que resultan
confirmados por su cumplimiento en el terreno de las realidades.

205. LXXIII. Dicen, ciertamente, que un juramento es poner a Dios por testigo acerca de un
asunto en controversia, de modo que, si Dios jura, testimonia por Sí mismo; lo cual es
absurdo, puesto que es preciso que el que testimonia algo sea una persona distinta de aquella
por la cual da testimonio. ¿Qué hemos, pues, de decir? Ante todo, que nada hay de
reprochable en que Dios dé testimonio para Sí mismo. ¿Qué otro, en efecto, sería capaz de dar
testimonio por Él? En segundo lugar, que Él mismo es para Sí todo lo que hay de más
preciado: pariente,. intimó, amigo, virtud, felicidad, dicha, ciencia, entendimiento,. principio,
fin, todo, cada cosa, juez, decisión, consejo, ley, obra,. soberanía.

206. Además, si entendemos la expresión: "Por Mí mismo he jurado" en el sentido en que


debe tomarse, acabaremos con esta argucia, que pasa de la medida. Porque, seguramente, esto
debe entenderse del siguiente modo; ninguno de los seres que pueden dar garantía, puede
darla en firme con respecto a Dios, pues a ninguno ha mostrado Él Su naturaleza, y ha
dispuesto que ella sea invisible para toda nuestra raza. ¿Quién podrá decir de la Causa si es
incorpórea o corpórea; si es cualitativa o que está exenta de cualidades?106 En suma,. ¿quién
podría asegurar algo sobre Su esencia o cualidad, sobre Su inmovilidad o movimiento? Sólo
Él, ciertamente, afirmará. algo acerca de Sí mismo, por cuanto sólo Él posee con certeza un
exacto conocimiento de Su propia naturaleza.
106
Duda que está en flagrante contradicción con la seguridad de que hace gala Filón en
numerosos pasajes cuando afirma que Dios es incorpóreo. y no cualitativo.

207. Es,. por lo tanto, solamente Dios la más firme garantía, en primer término de Sí mismo;
en segundo lugar también de las obras. Suyas; de modo que es razonable que haya jurado por
Sí mismo dando garantías respecto de Sí mismo; cosa que no sería posible que hiciese otro
alguno fuera de Él. Por ello bien pueden ser considerados también como impíos aquellos que
afirman que : ellos han jurado por Dios, porque ciertamente, siendo, como es, imposible
conocer nada acerca de Su naturaleza, debemos contentarnos con poder jurar por Su nombre,
el cual como vimos, significa 'la palabra que interpreta". Su nombre, en efecto, puede ser Dios
para nosotros los seres imperfectos, así como el Ser primero es Dios para los que son sabios y

146
perfectos.

208. Por eso Moisés, lleno de admiración ante la excelencia del Increado, dice: "Y tú jurarás
por Su nombre" (Deut. VI, 13); no por Él mismo. Es, en efecto, suficiente para el mortal
recibir seguridades y garantías de la palabra Divina; sea, en cambio, Dios la más firme
seguridad y garantía de Sí mismo.

209. LXXIV. Las palabras "Por Quien has hecho esto" (Gen. XXII, 16) son señal de piedad;
porque es norma piadosa hacer todas las cosas por Dios solamente. Por eso nos desprendemos
del amado hijo de la virtud, es decir, el goce de la felicidad, cediéndolo al Creador, por
entender que tal vástago debe ser considerado propiedad de Dios, y no de una creatura.

210. Bien dicho está lo de "bendiciendo bendeciré" (Gen. XXII, 17); ya que no faltan quienes
llevan a cabo muchos actos que pueden calificarse de bendiciones, pero no lo hacen con el
propósito de bendecir. Porque, incluso el hombre ruin ejecuta cosas que está obligado a hacer,
pero no las ejecuta movido por una inclinación natural al cumplimiento del deber; y tanto el
beodo como el demente a veces pronuncian palabras y realizan actos propios de personas
sobrias, pero no son productos de un discernimiento sobrio; y los que están todavía en plena
edad infantil hacen y dicen muchas cosas de las que se hacen y dicen una vez adquirido el uso
de razón, pero lo hacer y dicen no como resultado de una aptitud para discernir, puesto que la
naturaleza todavía no los ha educado para alcanzar ese discernimiento. Mas, lo que el
legislador quiere es que el hombre sabio sea tenido por objeto de bendiciones no por un
estado de ánimo pasajero ni por ser fácilmente maleable ante ajenas influencias, ni por simple
azar, sino a causa de una fija disposición y condición bendecida.

211. LXXV. Pues bien,107 no fue suficiente que la desventurada sensibilidad experimentara
las penas en tan grande medida, y debió entregarse también "al lamento". El lamentarse
supone una pena intensa hasta el exceso. Muchas veces, en, efecto, sufrimos sin que nos
lamentemos; y cuando nos lamentamos es porque sufrimos las penas en medio de un inmenso
torrente de aflicciones.
Dos son las formas de lamentación. Una sobreviene en los que apetecen y procuran cometer
injusticias sin alcanzarlo: ésta es una lamentación ruin. La otra, en cambio, es propia de
aquellos que se arrepienten y sienten dolor por su pasada claudicación, y dicen: [Desdichados
de nosotros, cuánto tiempo hemos estado sin darnos cuenta de que nos hallábamos enfermos
de la enfermedad de la insensatez, del extravío, de la injusticia en nuestra conductal.
107
Retoma Filón la consideración del pasaje: "Multiplicaré tus penas y tu lamento." (Gen. III,
16.) Dicha consideración había quedado interrumpida en 203, para examinar el caso opuesto,
vale decir, el de los abundantes bienes prodigados al alma noble.

212. Pero esta lamentación no sobreviene a menos que el rey de Egipto, es decir, la disposi-
ción atea e inclinada al placer cese y perezca abandonando el alma. Y en efecto; "después de
aquel gran número de días murió el rey de Egipto" (Ex. II, 23); y entonces; no bien muerto el
vicio, el que ve a Dios laméntase de su propia claudicación. "Los hijos de Israel", en efecto,
"se lamentaron a causa de sus obras corporales y egipcias". Es que, mientras vive en nosotros
el rey, que es la disposición de espíritu amante de los placeres, incita al alma a gozar con las
faltas que comete; pero, cuando aquél muere, ésta se lamenta.

213. Por eso lanza gritos hacia su Señor suplicándole le evite en adelante claudicar y no
permita que su perfeccionamiento sea incompleto. Porque a muchas almas descosas de
arrepentirse no se lo permitió Dios; y, como impulsadas por contrarias corrientes, tomaron

147
sobre sus pasos, tal como le aconteció a la mujer de Lot,108 la que se convirtió en piedra a
causa de su amor hacia Sodoma y de su retorno hacia la naturaleza que Dios había destruido.
108
Gen. XIX, 26.

214. LXXVI. Pero en el caso que nos ocupa, al decir que "el grito de aquéllos subió hasta
Dios" (Ex, II, 23), da Moisés testimonio de la gracia concedida por el Que Es; porque, si Él no
hubiera llamado hacia Sí a la palabra suplicante, ésta no hubiera subido, es decir, no hubiera
sido elevada ni acrecentada, ni hubiera comenzado a remontarse hacia lo alto huyendo de la
ruindad de las cosas terrestres. De allí que algo más adelante diga: "He aquí que el grito de los
hijos de Israel llega hasta Mí." (Ex. III, 9.)

215. Muy hermoso fue que la súplica llegara hasta Dios, pero no hubiera llegado tan lejos a no
mediar la benevolencia del Que la llamaba. En cambio, a algunas almas, se anticipa a salirles
Él al encuentro: "Iré hacia ti y te bendeciré." (Ex. XX, 24.) Ves cuan grande es la gracia de la
Causa, que se adelanta a nuestra indecisión y se anticipa a salimos al encuentro para
beneficiar a nuestra alma con toda esplendidez. Y la expresión es una revelación plena de
enseñanzas; porque, cuando un pensamiento de Dios penetra en la inteligencia, al punto se
llena ésta de bendición y se cura de todas sus dolencias.

216. En cambio, la sensibilidad sufre siempre y se lamenta y engendra la aprehensión sensible


con dolores y aflicciones irremediables, conforme Dios mismo dice: "Con dolores engen-
drarás hijos." (Gen. III, 16.) Engendran, en efecto, la vista la visión, el oído la audición, el
gusto la gustación, y, en general, la, sensibilidad la aprehensión sensible; pero en el insensato
ninguno de estos alumbramientos se produce sin penosa aflicción, ya que el dolor está
presente cuando éste ve, oye, gusta, huele y, en general, aprehende sensorialmente.

217. LXXVII. Como antítesis de ello, en cambio, hallarás a la virtud rebosante de alegría en
sus preñeces; al hombre de bien, engendrando con risa y buen ánimo, y al vástago de ambos,
riendo también él. Que el hombre sabio engendra alegre y no con sufrimiento lo atestigua la
Divina palabra en estos términos: "Dijo Dios a Abraham: 'Sara, tu mujer, no se llamará Sara
sino que su nombre será Sara. La bendeciré y te daré un hijo de ella'." (Gen. XVII, 15 y 16.)
Ya continuación agrega: "Y cayó Abraham sobre su cara y rió y dijo: '¿Quien tiene cien años
tendrá un hijo, y Sara, que es ya nonagenaria, dará a luz?'." (Gen. XVII, 17.)

218. Es evidente que Abraham se alegra y ríe porque ha de engendrar a Isaac, o sea, la feli-
cidad. Y ríe además Sara, vale decir, la virtud. Lo atestiguará el mismo libro diciendo: "Y
Sara, cuyas menstruaciones habían cesado hacía tiempo, se rió en su inteligencia y dijo: 'Aún
la felicidad no me ha sobrevenido hasta ahora; pero "mi señor", es decir, la palabra Divina,
"es mayor" (Gen. XVIII, 11); a él le pertenece necesariamente aquélla,109 y es bueno creer en
él cuando promete".' Y lo engendrado es la risa y la alegría; porque eso significa "Isaac".
Sufra, pues, la sensibilidad, y alégrese siempre la virtud.
109
La felicidad. Por "mayor", que se refiere a la edad del esposo, en el sentido de "demasiado
viejo", posiblemente entienda Filón "superior a ni".

219. Y en efecto, cuando ha sido engendrada la felicidad, dice la virtud con orgullo: "El Señor
ha hecho la risa para mí; el que la oyere se reirá conmigo." (Gen. XXI, 6.) Abiertos, pues, los
oídos, oh iniciados, recibid las sacratísimas instrucciones. La "risa" es la "alegría"; e "hizo" es
equivalente a "engendró", de modo que lo que se ha dicho es lo siguiente: el Señor engendró a
Isaac; pues Él es el Padre de la naturaleza perfecta, y siembra y engendra la felicidad en las
almas.

148
220. LXXVIII. "Y dijo Dios: 'Y tu acogimiento será hacia tu esposo'." (Gen. III, 16.) Dos son
los esposos de la sensibilidad: el legítimo y el corruptor. A manera de un esposo corruptor, en
efecto, excita lo visible a la vista, la voz al oído, el sabor al gusto, y cada uno de los otros
objetos sensibles a cada uno de los otros sentidos. Y estas cosas hacen volver y llaman hacia
sí a la irracional sensibilidad, la dominan y la someten a su arbitrio. En efecto, la belleza
esclaviza a la vista, el sabor grato al gusto y cada uno de los demás estímulos al sentido
correspondiente.

221. Mira, si no, cómo el glotón es esclavo de los platos preparados por el trabajo de
cocineros y reposteros; y cómo el que se conmueve hasta la turbación por la música, es do-
minado por la cítara, la flauta o un cantor de buenas condiciones. En cambio, sumo es el
beneficio que obtiene la sensibilidad que se ha vuelto hacia su esposo legítimo, es decir, hacia
la inteligencia.

222. LXXIX. Pues bien, veamos a continuación lo que expone el legislador a propósito de la
inteligencia misma cuando la conducta de ésta se aparta de la recta razón: "Dijo Dios a Adán:
'Porque has prestado oídos a la voz de tu mujer y comido del árbol del que te había prescripto
no comer, maldecida sea la tierra en tus obras'." (Gen. III, 17.) Sumo daño es que la
inteligencia preste oídos a la sensibilidad; y también que la sensibilidad no escuche a la
inteligencia; porque es preciso que siempre lo superior prevalezca sobre lo inferior, y que lo
inferior acate a lo superior, y la inteligencia es superior a la sensibilidad.

223. Así como, cuando un conductor de carros domina y conduce con las riendas a los
animales lleva el carro por donde se propone, pero, si éstos se rebelan contra las riendas y
prevalecen, a menudo el conductor es dominado, y los animales, por la fuerza de su impulso,
se precipitan a veces en una zanja y todo es arrastrado en desorden; y así como la nave lleva
buen rumbo mientras el piloto, timón en manos, dirige la marcha convenientemente, pero
zozobra cuando, soplando un viento contrario en el mar, las olas agitadas se han precipitado
sobre ella;

[224.] del mismo modo, cuando la inteligencia, conductor y piloto del alma, gobierna a todo
el ser viviente, como un gobernante en la ciudad, la vida sigue su recto curso; mas, cuando la
irracional sensibilidad ejerce el predominio, una terrible confusión hace presa de ella, como
cuando se alzan los siervos contra sus señores. Porque entonces, si hemos de decir la verdad,
la inteligencia es presa del fuego y convertida en llamas, en medio de un incendio provocado
por los sentidos sometidos a los objetos sensibles.

225. LXXX. Y Moisés nos previene acerca de tal incendio de la inteligencia, incendio que
tiene lugar a través de los sentidos, diciendo: "Y las mujeres encendieron aún más el fuego en
Moab". Porque "Moab" significa "procedente del padre", y nuestro padre es la inteligencia. El
pasaje reza así: "Entonces dirán los que proponen enigmas:
'Id hacia Esebón para que sea edificada y para que la ciudad de Seón sea construida; porque
un fuego ha surgido de Esebón y una llama de la ciudad de Seón y devoró incluso hasta Moab
y consumió las columnas de Arnón. ¡Ay de ti, Moab! Has perecido, pueblo de Camós. Tus
hijos buscaron su salvación en la huida, sus mujeres son cautivas de guerra del rey de los
amorreos, Seón; y su simiente perecerá, Esebón hasta Debón; y las mujeres encendieron aún
más el fuego sobre Moab'." (Núm. XXI, 27 a 30.)

226. "Esebón" significa "previsiones"; y éstas son enigmas llenas de obscuridad. Mira una

149
previsión de médico: 'Limpiaré al paciente, lo alimentaré, le prescribiré medicinas y una dieta,
lo operaré y cauterizaré'. Sin embargo, muchas veces la naturaleza ha curado aun sin estas
cosas, y otras veces el paciente ha sucumbido con ellas; de modo que ha quedado al
descubierto que todos los cálculos del médico eran vanos sueños llenos de obscuridad y
enigmas.

227. Por su parte el agricultor dice: 'Echaré las semillas, plantaré, crecerán las plantas, éstas
darán frutos, los que no sólo serán útiles para el consumo necesario, sino además alcanzarán a
dejar un sobrante'. Pero enseguida un imprevisto fuego, una tormenta o lluvias ininterrum-
pidas lo arruinan todo. A veces, sin embargo, lo que se había calculado se ha producido, pero
el que lo había calculado no ha obtenido beneficio, sino ha muerto anteriormente, con lo que
ha probado que era vana su presunción de gozar de los frutos de su trabajo.

228. LXXXI. Lo mejor, pues, es confiar en Dios y no en las obscuras previsiones y en las
inseguras conjeturas. "Precisamente, Abraham confió en Dios, y fue tenido por justo." (Gen.
XV, 6.) La preeminencia de Moisés, por otra parte, es testimoniada al asegurarse que es "fiel
en toda Mi casa". (Núm. XII, 7.) Si, en cambio, confiamos en nuestros propios cálculos cons-
truiremos y edificaremos la ciudad de la inteligencia corruptora de la verdad. "Seón", en
efecto, significa "que corrompe".

229. Por eso aquel que ha tenido sueños, al levantarse, descubre que todos los movimientos y
esfuerzos del hombre insensato son sueños ajenos a la verdad. La misma inteligencia, en
efecto, viene a resultar un sueño; porque así como es verdadera doctrina la que enseña a
confiar en Dios, es falsa la que enseña a confiar en los vanos cálculos. Y un irracional impulso
que se toma hábito "sale" de ambos: de los cálculos y la inteligencia corruptora de la verdad.
Por eso dice Moisés: que "un fuego salió de Esebón y una llama de la ciudad de Seón." (Núm.
XXI, 28.) Así, pues, es irracional el confiar en los persuasivos razonamientos o en la
inteligencia que corrompe a la verdad.

230. LXXXII. "Devora incluso hasta Moab", es decir, hasta la inteligencia. Porque, ¿quién
otro que no sea la desdichada inteligencia es engañado por la falsa opinión? Ésta devora y
traga y consume las columnas que hay en ella, es decir, los pensamientos particulares, que
están inscriptos y grabados como en una columna. Las columnas son "Arnón", que significa
"luz de ellos", pues es en el razonamiento donde cada asunto-es aclarado.

231. Comienza, pues, a lamentarse por la terca y engreída inteligencia de esta manera: "|Ay de
ti, Moabi has perecido". En efecto, si te atienes a enigmas con apariencias de verosimilitud
has sacrificado la verdad. "Pueblo de Camós", es decir, tu pueblo y su poder, ha sido hollado,
mutilado y cegado. "Camós", en efecto, significa "como a tientas"; y es propio del que no ve,
andar de ese modo.

232. Los hijos de éstos, vale decir, los razonamientos particulares, se hallan fugitivos, y sus
opiniones, que corresponden a sus mujeres, son prisioneras de guerra del rey de los amorreos,
es decir, del "instructor de los charlatanes". Porque "amorreos" significa "charlatanes", siendo
éstos un símbolo de la palabra pronunciada;110 y el jefe de ellos es el instructor hábil en
descubrir los artificios verbales y por él son embaucados los transgresores de las normas de la
verdad.
110
Ver Sobre los querubines, nota 8. En el pasaje emplea Filón para calificar al rey de los
amorreos el término sophistés = instructor, sofista, .seguramente con toda la carga peyorativa
del mismo.

150
233. LXXXIII. Seón, pues, el que corrompe la sana norma de la verdad, y su simiente
perecerán junto con Esebón, es decir, los enigmas capciosos, "hasta Debón", cuyo nombre
significa "pleito"; y con mucha razón porque las apariencias y los argumentos verosímiles no
constituyen un conocimiento que tenga relación con la verdad sino polémica, disputa,
enfrentamiento en controversia, rivalidad y todas las cosas de esta clase.

234. Pero no ha sido suficiente que la inteligencia soportara estas desgracias propias y en la
órbita de lo intelectual; a ello hay que agregar que también las mujeres, es decir, los sentidos,
han encendido un fuego, una gran hoguera sobre ella. Pero observa lo que quiere decir esto.
Muchas veces durante la noche cuando no hacemos uso de nuestros sentidos concebimos
extraños pensamientos acerca de muchas y diferentes cosas, pues el alma permanece siempre
en actividad y sufre infinitos cambios. Cuanto ella misma de por sí ha engendrado bastaría,
pues, para su ruina.

235. Pero, en realidad, también la turba de los sentidos ha introducido en ella una multitud
incontable de desdichas. Ésta procede en parte de los objetos visibles, en parte de los sonidos;
ora de los sabores, ora de los olores que excitan al olfato; y, seguramente, la llama que de
ellos se eleva afecta al alma más desastrosamente aún que la que es engendrada por la misma
alma sin el concurso de los órganos de los sentidos.

235. LXXXIV. Una de estas mujeres es la de Putifar, el jefe de cocina del faraón;111 y es
preciso examinar cómo éste, a pesar de ser eunuco, tiene mujer; porque aquellos que se ocu-
pan más de la inteligencia literal de la ley que de su interpretación alegórica se hallarán ante
algo aparentemente inexplicable. Ese verdadero eunuco y jefe de cocina que es la inteligencia
que se entrega no sólo a los simples sino también a los excesivos placeres, ha merecido el
nombre de eunuco y estéril en sabiduría, pues es eunuco, no de otro cualquiera sino del
faraón, el dispersador de las cosas nobles. Porque, desde otro punto de vista, sería excelente
convertirse en eunuco si ello consistiera en que nuestra alma pudiera huir del vicio y olvidarse
de la pasión.
111
Gen. XXXIX, 1 y ss.

237. Por esto también José, el carácter dueño de sí mismo, cuando el placer le dice:
"Acuéstate conmigo" (Gen. XXXIX, 7), y puesto que eres hombre, no dejes de experimentar
las pasiones y gozar de las delicias propias de la vida, se niega diciendo: "Pecaré contra Dios,
el amante de la virtud, si me convierto en amante del placer; pues ésta es una mala acción."
(Gen. XXXIX, 7.)

238. LXXXV. Y por ahora se limita a una pugna ligera, pero cuando el alma ha entrado en su
propia casa y, refugiándose en sus propias fuerzas, ha renunciado a cuanto concierne al
cuerpo y se ha abocado a las obras que le competen en cuanto alma, entonces el placer
combatirá con tenacidad. José no entra ni en su casa ni en la de Putifar, sino "en la casa, para
hacer su oficio." (Gen. XXXIX, 11.) Y el legislador no agrega de quién es la casa, a fin de que
lo interpretes alegóricamente.

239. Pues bien, la casa es el alma, hacia la que él se retira abandonando las cosas de fuera,
para estar, como se dice, dentro de sí mismo, y el "oficio" del hombre dueño de sí mismo
consiste, podemos asegurarlo, en el cumplimiento de Divinos designios; porque allí no se
encontraba ningún razonamiento contrario a ellos, de esos que suelen residir dentro del
alma.112 Pero el placer no desiste de combatir; y por el contrarío, habiéndolo tomado de sus

151
vestidos, le dice: "Acuéstate conmigo". Así como los vestidos son abrigo del cuerpo, lo son
del ser viviente los alimentos y las bebidas. Y lo que la mujer dice es lo siguiente: ¿Por qué
desistes del placer, sin el cual no te es posible vivir?
112
Alegoría de las palabras finales de Gen. XXXIX, 11: "y ninguno de los de la casa se
encontraba dentro".

240. Mira, yo me quedo con parte de lo que puede producirlo y te digo que no puedes
subsistir si no aprovechas algunas cosas de las que producen placer. ¿Qué hace, ante esto, el
dueño de sí mismo? Dice: 'Si estoy a punto de convertirme en esclavo de la pasión a causa de
la materia que la produce, abandonaré también a la pasión y saldré afuera'. Dice, en efecto,
que "dejando sus vestidos en las manos de aquélla, huyó y salió afuera." (Gen. XXXIX, 12.)

241. LXXXVI. "¿Quién preguntará tal vez alguien, sale adentro?113 No pienses que pocos. ¿O
acaso no están los que, habiendo desistido de saquear los templos, roban de una casa
particular, y los que no golpean a su padre pero cometen atropellos contra un extraño? Éstos
salen sí de las faltas mencionadas, pero incurren en otras.114 Al hombre completamente dueño
de sí mismo, en cambio, le es preciso huir de todas las faltas, tanto de las más graves como de
las menos graves, y no estar complicado en ninguna absolutamente.
113
Es decir, ¿no es una redundancia eso de "salir afuera"?
114
O sea, siempre están dentro de la esfera de las faltas, aunque eviten algunas.

242. Ahora bien, José, como es un joven y no tiene fuerzas para contender con el cuerpo
egipcio y vencer al placer, huye. En cambio, Fincas, el sacerdote, celoso con el celo por Dios,
no ha procurado su propia salvación mediante la fuga; sino, tomando la "lanza", as decir, el
espíritu del celo, no desistirá hasta que "haya atravesado a la madianita", vale decir, a la
naturaleza que ha sido separada de la Divina compañía, "en medio de su vientre" (Núm.
XXV, 7 y 8); para que jamás pueda esparcir el fruto o. la simiente del vicio. LXXXVII. En
mérito a ello, el alma, extirpada la insensatez, obtiene una doble heredad en recompensa: la
paz y la dignidad sacerdotal,115 virtudes estrechamente emparentadas.
115
Núm. XXVI, 13.

243. Preciso es, pues, no prestar oídos a tal mujer, me refiero a la miserable sensibilidad.
"Dios", en efecto, "favoreció a las parteras" (Ex. I, 20) en atención a que no habían hecho
caso de las disposiciones del faraón, el dispersador, y "habían salvado a los hijos varones"
(Ex. I, 17)', que aquél quería aniquilar, pues estaba prendado de la naturaleza femenina,
ignorando a la Causa y diciendo "No Lo conozco". (Ex. V, 2.) 244. Otra es la mujer en la que
es preciso confiar; una mujer tal como nos consta fue Sara, es decir, la soberana virtud. El
sabio Abraham le hace caso cuando ella le recomienda lo que debe hacer. En efecto,
anteriormente, cuando aún no había llegado a ser perfecto y, antes de que su nombre fuera
cambiado, todavía indagaba acerca de las cosas del mundo superior porque era incapaz de
engendrar frutos de la virtud perfecta, Sara le aconseja que engendre hijos de su sierva, de
Agar, es decir, de la cultura general.116 "Agar" significa "residencia en el extranjero". Y en
efecto, quien procura establecer su morada en la perfecta virtud, antes de ser inscripto en la
ciudad de ésta reside en las enseñanzas tocantes a la cultura general para poder, mediante
ellas, avanzar libremente en pos de la virtud.
116
Ver la nota 85 sobre la enkyklios paidéia, simbolizada en Agar.

245. Pero, cuando ve que ha alcanzado la perfección y que ya puede engendrar.. .117 Y si él,
lleno de gratitud hacia la educación por medio de la cual se ha llegado a unir con la virtud,
piensa que es penoso alejarla,118 será apaciguado por una Divina comunicación que le manda:

152
"Cuanto te dijere Sara. presta oídos a su voz." (Gen. XXI, 12.) Sea ley de cada uno de
nosotros lo que pareciere bien a la virtud, pues, si quisiéremos escuchar cuanto la virtud
aprueba, seremos felices.
117
Laguna en el texto griego. Seguramente debe suplirse algo así como: "Sara le pide que
abandone ya a Agar, la instrucción general, pues ya puede engendrar hijos de ella misma, es
decir, de la virtud".
118
A Agar, la cultura general. "Alejarla", es decir, abandonarla para pasar a los estudios
superiores.

246. LXXXVIII. Las palabras "Y has comido de este árbol, del único del cual te había
prescripto no comer", son equivalentes a 'Has estado de acuerdo con el vicio, al que era
preciso rechazaras con toda tu fuerza'. Por eso no eres tú el "maldito", sino lo es "la tierra en
las obras tuyas". (Gen. III, 17.) ¿Cuál es, pues, la razón de esto? La serpiente es, lo sabemos
ya, el placer, es decir, la irracional rebeldía del alma. Ella es maldita de por sí, pero la verdad
es que sólo al hombre ruin se junta y no al hombre virtuoso. Pero, Adán es la neutral inte-
ligencia, que unas veces resulta mejor y otras peor, por cuanto, siendo inteligencia, no es de
naturaleza ni buena ni mala, sino suele, ya por obra de la virtud, ya por obra del vicio,
cambiar lo bueno por lo malo y viceversa.

247. Es, pues, razonable, que Adán no sea maldecido a causa de sí mismo, como que él ni es
vicio ni conducta regida por el vicio; y que, en cambio, en sus obras sea maldecida la tierra;
ya que las acciones ejecutadas a través del alma toda, a la que el legislador denomina "tierra",
son reprensibles y responsables cuando él realiza cada una de ellas obedeciendo los dictados
del vicio. Por eso añade: "Con dolor comerás de ella" (Gen. III, 17), lo que es como decir:
'Con dolor alcanzarás el beneficio de la vida'. Efectivamente el hombre ruin penosamente
durante toda su vida participa de su condición de ser viviente, sin tener motivo alguno de
alegría. Motivo que por ley natural sólo puede tener origen en la justicia, en la prudencia y en
las virtudes que comparten el trono de ésta.

248. LXXXIX. "Espinas y cardos te producirá." (Gen. III, 18.) ¿Y qué otra cosa se produce y
germina en el alma insensata como no sean las pasiones, que pinchan y hieren? A éstas figu-
radamente las ha llamado Dios "espinas". El impulso irracional lánzase primeramente al
encuentro de ellas como un fuego; y, una vez aparejado con ellas, incendia y destruye todas
las cosas del alma. Leemos, en efecto, que. "si un fuego que se originare hallare espinas y
quemare una era o espigas o un campo, el que prendió el fuego pagará indemnización". (Ex.
XXII, 6.)

249. Ves que el fuego, es decir, un impulso irracional, al originarse no incendia las espinas,
sino les sale al encuentro. En efecto, buscando, como busca, las pasiones, ha hallado a las que
deseaba encontrar; y, cuando las ha hallado, incendia estas tres cosas: la virtud perfecta, el
progreso gradual y las buenas cualidades naturales. Compara el legislador la virtud con la era,
pues así como en ésta el grano es mezclado, del mismo modo mézclanse las cosas nobles en el
alma del sabio. Al progreso gradual lo compara con las espigas puesto que uno y otras son
incompletos y tienden hacia su plena madurez. Y a la buena disposición natural la compara
con un campo porque recibe las semillas de la virtud.

250. Además, a cada una de las pasiones la llama abrojo 119 porque encierra tres elementos: la
pasión en sí, lo que la produce y el resultado de ella; por ejemplo: el placer, lo placentero y la
experiencia placentera; el deseo, lo deseable y el desear; la pena, lo penoso y el penar; el
temor, lo temible y el temer.

153
119
"Abrojo", que en griego se dice tríbolos o tribólion = de tren puntas, literalmente; de
donde extrae Filón la consideración que sigue.

251. XC. "Y comerás la hierba del campo; con el sudor de tu rostro comerás el pan." (Gen.
III, 18 y 19.) Usa como sinónimos los términos "hierba" y "pan"; ambos significan lo mismo.
La hierba es el alimento del ser irracional; e irracional es el hombre ruin, que rechaza la recta
razón; e irracionales son también los sentidos, que son parte del alma. Pero la inteligencia que
se lanza en procura de las cosas sensibles por la vía de los irracionales sentidos, no sin trabajo
y sudor las persigue. Dolorosa y penosa al máximo, en efecto, es la vida del insensato, puesto
que persigue y se relame con todo lo que produce placer y con aquellas cosas que el vicio
suele producir.

252. ¿Y hasta cuándo? "Hasta que", dice Dios, "retomes a la tierra de la que fuiste sacado".
(Gen. III, 19.) En efecto, ¿no te ocupas ahora de las cosas terrestres y desordenadas, habiendo
abandonado la celestial sabiduría? Corresponde, pues, averiguar cómo más tarde retorna. Pero
tal vez el sentido de Sus palabras sea más o menos éste: la inteligencia insensata se ha
apartado siempre de la recta razón, pero ella ha sido sacada no de la naturaleza que está en lo
alto, sino de la materia más terrestre, y ya se mantenga estática ya se mueva, es siempre la
misma y tiende siempre a lo mismo.

253. Por eso agrega también: "Porque tierra eres y hacia la tierra retornarás" (Gen. III, 19); lo
que equivale a lo que antes he dicho. Pero también significa esto: tu principio y tu fin son uno
solo y el mismo. Tuviste, en efecto, origen en las sustancias perecederas de la tierra, y de
nuevo en ellas acabarás después de recorrer durante tu vida un camino, no un camino real,
sino uno escabroso, lleno de zarzas y abrojos, producidos por la naturaleza para pinchar y
herir.

154
SOBRE LOS QUERUBINES, LA ESPADA FLAMÍGERA

Y CAÍN, PRIMER HOMBRE NACIDO DE HOMBRE

(DE CHERUBIM)

1. I. "Y expulsó a Adán y puso frente al parque del deleite a los querubines y la flamígera
espada1 vuelta en todas las direcciones, para que vigilasen el camino del árbol de la vida."
(Gen. III, 24.) Dice ahora Moisés "expulsó", en tanto que antes ha dicho "hizo partir" (Gen.
III, 23); y no empleando los términos al azar, sino usándolos con pleno conocimiento de los
objetos a los que con exacta y precisa correspondencia los aplica.
1
En el texto de los Setenta figuran entre "deleite" y "a los querubines" las palabras "y
colocó", por lo que el pasaje se lee: "Y expulsé a Adán y lo puso frente al parque del deleite; y
colocó a los querubines y la flamígera espada.. ." Sin embargo, por lo que expresa Filón en 11
se advierte que no tiene en cuenta dichas palabras; por lo que las he omitido en la traducción.

2. Y así, mientras el que ha sido hecho partir 'no está impedido de alcanzar el retorno, el
expulsado por Dios, en cambio, soporta un destierro eterno. En efecto, al que aún no ha sido
apresado firmemente por el vicio le está permitido, si se arrepiente, retornar, como quien
retorna a su patria, hacia la virtud, de la que se ha apartado; en tanto que el que está abrumado
y dominado por una violenta e incurable enfermedad, queda fatalmente sujeto a sus
inacabables horrores por toda la eternidad, arrojado miserablemente al lugar de los impíos,
para que soporte una tremenda y permanente desgracia.

3. Así vemos que Agar, es decir, la cultura general intermedia,2 se aparta dos veces de la
soberana virtud, personificada en Sara; y que una vez vuelve sobre sus pasos. La primera vez,
habiéndose alejado sin que mediara expulsión, cuando le hubo salido al encuentro un
mensajero,3 es decir, un Divino logos, retomó a la casa de su señor;4 la segunda es desterrada
definitivamente para no retornar.5
2
Ver Interpretación alegórica III, 167.
3
O ángel. Sobre los lógoi, mensajeros de Dios ver Sobre los sueños I, 137 a 149.
4
Gen. XVI, 6 y ss.
5
Gen. XXI, 14.

4. II, Hemos de señalar los motivos tanto del primer alejamiento como del destierro definitivo
posterior. En la primera ocasión ni Abraham ni Sara habían aún recibido nuevos nombres;
dicho en otras palabras: no se habían transformado en orden a la perfección de los rasgos de
sus almas. El primero era, en efecto, todavía "Abram", o sea, "el elevado padre", empeñado en
alcanzar la supraterrestre filosofía que se ocupa de cuanto acontece en el aire, y la filosofía
sublime 6 de. los seres existentes en el cielo; filosofía que los matemáticos proclaman como la
más elevada rama del estudio de la naturaleza.
6
O elevada o celestial. Como poco antes en la calificación de supraterrestre, el adjetivo alude
al nombre Abram = padre elevado.

5. Y Sara era todavía el símbolo de la soberanía personal, puesto que su nombre 7 significa
"mi soberanía"; no habiendo experimentado aún la transformación en la virtud genérica, por
cuanto todo género es necesariamente imperecedero, y el lugar de ella estaba aún en el orden
de las virtudes particulares y específicas; siendo aún la prudencia como se da en mí, y del

155
mismo modo, ]a templanza, la fortaleza, la justicia, virtudes perecederas todas ellas, dado que
también yo, el ser que las ha recibido, soy perecedero.
7
Que hasta entonces era Sara, y en adelante será Sarra. Filón traduce "Sara" al griego como
"soberanía de mí", es decir, personal o de cada hombre. Por razones obvias en la traducción se
mantendrá la forma "Sara", salvo en los casos en que Filón insiste en la oposición entre ambas
variantes.

6. Por consiguiente, Agar, la cultura general intermedia, aunque hubiere intentado huir de la
vida austera y severa de los amantes de la virtud, retornará de nuevo hacia esa misma vida,
que es aún incapaz de poseer las virtudes genéricas y se limita todavía a participar de las
particulares y específicas, en cuyo ámbito las cosas intermedias son preferidas a las elevadas.

7. Pero, más adelante Abram se convertirá ya de estudioso de las cosas de la naturaleza en


sabio y amante de Dios, y le será trocado el nombre en Abraham, que significa "'escogido
padre del sonido", por cuanto la palabra pronunciada 8 "suena", y el padre de la palabra, es
decir, la inteligencia del hombre virtuoso es "escogido"; 9 y, por su parte, Sara dejará de ser
"la soberanía personal" para convertirse en Sarra, nombre que significa "soberana"; en otras
palabras, la virtud específica y perecedera se trocará en virtud genérica e imperecedera. 8. Y
además los iluminará Isaac, la forma genérica de la felicidad, de la alegría y del gozo de los
que han dejado atrás ya las reglas femeninas10 y muerto para las pasiones;
Isaac, que persigue con diligencia los pasatiempos, no pueriles sino sagrados.11 Y entonces
serán expulsados los estudios preliminares, que llevan el nombre de Agar; y será expulsado
también el hijo de aquéllos, el sofista llamado Ismael.
8
O más precisamente: "el logas pronunciado", es decir, la palabra. Filón distingue dos lógoi:
el lagos endiáthetos = logos pensado, razón o pensamiento; y el lagos prophorikós o gegonós
= logos pronunciado, palabra. Con ello se ajusta a la distinción de los estoicos sobre el
particular. Ver Sobre los gigantes 52, Sobre las intrigas 66, 92 y 126, y Sobre la migración de
Abraham 71.
9
"Escogido": adopto esta lectura, acorde con la cita del pasaje conservada en Clemente de
Alejandría, Stromata V, 1, 8, desechando la de los manuscritos, por resultar aquélla más
acorde con el resto del texto.
10 Gen. XVIII, 11.
11
Alusión al Gen. XXVI, 8.

9. III. Entraran tales estudios en eterno destierro, siendo su expulsión confirmada por Dios al
ordenar al hombre sabio atenerse a las palabras de Sara, quien sin rodeos dícele "que expulse
a la criada y a su hijo". (Gen. XXI, 10.) Hermoso es obedecer a la virtud, sobre todo a la que
nos presenta una doctrina como ésta, por cuanto las naturalezas más perfectas están completa-
mente separadas de los modos de ser intermedios, y porque la sabiduría nada tiene que ver
con la sofística, pues mientras ésta se esfuerza por elaborar argumentos verosímiles con miras
a sentar falsas opiniones que perjudican al alma; la sabiduría, en cambio, mediante el estudio
de las verdades, procura a la inteligencia el gran provecho del conocimiento de la recta razón.

10. ¿Por qué, pues, nos asombramos de que también Adán, la inteligencia que ha contraído la
incurable enfermedad de la insensatez, haya sido desterrado por Dios de la región de las
virtudes sin serle permitido retomar en adelante, si también arroja y expulsa de la sabiduría y
de la presencia del hombre sabio, que han recibido de Él los nombres de Sarra y de Abraham,
al hijo sofista y a su madre, la enseñanza de los conocimientos preliminares?
12
11. IV. Además en aquel momento la flamígera espada y los querubines ocupan su puesto

156
frente al parque. La expresión "frente a" es empleada, ante todo, con el sentido de
enfrentamiento hostil; en segundo lugar, aplicada a los que se someten a un arbitraje, como el
que es juzgado por el juez; y en tercer lugar, para expresar una estrecha vinculación, como el
estar frente a algo para observarlo detenidamente y familiarizarse más aún al cabo de una
observación más cuidadosa, tal como se hallan "frente a" los pintores y escultores las pinturas
y estatuas que les sirven de modelos.
12
Es decir, en el momento en que Adán era expulsado del parque.

12. Un ejemplo del primer sentido, es decir, del de hostilidad es lo que se ha dicho de Caín:
"Alejóse de la presencia del Señor y habitó la tierra de Nod, frente al Edén." (Gen. IV, 16.)
"Nod" significa "agitación", en tanto que "Edén" quiere decir "deleite", siendo la primera,
símbolo del vicio, que perturba al alma; y el segundo, de la virtud, que le brinda bienestar y
deleite, no el enervado deleite que ofrece el placer a través de la irracional pasión, sino la
alegría sin pena ni alteración a la que acompaña una grande placidez.

13. Pero, cuando la inteligencia se aparta de la visión de Dios, en la que le hubiera sido
hermoso y provechoso permanecer sin alejarse, es forzoso que, como una nave en su travesía
por el mar frente a la violencia de los vientos que la hostigan, sea al punto llevada de aquí
para allá, sin que le quepa otra patria ni otra morada que la agitación y el trastorno, que son
las cosas más opuestas a la firmeza del alma que nos viene de la alegría cuyo nombre es Edén.

14. V. Un ejemplo de estar "frente a" para un juicio lo constituye el caso de la mujer
sospechosa de adulterio. Leemos, en efecto, lo siguiente: "El sacerdote colocará a la mujer
frente al Señor y le descubrirá la cabeza." (Núm. V, 18.) Aclaremos qué es lo que Moisés
quiere significar con esto. Lo conveniente resulta a veces inconveniente en la práctica, y lo no
conveniente concrétase a veces de manera conveniente. Así, por ejemplo, la devolución de un
depósito, cuando no tiene lugar por honesta resolución sino para perjuicio del que lo recibe o
a título de treta con miras a la ulterior violación de una mayor confianza, no deja de ser una
acción conveniente pero llevada a cabo de manera inconveniente.

15. En cambio, el hecho de que el médico, cuando tiene resuelto purgar u operar o quemar
para bien del enfermo, no le diga la verdad, a fin de que no se atemorice por anticipado, y
huya de la curación o sucumba extenuado en el momento del tratamiento; o el caso del
hombre sabio que miente ante los enemigos para salvar a su patria, temeroso de que con la
verdad resulte fortalecida la posición de los adversarios; siendo actos inconvenientes en sí,
resultan justos en su ejecución. Por eso dice Moisés: "Sigue con rectitud la justicia" (Deut.
XVI, 20); dando a entender que cabe la posibilidad de hacer lo justo sin rectitud, cuando el
que decide no se aboca a ello con sana determinación.

16. Porque, en efecto, lo que se dice y se hace resulta claramente manifiesto para todos; pero,
en cambio, no es claro el pensamiento según el cual se dice lo que se dice y se hace lo que se
hace; y resulta imposible determinar si se trata de un pensamiento saludable y puro o si es
enfermo y manchado con muchas impurezas. Ninguna creatura es capaz de discernir los
motivos de una oculta determinación; sólo Dios lo puede y por ello dice Moisés que "las cosas
ocultas son conocidas por Dios Soberano; las manifiestas lo son por la creatura". (Deut.
XXIX, 28.)

17. Y también por eso ha sido dispuesto que el sacerdote y profeta, es decir, la razón,
"coloque frente al Señor" (Núm. V, 18) al alma con la cabeza descubierta, vale decir,
exponiendo sin ocultamientos la doctrina capital13 y mostrando al descubierto los motivos en

157
los que ella se apoya, para que, juzgada por las exactísimas miradas de Dios, el incorruptible,
o bien se ponga al descubierto su altanera simulación, verdadera moneda falsificada, o bien, si
es inocente de todo mal, se vea limpia de los cargos contra ella, apelando al testimonio del
único que es capaz de ver al alma desnuda.
13
Juego de palabras entre kephalé = cabeza, y kephálaion = capital, principal, que encabeza.

18. VI. Tal es lo que se entiende por estar "frente a" para un juicio. En cuanto al estar "frente
a" para forjar un vínculo estrecho, es el caso registrado a propósito del omnisciente Abraham.
Dice, en efecto, la escritura: "Todavía seguía en pie frente a! Señor." (Gen. XVIII, 22.) Y
prueba de esta intimidad son las palabras que siguen "Acercándosele dijo". (Gen. XVIII, 2.3.)
Es que, así como armoniza con el sentimiento de hostilidad la separación y el desligamiento,
con el de unión íntima, en cambio, armoniza la aproximación.

19. El mantenerse firme y adquirir una inteligencia inalterable es marchar cerca del poder de
Dios, puesto que lo Divino es inalterable. En: cambio lo creado es variable por naturaleza. Si,
pues, alguien, hubiera refrenado, por amor hacia el saber, el impulso propio del ser creado, y
lo hubiere forzado a detenerse, no olvide que se halla próximo a la Divina felicidad.

20. Pues bien, es con sentido de intimidad 14 como asigna Dios la ciudad situada frente al
parque a los querubines y a la flamígera espada; no como a enemigos que se aprestan a
enfrentarse y combatirse, sino como a íntimos y amigos excelentes, para que sus potencias
adquieran un recíproco anhelo por efecto de la común contemplación y de la ininterrumpida
indagación, al inspirarles Dios, el generoso dispensador de dones, el alado y celestial amor.
14
Intimidad entre los querubines y la espada, por una parte, y el parque por otra; no entre los
querubines y la espada, o entre uno y otro querubín

21. VII. Hemos ahora de averiguar qué es lo que se simboliza mediante los querubines y la
flamígera espada. Se me ocurre, en verdad, que representan alegóricamente el curso del cielo
todo. En efecto, los movimientos asignados a las esferas celestes son de dos tipos opuestos: a
una le ha correspondido el movimiento invariable, el propio de la identidad, orientado hacia la
derecha; a la otra,15 el variable, el propio de la alterabilidad, orientado hacia la izquierda.16
15
En realidad, como se observa en lo que sigue, no se trata de "la otra' esfera, sino de las otras
siete esferas que forman el circulo interior. Pero por lo visto, Filón emplea con harta libertad
los términos sphaíra y kykios como se desprende también de lo que dice en 23, donde se lee
que la esfera interior se divide en siete círculos. Sobre el sentido que en la cosmología
platónica tienen los términos tautoû (por toû autoû) = de lo mismo o del mismo, y thatérou
(por toú hetérou) == de lo otro o del otro, que, a falta de otras equivalencias españolas, he
traducido por "de la identidad" y "de la alterabilidad", ver la nota siguiente.
16
Recuérdese que en la astronomía platónica se concibe al universo como. una entidad
esférica compuesta de un centro fijo: la tierra; en torno del cual giran las siete esferas del
circulo interior, en el que se hallan el sol, la luna y cinco planetas o astros errantes, todos con
movimientos irregulares: propios, de retroceso, de diferente velocidad y dentro de sus órbitas
particulares; hallándose en la parte más exterior una octava esfera, o círculo exterior; la esfera
de los astros no errantes o de cursos fijos, dotados de dos movimientos invariables: uno sobre
sí mismo y el otro de avance a la par de la revolución del círculo exterior. Platón denomina a
este círculo el circulo de "lo mismo", es decir, de la identidad o inmutabilidad, por oposición
al círculo interior o círculo de "lo otro", vale decir, de la alterabilidad o variabilidad o cambio.
Los astros de cursos fijos son calificados de "divinos" o "dioses visibles", tal como los califica
Filón en Sobre la creación 27. Sobre el particular ver Timeo 36 c-d, 38 c-e y 40 a-b.

158
22. La esfera más exterior, que contiene las llamadas estrellas fijas, es una sola y siempre
describe la misma revolución de este a oeste. Las esferas interiores, en cambio, siete en total,
que contienen los planetas,17 tienen dos movimientos de opuesta naturaleza cada una; uno
voluntario y otro forzoso. Su movimiento involuntario 18 es análogo al de los astros fijos,
como que se las ve pasar a diario. del oriente al poniente; en tanto que es de oeste a este el
movimiento propio, en el que también sucede que las revoluciones de sus siete astros están
asociadas a espacios de tiempo. Tales espacios de tiempo son iguales en el caso de los astros
de iguales cursos, llamados el sol, la estrella matutina y el brillante.19 Estos tres planetas son,
en efecto, de la; misma velocidad. Son, en cambio, distintos los lapsos en el caso de los
planetas de cursos diferentes; si bien guardan una proporción definida tanto cutre ellos
mismos como entre ellos y aquellos tres.
17
O astros errantes.
18
Vale decir, que se produce forzosamente a la par del movimiento' universal.
19
Venus y Mercurio.

23. Uno de los dos querubines representa, pues, la esfera más exterior, la zona extrema de
todo el cielo, la bóveda en la. cual las estrellas fijas trasládanse en coro según un ritmo verda-
deramente Divino, caracterizado por su regularidad y uniformidad, sin abandonar el lugar que
el Padre, que las creó, ha establecido para ellas en el orden universal. El otro querubín es la
esfera 20 contenida dentro, esfera en la que, al dividirla en siete partes, determinó Dios siete
círculos que guardan determinada relación entre sí, adaptando a cada uno de ellos un planeta.
20
Ver lo aclarado en la nota 15.

24. Y habiendo situado a cada astro en su propio círculo como a un conductor en su vehículo,
a ninguno de esos conductores confió las riendas, temeroso de una conducción desacorde, y
sujetó a todos a Su propio control, por entender que de ese modo sus marchas habrían de ser
armoniosas y ordenadas al máximo. Con Dios, en efecto, todo es laudable;
sin Dios, en cambio, todo es vituperable.

25. VIII. Ésta es una interpretación de la alegoría de los querubines. En cuanto a la espada
flamígera que gira, bien cabe suponer que representa el movimiento de los mismos y el eterno
impulso del cielo todo. Pero quizá, según otra interpretación, los querubines simbolicen a
ambos hemisferios;21 puesto que están frente a frente cubriendo con las alas el propiciatorio;22
y también los hemisferios están enfrentados uno con otro, hallándose extendido: sobre la
tierra, que es el centro del universo, y separados por ella.
21
En Sobre el Decálogo 56 y 57 se refiere Filón a los hemisferios celestes diciendo: "Como el
cielo está en incesante revolución, los dos hemisferios se turnan diariamente, situándose uno
arriba de la tierra y otro debajo de ella en apariencia, porque en realidad no hay arriba ni abajo
en la esfera celeste."
22
Ex. XXV, 19.

26. Como la tierra es la única porción del mundo que permanece fija, lo que permite que la
revolución de uno y otro hemisferio resulte armoniosa en sumo grado al realizarse en lomo a
un centro inmóvil, los antiguos la llamaron acertadamente Hestia.23 La espada flamígera, por
su parte, es símbolo del sol, el cual es, en efecto, una condensación de intensa llama, y resulta
ser él más veloz de los seres, tanto que en un solo día da vuelta en torno de todo el mundo.24
23
Hestia, divinidad protectora del hogar doméstico y público, personificaba también el fuego
que se suponía ardía en el centro del universo. Filón aprueba tal designación, pues vincula la
forma hestía, seguramente a través de la variante épico-jónica histíe, con el verbo hístemi =
coloco, cuyo perfecto significa estoy colocado o fijo; y encuentra lógico que se dé un nombre

159
que significa fijeza a lo que permanece inmóvil.
24
Es decir, posee las dos cualidades que se dan en la espada: la llama y el movimiento.

27. IX. Pero a menudo he escuchado un pensamiento más elevado, proveniente de mi propia
alma, la que muchas veces suele sentirse inspirada por Dios y adivinar cosas que ignora. Lo
evocaré y traduciré en palabras, si puedo. Decíame, en efecto, que aunque Dios es realmente
uno solo,25 dos son Sus supremas y primeras potencias: la bondad y la autoridad; y que
mientras mediante Su bondad ha creado el universo, por Su autoridad gobierna lo creado.
25
Ver Sobre la creación del mundo 171.

28. Y que en medio, como un nexo entre ambas, existe una tercera entidad, Su logos,26
mediante el cual ejerce Su soberanía y manifiesta Su bondad. Los querubines son, pues,
símbolo de estas dos potencias, la autoridad y la bondad; en tanto que la espada flamígera lo
es del logos. El logos, en efecto, y sobre todo el de la Causa es rapidísimo en sus
movimientos, y abrasador, como que él deja atrás a todas las cosas y las precede, habiendo
sido concebido antes que todas ellas, y siendo manifiesto por sobre todas ellas.
26
Ver Sobre la creación del mundo 20.

29. Acepta, pues, oh inteligencia, la imagen cabal de los dos querubines, para que, instruida
acerca de la autoridad y la bondad de la Causa, recojas el fruto de una feliz suerte; ya que, de
ese modo, conocerás enseguida cómo estas potencias sin mezcla forman una estrecha unidad,
que pone de manifiesto la excelsitud de Su autoridad en las obras de Su bondad, y hace
patente Su bondad en los actos de Su autoridad. De ese modo, podrás adquirir las virtudes que
tienen origen en estas potencias, a saber, una animosa disposición y un piadoso temor ante
Dios; y, consecuentemente, ante la grandeza de la soberanía del Rey no hablarás con jactancia
cuando las cosas te fueren bien, y ante la dulzura del grande y dadivoso Dios no desesperarás
de un cambio favorable, cuando soportares algo que te desagrada.

30. La presencia de una espada flamígera se explica por cuanto es preciso que acompañe a
tales virtudes la razón,27 ardiente e inflamada de por sí, que es la medida de las cosas, que
jamás cesa de moverse con el máximo de celo en procura del bien, y rehuyendo de lo opuesto
a él.
27
Traduzco aquí logos por razón, aunque en otros párrafos translitero el término griego;
porque sonaría algo extraño el decir logos humano en vez de razón humana. En otras palabras,
he preferido la transliteración cuando el término se refiere a la potencia de Dios a cuyo cargo
estuvo el concebir y crear el mundo, y empleo el pálido equivalente español razón cuando se
trata de la facultad humana, aun en casos como el presente, en que parece referirse el autor a
la doble acepción del término: razón y palabra. Ver Sobre la creación del mundo, nota 6.

31. X. ¿No ves que también el sabio Abraham, cuando comenzó a tomar a Dios por medida de
todo y a no confiar en, ningún caso en lo creado, toma una imitación de espada llameante, "el
fuego y el cuchillo" (Gen. XXII, 6), deseando vivamente separar y consumir lo mortal
procedente de sí mismo a fin de remontarse hasta Dios con el entendimiento libre?

32. En cambio a Balaam, que es la personificación del pueblo insensato. Moisés, consciente
de que el alma debe librar una guerra en procura del saber, lo presenta como desarmado,
eludiendo el servicio de las armas y desertor. Dice, en efecto, Balaam a la asna, vale decir, a
la norma irracional de vida,. sobre la que se halla montado todo insensato: "Si tuviera una
espada, ya te habría traspasado." (Núm. XXII, 29.)28 Infinitas: gracias demos al Artífice, por
cuanto conociendo el frenesí de la insensatez, no le ha concedido el poder de la palabra (lo

160
que equivaldría a dar una espada a un demente), a fin de que no cause una tremenda e injusta
destrucción entre todos los que le salen al paso.
28
"Si tuviera espada...", dice Balaam; de lo que Filón infiere que no la tenía, y que, por lo
tanto, no estaba armado.

33. Por otra parte, lo mismo que imputa 29 Balaam, imputa siempre desatinadamente cada uno
de los. no purificados que dedican su vida al comercio, a la agricultura o a cualquiera otra
actividad de las que procuran ganancias. Mientras sus asuntos se presentan todos sin
excepción prósperos, cada uno de ellos cabalga regocijado, sostiene en firme las riendas y se
niega tenazmente a soltarlas entendiendo que de ninguna manera estaría bien hacerlo; y a
cuantos le hablan de desistir y moderar razonablemente sus deseos por cuanto el futuro es
incierto, los tacha de envidiosos y celosos, proclamando que estas prevenciones no le son
hechas con recta intención.
29
Balaam echa en cara a su asna su presente dificultad, es decir, la atribuye la culpa de lo que
le pasa.

34. Pero cada vez que le sobreviene un contratiempo o fracaso, reconoce en aquéllos una
capacidad suma para prevenir los sucesos futuros como buenos adivinos; no obstante lo cual
echa toda la culpa a lo que es absolutamente inocente, es decir, a la agricultura, al comercio, o
a las otras actividades que juzgaba dignas de ser ejercidas como fuentes de recursos.

35. XI. Mas estas actividades, aunque desprovistas de órganos para hablar, se expresarán con
el lenguaje de los hechos mismos, que es más claro aún que el lenguaje de la lengua, diciendo:
[Falso calumniador], ¿no somos acaso aquellas en las que como bestias de carga cabalgabas
muy pagado de tí mismo? ¿Acaso por mera insolencia te hemos preparado un desastre? 30
Mira al ángel armado, es decir, al logos de Dios, de pie frente a ti.31 ¿No ves que es él quien
hace que las cosas lleguen a buen o mal termino? ¿Por qué, entonces, nos enrostras ahora a
nosotras, siendo así que antes, cuando los negocios presentaban buen aspecto para ti, no nos
reprendías? Porque en lo que a nosotras toca seguimos siendo las mismas sin haber cambiado
un ápice en nuestro modo de ser absolutamente.
30
Núm. XXII, 30.
31
Núm. XXII, 31.

36. Tú, en cambio, usando de criterios no sanos, andas impaciente sin razón ninguna, porque,
si desde el principio hubieras entendido que la causa de tus éxitos o fracasos no es alguna de
las empresas que acometes sino el logos Divino, que rige y guía cual piloto el universo, más
fácilmente sobrellevarías lo que te sucede y dejarías de acusarnos falsamente y atribuimos
cosas que no podemos hacer.

37. Si, pues, aquel guía, en un nuevo cambio, pusiere fin a tu guerra, y disipare las
preocupaciones y confusiones que ésta provoca, proclamando la paz en tu vida; alegre y
gozoso nos tenderás tu diestra, aun cuando seguiremos siendo las mismas que éramos; pero
nosotras ni nos envanecemos por tu prosperidad ni nos preocupamos si te va mal; ya que
estamos persuadidas de que no somos las causas ni de tus bienes ni de tus males, aunque a ti
se te ocurran tales cosas acerca de nosotras. De lo contrarío, también habrían de atribuirse al
mar en sí las prósperas navegaciones o los naufragios que sobrevienen y no a las variaciones
de los vientos, que unas veces soplan con moderación en tanto que otras lo hacen con la
violencia del huracán.

38. Porque a toda agua le ha correspondido por naturaleza el ser tranquila de por sí; y cuando

161
una brisa favorable acompaña a los timones y cada uno de los rizos va suelto, las naves, con
las velas desplegadas, arriban a los puertos; pero, cada vez que repentinamente el viento se
echa contra las proas, origina una violenta conmoción y trastorno y da vuelta la embarcación.
Y sobre el mar, aunque en nada es culpable de lo sucedido, recae la aparente culpa, no
obstante ser evidente que su calma o su violencia dependen de la suavidad o vehemencia de
los vientos.

39. Pues, bien, entiendo que a través de todas estas consideraciones he demostrado
suficientemente que, habiendo provisto la naturaleza al hombre de la razón como su mejor
aliada, hace feliz y realmente sensato a quien es capaz de regirse por ella correctamente, y
desdichado e insensato a quien no es capaz de ello.

40. XII. "Y conoció Adán a su mujer y ésta concibió y dio a luz a Caín; y Adán dijo: 'He
obtenido un hombre por medio de Dios'. Y añadió Dios el engendrar ella a Abel, hermano de
aquél."32 (Gen. IV, 1 y 2.) A aquellos cuya virtud el legislador ha testimoniado, vale decir,
Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y otros del mismo espíritu, no los presenta "conociendo" a
mujeres.
32
Como se advertirá en las consideraciones expuestas en 124, y en las contenidas en Sobre los
sacrificios de Abel y Caín 10, Filón interpreta que el sujeto de "dijo" es Adán, y el de
"añadió" es Dios, no obstante que la lectura correcta del pasaje es: "Y conoció Adán a su
mujer, y ésta concibió y dio a luz a Caín, y dijo: 'He obtenido un hombre por medio de Dios'.
Y añadió el engendrar (es decir: engendró en un segundo parto) a Abel, el hermano de aquél."

41. Es que, como la mujer, según decimos, es la personificación de la sensibilidad, y como el


saber se alcanza mediante el apartamiento de la sensibilidad y la materia, se sigue que los
amantes de la sabiduría más bien rechazan que buscan a, la sensibilidad. Y creo que es lo
razonable. A aquellas que cohabitan con ellos llámaselas mujeres; pero, en realidad, se trata
de virtudes: Sara, es decir, la autoridad y guía; Rebeca, o sea, la perseverancia en lo noble;
Lía, rechazada y fatigada a causa de la ejercitación ininterrumpida, que todo insensato rechaza
y aleja de sí con gesto de repulsa; y la compañera de Moisés, Sófora, cuyo nombre significa
"avecilla", la que se eleva desde la tierra hacia el cielo, para contemplar allí las
bienaventuradas y divinas naturalezas.

42. Es mi propósito hablar sobre la gestación y el nacimiento de las virtudes; pero tapen sus
oídos o márchense aquellos que desvirtúan la santidad; porque es a los iniciados dignos de los
sacratísimos misterios, a quienes se han de explicar misterios Divinos; y estos iniciados son
los que practican con modestia una piedad realmente sincera y sin presunciones. No
expondremos, en cambio, la sagrada revelación para aquellos que están envueltos en el
incurable mal de la vanidad y miden lo puro y santo no con otro canon que la sutileza de sus
palabras y frases y la impostura de sus ritos y costumbres.

43. XIII. Hemos, pues, de comenzar la sagrada instrucción de esta manera. El hombre se une a
la mujer, es decir, el ser humano masculino al ser humano femenino, a fin de concretar,
conforme con el orden de la naturaleza, los acoplamientos con miras a la generación de hijos.
En cambio, a las virtudes, que engendran muchas y perfectas cosas, no les es lícito juntarse
con hombre mortal; mas, si no reciben de ningún otro ser la simiente jamás de por sí solas
podrán dar a luz.

44. ¿Quién, pues, es el que siembra en ellas los bienes sino el Padre de todas las cosas. Dios,
el increado y creador de todo sin excepción? Él, pues, siembra, pero el fruto que Le es propio,

162
el fruto que ha sembrado, lo concede como un don. Es que Dios nada engendra para Sí, ya que
nada necesita; sino para el que ha menester recibirlo todo.

45. Confirmaré lo que digo recurriendo al fehaciente testimonio del sacratísimo Moisés.
Presenta, en efecto, a Sara concibiendo con ocasión de la visita que le hace Dios en su
soledad,33 pero engendrando no ya para el Autor de la visita sino para el que se deleita en el
logro de la sabiduría, que se llama Abraham.
33
Gen. XXI, 1.

46. Pero más claramente aún lo testimonia cuando, a propósito de Lía, dice que Dios fue
quien abrió su matriz,34 cometido éste que está reservado al esposo; y que ella al concebir
engendró no para Dios, pues Éste de por Sí es totalmente suficiente para Sí, sino para el que
sobrelleva un trabajo para el logro del bien, o sea, Jacob; de modo que la virtud recibe de la
Causa las Divinas simientes, pero engendra para alguno de los que la aman, que es preferido a
los otros pretendientes suyos.
34
Gen. XXIX, 31.

47. A su vez, habiendo el omnisciente Isaac suplicado a Dios, tómase fecunda, por obra del
que ha recibido la súplica. Rebeca, es decir, la perseverancia.35 Y Moisés, sin que medie
súplica ni ruego alguno, cuando toma a Séfora, la virtud alada y excelsa, hállala preñada sin
intervención de mortal alguno absolutamente.36
35
Gen. XXV, 21.
36
Ex. II, 22. Sobre lo de "alada y excelsa" recuérdese lo dicho en 41.

48. XIV. Recibid en vuestras almas, ¡oh iniciados, cuyos oídos están purificados! estos
pensamientos como misterios verdaderamente sacros, y guardaos de comunicarlos a ninguno
de los profanos; antes poniéndolos en resguardo conservadlos en vuestro círculo como un
tesoro en el que no hay ni oro ni plata, sustancias perecederas, pero está lo más hermoso de
cuanto puede poseerse, es decir, el saber acerca de la Causa, de la virtud y, en tercer término,
del fruto de ambas. Mas, si os hallareis con alguno de los iniciados que conociere algún nuevo
secreto, uníos a él apremiándolo perseverantemente para que no os lo oculte, hasta que seáis
claramente informados sobre él.

49. Yo mismo, iniciado en los misterios fundamentales a través de los escritos de Moisés, el
amado de Dios, con todo, habiendo enseguida visto al profeta Jeremías, y conocido que no
sólo se trata de un iniciado sino que es además de un experto intérprete de las sagradas
verdades, no he titubeado en seguirlo; y él, como profundísimo inspirado que es, me ha
revelado cierto oráculo, que pone en boca de Dios las siguientes palabras dirigidas a la
pacifísima virtud: "¿No Me invocaste como tu casa, tu padre y el esposo de tu virginidad?"
(Jerem. III, 4); con lo que establece claramente que Dios es una casa, la incorpórea sede de las
incorpóreas formas ejemplares; el padre de, todas las cosas pues Él las ha creado, y el esposo
de la sabiduría, que deposita la simiente de la felicidad en la tierra apta y virginal para
beneficio de todo el género de los mortales.

50. Corresponde, en efecto, que los contactos de Dios sean con la naturaleza realmente virgen,
incorruptible, intacta '¿y pura; lo contrario de lo que ocurre con nosotros, ya que los
acoplamientos de los seres humanos con miras a la generación de hijos convierten a las
vírgenes en mujeres. En cambio, cuando comienzan las relaciones de Dios con el alma,
aquella que antes era mujer conviértese al punto en virgen, como que Aquél tomando a las
degeneradas y nada viriles pasiones, por las cuales el alma se afeminaba, las sustituyen por las

163
rectas y puras virtudes. Así, no tendrá contacto con Sara hasta que en ésta hayan cesado
definitivamente las menstruaciones 37 y haya tornado a la condición de virgen pura.
37
Gen. XVIII, 11.

51. XV. Puede, con todo, suceder que eventualmente un alma virgen sea deshonrada al ser
manchada por las desenfrenadas pasiones. Esto no afecta a la verdad del oráculo, pues éste no
dice que Dios es esposo de una virgen, pues una virgen está expuesta a la mudanza y a la
muerte, sino "de la virginidad", que, como forma ejemplar, es eternamente idéntica e
inmutable. En efecto, mientras lo cualitativo está sujeto por ley natural a nacimiento y muerte;
a las potencias que modelan las cosas particulares les ha sido asignada como patrimonio la
inmortalidad.

52. Corresponde, pues, que Dios, que es increado e inmutable, siembre en la virginidad, que
jamás se cambia en forma de mujer, las formas ejemplares de las inmortales y vírgenes
virtudes. ¿Por qué, entonces, oh alma, siéndote conveniente permanecer virgen en la mansión
de Dios, en contacto con la sabiduría, te mantienes alejada de ellas, y abrazas, en cambio, a la
sensibilidad, que te corrompe y mancha? He aquí por qué engendrarás un hijo confuso y
funestísimo, el fratricida y maldito Caín, una posesión que no es posesión. "Caín", en efecto,
significa "posesión".

53. XVI. Tal vez resulte extraño este modo de expresarse que, contra lo que es habitual,
emplea el legislador frecuentemente a propósito de muchas personas. Así, después de
ocuparse de los nacidos de la tierra,38 pasa a presentarnos al primer nacido de seres humanos;
y, aunque acerca de él no nos tiene dicho absolutamente nada, dice simplemente: "engendró a
Caín", como si muchas veces lo hubiera mencionado ya, y no se tratara de la primera vez que
lo introduce para ocuparse de él en la narración. '¿Qué clase de hombre es este Caín, oh
versado autor? ¿Qué nos has mostrado, poco o mucho, relativo a él antes?
38
Es decir, Adán y Eva. La perplejidad que manifiesta Filón a continuación surge de que
Moisés al mencionar por primera vez a Caín no ha aclarado su naturaleza y sexo.

54. Por cierto que no te era desconocido cómo deben asignarse los nombres con propiedad.
Algo más adelante lo pondrás, por ejemplo, en evidencia, cuando, al pasar a referirte a esta
misma Eva, digas que "conoció Adán a Eva; y, preñada, esta dio a luz un hijo, al que puso el
nombre de Set". (Gen. IV, 25.) Seguramente hubiera sido mucho más apropiado que en el
caso del primer vástago, que marcaba para los hombres el principio del engendramiento a
partir de ambos progenitores, aclararás primeramente que la naturaleza del engendrado era
masculina y a continuación dieras su nombre personal, Caín, si ése era.

55. Por lo tanto, puesto que no fue evidentemente la ignorancia de la manera como deben
asignarse los nombres, lo que le hizo pasar por alto el uso normal en el caso de Caín, valdrá
seguramente la pena indagar con qué propósito se expresó así al nombrar a los hijos de
nuestros primeros padres empleando la forma apropiada para una mención incidental de los
nombres en lugar de la que corresponde a una primera atribución de los mismos. Es posible
que, como por conjeturas me parece a mí, la causa sea la siguiente.

56. XVII. Es norma general de la multitud de los demás hombres el asignar nombres sin que
los mismos correspondan a las .cosas, de modo que nada tienen de común las cosas y las
denominaciones que se les aplican. En los escritos de Moisés, en cambio, los nombres
asignados son clarísimas representaciones de las cosas, a tal punto que forzosamente nombre
y cosa resultan desde el principio lo mismo, y en nada difiere el nombre de la cosa a la que se

164
aplica. Posiblemente esto resulte más claro si consideramos el caso que tenemos a la vista.

57. Cuando la inteligencia que existe en nosotros, llamada Adán, habiéndose puesto en
comunicación con la sensibilidad, causa, al parecer, de la vida de los seres animados,39
llamada Eva, se le aproxima en procura de un mutuo acoplamiento. Ella, por su parte,
envuelve y apresa, como en una red, en un proceso natural, lo sensible de afuera; a través de
los ojos el color, a través de las orejas el sonido, a través de las fosas nasales el olor, a través
de los órganos gustativos el sabor, a través de los del tacto cualquier tipo de cuerpo; y,
fecundada, tórnase preñada y siente acto seguido los dolores del parto y engendra al mayor de
los males del alma, la presunción. En efecto, la inteligencia pensó que todas estas cosas eran
adquisiciones propias de sí misma, todo lo que había visto, lo que había oído, lo que había
gustado, lo que había olido, lo que había palpado, y de todas ellas túvose a sí misma por
inventora y artífice.
39
Gen. III, 20. Ver Sobre la creación 139.

58. XVIII. Y nada tiene de extraño que le haya sucedido eso; porque tiempo hubo en que la
inteligencia ni se comunicaba con la sensibilidad ni la tenía a su alcance, estando
completamente aislada de toda convivencia y sociedad a la manera e los animales solitarios y
no gregarios. En ese tiempo constituía por sí misma una clase de objetos, y no tenía contacto
con un cuerpo, ni tenía a su alcance un instrumento de percepción sensorial mediante el cual
perseguir a los objetos externos; siendo ciega e impotente; y no en el sentido en que lo dicen
los más al contemplar a alguien privado de la vista, pues éste, despojado de un sentido,
dispone, y con sobrada abundancia, de los otros;

[59.] en tanto que aquélla, privada de la totalidad de sus facultades sensitivas, era realmente
impotente; resultando la mitad de un alma completa, al faltarle el poder mediante el cual la
naturaleza ha dispuesto que sean percibidos los objetos corpóreos; una de por sí desafortunada
fracción separada de su natural complemento, sin el soporte de los órganos de la sensibilidad,
sobre los cuales hubiera podido apoyarse con fuerza en su vacilante andar. Por tal motivo
profunda sombra derramábase sobre los objetos corpóreos, sin que ninguno resultara
perceptible, ya que no existía la sensación en aquella por quien debían ser conocidos.

60. Queriendo, pues. Dios proveer a ésta no sólo de la aprehensión de las cosas incorpóreas
sino también de la de los cuerpos sólidos, completó el alma total uniendo a la parte formada
primeramente la otra sección, a la que designó con el nombre general de "mujer" y el nombre
particular de "Eva", mediante el que simboliza a la sensibilidad.

61. XIX. Ésta, no bien adquirió existencia, derramó a través de sus partes, como a través de
orificios, una compacta luz sobre la inteligencia, y dispersó las tinieblas; y, como si sirviera a
un amo, la preparó para que de manera clara y muy nítida pudiera ver las naturalezas de las
cosas corpóreas.

62. Y la inteligencia, como si hubiese sido iluminada por la resplandeciente claridad solar al
cabo de la noche, o como si se despertase de un profundo sueno, o como un ciego que de
improviso recobrase la vista, poníase en contacto de manera simultánea con todas las cosas
que han sido creadas, cielo, tierra, agua, aire, vegetales, animales, con sus formas, cualidades,
potencias, aposiciones temporarias y permanentes, movimientos, actividades, funciones,
cambios, extinciones; y veía a unas, escuchaba a otras, gustaba a éstas, olía a aquéllas, tocaba
a otras, y sentíase atraída hacia unas porque producían placer y retraíase de otras porque le
causaban dolor.

165
63. Y así, habiendo observado en derredor aquí y allí, y tras considerarse a sí misma y
considerar sus fuerzas, se atrevió a vanagloriarse con la misma presunción que el rey
macedonio Alejandro. Dicen, en efecto, que también éste cuando estaba cierto de haber
ganado el poder sobre Europa y Asia, hallándose de pie en un paraje dominante y habiendo
observado atentamente toda la zona circundante, dijo: "Hacia una y otra parte, todo es mío",
con lo que ponía de manifiesto en realidad una superficialidad propia de un alma pueril,
ingenua y vulgar, no un espíritu real.

64. Pero antes de Alejandro, la inteligencia, al adquirir la facultad de percibir sensiblemente, y


al aprehender a través de ella cada una de las formas corpóreas, llevada de una irracional
presunción, hinchóse de vanidad, al punto de considerar que todas las cosas eran propiedades
suyas y nada absolutamente de otro alguno.

65. XX. Ésta es la modalidad de nuestro ser que caracterizó Moisés bajo el nombre de Caín,
nombre que significa "posesión"; modalidad que está llena de necedad o, más bien, de
impiedad, por cuanto, en vez de pensar que todas las cosas son posesión de Dios, las supone
suyas propias, aunque ni siquiera a sí misma se puede poseer con firmeza ni conoce siquiera
cuál es su propia esencia. Sin embargo, si confía en los sentidos teniéndolos por capaces de
captar las cosas sensibles exteriores, que nos diga de qué manera podría evitar el ver a medias,
el oír confusamente o el errar en el caso de cada uno de los otros sentidos.

66. La verdad es que ninguno de nosotros está libre de caer constantemente en tales errores,
por mucho que los órganos de que hagamos uso fueren precisos al máximo; ya que resulta
difícil, por no decir imposible, liberarnos completamente de las naturales anomalías y del
involuntario extravío, pues en nosotros y en torno de nosotros, fuera de nosotros y en todo el
género mortal sin excepción se dan innumerables motivos de falsa opinión. No estaba, pues,
en su sano juicio la inteligencia cuando supuso que son propiedades suyas a todas las cosas, y
se jactó de ello en actitud presuntuosa.

67. XXI. También Labán, el que está aferrado a las cualidades, parece haber brindado ocasión
de reír largo rato a Jacob, el que desechando éstas, pone su vista en la Naturaleza exenta de
cualidades; cuando se atrevió a decirle: "Las hijas son hijas mías; los hijos, hijos míos son; los
ganados son mis ganados y todo cuanto tú alcanzas a ver es mío y de mis hijas." (Gen. XXXI,
43.) En cada caso, en efecto, agrega "mío", a la vez que no pierde la ocasión de referirse a sí
mismo y hablar de sí con jactancia.

68. Las hijas, dime, que son las artes y las ciencias que se dan en el alma, ¿dices tú que son
hijas tuyas? ¿Y de qué manera? ¿Acaso, ante todo, no las posees por haberlas recibido de la
inteligencia, que te las ha enseñado? En segundo lugar, es propio de tu naturaleza el que, así
como pierdes otras cosas cualesquiera, también pierdas éstas, ya olvidado de ellas debido al
cúmulo de los otros pensamientos, ya a causa de penosas e incurables enfermedades del
cuerpo, ya por la vejez, dolencia sin remedio que fatalmente sobreviene a los de avanzada
edad, ya por otros innumerables motivos cuyo número es imposible de determinar.

69. ¿Y qué? Cuando aseguras que "los hijos", vale decir, los pensamientos particulares del
alma, son tuyos, ¿estás en tu sano juicio o te has vuelto loco, para suponer tales cosas? Porque
tus melancolías, tus locuras, los extravíos intelectuales, las conjeturas sin fundamento, las
falsas representaciones de los objetos, ciertos pensamientos vacíos, semejantes a sueños, que
de por sí producen intranquilidad y agitación; el olvido, enfermedad habitual del alma, y otras

166
cosas más numerosas que las enumeradas socavan la seguridad de tu señorío y muestran que
tales bienes son propiedad de otro y no tuya.

70. ¿Cómo te atreves a decir que son tuyos "los ganados", es decir, los sentidos? Porque la
sensibilidad es algo irracional y semejante a las bestias. Constantemente te equivocas al ver y
al oír; confundes a veces los sabores dulces con los amargos y otras veces los amargos con los
dulces, y yerras continuamente más que aciertas en cada uno de los sentidos; y dime, ¿no te
pones rojo de vergüenza sino te enorgulleces e hinchas de vanidad como si hicieras uso
irreprensible de todas las facultades y actividades de tu alma?

71. XXII. Pues bien si tú cambiares y alcanzares una porción del discernimiento que
necesitas, dirás que todas las cosas son propiedades de Dios, no tuyas: los razonamientos, los
conocimientos, las artes, las conclusiones, los discernimientos particulares, las sensaciones,
las actividades del alma a través de los sentidos y sin ellos. En cambio, si te abandonares
definitivamente en la incultura y en la ignorancia, serás siempre esclavo de pesadas señoras:40
presunciones, apetitos, placeres, injusticias, insensateces, falsas opiniones.
40
Los sustantivos que siguen son todos femeninos en griego; de allí lo de "señoras".

72. Dios, en efecto, Moisés: "Si interrogado el siervo dijere: 'He llegado a amar a mi señor, a
mi mujer y a mis hijos y no quiero salir libre' (Ex. XXI, 5); conducido ante el tribunal de
Dios, teniendo a Éste por juez, le será confirmado aquello que ha pedido, previa perforación
de su oreja con un punzón,41 para que no pueda recibir la Divina comunicación de la libertad
de su alma.
41
Ex. XXI, 5 y 6.

73. En efecto, es propio del discernimiento verdaderamente esclavo42 y del todo ingenuo,
excluido y rechazado como fuera del Divino certamen, expresarse enfáticamente al referirse
"al amor que ha llegado a sentir" por la inteligencia; a su opinión de que la inteligencia43 es
"su señor" y benefactor; a su afecto inmenso por la sensibilidad; y a su creencia de que ésta es
propiedad suya y el mejor de los bienes y de que lo son también "los hijos" de ambos; tanto
los de la inteligencia, es decir, el reflexionar, el razonar, el discernir, el deliberar, el
conjeturar; como los de la sensibilidad, que son el ver, el oír, el gustar, el oler, el palpar, el
percibir sensorial en general.
42
El término griego páis = niño y esclavo, le permite a Filón, haciendo referencia a la primera
significación, recalcar que el esclavo peticionante di pasaje bíblico comentado es
completamente ingenuo, inmaduro.
43
Recuérdese que noús = inteligencia, es masculino, lo que permite a Filón calificar a la
inteligencia de "señor y benefactor".

74. XXIII. Es forzoso, realmente, que quien está vinculado estrechamente a estas cosas44 no
perciba ni en sueños la libertad, ya que solo huyendo y apartándonos de ellas alcanzamos a
participar de la libertad. Otro45 hay también, que, pagado de sí mismo y haciendo patente su
demencia manifiesta: Aun cuando alguien me arrebatare algo, lucharé por ello como cosa que
me pertenece y alcanzaré a imponerme. "Perseguiré"; dice, en efecto, "capturaré; me repartiré
los despojos, satisfaré a mi alma; con mi espada causaré destrozos, y mi mano ejercerá el
dominio". (Ex. XV, 9.)
44
Vale decir, la inteligencia, la sensibilidad y sus "hijos".
45
El faraón.

75. A éste puedo yo decirle: [Insensato!, no te das cuenta de que entre las creaturas todo aquel

167
que cree "perseguir" es perseguido; ya que las enfermedades, la vejez y la muerte, juntamente
con la restante multitud de males voluntarios e involuntarios acosan, perturben y persiguen a
cada uno de nosotros; y el que cree "capturar" a otro y "dominar" es capturado y dominado; y
alguno, cuando aguardaba quedarse con el fruto de un saqueo y procedía a "repartir" las partes
del botín, resultó vencido por los victoriosos enemigos, con lo que sobrevino a su alma la
indigencia en vez de la "satisfacción" y la servidumbre en vez del "dominio"; y fue
"'destrozado" en vez de destrozar sufriendo en plena medida todo cuanto pensó hacer a otros.

76. Es que este hombre era en realidad un enemigo de la convincente razón y de la misma
naturaleza, cuando se atribuía a sí mismo todo cuanto toca al hacer y olvidaba todas las cosas
que nos sobrevienen, como si estuviese libre del cúmulo de calamidades que de cada una de
ellas se derivan.

77. XXIV. Trátase, en efecto, del "enemigo" que, según leemos, "dijo: 'Perseguiré y
capturaré'." (Ex. XV, 9.) ¿Quién verdaderamente, puede ser enemigo más hostil para el auna
que aquel que por orgullo atribuyese a sí mismo lo que es propio de Dios? Ciertamente, el
hacer es propio de Dios y no es lícito adscribírselo a la creatura; lo propio del ser creado es la
pasividad.46
46
Es decir, el experimentar los efectos, el ser objeto de un acto sin intervenir en él como
agente o autor.

78. Quien se anticipare a aceptar este papel pasivo como cosa propia y forzosa, fácilmente
sobrellevará cuanto le sobreviniere, aun cuando fuere penosísimo; quien, en cambio,
entendiere que no es cosa que le corresponda, oprimido por un peso infinito, sufrirá la pena de
Sísifo 47 sin poder siquiera alzar la cabeza, agobiado por todas las cosas terribles que le acosan
y postran, y añadiendo a cada una de ellas la bajeza y la sumisión, pasiones propias del alma
degenerada y sin virilidad. Más le valdría, en efecto, que, fortalecido en su resolución y
fortificado por su propia firmeza y perseverancia, virtudes poderosísimas, aguardase a pie
firme, se aprestara para la lucha y ofreciese resistencia.
47
Pena consistente en arrastrar rodando un gran peñasco hasta la cima de una montaña del
Tártaro, desde la cual aquél volvía indefectiblemente a caer rodando hasta el fondo.

79. Aclaro esto. El ser trasquilado o afeitado se ejecuta de dos maneras; o con reacción y
reciprocidad o con aceptación y sumisión de parte del que es trasquilado, o afeitado. Así,
mientras una oveja, una piel o la llamada zalea 48 son trasquiladas por otro en actitud
completamente pasiva, sin desarrollar actividad alguna ellas; el hombre, en cambio, mientras
es afeitado opera conjuntamente, y se coloca y acomoda a sí mismo en la posición requerida
combinando así la actividad con la pasividad. Otro tanto ocurre en la recepción de golpes.
48
Piel de cordero.

80. Una manera es la que tiene lugar en el caso del esclavo que ha cometido faltas
merecedoras de azotes o en el del hombre libre extendido sobre la rueda del suplicio en
castigo de sus fechorías o en el de alguna cosa inanimada; porque son golpeadas las piedras,
las maderas, el oro, la plata y todas las materias que se machacan y dividen en la fragua. La
otra es propia del atleta que combate por la victoria y las coronas en un encuentro de pugilato
o en el pancracio.49
49
Competencia atlética en la que se combinaba el pugilato y la lucha denominada greco-
romana.

81. Por cierto que éste aparta de sí con cada una de las manos los golpes que caen sobre él y

168
volviendo el cuello a uno y otro lado evita ser alcanzado por ellos; y a menudo apoyándose
sobre la punta de los dedos de los pies y elevándose al máximo o conteniéndose y viniendo a
las manos alternativamente logra mantenerse a distancia de las manos de su oponente, cuyos
esfuerzos aseméjanse a un combate contra una sombra. El esclavo o el metal, en cambio,
sométense sin reacción alguna soportando cuanto el que dispone determínase a ejecutar.

82. Pues bien, esta forma de pasividad jamás la admitiremos ni en lo que toca al cuerpo ni
mucho menos en lo que atañe al alma; pero sí aceptaremos, dado que es forzoso que el mortal
padezca, aquella que va acompañada de una reacción activa. De ese modo no nos
extenuaremos enervados, postrados, doblegados anticipadamente, con las fuerzas del alma
relajadas, como los afeminados; antes, por el contrario, fortalecidos con las energías de
nuestra inteligencia, seremos capaces de aminorar y hacer más leve la embestida de las
calamidades que nos amenazan.

83. Dado, pues, que ningún mortal aparece como sólido y firmemente dueño de cosa alguna, y
los llamados señores reciben ese título como resultado de una mera opinión, no como
expresión de la verdad; y puesto que es necesario que, así como hay vasallo y siervo, haya
también jefe y señor en el universo; éste no puede ser otro que Dios, el único realmente
gobernante y jefe; y el único de Quien con verdad puede decirse que todas las cosas son
posesiones Suyas.

84. XXV. Reflexionemos además con cuánta sublimidad y de qué manera digna de la
Divinidad enumera estas propiedades. "Todas las cosas", dice, "son Mías". Y todas las cosas
son "presentes, dones y frutos, que cuidaréis y Me ofreceréis en Mis fiestas." (Núm. XXVIII,
2.) Con toda claridad ha establecido así que entre las cosas existentes unas son estimadas
como beneficios intermedios llamados "dones"; otras, como beneficios, superiores designados
con el nombre particular de "presentes"; otros, a su vez, son tales que no sólo pueden producir
virtudes. como frutos sino además está en su naturaleza ser ya desde el principio al fin un
fruto comestible, el único que nutre al alma del que persigue la visión Divina.

85. Quien hubiere aprendido esto y fuere capaz de conservarlo guardado en su inteligencia,
ofrecerá a Dios su fe como irreprochable y hermosísimo sacrificio en "fiestas" que no son
fiestas de mortales. Dios,. en efecto, reclama para sí las "fiestas", con lo cual establece una
doctrina que no pueden desconocer aquellos que frecuentan la compañía de los filósofos.

86. Esta doctrina es la siguiente: solo Dios, en rigor de verdad, celebra fiestas, puesto que sólo
en Él se dan el contento, la alegría y el regocijo; sólo a Él le es dado gozar de una paz sin
mezcla alguna de guerra; Él está exento de pena, temor y participación en los males; Su existir
es inalterable, sin dolor, lozano y pleno de felicidad pues Su naturaleza es perfectísima; o más
bien, Dios es Él mismo la cima, el fin y el límite de la felicidad, y no participa de otra cosa
alguna para acrecentar Su excelencia, sino, por el contrario, tiene distribuido desde la fuente
de belleza que es Él mismo entre todos los seres particulares aquello que Le es propio. En
efecto, las cosas buenas que hay en el mundo jamás habrían llegado a ser tales, a no haber
sido hechas como copias de un arquetipo, el verdadero bien, el increado, feliz e incorruptible.

87. XXVI. Por eso Moisés en muchos pasajes de su legislación dice que el "sábado", que
significa "reposo" es "de Dios" (Ex. XX, 10) y no de los hombres, con lo que puntualiza un
rasgo esencial de la naturaleza de las cosas, porque entre los seres, en rigor de verdad, sólo
hay uno en reposo y ése es Dios. Mas no es la mera inactividad lo que Moisés entiende por
reposo, puesto que por naturaleza la Causa de todas las cosas es activa y jamás cesa de

169
producir las máximas excelencias; sino da ese nombre a la actividad caracterizada por una
placidez inmensa y por la ausencia de todo sufrimiento o esfuerzo.

88. Es, en efecto, correcto decir que experimentan sufrimiento el sol, la luna, el cielo y el
universo todo, ya que no son dueños de sí mismos y se mueven y trasladan sin interrupción,
siendo clarísimo testimonio de sus esfuerzos las estaciones del año. En efecto, tanto los más
importantes de los cuerpos celestes, al cambiar sus cursos volviéndose ora hacia el norte, ora
hacia el sur, ora hacia otra parte; como el aire, calentándose, enfriándose y experimentando
toda suerte de cambios en sus condiciones propias; prueban a las claras su cansancio, puesto
que el cansancio es la causa de mayor importancia del cambio.

89. Necedad sería extendernos en referencias sobre las creaturas aéreas y las acuáticas,
deteniéndonos a enumerar sus cambios generales y particulares, por cuanto éstas, en razón de
que participan al máximo de la más baja de las sustancias, la terrestre, llevan en sí, como es
lógico, una enfermedad mucho mayor que las creaturas del mundo superior.

90. En consecuencia, puesto que la causa natural del cambio en las cosas que cambian es el
cansancio, Dios, que ni cambia ni se muda, debe necesariamente ser incansable. Por otra
parte, el ser que está libre de debilidad, aunque haga todas las cosas, no cesará por toda la
eternidad de estar en reposo; de modo que' sólo a Dios, y como cosa absolutamente propia,
corresponde el estar en reposo.
XXVII. Hemos además demostrado que el celebrar fiestas es exclusivo de Dios; y que, por lo
tanto, los sábados y las demás fiestas son fiestas solamente de la Causa y no de hombre al-
guno en absoluto.

91. Porque, consideremos, si quieres, nuestras celebradas reuniones festivas. Descartemos


todas aquellas que han sido instituidas como resultado de ficciones míticas entre los pueblos
bárbaros y los helenos, entre unos unas, entre otros otras, sin otro propósito que la vacua
vanidad. Porque no alcanzaría la vida entera de los hombres para detallar las extravagancias
propias de cada una de ellas. Con todo, algo podría decirse de todas conjuntamente sin
extenderse demasiado, unas pocas palabras; y hemos de decirlas teniendo en cuenta sus
ventajas.

92. En la totalidad de los festejos y celebraciones que tienen lugar entre los hombres, los
hechos que despiertan admiración y apetitos son éstos: libertad sin trabas, desenfreno,
holganza, excitación, embriaguez, festines, molicie, languidez, encuentros y festejos
nocturnos, placeres indecorosos, lascivia a pleno día, insolencias violentísimas, empleo de las
horas en actos de incontinencia, cultivo de la insensatez, preocupación por hacer bajezas,
degradación total de lo noble, nocturnos trabajos en aras de los insaciables deseos, sueño
durante el día, cuando es el momento de estar despierto, lo que significa obrar en
contradicción con el orden natural.

93. En tales ocasiones mientras la virtud es objeto de irrisión, y tenida por cosa dañosa; el
vicio, en cambio, es arrebatado con avidez, como algo provechoso; mientras las cosas que
merecen practicarse son tenidas en menos, las que deben evitarse, son bien consideradas;
mientras la música, la filosofía y toda cultura, imágenes verdaderamente divinas del alma
Divina, permanecen calladas, alzan su voz aquellas artes, vehículos de corrupción, que
procuran placeres al vientre y a los órganos que están más allá de éste.

94. XXVIII. Tales son las fiestas de aquellos a los que se titula felices. Y mientras sus

170
actitudes indecorosas se limiten a las casas y lugares profanos, menores me parecen sus faltas;
pero cuando el desenfreno, como un torrente en avance, se lanza en todas las direcciones, e
invade y viola los más santos lugares, no tarda en desvirtuar cuanto hay de santo en ellos
consumando así sacrificios impíos, ofrendas ilegítimas, votos incumplidos, ritos sacrílegos,
misterios profanados; y mostrando una piedad bastarda, una santidad adulterada, una pureza
mancillada, una verdad falseada, un cuidado de Dios que es bufonada.60
60
Clara alusión a los cultos orgiásticos y la prostitución sagrada.

95. Además purifican sus cuerpos con lustraciones y purificaciones; pero en cuanto a limpiar
las pasiones de sus almas, pasiones que manchan la vida, ni lo quieren ni se preocupan.
Muestran celo por ir a los templos con ropas blancas cubiertos de vestidos inmaculados, mas
no se avergüenzan de ir hasta el mismo santuario llevando la inteligencia manchada.

96. Y mientras, si se descubre que algún animal no es perfecto e íntegro, es sacado del recinto
consagrado, no permitiéndose que sea acercado a los altares, no obstante que en ningún caso
el estar señalado por defectos corporales ha dependido de la voluntad del animal; en cambio,
ellos, llevando sus almas cubiertas por llagas de penosas enfermedades que la potencia
irresistible del vicio les ha producido; o más bien, mutilados, amputados de sus más nobles
partes: la prudencia, la fortaleza, la justicia, la piedad y las otras virtudes que la naturaleza
humana es capaz de cultivar; habiéndose llenado de impurezas por voluntaria determinación,
se atreven a realizar actos de culto, seguros de que los ojos de Dios ven solamente lo exterior
con ayuda de la luz solar, y sin considerar que, antes aún que las cosas visibles, contempla Él
las invisibles empleando para ello Su propia claridad.

97. En efecto, la vista del Que Es no necesita de otra luz para la aprehensión, y Él mismo,
siendo la luz arquetipo, emite incontables rayos, ninguno de los cuales es perceptible por los
sentidos, y sí aprehensibles por la inteligencia todos. De allí que también solo Dios, que es
aprehensible por la inteligencia, haga uso de ellos y ninguno de los seres que tienen asignada
una parte en la creación los aproveche, ya que lo creado es de orden sensible y la naturaleza
de orden intelectual no es perceptible por los sentidos.

98. XXIX. En consecuencia, puesto que Dios penetra de modo invisible en el recinto de
nuestra alma, preparemos este lugar con toda la hermosura posible, para que llegue a ser
residencia digna de Dios. De lo contrarío, se marchará sin ser visto hacia otra morada que Él
tenga por mejor construida.

99. Porque, si cuando nos aprestamos a brindar una recepción a reyes, preparamos nuestras
casas particulares con suficiente ornato, sin descuidar nada de lo que contribuirá a
embellecerlas; echando mano a todas las cosas por nuestra propia iniciativa y liberalidad,
conjeturando que así la residencia resulta la más grata, y a la vez posee la jerarquía que la
hace digna de ellos, ¿qué clase de casa, entonces, es preciso preparar para Dios, el rey de los
reyes, el señor de todas las cosas, que por dulzura y amor al hombre se ha dignado visitar a la
creatura mortal y ha descendido desde las cimas del cielo hasta los confines de la tierra para
beneficio de nuestra raza?

100. ¿Será de piedra o de madera? Ni lo pienses; no es santo decir tal cosa; porque, aun
cuando la tierra toda se transformara de repente en oro o en algo más precioso que el oro; y
enseguida fuera empleada, mediante las artes de los artífices, para la construcción de pórticos
y propileos, habitaciones, atrios y templos, no se tendría un pedestal para Sus pies. En
cambio, el alma honrada sí que es morada digna de Él.

171
101. XXX. Estaremos, pues, en lo justo y correcto si decimos que nuestra invisible alma es la
morada terrestre del invisible Dios. Mas, para que la casa sea firme y hermosísima,
coloqúense debajo como cimientos el natural talento y la instrucción; las virtudes y las
prácticas nobles elévense sobre ellos y sea su ornato externo la adquisición de la cultura
general.51
51
Ver Interpretación alegórica III, 167.

102. Como raíces de un árbol destinado a procurar excelentes frutos, surgen del natural
talento el acierto, la perseverancia y la memoria, y de la instrucción, la facilidad para aprender
y la capacidad para concentrarse, condiciones sin las cuales la inteligencia no puede alcanzar
su pleno desarrollo.

103. Merced a las virtudes y a las acciones cimentadas en ellas se originan la estabilidad y la
firmeza de la segura residencia, resultando impotente frente a tanta fortaleza y fuerza todo
intento de separar, alejar o hacer emigrar al alma del bien.

104. Del estudio de las lecciones preliminares en las que se adquiere la cultura general
dependen las cosas que tocan al ornato de esa residencia que es el alma. En efecto, tal como
los revestimientos, las pinturas, las tabletas, las aplicaciones de magníficas piedras, con las
que se adornan no sólo los muros sino también los pisos, y todos los demás detalles de ese
género nada agregan a la solidez; y el objeto de todos ellos es solamente producir placer a los
residentes; del mismo modo el conocimiento que brindan los estudios de la cultura general
adorna toda la mansión del alma.

105. La gramática lo hace escudriñando en el campo de la poesía y persiguiendo la


información sobre los antiguos acontecimientos;62 la geometría, proporcionándonos el sentido
de la igualdad que resulta de la proporción, y remediando a través de la música elevada63
mediante el ritmo, el metro y la melodía cuanto hay de desarmonioso, desmedido y
discordante en nuestro ser; la retórica, buscando los medios de tratar con elocuencia cada uno
de los asuntos, adaptando a todos ellos la expresión adecuada, provocando ora estados de
tensión e impresiones intensas, ora el relajamiento de las tensiones y sensaciones de placer,
juntamente con la fluidez y facilidad en el empleo de la lengua y de los órganos del habla.
62
La grammatiké incluía, además de las cuestiones puramente gramaticales, el estudio de los
autores literarios que hoy denominamos Filología.
63
Extraña inclusión de la Música en el campo de la Geometría.

106. XXXI. Erigida una tal morada en el seno de nuestra raza mortal, todo cuanto hay sobre la
tierra se llenará de bienhechoras esperanzas mientras aguarda el descenso de las potencias de
Dios. Éstas llegarán portadoras de leyes y normas celestiales para santificarlas y consagrarlas
en la tierra conforme con el mandato que les ha impartido el Padre. Entonces, convertidas en
partícipes del mismo género de vida y compañeros de mesa de las almas amantes de la virtud
sembrarán en ellas la estirpe feliz, tal como procuraron al sabio Abraham la más perfecta de
las gracias, simbolizada en Isaac, por su residencia junto a él.54
54
Gen. XVIII, 5 y ss.

107. Y en ninguna cosa se complace más la inteligencia purificada que en confesar que tiene
por señor al Soberano de todas las cosas; ya que el ser siervo de Dios es el más alto motivo de
orgullo, y no sólo es más estimable que la libertad sino también que la riqueza, que el poder,
que todas las cosas que persigue el género humano.

172
108. Y de esta soberanía del Que Es resulta fehaciente testimonio el oráculo que dice: "La
tierra no se venderá a perpetuidad, porque toda la tierra es Mía; pues vosotros sois extranjeros
y forasteros en Mi presencia." (Lev. XXV, 23.)

109. ¿No establece clarísimamente que todas las cosas son propiedad de Dios y sólo en
usufructo dispone de ellas la creatura? Dice, en efecto, que ninguno adquirirá a perpetuidad
cosa alguna de la creación, puesto que solo hay Uno a quien absoluta y perpetuamente
pertenecen todas las cosas. Dios, en efecto, ha cedido en calidad de préstamo todas las cosas
creadas a las creaturas todas; y no ha hecho ninguno de los seres particulares completo al
punto de no necesitar absolutamente de otra cosa, a fin de que, deseando cada uno obtener
aquello de que carece deba forzosamente aproximarse al objeto que puede proporcionárselo y
lo mismo haga éste con él, originándose así un mutuo y recíproco acercamiento.

[110.] De este modo, adaptadas unas a otras, y combinadas unas con otras tal como
combínanse las desiguales notas de la lira, habían de llegar todas las creaturas a ser solidarias
y concertadas; y a constituir una común armonía, acatando sin excepción cierto trueque
universal que llevara al mundo todo a su plenitud.

111. Así es como los seres inanimados aman a los animados, los irracionales a los racionales,
los árboles a los hombres, los hombres a las plantas, las especies salvajes a las cultivadas, las
domésticas a las salvajes, el sexo masculino al sexo femenino y viceversa; y en general, las
creaturas terrestres a las acuáticas, las acuáticas a las aéreas, y las voladoras a las ya
nombradas; además el cielo a la tierra, la tierra al cielo, el aire al agua, el agua al aire y
también las naturalezas intermedias unas a otras y a las extremas, así como las extremas a las
intermedias y entre sí.

112. El invierno ama ciertamente al verano, el verano al invierno, la primavera a ambos y


cada cosa carece y tiene necesidad, por así decir, de cada cosa, y todas las cosas han menester
de todas las cosas, para que el todo, del que cada cosa es parte, pueda ser una obra, acabada,
digna del Artífice, es decir, este mundo. 55
55
Para los párrafos 109 a 112 ver Epicteto, Máximas I, 12, 16. Recuérdese que el término
griego kósmos, como el latino mundus, designa el orden, la belleza y la armonía de las partes.

113. XXXII. Habiendo, pues, combinado de este modo todas las cosas, reservó Dios para Sí
mismo la soberanía sobre todas y asignó a Sus subordinados el uso y goce de ellos mismos y
de las otras cosas; porque es a título de préstamo como poseemos para nuestro uso a nosotros
mismos y a cuanto nos rodea. Por ejemplo, yo, que estoy formado de alma y cuerpo, aunque
aparentemente poseo inteligencia, razón y sensibilidad, ninguna de estas cosas hallo que sea
realmente mía.

114. Porque, ¿dónde se hallaba mi cuerpo antes de mi nacimiento? ¿Y a dónde se marchará


cuando yo haya partido? ¿Dónde están, además, los cambios producidos por las distintas
edades en quien aparentemente sigue siendo el mismo? ¿Dónde está el tierno infante, dónde el
niño, dónde el recién salido de la niñez, dónde el poco ha adolescente, dónde el muchachito,
dónde el barbiponiente, el joven, el hombre maduro? ¿De dónde proviene mi alma? ¿Adonde
irá? ¿Cuánto tiempo será nuestra compañera? ¿Somos capaces de indicar cuál es su sustancia?
¿Y cuándo la hemos adquirido? ¿Antes del nacimiento? Pero, el caso es que no existíamos.
¿Y la poseeremos después de la muerte? Pero ocurre que los que somos compuestos y
cualitativos y estamos dotados de cuerpos, habremos dejado de serlo, y nos lanzaremos hacia

173
nuestro renacer desprovistos de cuerpos, sin composición y sin cualidades.56
56
Es imposible determinar si el renacer del que habla Filón consiste en la absorción del alma
individual en el seno de la Divinidad, o si se trata de un sobrevivir de las almas a la
conflagración general, para renacer en la posterior reconstrucción universal, como pensaban
los estoicos. Al traducir "sin composición y sin cualidades" me he ajustado al texto de la
edición Loeb, donde se lee "asynkritoi ápoioi"; lectura que se ajusta a la primera de ambas
posibilidades, por cuanto la Divinidad es simple y sin cualidades. Si, en cambio, lo que quiere
decir Filón es lo segundo, podríase aceptar la opinión de Cohn, quien, ajustándose a los
manuscritos, lee "synkritoi poiói" = compuestos y cualitativos.

115. Pero ahora, mientras vivimos, obedecemos más que mandamos y somos conocidos más
que conocemos; puesto que el alma nos conoce sin que nosotros la conozcamos a ella, y nos
fija normas que por necesidad respetamos como respetan los siervos a su ama. Y cuando ella
quiera acudirá en demanda de divorcio al arconte 57 y nos abandonará dejando nuestra casa
desierta de vida. Y aunque la forcemos a permanecer, se nos escapará, ya que su naturaleza es
sutil al punto de que no deja al cuerpo posibilidad alguna de asirla.
57
Alusión a la práctica ateniense consistente en que la esposa acudiese ante el arconte en
demanda de divorcio en el caso de que el esposo no consintiese de grado en la separación.

116. XXXIII. Y mi inteligencia, ¿es propiedad mía esta autora de falsas conjeturas, la
proveedora de extravíos, la delirante, la fatua, la que en la enajenación, la melancolía y la
senilidad manifiesta a las claras ser una negación de lo que su nombre sugiere? ¿Es posesión
mía mi lenguaje, o mis órganos de expresión? ¿No es acaso suficiente una pequeña
enfermedad para estropearnos la lengua, y coser la boca aun de los más elocuentes? ¿Acaso la
consternación provocada por la creencia de un desastre inminente no ha paralizado la voz de
muchísimos?

117. Ni siquiera de mi sensibilidad hallo que soy dueño; es más, quizá soy en cierto modo
esclavo que la acompaña por donde ella va, hacia los colores, hacia las formas, hacia los
sonidos, hacia los sabores y hacia las otras cosas materiales.
Entiendo que a través de todas estas consideraciones ha quedado en claro que son posesiones
ajenas las cosas de que hacemos uso, y que no poseemos como cosas propias ni la gloria ni la
riqueza ni los honores, ni los cargos ni cosa alguna de cuantas atañen al cuerpo o al alma, ni
siquiera la misma vida.

118. Ahora bien, si reconocemos que sólo poseemos el uso de ellas, las cuidaremos como
posesiones de Dios, teniendo presente desde el principio que la ley establece que el dueño
cuando lo desea, retome las cosas suyas. De ese modo aliviaremos las penas que su privación
nos provoca. En la práctica los más entienden que todas las cosas son propiedades de ellos y
por tanto reciben grandísima pena no bien las pierden o echan de menos.

119. Resulta, en consecuencia, no sólo verdadera sino una de las doctrinas más reconfortantes
la siguiente: el mundo y lo que hay en él son obras y posesiones de Aquél que las creó; pero el
Propietario, como no tiene necesidad de ella, ha dispensado liberalmente la obra que le
pertenece. El que la usa, en cambio, no la posee, porque no hay más que un solo Señor y
Dueño de todas las cosas, el cual dirá con toda verdad: "La tierra toda es mía", lo que equivale
a 'Todo lo creado es Mío'; "vosotros sois extranjeros y forasteros en Mi presencia". (Lev.
XXV, 23.)

120. En efecto, unos respecto de otros todos los seres creados tienen la calidad de autóctonos

174
y eupátridas, 58 y gozan todos de idénticos honores y derechos; respecto de Dios, en cambio,
todos están en la condición de extranjeros y forasteros. Cada uno de nosotros, en efecto, llega
a este mundo, como sí llegase a una ciudad extranjera, de la cual no forma parte por derecho
de nacimiento; y, ya en él, residimos temporariamente hasta que se cumple el tiempo de vida
que se nos ha asignado.
58
Términos usuales entre los atenienses, que aquí significan descendientes de la primitiva
generación y de noble estirpe, indicando que entre los seres creados no hay diferencias de
calidad o merecimientos.

121. XXXIV. Pero esas palabras encierran además una doctrina sapientísima que enseña que
en rigor de verdad solamente Dios es ciudadano, siendo todo ser creado, extranjero y
forastero; y que los llamados ciudadanos reciben ese título más por abuso de término que por
que lo sean realmente. Mas para los hombres sabios es don suficiente el ser contados como
extranjeros, forasteros junto a Dios, el único ciudadano, ya que en ningún caso un necio llega
a ser extranjero y forastero en la ciudad de Dios, siendo, evidentemente un desterrado y nada
más. Tal es lo que también ha proclamado Dios en términos que encierran una profunda
doctrina. "La tierra, "dice", no será vendida en absoluto. 59 (Lev. XXV, 23.) No ha dicho por
quién, a fin de que el iniciado en los conocimientos sobre la naturaleza saque provecho para
su instrucción de lo que se ha callado.
59
El pasaje está citado también en 108. Pero en la presente cita se aparta Filón de la fórmula
original sustituyendo "eis bebátosin" = o perpetuidad, o "con carácter definitivo", por prásei =
en absoluto, literalmente con venta.

122. Si examinas a todas las personas hallarás que los que se dice que otorgan beneficios más
venden que dan y que aquellos a los que consideramos receptores de beneficios, en realidad
los compran. En efecto, los que dan buscando el premio del aplauso o la fama, procurando
una compensación por lo concedido, realizan en realidad una venta bajo el engañador nombre
de regalo; pues no otra es la norma de los vendedores: recibir a cambio de lo que brindan. A
su vez, los que reciben beneficios, preocupándose por retribuirlos y compensando de manera
adecuada, actúan como verdaderos compradores, ya que los compradores saben que el recibir
y el pagar van parejos.

123. Pero Dios no es un vendedor que pregona Sus bienes, sino un dispensador de todas las
cosas, que hace brotar fuentes eternas de gracias, sin desear retribución, ya que ni Él necesita
nada, ni creatura alguna es capaz de retribuir Su dádiva.

124. XXXV. Habiendo, pues, reconocido nosotros que todas las cosas son posesiones de
Dios, mediante razonamientos fehacientes y con testimonios que no es lícito tachar de falsos,
como que los que atestiguan son oráculos que Moisés registró en los libros sagrados; debemos
repudiar a la inteligencia por haber pensado que el hijo nacido de su unión con la sensibilidad
era. posesión suya, llamándolo por eso Caín;60 y por haber dicho: "He obtenido un hombre
por medio de Dios." (Gen. IV, 1.) También en esto último ha errado. ¿Por qué?
60
Cuyo nombre significa, precisamente, posesión.

125. Porque Dios es la causa, no el instrumento; y lo que llega a la existencia es producido


"por medio de" un instrumento, pero quien lo produce es una causa. Para la generación de
algo, en efecto, es preciso que concurran varias cosas: aquello "por lo cual", aquello "de lo
cual", aquello "mediante lo cual", y aquello "para lo que". Aquello "por lo cual" es la causa;
aquello "de lo cual", la materia; aquello "mediante lo cual", el instrumento, y aquello "para lo
que", el fin.

175
126. Pues bien, si preguntáramos qué es preciso que concurra para que toda casa o ciudad sea
erigida, ¿no es cierto que la respuesta sería que se necesitan un constructor, piedra, madera e
instrumentos? ¿Y quién es el constructor sino la causa "por la cual"? ¿Qué, las piedras y
maderas sino la materia "de la cual" está hecha la construcción? ¿Cuáles, los instrumentos
sino las cosas "mediante las cuales"?

127. ¿Y con qué fin sino para la protección y seguridad, es decir, aquello "para lo que"?
Ahora bien, dejando las construcciones , particulares, contempla la más grande casa o ciudad,
es decir, este mundo. Hallarás, en efecto, que su causa es Dios, por quien ha sido creado; que
su materia son los cuatro elementos de que está compuesto; que el instrumento es el logos de
Dios, mediante "el cual fue construido; y que la causa final de la construcción es la bondad
del Constructor. Esta distinción es propia de los amantes de la verdad, que aspiran a un saber
verdadero y santo. En cambio, los que afirman que han adquirido algo "por medio de" Dios,
suponen que la Causa, el Autor, es un instrumento y que el instrumento, es decir, la
inteligencia humana, es la causa.

128. La recta razón no puede menos que reprochar a José cuando éste afirma que el sentido
correcto de los sueños sería descubierto "mediante" Dios.61 Hubiera sido preciso, en efecto,
que dijese que la exacta interpretación de las cosas ocultas tendría lugar necesariamente por
obra de Dios, como causa de ella. Porque nosotros somos instrumentos empleados con mayor
o menor intensidad, mediante los cuales tienen lugar las actividades particulares; el que
produce el efecto de nuestras fuerzas corporales y anímicas es el Artífice, por quien todas las
cosas son movidas.
61
Gen. XL, 8.

129. Hemos, pues, de instruir como a ignorantes, a aquellos que no son capaces de distinguir
las diferencias en las cosas; y a los que por afán de controversias confunden el sentido de sus
expresiones, hemos de evitarlos como que se trata de meros disputadores. En cambio, hemos
de aplaudir como a adeptos de una filosofía sin errores, a los que con cuidadosa indagación de
las cosas que tienen ante sí, atribuyen a cada una que descubren el lugar que le es propio. 130.
Precisamente Moisés dice a los que temen perecer en manos del ruin que con todo su ejército
los persigue: "Manteneos firmes y mirad la salvación que procede del Señor, quien os la
procurará" (Ex. XIV, 15); con lo cual nos enseña que la salvación llega, no "a través de" Dios,
sino por obra de Dios, como autor de ella.

176
SOBRE EL NACIMIENTO DE ABEL Y LOS SACRIFICIOS OFRECIDOS POR ÉL Y SU
HERMANO CAÍN

(DE SACRIFICIIS ABELIS ET CAINI)

1. I. "Y añadió Dios 1 el engendrar ella a Abel, hermano de aquél." (Gen. IV, 2.) La adición de
una cosa implica la eliminación de otra, tal como sucede en el caso de los números y en el de
los pensamientos del alma.2 Luego, si hemos de decir que Abel es añadido, debemos suponer
que Caín es eliminado. Para que lo desacostumbrado de los términos no confunda a muchos
trataremos de averiguar con toda la exactitud posible la filosófica reflexión revelada en ellos.
1
Ver Sobre los querubines, nota. 32.
2
Pues en éstos el advenimiento de uno nuevo implica la exclusión del anterior del foco de la
conciencia.

2. Ocurre que existen dos opiniones opuestas y en recíproca pugna; una, que todo lo atribuye
a la inteligencia considerándola soberana de cuanto se da en nosotros al razonar, al percibir
sensorialmente, en el movimiento y en la quietud; otra, que sigue a Dios y refiere todo a Él,
como a un padre y soberano.3 Alegoría de la primera es Caín, cuyo nombre significa
"posesión", puesto que se cree dueño de todas las cosas; de la otra es símbolo Abel, cuyo
nombre quiere decir "el que refiere (todo) a Dios".
3
Sigo la corrección propuesta por Cohn para el final del pasaje, el que, leído tal como aparece
en los manuscritos, es ininteligible.

3. Ahora bien, ambas opiniones son engendradas por una sola alma; mas, por fuerza, una vez
nacidas, ellas son separadas, por cuanto es imposible que los enemigos convivan permanen-
temente. Por lo tanto, hasta que el alma no hubo engendrado a Abel, es decir, la doctrina del
amor de Dios, residía en ella Caín, la doctrina del amor de sí mismo. Mas cuando aquélla
hubo dado a luz al reconocimiento de la Causa, abandonó al reconocimiento de la inteligencia
presuntuosa.

4. II. Pero más claramente aún aparecerá esto señalado a través del oráculo comunicado a
Kebeca, la perseverancia.4 En efecto, habiendo concebido en su vientre las dos naturalezas en
pugna, la del bien y la del mal, y habiéndose representado cabalmente a una y otra conforme
con lo que le sugería su recto discernimiento, y habiéndolas visto exaltadas y empeñadas en
escaramuzas, preludios de la guerra en cierne, suplicó a Dios le manifestase qué le había
sobrevenido y cuál podría ser el remedio de ello. Dios responde a su consulta diciendo: "Dos
pueblos hay en tu vientre"; pero, agrega: "Dos pueblos serán separados desde tu vientre". Lo
primero era lo que le había sobrevenido, es decir, la gestación del bien y del mal; lo segundo,
el remedio, vale decir, la separación del bien y del mal, para que, apartados uno de otro, no
habitasen en adelante el mismo lugar.
4
Gen. XXV, 21 y ss.

5. Habiendo, pues. Dios agregado la buena doctrina, Abel, al alma, separó de ella a Caín, la
opinión insensata. También Abraham, al abandonar las cosas mortales, "es agregado al pueblo
de Dios" (Gen, XXV, 8), y recoge como fruto la incorruptibilidad, con lo que llega a ser igual
a los ángeles.5 Los ángeles, en efecto, son bienaventuradas almas sin cuerpos, y constituyen la
hueste de Dios. Y del mismo modo se dice que el ejercitante Jacob se incorpora a un orden
superior6 tras abandonar el inferior.
5
Vale decir, los mensajeros de Dios.

177
6
Gen. XLIX, 33.

6. Asimismo Isaac, el que fue considerado digno del saber adquirido sin estudios, dejó todo lo
corpóreo que estaba ligado a su alma, y fue agregado y asignado no ya a un pueblo, como los
anteriores lo fueron, sino, según Moisés, a un género.7 Es que el género es uno, lo más
elevado de todo; "pueblo", en cambio, es un hombre común a muchos.
7
Gen. XXXV, 29, donde se Ice; "Fue reunido con su familia." Como el término genos =
familia, significa también género. Filón entiende que la suerte de Isaac (póstuma, según el
texto bíblico) ha sido muy superior a la de los otros modelos de sabiduría, ya que en su
condición de sabio a natura está situado en una categoría única y selecta, como es el género en
la escala conceptual, de la cual constituye la culminación o cima, sin que comparta con otros
géneros su situación de privilegio, como ocurre con las especies.

7. A cuantos, pues, se han perfeccionado mediante el estudio y la enseñanza cábeles un lugar


entre los más; no es escaso, en efecto, el número de los que aprenden a fuerza de oír y ser
instruidos, y a éstos ha asignado Moisés el nombre de pueblo. En cambio, los eximidos de las
lecciones de los hombres y convertidos en discípulos bien dotados de Dios, una vez provistos
del saber adquirido sin esfuerzo, son trasladados al género imperecedero y perfecto en grado
sumo, siéndoles asignada una porción más valiosa que la de los anteriores; y entre los
miembros de esta sagrada corporación está reconocido Isaac.8
8
En los pasajes precedentes hace Filón referencia a las tres formas deeducación establecidas
por Aristóteles: como don de la naturaleza, corno-resultado de la enseñanza y como fruto de
la ejercitación; formas personificadas, según nuestro autor, por los patriarcas Isaac, Abraham
y Jacob respectivamente.

8. III. Otro pensamiento del mismo orden nos es revelado...9 Están además aquellos, a los que,
habiendo Dios conducido más alto, preparó para remontarse por encima de todas las especies
y los géneros, y los situó junto a Sí. Entre éstos cuéntase Moisés, a quien Dios dice: "Tú ponte
aquí junto a Mí." (Deut. V, 31.) Así, a punto ya de morir, éste no "es agregado habiendo
dejado. ..", como en el caso de los otros, pues no tienen cabida en el ni adición ni separación,
sino es trasladado "a través de la palabra" (Deut, XXXIV, 6) de la Causa,10 palabra mediante
la cual fue formado el mundo todo. En ello aprenderás que Dios considera al sabio digno de
los mismos honores que al mundo; pues mediante ese mismo logos que empleó para producir
el universo, conduce a Su presencia al hombre perfecto desde las cosas terrenas.
9
Laguna de cuatro renglones aproximadamente en el texto.
10
La palabra de la Causa, es decir, Su logos. Filón emplea en este pasaje el término rhéma =
palabra, que renglones más abajo sustituye por legos.

9. Y es más, cuando lo envió, a modo de préstamo, al ámbito de lo terreno, y permitió que


residiese en él, no le asignó preeminencia alguna de las comunes a soberanos o reyes,
mediante la cual ejerciera un dominio pleno sobre las pasiones del alma, sino lo erigió en
dios, declarando súbditos y esclavos suyos a toda la región corpórea y a la inteligencia,
soberana de ella. Dice, en efecto: "Te doy como un dios al faraón." (Ex. VII, 1.) Pero, en
cuanto dios, no era susceptible de disminución o aumento, dado que Dios es pleno y
totalmente idéntico a Sí mismo.11
11
Es decir, inmutable.

10. Y por ese motivo se nos dice que nadie conoce el sepulcro de Moisés.12 ¿Quién, en efecto,
sería capaz de percibir el tránsito del alma perfecta hacia el Que Es. Ni siquiera ella misma, la
que lo experimenta, creo yo que se da cuenta de su tránsito a un orden superior, pues está

178
poseída en esos momentos por la Divina inspiración. Dios, en efecto, no consulta la opinión
del beneficiado respecto de las gracias que le habrá de otorgar, siendo Su norma extender sus
abundantes beneficios a quien no piensa anticipadamente en ellos. Tal es el sentido de la
afirmación de que Dios añadió a la inteligencia el nacimiento del bien perfecto, bien
consistente en la santidad, cuyo nombre es Abel.
12
Deut. XXXIV, 6.

11. IV. "Y Abel llegó a ser pastor de ovejas, en tanto que Caín era un trabajador de la tierra."
(Gen. IV, 2.) ¿Por qué motivo, habiendo presentado Moisés a Caín como de más edad que
Abel, ahora altera el orden, y menciona primero al más joven cuando se refiere a la elección
de géneros de vida? Lo razonable, ciertamente, hubiera sido que primero el de más edad se
aplicara al trabajo agrícola, y que después el más joven asumiera el cuidado de los rebaños.

12. Pero, evidentemente, Moisés no se anda tras las probabilidades y verosimilitudes, sino
persigue la verdad pura. Precisamente cuando se acerca a Dios solo, sin testigo alguno, con
franqueza Le dice que carece de facilidad de palabra, con lo cual da a entender que no siente
apego por la elocuencia ni el arte de persuadir;

[13.] y agrega que esto lo experimenta desde unos pocos días atrás desde que Dios comenzó a
hablarle como a Su servidor.13 Y así ocurre: mientras aquellos que han entrado en la agitación
y el oleaje de la vida son fatalmente arrastrados, sin que puedan asirse a ninguno de los firmes
asideros que brinda el saber, dependiendo siempre de las probabilidades y conjeturas; por
fuerza, en cambio, el servidor de Dios está asido a la verdad y rechaza sin más las invenciones
ficticias, conjetúrales e inciertas de la elocuencia.
13
Ex. IV, 10.

14. ¿Qué verdad se encierra, pues, en esto? 14 Que el vicio es mayor desde el punto de vista
del tiempo, pero en calidad y dignidad es menor. Por consiguiente, quede la primacía para
Caín en lo que a fechas de nacimiento se refiere, pero cuando se trata de comparar sus
respectivas ocupaciones, es preciso adjudicar la preeminencia a Abel.
14
En el problema de la precedencia entre ambos hermanos.

15. En efecto, ocurre que, no bien nace el ser animado,15 desde los mismos pañales hasta que
la edad de la madurez, renovándolo radicalmente, extingue el fuego ardiente de las pasiones,
tiene por compañeros habituales a la insensatez, a la incontinencia, a la injusticia, al temor, a
la cobardía y a las otras calamidades de esta clase; a cada una de las cuales nutren y acre-
cientan las nodrizas, los tutores y el hecho de que se inculquen y fijen costumbres y normas
que destierran la piedad y forjan la superstición, que es la hermana de la impiedad.
15
Más propiamente, el hombre, el ser humano.

16. Mas, cuando la juventud se ha ido, y se ha aliviado la agitada enfermedad de las pasiones;
tal como al sobrevenir la calma de los vientos, comienza uno a sentirse dueño de una calma
tardía y laboriosa alcanzada, asentado ya sobre la firmeza de la virtud, que ha apaciguado la
continua e ininterrumpida agitación, el más pesado de los males del alma.16
Así pues, el vicio llevará la precedencia en el tiempo; la virtud, la primacía en reputación,
honra y buen nombre. Testigo fehaciente de esto es el legislador mismo.
16
Un desarrollo más completo de estas conclusiones se lee en Sobre la herencia de las cosas
Divinas 293 a 299.

17. En efecto, tras presentarnos a Esaú, cuyo nombre significa insensatez, como mayor en

179
edad, concede la precedencia al nacido después, es decir, a Jacob, el epónimo de la
ejercitación en el bien. Mas Jacob no se resolverá a aceptarla hasta que, como en un combate
en la liza, su adversario sucumba dejando caer las manos en su impotencia y ceda los trofeos
y la corona al que ha llevado a cabo una guerra sin tregua ni cuartel contra las pasiones. Dice,
en efecto, que Esaú "entregó su progenitura a Jacob" (Gen. XXV, 33); admitiendo sin
reticencias que, así como una flauta, una lira y los otros instrumentos musicales corresponden
sólo al músico, del mismo modo lo supremo en valor, lo honroso según la virtud no
corresponde a ningún hombre ruin, sino sólo al amante de la sabiduría.

19. V. Esta misma doctrina aparece expuesta en una ley que Moisés registra con sumo acierto
y provecho, la que dice así: "Si un hombre llegare a tener dos mujeres, una amada por él y
otra detestada, y tanto la amada como la detestada engendraren, y fuere primogénito el hijo de
la detestada, al llegar el día en que distribuyere entre los hijos sus bienes, no podrá conceder
el derecho de primogenitura al hijo de la amada dejando de lado al de la detestada, vale decir,
al primogénito; sino reconocerá como primogénito al hijo de la detestada a efectos de
entregarle de cuanto poseyere doble porción, porque éste es el principio de su descendencia y
a él le corresponde el derecho de primogenitura." (Deut. XXI, 15 a 17.)

20. Fíjate bien, oh alma, y aprende quién es la detestada y quién el hijo de la detestada; y
enseguida te darás cuenta de que a ningún otro que no fuere éste corresponde la dignidad de
hijo mayor. Conviven, en efecto, en cada uno de nosotros dos mujeres hostiles y llenas del
mutuo rencor, las que llenan la casa del alma con las controversias que originan sus celos
recíprocos. De éstas a una la amamos teniéndola por dócil, dulce, muy apegada e íntima para
con nosotros. Es la llamada placer. A la otra la detestamos considerándola áspera intratable,
salvaje y completamente enemiga. Su nombre es virtud.

21. La primera se nos presenta lánguida a manera de cortesana y prostituta, con un andar
tambaleante como resultado del exceso de lascivia y molicie, haciendo girar sus ojos, con los
que seduce las almas de los jóvenes; lanzando miradas de osadía y desvergüenza, estirando el
cuello para simular mayor altura de la que tiene, gesticulando y riendo con risa estudiada; con
los cabellos de su cabeza trenzados con variado rebuscamiento, con los ojos pintados, con las
cejas disimuladas; frecuentando unos tras otros los baños calientes; con un tono rosado que no
es natural; vistiendo ropas suntuosas pintadas con profusos motivos florales; cubierta
prácticamente de brazaletes, collares y todos los otros objetos fabricados de oro y piedras
preciosas que constituyen el ornato femenino; despidiendo gratísimos aromas; teniendo la
plaza por domicilio, contoneándose en las encrucijadas; persiguiendo una belleza espúrea a
falta de la genuina.

22. Entre sus más asiduos acompañantes se cuentan la villanía, la precipitación, la


desconfianza, la adulación, la impostura, el engaño, la falsedad, el perjurio, la impiedad, la
injusticia, el libertinaje, situada en medio de los cuales, como directora de un coro, dice a la
inteligencia: ¡Mira tul, en mis cofres hay de todos los bienes humanos (los Divinos están en el
cielo), ninguno de los cuales hallarás fuera. Sí estuvieres dispuesto a convivir conmigo, te
abriré tales tesoros y te brindaré por siempre el inacabable uso y disfrute de cuanto contienen.

23. Quiero, sin embargo, enumerarte previamente la multitud de los bienes atesorados, para
que, si estuvieres de acuerdo, los acojas con pleno consentimiento y, en caso de que
renunciares a ellos, no se deba tu negativa al desconocimiento. Conmigo están el desenfreno,
la impunidad, la licencia, la despreocupación por los trabajos, la variedad de colores, las más
melodiosas modulaciones de voz, costosos alimentos y bebidas, inmensa variedad de

180
gratísimos perfumes, amores sin fin, diversiones sin control, uniones carnales a voluntad,
expresiones sin temor a censuras, acciones irresponsables, vida disipada, saciedad nunca
colmada.

24. Si quisieres, pues, compartir conmigo tu tiempo, yo te prepararé y proporcionaré de estas


cosas todo cuanto te conviniere, llevando cuenta de las comidas y las bebidas que te
complacen, y de cuáles de las cosas que ven tus ojos, oyen tus oídos y huelen tus narices te
son gratas. Nada de lo que descares te faltará; porque, a medida que consumas unas cosas
tendrás otras aún en mayor número.

25. Porque en dichos tesoros hay plantas de verdor perenne, que germinan y producen frutos
sin interrupción, de modo que a los ya madurados sigue detrás y alcanza la madurez de los
nuevos de cada estación. Ninguna contienda interna o exterior ha devastado jamás a estas
plantas; y desde que por primera vez la tierra las tomó en su seno, las rodea de cuidados,
como una buena nodriza, hundiendo con toda fuerza hacia abajo las raíces cual si fueran
cimientos, extendiendo su tallo sobre la tierra hacia el cielo, haciendo brotar ramas, que
aseméjanse e imitan a los brazos y piernas de los seres vivientes, produciendo hojas, que
crecen como cabelleras para la protección y a la vez el adorno, y finalmente frutos, objeto de
todo el proceso.

26. Habiendo oído tales cosas la otra, que estaba colocada en un lugar oculto pero escuchando
todo, temió que el entendimiento fuera, sin darse cuenta, cautivado, esclavizado y descarriado
con tantos regalos y promesas; y al ceder además ante apariencias fraguadas hábil y
astutamente para engañar, como que aquélla lo estimulaba, seducía y despertaba en él deseos
de placer mediante amuletos y brujerías. Y haciéndose presente de improviso, se mostró
llevando consigo todos los atributos que caracterizan a la mujer libre y ciudadana: andar
seguro, serenísimo aspecto, color genuino tanto en lo que se refiere a su modestia como a su
cuerpo, moral sin engaños, conducta libre de bajezas, resolución firme, expresión sincera,
reflejo verísimo de sanos pensamientos, porte sin afectación, movimiento sin apresuramiento,
vestidos decentes, y por adornos la sensatez y la Virtud, cosas más preciadas que el oro.

27. Acompañábanla la piedad, la santidad, la verdad, la licitud, la religiosidad, la fidelidad a


los juramentos, la justicia, la equidad, el respeto a lo convenido, la solidaridad, la moderación,
la prudencia, el orden, la continencia, la delicadeza, la frugalidad, el contentamiento, la
modestia, la tranquilidad, la valentía, la nobleza, el buen discernimiento, la previsión, el buen
sentido, la atención, el mejoramiento, el buen ánimo, la benevolencia, la gentileza, la dulzura,
la filantropía, la grandeza de alma, la felicidad, la bondad. El día entero transcurriría mientras
nombro las distintas especies de virtudes.

28. Y mientras éstas, colocadas a uno y otro lado, servían de escolta a la mujer, que iba en
medio, ella, adoptando la actitud que le es habitual, comenzó con estas palabras: "He visto al
charlatán, impúdico y falsario placer 17 preparado como para salir a escena y empeñado en
asediarte con continuas conversaciones; de modo que, siendo, como soy, detestadora por
naturaleza de los perversos, y temerosa de que seas engañado sin darte cuenta y de que
consientas en los mayores males, creyéndolos excelentes bienes, he juzgado conveniente
prevenirte, sin faltar en un punto a la verdad, sobre lo tocante a esta mujer a fin de que no
vayas a caer en una impensada desdicha, apartado de lo que te conviene a causa de tu
ignorancia al respecto.
17
La circunstancia de que en español el término placer sea masculino (en griego hedoné es
femenino) obliga a cambiar de género en el largo parlamento que la mujer-virtud dedica a la

181
mujer-placer; lo cual puede desorientar un poco al lector hispanohablante que ignore que en
griego ambos términos: mujer y placer son del mismo género y, por lo tanto, no existe el
inconveniente apuntado. Un inconveniente análogo presenta, según lo ya advertido en la
Introducción (pág. 65), el término inteligencia (el noús en griego, y ente masculino en los
razonamientos de Filón). Pero, mientras en el caso de "el placer" no ha sido posible sustituirlo
por un equivalente femenino español, pues no existe, y he debido sacrificar la concordancia;
en el caso de "la inteligencia", he salvado, en esta ocasión, el inconveniente echando mano a
su sinónimo "el entendimiento".

29. Pues bien, entérate de que todo este aparato de que hace gala es prestado. Por de pronto,
de las cosas que tocan a la genuina belleza nada lleva que le sea propio y provenga de sí; por
el contrario, se ha cubierto de un espurio y falso atractivo, que no consiste en otra cosa que en
redes y trampas tendidas para atraparte. Conociéndolas de antemano, procurarás, si eres
sensato, dejarla sin su presa. Su aspecto es, en efecto, grato a los ojos, y su voz suena
armoniosa en los oídos, pero está en su naturaleza el manchar al alma, el más precioso de los
bienes, por éstos y por todos los otros medios. De las cosas que tiene, te ha mostrado las que
habrán de serte placenteras si le prestares oído; mas ha ocultado con premeditada malicia las
otras incontables que no procuran bienestar, previendo que a éstas nadie las aceptaría
fácilmente.

30. Yo, en cambio, te revelaré y mostraré también ésas; y no imitaré los procedimientos de
ella con el designio de hacerte ver sólo lo que hay en mí de atractivo y de disimular y ocultar
lo que encierra dificultad; sino, por el contrario, pasaré por alto las cosas que brindan de por sí
goce y alegría porque sé que ellas hablarán por sí mismas con la elocuencia de los hechos. En
cambio, expondré con toda franqueza, en términos claros y mostrándolas abiertamente
aquellas que causan dolor y son difíciles de soportar, a fin de poner bien al descubierto la
naturaleza de cada una de ellas aun para aquellos que ven confusamente. Porque los que las
experimentaren se convencerán de que las cosas mías que aparentemente constituyen los
mayores males, resultan más nobles y estimables que los mayores bienes de ella.

31. Pero antes de comenzar a hablar sobre mis cosas, he de hacerte presente en la medida de
lo posible todas las cosas que ella ha pasado por alto. En efecto, habiéndose referido a los
bienes que ha atesorado: colores, sonidos, perfumes, sabores, cualidades, posibilidades
propias del tacto y de todas las otras formas de sensibilidad; y después de hacerlas más dulces
aún con la seducción de sus palabras; nada dijo de las otras cosas suyas: enfermedades y
plagas que soportará sin remedio quien prefiriere sus favores; a fin de que, llevado por la brisa
de alguna ventaja caigas preso en sus redes.

32. Ten, pues, presente, amigo, que si te convirtieres en su amante, serás todas estas cosas:
inescrupuloso, atrevido, discordante, huraño, intratable, sin ley, violento, irascible,
irrefrenable, insolente, indócil, apátrida, revoltoso, desordenado, impío, sacrílego, inconstante,
inestable, excluido del culto, profano, maldecido, farsante, vengativo, jactancioso,
presuntuoso, arrogante, vil, envidioso, murmurador, provocador, calumniador, frívolo,
impostor, mentiroso, irreflexivo, relajado, artero, insociable, injusto, parcial, hosco, rencoroso
implacable, engreído, desgobernado, sin amigos, sin hogar, criminal, indigno, rudo, bestial,
esclavo, cobarde, incontinente, desarreglado, obsceno, afrentado, desvergonzado, inmoderado,
insaciable, ignorante, insensible, disconforme, desobediente, rebelde, gemebundo, falaz,
disimulado, desconfiado, mal reputado, aislado, inabordable, funesto, malévolo, desequilibra-
do, inoportuno, locuaz, charlatán, superficial, adulador, tardo, desconsiderado, imprevisor,
imprudente, negligente, desapercibido, de mal gusto, engañado, fracasado, desorganizado,

182
indefenso, goloso, fácilmente arrastrable, flojo, sin firmeza, mañoso en grado sumo, pérfido,
engañador, insidioso, alevoso, granuja, incorregible, indigente, siempre inseguro, vagabundo,
agitado, impulsivo, vulnératele, enajenado, veleidoso, ambicioso, furibundo, vengativo,
descontento, inconsolable, colérico, timorato, diferidor, contemporizador, suspicaz, infidente,
pertinaz, mal pensado, pesimista, llorón, malicioso, demente, frustrado, informe, pernicioso,
ávido de ganancias vergonzosas, pagado 'de ti, servil, demagogo, derrochador, insoportable,
afeminado, inútil, disoluto, burlador, voraz, estúpido, es decir, un cúmulo de miserias
indecibles.

33. Tales son los grandes secretos del muy hermoso y muy apetecido placer, que él con toda
premeditación te ha ocultado por miedo de que tú, enterado, rehuyas unirte a él. En cambio, el
sinnúmero y la grandeza de los bienes que guardo yo conmigo, ¿quién sería capaz de
señalarlo dignamente? Los que ya han» participado de ellos los .conocen y también los
conocerán a su ,tiempo aquellos que poseen un natural propicio, una vez llamados a participar
en el festín, no en aquel con que los placeres saturan el vientre y alegran el cuerpo, sino en
aquel del que la inteligencia, rodeada de virtudes y nutrida con ellas, goza y se alegra.

34. VI. Por esto y porque, como se dijo antes, las cosas santas en virtud de que está en su
propia naturaleza el manifestar por sí mismas lo que son, desisto de referirme a ellas, aun
cuando esto equivalga a pasarlas en silencio. Ni el sol ni la luna necesitan, ciertamente, de que
alguien los dé a conocer, puesto que llenan de luz al mundo todo elevándose el uno de día y la
otra de noche; su luminosidad es una prueba que no ha menester de testimonios por cuanto el
dictamen de los ojos es más claro que el de los oídos.

35. Con franqueza, sin ocultar nada te diré que una cosa, sobre todo, de las que guardo
conmigo resulta molesta y dificultosa; mas solo aparentemente, porque, si bien en un primer
encuentro parece cosa penosa a nuestra imaginación, con su ejercicio resulta gratísima y la
reflexión la muestra como conveniente. No es otra cosa que el trabajo, el enemigo de la
indolencia, el primero y mayor de los bienes, el que lleva a cabo la guerra sin cuartel contra el
placer. Porque, a decir verdad, Dios ha señalado a los hombres el trabajo como el origen de
todo bien y de toda virtud; y fuera de él no hallarás que se concrete bien alguno entre los
mortales.

36. Así como sin luz es imposible ver, siendo impotentes tanto los colores como los ojos para
procurar la aprehensión mediante la visión, pues la naturaleza ha producido la luz como
vehículo de comunicación entre ambos, y es a través de ella por donde el ojo se aproxima y
aplica al color; por lo que la fuerza de uno y otro es inútil en la obscuridad; de la misma
manera también el ojo del alma es impotente para aprehender las virtuosas acciones a menos
que se sirva del trabajo como de una luz, en calidad de auxiliar. Situado, en efecto, entre la
inteligencia y el bien hacia el que la inteligencia tiende, y atrayendo con una mano a una y
con la otra al otro, él es quien produce los acabados bienes que son la amistad y la armonía
entre ambos.

37. VII. Escoge el que quisieres entre los bienes; y hallarás que ha sido producido y ha
llegado a ser firme mediante el trabajo. La piedad y la santidad son bienes, mas no podemos
alcanzarlos sin el servicio de Dios, y un servicio está estrechamente vinculado con la
emulación en los trabajos. La prudencia, la valentía y la justicia son todas ellas hermosas
virtudes y bienes perfectos; mas no es dable alcanzarlas mediante el ocio. Hemos de darnos
por contentos si mediante ininterrumpidos esfuerzos se tornan ellas accesibles para nosotros.
El complacer a Dios y a la virtud es semejante a una por demás tensa armonía; 18 y ningún

183
alma está dotada de un instrumento capaz de sobrellevarla, por lo que a menudo el
instrumento se ha relajado y aflojado de modo que ha descendido desde las elevadas formas
del arte hasta las intermedias.19
18
Referencia a la concepción platónica de la virtud como una armonía del alma; y, a la vez, al
concepto estoico de que el mal moral es un relajamiento de la tensión existente en ella. Es por
otra parte, frecuente en. 1 Ion comparar al alma con un instrumento musical, especialmente la
lira. En el parágrafo hay una clara alusión a la tensión de las cuerdas de ésta.
19
La virtud, según los estoicos, es el arte o técnica aplicado al gobierno de la propia
existencia.

38. Sin embargo, también en las intermedias es grande el esfuerzo. Observa a todos los que se
aplican al aprendizaje de la cultura general y a los llamados estudios preliminares; mira a los
agricultores y a cuantos se proveen de lo necesario para vivir ejerciendo cualquiera de los .
oficios y profesiones. Ni de día ni de noche están ellos libres de preocupaciones; por el
contrario, nunca y en ninguna parte cesan," como se dice, de soportar sufrimientos en una
mano, en un pie, en todas sus potencias; tanto que muchas veces prefieren incluso la muerte a
su situación.

39. VIII. Y así como necesariamente han de ser cultivadas las, virtudes del alma por aquellos
que anhelan tener su alma en condiciones propicias, así también se ven precisados a cultivar
la salud y los poderes que le son anexos aquellos que prefieren, tener el cuerpo en condiciones
favorables; y la verdad es que los cultivan mediante inacabables e ininterrumpidos trabajos
todos aquellos que se toman a pecho las potencias que llevan eh sí y de las que resultan ser
una combinación.

40. Todos los bienes, como ves, brotan y germinan del .trabajo como de una raíz única.
Jamás, por lo tanto, consientas en renunciar a él, porque sin darte cuenta renunciarás al misma
tiempo a un cúmulo inmenso de bienes. El Soberano del cielo y del mundo todo posee y
proporciona a quien Él quiere los. bienes con una facilidad absoluta, como que también sin
trabajo construyó otrora el mundo tan inmenso, y no cesa actualmente de conservarlo,
también sin trabajo, para toda la eternidad. La ausencia de esfuerzo es, en efecto, un supremo
atributo de Dios. En cambio a ningún mortal ha concedido la naturaleza el adquirir bienes sin
trabajos. El objeto de esto es que Dios sea proclamado dichoso, el único feliz entre los seres,
también por esta vía.

41. IX. Al trabajo, a mí parecer, le cabe la misma función que al alimento. Así como éste ha
hecho depender de sí y puesto en directa conexión con él la vida y todas las actividades y
experiencias propias del vivir; del mismo modo también el trabajo tiene pendientes de sí los
bienes; pues, así como los que desean realmente vivir no pueden descuidar el alimentarse; de
manera similar los que aspiran a adquirir los bienes han de pensar en el trabajo desde el
principio; porque lo que es para la vida el alimento, es respecto del bien el trabajo.

42. Nunca,. pues, tengas en menos el trabajo; y así, mediante esa vía única,. podrás recoger la
nutrida cosecha de todos los bienes. De ese modo, además, aunque en edad eres más joven
serás considerado el mayor en edad,20 y juzgado digno de la precedencia. Y, sí mejorando
siempre, llegares a aproximarte a la perfección, no solo la precedencia se te concederá, sino
además todos los bienes paternos, tal como a Jacob, el que mediante artimañas se-hizo dueño
de los sitiales y fundamentos de la pasión; como a Jacob, que confesó sus experiencias
diciendo: "Dios ha tenido misericordia de mí y todo es mío." (Gen. XXXIII, 11.) Palabras
plenas de doctrina y de instrucción; ya que en la misericordia de Dios todas las cosas reposan

184
como en seguro puerto.
20
Paralelo con la situación de Esaú y Jacob respecto de la primogenitura,

43. X. Tales verdades tiénelas aprendidas Jacob de Abraham, es decir, el abuelo de su


educación, quien da al sabio Isaac todos sus bienes 21 sin dejar nada a los bastardos y torcidos
pensamientos nacidos de sus concubinas como no fueran pequeños presentes acorde con la
ínfima importancia de los mismos.
En efecto, los bienes verdaderos, es decir, las virtudes perfectas son posesiones del hombre
perfecto y cabal; en tanto que los bienes que procuran los deberes secundarios se adaptan a los
hombres no perfectos que llegan hasta los estudios de cultura general preparatorios, de los que
son ejemplos Agar y Jetura; Agar, vale decir, "residencia en el extranjero", y Jetura, o "la que
quema perfumes".
21
Gen. XXV, 5. Filón califica aquí (Ver Sobre los sueños I, 47 y 75) a Abraham de "abuelo
de la educación" de Jacob. Probablemente deba entenderse en el sentido de que a través de
Isaac los principios a que Abraham ajustó su vida se transmitieron a su nieto.

44. Es que el que se contenta con los estudios de cultura general sólo como extranjero reside
cerca de la sabiduría sin afincarse definitivamente limitándose a esparcir sobre el alma como
una dulce fragancia procedente de la exquisitez del estudio de ella. Pero lo que él necesita
para su salud no son fragancias sino alimentos. El olfato no es sino un servidor del gusto, algo
así como el esclavo qué prueba previamente los alimentos de su reina;; y aunque reconocemos
que escuna sabia creación de la naturaleza, consideramos que es un sentido subordinado. Y
antes que los conocimientos subordinados hemos de procurar siempre los soberanos; antes
que los conocimientos forasteros, los vernáculos.22
22
Ver Interpretación alegórica III, 244.

45. Escuchadas tales cosas,23 el entendimiento se aleja de la mujer placer, y se une a la virtud,
pues reconoce la hermosura natural, legítima y santa en grado sumo de ésta. A la vez, con-
viértese entonces en pastor de ovejas,24 en conductor, en piloto de las potencias irracionales
del alma, y no permite que éstas se conduzcan de manera desordenada y discorde, sin quien
las vigile y guíe, a fin de que sus rebeldes instintos no se precipiten en la ruina al carecer de
asistencia como si una indefensa e incontrolada orfandad pesara sobre ellos.
23
Vale decir, concluidas las advertencias hechas por la mujer-virtud. Sin embargo lo
contenido en los párrafos 41 a 44 más parecen ser acotaciones personales de Filón que
palabras puestas en boca de aquélla.
24
Gen. IV, 2.

46. XI. Un ejemplo es el practicante,25 quien, entendiendo que esa tarea es la más apropiada
para la virtud, acepta "ser pastor de los rebaños de Labán" (Gen. XXX, 36), es decir, del que
está apegado a los colores, las formas y los cuerpos inanimados en general. Pero lo será no de
todos los rebaños, sino sólo de "los que habían sido dejados". (Gen. XXX, 36.) ¿Qué quiere
decir esto? Por naturaleza lo irracional es de dos clases. Una es la irracionalidad propia del
demente, al que suele calificarse de irracional, y consiste en la oposición a los dictados de la
razón; la otra, que se da en los seres vivientes no racionales, consiste en la carencia de la
razón.
25
Jacob, el que practica o se ejercita en la virtud.

47. Los irracionales movimientos de aquél, me refiero a las actividades contrarias a los
dictados de la razón, están a cargo de los hijos de Labán, "que se hallan situados a tres días de
distancia" (Gen. XXX, 36.), forma simbólica de dar a entender que hallábanse separados de la

185
vida íntegra por toda la eternidad; como que el tiempo tiene tres partes, pues se compone de
pasado, presente y futuro. En cambio, las fuerzas irracionales en el otro sentido, de las que
también los animales irracionales participan, que no son contrarías a la recta razón, sino
simplemente carentes de razón, son consideradas por el practicante como merecedoras de
cuidado, pues entiende que sus errores proceden más que de un vicio maligno, de una
ignorancia resultante de la falta de instrucción.

48. La ignorancia es un estado involuntario, un mal leve, y tiene en la enseñanza un remedio


no difícil de lograrse; la maldad, en cambio, postración del alma contraída voluntariamente,
obra de modo que resulta difícil de remediar si no incurable del todo. Y así, los hijos de Jacob,
instruidos, como estaban, por su sapientísimo padre, aunque descienden hasta el cuerpo
egipcio amante de las pasiones y entran en contacto con el faraón, el dispersador de los
bienes, que se considera rey de ese compuesto que es el ser viviente; con todo, sin
deslumbrarse ante su opulencia, confiesan que "no sólo ellos son pastores de ovejas sino
también lo han sido sus padres". (Gen. XLVII, 3.)

49. XII. Y en verdad, nadie podría jamás enorgullecerse tanto por la autoridad y el poder
como estos hombres se enorgullecían de ser pastores. Ciertamente, compete a los que son
capaces de discernir, un cometido más augusto que la misma realeza, a saber: ejercer el
dominio (como si se tratase del gobierno de una ciudad o de un país) del cuerpo, de los
sentidos, del vientre, de los placeres que tienen lugar más allá del vientre, de las otras
pasiones, de la lengua y, en general, de todo el compuesto que somos; y gobernarlos de
manera enérgica y sumamente rigurosa, y al mismo tiempo con afabilidad. Porque,. al igual
que un conductor de carros, deben ellos unas veces aflojar las riendas a los animales uncidos
si obedecen sumisos; y otras ponerles freno conteniéndolos, cuando el impulso y el ímpetu
hacia las cosas exteriores se tomen excesivos y rebeldes al control.

50. Yo admiro, además, al guardián de las leyes, Moisés, que, juzgando que el oficio de pastor
es elevado y brillante cometido, lo tomó para sí. Él, efectivamente, preside y dirige las
opiniones del superficial Jetró, conduciéndolas desde el tumulto de las preocupaciones de la
vida ciudadana al aislamiento de la vida sin injusticias. En efecto, "condujo el ganado hasta el
interior del desierto". (Ex. III, 1.)

51. Por eso también, como lógica consecuencia, "todo pastor de ganado es objeto de
abominación por parte de los egipcios" (Gen. XLVI, 34), porque todo amante del placer
abomina a la recta razón, el piloto y guía de cuanto es noble; tal como los muchachos díscolos
detestan a sus maestros y tutores y toda actitud razonable encaminada a corregirlos e
instruirlos. Moisés dice que "sacrificará a Dios las abominaciones de Egipto"26 (Ex. VIII, 26),
es decir, las virtudes, irreprochables y sumamente apropiadas ofrendas, que todo insensato sin
excepción detesta.
De modo que es razonable que Abel, el que refiere las cosas más excelsas a Dios, sea llamado
pastor; y que Caín, el que las atribuye a sí mismo y a su propia inteligencia, sea llamado
trabajador de la tierra. En cuanto a qué se entiende por trabajo de la tierra, en anteriores libros
27
lo hemos expuesto.
26
Es decir, lo que Egipto abomina, o sea, las virtudes.
27
Nada se dice, sin embargo, en los libros precedentes acerca del tema. En cambio, en Sobre
la agricultura 21 y ss. se presenta al trabajador de la tierra como hombre que trabaja para
satisfacer las necesidades del cuerpo.

52. XIII. "Y sucedió que al cabo de unos días Caín trajo una ofrenda al Señor de los frutos de

186
la tierra." (Gen. IV, 3.) Dos cargos contra el amante de sí mismo aparecen aquí: uno es q...J
manifestó su gratitud a Dios no inmediatamente, sino "al cabo de unos días y el otro, que
ofreció "de los frutos" y no de los primeros frutes, o dicho con una sola palabra, de las
"primicias".28 Examinemos una y otra acusación; y primero la primera en el orden.
28
"Primicias" o cosas producidas primero (protogennémata). El pasaje dice literalmente
"cuyo nombre compuesto es".

53. Es necesario que nos apresuremos a abocarnos cuanto antes a la realización de las nobles
acciones, obrando sin flojedad ni demora. No hay obra más excelsa que el agradar al Bien
Primero sin dilación alguna. Por eso está prescripto: "Si hicieres un voto no tardes en
cumplirlo." (Deut. XXIII, 21.) Ahora bien, un voto es, por una parte, un pedido de bienes a
Dios,29 y, por otra, una obligación para el que obtiene lo que esperaba, de ofrecer a Dios la
corona del mérito, y no a sí mismo; y si es posible, hacer tal cosa sin dilación ni pérdida de
tiempo.
29
Quizá siga una laguna en el texto. Probablemente deba llenarse con algo así como: "con la
promesa de satisfacer la deuda o la obligación contraída."

54. De los que en esto andan errados unos, por olvido de 'os beneficios de que gozan, han
malogrado el bien inmenso que es la gratitud; otros, presa de una desmedida presunción,
tiénense a sí mismos por autores de los bienes que les han cabido, y no a Aquél que es el
verdadero origen de ellos; y, en tercer lugar, están los que incurren en la falta más leve que la
de estos últimos y más grave que la de los primeros, de atribuir la producción de los bienes a
la soberana Inteligencia pero sostener que es natural que ellos los obtengan, puesto que se
trata de personas sensatas, valientes, sabias y justas, y en mérito a ello Dios los considera
merecedores de Sus gracias.

55. XIV. La sagrada palabra opónese a cada uno de éstos. Al primero, es decir, a aquel a
quien, perdida la memoria, le sobreviene un agudo olvido, le dice: "Cuando comas y te hartes,
amigo, cuando edifiques y habites en hermosas casas, mientras crecen tus ovejas y tus bueyes
y se multiplican tu plata, tu oro y todo cuanto te pertenece, no te ensoberbezcas en tu corazón,
ni te olvides del Señor tu Dios." (Deut. VIII, 12 a 14.) ¿Cuándo, pues, no te olvidarás de
Dios? Pues, cuando no te olvides de tí mismo. En efecto, si tienes presente la nada que eres tú
en todo, tendrás presente la trascendencia de Dios en todas las cosas.

56. Al que se considera a sí mismo como autor de los bienes alcanzados lo llama a la reflexión
en estos términos: "No digas: 'Mi fuerza y mi fortaleza de mi brazo me han dado todo este
poder'. Antes bien, conserva en la memoria al Señor tu Dios, que es Quien te da la fuerza para
alcanzar el poder." (Deut. VIII, 17 y 18.)

57. En cuanto al que se tiene por merecedor de la adquisición y goce de los bienes, reciba una
novedosa lección en las palabras del oráculo que dice: "No en mérito a tu justicia ni por la
santidad de tu corazón entrarás en esta tierra para poseerla", sino, en primer lugar, "a causa de
la iniquidad de estas naciones", pues Dios hace que se precipite la ruina sobre sus maldades;
en segundo lugar, "para que se cumpla el pacto que Él juró a nuestros padres". (Deut. IX, 5.)
Ahora bien, "pacto de Dios" es una forma alegórica de designar las gracias de Dios; y por otra
parte, es imposible que Dios, conceda gracia alguna que no sea perfecta; de modo que todos
los dones del Increado son perfectos y completos, y entre cuantas cosas existen solo la virtud
y las acciones virtuosas son completas.30
30
El argumento es, al parecer, el siguiente: un pacto de Dios es un don de Dios: los dones de
Dios son perfectos; y como solo la virtud es algo perfecto, la virtud es un donde Dios, no obra

187
del hombre.

58. Si, pues, acabáremos con el olvido, con la ingratitud, con el amor a nosotros mismos y con
la generadora de tales vicios, la presunción, ya no andaremos tardos en el verdadero servicio '
por nuestra demora; y, dejando atrás y superando las cosas creadas, sin aferramos a ninguno
de los seres mortales, iremos al encuentro del Señor preparados ya para estar en condiciones
de cumplir Sus mandatos.

59. XV. Así, marchando con diligencia, rapidez y celo sumo exhortó Abraham a Sara, es
decir, a la virtud, a que se diera prisa y amasase tres medidas de flor de harina y preparara
panecillos cocidos bajo cenizas,31 no bien Dios, escoltado por Sus dos más altas potencias, la
soberanía y la bondad, y siendo uno en medio de ambas, hizo nacer en su alma vidente tres
visiones, ninguna de las cuales es medible en modo alguno, pues Dios es infinito y también lo
son Sus potencias; pero cada una es medida de todas las demás cosas. En efecto, Su bondad es
la medida de los bienes; Su soberanía lo es de los sujetos a ella; y de todas las cosas corpóreas
e incorpóreas lo es el Soberano mismo; en Cuyo servicio también aquellas potencias asumen
la función de cánones y normas, y miden cuanto entra en sus respectivos campos.
31
Gen. XVIII, 6.

60. Bien está que esas tres medidas sean como amasadas y mezcladas en el alma para que
ésta, persuadida de que nada hay más excelso que Dios, quien está por sobre Sus mismas
potencias, pues tanto se manifiesta aparte de ellas como se hace patente en las mismas, pueda
recibir las señales de Su soberanía y de Su beneficencia; y, convertida en iniciada en los
Divinos misterios, no los divulgue fácilmente, sino los guarde como un tesoro y los conserve
en secreto y en silencio. Así pues, hallamos escrito "preparar panecillos cocidos bajo cenizas",
porque es necesario que la sagrada palabra que nos inicia en lo tocante al Increado y Sus
potencias permanezca oculta, dado que el conocimiento de los Divinos ritos es un depósito
que no cualquiera es capaz de guardar.

61. XVI. La corriente de palabras que fluye a través de la boca y la lengua del alma
incontrolada se derrama sobre todos los oídos. De los que las oyen unos, poseyendo
anchurosos depósitos, guardan lo vertido; otros, en cambio, por la estrechez de sus conductos
no pueden embeberlo, y lo desbordado se derrama sin control fuera y se esparce por todas
partes, de modo que las verdades secretas flotan y sobrenadan en su superficie y, cosas dignas
de todo cuidado, como ellas son, se precipitan cual si se tratase de simple basura, a merced de
la corriente.

62. Por eso me parece que encararon la cosa con acierto aquellos que se iniciaron en los
pequeños misterios antes de iniciarse en los grandes,32 pues "cocieron 33 bajo la ceniza la masa
que habían sacado de Egipto e hicieron panes ácimos" (Ex. XII, 39), es decir, cocieron la
salvaje y cruda 34 pasión mediante la razón, que la ablanda, como si se tratara de un alimento;
y no divulgaron el método de cocción y mejoramiento que le había proporcionado una Divina
inspiración sino lo guardaron en secreto como un tesoro, sin ensoberbecerse por la revelación,
sino humillándose y eliminando toda soberbia.
32
Emplea aquí Filón las denominaciones con que los atenienses designaban las dos
celebraciones anuales correspondientes a los misterios eleusinos. Para Filón "los pequeños
misterios" son los ritos de la Pascua, ritos que constituyen la primera etapa en el camino de la
perfección. En esta etapa el alma deja atrás Egipto, es decir, la pasión, y se inicia en las
prácticas que llevan a la percepción de Dios.
33
El verbo péssein = cocer, significa además madurar y ablandar los alimentos; y Filón juega,

188
en lo que sigue, con el doble sentido de este verbo y con el de pepáineín = madurar, cocer,
aplacar, calmar.
34
"Cruda" (en griego omós), tanto en el sentido de no cocido, como en el de crudeza o
salvajismo moral.

63. XVII. Estemos, pues, siempre prestos y preparados para el agradecimiento y la honra del
Omnipotente evitando toda postergación. Nos está prescripto, en efecto, cumplir con la
Pascua, que consiste en el tránsito desde las pasiones hasta la práctica de la virtud, "ceñidas
las espaldas", vale decir, prestos para el servicio; habiendo asido "las sandalias", es decir,
nuestra masa de carne; "con los pies" firmes y asegurados; llevando "en la mano el bastón", o
sea, la instrucción para la conducción recta y sin tropiezos de todos los actos a través de la
vida; y, finalmente, comer "con prisa". (Ex. XII, 11.) Es que no se trata de un tránsito mortal;
ya que es denominado la Pascua del Increado e Inmortal; y con mucha razón, pues no existe
cosa noble alguna que no sea de Dios y Divina.

64. Examínalo, pues, sin dilaciones, oh alma, tal como el practicante Jacob, quien, al
preguntarle su padre: "¿Qué es esto que has hallado tan presto hijo?", con profunda verdad
respondió: "Es lo que colocó Dios Soberano ante mí." (Gen. XXVII, 20.) Experto, como había
llegado a ser, en muchos asuntos, había aprendido que mientras cuanto la creación procura al
alma ha menester de mucho tiempo para adquirir seguridad, tal como ocurre con las artes y las
reglas de las artes que se imparten a los discípulos, las que, en efecto, no pueden llenar
inmediatamente la inteligencia de los principiantes, como si se tratara de líquidos vertidos en
vasijas; en cambio, cuando la fuente del saber, es decir, Dios, proporciona los diversos
órdenes de conocimientos al género mortal, los proporciona al instante; razón por la cual
aquellos que llegaron a ser discípulos aptos del único Sabio, alcanzaron rápidamente el
descubrimiento de las cosas que buscábala.

65. XVIII. Ahora bien, la primera virtud de los principiantes es desear ardientemente que,
imperfectos como ellos son, les sea dado imitar en la medida de lo posible la perfección de su
maestro; y este Maestro es más rápido aún que el tiempo, como que el tiempo no cooperó con
Él en la creación del universo, pues también él llegaba a la existencia a medida que lo hacía el
mundo. Dios hablaba y simultáneamente creaba, sin que existiera intervalo entre ambos
hechos. O para sugerir una doctrina más verdadera aún: Su palabra era obra. Por otra parte,
nada hay aún cutre los mortales más veloz que la palabra, como que al torrente de nombres y
de verbos desfila dejando atrás a la aprehensión de sus significados.

66. Y así como las corrientes perennes que manan a través de las fuentes, poseen un impulso
que no cesa, pues siempre el nuevo flujo impide su cesación, del mismo modo la corriente de
la palabra, cuando comienza a moverse, corre pareja con lo más rápido que hay en nosotros, la
inteligencia, la cual deja atrás incluso a las naturalezas aladas.35 Y tal como el Increado se
anticipa a todas las cosas creadas, del mismo modo la palabra del Increado deja atrás la
palabra de la creatura, aunque cabalgue a toda velocidad sobre las nubes. Por eso el Señor
manifiesta francamente: "Ya verás sí Mí palabra te alcanza o no" (Núm. XI, 23);" con lo que
señala que la palabra Divina supera en rapidez y da alcance a todas las cosas.
36
O sea, más veloz que el vuelo de las aves. En Sobre el cambio de los nombres 247 hace
Filón de las aves un símbolo de la palabra "pues la palabra es por naturaleza una cosa veloz y
alada".

67. Pero, si Su palabra las deja atrás, con mucha más razón las deja el Mismo que la
pronuncia, como en otro pasaje lo atestigua afirmando: "Yo estoy situado aquí y allí antes que

189
estuvieras tú." (Ex. XVII, 6.) Da a entender, en efecto, que Él subsiste antes que existiera cosa
creada alguna; y que, estando aquí, está también allí y en otra parte y en todo lugar, por
haberlo llenado todo totalmente sin haber dejado nada desierto de Sí.

68. Porque no dice: 'Yo estaré aquí y allí', sino: 'También ahora, cuando estoy presente, estoy
situado al mismo tiempo aquí y allí. Y no porque me mueva cambiando de lugar de modo de
alcanzar un sitio abandonando otro, sino con un movimiento de autoexpansión.
Por fuerza, pues, Sus leales hijos, que imitan la naturaleza del Padre, con toda diligencia y sin
tardanza, ejecutan las nobles obras, entre las cuales la más excelente es honrar a Dios sin
pérdida de tiempo.

69. XIX. En cambio, el faraón, el dispersador de las cosas nobles, no siendo capaz de recibir
la visión de los poderes que escapan a las leyes del tiempo; y ciego, como es, de los ojos del
alma, únicos que pueden aprehender las naturalezas incorpóreas, no se aviene a recibir ayuda
a través de lo intemporal; y, abrumado por las ranas, vale decir, por las opiniones sin espíritu,
productoras de sonidos y ruidos carentes y vacíos de sentido; al decirle Moisés: "Indícame
cuándo he de suplicar por ti y tus servidores para acabar con las ranas" (Ex. VIII, 9); no
obstante que, en apremios tan grandes como se hablaba, hubiera sido necesario decir; 'Ruega
ahora mismo', hace caso omiso de ello y dice: "Mañana" a fin de mantener hasta último
memento inalterable su irreligiosidad.

70. Esto es más o menos lo que acontece con todos los que no se deciden ni por uno ni por
otro bando, aunque no quieran confesarlo en. sus declaraciones. En efecto,: cuando algo les
sobreviene contra sus deseos, como no confían firmemente en Dios, su Salvador, de primera
intención se acogen a los auxilios que procuran las créaturas: médicos, plantas,
combinaciones de drogas, rígidas dietas y todas las otras ayudas que se usan entre los
mortales. Y si alguien les dice: 'Acudid, necios, al único médico de las dolencias del alma,
dejando de lado la falsamente, llamada ayuda que procede de la mudable creatura', ellos se
reirán y bromearán diciendo por toda respuesta: 'Dejemos esto para mañana', dando a entender
que en ningún caso suplicarán a la Divinidad en lo que concierne a la liberación de los males
presentes.

71. Mas, cuando ninguno de los auxilios humanos basta, y todas las cosas, aun las medicinas,
resultan ser nocivas, entonces, agobiados por su grande impotencia, renuncian los míseros a la
ayuda procedentes de todos los demás seres y acudan, aunque contra su voluntad, tarde y
reticentemente al único Salvador, Dios. Éste, como sabe que lo hecho por imperio de la
necesidad carece de mérito, no en todos los casos obra conforme con Su norma habitual, sino
sólo en aquellos en que hacerlo resulta conveniente y provechoso. Todo entendimiento, pues,
que considera que todo cuanto existe es posesión suya, y se honra a sí mismo antes que a Dios
(actitud que precisamente sugieren las palabras "sacrificar días después") ha de saber que se
halla expuesto a ser acusado de impiedad.

72. XX, Hemos ya considerado suficientemente el primer cargo contra Caín. El segundo es
como sigue: ¿Por qué las primicias que ofrenda son "de los frutos" y no de los primeros fru-
tos? Seguramente, por la misma razón, es decir, para tributar la mayor honra a la creatura y
una honra secundaria a la Divinidad. Porque, así como hay quienes prefieren el cuerpo al
alma, el esclavo a la señora, así también hay quienes tienen reservada mayor honra a las
créaturas que a Dios, no obstante la admonición del legislador para que "llevemos a casa de
Dios Soberano las primicias de los primeros frutos de la tierra" (Ex. XXIII, 19), y no nos las
atribuyamos a nosotros mismos. Y en verdad, lo justo es que reconozcamos como

190
pertenecientes a Dios todos aquellos movimientos del alma que ion primeros tanto en el orden
como en valor.

73. Los primeros en el orden son de tal naturaleza que, no bien nacemos, comenzamos a
participar de ellos: la alimentación, el crecimiento, la visión, la audición, el gusto, el olfato, el
tacto, la palabra, el pensamiento, las partes del alma, las del cuerpo, las actividades de ambos
y, en general, todos los cambios y movimientos naturales de los mismos. Los primeros en
dignidad y valor, en cambio, son las rectas acciones, las virtudes y las prácticas acordes con
ellas.

74. Es justo, pues, que ofrezcamos las primicias de los mismos; y las primicias de ellos
consisten en la palabra portadora de gratitud que nace de una inteligencia sincera. Este
ofrecimiento de gracias debemos dividirlo en las partes que le son propias, tal como tienen sus
partes la lira y los otros instrumentos musicales. En efecto, cada uno de los sonidos que se
arrancan de ellos es musical de por ,sí y está además plenamente adaptado para armonizar con
los otros. Y lo mismo ocurre con los elementos gramaticales llamados vocales, los que tienen
un sonido independiente y conforman un sonido completo unidos a otros.

75. Del mismo modo la naturaleza ha producido en nosotros poderes múltiples de


sensibilidad, palabra e inteligencia, y ha dotado a cada uno de ellos de un cometido específico
a la vez que los ha coordinado en la debida proporción para la recíproca cooperación y
armonía; por lo cual, ya sea que consideremos cada uno de ellos separadamente ya todos en
conjunto, con toda justicia podemos proclamar los felices resultados de su obra.

76. XXI. Así pues, "si trajeres una ofrenda de primicias", divídelas tal como la sacra palabra
lo prescribe, a saber: primero "nuevas", luego "tostadas", luego "divididas", y finalmente
"molidas". (Lev. II, 14.) "Nuevas", por el siguiente motivo. A aquellos que están apegados al
tiempo antiguo, a la vieja edad de los mitos, y no han alcanzado a percibir la existencia del
instantáneo e intemporal poder de Dios, ella los adoctrina e impulsa a la aprehensión de
vigorosos pensamientos nuevos, lozanos y rejuvenecidos, a fin de que dejen de sustentar
falsas opiniones nacidas de nutrirse de fraguados mitos que el largo curso de las edades ha
transmitido para engaño de los mortales, y, por el contrario, al recibir del nunca envejecido
Dios bienes nuevos y renovados, en abundancia sin límites, sean instruidos de modo que
comprendan que con Él nada es antiguo, nada, en suma, es pasado, sino todo nace y subsiste
al margen del tiempo.

77. XXII. Por este motivo dice también Moisés en otra expresión alegórica: "Te levantarás
apartándote de la cabeza del encanecido y honrarás la cabeza del anciano." (Lev. XIX, 32.)36
Con ella sugiere una profunda diferencia, porque "encanecido" significa aquí el tiempo con su
total improductividad, del que es preciso apartarnos y huir, abandonando la ilusión que
engaña a muchísimos y consiste en creer que el tiempo es capaz de producir algo. Por
"anciano", en cambio, entiéndese aquel hombre que es merecedor de honra, de prerrogativa y
de prioridad; y honrar al que es tal, fue la orden dada a Moisés, el amado de Dios. Dícele, en
efecto, Dios: "Los que tú conoces, ésos son los ancianos." (Núm. XI, 16.) Con esto le da a
entender que no acoge innovación alguna, y que Su norma es amar las verdades "ancianas" y
dignas de la mayor reverencia.
311
El pasaje, tal como aparece en la versión de los Setenta, se lee: "Te pondrás de pie delante
de una cabeza encanecida." El razonamiento de Filón se basa en suponer que la persona
encanecida es la que ha llegado a la vejez por el mero hecho de haber transcurrido el tiempo,
mientras el anciano es aquel que, viejo o joven, se destaca por sus merecimientos y dignidad.

191
En griego presbíteros tiene ambas acepciones: anciano y venerable.

78. Es, en efecto, provechoso, aunque con ello no se tienda a la adquisición de la virtud
perfecta sino simplemente a la formación como ciudadano, nutrirse con ancestrales y
venerables pensamientos, y estar familiarizado con la antigua tradición de nobles empresas,
que los historiadores y toda la familia poética han trasmitido para su recordación a los
coetáneos y a la posteridad; mas, cuando el resplandor de la sabiduría adquirida sin estudio se
nos ha encendido de improviso sin que lo previéramos ni esperáramos; cuando esta sabiduría,
tras abrir los cerrados ojos del alma, nos convierte en espectadores de la sabiduría, en vez de
oyentes de ella, colocando en nuestra inteligencia al más rápido de los sentidos, la vista, en
lugar del sentido del oído, que es más lento; entonces resulta ocioso ya el ejercitar los oídos
por medio de las palabras.

79. XXIII. Por eso también se dice: "Comeréis lo viejo y lo viejo de lo viejo, pero además
sacarás lo viejo de la presencia de lo nuevo" (Lev. XVI, 10); 37 lo que significa que no es me-
nester que rechacemos conocimiento alguno de los encanecidos por el tiempo; más aún,
liemos de tender a la lectura de las obras de los hombres sabios y a escuchar los proverbios y
narraciones de los que estudian la antigüedad, y desear siempre conocer lo relativo a los
hombres y a las cosas de antaño, pues es gratísimo el no ignorar nada; pero, una vez que Dios
haya hecho brotar en el alma los vástagos del saber adquirido sin maestros, hemos de abolir y
extirpar de inmediato los conocimientos adquiridos mediante el estudio, los que, por otra
parte, ya tienden a desaparecer y derrumbarse de por sí. Es, en verdad, imposible que el
discípulo de Dios, el pupilo de Dios, el alumno de Dios, o como deba llamársele, soporte en
adelante la guía de los mortales.
37
El sentido probable del pasaje bíblico es: "Tendréis reservas en cantidad tal, que, para dar
cabida a los nuevos alimentos, sacaréis fuera los nuevos."

80. XXIV. Sea además "tostada" la fresca madurez del alma, es decir, sea probada mediante el
poder de la razón, tal como se prueba el oro con el fuego. La señal de haber sido probada y
aprobada es su solidez. En efecto, así como el grano de las espigas bien crecidas es tostado
para que en adelante no se ablande y la naturaleza ha querido que esto no se consiga sin
fuego, de la misma manera también es preciso que la nueva ascensión hacia la madurez en la
virtud adquiera solidez y firmeza por obra del poder inconmovible de la razón. La razón posee
no sólo el don natural de fijar en el alma los principios adquiridos, impidiendo que éstos se
dispersen, sino también el de aniquilar con vigor el impulso de la irracional pasión.

81. Observa, por ejemplo, cómo Jacob, el ejercitante, apréstase a cocer ese impulso en el
preciso instante en que "Esaú" se encuentra "desfalleciente".38 (Gen. XXV, 29.) Es que el
hombre ruin se apoya en el vicio y en la pasión y, cuando ve que los fundamentos en los que
se apoya son sometidos y debilitados por la razón, que los pone al descubierto, se encuentra,
como era de esperarse, sin los vínculos que daban cohesión a sus fuerzas.
38
El pasaje completo dice así en la versión de los Setenta; "Coció Jacob un guisado, y llegó
Esaú agotado del campo.

82. Mas la razón no debe constituir un todo confuso sino ha de ser dividida en sus propias
secciones. Esto es lo que quiere decir hacer ofrendas "divididas", pues en todas las cosas el
orden es mejor que el desorden, y sobre todo en la razón, naturaleza que fluye con celeridad
suma. XXV. Ella debe, en efecto, ser dividida en asuntos capitales, los llamados "asuntos
pertinentes", y a cada uno de ellos deben de ajustarse los correspondientes procesos raciona-
les, imitando de este modo a los arqueros hábiles, los que, después de colocar un determinado

192
blanco, tratan de que todas sus flechas den en él; pues el asunto capital aseméjase a un blanco;
y el proceso racional a las flechas.

83. De esa manera el más preciado de los vestidos, vale decir, la razón, es tejido armo-
niosamente. En efecto, el legislador divide las láminas de oro en hilos, de manera de tejer con
perseverancia mediante ellos las partes correspondientes.39 Del mismo modo la razón, que es
más preciosa que el oro, y constituye un variado conjunto de innumerables formas, es llevada
a una loable perfección cuando es primero dividida con sutileza extrema en esos hilos que son
los asuntos capitales, y luego recibe armoniosas demostraciones, semejantes a la trama de una
tela.
39
Éx. XXXVI, 10.

84. Además está prescripto que: "después de desollar la víctima del holocausto, la dividirán en
sus miembros" (Lev. I, 6); a fin de que el alma se muestre primeramente desnuda, sin los
vestidos con que la cubren las falsas y vacías conjeturas, y reciba luego las divisiones que co-
rrespondan. En efecto, la virtud, que es el todo y lo genérico, es dividida en sus especies
primarias, a saber; prudencia, templanza, fortaleza y justicia, a fin de que, observando las
diferencias que median entre ellas, aceptemos servirlas de voluntad a todas en conjunto y a
cada una en particular.

85. Pero miremos cómo ejercitar nuestra alma para que no sea engañada y confundida por
vagas y confusas representaciones, y para que pueda, en cambio, practicando las divisiones y
clasificaciones de los objetos, considerar con detenimiento cada una de las cosas a fin de
obtener una encuesta hecha con toda minuciosidad. Y otro tanto hagamos con la razón, la que,
si se lanza en desordenada carrera, producirá obscuridad, pero si es dividida en sus propios
asuntos capitales y en las demostraciones correspondientes a cada uno de ellos, resultará un
todo armónico, un coherente conjunto formado por partes completas, semejante a un
organismo viviente. Mas es preciso, si queremos que tales condiciones se afinquen
firmemente en nosotros, practicar un ininterrumpido ejercicio y disciplina en las mismas.
Porque el no perseverar en el saber cuando se ha tomado contacto con él, es como si,
habiendo probado alimentos y bebidas, se nos impidiera comer y beber de ellos hasta estar
satisfechos.

86. XXVI. Tras la ofrenda "dividida" corresponde hacer la "molida", esto es, después de la
división conviene que residamos permanentemente, y descansemos en los pensamientos
presentes en nuestro espíritu. Un ininterrumpido ejercicio torna sólido el conocimiento; del
mismo modo que la falta de ejercitación engendra ignorancia. Muchísimos, en efecto, por
descuido de la ejercitación física han llegado hasta la pérdida del vigor de que les había
dotado la naturaleza. No siguieron el ejemplo de éstos aquellos que nutrieron su alma con el
Divino alimento llamado maná; porque ellos lo molían y trituraban haciendo "panecillos
cocidos bajo las cenizas" (Núm. XI, 8); resueltos a limpiar y pulir la celestial palabra de la
virtud a fin de grabarla más firmemente en la inteligencia.

87. Así pues, cuando tú, conforme con la palabra Divina, reconozcas como ofrendas "nuevas"
la plena madurez, como ofrendas "tostadas" la razón sometida al fuego e inconmovible, como
ofrendas "divididas" la división y distinción de los objetos, y como ofrendas "molidas" la
persistente práctica y ejercicio de las concepciones de la inteligencia, presentarás una ofrenda
de los primeros y mejores frutos, vale decir, de las primicias del alma. Y, aunque nosotros
anduviéremos lentos en ello. Dios no andará lento en tomar para sí a los aptos para Su
servicio. Dice Él, en efecto: "Os tomaré para que seáis Mi pueblo y Yo seré vuestro Dios'"

193
(Ex. VI, 7); y "vosotros seréis para Mí un pueblo. Yo soy el Señor". (Lev. XXVI, 12.)

88. XXVII. Tales fueron los cargos contra Caín, que llevó su ofrenda después de unos días.
Abel, en cambio, no ofreció lo mismo ni de la misma manera, sino llevó creaturas animadas
en vez de inanimadas, mayores en edad y en dignidad en vez: de menores en uno y otro
aspecto, vigorosas y suficientemente pingües en vez de debilitadas. Dice, en efecto, el
legislador que su ofrenda consistía en "los primogénitos de sus ganados y en' los sebos de
éstos". (Gen, IV, 4.)

89. En lo cual ajustábase a esta sacratísima prescripción: "Cuando el Señor tu Dios te haya
introducido en la tierra de los cananeos, conforme a lo que juró a tus padres, y la haya puesto
en tus manos, separarás para el Señor todo cuanto abre la matriz, los machos; de los rebaños
de bueyes, en todos los ganados que poseyeres, todo cuanto abre la matriz, los machos, para el
Señor, y a todo. el que abre la matriz de la asna, lo trocarás por un cordero; y si no lo trocares,
lo rescatarás." (Ex. XIII, 11 a 13.) Lo que abre la matriz es el primogénito, y eso es lo que
ofrenda Abel. Cuándo y cómo ha de ofrendarse esto, es lo que hemos de indagar.

90. Ocasión sumamente oportuna es, sin duda, el momento en que Dios te ha introducido en
la tierra de los cananeos, es decir, en la razón presa de agitación; y no de cualquier manera
sino "conforme a Su juramento", o sea, no para que soportes agitación, alteración y trastorno,
arrastrado acá y allá sin estabilidad; sino para que, cesando tu agitación, goces de un sereno
cielo y de la mar en calma y, arribando a la virtud,. que es como un refugio o una rada o un
puerto excelente para. fondear, te asientes firmemente.

91. XXVIII. Respecto del juramento que Moisés atribuye a Dios, preciso es indagar si esto lo
declara como cosa que de verdad puede ser atribuida a Dios; porque no son pocos, por cierto,
los que creen que tal cosa no es propia de Él. Nosotros, en efecto, entendemos por juramento
una apelación al testimonio Divino en un asunto controvertido. Pero Dios no puede? verse
envuelto en incertidumbre o controversia por cuanto Él, no sólo la posee sino es quien ha
mostrado a los demás claramente los modos de conocer la verdad. En cuanto a testigo, de
ninguno ha menester absolutamente dado que no existe otro Dios, para que haya alguien igual
a Él.

92. No es necesario insistir en que el que testimonia, por hacerlo precisamente, es superior a
aquel para quien presta el testimonio. Es que, mientras éste necesita del testimonio, aquél lo
brinda, y el que es útil merece siempre ser preferido al que necesita algo. Pero no es lícito
pensar siquiera que haya algo superior a la Causa, cuando ni siquiera algo igual a Ella existe
ni que le sea inferior por escasa diferencia, sino todo lo que viene después de Dios se halla a
una distancia con respecto a Él equivalente a la que media entre dos órdenes de cosas
esencialmente distintas.40
40
Literalmente: "Todo lo que viene después de Dios aparece inferior a Él en todo un género."

93. Los hombres sí recurren al juramento para ganarse la confianza de aquellos que no
confían en ellos; pero Dios es merecedor de confianza hasta en el simple hablar, de modo que
por la seguridad que Sus palabras llevan implícita en nada difieren de los juramentos. Y
sucede que, mientras nuestra sinceridad es confirmada por un juramento, el juramento mismo
es garantizado por Dios, pues no es que Dios sea digno de confianza porque medie Su
juramento, sino el juramento es seguro porque lo formula Él.

94. XXIX. ¿Por qué, entonces, le pareció bien al sagrado intérprete presentar a Dios

194
formulando un juramento? Para probar la flaqueza de la creatura; y, habiéndola probado,
brindar a la vez consuelo y ánimo. Nosotros, en efecto, no somos capaces de conservar
ininterrumpidamente en nuestra alma la reflexión capital, digna de la Causa, que dice: "Dios
no es como el hombre" (Núm. XXIII, 19); para de ese modo elevarnos por sobre todas las
representaciones antropomórficas.

95. Estamos en sumo grado atados a lo mortal, y sin poder concebir nada fuera de nosotros
mismos, impotentes para salir de nuestras propias miserias y encerrados dentro de lo mortal
como caracoles, y envolviéndonos a nosotros mismos a modo de una esfera, como los erizos,
pensamos acerca del Bienaventurado e Increado lo mismo que pensamos de nosotros mismos;
y, aun cuando evitamos la monstruosidad de decir que la Divinidad tiene forma humana, de
hecho, sin embargo, admitimos la impiedad de pensar que tiene pasiones humanas.

96. Y así, le atribuimos manos, pies, entradas, salidas, enemistades, aversiones, hostilidades,
arrebatos, es decir, partes y sentimientos, a los que la Causa es ajena, y entre esas cosas se
halla también el juramento, que no es sino un recurso auxiliar de nuestra flaqueza.

97. "Si Dios, pues, te diere, separarás..." 41 (Ex. XIII, 11) dice Moisés delimitando situaciones.
En efecto, si Él no te diere no tendrás, puesto que a Él Le pertenecen todas las cosas: cuanto
hay fuera de ti, el cuerpo, la sensibilidad, la razón, la inteligencia, y todas las funciones de
ellos; y no sólo tu persona, sino también este mundo. Y cualquier cosa que separares y sacares
de él para ti, hallaras que se trata de algo ajeno. Nada posees, en efecto, como cosa propia ni
la tierra ni el agua, ni el aire ni el cielo ni los astros ni forma alguna de cuantos animales y
vegetales, seres perecederos y seres imperecederos hay:
de tal modo que, sea lo que fuere lo que trajeres a título de ofrenda, traerás siempre algo que
pertenece a Dios y no a ti.
41
El pasaje bíblico dice textualmente: "Cuando te la haya dado (o puesto en tus manos),
separarás..."; pero Filón sustituye "cuando" por "'sí", y lee "Si Dios te diere..." Ello le permite
sacar, una vez más, su conclusión favorita de que todo pertenece a Dios, y el hombre solo
tiene en calidad de préstamo cuanto usa.

98. XXX. Observa, además, la perfecta santidad contenida en la prescripción de separar parte
de aquello que nos ha sido dado y no presentar todo lo recibido. Porque son infinitos los
dones que la Naturaleza 42 nos ha concedido, como porción reservada al género humano, sin
que de todos participe Ella misma. Siendo, en efecto, increada, da la generación de seres; no
necesitando Ella de alimentos, da alimentos; permaneciendo en el mismo estado, da el
crecimiento; no admitiendo sustracción ni agregado, da la sucesión de etapas de la vida [no
siendo corpórea], da este cuerpo orgánico con el que se puede tomar, dar, marchar, ver, oír,
aproximar los alimentos, evacuarlos oportunamente una vez digeridos, apreciar las variedades
de colores, hacernos oír mediante la palabra y realizar otras operaciones de las que conciernen
a los servicios necesarios y útiles a la vez.
42
Como en muchos otros pasajes, aquí la naturaleza aparece identificada con Dios.

99. Quizá diga alguien que estas cosas son indiferentes, pero que la Naturaleza no puede
menos de tenerse reservada su parte en los bienes reconocidos como tales. Veamos, pues, de
comprobarlo en los que a nuestro juicio son los más admirables entre estos "bienes de
verdad", aquellos por cuya plena obtención en las mejores condiciones rogamos conside-
rándonos felicísimos si los alcanzamos.

100. Pues bien, ¿quién no sabe que una vejez dichosa y una buena muerte son los mejores

195
entre los bienes humanos, y que de ninguno de los dos participa la Naturaleza, la que no
conoce ni vejez ni la muerte? ¿Y qué tiene de extraño que el Increado no se digne a hacer uso
de los bienes que tocan a los seres creados, cuando hasta los mismos seres creados tienden a
poseer las virtudes, diferenciadas según las distintas especies en que se dividen? No pueden,
por ejemplo, los hombres competir con las mujeres, ni las mujeres con los hombres en
aquellas cosas que atañen exclusivamente al sexo opuesto; en caso contrario, si las mujeres
trataran de imitar las prácticas de los hombres y éstos aceptaran las de las mujeres, cargarían
las unas con la mala reputación de hombrunas, los otros con la de afeminados.

101. Por otra parte, la naturaleza ha separado ciertas capacidades, de modo que ni mediante la
ejercitación podrían llegar a ser comunes. Así, el fecundar y engendrar es privativo del
hombre conforme con las condiciones que le son propias, y la mujer no podría alcanzar tal
cosa. A su vez, siendo la facilidad de dar a luz un bien propio de las mujeres, la naturaleza del
varón no lo admite. En consecuencia, tampoco las palabras "como un hombre" (Deut. I, 31)
han de entenderse literalmente en lo que a Dios se refiere. Se trata de una expresión de sentido
figurado tendiente a ayudamos en nuestra debilidad.43 Separa, pues, oh alma, todo lo
engendrado, mortal, mudable, profano, de tu concepción de Dios, el Increado, el
Imperecedero, el Inmutable, el Santo, el Único Bienaventurado.
43
Es decir, en nuestra impotencia o incapacidad para aprehender las se nutre a un hijo.. ."

102. XXXI. Las palabras "de 44 todo cuanto abre la matriz, los machos, para el Señor" (Ex.
XIII, 12) están del todo de acuerdo con la naturaleza de las cosas. Porque, así como las
mujeres han sido dotadas por la naturaleza de una matriz como su parte más propia a fin de
generar seres animados, así también en el alma ha sido establecido un poder para engendrar,
mediante el cual la inteligencia se preña, gesta en su seno y da a luz muchas cosas.
44
En el texto del pasaje bíblico citado en 89 no se lee "de todo.. ." (que es lo lógico) sino
"todo..." En 104 y en la presente ocasión Filón altera el texto original empleando el genitivo
pantós =: de todo. Por "que abre la matriz" entiéndase "primera cría".

103. Pero de los pensamientos engendrados unos son machos y otros hembras, tal como
ocurre en el caso de los seres animados. Vástagos hembras del alma son el vicio y la pasión,
bajo cuya influencia nuestra conducta toda resulta afeminada. Vástagos machos, en cambio,
son las buenas disposiciones del alma y la virtud, por las que somos estimulados y
fortalecidos. De estos vástagos las habitaciones de los hombres 45 han de ser reservadas
exclusivamente a Dios; las habitaciones de las mujeres serán separadas para nosotros mismos.
De allí la prescripción: "Todo cuanto abre la matriz, los machos, para el Señor".
45
"Las habitaciones de los hombres" simbolizan aquí a los vástagos de sexo masculino, es
decir, la virtud y las buenas disposiciones del alma; y "las habitaciones de las mujeres" aluden
a los del sexo opuesto, o sea, el vicio y la pasión.

104. XXXII. Pero se lee además: "De todo cuanto abre la matriz de los rebaños de bueyes, en
todos los ganados que poseyeres, los machos, para el Señor." (Ex. XIII, 12.) Después de haber
hablado de los vástagos de la parte rectora,46 comienza Moisés a instruirnos también acerca de
los vástagos de la parte irracional, parte que cupo en suerte a los sentidos, a los que compara
con los ganados. Ahora bien, los pequeños que se crían en los ganados son mansos y dóciles,
como que son guiados por el cuidado de un pastor que los controla. Porque los que crecen sin
control en plena libertad témanse salvajes por carecer de quién los domestique; en cambio,
aquellos que se crían bajo guías, cabrerizos, boyeros, pastores, que ejercen la vigilancia
requerida por cada clase de animales, ésos por fuerza se toman mansos.
48
De la parte rectora del alma, es decir, de la inteligencia.

196
105. Así también la naturaleza ha dispuesto que el género los sentidos se divida en salvajes o
mansos. Son salvajes, cuando, rebelándose contra la inteligencia, que es como un pastor para
ellos, precipítanse insensatamente hacia las cosas sensibles exteriores; y son mansos, cuando,
aceptando dócilmente el control, son guiados y regidos por el discernimiento, elemento rector
de nuestro compuesto ser. Pues bien, todo cuanto los sentidos vieren, oyeren o, en general,
percibieren bajo el control de la inteligencia, es macho y perfecto, pues cada percepción reúne
las condiciones apropiadas.

106. Mas cuanto perciben sin ser guiados arruina a nuestro cuerpo, como se arruina una
ciudad a causa de la anarquía. Una vez más, entonces, hemos de reconocer que entre los
movimientos de los sentidos, los que responden al dictado de la inteligencia, que por fuerza
son los mejores, se realizan de conformidad con la voluntad de Dios; en tanto que los rebeldes
al control deben ser imputados a nosotros mismos, si somos arrastrados irracionalmente por el
torbellino de las cosas sensibles exteriores.

107. XXXIII. Mas no sólo de estos animales sino también de "todo el amasijo" está mandado
separar una parte. La prescripción está concebida en estos términos: "Y he aquí que, cuando
comiereis del pan de la tierra, separaréis una porción consagrada al Señor. Como primicia de
vuestro amasijo separaréis para ofrenda un pan. Como separáis la ofrenda de la era, así lo
separaréis." (Núm. XV 19 y 20.)

108. El amasijo, en rigor de verdad, no es, estrictamente hablando, otra cosa que nosotros
mismos, pues para nuestra plena conformación han sido reunidas y mezcladas numerosísimas
sustancias. Mezclando, en efecto, y combinando frío con calor, y húmedo con seco, potencias
opuestas, Aquél que modeló a los seres vivientes produjo con todas ellas un solo compuesto,
el ser de cada uno de nosotros, que por tal razón es llamado aquí "amasijo". De este
compuesto, cuyas dos divisiones fundamentales corresponden al alma y al cuerpo, hemos de
consagrar las primicias.

109. Y las primicias son los santos impulsos de uno y otro elemento cuando prevalece la
virtud, razón por la cual se establece un paralelo con la era. En efecto, así como en las eras los
granos de trigo, de cebada y otros similares son separados en montones, en tanto que las
espigas y las pajas y otros desechos son arrojados a otro lado, del mismo modo en nosotros
unos elementos son excelentes y provechosos, y brindan alimentos verdaderos, mediante los
cuales alcanza su perfección la vida recta. Éstos son los elementos que hemos de ofrecer a
Dios. Los otros, en cambio, que nada tienen de Divino, han de ser abandonados como
desechos para la raza mortal. Es de los primeros, pues, de los que hemos de separar las
ofrendas.

110. Hay, empero, poderes enteramente libres de todo vicio a los que no es lícito mutilar para
separarlos en porciones. Éstos son semejantes a los indivisos sacrificios, a los holocaustos, de
los que es un claro ejemplo Isaac, el que fue designado para ser ofrecido a manera de víctima
por no tener participación en corruptora pasión alguna.

111. En otro pasaje se dice también: "Conservaréis Mis presentes, Mis dones y Mis frutos
para ofrecérmelos en Mis fiestas" (Núm. XXVIII, 2);47 no separándolos o dividiéndolos sino
ofreciéndolos plenos, perfectos y completos; porque la fiesta del alma consiste en el gozo que
se halla en las virtudes perfectas, y perfectas son las que están libres de cuantos defectos son
propios de la raza humana. Pero sólo el sabio celebra tal fiesta, y fuera de él ningún otro, ya

197
que es en extremo difícil hallar un alma que no haya gustado pasiones y vicios.
47
Ver Interpretación alegórica 196, y Sobre los querubines 84.

112. XXXIV. Habiéndonos, pues, proporcionado Moisés la doctrina de las partes del alma, de
la parte rectora y de la parte regida; y señalado en qué consiste lo masculino y lo femenino
que hay en una y en otra, a continuación nos instruye acerca de las consecuencias que se
siguen. Sabiendo claramente que sin esfuerzo no es posible alcanzar la generación masculina,
dice a renglón seguido: "Todo lo que abre la matriz de la asna, lo trocarás por un cordero"
(Ex. XIII, 13); lo que equivale a "Trocarás todo trabajo por progreso". En efecto, como sus
nombres lo indican, el asno, que es un animal sufrido, simboliza el trabajo, en tanto que el
cordero es símbolo de progreso.48
48
Filón relaciona ónos = asno, con pónos = trabajo, aunque no existe parentesco alguno entre
los dos términos griegos; y también, esta vez quizá con razón, los términos próbaton =
cordero, y probáinein = avanzar, progresar.

113. Abócate, pues, al estudio de las artes, de las profesiones y de las demás cosas que pueden
ser enseñadas, y no lo hagas en forma negligente y superficial sino con plena dedicación,
teniendo tu inteligencia presta para sobrellevar pacientemente cualquier tipo de trabajo; y
esfuérzate para que no te conviertas en presa de un trabajo inoperante, y logres, en cambio,
progreso y mejoramiento, alcanzando el más honroso de los resultados. Porque el trabajo se
sobrelleva por cuanto que es origen de progreso.

114. Pero si tú aceptares el esfuerzo que demanda el trabajo, y tu naturaleza ningún progreso
hiciere en orden a tu mejoramiento, mostrándose opuesta a las mejoras derivadas del
progreso, vuélvete y desiste; porque es difícil enfrentarse con la naturaleza. Por eso Moisés
añade: "Pero si no lo trocares, lo rescatarás" (Ex. XIII, 13); lo que quiere decir:
"Si no pudieres alcanzar progreso a cambio de tu trabajo abandona también tu trabajo".
Porque tal es lo que significa la palabra "rescatar", vale decir, que tu alma se libere de un
cuidado" que no le aporta resultado y es ineficaz.

115. XXXV. Al hablar en estos términos no me refiero a las virtudes, sino a las artes
secundarias y a otras labores necesarias que se practican con miras al cuidado del cuerpo y al
logro de ventajas externas abundantes, porque el trabajo relacionado con los bienes y
excelencias perfectos, aun cuando no alcanzare su objeto, es capaz de por sí de beneficiar a
los que lo practican, en tanto que todo cuanto no tiene que ver con la virtud, si no es coronado
por el éxito, es completamente inútil. Por ejemplo, en el caso de los seres animados, si los
privares de la cabeza, se anulará el resto. Y la cabeza de nuestras acciones no» es sino el
resultado de ellas, las que viven, por así decir, mientras ese resultado es adecuado, pero
perecen si optas por fraccionarlo o amputarlo.

116. Así, desisten de proseguir, entre otros, los atletas incapaces de vencer y siempre
vencidos. Desistan y cambien de profesión el comerciante y el armador que en sus travesías
experimentan contratiempos uno tras otro. Y cuantos, habiendo cultivado los oficios
intermedios, hubieren sido incapaces de adquirir conocimiento alguno a causa de su natural
torpeza, merecerán aplauso si los abandonan. Porque tales cosas no se practican por el mero
hecho de practicarlas sino con miras al objeto al que están destinadas.
117. Por lo tanto, si nuestra naturaleza pusiere trabas en el camino de los progresivos
mejoramientos, no intentemos forzarla en vano. Sí, en cambio, ella nos favoreciere, honremos
a la Divinidad con primicias y homenajes, que son los rescates de nuestra alma, que la liberan
de crueles señores y la conducen a la libertad.

198
118. XXXVI. Moisés reconoce que los Levitas, que en lugar de los primogénitos llegaron a
ser servidores del Único digno de ser servido, son los rescates de todos los otros. Dice, en
efecto: "Y observa que Yo he tomado a los levitas de en medio de los hijos de Israel en lugar
de todo primogénito que abre la matriz entre los hijos de Israel. Los levitas serán los rescates
de éstos y serán Míos; porque Mío es todo primogénito. El día en que golpee a todo
primogénito en la tierra de Egipto, Me consagré a todo primogénito en Israel." (Núm. III, 12 y
13.)

119. Llámase aquí levita a la razón que se ha refugiado en Dios y convertido en suplicante
entre Él. Habiéndola Dios tomado de la parte central49 y suprema rectora del alma, vale decir,
habiéndola atraído y habiéndosela reservado para Sí, la juzgó digna de la porción
correspondiente a los hijos mayores. De modo que de ello surge claramente que, mientras
Rubén es el primogénito de Jacob, Leví lo es de Israel; y que si a uno cábele la precedencia en
el tiempo, y al otro tócale en honra y dignidad.
49
Alusión a lo de "en medio de los hijos de Israel".

120. En efecto, la natural capacidad, que es lo que significa el nombre de Rubén, es el origen
del trabajo y el progreso, de los que Jacob es símbolo; en cambio, la fuente de la
contemplación del único Sabio, contemplación en que ciméntase la dignidad de Israel, es el
hábito del servicio Divino, del que es símbolo Leví. Así pues, tal como Jacob aparece como
heredero de los derechos que confería a Esaú su primogenitura, cuando el celo por el vicio es
vencido por el esfuerzo en pro de la virtud; del mismo modo también Leví, el que está ador-
nado de la virtud perfecta, se llevará los derechos de mayorazgo de Rubén, el hombre de
natural talento. La más clara muestra de esta perfección la constituye el hecho de que aquél se
refugia en Dios y renuncia al trato de las cosas de la creación.

121. XXXVII. Éstos son, en sentido estricto, los precios que por su liberación y rescate paga
el alma que anhela ser libre. Pero probablemente nos presenta Moisés también una doctrina
muy necesaria, según la cual todo hombre sabio es un rescate para el insensato, el que no
sobreviviría ni por escaso tiempo si aquél no procurara su conservación movido por la piedad
y la previsión, como un médico que combate contra las enfermedades del enfermo, y las alivia
o las cura totalmente, siempre y cuando la violencia del incontenible curso de las mismas no
prevalezca sobre el cuidado solícito con que se les aplica el tratamiento.

122. Así, en efecto, es destruida Sodoma cuando en el platillo de la balanza bien alguno puede
hacer contrapeso a la multitud indecible de males. Porque, si hubiera sido hallado el número
cincuenta, conforme al cual es proclamada la liberación del alma de su esclavitud y su
completa libertad,50 o alguno de los números que a partir de éste va mencionando el sabio
Abraham sucesivamente en orden descendente hasta el límite del diez, que corresponde a la
educación,51 no hubiera perecido la inteligencia tan miserablemente.52
50
Referencia al año del Jubileo. Ver Lev, XXV, 10.
51
La relación que establece Filón entre el número 10 y la educación tal vez se la haya
sugerido el pasaje Lev. XXVII, 32, donde se lee: "Cada décima parte de cuanto pasa bajo el
cayado será consagrada al Señor." En opinión de nuestro autor el cayado simboliza la
educación como se advierte en Sobre la unión con los estudios preliminares 94, según Colson.
52
Gen. XVIII, 24 y ss.

123. Con todo, es preciso que en la medida de nuestras fuerzas tratemos de salvar también a
aquellos que están en vías de ser arruinados completamente por el vicio que llevan en sí,

199
imitando en ello a los buenos médicos, los que aun cuando ven que es imposible salvar a los
pacientes, con todo prosiguen animosamente en sus cuidados, a fin de que, si sucediere algo
contrario a lo que los otros esperan, no crean que ha sido por negligencia del médico. Por otra
parte, si apareciere un principio de mejoría, por pequeño que fuere, su llama ha de ser avivada
como la de un carbón al rescoldo con toda solicitud; porque existe la esperanza de que,
desarrollándose y creciendo, pueda el hombre vivir una vida mejor y menos expuesta a tro-
piezos.

124. Yo por mi parte, ciertamente, cuando observo que alguno de los hombres de bien reside
en una casa o en una ciudad, proclamo feliz a tal casa o a tal ciudad, y considero que su
disfrute presente de bienes será duradero y que sus esperanzas de lograr los que le faltan se
verán plenamente colmadas, pues Dios dispensa Su ilimitada e infinita riqueza a los que no la
merecen en atención a los que son dignos de ella. Y hago además votos porque estos hombres
de bien, ya que no les es dado escapar a la vejez, vivan al menos los más años posibles,
porque entiendo que tanto tiempo durarán los bienes a los hombres, cuantos ellos alcanzaren a
vivir.

125. Así, cada vez que veo u oigo que acaba de morir alguno de ellos, me entristezco y lleno
de pesar. Y, no lo lamento tanto por ellos, como por los vivos. Ellos, al fin y al cabo, han
llegado de conformidad con la naturaleza al fin inevitable después de haber vivido una vida
dichosa y alcanzado una muerte honrosa; los otros, en cambio, privados de una grande y
poderosa mano, por la que eran preservados, abandonados a su propia suerte, experimentarán
pronto e intensamente las miserias que les son propias, a menos que una vez más en
reemplazo de los anteriores la naturaleza les brinde nuevos protectores, tal como el árbol que,
cuando se desprende de los frutos ya maduros, prepara otros que crecerán para alimento y
disfrute de los capaces de aprovecharlos.

126. Así pues, como la más firme garantía de estabilidad en las ciudades son los hombres de
bien, otro tanto ocurre en la ciudad compuesta de alma y cuerpo que constituye cada uno de
nosotros: la más firme base de permanencia reside en los pensamientos amantes de la sensatez
y el saber, a los que el legislador llama metafóricamente "rescates y primicias" por los
motivos ya mencionados.

127. Así también dice que las ciudades de los levitas son "perpetuamente rescatables" (Lev.
XXV, 32) porque el servidor de Dios cosecha como fruto la libertad eterna, renovándose ince-
santemente su salud en medio de los ininterrumpidos vaivenes del continuo devenir del alma.
En efecto, el que las ciudades de los levitas sean rescatables no una vez sino, como él dice,
siempre, sugiere la idea de que el servidor de Dios siempre está en cambio y siempre es
liberado, sobreviniéndole el cambio en razón de su naturaleza mortal, y quedando reafirmada
su libertad merced a la gracia del Benefactor, quien constituye la porción adjudicada al
servidor.

128. XXXVIII. Vale la pena que examinemos, y no a la ligera, por qué razón tiene Dios
abiertas las ciudades de los levitas a los fugitivos sin que Le parezca mal que convivan con los
hombres más santos hombres considerados no santos, que han cometido homicidio
involuntario. Hemos de señalar ante todo, conforme con lo dicho anteriormente, que el
hombre de bien es un rescate para el ruin, de modo que es lógico que los que cometen faltas
acudan a los consagrados a fin de alcanzar su propia purificación. En segundo lugar, diremos
que los levitas acogen a fugitivos, y que también ellos son fugitivos virtualmente.

200
129. En efecto, así como aquéllos son desterrados de sus patrias, también éstos han
renunciado a hijos, padres, hermanos, a cuanto hay de más íntimo y querido, para alcanzar la
heredad inmortal a cambio de una perecedera. Difieren unos de otros en que la huida de
aquéllos es contra sus deseos, como resultado de un hecho involuntario, en tanto que el exilio
de éstos es voluntario y su origen está en el amor por lo más excelso; y además, en que los
levitas constituyen el refugio de los primeros, mientras que el refugio de los levitas es el
Soberano de todas las cosas. Mientras aquéllos en su imperfección tienen como provincia la
sagrada palabra; éstos lo tienen a Dios, al que se consagran.

130. Y, todavía más, a los que han cometido un crimen involuntario les ha sido concedido
habitar en las mismas ciudades en las que habitan los levitas porque también éstos han sido
considerados dignos de privilegios en virtud de un sagrado crimen. En efecto, cuando el alma,
vuelta hacia el dios egipcio, rindió inmerecido honor al cuerpo, representado en oro, entonces
todas las sagradas palabras se lanzaron por su propia iniciativa armadas para la defensa con
armas consistentes en demostraciones proporcionadas por el saber y, habiendo designado
como guía y capitán a Moisés, el sumo sacerdote, profeta y amigo de Dios, libraron una
guerra implacable en defensa de la piedad religiosa y no se llamaron a reposo hasta que
hubieron destruido todas las doctrinas de los enemigos.53 Es, por lo tanto, natural que quienes
han ejecutado, si no las mismas obras, sí parecidas lleguen a vivir juntos.
53
Ex. XXXII, 26 a 28.

131. XXXIX. Además de esta interpretación, admítase otra de carácter secreto, la que debe
ser confiada a los oídos de las personas mayores vedándosela a los de los jóvenes. En efecto,
entre todos los excelsos poderes concernientes a Dios hay uno que a ningún otro cede en
excelencia, el de legislador. Él y no otro es el legislador y la fuente de las leyes y de Él
dependen todos los legisladores particulares. Por su naturaleza esta potencia puede dividirse
en dos: una, la que toca a la recompensa de los que obran rectamente; otra, la concerniente al
castigo de los que obran mal.

132. El ministro de la primera de estas divisiones es. el levita. Éste, en efecto, tiene a su cargo
todos los ritos referentes al perfecto sacerdocio, por cuyo oficio lo mortal alcanza la
aprobación y el reconocimiento por parte de Dios, ya mediante los holocaustos ya con
sacrificios propiciatorios ya en virtud del arrepentimiento de las faltas cometidas. De la
segunda, es decir, de la referente al castigo, en cambio, llegan a ser ministros los que cometen
un crimen involuntario.

133. Moisés lo testimonia en estos términos: "Pero no obró voluntariamente, sino lo entregó
Dios en sus manos." (Ex. XXI, 13.) De lo que se desprende que las manos del matador son
empleadas en calidad de instrumento, y que el que mediante ellas obra invisiblemente es otro,
el Invisible. Bien está, pues, que convivan los dos servidores, ministros de ambas especies de
la potencia legislativa; el levita, de la que asigna beneficios; el matador involuntario, de la que
aplica los castigos.

134. Las palabras: "El día en que golpee a todo primogénito en la tierra de Egipto, Me
consagré todo primogénito en Israel", no han de ser interpretadas en el sentido de que sólo en
aquel tiempo en que Egipto soportó el rudo golpe del exterminio de sus primogénitos, los
primogénitos de Israel tomáronse santos; sino hemos de entender que está en la naturaleza de
las cosas el que esto suceda en nuestra alma siempre: antes, ahora y en el futuro. Cuando los
más dominantes elementos de la ciega pasión son destruidos, entonces témanse santos los de
más edad y más preciados hijos del que ve con agudeza a Dios.54

201
54
De Israel.

135. El éxodo desde el vicio engendra, en efecto, la entrada en la virtud, como, a la inversa, el
abandono del bien trae aparejada su sustitución por el mal en acecho. Por ejemplo, no bien
acaba de partir Jacob,55 cuando Esaú se hace presente en nuestra inteligencia, abierta a todo
cuanto le llega, dispuesto a imprimir en ella, si puede, los caracteres del vicio en lugar de los
rasgos de la virtud. Mas no podrá llevar a cabo su propósito pues, sin que él se percate de ello,
se verá suplantado y privado de su herencia por la diligencia con que el hombre sabio ha
sabido defenderse antes de ser víctima de su ataque.
55
Gen. XXVII, 30.

136. XL. Pero Abel ofrece las primicias no sólo de entre los primogénitos sino de los sebos, 56
con lo que demuestra que han de apartarse para Dios las alegrías y abundancias del alma, todo
cuanto protege y regocija. Observo asimismo yo que en las disposiciones sobre los sacrificios
está establecido que las tres primeras cosas que se llevarán de las víctimas son el sebo, los
riñones y el lóbulo del hígado,57 A ellos nos referiremos separadamente. Ni una palabra, en
cambio, del cerebro y del corazón, los que hubiera sido razonable que se ofrecieran antes que
las otras partes, puesto que también en los escritos del legislador se reconoce que el elemento
rector 58 reside en uno u otro de éstos.
56
Gen. IV, 4. Aquí retoma Filón e) texto citado en 88, y habiendo tratado ya la primera parte,
pasa a explicar la segunda.
57
Lev. III, 3 y ss.
58
Es decir, la inteligencia.

137. Más probablemente es por razones de profunda piedad y como resultado de un cuidadoso
examen por lo que excluye estas partes de lo que se lleva al altar de Dios, ya que el elemento
rector, por estar sujeto permanentemente a muchos cambios en uno y otro sentido, el bueno y
el malo, siempre recibe impresiones diferentes, unas veces las de puro y legítimo cuño; otras,
de cuño ruin y adulterado.

138. Así pues, el legislador, por entender que esta zona, que admite ambos elementos en
pugna, lo noble y lo ruin, que es familiar a ambos, que tributa la misma deferencia a uno y a
otro, no es menos impía que santa, apartóla del altar de Dios, porque lo ruin es profano, y lo
profano es completamente impío.

139. Por esto ha excluido al elemento rector. Mas si éste experimentare una depuración,
entonces, cuando todas sus partes estuvieren purificadas, será ofrecido en holocausto puro e
inmaculado. Ésa es, en efecto, la ley relativa a los holocaustos: que nada, excepto los residuos
de la alimentación y la piel,59 que son evidencias de la debilidad del cuerpo, no de maldad, se
deje para la creatura mortal; y que el resto, es decir, todo lo que muestra un alma completa en
todas sus partes se ofrezca a Dios en holocausto.
59
En ninguna parte del texto bíblico se encuentra referencia alguna a esta excepción en los
holocaustos.

202
SOBRE LAS HABITUALES INTRIGAS DE LO PEOR CONTRA LO MEJOR

(GUOD DETERIUS POTIORI INSIDIARI SOLET)

1. I. "Y dijo Caín a Abel, su hermano: 'Vayamos al llano'. Y sucedió que hallándose ellos en
el llano, alzóse Caín contra su hermano Abel y lo mató." (Gen. IV, 8.) Tal es lo que Caín
desea: llevar a Abel mediante una provocación a una controversia y por medio de sofismas
con apariencias de probabilidad y verdad llegar a dominarlo a viva fuerza. En efecto, extra-
yendo de lo que aparece claro conclusiones relativas a lo que resulta obscuro, decimos que el
llano hacia el que lo cita para el encuentro es representación de una disputa y combate encar-
nizado.

2. Vemos, ciertamente, que los más de los encuentros en la guerra y en la paz tienen lugar en
sitios llanos. En la paz cuantos contienden en los certámenes atléticos se lanzan al encuentro
unos de otros en estadios y llanos espaciosos; en la guerra no es costumbre librar batallas de
infantería y caballería en alturas, ya que mayores serían los daños resultantes de lo
desfavorable de los terrenos que aquellos que se infirieren recíprocamente los enemigos.

3. II. La mejor prueba es que el que busca laboriosamente el saber, al enfrentarse con la
condición contraria, es decir, la ignorancia, es presentado en un llano cuando guía, por así
decir, el rebaño de los poderes irracionales del alma mediante reprensiones y correcciones. En
efecto, "Jacob llamó a Lía y a Raquel,. y las envió hacia el llano donde estaban los rebaños"
(Gen. XXXI, 4); con lo que establece claramente que el llano es representación de disputa.

4. ¿Por qué las llama? "Veo", decía, "que el semblante de vuestro padre no es para conmigo
como era hasta hace poco tiempo. Mas el Dios de mi padre ha estado conmigo." (Gen. XXXI,
5.) 'Por eso', diría yo, 'Labán no te es favorable; por estar Dios contigo. Es que en el alma en
la que se tributa honra a lo exterior y sensible cual si se tratase del mayor bien, en ésa no se
encuentra la noble razón. En aquélla, en cambio, en la que Dios transita, no se considera como
un bien lo sensible y exterior, a lo que corresponde la concepción y el nombre de Labán.

5. Cuantos se rigen por el principio del gradual progreso según la norma paterna, eligen el
llano como lugar apropiado para orientar con renovadas enseñanzas los impulsos irracionales
del alma. En efecto, las palabras dirigidas a José son éstas: "¿No están acaso tus hermanos
apacentando en Siquem? Ven aquí, que te enviaré a su encuentro". Y él dijo: "Aquí estoy". Y
Jacob le habló así: "Pues bien, anda y observa si tus hermanos gozan de buena salud y los
ganados están en buen estado, y házmelo saber". Y lo envió desde el valle de Hebrón y él
llegó a Siquem. Y un hombre lo halló errante en el llano, y el hombre le preguntó: "¿Qué
buscas?" Y él dijo: "Busco a mis hermanos; dime dónde apacientan sus ganados". Díjole
entonces el hombre: "Han partido de aquí; les oí decir: 'Marchemos hacia Dotaim'." (Gen.
XXXVII, 13 a 17.)

6. III. Pues bien, de lo dicho se desprende claramente que era un llano el lugar donde ejercían
la vigilancia de los irracionales poderes que había en ellos. Y por incapaz de soportar la
sabiduría paterna, que es tan severa, José es enviado hacia aquéllos para que aprenda a cargo
de más benignos instructores lo que debe hacer y lo que le resultará conveniente. Es que la
doctrina que sigue es una maraña de elementos dispares, complicada y compleja en sumo
grado; razón por la cual dice el legislador que se fabricaba para él una túnica de muchos
colores,1 con lo que demuestra que es el introductor de una doctrina inextricable e irresoluble.

203
1
Gen. XXXVII, 3.

7. En efecto, sobre los tres géneros de bienes, a saber: los exteriores, los del cuerpo y los del
alma, discierne más como un hombre de estado que. como buscador de la verdad; y, aunque
trátase de cosas separadas unas de otras por diferencias totales de naturaleza, él las lleva a un
mismo plano y las combina en una sola, pretendiendo demostrar que cada una ha menester de
cada una de las otras y todas de todas, y que el complejo resultante de los elementos reunidos
es realmente un bien perfecto y completo; en tanto que los ingredientes de los cuales esto ha
sido formado son partes o elementos de cosas buenas, mas no bienes perfectos.

8. Dice, en efecto, que, así como ni el fuego, ni la tierra, ni cualquiera otro de los cuatro
elementos de los que ha sido construido el universo constituye el mundo, pero sí lo constituye
la reunión y mezcla de dichos elementos en un todo; de la misma manera no se halla que la
felicidad se dé particularmente ni en las cosas exteriores ni en las del cuerpo ni en las del alma
tomadas separadamente (cada una de ellas tiene, efectivamente, el carácter de elemento o
parte), sino en el agregado de todas ellas.

9. IV. Es, pues, enviado para ser instruido en una doctrina distinta de ésta hacia hombres que
consideran que sólo lo moralmente hermoso es bueno2 y que lo moralmente hermoso es algo
propio del alma como alma; y están convencidos de que las ventajas del mundo exterior y del
cuerpo son bienes sólo de nombre, no de verdad. En efecto, Jacob le dice: "Mira, tus
hermanos apacientan sus ganados" y gobiernan cada uno los elementos irracionales que hay
en ellos, es decir, "en Siquem". (Gen. XXXVII, 13.) "Siquem" significa hombro, que es
símbolo del trabajo paciente; y los amantes de la virtud llevan, efectivamente sobre sí una
carga enorme, consistente en su resistencia al cuerpo y al placer corpóreo así como a las cosas
exteriores y a los deleites que de ellas proceden.
2
De conformidad con la doctrina estoica según la cual la belleza moral y el bien son una
misma cosa. Ver Sobre la posteridad de Caín 133.

10. "Ven aquí, que te enviaré a su encuentro" (Gen. XXXVII, 13); vale decir: 'Acepta el
llamado, y aproxímate llevando en tu entendimiento un espontáneo anhelo de instruirte en
verdades superiores. Hasta el presente finges como si hubieras recibido la verdadera
educación, ya que, aunque aún no has reconocido en tu fuero íntimo tal cosa, dices estar
presto a ser objeto de una mejor enseñanza cuando dices: "Aquí estoy". Esto me hace pensar
que estás más bien probando tu propia irreflexión y negligencia que manifestando solicitud
por aprender. La prueba es que no pasará mucho tiempo sin que el verdadero hombre te
encuentre errante en el camino,3 siendo así que, si hubieras marchado con sana resolución
hacia la ejercitación, no hubieras andado a la deriva.
3
Gen. XXXVII, 15.

11. Y por cierto, las palabras con que tu padre te estimula no implican compulsión alguna, con
el objeto de que sean tu espontánea diligencia y tu propia voluntad quienes te impusen a
aplicarte a las prácticas más elevadas. Te dice, en efecto: "Anda y observa", es decir:
'Contempla, observa y considera el asunto con toda exactitud'. Preciso es, en efecto, que
conozcas en primer lugar aquello sobre lo que habrás de esforzarte, y acto seguido entonces te
apliques a la atención de ello.

12. Mas, cuando lo hubieres supervisado y abarcado con la mirada totalmente y en todas sus
partes, examina además si aquellos que ya se han aplicado y han llegado a la plena
consagración de ello, al hacer tal cosa "gozan de buena salud" (Gen. XXXVII, 14) y no des-

204
varían, como suponen los amantes del placer en medio de sus maledicencias y burlas contra
ellos. Y no tengas por confirmados ni tu visión del asunto ni tu dictamen acerca de la salud de
los que practican esta disciplina, hasta que lo "hayas hecho saber" (Gen. XXXVII, 14) a tu
padre dándole noticia de ello. Porque los juicios de los recién iniciados en el aprendizaje son
inconstantes e inestables; en tanto que los de aquellos que han hecho ya progresos son
seguros, y solo apoyándose en ellos pueden los primeros adquirir solidez.

13. V. Si de esta manera buscares, oh inteligencia, las revelaciones de las palabras de Dios,
por una parte, y de las leyes dictadas por hombres amados de Dios, por otra; ello te preservará
contra cualquier aceptación de lo bajo y de lo indigno de la jerarquía de aquéllos. Porque este
mismo relato del que nos ocupamos en estos momentos, ¿cómo podría admitirlo literalmente
una persona en sus cabales? ¿No repugna acaso el buen sentido que Jacob, dueño, como era,
de una riqueza propia de un rey, experimentara una escasez tal de servidores, que se viera
precisado a enviar a uno de sus hijos a tierra extraña a traer informes sobre la salud de los
otros hijos, así como sobre el estado de los ganados?

14. Su abuelo, aparte de la multitud de prisioneros de guerra que llevó tras derrotar a nueve
reyes, poseía más de trescientos siervos nacidos en sus moradas. Y e ninguna manera
hallábase mermado el patrimonio; por el contrario, con el transcurrir del tiempo todo sin
excepción había ido acreciendo. Por lo tanto, pues disponía de servidumbre numerosa, no
tendría Jacob por cosa conveniente enviar a un hijo, al que amaba especialmente, con un
encargo que cualquiera de los menos listos de sus siervos hubiera podido llevar a buen
término sin dificultad.

15. VI. Ves además que, como dato adicional, registra Moisés el nombre de la región desde
donde Jacob lo envió, con lo cual invita casi abiertamente a renunciar a una interpretación
literal. Dice, en efecto: "Desde el valle de Hebrón." (Gen. XXXVII, 14.) Ahora bien, Hebrón,
es decir "unión" y "camaradería", designa simbólicamente a nuestro cuerpo, por cuanto éste se
une al alma y ha establecido una especie de camaradería y amistad con ella. Los valles de él
están constituidos por los órganos de los sentidos, que son grandes receptáculos de cuantos
objetos sensibles hay en el exterior, objetos que derramando sus incontables cualidades y
vertiéndolas en la inteligencia a través de los receptáculos inundan y sumergen totalmente a
ésta.

16. Por ello en la ley relativa a la lepra está claramente señalado que, cuando en una casa
aparecieren cavidades verduscas y rojizas, se remuevan las piedras en que aparecieren y se
coloquen otras en su lugar,4 es decir, que, cuando diversas cualidades, productos de los
placeres, los deseos y sus parientes las pasiones, oprimiendo y abrumando al alma toda la
ahuecan y disminuyen su nivel, débense remover los principios causantes de su dolencia e in-
troducir en su lugar los principios saludables mediante la guía de la ley o también por obra de
una correcta educación.
4
Lev. XIV, 37 y ss.

17. VII. Viendo, pues, que José ha penetrado completamente en las cavidades del cuerpo y de
los sentidos, invítalo Jacob a que, saliendo libre fuera de las madrigueras de éstos, se nutra del
espíritu de fortaleza mediante la frecuentación de la compañía de aquellos que ejercitáronse
antes en ella y son ahora maestros. Mas, aunque él piensa que ha realizado un avance, es
hallado errante. En efecto, dice el legislador que "errante en el llano lo encontró un hombre"
(Gen. XXXVII, 15); con lo que demuestra que el trabajo solo no es bueno, y que para serlo ha
de ir acompañado por la habilidad.

205
18. Es que, así como resulta conveniente que cada arte sea cultivado con la calidad requerida
y que no se cultive la música sin musicalidad, la gramática violando la gramática, y, en
general, un arte sin arte o con arte grosero; del mismo modo no es el caso de cultivar la
prudencia con malicia, la templanza por avaricia o ruindad, la fortaleza con temeridad, la
piedad envuelta en supersticiones ni cualquier otro conocimiento conforme a la virtud sin
verdadero conocimiento; pues toda práctica en estas condiciones constituye, lo reconocen
todos, un camino impracticable. Por eso se ha establecido una ley que dice: "Sigue lo justo
por vías justas" (Deut. XVI, 20); para que persigamos la justicia y toda otra virtud mediante
las obras que guardan parentesco con ellas y no mediante las que les son contrarias.

19. Si, pues, vieres a alguien que no toma alimento o bebida cuando corresponde o rehúsa
bañarse y untarse o descuida los vestidos que lo cubren o tiene el hábito de acostarse en el
suelo y a la intemperie, y que con tales prácticas finge cultivar la templanza, compadécete de
su extravío y muéstrale el verdadero camino de la templanza. Cuanto ha practicado no es otra
cosa que un conjunto de trabajos infructuosos e interminables, que postran al alma y al cuerpo
por el hambre y con otros malos tratos.

20. Puede alguien mediante aspersiones y purificaciones manchar su inteligencia mientras


limpia su cuerpo; puede también gracias a su riqueza sobreabundante fundar un templo con
esplendidez suma en sus expensas y gastos u ofrecer hecatombes o no cesar de sacrificar
bueyes o adornar el templo con valiosas ofrendas empleando en ellas abundantes materiales y
labores artísticas más estimables que el oro; no obstante ello no será registrado entre los
hombres piadosos.

21. Es que también éste anda extraviado del camino que conduce a la piedad, puesto que cree
que ésta consiste en ritos antes que en santidad, y ofrece dones al Incorruptible, que jamás
aceptará tales cosas, adula al que no puede ser adulado, al que acoge complacido las
demostraciones legítimas pero rechaza las bastardas. Y legítimas son las del alma que ofrece
como simple y único sacrificio la verdad; bastardas son, en cambio, todas aquellas meras
demostraciones mediante abundantes cosas exteriores.

22. VIII. Algunos sostienen que el nombre correspondiente al hombre que encontró a José
errante por el llano no está mencionado.5 En cierto modo también ellos son extraviados por su
incapacidad para ver claramente el recto rumbo de las cosas. En efecto, si no tuvieran
embotada la mirada del alma, hubieran conocido que este mismo nombre de "hombre" es el
más apropiado y acertado para designar al hombre de verdad, el título más indicado para una
inteligencia provista de expresión articulada y de razón.
5
Gen. XXXVII, 15.

23. Este "hombre", que habita en el alma de cada uno de nosotros, unas veces aparece como
gobernante y rey, otras como juez y arbitro de las controversias propias de la vida, pero otras,
asumiendo el papel de testigo y acusador, nos convence desde dentro sin dejarse ver y sin per-
mitirnos abrir la boca, asiendo y reteniendo la lengua con las riendas de la conciencia, modera
su. presuntuosa y rebelde carrera.

24. Este demandante preguntó al alma, cuando vio su extravío: "¿Qué buscas?" (Gen.
XXXVII, 15) '¿Acaso la prudencia? ¿Por qué, entonces, marchas tras la malicia? ¿O la
templanza? Pero es que este sendero lleva a la ruindad. ¿La fortaleza, acaso? La temeridad es
lo que se alcanza de este modo. ¿Es la piedad lo que persigues? Este camino, sin embargo, es

206
el de la superstición.'

25. Y, si el alma afirmare que busca los principios del saber y los ama como a los hermanos
más próximos de su familia, no le creamos en absoluto. En efecto, no preguntaría ella:
"¿Dónde apacientan?" (Gen. XXXVII, 15), sino '¿Dónde cuidan?'; porque los que apacientan
proveen de toda clase de objetos sensibles en calidad de alimento al irracional e insaciable
rebaño de los sentidos, un alimento por el que perdemos el control de nosotros mismos y nos
sumimos en la desdicha; en tanto que los que cuidan, dueños, como son, del poder de
gobernantes y guías, domestican, reprimiendo la vehemencia de los deseos, aquello que se ha
tornado salvaje.

26. Por lo tanto, si buscara a los que realmente se ejercitan en la virtud, los hubiera buscado
entre reyes y no entre coperos, panaderos y cocineros. Porque éstos preparan cuanto procura
placer; aquéllos, en cambio, controlan a los placeres.

27. IX. Por lo cual responde acertadamente nuestro hombre al ver su engaño: "Han partido de
aquí." (Gen. XXXVII, 17.) Refiérense a la masa corporal, señalando que todos aquellos que
trabajan con tenacidad en procura de la virtud, alejados ya de la región terrena están resueltos
a ocuparse de las cosas celestes sin llevar consigo ninguna flojedad corporal. Dice el hombre,
en efecto, haber oído decir a aquéllos: "Marchemos a Dotaim" (Gen. XXXVII, 17), nombre
que significa "abandono suficiente"; por lo que sus palabras atestiguan que no a medias sino
en el más alto grado habíanse aplicado al retiro y abandono de las cosas que no contribuyen al
logro de la virtud. A lo mismo aluden las palabras: "Sara había ya cesado de experimentar las
reglas de las mujeres." (Gen. XVIII, 11.)

28. Las pasiones son femeninas por naturaleza y hemos de abocarnos a su abandono de
acuerdo con los masculinos rasgos de las nobles afecciones.
Pues bien, "en un llano", es decir, en una disputa verbal, es hallado errante José, el introductor
de una doctrina sutil, útil más para la política que para la verdad.

29. Entre los que luchan en los certámenes hay algunos que a causa del buen estado de su
cuerpo, y al desistir por eso mismo sus opositores de pelear, han sido coronados sin haber
peleado, obteniendo el trofeo de su fuerza incomparable sin haber hecho otra cosa sino
frotarse con polvo para la lucha. Provisto de una fuerza como ésa en su inteligencia, la parte
más divina de nuestro ser, Isaac "marcha hacia el llano" (Gen. XXIV, 63); no para enfrentar a
alguien, ya que todos sus antagonistas sentíanse acobardados ante la grandeza y superioridad
de cada uno de los rasgos de su naturaleza, sino queriendo solamente estar sin más compañía
que Dios, el compañero de viaje y el guía de su camino y de su alma, y conversar a solas con
Él.

30. Clarísimo testimonio de que no era mortal el que conversaba con Isaac es éste: Rebeca, la
perseverancia, al no ver más que una persona, y recibir la impresión de una sola, preguntará al
siervo: "¿Quién es ese hombre que viene a nuestro encuentro?" (Gen. XXIV, 65.) Es que el
alma que persevera en los nobles propósitos es capaz de aprehender el saber adquirido sin
estudio, que es lo que significa el nombre Isaac; mas no puede aún ver a Dios, el Soberano del
saber.

31. Por esta razón el siervo, confirmando la impotencia de ella para captar al Invisible, al que
conversa sin ser visto, dice: "Éste es mi señor" (Gen. XXIV, 65), refiriéndose en su indicación
solamente a Isaac. No es, en efecto, razonable que, si hubieran sido dos los que se veían,

207
señalara a uno solo; pero ocurre que no había visto al Que no es posible señalar por ser
invisible para todos los que se hallan todavía en las etapas intermedias.

32. X. Pues bien, creo que queda suficientemente demostrado que el llano hacia el que Caín
invita a ir a Abel es símbolo de contienda y combate. En lo que sigue hemos de tratar de
indagar sobre qué puntos versan sus investigaciones una vez que han marchado. ¿No está
claro que sobre sus respectivos puntos de vista opuestos y en pugna? En efecto, Abel, que
todas las cosas las refiere a Dios, encarna una doctrina amante de Dios; en tanto que Caín, que
todo lo refiere a sí mismo, acorde con su nombre, que significa "posesión", es una doctrina
amante de sí misma. Los amantes de sí mismos, cuando, una vez frotados con el polvo para la
lucha, están prestos para enfrentar a los que honran a la virtud, combaten6 sin cesar, hasta que
han forzado a sus oponentes a ceder o los han destrozado completamente.
6
Literalmente: "luchan en el pancracio". Esta competencia comprendía un encuentro de
pugilato y otro de la llamada lucha greco-romana.

33. En efecto, en sus planteos no dejan, como se dice, piedra sin mover. ¿'No es, dicen el
cuerpo la casa del alma'? ¿Por qué, entonces, no habremos de ocuparnos de la casa para evitar
que se convierta en ruinas? ¿No son los ojos, los oídos y el conjunto de los demás sentidos
algo así como la guardia personal y los amigos del alma? ¿No es, entonces, preciso estimarlos
en la misma medida que a nosotros mismos? Y los placeres, los goces y los deleites que
alcanzamos a través de toda la vida, ¿los ha creado la naturaleza para los ya muertos y para
los que no han nacido jamás, y no para los que viven? ¿Qué es, entonces, lo que nos mueve a
no aspirar a la riqueza, a la gloria, a los honores, a las dignidades y a las demás cosas de este
orden, mediante las que se alcanza no sólo a vivir con seguridad sino también con felicidad?

34. La vida de estas dos clases de hombres es un testimonio de la verdad de lo que decimos.
En efecto, los llamados amantes de la virtud son casi sin excepción gente de clase modesta,
mirados con desprecio, humildes, carentes de las cosas necesarias, menos honrados que los
mismos sometidos y esclavos, sucios, pálidos, esqueléticos, con el espectro del hambre a
causa de su privación de alimentos, fáciles presas de enfermedades y siempre al borde de la
muerte. Los que se preocupan por sí mismos, en cambio, son famosos, ricos, poderosos,
aplaudidos, agasajados, sanos, corpulentos, robustos, de vida muelle y enervante,
desconocedores del esfuerzo, y viven rodeados de los placeres que a través de los sentidos
procuren las dulzuras de la vida al alma abierta para todas ellas.

35. XI. Cuando hubieron recorrido con su argumentación un dólico7 de tal especie aparecieron
como vencedores de los no experimentados en argucias sofísticas. La causa de la victoria, sin
embargo, no residía en la fuerza de los vencedores sino en la debilidad de sus oponentes en
esta clase de asuntos. En efecto, de los que se aplican a alcanzar la virtud, unos, habiendo
llegado al grado de practicantes de obras dignas de aprobación, sólo en su alma atesoraron el
bien, sin percatarse, ni siquiera en sueños, de las sutilezas verbales; otros alcanzaron ambas
ventajas: su inteligencia se fortificó al máximo con el buen consejo y las buenas obras y sus
palabras adquirieron vigor mediante el arte de la elocuencia.
7
Dólico o estadio largo, equivalente a 24 estadios; extensión de la carrera más larga de las
que se disputaban en los certámenes atléticos. La expresión significa aquí algo así como
"cuando hubieron argumentado largo y tendido en semejantes términos".

36. Ahora bien, es conveniente que sean éstos los que salgan a librar las contiendas que
deleitan a algunos, por cuanto están provistos de todo lo necesario para enfrentar en cualquier
momento al enemigo; para los primeros, en cambio, no existe seguridad alguna. ¿Quiénes, en

208
efecto, estando desarmados, podrían enfrentar en igualdad de fuerza a hombres armados, en
un combate que aun para los bien pertrechados resultaría desigual?

37. Pues bien, Abel no había aprendido el arte de la elocuencia y sólo con la inteligencia
conocía lo noble. Por eso debió haber rehusado el encuentro en el llano, y no haber hecho
caso de la propuesta del mal intencionado. Es preferible, en efecto, el retroceso a la derrota. A
este retroceso los enemigos lo llaman cobardía; los amigos, precaución. Y puesto que los
amigos no mienten, hemos de dar fe a ellos antes que a los mal intencionados.

38. XII. ¿No ves que Moisés a los sofistas que había en Egipto, vale decir, en el cuerpo, a los
que llama brujos porque en cierto modo las buenas costumbres son sometidas a brujerías y
arruinadas mediante los artificios y engaños de los sofismas, los trata. de evitar alegando que
él no es elocuente,8 lo que equivale a decir que no está naturalmente dotado para la oratoria,
arte de exponer con brillo las conjeturas probables y verosímiles; y aseverando más adelante
que no sólo no es elocuente sino además completamente mudo? 9 Pero mudo, no en el sentido
con que aplicamos el término a los animales irracionales sino como lo atribuimos al que, no
considerando justo echar mano a la palabra pronunciada a través del órgano del habla, se
limita a estampar e imprimir en su inteligencia las normas de la verdadera sabiduría, que es la
antítesis de la falsa sofística.
8
Ex. IV, 10.
9
Ex. VI, 12.

39. Y no se pondrá en marcha hacia Egipto ni entrará en pugna con los sofistas hasta ser
ejercitado intensamente en la palabra oral. Dios le mostró y perfeccionó todas las cualidades
que son esenciales en la expresión del pensamiento, eligiendo para ello a Aarón, hermano de
Moisés, a quien éste acostumbra a llamar su "boca", su "portavoz" y su "profeta". (Ex. IV, 16;
VII, 1.)

40. Todos estos títulos corresponden, en efecto, a la palabra, la que es hermana de la


inteligencia; porque la inteligencia es la fuente de las palabras, y la palabra es la boca de
aquélla, porque todos los pensamientos, como corrientes de agua provenientes de una fuente,
manando a través de la palabra derrámase hacia donde son captados, y ésta es la encargada de
exponer cuanto la inteligencia ha deliberado en su propio recinto de deliberaciones. Pero,
además, la palabra es el profeta e intérprete de los oráculos que la inteligencia no cesa de
emitir desde lo recóndito e invisible.

41. XII. Ésta es la manera adecuada de enfrentar a los que disputan acerca de estas doctrinas.
Ejercitados en las formas de expresión ya no cederemos por inexperiencia en las artimañas
sofísticas; antes bien, irguiéndonos y sosteniéndonos firmes, nos libraremos fácilmente de los
hábiles lazos verbales de ellos. Éstos, después de ser puestos al descubierto una vez,
aparecerán exhibiendo una fuerza que podrá servir para encuentros simulados pero no para
combates de veras. En efecto, se trata de pugilistas que ganan fama mediante simulados
combates entre ellos, pero adquieren pésimo renombre cuando se aventuran a una verdadera
confrontación.

42. Pues bien, sí alguien, aunque tenga adornada su alma con todas las virtudes, no se ha
puesto práctico en los recursos retóricos, si se mantiene callado hallará seguridad, ventaja
exenta de riesgo; mas, si, como Abel, acude a la sutil disputa sucumbirá antes de lograr hacer
pie firme.

209
43. Es que, así como en la medicina hay quienes saben curar casi todas las dolencias,
enfermedades y debilidades sin ser por ello capaces de dar explicación, ni verdadera ni verosí-
mil, sobre ninguna de ellas; y otros, al revés, siendo expertos en lo concerniente a las
explicaciones teóricas y excelentes intérpretes de los síntomas, causas y tratamientos, asunto
propio de la ciencia, resultan sumamente torpes en el cuidado de los cuerpos enfermos, e
incapaces de procurarles ni aun la menor contribución a su curación; así también quienes se
entregaron al logro de la sabiduría mediante las obras, olvidaron a menudo la manera de
expresarla; en tanto que otros, instruidos a fondo en el arte de la palabra, ninguna enseñanza
noble atesoraron en su alma.

44. No debemos, por lo tanto, sorprendernos de que estos últimos se atrevan a hacer gala de
una lengua sin freno y plena de audacia, ya que no hacen sino poner de manifiesto la falta de
sensatez que han cultivado desde un principio. A aquellos, en cambio, que, cual médicos, han
sido instruidos en la parte concerniente a la cura de enfermedades y plagas del alma,
conviéneles aguardar hasta que Dios les provea del mejor intérprete, vertiendo a modo de
lluvia y haciéndoles visibles las fuentes de la expresión oral.

45. XIV. Hubiera sido, pues, conveniente que Abel, dando prueba de buen sentido, virtud
salvadora, hubiera permanecido en la casa desechando la invitación para aquel enfrentamiento
y enconada disputa, imitando con ello a Rebeca, la perseverancia, la que, ante la amenaza de
Esaú, el cofrade del vicio, de dar muerte a Jacob, el practicante de la virtud, aconseja a éste,
cuando está a punto de ser objeto de las maquinaciones de aquél, alejarse hasta que el cruel
frenesí del mismo se apacigüe.

46. Es, en efecto, insoportable la amenaza que formula contra su hermano cuando afirma:
"Acerqúense los días de duelo de mi padre para que pueda yo matar a mi hermano Jacob"
(XXVII, 41); puesto que suplica que Isaac, el único ejemplo de creatura libre de pasiones, al
que es revelado el Divino mandato de "no bajar hacia Egipto" (Gen. XXVI, 2), ajuste su
conducta a los dictados de la irracional pasión, para que, según pienso yo, resulte herido por
los aguijones del placer, de la pena o de alguna otra pasión. Con ello busca mostrar que el
hombre que está aún lejos de la perfección y realiza progresos a fuerza de mucho trabajo
puede no sólo ser herido sino destruido completamente. Mas Dios, que es bondadoso, ni per-
mitirá que la representación de la estirpe invulnerable sea presa de la pasión, ni pondrá la
ejercitación en la virtud en manos de un asesino demente para que éste la aniquile.10
10
Es decir, no permitirá ni que Isaac, el perfecto, claudique ante la pasión ni que Jacob, el que
progresa, perezca ante ella.

47. Y así, aunque la afirmación que sigue: "Alzóse contra Abel, su hermano, y lo mató" (Gen.
IV, 8) sugiere al intérprete superficial la idea de que Abel fue aniquilado; una interpretación
más cuidadosa permite afirmar que es el mismo Caín quien fue aniquilado por su propia
mano. En efecto, debemos entender el pasaje de la siguiente manera: "Alzóse Caín y matóse a
sí mismo",11 no a otro.
11
Sustituye Filón autón. = lo, al mismo, por heautón = a sí mismo, en el pasaje citado algo
más arriba.

48. Y era de suponer que le sucedería tal cosa, puesto que el alma que ha extirpado de sí la
doctrina de amor a la virtud y de amor a Dios está muerta para la vida de la virtud. En
consecuencia Abel, he aquí lo más paradójico, es, a la vez, aniquilado y vive: es aniquilado en
la inteligencia del insensato, pero vive la vida de felicidad en Dios. Testimonio de ello será lo
que nos dice la Divina revelación en la que claramente se señala que Abel emplea su "voz", y

210
"manifiesta a gritos" 12 lo que ha soportado en manos de un familiar malvado. ¿Cómo, en
efecto, podría hablar quien ya no existiera?
12
Gen. IV, 10, donde se lee: "La voz de la sangre de tu hermano está clamando a Mí desde la
tierra."

49. XV. Y así es: el hombre sabio, cuando en apariencias ha perdido la vida corruptible, vive
en realidad la vida incorruptible; el ruin, en cambio, viviendo la vida del vicio, está muerto
para la vida bienaventurada. Tratándose de los seres vivientes y cuerpos en general que se
hallan separados entre sí,13 es posible y fácil que lo activo se dé en unos y lo pasivo en otros.
En efecto, cuando un padre castiga a su hijo tratando de corregirlo, o un maestro a su alumno,
uno es el que castiga y otro el castigado. Mas cuando se trata de seres o de cuerpos unidos, en
aquel donde se halla la actividad hállase también la pasividad y no en diferentes tiempos ni
con relación a otra cosa sino al mismo tiempo y con relación al mismo sujeto. Por ejemplo,
cuando un atleta se masajea en plan de adiestramiento, es indudable que también él es el
masajeado; y si alguien se golpea o hiere a sí mismo, él es el golpeado o herido; y si se mutila
o suicida no otro que él es el mutilado o la víctima del suicidio.
13
Los estoicos clasificaban los cuerpos o cosas materiales en diestôta = separadas, como un
ejército; synemména = conjuntas, como una casa o un barco; y henoména = unidas, que
constituyen una unidad, como un ser animado.

50. ¿A qué viene lo que digo? A que el alma, no la perteneciente a los seres o cuerpos
separados entre sí sino la de los que forman un todo unido debe necesariamente experimentar
aquello que parece ejecutar, como ocurre por supuesto, en el caso presente; ya que, creyendo
aniquilar la doctrina más amada de Dios, el alma resultó muerta ella misma por su propia
mano. Prueba de esto es Lamec, el vástago de la impiedad de Caín, el cual dice a sus mujeres,
dos opiniones contrarias a la razón:14 "He matado a un hombre para herirme y a un joven para
magullarme." (Gen. IV, 23.)

51. Es, en efecto, evidente que, si alguien mata al principio de la valentía, se hiere a sí mismo
con la enfermedad opuesta, que es la cobardía; y que, si alguien aniquila la fuerza que le ha
venido de la práctica de lo noble, se inflige a sí mismo desgracias y grandes ultrajes con no
poca vergüenza. Y dice la perseverancia15 que, si el ejercicio y gradual progreso18 es
aniquilado, pierde no un solo hijo sino también todos los demás, sobreviniéndole una
completa privación de hijos.17
14
Ver Sobre la posteridad de Caín 79 y 112. " Rebeca.
16
Tacob.
17
Gen. XXVII, 45.

52. XVI. Así como el que daña al hombre virtuoso 18 se inflige, como se ha visto, un castigo a
sí mismo, del mismo modo el que reconoce que los mejores merecen las preeminencias
alcanza un beneficio, que se dice ser para aquéllos, pero que de hecho es para sí mismo. La
naturaleza y las leyes establecidas de conformidad con ella prestan fe a mis afirmaciones. En
efecto, directa y claramente está establecido lo siguiente:
"Honra a tu padre y a tu madre, para que el bien sea para ti." (Ex. XX, 12.) No dice: "para los
que reciben la honra" sino "para ti". Es que, si brindamos honra a la inteligencia, como al
padre de nuestro compuesto ser, y a la sensibilidad, como a su madre, nosotros por nuestra
parte seremos bien tratados por ellos.
18
Personificados en Esaú y Jacob respectivamente.

53. Ahora bien, honrar a la inteligencia consiste en tributarle atenciones mediante cosas

211
convenientes y no mediante cosas placenteras. Y todo cuanto tiene su origen en la virtud es
conveniente. A la sensibilidad, a su vez, se la honra no dejándola lanzarse de un solo impulso
hacia las cosas sensibles exteriores, y sujetándola a las riendas de la inteligencia, la que time
capacidad para dirigir como un piloto o conductor los irracionales poderes que hay en
nosotros.

54. Si, pues, una y otra, la inteligencia y la sensibilidad alcanzaren el honor de que he
hablado, forzosamente yo, que me sirvo habitualmente de ambos, resultaré beneficiado. Y, si
aplicando estas consideraciones muy lejos de la inteligencia y la sensibilidad, acordares el
honor propio de un padre al Creador del mundo, y el propio de una madre a la sabiduría, por
cuyo medio llevóse a cabo la creación del universo, tú mismo experimentarás el beneficio. En
efecto, ni Dios, que es plenitud, ni el sumo y consumado saber tienen necesidad de cosa
alguna, de modo que quien Los sirve beneficia no a los Que reciben el servicio, pues de nada
han menester, sino sobre todo a sí mismo.

55. El arte de los preparadores de caballos y el de los criadores de perros, consistentes en los
conocimientos relativos a la crianza de caballos el uno y a la crianza de perros el otro,
procuran a los animales las cosas útiles que éstos necesitan, y, si no lo proporcionaren, cabría
pensar en que existe negligencia. Pero no es lícito decir que la religión, que consiste en el
servicio de Dios, tiene por objeto procurar a la Divinidad cosas de que Ésta ha menester. Ella,
ciertamente, no recibe utilidad de cosa alguna puesto que nada necesita y nada existe que sea
capaz de beneficiar a Quien es superior en todas las cosas. Por el contrario, constante e
incesantemente Ella beneficia al universo.

56. Así, pues, cuando decimos que la religión es el servicio de Dios, nos referimos a un
servicio tal como el que a sus amos brindan los esclavo? que saben ejecutar con presteza lo
que les está mandado. Mas habrá, a su vez, diferencias; porque los amos tienen necesidad de
servicio, y Dios no lo necesita; de lo que resulta que aquéllos reciben de sus esclavos servicios
que les beneficiarán; en tanto que a Dios nada procurarán los hombres fuera de un espíritu de
amor hacia su Señor. Nada, en efecto, hallarán ellos que mejorar, dado que todas las cosas del
Señor son excelentes desde un principio; y en cambio, alcanzarán para sí grandes beneficios al
dar los pasos necesarios para llegar a ser partícipes de una relación estrecha con Dios.

57. XVII. Creo que lo dicho basta respecto de los que hacen aparentemente el bien o el mal a
otros; pues ha venido a quedar en claro que es a sí mismo a quienes hacen una u otra cosa.
Investigaremos ahora lo que sigue. Hay una pregunta en estos términos: "¿Dónde está Abel, tu
hermano?" (Gen. IV, 9); a la que Caín responde: "No lo sé. ¿Soy acaso custodio de mi her-
mano?" (Gen. IV, 9.) Pues bien, merece considerarse si en rigor puede aceptarse el aserto de
que Dios formula preguntas; porque el que pregunta o averigua, lo hace acerca de lo que
ignora, y en procura de una respuesta, por la que vendrá a saber lo que ignora; y para Dios
todo es conocido, no solo lo presente y lo pasado sino también lo futuro.

58. ¿Qué necesidad puede, entonces, haber de una respuesta que no ha de proporcionar al que
interroga adquisición alguna de conocimiento? Pues bien, hemos de decir que tales
expresiones 19 no deben, en el caso de la Causa, ser tomadas al pie de la letra; antes bien, así
como es posible decir una mentira sin mentir, así también es posible formular una pregunta o
interrogación sin preguntar ni averiguar. ¿Con qué objeto, entonces, se preguntará tal vez
alguno se formulan tales preguntas? Pues, para que el alma que habrá de dar la respuesta se
convenza por sí misma respecto de las cuestiones sobre las que expone bien o mal, y no por
intermedio de otro que se le oponga o adhiera.

212
19
Las del pasaje bíblico Gen. IV, 9.

59. Así, cuando Dios preguntó al sabio, me refiero a Abraham, acerca de Sara: "¿Dónde está
tu virtud?" (Gen. XVIII, 9), no preguntó porque lo ignorara, sino porque entendía que era
necesario que Abraham respondiera para destacar la alabanza que involucraban las palabras
del mismo que hablaba. Leemos, en efecto, que dijo: "He aquí que está en la tienda" (Gen.
XVIII, 9); vale decir, en el alma. ¿Y qué es lo loable que involucra la respuesta? Pues que
dice: 'He aquí que llevo la virtud en mí mismo como un tesoro y ello no basta para hacerme
feliz.

60. La felicidad, en efecto, consiste en el ejercicio y goce de la virtud, no solo en su mera


posesión, mas yo no podría ejercitarme si Tú no trajeras desde el cielo la simiente y no la
tornares fecunda y ella no diere a luz el género de la felicidad, es decir, a Isaac; y no concibo
la felicidad sino como el ejercicio de la virtud perfecta a través de una vida perfecta. En
consecuencia. Dios, complacido por su elección, concédele que oportunamente alcance a ver
cumplido lo que ha pedido.

61. XVIII. A éste, pues, que reconoce que la virtud de por sí, sin la providencia Divina, es
insuficiente para alcanzar el bien, la respuesta le trajo aparejada una alabanza. A Caín, en
cambio, que asegura no conocer dónde se halla su hermano, alevosamente asesinado por él, la
respuesta, consecuentemente, trájole un reproche. Creyó, en efecto, que engañaría al Que lo
escuchaba, como si Éste no viera todas las cosas y no estuviera de antemano al tanto del
engaño de que él se aprestaba a hacerle objeto. Mas todo el que piense que algo escapa a la
mirada de Dios es hombre sin ley y degradado.

62. Además Caín incurre en la insolencia de decir: "¿Acaso soy yo custodio de mi hermano?"
(Gen. IV, 9.) 'Pues, sumamente desdichada', díríale yo, 'habría de ser su vida si la naturaleza
te hubiera designado guardián y custodio de tan gran bien, ¿O no ves que el legislador confía
el cuidado y la custodia de las cosas santas, no al primero que se presenta, sino a los levitas,
que son espíritus totalmente consagrados a Dios? La tierra, el agua, el aire y aun el cielo y el
mundo todos fueron considerados heredad indigna de ellos; solo fue juzgado apropiado para
ellos el Creador, en Quien habíanse refugiado en actitud de súplica genuina, convirtiéndose en
servidores de Él, y haciendo patente su amor hacia su Señor mediante el ininterrumpido
servicio y la incansable custodia de cuanto les está confiado.

63. XIX. Y no a todos los suplicantes les cupo convertirse en custodios de las cosas sagradas
sino sólo a los que habían obtenido en suerte el número cincuenta, número que anuncia la
desvinculación,20 la liberación completa y el retorno hacia las pasadas situaciones'. Dice, en
efecto, la escritura: "Esto es lo que concierne a los levitas: desde los veinticinco años entrará
el levita en el servicio activo del tabernáculo del testimonio, y desde los cincuenta cesará en
su ministerio y no ejercerá en adelante más sino será ministro su hermano. Estará a cargo de
la custodia, mas no desempeñará funciones." (Núm. VIII, 24 a 26.)
20
Ver Sobre los sacrificios 122.

64. Luego, puesto que el número cincuenta es perfecto,21 y veinticinco es su mitad; y, como
dijo uno de los antiguos, el principio es la mitad del todo, confía el legislador al que es la
mitad de perfecto poner en práctica y realizar las santas acciones, mostrando su acatamiento a
través de las obras; y al que es perfecto ya no le encarga el trabajo sino custodiar cuanto
mediante el cuidado y el esfuerzo hubiere adquirido. Líbreme yo, en efecto, de aplicar mis
esfuerzos a obtener cosas de las que luego no habré de ser el guardián.

213
21
Filón no especifica ni aquí ni en otra parte alguna las razones para considerar perfecto al
número cincuenta.

65. Así pues, mientras la práctica es un estado intermedio, no la perfección, puesto que se da
en las almas no perfectas aún sino empeñadas en alcanzar la cumbre; la custodia, en cambio,
es algo completo, consistente en entregar a la memoria los principios de las cosas sagradas
adquiridas mediante la práctica, es decir, confiar el hermoso depósito del saber a una fiel
guardiana,22 la única que hace caso omiso de las múltiples y diestras redes del olvido.
"Guardián", pues, es el nombre apropiado y saludable del hombre que recuerda todo lo que ha
aprendido.
22
Ver Interpretación alegórica I, 54 y ss.

66. En la etapa anterior, cuando se ejercitaba, éste era un discípulo bajo la guía de un maestro;
pero, cuando llegó a ser capaz de custodiar, obtuvo la jerarquía y cargo de maestro, y eligió
para los servicios subalternos de la enseñanza a su hermano, es decir, al logos pronunciado.23
Leemos, en efecto, que "su hermano será ministro". (Núm. VIII, 26.) En consecuencia, la
inteligencia del hombre de bien será la guardiana y administradora de las doctrinas de la
virtud; mientras su hermano, la expresión oral, tendrá a su cargo la atención de los que
persiguen la educación, a los que expondrá las doctrinas y principios del saber.
23
Ver Sobre los querubines, nota 8.

67. He ahí por qué Moisés en sus bendiciones a Leví tras expresar muchas y asombrosas
alabanzas concluye diciendo: "Él ha guardado Tus oráculos y ha observado Tu pacto"; y a
continuación agrega: "Enseñarán Tus juicios a Jacob y Tu ley a Israel." (Deut. XXXIII, 9 y
10.)

68. Establece, pues, expresamente que el hombre virtuoso es el custodio de las palabras y del
pacto de Dios; y además deja claramente sentado que es el mejor intérprete y maestro de Sus
justas decisiones y leyes. La interpretación, en efecto, es una operación propia del órgano del
habla, el que está emparentado estrechamente con ella; y la custodia, una función
concerniente a la inteligencia, la que, creada por la naturaleza como un vasto depósito,
contiene cómodamente las nociones de todas las sustancias y hechos. Ventajoso ciertamente
hubiera sido aun para Caín, el amante de sí mismo, velar por Abel; puesto que, si hubiera sido
custodio de éste, hubiera participado de una vida mixta e intermedia y no se hubiera saturado
de vicio neto y sin mezcla.

69. XX. "Y dijo Dios: '¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama hasta Mí
desde la tierra'." (Gen. IV, 10.) Las palabras "¿Qué has hecho?" expresan tanto la indignación
por un acto ilícito como una burla hacia el hombre que cree que ha matado a traición. La
indignación se produce ante la intención del autor del hecho, puesto que su propósito era des-
truir lo noble. La burla obedece a que éste cree que la trampa tendida ha sido contra alguien
mejor que él, cuando en realidad ha atentado más contra sí mismo que contra su hermano.

70. Porque, como decía más arriba, el que parece estar muerto vive, puesto que aparece
suplicando y haciendo oír su voz a Dios; en tanto que el que se supone que sobrevive está
muerto con la muerte del alma, separado de la virtud, sin la cual no vale la pena vivir. De
modo que la expresión "¿Qué has hecho?" equivale a 'Nada has hecho, nada has llevado a
cabo'.

71. Ni tampoco, por cierto, logró su propósito, el sofista Balaam, vana turba de opiniones

214
discordantes y encontradas, cuando pretendió maldecir y dañar al hombre de bien; ya que
Dios trocó sus maldiciones en bendición,24 a fin de poner al descubierto la maldad del injusto,
y al mismo tiempo, manifestar Su propio amor a la virtud.
24
Núm. XXIII, 8.

72. XXI. Está en la naturaleza de los sofistas el disponer de sus poderes de manera
encontrada, contradiciendo sus palabras a sus concepciones; y sus reflexiones a sus palabras,
sin que haya acuerdo en punto alguno absolutamente. Fatigan nuestros oídos demostrándonos
que la justicia tiene un valor social, que la prudencia es conveniente, que la templanza es cosa
excelente, que la piedad es beneficiosa en sumo grado, y que las demás virtudes son
sumamente saludables y salvadoras, y exponiendo paralelamente con lujo de detalles lo
insociable de la injusticia, lo nocivo de la intemperancia, lo horrible de la impiedad y el
enorme daño que ocasionan los otros vicios.

73. Y sin embargo, no cesan de pensar lo contrario de lo que dicen; y, cuando elevan loas a la
prudencia, la templanza, la justicia y la piedad, entonces es cuando se los descubre más
insensatos, inmoderados, injustos e impíos, perturbando y echando por tierra todas, podríamos
decir, las leyes Divinas y humanas.

74. A éstos podría decírseles con razón lo mismo que la sagrada palabra preguntaba a Caín.
¿Qué habéis hecho? ¿Qué bien os habéis procurado? ¿Qué han aprovechado a vuestras almas
tantos discursos acerca de la virtud? ¿Qué parte pequeña o grande de vuestras vidas habéis
mejorado? ¿O qué? ¿No habéis, por el contrario, dado motivo para verdaderas acusaciones
contra vosotros mismos; puesto que, mientras resultáis los mejores intérpretes, si se trata de
sostener las nobles doctrinas y de fundamentarlas de palabra, se os sorprende siempre bien
dispuestos y complacientes para con las cosas más ruines? ¿No ha muerto acaso en vuestras
almas lo noble, y se ha encendido el fuego de lo ruin? Por ello ninguno de vosotros sobrevive.

75. Así como, al morir algún músico o algún gramático, la música o las nociones gramaticales
que poseían perece juntamente con ellos, mas las formas ejemplares de aquéllas subsisten, y
en cierto modo su vida es tan larga como el mundo mismo, y a ellas han de ajustarse los mú-
sicos y los gramáticos de hoy y del futuro en las sucesivas generaciones para siempre; así
también, si la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia, en una palabra, la sabiduría
que alguien posee pareciere, no por ello estarán menos impresas en la naturaleza inmortal del
universo la prudencia que no conoce fin y cada una de las otras imperecederas virtudes, con-
forme a las cuales hay actualmente hombres superiores, y los habrá en adelante.

76. A no ser que vayamos a afirmar que la muerte de determinado hombre particular produce
la destrucción de la humanidad. Si esta humanidad es un género, una forma ejemplar, un
concepto o como deba llamársele es cosa que sabrán los que se ocupan de indagar acerca de la
exactitud de los nombres. Muchas veces, después de haber marcado un solo sello
innumerables sustancias y habiéndose a veces reducido a nada todas las impresiones a la par
de las mismas sustancias, él se conserva intacto sin haber experimentado en su propia
naturaleza daño alguno.

77. Siendo así, ¿no creemos que las virtudes, aunque todos los caracteres que ellas han
estampado en las almas de aquellos que las han practicado se anulasen como consecuencia de
una conducta perversa o por cualquier otro motivo, conservarán eternamente su intangible e
incorruptible naturaleza? Los profanos en educación, al no percibir las diferencias ni entre las
totalidades y las partes ni entre los géneros y las especies, ni el hecho de que cosas distintas

215
suelen llevar el mismo nombre, mezclan y confunden completamente todas las cosas.

78. Aprenda, por lo tanto, todo amante de sí mismo, cuyo epónimo es Caín, que aquel que él
ha matado es el homónimo de Abel, la especie, la parte, la impresión estampada que lo
representa; no el arquetipo, el género, la forma ejemplar, que él supone que ha perecido junto
con los seres vivientes, no obstante tratarse de algo imperecedero. Bien está, entonces, que
alguien le diga en tono de vituperio y burla: '¿Qué has hecho, desventurado? ¿Acaso no está
viva junto a Dios la doctrina del amor a Él, que tú crees haber aniquilado? Es de ti mismo de
quien te has convertido en asesino al aniquilar arteramente lo único que podía hacerte capaz
de vivir una vida irreprochable.'

79. XXII. Las palabras que siguen son excelentes en grado sumo no sólo en cuanto a la
belleza de la expresión sino en cuanto a los pensamientos que nos descubre. Dicen así: "La
voz de la sangre de tu hermano clama hasta Mí desde la tierra." (Gen. IV, 10.) La excelente
factura de la frase resulta patente para todos los que no sean profanos en el arte de la palabra;
en cuanto a los pensamientos que ella pone de manifiesto, los examinaremos en la medida de
nuestra capacidad, comenzando por "la sangre".

80. En muchos pasajes de su legislación Moisés manifiesta que la sangre es la esencia del
alma. Así, dice categóricamente que "el alma de toda carne es la sangre". (Lev. XVII, 11.) Sin
embargo, cuando por vez primera, después de haber creado el cielo, la tierra y lo que hay
entre ambos, el Modelador de los seres vivos creó al hombre, dice Moisés que "sopló en su
rostro el aliento de la vida y el hombre se convirtió en alma viviente" (Gen. II, 7); con lo que,
contrariamente a lo anteriormente afirmado, establece que la esencia del alma es el aliento.

81. Nótese que es norma de Moisés tener invariablemente presente siempre los principios
sentados desde el comienzo, y considerar que las afirmaciones que siguen y se relacionan con
las anteriores deben estar acordes con ellas. Por lo tanto, no diría que la esencia del alma es el
aliento después de haber afirmado que lo era una sustancia diferente, la sangre, a menos que
se estuviera refiriendo a alguno de los más necesarios y universales principios.

82. ¿Qué hemos, pues, de decir? Sucede que cada uno de nosotros según un primer análisis es
doble: un animal y un hombre; y a cada uno de éstos le ha sido asignada una facultad, que le
es connatural, de las propias del alma: al primero, la vital, en virtud de la cual vivimos; al
segundo, la racional, por la que somos seres racionales. De la facultad vital participan también
las creaturas irracionales; de la racional Dios es, no partícipe ciertamente, sino su origen, la
fuente de la razón más antigua.25
25
O de la razón arquetipo, que es el logos de Dios.

83. XXIII. Pues bien, a la facultad que es común a nosotros y a las creaturas irracionales
cúpole la sangre como esencia; en cambio, a la facultad que emana de la Fuente de la razón
cúpole como esencia el aliento; no el aire móvil, sino cierta impresión y huella del Divino
poder, al que Moisés con apropiado nombre denomina "imagen", poniendo de manifiesto que
el arquetipo de la naturaleza racional es Dios, en tanto que el hombre es imitación y copia; no
me refiero a la creatura animada de doble naturaleza, sino a la más noble forma del alma,
cuyo nombre es inteligencia y razón.

84. Por eso. dice que la sangre es el alma de la carne; porque sabe que la naturaleza de la
carne no tiene asignada parte alguna en la inteligencia, sino participa de la vida tal como
participa todo nuestro cuerpo, y llama, en cambio, aliento el alma del hombre, empleando el

216
término "hombre", no para designar el ser compuesto, como he dicho, sino aquella creación
semejante a Dios, mediante la cual razonamos, cuyas raíces extendió Dios hasta el cielo y
suspendió de la altísima bóveda de las llamadas estrellas fijas.26
26
Ver Platón, Timeo 90 a y ss.

85. En efecto. Dios entre los seres terrestres creó sólo un retoño celestial: el hombre; y,
mientras que fijó en la tierra las cabezas de los demás (todos, en efecto, tienen sus cabezas
hacia abajo); elevó la del hombre hacia lo alto para que tuviera alimentos celestiales e
imperecederos, y no terrestres y corruptibles. Por ese motivo fijó profundamente nuestros pies
en la tierra alejando lo más posible de la facultad de razonar a la parte de nuestro cuerpo
menos capaz de percibir sensiblemente, en tanto que a los sentidos, escoltas de la inteligencia,
y a la inteligencia misma los estableció en la parte más alejada de las cosas terrestres
poniéndolos en contacto con los círculos del aire y del cielo, que son imperecederos.

86. XXIV. No sigamos, entonces, los discípulos de Moisés, sin saber de qué manera alcanzó
el hombre a formarse una concepción del invisible Dios. El mismo legislador, enterado de la.
manera merced a una Divina comunicación, nos lo ha revelador y lo que dijo es esto: el
Creador no ha provisto al cuerpo de un alma capaz de ver por sí misma al Hacedor; mas, por
considerar cuan grandes beneficios reportaría a la creatura una concepción del Que la había
creado, ya que Éste es la pauta de la felicidad y la dicha, sopló desde lo alto de Su propia
deidad; el Invisible estampó en el alma invisible Sus propios rasgos para que ni siquiera el
ámbito terrestre se viera privado de la imagen de Dios.

87. Pero el Arquetipo era de tal manera invisible, que tampoco Su imagen podía ser visible.
Impresa según el modelo, encerraba concepciones no ya mortales sino inmortales. ¿Cómo, en
verdad, una naturaleza mortal podría al mismo tiempo permanecer y estar ausente, observar
este lugar y otro distinto, navegar por todo el mar y atravesar la tierra hasta sus confines,
ocuparse de leyes y costumbres o, para decirlo en una palabra, de hechos y cosas? ¿O cómo
podría aprehender, más allá de las cosas terrestres, también las cosas de lo alto, el aire y sus
variaciones, las características de los períodos, y cuanto ocurre en las estaciones del año, ya
inesperadamente ya de acuerdo con el curso normal de las mismas?

88. ¿Cómo, asimismo, le sería posible elevarse desde la tierra hasta el cielo a través del aire y
escudriñar cómo son las naturalezas celestes, cómo se mueven, cuáles son los límites del
comienzo y fin de sus movimientos, cómo de acuerdo con un determinado parentesco
armonizan unas con otras y con el conjunto? ¿Cómo podría haber concebido las artes y las
ciencias, que producen los objetos exteriores, y tienen una función en el mejoramiento del
alma y del cuerpo; y forjado otras innumerables cosas, cuyo número y naturaleza no es fácil
de expresar en palabras?

89. La inteligencia, como que es la más veloz de todas las cosas, es la única parte de nuestro
ser que aventaja y deja detrás aun al tiempo, palpando fuera de las leyes del tiempo, merced a
sus invisibles facultades, el universo, sus partes y las causas de aquél y de éstas. Mas al cabo,
habiendo ido no sólo hasta los confines de la tierra y del mar sino hasta los del aire y el cielo,
no permanece allí, pues considera que el mundo es un límite estrecho para su constante e
incesante carrera y ansia ardientemente avanzar más allá y aprehender, si fuere posible la
naturaleza de Dios, la que es inaprehensible excepto en lo que a Su existencia se refiere.

90. ¿Cómo, pues, podría explicarse que la inteligencia humana, tan pequeña, como es,
contenida en un cerebro o en un corazón, es decir, en pequeñas cavidades, recorra abarcándola

217
en sí la inmensidad del cielo y el mundo, si no se tratara de una inseparable porción de aquella
Divina y bienaventurada alma? Porque ninguna parte del ser Divino se separa y aparta de Él,
solamente se extiende. Por eso la inteligencia, habiéndole cabido una parte de la perfección
que existe en el universo; cuando se representa al mundo, se dilata hasta los confines de él, sin
que por ello se desgarre; por cuanto su poder le permite extenderse.

91. XXV. Basten estas breves consideraciones en lo que toca a la esencia del alma. Siguiendo
el debido orden, interpretaremos las palabras: "La voz de su sangre clama" (Gen. IV, 10) de la
manera siguiente. Unas partes de nuestra alma son mudas; la otra posee voz. Las partes
irracionales son mudas; la racional, la única que ha alcanzado la concepción de Dios, tiene
voz. Con las otras partes no podemos aprehender ni a Dios ni cosa alguna de orden mental.

92. Una porción, pues, de la facultad vital, cuya sustancia es la sangre, ha obtenido, como
especial prerrogativa, la voz y la palabra; no la corriente que fluye a través de la boca y la
lengua; sino la fuente de la que por ley natural llénanse las cisternas del logos pronunciado.
Esta fuente es la inteligencia, mediante la cual, ora voluntariamente ora involuntariamente,
hacemos oír al Que Es nuestras peticiones y clamores.

93. Él, bondadoso y compasivo, como es, no rechaza a los suplicantes, y menos aun cuando
gimiendo bajo el peso de los trabajos y padecimientos de Egipto claman sin falsedad ni
fingimiento. En efecto, Moisés dice que entonces las palabras de aquéllos subían hasta Dios,27
y que Él, al oírlos, los liberaba de los males que se cernían sobre ellos.
27
Ex. II, 23.

94. Todas estas cosas sucedieron cuando hubo muerto el rey de Egipto. He aquí lo totalmente
paradójico; porque era de esperar que, al morir el déspota, los oprimidos se alegrasen y
regocijasen; y precisamente entonces gemían; pues se nos dice que "después de aquellos
muchos días murió el rey de Egipto y gimieron los hijos de Israel." (Ex. II, 23.)

95. Tomada en su sentido literal la afirmación repugna al buen sentido; mas relacionándola
con las potencias que existen en el alma se advierta la ilación interna. En efecto, cuando el
que dispersa y rechaza las ideas sobre lo noble, es decir, el faraón, se muestra vivo y activo en
nosotros y parece rebosar de salud, si es lícito hablar de buena salud en un ruin, acogemos el
placer, desterrando la templanza más allá de los límites.28 Cuando, en cambio, llega a ser
impotente y, en cierto modo, muere el autor de la vida execrable y licenciosa, nosotros, ante el
claro espectáculo de la vida sobria, deploramos y gemimos por nuestro viejo sistema de vida,
pues, al preferir el placer a la virtud, hemos contaminado la vida inmortal con la mortal. Mas
el único Benévolo, poseído de piedad ante nuestro incesante gemir, acoge a nuestras
suplicantes almas, y dispersa sin dificultad la tormenta egipcia de las pasiones que se precipita
sobre nosotros.
28
O sea, lejos de nosotros.

96. XXVI. En cambio dirige contra Caín maldiciones del todo acordes con la enormidad del
crimen de fratricidio, puesto que rehúsa arrepentirse. En efecto, en primer lugar le dice:
"Ahora también serás maldito desde la tierra" (Gen. IV, 11); con lo que da a entender que no
es ahora, con ocasión de su crimen, la primera vez que es abominado y maldito, sino también
lo era antes, cuando proyectaba el asesinato, como que la intención es tan importante como la
ejecución.

97. En efecto, mientras solamente concebimos acciones indignas con la imaginación desnuda

218
de la inteligencia, no somos acusados del designio ya que el alma puede, aun contra su deseo,
desistir. Pero, cuando la ejecución se suma a los planes, también el haber tramado el hecho se
torna reprensible, pues, por aquélla sobre todo se pone de manifiesto que el delito es de ca-
rácter deliberado.

98. Ahora bien, dice Dios que la inteligencia será maldita no desde otra cosa alguna sino
"desde la tierra". Es que la parte terrena de cada uno de nosotros aparece como responsable de
los más penosos infortunios de la inteligencia. Por ejemplo, el cuerpo, o afectado por una
enfermedad arroja sobe ella las dolencias que le brotan y la llena de náuseas y desventura; o
hinchado por el desmedido goce de los placeres, provoca el embotamiento de su agudeza de
percepción.

99. Y por cierto que cada uno de los sentidos es un vehículo de daño, pues, viendo" el hombre
la belleza, es herido' por los dardos de la terrible pasión del amor; oyendo anunciar la muerte
de un pariente, es agobiado por el dolor. Hasta su paladar échasele encima muchas veces,
maltratándolo con desagradables sabores u oprimiéndolo con una multitud de gustos
deliciosos. ¿Y qué decir de las incitaciones a las complacencias sexuales? Éstas han arruinado
ciudades enteras, países y vastas regiones de la tierra, de los que casi sin excepción da
testimonió la multitud toda de poetas e historiadores.

100. XXVII. La manera como la inteligencia se torna maldita desde la tierra es descripta
además en estas palabras: "la que 29 abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano". (Gen.
IV, 11.) Es penoso, realmente, que las bocas de los sentidos se abran y se dilaten para que los
objetos sensibles, como un río desbordado, se derramen en los abiertos orificios sin que nada
se oponga al violento embate, porque, en esas circunstancias, la inteligencia, tragada por
oleaje de tal magnitud, resulta sumergida, incapaz hasta de salir a flote y mirar por sobre él.
29
Es decir, "la tierra, que..."

101. Es, sin embargo, forzoso que hagamos uso de cada una de estas facultades, no para todo
cuanto ella fuere capaz, sino para lo de más valor solamente. La vista puede, en efecto, ver
todos los colores y formas; pero debe ver solo las dignas de la luz, no las que merecen
sombras. El oído está capacitado para percibir todas las voces, pero debe ser sordo para
algunas pues de lo que se expresa son incontables las cosas inconvenientes. Y no porque la
naturaleza te haya dotado del gusto, oh insensato, te has de hartar de todas las cosas insaciable
como una gaviota; porque muchas de las enfermedades que van acompañadas de agudo dolor
han sido producidas por ingerir no ya el alimento necesario sino cantidades inmoderadas.

102. Y no porque hayas sido dotado de órganos reproductores con miras a la perpetuación de
la especie, vayas detrás de los estupros, los adulterios y las demás uniones impuras, sino pro-
cura solo aquellas que conforme a la ley son vehículo de la perpetuación de la especie
humana. Y no porque te haya cabido una lengua, una boca y órganos de la palabra, divulgues
todo, hasta los secretos. La verdad es que hay casos en que conviene abstenerse de hablar, y
creo yo que el aprender a hablar y el aprender a callar van paralelos, como que la misma
facultad nos proporciona ambas cosas y aquellos que se explayan en cuantos asuntos debieran
callar ponen de manifiesto no facilidad de palabra sino falta de control de la lengua.

103. Por ello procuremos seriamente atar cada una de dichas bocas con las indestructibles
ataduras de la templanza, pues, como dice Moisés en otro pasaje: "Todo cuanto no fuere
cerrado con una tapadera es impuro." (Núm. XIX, 15.) Ello significa que la causa de la
desdicha reside en que las partes del alma hállanse desunidas, abiertas y desatadas, en tanto

219
que la rectitud de vida y de palabra lógrase si están aquéllas unidas y vinculadas
estrechamente. Por fuerza, pues, maldice Dios al ateo e impío Caín, puesto que, abriendo las
cavidades de su confuso ser, se queda con la boca abierta ante todas las cosas exteriores supli-
cando en su avidez poder llegar a poseerlas y hallar sitio para ellas mediante la destrucción de
Abel, la doctrina del amor de Dios.

104. XXVIII. Por esta razón "trabajará" la tierra (Gen. IV, 12), no la "cultivará". Es que,
mientras todo agricultor es un hombre experto, como que la agricultura es un arte, en cambio,
trabajadores de la tierra son muchos simples particulares que ejecutan su trabajo sin
experiencia en procura de lo necesario para la vida. Por lo tanto, éstos, si no tienen quien los
dirija causan mucho daño en las obras que realizan; y si algo hacen bien, su eficacia se debe a
la casualidad, no a su discernimiento. En cambio, las obras de los agricultores, que son
llevadas a cabo con método, resultan útiles todas forzosamente.

105. Por eso el legislador atribuyó al justo Noé el oficio de agricultor,30 enseñando que, como
un buen agricultor, el hombre honesto extirpa en la agreste vegetación todas las plantas
dañosas brotadas de las pasiones y los vicios, y deja todas aquellas que, aunque no procuren
frutos, pueden ser a manera de muros la más firme protección del alma; y además cuida de
todas las plantas de cultivo según las necesidades de cada especie y con distintos métodos,
podando a unas, haciendo agregados a otras, aumentando el tamaño de unas, reduciendo el de
otras.
30
Gen. IX, 20.

106. Cuando ha visto que una viña extiende sus sarmientos, él, después de cavar surcos, los
introduce en la tierra y los cubre enseguida con ella. Al poco tiempo aquéllos se transforman
en plantas completas de partes de plantas que eran, en madres en vez de hijas; y aún más,
alivian el peso de la edad de la viña madre; por cuanto, como sus muchos vástagos son ahora
capaces de nutrirse solos, ella ha cesado de dividir y distribuir el sustento entre ellos, tarea
que la debilitaba pues pasaba penuria de alimentos; y apenas llega a nutrirse debidamente,
cuando, recobrada ya, rejuvenece de nuevo.

107. He contemplado, por otra parte, a otro hombre, que, ocupándose de los árboles de
cultivo, cortó de uno no bien desarrollado la parte que sobresalía de la tierra, dejando una
sección muy pequeña además de las raíces propiamente dichas; y habiendo entonces tomado
de otro árbol robusto una rama bien desarrollada, raspó a ésta en uno de sus extremos hasta la
parte interna; y a la sección del árbol que había quedado unida a las raíces hízole una incisión
no muy profunda pero suficiente exactamente para practicar el injerto. Acto seguido
levantando la rama raspada la colocó fijamente en la abertura.

108, De la unión de estos dos elementos resultó una sola naturaleza de árbol produciendo cada
porción beneficios a la otra, ya que las raíces nutren a la rama injertada e impiden que se
seque, y la rama les retribuye su nutrición con el regalo de copiosos frutos. Y hay en la
agricultura otras innumerables operaciones habilidosas que no es preciso recordar ahora, ya
que, sí me he detenido en éstas, el motivo solo ha sido aclarar la diferencia que media entre
uno que trabaja la tierra y un agricultor.

109. XXIX. El hombre ruin no cesa de trabajar sin método en su cuerpo de tierra, en los
sentidos, que están emparentados con él, y en cuanta cosa sensible externa existe; y daña a su
desdichada alma; pero, aún más, daña a aquello que él tiene por su mayor fuente de
beneficios, su propio cuerpo. En cambio, toda materia 31 es manejada con habilidad y según la

220
razón por el hombre virtuoso experto, como es, en el arte de la agricultura. Y cada vez que los
sentidos se yerguen insolentemente y se precipitan con incontenible ímpetu hacia las cosas
sensibles exteriores, son fácilmente contenidos mediante alguno de los procedimientos que le
ha procurado su arte.
31
El término griego hyle significa selva, vegetación, madera, materia, lo que le permite a
Filón pasar del cuidado de la "vegetación", que cultiva expertamente el buen agricultor, al
cuidado de "toda materia" por parte del hombre de bien.

110. Cada vez que la turbadora pasión se toma en el alma desmedida, y produce cosquilleos y
excitaciones derivados del placer y el deseo; o, por el contrario, origina pesares y temores
resultantes del miedo y el dolor; es aplacada con una saludable medicina preparada de
antemano.
Y, por cierto, si algún vicio se agranda más y más, semejante a la enfermedad que se extiende
como herpe por el cuerpo, es cortado por la cuchilla de la razón bajo la dirección de la
ciencia.

111. De esta manera, pues, los brotes de la vegetación salvaje témanse cultivados; y las
plantas de las cultivadas y fructíferas virtudes tienen todas como retoños las normas de
conducta, y como frutos las nobles acciones. El hábil cultivo del alma desarrollará cada una
de ellas, y gracias a esos cuidados la parte sobre la que dicho cultivo obrare alcanzará la
inmortalidad.

112. XXX. Claramente se advierte, pues, que el hombre de bien es un agricultor, en tanto que
el hombre ruin es un simple trabajador de la tierra. Y ojalá, al menos, que la parte de tierra
que le cupo prestara su fuerza a aquel que trabaja el suelo y no le privara hasta de lo que
actualmente tiene; porque dicho está: "No continuará dándote su fuerza" (Gen. IV, 12);
palabras que señalan a qué vendrá a parar el hombre que no cesa de comer y beber siempre
insaciablemente o que vive en ininterrumpidos placeres sexuales y sin que sus apetitos
decrezcan en pos de la unión camal.

113. Mientras la carencia, en efecto, engendra debilidad, y la plenitud produce fuerza; la


insaciabilidad es hambre causada por la abundancia de cosas útiles cuando va acompañada de
una terrible intemperancia; y desdichados son aquellos cuyos cuerpos están llenos mientras
sus deseos continúan todavía insatisfechos y sedientos.

114. En cambio, dice el legislador refiriéndose a los amantes del deber en el Gran Canto: "Los
elevó sobre la fuerza de la tierra y los nutrió con los productos de los campos" (Deut. XXXII,
13); con lo que pone de manifiesto que el hombre que niega a Dios no alcanza su meta, a fin
de que sufra una pena mayor aún viendo que no sólo no le es "prestada fuerza" en sus
acciones sino, por el contrario, se le priva de ella; en tanto que los que van en procura de la
virtud, situados por sobre las cosas terrestres y mortales desprecian en su gran superioridad, el
poder de las mismas, pues Dios es quien guía su superación y pone a su alcance para su goce
y sumo provecho los productos de los campos. Aquí las virtudes son comparadas con los
campos, y lo que ellas engendran, con los productos de los campos. Trátase, en efecto, de
verdaderas producciones; la prudencia produce el sensato proceder; la moderación, la
conducta modesta; la piedad, las piadosas acciones, y cada una de las otras virtudes, la
correspondiente actividad.

115, XXXI. Estos "productos" son, estrictamente hablando, alimentos del alma, la que, como
dice el legislador, es capaz de chupar "miel de la roca y aceite de la dura roca." (Deut. XXXII,

221
13.) El término "roca" alude a la sólida e indestructible sabiduría de Dios, el alimento, la
amamantadora, la nodriza de los que persiguen un sistema de vida imperecedero.

116. Esta Divina sabiduría, en efecto, convertida como en una madre de las cosas del mundo,
provee sin tardanza de su propia sustancia a los hijos por ella engendrados; aunque no todos
éstos han sido juzgados merecedores del Divino sustento sino sólo aquellos que han sido
hallados dignos de sus padres; ya que muchos de ellos perecieron por hambre de virtud, que
es más dura que el hambre de alimento y bebida.

117. La fuente de Divina sabiduría fluye unas veces con corriente más plácida y más suave;
otras, con velocidad más acelerada y mayor ímpetu e impulso. Cuando mana plácidamente,
endulza a la manera de la miel; cuando corre rápidamente, resulta una compacta materia que
alumbra al alma como el aceite.32
32
De una lámpara.

118. En otro pasaje Moisés usa un sinónimo para designar a esta roca y la llama "maná"33 El
maná es el logos Divino, la primera de todas las cosas existentes, cuyo nombre, "algo",34 es el
de máxima extensión. De él resultan dos pasteles, uno de miel y otro de aceite,35 es decir, dos
vías de educación absolutamente inseparables y dignas de nuestro celo, que desde un
comienzo brindan la dulzura de las investigaciones de la ciencia, y luego lanzan la claridad de
la más brillante de las luces sobre los que, no con repugnancia sino fuerte y fijamente y con
una perseverancia, sin interrupciones ni paréntesis, se aterran a las cosas que aman. Pues bien,
éstos, como decía, "son elevados por sobre la fuerza de la tierra." (Deut. XXXII, 13.)
33
Ver Interpretación alegórica III, 173 y ss., de cuyo contenido se infiere que Filón entiende
que el maná es símbolo de la Divina razón-palabra, es decir, del Divino logos. Ver Sobre los
querubines, nota 8.
34
Sobre la equivalencia "maná" = "algo" ver Interpretación alegórica III, nota 89.
35
A esta conclusión llega Filón partiendo de Ex. XVI. 31 y Núm. XI, 8.

119. XXXII. En cambio, a Caín, el que ignora a Dios, nada brinda la tierra de cuanto
contribuye a la buena salud, no obstante que él no se ocupa de cosa alguna que no guarde rela-
ción con ella. Por eso, como era de preverse, es hallado "lamentándose y tembloroso sobre la
tierra" (Gen. IV, 12), es decir» envuelto en llanto y temor. Tal es la vida miserable del desdi-
chado, al que han cabido las más dolorosas de las cuatro pasiones, el temor y el llanto;
equivalente éste al lamentarse, y aquél, al temblar. Por fuerza, en efecto, hay un mal o
presente o en cíeme sobre una vida tal; de modo que la espera del mal futuro engendra el
temor, la experiencia del que está presente trae consigo el dolor.

120. En cambio, el hombre que va en procura de la virtud es incluido en los correlativos


estados de felicidad, por cuanto, o ha obtenido ya el bien o está en vías de obtenerlo; y el
poseerlo ya trae aparejada una completa dicha, lo más hermoso que es dable alcanzar; en tanto
que la posibilidad de obtenerlo engendra la esperanza, alimento de las almas amantes de la
virtud, merced a la cual, desprendiéndonos de toda dilación, avanzamos con espontánea
presteza hacia las nobles acciones.

121. Por lo tanto, cuando la justicia ha engendrado en un alma una descendencia masculina,
vale decir, el justo razonamiento, todas las cosas penosas son desterradas de ella. Testimonio
de esto será el nacimiento de Noé, cuyo nombre significa "justo", a propósito de quien se
dice: "Este hombre nos proporcionará descanso de nuestros trabajos, de los quebrantos de
nuestras manos y de la tierra que Dios Soberano» ha maldecido." (Gen. V, 29.)

222
122. Es que la justicia posee un don natural, en primer lugar, de producir reposo en lugar del
esfuerzo, mostrándose totalmente indiferente respecto de las cosas intermedias entre la virtud
y el vicio, tales como la riqueza, la fama, las dignidades, los honores y otras de la misma
suerte, por las que se esfuerza la mayor parte del género humano; y, en segundo lugar, de
eliminar las penas que sobrevienen como. resultado de nuestras propias acciones. Moisés, en
efecto, contrariamente a lo que afirman ciertos impíos, dice que el autor de los males no es
Dios, sino "nuestras propias manos", en las que simbólicamente representa nuestras empresas
y las espontáneas desviaciones de nuestra inteligencia hacia lo peor.

123. XXXIII. Pero, sobre todo, la justicia nos da descanso "de la tierra que Dios Soberano ha
maldecido"; tierra que no es otra cosa que el vicio, que fija su morada en las almas de los
insensatos; y contra la que, como contra una pesada enfermedad, el justo resulta ser una
protección por cuanto ha encontrado en su justicia un universal remedio.
Y cuando ha expulsado los males, llénase de dicha, como Sara. Ésta, en efecto, dice: "El
Señor me ha procurado la risa"; y añade: "Así pues, el que oyere se regocijará conmigo."
(Gen. XXI, 6.) 124. Dios, en efecto, es el creador de la risa sana y del regocijo; de modo que
no hemos de pensar que Isaac es producto de creaturas, sino obra del Increado. Efectivamente,
si "Isaac" significa "la risa" y, según Sara, testigo fehaciente, el autor de la risa es Dios, con
perfecta razón se puede decir que el padre de Isaac es Él. Mas otorgó parte de Su propio título
a Abraham, el sabio, al que ha regalado la alegría, es decir, el vástago de la sabiduría,
apartando de él el dolor. Y si alguien es capaz de oír la poesía de Dios,36 no puede menos de
regocijarse y acompañar en su alegría a quienes la han escuchado ya antes.
36
Es imposible concentrar en español en un mismo vocablo las ideas de autor o hacedor y
poeta, que expresa el término griego poietés, empleado aquí por Filón para referirse a Dios
como autor de la risa y de la poesía que regocija al hombre sabio.

125. En la poesía de Dios no hallarás ninguna de las falsedades de los mitos, sino grabadas
todas las inmutables reglas de la verdad: ni medidas, ritmos y melodiosos versos que cautivan
el oído con su musicalidad, sino las perfectísímas obras de la naturaleza, las que poseen su
propia armonía. Y así como la inteligencia se alegra cuando se dispone a oír los poemas de
Dios, del mismo modo se regocija necesariamente la palabra, que suena acorde con las
concepciones de la inteligencia, y está, podríamos decir, pendiente de ella.

126. XXXIV. Claramente aparecerá esto en la Divina comunicación a Moisés expresada en


los siguientes términos: "¿Y qué? ¿No está tu hermano Aarón, el levita? Sé que él hablará por
ti; y he aquí que él saldrá a tu encuentro y, al verte, se alegrará en sí mismo." (Ex. IV, 14.)
Dice, en efecto, el Hacedor que Él sabe que el logos pronunciado,37 como hermano, que es, de
la inteligencia, habla; ya que lo creó, como un instrumento para ser la expresión articulada de
todo nuestro compuesto ser.
37
Es decir, Aarón. Ver Sobre los querubines, nota 8.

127. Este logos, por una parte, suena, habla y expresa los pensamientos para mí, para ti y para
todos los hombres; y por otra, se adelanta para ponerse en contacto con los razonamientos de
la inteligencia. En efecto, cuando la inteligencia se excita y cobra impulso hacia alguno de los
objetos de su propia esfera, o movida de dentro por sí misma o recibiendo diferentes
impresiones de las cosas de fuera, préñase y sufre los dolores del alumbramiento de sus
pensamientos; y aunque quiere darlos a luz, no puede hasta que el sonido producido por la
lengua y los demás órganos del habla, tomando en sus manos, como una partera, los
pensamientos, los saca a la luz.

223
128. Este sonido es una voz que derrama sobre nuestros pensamientos una resplandeciente
claridad; pues, así como las cosas que yacen en la obscuridad están ocultas hasta que una luz,
alumbrando sobre ellas, las hace visibles, así también, los pensamientos atesóranse en un
lugar invisible, la inteligencia, hasta que la voz los ilumina y revela todos como una luz.

129. XXXV. Hermoso sobremanera es, pues, el aserto de que la palabra sale para ir al
encuentro de los pensamientos y corre hacia ellos presurosa por captarlos movida por su
deseo de darlos a conocer. Es que para cada ser lo más deseable es la función que le es propia;
y lo propio de la palabra es hablar, cosa que se apresura a hacer con cierta natural
familiaridad; y se regocija y alegra cuando, como iluminada, ve y aprehende totalmente el
sentido del asunto que se presenta ante ella, porque entonces, tomándolo a su cargo
conviértese en el mejor de los intérpretes.

130. En todo caso, rehuímos de aquellos que en sus exposiciones verbales no muestran poseer
un completo dominio de las ideas, no siendo otra cosa que charlatanes y locuaces, y enhebran
un sin fin de arengas vacías, extensas y también, para decirlo claro, sin alma. Justo es, pues,
que la palabra de estos tales, con esas inconveniencias, se lamente; y consecuentemente, es
forzoso que manifieste alegría la del hombre que, partiendo de la consideración de los
contenidos mentales, marcha adecuadamente preparado hacia la exteriorización de cuanto ha
visto y de cuanto ha captado eficazmente.

131. Éste es un hecho por casi todos nosotros conocido merced a la diaria experiencia: cada
vez que conocemos a fondo las cosas de que hablamos, nuestra expresión es alegre y
regocijada, y rica en palabras sumamente expresivas y precisas, cuyo uso en amplia medida
permite exponer con presteza y sin tropiezos, y, lo que es más importante, clara y
positivamente aquello que se busca manifestar. En cambio, cuando no alcanzamos a captar
con claridad los pensamientos nuestra expresión resulta desacertada e impropia por efecto de
la oprimente escasez de términos convenientes y exactos; y de resultas de ello no solo fluye y
corre sin rumbo en medio del disgusto y el hastío; sino además, en vez de convencer a los que
escuchan, impresiona, y no puede ser de otro modo, dolorosamente a los oyentes.

132. XXXVI. Pero no toda palabra debe ir al encuentro de todos los pensamientos; el perfecto
Aarón ha de ir al encuentro del perfecto Moisés. Porque, ¿para qué agregó Dios "el levita" a la
expresión "He aquí que tu hermano Aarón..."; sino para enseñarnos que sólo al levita, al
sacerdote, a la palabra virtuosa le corresponde el revelar los pensamientos que han germinado
en un alma perfecta?

133. Jamás, en efecto, las palabras de los ruines deben llegar a ser intérpretes de las Divinas
doctrinas, pues menoscaban con sus fealdades la hermosura de ellas; ni tampoco han de ser
expuestas las doctrinas licenciosas y bajas por boca de un hombre de bien; sino siempre
sagradas y santas palabras han de exponer las santas ideas.

134. Es fama que en uno de los estados que cuentan con mejores leyes38 rige la costumbre
siguiente: cada vez que algún ciudadano de vida incorrecta manifiesta su intención de
presentar una iniciativa ante el consejo o ante la asamblea popular, se le veda el hacerlo
personalmente, y le es requerido por decisión de los magistrados que delegue la gestión en
alguno de los ciudadanos de conducta intachable. Éste se pone de pie y, acto seguido, expone
lo que le ha sido confiado, apareciendo como improvisado discípulo del que le ha instruido,
cuya boca ha sido cerrada; y dando a conocer conclusiones ajenas, convencido de que el autor

224
de la idea no es merecedor de ocupar ni siquiera el lugar de oyente o espectador. A tal punto
llega la convicción de algunos de que no es cosa digna sacar provecho de los hombres
injustos, considerando que es mayor el perjuicio de la vergüenza que ello trae aparejada que el
beneficio que se alcanzará.
38
Alusión a Esparta. Ver Plutarco, Morales 41 b y 801 b.

135. XXXVII. Esta enseñanza ha sido, al parecer, expuesta por el sacratísimo Moisés. Tal es
lo que se desprende, en efecto, del hecho de que Aarón, el levita, salga al encuentro de su
hermano Moisés y, en viéndole, se alegre en sí mismo.39 La expresión "Alegrarse en sí
mismo", amén de lo ya dicho, pone de manifiesto una doctrina de mayor trascendencia en
orden al bien común, en la que el legislador enseña cuál es la alegría legítima y la más propia
del hombre.
39
Ex. IV, 4. La enseñanza en cuestión es que sólo el hombre virtuoso debe hacer uso de la
palabra.

136. Estrictamente hablando, no hay motivo para alegrarse por la abundancia de riquezas y
propiedades ni por el brillo de la fama o, en general, por alguna de las cosas exteriores, que
carecen de alma y estabilidad y llevan en su seno el germen de su propia ruina; ni tampoco,
ciertamente, por la fuerza corporal, la buena salud y las demás ventajas del cuerpo, que son
comunes entre los hombres ruines, y que muchas veces han causado irremediable ruina a sus
poseedores.

137. Por lo tanto, puesto que sólo en los bienes del alma se halla la alegría legítima y genuina,
todo sabio se alegra, "en sí mismo", no en las cosas que suceden en torno de sí. Es que las
excelencias de la inteligencia, por las cuales es justo felicitarnos, residen en uno mismo;
mientras que lo que acaece alrededor de nosotros es o bienestar corporal o abundancia de
cosas externas, por las cuales no vale la pena que nos enorgullezcamos.

138. XXXVIII. Habiendo, pues, demostrado en la medida de lo posible, mediante el


testimonio verísimo de Moisés, que alegrarse es propio del sabio, demostremos en lo que
sigue, echando mano al mismo testimonio, que también es peculiar de él la esperanza. En
efecto, del hijo del Set, llamado Enós, nombre que significa "hombre"... esperanza,40 dice que
"éste fue el primero que esperó pronunciar el nombre de Dios Soberano." (Gen, IV, 26.) Y
habla saludablemente. ¿Qué, en efecto, puede ser más familiar a un hombre de verdad que la
esperanza y la expectativa de obtener bienes de parte de Dios, el único dispensador de dones?
Tal cosa constituye, a decir verdad, la única generación de hombres en estricto sentido, pues
aquellos que no esperan en Dios no tienen participación en la naturaleza racional.
40
El texto aparece incompleto. Tal vez deba leerse: "El hijo de Set llamado Enós, nombre que
significa 'hombre'", se distinguió (o sea caracterizó) por la "esperanza".

139. Por ello, habiendo dicho a propósito de Enós que: "Éste esperó pronunciar el nombre de
Dios Soberano", añade expresamente: "Éste es el libro de la generación de los hombres."
(Gen. V, 1.) Y habla con todo fundamento pues regístrase en el libró de Dios que la esperanza
es algo privativo del hombre, de modo que por lógica oposición el que no espera no es
hombre. Por lo tanto, mientras la definición de este compuesto que somos es "ser animado
dotado de razón y perecedero, la del hombre según Moisés es "la disposición del alma que
espera en el realmente existente Dios'.

140. Posean, pues o aguarden en todos los casos bienes los hombres cabales tras alcanzar
como feliz patrimonio la alegría y la esperanza. Los ruines, en cambio, de los que Caín es un

225
cofrade, envueltos en dolores y temores, recojan la más penosa de las cosechas: el participar
en males o aguardarlos; lamentándose por los pesares presentes, y temblando y
estremeciéndose por las cosas temibles que les aguardan.41
41
Gen. IV, 12.

141. XXXIX. Baste sobre esto con lo ya dicho, e indaguemos sobre lo que sigue. Dice
Moisés: "Y dijo Caín al Señor: 'La imputación que recae sobre mí por Tu abandono es
demasiado grande'." (Gen. IV, 13.) Considerando casos análogos, nos daremos cuenta del
carácter de esta manifestación. Si un piloto abandona una nave en alta mar, ¿no ocurre por
fuerza que en cuanto atañe a la navegación le va mal al barco? ¿Y qué? Si el conductor
abandona la cuadriga en la carrera de caballos, ¿no es inevitable que la carrera se convierta en
algo desordenado y sin control? Y otro caso: cuando un estado hállase abandonado por sus
gobernantes y sus leyes, leyes que, en verdad, van impresas también en aquellos,42 ¿no es
cierto que la tal ciudad es desgarrada por la anarquía y la ilegalidad, males supremos? Pues
del mismo modo, está en la naturaleza de las cosas el que perezca el cuerpo por la pérdida del
alma, ésta, a su vez, por la privación de la razón, y la razón si carece de virtud.
42
Ver Sobre la vida de Moisés, donde Filón afirma que "el rey es una ley viviente, y la ley es
un rey justo."

142. Puesto que cada una de estas cosas que he mencionado conviértese en causa de daño para
aquello que es abandonado por ella, podemos inferir cuan grande infortunio sobrellevarán
aquellos que hubieren sido abandonados por Dios, a quienes Él, rechazándolos como a
desertores de las más sagradas prescripciones, destierra por comprobar que son indignos de
Su dirección y gobierno. Porque es bueno saber, en suma, que quien es abandonado por parte
de alguien superior a él y benefactor se halla bajo imputaciones y acusaciones muy graves.
¿Cuando, en efecto, diría uno que el hombre inhábil experimenta el mayor daño? ¿No es
cierto que cuando es del todo abandonado por la ciencia?

143. ¿Y cuándo el excesivamente ignorante y falto de instrucción? ¿No es cierto que cuando
la instrucción y la enseñanza se han divorciado de él? 43 ¿Y cuándo miramos como más
desdichados que de ordinario a los insensatos? ¿No es, acaso, cuando la sensatez los abandona
totalmente? ¿Cuándo, a los inmoderados e injustos? ¿No es, acaso, cuando la templanza y la
justicia pronuncian contra ellos una sentencia de perpetuo destierro? ¿Cuándo, a los impíos?
¿No es cuando la piedad los excluye de sus propios sagrados ritos?
43
Literalmente: "Han entablado un juicio de divorcio contra él." Se trata de una expresión
técnica de la jurisprudencia ática, que expresa el pedido de separación conyugal o divorcio
presentado por la esposa ante el arconte. Ver Sobre los querubines 115.

144. Por tal motivo, a mi parecer, aquellos que no están completamente excluidos de la
purificación bien pueden suplicar ser castigados antes que ser abandonados; porque el
abandono los destruirá con toda facilidad como a nave sin lastre ni piloto, en tanto que el
castigo los enderezará de nuevo.

145. ¿No son, acaso, mejores los niños que son castigados por sus instructores, cuando obran
mal, que aquellos que carecen de preceptores? ¿No son mejores los que, cuando no se
desempeñan correctamente en el aprendizaje de las artes, son censurados por sus maestros,
que aquellos que no tienen quien los reproche? ¿No son, acaso, más afortunados y mejores
que los jóvenes sin vigilancia aquellos a los que, sobre todo, les han cabido el privilegio de la
dirección y el control naturales, que están asignados a los. padres sobre los hijos; o que, al
menos, han tenido la suerte de contar con guías supletorios,44 que la piedad por la orfandad

226
suele elegir como tutores para llenar el lugar de los padres en todo cuanto es de provecho?
44
Posiblemente se refiera Filón a los tutores que el arconte ateniense designaba a los
huérfanos cuando el difunto padre no había dejado instrucciones expresas al respecto.

146. XL. Supliquemos, pues, a Dios los que estamos convictos, por la conciencia de nuestras
propias malas acciones que antes nos castigue que nos deje de lado. Porque, si nos deja solos
nos convertirá no ya en siervos de Él, el misericordioso, sino de la creación, que no conoce la
piedad: en tanto que, si nos castigare como corresponde y con dulzura, conforme con Su natu-
ral bondadoso, corregirá nuestras faltas enviando desde Sí hacia nuestra inteligencia Su propia
palabra censurante y correctora, mediante la cual, tras reconvenirla y reprocharle sus errores,
la sanará.

147. Por eso dice el legislador que "todo voto que una viuda o una repudiada hubiere
formulado contra su alma" (Núm. XXX, 10) mantendrá su vigencia para ella. Diremos, en
efecto, con toda razón, por una parte, que Dios es el esposo y padre de todas las cosas, pues
suministra el germen y la generación de todas ellas; y por otra, que la inteligencia ha sido
repudiada y ha enviudado de Dios o por no haber recibido el Divino poder de engendrar, o
porque, habiéndolo recibido, ha concebido luego voluntariamente un aborto.

148. Por eso,. cuanto ella hubiere determinado, contra sí misma lo habrá determinado, y sus
determinaciones no tendrán ya remisión posible. ¿Cómo, en efecto, no ha de ser un mal
abominable el que una creatura completamente inestable y a merced de las circunstancias
determine y enuncie con fijeza algo concerniente a sí misma, atribuyéndose las prerrogativas
del Creador? Una de estas prerrogativas es aquella según la cual determina Dios cada una de
las cosas de modo indubitable y firme.

149. Por lo tanto, no sólo se convertirá esa inteligencia en viuda del saber sino además será
repudiada. Esto equivale a lo siguiente: el alma que "ha enviudado", pero que aún no ha sido
"repudiada" en cuanto al bien y la belleza puede, en cierta manera, si persevera, hallar los
medios de reencontrarse y reconciliarse con su legítimo esposo, la recta razón. Mas, la que
una vez ha sido separada de su esposo y de su hogar sin posibilidad de reconciliación, por
toda la eternidad ha sido arrojada, y no le será dado retomar a su antigua morada.

150. XLI. Sobre las palabras "La imputación que recae sobre mí por Tu abandono es
demasiado grande" baste con lo que hemos dicho. Consideremos lo que sigue. Dice Caín: "Si
Tú me arrojas de la faz de la tierra, también de Tu faz seré ocultado." (Gen. IV, 14.) ¿Qué
estás diciendo, buen hombre? Si fueres arrojado de toda la tierra, ¿todavía habrás de
ocultarte? ¿De qué manera?

151. ¿Es que podrías vivir? ¿O ignoras que la naturaleza ha concedido a los seres vivientes
lugares diferentes, no los mismos, para morada: el mar a los peces y a toda la especie acuática
y la tierra a las creaturas terrestres? Y el hombre en razón, precisamente, de los elementos
constitutivos de su cuerpo es indudablemente también un ser viviente terrestre. Así pues, cada
creatura viviente, cuando abandona las zonas que le son propias y va, podríamos decir, al
extranjero, fácilmente perece: las terrestres si se sumergen bajo el agua;
los animales acuáticos si se aventuran sobre la tierra firme.

152. Por lo tanto, hombre, como eres, ¿a dónde te volverías si fueras arrojado de la tierra?
¿Nadarías bajo el agua imitando la manera de ser de los seres acuáticos? Pero es el caso que
debajo del agua perecerías enseguida. ¿O querrías proveerte de alas y levantar vuelo para

227
andar por los aires, trocando tu naturaleza terrestre en aérea? Cambia, si puedes, el modelo y
sello de la Divina moneda. La verdad es que no puedes, porque cuanto más alto te elevares a
ti mismo tanto más rápido desde una zona más alta y con más violencia serás devuelto a la
tierra, tu lugar natural.

153. XLII. ¿Pero podría un hombre u otro alguno de los seres creados ocultarse de Dios?
¿Dónde ocultarse de Aquél que nos deja a la zaga en todas partes; de Aquél que penetra con la
mirada hasta los lugares más recónditos; de Aquél que ha llenado el universo de Sí; de Aquél
de cuya presencia ni la más mínima porción de lo existente hállase vacía? ¿Y qué tiene de
extraño que a ninguna de las creaturas le sea dado ocultarse del Que Es, cuando ni siquiera a
los primeros elementos materiales le es dado escapar, siéndole forzoso, si huye de uno de
ellos pasar a otro?

154. Si el Que Es hubiera querido emplear aquel arte mediante el que creó a los anfibios para
producir también un nuevo ser viviente capaz de vivir en todos los elementos, este ser
viviente, si, en caso de hallarse situado en zonas profundas, abandonase la tierra y el agua,
llegaría hasta las regiones livianas por naturaleza, es decir, aire y el fuego; y al revés, si,
viviendo en las altas regiones, buscara apartarse de ellas, no haría sino trasladarse de allí hacia
la opuesta región. Es que le sería preciso aparecer sin excepción en una de las porciones del
mundo, dado que le sería imposible precipitarse fuera del universo. A esto añádase que el
Creador no ha dejado cosa alguna fuera del mundo, sino ha agotado enteramente todos los
cuatro elementos para construir con perfección suma de partes perfectas el universo.

155. Siendo, pues, absolutamente impracticable el huir de la obra de Dios, ¿cómo no va a ser
aún más imposible el huir del Creador y Soberano de ella? Nadie, pues, aceptando sin examen
lo primero que le sugieren las palabras, cargue a cuenta de la ley su propia necedad, sino
adquiera un conocimiento claro, observando con cuidado por la vía alegórica el sentido oculto
del pasaje.

156. XLIII. Probablemente lo que Moisés da a entender en las palabras de Caín "Pues Tú me
arrojas hoy de la faz de la tierra, también de Tu faz seré ocultado" (Gen. IV, 14) es lo
siguiente: 'Pues Tú no me provees de los bienes de la tierra, no acepto tampoco los del cielo; y
puesto que no hago uso y gozo del placer, también renuncio a la virtud; y pues no me haces
partícipe de los bienes humanos, quédate también con los Divinos.

157. Porque, a decir verdad, las cosas que entre nosotros son tenidas por necesarias, valiosas y
genuinas son éstas: comer, beber, deleitarse con la visión de variados colores, gozar oyendo
toda clase de melodiosos sonidos, rebosar de complacencia con las exhalaciones olorosas de
vapores que penetran por nuestras fosas nasales; hacer uso hasta la saciedad de todos los
placeres del vientre y los órganos vecinos a él; no descuidar la adquisición de plata y oro;
rodearse de honras, dignidades y de cuantas cosas tienden a procurar fama. ¡Lejos de
nosotros, en cambio, la prudencia, la fortaleza y las austeras disposiciones de la justicia, que
conforman una vida de esfuerzo! Y si acaso no podemos evitar tener tales cosas en cuenta en
nuestros actos, no habrá de serlo en calidad de bienes que se justifiquen en sí, sino como
instrumentos para el logro de bienes.'

158. ¡Oh hombre por demás ridículo! Así que tú afirmas que, si te privaren de las ventajas
corporales y exteriores, no llegarás a ver a Dios.45 Yo, en cambio, te digo que si te privaren de
ellas llegarás necesariamente a verlo; ya que, libre de las irrompibles ataduras del cuerpo y las
cosas corpóreas, tendrás una clara visión del Increado.

228
45
Así interpreta Filón el pasaje "No llegarás a la vista de Dios." El texto bíblico dice
literalmente: "También de Tu faz seré ocultado."

159. XLIV. ¿No ves que Abraham, abandonando la región, la familia y la casa paterna (Gen.
XII, .1), vale decir, el cuerpo, la sensibilidad y la palabra, comienza a entrar en relaciones con
los poderes del Que Es? En efecto, la ley dice que, cuando hubo partido de toda su casa, "Dios
se le apareció". (Gen. XII, 7.) Con ello demuestra que Dios se manifiesta claramente a aquel
que abandona las cosas mortales y se remonta hasta la incorporal alma de este nuestro cuerpo.

160. Tal es el motivo por el que también Moisés, ''tomando su tienda la planta fuera del
campamento" (Éxodo XXXIII, 7), y establece su habitación lejos del recinto corpóreo movido
por la esperanza de que sólo de esa manera llegará a ser un perfecto suplicante y servidor de
Dios. Se nos dice con suma exactitud que esta tienda se llama "tienda del testimonio", para
mostrar que la tienda del Que Es existe realmente, y no se trata de un mero nombre. En efecto,
de las virtudes la de Dios existe de verdad con una existencia real; ya que también solo Dios
existe con verdadera existencia. Por eso Moisés dirá acerca de Él con suprema elocuencia:
"Yo soy el Que Es" (Ex. III, 14) dando a entender que los otros seres, los inferiores a Él, no
existen con verdadera existencia, y que lo que convencionalmente llamamos existencia es una
mera apariencia. La tienda de Moisés, que es la representación figurada de la virtud propía del
hombre, habrá de ser considerada merecedora, no de la existencia, sino simplemente del
nombre, por cuanto es sólo una copia e imitación de aquella virtud Divina.

161. De esto se infiere que cuando Moisés es designado "dios del faraón" (Ex. VII, 1), no
llega a serlo en realidad, y sólo en apariencia se supone que sea tal; porque yo sé ciertamente
que Dios da y brinda mercedes, pero no puedo concebir que sea dado; y en los libros sagrados
se dice: "Te doy como dios al faraón" (Ex. VII, 1), siendo pasivo; no activo el que es dado,
mientras que el realmente Existente es activo necesariamente, y no pasivo.

162. ¿Qué se infiere, pues, de esas palabras? Que se dice que el hombre sabio es un dios para
el hombre insensato, pero, en rigor, no es un dios, tal como una pieza falsa de cuatro dracmas
no es un tetradracmo. Y, si se comparare al hombre sabio con aquel Que Es, se hallará que es
un hombre de Dios; mas, si, en cambio, se lo comparare con un insensato, se hallará que es
concebido como un dios, aunque no de verdad ni de hecho, sino en el plano de la imaginación
y la apariencia.

163. XLV. ¿A qué, pues, esa vanidad de decir: "Si me arrojas fuera de la tierra, también Tú
me serás ocultado". Porque ocurre lo contrario: si te sacare del ámbito terreno claramente te
mostrará Su propia imagen. La prueba la tienes en que si tú fueres sacado de la presencia de
Dios, no por serlo habitarás menos tu cuerpo terrestre. Léese, en efecto, a continuación que
"salió Caín de la presencia de Dios y habitó en la tierra". (Gen. IV, 16.) De modo que no has
sido arrojado fuera de la tierra ni has ocultado de tí mismo a aquel Que Es, sino, por el con-
trario, te has alejado de Él, y te has refugiado en la tierra, es decir, en la región mortal.

164. Y, por cierto, no todo "el que te hallare te matará" (Gen. IV, 16); como tú, falseando la
verdad, arguyes. Porque aquello que es hallado lo es necesariamente, una de dos: o por algo
semejante o por algo distinto. Si es hallado por algo semejante y familiar ello ocurre a causa
de la afinidad y el parentesco mutuo; si lo es por algo distinto, la causa es la oposición e
incongruencia. La semejanza tiende a preservar a aquello que le es afín; lo desemejante es
inclinado a destruir aquello que difiere de su modo de ser.

229
165. Sepa, pues, tanto Caín como cualquier otro bribón que no por cualquiera que hallare a su
paso será matado; y que, por el contrario, los inescrupulosos, los entregados con ardor a los
vicios estrechamente vinculados a ellos, se convertirán en custodios y protectores suyos;
mientras que cuantos se esfuerzan en procura de la prudencia y de las demás virtudes lo
destruirán como a un enemigo implacable, si pudieren. Porque todos los seres, podríamos
decir, tanto las personas como las cosas, son preservados por los que les son afines y amigos,
y arruinados por los que les son extraños y hostiles.

166. Por ello la sagrada palabra, testimoniando contra la simulada simplicidad de Caín, dice;
"Tus palabras no están acordes con tus pensamientos" (Gen. IV, 15); pues dices que todo el
que llegare a descubrir las estratagemas en que eres hábil te matará; pero sabes bien que no
todos lo harán; puesto que son incontables los que se han alistado en tu bando; sino solamente
el amigo de la virtud y enemigo irreconciliable de tí.

167. XLVI. "El que matare a Caín", leemos, "dejará libre siete objetos merecedores de
castigo". (Gen. IV, 15.) No sé yo qué sentido tiene tomado literalmente; porque no se aclara ni
cuáles son los siete objetos, ni cómo es que son punibles, ni de qué manera son dejados libres
y sueltos. De modo que por fuerza debemos reconocer que todo esto encierra un sentido más
profundo expresado alegóricamente. Seguramente lo que Moisés quiso sugerir es más o
menos lo siguiente. 168. La parte irracional del alma está dividida en siete porciones: vista,
oído, olfato, gusto, tacto, palabra y generación. Si alguien aniquilare a la octava, la
inteligencia, que rige a las restantes, y que aquí está representada en Caín, paralizará también
a las siete. Todas ellas, en efecto, fortifícanse conjuntamente gracias a la sólida fortaleza de la
inteligencia; y témanse débiles, en cambio, con la flaqueza de ella; y, si la inteligencia se
corrompe completamente por obra del vicio, ellas son presa de desmayo y desfallecimiento.

169. Estas siete partes hállanse puras y sin manchas en el alma del hombre sabio, y resultan
dignas de honor dentro de ella; en cambio, en el alma del insensato encuéntranse impuras,
manchadas y, como ha dicho Moisés, resultan "merecedoras de castigo", vale decir, dignas de
que se les apliquen penas, y exijan reparaciones.

170. Cuando, por ejemplo, el Hacedor se ha determinado a purificar la tierra con agua; y ha
resuelto que el alma sea objeto de una purificación por sus innumerables faltas mediante un
lavado y una limpieza de sus manchas a modo de sagrada expiación, exhorta al hombre que
demuestra ser justo, que no ha sido arrastrado por el torrente del diluvio, a introducir en el
arca, que no es sino el cuerpo, vale decir, el recipiente que contiene al alma, "siete parejas,
macho y hembra, de los ganados puros" (Gen. VII, 2), pues considera justo que la razón noble
use en estado de pureza todas las partes del elemento irracional.

171. XLVII. Y esto que prescribe el legislador se cumple necesariamente en todos los sabios.
Tienen, en efecto, purificada la vista y cuidadosamente probados el oído y toda su
sensibilidad en general, y también tienen la palabra sin mancha y controlados los impulsos de
la sexualidad.

172. Ahora bien, cada una de las siete facultades es, por una parte, masculina y, por otra,
femenina.46 En efecto, puesto que o permanece en reposo o se mueve (reposa cuando está
tranquila en las horas de sueño, y se mueve cuando desarrolla actividad mientras estamos
despiertos) considerada en su quietud e inactividad, dícese que es femenina pues se halla
sujeta a la pasividad; pero considerados su movimiento y actividad califícasela de masculina
pues se la concibe en actividad.

230
46
Alusión a la expresión "macho y hembra" del pasaje citado en 170.

173. Así pues, en el hombre sabio las siete facultades aparecen puras; en el ruin, por el con-
trario, todas aparecen merecedoras de castigo. Porque, ¿a cuántos suponemos que asciende el
número de la multitud de los que cada día son traicionados por los ojos que desertan tras los
colores, las formas y las cosas que no es lícito ver? ¿Y por oídos que se van tras toda clase de
sonidos? ¿Y por obra de órganos del olfato y el gusto, atraídos por la infinita variedad de
olores y sabores?

174. ¿Debo recordarte además cuan inmenso es el número de los que han sido arruinados por
el torrente incontenible que brota de una lengua sin freno, o por el incurable frenesí de las
pasiones sexuales con sus inmoderadas apetencias? Llenas están las ciudades, llena de uno a
otro confín la tierra toda de tales males, de los que brota para el género humano la guerra sin
tregua ni respiro, la mayor de las guerras, la que en plena paz se libra así en el plano
individual como en el colectivo.

175. XLVIII. Por eso, a mi parecer, aquellos que no son totalmente ignorantes prefieren antes
quedar ciegos que ver lo que no deben ver, quedar sordos antes de oír palabras dañosas, y
tener cortada la lengua si con ello evitan decir lo que no se ha de decir.

176. Por ejemplo, dicen que algunos sabios, al ser torturados con la intención de que
revelasen secretos, han desgarrado su lengua creando así una tortura más terrible para sus
torturadores, impotentes después de eso para obtener la información que deseaban vivamente.
Es mejor, a no dudarlo, ser convertido en eunuco que volverse frenético tras uniones ilícitas.
Por cierto que todas estas cosas, pues hunden al alma en desastres irreparables, pueden hallar,
y con razón, un castigo y vindicta de extremo rigor.

177. Dice el legislador a continuación que "puso Dios Soberano un signo sobre Caín para que
nadie que lo encontrara lo matara." (Gen., IV, 15), sin dejar en claro de qué signo se traía, no
obstante que es habitual en él mostrar mediante un signo la naturaleza de cada cosa, como
cuando en los acontecimientos de Egipto cambia la vara en serpiente, la mano de Moisés en
forma de nieve y el río en sangre.

178 Posiblemente, pues, para Caín el signo no es otro que el hecho mismo de no ser
asesinado, es decir, que su vida no se extinguirá; porque en toda la legislación no está
mencionada su muerte; lo que permite suponer que, como la Escila de la fábula.47 la
insensatez es un mal que no muere, pues no está sujeta a la muerte consistente en estar
muerto, aunque soporta, en cambio, por toda la eternidad la muerte que consiste en estar
muriendo. ¡Ojalá, sin embargo, sucediera lo contrario, es decir, que la ruindad fuera eliminada
como consecuencia de su destrucción total! Pero la realidad es que, permanentemente
encendida en llamas, contamina con la enfermedad que nunca cesa a aquellos que una vez han
sido presa de ella.
47
Odisea XII, 118, donde se lee que Escila "no es mortal sino un mal inmortal."

231
OBRAS COMPLETAS DE

FILÓN DE ALEJANDRÍA

Traducción directa del griego, introducción y notas


de
JOSÉ MARÍA TRIVIÑO
Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata
Buenos Aires 1976
TOMO II
ÍNDICE

SOBRE LA POSTERIDAD DE CAIN Y SU EXILIO (DE POSTERITATE CAIN) .... 3

SOBRE LOS GIGANTES (DE GIGANTIBUS) .......................................................... 35

SOBRE LA INMUTABILIDAD DE DIOS (QUOD DEUS INMUTABILIS SIT) ..... 45

SOBRE LA AGRICULTURA (DE AGRICULTURA)................................................ 73

SOBRE LA OBRA DE NOÉ COMO PLANTADOR (DE PLANTATIONE) .......... 100

SOBRE LA EBRIEDAD (DE EBRIETATE) ............................................................. 128

SOBRE LAS SÚPLICAS E IMPRECACIONES DE NOÉ UNA VEZ SOBRIO (DE


SOBRIETATE) ............................................................................................................ 162

SOBRE LA CONFUSIÓN DE LAS LENGUAS (DE CONFUSIONE LINGUARUM)


...................................................................................................................................... 174

SOBRE LA MIGRACIÓN DE ABRAHAM (DE MIGRATIONE ABRAHAMI) .... 206

2
SOBRE LA POSTERIDAD DE CAIN Y SU EXILIO

(DE POSTERITATE CAIN)

1. I. "Y se alejó Caín de la faz de Dios y habitó la tierra de Nod, en la parte opuesta al
Edén." (Gen. IV, 16.) Plantéemenos ahora el problema de si es preciso que escuchemos
las. exposiciones contenidas en los libros en los que Moisés oficia como intérprete de
Dios, partiendo de la convicción de que se trata más bien de expresiones figuradas;
porque la impresión. que se desprende de sus palabras tomadas en sentido literal dista
mucho de estar de acuerdo con la realidad de las cosas.

2. Veamos, si no. Si el Que Es tiene faz y quien desee abandonarlo puede retirarse sin
ninguna dificultad a otro sitio,. ¿por qué repudiar la impiedad de Epicuro,1 el ateísmo de
los egipcios 2 o las invenciones míticas, de las que está lleno el mundo?
1
Impiedad por afirmar que los dioses tienen forma humana.
2
Ateísmo manifestado en la adoración de animales y en forjar divinidades
antropomórficas y zoomórficas.

3. Porque la faz es una porción de la creatura viviente y, como Dios es un todo, no una
sola parte, habríamos también de atribuirle forzosamente las otras partes: un cuello y un
pecho, así como un vientre, órganos genitales y el resto de las innumerables partes
internas y externas.

4. Y si tuviera forma humana habría de tener por fuerza las mismas experiencias que los
hombres, porque también en el caso de estos órganos la naturaleza ha evitado producir
elementos innecesarios y superfinos; y los ha producido para auxiliar en su debilidad a
aquellos que han sido provistos de ellos, adaptando adecuadamente a dichos órganos
todo cuanto atañe a los menesteres y servicios que les competen. Pero el Que Es de nada
ha menester; de modo que, pues ninguna necesidad tiene del provecho que esas partes
brindan, no puede de ninguna manera poseer parte alguna.

5. II. ¿Y de dónde "se aleja" Caín? ¿Será de los palacios del Soberano universal? Pero,
¿qué residencia de orden sensible podría tener Dios, aparte de este mundo, el que no es
posible ni viable abandonar? En efecto, todas las partes de que se compone la creación
están encerradas por el círculo celeste, que las oprime en su interior; y por cierto que las
porciones de los seres que han perecido, reducidas a sus elementos originales,
distribúyense nuevamente hacia las potencias del universo desde donde se habían
desprendido para congregarse, y el préstamo acordado a cada uno por plazos desiguales,
es saldado a la naturaleza, su acreedora, cuando ésta quiere recobrar lo que ha prestado.

6. Por otra parte, el que se aleja de alguien se sitúa en otro lugar distinto de aquel en que
se halla el que es abandonado por él; pero el caso es que, a ser cierto aquello,3 se
seguiría que algunas partes del universo están vacías de Dios, cuando en realidad nada
ha dejado Él vacío o desierto de Sí mismo, sino todo absolutamente lo ha llenado de Sí.
3
Que Caín se aleja de Dios.

7. Pues bien, si Dios ni tiene faz, pues está fuera de las características propias de todos
los seres creados; ni se halla en determinada parte solamente, pues Él todo lo contiene y
no es contenido; si resulta imposible que parte alguna de este mundo lo abandone como

3
se abandona una ciudad, pues nada ha sido dejado fuera de Él; no nos queda sino
concluir que ninguna de las expresiones expuestas se entienden literalmente, y
volvemos al método de la interpretación alegórica, predilecto de los espíritus
filosóficos,4 y basar en él toda nuestra argumentación.
4
Es decir, de aquellos que, desechando las interpretaciones míticas y vulgares,
persiguen la verdad con fundadas demostraciones.

8. Si difícil es marcharse fuera de la vista de un rey mortal, ¿cómo no ha de ser en


extremo difícil alejarse hasta escapar de la visión de Dios, con la determinación de no
volver a verlo, es decir, de que, embotados los ojos del alma, se tornen incapaces de
alcanzar una visión de Él?

9. Aquellos que han experimentado tal cosa contra su voluntad bajo el peso de una
fuerza inexorable, más merecen piedad que aversión. Pero, cuantos por voluntaria
decisión se han alejado del Que Es, traspasando los límites del mismo vicio incluso;
pues no es posible hallar otro mal tan grave como éste; merecen ser castigados, no ya
con los castigos acostumbrados sino con nuevas y renovadas penas. Y ciertamente,
nadie, por más que meditare sobre ello, hallará pena más extraordinaria y mayor que el
alejamiento y destierro de la presencia del Guía del universo.

10. III. Adán, pues, es desterrado por Dios; Caín se marcha porque quiere. Con esto nos
muestra Moisés una y otra forma de alejamiento: la voluntaria y la involuntaria. El
alejamiento involuntario, empero, puesto que no se concreta por decisión nuestra,
hallará más tarde el previsible remedio. En efecto, "Dios hará surgir otra simiente en
lugar de Abel, la víctima de Caín". (Gen. IV, 25.) Esta simiente es un vástago varón,
Set, o sea, "la acción de dar de beber", que surge en el alma cuya caída no dependió de
ella misma.

11. El alejamiento voluntario, en cambio, puesto que es por propia decisión y


premeditación, traerá aparejadas calamidades que jamás se remediarán. En efecto, así
como las rectas acciones que nacen de la libre decisión son superiores a las
involuntarias; del mismo modo, en el caso de las faltas, son más leves las involuntarias
que las deliberadas.

12. IV. La justicia, encargada de exigir cuenta a los impíos, aguarda, pues, a Caín tras
alejarse éste de la faz de Dios. Moisés, en cambio, expondrá para sus discípulos un
excelso precepto: "Amar, escuchar y unirse a Él" (Deut. XXX, 20), puesto que tal vida
es la verdaderamente dichosa e inmortal. Muy expresiva es su invitación a honrar a
Aquél que es digno de ser intensamente apetecido y amado, pues les dice que se "unan"
a Él; con lo que declara cuan constante, ininterrumpida e inquebrantable es la armonía y
unión que engendra la amistad íntima con Dios.

13. Estas y otras exhortaciones análogas dirige Moisés a los demás; pero tan
incesantemente tiende él mismo a ver a Dios y a ser visto por Él, que Le suplica que
manifieste claramente Su propia naturaleza,5 tan difícil de conjeturar; para poder trocar
la incierta duda en la más fundada confianza, dejando de lado por fin la falsa opinión. Y
empeñado en ello, no habrá de disminuir su deseo, antes bien, aunque conoce que el
objeto de su anhelo es difícil de aprehender o, para ser más precisos, inaccesible; con
todo, luchará sin ceder en su firme empeño, poniendo en juego sin dilaciones ni rodeos
todos los medios a su alcance para lograr su objeto.

4
5
. Ex. XXXIII, 13.

14. V. Y así, en adelante penetrará en la obscuridad profunda donde Dios estaba,6 es


decir, en las impenetrables e invisibles concepciones sobre el Que Es, ya que la Causa
no se encuentra en una zona de obscuridad profunda ni en un lugar determinado, en
suma; sino hállase más alto que el espacio y el tiempo. Habiendo, en efecto, sujetado
todo lo creado a Su control, Él no es contenido por cosa alguna sino está fuera de todas
ellas. Trascendiendo, sin embargo, a lo creado y estando fuera de ello, no por eso ha
dejado de llenar el mundo de Su propio ser; ya que, extendiendo a través de todas las
cosas Sus poderes hasta los confines, las ha entrelazado unas con otras conforme con las
leyes de la armonía.
6
Ex. XX, 21.

15. Cuando, pues, un alma amante de Dios indaga en qué consiste la esencia del Que Es,
emprende una investigación sobre algo que carece de forma material y es invisible; y de
esa búsqueda resúltale el mayor de los bienes, consistente en comprender que el
realmente existente Dios es inaprehensíble para creatura alguna, y ver precisamente eso:
que es invisible.

16. Mas a mí se me ocurre que el sagrado intérprete conocía aun antes de emprender su
indagación lo impracticable de la misma. Infiérese ello de las súplicas del mismo al Que
Es para que fuera el intérprete y revelador de Su propia naturaleza. Dice, en efecto:
"Manifiéstate a mí Tú mismo" (Ex. XXXIII, 13); sentando así de manera clarísima que
ninguno de los seres creados es capaz de instruirse por sus propios medios respecto del
realmente existente Dios.

17. VI. Por este mismo motivo, habiendo marchado Abraham hacia el lugar que Dios le
había indicado, al tercer día, al alzar la vista, "ve el lugar desde lejos". (Gen. XXII, 4.)
¿Qué lugar? ¿Acaso aquel hacia el que se había puesto en marcha? ¿Y cómo es que se
halla lejos si ha avanzado hasta llegar a él?

18. Lo que nuestro autor pretende sugerir es seguramente lo siguiente: el hombre sabio,
siempre anhelante por conocer al Soberano del universo, cuando avanza en el sendero
de la ciencia y la sabiduría, llega a tomar contacto con Divinas palabras, en las cuales
hace su primer alto en la marcha; y, aunque hallábase decidido a realizar el resto de su
viaje, se detiene, porque se han abierto los ojos de su inteligencia y ha visto con
suficiente claridad que se halla abocado a la caza de una presa difícil de capturar, que se
halla siempre en retirada y siempre conservándose lejos y aventajando por una inmensa
distancia a sus perseguidores.

19. Y reflexiona con acierto; porque todas las cosas que más velozmente corren entre
las que existen bajo el cielo darían la impresión de estar detenidas si se comparase su
movimiento con el del sol, la luna y los otros astros, y como todo el cielo ha sido hecho
por Dios y el autor siempre va delante de su obra, por fuerza no sólo las otras cosas que
nos son familiares, sino la más veloz de todas, vale decir, la inteligencia, quédanse
rezagadas a infinita distancia de la aprehensión de la Causa. Solo que mientras los astros
dejan atrás a los objetos móviles estando ellos mismos en movimiento; Dios, y he aquí
lo más asombroso, los aventaja en rapidez a todos permaneciendo inmóvil.

20. Decimos, pues, que Él, sin cambiar, está a la vez muy cerca y lejos de nosotros;

5
tocándonos por una parte, con sus potencias creadora y punitiva, que se hallan próximas
a cada uno de nosotros; y alejando, por otra, al ser creado de Su realmente existente
naturaleza, de modo que no podemos palparla ni siquiera con los puros e incorpóreos
contactos de la inteligencia.

21. Nos alegramos, pues, con los amantes de Dios, que indagan acerca del que Es, no
obstante que jamás lo descubren; porque la búsqueda de la Excelencia es suficiente de
por sí para regocijar aunque no alcance su propósito. En cambio, con el amante de sí
mismo, es decir, con Caín, nos condolemos, pues premeditadamente ha mutilado el
único órgano con el que hubiera podido ver al Que Es, dejando a su propia alma privada
de una concepción sobre Él.

22. VII. Vale también la pena averiguar hacia qué región se retira Caín al salir de la
presencia de Dios. Se trata de la región llamada "agitación",7 con lo que el legislador da
a entender que el hombre insensato, siendo habituales en él los impulsos inestables y
caprichosos, está a merced de la agitación y el tumulto, como el mar en plena
tempestad, encrespado por contrarios vientos; y no ha experimentado ni en sueños la
tranquilidad y la calma. Así como, cuando una nave es agitada durante la travesía, no es
capaz en esos momentos ni de navegar ni de permanecer anclada; y, llevada de aquí
para allá, se inclina y se recobra balanceándose hacia uno y otro flanco; del mismo
modo el hombre ruin, con su inteligencia extraviada y agitada, es incapaz de enderezar
su propia travesía, y está siempre a la deriva y forjando el naufragio de su vida.
7
Nod.

23. Me colma de asombro la perfecta ilación que hay en todo esto. Ocurre, en efecto,
que la proximidad de un objeto estable engendra, a causa del deseo de asemejársele, una
apetencia de reposo. Ahora bien, lo invariablemente estable es Dios; y lo sujeto a
movimiento es la creación. De ello resulta que mientras el que se aproxima a Dios desea
la estabilidad; el que se aleja de Él, en cambio, debido a que se aproxima a la inestable
creación, es, naturalmente, arrastrado sin rumbo fijo.

24. VIII. Por este motivo está escrito en las Imprecaciones: "No te concederá
tranquilidad ni habrá descanso para la planta de tu pie." (Deut. XXVIII, 65.) Y un poco
más adelante: "Tu vida estará pendiente delante de tus ojos." (Deut. XXVIII, 66.) Está,
en efecto, en la naturaleza del hombre insensato el moverse siempre contrariamente a la
recta razón, ser hostil a la quietud y el descanso y no permanecer firme ni fijamente en
doctrina alguna.

25. Y así, ora sustenta una opinión ora otra, y a veces opiniones contrarias sobre los
mismos asuntos, aunque ningún nuevo elemento de juicio haya sido introducido en
ellos, convirtiéndose en un momento en grande y pequeño, enemigo y amigo y, para
decirlo brevemente, en cuanto encierra recíproca contradicción. Y la vida toda le
resulta, como ha dicho el legislador, pendiente, carente de una base firme y siempre a
merced de tendencias que lo arrastran y arrebatan en opuestas direcciones.

26. Por esto dice Moisés en otro pasaje que "el que pende de un árbol es maldecido por
Dios" (Deut. XXI, 23); porque, siendo preciso estar suspendido de Dios, este hombre se
suspende a sí mismo de su cuerpo, que es en nuestro ser una masa leñosa, habiendo
trocado la esperanza por el apetito, un bien supremo por un inmenso mal. La esperanza,
en efecto, siendo, como es, la expectativa de los bienes, tiene pendiente a la inteligencia

6
de. la liberalidad Divina, en tanto que el apetito, generando irracionales tendencias, la
tiene pendiente del cuerpo, al que la naturaleza ha forjado como receptáculo y sede de
los placeres.

27. IX. Sean, pues, suspendidos tales hombres del apetito-como de una horca. En
cambio, Abraham, el hombre sabio,. puesto que se mantiene firme, se acerca
completamente a Dios, el ser que permanece. Dice, efectivamente, el legislador que
"aquél estaba de pie delante del Señor y, tras aproximársele, dijo. . ." (Gen. XVIII, 22.)
Es que solamente al alma inmutable le está realmente expedito el camino que lleva al
inmutable Dios; y, si ésa es su disposición, se sitúa verdaderamente cerca. del Divino
poder.

28. Con toda claridad, por cierto, pone de manifiesto la firmísima estabilidad propia del
hombre de bien el oráculo revelado al sapientísimo Moisés que dice así: "Pero tú
quédate aquí conmigo." (Deut. V, 31.) De este oráculo se deducen dos cosas: una, que el
Que Es, que es quien mueve y muda todas las demás cosas, es inmóvil e inmutable; la
otra, que hace partícipe de Su propia naturaleza, es decir, del reposo, al hombre de bien.
En efecto, en mi opinión, así como lo desviado es enderezado. por una regla correcta;
así también lo móvil es detenido y estabilizado por la fuerza de Aquél que subsiste
inmóvil.

29. En este caso prescribe a otro permanecer con Él; en cambio en otro lugar dice: "Yo
descenderé contigo a Egipto y finalmente te haré volver a subir" (Gen. XLVI, 4); y no:
Tú descenderás Conmigo..." ¿Por qué? Porque lo propio de Dios es la quietud y la
permanencia, en tanto que lo propio de la creación es el cambio de lugar y todo
movimiento que implique mutación.

30. Cuando, pues, Él llama hacia Su propio bien, dice: "Tú quédate Conmigo", no: 'Me
quedaré Yo contigo'. La permanencia, en efecto, no es en Él algo futuro sino eterno y
presente. En cambio, cuando se trata de ir hacia lo que es propio de la creación, dirá con
toda propiedad: "Yo descenderé contigo", "porque es a ti a quien corresponde el cambio
de lugares. Por lo tanto, nadie descenderá Conmigo, pues el cambio es ajeno a Mí; pero
sí permanecerá Conmigo, puesto que la quietud Me es cosa amada. Por otra parte, con
los que descienden cambiando de lugar, pues el cambio les es estrechamente familiar,
Yo descenderé por extensión de Mi propia presencia, sin cambiar de lugar, por cuanto
tengo lleno el universo de Mi mismo.

31. Y esto lo hago, ciertamente, por piedad hacia la naturaleza racional, para que
emprenda la marcha ascendente desde la baja región de las pasiones hacia las alturas de
la virtud, guiada paso a paso por Mí, que, habiendo tendido el camino que conduce
hacia el cielo, he mostrado su amplia ruta a todas las almas suplicantes para que al
marchar no sucumban al cansancio'.

32. X. Habiendo mostrado, pues, ambas situaciones: el reposo del hombre bueno y la
agitación del insensato, agreguemos a nuestra explicación un examen de lo que sigue.
Dice Moisés, en efecto, que Nod, vale decir, la agitación, hacia la que emigró el alma,
se halla frente al Edén. "Edén" es el nombre simbólico de la recta y Divina razón, y por
ello su sentido literal es "deleite". Y en efecto, la recta razón se alegra y goza al máximo
con el uso de los bienes puros e incontaminados, completos y plenos además; mientras
Dios, dispensador de riqueza, derrama una lluvia de Sus virginales e imperecederas

7
gracias. Y por naturaleza el mal está en pugna con el bien, la injusticia con la justicia, la
prudencia con la insensatez y cuanto pertenece a la esfera de la virtud contra las formas
todas del vicio. Tal es lo que significa el estar Nod "frente al Edén".

33. XI. Habiendo expresado esto,8 dice a continuación "Y conoció Caín a su mujer y
ésta concibió y dio a luz a Enoc; y estaba Caín edificando una ciudad y por el nombre
de su hijo la denominó Enoc." (Gén. IV, 17.) No es razonable que nos preguntemos
quién es esta mujer que conoció Caín? Porque hasta el momento no se ha indicado que
haya sido creada mujer alguna después de Eva, la modelada del costado de Adán.
8
Es decir, lo contenido en el pasaje Gen. IV, 16, reproducido en el párrafo 1 y
considerado hasta 32.

34. Si alguno llega a decir que Caín se casó con una hermana suya, no sólo será impío
sino mentiroso. Las hijas de Adán son presentadas como nacidas más tarde. ¿Qué
hemos, pues, de decir? Yo pienso que bajo el nombre de mujer alude aquí Moisés a la
opinión del discernimiento impío, opinión que el hombre impío expone respecto de los
asuntos, tal como han hecho muchísimos de los que se han ocupado de la filosofía, de
los que unos han expuesto comunes puntos de vista como normas de vida, y otras
doctrinas divergentes.

35. Entre estas opiniones características del hombre impío está la de que la inteligencia
humana es la medida de todas las cosas, opinión que sustentó uno de los antiguos
sofistas llamado Protágoras, un engendro de la demencia de Caín. Que esta opinión es lo
que representa la mujer de Caín, lo conjeturo yo de la circunstancia de que, conocida la
mujer por Caín, ésta engendró a Enoc, cuyo nombre significa "tu gracia".

36. En efecto, si el hombre es la medida de todas las cosas, todas las cosas son gracia y
don de la inteligencia; de modo que el mirar es un presente de la vista; el oír, del oído;
las otras sensaciones, de cada uno de los otros sentidos, y el hablar, de la facultad de
expresarse oralmente. Y si todas estas cosas son dones, también lo es el pensar,
incluidos en él innumerables reflexiones, resoluciones, consejos, previsiones,
comprensiones, conocimientos científicos, habilidades técnicas, aptitudes tocantes al
ordenamiento, y un número, en fin, imposible de determinar de otras facultades.

37. ¿Por qué, entonces, estáis todavía dispuestos a pronunciar y escuchar solemnes
discursos acerca de la santidad y el honor de Dios, si tenéis con vosotros a la
inteligencia, que hace las veces de Dios; que apropiándose con fuerza de todas las cosas
humanas buenas y malas, a unos les brinda cosas de ambos órdenes; y a otros, de uno de
ellos separadamente?

38. Y si alguien presentare una acusación de impiedad contra vosotros, defendeos


animosamente alegando que habéis sido instruidos por un excelente maestro e
instructor, por Caín, quien exhorta a honrar a lo que se tiene cerca antes que a la lejana
Causa; y que debéis atender sus razones, entre otros motivos, sobre todo porque
demostró con claros hechos la fuerza de su doctrina al vencer a Abel, el defensor de la
opinión opuesta, y aniquilar su opinión junto con él.

39. Pero en lo que a mí y a mis amigos toca, sería preferible la muerte junto a los
hombres piadosos, y no la vida al lado de los impíos, puesto que la vida inmortal
aguarda a los que así mueren, en tanto que la eterna muerte recibirá a los que viven de

8
esa manera.

40. XII. Como el hijo engendrado por Caín se llama Enoc, y más adelante 9 un hijo de
Set es llamado asimismo Enoc, es preciso que averigüemos si se trata de distintas
personas o de la misma. Y de paso investiguemos las diferencias entre los otros que
llevan nombres iguales. Porque el caso de Enoc se repite en Matusalén y Lamec, que
son presentados como descendientes de Caín y a la vez como descendientes de Set.10
9
Gen. IV, 17 y V, 18.
10
Gen. IV, 18 y V, 21 y 25.

41. Conviene saber que cada uno de los nombres citados tiene una significación que
puede interpretarse en dos sentidos. "Enoc", como ya dije, significa "tu gracia";
"Matusael" quiere decir "envío de la muerte"; "Lamec" equivale a "humillación". Pues
bien, tomemos el primero. Algunos dicen "tu gracia" dirigiéndose a la inteligencia que
hay en nosotros; los mejores, en cambio, emplean la expresión dirigiéndose a la
Inteligencia del universo.

42. Los primeros, que afirman que todo cuanto concierne al pensar, sentir y hablar es un
don de su propia alma, como sostenedores que son, de una opinión impía y atea, deben
ser incluidos en la raza de Caín, que, incapaz de controlarse a sí mismo, se atrevió a
decir que tenía la plena posesión de todas las otras cosas. Los otros, que, en cambio, no
se apropian de cuantas cosas hermosas hay en la creación, sino las atribuyen a las
Divinas gracias, como hombres bien nacidos que de verdad son, no por descender de
antepasados ricos, sino por haber nacido de los amantes de la virtud, deben ser
registrados entre los que reconocen a Set como padre de la estirpe.

43. Esta especie de hombres es muy difícil de hallar, pues es la de aquellos que huyen
de una vida saturada de pasiones y vicios, artera, inescrupulosa, malvada y disoluta. En
efecto, ya no se hallan entre el común de las gentes aquellos a los que Dios, habiendo
hallado complacencias en ellos, ha trasladado y traspasado desde las razas perecederas a
las inmortales.

44. XIII. Habiendo,. pues, distinguido las significaciones del nombre Enoc, pasaremos a
considerar a continuación el de Matusael, que significa, según dijimos, "envío de la
muerte''. Dos cosas sugiere esta significación; una, que la muerte es enviada sobre
alguno; otra, que la muerte es enviada fuera de alguno. Pues bien, aquel sobre quien es
enviada muere irremediablemente; en tanto que aquel de quien es apartada vive y
perdura.

45. Aquel que recibe la muerte es familiar de Caín, que siempre está muriendo respecto
de la vida de la virtud; aquel de quien la muerte es alejada y aislada está estrechamente
emparentado con Set; pues el hombre de bien cosecha para sí el fruto de la verdadera
vida.

46. En cuanto a Lamec, nombre que significa "abatimiento", su sentido es doble


también. En efecto, nos abatimos o bien cuando las energías de nuestra alma se reducen
por efecto de las enfermedades y debilitamientos producidos por las irracionales
pasiones; o bien cuando, en nuestra ansiosa búsqueda de la virtud nos liberamos a
nosotros mismos de la hinchazón de la vanidad.

9
47. La primera forma de abatimiento se da como resultado de la debilidad, y es una
especie de la lepra, enfermedad que presenta muchas formas y modalidades. Dice,11 en
efecto, el legislador que la penosa enfermedad de la lepra está declarada cuando
desaparece el aspecto uniforme y saludable de la carne, y el mal es visible debajo de
ella.12
11
Lev. XIII, 3.
12
Literalmente: "Y !a visión aparece más abajo (tapeinotéra) " Como el adjetivo griego
tapeinotéra encierra los significados de rebajada, baja, humilde, abatida, etc., puede
Filón relacionar la lepra con Lamec, cuyo nombre significa abatimiento o humillación.

48. La otra forma surge de una sólida fortaleza, que tiene como resultado una
propiciación en la esfera del diez, número perfecto. En efecto, está establecido13 que
humillemos nuestras almas en el décimo día del mes, vale decir, que depongamos la
vanidad, cuya extirpación conduce a implorar el perdón de nuestras faltas voluntarias e
involuntarias. El Lamec que así se humilla es hijo de Set, y padre del justo Noé; el
Lamec abatido en la otra forma es engendro de Caín.
13
Lev. XIII, 27.

49. XIV. Podemos considerar a continuación por qué razón se nos presenta a Caín
fundando y edificando una ciudad, sí está solo. Porque para residencia de una multitud
de hombres sí es menester una gran ciudad, pero para tres personas que existían
entonces un píe de colina o una pequeña caverna hubiera resultado habitación
completamente adecuada. Y acabo de decir "para tres", pero lo razonable era decir "para
él solo únicamente"; porque de ninguna manera los padres del asesinado Abel hubieran
soportado habitar en la misma ciudad que su asesino, autor de un crimen más grave aún
que el de matar a un hombre cualquiera, como es matar a su propio hermano.

50. A nadie dejará de parecerle, no sólo extraño, sino aun absurdo, el que un hombre
solo edifique una ciudad. ¿Cómo es ello posible? Si ni siquiera podría edificar la parte
más insignificante de una casa sin contar con otros trabajadores a sus órdenes, ¿podría
acaso el mismo hombre cortar las piedras y las maderas, trabajar el hierro y el bronce,
rodear el amplio perímetro de la ciudad con muros, construir las partes frontales de los
edificios, fortificaciones, templos, santuarios, pórticos, arsenales, casas y todas las
demás construcciones públicas y privadas que es usual erigir? ¿Y podría, además, en
estas condiciones abrir canales bajo tierra, trazar calles, dotar a la ciudad de fuentes y
conductos de agua y de todas las demás cosas que una ciudad necesita?

51. Puesto que esto no es verosímil, seguramente será mejor que recurramos a la
interpretación alegórica y digamos que lo que Caín resolvió preparar, como si fuera una
ciudad, es su propia doctrina.

52. XV. Ahora bien, toda ciudad necesita para existir construcciones, habitantes y leyes.
Las construcciones de Caín son los argumentos para sus demostraciones, mediante los
cuales, como desde las murallas, repele las embestidas de los adversarios, forjando
invenciones convincentes pero contrarias a la verdad. Sus habitantes son los que se
tienen por sabios, los amigos de la impiedad, del ateísmo, del egoísmo, de la presun-
ción, de la falsa opinión; ignorantes de la verdadera sabiduría, que han compaginado
una mezcla de ignorancia, falta de educación, incultura y demás pestes estrechamente
emparentadas con éstas. Sus leyes consisten en ilegalidades, injusticias, desigualdad,
licencia, osadía, necedad, arrogancia, desenfreno en las pasiones, deseos contra natura

10
que no es posible nombrar.

53. Cada uno de los impíos de tal ciudad aparece como un arquitecto de su mísera alma
hasta que Dios, adoptando una resolución,14 reduce a inmensa y total confusión sus
sofísticas habilidades. Esto sucederá cuando no sólo "edificaren una ciudad sino
también una torre cuya cúspide toque el cielo" (Gen. XI, 4), es decir, una exposición
para fundamentar cada una de las doctrinas que introducen; fundamentación que tendrá
por cúspide su propio designio, al que figuradamente llámase cielo; porque
forzosamente la cúspide y remate de todo discurso ha de ser el pensamiento que tiende a
ponerse de manifiesto, para cuya comunicación los hombres elocuentes tienen por
norma desarrollar largas exposiciones y discursos.
14
Gen. XI, 6.

54. XVI. A tal grado de impiedad han llegado éstos, que no sólo consideran lícito erigir
tales ciudades con sus propias manos sino también acosan a la multitud de Israel, el
amante de la virtud, eligiendo para ello inspectores e instructores de obras reprobables.
Dícese, en efecto, que bajo los malos tratados de los inspectores construyen para el rey
del país tres ciudades: Pitom, Ramesés y On, que es Heliópolis.15
15
Ex.I, 11.

55. Estas ciudades significan, en sentido figurado, las facultades de nuestro ser:
inteligencia, sensibilidad y habla. Pitom es el habla, pues a ésta compete el persuadir;16
y la palabra significa "boca apremiante", en razón de que el discurso del hombre ruin se
ocupa de acosar y echar por tierra todo lo bueno.
16
El término griego Peitho significa -persuasión, y Filón escribe de ese modo el nombre
de la Pithom de los Setenta.

56. Ramesés es la sensibilidad, pues significa "perturbación de la polilla", debido a que


la inteligencia es devorada y comida internamente, como por un gusanillo, por cada uno
de los sentidos, que la atormentan y destrozan, puesto que, cuando las representaciones
sensibles penetran en ella contra su agrado, engendran una vida llena de pena y trabajo.

57. "On" quiere decir "acumulación", pero simbólicamente es la inteligencia. En ella, en


efecto, se han atesorado las palabras de todos los hombres. Testigo de ello es el
legislador cuando llama Heliópolis a On.17
En efecto, así como el sol al elevarse hace claramente visibles los objetos ocultos
durante la noche, del mismo modo la inteligencia, irradiando su peculiar luz, hace
posible la clara aprehensión de todas las cosas, tanto si se trata de cuerpos como si se
trata de hechos.
17
On. llamada Heliópolis, literalmente "ciudad del sol", por los griegos hallábase
situada en la margen derecha del Nilo algo al norte de Menfis. No pudo haber sido
construida por los hebreos pues existía desde tiempo inmemorial. Tal vez se trató de
obras de reparación.

58. Por ello, no andará desacertado quien afirmare que la inteligencia es el sol de
nuestro complejo ser; como que, si ella no se eleva e ilumina con su propia luz este
microcosmos que es el hombre, al derramarse espesa tiniebla sobre los seres no permite
que se tomen visibles.

59. XVII. A esta "acumulación" Jacob, el hombre que se ejercita, en su controversia con

11
Labán la toma como testigo,18 mostrando la verdad profunda de que la inteligencia es
para cada hombre un testigo de lo que madura en su interior, y su conciencia, un
admonitor imparcial y veraz al máximo. Mas la ciudad del testimonio es edificada antes
que estas ciudades.
18
Gen. XXXI, 46 y ss. La escena tiene lugar entre Jacob y Labán en el monte Galad,
nombre que en hebreo significa "acumulación del testimonio".

60. Dice, en efecto, Moisés que los espías marchaban hacia Hebrón y que allí estaban
Ajiman, Sesai y Tolmai, hijos de Enac. Luego añade:
"Y Hebrón fue edificada siete años antes que Tanis de Egipto." (Núm. XIII, 22.)
Filosófico en grado sumo es mostrar las variedades de significación que caben en un
mismo nombre. Así, "Hebrón" significa "unión"; pero la unión puede ser de dos clases,
ya sea que el alma se adhiera al cuerpo o que se adapte a la virtud.

61. La que se somete a las uniones con el cuerpo tiene como habitantes a los ya
mencionados. "Ajiman" significa "mi hermano": "Sesai", "fuera de mí"; "Tolmai", "uno
que está pendiente". Es, efectivamente, una necesidad para las almas amantes del cuerpo
considerar al cuerpo como "hermano", y tener en preeminente estima a los bienes
externos;19 y todas las almas que tienen tales disposiciones están "pendientes" de las
cosas sin espíritu, y a la manera de los empalados, que están clavados a sustancias
perecederas hasta que mueren.
19
Interpretación de la expresión "fuera de mí".

62. En cambio, el alma unida al bien obtuvo habitantes de relevantes virtudes, a los que
la "doble gruta"20 recibió por pares: Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Lía y Jacob, es
decir, virtudes y poseedores de ellas. Esta Hebrón, guardiana de los tesoros de recuerdos
de ciencia y sabiduría, es anterior a Tanis y a todo Egipto. Y así es: la naturaleza ha
hecho que el alma preceda 21 al cuerpo, es decir, Egipto; y la virtud al vicio, o sea Tanis;
pues "Tanis" significa "mandato de evacuación";22 y la naturaleza determina la
precedencia no por la extensión de tiempo sino por la dignidad.
20
Así aparece traducido en la versión de los Setenta el nombre Makhpelah, con que el
texto hebreo designa la gruta adquirida por Abraham para sepultura de los suyos en
Hebrón.
21
Literalmente: "fuera de mayor edad que".
22
O exclusión o rechazo. El sentido alegórico que a juicio de Filón encerraría la
expresión no es claro, aunque tal vez debe entenderse que el vicio (Tanis) es algo que
debe ser evacuado o rechazado.

63. XVIII. Por ese motivo también a Israel, aunque menor en el tiempo, llámalo
"primogénito"23 en dignidad, lo que demuestra que el que ve a Dios,24 que es el primer
Progenitor, es honrado como primer vástago del Increado, concebido por la virtud, la
que es odiada entre los mortales; y como aquel al que por ley se ha de dar una doble
porción, es decir, la primogenitura, como corresponde al hijo mayor de edad.
23
Ex. IV, 22.
24
Es Oeur, Israel.

64. Otro caso lo constituye el numero siete. Éste, según el orden, es el número que fue
engendrado después del seis, mas por su valor es mayor que todo otro número, no
difiriendo en nada de la unidad. Moisés lo manifestará claramente, cuando "en el
epílogo del relato de la creación afirma: "En el séptimo día descansó Dios de todas las

12
obras Suyas que había hecho. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó porque en él
descansó Dios de las obras Suyas que había comenzado a hacer." (Gen. II, 2 y 3.)

65. Más adelante añade: "Éste es el libro de la creación del cielo y de la tierra, cuando
fueron creados, en el día en que Dios hizo el cielo y la tierra." (Gen. II, 4.) Ahora bien,
el cielo y la tierra fueron creados en el primer día, de modo que el día séptimo es
referido al uno, el primer número y principio de todas las cosas. Me he extendido en
estos argumentos con el objeto de hacer patente con mayor claridad la opinión que Caín
juzga preciso establecer, tal como se edifica una ciudad.

66. XIX. El hijo de Enoc 25 lleva por nombre Gaidad,26 que significa "rebaño", nombre
que guarda estrecha correspondencia con el de su padre. Correspondía, en efecto, que el
hombre que en todo se tiene a sí mismo por don de una inteligencia incapaz de
comprender siquiera cuál es su propia naturaleza, engendrara irracionales facultades,
reunidas en un rebaño; puesto que esta doctrina no es propia de hombres dotados de
razón.
25
Se trata aquí de Enoc, el hijo de Caín, cuyo nombre, según 41 y 55, significa "tu
gracia" en el sentido en que se aplica esta expresión para atribuir a las creaturas el
origen de los bienes; a diferencia del otro Enoc, el hijo de Set, cuyo nombre también
quiere decir "tu gracia", pero cuando estos términos implican atribuir el origen de los
bienes a Dios.
26
Gen. IV, 18.

67. Ahora bien, todo rebaño que carece de un pastor que vele sobre él, se ve envuelto
forzosamente en grandes desastres, puesto que no puede con sus propios medios apartar
de sí los daños, ni escoger lo que le resultaría beneficioso. Por ello dice Moisés en tono
de súplica: "Que Dios, Soberano de los espíritus y de toda carne, instituya un hombre al
frente de esta comunidad, el que partirá a la vista de ellos, avanzará, los sacará y los
guiará; y la comunidad del Señor no será como rebaño que carece de pastor." (Núm.
XXVII, 16 y 17.)

68. En efecto, cuando el protector, el guardián, el padre, o como nos plazca llamarlo, de
nuestro compuesto ser, que es la recta razón, se aleja, dejando solo al rebaño que hay en
nosotros, éste perece por falta de cuidados en su abandono, y un gran daño sobreviénele
a su dueño; y el irracional e indefenso vástago de éste,27 privado de un guardián de
rebaños que lo reprenda y discipline, es desterrado muy lejos de la vida racional e
inmortal.
27
Es decir, el rebaño.

69. XX. Por eso el hijo de Gaidad dícese que fue Maiel,28 cuyo nombre traducido es
"separado de la vida de Dios". En efecto, pues el rebaño es irracional, y Dios es la
fuente de la razón, por fuerza el que vive irracionalmente está separado de la vida de
Dios. Ahora bien, según Moisés, vivir de acuerdo con 29 Dios consiste en amarlo. Dice,
efectivamente, que "tu vida es amar al Que Es". (Deut. XXX, 19.) 70. Un ejemplo de la
vida opuesta a ésta, lo presenta en el macho cabrío sobre el que recayó la suerte. Dice,
en efecto: "Lo colocará vivo delante del Señor para hacer una expiación sobre él, de
modo de enviarlo luego afuera." (Lev. XVI, 10.) Y está harto acertado.
28
Gen. IV, 18.
29
O vivir no apartado de Dios.

13
71. Porque, así como ninguna persona de buen sentido aplaudiría a los ancianos por
abstenerse éstos de los placeres, pues la vejez, la grande e incurable enfermedad, ha
relajado y disipado la vehemencia de los impulsos; y todos, en cambio, juzgarían en ese
caso meritorios a los jóvenes porque, cuando la llama del deseo está encendida por el
pleno vigor propio de la edad,30 con todo, habiéndose provisto de medios adecuados
para apagarla, vale decir, de los principios que brinda la educación, moderaron la
intensa llama y a la vez la ebullición de las pasiones; del mismo modo, es menor el
aplauso que acompaña a aquellos que no soportan malestar alguno, a aquellos para los
que resulta normal elevarse por sobre un mal sistema de vida, puesto que la naturaleza
les ha asignado una parte fácil y la buena suerte de que gozan no se debe a ellos; y
mayor, en cambio, el que corresponde a aquéllos, a quienes acosa un despierto malestar,
sí quisieren y pudieren mantenerse firmes y dominarlo.
30
En tal sentido interpreta Filón el término "vivo" del pasaje bíblico que comenta: en
los ancianos los impulsos hacia los placeres están ya. muertos, no así en los jóvenes.

72. En efecto, la fuerza que vence con severo esfuerzo los incentivos del atractivo placer
tiene el aplauso que merecen las victorias morales obtenidas a fuerza de voluntad. Si,
por lo tanto, ninguna de las cualidades que han obtenido una feliz porción 31 viviere en
nosotros; y estuvieren "vivas", en cambio, las nefastas enfermedades y debilidades,
apresurémonos a destruirlas y abatirlas. Tal es lo que quiere decir "hacer una expiación"
sobre ellas: reconocer que, teniéndolas vivas y activas en el alma, no cedemos, sino,
oponiéndonos a todas con vigor, las combatimos hasta que las echemos fuera
completamente.
31
Simbolizados en el macho cabrío que en el sorteo ha resultado destinado al Señor y es
sacrificado como victima expiatoria por el pecado; opuesto al otro, "sobre el que recayó
La suerte", el que seguirá "vivo", que simboliza las enfermedades y debilidades del
alma. Lev. XVI, 7.

73. XXI. ¿Y qué resulta de una vida no acorde con la voluntad Divina sino la muerte del
alma? Esta muerte recibe el nombre de Matusael, que significa, como dije, "envío de la
muerte". Por eso es hijo de Maiel, el hombre que ha abandonado su propia vida, al que
es enviada la muerte, la del alma, la que consiste en el cambio del alma bajo el influjo
de una irracional pasión.32
32
Ver 69.

74. Cuando el alma ha concebido esta irracional pasión, ha engendrado con penosos
dolores incurables enfermedades, por las cuales es agobiada y abatida entre
contorsiones; por cuanto cada enfermedad la oprime, echando sobre ella una intolerable
carga, al punto de que le es imposible reponerse. Todo esto tiene por nombre "Lamec",
nombre que significa "abatimiento"; de modo que Lamec puede con todo derecho ser
hijo de Matusael, vale decir, una abyecta y sumisa pasión, vastago de la muerte del
alma; el agotamiento, hijo del irracional impulso.

75. XXII. "Lamec tomó para sí dos mujeres, una llamada Ada, la otra, Sela." (Gen. IV,
19.) Todo lo que el hombre ruin toma para sí es reprensible sin excepción, pues se halla
manchado por un designio difícil de purificar; al revés de lo que sucede con las
voluntarias acciones de los hombres virtuosos, las que son dignas de aplauso todas. Así,
en este caso, Lamec, "al tomar para sí dos mujeres, escoge grandísimos males; todo lo
contrario de Abraham, Jacob y Aarón, quienes, al tomar para sí mujeres, se allegan a
bienes apropiados para ellos.

14
76. Léese, en efecto, acerca de Abraham lo siguiente: "Y tomaron Abraham y Nacor
mujeres para sí. El nombre de la mujer de Abraham era Sara." (Gen. XI, 29.) Y en el
caso de Jacob: "Levántate y huye hacia la Mesopotamia a casa de Batuel, padre de tu
madre y toma de allí una mujer para ti de entre las hijas de Labán, hermano de tu
madre." (Gen. XXVIII, 2.) Y a propósito de Aarón: "Tomó Aarón como mujer para sí a
Elisabet. hija de Aminadán y hermana de Nasón." (Ex. VI, 23.) 77. Isaac y Moisés
toman mujeres, mas no las toman por propia iniciativa, e Isaac, según se lee, la tomó en
ocasión de entrar en la residencia de su madre,33 mientras a Moisés le dio en matrimonio
a su hija Sófora el hombre en cuya casa residía.34
33
Gen. XXIV, 67.
34
Ex. U, 21.

78. XXIII. No sin acierto están señaladas las diferencias entre estos casos en la obra de
Moisés. En efecto, a los que realizan progresos y mejoramientos en su ejercitación se les
testimonia la elección espontánea del bien, para que su empeño no quede sin
recompensa. En cambio, a los que han sido juzgados dignos de una sabiduría que no
resulta de la enseñanza ni del estudio, ocúrreles que, sin tener ellos parte alguna en la
elección, reciben como esposa de manos de Dios a la razón, y alcanzan la ciencia, que
es compañera de la vida de los sabios.

79. En cambio, aquel que ha sido arrojado fuera de las cosas humanas, el abyecto y ruin
Lamec, toma por primera mujer a Ada, cuyo nombre significa "testimonio", habiendo él
por sí mismo preparado el casamiento para sí. Es que piensa que el primer bien para el
hombre es el suave movimiento y el paso de la inteligencia a lo largo de bien
encaminados proyectos, sin que cosa alguna impida el proceso hacia una fácil
aprehensión.35
35
Según la doctrina epicúrea, las opiniones forjadas por la inteligencia a base de los
datos sensoriales y pueden concluir en una confirmación o en una refutación,
epimartyresis y antimartyresís respectivamente. Filón relaciona a Ada, o sea, el
"testimonio" (en griego martyría) con dicha teoría, y emplea términos propios de la
misma, tales como "proyecto" (epibolé) y "movimiento suave" (léia kínesis) .

80. Dice, en efecto: '¿Qué puede ser mejor que el hecho de que las ideas, los propósitos,
las conjeturas, los designios, en suma, los planes marchen, como se dice, con buen pie,
dé modo que alcancen su objetivo sin contratiempos, siendo testimoniada la inteligencia
en-la totalidad de las cosas dichas?' Por mi parte, si un hombre emplea un correcto y
bien encaminado discernimiento con miras a alcanzar sólo lo bueno, registro yo a tal
hombre entre los hombres felices. Y al hacerlo me atengo a las enseñanzas de la ley, la
que, en efecto, ha dicho que José fue un hombre afortunado pero "no en todas las
cosas", sino en aquellas en las que Dios le concedía la gracia de un fácil éxito;36 y los
dones de Dios son todos buenos.
36
Gen. XXXIX, 2.

81. Pero si alguien ha hecho uso de su natural habilidad y facilidad no para las cosas
buenas exclusivamente sino también para las opuestas, sin establecer las debidas
distinciones entre las de uno y otro orden, téngasele por desdichado. Tienen ciertamente
acento de imprecación las palabras del pasaje de la confusión,37 que dicen: "Nada les
faltará de cuanto se proponen hacer." (Gen. XI, 6.) Irremediable desgracia del alma es,
en efecto, el lograr éxito en todo lo que emprende, incluso lo malo.
37
En el que se relata el episodio de la construcción de la torre de Babel y la confusión

15
de las lenguas.

82. Yo, por mi parte, suplicaría que, si llegare alguna vez a meditar alguna acción
injusta, me falte la acción injusta; y si meditare vivir de manera indigna de un hombre,
me falte la vida licenciosa; y si proyectare vivir de manera atrevida y malvada, me
sobrevenga una absoluta carencia de atrevimiento y maldad. Es mejor, en efecto, a no
dudarlo, para los que abrigan el propósito de robar, cometer adulterios o asesinar,
presenciar la frustración y ruina de cada uno de estos propósitos.

83. XXIV. Apártate, pues, oh inteligencia, de Ada, la que da testimonio a las cosas
ruines y es empleada como tal en las empresas tendientes al logro de cada una de esas
cosas. Pero, si llegares a considerar que vale la pena tenerla como asociada, engendrarás
un mal inmenso para ti, a Jobel, cuyo nombre significa "transformante". En efecto, si
hallares deleite en el testimonio brindado a cuantas cosas se te presentaren, desearás
retorcer y "transformar" cada una de ellas, modificando los límites fijados por la
naturaleza.

84. Moisés, lleno de indignación contra los tales, los enrostra en estos términos:
"Maldito es el que cambia los límites de su vecino." (Deut. XXVII, 17.) Llama "vecino"
y "próximo" al bien, por cuanto no es necesario, según él, el elevarse hacia el cielo ni
llegar más allá del mar en la búsqueda del bien; porque el bien se halla situado próximo
y junto a cada hombre.

85. Y hace con profundo criterio filosófico una triple división del mismo, diciendo: "Se
halla en tu boca, en tu corazón y en tus manos" (Deut. XXX, 11 a 14, es decir, en las
palabras, en las determinaciones y en las acciones). Ésas son, es cierto, las partes del
bien, el cual por naturaleza es una reunión de ellas, de tal suerte que la falta de una no
sólo torna incompleto el todo, sino además lo anula completamente.

86. ¿Qué provecho hay, en efecto, en decir las cosas más excelentes, si se meditan y
hacen las peores? Este proceder es propio de los sofistas, los que haciendo largos
discursos sobre la prudencia y la moderación, fatigan los oídos hasta de los más
sedientos de oír; pero en sus determinaciones y en los actos de sus vidas aparecen
incurriendo en graves faltas.

87. ¿Qué aprovecha el pensar lo que es debido, si luego las obras y palabras habituales
no son las que corresponden, y se perjudica con las palabras a los que las escuchan, y
con sus obras a los que las soportan? Asimismo, es reprochable practicar actos
excelentes si no van acompañados de la determinación ni de expresiones
correspondientes.

88. Porque lo que se hace sin estas condiciones de ninguna manera puede ser aprobado
pues entra en la categoría de los actos involuntarios. Si, en cambio, lograre alguien
armonizar, como se templa una lira, todas las notas del bien, mostrando que sus palabras
están en consonancia con sus pensamientos y sus pensamientos con sus actos, el tal
hombre podrá ser tenido por perfecto y equilibrado de verdad. Así, pues, aquel que
altera los límites del bien, es reprensible y con justicia se lo proclama como tal.

89. XXV-.Estos límites no han sido establecidos por la creación de la que formamos
parte, sino por los Divinos principios, que son más antiguos que nosotros y que todo lo

16
terrestre. También esto ha quedado claramente demostrado por la ley, al recomendar
ella a cada uno de nosotros no falsificar la moneda de la virtud, en estos términos: "No
alterarás los límites de tu vecino, que establecieron tus padres" (Deut. XIX, 14); y en
otro pasaje: "Pregunta a tu padre y te lo dirá; a tus mayores y te lo dirán: Cuando el
Altísimo distribuyó las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció los
límites de las naciones de acuerdo con el número de los ángeles de Dios. Y Jacob, Su
pueblo, convirtióse en heredad del Señor; Israel, en Su lote hereditario." (Deut. XXXII,
7 a 9.)

90. Si preguntare yo al padre que me engendró y alimentó, o a los de su edad pero de


más edad que yo, cómo distribuyó, dispersó o estableció Dios a las naciones, ¿me
responderá con seguridad, como si hubieran seguido paso a paso el proceso de aquella
distribución? No, por cierto, 'sino me dirán: También nosotros, cuando éramos jóvenes,
hemos inquirido con gran interés sobre el tema a nuestros progenitores y a las personas
de mayor edad que nosotros pero nada claro hemos aprendido de ellos. Es que nada
tenían para enseñarnos, habiendo ellos mismos a su vez considerado que correspondía
en su ignorancia acudir a otros que estuviesen informados sobre el asunto.

91. XXVI. Probablemente, entonces, lo que Moisés llama "padre" de nuestra alma es la
recta razón, y bajo el calificativo de "más antiguos" designa seguramente a los
compañeros y amigos de ésta. Se trata de los primeros que determinaron los límites de
la virtud; y a ellos conviene recurrir para aprender con sus enseñanzas las verdades
fundamentales. Éstas son las siguientes: cuando Dios distribuyó y separó las naciones
del alma, separando y ubicando aparte a los de una común lengua de los de otras;
cuando dispersó y apartó de Sí a los hijos de la tierra, a los que el legislador llama "hijos
de Adán"; entonces fijó los límites de los frutos de la virtud, cuyo número es igual al de
los ángeles. En efecto, cuantas son las palabras de Dios, tantas son las "naciones" o
formas de la virtud.

92. Mas, ¿cuáles son las porciones de Sus ángeles, y cuál es la parte adjudicada a Sí
mismo por el Soberano y Guía universal? Pues, las virtudes particulares corresponden a
Sus servidores; en tanto que la escogida raza de Israel corresponde a Dios. En efecto, el
que ve a Dios, 38 conducido por una inigualada hermosura, ha quedado adjudicado y
asignado como heredad propia de Aquél al que ve.
38
Israel.

93. ¿Cómo no va a ser, entonces, castigado Jobel, cuyo nombre traducido a la lengua
griega significa "el que altera o transforma la naturaleza de las cosas"? Él, en efecto, ha
trocado las excelencias de la prudencia, de la fortaleza, de la justicia y de la virtud en
general, reflejos todas ellas de la Divina hermosura, cambiándolas en las opuestas
formas de la insensatez, de la intemperancia, de la injusticia y de todo otro género de
vicio, tras borrar los rasgos que llevaban impresos antes.

94. XXVII. Siempre ocurre, en efecto, que las segundas impresiones, al aplicarse,
destruyen los caracteres de las primeras. Ahora bien, tanto dista la Ley de autorizar la
sustitución de lo bueno por lo malo, que ni siquiera permite que lo noble se sustituya
por lo ruin; entendiendo por ruin, no lo de poco," valor, pues necedad sería no
desprenderse de las cosas sin valor a trueque de las mejores; sino lo fatigante y
trabajoso que, llevando el acento a la primera sílaba, los áticos llaman "perverso".39 Lo
prescripto es lo siguiente: "De toda cosa que pasare bajo la vara en la cuenta, la décima

17
parte estará consagrada al Señor. No cambiarás una buena por una ruin. Si cambiares
alguna, ella y la que la ha sustituido serán santas." (Lev. XXVII, 32 y 33.)
39
El término griego poneros (de pónos = trabajo) los áticos lo acentuaban poneros
cuando significaba específicamente malo, defectuoso o perverso. Por lo que sigue se
advierte que Filón toma el término en el buen sentido y que lo de la variante ática es una
mera acotación erudita.

95. Mas, ¿cómo es posible que lo ruin se tome santo? Es que, como he dicho, no se trata
aquí de cosa de poco valor sino de cosa trabajosa, de modo que lo que se da a entender
es lo siguiente: lo bueno es un bien perfecto, en tanta que el trabajo es un bien
imperfecto. Por eso, si hubieres .adquirido aquello que es completo, no busques ya
aquello que es incompleto. Pero, si movido por excesivo celo, quieres trabajar, ten
presente que parecerás trocar una cosa por otra, pero en realidad adquirirás ambas cosas.
En efecto, aunque una y otra poseen el mismo valor, ninguna de ellas es de por sí
absolutamente santa.

96. XXVIII. Compruébase que una cosa es santa a través de tres testimonios: número
ordinario, disciplina y número perfecto. Por eso se dice: "De toda cosa que pasare bajo
la vara en la cuenta, la décima parte es santa." En efecto, aquello que no es considerado
digno de ser contado es profano, no. santo, en cambio, lo que es contado, puesto que
queda incluido en la cuenta, está desde ya aprobado. Por ejemplo, la ley dice que el
trigo almacenado por José en Egipto no podía ser contado y añade: "Porque no había
cuenta" (Gen. XLI, 49); ya que los alimentos del cuerpo y de las pasiones de Egipto no
merecen en absoluto ser contados.

97. La vara es símbolo de la. disciplina; como que, si no se despierta un sentimiento de


vergüenza y se aplica un castigo por determinadas transgresiones es imposible que la
admonición y la corrección sean eficaces. El número diez es la garantía de perfección en
el gradual progreso, cuyos primeros frutos es justo ofrendar a Aquél que nos, puso en
orden, nos disciplinó y colmó cumplidamente nuestras esperanzas.40
40
Tres logros que corresponden respectivamente: la puesta en orden, a la "cuenta"; la
disciplina o educación, a la "vara o cayado" (ver Sobre los sacrificios, nota 51); y el
pleno cumplimiento de las esperanzas, al perfecto número diez o "décimo".

98. XXIX. Lo dicho basta para dejar en claro lo relativo al hombre que altera y adultera
la moneda original; hombre a quien Moisés llama padre de los que habitan en tiendas y
alimentan ganados.41 Los ganados son los irracionales sentidos; alimentadores de
ganados son los que aman las pasiones y el placer, y les procuran como alimento las
cosas sensibles exteriores. Son muy diferentes de los pastores. Éstos, en efecto,
castigan, a manera de los jefes, las faltas de las creaturas de vida irregular; aquéllos, en
cambio, a la manera de anfitriones, prepáranles alimentos incontables y les procuran
total impunidad en las faltas; cosa comprensible, puesto que de inmediato se origina por
fuerza la insolencia, hermana de la avidez y la saciedad.
41 Gen. IV, 20.

99. El que altera, pues, y desnaturaliza todas las cosas buenas es, lógicamente, padre de
los que centran sus preocupaciones en todo lo sensible y sin alma; ya que, si su meta
fueran las naturalezas incorpóreas y aprehensibles por la inteligencia, respetaría los
límites fijados por los hombres de más edad; límites que establecieron, en lo que toca a
la virtud, imprimiendo a cada especie de ella el rasgo que le es propio.

18
100. XXX. Dice el legislador que Jobel tuvo por hermano a Jubal,42 cuyo nombre, afín
al de aquél,43 quiere decir "que inclina en uno y en otro sentido", lo que alegóricamente
debe interpretarse como la palabra expresada. Ésta, en efecto, es por naturaleza
"hermana" de la inteligencia, y con toda razón Moisés ha llamado así a la palabra de una
inteligencia "que altera la realidad de las cosas". Ocurre, en efecto, que, en cierto modo,
también esa palabra está situada entre dos caminos haciendo contrapeso como sobre
platillo de balanza, o como una barca en el mar, que se inclina hacia uno y otro lado a
causa del intenso oleaje. Es que el hombre insensato no ha aprendido a decir cosa
alguna segura y sólida.
42
Gen. IV, 21.
43
Que, como se ha señalado en 93, significa "el que altera o transforma la naturaleza de
las cosas".

101. Moisés piensa que es preciso no inclinarse ni a la derecha ni a la izquierda ni en


general hacia parte alguna del terrestre Edón, y que se debe marchar por el camino
central, al que con toda propiedad llama camino real.44 En efecto, puesto que Dios es el
primero y único rey del universo, también el camino que conduce a Él, siendo, como es,
del Rey, llámase con razón real. Ten por cierto que este camino no es otro que el de la
filosofía, no la que cultiva el bando sofístico de los hombres de hoy día, pues los tales,
habiéndose ejercitado en el arte de la palabra para usarlo contra la verdad, han dado el
nombre de sabiduría a su fraude, atribuyendo un nombre Divino a una obra lamentable;
sino la que la antigua comunidad de los que se ejercitan persiguió con tenaz empeño,
evitando las amables seducciones del placer, y entregada al estudio noble y austero del
bien.

102. La ley, pues, llama voz y palabra de Dios a este camino real, que, decíamos, es la
verdadera y genuina filosofía. Está escrito, en efecto: "De la palabra que hoy te
prescribo no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda." (Deut. XXVIII, 14.) De modo
que claramente queda demostrado que la palabra de Dios es lo mismo que el camino
real, pues nos manda Dios que, sin apartarnos del camino real o de Su palabra; que
ambos son términos sinónimos; avancemos con recto entendimiento por el sendero
central y amplio que conduce en línea recta.

103. XXXI. "Este Jubal", leemos, "es un padre que inventó el psalterio y el arpa". (Gen.
IV, 21.) Llama Moisés con propiedad suma padre de la música y de todos los
instrumentos musicales a la palabra sonante,40 porque, al dotar a los seres vivientes del
órgano del sonido, como el primero y más perfecto, la naturaleza le proporcionó al
punto todas las armonías y todos los géneros de melodías a fin de que sirviera de
modelo anticipadamente preparado para los instrumentos que habrían de ser construidos
mediante la humana industria.
44
Núm. XX, 17.
45
Ver Sobre los querubines, nota 8.

104. Y otro tanto ocurre con el oído. La naturaleza lo hizo esférico, trazando círculos
dentro de círculos, los menores dentro de los mayores, para que el sonido que llegase a
él no se esparciese disipándose fuera; y, una vez concentrado y encerrado dentro por los
círculos, lo escuchado penetrara a través de ellos hacia los receptáculos de la facultad
rectora.46 Y también el oído fue luego modelo de los teatros de las ciudades prósperas.
La disposición de éstos, en efecto, está imitada exactamente de la forma del oído.

19
Análogo es el caso de la tráquea. La naturaleza, modeladora de los seres animados,
estirándola como una escala musical y combinando en ella las gamas enarmónica,
cromática y diatónica, según las numerosas variedades de melodías, con breves y largos
intervalos, estableció el modelo de todo instrumento musical.
46
La inteligencia.

105. XXXII. Por ejemplo, cuantos sonidos producen las flautas, las liras y los
instrumentos análogos tanto resultan inferiores a la musicalidad de los ruiseñores y los
cisnes, cuanto es inferior una copia o imitación respecto de su modelo original, o una
especie mortal respecto de un género imperecedero. Así, la música producida por la voz
humana no puede ser objeto de comparación con otra alguna, por cuanto ella posee una
superioridad extraordinaria en cuanto a la claridad de articulación, a lo que se debe la
estima en que se la tiene.

106. Porque, mientras las otras especies mediante el uso de las modulaciones de voz y
de los sucesivos cambios de tonos no hacen sino agradar a los oídos; el hombre, dotado
por la naturaleza de expresión articulada así para hablar como para cantar, atrae tanto al
oído como a la inteligencia, cautivando la atención del uno con la modulación
armoniosa de los sonidos, de la otra con los pensamientos.

107. Porque, así como un instrumento puesto en manos de un profano en música resulta
malsonante y, en cambio, en manos de un músico tómase armonioso gracias a su arte;
del mismo modo la palabra, que, impulsada por una inteligencia ruin resulta
discordante, en tanto que en boca de una inteligencia noble aparece perfectamente
armoniosa.

108. Además, la lira, o alguno de los instrumentos semejantes, si nadie la tañe, quédase
en silencio; y también la palabra, si no es tañida por la facultad rectora, forzosamente
permanece muda, Y así como los instrumentos son templados para que varíen conforme
con las infinitas combinaciones musicales; del mismo modo la palabra, convertida en
armonioso intérprete de las cosas, adopta variaciones sin fin.

109. ¿Quién, en efecto, hablaría de la misma manera a sus primogenitores que a sus
hijos, siendo, como es, esclavo de los primeros por naturaleza y señor de los segundos
por haberlos engendrado? ¿Quién de la misma manera a sus hermanos, a sus primos y
en general a los estrechamente emparentados que a los que lo son sólo en. grado lejano?
¿Quién se dirigiría a sus allegados de la misma forma que a los que le son extraños; a
sus conciudadanos que a los extranjeros; siendo así que entre ellos median diferencias
nada pequeñas ni comunes de condición y edad? Porque al anciano es preciso dirigirse
de distinta manera que al joven; y de distinta manera también al personaje importante
que a la persona insignificante; al rico que al pobre; al gobernante que al ciudadano
privado; al servidor que al amo; a la mujer que al varón;
al torpe que al experto.

110. ¿Y para qué pasar revista a las innumerables clases de personas, en diálogo con las
cuales nuestra conversación varía, tomando ora una forma ora otra? Porque también las
particulares modalidades de los temas le imprimen sus propios caracteres, pues no es la
misma la manera como se expresan las cosas grandes y las pequeñas, las numerosas y
las escasas, las privadas y las públicas, las sagradas y las profanas, las antiguas y las
recientes; y la forma corresponde en cada caso al número, importancia y grandeza, y ya

20
se eleva a un tono majestuoso, ya, por el contrario, se modera y toma más llana.

111. Brindan variedades a la expresión, además de los asuntos y las personas, las causas
de los sucesos y las maneras como ocurren, así como también el lugar y el tiempo,
circunstancias que se dan en todas las cosas. Con toda razón, pues, Jubal, el que altera
los modos del habla, es llamado padre del psalterio y el arpa, que es como decir, de la
música toda, pues por la parte se alude al todo, según queda demostrado.

112. XXXIII. Hemos, pues, demostrado quiénes son los hijos de Ada y quién es ella.
Prestemos atención a Sela, la otra mujer de Lamec y a su hijo. Pues bien, "Sela"
significa "sombra", y es símbolo de los bienes corporales y exteriores, los que en
realidad nada difieren de la sombra. ¿No es acaso la hermosura una sombra, que tras
breve florecer se marchita? ¿Qué otra cosa son la fuerza y el vigor del cuerpo, los que
una imprevista enfermedad disipa? ¿No lo son también los órganos de los sentidos y la
precisión que les es propia, la que un repulsivo reuma obstruye; o la vejez, enfermedad
de la que nadie se libera, embota? Y todavía más; las riquezas, las famas, las
dignidades, los honores y cuantas cosas exteriores son tenidas por bienes, ¿no son una
sombra todos ellos?

113. Conviene que dirijamos nuestra inteligencia por etapas graduales hacia el principio
del universo.47 Hombres de aquellos que gozaban de reputación de ilustres han ido a
Delfos, y allí han dedicado inscripciones en que referían sus prósperas vidas. Pues bien,
cual si tratase de pinturas que se borran, estos hombres no todos se extinguieron con el
correr del tiempo; algunos han exhalado su último suspiro entre agudos reveses de
fortuna, y hay quienes, como barridos por el ímpetu de un torrente desbordado,
desaparecieron de improviso.
47
O hacia el origen de todas las cosas o primeros principios. Pensamiento tomado de
Platón, Cratilo 211 c. En realidad no se advierte en este pasaje de Filón la exacta
relación con el contexto.

114. De esta "sombra" y de sus inestables sueños nació un hijo llamado Tobel,48 cuyo
nombre significa "todo junto". Y en verdad, los que han alcanzado riqueza y salud, la
combinación de bienes celebrada por muchos, piensan que han logrado todas las cosas
grandes y pequeñas sin excepción.
48
Gen. IV, 22.

115. Y si llegan a alcanzar una autoridad absoluta, henchidos de orgullo y alentados por
una inteligencia inestable, olvidan lo que son y la materia corruptible de que proceden;
imaginan haber sido dotados de una natural constitución superior a la humana, y
glorifícanse a sí mismos llenos de vanidad por las honras que reciben, hasta concluir por
deificarse. Por ejemplo, ya hubo quienes se atrevieron a afirmar que el verdadero Dios
no existe,49 olvidando, en su apego sin medida al cuerpo y a lo exterior, que no eran sino
hombres.
49
Ex. V, 2.

116. XXXIV. Habiendo caracterizado exactamente a cada uno de éstos, dice Moisés a
continuación: "Este hombre era herrero, martillador de bronce y de hierro." (Gen. IV,
22.) El alma, en efecto, del que está entregado con vehemencia a los placeres del cuerpo
o a las materias externas es martillada como se martilla sobre un yunque, bajo los golpes
de los deseos en su ilimitada e inacabable persistencia. Siempre y en todas partes puedes

21
ver a los amantes del cuerpo tendiendo redes y trampas para la caza de aquello que
apetecen; a los amantes del dinero y la fama extendiendo hasta los confines de la tierra y
el mar su frenesí y avidez por estas cosas, y lanzándose con sus ilimitadas apetencias,
cual si fueran redes, tras los productos de todas las regiones, hasta que la excesiva
tensión culmina en un violento desgarramiento por efecto del esfuerzo y, volviéndose
contra ellos, echa por tierra de cabeza a los que arrastra.

117. Todos ellos, por otra parte, son artesanos de la guerra. De allí que se diga que
trabajan el hierro y el bronce, instrumentos de los que se enfrentan en plan de guerra.
Cualquiera, en efecto, que observare, podrá advertir que las mayores diferencias entre
los hombres en el campo privado y en el plano colectivo entre los estados, han
sobrevenido antaño, tienen principio en nuestros días y tendrán lugar en el futuro o a
causa de la hermosura de una mujer o por riquezas o por la gloria o por la fama o por el
mando o por una adquisición o, en suma, para alcanzar cuanto constituye ventaja
corporal y exterior.

118. En cambio, por causa de la cultura o la virtud, que son bienes de la inteligencia, la
parte más elevada de nuestro ser, jamás estalló guerra alguna ni civil ni internacional. Es
que estas cosas son pacíficas por naturaleza, y merced a ellas la estabilidad social, la
observancia de las leyes y todas las clases de cosas de suprema hermosura son
contempladas, no con la borrosa visión de los ojos del cuerpo, sino con la mirada, pe-
netrante como ninguna, de los ojos del alma. Los ojos corporales, en efecto, sólo ven la
superficie externa de las cosas; la mirada de la inteligencia, en cambio, penetra en el
interior de las mismas; y, ahondando, contempla lo que hay oculto en sus mismas
entrañas.

119. Todas las perturbaciones y sediciones que sobreviénenles a los hombres casi
siempre tienen que ver no con otra cosa que con una verdadera sombra. Y así, el
legislador llamó fabricante de instrumentos guerreros de bronce y de hierro a Tobel, el
hijo de Sela, o sea, de la sombra; y su filosofía no se fundamenta en artificios verbales
sino en la suma hermosura de las concepciones. Sabía, ciertamente, que toda fuerza
naval o terrestre afronta los más grandes peligros a causa de los placeres del cuerpo y
para obtener abundancia de cosas exteriores, sobre las que el tiempo, que todo lo
atestigua, nada seguro y estable testimonia, porque estas cosas se parecen a las pinturas,
las que son meras representaciones superficiales y desaparecen fuera de ellas mismas.

120. XXXV. Leemos que "la hermana de Tobel fue Noema" (Gen. IV, 22), cuyo
nombre significa "obesidad". Y en efecto, cuando aquellos que persiguen el bienestar
corporal y las cosas materiales de que he hablado obtienen algo de lo que apetecen, el
resultado es que se tornan obesos. Yo, por mi parte, sostengo que tal obesidad no es
señal de fuerza sino de debilidad, pues ella nos enseña a abstenemos de rendir honor a
Dios, honor que es la primera y suprema posibilidad del alma.

121. Testigo de esto es la ley, que dice así en el gran canto: "Engordó, se puso pesado,
se hinchó y olvidó a Dios, que lo creó, e hizo caso omiso de Dios, su Salvador." (Deut.
XXXII, 13.) Es que realmente ya no se acuerdan del Eterno aquellos que en un mo-
mento propicio de la vida han alcanzado prosperidad. En todo caso, Dios para ellos no
es otra cosa que esa ocasión favorable.

122. Y también por esto Moisés presta su testimonio exhortando a combatir las

22
doctrinas opuestas. Dice, en efecto: "La ocasión propicia los ha abandonado, pero el
Señor está con nosotros." (Núm. XIV, 9.) De esto se concluye que el Divino lógos
habita y transita en el ámbito de aquellos por los que es honrada la vida del alma,
mientras que aquellos por quienes es honrada la vida de los placeres se quedan con
efímeras y ficticias oportunidades. Éstos, pues, hinchados y abultados por la gordura y
el deleite en creciente desarrollo, acaban por reventar. En cambio, aquellos que
engordan gracias a la sabiduría, que alimenta a las almas amantes de la virtud, adquieren
firme e inconmovible fuerza, de la que es símbolo la grasa de todo animal sacrificado
que se ofrece en holocausto.

123. Dice, Moisés, a propósito de esto: "Toda grasa se debe siempre al Señor" (Lev. III,
16 y 17), mostrando que la opulencia de la inteligencia es atribuida a Dios y ofrecida a
Él como cosa propia y de ese modo alcanza la inmortalidad; en tanto que la opulencia
del cuerpo y de las cosas exteriores es atribuida a la ocasión que usurpa el lugar de Dios,
y que ello muy presto pasa su lozanía.

124. XXXVI. Pienso que ha quedado suficientemente demostrado cuanto concierne a


las mujeres e hijos de Lamec. Consideremos lo que podríamos llamar el nuevo
nacimiento de Abel, el asesinado. "Conoció", dice el legislador, "Adán a su mujer Eva y
ésta concibió y dio a luz un hijo y le dio el nombre de Set diciendo: 'Dios ha hecho
surgir para mí otra simiente en lugar de Abel, a quien mató Caín." (Gen. IV, 25.) 125.
"Set" significa "acción de regar". Así, en efecto, como las semillas y plantas de la tierra,
cuando son regadas crecen, germinan y son fecundas en la producción de frutos; mas, si
se las priva de riego se marchitan; del mismo modo el alma, a no dudarlo, cuando es
regada por la grata corriente de la sabiduría, germina y progresa en su
perfeccionamiento.

126. "Regar" 50 es a la vez una acción del que riega y una experiencia del que es regado.
¿Negaría alguien que cada uno de los sentidos es regado por la inteligencia, como por
una fuente, y que la inteligencia extiende y proyecta sus poderes, como si fuesen
canales? Quien esté en su sano juicio no dirá, ciertamente, que los que ven son los ojos,
sino que es la inteligencia la que ve a través de los ojos; ni que son los oídos los que
oyen, sino que aquélla oye a través de los oídos; ni que las fosas nasales huelen, sino
que la facultad rectora lo hace por medio de las fosas nasales.
50
O también dar de beber.

127. XXXVII. Por eso en el Génesis se dice: "Una fuente brotaba del seno de la tierra y
regaba toda la superficie de la tierra." (Gen. II, 6.) En efecto, cuando la naturaleza
destinó la cara para los sentidos, como su porción escogida dentro del cuerpo todo, la
"fuente" que sube desde la facultad rectora, dividiéndose en muchas direcciones, elevó
canales, por así decir, hasta la cara; y a través de ellos conduce los poderes hacia cada
uno de los órganos de los sentidos. Análogamente, también el lógos de Dios riega las
virtudes; puesto que él es el origen y la "fuente" de las nobles acciones.

128. Lo indica el legislador al señalar que: "Un río sale desde el Edén a regar el parque.
Desde allí se reparte en cuatro cabeceras de ríos." (Gen. II, 10.) Las virtudes genéricas
son, efectivamente, cuatro: prudencia, fortaleza, templanza, justicia; y cada una de ellas
es una soberana y reina; y quien las ha adquirido conviértese al punto en soberano 51 y
rey, aunque carezca de recursos materiales.
51
Juego de palabras mediante el término arkhé, que significa manda y origen; lo que

23
permite a Filón afirmar que la expresión "en cuatro orígenes o cabeceras" (eis téssaras
arkhás) significa 'en cuatro soberanas', que son las virtudes genéricas.

129. Las palabras "se divide en cuatro cabeceras de río" no señalan un distanciamiento
entre ellas sino la soberanía y el poder de las virtudes. Ellas han brotado, como de una
única fuente, del Divino lógos, al cual compara Moisés con un río debido al torrente
permanente e ininterrumpido de principios y doctrinas, semejantes al agua potable,52
con las cuales él nutre y hace crecer a las almas amantes de Dios.
52
Literalmente: "bebible' (potímos), con lo que Filón alude a la acción de "regar o dar
de beber" (potímos), que significa el nombre Set.

130. XXXVIII. Cuáles son las cualidades de estas almas nos lo enseña Moisés a fondo
conduciéndonos paso a paso, y echando mano para su demostración a los
procedimientos naturales. En exactísima descripción nos presenta, en efecto, a Agar,
vale decir, la educación intermedia, que es criada de Sara, la virtud perfecta, llenando un
odre de agua y dando de beber a su niño.53 Cuando, pues, la educación intermedia,
habiendo llegado hasta las profundidades del saber, al que Moisés llama "fuente",
derrama sobre el alma, como dentro de una vasija las doctrinas y cuestiones en las que
ella se ocupa, juzga conveniente nutrir al "niño" con lo mismo que le sirve a ella de
alimento.
53
Gen. XXI, 19.

131. Por "niño" entiéndese el alma recién lanzada en procura de la instrucción y, en


cierto modo, engendrada poco antes para. el aprendizaje. Por ello 54 el niño, al llegar a
mayor, se convierte en un sofista al que Moisés califica de "arquero", porque diestra-
mente, como si se tratase de dardos, lanza pruebas contra el punto que se ha fijado como
blanco.
54
Por haberse nutrido exclusivamente de doctrinas de la categoría intermedia.

132. XXXIX. Rebeca, en cambio, aparece dando de beber a su discípulo, no ya con


graduales progresos, sino con la perfección. La ley nos dirá de qué manera. Dice, en
efecto: "La doncella era de muy hermoso aspecto; estaba intacta, no habiéndola
conocido varón alguno. Habiendo bajado hasta la fuente, llenó su cántaro y tornó a
subir. Un siervo corrió a su encuentro y le dijo: 'Dame de beber un poco de agua de tu
cántaro', y ella le dijo: 'Bebe, señor'. Y apresuróse a bajar el cántaro sobre su brazo y le
dio de beber hasta que él cesó de hacerlo. Y le dijo: 'También daré de beber a tus
camellos hasta que hayan bebido todos'. Y se apresuró a vaciar su cántaro en el
bebedero y, yendo de prisa al pozo, se proveyó de agua para los camellos." (Gen.
XXIV, 16 a 20.)

133. ¿Quién no se sentirá admirado ante la precisión del legislador? Calificó a Rebeca
de doncella y de doncella muy hermosa, pues la naturaleza de la virtud es libre de
mezcla, sin adulteración, inmaculada y la única entre las cosas creadas que es a la vez
hermosa y buena. De la virtud brotó la doctrina estoica de que sólo la belleza moral es
buena.

134. XL. Pero, mientras algunas de las virtudes son siempre vírgenes; otras en cambio,
trocáronse de mujeres no vírgenes en vírgenes. Tal es el caso de Sara. En efecto, "cesó
de experimentar las reglas" (Gen. XVIII, 11) cuando concibió por primera vez en
ocasión del alumbramiento de Isaac, personificación de la felicidad. La que es siempre

24
virgen, en cambio, no es conocida absolutamente por varón alguno, conforme con lo
que dice Moisés, puesto que a ninguno de los mortales ha sido permitido manchar la
naturaleza incorruptible ni aun conocer a ciencia cierta en qué consiste. Si, empero,
llegare alguno a poder conocerla, no cesará de odiarla y de estar en guardia contra ella.

135. Tal es la razón por la que, con filosófico criterio, presenta Moisés a Lía como
odiada.55 Es que Lía, o sea, la que está al margen de las pasiones, no tolera a aquellos
que son atraídos por los encantos de los placeres acordes con Raquel, vale decir, con la
sensibilidad; y por eso, tratados con desprecio por ella, la odian. Mas para ella el
distanciamiento respecto de lo creado trae aparejada la familiaridad con Dios; y,
habiendo recibido de Él la simiente de la sabiduría, concibe Lía y da a luz ideas
hermosas y dignas del Padre que las engendró. Si, pues, tú, oh alma, imitando a Lía, te
alejares de las cosas mortales, te volverás por fuerza hacia el Inmortal, quien hará llover
sobre tí las corrientes todas del bien.
55
Gen. XXIX, 31. Ver Interpretación alegórica II, 47 y III, 180.

136. XLI. Dice Moisés que Rebeca bajó hasta la fuente a llenar su cántaro y que tornó a
subir. ¿De dónde, en efecto, resulta natural que la inteligencia que bebe sabiduría se
sature, sino de la sabiduría de Dios, la fuente inagotable y tal, que al descender hacia
ella la inteligencia asciende de acuerdo con cierta innata característica del discípulo
diligente? En efecto, la enseñanza de la virtud, acogiendo y tomando en sus brazos a los
que descienden de la vacua altanería, los eleva con ilustre fama hacia las alturas. Ése es
el motivo, creo yo, por el que Dios dice a Moisés: "Camina, desciende y sube" (Ex.
XIX, 24); dando a entender que todo el que aprecia la magnitud de su propia
inferioridad tórnase más altamente reputado entre los que juzgan con verdadero criterio.

137. Con mucha precisión dice el legislador que Agar lleva un odre hacia el lugar del
agua, en tanto que lo que lleva Rebeca es un cántaro, puesto que aquélla, que preside el
coro de los discípulos de la cultura general 56 necesita ciertos recipientes corporales,
diríamos, de percepciones sensibles, es decir, los ojos y los oídos para la adquisición de
los objetos del estudio, como que del mucho ver y del mucho oír resulta el beneficio
para aquellos que aman aprender; en tanto que la que está llena de sabiduría sin mezcla,
ninguna necesidad tiene absolutamente de una masa de cuero. Es que la que ama las
cosas incorpóreas ha aprendido por vía de discernimiento a desnudarse por completo del
cuerpo, simbolizado en el odre, y solamente necesita de un cántaro, que es símbolo de
un recipiente que contiene a la facultad rectora, la que vierte copiosas corrientes a modo
de agua. Si, concretamente, esta facultad es el cerebro o el corazón, quédese el
dilucidarlo a cargo de los expertos en estas cosas.
56
Ver Interpretación alegórica III, nota 85.

138. Viéndola, pues, verter de la sabiduría, vale decir, de la Divina fuente, las ciencias,
el buen estudioso corre hacia ella y, cuando se halla frente a la misma, pénese a
suplicarle que aplaque su sed de aprender. Ella, que ha sido instruida en la más
respetable de las lecciones, la generosidad sincera, al punto le tiende el agua del saber, y
lo invita a beber, al tiempo que llama "señor" al siervo. Ésta es la más alta de las
verdades: que solamente el sabio es libre y señor, aun cuando su cuerpo estuviere
sometido a innumerables amos.57
57
Una de las más famosas paradojas del estoicismo. Ver Todo hombre bueno es libre.

139. XLII. Es del todo acertado que, al decirle el hombre "Dame un poco de beber", ella

25
no responda, como era de presumirse, "Te daré de beber", sino, "Bebe". Al decir
"Bebe", en efecto, mostró la Divina abundancia, que ha sido derramada sobre todos
aquellos que son dignos y capaces de sacar provecho de ella. Si, en cambio, hubiera
dicho "Te daré de beber", ello hubiera equivalido a prometer que habría de instruirle.
Pero nada que tenga que ver con una profesión 58 es propio de la virtud.
58
Otro juego de palabras, esta vez entre epangéllesthai = prometer, y epángelma =
promesa, y también profesión. La profesión a que aquí se hace referencia es,
indudablemente, la enseñanza remunerada de quienes, como los sofistas, instruyen por
motivos de lucro.

140. Suma es la sutileza con que Moisés caracteriza el método propio de la que enseña
con provecho. Dice, en efecto: "Apresuróse a bajar el cántaro sobre su brazo". En las
palabras "se apresuró" revélase la diligencia por procurar el bien, diligencia que surge
de una disposición de la que se halla totalmente desterrada todo sentimiento de envidia;
y la expresión "bajar sobre su brazo" muestra la estrecha relación que media entre el
maestro y el discípulo, hacia el cual aquél se inclina para atenderlo con toda dedicación.

141. En efecto, necios son todos los maestros que se ponen a dictar lecciones no para
capacitar a sus discípulos sino para aumentar su reputación personal, ignorantes de la
gran diferencia que separa la educación de la ostentación. Porque el que se exhibe
emplea sin embarazos el abundante caudal de capacidad que posee para exponer los
resultados de largas horas de dedicación en su casa, como si se tratara de las obras de
pintores o escultores expuestas en público, yendo a la caza del aplauso de los más. En
cambio, aquel que se aplica a enseñar es como un buen médico, que, atento no a la
grandeza de su arte, sino a las fuerzas del paciente, aplica, sin retaceos ni excesos, no
cuanto le suministra su saber, que es ilimitado, sino lo que necesita el paciente.

142. XLIIL Por eso dice también Moisés en otro pasaje: "Prestarás al que necesita tanto
cuanto necesitare, según su necesidad" (Deut. XV, 8); enseñando en la segunda parte
que no todas las cosas deben ser concedidas a todos sino las correspondientes a la
necesidad de los que las han menester. Es, en efecto, ridículo dar un ancla o un remo o
un timón a un agricultor, o un arado o una azada a un piloto, o una lira a un médico, y
los instrumentos de cirugía a un músico. Sería lo mismo que tener que llevar selectos
manjares a los que padecen sed y brindar, en cambio, abundante vino puro a los que
tienen hambre, sin otro objeto que hacer patente al mismo tiempo nuestra abundancia y
nuestra aversión hacia nuestros semejantes al tomar a chanza las desgracias ajenas. Cosa
de suma utilidad es determinar en las ayudas la cantidad en que, para no salirse de la
medida, deben acordarse. Esto forma parte de la ayuda. "No des todo cuanto puedes",
dice la recta razón, "sino cuanto el que necesita es capaz de recibir".

143. ¿No ves, por ventura, que también Dios manifiesta Sus comunicaciones no en
proporción a Su propia perfección sino en relación con la capacidad de los que en cada
caso habrán de recibir beneficios? Porque, por otra parte, ¿quién hubiera podido
contener la potencia de los Divinos oráculos, si no hay oído cuya capacidad receptiva se
equipare a la grandeza de los mismos? Tal es lo que con toda verdad parecen afirmar los
que dicen a Moisés: "Hablanos tú y no nos hable Dios, porque pereceríamos." (Ex. XX,
19.) Es que se daban cuenta de que no poseían un órgano con capacidad para escuchar a
Dios mientras Éste dictaba leyes para Su congregación.

144. Porque, si Él quisiera ostentar Su propia riqueza, no podría contenerla la tierra

26
entera, aun cuando el mar se convirtiera en tierra firme. A no ser que pensemos que la
provisión de lluvias y de los otros bienes de la naturaleza se da conforme a períodos
ordenados de estaciones y no ininterrumpidamente, a causa de que esos bienes son tal
vez escasos e insuficientes, y no por una previsión en bien de los que se sirven de ellos,
a quienes un goce ininterrumpido de dones como ésos traería aparejado más daño que
provecho.

145. Por ello Dios impone un paréntesis siempre después de Sus primeras gracias, antes
de que los que las reciben se tornen insolentes una vez saciados; y reserva otras para
más tarde dispensarlas en reemplazo de las primeras; y una tercera tanda para
reemplazar a la segunda, y siempre nuevas para sustituir a las precedentes, ora
diferentes ora de la misma clase. La creación, en efecto, jamás se ve privada de los
dones de Dios, pues, a ser así, hubiera perecido totalmente; mas no puede soportar su
inmenso y copioso torrente. Ése es el motivo por el que, deseando Dios que nosotros
tengamos el beneficio de los dones que dispensa, los limita a la capacidad receptiva de
los que los recibimos.

146. XLIV. Merece, pues, nuestra aprobación Rebeca, la que, siguiendo las
prescripciones del Padre, baja desde un lugar más elevado el recipiente de la sabiduría,
representado por el cántaro, sobre su brazo, y alcanza al discípulo las enseñanzas que
éste está capacitado para recibir.

147. Entre otras cosas también me asombra la prodigalidad de Rebeca; pues


habiéndosele pedido un poco de beber, ella da mucho, hasta que el alma toda del que
aprende se llena de las aguas de los discernimientos. Dice, en efecto, Moisés: "Le dio de
beber hasta que cesó de hacerlo"; lo cual constituye un ejemplo admirable en grado
sumo de amor al prójimo. Porque, si alguno llegare a estar necesitado de dones mayores
y, viniendo a nuestro encuentro, pidiere poco por pudor, no hemos de ofrecerle sólo
aquello que pide, sino también aquello que calla pero que realmente necesita.

148. Mas no es suficiente, para un completo aprovechamiento, que el discípulo se limite


a aprehender aquello que el maestro le va enseñando, y la memoria debe unírsele
también. Es ése el motivo por el que, dando muestra de su generosidad. Rebeca, una vez
que le ha dado al siervo cuanto éste pudo beber, promete que dará también agua a los
camellos, en los que debemos ver una representación de los recuerdos. Se trata, en
efecto, de un animal rumiante, que desmenuza su alimento y, cuando recibe una carga
muy pesada, agobiante, con grandísima vitalidad se levanta rápidamente.

149. Así también, el alma del que anhela aprender, cuando ha sido cargada con el peso
de las investigaciones, no pierde su firmeza sino se regocija, elevándose. Y de la
repetición y rumiación, por así decir, del alimento59 depositado anteriormente resulta el
recuerdo de lo que se ha observado.
59
Los pensamientos aprehendidos ya, pero aún no memorizados.

150. Viendo ella que la naturaleza del siervo era susceptible de virtud, vació toda el
agua, es decir, todo el saber en el alma del discípulo. En efecto, mientras que los
sofistas, movidos por su avidez de lucro y por un espíritu envidioso, frustran las
naturales cualidades de sus discípulos, al callar muchas cosas de las que debieran decir,
reservándolas para sí mismos en espera de otra oportunidad de ganar dinero; [151.] la
virtud, en cambio, caracterízase por la liberalidad y la generosidad, y no titubea jamás

27
en hacer el bien, empleando para ello, como se dice, la mano, el pie y todo su poder. Y
cuando ha vertido como en un receptáculo, en la inteligencia de discípulo cuanto ella
misma sabe,60 va de nuevo a sacar agua del pozo, de la siempre fluyente sabiduría de
Dios, para que el discípulo pueda fijar firmemente mediante la memoria lo ya aprendido
anteriormente y beber otras nuevas nociones en el agua del saber. Es que la riqueza de
la Divina sabiduría es ilimitada y produce nuevos frutos a continuación de los
anteriores, sin cesar jamás de remozarse y renovar su lozanía.
60
En evidente contradicción con las normas sobre la dosificación de los contenidos de
la enseñanza recomendadas en 141 y ss.

152. Por eso, son completamente necios todos aquellos que pensaron haber alcanzado el
límite extremo de algún saber, cualquiera fuere. Porque lo que en apariencias hállase
próximo a su fin dista muchísimo de estarlo, ya que ninguno de los que han vivido ha
alcanzado la perfección en ningún aspecto del saber; antes bien, tanto distan todos de
ella cuanto dista un niñito recién nacido de un maestro que ya peina canas en lo que
hace a la edad y a la preparación profesional.

153. XLV. Preciso es que indaguemos el motivo por el cual da Rebeca de beber de la
fuente al siervo, y del pozo a los camellos. Probablemente el agua sea la misma. . .61 la
sagrada palabra, que alimenta las corrientes del saber; el pozo, en cambio, está
vinculado a la memoria, ya que aquello que, habiendo estado presente, hállase
actualmente sumergido es sacado, como de un pozo, mediante el recuerdo.
61
Faltan algunas palabras en el texto griego. Posiblemente deba leerse algo como: "pero
la fuente corresponde a la sagrada palabra que..."

154. Debemos pues, aprobar a tales hombres 62 por la excelente naturaleza que les ha
correspondido. Y aunque entre los que se ejercitan hay algunos por quienes al principio
el camino que conduce hacia la virtud es tenido por áspero, inaccesible y penoso, luego
Dios, bienhechor universal, lo transforma en anchurosa ruta trocando en dulzura la
amargura del esfuerzo. De qué manera lo transforma lo habremos de mostrar.
62
Los discípulos de Rebeca, que se esfuerzan en pos de la perfección o la virtud
perfecta.

155. Cuando Él nos sacó de Egipto, vale decir, de las pasiones del cuerpo, mientras
marchábamos a lo largo del desolado sendero del placer acampamos en Mará, región sin
fuentes de agua potable y que, en cambio, teníala completamente amarga.63 Es que 64
todavía resonaban en nuestros oídos y nos cautivaban intensamente los deleites que lle-
gan a nosotros a través de los ojos, los oídos, el vientre y los órganos sexuales.
63
Ex. XV, 23.
64
Vale decir, la razón de la amargura era que todavía resonaban.. .

156. Y así cada vez que queríamos liberarnos totalmente de ellos, ellos trataban de
arrastrarnos en sentido contrario, atrayéndonos, envolviéndonos y seduciéndonos
constantemente, al punto de que, sucumbiendo ante sus ininterrumpidos intentos de
doblegarnos, nos apartábamos del esfuerzo como de algo muy amargo y desagradable, y
deseábamos retornar de nuevo hacia Egipto, el refugio de una vida disoluta y licenciosa.
Y así hubiera ocurrido si el Salvador, movido a compasión, no se hubiera anticipado y
puesto en nuestra alma, cual un jarabe, un endulzante madero 65 trocando nuestro odio al
esfuerzo en amor por éste.
65
Ex. XV, 25.

28
157. Él sabía, en efecto, puesto que es el Creador, que es imposible para nosotros
elevamos por sobre cosa alguna de las que existen, a menos que: un intenso amor 66
sobrevenga en nuestro ser. Ninguna, pues, de las cosas que cultivan los hombres llega a
su adecuado coronamiento, si se carece de afección por ella; pero alcanzan el éxito más
completo sí está presente además un sentimiento de amor y de íntima unión con el
objeto deseado.
66
Intenso amor por ese esfuerzo.

158. XLVI. El alimento del alma que se ejercita consiste precisamente en esto, en
pensar que el trabajo no es cosa amarga sino muy dulce. Pero no a todos es dado
participar de él sino. sólo a aquellos para quienes el becerro de oro, el ídolo egipcio, es
decir, el cuerpo, quemado y molido, es disuelto en agua. Dícese, en efecto, en los
sagrados libros que: "Habiendo Moisés tomado al becerro, lo quemó en el fuego y,
luego de reducirlo a polvo, lo disolvió en agua y dio de beber la misma a los hijos de
Israel." (Ex. XXXII, 20.)

159. El amante de la virtud, encendido por la brillante visión de la belleza, quema, en


efecto, los placeres corporales, luego los corta y desmenuza mediante el principio de
clasificación; y de este modo demuestra que la salud, la belleza, la precisión de los
sentidos y la integridad física, así como la fuerza y la robustez, forman parte de los bie-
nes corporales, de todos los cuales participan también los hombres abominables y
malvados; no obstante que, por tratarse de bienes, de ninguno de ellos participaría
ningún hombre ruin.

160. Sin embargo, estos hombres, aunque completamente depravados, como al fin y al
cabo, son hombres y partícipes de la misma naturaleza que los hombres virtuosos,
tienen participación en aquellos bienes a la par de estos últimos. Pero el caso es que
también las más salvajes de las bestias se sirven de estos bienes, si realmente son
bienes, en mayor medida aún que los seres racionales.

161. ¿Qué atleta, en efecto, podría igualar la fuerza de un toro o el vigor de un elefante?
¿Qué corredor podría igualar la velocidad de un perro joven o de una liebre? El hombre
de mirada más penetrante resulta cortísimo de vista, ciertamente, comparado con el
poder de visión de los gavilanes o las águilas. En cuanto al oído y al olfato, las creaturas
irracionales, son muy superiores a los hombres, de modo que hasta un asno, tenido por
la más estúpida de las creaturas irracionales, pondría al descubierto la torpeza de nuestro
oído a poco que se estableciera un paralelo entre el suyo y el nuestro; en tanto que un
perro con su enorme rapidez de olfato haría patente la insignificancia del olfato como
parte del ser humano, puesto que llega a enormes distancias, al punto de que compite
con la penetración de los ojos.

162. XLVII. ¿Y qué necesidad hay de extenderse en cada ejemplo? Esto, en efecto,
estaba reconocido ya entre los más ilustres de los hombres de estudio antiguos, los que
afirmaban que la naturaleza era la madre de los seres irracionales y la madrastra de los
hombres, puesto que en lo que al cuerpo se refiere reconocían la debilidad de estos
últimos así como la superioridad de la fuerza de aquéllos en todos los casos. Con razón,
pues, el artífice desmenuzó el becerro, es decir, dividió en porciones todas aquellas
cosas por las que prevalece el cuerpo, y puso de manifiesto que ellas están muy
distantes del verdadero bien, no difiriendo en nada de las semillas sembradas en el agua.

29
163. Y éste es el motivo por el que se ha hecho constar que el becerro reducido a polvo
fue diluido en el agua, como señal de que jamás podrá germinar en la materia
perecedera ningún genuino retoño del bien. En efecto así como arrojada a la corriente de
un río o de un mar, una simiente no puede poner de manifiesto los poderes que le son
propios, por cuanto, si no ha sido colocada sujeta firmemente, como por anclas,
mediante raíces a una porción de tierra fija cualquiera, resulta imposible que reverdezca,
no diré ya un brote bien desarrollado, pero ni siquiera uno raquítico; o que produzca
frutos con el correr de las estaciones; por cuanto el enorme y violento torrente del agua
la destroza, al bañarla anticipándose a todos sus poderes procreadores; de idéntica ma-
nera, cuantas preeminencias atribuyen oradores y poetas al recipiente del alma son
arruinadas antes de adquirir consistencia duradera, por efecto del constante fluir de la
sustancia corpórea.

164. ¿Cómo, en efecto, sobrevendrían las enfermedades, la vejez y las formas de


nuestro total aniquilamiento, si no hubiera un incesante drenaje de corrientes de
contemplaciones de nuestra razón? Por eso, pues, el sagrado intérprete juzga conve-
niente que "demos de beber" 67 a nuestra inteligencia quemando completamente los
placeres, moliendo y dispersando el complejo de los bienes corporales en minúsculo
polvo, y pensando que de ninguno de ellos ha brotado ni florecido jamás la verdadera
belleza, tal como no brotan ni florecen tampoco de las semillas que son colocadas bajo
el agua.
67
Es decir, que renovemos el caudal del recipiente que es nuestra inteligencia.

165. XLVIII. Los toros, los cameros y los machos cabríos, a los que Egipto rinde honor,
y todas las otras estatuas hechas de materia perecedera, son tenidos por dioses, pero solo
lo son para el oído,68 no de verdad, y falsos son sus títulos. Aquellos que consideran que
la vida es una representación teatral para viejos tontos graban, en efecto, falsas
impresiones en las almas tiernas aún de los niños, valiéndose de los buenos oficios de
los oídos, en los que vierten las necedades de los mitos. Vertiéndolas gota a gota hasta
la misma inteligencia de aquéllos, fuerzan a forjarse dioses a aquellos que en cuanto a
discernimiento jamás llegarán a ser hombres, y serán perpetuamente afeminados.
68
O sea, de palabra, porque así lo pregonan.

166. El becerro, en efecto, no es fabricado con todas aquellas cosas que constituyen el
atuendo femenino sino solamente con los aretes,69 con lo que el legislador nos enseña
que ninguno de los dioses fabricados por la mano del hombre es un dios para la vista y
la verdad, sino para el oído y la fama; y para el oído de la mujer, no del hombre. Es que
aceptar semejantes tonterías es, en realidad, obra propia del alma enervada y afeminada.
69
EX. XXXIII, 2.

167. Sucede, en cambio, que el verdaderamente Existente es reconocido y percibido no


sólo por la vía de los oídos sino también con los ojos de la inteligencia gracias al
espectáculo de sus potencias que operan en el mundo y de la continua e incesante
corriente de Sus inefables obras. Por ello en el gran canto pónese en boca de Dios estas
palabras: "¡Ved, ved que Yo existo!" (Deut. XXXII, 39) con lo que establece que el Que
realmente Existe es más bien aprehendido por una clara intuición que demostrado por
argumentos verbales.

168. Al decir que el Que Es es visible no se emplea la expresión en sentido literal. Se

30
trata de un empleo fuera de regla de una expresión que se refiere a cada uno de Sus
poderes. Tampoco en el pasaje que nos ocupa dice 'Vedme', puesto que es
absolutamente imposible que el existente Dios pueda ser percibido por los seres.
creados, sino "Ved que Yo existo", es decir 'Contemplad Mí subsistencia'. Basta, en
efecto, para la inteligencia humana avanzar hasta comprender que la Causa de todas las
cosas es y subsiste. Pretender avanzar más allá para indagar sobre Su esencia. y
cualidades es simpleza propia de primitivos.

169. Ni siquiera a Moisés, el omnisciente, concedió Dios tal cosa, no obstante las
innumerables súplicas de aquél. Una Divina comunicación, es: verdad, descendió sobre
él diciéndole: "Verás Mis espaldas, mas. no Mi rostro" (Ex. XXXIII, 23); mas lo que
esto significaba es lo siguiente: todo cuanto existe después de Dios es cognoscible para
el hombre virtuoso, sólo Él es inaprehensible; inaprehensible a través de una
aproximación frontal y directa, mediante la cual, en caso de que fuera posible, se
revelaría cómo es Él; pero cognoscible a través de las potencias que Le siguen y
acompañan, puesto que éstas ponen en evidencia, si no Su esencia, sí Su subsistencia
más allá de las cosas que ha llevado a cabo.

170. XLIX. Habiendo, pues, engendrado la inteligencia un principio de buena


disposición y cierta manera primaria de virtud, personificada en Set, cuyo nombre
quiere decir "acción de regar", muéstrase ardorosa con un noble y santo ardor. Dice, en
efecto: "Dios ha hecho surgir para mí otra simiente en lugar de Abel, a quien mató
Caín." (Gen. IV, 25.) Con exactitud y de manera admirable queda señalado que ninguna
de las Divinas simientes cae sobre la tierra sino todas marchan hacia lo alto "surgiendo"
de los alrededores de la tierra.

171. En efecto, las simientes que son emitidas por los seres mortales para la generación
de animales y plantas, no todas concluyen su cometido; y hemos de darnos por
contentos si las que se malogran no son más que las que se conservan. Dios, en cambio,
nada imperfecto siembra en las almas; sólo simientes tan provechosas y perfectas, que
cada una produce al instante la multitud de frutos que le son propios.

172. L. En la afirmación de que Set germina como "otra simiente" no está aclarado
respecto de quién es "otra". ¿Lo será respecto del asesinado Abel o del matador Caín?
Mas probablemente el nuevo vástago difiera de uno y otro; de Caín como difiere un
enemigo, puesto que la sed de virtud está en guerra total contra el desertor vicio; de
Abel, como amigo y pariente, pues es "otro" no un extraño a él, y difiere como lo que
está en los comienzos difiere de lo que ha alcanzado su completo desarrollo, y como lo
que está en contacto con la creación difiere de lo que está en relación con el Increado.

173. Por esto mientras Abel, abandonando el ámbito mortal, se marcha y dirige en
dirección a una naturaleza superior; Set, en cambio, como que es simiente de una virtud
humana, jamás abandonará el orden de las cosas humanas, si bien alcanzará sucesivas
prolongaciones.70 La primera llega hasta el número perfecto diez, conforme al cual
surge el justo Noé; la segunda, y superior a la primera, comienza en el hijo de Noé,
Sem, y se extiende hasta completar el segundo diez, al que el fiel Abraham da su
nombre; y la tercera, que llega al siete, número más perfecto que el diez, va desde
Abraham hasta Moisés, el sabio en todas las materias; pues éste es el séptimo contando
desde Abraham y no gira ya en la parte exterior de los santos recintos en calidad de
iniciado, sino, como sacro intérprete, tiene su residencia en el santuario mismo.

31
70
Mientras Abel ha abandonado esta vida sin dejar descendencia, Set se prolonga en su
descendencia humana, la que Filón ordena en tres series, dos de diez descendientes cada
una, y una de siete.

174. LI. Observa los avances en orden a su superación del alma que abriga deseos
insaciables de saturarse de cosas nobles, y la ilimitada riqueza de Dios, quien ha dado
como punto de partida para otros la meta alcanzada por los anteriores. En efecto, el
límite del saber alcanzado por Set conviértese en el punto de partida del justo Noé.
Abraham comienza su instrucción en el punto en que la concluyó Noé; y la culminación
de la sabiduría de Abraham es la ejercitación inicial de Moisés.

175. Consejo y Consentimiento, las dos hijas de Lot, el hombre que, impulsado hacia lo
alto, cae luego por efecto de la debilidad de su alma, desean engendrar hijos de su
propio padre,71 es decir, de la inteligencia, con distinto criterio que el que dice:
"Hizo surgir para mí Dios. ..": puesto que afirman que es la inteligencia la que puede
proporcionarle aquello que el Que Es ha proporcionado a Adán; con lo cual sostienen la
doctrina propia del alma embriagada y extraviada. Porque mientras es obra del sobrio y
prudente discernimiento el reconocer a Dios como autor y padre del universo; del que
ha sido arruinado por la embriaguez y la demencia lo es el pretender que él mismo es
quien ha producido cada una de las cosas humanas.
71
Gen. XIX, 32.

176. Las malas intenciones no llegan, pues, a la unión con su padre sin antes saturarlo
del vino puro de la insensatez y ahogar su clarividencia, si es que alguna había en él.
Consta, efectivamente, que: "Dieron de beber vino a su padre." (Gen. XIX, 33.) Por lo
tanto, mientras no le den de beber, ninguna simiente legítima recibirán de la inteligencia
en estado sobrio; cuando, en cambio, bajo los efectos de la bebida se embriagare, ellas
quedarán preñadas, y serán vituperables sus dolores de parto, y malditos los hijos que
engendren.

177. LII. Por eso Moisés arroja fuera completamente de la sagrada congregación a su
impía e impura simiente. Dice, en efecto: "Los amonitas y los moabitas no entrarán en
la asamblea del Señor." (Deut. XXIII, 2.) Y éstos no son otros que los descendientes de
las hijas de Lot, los que suponen que por la inteligencia y por la sensibilidad, un macho
72
y una hembra, son engendrados, como por un padre y una madre, todas las cosas; y
sostienen que éste es el origen verdadero de la creación.
72
Recuérdese que noús = inteligencia, es masculino.

178. Nosotros, en cambio, si alguna vez hemos incurrido en este desatino, como quien
sale a flote de entre el oleaje, procuremos el arrepentimiento, actitud firme y salvadora,
y no lo abandonemos antes de habernos liberado completamente del agitado mar, vale
decir, de la corriente impetuosa de nuestro extravío.

179. Conforme con esto, también Raquel, habiendo primero elevado un pedido a la
inteligencia,73 como si fuera incumbencia de ésta el engendrar vástagos, y habiendo
escuchado esta respuesta: "¿Estoy yo, acaso en el lugar de Dios?" (Gen. XXX, 2),
atendiendo a lo dicho y habiendo aprendido la lección, concretó una retractación plena
de santidad. En efecto, la retractación de Raquel hállase escrita en una súplica grata a
Dios: "Que Dios me añada otro hijo" (Gen. XXX, 24), súplica que es imposible que sea
hecha por ninguno de los insensatos que sólo persiguen su propio placer y consideran

32
que todo lo demás es cosa de gran risa y chanza.
73
Jacob.

180. LIII. Corifeo de esta doctrina es Onán, pariente del membranoso Er. Dice, en
efecto, Moisés: "Conociendo éste que la descendencia no sería suya, cada vez que
entraba en la mujer de su hermano, dejaba caer en tierra el esperma" (Gen. XXXVIII,
9), superando así todo límite en el egoísmo y el amor a los placeres.

181. Al procurar solo tu propio provecho, le diría yo, ¿anularás todas las cosas
excelentes que existen sin alcanzar alguna ventaja de ellas, como el honor tributado a
los padres, el cuidado de una mujer, la educación de los hijos, las satisfacciones de las
relaciones con los servidores domésticos, la administración de una casa, la dirección de
una ciudad, el mantenimiento de las leyes, la observancia de las costumbres, el respeto
hacia los mayores, la veneración por los muertos, la solidaridad para con los vivos, la
piedad hacia Dios en las palabras y en las obras? Porque estás destruyendo y disipando
todas estas cosas, y engendrando y nutriendo para ti mismo el glotón e insaciable placer,
origen de todos los males.

182. LIV. Rehuyendo de él, el sacerdote y ministro de la Belleza única, Fineas, el que,
acorde con su nombre, que significa "bozal de la boca", controla las entradas y salidas
del cuerpo, de manera que ninguna de ellas yerre y adopte actitudes arrogantes;
tomando la lanza,74 vale decir, explorando y averiguando la naturaleza de los seres y no
descubriendo nada más venerable que la virtud, atravesó y destrozó con la razón a la
creatura detestadora de la virtud y amante del placer, y los lugares de los cuales brotaron
los ilegítimos y desvariados placeres y voluptuosidades.
74
En realidad se trata de una especie de sonda metálica de prueba, empleada por los
soldados antiguos para comprobar si el enemigo no había cavado pozos u hoyos en el
terreno.

183. La ley dice, en efecto, que atravesó a la mujer en medio del vientre.75 Habiendo,
pues, hecho cesar de este modo la sedición que llevaba consigo y habiéndose desem-
barazado de su propio placer, en vista de su celo por Dios, el Primero y el Único, fue
honrado y coronado con los dos mayores premios: la paz y el sacerdocio; con la paz,
porque había puesto fin a la guerra intestina de los placeres del alma; con el sacerdocio,
porque éste es de nombre 76 y de hecho hermano de la paz.
75
Núm. XXV, 7 y ss.
76
Quizá por el muy discutible parecido entre etréne = paz, y hierosyne = sacerdocio.

184. En efecto, siendo la inteligencia consagrada Su ministro y servidor, debe hacer


todo aquello con lo que Su Señor se complace, y las complacencias de Éste están en el
mantenimiento de la buena organización y estabilidad de la sociedad, y en la abolición
de las guerras y sediciones, no sólo de las que los estados llevan a cabo unos contra
otros, sino también de las que tienen lugar en el alma; las que son mayores y más graves
por cuanto ultrajan a la razón, la más divina de nuestras facultades, en tanto que las
armas llegan a dañar a los cuerpos y a los bienes, pero no pueden jamás inferir daño
alguno a un alma sana.

185. Por ello, hubieran obrado rectamente las ciudades, si, antes de enviar unas contra
otras armas y máquinas de guerra para la completa esclavitud y aniquilamiento de los
hombres, hubieran persuadido a cada uno de los ciudadanos a poner fin al desorden

33
inmenso, grave e incesante que lleva en su interior. Porque este desorden, si hemos de
hablar con franqueza, es el arquetipo de todas las guerras sin excepción; y abolido él, las
guerras que se emprenden a imitación del mismo, no tendrán ya lugar, y la especie
humana alcanzará a gozar y disfrutar de una paz profunda, instruida por la ley de la
naturaleza, es decir, la virtud, en lo que hace a la honra que se ha de tributar a Dios y al
servicio que ha de prestársele, pues este servicio es fuente de felicidad y larga vida.

34
SOBRE LOS GIGANTES

(DE GIGANTIBUS)

1. I. "Y esto sucedió cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y
les fueron engendradas hijas." (Gen. VI, 1.) Vale la pena, yo pienso, preguntarse por
qué razón a partir de Noé y sus hijos nuestra raza crece multiplicándose tanto. Pero
quizá no sea difícil determinar el motivo. Siempre, en efecto, al aparecer algo
excepcional, lo contrario se pone sobradamente de manifiesto.

2. Así, las felices disposiciones de uno ponen de manifiesto la ineptitud de muchísimos;


y las habilidades artísticas y técnicas, la capacidad intelectual, y las cosas buenas y
hermosas, escasas, como son, hacen patente la inadvertida e incontable multitud de
hombres sin destreza, de cortos alcances, injustos y, en general, ruines.

3. ¿No ves que también el sol, que es único en el universo, esparce sus rayos
alumbrando la infinita y profunda obscuridad que cubre tierras y mares? Es, pues,
natural que también el nacimiento del justo Noé y de sus hijos confirme la abundancia
de injustos, puesto que está en la naturaleza de los opuestos el que unos pongan de
manifiesto con claridad suma la existencia de los 'otros.

4. En el dominio de lo espiritual no se da jamás el caso de que el injusto engendre un


vástago masculino. Por el contrario, los hombres de pensamiento cobarde, enervado y
afeminado por naturaleza engendran seres femeninos; sin llegar a sembrar árbol alguno
de virtud, cuyos frutos serían por fuerza nobles y vigorosos, sino sólo árboles de vicios
y pasiones, cuyos brotes son afeminados.

5. Por esa razón se dice que estos hombres han engendrado hijas, y de ninguno de ellos
se dice que tuviera un hijo. En efecto, puesto que el justo Noé, adepto de la perfecta,
recta y verdaderamente masculina razón, engendra hijos varones, la injusticia de la
mayoría aparece como engendradora de una descendencia exclusivamente femenina, ya
que resulta imposible que padres de naturaleza contraria engendren los mismos hijos; y
los hijos son también de la naturaleza contraria.

6. II. "Al ver los ángeles de Dios que eran hermosas las hijas de los hombres, tomaron
para mujeres suyas a las que eligieron entre todas." (Gen. VI, 2.) Moisés acostumbra
llamar ángeles a los seres que otros filósofos suelen llamar genios.1 Se trata de almas
que vuelan por los aires.
1
Los dáimones eran, en la mitología griega, seres inspiradores, espíritus intermediarios
entre los dioses y los hombres.

7. Y nadie piense que lo dicho es una invención. Por fuerza el universo tiene que estar
lleno de vida en todas sus partes y cada una de las divisiones primarias y elementales
del mismo debe contener los seres vivientes que le son propios y adecuados; la tierra,
los terrestres; el mar y los ríos, los acuáticos; el fuego, los de origen ígneo,2 que, según
es fama, existen sobre todo en Macedonia; y el cielo, los astros.
2
. Mencionados por Aristóteles, Historia de los animales V, 552, y por otros escritores.

8. Estos últimos son, en efecto, almas totalmente incontaminadas y divinas,3 por lo que

35
se mueven con el movimiento más familiar a la inteligencia, el circular, pues cada uno
de ellos es una inteligencia purísima. Es, por consiguiente, necesario que también el aire
esté lleno de seres vivientes. Éstos, sin embargo, nos resultan invisibles, lo que se
explica, porque tampoco el aire es visible para nuestros sentidos.
3
Conforme con la opinión de Platón, Aristóteles y los estoicos.

9. Mas del hecho de que la vista sea incapaz de percibir las formas de las almas, no se
sigue que no existan almas en el aire. Preciso es que las mismas sean aprehendidas por
la inteligencia a fin de que lo semejante sea discernido por lo semejante.

10. Y he aquí una consideración más. ¿No viven por el aire y por el aliento todas las
creaturas vivientes terrestres y acuáticas? ¿Y no es verdad que cuando el aire se ha
puesto en mal estado origínanse frecuentemente enfermedades pestilentes, como
probando que el aire es el origen de la vida animal para cada una de las creaturas? Y por
otra parte, ¿no es cierto que, cuando se presenta propicio y no dañoso, como sobre todo
es frecuente que se halle en las brisas del bóreas, cada uno, al aspirar una atmósfera más
pura, tiende a sentir una mayor y más duradera sensación de vitalidad?

11. ¿Es, entonces, razonable que el elemento gracias al cual están dotados de vida los
otros, los acuáticos y los terrestres, esté él desierto y carente de seres vivientes? Por el
contrario, pues, aun en el caso de que los restantes elementos no produjeran vida
animal, el aire al menos debería necesariamente engendrar creaturas vivientes, por
cuanto ha recibido como especial gracia del Creador las simientes de la vida.

12. III. Ahora bien, una parte de las almas descendió hacia los cuerpos; otra, en cambio,
jamás se dignó a unirse con porción alguna terrestre. Estas almas se hallan consagradas
y aplicadas al servicio del Padre; y el Creador las emplea permanentemente como
ministros y servidores para el cuidado de los mortales.

13. Aquellas otras, en cambio, habiendo descendido hacia el cuerpo, como hacia un río,
unas veces arrebatadas por la violencia del torrentoso torbellino fueron tragadas por él;
otras, habiendo sido capaces de hacer frente a la corriente, primeramente salieron a la
superficie y luego tornaron a subir al lugar de donde se habían lanzado hacia abajo.

14. Éstas, pues, son las almas de los que se han consagrado a la genuina filosofía,
preocupadas desde el comienzo hasta el final por morir para la vida en los cuerpos a fin
de alcanzar la vida incorpórea e incorruptible junto al Increado e Inmortal.

15. Las que se han hundido bajo la corriente, en cambio, son las de los otros hombres,
que despreciaron la filosofía entregándose a las cosas inseguras y fortuitas, de las que
ninguna tiene que ver con las partes más elevadas de nuestro ser, es decir, con el alma o
con la inteligencia; y todas, por el contrario, miran a lo mortal que traemos con nosotros
al nacer, es decir, al cuerpo, o a los objetos con menos vida aún que éste; me refiero a la
gloria, las riquezas, las magistraturas, los honores y todas las otras ilusiones que son
forjadas a modo de imágenes o pinturas por aquellos que no han contemplado las
verdaderas bellezas y se guían por una falsa opinión.

16. IV. Si tuvieres presente, pues, que almas, genios y ángeles son una sola e idéntica
cosa bajo diferentes nombres, te liberará» de la pesadísima carga que es el temor a los
genios mitológicos. Ciertamente, así como la mayoría de los hombres habla de genios

36
buenos y malos, e igualmente admite que entre las almas hay buenas y malas, tampoco
andarás errado si reconocieres como ángeles no sólo a los que son dignos de tal nombre,
es decir, a ciertos embajadores de los hombres ante Dios, y de Dios ante los hombres,4
de carácter sagrado e inviolable en mérito a este irreprochable y hermosísimo
ministerio; sino además a los que no son sagrados ni merecen tal nombre.
4
Ver Platón, Simposio 202 e.

17. Testimonio de lo que digo son estas palabras del salmista que leemos en uno de los
salmos: "Lanzó Dios sobre ellos el furor de Su cólera; cólera, furor y aflicción, un envío
a cargo de los malos ángeles." (Salmos LXXVII, 49.) Éstos son los ángeles malos, los
ocultos bajo el nombre de ángeles, que no conocen a las hijas de la recta razón, vale
decir, a las ciencias y a las virtudes, y cortejan, en cambio, a los placeres,5 hijas
mortales de hombres mortales, carentes de toda legítima belleza, belleza que sólo la
inteligencia discierne; y revestidas de falsa hermosura, por la que son engañados los
sentidos.
5
Hedoné = placer, es femenino, por lo que en griego compagina más que en español el
atribuir al placer naturaleza femenina, como hace Filón.

18. No todos ellos toman a todas las hijas, sino unos a unas y otros a otras de entre la
multitud inmensa que escogieron para sí; unos, los placeres de la vista; otros, los del
oído; otros, los del gusto y el vientre; algunos, los sexuales; y muchos también, no
teniendo límites sus inmoderados deseos, se apoderaron de aquellos que se apartan
muchísimo de lo común; ya que, por fuerza, las preferencias respecto de placeres
variados han de ser variadas también, adaptándose a unos placeres unos, y otros a otros.

19. V. Entre estos tales es imposible que el espíritu de Dios habite y permanezca
siempre, como lo declara el mismo legislador diciendo: "Dijo Dios Soberano: 'No
permanecerá Mi espíritu entre los hombres para siempre, pues ellos son carnes'." (Gen.
VI, 3.) En efecto. Su espíritu no permanece para siempre entre nosotros, es decir entre la
mayoría de los hombres; aunque en ocasiones nos visita.

20. Porque, ¿quien es tan irracional y carente de espíritu, que jamás ni voluntaria ni
involuntariamente haya recibido una -concepción de lo más elevado? Nadie; porque
incluso sobre los malvados vuela a menudo de improviso la visión de lo noble; aunque
éstos son impotentes para recogerla y guardarla consigo.

21. Es que ella se va rápidamente cambiando de lugar, y .se aleja de las residencias de
aquellos que han llegado a su presencia después de haber vivido apartados de la ley y la
justicia, y jamás hubiera venido hacia éstos a no mediar su propósito de refutar a los que
eligen lo ruin en vez de lo hermoso.

22. El nombre "espíritu de Dios", entiéndese en dos sentidos. Según uno de ellos,
designa el aire que fluye desde la tierra, es decir, el tercer elemento, que se mueve sobre
el agua, por lo que en el relato de la creación dice Moisés: "El espíritu de Dios flotaba
sobre las aguas" (Gen. I, 2); lo que se explica porque, siendo más liviano, el aire, se -
eleva y flota arriba teniendo al agua como base; según el otro, se aplica al conocimiento
puro del que, lógicamente, todo hombre sabio participa.

23. El legislador lo señala, cuando dice, refiriéndose al autor y artífice de las sagradas
obras: "Llamó Dios a Beselel, y le llenó del Divino espíritu, de sabiduría, de entendi-

37
miento, de ciencia, para que discerniese en toda obra." (Ex. XXXI, 2 y 3.) Con lo dicho
ha quedado descrito sucintamente lo que es el espíritu de Dios.

24. VI. Tal Divino espíritu es el que, posado en Moisés, visita. a los setenta de mayor
edad para que puedan sobresalir sobre los otros y llegar a ser mejores; pues no es
posible que éstos sean mayores 6 de verdad si no han recibido participación en aquel
espíritu omnisciente. Leemos, en efecto, lo siguiente: "Tomaré el espíritu que hay en tí y
lo colocaré sobre los setenta ancianos." (Números XI, 17.)
6
El término presbyteros = de mayor edad, anciano, significa también, de mayor
jerarquía, más dignos de veneración.

25. Mas no pienses que el tomar el espíritu es una operación similar a una amputación o
separación de algo. Por el contrario, ocurre como cuando se saca fuego del fuego. Éste,
aunque de él se encendieren infinitas antorchas, permanece tal cual estaba sin sufrir
mengua alguna. Tal es también la naturaleza del saber: a todos los que acuden a él y se
convierten en sus discípulos los transforma en hombres de provecho, y él, por su parte,
no por eso disminuye en lo más mínimo. Y no sólo eso, sino a menudo tiende a mejorar,
tal como, según dicen, mejoran las fuentes al serles sacada agua. Se sostiene, en efecto,
que entonces las aguas se tornan más dulces.

26. Por cierto que las continuas enseñanzas brindadas a los demás, al vincular el estudio
a la ejercitación, conducen a un total perfeccionamiento del saber. Si fuera, pues, el
propio espíritu de Moisés o el de otro mortal cualquiera el que hubiera de ser distribuido
entre tan gran número de discípulos, al ser fraccionado en otras tantas porciones,
disminuiría.

27. Mas he aquí que el espíritu que hay sobre él es el espíritu del saber, el Divino, el no
fraccionable, el indivisible, el excelente, el que se halla lleno en todas sus partes, el que
beneficia sin sufrir daño, y, aun distribuido entre otros o agregado a otros, no disminuye
ni en entendimiento ni en ciencia ni en sabiduría.

28. VII. Por eso, pues, el Divino espíritu puede permanecer un tiempo en el alma, pero
no puede residir permanentemente en ella, según dijimos. ¿Y por qué nos asombramos
de esto? La verdad es que ninguna otra cosa de las que poseemos constituye una firme y
segura posesión, por cuanto las cosas humanas oscilan en vaivén, suben y bajan como
platillos de balanza y a cada momento experimentan nuevos cambios.

29. Pero la mayor causa de la ignorancia es la carne y nuestra estrecha vinculación con
la carne. Y es el mismo Moisés quien lo reconoce cuando afirma que "por ser ellos
carnes" el Divino espíritu no puede continuar en ellos. Sin duda, el matrimonio, el
cuidado de los hijos, la provisión de las necesidades, la falta de reputación con su
secuela de pobreza, los negocios, tanto de la vida privada como de la pública, y otras
innumerables cosas agostan la sabiduría antes de que ella florezca.

30. Mas ninguna de ellas constituye un obstáculo tan importante para su crecimiento
como la naturaleza de las carnes. Ésta sirve de apoyo a la ignorancia y a la falta de
estudio, cual si fuera un primero y principalísimo fundamento en el que cada una de
dichas limitaciones se asienta como un edificio.

31. Y así, mientras las almas libres de la carne y el cuerpo pasan sus días en el teatro del

38
universo y gozan sin traba ninguna contemplando y oyendo Divinas cosas, dominadas
por un amor insaciable hacia ellas; las que soportan la penosa carga de las carnes, en
cambio, fatigadas y abrumadas, son incapaces de mirar a lo alto hacia las revoluciones
celestes, y con sus cuellos hacia abajo, son forzadas a estar enraizadas en la tierra a
modo de animales cuadrúpedos.

32. VIII. Por este motivo el legislador, decidido ya a terminar con las relaciones y
uniones sexuales ilegales e ilícitas comienza de esta manera: "Un hombre, un hombre
no se acercará a ninguno de los parientes de su carne para descubrir su vergüenza; Yo
soy el Señor." (Lev. XVIII, 6.) ¿Cómo un mandato de desdeñar la carne y cuanto a ella
atañe podría ser más imperativo que el formulado en estos términos?

33. Por cierto que no se limita a prohibir; sino afirma, además, concretamente que el
hombre de verdad no se aproximará jamás por su voluntad a los placeres, amigos y
parientes del cuerpo, sino siempre estará abocado al estudio del modo de mantenerse
ajeno a ellos.

34. El hecho de repetir "un hombre, un hombre. ..", en vez de decirlo una sola vez, es
señal de que no se refiere aquí del hombre compuesto de cuerpo y alma sino a aquel que
cultiva la virtud. Éste, en efecto, es el verdadero hombre, el que decía buscar uno de los
antiguos 7 cuando, lámpara en mano en pleno medio día, era interrogado sobre su
propósito. Por otra parte, el no aproximarse a nada que fuere propio de la carne se apoya
en un motivo convincente. En efecto, existen cosas que se han de admitir, como, por
ejemplo, las cosas imprescindibles, cuyo empleo nos permite vivir sin enfermedades y
con salud; pero han de desecharse las cosas superfluas que encienden los apetitos que
con una sola llamarada consumen todas las cosas nobles.
7
Diógenes el Cínico, según Diógenes Laercio VI, 41.

35. No sean, pues, excitados nuestros apetitos hacia ninguna de las cosas amigas de la
carne, porque los incontrolables placeres a menudo, cuando nos adulan, a manera de
perros, se vuelven contra nosotros y nos infieren mortales mordeduras. Por lo tanto,
destruyamos la plebe múltiple, incontable, de implacables enemigos; y entreguémonos a
la moderación, que es amiga de la virtud, y no a las cosas pertenecientes al cuerpo.
Puede ocurrir que alguna circunstancia fortuita nos fuerce a tomarlas en mayor medida
que la razonable y suficiente, pero que no sea nuestra propia iniciativa la que nos haga
aproximar a ellas. Dice el legislador: "No se aproximará él mismo a descubrir la
vergüenza".

36. IX. Merece que expliquemos qué significan estas palabras. Se ha dado
frecuentemente el caso de hombres que poseyeron riquezas en cantidades imposibles de
calcular, no obstante no haber emprendido negocio alguno. Otros, a su vez, no habién-
dose preocupado por la gloria, han sido considerados merecedores de públicos aplausos
y honores. Otros, por su parte, vivían sin esperanza de fuerza corporal ni aun pequeña, y
les sobrevino un vigor sumo.

37. Aprendan todos éstos que no deben "aproximarse" con deliberado propósito a
ninguna de dichas cosas, es decir, que no deben admirarlas ni aprobarlas con excesiva
complacencia, y sí convencerse de que cada una de ellas no sólo no es un bien sino se
trata de un grandísimo mal, tanto las riquezas como la opinión como la fuerza corporal.
Porque es propio de los amantes de la riqueza el "aproximarse" a la riqueza; de los

39
amantes de la gloria, el ir al encuentro de la gloria; de los aficionados a las
competencias artéticas y los ejercicios físicos, el procurar la fuerza corporal, puesto que
han entregado el alma, lo mejor de ellos, a lo peor, las cosas sin alma.

38. En cambio, todos los que son dueños de sí muestran que sus brillantes y envidiables
éxitos están sometidos al control de la inteligencia, como a un jefe; y si éstos se les
"aproximan", los aceptan con el fin de mejorar sus vidas; mas, si están lejanos, no tratan
de "aproximarse" a ellos, pues entienden que también apartados de ellos pueden vivir
felices.

39. El que los busca y quiere ir tras sus huellas satura la filosofía de vulgar opinión; y
por esto se dice "descubrir la vergüenza". ¿Cómo, en efecto, no van a ser claros y
manifiestos los motivos de "vergüenza" de los que se dicen sabios, si trafican con la
sabiduría y lucran con ella; tal como dicen que hacen los que pregonan sus mercancías
en el mercado; unas veces por mezquina ganancia; otras por una grata y seductora
palabra; en ocasiones por una peregrina esperanza no fundada en seguridad alguna y a
veces por promesas que en nada difieren de los sueños.

40. X. Las palabras que siguen: "Yo el Señor" son de hermosura suma, y profunda es la
enseñanza contenida en ellas. Dicen, en efecto: 'Compara, amigo mío, el bien de la
carne con el del alma y del universo. Y no digas que, como el bien de la carne es el
irracional placer, y el del alma y del universo es la Inteligencia de todas las cosas, vale
decir, Dios; la comparación8 es entre cosas que no son comparables y resulta ser algo
tan disputado, que a causa de la estrecha semejanza puede inducir a engaño.9
8
La comparación para decidir lo superior y lo inferior solo cabe entre creaturas, nunca
entre éstas y Dios; por lo tanto no cabe comparar el placer con Dios.
9
La traducción es meramente conjetural, pues el texto está, evidentemente, alterado e
incompleto; y no resulta claro el sentido de la última parte del pasaje. Quizá deba
entenderse que la comparación resulta impracticable por la total inexistencia de
características comunes entre las cosas comparadas. En tal caso lo de "estrecha
semejanza" tal vez encierre un dejo de ironía.

41. Porque en ese caso, podríamos afirmar que una misma cosa son lo vital y lo inerte,
lo racional y lo irracional, lo ordenado y lo desordenado, lo adecuado y lo superfluo, la
luz y las tinieblas, el día y la noche y cada cosa y su contraria.

42. Y, sin embargo, estas parejas de cosas tienen, al fin y al cabo, cierta afinidad y
parentesco por el hecho de haber recibido la creación;10 pero Dios no es semejante ni a
la más excelsa de las cosas engendradas, pues ésta ha sido creada y seguirá siendo un
ente pasivo, en tanto que Dios es increado y eternamente activo.
10
Es decir, haber sido creados, estar dentro de la esfera de lo creado.

43. Hermoso es conservar el puesto en el orden Divino, en el que todos los que ocupan
un lugar son excelentes sin excepción; y no desertar hacia el cobarde y tortuoso placer,
que daña a sus amigos y ayuda a sus enemigos. La naturaleza del placer en efecto, es de
lo más extraña, y a aquellos a los que desearía hacer partícipes de los bienes que posee,
a ésos los perjudica; en tanto que a los que desearía despojar, les proporciona los
mayores favores; pues daña cada vez que da; y favorece, cada vez que priva.

44. Por lo tanto, alma mía, si alguno de los atractivos del placer te incitare, repliégate

40
sobre ti misma y, girando hacia el lado opuesto la vista, contempla la genuina belleza de
la virtud, y obsérvala continuamente hasta que un deseo vehemente te abrace y, como
una piedra magnética, te atraiga, te acerque y te ate a lo que deseas.

45. XI. Pero al oír la expresión: "Yo, el Señor", no hemos de pensar que su significado
es solamente. 'Yo soy la perfección, la incorruptibilidad y la verdadera bondad', con
cuyo abrazo todo hombre evitará lo imperfecto, corruptible y dependiente de la carne.
No, también significa "Yo soy el soberano, rey y señor".

46. Y peligroso es para los súbditos delinquir en presencia de sus monarcas, y para los
esclavos faltar estando presentes sus amos. Lo prueba el hecho de que, cuando los que
han de pedir cuentas están cerca, los que no están naturalmente capacitados para
controlarse por sí mismos, se toman prudentes por efecto del miedo.

47. Dios, como todo lo ha llenado de Su ser, está cerca de nosotros, de modo que ante
Su vigilancia y lo cercano de Su presencia, nos hemos de abstener de incurrir en faltas,
por respeto hacia Él preferentemente; y si no es ése el motivo, al menos por temor ante
el poder de Su soberanía, que es invencible, tremendo e inexorable en los castigos, una
vez que ha resuelto hacer uso de ese poder de castigar. De este modo el Divino espíritu
de sabiduría no cambiará fácilmente de sede abandonándonos, sino siempre
permanecer; entre nosotros, pues también permaneció junto al sabio Moisés.

48. Éste, efectivamente, se caracteriza por sus posturas serenas en grado sumo, sea que
se halle de pie, sea que permanezca sentado, siendo por naturaleza sumamente reacio al
cambio y a las transformaciones. Se dice, en efecto, que "Moisés y el arca no se
movieron". (Núm. XIV, 44.) Ello se debe o a que el sabio no puede apartase de la
virtud, o a que ni la virtud está sujeta a movimiento ni el hombre de bien al cambio, sino
hállanse ambos asentados sobre la solidez de la recta razón.

49. Y en otro pasaje dice de nuevo: "Pero tú quédate aquí Conmigo". (Deut. V, 31.) Se
trata de un oráculo que anuncia al profeta que son inalterables la estabilidad y la
tranquilidad que se experimentan en presencia de Dios, quien siempre permanece
inmutable; porque, por fuerza, todo aquello que se ajusta a una sana norma sigue el
recto camino.

50. Tal es, yo pienso, la razón por la que la desmedida vanidad, llamada Jetró,
asombrada ante la norma de vida del sabio, firme, absolutamente consecuente y sin
variantes en lo que hace a su naturaleza y modalidad, se arrima e inquiere así: ¿Por qué
sólo tú permaneces sentado?" (Ex. XVIII, 14.)

51. Es que cualquiera, ante el espectáculo de la incesante guerra que en plena paz
sostienen los hombres no sólo entre naciones, países y ciudades, sino también en el
ámbito del hogar, y, más aún, dentro de cada hombre en particular; y de la inexpresable
y oprimente tempestad de las almas, desatada por la violencia del torrente de los
problemas de la vida; con razón se queda pasmado cuando alguien es capaz de
conservar la serenidad en medio de la tempestad o la calma entre el oleaje del mar
embravecido.

52. ¿Observas cómo ni siquiera el sumo sacerdote, el lógos,11 aunque posee poder para
entregarse a la tranquila meditación de las sagradas doctrinas, ha alcanzado licencia

41
para acercarse a ellas en todo tiempo, y apenas le es dado hacerlo una vez al año?12 Es
que el lógos en forma de palabra no es constante pues ésta es doble; en cambio, la
contemplación del Que Es a través del alma solamente, sin mediación de palabra, es
totalmente segura por cuanto se basa en la indivisible unidad.13
11
Ver Sobre los querubines, nota 8. Aarón, según Filón, simboliza a ambos lógoi, y solo
como personificación del lógos pensado puede entrar en el sagrado recinto para alcanzar
a través de la meditación silenciosa la "inalterable serenidad" de Moisés.
12
Lev. XVI, 2 y 34.
13
La palabra es "doble" porque incluye el lógos pensado y el lógos pronunciado, vale
decir, el pensamiento y su exteriorización; en tanto que la razón, pensamiento o lógos
pensado es una unidad, pues no incluye al otro lógos o la palabra.

53. XII. Así pues, el espíritu de Dios no reside entre los más, vale decir, entre los que se
han propuesto alcanzar muchas cosas de esta vida; sólo corto tiempo permanece entre
ellos; y a una sola especie de hombres asiste con su presencia; a aquella que, habiéndose
desprendido de las cosas de la creación y del profundo velo y envoltura de la mera
opinión, marcha hacia Dios con la inteligencia desembarazada y desnuda.

54. Así también Moisés, sólo tras fijar su tienda fuera del campamento 14 y de toda la
formación corpórea, vale decir, tras asentar sobre bases inconmovibles su pensamiento,
comienza a adorar a Dios; y, habiendo penetrado en la obscuridad, en la región
invisible, permanece allí iniciándose en los más sacros misterios. Y allí se convierte no
sólo en iniciado sino también en intérprete y maestro de los Divinos ritos, que habrá de
comunicar a aquellos cuyos oídos se hallaren purificados.
14
Ex. XXXIV, 7.

55. A éste, pues, se aproxima siempre el Divino espíritu guiándolo permanentemente en


todo recto camino; de los otros, en cambio, rapidísimamente se separa, como dije. Éstos
son aquellos a cuya vida Él ha fijado una duración total de ciento veinte años. Dice, en
efecto; "Los días de éstos serán ciento veinte años". (Gen. VI, 3.)

56. Pero el caso es que Moisés también tiene ciento veinte años cuando se aparta de la
vida mortal.15 ¿Cómo, entonces, se explica que los culpables vivan el mismo número de
años que el omnisciente y profeta? Pues, por ahora, bastará con que digamos que las
cosas que llevan el mismo nombre no en todos los casos son iguales; y a menudo
difieren enteramente hasta en naturaleza; y lo ruin y lo noble pueden tener los mismos
números y tiempos, dado que se presentan entrelazados en una existencia gemela; sin
que ello obste para que posean poderes muy diferentes y distanciados entre sí.
15
Deut. XXXIV, 7.

57. Mas postergaremos la consideración en detalle sobre los ciento veinte años para el
momento en que nos toque indagar acerca de toda la vida del profeta, cuando hayamos
llegado a estar en condiciones de comprender su misterio. Por ahora hablemos del
pasaje que sigue.

58. XIII. "Los gigantes estaban sobre la tierra en aquellos días." (Gen. VI, 4.) Quizá
alguno piense que el legislador se está refiriendo a los mitos de los poetas sobre los
gigantes. Pero nada más ajeno a él que la invención de mitos, pues su norma es seguir
paso a paso la verdad misma.

42
59. Por eso desterró de su comunidad la pintura y la escultura, artes altamente reputadas
y de buen tono; porque, falseando la naturaleza de la verdad, maquinan engaños y
falsedades a través de los ojos para las almas fáciles de seducir.

60. Ningún mito, pues, acerca de los gigantes presenta en absoluto, y lo que quiere es
hacerte ver lo siguiente: algunos hombres han nacido de la tierra; otros, del cielo; y
otros, de Dios. Hijos de la tierra son aquellos que persiguen los placeres del cuerpo,
dedicándose a su goce y cultivo y a procurar los medios que conducen a cada uno de
ellos. Hijos del cielo son todos los que cultivan las artes y las ciencias y gustan de
aprender, pues la parte celestial que hay en nosotros, la inteligencia (y también es una
inteligencia cada uno de los seres del cielo) se aplica a los estudios de la cultura
general16 y a todas las demás artes conjuntamente, afilándose, agudizándose,
ejercitándose y adiestrándose en la comprensión por vía intelectual.
16
Ver Interpretación alegórica III, 167.

61. Y los hombres de Dios son sacerdotes y profetas que no han aceptado tener parte en
la comunidad del mundo y ser ciudadanos de él; y, remontándose más allá del ámbito de
lo sensible, se han trasladado hacia el mundo perceptible por la inteligencia, y allí
residen incorporados a la comunidad de las incorruptibles e incorpóreas formas
ejemplares.17
17
Ver Sobre la creación del mundo 4.

62. XIV. Por ejemplo, Abraham, mientras residía en la tierra de los caldeos, esto es, en
la mera opinión, antes de .que su nombre Abram fuera cambiado, era un hombre del
cielo, que escudriñaba la naturaleza de las altas y etéreas regiones y trataba de
explicarse lo que allí ocurre, sus causas y lo demás del mismo carácter. Por eso recibió
un nombre acorde con aquello a lo que se aplicaba: "Abram", el que, en efecto, significa
"padre elevado", y designa a la inteligencia que inspecciona en todas sus partes todas las
cosas de las alturas celestes, y a la que llámase padre porque esa inteligencia que se
extiende hasta el éter y aún más arriba, es el padre de nuestro compuesto ser.

63. Pero, cuando, habiendo avanzado en su proceso de superación, se halla a punto de


recibir un nuevo nombre, truécase en hombre de Dios, de conformidad con el oráculo
que le ha sido anunciado: "Yo soy tu Dios; ven a Mi presencia a complacerme y hazte
irreprochable." (Gen. XVII, 1.)

64. Pues bien, si el Dios del universo, el único Dios, es también Dios de él
privadamente, merced a una especial gracia, sin duda él es necesariamente hombre de
Dios. En efecto, recibe el nombre de Abraham, que significa "padre selecto del sonido",
esto es, "razonamiento del hombre de bien"; porque tal razonamiento es selecto y
purificado, y además es el padre de la voz, con la que emitimos los sonidos
correspondientes a él. Y esta clase de razonamientos 18 es patrimonio del único y solo
Dios; y convertido en compañero de Él, marcha derechamente por el sendero de su vida
toda, recorriendo el que es verdaderamente un camino real,19 el camino del único y
omnipotente Rey, sin desviarse ni volverse a uno y otro lado.
18
Es decir, los sabios como Abraham.
19
Núm. XX, 17.

65. XV. Los hijos de la tierra, en cambio, habiendo alejado' sus inteligencias del
razonamiento, y habiéndolas trasladado hacia la naturaleza sin alma ni movimiento de

43
las carnes, conforme con las palabras del legislador "Los dos se hicieron una sola carne"
(Gen. II, 24); adulteraron la moneda de mejor ley y renunciaron a un orden mejor, que
les era familiar y desertaron hacia otro peor y extraño. El primero en hacerlo fue
Nemrod.

66. Dice, en efecto el legislador: "Éste comenzó a ser un gigante sobre la tierra." (Gen.
X, 8.) Y "Nemrod" quiere decir "desertor". No bastó, en efecto a la más miserable de las
almas el mantenerse equidistante de ambos órdenes; y, pasándose a. los enemigos, tomó
armas contra sus amigos y les hizo frente en guerra abierta. Por ello, Moisés señala
además que Nemrod comenzó su reinado en Babilonia.20 Y "Babilonia" quiere decir
"alteración", idea emparentada de nombre y de hecho con deserción; puesto que los
preliminares de toda deserción son un cambio y "alteración" en los propósitos.
20
Gen. X,10.

67. La conclusión, pues, podría ser que, según Moisés, el más santo de los hombres, el
hombre ruin, además de carecer de hogar, ciudad y lugar fijo, y de ser fugitivo, es
también un desertor; en tanto que el hombre de bien es un firmísimo aliado. Habiendo
dicho hasta aquí lo suficiente sobre los gigantes, pasemos ahora a considerar las
palabras que siguen en el texto.21
21
Palabras que son examinadas en el tratado siguiente.

44
SOBRE LA INMUTABILIDAD DE DIOS

(QUOD DEUS INMUTABILIS SIT)

1. I. "Y después de esto", dice Moisés, "cuando los ángeles 1 de Dios penetraron en las
hijas de los hombres y engendraron hijos para sí." (Gen. VI, 4.) Pues bien, merece ser
desentrañado el sentido de "después de esto". Trátase, ciertamente, de una referencia
que contribuye a esclarecer aún más algo dicho anteriormente.
1
O mensajeros.

2. Ha hablado del Divino espíritu diciendo que ninguna cosa es más difícil que la
permanencia del mismo para siempre en el alma, en la que se dan múltiples divisiones y
formas, y que' lleva atada a sí una turba de carnes, la más oprimente de las cargas.
"Después de este espíritu",2 precisamente, los ángeles se aproximan a las hijas de los
hombres.
2
Es decir, "después de que este espíritu ha partido." Como pneúma = espíritu, es neutro
en griego, resulta más natural la transformación de "después de esto" en "después de
este espíritu" (met'ekeîno en met'ekeîno pneúma).

3. En efecto, mientras iluminan al alma puros rayos de sabiduría, merced a los cuales el
hombre sabio ve a Dios y Sus potencias, ninguno de los mensajeros del engaño se
acerca a la razón, sino todos ellos son rechazados fuera del recinto santificado por el
agua lustral. Pero, cuando la luz del discernimiento es obscurecida y ensombrecida,
impónense los amigos de las tinieblas, y se acoplan con las enervantes y afeminadas
pasiones, a las que Moisés ha llamado "hijas de los hombres", y engendran para sí
mismos, no para Dios.

4. Porque los hijos apropiados para Dios son las virtudes perfectas, en tanto que la
parentela de los ruines está formada por los discordantes vicios. De Abraham, el
perfecto, aprende, inteligencia, si así lo deseas, en qué consiste el no engendrar para sí
mismo. Él presenta a Dios el amado y único vástago legítimo del alma, la más clara
imagen de la sabiduría adquirida sin estudio, llamado Isaac, y lo ofrenda con ánimo
plenamente dispuesto a título de necesario y apropiado testimonio de gratitud, luego de
haber atado, como dice la ley,3 los pies de la inusitada víctima. Movíale a ello o bien la
convicción, nacida de una Divina inspiración, de que no es recto el marchar sobre cosa
mortal alguna;4 o bien el haber comprendido el grado de inseguridad e inestabilidad de
lo creado, cuando hubo conocido la indubitable firmeza propia del Que Es, en la que se
nos dice5 descansaba su entera confianza.
3
Gen. XXII, 9.
4
La cosa mortal sobre la que caminamos son los pies, los que Abraham ata queriendo
manifestar que renuncia a andar sobre ellos.
5
Gen. XV, 6.

5. II. Discípula y sucesora de Abraham resulta ser Ana, es decir, el presente de la


sabiduría de Dios. Su nombre, en efecto, significa "su gracia". Ésta, cuando hubo
recibido las Divinas simientes, quedó preñada y, tras experimentar la totalidad de los
dolores del parto, dio a luz al carácter registrado en la Divina formación al que llamó
Samuel, nombre que interpretado significa "registrado para Dios"; y lo tomó y entregó
al Dador a cambio de la gracia recibida, entendiendo que ninguna cosa buena le

45
pertenecía que no fuera don Divino.

6. Dice, en efecto, en el primer Libro de los Reyes lo siguiente: "Te doy a éste, un don"
(I Samuel I, 28), vale decir, "a quien es un don"; de modo que el sentido del pasaje es:
'Te doy el que ha sido dado'. Tal actitud concuerda con la sacratísima prescripción que
registra Moisés en estos términos: "Conservaréis Mis presentes, Mis dones y Mis frutos
para ofrecérmelos." (Núm. XXVIII, 2.)

7. En efecto, ¿a quién sino a Dios se ha de manifestar gratitud mediante ofrendas? ¿Y en


qué consistirán las ofrendas sino en aquellas cosas que Él nos ha dado, puesto que fuera
de ellas no nos es posible disponer de otras? Dios, que no necesita de cosa alguna, lleva
al más alto grado Su esplendidez para con nuestra raza al ordenar que Le ofrendemos
las cosas que Le pertenecen. Es que, al cultivar la gratitud hacia Él y aplicarnos a
rendirle honores, nos purificaremos de nuestras faltas v quedaremos lavados de cuanto
mancha nuestra vida en las palabras, los pensamientos y las obras.

8. Absurdo es, en efecto, fijar como condición para entrar en los templos un previo
lavado y limpieza del cuerpo, y admitir, en cambio, que quien lleva la inteligencia
manchada y sucia aún se aboque a formular súplicas y ofrecer sacrificios. Los templos,
al fin y al cabo, están hechos de la inanimada materia de las piedras y maderas, y el
cuerpo en sí es también inanimado. Y con todo, estando, como está, vedado que lo
inanimado entre en contacto con lo inanimado si previamente no hubiere pasado por las
expiatorias purificaciones mediante aspersiones con agua lustral, ¿se habrá de atrever
alguien a aproximarse con el alma sin purificar y sin intención alguna de
arrepentimiento a Dios, que es la pureza suma?

9. Porque aquel que, además de estar resuelto a no cometer falta alguna en adelante,
entiende que debe purificarse de las faltas pasadas ha de aproximarse con alegría; pero
el que no se halla en esas condiciones debe alejarse, pues su purificación es difícil.
Jamás, en efecto, escapará a la mirada del Que ve en lo profundo de la inteligencia y
recorre sus inaccesibles recintos.

10. III. Clarísima manifestación del alma amante de Dios es también el cántico que dice
así: "La estéril ha engendrado siete hijos; la fecunda en hijos ha languidecido, en
cambio." (I Samuel, II, 5.)

11. Sin embargo, la que así habla es madre de un solo hijo, Samuel. ¿Cómo, entonces,
afirma haber engendrado siete? Sólo de una manera: considerando, en todo de acuerdo
con la realidad de las cosas, que la unidad es idéntica al siete,6 no sólo en el plano
numérico, sino también en la armonía del universo y en los pensamientos del alma
virtuosa. En efecto, Samuel, que ha sido designado sólo para Dios sin la compañía de
otro ser alguno absolutamente, está ordenado conforme con el realmente existente Uno
y Mónada.
6
Ver Sobre la posteridad de Caín 64.

12. Pero, esta condición es propia del siete, es decir, del alma que descansa en Dios y
que por ninguna obra mortal se esfuerza ya, habiendo dejado atrás al seis, número que
Dios asignó a los que no pueden alcanzar el primer lugar, y están limitados por fuerza a
conformarse con el segundo.7
7
Sobre el pensamiento de Filón acerca de los números seis y siete ver Interpretación

46
alegórica III, 2 a 16.

13. Razonable era, por lo tanto, que la mujer estéril: y "estéril" no significa infecunda
sino sólida 8 y vigorosa todavía; la que había pugnado hasta el fin con firmeza,
perseverancia y valor en las luchas en procura de lo mejor, engendrara a la unidad, cuyo
valor es igual al del siete, ya que su naturaleza era propicia para una feliz y hermosa
maternidad.
8
. Filón identifica steíra (pronuncíese stéra) = estéril, con sterrá = sólida, firme.

14. Y es del todo cierta y muy clara su afirmación de que la abundante en hijos
languidecía, pues, cuando el alma, que es una sola, alejándose de la unidad alumbra con
dolor a muchos, tórnase múltiple, como era de esperarse, y, fatigada y oprimida por la
multitud de hijos suspendidos de ellas, los más de ellos nacidos antes de tiempo y
abortados, encuéntrase totalmente extenuada.

15. Engendra, en efecto, la avidez por las formas y los colores que llegan por los ojos,
engendra los deseos de sonidos que llegan a través de los oídos; y está preñada de los
apetitos del vientre y de los que originan debajo de él; de tal modo que soportando,
como soporta, la pesadísima carga de muchos vástagos que penden de ella, sé abate y,
dejando caer las manos por efecto de la debilidad, queda postrada. Tal es la manera
como resultan doblegados todos aquellos que engendran cosas corruptibles para los
seres corruptibles que son ellos mismos.

16. IV. Y a algunos el amor a sí mismos no sólo les ha acarreado la derrota sino también
la muerte. Onán, por ejemplo, "dándose cuenta de que la simiente no sería para sí"
(Gen. XXXVIII, 9), no cesó de procurar la ruina del principio racional, el género más
excelso que existe, hasta que una completa destrucción le sobrevino a él mismo; cosa
del todo justa y conveniente.

17. En efecto, quienes todo sin excepción lo hacen sin otro fin que su propio provecho,
no entrando en sus propósitos ni la honra de sus padres, ni el buen estado de sus hijos ni
la conservación de la patria ni la preservación de las leyes ni la vigencia de las buenas
normas ni el mejoramiento de las cosas privadas y públicas ni la santificación de los
templos ni la piedad hacia Dios, serán desdichados.

18. Porque es cosa honrosa sacrificar hasta la misma vida en pro de uno solo de los
bienes que he nombrado; pero éstos afirman que harán caso omiso de estos bienes tan
dignos de procurarse, aunque se tratare de todos ellos juntos, sí los mismos no les
habrán de procurar algún placer.9 Resultado de esto es que Dios, en su incorruptible
justicia, precipitará en la ruina a la malvada divulgación de una doctrina
desnaturalizada, representada bajo el nombre de Onán.
9
Clara referencia los epicúreos.

19. Repudiados deben ser todos aquellos que "engendran para sí mismos", es decir,
cuantos persiguiendo-tan sólo su propio provecho, se despreocupan de los demás,
entendiendo que sólo para ellos producen y no para las otras innumerables personas y
cosas, para sus padres, para sus hijos,. para la patria, para el género humano y, si es
preciso ir más allá en nuestra enumeración, para el cielo, para la tierra, para el universo
todo, para las creencias, para las virtudes, para el Padre y Guía de todas las cosas. A
cada una de ellas es preciso que adjudiquemos en la medida de nuestras fuerzas lo que

47
le corresponde, convencidos de que las cosas todas no son un apéndice de nosotros, sino
más bien lo somos nosotros de las cosas.

20. V. Baste lo dicho en lo que a éstos se refiere; y entrelacemos en nuestras


consideraciones las palabras que siguen. "Viendo Dios Soberano", dice Moisés, "que las
maldades de los hombres se habían multiplicado sobre la tierra y que cada uno-de los
hombres se esforzaba en maquinar cosas perversas en su corazón cada día, reflexionó
Dios que había creado al hombre sobre la tierra y recapacitó. Y dijo Dios: 'Borraré de la
faz de la tierra al hombre que he creado'." (Gen. VI, 5 a 7.)

21. Tal vez algunos de los que examinan las cosas superficialmente supondrán que el
legislador insinúa que Hacedor, ante el espectáculo de la impiedad de los hombres, se
arrepintió de haberlos creado y a causa de esa impiedad deseó destruir la raza toda.
Sepan, sin embargo, los que así piensan, que están haciendo. que parezcan más leves y
ligeras las faltas de aquellos antiguos hombres10 ante la inmensidad de la impiedad de
que. hacen gala.
10
De aquellos que, según el texto bíblico, hicieron arrepentirse a Dios.

22. Porque, ¿qué mayor impiedad puede haber que la de suponer que el Inalterable
experimenta cambios? No faltan, ciertamente, quienes sostienen 11 que tampoco en
todos los hombres el espíritu 12 está sujeto al vaivén de los cambios; pues aquellos que
se han entregado a la reflexión filosófica con sinceridad y pureza han hallado, como el
mayor bien que pudo procurarles el saber, el de estar exentos de los cambios que
imponen las circunstancias; y, por el contrario, asir en sus manos con seguridad
indoblegable y firme constancia todo cuanto les resulta conveniente.
11
Filón comparte la opinión de los estoicos según la cual la condición espiritual del
sabio es inalterable.
12
Es decir, los pensamientos y las resoluciones.

23. VI. También el legislador está acorde en que el hombre perfecto trata de alcanzar la
quietud. En efecto, las palabras que pone en labios del Dios, dirigidas al sabio: "Tú
quédate aquí Conmigo" (Deut. V, 31) establecen de modo categórico y clarísimo el
carácter indoblegable, inconmovible y asentado del espíritu del hombre sabio.

24. Admirable es, realmente, la musical armonía con que el sabio gobierna su alma, cual
si se tratara de una lira;13 armonía que no consiste en la combinación de sonidos agudos
y graves, sino en el conocimiento de los opuestos y la práctica de los mejores de ellos,
sin excederse más allá de lo razonable ni declinar permitiendo se relaje la armonía de
las virtudes y las cosas hermosas por naturaleza, y procurando, en cambio, arrancar de
ella sones parejos y tañerla de manera acorde.
13
Ver Sobre los sacrificios de Caín y Abel 37.

25. El alma es el más perfecto de los instrumentos creados por la naturaleza, arquetipo
de los que produce la mano del hombre. Y, si ella estuviere en buena armonía, producirá
la más excelente de todas las sinfonías, la que alcanza su plenitud no en cadencias y
tonos de melodioso sonido, sino en la consistencia de los actos de la vida.

26. Pues entonces, si el alma del hombre, cuando el fuerte vendaval del vicio ha
irrumpido provocando de improviso una violenta y tormentosa agitación, la frena con

48
las brisas de la ciencia y la sabiduría y, tras dar por tierra con la hinchazón y la parodia,
se mantiene tranquila gozando de la serenidad de un horizonte en calma, ¿dudas tú de
que el Imperecedero y Bienaventurado, el que Se ha reservado para Sí la soberanía de
las virtudes y de la misma perfección y felicidad, está al margen de cualquier cambio de
propósitos y permanece sin alterar un ápice de cuanto desde el principio ha resuelto?

27. Con los hombres, pues, ocurre que el cambiar es cosa inevitable a causa de la
inestabilidad que les es inherente y de la que les viene de fuera. Así, por ejemplo, a
menudo, después de haber escogido amigos y alternado con éstos corto tiempo, nos
alejamos de ellos sin que nos resulte penoso el ir contra los mismos, cual si se tratase de
enemigos o, en el mejor de los casos, de desconocidos.

28. Tal modo de proceder prueba nuestra liviana superficialidad y nuestra incapacidad
para perseverar firmemente en los propósitos iniciales. Pero Dios no cambia de
propósitos. Y, más aún, a veces estamos determinados a perseverar en los criterios
adoptados, mas venimos a dar con otras personas que no permanecen constantes, y de
esto resulta que también nuestras determinaciones se mudan al par de las de ellos.

29. Es que es imposible que quien no es más que un hombre prevea el curso futuro de
los acontecimientos ni las intenciones de los demás. Para Dios, en cambio, todas las
cosas son manifiestas como a plena luz. Tras penetrar hasta lo más recóndito del alma,
contempla, gracias a sus naturales poderes, como a pleno día todo aquello que para los
demás resulta invisible; y, empleando la previsión y la providencia, capacidades
peculiares de Él, no permite que cosa alguna escape a Su control o se salga fuera de Su
aprehensión; puesto que, como nada es obscuro ni futuro para Dios, ninguna
incertidumbre acerca de lo que habrá de suceder puede existir para Él.

30. Es evidente, en efecto, que el padre no puede ser ignorante respecto de aquellos a
los que ha engendrado; el fabricante, respecto de aquello que ha fabricado; y el
administrador, de aquello que administra. Ahora bien. Dios es un verdadero padre,
artífice y administrador de cuanto existe en el cielo y en el mundo; y lo que envuelve en
sombras el futuro es el tiempo por venir, sea próximo o lejano.

31. Pero Dios es también autor del tiempo, pues es el padre del padre del tiempo, es
decir, del mundo, que es padre del tiempo; y ha producido el movimiento del mundo,
origen del tiempo.14 Por lo tanto la relación del tiempo respecto de Dios es la de un
nieto. En efecto, este universo, puesto que es perceptible sensorialmente, es el hijo
menor de Dios. Al mayor, aprehensible por la inteligencia, lo juzgo digno de la
primogenitura y determinó que permaneciese junto a Sí.
14
Compárese con Platón, Timeo 37 y 38 b.

32. Así pues, este hijo menor, el mundo sensible, cuando fue puesto en movimiento hizo
que la naturaleza del tiempo surgiera con súbita claridad. De modo que nada es futuro
para Dios, ya que también de Él proceden y dependen los límites del tiempo. Su
existencia, en efecto, es no ya tiempo sino eternidad, es decir, el arquetipo y modelo del
tiempo, y en la eternidad no hay nada pasado ni futuro sino solo presente.

33. VII. Habiendo, pues, discurrido suficientemente sobre el hecho de que el Que Es no
experimenta cambios de opinión, examinaremos seguidamente qué quieren decir las
palabras "Reflexionó Dios que había creado al hombre sobre la tierra y recapacitó".15

49
15
En realidad el sentido del verbo final es "se arrepintió", pero Filón acomoda a su
propósito el pasaje y lee "recapacitó".

34. El Creador de todas las cosas se ha reservado para sí dos firmísimos poderes: la
intelección, que es un pensamiento yacente en la inteligencia, y la reflexión, que es el
pensamiento puesto en obra;16 y de ellas hace uso siempre para contemplar Sus obras. Y
a aquellas creaturas que no abandonan sus correspondientes lugares las alaba por su
obediencia; en tanto que a las que desertan las persigue con el castigo que está destinado
a los desertores.
16
Según los estoicos la énnoia = intelección, pensamiento, es el pensamiento yacente o
en reposo. En cuanto a la dianóesis como pensamiento' puesto en obra o en. acción, es
tal vez una peculiar concepción de Filón, quien probablemente entiende que la énnoia se
convierte en dianóesis cuando opera como sujeto de deliberación.

35. Porque de los seres corpóreos unos han recibido como característica propia 17 la
cohesión, otros el crecimiento, otros la vida animada, y otros el alma racional. Así, puso
Dios de la cohesión como una firmísima atadura en las piedras y en las maderas que se
hallan separadas de sus conjuntos naturales. La cohesión es una corriente18 que retoma
sobre sí misma. Comienza, en efecto, desde las partes centrales y, habiéndose dirigido
hacia los límites, tras tocar las superficies extremas desanda de nuevo su camino hasta
que llega al mismo lugar desde el que ha iniciado su curso.
17
Sobre esta cuádruple clasificación ver Interpretación alegórica II, 22. y 23.
18
O soplo o aire.

36. Esta doble e ininterrumpida marcha de la cohesión es indestructible. Y es ésta la


carrera que imitan los corredores, exhibiéndola como una grande, brillante y envidiable
hazaña, durante los certámenes trienales que se llevan a cabo en los lugares de
espectáculos públicos entre los hombres de todas las latitudes.

37. VIII. El crecimiento fue asignado por Él a las plantas, resultando de la mezcla de
varias capacidades: la de nutrirse, la de transformarse y la de desarrollarse. Que las
plantas se nutren pues han menester de alimento lo prueba el siguiente hecho: cuando no
son regadas se agotan y marchitan, como, al revés, en recibiendo agua, crecen de
manera patente. En efecto, los brotes, hasta un momento dado casi a nivel de la tierra a
causa de su pequeñez, de pronto creciendo vertiginosamente se convierten en
larguísimos tallos. ¿Y qué hemos de decir acerca de los, cambios de las mismas?

38. En los solsticios de invierno las hojas se precipitan al suelo marchitas, y los ojos,
como los llaman los labradores, se cierran en las ramas cual los ojos de los animales;
entonces todas las salidas destinadas a los brotes quedan cerradas pues en ese tiempo la
naturaleza se encierra dentro y reposa a fin de tomarse un descanso, cual si fuese un
atleta antes de entrar en pelea; y, tras haber concentrado la fuerza que le es peculiar,
presentarse a reanudar las habituales luchas, cosa que ocurre en las estaciones de pri-
mavera y verano.

39. En efecto, surgiendo como de un profundo sueño, la naturaleza abre sus ojos, deja
ampliamente expeditas las cerradas salidas y da a luz todo cuanto guarda en su seno:
ramas, hojas, zarcillos, sarmientos y, como remate, el fruto. Entonces, cuando el fruto
está completamente formado, ella, cual una madre al hijo, lo provee de alimento a través
de ciertos invisibles conductos semejantes a los pechos de las mujeres, y no cesa de

50
nutrirlo hasta que llega a su completo desarrollo.

40. Este completo desarrollo es alcanzado por el fruto maduro totalmente, cuando,
aunque nadie lo recogiere, él de por sí tiende a desprenderse de su centro natural por
cuanto no ha ya menester de los alimentos que la que lo engendró le proporciona, y es
capaz, si da con un terreno propicio, de fecundar y engendrar plantas análogas a las que
le dieron la existencia.

41. IX. En tres aspectos hizo el Creador que la vida animada difiriese del mero
crecimiento. Son éstos la sensibilidad, la representación 19 y el impulso. Las plantas son,
en efecto, insensibles, carecen de representaciones y de impulso; cada uno de los seres
animados, en cambio, participa del conjunto de dichas condiciones.
19
El término phantasía = acción de mostrarse, aparición, designa en la terminología
estoica el dato captado inmediatamente por la conciencia, presentado tanto ante la
sensibilidad como ante la inteligencia.

42. La sensibilidad, que, como su mismo nombre lo indica, es cierta introducción,20


introduce en la inteligencia aquello que se ha hecho perceptible; pues en ésta, como es
un vastísimo depósito y universal receptáculo, todo cuanto penetra a través de la vista,
el oído y los demás sentidos se coloca y atesora.
20
Filón vincula etimológicamente áisthesis = sensibilidad, con éisthesis = introducción,
aunque ninguna relación existe entre ambos términos.

43. La representación es una impresión en el alma; pues, a la manera de un anillo o


sello, ella estampa en el alma la figura de las cosas que cada uno de los sentidos ha
introducido. Semejante a una cera, la inteligencia recibe la impresión y la conserva en
su seno perfectamente hasta que el enemigo de la memoria, el olvido, atenúa los rasgos
y los toma vagos o los borra completamente.

44. Mas el objeto que se ha presentado y ha producido su impresión ejerce sobre el alma
una influencia ora apropiada ora contraria. Y esta experiencia del alma se llama
impulso, el que ha sido definido como el primer movimiento del alma.21
21
Tal vez se esté refiriendo Filón al instinto de conservación de los seres animados.

45. Tales son las condiciones por las que los animales aventajan a las plantas. Mas
veamos en qué es superior el hombre a los otros seres animados. X. Pues bien, éste ha
recibido como especial prerrogativa la inteligencia, la que tiene por cometido la
aprehensión de las naturalezas de todos los objetos corpóreos y de las cosas en general.
Y así como en el cuerpo la primacía corresponde a la vista y el primer lugar en el uni-
verso está reservado a la luz, del mismo modo en la totalidad de nuestro ser la
inteligencia es el elemento dominante.

46. Es que se trata de la vista del alma, a la que iluminan los rayos propios de ésta,
gracias a los cuales la grande y profunda obscuridad que expande la ignorancia de las
cosas es disipada. Esta sección del alma no está constituida por los mismos elementos
de que están formadas las otras, sino le cupo aquella sustancia superior y más pura de la
que eran formadas las naturalezas divinas.22 Tal es, además, la razón por la que la inte-
ligencia es, al parecer, la única parte incorruptible 23 de nuestro ser.
22
Es decir, la pémpte ousía = quinta esencia o sustancia, de los pitagóricos y
Aristóteles.

51
23
O indestructible.

47. Es que sólo a ella consideró digna de libertad el Padre que la creó y, exceptuándola
de las ataduras de la necesidad, admitió que fuese libre, concediéndole de la más
peculiar de Sus posesiones y la más digna de Él, es decir, del libre albedrío, una porción
acorde con la capacidad de recepción de ella. Las otras creaturas, en cuyas almas no
existe la inteligencia, el elemento escogido para la libertad, sujetas al yugo y a las
bridas, han sido entregadas a los hombres, como servidores a señores. El hombre, en
cambio, dotado, como está, de una determinación voluntaria y espontánea, y rigiéndose
en sus actividades por previas decisiones en la mayoría de los casos, es con razón
reprochado por las faltas que comete deliberadamente, y alabado por sus rectas acciones
ejecutadas por libre decisión.

48. En los otros seres, sean plantas o animales, ni el buen comportamiento es alabable ni
las malas acciones son reprobables, por cuanto sus movimientos y cambios en uno y
otro sentido los emprenden sin previa deliberación y no por propia decisión. Solamente
el alma del hombre, como que ha recibido de Dios el movimiento voluntario, y en virtud
de ello, especialmente ha sido hecha semejante a Él, habiendo sido liberada en la
medida de lo posible del opresivo y violentísimo señorío de la necesidad, puede
justamente ser objeto de acusación por no rendir el debido honor a su Libertador. De ese
modo pagará con toda razón la inexorable pena que corresponde a los liberados
ingratos.

49. De modo que no fue ésta la primera vez que "Dios reflexionó y recapacitó", sino
desde antiguo ha reflexionado y recapacitado fija y permanentemente "que ha creado al
hombre", o lo que es lo mismo, de qué naturaleza lo ha creado. Porque lo ha creado
libre y dueño de sus actos, apto para proceder normalmente con deliberada y previa de-
cisión en procura de lo que deseare, a fin de que, conociendo el bien y el mal,
adquiriendo noción clara de lo noble y lo ruin, y aplicándose con sinceridad al
reconocimiento de lo justo y lo injusto y, en general, de cuanto atañe a la virtud y el
vicio, tenga por norma la elección de lo mejor y el rechazo de lo opuesto.

50. Por eso está registrado en el Deuteronomio un oráculo de este tenor: "Mira; he
puesto ante tu faz la vida y la muerte, el bien y el mal; elige la vida." (Deut. XXX, 15 y
19.) Con estas palabras establece Dios dos verdades: una, que los hombres han sido
hechos conocedores del bien y lo opuesto al bien; otra, que es su obligación escoger lo
mejor y no lo peor, puesto que llevan en sí una capacidad de discernimiento, la que hace
las veces de un incorruptible juez, que acatará todo cuanto la recta razón le sugiriere y
rechazará las proposiciones de la razón contraria.

51. XI. Teniendo, pues, ya aclarado suficientemente todo lo que concierne a este punto,
veamos lo que sigue. Dice así: "Arrojaré al hombre, al que he creado, de la faz de la
tierra, desde el hombre hasta la bestia, desde los seres reptantes hasta los alados del
cielo, porque me he encolerizado por haberlo creado." (Gen. VI, 7.)

52. Una vez más, no faltarán quienes, oyendo dichas palabras, supongan que el Que Es
obra bajo los efectos de la cólera y la irritación. Mas Él ninguna pasión absolutamente
puede abrigar. El desasosiego es rasgo peculiar de la humana debilidad, y Dios nada
tiene que ver ni con las irracionales pasiones de nuestra alma ni con las partes y
miembros de nuestro cuerpo en general. Tales expresiones del legislador no tienen otro

52
propósito que brindar una elemental lección con miras a reprender a aquellos que no son
capaces de adquirir la sensatez de otro modo.

53. Así, entre las leyes contenidas en sus mandatos y prohibiciones, leyes en el estricto
sentido de la palabra,24 se establecen por sobre todas las demás dos normas capitales
relativas a la Causa. La una, que dice: "Dios no es como un hombre" (Núm. XXIII, 19);
la otra, que dice que Dios es como un hombre.
24
Porque, en un sentido amplio, nomos significa costumbre o norma de conducta.

54. Pero, mientras la primera queda confirmada por la verdad más firme, la última se
introduce para instruir a los más. Y así también se dice acerca de Él: "Como un hombre
educará Él a Su hijo." (Deut. VIII, 5.) De modo que es con miras a la instrucción y
reprensión que está-, dicho esto y no porque la naturaleza de Dios sea así.

55. Porque de los hombres unos son amigos del alma; otros del cuerpo. Los compañeros
del alma, que pueden platicar con las naturalezas aprehensibles por la inteligencia e
incorpóreas, no comparan al Que Es con forma alguna de las cosas creadas; sino
descartan que se dé en Él determinación cualitativa alguna y admiten como única
concepción de Él Su existencia sin atribuirle forma alguna. Y efectivamente, uno de los
hechos que concurren a Su dicha y felicidad suma es que Su sustancia sea aprehendida
como simple y sin caracterización determinada.

56. En cambio, aquellos que se han entregado a convenios y tratos con el cuerpo,
incapaces de despojarse de la capa de carnes y de ver a la Naturaleza que en Su soledad
no ha menester de cosa alguna y en Su simplicidad está exenta de toda mezcla y
composición, atribuyen a la Causa de todas las cosas los mismos pensamientos que
concibieron acerca de sí mismos, sin reflexionar en que, mientras el ser formado por la
reunión de diversas facultades necesita de diversas partes para el servicio de las
necesidades de cada una de aquéllas, [XII.] Dios, como increado que es, y autor de la
creación de los otros seres, no necesita de ninguna de las propiedades que corresponden
a las creaturas que Le deben el ser.

57. Porque, ¿qué debemos decir? Si Dios hace uso de las partes propias del organismo
humano tiene pies para trasladarse. ¿Pero adonde irá, si todo lo llena con Su presencia?
¿Hacia. quién irá, si ningún ser es igual a Él? ¿Y con qué propósito irá? Porque no será
en procura de salud, como ocurre con nosotros. Y tiene manos para tomar y dar.25 Pero
el caso es que Él nada toma de nadie, porque de nada ha menester y todo lo tiene como
posesión Suya; y cuando da lo hace sirviéndose del ministerio de Su lógos, al que
empleó asimismo para crear el mundo.26
25
Es decir: si se admite que es corpóreo como el hombre, hay que admitir que tiene
manos.
26
Ver Sobre la creación del mundo, nota 6.

58. Ni tiene, por cierto, necesidad de ojos. Los ojos son incapaces de percibir sin la luz
sensible. Pero esta luz sensible es algo creado, y Dios veía desde antes de la creación,
siendo Él mismo Su propia luz.

59. ¿Y hay necesidad de que hablemos de los órganos de la alimentación? Porque, si los
posee, también se alimenta y, satisfecha Su necesidad, cesa de hacerlo pero tiene
nuevamente necesidad después de la pausa. Y mejor no hablar de todas las otras

53
características del tenor de éstas.27 Se trata de invenciones míticas propias de impíos .
que, al presentar a la Divinidad concebida con forma humana, Le atribuyen en realidad
pasiones humanas.
27
Atribuidas por algunos a Dios.

60. XIII. ¿Qué se propone, entonces. Moisés al hablar de pies, manos, entradas y salidas
refiriéndose al Increado? ¿Por qué habla de Sus armas para defenderse contra Sus
enemigos? Lo presenta, en efecto, blandiendo espada y usando como proyectiles los
vientos y el mortífero fuego, a los que los poetas, mediante otros términos, llaman
tempestades y rayos, diciendo que éstas son las armas de la Causa. ¿Por qué, asimismo,
habla de Su recelo, de Su cólera, de Su irritación y de otras reacciones similares a éstas,
describiéndolas en términos propios de la naturaleza humana?

61. Pues bien, a los que plantean esta cuestión les responde Moisés: 'Señores, al
legislador que tiende, a. lo más alto, le es preciso no tener ante su vista más que un solo
objetivo: beneficiar a todos aquellos a los que llegará su obra'. Hay quienes han sido
dotados de una naturaleza afortunada y de una educación irreprochable en todo y han
hallado amplio y recto el curso ulterior de sus vidas llevando a la verdad como
compañera de camino, y siendo introducidos por ella en los inefables misterios del Que
Es. Éstos conciben a Dios sin ninguno de los atributos de lo creado.

62. A juicio de los mismos el principio fundamental que encierran los oráculos reve-
lados es que "Dios no es como un hombre", ni siquiera como el cielo ni como el mundo,
los que no dejan de ser al fin y al cabo formas de determinada naturaleza al alcance de
nuestros sentidos; en tanto que Él, por el contrario, no es aprensible ni siquiera por la
inteligencia, como no sea en lo relativo a Su existencia. Su existencia es, en efecto, lo
que aprehendemos; y ninguna otra cosa, ciertamente, fuera de Su existencia conocemos
de Él.

63. XIV. Pero hay otros cuya naturaleza es más tarda y obtusa,. o cuya temprana
formación ha dejado que desear, y que son incapaces de observar con agudeza. Éstos
necesitan de legisladores que hagan las veces de médicos,28 y conciban el tratamiento
adecuado a la dolencia que les aqueja.
28
Me atengo en este pasaje a los manuscritos, donde se lee nomothetón. = de los
legisladores, aunque podría aceptarse la enmienda propuesta en algunas ediciones,
consistente en sustituir dicho término por nouthetón = de admonitores, con lo que la
traducción quedaría así: "necesitan de médicos, en el papel de admonitores, que..."

64. Útil les es a los criados sin educación y necios un amo inflexible, ya. que sólo por
temor a sus conminaciones y amenazas, y contra su propia voluntad, son reprimidos
mediante el miedo. Bien está, pues, que todos los de esta índole sean beneficiados me-
diante el aprendizaje de errores, ya que son incapaces de llegar al saber a través de la
verdad.

65. Otro tanto ocurre con los que padecen peligrosas enfermedades corporales. Los más
reputados entre los médicos se-abstienen de revelarles la verdad pues saben que de
resultas de-ello se sentirán más desanimados y no se recobrarán de la enfermedad,
mientras que, como resultado del ánimo que les infunde el decirles lo contrario, les
serán más fácilmente llevaderos sus males presentes, y resultará aliviada la enfermedad.

54
66. ¿Quién, en efecto, entre los médicos sensatos diría a su paciente: 'Amigo, se os
practicará un corte, una quemadura o una amputación' aun cuando por fuerza hubiere de
ser sometido a estos tratamientos? Ninguno lo diría. Es que el paciente caería
anticipadamente en el desánimo, y agregaría a la enfermedad ya existente del cuerpo
otra más penosa aún del alma, con lo que rehusará a ser tratado. En cambio, si aguarda
contento lo contrario, engañado por el médico, soportará pacientemente todo, aunque
los medios que se empleen para salvarlo fueren dolorosísimos.

67. Así pues, nuestro legislador, erigido en el más excelente de los médicos de las
dolencias del alma, propúsose una única obra y finalidad: cortar por sus mismas raíces
las enfermedades de la inteligencia a fin de que ninguna de ellas, brotando nuevamente,
produjera un retoño de enfermedad de difícil cura.

68. De este modo esperaba poder extirpar el mal si presentaba a la Causa manifestando
amenazas, accesos de indignación e implacable cólera y además empuñando invencibles
armas en sus embestidas contra los inicuos. Es que no hay otra vía para reprimir al
necio.

69. Por ese motivo, en mi opinión, a las dos máximas antedichas: "Dios es como un
hombre" y "Dios no es como un hombre", ha vinculado él otros dos principios, que
guardan estrecha relación con ellas y son su consecuencia: el temor y el amor. Veo,
efectivamente, que todas las exhortaciones a la piedad contenidas en las leyes se
refieren o al amor o al temor hacia el Que Es. El amor, en efecto, es lo más apropiado
para aquellos que piensan que el Que Es no tiene partes ni pasiones humanas, y lo
honran de manera digna de Él y solamente por Él; en tanto que lo más apropiado para
los otros es el temor.

70. XV. Tales son los puntos que era menester establecer previamente a nuestra
indagación; y hemos de volver a la cuestión inicial, en la que hallábamos la dificultad,
es decir, qué sentido encierra la expresión: "Me he encolerizado por haberlos creado."
Tal vez lo que nos quiere sugerir Moisés es que los ruines han llegado a tal condición a
causa de la cólera de Dios, y los buenos han llegado a serlo merced a Su gracia; pues a
continuación dice: "Noé, sin embargo, halló gracia." (Gen. VI, 8.)

71. Pero la pasión de la cólera, que estrictamente hablando corresponde a los hombres,
está atribuida aquí, acertadamente, con un sentido más metafórico al Que Es con el
propósito de poner de relieve un hecho de capital importancia:'que todo •cuanto
hacemos es tenido por merecedor de reproche y censura si al hacerlo nos guiamos por la
cólera, el temor, el dolor, el placer o cualquiera de las otras pasiones; en tanto que
cuanto hacemos con rectitud y saber merece aplauso.

72. Observa con cuánto cuidado procede en su afirmación diciendo: "Me he


encolerizado por haberlos creado" y no el revés: "Porque los he creado me he
encolerizado."29 Esto último implicaría arrepentimiento, cosa que repugna a la
naturaleza de Dios, que todo lo prevé.30 Lo primero, en cambio, presenta una importante
doctrina: que la cólera es la fuente del mal proceder, tal como el discernimiento lo es de
las rectas acciones.
29
Todas las conclusiones de los parágrafos 70 a 73 son extremadamente extrañas y
confusas; y coronación de todo ello es la referencia a las diferencias de sentido que se
seguirían del cambio de orden en la oración. Si se pospone "me he encolerizado", ello

55
equivale a admitir en Dios-una especie de arrepentimiento tardío (que, por otra parte, es
lo que dice literalmente el texto bíblico); si se antepone, se evita atribuir tal cosa a la
Divinidad, y se admite que la cólera Divina fue simultánea de la creación, y, por lo
tanto, precedió al mal proceder de los hombres; lo cual en la interpretación alegórica
significa que la cólera es el antecedente del mal proceder, tal como el razonamiento es
el antecedente del recto obrar. En la presente reproducción del pasaje bíblico se lee
autóus - los, en vez de autón = lo, como en 51. . ,
30
Y por lo tanto no puede enterarse tardíamente para arrepentirse de lo ya hecho.

73. Pero Dios, teniendo presente Su perfecta y universal bondad, y aun cuando la
multitud toda de los hombres se precipita hacia su ruina por los excesos de sus pecados,
extiende hacia ellos Su salvadora diestra, los toma bajo Su protección y los levanta, no
permitiendo que la raza resulte destruida y eliminada completamente.

74. XVI. Por eso ahora, cuando los otros que dieron pruebas de su condición de ingratos
iban camino de pagar su culpa, nos dice Moisés que Noé halló gracia ante Dios;
buscando con ello que la salvadora misericordia del Mismo aparezca unida a Su
veredicto contra los malvados. En el mismo sentido' se expresa el salmista en un pasaje
en que dice: "He de cantar para Ti Tu clemencia y Tu justicia." (Salmos C, 1.)

75. La verdad es que, si Dios se propusiera juzgar a la raza mortal despojándose de Su


clemencia. Su sentencia sería condenatoria, por cuanto no hay hombre que por sus
propios medios haya recorrido el sendero de una vida irreprochable desde el nacimiento
hasta la muerte; antes por el contrario, los pies de cada uno de ellos han resbalado unas
veces voluntariamente, otras contra su voluntad.

76. Así pues, para que nuestra raza subsista, aun cuando muchos de los que la forman se
precipiten en el abismo, Dios mezcla con Su justicia Su clemencia, a la que se atiene
para beneficiar incluso a los indignos de ella, y no sólo acompaña Su misericordia a Sus
juicios sino también los precede, porque en Él la clemencia es anterior a la justicia
puesto que conoce al merecedor de castigo, no solo después del juicio sino antes de él.

77. XVII. Por eso en otro pasaje se ha dicho: "Hay en la mano del Señor una copa llena
de vino puro31 mezclado." (Salmos LXXV, 8.) A decir verdad, lo "mezclado" no es pre-
cisamente "puro", mas estas palabras están del todo acordes con la realidad de las cosas
y guardan ilación con lo dicho antes; por cuanto Dios emplea poderes puros en lo que a
Sí mismo respecta, pero mezclados en lo que toca a la creación, ya que es imposible que
en la naturaleza mortal tengan cabida Sus poderes sin mezcla.
31
Textualmente: sin mezcla o no mezclado.

78. Sabemos que es. imposible contemplar la llama pura del sol, pues se extinguirá
nuestra mirada debilitada por los resplandores de sus rayos antes que pueda aproximarse
a ellos y percibirlos. Y eso que el sol no es sino una obra de Dios, una porción del cielo,
una masa condensada de éter. ¿Y piensas que nuestra inteligencia sea capaz de concebir
en su pureza sin mezcla aquellas increadas potencias que están en tomo de Dios y
resplandecen con la más brillante de las luces?

79. Al extender, pues, Dios desde el cielo hasta los confines de la tierra los rayos del
sol, debilitó y amenguó con aire frío el excesivo calor que hay en ellos. Los atemperó de
ese modo para que la irradiación emitida por su llameante fuego, despojándose del

56
poder de quemar, mas reteniendo el de iluminar, fuera al encuentro de la luz pariente y
amiga suya que atesoran nuestros ojos y la saludara; pues es la convergencia a un
mismo lugar y el entrecruzamiento de ambas luces lo que produce la aprehensión visual.
De la misma manera, ¿quién, siendo mortal, podría recibir la ciencia de Dios, Su
sabiduría, Su prudencia, Su justicia y cada una de las demás virtudes Suyas, si
previamente no hubieran sido atemperadas? No podrían hacerlo ni el cielo ni el mundo
todo.

80. Conociendo, pues, el Creador Su sobresaliente preeminencia en todo cuanto es exce-


lente, y la natural debilidad de las criaturas, debilidad no disimulada por la superlativa
jactancia de las mismas, no quiere beneficiarlas ni castigarlas en la medida de Su poder,
sino según la capacidad que Él ve en cada uno de los que han de ser objeto de una u otra
medida.

81. Por cierto que, si nosotros tuviéremos capacidad para beber y gozar de esta diluida
mezcla de una moderada cantidad de Sus poderes, podremos recoger suficiente
felicidad. Desista, pues, la raza humana de intentar alcanzar una felicidad más perfecta
que ésta, porque, como se ha demostrado, las excelencias realmente puras y sin mengua
sólo existen en el Que Es.

82. XVIII. Aseméjase al pasaje citado lo que se ha dicho en otro lugar: "El Señor ha
hablado una vez y estas dos cosas Le oí." (Salmos LXI, 11.) En efecto, "una vez"
aseméjase a lo no mezclado por cuanto lo no mezclado es una unidad, y la unidad es sin
mezcla. "Dos cosas", en cambio, es similar a lo mezclado, pues lo mezclado no es
simple por cuanto admite combinación y separación.

83. Dios, pues, habla en unidades puras. Su palabra, en efecto, no consiste en un golpe
de aire sonoro ni mezclado con otra cosa alguna en absoluto, sino es incorpórea y
desnuda y no difiere de la unidad. Nosotros, en cambio, escuchamos algo doble.

84. En efecto, el soplo que parte de la facultad rectora, enviado hacia arriba a través de
la tráquea, es mezclado en la boca por la lengua, como por un artesano, y llevado hacia
afuera y, mezclado con su congénere el aire, sobre el que golpea, completa
armoniosamente la mezcla que es una dualidad; pues la consonancia producida por
sonidos diferentes es armonizada en la dualidad, originalmente dividida, que contiene
un tono agudo y uno grave.

85. Con toda razón, pues, opuso el legislador a la multitud de injustos pensamientos la
equidad de un hombre, uno solamente, inferior en número, pero superior en valor, a fin
de que lo peor, al ser pesado como en el platillo de una balanza, no resultara dominante
sino, cediendo ante el peso de la opuesta tendencia hacia lo mejor, resultase impotente.

86. XIX. Pero examinemos qué quiere decir "Noé halló gracia delante de Dios
Soberano." (Gen. VI, 8.) Entre los que hallan algo unos encuentran de nuevo cosas que,
habiendo sido suyas, las habían perdido; otros, en cambio, hallan ahora por primera vez
lo que no habían adquirido anteriormente. Por eso los que procuran la precisión en las
expresiones acostumbran llamar "hallazgo" a esto último y "recuperación" a lo primero.

87. Clarísimo ejemplo de lo primero son las prescripciones relativas al gran voto.32 Un
voto 33 es un pedido de bienes a Dios; un "gran voto", en cambio es el reconocimiento

57
de que Dios mismo y por Sí mismo es el origen de las cosas buenas y de que, aunque
aparentemente la tierra produce frutos, las lluvias hacen crecer las semillas y las plantas,
el aire es capaz de nutrirlas, la agricultura es causa de las cosechas, la medicina lo es de
la salud y el matrimonio de la generación de hijos; no obstante eso, no existe cosa
alguna que pueda ser considerada copartícipe de Él en la producción de beneficios. 88.
Porque todas estas cosas están por obra del poder de Dios, sujetas a cambios y
transformaciones, de modo que producen frecuentemente efectos contrarios a los
ordinarios. Pues bien, quien formula el gran voto debe, según Moisés, ser "santo y
dejarse crecer libremente los cabellos de su cabeza" (Núm. VI, 5); lo que equivale a
decir que debe procurar el progresivo desarrollo de los capitales 34 brotes de las
verdades relativas a la virtud que tienen lugar en la facultad rectora,35 y enorgullecerse
por ellas como quien se precia de llevar una larga cabellera.
32
Ver Núm. VI, 2. Sobre el nazareato ver también Interpretación alegórica, I, 17.
33
El término eukhé =: voto, significa también súplica.
34
Kephalaiódes (de kephalé = cabeza) = capital, fundamental, sumario. Al calificar de
"capitales" a los nacimientos o brotes de las verdades, está recurriendo Filón a un juego
de palabras para vincular esos brotes con los cabellos de la cabeza, es decir, capitales
(de cáput = cabeza; cápita).
35
Es decir, en la inteligencia.

89. Pero ocurre que en ocasiones él las ha perdido por haber sobrevenido de improviso
sobre el alma cierto torbellino que le ha arrebatado cuanto contenía de noble. Este
torbellino consiste en cierta involuntaria claudicación, a la que Moisés llama muerte,36
que repentinamente mancha el alma.
36
Núm, VI, 9.

90. Pero con todo, habiéndolas perdido, acto seguido, purificado, resarce la pérdida y
recuerda aquello que había olvidado hasta entonces y encuentra lo que había perdido; y
como consecuencia de ello, los días anteriores, es decir, los de su claudicación,37 no son
tenidos en cuenta o en razón de que la claudicación es. algo al margen del cálculo,38
desacorde con la recta razón y sin vinculación con la prudencia, o bien porque, tales
días no merecen ser contados; ya que, como ha dicho alguien,39 "no hay cuenta ni
número para las cosas como esas."
37
En realidad, los días que no se le tienen en cuenta al nazareo en caso de tener contacto
con un cadáver son los anteriores a esta mancha. Pero, tal como explica Filón las cosas,
esos días serían los de la prevaricación del hombre bueno, no los anteriores a ella.
38
Es decir, carente de discernimiento, control o cálculo, o sea, irracional..
39
Trátase de un proverbio.

91, XX. Por otra parte, frecuentemente venimos a encontrarnos con cosas que ni en
sueños conocíamos antes. Un ejemplo es lo que algunos cuentan del labrador que,
cavando en un terreno con intención de plantar un árbol frutal, vino a dar con un tesoro,
de modo que gozó de una fortuna inesperada.

92. Así, el ejercitante,40 cuando su padre le pregunta por el origen de su conocimiento


diciéndole: "¿Qué es esto que has hallado rápidamente, hijo mío?", responde en estos
términos: "Es lo que Dios Soberano puso ante mí." (Gen. XXVII, 20.) En efecto,
cuando Dios nos proporciona el espectáculo de Su eterna sabiduría, sin que medie
nuestra dedicación o esfuerzo, hallamos en él de improviso un tesoro de perfecta
felicidad que no esperábamos.

58
40
Jacob.

93. Sucede a menudo que aquellos que mediante su esfuerzo buscan algo no alcanzan al
objeto buscado; en tanto que otros, sin proponérselo y con toda facilidad, encuentran
aquello en lo que no habían pensado. Los hombres de espíritu tardo y pesado, en efecto,
como si hubieran perdido la vista, se esfuerzan sin resultado en el estudio de alguna de
las ramas del saber; mientras que los bien dotados por la naturaleza lo alcanzan de
innumerables maneras, sin aplicarse a ello pues disponen de un certero e infalible
acceso a él; de tal modo que, aunque no se apresuren a tomar contacto con los asuntos,
éstos parecen verse impelidos a salir a su encuentro y procurarles la más exacta
aprehensión que de ellos se pueda tener.

94. XXI. A éstos es a los que, según Moisés, están dadas-grandes y hermosas ciudades,
que ellos no han edificado; casas repletas de bienes, que ellos no han llenado; cisternas.
cavadas que ellos no han cavado; viñedos y olivares que ellos no han plantado." (Deut.
VI, 10 y 11.)

95. Al decir "ciudades y casas" designa simbólicamente a las virtudes genéricas y espe-
cíficas. En efecto, el género aseméjase a la ciudad, como que ésta se caracteriza por más
anchos límites y abraza un mayor 41 número de cosas; en tanto que la especie se parece a
la casa, pues 'es más concentrada y más ajena a la idea de comunidad.42
41
"Mayor número de cosas" que la casa, como el género encierra mayor número de
especies que las que, a su vez, encierra cada una de sus especies.
42
Es decir, comparada con el género, la especie es un círculo más pequeño y más
próximo a la unidad.

96. Las ya preparadas cisternas son los premios preparados para ser ganados sin
esfuerzo, cisternas de celestiales y dulces aguas, depósitos preparados para guardar
dichas virtudes, las que procuran al alma la perfecta dicha, que resplandece con la luz de
la verdad; y así, en los viñedos nos proporciona un símbolo de la dicha, y en los olivares
una representación de la luz.43
43
Sobre el simbolismo aceite = luz, ver Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo
mejor 118.

97. Felices, pues, son éstos, pues experimentan algo análogo a lo que sienten los que
despiertan de un sueño profundo y contemplan de improviso el mundo sin hacer
esfuerzo y sin dedicación a ello. Desdichados, en cambio, aquellos que pugnan
ardorosamente en procura de aquello para lo que no están naturalmente dotados,
apremiados por esa penosísima enfermedad que es la ambición de igualar a otros. 98.
Porque, aparte de no alcanzar el fin propuesto, soportarán, como si se tratase de naves
atravesando el mar entre contrarios vientos, además de un daño nada pequeño una
grande vergüenza. En efecto, no sólo no alcanzan éstos a llegar a los puertos hacia los
que se apresuran, sino muchas veces arruínanse a sí mismos, a su tripulación y su carga,
dando origen al dolor de los amigos y al gozo de los enemigos.

99. XXII. A propósito de ello, la ley dice que "algunos subieron a la montaña con
violencia, y el amorreo que habita en aquella montaña salióles al encuentro, los hirió
como lo hacen las abejas y los persiguió desde Seir hasta Horma." (Deut. I, 43 y 44.)

100. No puede, en efecto, ser de otra manera. Si aquellos que no son aptos para la

59
aprehensión de las artes, se violentan en el esfuerzo para adquirirlas, no sólo no
alcanzarán el fin perseguido sino además se harán merecedores de oprobio.44 Y lo
mismo aquellos que ejecutan alguna otra acción conveniente, pero lo hacen no
voluntariamente con consentimiento de su discernimiento sino violentando sus
inclinaciones: no proceden rectamente sino heridos y perseguidos por sus íntimos
sentimientos.
44
El mismo pensamiento sobre la esterilidad del esfuerzo si no va acompañado por la
capacidad correlativa está desarrollado en Sobre los sacrificios de Caín y Abel 113 a
117.

101. ¿Dirías tú que existe alguna diferencia en lo que a honestidad se refiere entre
aquellos que restituyen insignificantes préstamos de dinero con la esperanza de
defraudar mayores cantidades, y aquellos que devuelven gruesas sumas pero
violentando su natural deshonestidad, único aguijón que jamás cesan de sentir?

102. Cuantos se han abocado al servicio del único Sabio sin sinceridad, como si sobre
un escenario hubieren representado santísimas normas de vida sin otro fin que realizar
una exhibición ante los espectadores congregados, llevando en el alma bufonería y no
piedad, ¿no están acaso extendiéndose y torturándose a sí mismos como sobre la rueda
del suplicio para simular fingidamente lo que en realidad no experimentan?

103. Por eso, aunque por un corto tiempo permanecen encubiertos bajo los signos de la
superstición, que es una valla para la piedad y origen de grande daño tanto para los que
se hallan en tal estado como para los que tienen trato con ellos, con todo, al cabo de un
tiempo, despojados de las envolturas exteriores, muestran desnuda su simulación; y
entonces, como aquellos cuya condición de extranjeros se comprueba, son señalados
como falsos ciudadanos que han inscripto ilegalmente sus nombres en el registro de la
más grande de las ciudades, es decir, de la virtud, sin tener derecho alguno a hacerlo. Es
que la violencia resulta de corta vida como el mismo nombre lo atestigua, pues deriva
de "breve".45 Este término, en efecto, designaba entre los antiguos lo de breve duración.
45
Otra de las gratuitas derivaciones de Filón: biaion = violento, derivado de baión = de
corta duración, breve, no obstante no existir parentesco alguno entre ambos términos.

104. XXIII. Pero queda aún por responder qué significa el pasaje: "Noé halló gracia
ante Dios Soberano". ¿Significa que alcanzó una gracia o que fue hallado digno de
gracia? No es razonable suponer lo primero. Porque, ¿qué más se le ha dado a Noé que,
a decir verdad, no se haya dado a todas las creaturas, no sólo a las que son naturalezas
compuestas de cuerpo y alma sino también a las simples naturalezas elementales, todas
ellas admitidas como receptoras de la Divina gracia?

105. La segunda interpretación, en cambio, no carece de razonable sentido, puesto que


la Causa juzga merecedores de Sus dones a los que no desvirtúan con prácticas
vergonzosas esa Divina representación existente en ellos, que es la sacratísima inteli-
gencia. Pero quizá esta interpretación no es la verdadera.

106. Porque, ¿cuánta grandeza es razonable suponer en el que fuera considerado por
Dios digno de Su gracia? Yo entiendo que aun el mundo entero difícilmente alcanzaría
tal cosa, no obstante tratarse de la primera, mayor y más perfecta de las Divinas obras.

107. Quizá, entonces, sea mejor admitir lo siguiente: el hombre de bien, ávido, como es,

60
de inquirir y saber muchas cosas, en todo aquello que indaga halla esta suprema verdad:
que todas las cosas: la tierra, el agua, el aire, el fuego, el sol, los astros, los animales y
las plantas en su totalidad, son gracia de Dios. Mas no es a Sí mismo a quien Dios ha
agraciado; Él nada necesita; sino ha dado el mundo al mundo, y sus partes a sí mismas,
a las demás y también al universo. 108. Pero no fue porque juzgase a alguien digno de
Su gracia por lo que dio en abundancia bienes al universo y a sus partes; lo ha hecho
con la mirada puesta en Su eterna bondad y considerando que el beneficiar es algo que
atañe a Su dichosa y feliz naturaleza. De modo que, si alguien me preguntare cuál es la
causa de la creación del mundo, yo responderé, habiéndolo aprendido de Moisés, que es
la bondad del Que Es, la que precede a todas Sus potencias y es la fuente de las otras.46
46
Existe una laguna en el pasaje y resulta difícil conjeturar su real sentido. Tal vez,
como propone Colson, deba leerse algo así como: "esa bondad que es la más antigua de
Sus gracias, y la fuente de otras." La reconstrucción seguida en la traducción es la de
Wendiand.

109. XXIV. Pero hemos de observar que se nos dice que Noé complacía a las potencias
del Que Es, al Señor y a Dios;47 en tanto que Moisés complacía a Aquél que es
escoltado por esas potencias y que fuera de ellas es concebido en cuanto a Su existencia
solamente. Pénense, en efecto, en boca de Dios estas palabras: "Has hallado gracia
delante de Mí" (Ex. XXXIII, 17); en las que Dios muéstrase a Sí mismo como Aquél
que junto a Sí no tiene otro ser alguno.
47
Gen. VI, 8. Filón entiende que el término "Señor" (Kyrios) designa a la potencia
gobernante de la Divinidad, en tanto que el término "Dios"(Theós) alude a su potencia
providencial y benefactora. Ver al respecto Sobre la obra de Noé como plantador 86 y
ss.

110. Así pues, el Que Es considera por Su propia y exclusiva decisión digna de gracia a
la suprema sabiduría qué hay en Moisés, en tanto que a la sabiduría de segundo orden48
y de carácter más específico, que no es sino una copia de aquélla, la considera también
merecedora de gracia pero a través de Sus potencias subordinadas, según las cuales Él
es Señor, Dios, Regente y Benefactor.
48
Es decir, más limitada e inferior a la sabiduría suma, cuya jerarquía es la propia del
género con respecto a sus especies.

111. Mas existe otra inteligencia, amante del cuerpo y de las pasiones, que ha sido
vendida al jefe de cocina 49 de nuestro compuesto ser, es decir, al placer; y privada, cual
si se tratase de un eunuco, de todos los masculinos y fecundos órganos del alma; y vive
a las nobles prácticas, incapaz de recibir el Divino mensaje, excluida de la sagrada
congregación,50 en la que siempre las pláticas y estudios versan sobre la virtud. Cuando
esta inteligencia es arrojada a la prisión de las pasiones, encuentra de parte del jefe de
cocina un favor que es más degradante que el repudio.
49
Gen. XXXIX, 1.
50
Deut. XXIII, 1.

112. En efecto, no son, estrictamente hablando, prisioneros aquellos que, después de ser
condenados por magistrados designados por sorteo o por jueces elegidos por voto, son
arrojados al sitio destinado a los delincuentes, sino aquellos cuyos rasgos espirituales
son condenados por la naturaleza, pues desbordan insensatez, incontinencia, cobardía,
injusticia, impiedad y otras innumerables plagas.

61
113. Mas el inspector, guardián y tesorero de éstos, el jefe de la prisión es un complejo
y cúmulo de innumerables y múltiples vicios tejidos en una sola trama y figura, y
complacerlo constituye el mayor de los castigos. Algunos, no viendo este castigo, y
engañados al confundir lo dañoso con lo útil, acuden a él muy regocijados y se
convierten en escoltas suyos con la esperanza de que, juzgados fíeles, habrán de llegar a
ser subalternos y lugartenientes en la custodia de las faltas voluntarias e involuntarias.

114. Pero tú ciertamente, oh alma, considerando que tal señorío y mando es más cruel
que la penosa esclavitud, elige en la medida de lo posible un sistema de vida sin
cadenas, sin ataduras y libre.

115. Mas, si cayeres en las redes de la pasión, soporta antes convertirte en prisionera
que en guardiana de prisión. Si sufres y eres oprimida alcanzarás misericordia, mas si te
entregas a las intrigas con ánimo de obtener cargos, y a la sed de gloria, llegarás a ser
guardiana de la prisión, oficio grato pero a la vez un mal, y el mayor de todos los males,
por el que serás hecha completamente esclava para siempre.

116. XXV. Por lo tanto, aleja de ti con toda tu fuerza las complacencias para con los
jefes de guardia de las prisiones; y anhela, en cambio, muy especialmente y con todo
celo el complacer a la Causa. Mas si ello sobrepasare tus posibilidades, dado que la
grandeza de Su dignidad está por sobre ellas, no desistas; ve hacia Sus potencias y
conviértete en suplicante ante ellas hasta que las mismas, aceptando la constancia y
legitimidad del servicio, te asignen tu lugar entre aquellos que les complacen; tal como
hicieron con Noé, de cuya descendencia Moisés ha confeccionado la lista más extraña y
novedosa.

117. Dice, en efecto: "Éstas son las generaciones de Noé. Noé fue un hombre justo,
siendo perfecto en su engendramiento. Noé fue grato a Dios." (Gen. VI, 9.) Ciertamente,
los vástagos de la creatura compuesta deben por naturaleza ser ellos también
compuestos. Así, los caballos engendran por fuerza caballos; los leones, leones; los
toros, toros; y de la misma manera, los hombres engendran hombres.

118. Los vástagos propios de la sana inteligencia, en cambio, no son de tal suerte sino lo
son las mencionadas virtudes, a saber: su condición de "hombre", su condición de
"justo", su condición de "perfecto" y su condición de "grato a Dios". Esta última, como
que es el grado más alto de la perfección y el límite de la suprema felicidad, es
mencionada en último término.

119. Una forma de generación consiste en la conducción y tránsito, por así decir, del no
ser al ser. Ella constituye el natural proceso que forzosamente siguen siempre las plantas
y los animales, pero existe otra, consistente en el cambio del género superior a la
especie inferior, cambio al que se refiere Moisés cuando dice: "Éstas son las
generaciones de Jacob. José tenía diecisiete años y aunque joven todavía, cuidaba como
pastor los rebaños junto a sus hermanos, junto con hijos de Bala y los de Zelfa, las
esposas de su padre." (Gen. XXXVII, 2.)

120. Pues bien, cuando esta razón diligente en la ejercitación y amante del saber51
desciende desde las más divinas de las concepciones hacia las opiniones humanas y
mortales, seguidamente es engendrado José, el que sigue el ritmo del cuerpo y de las
cosas corpóreas. No obstante que lo avanzado de su edad había tornado grises sus

62
cabellos, es "joven aún". Y lo es porque aún no ha llegado en absoluto a comprender ni
el pensamiento ni la lección de la edad madura, pensamiento y lección que los que son
contados como miembros de la compañía de Moisés han aprendido, hallando en ellos un
tesoro y un goce provechosos en grado sumo para sí y para los que están en estrecha
relación con ellos.

121. Por eso, entiendo yo; porque quiere pintamos un. retrato de José y la más exacta
representación de su carácter de la manera más clara, es por lo que nos lo presenta
Moisés cuidando los rebaños en compañía no de hermano legítimo alguno, sino de
hermanos bastardos, los hijos de las concubinas, los que son designados por el
parentesco inferior, vale decir, el de las mujeres, y no por el superior, o sea, el de los
hombres. En esta ocasión, en efecto, son llamados hijos de las mujeres Bala y Zelfa, y
no de su padre Israel.

122. XXVI. Con razón podría alguien preguntar por qué motivo después de la mención
de la perfección de Noé en lo que hace a las virtudes, se nos dice que "la tierra se
corrompió delante de Dios y se llenó de iniquidad." (Gen. VI, 11.) Para quien no es
demasiado profano en instrucción tal vez no resulte difícil dar con la respuesta.

123. Hemos de decir que, cuando en un alma el elemento incorruptible surge, el mortal
se corrompe de inmediato, ya que la generación de las prácticas nobles implica la
muerte de las innobles, por la misma razón que, cuando la luz ilumina, desaparece la
sombra. Por eso en la ley relativa a la lepra está establecido con todo cuidada que "si un
color vivo apareciere en el leproso, será manchado." (Lev. XIII, 14.)

124. Y con ánimo de confirmar esto y ponerle, por así decir, el sello, añade: "Y el color
sano lo manchará." (Lev. XIII, 15.) Al expresarse así se sale de lo razonable y normal.
En efecto, todos los hombres consideran que la corrupción de las cosas sanas es
producida por las cosas enfermas, y la de las vivas por las muertas, y no que, al revés,
las saludables y vivas corrompen a sus contrarias, entendiendo que por el contrario,
aquéllas preservan a éstas.

125. Pero nunca faltan en la sabiduría de Moisés novedades sumas, y también en este
caso pone de manifiesto su peculiar modalidad al enseñamos que lo sano y lo vivo es
causa de impureza en las cosas manchadas. Pues bien, el sano y vivo color en el alma,
cuando verdaderamente aparece sobre ella, es la convicción.52
52
"Convicción" o reproche o prueba o refutación, es decir, el poder de poner al
descubierto de manera irrebatible algo negativo. Prácticamente lo que entendemos por
conciencia moral.

126. Cuando esta convicción se hace presente, realiza un inventario de todas las faltas
de la misma y difícilmente cesa de echárselas en cara, hacerla avergonzar y reprenderla.
La convicta alma reconoce sus yerros uno a uno y entonces se da cuenta de cuan
insensata, intemperante, inicua y llena de manchas era.

127. XXVII. Por esta misma razón establece Moisés una ley sumamente paradójica, en
la que declara que el que padece una lepra local es impuro, en tanto que el que ha sido
invadido completamente por ella en todas las partes de su cuerpo, desde la planta de sus
pies hasta el extremo de su cabeza, es puro.53 No faltará seguramente quien haya

63
conjeturado lo contrario, cosa que sería razonable suponer, vale decir, que menos im-
pura es la lepra parcial y limitada a una pequeña parte del cuerpo, y más impura la que
está extendida al punto de envolverlo por completo.
53
Lev. XIII, 11 a 13.

128. Pero éstas, entiendo yo, son expresiones simbólicas, con las que quiere mostramos
Moisés esta verdad suma: las faltas involuntarias, aunque fueren las de máxima
extensión,54 son puras y no culpables y no son objeto del severo reproche de la
conciencia; en cambio, las faltas voluntarias, aunque no se extendieren ampliamente,
son halladas culpables por ese juez del alma,55 demostrándose la falta de santidad, la
suciedad y la impureza de las mismas.
54
Es decir: extiéndanse hasta donde se extendieren, abarquen lo que abarcaren. Filón
insiste en que la mayor cantidad no pesa, siendo lo voluntario o involuntario de la falta
la condición esencial.
55
Es decir, la "convicción" o conciencia.

129. Así pues, la lepra de doble naturaleza, que brota con dos colores, representa el
vicio voluntario, pues 56 el alma, que lleva en sí a La salutífera, vivificante y recta razón,
no la emplea como piloto para aproximarse a la seguridad que brindan, las cosas nobles,
sino se abandona a los inexpertos en materia de navegación, y hace así zozobrar
completamente el barco de su vida, el que en la calma y serenidad del mar podía
haberse mantenido a salvo.
56
La analogía entre tal tipo de lepra y el vicio voluntario se desprende al parecer, de que
en una y otro lo característico es la falta de unidad; en la tal lepra a causa del doble
aspecto y color, en tanto que en el alma viciosa como resultado de haberse apartado de
la dirección única de la recta razón, y entregado a las varias tendencias que la llevan a la
ruina.

130. En cambio, la lepra que evoluciona hacia un único aspecto blanco, representa el
error involuntario, el que sobreviene cuando la inteligencia está completamente
impedida de discernir y no subsiste en ella germen alguno de los que permiten tener
conciencia de las cosas; y como los que hállanse envueltos en una niebla y obscuridad
profunda, nada ven de lo que han de hacer, soportando, cual un ciego que cae sobre
cada obstáculo sin poderlo ver antes, continuos deslices y sucesivas e involuntarias
caídas.

131. XXVIII. Semejante a esto es también lo establecido acerca de la casa en la que los
casos de lepra son frecuentes. Dice, en efecto, la ley que, "si se diere un síntoma de
lepra en una casa, su propietario irá al encuentro del sacerdote y se lo comunicará
diciendo: 'Ha aparecido en mi casa algo que parece ser una señal de lepra'" Y añade: "Y
el sacerdote ordenará desocupar la casa antes de que el sacerdote entre en la casa y la
observe, y cuanto hubiere en la casa no será impuro. Y después el sacerdote irá a
practicar la inspección." (Lev. XIV, 34 a 36.)

132. Así pues, antes de que el sacerdote vaya a la casa, lo que hay en ella es puro; y a
partir de su llegada todo se toma impuro. Sin embargo, lo razonable sería lo contrario,
es decir, que al penetrar en ella un hombre purificado y perfecto, aplicado
permanentemente a ofrecer plegarias, ceremonias religiosas y sacrificios por todos los
hombres, cuanto hay dentro se tomara mejor, y de impuro viniera a ser puro. Mas aquí
ni siquiera permanecen en el mismo estado, sino se cambia en uno inferior, cuando tiene

64
lugar la entrada del sacerdote.

133. Si estas cosas resultan coherentes a través de una interpretación directa y literal de
la prescripción es algo que averiguarán los que acostumbran y gustan emplear tal género
de interpretaciones. Mas nosotros debemos manifestar sin rodeos que no existen dos
cosas que más congruencia guarden entre sí que la entrada del sacerdote y el simultáneo
mancharse de cuanto la casa contiene.

134. En efecto, mientras la Divina razón no ha entrado aún en nuestra alma como en una
residencia, todas las obras de ésta están libres de culpa, por cuanto el inspector, el padre,
el maestro o como deba llamársele al sacerdote, el único que puede censurarla y guiarla
hacia la sensatez, está muy lejos de ella. No se formulan cargos contra aquellos que
faltan por ignorancia al no tener a la experiencia como consejera de lo que habrán de
hacer. Realmente no alcanzan a concebir como {altas sus actos, y por el contrario, en
los mayores errores a veces, juzgan estar obrando rectamente.

135. Mas cuando ese verdadero sacerdote que es la convicción, entra en nosotros como
un rayo purísimo de luz, entonces tenemos clara noción de que los pensamientos que
encierra nuestra alma no son santos, y que son dignas de reproche y culpables las
acciones que hemos emprendido ignorantes de lo que nos convenía, y así, la convicción,
en su carácter de sacerdote consagrado, las mancha a todas y manda quitarlas y sacarlas
fuera, a fin de poder ver la casa del alma en su misma pureza; y, si en ella han
sobrevenido determinadas enfermedades, curarlas.

136. XXIX. AI tratar este asunto me viene a la memoria el caso de la mujer viuda que
según el Libro de los Reyes se encuentra con el profeta.57 Es una viuda, no en el sentido
que nosotros le damos al término, es decir, una mujer que ha perdido a su marido; sino
por haber enviudado de las pasiones que corrompen y llenan de ignominia, a la
inteligencia. Un ejemplo análogo nos presenta también la narración de Moisés en
Tamar.
57
I Reyes XVII, 10. Se trata del profeta Elias.

137. A ésta se la ha ordenado permanecer en su condición de viuda dentro de la casa de


su padre, su único-salvador,58 gracias al cual, habiendo abandonado para siempre los
contactos y tratos con los mortales, vive aislada y "viuda'" de humanos placeres; y
recibe la Divina fecundación y, llena de las simientes de la virtud, concibe y da a luz
hermosas acciones. Y, cuando las ha engendrado, obtiene los trofeos de los combates
contra sus enemigos y es registrada como vencedora, portando el símbolo de su victoria,
la palma. "Tamar", en efecto, significa "palma".
58 Gen. XXXVIII, 11.

138. Ahora bien, toda inteligencia que se apresta a enviudar y desvincularse de lo ruin
dice al profeta: "Hombre de Dios, tú has venido hasta mí para recordarme mis faltas e
iniquidades." (I Reyes XVII, 18.) Y así es; cuando éste inspirado por Dios ha entrado en
el alma, preso, como está, del celestial amor y movido en su celo por la virtud por los
incontenibles aguijones del delirio que Dios le infunde, trae a la memoria. las pasadas
iniquidades y faltas, no para que el alma incurra de nuevo en ellas, sino para que, presa
de una gran angustia y derramando muchas lágrimas por su viejo error, rechace con.
repugnancia a los vástagos del mismo y siga la guía de la razón, intérprete y profeta de
Dios.

65
139. En efecto, los hombres de antaño llamaban a los profetas ora "hombres de Dios"
ora videntes, dándoles así nombres precisos y adecuados a la inspiración y a la amplia
visión de la realidad con que procedían.

140. XXX. Razón, pues, tuvo Moisés, el más santo de los hombres, al decir que, cuando
se ponían de manifiesto las virtudes de Noé, corrompíase la tierra. Y dice más: "Estaba
corrompida porque toda carne corrompía su camino sobre la tierra." (Gen.: VI, 12.) 141.
Algunos son de la opinión de que la expresión está equivocada y de que la forma
coherente e incuestionable debe de ser 'Porque toda carne corrompía Su 59 camino'. Dan
como razón el que la forma masculina no puede concordar con un sustantivo femenino,
como es "carne".
59 Como en el texto de los LXX se lee autoû = de él, referido indudablemente a Dios,
Filón aclara que no se trata del camino de la carne, ya. que sárx = carne, es femenino, y
debería decir autês = de ella, si se tratara. del camino de ésta y no del de Dios.

142. Pero, de seguro, las palabras de Moisés no se refieren solamente a la carne, para
decir que corrompe su propio camino; lo que justificaría la hipótesis del error
gramatical; sino hacen referencia a dos cosas: a la carne que está corrompiéndose, y a
Otro, cuyo camino intenta la carne corromper y arruinar. De modo que el pasaje debe
entenderse así: 'Toda carne corrompía el perfecto camino del Eterno e Incorruptible, el
camino que lleva hacia Dios'.

143. Tal camino, tenlo presente, es la sabiduría; pues a través de esta recta y anchurosa
vía la inteligencia es guiada y alcanza su meta, meta que no es otra que el conocimiento
y la ciencia de Dios. Y este conocimiento es lo que odia, repudia y trata de corromper el
amigo de la carne: pues no hay, ciertamente, oposición más profunda que la del placer
contra la ciencia.

144. Así, contra los miembros de la raza vidente llamada Israel, cuando éstos hállanse
determinados a avanzar a lo largo de este camino real, combate encarnizadamente el
terrestre Edom, cuyo nombre significa, precisamente "terrestre", amenazando con ardor
y con toda clase de preparativos apartarlos del camino y convertir éste en senda
totalmente desusada e intransitable.

145. XXXI. Los embajadores enviados 60 se expresan, pues, en estos términos:


"Atravesaremos tu tierra. No pasaremos a través de los sembrados ni de los viñedos; no
beberemos agua de fuente tuya; recorreremos el camino real sin volvemos ni hacia la
derecha ni hacia la izquierda hasta que hayamos salido de tus lindes." Mas Edom
responde con jactancia: "No pasarás a través de mí. Si lo intentares me opondré yendo
contra ti en armas". Los hijos de Israel dijéronle entonces: "Iremos a lo largo de la
montaña, y si yo y mis ganados bebiéremos de tu agua te pagaré su valor. Pero la cosa
es ínfima;61 pasaremos a lo largo de la montaña." Mas Edom dijo: "No pasarás por mi
tierra." (Núm. XX, 17 a 21.)
60
Por los de Israel a los edomitas.
61
Literalmente: "la cosa es nada", es decir, "lo que pido (o lo que haremos) es poca
cosa".

146. La historia nos cuenta que uno de los antiguos,82 al contemplar una procesión
organizada con suntuosidad suma, volviéndose hacia algunos de sus discípulos, dijo:

66
"Ved, mis amigos, cuántas cosas de las que no siento necesidad." Tras la jactancia
contenida en esta breve expresión enciérrase una profesión excelente y verdaderamente
celestial.
62
Refiérese a Sócrates. El episodio es narrado por Cicerón, Tusculanas V, 91, y
Diógenes Laercio II, 25.

147. ¿Qué es lo que dices? 63 ¿Que has ganado la corona de la victoria en la olímpica
lucha contra toda riqueza, y fuiste tan superior a cuanto ésta encierra, que no aceptaste
nada de lo que ella te puede procurar para tu goce y uso? ¡Admirable es lo que dices! Y
mucho más admirable todavía tu resolución, que ha crecido con tanta fuerza, que ya no
ha menester de lucha para alcanzar una completa victoria.
63
Una de las acostumbradas preguntas ex abrupto de Filón. Está dirigida
imaginariamente al autor del precedente comentario, Sócrates.

148. XXXII. Pero entre los discípulos de Moisés no es sólo un hombre el que puede
jactarse de haber sido instruido en los primeros elementos de la sabiduría; ello es
también posible a toda una numerosísima nación. He aquí la prueba: el alma de cada
uno de sus discípulos ha tenido la valentía y el coraje de decirle al rey de todos los
bienes aparentes, al terrestre Edom (que realmente son terrestres todos los bienes
aparentes): "Ahora pasaré a través de tu tierra".

149. ¡Oh extraordinaria y magnífica promesa! ¿Seréis capaces, decidme, de recorrer,


atravesar y dejar detrás todas las cosas de la tierra, que parecen bienes, y son
reconocidas como tales? ¿Y nada, entonces, que se oponga a vuestra marcha la
contendrá y detendrá?

150. ¿Miraréis todos, uno tras otro, los tesoros de riqueza, repletos, y os apartaréis y
desviaréis vuestra mirada de ellos? ¿Despreciaréis las honras de vuestros antepasados
paternos y maternos y el blasón de una noble cuna ensalzada por los más? Y la gloria,
por la que los hombres todo lo ofrendan, ¿la dejaréis de lado como algo completamente
indigno? ¿Y qué? ¿Pasaréis de largo ante la salud del cuerpo, la agudeza de los sentidos,
la muy apetecida belleza, la fuerza irresistible y todas las demás cosas con las que se
adorna la casa del alma, o tumba o como deba llamarse, excluyendo a todas ellas del
orden de lo bueno?

151. Rasgos inmensos de valor son estos, propios de un alma excelsa y celestial, que ha
abandonado la región terrestre, ha sido conducida a lo alto, y habita en compañía de las
Divinas naturalezas. Al llenarse de la visión de los bienes incorruptibles y legítimo»,
renuncia, y con razón, a los efímeros y espurios.

152. XXXIII. Porque, ¿qué utilidad reporta el pasar a través de todos los bienes
mortales y pertenecientes a los mortales, si no los atravesamos bajo la guía de la recta
razón sino, como algunos hacen, envueltos en el falso orgullo, o la indolencia o la
inexperiencia acerca de ellos? Porque no todos ellos son estimados universalmente:
unos lo son por algunos; otros por otros.

153. Por eso, queriendo señalarnos que es bajo la guía de la recta razón como debemos
despreciar las cosas que hemos enumerado, a la afirmación "pasaré" le agrega "a través
de tu tierra". Esto, sabía él,64 es lo más fundamental: el hecho de que estemos envueltos
por todas las inagotables materias de los bienes aparentes, y que, sin embargo, no

67
seamos presa de ninguna de las redes que lanza sobre nosotros cada una de ellas, sino,
por el contrario, tengamos fuerza suficiente para quebrar con un solo impulso, como el
fuego, sus sucesivos e ininterrumpidos embates.
64
Moisés, al poner en boca de los enviados esas palabras.

154. Dice que por estas cosas "atravesarán"; en cambio, al referirse a los campos y
viñedos va no emplea el término "atravesar".65 Es que necedad grande sería atravesar las
cultivadas plantas que en el alma producen cultivados frutos, es decir, meritorias
palabras y laudables acciones. Al contrario, lo que han de hacer es permanecer,
recogerlos y comerlos ávidamente sin saciarse jamás. Porque cosa hermosísima es el
gozar insaciablemente de las perfectas virtudes, goce del que son símbolo los
mencionados viñedos.
65
En el texto de lo LXX se lee primero pareleusómetha, que Filón interpreta como
atravesaremos sin hacer alto; en tanto que en la oración siguiente se lee dieleusómetha,
que según la lectura de Filón debe entenderse como pasaremos sin prisa.

155. Por otra parte, nosotros, sobre quienes Dios derrama, como nevada o lluvia, las
fuentes de Sus bienes desde lo alto, ¿beberemos de una cisterna y buscaremos pequeñas
corrientes a lo largo de la tierra, cuando del cielo nos viene en incesante lluvia un
alimento superior al néctar y la ambrosia de los mitos?

156. XXXIV. ¿O bien elevaremos con una cuerda el agua que ha sido atesorada por las
maquinaciones de los hombres y aceptaremos como asilo y refugio una tarea sin
esperanza, nosotros, para quienes el Salvador del universo ha abierto Su celestial tesoro
para que usemos y gocemos de él? Eleva, en efecto, el sagrado intérprete Moisés, su
súplica para que "el Señor nos abra Su buen tesoro, el cielo, para damos una lluvia"
(Deut. XXVIII, 12); y las súplicas del amado de Dios son siempre oídas.

157. ¿Y qué? A Israel, el que piensa que ni el cielo ni la lluvia ni la cisterna ni cosa
alguna creada en general es capaz de nutrirlo, y remontándose más allá de todas las
creaturas, manifiesta lo que ha pasado con él diciendo: "Dios, que me alimentó desde mi
juventud" (Gen. XLVIII, 15), ¿no crees-tú que ni siquiera le parecerán dignas de ser
tenidas en cuenta las aguas todas contenidas en la tierra?

158. No podría, pues, beber de una cisterna aquel al que Dios provee de las corrientes
de embriagadora bebida sin mezcla, unas veces mediante el ministerio de alguno de sus
ángeles al que ha juzgado digno de oficiar de copero; otras por Sí mismo, sin poner a
nadie entre el Dador y el que recibe.

159. Así pues, sin demora alguna procuraremos avanzar por el camino real quienes
hemos adoptado la decisión de atravesar las cosas terrestres. Y no es real ningún camino
del cual sea dueño un ciudadano común; solo, lo es aquel cuyo señor es él también el
único verdadero Rey.

160. Este camino es, como dije hace poco, la sabiduría, a través de la cual hallan las
almas suplicantes la única vía de escape hacia el Increado. Es natural, en efecto, que el
que marcha a través del camino real sin hallar obstáculos no se llame a reposo hasta
llegar a presencia del Rey.

161. Y entonces, los que han llegado reconocen la felicidad de Éste y su propia miseria.

68
Así, Abraham, habiéndose aproximado a Dios, al punto reconoció que él no era otra
cosa que tierra y ceniza.66
66
Gen. XVIII, 27.

162. Mas es preciso no inclinarse ni hacia la derecha ni hacia el lado opuesto del camino
real, sino avanzar por el centro de él. En efecto, las desviaciones en una u otra dirección,
ya por exceso hacia la exageración, ya por defecto hacia la flojedad, son reprensibles.
En este asunto no menos digno de reproche es lo derecho que lo izquierdo.

163. En el caso de los que llevan una vida osada, por ejemplo, lo derecho es la
temeridad, la cobardía es lo izquierdo; entre los que administran de manera vil sus
riquezas la tacañería es lo derecho; el derroche incontrolado, lo izquierdo; y cuantos se
exceden en materia de cálculos, consideran que se ha de elegir la picardía 67 y evitar la
necedad; y algunos van tras la superstición como cosa recta y huyen de la impiedad
como cosa digna de evitarse.
67
O engaño o fraude. "Se exceden en materia de cálculos", es decir, no saben elegir el
justo medio, lo equidistante entre los extremos viciosos.

164. XXXV. Luego, para que no seamos forzados a desviarnos y a entrar en la esfera de
los opuestos vicios, optemos por ir derechamente por el centro del camino y
supliquemos que ello nos sea factible. La valentía equidista de la temeridad y la
cobardía; la economía del extravagante derroche y de la ruin mezquindad; la prudencia
es el medio entre la picardía y la necedad; y finalmente, la piedad lo es entre la
superstición y la impiedad.

165. Estas virtudes están en el medio de las desviaciones en uno y otro sentido, y son
todas ellas amplios y transitables caminos, en los que es lícito caminar continuamente,
no con los órganos corpóreos, sino mediante los movimientos del alma que va en
procura de lo más excelente.

166. Disgustado al máximo por esto, el terrestre Edom, como teme que las doctrinas que
le son propias resulten refutadas y confundidas, amenazará con la guerra sin tregua si
por la fuerza marcháramos despedazando y saqueando sin cesar el fruto de su alma,
fruto que él ha sembrado para la destrucción de la sabiduría pero que aún no ha
cosechado. Dice, en efecto: "No pasarás por mi tierra. Si lo intentares me opondré
yendo en armas contra ti."

167. Mas no nos preocupemos por sus amenazas y respondámosle: "Iremos a lo largo de
la montaña", vale decir, mientras en permanente plática con los poderes elevados y
superiores, examinamos cada caso mediante el análisis y la definición,68 y averiguamos
en cada cosa, cualquiera ella fuere, la explicación por la cual se reconozca su, naturaleza
esencial, miraremos despectivamente todas las cosas-externas y corpóreas, puesto que
éstas son cosas demasiado-bajas y pegadas a la tierra, amigas para ti, pero enemigas de
nosotros, por lo cual no nos quedaremos con ninguna de ellas.
68
Basado en su mal griego, asocia Filón los términos oros = montaña, con hóros =
límite, definición; lo cual le permite, en un juego de palabras intraducible al español,
sacar la conclusión de que el sentido de la expresión. "Iremos a lo largo de la montaña"
es que la vida del sabio consiste en un recorrido intelectual a través de las cosas, entre
las cuales establece los límites mentales de los análisis y las definiciones.

69
168. En efecto, con que las tocáramos con la punta de los-dedos, como se dice, te
procuraríamos un honor y un "valor",69 como que tú te jactarías y presumirías de que
también nosotros, los amantes de la virtud, hemos cedido ante los incentivos del placer.
69
Timé = honor, distinción, significa también precio o valor monetario que es lo que
literalmente expresa el término en el texto. Pero Filón; como se advierte por las
consideraciones que siguen, lo toma en el sentido moral.

169. XXXVI. Dice, en efecto: "Si yo y mis ganados bebiéremos de tu agua, te entregaré
su valor". No se trata aquí de lo que los poetas llaman "precio", es decir, plata u oro o
todas. las otras cosas que es costumbre que los que compran den en calidad de
retribución a los que venden; lo que aquí significa el término valor es honor.

170. Y así es realmente. Todo incontinente, injusto o cobarde, cuando ve que alguno de
los. que llevan una vida austera huye del trabajo, o se muestra ansioso de ganancias, o
se ha inclinado hacia alguna de las. redes del placer, se alegra, goza y se siente honrado;
y con ardor y ademanes jactanciosos comienza a discurrir ante la multitud acerca de la
gran necesidad y ventaja de los vicios que lleva en sí. Se jacta, efectivamente, de que si
la cosa no fuera así, fulano de tal, que es un hombre bien reputado, de ningún modo se
avendría a tales prácticas.

171. Digamos,. pues, a todo corrompido: Si bebiéremos de tu agua, si tocáremos algo de


lo que tu confuso torrente arrastra, te brindaremos honor y crédito, en vez de mala fama
y deshonor, que es lo que tú mereces en realidad.

172. En efecto, la verdad es que la "cosa" 70 a la que dedicas tus afanes no es absoluta-
mente nada. ¿O piensas que de verdad alguna de las cosas mortales existe y subsiste
realmente, y no que se balancea suspendida en el vacío como sobre una falaz e inestable
opinión, no difiriendo en nada de los falsos sueños?
70
Filón interpreta alegóricamente la expresión del pasaje "La cosa es. nada", del
parágrafo Núm. XX, 19, comentado en la nota 61; y saca como conclusión que las cosas
terrenas nada valen, son vanas.

173. Si no deseas conocer las suertes de los hombres individualmente considerados,


examina las vicisitudes en la buena y en la mala dirección de regiones y naciones
enteras. Llegó en su oportunidad a su apogeo Grecia, pero los macedonios dieron en
tierra con su poderío. A su turno Macedonia floreció, mas dividida en porciones 71
perdió su vigor hasta apagarse completamente.
71
Alusión a las contiendas de los diádocos (323-281) y al fraccionamiento definitivo del
imperio de Alejandro en varios estados, uno de los cuales, el reino de Macedonia
sucumbió ante Roma en 268 a. C.

174. Antes de los macedonios la prosperidad sonreía a los persas, pero bastó un solo día
para que su grande y vasto reino fuese destrozado, y hoy los partos dominan a los
persas, es decir, los entonces sometidos mandan sobre sus amos de ayer. Brillante y de
larguísima duración fue el aliento 72 de Egipto de antaño, y con todo, su gran
prosperidad pasó como nube. ¿Y qué ha sido de los etíopes? ¿Qué de los cartagineses y
de las naciones próximas a Libia? ¿Qué de los reyes del Ponto?
72
Algo así como "soplaron buenos vientos sobre", en el sentido de "fueron tiempos
prósperos para".

70
173. ¿Qué de Europa, de Asia y, para decirlo en una palabra, de toda la tierra habitada?
¿No es agitada arriba y abajo y sacudida como una nave en alta mar, sujeta ora a
prósperos ora a adversos vientos?

176. En efecto, el Divino plan, al que llaman fortuna los más de los hombres,
desarróllase describiendo círculos. En su incesante flujo en un punto traspasa de una
ciudad a otra de una a otra nación, de una región a otra los bienes de unas a otras y los
de todas a todas. Solamente de tiempo en tiempo altera esto a fin de que todo el mundo
habitado cual una sola ciudad goce del mejor de los sistemas políticos, la democracia.73
73
En varios pasajes de sus obras Filón expone esta favorable opinión sobre la
democracia, sistema que opone a la oclocracia o gobierno de las turbas. En Sobre la
confusión de las lenguas 108 señala como su principal característica la igualdad en los
honores. En el presente pasaje la democracia que supone existir en el mundo consiste en
que ningún pueblo acapara indefinidamente la hegemonía o la prosperidad, siendo cada
uno a su tumo el que prevalece, en lo cual consiste precisamente esa igualdad en
honores.

177. XXXVII. Así pues, ninguna obra, ninguna "cosa" de cuantas interesan a los
humanos es "nada" sino sombra o brisa, que se va antes de adquirir consistencia, pues
llega y se aleja de nuevo, como ocurre con los flujos y reflujos del mar. Las mareas, en
efecto, ora avanzan en agitado torrente con estrépito y violencia y se precipitan
formando un lago donde hasta ese momento había tierra firme, ora se retiran y toma a
ser tierra firme una gran porción de mar.

178. Así también la prosperidad que ha inundado a una grande y populosa nación,
tuerce a veces el curso de su corriente hacía otro lado y no deja tras de sí ni una ínfima
gota, a fin de que no quede rastro alguno de la antigua abundancia.

179. Mas no todos captan estas sensatas y cabales reflexiones, sino sólo aquellos que
tienen por norma el no apartarse de la recta y constante regla de la definición74 y la
razón. Son, en efecto, los mismos los que dicen ambas cosas: "Lo que concierne a la
creación es nada absolutamente" y: "Pasaremos a lo largo de la montaña".
74
Ver nota 68.

180. Es que resulta imposible que quien no transita habitualmente por los altos senderos
de la definición 74 renuncie a las cosas mortales y se desvíe y emigre hacia las cosas
incorruptibles.
El terrestre Edom, pues, pretende obstruir el celestial y real camino de la virtud; la
Divina razón, por la parte opuesta, propónese cortar el camino de Edom y sus
colaboradores.

181. Entre estos colaboradores debemos registrar a Balaam. También éste es creatura de
la tierra, no vástago del cielo. He aquí la prueba. Seguidor, como es, de los presagios y
las falsas adivinaciones, ni siquiera cuando los cerrados ojos de su alma recobraron la
visión y "vio al ángel de Dios frente a él" (Núm. XXII, 31), se volvió y se alejó de las
malas acciones, sino, dio libre curso al torrente de su insensatez, y fue sumergido y
tragado por él.

182. Entonces, en efecto, es cuando las dolencias del alma se toman no sólo difíciles de
curar sino completamente incurables; cuando al presentarse ante nosotros la convicción,

71
que es la Divina razón, el ángel que guía nuestros pasos y aparta los obstáculos ante
ellos para que podamos caminar sin dificultad a lo largo del amplio camino,75 nosotros,
a pesar de todo, permitimos que priven nuestras irreflexivas opiniones sobre los
consejos de aquélla, que procura brindárnoslo incesantemente a fin de llamamos a la
reflexión, disciplinarnos y reformar nuestra vida toda.
75
Salmos XC (XCI), 11 y 12

183. Por eso aquel que no la acata, que no desanda su camino movido por la convicción,
que le sale al encuentro, recibirá pronto la destrucción "en compañía de los heridos"
(Núm. XXXI, 8) a los. que las pasiones atravesaron e hirieron con sus dardos. La des-
gracia de éste habrá de resultar para aquellos que no son absolutamente rebeldes a la
purificación, una lección sumamente eficaz por si sola sobre la necesidad de alcanzar la
benevolencia del juez que llevan dentro.76 Y la alcanzarán si acatan sin reticencias todo
cuanto ha sido rectamente dictaminada por él.
76
Es decir, de la convicción. Sobre el sentido de este término ver nota 52.

72
SOBRE LA AGRICULTURA

(DE AGRICULTURA)

1. I. "Y Noé comenzó a ser agricultor y plantó un viñedo y bebió vino y se embriagó
dentro de su casa."1 (Gen. IX, 20 y 21.) Los más de los hombres, ignorantes, como son,
de las naturalezas de las cosas, yerran forzosamente en la asignación de los nombres a
las mismas. Porque, mientras aquellas que son conocidas a fondo, como si hubieran sido
sometidas a una disección, llevan designaciones correctas y adecuadas; en cambio, las
que se presentan confusamente son designadas con no mucha exactitud.
1
Literalmente : "Comenzó a ser un hombre agricultor de la tierra." En cuanto a la parte
final del parágrafo, en el texto de los LXX se lee: "Se embriagó y quedó desnudo dentro
de su casa."

2. Moisés, dotado, como estaba, de un rico caudal de conocimientos acerca de las cosas,
tenía por norma usar los nombres más acertados y expresivos. En muchas partes de su
legislación hallaremos comprobada la veracidad de nuestro aserto, y no es la menor de
las pruebas la que se da en el presente capítulo en el que el justo Noé es presentado
como agricultor.

3. ¿A quién, en efecto, de los que encaran superficialmente las cosas no le ha de parecer


que la agricultura y el trabajo de la tierra son una misma cosa, no obstante que no sólo
no son lo mismo sino se trata además de cosas en extremo distanciadas, al punto de que
resultan contrarias y antagónicas? 2
2
Sobre la misma oposición ver Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor
104 y ss. Ver Hesiodo, los trabajos y los días. 600 a 604.

4. Cualquiera, en efecto, aun siendo ignorante, puede ocuparse del cuidado de la tierra;
el agricultor, en cambio, no es un profano sino un experto, cosa que está atestiguada por
su misma denominación, que ha sido derivado de la ciencia agrícola, de la que lleva el
nombre.

5. Además de esto también hemos de tener presente lo siguiente: el trabajador de la


tierra, como que no tiene sino un único objetivo, el jornal, ya que se trata de un
asalariado y nada más, ninguna preocupación tiene por hacer bien su trabajo; en cambio,
el agricultor consentiría no solamente en invertir muchas de sus propiedades sino
además en gastar alguna parte de sus recursos domésticos a fin de mejorar la tierra y
evitar la crítica de los que la han visto. Su único anhelo, en efecto, desechando
ganancias procedentes de otras fuentes cualesquiera, es recoger los frutos que año tras
año le procuran sus fértiles cultivos.

6. Este hombre ansiará convertir en árboles de cultivo los árboles salvajes, y acrecentar
mediante sus cuidados los cultivados; contener mediante podas el excesivo crecimiento
de aquellos que están nutridos en demasía, y contribuir al crecimiento, traducido en las
apariciones de nuevos brotes, de aquellos cuyo desarrollo hállase estacionario y
refrenado; extender bajo tierra en no muy profundos surcos los abundantes zarcillos de
las plantas de buena calidad, y mejorar las de frutos malos mediante el injerto de otras
en la parte de su tronco próxima a las raíces, de modo que produzcan una única na-
turaleza común. Sucede, en efecto, lo mismo que entre los hombres cuando los hijos

73
adoptivos se adaptan firmemente a familias ajenas en virtud de las buenas cualidades
que les son connaturales.

7. Además, nuestro hombre ha arrancado y extirpado hasta sus mismas raíces


incontables árboles enteros cuyo crecimiento habíase tornado estéril para la producción
de frutos, y que a causa de la proximidad en que se hallaban plantados resultaban
sumamente dañosos para los productivos. Tal es el arte relativo a las plantas que brotan
de la tierra; consideremos a su tumo también la agricultura del alma.

8. II. En primer lugar, esta ciencia cuida que nada improductivo se siembre o plante, y sí
todo lo cultivado y fructífero, que habrá de producir anuales tributos para el hombre, su
soberano. A éste, en efecto, ha designado definitivamente la naturaleza como señor
tanto de los árboles como de todas las otras creaturas vivientes que son mortales.

9. Mas, ¿quién puede ser el hombre que hay en cada uno de nosotros sino la
inteligencia, la cual recoge normalmente los beneficios derivados de cuanto se ha
sembrado y plantado? Y así como para los infantes el alimento es la leche y para los
hombres maduros lo son los panes de trigo, del mismo modo en el caso del alma el
papel de los alimentos lácteos vienen a desempeñarlo las etapas preliminares, de la
cultura general3 y el de los alimentos perfectos y decorosos para los hombres formados
las instrucciones que señalan la senda a través de la prudencia, de la templanza y de
toda virtud. Estas enseñanzas, en efecto, sembradas y plantadas en la inteligencia,
producirán los frutos de mayor provecho, vale decir, nobles y loables acciones.
3
Ver Interpretación alegórica III, nota 85.

10. Asimismo, prescribe esta agricultura que se proceda a cortar de raíz y a extirpar
todos los árboles de pasiones y vicios, que, habiendo crecido .y ganado altura, producen
frutos de perdición; de modo que no quede en ningún caso ni siquiera una diminuta
porción, de la que puedan brotar otra vez nuevos retoños de faltas.

11. Y en los casos de árboles cuyos frutos no son ni útiles ni dañosos la norma será
cortarlos pero sin permitir que perezcan, y destinándolos, en cambio, a un uso acorde
con su condición, vale decir, colocándolos como empalizada o valla en torno de un
campamento; o, si no, como cercado de una ciudad para hacer las veces de muralla.

12. III. Dice Moisés, en efecto: "Cortarás todo árbol que no produce frutos comestibles
y harás una fortificación para enfrentar a la ciudad que emprenderá la guerra contra ti."
(Deut. XX, 20.) Estos árboles representan las capacidades puramente intelectuales, que
no pasan más allá de la simple teoría.

13. Entre ellas se han de contar la teoría médica ajena a las medidas concretas con las
que es conveniente procurar el restablecimiento de los pacientes; la especie de retórica
destinada a la defensa en los juicios y remunerada, que ocúpase no en determinar lo
justo sino en convencer a los oyentes mediante el engaño; asimismo todas las formas de
argumentación y del discurrir geométrico 4 que en nada contribuyen al mejoramiento del
carácter, pero, en cambio, agudizan a la inteligencia impidiendo que la atención que
presta a cada uno de los problemas que se le presentan adolezca de falta de penetración,
y permitiéndole trazar nítidas distinciones en todos los casos, de modo que se ponga de
relieve la particular naturaleza de cada cosa en contraste con las cualidades que posee de
común con otras.

74
4
Literalmente: "la dialéctica y la geometría". Filón entiende que una parte de ambas
ramas del saber contribuye al mejoramiento del carácter y otra no. Respecto de la
dialéctica lo aclara a continuación; respecto de la geometría no lo hace, pero
probablemente halla ese valor de formación en la contribución de la aritmética,
implícita en la geometría, ya que los números sagrados que aquélla contiene son de un
valor espiritual considerable.

14. A propósito de ello, dicen que los antiguos comparaban la disquisición filosófica y
sus tres partes con un campo, estableciendo un paralelo entre la física y los árboles y
plantas; entre la ética y los frutos, que son la razón del existir de las plantas; y entre la
lógica y el cercado que rodea al campo.

15. En efecto, así como el vallado erigido en derredor sirve de protección a los frutos y
plantas que hay en el campo, conteniendo a los que pretenden penetrar con ánimo de da-
ñarlos, del mismo modo la parte lógica de la filosofía es, por así decir, una solidísima
guarnición que protege a aquellas otras dos partes, la ética y la física.

16. En efecto, cuando, aclarando las expresiones imprecisas y ambiguas, pone al


descubierto los sofismas en que se basan los argumentos persuasivos y, mediante
exposiciones clarísimas y demostraciones que no dejan lugar a dudas, refuta al seductor
engaño, inmensa y funesta trampa para el alma, convierte a la inteligencia en algo seme-
jante a una alisada cera, presta para recibir las impresiones intactas y totalmente
genuinas del saber relativo a la naturaleza y del que se ocupa de las normas de
conducta.6

17. IV. Las promesas, pues, que la agricultura a el alma proclama ante todo son éstas:
'Cortaré todos los árboles de la insensatez y la incontinencia, de la injusticia y de la
cobardía; extirparé asimismo las plantas del placer y del deseo, de la cólera, de la
irritación y de las pasiones semejantes a éstas, aunque hubieren crecido hasta el cielo;
quemaré hasta sus mismas raíces, dejando que el ímpetu del fuego penetre hasta los
extremos de la tierra de modo que no quede absolutamente ni porción ni huella ni
sombra de ellas.

18. Arrancaré éstos, pero sembraré, en cambio, para las almas en edad infantil renuevos
cuyos frutos las nutrirán. Estos renuevos son el estudio de la escritura sin tropiezos y de
la fluida lectura, la precisa indagación en las obras de los sabios poetas, la geometría y
la práctica de la exposición retórica, y la totalidad de las enseñanzas que comprenden la
cultura general. En cambio, para las almas que están en la etapa juvenil y en las que ya.
han llegado a la madurez sembraré cosas superiores y más perfectas: la planta de la
prudencia, la de la templanza, la de la justicia y la. de toda otra virtud.
5 Es decir, de la física y la ética.

19. Si, además, alguno. de los árboles ; de la llamada vegetación salvaje no produjere
fruto comestible pero sirviere para ser empleado como cerco. y protección del fruto
comestible, también a él lo conservaré,. no por él mismo sino porque posee naturales
condiciones para servir al que es necesario y muy útil.

20. V. Por esto el omnisciente Moisés atribuye la agricultura del alma al hombre justo
como una ciencia adecuada y concerniente a él, cuando dice: "Noé comenzó a ser
agricultor"; en tanto que al injusto le atribuye el trabajo de la tierra sin un saber

75
científico y sujeto a las más pesadas penurias.

21. Dice, en efecto: "Caín era trabajador de la tierra" (Gen. IV, 2); y poco más adelante,
cuando éste es descubierto tras haber consumado el sacrílego fratricidio, se le dice:
"Maldito seas tú desde la tierra, la que ha abierto su boca para recibir la sangre de tu
hermano proveniente de tu mano, con la que trabajarás la tierra; y ella no continuará
dándote su fuerza." (Gen. IV, 11 y 12.)

22. ¿Cómo, en verdad, podría demostrarse con mayor claridad que el legislador
considera "trabajador de la tierra" y no "agricultor'" al hombre ruin? No debemos, sin
embargo, suponer que está refiriéndose al hombre capaz de operar con las manos, los
pies o los otros poderes del cuerpo, o a la tierra montañosa o llana. No, a lo que alude es
a las facultades que hay en cada uno de nosotros. Ocurre, en efecto, que el alma del ruin
por ninguna cosa se interesa como no sea por su terrestre cuerpo y por todos los placeres
del cuerpo.

23. Por cierto que, atravesando las regiones de la tierra, y avanzando hasta los confines
de ésta, cruzando los océanos y buscando en lo recóndito del mar, sin dejar de explorar
porción alguna del universo, la mayoría de los hombres procura siempre y en todas
partes cuanto contribuya a aumentar e1 placer.

24. Porque, así como los pescadores echan sus redes, inmensas a veces, abarcando una
extensa superficie del mar en derredor a fin de recoger la mayor cantidad posible de
peces encerrados en aquéllas cual si estuvieran prisioneros entre muros; de la misma
manera la mayor parte de los hombres no sólo sobre una porción del mar, sino sobre
toda la naturaleza líquida, terrestre y aérea tienden las que los poetas llaman algo así
como "redes para toda caza" y atrapan de todas partes todo cuanto conduce al goce y
aprovechamiento del placer.

25. Excavan la tierra, atraviesan los mares y llevan a cabo todas las demás obras de la
paz y de la guerra en procura de inagotables materias para el placer, como para un rey.6
Ignoran los secretos de la agricultura del alma, ciencia que siembra y planta las virtudes
y cosecha como fruto de ellas una vida feliz; y aplican sus esfuerzos7 a los objetos
apetecidos por la carne y van tras los mismos con sistemático empeño, al igual que tras
este compuesto terroso, esta estatua modelada, esta casa estrechísima del alma, carga
inmensa que desde el nacimiento hasta la muerte ella transporta como un cadáver sin
despegarse de él.
6
En el texto griego, basilídi = para la reina, pues hedone = placer, es femenino.
7
Literalmente: trabajan; con lo cual Filón insiste en lo de "trabajador de la tierra".

26. VI. Queda, pues, establecido que el trabajo de la tierra es cosa distinta de la
agricultura, y que el trabajador de la tierra difiere del agricultor. Pero debemos
averiguar si no hay también otros casos emparentados con los ya mencionados que bajo
una común designación oculten diferencias concretas. Existen, ciertamente, ejemplos de
pares, que una cuidadosa búsqueda nos ha permitido hallar, acerca de los cuales diremos
lo que convenga, en la medida de lo posible.

27. Por ejemplo, así como por la vía de la interpretación alegórica hemos hallado que
los términos "agricultor" y "trabajador de la tierra", aunque aparentemente no difieren
en significación el uno del otro, implican en realidad concepciones fundamentalmente

76
distintas, otro tanto ocurre con "pastor" y "criador de ganado". El legislador habla en
unos casos de crianza de ganado y en otros de pastoría.

28. Los que no son suficientemente precisos quizá supongan que se trata de
denominaciones sinónimas de la misma ocupación; mas, interpretados alegóricamente,
resultan ser nombres de cosas diferentes.

29. Y en efecto, es costumbre aplicar uno y otro nombre, el de criador de ganado y el de


pastor, indiscriminadamente a aquellos que cuidan animales; pero ello no es correcto si
referimos tales términos a la facultad racional, a cuyo cargo está el rebaño del alma. En
efecto, cuando se trata de este cuidador de rebaño, si es malo es llamado "criador de
ganado", y cuando es bueno y genuino se le llama "pastor". En seguida mostraremos
cómo es esto.

30. VII. La naturaleza nos ha creado poniendo en cada uno de nosotros un ganado. El
alma, en efecto, ha producido, como brotados de una misma raíz, dos vástagos, de los
cuales uno ha sido dejado indiviso y absolutamente intacto y se denomina inteligencia,
en tanto que el otro ha sido dividido mediante una séxtuplo división en siete naturalezas:
cinco correspondientes a los sentidos y dos a los otros dos órganos, el del habla y el de
la reproducción.

31. Todo este conglomerado, como irracional que es, aseméjase a los rebaños; y un
rebaño debe por ley natural poseer necesariamente un guía. Por ello, cuando un hombre
carente de experiencia en el mando y a la vez rico se eleva y se constituye a sí mismo en
guía, conviértese en causa de innumerables males para sus rebaños.

32. Él, en efecto, les proporciona con prodigalidad las cosas necesarias, y éstos,
atracándose hasta el hartazgo como resultado del exceso de alimento, se toman
insolentes, dado que la insolencia es el vástago natural de la saciedad; y en su insolencia
se rebelan y resisten al control y, separados en distintos grupos, disuelven el compacto
conjunto del rebaño.

33. La incapacidad del hasta entonces jefe queda al descubierto al ser abandonado por
sus subordinados. Corre tras ellos procurando, por si es posible, retener y colocar
nuevamente bajo su control a alguno de los animales. Mas, al fracasar, se lamenta y
llora reprochándose su propio atolondramiento y acusándose a sí mismo por lo
sucedido.

34. Esto mismo, precisamente, sucede con el ganado de los sentidos. Cuando la
inteligencia es negligente y descuidada, aquél, devorando insaciablemente el exceso de
alimento que le proporcionan los objetos sensibles, sacude el yugo y se rebela y se lanza
a la ventura ajeno a toda moderación; los ojos, tendidos hacia lo visible, incluso hacia
aquello que no es lícito ver, se precipitan a la deriva; los oídos, abiertos a toda clase de
sonidos y nunca satisfechos, lánzanse en pos de ellos, sedientos siempre de injerencias
indiscretas y de intromisiones en asuntos ajenos, e incluso en algunos casos, de temas
para bromas vulgares.

35. VIII. ¿Por qué otra razón, si no, pensamos que en todas partes del mundo habitado
se llenan los teatros de incontables multitudes? Los esclavos de los conciertos y
espectáculos, permitiendo que sus oídos y ojos se lancen sin control y viviendo para

77
citaristas y citaredos8 y toda clase de enervada y afeminada música, complaciéndose
además con danzantes y demás actores, en mérito a que éstos se colocan y se mueven
con posturas y movimientos indecentes, promueven una permanente contienda sobre la
escena,9 totalmente despreocupados de su propio mejoramiento y del mejoramiento
común, arruinando, los desventurados, su propia vida a través de los ojos y los oídos.
8
El citarista tocaba la cítara sin acompañamiento de canto; el citaredo. cantaba
acompañado de la cítara.
9
"Es decir, estimulan con sus aplausos los celos recíprocos y rivalidades de los actores,
músicos y cantantes.

36. Existen otros que son más miserables y desdichados que éstos: aquellos que han
dejado libre de ataduras, podríamos decir, al sentido del gusto. Éste, ya libre, lanzándose
de inmediato en procura de toda clase de disfrutes de alimentos y bebidas, escoge para
sí de cuantos hállanse ya servidos, y es presa de un apetito inacabable e insaciable
respecto de los. que faltan, de modo tal que, aunque los receptáculos del vientre se
hallen repletos, su eternamente vacía avidez escudriña y merodea movida aún por la
pasión, llena de ardiente deseo, para ver si por casualidad no ha dejado escapar algún
resto sin caer en la cuenta; a fin de devorar también esto a manera de fuego que todo lo
consume.

37. A la glotonería la acompaña naturalmente su escolta, el placer sexual, portador de


una desmedida demencia, una irrefrenable pasión y un penosísimo frenesí. En efecto,
cuando los hombres han sido dominados por una refinada glotonería y por una avanzada
embriaguez de vino puro, incapaces ya de controlarse, se lanzan llenos. de apremio en
procura de uniones sexuales y merodean a sus puertas, hasta que ya libres del gran ardor
de su pasión, logran llamarse a sosiego.

38. Tal es, al parecer, el motivo por el cual la naturaleza ha colocado los órganos
sexuales debajo del vientre, sabiendo anticipadamente que éstos no hallan complacencia
en el hambre, y que despiertan para las actividades que les son propias una vez que se
ha llegado a la saciedad en materia de alimentos.

39. IX. Hemos, pues, de llamar "criadores de ganado" a aquellos que dan plena libertad
a estas creaturas para hartarse con todo cuanto les atrae; y "pastores", en cambio, a
todos aquellos que les proveen de lo necesario, quitando y separando toda abundancia
excesiva y perniciosa, la que no es menos dañosa que la escasez y la necesidad; y que
ponen gran cuidado para que el rebaño no enferme por negligencia o despreocupación
suya, y ruegan además por que no sobrevengan las enfermedades que suelen declararse
por causas externas.10
10
Vale decir, por aquellas causas que no dependen de nosotros mismos y cuyo ataque
no podemos controlar.

40. Y no es menor su preocupación por que el rebaño no se separe aquí y allí y termine
dispersándose, para lo que le infunden mediante un constante castigo un temor eficaz
para enderezar á los que nunca se atienen al dictado de la razón. Este castigo es
moderado cuando se trata de rebeliones que tienen remedio; severo, en cambio, en los
casos sin remedio. Es que el castigo, que aparentemente es una cosa odiosa, resulta un
grandísimo bien para aquellos que obran insensatamente, tal como ocurre con la
medicina en el caso de los que están corporalmente postrados.

78
41. X. Éstos son los menesteres propios de los "pastores", los que prefieren lo que es
provechoso aunque implique desagrado, a lo que es placentero pero dañoso. Tan digna y
provechosa es considerada la profesión del pastor que los poetas acostumbran llamar
"pastores de pueblos" a los reyes, y el legislador aplica tal título a los sabios, los únicos
que en realidad son reyes. Preséntalos, en efecto, dirigiendo, como a un rebaño, la
irracional tendencia de todos los hombres.

42. Por ello atribuye el pastoril saber a Jacob, el que ha alcanzado la perfección
mediante el ejercicio, Jacob,11 es pastor de los rebaños de Labán,12 vale decir, del alma
necia que considera bienes solamente a las cosas sensibles y perceptibles por los ojos,
engañada y esclavizada por colores y sombras. "Labán", en efecto, significa "acción de
blanquear".
11
Jacob, según Filón, forma con Abraham e Isaac la trilogía de arquetipos sumos del
sabio. Jacob personifica al hombre de bien que tiende a alcanzar la perfección en la
virtud mediante el ejercicio o práctica de la misma.
12
Gén. XXX, 36.

43. La misma profesión es atribuida a Moisés, el omnisciente. Éste nos es presentado


como pastor de una inteligencia que acoge la vanidad antes que la verdad, y acepta el
parecer antes que el ser. "Jetró" significa "superfluo",13 y la presunción es una cosa
superflua y advenediza que llega a una recta existencia para engañarla. Su norma es
introducir principios de justicia diferentes de una ciudad a otra, no los mismos en todas,
sino unos en unas y otros en otras, no habiendo visto ni en sueños la universalidad y la
inalterabilidad de las leyes de la naturaleza. Dícese, en efecto, que "Moisés estaba
apacentando los" rebaños de Jetró, el sacerdote de Madián". (Ex. III, 1.)
13
O tal vez, impar o dispar, condición o cualidad que compaginaría mejor con la
desigualdad en la aplicación de las normas, a que se refiere a continuación Filón.

44. Este mismo Moisés eleva preces para que la multitud y el pueblo todo del alma no
sea abandonado como rebaño sin guía, sino encuentre un buen pastor que lo saque de las
redes de la insensatez, de la injusticia y de todo vicio, y lo conduzca hacia las
enseñanzas de la disciplina y de toda otra forma de virtud. Dice, en efecto: "Establezca
el Señor, el Dios de los espíritus y de toda carne, un hombre sobre esta congregación."
Y luego. de unas breves palabras agrega: "Y la congregación del Señor no será como un
rebaño que carece de pastor." (Núm. XXVII, 16.)

45. XI. ¿No es, acaso, cosa buena el suplicar para que el rebaño nacido y
consustanciado con cada uno de nosotros no sea abandonado sin conductor y guía, para
que no vivamos envueltos en incesantes desórdenes, tumultos y luchas intestinas,
inficionados por la peor de las malas constituciones, la oclocracia,14 que es una
adulteración de la mejor de ellas, vale decir, de la democracia?
14
O gobierno de las turbas. Como en otros pasajes. Filón refiere estos términos, no a
formas reales de gobierno, sino al orden moral. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios,
nota 73.

46. Y no es la anarquía, madre de la oclocracia, el único peligro; también lo es el


alzamiento ilegal y violento de algún aspirante al poder soberano. El tirano, en efecto,
es por naturaleza un enemigo. En el caso de los estados se trata de un hombre; en el
caso del cuerpo, del alma y de sus respectivas realizaciones es una ferocísima
inteligencia que se ha hecho fuerte en su ciudadela para combatir a cada uno de

79
nosotros.

47. Pero no solamente estos despotismos resultan ser perjudiciales; lo son asimismo las
magistraturas y las direcciones de los hombres demasiado complacientes. Es que la
benignidad es una actitud expuesta al desprecio y dañosa para unos y otros, gobernantes
y gobernados; para los primeros, porque no les es posible conducir rectamente cosa
alguna ni privada ni pública a causa de la pobre opinión con que los encaran sus
subordinados. En determinados casos hasta se ven precisados a abdicar. Para los
gobernados lo es porque, como resultado del continuo desprecio hacia sus jefes, han ter-
minado por no hacer caso de la persuasión, y sin temor alguno se han llenado de una
presunción que los expone a un gran daño.

48. Debemos, pues, pensar que ninguna diferencia separa a tales subordinados de un
rebaño, ni a sus conductores de los criadores de ganado; ya que éstos inducen a los
primeros a vivir en la lujuria en medio de abundantísimos bienes materiales; y aquéllos,
no pudiendo sobrellevar la saciedad, se toman insolentes. Lo que, en cambio,
corresponde es que nuestra inteligencia gobierne como un cabrerizo, un boyero, un
pastor o, en general, un apacentador de ganado que escoge para sí y para sus animales lo
conveniente antes que lo agradable.

49. XII. El factor primero y único, por así decir, para que las diferentes partes del alma
no queden abandonadas sin tutela, el que les asegura un pastor irreprochable y perfecta-
mente bueno, es la cuidadosa supervisión de Dios. Cuando Él ha sido puesto al frente de
ella, es imposible que la asamblea de la inteligencia llegue a convertirse en dispersión;
puesto que, colocada bajo una única y misma dirección, necesariamente se la verá
marchando bajo la supervisión de uno solo. Ciertamente, el verse forzado a someterse a
muchas autoridades es una carga pesadísima.

50. Es, sin duda, tan buena cosa el ser pastor, que con justicia es atribuido no sólo a los
reyes, a los hombres sabios y a las almas perfectamente purificadas sino también a Dios,
el universal Soberano. Y el que da fe de esto no es uno de tantos sino un profeta, autor
de los salmos, cuyos asertos son merecedores de confianza. Dice, en efecto, lo
siguiente: "El Señor es mi pastor 15 y nada me faltará." (Salmos XXIII, 1.)
15
O también: me cuida como un pastor o me apacienta.

51. Beneficioso, ciertamente, es para todo el que ama a Dios tener presente este canto;
pero más provechoso aún lo es para el mundo. En efecto, Dios, el Pastor y Rey, guía,
como a un rebaño, la tierra, el agua, el aire, el fuego, las plantas todas y los animales
que hay en ellos, las cosas mortales y las divinas, incluso las naturalezas celestes, las
trayectorias del sol y de la luna y las revoluciones y rítmicos movimientos de los otros
astros. Los guía conforme con la justicia y la ley, habiéndoles impuesto Su recto lógos,
Su hijo primogénito, quien tomará a su cargo, como jefe subordinado de un gran rey, el
gobierno de este sagrado rebaño. Se ha dicho, efectivamente, en cierto pasaje: "Mira,
soy Yo; envío a Mi ángel ante tu faz para cuidarte en el camino." (Ex. XXIII, 20.)

52. Diga, pues, también el mundo todo, el mayor y más perfecto rebaño de Dios, el Que
Es: "El Señor es mi pastor y nada me faltará".

53. Y diga también eso mismo cada persona particular, no con la voz que fluye a través
de la boca y los labios y se proyecta un corto trecho en el aire, sino con la voz de la

80
inteligencia, que se dilata y alcanza los confines del universo; pues es imposible que
falte porción alguna de las cosas pertinentes, si quien ejerce la dirección es Dios, cuya
norma es dispensar plenos y completos bienes a todos los seres.

54. XIII. Hermosísima es la exhortación a la santidad que se expresa en el citado canto.


En efecto, el hombre, aunque aparentemente, posea todas las otras cosas, es en realidad
incompleto y pobre si no se aviene a acatar la soberanía del Único. En cambio, el alma
que tiene a Dios por pastor, como posee la única y sola cosa de la que todas las demás
dependen, no ha menester, evidentemente, de otra cosa alguna; y así honra no a una
riqueza ciega, sino a una riqueza que posee una visión y mirada profundamente
penetrante.

55. Todos los instruidos en ella han llegado a poseer un intenso e irrenunciable amor por
esta riqueza; y ese amor les ha movido a burlarse de la crianza de ganado y a
consagrarse a la ciencia del pastoreo.

56. He aquí una prueba: José, el permanentemente ocupado en la fundamentación de lo


relativo al cuerpo y a las vacías opiniones, desconoce la manera de regir y controlar a la
naturaleza irracional. Es que habitualmente para los cargos que no se hallan sujetos al
control superior se recurre a las personas más ancianas, y José, en cambio, es siempre
un joven, no obstante haber llegado a la vejez que trae consigo el transcurrir del tiempo.
Acostumbrado, como está, a alimentar y hacer crecer a irracionales creaturas, supone
que también podrá persuadir a los amantes de la virtud a que se vuelvan hacia él para
que, entregándose a esas creaturas irracionales y sin alma, no puedan ya ocuparse con
provecho de los menesteres del alma racional.

57. Dice José, en efecto: "Si este intelecto, rey del país corpóreo, os preguntare cuál es
vuestra ocupación, respondedle: 'Somos criadores de ganado'." (Gen. XLVI, 33.)
Oyendo esto, sus hermanos se irritarán y con razón, pues, .siendo jefes, habrán de
admitir que les corresponde una posición propia de subordinados.

58. Es que los que preparan alimentos para los sentidos mediante inagotable provisión
de objetos sensibles, resultan esclavos de aquellos que son alimentados; y, a la manera
de los sirvientes, presentan día tras día a sus señores la contribución establecida; en
tanto que jefes son aquellos que ejercen el control de los sentidos y refrenan los
excesivos impulsos con que éstos se lanzan movidos por un deseo insaciable.

59. Al principio, pues, aunque han oído con desagrado lo que se les acaba de decir,
guardarán silencio entendiendo que no vale la pena dar explicaciones a quienes no
habrán de comprender que existe diferencia entre la crianza de ganado y el pastoreo;
pero luego, al entablarse la controversia al respecto, sostendrán sus puntos de vista con
toda energía y no cejarán en su empeño de demostrar el carácter libre, noble y
verdaderamente soberano de su naturaleza hasta triunfar en toda la línea. Y así, cuando
el rey les pregunta: "¿De qué os ocupáis?", ellos responden: "Somos pastores, como lo
fueron nuestros padres." (Gen. XLVII, 3.)

60. XIV. Semejante respuesta, ¿no dice a las claras que estaban ellos más. orgullosos de
su condición de pastores que el rey que les hablaba, de la inmensidad de su poder? Y
ciertamente testimoniaban que no sólo ellos, sino también sus padres habían escogido
libremente tal género de vida como digno de toda dedicación y atención.

81
61. Con todo, si a lo que se referían era el cuidado de cabras y ovejas, tal vez se
hubieran avergonzado de reconocerlo por temor a la deshonra, ya que tales ocupaciones
son deshonrosas y vulgares en la opinión de aquellos que han alcanzado esa posición
importante que proporciona la prosperidad, y en la que está ausente la sensatez; y sobre-
todo en la opinión de los reyes.

62. Además, el espíritu dé los egipcios es orgulloso por naturaleza, más aún que el de
los otros hombres, cuando cualquier pequeña brisa de buena fortuna sopla sobre él; y
así, considera objeto de burla y amplia risa los cuidados y aspiraciones de la vida
sustentados por los hombres de más humilde condición.

63. Pero, puesto que de lo que se trata aquí es de lo relativo a las facultades racionales e
irracionales del alma, es lógico que se enorgullezcan aquellos que están persuadidos de
que, pues cuentan con el apoyo de las facultades racionales, pueden dominar a las irra-
cionales.

64. Si, empero, algún insidioso y difamador afirmare acusándolos: "¿Cómo es que,
estando entregados al oficio pastoril y consagrados al cuidado y dirección del rebaño
nacido y crecido con vosotros, se os ocurrió echar anclas en Egipto, la tierra del cuerpo
y las pasiones, y no dirigisteis vuestra nave hacia otra parte?" A éste hay que decirle con
franqueza: "Hemos venido a residir transitoriamente (Gen. XLVII, 4); no a fijar nuestra
residencia aquí."

65. Y así es en realidad, toda alma de sabio ha recibido por patria el cielo, y como país
extraño la tierra; y considera como propia la mansión de la sabiduría y como ajena la del
cuerpo, y piensa que su residencia en esta última es la de un forastero.

66. Así pues, cuando el jefe de rebaños que es la inteligencia, al tomar a su cargo el
rebaño del alma emplea para su instrucción la ley de la naturaleza, su conducción es
vigorosa y lo hace merecedor de consideración y aprobación en alto grado; en cambio,
cuando se aparta de la ley y se comporta despreocupada y descuidadamente, lo hace
merecedor de reprensión. Con razón pues, en el primer caso tomará sobre sí el nombre
de rey y será saludado como "pastor", en tanto que en el segundo caso llevará un
nombre de cocinero o panadero, se lo titulará "alimentador de ganado", siendo su
cometido preparar regalado festín para animales habituados a comer con voracidad.

67. XV. He puesto cuidado en dejar demostrado en qué consiste la diferencia entre un
agricultor y un trabajador de la tierra, y entre un pastor y un criador de ganado. Mas
existe un tercer caso vinculado con los ya expuestos, y de él nos ocuparemos ahora. En
efecto, el legislador entiende que es grande la diferencia que media entre un jinete y un
hombre montado,16 no sólo cuando se trata de hombres sobre las grupas de animales que
relinchan sino también en el caso de los razonamientos.
16
En griego: hippéus = jinete o caballero; de híppos = caballo; y anabátes = hombre
montado, de anabáinein = subir o montar.

68. Pues bien, aquel que sin habilidad en equitación está montado es llamado con razón
"hombre montado". Se ha entregado a una irracional creatura, de modo tal que adonde
ella va, es de todo punto de vista forzoso que sea llevado; y, no distinguiendo el animal
a tiempo alguna abertura u hoyo profundo de la tierra, fatalmente se precipita en él a

82
causa del ímpetu con que corre, y junto con él es destrozado el hombre que lo monta.

69. El jinete, en cambio, cuando se apresta a montar coloca el freno en la boca del
animal y, saltando sobre él de inmediato, queda asido a la crin que cubre el cuello y,
aunque aparentemente es llevado, en realidad es él quien conduce a modo de un piloto a
la creatura que lo sostiene sobre sí. Porque también el piloto, aunque parece ser
conducido por la nave piloteada, en realidad es él quien conduce la nave y la dirige
hacia los puertos a los que ansia llegar.

70. Cuando el animal marcha adelante dócilmente, el jinete, como mostrando su


aprobación, acaricia al caballo; mas, cuando se lanza con demasiado ímpetu pasándose
de la medida, aquél emplea la fuerza y con vigor lo retiene por las crines, de manera que
aminore su rapidez. Si el animal continúa sin obedecer, tomando el freno, tira de él y
rodea el cuello completamente, de modo que se ve forzado a detenerse.

71. Y para los continuos encabritamientos y turbulencias hay látigos y espuelas


preparados amén de todos los otros medios de castigo de que disponen los domadores
de caballos. Y nada asombroso hay en esto, porque, cuando el jinete sube sobre el
caballo, también sube con él el arte hípico, de modo que siendo dos, un hombre
transportado y una técnica, es razonable que se impongan a un solo animal sometido e
incapaz de adquirir un arte.

72. XVI. Pasando, pues, de los animales que relinchan y de quienes montan sobre ellos
a tu propia alma, examinémosla, si te place. Hallarás, en efecto, en sus diversas partes
caballos, alguien que empuña las riendas y alguien que los monta, tal como ocurre en el
mundo exterior.

73. El apetito y la cólera son los caballos, el uno macho, el otro hembra.17 Por esto
mientras el uno se encabrita y quiere verse suelto y libre, y tiene largo cuello, como
macho que es; la otra es sumisa y servil, amiga de tretas, come a tus expensas y su
manutención resulta ruinosa; es que se trata de una hembra. La inteligencia es tanto un
hombre montado como un hombre que empuña las riendas. Cuando monta con sensatez
es un hombre que empuña las riendas; cuando, en cambio, lo hace insensatamente es un
hombre montado.
17
Epithymía = apetito, deseo desordenado, concupiscencia, es femenino; thymós =
fortaleza de espíritu, coraje, cólera, es masculino. De allí lo de macho y hembra. Los
géneros, como se advierte, son opuestos en este caso a los de los términos españoles.

74. La insensata, pues, es incapaz, a causa de su ignorancia, de dominar las riendas.


Ellas se le escapan de las manos y caen en tierra, y los animales, rebelándose al instante,
emprenden una carrera sin orden ni control.

75. Aquel que halla montado sin asirse a cosa alguna por la que poder mantenerse fijo,
cae; y el desdichado, despedazadas rodillas, manos y cara, llora profundamente su
propia desgracia. Muchas veces también, enganchados sus pies en el pescante, queda
suspendido, caído de espaldas y colgado, y es arrastrado, y en las mismas rodadas del
carro destrózanse su cabeza, su cuello y ambos hombros; y a poco, llevado en todas
direcciones y chocando con todo cuanto halla en el camino, soporta la más lamentable
de las muertes.

83
76. Tal es el fin que le sobreviene a él. Por su parte, el vehículo, abandonado a sí mismo
y lanzado hacia adelante con violencia, se destroza con toda facilidad al rebotar contra
la tierra, de modo que jamás podrá ya ser ensamblado y reajustado. Los animales, a su
vez, libres de todo control, se desbocan enfurecidos y no se detienen en su carrera hasta
que, tropezando, caen, o precipitándose en algún profundo despeñadero, perecen.

77. XVII. Es, pues, previsible que todo el vehículo del alma con todos los que van sobre
él perezcan de esta manera si la conducción es deficiente. Y es una ventaja, en verdad,
que los tales caballos y los que montan sin habilidad sean destrozados, a fin de que los
productos de la virtud sean exaltados, ya que la caída de la insensatez provoca el
surgimiento de la sensatez.

78. Por eso dice Moisés en las exhortaciones: "Si salieres a la guerra contra tus
enemigos y vieres un caballo, un hombre montado y mucha gente, no temerás pues Dios
Soberano está contigo." (Deut. XX, 1.) Es que la cólera, la concupiscencia y, en general,
todas las pasiones y todos los razonamientos que van sobre cada una de ellas como
sobre caballos, aun teniéndose presente el irresistible impulso de que están animados,
han de ser despreciados por aquellos que cuentan con la fuerza del Gran Rey, fuerza que
los protegerá y luchará por ellos en toda ocasión y lugar.

79. Forman la Divina hueste las virtudes, que luchan en defensa de las amias amantes de
Dios y a las que, en presencia de la derrota del adversario, corresponde entonar un
himno de excelsa hermosura y en todo apropiado en honor de Dios, que da la victoria y
la alcanza gloriosamente. Y dos coros, el de la sección de los hombres y el de la de las
mujeres, elevarán con alternantes voces un armonioso canto.

80. El coro de los hombres tendrá por conductor a Moisés, una inteligencia perfecta; el
de las mujeres, a Miriam, una sensibilidad purificada.18 Justo es, en efecto, que la inteli-
gencia y los sentidos eleven himnos y cánticos de gracias a la Divinidad sin pérdida de
tiempo, y que uno y otro instrumento sean ejecutados armoniosamente, el de la
inteligencia y el de la sensibilidad, para expresar la gratitud y rendir honras al único
Salvador.
18
Ex. XVI, 1 y 20.

81. Así pues, todos los hombres cantan el canto de la ribera,19 no con ciego
entendimiento sino con aguda visión, bajo la conducción de Moisés. Por su parte, las
realmente mejores entre las mujeres, las que están inscriptas en la comunidad de la
virtud, cántanlo también bajo la dirección de Miriam.
19
El cántico que entonan junto al mar los israelitas para celebrar la ruina del ejército del
faraón bajo las aguas del Mar Rojo. Ex. XV, 1 y ss.

82. XVIII. El mismo himno es cantando por ambos coros, y tiene un estribillo admirable
en sumo grado, que es hermoso cantar. Es éste: "Cantemos al Señor, pues ha sido
glorificado gloriosamente: caballo y caballero arrojó Él al mar." (Ex. XV, 1.)

83. Quien examina el caso no puede hallar victoria mayor ni más completa que aquella
en la cual ha sido derrotado el cuadrúpedo, encabritado y desbocado tropel de las
pasiones y los vicios, osado como ninguno. Los vicios, en efecto, son de cuatro especies
e igual el número de las pasiones.20 En esta victoria, además, cae y perece el que va
montado sobre aquéllos, es decir, la inteligencia detestadora de la virtud y amante de la

84
pasión; la inteligencia cuya dicha residía en los placeres y los vicios, en las injusticias y
las ruindades, así como en los despojos, en las ambiciones y en todo ganado análogo.
20
Los cuatro vicios, correspondientes a las cuatro virtudes, son la insensatez, la
cobardía, la incontinencia y la injusticia; y las cuatro pasiones son la aflicción, el temor,
la concupiscencia y el placer, según los estoicos. A su número alude lo de
"cuadrúpedo".

84. Con razón, pues, ha enseñado el legislador en sus exhortaciones 21 a no proclamar


gobernante a un criador de caballos, considerando que es incompetente para la autoridad
todo aquel que, cual un desenfrenado y rebelde caballo, se enfurece enloquecido sin
poderse contener tras los placeres, los deseos y los amores. Sus palabras son éstas: "No
podrás poner sobre ti a un extranjero, pues no es tu hermano; no sea que multiplique
caballos para sí o haga volver al pueblo hacia Egipto." (Deut. XVII, 15.)
21
Es decir, en el Deuteronomio, al que Filón designa a veces con el título de
Exhortaciones.

85. Por lo tanto, ninguno de los criadores de caballos, según Moisés, el más santo de los
hombres, ha sido dotado por la naturaleza de aptitudes para el mando. Sin embargo,
podría decir alguien que la fuerza de caballería es un gran elemento de apoyo para su
rey, no menos importante que la infantería y la flota; en muchos casos más útil aún,
especialmente en las ocasiones en que es preciso que la ofensiva sea instantánea y
vigorosamente rápida, cuando la situación no admite dilaciones sino está en su punto
crítico, de modo que con razón se considera que el actuar tardíamente más que a no
alcanzar la ventaja equivale a fracasar del todo, ya que, tomando la delantera la ocasión
pasa de largo como una nube.

86, XIX. Nosotros les diríamos a estas personas: Lo que hace el legislador, buenos
señores, no es cercenar la guarnición de ningún jefe; ni mutilar el ejército reunido por
éste, separando la parte más efectiva de su fuerza, vale decir, la caballería, sino tratar en
la medida de lo posible de aumentarlo para que, creciendo en poderío y número los que
combatirán juntos, abatan a sus contrarios con facilidad suma.

87. Profundo conocedor de estas materias, ¿quién tan capaz como él de ordenar y
formar en batalla un ejército, de distribuirlo por falanges, de designar comandantes,
jefes de escuadrones y otros jefes de mayores o menores formaciones o de indicar
cuanto se ha inventado en materia de táctica y estrategia a quienes habrían de hacer
correcto empleo de ello?

88. Pero la verdad es que sus palabras no se refieren ahora a la fuerza de caballería,
fuerza que un jefe tiene que organizar para la destrucción de los enemigos y la
seguridad de los amigos; sino al movimiento irracional, desmedido e insubordinado que
se da en el alma; movimiento que es útil obstruir a fin de que no haga jamás volver a
todo su pueblo hacia Egipto, el país del cuerpo, ni lo transforme con toda su fuerza en
amante del placer y de la pasión antes que en amante de la virtud y de Dios. Quien
adquiere una multitud de caballos no puede menos, como dijo el mismo legislador, que
tomar el camino hacia Egipto.

89. En efecto, cuando el alma, a causa de la violencia de las pasiones e iniquidades que
soplan sobre ella, se contrabalancea e inclina hacia una y otra borda, como una nave, ora
hacia el lado de la inteligencia o hacia el de la sensibilidad, y el oleaje se lanza sobre

85
ella desde lo alto; entonces, como es de esperarse, la inteligencia acaba por sumergirse y
hundirse. El abismo en el que se hunde y sumerge no es otro que el cuerpo, representado
aquí por Egipto.

90. XX. Nunca, pues, te entregues a esta clase de crianza de caballos. También resultan
reprensibles aquellos que se dedican a la otra clase de crianza.22 ¿Y cómo no habían de
serlo? Entre ellos la mayor23 estima corresponde a anímales irracionales, y tropas de
bien tratados caballos avanzan desde sus moradas, mientras ninguno de los hombres que
van detrás halla, no ya un regalo superfluo, mas ni siquiera una ayuda para remediar su
indigencia.
22
Se refiere a la crianza de caballos reales, por oposición a la de los caballos
simbólicos.
23
Mayor que a los animales racionales, es decir, que a los hombres.

91. Pero, con todo, las faltas de estas gentes. no son tan graves. Ellos arguyen que al
preparar caballos de carrera velan por el esplendor de los sagrados certámenes y de las
festividades nacionales que se celebran en todas partes y que a ellos se debe no sólo el
placer y el deleite que el espectáculo brinda a los espectadores sino también el cultivo y
práctica de cosas nobles. En efecto, dicen que los que observan en los animales el deseo
de alcanzar la victoria, animados por el amor a la honra y el celo por la virtud, llénanse
de cierto" inexpresable apremio y emulación y, asumiendo con buen. ánimo trabajos
que les incumben y les sobrevienen, no desistirán hasta llegar al término de los mismos.

92. Pero, mientras éstos encuentran argumentos para justificar sus faltas; en cambio, no
tienen justificación alguna en su mal obrar aquellos que toman a la inteligencia, a la que
cabalga sin ser experta en equitación, y la colocan sobre las grupas del cuadrúpedo»
vicio y la cuadrúpeda pasión.

93. Mas, si instruido en el arte de la equitación, te hubieres familiarizado en alto grado


en él mediante una persistente práctica, y considerares que ya estás en condiciones de
dominar caballos, monta y toma las riendas. De esta manera, ni si se encabritan los
animales, caerás tú sufriendo heridas difíciles de curar entre las risas de los maliciosos
testigos, ni serás apresado si los enemigos se lanzan sobre ti de frente o por detrás, pues
a los que te sorprenden por la espalda los dejarás rápidamente a distancia aventaján-
dolos en velocidad, y los que te atacan frontalmente te tendrán sin cuidado en razón de
tu saber acerca de cómo poder rechazarlos sin peligro alguno.

94. XXI. ¿No es, pues, razonable que, mientras celebra la destrucción de los que montan
a caballo, suplique Moisés por la completa salvación de los jinetes? Éstos son capaces,
mediante la aplicación de la espuela a las irracionales facultades, de frenar el excesivo
impulso de su movimiento. He aquí su súplica: "Sea Dan", dice, "una serpiente en el
camino, en acecho en la ruta, mordiendo el talón del caballo, y caerá hacia. atrás el
jinete esperando la salvación que proviene de Dios". (Gen. XLIX, 17 y 18.)

95. Es preciso señalar qué es lo que oculta esta plegaria. "Dan" significa "juicio", y
Moisés ha comparado la facultad de examinar, precisar, discernir y, en cierta manera, de
juzgar a cada una de las cosas del alma con una. serpiente, que es un animal de sinuosos
movimientos, de gran inteligencia, presto a la lucha y muy capaz de defenderse contra
injustas agresiones. No la ha comparado con la serpiente amiga y consejera de la vida,
vida que en nuestro idioma suele llamarse Eva;: sino con la que fue fabricada por él de

86
bronce, serpiente ante cuya vista aquellos que han sido mordidos por serpientes
venenosas, aunque estuvieren a punto de morir, sobreviven y no mueren jamás, según se
nos dice.24
24
Núm. XXI, 9.

96. XXII. Así expuestas, estas cosas parecen prodigios y maravillas: una. serpiente
emitiendo voz humana, exponiendo hábiles insinuaciones a espíritus totalmente
ingenuos, engañando a una mujer con seductoras persuasiones; y otra convertida en
origen de-completa salvación para todos cuantos la miran.

97. Pero si recurrimos a la interpretación de su sentido oculto, todo lo mítico desaparece


y el verdadero sentido se muestra con toda claridad. Decimos, en efecto, que la
serpiente de la mujer, es decir, de la vida 25 dependiente de la sensibilidad y la carne es
el placer, cosa tortuosa y astuta en sumo grado, siempre echada hacia abajo, que se
arrastra tras los bienes de la tierra. únicamente, que busca las cavidades del cuerpo, y se
introduce en cada uno de los sentidos, como en hoyos y grietas, consejera. del hombre;26
que se deleita con el aniquilamiento de lo que es mejor que ella, gozosa de matar con
ponzoñosas mordeduras sin dolor. Decimos, en cambio, que la serpiente de Moisés es la
disposición opuesta al placer, es decir, la moderación, razón por la cual se la presenta
como fabricada de bronce, materia solidísima.27
25
"Y llamó Adán Eva a su mujer.. ." (Gen. III, 20). "Eva" en hebreo. significa "vida"; y
en el presente pasaje de los LXX se lee Zoé = vida, en vez de Éua, como habitualmente.
26
Extraño calificativo para esta serpiente. Tal vez deba entenderse algo. así como mala
o perversa consejera.
27
El término kartería = moderación, templanza, autodominio, significa además firmeza
y constancia, sentidos éstos que explican el simbolismo que halla Filón en la solidez del
bronce.

98. Forzoso es, por lo tanto, que viva aquel que ha mirado con suma atención la forma
de la moderación, aun cuando hubiere sido mordido antes por los engaños del placer;
puesto que mientras el placer amenaza al alma con la muerte inevitable, la moderación
pone a su alcance la salud y la conservación de la vida, y esa alojadora de males que es
la templanza constituye un antídoto contra la licencia.

99. Y aquello que es noble y que además procura una completa salvación merece el
amor de todo hombre sabio. Así pues, cuando Moisés suplica o que haya para Dan una
serpiente o que éste mismo sea una serpiente, pues el pasaje puede interpretarse en uno
u otro sentido,28 suplica por una serpiente análoga a la construida por él mismo, no por
una igual a la de Eva, pues la súplica es en este caso un pedido de cosas buenas.
28
La forma invariable Dan del texto griego puede tomarse como nominativo (sujeto) o
como dativo (para. . .), de donde resulta la ambigüedad a que se refiere Filón: "sea Dan"
o "sea para Dan una serpiente".

100. Y el de la moderación, pues, es un género bueno, y es vehículo de inmortalidad, un


bien perfecto; el placer, en cambio, pertenece al orden de las cosas ruines, y nos inflige
la más grande de las penas, la muerte. Por eso dice el legislador: "Sea Dan una
serpiente", no en otra parte sino "en el camino".

101. Es que la incontinencia, la glotonería y todo aquello que engendran y paren los
inmoderados e insaciables placeres, fecundados por la abundancia de cosas externas,

87
impiden al alma marchar por el camino amplio y recto, y la fuerzan a precipitarse en los
despeñaderos y barrancos hasta que la destrozan completamente. En cambio, sólo la
práctica de la moderación, de la templanza y de las otras virtudes [asegura al alma un
buen camino],29 donde no hay ningún objeto resbaladizo bajo los pies en el cual pueda
el alma tropezar y caer. Con toda razón, pues, ha dicho el legislador que la templanza
toma el recto camino, puesto que es propio de la opuesta condición, vale decir, del
libertinaje, frecuentar un camino intransitable.
29
El texto es inseguro en este pasaje, y me atengo a la hipotética restauración de
Wendland.

102. XXIII. La idea que sugieren las palabras "en acecho en la ruta" es, estoy
convencido de ello, como sigue. Por ruta entiéndese el camino para caballos y carruajes
transitado por hombres y bestias de carga.

103. Muy parecido a este camino dicen que. .es el placer. En efecto, casi desde el
nacimiento hasta la avanzada vejez lo atraviesan, pasean y pasan su tiempo a lo largo de
él ociosa y muellemente no sólo los hombres sino también todas las demás especies de
creaturas vivientes que existen; porque, no hay una sola creatura que ante los incentivos
del placer no se sienta arrastrada y atraída por sus complicadísimas redes,-de las que
mucho trabajo cuesta escapar.

104. En cambio, los caminos de la prudencia, la moderación y las demás virtudes,


aunque no sean intransitados, son, sin embargo, muy poco recorridos. Escaso es,
efectivamente, el número de los que avanzan por ellos, de los que se han esforzado
sinceramente en adquirir el saber y no han entrado en otra sociedad que la de lo noble y
hermoso, renunciando 'de una vez a todas las otras.

105. "En acecho", pues, y no una sola vez,30 "está" todo aquel en quien ha entrado un
celo y un cuidado por la templanza, y lo está para salir desde su lugar de acecho al
encuentro del habitual placer, fuente de inagotables males, interceptarlo y arrojarlo
fuera de la región del alma.
30
Sino permanentemente.

106. Entonces, como con perfecta ilación dice Moisés, "morderá el talón del caballo";
ya que es propio de la moderación y la templanza trastornar y destruir los accesos hacia
el altanero vicio y la exaltada, veloz y rebelde pasión.

107. XXIV. La serpiente de Eva, pues, es presentada por el legislador sedienta de sangre
humana. Dice, en efecto, en las imprecaciones: "El31 vigilará tu cabeza y tú vigilarás su
talón." (Gen. III, 15.) En cambio, la serpiente de Dan, de la que nos estamos ocupando,
es presentada como mordiendo el talón de un caballo, no el de un hombre.
31
Sobre el masculino él en vez del femenino ella ver Interpretación alegórica III, 15.

108. Es que, como se ha demostrado anteriormente, la serpiente de Eva, como símbolo


del placer que es, ataca al hombre, vale decir, a la facultad racional que hay en cada uno
de nosotros. El goce y uso de abundantes placeres implica, en efecto, la ruina de la
inteligencia.

109. La serpiente de Dan, por el contrario, como que es imagen de la más vigorosa de
las virtudes, la moderación, morderá a un caballo, el símbolo de la pasión y el vicio, por

88
cuanto la templanza tiende a la destrucción y ruina de éstos. Cuando éstos hayan sido
mordidos y abatidos, "el jinete", dice, "caerá".

110. El sentido alegórico de esta frase es el siguiente: Moisés entiende que no es cosa
buena ni digna de procurarse el que nuestra inteligencia cabalgue sobre cosa alguna
procedente de la pasión y el vicio; y considera que, en el caso de verse forzada a subir
sobre alguna de ellas, lo mejor es procurar saltar abajo y caer, por cuanto tales caídas
traen aparejadas las más gloriosas victorias. Este mismo motivo movió a uno de los
antiguos,32 al ser provocado a una denigrante competencia, a decir que jamás se
presentaría a semejante disputa, en la que es peor el vencedor que el vencido.
32
Demóstenes.

111. XXV. Tampoco, pues, tú, amigo, te presentes jamás a una competencia de
maldades ni pugnes por la primacía en tales encuentros, sino esfuérzate ante todo por
evitarla, si te fuere posible; mas, si impelido en algún caso por una fuerza más potente
que tú, te vieres obligado a mezclarte en la competencia, no titubees en aceptar la
derrota.

112. En ella el vencido será un cabal vencedor, mientras que los vencedores serán los
derrotados. Y no permitas que sea el heraldo el que anuncie la victoria y el arbitro el que
corone vencedor al contrario; acércate tú mismo y alcánzale los premios y las palmas y
corónalo, si no se opone, y cíñele la cabeza con las cuitas y proclama tú mismo en alta y
firme voz este anuncio: "Yo soy el vencido, señores espectadores y organizadores, en
este certamen de avidez, cólera y desenfreno; el vencedor es éste que aquí veis. Tan
categórica ha sido su victoria, que aun nosotros, sus oponentes, en quienes era de
esperarse un sentimiento de envidia, no lo experimentamos".

113. Cede, pues, a otros los premios de estos afligentes certámenes, mas cíñete tú los de
las realmente sacras competiciones. Y no consideres sacros los certámenes que las
ciudades celebran en los festivales trienales, para los que han erigido teatros capaces de
contener muchas miríadas de hombres. En estos festivales, en efecto, llévase los trofeos
o bien aquel que pone fuera de combate a alguno y lo tiende de espaldas o de cara en
tierra o bien el que puede boxear o competir en el pancracio y no se queda corto en
actos ultrajantes e injustos.

114. XXVI. Hay quienes, habiendo aguzado a fondo las tortísimas puntas de hierro de
una correa, tras atarla alrededor de una y otra mano, destrozan las cabezas y las caras de
sus adversarios y mutilantes el resto del cuerpo cuando alcanzan a colocar sus golpes, y
en seguida reclaman premios y coronas por su implacable ferocidad.

115. Y en cuanto a los otros certámenes, ¿qué persona de buen discernimiento no se


reirá de los corredores y de los que compiten en el pentatlón, al verlos ejercitados en
saltar lo más lejos posible, recorriendo determinadas distancias y compitiendo sobre la
rapidez de sus piernas? No sólo la gacela y el ciervo entre los animales de mayor talla,
sino también el perro y el lebratillo entre los más pequeños los dejan detrás sin tomarse
mucha prisa, aunque ellos corran con ímpetu y sin tomarse respiro.

116. Ninguno de estos certámenes es, estrictamente hablando, sagrado, aunque todos los
hombres sostengan tal cosa. En su interior no podrán menos de sentirse convictos, de
falso testimonio. Los admiradores de estas cosas han establecido leyes contra los

89
violentos y castigos para los ultrajes y han elegido jueces para investigar cada uno de
los casos.
117. ¿Y cómo, entonces, puede aceptarse que las mismas personas, por una parte, se
rebelen contra los que ultrajan a alguien en privado y fijen penalidades inexorables
contra ellos; y, por otra, dicten leyes que establecen coronas, públicas proclamas y otros
honores para los mismos hechos cuando tienen lugar públicamente en festivales
nacionales y teatros?

118. Porque, si dos medidas, contraria la una de la otra, han sido determinadas contra
una persona o una acción, por fuerza tienen que ser buena una y mala la otra. Es
imposible que sean buenas ambas. ¿Cuál de las dos, pues, corresponde aprobar? ¿No es
verdad que el castigo es de los que han originado actos de violencia? Luego, no podrá
evidentemente sino censurarse la medida contraria, es decir, el honrarlos.

119. XXVII. Ahora bien, ninguna cosa sagrada es reprobable, sino ilustre en todo; por
lo tanto sólo el certamen olímpico33 puede ser llamado sagrado con justicia; mas, no el
que organizan los habitantes de Elide, sino el que tiene como trofeo la adquisición de las
divinas y verdaderamente olímpicas virtudes. En este certamen inscríbense todos los
que, siendo los más débiles en sus cuerpos, son los más fuertes en lo que a las almas se
refiere; y en seguida, tras desnudarse y practicar el frotado previo a la lucha con polvo,
realizan todo cuanto la técnica y la fuerza les permite hacer, sin omitir nada que pueda
conducirlos a la victoria.
33
Evidentemente, Filón asocia el Olimpo con el cielo, y toma sus respectivos adjetivos
olímpico y celestial como sinónimos.

120. Así prevalecen estos atletas sobre sus oponentes; pero también entre ellos compiten
a su vez por los supremos galardones. En efecto, la victoria no puede ser la misma para
todos, aunque todos son dignos de honor por haber destruido y dispersado a enemigos
poderosos y temibles.

121. El más admirable de todos es aquel que sobresale entre ellos, al que no debe
mirársele con envidia cuando recibe los primeros premios. Mas no se avergüencen los
que han sido considerados merecedores del segundo o tercer premio, pues éstos también
son asignados como recompensa por la adquisición de la virtud, y para aquellos que no
pueden alcanzar las virtudes supremas es útil la adquisición de las intermedias,
adquisición que es tenida por más firme aún, por cuanto ella está libre de la envidia que
se arraiga en los que prevalecen.

122. Muy instructivas son, pues, las palabras "el jinete caerá", dichas con ánimo de que
pueda reaccionar, apresurarse tras las cosas buenas y ser colocado en una recta posición
aquel que "cayere" desde las cosas malas. También es sumamente aleccionadora la
aclaración de que la caída no es hacia adelante sino "hacia atrás", puesto que es de suma
utilidad el quedar retrasado en el vicio y la pasión.

123. Es preciso, en efecto, que en la práctica del bien nos adelantemos, pero que, a la
inversa, en la ejecución de bajas acciones seamos tardos; que vayamos al encuentro de
aquél pero que lleguemos tarde a estas últimas y quedemos a la zaga cuanto nos fuere
posible, ya que aquel para quien es natural quedar detrás de las iniquidades y las
pasiones, se mantendrá libre de enfermedad.34 Dice, en erecto, que el jinete "esperará la
salvación que procede de Dios"; y lo dice para que en la medida en que queda a la zaga

90
de las acciones injustas, se apresure a, correr tras las obras justas.
34
De enfermedad del alma.

124. XXVIII. Queda, pues, dicho lo concerniente al jinete y al que monta sin serlo, al
criador de ganado y al pastor, y además al que trabaja la tierra y al agricultor; y han sido
expuestas con toda la minuciosidad posible las diferencias .que median entre los
componentes de cada pareja.

125. Pero ya es tiempo de que retomemos el hilo de nuestro asunto. EL legislador


presenta, al que aspira a la virtud como no poseyendo completamente la agricultura del
alma y como no habiendo hecho ningún esfuerzo fuera del de ocuparse de los.
principios de dicha ciencia. Dice, en efecto: "Noé comenzó a ser agricultor." Ahora
bien, como dijo uno de los antiguos, "el comienzo es la mitad del todo", en el sentido de
que el comienzo equivale a la mitad del camino hacia el fin, mas,. si el fin no se agrega
también, no es poco el daño que el comenzar trae aparejado para muchos.

126. Así, no faltan ejemplos de personas, aun de las no libres de culpas, que en los giros
de su inteligencia a través de ininterrumpidos cambios,. han alcanzado sí a "tener una
idea de alguna cosa beneficiosa,. mas nada provechoso han obtenido. En efecto, puede
suceder que, antes de alcanzado el objetivo, una corriente de contrarias tendencias se
haya precipitado sobre ellos inundándolos. y destruyéndolos, y que aquella beneficiosa
idea se haya reducido a nada.

127. XXIX. ¿Acaso no se debió a esto el hecho de que, cuando Caín imaginaba haber
presentado sacrificios. irreprochables, descendiera sobre él una Divina comunicación en
el sentido de no forjarse ilusiones respecto de la aceptación-de los mismos por Dios ya
que las condiciones de sus sacrificios no habían sido santas y perfectas? La Divina
comunicación es la siguiente: "No,35 si ofreces rectamente, pero no distingues
rectamente." (Gen. IV, 7.)
35
El pasaje completo según el texto de los LXX es: "¿Acaso no habrás incurrido en
falta, si. . .?" Pero Filón emite la apódosis hémartes = habrás incurrido en falta (que, por
otra parte, une al vocablo siguiente para formar la frase "Has incurrido en falta; quédate
quieto", cuya exégesis hace en Sobre la sobriedad 50).
Mediante este sencillo truco le viene a quedar una sentencia de molde para su apología
de la distinción, pues el sentido de la truncada expresión sería más o menos éste: "No
todo está bien, si ofreces rectamente, pero no distingues rectamente."

128. Así pues, honrar a Dios es recto, pero la no distinción no lo es. Veamos qué quiere
decir esto. Hay quienes definen la piedad como la afirmación de que las cosas, las
buenas y las malas, son resultado de la acción Divina.

129. Podemos decirles a éstos: "Una parte de vuestra opinión es digna de aprobación; la
otra, por el contrario, es reprensible. Merece aprobación el que consideréis con
admiración lo único que merece ser honrado; es, en cambio, reprensible en la medida en
que faltan en ella la distinción y la división. En efecto, no debíais mezclar y confundir
las cosas, representándoos a Dios como causa de todas ellas indiscriminadamente, sino
establecer distinciones y atribuirle sólo las buenas.

130. Es, ciertamente, absurdo adoptar precauciones para que los sacerdotes estén libres
de todo defecto o deformidad y para que los animales ofrecidos en sacrificio no

91
presenten absolutamente ninguna, ni aun la más pequeña mutilación, y elegir a tal efecto
inspectores llamados "observadores de defectos" por algunos, cuyo cometido es cuidar
que las víctimas sean llevadas al altar sin imperfecciones e intactas; y, por otra parte,
sustentar en las almas de cada uno opiniones confusas acerca de Dios y no establecer las
distinciones conforme al canon de la recta razón.

131. XXX. ¿No ves que la ley dice que el camello es un animal impuro en razón de que
rumia pero no tiene partida la pezuña?36 La verdad es que, entendido esto literalmente,
la causa invocada aparece como carente de sentido, mas si recurrimos a la significación
alegórica esa causa resulta ser algo convincente en sumo grado.
36
Lev. XI, 4.

132. En efecto, así como el animal que rumia toma digerible el alimento guardado, que
a continuación sube a la superficie, del mismo modo el alma del que ama el saber,
cuando por vía auditiva recibe estas o aquellas nociones, no las entrega al olvido sino
con toda tranquilidad y reposo las rumia una por una para luego entregarlas todas a la
memoria

133. Mas no toda memoria es buena sino sólo aquella que conserva buenos recuerdos,
puesto que el que las cosas malas no sean olvidadas constituye un daño gravísimo. Tal
es la razón por la que para alcanzar la perfección es necesario "dividir la pezuña", a fin
de que, dividida en dos la facultad de la memoria, el lenguaje al fluir a través de la boca,
para la cual fabricó la naturaleza los labios a manera de límites gemelos, separe la
especie útil del recuerdo de la dañosa.

134. Mas, ni siquiera el "dividir la pezuña" solo parece tener ventaja alguna; debe
acompañarlo el "rumiar". Porque, ¿qué utilidad hay en dividir las naturalezas de las
cosas comenzando desde el principio y, alcanzando hasta las más minúsculas partículas,
pero sin avanzar de allí hasta el último límite ni tener separadas aquellas partes que
algunos llaman con exactitud ¿tomos o indivisibles? 37
37
Aparentemente, lo que Filón arguye en este complicado pasaje es que la división a la
manera sofística, es decir, sin que se la corone con la memoria, la reflexión y la práctica,
resulta un esfuerzo inútil porque es imposible llegar a una meta final, o sea, al punto en
que la división cesa. En esta caso Filón aceptaría la teoría de la infinita división de la
materia. En todo caso, la verdadera inutilidad de ese tipo de división reside en lo ya
señalado, como lo aclara nuestro autor en 135 y 142, es decir, en que no es coronada o
seguida por el "rumiar", por la proyección del esfuerzo y la sagacidad mentales hacia
logros morales.

135. Estas operaciones son, en efecto, clarísimas pruebas de penetración y precisión


extraordinarias, afinadas para la más sutil sagacidad, mas ninguna ventaja tienen en
orden a la nobleza de carácter y a un tránsito irreprochable por la vida.

136. XXXI. En efecto, día tras día la turba de los sofistas fatiga en todas partes los oídos
de los oyentes a su alcance con minuciosas disquisiciones, desarrollando exposiciones
capciosas y ambiguas, y distinguiendo entre los asuntos los que en su opinión merecen
ser recordados y aún más. ¿No dividen algunos de ellos las letras del lenguaje escrito en
consonantes y vocales? ¿Y no distinguen otros en el lenguaje tres categorías supremas:
nombre, verbo y conjunción? 38
38
O nexo.

92
137. ¿Y no dividen los músicos su propia ciencia en ritmo, medida y tono; y el tono en
sus formas cromática, armónica y diatónica, y en intervalos de cuarta, de quinta y de
octava; y en melodías de tetracordios unidos y separados?

138. ¿Y no distinguen los geómetras dos géneros supremos de líneas: las rectas y las
curvas? Y los demás expertos, ¿no agrupan los asuntos propios de cada ciencia en
categorías que van desde las primarias hasta las últimas divisiones?

139. Súmese, además, a esta multitud el coro todo de los que cultivan la filosofía
exponiendo las divisiones que le son familiares, a saber, cómo de los seres unos son
cuerpos y otros incorpóreos; de los cuerpos unos son vivientes y otros sin vida; unos
racionales y otros irracionales; unos mortales y otros divinos; de los mortales unos son
machos y otros hembras, categorías que se dan en el ser humano.

140. En cuanto a las cosas incorpóreas unas son completas y otras incompletas» entre
las completas están las preguntas y averiguaciones, las imprecaciones y juramentos, y
todas las otras diferentes categorías particulares que se registran en los manuales
elementales que se ocupan de esas cosas. Están, además, las que los dialécticos
acostumbran llamar proposiciones.

141. De éstas unas son simples y otras compuestas; entre las compuestas distínguense
las hipotéticas y las inferenciales; las comparativas, también las disyuntivas y otras de
igual suerte; a las que cabe agregar las verdaderas, las falsas y las dudosas, las posibles
y las imposibles, las apodícticas y las asertóricas, las solubles y las insolubles, con todas
las otras de esta familia. Pero, a su vez, las cosas incorpóreas incompletas se subdividen
en predicados, complementos y en distinciones más sutiles aún que éstas.

142. XXXII. Y si la inteligencia, aguzándose todavía más en minuciosidad, dividiere las


naturalezas de las. cosas como hace un médico con los cuerpos, no por ello sería mayor
el provecho que alcanzaría en lo que a la adquisición de la virtud se refiere. Es cierto
que, como posee el poder de distinguir y dividir cada cosa, "dividirá la pezuña", mas no
"rumiará" de manera que le sirva el provechoso alimento que constituyen los recuerdos,
alimento que suaviza la aspereza-existente en el alma como resultado de sus errores, y
produce-un movimiento saludable y realmente suave.

143. Así, muchísimos de los llamados sofistas, tras ganarse la admiración a. lo largo de
las ciudades y tras mover a casi todo el mundo a honrarlos por su precisión y su alta
capacidad de inventiva, han consumido a causa de sus pasiones su vida en la medida de
sus fuerzas y envejecido prematuramente sin haberse distinguido en nada de los necios
negligentes y de la más ruin especie de hombres.

144. Por eso con sumo acierto compara el legislador a los sofistas que así viven, con la
especie de los cerdos, por cuanto su vida carece totalmente de brillo y pureza, y es
turbia y -fangosa y transcurre entre las cosas más vergonzosas.

145. Dice, en efecto. Moisés que el cerdo es impuro porque, aunque divide la pezuña,
no rumia;39 del mismo modo que, según él, el camello lo es por la razón opuesta, es
decir, porque, aunque rumia, no divide la pezuña. En cambio, todos aquellos animales
que participan de ambas cualidades, es evidente que son tenidos por puros, por cuanto

93
están libres de uno y otro de los defectos mencionados. Ciertamente, la división sin
memorización ni práctica ni discusión de las cosas más elevadas es un bien incompleto
[del mismo modo que lo son la memoria, la práctica y la discusión de ellas sin la debida
distinción].40 En cambio, la reunión y concurrencia de ambas cosas en un todo
constituye un bien absolutamente perfecto.
39
Lev. XI, 7.
40
La traducción del párrafo entre corchetes es conjetural, pues existe una laguna
imposible de llenar en el texto.

146. XXXIII. Ahora bien, aun los malvados se postran ante la perfección del alma e,
incapaces ya de resistir,41 la verdadera paz prevalece. Mas los hombres que han
alcanzado una sabiduría elaborada a medias o, con otro término, semiasentada son
demasiado débiles para enfrentar sin ceder a los belicosos escuadrones de las faltas,
largo tiempo adiestradas y convertidas en vigorosa fuerza.
41
Incapaces de resistir la atracción del espectáculo de la perfección espiritual, es decir,
dominados o ganados por ella.

147. Tal es la razón por la que, cuando en tiempo de guerra Moisés prepara la lista del
ejército, no incorpora a toda la juventud, aun cuando ésta se halle llena de ardor y
evidencia una disposición espontánea para rechazar al enemigo; sino determina que
algunos retornen y permanezcan en su casa para que mediante una permanente práctica
adquieran una fuerza y una experiencia altamente desarrollada que les permita lograr
alguna vez una victoria decisiva.

148. La orden es dada por conducto de los escribas 42 del ejército en momentos en que
la guerra está ya próxima, a las mismas puertas. Lo que dirán es esto: "¿Qué hombre ha
edificado una casa nueva y no la ha estrenado aún? Marche y retome a su casa; no sea
que muera en la guerra y otro hombre la estrene. ¿Quién ha plantado un viñedo y no ha
sido alegrado por sus frutos? Marche y retorne a su casa; no sea que muera en la guerra
y otro sea alegrado por ellos. ¿Quién ha pedido en matrimonio una mujer y no la ha
desposado? Marche y retorne a su casa; no sea que muera en la guerra y otro hombre la
despose." (Deut. XX, 5 a 7.)
42
O secretarios. Se trata de los oficiales del ejército, como consta en el original hebreo.

149. XXXIV.43 ¿Por qué razón —preguntaría yo—, no consideras conveniente, mi


admirabilísimo amigo, que se alisten para la guerra, en vez de otros, más bien éstos, que
están ya en posesión de mujer, casas, viñedos y otra gran copia de bienes? Lo cierto es
que éstos sobrellevarán como cosa ligerísima los peligros de los que depende la
seguridad de tales bienes, aun cuando esos peligros fueren del todo pesadísimos; en
tanto que aquéllos a los que ninguna de las cosas mencionadas pertenece, no teniendo
nada indispensable en juego, procederán con flojedad y desgano en todo.
43
Lo que sigue es una argumentación en forma de diálogo entre el autor y los escribas u
oficiales que han transmitido la orden de Moisés.

150. ¿O será porque, como no han gozado aún de ninguna de sus adquisiciones,
tampoco en el futuro les será dado gozar de ellas? Porque, ¿qué ventaja les queda a los
vencidos en la guerra de cuanto poseen?
—Sí,44, pero éstos no serán hechos prisioneros.
—¿Que no? Pues les ocurrirá en seguida lo que les cabe a los que no combaten. Como
sucede siempre, enemigos que llevan a cabo con vigor las operaciones de guerra se

94
convertirán no sólo sin derramamiento de sangre sino también sin esfuerzo alguno en
señores de quienes permanecen sentados y cómodos dentro de sus casas.
44
Como en 151 y en 155 Filón pone en boca de los oficiales una objeción.

151. —Pero el grueso de los otros combatientes de su bando emprenderá la lucha


vigorosamente también en defensa de éstos.
Ante todo, es cosa absurda el hacer depender la propia seguridad de los esfuerzos y los
prósperos sucesos ajenos, y muy especialmente cuando sobre cada persona en particular
y sobre la comunidad entera se cierne un peligro de saqueo, deportación y esclavitud; y
tratándose de personas capaces de cooperar en los esfuerzos de la guerra, a las que no
afectaba ningún impedimento ni de avanzada edad ni de enfermedad ni de otra
desgracia alguna. De modo que lo que corresponde es que éstos tomen las armas a los
primeros llamados de las trompetas y que alcen sus escudos para proteger a sus
camaradas combatiendo con coraje y desprecio de los peligros.

152. XXXV. En segundo lugar, habrán dado pruebas no sólo de traición sino de mucha
insensibilidad si, mientras otros combaten en su defensa, ellos se hallan ocupados en sus
negocios privados; si, mientras otros quieren provocar el encuentro en que se jugará su
salvación, ellos ni siquiera por su propia seguridad enfrentan la lucha; si, mientras los
otros, llevados por su ardoroso deseo de vencer, sobrellevan con buen ánimo la
privación de alimentos, los lechos de tierra y las otras fatigas corporales, ellos gastan su
tiempo en cubrir sus casas con enyesados y oropeles, adorno despreciable, o en
recolectar los frutos de sus plantaciones o en celebrar la vendimia o en contraer y
consumar ahora por primera vez sus matrimonios con doncellas prometidas largo
tiempo atrás, como si ésa fuera la ocasión más apropiada para el matrimonio.

153. Bien está el ocuparse de las paredes, recoger las ganancias, agasajar con banquetes,
embriagarse, casarse y conducir a la cámara nupcial a las damas entradas en años y,
para emplear una expresión corriente, enmohecidas; mas éstas son obras propias de
tiempo de paz y está fuera de lugar hacerlas cuando la guerra ha poco que ha estallado y
está en pleno desarrollo.

154. ¿No habrá algún padre de éstos, algún hermano, alguno de sus consanguíneos,
alguno de los de su estirpe que esté alistado? ¿O habrá la cobardía elegido a toda la
familia para agazaparse? Nada de eso; innumerables son, sin duda, sus parientes que
combaten. ¿Y no es, acaso, mayor que la de ciertas fieras salvajes la inmensa crueldad
de estos hombres, que, mientras aquéllos afrontan peligros en defensa de sus vidas,
pasan la suya en complacencias y placeres?

155. —Sin embargo,45 resulta penoso que otros sin esfuerzo alguno de su parte gocen de
nuestros trabajos.
—¿Y cuál de las dos cosas es más penosa: que sean nuestros amigos y parientes quienes
entren en posesión de nuestra propiedad cuando estemos muertos o que sean enemigos
los que se queden con ella mientras estamos vivos aún? A menos que sea tonto
comparar situaciones tan ajenas entre sí.
45
Objeción que pone Filón en boca de su imaginario interlocutor, quien objetaría que, si
quien no ha gozado aún del fruto de sus afanes y esfuerzos marcha a la guerra y muere,
otro, que ningún mérito ha hecho usufructuará inmerecidamente el bien.

156. Por otra parte, bien puede ocurrir que no sólo las pertenencias de los que no

95
combaten sino también sus mismas personas vengan a convertirse en adquisiciones de
enemigos victoriosos. En cambio, los que mueren por la común salvación, aun en el
caso de que ningún provecho hubieran obtenido hasta entonces del patrimonio familiar,
alcanzan la más dulce de las muertes por cuanto reflexionan que dicho patrimonio va a
pasar a sus herederos, a los que ellos habían suplicado que pasase.

157. XXXVI. La interpretación literal de la ley tal vez dé lugar a estas y otras
consideraciones. Pero para que ninguno de los maliciosos se atreva a dar rienda suelta a
su inventiva, procedamos por vía de la interpretación alegórica diciendo, en primer
lugar, que la ley considera que un hombre debe esforzarse no sólo en la adquisición de
las cosas buenas sino también en el goce de las cosas adquiridas, y entiende que la
felicidad resulta de la práctica de la virtud perfecta por cuanto ella procura una vida a
salvo y completa en todo. En segundo lugar, que la ley no se refiere aquí a una casa ni a
un viñedo ni a una mujer ya prometida, en procura de que un hombre se case con la
mujer a la que corteja; de que el plantador recoja y exprima el fruto de sus viñas y
luego, al beber en abundancia desmedida la embriagadora bebida, se sienta alegre; o de
que quien ha construido una casa la habite; se refiere a las potencias del alma, por cuyo
ministerio le es factible al hombre decidirse a comenzar, hacer progresos y alcanzar la
perfección en acciones merecedoras de aprobación.

158. Los comienzos, en efecto, tienen un ejemplo en el caso de un pretendiente. Así


como el que aspira a tomar una mujer para casarse habrá de ser esposo mas aún no lo es,
de la misma manera el hombre . bien dotado espera poseer en el futuro una doncella de
elevada cuna y pura, la educación, pero por el momento sólo es su pretendiente. Los
progresos se observan en el caso del plantador. En efecto, así como corresponde al
plantador el cuidar que los árboles crezcan, del mismo modo corresponde al que ama el
estudio procurar que los principios de la sensatez alcancen el máximo acrecentamiento.
Las perfecciones, por su parte, están representadas en la construcción de una casa que
recibe los últimos toques pero que aún no ha adquirido solidez y fijeza.

159. XXXVII. Conviene que todos ellos, los principiantes, los que realizan progresos y
los que han alcanzado la perfección, vivan al margen de contiendas y no se embarquen
en una .guerra con los sofistas, hombres empeñados siempre en provocar disputas y
alteraciones para adulterar la verdad, pues la verdad es cara a la, paz y los mira a ellos
con malos ojos.

160. Si aquéllos, simples particulares, se aventuran en esta .contienda contra


experimentados luchadores, llevarán indefectiblemente la peor parte; el principiante, por
inexperto; el que realiza progresos, por incompleto; y el perfecto, porque aún no. está
habituado a la virtud. Preciso es que, así como los yesos deben fijarse firmemente y
adquirir solidez, del mismo modo las almas de los que se han perfeccionado lleguen a
afirmarse más sólidamente mediante la constante práctica y las sucesivas ejercítaciones.

161. Aquellos que no han alcanzado estas ventajas son llamados entre los filósofos
"sabios inconscientes de su propio saber". En efecto, dicen ellos que es imposible que
aquellos que han alcanzado las cimas de la sabiduría y hace poco han entrado en
contacto por primera vez con los límites de ella, se den cabal cuenta de su propia
perfección; que es, ciertamente, imposible que ambas cosas, la llegada a la meta y la
aprehensión de la llegada, se concreten simultáneamente, y que la ignorancia es el límite
entre ambas cosas; no la ignorancia que se halla a gran distancia del saber sino aquella

96
que está próxima y a sus puertas.

162. Será, por lo tanto, obra propia de quien aprehende y entiende y se da además plena
cuenta de sus propios poderes el combatir contra el bando pendenciero y sofístico. Es de
esperar, en efecto, que un hombre como éste logrará imponerse. En cambio, para aquel a
quien aún ciega la obscuridad de la ignorancia y, no siendo todavía la claridad de su
saber suficientemente, fuerte como para iluminarlo, la seguridad estriba en permanecer
en casa, vale decir, en abstenerse de entrar en competencias acerca de materias que no
ha aprehendido completamente y en quedarse pacífico y tranquilo.

163. El que fuere arrastrado por la presunción, ignorante de las artimañas de sus
oponentes, antes de entrar en acción se convertirá en víctima anticipadamente y
experimentará la muerte en el saber, que es aún más calamitosa que la que separa al
alma y el cuerpo.

164. Y no puede sucederles sino eso a los que son engañados por los sofismas, pues,
como no pueden dar con medios para refutarlos, quedan convencidos de que son
verdaderas las falsedades, y pierden la vida del saber. Su caso es el mismo que el de los
que son engañados por aduladores, ya que también en el caso de éstos la saludable y
verdadera amistad del alma es arrojada fuera y arruinada por la amistad de naturaleza
malsana.

165. XXXVIII. Ha de aconsejarse, pues, a los que están en los comienzos de su


instrucción para que desistan de tales contiendas, pues les faltan conocimientos; a los
que van realizando progresos, porque no son aún perfectos; y a los que acaban de
alcanzar la perfección, porque son hasta cierto punto inconscientes de su perfección.

166. Otro hombre, se nos dice, habitará la casa de cada uno de los que son incrédulos, se
quedará con sus viñedos y tomará a su mujer; lo que equivale a decir que las
mencionadas facultades de aplicación, mejoramiento y perfección jamás serán
abandonadas, y que se unirán unas veces a unos hombres, otras a otros, visitándolos .sin
establecerse definitivamente en las mismas almas y pasando, en cambio, de unas a otras.
Estas facultades aseméjanse a los sellos.

167. Éstos también, cuando han estampado la cera, después de grabar la imagen
permanecen inalterables sin ser afectados en nada por las impresiones hechas. Y,
aunque la impresión dejada en la cera se toma confusa y se borra,46 otra cera a su vez la
recibirá. De modo que no-penséis, mis buenos señores, que, porque nosotros
perecemos,. perecen con nosotros las facultades. Porque ellas son inmortales y acogerán
a muchísimos otros, aunque no a vosotros, para la gloria que de ellas se deriva, pues son
hombres a los que ellas-ven, no rehuyendo de la plática con ellas, como hacéis
vosotros,. sino tendiendo hacia ellas y preocupándose por su seguridad.
46
Con el correr del tiempo.

168. Quien es amigo de la virtud niegue por que todas: las cosas buenas sean plantadas
en él y por que se hagan patentes sobre su alma, tal como se ponen de manifiesto en una
buena estatua ó en un retrato perfecto las proporciones de las que resulta su hermosura.
Al hacerlo tenga presente que son innumerables los que aguardan, a los que, descartado
él, la. naturaleza proporcionará todos estos bienes, es decir, estudios. provechosos,
progresos y perfecciones; y que es mejor que sea él mismo, en vez de aquéllos, quien

97
brille atesorando de manera segura las gracias acordadas por Dios; y no el ofrecer un
comodísimo botín a enemigos implacables facilitándoles el saqueo.

169. XXXIX. Poca ventaja, pues, hay en un comienzo en el que un feliz acabamiento no
haya impreso su sello. Ahora bien,. a menudo algunos, aun cuando habían alcanzado la
perfección, han sido considerados imperfectos en razón de que creían que dicho
perfeccionamiento debíase a su propio empeño y no a la, cuidadosa guía de Dios; y por
esta creencia, después de haberse visto elevados y exaltados hasta lo más alto,
desaparecieron precipitados desde elevadas regiones hasta el más profundo abismo.

170. Léese, en efecto, lo siguiente: "Si construyeres una casa nueva, también harás un
parapeto en derredor de tu terrado y así no causarás una muerte en tu casa en caso de
que el que cae de él cayere." (Deut. XXII, 8.)

171. Ninguna caída, en efecto, es más penosa que el deslizarse y precipitarse fuera del
rendimiento de honor a Dios, coronándose 47 a sí mismo en lugar de coronarlo a Él y
cometiendo de ese modo un crimen en su misma familia. Porque aquel que no honra al
Que Es mata a su propia alma, de modo que el edificio de la instrucción se toma inútil
para él. Por otra parte, a la instrucción le ha cabido por naturaleza el no envejecer, y por
eso se nos dice que su casa es nueva. Las otras cosas, en efecto, perecen con el tiempo;
la instrucción, en cambio, por mucho que se desarrolle, mantiene su juventud y plenitud
desde el principio al fin, radiante con siempre lozana belleza y renovada por las
incesantes diligencias.
47
Juego de palabras intraducible entre stepháne = cerco, parapeto, y stephanoún =
coronar.

172. En las exhortaciones, además, el legislador recomienda a los que han alcanzado a
adquirir grandísima cantidad de bienes, no tenerse a sí mismos por autores de su
adquisición y "recordar", en cambio, "que es Dios quien da la fuerza para adquirir el
poder". (Deut. VIII, 18.)

173. Este recuerdo, pues, es, según él, la meta de la prosperidad, en tanto que aquellas
etapas48 el comienzo. En consecuencia, aquellos que se olvidan del fin de sus
adquisiciones no disfrutan ya realmente del comienzo de las mismas. Los desastres que
les sobrevienen ellos mismos los provocan a causa del amor a sí mismos, por cuanto no
se avienen a reconocer como autor de los bienes a Dios, el que ama prodigar dones y
lleva las cosas a su perfección.
48
Es decir, los estudios provechosos, los progresos y las perfecciones, de que se habla
en 168.

174. Pero existen otros que, con todas las velas de la piedad desplegadas, se han
esforzado para hacer un breve viaje y echar el ancla en los puertos de aquélla, y en esas
circunstancias, cuando no se hallaban lejos sino aprestándose ya a alcanzar tierra, ha
sobrevenido sorpresivamente en opuesta dirección un violento soplo de viento, y se ha
precipitado rectamente sobre el barco hinchando sus velas y despojándolo de muchas de
las cosas que son necesarias para una buena navegación.

175. Nadie podrá acusar a éstos por el hecho de que estén navegando todavía, puesto
que el retraso no ha dependido de su voluntad y ha sobrevenido cuando marchaban a
toda prisa. ¿Quién, entonces, se parece a estos hombres, sino aquel que formuló el voto

98
denominado "gran voto"?49 Dice, en efecto, la ley: "Si alguien muriere repentinamente
delante de él, al instante se le manchara la cabeza de su voto, y él la rapará." Y luego,
después de algunas palabras, agrega: "Los días anteriores no le serán tenidos en cuenta
puesto que ha sido manchada la cabeza de su voto." (Núm. VI, 9 y 12.)
49
Se trata del voto del nazareo, llamado "el gran voto" por el pasaje "el, que formuló el
gran voto". (Núm. VI, 2.) Compárese con Interpretación alegórica I, 17 y con Sobre la
inmutabilidad de Dios 89 y 90, donde el contacto con el cadáver es interpretado como la
caída en faltas involuntarias.

176. Que esta falta del alma ha sido involuntaria queda establecido por los dos términos;
repentinamente y al. instante. En efecto, en el caso de las faltas voluntarias requiérese
cierto tiempo para deliberar respecte del lugar, el momento y el modo; las involuntarias,
en cambio, sobrevienen de improviso, inesperadamente y, si es posible hablar así,
intemporalmente.

177. Difícil es, realmente, que éstos, que podríamos calificar de corredores, una vez
emprendido el camino hacia la piedad, puedan proseguir su carrera sin experimentar
tropiezos ni interrupciones, ya que toda creatura enfrenta infinitos obstáculos.

178. Lo primero que se ha de procurar, pues, y ello constituye la sola y única cosa
calificable de obra eficaz, es no cometer jamás ninguna falta a sabiendas y poseer la
suficiente fuerza para arrojar de nosotros a toda la inmensa turba de faltas voluntarias;
lo segundo, no caer en muchas faltas involuntarias ni continuar en ellas mucho tiempo.

179. Con mucha razón, por otra parte, ha dicho el legislador que los días de la falta
involuntaria no son contados, no sólo porque se trata de. una falta cometida sin
premeditación alguna sino porque de las faltas involuntarias no es posible rendir
cuentas.50 Y así es. Al inquirírsenos a. menudo acerca de los motivos de nuestras
acciones, aseguramos que ni los conocemos ni nos es posible decirlos; por cuanto,
mientras ellas tenían lugar, nosotros no teníamos parte en ello e ignorábamos su llegada.
50
Complejo e intraducible juego de palabras en el que Filón echa mano a diversas
acepciones del término álogos = no contado o no tenido en cuenta, privado de la razón e
imposible de calcular; así como a la expresión apodoúnai lógon =: rendir cuenta, dar
cuenta.

180. Es, pues, algo fuera de lo normal el que Dios conceda a un hombre recorrer desde
el principio al fin la vida sin desfallecimientos ni deslices y volar con inigualada rapidez
y vigoroso ímpetu por sobre ambas especies de faltas, voluntarias e involuntarias.

181. Estas consideraciones acerca del principio y del fin, se han hecho a propósito del
justo Noé, quien, después de adquirir los principios y elementos de la ciencia agrícola,
careció de fuerzas para proseguir hasta los límites últimos de la misma. Dícese, en
efecto: "Comenzó a ser agricultor", mas no se dice que hubiera alcanzado los últimos
límites de un completo conocimiento. Lo que se nos ha dicho acerca de su labor como
plantador lo dejamos para más adelante.

99
SOBRE LA OBRA DE NOÉ COMO PLANTADOR

(DE PLANTATIONE)

1. I. En el libro anterior hemos dicho cuanto hubo ocasión de decir acerca del arte de la
agricultura en general; en éste expondremos en la medida de lo posible lo referente al
cultivo. de la vid en particular. Moisés, en efecto, presenta al justo no' sólo como
agricultor sino también y en especial como plantador de viñas, cuando afirma que: "Noé
comenzó a ser agricultor 1 y plantó un viñedo." (Gen. IX, 20.)
1
Literalmente: un hombre agricultor de la tierra.

2. Conviene que quien tiene intención de discurrir acerca del trabajo de los plantadores
y agricultores particulares conozca primeramente las plantas más perfectas del universo
y a su gran Plantador y Cuidador. El más grande de los plantadores y cuidadores y el
más perfecto experto en este arte es el Soberano de todas las cosas. Y este mundo no es
otra cosa que una planta en cuyo seno se encierran conjuntamente las innumerables
plantas particulares, como sarmientos que brotasen de una única raíz.

3. En efecto, cuando el Modelador del mundo comenzó a dar forma a la naturaleza, que
era de por sí desordenada y confusa, llevándola desde el desorden al orden, y de la
confusión a la distinción de partes, situó en el centro a la tierra y al agua a modo de
raíces; elevó a los árboles, en este caso el aire y el fuego, desde el centro hasta las altas
regiones y estableció firmemente la zona circular del éter, colocándola como protección
y límite de cuanto contiene. De la palabra "límite" deriva, al parecer, el nombre del
"cielo".2 Maravilloso prodigio fue la obra del maravilloso Hacedor, quien hizo 'que la
tierra, una sustancia seca, cuya disolución por el agua hubiera sido de temer, fuera
sostenida por esa agua; y que el aire, de por sí lo más frío que existe, fuera sostenido 3
por el fuego, sustancia caliente por naturaleza.
2
Sólo aparentemente, pues no hay vinculo etimológico alguno entre horas = límite, y
míranos (pronuncíese óranos) = cielo.
3
Sostenido, no en el sentido de llevado encima o dentro; lo que estaría en contradicción
con la representación del mundo sustentada por Filón en el parágrafo 4; sino en el
sentido de compactado o mantenido sin dispersarse. En el texto griego aparece el verbo
okheísthai = ser llevado sobre, ser sostenido encima, por lo que cabe pensar en una
corrupción del pasaje.

4. Porque, ¿cómo podría no ser un prodigio el que la cohesión del elemento disolvente
sea mantenida por el elemento soluble, vale decir, que la cohesión del agua se deba a la
tierra; y que el más caliente de los elementos, que es inextinguible, se halle encima del
más frío, que el fuego se mantenga sobre el aire? Los elementos mencionados son las
ramas perfectas del universo, pero el retoño más grande y más productivo es el mundo
mismo, del que aquellos vástagos son ramas secundarias.

5. II. Debemos, pues, indagar dónde estableció Dios las raíces del mismo y cuál es la
base sobre la que se halla apoyado como una estatua. No cabe pensar que sustancia
material alguna haya sido dejada aparte y vague al acaso fuera, siendo así que Dios ha
elaborado y ordenado la totalidad de la materia en todas sus partes.

6. Correspondía, efectivamente, al más grande Artífice construir la más grande de las

100
obras, y ésta no sería completamente perfecta si no estuviera llena de partes perfectas;4
dé tal suerte que este mundo ha sido formado con la totalidad de la tierra, del agua, del
aire y del fuego sin que ni la más mínima porción de ninguna de ellas quedara excluida
fuera.
4
Ver Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor, 154.

7. Por fuerza, pues, fuera del mundo o hay un espacio vacío o no hay nada. Si hay un
vacío, ¿de qué manera una cosa que es llena, densa y la más pesada de cuantas existen
no se precipita por su propio peso no teniendo nada sólido en que apoyarse? Como la
inteligencia busca siempre una base corpórea, que es razonable posea toda cosa que se
encuentre en movimiento, el mundo parecería ser algo semejante a un fantasma, y con
sobradas razones puesto que es el mayor de los cuerpos y envuelve a la multitud de los
otros como partes de sí mismo.

8. Confiese, pues, con franqueza quien desee evitarse la vergonzosa confusión propia de
quien se siente impotente para resolver una cuestión, que ninguna de las cosas
materiales es tan fuerte como para poder soportar el peso del mundo y que el solidísimo
y firmísimo apoyo del universo es el eterno logos5 del eterno Dios.
5
Ver Sobre la creación del mundo, nota 6.

9. Él es el que, tendido desde el centro hasta los límites extremos y desde los confines
hasta el centro, recorre invencible el curso de la naturaleza combinando y dando
cohesión a todas sus partes, pues el Padre, que lo creó, hízolo irrompible vínculo del
universo.

10. Se comprende así que ni la tierra toda sea disuelta por toda el agua que contiene en
sus senos, ni el fuego sea apagado por el aire, ni a su vez el aire sea incendiado por el
fuego; por cuanto el Divino lógos se sitúa de límite tal como las vocales entre los
elementos no vocálicos a fin de que el universo pueda producir una armonía análoga a
la de un artístico escrito6 en virtud de su mediación, que apacigua las amenazas de los
elementos hostiles moviéndolos a la concordia.
6
El pasaje, tal como se encuentra en los manuscritos es ininteligible en este punto. Se
han propuesto diversas enmiendas con más o menos fundamento. La traducción es
conjetural.

11. III. Así fue plantado el árbol que produce todos los frutos y así, después de
arraigado, adquirió consistencia. En cuanto a las plantas particulares y menores, unas
fueron creadas dotadas de movimiento para cambiar de lugar; otras sin él, destinadas a
permanecer fijas en el mismo sitio.

12. Las que poseen movimiento que les permite cambiar de lugar, a las que nosotros
llamamos seres animados, fueron situadas en las porciones más importantes del
universo: en la tierra las terrestres, en el agua las que nadan, en el aire las voladoras, en
el fuego las ígneas, cuya reproducción, según es fama, es particularmente observable en
Macedonia; y en el cielo los astros (ya que aseguran los estudiosos de la filosofía que
también éstos son seres animados, aunque de naturaleza totalmente intelectual), de los
que los planetas aparecen cambiando de posición por sus propios impulsos, en tanto que
las estrellas fijas lo hacen impelidas por el movimiento conjunto del universo.7
7
Compárese con Sobre los gigantes, 7 y ss.

101
13. Las plantas8 cuya naturaleza es incapaz de recibir impresiones, es decir, aquellas a
las que se aplica propiamente el nombre de plantas, carecen de poder para moverse
cambiando de lugar.
8
Plantas en el sentido simbólico en que emplea aquí Filón el término refiriéndose al
universo y sus partes.

14. IV. Las especies de seres creadas por el Hacedor tanto en la tierra como en el aire
son dos. En el aire los voladores, que son perceptibles por los sentidos, y otros potentes
seres que de ningún modo y en ningún lugar son conocidos sensorialmente. Esta hueste
de incorpóreas almas hállase distribuida en diferentes órdenes. Se nos dice, en efecto,
que unas son introducidas en cuerpos mortales y al cabo de determinados períodos
nuevamente los abandonan; en tanto que otras, habiéndoles cabido una más Divina
constitución, desdeñan la región terrenal toda y se hallan en lo más alto confinando con
la misma región del éter. Se trata de las purísimas creaturas que los filósofos griegos
llaman héroes, y Moisés, empleando un nombre apropiado, denomina ángeles,9 pues
ofician de embajadores y llevan noticias a los súbditos acerca de los bienes que el
Soberano les envía, y al Rey sobre las necesidades que afectan a los súbditos. Dos son
también las especies que asignó a la tierra: los animales terrestres y las plantas, con la
intención de que aquélla fuera a la vez madre y nodriza.
9
Ángeles o mensajeros.

15. En efecto, así como en la mujer y en toda hembra brotan fuentes de leche al
aproximarse et tiempo de dar a luz a fin de que de ellas fluyan los necesarios y
adecuados alimentos para sus hijos, del mismo modo en la tierra, madre de todos los
animales terrestres, puso Dios todas las especies de plantas para que los nacidos
contaran con alimentos no extraños sino familiares a ellos.

16. Además mientras a las plantas las creó con las cabezas hacia abajo fijándoselas en
las porciones más fértiles de la tierra; en los animales. irracionales, en cambio,
levantando las cabezas desde la tierra las situó sobre el extremo de un largo cuello y les
colocó las. patas delanteras a modo de sostén para dicho cuello.

17. Mas,. al hombre cúpole en suerte una conformación excepcional. En efecto,


mientras inclinó los ojos de los otros animales torciéndolos hacia abajo, por lo que éstos
están doblados hacia la tierra; los del hombre, por el contrario, los orientó Dios hacia lo
alto para que pudiera contemplar el cielo, pues el hombre, como se ha dicho desde
antiguo, es una planta no terrestre sino celeste.10
10
Platón, Timeo 90 a.

18. V. Ahora bien, mientras los otros al decir que nuestra inteligencia es una porción de
la naturaleza etérea han admitido un parentesco entre el hombre y el éter, el gran Moisés
no ha asimilado el orden del alma racional a ninguna otra de las cosas creadas, y, en
cambio, ha dicho que ella es una genuina moneda de aquel Divino e invisible espíritu
acuñada e impresa por el sello de Dios, cuya marca es Su eterno lógos.

19. Dice, en efecto: "Dios sopló en su rostro el aliento de la vida" (Gen. I, 7); de modo
que por fuerza el que recibió el aliento fue hecho semejante a Aquél que lo sopló. Por
ello léase además que el hombre está hecho según la imagen de Dios.11 no según la
imagen de alguno de los seres creados.
11
Gen. I, 27. La "imagen de Dios" es el lógos.

102
20. Habiendo, pues, sido hecha el alma del hombre según el arquetipo, es decir, el lógos
de la Causa, de allí resultó que también el cuerpo fue formado erguido y dirigiendo sus
miradas hacia la más pura porción del universo, el cielo, a fin de que a través de lo
visible pudiera él aprehender claramente lo invisible.

21. Ahora bien, como, salvo para los guiados por Él, resultaba imposible que alguien se
percatara de la existencia de una atracción en la inteligencia hacia el Que. Es, pues cada
uno conoce exclusivamente lo que ha experimentado él; Dios creó los ojos del cuerpo,
clara representación del ojo invisible,12 capacitándolos para volver la mirada hacia el
éter.
12
Del alma.

22. Cuando los ojos formados de perecedera materia se han elevado tanto, que desde la
región terrestre se han remontado hasta una tan grande distancia como la del cielo y han
tocado sus límites, no podemos menos que pensar en cuan dilatada es la carrera de los
ojos del alma en todas las direcciones. Su ansiedad profunda por percibir claramente al
que Es les da alas y no sólo tienden hacia la más remota región etérea, sino, dejando
también atrás los límites del universo entero, se lanzan hacia el Increado.

23. VI. Por eso se dice en los. sagrados oráculos que aquellos que perseveran en la
búsqueda insaciable de sabiduría y conocimientos han sido llamados hacia lo alto. Es
que por Divina disposición aquellos sobre los que ha soplado Su aliento son llamados
hacia la Divinidad en las alturas.

24. En efecto, si a veces los árboles incluso con sus raíces son arrastrados por huracanes
y tempestades hacia el aire, y naves de gran tonelaje pesadamente cargadas son arre-
batadas del medio del mar cual si se tratase de los más livianos objetos, y lagos y ríos
son llevados hacia lo alto, dejando la corriente vacíos los senos de la tierra cuando los
potentísimos y tortuosísimos remolinos de los vientos la elevan; extraño sería que la
inteligencia, liviana como es, no fuera levantada y elevada hasta las más remotas alturas
por la naturaleza del Divino espíritu, todopoderoso y triunfador sobre cuanto hay
debajo; y lo sería sobre todo en el caso de la inteligencia del genuino filósofo.

25. Éste, en efecto, no se doblega inclinándose hacia las cosas que el cuerpo y la tierra
aman, cosas de las que siempre se esfuerza por desligarse y apartarse; sino se lanza
hacia lo alto insaciable en su amor por las sacratísimas y bienaventuradas naturalezas
que residen en las alturas.

26. Así, Moisés, el tesorero y guardián de los misterios del Que Es, figurará en el
número de los llamados. Se dice, en efecto, en el Levítico: "Llamó a Moisés." (Lev. I,
1.) También lo será Bezelel, a quien se asigna un lugar secundario. Dios, efectivamente,
llama también a éste con miras a que se ocupe de la construcción y atención de las
sagradas obras.

27. Pero, mientras Bezelel se llevará los honores secundarios en el llamado de lo alto, el
omnisciente Moisés será portador de los de primera jerarquía. Aquél, en efecto, prepara
sombras, tal como lo hacen los pintores, a los que no es dado crear cosa alguna dotada
de vida ("Bezelel" significa precisamente "que crea en las sombras"); a Moisés, en
cambio, le ha cabido la misión de modelar no sombras sino las mismas naturalezas

103
arquetipos de las cosas. Es que la Causa acostumbra mostrar las cosas que a cada uno
corresponden; a unos de una manera más clara y radiante, cual si las alumbrara un sol
pleno; a otros más obscuramente, como en la sombra.

28. VII. Concluido, pues, nuestro prolijo examen de las principales plantas del universo,
veamos de qué manera el omnisciente Dios forjó los árboles que hay en este pequeño
universo que es el hombre. Para empezar, tomó nuestro cuerpo cual si se tratase de un
fértil terreno, y formó para él los órganos de los sentidos a modo de receptáculos.

29. Acto seguido plantó en cada uno de ellos, como una planta cultivable y valiosísima,
la audición en los oídos, la visión en los ojos, el olfato en las fosas nasales y las
restantes en los lugares apropiados y naturales. Confirma lo que digo el varón inspirado
por Dios cuando en los himnos se expresa de esta manera: "El que planta 13 oídos, ¿no
oye? El que modela ojos, ¿no ha de ver?" (Salmos LCIV, 9.)
13
Refiriéndose a Dios.

30. Y en realidad, todas las facultades extendidas hasta las piernas, los brazos y las otras
partes internas y externas del cuerpo no son otra cosa que nobles vástagos.

31. Los mejores y más perfectos los plantó en la parte rectora,14 que ocupa la posición
central y es apta de una manera especial para producir frutos. Estos vástagos son la
intelección, la aprehensión, la precisión, las ejercitaciones, los recuerdos, las
condiciones temperamentales, las disposiciones mudables del espíritu, las variadas
concepciones de las artes y técnicas, la certeza de las ciencias, la captación y retención
de las normas de cada una de las virtudes. Ningún mortal es capaz de plantar planta
alguna de éstas. No hay sino un solo cultivador de todas ellas, el Artífice Increado,
quien no sólo las ha creado en un único acto creador sino además las está
permanentemente creando a medida que es engendrado cada uno de los hombres.
14
Es decir, la inteligencia.

32. VIII. Confirma lo que acabamos de decir la plantación del parque. Leemos, en
efecto, que "Dios plantó un parque en el Edén hacia el oriente y colocó allí al hombre
que acababa de formar." (Gen. II, 8.) Necedad grande y difícil de remediar es pensar
que se está hablando de viñas, olivos, manzanos, granados o de árboles semejantes a
éstos.

33. En efecto, para qué los plantaría cabría preguntarse. ¿Para contar con sitios
apropiados para vivir?15 La verdad es que, ¿podría el mundo entero ser considerado
residencia capaz de albergar a Dios, el Soberano Universal? ¿No sería por ventura,
patente también en otros innumerables aspectos 16 su inferioridad, como para que pueda
tenérsele por sitio adecuado para recibir al Gran Rey? Y eso pasando por alto que es una
irreverencia el pensar que la Causa esté contenida en lo producido por Ella. Y que
también lo es pensar que Sus árboles son de los que producen para nosotros los anuales
frutos.
15
Ver Interpretación alegórica I, 43.
16
En otras palabras: "si dejamos de lado el hecho de que no existe tal parque poblado de
plantas materiales".

34. Porque, ¿para goce y provecho de quién producirá frutos el parque? No será para
goce y provecho de algún hombre; porque ningún hombre, que sepamos, habita el

104
parque, ya que, según Moisés, el primer hombre modelado con tierra, llamado Adán, fue
desterrado de allí.
35. En cuanto a Dios, ninguna necesidad tiene de alimento ni de otra cosa alguna; y la
primera condición para que alguien se alimente es que sienta necesidad de alimentarse;
en segundo lugar, que esté provisto de órganos mediante los cuales tomar el alimento
que se le presenta y despedir hacia fuera el alimento del que ya ha extraído lo que tiene
de nutritivo; y mal se avienen estas cosas con la bienaventuranza y felicidad propias de
la Causa. No se trata sino de incontroladas invenciones de los que La presentan bajo
figura humana y con pasiones humanas con ánimo de aniquilar a dos grandes virtudes:
la piedad y la santidad.

36. IX. Preciso es, pues, que recurramos a la interpretación alegórica, predilecta de los
hombres de visión. Las sagradas revelaciones nos brindan clarísimamente las guías para
dicha interpretación. Dicen ellas, en efecto, que los árboles que había en el parque no se
parecían en nada a los nuestros, y que eran árboles de vida, de inmortalidad, del
conocimiento, de la aprehensión, del entendimiento, de la representación del bien y del
mal.

37. Tales cosas no pueden ser plantas terrestres; forzosamente deben serlo del alma
racional, a la que corresponde el camino hacia la virtud, cuyo término es la vida y la
inmortalidad; así como el camino hacia el vicio, que tiene por meta el abandono de éstas
y la muerte. Preciso es, pues, que pensemos que Dios, benefactor como es, planta en el
alma una especie de parque de virtudes y de acciones correspondientes a cada una de
ellas, a fin de llevarla hacia la completa felicidad.

38. Por ello, además, asignó al parque un lugar muy apropiado, el Edén, cuyo nombre
significa "deleite". Este parque, en efecto, es símbolo del alma cuya visión se ajusta a la
realidad, que avanza al compás de las virtudes, que salta movida por una alegría plena e
intensa, que se ha propuesto alcanzar una única dicha, renunciando a las innumerables
cosas que los hombres tienen por dulcísimas, dicha que consiste en servir al Único
Sabio.

39. Cierto miembro de la congregación de Moisés, que no pertenecía, ciertamente, al


número de los indiferentes, tras haber gustado esta pura alegría, alzó su voz en himnos y
dijo dirigiéndose a su propia inteligencia: "Deleítate en el Señor" (Salmos XXXVI, 4),
con las cuales palabras movíase a sí mismo a procurar el celeste y divino amor, incapaz
de soportar el sinfín de refinamientos y afeminamientos propios de. los llamados bienes
humanos y tenidos por tales, arrebatado en un santo frenesí por la Divina posesión y no
hallando alegría sino en Dios.

40. X. Prueba de lo que acabo de decir es el hecho de que el parque se hallara situado
hacia el oriente.17 En efecto, mientras la insensatez es semejante a las sombras, al
oculta-miento y generadora de la noche, la prudencia, en cambio, es resplandeciente al
máximo, brillantísima y verdaderamente naciente 18 como un astro. Y así como el sol al
elevarse llena de luz el círculo todo del cielo, así también los rayos de la virtud, cuando
iluminan, llenan toda la región de la inteligencia con su puro resplandor.
17
Gen. II, 8. "Hacia el oriente", o sea, hacia el lugar donde aparece el resplandor del sol
al salir éste.
18
Juego de palabras entre anatolái = oriente, y anatéllein = elevarse o nacer un astro.

105
41. Ahora bien, mientras las posesiones de los hombres tienen ferocísimas fieras como
guardianes y custodios para la defensa contra los que las atacan y se precipitan sobre
ellas, las de Dios están custodiadas por naturalezas ..racionales. Dice, en efecto, Moisés:
"Colocó allí al hombre que acababa de formar", lo que equivale a decir que las
ejercitaciones y las prácticas son cosas que incumben exclusivamente a los seres
racionales.

42. Éstos las recibieron de Dios como singular privilegio frente a las almas de las
creaturas irracionales. Por tal motivo se ha dicho de manera clarísima que es la inte-
ligencia, es decir, la parte de nosotros que merece de verdad el nombre de hombre, la
que ha sido colocada por Dios entre sacratísimos y nobilísimos retoños y frutos, por
cuanto entre los seres carentes de inteligencia ninguno es capaz de cultivar virtudes, ya
que no están dotados en absoluto de condiciones naturales para llegar a la aprehensión
de ellas.

43. XI. Nada, pues, nos impide conocer el motivo por el que todas las especies de fieras
son introducidas en el arca construida en ocasión del gran diluvio y ninguna de ellas es
introducida en el parque. Es que el arca era símbolo del cuerpo y a éste le ha sido
impuesto la condición de sede de las salvajes y furiosas calamidades de las pasiones y
los vicios, en tanto que las virtudes no admiten nada salvaje o simplemente irracional.

44. Con toda intención dice Moisés que el hombre introducido en el parque no es el
modelado según la imagen de Dios sino el formado de tierra. Es que aquel que fue
marcado con el espíritu según la imagen de Dios en nada se diferencia, entiendo yo, del
árbol que produce frutos de vida inmortal: ambos son imperecederos y han sido consi-
derados merecedores de la porción más central y más preeminente. La ley nos dice que
el árbol de la vida está situado en el centro del parque.19 No hay, en cambio, diferencia
alguna entre el hombre formado de la tierra y el cuerpo compuesto y terrestre, sin
participación en una naturaleza simple, sin composición, cuya casa y habitaciones nadie
excepto el ejercitante 20 sabe cómo ocupar. En efecto, Jacob es presentado como "un.
hombre sencillo que habita en una casa". (Gen. XXV, 27.) El hombre terrestre posee, en
cambio, un natural versátil y una. disposición resultante de combinar y modelar21
elementos de todo orden.
19
Es decir, el hombre formado según la imagen de Dios y el árbol de la vida inmortal
son una misma cosa; y dicho hombre ya estaba situado-en el centro del parque. No
pudo, pues, ser él el introducido en esta. ocasión, sino el otro, el hombre hecho de tierra.
20
Es decir, Jacob o Israel. Ver Sobre la agricultura, 42.
21
Intraducible juego de palabras mediante las acepciones de áplastos = no modelado,
sencillo, y peplasméne = modelada.

45. Era, por lo tanto, de esperarse que Dios plantase y situase en el parque, vale decir,
en el universo todo, a. la inteligencia intermedia,22 la que experimenta los efectos de
fuerzas que la arrastran en opuestas direcciones y está llamada a decidir entre ellas a fin
de que, abocada a elegir y evitar,. ganase inmortalidad y fama en caso de acoger lo
mejor; y encontrase, por el contrario, una deshonrosa muerte en caso de escoger lo peor.
22
Es decir, a la inteligencia del hombre terrestre, y por lo tanto, a éste..

46. XII. Tales son los árboles que sembró en las almas racionales el único Sabio.
Moisés, compadecido de aquellos que habíanse convertido en desterrados del parque de
las virtudes, suplica ante la absoluta soberanía de Dios y ante. Sus propicias y amables

106
potencias para que planten a los dotados de visión 23 en el lugar de donde había sido
desterrado Adán, es decir, la inteligencia terrestre.
23
"A los dotados de visión", es decir, al pueblo de Israel, símbolo de los escogidos.

47. Dice, en efecto: "Introdúcelos y plántalos en la montaña de Tu heredad, en Tu


residencia ya dispuesta, que Tú, Señor, fabricaste para Ti, en el santuario, oh Señor, que
Tus manos prepararon. El Señor reina por siempre jamás." (Ex. XV, 17.)

48. Así clarísimamente aprendió Moisés, como ningún otro, que por haber colocado las
simientes y las raíces de todas las cosas es Dios la causa de que haya brotado la más
grande de las plantas, o sea, este mundo, al que también en esta ocasión alude
evidentemente en las palabras de este mismo canto que hemos citado y en el que lo
llama "montaña de Tu heredad", puesto que lo que ha llegado a existir es de un modo
particularísimo propiedad y porción24 del que lo ha hecho.
24
En su exégesis del pasaje Ex. XV, 17 sustituye Filón el término kleronomía =
heredad, por kléros = porción o lote asignado en suerte.

49. Suplica, pues, que nosotros seamos plantados en ella para que nuestras naturalezas
no se tornen irracionales e incontroladas, y ajustándonos, en cambio, a la dirección del
Perfectísimo e imitando Su constante e invariable trayectoria, vivamos una vida de
moderación y sin tropiezos. Porque, como han dicho los primeros hombres, el poder
vivir de acuerdo con la naturaleza es la suprema felicidad.

50. Con lo señalado precedentemente está en un todo de acuerdo lo que se dice a


continuación, a saber: que el mundo es la morada preparada y dispuesta de Dios en el
orden de lo sensible; que ha sido hecho y no es increado, como han pensado algunos;
que es un "santuario", como un resplandor de santidad, una copia del arquetipo, puesto
que las hermosuras de orden sensible son copias de las aprehensibles por la inteligencia,
que la preparación fue hecha por las "manos" de Dios, vale decir, por Sus potencias
creadoras del mundo.

51. Mas en previsión de que alguno llegue a suponer que el Hacedor tiene necesidad de
alguna de las cosas creadas, agregará el legislador lo más importante de todo: "Reina
por siempre jamás". Es un principio reconocido que el rey no depende de nadie, en tanto
que los súbditos dependen del rey en todos los aspectos.

52. No faltan quienes han sostenido que lo que es y aquí se declara porción de Dios es el
bien, y que lo que Moisés suplica en esta ocasión es alcanzar el uso y goce del mismo.
Dice, en efecto: "Pues somos como niños que comienzan a aprender, iniciarnos 25
mediante las doctrinas y principios de sabiduría y no nos dejes en la total ignorancia
sino plántanos en la alta y celestial doctrina".26
25
Así puede traducirse en la presente paráfrasis del pasaje bíblico el término eisagagón
= (que) introduce. El sentido en este caso es "conviértenos en iniciados de los sagrados
misterios".
26
Doctrina o, quizás, razón (lógos), identificada aquí con el bien. Lo de "alta" alude a la
"montaña" del pasaje bíblico.

53. Ésta es, en efecto, una porción preparada al máximo, una casa totalmente dispuesta,
una "residencia" apta en sumo grado, que "Tú has convertido en santuario", porque Tú,
Señor, eres precisamente el hacedor de las cosas buenas y santas, del mismo modo que

107
la corruptible creación es, por su parte, la hacedora de las cosas malas y profanas. Reina
por la infinita eternidad sobre el alma que te implora y no la dejes ni un momento sin
quien la gobierne. Porque una incesante servidumbre bajo Tu mando es mejor no sólo
que la libertad sino también que la mejor de las soberanías.

54. XIII. Es probable que algunos se sientan movidos a averiguar qué pueden significar
las palabras "en la montaña de Tu heredad". Que Dios da heredades es necesariamente
cierto, mas decir que Él obtiene una heredad quizá parezca un contrasentido puesto que
todas las cosas le pertenecen.

55. Pero seguramente esto se dice a propósito de aquellos cuya total obediencia a Su
voluntad caracterízase por una especial relación de familiaridad, tal como ocurre en el
caso de los reyes, los que gobiernan sobre todos sus súbditos pero de una manera
distinta sobre sus servidores domésticos, de los que acostumbran servirse para la
atención de sus personas y otros menesteres habituales.

56. Estos mismos soberanos, aunque son señores de cuantas propiedades hay en su país,
incluso de aquellas que aparentemente pertenecen a particulares, consideran como pro-
pias solamente aquellas que ponen en manos de administradores y agentes, de las que
recogen las rentas anuales y a las que van a menudo en procura de descanso y sosiego
dejando de lado la pesadísima carga de las preocupaciones propias del gobierno y la
realeza. A estas propiedades suyas se les da el nombre de dominios reales.

57. Otro tanto ocurre con la plata, el oro y todos los otros objetos preciosos que se
guardan en las arcas de los gobernados y que más pertenecen a los que gobiernan que a
los que los poseen de hecho; no obstante lo cual se dice que los tesoros privados de los
reyes son sólo aquellos en los que los establecidos como recolectores de contribuciones
depositan las rentas recaudadas en el país.

58. No te admires, pues, de que el calificativo de heredad escogida de Dios, el Universal


Soberano, al que pertenece el poder sobre todas las cosas, sea aplicado a la corporación
de las almas sabias, dotada de agudísima visión por cuanto ve con el irreprochable y
puro ojo de la inteligencia, jamás cerrado, siempre abierto y de recta mirada.

59. XIV. ¿No es acaso por esto por lo que en el gran canto se dice? "Pregunta a tu padre
y él te lo revelará; a tus mayores y ellos te lo dirán. Cuando el Altísimo distribuyó las
naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció los límites de las naciones
acordes con el número de los ángeles de Dios; e Israel, Su pueblo, se convirtió en la
heredad del Señor." (Deut. XXXII, 7 a 9.)

60. Observa, pues, cómo una vez más ha dado el nombre de parte y heredad de Dios al
carácter capaz de alcanzar una visión de Él y de rendirle genuino servicio; mientras que
de los hijos de la tierra, a los que ha llamado hijos de Adán, dice que han sido
dispersados y distribuidos y ya no han vuelto a reunirse, y que, incapaces de seguir la
guía de la recta razón, se han convertido en un tropel. Es que la virtud es realmente
origen de armonía y unidad, en tanto que la disposición opuesta lo es de disolución y
dispersión.

61. Una muestra de lo dicho es lo que ocurre cada año en el día llamado "de la
propiciación". Está prescripto, en efecto, que en tal día "se elegirán por sorteo dos

108
machos cabríos, uno para el Señor y otro para la separación"27 (Lev. XVI, 8); vale decir,
dos modos de pensar, uno para Dios, otro para la creación. El que glorifica a la Causa
será elegido para Ella; el que glorifica a la creación debe ser desterrado, arrojado desde
los más sagrados sitios y precipitado hacia regiones impenetrables, impuras y abismales.
27
O tal vez: "que aparta los males" pues éste es el sentido habitual del término
apopompaíos del pasaje. Pero, por lo que sigue, parece más apropiada la versión dada.
Ver Interpretación alegórica II, 52, y Sobre la posteridad de Caín, 72.

62. XV. Tan grande es la ventaja que obtiene Moisés de la prerrogativa propia del
amado de Dios, que, puesta su confianza al máximo en dicha ventaja, suele hacer uso de
expresiones y doctrinas por demás osadas y excelsas para oídos tan débiles como los
nuestros. Y así no sólo considera cosa digna el que Dios reciba una heredad sino
también, y es lo más increíble de todo, admite que Él mismo Dios sea heredad de otros.

63. En efecto, consideró pertinente que a una tribu entera, refugiada en Dios y
suplicante Suya, en vez de serle adjudicada una parte del país como a las once restantes
se le asignara la privilegiada distinción de alcanzar el sacerdocio, adquisición no
terrenal sino celestial. "No poseerá", dice, "la tribu de Leví porción ni heredad entre los
hijos de Israel porque el Señor mismo es su heredad". (Deut. X, 9.) Y un canto inserto
en los sacros oráculos pone en boca de Dios estas palabras: "Yo soy tu porción y tu
heredad"28 (Núm. XVIII, 20).
28
Dirigiéndose a Aarón y, a través de éste, a los levitas.

64. Es que la inteligencia que ha sido completamente purificada y renuncia a todas las
cosas de la creación ve realmente y conoce al Uno únicamente, al Increado, a cuya
proximidad ha llegado, por quien ha sido además acogido. Porque, ¿a quién le es
posible decir: "Dios mismo es sólo para mí", sino a alguien que ha desechado todo
cuanto viene después de Él? Y ésta es la actitud del levita, cuyo título significa "Él es
para mí", dando a entender que mientras las otras cosas son tenidas en estima por otros,
para él sólo es valiosa la altísima y excelsa Causa de todas las cosas.

65. XVI. Dicen que uno de los antiguos, que estaba prendado de la belleza y de la sa-
biduría, como quien se prenda de una distinguidísima dama, al contemplar el opulento
aparato de un cortejo suntuosísimo, apartando la mirada hacia algunos de sus
compañeros dijo: "Ved, amigos, cuántas cosas de las que no siento necesidad".29 Y sin
embargo, fuera de las indispensables ropas nada absolutamente llevaba consigo; de
modo que no puede suponerse que se tratara de un gesto de vanidad a causa de la
magnitud de sus riquezas, como sucede con muchos, y que sus palabras ocultaran vana
jactancia.
29
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios, 146.

66. Lo que el legislador nos enseña es que de ese modo piensan necesariamente aquellos
que no procuran alcanzar riqueza alguna de las de la creación y renuncian a todas las
cosas creadas movidos por su íntima vinculación al Increado, al que consideran como
única riqueza y única pauta de la perfectísima felicidad.

67. Ante esto, aquellos que han adquirido reinos e imperios cesen ya de jactarse, unos
de haber sometido una sola ciudad o país o raza; otros de que han llegado a ser dueños
de todas las regiones de la tierra hasta sus confines, de todas las naciones helénicas y no
helénicas; de todos los ríos y todos los innumerables e ilimitados mares.

109
68. Y, aunque además de éstas hubieran sometido a su dominio, lo que no es santo
pensar ni siquiera, la elevada naturaleza del aire, única cosa entre todas creada libre y
exenta de opresiones por el Creador, aún así podrían considerarse simples particulares
en comparación con los grandes reyes 30 que han recibido a Dios como heredad suya.
Tanto, en efecto, sobrepasa la realeza de éstos a la de aquéllos cuanto el que ha obtenido
una posesión sobrepasa a lo poseído, y el que ha creado algo sobrepasa a lo creado.
30
Con los levitas y los demás consagrados totalmente a Dios.

69. XVII. Algunos, atentos a la indigencia y a la superabundancia de cosas exteriores y


pensando que ninguno de los que carecen de dinero o posesiones es rico, han pensado
que los que afirman que todas las cosas son poseídas por el hombre sabio están diciendo
un contrasentido. Moisés, en cambio, considera que la sabiduría es algo tan admirable y
apetecible, que entiende que no sólo el mundo entero es heredad conveniente para ella
sino también lo es el Soberano de todas las cosas.

70. Éstas no son, por cierto, doctrinas de hombres sin opiniones definidas sino de
quienes son dueños de una firme convicción. Porque también en estos días hay, entre los
que simulan piedad, algunos que, tomando la expresión en su sentido literal, hallan
ocasión para críticas diciendo que es irreligioso y peligroso decir que Dios es heredad
de un hombre.

71. Yo les diría a éstos: Habéis llegado a esta concepción de las cosas partiendo no de
una experiencia genuina sino de una ilegítima y espuria. Pensasteis ciertamente que
cuando decimos que Dios es la heredad de los hombres sabios el sentido es el mismo
que cuando decimos que las posesiones de viñas, olivos y árboles semejantes son
propiedad de sus dueños; y no os habéis dado cuenta de que también decimos que un
retrato es una heredad del pintor y que, en general, todo arte es heredad del artista, pero
lo son no como lo sería una propiedad terrestre sino a manera de un celestial trofeo.

72. Ninguna de tales cosas, en efecto, se erige en amo de los que las poseen;31 sino los
beneficia. Por lo tanto, señores buscadores de minucias, al oír que el 'Que Es' es
considerado como heredad, tened presente que no se dice que sea una posesión
semejante a las mencionadas sino una que proporciona los más grandes beneficios y es
origen de los mayores bienes para los que consideren conveniente estar a Su servicio.
31
Filón entiende, como lo repite en muchos pasajes, que los bienes terrenales
esclavizan.

73. XVIII. Pues ya hemos hablado del primer Plantador y la primera planta, pasaremos
a continuación a ocuparnos de la diligencia de aquellos que han aprendido de Él e
imitado Su obra. Pues bien, sin ir más lejos, leemos del sabio Abraham que "plantó un
terreno sobre la fuente del juramento e invocó sobre él el nombre del Señor como
Eterno Dios". (Gen. XXI, 33.) Nada se dice sobre la especie particular de las plantas;
solamente la dimensión del terreno.

74. Sin embargo, aquellos que tienen por norma averiguar a fondo tales cosas dicen que
todo cuanto se da en las fincas rurales está señalado con extraordinaria precisión, a
saber: el árbol, el terreno y el fruto del árbol. Dicen que el árbol es el propio terreno;32
pero no se trata de un árbol semejante a los que crecen de la tierra sino de uno plantado
en la inteligencia de quien es amado por Dios; que el terreno es la fuente del juramento;

110
y el fruto, el cambio del nombre del Señor en "Eterno Dios".
32
La curiosa interpretación que hace Filón del pasaje bíblico citado tiene seguramente
su punto de partida en la sutil observación de que no se planta un terreno, sino una
planta, un árbol en este caso, sobre un terreno. De allí que recalque que en vez de
"terreno" debe leerse "árbol" y que éste fue plantado "sobre el terreno", que no es otro
que "la fuente del juramento", pues el pasaje dice "sobre la fuente del juramento" .

75. Cada uno de los puntos expuestos requiere que se lo complemente con una
explicación verosímil. Pues bien, el terreno, siendo de una longitud de cien codos y de
una anchura igual, multiplicadas ambas dimensiones según la regia del cuadrado,
alcanza a una superficie de diez mil codos.

76. Éste es el límite máximo y perfectísimo de los números cuya serie comienza con la
unidad; de modo que, mientras la unidad es el punto de partida de los números, el diez
mil es el fin33 de la primera34 progresión numérica. Tal es el motivo por el que algunos,
no sin acierto,. han comparado la unidad con el punto de largada de los corredores; el
diez mil con la meta; y todos los números intermedios. con los competidores de la
carrera. Éstos, en efecto, comenzando su carrera desde el uno, como de un punto de
largada, se detienen en el diez mil, como meta.
33
Tal vez porque en el sistema de numeración griego el último número que se
designaba con un nombre especial era el 10.000 (myrioi), ya que los números mayores
que éste llevaban nombres compuestos de nombres de números inferiores.
34
Es imposible determinar lo que aquí significa "primera". Quizá se refiera Filón a la
serie natural de los números 1, 2, 3..., por oposición a otras que, como 1, 3, 5. . ., no
incluyen el 10.000; o que, como 2, 4, 6. . ., no comienzan por la unidad.

77. Algunos, pues, procurando hallar símbolos en estas cosas, han afirmado que Dios es
el principio y fin de todas las cosas, doctrina ésta .que es. fundamento de la piedad y,
plantada en el alma, engendra en ella el más precioso y nutritivo fruto, la santidad.

78. La fuente llamada Juramento, en la que, según es fama, no se encontró agua, es un


lugar muy apropiado para esa planta. Moisés nos dice que "los servidores de Isaac se le
acercaron y le informaron sobre la fuente que habían cavado y dijeron: 'No hemos
hallado agua'. Y él la llamó Juramento". (Gen. XXVI, 32.) Observemos la fuerza de
estas palabras.

79. XIX. Los que indagan a fondo sobre la naturaleza de las cosas existentes y en sus
investigaciones acerca de cada una de ellas no. escatiman esfuerzos, obran de manera
semejante a los que cavan las fuentes, porque también aquéllos buscan las ocultas.
fuentes. Y unos y otros abrigan por igual el deseo de hallar agua, mas en unos la
búsqueda es del agua con la que se nutre naturalmente el cuerpo, y en otros del agua que
es por naturaleza alimento del alma.

80. Ahora bien, así como algunos de los que abren las fuentes a menudo no hallan el
agua buscada, así también aquellos que avanzan, más de lo ordinario en la adquisición
del saber y profundizan en un más alto grado en él, son incapaces de alcanzar el fin
perseguido. Dicen, por ejemplo, que los hombres de gran saber se echan en cara su
tremenda ignorancia, pues todo lo que han llegado a averiguar es cuan lejos se hallan de
la verdad. Así, es fama que uno de los antiguos, admirado por su sabiduría, decía que
esa admiración de que gozaba era merecida por cuanto él era el único hombre que sabía

111
que nada sabía.35
35
Ver Platón, Apología 21 a.

81. Elige, si quieres, una ciencia o arte que te pareciere bien, no importa si pequeño o
grande, y al hombre más aventajado y reputado en lo que a ella concierne. Luego piensa
cuidadosamente si las obras del que se consagra a esa ciencia o a ese arte concuerdan
con lo que en ellos se proclaman. Al examinarlo hallarás que las obras se apartan de las
declaraciones y no poco sino mucho. Es que resulta prácticamente imposible alcanzar la
perfección respecto de una ciencia o de un arte, cualquiera fuere, por cuanto, como una
fuente, éstos se renuevan permanentemente y vierten como lluvia conclusiones
resultantes de toda clase de investigaciones.

82. Por eso, en perfecta correspondencia con la realidad de las cosas la fuente ha sido
llamada Juramento, acto éste que es el símbolo de una firmísima garantía que cuenta
con el testimonio de Dios; pues, como el que jura invoca a Dios por testigo de los
asuntos en discrepancia, no hay asunto que dé tanto pie para un seguro juramento como
el hecho de que no se halla saber alguno en el cual el hombre versado haya alcanzado la
perfección.36
36
Es decir, la impotencia humana para superar las incógnitas en todas las ramas del
saber, se suple con la garantía de verdad, que el juramento aporta tornando seguras las
cosas inseguras. Por supuesto que este "criterio de verdad" corre por cuenta de la fértil
inventiva de nuestro autor. Ver Sobre los sueños I, 12 y 13.

83. El mismo principio con pocas variantes vale para todas las otras potencias de
nuestro ser, ya que, así como en la mencionada fuente dícese no haberse hallado agua,
del mismo modo ni la visión se halla en los ojos ni la audición en los oídos ni la
olfacción en las fosas nasales ni, para resumir, la percepción sensible en los órganos de
la sensibilidad; y por modo análogo tampoco se halla la aprehensión en la inteligencia.

84. ¿Cómo, en efecto, se explicarían nuestras visiones, audiciones y aprehensiones


confusas si el poder de captar cada cosa se hallara fijado en dichos órganos y no
estuviera condicionado a que Dios siembre en ellos la suficiente seguridad?

85. XX. Habiendo, pues, tratado suficientemente lo que atañe al campo en el que crece
el árbol, ocupémonos, finalmente, del fruto. El mismo Moisés nos hará conocer de qué
fruto se trata. Dice, en efecto: "Invocó sobre él el nombre del Señor como eterno Dios."
(Gen. XXI, 33.)

86. Los títulos mencionados ponen de manifiesto los poderes del Que Es. El título de
"Señor", el poder en virtud del cual gobierna; el de "Dios", el poder por el que beneficia.
Por este motivo el nombre "Dios" es empleado en toda la narración de la creación de la
que Moisés, el más santo de los hombres es autor. Correspondía, en efecto, que el
Creador fuera designado también mediante el título que Le viene del poder en virtud del
cual dio existencia al mundo, lo fijó y ordenó.

87. En cuanto gobernante posee dos poderes: el de proporcionar beneficios y el de


infligir males, y obra en uno u otro sentido según la naturaleza de las acciones que se
propone retribuir; en cuanto benefactor, en cambio, sólo quiere una de esas dos cosas,
beneficiar.

112
88. Muy grande bien alcanzaría el amia si no abrigara en adelante más dudas acerca del
poder del Rey para obrar en uno y otro sentido, y destruyese sin vacilación el temor que
se cíeme sobre ella frente a ese poder inmenso de Su soberanía; avivando, en cambio, la
firmísima esperanza del logro y goce de bienes, esperanza basada en el hecho de que Él
ama y prefiere brindar beneficios.

89. El título de "eterno Dios" equivale al de "Aquél que es generoso no una vez sí y otra
no, sino siempre e incesantemente, Aquél que sin interrupción prodiga beneficios;
Aquél que eslabona en incesante sucesión la corriente de Sus dones; Aquél que dispone
Sus gracias en ininterrumpidos ciclos enlazados por fuerzas unificadoras; Aquél que no
pierde ocasión alguna de hacer el bien; Aquél que es Señor y como tal puede infligir
daño también".

90. XXI. Por esta razón también Jacob, el ejercitante, solicitaba el cumplimiento de los
votos más convenientes en orden a la vida con Dios. Dijo, en efecto, en cierta ocasión:
"Y el Señor será Dios para mí" (Gen. XXVIII, 21), que fue como decir: 'Él ya no
mostrará más para conmigo la autoridad propia del mando ilimitado sino la esplendidez
del poder propicio y salvador en todo, haciendo desaparecer el temor hacia Él concebido
como Señor y proporcionando al alma el afecto y la adhesión que trae aparejados. el
mirarlo como benefactor'.

91. ¿Qué alma, en verdad, podría suponer que el Señor y Soberano del Universo sin
alterar en nada Su propia naturaleza, permaneciendo idéntico, es permanentemente
bondadoso e incesantemente dadivoso y causa perfectísima de reales bienes. inagotables
y eternamente fluyentes para los hombres felices?

92. Tener depositada nuestra confianza en un Rey a. quien la inmensidad de Su poder


no impulsa a infligir daños a Sus súbditos sino prefiere, movido por Su amor a los hom-
bres, remediar las necesidades de cada uno de ellos,37 constituye el mejor baluarte para
la tranquilidad y seguridad de espíritu.
37
Lo que se desprende de la afirmación de Jacob, según la cual et Gobernante
("Señor"), que premia pero también castiga, se trocará en el Benefactor ("Dios"), que
sólo beneficia.

93. XXII. Queda, pues, demostrado lo que nos habíamos comprometido a probar, a
saber: que la planta38 representa. la doctrina según la cual Dios es el principio y fin de
todas las cosas; que, en consecuencia, el terreno cultivado representa. la perfección, que
no se halla en parte alguna de la creación pero que a veces por gratuita concesión de la
Causa es mostrada ante ella; que el fruto representa el perpetuo durar y el incesante y
nunca interrumpido derrame de las Divinas gracias.
38
Es decir, el árbol mencionado en 74.

94. De esta manera, pues, se nos muestra el sabio en el cultivo de la tierra siguiendo la
industria del primer y supremo" Plantador. Pero la sagrada palabra quiere damos a
entender que aun aquellos que no hemos alcanzado la perfección y estamos clasificados
todavía en los estados intermedios de las llamadas obligaciones simples 39 debemos
esforzarnos por practicar la agricultura.
39
O comunes, ordinarias, diarias.

95. Dice, en efecto: "Cuando hubiereis. entrado en la tierra que el Señor vuestro Dios os

113
da, y hubiereis. plantado toda clase de árboles de frutos comestibles, os purificaréis de
su impureza. Su fruto permanecerá tres años sin purificar; no será comido. Pero en el
cuarto año todo su fruto será santo, digno de la aprobación del Señor. Al quinto año
comeréis el fruto y su producción acrecerá vuestros bienes. Yo soy el Señor vuestro
Dios." (Lev. XIX, 23 a 25.)

96. Es, por lo tanto, imposible cultivar plantas de frutos comestibles antes de emigrar
hacia la región otorgada por Dios. Dice, en efecto: "Cuando hubiereis entrado en la
tierra plantaréis toda clase de árboles de frutos comestibles"- de modo que mientras
permaneciéremos fuera no podríamos cultivar tales clases de árboles. Y esto es,
entiendo yo, lo que cabe esperar.

97. Porque, mientras la inteligencia no ha penetrado en el camino de la sabiduría sino


deambula fuera, vueltas sus espaldas a ella, se ocupa de las plantas de la vegetación
salvaje, las que o son estériles y nada producen, o siendo productivas dan frutos no
comestibles.

98. Cuando, en cambio, entrando en el camino de la sensatez, se una a todas sus


enseñanzas y avance en su compañía, comenzará a cultivar, en vez de aquella
vegetación agreste, árboles de huerta y productores de frutos de cultivo; en vez de las
pasiones, la indiferencia respecto de ellas; en vez de la ignorancia el saber; en vez del
mal el bien.

99. En consecuencia, puesto que aquel cuya dedicación es reciente está muy distante de
la meta, se explica que se le haya prescripto que, una vez hecha la plantación, elimine la
impureza de lo plantado. Mas averigüemos en qué consiste esto.

100. XXIII. Las etapas intermedias de las obligaciones comunes corresponden, en mi


opinión, a los árboles de cultivo. Aquéllas y éstos, en efecto, producen frutos de
máximo provecho; éstos para los cuerpos; aquéllas para las almas. Pero muchos brotes
dañosos que crecen juntamente con los árboles de las etapas intermedias y se
desarrollan sobre ellos deben ser cortados para evitar que las plantas superiores resulten
perjudicadas.

101. ¿No podríamos acaso decir que el reintegro de una suma confiada en depósito es
como una planta cultivada en el alma? Mas esta planta ha menester de una purificación
y de un especial cuidado. ¿En qué consiste tal purificación? Cuando te hubiere confiado
un depósito una persona en estado normal, no se lo reintegres cuando se hallare ebria o
arruinándose sin remedio con derroches o demente, porque el que recibe el reintegro no
estará en condiciones de alcanzar provecho alguno de él; ni lo devuelvas a deudores o a
esclavos 40 pues en realidad los que aguardan la devolución son los acreedores o los
amos, y la devolución equivale a una traición; ni cumplas con tu obligación cuando se
trata de pequeñas sumas movido por el propósito de tender una trampa para que te
confíen sumas mayores.
40
Tal vez quiera significar: "a quienes te entregaron el depósito cuando aún no lo eran,
pues su condición actual los inhibe para la posesión o conservación de lo reintegrado".

102. Sabido es que los pescadores sueltan pequeños peces a modo de cebo para pescar
los peces mayores y que esto es solo a medias reprochable, pues pueden argüir que están
procurando el acopio de una abundante mercadería para el mercado y que asegurarán a

114
la gente inagotable provisión para la mesa diaria.

103. Nadie, pues, haga una ostentosa devolución de alguna insignificante suma
adeudada con miras a la caza de una suma mayor, tendiendo con las manos la pequeña
suma de uno solo y apropiándose con las intenciones de las sumas incalculables de
todos. Si, pues, quitares las impurezas de lo recibido en depósito cual si se tratare de un
árbol; vale decir, si eliminares los perjuicios derivados de los que aguardan por él,41 las
devoluciones en circunstancias inoportunas, las acechanzas y todo lo que se parezca a
esas condiciones, convertirás en cultivado lo que estaba a punto de tornarse agreste.
41
Es decir, de terceros, tales como los acreedores o los amos del depositante.

104. XXIV. También en el árbol de la amistad es preciso cortar y extirpar semejantes


ramificaciones si se quiere preservar la parte mejor. Estas ramificaciones son las
seducciones de las cortesanas para con sus amantes, al igual que los recursos de los
parásitos para engañar a los lisonjeados.

105. Es posible observar cómo las mujeres que practican por dinero la prostitución de
sus cuerpos en flor, se inclinan sobre sus enamorados como si los amaran intensamente;
cuando lo real es que no es a ellos a quienes aman sino a sí mismas y que aguardan
ávidamente las ganancias de cada día. Otro caso es el de los aduladores, los que halagan
a veces aun a aquellos hacia los que sienten un odio sin medida, movidos por su afición
a las comidas opíparas y los hartazgos, única razón de la pleitesía tributada a los que
corren con los gastos que demandan sus desmedidas apetencias.

106. El árbol de la amistad genuina sacudirá y arrojará de sí esos brotes y producirá un


fruto provechosísimo para aquellos que lo comieren: la integridad. En efecto, el afecto
sincero consiste en el deseo de que los bienes recaigan en el prójimo para exclusivo
provecho de éste. Las prostitutas y los aduladores, en cambio, se esfuerzan para su
propio provecho en ofrecer los bienes 42 aquéllas a sus amantes, y éstos a los
lisonjeados. Eliminemos, por lo tanto, del árbol de la amistad la simulación y la
charlatanería como calamidades desarrolladas sobre él.
42
En el caso de las primeras, sus favores; en el de los segundos, sus falsos elogios.

107. XXV. También los sacros ministerios y el santo servicio de los sacrificios son una
excelente planta en germinación, pero un mal, la superstición, se ha desarrollado a su
lado, mal que es conveniente extirpar antes de que aparezca el verdor de las hojas. No
faltan, en efecto, quienes han pensado que la piedad consiste en sacrificar bueyes, y
destinan a los altares porciones de aquello que han robado o negado o defraudado o
despojado o saqueado, seguros en su tenaz impureza de que la exención del castigo es
algo que se puede comprar.

108. ¡No, no!, les diría yo; el tribunal de Dios, señores míos, es insobornable; de modo
que los que llevan la culpa en su conciencia, aunque se presentaren a diario con cien
bueyes,43 son rechazados; en tanto que los exentos de culpa, aunque nada absolutamente
sacrificaren, son aceptados. Es que Dios se complace en altares en los que no arde el
fuego de los sacrificios pero danza un coro de virtudes; y no halla complacencia, en
cambio, en aquellos en los que arde el abundante fuego que se eleva de los sacrificios
inaceptables que ofrecen los impíos, sacrificios que no hacen sino recordar su
ignorancia y sus extravíos. Moisés ha hablado en cierto pasaje del sacrificio "que trae a
la memoria la falta". (Núm. V, 15.)

115
43
Alusión al sacrificio llamado hekatómbe (de hekatón + bous) = (sacrificio de) cien
bueyes, aunque el término, olvidada su etimología, se aplicaba a cualquier sacrificio de
especial importancia.

109. Como tales cosas44 resultan todas origen de gran daño, es preciso eliminarlas y
suprimirlas ajustándolos a la Divina comunicación en la que se prescribe eliminar la
impureza del árbol frutal que se ha plantado.
44
"Tales cosas", es decir, las faltas que manchan o invalidan los sacrificios.

110. XXVI. Pero mientras nosotros, aunque adoctrinados, no realizamos progresos en


orden al aprovechamiento de la enseñanza, hay quienes, dotados de una naturaleza
autodidacta, han dejado lo bueno libre de las cosas dañosas que llevaba aferradas. Tal es
lo que ocurre con el ejercitante llamado Jacob. Éste, en efecto, "descortezaba varas
eliminando lo verde y dejando lo blanco en las cortezas" (Gen. XXX, 37), con el objeto
de que, suprimida completamente la variedad de colores que se dan entre sombras y
obscuridades indefinidas, se haga manifiesto el aspecto blanco,45 que no resulta de una
artificial variación sino ha sido creado por la naturaleza en estrecho parentesco consigo.
45
Filón se toma aquí la libertad, habitual en él, de fragmentar pasajes y omite la última
parte de este, donde se lee: "y en las varas lo blanco que descortezaba aparecía de color
variado". Esta omisión le permite insistir en la blancura absoluta. En 113, hallamos otro
claro ejemplo de la libertad con que divide los pasajes bíblicos.

111. Por ese motivo en la ley establecida acerca de la lepra se dispone que es puro aquel
cuyo cuerpo ya no aparece como floreado por una gama de variados colores sino blan-
queado completamente en todas sus partes desde el extremo de la cabeza hasta la punta
de los pies.46 El objeto de esta disposición es que, merced al abandono de lo proveniente
del cuerpo, nos despojemos de la condición variable, indefinida, contradictoria y dúplice
de la inteligencia y recibamos el color nítido, invariable y categórico de la verdad.
46
Lev. XIII, 12 y ss.

112. La afirmación de que el árbol experimenta una purificación es razonable y


conforme con la realidad de las cosas, pero que ocurra otro tanto con el fruto no nos
resulta creíble del todo. La verdad es que ningún agricultor se ocupa de purificar los
higos, las uvas o, en general, un fruto cualquiera.

113. XXVII. Y he aquí que la ley dice: "Su fruto permanecerá durante tres años sin
purificar; no se lo comerá", como si fuera algo totalmente natural el purificarlo siempre.
Reconozcamos, pues, que nos hallamos de nuevo ante un caso de revelaciones de
carácter alegórico pues la inteligencia literal no tiene muchos puntos de contacto con la
realidad. La afirmación admite dos interpretaciones. Una evidentemente es más o menos
ésta: "Su fruto permanecerá tres años"; y a continuación: "Sin purificar no se lo
comerá". La otra es la siguiente: "Su fruto permanecerá durante tres años sin purificar";
y aparte: "No se lo comerá".

114. Pues bien, si nos atenemos a la primera lectura, las conclusiones son éstas. Hemos
de entender que los tres años representan la triple división del tiempo, el que por
naturaleza se divide en pasado, presente y futuro, y que el fruto de la instrucción
permanecerá, subsistirá y continuará sano y salvo durante todas las etapas del tiempo, o
lo que es lo mismo, sin corromperse por toda la eternidad puesto que la naturaleza del
bien es incorruptible. En cuanto a que "no se comerá el fruto sin purificar", la razón es

116
que mientras las buenas enseñanzas, purificadas y saludables como son, nutren y
contribuyen al crecimiento del alma, las de naturaleza opuesta no son nutritivas y le
acarrean corrupción y enfermedad.

115. Según la otra interpretación, el significado es éste. Un argumento se dice "sin


demostración" en dos casos: si en razón de sus dificultades difícilmente le cabe una
demostración, o si, siendo evidente de por sí, su claridad no surge de una prueba
proveniente de otro sino de la misma evidencia que se manifiesta en él. Ésta es la clase
de argumentos que la dialéctica acostumbra a usar en la demostración silogística.
Análogamente, la expresión "sin purificar" cabe o al fruto que ha menester de una
purificación y no la ha experimentado, o al que es de una pureza meridiana.

116. Tal es el fruto de la educación, purísimo y clarísimo, no ensombrecido por cosa


dañosa alguna, al margen de toda necesidad de inmersiones, aspersiones y de cualquier
otro rito, en general, que tienda a purificar; y lo es durante tres años, vale decir, durante
las tres etapas del tiempo o, lo que es lo mismo, durante toda la eternidad.

117. XXVIII. "Mas al cuarto año", dice, "todo su fruto será santo, digno de la
aprobación del Señor". (Lev. XIX, 24.) En muchas partes en la legislación, y sobre todo
en el catálogo de la creación es usual que la palabra profética alabe al número cuatro.

118. Leemos, en efecto, que en el cuarto día fueron hechos la preciosa luz sensible,
vehículo del más claro conocimiento posible acerca de ella misma y de los otros
objetos, y sus padres, el sol, la luna y el sacratísimo coro de los astros, los que
determinaron con sus apariciones y ocultamientos la noche y el día, así como los meses
y los años y pusieron de manifiesto la naturaleza del número, cosas todas ellas de las.
que depende el mayor bien del alma.47
47
Evidente referencia al pensamiento de Platón, Tuneo 47 a, según. el cual de la
sucesión de los días y las noches surgió el número; de éste la. filosofía; y de la filosofía
el mayor bien para los mortales.

119. También en et pasaje que nos ocupa se ha honrado de un modo especial al numero
cuatro al establecerse que el fruto de los árboles se ofrecerá a Dios no en otro momento
sino en el cuarto año de la plantación.

120. Es que dicho número encierra un profundo principio físico y ético.48 Sucede, en
efecto, que las raíces del universo, de las que procede el mundo, son cuatro, a saber: la
tierra, el agua, el aire y el fuego; y otras tantas son las estaciones anuales: el invierno, el
verano y las intermedias, es decir,. la primavera y el otoño.
48
Véase Interpretación alegórica I, 39.

121. Y como es el primero de los-números resultante de elevar otro al cuadrado, se nos


presenta en los ángulos rectos, como se advierte claramente en la figura geométrica; y
los ángulos rectos son clara representación de-la recta razón, la que, a su vez, es fuente
inagotable de virtudes.

122. Asimismo, los lados del cuadrado son necesariamente iguales. Y la igualdad ha
engendrado la justicia, soberana y guía de las virtudes.

123. XXIX. De modo que la palabra profética presenta al número cuatro como el

117
símbolo déla igualdad, de la justicia y de toda virtud amén de las otras cosas que
representa. El cuatro es llamado también "todo"49 porque abarca potencialmente a los
números hasta el diez y a éste mismo. Que abarca a los números precedentes es cosa
clara para todos; que abraza también a los posteriores es fácil verlo mediante un cálculo.

124. Sumando el 1, el 2, el 3 y el 4 hallaremos lo que buscábamos. Son, en efecto, 1+ 4


= 5; 2 + 4 = 6; 3 + 4 = 7; y mediante una doble suma: 1 + 3 + 4 = 8; 2 + 3 + 4 = 9; y, por
otra parte, 1 + 2 + 3 + 4 = 10.

125. Tal es el motivo por el que Moisés ha dicho: "Al cuarto año todo el fruto será
santo". La relación del número cuatro es, en efecto, par, completa y plena; y, en un
sentido lato, universal, como que el diez, que debe su existencia al cuatro, está situado
como primer mojón en la serie natural de los números. El diez y el cuatro son
denominados "todo" entre los números, sólo que el diez lo es en acto, en tanto. que el
cuatro en potencia.
49
O totalidad. En las doctrinas de los pitagóricos "el 10 es concebido como perfecto y
se considera que él abraza toda la naturaleza del número". (Aristóteles, Metafísica I, 5,
968 a). Y como 1 + 2 + 3 + 4 = 10, al cuatro le corresponden las características del 10,
en este caso la totalidad. En cuanto a la insistencia de Filón en destacar esta
característica del cuatro, seguramente se debe a lo de "todo el fruto", del pasaje del
Levítico que está interpretando.

126. XXX. Adecuadamente dice Moisés que el fruto de la instrucción no solo es santo
sino también laudable. Cada una de las virtudes es, ciertamente, un objeto santo, pero la
acción de gracias lo es de un modo particular. Mas a Dios no es posible agradecerle de
manera legítima por medio de las construcciones, oblaciones y sacrificios, como piensa
la mayoría, por cuanto ni el mundo todo llegaría a. ser un templo conveniente para Su
honra; se Lo honra mediante alabanzas e himnos, y no con los que entonará la voz
perceptible por el oído, sino con los que hará resonar y entonará la invisible y purísima
inteligencia.

127. Precisamente cuéntase una vieja historia inventada por los hombres sabios y
transmitida, a la posteridad como ocurre habitualmente, mediante el recuerdo de
generación en generación; historia que no ha escapado a mis oídos, ávidos siempre de
aprender. Es como sigue. No bien el Creador hubo concluido todo el mundo, preguntó a
uno de Sus intérpretes50 si echaba de menos alguna cosa cuya creación se hubiera
omitido entre todas las que existen en la tierra y en el agua y entre los de la elevada
naturaleza aérea o la del cielo, que es la más remota del universo.
50
O profetas. El término griego es hypophétes = intérprete de la voluntad Divina o de
los dioses.

128. El otro respondió que todas las cosas estaban completas y acabadas en todas partes;
sólo una trataba de hallar: la palabra de alabanza de aquéllas, palabra que más que
alabar habría de anunciar las sobresalientes bondades que se dan en todas aun. en las
más pequeñas y aparentemente imperceptibles; por cuanto mostrar las obras de Dios
equivale de por sí a hacer de ellas. una cumplida alabanza, ya que ellas no han menester
de agregado alguno para embellecerlas, teniendo en la verdad sin. adulteraciones su más
acabado elogio.

129. Agrega nuestra historia que, al oír el Padre del universo estas palabras, las alabó y

118
que no mucho después de esto, vástago de una de Sus potencias: la virgen memoria, a la
que los más, alterando su nombre, llaman Mnemosine,51 apareció la estirpe armoniosa
de los cantores de himnos.
51
Mnemosyne, término derivado de mneme = memoria.

130. XXXI. Tal es el relato de los antiguos. De conformidad con él decimos también
nosotros que la obra más apropiada para Dios es el conceder bienes, y la más apropiada
para la creación el agradecérselos, ya que está al margen de las posibilidades de ésta el
retribuirle como no fuere de esta manera. Hallará, en efecto, que cualquiera de las otras
cosas que deseare dar en testimonio de gratitud, pertenece al Hacedor del universo y no
al ser que la lleva consigo.

131. Habiendo, pues, aprendido que, entre las obras que miran a la honra de Dios, sólo
una nos está dado practicar: el agradecimiento; aboquémonos a ello siempre y en todas
partes con nuestra voz y con escritos de mérito, y no perdamos ocasión de componer
elogios en prosa o en verso a fin de que, con acompañamiento musical o sin él, o de
ambas maneras de expresión, alcance nuestra voz el privilegio de recitar o cantar
glorificando al mundo y a su Creador, vale decir, a la más perfecta de las cosas creadas
y a la más excelsa de las causas, como dijo alguien.52
52
Platón, Timeo 29 a.

132. XXXII. Después que en el cuarto año y en el número cuatro hubiere sido
consagrado todo el fruto del alma, en el quinto año y en el número cinco nosotros
mismos alcanzaremos el goce y aprovechamiento de aquél. Dice, en efecto: "En el
quinto año comeréis el fruto". Esto se ajusta a la inviolable ley de la naturaleza según la
cual lo creado ocupa en todo sentido un lugar inferior al Creador. Por tal razón tiene
Moisés por cosa digna de admirarse el hecho de que recibamos privilegios, aun cuando
fueren ellos de orden secundario.

133. Otro motivo por el cual nos asigna el fruto del quinto año y quinto número es que
el cinco es el número propio de la sensibilidad, y en rigor de verdad quien procura
alimentos a la inteligencia es la sensibilidad, la que a través de los ojos pone a su
alcance las cualidades de los colores y formas; a través de los oídos toda la variada
gama de sonidos; a través de las narices olores; a través de la boca sabores; a través de
la facultad extendida por todo el cuerpo a la que comúnmente llámase tacto blanduras
dóciles a la presión y durezas resistentes, suavidades y asperezas, fríos y calores.

134. XXXIII. Una muestra clarísima de lo que acabamos de decir son los hijos de Lía,
la virtud; no todos, sino el cuarto y el quinto. Respecto del cuarto dice Moisés que su
madre "cesó de parir" (Gen. XXIX, 35), y que su nombre es Judá, que significa
"confesión de gratitud al Señor". Al quinto lo llama Isacar, que traducido quiere decir
"recompensa". Y cuando ha engendrado este carácter el alma divulga al punto lo que ha
recibido. Dice, en efecto, el legislador: "Lo llamó Isacar, nombre que significa
recompensa." (Gen. XXX, 18.)

135. En consecuencia, Judá, vale decir, la inteligencia que alaba a Dios incesantemente
y se ocupa de elevar himnos de acción de gracias en Su honor, es precisamente "el fruto
santo y laudable" de verdad, engendrado no por árboles terrestres sino por una
naturaleza racional y virtuosa. Por eso se nos dice que la naturaleza que lo engendra
"cesa de dar a luz"; porque, habiendo llegado al límite de la perfección, ya no tiene a

119
dónde volverse. El himno en honor del Padre del universo es el vástago más excelente y
perfecto entre todos los frutos de sus felices alumbramientos.

136. El quinto hijo y el uso de los árboles al quinto año de plantados son una misma
cosa. En efecto, por una parte el plantador recibe algo así como una retribución de parte
de los árboles al llegar el quinto año, y, por otra, el hijo del alma llamase Isacar, vale
decir, "recompensa". Y con mucha razón, por cuanto es engendrado después de Judá, o
sea, "el que expresa su gratitud"; y para el que agradece no hay recompensa más
cumplida que el mismo hecho de expresar su gratitud.

137. Ahora bien, mientras los frutos de los árboles son considerados productos de sus
propietarios, el fruto de la instrucción y la prudencia, en cambio, no es tenido por
producto de hombre alguno sino, como dice Moisés, del Guía universal. Y efectiva-
mente, tras los términos "su producción" agrega: "Yo soy el Señor, vuestro Dios", con
lo que establece con toda claridad que Dios es el único propietario del vástago y fruto
del alma.

138. Concuerda con esto el siguiente oráculo revelado a uno de los profetas: "De Mí se
ha hallado que procede tu fruto.
¿Quién es sabio como para comprender estas cosas? ¿Quién es inteligente como para
conocerlas?" (Oseas XIV, 9 y 10.) Es que entender de Quién es el fruto de la
inteligencia no es cosa al alcance de cualquiera sino sólo del sabio.

139. XXXIV. Queda dicho, pues. cuanto cabía decir acerca de la agricultura más
antigua y más sagrada empleada por la Causa en lo tocante al mundo, vale decir, la más
fértil de las plantas; y cuanto cabía decir acerca de la agricultura que sigue
inmediatamente a aquélla y es la que practica el hombre de bien, así como acerca del
número cuatro, portador de las recompensas que aquél alcanza, de acuerdo con lo
establecido e indicado en las leyes.

140. Examinemos ahora el cultivo de la vid por parte del justo Noé, cultivo que
constituye una rama de la agricultura. Dice Moisés: "Noé comenzó a ser agricultor y
plantó un viñedo. Bebió su vino y se embriagó." (Gen. IX, 20 y 21.)

141. Resulta, pues, que el justo Noé produce con habilidad y conocimiento la planta de
la embriaguez, en tanto que los insensatos se abocan al cuidado de ella sin habilidad y
sin acierto. Esto nos obliga a hacer algunas aclaraciones convenientes acerca de la
embriaguez. A renglón seguido conoceremos además el poder de la planta que le
proporciona tales efectos. Lo que el legislador ha dicho acerca de la embriaguez lo
sabremos exactamente luego; ahora nos ocuparemos de lo que han opinado sobre el
tema otros.

142. XXXV. No poca ha sido la preocupación con que muchos de los filósofos se han
entregado a la búsqueda de la solución de la cuestión. Ésta se formula en los siguientes
términos: ¿Llegará el hombre sabio a embriagarse? Pues bien, lo de embriagarse puede
entenderse en dos sentidos: en uno de ellos equivale a beber algo más de la cuenta; en el
otro es lo mismo que ponerse a decir necedades bajo los efectos del vino.53
53
Esta distinción es atribuida por Plutarco, Sobre la charlatanería 4, a Hornero. Dice
textualmente: "Y sin duda el poeta, solucionando la cuestión debatida entre los
filósofos, ha dicho en qué consiste la diferencia entre la embriaguez ligera (óinosis) y la

120
embriaguez intensa (méthe), diferencia consistente en que la embriaguez ligera produce
flojedad (o relajación), en tanto que la embriaguez intensa consiste en decir necedades
luego de beber. Por eso el beber no es reprensible, si al beber sigue el callar. El hablar
como necio es lo que concerté la embriaguez ligera en embriaguez intensa (la óinosis en
méthe)".

143, Entre los que se han ocupado del problema unos han dicho que el sabio ni tomará
bebida pura en cantidad excesiva ni llegará a hablar desatinadamente, puesto que esta
última actitud es una falta; y lo primero es algo que conduce a la falta, y ambas cosas
son extrañas al hombre que obra rectamente.

144. Otros, en cambio, han declarado que el desatinado hablar es ajeno al sabio, en tanto
que el beber más de la cuenta lo beneficia, por cuanto la sensatez que hay en él es
suficiente para contrarrestar cuanto tendiere a dañarlo y para dar por tierra con cualquier
amenaza de alterar su modo de ser. La prudencia, según ellos, tiene como defensa una
fuerza que apaga las pasiones ya fueren éstas excitadas por el aguijón de un ardiente
amor, ya fueren encendidas por el calor del abundante vino; y merced a esta fuerza
saldrá victoriosa. Señalan que lo mismo ocurre con los que se hunden en un río
profundo o en el mar: aquellos que son inexpertos en el arte de nadar perecen, en tanto
que los conocedores de la cosa se salvan con suma rapidez, y que, análogamente, la
abundancia de vino puro es como un torrente que se vuelca sobre el alma, y en unos
casos la arroja oprimiéndola hasta el más bajo abismo de ignorancia, pero en otros no
alcanza a dañarla pues es levantada y aligerada por la salvadora instrucción.

145. Los otros, no alcanzando, se me ocurre, a apreciar la magnitud de la superioridad


del hombre sabio respecto de la pasión, lo han hecho descender desde el cielo, cuyas
alturas frecuentaba, hasta la tierra, tal como hacen los cazadores de aves, para
conducirlo a parecidas miserias;54 y no situándolo en las alturas de la virtud, han
declarado que, al tomar vino en mayor cantidad que la que corresponde, se tomará
impotente por completo y obrará mal. Y que no sólo dejará caer las manos, como los
atletas vencidos, por efecto de la debilidad, sino también encorvará el cuello y la
cabeza, doblará las rodillas, y descalabrado todo su cuerpo, caerá abatido.
54
"Conducirlo a parecidas miserias", es decir, concebirlo en un plano muy inferior a
aquel al que se remontó por su sabiduría y virtud, y atribuirle las "miserias" o
debilidades e imperfecciones de aquellos que habitualmente viven en contacto con la
tierra.

146. XXXVI. Como el sabio conoce de antemano esto, jamás aceptará de grado
mezclarse en una. competencia de bebedores, a menos que estuvieren en juego grandes
intereses, tales como la salvación de la patria, el honor de los padres, la seguridad de los
hijos o de las personas más allegadas o, en general, la recta conducción de los negocios
privados y públicos.

147. Un sabio, en efecto, no tomaría un mortal veneno a menos que las circunstancias lo
forzaran completamente a abandonar la vida, como se abandona la patria. Y sucede que
el beber desmedidamente es un veneno cuyo efecto no es la muerte pero sí la locura.
Pero, ¿por qué no llamar también muerte a la locura puesto que con ella muere la parte
más noble de nuestro ser, la inteligencia? A mí me parece que, a ser posible la elección,
no se podrá menos de elegir sin titubear como más leve la muerte que separa y des-
vincula el alma del cuerpo antes que aquella más oprimente aún, que se traduce en el

121
extravío del espíritu.

148. Tal es el motivo por el que los hombres primitivos llamaron Ménolo al inventor de
la forma de elaborar el vino, y Ménades a las Bacantes poseídas del frenesí que aquél
provoca, por cuanto el vino es la causa de la locura 55 y la pérdida de la sensatez en
aquellos que abusan insaciablemente de él.
55
Correctamente asocia Filón "Máinalos" = Ménalo (nombre propio formado sobre el
adjetivo maznóles = furioso, loco), mainádes = ménades y manía = demencia, locura,
frenesí, posesión (de poseso).

149. XXXVII. Tal es lo que podríamos calificar de preámbulo de nuestra indagación.


Fijemos ya concretamente el argumento de la misma, el que se funda en dos puntos de
vista. Uno de ellos que establece que el hombre sabio se embriagará; el otro, que afirma
lo contrario, es decir: que no se embriagará.

150. Conviene que primero nos refiramos a las pruebas de la primera tesis.
Comenzaremos señalando el hecho de que algunas cosas son homónimas y otras
sinónimas. Todos están de acuerdo en que homonimia y sinonimia son cosas opuestas,
puesto que la homonimia implica aplicación de un único nombre a más de un objeto,
mientras la sinonimia se da si un solo objeto se designa con más de un nombre.

151. La palabra "perro" es un homónimo, a no dudarlo, puesto que son varios los
objetos distintos que llevan ese nombre, a los que él designa. El animal terrestre que
ladra es un perro, y también lo son la fiera marina y la estrella del cielo llamada de los
frutos56 por los poetas en razón de que a poco de haber alcanzado su primer desarrollo el
fruto estival, ella se eleva para llevarlo a su plenitud y madurez. Asimismo se aplica el
nombre de perro al filósofo cuyo. pensamiento entronca con la escuela Cínica,57 vale
decir, a Aristipo, a Diógenes y a un número crecidísimo de otros hombres que se han
avenido a compartir sus ideas.
56
Se trata de la estrella Sirio o el Perro, cuya elevación señalaba' el comienzo de la
canícula o estación de los frutos, una de las siete en que se dividía el calendario agrícola
griego, correspondiente a la segunda y más calurosa etapa del verano.
57
Cínica, en griego kyniké (literalmente: canina), adjetivo derivado de kyon = perro.

152. A la inversa, existen otros nombres que, aunque diferentes entre sí, designan una
misma cosa. Por ejemplo, "ios", "oistós" y "bélos",58 nombres todos que se aplican
indistintamente al objeto que es despedido hacia un blanco por la cuerda del arco; y
también "eiresía", "kópe" y "pláte", que designan el instrumento cuya función equivale
a la de las velas en lo concerniente a la navegación.59 Efectivamente, cada vez que no le
es posible a la nave emplear las velas durante los períodos de calma o de vientos
contrarios, ocupan sus asientos remeros a los que compete esta tarea y, extendiendo
desde ambos costados los remos como si fueran alas, fuerzan a la nave a avanzar cual si
volara. La nave, levantada fuera del agua, corriendo sobre las olas más que cortándolas,
avanza rauda, y tras rápida navegación echa anclas en abrigadísimos puertos.
58
Los tres términos significan dardo o flecha.
59
Los tres vocablos significan remo.

153. También son nombres diferentes de una sola cosa 'las palabras "skípon", "baktëría"
y "rhábdos",60 que designan un objeto con el que podemos golpear a alguien, en el que
podemos apoyamos y sostenemos firmemente y con el que podemos hacer además

122
muchas otras cosas. Damos estos ejemplos no por mero afán de extenderme sino para
formamos una idea más clara de lo que estamos averiguando.
60
Las tres palabras significan bastón.

154. XXXVIII. Los antiguos llamaban indistintamente y "embriagante" 61 al vino puro;


y así, en muchos pasajes de los poetas es empleado este último nombre. En
consecuencia, si "vino" y "embriagante" son términos usados como sinónimos del
mismo objeto, "beber vino con cierto exceso" y "embriagarse",62 términos derivados de
aquéllos, sólo diferirán en sus formas.63
61
Aunque méthy significa bebida fermentada, y en particular vino, lo he traducido por
"embriagante", porque, por lo que sigue, se advierte que Filón entiende
etimológicamente el término, y porque, por otra parte, esa acepción va involucrada en
todos los compuestos y derivados de dicho sustantivo.
62
En griego: oinoústhai (de oînos = vino) y methyein (de méthy).
63
No así en su significado, que es el mismo.

155. Uno y otro término denotan un uso excesivo del vino, uso que por muchas razones
no tendría por qué rehuir el hombre de bien.64 Mas, si tal hombre llega a beber con
cierto exceso, se embriagará también, y eso sin encontrarse en peor estado luego a
consecuencia de la embriaguez, sino sintiéndose exactamente como se siente quien
simplemente ha bebido un poco más de la cuenta.65
64
Es decir, en muchos casos bien podría hallar el hombre sabio razones para beber algo
más de la cuenta.
65
El razonamiento es éste: como, según lo aclarado, "beber con cierto exceso y
embriagarse" son términos que expresan la misma cosa, el estado del hombre de bien
que se embriagare en nada diferirá del estado de quien ha bebido con cierto exceso, es
decir, no llegará a las posturas, expresiones y excesos de la beodez intensa.

156. Queda, pues, señalada una prueba sobre la embriaguez en el sabio. Una segunda
prueba es la siguiente. Con escasas excepciones podemos afirmar que los hombres de
hoy no se parecen a los primitivos en sus apreciaciones y tendencias; por el contrario,
tanto en las palabras como en las obras se hace patente que unas y otras no se asemejan
sino difieren.

157. Han reducido las palabras, otrora sanas y robustas, a una postración ruinosa y sin
remedio, sustituyendo una vitalidad realmente vigorosa y atlética por algo
verdaderamente enfermizo; trocando una solidez, calificada por alguien de firme y
compacta en razón de su vigor, en una complexión deficiente, antinatural y enfermiza, y
exaltando con vacía ampulosidad y nada más lo que por falta de capacidad para la
concisión acaba por quebrarse al llegar al máximo de distensión.

158. Y a las acciones dignas de elogio y aplauso y, si cabe la expresión, masculinas, las
han tomado afeminadas convírtiendo su nobleza en bajeza. Resultado de todo ello es
que son muy pocos los que en una y otra cosa, es decir, palabras y obras, hallan grato el
ardor de que hacían gala los hombres de antaño.

159. Y ciertamente, los poetas, los narradores y cuantos en aquellos tiempos se


ocuparon de las otras formas de expresión literaria, florecieron, no endulzando y
enervando los oídos mediante rítmico lenguaje sino reanimando lo que estaba
quebrantado y debilitado en la inteligencia y armonizando con los medios que

123
proporcionan la naturaleza y la virtud cuanto de concordante hubiere en ella. En
nuestros días, en cambio, florecen los cocineros, los pasteleros y todos los expertos en
los menesteres relativos al teñido y a los perfumes y ungüentos, levantando siempre ante
los sentidos la muralla de un nuevo color, forma, olor o sabor con ánimo de destruir a su
guía, la inteligencia.

160. XXXIX. ¿Qué es lo que me mueve a recordar esto? Mostrar claramente que la
manera como beben el vino puro los hombres de nuestros días no es la misma de los de
antaño. Ahora, en efecto, beben a plena copa y sin cesar hasta que cuerpo y alma se
desploman, abierta aún la boca para ordenar a los servidores llenar de nuevo las copas
vacías e irritándose si no lo hacen presto, pues estas dilaciones enfrían lo que ellos
llaman el calor del festín. Y los concurrentes tienen ocasión de presenciar una parodia
de los juegos atléticos, el certamen báquico, en el que unos a otros se hacen por tumo
respetables y "bonitas cosas, tales como morderse las orejas, narices, puntas de las
manos y cualesquiera partes del cuerpo con que toparen.

161. Éstos son, al parecer, los certámenes a que da lugar la novedosa alegría que florece
y alcanza su plena manifestación en estos tiempos; todo lo contrario, en cambio, eran
los de la antigua alegría de nuestros mayores. Nuestros antepasados, en efecto,
comenzaban cada una de sus nobles acciones con sacrificios perfectos, por cuanto
tenían presente que de ese modo sobre todo alcanzarían un fausto resultado; y antes de
formular sus súplicas y ofrecer sacrificios, aun en los casos en que las circunstancias
exigían medidas urgentes, encaraban las cosas sin ningún apresuramiento pues
entendían que no siempre la prisa es mejor que la parsimonia, ya que la rapidez sin
previsión es dañosa, en tanto que la lentitud con buenas perspectivas es provechosa.

162. Sabiendo, pues, que también el uso y disfrute del vino ha menester de mucho
cuidado, ellos no bebían vino puro ni en cantidades desmedidas ni continuamente, sino
con moderación y en ocasiones convenientes. En efecto, habiendo previamente
formulado las súplicas, ofrecido los sacrificios e implorado el favor Divino, una vez
purificados sus cuerpos y sus almas, los primeros mediante abluciones, las últimas
mediante corrientes de leyes y de recta instrucción» volvíanse serenos y gozosos hacia
la práctica que les procuraba un paréntesis de abandono; y en muchos casos lo hacían
sin retornar a sus casas, permaneciendo en los templos en los que habían practicado los
sacrificios. Lo hacían con la intención de que el recuerdo de aquéllos y el respeto al
lugar presidiera la celebración de un festín verdaderamente santo en sumo grado, en el
que nadie faltara ni de palabra ni de obra.

163. De esto precisamente dícese que procede el término embriagarse; de la costumbre


propia de los hombres de antaño de embriagarse ligeramente "después de sacrificar".66
¿Y a quiénes podría convenir más esa manera de hacer uso del vino puro que a los-
hombres sabios, a quienes asimismo compete la práctica previa a la embriaguez, vale
decir, el sacrificar?
66
Etimología atribuida a Aristóteles, según el cual methyein = embriagarse, proviene de
me (tá tó) thyein =: después de el sacrificar.

164. Podemos asegurar, en efecto, que ningún hombre ruin practica realmente un
sacrificio, aunque condujere al altar ininterrumpidamente día tras día innumerables
bueyes, puesto que su inteligencia, la más importante ofrenda, hállase corrompida y no
es lícito que-objetos corrompidos entren en contacto con los altares.

124
165. Queda expuesto este segundo argumento demostrativo de que el embriagarse no es
cosa ajena al hombre virtuoso. XL. Hay un tercer argumento, cuya inigualable fuerza
persuasiva reposa en la etimología. Entienden, en efecto, algunos que el término
"ebriedad" procede no sólo de que ella tiene lugar después de los sacrificios, sino
también de que además es causa de abandono del alma.87
67
Filón asocia los términos méthe = embriaguez, y méthesis = acción de, soltar,
abandono, relajación, distensión, aunque ningún parentesco existe entre ambos
términos.

166. Sólo que, mientras el raciocinio de los insensatos se abandona en una corriente de
abundantes faltas, el de los hombres sensatos se entrega al goce de momentos de
expansión, buen ánimo y alegría, pues el hombre sabio, después que ha bebido, tórnase
más grato aún que cuando estaba sobrio; de modo que, aun en este sentido, podemos
decir sin incurrir en error que el sabio puede embriagarse.

167. A lo dicho es preciso agregar lo siguiente. La sabiduría no presenta un aspecto


adusto ni austero, ni experimenta una opresión derivada de la preocupación o la
depresión moral; por el contrario, es alegre y plácida, plena de regocijo y felicidad,
sentimientos por los que un hombre es conducido sin incurrir en groserías, a mostrarse
juguetón y bromista; diversión que no desentona con la dignidad y la seriedad, tal como
ocurre con las notas de respuesta que concurren a la producción de una única melodía
en las acertadas ejecuciones de lira.

168. Según el más santo de los hombres. Moisés, el juego y la risa constituyen el objeto
de la sabiduría, aunque no se trata aquí del juego y de la risa a que se entregan sin
reflexión todos los niños, sino el juego y la risa de aquellos que ya se han tornado canos
no sólo por efectos de la edad sino también por la calidad de sus reflexiones. ¿No ves
que al referirse al hombre que extrae el saber directamente de las fuentes sin oírlo de
boca de otro, sin ser enseñado y sin ajena colaboración, no dice que tenga parte en la
risa sino que él mismo es la risa?

169. Se trata de Isaac, cuyo nombre significa "risa" y a quien se adapta el juego en
compañía de la "perseverancia", a la que los hebreos llaman Rebeca. XLI. Pero no está
permitido al hombre común tener una visión del divino juego del alma; tal visión sólo es
posible a un rey, con quien la sabiduría ha cohabitado largo tiempo, aun cuando esa
residencia no ha tenido carácter permanente. Este rey llámase Abimelec, quien habién-
dose inclinado para mirar a través de la puerta, es decir, del abierto y luminoso ojo de la
inteligencia, vio a Isaac jugando con Rebeca, su mujer.68
68
Gen. XXVI, 8.

170. ¿Qué otra ocupación es, realmente, más apropiada para el hombre sabio que el
jugar, estar radiante de alegría, regocijarse junto con la "perseverancia" en las cosas
nobles? De todo esto resulta que también él se embriagará con esa embriaguez que
forma el carácter procurándole desahogo y provecho.69
69
Mantengo el término ophéleia = utilidad, provecho, en vez de sustituirlo por aphéleia
= sencillez, llaneza, según propone Mangey.

171. El vino puro es, en efecto, a propósito para intensificar y fortalecer las naturales
tendencias, ya se tratare de tendencias buenas ya de las contrarias, tal como ocurre con

125
muchas otras cosas también. Así, el dinero, ya lo hemos dicho, es causa de bienes para
el hombre bueno, pero de males para el malo. Otro caso lo constituye la fama; ella hace
más patente el vicio del insensato, en tanto que pone de manifiesto con mayor gloria la
virtud del hombre de bien. Análogamente, pues, también el vino puro en cantidad
profusa toma más vicioso al hombre dominado por las pasiones, en tanto que al de
buenos sentimientos lo hace más benévolo y favorable.

172. ¿Quién ignora que cuando de dos rasgos contrarios uno de ellos es atribuible a dos
o más clases de personas, el otro por fuerza también lo será?70 Por ejemplo, siendo
opuestos el blanco y el negro, si lo blanco es atribuible a los buenos y a los malos,
también lo negro lo será igualmente, y no sólo a unos sino a unos y a otros. Así también,
la sobriedad y la ebriedad son contrarias y, como decían nuestros antepasados, buenos y
malos participan de la sobriedad. En consecuencia, la ebriedad es también atribuible a
ambas clases de hombres. Conforme con ello, el hombre de bien puede también beber
sin menoscabar por eso su virtud.
70
Argumento probablemente en conexión con la doctrina estoica según la cual todo
bien tiene su opuesto mal, siendo el primero patrimonio exclusivo del sabio, y el
segundo propio del malvado, en tanto que los opuestos en el caso de las cosas
indiferentes en cuanto al bien y el mal se dan en uno y otro sector humano
forzosamente.

173. XLII. Si, tal como ocurre en los tribunales, no sólo se ha de echar mano a las
pruebas propias del arte dialéctico sino también a las llamadas no artísticas,71 una de las
cuales es la que se logra mediante testigos; nosotros apelaremos al testimonio de mu-
chos ilustres médicos y filósofos que no sólo con sus palabras sino también en sus
escritos han expresado dicho testimonio.
71
Así llamadas porque no son fruto del arte, ingenio o inventiva del .argumentante, sino
proporcionadas por circunstancias externas ajenas a él. Ver Aristóteles, Retórica I. 15.

174. Son, en efecto, innumerables los tratados titulados "Acerca de la ebriedad" que nos
han legado y en los que se han ocupado de indagar exclusivamente lo relativo al uso del
vino, sin agregar palabra alguna acerca de aquellos que habitualmente pierden la noción
de sus actos y pasando por alto completamente lo tocante a la embriaguez violenta. De
lo que se desprende que también en estos autores está clarísimamente reconocido que
embriagarse es, como decíamos, lo mismo que beber con cierto exceso. Pero que el
sabio beba algo más de la cuenta a su debido tiempo no puede decirse que sea cosa
mala. Por lo tanto, no es un error decir que el sabio puede embriagarse.

175: Mas, puesto que nadie es registrado como vencedor si carece de contrincante y, si
entablara combate tal, parecería evidentemente combatir más bien con una sombra;
necesario es que nos refiramos también a los argumentos que conducen a conclusiones
opuestas a éstas, a fin de que nuestra decisión tenga todas las garantías de imparcialidad
y ninguna de las dos posiciones resulte condenada por omisión.

176. El primero y de mayor fuerza de estos argumentos es el siguiente. Si no es


razonable que uno confíe un secreto a un hombre ebrio y al hombre virtuoso se le
confían secretos, está claro que el hombre virtuoso no se embriaga.72 Pero, en vez de
enunciar seguidamente los restantes argumentos, mejor será que refutemos uno a uno a
medida que los vayamos exponiendo para que no parezcamos tediosos al hablar
demasiado extensamente.

126
72
Argumento de Zenón, expuesto por Séneca en Carta 83.

177. Dirá alguno oponiendo reparos al argumento mencionado que, aplicando el mismo
razonamiento resulta que el hombre sabio jamás podrá estar melancólico ni quedarse
dormido ni, en una palabra, morir. Y, sin embargo, aquel a quien nada de esto le sucede
es o un ser inanimado o un ser Divino, nunca un hombre. Siguiendo el desarrollo del
argumento lo aplicará de la misma manera al caso del melancólico o del dormido o del
muerto, diciendo que no es razonable confiar un secreto a un hombre en tal situación y
que es razonable confiárselo a un hombre sabio; luego, un hombre sabio ni cae en la
melancolía ni se queda dormido ni muere.

[El resto del libro se ha perdido.]

127
SOBRE LA EBRIEDAD

(DE EBRIETATE)

1. I. En el libro precedente hemos expuesto, hasta donde cabía hacerlo, cuanto acerca de
la ebriedad ha sido dicho por los demás filósofos.1 Ahora averiguaremos qué es lo que
sobre el mismo asunto opinaba nuestro grande en todo y sabio legislador.
1
Conforme con lo expresado en Sobre la obra de Noé como plantador, 141.

2. En muchos pasajes de su legislación menciona el vino y la planta cuyo fruto es el


vino, vale decir, la viña. A algunos permíteles beberlo, a otros se lo prohíbe, y se dan
casos en que a las mismas personas les señala las dos prescripciones opuestas: hacer y
no hacer uso del vino.2 Estas últimas son las que han formulado el gran voto,3 mientras
que aquéllos a los que ha prohibido beberlo son los sacerdotes en servicio,4 y de los que
lo toman hay innumerables entre aquellos a los que su pluma testimonia la más alta
admiración por sus virtudes.
2
Así, en Núm. VI, 3 se prohíbe al nazareo beber vino durante el período de su voto; y
en Núm. V, 20 se leer "lo beberá", expresión que Filón interpreta como una orden.
3
Núm. VI, 2.
4
Lev. X, 9.

3. Mas antes de abocarnos a la consideración de estos casos, preciso es que examinemos


cuidadosamente los puntos que concurren a preparar nuestra exposición. Son, pienso yo,
los siguientes.

4. II. Moisés entiende que el vino puro no es símbolo de una sola cosa sino de más de
una, a saber: del hablar sin tino y perder la razón, de la completa insensibilidad, de una
insaciable e inaplacable voracidad, de buen ánimo y alegría, de una desnudez que
abarca todo lo demás y se manifiesta en todos los estados mencionados,5 desnudez en la
que, según él, se hallaba Noé después de embriagarse. Todas estas cosas se nos dice que
son producidas por el vino.
5
Compárese con lo dicho en Interpretación alegórica II, 54, donde distingue Filón tres
clases de desnudez: 1) la del alma desnuda de pasiones; 2) la necedad, como en el caso
de Noé; 3) la ignorancia del bien y del mal, que se da en Adán y Eva.

5. Con todo, son también innumerables los que no han tenido contacto con el vino puro
y se consideran sobrios, y, sin embargo, son dominados por los mismos estados
emotivos. Es posible ver a unos obrando insensatamente y hablando desatinadamente, a
otros presa de una completa insensibilidad, a otros nunca satisfechos y siempre
sedientos de cosas imposibles a causa de la pobreza de su saber; a otros, a la inversa,
alborozados y alegres, y a otros realmente desnudos.

6. Ahora bien, la causa del hablar desatinadamente 6 no es otra que la dañosa falta de
educación; y no me refiero a la inexperiencia en educación sino a la aversión hacia ella.
La insensibilidad, a su vez, es causada por la insidiosa y ciega 7 ignorancia; la
voracidad, por la más penosa de las pasiones, el apetito;8 la alegría por la adquisición y
práctica conjuntamente de la virtud; la desnudez por muchos factores: por incapacidad
para la distinción de los principios opuestos; por inocencia y simplicidad de costumbres;
por la verdad, que es una fuerza que descorre el velo de la obscuridad que envuelve a las

128
cosas poniendo al descubierto unas veces la virtud, otras el vicio.
6
O delirar presa de locura.
7
Epítetos ambos que se explican en 150-163.
8
Apetito de placeres, concupiscencia.

7. Porque no es posible desnudar simultáneamente a ambos, como tampoco lo es el


vestirlos a la vez, pues cuando alguien rechaza a uno de ellos por fuerza adopta y recibe
al otro.

8. Según una vieja historia,9 cuando Dios reunió el placer y el dolor, sensaciones en
pugna por naturaleza, bajo una sola cabeza, las preparó para ser sentidas en tiempos
diferentes, no en el mismo momento, estableciendo que el destierro de uno señalara el
retorno del opuesto. De idéntica manera, de una misma raíz, es decir, de nuestra facultad
rectora,10 brotan sendos vástagos, el de la virtud y el del vicio, mas no germinan ni dan
frutos en el mismo momento.
9
Platón, Fedón 60 b.
10
La inteligencia.

9. En efecto, cuando uno de ellos pierde las hojas y se marchita, el contrario comienza a
germinar y reverdecer; de modo que cabe considerar que cada uno de ellos se aparta sin
poder soportar la prosperidad del otro. Éste es el motivo por el que con toda razón
presenta Moisés como simultáneas la partida de Jacob y la llegada de Esaú. "Ocurrió",
dice, "que cuando partió Jacob llegó su hermano Esaú". (Gen. XXVII, 30.)

10. Es que, mientras la prudencia descansa en el alma y se pasea en ella, todo amigo de
la insensatez estará apartado fuera de sus limites; mas, cuando aquella se retira a otro
sitio, la insensatez retoma gozosa porque ya no habita la misma zona la insoportable
enemiga por cuya causa había sido desterrada y vivido en el exilio.

11. III. Queda, pues, dicho cuanto convenía decir sobre, lo que podemos calificar de
preliminares de nuestro tratado. Ahora expondremos las demostraciones de cada uno
comenzando por desarrollar la relativa al primero de ello?. Decíamos que la causa del
hablar desatinadamente y del cometer faltas es la carencia de educación, tal como la
abundante libación de vino puro lo es de la insensatez de muchísimos.

12. La falta de instrucción, en efecto, sí hemos de decir la verdad, es la causa original de


los errores del alma y de ella, como de una fuente, brotan las acciones de la vida
incapaces de producir corriente alguna de agua potable y saludable para nadie en
absoluto, y productoras, en cambio, de agua salada, causa de enfermedad y destrucción
para los que la beben.

13. Así pues, es contra los carentes de educación y disciplina contra los que siente
ansias mortíferas el legislador más quizá que contra otra persona alguna. La prueba es
ésta. ¿Quiénes entre los hombres y también entre las otras especies de seres animados
son los protectores, no tanto por hábito adquirido cuanto por disposición natural? Ni un
anormal diría que ese papel no corresponde a los padres; ya que por ley natural el que
engendra se preocupa instintivamente de cuidar siempre al engendrado y procura la
salvación y perpetua conservación de éste.

14. IV. Ahora bien, cuando Moisés se inclina porque aquellos que necesariamente

129
debían asumir la defensa de alguien, vale decir, su padre y su madre, se conviertan en
sus acusadores a fin de que su ruina provenga solamente de aquellos de los que cabía
esperar su salvación, manifiesta su decidida opinión de que aquellos a los que la
naturaleza tiene reservado el papel de defensores se conviertan en enemigos. Dice,
efectivamente: "Si alguien tuviere un hijo indócil y rebelde, que no escucha la voz de su
padre y de su madre, y ellos lo disciplinaren sin que él les obedeciere, su padre y su
madre le echarán mano y lo conducirán ante el consejo de ancianos de su ciudad y hasta
la puerta de su sede, y dirán a los hombres de su ciudad: 'Este hijo nuestro es indócil y
rebelde; no obedece nuestra voz» paga contribuciones 11 y es borracho'. Los hombres de
la ciudad lo apedrearán y así quitarás al malvado de entre vosotros.'" (Deut. XXI, 18 a
21.)
11
Paga contribuciones para financiar francachelas y giras a escote; tal es lo que significa
el término symbolokópos. Una traducción libre del mismo es: lleva una vida de derroche
y desenfreno. Pero Filón lo toma evidentemente, en su sentido literal, según se
desprende de lo que dice en el parágrafo 20, por lo que he preferido traducirlo
literalmente, aunque suene algo extraño.

15. Cuatro, son, según esto, las acusaciones: desobediencia, rebeldía, pago de
contribuciones y ebriedad. Pero la más importante es la última, a la que se llega
gradualmente a partir de la primera, la desobediencia. En efecto, cuando el alma ha
comenzado por desobedecer a las riendas y se ha deslizado a través de la disputa y la
rivalidad,. llega al límite extremo: la embriaguez, origen de la enajenación y la locura.
Es preciso que consideremos estas acusaciones. una a una y observemos su fuerza a
partir de la primera.

16. V. Está reconocido, sin que quepa duda, que el acatamiento y la obediencia a la
virtud es cosa noble y provechosa y, consecuentemente, que, a la inversa, el
desobedecer a ella es vergonzoso y perjudicial más allá de toda medida. Mas sumadas la
desobediencia y la rebeldía encierran el máximo de ruindad. Porque el desobediente es
menos miserable que el pendenciero, puesto que no pasa de ser un despreciador de las
órdenes recibidas; en tanto que el otro se empeña además en llevar a cabo las acciones
contrarias a esas órdenes.

17. Pero examinemos los comportamientos.12 Si la ley, tomando un caso- al azar, manda
honrar a los progenitores, el que no los honra es un desobediente; el que los deshonra
positivamente es un rebelde. Otro caso: lo justo es salvar a la patria y el que se anda con
titubeos acerca de esto debe ser calificado de desobediente; el que además está
determinado a traicionarla ha de ser considerado disputador y pendenciero.
12
Es decir, las actitudes que caben en las distintas situaciones según ambos modos de
ser o proceder: desobediencia y rebeldía.

18. El que no tiene una gentileza para con su prójimo por contradecir al que afirma que
se debe ayudar, es un desobediente; el que además de no brindar ayuda causa el mayor
daño posible, lleva en sí al espíritu de disputa, que le mueve a cometer incurables
errores. A su vez, el que no se ocupa de los sagrados ritos ni de las otras prácticas que se
refieren a la piedad, desobedece a las prescripciones que la ley y la costumbre
determinan al respecto; en cambio, la actitud de quien se inclina hacia lo contrario, vale
decir, hacia la impiedad y se convierte en factor de ateísmo, es un caso de rebeldía.

19. VI. Rebelde era el que dijo: "¿Quién es Él para que yo Le obedezca?"; y otra vez:

130
"No conozco al Señor." (Ex. V, 2.) En la primera de estas afirmaciones establece que no
hay Dios; en la segunda, que, aunque existe, no es conocido; aserto que presupone la
inexistencia de la providencia, porque, si existe una providencia, también Dios debe ser
conocido.

20. Pagar contribuciones o cuotas para tener parte en la adquisición de la más excelsa de
las posesiones, la prudencia, es cosa laudable y provechosa; el hacerlo con miras a la
posesión del supremo mal, la insensatez, es perjudicial y reprensible.

21. Y nuestras contribuciones para el logro de lo más excelso consisten en un deseo de


virtud, un celo por las cosas nobles, una aplicación constante, una persistente
ejercitación, interminables y tenaces labores; mientras las que tiene por objeto lo
contrario son el desenfreno, la indolencia, la lujuria, el afeminamiento, y una vida
completamente desarreglada.

22. Es posible ver a los que compiten en la palestra de la embriaguez y a diario se


preparan y disputan los certámenes de la glotonería, aportando contribuciones con un
fin aparentemente provechoso, pero perjudicándose completamente tanto en su dinero
como en sus cuerpos como en sus almas. En efecto, al contribuir con esos aportes
merman sus bienes; por su vida muelle debilitan y enervan las fuerzas de sus cuerpos; y
anegando sus almas por el exceso de alimento, como con un torrente invernal, la fuerzan
a precipitarse a un abismo.

23. De manera análoga cuantos aportan cuotas para la destrucción de la educación.


perjudican a su elemento de máxima jerarquía, vale decir, a la inteligencia, privándola
de sus salvaguardias, la prudencia y la templanza, la fortaleza y la justicia. Por eso,
pienso yo, Moisés. emplea un nombre compuesto: "que-corta-contribuciones",13 para
poner más claramente de manifiesto lo significado, puesto que quienes aportan
contribuciones o cuotas, si se nos permite la expresión, contra la virtud, rompen,
fraccionan y cortan hasta arruinarlas por completo a las almas dóciles y amantes de la
instrucción.
13
Efectivamente, el ya citado término symbolokópos = que pagas contribuciones, es una
palabra compuesta de symbolé = contribución, y kope = incisión, corte, aunque el
sentido etimológico no se conservó en el vocablo.

24. VII. Así, sobre el sabio Abraham leemos que "retornó de la derrota14 de
Codorlaomor y de los reyes que con él estaban" (Gen. XXV, 18); y sobre Amalee, que
"corta la retaguardia" (Deut. XXV, 18) del que se ejercita; hechos ambos que
concuerdan con la realidad de las cosas, por cuanto los opuestos son recíprocamente
hostiles y siempre uno procura la ruina del otro.
14
Literalmente: del corte. Es imposible advertir en la traducción española la relación
entre la idea de cortar implícita, según Filón (ver la. nota anterior), y el contenido de la
cita bíblica. Dicha relación resulta del hecho de que el sustantivo kope = incisión, corte,
significa figuradamente matanza, derrota, descalabro.

25. Pero, además al que aporta esas contribuciones puede hacérsele, y éste es el cargo
más importante, la imputación de que no sólo se ha propuesto obrar incorrectamente
sino también sumarse a las malas acciones de otros, decidido a tomar la iniciativa él
mismo en ciertas malas prácticas: y además a consentir en las iniciadas por otros, de
modo que, estando la causa de sus errores tanto en su propia naturaleza como en la

131
enseñanza recibida, ninguna esperanza valedera de salvación le queda. Su conducta
viola la ley que dictamina: "No te entregues al mal en compañía de la muchedumbre."
(Ex. XXIII, 2.)

26. En efecto, el mal es realmente múltiple y de inmensas consecuencias 15 en las almas


de los hombres; el bien, en cambio, es limitado l6 y escaso. Es, pues, sumamente
provechosa la advertencia de que no nos mezclemos con la multitud, con la que está el
pecado, sino con los menos, en cuya compañía se obra rectamente.
15
El primer elemento, poly, de ambos adjetivos, polykhoun = múltiple, y polyphóron =
de muchas o grandes consecuencias, permite a Filón relacionarlos con la muchedumbre
(pollón, de polys = mucho), del pasaje citado.
16
Limitado en cantidad de adeptos o practicantes, es decir, patrimonio de pocos.

27. VIII. El cuarto y mayor cargo fue el de la embriaguez, no de una embriaguez


atemperada sino de una muy intensa. Decir "arder con el vino" 17 es como decir que el
veneno causante de la insensatez, vale decir, la ignorancia, se ha encendido, arde y
llamea sin poderse apagar jamás y consumiendo incesantemente y por completo al alma
envuelta en llamas y destruida por el fuego.
17
El verbo empleado en el pasaje bíblico es oinophlygeín = ser aficionado a
embriagarse, ser un borracho. Es un término compuesto de óinos = vino, y phlyzein =
brotar o fluir en abundancia, por lo que literalmente significa algo así como rebosar o
manar vino; pero Filón lo asocia con el verbo phiégein (como si fuera oinophiégein) =
encender, incendiar, y así saca las conclusiones que siguen.

28. Naturalmente, luego vendrá el castigo purificando cada baja tendencia de la


inteligencia. Dícese, en efecto: "Quitarás al malvado", no de una ciudad, región o
nación, sino "de entre vosotros" (Deut. XXI, 21); ya que es en nosotros mismos donde
se encuentran. agazapados los reprochables y culpables pensamientos, los que, cuando
son ya incurables, debemos cortar y destrozar.

29. Justo es, pues, que quien es desobediente y rebelde, quien. además provee en forma
de persuasivos argumentos contribuciones y cuotas para dar por tierra con las cosas
nobles, inflámase con el vino puro, hállase ebrio en la virtud y la ofende-con sus
monstruosas borracheras, tenga por acusadores a los que otros tienen como aliados, es
decir, a su padre y a su madre; y que experimente una completa destrucción para
advertencia y llamado a la reflexión de aquellos que están en condiciones. de ser
salvados. 30. Ahora bien, en la expresión no se establecen distinciones entre los títulos
de padre y madre, pero sus. alcances son distintos. Por ejemplo, diremos sin rodeos y
con. toda razón que el Artífice que construyó este mundo es al mismo tiempo padre de
lo creado, en tanto que su madre es la sabiduría del Hacedor, con la cual Dios se unió,
aunque no a la manera humana, y engendró la creación. La sabiduría, habiendo recibido
la Divina simiente, concluidos los dolores del parto dio a luz al único amado hijo
sensible,18 es decir, este mundo que vemos.
18
Único hijo sensible o aprehensible por los sentidos, el kósmos aisthetós; pero no el
único hijo, ya que también creó el kósmos noetós, el mundo aprehensible solamente por
la inteligencia. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios, 31.

31. En las páginas de uno de los miembros del Divino coro, la sabiduría es presentada
hablando acerca de sí misma de esta manera: "Dios me poseyó antes que todas las otras
obras suyas y echó mis fundamentos antes de las edades." (Proverbios VIII, 22.) Así es,

132
todo lo que llega a ser engendrado es posterior a la madre y nutriz de todas las cosas.

32. IX. Ahora bien, ¿quién sería capaz de enfrentar una acusación de estos padres? Ni
siquiera una atemperada amenaza o una suavísima reprensión podría nadie soportar.
Nadie, en verdad, es capaz de contener la inagotable multitud de Sus dones, ni siquiera
lo podría contener el mundo, el que, contra lo que cabría esperar, cual una pequeña
cisterna, en seguida será anegado por la corriente que proviene de la fuente de las
Divinas gracias y desbordará. Ahora bien, si no somos capaces de recibir Sus
beneficios, ¿cómo soportaremos la fuerza de Sus castigos en caso de sobrevenirnos?

33. Mas en la presente consideración hemos de dejar de lado lo referente a los Padres
del universo. Ahora indagaremos lo concerniente a los discípulos y amigos de ellos,
discípulos y amigos a los que les ha sido asignado el cuidado y la guía de todas las
almas que no son ni ignorantes ni groseras. Pues bien, afirmamos que el padre es la
masculina, perfecta y recta razón, en tanto que la madre es el curso regular de la
educación intermedia y de cultura general;19 y es noble y conveniente atenerse a sus
disposiciones como un hijo se atiene a las de sus progenitores.
19
Interpretación alegórica III, nota 85, sobre la enkyklios paidéia. En cuanto al carácter
masculino que Filón atribuye a la razón, recuérdese la ingenua simpleza con que nuestro
autor se atiene a las características del idioma griego, en el que lógos == razón, es de
género masculino.

34. La prescripción de la recta razón, es decir, el padre, es seguir y ajustarse a la natu-


raleza en procura de la verdad desnuda y descubierta. La educación, la madre, nos
prescribe atenemos a las normas establecidas por las legislaciones, las que han sido
dictadas en diferentes ciudades, naciones y países por los primeros que optaron por la
opinión antes que por la verdad.

35. Cuatro son las clases en que se pueden distribuir los hijos de estos padres. Los de la
primera obedecen a ambos; los de la segunda, al contrario, no acatan las disposiciones
ni del uno ni de la otra; y cada uno de los dos restantes hace la mitad de lo que hacen
aquéllos. Uno de ellos resulta muy amante de su padre y se atiene a sus mandatos
haciendo, en cambio, caso omiso de su madre y de las recomendaciones de ella; el otro,
por el contrario, se muestra amante de su madre y la sirve en todo, pero pasa por alto
completamente las decisiones de su padre. El primero, por lo tanto, llevará el trofeo de
la victoria sobre todos; el opuesto se verá envuelto en la derrota y la destrucción
juntamente, y cada uno de los restantes se llevará un premio, uno el segundo, otro el
tercero; el segundo, aquel que obedece al padre; el tercero, aquel que obedece a la
madre.

36. X. Jetró,20 plasmado de vanidad, adaptado en el más alto grado a una ciudad y
organización de hombres que en confusa turba son arrastrados aquí y allí por vacías
opiniones, es el más claro representante de la clase amante de la madre, clase que se
atiene a las opiniones de la multitud y admite toda clase de transformaciones de
conformidad con las múltiples aspiraciones de la vida, tal como el egipcio Proteo,21
cuya verdadera forma permaneció desconocida por estar en su naturaleza el convertirse
en cada una de las cosas que hay en el universo.
20
Ver Sobre la agricultura, 43, y Sobre el cambio de nombres, 103.
21
Mítico hijo o servidor de Posidón, que fue rey de Egipto y vivía en la isla de Faro.
Poseía, según la leyenda, el poder de transformarse en cuantas ocasiones quisiera, y se

133
cuenta que hizo múltiple uso de este don para escapar a Menelao, que lo apresó cuando,
al retomar de Troya, los vientos lo llevaron hasta Egipto.

37. En ciertas ocasiones el sabio Moisés convocaba a todo el pueblo del alma a la
piedad y honra de Dios y le enseñaba las prescripciones y santísimas leyes. Dice, en
efecto: "Cada vez que entre ellos sobreviene una disputa y acuden a mí, yo discierno
entre ellos y les comunico las prescripciones de Dios y Su ley." (Ex. XVIII, 16.) Pues
bien, estando en ello se presenta el vanidoso Jetró, ajeno a los secretos de los Divinos
bienes, y familiarizado, en cambio, al máximo con las cosas humanas y corruptibles, y
que en plan de demagogo redacta leyes en contradicción con las de la naturaleza, pues
su mirada está puesta en la apariencia en tanto que las leyes de la naturaleza trasuntan la
realidad misma.

38. Con todo, compadecido aun de éste y apiadado de su extravío inmenso, piensa
Moisés que es conveniente instruirlo mejor y persuadirlo para que se desprenda de las
vacías opiniones y se ajuste con firmeza a la verdad.

39. En efecto, son sus mismas palabras las que aseguran que» apartando y separando de
la inteligencia la vacía vanidad, nos aproximamos al lugar donde se halla la sabiduría,
lugar que pasa a ser nuestro a través de las revelaciones y declaraciones. Divinas. "Ven
con nosotros", dice, "y te beneficiaremos" (Núm-X, 29), 'puesto que dejarás de lado la
opinión, que es la cosa. más dañosa que existe, y ganarás la verdad, la cosa más
provechosa'.

40. Con todo, aunque bien impresionado por palabras tales, Jetró no hará caso de lo que
se le ha dicho y en modo alguno ni en parte alguna irá en pos del saber; antes, volverá
sobre sus pasos y retornará hacia la vacía vanidad que le es propia. "No iré", leemos que
dice a Moisés, "sino me volveré a mi tierra y mi familia" (Núm. X, 30); vale decir,
volverá a la infidencia de la falsa opinión, que le es familiar, puesto-que no ha
aprendido en qué consiste la verdadera fe, tan dilecta para los hombres de verdad.

41. XI. Y así es: cuando, deseando manifestar piedad, dice: "Ahora me doy cuenta de
que el Señor es grande entre todos los dioses" (Ex. XVIII, 11), no hace sino formular
contra sí mismo el cargo de impío ante los. hombres que saben cómo se debe juzgar.

42. Éstos le dirán: "¡Blasfemo!, ¿es ahora cuando vienes a darte cuenta de la grandeza
del Guía del universo; antes no lo habías aprendido?" ¿Habías hallado antes, por
ventura, a alguno más antiguo22 que Dios? ¿Acaso las excelencias de los padres no son
conocidas por sus hijos antes que las de todos los otros seres? ¿Y no es el Fundador y
Padre del universo quien lo preside desde su origen? Luego, no nos vengas con que has
llegado a saberlo ahora; porque, si no lo sabías desde el principio de tu existencia,
tampoco lo sabes ahora.
22
Y a la vez, más venerable, pues el término presbíteros encierra ambos: significados.
Pero Filón hace hincapié ahora en la antigüedad de Dios, pues . su argumentación tiende
a probar lo absurdo de afirmar que sólo "ahora"" haya venido Jetró a conocerlo.

43. Pero no es menor el cargo que cae sobre ti por falseamiento de la verdad al
comparar dos cosas incomparables y decir que reconoces la grandeza del Que Es frente
a la de todos los dioses. Si conocieras realmente al Que Es no hubieras supuesto que
dios alguno fuera de Él tenga poderes propios.

134
44. Porque, así como al elevarse el sol, la compacta claridad que de él se derrama oculta
de nuestras miradas los restantes astros; del mismo modo, cuando ante la mirada de
nuestra alma resplandecen los rayos perceptibles por la inteligencia, rayos sin mezcla,
purísimos y visibles a infinita distancia, que emite la resplandeciente estrella que es
Dios, aquélla no puede ver otra cosa alguna, ya que, cuando el conocimiento del Que Es
23
ilumina, todo lo envuelve de luminosidad, y toma casi invisibles las cosas que
parecían más luminosas de por sí.
23
Es decir, cuando conocemos al Que Es.

45. Nadie, por lo tanto, tendría el descaro de comparar al verdadero Dios con los
falsamente llamados dioses, si verdaderamente Lo conociera. Mas tu ignorancia acerca
del Único ha engendrado la opinión según la cual hay muchos dioses, cuando la verdad
es que no existen".

46. XII. El mismo punto de vista sustenta todo aquel que ha rechazado las cosas del
alma y puesto su admiración en las del cuerpo y en las exteriores, cosas que con sus
variados colores y formas traman engaños para la fácilmente seducible sensibilidad.

47. Labán es el nombre que da el legislador a tal hombre, el que, no acatando las
verdaderas normas de la naturaleza, proclama con falsía las creadas por los hombres
afirmando: "En nuestra región no ocurre así; no se da24 la menor antes que la mayor."
(Gen. XXIX, 26.)
24
No se da en matrimonio.

48. Éste piensa que debe guardar el orden del tiempo y considera justo que pasen a
nuestra compañía primero las cosas más viejas y después las más recientes. Mas el que
se ejercita en el saber,25 conociendo que existen naturalezas intemporales.26 desea
primero las más recientes y luego las más antiguas. Y cuenta en apoyo de su parecer
también con las normas relativas a la formación del carácter. En efecto, es preciso que
los que se ejercitan se familiaricen primero con la instrucción "más joven" para estar
luego en condiciones de aprovechar firmemente la instrucción más perfecta.
25
Jacob.
26
Es difícil precisar a ciencia cierta qué quiere significar Filón con esto, pero
indudablemente se está refiriendo al plano ético, en el que el tiempo carece de la
vigencia que lo caracteriza en el plano físico.

49. Por eso hasta hoy los amantes de lo noble y elevado no llegan a las puertas de la
hermana mayor, es decir, de la filosofía, sino después de haber conocido a las hermanas
menores, vale decir, la gramática, la geometría y toda la instrucción que se adquiere en
los estudios de cultura general, ya que éstas sirven de intermediarias entre la sabiduría y
aquellos que anhelan con sinceridad y honestidad alcanzarla.

50. Labán, en cambio, intriga en el sentido opuesto, deseando que nos quedemos
primero con la mayor, no con la intención de que la poseamos firmemente, sino a fin de
que, luego seducidos por los hechizos de la más joven, dejemos de lado nuestro deseo
de la otra.

51. XIII. Y esto más o menos es lo que ocurre a los más de los que no han utilizado la
recta vía para su formación. En efecto, ya desde los mismos pañales, si se me permite la

135
expresión, se lanzan en procura del más perfecto de los estudios, o sea, la filosofía. Y
cuando enfrentan los inconvenientes que resultan de su ignorancia casi absoluta en lo
que a los estudios de cultura general se refiere, propónense alcanzarlos tarde y con
dificultad. Y entonces, descendiendo desde la mayor y más antigua rama para
contemplar las inferiores y más recientes, envejecen en compañía de ellas de modo que
ya no pueden retomar al lugar de donde se habían lanzado.

52. Es por eso, pienso yo, por lo que Labán dice: "Pon fin a la semana de ésta" (Gen.
XXIX, 27); lo que equivale a 'No sea eterno para ti el bien del alma; antes, tenga límites
y acabamiento para que también llegues a alcanzar la compañía de una más joven clase
de bienes, en la que están reunidas la belleza, la fama, la riqueza y las otras cosas
semejantes'.

53. Mas Jacob no promete ponerle fin, sino acuerda "llenarla" (Gen. XXIX, 28), vale
decir, no cesar jamás de ocuparse de lo que contribuye a su acrecentamiento y plenitud,
y unirse a ella en todo lugar, aunque infinitas fuerzas lo empujaren y arrastraren en
opuesta dirección.

54. Que a las costumbres se atienen más las mujeres que los hombres me parece
establecerse de manera completamente clara en las palabras de Raquel, la admiradora de
las cosas sensibles solamente. Dice, en efecto: "No lo tomes a mal, señor; no puedo
ponerme de pie en tu presencia pues me pasa lo que acostumbra pasar a las mujeres."
(Gen. XXXI, 35.)

55. Vemos, pues, que es propio de las mujeres el atenerse a las costumbres.
Ciertamente, la costumbre es propia del alma débil y femenina. La naturaleza es propia
de los hombres y seguir a la naturaleza es lo que corresponde al vigoroso y
verdaderamente masculino discernimiento.

56. XIV. Y no puedo sino asombrarme ante la franqueza del alma que reconoce en
coloquio consigo misma 27 que no puede acometer contra los bienes aparentes, y se
queda pasmada ante cada uno de ellos, los honra y los prefiere casi a sí misma.
27
La respuesta de Raquel a Labán (Gen. XXXI, 35) simboliza para Filón la confesión
que el alma se hace a sí misma de su impotencia para levantarse frente a los bienes
exteriores, personificados en Labán.

57. Porque, ¿quién de nosotros se opone a la riqueza? ¿Quién se apresta para la lucha
contra la gloria? ¿Quién entre los que todavía andan envueltos en vacías opiniones ha
alcanzado a sentir desprecio por los honores y las dignidades? Ninguno en absoluto.

58. Por cierto que, mientras ninguno de estos bienes está presente, entonces hablamos
con jactancia como amigos de la frugalidad, que nos procura una vida que se basta total-
mente a sí misma y es justa en sumo grado, vida propia de hombres libres y bien
nacidos; mas, cuando la esperanza de alguno de dichos bienes o solamente una pequeña
brisa de esperanza sopla sobre nosotros, nuestro error se pone en evidencia, puesto que
cedemos al instante, nos entregamos y no somos capaces de oponemos y rechazarlo.
Traicionados por los sentidos, objetos de nuestro amor, abandonamos toda alianza con
el alma y desertamos ahora no ya ocultamente sino al descubierto. Y no otra cosa, sin
duda, era lo que cabía esperar.

136
59. Es que a estas alturas prevalecen en nosotros "las costumbres de las mujeres" y ya
no somos capaces de limpiamos de ellas y huir hacia la residencia de los hombres, al
modo que, de acuerdo con la narración, lo hizo Sara, la inteligencia amante de la virtud.

60. Ésta, en efecto, es presentada en los oráculos como habiendo dejado atrás todas las
cosas de la mujer,28 cuando sufría los dolores del parto y estaba a punto de dar a luz a la
naturaleza autodidacta llamada Isaac.
28
Gen. XVIII, 11.

61. Dícese también que no tuvo madre, habiéndole cabido un parentesco exclusiva-
mente paterno sin vinculación con una madre, por lo que ningún lazo la ligaba a un
origen femenino. Dijo, en efecto, alguien: "Y es verdaderamente hermana mía de parte
de mi padre, pero no de parte de mi madre" (Gen. XX, 12); pues no procedía de la
materia sensible, siempre en proceso de reunión y de dispersión, a la que aquellos en los
que primero germinó el brote de la sabiduría llamaron madre, nodriza y aya de las cosas
creadas;29 sino de la Causa y Padre de todas las cosas.
29
Alusión a Platón, Timeo 49 a, 50 d, 51 a y 32 d.

62. Así, ella, elevándose por sobre todo el mundo de formas corpóreas y radiante de
dicha ante la felicidad que se halla en Dios, tomará como cosa de risa30 los afanes de los
hombres, tanto los que giran en tomo a los negocios de la guerra como los que se
refieren a los asuntos de la paz.
30
Alusión a Gen. XVIII, 12, donde se lee: "Sara se rió".

63. XV. Nosotros, en cambio, dominados ya por la nada varonil y femenina costumbre
relativa a los sentidos, las pasiones y las cosas de orden sensible, somos incapaces de
alzarnos contra ninguna de las cosas visibles y nos arrastramos, unos involuntariamente,
otros de grado, hacia todas ellas, aun hacia las más vulgares.

64. Mas, si nuestra hueste es convicta como incapaz de servir bajo las órdenes del padre,
tendrá, sin embargo, un aliado en su madre, vale decir, en la educación intermedia, la
que registra cuanto las costumbres y las opiniones avalan como justo en cada una de las
comunidades y establecen las diferentes legislaciones según los pueblos.

65. Pero hay quienes desdeñando las maternas prescripciones, abrazan con todo vigor
las paternas, y a éstos la recta razón los ha juzgado merecedores de la más alta
distinción, el sacerdocio. Si describimos sus acciones, en mérito a las cuales han
alcanzado este premio, posiblemente provoquemos la risa de muchos que están
engañados por las apariencias que fácilmente se presentan ante sus miradas, y no
alcanzan, en cambio, a penetrar en las potencias invisibles y ocultas en la sombra.

66. La razón de esa risa es que aquellos que tienen a su cargo las plegarias, los
sacrificios y todos los menesteres del templo son, y he aquí lo totalmente paradójico,
homicidas, fratricidas, asesinos de los seres que les son más familiares y queridos, a
pesar de que hubieran debido alcanzar sus cargos puros en sí mismos y puros en su
linaje, sin haber tenido contacto con crimen alguno involuntario y mucho menos
voluntario.

67. Leemos, en efecto: "'Mate cada uno a su hermano, cada uno a su vecino, cada uno a
quien es más allegado a él'. Y los hijos. de Leví hicieron lo que Moisés les había dicho,

137
y aquel día perecieron unos tres mil hombres del pueblo." (Ex. XXXII, 27 y 28.)

68. Y alaba Moisés a los que asesinaron tan gran multitud, diciendo: "Habéis hoy
llenado vuestras manos para el Señor, cada uno en su hijo o en su hermano, para que os
sea concedido el elogio." (Ex. XXXII, 29.) XVI. ¿Qué, pues, hemos de decir sino que
estos tales son convictos de conformidad con las normas vigentes entre los hombres
siendo su acusadora la política y demagógica madre, la costumbre; pero, en cambio, son
absueltos por las leyes de la naturaleza contando con el padre, vale decir, la recta razón
como aliado?

69. Claro está que, contra lo que algunos suponen, los sacerdotes no matan a seres
vivientes racionales, compuestos de alma y cuerpo, vale decir, a hombres, sino eliminan
de su inteligencia todas aquellas cosas que son familiares y amigas de la carne. Y lo
hacen porque entienden que conviene que aquellos que habrán de ser servidores del
único Sabio se separen de todas las cosas pertenecientes a la creación, y que las traten
como a enemigos con pésimas intenciones.

70. Por eso mataremos a nuestro "hermano"; no a un hombre sino al hermano del alma,
vale decir, al cuerpo; o, lo que es lo mismo, desligaremos al elemento amante de la
pasión y mortal. Mataremos también a nuestro "'vecino": como en el otro caso, no a un
hombre sino al coro y cofradía de los sentidos. Ésta es, a la vez, familiar y enemiga del
alma, y le tiende acechanzas y redes para que, anegada por el torrente de cosas
sensibles, no pueda jamás elevarse hacia el cielo ni alcanzar las divinas formas de las
naturalezas de orden intelectual. Mataremos además a nuestro "más allegado". Lo más
allegado a la inteligencia es la palabra hablada, la que mediante asertos verosímiles y
persuasivos instaura en nosotros falsas opiniones con miras a la ruina de lo más noble
que poseemos, la verdad.

71. XVII. ¿Cómo, entonces, no habríamos de combatir también a éste, sofista e impuro,
como es, condenándolo a la muerte que en su caso cabe; es decir, al silencio, pues el
silencio es la muerte de la palabra? De ese modo ya no será arrastrada la inteligencia por
los sofismas y en cambio, una vez. apartada completamente de los placeres de su
"hermano", el cuerpo, de las supercherías de los "vecinos", los sentidos situados a sus
puertas, y de las sofisterías de la "allegadísima" palabra, podrá, libre y sin trabas,
entregarse honradamente a todas las cosas intelectuales.

72. Esta inteligencia es aquella que "dice a su padre y a su madre", sus padres mortales:
"No os he visto" 'desde que vi las cosas de Dios'; aquella que "no reconoce a sus hijos"
desde que se convirtió en familiar de la sabiduría; aquella que "rechaza a sus hermanos"
(Deut. XXXIII, 9) desde que no fue ya rechazada ante Dios sino juzgada merecedora de
la total salvación.

73. Ésta es también la que "tomó la lanza",31 es decir, buscó y escudriñó los secretos de
la corruptible creación, cuya felicidad está atesorada en los alimentos y bebidas,
"penetrando", como dice Moisés, "en el horno", vale decir, en la vida humana ardiente y
encendida por lo excesos de las faltas e imposible de extinguir jamás; y entonces cobró
fuerzas para despedazar, por una parte, "a la mujer a través del vientre", en razón de que
ésta aparecía como causa de la generación, aunque en realidad su papel es más pasivo
que activo; y, por otra, "al hombre", vale decir, al discernimiento que va detrás de esta
opinión, que reviste a las naturalezas pasivas con los atributos que no corresponden sino

138
a la única Causa de lo que adquiere existencia, vale decir, a Dios.32
31
Ver Sobre la posterioridad de Caín, nota 74.
32
Difiere totalmente esta interpretación de Núm. XXV, 7 y 8, respecto de la
interpretación del mismo pasaje que expone Filón en Interpretación alegórica III, 242;
Sobre la posteridad de Caín, 183, y Sobre el cambio de los nombres, 108.

74. XVIII. Bien puede ser que también esta inteligencia sea juzgada como homicida por
muchos, y declarada convicta por las costumbres de carácter femenino; mas, en cambio,
en el concepto de Dios, el Guía y Padre universal, será tenida por digna de incontables
alabanzas y encomios, y de premios que no le podrán ser arrebatados; dos premios
inmensos y hermanos: la paz y el sacerdocio.33
33
Núm. XXV, 2 y 13.

75. Grandiosa y brillante obra es, en efecto, el poner fin al continuo guerrear que tiene
lugar en la vida que los más de los hombres tienen por objeto de sus afanes, y a la lucha
intestina que los deseos libran en el alma; y poder restablecer firmemente la paz. Y
también lo es el juzgar que ninguna otra cosa, ni la riqueza ni la gloria ni la honra ni el
mando ni la belleza ni la fuerza ni todas las otras ventajas corporales ni tampoco la
tierra o el cielo o el mundo entero, sino sólo la Suprema entre las causas es
verdaderamente merecedora de nuestro servicio y de la más alta pleitesía; y así alcanzar
la dignidad admirable y apetecible del sacerdocio.

76. He dicho "premios hermanos", y no sin razón, pues sé que ni sería sacerdote de
verdad quien en adelante revistiera como soldado en la guerra humana y mortal en la
que el comando de las divisiones compete a las vacías opiniones, ni puede haber-un
hombre pacífico que no esté sincera y llanamente al servicio del único Ser exento de
guerra y portador de eterna paz.

77. XIX. Tales son los que honran al padre y las cosas del padre y tienen en menos a la
madre y sus cosas. Por otra parte,. Moisés nos muestra también al hijo que está en
pugna con ambos progenitores y nos lo retrata cuando pone en su boca-estas palabras:
"No conozco al Señor y no dejaré partir a Israel." (Ex. V, 2.) Éste, a no dudarlo, se
opone no sólo a lo que la recta. razón determina respecto de Dios sino también a los
dictámenes de la instrucción con respecto a la creación, y trastorna completamente todas
las cosas.

78. La raza humana aún no se ha purificado de su maldad sin mezcla de bien, y hay por
ello todavía actualmente gente empeñada en no hacer francamente cosa alguna de las
que conducen a la piedad o de las que llevan a la unión; y amiga, en cambio, de la
impiedad y la incredulidad en materia de religión y sin fe en sus semejantes.

79. Éstos constituyen las mayores calamidades que emponzoñan. las ciudades, pues
controlan o más bien, si hemos de llamar a las cosas por su nombre, destruyen las cosas
privadas y públicas con su manía de intrigar. A éstos es preciso rechazarlos mediante
súplicas y sacrificios como una gran plaga, el hambre, la peste o algún otro mal que
envía el cielo, ya que acarrean grande calamidad a quienes los tratan. Por eso canta
Moisés la destrucción de los tales, destruidos por sus propios aliados,34 y tragados por el
diluvio de sus propias opiniones.
34
Presumiblemente la alegoría se refiere al Mar Rojo, aliado de los egipcios, pues
entorpecía el camino a los israelitas y sólo el milagro Divino impidió que se convirtiera

139
en una trampa mortal o barrera infranqueable.

80. XX. Hablemos, pues, a continuación también acerca de los que son enemigos de
éstos y han rendido honor a la educación y a la recta razón. Aquellos que se inclinaban
hacia uno solo de sus progenitores son, según vimos, nada más que participantes a
medias en el coro de la virtud. Éstos, en cambio, son excelentes observadores de las
leyes que su padre, la recta razón, ha establecido, y fieles administradores de las
costumbres que su madre, la instrucción, ha impuesto.

81. Han sido, en efecto, instruidos por la recta razón, su padre, en el honor que se debe
al Padre de todas las cosas; y por la instrucción, su madre, en cuanto a la seriedad con
que se han de encarar los principios aceptados como justos por convención y universal
consenso.

82. Un ejemplo es Jacob. El que practica y pasa su vida en las luchas por la virtud, se
aprestaba a cambiar los oídos por los ojos, las palabras por las obras y los progresos por
la perfección pues Dios en Su esplendidez quería dar ojos a su inteligencia para que
viera claramente aquello que antes aprehendía con el oído, pues la vista es más digna de
confianza que los oídos. En ese momento los oráculos proclamaron: "Tu nombre ya no
será Jacob, tu nombre será Israel porque te has mostrado fuerte con Dios y eres
poderoso con los hombres." (Gen. XXXII, 28.) "Jacob", pues, es nombre de aprendizaje
y progreso, ventajas que dependen del oído; "Israel", en cambio, es nombre de
perfección pues significa "visión de Dios".

83. ¿Y qué podrá haber más perfecto entre los bienes de la virtud que la visión del Que
realmente Es? Quien ha contemplado este bien queda bien conceptuado en la opinión de
sus padres pues ha hallado fuerza en Dios y poder entre los hombres.

84. Bien dicho está, creo yo, lo manifestado en los proverbios: "Preparen cosas
excelentes en presencia del Señor y de los hombres" (Proverbios III, 4), ya que es a
través de uno y otros juntamente como la adquisición del bien alcanza su perfección.
Porque, si has sido instruido en la observancia de las leyes de tu padre y en el acatar las
disposiciones de tu madre no tendrás temor de decir en alabanza tuya: "También he
llegado a ser sumiso ante mi padre y amado a los ojos de mi madre." (Proverbios IV, 3.)
XXI. Mas yo le diría a éste:35 ¿Cómo no habrás de ganarte el amor si observas por amor
a la humana unión las normas establecidas por las creaturas, y por amor y celo por la
piedad las prescripciones del Increado?
35
A quien pertenece a esta cuarta categoría de acatamientos.

85. Por eso Moisés, el intérprete de Dios, hará patente la perfección en ambos órdenes a
través de las sacras obras de la construcción del tabernáculo. No sin un bien meditado
propósito respecto de nosotros cubre, en efecto, el arca por dentro y por fuera con oro,36
asigna dos trajes al sumo sacerdote 37 y construye dos altares, uno fuera destinado a los
sacrificios rituales, otro dentro para la quema de incienso.38
36
Ex. XXV, 10.
37
Ex. XXVIII, 4.
38
Ex. XXVII, 1 y XXX, 1.

86. Es que corresponde que el hombre sabio esté adornado con la prudencia, que es más
preciosa que todo el oro, tanto dentro en las invisibles cosas del alma como en las cosas

140
exteriores, visibles para todos. Corresponde, asimismo, que, cuando ha abandonado ya
las humanas preocupaciones y sirve exclusivamente al Que Es, vista el traje sin ornatos
de la verdad, inmune a toda destrucción proveniente de las cosas mortales. La materia,
en efecto, de que está tejido es el lino y en su construcción no tiene parte ninguna
sustancia procedente de animales de naturaleza perecedera.39 Y es preciso, también que,
cuando pasa a la vida ciudadana, deje la vestidura de dentro y vista otra de variadísimo
aspecto y admirable en sumo grado para quien la contempla.40 Es que la vida, siendo
variada, como es, necesita que el piloto que controla el timón posea una sabiduría de la
máxima variedad.
39
Es decir, no entra la lana, producto de origen animal, en su confección.
40
Lev. XVI, 4 y 23-24.

87. Este piloto, ante el altar expuesto a las miradas, vale decir, ante la vida, aparentará
prestar mucha atención a la piel, la carne, la sangre y todas aquellas cosas que entran en
el círculo corpóreo, a fin de no atraer sobre sí el odio de los innumerables hombres que,
aunque asignan a las cosas del cuerpo un lugar secundario respecto de las del alma, con
todo las tienen conceptuadas como bienes. Mas, una vez ante el altar interno, sólo
echará mano a las cosas sin sangre, sin carne, incorpóreas y procedentes de la razón,
cosas semejantes al incienso y a las sustancias quemadas, pues así como éstas llenan las
narices de fragancia, aquéllas llenan de grato aroma todo el ámbito del alma.

88. XXII. Preciso es no ignorar tampoco que la sabiduría que es el arte de las artes,
parece cambiar adaptándose a los diferentes asuntos, mas su rostro verdadero aparece
inalterable para aquellos que ven con agudeza y no se dejan desorientar por la densa y
pesada envoltura que cubre su verdadera substancia, y distinguen los rasgos impresos
por el arte mismo.

89. Dicen ellos que Fidías, el conocido escultor, tomaba bronce, marfil, oro y otras
varias materias para hacer sus estatuas y en todas ellas imprimía los rasgos de un único
y mismo arte, al punto de que no sólo los conocedores sino también los totalmente
profanos reconocían al artista a través de sus obras.

90. Es que, así como la naturaleza empleando muchas veces la misma forma en cosas
gemelas ha estampado en ellas semejanzas que lindan con la identidad, así también el
arte perfecto, que es imitación y copia de la naturaleza, toma diferentes materias y
conforma e imprime en todas la misma forma, de suerte que por causa de la forma
especialmente sus obras resultan emparentadas y gemelas.

91. Esto mismo pondrá de manifiesto la potencia propia del sabio, la que aplicada a lo
concerniente al Que Es denomínase piedad y santidad; si se aplica al cielo y a las cosas
celestes, fisiología;41 si tiene por objeto el aire y cuantos procesos naturales resultan de
sus cambios y variaciones en las estaciones generales del año y en los períodos
particulares de los meses y los días, meteorología; si se ocupa de las normas que tienden
a encaminar rectamente la conducta humana, ética, cuyas formas particulares son la
política, que se ocupa de lo concerniente al estado; la economía, o cuidado relativo a la
casa; la simpótica o arte de los banquetes y fiestas; además del arte de la realeza relativo
al gobierno de los hombres; y la jurisprudencia, que trata de las prescripciones y
prohibiciones.
41
En el sentido etimológico de estudio de la naturaleza: physis = naturalesa, y lógos =
estudio o tratado.

141
92. Todos estos poderes: piedad, santidad, fisiología, meteorología, ética, arte de la
realeza, jurisprudencia y otros innumerables, abarca el sabio, quien, bajo múltiples
nombres y denominaciones legítimas, será visto en todos los casos bajo una única e
invariable forma.

93. XXIII. Habiendo discurrido acerca de las cuatro clases de hijos, no hemos de dejar
de lado aquello que constituirá la más clara prueba de que nuestra clasificación y
división tiene fundamentos correctos. Al hijo ensoberbecido e hinchado por su extravío
sus padres lo acusan diciendo así: "Este hijo nuestro", con lo que muestran su
desobediencia y rebeldía.

94. Porque, al decir "este" dejan en claro que también han engendrado otros, que
obedecen unos a uno, otros a ambos padres. Éstos son los raciocinios bien dotados de
los que es modelo Rubén; los sumisos y obedientes discípulos, cuyo ejemplo es Simeón,
pues "Simeón" significa oído; los que huyen hacia Dios y le elevan súplicas, vale decir,
la hermandad religiosa de los levitas; los que elevan el himno de acción de gracias no
tanto con sus voces cuanto con sus inteligencias, cuyo corifeo es Judá; los que, como
Isacar, han sido juzgados dignos de las recompensas y dones en premio a los trabajos
realizados en procura de la virtud; los que, con Abraham, han emigrado de la caldaica
contemplación de los fenómenos supraterrestres y se han abocado a la percepción del
Increado; los que, como Isaac, han adquirido la virtud sin mediación de prédica ni ajeno
magisterio; los plenos de coraje y fuerza, amigos de Dios, como Moisés, el
perfectísimo.

95. XXIV. Con fundado motivo, pues, el desobediente, rebelde y pagador de


contribuciones, vale decir, el que reúne y añade faltas tras faltas, grandes a las pequeñas,
nuevas a las antiguas, voluntarias a las involuntarias; y, como encendido por el vino, se
embriaga con una embriaguez incesante y continua de toda la vida y habla sin tino a
causa de haber bebido en gran cantidad la bebida pura de la insensatez; con fundado
motivo, digo, es juzgado por la sacra palabra digno de ser lapidado, puesto que ha
malogrado las prescripciones de su padre, la recta razón, y las normas de costumbre que
le había impartido su madre, la instrucción; y porque, a pesar de tener como modelo la
nobleza de sus hermanos, honrados por sus padres, no ha imitado la virtud de éstos y,
por el contrario, ha considerado justo pasar por sobre los mandatos.42 De este modo se
ha forjado un dios en su propio cuerpo, el dios de la vanidad, honrado entre los egipcios,
del que es símbolo el aparato del toro de oro,43 en torno del que formando coro cantan
los insanos mentales y se reúnen entonando un canto que nada tiene que ver con la gra-
tísima melodía que acompaña a las libaciones y festines durante las fiestas y
celebraciones regocijadas, siendo un verdadero canto fúnebre cual si se tratara de su
propio funeral, canto de hombres enloquecidos por el vino. que han perdido y arruinado
el vigor de sus almas.
42
La traducción del verbo prosepibáinein = pasar por sobre sus mandatos, es conjetural
pues el significado exacto del mismo es imposible de precisar. Los diccionarios dan
como acepciones: pasar por encima, prevaricar, hacer subir a.
43
Refiérese al toro Apis, del que Filón ve una réplica en el becerro de oro; tema de
Núm. XXXII.

96. Leemos, en efecto, que "en oyendo Josué los gritos del pueblo dijo a Moisés: 'Hay
voces de guerra en el campamento'. Y él44 le dice: 'No es voz de hombres que alzan el

142
grito de su poder ni voz de quienes alzan el grito de derrota; lo que oigo es la voz de
quienes gritan beodos'. Y cuando se aproxima al campamento ve el becerro y las
danzas." (Ex. XXXII, 17 a 19.) Determinemos en la medida de nuestras posibilidades
qué es lo que ocultan estas palabras. 97. XXV. Nuestro ser unas veces está sereno; otras
se entrega a impulsos y a los que podríamos llamar gritos extemporáneos; y en tanto que
la tranquilidad supone para él una paz profunda; el estado contrario le acarrea una
guerra sin cuartel.
44
Moisés.

98. Ningún testimonio es más digno de crédito que la propia experiencia. El que ha oído
la voz del pueblo que grita, dice al que observa y sigue el desarrollo de los acon-
tecimientos: "Hay voces de guerra en el campamento." Efectivamente, mientras los
irracionales impulsos no se agitan y vociferan en nosotros, la inteligencia se mantiene
firme y suficientemente asentada; mas cuando comienzan a llenar la región del alma con
variados sonidos y voces; cuando convocan a las pasiones y las estimulan, generan una
guerra intestina.

99. La expresión "la guerra en el campamento" es del todo correcta. Porque, ¿en qué
otro lugar se dan las disputas, los. combates, las hostilidades y cuantas obras son propias
de una terrible guerra, como no sea en la vida conforme con el cuerpo, vida a la que
alegóricamente llámase "campamento"? La inteligencia desea abandonar este
campamento cuando, llena de Divina inspiración, se halla en presencia del mismo Que
Es y contempla las incorpóreas formas ejemplares.

100. Leemos, en efecto, lo siguiente: "Moisés, habiendo tomado su tienda, la plantó


fuera del campamento", no cerca sino muy lejos, "a gran distancia del campamento".
(Ex. XXXIII, 7.) El sentido oculto de estas palabras es que el sabio emigra y se marcha
desde la guerra hacia la paz, desde el mortal y confuso "campamento" hacia la vida
divina, pacífica y tranquila de las almas racionales y felices.

101. XXVI. En otro pasaje se dice también: "Cuando haya salido de la ciudad elevaré
mis manos hacia el Señor, y cesarán las voces." (Ex. IX, 29.) No pienses en que la
persona que así se expresa es un hombre, vale decir, este compuesto animado, tejido,
encadenamiento, mezcla o como deba llamársele, de alma y cuerpo. No; trátase de una
inteligencia límpida y pura al máximo, que, mientras se halla encarcelada en la ciudad
del cuerpo y de la vida mortal, está detenida y forzada y confiesa abiertamente que,
como un prisionero en la cárcel, no puede ni siquiera aspirar un poco de aire libre; pero,
cuando haya salido de esta ciudad y sus pensamientos y reflexiones estén en libertad, tal
como si fueran las manos y los pies de un prisionero liberado, usará sus energías, libres
y sin trabas, de modo que los clamores de las pasiones sean sin pérdida de tiempo con-
tenidos.

102. ¿No son acaso estridentes los clamores con que el placer acostumbra a ordenar lo
que le place? ¿No es inacabable la voz con que el deseo dirige sus amenazas contra
aquellos que no se avienen a servirle? ¿No es retumbante y sonoro el lenguaje de cada
una de las pasiones?

103. Mas aunque cada una de ellas usara incontables labios y lenguas, en lo que los
poetas denominan grito de batalla, con todo, no podrán confundir los oídos del perfecto
sabio, quien ha pasado ya a otro sitio y no está dispuesto a vivir en adelante en la misma

143
ciudad que los otros.

104. XXVII. Cuando el que lo ha experimentado dice que acontece que en el


campamento corpóreo se escuchan las voces todas de la guerra, y que la tranquilidad,
amiga de la paz, ha sido alejada a gran distancia, la santa palabra asiente. No dice, en
efecto, que no hay voces de guerra, sino que no son tales como algunos las entienden,
vale decir, voces de vencedores o de vencidos, sino voces propias de quienes se sienten
agobiados y abrumados bajo los efectos del vino.

105. Las palabras: "No es la voz de quienes elevan el grito de su poder", equivale a 'No
es la voz de quienes han resultado vencedores en la guerra'. En efecto, la fuerza es el
origen de la victoria. Así, el sabio Abraham después de la derrota de los nueve reyes, es
decir, de las cuatro pasiones y las cinco facultades sensoriales, que se habían levantado
contra la naturaleza, nos es presentado elevando un himno de acción de gracias y
diciendo así: "Tenderé mi mano hacia Dios, el Altísimo, que creó el cielo y la tierra, si
llego a tomar desde un hilo hasta la correa de una sandalia de todas tus cosas." (Gen.
XIV, 22 y 23.)

106. Entiendo que a lo que alude con sus palabras es a todo lo creado: el cielo, la tierra,
el agua, el aire que respiramos, así como los animales y las plantas. A cada uno de ellos,
en efecto, aquel que ha dirigido las energías de su alma hacia Dios y sólo de Él espera
favores, puede decir como corresponde: "No tomaré ninguna de tus cosas, ni del sol la
luz del día, ni de la luna y los otros astros la luz nocturna, ni del aire y de las nubes las
lluvias, ni del agua y la tierra bebidas y alimentos, ni de los ojos la visión, ni de los
oídos el oír, ni de las narices olores, ni del jugo del paladar el gusto, ni de la lengua el
hablar, ni de las manos el dar, ni de los pies el avanzar o retroceder, ni de los pulmones
la respiración, ni del hígado la digestión, ni de las restantes vísceras las funciones
propias de cada una, ni de los árboles y retamas los frutos estacionales; sino todo del
único Sabio, que extiende Sus potencias benefactoras y por medio de ellas brinda sus
beneficios."

107. XXVIII. Aquel que ve al Que Es, conoce s. la Causa, y a las cosas de la que Él es
autor las honra sólo en un segundo plano de jerarquía reconociendo sin adulaciones lo
que a éstas corresponde. Este reconocimiento es completamente justo. "No tomaré nada
de vosotros", dice, 'de quien tomaré es de Dios, a quien pertenecen todas las cosas; lo
que no obsta para que tal vez lo haga a través de vosotros, ya que vosotros habéis sido
hechos instrumentos para administrar Sus inmortales gracias.'

108. Pero el hombre sin discernimiento, cuya inteligencia, única vía para llegar al
conocimiento del Que Es, se ha cegado, nunca ha conocido a Aquél en absoluto; solo a
las cosas materiales que hay en el mundo ha llegado a través de los sentidos su
conocimiento; y las ha concebido como causa de todo cuanto llega a existir.

109. Y ante eso, se ha puesto a fabricar dioses y ha llenado el mundo habitado de


estatuas de piedra y de madera, y con otras innumerables figuras hechas con diferentes
materias, y votando grandes premios y honores extraordinarios privados y públicos para
los pintores y los escultores, a los que nuestro legislador ha arrojado fuera de su co-
munidad,45 ha hecho lo contrario de lo que había esperado, es decir, en vez de santidad
ha producido impiedad.
45
Referencia a la prohibición de representar a la Divinidad en estatuas o pinturas.

144
110. El politeísmo, en efecto, engendra en las almas de los insensatos el ateísmo, y
aquellos que deifican las cosas mortales no se ocupan de honrara Dios. No ha sido
suficiente para éstos erigir estatuas del sol y de la luna, ni les bastarían, si optaran por
hacerlas, las de la tierra toda y de toda el agua; sino además han destinado a las
irracionales plantas y a los irracionales animales un honor que corresponde sólo a los
seres inmortales. Abraham fustiga a tales adoradores, cuando eleva su himno de
victoria, según se ha mostrado.

111. XXIX. Otro tanto ocurre con Moisés. Ha visto el rey de Egipto, vale decir, a la
inteligencia engreída con sus seiscientos carros de guerra,46 que no son otra cosa que los
seis movimientos del organismo corpóreo; carros preparados para los magnates que
viajan sobre ellos,47 los que, aunque no está en la naturaleza de ninguno de los objetos
creados la estabilidad, piensan que es preciso declarar que todos ellos están sólidamente
establecidos y que a ningún cambio están expuestos. Y ha visto también cómo esa
inteligencia soporta el castigo merecido por su impiedad y cómo, a la inversa, el
ejercitante48 ha escapado de las embestidas de sus enemigos y ha sido salvado a viva
fuerza cuando menos se esperaba; y ante ello eleva un himno a Dios, el justo y
verdadero Arbitro. El canto que eleva es sumamente adecuado y apropiado para tales
circunstancias. "Él ha arrojado al mar al caballo y al que lo montaba" (Ex. XV, 1); vale
decir, ha borrado de la vista a la inteligencia montada sobre los irracionales impulsos de
la cuadrúpeda y encabritada pasión, y se ha convertido en salvador y defensor del alma
capaz de ver,49 para agraciarla con una completa salvación.
46
Ex. XIV, 7. Seiscientos carros que, a los efectos de extraer su alegoría sobre los seis
movimientos propios de la corporeidad. Filón considera equivalentes a seis. Sobre los
seis movimientos ver Interpretación alegórica I, 4.
47
EX. XV, 4.
48
Epíteto aplicado ordinariamente a Jacob o Israel. Aquí designa al pueblo del que
aquél es epónimo, y alegóricamente a la inteligencia del hombre de bien que a través del
ejercicio o práctica de la virtud tiende a su perfección.
49
Capaz de ver o vidente, sentido del nombre "Israel" según Filón. 'la pasión es
"cuadrúpeda", pues cuatro son las especies en que se divide la pasión genérica. Ver
sobre la agricultura, nota 20.

112. También dirige Moisés el canto sobre la fuente, no solo-ya por la destrucción de
las pasiones sino además para poder alcanzar con fuerza invencible la más hermosa de
todas las adquisiciones, vale decir, la sabiduría, a la que compara con una fuente. Y en
verdad, la sabiduría no es superficial sino profunda y procura a las almas sedientas la
dulce corriente de lo noble, bebida utilísima y dulcísima a la vez.

113. Mas a ningún hombre de saber común le está permitido cavar esta fuente; solo a
los reyes. Por eso se dice: "La cavaron reyes." (Núm. XXI, 18.) Es que es propio de los
grandes jefes buscar y alcanzar la sabiduría; mas no de jefes que someten la tierra y el
mar sino de aquellos que con los poderes del alma han sometido a la abigarrada, confusa
e inquieta plebe de la misma.

114. XXX. Acontece que estos jefes tienen por seguidores y discípulos a aquellos que
dicen: "Tus servidores han practicado el recuento de los hombres que combatirán a
nuestro lado. Ninguno de ellos se ha manifestado disconforme. Hemos traído. al Señor
nuestro presente; cada hombre lo que ha hallado." (Núm. XXXI, 49 y 50.)

145
115. Parece, en efecto, que éstos también elevan un canto de triunfo en su deseo de los
perfectos poderes propios de los jefes; pues afirman que han tomado la suma, el número
mayor de los aspectos de la valentía. Trátase de combatientes por naturaleza. Listos para
marchar contra dos compañías enemigas, una guiada por la cobardía, mal de difícil
remedio; otra mandada por la osadía, fruto del frenesí bélico, sentimientos ambos
totalmente ajenos al buen discernimiento.

116. Muy bien dicho está que "ninguno ha manifestado disconformidad" con respecto a
su participación en la perfecta y total valentía. En efecto, así como la lira o cualquier
instrumento musical desentona aunque el sonido discordante no fuere más que uno, pero
su armonía es perfecta cuando con un solo golpe las cuerdas únense en la producción de
una misma sinfonía; de la misma manera, también el instrumento del alma es disonante
tanto cuando, tenso hasta lo más agudo, es forzado demasiado por la osadía-, como
cuando es relajado demasiado por la cobardía debilitándose hasta lo más grave; y es
armonioso, en cambio, cuando todos los sonidos de la valentía y de todas las demás
virtudes combínanse para producir una única armoniosa sinfonía.

117. El gran testimonio de esta sinfonía y armonía es el aserto de que ofrecieron el


presente a Dios, vale decir, de que honraron convenientemente al Que Es reconociendo
con toda franqueza que este universo es don de Él. 118. Es, en efecto, del todo correcto
decir que "lo que cada hombre halló, eso ofreció como presente". Cada uno de nosotros,
no bien nace, se encuentra con el gran presente de Dios, el universo en su totalidad,
presente que Él otorgó al mismo universo y a sus más excelentes partes.

119. XXXI. Hay también dones particulares, que corresponde sean otorgados por Dios y
recibidos por los hombres. Entre éstos están las virtudes y las obras correspondientes a
ellas. Su descubrimiento puede calificarse de intemporal en razón de la incomparable
prisa con que el Dador desea conferir Sus dones ante el universal asombro, incluso de
aquel que nada grande ha obtenido en otras cosas.

120. Por eso Isaac pregunta: "¿Qué es eso que has hallado al punto, hijo?"; y lo pregunta
movido por el asombro ante la celeridad con que Jacob había alcanzado la venturosa
disposición. El beneficiado respondió correctamente: "Es lo que Dios Soberano me ha
concedido." (Gen, XXVII, 20.) Las directivas e instrucciones son, en verdad, lentas
cuando proceden de los hombres, pero aceleradísimas cuando vienen de Dios; más
veloces aún que el velocísimo movimiento del tiempo.

121.50 Ahora bien, hemos mencionado a aquellos que presiden el canto del vigor y el
poderío, los guías del coro que canta el himno de victoria y de acción de gracias; pero
están también los otros, los que presiden el canto de la debilidad y la derrota, los guías
del coro que se agita entre convulsas lamentaciones de derrota. A éstos, más que
censurarlos, es preciso compadecerlos como a quienes tienen sus cuerpos fatalmente
postrados por naturaleza, y la desgracia de su enfermedad resulta un poderoso obstáculo
para su restablecimiento.
50
Retoma Filón el tratamiento del pasaje citado en 96.

122. Pero no todos han caído involuntariamente porque la vitalidad de sus almas
estuviera demasiado apagada y por haber sucumbido ante el empuje excesivamente
vigoroso de sus contrarios. No; algunos han caído porque, imitando a los esclavos

146
voluntarios, no obstante ser libres por ascendencia, se han entregado de grado a crueles
amos. Por eso, y he aquí lo paradójico, no pudiendo venderse a sí mismos, adquirieron
amos comprándolos, con lo que no han hecho sino lo mismo que hacen los que beben
insaciablemente hasta embriagarse.

123. En efecto, éstos, con plena conciencia, sin haber sido forzados, beben vino puro; y
también en esas condiciones, es decir, con plena conciencia, aquéllos eliminan la
sobriedad de su alma y eligen el delirio,. Por eso dice Moisés: "Lo que oigo es la voz de
quienes cantan beodos", vale decir, "no la de quienes han aceptado contra su voluntad la
locura, sino la de quienes están poseídos de frenética locura en la que han caído a
sabiendas".

124. XXXII. Ahora bien, todo el que se aproxima al campamento "ve el becerro y los
coros", como el mismo Moisés lo indica. Así es: cuantos con deliberado propósito
intentamos establecernos junto al campamento del cuerpo, nos encontramos solo con la
vanidad y con los integrantes de los coros de la vanidad, pues muy lejos del cuerpo
acostumbran habitar aquellos que aman contemplar y desean ardientemente ver las
cosas incorpóreas, en razón de que se abocan a la práctica de la modestia.

125. Suplica, pues, a Dios que nunca te conviertas en corifeo 51 de beodos, vale decir,
que nunca tomes voluntariamente la iniciativa en el camino de la indisciplina y de la
insensatez. Porque las faltas involuntarias son faltas a medias y más leves, ya que no
llevan en sí el peso del reproche inequívoco de la conciencia.
51
Juego de palabras intraducible al español entre exárkhontes = que elevan, o entonan
(un canto), y éxarkhos =: director de coro o corifeo.

126. Mas, si estuvieren colmadas tus súplicas, no podrás ya permanecer en tu condición


de simple particular y obtendrás el sacerdocio, el cargo más elevado entre todas las
dignidades. En efecto, es cometido casi exclusivo de los sacerdotes y servidores de Dios
el hacer la ofrenda de la sobriedad y resistir con mente firme a la bebida y a todo otro
motivo de demencia.

127. Dice, en efecto, el legislador: "Habló el Señor a Aarón diciéndole: 'No beberás tú
ni después de ti tus hijos vino ni bebida fermentada cuando entrareis en el tabernáculo
del testimonio o cuando os aproximareis al altar; y no moriréis'.- Perpetua norma para
vuestros descendientes es que hagáis distinción entre lo santo y lo profano, entre lo puro
y lo impuro." (Lev. X, 8 a 10.)

128. Ahora bien, Aarón es el sacerdote y su nombre significa "montañoso".52 Él es la


razón que discierne cosas elevadas y excelsas, ajena a la ampulosidad llena de jactancia
e hinchazón, y plena, en cambio, de la grandeza de la virtud, la cual eleva al
pensamiento más allá del cielo y no le permite discernir nada que no sea elevado. Así
dispuesta, ya no aceptará jamás voluntariamente la inteligencia ni vino puro ni droga
alguna que engendre demencia.
52
De donde extrae Filón la idea de elevación o altura, que le permiten las
consideraciones que siguen.

129. Es que su obligación es o entrar en procesión en el tabernáculo para cumplir los


invisibles ritos o aproximarse al altar para ofrecer sacrificios en acción de gracias por
los beneficios privados y públicos; y estos menesteres exigen sobriedad y gran presencia

147
de espíritu.

130. XXXIII. Aun interpretada literalmente esta prescripción no puede menos que
despertar admiración. Porque a no dudarlo, es decoroso que sean hombres sobrios y
dueños de sus actos los que tengan a su cargo las plegarias y los sacrificios; así como, a
la inversa, es ridículo que lo hagan quienes tienen el cuerpo y el alma enervados por el
vino.

131. Cuando los sirvientes se aprestan a presentarse ante sus amos, los hijos ante sus
padres y los subordinados ante sus superiores, han de tener la precaución de estar
sobrios, de modo de no incurrir en faltas ni de palabra ni de obras ni ser castigados por
haber menospreciado la dignidad de aquéllos, o, en el mejor de los casos, por haber
hecho el ridículo. ¿Y aquel que pretende servir al Guía y Padre universal, en vez de
remontarse por sobre los alimentos, las bebidas, el sueño y las demás necesidades
naturales, se inclinará, en cambio, hacia la lujuria y perseguirá una vida de libertinaje?
¿Tocará el agua santa, los altares o las víctimas de los sacrificios con los ojos
entorpecidos por la bebida, la cabeza extraviada, el cuello doblado oblicuamente,
eructando a causa de sus excesos, con todo el cuerpo viniéndose al suelo? No; ni
siquiera contemplar el fuego sagrado a la distancia le es lícito a un hombre en tal estado.

132. Mas, si aceptamos la idea de que aquí no se habla de un tabernáculo ni de un altar,


vale decir, de objetos visibles construidos de materia inanimada y perecedera, sino de
las invisibles concepciones de la inteligencia, de las que aquéllos no son sino símbolos
visibles, crecerá nuestra admiración ante tal prescripción.

133. En efecto, puesto que el Creador hizo tanto el modelo como la copia de todo,
también hizo el sello arquetipo de las virtudes y a la vez estampó la impresión en todo
semejante a aquél. Mientras el sello arquetipo es, pues, una incorpórea forma ejemplar,
la copia impresa, en cambio, es ya una cosa material, naturalmente perceptible por los
sentidos, aunque no relacionado de manera actual con la sensibilidad; tal como también
de la madera que hay en lo más profundo del océano Atlántico podemos decir que la
naturaleza la ha hecho para ser quemada, pero nunca será consumida por el fuego
puesto que el mar la cubre.

134. XXXIV. Aceptemos, pues, la interpretación según la cual el tabernáculo y el altar


son formas ejemplares: el primero, símbolo de la incorpórea virtud; el segundo, símbolo
de su imagen sensible. Ahora bien, es fácil ver el altar y lo que sobre él hay, pues está
construido fuera del recinto y el fuego que consume las ofrendas nunca se extingue, de
manera que no sólo de día sino también de noche está iluminado.

135. El tabernáculo, en cambio, y las cosas todas que hay en él son invisibles, no sólo
porque están situados en lo más interno y recóndito del santuario sino también porque,
según lo establece la ley, aquel que lo toca o mira movido por la curiosidad indiscreta es
castigado con la muerte, siendo inapelable tal sentencia, excepto si se trata de alguien
que está en perfectas condiciones y libre de todo defecto, no inquietado por pasión
alguna ni grande ni pequeña sino dotado de una naturaleza ordenada, completa y
perfectísima en todo.

136. A éste, en efecto, le está permitido entrar una vez" al año y observar lo que está
vedado a la vista de los demás, pues sólo en él entre todos reside el alado y celestial

148
amor por los bienes incorpóreos e imperecederos.

137. Y así, cuando conmovido ante tal forma ejemplar, va tras este sello que mediante
su impresión produce las virtudes .particulares, pasmado ante la consideración de su
belleza inmensamente semejante a la de Dios, o cuando se aproxima a alguna virtud que
ha recibido ya la impresión de aquél, al punto nace en él un olvido de la ignorancia y de
la incultura, y el recuerdo de la instrucción y el saber.

138. Por eso dice el legislador: "No beberéis tú ni después de ti tus hijos vino ni bebida
fermentada cuando entrareis en el tabernáculo del testimonió ni cuando os aproximareis
al altar." (Lev. X, 9.) Esto lo expone no tanto a modo de prohibición cuanto como
manifestación de sus puntos de vista. Para prohibir hubiera debido decir: 'Cuando
ejerciereis las sagradas funciones no bebáis'; mas, como sólo manifiesta su opinión,
dice: "No beberéis". Es que resulta inadmisible que quien está aplicado y unido al coro
de las virtudes genéricas y específicas tolere la falta de instrucción, que es causa de la
embriaguez y la demencia del alma.

139. Con frecuencia el tabernáculo es denominado "del testimonio", bien porque Dios,
que nunca engaña, da Su testimonio a la virtud, un testimonio al que es noble y
conveniente prestar oído; bien porque la virtud instaura la constancia en las almas
eliminando categóricamente los razonamientos dudosos y ambiguos y revelando como
un testigo la verdad ante el tribunal de la vida.

140. XXXV. Dice además que no morirá aquel que ofrece .sacrificios en los que no se
mezcle el vino;53 con lo que da a entender que la instrucción trae aparejada la
inmortalidad en tanto que la falta de instrucción implica la muerte; porque, así como en
nuestros cuerpos la enfermedad es causa de disolución y la salud origen de salvación,
del mismo modo en las almas quien salva es la prudencia, que no es, ciertamente, otra
cosa que la salud de la inteligencia; y quien aniquila es la insensatez, que provoca
incurable enfermedad.
53
Lev. X, 9.

141. Dice que ésta es una "norma perpetua" 54 y en ello expone su verdadero sentir. En
efecto, él entiende que se trata de una ley inmortal impresa en la naturaleza del
universo, ley que involucra lo siguiente: la instrucción es factor de salud y salvación; la
falta de instrucción es causa de enfermedad y ruina.
54
Lev. X, 9.

142. Mas en estas palabras también revela la siguiente verdad: la verdadera norma es de
por sí eterna, puesto que la-recta razón que es idéntica a la ley,55 es imperecedera; e
inversamente, su opuesto, vale decir, la ilegalidad está reconocida por consenso de los
hombres sensatos como cosa efímera y disoluble de por sí.
55
Filón sigue aquí el pensamiento estoico que identifica la ley (nomos)-cania razón
(lagos).

143. Además es propio de la ley y la instrucción "distinguir entre lo profano y lo


sagrado, y entre lo impuro y lo puro" (Lev. X, 10); tal como, por la parte opuesta, es
propio de la ilegalidad y la falta de instrucción mezclar forzadamente en un todo cosas
que son antagónicas, reuniendo y confundiéndolo todo. XXXVI. Por eso la sagrada
escritura nos dice acerca de Samuel, el más grande de los reyes 56 y profetas, que "jamás

149
beberá vino ni bebida embriagante hasta su muerte."" (1 Samuel I, 11.) Es que su puesto
está fijado en los cuadros. de la Divina hueste, que por providencia del sabio Coman-
dante jamás abandonará.
56
Es imposible determinar de dónde saca Filón que el juez Samuel fue rey. Igualmente
llama la atención la hipérbole que sigue, según la cual Moisés, al menos como profeta,
quedaría relegado a un segundo plano. Ver Sobre la migración de Abraham, 196.

144. Ahora bien, quizá existió un hombre llamado Samuel, pero en la escritura está
concebido-no como un ser animado compuesto sino como una inteligencia que goza
solamente con el culto y el servicio de Dios. Así, su nombre significa "ordenado para
Dios", por cuanto él entiende que todas las acciones que se apoyan en vacías opiniones
constituyen un penoso desorden.

145. Su madre es Ana, cuyo nombre traducido significa "gracia". Es que sin la Divina
gracia no es posible abandonar las cosas mortales ni permanecer por siempre entre las
inmortales.

146. Y cuando la gracia llena el alma, ésta alégrase al punto, ríe y danza. Su arrebato tal
vez haga pensar a muchos de los no iniciados que se halla ebria, demente y fuera de sí.
Por eso un "joven",57 que, en rigor, no es un único joven, sino todo el que está en plena
edad de alterar y tomar a broma las cosas nobles, se dirige a ella diciéndole: "¿Hasta
cuándo te durará la embriaguez? Déjate de vino." (1 Samuel I, 14.)
57
Así se lee en la versión de los LXX. En el original hebreo estas palabras están puestas
en boca de Elí.

147, Es que en los poseídos de Dios no sólo suele el alma excitarse como herida por un
aguijón; sino también el cuerpo suele ponerse sonrojado y encendido, pues la alegría
que hay en su interior y que se derrama comunicándole calor exterioriza lo que siente, y
así, muchos insensatos, guiándose por su estado, conjeturan que se hallan ebrios.

148. Sin embargo, por cierto que desde determinado punto de vista aquellos sobrios
están ebrios pues en el vino puro que ellos beben hállanse todas las cosas buenas y las
copas que ellos reciben son las de la perfecta virtud; en tanto que los que están
borrachos con la embriaguez que produce el vino han continuado en ayunas en lo que a
prudencia toca, soportando una abstinencia y hambre de ella sin término.

149. Con razón, pues, ella responde al atrevido, que piensa reírse a expensas de su santa
y austera vida: 'Admirable amigo', "yo soy una mujer como un duro día;58 ni vino ni
bebida embriagante he bebido y derramaré mi alma en presencia del Señor". (1 Samuel
I, 15.) ¡Grande en sumo grado es la franqueza del alma que ha sido colmada de las
gracias de Dios!
58
La expresión resulta algo extraña. Ha sido propuesta otra explicación para las
palabras he sklerá heméra =: el duro día. Según dicha explicación heméra no sería el
sustantivo que designa al día, sino el femenino del adjetivo hemeros = cortés, dulce de
carácter; con lo cual la traducción sería: la dura y dulce. En la presente traducción he
adoptado la variante de Rahles, sustituyendo he = la, por héi = como.

150. En primer lugar, se calificó a sí misma de "duro día", observando de lejos al


muchacho bromista, ya que a éste y a todo insensato les resulta dura, penosa e
insoportable la vía que conduce a la virtud, como lo testimonió, entre otros, uno de los

150
antiguos en estos términos: "Es posible adquirir multitud de vicios; en cambio, Dios
inmortal interpuso el esfuerzo entre la virtud y el hombre. Al principio, largo, escarpado
y duro camino es el que lleva hacia ella. Mas cuando se alcanza la altura, la que era
difícil de alcanzar resulta fácil." 59
59
Hesíodo, Los trabajos y los días 287 y 289 a 292.

151. XXXVII. En segundo lugar, afirma ella que no ha bebido ni vino ni bebida
embriagante, gloriándose de estar sobria permanentemente y durante toda su vida. Y
realmente magna y admirable obra era ajustarse a la libre, autónoma y pura razón, a la
que no embriaga la pasión.

152. De ello resulta que la inteligencia que ha bebido del vino puro de la sobriedad
conviértese toda ella en una libación y se vierte para Dios. ¿Qué, en efecto, podrían
significar las palabras: "Derramaré mi alma en presencia del Señor", sino 'Le consagraré
toda a Él, desatando todas las ataduras con que estaba estrechamente sujeta; ataduras
que los vacíos afanes de la vida mortal habían tendido en torno de ella; la conduciré
fuera, la extenderé y dilataré tanto que llegue a tocar hasta los confines del universo y
continúe hacia la más hermosa y loable de las visiones, la visión del Increado?

153. Éste es el círculo de los sobrios, que han puesto a su frente como guía a la
instrucción; el primero, en cambio, era el de los ebrios, cuyo corifeo es la falta de
instrucción.

154. XXXVIII. Mas, puesto que la ebriedad se traduce no sólo en desatinos, productos
de la falta de instrucción, sino también en una completa insensibilidad; y puesto que, así
como la insensibilidad del cuerpo tiene su origen en el vino, la del alma lo tiene en la
ignorancia de aquellas cosas cuyo conocimiento sería razonable haber adquirido; hemos
de decir también acerca de la ignorancia algunas pocas palabras haciendo presente las
consideraciones oportunas.

155. Pues bien, ¿con cuál de las afecciones del cuerpo compararemos esa afección del
alma que se llama ignorancia, como no fuere con la mutilación de los órganos de los
sentidos? En efecto, cuantos han perdido el uso de los ojos o de los oídos ya no pueden
ni ver ni oír y no conocen el día y la luz, únicas cosas, si hemos de decir verdad, por las
que vale la pena vivir; y pasan la vida en medio de una inmensa sombra y una noche sin
fin, impotentes para cosa alguna grande o pequeña. A tales personas la gente suele, y
con razón, llamarlas incapacitadas.

156. Es que, aunque todas sin excepción las otras potencias del cuerpo llegaren a su má-
ximo vigor y robustez, anulada esta ventaja por la mutilación de los ojos y los oídos, tan
grande es la caída que experimentan que no pueden ya recobrarse. Decimos, en verdad,
que los soportes y sostenes del cuerpo del hombre son las piernas, pero de hecho lo son
los oídos y los ojos, con cuya plena posesión el hombre se mantiene levantado y erecto,
y privado de ellos inclínase y derrumba completamente.

157. Idéntico efecto en todo produce en el alma la ignorancia, la que destroza sus po-
deres de visión y audición y no permite la penetración ni de la luz ni de la palabra, de
suerte que ni aquélla le muestra las cosas existentes ni ésta la instruye. Por el contrario,
convierte la hermosura suma del alma en insensible piedra al derramar sobre ella una
obscuridad profunda y un inmenso silencio.

151
158. XXXIX. Consecuentemente, el saber, que es lo contrario de la ignorancia,
constituye en cierto modo los ojos y los oídos del alma. Él aplica su atención a lo que se
dice y contempla la realidad sin admitir la pérdida de dato visual ni auditivo alguno;
antes bien, todo cuanto merece oírse y contemplarse lo observa e inspecciona
cuidadosamente, y, si para ello le fuere preciso viajar o navegar, llega hasta los confines
de la tierra y del mar para ver algo más y oír con más claridad.

159. En efecto, ningún amor se aviene menos con la pasividad que el amor por el saber,
enemigo del sueño y amigo de la vigilia. Y así es como, erguido, despierto, estimulando
sin cesar a la inteligencia, la obliga a merodear por todas partes produciendo avidez por
oír y engendrando sed incesante de aprender.

160. El conocimiento, por lo tanto, proporciona esa visión y esa audición, vehículos de
las rectas acciones; puesto que quien ve y oye, conociendo lo que conviene y
eligiéndolo y rechazando lo contrario, se beneficia. La ignorancia, en cambio, al traer
aparejada para el alma una mutilación aún más penosa que la del cuerpo, resulta causa
de todas las faltas, pues aquélla no puede esperar ayuda alguna de fuera a través de los
datos que procuran la visión y la audición. Abandonada sin custodia ni resguardo a
causa de su mucha soledad, ella sirve de blanco para las acechanzas de los hombres y de
las circunstancias por igual.

161. Nunca, pues, bebamos tanto vino puro, que anulemos la actividad de nuestros
sentidos, ni nos distanciemos tanto del saber, que extendamos sobre nuestras almas la
vasta y profunda sombra de la ignorancia.

162. XL. Dos son las clases de ignorancia: una simple, la completa nulidad mental; la
otra doble y se da cuando un hombre no sólo adolece de carencia de conocimiento sino
además, animado por una falsa creencia de saber, piensa que sabe lo que ignora
totalmente.

163. La primera es un mal menor, causa de faltas más leves y quizá involuntarias. La
segunda es más grave, puesto que engendra grandes iniquidades y no sólo involuntarias
sino también premeditadas.

164. Esto es, a mi parecer, lo que confunde a Lot, quien sólo engendró hijas y no pudo
criar ningún fruto masculino y perfecto en el alma. Dos hijas, en efecto, tuvo de la
mujer que se convirtió en piedra, a la que podríamos llamar "costumbre", si deseamos
llamarla acertadamente. Es una naturaleza hostil a la verdad y cada vez que la llevamos
con nosotros se queda detrás y echa miradas en torno de los viejos objetos familiares y
permanece en medio de ellos como si fuera una columna sin alma.

165. La mayor de las hermanas lleva el nombre de "deliberación" y la menor el de


"asentimiento". Y es lo correcto, pues el asentir viene tras el deliberar y nadie delibera
después que ha asentido ya. Tomando, pues, asiento la inteligencia en su asamblea
comienza a poner en actividad a sus dos hijas. Con la mayor, "deliberación", examina y
discute cada asunto; con la más joven, "asentimiento", aprueba sin dificultad alguna
todo cuanto se presenta, acogiendo amigablemente aun a los enemigos sin otra
condición que la de que éstos le procuren algún incentivo de placer, por pequeño que
fuere.

152
166. Cuando está sobria la inteligencia no tolera esto; lo tolera cuando ha caído en la
embriaguez y está como beoda. XLI. Por eso dice el legislador: "Dieron de beber vino a
su padre." (Gen. XIX, 33.) La completa nulidad mental consiste en creer la inteligencia
que ella es capaz de deliberar por sí sola acerca de lo que le conviene y en asentir a las
apariencias de cualquier orden, como si éstas fueran portadoras de una sólida verdad;
no obstante ser la naturaleza humana incapaz tanto de descubrir claramente las cosas a
través de un atento examen cuanto de escoger unas cosas como verdaderas y
provechosas y de rechazar otras como falsas y dañosas.

167. Es que una espesa sombra esparcida sobre los seres, tanto sobre las cosas como
sobre los hechos, impide ver la naturaleza de cada uno de ellos; y, cada vez que alguien,
estimulado por su curiosidad y amor al saber quiere penetrarlas con la mirada, tropieza
contra los obstáculos, como los ciegos, cae y no alcanza su objeto; o, si sus manos
alcanzan a asirlo, presume lo incierto y lo que ha adquirido no es una verdad sino una
conjetura.

168. En efecto, aun la instrucción, cuando, antorcha en mano, acompaña a la


inteligencia encendiendo su propia luz para la visión de la realidad, más es lo que la
daña que lo que la beneficia; puesto que su pequeña claridad es apagada, naturalmente,
por la profunda obscuridad y, cuando ha sido apagada, todo poder de visión es inútil.

169. Preciso es que a aquel que se jacta de tener capacidad para deliberar y para escoger
unas cosas y rechazar otras, se le llame la atención mediante estas consideraciones. Si se
diera el caso de que siempre las mismas cosas produjeran las mismas impresiones sin
variantes, no podríamos menos que admirar posiblemente como veraces e incorruptibles
a los dos vehículos de juicio de que la naturaleza nos ha dotado, a saber: la sensibilidad
y la inteligencia, y no cabría quedarse indeciso dudando de cosa alguna, sino
deberíamos escoger unas cosas y rechazar otras adhiriéndonos con seguridad a una
única impresión.

170. Mas, como hallamos que ellas nos impresionan de manera diferente en distintas
ocasiones, nada seguro podemos decir acerca de cosa alguna, ya que la representación
que de ella tenemos no es estable sino sujeta a variados y multiformes cambios. XLII.
Es, en efecto, forzoso que, si la representación es inestable lo sea también el juicio que
nos formamos de ella.

171. Las causas de esto son muchas.60 En primer lugar las diferencias entre los seres
vivientes son innumerables, y no de detalle sino tocantes a todos los aspectos: las de
nacimiento y estructura, las de alimentación y régimen de vida, las de gustos y
aversiones, las de actividades y movimiento sensibles, las de las particularidades de las
innumerables maneras de ser afectados el cuerpo y el alma.
60
Desde este punto Filón, abandonando su normal dogmatismo y negando así los
fundamentos mismos de su filosofía, arguye al modo de los escépticos sobre la
imposibilidad de afirmar o conocer algo. Los argumentos que siguen están tomados de
Enesidemo, de cuyos diez "tropos" toma ocho y los comenta (171 a 205), sacando
conclusiones por demás pesimistas respecto de la posibilidad de un conocimiento
seguro de las cosas.

172. Dejando de lado por el momento a aquellos que forman los juicios, considera

153
algunas de las cosas juzgadas,61 por ejemplo, el camaleón y el pulpo. Es sabido que
aquél al cambiar de color aseméjase a las superficies sobre las que acostumbra a
arrastrarse, y que el pulpo imita a las piedras del mar sobre las que se adhiere, tal vez
porque la protectora naturaleza les ha proporcionado la posibilidad de variar sus colores
como un medio de alejar el peligro de ser capturados.
61
Es decir, pasando de la relatividad resultante de las condiciones del sujeto
cognoscente a la relatividad derivada del objeto mismo.

173. Otro caso: ¿no has visto cómo los colores del cuello de la paloma cambian con
innumerables matices bajo los rayos del sol? ¿No se dan acaso en él tonos purpúreos,
azul obscuro, rojo encendido, carbonoso, amarillo, colorado y toda la gama de colores,
de los que ni siquiera los nombres resulta fácil mencionar?

174. Sabido es que en el país de los escitas llamados gelos vive cierto animal admirable
en grado sumo. Es raro encontrarlo pero consta que existe. Este animal, que se conoce
con el nombre de reno, no cede al buey en tamaño pero por el aspecto de su cara es muy
parecido al ciervo. Es fama que este animal cambia el color del pelo conformándolo al
terreno, los árboles y, en general, a todo aquello en cuya proximidad se sitúa, de modo
que merced a la semejanza de color permanece oculto a las miradas de los que se
encuentran ante él y por esta circunstancia más que por la fuerza de su cuerpo es difícil
de cazar.

175. Estos y otros casos similares son claras pruebas de la imposibilidad de la


aprehensión.
XLIII. Agreguemos a esto que hay variaciones en la apreciación de todas las cosas, no
sólo en los animales en general, sino en los hombres en particular, discrepando unos con
respecto a otros.

176. No sólo juzgan las mismas cosas unas veces de una manera, otras de otras, sino
además diferentes personas reciben diferentes impresiones de placer y desagrado
respecto de las mismas cosas. En efecto, lo que para unos es odioso para otros es
agradable y, a la inversa, lo que algunos acogen y procuran como placentero y familiar,
otros lo rechazan lejos .de sí como extraño y detestado.

177. Por ejemplo, hallándome en el teatro he visto a menudo cómo ante un único canto
de los. actores trágicos sobre la escena o de los músicos, unos se sienten tan
conmovidos que en su excitación no pueden menos de elevar al unísono un espontáneo
coro de aclamaciones, en tanto que otros siguen tan imperturbables que se diría que en
nada difieren de los inanimados asientos en los que están sentados, y otros, a su vez,
reciben tan adversa impresión, que hasta se marchan y abandonan el espectáculo y se
tapan las orejas con ambas manos por temor de que algún eco de la música pueda
quedar en sus oídos y cause con sus resonancias un disgusto irritante y desagradable a
sus almas.

178. Pero, ¿para qué hablar de tales casos? Cada uno, siendo como es, una misma y
única persona, está sujeto, he aquí lo más paradójico, a mil transformaciones y cambios
en el cuerpo y en el alma, y unas veces acoge y otras rechaza cosas que no han
cambiado absolutamente sino son por naturaleza de constitución permanente.

179. Las experiencias también varían de la salud a la enfermedad, de la vigilia al sueño,

154
de la juventud a la vejez, y de distinta manera se reciben impresiones según se esté en
reposo o en movimiento, se sienta pena o alegría, se sepa amado o, por el contrario,
odiado.

180. ¿Y para qué aburrir discurriendo largamente sobre esto? Para decirlo .brevemente:
todo movimiento del cuerpo y del alma, natural o antinatural, resulta causa de incesante
aporte de representaciones mentales, aporte que nos acosa con sueños encontrados y
discordantes.

181. XLIV. Mas lo inconstante de las impresiones se debe particularmente a la posición,


las distancias y los lugares en los. que cada cosa se halla, 182. ,;No vemos, acaso, que
los peces del mar cuando nadan con las aletas extendidas parecen mayores siempre de lo
que naturalmente son? Otro caso es el de los remos: aunque sean bien derechos bajo el
agua parecen doblados.

183. Por cierto que las grandes distancias suelen engañar a la inteligencia produciéndole
falsas impresiones. A veces, en efecto, suponemos sin vida objetos que están vivos y, al
revés, creemos vivientes a objetos sin vida. Pensamos también que los objetos fijos se
mueven, y que los móviles se están quietos; que lo que avanza retrocede y que lo que se
aleja avanza; que lo muy largo es muy corto, y lo poligonal es circular. Además son
innumerables las otras inexactitudes implícitas aun en la visión clara, inexactitudes que
ninguna persona sensata tomará por datos seguros.

184. XLV. ¿Y qué decir de las cantidades en los preparados de pociones? Porque sus
poderes benéficos o dañosos dependen de la proporción de ingredientes, como es dable
observar en infinitos casos y en particular en las drogas empleadas por la ciencia
médica.

185. La cantidad en esos compuestos es medida según patrones regulares y es peligroso


tanto el quedarse corto como el pasarse demasiado, ya que mientras la escasez debilita
los poderes, el exceso los exagera; y en ambos casos el efecto es dañoso. En el primero
la medicina es ineficaz por su debilidad, en el segundo su altísimo poder la hace
perjudicial. Claros síntomas de la acción benéfica o dañosa de la mezcla son también su
suavidad o aspereza, su densidad y condensación o, por el contrario, su falta de con-
sistencia y su dilatación.

186. Pero además, nadie ignora tampoco que prácticamente nada de cuanto existe es por
sí mismo y en sí mismo inteligible en absoluto; y que todo es apreciado por
comparación con su opuesto; por ejemplo, lo pequeño es aprehendido por comparación
con lo grande, lo seco por comparación con lo húmedo, lo frío por comparación con lo
caliente, lo pesado por comparación con lo liviano, lo negro por comparación con lo
blanco, lo débil . por comparación con lo fuerte, lo escaso por comparación con lo
abundante.

187. De manera análoga ocurre con cuanto se relaciona con la virtud y el vicio. Lo
provechoso se conoce a través de lo perjudicial, lo noble a través de lo bajo, lo justo y lo
bueno en general por comparación con lo injusto y lo malo. Y si lo examináremos,
hallaremos que todas las demás cosas del mundo son juzgadas conforme con la misma
norma. En sí ninguna es aprehensible y sólo mediante la comparación con otra es
posible un aparente conocimiento sobre ella.

155
188. El hecho de que no pueda atestiguar cosa alguna por sí misma y de que haya
menester de comprobación proveniente de otro objeto, torna insegura nuestra confianza.
En consecuencia, de esta manera son refutados los que afirman o niegan sin ninguna
dificultad acerca de todo asunto cualquiera fuere.

189. Y nada tiene esto de extraño. Pues, si alguien penetrare más profundamente en las
cosas y las viere con mayor claridad, reconocerá que ninguna de ellas nos presenta su
propia naturaleza en su simplicidad, sino, por el contrario, todas contienen
complicadísimas combinaciones y mezclas.62
62
Vale decir, que en la aprehensión se mezclan datos de procedencia extraña a la cosa
aprehendida.

190. XLVI. Por ejemplo, ¿cómo aprehendemos los colores? ¿No es a través de las cosas
exteriores, el aire y la luz, y a través de la humedad que hay en el mismo ojo? ¿De qué
manera distinguimos lo dulce de lo amargo? ¿Acaso no ocurre eso a través de los jugos
que existen en la boca, tanto los acordes con la naturaleza como los que no lo son?63 Por
cierto. ¿Y qué? Los olores producidos por sustancias olorosas quemadas, ¿presentan,
por ventura, simples y puras las naturalezas de las sustancias corpóreas? ¿O presentan
las combinaciones de las mismas y el aire, y a veces también del fuego que disuelve los
materiales y de la facultad propia de nuestras fosas nasales?
63
¿Se trata de los gustos agradables y desagradables, conforme con Platón, Timeo 64 d?

191. De esto se infiere que lo que aprehendemos no son los colores sino la combinación
producida por la luz y las sustancias en que ellos se dan; ni tampoco los olores, sino una
mezcla que se forma entre la emanación procedente de las sustancias y ese receptáculo
universal que es el aire; ni tampoco los sabores, sino algo producido por .aquello que
gustamos y la sustancia húmeda de la boca.

192. XLVII. Siendo ésa la realidad de las cosas, justo es que se tache de necios,
precipitados y presuntuosos a aquellos que suponen cosa fácil el afirmar o negar sobre
todas las cosas, cualesquiera fueren. Porque, si las propiedades de las cosas sin
aditamentos son algo que está más allá de nuestro alcance y lo que se nos manifiesta de
ellas son sólo mezclas formadas por la contribución de numerosos factores; y si, por
otra parte,. es imposible ver las cosas invisibles y reconocer a través de las mezclas la
particular forma de cada uno de esos factores, ¿qué nos queda sino suspender nuestro
juicio?

193. ¿Y no nos precaven, acaso, contra la excesiva y precipitada credulidad frente a lo


incierto determinados hechos que prácticamente se extienden por toda la tierra habitada
e inducen tanto a griegos como a no griegos por una misma pendiente hacia los juicios
erróneos? ¿Cuáles son estos hechos? Sistemas de vida a partir de la niñez, costumbres
tradicionales, antiguas leyes, de las que ni una siquiera ha merecido una opinión uná-
nime de parte de todos; y por el contrario, de país a país, de nación a nación, de ciudad a
ciudad, o mejor, de aldea a aldea, de casa a casa, de un hombre a otro, de una mujer a
otra y de un niño de pocos años a otro varía totalmente el juicio sobre ellas.

194. Por ejemplo, lo que entre nosotros es noble es ruin para otros; lo conveniente,
inconveniente; lo justo, injusto; lo. santo, no santo; lo legal, ilegal; lo plausible,
reprensible; lo honorable, deshonroso, y así en todo lo demás sus juicios son opuestos a

156
los nuestros.

195. ¿Y para qué extendernos al respecto, cuando reclaman nuestra atención otras
consideraciones más importantes? Ciertamente, si alguien, no absorbido por ninguna
otra contemplación de un nuevo asunto, quisiere ocuparse provechosamente del
presente capítulo y examinar las formas de vida, las costumbres y leyes de cada país,
raza, ciudad, lugar, subordinados,. gobernantes, célebres, humildes, libres, esclavos,
ignorantes, sabios, empleará no un día ni dos ni un mes ni un año sino toda. su vida
aunque gozare de una larga existencia; y, con todo, pasará por alto sin percatarse de ello
muchos aspectos no examinados ni considerados ni oídos.

196. Luego, puesto que no, es sólo una leve diferencia la que separa unas costumbres de
otras, sino contrastan totalmente.. al punto de que resultan opuestas y antagónicas, por
fuerza también las impresiones que ellas dejan en la inteligencia diferirán y los juicios
sobre ellas , estarán en recíproca pugna.

197. XLVIII. Frente a estas realidades, ¿quién es tan insensato y extraviado que afirme
con seguridad que tal cosa es justa, prudente, noble o provechosa? En verdad que lo que
él estableciere, lo anulará otro que ha practicado lo contrario desde la niñez.

198. Yo, por mi parte, no siento asombro ante el hecho de que la caótica y confusa
multitud, obscura esclava de los usos y costumbres de cualquier procedencia, habiendo
aprendido ya desde los mismos pañales a acatarlas como a amos y tiranos, con el alma
postrada e incapaz de alcanzar pensamiento elevado y generoso ninguno, dé crédito a lo
que le refieren una vez y, dejando sin ejercitar su inteligencia, divulgue sin examen ni
constatación afirmaciones y negaciones; pero sí lo siento de que la multitud de los
llamados filósofos, que finge andar a la caza de lo claro y verdadero de las cosas, se
halle dividida en formaciones y compañías, y muchas veces establezca doctrinas
desacordes y antagónicas no ya sobre un único asunto cualquiera sino prácticamente
sobre todos los pequeños y grandes temas de los que se ocupan en sus indagaciones.

199. ¿Cómo podrían tener las mismas aprehensiones sobre las sustancias de las cosas
aquellos que sostienen que el universo es ilimitado y aquellos que dicen que tiene
límites; los que sostienen que el mundo es increado y los que lo declaran creado; los que
lo hacen depender de un impulso irracional y automático sin intervención de un
supervisor y gobernante y los que reconocen que existe cierta maravillosa providencia y
solicitud de Dios, quien maneja las riendas y el timón sin tropiezo y con seguridad?

200. Cuando la indagación versa sobre el bien, ¿acaso no nos mueven sus ideas más a
suspender el juicio que a asentir? Unos sostienen que el bien es lo noble y que se atesora
en el alma; otros establecen en él subdivisiones y le dan una amplitud que incluye al
cuerpo y las cosas exteriores. 201. Éstos dicen que las circunstancias afortunadas son
los guardias protectores del cuerpo; en tanto que la salud, la fuerza, la integridad y la
precisión de los órganos sensoriales y las otras cosas análogas a éstas lo son de la
soberana alma; pues la naturaleza del bien, dicen, divídase en tres órdenes, de los cuales
el tercero y más externo es protector de la debilidad del segundo, el que, a su vez,
resulta una gran protección y salvaguardia para el primero.

202. Y sobre estos mismos puntos así como sobre los diferentes géneros de vida, sobre
los fines a los que debemos encaminar todas nuestras acciones y sobre otros incontables

157
asuntos de los que se ocupan los tratados de lógica, de ética y de física, han surgido
cuestiones sin respuestas, en ninguna de las cuales hasta el presente se ha alcanzado
universal consenso por parte de sus investigadores.

203. XLIX. ¿No es, pues, razonable que se presente a la inteligencia operando huérfana
de conocimientos cuando sus dos hijas, la deliberación y el asentimiento,64 se unen y
comparten su lecho? Se nos dice, en efecto: "No las vio cuando se acostaron ni cuando
se levantaron." (Gen. XIX, 33 y 35.)
64
Después de su larga incursión por los argumentos escépticos, retoma Filón el hilo de
las consideraciones, iniciadas en 166, acerca de la presunción de la inteligencia beoda
que se cree capaz de alcanzar la verdad, inteligencia personificada por Lot, cuyas hijas
"deliberación" y "asentimiento", según Filón, le dieron de beber provocando su beodez.

204. La inteligencia, en efecto, se muestra incapaz, al parecer, de aprehender clara y


firmemente ni el sueño ni la vigilia 65 ni la estabilidad ni el movimiento; pero además,
cuando piensa que ha deliberado mejor, entonces precisamente aparece más desprovista
del poder de deliberación y los hechos no resultan acordes con sus previsiones.
65
Referencia a lo de "cuándo se acostaron ni cuándo se levantaron".

205. Y, cuando se ha decidido adherirse a alguna cosa como si fuera verdadera, recoge
el castigo de su ligereza porque aquello en lo que anteriormente se había confiado como
cosa segurísima, aparece inmerecedor de confianza e inseguro. En consecuencia, puesto
que las cosas habitualmente cambian en lo contrario de lo que uno conjeturó, lo más
seguro es abstenerse de juzgar.

206. L. Acerca de este punto hemos discurrido bastante. Pasemos ahora a considerar lo
que sigue. Dijimos 66 que entre las cosas que aparecen como derivadas de la embriaguez
figura también la glotonería, origen frecuente de inmenso daño para muchos. Es dable
observar cómo los que se entregan a ella, aun cuando todas las cavidades de sus cuerpos
se hayan llenado, están todavía vacíos en lo que a sus apetitos se refiere.
66
Ver los parágrafos 4 y 6.

207. Los tales, aunque, como los atletas agotados, dan a sus cuerpos un respiro por un
corto tiempo cuando han llegado al hartazgo a causa de la enorme cantidad de alimento
engullido; de nuevo se presentan a competir en los mismos torneos.

208. El rey del país egipcio, vale decir, el cuerpo, disgustado al parecer con el copero
que tiene a su cargo procurarle embriaguez, es presentado en los sagrados libros como
reconciliado de nuevo no mucho después al recordar la pasión que excitó sus deseos el
día aniversario de su nacimiento como ser mortal, no en el día imperecedero de la luz,
que no conoce nacimiento. Dícese, en efecto: "Fue el día del nacimiento del faraón"
(Gen. XL, 20), cuando mandó buscar de la prisión al copero mayor para hacer las paces.

209. Es, en efecto, propio del amante de las pasiones considerar brillantes a las cosas
creadas y perecederas a causa de que respecto de las cosas imperecederas vive en la
noche y obscuridad profunda; y por eso acoge sin dilación y honrosamente a la
embriaguez, que señala el comienzo de su placer, y al ministro de ella.

210. LI. Tres son los sirvientes que preparan los festines del alma incontinente e
insaciable: el panadero mayor, el copero mayor y el jefe de cocinas. El admirabilísimo

158
Moisés los menciona en estos términos: "Y el faraón irritóse contra dos eunucos, contra
el copero mayor y contra el panadero mayor, y los puso en prisión bajo la custodia del
jefe de las prisiones." (Gen. XL, 2 y 3.) . También el jefe de cocinas es eunuco. Dice, en
efecto, Moisés en otro pasaje: "Fue llevado José a Egipto y lo compró el jefe de cocinas,
eunuco del faraón" (Gen. XXXIX, 1); y de nuevo: "Vendieron a José al jefe de cocinas,
eunuco del faraón." (Gen. XXXVII, 36.)

211. ¿Por qué motivo ninguno de los referidos oficios está confiado a un hombre o
mujer plenos? ¿No será porque la naturaleza ha preparado a los hombres para sembrar
los gérmenes y a las mujeres para recibirlos y de la concurrencia de ambos en una
misma función resulta origen de la generación y permanencia del universo; en tanto que
es propio del alma infecunda y estéril, o más bien castrada, el gozar de costosos ali-
mentos, bebidas y cuidadosamente condimentados platos, y no sólo resulta incapaz de
sembrar los verdaderamente masculinos gérmenes de la virtud y de recibir y criar lo que
ha sido depositado sino, como tierra mísera y pedregosa, sólo es apta para arruinar los
sucesivos vástagos que estaban destinados a vivir?

212. Así establécese una doctrina de suma utilidad para todos; la de que todo fabricante
de placeres es estéril en sabiduría por cuanto no es ni de sexo masculino ni de sexo
femenino ya que es incapaz tanto de proporcionar ni de recibir los gérmenes de la
inmortalidad y, en cambio, se esfuerza en un vergonzoso menester perjudicial para la
vida, el de corromper lo incorruptible y apagar las permanentes e inextinguibles
lámparas de la naturaleza.

213. A ninguno de éstos permite Moisés entrar en la asamblea de Dios. Dice, en efecto:
"El eunuco y castrado no entrará en la asamblea del Señor." (Deut. XXIII, 1.) LII. ¿Qué
aprovecha, en verdad, oír las sagradas palabras a quien es estéril en sabiduría pues ha
sido despojado de la fe y es incapaz de conservar el vitalísimo depósito de las doctrinas?

214. Tres son, pues, los proveedores de la raza humana: el panadero, el copero y el
cocinero. Y es lo natural, puesto que deseamos consumir y paladear tres cosas: pan,
carne y bebida. Sólo que algunos nos conformamos con lo necesario, con aquello cuyo
consumo es indispensable para vivir con salud y sin apremios; en tanto que otros buscan
con avidez desmedida y en cantidades exorbitantes cosas que excitan la voracidad,
oprimen y abruman con su abundancia excesiva las cavidades del cuerpo y a menudo
engendran graves y múltiples enfermedades.

215. Así como en las ciudades los ciudadanos comunes, que viven una vida inofensiva y
nada gravosa por cuanto son parcos en sus necesidades, aquellos que son ajenos al
placer, al deseo y a las pasiones no han menester de servidores de varia y refinada
habilidad sino sólo de aquellos que practican un servicio sencillo, vale decir, simples
cocineros, coperos y panaderos.87
68
"Simples" por oposición a los titulados jefes de cocina, coperos mayores y panaderos
mayores.

216. En cambio, los que creen que la soberanía y la realeza consisten en vivir en los
deleites y refieren todas las cosas grandes y pequeñas a tal fin, tienen por razonable
emplear a jefes de cocina, a coperos mayores y a panaderos mayores, es decir, a
aquellos que han llegado a dominar en alto grado cada uno de los oficios a que se han
consagrado.

159
217. Los especialistas en confituras se ocupan de pasteles de leche, pasteles de miel y
otras incontables golosinas de variedad suma no sólo en lo que hace a las diferentes
materias empleadas sino también en lo que toca a la manera de prepararlas y en las
formas; cuidadosa elaboración cuyo objeto no es otro que engañar no sólo al paladar
sino también a la vista.

218. El controlar si el vino es consumido con bastante presteza y si no produce dolores


de cabeza; si, por el contrario, tiene fino aroma y fragancia; si es menester mezclarlo
con mucha o poca agua según se trate de un festín de excesos e intenso ritmo o de una
fiesta suave y calma; y todos los otros menesteres de esta suerte son cometidos propios
de coperos mayores que han alcanzado la perfección misma en tal arte.

219. A su vez, preparar y aderezar con variado arte peces, aves y demás alimentos
semejantes, y sazonar todas las otras comidas está a cargo de cocineros sobremanera
preparados en esta ciencia, los que merced a una ininterrumpida dedicación y práctica
sobre la preparación de comestibles para la vida indigna de vivirse, es decir, para la vida
muelle y voluptuosa, son hábiles en inventar infinidad de platos, amén de los conocidos
por ellos de oídas o por haberlos visto.

220. LIII. Ahora bien, todos éstos han sido presentados como eunucos estériles en
sabiduría, pero las conciliadoras paces de la inteligencia cuyo reino es el vientre son con
el copero.68 Es que el género humano es aficionado en exceso al vino y sólo de vino, a
diferencia de lo que sucede con las demás cosas, no se sacia. Nadie, ciertamente pasa de
ciertos límites en el sueño, en la comida, en las uniones sexuales y en los demás vicios
semejantes; en cambio, casi todos, sobre todo los ejercitados en esta práctica, resultan
insaciables en la bebida.
68
Según lo referido en 208.

221. En efecto, después de beber tienen sed aún y, tras un comienzo con las copas más
pequeñas, a medida que avanzan piden que les sirvan en copas mayores. Y cuando
entran en calor y se achispan, incapaces ya de controlarse, llévanse a los labios jarras,
vasos y todos los recipientes y los vacían atropelladamente hasta que son dominados por
un profundo sueño o el líquido ingerido se desborda de las cavidades saturadas.

222. Y con todo, aun entonces la insaciable avidez que llevan dentro de sí se agita de
deseo, como si todavía estuvieran hambrientos, pues, como dice Moisés, "la viña de
éstos procede de la viña de Sodoma; sus sarmientos, de Gomorra; sus uvas son uvas
ponzoñosas, un racimo de amargura para ellos. Su vino es el veneno de las serpientes,
incurable veneno de áspides". (Deut. XXXII, 32 y 33.) "Sodoma" quiere decir
"esterilidad" y "ceguera", y Moisés compara con la viña y los productos de ésta a
aquellos que están dominados por la embriaguez, la glotonería y los más denigrantes de
los placeres.

223. El sentido oculto de esto es el siguiente: ninguna planta de verdadera felicidad


crece en el alma del hombre ruin puesto que sus raíces no están sanas, y han sido
quemadas y reducidas a cenizas cuando, tras pronunciar Dios la merecida sentencia
contra los impíos, llovió del cielo en vez de agua las inextinguibles llamas del rayo. Lo
que crece en un alma así es la planta del insaciable apetito, la planta estéril en
excelencias y ciega para todo aquello que merece ser contemplado. Este apetito es

160
comparado por Moisés con una viña, pero no con aquella que es madre de cultivados
frutos, sino con la que es productora de amargura, maldad, vileza, cólera, irritabilidad y
salvajísimas costumbres; viña que muerde al alma al modo de las venenosas serpientes
y áspides con mordedura absolutamente incurable.

224. Reguemos para que éstos sean apartados, suplicando al en todo propicio Dios que
aniquile esta salvaje viña y decrete el eterno destierro de los eunucos y de todos los
estériles en virtud, para que en lugar de éstos siembre en nuestras almas árboles de la
recta instrucción y nos procure legítimos y verdaderamente viriles frutos, así como
discernimientos capaces de sembrar nobles acciones y de acrecentar virtudes, y aptos
para retener y conservar por siempre todo cuanto está emparentado con la felicidad.

161
SOBRE LAS SÚPLICAS E IMPRECACIONES DE NOÉ UNA VEZ SOBRIO

(DE SOBRIETATE)

1. I. Concluidas nuestras precedentes consideraciones sobre lo dicho por el legislador


acerca de la embriaguez y la subsiguiente desnudez,1 pasemos a eslabonar en el curso de
nuestra exposición el asunto que sigue. A continuación, en efecto, las Divinas
revelaciones destacan lo siguiente: "Recobróse Noé de su embriaguez y se dio cuenta de
cuanto había hecho su hijo menor." (Gen. IX, 24.)
1
Ver Sobre la ebriedad 4 a 6. La prometida consideración en detalle de los cinco
estados que, según Filón, simboliza el vino en el pensamiento de Moisés, se cumple en
el caso de los tres primeros. En cuanto a la alegría y la desnudez, si Filón desarrolló el
tema, nada ha llegado hasta nosotros. Nos consta que fueron dos sus tratados sobre el
tema de la embriaguez y bien puede suponerse que en el segundo (perdido) se haya
explayado al respecto.

2. Está reconocido que la sobriedad es útilísima no sólo para las almas sino también
para los cuerpos, pues ella aparta las enfermedades que sobrevienen como resultado de
una desmedida saciedad, desarrolla en los sentidos un alto grado de precisión, y no
permite que parte alguna de nuestros cuerpos caiga en estado de depresión; antes,
levanta, aligera y llama a éstos hacia las actividades que les son propias, engendrando
en todas sus partes una buena disposición. En suma, a cada uno de los males que
reconocen por causa a la embriaguez corresponde un bien opuesto resultante de la so-
briedad.

3. Y si la sobriedad es sumamente provechosa para los cuerpos, a los que, al fin y al


cabo, el beber vino es cosa familiar, ¿no habrá de serlo mucho más para las almas, a las
que todo corruptible alimento es ajeno? ¿Qué humano bien es, en efecto, mayor que un
entendimiento sobrio? ¿Qué gloria, qué riqueza, qué poder, qué fuerza, qué de cuanto
concita nuestra admiración? Considera que sólo la mirada del alma es capaz de abrirse
total y completamente sin que parte alguna de ella sea turbada cual por un flujo ni
cegada. Entonces, en efecto, con visión penetrante al máximo, fija en la sagacidad y en
la sensatez mismas, entrará en contacto con las cosas aprehensibles por la inteligencia
cuya placentera contemplación no le permitirá ya inclinarse hacia ninguna de las cosas
sensibles.

4. ¿Y por qué asombrarnos de que ninguna de las cosas que alcanzaron un lugar en la
creación sea comparable en dignidad a la sobriedad y a la clarísima penetración de los
ojos del alma? También los ojos del cuerpo y la luz sensible son estimados por nosotros
más allá de toda medida. Muchos, en efecto, de los que perdieron la vista han
renunciado también voluntariamente a la vida por considerar que la muerte les resultaría
un mal más soportable que la ceguera.

5. Y bien, en la medida en que es superior el alma al cuerpo, es también superior la


inteligencia a los ojos; y, si ella está exenta de peligro y daño, no oprimida por ninguna
de las iniquidades y pasiones que engendran el extravío de la embriaguez, apartará de sí
el sopor que trae consigo el olvido y la incertidumbre respecto de lo que ha de
ejecutarse; y, acogiendo complacida la vigilia, observará con agudeza cuanto merece ser
contemplado, acicateada por las sugerencias de la memoria y aplicada a las obras que

162
corresponden a esos conocimientos.

6. II. Tal es la condición del hombre sobrio. Ahora bien, cuando Moisés dice: "hijo
menor", no se está refiriendo a una determinada edad sino da a entender la disposición
propia del carácter inclinado a la rebeldía.2 Porque, acornó hubiera éste,3 en abierta
oposición contra la costumbre y la norma, cometido el atropello de ver lo que no debía
verse, o proclamado lo que debía callarse, o hecho público lo que debía permanecer
recatado dentro de la casa sin que trascendiese más allá de los límites de su alma; cómo,
a no mediar el hecho de hallarse embarcado en provocaciones y burlándose de lo que a
otros les sucedía, a pesar de que lo que correspondía era gemir y no burlarse ante
circunstancias en las que lo sensato y prudente era mirar con gesto entristecido lo que se
avecinaba?
2
Juego de palabras en que Filón relaciona neóteros = menor, del pasaje citado, y
neoteropoiía = rebelión, innovación, provocación.
3
Cam, el hijo menor de Noé. Gen. IX, 22.

7. En muchos pasajes de su legislación Moisés llama "jóvenes" a personas de avanzada


edad y, a la inversa, califica de "viejos" a quienes no han llegado aún a la vejez. Es que
lo que tiene en cuenta no es la mucha ni la poca cantidad de años ni lo prolongado o
breve del tiempo, sino las facultades del alma en sus reacciones buenas o malas.

8. Así, por ejemplo, a Ismael, cuando ya ha vivido alrededor de veinte años, lo llama
niño por comparación con Isaac, hombre de virtud perfecta. Dice, en efecto, que,
cuando Abraham expulsó de su casa a Agar y a su hijo, "tomó panes y un odre de agua
y los dio a Agar y colocó sobre su espalda también al niño". Y de nuevo: "Para que no
vea yo la muerte del niño." (Gen. XXI, 14 a 16.) Sin embargo, Ismael fue circuncidado
a los trece años de edad, antes del nacimiento de Isaac y cuando éste, ya de unos siete
años, cesa de ser alimentado con leche, es aquél expulsado en compañía de su madre en
razón de que siendo bastardo reclama la igualdad en las recreaciones junto al hijo
legítimo.

9. Pese a ello, aunque ya es un joven, el sofista es llamado niño, señalándose de esa


manera el contraste que existe entre él y el sabio. A Isaac, en efecto, cúpole la sabiduría
mientras que a Ismael le correspondió la sofística, como demostramos en un tratado
sobre el asunto al caracterizar a uno y a otro; y la misma relación existe exactamente
entre el imberbe infante y el hombre en la plenitud de su existencia que entre el sofista y
el sabio y entre los estudios de cultura general4 y el saber relativo a las virtudes.
4
Ver Interpretación alegórica III, nota 85. Como en otros pasajes. Filón niega que el
sofista haya alcanzado la etapa de la verdadera filosofía, y considera que su instrucción
no pasa de la enkyklios paidéia.

10. III. En el gran canto,5 al referirse al pueblo todo en tren de rebelión por entonces,
emplea el nombre correspondiente a la edad insensata e imberbe, vale decir, "infantes".6
Dice, en efecto: "Justo y santo es el Señor. ¿No han delinquido contra él los
reprochables infantes? ¡Pérfida y tortuosa generación, ¿así agradecéis al Señor? Loco
pueblo sois, no sabio!" (Deut. XXXII, 4 a 6.) .
5
Es decir, el cántico que entona Moisés poco antes de su muerte. Ver Sobre la obra de
Noé como plantador, 59.
6
El término téknon = hijo, vástago, niño, que emplea el texto bíblico alude a la filiación
de los israelitas respecta de Dios, no a corta edad.

163
11. Claramente se advierte que ha llamado "infantes" a hombres de alma reprochable y
precipitados por su demencia e insensatez en acciones contrarias a la rectitud; y que no
se ha referido a las edades del cuerpo de los. niños sino a la irracionalidad y verdadera
infantilidad del entendimiento.

12. Así también Raquel, vale decir, la belleza corporal, es descripta como más joven que
Lía, vale decir, la. belleza del alma.7 Es que aquélla es mortal, en tanto que ésta es
inmortal, y todo aquello que es valioso para la sensibilidad no alcanza la perfección de
una sola de las bellezas del alma.
Es de acuerdo con esto como también José es llamado siempre joven y muy joven. En
efecto, cuando vigila el rebaño junto con sus hermanos bastardos, es calificado de
joven;8 y, cuando su padre le suplica lo hace en estos términos: "Hijo mío, muy joven
aunque crecido, retorna hacia mí." (Gen. XLIX, 22.)
7
Gen. XXIX, 16.
8
Gen. XXXVII, 2.

13. Ahora bien, José es el campeón de toda capacidad de orden. corporal, el sincero
amigo de la abundancia de cosas exteriores, el que aún no ha hallado en su perfección el
bien más maduro9 y más estimable que ésos, como es la mayoría de edad del alma. En
efecto, si lo hubiera hallado, hubiera también huido abandonando el Egipto todo sin
volver la vista atrás. En cambio,. ahora halla su mayor gloria en procurarle alimentos y
provisiones, a ese Egipto a propósito del cual el vidente 10 canta el himno a Dios cuando
contempla a los combatientes y jefes precipitados en el mar y destruidos.11
9
Más maduro o más digno o de mayor jerarquía, sentidos todos del término presbíteros,
palabra que hace referencia tanto a mayor edad como a mayor dignidad.
10
Israel, bajo la dirección de Moisés.
11
Ex. XV, 1 a 22.

14. El "joven" carácter, pues, es aquel que no puede aún cuidar los rebaños junto con
sus hermanos legítimos, vale decir, el que no puede gobernar y ejercer la tutela sobre el
elemento irracional del alma, haciéndolo, en cambio, en compañía de los bastardos,
cuya estima recae en bienes que sólo lo son en apariencia y no en los bienes legítimos y
reconocidos como reales.

15. Y considéraselo, por otra parte, "muy joven", aunque sea ya un hecho su
mejoramiento y progreso hacia una condición superior,12 por comparación con el
carácter perfecto, para el que no hay sino un único bien, lo noble. Por eso, a modo de
exhortación, dice Jacob: "Retorna hacia mí", lo que equivale a 'Tiende hacia la anterior
13
manera de pensar"; no lo revoluciones 14 todo; ama en adelante solo a la virtud y por
ella misma. No te llenes de engaño y falsa opinión, envuelto como un niño insensato por
el resplandor de las cosas accidentales.
12
Referencia al pasaje "aunque crecido" del versículo.
13
Literalmente: hacia la más vieja (prebytéras'); traducción que, aunque algo insólita,
recalca mejor la oposición con "muy joven,".
14
En griego: neoterízein = innovar, maquinar cosas nuevas, término también vinculado
con neos = joven.

16. IV. Queda, pues, demostrado cómo Moisés tiene por norma aplicar en muchos
pasajes el calificativo de "joven" teniendo en cuenta no él pleno vigor corporal sino la

164
rebeldía del alma. Demostraremos que tampoco el hecho de que llame persona mayor a
alguien implica que ésta ha llegado a la vejez sino que es digno de honor15 y estima.
15
Juego de palabras entre geras = vejez, y géras = distinción honorífica, dignidad, la
primera con eta y la segunda con épsilon.

17. ¿Quién entre los versados en las sagradas escrituras ignora que el sabio Abraham
nos es presentado como hombre de vida más corta que casi todos sus antepasados? Sin
embargo, ninguno de éstos, creo yo, no obstante haber sido hombres de larguísima vida
es calificado de persona de edad; solo ocurre esto con Abraham. Dicen, por ejemplo, las
sagradas revelaciones que "Abraham era una persona mayor avanzada en años y el
Señor lo bendijo en todas las cosas". (Gen. XXIV, 1.)

18. La presente frase me parece constituir una explicación del motivo por el cual el
sabio fue llamado persona mayor. En efecto, cuando bajo la Divina guía la parte
racional del alma se ajusta a las buenas normas y discierne rectamente 16 no ya en un
solo aspecto sino en todo aquello a lo que se aplica, los pensamientos que concibe son
"mayores de edad" 17 y ella misma lo es también.
16
Juego de palabras entre eulogéin = bendecir, y eulogistéin = obrar o discernir
correctamente, términos entre los cuales Filón establece un parentesco (en realidad
inexistente) por ser ambos compuestos de eu == bien, y lógos = razón, palabra.
17
O de mayor jerarquía, según lo acotado en la nota 9.

19. Así también es norma de Moisés el llamar mayores de edad a los consejeros del
amigo de Dios,18 a los que ha cabido el número de diez veces siete. Leemos, en efecto:
"Reúneme setenta hombres de los mayores de edad de Israel, que tú mismo sepas que
son ellos los de mayor edad." (Núm. XI, 16.)
18
El mismo Moisés.

20. De esto se desprende que Dios tuvo por merecedores del título de "mayores de
edad" no a los ancianos que normalmente son considerados como intérpretes de las
cosas sagradas sino solo a aquellos que el sabio conocía. Es que todos aquellos a los que
él, como un buen cambista de dinero, rechaza por indignidad de la circulación de la
virtud, llevan en sus almas el adulterado espíritu de la rebelión, en tanto que todos aque-
llos a los que le pluguiere considerar allegados suyos, son por fuerza honorables y
mayores de edad en lo que a grandeza de alma se refiere.

21. V. En una sola de las disposiciones de la ley aparecerán aún más claramente
demostradas para los que saben oír las dos verdades a que me he referido. Dice así: "Si
un hombre llegare a tener dos mujeres, una amada por él y otra detestada, y tanto la
amada como la detestada engendraren y fuere primogénito el hijo de la detestada; al
llegar el día en que distribuyere entre los hijos sus bienes, no podrá conceder el derecho
de primogenitura al hijo de la amada dejando de lado al de la detestada, vale decir, al
primogénito; sino reconocerá como primogénito al hijo de la detestada a efectos de
entregarle doble porción de cuanto poseyere, porque éste es el comienzo de su descen-
dencia y a él le corresponde el derecho de primogenitura." (Deut. 15 a 17.)

22. Has observado ya que nunca llama primogénito o mayor al hijo de la mujer
predilecta, y sí varias veces al de la detestada, no obstante que en el mismo comienzo
del mandato se ha dado a entender que el nacimiento del primero tuvo lugar antes y el
del hijo de la odiada después, puesto que dice: "Si dieren a luz la amada y la detestada."

165
Sin embargo, el vástago de la primera, aunque mayor en anos de vida, es considerado
menor en el juicio de la recta razón; en tanto que el de la última, aunque por el tiempo
transcurrido desde su nacimiento es posterior, es considerado digno de la porción mejor
y mayor.

23. ..Por qué? Porque bien sabemos que de las mujeres la .amada representa al placer,
en tanto que la detestada es .símbolo de la prudencia. En efecto, la multitud inmensa de
los hombres ama más allá de toda medida la compañía del placer en mérito a que éste
produce y proporciona atracciones e incentivos en grado sumo placenteros desde el
comienzo de la existencia hasta la extrema vejez; mientras que experimenta una
repugnancia sin límites hacia la austeridad y majestad de la prudencia, tal como los
niños insensatos detestan las más provechosas, aunque no las más gratas, disposiciones
de sus padres y tutores.

24. Tanto el placer como la prudencia dan a luz,19 aquél al espíritu amante del deleite;
ésta al espíritu amante de la virtud. Ahora bien, el amante del deleite es imperfecto 20
siempre, y siempre realmente un niño, aun cuando alcanzare una eternidad sin límites de
años; en tanto que el amante de la virtud, aunque está libre de la vejez, desde los
mismos pañales, como suele decirse, integra el consejo de ancianos 21 de la prudencia.
19
Recuérdese que hedoné = placer, es femenino; lo que hace más natural la alegórica
maternidad que le atribuye Filón.
20
Es decir, no llega a su madurez o plenitud.
21
En griego: gerousía senatus, de géron anciano.

25. Por eso el legislador ha dicho también de manera harto expresiva a propósito del
hijo de la generalmente detestada virtud que éste "es el comienzo de su descendencia", y
por cuanto es el primero, a no dudarlo, en jerarquía y precedencia, "a él le pertenecen
los derechos de la primogenitura" por ley de la naturaleza, no por la ilegalidad
imperante entre los hombres.

26. VI. Consecuente con esta ley y como quien lanza diestramente sus dardos sobre un
blanco situado ante él presenta Moisés a Jacob como menor en edad que Esaú pero
mayor en jerarquía, en razón de que la insensatez nos es congénita desde la primera
edad, en tanto que el ansia del bien nace más tarde. Y ése es el motivo por el que Esaú
trueca sus derechos de primogenitura y Jacob entra en posesión de ellos en buena ley.

27. Tal verdad hállase confirmada en la narración sobre los hijos de José, narración que
revela una penetración y pensamiento profundos. Cuando el sabio extiende inspirado
sus manos sobre las cabezas de los niños que estaban de pie frente a él, no las extiende
derechamente hacia el frente sino que las cruza queriendo tocar con la izquierda al que
aparentemente era el mayor y con la derecha al que en apariencias era el menor.22
22
Gen. XLVIII, 13 y 14.

28. El mayor según nacimiento se llama Manases; el menor, Efraín. Si traducimos estos
nombres a la lengua griega hallaremos que significan "reminiscencia" y "recuerdo"
respectivamente. En efecto, "Manases" quiere decir "fuera del olvido", expresión
equivalente a "reminiscencia", puesto que aproximarse a la evocación de lo que se había
olvidado equivale a salir fuera del olvido. "Efraín", por su parte, es como decir
"fructificación", predicación apropiadísima del "recuerdo", como que no hay fruto más
útil y realmente nutritivo para las almas. que lo no olvidado merced a la no interrupción

166
del recuerdo.

29. Ahora bien, los recuerdos son propios de las personas que ya han llegado a la edad
viril y alcanzado una sólida condición, razón por la cual, como nacido mucho después,
son considerados como más jóvenes. El olvido y la reminiscencia, en cambio, se
suceden en cada uno de nosotros desde la primera edad, razón por la cual cábeles la
mayoría de edad en el tiempo y son colocados a la izquierda en la ordenación del sabio;
pero en lo que a la virtud respecta los privilegios de la mayor edad pertenecerán a los
recuerdos, en los que el amado de Dios posará. su mano derecha teniéndolos por dignos
de la mejor porción. que posee.

30. Pues bien, al recobrarse de su ebriedad el justo, y al enterarse de "cuanto con él ha


hecho su hijo menor" (Gen. IX, 24), pronuncia imprecaciones contra éste con irritación
suma. Y así ocurre en realidad; cada vez que la inteligencia recobra su sobriedad, de
inmediato y como corolario de ello, percibe cuanto ha hecho anteriormente el rebelde
vicio que en sí lleva» acciones que no le era posible comprender mientras se hallaba
ebrio.

31. VII. Pero, ¿a quién maldice? Es lo que habremos de averiguar. Trátase, en efecto, de
un asunto digno también de examen, por cuanto no es a la persona que aparece en falta,
es decir, su hijo; sino al hijo de éste, vale decir, a su nieto, de quien Moisés en esta
ocasión no destaca falta alguna aparente ni pequeña ni grande.

32. Es sin duda Cam, el hijo de Noé, quien con curiosidad indiscreta ha querido ver la
desnudez de su padre, quien se ha burlado de lo que ha visto y quien ha con la culpa,
cosechado las maldiciones por las faltas que otro ha cometido es Cañan. Leemos, en
efecto: "Maldito sea Cañan; sirviente, esclavo será de sus hermanos." (Gen. IX, 25.) 33.
¿Qué falta, repito, ha cometido éste? Los que acostumbren a examinar minuciosamente
las interpretaciones literales y superficiales de las leyes se han ocupado, seguramente,
del asunto; pero nosotros, ateniéndonos a lo que sugiere la recta razón, dilucidaremos el
sentido profundo. Previamente hemos de señalar lo siguiente.

34. VIII. La permanencia y el movimiento difieren entre sí. Aquélla es, estática; éste,
dinámico y de dos especies: una consistente en el tránsito a distintos lugares; otra
consistente en el desplazamiento en tomo a un mismo lugar. El estado está, pues,
emparentado con la permanencia; la actividad, en cambio, lo está con el movimiento.

35. Lo que digo tal vez resulte más claro a través de un ejemplo apropiado. Al carpin-
tero, al pintor, al agricultor, al músico y a los otros artesanos y artistas, aunque
estuvieren inactivos sin practicar cosa alguna de sus respectivas ocupaciones, no por
ello renunciaremos a nuestra costumbre de designarlos mediante los nombres men-
cionados, puesto que están en posesión de la experiencia y el saber adquiridos en sus
respectivas especialidades.

36. Pero en determinadas ocasiones el carpintero toma la madera de los árboles y la


trabaja; el pintor, tras combinar los colores apropiados, traza en las formas que ha
concebido en su mente; el agricultor, luego de abrir surcos en la tierra, arroja en ellos las
semillas o planta sarmientos y vástagos de árboles al par que mediante el riego y remojo
provee de un alimento necesario en extremo a sus plantas y se aboca a todas las demás
tareas agrícolas. El músico, por su parte, acomoda a la flauta, a la cítara y a los otros

167
instrumentos medidas, ritmos y cada una de las formas melódicas, o bien puede ser que
emplee no un instrumento hecho por la mano del hombre sino el natural y adapte su voz
a toda la gama de sonidos; y del mismo modo en determinadas ocasiones cada uno de
los otros artistas y artesanos pone manos a la obra. Pues bien, en tales ocasiones a los
nombres que responden a cada clase de saber se agregan necesariamente otros
correspondientes a aquéllos: no sólo decimos carpintero sino también práctica de la
carpintería; no sólo pintor sino también acción de pintar; no sólo agricultor sino también
agricultura; no sólo músico sino también ejecución de la flauta, ejecución de la cítara,
acto de cantar o determinada actividad similar.

37. Ahora bien, ¿a cuál de los dos órdenes van dirigidos los reproches y los aplausos?
¿No es cierto que a los que están abocados a la obra y producción? Si ejecutan algo
acertadamente cosechan aplausos; y a la inversa, si fracasan recogen reproches.
Aquellos, en cambio, que saben hacer algo pero nada ejecutan permanecen inactivos y
la tranquilidad es su premio al margen de todo riesgo.

38. IX. El mismo criterio conviene también a los casos de insensatez [y sensatez] y en
general a todo lo relativo a la virtud y al vicio. Existen innumerables hombres cuyas
almas son sensatas, temperantes, valerosas y justas, en parte por haberles cabido una
feliz disposición natural, en parte por indoblegables y diligentes esfuerzos, mas la
pobreza, la humildad de condición, la enfermedad y las demás desdichas que rondan en
tomo a la vida humana impiden que la belleza de las cualidades que adornan sus
inteligencias se pongan de manifiesto.

39. Éstos, en consecuencia, son dueños de buenas cualidades pero las mismas hállanse
como encadenadas y prisioneras. Lo contrario ocurre con otros, que. las poseen todas
pero sin ataduras, sin trabas, libres, dado que además de poseerlas han alcanzado
inagotables elementos para ponerlas de manifiesto.

40. Puede ocurrir que el hombre prudente se halle al frente de negocios privados y
públicos en los que dé claras muestras de sagacidad y buen discernimiento. Se da
también el caso de que el hombre moderado posea riqueza y que, aunque de suyo la
riqueza ciega es una poderosa incitación y llamado hacia la licencia, él la presente libre
de ceguera. Sucede, asimismo, a veces que el hombre justo posee un mando, en el cual
se muestra capaz de asignar sin obstáculos a cada uno de sus subordinados lo que en
justicia le corresponde. El que se ejercita en la piedad, puede, a su vez, estar investido
del sacerdocio y tener a su cargo el cuidado de los lugares santos y del ritual que se
cumple en ellos.

41. En cuanto a las virtudes, las hay carentes de estas oportunidades, pero se trata de
virtudes inmóviles e inactivas, tal como sucede con la plata y el oro, que para nada
sirven mientras permanecen encerrados en los escondrijos de la tierra.

42. Paralelamente, es posible observar el caso contrario en innumerables hombres


cobardes, insaciables, necios, injustos e impíos en lo íntimo de sus inteligencias, pero
imposibilitados de manifestar la fealdad de cada vicio por falta de oportunidades pro-
picias para cometer faltas; pero que, en sobreviniéndoles con toda su impetuosa fuerza
la posibilidad, llenan cielo y tierra hasta sus confines de ruindades indecibles, sin dejar
indemne cosa alguna ni grande ni pequeña; trastornando y arruinando todo de una sola
acometida.

168
43. Porque así como la potencia del fuego mantiénese aplacada si carece de elemento
combustible, pero se excita en presencia de él, así también todas las potencias del alma
que tienden a la virtud o al vicio, mantiénense apagadas cuando, como decía, carecen de
oportunidades propicias; mas enciéndense si sobrevienen ocasiones favorables.

44. X. Estas aclaraciones no han tenido otro objeto que mostrar que mientras el hijo de
Noé, Cam, es un nombre del vicio en estado de reposo, el nieto. Cañan, lo es del vicio
ya en movimiento. "Cam", en efecto, significa "calor", en tanto que "Cañan" quiere
decir "agitación".

45. El calor es el signo de la fiebre en el cuerpo y del vicio en las almas. Entiendo, en
efecto, que, así como un ataque de fiebre es una enfermedad no de una parte sino de
todo el cuerpo, del mismo modo el vicio es una dolencia del alma toda. Pero unas veces
permanece en reposo, otras se halla en movimiento. A este movimiento Moisés lo
designa "agitación", como que en lengua hebrea agitación se dice "Cañan".

46. Ahora bien, ningún legislador fija penalidad alguna contra los injustos que se
abstienen de actuar, y sólo la establecen contra los que "se mueven" y ejecutan obras
obedeciendo a móviles injustos, tal como sucede con los animales capaces de morder, a
los que ninguna persona sensata pretende matar a no ser que estuvieren en actitud de
morder. Descartemos, por supuesto, al espíritu sanguinario, propenso por naturaleza a
matar sin discriminación.

47. Es natural, entonces, que el justo aparezca lanzando sus maldiciones sobre su nieto
Cañan. Dije "aparezca" porque virtualmente es su hijo Cam quien recibe sus
maldiciones, por cuanto este mismo Cam, en poniéndose en movimiento hacia el mal, se
convierte en Cañan, ya que se trata de una única cosa: el vicio, el que es presentado en
un caso en reposo y en otro en movimiento. El reposo precede en edad23 al movimiento
y así lo que se mueve guarda respecto de lo que está en reposo la relación propia de hijo
a padre.
23
Es decir, es anterior, lo precede en el tiempo.

48. Ésa es la razón por la que este Cañan, o la "agitación", es registrado conforme con la
naturaleza de las cosas como hijo de Cam, o el "reposo", a efectos de que se vea
confirmado lo dicho en otro pasaje, donde se lee: "Hizo recaer las iniquidades de los
padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación." (Ex. XX, 5.) Y en verdad, es
sobre los efectos, sobre los descendientes diríamos, de nuestros razonamientos, sobre
los que van a caer los castigos, hallándose de por sí dichos razonamientos al margen de
toda imputación mientras no sobrevenga ninguna acción culpable.

49. Por eso, también en la prescripción sobre la lepra el en todo grande Moisés consigna
que el movimiento, extensión y propagación de la misma es impuro, en tanto que su
quietud es pura. Dice, en efecto: "Si el blancor se hubiere extendido sobre la piel el
sacerdote lo declarará impuro. Si, en cambio, hubiere permanecido en el mismo lugar y
no se hubiere extendido lo declarará puro." (Lev. XIII, 22 y 23.) De modo que el estado
de reposo por tratarse de la quietud de los vicios y las pasiones con sede en el alma, que
es lo que simboliza la lepra, está al margen de todo reproche; el movimiento y
desarrollo, en cambio, es acusable necesariamente.

169
50. Más significativa aún es la enseñanza análoga contenida en los oráculos que se dan a
conocer en el Génesis. Dice, en efecto, Dios dirigiéndose al malvado: "Has cometido
falta; quédate quieto" (Gen. IV, 7), donde se da a entender que el delinquir, pues
consiste, como he dicho, en moverse y actuar impelido por el vicio, es condenable; en
tanto que la quietud, por implicar contención y reposo en cuanto a ese mismo vicio, es
cosa irreprochable y preservadora.

51. XI. Estas consideraciones previas son, a mí entender, suficientes. Veamos ahora
cómo han de interpretarse las maldiciones. "Maldito sea Cañan", dice, "sirviente,
esclavo será de sus hermanos"; y: "Bendito es el Señor, el Dios de Sem; y Cañan será
esclavo de ellos." (Gén. IX, 26.) 52. Dijimos antes 24 que el de Sem es un nombre que
designa "el bien", por cuanto no es un nombre específico sino uno que significa
precisamente eso: "nombre", vale decir, el género total;25 y sólo el bien es nombrable y
digno de ser celebrado y glorificado, en tanto que el mal, por el contrario, es de vil y
odioso nombre.
24
Filón, en Sobre la ebriedad, 4, enumera cinco cuestiones vinculadas con la
embriaguez, la quinta de las cuales es la desnudez; y promete examinarla
cuidadosamente a la par de las demás. Como en lo que nos queda de su obra no se
vuelve a referir al asunto, todo nos hace pensar que se ha perdido una parte de la misma.
Tal vez en ella haya dicho que el nombre de Sem significa nombre.
25
Como en Interpretación alegórica III, 175, Filón parte de que lo genérico es superior a
lo especifico. "Sem" es el mejor de los nombres precisamente porque significa
"nombre", es decir, designa el género, a diferencia de los nombres específicos y
particulares; y como el mejor de los nombres es "el bien" (agathón), "Sem" es el
nombre del bien.

53. ¿Cuál, pues, es la súplica 26 dé la que Moisés considera merecedor al que participa
de la naturaleza del bien? ¿Cuál? Pues una súplica sin precedentes ni paralelos, que
mortal ninguno es capaz de tomar a su cargo, de la que como de un verdadero océano
manan inagotables fuentes de bienes, eternamente rebosantes y desbordantes. Es, en
efecto, al Señor y Dios del mundo y de cuanto en él se contiene, a quien por especial
gracia llama el legislador "Dios de Sem".
26
Es decir, ¿qué es lo que considera que debe suplicarse para el que participa de la
naturaleza del bien? En este caso es que el Dios del mundo sea el Dios de Sem, es decir
el Dios del hombre bueno; por lo que el mundo y el hombre de bien están colocados en
un pie de igualdad a este respecto.

54. Y considera: ¿qué excelencias no supera esto? Porque prácticamente aquel al que
esto ha cabido ha alcanzado una dignidad paralela a la del mundo, pues cuando la tutela
y dirección que se ejerce sobre dos objetos es la misma, es forzosamente porque ambos
objetos administrados son de la misma dignidad.

55. Además, a no dudarlo, en la dispensa de Sus dones muéstrase Dios pródigo. En


efecto, en tanto que los términos "Señor y Dios" lo proclaman dueño y benefactor del
mundo perceptible por los sentidos; de la bondad perceptible por la inteligencia es sólo
salvador y benefactor,27 no amo o señor, pues el sabio más que siervo de Dios es Su
amigo.
27
De las palabras el Dios de Sem (= el Dios del hombre de bien, según lo aclarado
anteriormente) deduce Filón que en el caso del hombre justo la Divinidad no ejerce,
como ocurre en el caso del mundo, sus dos prerrogativas: la de gobernante, como Señor,

170
y la de benefactor, como Dios; ya que el texto bíblico no dice Señor y Dios de Sem, sino
solamente Dios-de Sem.

56. Por eso también dice claramente a-propósito de Abraham: "Nada le ocultaré a Mi
amigo28 Abraham." (Gén. XVIII, 17.) Quien ha alcanzado esta porción29 ha sobrepasado
los límites de la humana dicha. Sólo él, en. efecto, es de noble cuna puesto que registra
a Dios como padre y se ha convertido por adopción en hijo único de Él. Es no
simplemente rico, sino totalmente rico, deleitándose entre abundantes y legítimos
bienes, que no se toman viejos con el tiempo. sino conservan siempre su novedad y
juventud.
28
En la versión de los LXX se lee toú paidós moú = mi siervo; lectura que Filón
mantiene en Interpretación alegórica III, 27, pero no en el presente caso.
29
Vale decir, la amistad Divina.

57. Es no solamente reputado sino también glorioso, pues cosecha el elogio. no


envilecido por la adulación sino confirmado por la verdad. Es el rey único pues ha
recibido del universal Soberano el poder incuestionable de la universal soberanía. Es el
único. hombre libre, liberado, como se halla, de una penosísima tiranía: la vana opinión,
con cuya extremada soberbia el libertador Dios ha dado por tierra arrojándola fuera de
su ciudadela.

58. ¿Y qué menos cabe que haga aquel que ha sido juzgado digno de bienes tan grandes,
tan excelsos y tan inmensos, sino agradecer con palabras, cánticos e himnos a su
Benefactor? Tal es lo. que, al parecer, ha de entenderse en la expresión: "Bendecido 30
es el Señor el Dios de Sem", pues a quien posee a Dios como patrimonio cábele
solamente bendecirlo y alabarlo pues solo de este modo es capaz de retribuir, estando
sencillamente fuera. de sus posibilidades toda otra retribución por mucho que se
esforzare.
30
Deliberadamente, sin duda. Filón sustituye el término eviogetós = bendito, del pasaje
reproducido textualmente en 51, por eulogeménos = bendecido. Tal vez el pasaje así
reformado deba leerse: "El Señor, Dioses bendecido por Sem", lectura que el texto
griego permitiría si se toma el término invariable Sem como dativo en vez de genitivo.

59. XII. Tal es lo que suplica Noé para Sem. Consideremos ahora cuál es su ruego por
Jafet. "Dilate Dios a Jafet"; dice,. "habite él en las casas de Sem y sea Cañan esclavo de
ellos". (Gen. IX, 27.)

60. Si consideramos que el único bien es la belleza moral el fin de nuestras acciones
resulta concentrado y estrechado pues queda ligado a una sola de las innumerable?
partes de nuestro ser, a la parte rectora, o sea, la inteligencia. Pero, si lo consideramos
en relación con los diferentes órdenes: el del alma, el del cuerpo y el del mundo
exterior, el fin se ensancha al dividirse en varias y diversas direcciones.31
31
Sobre las tres clases de bienes ver Sobre la ebriedad, 200 y ss.

61. Por eso es apropiada la súplica de que la dilatación le sobrevenga a Jafet, para que
éste llegue a ser capaz de hacer uso no sólo de las virtudes propias del alma: la
prudencia, la templanza. y cada una de las restantes, sino también de las del cuerpo:
salud, agudeza sensorial, fuerza, resistencia y los otros de la. misma familia, así como
también de todas las ventajas exteriores relacionadas con la riqueza, la gloria y el goce y
uso de los placeres necesarios.

171
62. XIII. Tal, lo referente a la "dilatación". Mas debemos indagar a quién se refiere
cuando suplica que "habite él en las casas de Sem". Porque no está claramente señalado.
Una posibilidad es que sea el Soberano del universo. ¿Qué casa, en efecto, podrá
hallarse en el ámbito de lo creado más digna de Dios que un alma completamente
purificada que considera que la belleza moral es el único bien y ubica todas las otras
cosas tenidas comúnmente por bienes en un plano de consideración secundario y
subordinado?

63. Mas al afirmar que Dios habita en una casa no queremos decir que resida en un
lugar determinado, puesto que es Él quien todo lo encierra sin ser contenido por cosa
alguna; sino que ejerce una especial providencia y cuidado sobre ese sitio, como que a
todo el que tiene bajo su mando una casa compétele forzosamente el cuidado-de la
misma.

64. Suplique, pues, todo aquel que ha sido regado por la lluvia del bien amado por Dios
alcanzar al universal Soberano como residente en su alma, para que elevando Él desde
la tierra hacía las alturas este pequeño edificio que es la inteligencia, lo ponga en
contacto con los confines del cielo.

65. Y por cierto que la narración literal parece estar de acuerdo con esta interpretación.
Sem, en efecto, constituye el punto de partida, la raíz diríamos: de elevadas cualidades.
De esta raíz brotó un árbol de cultivados frutos, el sabio Abraham. De este árbol fue
fruto Isaac, naturaleza que no ha menester de dirección o instrucción ajena. Por Isaac, a
su vez, son sembradas las virtudes de la vida laboriosa, en las que se ejercita Jacob, el
experimentado en la pugna contra las pasiones, cuyos maestros de palestra son los
ángeles, es decir, los pensamientos Divinos.32
32
Vale decir, el Divino lógos, aquí pluralizado en múltiples lógoi. La referencia alude a
Gen. XXXII, 1.

66. De Jacob proceden las doce tribus, a las que las Divinas revelaciones califican de
"palacio y sacerdocio de Dios" (Ex. XIX, 6); lo cual concuerda con lo afirmado
primeramente sobre Sem, en cuyas casas se suplicó que morase Dios. No hay duda de
que el palacio es la casa del Rey, mansión santa ciertamente y única inviolable.

67. Otra posibilidad es que las palabras de la súplica se refieran también a Jafet, para
que pueda residir en las casas de Sem. Bueno es, en efecto, suplicar por quien considera
formas del bien a las ventajas corporales y a las externas, a fin de que retome hacia un
solo bien, el del alma, y no yerre respecto de la verdadera concepción de éste en ningún
momento de la vida por juzgar que la salud la riqueza y las demás cosas semejantes de
que participan también los hombres más malvados y ruines, son verdaderos bienes.
Parte ninguna del verdadero bien se halla mezclada con lo ruin, pues por naturaleza el
bien nada tiene de común con el mal.

68. Por eso los verdaderos bienes están atesorados exclusivamente en el alma, de cuya
belleza no es dado a ningún insensato participar. Ésta es la súplica que la profética
escritura declara que formula el hombre virtuoso en favor de uno de sus familiares
diciendo: "Vuelve a mí" (Gen. XLIX, 22), para que este, elevándose hacia el
pensamiento del que suplica y teniendo por bien único la belleza moral, huya de las
afirmaciones que sobre el bien hacen los hombres de torcida opinión. Habite, pues, en

172
las casas del que dice que sólo hay un bien y que es el del alma, y nunca se afinque en
las de los otros, que tienen en estima también las cosas corpóreas y las externas.

69. No sin razón, por otra parte, ha escrito Moisés que el insensato es esclavo de
aquellos que tienen parte en la virtud; a fin de que, si fuere hallado digno de una mejor
dirección, viva una vida más noble; o, si persistiere en su falta, sea castigado, y no poco,
por el poder ilimitado de los amos que son sus señores.

173
SOBRE LA CONFUSIÓN DE LAS LENGUAS

(DE CONFUSIONE LINGUARUM)

1. I. Habiendo discurrido lo suficiente acerca de estos asuntos, corresponde que a


renglón seguido nos apliquemos diligentemente al examen de las enseñanzas de Moisés
acerca de la confusión de las lenguas. Sus palabras, en efecto, son éstas: "Y la tierra
toda era un solo labio y una sola voz había para todos los hombres. Y ocurrió que en la
marcha desde el oriente hallaron una llanura en la tierra de Senaar y allí se
establecieron. Y un hombre dijo a su vecino: '¡Ea!, fabriquemos ladrillos y cozámoslos
en el fuego'. Y he aquí que el ladrillo tróceseles en piedra y el barro fue betún para ellos.
Y dijeron: 'Venid, edifiquemos para nosotros una ciudad y una torre cuya cúspide llegue
hasta el cielo, y hagamos nuestro nombre antes de ser dispersados sobre la faz de la
tierra toda'. Y descendió el Señor a ver la ciudad que se habían puesto a edificar los
hijos de los hombres. Y dijo el Señor: 'Mira, una sola es la raza y uno solo el labio de
todos y han comenzado a hacer esto, y ahora nada les faltará de cuanto esperan hacer.
Venid, bajemos y confundamos allí su lengua para que ninguno pueda entender la voz
de su vecino'. Y el Señor los dispersó desde allí sobre la faz de toda la tierra y cesaron
de edificar la ciudad y la torre. Por eso la torre fue llamada Confusión, pues allí
confundió el Señor los labios de la tierra toda y desde allí los dispersó el Señor sobre la
faz de la tierra toda." (Gen. XI, 1 a 9.)

2. II. Los que no ven con buenos ojos las instituciones de nuestros antepasados y se
aplican constantemente a censurar y desacreditar nuestras leyes, hacen de estos pasajes
y los otros semejantes a éstos, caminos de acceso, por así decir, hacia su ateísmo. Estos
impíos dicen: ¿Hablaréis todavía ahora con veneración acerca de esas prescripciones
como si contuvieran las normas de la verdad misma? Porque he aquí que los que
vosotros llamáis libros sagrados contienen mitos que suelen causaros risa cuando los oís
narrados por otros.

3. Y por cierto que no necesitamos reunir los ejemplos dispersos en todas las partes de
la legislación como si el tiempo nos sobrara para emplearlo en señalar errores. Bastará
con que señalemos los que tenemos a mano.

4. Uno de esos ejemplos, precisamente, es el similar a la fábula inventada sobre los hijos
de Aloeo, los que, según Hornero, el más grande y reputado de los poetas, planearon
poner una sobre otra en una pila las tres montañas de mayor altura con la esperanza de
que, elevadas éstas hasta la altura del éter, constituirían un fácil camino hacia el cielo
para quienes quisieran ir hacia lo alto. Los versos que de esto tratan dicen así: "Desea-
ban ardientemente colocar el Osa sobre el Olimpo, y el Pellón, de agitado follaje, sobre
el Osa, con el designio de que el cielo les fuera accesible."1 Olimpo, Osa y Pellón son
nombres de montañas.
1
Odisea XI, 305 a 320 narra cómo los dos hijos de Aloeo e Ifimedia, Oto y Efialtes,
cuyo verdadero padre era en realidad el dios Posidón, ambos de gigantesca estatura y
extraordinaria fuerza pretendieron con precipitada osadía llevar la guerra contra las
divinidades olímpicas, y, jóvenes aún, recurrieron al ingenioso expediente de apilar
montañas para llegar a la mansión de los dioses. Zeus sin embargo acabó con ellos.

5. Pues bien, el legislador en vez de estas montañas presenta una torre fabricada por los

174
hombres de entonces, los que en su insensatez y soberbia anhelaban alcanzar el cielo.
¿Y no es, acaso, esto una tremenda locura? La verdad es que. aunque se fijara una
pequeña base y sobre ella se superpusiese una construcción hecha con los diferentes
elementos de la tierra. toda erigiéndosela a manera de una única columna, ella estará
separada por infinitas distancias de la esfera etérea, especialmente si es cierta la opinión
de los filósofos que han investigado sobre estos problemas, los que están de acuerdo en
que la tierra es el centro del universo.2
2
Aristóteles, Sobre el cielo II, 13, 293 a.

6. III. Otra fábula análoga a ésta, compuesta por los autores de mitos es la que se refiere
a la posesión de un mismo lenguaje por parte de los animales. Cuéntase, en efecto, que
antiguamente todos los animales terrestres, acuáticos y aéreos hablaban un mismo
idioma y que, así como entre los hombres de nuestros días los helenos se entienden con
los helenos y los bárbaros con los bárbaros, si éstos son de la misma lengua, del mismo
modo. cada creatura conversaba con todas las otras respecto de aquellas cosas que
normalmente se hacen o se experimentan, de modo que dolíanse en común ante las
desgracias y compartían la alegría si algo provechoso les ocurría.

7. Es que gracias al común lenguaje se comunicaban unos con otros los placeres y
sinsabores, y eran comunes sus complacencias y sus disgustos,. y de ellos resultaba la
similitud de temperamentos y sentimientos. Pero al cabo, hastiados de la abundancia de
los bienes a su alcance, cosa que suele suceder a menudo, lanzáronse en pos del amor
por lo inalcanzable y enviaron una embajada en demanda de la inmortalidad pidiendo
ser liberados de la vejez. y gozar de la plenitud de la juventud por siempre. Alegaban
que entre ellos uno solo de los animales, el reptante, es decir,. la serpiente, había hasta
entonces alcanzado ese don. Ella, en efecto, despójase de su vejez y toma de nuevo a la
juventud primera, y es absurdo, decían, que los seres superiores queden relegados 3 con
respecto a los inferiores y que todos lo estén con respecto a uno.
3
En lo que hace a la prerrogativa de la inmortalidad.

8. Este atrevimiento tuvo, sin embargo, el condigno castigo. Al punto, en efecto, su


hablar tornóse diverso, de modo que a partir de ese momento ya no pudieron entenderse
unos a otros en virtud de la diferencia que mediaba entre los lenguajes en que la única y
común lengua de todos. había sido dividida.

9. IV. Ahora bien, Moisés, dicen estos críticos, se aproxima más a la verdad por cuanto
en su narración separa a los seres irracionales de los racionales, asegurando que la
unidad idiomática era propia de los hombres solamente. Pero aún esto constituye una
invención, por cuanto, dicen, la división del habla en innumerables lenguajes
particulares, hecho al que Moisés llama "confusión de las lenguas" tuvo lugar para
remedio de las iniquidades, de modo que, al no poderse entender entre sí, ya no
incurriesen los hombres en faltas colectivas, y en cambio, enmudecidos en cierto modo
unos con respecto a otros [. .. ] 4 intentasen emprender las mismas obras con las mismas
intenciones.
4
Laguna en el texto de los manuscritos; de modo que la traducción es conjetural. Tal
vez. haya que suplir algo así como: "cada uno obrase aisladamente, y no..."

10. Mas no se ve qué ventaja ha venido a resultar de esto. Porque, después que hubieron
sido separados en naciones y dejaron de hablar la lengua única, lo mismo que antes se
han llenado muchas veces tierra y mar de iniquidades sin número, ya que las causas del

175
común mal proceder no residen en la comunidad de lengua sino en los comunes deseos
de delinquir que abriga el alma.

11. Es innegable que los hombres que han perdido el uso del habla dan a entender lo que
desean mediante señales, miradas y las otras posiciones y movimientos del cuerpo con
no menos eficacia que mediante la expresión hablada. Añádase a esto que
frecuentemente una única nación, en la que no sólo la lengua es una sola sino son unas
mismas las leyes y las modalidades de vida llega a tal punto de iniquidad, que sus faltas
pueden igualarse con las faltas de toda la especie humana.

12. A su vez, innumerables hombres, al no poder prever, por ignorar otros lenguajes, los
acontecimientos inminentes, han sido tomados desprevenidos por los que los
acometieron; y a la inversa, un conocimiento de los mismos los ha puesto en
condiciones de apartar los temores y peligros que los amenazaban; de lo que se
concluye que la posesión de un común lenguaje es más útil que dañosa; conclusión que
se ve corroborada también por el hecho de que hasta hoy los habitantes de cada región,
y en particular los nativos del lugar, deben el vivir preservados de males a ninguna otra
cosa tanto como al hecho de hablar una única lengua.

13. Además, es indudable que, si un hombre llega a aprender otros idiomas, de


inmediato crece en consideración ante quienes le tratan, y tiénenlo por un amigo, que
ofrece no pequeña muestra de su apego en su familiaridad con el vocabulario de ellos,
familiaridad que parece brindarles la seguridad de que nada perjudicial puede venirles
de él. ¿Por qué, entonces, habría de privar Dios a la especie humana de la unidad
idiomática como si ésta fuera causa de males, cuando lo que correspondía era que la
asegurara como fuente del máximo provecho?

14. V. Los que [.....] las conclusiones fáciles de alcanzar propias de quienes en su
indagación se atienen a la letra de las leyes, refutarán, empleando sus propios
argumentos, a los que con malévolas maquinaciones sostienen tales cosas; [... ]5 sin
deseo de controversia, ajenos a toda disputa sofística y siguiendo el encadenamiento de
una ilación lógica que no admite claudicaciones, y, si surge cualquier obstáculo
fácilmente da cuenta de él para que el curso de las argumentaciones se convierta en una
marcha sin tropiezos.
5
Laguna en el texto de los manuscritos. Conjeturalmente se podría completar el pasaje
más o menos así: "Los que esgrimen (o prefieren) las conclusiones fáciles. . .; nosotros,
en cambio, nos atendremos a nuestra norma de interpretar alegóricamente la sagrada
palabra..."

15. Así, decimos que las palabras "La tierra toda era un solo labio y una sola voz"
expresan una consonancia 6 de inmensos e innumerables males. Estos males son todos
los que infiérense las ciudades unas a otras, las naciones-a las naciones y los países a los
países, y los que perpetran los hombres no sólo contra sí mismos sino también contra la
Divinidad. Y éstas son las iniquidades que cometen el plano colectivo; pero nosotros
observamos también la inmensa multitud de males que adviértense en cada hombre en
particular, especialmente cuando esa consonancia carece de armonía, entonación y
musicalidad.7
6
En éste y en los párrafos subsiguientes traduzco el término griego symphonía por
consonancia. Por supuesto que es imposible advertir en la traducción española la
relación que en la lengua griega liga symphonía = consonancia, concierto de voces o

176
sonidos, voz o sonido conjunto, y la expresión del pasaje bíblico mía phoné =: una sola
voz.
7
Vale decir, cuando esa consonancia no es tal sino disonancia y sonido desacorde.

16. VI. ¿Quién, ciertamente, ignora lo que sucede cuando la pobreza y el descrédito se
mezclan con las enfermedades y mutilaciones del cuerpo y, a su vez, estos males se
combinan con las enfermedades del alma por efecto de la melancolía, la avanzada edad
o alguna otra grave desgracia que sobreviene?

17. La verdad es que, si una sola de dichas desgracias, al hacer sentir su fuerza, es
suficiente para derribar y postrar aun al más seguro de sí mismo, ¿qué calamidad hay
comparable con aquella que resulta de que todas juntas las desgracias del cuerpo, del
alma y exteriores, como obedeciendo a una misma orden, se precipiten en masa y a un
mismo tiempo? Porque, a no dudarlo, la caída de los guardianes trae forzosamente
consigo la de los protegidos.

18. Y guardianes del cuerpo son la riqueza, la reputación y los honores,8 los que lo
enderezan, yerguen y le dan un aspecto arrogante; en tanto que las situaciones opuestas,
vale decir, el deshonor, el descrédito y la pobreza lo descalabran a la manera de
enemigos.
8
Ver Sobre la ebriedad, 211 y ss.

19. A su vez, guardias del alma son los oídos, los ojos, el olfato, el gusto, la hueste toda
de la sensibilidad, a la que hay que agregar la salud, el vigor, la capacidad y la resis-
tencia corporales. En ellos, en efecto, como en firmes moradas de sólidos cimientos y
seguros reparos, deambula y reside la. inteligencia, que allí engalánase sin que nada
obstaculice el libre desenvolvimiento de sus propias tendencias y con libertad para
avanzar por doquier a través de cómodas y amplias rutas hacia lo alto.

20. Mas contra estos guardianes están, como he dicho, acampadas fuerzas enemigas: la
pérdida de los órganos de los sentidos y la enfermedad, las que muchas veces llevan a la
inteligencia al borde del desastre. Estas desgracias que se producen sin nuestra
intervención son en extremo penosas y afligentes, pero resultan más leves con mucho si
se las compara con las que resultan de nuestra propia determinación.

21. VII. Consideremos, pues, en particular cuál es la consonancia resultante de los


males voluntarios. Nuestra alma, lo sabemos, se divide en tres partes, una asignada a la
inteligencia y a la razón, otra al elemento irascible y otra a la concupiscencia.9 Cada una
de estas partes produce efectos dañosos para sí en particular y todas para todas: en
común. Ello ocurre cuando la inteligencia cosecha cuanto. siembran sus locuras y sus
actos de cobardía, su intemperancia. e injusticia; cuando el elemento irascible da a luz
sus furiosos y extraviados frenesíes y demás males que engendra en su seno; y cuando
la concupiscencia siembra por todas partes livianas. apetencias sin término, frutos de la
inmadurez, las que vuelan al azar ora hacia las cosas materiales ora hacia las
espirituales.
9
O a la cólera la primera, y al apetito o deseo la segunda. Ver Interpretación alegórica
III, 115.

22. Entonces,'en efecto, ocurre lo que en un barco tripulado en el que, dominados por
una cierta locura, pasajeros y pilotos se confabulan para la destrucción de la nave, y los

177
que tal cosa han maquinado son los primeros en perecer. Hay, en efecto, un mal más
grave que todos los otros y casi incurable: esta cooperación de todas las partes del alma
en el mal obrar, puesto que, tal como sucede en una desgracia que alcanza a todo un
pueblo, nadie está en condiciones de procurar el remedio para la curación de los que
padecen, ya que hasta los médicos están postrados al par de la multitud, y la pestilente
enfermedad hace presa en ellos, convirtiéndolos en víctimas de una calamidad de la que
nadie escapa.

23. De este infortunio es símbolo el gran diluvio descripto en la obra del legislador,
"cuando las cataratas del cielo" derramaron los torrentes de la misma maldad en
impetuosa caída y de "las fuentes de la tierra" (Gen. VII, II),10 vale decir, del cuerpo
manaron las corrientes de cada pasión, corrientes numerosas y grandes, las que, unidas y
mezcladas con los primeros, revolvíanse en ininterrumpidos torbellinos y agitaban la
región toda del alma que las había recibido.
10
En el texto de los LXX se lee: "desde el abismo". n Estas "creaturas" y "bestias" son el
elemento irascible, la concupiscencia y sus respectivos engendros, a los que se refiere
Filón en 21.

24. "Viendo Dios Soberano", dice Moisés, "que las iniquidades de los hombres se
habían multiplicado sobre la tierra y que cada uno se proponía con celo en su corazón
maldades todos los días" (Gen. VI, 5 y 6), decidió castigar al hombre, vale decir, a la
inteligencia, y con él a las creaturas reptantes y a las voladoras y a la restante irracional
multitud de bestias salvajes.11 Y el castigo fue el diluvio.

25. El diluvio, en efecto, fue un desborde de iniquidades, un inmenso torrente de faltas,


en el que nada se oponía y todas las cosas estallaban incontroladamente para procurar
ocasiones sin número a los hombres, prestos a gozar todo lo posible. Y sucedió lo que
cabía esperar, a no dudarlo; ya que no se trataba de la corrupción de una determinada
parte solamente del alma, lo cual hubiera permitido preservar la salud de las restantes;
sino de que ninguna de sus partes estaba libre de enfermedad y corrupción. Moisés dice:
"Viendo lo que cada uno", es decir, lo que todo pensamiento, no uno solo, "se
proponía", el incorruptible Juez aplicó el castigo correspondiente a la falta.

26. VIII. Éstos son los que conciertan entre sí una alianza en la depresión salada.
Efectivamente, la región de los vicios y las pasiones es cóncava, áspera y semejante a
una depresión, salada realmente y productora de amargos padeceres. La conjuración y
alianza de estos hombres fue destruida por el sabio Abraham cuando éste vio que los
juramentos y compromisos de aquéllos carecían de dignidad. Leemos, en efecto, que
"Todos éstos unieron sus voces 12 para marchar sobre la depresión salada; ésta es el mar
de las sales". (Gen. XIV, 3.) 27. Observa también a esos estériles en el saber y ciegos de
entendimiento; entendimiento en el que cabía esperar una aguda visión; a esos cuyas
características oculta el nombre de sodomitas;13 observa, digo, cómo todo
conjuntamente, desde los más jóvenes hasta los más viejos, corre en torno a la morada
del alma para deshonrar y destruir los sacros y santos pensamientos 14 hospedados en
ella, pensamientos que son sus guardias y centinelas; sin que ninguno haya pensado en
absoluto entre ellos oponerse a los que delinquen ni rehuir él el cometer injusticias.
12
En griego synephónesan, emparentado con symphonía.
13
Habitantes de la bíblica Sodoma, ciudad cuya impiedad y corrupción la hacían
merecedora de la destrucción, a la que llegan dos ángeles, que son hospedados por Lot
en su morada.

178
14
"Pensamientos" es una traducción por demás vaga del término logoi, pero
insustituible a falta de otra mejor. Según se aclara más abajo, se trata de los
denominados ángeles o mensajeros en las sagradas escrituras. Como alegorías de las
actividades del amia son, sin duda, pensamientos; pero como pluralizaciones o
manifestaciones particulares del lógos Divino no cabe concebirlos como meras
influencias intelectuales y morales, sino como verdaderos entes espirituales al modo
como se los describe en Sobre la sobriedad, 174, donde aparecen como instructores de
Jacob.

28. En efecto, no unos sí y otros no; sino "todo el pueblo", como dice la escritura,
"jóvenes y viejos rodearon la casa" (Gen. XIX, 4), conspirando contra los Divinos y
sacros pensamientos, a los que solemos denominar ángeles.

29. IX. Pero Moisés, el profeta de Dios, les saldrá al encuentro y contendrá el grande
torrente de su osadía aunque ellos, colocando a su frente como rey a la más atrevida y
hábil elocuencia, se lancen al ataque movidos por un unánime impulso y aunque sus
recursos acrezcan al punto de desbordar como un río. Léese, en efecto: "He aquí que el
rey de Egipto se aproxima sobre las aguas; mas tú permanecerás saliéndole al encuentro
sobre la orilla del río." (Ex. VII, 15.)

30. Así pues, el necio sale sobre el compacto torrente de las iniquidades y pasiones, que
se asemeja al agua; el sabio, por su parte, recibe de Dios, el eternamente firme, un
privilegio que es connatural al poder de Este, poder indoblegable e inconmovible
siempre.

31. Se le ha dicho, en efecto: "Tú permanece aquí Conmigo" (Deut. V, 31) para que,
despojándose de la vacilación y la duda, disposiciones propias de un alma sin firmeza,
se invista de la más segura y estable de las disposiciones, que es la fe. En segundo lugar,
singular paradoja, estando fijo sale al encuentro. La escritura, en efecto, dice:
"Permanecerás saliéndole al encuentro", no obstante que el salir al encuentro implica la
idea de movimiento, y el permanecer la de no moverse.

32, Sin embargo, no se trata aquí de cosas en pugna sino de cosas que armonizan al
máximo. Sucede, en efecto, que aquel cuyo discernimiento caracterízase por
permanecer tranquilo y firmemente asentado, enfrenta a todos aquellos que se
complacen en la agitación y el tumulto y lanzan el embate de la tempestad que
engendran sus manos contra el que es capaz de conservar la serenidad.

33. X. Es lógico, ciertamente, que el enfrentamiento tenga lugar en el borde 15 del río.
Los labios 16 son los límites de la boca, una especie de valla de la lengua y a través de
ellos pasa la corriente del habla cuando comienza su flujo descendente.
15
El término griego kheílos, además de labio, significa también margen, orilla o borde,
lo cual permite a Filón relacionar lo del encuentro "sobre la orilla del río" con el labio o
los labios, vinculando así la cita bíblica con los pasajes "uno solo es el labio" y
'''confundió el Señor los labios de la tierra toda" de Gen. XI, 1 a 9 citado en el parágrafo
1.
16
Ver la nota anterior.

34. Ahora bien, los que odian a la virtud y aman las pasiones tienen como aliada a la
palabra para la introducción de sus infames doctrinas; en tanto que, contrariamente, los

179
hombres de bien la emplean como tal para la destrucción de semejantes doctrinas, y
para asentar el poderío inconmovible de las superiores y verdaderamente nobles. 35.
Efectivamente, cuando aquéllas, después de haber soltado todas las amarras de las
contenciosas disputas, hayan sido derribadas y destruidas por la opuesta embestida de
las palabras sensatas, el sabio ordenará justa y apropiadamente el sacratísimo coro para
un cántico de victoria y cantará armoniosamente.

36. "Israel", dice, en efecto, "vio a los egipcios muertos sobre los bordes del río" 17 (Ex.
XIV, 30); no en otro lugar. Y la muerte a que aquí se refiere no es la consistente en la
separación del alma y del cuerpo, sino la destrucción de las doctrinas impías y de las
palabras que emplean aquéllos a través de sus bocas, sus lenguas y demás órganos del
habla.
17
Evidentemente se trata de un error o de una sustitución ex profeso de. Filón. El texto
de los LXX dice "del mar".

37. Ahora bien, la muerte de la palabra es el silencio, no aquel que guardan las personas
mesuradas teniéndolo por señal de modestia; ya que este silencio es hermano de la
aptitud para hablar y constituye un poder cuyo cometido es conservar para el momento
oportuno aquello que hay que decir; sino aquel otro que soportan contra su deseo
aquellos a los que el poder de sus oponentes ha dejado impotentes y postrados y ya no
encuentran asidero18 alguno.
18
O argumento.

38. Cuanto éstos alcanzan a asir se les diluye, cuanto eligen como apoyo resulta
inestable al punto de que no pueden evitar la caída antes de lograr afirmarse. Con ellos
ocurre lo que en el molino empleado para sacar agua. En el medio de él hay unos
escalones en los que el labrador, cada vez que desea regar los sembrados, se sube de pie
pero, al no poder evitar el deslizarse circularmente, con el fin de no caerse se toma con
las manos de cierto objeto firme a su alcance, y así mantiene suspendido del mismo todo
su cuerpo. De este modo usa sus manos en función de pies y los pies en el papel de
manos, puesto que se mantiene gracias a las manos, cuyo cometido propio es trabajar, y
trabaja mediante los pies, los que normalmente sirven para mantenerse sobre ellos.

39. XI. Ahora bien, muchos hay que, incapaces de frustrar enérgicamente las con-
vincentes argumentaciones de los sofistas a causa de que, por vivir permanentemente
entregados a actividades de orden práctico, carecen de una ejercitación profunda sobre
el uso de las palabras, se han refugiado en la alianza del Único Sabio y han suplicado Su
asistencia. Entre ellos uno de los discípulos de Moisés, elevando sus súplicas en salmos,
dijo: "Que sus labios engañadores se tomen mudos." (Salmos XXX [XXXI], 19.) Mas
no podrían enmudecer a no ser que les cierre la boca el Único que tiene a la palabra
misma por vasalla.

40. Preciso es, pues, que huyamos sin desandar un paso de las uniones cuyo objeto es
delinquir, y que mantengamos firmemente nuestra alianza con los amigos de la sensatez
y el saber.

41. Por eso me siento lleno de admiración ante la armoniosa justeza de las palabras de
aquellos que dicen: "Todos somos hijos de un solo hombre; somos pacíficos." (Gen.
XLII, 11.) Diríales yo, en efecto: ¿Cómo podríais no detestar la guerra y no amar la paz,
oh hombres bien nacidos, si os habéis registrado como hijos de un mismo padre, ser no

180
mortal sino inmortal, hombre de Dios,19 que, siendo el lógos del Eterno, por fuerza
también él es imperecedero?
19
La misma concepción acerca del lógos Divino aparece también, en los parágrafos 62
y 146.

42. Aquellos cuya gestación espiritual reconoce numerosos orígenes y se adhieren a. la


maldad llamada politeísmo discrepan entre sí, honrando unos a unas divinidades otros a
otras, y producen alteraciones y discordias intestinas y exteriores con las que llenan sus
vidas desde el nacimiento hasta la muerte de contiendas sin tregua.

43. En cambio, los que se complacen en una sola ascendencia y honran al recto lógos 20
como su único padre, sienten veneración por la armoniosa y deliciosa "consonancia" de
las virtudes y viven una vida serena y tranquila; vida que no es, como algunos suponen,
ociosa y vil, sino altamente viril y de extrema agudeza en la lucha contra quienes
intentan alterar la paz y están siempre empeñados en la violación de lo jurado. Ocurre,
en efecto. que está en la naturaleza de los hombres pacíficos el ser hombres de guerra
cuando se presenta la ocasión de alistarse y resistir a aquellos que subvierten la
estabilidad del alma.
20
O tal vez mejor en este caso: la recta razón, ya que normalmente Filón se refiere en
particular a la connotación racional, excluida la elocutiva, del término lógos, cuando le
acompaña el adjetivo orthós = recto,

44. XII. La verdad de mis palabras es atestiguada en primer lugar por la disposición de
la inteligencia de cada uno de los que aman la virtud, que es la que he descripto; y en
segundo lugar por un miembro del profético coro, que poseído de Divina inspiración,
proclamó en alta voz: "¡Oh madre, cuan grande me has engendrado, hombre de combate
y hombre de desagrado de toda la tierra! A nadie he debido nada ni me han debido a mí,
ni mi fortaleza cedió ante sus imprecaciones." (Jeremías XV, 10.)

45. Y bien, ¿no es todo hombre sabio inconciliable enemigo de todos los ruines,
consistiendo sus aprestos para la defensa, no en la preparación de trirremes, máquinas
de guerra, armas y soldados, sino en razonamientos?

46. En efecto, en presencia de la guerra que en plena paz desarróllase continua e


ininterrumpidamente entre los hombres todos, así en lo privado como en los asuntos
públicos, no sólo entre naciones, regiones, ciudades y aldeas, sino también de casa
contra casa y de cada hombre consigo mismo, ¿quién habrá que no reproche, reprenda,
amoneste, corrija, no sólo de día sino también de noche, sin que pueda su alma
tranquilizarse a causa de su natural odio al mal?

47. Es que en plena paz se hacen todas las cosas propias de la guerra. Los hombres
despojan, roban, esclavizan, saquean, arruinan, ultrajan, ofenden, corrompen,
deshonran, asesinan a ocultas,21 y, si son más poderosos, matan abiertamente.
21
O mediante maquinaciones o a traición.

48. Cada hombre coloca ante sí un blanco: la riqueza o la gloria, y hacia él lanza, como
si se tratara de dardos, las acciones todas de su vida, y haciendo caso omiso de la
equidad,22 persigue su opuesto; desecha la camaradería, domínalo la avidez de poseer
para sí solo los bienes de todos, y odia a los demás hombres, devolviendo odio por odio.
Su benevolencia es hipocresía, siendo amigo de la espuria adulación, enemigo de la

181
genuina amistad, hostil a la verdad, defensor de la falsedad, tardo en ayudar, rápido en
el daño, prestísimo en la calumnia, reacio en salir en defensa de alguien, cínico en el
engaño, sumamente falso en sus juramentos, infiel en grado sumo, esclavo de la ira,
sumiso al placer, protector de la maldad y corruptor de lo bueno.
22
O justicia.

49. XIII. Éstos y los demás del mismo tenor son los muy disputados bienes de la
ensalzada y admirada paz que la inteligencia de cada uno de los insensatos venera,
admira y adora; bienes. en presencia de los cuales el hombre sabio siente repugnancia. y
dice a su madre y nodriza la sabiduría: "¡Oh madre, cuan grande me has engendrado!",
grande no en poder corporal sino en fuerza para odiar la maldad; un hombre de
"desagrado y combate", pacífico por naturaleza, pero, por ello precisamente, belicoso al
mismo tiempo frente a los que deshonran la inmensamente apetecible belleza de la paz.

50. "Nada he debido ni nada me han debido a mí", pues ni ellos han hecho jamás uso de
los bienes míos ni yo he hecho uso de los males de ellos, antes, como escribió Moisés,
"nada de lo que desean he tomado de ninguno de ellos" (Núm. XVI, 15), pues ellos ate-
soran para sí cuanto constituye el mundo de sus apetencias, vale decir, cuanto tienen por
máximo provecho, que no es otra cosa que el supremo daño.

51. "Ni mi fortaleza cedió ante las imprecaciones que lanzaban sobre mí", ni, sostenido
por la incomparable fortaleza de las Divinas doctrinas, me he doblegado ante sus malos
tratos; antes bien, pleno de vigor he reprochado a los que no se purifican a sí mismos.

52. "Dios", como está señalado en cierto pasaje de los salmos, "nos ha colocado. para
contradecir a nuestros vecinos". (Salmos LXXIX [LXXX], 7.) Por "nosotros" 23
entiéndanse aquí todos los que anhelan la recta opinión; y "contradictores" por
naturaleza no son otros que aquellos que han poseído siempre el celo por el saber y la
virtud; que se oponen a los "vecinos" del alma; que desenmascaran a los placeres
residentes en su casa, a los deseos que viven a su lado, a la cobardía y a los temores; que
avergüenzan al tropel de las pasiones y vicios; que refutan, además, a la sensibilidad
toda, a los ojos sobre lo que vieron, a los oídos sobre lo que han oído, al olfato sobre los
olores, al gusto sobre los sabores, al tacto sobre las particularidades cuyo contacto
denota las propiedades de las sustancias, y, en fin, a la palabra 24 sobre cuanto ésta se ha
permitido manifestar.
23
"Nosotros"; referencia al "nos" del pasaje bíblico.
24
Literalmente: el lógos pronunciado. Sobre los dos lógoi ver Sobre los querubines,
nota 8.

53. Vale, por eso, la pena que indaguemos con empeño qué, cómo y por qué nuestra
sensibilidad percibe, nuestra palabra expresa y nuestra afectividad encauza nuestros
sentimientos; y que pongamos al descubierto cada uno de sus errores.

54. Aquel, en cambio, que no contraría a ninguna de estas cosas sino asiente a todo en
seguida, se engaña a sí mismo sin darse cuenta, y fortifica a vecinos que oprimen al
alma y a los que es mejor tener por subordinados que por jefes. Si ellos poseyeren el
mando, siendo, como es, su reina la locura, causarán grandes y numerosos daños;
subordinados, en cambio, prestarán el debido servicio dócilmente y sin rebelarse ya,
como antes, contra el yugo.

182
55. Cuando estos "vecinos" hayan aprendido a obedecer, y los que anhelan la recta
opinión hayan asumido el mando, empleando no sólo el saber sino también la fuerza,
todos los pensamientos protectores y defensores del alma se aproximarán movidos por
un mismo propósito a aquel que posee la mayor jerarquía entre ellos25 y le dirán: "Tus
siervos han practicado el recuento de los hombres de guerra que hay entre nosotros, y
ninguno de ellos se ha manifestado disconforme" (Núm. XXXI, 49) ,26 sino, como los
instrumentos musicales, cuyas notas armonizan todas perfectamente, así también
nosotros hemos respondido como un eco a todas las lecciones, sin pronunciar palabra
alguna ni realizar obra alguna disonantes o discordantes; de modo que hemos puesto en
ridículo al otro coro, el de los carentes de arte, inerte todo él y sin voz, el coro que eleva
cánticos a Madián, la nodriza de las cosas corporales, y a su vástago, esa masa de cuero
llamada Baal Fagor.
25
Es decir, a Moisés en el relato literal.
26
O discordante, término que se amolda más al tema de la consonancia, sinfonía o
concierto de voces que trata el autor. Ver Sobre la ebriedad, 114 y ss. otro enfoque de
Filón sobre el mismo pasaje bíblico.

56. Es que nosotros somos la raza "de los elegidos de ese Israel", que ve a Dios, entre
los que "ninguno de ellos se ha manifestado discordante" (Ex. XXIV, II),27 para que el
mundo todo, que es instrumento del Todo, resuene con la grata melodía de sus
armonías.
27
El sentido del pasaje bíblico es: "Y ninguno de los elegidos de Israel había muerto".
El verbo griego diaphoneín significa básicamente disentir, estar o manifestarse en
desacuerdo, pero figuradamente haber perecido o muerto. Filón, aunque probablemente
entiende en este último sentido dicho verbo, con todo para adecuarlo a su alegoría en
torno a la musical consonancia o acuerdo de voces, le asigna, sin duda, el sentido literal
de "estaba en desacuerdo" o "hacía oír su voz en discordancia".

57. Y así, también Moisés dice que aquella belicosísima razón llamada Fineas,28 recibió
la paz a título de trofeo en razón de que, movido por el celo por la virtud y preparado
para la guerra contra el vicio, despedazó toda cosa creada; y a continuación el mismo
premio es dado a aquellos 29 que, tras haber practicado cuidadosas indagaciones e
investigaciones empleando para ello como más claro testimonio a la vista que al oído,
sustentan de buen grado la creencia de que lo mortal rebosa de falsedad y está pendiente
de meras suposiciones.
28
Núm. XXV, 12.
29
Es decir, los capitanes u oficiales superiores encargados de la leva de que habla Filón
en el parágrafo 55.

58. Admirable, pues, es esta consonancia de voces a que me refiero; pero


admirabilísima y superior a todas las armonías, síntesis de todos, es aquella en la que
aparece el pueblo entero cuando manifiesta movido por un mismo impulso: "Todo
cuanto Dios ha dicho haremos y escucharemos." (Ex. XIX, 8.)

59. Estos, en verdad, no es al lógos al que seguirán como guía, sino a Dios, el soberano
del universo, a través del cual avanzan en procura de la acción más que de las palabras.
En efecto, mientras los demás escuchan primero y luego obran, éstos, y he aquí lo
paradójico en extremo, afirman que primero han de obrar y luego escucharán a fin de
mostrarse, marchando en pos de la excelencia en las obras estimulados no por la
enseñanza y el consejo sino por el deseo de obrar y por el espontáneo impulso de su

183
inteligencia. Y, si dicen que después de obrar escucharán, es con el propósito de poder
juzgar si sus acciones concuerdan con las Divinas y sacras prescripciones.

60. XIV. Acorde plenamente con la naturaleza de las cosas es la afirmación de que los
que conspiraban para consumar iniquidades "moviéndose desde el oriente30 hallaron una
llanura en la tierra de Senaar y allí se establecieron". (Gen. XI, 2.) En efecto, las clases
de "elevaciones" del alma son dos: la mejor y la peor. La mejor tiene lugar cuando el
resplandor de las virtudes se eleva como los rayos del sol; la peor cuando las virtudes se
sumergen en sombras y son los vicios los que se elevan.
30
El termino anotóle significa oriente, este o levante, y en general naciente o elevación
de un astro, sentidos estos últimos que conviene tener presente para seguir en la
traducción española los razonamientos que a propósito de él hace Filón.

61. Un ejemplo de la primera es el siguiente: "Y plantó Dios un parque en el Edén hacia
el oriente" (Gen. II, 8), un parque no de plantas terrestres sino de virtudes celestiales
que el Plantador hizo elevarse desde Su incorpórea claridad para no extinguirse jamás.

62. Y he escuchado también de uno de los discípulos de Moisés el siguiente oráculo:


"He aquí un hombre cuyo nombre es Oriente"31 (Zacarías VI, 12); título sumamente
extraño, en verdad, si el ser que te representas fuere uno compuesto de cuerpo y alma.
Pero si tienes presente que se trata de aquel ser incorpóreo, en nada diferente de la
Divina imagen, convendrás en que el nombre de Oriente le ha sido asignado con sumo
acierto.
31
O elevación, o naciente.

63. Se trata, efectivamente, del primero de los hijos que el Padre de todas las cosas ha
hecho surgir, el engendrado al que en otro lugar califica de Su primogénito, y que,
imitando los caminos del Padre, dio forma a las diversas especies con la mirada fija en
los ejemplares arquetipos de Aquél.32
32
El lógos Divino. Ver el parágrafo 146.

64. XV. De la clase peor de elevación es un ejemplo lo que se ha dicho a propósito de


aquel que quería maldecir a quien Dios alababa. Aquél, en efecto, es presentado como
residiendo en oriente, mas este oriente, si bien se llama igual que el otro, es su opuesto y
está en conflicto con él. 65. Leemos, en efecto: "Balak me ordenó volver de la
Mesopotamia, de las montañas del oriente, diciendo: 'Ven aquí, maldice para mí a aquel
a quien Dios no maldice'." (Núm. XXIII, 7 y 8.) "Balak" significa "demente" y es un
nombre acertadísimo. ¿Cómo, en efecto, no ha de ser terrible demencia esperar que el
Que Es sea engañado y que Su firmísimo designio pueda ser cambiado por los sofismas
de los hombres?

66. También Balaam por ese mismo motivo habita en la Mesopotamia;33 pues su
discernimiento está sumergido como en la parte más central de las profundidades de un
río y no es capaz de remontarse nadando y de salir a la superficie; y tal situación es el
levante mismo de la insensatez y el poniente del recto discernimiento.
33
Mesopotamia, cuyo sentido etimológico es "situado entre ríos" y también."situado en
medio de un río", sentido este ultimo que da pie a Filón para su interpretación.

67. Se nos dice que estos autores de una consonancia que no es sino desarmonía se
mueven desde el oriente. ¿Desde cuál de los dos orientes, desde el de las cosas virtuosas

184
o desde el de las viciosas? Si se trata del de las cosas virtuosas, lo que se describe es una
completa separación. Mas si se trata del de las viciosas la descripción corresponde a
cierto movimiento conjunto, análogo al que hacemos cuando movemos las manos, no
separadamente las manos solas sino en coordinación con todo el cuerpo.

68. En efecto, el lugar donde se halla el vicio es para el hombre ruin el comienzo y
punto de partida hacia las actividades antinaturales. Cuantos han abandonado el campo
de la virtud y usado los puntos de partida de la demencia, han hallado y habitan un lugar
apropiadísimo, que en lengua hebrea se llama Senaar. y en la helena "sacudida".

69. Y efectivamente, la vida toda de los hombres ruines está agitada, perturbada y
sacudida, en perpetuo trastorno y alteración, y no atesora en sí ni un vestigio siquiera
del genuino bien. Es que, así como de las cosas que caen sacudiéndose, las que no son
sostenidas por una fuerza cohesiva se desprenden precipitándose todas; del mismo
modo, a mi parecer, el alma de quien alimenta designios de delinquir es presa de
agitación, pues arroja fuera toda forma de virtud de modo que ni una sombra o reflejo
de ella aparezca en absoluto.

70. XVI. Así, la raza amante del cuerpo que son los egipcios es presentada huyendo no
del agua, sino "bajo el agua", vale decir, bajo el torrente de las pasiones, y, cuando se ha
sumergido en ellas, se agita y trastorna; y, cuando arroja fuera la serenidad y estabilidad
de la virtud, atrae hacia sí el alboroto del vicio. Por eso se nos dice que "sacudió a los
egipcios en medio del mar cuando huían bajo el agua". (Ex. XIV, 27).

71. Éstos son los que no conocen ni siquiera a José, vale decir, a la inestable vanidad de
la vida; y cometen sus públicas indignidades sin reservarse ni un vestigio, ni una sombra
ni una apariencia de dignidad.

72. Así, dice Moisés que "surgió en Egipto otro rey"; el que "no conoció" ni siquiera "a
José" (Ex. I, 8), es decir, al bien sensible, que es el último absolutamente y postrero de
los bienes. Este rey es aquel que destruía no sólo las perfecciones sino también los
progresos, no sólo la clara visión cual surge a través de la vista sino también la
enseñanza que llega a través del oído. El tal rey dice: "Ven aquí, maldice para mí a
Jacob, y ven aquí, descarga tus maldiciones sobre Israel" (Núm. XXIII, 7); lo mismo
que si dijera: 'Ve y acaba. con ambos, con la vista y con el oído del alma para que no
puedan ver ni oír bien verdadero y genuino alguno'. Israel, en. efecto, simboliza la
visión y Jacob la audición.

73. La inteligencia de éstos tales se agita en cierto modo, y arroja fuera la naturaleza
toda del bien, en tanto que, por el contrario, la inteligencia de los hombres nobles,
alcanzando la nítida y pura representación de los bienes, sacude y arroja fuera de sí al
mal.

74. Observa, por ejemplo, cómo se expresa el ejercitante.34 "Suprimid", dice, "los dioses
ajenos que hay con. vosotros en medio de vosotros, y purificaos, cambiaos vuestras
vestiduras; y levantémonos y vayámonos a Betel" (Gen. XXXV, 2 y 3), a fin de que,
aunque Labán exigiere una indagación, ningún ídolo pueda ser hallado en la casa toda 35
y sí, en cambio, bienes sustanciales y verdaderamente reales, registrados, como sobre
una estela, en la inteligencia del sabio; bienes que constituyen la herencia de Isaac, vale
decir, de la raza de los que poseen un saber espontáneamente adquirido. Sólo Isaac, en.

185
efecto, recibe de su padre los bienes sustanciales.36
34
Jacob.
35
Gen. XXXI, 35.
36
Gen. XXV, 5.

75. XVII. Mas, observa que no dice que ellos37 marchan hacia un llano, en el cual se
establecen, sino que, después de haber buscado y explorado totalmente, "hallaron" el
sitio más apropiado para la demencia. Es que realmente todo insensato no se limita a
tomar para sí lo que otro le proporciona sino busca el mal y lo descubre, y no le bastan
solamente aquellos males hacia los que de por sí tiende una naturaleza depravada sino
agrega los acabados esfuerzos propios del artífice de maldades.
37
Los que se establecieron en la llanura de Senaar; alegóricamente: los que han
abandonado el campo de la virtud", según el parágrafo 68.

76. Y ojalá, en verdad, fuera por corto tiempo y cambiara al cabo de residencia; pero el
caso es que se determina a quedarse allí permanentemente. Leemos, en efecto, que
"hallaron el llano y se establecieron en él" cual si se tratara de su país, no que se
instalaron transitoriamente en calidad de extranjeros. Porque, si al encontrarse con las
faltas, las hubieran considerado' extrañas a sí y como extranjeras, el mal hubiera sido
menor;
mas las consideran como propias y familiares. Residiendo a. título de transeúntes
hubieran podido partir más tarde; al establecerse como habitantes demostraban su
completa determinación de permanecer .allí.

77. Tal es el motivo por el que todos los considerados sabios por Moisés son
presentados residiendo transitoriamente en un determinado lugar. Es que sus almas, si
bien, movidas por el deseo de ver y aprender, tienen la costumbre de realizar viajes a la
naturaleza terrestre, jamás emigran definitivamente del cielo a otra morada.

78. De ese modo, una vez que, situadas temporariamente en cuerpos, han contemplado a
través de ellos bascosas sensibles y mortales, elévanse nuevamente hacia el lugar del
que primeramente habían salido, entendiendo que su patria es la región celestial, de la
que son ciudadanos; y que la terrestre, donde residieron de paso, es tierra extranjera. Si
para aquellos que han fundado una colonia la región que los ha recibido se convierte en
la patria en vez de la metrópoli, para los que simplemente se hallan viajando por tierra
extranjera la patria sigue siendo aquella que los vio partir y hacia la que anhelan
retornar.

79. Con razón, en verdad, Abraham, al levantarse de la vida que es muerte y vanidad,
dirá a los guardianes de la muerte y tesoreros de la mortalidad: "Soy un extranjero y
estoy de paso entre vosotros" (Gen. XXIII, 4), "vosotros habéis nacido aquí y preferís el
polvo y la tierra al alma, y concedéis precedencia a un hombre llamado Efrón, cuyo
nombre significa 'polvo'."

80. Asimismo cabía esperarse lo que el ejercitante Jacob dice lamentándose de su


residencia en el cuerpo: "Los días de los años de mi vida que he residido en tierra
extraña breves y penosos han sido; no han alcanzado el número de aquellos en que mis
padres residieron fuera de su país." (Gen. XLVIII, 9.)

81. Por su parte, al autodidacta Isaac le fue revelado el siguiente oráculo: "No

186
desciendas hacia Egipto", vale decir, hacia la pasión; "habita en la tierra que Yo te
diga", es decir» en la indemostrable e incorpórea sabiduría, "y reside transitoriamente en
esta tierra" (Gen. XXVI, 2 y 3), es decir, en la mostrable y sensible sustancia. El oráculo
tiende a mostrarnos que ^1 hombre sabio reside en un cuerpo sensible como si fuera un
extranjero, en tanto que vive como en su patria en las intelectualmente perceptibles
virtudes, las que, pues "son habladas" 38 por Dios, no difieren de las Divinas palabras.
38
"Son habladas por Dios" las virtudes. La expresión alude al pasaje bíblico que dice:
"Habita en la tierra que yo te diga". Por supuesto que la lectura de Filón, supone:
1) tener presente la alegórica igualdad virtudes = tierra o país; 2) pasar por alto que la
verdadera lectura del texto, según elementales normas de sintaxis, es: "Habita la tierra
que yo te diga (que habites)"; de donde resulta que el objeto directo de "diga" no es "la
tierra" sino "que habites"; y 3) admitir que el verbo eipeîn = decir, del texto bíblico, es
sinónimo de laleín = hablar, como pretende Filón al hacer la sustitución. Aceptadas
tales premisas, el razonamiento es más o menos como sigue: 1) hablamos palabras o con
palabras, no cosas o con cosas; 2) Dios "habla las virtudes"; 3) luego, las virtudes son
palabras de Dios.

82. Moisés, por su parte, dice: "Soy un extranjero en tierra ajena" (Ex. II, 22),
remarcando de un modo especial que no sólo considera la permanencia en el cuerpo
como permanencia en tierra extranjera, tal como la conciben los emigrantes, sino
además la tiene por digna de aversión y no merecedora de que nos familiaricemos con
ella.

83. XVIII. Ahora bien, como es deseo del hombre ruin poner de manifiesto la unidad de
voz y de habla más en la coparticipación en las acciones injustas que en las palabras y
frases, pénese a edificar a modo de ciudadela de tirano una ciudad y una torre para el
vicio e invita a todos sus compañeros a tomar parte en la obra después de aportar el
material correspondiente.

84. Dice, en efecto: "Ea, fabriquemos ladrillos y cozámoslos con fuego" (Gen. XI, 3);
que es lo mismo que decir: En este momento todo cuanto concierne al alma lo tenemos
en confuso montón, al punto de no distinguirse claramente forma alguna de ninguna
especie.

85. Lo que corresponde es que tomemos la pasión y el vicio, como si se tratara de una
sustancia informe e indeterminada, y dividamos incesantemente sus especies en las
correspondientes categorías y subcategorías hasta las divisiones últimas, a fin de
alcanzar una más clara aprehensión de las mismas y un uso y goce paralelo a tal
experiencia, goce que es de esperar que aumente nuestros placeres y deleites.

86. Adelante, pues, hacia la asamblea del alma, como si acudierais a la sala del concejo,
vosotros, todos los discernimientos que habéis ocupado una plaza en la formación
encaminada a destruir la justicia y toda virtud; examinemos con todo cuidado el modo
de atacar con éxito.

87. Y los pilares más firmes del éxito serán éstos: dar forma a las cosas informes
mediante marcas, figuras y delimitaciones a fin de distinguir cada una de ellas por lo
que les es propio, y no de manera imprecisa y dudosa sino con firme seguridad, de
conformidad con la naturaleza del cuadrado, figura inconmovible por cierto, a fin de
que, afirmadas a modo de ladrillo en perfecto equilibrio, sostengan a su vez las

187
construcciones superiores'.

88. XIX. Constructora de tales estructuras resulta ser la inteligencia opuesta a Dios, a la
que calificamos de rey de Egipto, vale decir, del cuerpo. Moisés nos lo presenta,
efectivamente, regocijado por los edificios construidos con ladrillos.

89. Y así ocurre. Cada vez que alguno mediante la mezcla de la sustancia del agua y la
de la tierra, la una líquida, la otra sólida, pero ambas en progresiva dispersión y
destrucción, fabrica una tercera, intermedia entre ambas, llamada barro, va dividiendo
ésta en porciones y dando incesantemente a cada una de las divisiones las formas
.correspondientes para que se tornen más firmes y manejables. Sabe, en efecto, que de
esa manera la construcción llegará fácilmente a su completa terminación.

90. Imitando este proceso, los hombres de naturaleza depravada, una vez que han
mezclado los irracionales y desbordantes impulsos de las pasiones con los más
oprimentes vicios, dividen la mezcla en especies: la sensibilidad, en visión, audición,
gustación, olfacción e impresión táctil; la pasión, en placer, apetito, temor y pena; el
vicio en general, en insensatez, libertinaje, cobardía, injusticia, y todas las demás cosas
hermanadas y emparentadas con estas.39 Hecho esto, los míseros moldean y dan forma
determinada a estos materiales, mediante los que se alzará la fortaleza erigida contra el
alma.
39
Luego de mencionar los cuatro vicios y las cuatro pasiones, siguiendo a los estoicos,
se refiere Filón, al parecer, a lo que los mismos estoicos llamaban pasiones secundarias:
akrasía = incontinencia, bradynoia = torpeza mental, y dysbaulía = decisión torcida o
funesta.

91. XX. No faltan, además, quienes en estas circunstancias no se detienen allí; y no sólo
han preparado sus propias almas para obrar de esa manera sino además fuerzan
violentamente a los que son mejores y pertenecen a la raza poseedora de visión40 a
fabricar ladrillos y edificar fuertes ciudades para la inteligencia que cree reinar sobre
ellos;41 y lo hacen para demostrar que el bien es esclavo del mal, la pasión más fuerte
que el sentimiento noble, y la prudencia y cada una de las virtudes súbditos de la
insensatez y cada uno de los vicios, por lo que forzosamente cuanto prescribiere su
despótico poder ha de ser acatado.
40
En el relato literal, Israel; simbólicamente, los hombres virtuosos.
41
Ex. I, 11.

92. 'Observa', dice, en efecto, 'también al ojo del alma, al más trasparente, al más puro y
al de más aguda visión entre todos, al único al que le es dado contemplar a Dios, al que
lleva el nombre de Israel, preso entre las corporales redes de Egipto, soporta oprimentes
dictados en virtud de los cuales. trabaja el ladrillo y toda clase de sustancia terrestre con
penosísimos e inacabables trabajos'. Natural es que con tales trabajos Israel se aflija y
gima, puesto que no le queda en medio de sus males otro bien que el llorar por su
situación.

93. Se nos dice, en efecto, a modo de saludable verdad, que "los hijos de Israel gemían a
causa de sus trabajos". (Ex. II, 23.) ¿Y quién entre los que bien disciernen, al ver los
trabajos que muchos hombres soportan, y los desmedidos empeños de que
habitualmente hacen gala en procura del dinero, la fama y el goce de los placeres, podrá
evitar sentir una profunda amargura,. y dejará de elevar su voz hacia Dios, único

188
salvador, para que alivie sus padeceros y, proveyendo los medios y recursos para el
rescate del alma, la restituya a la libertad?

94. ¿Y cuál es la libertad más firme? ¿Cuál? El servicio del único Sabio» como lo
atestiguan los oráculos, en los que se ha dicho: "Haz. partir al pueblo para que Me
sirva." (Ex. VIII, 1.)

95. Y es característico de los que están al servicio del Que Es no desempeñar tareas
propias de coperos, panaderos o cocineros ni ninguna de las restantes labores de
naturaleza terrena,. así como tampoco moldear y forjar objetos materiales a manera de
ladrillos; y remontarse, en cambio, en alas del pensamiento hacia la altura etérea
después de elegir como guía de su marcha a Moisés, es decir; al hijo amado de Dios.

96. Porque entonces ellos contemplarán, por una parte, el lugar, que no es otro que Su
lógos, sobre el que está de pie el inmóvil e inmutable Dios, "y por otra, cuanto se
extiende bajo Sus pies, semejante a la obra de un ladrillo de zafiro y a la forma del
firmamento del cielo" (Ex. XXIV, 10), en otras palabras, al mundo sensible, al que con
enigmáticas palabras se alude en esta descripción.

97. Es, en efecto, provechoso para quienes han llegado a familiarizarse con el saber
anhelar la visión del Que Es, pero, si no les fuere posible eso, ver al menos Su imagen, o
sea, el sacratísimo lógos, y después de éste también la más perfecta de las obras
perceptibles por los sentidos, o sea, este mundo.. Y en verdad, el ser filósofo no consiste
en otra cosa que en el decidido deseo de alcanzar una exacta visión de estas cosas.

98. XXI. Los motivos por los que Moisés dice que el mundo sensible es como un
escabel de Dios son los siguientes: en primer lugar, dejar en claro que la Causa autora
de lo creado no se halla dentro de lo creado; en segundo lugar, dejar sentado que ni al
mundo entero siquiera le es dado moverse por su propio y libre impulso, y que Dios,
piloto del universo, está de pie empuñando el timón, con el que conduce felizmente
todas las cosas, conducción que, conforme con el verdadero sentido del relato, no
ejecuta mediante el empleo de los pies ni de las manos ni de otra cosa creada en
absoluto puesto que "Dios no es como un hombre". (Núm. XXIII, 19.) Se trata sólo de
una manera de decir, sin otro propósito que instruimos a nosotros, que somos incapaces
de desprendemos de nuestro modo de ser y forjamos nuestras concepciones acerca del
Increado de acuerdo con lo que experimentamos en nosotros.

99. Con toda propiedad se dice a modo de ilustración que el mundo es semejante a la
figura del ladrillo.42 Parece, en efecto, estar fijamente colocado como un ladrillo si nos
atenemos a los contactos de la visión sensorial con él; no obstante que le es propio el
movimiento más veloz, superior a todos los movimientos particulares.
42
"Semejante a la figura del ladrillo". La expresión se aparta del texto bíblico citado en
el parágrafo 96, en el que se lee: "semejante a la obra de un ladrillo de zafiro y a la
forma del firmamento". Bien puede tratarse de un error en el texto de los manuscritos,
bien de una alteración consciente o inconsciente de Filón.

100. Verdad es que el sol durante el día, y la luna por las noches son percibidos por los
ojos del cuerpo en una aparente inmovilidad. Y sin embargo, ¿quién no sabe que sus
respectivas velocidades no tienen paralelo pues una jornada les basta para atravesar todo
el cielo? Y otro tanto ocurre con el cielo mismo en conjunto: aparentemente está fijo,

189
mas describe un camino circular, aunque este movimiento no es perceptible sino para el
invisible y más divino43 ojo, que es el de la inteligencia.
43
Es decir, más semejante a la visión Divina que el ojo físico.

101. XXII. Cuando Moisés nos presenta a éstos 44 en el acto de cocer ladrillos al fuego,
nos está enseñando simbólicamente que fortifican sus pasiones y sus vicios con el calor
y la prestísima celeridad de sus argumentos, de manera que no puedan ser demolidos
nunca por obra de los custodios de la sabiduría, que permanentemente están forjando
instrumentos45 para dar por tierra con ellos.
44
A los que pretendían erigir la ciudad y la torre.
45
Literalmente: máquinas de guerra.

102. Por eso también se nos dice: "El ladrillo tróceseles en piedra." (Gen. XI, 3.) Y así
es; la inconsistencia e incoherencia del impulso divorciado de la razón tórnase sustancia
compacta y resistente cuando mediante poderosos razonamientos y solidísimas
demostraciones adquiere densidad y dureza; y llega, por así decir, a la edad viril46 la
aprehensión de las cosas consideradas, aprehensión que en la edad de la niñez es fluida
47
a causa de la humedad del alma, y no es aún capaz de fijar y retener las impresiones
estampadas en ella.
46
Es decir, a su pleno desarrollo, a su perfección o acabamiento.
47
Es decir, carece aún de solidez y fijeza.

103. "Y el betún fue barro para ellos" (Gen. XI, 3), y no al revés: "El barro fue betún".48
Es que los malvados se nos presentan como fortaleciendo lo enfermizo contra lo
superior y fijando las cosas sin cohesión que fluyen de lo enfermizo a fin de hallar un
firme apoyo para lanzar sus dardos contra la virtud. Mas el propicio Padre de los bienes
no permitirá que la plataforma alcance a adquirir una consistencia 49 indisoluble y
mostrará que la nada sólida obra de su fluida industria no es sino flojo barro.
48
En evidente contradicción con el texto bíblico. Filón trueca las funciones sintácticas
de "barro" y "betún", leyendo "el betún fue (o se convirtió en) barro", en vez de "el
barro fue (o se convirtió en) betún".
49
En griego aspháleia = estabilidad, firmeza, término de la familia de asphalés afirme,
sólido, de áyphaltos = betún, asfalto, de asphaltópissa = mezcla de pez y betún, y de
asphalós = firmemente. Con estos términos establece Filón los nexos entre los distintos
casos que saca a colación y sus respectivas interpretaciones.

104. Porque, si hubiera sido el barro el que se hubiera convertido en betún, resultaría
que la sustancia terrestre, en constante fluir y sensorialmente perceptible, hubiera
prevalecido tal vez convirtiéndose en seguro 50 e inconmovible poder. Mas si, por el
contrario, es el betún el que se ha convertido en barro, no hay por qué desanimarse, ya
que queda una esperanza, la de que los firmes apoyos del vicio caerán ante el poder de
Dios.
50
Ver la nota anterior.

105. Así, el justo Noé, en medio del grande y continuo diluvio de su vida, cuando aún
no era capaz de ver la realidad tal cual es, a través del alma solamente separada de la
sensibilidad, "untará el arca", vale decir, el cuerpo, "por dentro y por fuera, con betún"
(Gen. VI, 14), fortaleciendo las impresiones y acciones que se dan a través del mismo.
Mas, cuando la calamidad ha concluido y ha sido contenido su ímpetu, saldrá fuera y
usará su inteligencia, libre ya del cuerpo, para la aprehensión de la verdad.

190
106. A su vez, el carácter llamado Moisés, planta selecta51 y calificada de tal desde su
nacimiento mismo52 que habita el mundo como su ciudad natal y patria por haber nacido
ciudadano del mundo, cuando se ve prisionero en el cuerpo untado como con mezcla de
pez y betún;53 cuerpo en el que aparentemente recíbense y contiénense firmemente54 las
representaciones de todas las cosas que se presentan ante los sentidos; Moisés, digo,
llora amargamente 56 su cautividad, movido por su amor a la naturaleza incorpórea y
gime por la inteligencia inconstante, vanidosa y mísera de la multitud, inteligencia que,
pendiente de la falsa opinión cree que algo firme, segura 58 e inmutablemente asentado
le pertenece o pertenece a alguna de las creaturas en general, siendo así que lo que es
fijo, permanente e invariable está impreso en una columna que solo a Dios pertenece y a
nadie más.
51
"Selecta": esta traducción no refleja cabalmente los varios sentidos del término griego
asteíos = bien. educado, fino de modales (en latín urbanus), que en la terminología
estoica significa (hombre) de bien o virtuoso, sentidos a los que hay que agregar su
acepción etimológica de ciudadano (de ásty = ciudad), a través de la cual vincula Filón
la calidad moral con la ciudadanía universal, entendida ésta en el sentido de la iden-
tificación del sabio virtuoso con la naturaleza universal.
52
Ex. II, 2.
53
EX. II, 3.
54
Ver la nota 49.
35
Ex. II, 6.
56
Ver la nota 49.

107. XXIII. La expresión: "Venid y edifiquemos para nosotros una ciudad y una torre
cuya cúspide llegue hasta el cielo" (Gen. XI, 4), sugieren pensamientos tales como
éstos: el legislador entiende que las ciudades construidas sobre la superficie terrestre,
cuyos materiales son maderas y piedras, no son las únicas, y que existen además las que
los hombres conducen asentadas en sus propias almas.

108. Como es lógico, estas últimas son ciudades arquetipos pues caracterízanse por una
más Divina construcción, en tanto que aquéllas son imitaciones, como que están
compuestas de materia perecedera. Las especies de la primera son dos: una mejor y otra
peor. La mejor es la que se administra por la democracia,57 régimen que honra a la
igualdad y se gobierna por la ley y la justicia, que es como un himno de alabanza a
Dios, la peor, que adultera la democracia, tal como la moneda de mala ley y falsa vicia
la circulación monetaria, es la oclocracia, sistema que tributa su admiración a la
desigualdad y en el que imperan tiránicamente la injusticia y la ilegalidad.
57
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios, nota 73. Filón pasa del sentido de ciudad como
sitio de residencia (urbs) al de ciudad estado o polis (cínitas).

109. Los hombres de bien son registrados en el padrón del primero de estos sistemas; la
multitud de los ruines, por el contrario, está encerrada dentro de los límites del otro, el
peor, pues éstos aman el desorden más que el orden, la confusión más que la equilibrada
estabilidad.

110. No contento el hombre insensato con practicar el mal valiéndose de sus propios
medios solamente, juzga conveniente recurrir a auxiliares y exhorta 'a la vista, incita al
oído, convoca a la sensibilidad toda para que se alisten sin demora a su lado, provisto
cada sentido de todo cuanto se precisa para el servicio. Y además espolea y estimula

191
también al otro tropel, el indómito por naturaleza tropel de las pasiones, para que se
tome irresistible mediante la práctica y el ejercicio.

111. Habiendo llamado, pues, a estos aliados, dice la inteligencia: "Edifiquemos para
nosotros una ciudad", lo que equivale a decir: 'Fortifiquemos nuestros recursos y
defendámonos con energía, a fin de que no seamos fácil presa de nuestros atacantes.
Dividamos y distribuyamos una a una las potencias del alma como en tribus y demos 58
asignando a la parte racional unas y a la irracional otras.
58
Circunscripciones territoriales, aunque en su origen las tribus tuvieron carácter
gentilicio. Probablemente piensa Filón en la organización política ateniense a partir de
Clístenes.

112. Escojamos como magistrados a los capaces de procuramos riqueza, gloria, honores
y placeres de cualquier procedencia que pudieren. Redactemos leyes que establezcan el
destierro de la justicia, causante de la pobreza y falta de reputación, leyes que aseguren
el beneficio mejor a los que tienen mayor capacidad que los demás para quedarse con él
en todo momento.

113. Y quede construida "una torre", cual una ciudadela;59 poderosísima residencia real
para el despótico vicio. Caminen sus pies sobre la tierra y su cabeza adelántese hacia el
cielo remontándose a tan grande altura en alas de la jactancia'.
59
O acrópolis = ciudad alta.

114. Por cierto que esta torre no sólo se asienta en las iniquidades humanas sino tiende
además a avanzar hacia las celestes regiones propagando los argumentos de la impiedad
y el ateísmo, cuando sostiene o que la Divinidad no existe, o que, si existe, no ejerce Su
providencia, o que el mundo no ha tenido jamás un comienzo en el que fue creado, o
que, si fue creado, su devenir obedece a causas mudables, frutos del azar, que lo
conducen unas veces erradamente, otras de manera irreprochable, tal como
normalmente sucede con los carros y los barcos.

115. Sucede, en efecto, que a veces, aun sin conductores y pilotos, unos y otros siguen
por mar o por tierra el recto camino. Mas no es posible, dicen, atribuir a la providencia
aciertos ocasionales. Si la previsión humana lleva a veces a buen término, la
providencia Divina lo haría siempre sin excepción, ya que es cosa reconocida que el
error es ajeno al poder Divino.
Por otra parte, ¿qué otra cosa buscan estos dementes cuando edifican el argumento
relativo al vicio, simbolizado en una como torre, sino perpetuar el odioso nombre que
llevan?

116. XXIV. Dicen, en efecto: "Hagamos nuestro nombre." (Gen. XI, 4.) ¡Oh
monstruosa y extravagante desvergüenza! ¿Qué es lo que decís? Vosotros, que deberíais
esconder vuestras iniquidades en la noche y en la obscuridad profunda y llenaros por
ellas de vergüenza, si no verdadera al menos simulada, que las oculte» para alcanzar la
gracia de llegar a ser mejores o la liberación de los castigos merecidos por vuestras
patentes culpas, llegáis a tal extremo de osadía, que no sólo tenéis por justo el mostraros
a plena luz del sol sin temor alguno por las admoniciones. de los hombres más probos ni
por las inexorables sentencias de Dios, las que se ciernen sobre los que como vosotros,
obran impíamente; sino además consideráis conveniente esparcir por todas partes
noticias divulgadoras de las iniquidades de que sois responsables, a fin de que nadie

192
deje de oír y enterarse de vuestras desvergüenzas. ¡Oh miserables y del todo infames!

117. ¿Qué clase de nombre es, entonces, el que anheláis? ¿Será el más apropiado para lo
que hacéis? ¿Y éste es un nombre solo? Como género quizá será uno solo; pero por sus
especies. son innumerables y, aunque vosotros los calléis, los oiréis de boca ajena. Son
temeridad con desvergüenza, insolencia con violencia, violencia con crimen, corrupción
con adulterio, concupiscencia sin límites con inmoderados placeres, desesperación con
descaro, injusticia con ruindad, robos con rapacidad, perjurios con falsedades, impiedad
con ilegalidades; éstos y los otros semejantes a éstos son los nombres de tales acciones
vuestras.

118. Bonita cosa, ciertamente, es que os jactéis y vanagloriéis de buscar con afán la
fama que de esos nombres. procede, cuando lo razonable sería ocultarse de vergüenza
por ellos.
En el caso de algunos la jactancia por tales nombres les viene de que una opinión
generalizada en tal sentido los ha convencido de haber adquirido una fuerza invencible.
A éstos la justicia, inseparable escolta de Dios, habrá de castigarlos; .y, a pesar de su
creencia, ellos tienen quizá no ya un mero presentimiento de su propia ruina sino una
anticipada certeza. Por eso dicen: "Antes de ser dispersados" (Gen. XI, 4), ocupémonos
de nuestro nombre y de nuestra gloria.

119. Con que, les diría yo a éstos, os dais cuenta de que seréis dispersados. ¿Por qué,
entonces, obráis mal? Pero esto, sin duda, viene a confirmar el modo de ser de los
insensatos, los que, aunque a menudo se ven amenazados por los más crueles castigos, y
no de manera vedada sino claramente, con todo no se abstienen de delinquir.
Los castigos que sobrevienen procedentes de la Divinidad, aun cuando se piense que
escapan a nuestro conocimiento, son sumamente claros.

120. En efecto, todos los hombres ruines adquieren conciencia de que sus delitos no
pasarán inadvertidos para Dios y que de ninguna manera está en sus manos el evitar el
peso del castigo.

121. Si no, ¿de dónde sacan que serán dispersados? Los que dicen: "Antes de ser
dispersados" son ellos, en verdad; pero es su conciencia la que desde dentro los
reprocha y atormenta, no obstante estar entregados de lleno al ateísmo. Y así, a su pesar
se ven constreñidos a reconocer que todos los hechos humanos son vigilados por una
naturaleza superior y que a ellos les aguarda un vindicador incorruptible: la justicia, que
detesta las acciones injustas de los impíos y los argumentos con que éstos buscan
justificarlas.

122. XXV. Ahora bien, todos éstos son descendientes de la depravada naturaleza que
siempre está muriendo y nunca perece, cuyo nombre es Caín.60 ¿No es, acaso, Caín el
que habiendo engendrado un hijo llamado Enoch, nos es presentado ocupado en fundar
una ciudad, a la que da el mismo nombre que a su hijo 61; y erigiendo, por así decir, el
edificio de las cosas creadas y mortales para destruir a aquellas a las que ha cabido el
privilegio de una más Divina construcción?
60
Idea de la perpetuidad del mal tomada por Filón de Gen. IV, 15, donde se lee que
nadie matará a Caín. Ver Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor 177.
61
Gen. IV, 17.

193
123. "Enoch", en efecto, significa "tu gracia" y cada uno de los impíos considera que su
inteligencia le proporciona62 las aprehensiones y reflexiones, los ojos la visión, los oídos
la audición, las fosas nasales la olfación y los otros sentidos las funciones que les son
propias; así como también los órganos vocales el habla; y que Dios o no es la causa en
general o no es la causa primera.
62
Juego de palabras entre kháris = gracia, y kharízesthai = hacer la gracia de,
proporcionar gratuitamente, conceder.

124. Éste es también el motivo por el que Caín guarda para sí las primicias de cuanto ha
producido en los campos y sólo más tarde, se nos dice, ofrece a Dios frutos, no obstante
tener junto a él un saludable ejemplo. En efecto, son los primogénitos de su rebaño, no
los vástagos posteriores, los que su hermano lleva al altar reconociendo de esa manera
que las causas superiores 63 son a su vez efecto de la más elevada de las causas.
63
Por causas superiores entiende, al parecer, Filón la inteligencia y los mentidos, como
una categoría de causas más próxima a la Causa primera que las ordinarias causas que
escapan al control de la inteligencia y los sentidos. Pero, tal vez se trate de un error en el
texto griego, y deba leerse inferiores" en vez de "superiores", en el cual caso la
traducción sería: "las causas inferiores son a su vez efecto de la más elevada de las
Causas".

125. Pero al impío le parece lo contrario, es decir, que la inteligencia gobierna


soberanamente sus deliberaciones y la sensibilidad las percepciones, pues entiende que
ésta discierne de manera irreprochable y sin error las cosas materiales y aquélla todas
las cosas.

126. Pero, ¿qué cosa podría resultar más reprensible o más repudiada por la verdad que
éstas? ¿Acaso la inteligencia no es a menudo culpada de desvariar en innumerables
asuntos y no son los sentidos todos convictos de falso testimonio, y no ante jueces
irracionales, en los que cabe esperar el engaño, sino ante el tribunal de la naturaleza, a la
que no cabe la posibilidad de corromper?

127. Y por cierto que, pues los elementos de juicio que poseemos proporcionados por la
inteligencia y la sensibilidad están expuestos al error, forzoso es reconocer como lógica
consecuencia que es Dios quien hace llover las concepciones en la inteligencia, y las
percepciones en la sensibilidad; y que cuando llega a existir no es don de parte alguna
de nuestro ser sino que todo es gracia de Aquél por el que también nosotros mismos
hemos sido hechos.

128. XXVI. Habiendo estos hijos de Caín recibido de su padre como heredad el
egoísmo, anhelan acrecentarla hasta el cielo; hasta que la justicia, que ama la virtud y
detesta el vicio, se hace presente y da por tierra con las ciudades que aquéllos han
fortificado contra el alma desdichada, y con la torre, cuyo nombre está registrado en el
Libro de los Jueces.

129. Dicho nombre es en lengua hebrea Fanuel, en la nuestra "apartamiento de Dios".


Es que la fortaleza construida mediante la fuerza persuasiva de los argumentos, debe su
construcción no a otra razón que a la intención de apartar y desviar a la inteligencia del
honor debido a Dios. ¿Y qué cosa podría ser más injusta que ésta?

130. Mas para la ruina de tal fortaleza hállase presto el saqueador de la injusticia y

194
permanente ultimador de la misma, al que los hebreos dan el nombre de Gedeón,
nombre que significa "lugar de saqueo". "Juró", leemos, "a los hombres de Fanuel
Gedeón diciendo: 'Cuando retome en paz demoleré esta torre'." (Jueces VIII, 9.)

131. Sumamente hermoso y apropiado es que el alma que detesta la ruindad y hállase
excitada contra los impíos sea fortalecida a fin de que pueda dar por tierra con todo
argumento que intente persuadir a la inteligencia a apartarse de la santidad. Y es
naturalmente cierto lo que dice el pasaje, pues, cuando la inteligencia "retoma",64 todo
cuanto en ella había de desviado y apartado es anulado.
64
Probablemente Filón entiende "vuelve a la buena senda" o "se arrepiente".

132. Y el momento propicio para la destrucción no es, y he aquí lo paradójico, la guerra,


sino, como dice Gedeón, la paz. En efecto, es mientras la inteligencia permanece en la
estabilidad y tranquilidad, que son naturales frutos de la piedad, cuando desbarata todo
argumento producto de la impiedad.

133. Muchos, también, han exaltado a los sentidos, como se erige una torre, hasta una
altura tal, que tocan los confines del cielo. Por cielo ha de entenderse aquí
simbólicamente nuestra inteligencia, en la que giran las más excelentes y Divinas natu-
ralezas.65 Los que a tal cosa se atreven dan preeminencia a la sensibilidad sobre la
inteligencia y pretenden apresar y someter todas las cosas de orden intelectual mediante
las sensibles, forzando a las que son señoras a pasar al orden de las esclavas, y haciendo
que las esclavas por naturaleza pasen a la categoría de soberanas.
65
O formas de ser.

134. XXVII. Las palabras: "Descendió el Señor a ver la ciudad y la torre" (Gen. XI, 5)
han de ser entendidas completamente en sentido figurado. Y en verdad, suponer que la
Divinidad se aproxima o se marcha, desciende o por el contrario asciende, o en general
que se mueve con las mismas disposiciones y movimientos que las creaturas vivientes
particulares es una impiedad que trasciende, por así decir, los límites del océano y del
universo.

135. Si el legislador echa mano a estos términos humanos al referirse al ser en nada
semejante a los humanos que es Dios, lo hace con la intención de ayudamos en el apren-
dizaje de sus enseñanzas, como he dicho ya en repetidas ocasiones. Porque, ¿quién no
sabe que, si alguien desciende, es forzoso que abandone un lugar y ocupe otro?

136. Pero Dios todo lo llena, todo lo contiene sin ser contenido. Propio de Él, y sólo de
Él, es el estar en todas partes y en ninguna en particular. No está en ninguna en
particular porque Él mismo ha creado un espacio y un lugar para las cosas materiales, y
repugna a la razón decir que el Creador está contenido en alguna de las cosas creadas
por Él. Está en todas partes por cuanto ha extendido sus poderes a través de tierra, agua,
aire y cielo sin dejar vacía de Sí parte alguna del mundo y porque uniendo todas las
cosas entre sí les ha dado cohesión mediante invisibles lazos a fin de que jamás se
desvinculasen...66
66
El texto aparece aquí con evidentes alteraciones o con una laguna, y, no obstante ser
varias las correcciones propuestas por algunos estudiosos, las discrepancias y el carácter
meramente conjetural de las mismas hacen preferible no traducir la parte en cuestión.

137. No es concebible que el Ser que está por sobre tales poderes esté determinado

195
espacialmente; sólo como puro ser podemos concebirlo. En cambio, la potencia Suya
por la que estableció y ordenó todas las cosas, a la que denominamos "Dios" de acuerdo
con la derivación de este nombre,67 todo lo abarca en su seno y está extendida a través
de todas las partes del universo.
67
Filón entiendo que théos = Dios, deriva de la raíz -the- del verbo theínai = colocar,
establecer.

138. Mas esta Divina naturaleza que se nos presenta como visible y aprehensible y
situada en todas sus partes, es, en realidad, invisible y no está en parte alguna. . ,68 [De
allí Sus palabras:] "Aquí estoy antes de que estuvieras tú" (Ex. XVII, 6), aparentemente
demostrable y aprehensible, mas trascendiendo a las cosas creadas y anterior a toda
demostración y representación.69
68
El texto aparece aquí, evidentemente, corrompido. He seguido en la parte menos
confusa la reconstrucción de Wendland, y dejado sin traducir el resto.
69
Ver Sobre los sacrificios de Abel y Caín 67, y Sobre la migración de Abraham 183.

139. Ninguno de los términos, pues, que expresan movimiento de un lugar a otro es
aplicable a Dios en cuanto puro ser; ni hacia arriba ni hacia abajo, ni hacia la derecha ni
hacia la izquierda ni hacia adelante ni hacia atrás. No cabe, en efecto, concebirlo en
ninguno de dichos movimientos por cuanto no son posibles en Él ni la traslación ni el
cambio de lugar.

140. No por ello deja Moisés de decimos que "descendió y vio" Aquél que por
anticipado poseía un claro conocimiento de todas las cosas, no sólo de las ya existentes
sino de las que habrían de existir; y lo hace con intención de exhortamos e instruirnos a
fin de que ninguno de los hombres no testigos de los sucesos narrados, muy separado de
los mismos por el tiempo, eche manos a inciertas conjeturas y llegue a conclusiones
apresuradas, y para que pueda, en cambio, acercarse cada uno a los hechos, examinarlos
uno a uno y esclarecerlos cuidadosamente. Conviene, en efecto, tomar como testigo a la
certera vista y no al engañoso oído.

141. Tal es también el motivo por el que entre los que se rigen por las mejores
instituciones prescríbese no aceptar como válido el testimonio oral, por cuanto el
tribunal del oído tiene una natural propensión hacia el soborno. Así, Moisés en sus
prescripciones dice: "No acojas al vano oído" (Ex. XXIII, 1), con lo que da a entender
no sólo que no se debe aceptar el falso o necio discurso que llega a través del oído, sino
también que está probado que el oído, pese a la vanidad de que rebosa, queda muy a la
zaga de la vista en lo que a la clara aprehensión de la verdad se refiere.

142. XXVIII. Éste, decimos, es el motivo de haber dicho Moisés: "Descendió Dios para
ver la ciudad y la torre." El agregado "que habían edificado los hijos de los hombres" no
carece de razón. Porque, quizás algún profano dirá en tono de sorna: ¡Vaya novedad la
información que nos ha procurado el legislador! Las torres y las ciudades no las edifican
otros seres cualesquiera fueren sino los hijos de los hombres. ¿Y quién, aún entre los
extremadamente dementes, no está al tanto de cosas tan patentes y notorias?

143. Sí, pero tú ten presente que no es este hecho tan corriente y trillado lo que se ha
registrado en los sacratísimos oráculos, sino la oculta verdad cuya pista es posible seguir
a través de las visibles palabras.

196
144. ¿Cuál es esta verdad? Aquellos que atribuyen a muchos la paternidad de las cosas
existentes, los que introducen el tropel de numerosas deidades, los que esparcen en
todas las direcciones la ignorancia y la confusión, los que señalan como fin propio del
alma el placer, conviértense, a decir verdad, en constructores de la ciudad a que nos
referimos y de su ciudadela. Ellos elevan a modo de edificios todo cuanto conduce a
dicho propósito, no difiriendo en esto, se me ocurre, de aquellos que han sido
engendrados por una ramera, a los que la ley ha excluido de la sacra congregación en
estos términos: "No entrará en la congregación del Señor el nacido de ramera." (Deut.
XXIII, 2.) Es que, como los arqueros cuyas flechas van al azar sobre muchos blancos
sin que apunten con destreza sobre un único punto, éstos, al suponer innumerables
orígenes y causas, falsos todos ellos, de la creación de los seres, han ignorado al único
Hacedor y Padre del universo.

145. En cambio, aquellos que viven en el conocimiento del Único son con fundado
motivo llamados hijos de Dios, como lo reconoce Moisés en estos pasajes: "Sois hijos
del Soberano Dios" (Deut. XIV, 1), "Dios, el que te engendró" (Deut. XXXII. 18), y
"¿No es Él mismo tu padre?" (Deut. XXXII, 6.) Es, ciertamente, lógico que quienes
tienen así dispuesta el alma consideren que el bien único es la belleza moral, la que
elévase a modo de muralla construida por expertos hombres de guerra contra la
concepción del placer como fin, y procura su derribamiento y destrucción.

146. Pero, si hubiere alguno que todavía no mereciere que se le llame hijo de Dios,
apresúrese a ocupar la jerarquía inmediatamente inferior a la del primogénito de Dios, el
lógos, aquel que es el de mayor edad entre los ángeles, como si dijéramos el arcángel,70
al que se designa con diversos nombres. Llámaselo, en efecto, "principio", "nombre de
Dios", "lógos. de Dios", "hombre según Su imagen" y "el que ve", o sea,. Israel.
70
Arcángel o protoángel o primer ángel.

147. Eso es lo que me movió a elogiar un poco más arriba71 las virtudes de los que
afirman que "todos son hijos de un único hombre" (Gen. XLII, 11), pues, si bien no
hemos llegado-aún a merecer ser tenidos por hijos de Dios, podemos, en cambio, serlo
de la invisible imagen de Él, del sacratísimo lógos. Porque el lógos es la imagen más
antigua de Dios que existe.
71
En el parágrafo 41.

148. Y en muchos pasajes, ciertamente, de la legislación aquellos que oyen son


llamados también "hijos de Israel", es decir, "del que ve", puesto que el oír merece una
consideración. secundaria respecto del ver y viene detrás de la visión, y la persona que
recibe información sobre lo que no tiene ante sus ojos está siempre a la zaga de aquel
que capta las claras representaciones de lo que tiene ante sí.

149. Me admiro, asimismo, ante las sagradas revelaciones de los Libros de los Reyes, en
los que son presentados, sin que pueda objetarse la verdad del caso, como hijos del
salmista de. Dios, David, hombres que han vivido y florecido muchas generaciones
después,72 no obstante que en los tiempos de David; ni siquiera sus bisabuelos habían
sido engendrados. Es que aquí se trata de la paternidad de almas llegadas a la inmorta-
lidad por las virtudes, y no de cuerpos perecederos; paternidad que hallamos referida a
los que llevan una vida noble, a los que concebimos como padres y progenitores.
72
I Reyes XV, 11 y II Reyes XVIII, 3.

197
150. XXIX. Ahora-bien, en presencia de los que se envanecen por sus iniquidades dice
el Señor: "Mira, una sola es la raza y uno solo el labio de todos" (Gen. XI, 5), vale
decir: He aquí un único parentesco y familia, a la vez que una misma armonía y
concierto de voces de todos a la par, sin que ninguno sea extraño a los demás en
pensamiento ni su voz resulte discordante; cosa que ocurre también entre aquellos que
carecen de aptitudes musicales. En efecto, a veces el órgano vocal de éstos, aunque sus
sonidos fueren todos completamente desentonados y desmedidamente faltos de melodía,
está altamente armonizado para producir desarmonía y es poseedor de una consonancia
de voz que deriva en mera disonancia.

151. Otro ejemplo de esta artificial afinidad es posible hallarlo en el caso de la fiebre.
En efecto, las repeticiones llamadas por todos los médicos cotidianas, tercianas y
cuartanas sobrevienen a las mismas horas del día y de la noche conservando el orden
correspondiente.

152. Las palabras "Y han comenzado a hacer esto" (Gen. XI, 6) han sido pronunciadas
con subida indignación, en razón de que no ha bastado a los inescrupulosos el trastornar
la justicia en lo que a los de su raza toca sino se han atrevido además a remontarse hacia
el cielo sembrando la injusticia y cosechando la impiedad.

153. Mas ningún provecho sacan de ello los desdichados. En efecto, mientras en sus
recíprocas injusticias llevan a término muchas de las cosas que desean, confirmando con
obras los que han calculado en sus irreflexivas determinaciones; no ocurre lo mismo en
sus impíos 73 intentos. Es que las cosas Divinas batíanse al margen de todo daño y
perjuicio y al delinquir contra ellas los impuros no alcanzan más que los comienzos sin
llegar nunca al fin propuesto.
73
En sus intentos contra Dios y las naturalezas del cielo.

154. De allí aquellas palabras: "han comenzado a hacer..." Y así es; cuando, insaciables
en el daño, se hubieron hartado de perjudicar a los seres de la tierra, el mar y el aire, a
los que ha cabido una naturaleza perecedera, determinaron volverse contra las Divinas
naturalezas del cielo, sobre las que ninguno de los seres existentes puede normalmente
disponer nada en absoluto, fuera de hablar mal de ellas; calumnias que, por otra parte,
no redundan en perjuicio alguno para las calumniadas pues su naturaleza es inalterable;
y solamente causan incurables desgracias a los calumniadores.

155. Mas, si bien sólo "han comenzado", sin que les fuera dado alcanzar el propósito de
su impiedad, no por eso habrán de quedar libres de la acusación que hubieran merecido
si hubieran alcanzado a ejecutar cada una de las cosas que habían planeado. Tal es la
causa por la que Moisés afirma que tenían acabada la torre,74 no obstante que aún no la
habían concluido; cuando nos dice que "El Señor descendió a ver la ciudad y la torre",
no una torre que se aprestaban a erigir, sino la que "habían erigido" ya. (Gen. XI, 5.)
74
Vale decir, que desde el punto de vista de la culpabilidad era como si la torre
estuviera acabada.

156. XXX. ¿Qué prueba tenemos de que la construcción no estaba todavía concluida?
En primer lugar, la misma evidencia de las cosas. Porción ninguna de la tierra puede
alcanzar a tocar el cielo, por el motivo antes mencionado, vale decir, porque un centro
no toca la circunferencia. En segundo lugar, porque el sagrado fuego que es el éter es
una llama inextinguible, como lo demuestra su mismo nombre, derivado de "áithein",75

198
que es una forma particular de decir "quemar".
75
Correcta derivación de aither = éter, de áithein = quemar, encender, abrasar.

157. Testigo de esto es una sola porción de la celeste esfera, el sol, el que, no obstante la
gran distancia que lo separa de la tierra, al enviar sus rayos hasta los rincones de ella
unas veces la calienta otras la quema, y otro tanto hace con el aire, que se extiende
desde la tierra hasta la esfera celeste, a pesar de que éste es frío por naturaleza. En
efecto, todo cuanto se halla situado a gran distancia de su trayectoria o apartado oblicua-
mente de ella es siempre calentado por sus rayos, y todo cuanto hállase próximo o
directamente debajo es abrasado por la fuerza de sus llamas. Si esto es así, los hombres
que se atrevían a ascender ¿no habrían sido fatalmente abrasados y consumidos por el
fuego quedando frustradas sus proyectadas grandezas?

158. Tal frustración es lo que, al parecer, se da a entender en lo que leemos poco


después. Dice allí, en efecto: "Cesaron de edificar la ciudad y la torre" (Gen. XI, 8), sin
haberla, por supuesto, terminado, impedidos de concluirlas a causa de la confusión que
les sobrevino.
Por cierto que aquellos que no sólo planearon sino que además intentaron la empresa no
se vieron libres del castigo que les hubiera correspondido en caso de consumarla.

159. XXXI. Un ejemplo lo tenemos en Balaam, el augur e intérprete de prodigios, que


habla como necio acerca de conjeturas sin fundamento. Su nombre significa,
precisamente, "vano".76 En la legislación se nos dice que maldijo al que ve,77 a pesar de
que en sus palabras expresaba súplicas favorables, pues lo que el autor tiene presente no
son las palabras expresadas por aquél; las que eran resultado de modificaciones de la
providencia Divina» cual moneda legítima que sustituye a la falsa; sino su inteligencia,
la que rumiaba pensamientos de daños antes que de beneficios. Hay un natural
antagonismo entre la conjetura y la verdad, entre la vanidad y el saber, entre la
adivinación fruto de arrebatada inspiración y la sobria sabiduría.
76
En griego: mataiázein = hablar necia o vanamente, y mátaios = vano, necio. En Sobre
los querubines 32 interpreta Filón el nombre Balaam como "'pueblo insensato o vano".
77
Núm. XXII, 5 a 20. "El que ve" = Israel.

160. Otro caso es el de aquel que emboscado intenta matar a alguien sin lograrlo al
cabo. No por eso será menos pasible del castigo correspondiente a los asesinos. Tal es lo
que da a entender la ley relativa a estos casos. Dice, en efecto: "Si alguien atacare a su
vecino para matarlo a traición y huyere a un refugio, será sacado del altar para que se le
dé muerte." (Ex. XXI, 14.) Se trata solo de un ataque, no de un asesinato consumado;
mas la ley ha considerado el deliberado propósito del crimen como delito equivalente al
asesinato en sí; y, en consecuencia, ni siquiera al refugiado en un santuario le ha
concedido' la exención del castigo, habiendo, por el contrario, dispuesto que se lo saque
del sagrado recinto puesto que sus intenciones han sido impías.

161. Mas, la impiedad no consiste sólo en esto, vale decir, en haber maquinado la
muerte mediante una ruin acometida contra el alma capaz de vivir eternamente merced a
la adquisición y práctica de las virtudes; sino también en hacer responsable a Dios de su
abominable audacia. Porque las palabras "huyere a un refugio" nos mueven a pensar en
tal cosa, ya que son muchos los que, empeñados en verse libres. de los cargos que pesan
sobre ellos y escapar de los castigos. merecidos por sus delitos, descargan la culpa que
les corresponde en Dios, que es causa de todos los bienes, y no lo es de mal alguno. Por

199
tal motivo ha sido considerada cosa santa. sacar a estos tales aun de los mismos altares.

162. El castigo que se ha decretado contra los que "erigen" y forjan argumentos para la
incredulidad es severísimo; y sin embargo, algunos insensatos lo tienen antes por
beneficio que por daño. "Nada les faltará", leemos, "de cuanto esperan hacer". (Gen. XI,
6.) ¡Oh desdicha más allá de todo límite y medida! ¡Que todas aquellas cosas a las que
tiende la inteligencia demente en extremo sean obedientes y sumisas, y en nada, ni
grande ni pequeño, se vuelvan atrás en modo alguno, sino se apresuren como
anticipándose a cada una de sus necesidades!

163. XXXII. Esto es una señal característica del alma privada de sensatez, la que no
halla obstáculo alguno en su marcha hacia las malas acciones. Porque, ruegue aquel
cuyo error no es incurable que le falte todo lo que su inteligencia ha calculado, de modo
que, al disponerse a cometer un robo, un adulterio, un asesinato o un sacrilegio, en vez
de resultarle ello fácilmente accesible encuentre innumerables obstáculos. Así,
impedido, se librará de la más grande de las enfermedades, la injusticia; si, en cambio,
lograre su propósito, esa enfermedad le sobrevendrá.

164. ¿Por qué, entonces, seguís envidiando y admirando el destino de los tiranos, que
les permite llevar a cabo con facilidad cuanto su incontrolada y perversa inteligencia
concibe, siendo así que lo que corresponde es sentir pena por ellos puesto que la
indigencia y la enfermedad son el provecho que alcanzan los malvados, así corrió la
abundancia y la fortaleza son utilidad suprema de los buenos?

165. Uno de los insensatos, habiéndose dado cuenta de hasta qué extremos de
desventura lleva la licencia en el mal obrar, ha dicho con franqueza: "El mayor castigo
es que se me deje en libertad."78 (Gen. IV, 13.) Es, en efecto, sumamente penoso el que
el alma, salvaje, como es, de por sí, sea dejada sin freno, cuando a duras penas es
posible controlarla y mantenerla dócil mediante las riendas y bajo la amenaza del látigo.
78
Ya que ello equivale a no hallar obstáculo, a tener el campo libre y fácil en el camino
del mal.

166. Por eso Dios misericordioso ha comunicado un oráculo pleno de benignidad, el que
anuncia provechosas esperanzas para los que aman la instrucción. "No temas", dice,
"que te deje ni que te abandone". (Josué I, 5.) La verdad es que cuando se han soltado
las ataduras por las que el alma era sostenida, sobreviene la mayor de las desgracias, el
ser abandonado por Dios, quien, habiendo encerrado todas las cosas con las ataduras de
Sus indestructibles potencias, ha deseado que todas ellas permanecieran así ligadas y
jamás se soltasen.

167. En otro pasaje leemos también: "Todo cuanto está atado mediante una atadura es
puro" (Núm. XIX, 15), puesto que la falta de ese vínculo es causa de impura destruc-
ción. Jamás, pues, en viendo a alguno de los malvados alcanzar sin dificultad cuanto
persigue, admires su éxito; antes bien, apiádate de él como de un desdichado, puesto
que su vida transcurre indigente en virtud y pródiga en vicio.

168. XXXIII. Vale la pena que consideremos cuidadosamente cuál es el sentido de


aquellas palabras puestas en labios de Dios: "Ea, pues, bajemos y confundamos allí su
lengua." (Gen. XI, 7.) Porque, es claro que está conversando con alguno como
colaborador Suyo. Y lo mismo manifiesta en un pasaje anterior a propósito de la

200
formación del hombre.79
79
Ver Sobre la creación del mundo 72 y ss.
169. Leemos, en efecto: "Dijo Dios Soberano: 'Hagamos al hombre a Nuestra imagen y
semejanza'" (Gen. I, 26); donde el "hagamos" pone de manifiesto que se trata de más de
uno. Y otra vez también: "Dijo Dios: 'He aquí que Adán ha llegado a ser como uno de
nosotros, al conocer el bien y el mal'" (Gen. III, 22); pues las palabras "como uno de
nosotros" hacen referencia no a uno sino a más de uno.

170. Pues bien, ante todo hemos de dejar sentado lo siguiente: no exista ser alguno igual
a Dios en jerarquía y, por el contrario, Él es el único soberano, guía y rey, al que
corresponde dirigir y administrar todas las cosas. Por eso las palabras "No es bueno que
haya muchos jefes; haya un solo jefe, un solo rey" 80 podrían con justicia aplicarse no a
las ciudades y a los hombres sino más bien al mundo y a Dios; ya que, en efecto, uno
solo es necesariamente el Hacedor, Padre y, a la vez. Señor.
80
Iliada II, 204 y 205.

171. XXXIV. De acuerdo ya sobre esto, el siguiente paso será desarrollar en coherente
argumentación el hilo de nuestro asunto. Consideremos, pues, cuál es esta
argumentación. Dios es uno pero tiene en tomo de Sí innumerables potencias, todas las
cuales asisten y protegen al ser creado, y entre las que se hallan también las encargadas
de castigarlo; aunque no se trata de un castigo tendiente a dañar sino de una valla contra
las faltas y un medio de corrección.

172. A través de estas potencias Dios dio consistencia al mundo incorpóreo e


intelectualmente aprehensible, arquetipo de este mundo sensible, de los que aquél es un
conjunto de invisibles formas ejemplares, así como éste lo es de cuerpos visibles.

173. Ahora bien, pasmados algunos ante la naturaleza de uno y otro mundo, han divi-
nizado no sólo la totalidad de ambos 81 sino también las partes más hermosas de ellos: el
sol, la luna y el cielo todo, a los que sin pudor alguno han llamado dioses. Es la
demencia de éstos lo que tiene presente Moisés cuando dice: "¡Señor, Señor, Dios de los
dioses!" (Deut. X, 17) para demostrar la diferencia entre el soberano y los súbditos.
81
¿Piensa Filón en que alguien había divinizado también el mundo de las formas
ejemplares (ideas), o más bien sugiere que la divinización del mundo material involucra
automáticamente la del incorpóreo?

174. Está, asimismo, en el aire el sacratísimo coro de las incorpóreas almas a las que la
profética escritura llama corrientemente ángeles; coro compañero de las celestiales
potencias. Toda esta hueste integrada por unas y otros, ordenada en las correspondientes
formaciones, es servidora y asistente del Capitán que ha dispuesto sus cuadros, al que,
como a su conductor, sigue de acuerdo con la usanza y la ley. Porque en el Divino
ejército no cabe jamás el delito de deserción.

175. Ahora bien, es conveniente que el Rey converse con Sus potencias y las emplee
para el servicio en obras que por su naturaleza corresponde que no sea Dios solo el que
las ejecute.82 Por cierto que el Padre del universo no ha menester de cosa alguna, de
modo que no necesita la cooperación de otros en caso de querer hacer algo; mas, viendo
que era conveniente para Sí y para los seres creados, permitió a las subordinadas
potencias formar algunas cosas; pero sin que el poder 83 que les concedía fuera
absolutamente independiente, a fin de que nada de lo que adquiera existencia fuera

201
formado defectuosamente.
82
Ver Sobre la creación del mundo 72 y ss. y Sobre la agricultura 128.
83
En el texto griego léase epistéme = ciencia, saber, término que resulta extraño en el
contexto, por lo que se han propuesto distintas sustituciones.

176. XXXV. Preciso era sentar previamente estas premisas, en las que nos apoyaremos
para lo que hemos de decir ahora. La naturaleza de los seres vivientes fue dividida en
primer lugar en dos partes opuestas entre sí: la racional y la irracional. A su vez, la
racional lo fue en dos especies: la mortal y la inmortal, siendo la mortal la de los
hombres y la inmortal la de las incorpóreas almas que circulan en el aire y en el cielo.

177. Estas últimas están al margen del mal, puesto que desde el principio cúpoles como
porción la felicidad sin mezcla y no se hallan prisioneras en la región de las calamidades
sin fin, vale decir, en el cuerpo. También están exentas del mal las naturalezas
irracionales por cuanto no les ha cabido parte alguna en la inteligencia y por ello no es
posible responsabilizarlas de las malas acciones resultantes de la determinación
deliberada.

178. El hombre es prácticamente el único entre todos los seres que, poseyendo el
conocimiento del bien y del mal, escoge a menudo lo malo y rehuye lo que vale la pena
procurar; por lo que a él le corresponde muy particularmente la responsabilidad por las
faltas premeditadas.

179. Razón hubo, pues, para que Dios asignara a Sus subordinados una parte en la
formación del hombre, según se desprende de las palabras: "Hagamos al hombre". De
ese modo, las rectas acciones sólo a Él cabe referirlas, en tanto que las faltas son
atribuibles a otros; ya que no cabe pensar que el universal Soberano haya formado por
Sí mismo en el alma racional el sendero que conduce al vicio. Y ése es el motivo por el
que delegó en Sus subordinados la preparación de esta parte. Porque la formación del
elemento voluntario debía ser asegurada como contrapeso del involuntario para que el
universo no quedase incompleto.

180. XXXVI. Sobre este punto basta con lo dicho; pero no estará de más que nos
ocupemos también de lo siguiente. Dios es causa de los bienes solamente, nada tiene
que ver en absoluto con el mal, puesto que Él fue el más antiguo84 de los seres y el bien
más perfecto, y nada más adecuado para Su naturaleza, es decir, para lo más excelente,
que el elaborar personalmente lo que le era afín, vale decir, lo más excelente; en tanto
que los castigos de los malvados debían asegurarse a través de Sus subordinados.
84
Y, a la vez, de mayor jerarquía, otra de las connotaciones del término presbíteros.

181. Mi punto de vista es testimoniado también por las siguientes palabras del que
alcanzó la perfección mediante la ejercitación:85 "El Dios que me nutre desde mi
juventud; el ángel que me preserva de todos los males." (Gen. XLV11I, 15 y 16.)
Reconoce, en efecto, éste ya que la causa de los verdaderos bienes, de los que se nutren
las almas amantes de la virtud es atribuible a Dios exclusivamente; y, a la vez, que lo
tocante a los males está confiado a los ángeles 86 si bien éstos no poseen la facultad de
castigar por determinación propia. De esa manera la salvadora naturaleza de Dios no es
origen de nada que tienda a la destrucción.
85
Jacob.
86
En plural: Filón generaliza el caso ejemplificado en la cita.

202
182. Por eso dice: "Bajemos y confundamos..."87 (Gen. XI, 7.) Y ciertamente,
merecieron los impíos recibir un castigo de tal suerte, para que las propicias, generosas
y benefactoras potencias de Dios se familiarizasen con la aplicación de castigos. Y,
aunque Él sabía que tales castigos eran beneficiosos para el género humano, determinó
que tuvieran lugar por obra de otros, ya que, si convenía, por una parte, que el género
humano fuera considerado merecedor de corrección, convenía, por otra, que las Divinas
fuentes de incesantes gracias se mantuviesen incontaminadas de los males no sólo
existentes realmente sino también de los pensados.
87
Asigna Filón la misión de castigar y de evitar el mal, es decir, toda la esfera del mal, a
la clase inferior de los ministros del Que Es. En otras partes atribuye este cometido a la
potencia soberana de la Divinidad, potencia llamada Kyrios = Señor, por oposición a la
potencia benefactora, llamada Theós = Dios. Ver Sobre la obra de Noé como plantador
86 y ss. y Sobra Abraham 144 y 145.

183. XXXVII. Mas hemos de averiguar en qué consiste la "confusión". ¿Cómo lo


averiguaremos? Se me ocurre que de la siguiente manera. Frecuentemente alcanzamos a
conocer a personas a las que previamente no conocíamos, a través de sus familiares o de
quienes tienen alguna semejanza con ellas. Y del mismo modo cosas que no son fáciles
de aprehender por sí mismas témanse claras a través de las semejanzas de las que les
son afines.

184. Ahora bien, ¿qué cosas se asemejan a una confusión? La mezcla, para usar el viejo
término filosófico, y la combinación.88 La primera se aprecia en las sustancias secas; la
segunda en las líquidas.
88
"Mezcla" y "combinación". Por supuesto que los dos términos que he elegido, a falta
de otros, para traducir los vocablos griegos míxis y paráthesis, no tienen, como se
advierte por lo que sigue, los sentidos con que los empleamos actualmente cuando nos
referimos a la concentración de más de un elemento en un todo.

185. La mezcla de diferentes cuerpos tiene lugar cuando éstos se yuxtaponen sin orden,
tal como ocurre cuando se amontonan juntos granos de cebada, trigo, arvejas y otras
cualesquiera especies de granos; la combinación, en cambio, no es una mera
yuxtaposición sino la extensión paralela de partes diferentes compenetradas entre sí
completamente, sí bien sus cualidades pueden aún distinguirse mediante determinados
procedimientos, tal como dicen que ocurre con el vino y el agua.

186. Afirman, en efecto, que estas sustancias al unirse producen una combinación, más
que igualmente el compuesto puede ser separado de nuevo en las diferentes cualidades
de las que está formado, pues una esponja empapada en aceite absorbe el agua y deja el
vino. Probablemente, como la esponja es un derivado del agua, tiende a absorber de la
combinación la sustancia que le es familiar y a dejar la sustancia extraña, o sea, el vino.

187. En cambio, la "confusión" implica el aniquilamiento de las cualidades originales,


las que se extienden por todas partes produciendo de ese modo una única y diferente
cualidad, tal como sucede en el caso de la cuádruple droga usada en medicina, que,
según entiendo, está constituida por la unión de cera, sebo, alquitrán y resina, y, cuando
el compuesto está formado, es ya imposible separar las propiedades de que ha sido
formado, pues cada uno de los ingredientes ha sido aniquilado, y el aniquilamiento de
todos ha engendrado otra cosa única con propiedades diferentes.

203
188. Pero, cuando Dios amenaza con la confusión a los impíos pensamientos, ordena el
aniquilamiento-no sólo de la especie y las propiedades de cada uno de los vicios sino
también de aquello que éstos han contribuido a formar, a fin de que ni las partes
separadamente ni la reunión y concierto de todas se revistan de una fuerza tendiente a la
destrucción del" elemento superior.

189. Por eso dice: "Confundamos allí su lengua para que ninguno pueda entender la voz
de su vecino" (Gen. XI, 7); lo que equivale a 'Hagamos que se tome muda cada una de
las partes del vicio, para que no puedan, ni emitiendo su propia voz ni de concierto con
otros, convertirse en causa de daño'.

190. XXXVIII. Éste es nuestro pensamiento al respecto; en cambio, aquellos que se


atienen solamente a lo externo y superficial piensan que lo que ahora estamos tratando
es el origen de las lenguas de los helenos y los no helenos. Yo no los censuraría pues tal
vez también ellos estén en lo cierto. Mas los exhortaría a no quedarse sólo en eso y a
recurrir, en cambio, a las interpretaciones alegóricas, teniendo presente que la letra de
los oráculos es como la sombra de los cuerpos y que lo real y verdaderamente sustancial
es el sentido profundo por ellos revelado.

191. Por cierto que el legislador mismo da pie para este género de consideración a
aquellos cuya inteligencia no está cegada. Tal ocurre, a no dudarlo, en el caso a que nos
estamos refiriendo, a propósito del anuncio de que tendría lugar una confusión.
Seguramente, si lo que se daba a entender era solamente el origen de las lenguas, con
mayor propiedad hubiera aplicado al episodio el nombre de separación en vez del de
"confusión". Porque las cosas que se hallan divididas no están confundidas sino, por el
contrario, separadas, y no sólo se trata de una contradicción de nombres sino también de
hechos.

192. Confusión, como he dicho, es el aniquilamiento de las propiedades simples para la


producción de una única propiedad compuesta, mientras que separación es la división
de una cosa en varias, tal como ocurre en el caso del género y las especies que entran en
él. De modo que, si el Sabio hubiera ordenado que la lengua, una en su origen, se
dividiera en muchas lenguas distintas, hubiera empleado los términos más apropiados y
exactos, tales como división, dispersión, separación o algún otro semejante, y no el
opuesto a éstos, es decir, confusión.

193. Pero Su propósito es disolver el tropel del vicio, aniquilar sus lazos comunes,
descalabrar y destruir su poderío y acabar con la potencia de su soberanía, que se ha
tornado sólida mediante indignas transgresiones.

194. ¿No ves, acaso, cómo el Que modeló las partes de los seres vivientes no ha puesto
ninguna de ellas en vinculación con otra? Los ojos no pueden oír ni los oídos ver ni el
jugo de la boca oler ni las fosas nasales gustar; ni, por otra parte, la palabra puede
experimentar sensaciones propias de los sentidos, ni, a su vez, la sensibilidad es capaz
de pronunciar palabras.

195. Es que el Artífice conocía que era provechoso que ninguno de ellos oyese la voz de
su vecino; y decidió para beneficio de los seres vivientes que las partes del ente vivo
usasen de los poderes que le son propios sin mezclarlos y que fuese eliminada la

204
vinculación recíproca entre ellas; y decidió, asimismo, que las partes del vicio fueran
llevadas a su completa "confusión" y destrucción para que ni concertadas ni obrando
separadamente pudiesen llegar a constituir un azote para las naturalezas mejores.

196. Por ello añade Moisés: "El Señor los dispersó desde allí" (Gen. XI, 8), vale decir,
los esparció, los desterró, los sacó de la luz. Porque, mientras el sembrar es origen de
bienes, el dispersar 89 lo es de males, ya que, en tanto la siembra tiende al
acrecentamiento, al crecimiento y a la producción de otras cosas; la dispersión, en
cambio, persigue la ruina y la destrucción. Dios, el plantador del universo, quiere
sembrar en él la nobleza, y dispersar y desterrar de la comunidad del mundo la
vituperable impiedad, para que los caracteres hostiles a la virtud cesen en adelante de
edificar la ciudad del vicio y la torre del ateísmo.
89
Juego de palabras entre spéirein = sembrar, esparcir, y diaspéirein dispersar.

197. En efecto, cuando éstos hayan sido dispersados aquellos que largo tiempo ha se
encuentran desterrados huyendo de la tiranía de la insensatez alcanzarán su retomo
merced a una sola proclama, siendo Dios quien refrenda y ratifica tal proclama, tal
como lo hacen patente los oráculos en los que se declara que, "aunque tu dispersión
fuere de un extremo al otro del cielo, Yo te volveré a reunir desde allí". (Deut. XXX, 4.)

198. De modo que Dios tiene por provechoso el armonizar el concierto90 de las virtudes,
y en dispersar y destruir el de los vicios. El nombre más apropiado para el vicio es
confusión, y todo insensato es una clara confirmación del vicio puesto que sus palabras,
sus determinaciones y sus obras son indignas e inestables.
90
O consonancia o sinfonía. Ver la nota 6.

205
SOBRE LA MIGRACIÓN DE ABRAHAM

(DE MIGRATIONE ABRAHAMI)

1. I. "Y dijo el Señor a Abraham: 'Márchate de tu tierra, de tu parentela y de la casa de


tu padre hacia la tierra que Yo te mostraré; y te convertiré en una gran nación, y te
bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás bendito.1 Y bendeciré a los que te
bendijeren y maldeciré a los que te maldijeren y todas las tribus de la tierra serán
bendecidas en ti'." (Gen. XII, 1 a 3.)
1
Sobre la interpretación que Filón da a este término ver el parágrafo 107.

2. Queriendo Dios purificar el alma del hombre, concédele en primer lugar como punto
de partida hacia la completa salvación el traslado desde tres sitios: desde el cuerpo,
desde la sensibilidad y desde la expresión hablada.2 Sucede, en efecto, que "la tierra" 3
es símbolo del cuerpo; "la parentela" lo es de la sensibilidad, y "la casa del padre", de la
palabra.
2
Literalmente: "desde el lógos expresado o pronunciado", es decir, la palabra. Sobre los
dos lógoi ver Sobre los querubines, nota 8.
3 O país, según el pasaje bíblico; pero Filón toma el término en el sentido de sustancia
terrestre.

3. ¿Por qué? Pues, porque el cuerpo toma su sustancia de la tierra y de nuevo se


disuelve en la tierra. Moisés lo atestigua cuando dice: "Tierra eres y a la tierra
retomarás." (Gen. III, 19.) Y además dice que fue el mismo polvo el que por la acción
modeladora de Dios fue fijado para formar al hombre; y fuerza es que lo que se disuelve
lo haga en los elementos unidos para formarlo.4 Por su parte, la sensibilidad es pariente
y hermana de la inteligencia, el pariente irracional de la parte racional, pues ambas son
porciones de una única alma.
4
Es decir, que vuelva al polvo en este caso.

4. Y la palabra, a su vez, es "la casa del padre"; "del padre", puesto que la inteligencia 5
es nuestro padre, el que siembra en cada una de las partes del cuerpo las facultades que
de ella emanan y distribuye entre las mismas las actividades, reservándose el control y
supervisión de todas ellas; y "la casa", porque la palabra es la habitación en la que se
aloja la inteligencia, apartada del resto de la casa. Como el hogar es la morada del
hombre, la palabra lo es de la inteligencia. Así es, en efecto; en la palabra, como en una
casa, la inteligencia se muestra a sí misma y muestra las concepciones que ella engendra
luego de organizarías y ordenarlas. Mas no te asombres de que Moisés haya llamado a
la palabra casa de la inteligencia en el hombre, pues también afirma que Dios, la
inteligencia del universo, tiene por morada Su propia palabra.
5
Una vez más convendrá recordar que noús = inteligencia, es masculino en griego, lo
que compagina mejor que en el caso español con la paternidad que Filón le asigna.

5. Al recibir la visión de esta palabra el ejercitante 6 reconoce sin ambages: "Esto no es


ciertamente la casa de Dios" (Gen. XXVIII, 17), lo que equivale a decir: La casa de
Dios no es este conjunto de cosas presentes a nuestra vista o, en general, al alcance de
nuestra sensibilidad; no, no es tal cosa, sino algo invisible, sin forma perceptible,
aprehensible solamente por el alma propiamente dicha.7
6
Jacob.

206
7
Literalmente: "por el alma como alma", es decir, en sentido restringido referido el
término psykhe solo a la parte rectora: la inteligencia, y no a todas las partes con vida
animada. Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas 55.

6. ¿Cuál, entonces, puede ser esa cosa sino Su palabra,8 la primera de cuantas cosas han
llegado a existir; palabra que el Piloto de todas las cosas empuña como un timón para
guiar al universo, y que, una vez modelado el mundo, usa como instrumento para la
irreprochable organización de las cosas producidas por Él?
8
O Su lógos, pues aquí, evidentemente. Filón toma el término en su sentido más
genérico.

7. II. Acabamos de demostrar que Moisés al decir "el cuerpo" se refiere a la tierra, que
al decir "la parentela" alude a la sensibilidad, y que lo de "la casa del padre" refiérese a
la palabra. En cuanto a la expresión "Márchate de ellos", no significa "sepárate de ellos
de manera real". Prescribir tal cosa equivaldría a ordenar la muerte. Equivalen, en
cambio, a 'Hazte ajeno a ellos mentalmente;9 no estés pendiente de ninguno de ellos;
mantente por encima de todos ellos'.
9
Es decir, en pensamientos y propósitos.

8. Son subordinados tuyos; jamás los tengas por señores. Siendo rey, como eres, apren-
de de una vez a mandar y a no ser mandado. Conócete a tí mismo por toda la eternidad,
como Moisés te enseña en muchos pasajes diciendo: "Aplícate a tí mismo" (Ex. XXIV,
12), pues de ese modo conocerás a quiénes conviene que obedezcas y a quiénes
conviene que gobiernes.

9. Márchate, pues, del elemento terrestre que hay en ti; huye, amigo, con todo vigor y
plena fuerza de la repugnante prisión que es el cuerpo y de los placeres y
concupiscencias, verdaderos carceleros de ella. No perdones recurso alguno para
maltratarlos y amenázalos con todos ellos juntos y combinados.

10. Aléjate también de tu pariente, la sensibilidad. Actualmente te has entregado como


prenda a cada uno de los sentidos, y has venido a convertirte en cosa ajena, en un bien
de los que te han tomado en préstamo, privándote de lo que es tuyo. Tú sabes, aunque
todos los hombres lo callen, que los ojos, los oídos y toda. la restante turba de tu
"parentela" te llevan hacia las cosas que ellos aman.

11. Mas, si quisieres recobrar Tu propio ser, que has prestado, y estar rodeado de lo que
te pertenece sin privarte de nada de ello ni dejar en manos ajenas porción alguna, alcan-
zarás una vida feliz y recogerás perpetuamente el beneficio y goce de bienes no extraños
sino tuyos propios.

12. Aléjate asimismo de la expresión hablada, o "la casa del padre", como dice Moisés;
no sea que, engañado por las bellezas del lenguaje, te apartes de la verdadera belleza, la
que reside en los asuntos expresados. Porque absurdo sería preferir la sombra a las
sustancias o la copia a los originales; y la expresión hablada es semejante a la sombra y
a la imitación, en tanto que el natural desarrollo de los asuntos que ella expone
aseméjase a las sustancias y a los arquetipos, y es preciso que aquel que aspira a. ser
antes que a aparentar se vincule con éstos y se aparte de aquéllas'.

13. III. Así, cuando la inteligencia comienza a conocerse a sí misma y a trabar

207
relaciones con las contemplaciones propias de ella, aparta de sí la parte del alma
inclinada hacia el género de las cosas sensibles, inclinación que en lengua hebrea se
llama "Lot". Por ello el hombre sabio nos es presentado en actitud de decir con toda
franqueza: "Aléjate de mí." (Gen. XIII, 9.) Es, en efecto, imposible que el que ama las
cosas incorpóreas e incorruptibles conviva con quien se inclina hacia las sensibles y
mortales.

14. Grande fue, pues el acierto del sagrado intérprete al titular a todo un libro sagrado
completo de su legislación "Exagogé",10 pues el nombre hallado es apropiado para los
oráculos contenidos en él. Siendo, en efecto, un instructor y estando plenamente
preparado para la admonición y corrección de los capaces de recibir admoniciones y
corregirse, madura el proyecto de sacar al pueblo todo del alma de la región egipcia,
vale decir, del cuerpo, y de sus habitantes, pues considera que es sumamente pesada y
penosa carga el que una inteligencia dotada de visión esté doblegada por los placeres de
la carne y al servicio de los dictados que los implacables deseos le prescriben.
10
Exagogé = acción de sacar de un lugar o de hacer partir. Se trata del Éxodo.

15. Por cierto que éstos mucho lamentaron y lloraron su bienestar corporal y la
abundancia inagotable de cosas exteriores. Así, leemos que "Los hijos de Israel se
lamentaron a causa de sus trabajos".11 (Ex. II, 23.) Es en estas circunstancias cuando el
profeta, habiéndole instruido Dios misericordioso acerca de la partida, los libera.
11
Ver Sobre la confusión de las lenguas 93.

16. Hay, por otra parte, quienes han concertado treguas hasta la muerte con el cuerpo, y
han sido sepultados en éste como en una urna funeraria, en una sepultura o como quiera
llamársele.12 En éstos todas las partes amantes del cuerpo y de las pasiones están
sepultadas entregadas al olvido. Mas, si en alguna parte de éstos germina algún
sentimiento de amor a la virtud, dicho sentimiento es conservado por recuerdos que
poseen la virtud de reavivar el fuego de las buenas cualidades.
12
Lo que sigue hasta 24 inclusive es una meditación sobre Gén. L, 26.

17. IV. Por ejemplo, la sagrada palabra, considerando absurda la mezcla de las cosas
puras con las impuras, mira por la conservación de los huesos de José, huesos que aquí
significan las únicas reliquias de tal alma que están libres unas de corrupción y son
merecedoras otras de perpetuo recuerdo.13
13
Gen. L, 25. Es difícil precisar en qué estriba la diferencia entre estas -dos categorías.

18. Las dignas de perpetuo recuerdo eran éstas: la confianza de José en que "Dios
visitaría" a la raza vidente 14 y no la entregaría jamás al ciego señorío de la ignorancia;
la distinción entre las porciones mortales del alma y las imperecederas; y el haber
abandonado a Egipto todas aquellas cosas que tienen que ver con los placeres del cuerpo
y las otras formas inmoderadas de las pasiones, y haber concertado un acuerdo respecto
de las partes incorruptibles para que fueran conducidas junto con los que subían hacia
las ciudades de la virtud, acuerdo que fue garantizado por un juramento.15
14
Israel. Gen. L, 24.
15
Gén. L, 25.

19. ¿Y cuáles eran las incorruptibles? Su hostilidad contra el placer, que le dice:
"Acostémonos juntos" (Gen. XXXIX, 7) y gocemos de los bienes humanos; su
sagacidad pareja con su firmeza, mediante la cual discierne y aparta como meros sueños

208
las cosas que las vacías opiniones tienen por bienes, reconociendo que las verdaderas y
claras interpretaciones sobre las cosas se dan bajo la guía Divina,16 en tanto que las
inciertas y nada claras invenciones se ajustan a las condiciones de la vida errante y llena
de vanidad propia de hombres aún no purificados, vida que se complace en los deleites
que procuran los panaderos, cocineros y coperos.
16
Gén. XL, 8.

20. Agreguemos el hecho de que no fue proclamado súbdito sino soberano de todo
Egipto, el país corpóreo;17 su orgullo de saberse miembro de la nación hebrea,18 nación
que se particulariza por el abandono de las cosas sensibles para marchar hacia las
intelectuales ("hebreo" significa "emigrante"); su jactancia porque "aquí nada he hecho"
(Gén. XL, 15), puesto que no haber realizado acto alguno de los que allí se empeñan en
llevar a cabo los ruines, y haber, en cambio, detestado y rechazado a todo eso, es
conducta merecedora de alabanza sin medida;
17
Gén. XLI, 41.
18
Gén. XL, 15.

[21.] su burla ante los excesos de las concupiscencias y pasiones todas;19 su temor de
Dios,20 no obstante que aún no había llegado a ser capaz de amarlo; el hacer suya en
Egipto la vida verdadera; [V.] elección que provoca la admiración del vidente" (y no
faltaban, ciertamente, motivos para quedar asombrado), y que le mueve a decir: "Grande
cosa es para mí si mi hijo José vive todavía" (Gen. XLV, 28) "y no se ha entregado a las
vacías opiniones ni a ese cadáver que llevamos con nosotros que es el cuerpo";22
19
Gén. XXXIX, 14 y 17.
20
Gén. XLII, 18.
21
Jacob, por otro nombre Israel = el que ve, el vidente.
22
La misma idea es expuesta en Interpretación alegórica III, 69 y ss. y en Sobre la
agricultura 25.

[22.] el confesar que pertenece a Dios,23 y no a cosa alguna de las que han llegado a
existir;24 el agitar, sacudir y apartar enérgicamente de sí, cuando se da a conocer por sus
hermanos, todos los caracteres amantes del cuerpo y seguros de hallarse firmemente
asentados sobre sus propias doctrinas; el afirmar que no ha recibido su misión de manos
de los hombres, y que ha sido elegido por Dios para la legítima supervisión del cuerpo y
las cosas exteriores.
23
Gén. L, 19.
24
De las creadas.

23. Además de éstas, hay también muchas otras reliquias de la mejor y más santa
disposición, la que no soporta en absoluto habitar en Egipto, vale decir, en la casa del
cuerpo, ni es sepultada jamás en un ataúd; y, después de abandonar todo lo mortal,
marcha tras los guiadores pasos de Moisés, o lo que es lo mismo, de la palabra
legisladora.

24. Moisés, en efecto, es quien nutre, cual si fuera una nodriza, las obras, las palabras y
las decisiones nobles; y, aunque éstas alguna vez pueden mezclarse con las opuestas a
causa de la caótica confusión propia de las cosas mortales, no por eso él avanza menos
ni deja de separarlas para que las semillas y los frutos de la nobleza de espíritu no sean
eclipsados definitivamente y se pierdan.

209
25. Además de liberarlos,25 Moisés exhorta a los israelitas a abandonar con grande
energía a la que lleva el nombre de madre de todas las cosas monstruosas,26 y no
tardíamente y de manera lenta sino con rapidez suma. Díceles, en efecto, ardorosamente
que es preciso sacrificar la pascua,27 término que significa "travesía", para que la
inteligencia con ánimo resuelto y firme disposición realice sin volverse atrás el tránsito
desde las pasiones y dé gracias a Dios, su salvador, que la ha rescatado conduciéndola a
una libertad que le estaba vedada.
25
Retorna Filón, después de la digresión acerca de José, al punto en que en el parágrafo
15 había dejado sus consideraciones acerca del éxodo o partida de Egipto.
26
La tierra de Egipto, símbolo del cuerpo. Áigyptos es femenino.
27
Ex. XII, 11 y 21.

26. VI. ¿Y por qué asombramos de que exhorte a la inteligencia oprimida por el poderío
de una irracional pasión a no abandonarse ni dejarse arrastrar por la violencia de su
ímpetu; a resistir violentamente; y a huir, en caso de no poder oponerse? La huida, en
efecto, es la alternativa que les queda para su salvación a aquellos que no pueden
defenderse. Ni siquiera a aquel que es luchador por naturaleza y nunca ha llegado a ser
esclavo de las pasiones, hallándose siempre empeñado en la lucha contra cada una de
ellas, le permite Moisés estar permanentemente trabado en combate, pues no quiere que
lo ininterrumpido de su contacto con lo mismo, acabe por forjarle el penoso destino que
aquéllas deparan. Muchos, en efecto, han llegado al cabo a convertirse en imitadores del
vicio de un oponente, así como otros, a la inversa, han imitado la virtud de la parte
opuesta.

27. Esto es lo que ha motivado la siguiente exhortación Divina: "Retoma hacia la casa
de tu padre y hacia tu familia y. Yo estaré contigo" (Gen. XXXI, 3); lo que equivale a
decir: Te has convertido en un atleta perfecto y te has hecho merecedor de premios y
coronas, habiendo presidido tus combates la virtud, la que te ha entregado los premios
de la victoria. Mas abandona ya el espíritu de contienda para que no pases fatiga
perpetuamente y puedas también recoger el fruto de tus esfuerzos.

28. Nada de esto alcanzarás si permanecieres donde te hallas, conviviendo con las cosas
sensibles y pasando tu tiempo con las maneras de ser corporales, de las que es adalid
Labán, cuyo nombre significa precisamente "manera de ser". Preciso es, por el
contrario, que retomes a la tierra de tus padres, la tierra de la sagrada palabra, la que en
cierto modo es padre28 de 'los que se ejercitan.
28
Recuérdese que lógos = palabra, es masculino.

29. En esta región hallarás también al carácter autodidacta, al que no ha necesitado edad
infantil ni alimento lácteo, a aquel al que un Divino oráculo ha vedado descender hacia
Egipto 29) y salir al encuentro de los seductores placeres de la carne, al llamado Isaac.
29
Gen. XXVI, 2.

30. Cuando hayas entrado en posesión de la heredad de éste, forzosamente te verás libre
de tu trabajo. La abundancia inagotable de bienes a tu disposición y al alcance de tus
manos te liberará del esfuerzo. La fuente de la que brotan tales bienes es la compañía
del bondadoso Dios, quien confirma la concreción de Sus beneficios al decir: 'Yo estaré
contigo'."

31. VII. ¿Y qué bien podría faltar, si está presente Dios, el perfecto, con Sus gracias,

210
Sus vírgenes hijas, cuyo Padre y Creador las ha nutrido para que sean incorruptibles y
puras? Preocupaciones, trabajos y ejercitaciones reposan entonces, y todo cuanto
encierra beneficio para todos se da conjuntamente sin necesidad de elaboración pues
todo lo ha previsto la Naturaleza.30
30
Como en muchos otros pasajes el término naturaleza parece ser sinónimo de Dios.

32. El torrente de bienes que se brinda espontáneamente llámase "liberación",31 puesto


que la inteligencia reposa de los esfuerzos exigidos por sus propios proyectos y se
libera, podríamos decir, merced a la abundancia de los bienes que caen sobre ella como
lluvia y la riegan incesantemente.
31
Alusión a la prescripción según la cual en el año sabático la tierra, 'que aquí simboliza
a la inteligencia, quedaba "libre" de cultivo y reposaba. Ex. XXIII, 11.

33. Y estos bienes son de la más hermosa y maravillosa naturaleza, pues, mientras los
que el alma engendra por sí misma son en su mayor parte abortos, cosas nacidas a
destiempo; en cambio, todos aquellos con los que Dios nos riega a modo de lluvia
llegan a la existencia perfectos, completos y excelentes en sumo grado.

34. No me avergüenza describir mi propia experiencia y lo que diré me ha sucedido, lo


sé, infinidad de veces. En determinadas ocasiones, deseando seguir el acostumbrado
desarrollo de un escrito sobre doctrinas de orden filosófico, y conociendo puntualmente
el asunto que debía desarrollar, he hallado a mi inteligencia improductiva y estéril y he
desistido de mi empeño sin lograr nada positivo, reprochando a ella por su presunción y
pasmado ante el poder del Que Es, de quien depende en cada caso que la matriz del
alma se abra o se cierre.

35. Otras veces, habiendo abordado el asunto con las manos vacías, me hallé de pronto
lleno de ideas que caían como lluvia sembradas invisiblemente desde lo alto, al punto de
que, poseído por una Divina inspiración, perdía el control de mí mismo, y todo me
resultaba irreconócible: el lugar, los presentes, yo mismo, lo que decía y lo que escribía.
Es que había llegado a poseer capacidad de expresión, ideas nuevas, un disfrute de
claridades, una visión agudísima, una nítida aprehensión de los asuntos, tal como si ello
resultara de un clarísimo espectáculo que me llegara a través de los ojos.

36. VIII. Ahora bien, lo que aparecía ante mí es lo más digno de ser visto, contemplado
y amado, el bien perfecto, el que posee la natural virtud de trocar en dulzor las
amarguras del alma, el más hermoso condimento de todas las especias, gracias al cual
aun lo que carece de poder nutritivo tómase reparador alimento. Por eso se ha dicho: "El
Señor le mostró un árbol, y lo32 arrojó en el agua" (Ex. XV, 25), es decir, en la floja y
divagante inteligencia, desbordante de amargura, para que endulzada perdiera su
carácter salvaje.
32
Al árbol.

37. Este árbol brinda no sólo alimento sino también inmortalidad. Sabemos, en efecto,
que el árbol de la vida estaba plantado en medio del parque;33 y que tal árbol no es otra
cosa que la bondad escoltada por la guardia que forman en torno a ella las virtudes
particulares y las acciones acordes con dichas virtudes, puesto que ella es la virtud a la
que ha cabido el sitio central y más excelente del alma.
33
Gén. II, 9.

211
38. El que contempla tal espectáculo es el sabio; no así los insensatos por cuanto tienen
una vista cegada y confusa. Por eso los primeros hombres llamaron videntes a los
profetas.34 Y el ejercitante 35 se preocupó por ver lo que antes oía, cambiando los oídos
por los ojos, y, habiendo dejado detrás la heredad procedente del oído, alcanzó la
condicionada por la vista.
34
I Samuel IX, 19.
35
Jacob, quien, al adquirir la visión, se transforma en Israel.

39. En efecto, la moneda corriente del estudio y la enseñanza, de la que Jacob ha


tomado su nombre, es reacuñada, transformándose en el vidente Israel, y de ese modo
tiene lugar la visión de la Divina luz, o lo que es lo mismo, del saber, el que abre el ojo
del alma y lo conduce a aprehensiones más claras y luminosas que las que le brindan los
oídos. Porque, así como la aplicación de los principios musicales se alcanza a conocer a
través de la ciencia musical; y la práctica correspondiente a cada ciencia, a través de la
ciencia respectiva, así también aquello que es sabio se discierne a través de la sabiduría.

40. Mas la sabiduría no es, como la luz, un instrumento de la visión solamente; además
es capaz de verse a sí misma. La sabiduría es la luz arquetipo propia de Dios, de la que
el sol es una imitación y copia; el que muestra cada una de las cosas, empero, es Dios, el
único verdaderamente conocedor. De los hombres dícese que conocen sólo porque
parecen conocer; de Dios lo decimos porque posee realmente el conocimiento, aunque
la expresión no alcance a reflejar exactamente la naturaleza de ese conocimiento, ya que
todo cuanto se puede decir acerca del Que Es resulta inferior a Sus reales poderes.

41. Su sabiduría es testimoniada no sólo por la circunstancia de ser el artífice del


universo sino también por el hecho de haberse asegurado firmísimamente el
conocimiento de cuanto había creado.

42. Leemos, en efecto, que "vio Dios todo cuanto había creado (Gen. I, 31), lo que no
significa que haya posado Su mirada sobre cada una de las cosas sino que tuvo ciencia,
conocimiento, aprehensión de aquello que había creado. En consecuencia, sólo al Único
Sabio compete el guiar, enseñar y mostrar cuanto concierne a cada una de las cosas,
puesto que Él, a diferencia del hombre, no es un mero beneficiado por las aplicaciones
de alguna ciencia, si no es reconocido como el principio y la fuente de las artes y las
ciencias.

43. IX. El que las palabras atribuidas a Dios sean "que Yo te mostraré" (Gen. XII, 1), y
no "que Yo te muestro"; vale decir, que adopten la forma de una promesa para el futuro,
no de un hecho presente, lleva una intención deliberada: atestiguar la confianza que el
alma deposita en Dios, mostrando un agradecimiento que no procede de hechos ya
cumplidos sino de la esperanza de los que sobrevendrán.

44. En efecto, el alma, suspensa y pendiente de una hermosa esperanza, y convencida de


que las cosas no presentes están ya presentes indubitablemente en virtud de la firme
seguridad que brinda El que las ha prometido, alcanza como premio un bien perfecto, la
fe. Leemos, en efecto, un poco más adelante que "Abraham confió en Dios". (Gén. XV,
6.) De análoga manera habla Dios también a Moisés, cuando, después de mostrarle todo
el país, le dice: "Lo he mostrado ante tus ojos y no penetrarás allí." (Deut. XXXIV.)

45. Y no pienses que esto ha sido dicho para humillación36 de aquel hombre

212
omnisciente, como suponen algunos desconsiderados. Ingenuidad es, ciertamente,
pensar que son los esclavos de Dios los que han de distribuirse el país de la virtud en
vez de Sus amigos.
36
O quizá: "aludiendo a su (próxima) desaparición", ya que epí kathairései puede
significar una u otra cosa.

46. Por el contrario, lo que en primer lugar desea hacerte entender el legislador es que
uno es el sitio de los niños y otro el de los hombres completos, el uno llamado
ejercitación y el otro llamado sabiduría. En segundo lugar, que las cosas más excelentes
de la naturaleza son objetos de visión más que de posesión. ¿Cómo es posible, en efecto,
llegar a poseer aquellas cosas a las que ha correspondido una posición más cercana a
Dios? Verlas, en cambio, no: es imposible; aunque no a todos es dado hacerlo, sino
solamente a la más pura y más penetrante especie de visión, a la que el Padre de todas
las cosas concede la más excelsa de Sus gracias al mostrarle Sus propias obras.

47. ¿Qué vida, en efecto, es superior a la contemplativa, cuál más apropiada para un ser
racional? Por eso, mientras la voz de los seres mortales tiene por juez al oído, los
sagrados oráculos nos revelan que las palabras de Dios son vistas como se ve la luz.
Leemos, en efecto, que "todo el pueblo vio la voz" (Ex. XX, 18), no que la oyó; puesto
que lo sucedido no era un golpe de aire mediante' los órganos de la boca y la lengua,
sino la claridad intensamente brillante de la virtud, claridad en todo semejante a una
fuente de razón, a la que en otro pasaje se alude de esta manera: "Habéis visto que os he
hablado desde el cielo" (Ex. XX, 22), y no 'Habéis oído. . .', por la misma causa que
antes.

48. Pero hay un pasaje en el que Moisés distingue con suficiente precisión lo oído de lo
visto y el oído de la vista. Dice así: "Vosotros habéis oído una voz de palabras,37 y no
habéis visto una imagen sino sólo una voz." (Deut. IV, 12.) Es lógico, en efecto, que
haya dicho que es audible la voz que se divide en nombre, verbo y en las partes de la
oración en general, ya que esta clase de voz es interpretada por el oído; pero la voz que
no consta de nombres y verbos, la de Dios, que es una voz que se ve con los ojos del
alma, es presentada como perceptible por medio de la vista.
37
Phomé rhematón = una voz de palabras, vale decir, una voz humana. Filón recalca en
el término rhemata su acepción técnica de verbo; y así, insiste luego en que la "voz se
divide en nombre, verbo y las partes de la oración en general".

49. Y después de haber dicho: "No habéis visto una imagen", agrega, "sino sólo una
voz", debiéndose indudablemente sobrentender "habéis visto". De modo que las
palabras de Dios tienen por intérprete a la visión que posee el alma, en tanto que las que
se clasifican en diversas especies de nombres y verbos 38 son interpretadas por el oído.
38
Mientras más arriba, parágrafo 48, parece aludir Filón a la clasificación de las
palabras corrientes en su tiempo: nombre, verbo y nexos; aquí solo menciona dos clases:
nombre y verbo, pero agrega el término idéiai = especies, con lo que seguramente se
refiere a las subdivisiones que en las clasificaciones de su tiempo admitían estas dos
categorías; supremas o géneros de palabras.

50. El saber de Moisés es original en todas sus manifestaciones, pero en este caso su
originalidad es especial y fuera de lo común, al decir que la voz es perceptible por
medio de la vista no obstante que, si exceptuamos a la inteligencia, la voz es
prácticamente lo único no visible que hay en nosotros. Porque la totalidad de los objetos

213
propios de los otros sentidos: los colores, los sabores, los perfumes, las cosas calientes,
las frías, las suaves, las ásperas, las blandas y las duras, todos son visibles como
cuerpos.

51. Aclararé lo que esto significa. El sabor es visible, no como sabor sino solamente
como cuerpo; como sabor será ciertamente el gusto quien lo apreciará. El olor, a su vez,
en cuanto olor será apreciado por las narices, más en cuanto cuerpo lo será también por
los ojos. Y de esta misma manera se perciben también los demás objetos sensibles.

52. En cambio, la voz, ni en su condición de cosa audible ni en cuanto cuerpo, si es que


se trata de un verdadero cuerpo,39 posee la propiedad de ser perceptible por la vista.
Palabra e inteligencia, pues, son las dos cosas invisibles de nuestro ser. Mas no es, por
cierto, nuestro aparato-productor de sonidos análogo al órgano Divino de la voz. El
nuestro, en efecto, se mezcla con el aire y escápase hacia el lugar emparentado con él,
vale decir, los oídos; la palabra de Dios, en cambio, es un órgano puro y sin mezcla,
que, sutil, como es, el oído no alcanza a percibir, mas el alma, que es. pura, lo ve gracias
a su agudeza de visión.
39
Según la teoría estoica al respecto el sonido es un cuerpo. Filón acepta este punto de
vista con marcada reserva, sin que ello, por otra parte, le impida basar su razonamiento
en la corporeidad de lo acústico.

53. X. Así pues, el primer don que Dios dispensa al alma después que ella abandona las
cosas mortales, es, como he dicho, el espectáculo y la contemplación de las inmortales;
y el segundo es el progreso hacia los principios de la virtud así en cantidad como en
grandeza. Dice, en efecto, Dios: "Y Yo haré que te-conviertas en una gran nación"
(Gen. XII, 2), dando a entender mediante la palabra "nación" el inmenso número de
ellos. y mediante la palabra "grande" el progreso en calidad.

54. En qué medida tiene lugar este acrecentamiento en uno y otro aspecto, en número y
grandeza, lo pone de manifiesto también el rey de Egipto. Dice, en efecto: "He aquí que
la raza de los: hijos de Israel constituye una gran multitud." (Ex. I, 9.) De ese modo
testimonia que la raza capaz de ver al Que Es ha adquirido ambas cosas: grandeza en
número y en calidad, o lo que es lo mismo, el recto curso así en las acciones como en
las palabras.

55. No dijo, en efecto, como diría quien se atuviese estrictamente a la conexión entre las
palabras, "una numerosa multitud", sino "una gran multitud", pues sabía que el gran nú-
mero no es sino una grandeza a medias si a ello no se agrega la potencia del
conocimiento y el saber. ¿Qué provecho, en efecto, se sigue de recibir muchos
conocimientos expuestos por otros si no se desarrolla cada uno de ellos en la medida en
que corresponde? Análogamente, un campo no es perfecto porque en él se dé una
infinidad de plantas a ras del suelo 40 y, en cambio, lo es si contiene un brote aún no
completamente desarrollado pero que ha crecido merced al cuidado del agricultor y es
capaz ya de producir fruto.
40
Es decir, sin posibilidad de desarrollo y de dar frutos.

56. Principio y fin de la grandeza y multitud de las cosas nobles es la perpetua memoria
acerca de Dios y la apelación a la-ayuda que de Él procede en la guerra intestina,
confusa e ininterrumpida de la vida. Dice, efectivamente, el legislador: "He aquí que
esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente; porque, ¿qué clase de gran nación

214
existe cuyo dios esté próximo a ella como nuestro Soberano Dios lo está en todas las
cosas por las que Lo invocamos?" (Deut. IV, 6 y 7.)

57. Queda, entonces, demostrado que un poder presto para acudir en nuestra ayuda
aguarda junto a Dios y que el mismo Guía se aproxima hacia nosotros para ayudar a los
que merecen serlo. XI. ¿Y quiénes son los que tal cosa merecen? ¿No es cierto que
todos los que aman ardientemente la sabiduría y el conocimiento?

58. Éstos, en efecto, constituyen el sabio e inteligente pueblo a que me refería, cada uno
de cuyos miembros es con razón grande, puesto que tiende hacia cosas grandes y hacia
una en especial: a no ser separado de Dios, el grande por excelencia, y a permanecer sin
temor aguardando firmemente Su aproximación cuando Él se acerque.

59. Éste es el signo peculiar del "gran" pueblo: aproximarse del todo a Dios o ser aquel
"al que Dios se aproxima estrechamente". Ahora bien, el mundo y el sabio, que es
ciudadano del mundo,41 llenos están de numerosos y grandes bienes; en cambio, la mul-
titud de los demás hombres participa de males por demás numerosos, y de bienes harto
escasos. El bien, en efecto, es cosa extraña en medio de la turbación y la confusión de la
vida.
41
Según Diógenes Laercio .VI, 63, Diógenes el Cínico fue el primero que se
autocalificó cosmopolita o ciudadano del cosmos. Filón se adhiere a la doctrina estoica
según la cual el sabio es ciudadano del mundo, por cuánto vive de conformidad con las
leyes universales de la naturaleza. Ver Sobre la creación del mundo 3.

60. Por esa razón en los oráculos cántase: "El Señor os ha preferido y elegido no porque
seáis más numerosos que todas las naciones, puesto que sois los menos numerosos entre
todas las naciones, sino porque el Señor os ha amado." (Deut. VII, 7.) Si alguien, en
efecto, quisiere distribuir la muchedumbre contenida en un alma sola, tal como si la
agrupase en naciones, hallaría muchas agrupaciones en desorden, comandadas por
placeres y concupiscencias o pesadumbres y temores o locuras e injusticias o por cosas
estrechamente emparentadas con éstas; y sólo una bien ordenada, a cuyo frente hállase
la recta razón.

61. Pues bien, en la opinión de los hombres, la multitud de las formaciones injustas es
preferida a la única justa; mas en el juicio de Dios la escasa pero bien ordenada
prevalece por sobre las innumerables injustas; y a ella es a la que le prescribe Él no estar
de acuerdo jamás con tal multitud. Dícele, en efecto: "Jamás te unirás a la multitud para
el mal." (Ex. XXIII, 2.); Se infiere de ello que, siempre que sea con pocos, podemos
unirnos para el mal? No, con ningún malvado debemos hacerlo. Aunque fuere uno solo
el malvado, por sus maldades equivale a muchos, y alistarse a su lado es un grandísimo
perjuicio. Por el contrario, lo que nos conviene es enfrentarlo y combatirlo con vigor
imperturbable.

62. Por eso se nos dice: "Si salieres a la guerra contra tus enemigos y vieres un caballo",
vale decir, a la insolente y turbulenta pasión, rebelde a las riendas, "y uno montado", o
lo que es lo mismo, a la inteligencia amante de las pasiones, montada sobre ella, "y un
pueblo más numeroso que tú", o sea, a los seguidores de los mencionados, avanzando en
formación cerrada, "no tengas temor de ellos", pues, aunque no eres más que uno, tienes
como aliado al Único, al Guía de todas las cosas, "pues Dios Soberano está contigo".
(Deut. XX, 1.)

215
63. Su compañía, en efecto, pone fin a las guerras, logra el retomo de la paz, desbarata
los muchos e ininterrumpidos males y rescata a la poco numerosa raza de los amantes
de Dios, cada uno de cuyos leales seguidores siente odio y abominación hacia el tropel
de las cosas terrenales.

64. XII. Así, leemos: "No comáis nada que posea muchos pies entre las cosas reptantes
que se arrastran sobre la tierra pues son abominables." (Lev. XI, 42.) Y ciertamente, ¿no
es digna de ser detestada el alma que marcha sobre la tierra y no con una parte de sí
misma sino con todas o con las más de .ellas, saboreando las cosas del cuerpo e incapaz,
en suma, de alzar la mirada hacia las Divinas revoluciones del cielo?

65; Por otra parte, entre las cosas reptantes, así como es censurada la que tiene muchos
pies, también lo es la que carece de ellos, la primera por el motivo ya señalado, la
segunda porque en todas y cada una de sus partes está caída sobre la tierra sin que nada
la levante ni en lo más mínimo. En efecto, dice que toda cosa que avance sobre su
vientre es impura,42 con lo que se alude figuradamente al hombre que persigue los
placeres del vientre.
42
Lev. XI, 42.

66. A su vez, hay quienes, sobrepasando toda medida, no se conforman con entregarse a
cuanto entra en el ámbito de la concupiscencia sino se apropian además de la pasión
hermana de aquélla, la cólera, deseosos de avivar el fuego que arde en toda la parte
irracional del alma y destrozar a la inteligencia. Lo dicho a propósito de la serpiente en
un sentido literal: "Andarás sobre tu pecho y sobre tu vientre" (Gen. III, 14), es, en
realidad, un verdadero oráculo Divino que se aplica a todo hombre irracional y amante
de la pasión, como que la cólera está localizada en el pecho y la pasión en el vientre.43
43
Ver Interpretación alegórica III, 115 y ss.

67. El insensato marcha movido por ambas, por la cólera y la concupiscencia, en todo
momento, pues ha arrojado fuera de sí a la inteligencia, su conductora y monitora. El
hombre opuesto a éste, en cambio, ha separado de sí la cólera y la concupiscencia y ha
elegido como piloto a la Divina palabra. Así, también Moisés, cuando ofrezca los
holocaustos del alma, "lavará el vientre" (Lev. VIII, 21), vale decir, purificará la especie
toda de la concupiscencia, "y separará el pecho del morueco de la consagración" (Lev.
VIII, 29), es decir, toda la pendenciera cólera, para que la parte restante, que es la mejor
del amia, es decir, la racional puede obrar con verdaderamente libres y nobles impulsos
en procura de todas las metas elevadas, sin que cosa alguna la obstaculice ni la desvíe
en adelante.

68. De ese modo podrá ella crecer en número y grandeza. Leemos, en efecto: "¿Hasta
cuándo durarán las provocaciones de este pueblo? ¿Hasta cuándo seguirán sin creerme
no obstante las señales que he hecho entre ellos? Los golpearé con la muerte y los
destruiré y haré de ti y de la casa de tu padre un pueblo grande y numeroso, más aún que
éste." (Núm. XIV, 11 y 12.) Así es; cada vez que en el alma una multitud congregada es
dispersada por entregarse a la cólera y a la concupiscencia, de inmediato la asamblea
dependiente de la naturaleza racional yérguese y se eleva del todo.

69. Ahora bien, así como la creatura de muchos pies y la que carece totalmente de ellos,
que constituyen especies contrarias del género de los reptantes, son declaradas impuras,

216
del mismo modo la atea y la politeísta, doctrinas antagónicas en el alma, son impuras
también. La prueba es ésta: la ley ha expulsado de la sacra asamblea a ambas, al ateísmo
al apartar de esa reunión a un eunuco y castrado;44 al politeísmo, al vedar a quien fuere
hijo de una ramera ser oyente o hablar en ella.45 El estéril representa al ateísmo, y
símbolo del politeísmo es el hijo de la meretriz, como que su filiación paterna está
envuelta en la obscuridad y es por ello atribuido no a uno sino a muchos padres.
44
Ver Sobre la ebriedad 213.
45
Deut. XXIII, 1 y ss.

70. XIII. De dos dones hemos hablado ya, a saber: de la esperanza en una vida de
contemplación y del progreso hacia la multitud y "grandeza" de las cosas elevadas. Un
tercer don es la bendición, sin la cual no es posible que las gracias anteriores se
aseguren. Dice Dios, en efecto: "Y te bendeciré", lo que equivale a "Te haré el don del
alabable lógos.46 "Eulogéin", en efecto, es una palabra compuesta de "eu" y "lógos".47
46
Es decir, de la razón y la palabra a la vez. Ver Sobre la creación del mundo, nota 6.
47
De eu = bien, y lógos = palabra, dicción, deriva eulogeín = bendecir.

71. "Eu" agrega exclusivamente la idea de excelencia; y el lógos se asemeja, por una
parte, a una fuente y, por otra, a un flujo. A una fuente se asemeja el que reside en la
inteligencia; a un flujo el lógos consistente en la pronunciación a través de la boca y la
lengua.48 El que cada una de estas dos especies de lógos sea mejorada, la inteligencia
haciendo uso del buen discernimiento tanto en lo grande como en lo pequeño, y la
palabra guiada por la recta educación, constituye una gran riqueza.
48
El primero es llamado razón, y el segundo palabra. Acerca de ambos lógoi ver Sobre
los querubines, nota 8.

72. En efecto, muchos razonan muy bien, mas, por no haber cultivado los estudios de
cultura general,49 se han visto defraudados por una palabra que resulta mal intérprete de
lo razonado. Otros, en cambio, han llegado a ser muy expertos en materia de exposición,
pero resultan pésimos razonadores. Un ejemplo de éstos son los llamados sofistas,
hombres de inteligencia desacorde y grosera, pero muy elegantes en el exponer
mediante los órganos del habla.
49
Ver Interpretación alegórica III, nota 85.

73. Ahora bien, nada de lo que Dios concede a los que Le acatan es imperfecto; todo es
completo y perfecto. Por eso también en este caso la bendición que envía no es en una
sola de las divisiones del lógos sino en ambas porciones, pues entiende que es justo que
el beneficiado conciba lo mejor posible y a la vez exponga con propiedad lo pensado.
Porque la perfección depende, entiendo yo, de ambas cosas: de la razón, que sugiere las
ideas y de la exposición, que las expresa sin tropiezos.

74. ¿O no ves cómo Abel, cuyo nombre es propio de quien no soporta las cosas mortales
y se siente feliz con las inmortales, si bien está dotado de una inteligencia irreprochable,
con todo, por falta de ejercitación en la exposición oral, es vencido por Caín, hábil
luchador, capaz de imponerse más por la habilidad que por la fuerza?

75. Por eso, admirando, como admiro, a este carácter por su natural bien dotado, le
reprocho de tal manera porque, invitado a una competencia de palabras, fue a la lucha,
cuando debía haberse mantenido en su quietud habitual enviando a paseo al
pendenciero; y, en el supuesto caso de que quisiera de cualquier modo entrar en pelea,

217
no debía haberlo hecho sin antes prepararse para la lucha ejercitándose en los secretos
de ella. Lo normal, en efecto, es que frente a aquellos que han adquirido la habilidad de
la ciudad los sabios campesinos 50 lleven la peor parte.
50
"Del campo" o rústicos o rudos, que carecen de la habilidad de palabra y de ia
desenvoltura suficiente para disputas en las que la palabra resulta ser el arma decisiva.

76. XIV. Tal es el motivo por el que Moisés, el omnisciente, se abstiene de investigar
los elegantes y persuasivos argumentos, desde que Dios comenzó a encender en él el
resplandor de la verdad mediante las inmortales palabras del conocimiento mismo y de
la sabiduría misma;51 mas no deja por eso de procurar la contemplación de los
mismos,52 no por tornarse experto en más asuntos; ya que para el amante de la
contemplación bastan las indagaciones acerca de Dios y de las sacratísimas potencias
Suyas; sino para aventajar a los sofistas de Egipto, los que tienen en mayor estima las
capciosas fábulas que la evidencia de las verdades.
51
Ex. IV, 10.
52
De los argumentos sofísticos.

77. Cuando, pues, la inteligencia avanza caminando en medio de los asuntos


concernientes al Soberano universal, no-necesita para su estudio ajena ayuda, puesto
que, tratándose de objetos intelectualmente aprehensibles, la inteligencia es un ojo.
sumamente penetrante, que se basta por sí solo; mas, cuando se ocupa también de
asuntos concernientes a la sensibilidad, la pasión o el cuerpo, de los que es símbolo la
tierra de Egipto,. necesita también del arte de la palabra y de la habilidad para usarla
juntamente.

78. Por esa razón se le 53 dice expresamente que llame en su ayuda a Aarón, es decir, a
la expresión oral.54 "Veamos", dice el Señor, "¿no es Aarón tu hermano?" Siendo, en
efecto, una sola la madre, la naturaleza lógica,55 sus-vástagos serán, por supuesto,
hermanos. Y sigue: "Sé que hablará". Propio es, en efecto, de la inteligencia el
aprehender y de la expresión hablada el hablar. "Hablará", dice, "por ti". No pudiendo,
en efecto, la inteligencia exponer lo que atesora. en sí, recurre a su vecina la palabra
para que sea, la intérprete que dé a conocer lo que experimenta.
53
A Moisés.
54
Literalmente: el lógos pronunciado (legos prophorikós). Es decir,. Moisés, que ya
posee por Divina iluminación el lógos endiáthetos, o sea, la razón, es invitado a buscar
como complemento el otro lógos.
55
En otras palabras, la naturaleza del lógos.

79. Luego agrega: "He aquí que él saldrá a tu encuentro"; pues así sucede: la palabra,
saliendo al encuentro de las concepciones de la inteligencia, les. une verbos y
nombres,56 acuñando una forma expresable para lo que carecía de ella. Y dice después:
"Al verte se alegrará de ello." (Ex. IV, 14.) En efecto, la palabra goza y se alegra cuando
la concepción no es confusa, puesto que, si ésta es nítida,. ella cuenta con una
interpretación segura y ágil a base de términos apropiados, exactos y rebosantes de
expresividad suma, de que dispone en abundancia.
56
Es decir, las distintas ciases de palabras.

80. XV. Por cierto que, cuando. los pensamientos son de alguna manera obscuros, la
expresión marcha sobre un vacío y a menudo se desliza y sufre una gran caída al punto
de no poderse ya levantar. Luego dice: "Y tú le hablarás y pondrás Mis palabras en su

218
boca", vale decir "Le sugerirás los pensamientos", los que no son otra cosa que las
"palabras" o expresiones "de Dios".

81. En efecto, para hacerse escuchar la palabra ha menester de apuntador, y la


inteligencia es el apuntador57 de la palabra, así como Dios lo es de la inteligencia. "Y él
hablará al pueblo por ti y será tu boca. Y tú serás para él aquello que mira hacia Dios."
(Ex. IV, 15 y 16.) Sumamente claro es lo de "Hablará por ti", vale decir, "Expresará tus
pensamientos"; así como el agregado: "Y será tu boca"; porque es fluyendo a través de
la lengua y la "boca" como la corriente de la palabra lleva consigo los pensamientos.
Pero, así como la palabra es el intérprete de la inteligencia ante los hombres, la
inteligencia resulta para la palabra "aquello que mira hacia Dios", o sea, las
concepciones que sólo Dios controla.
57
En el sentido con que se emplea el término en la técnica teatral.

82. Preciso es, pues, que quien tiene la intención de salir a combatir a los sofistas esté
fuertemente preparado en lo que a las palabras concierne, de modo que no sólo burle las
estratagemas sino también se muestre superior en habilidad y fuerza a la vez, y tome la
ofensiva.

83. ¿O no ves a los que se ocupan de encantamientos y hechizos, ejecutando


supercherías contra la Divina palabra 58 y atreviéndose a intentar otras cosas semejantes,
y no. tanto por acreditar públicamente su propio saber cuanto por denigrar los milagros
verdaderos y burlarse de ellos? Transforman, en efecto, las varas en naturalezas de
serpientes, truecan el color del agua en color de sangre, y hacen subir mediante trucos a
tierra el resto de las ranas;59 y al agregar cada una de estas cosas, los malaventurados no
hacen sino labrar su propia destrucción, y, aunque creen engañar, son ellos los
engañados.
58
Personificada en Aarón, quien repite las órdenes de Dios, según Moisés se las dicta.
Ex. VII y VIII.
59
Es decir, las que aún quedaban después de la segunda plaga.

84. ¿Cómo le hubiera sido posible a Moisés salir al encuentro de éstos si no hubiera
preparado a la palabra intérprete del pensamiento llamada Aarón? Éste en la presente
ocasión es llamado "boca",60 luego lleva el título de "profeta" cuando la inteligencia, a
su vez, es inspirada y recibe el nombre de "Dios". Dice, en efecto, el Señor: "Te doy
como dios al faraón y tu hermano Aarón será tu profeta." (Ex. VII, 1.) ¡Cuan armoniosa
ilación hay en todo esto! Efectivamente, el intérprete de los pensamientos de Dios es la
profética familia inspirada por una Divina posesión y éxtasis.
60
"Y será tu boca", citado en el parágrafo 81.

85. Y por cierto que "la vara de Aarón devora las varas de aquéllos" (Ex. VII, 12), como
lo declara el oráculo. Todos los argumentos sofísticos son, en efecto, devorados y
borrados por la múltiple pericia de la Naturaleza,61 y así, se reconoce que lo que sucede
es "el dedo de Dios" (Ex. VIII, 9), entendiéndose aquí por "dedo de Dios" un Divino
decreto que declara la perpetua derrota de las doctrinas sofísticas en manos de la
sabiduría. La sagrada palabra, en efecto, dice que también las tablas en las que fueron
grabados los oráculos fueron escritas por el dedo de Dios.62 Por ello los brujos no
pueden mantenerse firmes frente a Moisés y caen como en un combate vencidos por la
poderosa fuerza de su oponente.63
61
Otro de los muchos casos en que del contexto parece desprenderse que Filón

219
identifica la naturaleza con Dios.
62
Ex. XXXII, 16.
63
Ex. VIII, 18.

86. XVI. ¿Cuál es el cuarto don? El grande nombre. Dice, en efecto, Dios:
"Engrandeceré tu nombre." (Gen. XII, 2.) Esto, a mi parecer, quiere decir lo siguiente.
Así como el ser bueno y noble constituye una ventaja, también lo es el ser tenido por tal.
Y, si bien la verdad es mejor que la opinión, no deja de ser grato contar con ambas
cosas. Porque son muchísimos los que, habiendo llegado legítimamente y sin alardes a
la virtud y percibido claramente su genuina belleza, por tenerles sin cuidado la opinión
general, han sido objeto de falaces ataques y, siendo verdaderamente buenos, han sido
tenidos por malos.

87. Nada vale, ciertamente, el parecer que se es algo, si no se es desde mucho antes. En
el caso de nuestros cuerpos es natural que así suceda. No porque los hombres todos
supongan que el enfermo está sano o que el sano está enfermo la opinión por sí misma
trae aparejada la salud o la enfermedad.

88. Aquel, en cambio, a quien Dios hubiere dado ambas cosas: el ser bueno y noble y el
ser reputado por tal, ése es el verdaderamente feliz y su "nombre" realmente "grande".
Y es preciso que velemos por esta fama convencidos de que se trata de algo importante
y muy provechoso para la vida que vivimos en el cuerpo. Tal fama es alcanzada casi
siempre por aquellos que se complacen en acoger las cosas de buen grado sin cambiar
en ellas nada de lo establecido por las costumbres y respetando celosamente la
constitución de su país.

89. Porque hay algunos que, considerando que las leyes en su forma literal son símbolos
de materias de orden intelectual, muéstranse en extremo minuciosos en la consideración
de estas materias al par que despreocupadamente negligentes respecto del texto literal.
Yo les echaría en cara a éstos el tomar la cosa superficialmente. Lo que correspondería
es que se interesasen por ambas cosas, por una indagación más cuidadosa del sentido
oculto y por un cuidado irreprochable de lo manifiesto.

90. En su presente actitud, como si vivieran solos consigo mismos, aislados en la


soledad, o como si se hubieran convertido en incorpóreos espíritus y no existieran para
ellos ni ciudad ni aldea, ni hogar, ni, en suma, unión alguna entre hombres, tienen a
menos lo que atrae la atención del común de los hombres e indagan la verdad misma
desnuda y sin aditamentos. A éstos la sacra palabra les enseña que deben preocuparse
por la buena reputación y no echar a rodar nada de lo que contienen las leyes que han
fijado hombres prodigiosos y superiores a los actuales.

91. Sin duda alguna, el día séptimo encierra una enseñanza, acerca de la potencia del
Increado y de la inoperancia de la creatura; mas no por eso pasemos por alto lo que se
ha legislado con respecto a dicho día,64 al punto de encender fuego, o trabajar la tierra o
transportar cargas o entablar demandas o integrar tribunales o. reclamar la devolución
de depósitos o exigir el pago de deudas o hacer cualquiera de las demás obras que no
nos están permitidas en las fechas festivas.
64
Vale decir, lo uno no excluye lo otro; entendemos el simbolismo da la prescripción,
pero además cumplimos lo que literalmente manda.

220
92. Ni porque la fiesta es un símbolo de la felicidad del alma y del agradecimiento a
Dios,65 releguemos al olvido los festejos correspondientes a las diversas épocas del año.
La circuncisión es una exteriorización de la ruptura con el placer y las pasiones todas, y
de la destrucción de la opinión impía, según la cual la inteligencia entiende ser capaz de
engendrar por sí misma; mas no por eso anulemos lo. legislado acerca de la
circuncisión. Porque hasta la santidad del templo y de otras muchísimas cosas más
pasaremos por alto» si sólo nos atenemos al mensaje contenido en el sentido oculto de
las cosas.
65
Ver Sobre las leyes particulares II, 41.

93. Mejor haremos si consideramos a las circunstancias externas como algo semejante
al cuerpo y al sentido oculto como un paralelo del alma. Y, así como es preciso que
prestemos atención al cuerpo puesto que se trata de la morada del alma, así también
hemos de atender a la forma literal de las leyes. Porque, si se presta a la forma literal el
cuidado debido, más clara será la comprensión del sentido oculto, del que aquella forma
es símbolo, y además se evitarán los reproches y censuras de la mayoría de la gente.

94. Observa que se nos dice que al sabio Abraham pertenecieron bienes grandes y
bienes pequeños; y que a los grandes se los califica como "propiedades" y realidades,66
que se destinan como porción exclusiva a su hijo legítimo, en tanto que los bienes
pequeños son llamados regalos y se consideran merecedores de ellos también los hijos
ilegítimos nacidos de concubinas.67 Los primeros asimílanse, pues, a las leyes naturales;
los últimos, a las positivas.
66
Es decir, bienes verdaderos, reales. Esto en contradicción con lo afirmado en
Interpretación alegórica III, 197, donde se halla también el término hyparktá =
realmente existentes, pero en esta ocasión referido precisamente a los bienes de las
concubinas. Cabe, sin embargo, la posibilidad de que en este caso el texto esté
corrompido y haya que leer me hyparktá = que no existen realmente.
67
Gen. XXV, 5 y 6.

95. XVII. Asimismo admiro a la virtuosísima Lía, que al nacer Aser, símbolo de la
riqueza sensible y adulterada, dice: "Feliz de mí porque las mujeres me llamarán
dichosa." (Gen. XXX, 13.) Y no está errada en sus previsiones, pues piensa que merece
la alaben no sólo los masculinos y verdaderamente varoniles pensamientos que honran a
la naturaleza exenta de daño y a la verdad incorrupta, sino también aquellos
pensamientos más femeninos, que están totalmente subordinados a las apariencias, sin
ser capaces de conocer ningún objeto de estudio fuera de esas apariencias.

96. Es propio del alma perfecta el aspirar a ser y además a ser tenida por lo que es; y el
esforzarse no sólo por alcanzar buena reputación entre los hombres sino además por
merecer la alabanza entre las mujeres. .

97. Así, se explica también que Moisés encargue el cometido de preparar las sagradas
obras no sólo a hombres sino también a mujeres. Éstas, en efecto, fabrican todos los
tejidos de color jacinto y púrpura, de lino y de pelo de cabras 68 y aportan prestamente
sus propios adornos: "sellos, aros, anillos, brazaletes, prendedores" (Ex. XXXV, 25),
todo cuanto está fabricado de oro, trocando el adorno del cuerpo por el de la piedad.
68
Ex. XXXV, 22 y ss.

98. Llevadas por una entusiasta emulación, consagran además sus espejos para la

221
construcción de la bañera,69 con el objeto de que aquellos que se aprestan a celebrar los
sagrados ritos laven sus manos y pies, vale decir, las intenciones que traen entre manos
70
y que sirven de base y apoyo 71 a la inteligencia; y puedan así verse reflejados en los
espejos con los que la bañera está fabricada. De ese modo, ninguna cosa vergonzosa
aparecerá expuesta a las miradas en el aspecto que presenta su alma, y podrán ya
ofrendar la más sagrada y perfecta de las ofrendas, la del ayuno72 y la perseverancia.
69
Ex. XXXVIII, 26.
70
Juego de palabras entre enkheirámata = que se trae entre manos, empresa, intento, y
kheíres = manos.
71
Alusión a los pies.
72
Referencia al pasaje bíblico donde se dice que las mujeres observaron ayuno el día en
que se construyó la base de la bañera.

99. Estas mujeres, entre las que Lía, es decir, la virtud, quiere ser honrada, son
ciudadanas que están a la altura de su ciudadanía; mas hay otras sin ciudadanía alguna,
que avivan el fuego sobre la inteligencia desdichada. Leemos, en efecto, que "las
mujeres encendieron aún más el fuego sobre Moab". (Núm. XXI, 30.)

100. ¿Acaso cada uno de los sentidos del hombre insensato no incendia a la inteligencia,
cuando cede a la atracción de las cosas sensibles; y derrama sobre ella una inmensa e
impenetrable llama en violento e irresistible torrente? Lo mejor, entonces, es que la
cohorte de las mujeres, es decir, la de los sentidos, se torne propicia en el alma, del
mismo modo que la de los hombres, o sea, la de los pensamientos particulares; ya que
así la senda de la vida nos resultará mejor aún.

101. XVIII. Admirable es por ello también la plegaria que eleva Isaac, el instruido sin
maestros, para que el amante de la sabiduría reciba no solo bienes de orden intelectual
sino también de orden sensible. Dice. en efecto: "Concédate Dios el rocío del cielo y la
gordura de la tierra." (Gen. XXVII, 28.) La primera parte es como decir: Derrame
incesantemente sobre ti la celestial lluvia de cosas intelectuales, no con una violencia
que te anegue sino serena y suavemente como el rocío, de manera que te beneficie. La
segunda parte equivale a 'hágate la gracia de la riqueza sensible y terrestre en medida
abundante y copiosa, agostando la opuesta indigencia del alma y de cada una de sus
partes'.

102, Si además examinares al sumo sacerdote, el lógos,73 hallarás que se ajusta a este
principio, y que su sagrada vestidura presenta variados adornos, derivados unos de los
poderes de orden intelectual y otros de los de orden sensible. Examinaremos las partes
extremas de esta vestidura. Las restantes exigirían un examen más detenido que el que
cabría en esta ocasión y hemos de aplazar su consideración.
73
Como en Sobre la huida y el hallazgo 108 y ss., el sumo sacerdote es concebido como
la personificación del Divino lógos en sus dos aspectos: el lógos pensado o razón y el
pronunciado o palabra. Ver Sobre los gigantes 52.

103. Pues bien, en la parte correspondiente a la cabeza hay "una lámina de oro puro",
que lleva, como el grabado de un sello, una inscripción que dice: "Cosa consagrada al
Señor" (Ex. XXVIII, 36); y sobre los pies en la parte final del vestido campanillas y
bordados en forma de flores.74 Ese sello es la forma ejemplar de todas las formas
ejemplares, forma según la cual Dios modeló el mundo, incorpórea y ciertamente
perceptible sólo por la inteligencia; los bordados de flores y las campanillas, por su

222
parte, son símbolos de las cualidades sensibles, discernibles a través de la vista y del
oído.
74
Ex. XXVUI, 29 y ss.

104. Y con mucha exactitud agrégase: "Su sonido será escuchado al penetrar en el lugar
santo" (Ex. XXVIII, 35), a fin de que, al penetrar el alma en el ámbito de las cosas
intelectuales, divinas y verdaderamente santas, también los sentidos, favorecidos en lo
que la virtud hace, unan su voz a aquélla, y nuestro compuesto ser en todas sus partes,
cual un variado y acorde coro, entone al unísono un único armonioso cántico brotado de
diferentes voces; coro en el que los pensamientos inspiran los preludios del canto, por
cuanto las cosas percibidas intelectualmente son las directoras del coro, y las
sensaciones, que hacen las veces de miembros particulares del coro, cantan, a su vez, las
notas del acompañamiento.

105. En pocas palabras, es preciso, como dice la ley, que el alma se cuide de privarse de
tres géneros de cosas: "las necesarias, el vestido y la compañía" (Ex. XXI, 10); y que,
por el contrario, se una a cada una de ellas con firmeza. Las "cosas necesarias" no son
sino los bienes de orden intelectual, los que resultan necesarios e indispensables por ley
natural; el "vestido" consiste en todo lo que atañe al mundo visible en el que transcurre
nuestra vida; la "compañía" es el persistente estudio de una y otra de las especies
nombradas, para que la representación de las cosas sensibles sea tal cual es la de las
cosas invisibles que percibe la inteligencia.

106. XIX. El quinto don consiste en el simple ser solamente,75 y está mencionado a
continuación de los anteriores, y no como de menor valor que aquéllos sino
sobresaliente y superior a todos. ¿Qué, en efecto, podría ser más perfecto que el ser por
naturaleza verdadera y sinceramente bueno y merecedor de bendiciones?
75
El sentido es que el quinto don consiste en "ser realmente" bueno y noble, o digno de
bendiciones, por oposición al "parecer" serlo, en lo que consistió el cuarto don, según
las consideraciones del parágrafo 86.

107. Dice, en efecto, el Señor: "Serás bendito" 76 (Gen. XII, 2): no sólo 'uno que ha
recibido bendiciones'. Es que esto último se determina por las opiniones y referencias de
la mayoría, en tanto que lo primero lo es por Aquél que Es verdaderamente bendito.
76
Es decir, una persona que merece ser bendecida, no simplemente una que ha recibido
bendiciones.

108. Porque, así como el ser merecedor de alabanzas difiere con ventaja respecto del ser
alabado, y el ser merecedor de reproche difiere con desventaja respecto del ser
reprochado, ya que lo primero se dice porque se funda en la naturaleza y lo segundo
solamente en la opinión de los demás; y la naturaleza, que nunca miente, es más segura
que la opinión; así también el hecho de ser bendecido por los hombres, que, como se ha
visto, no es sino llegar a la bendición a través de las opiniones de otros, es inferior al ser
por naturaleza digno de bendiciones, aunque todos lo callen. Esto es precisamente lo
que los sacros oráculos celebran como "bendito".

109. XX. Éstos son los premios que ofrece Dios al hombre que llegará a ser sabio.
Ahora veremos lo que distribuye también entre los demás hombres por mediación del
sabio. "Bendeciré", dice, "a los que te bendijeren y maldeciré a los que te maldijeren".
(Gen. XII, 3.)

223
110. Cualquiera puede ver que estas promesas son hechas, como las otras, para honra
del hombre de bien, cosa que se pone de manifiesto no sólo en la presente declaración
sino también en la lógica ilación de los hechos. Quien elogia al bien, en efecto, es digno
de encomio; quien lo reprocha es merecedor de vituperio. Aunque no es tanto la auto-
ridad de los que lo dicen o escriben lo que acredita al elogio o al reproche, cuanto la
verdad de los hechos. De modo que, en mi opinión, ni es alabanza ni es reproche lo que
dicen quienes incluyen alguna falsedad en una u otra especie de manifestación.

111. Mira, si no, a los aduladores cómo día y noche fatigan y cansan los oídos de los
adulados, y no se limitan a asentir a cuanto éstos dicen, sino además recitan sin cesar
largos discursos, declaman y elevan frecuentes plegarias en alta voz, mas no cesan de
maldecir en su corazón.

112. ¿Qué podría decir el hombre sensato ante esto? Pues, seguramente, que los que así
hablan lo hacen más como enemigos que como amigos, y más maldicen que bendicen,
aunque componen y representan toda suerte de simuladas manifestaciones de elogio.

113. Precisamente, el necio Balaam, aunque eleva a Dios hiperbólicos himnos, entre los
que figura el más sacro de los cánticos: "Dios no es como un hombre" (Núm. XXIII,
19), y expone elogios sin número dirigidos a Israel, el que ve, ha sido considerado impío
y maldito a juicio del sabio legislador y tenido por pronunciador de maldiciones y no de
bendiciones.

114. Dice, en efecto, el legislador que el mismo, al unirse por dinero a los enemigos, se
convirtió en mal adivino de males forjando en su alma penosísimas maldiciones contra
la raza amada por Dios; pero, que, forzado, expresó de boca y lengua para afuera
proféticas súplicas más allá de toda ponderación. Sus palabras eran, efectivamente,
nobles, pero no eran sino eco de lo que dictábale Dios, el amante de la virtud; en tanto
que sus ocultos designios, que bien ruines eran, los engendraba la inteligencia que
detesta la virtud.

115. De ello da testimonio el oráculo sobre el asunto en estos términos: "No permitió
Dios a Balaam que te maldijese y trocó sus maldiciones en bendición" (Deut. XXIII, 5),
no obstante lo cual todas las palabras que había pronunciado llenas estaban de
abundantes bendiciones. Mas Aquél que supervisa. cuanto se guarda en las almas,
Aquél al que compete exclusivamente el discernir en lo relativo a ellas y que ve lo que
hay invisible en la creatura, pronunció Su sentencia condenatoria a base de esos
elementos de juicio como testigo verídico en sumo-grado y juez incorruptible a la vez.
A la inversa, es digno de alabanza aquel que con sus palabras se muestra injuriando y
acusando, pero en su fuero interno elogia y bendice.

116. Tal es, al parecer, la norma de los censores,77 de los tutores, de los maestros, de los
mayores, de los magistrados y de las leyes. Todos éstos, al reprochar y hasta castigar a.
veces, logran el mejoramiento de las almas de aquellos a los que educan. Y ninguno de
ellos es enemigo de nadie, sino todos amigos de todos. Y es propio de amigos movidos
por un genuino» y legítimo buen deseo el hablar sin rodeos ni malas intenciones.
77
Es imposible determinar si con el término sophronistái = censores, se refiere Filón a
los magistrados atenienses que llevaban ese nombre y cuyo. cometido era vigilar la
conducta de los efebos, o si piensa en general en todos los que tienen a su cargo la

224
vigilancia de otros. En este último caso, los mencionados a continuación serían las
distintas categorías de censores-que cree conveniente mencionar.

117. Pues bien, tanto cuando lo que se expresa son bendiciones y súplicas como en el
caso de las injurias y maldiciones,. al abrir juicios atengámonos no a las palabras sino
más bien a la intención, pues de ésta, como de una fuente, surgen los elementos de
juicio acerca de una y otra suerte de expresiones.

118. XXI. Esto es lo primero que nos dice Moisés acerca de lo que sucede a otros por
consideración al hombre de bien cuando estos otros desean dirigirse a él con un
reproche, una. alabanza, una súplica o una maldición. Pero lo más importante es lo que
sigue, es decir, que cuando ellos permanecen callados,. ninguna parte de la naturaleza
racional es excluida de la participación del beneficio. Dice Dios, en efecto: "En ti serán
bendecidas las tribus todas de la tierra." (Gen. XII, 3.)

119. Esta-aseveración contiene una profundísima doctrina. En efecto, si la inteligencia


continuare libre de enfermedad y dolencia, todas las tribus y poderes que la sirven
gozarán de buena salud, así aquellas radicadas en la vista y el oído y todas las otras
vinculadas a la sensibilidad como también las relacionadas con los placeres y los
apetitos y todas las que se hallan en proceso de transformación desde las pasiones hacia
las nobles experiencias.

120. No han faltado, en verdad, casos en que una casa o una ciudad o un país o una
nación o regiones de la tierra han gozado de una gran prosperidad merced a un solo
hombre, que se ha preocupado por la perfección moral. Sobre todo ha sido así cuando
Dios ha otorgado a alguien junto con un buen propósito un poder irresistible, tal como
Él da a un músico o a cualquier otro artista los instrumentos que la música o su arte
requieren, o como da al fuego la materia de los árboles.

121. Es que el hombre justo constituye realmente el apoyo del género humano, y cuanto
posee lo pone a disposición y lo brinda para inagotable beneficio de aquellos que lo
habrán de usar. Y todo aquello que echa de menos en sus reservas pídelo a Dios, el
único poseedor de inagotable riqueza. Y Dios, abriendo el celestial tesoro, hace llover y
caer como copos de nieve el cúmulo de Sus bienes al punto de que éstos desbordan los
saturados receptáculos de la superficie toda de la tierra.

122. Y tales beneficios acostumbra a otorgarlos sin negarse jamás a escuchar la palabra
suplicante. En efecto, en otro pasaje leemos que al elevar Moisés su súplica le dice:
"Soy propicio para con ellos en atención a tu palabra" (Núm. XIV, 20), lo que, evidente-
mente, equivale a "En ti serán bendecidas todas las tribus de la tierra".
Por este motivo, también el sabio Abraham, después que hubo experimentado la
invariable bondad de Dios, estuvo seguro de que, aunque todas las otras cosas se
extinguieren bastará con que un pequeño vestigio de virtud se preservare, cual fuego al
rescoldo, para que, en atención a este pequeño residuo, tenga Él piedad de aquéllas, al
punto de levantar a las que estuvieren caídas y devolver la vida a las que hubieren
perecido.78
78
Gén. XVIII, 24 y ss.

123. Es que una pequeña chispa encendida, aún la más pequeña, cuando es soplada
reavívase y enciende una gran hoguera; y análogamente, la más pequeña partícula de

225
virtud, cuando es encendida por nobles esperanzas, cobra claridad y abre a la luz los
ojos hasta entonces cerrados y ciegos, y logra que aquello que se había secado brote de
nuevo, y devuelve su prolífica fertilidad a lo que se había tomado estéril y sin frutos. De
esta manera el escaso bien se expande y toma abundante merced a la gracia Divina,
haciendo que las demás cosas sean también buenas a semejanza de él.

124. XXII. Supliquemos, pues que, como un pilar en una casa permanezcan la
inteligencia en el alma y el hombre justo en medio del género humano para remedio de
sus dolencias. Porque, si éste goza de buena salud, no hay por qué desesperar de una
completa salvación, ya que Dios, el Salvador, procura, estemos seguros de ello, al
suplicante y servidor el más eficaz de todos los remedios para todos los males, que es
Su propicio poder, y le encomienda que lo use para el restablecimiento de los que están
postrados aplicándolo sobre las heridas del alma, producidas por el agudo filo de la
insensatez, las injusticias y el restante tropel de los vicios.

125. El ejemplo más claro es el justo Noé, quien, sumergidas tantas partes del alma por
el gran diluvio, cobrando fuerzas se elevó sobre las olas; y, sobrenadándolas, se
mantuvo por encima de todos los peligros; y, una vez asegurada su salvación, sacó de sí
grandes y hermosas raíces,79 de las que, como una planta, germinó la estirpe de la
sabiduría. Y ésta, habiéndose tornado fecunda en cultivados frutos, engendró los tres
vástagos del vidente Israel, medidas de la eternidad,80 que fueron Abraham, Isaac y
Jacob.
79
Seguramente, como en Sobre la sobriedad 65, Filón piensa en Sem y en los
descendientes de éste hasta Abraham, Isaac y Jacob.
80
O del tiempo. Curioso simbolismo extraído por Filón de la personalidad de los tres
patriarcas. Tal vez, de acuerdo con lo que expone en el parágrafo 154, el tiempo
presente corresponda a Isaac, personificación del saber espontáneamente adquirido, sin
que medie un proceso de asimilación; el futuro a Jacob, el ejercitante, que progresa en el
camino hacia la virtud; y el pasado a Abraham, personificación de la virtud adquirida
mediante la instrucción.

126. En efecto, en el universo la virtud existe, existirá y ha existido; ensombrecida quizá


por la falta de ocasiones propicias de parte de los hombres, pero hecha de nuevo patente
por la ocasión oportuna que escolta siempre a Dios. En esta oportuna ocasión, Sara, la
prudencia, engendra un varón, habiéndolo gestado no según los períodos de tiempo del
año, sino de acuerdo con las épocas de sazón y oportunidades intemporales.81 Leemos,
en efecto: "Retomaré y volveré a ti por esta época en el momento oportuno, y Sara, tu
mujer, tendrá un hijo." (Gen. XVIII, 10.)
81
Es decir, que escapan al transcurso o a las etapas del tiempo.

127. XXIII. Queda, pues, expuesto lo relativo a los dones con que Dios acostumbra a
favorecer a los que llegarán a ser perfectos y, en atención a ellos, también a otros. A
continuación dice la escritura: "Abraham marchó como el Señor le había hablado."
(Gen. XII, 4.)

128. Ésta es la meta ensalzada por los mejores filósofos, a saber: vivir de acuerdo con la
naturaleza. Y esto ocurre cuando la inteligencia, habiendo penetrado en el sendero de la
virtud, avanza tras las huellas de la recta razón y sigue a Dios, teniendo presente
siempre Sus prescripciones y confirmándolas todas con obras y palabras siempre y en
todas partes.

226
129. En efecto. "Abraham marchó como le había hablado el Señor", lo que significa que
del modo como Dios habla, o lo que es lo mismo, de manera verdaderamente hermosa y
laudable, así hace cada cosa el hombre de bien gobernando irreprochablemente el
sendero de su vida; de modo que en nada difieren las obras del sabio de las palabras
Divinas.

130. En otro pasaje dice el Señor que Abraham hizo 82 "toda Mi ley". (Gen. XXVI, 5.)
La "ley" no es otra cosa, evidentemente, que la Divina palabra, que prescribe lo que se
debe hacer y prohibe lo que no se debe hacer, como lo atestigua Moisés al decir que
"recibió de Sus palabras una ley". (Deut. XXXIII, 3.) Luego, si la "ley" es la Divina
palabra y el hombre de bien "hace" la "ley", el hombre de bien "hace" seguramente la
Divina palabra; de lo que, como he dicho, se sigue que las palabras de Dios son los
"hechos" del hombre sabio.
82
"Hizo", alteración del texto introducida por Filón para extraer las conclusiones que
siguen. En el original de los LXX se lee ephylaxe = guardó, observó, cumplió.

131. La meta, pues, según el santísimo Moisés, es seguir a Dios, como lo confirma en
otro pasaje diciendo: "Marcharás detrás del Soberano Dios". (Deut. XIII, 4.) No se trata
aquí del movimiento que se realiza mediante las piernas; que, si bien la tierra es el
sostén del hombre, no sé yo que el universo entero lo sea de Dios. Aquí se alude, a no
dudarlo, en términos figurados a la conformidad del alma con las Divinas enseñanzas,
las que son puntos de referencia para el homenaje que se ha de tributar a la Causa de
todas las cosas.

132. XXIV. Y procurando acrecer aún más la irrefrenable apetencia de aquello que es
elevado, recomienda además adherirse a Dios. Dice, en efecto: "Temerás a Dios, Lo
servirás y te adherirás a Él." (Deut. X, 20.) ¿Y mediante qué se logra esa adherencia?
¿Mediante qué? Pues, mediante la piedad y la fe. Estas virtudes, en efecto, armonizan y
unen la inteligencia con la Naturaleza incorruptible. De Abraham se dice, precisamente,
que habiendo creído "se aproximó a Dios" (Gen. XVIII, 23.)

133. Mas, si, ya en camino, ni se dejare vencer por el cansancio, al punto de ceder
gradualmente y caer abatido, ni se descuidare hasta andar sin rumbo desviándose a uno
y otro lado, extraviado del camino central y directo; e, imitando, en cambio, a los
buenos corredores, acabare la carrera de la vida sin contratiempos, al llegar a la meta
alcanzará las coronas y premios merecidos.

134. ¿O no consisten las coronas y premios en eso precisamente: en no quedarse sin


alcanzar el término de los trabajos y en llegar a los casi inalcanzables límites de la
sensatez? ¿Cuál, entonces, es la meta del sensato discernimiento? Condenar la
insensatez de sí mismo y de toda creatura, ya que considerar que nada sabemos es la
meta del saber, pues sabio no hay más que uno y es el único Dios.

135. Por eso con sumo acierto Lo ha presentado Moisés como padre del universo y
supervisor de lo creado, al decir: "Vio Dios todo cuanto había creado, y he aquí que
todo era excelente en extremo." (Gen. I, 31.) A nadie, en efecto, excepto a su Creador,
le hubiera sido posible ver perfectamente las cosas que habían sido formadas.

136. Adelante, pues, ahora los que rebosáis de vanidad, estupidez y mucha

227
fanfarronería, los que os creéis sabios y no os contentáis con jactaros de saber
claramente en qué consiste cada cosa, sino os atrevéis en vuestra osadía a agregar las
razones de tales realidades, como si hubierais estado presentes en el acto de la creación
del mundo y visto de qué manera y con qué elementos fue acabada cada cosa, o como si
el Artífice os hubiera tenido por consejeros acerca de cuanto iba formando.

137. Adelante, y, dejando de lado de una vez todas las demás cosas, conoceos a
vosotros mismos y decid con claridad quiénes sois, en el cuerpo, en el alma, en la
sensibilidad, en la razón, en la palabra, en cada uno de las más minúsculas divisiones de
vuestro ser. Manifestad qué es la vista y cómo veis, qué el oído y cómo oís, qué el
gusto, qué el tacto, qué el olfato y cómo obráis en lo que hace a cada uno de ellos, y
cuáles son las fuentes de las cuales derívase el saber de los mismos.

138. Porque no me vengáis, ¡oh vacíos de inteligencia!, con vanos relatos sobre la luna,
el sol y los otros objetos del cielo y del mundo, tan apartados de nosotros y de tan
diferentes naturalezas. Primero investigad y conoced vuestro propio ser. Porque sólo
entonces, quizá, se os podrá creer cuando os refiráis a los otros temas. Pero antes de
establecer quiénes sois vosotros mismos, no se os ocurra erigiros en jueces o testigos
verísimos de los otros asuntos.

139. XXV. Así las cosas,83 la inteligencia, habiendo alcanzado su perfección, ofrecerá
su tributo a Dios, el autor de esa perfección, conforme con lo que dispone la sacratísima
escritura. Ley es, en efecto, que el tributo es del Señor.84 ¿Y cuándo lo ofrece? Cuando
ha llegado "al tercer día al lugar que Dios le había dicho" (Gen. XXII, 3), habiendo
pasado ya la mayor parte de las divisiones del tiempo y habiendo pasado de ellas a la
naturaleza intemporal.
83
Es decir, habiendo la inteligencia llegado a su meta, la que, según lo dicho en 133 y
134, consiste en reconocer la propia ignorancia y la omnisciencia de Dios.
84
Núm. XXXI, 28 y ss.

140. En efecto, entonces sacrificará a su amado hijo, no un ser humano, pues el sabio no
es asesino de su vástago, sino al masculino producto del alma fértil, al fruto madurado
en ella, cuyo alumbramiento no supo cómo se había producido; a un vástago Divino,
ante cuya aparición aquella que parece 85 haberlo concebido reconoce su ignorancia del
bien que ha sobrevenido diciendo: "¿Quién le anunciará a Abraham que Sara está
amamantando a un niño?" (Gén. XI, 7.) Piensa ella, en efecto, que Abraham no confía
en el nacimiento de la estirpe que aprende sin maestro. Ahora bien, no dice: "Es
amamantado por Sara";86 y no lo dice porque la estirpe autodidacta no es nutrida por
otro ser alguno sino ella es alimento para otros. Es capaz de enseñar y no ha menester
aprender.
85
Solo "que parece", porque, en realidad, se trata de un "vástago de. Dios".
86
Al final de Gen. XI, 7, Filón lee: El niño amamanta a Sara; y a continuación parece
querer explicar por qué es así y no al revés. Pero gramaticalmente su lectura carece de
asidero. Paidíon = niñito o niño, como neutro que es podría tomarse por nominativo y
sujeto en vez de acusativo y objeto directo; pero Sarro = Sara es a todas luces
nominativo y, por lo tanto, sujeto. Tal vez el hecho de que a veces los nombres bíblicos
son empleados como indeclinables, y la circunstancia de que en el texto bíblico citado
paidion precede a Sarro (aunque en griego el orden de las palabras no determina el
oficio sintáctico) le han parecido a Filón justificación suficiente para la lectura adoptada
por él con miras a fundamentar su doctrina de que el sabio poseedor de la ciencia infusa,

228
personificado en Ísaac, nutre espiritualmente a los demás sin ser él jamás enseñado por
otros.

141. "Porque he engendrado un hijo", continúa, no, al modo de las mujeres egipcias,87
en la plenitud de su cuerpo, sino como lo hacen las almas hebreas, "en mi vejez" (Gén.
XXI, 7), cuando todas las cosas sensibles y mortales están agostadas, y las de orden
intelectual e inmortales, que son las que merecen estima y honra, han rejuvenecido.
87
Ex. I, 19.

142. Y "he engendrado" sin necesidad de la ayuda del arte de la partera,88 pues damos a
luz aun antes de que a nosotras llegue pensamiento ni conocimiento alguno de los
hombres y sin la cooperación que procede de la costumbre, pues es Dios quien siembra
y engendra estos excelentes frutos, que, como corresponde según la ley establecida
sobre la gratitud, son devueltos al Dador. Dice "Él, en efecto: "Preservad Mis presentes,
Mis dones. Mis frutos para ofrecérmelos." (Núm. XXVIII, 2.)

143. XXVI. Ésta es la meta del camino de los que siguen las palabras y prescripciones
de la ley, y marchan por donde Dios los guía. En cambio, aquel hombre dominado por
el hambriento de placer y ávido de pasiones llamado Amalee, nombre que significa
"pueblo devorador",88 se apartará de Él.
88
Filón juega con los varios sentidos de Ukhnos = lamedor, ávido, goloso, y el
compuesto de la misma raíz ekléikhon = que lame, lamedor, y figuradamente devorador;
y seguramente relaciona estos términos con lokhón = que prepara emboscadas o que
está emboscado.

144. Los oráculos revelan que este carácter, que se halla emboscado, cuando ve que
avanza desde la parte opuesta la porción más poderosa de la fuerza del alma, surge de su
escondite y "corta" la parte fatigada, tal como se corta una "retaguardia".89 Por "fatiga"
entiéndese la facilidad para ceder, una debilidad de discernimiento, una incapacidad
para sobrellevar los trabajos que conducen a la virtud. Cuando esta fatiga se encuentra
en las partes extremas, resulta presa fácil. Pero además significa perseverancia en lo
noble, fortaleza para tomar sobre sí todas las tareas nobles juntas y resistencia a soportar
cosa ruin alguna por muy liviana que fuere, por entenderse que lo que corresponde es
rechazarla como si se tratare de la más pesada carga.
89
Deut. XXV, 17 y 18, donde se lee: "Amalee te asaltó en el camino.. . y cayó sobre los
rezagados que venían detrás de ti, cuando ibas tú cansado y fatigado".

145. Por ese motivo la ley designa a la virtud con el apropiado nombre de Lía, nombre
que significa "fatigada". La virtud, en efecto, considera, y con razón, que la vida de los
hombres ruines, penosa y pesada, como es por naturaleza, resulta "fatigosa", y entiende
que no debe mirarla, por lo que, apartando sus miradas, las dirige únicamente hacia lo
noble.

146. Procure, empero, la inteligencia no sólo seguir a Dios sin errores ni claudicaciones,
sino también marchar por la recta senda sin desviarse ni a uno ni a otro lado, ni a la
derecha ni a la izquierda, en los que el terrestre Edom se halla en acecho; vale decir, sin
caer ni en los excesos y extravagancias ni en las faltas e insuficiencias.90 Mejor es, en
efecto, avanzar por el camino central, el camino verdaderamente "real" (Núm. XX» 17),
del que el grande y único Dios ha hecho una hermosísima y amplia residencia para las
almas amantes de la virtud.

229
90
Acerca del asunto de esta sección véase Sobre la inmutabilidad de Dios 162 y ss.

147. Por eso algunos de los que han seguido la forma moderada y sociable de la
filosofía91 han dicho que las virtudes equidistan de los extremos, y las han situado en la
zona intermedia ya que, mientras el exceso de vanidad con su desmedida jactancia es un
mal, y el adoptar una posición humilde y obscura equivale a exponerse a atropellos, el
combinar convenientemente una actitud intermedia es provechoso.
91
Probablemente se refiere a la escuela peripatética.

148. XXVII. A propósito de esto, debemos averiguar qué se entiende por "Marchaba
con él Lot". (Gen. XII, 4.) "Lot" significa "inclinación hacia un lado"; y las
inclinaciones de la inteligencia pueden ser hacia el bien o hacia el mal. A menudo
ambas inclinaciones se advierten en una misma persona. En efecto, algunos, irresolutos
y vacilantes entre las dos tendencias, inclínanse hacia una y otra borda, como
embarcación mecida por contrarios vientos, o suben y bajan como si estuviesen en los
platillos de una balanza, incapaces de mantenerse firmemente en una posición
determinada. A éstos no cabe aprobarles su conducta, ni siquiera cuando se vuelven
hacia la parte mejor, pues lo hacen más por inercia que por voluntaria decisión.

149. A esta cofradía pertenece Lot, de quien se nos dice que parte en compañía del
amante de la sabiduría. Lo conveniente hubiera sido que, cuando comenzaba a seguir
los pasos de aquél, dejara atrás su ignorancia y ya no volviera a retroceder hacia ella.
Mas no es por tornarse mejor, imitando a quien le aventaja, por lo que marcha con él;
sino para desorientarlo, desviarlo y hacerlo andar sin control de aquí para allá.

150. He aquí la prueba: Lot experimentará una recaída y retornará a su vieja


enfermedad, siendo tomado prisionero por los enemigos del alma; en tanto que
Abraham, echando manos a todos los recursos de su ingenio, se pondrá en guardia
contra las acechanzas y emboscadas, y separará las respectivas residencias.92
La separación tendrá lugar más tarde, no ahora, debido a que al presente, novato, como
es, en la contemplación de las cosas Divinas, los principios de éstas le resultan poco
sólidos y vacilantes. Pero, cuando, ya afirmado más fuertemente, adquiera una sólida
base, podrá desembarazarse del seductor y adulador, como de un enemigo
irreconciliable y difícil por naturaleza de apresar.
92
Los tres hechos a los que se alude aquí son: el establecimiento de en Sodoma (Gen.
XII, 32), símbolo de "su vieja enfermedad"; su captura por los cuatro reyes (Gen. XIV,
12), símbolo de las cuatro pasiones; y -la disputa entre los pastores de Lot y los de
Abraham (Gen. XIII, 7).

151. Porque este enemigo difícil de evitar es quien sigue los pasos del alma,
impidiéndole avanzar rápidamente hacia la virtud. Es el que, cuando hubimos
abandonado Egipto, o sea, toda la región corpórea, y nos esforzábamos por olvidarnos
de las pasiones, conforme con las prescripciones de la profética palabra que es Moisés,
nos seguía empeñado en frenar nuestro apremio por partir y entorpeciendo por envidia
la celeridad de la partida.

152. Dice, en efecto, Moisés: "Y subía con ellos una confusa multitud de innumerables
ovejas, bueyes y otros animales." (Ex. XII, 38.) Esta confusa multitud no era otra, a
decir verdad, que la de las doctrinas bestiales e irracionales que se dan en el alma.
XXVIII. Con mucha propiedad y exactitud llama Moisés "confusa" al alma del hombre

230
ruin, ya que ella es un conglomerado, una reunión, una verdadera mezcla de muchas y
encontradas opiniones, y, siendo una sola en número, es innumerable por su
versatilidad.

153. Por eso a lo de "confusa" agrega lo de "multitud"; porque, mientras el que tiene la
mirada puesta en un único fin, es siempre simple, sin mezcla y realmente suave; el que,
en cambio, se ha propuesto muchos fines para su vida es "múltiple", mezclado y áspero
de verdad. Por ese motivo los oráculos representan a Jacob, el que se ejercita en el bien,
como un hombre "suave"; y a Esaú, el que practica lo más bajo, como "áspero".93

154. A causa de esta "confusa y áspera" turba, verdadero conglomerado de mezcladas y


promiscuas opiniones, la inteligencia, que, cuando huye de la región corpórea que es
Egipto, hállase en condiciones de avanzar rápidamente y de hacer suya en tres días94 la
heredad de la virtud mediante la triple luz: la memoria de las cosas pasadas, la claridad
de las presentes y la esperanza de las futuras; esa misma inteligencia emplea para ello
cuarenta años, espacio verdaderamente grande de tiempo, dando vueltas y errante a
causa del versátil elemento, cuando lo que debía haber hecho era marchar por la recta
senda, que era la más fácil de recorrer.

155. Esta confusa multitud es la que no halla deleite en unas pocas especies de
concupiscencias solamente sino considera que no debe privarse de ninguna de ellas
absolutamente y que ha de ir sin exclusión ninguna en pos del género entero al que las
especies todas pertenecen. Se nos dice, en efecto, que "el mezclado pueblo que iba entre
as Gén. XXII, 3. ellos "apeteció intensamente" todo el género, no una sola de las
especies, "y sentándose lloraba". (Núm. XI, 4.) Y así es: la inteligencia se da cuenta de
que se halla agotada y, cuando no puede alcanzar aquello a lo que tiende, llora y se
lamenta. Sin embargo, debería alegrarse al verse privada de las pasiones y de las
enfermedades, y tener por gran prosperidad la privación y carencia de estas cosas.

156. Porque, también entre los devotos de la virtud es costumbre estar fuera de sí y
llorar pero ello ocurre o al lamentarse de las desgracias de los insensatos, movidos por
su connatural espíritu de solidaridad y humanidad, o por una inmensa alegría. Esta
última tiene lugar cuando en ocasiones una inesperada lluvia de compactos bienes los
inunda sorpresivamente. Esto, pienso yo, es lo que tuvo presente el poeta al decir: "Reía
con lágrimas en los ojos".94
94
Ilíada VI, 484.

157. Es que la alegría, que es la mejor de las sensaciones gratas, cuando. desciende
imprevistamente sobre el alma, la hace más grande de lo que antes era, y tanto que a
causa de su nuevo volumen no halla ya sitio en el cuerpo, que es estrecho y oprimente, y
destila gotas, a las que se acostumbra a llamar lágrimas, y acerca de las cuales se dice en
los salmos: "Nos alimentarás con el pan de las lágrimas" (Salmos LXX1X [LXXX], 6),
y: "Mis lágrimas han sido mi sustento día y noche" (Salmos XLI [XLII], 4).
Efectivamente, las lágrimas que asoman como exteriorización de la sana risa interior
son alimento de la inteligencia, y tienen lugar cuando un ardiente amor a Dios ha
impregnado el lamento del ser creado y lo ha convertido en un cántico de alabanza al
Increado.

158. XXIX. Ahora bien, algunos rechazan a esta ''áspera y mezclada" especie y extien-
den un muro entre la misma y ellos, hallando complacencia sólo en la especie amada

231
por Dios; otros, en cambio, establecen amistad con ella, entendiendo que sus vidas
deben situarse en una posición intermedia y se establecen en el límite entre las virtudes
humanas y las Divinas a fin de estar en contacto con ambos órdenes, el de las virtudes
verdaderas y el de las que solo lo son en la opinión de la gente.

159. A esta, escuela pertenece el político carácter, al que habitualmente llamamos José.
Cuando éste está a punto de sepultar a su padre, vienen con él "todos los servidores del
faraón, los de más edad de su casa, todos los de más edad de Egipto, toda su casa
completa, José,95 sus hermanos y toda la casa de sus padres". (Gen. L, 7 y 8.)
95
Evidentemente en contradicción con "vienen con él", con José. En realidad, el texto
de los LXX dice "toda la casa de José"; pero Filón lo ha alterado introduciendo un autoú
= su o de él, y tomando el término Ioseph, que es invariable, por nominativo en vez de
genitivo.

160. Observa tú cómo este político sitúase en medio de la casa del faraón y de su casa
paterna con el objeto de tener a su alcance por igual aquello que concierne a Egipto, o
sea, el cuerpo, y aquello que corresponde al alma, que se guarda como un tesoro en la
casa paterna. En efecto, cuando dice: "Pertenezco a Dios" (Gen. L, 19), y otras cosas del
mismo tenor, se mantiene dentro de las normas de la casa paterna. Pero, cuando sube
"sobre el segundo carro" (Gen. XLI, 43) del faraón, es decir, de la inteligencia que se
tiene por soberana, cimenta nuevamente la egipcia vanidad.

161. Sin embargo, más desdichado aún es el rey, que se considera más glorioso que él y
que guía el carro principal. Porque es el oprobio más patente el sobresalir en cosas que
carecen de nobleza; del mismo modo que es más leve mal el llevarse el segundo
galardón en tales cosas.

162. De esta ambigüedad de conducta puedes darte una idea observando los juramentos
que hace. En efecto, una vez jura: "¡Sí, por la salud del faraón!" (Gen. XLII, 16); otra,
por el contrario: "¡No, por la salud del faraón!" (Gen. XLII, 15.) El juramento que
contiene la negativa es, seguramente, una prescripción de su casa paterna, que siempre
detesta a muerte a la pasión y ansia matarla; el otro es, sin duda, el que prescribe Egipto,
que se complace en salvarla.

163, Por todos estos motivos, aunque era tan grande el número de los que iban con él,
no ha dicho Moisés que era una turba mezclada, puesto que, en opinión del hombre de
visión profunda y amante de la virtud, todo cuanto no es virtud u obra de la virtud está
confuso y mezclado; mas, a juicio del hombre que aún está apegado a la tierra, los
premios terrenales merecen ser amados y honrados.96
96
Al parecer. Filón manifiesta no lo que en su opinión son las multitudes o grupos a que
se está refiriendo, sino lo que son a juicio de aquellos a quienes siguen o acompañan. En
el caso de los parágrafos 152 y ss. Israel, no Moisés (aunque éste comparte seguramente
la opinión), piensa que se trata de una turba mezclada y confusa; en el presente caso es
José quien opina que no hay tal mezcla y confusión en su séquito, ya que estima a todos
por igual.

164. XXX. El amante de la sensatez pondrá como he dicho, un muro entre él y el


hombre que, como un zángano, está resuelto a malograr los provechosos trabajos de las
abejas, y por eso va tras él; en tanto que, por el contrario, acogerá a los que, movidos
por su celo por las cosas nobles, avanzan a su lado procurando imitarle; y les distribuirá

232
las porciones correspondientes. Así, Abraham dice: "De los que han venido conmigo
acompañándome, Escol y Aunán, éstos, tomarán como heredad Mambré" (Gen. XIV,
24); y está hablando de caracteres excelentemente dotados y amantes de la
contemplación.

165. Escol, en efecto, es símbolo de una feliz disposición natural, y su nombre quiere
decir "fuego", en razón de que la buena naturaleza es, al igual que el fuego, plena de
osadía, ardiente y se adhiere a aquello que toca. En cuanto a Aunán, cuyo nombre
significa "ojos", representa al amante de la contemplación, pues también los ojos del
alma son abiertos por la alegría.97 La heredad de estos dos es la vida contemplativa, a la
que se da el nombre de Mambré, que en nuestra lengua 98 significa "procedente de la
visión"; visión que guarda armonía e íntima relación con la contemplación.
97
Resulta imposible comprender la relación entre la euthymía = buen animo, alegría, y
el amante de la contemplación; y por qué ella abre sus ojos.
98
En griego.

166. Cuando la inteligencia que cuenta con tales instructores, nada omite de lo
concerniente a su ejercitación, lleva por compañera de marcha y camino a la sensatez
perfecta, sin dejarla atrás ni quedarse a la zaga de ella, marchando perfectamente a la
par. Esto lo señala el oráculo en el que se dice claramente que: "Ambos marcharon y
llegaron simultáneamente al lugar que Dios les había dicho." (Gen. XXII, 8.)

167. Existe, ciertamente, una sorprendente igualdad de virtudes cuando el trabajo


compite con el buen natural, y la habilidad adquirida con la naturaleza autodidacta, y
ambos son capaces de llevarse en igual medida los premios de la virtud. Es como si la
pintura y la escultura no sólo produjeran obras sin movimiento y sin vida como lo hacen
hoy día; y pudieran infundir movimiento y vida a las pinturas y estatuas. Parecería, en
ese caso, que las artes, que antes eran imitadoras de las obras de la naturaleza, se hu-
bieran ahora convertido ellas mismas en cosas y hechos de la naturaleza.99
99
El argumento podría sintetizarse así: cuando el alma de Abraham ha sido
perfeccionada en sus viajes en compañía de la "feliz disposición natural" y "el amor a la
contemplación", alcanza un grado superior en la senda de la virtud, y en adelante la
virtud espontáneamente adquirida, personificada en Isaac, irá acompañada de la virtud
adquirida mediante la instrucción, virtud de la que es símbolo Abraham. En esta etapa
se borra la separación entre el esfuerzo por adquirir el bien y la posesión del mismo
como don natural; situaciones que tienen sus paralelos la primera en el arte que imita las
obras de la naturaleza, y la segunda en el arte identificado con la naturaleza creadora.

168. XXXI. Aquel que ha sido exaltado a una tan elevada altura no admitirá ya que
ninguna de las partes de su alma mantenga contacto con las cosas mortales allá abajo,
sino a todas las atraerá hacia sí teniéndolas pendientes cual si las sostuviera con una
soga. Por eso una Divina exhortación fue revelada al sabio en estos términos: "Sube
hacia tu Señor tú, con Aarón, y Nadab, Abiud y setenta ancianos de Israel." (Ex. XXIV,
1.)

169. Esto quiere decir: Sube, oh alma, para la contemplación del Que Es, sube en
armonía, activo en el discernimiento y la palabra, voluntariamente, sin temor y con
amor;100 sube con las santas y perfectas medidas del siete multiplicado por diez".101 En
efecto, Aarón es llamado profeta en las leyes de Moisés102 y es la palabra que oficia de
profeta de la inteligencia. Nadab, cuyo nombre significa "voluntario", es el que honra a

233
la Divinidad sin ser forzado a ello; y "Abiud" quiere decir "mi padre". Este último es el
hombre que ha menester que Dios lo gobierne no a manera de un amo, como se merece
la insensatez, sino a modo de un padre, como corresponde a la sensatez.103
100
"En armonía", lo cual involucra todas las condiciones que se mencionan a
continuación; "activo en el discernimiento y la palabra", de los que son símbolos Moisés
y Aarón respectivamente; "voluntariamente", es decir, con Nadab; y "sin temor y con
amor", es decir, con Abiud.
101
Interpretación de los "setenta ancianos".
102
Ex. VII, 1. Ver el parágrafo 84.
103
Vale decir, sin echar mano al temor, con amor.

170. Éstos son los poderes que escoltan a la inteligencia digna de reinar, poderes a los
que es dado acompañar al Rey en calidad de escolta.
Mas el alma siente temor de ascender por sus propios medios hacia la contemplación del
Que Es, y su temor procede de que ignora el camino, y de que se eleva en alas de la
ignorancia y la osadía conjuntamente; y la falta de conocimiento y el exceso de
atrevimiento son origen de grandes caídas.

171. De ahí la súplica de Moisés en el sentido de que sea el mismo Dios quien lo guíe
en el camino que conduce hacia Él. Dice, en efecto: "Si Tú mismo no vinieres conmigo,
no me hagas subir" (Ex. XXXIII, 15), porque todo movimiento sin la Divina dirección
es dañoso, y mejor es permanecer donde estamos, errantes a través de la vida mortal
como la mayoría del género humano, que hallar la ruina por elevamos hacia el cielo
impulsados por la presunción. Tal es lo que ha sucedido en el caso de innumerables
sofistas, los que entendían que la sabiduría consiste en hallar argumentos persuasivos y
no en la suma verdad fundada en los hechos mismos.

172. Mas también es posible que el sentido de la plegaria de Moisés sea


aproximadamente éste: No me eleves hacia las alturas procurándome riqueza, fama,
honores, mandos o todas las otras cosas que reciben el nombre de afortunadas, a menos
que Tú mismo estuvieres dispuesto a venir conmigo. Porque estas cosas son a menudo
origen de grandes daños y de grandes ventajas para sus poseedores; de grandes ventajas
cuando es Dios quien guía al discernimiento; de grandes daños en el caso contrario; ya
que, no siendo dichas cosas bienes verdaderos, han resultado para muchos causa de
irremediables daños.

173. Ahora bien, aquel que sigue a Dios lleva forzosamente por compañeros de camino
a los pensamientos y palabras que acompañan a Dios, a los que comúnmente se
denomina ángeles.104 Así, leemos que "Abraham marchaba junto a ellos
acompañándolos". (Gen. XVIII, 16.) ¡Cuan excelsa prerrogativa la de que el que escolta
sea escoltado, la de que se dé lo que se recibe, y no una cosa a cambio de otra sino una
única y misma cosa apta para ser dada y recibida en retorno!
104
Ver Sobre la confusión de las lenguas 28.

174. En efecto, hasta que llegare a alcanzar la perfección el Divino lógos hará las veces
de guía en su marcha. Hay, efectivamente, un oráculo que dice: "He aquí que envío Mi
ángel ante tu faz para que te proteja y para que te guíe hacia la tierra que he preparado
para ti. Préstale atención, escúchale y no le desobedezcas. Él no se apartará de ningún
modo de ti; porque Mi nombre está sobre él". (Ex. XXIII, 20 y 21.)

234
175. Mas, cuando haya llegado a la cumbre del saber, correrá con mayor vigor y su
celeridad igualará a la del guía de las jornadas precedentes. Es que uno y otros 105 se
convertirán en acompañantes del universal Guía que es Dios; y ninguna doctrina extraña
les acompañará en adelante, habiendo sido apartado Lot, el que desvió su alma, no
obstante la capacidad de ella para crecer recta e indoblegablemente.
105
Es decir, el sabio (o la inteligencia del sabio) y los ángeles, sus guías hasta entonces.

176. XXXII. "Setenta y cinco años tenía Abraham cuando partió de Harrán" (Gén. XII,
4), dice la escritura. Más adelante nos detendremos a tratar lo referente al número de
setenta y cinco años, pues existe correlación entre él y lo dicho anteriormente. Pero
antes averigüemos qué se entiende por Harrán y por la partida desde esa región.

177. No cabe pensar que persona alguna de las que se ocupan de las leyes ignore que
anteriormente Abraham había emigrado de Caldea y se había radicado en Harrán; y que,
habiendo muerto allí su padre, había emigrado también de ese sitio; de modo que ya
eran dos los lugares que había dejado atrás.

178. ¿Qué se desprende de estos hechos? Los caldeos, según es fama, se han destacado,
y con mucho, de los demás hombres por sus estudios relativos a la astronomía y a los
horóscopos, estableciendo una correlación entre las cosas terrestres y las de lo alto, y
entre las celestiales y las de la tierra, y dando a conocer, cual si se tratase de las leyes
que rigen las relaciones musicales, la exactísima sinfonía universal, resultante de la
recíproca solidaridad y simpatía106 que media entre las partes, las que, aunque separadas
espacialmente, forman parte de una misma familia por los lazos de afinidad.
106
En el sentido etimológico de comunidad o afinidad de sentimientos.

179. Estos hombres han llegado a pensar que no existe otra cosa fuera de este mundo
visible, y que Dios y el mundo son una misma cosa o que Dios está contenido en éste
como el alma del universo. Han convertido además en dioses al destino y la necesidad,
llenando de ese modo la vida humana de grande impiedad al enseñar que sólo existe lo
que nos revelan los sentidos y no hay en absoluto causa alguna de nada, y que son los
movimientos del sol, la luna y los demás astros los que determinan el bien y lo opuesto
al bien para cada uno de los seres.

180. Por su parte, Moisés está evidentemente de acuerdo en lo de la solidaridad y


simpatía que reinan entre las partes del universo, pero dejando en claro que el mundo es
uno y ha sido creado, ya que, si ha sido creado y es uno, por lógica han de ser las
mismas las sustancias elementales que conforman el substractum de todas las partes
completas del mismo; tal como sucede en el caso de los cuerpos que constituyen una
unidad, en los que esa unidad resulta de la mutua conexión de las partes.107
107
Filón toma el término hén = uno solo, en el sentido que los estoicos atribuyen al
vocablo henoménon = unido o que constituye una unidad (ver Sobre las habituales
intrigas de lo peor contra lo mejor, nota 13); y arguye así: 1) si el mundo es uno solo,
constituye una unidad; 2) si constituye una unidad, está formado por los mismos
elementos en toda su extensión o en todos sus sectores; 3) si está formado por los
mismos elementos no puede sino existir simpatía o comunidad de sentimientos entre
ellos.

181. En cuanto a la opinión sobre Dios, Moisés está en desacuerdo con ellos. Sostiene él
que ni el mundo ni el alma del mundo son el Dios principal, que ni los astros ni sus

235
movimientos son las causas primeras de las cosas que ocurren a los hombres; y que este
mundo está sostenido por invisibles fuerzas que el Hacedor ha extendido desde los
confines de la tierra hasta los límites extremos del cielo; providencia adoptada por Él
para que sus bien unidos elementos no se dispersasen. Las fuerzas del universo son, en
efecto, ataduras irrompibles.

182. Por eso, aunque en cierto pasaje de la legislación se lee: "Dios arriba en el cielo y
abajo sobre la tierra" (Deut. IV, 39), nadie piense que aquí se habla del Que Es, puesto
que el Que Es puede contener mas no ser contenido.
Lo dicho se refiere a una potencia Suya, mediante la cual ha establecido distribuido y
ordenado todas las cosas.

183. Esta potencia no es otra cosa que la bondad, la que ha alejado de sí a la envidia,
enemiga de la virtud y de la nobleza; la que engendra gracias mediante las cuales ha
sacado a la luz llevándolas a la existencia a las cosas que no existían. Porque el Que Es,
aunque aparentemente es imaginable en todas partes, en realidad no se hace presente en
parte alguna, de modo que es totalmente verídico aquel oráculo en el que se dice: "Aquí
estoy Yo"; vale decir, como si estuviera mostrándose aunque no' es mostrable, como si
fuera visible aunque es invisible; "antes de que tú existieras" (Ex. XVII, 6); o sea, antes
de toda la creación, marchando fuera de ella y sin estar presente en cosa alguna de las
que vienen después de Él.108
108
Ver Sobre los sacrificios de Abel y Caín 67 y Sobre la confusión de las lenguas 138.

184. XXXIII. Estos argumentos sirven para refutar la opinión de los caldeos, pero
Moisés entiende que además es preciso cambiar de rumbo a los que todavía opinan
como los caldeos,109 y llamarlos hacia la verdad, y así comienza su enseñanza en estos
términos: 'Estoy admirado, amigos, de este tan repentina. flotar vuestro después de
elevaros desde la tierra hacia las alturas y de este ir por las regiones etéreas después de
dejar atrás las aéreas, empeñados en discernir detalladamente acerca de los movimientos
del sol, de los circuitos de la luna y de las rítmicas y celebradas revoluciones de los
otros astros. Porque estos seres están más allá de nuestras posibilidades de
conocimiento, pues les han sido asignadas porciones bienaventuradas y Divinas en
grado superior.
109
Piensa Filón que, además de desaprobar la astrología y superstición caldeas,
mediante la afirmación de que Abraham había emigrado de Caldea a Harran, el
legislador exhorta a los seguidores de las ideas caldeas a hacer otro tanto, es decir, a
marchar a Harran, marcha cuyo sentido-simbólico explica en 184 y ss.

185. Descended, pues, del cielo y, una vez abajo, no volváis a examinar de nuevo la
tierra, el mar y las especies vegetales y animales; limitaos a exploraros a vosotros
mismos y vuestra propia naturaleza; quedaos en vuestra propia casa, en vez de andar
habitando otros lugares; que, observando cómo son las cosas en vuestra propia casa, qué
es lo que en ella manda y qué es lo que en ella obedece, vale decir, lo dotado de vida y
lo que carece de ella, lo racional y lo irracional, lo inmortal y lo mortal, lo superior y lo
inferior, no tardaréis en adquirir un claro saber acerca de Dios y Sus obras.

186. Así, discerniréis que, del mismo modo que en vuestro ser hay una inteligencia,
también la hay en el universo, y que, como la inteligencia de cada uno de nosotros ha
asumido el mando y señorío de todo cuanto hay en nuestro ser y ha dejado establecido
que cada una de las partes de éste le está sujeta, así también la Inteligencia que ejerce la

236
soberanía universal controla el mundo mediante una ley y un derecho absolutos,
ejerciendo Su providencia no sólo sobre las cosas de mayor jerarquía sino también sobre
las que nos parecen ser menos importantes.

187. XXXIV. Abandonad, pues, vuestra vana curiosidad sobre lo concerniente al cielo,
y habitad, como he dicho, dentro de vosotros mismos; dejad detrás la tierra de los
caldeos, o sea, la mera opinión, y emigrad a Harrán, la región de la percepción sensible,
residencia corpórea de la inteligencia.

188. "Harrán", en efecto, significa "agujero" y los agujeros son símbolos de las
aberturas de la sensibilidad. Ocurre, ciertamente, que los ojos son en cierta manera las
aberturas y los agujeros de la vista; las orejas, los del oído; las narices, los del olfato; la
garganta. el del gusto, y la estructura toda del cuerpo, el del tacto.

189. Residid, pues, un tiempo más, y con tranquilidad familiarizaos con ellos y
examinad con el máximo de detención posible la naturaleza de cada uno, aprendiendo lo
que hay de bueno y de malo; y de lo malo huid y lo bueno, en cambio, escogedlo. Y
cuando hubiereis examinado con mucha exactitud toda vuestra propia casa y hubiereis
puesto en claro cuál es la verdadera naturaleza de cada una de sus partes, moveos y
buscad partir de allí, que ello es preanuncio no de muerte sino de inmortalidad.

190. Observaréis claras señales de esta partida, aun cuando os halléis engolfados en las
aberturas del cuerpo y de los objetos sensibles. Las observaréis unas veces en medio de
los profundos sueños, pues la inteligencia deja su sitio habitual y, evadiéndose del
contacto de los sentidos y de todas las demás cosas corporales, comienza a platicar
consigo misma, mirando la verdad como se mira un espejo; y, tras rechazar todo cuanto
procede de las representaciones que procuran los sentidos, siéntese poseída de Divina
inspiración, y discierne a través de los sueños interpretaciones absolutamente
verdaderas acerca de lo que ocurrirá. Otras veces tales señales se observan también en
plena vigilia.

191. En efecto, cuando la inteligencia, entregada al estudio de alguno de los principios


filosóficos, se concentra en él; marcha ya tras el mismo y olvida, como es forzoso, todo
cuanto se relaciona con la masa corpórea. Y, si los sentidos obstaculizan la exacta
contemplación de lo aprehensible intelectualmente, los que aman la contemplación se
interesan por anular su ataque. En efecto, cierran los ojos, tapan sus oídos y contienen
los impulsos de los demás sentidos, y les parece bien pasar sus días en la soledad y la
sombra a fin de que ningún objeto sensible enturbie la visión del ojo del alma, a la que
Dios ha concedido la contemplación de las cosas intelectuales.

192. XXXV. Habiendo aprendido de este modo a gestar nuestra separación de lo mortal,
seréis también instruidos respecto de nuestras concepciones acerca del Increado.
Porque, seguramente, no imagináis que vuestra inteligencia, libre de la vestidura
corpórea, de la sensibilidad y del habla, pueda, separada de éstas, ver desnudas las cosas
existentes; ni concebís tampoco que la Inteligencia del universo, Dios, esté situado fuera
de toda la naturaleza material conteniéndola sin ser contenido, y que haya trascendido
los confines de esa naturaleza no sólo con el pensamiento, como cabe al hombre, sino
también con Su misma esencia como cabe a Dios.

193. Es que mientras nuestra inteligencia no ha creado al cuerpo sino ha sido Otro el

237
que lo ha hecho; por lo cual ella está contenida en el cuerpo como en un recipiente; en
cambio, la Inteligencia del universo ha creado todas las cosas, y quien crea es superior a
lo creado; no siendo, por lo tanto, posible que esté incluido en lo que le es inferior;
aparte de que no cabe que un padre esté contenido en un hijo y sí, en cambio, que un
hijo crezca bajo los cuidados de su padre.

194. Ése es el modo como la inteligencia, cambiando gradualmente de lugar llegará


hasta el Padre de la piedad y la santidad. Su primer paso es dejar de lado la astrología,
que le ha inducido a considerar que el Dios supremo es el universo, y no éste obra del
Dios supremo, y que los movimientos y revoluciones de los astros son las causas de la
desgracia y de la prosperidad de los hombres.

195. El siguiente paso es abocarse al estudio de sí mismo y meditar sobre lo que


acontece en la propia casa, sobre lo concerniente al cuerpo, a la sensibilidad y a la
palabra, y llegar a un conocimiento acorde con la expresión del poeta: "Todo cuanto de
bueno y malo se ha producido en tus habitaciones".110
En tercer lugar, luego de abrir el camino que parte desde ella misma y movida por la
esperanza de conocer a través de él al Padre del universo, difícil en extremo de adivinar
y conjeturar; adquirido ya un conocimiento profundo sobre ella misma, pronto llegará a
conocer también a Dios, siempre que no permanezca en Harrán, vale decir, en los
órganos de los sentidos, y se concentre, en cambio, en sí misma;111 porque, si la
inteligencia se mueve todavía en el ámbito de lo sensible más que en el de lo intelectual,
es imposible que avance hacia la contemplación del Que Es.
110
Odisea IV, 392.
111
No para estudiarse, sino para gozar de la soledad y paz espiritual necesarias, sin
interferencias sensoriales.

196. XXXVI. Por ese motivo, el carácter designado para ocupar el mejor puesto en la
formación al servicio de Dios, cuyo nombre es Samuel, no indica a Saúl las
obligaciones de la realeza mientras éste permanece entre sus bagajes, sino cuando lo ha
sacado de allí. Pregunta, en efecto, si todavía está allí el hombre, y el Divino oráculo
responde: "Helo allí escondido entre los bagajes". (I Samuel X, 22.)

197. ¿Qué es, pues, lo .que debe hacer el que escucha esto, siendo, como es, instruido
por naturaleza, sino sacar al hombre con toda diligencia? Y dice, en efecto, la sagrada
escritura que "corrió hacia él y lo sacó de allí". (I Samuel X, 23.) Es que, mientras
permanecía en los recipientes del alma, vale decir, en la sensibilidad y el cuerpo, aquél
no era capaz de escuchar las doctrinas y leyes de la realeza; y, cuando decimos realeza,
decimos sabiduría, puesto que, a nuestro juicio, un sabio es un rey; mas, en saliendo de
allí, los sabrá escuchar, una vez que, dispersándose la obscuridad, esté en situación de
ver con mirada penetrante. Razonable es, pues, que el amigo del saber piense que debe
abandonar la región de la percepción sensible llamada Harrán.

198. Setenta y cinco años tiene Abraham cuando la abandona. Este número es el límite
entre la naturaleza sensible y la aprehensible por la inteligencia, entre la más joven y la
de mayor edad, entre la corruptible y la incorruptible.

199. En efecto, el setenta es el número del principio al que se ajustan la aprehensión


intelectual, la mayoría de edad y la incorruptibilidad; en tanto que el número que iguala
al de los cinco sentidos condiciona la percepción sensible y la minoría de edad. En el

238
orden de este número setenta y cinco es clasificado el ejercitante en la etapa en que
todavía realiza sus prácticas y no está aún en condiciones de alcanzar los galardones de
la completa victoria. Se nos dice, en efecto, que "Setenta y cinco fueron en total las
almas nacidas de Jacob". (Ex. I, 5.)

200. Ciertamente, los vástagos del combatiente que no fracasa en el verdaderamente


sacro torneo por la adquisición de la virtud son no cuerpos sino almas, pero almas que
aún no han separado de sí el irracional elemento, y arrastran todavía consigo la turba de
la percepción sensible. "Jacob", en efecto, es nombre de quien combate, se prepara para
la palestra y echa zancadillas 112 a su adversario; no de quien ya ha obtenido la victoria.
112
El término ptemistés = que echa zancadillas, también significa figuradamente
engañador o suplantador con fraude o engaño; y con este último sentido, aludiendo a la
fraudulenta adquisición del derecho de primogenitura en perjuicio de su hermano mayor
Esaú, aplica a menudo Filón tal calificativo a Jacob, a quien en otros pasajes llama el
ejercitante. En el presente párrafo me ha parecido mejor que "que engaña" el sentido
literal de "echa zancadillas". Ver Interpretación alegórica II, nota 49.

201. En cambio, cuando se muestre capaz ya de ver a Dios y su nombre haya sido
cambiado por el de "Israel", habrá de regirse por el principio del número setenta
solamente. Así, leemos que "En un total de setenta almas tus padres descendieron hacia
Egipto". (Deut. X, 22.)
Éste es el número íntimamente vinculado con el sabio Moisés. Aconteció, en efecto, que
fueron setenta los que por su nobleza fueron escogidos entre toda la multitud, todos
ancianos no por su edad sino por la prudencia, el consejo, los juicios y el espíritu de
emulación propio de los hombres de antaño.

202. Este número condiciona también los sacrificios y ofrendas de agradecimiento


hechos a Dios en las ocasiones en que los maduros frutos del alma son reunidos y
recogidos; pues está prescripto ofrecer en la fiesta de los tabernáculos, además de los
otros sacrificios, setenta becerros en holocausto.113 Ajustase también al principio del
número setenta la preparación de las copas para los jefes, como que cada una de ellas
tiene un peso de setenta siclos,114 en razón de que todo cuanto en el alma tiende a la paz,
a la conciliación y a la amistad posee verdaderamente un poder de atracción,115 el santo
principio encarnado por el número setenta; número que Egipto, es decir, la naturaleza
que odia la virtud y ama las pasiones, considera de duelo, según nos lo presentan.
Setenta, en efecto, es el número de días que se destina entre los egipcios al duelo.116
113
Núm. XXIX, 13 a 36.
114
Núm. 13 y ss.
115
Intraducible juego de palabras mediante holké = peso, y holkós = que atrae, de
atracción.
116
Gen. L, 3.

203. XXXVII. Este número, como dije, está íntimamente vinculado a Moisés; el de los
cinco sentidos, en cambio, es propio de aquel que acoge fraternalmente al cuerpo y las
cosas exteriores, a quien comúnmente llámase José. Tan grande es la deferencia hacía
ellos de que hace gala, que mientras a duras penas reconoce a los hermanos paternos
obsequia cinco escogidas vestiduras 117 a su hermano uterino, hijo de la sensibilidad,
pues considera distinguidos y merecedores de adorno y honra a los sentidos.
117
Gen. XLV, 22.

239
204. Además redacta leyes para que honren a los sentidos y les ofrezcan tributos y
contribuciones cada año como a reyes. Manda, efectivamente, que entreguen la quinta
parte del trigo, vale decir, almacenar como un tesoro inagotable materiales y alimentos
para los cinco sentidos a fin de que cada uno de ellos se sature constantemente con los
que le son propios, viva en la voluptuosidad y hunda a la inteligencia bajo el peso de lo
que lleva él dentro. Los banquetes de los sentidos, en efecto, son hambre para la
inteligencia; y, a la inversa, en los ayunos de aquéllos se regocija, ésta.

205. ¿No ves, además, que las cinco hijas de Zalfad, las que han de ser consideradas
como representaciones alegóricas de los sentidos, son de la tribu de Manases, quien es
hijo de José, siendo mayor en edad pero menor en capacidad? Y es lógico. Su nombre,
en efecto, significa "fuera del olvido",118 situación equivalente a la reminiscencia; y la
reminiscencia alcanza los galardones secundarios, correspondiendo las de primer orden
a la memoria, a laque alude el nombre de Efraín, pues significa "fructificación", y el
fruto más hermoso y más nutritivo del alma es el recordar sin previo olvido.119
118
O salido o procedente del olvido.
119
Acerca del tema reminiscencia-memoria ver también Interpretación. alegórica III, 90
y ss.; y Sobre la sobriedad, 28. La relación entre "fertilidad" y "fruto" se advierte mejor
en los términos griegos karpophoría y karpós.

206. Así, las doncellas dicen algo que está en consonancia con ellas mismas: "Nuestro
padre ha muerto" (y en verdad, el olvido es la muerte de la memoria) "y murió no por
culpa propia" (perfecto: el olvido es una experiencia involuntaria, algo que nos
sobreviene desde fuera sin que podamos evitarlo); "y no ha tenido hijos" (Núm. XXVII,
3), sino hijas; puesto que, mientras la facultad de la memoria, siendo despierta por
naturaleza, engendra hijos varones; el olvido, en cambio, para el que el discernimiento
no es más que un sueño, engendra hijas. Es, en efecto, irracional y los sentidos son las
hijas 120 de la parte irracional del alma.
120
Recuérdese que áisthesis = sensibilidad, sentido, es femenino, y el respeto de Filón
por el género de los sustantivos, respeto que le lleva a sacar conclusiones acerca del
sexo de las cosas designadas o simbolizadas por ellos.

207. Mas si alguno ha dejado atrás a José en velocidad, y seguido a Moisés, como no
puede correr aún a la par de éste, echará mano a un número mixto, el setenta y cinco,
símbolo de la naturaleza sensible y de la aprehensible por la inteligencia a la vez,
reunidas ambas para la producción de una única irreprochable especie.

208. XXXVIII. Mucho admiro, asimismo. a Rebeca, la perseverancia, cuando exhorta a


aquel que es perfecto de alma y ha extirpado la violencia de las pasiones, a huir en esos
momentos 121 hacia Harrán. Dice, en efecto: "Ahora, pues, hijo mío, escucha mi voz;
levántate y huye hacia Labán, mi hermano; hacia Harrán, y habita con él algún tiempo
hasta que se aparte de ti la irritación y el resentimiento de tu hermano y olvide lo que le
has hecho." (Gén. XXVII, 43 a 45.)

209. Excelente es su aserto de que el camino hacia los sentidos es una huida. Porque,
realmente la inteligencia tórnase fugitiva, cuando abandona las cosas que le son propias,
las aprehensibles intelectualmente, y se lanza tras la opuesta formación, la de las cosas
sensibles. No faltan, empero, ocasiones en que el huir es provechoso, y ello ocurre
cuando hace tal cosa no por odio hacia lo mejor sino para evitar las acechanzas de lo
peor.

240
210. ¿Cuál es, entonces, la exhortación de la perseverancia? La más maravillosa y
valiosa. Si alguna vez, "dice", vieres excitada y enfurecida en ti o en otra persona. la
pasión de la irritación y el resentimiento, alimentada por nuestra irracional y salvaje
naturaleza, no la azuces acrecentando su bestialidad, pues su mordedura puede ser
incurable; sino atempera el exceso de su encendido ardor y apacígualo, que, si se tornare
mansa y manejable, será menor el daño que pudiere hacer.

211. ¿De qué manera, pues, hacerla mansa y dócil? Pues, haciendo como que te adaptas
y acomodas a ella, aceptando al principio lo que a ella le placiere, no oponiéndote en
nada y confesándole que amas y detestas las mismas cosas que ella. Así se te tornará
favorable. Y una vez que se hubiere suavizado, quítate la careta y, no temiendo ya mal
alguno de su parte, retorna sin dificultad al cuidado de las cosas que te son propias.

212. Tal es el motivo por el que Harrán es presentada como llena de bestias y teniendo
cuidadores de ganado por habitantes. ¿Qué región, en efecto, sería más apropiada para
la naturaleza irracional y para los que han tomado a su cargo el cuidado y la supervisión
de ella que nuestros sentidos?

213. Por ejemplo, el ejercitante pregunta: ¿De dónde sois?, y los pastores responden la
verdad: "De Harrán" (Gen. XXIX, 4); porque, así como las potencias racionales
proceden de la inteligencia, las irracionales vienen de la sensibilidad. Y cuando el
mismo pregunta además si conocen a Labán, ellos dicen que sí,122 y con toda razón,
puesto que la sensibilidad, como ella misma piensa, está familiarizada con el color y con
toda cualidad, y Labán es símbolo de los colores y las cualidades.
122 Gen. XXIX, 5.

214. Mas, cuando haya alcanzado ya la perfección, también Jacob abandonará la casa de
los sentidos y se establecerá en la del alma, en el verdadero sentido del término,123 vale
decir, en la casa que se representa mientras todavía se halla en la etapa de las
ejercitaciones y los trabajos. Dice, en efecto: ¿Cuándo haré yo también una casa para
mí? (Gen. XXX, 30), es decir: ¿Cuándo sin parar la mirada en cosa sensible alguna ni
en los sentidos, habitaré la inteligencia y el entendimiento, educado y familiarizado con
asuntos cuya contemplación compete a la razón, tal como hacen las almas que indagan
acerca de las cosas invisibles?
123
Porque la otra, Harrán, o la casa de los sentidos, no es la verdadera hombre virtuoso
personificado por él.

215. A estas almas se las llama comúnmente parteras, por cuanto también ellas hacen
albergues apropiados y protegidos para almas amantes de la virtud. Por otra parte, el
temor de Dios es la más segura residencia para aquellos que Lo han hecho su protector e
inexpugnable muro. Dice, en efecto, el legislador: "Porque las parteras temían a Dios
hacían casas para sí." (Ex. I, 21.)

216. XXXIX. Habiendo, pues, salido la inteligencia de los lugares de Harrán, se nos
dice que "atravesó la tierra hasta el lugar llamado Siquem, hasta el elevado encinar".
(Gen. XII, 6.) Consideremos qué se nos revela con lo de "atravesó". El amante del saber
es curioso y averiguador por naturaleza, y marcha sin reparo alguno por todas partes
mirando hacia todos los lados y considerando que nada debe dejar de indagar acerca de
cuanto existe, así de lo material como de lo inmaterial. Lleva en sí una avidez fuera de

241
lo común por todo cuanto puede ver y oír, de modo que no le bastan las cosas que halla
en su país y se lanza hacia lo que existe en tierra extraña y separada por grandes
distancias.

217. Es notorio, por ejemplo, que los comerciantes y traficantes, en procura de


mezquinas ganancias, atraviesan los mares y recorren toda la tierra sin tener en cuenta
ni el calor estival ni el frío invernal ni las tempestades ni los vientos contrarios ni la
juventud ni la vejez ni la enfermedad del cuerpo ni el trato de los amigos ni los inefables
placeres que proporcionan la mujer, los hijos y las otras cosas propias, ni el goce de la
patria y de las dulzuras de la vida ciudadana ni el uso seguro del dinero, las propiedades
y demás cosas en que abundan ni, en suma, ninguna otra cosa ni grande ni pequeña
cualquiera fuere.

218. Inconcebible sería, entonces, que, cuando el objeto perseguido es el más hermoso,
el más apetecible y el más apropiado y exclusivo de la raza humana, como es la
sabiduría, no recorriéramos el mar todo ni exploráramos los escondrijos todos de la
tierra, curiosos por informarnos si no hay en alguna parte algo que mereciere verse u
oírse, ni siguiéramos con todo esfuerzo y celo sus huellas hasta poder llegar al goce de
las cosas que buscamos y anhelamos.

219. Atraviesa, pues, alma mía, si quieres, también al hombre, avanzando a través de
cada una de sus partes. Por ejemplo, sin ir más lejos, pon en claro qué es el cuerpo y qué
hace y experimenta en cooperación con el entendimiento; qué es la sensibilidad y de qué
manera sirve a su soberana, la inteligencia; qué es la palabra y qué pensamientos debe
expresar para contribuir a ennoblecer al alma; qué es el placer y qué la concupiscencia,
qué la pena y el miedo, y qué remedio hay para estos estados, remedio tal, que si
hubiere sido uno presa de ellos, pueda salvarse sin dificultad o evitar absolutamente
toda posibilidad de ser apresado; qué es ser insensato, qué ser licencioso, qué ser
injusto, cuál es la multitud de las otras enfermedades que por naturaleza engendra el
corruptor vicio y cuál el medio de evitarlas; y, en oposición a estas cosas, qué es la
justicia, la sensatez, la prudencia, la valentía, la discreción y, en general, cada una de las
virtudes y el sano goce; y de qué manera se logra. cada una de ellas normalmente.

220. Atraviesa, además, el mayor y más perfecto de los hombres, vale decir, este
mundo; y examina sus partes, cómo están espacialmente separadas pero existen fuerzas
que las unen, y en qué consiste esta invisible atadura que las armoniza y enlaza a todas.
Y, si en tu indagación no alcanzares fácilmente lo que buscas, no cedas, persiste en ella.
Éstas no son cosas de tomarse con una sola mano, y se llegan a descubrir
dificultosamente, a costa de muchos y grandes esfuerzos.

221. Por ello el que ama la instrucción toma posesión del lugar llamado Siquem,
nombre que significa "hombro". El hombro es un símbolo del trabajo puesto que es con
estas partes del cuerpo con las que se acostumbra llevar pesos, como el mismo Moisés
lo recuerda en otro pasaje diciendo a propósito de cierto esforzado trabajador lo
siguiente: "Doblegó el hombro al trabajo v se convirtió en un trabajador de la tierra."
(Gen. XLIX, 15.)

222. De modo que nunca, oh inteligencia, te muestres floja y desfalleciente; por el


contrario, aunque algo te pareciere difícil de discernir, abre el órgano de la visión que
llevas en ti, inclínate para ver dentro de aquello, contempla con más cuidado aún lo que

242
hubiere, y no cierres tus ojos jamás ni sin querer ni de grado; porque el sueño es algo
ciego, al par que la vigilia es agudeza de visión. Y contento has de estar si, a trueque de
una ininterrumpida aplicación, logras una clara impresión acerca de las cosas que
indagas.

223. ¿No ves que se agrega que "un elevado encinar" estaba plantado en Siquem? Pues
ésa es una manera figurada de decir que el trabajo que implica la educación es vigoroso
y de máxima solidez, que ni cede ni se doblega. Necesario es que quien aspira a
alcanzar la perfección realice este esfuerzo a fin de que el tribunal del alma, cuyo
nombre es Dina, vale decir, "juicio", no resulte presa de aquel que se esfuerza en la
tarea opuesta, en la acechanza contra la sensatez.

224. En efecto, el hombre que lleva el mismo nombre que este lugar, Siquem (hijo de
Emor, una naturaleza irracional, cuyo nombre significa "asno"), cultor de la insensatez,
nutrido con desvergüenza y osadía, intentó infame como era, corromper y destruir la
capacidad de discurrir de la inteligencia.124 Mas los oyentes y discípulos de la sensatez,
Simeón y Leví, fueron más rápidos y, tras asegurar sus propios reductos,125 salieron al
encuentro de los atacantes, cuando éstos se hallaban todavía ocupados en el amor al
placer y a la pasión, trabajo 126 propio de incircunciso. Es que, no obstante existir un
oráculo que dice: "Que no haya jamás prostituta alguna entre las hijas de Israel, el
vidente" (Deut. XXIII, 17), éstos tenían la esperanza de secuestrar a la virgen alma sin
ser vistos.
124
O los tribunales de la inteligencia.
125
Al parecer, una referencia al término asphalós = con seguridad, sin peligro, que
aparece en el pasaje "Entraron en la ciudad sin peligro" (Gen. XXIV, 25).
126
En realidad, el texto bíblico con el término pónos = trabajo, no se refiere en el pasaje
citado. Gen. XXXTV, 25, al trabajo como labor o esfuerzo, sino al malestar o dolor
producido por la reciente circuncisión de los varones siquemitas, circuncisión que Filón
pasa por alto, como muchos otros detalles del relato de Gen. XXXIV, y aun contradice
al afirmar que "era trabajo propio de incircunciso".

225. No les faltarán, por cierto, auxiliares a las víctimas del desleal ataque; y, aunque
algunos piensen lo contrario, ello no pasará de una mera suposición, y los hechos se
encargarán de convencerlos de su error. Porque existe, ciertamente, esa aborrecedora de
la ruindad, inexorable protectora de los injustamente tratados, que es la justicia; y ella
desbarata los planes de los que deshonran a la virtud; y caídos éstos, el alma, que
parecía haber sido deshonrada, retorna de nuevo a su virginidad. Dije "que parecía" por-
que en ningún momento había llegado a ser deshonrada; porque, si lo que se padece es
involuntario, en nada afecta en realidad a quien lo experimenta, tal como la acción
injusta, si no había intención de hacerla, no constituye una real injusticia.

243
OBRAS COMPLETAS DE

FILÓN DE ALEJANDRÍA

Traducción directa del griego, introducción y notas de


JOSÉ MARÍA TRIVIÑO
Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata
Buenos Aires 1976

TOMO III
ÍNDICE

SOBRE QUIÉN ES EL HEREDERO DE LAS COSAS DIVINAS (QUIS RERUM


DIVINARUM HERES).............................................................................................................. 3

SOBRE LA UNIÓN CON LOS ESTUDIOS PRELIMINARES (DE CONGRESSU


QUAERENDAE ERUDITIONIS GRATIA)........................................................................... 47

SOBRE LA HUIDA Y EL HALLAZGO (DE FUGA ET INVENTIONE) ........................... 73

SOBRE AQUELLOS CUYOS NOMBRES SON CAMBIADOS Y SOBRE LOS MOTIVOS


DE LOS CAMBIOS (DE MUTATIONE NOMINUM) ....................................................... 105

SOBRE LOS SUEÑOS ENVIADOS POR DIOS (DE SOMNIIS)...................................... 142


SOBRE LOS SUEÑOS I.................................................................................................... 142
SOBRE LOS SUEÑOS II .................................................................................................. 180

SOBRE ABRAHAM (DE ABRAHAMO) ........................................................................... 217

SOBRE JOSÉ (DE IOSEPHO) ............................................................................................. 255

2
SOBRE QUIÉN ES EL HEREDERO DE LAS COSAS DIVINAS

(Sobre la herencia de las cosas divinas)

(QUIS RERUM DIVINARUM HERES)

1. I. En el tratado precedente 1 hemos discurrido con toda la precisión posible acerca de las
recompensas. Nos toca ahora averiguar quién es el heredero de las cosas Divinas. Cuando el
sabio2 escucha un oráculo al respecto, que le profetiza: "Tu recompensa será sobremanera
grande",
1
No se refiere a Sobre la migración de Abraham, que en las ediciones modernas precede al
presente tratado, sino a un trabajo perdido sobre Gen. XV, 1.
2
Abraham.

[2.] formula esta pregunta: "¿Qué me darás, Señor? Yo me extingo sin hijos. Él hijo de
Masek, la nacida en mi casa, es este Damasco Eliezer." Y agrega: "Pues no me has dado
descendencia, el nacido en mí casa será mi heredero". (Gen. XV, 1 a 3.)

3. ¿Quién, sin embargo, no se hubiera quedado mudo y boquiabierto, pasmado ante la


majestad y grandeza del Dador del oráculo, sí no a resultas del terror, al menos por exceso de
felicidad? Porque, tanto los pesares excesivos como las desmedidas alegrías ponen cerrojo a
los labios.3
3
Es decir, resulta extraño que se haya atrevido a formular la pregunta, cuando lo que cabía
esperar era que no pudiera articular palabra en el estado en que se hallaba.

4. Por ese motivo también Moisés reconoce que se ha vuelto débil de voz y pesado de lengua
desde el momento en que Dios comenzó a hablarle.4 Y el testimonio del profeta no es falso.
Es natural, en efecto, que en tales circunstancias el órgano de la voz se trabe al mismo tiempo
que el lenguaje del entendimiento se torna coherente y brota en irresistible torrente,
describiendo hermosuras unas tras otras, no de palabras sino de pensamientos, y dotado de
una fuerza tan ágil como sublime.
4
Ex. IV, 10.

5. Con todo, la valentía y la franqueza en su debido momento ante nuestros superiores son
virtudes admirables y por ello me parece que más tienen de verdad que de comicidad estas
palabras del comediógrafo: "Si el sirviente se habituare a mantenerse callado resultará
insoportable. Permítele que hable con franqueza." 5
5
Menandro.

6. II. ¿Y cuándo habla el sirviente con franqueza a su amo? No hay duda de que cuando tiene
conciencia de que no ha perjudicado en nada a su dueño y, por el contrario, todas sus obras y
palabras son en provecho del mismo.

7. ¿Cuándo, entonces, corresponde que el esclavo de Dios hable con franqueza al Soberano y
Señor suyo y del universo? ¿No es, acaso, cuando se hubiere purificado de sus faltas y el
juicio de su conciencia fuere leal para con su Señor y sintiere más alegría de ser sirviente de
Dios que si fuese rey de todo el género humano y hubiese alcanzado un poder sin límites
sobre el mar y la tierra conjuntamente?

3
8. Los leales servicios y cultos de Abraham son puestos de manifiesto por las palabras finales
de un oráculo revelado al hijo del mismo: "Te daré a ti y a tu descendencia toda esta tierra, y
serán bendecidas en tu posteridad las naciones todas de la tierra en premio por haber tu padre
Abraham escuchado obediente Mi voz, y guardado Mis prescripciones, Mis órdenes. Mis
disposiciones y Mis normas." (Gen. XXVI, 3 a 5.)

9. El mejor elogio que cabe hacer de un servidor es afirmar que no descuida mandato alguno
de su señor y que con ánimo bien dispuesto se aplica más allá de sus mismas fuerzas para
llevar a buen término con diligencia y laboriosidad todos sus cometidos.

10. III. Por cierto que a algunos les conviene más escuchar que hablar; y a éstos se refiere lo
de "calla y escucha". (Deut. XXVII, 9.) Excelente prescripción. Porque la falta de instrucción
es en extremo osada v suelta de lengua, y su remedio es, primero, no decir palabra; y segundo,
prestar atención a aquellos que dicen algo digno de oírse.

11. Mas nadie piense que a esto se concreta el significado de las palabras "calla y escucha".
No; ellas prescriben algo de más valor aún. No sólo exhortan a callar con la lengua y a
escuchar con los oídos, sino también a que se hagan ambas experiencias con el alma.

12. Porque muchos están presentes escuchando a alguien, pero no con sus inteligencias, con
las que deambulan fuera, y divagan consigo mismos a través de innumerables pensamientos
respecto de incontables asuntos familiares, ajenos, particulares y públicos, cuando lo
razonable sería no acordarse de ellos en esos momentos. Todos estos pensamientos se van
sumando, por así decir, uno tras otro, imposibilitando a causa de su grande y confuso vocerío
escuchar al que habla; de lo que resulta que éste habla no como ante un auditorio humano sino
como ante estatuas sin vida, las que tienen orejas mas no oídos en ellas.

13. Si, pues, la inteligencia se resolviere a no tener tratos con ninguno de los asuntos que le
llegan desde fuera o que encierra en sí; y, en cambio, manteniéndose tranquila y serena, se
concentrare en quien le habla, "callará" conforme con la prescripción de Moisés, y de ese
modo podrá escuchar con toda atención. De otro modo no podrá hacerlo.

14. IV. Si para los ignorantes, pues, es provechoso guardar silencio, para los que anhelan el
saber y a la vez aman a sus señores la cosa más necesaria es el hablar franco. Por ejemplo, en
el Éxodo se dice: "El Señor combatirá en favor vuestro y vosotros callaréis" (Ex. XIV, 14); y
poco más adelante se lee el siguiente oráculo: "Y dijo el Señor a Moisés: '¿Qué es lo que Me
gritas?'." (Ex. XIV, 15.) Según esto, es preciso que los que no han de decir nada digno de
escucharse callen, y que hablen los que tienen puesta su confianza en el Divino amor por la
sabiduría; y que no sólo hablen de manera normal sino lancen gritos con potente voz; no
gritos con la boca y la lengua, por obra de las cuales, según explican, el aire se redondea 6 y se
torna perceptible al oído, sino con la musicalidad suma y potentísima voz del órgano del alma,
del que ningún mortal es oyente y sólo lo es el Increado e Imperecedero.
6
Ver Diógenes Laercio VII, 158.

15. Es que sólo el músico de la inteligencia es capaz de percibir la bien templada y melodiosa
música de la armonía intelectual, y ninguno de los que están mezclados con la sensibilidad
puede percibirla. Mas, cuando todo el órgano de la inteligencia emite su sinfonía de simple o
doble octava, el Oyente hace como que pregunta; porque, en realidad, no pregunta, pues nada
hay que Dios ignore: "¿Qué es lo que me gritas?" ¿Es una súplica para que aparte de ti los
males, o tu agradecimiento por la participación en los bienes, o ambas cosas?

4
16. V. Y el que parecía ser corto de expresión, pesado de lengua y sin palabras resulta ahora
locuaz, al punto de que en el pasaje citado es presentado no sólo hablando sino gritando; y en
otro, emitiendo un torrente incesante y sin pausa de palabras.

17. En efecto, leemos que "Moisés estaba hablando a Dios, y Dios le iba respondiendo con
una voz". (Ex. XIX, 19.) La forma verbal empleada no es la de acción puntual, "habló", sino
la de acción durativa, "estaba hablando", y Dios no "respondió" sino "iba respondiendo"
permanente e ininterrumpidamente.7
7
El sistema verbal griego estaba estructurado sobre la base del aspecto verbal, y sólo
secundariamente expresaba el tiempo de la acción. Filón se refiere aquí al hecho de que en el
texto del pasaje que comenta se emplea. no la forma de indicativo pasado correspondiente al
aspecto puntual o aorístico, que expresa la acción como circunscripta a un punto o momento,
sin extensión temporal, sino la que expresa el aspecto durativo, o sea, la acción prolongada
indefinidamente.

18. Ahora bien, donde hay una respuesta es porque hay una pregunta previa. Y cada uno
pregunta lo que no sabe, porque considera que vale la pena saberlo y porque se da cuenta de
que de todos los medios para llegar al conocimiento el más adecuado es indagar, preguntar,
inquirir, pensar que nada se sabe y no creerse seguro de aprehensión alguna.

19. Pero, mientras los sabios acuden a Dios en procura de guía y maestro; los hombres
imperfectos acuden al sabio. Por eso. dicen: "Habíamos tú a nosotros y no nos hable Dios, no
sea que perezcamos." (Ex. XX, 19.) En cambio, a tanto llega la franqueza del hombre de bien,
que se atreve ya no sólo a hablar y gritar sino también a manifestar su reprobación en alta voz.
movido por una real convicción y un legítimo sentir.

20. He aquí sus palabras: "Si quieres perdonarles su pecado, perdónales; de lo contrario,
bórrame del libro que Tú has escrito" (Ex. XXXII, 32); y: "¿Acaso he concebido yo en mi
vientre todo este pueblo o lo he engendrado, para que me digas: Tómalo en tu regazo, como
lleva una nodriza a un niño de pecho'?" (Núm. XI, 12); y también: "¿De dónde sacaré carne
para darle a todo este pueblo, pues que se lamentan ante mí? ¿Serán, acaso, degollados ovejas
y bueyes o será juntada y bastará la carne toda del mar?" (Núm. XI, 13 y 22): y éstas: "¿Por
qué. Señor, has afligido a este pueblo y para qué me has enviado a mí? Desde que he venido a
hablar al faraón en Tu nombre él ha afligido al pueblo y Tú no has protegido a Tu pueblo."
(Ex. V, 22 y 23.) Cualquiera hubiera temido decir estas cosas y otras de parecido tenor a un
rey, aun dé los reyes particulares; él, sin embargo, se atrevió a manifestárselas nada menos
que a Dios.

21. Así pues, alcanzó este límite, no diré ya de osadía simplemente, sino de buena osadía,
puesto que todos los sabios son amigos de Dios y muy especialmente en la opinión del
sacratísimo legislador, y la franqueza está emparentada con la amistad. ¿A quién, en efecto, se
le puede hablar con franqueza sino a un amigo? Con toda razón, pues, es proclamado Moisés
amigo de Dios en los oráculos,8 a fin de que quede en claro que toda la audacia de sus
atrevidas manifestaciones ha de atribuirse a la amistad antes que a la presunción; porque la
audacia del presuntuoso es insolencia; en tanto que la del amigo es confianza.
8
Ex. XXXIII, 11.

22. VI. Mas observa, a la vez, que la confianza va combinada con la circunspección; pues, la
expresión "¿Qué me darás?" (Gen. XV, 2) revela confianza, pero el agregado de "Señor"

5
evidencia circunspección, pues, a pesar de que Moisés habitualmente emplea dos títulos,
"Dios" y "Soberano", para referirse a la Causa, en este caso no usa ni uno ni otro sino el de
Señor, y al hacerlo demuestra gran cuidado y precisión. Verdad es que estos términos,
soberano y señor,9 son usados como sinónimos comúnmente.
9
Sólo al efecto de hacer posible una traducción coherente he traducido kyrios por soberano, y
despótes por señor. En realidad, ambos sustantivos significan señor, soberano, amo, aunque
despótes se emplea más a menudo relacionado con la opuesta idea de esclavitud y opresión
(dueño, déspota). En cuanto a la vinculación entre despótes, desmós = atadura, y déos =
temor, y las conclusiones que por esa vía extras Filón, son puramente imaginarias.

23. Pero si lo expresado por ambos títulos es una única e idéntica cosa, difieren en cambio en
sus connotaciones. "Kyrios" [soberano] deriva de "kyros" [poder], una cosa segura, contraria a
lo inseguro e impotente (ákyros); en tanto que "despótes" [señor, amo] deriva de "desmós"
[atadura], término del que, a mi parecer, procede "déos" [temor]. En consecuencia, un señor
es no sólo un soberano sino algo más: un soberano temible, por así decir, un soberano que no
sólo está. investido de la soberanía y el poder sobre todas las cosas, sino además es capaz de
inspirar temor y terror; y quizá, puesto que es la atadura de todas las cosas, es además el que
las une indisolublemente y, siendo ellas de por sí disolubles, mantiene su cohesión.

24. El que dice: "Señor, ¿qué me darás?" está virtualmente diciendo: No ignoro que Tu poder
es superlativo; conozco lo terrible de Tu autoridad; vengo a Tu encuentro temeroso y
tembloroso; y a la vez vengo confiado.

25. Es que Tú me has dado a entender que no debo temer; Tú me has dado una lengua de
instrucción para que pueda saber cuándo es preciso que hable;10 Tú has desatado las ataduras
de mi boca. Tú, luego de abrirla, has fortalecido sus articulaciones; Tú me has enseñado a
decir lo que debe decirse, confirmando aquel oráculo que dice: "Yo abriré tu boca y te
enseñaré lo que habrás de expresar." (Ex. IV, 12.)
10
Isaías L, 4.

26. ¿Quién era yo para que Tú me proveyeras del habla; para que me aseguraras una
recompensa,11 es decir, un bien más alto aún que una gracia o un don? ¿No soy, acaso, un
desterrado de mi patria, un expulsado de mi familia, un ajeno a la casa paterna? ¿Acaso no me
llaman todos desheredado, desterrado, aislado, deshonrado?12
11
Referencia a la profecía reproducida en el parágrafo 1.
12
Alusión a la vida errante de Abraham.

27. Tú, Señor, eres mi patria, Tú mi familia. Tú mi hogar paterno, Tú mi honra. Tú mi


franqueza, mi grande, celebrada e inalienable riqueza.

28. ¿Por qué, entonces, no he de tener valor para decir lo que pienso? ¿Cómo no he de inquirir
y considerar que debo aprender algo más? Mas yo, que manifiesto mi confianza, confieso a la
vez que temo y estoy anonadado. El temor y la confianza no libran en mí la lucha propia de
separados bandos, como tal vez supondrá alguno, sino que están armónicamente combinadas.

29. Con esta combinación yo me regalo sin cansarme, y ella mueve a mi palabra a ser franca,
pero no sin circunspección; y a ser circunspecta, pero no sin franqueza. He aprendido, en
efecto, a medir mi propia insignificancia a la vez que a admirar la altura incomparable de Tus
beneficios. Y, cuando me doy cuenta de que "soy tierra y ceniza" o cualquier otra cosa más
despreciable aún, entonces precisamente me atrevo a ir a Tu encuentro lleno de humildad,

6
echado en tierra, reducido a tan elemental estado que parezco no existir ya.

30. VII. Moisés, con su acostumbrada perspicacia, ha registrado esta experiencia de mi alma
en sus relatos sobre mí. 'Abraham', dice, él, se aproximó y dijo: 'Ahora he comenzado a hablar
al Señor; y yo soy tierra y ceniza' (Gen. XVIII, 27), puesto que la ocasión propicia para que
una creatura vaya al encuentro del Hacedor es precisamente cuando ha reconocido su propia
insignificancia.

31. Las palabras '¿Qué me darás?' no son la expresión de quien está en la indigencia sino más
bien de quien expresa su gratitud por la multitud y grandeza de los bienes de que ha
disfrutado. '¿Qué me darás?' ¿Me queda, en efecto, aún algo más que esperar? Tus gracias, oh
Dios generoso, son inagotables, infinitas, sin límites ni término, y se derraman como las
fuentes, llenando con creces el vacío que dejan las que hemos gastado ya.

32. Pero, es conveniente que consideremos no sólo el siempre desbordante torrente de Tus
beneficios, sino también las tierras regadas por ellos, que somos nosotros mismos. Porque, si
el torrente se derramare con excesiva abundancia, el llano será pantanoso y cenagoso antes
que fértil. Preciso es, por lo tanto, que el flujo derramado sobre mí llegue en medida
razonable, no desmedidamente, si ha de procurarme fertilidad.

33. Ésa es la razón que me mueve a preguntar '¿qué me darás?' Tú, que me has dado dones
infinitos, casi tantos cuantos la humana naturaleza es capaz de recibir. Porque solo una cosa
me falta adquirir y busco: saber quién puede ser el digno heredero de Tus beneficios.

34. ¿O 'partiré de aquí sin hijos' (Gen. XV, 2), no habiendo alcanzado sino un bien precario,
efímero, de corta vida, yo, que suplico lo contrario a eso, es decir, un bien duradero, de larga
vida, inmune al daño, inmortal, tal que sea capaz de esparcir simiente, extender raíces para
fortificarse v elevar su tallo hacia el cielo ganando alturas?

35. Porque es necesario que la humana virtud avance sobre la tierra y se extienda hacia el
cielo para que allí goce de la incorruptibilidad, y perdure sana y salva para siempre.

36. Porque sé que Tú, que das el ser a lo no existente y engendras todas las cosas, no miras
con buenos ojos al alma infecunda y estéril, y, así, concediste a la raza viviente la gracia
especial de no ser jamás infecunda y estéril. Y yo mismo, habiendo sido hecho miembro de
esta raza, deseo ardientemente un heredero y con razón; pues, cuando la contemplo segura de
no extinguirse, pienso que es suma deshonra el dejar que mi propio anhelo de lo noble se
reduzca a nada.

37. Y, así, me pongo a suplicar y ruego para que, encendiéndose la yesca de las simientes,
arda y cobre intensidad la llama salvadora de la virtud, la que, llevada como antorcha por
sucesivas generaciones, llegue a durar tanto como el mundo.

38. También a los que se ejercitan les has dado el celo por la siembra y el engendramiento de
hijos del alma, y, cuando éstos han sido agraciados de esa manera, han gritado de placer
diciendo: "Los hijos, en los que Dios ha mostrado Su misericordia para con tu siervo" (Gen.
XXXIII, 5), de los que la inocencia es nodriza y nutriz, y cuyas almas son virginales, tiernas y
bien dotadas, y aptas para que la virtud las selle con sus excelentes y divinísimas impresiones.

39. Enséñame, asimismo, si 'el hijo de Masek, la nacida en mi casa', es capaz de convertirse

7
en heredero de Tus gracias. Porque hasta ahora yo no he recibido a aquel que espero recibir, y
he recibido, en cambio, a aquel al que no espero.13
13
Aquí concluye la larga invocación puesta en boca de Abraham o del hombre virtuoso,
personificado por él.

40. VIII. Cuidadosamente hemos de averiguar quién es la tal Masek y quién su hijo. "Masek"
significa "procedente de un beso". Ahora bien, un beso no es lo mismo que amor. El amor
indica evidentemente una unión de almas unidas por una armoniosa benevolencia; el beso, en
cambio, no suele ser más que la exteriorización de una salutación simple y superficial
motivada por algún encuentro.

41. En efecto, así como no significan lo mismo "anakyptein" [elevarse] y "kyptein"


[encorvarse], ni "ka-tapínein" [tragar] y "pínein" [beber], ni "marsippos" [bolsa] e "híppos"
[caballo], tampoco lo son "kataphileín" [besar] y "phileín" [amar]; y la verdad es que no faltan
quienes, obligados por las imperiosas necesidades de la vida, muéstranse corteses aun con los
enemigos.

42. Mostraré, pues, sin ningún ocultamiento quién es esta cuyo contacto con nosotros no
procede de una amistad 14 sin engaños, sino de "un beso". Es la vida de los sentidos, posesión
segura de todos nosotros, a la que todos profesan amor, a la que los más tienen por señora, y
los hombres virtuosos por sierva, no de ajena familia ni adquirida por dinero sino nacida en
casa y, en cierto sentido, de la misma familia. Los hombres virtuosos han sido enseñados a
besarla, no a amarla; los más han aprendido a amarla profundamente y a considerarla digna de
ardiente deseo.
14
O más precisamente, amor de amigo = philía, vocablo emparentado con phoeín = amar.

43. Ahora bien, Labán, el detestador de la virtud, no podrá ni siquiera besar las cualidades
asignadas al ejercitante; antes, habiendo hecho depender su vida de la hipocresía y las falsas
invenciones, dice, como si estuviese afligido, aunque, en realidad, no hay tal aflicción: "No he
sido considerado digno de besar a mis hijos y a mis hijas." (Gen. XXXI, 28.) Esto nos resulta
razonable y conveniente, pues nosotros hemos sido educados en un odio irreconciliable contra
la simulación.

44. Acoge, pues, con afecto a las virtudes, cobíjalas en tu alma y ámalas de verdad; y de
ningún modo desearás realizar esa ficción de amistad que es el beso. Porque, cabe preguntar:
"¿Tienen ellas, acaso, porción o herencia en tu casa? ¿No han sido, por ventura, consideradas
a tu juicio como extrañas? ¿Acaso no las has vendido y te has devorado el dinero" (Gen.
XXXI, 14 y 15) para que, "devorados" los recursos para su rescate y salvación, no te fuera
posible más tarde volver a recobrarlas? Y ahora finges que deseas besarlas, tú, que a juicio de
todos eres irreconciliable. Moisés, en cambio, no besará a su suegro, mas lo amará con un
genuino sentimiento del alma. Leemos, en efecto, que "Lo amó y se saludaron uno al otro".
(Ex. XVIII, 7.)

45. IX. Ahora bien, los géneros de vida son tres, a saber: uno que mira hacia Dios, otro que
mira hacia la creación y un tercero intermedio, combinación de los otros dos. El que mira
hacia Dios no ha descendido hacia nosotros ni se ha avenido a las imposiciones del cuerpo. El
que mira hacia la creación no se ha elevado absolutamente ni ha buscado elevarse, sino que
permanece encerrado en las profundidades del Hades, y se contenta con una vida que no
merece vivirse.

8
46. La vida mixta15 es aquella que a menudo, movida por las cosas del orden superior se
siente inspirada y poseída por Dios, y a menudo también, atraída en sentido contrario por las
de orden inferior, desanda el camino. Cuando, como sobre una balanza, la porción de vida
superior hace sentir su peso de manera decisiva, este género mixto de vida, llevado al par de
aquélla, hace que la vida opuesta parezca reducida a una carga levísima.
15
Ver la descripción de la vida del ejercitante, vida intermedia entra la del sabio y la del
malvado, en Sobre los sueños I, 151.

47. Moisés, mientras al género de vida que mira hacia Dios lo corona sin discusión, a los otros
los somete a comparación presentándolos bajo la forma de dos mujeres, a una de las cuales
llama "la amada" y a la otra "la detestada", nombres apropiadísimos ambos.

48. ¿Quién, en efecto, no acoge complacido los placeres, y deleites que se obtienen a través de
los ojos, de los oídos, del gusto, del olfato y del tacto? ¿Y quién, en cambio, no detesta las
cosas opuestas: la frugalidad, la templanza, la vida austera y sabia, ajena completamente a la
chanza y la diversión, llena de preocupación, cuidados y trabajos, amiga de la contemplación,
enemiga de la ignorancia, situada por sobre las riquezas, la fama y los placeres, y gobernada
por la prudencia, la verdadera gloria y la riqueza capaz de ver, no la ciega? Ahora bien, los
hijos de la detestada, vale decir, de la virtud, son siempre los mayores.

49. X. Y Moisés, aunque son menores en años, los considera dignos por su naturaleza de los
derechos de los mayores y les asigna doble porción, en tanto que quita a los otros la mitad.
Dice, en efecto: "Si un hombre tuviere dos mujeres, una amada y una detestada, y ambas
dieren a luz; cuando se aprestare a distribuir sus bienes, no podrá adjudicar los derechos de
hijo mayor al hijo de la amada", es decir, del placer, ya que éste es joven aunque los años le
hubieren encanecido, "sino los concederá al hijo de la detestada", o sea, de la prudencia, que
es mayor de edad desde la tierna infancia, "y le asignará doble heredad". (Deut. XXI, 15 a
17.)

50. Como en otras partes 16 hemos expuesto la interpretación alegórica de estos pasajes con
más detención, ahora nos abocaremos a considerar los puntos siguientes de nuestro asunto.
Pero señalemos previamente una cosa: que se nos dice que Dios abrió el vientre de la
detestada y produjo el nacimiento de las prácticas nobles y las obras excelentes, mientras la
que era tenida por amada trocóse al punto en estéril.
16
En Interpretación alegórica II, 48; Sobre los sacrificios de Abel y Caín 19 y ss.; y Sobre la
sobriedad 21 y ss.

51. Leemos, en efecto, que "Viendo el Señor que Lía era detestada, abrió su vientre; Raquel,
en cambio, era estéril". (Gen. XXIX, 31.) ¿No es precisamente cuando el alma se preña y
comienza a engendrar cosas espiritualmente beneficiosas, cuando se tornan estériles e
incapaces de engendrar todos los objetos sensibles, objetos cuya aceptación de parte de
nosotros les viene del "beso" y no de una genuina amistad?

52. XI. De esta vida de los sentidos, pues, llamada "Masek", es hijo todo aquel que entre
nosotros honra y admira a la nodriza y nutriz de la raza mortal, es decir, a la sensibilidad, a la
que la terrestre inteligencia llamada Adán vio recién modelada y, siendo su propia muerte, la
llamó "vida".

53. "Adán", leemos, en efecto, "dio a su mujer el nombre de Vida, pues ella es la madre de
todos los vivientes" (Gen. III, 20), o, mejor diríamos, de los verdaderamente muertos respecto

9
de la vida del alma: porque los que viven realmente, tienen por madre a la sabiduría y por
esclava a la sensibilidad, que ha sido hecha servidora del saber por la naturaleza.

54. Ahora bien, el nombre del vástago de ese tipo de vida que hemos reconocido como
"procedente de un beso" es, como expresamente se nos dice, "Damasco", que quiere decir
"sangre de un abrigo de piel". El simbolismo que esto encierra es de gran fuerza y precisión,
pues por "abrigo de piel" debemos entender el cuerpo y por "sangre" la vida sanguínea.

55. Porque, como el término "alma" tiene dos sentidos: uno referido a la totalidad de la
misma; otro limitado a la parte rectora de ella, a la que con toda propiedad podemos llamar el
alma del alma;17 tal como el ojo es o todo el globo ocular o su parte más importante, por la
que vemos; el legislador opina que también la sustancia del alma es doble: sangre la de la
totalidad de ella y soplo Divino la de su parte dominante. Así, dice cabalmente: "La sangre es
el alma de toda carne." (Lev. XVII, 11.
17
Ver Sobre la migración de Abraham, nota 7.

56. Bien está, ciertamente, el atribuir el torrente sanguíneo al tropel de la carne, pues ambas
cosas se corresponden. En cambio, la sustancia de la inteligencia no la presentó ligada a cosa
alguna de la creación, sino soplada por Dios; pues dice que el Hacedor de todas las cosas
"sopló en su faz el aliento de la vida, y el hombre convirtióse en un alma viviente" (Gen. II,
7); como también nos dice que ha sido modelado según la imagen del Hacedor.18
18
Gén. I, 27.

57. XII. En consecuencia, las especies de hombres son dos: una, la de los que viven por un
Divino soplo, por la razón; la otra, la de los que viven por la carne y el placer de la carne. Esta
última especie es una figura modelada de tierra; aquélla, una impresión fiel de la imagen
Divina.

58. Pero, este barro modelado e impregnado de sangre que hay en nosotros tiene necesidad
suma de la ayuda de Dios. Por eso se nos dice: "Este Damasco Eliezer", pues "Eliezer" quiere
decir "Dios es mi socorro". En efecto, esta masa sanguínea, que carece de por sí de cohesión y
de vida, cobra consistencia y vitalidad gracias a la providencia de Dios, que extiende sobre
ella Su mano protectora; porque nuestra raza es incapaz de mantenerse de por sí un solo día.

59. "No ves que también el segundo de los hijos de Moisés lleva el mismo nombre? "El
nombre del segundo", dice "es Eliezer"; y agrega el motivo: "pues el Dios de mi padre es mi
socorro y me libró de manos del faraón". (Ex. XVIII, 4.)

60. Pero los que todavía son amigos de la vida sanguínea y sensible sufren ataques del espíritu
experto en dispersar los piadosos pensamientos y obras llamado faraón, cuya dominación
llena de ilegalidad y crueldad es imposible evitar si Eliezer no es engendrado en el alma y no
confía en la ayuda que procede de Dios, el único salvador.

61. Con mucho acierto, por otra parte, presenta Moisés a Damasco como hijo no de su padre
sino de su madre Masek. Quiere con ello enseñamos que el alma sanguínea, por la que
también los animales irracionales viven, está emparentada con la materna y femenina estirpe,
y no participa de la ascendencia masculina.

62. No ocurre otro tanto con Sara, la virtud, en cambio. El principio rector 19 carece de madre

10
y sólo participa de ascendencia masculina, habiendo sido engendrada por su padre, que no es
otro que Dios, el Padre de todas las cosas. Dice, en efecto: "Verdaderamente es mi hermana
por parte de padre, mas no de madre." (Gen. XX, 12.)
19
El término arklé = principio, mando, se aplica a Sara en su acepción de soberanía o poder,
concepto que Filón en varios pasajes vincula con ese nombre.

63. XIII. Hemos expuesto, pues, las explicaciones previas que era menester, puesto que el
problema, como vimos, tiene sus obscuridades y enigmas. Ahora debemos explicar más
exactamente qué es lo que quiere averiguar el amante del saber. Seguramente es más o menos
esto: ¿Puede el que desea la vida de la sangre y pretende todavía las cosas de los sentidos,
llegar a ser heredero de las cosas incorpóreas?

64. Pues bien, no puede. De tales cosas sólo es considerado digno el que ha recibido el soplo
de lo alto, el que ha alcanzado las celestiales y Divinas porciones, es decir, la purificadísima
inteligencia despreciadora no sólo del cuerpo sino también de la otra parte del alma, parte que,
careciendo de discernimiento y estando mezclada con la sangre, inflama las hirvientes
pasiones y los ardientes deseos.

65. La pregunta puede formularse en estos términos: Puesto que no me has dado aquella
simiente intelectualmente perceptible, la autodidacta, la de Divina forma,20 ¿será mi heredero
el hijo de la nacida en mi casa, el que es vástago de la vida de la sangre?
20
Referencia a Isaac, aún no nacido ni esperado.

66. En este momento apresúrase Dios a adelantarse al que habla, anticipando, por así decir, la
enseñanza a la palabra de aquél. En efecto, leemos que "en seguida la voz de Dios llegó hasta
él para decirle: 'Éste no será tu heredero'" (Gen. XV, 4); que es lo mismo que decir: No será
ninguno de aquellos que van tras el espectáculo que proporcionan los sentidos, porque
herederos de las cosas aprehensibles por la inteligencia son las naturalezas incorpóreas.

67. Cuidado sumo hay en la elección de los términos. No dice "Dios dijo" o "Dios habló";
sino "La voz de Dios llegó hasta él", a modo de un sonoro grito, de una indescriptible
resonancia; para que, llegando a todos los ámbitos del alma, no dejase parte alguna ajena y
vacía de recta instrucción, y toda ella a través de todas sus partes se viese llena de un
saludable aprendizaje.

68. XIV. ¿Quién, entonces, habrá de ser el heredero? No aquel discernimiento que permanece
en la prisión del cuerpo por su propia determinación, sino el que se ha desatado de las
ataduras y, una vez libre de ellas, ha salido fuera de los muros y se ha dejado atrás a sí mismo;
si es lícito emplear esa expresión. Leemos, en efecto: "El que saldrá de tí, ése será tu here-
dero." (Gen. XV, 4.)

69. Si, pues, oh alma, algún deseo te sobreviniere de heredar los Divinos bienes, no sólo has
de dejar "tu tierra", o sea, el cuerpo, "tu familia", es decir, la sensibilidad, y "la casa
paterna",21 esto es, la palabra; sino también has de huir de ti misma y situarte fuera de ti,
transportada e inspirada con cierto pro-f ético frenesí al modo de los poseídos y coribantes.22
21
Referencia a Gen. XII, 1, citado en Sobre la migración de Abraham, 1, y comentado en la
primera parte de ese tratado.
22
Ver Sobre la creación del mundo, nota 24.

70. Porque esta herencia pertenece a la inteligencia que experimenta ese Divino arrebato y no

11
está ya en sí misma sino se halla fuertemente impulsada, enloquecida por un celestial amor,
conducida por el Que realmente Existe y arrebatada hacia Él en las alturas, guiada por la
verdad, que remueve todo obstáculo de su camino para que avance sin tropiezos por él.

71. ¿Cómo, pues, dinos sin temor, has partido de aquellos primeros lugares, oh inteligencia?
Enseña a los que han aprendido a escuchar las cosas aprehensibles por la inteligencia,
hablándoles sin cesar en estos términos: Emigré del cuerpo cuando hube llegado ya a
despreciar la carne; de la sensibilidad, cuando comprendí que ninguno de los objetos sensibles
posee una verdadera existencia, cuando me percaté de que sus puntos de vista son espurios,
viciados y saturados de falsa opinión, y sus discernimientos preparados para tender celadas,
engañar y desterrar la verdad del ámbito de la naturaleza. Me aparté de la palabra no bien me
di cuenta de su mucha incoherencia a despecho de su engreimiento y vanidad.

72. No pequeño ha sido, ciertamente, su atrevimiento para que intentase mostrarme cuerpos
mediante sombras, y hechos mediante palabras, no obstante ser tal cosa imposible.
Disparatando charlaba a tontas y a locas en un verdadero desborde de términos imprecisos,23
incapaz de presentar una nítida demostración de las particularidades contenidas en las cosas.
23
O genéricos, por oposición a los específicos, que expresan las características particulares de
las cosas con mayor precisión.

73. Con estas experiencias propias de un niño en la edad irreflexiva y tonta, aprendí que lo
mejor era abandonar todas estas cosas y atribuir los poderes de cada una de ellas a Dios, que
es quien da cohesión y fijeza a los elementos corpóreos, confiere a los sentidos la capacidad
de percibir y proporciona a la palabra el poder de expresar.

74. Pues bien, oh inteligencia; de la misma manera como has abandonado las otras cosas,
abandónate a ti misma y huye de ti misma. ¿Que qué significa esto? Significa que no debes
guardar para ti misma el pensamiento, las determinaciones y las aprehensiones, sino
atribuirlos y dedicarlos al Que es fuente del exacto pensar y de la aprehensión no engañosa.

75. XV. Esta dedicación será recibida en el más santo de los dos grandes santuarios. Pues dos,
evidentemente, son los santuarios existentes: uno de orden intelectual, otro sensible. Este
mundo es el panteón de las naturalezas sensibles; el mundo perceptible intelectualmente lo es
de las cosas verdaderamente invisibles.

76. Ahora bien. Moisés atestigua que el heredero de la celebrada riqueza que la Naturaleza
procura es aquel que se ha abandonado a sí mismo y anhela ser acompañante de Dios. Dice,
en efecto, que "lo hizo salir afuera y le dijo: 'Eleva tu mirada hacia el cielo'," (Gen. XV, 5)
pues es el tesoro de las Divinas mercedes. Por eso leemos: "Quiera el Señor abrirte Su buen
tesoro, el cielo" (Deut. XXVIII, 12), desde el que el Dispensador hace llover incesantemente
Sus perfectísimos goces. "Eleva tu mirada", sí, para refutación de la ciega raza de los hombres
vulgares, que, aunque cree ver, carece de visión.

77. ¿Y cómo no ha de carecer de visión si prefiere lo malo a lo bueno, lo ruin a lo noble, lo


injusto a lo justo, las bajas pasiones a los elevados sentimientos, lo mortal a lo inmortal, y
huye de las reprensiones y censuras, de la refutación y la instrucción, al par que acoge a los
aduladores y a las palabras que llevan al placer y son agentes de ociosidad, ignorancia y
lujuria?

78. Solo el hombre de bien ve, por lo tanto; y por eso los antiguos llamaron videntes a los

12
profetas.24 Y aquel que ha avanzado "hacia afuera" es llamado no sólo vidente sino también
"vidente de Dios",25 es decir, Israel.
En cambio, los otros, aunque alguna vez abren los ojos, los tienen vueltos hacia la tierra, pues
tienden hacia las cosas terrestres, y sus relaciones son con los habitantes del Hades.26
24
I Samuel IX, 9.
25
O que ce a Dios.
26
Hades o Plutón era el dios de los lugares inferiores o infiernos, llamados por los griegos
mansión de Hades o simplemente Hades. Por supuesto, Filón no piensa en un lugar semejante
al de la mitología pagana, y quiere solamente señalar la antítesis del cielo o residencia
terrenal; habiendo, tal vez, exagerado un poco la hipérbole.

79. Aquél eleva sus miradas hacia el éter y las revoluciones celestes, y ha sido además
instruido en dirigir su vista hacia el maná, o lo que es lo mismo, la Divina palabra,27 celestial
e incomparable alimento del alma que ama la contemplación. Éstos, por el contrario, miran
hacia las cebollas y los ajos, que afectan dolorosamente y dañan sus pupilas y obstruyen la
visión, y hacia las cosas mal olientes, como son los puerros y los peces muertos, alimentos
familiares en Egipto.
27
Ver Interpretación alegórica III, nota 89.

80. Dicen, ciertamente: "Nos acordamos de los peces que comíamos gratuitamente en Egipto,
de los pepinos, melones, puerros, cebollas, ajos. Ahora, en cambio, nuestra alma está seca y,
excepto el maná, nada ven nuestros ojos." (Núm. XI, 5 y 6.)

81. XVI. Las palabras: "Lo hizo salir afuera" encierran una norma de conducta. Algunos, de
puro ignorantes que son en materia de moral, suelen burlarse de dicha expresión diciendo: ¿Y
qué? ¿Sale alguien adentro o, a la inversa, entra afuera? Claro que sí, ridículos y por demás
oportunistas señores, diríales yo. Lo que pasa es que las direcciones que vosotros habéis
aprendido a seguir son las de los cuerpos, no las de las almas, y sólo tenéis presentes los
movimientos de traslación de aquéllos, y por eso os parece un contrasentido el que alguien
pueda salir adentro o entrar afuera. Pero, para nosotros, los que somos discípulos de Moisés,
nada tienen de contradictorias tales expresiones.

82. ¿Acaso no se puede decir que el sumo sacerdote, si no es perfecto, está dentro y fuera,
cuando lleva a cabo los ancestrales ritos en el santuario? Dentro está con el visible cuerpo,
fuera con el alma, la que vaga errante. Y, a la inversa, uno que ama a Dios y es amado por Él,
aunque no perteneciere a la estirpe de los consagrados, cuando se halla fuera de los sagrados
límites permanece bien adentro de ellos, puesto que considera. como un tránsito por extranjera
tierra toda la vida en el cuerpo, y entiende que reside en su patria cuando puede vivir exclusi-
vamente en el alma.

83. Todo insensato, en efecto, está fuera de su dintel,28 aunque se pasare el día dentro sin
abandonarlo un solo instante; en cambio, el sabio está dentro aunque se encontrare separado
de él no sólo por países sino también por grandes regiones de la tierra. Según Moisés, el
amigo se halla tan cerca de uno, que en nada difiere de nuestra alma. Dice, en efecto: "El
amigo, el igual a tu alma." (Deut. XIII, 6).
28
Del alma.

84. Además, según él, cuando marchare hacia el santo de los santos, el sacerdote "no será el
mismo hasta que saliere" (Lev. XVI, 17); y no lo será, no corporalmente, sino en cuanto a los
movimientos de su alma. Es que la inteligencia, cuando ofrece con pureza sus servicios a

13
Dios, no es humana sino Divina. Cuando, en cambio, los ofrece a algo humano, retorna
descendiendo del cielo o, más bien, sale y se precipita sobre la tierra, aunque su cuerpo
permanezca todavía allí.

85. Con toda razón, pues, está dicho: "Lo sacó afuera", afuera de las prisiones del cuerpo, de
las cavidades de los sentidos, de las argucias de la palabra engañadora y, sobre todo, lo sacó
de sí mismo y de la creencia de que piensa y aprehende mediante una inteligencia que de nada
depende y se gobierna por sí misma.

86. XVII. Una vez que lo ha sacado afuera, Dios le dice: "Mira hacia el cielo y cuenta los
astros, si es que eres capaz de contarlos. Pues, así será tu descendencia." (Gen. XV, 5.) Muy
bien dicho "así será"; y no "será tan numerosa como ellos", es decir, igual en número a los
astros, pues no es sólo el número sino también otras innumerables cosas tocantes a la perfecta
y total felicidad lo que quiere poner de manifiesto.29
29
Es decir, que la comparación abarca no sólo el aspecto numérico, como ocurriría si hubiera
dicho "tan numerosa", sino todos los aspectos implicados en las connotaciones del adverbio
"así".

87. Lo que dice, en efecto es esto: Tu descendencia será tal como es el espectáculo etéreo,
como es el celestial panorama, rebosante de luz nítida y pura; pues la noche está desterrada
del cielo y la sombra lo está del éter.30 Será pobladísima de astros, hermosamente adornada,
con un orden fijo, que jamás varía ni se altera.
30
Es decir, del quinto elemento o quintaesencia (además del agua, el aire, el fuego y la tierra).
Se trata de la materia más sutil y perfecta, que llena la región más exterior de la esfera
universal, dotada de un movimiento circular eterno. El éter es, según Aristóteles, inalterable, y
en él no se da oposición alguna, constituyendo algo verdaderamente Divino. Ver el parágrafo
283.

88. Es que quiere mostrar que el alma del sabio es una réplica del cielo, y, ¿por qué no
decirlo?, algo superior al cielo, algo que encierra en sí, como encierra en sí el éter, naturalezas
puras, ordenados movimientos, armoniosos ritmos. Divinas revoluciones, estrellados y
refulgentes rayos de virtudes.31 Por otra parte, si no es posible averiguar el número de estrellas
visibles por los sentidos, ¿cómo no ha de serlo más aún averiguar el de las aprehensibles
intelectualmente?
31
Todo esto se apoya en Platón, Timeo 47 b-e.

89. Porque, entiendo yo, en la medida en que de nuestras facultades de juicio una es mejor y
otra es peor, como que la inteligencia es superior a la sensibilidad, y la sensibilidad más débil
que la inteligencia; en la misma medida, digo, difieren las cosas que ellas juzgan; y así las
aprehensibles por la inteligencia exceden en infinito número a las sensibles. Los ojos del
cuerpo no son sino una pequeñísima parte del ojo del alma, pues, en tanto éste es semejante al
sol; aquéllos son como lámparas destinadas a encenderse y apagarse.

90. XVIII. Las palabras: "Abraham confió en Dios" (Gen. XV, 6) son un agregado necesario
para elogio de aquel que ha confiado. Con todo, no faltará quizá quien diga: "¿Os parece que
eso es digno de alabanza? ¿Quién, aunque se tratare del más injusto e impío de todos los
hombres, no tendrá en cuenta lo que Dios dice y promete?"

91. Al tal le diremos: Mira, buen hombre; si has de escatimar los merecidos elogios al sabio; o
de atestiguar en los indignos la más perfecta de las virtudes, que es la fe; o de juzgar mal lo

14
que pensamos nosotros al respecto; que no sea sin el debido examen.

92. Porque, sí quisieres examinar esto con más profundidad y no limitarte a lo muy
superficial, conocerás claramente que confiar en Dios solamente, y en ningún otro junto a Él,
no es cosa fácil a causa de nuestro parentesco con lo mortal que nos envuelve y que nos
induce a poner nuestra confianza en las riquezas, la fama, el poder, los amigos, la salud, la
fuerza corporal y otras muchas cosas.

93. Purificarse de cada una de esas cosas y desconfiar de la creación, la que de por sí es
inmerecedora de confianza, y creer sólo en Dios, único que merece fe de verdad, es propio de
una grande y celestial inteligencia, libre ya de la seducción de las cosas que nos rodean.

94. XIX. Bien dicho está, por otra parte: "Su fe le era contada por justicia" (Gen. XV, 6); ya
que nada es tan justo como poner sólo en Dios la pureza sin mezcla de la fe.

95. Mas este acto de justicia y conformidad con la Naturaleza ha sido considerado algo fuera
de lo común a causa de la gran falta de fe de la mayoría de nosotros. Y así, la sagrada palabra
nos reprocha al decirnos que el buscar apoyo firme y decididamente sólo en el Que Es, resulta
cosa asombrosa a juicio de los hombres, que son incapaces de adquirir bienes no engañosos;
aunque a juicio de la verdad no es asombroso sino un acto de justicia y nada más.

96. XX. "Y le dijo: 'Yo soy el Dios que te sacó del país de los caldeos para darte esta tierra
como heredad'." (Gen. XV, 7.) Estas palabras ponen de manifiesto no sólo una promesa sino
también la ratificación de una antigua promesa.

97. El don concedido antes había sido la emigración desde la caldaica astrología, que enseña,
dijimos, que el mundo no es obra de Dios sino Dios mismo, y que para todos los seres el
devenir bueno o malo se determina por los cursos y ordenadas revoluciones de los astros, de
los que depende que se produzcan el bien y el mal; pues el uniforme y ordenado movimiento
de los cuerpos celestes ha inducido a los espíritus simples a inventar semejantes falsedades.
Precisamente, el nombre de caldeos significa "uniformidad".

98. Ése fue el primer bien; el nuevo es la herencia de esa sabiduría que no puede ser
concebida por los sentidos, y es aprehendida por la inteligencia de muy nítida visión.
Mediante esta sabiduría se consolida la mejor de las emigraciones, pasando el alma desde la
astrología al estudio de la Naturaleza, de la insegura conjetura a la firme aprehensión, y, para
decirlo con propiedad, del mundo a su Creador y Padre.

99. Porque los oráculos dicen que aquellos que sustentan las opiniones de los caldeos apoyan
en el cielo su fe, mientras que aquel que ha emigrado de allí la ha depositado en Aquél cuyo
sitial es el cielo y por quien es guiado el mundo todo, vale decir, en Dios. Excelente es,
ciertamente, esta herencia; superior, sin duda, a las posibilidades del que la recibe, pero digna
de la grandeza del Dador.

100. XXI. Pero no le basta al amante de la sabiduría la esperanza de altos beneficios y la


expectativa de maravillas tan grandes fundadas en las predicciones que se le han hecho. Gran
pesadumbre experimenta si no conoce además de qué manera llegará a alcanzar su herencia,
puesto que está sediento de conocimientos y es insaciable en el conocer. Por ello inquiere
diciendo: "Señor, ¿por qué señal conoceré que Te heredaré?" (Gen. XV, 8.)

15
101. Tal vez diga alguno que esta pregunta está en pugna con la confianza que se le atribuyó.
La incertidumbre, ciertamente, es propia del que duda; el que tiene fe se caracteriza más bien
por no preguntar. Pues bien, hemos de reconocer que duda y que tiene confianza, pero no
sobre la misma cosa. Lejos de eso, está seguro de que será heredero de la sabiduría; su duda
se limita a la forma en que llegará a serlo. El hecho de la futura herencia lo considera
firmemente asegurado conforme con las Divinas promesas.

102. Así, su Maestro, alabando el deseo de aprender que muestra, comienza su instrucción
desde una elemental introducción, en la que está escrito como lo primero y más necesario:
"Toma para Mí." (Gen. XV, 9.) La frase es breve pero grande su significado. No poco, en
efecto, es lo que manifiesta.

103. Ningún bien, dice en primer lugar, tendrás por propio; cuanto creyeres poseer te lo ha
proporcionado Otro. De esto se infiere que todas las cosas son de Dios, el Dador de ellas, no
de la creación, que las mendiga y tiende sus manos para tomarlas.

104. En segundo lugar, si lo tomares, no lo tomes para ti mismo; y, considerando lo dado


como un préstamo o depósito, restituyelo a Aquél que te lo ha confiado y prestado,
correspondiendo, como es justo y procedente, a una largueza anterior con otra nueva; a la que
dio el ejemplo con la que retribuye.

105. XXII. Innumerables son, en efecto, los que niegan los sagrados depósitos y por
desmedido engreimiento usan lo que pertenece a Otro como si le perteneciera. Pero tú, amigo,
procura no sólo conservar intacto e inalterado lo que has tomado, sino también tenerlo por
digno de todo cuidado, a fin de que el Que te lo ha confiado en depósito no tenga nada que
echarte en cara en tu custodia.

106. El Autor de toda vida te ha confiado un alma, un lenguaje y una sensibilidad, los que en
las sagradas escrituras han sido llamados simbólicamente novilla, carnero y cabra 32 Algunos,
impulsados por su egoísmo se apropian de ellos inmediatamente; otros los reservan para una
restitución en ocasión más oportuna.
32
Gen. XV, 9.

107. Imposible, en verdad, es calcular el gran número de aquellos que se apropian de ellos.
¿Quién, en efecto, entre nosotros no dice que son propiedades suyas todas estas cosas
conjuntamente: alma, sensibilidad y palabra, entendiendo que el sentir, el hablar y el
aprehender están para él exclusivamente?

108. Escaso es, en cambio, el número de los que guardan de verdad el depósito como algo
sagrado e inviolable. Éstos han dedicado a Dios esas tres cosas: alma, sensibilidad y palabra,
pues "han tomado" todo para Él y no para sí mismos; de tal manera que han reconocido, como
era de esperarse, que las actividades de cada una de ellas a Él las deben, así los
discernimientos de la inteligencia, como lo que expresan las palabras, como las repre-
sentaciones de la sensibilidad.

109. Aquellos, pues, que se atribuyen a sí mismos estas cosas heredan cuanto su gran des-
gracia merece, a saber: una inteligencia malevolente, confundida por irracionales pasiones y
agobiada por una multitud de vicios, tratada unas veces groseramente por la voracidad y el
libertinaje, cual si se tratara de una prostituta; encerrada otras como en una prisión por la
multitud de los delitos, al lado de malhechores, no de hombres, claro está, sino de hábitos

16
juzgados con universal veredicto como merecedores de cárcel; una palabra llena de
charlatanería, aguzada contra la verdad, dañosa para los que caen bajo ella, vehículo de
vergüenza para los que la emplean; y una sensibilidad insaciable, siempre llenándose de cosas
sensibles sin hallar jamás satisfacción a causa de su incontrolada avidez, despreciadora de
quienes la censuran, al punto de cerrar los ojos y los oídos y hacer mofa de cuanto aquéllos le
predican para su bien.

110. En cambio, los que "toman" esas cosas no para sí mismos sino para Dios han dedicado
cada una de ellas a Él, guardándolas como cosas verdaderamente sagradas y santas para su
Propietario: la inteligencia, para que nada piense fuera de lo que a Dios y a Sus virtudes
concierne; la palabra, para que en alabanza, himnos y bendiciones glorifique con indoblegable
voz al Padre de todas las cosas, concentrando y manifestando en esta sola tarea sus poderes de
expresión; la sensibilidad, para que, presentándole representaciones de todo el mundo
sensible, es decir, del cielo, la tierra y las naturalezas intermedias, los animales y las plantas,
sus actividades, sus poderes, sus movimientos y sus situaciones todas, informe al alma sin en-
gaños ni ocultamientos.

111. Dios ha permitido, en efecto, a la inteligencia captar por sí misma el mundo aprehensible
por ella, pero solo a través de la sensibilidad el visible. Pues bien, quien fuere capaz de vivir
con la totalidad de su ser más para Dios que para sí mismo, mirando las cosas sensibles a
través de los sentidos a fin de descubrir la verdad, estudiando mediante el alma las cosas
intelectuales y realmente existentes, y celebrando mediante el órgano de la palabra al mundo y
a su Hacedor, ése gozará de una vida feliz y venturosa.

112. XXIII. Esto es lo que me parecen sugerir las palabras "Toma para Mí". Pero además
implican lo siguiente: Queriendo Dios enviar desde el cielo la imagen de la Divina virtud
movido por Su piedad hacia nuestra raza, para que ésta no se viera privada de su mejor
heredad, construyó a modo de símbolo el sagrado tabernáculo y lo contenido en él, como
representación y copia de la sabiduría.

113. Dice, en efecto, el oráculo que el tabernáculo "estaba situado en medio de nuestra
impureza" (Lev. XVI, 16) a fin de que tengamos con qué purificar nuestra mísera y obscura
existencia lavándola y limpiándola de cuanto la mancha. Consideremos, entonces, de qué
manera estableció Dios que había de hacerse la contribución de los medios para la
construcción. Leemos lo siguiente: "Habló el Señor a Moisés diciéndole: 'Habla a los hijos de
Israel y tomad vosotros las primicias para Mí; de todos los que así pensaren en su corazón
tomaréis Mis primicias'." (Ex. XXV, 2.)

114. Y bien, también aquí hay una exhortación para que se tomen las cosas no para sí sino
para Dios, teniendo presente que Él es el que las da y evitando dañar los dones,
preservándolos, en cambio, intactos e inalterados, perfectos y completos. En la consagración
de los principios 33 Dios nos enseña Moisés una elevadísima doctrina. En efecto, la
explicación de los principios de las cosas materiales e inmateriales no se halla sino en Dios.
33
En español es imposible advertir la relación, clara en griego, entre aparkhái (opó + arkhé) =
primicias, y arkhé = principio, fundamento comienzo, origen.

115. Escudriña, si quieres comprobarlo, cada una de las cosas: vegetales, animales, artes,
ciencias. Los principios de las plantas, ¿consisten en la siembra de las semillas por el
agricultor o son obras invisibles de la invisible Naturaleza? ¿Y en qué consiste la generación
de los hombres y de los otros seres vivientes? ¿No son sus padres como cosas secundarias, en

17
tanto que la Naturaleza es la suprema, primera y verdadera causa?

116. Y de las artes y ciencias, la fuente, la raíz, la base o como quisiere llamarse al principio
que precede a todos los demás, ¿no es la Naturaleza, en la que hallan su fundamento, en la que
cada estudio apoya el andamiaje de todas sus indagaciones? Todo cuanto se investiga es
imperfecto si la Naturaleza no es su fundamento. Por eso, a mi parecer, alguien se sintió
impulsado a decir con gran acierto: "El principio es la mitad del todo";34 queriendo significar
con la palabra "principio" la Naturaleza, la que hállase enterrada cual una raíz para el
crecimiento de cada cosa, y a la que el autor de la expresión asignó la mitad del todo.
34
Al parecer, se trata de una expresión proverbial. Compárese con. Sobre las habituales
intrigas de lo peor contra lo mejor 64; y con Platón, Leyes VI, 753 e.

117. XXIV. Con razón, pues, el oráculo consagra "los principios" al Soberano Dios. En otro
lugar dice: "El Señor habló a Moisés diciéndole: 'Santifica para Mí todo primogénito, todo
primero en nacer que abra cada matriz entre los hijos de Israel desde el hombre hasta la bestia.
Para Mí es'." (Ex. XIII, 1 y 2.)

118. Así, también en este pasaje se reconoce que lo primero en el tiempo y en valor pertenece
a Dios y en especial lo primero en el alumbramiento. Y con razón, ya que, como todo
género35 es indestructible, justo es que sea asignado al Indestructible. Y esto alcanza también
al primogénito universal, que abre la matriz desde el hombre, vale decir, desde la razón y la
palabra, hasta la bestia, es decir, la sensibilidad y el cuerpo.
35
Intraducible juego de palabras entre protogenés = primer nacido, primogénito, y genos =
género, estirpe, nacimiento. Filón pasa de la acepción material a la filosófica de género, lo
cual le permite afirmar qae todo protogenés (protón, + génos) es indestructible, puesto que
todo génos lo es,

119. Porque el que abre la matriz de tales cosas; de la inteligencia, para las aprehensiones
intelectuales; de la palabra, para los cometidos de la voz; de los sentidos, para las represen-
taciones procedentes de los objetos sensibles; del cuerpo, para las posiciones y movimientos
que le son propios; es el invisible, fecundante y artífice Divino lógos, que será consagrado con
toda justicia a su Padre.

120. Y así como los principios son de Dios, también lo son los fines. Testigo de ello es
Moisés cuando prescribe separar y asignar el fin al Señor.36
36
Núm. XXXI, 28 y ss.

121. Y también lo testimonia cuanto hay en el mundo. ¿Cómo? En la planta el principio es la


semilla, el fin el fruto, y uno y otro son obra no del trabajo agrícola sino de la Naturaleza. A
su vez, en la ciencia, el principio es la Naturaleza, como se ha demostrado; en tanto que el fin
está fuera de los humanos alcances. Nadie es, en efecto, perfecto en ninguna de sus empresas;
sólo del Uno son verdaderamente las perfecciones y las plenitudes. Lo que nos queda a
nosotros es situamos en el intervalo entre el principio y el fin, aprendiendo, enseñando,
cultivando y derramando sudores, por así decir, en la realización de cada una de las otras
tareas a fin de que la creación 37 pueda aparecer realizando algo.
37
Es decir, las simples creaturas.

122. Pero más claramente aún ha reconocido Moisés que los principios y los fines
corresponden a Dios, cuando en su relato de la creación del mundo dice: "En el principio
hizo" (Gen. I, 1); y más adelante: "Acabó Dios el cielo y la tierra." (Gen. II, 1 y 2.)

18
123. Así pues, ahora dice el Señor: 'Tomad para Mí", reservándose de ese modo para Sí lo que
Le corresponde y previniéndonos de que no hemos de adulterar Sus dones sino conservarlos
de manera digna del Dador. Y luego, en otro lugar, el Que no ha menester de cosa alguna y
por ello nada toma, reconocerá que "toma" a fin de incitarnos a la piedad, movernos al celo
por la santidad y azuzamos para que Le sirvamos, animados por la seguridad de que acogerá y
aceptará los homenajes espontáneos y los genuinos servicios del alma.

124. Dice, en efecto: "Mira, he tomado a los levitas en lugar de todo primogénito que abre la
matriz entre los hijos de Israel; ellos serán su rescate" (Núm. III, 12). De modo que tomamos
y damos, pero, si hemos de hablar con precisión: solo tomamos. Si decimos que damos, lo
decimos forzando el sentido del término por las causas que he señalado. Acertado es el
calificativo de "rescate", que ha dado a los levitas. Nada, en efecto, rescata tanto a la
inteligencia para la libertad, como el convertirse en refugiado y suplicante de Dios; y tal es la
profesión de la sacratísima tribu de los levitas.

125. XXV. Habiendo, pues, dicho lo que convenía acerca de estos puntos, retomemos a
nuestro asunto inicial, pues son muchos los aspectos que requieren ser tratados
detenidamente, cuyo estudio hemos postergado. "Toma para Mí", dice, "una novilla" que no
conozca el yugo ni el daño, tierna, joven y plena de lozanía aún; es decir, un alma capaz de
recibir sin dificultad la dirección, la educación y el control. "Toma para Mí un carnero", vale
decir, la palabra combativa y perfecta, capaz de analizar y refutar los sofismas de los
opositores, capaz de brindar seguridad y orden a quien hace uso de ella.

126. "Toma para Mí una cabra" o sea, también, la sensibilidad, que se lanza 38 sobre el mundo
sensible. Toma todos estos animales "de tres años de edad", es decir, forjados según el
número perfecto que consta de principio, medio y fin. Además, toma para Mí "una tórtola y
una paloma", vale decir, la sabiduría Divina y la humana, aladas ambas y expertas en ascender
hacia lo alto; aunque diferentes una de otra en la medida en que el género difiere de la especie
y la copia del modelo.
38
El término áittousa = que, se lanza, está emparentado con ave = cabra; lo que permite a
Filón vincular la idea de los saltos de la cabra con el salto de los sentidos hacia la realidad
sensible.

127. En efecto, la sabiduría Divina, a la que figuradamente llámase "tórtola", es amiga de la


soledad, la que ama ella a causa de Dios, el solitario, de quien ella es pertenencia; en tanto que
la otra, a la que compárase con una "paloma", es suave, mansa y sociable, ronda en tomo de
las ciudades de los hombres y gusta vivir junto a los mortales.

128. XXVI. Es a estas virtudes, creo yo, a las que alude Moisés alegóricamente cuando llama
Sófora y Fuá a las parteras de los hebreos.39 "Sófora", en efecto, quiere decir "pájaro" y "Fuá",
"rojo"; y propio es de la sabiduría Divina el remontarse siempre como un pájaro; y de la
sabiduría humana el engendrar modestia y prudencia, de las que la más clara prueba es el
sonrojarse cuando corresponde.
39
Ex. I, 15.

129. "Tomó", dice la escritura, "todas estas cosas para Él". (Gen. XV, 10.) Estas palabras
encierran un elogio del hombre de bien, que preserva con honradez y sin engaños el sagrado
depósito que ha recibido, vale decir, el alma, la sensibilidad, la palabra, o sea, la sabiduría
Divina y el saber humano; no para sí mismo sino solamente para Aquél que se lo ha confiado.

19
130. Luego continúa: "Dividiólas en mitades", mas no agrega quién las dividió. Y no lo hace
para que tengas presente que es el irrepresentable Dios, el que, por intermedio del separador
de todas las cosas, Su lógos, divide las naturalezas de las cosas materiales e inmateriales,
todas las cuales se nos representan en armoniosa sucesión y unión. Este lógos, aguzado hasta
el máximo extremo de agudeza, jamás cesa de dividir.

131. En efecto, cuando todas las cosas sensibles han sido recorridos hasta los llamados
átomos e indivisibles,40 en nuevo proceso a partir de éstos este divisor comienza a dividir las
cosas que indaga la razón en innumerables e infinitas partes; y, como dice Moisés, "divide las
láminas de oro en cabellos" (Ex. XXXVI, 10), vale decir, en longitud sin anchura, semejante a
inmateriales líneas.
40
Los términos átomos y amerés significan por igual indivible, aunque el segundo
etimológicamente quiere decir impartible o sin partes.

132. Así pues, dividió cada uno de las tres en mitades: el alma, en racional e irracional; la
palabra, en verdadera y falsa; la sensibilidad, en representación producto de la aprehensión de
un objeto y representación sin aprehensión de objeto.41 De inmediato "colocó" dichas
divisiones "en recíproca oposición" (Gen. XV, 10): racional frente a irracional, verdadero
frente a falso, con aprehensión frente a sin aprehensión. En cambio, deja indivisas las aves por
cuanto es imposible dividir las incorpóreas y Divinas formas de conocimiento en oposiciones
antagónicas.
41
Es decir, cuando el objeto de la representación mental (phantasía) es real, y cuando no lo
es, o bien porque no corresponde a una entidad externa o bien porque, aunque procedente de
un objeto real, la imagen es confusa o desfigurada, al punto de no reconocerse aquél. Ver
Diógenes Laercio VII, 46.

133. XXVII. Amplia y necesaria es la explicación acerca de la división en partes iguales y


opuestas; y ni la pasaremos por alto ni seremos demasiado prolijos en ella, sino, dentro de la
mayor concisión posible, nos contentaremos con tratar los puntos convenientes solamente.
Pues bien, así como el Artífice dividió nuestra alma y nuestras extremidades en mitades, del
mismo modo dividió la sustancia del universo cuando creó el mundo.

134. Tomóla, en efecto, y comenzó a dividirla así. Primeramente hizo dos partes: lo pesado y
lo liviano, distinguiendo lo formado por partículas espesas de lo formado por partículas
livianas. Acto seguido dividió a su vez lo enrarecido en aire y fuego, y lo denso en agua y
tierra, colocando a los cuatro como elementos sensibles del mundo sensible a modo de
elementos básicos.

135. En nueva división dividió lo pesado y lo liviano de acuerdo con otros principios: la
liviano en frío y caliente, dando a lo frío el nombre de aire y al calor natural el de fuego; y lo
pesado en húmedo y seco, llamando tierra a lo seco, y agua a lo húmedo. 136. Cada una de
estas divisiones fue objeto a su vez de otras. La tierra fue dividida en continentes e islas, el
agua en mar y ríos y en potable y no potable; el aire en las variantes que caracterizan a la
estación fría y a la cálida; el fuego en la variedad útil, que, sin embargo, es a la vez voraz y
destructiva; y la opuesta, la preservadora, que fue separada para formar el cielo.

137. Y lo mismo que las partes fundamentales dividió también las subdivisiones de las
mismas, en las que se dan los seres vivientes y los inertes. De los inertes unos permanecen en
el mismo sitio mantenidos por el lazo de la cohesión;42 otros muévense por expansión sin

20
cambiar su ubicación, vitalizados por una naturaleza incapaz de recibir representaciones;43
habiendo entre ellos unos que, siendo de materia salvaje producen frutos salvajes para
alimento de las fieras, y otros de materia cultivable, cuyo cuidado y protección ha cabido a la
agricultura, los que engendran frutos para la más cultivada de todas las creaturas vivientes,
que es el hombre.
42
Ver Interpretación alegórica II, 22; y Sobre la inmutabilidad de Dios 35 y ss.
43
Compárese con Sobre la creación 13; y con Sobre la obra de Noé como plantador 13.

138. Y de la misma manera como ha dividido los seres sin vida, ha dividido también los que
participan de la vida, distinguiendo dos especies: la de los irracionales y la de los racionales, y
tomando a su vez cada una, dividió en salvajes y domésticos a los seres irracionales, y en
inmortales y mortales a los racionales.

139. De la especie mortal hizo dos porciones, llamando a una de ellas hombres y a la otra
mujeres. Conforme con determinado principio dividió también el reino animal en macho y
hembra, división a la que se agregaron otras, distinguiendo los animales aéreos de los
terrestres, los terrestres de los acuáticos y los acuáticos de ambos casos extremos.

140. Así, aguzando al divisor de todas las cosas. Su lógos, dividió Dios la amorfa e
indeterminada sustancia de todas las cosas y los cuatro elementos del mundo, resultantes de la
división de aquélla, así como también los animales y las plantas formados con ellos.

141. XXVIII. Mas no dice solamente "dividió" sino agrega "en el medio". Y es sin duda
necesario hacer presente unas pocas cosas acerca de las porciones iguales; pues, cuando algo
es dividido en el medio, produce partes iguales.

142. Ahora bien, ningún hombre podría dividir cosa alguna en porciones exactamente iguales.
Por el contrario, fatalmente una de las partes será menor o mayor que la otra, aunque la
diferencia no sea grande, por lo menos una pequeña habrá de todos modos, que fácilmente
pase inadvertida para nuestra percepción, la que por naturaleza y costumbre se adapta a
mayores volúmenes, siendo incapaz de aprehender las partículas indivisibles e
indesintegrables.

143. La incorruptible norma de la verdad no deja lugar a dudas sobre el hecho de que ningún
ser creado es autor de igualdad. Evidentemente, pues, sólo Dios es exacto en el juicio, y sólo
Él es capaz de dividir por mitades las cosas materiales e inmateriales, de manera que ninguna
de las dos partes sea más grande ni más pequeña que la otra, ni siquiera por una infinitamente
pequeña diferencia; y que cada una de ellas puede alcanzar la igualdad suma y perfecta.

144. Ahora bien, si la igualdad tuviera una sola forma, lo que se ha dicho sería suficiente,
pero, siendo varias, no dudaremos en agregar lo que viene al caso. Se dice que hay igualdad
en determinado aspecto hablando de los números, por ejemplo, entre un dos y otro dos, entre
un tres y otro tres, y del mismo modo entre los otros números; según otro criterio la hay en el
caso de las magnitudes, tales como longitudes, anchuras, profundidades y distancias. Así, un
palmo es igual a otro palmo, un pie a otro pie. Otras cosas son iguales en capacidad y fuerza,
como cuando se trata de medidas de peso y de contenido.

145. Una forma esencial de igualdad es la proporcional, conforme a la cual se considera lo


poco igual a lo mucho y lo pequeño a lo grande. Este criterio es el que acostumbran a emplear
en ocasiones determinadas quienes disponen que los ciudadanos aporten igual contribución

21
por sus propiedades; no igual numéricamente, por supuesto; sino igual en proporción a la
valuación de su patrimonio, de modo que puede considerarse que el que contribuye con cien
dracmas aporta igual que el que lo hace con un talento.

146. XXIX. Con este esbozo previo, observa cómo "dividiendo en el medio" dividió Dios en
partes iguales según todos los criterios de igualdad cuando creó la totalidad del universo. Dis-
tribuyó en igual número las partes pesadas y las livianas, dos y dos: la tierra y el agua,
pesadas ambas, y el aire y el fuego, livianas ambas; y paralelamente, una y una: lo más seco y
lo más húmedo: la tierra y el agua, y lo más frío y lo más caliente: el aire y el fuego; y del
mismo modo, la sombra y la claridad, el día y la noche, el verano y el invierno, el otoño y la
primavera, y todas las cosas de la misma naturaleza.

147. Iguales en magnitud hizo los circuios del cielo, los de los equinoccios de primavera v
otoño, los de los solsticios de verano e invierno, las zonas terrestres, cada par de las cuales
está formado por dos iguales, como las heladas y, por ello, deshabitadas regiones polares; y
las dos que separan a éstas y la zona tórrida, consideradas habitables en razón de su
temperatura benigna, situada una hacia el sur y otra hacia el norte.

148. Los intervalos de tiempo son también iguales en extensión. El día más largo es igual a la
noche más larga, el más corto igual a la más corta, v el de duración media igual a la de
duración media. En cuanto a la igual duración de los otros días y noches, ello se manifiesta, al
parecer, sobre todo en los equinoccios.

149. En efecto, desde el equinoccio de primavera hasta el solsticio de verano los días se
alargan al par que se acortan las noches hasta que se alcanza el día más largo y la noche más
corta. Y desde el solsticio de verano el sol toma a recorrer el mismo camino ni más rápido ni
más lento sino con los mismos e inalterables intervalos y manteniendo una misma velocidad
llega al equinoccio de otoño, y, después de completar la igualdad del día y la noche, comienza
a incrementar la noche y a acortar el día hasta el solsticio de invierno.

150. Y, cuando ha completado la noche más larga y el día más corto, retoma nuevamente
según los mismos intervalos hasta llegar al solsticio de primavera. De ese modo los intervalos
de tiempo, aunque parecen ser desiguales, participan de la igualdad en magnitud, no
simultáneamente sino en diferentes estaciones del año.

151. XXX. Fenómeno semejante se observa en las partes de los animales y en el hombre en
particular. Un pie, en efecto, es igual al otro, una mano igual a la otra mano, y en casi todos
los demás casos las partes derechas son iguales en tamaño a las izquierdas.
A su vez, las cosas iguales en poder son muchísimas, tanto entre las secas como entre las
húmedas, cuya medición en medidas de contenido se hace mediante balanzas y otros
parecidos instrumentos.

152. En cuanto a la igualdad por proporción, se da prácticamente en todas las cosas grandes y
pequeñas que hay en el mundo entero. Dicen, en efecto, aquellos que han investigado más a
fondo los asuntos concernientes a la naturaleza que los cuatro elementos son
proporcionalmente iguales y que el mundo entero fue formado y mantiene para siempre su
estructura merced a que está compuesto en una proporción que asigna a cada uno de dichos
elementos igual medida.

153. Dicen además que nuestros cuatro constituyentes: seco, húmedo, frío y caliente,

22
armonizan por la igualdad proporcional que se da en su mezcla, y que nosotros no somos otra
cosa que una mezcla de cuatro factores reunidos en partes proporcionalmente iguales.

154. XXXI. Si entráramos a considerar cada caso, podríamos extendemos hasta el infinito, por
cuanto en nuestra observación hallaríamos que los animales más pequeños son proporcional-
mente iguales a los más grandes; la golondrina, por ejemplo, igual al águila, el salmonete
igual a la ballena, la hormiga igual al elefante. Sus cuerpos, en efecto, sus almas y sus modos
de sentir, sus dolores y placeres, sus afinidades y aversiones, y cada una de las otras
sensaciones que contiene la naturaleza, todas esas cosas prácticamente son iguales si se las
coteja según la regla de la proporción.

155. Y de la misma manera algunos se han aventurado a afirmar que este pequeñísimo animal
que es el hombre es igual al mundo todo pues observan que uno y otro constan de un cuerpo y
un alma racional; y así, han afirmado que alternativamente el hombre es un mundo pequeño y
el mundo un hombre enorme.

156. Y no están desacertados en lo que exponen; simplemente reconocen que la Divina


industria, mediante la que Dios construyó todas las cosas, no admite ni incremento ni
disminución sino permanece siempre idéntica, y en su inigualada excelsitud ha creado a la
perfección cada una de las cosas existentes, habiendo empleado el Creador cada uno de los
números y cada una de las formas que apuntan a la perfección.

157. XXXII. En efecto, en la producción y formación de cada cosa juzgó "en lo que hace al
pequeño y en lo que hace al grande" (Deut. I, 17), palabras textuales de Moisés, sin que
disminuyera Su industria a causa de la insignificancia del material ni aumentase por su
magnificencia.

158. Porque, todos los artífices de fama aspiran a que sus obras sean meritorias, tanto si los
materiales que usan son costosos como si son muy baratos. Y no han faltado quienes, en su
amor a la belleza y decididos a compensar la inferioridad material con lo aventajado de su
saber, han producido obras de más valor artístico con materiales más baratos que otros con
materiales más costosos.

159. Mas ante Dios ningún material se lleva la preferencia, y por ello aplicó a todos el mismo
arte y en igual medida. Así, en las sagradas escrituras léese que "Dios vio todas las cosas que
había creado, y he aquí que eran muy buenas" (Gen. I, 31); y las cosas que alcanzan la misma
alabanza son merecedoras de honor en igual grado absolutamente a ojos del que las alaba.

160. Ahora bien, Dios alabó, no el material que había empleado para Su obra, material inerte,
discorde y dispersable, además de perecedero de por sí, irregular y desigual; sino las obras de
Su industria, las que habían sido llevadas a cabo mediante una única, igual y uniforme po-
tencia y una misma e inalterada ciencia. Y así, por las reglas de la proporción todas las cosas
fueron consideradas iguales y similares entre sí conforme con el principio que preside Su arte
y Su ciencia.

161. XXXIII. También Moisés, más que otro ninguno, alaba la igualdad. En primer lugar,
celebra siempre y en todas partes la Justicia, cuya esencial propiedad es, como su nombre lo
indica,44 dividir en dos partes iguales las cosas materiales e inmateriales; y, en segundo lugar,
vitupera la injusticia, creadora de la peor de las desigualdades.
44
Imaginaria etimología según la cual díke = justicia, derivaría de dikha = en dos partes.

23
162. La desigualdad ha engendrado las dos guerras gemelas: la extranjera y la intestina; la
igualdad, por el contrario, es madre de la paz. Clarísimamente expone Moisés sus elogios a la
Justicia y sus reproches a la injusticia cuando dice: "No hagáis nada injusto en el juicio, en las
medidas, en las pesas, en las balanzas; vuestras balanzas serán justas, vuestras pesas serán
justas, vuestras medidas serán justas, vuestro congio45 será justo" (Lev. XIX, 35 y 36); y en el
Deuteronomio: "No habrá en vuestro bolso diversas pesas grandes o pequeñas. No habrá en tu
casa diversas medidas grandes o pequeñas. Tus pesas serán verdaderas y justas para que
puedas vivir muchos días en la tierra que el Señor te da como herencia, pues es abominable
para el Señor todo el que hace tales cosas, todo el que comete injusticia." (Deut. XXV, 13 y
16.)
45
Congio: medida antigua para líquidos cuyo contenido era de unos tres litros y cuarto.

163. Luego, Dios, que ama la justicia, abomina y detesta la injusticia, origen de revuelta y
males. (¡.Y cuándo deja el legislador de alabar a la igualdad, nodriza de la justicia? Ya en el
curso de la narración de la creación de todo el cielo dice: "Separó Dios por el medio la luz de
la obscuridad y llamó día a la luz, y noche a la obscuridad." (Gen. I, 4 y 5.) La igualdad, en
efecto, ha asignado al día y a la noche, a la luz y la obscuridad su lugar entre las cosas
existentes.46
46
Es decir, que la separación entre el día y la noche tuvo lugar sóbrela base de la igualdad,
con lo que se evidencia que desde el origen mismo del mundo el legislador destaca la
presencia de dicho principio en la obra Divina, entendiendo Filón que ello constituye un
acabado elogio de la igualdad.

164. La igualdad, asimismo, dividió al ser humano en varón y mujer, dos porciones desiguales
en fuerzas pero muy iguales en lo que la naturaleza exige apremiosamente: la generación de
un tercer semejante. "Dios", leemos, "hizo al hombre según Su imagen. Hizo macho y
hembra", no a él ya, sino "a ellos" (Gen. I, 27), agrega pluralizando; con lo cual adecua al
género las especies que han sido separadas en él conforme con la igualdad, como-he dicho.

165. XXXIV. Asimismo señala que de acuerdo con la misma división son separados el frío y
el calor, el verano y la primavera, es decir, las estaciones del año.47 Y por cierto que los días
que precedieron a la creación del sol son iguales en número a los que siguieron a la misma, es
decir, tres,48 con lo que los seis en total fueron divididos en partes iguales para expresar la
eternidad y el tiempo. En efecto, dedicó a la eternidad los tres anteriores al sol, y los que le
siguieron los dedicó al tiempo, que es una imitación de la eternidad.49
47
Gen. VIII, 22. En tiempos primitivos distinguían los griegos tres. estaciones: invierno,
verano y primavera. Sólo más tarde se incorporó una cuarta: el otoño, adoptándose una
división cuatripartita del año. Filón parece referirse a esa división primitiva, lo que nada tiene
de extraño pues-tiene su atención puesta en los orígenes del mundo. De allí que subdivida la
época cálida en verano y primavera, pero no mencione subdivisión alguna para la época fría.
48
Teniendo en cuenta que Filón insiste en varios pasajes que la creación tuvo lugar en seis
días, no en siete, resulta evidente que el cuarto día no-es un día intermedio entre dos tríadas:
primero-segundo-tercero y quinto-sexto-séptimo, sino el primer día de la segunda, la que está
integrada por el cuarto, el quinto y el sexto. Por lo tanto la separación no es efecto del cuarto
día, sino de la igualdad entre ambas tríadas.
49
Ver Timeo 37.

166. Por otra parte, dice Moisés que el Que Es separó, quedando Él encima y en medio de
ellas, Sus primeras potencias, es decir, la benefactora, mediante la cual formó el mundo, y a la

24
que se da el nombre de Dios; y la punitiva, mediante la cual gobierna y preside lo creado, la
que lleva el nombre de Soberano. Leemos, en efecto: "Te hablaré desde lo alto del
propiciatorio en medio de los dos querubines" (Ex. XXV, 21);50 lo que tiende a demostrar que
las más respetables potencias del Que Es, vale decir, la benefactora y la punitiva, son iguales
conforme a la división hecha por Él.
50
Ver Sobre los querubines 27 y ss., y Sobre la huida y el hallazgo 100.

167. XXXV. ¿Y qué? Las columnas de las diez leyes generales, llamadas tablas, ¿no son dos,
al igual que las partes del alma, la racional y la irracional; partes que deben ser educadas y
corregidas? También tales tablas han sido divididas por el Legislador 51 y sólo por Él. En
efecto, "las tablas eran obra de Dios y la inscripción, inscripción de Dios grabada en las
tablas". (Ex. XXXII, 16.)
51
En este caso Dios, no Moisés, aunque tal título lo aplica Filón ordinariamente a éste.

168. Además, las diez disposiciones que ellas contienen, que son mandamientos Divinos en el
exacto sentido de la palabra, están divididos en dos series iguales de cinco cada una, de las
que la primera contiene los mandamientos referentes a Dios y la segunda los referentes a los
hombres.

169. De los mandamientos referentes a Dios, el primero es la prescripción que veda la


creencia politeísta, y enseña que el mundo no tiene más que un Señor. El segundo es el refe-
rente al no divinizar cosas que nada han producido, empleando para ello las insidiosas artes de
los pintores y escultores, artes que Moisés ha desterrado de su comunidad, dictando sobre
ellas sentencia de perpetuo destierro, para que a nadie se honre sino al único y verdadero
Dios.

170. El tercer mandamiento es el que se refiere al nombre del Señor, no al de Aquél que
Jamás se ha aproximado a la creación, pues el Que Es no puede ser designado con palabras;
sino el que se aplica a Sus potencias. Según esta prescripción no debemos tomarlo en vano. El
cuarto es el relativo al siempre virginal y sin madre número siete,52 y tiende a que la creación,
tomando en serio su propia inoperancia, se vuelva con el pensamiento hacia Aquél que todo lo
hace invisiblemente.
52
Se refiere Filón a la prescripción relativa a la consagración del séptimo día a Dios. Sobre
las propiedades atribuidas por Filón al número siete ver Sobre la creación del mundo 100, e
Interpretación alegórica I, 15.

171. El quinto es el referente a la honra debida a los padres. También éste es de categoría sa-
grada pues su referencia no es a los hombres sino al Que Es origen de la fecundidad y
capacidad de engendrar de todas las cosas, gracias al cual aparecen como engendradores el
padre y la madre, los que, en realidad, no engendran sino son instrumentos de la generación.

172. Esta prescripción fue grabada en el límite entre las cinco tendientes a procurar la piedad
y las cinco que comprenden las prohibiciones relativas a los actos injustos contra nuestros
semejantes, en atención a que los progenitores mortales son el término de las potencias
inmortales, las que por naturaleza engendran todas las cosas, pero han confiado también a la
raza mortal el alumbramiento de la última forma de generación a imitación del arte procreador
de ellas. Porque el principio de la generación es Dios; el fin, la especie última y de menor
Jerarquía, la "mortal.

173. Los otros cinco mandamientos son la prohibición del adulterio, del asesinato, del robo,

25
del falso testimonio y de la concupiscencia. Éstas constituyen las normas generales sobre
prácticamente todas las faltas, y a ellas cabe referir cada una de las faltas específicas en cada
caso.

174. XXXVI. En otro orden de cosas ves que también las ofrendas permanentes están
divididas en partes iguales; tanto la de la flor de la harina de trigo que los sacerdotes ofrendan
por sí mismos; como la de los dos corderos que les está prescripto llevar y ofrendar por la
nación. La ley, en efecto, ha prescripto ofrendar la mitad de dichos sacrificios por la mañana y
la otra mitad por la tarde,53 para que Dios reciba nuestro agradecimiento por los bienes
derramados sobre todos, tanto durante el día como durante la noche.
53
Lev. VI, 20, y Ex. XXIX, 38 y 39.

175. Y ves también cómo los panes de trigo expuestos sobre la sagrada mesa, en número de
doce, han sido divididos en partes iguales, y colocados de a seis en memoria de las doce
tribus, de las que la mitad corresponden a Lía, la madre de seis patriarcas, y la otra mitad a los
hijos de Raquel y a los ilegítimos de las concubinas.

176. Y observa, asimismo, cómo las dos esmeraldas que van sobre el largo manto, una a la
derecha y otra a la izquierda, están divididas en partes iguales, y sobre ellas están grabados,
seis en cada una, los doce nombres de los patriarcas, como Divinas estelas inscriptas para
recordación de Divinas naturalezas.54
54
Ex. XXVIII, 9 a 12. Las Divinas naturalezas son los doce signos del zodíaco, según
especifica claramente Filón en Preguntas y respuestas sobre el Éxodo II, 109. Sin embargo, en
Sobre la confusión de las lenguas 133, se llama Divinas naturalezas a los cuerpos celestes en
general. En Sobre las leyes particulares I, 87, afirma Filón que el símbolo del zodíaco son las
doce piedras preciosas del pectoral del sumo sacerdote, no las dos esmeraldas del efod o largo
manto.

177. ¿Y qué? ¿No ha tomado Moisés: dos montes, símbolos de dos especies, y, practicando
una vez más una división acorde con el principio de igualdad proporcional, no ha asignado
uno a los que bendicen, y otro a los que imprecan, colocando sobre cada uno de ellos seis
patriarcas 55 con la intención de mostrar a los que han menester de reproches que las
maldiciones son iguales en número a las bendiciones, y casi, si es lícito hablar así, iguales en
valor?
55
Deut. XXVII, 11 a 13.

178. Es que la utilidad de las alabanzas al bien y de las censuras al mal es la misma, ya que a
juicio de los que bien piensan, el evitar el mal y el procurar el bien son una misma e idéntica
cosa.

179. XXXVII. También me llena de admiración la separación entre los dos machos cabríos
ofrecidos en sacrificio propiciatorio al par que la distribución de los separados, aunque ellas
estén a cargo del inseguro e incierto asignador que es el sorteo. Es que de las dos formas de
pensamiento, una, la que se ocupa de las Divinas virtudes, está consagrada y dedicada a Dios;
y la otra, la que se desvela por la desdichada humanidad, está consagrada a la desterrada
creación. El asignado a ésta por la suerte es llamado "de la separación"56 debido a que ella es
una expatriada, y hállase separada y desterrada lejos de la sabiduría.
56
Ver Sobre la obra de Noé como plantador, nota 27.

180. Y por cierto que, del mismo modo que hay monedas estampadas y monedas sin marcas,

26
¿no te parece a ti que así también de las muchas cosas que comprende la naturaleza, el
invisible Divisor ha dividido todas en porciones iguales y que ha asignado al amante de la
instrucción las aprobadas y estampadas, y al ignorante las no estampadas ni marcadas. Dice,
en efecto, el legislador: "Las no marcadas son de Labán;
las marcadas, de Jacob." (Gen. XXX, 42.)

181. En efecto, como ha dicho uno de los antiguos, el alma es una masa de cera,57 que, si es
dura y resistente, rechaza y sacude fuera de sí las impresiones que le llegan y permanece
informe forzosamente; en tanto que, si es dócil y debidamente razonable, recibe las marcas
profundamente y, reproduciendo la forma del sello, conserva perfectamente las formas
estampadas, de modo que no se borren jamás.
57
Platón, Teeteto 191 c. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 43.

182. XXXVIII. Asombra, asimismo, la distribución por partes iguales de la sangre de los
sacrificios, distribución que hace el sumo sacerdote Moisés 58 de acuerdo con lo que la
naturaleza enseña. En efecto, "tomando", dice, "la mitad de la sangre, la vertió en vasijas, y la
otra mitad la derramó sobre el ara" (Ex. XXIV, 6), para mostrarnos que el sagrado género de
la sabiduría comprende dos clases: la Divina y la humana.
58
Aunque Moisés no ejerció tal función. Filón le da a veces ese título. Ver Sobre la vida de
Moisés II, 75.

183. La Divina es pura y sin mezcla, por lo cual es vertida para Dios, que también lo es y es
único en Su soledad; la humana, en cambio, es mezclada y compuesta, y se derrama por
nuestra mezclada, compuesta y heterogénea raza para producir en nosotros la unidad de
pensamiento, la amistad y una verdadera "mezcla" de las partes de nuestro ser y de nuestros
modos de obrar.

184. Mas, hay también en el alma una parte que es pura y sin mezcla, y ella es la inteligencia
cuando es totalmente pura; inteligencia que, inspirada desde lo alto del cielo, es preservada de
enfermedad y daño y, reducida para su bien toda ella a sus puros elementos con miras a una
sagrada libación, es devuelta al Que la inspira y preserva de sufrir mal alguno.
La clase mixta es la de los sentidos y con ella la naturaleza ha fabricado sus propias "vasijas".

185. Vasijas de la vista son los ojos; del oído las orejas; del olfato las fosas nasales, y de los
otros sentidos los respectivos receptáculos. En estas vasijas derrama el sagrado lógos 59
sangre, considerando que nuestra parte irracional puede ser vivificada y tornarse en cierta
manera racional, si sigue los Divinos senderos de la inteligencia y se purifica de los objetos
sensibles que la arrastran con su seductora y engañosa fuerza.
59
El sumo sacerdote, según Filón, personifica al Divino lógos. Ver Sobre la migración de
Abraham 102.

186. ¿Y no ha sido dividido de idéntica manera el sagrado didracmo,60 a fin de que


consagremos la mitad de él, es decir, la dracma, pagando con ella el rescate de nuestra propia
alma;61 a la que Dios, el único verdaderamente libre y libertador, movido por nuestra súplica,
y a veces sin ella, libera de viva fuerza de cruel y amarga opresión de las pasiones e
iniquidades; y para que abandonemos la otra mitad a la sometida y esclava raza de la que es
miembro el que dice: "He llegado a amar a mi amo", vale decir, a la inteligencia que gobierna
en mí; "y a mi mujer", o sea, a la sensibilidad, amiga y custodia de la casa de las pasiones; "y
a los hijos", es decir, a los vástagos de éstas; "no saldré libre". (Ex. XXI, 5.)
60
Didracmo o doble dracma.

27
61
Ex. XXX, 12 y 13.

187. A tal raza, en efecto, no podía sino serle asignado un legado que no es tal, un legado de
"separación", lo opuesto a la dracma consagrada. Ésta es una unidad, y por naturaleza la
unidad no admite ni adición ni mengua, siendo en eso imagen de Dios, que es uno y pleno.

188. Las otras cosas son de por sí inconsistentes y, si llegan a adquirir cierta coherencia, es
porque las ciñe el Divino lógos, que es una naturaleza adhesiva y ligadora que todo lo llena de
su sustancia.62 En cambio. Aquél que todo lo reúne y entrelaza está pleno de sí en el exacto
sentido de la expresión y no ha menester de ninguna otra cosa en absoluto.
62
Compárese con Sobre la migración de Abraham 181 a 183.

189. XXXIX. Con razón, pues, dice Moisés que "El que es rico no agregará y el que es pobre
no quitará de la mitad del didracmo" (Ex. XXX, 15), o sea, de la dracma, como he señalado, a
la que todo número puede decir con el poeta: "En ti acabaré y en ti comenzaré."63
63
Ilíada IX, 67.

190. Es, en efecto, la unidad el término en que se resuelve todo número-de la infinita serie
resultante de infinitas adiciones, y, a la vez, el punto de partida de la serie ascendente hacía la
cantidad sin límites. Por ello los estudiosos de estas cuestiones han dicho que no se trata de un
número sino de un elemento y principio de numeración.64
64
Diógenes Laercio VIII, 25, atribuye esta teoría a los pitagóricos.

191. Otro caso es el del celestial alimento del alma, la sabiduría, al que Moisés llama "maná".
El Divino lógos, cuidadoso por sobre todo de la igualdad, lo distribuye por iguales partes a
todos. Atestigúalo Moisés cuando dice que "Al que tenía mucho no le sobraba, al que tenía
menos no le faltaba" (Ex. XVI, 18), cuando lo medían con la admirable y valiosa pauta de la
proporción, mediante la que llegamos a. entender que cada uno recogió en su depósito para
"los convenientes" (Ex. XVI, 16), no seres humanos, sino más bien pensamientos y actitudes.
En efecto, lo que a cada uno le correspondió le fue asignado con la previsión debida, de modo
que ni sobrara ni faltara nada.

192. XL. Un ejemplo similar de esta igualdad proporcional se puede encontrar en la llamada
"pascua",65 la cual tiene lugar cuando el alma intenta olvidar la irracional pasión y por su
propia iniciativa experimenta 66 los goces de orden racional.
65
Vale decir, tránsito o travesía.
66
Juego de palabras entre páskha = pascua, y páskhein = experimentar, sentir; y a través de
este último vocablo, con páthos = pasión, y con eupatheia = goce, experiencia grata,
sustantivos ambos de la misma raíz: de páskhein.

193. Dicho está, en efecto que, "si en la casa fueren pocos, al punto de no ser suficientes para
el cordero, tomará además a su próximo vecino, de conformidad con el número de almas, para
que cada uno calcule lo que es suficiente para sí" (Ex. XII, 4), llevándose la porción que
merece y necesita.

194. Por otra parte, cuando Moisés quiere distribuir la virtud entre los habitantes de ella,
como se distribuye una región, establece que los mayores acrecienten sus posesiones y los
menores las disminuyan,67 entendiendo que lo justo es que ni los mayores admitan
disminuciones, por cuanto, en ese caso, quedarían vacíos de saber, ni los menores reciban
acrecentamientos, ya que serían incapaces de contener la grandeza de los mismos.

28
67
Núm. XXXV, 8.

195. XLI. Pero, el más claro ejemplo de igualdad proporcional lo constituyen las sagradas
ofrendas de los doce jefes,68 así como la distribución de dichas ofrendas entre los sacerdotes.
"A cada uno", dice la prescripción, "de los hijos de Aarón le corresponderá lo mismo", (Lev.
VI, 40.)
68
Núm. VII, 4 y ss.

196. Otro excelente caso de igualdad es el de la composición de los perfumes. Leemos, en


efecto: "Toma para ti especies aromáticas: estacte, uña olorosa y gálbano de dulce aroma y
claro incienso, cada uno en igual medida; y harán de estas sustancias un perfume obra de
perfumería de pura composición, obra santa" (Ex. XXX, 34 y 35); pues cada una de las partes,
dice, debe entrar en igual medida que las demás en la combinación total.

197. Estas cuatro sustancias de las que se compone el perfume son, pienso yo, símbolos de los
cuatro elementos de los que ha sido formado el mundo en su totalidad. Compara, en efecto,
Moisés el estacte con el agua, la uña olorosa con la tierra, el gálbano con el aire, y el claro
incienso con el fuego; como que el estacte es acuoso pues se derrama a gotas; la uña olorosa,
seca y terrestre; y se ha agregado "de dulce aroma" al gálbano para dar idea de aire, pues el
aire tiene fragancia; y al incienso lo de "claro" para indicar la luz.

198. Por ese mismo motivo en la frase aparecen separadas las sustancias pesadas de las
livianas; y mientras estas últimas van unidas mediante la conjunción copulativa, las pesadas
van mencionadas sin nexo alguno entre sí, pues dice: "Toma para ti especias aromáticas:
estacte, uña olorosa"; donde ambas, -que son símbolos de las sustancias pesadas, el agua y la
tierra, no aparecen unidas por conjunción; y a continuación menciona los símbolos de las
sustancias livianas, aire y fuego, y lo hace como una nueva enumeración, ahora usando la
conjunción, que vuelve aparecer entre los dos términos: "y gálbano de dulce aroma y claro
incienso".

199. Y la armoniosa mezcla y composición de estos elementos constituye la más venerable y


perfecta de las obras, una verdaderamente "obra santa": el mundo; que, entiende Moisés, debe
agradecerse al Hacedor. De modo que, mientras en las palabras es el compuesto formado por
el arte de la perfumería el que arde en vapores; en realidad es el mundo entero, construido por
la Divina sabiduría, el que es ofrecido mañana y tarde en holocausto.

200. Provechoso, en efecto, es para el mundo vivir agradeciendo incesante y continuamente a


su Padre y Hacedor, ardiendo en vapores y retornando a una forma elemental para demostrar
no sólo que nada atesora para sí, sino que además todo cuanto es lo consagra como ofrenda a
Dios, que lo engendró.

201. XLII. Admirado me siento, también, ante la carrera sin respiro vigorosa y acelerada del
sagrado lógos 69) "para colocarse en medio de los muertos y los vivos". (Núm. XVI, 48.) Dice,
en efecto. Moisés que al punto "el quebrantamiento cesó" [Id.]. ¿No cesan, acaso, y se alivian
los destrozos, opresiones y quebrantos de nuestra alma como consecuencia inmediata de la
separación y colocación de un muro intermedio que establece el amado de Dios entre los
pensamientos santos, que viven verdaderamente, y los no santos, que están muertos de
verdad?
69
Aarón, en el relato bíblico.

29
202. Porque con la reiterada proximidad de los enfermos también los muy sanos contraen la
enfermedad de aquéllos, y se ven en trance de muerte; mas, fue imposible que en adelante esta
influencia les afectase, separados, como estaban, por la más poderosa de las vallas, fija en
medio para rechazar de la parte mejor las irrupciones y acometidas de la parte peor.

203. Mayor es aún mi admiración cuando escucho los oráculos y aprendo cómo la nube se
colocó en el medio entre la hueste egipcia y la israelita.70 Dicha nube, en efecto, no es otra
cosa que el arma protectora y salvadora de los amigos, al par que hostigadora y castigadora de
los enemigos; arma que impidió que a partir de entonces la raza sobria y amada de Dios fuera
perseguida por la raza amante de las pasiones y atea.
70
Ex. XIV, 20.

204. Esta nube, en efecto, vierte gota a gota suavemente en las inteligencias fecundas la
sabiduría, a las que por su naturaleza no afecta mal alguno; en cambio, en las mezquinas y
estériles en el saber derrama sin interrupción castigos, desatando sobre ellas un diluvio de
destrucción lamentable en extremo.

205. El Padre que todo lo ha creado ha concedido a Su lógos, mensajero supremo y primero
en jerarquía, la especial prerrogativa de que, ubicado en medio, señale el límite entre la
criatura y el Creador. Este lógos es, por una parte, suplicante ante el Inmortal a favor de la
raza mortal y, por otra, mensajero del Soberano ante Sus súbditos.

206. Lleno de júbilo y orgullo por tal don se nos muestra al decir: "Y yo estaba entre el Señor
y vosotros (Deut. V, 5), es decir, ni increado como Dios ni creado como vosotros, sino
intermedio entre los extremos, como garantía para ambos. Para el Progenitor yo soy la
garantía de que lo que Él ha engendrado no se rebelará jamás ni se alejará eligiendo el
desorden en vez del orden; para el vástago soy la fundada esperanza de que el misericordioso
Dios jamás olvidará Su propia obra. Anuncio yo, en efecto, a la creación la paz de parte de
Dios, preservador perpetuo de la paz, cuya decisión es acabar con las guerras.

207. XLIII. Habiéndonos, pues, enseñado lo referente a la división en partes iguales, la


sagrada escritura nos transporta también al conocimiento de los opuestos asegurando que
"colocó las porciones enfrentadas entre sí", (Gen. XV, 10.) Y es cierto. Prácticamente todas
cuantas cosas existen en el mundo son opuestas por naturaleza a otras. Mas, comencemos por
las primeras. 208. El calor es opuesto al frío, lo seco a lo húmedo, lo liviano a lo pesado, la
obscuridad a la luz, la noche al día; y en el cielo, el curso de las estrellas fijas es opuesto al de
las errantes; en el aire, lo diáfano lo es a la niebla, la calma a los vientos, el invierno al
verano, el otoño, en el que perecen los vástagos de la tierra, a la primavera, en que aquéllos
florecen; y asimismo en el agua, la dulce se opone a la amarga, y en la tierra, la estéril a la
fecunda.

209. Las otras oposiciones están también a la vista: corpóreo e incorpóreo, viviente e inerte,
racional e irracional, mortal e inmortal, sensible e intelectual, comprensible e incomprensible,
elemental y completo, principio y fin, nacimiento y extinción, vida y muerte, enfermedad y
salud, blanco y negro, derecha e izquierda, justicia e injusticia, prudencia e insensatez,
valentía y cobardía, continencia e incontinencia, virtud y vicio, y todas las especies de la
virtud por un lado y todas las del vicio por otro.

210. Otras condiciones opuestas son lo literario y lo iliterario, la cultura y la incultura, la


educación y la falta de educación, y, en general, la pericia y la impericia; y en las artes y las

30
ciencias, los elementos vocálicos y los no vocálicos, las notas agudas y las graves, las líneas
rectas y las curvas.

211. Entre los animales y las plantas tenemos los estériles y los fecundos, los prolíficos y los
escasos en vástagos, los vivíparos y los ovíparos, los de piel blanda y los de piel dura, los
salvajes y los domésticos, los solitarios y los gregarios.

212. En otro orden de cosas están la pobreza y la riqueza, la fama y la obscuridad, la nobleza
y la humildad de origen, la indigencia y la abundancia, la guerra y la paz, la ley y la
ilegalidad, la capacidad y la ineptitud, el trabajo y la inactividad, la juventud y la vejez, la
impotencia y el poderío, la debilidad y el vigor. ¿Y para qué necesitamos enumerar una a una
estas oposiciones si su número es ilimitado e infinito?

213. Excelente, pues, es la enseñanza del intérprete de los hechos de la naturaleza,71 quien,
poseído de compasión por nuestra grosería y desaprensión, incesantemente y en todas partes
nos enseña, como en este pasaje, que la situación de recíproca oposición se da no entre
naturalezas completas sino entre partes pertenecientes a éstas.
71
Probablemente alude a Moisés y no a Dios.

214. En efecto, un todo no es sino la suma de dos contrarios, y mediante la división del todo
se hacen evidentes los opuestos. ¿No es, acaso, esto lo que Heráclito, a quien los griegos
proclaman como grande y digno de loas, sienta como punto capital de su filosofía,
vanagloriándose como si hubiese descubierto algo novedoso? Pues bien, mucho antes Moisés
había descubierto, como claramente se ha demostrado, que los opuestos se forman a partir de
un mismo todo y que su condición es la de partes de él.

215. Este punto lo trataremos con mayor detención en otra ocasión. Pero, hay también un
asunto que no conviene que pasemos por alto. En efecto, las denominadas medias porciones
de los tres animales divididos en dos 72 resultan seis en total, de modo que el separador, vale
decir, el lógos, que separa los grupos de tres y se sitúa en medio de ellos, es el séptimo.
72
"Divididos en dos" por Abraham, según Gen. XV, 10.

216. Análoga significación, a mi parecer, se manifiesta con claridad suma en el sagrado


candelabro. Está hecho, en efecto, con seis brazos, tres de cada lado, y en el medio él mismo
resulta ser el séptimo, que divide y separa ambos grupos de tres. Es "cincelado", vale decir,
producido con arte refinado y Divino, "de una sola pieza de oro puro" (Ex. XXV, 36), ya que
el Uno, el sólo y realmente puro, ha engendrado de Sí mismo, sin emplear materia alguna en
absoluto, al siete, el que no conoce madre.

217. XLIV. Ahora bien, los que alaban al oro, dicen en su elogio, amén de otras cosas, estas
dos, que son las más importantes: primero, que no adquiere herrumbre, y segundo, que, aun
reducido por golpes o derretimiento a láminas delgadísimas, se mantiene sin quebrarse. Con
razón, pues, ha llegado a ser símbolo de una superior naturaleza, que, extendida, derramada y
dilatada por todas partes, está toda ella plenamente en todas las cosas y teje un armonioso
vínculo entre todas ellas.

218. Hablando de dicho candelabro, el Artífice dice además que "de los brazos brotan sus
prolongaciones, tres de cada lado, iguales unas a otras, de cuyos extremos salen las lámparas
en forma de nuez, hallándose en ellas los cálices destinados a sostener los portaluces; y el
séptimo cáliz, de oro sólido todo él, hállase en el extremo de su lámpara, en la cima misma; y

31
en los cálices van siete portaluces de oro". ( Ex. XXXVIII, 15 a 17.)

219. Así pues, mediante muchas pruebas se ha establecido ya que, tal como ocurre en este
pasaje, el seis hállase dividido en dos tres por el lógos, que aparece como la séptima entidad
en medio de aquéllos. En efecto, todo el candelabro, con sus principales parles en número de
seis, consta de siete lámparas, siete cálices y siete portaluces.

220. Porque los seis portaluces batíanse divididos por el séptimo; los cálices, a su vez, lo son
por el cáliz central, y las lámparas lo son de igual modo por la séptima y central; y por su
parte, los seis brazos y las prolongaciones, que igual número nacen de ellos, son divididos por
el tronco mismo del candelabro, que es el séptimo.

221. XLV. Mucho es lo que se puede decir sobre este asunto, pero hemos de dejarlo para más
adelante. Todo lo que hemos de recordar es que el sagrado candelabro y los portaluces que
hay en él son una copia de la danza del coro de los siete planetas en el cielo.

222. ¿Cómo es eso?, preguntará tal vez alguno. Pues porque, de la misma manera que los
portaluces, así también cada uno de los planetas es portador de luz, diremos; ya que, siendo
brillantísimos, envían rayos de suprema luminosidad hacia la tierra, especialmente el central
de los siete, el sol.

223. Califico a éste de central no sólo porque ocupa la posición central como sostienen
algunos, sino también porque, aparte de esto, le cabe el derecho de ser servido y escoltado por
escuderos ubicados a ambos lados en mérito a su dignidad, grandeza y beneficios que
proporciona a todos los que residen sobre la tierra.

224. Ahora bien, los hombres, que tampoco son capaces de llegar a un firme conocimiento de
ninguna otra cosa del cielo, no han llegado a una segura aprehensión del orden de los planetas
y se atienen a lo probable. De estas conjeturas, la mejor, a mi parecer, es la de los que asignan
el lugar central al sol y dicen que hay tres planetas sobre él y otros tantos debajo de él; sobre
él Saturno, Júpiter y Marte; debajo Mercurio, Venus y la luna, vecina ésta última del aire.

225. Así pues, el Artífice, en su deseo de que poseyéramos sobre la tierra una copia de la
celestial esfera arquetipo con sus siete luces, estableció que fuera construida esa hermosísima
obra que es el candelabro. Asimismo, está demostrado que éste es también una imagen del
alma. El alma, en efecto, comprende tres partes y cada una de las partes se divide en dos,
como se ha demostrado,73 resultando seis partes, siendo el séptimo lógicamente el divisor de
todas las cosas, el sagrado y Divino lógos.
73
Filón insiste en la división tripartita del alma en diversos pasajes de su obra, pero la
expresión "según se ha demostrado" se refiere concretamente, al parecer, a lo dicho en el
párrafo 232, donde distingue una inteligencia racional y una irracional, una palabra verdadera
y una falsa, y una aprehensión sensorial correspondiente a una realidad objetiva y otra que no
es captación de algo real. Esta división corresponde al alma no en el sentido lato de un
compuesto de inteligencia, parte irascible y parte apetitiva, sino en sentido restringido de alma
cognoscitiva, o "alma del alma", como dice en el parágrafo 55.

226. XLVI. Mas hay otro punto que no debemos pasar por alto. Tres son los muebles del
santuario; el candelabro, la mesa y el altar del perfume. En el altar del perfume, como se de-
mostró más arriba,74 hallamos el agradecimiento en nombre de los elementos,75 como que él
mismo contiene porciones de los cuatro: la madera, que es de tierra; el incienso ofrecido, que

32
es de agua, puesto que no bien es derretido se disuelve en gotas; el perfume, que es de aire; y
aquello que se quema, que es de fuego; siendo el compuesto de incienso, gálbano, una olorosa
y estacte símbolo de los cuatro elementos. En la mesa se simboliza el agradecimiento en
nombre de las creaturas formadas por esos elementos, pues sobre ella se colocan panes y
bebidas, cosas necesarias para las creaturas que han menester de alimentos; y en el candelabro
tenemos representado el agradecimiento en nombre de todas las cosas celestes, para que
ninguna porción del mundo sea hallada convicta de ingratitud, y veamos, en cambio, que
todas sus partes, los elementos y las creaturas formadas con ellos no sólo sobre la tierra sino
también en el cielo, manifiestan su gratitud.
74
En el parágrafo 199, aunque allí se dice que es el perfume o incienso el que da las gracias,
no el altar del perfume.
75
Refiérese a los cuatro elementos de que se suponía estaba compuesto el mundo.

227. XLVIL Vale la pena que averigüemos por qué el legislador, habiendo dado a conocer las
dimensiones del altar y de la mesa, nada ha consignado respecto de las del candelabro.
Probablemente el motivo sea el siguiente: los elementos y las creaturas mortales formadas con
ellos, simbolizados por la mesa y el altar, tienen una dimensión determinada y límites
definidos por el cielo, pues aquello que contiene algo es la medida de lo contenido; en tanto
que el cielo, del que es símbolo el candelabro, es de magnitud infinita.

228. Ninguna sustancia material lo contiene, ni de su mismo grandor ni infinita, ni tampoco


está envuelto por el vacío 76... Como enseña Moisés, su límite no es otro que Dios, que lo guía
y conduce.
76
La parte final del pasaje resulta gramaticalmente inaceptable, siendo imposible hallarle un
sentido coherente. El sentido conjetural más razonable es: "vacío cuya existencia supone la
extraordinaria leyenda sobre la general conflagración".

229. Y así como el Que Es, es inconmensurable del mismo modo tampoco aquello que está
limitado por Él es medible mediante medidas correspondientes a nuestra manera de concebir;
y quizá ello se deba a que carece de largo y ancho por tratarse de algo circular y redondo al
punto de formar una esfera perfecta.

230. XLVIII. Después de decir lo conveniente acerca de estos asuntos, agrega Moisés: "Pero a
las aves no las dividió." (Gen. XV, 10.) Llama aves a las dos formas del lógos,77 aladas ambas
y destinadas por naturaleza a ocuparse de las cosas celestes. Una de ellas es el lógos
arquetipo, que está por sobre nosotros; la otra, una imitación que existe en nosotros.
77
Ver Sobre la creación del mundo, nota 6. Aquí no se trata de la división lógos-pensamiento
y lógos-palabra, sino de la doble manifestación cósmica del lógos: lógos universal y lógos
humano individual.

231. A la primera Moisés la llama "imagen de Dios"; a la segunda, "impresión de esta


imagen". Dice, en efecto, que "Dios hizo al hombre", no como imagen de Dios, sino "según la
imagen de Dios". (Gen. I, 27.) De modo que la inteligencia de cada uno de nosotros, que, en
rigor de verdad, es el hombre mismo, es una impresión, y ocupa el tercer lugar en la escala
que comienza con el Hacedor; en tanto que el lógos modelo de ella e imagen de Aquél está en
medio.

232. Nuestra inteligencia es indivisible por naturaleza. En efecto, mientras a la parte irracional
del alma el Hacedor la ha dividido mediante una séxtuple división, dando origen a siete
partes: vista, oído, gusto, olfato, tacto, voz y reproducción; a la racional, que se llama

33
inteligencia, la dejó indivisa. Así resultó una réplica de la totalidad del cielo.

233. Porque también en éste sabido es que la esfera exterior y de estrellas fijas ha sido
conservada indivisa, en tanto que la interna ha sido dividida mediante una séxtuple división, y
comprende en total los siete círculos de las llamadas estrellas errantes. Porque entiendo yo
que lo que es el alma en el hombre, eso mismo es el cielo en el mundo. Así pues, las dos
naturalezas intelectuales y racionales, la una en el hombre, la otra en el universo, resultan ser
integrales e indivisas; y a ello se refiere lo de "No dividió las aves".

234. Nuestra inteligencia es, pues, comparada con una paloma, porque ésta es un animal
doméstico y manso; en tanto que la tórtola lo es con la inteligencia modelo de la nuestra. El
lógos de Dios, en efecto, amante de la soledad y solitario, como es, de ningún modo se mezcla
con la turba de las cosas que han llegado a existir para perecer luego, sino tiene por norma
lanzarse siempre hacia lo alto, y su aspiración es estar al lado del Uno y Solitario. Indivisas,
pues, son las dos naturalezas, la del poder de discernimiento que hay en nosotros y la del
Divino lógos, que está por sobre nosotros, mas, aunque ellas son indivisas, dividen otras
innumerables cosas.

235. El Divino lógos separa y distribuye todo cuanto contiene la naturaleza. Y nuestra
inteligencia divide en innumerables porciones infinitas veces sin cesar jamás de dividir todo
cuanto llega a ella intelectualmente, así material como inmaterial.

236. Esto acontece por analogía con el Creador de todas las cosas. La Divinidad, en efecto,
sin mezcla, pura y absolutamente indivisible, como es, resulta para el mundo todo origen de
mezcla, combinación, división y multiplicidad de partes. De ello resulta lógicamente que sus
semejantes, la inteligencia que llevamos en nosotros y la que está por sobre nosotros, siendo
sin partes e indivisas, podrán dividir y distinguir cada una de las cosas existentes.

237. XLIX. Después de hablar acerca de las aves que permanecen sin división ni
fraccionamiento, dice a continuación el legislador: "Y las aves descienden sobre los cuerpos,
sobre las mitades." (Gen. XV, 11.) Emplea la misma palabra "aves"78 pero muestra con toda
claridad a los capaces de ver el contraste que de hecho existe entre las dos clases de aves. En
efecto, es contra la naturaleza el que las aves,79 dotadas, como están, de alas para remontarse
hacia lo alto, desciendan.
78
La misma que en el pasaje citado anteriormente (Gen. XV, 10). Filón quiere dejar en claro
que estas aves no son las mismas ni de la misma clase que las que ahora se mencionan (Gen.
XV, 11).
79
He traducido el término griego ómeon = pájaro, ave, por "ave", en atención a que está
aplicado concretamente a la paloma y a la tórtola. Aquí Filón, según se advierte, se está
refiriendo exclusivamente a las aves voladoras.

238. Porque, así como la tierra es la zona más apropiada para los seres terrestres y en especial
para los reptiles, que, a causa de su tortuoso andar, son incapaces de elevarse y buscan
agujeros y profundidades rehuyendo los lugares elevados impulsados por su afinidad con los
bajos; del mismo modo la morada propia de las aves es el aire, que, liviano por naturaleza, se
adecua a la liviandad que a éstas les brindan sus alas. Así pues, cuando estos peregrinos del
aire, que deberían frecuentar las regiones etéreas, "descienden" aproximándose a la tierra, no
pueden vivir la vida que les es natural.

239. Inversamente, Moisés da su ilimitada aprobación a aquellos reptiles que son capaces de

34
avanzar hacia lo alto. Dice, por ejemplo: "Pero entre los reptiles voladores que caminan; sobre
cuatro patas, comeréis aquellos que arriba de sus píes: tienen patas que les permiten saltar con
ellas sobre la tierra."" (Lev. XI, 21.) Éstos son símbolo de las almas que, si bien. están
enraizadas, como los reptiles, en el terrestre cuerpo; una vez purificadas, son capaces de
remontarse hacia lo alto trocando la tierra por el cielo y la corrupción por la inmortalidad.

240. Debemos, pues, suponer que una total desdicha colma a aquellas almas que, formadas en
el más puro aire y éter, han cambiado esta región por la tierra, la región de las cosas pere-
cederas y bajas, por no poder soportar la saciedad de los Divinos bienes. Por otra parte,
sobrevienen infinitos pensamientos sobre incontables asuntos; pensamientos que, voluntarios
unos, inesperados otros, en nada difieren de las creaturas aladas, con las que ha comparado
Moisés a "las aves que descienden".

241. De los pensamientos que nos sobrevienen unos apuntan hacia lo alto; otros hacia abajo.
A aquéllos les ha cabido la situación mejor, y tienen por compañera de camino a la virtud, la
que los conduce hacia la Divina y celestial región; éstos han recibido la peor, y el vicio los
arrastra violentamente hacia lo profundo. La oposición entre estos lugares aparece demostrada
con no menos claridad en los nombres. La "arete" (virtud) lleva tal nombre no sólo por su
relación con la "háiresis" (acto. de elegir) sino también con la "ársis" (acción de levantar),
como' que ella se eleva y remonta movida por su amor hacia las cosas celestiales. El vicio, en
cambio, llámase así porque se ha situado en lo bajo 80 y provoca violentamente la caída de los
que viven en él.
80
Con la exuberante imaginación de que hace gala habitualmente en. materia de etimología.
Filón supone que kakía = vicio es una simplificación, de la expresión káto kekhorekénai =
situarse debajo.

242. Por ejemplo, los pensamientos hostiles al alma,. cuando vuelan o se lanzan sobre ella, no
sólo descienden ellos sino precipitan también a la inteligencia al cargar desvergonzadamente
sobre ella cosas materiales en vez de inmateriales,, sensibles en vez de intelectuales,
imperfectas en vez de perfectas, corruptoras en vez de vivificantes. Porque no sólo tráenle
cosas materiales sino también porciones de cosas materiales divididas por mitades, v es
imposible que las cosas divididas de esa manera admitan armonía y unión, rotas, como están,
las fuerzas espirituales 81 que constituían su connatural elemento de cohesión.
81
Sobre la fuerza cohesiva del pneúma = espíritu, ver Sobre la creación del mundo, 131 y
Sobre la inmutabilidad de Dios 35.

243. L. Ahora bien. Moisés nos presenta un pensamiento verdadero en grado sumo cuando
nos enseña que la justicia y toda virtud aman al alma., en tanto que la injusticia y todo vicio
aman al cuerpo; y que el amor por uno de ellos va acompañado por una total hostilidad hacia
el otro, tal como acontece en el caso del pasaje que nos ocupa. En efecto, figuradamente pre-
senta Moisés a los enemigos del alma como aves ansiosas de entrelazarse y consustanciarse
con los cuerpos y hartarse de carnes, y nos dice que el hombre de bien, deseoso de frenar sus
asaltos y acometidas, se sienta en compañía de ellos,82 como si se tratare de un presidente o
director de consejo.
82
Gen. XV, 11.

244. Ejemplos hay, en efecto, de cómo, reinando la discordia intestina a causa de una sedición
interna y estando los bandos frente a frente, un hombre de bien, tras convocar a todos a una
deliberación, ha indagado acerca de los motivos que los separaban, con el propósito de
emplear la persuaden para poner fin a la guerra exterior o acabar con la conmoción interna, si

35
ello era posible. Útil es, en efecto, tanto el dispersar a los que, como una nube, se precipitan
con ánimo irreconciliable; como lograr que la conciliación renueve la vieja fraternidad.

245. Pues bien, entre los enemigos malevolentes e irreconciliables del alma se cuentan las
locuras, la cobardía, las injusticias y todas las otras apetencias irracionales que engendra
habitualmente un exagerado impulso;83 apetencias que se encabritan y rebelan contra las
riendas e impiden la recta marcha de la inteligencia y a menudo destrozan y derriban su
estructura toda.
83
Ver Sobre la confusión de las lenguas 90.

246. En cambio, los desacuerdos de los que pueden ser aliados, son tales cuales resultan ser
las disputas doctrinarias de los sofistas. Sólo en cuanto a que se concentran en un único
objeto: la consideración de los hechos de la naturaleza, cabe afirmar que son amigos; porque,
cuando discrepan en las indagaciones sobre los problemas particulares puede decirse que
libran una contienda civil. Así, los que dicen que el universo es increado están en pugna con
los que sostienen su creación; a su vez, los que afirman que acabará destruido lo están con los
que aseguran que, aunque su naturaleza es perecedera, jamás lo será puesto que la voluntad
del Creador lo mantiene mediante el vínculo de una fuerza superior; los que declaran que nada
existe y todo deviene lo están con los que sostienen lo contrario; los que arguyen que el
hombre es la medida de todas las cosas enfrentan a los que reducen a nada la capacidad de
discernimiento de la sensibilidad y de la inteligencia; y, en general, los que consideran que
todo escapa a nuestra aprehensión combaten a los que aseveran que muchísimas cosas son
conocibles,

247. Y, ciertamente, el sol, la luna, el cielo todo, la tierra, el aire, el agua y casi todas las cosas
que de ellos proceden han proporcionado ocasión de disputas y rivalidades a tales
investigadores en sus indagaciones sobre sus naturalezas y cualidades, cambios y
modalidades, gestaciones y acabamientos. Y, cuando no sin esfuerzos se aplican a indagar
acerca del tamaño y movimiento de los cuerpos celestes, llegan a conclusiones dispares, sin
ponerse de acuerdo hasta que aquel varón experto en alumbramientos 84 y juez a la vez ocupa
su asiento junto a ellos y, observando los vástagos del alma de cada uno de ellos, arroja fuera
los que no merecen ser criados, y conserva los que conviene, teniéndolos por merecedores del
conveniente cuidado.
84
Sócrates. Sobre el epíteto ver Platón, Teeteto 151 c.

248. Los anales de la filosofía están llenos de discrepancias pues la verdad rehuye a la
inteligencia que se guía por apariencias y conjeturas. Las dificultades que su descubrimiento y
aprehensión involucra son, creo yo, la causa de las disputas científicas.

249. LI. "Hacia la puesta del sol", dice Moisés, "sobrevínole a Abraham, un éxtasis, y he aquí
que un grande y sombrío terror cayó sobre él". (Gen, XV, 12.) El éxtasis 85 es unas veces una
furia insensata, agente de extravío mental, causado por la vejez, la melancolía o alguna otra
causa; otras, un grande anonadamiento ante los hechos que suelen sobrevenir imprevista e
inesperadamente; otras, una quietud de la inteligencia, si realmente está en la naturaleza de la
inteligencia el permanecer en quietud; y la mejor forma de todas es una Divina posesión o
locura, que experimenta la familia profética.
85
Ékstasis = éxtasis, extravío, enajenación, etc. Etimológicamente: ek = fuera de, y stásis =
estado, posición; algo así como "salida fuera de sí".

250. La primera forma aparece mencionada en las maldiciones que registra el Deuteronomio

36
cuando dice que a los impíos les sobrevendrán la locura, la ceguera y el éxtasis, al punto de no
distinguirse en nada de los ciegos que en pleno día andan a tientas como rodeados de
profunda sombra.86
86
Deut. XXVIII, 28 y 29.

251. La segunda forma aparece mencionada en varios lugares. Leemos, en efecto, que Isaac
cayó en un gran éxtasis y dijo: "¿Quién es, entonces, el que ha cazado y traído un animal para
mí? He comido de todo antes de llegar tú, y lo he bendecido; y bendito sea". (Gen. XXVII,
33.) Asimismo, sabemos que, cuando Jacob, incrédulo ante los que le dicen que "vive José y
gobierna toda la tierra de Egipto sobreviénele un éxtasis en su inteligencia pues no les da
crédito". (Gén. XLV, 26.) Y en el Éxodo, en la referencia a la asamblea, se dice que "el monte
Sinaí estaba todo cubierto de humo por haber descendido Dios sobre él envuelto en fuego. El
humo se elevaba como el vapor de un horno y todo el pueblo estaba en un gran éxtasis". (Ex.
XIX, 24.) También en el Levítico, en el pasaje en el que se describe la consumación de los
sacrificios el séptimo día, cuando "del cielo salió un fuego y devoró lo que había en el altar,
los holocaustos y las grasas", pues en seguida agrégase: "y todo el pueblo lo vio y quedó
extasiado y cayeron cara a tierra" (Lev. IX, 24); como era de esperarse, puesto que este tipo
de éxtasis produce gran agitación y terrible anonadamiento.

252.87 ¿Y quién no se admirará de lo que se dice a propósito de Esaú? Es experto en la caza y


sin embargo es cazado y suplantado siempre pues tal habilidad la ha adquirido para dañar y no
para beneficiar, y jamás se toma en serio lo de la caza. ¿Y de lo que se dice de Jacob? Caza la
pasión 88 no por haber aprendido ese oficio, sino movido por la naturaleza, y lleva la presa
ante el examinador, quien decidirá si es aceptable, para lo cual comerá de todas las cosas que
él le lleva.
87
Las consideraciones de los parágrafos 252 a 255 se apartan del hilo de las reflexiones en
que concluye el 251 y se retoman en 256. Se trata seguramente de una extemporánea
digresión más de las tan frecuentes en Filón, quien desearía, al parecer, extraer algunas
conclusiones morales de los mismos pasajes empleados para ejemplificar el segundo tipo de
éxtasis.
88
Personificada en Esaú en esta ocasión.

253. Porque, todo cuanto hace a la ejercitación es alimento comestible: la indagación, el exa-
men, la lectura, el escuchar, la aplicación, la continencia, la indiferencia ante lo indiferente.
Mas lo que el examinador come de todas esas cosas no es la totalidad sino sólo las pri-
micias.89 Es que era preciso dejar también al ejercitante sus propios alimentos como premio.
89
Primicias, pero sin e! sentido de ofrendas a Dios.

254. En todo acorde con la realidad de las cosas es lo de "antes de llegar tú". Porque, si la
pasión llegare al alma,90 no callaremos gozo en la continencia. Además, la frase condena al
hombre ruin por su lentitud, pereza y negligencia para las tareas de la educación y no para las
de la incontinencia.
90
Simbolizada en el examinador.

255. Así pues, Egipto tiene sus capataces,91 que incitan a gozar de las pasiones;92 en tanto que,
por el contrario, Moisés establece comer la pascua,93 vale decir, celebrar la salida desde la
pasión, "con toda prisa". Por su parte, Judá dice: "Si no nos hubiéramos retrasado, ya
hubiéramos vuelto dos veces" (Gen. XLIII, 10); lo que ha de entenderse no en el sentido de
"hubiéramos vuelto a Egipto"; sino de "hubiéramos vuelto de allí salvos".
91
Ex. V, 6.

37
92
Ver Sobre la confusión de las lenguas 93.
93
Ver el parágrafo 192 y la nota 65.

256. Era de esperar, asimismo, que Jacob se quedase admirado de que José, es decir, la
inteligencia situada en el cuerpo, viviera todavía para la virtud y gobernando al cuerpo en vez
de ser gobernado por éste. Y como éstos, otros ejemplos nos permitirían seguir las huellas de
la verdad. Pero la tarea que nos aguarda ahora no es entrar en detalles sobre ello, de modo que
nos hemos de aplicar a lo que sigue.

257. Del tercer tipo de éxtasis tenemos un ejemplo en la lección de Moisés acerca de la
creación de la mujer. Dice, en efecto, que "Dios hizo sobrevenir un éxtasis a Adán y éste se
durmió" (Gen. II, 21), entendiendo por éxtasis la tranquilidad y pasividad de la inteligencia.
El sueño de la inteligencia es la vigilia de la sensibilidad, por la misma razón por la que la
vigilia de la inteligencia es la inactividad de la sensibilidad.

258. LII. Del cuarto tipo de éxtasis es el descripto en el pasaje que ahora estamos
examinando, que dice que "hacia la puesta del sol sobrevínole un éxtasis a Abraham". Se trata
de lo que se experimenta bajo la influencia de la inspiración y posesión Divina. Mas no es
solo esta experiencia lo que demuestra su condición de profeta, atestígualo también un cono-
cido texto conservado en los sagrados libros. Alguien ha tratado de sacar de su morada a Sara,
vale decir, a la virtud, soberana por naturaleza, como si ella no fuera propiedad privada y
exclusiva del hombre sabio, sino de todo aquel que simula prudencia. Entonces Dios le dice:
"Devuelve la mujer a este hombre, porque es un profeta y rogará por ti y vivirás". (Gen. XX,
7.)

259. Ahora bien, es la palabra sagrada la que atestigua en todo hombre de bien la condición
profética, porque un profeta, nada declara procedente de sí mismo, todo lo que dice es ajeno y
él solo se hace eco de Otro. Al hombre ruin, en cambio, no le es lícito llegar a ser intérprete de
Dios y, en consecuencia, ningún malvado es inspirado por Dios en el sentido exacto de la
expresión; sólo al hombre sabio corresponde tal cosa, puesto que sólo él es el instrumento
que, pulsado y ejecutado de manera invisible por Él reproduce la palabra Divina.

260. Así, aquellos a los que Moisés describe como justos, son presentados también como
poseídos y profetizantes. Noé es descripto como un justo. ¿Y no es presentado acto seguido
como un profeta? ¿O no fue poseído por Divina inspiración profética como pronunció las
maldiciones e imprecaciones sobre las venideras generaciones; maldiciones e imprecaciones
confirmadas por la verdad de los hechos?

261. ¿Y qué decir de Isaac? ¿Y de Jacob? También éstos son reconocidos como profetas a tra-
vés de muchas evidencias y en especial de las palabras que dirigen a sus hijos. La expresión
"Reunios para que os anuncie qué os habrá de suceder al fin de los días" (Gen. XLIX, 1), no
puede ser sino de un inspirado.

262. ¿Y qué de Moisés? ¿No es celebrado en todas partes como profeta? Leemos, en efecto:
"Si un profeta del Señor apareciere entre vosotros, seré reconocido por él en una visión, mas
por Moisés lo seré en Mi aspecto real, no a través de revelaciones enigmáticas" (Núm. XII, 6
y 8); y de nuevo: "No surgió ya un profeta como Moisés, a quien el Señor conoció cara a
cara". (Deut. XXXIV, 10.)

263. Admirablemente, pues, describe el legislador al inspirado cuando dice: "Hacia la puesta

38
del sol sobrevínole un éxtasis". [LUI.] Llama simbólicamente sol a nuestra inteligencia;
porque lo que el raciocinio es en nosotros, eso es el sol en el mundo como que uno y otro son
portadores de luz; el uno, arrojando claridad sensible en el universo; el otro, lanzando rayos
de luz intelectual sobre nosotros mismos a través de las aprehensiones.

264. Así, mientras la inteligencia nuestra gira en torno a nosotros y esparce su luz derramando
una como meridiana claridad sobre el alma toda, somos dueños de nosotros mismos y no
somos poseídos. Mas, cuando ella llega a su ocaso, nos sobreviene, como es de esperar, un
éxtasis y la Divina posesión y locura, ya que, cuando la luz Divina ilumina, ocúltase la
humana; y, cuando aquélla se oculta, ésta surge y se eleva.

265. Esto sucede habitualmente a la estirpe de los profetas. Con la llegada del Divino espíritu,
apártase la inteligencia nuestra; y, cuando aquél se marcha, ésta retorna nuevamente, porque
no es lícito que lo mortal cohabite con lo inmortal. Por eso el ocaso de la razón y la
obscuridad en tomo de ella engendra un éxtasis y una locura inspirada por Dios.

266. Ahora bien, Moisés agrega la lógica secuencia de lo ya escrito diciendo: "Fue dicho a
Abraham". (Gen. XV, 13.) En efecto, el profeta, aun cuando parece hablar él, en realidad
permanece callado y es Otro el que está haciendo uso de sus órganos de expresión, la boca y
la lengua, para expresar lo que quiere. Pulsa estos instrumentos con arte pleno de maestría y
ajeno a nuestras miradas y los convierte en instrumentos de hermosas resonancias y universal
armonía y rebosantes de todo género de voces acordes.

267. LIV. Bueno es que escuchemos cuáles son estas predicciones que le fueron dichas. En
primer lugar, que Dios no permite que el amante de la virtud habite en la tierra, vale decir, en
el cuerpo, como en su residencia habitual, y sólo accede a que resida transitoriamente allí
como en tierra extranjera. Dícele, en efecto, el Señor: "Conociendo conocerás que tu
descendencia será forastera en una tierra que no le será propia". (Gen. XV, 13.) En cambio, la
región corpórea es la tierra natal de todo hombre ruin y éste se esfuerza por establecerse
definitivamente en ella, no por residir temporariamente.

268. Una lección es esta. Otra es que las cosas de la tierra, que no traen sino esclavitud, malos
tratos y terrible humillación, como él mismo lo dice, "no nos son propias". Es que las pasiones
del cuerpo son realmente bastardas y extranjeras para la inteligencia, como que son vástagos
de carne, en la que tienen echadas sus raíces.

269. "Y la esclavitud dura cuatrocientos años" (Gen. XV, 13), es decir, ajustase a los poderes
de las cuatro pasiones. Así es, en efecto: cuando reina el placer, el espíritu se va por las nubes
y se hincha en alas de una inconsistente liviandad. Y, cuando el apetito nos gobierna, una ape-
tencia de cosas ausentes nace en nosotros v tiene al alma pendiente de una incumplida
esperanza como de un lazo que la ahoga. Tiene sed siempre y no puede beber, soportando por
ello el castigo de Tántalo.

270. Bajo la soberanía del dolor se ve contrahecha y, abatida al modo de los árboles que se
deshojan y marchitan, su exuberancia y fertilidad se seca. Y en fin, bajo los dictados del
miedo, nadie juzga ya acertado el quedarse y todos recurren a la velocidad de la fuga,
previendo que sólo así se salvarán. Porque, así como el apetito tiene un poder de impulsión, y
nos fuerza a perseguir aunque lo apetecido se nos escape; el miedo, al revés, crea una
sensación de alejamiento y separa y aparta lejos de lo que tenemos ante nuestra vista.

39
271. LV. Las soberanías de dichas pasiones traen consigo pesada esclavitud para los
sometidos a ellas, hasta que Dios, el arbitro y juez, establece la separación entre el maltratado
y el que maltrata, conduciendo al primero hacia la completa libertad y dando al segundo el
premio merecido por sus delitos.

272. Leemos, en efecto, que "la nación de la que serán esclavos será juzgada por Mí; y
después de esto ellos saldrán libres de allí con mucha hacienda". (Gen. XV, 14.)
Necesariamente el hombre, siendo mortal, sufre la opresión de la nación de las pasiones y
recibe las calamidades propias del ser creado, pero es designio de Dios aliviar los males
congénitos de nuestra raza.

273. De modo que, si bien al principio habremos de sufrir esas calamidades que nos son
propias, convertidos en esclavos de crueles señores, Dios, por Su parte, hará lo que Le es
propio, proclamando la redención y libertad de las almas que suplican ante Él, y no sólo
procurándoles la liberación de las ataduras y la salida de la estrechamente custodiada prisión,
sino también dándoles los recursos para el viaje, a los que Moisés llamó "hacienda". ¿Y qué
significa esto?

274. Pues que, cuando la inteligencia que ha descendido desde lo alto del cielo, se ve atada a
las necesidades del cuerpo, con todo, no es atrapada por ninguna de ellas y no abraza, como
haría un hermafrodita, los males placenteros; antes, manteniéndose en los límites de su
naturaleza de verdadero hombre, es capaz de doblegarlas sin ser doblegada, y, avezada en
todos los conocimientos de la instrucción general, y sacando de ellos un vehemente deseo de
contemplación adquiere las sólidas virtudes de la templanza y la perseverancia; y así, al
marcharse y hallar el camino de regreso a su patria llévase consigo todos los frutos de la
educación, a los que se llama aquí "hacienda".

275. LVI. Tras lo dicho acerca de estos puntos, continúa: "Mas tú marcharás hacia tus padres
nutrido con la paz en una hermosa vejez". (Gen. XV, 15.) Por lo tanto, los que somos
imperfectos luchamos y somos esclavos y con dificultad hallamos la manera de escapar de los
terrores que nos amenazan; en cambio, la raza perfecta está libre de la esclavitud y de la lucha
y es nutrida con la segura paz y libertad.

276. Al presentarnos al hombre virtuoso no muriendo sino "marchándose", expone la doctrina


de que la raza del alma totalmente purificada es inextinguible e inmortal y habrá de
emprender la jornada desde aquí hacia el cielo sin que le alcance la disolución y corrupción
que la muerte parece traer aparejada.

277. Después de "marcharás" leemos "hacia tus padres". Vale la pena averiguar de qué padres
se trata. No puede referirse a los que habían vivido en la tierra de los caldeos, que eran los
únicos parientes de Abraham, pues el oráculo dice que habitaba separado de todos los de su
sangre. Dice, en efecto: "Dijo el Señor a Abraham: 'Parte de tu país, de tu parentela, de la casa
de tu padre hacia la tierra que yo te mostraré; y haré de ti una gran nación'." (Gén. XII, 1 y 2.)

278. ¿Y cómo sería razonable que volviera a habitar con las mismas personas de las que por
Divina prescripción habíase alejado? ¿Cómo quien estaba destinado a ser jefe de otra raza y
nación habría de ser asignado a su antigua raza? ¿Le haría Dios el don de una en cierto modo
nueva y recién nacida nación y raza si no se desvinculara completamente de la vieja?

279. Es él, a no dudarlo, el fundador de una nación y raza puesto que de él, como de una raíz,

40
brotó la joven planta llamada Israel, la raza observadora y contempladora de los hechos de la
naturaleza. Porque además está dicho que se ha de "sacar lo viejo de la presencia de lo
nuevo". (Lev. XXVI, 10.) ¿Cómo, en efecto, hallarían provecho en lo antiguo y en costumbres
viejas y trilladas quienes han recibido de improviso una compacta lluvia de no esperados
bienes?

280. LVII. Por lo tanto, al decir "padres", no se refiere a aquellos que yacían sepultados en las
tumbas de Caldea y de los que procedía el alma emigrante, sino o bien, como afirman
algunos, al sol, a la luna y a los restantes astros, a los que atribuyese la formación y
nacimiento de todas las cosas sobre la tierra; o bien, como otros entienden, a las formas
ejemplares, a las naturalezas aprehensibles solo por la inteligencia e invisibles, modelos de las
cosas sensibles y visibles de aquí; hacia las cuales, dicen, emigra la inteligencia del sabio.

281. Algunos, a su vez, conjeturan que se ha llamado "padres" a los cuatro principios de los
cuales ha sido forjado el mundo, a saber: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Dicen, en efecto
que cada una de las cosas que han llegado a existir se vuelve a desintegrar necesariamente en
ellos.

282. Y efectivamente, así como los nombres, los verbos y todas las partes del habla están
compuestos por los elementos gramaticales,94 y a la vez en ellos se descomponen en último
análisis, del mismo modo cada uno de nosotros, siendo un compuesto de los cuatro elementos
del mundo, un préstamo de pequeñas partículas procedentes de cada una de estas sustancias,
paga la deuda cuando se han cumplido los períodos de tiempo correspondientes, devolviendo
a la tierra lo que en él hay de seco; al agua lo que tiene de húmedo; al aire su parte fría y al
fuego lo caliente.95
94
Es decir, las letras del alfabeto o los fonemas vocálicos y consonanticos.
95
Ver Platón, Timeo 42 e.

283. Todas estas componentes pertenecen al cuerpo. El alma, en cambio, naturaleza


intelectual y celestial, marcha hacia el éter96 la más pura de las sustancias, como hacia un
padre. Porque, como se decía entre los antiguos, podemos admitir la existencia de una quinta
sustancia, que se mueve en círculo 97 y difiere por su superior calidad de las otras cuatro; de la
que las estrellas y el cielo todo parecen haber sido hechos, y de la que, en consecuencia,
debemos señalar que también el alma humana es un desprendido fragmento.
96
Ver la nota 30.
97
Basado en Aristóteles, Sobre el cielo I, 2 y 3. Ver Sobre los sueños I, 21; y Sobre la
inmutabilidad de Dios, 46.

284. LVIII. Las palabras "nutrido con la paz" son un agregado que no está de más, e implican
que la mayor parte del género humano "se nutre" para la guerra y para todos los males
derivados de la guerra. Ahora bien, una guerra o procede de las cosas exteriores y nos la
ocasionan la deshonra, la pobreza, la humildad de origen y cosas semejantes a estas; o pro-
cede de factores internos, tales como enfermedades, mutilaciones, embotamientos totales, y
un cúmulo de calamidades sin número propias del cuerpo; pasiones, debilidades y
enfermedades del alma, y las penosas y oprimentes rebeldías al par que las terribles
opresiones de la insensatez y la injusticia y otros tiranos semejantes.

285. Así pues, "nutrido con la paz" equivale a 'poseedor de una vida tranquila y en calma,
verdaderamente feliz y dichosa'. ¿Y cuándo tendrá lugar esto? Cuando de las condiciones
exteriores resultaren sin obstáculos la abundancia de recursos y la buena reputación; de las

41
condiciones corporales, la salud y el vigor; y de las del alma, el goce de las virtudes.

286. Cada parte, en efecto, necesita su propia escolta.98 El cuerpo es protegido por la buena
reputación y la inagotable copia de riqueza; el alma por la salud completa y general del
cuerpo; la inteligencia por los conocimientos a que se llega en las diversas ramas de la
investigación. Porque a esta paz se refiere el pasaje; no a la que gocen los estados. Esto resulta
claro para los que están familiarizados con las sagradas escrituras. Así, Abraham se había
visto envuelto en grandes y penosas guerras, en las que aparece combatiendo hasta la victoria.
98
Ver Sobre la confusión de las lenguas 18 y ss.

287. Y también el abandono de la tierra paterna era pesada guerra para quien, habiendo
emigrado de aquella, no podía habitarla de nuevo y era arrastrado de un lado a otro errante por
desiertos e intransitados caminos, sin tener oráculos ni Divinas promesas en que confiar. Y
por cierto que habría de agregarse a sus va abundantes motivos de zozobra un tercero, el
hambre, 99 calamidad peor aún que la emigración y la guerra.
99
Gen. XII, 10,

288. ¿Qué clase de paz, entonces, es la que lleva consigo? Porque el haber emigrado y estar
sin lugar fijo, el enfrentarse con las irresistibles fuerzas de los reyes y el soportar el hambre
parecen indicar, según yo entiendo, no ya una guerra sino muchas y variadas.

289. Mas, sucede que cada una de estas situaciones es, si se la interpreta alegóricamente, una
muestra de paz absoluta. En efecto, la carencia y el hambre de pasiones, la destrucción de las
enemigas iniquidades y la emigración de la caldaica opinión hacia la del amante de Dios, vale
decir, desde la sensible creatura hacia la Causa aprehensible por la inteligencia y creadora,
esas son las condiciones que cimentan un orden bien regido y estable.

290. Por otra parte, a quien vive en una paz tal Moisés le promete una buena vejez; no, por
cierto, una vida larga sino una vida sabiamente vivida. Porque más vale un día bien vivido
que muchos años, tanto cuanto una breve luz es mejor que una eternidad de sombras. Con
sano pensar ha dicho cierto hombre capaz de profetizar que más quería vivir un solo día en la
virtud que diez mil años en la sombra de la muerte,100 indicando con el término "muerte" la
vida de los hombres malvados.
100
Salmos LXXXIII (LXXXIV), 11.

291. Lo mismo nos confirma también Moisés en el presente caso, con hechos más que con
palabras. En efecto, Abraham, a quien describe como destinado a una buena vejez, es
presentado como de más corta vida que casi todos los que le precedieron. De ese modo nos da
una lección de sabiduría y nos enseña qué es lo que se entiende por una vejez buena de
verdad; a fin de que no admitamos jamás una vanidad originada en el visible cuerpo, vanidad
rebosante de vergüenza y abundante en reproches; y, conociendo, en cambio, que la buena
vejez, hermana en esencia y nombre de la "recompensa",101 consiste en el recto juicio y en la
estabilidad del alma, la divulguemos y atestigüemos como tal.
101
Intraducible juego de palabras entre géras = vejes, y géras = recompensa. Ver Sobre la
ebriedad 16.

292. Oye, pues, la doctrina del legislador según la cual sólo el hombre de bien goza de una
buena vejez y de una larguísima vida, en tanto que el hombre ruin vive corto tiempo, dado que
siempre está, aunque no lo advierta,102 muriendo respecto de la virtud; o, más bien, está ya
muerto en cuanto a la vida en ella.

42
102
Acepto la enmienda propuesta por Mangey, consistente en sustituir manthánonta =
aprendiendo, por lanthánonta = sin darse cuenta.

293. LIX. A continuación leemos: "Pero en la cuarta generación retornarán acá" (Gen. XV,
16); palabras que tienden no sólo a indicar la fecha .en que aquellos habrían de habitar la
tierra santa, sino a inspirarnos la idea de la completa restauración del alma. Esta tiene lugar en
la qué podríamos denominar cuarta generación. Pero vale la pena averiguar cuidadosamente
cómo ocurre eso.

294. El niño, desde su nacimiento hacia el término de los primeros siete años, vale decir,
durante la edad infantil, tiene asignada un alma que conserva su frescura original, semejante
sobre todo a un sello suave y no marcada aún con las huellas del bien y del mal. Y así, cuanto
parece grabarse en ella se ablanda y diluye a causa de la fluidez de la misma.

295. Esta es la que .podemos llamar primera generación del alma. La segunda es aquella que,
después de la edad infantil, comienza a vivir en compañía de los males, tanto de los que suele
producir el alma por sí sola como de los que acoge de buen grado procedentes de otros. Es
que los que le enseñan a obrar mal son muchísimos: nodrizas, instructores, padres y las leyes
escritas y no escritas, los que tributan su admiración a lo que no merece sino risa. Y, aun sin
que se lo enseñen, ella se basta para aprender sola lo que merece reproche, al punto de que
siempre está agobiada bajo el peso de su fecundidad para el mal.

296. Dice, en efecto. Moisés: "La inteligencia del hombre desde la juventud aplícase con celo
al mal". (Gen. VIII, 21.) Es ya la más maldecida de las "generaciones".103 para decirlo
simbólicamente; de las edades, si hemos de hablar literalmente; aquella en la que el cuerpo
adquiere juvenil vigor, y el alma se siente llena de orgullo, mientras las encendidas pasiones
se inflaman, consumiendo "eras, espigas v campos" (Ex. XXII, 6) y cuanto encuentran.
103
Esta segunda "generación" o etapa de la vida comprende la adolescencia y la juventud.

297. Preciso es que esta enfermiza generación o edad sea cuidada en su dolencia por una
tercera, que es cual una medicinal filosofía, y se rinda ante la atracción de saludables y
salvadores razonamientos, mediante los cuales adquiera capacidad para liberarse de su
desmedido hartazgo de iniquidades y para calmar su avidez, su vacío, su terrible soledad con
rectas acciones.

298. Así pues, luego de este saludable tratamiento, el poder y vigor del alma se desarrollan
durante la cuarta generación puesto que ha adquirido definitivamente la sensatez y está firme
y fijamente situada en todas las virtudes. A esto se refieren las palabras: "En la cuarta
generación retomarán acá". En efecto, bajo el indicado número cuatro, el alma, de retomo ya
de sus yerros, es declarada heredera de la sabiduría.

299. El primer número, en efecto, es aquel bajo el cual no es posible alcanzar una concepción
ni del bien ni del mal y el alma permanece sin recibir impresiones. El segundo es aquel bajo el
cual experimentamos el ímpetu de las malas acciones. En el tercero recibimos una saludable
cura y nos liberamos de los elementos malsanos dejando atrás la juvenil plenitud de las
pasiones. Y el cuarto es aquel en que alcanzamos una salud y un vigor perfectos, una vez que,
apartados de las cosas ruines, resolvemos entregarnos .al bien; cosa que antes no es posible.

300. LX. Hasta cuándo no es posible lo indica Moisés al decir: "Las iniquidades de los
amorreos aún no se han completado". (Gen. XV, 16.) Tales palabras dan ocasión para que

43
espíritus enfermizos supongan que el legislador presenta al destino y a la necesidad como
causas del todo.104
104
Posiblemente basados en que incluso Dios tiene que sujetarse al cumplimiento de
condiciones que no le es dado alterar, ya que para poner en práctica sus deseos de llevar a su
pueblo a la tierra prometida debe aguardar a que se haya cumplido el hecho a que se refiere el
pasaje.

301. Mas, preciso es tener presente que, mientras como filósofo e intérprete de Dios conoce
que las causas tienen ilación, conexión e interrelación, no atribuye a estas condiciones el
papel de causas de los acontecimientos, sino intuye la existencia de otro ser, de superior
jerarquía, que se mantiene sobre todas las cosas como un auriga o piloto. Él, en efecto,
sostiene el timón de la común nave que es el mundo, en la que todas las cosas navegan; Él
guía el alado carro que es el cielo todo, ejerciendo una absoluta soberanía sin traba alguna.

302. ¿Qué hemos, pues, de decir acerca de las palabras de Moisés? Pues que "amorreos"
significa "habladores", y la palabra es el sumo bien concedido por la naturaleza al hombre;
pero entre los que han recibido tal don hay muchísimos que lo han echado a perder por
emplear ingrata y pérfidamente el poder que proporciona. Tales son los impostores, los
aduladores, los inventores de persuasivos sofismas, los que no saben bien otra cosa que
engañar y tramar fraudes sin preocuparles en absoluto la verdad. Cultivan además una
expresión nada clara, y la falta de claridad en la expresión equivale a obscuridad profunda y la
obscuridad profunda es aliada de los ladrones.

303. Por eso Moisés ha adornado al sumo sacerdote con la claridad de exposición y la
verdad,105 juzgando que es propio del hombre virtuoso el hablar claro y veraz. Sin embargo,
los más persiguen un hablar obscuro y falso, siendo esa forma de expresión la preferida por la
engañada turba de los hombres vulgares y despreocupados.
105
Ver Interpretación alegórica III, 118 y ss.

304. De modo que, mientras "no estén completas las iniquidades de los amorreos", vale decir,
de los argumentos sofísticos, por no haber sido aún refutados mientras, por el contrario,
merced a su fuerza de atracción, nos seduzcan con sus argumentos persuasivos y
permanezcamos incapaces de apartarnos y abandonarlos a causa de su atracción, no cambiará
nuestra situación.

305. Mas, si todas las falacias verosímiles fueren refutadas por las verdaderas creencias, y los
errores se mostraren llenos de tales falacias, colmando así la medida, huiremos sin volvernos
atrás; y, tras cortar amarras, por así decir, nos internaremos en el mar alejándonos de la región
de las falsedades y sofismas, ansiosos de echar anclas en los puertos y radas más apropiadas
para fondear, que son los de la verdad.

306. Tal es lo que se demuestra en el presente planteo. Porque, si el error contenido en la


falsedad verosímil no se muestra completo y consumado es imposible reaccionar contra él,
detestarlo y abandonarlo. Y esta constatación surge de su beneficiosa refutación al ser
confrontada con la firmeza de la verdad.

307. LXL A continuación leemos: "Mas cuando el sol se hallaba en su ocaso, surgió una
llama". (Gen. XV, 17.) Muestra así Moisés que la virtud es cosa que tarda en nacer, y que,
como han dicho algunos, sólo adquiere firmeza hacia el ocaso mismo de la vida. Compara la
virtud a una llama, porque, así como la llama quema la materia que halla a su alcance pero, a

44
la vez, ilumina el aire vecino, del mismo modo la virtud consume los errores y llena de luz la
inteligencia toda.

308. Pero, mientras todavía nos dominan con sus apariencias de verdad esos argumentos
carentes- de análisis y clasificación, a los que llama "erroreos", no podemos ver su resplandor
brillantísimo y sin sombras. Nos hallamos en la misma situación que un horno que no tiene
fuego pero, como dice Moisés,106 humea: las chispas del saber humean en nosotros, pero aún
no podemos dar una sólida muestra de fuego puro.
106
Gen. XV, 17.

309. Con todo, grande agradecimiento se debe a Aquel que ha sembrado esas crispas para que
la inteligencia no se hiele, como los cuerpos muertos, por obra de las pasiones; y entibiaba y
calentada por los combustibles de la virtud, arda hasta conseguir convertirse en sagrado fuego
como Nadab y Abiú.107
107
Lev. X, 2. Ver Interpretación alegórica II, 58.

310. Ahora bien, el humo precede al fuego y provoca las lágrimas de los que se aproximan a
él. Ambas cosas suceden a menudo. En efecto, cuando nos aproximamos a los mensajes108 de
la virtud, aguardamos la plenitud de ésta y, si no. podemos aún alcanzarla, lo pasamos
afligidos y llorosos. Porque, cuando un gran deseo se ha derramado en nosotros, muévenos: a
ir en procura de lo deseado y nos fuerza a estar tristes hasta. lograrlo.
108
En el texto griego se lee angeláis = mensajeros o mensajes, pero la presencia de dicho
término toma poco convincente el sentido del pasaje, por lo que cabe pensar en una
corrupción del texto. La idea es indudablemente: "mientras aún progresamos en el camino
hacia la virtud, sin haber, empero, llegado a hacerla nuestra".

311. Ha comparado ahora con un homo al alma del amante de la instrucción que aguarda la
plenitud de ella, porque aquél y ésta son recipientes de preparado alimento; el horno, del ali-
mento preparado con provisiones corruptibles; el alma del preparado con incorruptibles
virtudes. A su vez, las antorchas de-fuego, las que se llevan en las ceremonias rituales, son los
juicios de Dios, el porta-antorcha, juicios luminosos y brillantes,. cuyo sitio habitual es el
intermedio entre las mitades, es decir,. entre los opuestos de que se compone el mundo entero.

312. Leemos, en efecto: "Las antorchas de fuego, las que pasaban en medio de las mitades".
(Gén. XV, 17.) Por estas palabras te darás cuenta de que los Divinos poderes marchan en
medio de las cosas materiales e inmateriales sin dañar cosa alguna, pues las mitades
permanecen intactas, y distinguiendo-y separando con perfección suma las naturalezas de
ellas.

313. LXII. Con razón, entonces, el sabio es presentado como heredero del conocimiento de
dichas verdades. "En aquel día", dice Moisés, "acordó Dios un pacto con Abraham diciendo:
'Daré esta tierra a tu descendencia'." (Gen. XV, 18.) 314. ¿Qué tierra podría mostrarle sino la
mencionada anteriormente, y a la que ahora se refiere? 109 El fruto de esta tierra no es otro que
la segura y firme aprehensión de la sabiduría de Dios, mediante la cual con Sus separadores
poderes conserva todas las cosas intactas separando lo bueno de lo malo. ..110
109
Mencionada anteriormente en Gen. XV, 17, citado en el parágrafo 98.
110
Resulta imposible hallar un sentido coherente en las siete palabras restantes del texto en su
estado actual, y coordinarlo con el resto del contexto. Literalmente dice: "según las (?)... para
los inmortales por nacimiento". Se han propuesto determinadas enmiendas pero ninguna de
ellas resulta suficientemente convincente.

45
315. Luego agrega: "desde el río de Egipto hasta el gran río Eufrates" (Gen. XV, 18),
indicando que los hombres perfectos tienen sus orígenes en el cuerpo, la sensibilidad y las
partes orgánicas, sin los que no es posible vivir, pues ellos son indispensables para nuestra
educación durante la vida del cuerpo; y tienen sus fines en ese verdaderamente grande río que
es la sabiduría Divina, río desbordante de alegría y dicha 111 y de los demás bienes.
111
Juego de palabras entre Euphrátes = Eufrates, y euphrosyne = dicha.

316. No delimita, en efecto, la región comenzando por el río Eufrates y terminando en el río
de Egipto, pues ello equivaldría a hacer descender a la virtud hacia las pasiones del cuerpo;
sino, al revés, "desde Egipto hasta el gran Eufrates", porque los progresos tienen lugar desde
las cosas mortales hacia las inmortales.

46
SOBRE LA UNIÓN1 CON LOS ESTUDIOS PRELIMINARES

(DE CONGRESSU QUAERENDAE ERUDITIONIS GRATIA)

1
Literalmente: unión en matrimonio o simplemente sexual, cohabitación con alguien;
simbólicamente: acceso y entrega a dichos estudios, compañía transitoria de ellos. El término
synodos tiene en este caso el sentido de unión matrimonial o sexual, ya que se refiere a la
unión de Abraham y Agar, cuyo fruto es Ismael, aunque alegóricamente, como lo aclara Filón
en el parágrafo 12 la unión es espiritual.

1. I. "Sara, la mujer de Abraham, no le había engendrado-hijo, pero tenía una criada egipcia
llamada Agar. Y dijo Sara a Abraham: 'Mira, el Señor me ha cerrado para que no engendre;
entra en mi criada para que engendres hijos de ella'." (Gen. XVI, 1 y 2.)

2. El nombre "Sara" significa "soberanía en mí";2 y la sensatez que hay en mí, la moderación
que hay en mí, mi particular rectitud y cada una de las demás virtudes que hay en mí
únicamente, son una soberanía sobre mí solamente. Ella, en efecto, me rige y me gobierna,
habiendo decidido yo-prestarle acatamiento en razón de su natural realeza.
2
O mi soberanía, "Sara" es el nombre de la esposa del patriarca que Filón interpreta como "mi
soberanía" o "soberanía personal, nombre que más tarde le fue trocado en "Sarra", que, según
nuestro exegeta, designa la soberanía "in genere" Ver Sobre los querubines 5 y ss.

3. Moisés, aunque parezca increíble, la presenta estéril, y a la vez fecundísima, como que
reconoce que de ella procede la más numerosa de las naciones. Es que la virtud es realmente
estéril en lo que toca a todas las cosas ruines, pero es tal su fecundidad | en bienes que ni
necesita el arte de la partera pues en sus alumbramientos deja a éste a la zaga.3
3
Alusión a Ex. I, 19, como en Sobre la migración de Abraham 142.

4. Los animales y las plañir tas engendran los frutos que les son propios con bastante largos
intervalos, una o dos veces a lo sumo por año, conforme con el número de alumbramientos
que la naturaleza ha establecido para cada uno de ellos, acomodándolos a las estaciones del
año. La virtud, en cambio, sin paréntesis alguno, siempre incesante e ininterrumpidamente,
momento tras momento da a luz, no hijos, por cierto, sino honestas palabras, irreprochables
decisiones y laudables acciones.

3. II. Pero, así como la riqueza no es de provecho para los que la poseen, si no pueden hacer
uso de ella, del mismo modo la maternidad de la sensatez en nada aprovecha si lo que
engendra en nosotros no nos es útil. Y así, mientras a algunos ella los Juzga completamente
dignos de compartir su vida; otros, en cambio, no le parecen tener aún la edad suficiente para
adaptarse a su loable y sobria vida doméstica. A éstos tales les permite celebrar los
preliminares de los matrimonios y les ofrece la esperanza de celebrar más adelante los ritos
matrimoniales.

6. Sara, pues, o sea, la virtud que gobierna mi alma, ha dado a luz, pero no ha dado a luz para
mí. Es que yo, joven, como soy, no hubiera podido recibir aún los vástagos de ella, es decir; el
ser sensato, justo y piadoso; a causa de que son múltiples los hijos bastardos que me han
engendrado las vanas opiniones. El sustentar y cuidar incesantemente a éstos y la permanente
preocupación por ellos han hecho que pensara muy poco en los legítimos y verdaderamente
libres.

47
7. Bueno es, entonces, suplicar que la virtud no sólo dé la luz, cosa que hace sin necesidad de
que lo supliquemos, sino que alumbre también para nosotros para que podamos alegramos de
participar en aquello que ella siembra y da a luz. Porque normalmente sólo para Dios
engendra, devolviendo con ello, agradecida, las primicias de los bienes que ha alcanzado, a
Aquel que, como dice Moisés, ha abierto su siempre virginal matriz.4
4
Gen. XXIX, 31.

8. Así, nos dice también que el candelabro, el original que sirve de modelo a la imitación,5
ilumina de una sola parte, de la que mira hacia Dios, a no dudarlo. En efecto, siendo el sép-
timo e intermedio entre los seis brazos, divididos éstos en dos grupos de tres, que lo escoltan
de uno y otro lado, envía sus rayos hacia el Que Es, seguro de que su resplandor es demasiado
brillante para que una vista mortal pueda fijarse en él.6
5
Ex. XXV, 37 y 40. El candelabro original es el que fue mostrado por Dios a Moisés en el
monte Sinaí; la copia, el construido para el tabernáculo.
6
Ex. XXV, 32 a 37.

9. III. Tal es la causa por la que no dice que Sara no da a luz, sino solo que no da a luz para
determinada persona. Es que no somos aptos para recibir hijos de la virtud si antes no nos
unimos íntimamente con su criada. Y la criada de la sabiduría es la cultura general7 que se
adquiere mediante los estudios preliminares.
7
Ver Interpretación alegórica III, nota 85.

10. En efecto, así como en las casas hay puertas exteriores antes de las puertas de las
habitaciones, y en las ciudades, suburbios que atravesar para llegar al interior de ellas, así
también delante de la virtud están los estudios; de la cultura general, los que son un camino
que conduce a. ella.

11. Ahora bien, debemos tener presente que a grandes temas: corresponden también grandes
introducciones. Y no hay tema más grande que el de la virtud, como que toca al más grande
de los asuntos: la vida toda del hombre. Natural es, pues, que tenga a su servicio no breves
introducciones sino la gramática,. la geometría, la astronomía, la retórica, la música y todas
las otras ramas del estudio racional, de las cuales es símbolo Agar, la criada de Sara, como
vamos a demostrar.

12. Leemos, en efecto, que "Sara dijo a Abraham: 'Mira, el Señor me ha cerrado para que no
dé a luz, entra en mi criada para que engendres hijos de ella'." Hemos de descartar en el
presente asunto las uniones o contactos corporales que tienen por fin el placer. Se trata de una
unión de la inteligencia con la virtud, por el deseo de aquélla de tener hijos. Sí esto no es
posible enseguida, se le enseña a tomar por esposa a la criada de la virtud, es decir, a la
instrucción intermedia.

13. IV. Digna de profunda admiración es la discreción de la sabiduría, la que no creyó


conveniente echamos en cara nuestra lentitud para engendrar o nuestra total esterilidad,
aunque, según el verdadero sentido-del oráculo, era nuestra incapacidad y no una aversión
suya lo que le impedía dar a luz. Por eso dice: "El Señor me ha cerrado para que no dé a luz"
y no agrega luego: "para vosotros". Es que no quiere que se piense que reconviene y reprocha
a otros su desdicha.

14. "Entra", dice entonces, "en mi criada", vale decir, en la instrucción intermedia que brindan
las ciencias intermedias y generales, "para que engendres hijos de ella" primeramente; pues

48
así, luego serás capaz de alcanzar provecho de tu unión. con la señora para la generación de
hijos de noble cuna.

15. En efecto, la gramática, al enseñamos a conocer las obras de los poetas y prosistas,
desarrollará nuestro discernimiento y riqueza de conocimientos, y nos enseñará a despreciar
las fantasías que forjan por vanidad nuestras vacías opiniones, ya que nos mostrará las
calamidades que es fama sobrevinieron a los héroes y semidioses celebrados por aquéllos.

16. La música comunicará encanto con sus ritmos a lo que carece de ritmo, con su armonía a
lo inarmónico, con su melodía a lo no melodioso y desentonado; y así, convertirá lo desacorde
en acorde. La geometría, por su parte, sembrará en el alma amante del saber las simientes de
la igualdad y la proporción y con la finura de su coherente indagación engendrará el celo por
la justicia.

17. La retórica, a su vez, aguzando a la inteligencia para la observación y ejercitando y


combinando el pensamiento para la expresión, hará del hombre un verdadero experto en
pensamientos y palabras, pues a su cargo está este don, que con carácter de peculiar y
exclusivo nos ha dado la naturaleza, negándoselo a toda otra creatura viviente.

18. En cuanto a la dialéctica, la hermana y gemela de la retórica, al decir de algunos;


distinguiendo los argumentos verdaderos de los falsos y refutando las apariencias de verdad
de los sofismas, remediará esa gran enfermedad del alma que es el engaño. Provechoso, pues,
es familiarizarse y ejercitarse con estos y otros estudios preliminares semejantes. En efecto,
tal vez, como a muchos les ha sucedido, será a través de los estudios vasallos como habremos
de familiarizamos con las reales virtudes.

19. ¿No ves cómo también nuestro cuerpo primero, durante la infancia, se nutre con alimentos
simples y a base de leche, y .sólo más tarde lo hace con alimentos sólidos y costosos? Pues de
la misma manera considera que los estudios de la cultura .general y el saber correspondiente a
cada uno de ellos ponen al alcance del alma los alimentos de la infancia; y que las virtudes
constituyen los alimentos más perfectos y los apropiados para los hombres de verdad.

20. V. Los primeros caracteres de la instrucción intermedia son representados mediante dos
símbolos, el uno la raza, el otro el nombre. La raza es egipcia; el nombre, Agar, que significa
"residencia transitoria".8 Y así es, el consagrado a los estudios de la cultura general y amigo
del saber múltiple está ligado al terrestre y egipcio cuerpo puesto que hace uso de los ojos
para ver y leer, de los oídos para escuchar y oír, y de los otros sentidos para poner al
descubierto cada una de las cosas sensibles.
8
Ver Interpretación alegórica III, 244.

21. Está en la naturaleza de las cosas, en efecto, el que lo juzgado no puede ser aprehendido si
no hay quien juzgue; y en el caso de las cosas sensibles quien juzga es la sensibilidad; de
modo que sin ella no sería posible un prolijo conocimiento de lo concerniente al mundo
sensible, sobre lo que versa la mayor parte de la filosofía. La sensibilidad, por otra parte, es la
sección del alma más afín al cuerpo y está adherida con profundas raíces a este recipiente del
alma, al que simbólicamente se ha denominado Egipto.

22. Este es uno de los caracteres que corresponden a la sierva de la virtud: el de la raza.
Averigüemos cuál es el otro, es decir, el del nombre. Ocurre que la condición de la educación
general es la de una "residencia transitoria". La ciencia, la sabiduría y las virtudes todas son

49
indígenas, autóctonas, ciudadanas de verdad y esta condición es exclusiva de ellas; las otras
enseñanzas, que alcanzan el segundo, tercero o último galardón, ocupan un lugar "intermedio"
entre los extranjeros y los ciudadanos, ya que no pertenecen ni a una ni a otra raza definida y,
en cambio, tienen algo de común con una y otra.

23. Un residente transitorio, en efecto, por el hecho de permanecer en la ciudad está a la par
de los ciudadanos, y por no vivir en su lugar natal se iguala con los extranjeros. De la misma
manera, pienso yo, los hijos adoptivos igualan a los legítimos en cuanto a que son herederos
de sus padres adoptivos; pero están a la par de los ajenos en cuanto a que no han sido
engendrados por ellos. La misma relación, pues, que media entre la señora y la criada, o entre
la esposa legítima y la concubina, media también entre Sara, la virtud, y Agar, la instrucción.
De modo que es natural que Sara, la virtud, pueda llegar a ser la esposa del ansioso de
estudiar y conocer llamado Abraham; y que Agar, la cultura general toda, sea la concubina.

24. Aquel pues, que alcanza la sabiduría mediante la instrucción no puede rechazar a Agar,
pues muy necesaria es la adquisición de los estudios preliminares; [VI] mas si alguien,
decidido a perseverar hasta el fin en las luchas por la virtud, se aplica a continuas
ejercitaciones sin desfallecer en sus prácticas, tomará dos esposas legítimas y dos concubinas,
criadas éstas de las legítimas esposas.9
9
El simbolismo de las esposas y concubinas de Jacob (Gen. XXIX y XXX) es el tema de los
parágrafos 24 a 33. En esta ocasión el enfoque de Filón sobre Raquel y Lía se aparta de su
interpretación al respecto en otros pasajes.

25. A cada una de ellas le corresponde una naturaleza y un aspecto diferentes. Así, una de las
esposas legítimas es un movimiento saludable, equilibrado y pacífico en sumo grado, y en
razón de sus antecedentes Moisés la llama Lía.10 La otra se asemeja a una piedra de afilar, y,
afilándose en ella la inteligencia amante de la lucha y la ejercitación adquiere agudeza. Su
nombre es Raquel, que quiere decir "visión de profanación", no porque su visión sea profana
sino, por el contrario, porque ella considera que las cosas visibles y sensibles no son sagradas
sino profanas comparadas con la pura naturaleza de las cosas invisibles e intelectuales.
10
Léia = Lía, es idéntico al femenino de léios = suave, liso.

26. Hallándose nuestra alma dividida en dos partes: la racional y la irracional, sucede que a
cada una de ellas le corresponde una virtud; Lía a la parte racional y Raquel a la irracional.

27. Raquel nos ejercita a través de los sentidos y de todas las partes de la porción irracional
para que despreciemos todo aquello que no merece consideración, como la fama, la riqueza y
el placer, que la grande turba de los hombres incultos juzga admirables y apetecibles, guiada
por el veredicto de los deshonestos oídos y del igualmente deshonesto tribunal de los otros
sentidos.

28. La otra nos enseña a evitar el escabroso y áspero camino, intransitable para las almas
amantes de la virtud, y a marchar "suavemente" a través de la amplia recta sin tropiezos ni
resbalones.

29. Necesariamente, entonces, será criada de Lía la facultad de expresarse a través de los
órganos del habla y la racional búsqueda de sutiles argumentos cuya diestra fuerza persuasiva
es vehículo de engaño;11 y serán criadas de Raquel los necesarios medios de subsistencia que
son la comida y la bebida.
11
Sorprende que esta facultad de expresarse, al servicio de quien busca la virtud o perfección,

50
según lo dicho en el parágrafo 33, sea vehículo de engaño precisamente. Posiblemente se trate
de una corrupción o laguna en el texto, y Filón haya querido decir todo lo contrario.

30. Moisés ha dado los nombres de estas dos criadas; Zelfa y Bala.12 "Zelfa" quiere decir
"boca andante", y es símbolo de la capacidad para expresar el pensamiento y exponer su des-
arrollo.13 "Bala" significa "deglución" y simboliza el primero y más necesario sostén de los
vivientes perecederos, pues nuestros cuerpos echan anclas en la deglución y las amarras de la
vida hallándose sujetas a ella como a su base.
12
Gen. XXX, 3 y 9.
13
La expresión del pensamiento (hermenéia) corresponde a la "boca", y la exposición de su
desarrollo a "andante".

31. Con todas las mencionadas facultades convive el ejercitante; con unas a título de esposas
legítimas y de libre condición, con las otras en calidad de siervas y concubinas. Aspira a
poseer a Lía, es decir, el suave movimiento capaz de producir salud si se da en el cuerpo; y
nobleza y Justicia si sobreviene en el alma. Ama a Raquel cuando combate contra las pasiones
y se prepara para alcanzar el dominio de sí mismo y toma posiciones para enfrentar a todas las
cosas sensibles.

32. Dos son, en efecto, las formas de la ayuda. La que nos proporciona el goce de bienes, y la
que enfrenta y aniquila los males; la primera pacífica, la segunda combativa. Así, es por
conducto de Lía como llegamos a recoger los frutos más elevados y dominantes; y a través de
Raquel como obtenemos los que podríamos llamar despojos de guerra. Tal es la convivencia
con las esposas legítimas.

33. Pero el que se ejercita ha menester también de Bala, la deglución, aunque en calidad de
sierva; ya que sin alimentos y vida tampoco vivir bien le sería posible,14 pues los bienes
intermedios son el fundamento de los superiores. Y necesita de Zelfa, es decir, la palabra que
expone el curso de un pensamiento, a fin de que el elemento racional y elocutivo l5 pueda
contribuir de dos maneras a su perfección: mediante la fuente de pensamiento que es la
inteligencia y mediante el fluir de los mismos a través del órgano de la expresión.
14
Es decir, sin la base de la vida natural o vegetativa, resultado de la alimentación, no es
posible la vida vivida como se debe.
15
El término logikós encierra ambas connotaciones: la relativa al pensamiento y la relativa a
la palabra, de acuerdo con su derivación de lógos.

34. VII. Ahora bien, Abraham y Jacob, como lo revelan las sagradas escrituras, fueron
hombres de varias mujeres, no sólo legítimas sino también concubinas. En cambio, Isaac no
tuvo ni varias mujeres ni concubina alguna absolutamente. Sólo su esposa legítima cohabitó
con él durante toda su vida.

35. ¿Por qué? Pues, porque la virtud adquirida mediante la enseñanza, virtud que procura
alcanzar Abraham, ha menester de más de un orden de conocimientos legítimos, vinculados a
la sabiduría, y de los bastardos, que son los preliminares de la cultura general Y otro tanto
ocurre con la virtud perfeccionada mediante la ejercitación, en torno de la cual han girado,
evidentemente, los esfuerzos de Jacob. Varias y diferentes, en efecto, son las verdades
mediante las cuales tienen lugar esas prácticas; verdades que guían y que siguen, que se
adelantan al encuentro y que se quedan a la zaga, que involucran ora menores ora mayores
trabajos.

51
36. En cambio, la estirpe de los que se instruyen por sí mismos, a la que pertenece Isaac, vale
decir, la alegría, que es la mejor de las buenas experiencias, ha sido dotada de una naturaleza
simple, sin mezcla y pura, y no ha menester ni de ejercitación ni de enseñanza, condiciones
éstas en las que se necesitan no solo formas legítimas sino también formas concubinas de
conocimiento. No es posible, en efecto, que al derramar Dios desde lo alto del cielo la lluvia
del bien que se aprende y enseña por sí mismo, aquél conviva ya con siervas y concubinas
artes, movido por el deseo de tener por hijos opiniones bastardas.

37 El que ha alcanzado tal premio es registrado como esposo de la real y soberana virtud
(cuyo nombre es en griego "perseverancia", en hebreo Rebeca), ya que quien ha obtenido la
sabiduría sin esfuerzo ni contratiempo, merced a una naturaleza felizmente dotada y un alma
prolífica en el bien nada busca de lo que lleva al mejoramiento.

38. Tiene, en efecto, sin inconvenientes los dones de Dios en grado perfecto, infundidos en él
en virtud de las más altas gracias de Dios, pero desea y suplica que éstos perduren. Por ello,
pienso yo, el Benefactor le ha dado a la perseverancia como esposa, para que Sus gracias se
perpetúen en el que las ha recibido.

39. VIII. La reminiscencia ocupa el segundo lugar luego de la memoria y el que tiene
reminiscencias es segundo con respecto al que recuerda. Éste es comparable al que goza de
permanente buena salud; aquél, al que se recobra de una dolencia. El olvido, en efecto, es una
enfermedad de la memoria.

40. Por fuerza el que tiene reminiscencias ha olvidado lo que antes recordaba. Así pues, la
sagrada palabra llama a la memoria Efraín, nombre que interpretado significa "fructificación";
y los hebreos llaman Manases, es decir, "fuera del olvido" a la reminiscencia.

41. Es que, realmente, el alma del que recuerda "lleva los frutos" 16 de lo que ha aprendido sin
desprenderse de nada; en tanto que el alma que evoca sale "fuera del olvido" en el que estaba
encerrado antes de la reminiscencia. El hombre de memoria convive con una esposa legítima,
es decir, con la memoria; en tanto que el que olvida cohabita con una concubina, es decir, con
la reminiscencia; siria de nación, jactanciosa y rebelde, como que "siria" significa "soberbia".
16
Karpophoreín = llevar o producir frutos, correspondiente al sustantivo karpophoría =
fructificación, o producción de frutos. Sobre la oposición Efrain-Manases, es decir, memoria-
reminiscencia, ver Interpretación. alegórica III, 90 a 93, Sobre la sobriedad 27 y 28 y Sobre la
migración de Abraham 205 y 206.

42. De esta concubina, la reminiscencia, es hijo Maquir, según lo llaman los hebreos, o "del
padre" en lengua griega. Es que quienes evocan algo olvidado creen que la causa de su
reminiscencia es el "padre", es decir, la inteligencia; y no razonan que la misma inteligencia
ha contenido también alguna vez el olvido, pues no cabría tal reminiscencia si el recuerdo
hubiera seguido presente en ella.

43. Leemos, en efecto, que "Fueron hijos de Manases aquellos que engendró para él la
concubina siria, [entre ellos] Maquir; y Maquir, a su vez, engendró a Calad". (Gen. XLVI,
20.)
Asimismo Najor, el hermano de Abraham, tiene dos mujeres, la legítima y la concubina. La
legítima llámase Melca; la concubina. Ruma.17
17
Gen. XXII, 23 y 24.

52
44. Mas no es una historia genealógica lo que registran en este caso los relatos del sabio
legislador; nadie que piense equilibradamente puede suponer tal cosa. Se trata de una
explicación a través de símbolos de cosas que pueden ser útiles al alma; y si traducimos los
nombres a nuestra lengua, comprobaremos la verdad de este aserto. Indaguemos, pues, sobre
cada uno.

45. IX. "Najor" significa "reposo de la luz"; "Melca" quiere decir "reina", y "Ruma", "visión
de algo". Ahora bien, el tener luz en la inteligencia es un bien; pero en reposo, quietud e
inmovilidad, es bien no perfecto, pues, si es provechoso que las cosas malas se hallen en
reposo, es conveniente que las buenas se hallen en movimiento.

46. Porque, ¿qué ventaja se sigue de que quien posee hermosa voz calle, o de que el flautista
no toque la flauta, de que el citarista no taña la cítara, y en general, de que un hombre hábil en
algo no ponga en práctica su arte? La teoría sola sin la práctica para nada sirve al que la
conoce. Puede uno saber cómo se combate en el pancracio, el pugilato o la lucha libre, mas, si
se ata las manos a las espaldas, de nada le servirá su preparación atlética. Y lo mismo ocurre
con el que ha aprendido los secretos del correr, si padeciere de gota o de alguna otra dolencia
de las piernas.

47. No obstante eso, el saber es la suprema luz del alma, puesto que, así como los ojos son
intensamente alumbrados por los rayos solares, la inteligencia lo es por la sabiduría e,
impregnada de siempre renovados conocimientos, se acostumbra a ver con más clara
penetración cada vez.

48. Con razón el nombre de Najor significa "reposo de la luz", pues, como es pariente del
sabio Abraham, le ha cabido una parte de la luz de la sabiduría; mas, como no ha acompañado
a aquél en su jornada desde lo creado hacia el Increado, y desde el mundo hacia el Forjador
del mundo, el conocimiento que ha adquirido es defectuoso e incompleto, en reposo y
estancado, o más bien rígido como una estatua sin vida.

49. No emigra del país caldeo, vale decir, no se libera del estudio de la astrología; y estima en
más lo creado que a su Creador, en más al mundo que a Dios; o, más bien, considera que el
mundo mismo es un Dios con poderes absolutos, y no la obra del omnipotente Dios.

50. X. Se casa, empero, con Melca, es decir, con una reina, mas no una soberana de hombres
o estados, sino una que lleva el calificativo de reina solamente. En efecto, así como no estaría
desacertado quien llamara rey de las cosas sensibles al cielo, puesto que es la más excelsa de
las cosas creadas, así tampoco está fuera de lugar llamar reina de las ciencias a la que versa
sobre ese mismo cielo, ciencia que los astrólogos y en especial los caldeos cultivan.

51. Melca es, pues, su mujer legítima; y su concubina es la que ve una sola de las cosas
existentes, aun tratándose de la más insignificante de todas.18 Así pues, el ver lo mejor, es
decir, al Que realmente Es, ha correspondido a la mejor de las razas, Israel, cuyo nombre
significa precisamente "el que ve a Dios"; al que aspira al segundo galardón le ha
correspondido el ver lo segundo en calidad: el cielo sensible y el armonioso orden y
verdaderamente musical coro de los astros que en él hay.
18
Recuérdese que su nombre, "Ruma", significa, según el parágrafo 45, "visión de algo".

52. En el tercer lugar están los escépticos, los que no se aplican a las cosas mejores de la
naturaleza, sensibles o aprehensibles por la inteligencia, sino pierden su tiempo en sutilezas y

53
sofismas sobre cosas sin trascendencia. Con éstos cohabita Ruma, la concubina que "ve algo"
aunque fuere lo más pequeño, pues se trata de hombres incapaces de abocarse a una
investigación sobre las cosas superiores, de las que podrían sacar provecho para sus vidas.

53. Así como, en el caso de la medicina, la llamada curación por palabras está muy lejos de
prestar alguna utilidad a los pacientes, ya que las enfermedades se curan con drogas,
intervenciones quirúrgicas y dietas, y no con palabras; así también en el caso de la filosofía,
algunos son nada más que traficantes y cazadores de palabras que ni quieren ni intentan curar
su vida saturada de dolencias y no se avergüenzan de pasárselas en disputas sobre opiniones y
sobre sílabas, desde su más temprana edad hasta la extrema vejez, como si la felicidad
residiese en la inútil e interminable prolijidad respecto de verbos y nombres, y no en
establecer sobre una mejor base el carácter que es la fuente de la vida humana, mediante el
destierro de los vicios de sus límites y el afincamiento de las virtudes en ella.

54. XI. Otros que toman como concubinas las opiniones y doctrinas son los hombres ruines.
Por ejemplo, Moisés dice que Tamma, la concubina de Elifaz, el hijo de Esaú, dio a luz para
él a Amalee.19 ¡Oh, cuan claramente se advierte la bajeza de origen del descendiente! Podrás
verlo a poco que descartes el pensamiento de que lo dicho se refiere a hombres, y pongas
atención en el alma, como si la estudiaras anatómicamente.
19
Gen. XXXVI, 12.

55. Moisés llama Amalee al irracional y desmedido impulso de la pasión, pues "Amalee"
traducido significa "pueblo devorador". Y en efecto, así como la fuerza del fuego consume la
materia que tiene a su alcance, del mismo modo la pasión, al arder, "devora" y destroza
cuanto halla a su paso.

56. De dicha pasión es declarado padre Elifaz con razón, pues su nombre significa "Dios me
ha dispersado". ¿Y no es cierto, acaso, que, cuando Dios aparta, "dispersa" y arroja con
desprecio lejos de Sí al alma, al punto nace la irracional pasión? Porque al alma que realmente
Lo ama, alma que tiene la visión de Él, Dios la planta como a un sarmiento de noble estirpe,
enraizándola para que se perpetúe, y le proporciona fertilidad para que adquiera las virtudes y
goce de ellas.

57. Por ello Moisés suplica de esta manera: "Condúcelos y plántalos" (Ex. XV, 17), para que
los Divinos vástagos crezcan no efímeros sino longevos e inmortales. AI alma injusta y atea,
en cambio, la destierra Dios lejos de Sí y la dispersa hacia la región de las concupiscencias e
iniquidades. Este lugar es llamado con todo acierto el lugar de los impíos, mas no se trata del
mítico Hades.20 El verdadero Hades no es otra cosa que la vida del malvado, vida que no deja
impune los delitos, vida de remordimientos y blanco de todas las maldiciones.
20
Hades o mansión de Hades, lugares subterráneos donde, según la mitología griega, residían
las almas de los muertos. Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas, nota 26.

58. XII. En otro lugar se registra como en una estela también este texto: "Cuando el Altísimo
dividió a las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán" (Deut. XXXII, 8); es decir,
cuando arrojó a todos los terrestres modos de pensar carentes de todo interés por ver bien
celestial alguno: e hizo de ellos seres sin hogar, sin ciudad y dispersos de verdad. Ninguno de
los hombres ruines, en efecto, ha conservado su morada, su ciudad ni otro vínculo de ninguna
clase; por el contrario, todos ellos están dispersos, sin lugar donde afincarse, errantes por
todas partes, emigrando siempre y sin poder echar raíces en lugar alguno.

54
59. En suma, que al hombre ruin la mujer legítima le proporciona vicios; y la concubina,
pasiones, porque el alma en su totalidad 21 es, podríamos decir, la legítima compañera de vida
de la razón; y, si se trata de un alma culpable, engendra. vicios; en tanto que la naturaleza del
cuerpo es su concubina, y a través de ella observamos que se genera la pasión, pues. el cuerpo
es la zona de los placeres y las concupiscencias.
21
Es decir, incluida la parte irracional. Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas 55.

60. Esta concubina se llama Tamna, nombre que traducido' significa "debilitamiento agitado".
El alma, en efecto, se "debilita" y torna impotente a causa de la pasión, al recibir del cuerpo la
gran "agitación" y el oleaje provocado por la terrible tormenta que estalla como consecuencia
de una desmedida apetencia-

61. El progenitor de todas estas porciones mencionadas, cabeza, podríamos decir, de todo ser
viviente, es Esaú, cuyo nombre se interpreta ora como "roble" ora como "cosa ficticia".22 Es
un "roble" por cuanto es indoblegable, inflexible,23 insubordinado e indócil por naturaleza y
tiene por consejera a la locura; vale decir, es verdaderamente de roble. Es, además,. una "cosa
ficticia" en la medida en que la vida junto a la insensatez es ficción y fábula, y además está
llena del vano énfasis de la tragedia y de la burda chanza de la comedia; nada tiene-de
saludable, forja mentiras y arroja lejos la verdad, sin interesarse por la naturaleza ajena a las
cualidades,24 sin formas y no modelada; naturaleza que ama el ejercitante.
22
El vocablo póiema está empleado aquí en el sentido de creación de la fantasía u obra de
ficción, es decir, obra literaria, y asociado con plasma = ficción, y con mythos = fábula, mito,
los que, según Filón, proporcionan tema a la comedia y a la tragedia, respectivamente.
23
Ante las buenas influencias.
24
Otro intraducible juego de palabras: póiema y ápcrios = sin cualidades

62. Moisés, en efecto, lo atestigua al decir que "Jacob era un hombre sencillo25 y habitaba una
casa".26 (Gen. XXV, 27.) Así pues, Esaú, el opuesto a éste, resulta ser hombre sin casa y
amigo de la ficción, de la invención y de las locuras míticas, o, más bien, es él mismo un
drama teatral y una fábula.
25
"Sencillo" es una de las acepciones figuradas de aplastas (a + plástos) = no modelado, in-
forme, adjetivo que expresa la idea opuesta a la del ya citado sustantivo plasma = obra
modelada o plasmada, ficción. Filón juega con estos sentidos, y de ese modo logra que el
texto bíblico avale su interpretación sobre la afinidad del hombre virtuoso, en este caso
personificado en Jacob, con lo incorpóreo y no cualitativo, y sobre su oposición respecto de la
ficción encarnada en Esaú.
26
Ver Interpretación alegórica III, 2; y Sobre la obra de Noé como plantador 44.

63. XIII. Queda dicho, en la medida de lo posible, lo relativo a la convivencia de la razón


amante de la contemplación con las facultades legítimas y concubinas. Hemos continuar la
trama de nuestro razonamiento examinando lo que sigue. "Abraham", dice Moisés, "escuchó
la voz de Sara". (Gen. XVI, 2.) Forzoso es, en efecto, que el que aprende obedezca los man-
datos de la virtud.

64. Mas no todos obedecen; sólo lo hacen aquellos que se hallan impregnados de un intenso
amor hacia el saber. Casi no pasa día, en efecto, sin que los auditorios y teatros se llenen, y los
que cultivan la filosofía discurren en ellos sin respiro anudando sus argumentos acerca de la
virtud.

65. Mas, ¿qué provecho resulta de lo que dicen? En vez de prestarles atención, todos se

55
distraen con otras cosas, con el pensamiento puesto unos en viajes y negocios, otros en rentas
y cultivos, otros en distinciones y asuntos públicos, otros en las ganancias que procuran cada
una de sus habilidades y ocupaciones, otros en la venganza contra enemigos, otros en los
goces de sus deseos eróticos; en suma, unos en unas cosas y otros en otras. El resultado es
que, respecto de lo que se está demostrando, ningún caso hacen, estando presentes sólo de
cuerpo, mas ausentes con las inteligencias, tal como si fueran imágenes o estatuas.

66. Y, si algunos prestan atención, es sólo durante el tiempo en que permanecen sentados; y,
en retirándose, se olvidan de todo lo dicho. El objeto de su presencia ha sido más el deleitarse
oyendo que el sacar provecho; y así, el alma de éstos es incapaz de concebir o engendrar
nada; y, cuando cesa el motivo que provoca su placer, se extingue también su atención.

67. En tercer lugar están aquellos que conservan como una resonancia de lo que se ha dicho,
pero demuestran que son más sofistas que filósofos. Las palabras de éstos son loables mas su
vida es reprensible. Tienen aptitudes para hablar sobre lo mejor, pero son incapaces de
practicarlo.

68. Difícil es, pues, hallar alguien que atienda, recuerde y prefiera el obrar al hablar; actitudes
éstas que son testimoniadas en el caso del amante del aprender, en las palabras "Escuchó la
voz de Sara"; pues no nos es presentado simplemente como oyendo sino como
"escuchando",27 término que con toda exactitud expresa asentimiento y obediencia.
27
El verbo hypakóuein, aquí empleado, significa oír con. muestras de acatamiento, con
atención, y también obedecer, acatar.

69. Y no está desacertado el agregar que lo que escuchó fue "la voz de Sara" y no "a Sara
hablando"; porque es propio del que aprende 28 el escuchar la voz y las palabras pues sólo por
ellas es enseñado; en tanto que el que adquiere el conocimiento mediante la ejercitación y no
mediante la enseñanza, atiende no a lo que se dice sino a quienes lo dicen, y va imitando la
vida de éstos en sus sucesivas acciones irreprochables.
28
O del que adquiere la virtud mediante el aprendizaje o la instrucción, personificado en
Abraham, por oposición a Jacob, que la adquiere con la-práctica o ejercitación, y a Isaac,
depositario de lo que podríamos llamar ciencia o virtud infusa.

70. Así, leemos que, cuando Jacob fue enviado para tomar mujer de su familia, "escuchó a su
padre y a su madre y vino a la Mesopotamia". (Gen. XXVIII, 7.) Escuchó a ellos, no la voz ni
las palabras de ellos, pues lo que el ejercitante debía hacer era imitar una vida, no escuchar
palabras. Esto último es propio del que recibe enseñanzas, aquello lo es del que se ejercita. El
pasaje tiene por fin enseñarnos a percibir la diferencia entre el que se ejercita y el que
aprende, consistente en que éste tiene en cuenta lo que una persona dice, y aquél a la persona
misma.

71. XIV. Dice, pues, el legislador que "diez años después de habitar Abraham en la tierra de
Canaán, Sara, su mujer, tomó a Agar, la egipcia, su criada, y la dio a su esposo Abraham por
esposa". (Gen. XVI, 3.) Dañino, agrio y mal intencionado por naturaleza es el vicio; suave,
solidaria y bien dispuesta, la virtud, deseosa de ayudar de cualquier manera a los de buen
natural o por sí misma o por medio de otros.

72. En el presente caso, por ejemplo, en vista de que aún somos incapaces de engendrar por la
sabiduría, nos entrega en matrimonio a su criada, que, como he dicho, es la instrucción acerca
de la cultura general. Y hasta podemos decir que no tiene inconvenientes en oficiar de

56
intermediaria y en llevar a la prometida ante su futuro esposo; como que ella misma, se nos
dice, toma a Agar y la entrega como mujer a su esposo.

73. Provechoso será que consideremos por qué también ahora una vez más dice que Sara es la
esposa de Abraham, no obstante haberlo recordado antes muchas veces. Porque Moisés no es
de los dados a esa pobrísima especie de prolijidad que es el repetir sin motivo lo ya dicho.
¿Qué hemos de decir, pues? Diremos que Abraham, cuando se apresta a tomar por esposa a la
criada de la sabiduría, es decir, la instrucción acerca de la cultura general, no olvida. Moisés
lo dice, la fe debida a la señora de ésta; antes, sabe que aquélla es su esposa por ley y personal
elección, en tanto que ésta lo es por necesidad y por la fuerza de las circunstancias. Tal es lo
que ocurre con todo amante del aprender, v ningún testimonio más verídico al respecto que la
propia experiencia.

74. Por ejemplo, cuando por primera vez me sentí yo estimulado por los aguijones de la
filosofía a desearla ardientemente, me entregué, completamente joven aún, a una de las
criadas de ella, la gramática; y cuanto de ella engendré: la escritura, la lectura, el estudio de
los poetas, lo dediqué a su señora.

75. Luego cohabité también con otra de las criadas, la geometría, de cuya belleza sentíame
prendado, pues en toda ella estaban presentes la simetría y la proporción; y ninguno de los
hijos habidos de ella tomé para mí sino los llevé como presentes a la esposa legítima.

76. Y nuevamente me apresuré a buscar la compañía de una tercera, plena de ritmo, armonía y
melodía, llamada música; y engendré de ella melodías diatónicas, cromáticas y enarmónicas,
conjuntas y disjuntas, conformes con la consonancia de cuarto, quinto y octavo intervalo.29 Y
nuevamente me abstuve de guardar para mí ninguno de ellos, pues quería ver a mi mujer
legítima enriquecida y servida por una multitud de servidores.
29
Compárese con Interpretación alegórica III, 122; Sobre la posteridad de Caín 104, y Sobre
la agricultura 127.

77. Porque algunos, seducidos por los encantos de las criadas, han desechado a la señora, es
decir, la filosofía, y han envejecido entregados a la poesía unos, a la geometría otros, a las
combinaciones de matices musicales otros, y a otras innumerables cosas otros, incapaces de
remontarse hacia la esposa legítima.

78. Cada una de estas artes posee, en efecto, sus encantos y poderes de atracción
determinados, y no faltan quienes, seducidos por estos, permanecen con ellas y se olvidan de
sus compromisos con la filosofía.30 En cambio, aquel que se atiene fielmente a lo convenido,
todo lo procura de todas partes con ánimo de complacer a ésta. Lógico es, pues, que la
sagrada palabra, admirada de su fe, diga que Sara es la mujer de Abraham también en esta
ocasión, cuando éste toma a la criada para complacer a aquélla.
30
Ver Sobre la ebriedad 31.

79. Y por cierto que, así como los estudios generales contribuyen a la adquisición de la
filosofía, así también la filosofía concurre a la adquisición de la sabiduría. La filosofía, en
efecto, es la búsqueda de la sabiduría, y la sabiduría es el conocimiento de las cosas Divinas y
humanas y de las causas de ellas. Viene a ser, pues, la filosofía la sierva de la sabiduría, así
como la cultura general lo es de la filosofía.

80. La filosofía nos enseña el control del vientre, el control de las partes que están más abajo

57
de él y el control de la lengua. Estos controles considéranse apetecibles en sí mismos pero
aparecerán como más elevados aún si son aplicados para honra y servicio de Dios. Preciso es,
por eso, tener presente a la señora cuando nos disponemos a desposarnos con las criadas de
ella. Y asignémonos el nombre de esposos de éstas, pero aquélla no se llame simplemente
esposa nuestra, sino sea nuestra esposa verdadera.

81. XV. Agar es entregada a Abraham no inmediatamente después de su llegada a la tierra de


Canaán sino después de residir diez años allí. Hemos de considerar cuidadosamente qué
significa esto. En los primeros tiempos de nuestra venida al mundo el alma no lleva en su
compañía sino las pasiones: penas, dolores, alarmas, deseos, placeres; los que a través de los
sentidos llegan hasta ella, sin que su discernimiento pueda aún ver el bien y el mal, ni
distinguir con precisión las cosas buenas de las malas, pues todavía dormita, con sus ojos
cerrados como en un profundo sueño.

82. Pero con el transcurrir del tiempo, cuando ya salimos de la edad infantil y estamos por
entrar en la adolescencia, de inmediato brotan de una única raíz dos tallos: la virtud y el vicio;
y alcanzamos la aprehensión de ambos pero elegimos necesariamente uno u otro; los de buen
natural, la virtud; los de condición contraria, el vicio.

83. Teniendo esto presente, debemos saber que Egipto es símbolo de las pasiones, y la tierra
de Canaán, símbolo de los vicios. De modo que nada tiene de extraño que, habiendo sacado
Moisés de Egipto al pueblo, lo conduzca a la región de los cananeos.

84. Porque el hombre, como he dicho, al entrar en la existencia recibe Egipto, es decir, la
pasión, como residencia, quedando enraizado en los placeres y penas; pero luego emigra hacia
una nueva residencia, el vicio, cuando ya su razón ha progresado hasta alcanzar una más
aguda visión y aprehende ambas cosas, el bien y el mal, escogiendo lo peor a causa de lo
mucho que hay de mortal en ella y de que el mal es propio de lo mortal en la medida en que el
opuesto bien lo es de lo Divino.

85. XVI. Estas son las dos patrias por naturaleza: Egipto, la pasión, lo es de la edad infantil;
Canaán, el vicio, lo es de la adolescencia. Mas el sagrado lógos, aunque conoce claramente las
patrias de nuestra mortal raza, al señalamos lo que debemos hacer y lo que nos será
provechoso, nos prescribe odiar las costumbres, los hábitos y las prácticas de dichas patrias.
86. Sus palabras son éstas: "Y habló el Señor a Moisés diciendo: 'Habla a los hijos de Israel y
diles: Yo soy el Señor Dios vuestro. No procedáis de acuerdo con las prácticas de la tierra de
Egipto, en la que habéis habitado. No procederéis tampoco de acuerdo con las prácticas de
Canaán a la que Yo os he conducido al traeros acá. No marcharéis con sus costumbres. Os
atendréis a Mis decisiones y guardaréis Mis mandamientos; marcharéis en ellos. Yo soy el
Señor Dios vuestro. Y guardaréis todos Mis mandamientos v Mis decisiones. Eso haréis. El
que lo hiciere vivirá en ellos. Yo soy el Señor Dios vuestro'." (Lev. XVIII, 1 a 5.)

87. Así pues, la verdadera vida es la del que marcha en las decisiones y mandamientos de
Dios; de lo que se deduce que los actos de los ateos equivalen a la muerte. Dicho está ya
cuáles son esos actos: no son otros que los de la pasión y los vicios, de los que nacen las
multitudes de impíos y sacrílegos.

88. Después de diez años, pues, de nuestra emigración hacia la tierra de los cananeos
tomaremos a Agar por mujer, puesto que, si bien tan pronto como llegamos a ser seres
racionales, tomamos para nosotros la ignorancia y la indisciplina, dañosas por naturaleza;

58
tiempo después, en un número perfecto, el diez, llegamos a alcanzar el deseo de una legítima
educación, capaz de procurarnos provecho.

89. XVII. La condición del número diez, examinada detalladamente en las escuelas de los
músicos, ha sido celebrada de manera poco común por el santísimo Moisés, quien refiere a él
las cosas más excelentes: los gobiernos, las primicias, las ofrendas permanentes de los
sacerdotes, la observación de la pascua, la propiciación, la liberación y el retomo a las anti-
guas posesiones al cabo de cincuenta años, la construcción del indesarmable tabernáculo y
otras innumerables cosas que sería largo recordar. Pero los ejemplos oportunos no debemos
omitirlos.

90. Un caso es el de Noé, el primer hombre recordado como justo en las sagradas escrituras.
Moisés lo presenta como el décimo descendiente del hombre modelado de tierra;31 y no
porque quiera mostrarnos el número de años sino para enseñamos claramente que, así como el
diez es el perfectísimo límite de los números a partir de la unidad, del mismo modo la justicia
es en el alma la perfección y verdadera cima 32 de las acciones de la vida.
31
Ver Sobre la creación del mundo 134 y ss.
32
O límite. Filón emplea el mismo término peras, usado para calificar al número diez; pero
ahora lo emplea con una connotación no de simple límite o término, sino de logro o alcance
de una meta, por lo que he preferido traducirlo por "cima".

91. Los oráculos, en efecto, dicen que el nueve, producto del tres multiplicado por sí mismo,
es un número muy hostil: pero el diez, que se forma mediante la adición del uno a aquél, ese
aprobado en ellos como un número amigo.

92. Señal de esto es que, cuando hubo estallado la guerra intestina y las cuatro pasiones se
alistaron para el combate con los cinco sentidos, hallándose el alma toda, como si se tratara de
una ciudad, en peligro de sufrir el saqueo y la ruina, Abraham, apareciendo como el décimo
en el conflicto, entró en campana y destruyó los gobiernos de los nueve reyes.33
33
Gen. XIV.

93. Abraham preparó la calma en sustitución de la tempestad, la salud en lugar de la


enfermedad, y la vida, si podemos hablar así, en vez de la muerte, y fue declarado vencedor
de los trofeos por Dios, el dador de la victoria, a quien en acción de gracias por el triunfo
ofreció los diezmos.34
34
Gen. XIV, 20. "Diezmos" o décimas partes, con lo que recalca Filón el papel decisivo del
diez en los actos y cosas excelentes.

94. Además, de todo cuanto pasa "bajo la vara", me refiero a la vara de la disciplina,35 es
decir, de toda creatura dócil y domesticada, se separa la décima parte, la que se convierte en
"santa" por disposición de la ley,36 a fin de que aprendamos a través de muchos ejemplos que
el diez está estrechamente relacionado con Dios, y que el nueve lo está con nuestra raza mor-
tal.
35
Ver Sobre la posteridad de Caín 97.
36
Lev. XXVII, 32.

95. VXIII. Mas no sólo de los animales está prescripto ofrecer las décimas partes como
primicias, sino también de cuanto brota de la tierra. "Toda décima parte de la tierra", dice la
ley, "procedente de la semilla y del fruto de la madera es santa para el Señor; y toda décima
parte de los bueyes y corderos, y todo lo décimo en el número, que pasare bajo la vara será

59
santo para el Señor". (Lev. XXVII, 30 a 32.)

96. Observa que el legislador considera que las primicias deben proceder de nuestra masa
corpórea, la que es terrestre y de madera realmente; porque la vida, la subsistencia, el
crecimiento y la .salud débelos ella a la gracia Divina. Observa, asimismo, que además se
establece que esas primicias han de proceder también de los animales irracionales que hay en
nosotros, vale decir, de los sentidos, cosa explicable, pues el ver, el oír, el oler, el gustar y el
tocar son también dones Divinos, por los que debemos dar gracias.

97. Mas, no sólo se nos enseña a alabar al Benefactor por las leñosas 37 y terrestres masas del
cuerpo, ni sólo por los irracionales animales que son nuestros sentidos; también hemos de
hacerlo por la inteligencia, la que, hablando con propiedad, es el hombre dentro del hombre,
lo mejor dentro de lo peor, lo inmortal dentro de lo perecedero.
37
"Leñosas" o de madera, con lo que insiste Filón en que el pasaje interpretado alude
simbólicamente a nuestro cuerpo o masa corpórea al mencionar el "fruto de la madera".

98. Por ello, creo yo, Dios santificó a todos los primogénitos y escogió a cambio de ellos la
décima parte, me refiero a la tribu de los levitas,38 para la vigilancia y conservación de la
santidad, la piedad y los ritos que se ofrecen en honor de Él. Porque lo primero39 y mejor que
hay en nosotros es la razón, y corresponde que las primicias de su comprensión, de su
penetración, de su capacidad de aprehensión, de su prudencia y de las otras cualidades que en
ella se dan, las consagremos a Dios, que es quien le ha conferido la fertilidad en el discernir.
38
Es decir, entre las diez tribus. Sobre la santificación de los primogénitos y su trueque por
los levitas ver Núm. VIII, 5 a 18.
39
"Primero", en griego protón, término que permite a Filón vincular la razón con los
protótoka = primogénitos o primeros nacidos, y deducir que corresponde compensar o
agradecer a Dios por ella mediante la ofrenda de la décima parte de sus beneficios, tal como
por los primogénitos de Israel fue ofrecida la décima parte de la nación al ser consagrada la
tribu de Leví.

99. Estas consideraciones fueron las que impulsaron al ejercitante a formular el siguiente
voto: "De todo lo que me dieres, separaré la décima parte para Ti" (Gen. XXVIII, 22); y ellas
explican el oráculo, conservado después de las bendiciones por la victoria que dirige
Melquisedec, quien había alcanzado el sacerdocio sin ajena enseñanza, por propio
aprendizaje. Dicho oráculo dice así: "Le dio la décima parte de todas las cosas" (Gen. XIV,
20), de las cosas de los sentidos el buen percibir, de las cosas del habla, el buen hablar, de las
de la inteligencia, el buen pensar.

100. Con hermosura suma y, a la vez, de acuerdo con los hechos, Moisés nos dice bajo la
forma de una aclaración incidental, al referirse a la consagración del memorial del Divino y
celestial alimento en un jarrón de oro, que "el ómer era la décima parte de tres medidas". (Ex.
XVI, 36.) En efecto, al parecer, nosotros contenemos tres medidas: sensibilidad, habla e
inteligencia; la sensibilidad, que mide las cosas sensibles; el habla, que mide las diversas
partes de lo que se dice; y la inteligencia, medida de las cosas intelectuales.

101. De cada una de estas medidas debemos ofrecer lo que podríamos calificar de una sagrada
décima parte, para que el habla, la percepción sensible y la aprehensión intelectual puedan ser
juzgadas como irreprochables y saludables de acuerdo con la medida de Dios. Porque esta es
la verdadera y justa medida, en tanto que las nuestras son falsas e injustas.

60
102. XIX. Es razonable, pues, que también en lo que a los sacrificios se refiere, el décimo de
la medida de la flor de harina haya de ser llevado con las víctimas al altar, en tanto que el
número nueve, es decir, el resto del diez, permanece en nosotros.

103. También la perpetua oblación a cargo de los sacerdotes concuerda con lo anterior. Les
está, en efecto, prescripto ofrecer la décima parte de un efá en flor de harina,40 pues han
aprendido ellos que deben desechar a la novena y sensible divinidad, que sólo lo es en
apariencias, y adorar al Que Es décimo y verdaderamente único.
40
Lev. VI, 13.

104. En efecto, al mundo le han cabido nueve partes, ocho en el cielo: una la de las estrellas
fijas, y siete de las errantes, aun cuando el orden del movimiento es el mismo para todas; la
novena es la tierra juntamente con el agua y el aire, ya que estos tres elementos constituyen
una sola familia, difiriendo sólo en los cambios y transformaciones a que están sujetos.

105. Ahora bien, el común de la gente tributa honor a estas nueve partes y al mundo formado
por ellas; el hombre perfecto, en cambio, honra al Que está por encima de las nueve, al
Hacedor de todas ellas, Dios, que es el décimo; ya que, mirando más allá de toda Su obra
anhela al Artífice mismo, y se esfuerza por convertirse en suplicante y servidor Suyo. Por eso
el sacerdote ofrece perpetuamente una décima parte a Aquel que es décimo, único y eterno.

106. Este número es, hablando con toda precisión, la pascua del alma, es decir, del tránsito
desde toda pasión 41 y toda cosa sensible hacia el ámbito intelectual y Divino del diez.
Leemos, en efecto: "En el décimo día de este mes toma cada uno un cordero por cada casa"
(Ex. XII, 3), de modo que a partir del décimo día sean consagradas a Aquel que es décimo las
ofrendas conservadas en el alma que ha sido iluminada en dos de sus tres partes, hasta que
toda ella a través de todas sus partes se convierta en una celestial claridad, como una luna
llena, durante su crecimiento de la segunda semana, para que pueda no sólo conservar sino
también ofrecer sus progresos como inocentes e irreprochables víctimas.42
41
Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas, nota 66.
42
Filón asocia, correctamente como lo hizo ya en Sobre los sacrificios de Abel y Caín 112, el
cordero (próbaton.) con el progresar (probáinein) moralmente. Ello y el hecho de que se tome
el cordero en el décimo día, día en que la luna está en el segundo tercio de su marcha
creciente, hacen que Filón interprete el simbolismo del pasaje en el sentido de que el alma,
habiendo ya progresado hasta alcanzar la claridad de dos tercios del total, conserva e
incrementa esos progresos en el camino hacia la plena claridad de sus tres partes, hasta que
alcanza esa plenitud y entonces se ofrece ella misma a Dios.

107. También está presente el diez en la propiciación, pues ésta ha sido fijada para el décimo
día del mes.43 En ella el alma suplica a Dios, el décimo, y es instruida sobre la bajeza y
nulidad de la confianza depositada en la sagacidad de la razón creada, y sobre las supremas y
trascendentes excelencias del Increado en todo lo que es bueno. De ese modo, tórnase Él
propicio, cosa que ocurre inmediatamente aun cuando no mediare súplica alguna, tratándose
de quienes se afligen y humillan a sí mismos y no se envanecen impulsados por la jactancia y
la presunción.
43
Lev. XXIII, 27.

108. También hallamos al número diez en la "liberación"44 (Lev. XXV, 9), es decir, en la
perfecta libertad del alma que se desembaraza de su deambular sin rumbo y encuentra un
nuevo puerto en la naturaleza no errante con lo que retorna a las heredades que le cupieron

61
cuando un vigoroso aliento palpitaba en ella y se ejercitaba en los trabajos en procura del bien
como galardón. Entonces, en efecto, el sagrado lógos, admirado de sus esfuerzos, la honra
otorgándole una especial recompensa, una inmortal herencia consistente en un lugar en el
orden de lo imperecedero.
44
El jubileo tenía lugar cada cincuenta años, no cada diez, pero, como acota Filón en 109, la
proclamación se hacía el día diez del séptimo mes.

109. También hallamos el número diez en la súplica que eleva el sabio Abraham cuando está
a punto de ser arrasado por el fuego la que lleva por nombre tierra de los sodomitas, pero, en
realidad, no es otra cosa que un alma estéril para el bien y de razón ciega. Suplica para que, si
la señal de la justicia, es decir, el diez, fuere hallada en ella, pueda alcanzar alguna remisión
de pena.45 Comienza, es cierto, su súplica desde el número cincuenta, el de la liberación, mas
la termina en el diez, es decir, en el rescate completo.46
45
Gen. XVIII, 32.
46
Ver la nota 44.

110. XX. Por eso mismo, creo yo, Moisés, después de la elección de los jefes de mil, de cien
y de cincuenta hombres, elige en último término capitanes con mando sobre diez,47 para que
la inteligencia, en caso de no poder mejorar a través de los órdenes48 de más jerarquía, se
purifique al menos a través de las últimas.
47
Ex. XVIII, 25.
48
Es decir, de las obras más elevadas o más meritorias.

111. Es también una hermosísima doctrina la que comprendió el siervo del amante del
aprender cuando desempeñaba aquella admirable embajada en la que gestionó para el sabio
instruido por sí mismo, la virtud más apropiada para él, la perseverancia,49 pues de entre
muchos, innumerables, recuerdos de su señor "toma diez cabellos", es decir, la reminiscencia
del diez o, en otras palabras, de la recta instrucción.50
49
Gen. XXIV, 10. La perseverancia, constancia o paciencia es Rebeca, la que es solicitada
para esposa de su hijo Isaac por Abraham, quien confía la gestión a los buenos oficios de un
siervo suyo.
50
Acerca del cabello como símbolo de la memoria ver Sobre la posteridad de Caín, 148 y
149. Sobre el número diez como el número de la educación o disciplina ver Sobre los
sacrificios de Abel y Caín 122.

112. Y toma además "de los bienes de aquél" no, evidentemente, plata ni oro ni ninguno de
los bienes que se hallan en las materias perecederas, ya que Moisés jamás aplica la
calificación de bienes a éstas; sino los bienes genuinos, los que son del alma solamente,
bienes que escoge para las necesidades del viaje y para sus negocios; y que son la enseñanza,
el progreso, la atención seria, el anhelo, el ardor, la inspiración, la profecía y el amor por el
recto obrar.

113. Practicando y ejercitándose en tales cosas, cuando esté a punto de abandonar el mar, por
así decir, y de echar anclas en un puerto, tomará dos aretes de una dracma de peso cada uno y
dos brazaletes de oro de diez dracmas de peso para los brazos de aquella cuya mano negocia
para su señor.51 Verdaderamente magnífico adorno es que la cosa oída 52 sea una sola dracma,
vale decir, una unidad no fraccionable y dotada de natural fuerza de atracción,53 por cuanto a
nadie resulta de provecho el que el oído se aplique a cosa alguna que no sea una única
declaración: aquella que nos muestra las excelencias del único y solo Dios; y lo es, asimismo,
el hecho de que las empresas que acometemos 54 sean de diez dracmas y de oro puesto que las

62
acciones conforme con la sabiduría se cimentan en números perfectos y cada una de ellas es
más estimable que el oro.
51
Gen. XXIV, 22.
52
Simbolizada en cada arete.
53 Ver Sobre la migración de Abraham 202, para la explicación del juego de palabras entre
holké y holkos.
54
Simbolizadas en los brazaletes.

114. XXI. Las mismas condiciones se dan en el tributo de los príncipes, tributo escogido entre
lo mejor que poseían, que aquéllos ofrendaron cuando el alma, preparada por su amor al
saber, ofreció su dedicación con la apropiada solemnidad, agradeciendo a Dios, su maestro y
guía. En efecto, es "un incensario de oro de diez dracmas de peso, lleno de incienso" (Núm,
VII, 14, 20), lo que ofrece para que el único Sabio escoja los perfumes exhalados por la
sabiduría y por cada una de las virtudes.

115. Y, cuando estos perfumes han sido juzgados gratos por El, Moisés eleva el himno de
triunfo diciendo: "Percibió el Señor un olor de suave fragancia" (Gen. VIII, 21); donde
"percibió" significa "aceptó", puesto que, no siendo Dios un ser como los hombres, no ha
menester de narices ni de otra parte orgánica alguna.55
55
Y, por lo tanto, no pueden percibir fragancias.

116. Y más adelante en su narración, nos dirá Moisés también que la Divina residencia, vale
decir, el tabernáculo, consta de "diez cortinas".56 Es que a la estructura de toda la sabiduría le
ha correspondido el perfecto número diez, y la sabiduría es la corte 57 y el palacio del
universal Monarca y único Soberano con poder ilimitado.
56
Ex. XXVI, 1.
57
Juego de palabras entre auláiai cortinas, y aulé = corte.

117. Esta residencia es la casa perceptible por la inteligencia; en tanto que el mundo es la casa
perceptible por los sentidos, por lo que el legislador hizo que las cortinas fueran tejidas con
materiales que simbolizaran los cuatro elementos. Están, en efecto, fabricadas con lino fino,
de tela de color azul obscuro, de púrpura y de paño escarlata cuatro, como he dicho, en
número. El lino es símbolo de la tierra pues de ella nace; el color azul obscuro lo es del aire
pues éste es negro por naturaleza; la púrpura simboliza al agua, pues el medio de producir la
tintura, el molusco del mismo nombre, procede del mar; y el color escarlata es símbolo del
fuego pues se parece mucho a una llama.

118. Por otra parte, diez son las plagas y castigos con que el Guardián y Protector de todas las
cosas amonesta al rebelde . Egipto cuando éste ha glorificado a la inteligencia que usurpa el
lugar de Dios y le ha entregado el cetro y la diadema.

119. Del mismo modo, también promete Dios al sabio Abraham que ni una menos ni una más
serán las naciones cuya ruina y destrucción completa llevará a cabo para entregar a sus des-
cendientes la tierra de las víctimas.58
Así pues, en todos los casos considera Dios conveniente aplicar al número diez tanto para la
aprobación como para la represión, así para el premio como para el castigo.
58
Gen. XV, 18 a 20.

120. Pero, ¿para qué insistir en estos ejemplos, cuando diez son también en total los preceptos
en que Moisés ha registrado la sagrada y Divina legislación? Dichos preceptos son las normas

63
generales que condensan todas las innumerables leyes particulares; son las raíces, los
principios y las fuentes perennes de disposiciones que contienen mandatos y prohibiciones
para beneficio de los que las siguen.

121. XXII. Es, por lo tanto, lógico que la unión con Agar tenga lugar diez años después de la
llegada a la tierra de los cananeos; ya que no podemos pretender la instrucción corres-
pondiente a la cultura general no bien alcanzamos el uso de razón, cuando aún nuestra
inteligencia es tierna; sino una vez que, fortalecidos en la comprensión y en la sagacidad,
contamos con un discernimiento ya no ligero y superficial sino firme y sólido.

122. Por ello en relación estrecha con lo anterior se nos dice a continuación que Abraham
"entró en Agar" (Gen. XVI, 4). Correspondía, en efecto, que el que aprendía se uniera a la
ciencia como a un maestro para ser instruido en las enseñanzas útiles para la naturaleza
humana. En esta ocasión el discípulo es presentado marchando hacia la escuela, pero a
menudo es la ciencia la que, desterrando de sí todo recelo, corre al encuentro de los discípulos
bien dotados y los atrae hacia sí.

123. Por ejemplo, nos es dado ver a Lía, es decir, a la virtud, saliendo al encuentro del
ejercitante y diciéndole, cuando regresaba éste del campo: "Hoy entrarás en mí" (Gen. XXX,
16). ¿Adonde, en efecto, habría de entrar el cuidador de las semillas y renuevos de la ciencia,
como no fuera en la virtud, campo de su agrícola labor?

124. XXIII. Pero a veces ella pone a prueba a sus alumnos para determinar su celo y
aplicación. En esos casos no sale al encuentro de ellos, sino, ocultando su rostro como Tamar,
se sienta en una encrucijada ofreciendo el aspecto de una ramera ante los que pasan por el
camino,59 para que los espíritus ávidos de conocer puedan, en quitando el velo, sacar a la luz y
contemplar su inviolada, sin mancha y verdaderamente virginal belleza, excelsa en su
modestia y castidad.
59 Gen. XXXVIII, 14 y 15.

125. ¿Y quién es el investigador, el amante del saber, el que juzga que ninguna cosa velada
debe dejar sin investigar? Pues, no puede ser otro que el supremo capitán y rey llamado Judá,
que persevera y pone su dicha en confesar a Dios. Dice, en efecto, la escritura que "torció sus
pasos hacia ella y le dijo: 'Déjame entrar en ti'" (Gen. XXVIII, 16); mas no con intención de
forzarla; "déjame averiguar cuál es la fuerza oculta por ese velo y para qué ha sido
preparada".

126. Y después de haber entrado en ella, "tomó"60 (Gen. XXXVIlI, 18), leemos. Mas no se
nos dice expresamente quién tomó. Lo que ocurre es que la ciencia toma para sí y cautiva al
que la estudia y lo persuade para que sea su amante; y, a su vez, el que aprende, cuando ama
el aprender, procede de la misma manera con la que enseña.
60
El verbo syllambánein significa concebir, en el pasaje citado, pero Filón lo interpreta como
tomar. En cuanto a la disyuntiva que plantea respecto de si el sujeto es Judá o Tamar, aunque
gramaticalmente en el relato literal pueda ser uno u otra, por el sentido se desprende
claramente que es Tamar.

127. A menudo, por otra parte, alguno de los que enseñan las ciencias intermedias, habiendo
dado con un alumno bien dotado, se jacta de su enseñanza en la creencia de que él y nadie
más es la causa del feliz aprendizaje de su alumno, y, lleno de vanidad y orgullo, se
vanagloria y, frunciendo el entrecejo muy jactanciosamente, hace su propio elogio y pide altas

64
retribuciones a los que desean seguir sus lecciones. Y, si se da cuenta de que algunos, aunque
sedientos de saber, carecen de recursos, les vuelve la espalda como si la sabiduría fuera un
descubrimiento exclusivamente suyo.

128. A este caso alude lo de "tener en el vientre", vale decir, estar lleno de hinchazón y
vanidad, revestido de un orgullo que sobrepasa toda medida; de todo lo cual resulta que
algunos evidentemente deshonran a la señora de las ciencias intermedias, a la virtud, no
obstante lo honorable que es ella de por sí.

129. Las almas, pues, que se preñan en compañía de la sabiduría dan a luz, aunque con
trabajo, ya que ellas distinguen y separan lo confuso, tal como Rebeca, la que, habiendo
recibido en su vientre el conocimiento de las dos naciones de la inteligencia, la virtud y el
vicio, en un feliz parto distingue y separa la naturaleza de una de la naturaleza del otro.61 En
cambio, las que se preñan sin la sabiduría o abortan o engendran un disputador y sofista 62 que
hiere con su arco 63 o es blanco de algún arquero.
61
Gen. XXV, 23.
62
Ver Sobre los querubines 9 y 10.
63
Gen. XXI, 20.

130. Y esta diferencia es, sin duda, lógica. Unas almas, en efecto, entienden que ellas reciben
en el vientre; otras, en cambio, piensan que "tienen" en el vientre, lo que constituye una muy
grande diferencia. Las últimas, en la creencia de que "tienen", se atribuyen con énfasis la elec-
ción y el nacimiento; las primeras, en cambio, considerando normal el recibir, confiesan que
nada propio poseen por sí mismas; y, aceptando las fecundantes simientes que las impregnan
desde afuera y rindiendo su tributo de admiración al Dador, rechazan-el amor de sí mismas, el
peor de los males, movidas por la piedad hacía Dios, el bien perfecto.

131. XXIV. De esa misma manera son sembradas también las simientes del arte de legislar
entre los hombres. "Había un hombre de la tribu de Leví", leemos, "que tomó una de las hijas
de Leví y la hizo su esposa. Ella recibió en su vientre y dio a luz un hijo varón. Y viendo su
buena complexión lo ocultaron durante tres meses" (Ex. II, 1 y 2).

132. Este es Moisés, la inteligencia más pura, el verdaderamente selecto,64 que recibió el arte
de la legislación y la profecía con una sabiduría inspirada por Dios; que, siendo de la tribu de
Leví por parte de padre y por parte de madre, entronca por ambas líneas con la verdad.
64
Sobre la imposibilidad de compendiar en un solo vocablo español todas las connotaciones
del adjetivo astéios ver Sobre la confusión de las lenguas, nota 51.

133. Grande en sumo grado es la proclama del fundador de esta tribu.65 Tiene, en efecto, el
valor de decir: "Éste es mí Dios, el único Dios al que debo honrar, y ninguna cosa es Dios
fuera de Él, ni la tierra ni el mar ni los ríos ni la sustancia del aire ni los cambios de los
vientos y estaciones ni las diversas especies de animales y plantas ni el sol ni la luna ni la
multitud de astros que desfilan en armoniosas formaciones ni la totalidad del cielo y del
mundo".
65
Leví. En Sobre la huida y el hallazgo 89, Leví es llamado "el fundador de esta
congregación", la de los levitas.

134. Es propio de un alma grande y sobrehumana esta presunción de trascender la creación y,


pasando más allá de sus límites, aferrarse al único Increado, conforme con las sagradas
exhortaciones, en las que se dice: "Asirse a Él" (Deut. XXX, 20). A cambio de ello, Dios se

65
entrega a Sí mismo como heredad asignada a aquellos que se Le unen y Le sirven
permanentemente. Garantía de la verdad de lo que sostengo es el oráculo que dice: "Dios
mismo es su heredad". (Deut. X, 9.)

135. En consecuencia, son las almas que "reciben" en su vientre y no las que "tienen" en su
vientre las capaces de engendrar. Mas, así como los ojos del cuerpo muchas veces ven
obscuramente y otras muchas claramente, de la misma manera la mirada del alma unas veces
recibe veladas y confusas y otras puras y claras las características de los objetos.

136. Cuando la visión que nos llega es poco clara e indeterminada, aseméjase a un embrión
aún no formado completamente en el vientre; cuando es clara y definida, en cambio, su
semejanza es estrecha respecto de un embrión que ha alcanzado su forma correspondiente,
una vez que se ha desarrollado completamente y cada una de sus partes internas y externas
está elaborada.

137. A estos casos refiérese la bien y convenientemente redactada ley que establece lo
siguiente: "Si durante una pelea entre dos hombres uno de ellos golpeare a una mujer preñada,
y el niño se le desprendiere cuando aún no ha alcanzado el pleno desarrollo, aquél será
condenado a pagar una multa, de acuerdo con lo que el marido de la mujer le exigiere
conforme con una valuación. Mas, si lo perdiere perfecto, aquél dará vida por vida". (,Éx.
XXI, 22 y 23.) No es lo mismo, en efecto, destruir una obra de la inteligencia cuando es
perfecta que cuando es imperfecta; cuando es una mera conjetura aún, que cuando es ya una
aprehensión; cuando es una esperanza, que cuando es ya una realidad.

138. Por eso la ley dispone una pena poco precisa en el caso impreciso; y una definida, en el
caso perfecto. Aquí "perfecto" no significa perfecto en virtud sino perfecto en alguna de las
artes irreprochables.66 El vástago en este caso es fruto de la que "tiene" en su vientre; no de la
que "recibe"; vale decir, es de la que no da muestras de modestia sino de presunción. Porque,
mientras es imposible que aquella que "recibe" en el vientre aborte, pues es de esperar que el
Sembrador velará porque el fruto alcance su pleno desarrollo; nada tiene de extraño, en
cambio, que aborte la que "tiene" en el vientre, pues es víctima de una irremediable
enfermedad.
66
Como lo destaca el hecho de que se trata de una mujer "que tiene en el vientre", no que
"recibe" en él, la perfección simbolizada, según Filón, en el pasaje bíblico corresponde no al
plano de la. virtud o perfección moral, sino al de los pensamientos y actividades que
persiguen alguna utilidad material; que son inobjetables e irreprochables de por sí, pero
pertenecen a un orden de cosas inferior al de la virtud, y en los que caben tanto lo bueno como
lo malo.

139. XXV. No pienses, por otra parte, que las palabras "cuando vio que tenía en el vientre"
(Gen. XVI, 4) significan que Agar vio ella misma que tenía en el vientre. No, la que vio eso
fue Sara, su señora, ya que más adelante Sara dice también de ella misma: "Viendo yo que
ella tenía en el vientre me he sentido deshonrada ante ello. (Gen. XVI, 5)

140. ¿Por qué? Pues, porque las artes intermedias, aunque ven los propios productos que
llevan en sus vientres, los ven, sin embargo, obscuramente siempre; en tanto que las ciencias
alcanzan una aprehensión clara y bien precisa de los mismos, ya que la ciencia 67 es superior
al arte, pues posee además una estabilidad que argumento alguno puede alterar.
67
"Ciencias" no en el sentido actual de sistemas especializados de conocimientos
metódicamente adquiridos, sino como saber superior, cuyo campo es la filosofía toda y las

66
normas de la virtud, según se desprende de lo que dice Filón algo más abajo.

141. Porque la definición de arte es la siguiente: un sistema de concepciones aplicadas


coordinadamente para un fin útil.68 Lo de "útil" es un agregado muy sensato, pues también
están las malas artes. La ciencia, en cambio, es la aprehensión segura y firme, que no puede
alterar argumento alguno.
68
Definición tomada de la escuela estoica, lo mismo que la de ciencia que se da más abajo.

142. Llamamos artes a la música, a la gramática y las otras especialidades afines a éstas; y los
que por medio de ellas llevan a cabo algo llámanse artistas, músicos y gramáticos. En cambio,
llamamos ciencias a la filosofía y a las otras virtudes; y hombres de ciencias son los que las
poseen. Prudentes, sensatos y filósofos son sólo aquellos que no yerran ni en uno siquiera de
los principios de la ciencia a la que se aplican, cosa que les ocurre a los antes mencionados en
las conclusiones 69 de las artes intermedias.
69
Tanto "principios" como "conclusiones" son sólo traducciones aproximadas de los términos
dógmata = doctrinas, principios, opiniones filosóficas o de otro orden, y theoremata = objetos
de contemplación o de estudio, normas, preceptos. Lo que Filón quiere destacar es la mayor
precisión y seguridad de los dógmata respecto de los theoremata.

143. Porque, así como los ojos ven pero a través de ellos la inteligencia ve más claramente
aún; y los oídos oyen, mas la inteligencia oye mejor a través de ellos; y las narices huelen,
pero más sutilmente huele el alma a través de ellas; y los otros sentidos perciben los objetos
que les corresponden, pero más nítida y claramente percibe el entendimiento por su
intermedio; pues, a decir verdad, la inteligencia es el ojo del ojo, el oído del oído, el sentido
más nítido de cada uno de los otros sentidos, y hace uso de cada uno de ellos como de
servidores de su tribunal, juzgando ella misma la naturaleza de las cosas presentes, aprobando
a unas y rechazando a otras; así también las llamadas artes intermedias, que se asemejan a las
facultades corporales, reducen el tratamiento de los objetos que estudian a simples
aplicaciones mentales; en tanto que las ciencias los tratan con más precisión y con sumo
detenimiento.

144. Porque la misma relación que media entre la inteligencia y la sensibilidad, media entre la
ciencia y el arte, pues, si, como se dejó antes sentado, el alma70 es en cierto modo el sentido
de los sentidos, (la ciencia es el arte de las artes).71 Cada una de las artes, pues, ha tomado
para sí ciertas pequeñas porciones de la naturaleza y en ellas centra su atención y sus
esfuerzos; la geometría ha escogido las líneas, la música las notas musicales, por ejemplo; en
cambio, la filosofía abarca la naturaleza toda de los seres, puesto que su objeto es este mundo
y toda forma visible e invisible la existencia.
70
Como en el parágrafo anterior. Filón identifica aquí el alma con la inteligencia, el "alma del
alma", como la llama en varios pasajes. Ver Sobre la migración de Abraham, nota 7.
71
Laguna en el texto. La traducción que va entre paréntesis es conjetural.

145. ¿Qué tiene, pues, de admirable el que, dado que examina la totalidad de las cosas, vea
también las partes y las vea mejor aún que aquellas artes, ya que está provista de mejores y
más penetrantes ojos? Con razón, entonces, no es la criada, es decir, la instrucción intermedia,
la que ve su propio estado de gravidez, sino la señora, la filosofía, la que ve a la criada
preñada.

146. XXVI. Por cierto que nadie ignora que la filosofía ha proporcionado a todas las artes
particulares los principios, las simientes de las que al parecer, han brotado las conclusiones de

67
éstas. Porque los triángulos isósceles y escalenos, los círculos y polígonos y las otras figuras
son hallazgos de la geometría, pero la naturaleza del punto, de la línea, de la superficie y del
sólido, que son las raíces y fundamentos de dichas figuras, ya no es descubrimiento de ella.

147. ¿De dónde, en efecto, le viene la posibilidad de definir al punto como lo que no tiene
partes; a la línea como la longitud sin ancho; a la superficie como lo que tiene solamente largo
y ancho; y al sólido como lo que tiene las tres dimensiones: largo, ancho y profundidad? Todo
esto corresponde a la filosofía y toda la tarea relativa a definiciones es incumbencia del
filósofo.

148. A su vez, el objetivo de la gramática más simple a la que algunos denominan gramática
elemental,72 es enseñar a escribir y a leer; en tanto que el fin de la más completa es la
explicación de las obras de los poetas y prosistas. ¿Y en qué momento de sus disquisiciones
sobre las partes del habla no se apropian y usufructúan de los descubrimientos de la filosofía?
72
Los gramáticos alejandrinos y los posteriores distinguían dentro de los estudios
gramaticales las normas del leer y escribir y la interpretación de los autores literarios y textos.
De ese modo la gramática comprendía: 1) los preceptos para el empleo correcto del idioma, es
decir, lo que actualmente denominamos gramática, y 2) el estudio de las obras literarias, que
hoy se conoce con el nombre de filología. Por "gramática elemental" traduzco, a falta de una
expresión más precisa, el término griego grammatiké, con el que designa Filón la parte
propiamente gramatical de la tékhne grammatiké.

149. Porque es a ésta a quien compete averiguar qué es una conjunción, qué es un nombre,
qué es un verbo, qué un nombre común, qué un nombre propio;
y dentro de las oraciones, qué significa incompleta, completa, enunciativa, interrogativa,
inquirente, colectiva,73 votiva, imprecatoria. Ella, en efecto, abarca los estudios acerca de las
cláusulas independientes, de las proposiciones y de los predicados.74
73
Literalmente: que abraza o abarca. Pero el verdadero sentido del término periektikón
aplicado a las oraciones nos es desconocido.
74
En Sobre la agricultura 140 a 142, Filón se refiere a estos estudios a cargo de los filósofos,
pero, mientras ahora considera, al parecer, que se trata de un objeto digno de la verdadera
filosofía, allí califica tales disquisiciones y divisiones como estudio superfluo sin provecho
alguno para el logro de la virtud.

150. Asimismo, la observación de las vocales, semivocales y consonantes, la manera como es


habitual pronunciarlas, y todo cuanto concierne a sonidos, elementos fonéticos y partes del
habla, ¿no ha sido elaborado como un todo completo por la filosofía? De ella, como de un
torrente, los plagiarios han arrebatado minúsculas gotas estrujándolas en sus demasiado
estrechas almas, y no se avergüenzan de dar a conocer como propio el producto de sus robos.

151. XXVII. Así, en su insolencia ni tienen en cuenta a la señora a la que corresponde


realmente la autoridad y de la que depende la firme base de sus indagaciones. Ella, por su
parte, consciente del menosprecio de aquéllos, los reprenderá diciéndoles con franqueza: Soy
agraviada y traicionada en la medida en que habéis violado lo convenido conmigo.

152. Porque, desde que habéis tomado a vuestro cargo las formas preliminares de la
instrucción, es decir, los hijos de mi criada, la habéis honrado como esposa y a mí me habéis
vuelto la espalda como si nunca hubiéramos llegado a estar juntos. Mas, quizá no sea esto más
que una suposición mía acerca de vosotros, y de la relación que abiertamente mantenéis con
mi sierva he inferido vuestro distanciamiento de mí, cosa que no es tan clara. Saber sí

68
vuestros sentimientos para conmigo son tales como yo he supuesto o al revés, es cosa
imposible para otro, aunque fácil para Dios.

153. Por eso Sara dirá con mucho acierto: "Juzgue Dios entre tú y yo". (Gen. XVI, 5.) No se
apresura, pues, a condenar a Abraham por injusto proceder, sino expresa su duda sobre si tal
vez aquél no obra rectamente. Lo cual no tarda en quedar aclarado sin falsedad alguna cuando
él, asumiendo su propia defensa y poniendo fin a su duda, dice: "Mira, la joven sierva está en
tus manos; dispón de ella como te plazca". (Gen. XVI, 6.)

154. Al decir "joven sierva" reconoce dos cosas: que es esclava y que es infantil, pues el
calificativo de "joven sierva" corresponde a una v otra condición. Y reconoce al mismo
tiempo de manera absoluta y directa la oposición que media entre la plenamente desarrollada
y la infantil, entre la señora y la sierva; manifestando casi a gritos y sin ocultamientos que
acoge a la instrucción general en su condición de más joven y subordinada; pero que su
veneración es hacia la ciencia y sabiduría en su calidad de plenamente desarrollada y señora.

155. Por otra parte, la expresión "en tus 75 manos" equivale evidentemente a "está sometida a
tí"; pero tamben significa esto. otro: que mientras cuanto concierne a la esclava pertenece al
dominio de las manos del cuerpo pues los estudios de la cultura. general han menester de los
órganos y poderes del cuerpo; lo correspondiente a la señora entra en la esfera del alma puesto
que cuanto compete a la sabiduría y a la ciencia depende de los poderes racionales.
75
El posesivo resulta extraño en la segunda de las conclusiones que de la expresión extrae
Filón, ya que dicha conclusión supone considerar las manos en un sentido corporal, y mal
cabe atribuir manos corporales; a la filosofía o sabiduría, personificada en Sara.

156. En consecuencia, en la misma medida en que la inteligencia es más poderosa, más activa
y superior en todo que la mano, considero, dice Abraham, más admirable la ciencia y filosofía
que la cultura general; y especial ha sido la consideración que le he profesado. Por lo tanto, tú,
que no sólo eres señora sino además eres considerada como tal por mí, toma toda mí
instrucción, y dispón de ella como de una pequeña criada, es decir, como bien te plazca.

157. Yo no ignoro que lo que te place es bueno desde todo punto de vista, aunque no resultare
agradable, y que es provechoso aunque estuviere muy lejos de ser placentero.
Y bueno y provechoso para los que necesitan ser convencidos de su error es la reprensión que
la sagrada palabra, empleando otro término, designa como una aflicción.

158. XXVIII. Por eso agrega: "Y ella la afligió" (Gen. XVI, 6); lo que equivale a "la reprendió
y castigó". En efecto, un agudo aguijón es muy provechoso para los que viven sin apremios ni
fatigas, tal como lo es para los caballos rebeldes, pues es difícil poder domarlos y amansarlos
sólo con el látigo y las riendas.

159. ¿O no ves las recompensas que aguardan a los que no han escuchado reproches? Echan
grasas, se hinchan, engordan, respiran alto, y enseguida los malaventurados y harto
desgraciados alcanzan los lamentables trofeos de la impiedad, proclamados y coronados:
como vencedores en materia de incredulidad, ya que, a causa de su prosperidad, que fluye sin
tropiezos, han llegado a considerar que ellos son dioses, de esos cubiertos de plata y oro,
semejantes a moneda adulterada, olvidados del Verdadero y realmente Existente.

160. Así lo atestigua Moisés cuando dice: "Echó grasas, púsose pesado, se dilató y abandonó
al Dios que lo creó". (Deut. XXXII, 15.) En consecuencia, si la creciente relajación engendra

69
el mayor de los males, que es la impiedad; a la inversa, la aflicción, acompañada de la ley,
produce un bien perfecto, esa cosa admirable en sumo grado que es la piedad.76
76
He seguido en este pasaje la sugerencia de Colson, sustituyendo nouthesía = reprensión o
admonición, por eusébeia = piedad, religiosidad, por pedir tal sustitución el sentido general de
la frase. A no hacer tal cambio, resultaría el absurdo de que la aflicción produce la reprensión;
y, como aflicción y reprensión son una misma cosa, según afirma Filón más arriba,
tendríamos que la reprensión produce la reprensión.

161. Partiendo de este principio, Moisés ha llamado a los panes ácimos, símbolos de la
primera fiesta,77 "pan de la aflicción". (Deut. XVI, 3.) Sin embargo, ¿quién no sabe que las
fiestas y celebraciones brindan gratas alegrías y bienestar, no aflicciones? Pero es evidente
que aquí el término aflicción está empleado en el sentido de trabajo, del trabajo que procura
mejoramiento.
77
No se refiere, indudablemente, aquí Filón a la fiesta de los ácimos, la cual en la
enumeración de Sobre las leyes particulares II, 41, menciónase como la sexta de las diez
fiestas registradas en la ley mosaica; sino a la de la pascua, en la que los panes que se
consumen han de ser ácimos, fiesta que era la primera de las grandes solemnidades anuales de
los hebreos .según Ex. XII y Deut. XVI.

162. Los más y mayores de los bienes, en efecto, son por regla general resultado de laboriosos
ejercicios y vigorosos esfuerzos, y la fiesta del alma consiste en el celo por las cosas mejores
y en llevar a cabo el trabajo que nos las procura. Tal es la razón por la que se ha dispuesto que
"se coman los panes ácimos con lechugas amargas" (Ex. XII, 8), no para que los panes no se
coman solos; sino porque la mayoría de los hombres considera que el no hincharse y hervir en
las concupiscencias, el refrenarse y contenerse, es razón para estar disgustados, entendiendo
que el olvidar la pasión es cosa "amarga", cuando eso mismo resulta una alegría para la
inteligencia que ama el esfuerzo.

163. XXIX. Por ese motivo, creo yo, las leyes son enseñadas en el lugar llamado "amargura";
pues mientras la injusticia es dulce, el proceder con justicia duro; y ninguna ley más cierta que
ésta. Leemos, en efecto, que, habiendo salido de las egipcias pasiones, "llegaron a Mará y no
pudieron beber agua de Mará por ser amarga; razón por la cual aquel lugar recibió el nombre
de 'amargura'. Y el pueblo murmuraba contra Moisés diciendo: '¿Qué beberemos?' Y Moisés
elevó su voz hacia el Señor y el Señor le mostró un árbol; y él lo echó en el agua y el agua
tomóse dulce. Allí Dios le dio a conocer prescripciones y normas para juzgar". (Ex. XV, 23 a
25.)

164. "Y allí lo sometió a grande prueba". (Ex. XV, 25.) En el esfuerzo y en la amargura tiene
lugar la incierta "prueba" y juicio del alma; incierta porque es difícil determinar hacia dónde
se inclinará la balanza, ya que algunos desmayan aun antes de comenzar el esfuerzo pues
consideran el trabajo como un tremendo enemigo y dejan caer de debilidad los brazos como
atletas agotados, decididos a correr nuevamente hacia Egipto para gozar de la pasión.

165. Otros, en cambio, sobrellevan paciente y reciamente los temores y peligros del desierto y
libran hasta el fin el combate de la vida, conservándola sin daño ni mengua y resistiendo a las
necesidades derivadas de la naturaleza, al punto de que el hambre, la sed, el frío glacial, el
calor y todas las otras que por lo común esclavizan, tómanse sumisos para ellos merced a la
fuerza sobreabundante que poseen.

166. Pero lo que produce tal resultado no es un trabajo simple sino un trabajo con

70
endulzamiento. Dice, en efecto, que "se endulzó el agua"; y otro nombre que se da al trabajo
dulce y agradable es "amor al trabajo", como que lo que hay de dulce en el trabajo es el amor,
el celo, el apego, la amistad hacia el bien.

167. Nadie, pues, rechace tal aflicción ni piense que, el llamar a la mesa de la fiesta y de la
alegría "pan de la aflicción" significa que encierre daño y no beneficio; porque sucede que el
alma que es reprendida 78 se nutre con instructivas doctrinas.
78
Y, por lo tanto, afligida, según lo señalado más arriba.

168. XXX. Este pastel ácimo es tan santo que los oráculos prescriben que doce panes ácimos,
el mismo número que el de las tribus, sean colocados sobre la mesa de oro en el santuario, y
éstos llámanse panes de la exposición.79
79
Ex. XXV, 29.

169. Además, la ley prohíbe llevar al altar levadura alguna ni miel alguna.80 Es que es difícil
el consagrar como santos tanto las dulzuras de los placeres corporales como las inconsistentes
y presuntuosas elevaciones 81 del alma, pues son de por sí de naturaleza profana y sacrílega.
80
Lev. II, 11.
81
Alusión a la elevación del pan con levadura.

170. Es, pues, explicable que la profética palabra llamada Moisés se exprese con orgullo en
estos términos: "Acuérdate de todo el camino que el Soberano Dios te indicó en el desierto
para afligirte y probarte y para conocer los sentimientos de tu corazón, y si guardarías Sus
mandamientos o no. Te afligió, te hizo pasar hambre y te alimentó con el maná, que no habían
conocido tus padres, para anunciarte que no sólo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra
que brota de la boca de Dios". (Deut. VII, 2.)

171. ¿Y quién será tan impío como para suponer que Dios envía la aflicción y el hambre, la
más lamentable de las desgracias, a los que no pueden vivir sin alimento? Dios es bueno y el
origen de todos los bienes, benefactor, salvador, nutridor, enriquecedor, dadivoso y excluyó la
maldad de los sagrados límites. Por eso desterró del parque los fardos de tierra que eran Adán
y Eva.

172. No nos atengamos, pues, a la letra; averigüemos la alegoría que encierran las palabras, y
digamos que "afligió" quiere decir "disciplinó, amonestó, corrigió"; y que "hizo pasar
hambre" no significa que provocó una falta de alimentos y bebidas, sino de placeres y concu-
piscencias, de terrores y penas, de injusticias y, en suma, de cuantas son las obras de los vicios
y las pasiones.

173. Lo testimonian las palabras que van agregadas a continuación: "Le alimentó con el
maná". ¿Podemos, entonces, al referimos a Aquél que procuró el alimento que no exige
trabajo ni sufrimiento, que no implica cuidado alguno por parte de los hombres, que no
procede, como es lo normal, de la tierra sino es provisto desde el cielo y constituye una
maravillosa obra para beneficio de los que harán uso de él, podemos, digo, afirmar con
justicia que es causa de hambre y de aflicción? ¿No debemos, por el contrario, tenerlo por
causa de abundancia y prosperidad, de seguridad y buen orden?

174. Pero la multitud, verdadero rebaño, que nunca ha gustado el universal alimento que es la
filosofía, piensa que los que se nutren con las sagradas palabras viven una vida de miseria y
penuria, y no se da cuenta de que la vida de los mismos transcurre en el bienestar y la alegría.

71
175. XXXI. Tan provechosa es tal aflicción, que, aun lo más oprimente de ella, la esclavitud,
es tenida por un gran bien; y leemos en las sagradas escrituras que cierto padre, el excelente
Isaac, la pide para un hijo suyo, el insensato Esaú.

176. Dice, en efecto, en cierta ocasión: "Vivirás de tu espada y serás esclavo de tu hermano"
(Gen. XXVII, 40); juzgando que ninguna cosa es más provechosa para quien prefiera la
guerra a la paz, para quien anda armado como en las batallas a causa de la rebelión y el
tumulto que encierra su alma, que el convertirse en subordinado y esclavo y obedecer todos
los mandatos, cualesquiera ellos fueren, que el amante de la templanza le impusiere.

177. Por eso, pienso yo, uno de los discípulos de Moisés, cuyo nombre evoca la paz, que en
su lengua natal llámase Salomón, dice: "Hijo mío, no tengas en menos la instrucción de Dios;
no te enojes porque te corrija; Dios corrije al que Él ama y azota a cada hijo que acoge
consigo". (Prov. III, 11 y 12.) De modo que el reproche y la admonición son tenidos por cosa
buena, al punto de que a través de ellos nuestro conocimiento de Dios truécase en familiaridad
con Él. Porque, ¿qué más próximo a un padre que su hijo, y a un hijo que su padre?

178. Pero para que no parezcamos que nos extendemos demasiado tejiendo argumento tras
argumento, agreguemos a las ya mencionadas una prueba clarísima de que esa clase de
aflicción es obra de la virtud. Hay, en efecto, una ley de este tenor: "No afligiréis a viuda ni a
huérfano alguno. Si con maldad los afligiereis.. .". (Ex. XXII, 22.) ¿Qué dice? ¿Acaso que
alguien puede ser afligido por otra cosa que por maldad? Así es. Pues, si el afligir fuera obra
únicamente de la maldad, sería superfluo escribir lo que todos sabrían, lo que sin tal agregado
sería admitido.

179. A no dudarlo, lo que dice es: Sé que uno puede ser corregido por la virtud y disciplinado
por la sabiduría, y considero, por lo tanto, que no toda aflicción es obra de la maldad; y
cuando es obra de la justicia y la legalidad, que corrige con castigos, siento muchísima
admiración por ella. Cuando, en cambio, es obra de la insensatez y la maldad, y, por lo tanto,
dañosa, la rechazo y censuro como corresponde.

180. Cuando oyeres, pues, que Agar fue afligida por Sara, no pienses en ninguna de las
situaciones a que habitualmente dan lugar las rivalidades femeninas. No se trata aquí de
mujeres sino de inteligencias, de la que se ejercita en los estudios preliminares y de la que
pugna por alcanzar los trofeos de la virtud.

72
SOBRE LA HUIDA Y EL HALLAZGO

(DE FUGA ET INVENTIONE)

1. I. "Y Sara la afligió1 y ella huyó de su presencia. Y la halló un ángel del Señor sobre la
fuente de agua en el desierto, sobre la fuente que hay en el camino a Sur. Y el ángel del Señor
le dijo: '¿De dónde vienes y adonde vas, sierva de Sara?' Y ella dijo: 'Vengo huyendo de la
presencia de Sara, mi señora'. Y el ángel del Señor le dijo: 'Retoma hacia tu señora y
humíllate bajo sus manos'." (Gen. XVI, 6 a 9.) "Y el ángel del Señor le dijo: 'Mira, llevas en
tu vientre un hijo y darás a luz y le pondrás por nombre Ismael, pues el Señor ha escuchado tu
humillación. Él será un hombre agreste; sus manos estarán contra todos y las manos de todos
estarán contra él'." (Gen. XVI, 11 y 12.)
1
Ver Sobre la unión con los estudios preliminares 158 y ss.

2. Habiendo dicho en el tratado precedente lo conveniente acerca de los estudios preliminares


y de la aplicación, pasaremos a continuación a exponer el asunto relativo a los fugitivos.
Muchos son, en efecto, los lugares en los que el legislador saca a colación a los que escapan,
tal como ahora lo hace a propósito de Agar al decir que, tras ser afligida, "huyó de la
presencia de su señora".

3. Pues bien, tres son, según mi opinión, los motivos para una huida: el odio, el miedo y la
vergüenza. Por odio se apartan las mujeres de los hombres y los hombres de las mujeres; por
miedo lo hacen los hijos de sus padres y los criados de sus amos; y por vergüenza aléjanse los
amigos de sus amigos cada vez que han hecho algo que no les resulta grato a éstos. Conozco
también casos concretos de padres que a causa de su vida licenciosa se han alejado de la vida
austera y propia de filósofos de sus hijos y han escogido por residencia el campo en vez de la
ciudad movidos por la vergüenza.

4. De estos tres motivos podemos hallar menciones en las sagradas escrituras. Por ejemplo, el
ejercitante Jacob huye de su suegro Labán por odio, y de su hermano Esaú por temor, como
de aquí a poco2 mostraremos. Agar, en cambio, huye por vergüenza.
2
En los parágrafos 7 y ss.

5. Prueba de ello es que le sale al encuentro un ángel, un Divino lógos,3 prescribiéndole lo que
debe hacer y sugiriéndole el retorno hacía la casa de su señora. Este ángel para animarla le
dice: "El Señor ha escuchado tu humillación" (Gen. XVI, 11); humillación que no procede del
odio ni del temor; sentimientos ambos propios el uno del alma pendenciera, el otro del alma
innoble;4 sino de la vergüenza, que es la exteriorización de la modestia.
3
Ver Sobre la confusión de las lenguas, nota 14.
4
Afirmación con la cual deja Filón, aparentemente, muy mal parado a Jacob, uno de los
arquetipos del hombre sabio y virtuoso, pues en el párrafo anterior le ha atribuido ambos
sentimientos, aunque seguramente el caso es distinto pues el odio y el temor de Jacob son
hacia aquello que es reprobable.

6. Porque lo razonable hubiera sido, si su fuga se hubiera debido al temor, que el ángel
hubiera exhortado a la que había inspirado dicho temor a mostrarse más suave, ya que
entonces, no antes, la fugitiva hubiera contado con seguridades para su retomo. Pero ningún
ángel sale al encuentro de Sara dado que ella se halla bien dispuesta de por sí; y, en cambio,
es a Agar a la que el ángel, personificación de la convicción, movido por un sentimiento de
benevolencia, preséntase como amigo y consejero, y le enseña no sólo a DO avergonzarse

73
sino también a tener valor, pues la vergüenza sin resolución no es más que virtud a medias.

7. II. La explicación que sigue aclarará con más exactitud las características de la vergüenza.
Pero preciso es que volvamos sobre los casos fundamentales expuestos y que comencemos
por los que huyen a causa del odio. Se nos dice que "Jacob ocultó sus intenciones a Labán el
sirio, de modo de no darle indicios de que huía; y huyó él y con él todo cuanto le pertenecía".
(Gen. XXXI, 20 y 21.)

8. ¿Cuál, entonces, fue la causa del odio? Porque quizá te interese conocerla. Hombres hay
que han divinizado a la sustancia sin cualidades, forma o figura,5 y ni conocen a la Causa de
su movimiento ni se preocupan porque se La enseñen aquellos que La conocen, viviendo en la
ignorancia y falta de instrucción acerca del más digno de los temas de estudio, de aquel tema
cuyo conocimiento provechoso les sería procurar antes que todo otro y con exclusión de todo
otro.
5
Es probable que haya aquí una referencia a los filósofos naturalistas o jónicos, que creían
haber hallado el principio de todas las cosas en una-materia (agua, ápeiron, aire). Sin
embargo, éstos no concebían dicha sustancia como desprovista de cualidades, forma o figura.

9. Labán pertenece a esta clase. Los oráculos, en efecto, le asignan el rebaño sin marca.6 Sin
marca es en el universo la materia desprovista de cualidad, y en el hombre el alma carente de
instrucción y guía.
6
Gen. XXX, 33 y 34.

10. Mas hay otros, pertenecientes a la mejor porción, que han afirmado que la Inteligencia ha
venido a ordenar todas las cosas,7 llevando hacia el orden propio de un gobierno regular
regido por un rey el desorden que prevalecía entre los seres como resultado de los dictados de
la muchedumbre. A esta cofradía pertenece Jacob» a cuyo cargo está el rebaño marcado y
variado.8. Lo marcado-y variado es en el universo la forma, y en los hombres el entendimiento
bien instruido y amante del aprender.
7
Diógenes Laercio II, 6, refiriéndose a la doctrina de Anaxágoras,. dice textualmente: "Todas
las cosas estaban confusas; luego vino la inteligencia y las ordenó."
8
Gen. XXX, 32.

11. El hombre marcado, que ha hecho suyo un elevado y natural espíritu de camaradería y es
amigo de la verdadera. monarquía, va hacia el hombre no marcado, que, como he dicho ya,
deifica a las soberanías materiales y juzga que no existe ninguna soberanía eficiente fuera de
éstas; y va para enseñarle que no piensa con sensatez.

12. Porque el mundo ha sido. creado y lo ha sido todo él por obra de determinada Causa. Y el
sello por el cual cada una de las cosas existentes ha sido dotada de forma no es otro que el
lógos del Que lo creó. Y he ahí la razón por la que la forma que acompaña desde su comienzo'
a todo ser es perfecta, como que es una impresión e imagen del perfecto lógos.

14. El ser viviente que llega a la existencia es, ciertamente, imperfecto en cantidad, como lo
prueban los crecimientos que tienen lugar a lo largo de las etapas de la vida; persiste, dado
que es la impresión del permanente y absolutamente inalterable lógos Divino.

14 III. Viendo, pues, Jacob que Labán se ha tornado sordo a la instrucción y a la autoridad
legal, decide, y con razón, huir. Es que teme que, aparte de no poder ayudarle ya en nada, le
sobrevenga algún daño en manos de aquel. El trato con los insensatos es, en efecto,

74
perjudicial y muchas veces, sin proponérselo el alma recibe en sí impresiones de la demencia
de éstos. Y la verdad es que, por su misma naturaleza la cultura siente repugnancia por la
incultura, y la diligencia por la despreocupación.

15. Por eso las facultades del ejercitante dejan oír su voz sonora expresando a la vez los
motivos de su odio: "¿Hay, acaso, todavía para nosotras porción o herencia en la casa de
nuestro padre? ¿No hemos sido consideradas por él como extrañas? La verdad es que nos ha
vendido y se ha devorado la plata que obtuvo por nosotras. Toda la riqueza y la gloria que
Dios ha quitado a nuestro padre será para nosotras y para nuestros hijos." (Gen. XXXI, 14 a
16.)

16. Es que, siendo ellas libres en los nombres 9 y sentimientos, consideran que ninguno de los
insensatos es rico o glorioso; que, antes bien, todos, a decir verdad, son obscuros y pobres,
aunque sobrepasaren en riqueza a muy opulentos reyes. No dicen, en efecto, que la riqueza
que tomarán es la de su padre, sino la quitada a su padre; ni la gloria de aquél, sino la gloria
quitada a él. 17. Y la riqueza de que es despojado el hombre ruin es la verdadera, y legítima la
gloría, por cuanto tales bienes son adquisiciones de la sensatez, la templanza y las
disposiciones como estas, y herencia de las almas amantes de la virtud.
9
Es imposible determinar a qué se refiere aquí Filón con onómata = nombres.

18. Por lo tanto, no son las cosas pertenecientes al hombre inútil para el bien las que
constituyen la riqueza y la buena fama de los hombres virtuosos, sino las cosas de las que
aquel ha sido despojado. Y ha sido despojado de las virtudes, las que han pasado a ser
propiedades de los hombres de bien, de conformidad con lo que en otro pasaje se ha dicho;
"Sacrificaremos las abominaciones de Egipto al Soberano Dios" (Ex. VIII, 26);
por cuanto víctimas perfectas e irreprochables son las virtudes y las virtuosas acciones.. que el
egipcio cuerpo amante de la pasión abomina.

19. En efecto, así como en este pasaje, de conformidad con la realidad, las cosas profanadas
por los egipcios son llamadas sagradas entre los que ven con agudeza, y todas ellas son
ofrecidas en sacrificio; de la misma manera también las cosas de las que todo insensato ha
sido privado y despojado constituirán la herencia del amigo de la nobleza de espíritu. Estas
cosas son la verdadera gloria, o lo que es lo mismo, el saber; y la riqueza, no la riqueza ciega
sino la de más aguda mirada para cuanto existe, la que no acepta absolutamente no sólo
moneda falsa, sino ni siquiera legítima si carece de alma.10
10
Lo que, al parecer, quiere expresar Filón aquí es que, aunque los bienes genuinos o
legítimos son de tres categorías, según la clasificación de Aristóteles, compartida por el
estoicismo, a saber: los que conciernen al alma, los que tocan al cuerpo y los exteriores; solo
los primeros, los vinculados al alma, son aceptables para el ejercitante Jacob. Ver Sobre las
habituales intrigas de lo peor contra lo mejor 7, y Sobre los gigantes, 38.

20. Acertado estará, pues, Jacob al huir de quien no tiene parte alguna en los Divinos bienes;
del que, en sus acusaciones contra otro, se acusa a sí mismo sin advertirlo, cuando dice: "Si
me lo hubieras dicho, te hubiera hecho partir." (Gen. XXXI, 27.) Porque esto solo hubiera
sido suficiente motivo para una huida: el hecho de que, siendo tú, esclavo de innumerables
amos, como eres, simularas poseer un poder y una soberanía, y proclamaras la libertad de
otros.

21. "Mas yo, dice Jacob "no he admitido que un hombre me ayudara en el camino que
conduce hacia la virtud, sino me he atenido a Divinos oráculos que me prescribían partir de

75
allí, oráculos que hasta ahora guían mis pasos.

22. ¿Y cómo me hubieras hecho partir? ¿Hubiera sido, acaso, como lo proclamas con todo
énfasis, 'con júbilo' origen de amargura para mí, 'con música' mal sonante, 'con tímpanos' que
no son sino estruendo desarticulado y sin sentido, y causan daño al alma a través de los oídos;
y 'con cítaras' (Gen. XXXI, 27), es decir, con desacordes y desarmónicos no instrumentos sino
modos de comportarse? Pues éstas son precisamente las cosas por las que me he determinado
a huir; mas tú, a lo que parece, pensabas que ellas eran medios para disuadirme de la huida, y
para inducirme a desandar mis pasos a causa del poder engañador y seductor por naturaleza de
los sentidos, a los que con no poca dificultad he podido doblegar".

23. IV. El odio, pues, fue la causa de la huida de que hemos hablado; el temor, en cambio, lo
fue de la que trataré ahora. Leemos, en efecto, que "Rebeca dijo a Jacob: 'Mira. Esaú, tu
hermano, amenaza con matarte. Ahora, pues, hijo mío, escucha mi voz: levántate y huye hacia
Labán, mi hermano, hacia Harrán, y habita con él algunos días, hasta que cesen la irritación y
la cólera de tu hermano y olvide lo que le has hecho. Yo te lo haré saber y te mandaré a volver
desde allí.'" (Gen. XXVII, 42 a 45.)11
11
Ver Sobre la migración de Abraham. 210 y ss.

24. Motivo había, en efecto, para temer que la peor parte del alma, o mediante una emboscada
aguardando al acecho o con aprestos a la vista, derribara y descalabrara a la parte mejor. Y
este es el excelente consejo que da Rebeca, la cuerda perseverancia.

25. Cuando vieres, dice, al hombre ruin precipitarse como inmenso torrente contra la virtud y
tener en gran aprecio aquello que no merece sino desprecio: la riqueza, la gloria, el placer; y
alabar el injusto proceder como causa de cada una de dichas ventajas, pues son sobre todo los
injustos los que alcanzan abundancia de plata y oro y adquieren buena fama; no tomes
enseguida el camino opuesto; no procures inmediatamente la penuria, la humildad y la vida
austera y solitaria, ya que, si lo hicieres, vitalizarás a tu oponente y prepararás un enemigo
más peligroso aún contra ti mismo.

26. Considera, pues, cuáles son las medidas que has de arbitrar para escapar a sus artimañas.
Adáptate, no digo a sus mismas normas, pero sí a las cosas que sirven para procurar las
ventajas mencionadas, a saber: honores, cargos públicos, plata, oro, propiedades, diferentes
formas y colores, hermosos objetos. Y cuando hubieres dado con tales cosas graba sobre sus
materiales sustancias, como un buen artífice, una forma excelente cumpliendo con ello una
obra digna de alabanza.

27. Bien ves cómo, cuando un hombre inexperto ha tomado a su cargo una nave, aunque ésta
esté en condiciones de superar todo peligro, aquél la arruina; mientras que, son muchas las
veces que un avezado piloto ha salvado una nave en trance de perderse; y cómo en el caso de
los enfermos, aquellos que están bajo el cuidado de hombres sin experiencia tienen sus
cuerpos expuestos a peligros, en tanto que los que recurren al tratamiento de hombres
experimentados se libran de las peligrosas enfermedades. Y no es menester que nos
extendamos. En todos los casos lo hecho con experiencia pone de manifiesto las fallas de lo
practicado sin ella; y la alabanza acordada con verdad a lo primero es la no menos verdadera
reprobación de esto último.

28. V. Si deseas, pues, desenmascarar al hombre ruin poseedor de muchos bienes, no rechaces
la abundancia de riqueza. Él, hombre miserable, se mostrará como verdaderamente es: esclavo

76
y servil, usurero y rapaz, y, a la vez, entregado al libertinaje, inclinadísimo a la glotonería y al
derroche y liberalísimo protector de cortesanos, alcahuetes, corruptores y todo el resto de la
licenciosa compañía.

29. Tú, en cambio, prestarás asistencia a los amigos indigentes, ofrecerás liberales ventajas a
tu patria, y ayudarás a parientes sin recursos a casar a sus hijas, procurándolas a título de
obsequio lo suficiente con creces. Prácticamente harás de tus propios bienes un fondo común
e invitarás a participar de ellos a todos los que merecieren ser favorecidos.

30. Y de manera análoga, si quieres cubrir de oprobio al perverso que se desvive por alcanzar
fama y se vanagloria de ella, no rehuyas al aplauso popular en caso de poder alcanzar
nombradía. De ese modo, mientras el infeliz marcha con aire de grandeza y presume, tú darás
con él en tierra. Él abusará, a no dudarlo, de su renombre para ofender y deshonrar a otros
mejores que él al par que exaltará a los peores por sobre aquéllos; en tanto que tú harás
partícipes de tu buena reputación a todos los que lo merecen, procurando a los buenos la
seguridad de seguir siendo tales, y a los no tan buenos el mejoramiento mediante tus
admoniciones.

31. Y si fueres a un dispendioso banquete con abundantes libaciones, anda sin titubeos, que
pondrás en ridículo al inmoderado mediante tu conducta irreprochable. Él, en efecto,
echándose sobre su vientre y dando rienda suelta a sus insaciables apetitos aún antes de abrir
la boca, se hartará más allá de toda medida, arrebatará lo suyo al que tenga más cerca y
devorará todo sin que la vergüenza le asome a la cara; y una vez que se haya saciado
completamente de comida, "beberá con avidez", como dicen los poetas,12 convirtiéndose en
objeto de risa y burla para los que lo observaren.
12
Odisea XXI, 294.

32. Tú, en cambio, salvo caso de fuerza mayor, beberás sobriamente; y en el caso de que te
vieres forzado a pasarte algo de la medida, pondrás esa necesidad bajo los dictados de la razón
sin convertir jamás tu placer en disgusto ajeno; y, si cabe la expresión, te embriagarás
sobriamente.

33. VI. Razón tendría, pues, la verdad para reprochar a aquellos que sin plena conciencia de lo
que hacen desechan los negocios y los otros medios de procurarse recursos en la vida de
comunidad y dicen que han llegado a despreciar la fama y el placer, ya que todo se reduce a
pura jactancia y no desprecian tales cosas, siendo su aspecto mezquino y sombrío, su aus-
teridad, indigencia y suciedad no otra cosa que cebos que tienden para que los tengan por
amantes de la decencia, la prudencia y la fortaleza.

34. Pero no pueden engañar a los que con mayor cuidado examinan el interior de las personas
y no se quedan en las apariencias. Éstos, en efecto, rechazan tales manifestaciones como
meras envolturas de otras cosas y se atienen a lo que hay oculto dentro examinando cuál es su
verdadera naturaleza; y, si es algo elevado, lo admiran; mas, si es algo bajo, mófanse y
aborrecen la hipocresía de aquellos.

35. Digamos, pues, a tales hombres: ¿Anheláis la vida ajena a todo contacto y convivencia,
aislada y solitaria? ¿Y qué prueba habéis dado antes de las nobles cualidades que ejercítanse
en la vida en común? ¿Renunciáis a las ganancias de dinero? Mas, cuando os habéis hallado
ocupados en negocios, ¿habéis procedido con determinación de ser justos? Dais muestras de
despreciar los placeres del vientre y de las partes que le siguen; mas, cuando habéis tenido

77
abundantes materiales para procurároslos, ¿los habéis usado con moderación? ¿Tenéis en
poco la fama? Porque, cuando habéis recibido distinciones, ¿habéis obrado con modestia?
Vosotros os burláis de la vida propia del ciudadano,13 quizá porque no habéis meditado cuan
provechosa cosa es esta.
13
Es decir, de la vida de la que son ingredientes todas las aspiraciones y actividades propias
de quien no rehuye las responsabilidades ni las ventajas de la existencia en comunidad.
Evidentemente, Filón enrostra la postura de ciertos estoicos que alardeaban un desprecio,
simulado según nuestro exégeta, hacia las cosas que interesan al común de la gente, aunque en
el fondo de su corazón las apetecían.

36. Comenzad, entonces, por ejercitaros y prepararos en los negocios privados y públicos de
la vida y, una vez que mediante las dos virtudes hermanas, que son la buena administración
del hogar y la cualidad de ciudadano, os hubiereis convertido en hombres expertos en ambos
órdenes, iniciad, con sobrados medios ahora, vuestra migración hacia una diferente y mejor
forma de vida. Porque la vida práctica precede a la contemplativa, a modo de lides
preliminares preparatorias de una lucha más acabada; y bueno es librar primero estos
encuentros. Si así lo hiciereis evitaréis que se os tache de tardos y perezosos.

37. De conformidad también con esto se ha prescripto a los levitas el cumplimiento de los
servicios a su cargo hasta los cincuenta años,14 y que, una vez desvinculados de su servicio
activo, se ocupen en la observación y contemplación de cada cosa; con lo que, como premio
por el recto cumplimiento de lo correspondiente a la vida práctica, alcanzan una vida diferente
de aquella, una vida que se complace sólo en el conocimiento y el estudio.
14
Núm. IV, 3 y ss.

38. Es, por otra parte, necesario también que los que pretenden alcanzar las Divinas obras de
justicia, cumplan primero con las humanas. Porque no poca locura es el pretender que quienes
son incapaces de superar lo inferior puedan alcanzar lo superior. Por lo tanto, destacaos
primeramente en la virtud con respecto a los hombres para que podáis alcanzar también un
lugar en la virtud que mira a Dios.

39. VII. Esto es lo que aconseja al ejercitante la perseverancia.15 Pero conviene que
examinemos con más detención las palabras. "Mira", le dice, "Esaú, tu hermano, te amenaza".
¿No es, acaso, cierto que el carácter duro como el roble y desobediente a causa de su
ignorancia, llamado Esaú, dominado por un hondo resentimiento ansia aniquilarte y para ello
pone ante ti como cebos para tu destrucción riquezas, fama, placeres y cosas como estas?
"Pero tú, mi niño, huye por ahora de tal lucha, pues tus fuerzas todavía no han alcanzado su
pleno desarrollo y aún las energías de tu alma, como las de un niño, son demasiado tiernas".
15
A Jacob Rebeca.

40. Este es el motivo por el que lo llama "niño", apelativo que expresa un sentimiento de
afecto, y al mismo tiempo alude a la edad. Es que consideramos que el carácter del ejercitante
es, por una parte, joven comparado con el que ha alcanzado la perfección, y, por otra, digno
de nuestro amor. Un carácter en estas condiciones está capacitado para ganar los premios al
alcance de los niños, pero no es capaz todavía de lograr los que se ofrecen a los hombres; y el
mejor de los premios que pueden alcanzar los hombres es el servicio del único Dios.

41. Por eso, cuando nos presentamos en las habitaciones donde hemos de ejercer tal servicio,
pero lo hacemos sin habernos purificado aún completamente, solamente con la creencia de
habernos lavado de las manchas que afean nuestra vida, escapamos del mismo con más

78
celeridad que al venir, no soportando el austero régimen de vida que ese ministerio implica,
las vigilias del ceremonial y el continuo e incesante trabajo.

42. Huid, por lo tanto, por ahora de ambas cosas: de lo peor y de lo mejor; de lo peor, que
consiste en la fabulosa invención,16 en el poema sin ritmo ni melodía, en la concepción y
persuaden verdaderamente duras y de roble a causa de la ignorancia, de las que procede el
nombre de Esaú; y de lo mejor, que consiste en la ofrenda, puesto que la clase de los
aplicados al Divino servicio es una ofrenta a Dios, pues se ha consagrado a Él solamente para
el magno sumo sacerdocio.
16
Ver Sobre la unión con /os estudios preliminares 61 y 62.

43. Emplear el tiempo en el mal es, en efecto, el sumo daño; consagrarlo al bien es lo más
peligroso. Jacob, por ejemplo, evita ambas cosas: huye de Esaú y se aparta de sus padres,
porque, siendo todavía un ejercitante y combatiente, huye sí del vicio, pero es incapaz de
convivir con la virtud perfecta y adquirida sin enseñanza.

44. Por ello emigrará hacia Labán, no Labán el sirio, sino el hermano de su madre; vale decir,
llegará a los esplendores de la vida. "Labán", en efecto, significa "claro". Y una vez que ha
llegado, no se envanecerá enorgullecido por sus prósperos sucesos. Porque, si bien "sirio" se
traduce por "envanecido", en este caso no es a Labán el sirio a quien se trae a colación sino al
hermano de Rebeca.

45. VIII. En efecto, los medios de vida puestos a disposición del hombre ruin exaltan su
inteligencia vacía de sensatez, inteligencia llamada "siria"; en cambio, el hombre amante de la
disciplina y fija y firmemente perseverante en los principios de la nobleza de alma, éste es el
hermano de Rebeca, es decir, de la perseverancia. Y habita en Harrán; lugar cuyo nombre
quiere decir "cavidades", las que son símbolo de los sentidos; porque el hombre que todavía
danza en el ámbito de la vida mortal no puede pasarse sin los órganos de los sentidos.

46. Y así, su madre le dice: "Hijo mío, habita con él", no para siempre, sino "algunos días".17
Esto equivale a: Conoce bien la región de los sentidos; conócete a tí mismo y las partes de tu
ser; qué es cada una de ellas, para qué ha sido hecha, de qué manera están capacitadas para
sus actividades y quién es el que, invisible de por sí, invisiblemente pone en movimiento los
títeres y maneja los hilos que los controlan; si es la inteligencia que hay en tí o es la
Inteligencia del universo.
17
Gen. XXVII, 44.

47. Y, una vez que te hubieres examinado a ti mismo, indaga cuidadosamente sobre cuanto es
propio de Labán, vale decir, sobre los éxitos de la gloría vana, considerados como brillantes; y
sin ser presa de ninguno de ellos, sino, como un buen artífice, adáptalos con pericia a tus
propias necesidades. Y, si, situado ya en esta turbulenta vida de ciudadano, llegares a evi-
denciar una conducta constante y bien disciplinada, te haré llamar desde allí,18 para que
puedas alcanzar el premio que obtuvieron tus mayores, premio que consiste en el servicio
irrenunciable y persistente del único Sabio.
18
Gen. XXVII, 45.

48. IX. Del mismo tenor son las instrucciones que le da su padre, con pequeños agregados.
Dícele, en efecto: "Levántate y huye hacia la Mesopotamia, a la casa de Batuel, el padre de tu
madre, y toma de allí una esposa para ti de entre las hijas de Labán, el hermano de tu madre."
(Gen. XXVIII, 2.)

79
49. Tampoco Isaac nombra a Tabán el sirio, sino al hermano de Rebeca; a quien presenta en
vísperas de contraer parentesco con el ejercitante por vía de un matrimonio. "Huye", dice,
"hacia la Mesopotamia", o lo que es lo mismo, hacia el medio del torrentoso río 19 de la vida,
y procura no ser cubierto y devorado por él; mantente firme y rechaza vigorosamente la
violentísima corriente de acontecimientos cuyas olas se precipitan desde arriba, desde uno y
otro costado y desde todas las direcciones.
19
"Mesopotamia" significa tanto "entre ríos" como "en medio de un río".

50. Hallarás, en efecto, en la morada de la sabiduría un calmo y tranquilo puerto, que te


acogerá sin dificultad alguna cuando eches anchas en él. Es el nombre de la sabiduría el que
proclaman los sacros oráculos al decir "Batuel", término que, traducido a nuestra lengua
significa, "hija de Dios". Y, en verdad, trátase de una legítima y siempre virginal hija, a la que
ha cabido una naturaleza intacta e inmaculada en razón de su propia modestia y de la dignidad
de Quien la ha engendrado.

51. Pero Batuel es llamado padre de Rebeca. ¿Y cómo es que la sabiduría, siendo hija de
Dios, puede ser llamada de verdad padre? ¿Será porque, si bien el nombre de la sabiduría es
femenino, su naturaleza es masculina? Y efectivamente, todas las virtudes llevan nombres
propios de mujeres, pero poseen poderes y actividades peculiares de hombres completísimos.
Es que aquello que viene después de Dios, aunque se tratare de algo más elevado que todas
las demás cosas, ocupa un lugar secundario, y es designado como femenino para marcar su
oposición respecto del Hacedor del universo, que es masculino, y su afinidad con las demás
cosas. En efecto, siendo la preeminencia condición propia de lo masculino, lo femenino queda
a la zaga y ocupa un lugar inferior.

52. No hagamos, pues, cuestión respecto de la incongruencia en las denominaciones y


admitamos que la sabiduría, la hija de Dios, es masculina y padre además; padre que siembra
y engendra en las almas la aptitud para instruirse, la disciplina, el saber, la sensatez y las
buenas y laudables acciones. De allí es de donde el ejercitante Jacob procura obtener una
esposa. ¿Dónde, en efecto, como no fuere en la morada de la sabiduría hallará una compañera,
un criterio irreprochable, con el que convivir perpetuamente?

53. X. Con bastante detalle ha hablado el legislador acerca de la huida en el pasaje en que
establece la ley relativa, a los asesinos, en el que reconoce cada una de las especies del ase-
sinato: el intencional, el involuntario y el premeditado y con agresión. El texto es este: "Si un
hombre golpeare a otro y lo matare, sea condenado a morir con muerte. Pero, si alguien
matare a otro no voluntariamente sino porque Dios lo ha puesto en sus manos, te daré un lugar
a donde huirá el matador. Y, si alguno acechare contra su vecino para matarlo a traición y
huyere a un refugio, lo sacarás del altar para darle muerte." (Ex. XXI, 12 a 14.)

54. Sabiendo claramente que Moisés no emplea ninguna palabra superflua pues muévele un
indecible deseo de hablar de manera concreta, me he preguntado a mí mismo por qué al
referirse al matador intencional no dice solamente: "sea condenado a muerte"; sino "sea
condenado a morir con muerte".

55. Porque, ¿es que hay otra manera de morir que no sea con muerte? Pues bien, recurrí a las
enseñanzas de una sabía mujer, cuyo nombre es "indagación", y allí acabó mi duda.
Enseñóme, en efecto, que hay quienes están muertos en vida, y quienes viven una vez
muertos. Me dijo que los hombres ruines, aunque sus días se extendieron hasta la extrema

80
vejez, son hombres muertos pues están privados de la vida en compañía de la virtud; y que, en
cambio, los hombres de bien, aun cuando hubieren sido separados de la unión con el cuerpo,
viven por siempre, pues les ha cabido una parte en la inmortalidad.

56. XI. Y confirmó sus afirmaciones con oráculos también; entre ellos este: "Los que os
habéis entregado al Señor vuestro Dios vivís todos hoy." (Deut. IV, 4.) Es que bien sabe
Moisés que sólo los que se refugian en Dios y Le suplican viven; en tanto que los otros son
muertos; y evidentemente atestigua en aquéllos la inmortalidad al agregar "vivís hoy".

57. "Hoy" es la eternidad sin límite ni término; porque los períodos de meses, años y de todo
tiempo en general son meras nociones de los hombres, los que han atribuido excesiva
importancia al número. Pero el verdadero nombre de la eternidad es "hoy". El sol, en efecto,
nunca cambia sino siempre es el mismo, marchando ora por encima ora por debajo de la
tierra, y él es el que da la pauta del día y la noche, medidas del curso sin fin de las edades.20
20
El razonamiento resulta poco claro. Tal vez quiera Filón dejar en claro que el movimiento
del sol da lugar al diario trascurso o período de tiempo, y éste sirve de medida de la eternidad
o edad sin límites, ya que, a pesar da la alternada sucesión de noches y días, es eterno y
siempre el mismo. Ver Interpretación alegórica III, 25.

58. Otro oráculo en el que se confirma lo dicho por aquella es este: "He aquí que he puesto
ante tu faz la vida y la muerte, el bien y el mal." (Deut. XXX, 20.) Por lo tanto, oh sapien-
tísimo, el bien y la virtud son la vida; el mal y el vicio, la muerte. Y en otra parte: "Tu vida y
tu longevidad no son otra cosa que el amar al Señor Dios tuyo." (Deut. XXX, 20.) Ninguna
definición de la vida inmortal es más excelsa que esta: ser poseído por el amor y la amistad
hacia Dios, amor y amistad ajenos a la carne y al cuerpo.

59. Conforme con esto, los sacerdotes Nadab y Abiud,21 para poder vivir, mueren, recibiendo
a cambio de la vida mortal una existencia imperecedera y pasando de lo creado a lo increado.
Sobre ellos elévase la proclama que simboliza la inmortalidad, a saber: "Murieron ante el
Señor" (Lev. X, 2), vale decir: 'comenzaron a vivir'. Y de nuevo: "Esto es lo que ha dicho el
Señor: 'Seré santificado en aquellos que se me acercan'." (Lev. X, 3.) En cambio, como se nos
dice en los Salmos "los muertos no alabarán al Señor" (Salmos CXIII, 25); puesto que esta es
obra propia de vivientes.
21
Ver Interpretación alegórica II, 58, y Sobre la herencia de las cosas Divinas, 309.

60. Por otra parte, en ningún pasaje de la legislación se halla registrada la muerte de Caín, el
maldecido fratricida; y, en cambio, hay un oráculo revelado sobre él que dice así: "Puso Dios
Soberano una señal a Caín para que nadie que lo encontrase lo matara." (Gen. IV, 15. )22
22
Acerca de cómo interpreta Filón el pasaje y la naturaleza de la señal ver Sobre las
habituales intrigas de lo peor contra lo mejor, 177.

61. ¿Por qué? Pues, porque, a mi parecer, la impiedad es un mal sin término, siempre
encendido y que jamás puede apagarse, al punto de que cabe decir de la maldad lo que dice el
poeta: "No es ella una mortal, sino un mal inmortal";23 pero es en la vida nuestra donde es
inmortal; porque comparada con la vida de Dios es un cadáver sin vida y, como alguien ha
dicho,24 "más repelente que el estiércol".
23
Odisea XII, 118.
24
Heráclito.

62. XII. Ahora bien, preciso del todo era ciertamente que diferentes regiones se distribuyesen

81
entre diferentes cosas: asignándose el cielo a las cosas buenas, y lo terrestre a las malas. Lo
bueno tiende, pues, a elevarse, y, aunque alguna vez puede venir hacia nosotros, pues el Padre
del bien es generoso, no puede menos de desear vivamente retomar sobre sus pasos. El mal,
en cambio, permanece aquí, separado lo más posible del Divino coro, rondando en tomo de la
vida mortal y sin poder abandonar, muriendo, nuestra raza mortal.

63. Esta verdad ha sido manifestada también por cierto varón, notable entre los que han sido
admirados por su sabiduría, quien en la obra del Teeteto de manera más excelente aún dice:
"Los males no pueden cesar, pues es preciso que siempre haya algo opuesto al bien; ni pueden
residir entre los dioses, sino rondan en tomo de la naturaleza mortal y de este lugar nuestro.
Por lo tanto, necesario es que huyamos de aquí hacia allí lo más rápidamente posible. Fugarse
es asemejarse a Dios en la medida de lo posible; y asemejarse a Él es llegar a ser justo, santo y
sabio."25
25
Platón, Teeteto 176 a y b.

64. Es natural, pues, que Caín no muera, siendo, como es, símbolo de la maldad, la que
necesariamente perdura entre los hombres en la raza mortal. De modo que por las causas
señaladas no está desacertado lo de "morir con muerte" referido al asesino.

65. XIII. Las palabras "no voluntariamente sino porque Dios lo ha puesto en sus manos" son
una admirable referencia a aquellos que cometen un homicidio involuntario. Es que nuestro
autor opina que los actos voluntarios son obras de nuestra propia determinación, en tanto que
los involuntarios son obra de Dios; no me refiero a las faltas sino, por el contrario, a todos
aquellos actos que constituyen el castigo de las faltas.26.
26
Filón no se refiere, pues, sino a aquellos errores o faltas en los que inconscientemente
obramos como ejecutores de la voluntad Divina.

66. Es inconveniente, en efecto, que sea Dios mismo el que castigue, puesto que es el primero
y supremo Legislador; pero es, en cambio, por intermedio de Sus servidores como lo hace; no
por Sus propias manos. Brindar gracias, dones y beneficios es propio de El, por cuanto es
bueno y generoso por naturaleza; pero los castigos corresponde que sean aplicados a través de
otros, en condiciones de prestar tales servicios; no, empero, sin el mandato del mismo Rey,
como que es el Soberano.

67. Testigo de mis palabras es el ejercitante cuando dice: "El Dios que me nutre desde mi
niñez; el ángel que me libera de todos los males." (Gen. XLVIII, 15 y 16.) Ha atribuido, en
efecto, a Dios los bienes más importantes, con los que el alma se nutre; y a un servidor de
Dios lo de menor importancia, los que resultan del huir de las faltas.27
27
Ver Interpretación alegórica III, 177, y Sobre la confusión de las lenguas, 169.

68. Por esa misma razón, pienso, también cuando expone Moisés las enseñanzas acerca de la
creación del mundo, mientras de todas las demás cosas dice que fueron creadas por Dios, solo
al hombre lo presenta como modelado con el concurso de otros. Dice, en efecto, que "Dios
dijo: 'Hagamos al hombre según Nuestra imagen'" (Gen. I, 26); donde la expresión "hagamos"
da a entender más de uno.28
28
Ver Sobre 1a confusión de las lenguas, 169.

69. Dialoga, en consecuencia, el Padre de todas las cosas con Sus potencias, a las que confió
el modelado de la parte mortal de nuestra alma mediante la imitación del procedimiento
seguido por Él cuando daba forma a la parte racional de nuestro ser; por cuanto entiende que

82
es justo que la parte soberana del alma sea producida por el Soberano, y que la parte
subordinada lo sea por Sus subordinados.

70. Pero no sólo por la razón mencionada empleó Dios las potencias que Lo acompañan, sino
también porque el alma humana era la única de las creaturas que habría de alcanzar las
concepciones acerca de los bienes y los males, y hacer uso de unos o de otros; como que le es
imposible hacer uso de ambos. Así pues, consideró Dios necesario asignar la creación de las
cosas malas a otros operarios, y reservarse la de las buenas a Sí mismo.

71. XIV. Por eso también, habiéndose dicho primero: "Hagamos al hombre"; expresión que
alude a más de uno; a continuación se dice, refiriéndose a Dios solamente: "Creó Dios al
hombre." (Gen. I, 27.) Es que del hombre verdadero, que es una inteligencia purísima, uno
sólo es el Hacedor, el Dios único; en tanto que son muchos los que han producido al
comúnmente llamado hombre, que es una mezcla que incluye a la sensibilidad.

72. Tal es el motivo por el que el hombre por excelencia es mencionado precedido del
artículo, en tanto que en la mención del otro el artículo no aparece. Mientras leemos que "creó
Dios al hombre", al hombre consistente en un raciocinio invisible y sin mezcla; en cambio,
con la expresión: "Hagamos al29 hombre" se nos muestra al que es un compuesto de
naturaleza racional e irracional.
29
Es imposible distinguir en castellano el matiz que quiere señalar Filón. Literalmente en el
primer caso dice el texto bíblico: "Creó Dios al hombre", y en el segundo: "Hagamos
hombre", como diríamos nosotros en plural: "Hagamos hombres". En griego, sin embargo, la
ausencia de artículo, omisión que ordinariamente equivale a nuestro artículo indeterminante
(un hombre), en nada altera en muchos casos, como el presente, el sentido de la construcción
y ésta se traduce como si llevara el artículo. Filón, por supuesto, acomoda a sus propósitos la
frase y lee: "Hagamos hombre". De allí su aclaración sobre la omisión del artículo en el texto
bíblico.

73. De acuerdo con estos principios atribuyó a diferentes personas el bendecir a los buenos y
el maldecir a los culpables. Unas y otras, es verdad, reciben alabanza;
pero, puesto que el bendecir a los que lo merecen encierra la prerrogativa propia de los
elogios, el pronunciar maldiciones contra los ruines ocupa un orden secundario; y así, de los
designados para este fin, que son los doce jefes de nuestra raza, a los que es costumbre llamar
jefes de tribu; confió a los seis mejores, a saber: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín
la misión de bendecir, y la de maldecir confióla a los otros, que eran el primero y el último de
los hijos de Lía, Rubén y Zabulón, y los cuatro bastardos nacidos de las criadas.30
30
Deut. XXVII, 12 y ss.

74. En la primera lista, en efecto, es en la que figuran los jefes de la tribu real y la tribu
sagrada, Judá y Leví respectivamente.31 Es natural, pues, que ponga Dios en manos de otros
para su castigo a aquellos que han hecho cosas que los hacen merecedores de muerte. Con ello
quiere enseñarnos que la naturaleza del mal hállase apartada por grandes distancias del Divino
coro, como se desprende del hecho de que también aquel bien que lleva trazas del mal, vale
decir, el castigo, concrétase por intermedio de otros.
31
No es totalmente claro el sentido de lo que se expresa aquí. Tal vez se refiere Filón a que,
incluyendo la primera lista a las dos tribus de mayor dignidad, también la lista es la de mayor
dignidad.

75. Las palabras "Te daré un lugar a donde huirá el matador" involuntario, parécenme estar

83
dichas muy acertadamente. No llama en este caso "lugar" a un espacio completamente
ocupado por un cuerpo;32 sino se refiere simbólicamente al mismo Dios, por cuanto Dios
contiene sin ser contenido y porque es el refugio para el universo.
32
Según los estoicos el topos = lugar, está completamente lleno por el soma = cuerpo. Si éste
no llena un espacio completamente el lugar se denomina klóra, entendiéndose por este tipo de
lugar uno más amplio o extenso que el topos, por lo cual el término designa también una
región, un país y otros espacios extensos.

76. Está en un derecho, pues, quien, creyendo haber intervenido en una involuntaria falta, diga
que la falta ha tenido lugar por designio de Dios; mas no es lícito que diga tal cosa aquel que
ha delinquido a sabiendas. Por otra parte, dice que "dará" ese lugar no al matador sino a aquel
con quien habla, de lo que se infiere que no son la misma persona el que lo habitará y el
fugitivo. Es que, mientras a Su lógos 33 le ha concedido Su saber para que resida como en su
patria, como autóctono de tal lugar; a aquel que ha incurrido en involuntarios yerros se lo ha
concedido en calidad de refugio, como tierra ajena a un extranjero, no como tierra natal a un
ciudadano.
33
Filón entiende que el interlocutor de Dios en la presente ocasión es Su lógos, y que es a éste
a quien le concederá un lugar de refugio.

77. XV. Tras exponer estas enseñanzas acerca de los actos involuntarios, pasa Moisés a
legislar en lo relativo a la asechanza y premeditación, diciendo: "Sí alguno asechare contra su
vecino para matarlo a traición y buscare refugio..."; refugio en Dios, a quien antes se llamó
simbólicamente "lugar", y de quien resulta la vida para todos los seres. Dice, en efecto,
también en otro pasaje: "Quien huyere a ese lugar vivirá." (Deut. XIX, 5.)

78. ¿Y no consiste la vida eterna en refugiarse en el Que Es, al par que la muerte en huir lejos
de Él? Mas, en tanto que lo hecho involuntariamente no implica culpa, el que tiende ase-
chanzas delinque deliberadamente y la acción traicionera intencional es culpable.

79. Por lo cual de ninguno de los delitos. perpetrados con sentimiento hostil, a traición y
premeditadamente es correcto decir que ocurre con asentimiento de Dios, pues todos ellos son
de nuestra exclusiva responsabilidad. Es. en nosotros, en efecto, donde se hallan los depósitos
de los males,. como he dicho; con Dios están solamente los tesoros de los bienes.

80. Por lo tanto, quien buscare un refugio, vale decir, quien achacare a Dios, no a sí mismo,
sus iniquidades, sea castigado mediante su separación del refugio que está reservado. para la
salvación y seguridad de los suplicantes exclusivamente, vale decir, del altar. Y es lo
razonable sin duda. Porque el lugar de los sacrificios está ocupado por víctimas
irreprochables, me refiero a almas inocentes y purificadas; y el afirmar que también la
Divinidad es origen de males es, en cambio, vituperio difícil de remediar o completamente
irreparable.

81. Todos estos caracteres 34 han procurado ser amantes de sí mismos antes que amantes de
Dios. Aléjense, por lo tanto, del recinto consagrado, para que, manchados e impuros como
son, no puedan contemplar ni siquiera desde lejos la sagrada llama encendida con
inextinguible fuego y ofrecida en sacrificio a Dios con poder pleno e intacto.
34
Los que delinquen deliberadamente y atribuyen sus faltas a Dios

82. Con excelentes palabras uno de los antiguos sabios, coincidiendo conmigo en este punto,
manifestó resueltamente que en ningún caso y de ninguna manera es Dios injusto; sino es la

84
suma justicia y ninguna cosa se parece más a Él que aquel de nosotros que obra a su vez lo
más justamente posible. Es con relación a Él como se pone de manifiesto tanto la verdadera
capacidad, como la nulidad y falta de reales condiciones-. humanas de un hombre. En efecto,
el conocer a Dios es sabiduría y virtud verdadera; ignorarlo es torpeza y maldad patente; y las
demás aparentes capacidades y las llamadas muestras de sabiduría no resultan más que
vulgaridades cuando se-aplican al logro de preeminencias políticas, y simples manualidades
cuando se aplican a los oficios y profesiones.35
35
Platón, Teeteto 176 c.

83. XVI. Luego, pues, de establecer que el hombre que profana y difama las cosas sagradas
debe ser alejado de los sacratísimos lugares y entregado para su castigo, dice Moisés a con-
tinuación: "El que hiriere a su padre o a su madre sea matado";
y análogamente: "El que injuriare a su padre o a su madre sea matado." (Ex. XXI, 15 y 17.)

84. Podríamos decir que grita y proclama en alta voz que a ninguno de los que blasfeman
contra Dios le es dado alcanzar el perdón. Porque, si los que injurian a los padres mortales son
castigados con la muerte, ¿de qué castigo hemos de considerar merecedores a aquellos que
asumen la responsabilidad de blasfemar contra el Padre y Hacedor de todas las cosas? ¿Y qué
blasfemia hay más vergonzosa que el afirmar que el origen de los malos no se halla en
nosotros sino en Dios?

85. Arrojad, pues, oh iniciados y merofantas de los sacros misterios, arrojad fuera a las
mezcladas, confusas y desordenadas almas, rebeldes a la purificación y a la clarificación, que
llevan por todas partes abiertos los oídos, y desenfrenada la lengua, como preparados
instrumentos de su mísera condición, aquellos para escuchar todo cuanto está vedado, y ésta
para manifestar cuanto conviene callar.

86. Pero todos aquellos que han sido instruidos en la distinción entre las acciones
intencionales e involuntarias, y han recibido una boca capaz de guardar religioso silencio en
vez de una lengua blasfemadora son merecedores de alabanza cuando obran rectamente, y no
es mucho el reproche que merecen si cometen yerros sin intención. Esta es la razón por la que
para ellos han sido separadas ciudades de refugio.36
36
Núm. XXXV, 9 y ss.

87. XVII. Pero vale la pena que con particular detención hagamos algunas consideraciones
necesarias tocantes a este asunto. Son cuatro en total. Una es por qué las ciudades para
fugitivos no fueron separadas de entre las que obtuvieron las otras tribus y sólo lo fueron de
entre las que cupieron a la tribu de los levitas. La segunda, por qué fueron seis en total, ni una
más ni una menos. La tercera, por qué tres de ellas se hallaban más allá del Jordán y las otras
en la tierra de Canaán. La cuarta, por qué el plazo señalado para el retomo de los fugitivos fue
la muerte del sumo sacerdote.

88. Comenzando por la primera de estas cuestiones hemos de decir lo que cabe señalar acerca
de cada una de ellas. El huir hacia las ciudades asignadas a los levitas corresponde solamente
a los levitas y con toda legitimidad, pues ellos son en cierta manera también fugitivos, en
razón de que a fin de complacer a Dios han abandonado padres, hijos, hermanos y toda su
mortal parentela.

89. Así, el fundador de esta congregación 37 es presentado en actitud de decir a su padre y a su


madre: "No os he visto, no conozco a mis hermanos, desconozco a mis hijos" (Deut. XXX, 9),

85
pues sirvo sin distracciones al Que Es. La verdadera fuga equivale a la privación de las cosas
que nos son más familiares y caras. Es, pues, en vista de la similitud de acciones por lo que el
legislador pone a los fugitivos al amparo de fugitivos para que puedan alcanzar una amnistía
por lo que han hecho.
37
Leví.

90. ¿Fue, pues, esta la única razón o hubo otra, consistente en que la tribu de los levitas,
compuesta por los cuidadores del templo, es la de los que se lanzaron de improviso a la
matanza de aquellos que entre los jóvenes en edad de tomar las armas habían divinizado al
becerro de oro, es decir, la egipcia vanidad; y los mataron movidos por una legítima irritación
al par que por una Divina inspiración y una posesión proveniente de la Divinidad? Leemos, en
efecto, lo siguiente: "Y cada uno mata al hermano, al vecino y al más allegado" (Ex. XXXII,
27); vale decir, al cuerpo, que es hermano del alma; a la parte irracional, que es vecino de la
racional; y a la palabra pronunciada,38 que es lo más allegado a la inteligencia.
38
Acerca de los dos lógoi ver Sobre los querubines, nota 8.

91. Es que solamente procediendo de ese modo puede la parte más excelente de nuestro ser
convertirse en servidora del mas excelente de todos los seres. En primer lugar el hombre se ha
de disolverse hasta convertirse en un alma desligándose y separándose de su hermano el
cuerpo y de sus inacabables apetencias; en segundo término, el alma ha de arrojar de sí, como
he dicho, al vecino de la parte racional, es decir, a la parte irracional, ya que ésta, a modo de
un torrente dividido en cinco partes que penetran a través de todos los sentidos, excita la
violencia de las pasiones.

92. Y en tercer lugar, la parte racional ha de separar y desterrar lejos de sí aquello que
aparentemente le está más estrechamente vinculado, la palabra pronunciada; todo ello para
que la palabra encerrada en la inteligencia, libre del cuerpo, libre de los sentidos y libre de la
pronunciación de la palabra audible, pueda encontrarse sola; pues, una vez que haya sido
dejada sola, viviendo una existencia acorde con la soledad, sin mezclas ni distracciones,
rendirá su homenaje al Ser Único.

93. Asimismo hay que hacer presente, además de las consideraciones apuntadas, que si la
tribu de Leví es la de dos servidores del templo y de los sacerdotes, a los cuales ha sido con-
fiado el servicio del santuario; también, por su parte, los que cometen un homicidio
involuntario ejecutan un servicio, como que Moisés dice: "Dios ha puesto en sus manos" (Ex.
XXI, 13) a los que han hecho cosas dignas de muerte, a fin de que los destruyan. Sólo que,
mientras los levitas han sido establecidos para la exaltación de los buenos; ellos lo han sido
para el castigo de los culpables.

94. XVIII. Estas son las razones por las cuales los que han cometido un homicidio
involuntario huyen solamente hacia las ciudades de los servidores del templo. A continuación
hemos de decir cuáles son éstas y por qué su número es de seis. Pues bien, a no dudarlo, la
más venerable, la más segura y la más excelsa metrópolis,39 no una simple ciudad solamente,
es el Divino lógos, hacia el que es incomparablemente ventajoso huir en busca de refugio.
39
Es decir, una ciudad madre, ciudad que ha fundado otras.

95. Las otras cinco, comparables a colonias, son las potencias del que lo 40 pronuncia; al
frente de las cuales hállase la potencia creadora, en virtud de la cual Aquél creó el mundo
mediante la palabra.41 La segunda en jerarquía es la potencia real, en virtud de la cual el
Hacedor gobierna aquello que ha sido creado; la tercera es la potencia propicia, mediante la

86
cual el Artífice se apiada y compadece a su propia obra; la cuarta es la (legislativa, mediante
la cual prescribe nuestras obligaciones; y la quinta)42 es la parte de la legislativa mediante la
que prohibe lo que no debe ser hecho.
40
"Que pronuncia a Su lógos". Filón toma aquí el término lógos en uno solo de sus sentidos:
el de "palabra".
41
Porque cada acto creador de Dios fue precedido por una orden Suya. Gen. I, 3 y ss.
42
Laguna del texto llenada según lo propuesto por Wendland.

96. Excelentes y fortificadísimas ciudades son estas, y, por cierto, los mejores refugios para
las almas merecedoras de eterna salvación. Benigna y benéfica es, por otra parte, la
prescripción, y capaz de estimular y fortalecer en una firme esperanza. Porque, ¿qué
prescripción mejor que esta para hacer patente la tan grande abundancia de estas benefactoras
potencias, adaptadas a las diferencias que se dan en los que se han hallado envueltos en
involuntarias claudicaciones, los que difieren entre sí en el grado de fortaleza o debilidad?

97. Ella estimula al hombre capaz de correr de prisa a avanzar sin respiro hacia el supremo
lógos Divino, que es la fuente de la sabiduría, para que pueda extraer agua de su corriente y
alcanzar como premio la liberación de la muerte y la vida eterna. A quien no es capaz de
avanzar tan rápidamente lo estimula a dirigirse en busca de refugio hacia la potencia creadora,
a la que Moisés llama "Dios", en razón de que mediante ella ha sido establecido43 y ordenado
el universo; y lo estimula hacia esta potencia porque grande es el bien que llega a adquirir
aquel que ha alcanzado a comprender que el universo ha tenido un comienzo. Este bien es el
conocimiento del Hacedor, conocimiento que al punto mueve a la creatura a amar a Aquel a
quien debe su existencia.
43
Como en otros pasajes, Filón vincula el término theós = Dios, con el verbo theínai =
colocar, establecer.

98. A quien no está presto en el mismo grado que el anterior lo urge a refugiarse en la
potencia real, ya que el temor al soberano tiene la virtud de amonestar con correctora fuerza
de persuasión al súbdito, cuando la benevolencia del padre no lo logra en el hijo. Para aquel
que no llega a alcanzar las metas mencionadas por hallarse éstas demasiado distantes, en su
opinión, han sido fijadas puntos de llegada más próximos: el de la potencia propicia, el de la
potencia que prescribe lo que es preciso hacer y el de la que prohíbe lo que es preciso evitar,
potencias necesarias todas ellas.

99. Es que aquel que ha comprendido que la Divinidad no es inexorable sino benevolente,
pues Su naturaleza es dulce, aunque primero hubiere delinquido, pronto se arrepiente movido
por la esperanza de ser perdonado; a su vez, aquel que ha llegado a concebir a Dios como el
legislador alcanzará la felicidad, acatando cuanto Él prescribe a todos; y, por su parte, el
último de ellos alcanzará el último de los refugios: el apartamiento de los males, aunque no
alcanzare a participar de bienes superiores.

100. XIX. Estas son las seis ciudades que Moisés llama "lugares de refugio";44 cinco de las
cuales han sido representadas mediante figuras simbólicas que se hallan en el santuario. Las
leyes colocadas en el arca simbolizan la prescripción y la prohibición; la tapa del arca
representa la potencia propicia y lleva el nombre de "propiciatorio": en tanto que, los alados
querubines situados sobre ella son símbolo de las potencias creadora y real.
44
Núm. XXXV, 12.

101. A su vez, el Divino lógos, situado por sobre todas ellas, no ha llegado a ser representado

87
de manera perceptible por nuestra vista, por cuanto no tiene semejanza alguna con ninguno de
los objetos sensibles, y él mismo es imagen de Dios, el más eminente de todos los seres
aprehensibles intelectualmente, situado el más próximo, sin que medie distancia alguna, al
Único verdaderamente existente. Leemos, en efecto: "Hablaré contigo desde lo alto del
propiciatorio, en medio de los dos querubines" (Ex. XXV, 21); de lo que se deduce que
mientras el lógos es el conductor de las potencias, Aquel que habla va sentado indicando al
conductor lo necesario para la recta conducción del universo.

102. Aquel, pues, que resulta libre también de involuntaria claudicación (en la voluntaria ni
pensar siquiera) tendrá al mismo Dios por heredad 45 y su morada estará en Él solamente. En
cambio, aquellos que, si bien no con premeditación, sí involuntariamente han experimentado
caídas, tendrán como refugios las mencionadas ciudades, tan rica e inagotablemente provistas.
45
Deut. X, 9.

103. De las ciudades de refugio tres, que se hallan a gran distancia de nuestra raza, están más
allá del río.46 ¿Cuáles son? El lógos del Soberano, la potencia creadora y la potencia real del
Mismo. Con estas, en efecto, hállanse asociados el cielo y el universo todo.
46
Núm. XXXV, 14.

104. En cambio, aquellas que están en relación con nosotros y en contacto con la perecedera
raza de los mortales, la única raza en la que tiene lugar el cometer faltas, son las tres de
dentro,47 vale decir, la potencia propicia, la que prescribe lo que se debe hacer y la que
prohíbe lo que no ha de hacerse. Estas, en efecto, nos tocan ya estrechamente.
47
O "de este lado del río".

105. ¿Qué necesidad, en efecto, tienen de prohibiciones aquellos que no están en condiciones
de obrar mal? ¿Qué necesidad de prescripciones aquellos cuya naturaleza está libre de faltas?
¿Qué necesidad de benevolencia quienes no habrán de delinquir en absoluto? Mas, nuestra
raza tiene necesidad de estas potencias a causa de su natural inclinación hacia las faltas
voluntarias e involuntarias.

106. XX. El cuarto punto que nos resta de los propuestos para considerar es el tiempo
prescripto para el retorno de los fugitivos, vale decir, la muerte del sumo sacerdote. Conside-
rada literalmente, esta prescripción encierra, entiendo yo, una gran dificultad. Porque, el
castigo que la ley establece para aquellos que han cometido idénticas faltas es desigual, ya
que unos son fugitivos por más tiempo y otros por menos. Los sumos sacerdotes, en efecto,
unos viven muchísimo tiempo y otros poquísimo.

107. Además unos son designados jóvenes aún; otros cuando ya son ancianos; y de los
culpables de homicidio involuntario, unos han buscado refugio cuando comenzaba. el
sacerdocio; otro cuando estaba ya a punto de acabar sus días el sacerdote; de modo que
algunos estarían separados de la. tierra de sus padres por un largo tiempo; en tanto que otros
lo estarían por un día quizás, luego del cual llegarían con la cabeza erguida, con aire arrogante
y burlándose de los parientes más próximos de los que han sido matados.

108. Apliquémonos, pues, a una explicación acorde con la naturaleza de las cosas,
desentrañando el sentido oculto de las palabras, que de ese modo escaparemos de esa
dificultad y hallaremos justificado su contenido. Decimos, en efecto, que el sumo sacerdote
no es un hombre sino el Divino lógos, libre de todas las faltas así voluntarias como
involuntarias.

88
109. Dice, en efecto, Moisés que no puede mancharse ni por su padre, vale decir, la inte-
ligencia, ni por su madre, o sea, la sensibilidad,48 lo que, a mí parecer, se debe a que le han
cabido padres incorruptibles y purísimos; su padre. Dios, que es también padre del universo, y
su madre la sabiduría, mediante la cual todas las cosas han llegado a existir.
48
Refiérese Filón al Lev. XXI, 11, donde se lee "ni se acercará a ningún muerto ni se
contaminará ni por su padre ni por su madre"; lo cual significa literalmente que, mientras los
demás sacerdotes pueden tocar el cadáver de alguno de sus familiares más próximos, aunque
les está vedado tocar uno de persona extraña, al sumo sacerdote le está prohibido incluso el
contacto con el cuerpo muerto de su padre y de su madre. Alegóricamente, según Filón, ello
ha de interpretarse en el sentido de que, mientras un simple mortal puede ser manchado por o
a causa de su padre, la inteligencia, o su madre, la sensibilidad, el Divino lógos no puede
mancharse pues su padre es Dios y su madre la sabiduría misma.

110. Y, además, a que su cabeza ha sido ungida con óleo, quiero decir a que su facultad
rectora está iluminada por una brillante claridad,49 a tal punto que ha sido juzgado merecedor
de "ponerse las vestiduras" (Lev. XXI, 10). Ahora bien, la vestidura que el supremo lógos del
Que Es viste es el mundo, pues se envuelve a sí mismo en la tierra, el agua, el aire, el fuego y
cuantas cosas proceden de éstos; mientras que el cuerpo es la vestidura de una parte del
alma,50 y las virtudes lo son del entendimiento del sabio.
49
Simbolizada en el óleo o aceite con que se alimentaba la llama de las lámparas.
50
Vale decir, sólo aquella parte que queda, excluido su elemento rector, la inteligencia, y que
comprende los cinco sentidos, la facultad de hablar y el poder de engendrar. Ver Sobre la
creación del mundo 117.

111. Dice además Moisés que "jamás se sacará la mitra" de la cabeza, es decir, no se
despojará de la real diadema, el símbolo, no de absoluta soberanía, sino de su admirable
mandato subordinado; "ni tampoco rasgará sus vestiduras". (Lev. XXI, 10.)

112. Es que el lógos del Que Es, siendo, como quedó dicho, el nexo que une a todas las cosas,
reúne y ciñe todas las porciones impidiendo que las mismas se desliguen y separen; y el alma
particular, a su vez, en la medida en que está dotada de fuerza, no permite que ninguna de las
partes del cuerpo se separe y aparte contra la naturaleza; y así, en cuanto de ella depende,
todas las partes permanecen completas y mantienen indisoluble su recíproca -armonía y
unión. Y la purificada inteligencia del hombre sabio conserva indestructibles y sin daño las
virtudes armonizando con una más firme comprensión mutua la afinidad y vinculación que les
es connatural.

113. XXI. El sumo sacerdote, dice Moisés, "no se acercará a ningún alma muerta" (Lev. XXI,
11). La muerte del alma es la vida en compañía del vicio, de modo que jamás entrará aquél en
contacto con ningún objeto contaminado de aquellos a los que tiende permanentemente la
insensatez.

114. Adáptase,51 asimismo, a éste una joven virgen de la sagrada estirpe, vale decir, una pura,
sin mancha y por siempre inviolada intención. Jamás, en efecto, será esposo de una viuda, de
una divorciada, de una impura o de una ramera;52 por el contrario, siempre librará contra ellas
una guerra sin treguas ni avenencias, por cuanto es odioso para él la viudez respecto de la
virtud, así como el divorciarse de ella y huirle, y también toda convicción que sea impura y
profunda. En cuando a la ramera, es decir, la maldad de la promiscuidad, de la poliandria y
del politeísmo o, más bien, del ateísmo, ni siquiera se digna a mirarla, pues ama a aquella que

89
ha adoptado como único esposo y como padre a Dios Soberano.
51
Como esposa.
52
Lev. XXI, 13 y ss.

115. En este carácter adviértese un máximo de perfección. Tratándose del que ha formulado el
gran voto el legislador reconoce en cierto modo que incurre en falta involuntaria, si bien no
con deliberada intención. De allí sus palabras: "Si alguno muriere repentinamente junto a él,
al instante él resultará manchado." (Núm. VI, 9.) Y así ocurre: aquello que se precipita de
improviso sobre nosotros desde fuera, sin que nuestra voluntad tenga parte, mancha a nuestra
alma de inmediato, aunque no por un tiempo muy prolongado, puesto que se trata de algo no
intencional.53 Pero en lo que al sumo sacerdote hace, nada tiene que ver con estos yerros,
como tampoco con los voluntarios, pues se halla por encima de ellos.
53
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios. 89, y Sobre la agricultura 175.

116. Lo que he señalado no carece de motivos; por el contrario, tiende a demostrar que el
término prefijado para el retorno de los fugitivos, que es la muerte del sumo sacerdote, está
del todo de acuerdo con la naturaleza de las cosas.

117. En efecto, es imposible que una involuntaria falta retome al alma mientras en ella viva y
esté presente este sacratísimo lógos, puesto que por naturaleza él es incapaz de tener parte en
falta alguna ni de admitirla. Mas, si éste muriese; lo cual no significa que él haya sido
aniquilado sino que se ha desvinculado de nuestra alma; al punto les estará expedito el retorno
a las faltas involuntarias. Es que, si, mientras él permanecía y conservaba su integridad en
nosotros, aquéllas estaban desterradas, en separándose él de nosotros completamente, las
faltas retornarán.

118. En efecto, el inmaculado sumo sacerdote, vale decir, la admonición,54 ha recogido como
fruto de su naturaleza la especial prerrogativa de jamás admitir en sí en absoluto un desliz en
el juicio.55 Por eso bueno es que supliquemos que viva en el alma el sumo sacerdote y rey a la
vez, es decir, la justiciera admonición, ya que a él le ha cabido el tribunal todo de nuestro
entendimiento y no es confundido por ninguno de los que son presentados para su juicio.56
54
O la refutación, en el sentido del hecho de poner al descubierto la verdadera naturaleza de
nuestros actos o intenciones.
55
El texto griego en su estado actual resulta aquí intraducible, por lo que la traducción es
conjetural.
56
Como se advierte. Filón, que en las consideraciones anteriores tomaba el verbo phéugein =
huir, estar desterrado, en la primera de las dos acepciones, refiriéndose a las ciudades en -las
que los culpables de faltas involuntarias buscan refugio en su huida; luego, en los parágrafos
216 a 218 se apoya en la segunda acepción, la de destierro, y señala la imposibilidad de que
compartan el mismo sitio el Divino lógos, identificado con una ciudad de refugio, y las faltas,
por lo que éstas forzosamente permanecen desterradas mientras el lógos permanece en el
alma. En ambos casos habla, pues, de fugitivos, pero en el primero de fugitivos hacia, y en el
segundo de fugitivos de.

119. XXII. Habiendo, pues, dicho todo lo adecuado acerca de los fugitivos, pasaremos a urdir
la trama de lo que, en lógica ilación, viene a continuación. Leemos, en efecto, a renglón
seguido: "La halló un ángel del Señor." (Gen. XVI, 7.) Este ángel había decidido el retorno
del alma que movida por la vergüenza estaba en trance de convertirse en vagabunda y ha
hecho su aparición como una escolta, podríamos decir, en el retorno hacia la inteligencia que
sigue un recto camino.

90
120. Útil será, empero, que no pasemos tampoco por alto las reflexiones del legislador acerca
del hallazgo y de la búsqueda. En efecto, nos presenta él a algunos como ni buscando ni
hallando, a otros teniendo éxito en una y otra tarea, y a otros logrando o bien una o bien otra
cosa, de los cuales unos, aunque buscan, no hallan, y otros hallan sin buscar.

121. Aquellos que no se preocupan ni por hallar ni por buscar, grave daño causan a su
discernimiento a causa de su falta de preparación y adiestramiento, y, pudiendo ver con
agudeza se convierten en ciegos. A propósito de ello dice el legislador que "la mujer de Lot al
volverse hacia atrás se convirtió en columna". (Gen. XIX, 26.) Y no se trata aquí de una
fábula, sino de la indicación precisa de un hecho concreto.

122. En efecto, aquel que, llevado por una innata y rutinaria pereza no presta atención a quien
le enseña, acaba por abandonar cuanto tiene delante, merced a lo cual es posible ver, oír y
hacer uso de las otras facultades para la determinación de la naturaleza de los hechos; y,
desnucándose por darse vuelta hacia atrás, conviértese en una columna semejante a una piedra
sin vida y muda, a fuerza de buscar ardorosamente las cosas obscuras y ocultas no tanto de las
partes del cuerpo cuanto de los sucesos de la vida.

123. Estos caracteres, como dice Moisés, no han llegado a poseer "un corazón para entender,
ojos para ver y oídos para escuchar; antes bien, han producido para sí mismos una vida que no
es tal, ciega, sorda, necia y completamente embotada, sin aplicarse a cosa alguna que lo
merezca.

124. XXIII. Conductor de esta compañía es el rey de la región corpórea. Leemos, en efecto,
que "el faraón volvió sobre sus pasos y se dirigió hacia su casa sin prestar atención ni siquiera
a esto" (Ex. VII, 23); o lo que es lo mismo, sin atender a cosa alguna absolutamente; antes
bien, permitiendo que su inteligencia se marchitase como planta sin cultivar e incapaz de
engendrar nada en su esterilidad.

125. Ciertamente, los que deliberan, observan y examinan cuidadosamente todas las cosas, le
confieren agudeza y precisión. Y esa inteligencia que se ejercita cosecha sus propios frutos: la
sagacidad y la profundidad, mediante las cuales se preserva del engaño. En cambio, el hombre
sin hábito de observación embota y aniquila el vigor de la inteligencia.

126. Dejemos, pues, de lado a la irracional y verdaderamente inerte cofradía de estas tales, y
apliquémonos a la consideración de la de aquellos que cultivan la investigación y el
descubrimiento. Consideramos en primer lugar al carácter que, sin desvincularse de los
negocios públicos, muy lejos está de apetecer la gloria desmedidamente; carácter que,
tendiendo hacia aquella superior estirpe cuya heredad han sido las virtudes, nos es presentado
buscándola y hallándola.

127. Leemos, en efecto, que "un hombre halló a José vagando por el llano y le preguntó:
'¿Qué buscas?' Y él dijo: 'Busco a mis hermanos; dime dónde apacientan sus ganados'. Y el
hombre le dijo: 'Partieron de aquí'. Les oí decir, en efecto: 'Marchemos hacia Dotan'." (Gen.
XXXXXVII, 15 a 17.)

128. "Dotan" significa "abandono", y es símbolo del alma que ha huido no a medías sino
totalmente de las vacías opiniones, que más se parecen a las prácticas de las mujeres que a las
de los hombres. Tal es la razón por la que con sumo acierto se dice que "Sara, es decir, la

91
virtud, 'deja de experimentar las menstruaciones'." (Gen. XVIII, 11), vale decir, aquellas
costumbres por las que nos esforzamos los que vamos detrás de la vida sin virilidad
verdaderamente afeminada. Pero también el hombre sabio, según afirma Moisés en todo de
acuerdo con la naturaleza de las cosas, "abandona y es acrecentado".57 (Gen. XXV, 8.) Es que
la pérdida de la vacía opinión trae consigo el aumento de la verdad.
57
En el texto bíblico el sentido es: "...es agregado a su pueblo". Ver Sobre los sacrificios de
Abel y Caín.

129. Si un hombre, mientras sus días transcurren en esta vida mortal, confusa y variable;
mientras dispone de inagotables materiales para derrochar, considera e indaga acerca de
aquella estirpe superior cuya mirada vuélvese sólo hacia la grandeza moral, es merecedor de
aprobación siempre, que los sueños y visiones de los bienes supuestos y aparentes no resurjan
y prevalezcan nuevamente.

130. En efecto, si él perseverare en una legítima investigación acerca del alma, no cejará en su
marcha tras las huellas de las cosas indagadas, en el seguimiento de las mismas, hasta
alcanzar aquello que constituye el norte de sus deseos.

131. Pero, ninguna de ellas hallará en el ámbito de lo ruin. ¿Por qué? Pues, porque "se han
marchado de aquí" abandonando lo que nosotros procuramos y emigrando hacia la región de
los hombres piadosos, en la que no habitan los malvados. Tal es lo que dice el verdadero 58
hombre, el amonestador situado en el alma, quien, al ver su perplejidad, su indagación y su
búsqueda, la previene para que no ande errante ni pierda el recto camino.
58
El "verdadero" hombre, el de Gen. XXXVII, 15, cuya interpretación desarrolla Filón en
Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor, 23.

132. XXIV. Grande es, asimismo, mi admiración hacia aquellos dos, de los que uno, ansioso
de informarse acerca del elemento intermedio entre dos extremos, dice: "Aquí está el fuego y
la leña; pero, ¿dónde está la oveja para el holocausto?" (Gen. XXII, 7); y el otro le responde:
"Dios buscará Él mismo una oveja para el holocausto, hijo" (Íd. 8); y halla después la res
sustituía, pues "he aquí que un camero estaba sujeto por los cuernos en un arbusto de
sabek".59 (Íd. 13.)
59
"Sabek". Por este nombre traducen los LXX el término hebreo que significa matorral,
tomándolo, al parecer, por el nombre de una planta.

133. Pues bien, veamos cuál es el problema del que inquiere y qué sentido tiene la respuesta;
y en tercer lugar qué fue lo hallado. La pregunta es de este tenor: "He aquí la causa eficiente:
el fuego; he aquí también el objeto afectado: la materia, la leña; ¿dónde está el tercer
elemento, vale decir, el resultado?" En otros términos: "He aquí la inteligencia, soplo cálido y
ardiente; he aquí también los objetos mentalmente aprehensibles, como si dijéramos sus
materiales; ¿dónde está el tercer elemento: la aprehensión mental?"

134. O también: "He aquí la vista, he aquí el color; adonde está la aprehensión visual?" Y, en
general; "He aquí la sensibilidad, es decir, el instrumento del discernir; y he aquí también las
cosas sensibles, los materiales; ¿dónde, entonces, está el acto de percibir?

135. A tales preguntas no cabe sino una respuesta: "Dios buscará por Sí mismo". En efecto, el
tercer elemento no es otra cosa que la obra propia de Dios. Porque es gracias a Su cuidado
como la inteligencia aprehende, la vista ve y todos los sentidos perciben. En cuanto al
"carnero hallado atado" no es otro que la razón en estado de quietud y espectativa.

92
136. No hay mejor ofrenda, en efecto, que la quietud y suspensión del juicio en aquellos
asuntos en los que faltan pruebas totalmente. Porque sólo una cosa hemos de afirmar: "Dios
buscará", Dios, para quien todas las cosas son claras; Dios, que con la más brillante de las
claridades: Él mismo, ilumina todas las cosas. Afirmar las demás cosas no compete a las
creaturas, sobre las cuales una inmensa sombra ha sido derramada. En la obscuridad lo seguro
es la quietud.

137. XXV. Otro caso es el de los que preguntaban qué es lo que nutre al alma, pues, como
dice Moisés, "no sabían qué era". (Ex. XVI, 15.) Se instruyeron y hallaron que era la palabra
de Dios, el Divino lógos, del que manan inagotables toda instrucción y toda sabiduría. Este es
el celestial alimento, y así se hace patente en las sagradas escrituras cuando la causa en
persona manifiesta: "He aquí que Yo hago llover sobre vosotros panes desde el cielo." (Ex.
XVI, 4.)

138. Es que, realmente, Dios vierte gota a gota desde lo alto la etérea sabiduría en las
inteligencias bien dotadas y amantes de la contemplación. Estas, por su parte, ven, gustan y
experimentan gran placer adquiriendo conocimientos sobre lo que perciben, pero ignoran la
causa que produce la percepción. Por eso preguntan: "¿Qué es esto" (Ex. XVI, 15) 'de
naturaleza más dulce que la miel y más blanca que la nieve? Y el evidente les enseñará que
"este es el pan que el Señor les había dado para que comiesen". (Ex. XIV, 15.)

139. ¿Cuál, díme, pues, es este pan? "Es", dice él, "esta palabra 60 que el Señor ha ordenado".
(Ex. XVI, 16.) Esta Divina prescripción llena al alma capaz de ver de claridad y dulzura a la
vez, encendiendo el resplandor de la verdad y dulcificando con la dulce virtud que es la
persuasión a los que tienen sed y hambre de nobleza de carácter.
60
Ver Interpretación alegórica III,, 173, donde Filón, alterando el sentido del texto citado,
identifica el maná con la palabra de Dios y, por ende, con Su lógos.

140. Habiendo también el mismo profeta indagado cuál es la causa del éxito en las empresas,
descubrió que lo es la compañía del único Dios. En efecto, ante su pregunta: "¿Quién soy yo,
y qué hay en mí para que vaya a liberar a la raza vidente del poder del carácter con realeza
aparente y enemigo de Dios?", una Divina comunicación le enseña que "estaré a tu lado". (Ex.
III, 12.)

141. Por supuesto que las indagaciones acerca de asuntos particulares constituyen para
nosotros una delicada y profunda investigación; mas la indagación acerca del más excelente
de los seres, el incomparable, la causa de todas las cosas. Dios, deleita no bien emprendemos
tal investigación; y no resulta vana, puesto que Él sale a nuestro encuentro con Sus virginales
gracias impulsado por Su connatural benevolencia y Se muestra a los que anhelan
ardientemente verlo; no como El es; cosa, por supuesto, imposible; como que hasta Moisés
"dio vuelta su rostro, pues no osó mirar cara a cara a Dios" (Ex. III, 6); sino en la medida en
que a la naturaleza creada le es dado aproximarse al Poder que está más allá del alcance de
sus aprehensiones.

142. También esto se halla escrito en la Exhortaciones, donde leemos: "Os volveréis hacia el
Señor vuestro Dios, y lo hallaréis siempre que Lo busquéis con todo vuestro corazón y con
toda vuestra alma." (Deut. IV, 29.)

143. XXVI. Habiendo ya hablado lo suficiente también acerca de éstos, pasemos a

93
continuación a nuestro tercer caso fundamental, en el cual, como dijimos, se da la búsqueda
pero no seguida del hallazgo. Un ejemplo es Labán. Habiendo registrado completamente la
casa del ejercitante, "no halló", así dice Moisés, "los ídolos" (Gen. XXXI, 33), pues ella
estaba llena de cosas reales, no de sueños y vanas fantasías.

144. Análogo es el caso de los sodomitas, ciegos de inteligencia, los que, empeñados con toda
vehemencia en mancillar a los sacros e inmaculados lógos,61 no hallaron el camino que los
condujese a sus propósitos; sino, como dice la sagrada revelación, "se cansaron buscando la
puerta" (Gen. XIX, 11), a pesar de que corrieron en tomo de la casa toda y removieron todas
las piedras en su empeño por saciar su espurio e impío apetito.
61
Es decir, ángeles. Ver Sobre la confusión de las lenguas, nota 14.

145. Y no han faltado quienes anhelando convertirse de simples porteros en reyes y dar por
tierra con lo más hermoso que hay en la vida, el orden; no sólo no han visto coronadas sus
injustas esperanzas sino también se han visto obligados a soltar lo que tenían en sus manos.
La ley, en efecto, nos dice que los cofrades de Coré, que aspiraban al sacerdocio....,62
fracasaron en ambas cosas.
62
Laguna en el texto, la que conjeturalmente podría llenarse con algo como: "y no se
conformaban con el cargo de guardianes del templo".

146. Es que, así como los niños no aprenden las mismas cosas que los mayores, existiendo
instrucciones adecuadas a una y otra edad, del mismo modo existen almas infantiles siempre
por naturaleza aun en cuerpos ya envejecidos; y, a la inversa, almas perfectísimas en cuerpos
que apenas han alcanzado la plena Juventud. Sean, pues, convictos de demencia cuantos
apetecen cosas superiores a su propia naturaleza, puesto que todo lo que sobrepasa nuestras
fuerzas es frustrado por la violencia del esfuerzo.

147. El faraón es también uno de ellos. "Al pretender aniquilar a Moisés" (Ex. II, 12), vale
decir, a la naturaleza profética, jamás lo encontrará, no obstante que ha escuchado un grave
cargo contra aquél: que el mismo ha intentado dar por tierra con todo el dominio del cuerpo
mediante dos ataques.

148. El primero de ellos lo ha llevado a cabo contra el carácter egipcio, que oponía la valla del
placer al alma. En efecto, "después de golpearlo lo cubrió con arena" (Ex. II, 12), sustancia
dispersa, ya que entendía que una y otra doctrina: la de que el placer es el primero y mayor de
los bienes, y la de que los principios de todas las cosas son los átomos, pertenecen al mismo
autor. El segundo ataque ha sido contra el que desmenuza la naturaleza del bien asignando
uno al alma, otro al cuerpo y otro a las cosas exteriores. Es que el bien está por naturaleza
reservado a la parte más elevada de nuestro ser, a la inteligencia exclusivamente, y no se
adecúa a ninguna de las cosas sin vida.63
63
Filón interpreta que el primero de estos dos ataques va dirigido contra la doctrina epicúrea,
y el segundo contra los peripatéticos.

149. XXVII. Es perfectamente comprensible que el enviado en su busca no encuentre a la


invencible virtud, amargada por los absurdos empeños de los hombres, cuyo nombre es
Tamar. Leemos, en efecto, que "Judá envió el cabrito en la mano de su pastor, el adulamita,
para que recibiese la prenda de manos de la mujer, y no la encontró. Interrogó a los hombres
del lugar: '¿Dónde está la ramera que estaba en Enán a la vera del camino?' Y ellos dijeron:
'Allí no había ramera alguna'. Volvió aquél hacia Judá y le dijo: 'No la hallé y los hombres del
lugar dicen que allí no hay ninguna ramera'. Entonces, Judá dijo: 'Que se quede con ello pero

94
que nunca seamos objeto de risa; yo le he enviado este cabrito y tú no la has hallado'." (Gen.
XXXVIII, 20-23.) ¡Oh admirable prueba! ¡Oh sagrado testimonio!

150. Una inteligencia, empeñada en comprar la más hermosa de las propiedades, la piedad, ha
entregado una prenda bajo la forma de tres garantías o símbolos: un anillo, un cordón. y un
báculo,64 vale decir, la firmeza y la fidelidad, la ilación y la correspondencia de la palabra con
respecto a la vida y de la vida con respecto a la palabra, y la recta e indoblegable educación,
en la que es provechoso apoyarse.65
64
Gen. XXXVIII, 18.
65
Ver Sobre los cambios de nombres 134 y 135 donde se trata el mismo pasaje, aunque con
marcadas diferencias, ya que allí es Dios. personificado. por Judá, quien frena a la
inteligencia, personificada por Tamar.

151. La inteligencia constata si la entrega de tal prenda ha estado bien. ¿En qué, pues, consiste
la constatación? En lanzar cierto cebo dotado de un atractivo poder: la fama, la riqueza, la
salud corporal o cualquier otra cosa de esta especie, y conocer hacia cuál de ellas se inclina
como sobre un platillo de balanza. Porque,, si se produce una inclinación hacia alguna de
estas cosas, la prenda no es segura. Por eso envió el cabrito para recobrar la prenda de manos
de la mujer con el propósito de hacerse de ella nuevamente no en cualquier caso sino en la
eventualidad de que aquella no fuera digna de retenerla.

152. ¿Y cuándo no lo será? Cuando trocare las cosas superiores por las vulgares prefiriendo
los bienes bastardos a los genuinos. Bienes genuinos son la fidelidad, la conformidad y
correspondencia de las palabras con los actos, las normas de recta disciplina, así como,
contrariamente, son males la infidelidad, la incongruencia, la falta de disciplina; en tanto que
los bienes espurios son todas aquellas cosas que dependen del irracional impulso.

153. Buscó, pues, y "no la halló". Es que la excelencia moral es difícil de hallar, o imposible
del todo, en la confusión de esta vida. Y si indagare cuidadosamente si en el ámbito todo de la
excelencia moral hay un alma entregada a la prostitución, escuchará una respuesta categórica:
"Ni hay tal alma ni la hubo antes". En efecto, allí no hay ni una licenciosa, ni una cortesana, ni
una provocadora de encrucijadas, ni una que vende a vil precio la flor de su lozanía, ni una
que se asea exteriormente con baños y purificaciones pero está manchada por dentro; ni una
que, a falta de natural belleza, se pinta la cara con colores, como si fuera una pintura; ni una
que va tras esa desgracia llamada poliandria como si se tratara de un bien, ni una que apetece
la poligamia, ni una que se entrega a innumerables tratos a manos de éstas".

154. Al oír esto el que había enviado al mensajero, hombre que ha apartado de sí la envidia y
es de natural alegre, se regocija no poco y dice: "Pues mi anhelo es precisamente que mi
inteligencia sea de verdad una mujer digna y bien nacida, que se destaque por su castidad, por
su recato y por las demás virtudes, entregada a un solo esposo, aficionada al cuidado del
hogar de uno solamente y regocijada con un solo señor. Y pues ella es así, que conserve lo
que ha recibido: la disciplina, la correspondencia de la palabra con respecto a la vida, y de la
vida con respecto a la palabra, y, lo que es más importante de todo, la firmeza y la fidelidad".

155. Pero de ningún modo nos convirtamos en objeto de risa pensando que nuestros presentes
son inmerecidos; tales dones los hicimos, ciertamente, en la seguridad de que eran apropia-
dísimos para el amia. Yo, por mi parte, he hecho lo que era natural que hiciera quien deseaba
obtener un testimonio y una prueba acerca de un carácter, vale decir, he echado un cebo y
enviado un mensajero. Por su parte, este carácter ha puesto en evidencia que no es, por

95
naturaleza, fácil de atrapar.

156. Pero lo que no veo claro es el motivo por el cual uno es difícil de atrapar y otro no. La
verdad es que he visto a muchísimos en extremo ruines obrar exactamente igual que los muy
buenos, pero no por la misma razón, puesto que unos practican la sinceridad y otros la
hipocresía; y es difícil distinguir entre ambas, pues muchas veces la apariencia prevalece
sobre la realidad.66
66
Sigo en la traducción de este parágrafo el texto propuesto por Colson. El sentido es que la
prueba llevada a cabo era necesaria porque, como la experiencia muestra, no es fácil ver lo
que se oculta detrás de los actos de las personas, ya que la apariencia engaña a menudo.

157. XXVIII. El amante de la virtud busca también el macho cabrío correspondiente al


pecado, mas sin hallarlo. Es que ya, como lo manifiesta la sagrada escritura, había sido
quemado.67 Veamos qué significado oculto hay en esto. El no obrar mal es propio de Dios; el
arrepentirse es peculiar del hombre sabio. Esto último es cosa muy dificultosa y
verdaderamente difícil de hallar.
67
Lev. X, 16.

158. Dice, en efecto, el oráculo que "Moisés buscó diligentemente" en esta vida mortal la
razón del arrepentimiento por las faltas. Intentaba, en efecto, hallar un alma que, habiéndose
desnudado de las malas acciones, avanzara sin vergüenza libre de faltas. Mas, con todo, no
halló ninguna pues la llama, digo la agudeza de movilidad del irracional impulso, había in-
vadido y devorado el alma toda.68
68
Así interpreta Filón lo de "había sido quemado el macho cabrío".

159. Es que lo menos cede ante lo más, lo más lento ante lo más rápido, lo porvenir ante lo
presente; y el arrepentimiento es restringido, lento y tardo, en tanto que el delinquir es
múltiple, presto y constante en la vida mortal. Con razón, pues, uno 69 que se hallaba
cometiendo faltas afirmó no ser capaz "de comer de la ofrenda correspondiente al pecado". Su
conciencia, en efecto, no le permitía nutrirse con el arrepentimiento;70 razón por la cual
"Moisés", según leemos, "lo oyó y se sintió complacido" (Lev. X, 19).
69
Aarón en el texto bíblico.
70
Simbolizado, según Filón, en el macho cabrío, y quemado por el fuego del irracional
apetito, por lo cual no fue hallado por Moisés, que lo buscaba.

160. Es que muy diferentes son las condiciones de nuestra relación con Dios de las de nuestra
relación con la creación. A la creación sólo le son manifiestas las cosas visibles; a Dios
también las invisibles. Y el hombre que, sin dejar de cometer faltas, afirma estar arrepentido,
falsea la verdad y es un demente. Su caso es semejante al del enfermo que tratara de aparentar
hallarse sano. Su enfermedad se agravará, evidentemente, pues renuncia a practicar toda
medida conducente a la salud.71
71
Por eso se sintió complacido Moisés, el amante de la virtud, ante la sincera confesión del
pecador que afirma no haberse nutrido con el arrepentimiento; con lo cual el suyo resulta ser
un mal menor comparado con el estado o actitud de quien, persistiendo en sus faltas, empeora
su situación con un simulado arrepentimiento.

161. XXIX. En cierta ocasión el profeta, movido por su amor al aprender, inquiere por las
causas por las que tienen lugar los hechos más esenciales en el mundo. En efecto, al observar
todo cuanto en la creación se extingue y nace, perece y de nuevo otra vez perdura, queda
estupefacto y pasmado y grita diciendo: "¿Por qué arde la zarza72 y no se consume?" (Ex. III,

96
2); como que su mente estaba concentrada en la jamás transitada región donde residen las
Divinas naturalezas.
72
Zarza es en griego batos, y Filón juega con este término y abatas = inaccesible.

162. Mas, cuando ya se apresta a pugnar en una labor inacabable y vana, acude a aliviarle la
compasiva providencia de Dios, el Salvador, de todas las creaturas, quien desde los sacros
lugares le hizo saber Su voluntad en estos términos: "No te acerques acá" (Ex. III, 4), lo que
es como decir: "Desiste de semejante indagación; la tarea implica una osadía y un afán tan
altos que está más allá de las humanas posibilidades. Admira, sí, las cosas que llegan a la
existencia; pero de las causas por las que alcanzan el ser y perecen no sigas preocupándote".

163. Porque "el lugar en que te hallas", dice la escritura, "es tierra sagrada". (Ex. III, 5.) ¿De
qué clase de lugar73 se trata? Pues, evidentemente trátase del estudio acerca de las causas,
asunto que Dios asignó a las naturalezas Divinas solamente; sabedor, como era, de que
ninguno de los hombres era capaz de abocarse a la indagación de dichas causas?
73
Aquí "lugar mental o intelectual", es decir, asunto del que se ocupa el pensamiento.

164. El profeta, empero, movido por su anhelo de conocer, eleva su vista por sobre el mundo
entero e investiga acerca del Hacedor preguntando quién es este Ser difícil de ver y de adi-
vinar; si es un cuerpo o es incorpóreo o algo que está por sobre ambas cosas; si se trata de una
naturaleza simple, algo así como una mónada, o de un ser compuesto; y cuál de los seres es.
Y, viendo hasta qué punto es esta verdad difícil de perseguir y de alcanzar con el
pensamiento, suplica que sea Dios mismo quien le enseñe quién es Dios, ya que no tiene
esperanza de poder saberlo de boca de otro alguno inferior a Dios.

165. Con todo, no le fue posible averiguar nada acerca de la naturaleza del Que Es. Oye, en
efecto, lo siguiente: "Verás lo que hay detrás de Mí; pero Mi faz no te es dado ver" (Ex.
XXXIII, 23.) Cabe al sabio llegar a conocer lo que acompaña, lo que sigue, lo que viene
después de Dios, mas quien aspirara a dirigir su mirada hacia la Naturaleza soberana, quedará
ciego ante el resplandor que Ella irradia sin alcanzar a verla.

166. XXX. Habiendo dicho tanto acerca del tercero de los casos fundamentales 74 también,
pasaremos al cuarto y último de los propuestos; el del hallazgo que suele sobrevenir sin que
haya tenido lugar una búsqueda. A esta categoría pertenece todo sabio que lo sea sin haber
estudiado ni recibido instrucción. Tal sabio, en efecto, realiza progresos sin indagar, sin
practicar y sin esfuerzos; antes bien, encuentra la sabiduría a su alcance apenas nacido, llovida
desde lo alto del cielo; y la bebe sin mezcla alguna en un festín en el que no cesa de
embriagarse con la sobria embriaguez que procede de la recta razón.
74
Es decir, el caso de aquel que buscando no halla.

167. Tal es el que las escrituras llaman Isaac, al que el alma 75 no concibe en un momento
dado para darlo a luz en otro; por lo que se nos dice: "Concibió y dio a luz" (Gen. XXI, 2), tal
como si ello ocurriera fuera del tiempo.76 Es que no es un hombre el aquí engendrado sino un
purísimo pensamiento, hermoso por naturaleza y no por obra de la ejercitación. Y por ese
motivo se nos dice que la que lo engendra "había abandonado ya las menstruaciones" (Gen.
XVIII, 11), vale decir, las costumbres y las formas de discurrir propia de los hombres.
75
En el relato bíblico Sara.
76
Vale decir, sin que medie un transcurso de tiempo o un desarrollo progresivo.

168. En efecto, la estirpe de los sabios sin aprendizaje previo es rara, superior al humano

97
discernimiento y verdaderamente Divina, y reconoce por origen no los humanos designios
sino un éxtasis inspirado por Dios. ¿Ignoras, por ventura, que las hebreas no necesitan
parteras para sus partos, sino, como dice Moisés, "engendran antes que lleguen las parteras"
(Ex. I, 19), quiero decir, antes que lleguen los métodos, las artes y las ciencias, sin otro
colaborador que la naturaleza? Admirables y en extremo apropiadas son las pautas que ofrece
para caracterizar al hombre que ha alcanzado el saber sin ajena ayuda: una, la prontitud del
hallazgo, otra, el hecho de que "Dios lo puso en sus manos". (Gen. XXVII, 20.)

169. Es que, mientras el que es enseñado por otro ha menester de mucho tiempo, el sabio por
obra de la naturaleza es rápido y, podríamos decir, intemporal; aquél tiene por guía a un
hombre; éste, a Dios. La primera pauta la registró Moisés en la pregunta: "¿Qué es esto que
has hallado rápidamente,77 hijo?"; la segunda es la respuesta, diciendo: "Lo que Dios
Soberano puso en mis manos". (Gen. XXVII, 20.)
77
O sea, que has descubierto tú mismo, automáticamente, sin dificultad y sin que medie
ayuda ni enseñanza de parte de otro.

170. XXXI. Pero hay además una tercera señal del que aprende sin ajena colaboración, y esta
señal se halla en aquello que se eleva por sí solo. Así, se lee en las Exhortaciones: "No sem-
braréis ni cosecharéis lo que de ella se eleva por sí solo". (Lev. XXV, 11.) Es que las plantas
que brotan por obra de la naturaleza no han menester de ningún cuidado especializado, pues
Dios las siembra y con arte de agricultor hace que alcancen su completo desarrollo,
aparentemente por sí mismas, aunque, en realidad, no crecen por propio poder, si se exceptúa
la circunstancia de no tener necesidad alguna en absoluto de cuidado de parte del hombre.

171. No se trata aquí de una simple exhortación sino de la manifestación de una predicción.78
En efecto, si se tratara de una exhortación hubiera dicho: "No sembréis, no cosechéis"; pero es
una manifestación de una predicción y dice: "No sembraréis ni cosecharéis lo que se eleva por
sí solo". Y en efecto, cuando nos encontramos ante estas plantas que se desarrollan por sí
solas por natural condición, advertimos que ni sus comienzos ni sus fines dependen de
nosotros.
78
O es enunciado de lo que se piensa sobre lo que cabe normalmente esperar que ocurra, sin
que la manifestación lleve implícita una orden. Ver Sobre la ebriedad 138.

172. Ahora bien, la siembra es el comienzo de algo, y la cosecha es su fin; por lo que la
expresión se entiende mejor de esta manera: Todo principio y todo fin tienen lugar por sí mis-
mos, vale decir, son obra de la naturaleza, no obra nuestra. Por ejemplo, ¿cuál es el comienzo
del aprender? Pues, sin duda, la naturaleza que yace en el discípulo, con la buena disposición
que ella posee para la aprehensión de los particulares asuntos de estudio. ¿Y cuál, a su vez, el
origen de la plenitud del aprender? También, si hemos de hablar con franqueza, la naturaleza.
Porque, el que enseña es capaz de hacemos avanzar en sucesivos progresos; pero, la suma
perfección sólo Dios, la más excelsa de las naturalezas, es capaz de producirla.

173. El que se nutre de estas doctrinas posee una paz perpetua, y se ve libre de interminables
trabajos. Ahora bien, la paz y el número siete son cosas idénticas según el legislador, como
que en el séptimo día la creación abandona su aparente actividad y descansa.

174. Por eso es acertada la alegoría contenida en las palabras: "Y los sábados 79 de la tierra
serán alimentos para vosotros" (Lev. XXV, 6); por cuanto, sólo el descanso en Dios es
nutritivo y sabroso alimento; pues nos procura el sumo bien que es la paz ajena a todo
conflicto. Porque, la paz que media entre los estados resulta mezclada con la contienda civil;

98
en tanto que la paz del alma está al margen de toda discordia.
79
Es decir, los séptimos días, de donde saca Filón la vinculación del sábado con el número
siete. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios, 49 ss.

175. Pero, a mi parecer, el más claro ejemplo del hallazgo sin búsqueda, es el que presenta el
legislador en estos términos: "Cuando el Señor tu Dios te introduzca en la tierra que juró a tus
padres darte; grandes y hermosas ciudades, que tú no has edificado; casas llenas de todos los
bienes, que tú no has llenado, cisternas cavadas, que tú no has cavado; viñedos y olivares, que
tú no has plantado...". (Deut. VI, 10 y 11.)

176. ¿Ves la inagotable abundancia de los bienes derramados, grandes y listos para su
adquisición y disfrute? Comparadas con ciudades son las virtudes genéricas pues ellas
abarcan el ámbito de mayor amplitud; compáranse con casas las virtudes específicas, por
cuanto éstas se ciñen a un campo menor; con cisternas se comparan las almas bien dotadas,
pues están bien capacitadas para la adquisición de la sabiduría, como aquellas para recibir
agua; a viñedos y olivares asimílanse los progresos, los crecimientos y las producciones de
frutos; y el fruto de la ciencia es la vida contemplativa, que nos procura, al igual que el vino,
un gozo sin mezcla; y la luz de la inteligencia, semejante a la de una llama alimentada por el
aceite.

177. XXXII. Habiendo también 80 dicho esto acerca del hallazgo, pasaremos a continuación a
ocupamos del punto que sigue en nuestro plan de argumentación. "La halló el ángel del Señor
sobre la fuente de agua" (Gen. XVI, 7), prosigue el relato. "Fuente" es un término que se
emplea con muchos sentidos. Aplícase en primer lugar a nuestra inteligencia; en segundo
lugar, a la capacidad de razonar y a la educación; en tercer lugar, a la ruin disposición; en
cuarto, a la disposición noble, opuesta a la anterior; en quinto, al mismo Creador y Padre de
todas las cosas.
80
Es decir, además de lo dicho sobre la huida.

178. Las pruebas de estos sentidos las señalan los oráculos de la escritura. Hemos, pues, de
examinar cuáles son. En el comienzo de la legislación, inmediatamente después del relato de
la creación del mundo, aparece una en el siguiente cántico: "Una fuente surgía desde la tierra
y regaba toda la faz de la tierra". (Gen. II, 6.)

179. Los profanos en materia de interpretación alegórica y en la naturaleza que se complace


en ocultarse identifican dicha fuente con el río de Egipto, el que, al desbordarse, todos los
años convierte a la llanura en un pantano y parece, se diría, mostrar un poder rival del poder
del cielo.

180. Fúndanse en que lo que el cielo es para las otras regiones en el invierno, eso mismo es
para Egipto el Nilo en pleno verano. Aquél envía desde lo alto la lluvia sobre la tierra, éste
lloviendo desde abajo hacia arriba, cosa en extremo paradójica, riega las tierras laborables; en
lo cual se apoya Moisés para describirnos al carácter egipcio como ateo, por cuanto éste
prefiere la tierra al cielo, lo terrestre a lo celestial y el cuerpo al alma.

181. Pero, acerca de este asunto habrá oportunidad de hablar más adelante cuando las
circunstancias lo aconsejen. Ahora, hemos de procurar no extendernos y, por ello, hemos de
aplicarnos a la interpretación alegórica del pasaje, y diremos que las palabras: "Una fuente
brotaba y regaba toda la faz de la tierra" equivalen a lo siguiente.

99
182. La parte rectora de nuestro ser es semejante a una fuente de la que, como lluvia, brotan
muchos poderes cual si atravesaran las venas de la tierra; poderes que aquélla envía hasta los
sentidos, los ojos, los oídos, las fosas nasales, etcétera. Éstos, en todo animal, se hallan en la
cabeza y en la cara. Así, como de una fuente, la porción rectora del alma riega la porción
rectora del cuerpo, que es la cara, extendiendo hacia los ojos el soplo 81 de la visión, hacia los
oídos el de la audición, hacia las fosas nasales el de la olfación, hacia la boca el del gusto y
hacia la piel toda el del tacto.
81
O espíritu o corriente.

183. XXXIII. Existen también variadas fuentes de educación, junto a las cuales germinan
como troncos de palmeras rectas formas de discernimiento, nutritivas en grado sumo. Leemos,
en efecto, que "marcharon hacia Elim, y en Elim había doce fuentes de agua y setenta troncos
de palmeras. Y allí acamparon junto al agua". (Ex. XV, 27.) "Elim" significa "umbrales", y
simboliza el acceso a la virtud. Así, en efecto, como los umbrales son los comienzos de una
casa, los estudios preliminares sobre la cultura general82 lo son de la virtud.
82
Ver Interpretación alegórica III, 85.

184. Además, el doce es un número perfecto, como lo atestigua en el firmamento el círculo


del zodíaco, el que se presenta con ese número de luminosos astros. Testigo es también el
circuito solar, pues el sol completa su círculo en doce meses, e iguales en número a los meses
del año son las horas del día y de la noche por las que se guían los hombres.

185. No pocos son los pasajes, por otra parte, en los que Moisés celebra a este número, pues
consigna que doce eran las tribus de la nación, legisla que doce deben ser los panes de la
exposición, y manda que sean doce las piedras con inscripciones que se engarcen sobre el
pectoral en la sagrada vestidura larga hasta los pies.83
83
Ex. XXVIII, 17 y ss.

186. Pero, asimismo, celebra al siete multiplicado por diez, al decir en este pasaje que son
setenta las palmeras que hay junto a las fuentes; y en otro, que sólo son setenta los ancianos a
los que se asignó el Divino espíritu profético;84 y nuevamente, que son setenta los becerros
ofrecidos como víctimas en la fiesta de los tabernáculos, distribuidos en divisiones
regularmente ordenadas, ya que no son sacrificados todos juntos sino en siete días
comenzando por trece toros.85 De esta manera, en efecto, disminuyendo de a uno cada día
hasta el séptimo, habría de completarse el número total de setenta.86
84
Núm. XI, 16.
85
Núrn. XXIX, 13 y ss.
86
Vale decir: 13 + 12 + 11 + 10 + 9 + 8 + 7 = 70.

187. Una vez que hubieron llegado a los vestíbulos de la virtud, vale decir, a los estudios
preliminares, y habiendo contemplado fuentes y palmeras brotando junto a ellas, acamparon,
se nos dice, no junto a las plantas sino junto a las aguas. ¿Por qué? Pues, porque con una
palma y cintas se adornan aquellos que poseen los premios de la completa virtud; mas,
aquellos que aún se hallan abocados a los estudios preliminares, sedientos de aprender como
están, tienen su sede junto a los conocimientos que pueden regar sus almas y darles de beber.

188. XXXIV. Tales son las fuentes de la educación intermedia. Consideremos la de la


insensatez; fuente de la que el legislador ha dicho lo siguiente: "Si alguien se hubiere acostado
con una mujer durante su separación 87 y hubiere puesto al descubierto la fuente de ella, y ella
hubiere puesto al descubierto el flujo de su sangre, sean ambos entregados a la muerte". (Lev.

100
XX, 18.) Llama mujer a la percepción sensible y supone esposo de ella a la inteligencia.
87
Es decir, durante su menstruación.

189. La percepción sensible está en el período de separación, vale decir, situada a enorme
distancia, cuando, habiendo abandonado a la inteligencia, su esposo legítimo, se ha
establecido en los seductores y corrompedores objetos sensibles y se aterra apasionadamente a
ellos. Consecuencia: que, si en esos períodos la inteligencia, que debería permanecer
despierta, va a dormir, "ha puesto al descubierto la fuente" de la percepción sensible, vale
decir, se ha puesto al descubierto a sí misma, puesto que ella es, como he dicho ya, la fuente
de la percepción sensible. En otras palabras: se ha puesto a sí misma sin abrigo, sin defensa y
expuesta a las acechanzas.

190. Pero, también aquella 'Tía puesto al descubierto el flujo de su sangre". Cada sentido, en
efecto, en su fluir hacia los objetos exteriores, es cubierto y cobijado mientras acata el control
de la razón; pero es abandonado solo cuando ha enviudado de ese recto guía. Es que, así como
no hay mal mayor para una ciudad que el carecer de murallas, no hay mal mayor para el alma
que carecer de protección.

191. Ahora bien, ¿cuándo se halla sin protección? ¿No es, acaso, cuando son dejados al
descubierto la vista, derramada hacia los objetos visibles; el oído, fluyente hacia toda clase de
sonidos; y también el olfato y los otros poderes de este tipo, prestísimos todos ellos para
experimentar cuanto los merodeadores quisieren procurarles; y cuando otro tanto ocurre con
la facultad de hablar, que divulga sin ton ni son infinidad de cosas vedadas, aprovechando que
nada obstaculiza tal torrente? Por cierto que en su incontrolado fluir ha hecho ella zozobrar
grandes proyectos de vida que navegaban, podríamos decir, sin tropiezos sobre la mar en
calma.

192. No otro es el grande diluvio en el que "fueron abiertas las cataratas del cielo", es decir,
de la inteligencia; y "fueron descubiertas las fuentes del abismo" 88 (Gen. VII, 11), vale decir,
de la percepción sensible. En efecto, sólo de esta manera el alma queda anegada; cuando
desde lo alto, como desde el cielo, o sea, la inteligencia, estallan sobre ella las iniquidades; y
desde abajo, como desde la tierra, vale decir, la percepción sensible, manan como lluvia las
pasiones.
88
Ver Sobre la confusión de las lenguas 23.

193. Tal es la causa por la que Moisés prohíbe "descubrir lo vergonzoso de su padre y de su
madre" (Lev. XVIII, 7), conociendo claramente cuan gran mal es el no contener y no
disimular las faltas de la inteligencia y de la percepción sensible y hacerlas, en cambio,
públicas cual si fuesen acciones rectas.

194. XXXV. Tales son las fuentes de las faltas; pero, investiguemos la de la sensatez. Hacia
ella desciende la perseverancia, es decir, Rebeca, y, una vez que ha llenado el recipiente todo
del alma, sube. El legislador es perfectamente consecuente al hablar del descenso y del
ascenso, puesto que el alma que se decide a descender de la engreída impostura, es exaltada
hasta la cima de la virtud.89
89
Ver Sobre la posteridad de Caín 136.

195. Y así, dice: "Habiendo descendido hasta la fuente, llenó el recipiente y subió". (Gen.
XXIV, 16). Esta fuente es la Divina sabiduría, de la cual beben las ramas particulares del
saber y todas aquellas almas amantes de la contemplación que están poseídas por el amor

101
hacia lo más excelso.

196. La sagrada revelación aplica a esta fuente los nombres más apropiados al denominarla
"juicio" y "santa". Dice, en efecto: "Retornaron y marcharon hacia la Fuente del Juicio. Ésta
es Cadesh" (Gen. XIV, 7); y "Cadesh" significa santa. Es poco menos que un grito que
proclama que la sabiduría de Dios es, por una parte, "santa", no habiendo en ella nada
terrestre; y por otra, "juicio" de todas las cosas, por el que todos los opuestos están separados
entre sí.90
90
Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas 133 y 134, y 207 y 208.

197. XXXVI. Pero tiempo es ya de que hablemos acerca de la más excelsa y excelente de las
fuentes, la que el Padre de todas las cosas prescribió por boca de los profetas. Dijo, en efecto,
en cierto lugar: "Me han dejado a Mí, que soy fuente de vida; y han cavado para sí cisternas
agrietadas, que no podrán conservar agua". (Jerem. II, 13.)

198. Dios, por consiguiente, es la fuente suprema; y por cierto que es lo que cabe pensar,
puesto que todo este mundo ha brotado de El. Pero colma mi admiración oír que esta fuente es
"fuente de vida". Sólo Dios, en efecto, es el origen del alma y de la vida, en especial del alma
racional y de la vida unida a la sabiduría. Porque la materia es algo muerto, en tanto que Dios
es algo más que la vida, es la fuente inagotable de vida, como El mismo lo ha dicho.

199. Sin embargo, los impíos huyen de Él persistiendo en no gustar el agua de la inmorta-
lidad, y "cavan" en su demencia "para sí mismos", y no para Dios, prefiriendo las propias
obras a las celestiales y los resultados de la diligencia a lo que se les brinda espontáneamente
y preparado.

200. A esta primera locura añaden otra. Lo que cavan no son fuentes, vale. decir,
conocimientos profundos de los que surgen potables discernimientos, como los sabios
Abraham e Isaac; sino "cisternas", las que carecen de por sí de toda cosa excelente y
nutridora, y necesitan una corriente proveniente de fuera, la que puede provenir de la
enseñanza de los maestros, que derraman incesantemente en los oídos de los discípulos un
fluir ininterrumpido de doctrinas y exclusiones científicas, a fin de que éstos capten con la
inteligencia y atesoren con la memoria aquello que se les imparte.

201. Pero, en este caso se trata de "cisternas agrietadas", vale decir, de todos los receptáculos
del alma sin educación, deteriorados y horadados, incapaces de retener y guardar la corriente
de las cosas beneficiosas.

202. XXXVII. Acerca de las fuentes hemos dicho, pues, cuanto venía al caso. Agreguemos
que profunda es la intención de los oráculos al presentamos a Agar descubriendo la fuente,
mas no bebiendo de ella. Es que el alma que se halla en la etapa de los progresos aún, no es
capaz de aprovechar la bebida sin mezcla que es la sabiduría, si bien nada impide que sus días
transcurran junto a ella.

203. Ahora bien, el camino de la educación es un camino real, segurísimo y defendido al


máximo. De ahí que se nos diga que ella fue hallada "en el camino hacia Sur" (Gen. XIV, 7);
término que significa "muro" o "recta dirección". Hablando, pues, el admonitor al alma le
dice: "¿De dónde vienes y hacia dónde marchas?". (Gen. XIV, 8.) No es la duda o el deseo de
averiguar lo que lo mueve a dirigirle estas palabras, sino, más bien, lo hace con intención de
reprochar y despertar la vergüenza en ella. No cabe, en efecto, pensar que un ángel ignore

102
cosa alguna relativa a nosotros,

204. La prueba está a la vista: aun las cosas del vientre, no obstante ser invisibles para las
creaturas, las conoce claramente, como lo demuestran sus palabras: "Mira, llevas en tu vientre
un hijo, y darás a luz, y le pondrás por nombre Ismael" (Gen. XVI, 11); porque escapa a las
posibilidades del hombre el saber si el embrión es masculino, ni el conocer la norma a que
ajustará su existencia el que aún no ha sido engendrado; que será agreste, no urbana y culta.

205. No, las palabras "¿De dónde vienes?" encierran un reproche para el alma que ha huido de
la superior madurez de juicio, su señora, a cuyo servicio, no de nombre sino con obras
concretas, grande gloria iba camino de alcanzar. En cuanto a las palabras "¿Hacia dónde
marchas?", ellas significan: "Corres tras las cosas inciertas y dejas detrás las probadas".

206. Bien está que elogiemos al alma por el gozo con que recibe el reproche. Señales de su
alegría son el hecho de no acusar a su ama y atribuirse a sí misma la culpa de la huida, así
como el no responder a la segunda pregunta: "¿Hacia dónde marchas?"; como que esto era
incierto, y acerca de las cosas inciertas lo seguro y necesario es abstenerse de opinar.

207. XXXVIII. Habiendo, pues, aceptado la obediencia de ella, el admonitor le dice: "Retorna
hacia tu señora"; pues provechoso es para la que aprende, la autoridad de la que enseña, y
para la que es imperfecta la servidumbre bajo la sensatez. Y, cuando hayas retomado,
"humíllate bajo sus manos" (Gen. XVI, 9) con una noble humillación que lleve consigo la
destrucción de la irracional presunción.

208. De ese modo, en efecto, darás a luz en un parto sin los dolores del parto un vástago
varón, llamado Ismael, pues has sido corregida por escuchar las palabras Divinas. "Ismael",
en efecto, significa "audición de las palabras de Dios". La audición ocupa el segundo lugar,
correspondiendo el primero a la visión, y la visión es la porción que ha correspondido a Israel,
el hijo legítimo y primogénito. "Israel", efectivamente, traducido significa "que ve a Dios".
Puede ocurrir que oigamos lo falso y lo tomemos por verdadero, pues la audición es
engañosa; en cambio, la visión, por medio de la cual discernimos lo que realmente es, está
libre de falsedad.

209. El admonitor describe al carácter engendrado diciendo que será agreste,91 algo así como
un ingenio rústico, no considerado aún digno de la refinada y verdaderamente urbana porción,
que no es otra que la virtud, la cual constituye la vía natural hacia la mansedumbre de
carácter; y afirmando que "sus manos estarán contra todos y las manos de todos estarán contra
él". (Gen. XVI, 12.) Tal es, en efecto, la aspiración del sofista;92 que fingiéndose
reflexionador hasta el exceso se complace en las controversias dialécticas.
91
O rudo o propio de hombre de campo, de donde el contraste con "la urbana porción".
92
Simbolizado por Ismael, según expone Filón en varios pasajes. Ver Sobre los querubines 8,
y Sobre la ebriedad 8.

210. Además, este carácter ataca a todos los caracteres forjados en las ciencias, en-
frentándolos a cada uno en particular y a todos en común; y, a su vez, es atacado por todos,
pues, como es de suponer, éstos se defienden con el mismo empeño que quien defiende a sus
propios vástagos, vale decir, a las doctrinas que su alma ha engendrado.

211. Mas, también describe una tercera característica cuando dice: "Habitará cara a cara frente
a sus hermanos" (Gen. VXI, 11), palabras en las que prácticamente nos brinda una clara

103
representación de la lucha cara a cara y el perpetuo antagonismo.
El alma, pues, que lleva en su vientre al discernimiento sofístico dice al admonitor que le
habla: "Tú eres un dios, que me contempla" (Gen. XVI, 13); lo que equivale a decir: Tú eres
el autor de mis deseos y mis vástagos. Y no le falta razón al decirlo.

212. Porque de las almas libres y bien nacidas es creador Aquel que es libre y libertador; en
tanto que de las esclavas lo son seres esclavos; y los ángeles, son servidores de Dios,
considerados como dioses por aquellos cuya vida transcurre todavía en trabajos y
servidumbre.

213. "Por eso", dice, "ella llamó a la fuente 'Fuente donde Lo vi frente a mí'." (Gen. XVI, 14.)
¿Y cómo podrías no ver, como reflejado en el espejo de tu instrucción, al Autor del saber, oh
alma, que, mientras vas progresando, ahondas tu conocimiento de las enseñanzas acerca de la
cultura general? Apropiadísima es, además, la ubicación de tal fuente "en medio de Cadesh y
Barad"; como que "Barad" significa "en males", y "Cadesh", "santa"; y en verdad, el que se
halla en la etapa de los progresos, huyendo de las cosas ruines, pero sin ser aún capaz de
convivir con los bienes perfecto, encuéntrase ubicado en el ámbito que separa lo santo de lo
profano.

104
SOBRE AQUELLOS CUYOS NOMBRES SON CAMBIADOS Y SOBRE LOS MOTIVOS
DE LOS CAMBIOS

(DE MUTATIONE NOMINUM)

1. I. "Abraham llegó a la edad de noventa y nueve años, y se mostró el Señor a Abraham y le


dijo: 'Yo soy tu Dios'." (Gen. XVII, 1.) El número suma de nueve más noventa es vecino del
cien, número iluminado por la naturaleza que se instruye por sí misma, es decir, Isaac, la
mejor de las gratas experiencias,1 o sea, la alegría. Isaac, en efecto, le nace a Abraham cuando
éste tiene cien años.
1
Ver Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor 120, Sobre la migración de
Abraham 157, Sobre la unión con los estudios preliminares 36, v los parágrafos 131 y 188 del
presente tratado.

2. Cien también suman las primicias dadas a los sacerdotes de la tribu de los levitas, puesto
que, cuando los levitas reciben las décimas, de ellas, como si se tratase de sus propios frutos,
apartan otras décimas, las que contienen el cien.2 El diez, en efecto, es símbolo del progreso;
en tanto que el cien lo es de la perfección; y, por otra parte, quien se halla en etapas
intermedias tiende siempre hacia lo más alto, empleando las buenas cualidades de que la
naturaleza le ha dotado; y es un hombre en esas condiciones el que Moisés dice que vio al
Señor de todas las cosas.
2
Núm. XVIII, 26.

3. Mas, no pienses que la presencia del Señor fue ante los ojos del cuerpo. Éstos, en efecto,
sólo ven las cosas sensibles, cosas compuestas, contaminadas de corrupción; mientras que lo
Divino es puro e incorruptible. No, la Divina imagen fue captada por el ojo del alma.

4. Por otra parte, los ojos del cuerpo todo cuanto contemplan lo aprehenden mediante la
cooperación de la luz, la que es algo distinto de lo visto, y del que ve; en tanto que el alma lo
que contempla lo ve ella por sí sola y sin ajena colaboración; porque los pensamientos son
ellos mismos una luz para sí.

5. Y otro tanto ocurre con el aprendizaje de las ciencias. En efecto, la inteligencia, aplicando
su nunca cerrado ni dormido ojo a las doctrinas y conclusiones, las ve, no con la luz espuria
sino con la legítima, que ella emite de sí misma.

6. Cuando, pues, oyeres que Dios ha sido visto por un hombre, ten presente que ello ocurre
sin intervención de la luz sensible. Es evidente que sólo por la inteligencia puede ser
aprehendido lo intelectualmente aprehensible. Y Dios es la fuente de la más pura
luminosidad; de modo que, cada vez que se manifiesta a un alma, lanza Sus rayos clarísimos y
sin mezcla de sombra.

7. II. Pero, con todo, no supongas que el Que Es, que de verdad existe, es aprehensible por
hombre alguno. Porque ningún órgano tenemos en nosotros mismos mediante el cual po-
damos representárnoslo; pues no lo es ni por la sensibilidad, por no ser de naturaleza sensible;
ni por la inteligencia. Así, Moisés, el contemplador de la naturaleza invisible (los sagrados
oráculos nos dicen, en efecto, que penetró en la oscuridad,3 con la que figuradamente
representan la naturaleza invisible e incorpórea), investigaba todas las cosas a través de todo
buscando ver claramente a Aquel que anhelamos ardientemente y que constituye el único
bien.

105
3
Ex. XX, 21. Ver Sobre la posteridad de Caín 14 y ss.

8. Y al no encontrar nada, ni siquiera una representación semejante al Objeto de sus espe-


ranzas, sin confianza alguna en la enseñanza procedente de otros, se refugia en el Mismo a
quien busca y suplica diciendo: "Revélate a mí Tú mismo para que Te vea y Te conozca".
(Ex. XXXIII, 13.) Y, con todo, no alcanza su propósito. Es que el límite del saber que ha sido
considerado apropiado para concederse a la mejor de las razas mortales es el conocimiento de
la", cosas materiales e inmateriales que vienen después del Que Es.

9. Leemos, en efecto, lo siguiente: "Verás aquello que está detrás de Mí; Mi faz no será vista
por tí". (Ex. XXXIII, 23.) En otras palabras: todas las cosas materiales e inmateriales que
vienen después del Que Es, aun cuando no todo hubiere sido aprehendido aún, están al
alcance de nuestra aprehensión; pero el único que por naturaleza no es visible es El.

10. ¿Y qué tiene de admirable el hecho de que el Que Es no pueda ser aprehendiendo por el
hombre, si ni siquiera la inteligencia que hay en cada uno de nosotros nos es conocible?
¿Quién, en efecto, conoce la naturaleza del alma, cuyo misterio ha suscitado infinitas
controversias entre los sofistas, los que presentan opiniones divergentes o aun total y
genéricamente opuestas.

11. De esto sigúese que ni siquiera un nombre es posible asignarle apropiadamente al Que
realmente Es. ¿No ves, acaso, que, cuando el profeta desea conocer qué habrá de responder a
los que le preguntaren acerca de Su nombre, Él dice: "Yo soy el Que Es" (Éx. III, 14), lo que
es como decir: "Mi naturaleza es el ser, no el ser expresado"?

12. Sin embargo, para que la raza humana no carezca totalmente de una denominación del Ser
más excelente, Éste permite que los hombres empleen, como si fuera Su propio nombre, el
título de Señor Dios de los tres órdenes naturales: la enseñanza, la perfección y la ejercitación,
de los cuales nos son descriptos como símbolos Abraham, Isaac y Jacob respectivamente.4
Así, Él dice: "Éste es a través del tiempo Mi nombre"; como circunscrito al tiempo de la
existencia humana y no al tiempo anterior a ésta; "y Mi memorial", es decir, establecido no
más allá de la memoria y el conocimiento; y una vez más: "para las generaciones" (Ex. III,
15), no para naturalezas no engendradas.
4
En numerosos pasajes Filón reproduce la idea aristotélica de la triple forma de la educación:
por enseñanza, por naturaleza y por ejercitación; y entiende que la personificación alegórica
de dichas vías de acceso al saber y a la virtud son respectivamente Abraham, Isaac y Jacob.
En el caso presente se refiere, evidentemente, a este esquema, pero resulta extraño que señale
a Isaac como símbolo no del saber adquirido espontáneamente, sin maestros ni ejercicios, sino
de la perfección. Tal vez se trate de una corrupción del texto.

13. Es que aquellos que han llegad» a pertenecer a la mortal generación necesitan de un
sustituto del Divino nombre, a fin de que, si no de hecho, al menos mediante un nombre
excelso puedan aproximarse y relacionarse con Él. Confírmalo un oráculo puesto en boca del
Soberano de todas las cosas en el que declara que Su propio nombre no ha sido revelado a
nadie. "He sido visto", dice, "por Abraham, Isaac y Jacob Yo, que soy su Dios; y no les he
revelado a ellos Mi nombre de Señor". (Ex. VI, 3.) En efecto, si se restituyera el orden natural
de los términos, la expresión resultaría así: "Y no les he revelado a ellos Mi propio nombre";5
sino el nombre sustituto, por las razones mencionadas.
5
El texto bíblico dice tó ónoma mou kyrion = mi nombre (de) Señor, pero Filón entiende, al
parecer, que la lectura debería ser ónoma mou tó kyrion = mi nombre, el propio o mi propio

106
nombre. Kyrios significa señor y propio, según los casos.

14. A tal punto es imposible nombrar al Que Es, que ni siquiera las potencias 6 que están a Su
servicio nos dicen su propio nombre. Así por ejemplo, después de la lucha que el ejercitante
ha librado por la adquisición de la virtud, dice a su invisible supervisor: "Hazme saber tu
nombre"; y éste le dijo: "¿Por qué preguntas este mi nombre?" (Gen. XXXII, 29); y no le
revela su personal y propio nombre. 'Bastante tienes con aprovechar mis bendiciones', dice, 'y
en cuanto a esos signos propios de las criaturas que son los nombres, no intentes hallarlos
entre las naturalezas imperecederas'.
6
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

15. III. Y no te cause extrañeza el hecho de que el más augusto de los seres sea innombrable,
puesto que tampoco Su lógos es nombrable por nosotros mediante un nombre que le sea
propio. Y, por cierto que, si no es nombrable, tampoco es definible ni aprehensible.
De modo que las palabras: "Se mostró el Señor a Abraham" (Gen. XVII, 1) deben entenderse,
no en el sentido de que la Causa universal extendió su luz sobre él y se le apareció; puesto
que, ¿qué humana inteligencia es capaz de contener la inmensidad de tal visión?; sino como
que se le apareció una de las potencias que la acompañan, la potencia soberana; pues el título
de "señor" es propio de la soberanía y la realeza.

16. En aquella época en que nuestra inteligencia estaba entregada a las abstrusas
especulaciones de los caldeos, atribuía al mundo poderes activos considerándolos causas.
Mas, una vez que hubo emigrado de la doctrina caldaica comprendió que las riendas y el
timón de aquél son controlados por un Soberano, cuya soberanía percibió a través de una
visión.

17. He ahí el sentido de "se mostró", no el Que Es, sino el "Señor". Es como si dijéramos: "El
rey se ha mostrado; el rey, que, siendo tal desde el principio, aún no era reconocido por el
alma; la que, aunque lenta en instruirse, no ha permanecido por siempre en su ignorancia, sino
ha recibido la visión de la Soberanía que rige todo cuanto existe".

18. Pero, en su aparición el Soberano brinda un beneficio aún mayor al que Lo escucha y
contempla diciéndole: "Yo soy tu Dios". (Gen. XVII, 1.) En efecto, yo podría decir: ¿Acaso
no eres Dios de todos los seres que han llegado a la existencia?; pero Su reveladora palabra
me mostrará que no se refiere aquí al mundo, del cual indudablemente es Creador y Dios, sino
a las almas humanas, a las que no ha considerado dignas de la misma providencia.

19. Es Su designio, en efecto, que se Le llame Soberano y Señor de los ruines; Dios, de los
que progresan y mejoran; y Señor y Dios a la vez, de los mejores y más perfectos. Así, por
ejemplo, cuando hubo presentado al faraón como el mayor caso de impiedad, jamás se llamó a
Sí mismo Dios de él sino dio este título al sabio Moisés; como que dijo a éste: "He aquí que te
doy como dios al faraón". (Ex. VII, I.) En cambio, se dio el nombre de Señor en muchos
pasajes de los oráculos revelados por Él mismo.

20. En efecto, proclámanse cosas como éstas: "He aquí lo que dice el Señor" (Ex. VII, 17); y
al principio:7 "Habló el Señor a Moisés diciendo: 'Yo soy el Señor, dile al faraón, rey de
Egipto, cuanto Yo te" digo'." (Ex. VI, 29. 21. Y Moisés dice al faraón: "Cuando salga de la
ciudad extenderé mis manos hacia el Señor y cesarán las voces, y no habrá granizo ni lluvia,
para que conozcas que pertenecen al Señor tanto la tierra" ("tierra" aquí significa todo el
compuesto corpóreo y terrestre) "como tú" (es decir la inteligencia que dicho compuesto

107
escolta) "y tus servidores" (vale decir, los pensamientos particulares, que la acompañan),
"pues sé que aún no teméis al Señor" (Ex. IX, 29), o lo que es lo mismo, 'al que es Señor no
meramente de nombre sino de hecho'.
7
Al principio de las instrucciones que Yahvé le imparte sobre los parlamentos que habrá de
tener con el faraón.

22. Porque ninguna creatura es señor de verdad, aunque de un extremo al otro del orbe se
extienda la soberanía de que estuviere investido. Sólo el Increado es Soberano en rigor de
verdad, y aquel que teme y se anonada ante Su soberanía recoge el más provechoso de los
premios, Sus admoniciones; en tanto que el que la tiene en menos es arrastrado sin excepción
a una lamentable muerte.

23. Así, pues, Él nos es presentado como el Señor de los insensatos, como que extiende sobre
ellos el terror propio del poder soberano; pero de los que se perfeccionan es registrado como
Dios; por ejemplo en este pasaje: "Yo soy tu Dios" o "Yo soy tu Dios; crece y multiplícate"
(Gen. XXXV, 11); y de los perfectos, como ambas cosas: Señor y a la vez Dios, según se lee
en el Decálogo: "Yo soy el Señor tu Dios" (Ex. XX, 2); y en otro pasaje: "El Señor Dios de
vuestros padres". (Deut. IV, 1.)

24. Es que Él ha determinado que el hombre ruin se incline ante Su autoridad como ante un
señor, a fin de que humillado y gemebundo lleve sobre sí pendiente el temor hacia el
Soberano; que el que progresa sea beneficiado por Él como Dios, para que con estos
beneficios alcance la perfección; y que el que ya es perfecto sea a la vez gobernado por Él en
cuanto Señor y beneficiado por Él en cuanto Dios. Por lo primero permanece libre de toda
alteración; por lo segundo es totalmente hombre de Dios.

25. Esto se pone de manifiesto sobre todo en el caso de Moisés. "Esta", leemos, en efecto, "es
la bendición que impartió Moisés, el hombre de Dios". (Deut. XXXIII, 1.) ¡Oh excelso y
sagrado trueque, del que ha sido considerado merecedor: darse a sí mismo a Dios a cambio de
la Divina providencia!

26. Mas, no pienses que es la misma la manera en que el hombre es de Dios, y Dios es del
hombre. El hombre es de Dios como una propiedad; Dios, en cambio, es del hombre en
cuanto que constituye la gloria y la protección de éste. Si tú quienes tener a Dios como
porción correspondiente a tu inteligencia, primero conviértete tú en porción digna de Él. Y
llegarás a serlo siempre que huyas de todas las faltas voluntarias que forjas tú mismo.

27. IV. Pero preciso es no pasar por alto tampoco lo siguiente: las palabras "Yo soy tu Dios"
están usadas como una licencia de expresión; no con el sentido que les es propio. El Que Es,
en efecto, existe con existencia absoluta, no con relación a algo. Él está lleno de Sí mismo y
Se basta a Sí mismo; y esta condición Le es propia desde antes de la creación del mundo y
después de la creación del universo.

28. Es que Él no puede cambiar ni variar y no tiene necesidad de cosa alguna en absoluto, de
modo que todas las cosas Le pertenecen sin que Él pertenezca en estricto sentido a cosa
alguna. En cambio, ocurre que de algunas de las potencias que ha extendido hacia la creación
para beneficio de lo que ha formado, se habla como si existiesen con relación a algo. Tal el
caso de la potencia real y de la benefactora, porque rey se es de alguien, y el benefactor
beneficia a alguien, ya que forzosamente el súbdito y el beneficiado son otras personas.

108
29. Emparentada con éstas está también la potencia creadora, la llamada Dios. Llámase así
porque fue a través de esta potencia como el Padre, Hacedor y Artífice, estableció 8 el
universo; de modo que las palabras "Yo soy tu Dios" equivalen a "Yo soy el Hacedor y el
Artífice".
8
Como en otros pasajes Filón vincula etimológicamente el nombre theós = Dios, con el verbo
theînaí = colocar, establecer.

30. Supremo don es tener por Forjador al Mismo que ha forjado también al mundo entero;
puesto que Él no modela el alma del hombre ruin, ya que la maldad es enemiga de Dios; y al
alma en estado intermedio no la forja, nos dice el santísimo Moisés, Él por Sí solo, puesto que
ésta es apta para recibir, como una cera, las impresiones distintas de lo noble y de lo bajo.

31. De allí Sus palabras: "Hagamos al hombre según Nuestra imagen" (Gen. I, 26), a fin de
que, en caso de recibir una ruin impresión, aparezca como obra de otros; y, si la impresión
recibida fuere noble, como manufactura del Que sólo es artífice de lo noble y lo bueno.9
Completamente virtuoso es, en verdad, el hombre a quien Dios dice: "Yo soy tu Dios", puesto
que tiene por creador sólo a Dios sin cooperación de otros.
9
Ver Sobre la creación del mundo 72 y ss.. Sobre la confusión de las lenguas 168 y ss., y
Sobre la huida y el hallazgo 68 y ss.

32. Ciertamente, al mismo tiempo nos presenta Moisés también aquí la doctrina muchas veces
expuesta por él de que Dios es hacedor solamente de seres sabios y buenos; cofradía ésta que
en su totalidad 10 se ha despojado voluntariamente de la inagotable abundancia de bienes
externos y ha despreciado además cuanto place a la carne.
10
Sigue en este punto Filón la doctrina estoica según la cual todos los hombres virtuosos son
austeros. Pero la presente afirmación contrasta, evidentemente, con lo que expone en los
parágrafos 39 y ss., en los que, siguiendo el punto de vista aristotélico al respecto, afirma que
entre los sabios u hombres de bien existen también los que llevan una vida virtuosa pero sin
despreciar ni prescindir de !as cosas humanas.

33. Es que, mientras vigorosos y robustos atletas son los que fortifican al esclavo cuerpo
contra el alma; pálidos, en cambio, desmayados, esqueléticos, por así decir, son los formados
en la disciplina, pues han puesto las fuerzas corpóreas al servicio de las potencias del alma y
se han disuelto, si hemos de hablar con precisión, en una sola forma, la del alma,
convirtiéndose en incorpóreas inteligencias.

34. Es natural, sin duda, que el elemento terrestre se arruine y disuelva cuando el alma entera
en todas sus partes se ha determinado a complacer a Dios. Pero esta clase de hombres es rara
y difícil de encontrar, aunque no imposible de darse. Lo prueba este oráculo pronunciado a
propósito de Enoch: "Complació Enoch a Dios y no fue encontrado". (Gen. V, 24.)

35. Es que, ¿dónde podría buscarse y encontrarse este bien? ¿Recorriendo qué mares, yendo
hacia qué islas y hacia qué continentes? ¿Entre los no griegos o entre los griegos?

36. ¿No hay, acaso, todavía entre los consagrados a la filosofía quienes dicen que, puesto que
el hombre sabio no existe, tampoco existe la sabiduría? Aseguran, en efecto, que nadie desde
el comienzo de la creación del hombre hasta la generación presente ha sido tenido por
completamente libre de faltas, y que ello se debe a que es imposible que quien está encerrado
en un cuerpo mortal alcance la felicidad perfecta.

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37, Mas ya tendremos ocasión propicia para ver sí están en lo cierto. Por el momento nos
atendremos al texto y diremos que la sabiduría es algo que realmente existe y que también
existe el amante de ella, el sabio, mas, que, si bien existe, nuestra maldad nos impide verlo,
debido a que el bien rehúsa mezclarse con el mal.

38. De allí que se nos diga que "no fue encontrado" este carácter que complacía a Dios, para
dar a entender indudablemente que, sí bien existe, nos está oculto y evita nuestra compañía. Y
por eso se nos dice también que "fue trasladado" (Gen. V, 24), vale decir, que fue cambiado
de residencia y trasladado como un emigrante desde la vida mortal a la inmortal.

39. V. Estos11 son hombres que, poseídos de una celestial demencia, han llegado a una salvaje
exaltación; pero, hay otros, que se han entregado a una mansa y cultivada sabiduría. Éstos
practican, por una parte, la piedad en grado eminente, y, por otra, no desprecian las cosas
humanas. Lo atestiguan los oráculos en los que se registran estas palabras Divinas dirigidas a
Abraham: "Sé grato delante de Mí" (Gen. VXII, 1), lo que significa: "Sé grato no sólo para Mí
sino también para Mis obras, mientras Yo, como juez, velo y vigilo sobre ti".
11
Es decir, aquellos sabios que, según el ideal estoico, han renunciado a toda complacencia
con lo humano y terrenal.

40. En efecto, si honras a tus padres, te apiadas de los pobres, beneficias a los amigos,
defiendes a tu patria y observas con cuidado las comunes obligaciones hacia todos los
hombres, serás sin duda grato a los destinatarios de tus obras, pero también lo serás ante Dios.
Y en verdad. Él con un ojo que no duerme todo lo contempla y por una gracia especial llama
hacia Sí y aprueba todo lo bueno.

41. Así, el ejercitante nos revelará esto diciendo en su plegaria: "El Dios al que fueron gratos
mis padres"; y agrega: "delante de Él" (Gen. XLVIII, 15) para que conozcamos la diferencia
concreta que media entre ser grato "a Dios" y serlo "delante de Él". Esto último, en efecto,
abarca ambas cosas; lo primero, en cambio, limitase a una solamente.

42. Y del mismo modo, Moisés nos aconseja en sus Exhortaciones diciendo: "Harás lo que
sea grato delante del Señor tu Dios" (Deut. XII, 28), o lo que es lo mismo: 'Harás todo aquello
que merezca aparecer ante Dios, y que Él, en viéndolo, lo apruebe; cosas éstas que
frecuentemente alcanzan a nuestros semejantes'.

43. Tal es lo que tuvo presente Moisés cuando, al concebir el tabernáculo, lo dividió en dos
recintos colocando en medio de ambos un velo que separara el interno del externo;12 cuando
cubrió de oro por dentro y por fuera la sagrada arca en que se guardaban las leyes;13 y cuando
estableció para el gran sacerdote dos vestidos, uno interior hecho de lino, y otro exterior de
variados colores largo hasta los pies.14
12
Ex. XXVI, 33.
13
Ex. XXV, 10.
14
Ex. XXVIII, 4, y Lev. VI, 10.

44. Éstos y otros como éstos son símbolos de un alma que en las cosas interiores es pura
frente a Dios, y en las exteriores, inmaculada respecto del mundo sensible y la vida humana.
Acertadas son, pues, las palabras dirigidas al victorioso luchador cuando se aprestaba a ser
coronado con las coronas de la victoria. En efecto, la proclama en que se pregona su victoria
es la siguiente: "Has sido fuerte con Dios y poderoso con los hombres". (Gen. XXXII, 28.)

110
45. Este ganar honra en ambos órdenes, en el que mira al Increado y en el que mira a lo
creado, no es cosa al alcance de una inteligencia pequeña, sino, si hemos de hablar con
verdad, propia de una intermedia entre Dios y el mundo. En síntesis, corresponde que el
hombre de bien siga tras los pasos de Dios, pues el Soberano y Padre de todas las cosas se
preocupa por Sus creaturas.

46. Porque, ¿quién puede ignorar que antes de la creación del mundo Dios Se bastaba por Sí
mismo y que después de la creación ha permanecido idéntico sin cambio alguno? ¿Por qué,
entonces, creó lo que no existía? Pues, porque era bueno y generoso. ¿Y no seguiremos
nosotros, Sus esclavos, a nuestro Amo, movidos por una extraordinaria admiración hacia la
Causa, sin desdeñar, empero, nuestra propia naturaleza?15
15
Ver Sobre la ebriedad 80 a 87.

47. VI. Después de haber dicho: "Sé grato delante de Mí", agrega a continuación: "y hazte
irreprochable" (Gen. XVII, 1), lo que está de acuerdo y en lógica relación con lo anterior.
Aplícate, pues, preferentemente a lo que es excelente, a fin de ser grato a Dios; pero, a no ser
así, apártate al menos de las faltas, para no hacerte reprensible. El que obra rectamente es, en
efecto, merecedor de alabanza; el que no delinque está, por su parte, libre de reproche.

48. El premio más alto, el del ser grato, corresponde a los que obran positivamente bien; el se-
gundo, el de ser irreprochable, toca a los que evitan las faltas. Y aun, tal vez, para la criatura
mortal el hecho de no cometer faltas es considerado por la Escritura equivalente e idéntico al
realizar obras buenas. Porque, "¿quién", como dice Job, "es puro de mancha, aunque su vida
no durare más que un día?". (Job. XIV, 4.)

49. Infinitas son las manchas que ensucian al alma y no es posible lavarse y liberarse
completamente de ellas. Fatalmente quédanle a todo mortal defectos innatos, los cuales es
factible amenguar pero imposible aniquilar del todo.

50. ¿Pretende, pues, alguien hallar en esta confusa vida un hombre perfectamente justo, o
sabio o moderado o bueno en general? Conténtate con hallar uno no injusto o no insensato o
no intemperante o no cobarde o no ruin por completo. Porque debemos darnos por satisfechos
con desterrar los vicios;
ya que la completa adquisición de las virtudes es imposible para nuestra humana naturaleza.

51. Con razón, pues, ha dicho Dios: "Hazte irreprochable", sentando el principio de que el
permanecer libre de faltas y culpa implica una gran ventaja en orden una vida feliz.
A aquel que ha decidido vivir de esta manera Él le promete que le entregará una porción ya
convenida, porción que corresponde a Dios dar y al hombre sabio recibir.

52. Dice, en efecto: "Estableceré Mi convenio entre Yo y tú". (Gen. XVII, 2.) Ahora bien, los
convenios se establecen para beneficio de los que merecen un don, de modo que un convenio
es símbolo de la gracia que Dios ha colocado entre Él mismo, que la confiere, y un hombre,
que la recibe.

53. Esto es lo sumo en materia de beneficios: que entre Dios y el alma no medie cosa alguna
salvo la virginal gracia. Pero, como acerca de los convenios he escrito cuanto cabía decir en
dos tratados, para no entrar en repeticiones, y al mismo tiempo porque no deseo interrumpir el
curso de nuestro asunto, dejaré esto de propósito.

111
54. VII. El texto continúa en estos términos: "Abraham cayó sobre su rostro". (Gen. XVII, 3.)
¿Qué otra cosa podía esperarse sino que, ante las Divinas promesas, se conociera a si mismo y
conociera la nada que es la raza mortal, y cayera ante el Que estaba de pie para manifestar la
concepción que acerca de sí mismo y de Dios tenía? Sabía él que Dios permanece en un
mismo lugar y mueve, no obstante, la naturaleza toda, siendo Su propio movimiento de
autoextensión, con un movimiento no mediante los pies; que Él no tiene forma humana; sino
tal, que pone de manifiesto Su inalterable e inmutable naturaleza.16
16
La traducción de la parte final de este parágrafo es meramente conjetural por cuanto el texto
griego aparece, evidentemente, adulterado.

55. Sabía, además, que él, en cambio, nunca está firme en un sitio estable y sí sujeto a
mudanzas en todas direcciones; y que, desdichado de él, su vida toda es un rodar, en el que
tropieza y precipítase con grande caída.

56. Esto ocurre unas veces por involuntaria ignorancia; otras por voluntaria flaqueza. Por eso
se nos dice que "cayó sobre su rostro", vale decir, sobre sus sentidos, sobre su inteligencia,
sobre su palabra; como si gritara a grandes voces que la sensibilidad estaba caída, incapaz de
percibir por sí sola a no ser que la providencia del Salvador le comunicara capacidad para la
aprehensión de las sustancias materiales; que también lo estaba la palabra, sin poder para
expresar nada acerca de cuanto existe, si Aquel que fabricó y dio armonía al órgano del habla
no arrancaba la música de sus sonidos, abriendo la boca y articulando los movimientos de la
lengua; que, asimismo, caída estaba la real inteligencia, privada de sus poderes de captación a
menos que el Forjador de la vida la levantara nuevamente y la asentara, y, agudizando su
visión con penetrantes pupilas, la condujera a la contemplación de las cosas inmateriales.

57. VIII. Aprobando, pues, en el carácter que se ocultaba ante Él y caía con voluntaria caída el
reconocimiento sustentado acerca del Que Es en el sentido de que sólo Él es inmutable de
verdad; mientras que todos los que vienen después de Él están sujetos a toda clase de cambios
y mutaciones; insiste en hacerle partícipe de Su comunicación diciendo: "Y Yo; he aquí que
Mi convenio es contigo". (Gen. XVII, 4.)

58. Esto nos sugiere el siguiente pensamiento: Las especies de convenios, que aseguran
gracias y beneficios a quienes lo merecen, son muchísimas, pero el género de convenios más
alto "soy Yo mismo". En efecto, una vez que Se ha señalado a Sí mismo, en la medida en que
es posible que sea indicado el que es inmostrable; mediante las palabras "Y Yo" agrega: "He
aquí que Mi convenio", vale decir, el principio y la fuente de todas las gracias, "soy Yo
mismo".

59. Y así es. Mientras a algunos acostumbra Dios hacer llegar Sus beneficios a través de otros
seres: la tierra, el agua, el aire, el sol, la luna, el cielo y otras fuerzas inmateriales; a otros, en
cambio, se los procura por Sí mismo, convirtiéndose Él mismo en porción de los que Lo reci-
ben; a quienes acto seguido considera merecedores de un nombre diferente del que tenían.

60. Leemos, en efecto, lo siguiente: "Tu nombre no será Abram, sino Abraham". (Gen. XVII,
5.) Algunos malvados de los que se empeñan siempre en aplicar vituperios inmerecidos, no
tanto a las cosas materiales cuanto a las acciones e ideas, y llevan a cabo una guerra sin tregua
contra las cosas sagradas; siempre que algo les resulta inverosímil considerado literalmente,
olvidando que se trata de símbolos de una naturaleza inclinada siempre a mantenerse oculta,
denigran y profieren calumnias sin preocuparse por inquirir cuidadosamente la verdad. Y en
especial si se trata de cambios de nombres.

112
61. No ha mucho tuve ocasión de oír las chanzas e injurias de un hombre ateo e impío, quien
se atrevía a decir: "Grandes y excelentes son los dones que dice Moisés prodiga el Soberano
de todas las cosas. ¿A quién no le parecerá admirable beneficio el proporcionado a Abraham
al agregar una letra, un alfa, a su primitivo nombre Abram; y a su mujer Sara al duplicar la
rho mediante una nueva adición llamándola Sarra?" Y con todo sarcasmo prosiguió repasando
todos los casos semejantes sin cansarse.

62. Por cierto que no pasó mucho tiempo sin que sufriera el castigo adecuado a su demencia.
Un motivo trivial y casual le impulsó a ahorcarse, de modo que ni siquiera la muerte fue pura
para este impuro y malvado.
IX. Justo es que, para evitar que otro sea víctima de los mismos errores, salgamos de dudas,
investigando la naturaleza de las cosas y mostrando que esto que decimos merece ser con-
siderado cuidadosamente.

63. No son, en efecto, letras, consonantes o vocales, ni verbos ni nombres los dones que Dios
prodiga. ¿Cómo habrían de ser tales, si, después de haber creado a los vegetales y animales,
escogió al hombre como soberano de ellos y lo distinguió de todos en virtud de su cono-
cimiento, a fin de que asignase a cada uno el nombre apropiado? "Cualquiera fuera", se nos
dice, "el nombre que Adán les asignaba, ese era el nombre del designado". (Gen. II, 19.)

64. Si Dios no consideró apropiado el asignar nombres, ni siquiera tratándose de atribuir


nombres completos, y confió tal cometido a un hombre sabio, al progenitor del género
humano, ¿cómo pensar que El mismo agregara o cambiara partes de nombres o sílabas o
letras, en unos casos vocales, en otros consonantes y que esto lo hiciera a título de don y
preeminente beneficio?

65. Ni pensarlo. Lo que ocurre es que tales cambios son signos de valores morales, signos
pequeños de cosas grandes, sensibles de cosas intelectuales, visibles de cosas invisibles. Estos
valores morales se hallan en las doctrinas sublimes, en las verídicas y puras concepciones y en
los progresos del alma.

66. La prueba la tendremos fácilmente a mano sí partimos del presente cambio de nombres.
"Abram" significa "elevado padre"; "Abraham", "elegido padre del sonido". En qué difiere
una cosa de la otra lo sabremos más claramente una vez que descubramos cuál es el
significado de una y otra acepción.

67. Recurriendo, pues, a la interpretación alegórica decimos que "elevado" es aquel que gana
las alturas partiendo desde la tierra, observa las cosas de lo alto, se familiariza con los
fenómenos del mundo superior mediante la investigación de los mismos, averigua el tamaño
del sol, cuáles son sus recorridos, cómo determina las estaciones anuales avanzando y
retornando nuevamente en revoluciones de igual velocidad; cómo son los grados de
luminosidad de la luna, sus fases, sus menguantes y sus crecientes; y cómo el movimiento de
los demás astros, tanto de los de cursos fijos como de los errantes.

68. La indagación sobre tales cosas no está al alcance de un alma sin felices disposiciones e
improductiva; ella es propia una altamente dotada y capaz de engendrar vástagos completos y
perfectos; por eso el estudioso de los fenómenos celestes llámase también "padre", pues no es
estéril en sabiduría.

113
69. X. Tal es el sentido exacto del simbolismo que encierra el nombre "Abram"; el de
"Abraham" es como vamos a demostrar. Tres son sus significados que contiene: "padre",
"elegido" y "del sonido". Digamos que por sonido se entiende aquí la palabra hablada, pues el
instrumento del sonido en los seres vivientes es el órgano del habla; que el padre de la palabra
es la inteligencia, pues del entendimiento, como desde una fuente, brota la corriente de la
palabra; y que la inteligencia elegida es la del hombre sabio, pues en él se da lo más selecto.

70. Así pues, en los primeros rasgos apareció delineado el hombre que ama el saber, el
investigador de los fenómenos celestes; en los que acabamos de señalar, en cambio, se pone
de manifiesto el filósofo o, más bien, el sabio. No supongas, pues, en adelante, que la gracia
concedida por la Divinidad fue un cambio de nombres; no, se trata de un mejoramiento de
carácter, expresado simbólicamente.

71. Porque al que antes se ocupaba de la naturaleza del cielo, al astrólogo, como dirían
algunos, lo llamó a participar de la virtud y lo hizo y denominó sabio, dando al carácter así
transformado el nombre de Abraham, en lengua hebrea, y de "elegido padre del sonido", en
términos griegos.

72. Lo que le dice equivale, en efecto, a lo siguiente: "¿Qué sacas con investigar los ritmos y
las revoluciones de los astros y dar tan gran salto desde la tierra hacia el éter? ¿Toda lo que
buscas es curiosear en las cosas de allí? ¿Y qué provecho te resulta de esa curiosidad
indiscreta? ¿Te libera en algo de la tentación del placer? ¿Anula en alguna medida a la concu-
piscencia? ¿Constituye algún alivio para el dolor o el miedo? ¿Aparta a alguna de las
pasiones, que agitan y confunden al alma?

73. Porque, así como ningún provecho se saca de árboles que no son aptos para producir
frutos, otro tanto pasa. con el estudio de la naturaleza, si él no te habrá de llevar a la
adquisición de la virtud. Porque este es el fruto que cabe esperar de la investigación.

74. Por esa razón algunos de los antiguos compararon el estudio de la filosofía con un campo
y establecieron un paralelo entre la física y las plantas, entre la lógica y los setos y cercos, y
entre la ética y el fruto;17 considerando que las vallas han sido erigidas en torno al campo por
sus propietarios con miras a la protección del fruto, y las plantas, trabajadas para la
producción del mismo.
17
Ver Sobre la agricultura 14, e Interpretación alegórica 1, 57.

75. Del mismo modo, decían, también en la filosofía la investigación física y lógica debe
remontarse hasta la investigación ética, con la cual el carácter mejora y anhela adquirir y
aprovechar la virtud".

76. Tales son las conclusiones a que nos ha llevado nuestra-consideración del asunto.
Literalmente entendido, el cambio es sólo una mutación de nombres; pero en realidad
consistió en el tránsito desde la filosofía física hacia la filosofía ética, y el abandono del
estudio del mundo para pasar al conocimiento del Hacedor, merced al cual Abraham obtuvo la
piedad, la más hermosa de las adquisiciones.

77. XI. Ahora indagaremos acerca de la mujer de Abraham, Sara. También el nombre de ésta
es trocado y queda "Sarra" mediante la adición de una sola letra, la rho. Esos son los nombres;
veamos los hechos expresados. "Sara" significa "mi soberanía"; "Sarra", "soberana".

114
78. El primero es símbolo de la virtud específica; el último, de la genérica. Y, en la medida en
que el género es. superior a la especie., también lo es el segundo nombre con respecto al
primero. Porque la especie es estrecha y perecedera, en tanto que el género es amplio e
imperecedero.

79. Y es deseo de Dios agraciar con dones .grandes e inmortales a cambio de bienes pequeños
y perecederos; y hacer tal cosa se amolda decorosamente a Él. La sabiduría que hay en el
hombre de bien es una soberanía que sólo a Él pertenece y quien la posee no estará errado si
dice: "La sabiduría que hay en mí es mi soberanía". En cambio, la sabiduría que sirve de
arquetipo a aquella, vale decir, la sabiduría genérica, ya no es soberanía de alguien, sino
soberanía "a secas.

80. Así, mientras que aquella sabiduría específica perecerá Juntamente con su posesor; la que,
a manera de un sello, la modela permanecerá, en cambio, imperecedera por siempre pues está
al margen de todo lo mortal. Otro tanto ocurre con las artes. Las específicas perecen con sus
poseedores: geómetras, gramáticos, músicos; las genéricas subsisten imperecederas. Otra
enseñanza que se nos expone en este mismo pasaje es que toda virtud es una reina, soberana y
señora de las acciones de nuestra vida.

81. XII. Otro caso de cambio de nombres es la sustitución de Jacob por Israel, cambio que no
carece de acierto. ¿Por qué? Porque "Jacob" significa "suplantador", en tanto que "Israel"
quiere decir "el que ve a Dios". Tarea propia de un suplantador que se ejercita en la virtud es
el conmover, sacudir y desbaratar los fundamentos en los que se asienta la pasión, y todo lo
que pueda haber en ellos de firme y estable. Ésta es obra que normalmente exige salir a la
palestra y luchar, y sólo se lleva a buen término cuando alguien sostiene hasta el cansancio las
luchas del saber y practica los ejercicios del alma combatiendo contra los pensamientos que se
le oponen y la estrangulan. En cambio, el cometido propio del que ve a Dios es no abandonar
la sagrada palestra sin la corona sino munido de los premios de la victoria.

82. ¿Y qué corona más florida y más provechosa puede ser entretejida para un alma victoriosa
que el poder contemplar claramente al Que Es? Por cierto que es un hermoso galardón para
ofrecer al alma atleta el proporcionarle ojos para la brillante aprehensión del Único que es
digno de ser contemplado.

83. XIII. Vale la pena preguntarse por qué razón Abraham, después de serle cambiado el
nombre, ya no es designado por su antiguo nombre sino siempre recibe el mismo título como
el correcto, en tanto que Jacob, después de recibir el nombre de Israel, a pesar de ello es
llamado en adelante Jacob cada vez con más frecuencia. Pues, hemos de decir que también
estos nombres son signos, con los cuales se distingue la virtud adquirida mediante la
enseñanza de la ejercitación.

84. El que es mejorado mediante la enseñanza y dotado de una feliz naturaleza, la que le
asegura el recuerdo mediante la cooperación de la memoria, saca provecho de la permanencia
de cuanto ha aprendido aterrándolo tenazmente y con firme abrazo. En cambio, el que se
ejercita, una vez que ha realizado una intensa práctica, se toma nuevamente un respiro y
descansa mientras renueva y recobra la fortaleza, debilitada por el esfuerzo, tal como hacen
los atletas cuando se untan los cuerpos. Éstos, en efecto, cuando están cansados por el
ejercicio, a fin de que no se les agoten completamente las fuerzas debido a lo intenso y duro
de la ejercitación, derraman aceite sobre sus cuerpos.

115
85. Luego el que ha recibido enseñanza cuenta con un admonitor imperecedero y, en
consecuencia, con una ayuda que resuena en sus oídos para siempre; con lo que no retrocede.
El que se ejercita, en cambio, no cuenta sino con su propia decisión, y la ejercita y adiestra
para que destruya la pasión propia de la creatura, pero, aun cuando alcanzare su objeto, con
todo, por efecto del cansancio, retorna a su antigua especie.

86. Éste está sometido a un mayor esfuerzo; aquél es más afortunado, puesto que tiene a otro
por maestro, en tanto que el otro busca, indaga y se multiplica en su labor sin ajena ayuda
explorando los secretos de la naturaleza, entregado a una faena incesante e ininterrumpida.

87. Tal es la razón por la que fue Dios, el inalterable, quien cambió de nombre a Abraham,
quien habría de permanecer igual en adelante, pues de ese modo su estabilidad futura quedaba
asegurada firmemente por Aquel que está fijo y es siempre el mismo e idéntico. En cambio,
en el caso de Jacob el que le cambió el nombre fue un ángel, un ministro de Dios, un lógos;
con lo que quedó en claro que nada de lo que viene después del Que Es puede producir una
firme e inconmovible estabilidad, sino, a lo más, una armonía como la de un instrumento
musical, formada por elevaciones y descensos de tonos que concurren a formar una artística
melodía.

88. XIV. Pero siendo así que fueron tres los padres de la estirpe, mientras al primero y al
último, Abraham y Jacob, les fueron cambiados sus nombres, el intermedio, Isaac, mantuvo
para siempre el mismo. ¿Por qué? Pues, porque en tanto que la virtud alcanzada mediante la
enseñanza y la adquirida mediante la ejercitación son susceptibles de mejoramientos, puesto
que el que se instruye anhela conocer todo aquello que ignora, y el que recurre a la
ejercitación aspira a las coronas y trofeos que se ofrecen al alma amante del esfuerzo y de la
contemplación; en cambio la estirpe que se instruye por sí sola y aprende sin ajena ayuda,
siendo su condición fruto no de la dedicación sino de la naturaleza, marcha igual, perfecta y
completa desde el principio, no habiendo menester de nada para su plena concreción.

89. No ocurre, en cambio, lo mismo con el administrador de las necesidades corpóreas que es
José. En efecto, cambia de nombre siendo llamado Psontonfanec18 por el rey del país. Preciso
es que aclaremos el sentido de este cambio, "José" significa "agregado"; y agregados de los
bienes naturales son los bienes convencionales: el oro, la plata, las posesiones, las ganancias,
los servicios de los criados, las inagotables reservas de bienes heredados, de muebles y de los
demás excedentes, y los inmuebles medios para procurar placer.
18
Gen. XLI, 45.

90. Resulta apropiado, pues, el nombre de "agregado" aplicado a José, el procurador y


administrador de estos bienes; puesto que se halla investido de la dirección de estos recursos
externos que se agregan y suman a los naturales. Atestiguando así los oráculos cuando señalan
que procura el abastecimiento de víveres haciendo reservas de las provisiones de todo el país
corpóreo, es decir, Egipto.19
19
Gen. XLI, 45.

91. XV. Tal es como se nos muestra "José" a través de los datos que poseemos de él. Veamos,
a su vez, cuál es la naturaleza de "Psontonfanec". Este nombre significa "boca que juzga en
respuesta". Todo insensato, en efecto, piensa que el hombre rico, que se ve inundado por las
riquezas externas, es rápido y exacto en el discernir, capaz de responder a quien le preguntare
algo y capaz de emitir de por sí razones de peso. En general, coloca la sabiduría a merced de
la suerte, cuando, en realidad, es la suerte la que depende de la sabiduría, puesto que

116
forzosamente lo inestable debe ser guiado por lo estable.

92. También el hermano uterino de José lleva dos nombres. Su padre lo llama Benjamín, y su
madre, "hijo del dolor", en todo de acuerdo con la realidad de las cosas. "Benjamín", en
efecto, significa "hijo de los días", y el día es iluminado por la luz sensible del sol, con la que
nosotros comparamos la gloria vana.

93. Tiene, en efecto, esta gloria cierta brillantez aprehensible por los sentidos en los elogios
de la vulgar multitud, en el texto de los decretos, en las dedicatorias de las estatuas y retratos,
en los purpúreos mantos y las áureas coronas, en las cuadrigas y en la multitudinarias
procesiones. Lógico es, pues, que haya sido llamado "hijo de los días", vale decir, de la luz
sensible y de la brillantez de la vanagloria, aquel que ama estas cosas.

94. Este nombre, realmente exacto y apropiado, es el que le aplica su padre, la venerable
razón; en cambio, el alma, consciente del sentimiento que la afecta, le da uno acorde con el
motivo de su experiencia. Llámale, en efecto, "hijo del dolor". ¿Por qué? Pues, porque los que
son arrastrados por las vacías opiniones son tenidos por felices, pero, en realidad, son muy
desdichados.

95. Múltiples son, por cierto, las contrariedades, tales como la envidia, los recelos, las
continuas disputas, las irreconciliables rivalidades hasta la muerte, los rencores trasmitidos de
generación en generación, la pérdida de una herencia.

96. Por fuerza, pues, el sagrado intérprete debe representar en medio de los dolores mismos a
la que engendra la vanagloria. Dice, en efecto, que "Raquel murió en un penoso parto". (Gen.
XXXV, 16.) Es que, realmente, la concepción y nacimiento de la vacía gloria de los sentidos
es la muerte del alma.

97.20 XVI. ¿Y qué? ¿No han sido comparados muy acertadamente los hijos de José, Efraín y
Manases, con los dos hijos mayores de Jacob, Rubén y Simeón? Dice, en efecto, Jacob: "Los
dos hijos tuyos engendrados en Egipto antes de llegar yo a Egipto son míos; Efraín y Manases
serán para mí como Rubén y Simeón". (Gen. XLVII, 5.) Observemos pues, de qué manera
concuerdan ambas parejas entre sí.
20
El contenido de los parágrafos 97 y 102 poco o nada tiene que ver con lo precedente y con
lo que sigue a partir de 103. A ninguna de las cuatro personas cuyos nombres se sacan a
colación le fue trocado su nombre original por otro. Solamente simbolizan cualidades
opuestas.

98. Rubén, cuyo nombre significa "hijo que ve", es símbolo de la feliz disposición natural,
pues todo el que goza de facilidad de aprehensión y naturales cualidades está dotado de
visión. Efraín, por su parte, es símbolo de la memoria, como hemos dicho en otros lugares.21
Su nombre significa "fructificación", y el mejor fruto del alma es la memoria. Ningún
parentesco es más estrecho que el que media entre la natural buena disposición y la memoria.

99. A su vez, "Simeón" es nombre de aprendizaje y enseñanza, pues significa "audición", y es


propio del que aprende escuchar y atender lo que se le dice; Manases, en cambio, es símbolo
de la reminiscencia, pues su nombre significa "procedente del olvido".

100. Necesariamente ocurre que aquello que sale fuera del olvido se convierte en
reminiscencia, la que es propia del aprender. Muchas veces los conocimientos, que han

117
quedado fuera del alcance del que los ha aprendido, por ser éste incapaz de fijarlos a causa de
su debilidad, surgen de nuevo en su totalidad. El hallarse afectado por esa dispersión llámase
olvido; el nuevo fluir de los conocimientos, reminiscencia.21
21
Ver Interpretación alegórica III, 91 y 92, Sobre la sobriedad 27 y 28, Sobre la migración de
Abraham 205 y 206, y Sobre la unión con los estudios preliminares 40 y 41.

101. Y, a no dudarlo, la memoria corresponde estrechamente a la natural capacidad, en tanto


que la reminiscencia corresponde al estudio. Y la misma relación que media entre Simeón y
Rubén, vale decir, entre el estudio y la natural capacidad, se da también entre Manases y
Efraín, o sea, entre la reminiscencia y la memoria.

102. Y en la medida en que la capacidad natural es superior al aprender, como que lo primero
aseméjase a la vista y lo segundo al oído, y el oído ocupa un plano secundario respecto de la
vista; también lo es desde todo punto de vista el recordar al tener reminiscencia, dado que la
reminiscencia está mezclada con el olvido, mientras que la memoria permanece pura, sin
mezcla desde el principio hasta el fin.

103. XVII. También el suegro del sumo profeta 22 recibió dos nombres: los oráculos llámanlo
unas veces Jetró, otras Raguel. Es Jetró cuando florece en él la vanidad, pues "Jetró" significa
"superfluo" y la vanidad es algo superfluo en una vida sincera, una burla de las cosas
equilibradas y necesarias para la existencia y un culto de lo innecesario y desequilibrado.
22
Moisés.

104. Para Jetró valen más las cosas humanas que las Divinas, los hábitos que las leyes, lo
profano que lo sagrado, lo mortal que lo inmortal y, en general, la apariencia que la realidad.
Así, por propia iniciativa se atrevió a presentarse en calidad de consejero, y a sugerir al sabio
que no enseñase aquello que precisamente es lo único digno de aprenderse, es decir, "las
prescripciones y la ley de Dios";23 sino los convenios concertados entre los hombres, los que,
prácticamente, son origen de vinculaciones carentes de unión verdadera. El grande 24 acata
todo lo que dice, y piensa que es correcto aplicar la gran justicia a los grandes y la pequeña a
los pequeños.25
23
Ex. XVIII, 16 y 17.
24
En los manuscritos se lee ho megas = el grande; pero Filón no aplicaría tan laudatorio
epíteto al vapuleado Jetró, ni puede referirse a Moisés pues éste no se hubiera adherido jamás
al punto de vista o consejo de Jetró. Tal vez deba entenderse "el grande" en un sentido
genérico, equivalente a "los grandes de este mundo".
25
Posiblemente Filón tiene in mente las prescripciones de Deut. I, 17,. y XXIV, 13 a 16 sobre
el evitar, tratándose de la justicia, hacer discriminaciones entre poderosos y humildes.

105. Sin embargo, este presuntuoso cambia a menudo y, abandonando los ganados que en su
ceguera se avino a guiar, busca el Divino rebaño y se transforma en un miembro irreprochable
de él, convertido en admirador de la naturaleza del conductor del rebaño y reverente ante la.
capacidad de que éste hace gala en el cuidado de sus ganados.26 "Raguel", en efecto, significa
"apacentamiento de los ganados de Dios".
26
Ex. II, 18.

106. XVIII. Lo fundamental está dicho, pero el legislador nos. mostrará las pruebas. En
primer lugar, lo presenta como un servidor del juicio y la justicia. En efecto, la palabra
Madián,27 traducida, significa "desde un juicio". El significado de esto es doble.28 Por una
parte, significa exclusión y descarte, tal como suele entenderse en el caso de los competidores

118
en los llamados juegos sagrados. Muchísimos, en efecto, han sido considerados ineptos y
excluidos de antemano por los jueces de los torneos.
27
Jetró-Ragüel era "sacerdote de Madián" (Ex. III, 1).
28
En el texto se le ék kríseos =. desde o procedentes de un juicio, y Filón señala que también
podría leerse ekkríseos = de la separación o exclusión.

107. Los madianitas, iniciados en los impíos ritos de Baal Fogor,29 y ensanchando todos los
orificios del cuerpo para la recepción de las corrientes que se derraman desde fuera ("Baal
Fogor" significa "boca de la piel arriba"30), inundan a la rectora inteligencia y la precipitan en
las profundidades de modo que no pueda salir a flote ni esté en condiciones de elevarse ni
siquiera un poco.
29
Núm. XXV, 3.
30
O tal vez, "boca sobre la piel", cuyo simbolismo seria, según Filón, la fácil receptividad de
todo lo malo procedente de afuera a través de las "bocas" u orificios que comunican el cuerpo
con el exterior.

108. Esto es lo que le ocurría a la inteligencia hasta que un hombre de paz indiscutible 31
sacerdote de Dios, Frineas,32 se presentó por su propia iniciativa como defensor suyo, movido
por su natural odio hacia lo ruin y poseído del celo por lo noble. Este, tomando una lanza,33
vale decir, la penetrante y aguda razón, apta para probar y explorar cada cosa, tomóse inmune
al engaño y munido de una poderosa vitalidad pudo dar por tierra con la pasión, atravesándola
en medio del vientre a fin de que no pudiera ya engendrar ninguna plaga enviada por Dios.34
31
O evidente. El adjetivo tronos = evidente, resulta aquí extraño. Se han propuesto algunas
enmiendas al texto, pero no resultan sino conjeturas poco satisfactorias.
32
Núm. XXV, 12 y 13.
33
Ver Interpretación alegórica III, 242, Sobre la posteridad de Caín 183, y Sobre la ebriedad
73.
34
Núm. XXV, 7 y 8.

109. Es también contra estos madianitas contra los que la raza vidente emprende la mayor de
las guerras, en la cual "no resultó perdido ninguno" de los combatientes,35 sino todos
retornaron salvos y sin heridas, coronados con las guirnaldas de la victoria.
35
Núm. XXXI, 49. Ver Sobre la confusión de las lenguas 56, y Sobre la ebriedad 114.

110. XIX. Este es uno de los tipos humanos indicados por el término Madián. El otro es el
judicial, el de los tribunales, tipo que por matrimonio está emparentado con la estirpe
profética. "El sacerdote" del juicio y la justicia, leemos "tenía siete hijas" (Ex. II, 16), símbolo
de las facultades irracionales, es decir, de la reproducción, del habla y de los cinco sentidos,
"las que apacentaban las ovejas de su padre".

111. A través de estas siete facultades, en efecto, tienen lugar crecimientos e incrementos que
las reiteradas percepciones producen en su padre, la inteligencia, pues "llegando" cada una de
ellas a los objetos que les son propios: la vista a los colores y las formas, el oído a los sonidos,
el olfato a los olores, el gusto a los sabores y los demás a los objetos correspondientes a ellas,
"extraen", por así decir, las cosas sensibles exteriores, "hasta que llenan las cavidades" del
alma, "de las cuales beben las ovejas de su padre", me refiero al purísimo rebaño del
razonamiento, que con ello cobra seguridad y ornato.36
36
Pensamiento explicado más adelante, en el párrafo 246.

112. Pero, entonces "llegan" los compañeros de la envidia y la malicia, pastores del mal

119
rebaño, y las echan de las prácticas conformes con la naturaleza.37 En efecto, ellas llevan los
objetos exteriores hacia adentro, hacia la inteligencia, que es como un juez y un rey, a fin de
llevar a buen término su cometido bajo la mejor de las direcciones; [113.] pero los otros las
atacan persiguiéndolas y forzándolas a hacer lo contrario, vale decir, a tratar de atraer a la
inteligencia hacia afuera y a abandonar las representaciones sensibles a merced de ellos.38 Y
esto durará hasta que "levantándose" el carácter amante de la virtud e inspirado por Dios,
llamado Moisés, de su hasta entonces aparente inoperancia, proteja y "salve a aquéllas" de los
que las oprimen, nutriendo al rebaño con la grata bebida de los pensamientos.
37
Ex. II, 17.
38
El sentido es poco claro. Tal vez deba enmendarse el texto y leerse, con Mangey,
poimainómena = rebaños, en vez. de phainómena = representaciones sensibles; o con Cohn y
Wendland, agógimon toís phainoménois = prisionera (la inteligencia) de las representaciones
sensibles.

114. Y, una vez que las jóvenes se han visto libres del ataque de los enemigos de la
inteligencia, los que no tienen otra aspiración que la de alcanzar lo superfluo, como si la vida
fuera una simple ficción teatral; retoman, pero ya no hacia Jetró sino hacia Ragüel. Es que han
dejado ya detrás toda vinculación con la vanidad y se han entregado a la tutela de la ley,
resueltas a convertirse en parte del sagrado rebaño, del que el Divino lógos es conductor,
como lo atestigua el nombre "Ragüel", que significa "apacentamiento de los ganados de
Dios".

115. XX. Como es Dios el que cuida de Su propio rebaño, grande es el cúmulo de beneficios
que tiene preparados para aquellos por Él apacentados que Le obedecen y no se rebelan. Un
cántico contenido en los salmos lo celebra en estos términos: "Dios es mi pastor y nada me
faltará". (Salmos XXIII [XXII], 1.)

116. Razón hay, pues, para que la inteligencia, que tiene por pastor y rey al Divino lógos,
pregunte a sus siete hijas: "¿Por qué habéis vuelto hoy tan impacientes y presurosas?". (Éx. II,
18.) 'Porque antes ibais al encuentro de los objetos sensibles, y permanecíais fuera largo
tiempo costándoos mucho retomar, atraídas, como estabais, por ellos. Pero ahora no sé lo que
os pasa que os volvéis tan excitadas contra lo que acostumbrabais'.

117. Ellas no podrán menos que contestar que la causa de esta carrera a todo correr y sin
respiro hacia los objetos sensibles y en retorno desde los mismos no han sido ellas sino un
hombre que las ha rescatado de las manos de los pastores del rebaño salvaje. Y llaman egipcio
a Moisés,39 quien no sólo es un hebreo sino de la más pura estirpe entre los hebreos, de la
única consagrada. Es que no les es dado a ellas ir más allá de su propia naturaleza.
39
Éx. II, 19.

118. Siendo, en efecto, los sentidos entes intermedios entre las cosas sensibles y el mundo
inteligible, han de contentarse con poder aspirar a ambos órdenes y con que no sean sólo las
cosas sensibles las que los atraigan. Pero pensar que alguna vez se sentirán atraídas por las
cosas de la inteligencia solamente es gran locura. Tal es la razón por la que dan a Moisés
ambos calificativos. Mediante la palabra "hombre" expresan aquello que sólo la razón
discierne; con "egipcio" representan las cosas sensibles.

119. En oyendo esto el padre preguntará de nuevo: "¿Dónde está (Ex. II, 20) el hombre? ¿En
que parte de las que frecuentáis reside el elemento racional? ¿Por qué lo habéis abandonado
(Ex. II, 20) tan fácilmente? ¿Por qué, en cambio, habiéndoos encontrado una vez con él, no os

120
habéis quedado con posesión tan hermosa y tan provechosa para vosotras?

120. Pero, si no lo hicisteis antes, al menos ahora llamadlo para que coma (Ex. II, 20) y os
nutra en vuestros progresos en el bien y el logro de una mayor relación con él. Porque tal vez
llegue a habitar entre nosotros y se case con la alada, inspirada y profética naturaleza llamada
Sófora".40
40
Ex. II, 21.

121. XXI. Sobre el cambio de Jetró en Ragüel basta con lo dicho. Pero Moisés también
cambia el nombre de Osea en Josué, con lo que transforma el particular proceso hacia un
estado en el estado mismo. "Osea", en efecto, significa "éste tal es salvado": "José", en
cambio, significa "salvación del Señor", nombre para el mejor de los estados.

122. Los estados, en efecto, son superiores a sus particulares gestores, como es superior la
música al músico, la medicina al médico y cada arte o profesión al artista o profesional, tanto
en perduración, como en capacidad, como en la incuestionable superioridad en los asuntos
que abarcan. El estado es perdurable, activo, perfecto; el individuo, mortal, afectable,
imperfecto. Y superior es lo imperecedero que lo mortal, la causa eficiente que el objeto de
sus operaciones; lo perfecto que lo imperfecto.

123. Así también la moneda de dicho hombre fue reacuñada 41 adquiriendo mejor forma.
41
Expresión para manifestar que el carácter de Osea se transformó hasta adquirir una superior
condición.

123. En cambio, en Caleb es una trasformación total de él mismo lo que tiene lugar. Leemos,
en efecto, que "otro espíritu había en él", lo que equivale a decir que la parte rectora de su ser
habíase trocado en suprema perfección. "Caleb", efectivamente, significa "todo corazón".

124. Esto es una manera simbólica de dar a entender que el suyo no fue el cambio parcial,42
propio de un alma cuyo estado es aún indeciso y oscilante, sino el de una que por entero en
todas sus partes ha experimentado una transformación hacia lo digno de aprobación; y, que si
algo hubiera habido no enteramente laudable, lo ha desterrado con pensamientos de
arrepentimiento. De ese modo, en efecto, habiéndose lavado de cuanto la manchaba y
haciendo uso de las lustraciones y purificaciones que procura el saber, no podía sino alcanzar
radiante limpieza.
42
Es decir, como en el caso de los otros personajes bíblicos anteriormente citados a propósito
de los cambios de sus nombres, todos los cuales simbolizan cambios parciales solamente de
su modo de ser.

125. XXII. Un caso de persona con muchos nombres es el del sumo profeta. En efecto,
cuando interpreta y enseña los oráculos que le han sido inspirados es llamado Moisés; cuando
suplica y bendice al pueblo, "hombre de Dios";43 cuando Egipto purga sus impías actitudes, es
dios 44 del faraón que reina sobre ese país. ¿Por qué?
43
Deut. XXXIII, 1.
44
Ex. VII, 1.

126. Porque el transcribir las leyes para provecho de aquellos a los que se aplicarán es
cometido propio de alguien que palpa y toca con sus manos siempre las cosas Divinas, de
quien es llamado desde lo alto45 por el Legislador que se expresa en oráculos,46 de quien ha
recibido de dicho Legislador un gran don, la interpretación y profecía de las sagradas leyes.

121
"Moisés", en efecto, traducido significa "recepción"; pero también "palpamiento", por las
razones apuntadas.47
45
Ex. XXIV, 1.
46
Es decir, por Dios.
47
Las razones son, evidentemente, las expuestas al comienzo del parágrafo, pero no se
advierte por qué el nombre "Moisés" incluye el sentido de "palpamiento".

127. En cuanto al suplicar y bendecir, no son cosas de cualquier hombre, por cierto, sino de
un hombre que no tiene puestos los ojos en el parentesco con la creación, habiéndose, en
cambio, asignado a sí mismo como porción perteneciente al Soberano y Padre de todas las
cosas.48
48
Es decir, las cosas propias de un "hombre de Dios".

128. Contentos hemos de estar, en efecto, con que se nos permita hacer uso del buen
discernimiento; que en cuanto a procurar el bien también para provecho de otros, esto sólo
puede prometerlo un alma superior, más perfecta y verdaderamente inspirada por Dios; alma
cuyo dueño con razón llevará el nombre de "hombre de Dios". En tercer lugar, esta misma
persona es un "dios" por cuanto se trata de un sabio y, por ende, soberano de todo insensato
aunque dicho insensato se apoyare en los reales cetros, haciendo pública su jactancia. Y es
"dios" muy especialmente por esto.

129. Quiere, en efecto, el Soberano de todas las cosas que algunos, aunque por su intolerable
iniquidad hayan de recibir su castigo, tengan mediadores que supliquen por ellos, los cuales,
imitando a la potencia propicia del Padre echarán mano a los castigos con razonable mesura y
humanidad. Y el beneficiar es algo propio de un dios.

130. XXIII. Habiendo tratado suficientemente lo concerniente al cambio y la sustitución de


los nombres, pasaremos a los siguientes asuntos de nuestra argumentación. Sigue ahora la
promesa del nacimiento de Isaac. En efecto, después de llamar a la madre de éste Sarra en vez
de Sara, dice Dios a Abraham: "Te daré de ella un hijo". (Gen. XVII, 16.) Preciso es que exa-
minemos cada parte de esto separadamente.

131. El que, en el correcto sentido del término, da, sea lo que fuere, da necesariamente algo
que le pertenece. Si esto no es falso, Isaac resulta ser, no el hombre así llamado, sino el ser
cuyo nombre es el de la mejor de las impresiones gratas, la alegría, de la que brota de lo
íntimo; un hijo de Dios, quien lo da para dulzura y regocijo de las almas profundamente
pacíficas.

132. Porque no cabe pensar que uno sea el esposo y otro el que le engendre hijos bastardos
frutos del adulterio. Y así. Moisés registra precisamente a Dios como esposo de la inteligencia
amante de la virtud, cuando dice: "Viendo Dios que Lía era detestada, abrió su matriz". (Gen.
XXIX, 31.)

133. En efecto, por piedad y compasión hacia la virtud detestada por la raza mortal, y hacia el
alma amante de la virtud, torna estéril a la favorita, en tanto que honra a la naturaleza amante
de lo noble abriendo la fuente de una hermosa descendencia al agraciarla con un feliz
alumbramiento.

134. Tamar es otro ejemplo. Quedó preñada por las Divinas simientes, aunque sin haber visto
al Sembrador. Se nos dice, en efecto, que entonces "ocultó su rostro" (Gen. XXXVIII, 15); tal

122
como Moisés cuando se volvió pues temió ver a Dios.49 Pero, habiendo Tamar examinado con
cuidado los símbolos y testimonios y juzgado en su fuero íntimo que aquello no provenía de
un mortal, exclamó en alta voz: "Estoy encinta por obra de Aquel a quien esto pertenece".
(Gen. XXXVIII, 25.)
49 Ex. III, 6.

135. ¿De quién es el anillo, es decir, la prenda de buena fe, el universal sello, la forma
arquetipo, por la cual todas las cosas informes y sin cualidades fueron estampadas y
modeladas? ¿De quién, el cordón, vale decir, el orden universal, la cadena del destino, la
correspondencia y secuencia de todas las cosas con su ininterrumpido encadenamiento? ¿De
quién, el bastón, o sea, lo firmemente plantado, . lo inconmovible, lo inmóvil, la admonición,
la corrección, la disciplina, el cetro, la realeza?

136. ¿De quién? ¿No son cosas de Dios solamente? Por eso el carácter que expresa su
gratitud, representado por Judá, complacido por la Divina inspiración de que está ella poseída,
habla con franqueza en estos términos: "Está justificada puesto que no la he dado a ningún
mortal" (Gen. XXXVIII, 26); pues entiende que es acción impía manchar las cosas Divinas
con las profanas.

137. XXIV. También la prudencia, que, como una madre, ha dado a luz a la naturaleza
autodidacta, revela que ha sido Dios quien ha engendrado a ésta. En efecto, una vez parido,
ella se jacta diciendo: "El Señor ha producido la risa para mí" (Gen. XXI, 6); que es como si
dijera: 'El Señor ha modelado, ha producido, ha creado a Isaac; pues Isaac y la risa son una
misma cosa'.

138. Pero no a todos es dado escuchar esta afirmación; a tal punto fluye por nuestro ser el mal
de la superstición y anega nuestras afeminadas y degeneradas almas. Por eso ella agrega:
"Aquel que me oyere se regocijará conmigo" (Gen. XXI, 6), como dando a entender que son
pocos aquellos cuyos oídos están abiertos y preparados para recibir estas sagradas palabras,
que nos enseñan que el sembrar y engendrar el bien es obra exclusiva de Dios. Todos los
demás, fuera de éstos, son sordos para tales cosas.

139. Conozco, también, cierto oráculo revelado por una profética voz con encendidas palabras
como estas: "Procedente de Mí será hallado tu fruto. ¿Quién es sabio como para entender
esto? ¿Quién es inteligente como para conocerlo?" (Oseas XIV, 9 y 10.) En estas palabras
reconocí oculta la voz de quien pulsaba el instrumento de la humana expresión invisiblemente
y, al mismo tiempo, admiré pasmado el pensamiento que encierran.

140. En efecto, todo lo que hay de bueno en las cosas existentes, o más bien, el cielo y el
mundo todo son, si hemos de hablar con propiedad, fruto de Dios, fruto sostenido, como por
un árbol, por la Naturaleza eterna y siempre lozana. Y saber y reconocer esto es propio de los
hombres inteligentes y sabios, no de los insignificantes.

141. XXV. Queda, pues, aclarado el significado de la expresión "te daré"; aclaremos ahora las
palabras "de ella". Algunos han admitido que se trata de un engendramiento "fuera de ella",50
pues piensan que a juicio de la recta razón no hay actitud superior a la de manifestar el alma
que nada bueno le pertenece como cosa propia y que todo le ha venido de afuera gracias a la
gran benevolencia de Dios, que hace descender una lluvia de gracias.
50
La expresión griega ex autés puede significar "procedente de ella" o "fuera de ella".

123
142. Otros suponen que quieren decir "inmediatamente", "rápidamente", pues decir "ex autés"
es como decir "al instante", "enseguida", "sin dilación", y esta es la manera como
normalmente tienen lugar las Divinas mercedes, más rápidas incluso que los instantes del
tiempo. Una tercera opinión es la de aquellos que dicen que la virtud es la madre de todo bien
que llega a existir y que recibe las simientes del Ser que nada tiene de mortal.

143. Otros, a su vez, preguntan si una mujer estéril puede engendrar, pues los oráculos, que
antes la presentaron como estéril, ahora admiten que Sara será madre. A éstos es preciso
decirles que la mujer estéril no está naturalmente capacitada para engendrar, como no lo está
un ciego para ver ni un sordo para oír; pero que un alma que se ha tomado estéril para lo ruin
e infecunda para los excesos de las pasiones y los vicios, es prácticamente la única capaz de
felices alumbramientos, y engendra hijos dignos de ser amados, o lo que es lo mismo,
engendra el número siete, conforme con el cántico que entona Ana, es decir, la gracia, cuando
dice: "La estéril engendró siete; la abundante en hijos ha languidecido" (I Samuel II, 5.)

144. Llama "abundante" a la inteligencia que lleva amontonados y mezclados confusos


pensamientos, y, a causa de la multitud de turbas y tumultos que la circundan, engendra
irremediables males; en tanto que califica de "estéril" a la que rehúsa aceptar ninguna
simiente mortal como fructífera y, por el contrario, hace abortar y perecer todas las relaciones
e intimidades de los malvados, cobijando, en cambio, al "siete" y la suprema paz que él
procura. Porque de esta paz quiere ella quedar preñada y llegar a ser madre.

145. XXVI. Tal es otro de los sentidos "de ella". Examinemos ahora la tercera parte de la
expresión, es decir, "hijo". En primer lugar, bien podemos asombramos de que no diga que ha
de darle muchos hijos, sino que sólo uno le será concedido. ¿Por qué? Porque lo excelente no
puede ser tasado en cantidad sino en valor.

146. En efecto, tomando ejemplos al azar, muchísimas, las cosas justas, prudentes, valientes,
moderadas; pero la música, la gramática y la geometría en sí; la justicia, la prudencia, la
valentía y la moderación mismas no son cada una más que una sola cosa, la más elevada, no
otra que la forma arquetípica, de la cual se ha partido para la formación de aquellas múltiples,
incontables cosas. Lo dicho basta acerca de la afirmación de que será uno solo el dado.

147. En cuanto al término "hijo", su empleo en este caso revela cuidado y previo examen, y
tiende a dejar sentado que el niño no es ajeno ni supuesto, ni tampoco adoptado ni bastardo,
sino legítimo y libre de nacimiento verdaderamente, engendrado por un alma de libre cuna. El
término "hijo",51 en efecto, que deriva de "parir", se emplea para destacar el vínculo que por
naturaleza liga los hijos a los padres.
51
En griego téknon = engendrado, vástago, de la raíz ték/tok-, sobre la que se forma tókon =
acción de engendrar, alumbramiento. Lo que Filón desea señalar es que dicho término alude
más directamente a la filiación que otros sinónimos como hyiós = hijo, o páis = niño, hijo,
porque encierra la idea de engendrar.

148. XXVII. Y continúa: "La bendeciré y ella derivará 52 en naciones". (Gen. XVII, 16.) Con
ello pone de manifiesto que no solo la virtud genérica se divide "en naciones", vale decir, en
las especies próximas y en las subordinadas; sino que también eso ocurre con las acciones, las
que constituyen en cierta manera naciones, como los seres vivientes; y que para estas
naciones" es de gran provecho que se les agregue la virtud.
52
Literalmente: "Ella será (o estará) para naciones". El sentido es: "De ella procederán
naciones, o ella será origen de naciones". Filón, según se advierte en lo que sigue, entiende

124
que el sentido es de "división en"; y más abajo, de "extensión hacia".

149. Porque, todo lo carente y despojado de prudencia es dañoso, tal como por fuerza es
tenebroso todo aquello que el sol no ilumina. Por la virtud, en efecto, cuida con mayor
atención el labrador sus plantas; por la virtud el auriga guía su carro irreprochablemente en las
carreras; por la virtud el piloto maneja. el timón conduciendo el bajel durante la travesía. La
virtud procura mejores condiciones a los hogares, las ciudades y los. países, produciendo
hombres aptos para administrar los hogares, de ejercer las públicas funciones y de guardar las
normas de convivencia.

150. Asimismo, la virtud establece las mejores. leyes y echa por todas partes las simientes de
la paz. Prueba de ello es que donde prevalece la condición contraria a la virtud lo normal es
que resulten situaciones contrarias a aquéllas, a. saber: la guerra, la ilegalidad, el mal
gobierno, las confusiones, las desgracias en el mar, las revoluciones, y en el campo de las
ciencias la más penosa de las enfermedades, la inescrupulosidad,. la que ha hecho que se las
llame artificios más bien que artes. Necesariamente, pues, la virtud se extenderá a naciones, es
decir, a grandes y compactos conjuntos de seres vivientes y acciones, para beneficio de los
que la reciben.

151. XXVIII. Leemos a continuación que "también de ella procederán reyes de naciones".
(Gen. XVII, 17.) Y es cierto» pues todos los concebidos y engendrados por ella son soberanos
elegidos, no por sorteo, procedimiento incierto, o por votación de hombres, venales los más;
ni para breve tiempo; sino establecidos por la Naturaleza y para siempre.

152. Y esto no es. invención mía sino aserto de los sacratísimos oráculos en los que son
presentados ciertos hombres diciendo a Abraham: "Tú entre nosotros eres rey procedente de
Dios". (Gen. XXIII, 6.) Al decirlo no tenían en cuenta sus recursos materiales; porque,. ,-
cuáles eran éstos en un hombre emigrante, que ninguna ciudad habitaba, errante a través de
una tierra dilatada, desierta e intransitable? Lo que advertían en él era la soberana condición
de su inteligencia. De este modo, Moisés reconoce que sólo el sabio es un rey.53
53
Ver Sobre la sobriedad 57, Sobre la migración de Abraham 197, y Sobre los sueños II, 244.

153. Es que, realmente, el hombre sensato es soberano de los insensatos, pues sabe qué es lo
que debe hacerse y qué no; y el hombre moderado es rey de los libertinos pues ha estudiado
con cuidado qué es lo que ha de escogerse y que es lo que ha de rehuirse; y el valiente lo es de
los cobardes, ya que ha aprendido claramente lo que se ha de soportar y lo que no; y el justo,
de los injustos en razón de que se atiene con criterio imparcial a la equidad en los repartos; y
el piadoso, de los impíos ya que en él prevalecen las más excelsas concepciones acerca de
Dios.

154. XXIX. Lógico hubiera sido que promesas tales hubieran envanecido a la inteligencia
impulsándola a remontarse hacia las alturas. Sin embargo, Abraham, para reproche de
nosotros, que nos pavoneamos por las más pequeñas cosas, cae en tierra y al punto se echa a
reír 54 con la risa del alma, con el rostro sombrío pero la inteligencia sonriente, impregnado de
una alegría inmensa y pura.
54
Gen. XVII, 17.

155. Ambas cosas, el reír y el caer, le suceden simultáneamente al sabio que ha recibido en
herencia bienes que sobrepasan sus esperanzas. El caer, para que, conociendo la
insignificancia de lo mortal, evite envanecerse; el reír, para que, considerando que Dios es la

125
única causa de las gracias y bienes, adquiera una firme piedad.

156. Caiga la creatura con la faz sombría; cosa natural, pues, al fin y al cabo, es inestable y
triste de por sí; pero, sea levantada por Dios y ría, pues sólo Él es su sostén y su alegría.

157. Con razón podría alguno preguntarse cómo es posible admitir que alguien ría siendo así
que aún la risa no había llegado a existir entre nosotros. Porque Isaac es la risa y, según
vemos ahora aún no había nacido; y así como no sería posible ver sin los ojos, oír sin los
oídos, oler sin la nariz, emplear las otras sensaciones sin sus correspondientes órganos,
aprehender sin la capacidad de aprehensión, tampoco lo sería el reír si aún no ha sido hecha la
risa.

158. ¿Qué cabe, pues, decir? Pues, que muchos son los indicios que nos procura a través de
determinados símbolos la naturaleza de las cosas cuya existencia se avecina. ¿No ves, acaso,
cómo el pichón, antes de flotar por el aire, intenta batir y agitar sus alas, preanunciando su
futura capacidad de volar, que aún es sólo una esperanza?

159. ¿Y el cordero o el cabrito o el buey joven todavía? ¿No has visto que aunque aún no les
han salido los cuernos, si alguno los provoca, ellos lo enfrentan y tratan de rechazarlo con
aquellas partes de las que surgen los medios de defensa que la naturaleza les procura?

160. Y en los combates entre animales los toros no intentan hacer oposición de inmediato,
sino separan bien sus patas, extienden su cuello en la medida adecuada, lo vuelven hacia uno
y otro lado y miran con verdadera mirada de toros, y sólo entonces se lanzan al ataque
resueltos a llegar hasta el fin. Los que se ocupan de la asignación de nombres llaman
"órousis" (salto vigoroso) a este hecho, especie de impulso que precede a otro impulso.

161. XXX. Pues bien, algo parecido acontece frecuentemente al alma. Cuando un bien es
esperado, se alegra ella anticipadamente, como sí, en cierto modo, el alegrarse precediera a la
alegría, y el sentirse dichoso a la dicha. Podríase comparar esto también con lo que sucede
entre los vegetales; pues también éstos, cuando están por producir frutos, se anticipan echando
brotes, flores y hojas.

162. Observa la cultivada viña, qué milagrosa obra de la naturaleza es con sus ramas,
zarcillos, chupones, pétalos, pámpanos, los "que parecen como si rompieran a hablar y nos
revelaran la alegría por el futuro fruto de la planta. También el día ríe hacia la primera
alborada anticipándose a la inminente salida del sol. Es que la claridad anuncia a la claridad y
la luz más apagada a la luz más brillante.

163. Así también la alegría acompaña al bien ya alcanzado, y la esperanza al que aguardamos.
Mientras con el bien logrado nos regocijamos, el bien por llegar despierta nuestra esperanza.
Y otro tanto sucede con los opuestos a ellos. La presencia del mal engendra dolor; su espera,
temor. El miedo, en consecuencia, no es sino un dolor anterior a otro dolor, del mismo modo
que la esperanza es una alegría que precede a otra alegría.

164. También los sentidos encierran claras muestras de lo dicho. El olfato, en efecto, precede
al gusto, y juzga con anticipación casi todo lo destinado a alimento o bebida. Por eso algunos,
en atención a este hecho evidente, lo han llamado, y no sin acierto, "pregustante". Y también
está en la naturaleza de la esperanza el gustar anticipadamente el bien inminente, cualquiera
fuere, y recomendarlo al alma que habrá de adquirirlo definitivamente.

126
165. Otro caso es el de quien padece hambre y sed durante un viaje y de pronto ve fuentes o
árboles. de todas clases cargados de apacibles frutos. Todavía no ha comido ni bebido, ni
extraído agua siquiera, ni cortado los frutos, y ya se ha hartado por anticipado con la
esperanza de saborearlos. Y si, tratándose de los alimentos del cuerpo, entendemos que cabe
darse un festín antes de consumirlos de hecho, ¿consideraremos que los alimentos de la
inteligencia no son capaces de anticiparnos también una alegría cuando el festín
está próximo?

166. XXXI. Es, por lo tanto, natural que Abraham riera aunque todavía la risa, evidentemente,
no había sido engendrada. en la raza mortal. Y no sólo él ríe; también lo hace su mujer.
Leemos, en efecto, otra vez: "Rióse Sara diciendo para sus adentros: 'Hasta ahora no me ha
sucedido todavía (Gen. XVIII, 12)' este bien espontáneo, sin esfuerzo. Con todo, el Que me ha
hecho la promesa es mi Señor y anterior a toda la creación y preciso es tenerle fe'."

167. A la vez nos enseña Moisés también esta lección: la virtud es por naturaleza motivo de
regocijo y quien la posee siempre está alegre; el vicio, por el contrario, es causa de pena y el
que lo tiene es sumamente' desdichado. Después de este aserto, ¿cabe que admiremos a los
filósofos que declaran que la virtud consiste en un sentimiento placentero?

168. Porque, he aquí que nos encontramos con que Moisés ha sido el primero en proclamar
esta sabia doctrina, al presentarnos al hombre de bien como alegre y risueño. Además, en otro
pasaje no sólo a éste lo describe como tal sino también a sus acompañantes. "Al verte", dice,
"se regocijará por ello". (Ex. IV, 14.) Con estas palabras da a entender que el mero hecho de
ver a un hombre de bien es suficiente para colmar a la inteligencia de felicidad, desterrando de
ella el más penoso de los males del alma, que es el dolor.

169. En cambio, a ningún malvado le es concedido el alegrarse, como por voz de los profetas
se proclama: "Alegrarse no es dado a los impíos, ha dicho Dios . Isaías XLVIII, 22.) Palabras
y oráculo en verdad Divinos es el decir que la vida de todo perverso está llena de sombras, de
duelo y de miseria, aun cuando trate de aparecer sonriente.

170. Por que, yo no diría que los egipcios se alegraron realmente cuando oyeron que los
hermanos de José se aproximaban; sino, más bien, que simularon hipócritamente para parecer
alegres; porque a ninguno de los insensatos le resulta grata la confrontación con la refutación,
del mismo modo que no lo es la presencia del médico para el enfermo por incontinencia. El
esfuerzo, en efecto, es compañero de las personas útiles, la facilidad lo es de los dañosos; y,
como éstos prefieren la facilidad al esfuerzo, no pueden menos que sentir repugnancia por
aquellos que les persuaden para su bien.

171. Cuando oyeres, pues, que "se alegraron el faraón y su servidumbre" (Gen. XLV, 16) ante
la llegada de los hermanos de José, no pienses que es una alegría verdadera, salvo que
previeran quizá apartar a la inteligencia de los bienes del alma, con los que se había criado, y
conducirla hacia las innumerables concupiscencias del cuerpo, para que adulterara la antigua
y ancestral moneda de su connatural virtud.

172. XXXII. Esperanzado en tales designios, la inteligencia amante del placer no se conforma
con apresar mediante los seductores lazos de las concupiscencias a los más jóvenes y recién
familiarizados con los ejercicios de la prudencia, sino se considera capaz de someter también
al discernimiento de más edad, en el cual el frenesí de las pasiones ha desaparecido.

127
173. Y así, dice una vez más con aviesas intenciones, bajo un simulado propósito de
beneficios: "Tomad a vuestro padre y vuestros efectos y venid hacia mí" (Gen. XLV, 18),
'hacia Egipto, hacia este rey del terror, que, cuando vuestros paternos y vuestros
verdaderamente reales bienes, impulsados por la libertad que les es connatural, habían dejado
ya atrás al cuerpo, los hizo retroceder y los redujo por la violencia a una esclavitud harto
amarga; y nombró guardián de la prisión, según nos dice el oráculo, a Putifar,55 el eunuco y
jefe de cocina; eunuco, porque escasas eran las cosas nobles de que disponía, habiéndole sido
mutilados los órganos fecundantes de su alma, por lo que era incapaz ya de sembrar y
engendrar cosa alguna de las que miran a la disciplina; y cocinero, porque, a manera de
cocinero, mataba a los seres vivientes y los cortaba y dividía sus partes y sus miembros; iba y
venía más que entre cuerpos, en medio de acciones cadáveras y sin alma; y con bien
elaborados condimentos despertaba y excitaba los apetitos de las infructuosas pasiones,
apetitos que debiera más bien apaciguar y calmar".
55
Gen. XXXIX, 1.

174. Dice además este amante del placer: "Os daré de todos los bienes de Egipto, y comeréis
la médula del país". (Gen. XLV, 18.) Pero nosotros le diremos: "Habiendo visto los bienes del
alma, no aceptamos el bien del cuerpo. Porque intensamente ha arraigado en nosotros un
profundísimo amor por aquellos, al punto de hacernos olvidar todo cuanto es apetecido por la
carne".

175. XXXIII. Tal es la falsamente llamada alegría de los insensatos. La verdad en esto es,
como quedó más arriba sentado, que la alegría solo se adapta a los hombres de bien. Así pues,
"Abraham cayó y rió". (Gen. XVII, 17.) Cayó, no desde Dios, sino desde sí mismo. En su
dependencia del Inconmovible se mantuvo en pie; su caída fue desde su propia presunción.

176. Y así, cuando el espíritu pagado de sí mismo hubo sido arrojado en tierra, y el espíritu
del amor a Dios hubo sido elevado y firmemente asentado en torno del Único indoblegable,
rióse al punto "y dijo en su inteligencia: '¿Le sucederá esto a un hombre de cien años, y Sara,
con sus noventa años, dará a luz?'" (Gen. XVII, 17.)

177. No pienses, empero, amigo mío, que lo de agregar a ' decir", no con la boca, sino "en su
inteligencia" es un agregado ocioso; al contrario, está hecho con muy premeditada intención.
¿Por qué? Porque, al decir: "¿Sucederá esto a un hombre de cien años?", parece formular sus
dudas respecto del nacimiento de Isaac, en el que antes se nos decía que confiaba, como poco
antes lo reveló un oráculo que dice así: "No será éste quien te heredará, sino uno que saldrá de
ti"; para agregar a renglón seguido: "Abraham creyó en Dios y esto le fue contado por jus-
ticia". (Gen. XV, 4 y 6.)

178. Luego, como la duda no condecía con la pasada confianza, Moisés ha presentado esa
duda como de no mucha duración, ni extendida hasta la lengua y la boca, sino relegada a la
parte de más acelerado movimiento de su ser, la inteligencia. Así, leemos que "dijo en su
inteligencia", a la que ninguna de las creaturas ponderadas por su celeridad podría igualar en
rapidez, pues aun a todas las naturalezas aladas deja atrás.

179. Lo cual tuvo presente, se me ocurre, el más ilustre de los poetas griegos cuando dijo:
"Como un ala o un pensamiento","56 poniendo de manifiesto la celeridad de la penetración de
éste, lo que hace más patente aún al poner el pensamiento después del ala. La inteligencia, en
efecto, muévese al mismo tiempo hacia muchas cosas materiales e inmateriales con

128
indescriptible impulso e instantáneamente se adelanta hasta los extremos de la tierra y el mar
reuniendo y separando distancias de infinita magnitud. Al mismo tiempo salta tanto desde la
tierra, que, atravesando el aire, se eleva hasta el éter y apenas se detiene en las proximidades
de la más remota esfera de las estrellas fijas.
56
Odisea VII, 36.

180. La intensidad del calor de aquella ígnea naturaleza no le permite permanecer. Por eso,
después de haber dejado atrás muchas cosas, atraviesa el límite de este mundo sensible en
dirección al mundo constituido por las formas ejemplares, que le es afín. Así, pues, en el caso
del virtuoso Abraham el desliz fue breve, instantáneo, indivisible, no sensible sino mental
solamente, y en cierto modo intemporal.

181. XXXIV. Pero, no faltará tal vez quien diga: "¿Cómo es. que, habiendo antes tenido fe,
admite un asomo, una sombra, un soplo de incredulidad cualquiera fuere? "Este tal pretende,
me parece a mí, nada menos que hacer de lo creado algo increado, de lo mortal algo inmortal,
de lo corruptible algo incorruptible, y del hombre, si es lícito hablar así, un dios.

182. Porque la fe, que puede poseer el hombre, según él, debe ser tan firme que en nada
difiera de la que corresponde al Que Es, es decir, una fe firme y completa en todos los
aspectos. Así, dice Moisés en el Cántico Mayor:57 "Dios es fiel y no hay injusticia alguna en
Él". (Deut. XXXII, 4.)
57
Nombre con que Moisés distingue el cántico de Deut. XXXII del Éx. XV.

183. Pero grande ignorancia es suponer que pueda el alma del hombre contener las
inconmovibles y firmísimas excelencias de Dios. Debemos darnos por satisfechos, en efecto,
con poder adquirir copias de ellas, muy inferiores a los modelos en número y magnitud.

184. Y con razón seguramente, pues por fuerza las virtudes de Dios son sin mezcla ya que
Dios no es compuesto sino simple por naturaleza; en tanto que las de los hombres están
mezcladas, dado que también nosotros somos mezclas, habiendo sido reunidos en nuestro ser
lo Divino y lo mortal con la armonía propia de las proporciones de la música perfecta; y lo
compuesto de mas de un ingrediente está sujeto a opuestas fuerzas que lo arrastran hacia cada
uno de ellos.

185. Feliz aquel al que le ha sido dado inclinarse hacia la mejor y más Divina parte durante la
mayor parte de su vida. Porque que ello ocurra durante la totalidad de su existencia es cosa
imposible, ya que a veces la opuesta carga de lo mortal hace contrapeso y, puesta al acecho,
aguarda las circunstancias difíciles para la razón, a fin de acometerla con todas sus fuerzas.

186. XXXV. En consecuencia, "Abraham ha creído en Dios", pero solo como un hombre
puede hacerlo; en lo que podrás reconocer esa condición propia de la raza mortal que es la
claudicación y aprender que ella no tiene otro origen sino su misma naturaleza. Pero hemos de
dar gracias si esa claudicación es breve y momentánea; que otros muchos han sido inundados
por el impetuoso torrente y han perdido la vida sin remedio.

187. Porque, amigo mío, la virtud, como lo establece el santísimo Moisés, no anda con pies
muy firmes en un cuerpo mortal, sino casi como si padeciera un entumecimiento y cojeara
algo. Leemos, en efecto, que "El ancho del muslo se le entumeció y cojeaba sobre él". (Gen.
XXXII, 25 y 31.)

129
188. Pero quizá alguno de los más osados se presente y diga que la manifestación de Abraham
no es signo de desconfianza sino de súplica en el sentido de que, pues la mejor de las buenas
experiencias, la alegría, habría de nacer, su nacimiento tuviera lugar, no bajo el signo de otros
números, sino del noventa y del cien, a fin de que este bien perfecto alcanzara la existencia
bajo números perfectos.

189. Los números citados son perfectos, sobre todo de acuerdo con las sagradas escrituras.
Considerémoslos por separado. Comencemos por Sem, el hijo del justo Noé. El progenitor de
la raza vidente, según leemos, "Tenía cien años cuando engendró a Arfaxad" (Gen. XI, 10),
cuyo nombre significa "desbarató la aflicción". A no dudarlo, cosa excelente es que el vástago
del alma turbe, confunda y destroce a la afligente y rebosante de males injusticia.

190. Por su parte, Abraham "plantó un campo" 58 (Gen. XXI, 33), empleando el número cien
para determinar las dimensiones de la tierra. Y a su vez, Isaac "Halla centuplicada la cebada".
(Gen. XXVI, 12.) Y Moisés edifica el recinto del tabernáculo calculando una distancia de cien
pies de este a oeste.59
58
El término griego ároura = tierra o campo labrado o cultivado, designaba también una
porción de terreno de 100 codos de lado.
59
Ex. XXVII, 9.

191. La proporción de cien se encuentra, asimismo, en la primicia de la primicia que los


levitas ofrecen a los consagrados,60 pues ellos reciben para sí estas circunstancias como
propiedades de ellos, les está prescripto dar a los sacerdotes lo que podríamos llamar la
sagrada décima de las décimas.
60
Núm. XVIII, 28.

192. Muchos otros ejemplos en alabanza del mencionado número podríamos hallar si los
buscásemos en las leyes, pero por ahora bastan los casos citados. Mas, si separáramos del cien
una décima parte, como la sagrada ofrenda de primicias a Dios, el que hace nacer, crecer y
alcanzar su plenitud a los frutos del alma, hallaremos otro número perfecto, el noventa. ¿Y
cómo no habría de serlo, constituyendo, como constituye, el límite entre el primero y el
décimo diez; y si sirve para separar unas santidades de otras tal como el velo en medio del
tabernáculo,61 mediante el cual se distinguen las cosas de un mismo género de acuerdo con las
divisiones en las respectivas especies.
61
Ex. XXVI, 33.

193. XXXVI. Así pues, el hombre de bien dice "con su inteligencia" 62 cosas verdaderamente
virtuosas; el ruin, en cambio, a veces manifiesta con elevados pensamientos cosas nobles,
pero practica con ruindad cosas sumamente viles, tal como hace Siquem, el hijo de la
ignorancia. Su padre, en efecto, es Emor, cuyo nombre significa "asno", en tanto que
"Siquem" quiere decir "hombro", siendo el hombro un símbolo del trabajo. Pero el trabajo que
ha sido engendrado por la ignorancia es mísero y lleno de aflicción, del mismo modo que el
trabajo emparentado con la sagacidad es provechoso.
62
De lo que sigue se desprende que Filón, en una segunda interpretación de la expresión "en
su inteligencia", entiende ahora que ella equivale a "con sinceridad".

194. Así, los oráculos dicen que Siquem "habló según la inteligencia de la virgen" (Gen.
XXXIV, 3), después de haberla deshonrado previamente. ¿No está con todo propósito dicho
lo que "habló según la inteligencia de la virgen", como para demostrar que lo que hacía no
estaba de acuerdo con lo que decía? Porque Dina es la incorruptible justicia, la justicia

130
compañera de Dios, la siempre virgen, como que el nombre "Dina" significa "juicio" o
"justicia".

195. Y los insensatos que intentan corromperla mediante sus tramas y prácticas repetidas día
tras día, recurren a las palabras capciosas en su afán de escapar de la refutación. Deberían
éstos o proceder conforme con lo que afirman; o, por lo menos, si delinquen callar; que, como
dicen, el silencio reduce el mal a la mitad. Así, también Moisés al reprender al que considera
a la creación como digna de los primeros honores y el imperecedero Dios sólo de los
segundos, dice: "Has delinquido; cállate". (Gen. IV, 7.)63
63
Ver Sobre la sobriedad 50, donde Filón interpreta el verbo hesykházein en el sentido de
quedarse o permanecer quieto, mientras que la interpretación que le da en el caso presente es
de callar.

196. Es que el ponderar y celebrar jactanciosamente las maldades es doble falta. Pero esto es,
prácticamente, lo que ocurre con la mayoría de los hombres. Permanentemente están
pronunciando palabras de amistad y justicia para la virgen virtud, pero no dejan pasar ocasión
propicia alguna sin ultrajarla y vejarla, si de ellos depende. ¿Qué ciudad no está llena de
aquellos que con himnos celebran a la siempre virgen virtud?

197. Los tales fatigan los oídos de cuantos hallan al paso con exposiciones como estas: "La
prudencia es necesaria; la imprudencia, dañosa; se ha de procurar la templanza y combatir la
destemplanza; la valentía es digna de perduración; la cobardía debe rehuirse; la justicia es
provechosa; la injusticia, perjudicial; la santidad eleva, la falta de santidad denigra; la piedad
es digna de elogio, la impiedad es censurable; nada es más apropiado a la humana naturaleza
que el querer, obrar y hablar bien; y nada más ajeno a ella que el proceder mal en cada uno de
estos aspectos de la vida".

198. Sosteniendo estas y otras cosas semejantes pasean el engaño por los tribunales, los
teatros y todas las asambleas y cofradías humanas, como aquellos que cubren con hermosas
máscaras el aspecto harto vergonzoso de sus rostros previniéndose para que las miradas ajenas
no los hagan sonrojar.

199. Pero es en vano. Porque llegarán algunos, rebosantes de vigor y poseídos del celo por la
virtud, los que, desatando la trama de todas estas envolturas y ataduras urdidas con avieso
designio en las palabras; y contemplando el alma misma en sí misma, desnuda, conocerán los
secretos vedados a la vista en las profundidades de su naturaleza. De ese modo, pondrán al
descubierto ante todos a plena luz del sol su vergüenza y cuanto de vituperable hay en ella;
con lo que harán ver cómo es realmente, cuan vergonzosa y ridícula; y cómo la apariencia de
hermosura forjada con ataduras no sino una espuria falsificación.

200. Estos defensores, listos para repeler tales orientaciones tan impuras y profanas son dos
en número, Simeón y Leví, pero uno en designio. Por ese motivo en las bendiciones el padre
de ambos los cuenta en un solo ordena pues sus pensamientos concuerdan y armonizan, y los
mueve un único impulso hacia una misma dirección; y Moisés, por su parte, cesa en adelante
de mencionar a los dos y, en cambio, incluye completamente a Simeón en Leví,64 mezclando
ambas naturalezas, de la que hace una sola cual si las estampara con una sola forma, uniendo
el oír con el obrar.
64
Gen. XLIX, 5.

201. XXXVII. Así pues, cuando el hombre de bien conoció la promesa, al pronunciar aquellas

131
palabras llenas de reverencia y piedad "conforme a su inteligencia", experimentó ambos senti-
mientos: la fe en Dios y la desconfianza hacia la creación. Y es natural que dijera en tono de
súplica: "Que este Ismael viva en Tu presencia" (Gen. XVII, 18); expresión donde ninguna de
las palabras: "este", "viva", "en Tu presencia", carece de apropiada razón de ser. Lo digo
porque no pocos han sido engañados al aplicar los mismos términos a cosas diferentes.

202. Preciso es que aclaremos lo que quiero decir. "Ismael" significa "audición de Dios", y las
Divinas doctrinas son oídas por unos con provecho, pero por otros con daño para sí y para los
demás. Observa al adivino Balaán. Éste es presentado como "oyente de los oráculos de Dios y
receptor de la ciencia que proviene del Altísimo". (Núm. XXIV, 16.)

203. Pero, ¿qué le aprovecha haber escuchado tales cosas; qué el haberlas aprendido si su
intención oculta es procurar la ruina del más noble ojo, el del alma, que ha sido enseñado a
ver solamente a Dios? No lo logra, pero ello débese solamente a la fuerza invencible del
Salvador. El resultado es que, atravesado por su propia demencia, recibe muchas heridas y
perece "en medio de la herida" (Núm. XXXI, 9), por haber desvirtuado con su ciencia de
adivino )a profecía inspirada por Dios.

204. Con razón, pues, suplica el hombre de bien para que sólo "este Ismael" goce de salud,
porque están los otros que oyen las sagradas instrucciones pero no con leal intención, y a estos
Moisés les ha prohibido terminantemente concurrir a la asamblea del universal Soberano.

205. Tanto los que, habiendo comprimido 65 y hasta perdido completamente los órganos
fecundantes de la inteligencia, ensalzan su propia inteligencia y su sensibilidad como únicas
causas de cuanto ocurre entre los hombres; como los que aman la creencia en múltiples dioses
y honran a esta cofradía de divinidades; hombres estos nacidos de ramera, que no conocen a
Dios, el único esposo y padre del alma amante de la. virtud; todos ellos, ¿no es con toda razón
que han sido expulsados y desterrados? 66
65
Deut. XXXII, 8.
66
El verbo thlán = comprimir, aplastar, es de la misma raíz que thiadías = eunuco, concepto
éste al que alude aquí Filón comparando al estéril mental con el estéril para la procreación.

206. También los padres que acusan a su hijo de ebriedad hacen, al parecer, un uso semejante
del pronombre. Dicen, en efecto: "Este hijo nuestro es desobediente" (Deut. XXI, 20), dando a
entender mediante el agregado de "este" que existen otros hijos pacientes y moderados, que
obedecen los mandatos de la recta razón y la instrucción. Porque éstos 67 son los verísimos
progenitores del alma, y gran humillación es ser acusados por ellos, así como grandísima
gloria el merecer su aprobación.68
67
Deut. XXIII, 1 y 2. Ver Sobre la migración de Abraham 69.
68
Ver Sobre la ebriedad 13 a 94.

207. Tampoco creamos que los demostrativos han sido usados descuidadamente o sin otro
propósito que el de introducir los nombres, en el caso de las frases: "Estos son Aarón y
Moisés, a quienes Dios dijo que sacaran de Egipto a los hijos de Israel" (Ex. VI, 26); y: "Éstos
son los que hablan con el faraón, el rey". (Ex. VI, 27.)

208. En efecto, como la más pura de las inteligencias, Moisés, y su palabra, Aarón, fueron
instruidas, la inteligencia para captar las cosas santas como lo haría un dios, y la palabra para
expresarlas con propiedad, los sofísticos imitadores y adulteradores de esta auténtica moneda
afirman conocer correctamente y expresar de laudable manera todo lo relativo al Supremo

132
Ser.69 Así pues, para que no resultemos engañados a causa de la semejanza de rasgos cuando
están frente a frente los espurios y los auténticos, nos ha sido dado una pauta para distinguir a
unos de otros.
69
Éx. VII, 11.

209. ¿Cuál es esta pauta? Pues, el sacar de la región corpórea a la vidente inteligencia amante
de la contemplación y de la sabiduría.70 Y el que es capaz de tal cosa es "este Moisés", y el
que es incapaz, que no tiene más que el nombre y se reviste a sí mismo con egregios títulos, es
objeto de irrisión.
Cuando Abraham suplica que Ismael viva, no es en la vida del cuerpo en la que piensa; su
súplica es que lo que él oiga de Dios se perpetúe en su alma y lo mantenga despierto y con
ánimo encendido.
70
Alusión a la liberación del pueblo de Israel por Moisés, quien saca a la raza "vidente" del
país corpóreo, Egipto.

210. XXXVIII. Y, en tanto que Abraham suplica que viva la audición de las palabras de Dios
y el aprendizaje de las sagradas doctrinas, según queda dicho; Jacob, el ejercitante, lo hace
por las buenas dotes naturales, cuando dice: "Que Rubén viva y no perezca". (Deut. XXXIII,
6.)71 ¿Por ventura, suplica la inmortalidad y la incorruptibilidad, cosas imposibles para el
hombre? No, por cierto.
71
En realidad fue Moisés quien formuló esta súplica.

211. Digamos, por lo tanto, qué es lo que quiere mostrarnos. Todo cuanto se escucha y se
aprende se apoya, como sobre un cimiento asentado de antemano, sobre una naturaleza capaz
de recibir instrucción; porque, si la naturaleza no da los pasos preliminares, todo lo demás es
inútil. Ninguna diferencia es dable apreciar entre los carentes de dotes naturales y un roble o
una muda piedra. Nada, en efecto, puede adherírseles o adecuárseles; todo, en cambio, rebota
y es rechazado por ello como por una sustancia sólida.

212. Por el contrario, en las almas naturalmente bien dotadas es posible: ver que, a manera de
suave cera, ni muy dura ni demasiado blanda, constituyen una mezcla adecuadamente
proporcionada, y fácilmente reciben todo cuanto oyen y contemplan. Y reproducen
perfectamente las formas impresas sobre ellas, vale decir, ciertas copias vividas conservadas
por la memoria.

213. Preciso era, por lo tanto, suplicar que la racional nación llegara a poseer sus felices
disposiciones naturales libres de enfermedad y de la muerte. Porque pocos son los que
participan de la vida según la virtud, que es la vida por excelencia; estando excluidos quienes
pertenecen al vulgar rebaño, ya que a ninguno de éstos le ha cabido parte en la vida verdadera,
por estar reservada exclusivamente a los que han logrado huir de las preocupaciones de los
hombres y vivir solamente para Dios.

214. Por eso también grande fue el asombro del valeroso ejercitante frente al hecho de que en
medio del río de la vida alguien fuera arrastrado sin que alguna impetuosa corriente acabara
con él, y de que pudiera, en cambio, hacer frente al copioso fluir de la riqueza, repeler el
desmedido impulso del placer y sobrevivir al huracán de la vanagloria.

215. Y así, dice no tanto Jacob a José como la sagrada palabra a todo hombre vigoroso de
cuerpo situado en medio de inagotables cosas materiales superfinas sin ser presa de ninguna
de ellas: "Puesto que tu vives todavía". (Gen. XLVI, 3.) Admirable pensamiento es el aquí

133
manifestado. Él se proyecta más allá de esta vida común que vivimos quienes, no bien
alcanzamos leves brisas de prosperidad, soltamos todas las amarras e, inflados de desmedido
orgullo, soplamos con fuerza y vehemencia, y con las velas desplegadas nos lanzamos hacia
los goces de las pasiones, sin que contengamos la irrefrenable e incontrolada licencia de
nuestros apetitos, hasta que, dando contra las rocas, naufragamos con todo el bajel del alma.

216. XXXIX. Muy bien hace,72 pues, Abraham al suplicar que este Ismael viva. Y agrega: "en
presencia de Dios", estableciendo que la cima de la felicidad consiste en que la inteligencia
sea considerada digna de vivir bajo el control y la vigilancia del más Excelso de todos los
seres.
72
Sigo la rectificación de Wendland, que propone éukhetai = suplica, por eukhómetha =
suplicamos, que se lee en los manuscritos.

217. En efecto, si, estando presente el tutor, el guiado por él no puede obrar mal; si la
proximidad del preceptor beneficia al que aprende; si en presencia del de mayor edad se
adorna el joven con modestia y prudencia; si el padre y la madre, sin pronunciar palabras, im-
piden que el hijo a punto de obrar mal lo haga, sólo con que éste los vea, ¿qué pensaremos de
la inmensidad de los beneficios que alcanzan a aquel que tiene conciencia de que la mirada de
Dios está siempre vigilante sobre él? Si tiene presente la dignidad de Quien siempre le
acompaña, temeroso y tembloroso huirá con todas sus fuerzas del mal obrar.

218. Pero, cuando suplica que Ismael viva, no desespera del nacimiento de Isaac, ya lo he
dicho antes. Con todo, si bien confía en Dios, (reconoce la flaqueza humana),73 por cuanto no
es dado al hombre recibir beneficios en la medida en que Dios puede brindárselos, pues a Él
le es fácil conceder inmensos y numerosísimos dones, en tanto que a nosotros nos resulta
difícil tomar los bienes que se nos tienden.
13
Existe aquí una laguna en el texto, y la traducción es conjetural.

219. Hemos, pues, de contentamos con poder alcanzar los bienes que produce el trabajo y el
esfuerzo, los bienes que nos son familiares y crecen con nosotros; mas, descartemos la
esperanza de alcanzar aquellos que se producen espontáneamente sin previa elaboración o en
general sin humana diligencia, y se dan preparados. Éstos, en efecto, como que son Divinos,
sólo pueden ser descubiertos por naturalezas más próximas a Dios, sin mezclas y sin contacto
con un cuerpo mortal.

220. Pero, Moisés nos ha enseñado a elevar nuestra acción de gracias en la medida en que ello
está en nuestras manos:74 el hombre sagaz ha de presentar como ofrenda su sensatez y su
prudencia; el elocuente consagrar todas las bondades de su expresión mediante cánticos y
alabanzas en prosa al Que Es; y cada uno según su especialidad: el estudioso de las cosas
naturales debe ofrendar la ciencia de la naturaleza, el de los problemas éticos la filosofía ética,
el experto en artes y ciencias, los conocimientos de las mismas.
74
Núm. VI, 21.

221. De esta manera el navegante y el piloto ofrendará la feliz travesía, el labrador el


acrecentamiento de las cosechas, el ganadero la fecundidad de sus animales, el médico la
salud de sus pacientes, así como el general su victoria en la guerra, el hombre de estado o
coronado su autoridad o soberanía legal; y, para decirlo en pocas palabras, todo aquel que no
lo centra todo en sí mismo confiesa que la causa de todos los bienes, tanto los del alma como
los del cuerpo, como los que vienen de fuera no es otra que la única causa verdadera, Dios.

134
222. Por lo tanto, ninguno de los que evidencian una más obscura y humilde condición
titubee, desesperando de mejores perspectivas, en elevar su agradecida súplica a Dios; antes
bien, aunque no aguardare ya bienes mayores en absoluto, manifieste su agradecimiento en la
medida de sus fuerzas por los que ya ha alcanzado.

223. Grande es el número de éstos: nacimiento, vida, alimento, alma, sensibilidad,


imaginación, impulso, raciocinio. Ahora bien, "raciocinio" es una palabra corta, pero el hecho
que expresa es perfectísimo y Divino en sumo grado, una porción del alma del universo, o,
para decirlo más reverentemente, conforme con las enseñanzas de Moisés, una fiel impresión
de la Divina imagen.

224. XL. Bien está, también, que alabemos a aquellos exploradores que intentaron arrancar de
raíz el tronco todo de la virtud y llevárselo, y al no poder hacerlo, tomaron, al menos, una
rama y un solo racimo, lo único que podían cargar, como una muestra y parte del todo.75
75
Núm. XIII, 24.

225. Hemos de suplicar que nos sea posible transitar en medio de una compacta muche-
dumbre de virtudes. Pero, si esto escapa a las posibilidades de la humana naturaleza,
contentémonos con que lleguemos a familiarizarnos con una sola de las virtudes particulares,
la templanza, la valentía, la justicia, la filantropía. Lleve, en efecto, en su vientre y dé a luz el
alma un bien al menos, y no sea infecunda y estéril en todos los bienes.

226. ¿Impondrás tú a tu propio hijo prescripciones como las que siguen? "Si tú no tratas con
moderación a tus servidores, tampoco tendrás amigables relaciones con tus iguales; si no
brindas un digno trato a tu mujer, tampoco honrarás a tus progenitores; si desprecias a tu
padre y a tu madre, pecarás también de impiedad hacia Dios: si te deleitas con el placer, no te
librarás de la codicia; si anhelas grandes riquezas, caerás en las vacías opiniones".

227. ¿Por qué?, preguntaría yo. ¿No consideras, acaso, que ha de precederse con mesura en
algunas cosas al menos, si no es posible hacerlo en todas? Podría, entonces, decirte tu hijo:
"¿Cómo es, eso, padre? ¿Pretendes que tu hijo se convierta en un bien completo o en un mal
completo, y no te darás por satisfecho si eligiere el término medio en vez de uno de los
extremos?"

228. ¿No es, acaso, ésta la causa por la que también Abraham en el caso de la destrucción de
los sodomitas comienza por cincuenta y acaba con diez 76 cuando pide y suplica para que, en
caso de no poderse hallar en la creación la completa salida hacia la libertad,77 cuyo símbolo es
la sagrada condición del número cincuenta, sea aceptada la educación intermedia, repre-
sentada numéricamente por el diez, para la liberación del alma que está a punto de ser
condenada? 78
76
Gen. XVIII, 24 y 25.
77
Lev. XXV, 10.
78
Ver Sobre los sacrificios de Caín y Abel 122.

229. Los que han recibido una instrucción poseen mayores oportunidades para progresar que
los que no la han recibido; los que están familiarizados con la cultura general mayores que los
que no tienen relación alguna con ella, pues, desde la niñez casi, han sido sumergidos en la
corriente de pensamientos relativos a la fortaleza, la templanza y cada una de las otras
virtudes.79 Por lo tanto, aunque no se hayan liberado y purificado completamente de su
iniquidad en su proceso de purificación, con todo se han limpiado de ella, ciertamente, en

135
razonable y moderada medida.
79
Ver Interpretación alegórica III, 85.

230. De una manera semejante habló, al parecer, Esaú a su padre: ";Acaso no tienes más que
una bendición, padre? Bendíceme a mí también, padre". (Gen. XXVII, 38.) Y tiene razón,
pues diferentes bendiciones han sido reservadas para diferentes personas; bendiciones
perfectas para los que son perfectos, intermedias para los imperfectos; tal como ocurre con los
cuerpos, en los cuales la salud y la enfermedad reclaman diferentes ejercicios y diferentes
dietas; y con todas las otras cosas relacionada? con el régimen de vida, las que no son las
mismas en todos los casos. Unos necesitan recibir elementos que eviten la enfermedad; otros,
los apropiados para recobrar un mejor estado de salud.

231. Siendo, pues, como son, muchos los bienes que pueden darse en la naturaleza,
concédeme 80 el beneficio de aquellos que a Tu juicio me aprovechan, aunque fueren
pequeñísimos sin tener presente otra cosa sino los límites de mi capacidad para recibir con
facilidad lo que se me diere; y no me des, en cambio bienes que, desdichado de mí, me
dobleguen y aniquilen de fatiga.
80
Invocación del autor a Dios, en la que debe sobreentenderse "oh Señor o algo semejante.

232. ¿Y qué pensaremos que significan las palabras; "¿Acaso no será suficiente la mano del
Señor?" (Núm. XI, 23 ) ¿Qué otra cosa sino que los poderes del Que Es se extienden por todas
partes para beneficio no sólo de los altamente reputados 5ino también de los tenidos en menor
consideración? A unos y a otros beneficia el Señor con dones acordes con la medida y
dimensión del alma de cada uno, estimando y midiendo Él mismo a base de la igualdad lo
correspondiente a cada uno.

233. XLI. Me deja completamente pasmado la ley establecida a propósito de aquellos que
despojándose de sus faltas se muestran arrepentidos. Manda ella, en efecto, que, ante todo se
lleve para sacrificarla una oveja en irreprochables condiciones. Pero, dice, si no tuviere
fuerzas suficientes su mano para una oveja, llevará por la falta que ha cometido dos tórtolas o
dos pichones de palomas, uno por la falta y uno para un holocausto.

234. pero si su mano no hallare una pareja de tórtolas m dos pichones de paloma llevará
como su regalo una décima de efá 81 de flor de harina de trigo. No derramará sobre él aceite ni
pondrá sobre ella incienso, puesto que la ofrenda es por una falta. Y la llevará al sacerdote y
el sacerdote tomará de ella un puñado completo y colocará el memorial sobre el altar . (Lev.
V, 1 y ss.)
81
Medida hebrea de capacidad para sólidos cuyo contenido equivalía a 38,88 litros.

235. De lo citado se desprende que tres son las maneras de arrepentimiento empleadas para la
propiciación: bestias, aves o flor de harina, según la capacidad del arrepentido que se purifica.
Es que ni cosas pequeñas han menester de grandes purificaciones, ni cosas pequeñas necesitan
purificaciones pequeñas, sino iguales y semejantes en la correspondiente proporción.

236. Vale, ciertamente, la pena que indaguemos por qué la purificación admite tres maneras.
Los casos tanto del bien como del mal obrar se reducen a tres: de pensamiento, de palabra y
de obra. Por esa razón Moisés en sus exhortaciones, enseñándonos que la adquisición del bien
no es ni imposible ni difícil, dice:

[237] "No es necesario remontarse hasta el cielo ni marchar hasta los confines de la tierra y

136
del mar para hacerse de ella; al contrario, cerca, muy cerca (y lo que sigue muestra esta
proximidad casi como si la vieran nuestros ojos) está toda obra para tu boca, tu corazón y tus
manos" (Deut. XXX, 12 a 14); lo que simbólicamente equivale a "en tus palabras, tus
intenciones y tus obras". Establécese, en efecto, que la humana felicidad procede de la buena
intención, de la buena palabra y del bien obrar, así como la desdicha es producto de las
condiciones opuestas.

238. La rectitud y las faltas hállanse, en efecto, en estas tres zonas: el corazón, la boca y la
mano, pues algunos resuelven con acertadísimo criterio, dicen las cosas más excelentes y
practican lo que se debe hacer. De los tres procederes opuestos el más leve es el tener
intenciones indebidas, el más grave el llevar a cabo la injusticia y en un plano intermedio está
el decir lo que no se debe.

239. Pero sucede que el más leve es el más difícil de eliminar, pues es cosa difícil trocar el
cambio del alma en quietud. Más rápido, en efecto, podríamos contener el ímpetu de un
torrente que la irrefrenable corriente del alma en sus cambios. Incontables pensamientos se
precipitan unos tras otros como enorme ola, arrastrándola, perturbándola y derribándola total
y violentamente.

240. Esta es, pues, la mejor y más perfecta forma de purificación: evitar todo pensamiento
inconveniente y vivir en compañía de los conciudadanos en paz y dentro de la ley, bajo la
guía de la justicia. La. segunda, no delinquir con las palabras mintiendo, perjurando,
engañando, sutilizando, calumniando o, en general, dando riendas sueltas a la boca y la lengua
para que causen la ruina de otros, en vez de sujetarlas mediante una rienda y atadura
irrompible.

241. XLII. Fácil es ver por qué el decir lo que no corresponde es más grave falta que el
pensarlo. A veces lo que pensamos lo pensamos no voluntariamente sino sin quererlo. Uno se
ve obligado a recibir pensamientos que no desea; y nada de lo involuntario merece reproche.

242. En cambio, quien habla lo hace voluntariamente, de modo que, si el que se expresa no lo
hace con palabras benévolas, peca, para su desgracia, de injusto, ya que, aun cuando tiene
oportunidad de decir cosas más convenientes, no quiere hacerlo. A éste provechoso le sería
optar por un silencio completamente seguro; y si carece de esa seguridad a su alcance, es
porque no quiere callar.82
82
La traducción de la última parte es conjetural. El original está evidentemente corrupto y
resulta imposible reconstruir el texto alterado.

243. Pero más grave falta aún que el hablar injustamente es el obrar sin justicia. "La palabra
es la sombra de la obra",83 se ha dicho. Y, si la sombra es dañosa, ¿cómo no ha de serlo aún
más la obra? Por eso también Moisés declara que la intención está libre de acusación y
castigo, pues las más de las veces sus cambios y desvíos son involuntarios, y es más bien una
pasiva víctima de los pensamientos que la asedian continuamente desde afuera, que la
verdadera productora de dichos cambios. En cambio, todo aquello que se exterioriza a través
de la boca requiere para su justificación y juzgamiento que se tenga presente que el hablar
depende de nuestra decisión.
83
Expresión de Demócrito, según Diógenes Laercio IX, 37.

244. Con todo, las palabras son juzgadas con un criterio relativamente benigno, las acciones
culpables, en cambio, lo son más severamente.; Grandes castigos, en efecto, establece la ley

137
para los que cometen grandes iniquidades y llevan a cabo aquello que han planeado con
errada intención y proclamado con lengua temeraria.

245. XLIII. Las purificaciones de estas tres cosas: la inteligencia, la palabra y la acción son,
según Moisés, la oveja, la pareja de tórtolas, la de palomas y la sagrada medida que es el
décimo de un efá de flor de harina, entendiendo el legislador que la inteligencia puede ser
purificada por la oveja, la palabra por las aves, y la acción con la flor de harina.

246. ¿Por qué? Pues, porque, así como en nosotros lo más elevado es la inteligencia, del
mismo modo en la raza de los animales irracionales lo es la oveja por cuanto es el más manso
de todos ellos y ofrece anualmente el producto de sí para beneficio y a la vez adorno de los
hombres. Un vestido protege de los daños procedentes del frío y del calor, y ocultando lo que
la naturaleza quiere que permanezca oculto, salvaguarda la decencia de los que lo llevan.

247. Sea, pues, símbolo de la purificación de la mejor parte de nuestro ser, la inteligencia, el
mejor de los animales, la oveja; y en lo que hace a la purificación de la palabra, sean su
representación las aves. La palabra, en efecto, es liviana y alada por naturaleza, se mueve más
rápido que un dardo y se lanza hacia todas las direcciones; y aquello que ha sido dicho una
vez, ya no puede retroceder, antes, lanzado hacia afuera, corre a gran velocidad, golpea los
oídos y, atravesando todo el aparato auditivo se torna enseguida resonancia.

248. Mas, la palabra es de dos clases: la verdadera y la falsa; y es ése el motivo, creo yo, por
el que se la compara a una pareja de tórtolas o de palomas. Moisés dice que una de las aves
debe servir como ofrenda por la falta, en tanto que la otra debe ser quemada en holocausto, en
razón de que es condición de la palabra verdadera el ser entera y totalmente sagrada y
perfecta, mientras que de la falsa lo es el delinquir y necesitar una reparación.

249. De la acción, a su vez, el símbolo es la flor de harina, como he dicho. Ocurre, en efecto,
que ésta no adquiere total pureza sin habilidad y cuidado, y es seleccionada por las manos de
los moledores experimentados en la práctica de este procedimiento. Consecuentes con ello
son las palabras: "El sacerdote tomará de ella un puñado completo y ofrecerá su memorial".
Aquí "el puñado" significa la empresa y la acción.

250. Y muy cuidadosamente ha dicho a propósito de la bestia: "Si su mano no tuviere fuerzas
suficientes para una oveja": en tanto que en el caso de las aves la expresión es: "Pero si su
mano no hallare". ¿Por qué? Porque grande vigor y superlativo poder se precisan para anular
los desvíos de la inteligencia, en tanto que basta una moderada fortaleza para poner coto a las
faltas de la palabra.

251. Todos los males de los que delinquen con la voz tienen, en efecto, un remedio, al que ya
me he referido: el guardar silencio, cosa que a todos les es fácil, si bien muchos, por su
propensión a hablar desmedidamente, no hallan manera de poner coto a las palabras.

252. XLIV. Criado y ejercitado en estas y parecidas maneras de analizar y distinguir las cosas,
¿cómo no ha de resultar razonable que el hombre virtuoso 84 suplique que Ismael viva, si no le
es posible todavía engendrar a Isaac?
84
Abraham, en el relato bíblico.

253. ¿Qué hace, entonces, el bondadoso Dios? Pues, da dos cosas a quien ha pedido una sola
y concede una gracia superior a quien ha suplicado una inferior. Leemos, en efecto, que "dijo

138
Dios a Abraham: 'Sí, he aquí que Sara, tu mujer, te dará a luz un hijo'." (Gen. XVII, 19.) El
simbolismo del "sí" de la respuesta es, sin duda alguna, acertado. ¿Qué, en efecto, es más
propio de Dios que asentir en cuanto a los bienes y acordarlos sin dilación?

254. Con todo, aquellos a los que Dios da Su asentimiento en ningún caso lo alcanzan de
parte del hombre insensato. Por ejemplo, los oráculos presentan a Lía como detestada. Su
nombre obedece, precisamente, a eso, ya que significa "rechazada y fatigada". Y
efectivamente, todos nosotros rechazamos a la virtud y la consideramos fatigosa, pues sus
prescripciones no nos resultan gratas a menudo.

255. En cambio, tan grande es la aceptación que ha merecido de parte del universal Soberano,
que, abierta su matriz por Él, recibió la simiente de la Divina fecundidad para que diera a luz
las nobles prácticas y acciones.
Aprende, pues, oh alma, que también "Sara", fe virtud, "te dará a luz un hijo"; no sólo Agar, la
educación intermedia. El hijo de Agar es vástago de la instrucción; el de Sara es el saber
adquirido sin ajena enseñanza en absoluto.

256. Y no te asombre el hecho de que Dios, que lleva en Sí todas las cosas buenas, haya
creado también esta especie, rara sobre la tierra, pero numerosa en el cielo. Esto podrás
constatarlo en otros elementos de los que componen al hombre. ¿Acaso los ojos han sido
instruidos para ver? Y las narices, ¿aprenden para oler? ¿Por ventura las manos palpan y los
pies avanzan ateniéndose a órdenes y prescripciones de instructores?

257. Y los impulsos y las representaciones mentales, que son los primeros movimientos y
disposiciones del alma, ¿son resultado de una enseñanza? ¿Acaso fue concurriendo a casa de
un maestro, como nuestra inteligencia aprendió a discernir y a aprehender? Todos ellos,
prescindiendo de toda enseñanza, hacen uso de su propia naturaleza, forjada por sí misma,
para sus respectivas actividades.

258. ¿Por qué, entonces, te admiras todavía por el hecho de que Dios derrame una lluvia de
virtud cuya adquisición no requiere trabajo ni esfuerzo ni vigilancia alguna; siendo, por el
contrario, completa y perfecta desde el principio? ¿Y qué testimonio más digno de confianza
podrías hallar, si lo buscares, que el de Moisés? Y Moisés dice que los alimentos de los otros
hombres proceden de la tierra y sólo los de la raza vidente vienen del cielo.

259. Los procedentes de la tierra se dan mediante la cooperación de los labradores; los que
vienen del cielo son lanzados cual copos de nieve por Dios, el único ser que obra por sí
mismo, sin que sea menester que otros cooperen. Y así, leemos estas palabras: "He aquí que
os hago llover alimentos desde el cielo" (Ex. XVI, 4.) ¿Y a qué otro alimento llovido del cielo
puede en rigor referirse como no fuere a la celestial sabiduría?

260. Esta es enviada desde lo alto a las almas ávidas de virtud por Aquel que derrama con
pródiga abundancia la prudencia e impregna el universo todo con Su riego, especialmente en
el sagrado séptimo tiempo al que llama sábado.85 Por lo tanto, lo que Él dice es que habrá una
abundancia de aquellos bienes que se brindan espontáneamente, bienes que los recursos todos
del humano arte no pueden hacer surgir, pero que germinan y producen los frutos que les son
propios en la naturaleza que se engendra a sí misma y alcanza por sí misma su propia
plenitud.
85
Referencia al año sabático, sobre el que trata Lev. XXV, 4 y 5. Ver Sobre la huida y el
hallazgo 170 y ss.

139
261. XLV. La virtud, pues, te dará a luz un noble hijo varón, ajeno a todo femenino
sentimiento, y tú le darás un nombre conforme con el sentimiento que despierte él en ti, que,
con toda seguridad, será alegría. Por lo tanto, le pondrás un nombre que sea símbolo de esa
alegría; es decir, "risa".

262. Así como el dolor y el temor tienen sus propias exclamaciones, provocadas por la
violencia y fuerza de la emoción, del mismo modo los buenos designios y las alegrías nos
fuerzan a usar naturales exclamaciones, tan acertadas y apropiadas, que nadie hallaría mejores
expresiones por muy versado que estuviere en materia de exclamaciones.

263. Por eso Dios dice: "Le he bendecido; lo engrandeceré y multiplicaré; engendrará doce
naciones" (vale decir, el círculo y coro todo de las diversas especialidades de los estudios
preliminares) "pero Mi pacto lo estableceré con Isaac" (Gen. XVII, 20 y 21), 'a fin de que el
género humano alcance uno y otro tipo de virtud, la que se adquiere por enseñanza de otro y
la que se aprende sin ajeno adoctrinamiento, pudiendo aspirar a la primera el hombre de débil
condición, y a la que se brinda sin dificultad el hombre vigoroso'."

264. XI. VI. Y sigue diciendo: "Y para esa oportuna ocasión dará a luz para ti" (Gen. XVII,
21), vale decir, la sabiduría dará a luz a la alegría. ¿Qué ocasión oportuna es la que nos
muestras, oh suprema Maravilla? ¿No es, acaso, aquella ocasión única, que criatura ninguna
puede mostrar? En efecto, nadie sino Él mismo puede ser la verdadera ocasión oportuna, el
oriente de todas las cosas, la fortuna y la oportunidad propicia en la tierra, en el cielo, en las
naturalezas intermedias, a la vez que en todos los animales y las plantas.

265. Por eso Moisés se atrevió a decir a los que habían huido y se negaban a marchar a la
guerra en defensa de la virtud contra sus antagonistas: "La ocasión 86 les ha abandonado; pero
el Señor está entre nosotros" (Núm. XIV, 9). Prácticamente reconoce sin ambages que Dios es
la ocasión que se aparta a gran distancia de todo impío y ronda en torno de las almas
virtuosas.
86
En Sobre la posteridad de Caín 122 la "ocasión" es interpretada de manera distinta.

266. Dice, en efecto, el Señor: "Yo rondaré en torno de vosotros y será vuestro Dios" (Lev.
XXVI, 12). En cambio, aquellos que dicen que las estaciones 87 son las distintas etapas, del
año no emplean con corrección los nombres, y ello se debe a que no han estudiado con el
debido cuidado las naturalezas de las cosas y son muy propensos a proceder sin norma
precisa.
87
Otra de las acepciones del término kairós = ocasión favorable u oportuna.

267. XLVII. Para acrecentar la hermosura del engendrado le dice que su nacimiento tendrá
lugar "durante el otro año" (Gen. XVII, 21); entendiendo por "otro año" no un intervalo de
tiempo determinado por las revoluciones de la luna y el sol, sino algo verdaderamente fuera
de lo normal, extraño y novedoso, ajeno a las cosas visibles y sensibles, algo del orden de lo
incorpóreo y aprehensible por la inteligencia, algo a lo que ha correspondido ser el modelo y
arquetipo del tiempo, vale decir, la eternidad.88 El término "aión" (eternidad) refiérese a la
vida del mundo del pensamiento, como el término "tiempo" se aplica a la de los sentidos.
88
Tomado de Platón, Timeo 37 d. Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas 165, y Sobre la
inmutabilidad de Dios 32.

268. En ese mismo año, también, "halló la cebada centuplicada" (Gen. XXVI, 12) aquel que

140
siembra 89 las gracias de Dios sobre la creación para acrecentar los bienes y aumentar al
máximo posible el número de aquellos que merecerán alcanzarlos.
89
Isaac, en el relato bíblico.

269. Ahora bien, lo normal es que el que siembra coseche. Sin embargo, el que ha sembrado y
puesto de manifiesto en si a esa enemiga de la envidia y del vicio, que es la virtud, no
cosecha, sino halla, según se desprende del texto. Es que Otro era el que había hecho madurar
la espiga de Sus beneficios y la había llenado de ellos; Otro el que había preparado y
dispuesto mejores esperanzas y más numerosos dones y los había colocado al alcance de los
que los buscan.

270. XLVIII. Las palabras "Completó Su hablar con él"90 (Gen. XVII, 22) equivalen a
"Perfeccionó al oyente mismo", que anteriormente estaba vacío de sabiduría, llenándolo de
pensamientos imperecederos". Y, cuando el alumno hubo llegado a ser perfecto, "el Señor se
apartó de Abraham" (Gen. XVII, 22), dice Moisés no para poner de manifiesto que Abraham
se había separado de El; que el hombre sabio es acompañante de Dios; sino para mostrar la
independencia del alumno, es decir, cómo este, cuando ya el Maestro no lo controla y nada le
fuerza, pone en juego sus propios poderes y, por voluntario esfuerzo y propia iniciativa, él
mismo da muestras de cuanto ha aprendido. El maestro, en efecto, procura al que aprende
oportunidad para una práctica independiente, sin tutela; para lo cual imprime en él
firmísimamente la imagen de un imborrable recuerdo.
90
Más castizo: "Terminó de hablarle". En la traducción he buscado destacar el sentido de
"llevar a la plenitud o perfección", en el que Filón funda su equivalencia.

141
SOBRE LOS SUEÑOS ENVIADOS POR DIOS

(DE SOMNIIS)

SOBRE LOS SUEÑOS I

1. I. El precedente tratado l abarcó las clases de sueños enviados por Dios correspondientes a
la primera especie. En ellos, decíamos, la Divinidad envía por Su propia determinación las
visiones presentes en los sueños. En este tratado señalaremos, en cambio, hasta donde cabe,
las clases correspondientes a la segunda especie.
1
Tratado que no se ha conservado.

2. Esta última es la de aquellos sueños en los que nuestra inteligencia, moviéndose al par de la
Inteligencia del universo fuera de sí misma, parece estar poseída e inspirada por Dios, al
punto de ser capaz de captar por anticipado y prever en cierta medida los sucesos futuros. El
primer sueño correspondiente a la especie señalada es la siguiente visión que tiene lugar sobre
la escala del cielo.

3. "Y sobrevínole un sueño; y he aquí que había una escala firmemente asentada sobre la
tierra, cuya parte superior llegaba al cielo, y por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban.
Firmemente situado sobre ella estaba el Señor, quien dijo 'Yo soy el Dios de Abraham, tu
padre, y el Dios de Isaac: no temas. La tierra sobre la que tú duermes te la daré y la daré a tu
descendencia; y tu descendencia será como la arena de la tierra y se extenderá hacia el oeste y
el sur y el norte y el este; y en ti serán bendecidas las tribus todas de la tierra, y también en tu
descendencia. Y he aquí que Yo estoy a tu lado protegiéndote en todo camino por donde
marchares. Y te traeré de regreso a esta tierra, pues de ninguna manera te abandonaré hasta
haber cumplido cuanto te he dicho'" (Gen. XXVIII, 12 a 15).

4. La visión va precedida de una aclaración preparatoria, necesaria para su comprensión; y


hemos de considerarla detalladamente para estar en condiciones de entender, con facilidad
quizá, el significado de la visión. ¿Cuál es, pues, esa aclaración preparatoria? La siguiente: "Y
partió Jacob de la fuente del juramento y se dirigió hacia Harrán, y encontró un lugar; pues el
sol se ponía; y tomó una de las piedras del lugar y la colocó bajo su cabeza, y se acostó en
aquel lugar" (Gen. XXVIII, 10 y 11). Y entonces de inmediato tuvo lugar el sueño.

5. Pues bien, para comenzar corresponde que nos planteemos estas tres cuestiones: primera,
qué es "la fuente del juramento" y por qué fue llamada así; segunda, qué es "Jarán" y por qué
saliendo de dicha fuente se dirige directamente a Jarán; y la tercera, cuál es "el lugar" y por
qué cuando se presenta en él pénese el sol y Jacob se tiende a dormir.

6. II. Averigüemos, pues, sin más preámbulos lo primero. Pues bien, a mi juicio la fuente es
símbolo del conocimiento. La naturaleza de este, en efecto, no es superficial sino del todo
profunda. El saber no se presenta al descubierto, sino tiende a ocultarse en lo secreto. No con
facilidad sino con muchos esfuerzos y dificultades es descubierto. Y esto se advierte no sólo
en el caso de las ramas del saber que contienen grandes e innumerables problemas sino
también en las más simples investigaciones.

7. Toma como ejemplo aquella que quieras entre las artes; no la mejor, te ruego, sino la más
modesta de todas ellas, una que seguramente ningún hombre libre criado en una ciudad
practicaría de grado, y en el campo apenas la ejercería, y contra su voluntad, un sirviente

142
sometido a un amo insoportable y maligno que le fuerza a ejecutar muchas cosas a disgusto.

8. Hallarás, en efecto, que no se trata de un cometido sencillo sino complicado, de aquellos


para los que has de emplear las dos manos; difícil de descubrir y difícil de dominar, en riña
con la indecisión, el descuido y la indiferencia; pleno de diligencia y responsabilidad, de
sudores y preocupaciones. Por ello los escavadores afirman no hallar agua en esta fuente,2
como que aquello hacia lo que tienden las distintas ramas del saber no sólo es difícil de hallar
sino indescubrible por completo.
2
Gen. XXVI, 32.

9. Tal es la causa por la que un hombre es mejor gramático o geómetra que otro; dado que es
imposible fijar límites a los alcances y progresos en tales asuntos. En efecto, lo que todavía
resta por aprender aguarda su tumo y está a la espera siempre en mayor proporción aún que
los avances realizados ya en el aprendizaje; y así, aquel de quien se piensa que ha alcanzado
los límites de la sabiduría, a juicio de otro sólo se halla a mitad de camino; y el veredicto de la
verdad es que sólo acaba de comenzar.

10. Es que, como ha dicho alguien,3 "la vida es corta, y el arte es largo"; y nadie capta mejor
su grandeza que aquel que se interna con sinceridad en sus profundidades y excava en él
como en una fuente. Es fama que, al morir, un hombre canoso ya y de avanzada edad lloró, no
por un miedo cobarde hacia la muerte, sino por un ardiente deseo de instrucción, como si en
esos instantes llegara a ella por primera vez, no obstante ser esa su despedida final de ella.
3
Hipócrates. "Arte" o saber práctico (thékne), en este caso la medicina, por oposición a la
ciencia pura.

11. La verdad es que el alma alcanza su plenitud intelectual cuando la del cuerpo se marchita
bajo el peso de los años; y es penoso, por lo tanto, que den con uno en tierra, como con una
zancadilla, antes de que uno haya alcanzado la flor de la juventud y el pleno vigor para la
aprehensión más detenida de las cosas. Esto lo han experimentado por igual todos los que
gustan aprender, en los que nuevos estudios surgen y derraman su luz sobre los viejos
conocimientos. Muchos de estos conocimientos son engendrados por el alma, cuando ésta no
es estéril e infecunda; otros muchos, por la naturaleza, cuando ésta, sin previa señal y
espontáneamente, los muestra a aquellos cuya inteligencia está dotada de aguda visión. Así
pues, la fuente del conocimiento, la fuente sin límite ni fin, nos ha sido descripta de la manera
señalada.

12. Pero, hemos ahora de decir por qué ha sido llamada "juramento". Mediante el juramento
se ponen en claro los asuntos dudosos, las cosas inseguras témanse seguras, y la desconfianza
truécase en seguridad. De todo lo cual concluimos que de cosa alguna podríamos tener más
seguridad que de lo ilimitado e inacabable de la sabiduría.4
4
Es decir, de que es imposible alcanzar el saber completo y absolutamente seguro. Ver Sobre
la obra de Noé como plantador 82.

13. Bueno es, pues, dar el asentimiento a quien discurre sobre estas verdades, aun cuando éste
no hubiere prestado juramento; pero quien no esté dispuesto a dar fácilmente ese
asentimiento, hágalo cuando el que habla haya jurado. Y nadie se niegue a prestar tal
juramento, pues, no lo dude, su nombre aparecerá registrado en la estela de los juramentos
verdaderos.

14. III. Sobre este punto basta con lo dicho. A continuación examinaremos por qué de las

143
cuatro fuentes excavadas por Abraham, Isaac y los suyos,5 el nombre de "juramento" ha sido
aplicado a la cuarta y última.
5
Gen. XXI, 25, y Gen. XXVI, 19 a 23.

15. Quizá sea porque Moisés quiere mostrarnos mediante alegorías que de los cuatro
elementos del universo; elementos de los que se compone este mundo y que en igual número
se dan en nosotros mismos, como que hemos sido modelados y dotados de forma humana con
ellos; tres son de tal naturaleza que pueden ser aprehendidos de una u otra manera, en tanto
que el otro, a juicio de todos, está más allá de nuestras posibilidades de aprehensión.

16. Cuatro, pues, son en total los elementos de que está compuesto el mundo, a saber: tierra,
agua, aire y fuego. A tres de ellos les ha sido concedida la propiedad de no ser imposibles de
descubrir, aunque sí difíciles.

17. Así, nos damos cuenta de que la tierra es un cuerpo pesado, indisoluble, sólido, dividido
en regiones montañosas y llanas, separado por ríos y por el mar, de lo que resultan las islas y
los continentes; de que, además, una parte de ella es de suelo pobre y otra de suelo feraz; una,
dura, áspera, pedregosa y completamente estéril; y otra, blanda, suave y fértilísima; y de otros
mil aspectos además de estos.

18. En cuanto al agua, percibimos que tiene muchas características de las citadas en común
con la tierra, en tanto que otras son privativas de ella. Una parte es dulce, en efecto, otra
salada, y otra reconocible por otras propiedades. Además una parte es potable y otra no
potable; no siendo estas dos últimas propiedades iguales para todos: el agua potable para unos
no lo es para otros; y la que unos no pueden beber otros la beben sin dificultad alguna.
Asimismo, hay agua caliente en estado natural y la hay fría.

19. Innumerables fuentes hay, en efecto, en muchos lugares, de las que brota agua hirviente, y
esto no sólo en la tierra sino también en el mar. No faltan, ciertamente, ejemplos de
apariciones de venas en medio de los mares, de las que surge agua hirviente, sin que el
inmenso torrente de los mares circundantes haya podido, precipitándose sobre ella desde
tiempo inmemorial, extinguir su temperatura o amenguarla en alguna medida.

20. Asimismo,. percibimos que el aire posee una naturaleza que cede a la presión de los
objetos materiales envueltos por él; que es el instrumento de la vida, de la respiración, de la
visión, de la audición y de los demás sentidos; que admite diversos grados de densidad y
enrarecimiento, así como movimientos y quietud; que está sujeto a toda clase de variaciones y
cambios; que es origen de los inviernos y veranos y de las estaciones otoñales y primaverales,
de los que resultan las naturales divisiones del ciclo anual.

21. IV. Todas estas cosas están al alcance de nuestras percepciones; el cielo, en cambio, se
caracteriza por su naturaleza inaprehensible para nosotros y ningún indicio claro de sí mismo
nos hace llegar. En efecto, ¿qué podemos decir de él? ¿Qué es un cristal fijo, como han
pensado algunos? ¿O que es fuego absolutamente puro? ¿O que es una quinta sustancia, en
movimiento circular al margen de los cuatro elementos? y además, ¿es una inmóvil y la más
exterior esfera, cóncava hacia lo alto o se trata solamente de una superficie sin concavidad,
semejante a los planos geométricos?

22. O también; ¿Son las estrellas-masas de tierra llenas de fuego? Porque algunos han dicho
que constituyen valles, planicies arboladas, masas de metal incandescente; aserto que les hace

144
merecedores de una prisión y una piedra de molino, en los que se empleen tales cosas para
castigo de los impíos.6 ¿O son, como ha dicho alguien, una densa y compacta armonía,
condensaciones indisolubles de éter? ¿Son seres vivientes e inteligentes o carecen de
inteligencia y vida? ¿Tienen parte en la determinación de sus movimientos o éstos obedecen
sólo a leyes forzosas?
6
"Tales cosas", es decir, "las masas de metal incandescente", que Filón vincula con el hierro
enrojecido al fuego, empleado para torturar a los presos o prisioneros.

23. ¿Y qué decir de la luna? ¿La claridad que la cubre es suya realmente, o procede de los
rayos solares? ¿O se trata de una mezcla que no se origina en ninguno de estos dos astros
exclusivamente, sino en ambos, como si dijéramos en un fuego propio y en un fuego ajeno?
Todas estas cosas y las demás como estas, relativas al mejor y cuarto de los elementos cósmi-
cos, vale decir, al cielo, están fuera de nuestra visión y aprehensión, y se apoyan en conjeturas
y comparaciones y no en un sólido razonamiento sobre la verdad.

24. Tan cierto es ello que hasta podría uno atreverse a jurar que jamás mortal alguno alcanzará
a comprender ninguna de estas cosas claramente. Y ese es el motivo por el cual fue llamada
"juramento" la cuarta y seca fuente, es decir, la interminable y absolutamente ineficaz
indagación acerca del cuarto de los elementos cósmicos, que es el cielo.

25. V. Pero veamos de qué manera también el cuarto elemento de nuestro propio ser es
especial y peculiarmente inaprehensible por naturaleza. Cuatro son, en efecto, los elementos
de mayor importancia de nuestro ser: el cuerpo, la sensibilidad, la palabra y la inteligencia. De
ellos hay tres que no son obscuros en todos sus aspectos y, en cambio, poseen ciertas
indicaciones en sí que permiten su conocimiento.

26. ¿Que qué quiero decir con esto? Pues que sabemos que el cuerpo es triple en dimensiones
y séxtuplo en movimientos, pues tiene tres dimensiones: longitud, profundidad y anchura; y el
doble, es decir, seis movimientos: hacia arriba, hacia abajo, hacia la derecha, hacia la
izquierda, hacia adelante y hacia atrás. Pero tampoco ignoramos que es un recipiente para el
alma, y sabemos además perfectamente que llega a su plenitud, se consume, envejece y se
disuelve.

27. Y otro tanto ocurre con respecto a la sensibilidad. No somos completamente embotados ni
ciegos respecto de ella, y estamos en condiciones de decir que tiene cinco partes, y que cada
parte posee órganos propios preparados por la naturaleza, la vista los ojos, el oído las orejas,
el olfato las narices, y los otros sentidos los órganos apropiados; que éstos son mensajeros de
la inteligencia, a la que ponen al tanto de colores, formas, sonidos, particularidades de sabores
y olores; en una palabra, de las sustancias materiales y todas sus cualidades; y que además,
como escoltas del alma, ponen al descubierto cuanto ven u oyen; y, si alguna cosa perjudicial
sobreviene desde afuera, adoptan las previsiones del caso y pénense en guardia para que no se
infiltre furtivamente y se convierta en causa de un incurable mal para su señora.

28. Tampoco el sonido escapa del todo a nuestro discernimiento. Sabemos que uno es agudo y
otro grave; uno entonado y armonioso y otro desentonado y en extremo desacorde; uno más
potente y otro más débil. Que además difieren en otros incontables aspectos: en géneros,
modulaciones, intervalos, sistemas conjuntos y disjuntos, armonías de cuarta, de quinta, de
octava.

29. Y también en el caso especial del sonido articulado, que sólo al hombre le ha cabido entre

145
todos los seres vivientes, hay cosas que nos son conocidas; por ejemplo, que procede de la
inteligencia, que se articula en la boca, que la lengua golpea y confiere la articulación y
carácter de palabra a la tensión de voz, y que no se trata únicamente de la producción de un
simple descuidado sonido e informe ruido, pues su cometido es el de heraldo e intérprete de
cuanto sugiere la inteligencia.

30. VI. ¿Y el cuarto de los elementos de nuestro ser, la soberana inteligencia, es también
aprehensible? De ninguna manera. ¿Qué idea, en efecto, tenemos acerca de su naturaleza
esencial? ¿Es aire o sangre o, en general, un cuerpo? Sin embargo, hemos de decir que no es
un cuerpo sino incorpórea. ¿Es un límite o una forma o un número o una continuidad o una
armonía? ¿Qué es de cuanto existe?

31. ¿Se introduce en nosotros desde afuera inmediatamente después de nuestro nacimiento?
¿O sucede que la naturaleza caliente que hay en nosotros es templada por el aire que la
envuelve, y de este modo se fortifica al máximo tal como ocurre con el hierro al rojo cuando
el herrero lo sumerge en el agua fría? Porque, al parecer el nombre "alma" se debe a ese
"enfriamiento" 7 ¿Y cuando morimos, se extingue y perece junto con los cuerpos, o les
sobrevive algún tiempo más, o es completamente imperecedera?
7
Juego de palabras entre psykhé = alma, y psyxis = enfriamiento.

32. ¿Y en qué lugar del cuerpo está oculta la inteligencia? ¿Tiene, acaso, asignada una
residencia? Hay quienes le han atribuido la ciudadela de nuestro ser que es la cabeza, teniendo
presente que también los sentidos están situados en ella y que es lógico que estén apostados
cerca de la inteligencia, como los miembros de la escolta de un gran monarca. Otros
defienden tenazmente el parecer de que es en el corazón donde ella es conducida.

33. Así, en cada caso el cuarto elemento es inaprehensible. En el mundo lo es el cielo por
oposición a la naturaleza del aire, a la de la tierra y a la del agua; en el ser humano lo es la
inteligencia en contraste con el cuerpo, la sensibilidad y el intérprete de los pensamientos,
vale decir, la palabra. Y quizá sea por esta misma causa por lo que en las sagradas escrituras
el cuarto año es presentado como "santo y para alabanzas"8 (Lev. XIX, 24).
8
Más propiamente: laudable, digno de alabanza; pero Filón, según se desprende de lo que
expresa más abajo, toma el término ainetós con la acepción adoptada en la traducción, es
decir, de autor de alabanzas, no de receptor de ellas.

34. Es que entre las cosas creadas es, por una parte, santo en el mundo el cielo, en el cual las
naturalezas imperecederas e inmortales recorren sus órbitas; y en el hombre la inteligencia,
que es un fragmento de la Divinidad; como muy especialmente lo señala Moisés cuando dice:
"Sopló en su cara el aliento de la vida y el hombre convirtióse en un alma viviente" (Gen. II,
7).

35. Y no sin acierto, creo yo, ambos han sido calificados como elementos "para alabanza".
Ellos son, en efecto, el cielo y la inteligencia, los capacitados para expresar solemnemente las
alabanzas, panegíricos y votos de felicidad en honor del Padre que les ha dado el ser. El
hombre, efectivamente, ha recibido el privilegiado galardón que lo distingue de los demás
seres vivientes, consistente en servir al Que Es; en tanto que el cielo canta una perpetua
melodía, produciendo en los movimientos de los cuerpos celestes la más musical de las
armonías.

36. Y si se diera el caso de que su sonido llegara hasta nuestros oídos, nacerían deseos

146
irrefrenables, frenéticos anhelos e impulsos apasionados, interminables y rayanos en la locura,
al punto de dejar de lado incluso las cosas necesarias y no nutrirnos ya con alimentos y
bebidas a través de la garganta como lo hacen los mortales; sino con Divinos cánticos de per-
fecta melodía a través de los oídos, cual seres que aguardan la inmortalidad. Así, es fama que
Moisés, oyendo tales cánticos, perdió todo contacto con lo corporal y pasó cuarenta días con
sus noches sin probar en absoluto ni pan ni agua.9
9 Ex. XXIV, 18.

37. VII. Al parecer, pues, el cielo, el arquetipo de todo instrumento musical, ha sido dotado de
una suprema armonía, no con otro propósito que el de que los himnos elevados en honor del
Padre del universo tuvieran un musical acompañamiento. Además, oímos que Lía, la virtud,
ya no es capaz de dar a luz a partir del nacimiento de su cuarto hijo, y que cesa o es hecha
cesar en sus alumbramientos. Es que hallaba, se me ocurre, que todo nacimiento procedente
de ella misma era improductivo y estéril, una vez que hubo hecho florecer ese fruto perfecto
que es Judá, es decir, la confesión de gratitud.

38. Ninguna diferencia media entre la expresión: "Cesó ya de engendrar" (Gen. XXVI, 35) y
el decir que los hijos de Isaac no hallan agua en la cuarta fuente,10 como que una y otra son
expresiones simbólicas que dan a entender que todas las cosas están sedientas de Dios, por
quien son regados los nacimientos y, para los ya nacidos, los alimentos.
10
Gen. XXVI, 32.

39. No faltarán, pues, ciudadanos de los pequeños estados 11 que supongan que semejante
exposición del legislador versa sobre la excavación de fuentes; pero aquellos que se hallan
empadronados en una patria más grande, en este mundo, siendo, como son, de más acabados
discernimientos, conocerán claramente que las cuatro cosas sobre las que cabe que indaguen
los hombres de clara visión y amantes de la contemplación, no son fuentes sino las partes del
mundo, a saber: la tierra, el agua, el aire y el cielo.
11
Es decir, ciudadanos de los estados o naciones fundados por los hombres, por oposición al
gran estado que es el mundo entero, del cual el hombre sabio es cosmopolita o ciudadano
universal.

40. Recorriendo cada una de estas partes con pensamientos cada vez más elevados descubren
en tres de ellas cosas al alcance de sus aprehensiones, y por eso a las que han sido
descubiertas les asignan tres nombres: "injusticia", "enemistad" y "vastedad" 12 (Gen. XXVI,
20 y ss.). En la cuarta, en cambio, es decir, en el cielo, según hemos demostrado poco antes,
no hallan absolutamente nada. En efecto, la cuarta fuente resulta seca y sin agua, y por la
causa ya mencionada se llama "juramento".
12
En el relato bíblico, según la versión de los LXX, las tres fuentes descubiertas por los
pastores reciben los nombres de adikía = injusticia, ekhthría = enemistad, y eurykhoría =
vastedad o amplitud. No es claro el simbolismo que Filón supone contienen estos tres
nombres. Tal vez en los dos primeros halle una alegoría de la tierra y el mar, donde
transcurren las existencias humanas con sus injusticias y hostilidades recíprocas; y vea
simbolizada la inmensidad o vastedad del aire en el tercero.

41. VIII. Examinaremos ahora lo que sigue en nuestro texto averiguando qué es Harrán y por
qué el que parte de la fuente llega a ella.13 Pues bien, Harrán es, a mi parecer, lo que podría-
mos llamar una metrópoli de los sentidos. Su nombre significa una veces "cavada" otras
"agujeros", términos ambos que designan una misma cosa.
13
Gen. XXVIII, 10.

147
42. Nuestro cuerpo, en efecto, está cavado en cierta manera para hacer lugar a los órganos de
los sentidos y cada uno de los órganos se ha convertido en algo así como un agujero en el que
la naturaleza ha dispuesto que esté alojado cada sentido. En consecuencia, cada vez que
alguien sale, como quien parte de un puerto, fuera de la tuente llamada "juramento", llega
forzosamente a Harrán de manera directa. Aquel, en efecto, que ha iniciado su marcha desde
el ilimitado e infinito lugar del conocimiento necesariamente es recibido por los sentidos, sin
necesidad de guías.

43. Porque nuestra alma muévese a menudo por sí misma, después de desnudarse de la masa
corpórea y escapar de la turba de los sentidos; pero a menudo también lo hace envuelto en
ellos. El movimiento del alma desnuda corresponde a lo que es aprehensible sólo por la
inteligencia; el que realiza junto con el cuerpo toca a las cosas sensibles.

44. Por lo tanto, si un hombre es absolutamente incapaz de unirse con la inteligencia sola,
halla en la sensibilidad un segundo refugio; y cualquiera que cae de las cosas intelectuales, al
punto se precipita hacia las sensibles. Siempre, en efecto, a los que no han sido capaces de
navegar prósperamente hacia la soberana inteligencia les queda la posibilidad de una
navegación secundaria hacia la sensibilidad.

45. Pero, bueno es, aun cuando se hubiere llegado a esta situación, no envejecer y pasarse
toda la vida en ella, sino hacerse a la idea de que se halla uno transitoriamente en tierra
extraña a modo de forasteros y buscar siempre partir y retornar a la tierra de sus antepasados.
Así, Labán, el hombre que no conoce ni la especie ni el género ni la forma ejemplar ni la
concepción ni, en suma, otro alguno de los objetos de exclusiva aprehensión intelectual, y
depende de las cosas manifiestas a los sentidos, que llegan a los ojos, los oídos y sus co-
rrespondientes poderes; ha sido considerado merecedor de tener por patria a Harrán, la que
Jacob, el amante de la virtud, habita por poco tiempo y como tierra extranjera, con el
pensamiento puesto siempre en el retorno hacia su hogar.

46. Su madre Rebeca, la perseverancia, dícele, en efecto: "Levántate y huye hacia Harrán
hacia mi hermano Labán, y habita junto a él por unos días" (Gen. XXVIII, 43 y 44). ¿Te das
cuenta, entonces, cómo el ejercitante no soporta residir en la región de los sentidos, y sólo lo
hace por unos pocos días, es decir, por corto tiempo, forzado por las necesidades del cuerpo,
al que está ligado, y es, en cambio, en la ciudad intelectual donde le está reservada una larga
vida y permanencia?

47. IX. Tal es el motivo, creo yo, por el que tampoco el abuelo de su instrucción,14 llamado
Abraham, soporta el residir por largo tiempo en Harrán. Leemos, en efecto, que "Abraham
tenía setenta y cinco años cuando partió de Harrán" (Gen. XII, 4), no obstante que su padre,
cuyo nombre "Tera" significa "indagación del olor", vivió allí hasta su muerte.
14
Curioso título éste que aplica Filón a Abraham. Sin embargo aparece confirmado en Sobre
la inmutabilidad de Dios 92, en Sobre los sacrificios de Abel y Cam 43, y más abajo en el
parágrafo 70.

48. Expresamente, en efecto, se manifiesta en las sagradas escrituras que "Tera murió en
Harrán" (Gen. XI, 32). Es que era solamente un indagador de la virtud, no ciudadano de ella,
y hacía uso sólo de los olores, no llegando a nutrirse con alimentos por no ser aún capaz de
llenarse de sensatez. No era capaz de gustar y debía conformarse con oler.

148
49. Y efectivamente, así como nadie ignora que los perros empleados para la caza, dotados,
como están, por la naturaleza de una agudeza señalada en lo que al sentido del olfato hace, se
orientan a grandísima distancia y hallan los cuerpos muertos de los animales salvajes; del
mismo modo el amante de la instrucción va tras un grato efluvio emanado de la justicia y las
otras virtudes, movido por el anhelo de alcanzarlas. Y tan deliciosa es la fragancia que de
ellas se desprende, que, al no poder, da vueltas infructuosamente de un lado para otro su
cabeza sin hacer otra cosa que aspirar el sacratísimo aroma de los alimentos de la nobleza. No
niega, en efecto, que está ávido de sabiduría y sensatez.

50. Dichosos, pues, son aquellos a los que les es posible disfrutar de los atractivos de la
sabiduría y regalarse con la enseñanza de cuanto ella ha descubierto, y, después de haberse
deleitado con ello, estar aún sedientos, llevando consigo un inextinguible e insaciable apetito
de conocimientos.

51. A aquellos, en cambio, a los que no ha sido dado el disfrutar de la sagrada mesa, aunque sí
llenar sus almas con el aroma de sus viandas, les corresponderá un galardón de segundo
orden. Estos, en efecto, son vivificados con soplos de virtud, tal como ocurre con los
postrados que, debilitados por no poder consumir alimento, inhalan las reparadoras esencias
que los médicos tienen preparadas como saludables remedios del agotamiento.

52. X. El relato según el cual Tera, abandonando el país caldeo, emigró a Harrán llevando
consigo a su hijo Abraham y a sus familiares, no hemos de entenderlo como un testimonio
histórico de que determinadas personas convirtiéronse en emigrantes, abandonando la tierra
de sus antepasados y habitando una extraña como nueva patria; sino como una exhortación a
no echar en saco roto una lección sumamente provechosa y conveniente para la vida humana.

53. ¿Cuál es esta lección? Los caldeos se abocan al estudio de los astros, en tanto que los
ciudadanos de Harrán se ocupan de lo relativo a los sentidos. Y la sagrada palabra dícele al
que indaga sobre las cosas de la naturaleza: "¿Para qué haces averiguaciones acerca del sol: si
es de un pie de diámetro, si es más grande que toda la tierra, si la abarca muchas veces? ¿Para
qué averiguas acerca de las iluminaciones de la luna: si la claridad que posee es prestada o si
hace exclusivamente uso de una luz propia? ¿Para qué, acerca de la naturaleza de los demás
astros, de sus revoluciones y de las influencias que ejercen entre sí y sobre las cosas te-
rrestres?

54. ¿Por qué, si marchas sobre la tierra, andas brincando sobre las nubes? ¿Cómo es que dices
ser capaz de tocar aquello que está situado en él éter, cuando estás enraizado en la tierra?
¿Cómo osas abrir juicio sobre lo que escapa a toda determinación? ¿Por qué te esfuerzas en lo
que no debes, en las cosas de lo alto? ¿Por qué llevas hasta el cielo tus superficiales estudios?
¿Por qué te metes a astrónomo y divagas sobre las cosas celestes? Ocúpate, amigo, no de lo
que está en lo alto y fuera de tu alcance, sino de lo que tienes a tu lado; o más bien, concentra
en ti mismo tu investigación y que sea irreprochable.

55. ¿Cómo harás, pues, tu indagación? Pues, marcha en espíritu a la excavada Jarán, es decir,
a los agujeros y cavidades del cuerpo, inspecciona los ojos, los oídos, las narices y los otros
órganos de los sentidos, y practica la investigación filosófica más necesaria y provechosa para
el hombre, averiguando qué es la vista, qué el oído, qué el gusto, qué el olfato, qué el tacto, y
qué, en general, la sensación. Averigua luego qué es él ver y cómo ves, qué el oír y cómo
oyes, qué el oler, el gustar y el palpar y cómo se. produce normalmente cada una de estas
funciones.

149
56. Pero, antes de haber hecho una acabada investigación en tu propia morada, ¿no es el
colmo de la insensatez andar averiguando lo relativo al universo? Y todavía me falta
prescribirte una exhortación aún mejor: que mires tu propia alma e inteligencia, de la que
tienes tan elevada opinión. Digo que 'mires', porque en cuanto a comprenderla jamás serás
capaz.

57. Elévate ahora hacia el cielo y jáctate de lo que ves allí, tú, que todavía no has sido capaz
de conocer lo que enseña el poeta cuando dice: Todo cuanto de bueno y de malo ha ocurrido
para tí en tus mansiones;15 pero luego, dirigiendo tu investigación más abajo del cielo y
apartándote de la búsqueda de lo de allí, conócete a ti mismo y aplícate con todo cuidado
también a esto, a fin de que puedas alcanzar la felicidad que es dable al hombre."
15
Odisea, IV, 392.

58. A un espíritu en esas condiciones los hebreos lo llaman Tera y los helenos Sócrates.
Dícese, en efecto, que Sócrates envejeció entregado a una profunda reflexión acerca del
"Conócete a ti mismo", sin que su filosofía se apartase jamás de los problemas relativos a su
propio ser. Pero, al fin y al cabo, no era más que un hombre; en cambio, Tera era el mismo
conocimiento de sí, una vía para el conocer puesta ante nosotros como un árbol exuberante en
grado sumo, con miras a que los amantes de la virtud lo hallen fácilmente cuando recojan el
fruto de sus disposiciones morales y se llenen de salvador y gratísimo alimento.

59. Tales se nos presentan aquellos que se abocan a la indagación de la prudencia; pero más
perfectas que éstos son las naturalezas de los que combaten y bregan por ella. Estos, en efecto,
habiendo aprendido detalladamente cuanto concierne a los sentidos, entienden que les
corresponde avanzar hacia una contemplación aún más alta y han dejado atrás las cavidades
de la sensibilidad, que se conocen con el nombre de Harrán.

60. Entre éstos se cuenta Abraham, quien realizó progresos y avances en orden a la
adquisición de un saber más elevado. En efecto, cuando se hubo conocido a sí mismo al
máximo, entonces en igual grado se desprendió de sí mismo a fin de llegar a un exacto
conocimiento del Que verdaderamente Es. Y es natural que así fuese: aquel que se ha
comprendido suficientemente a sí mismo, se desprende suficientemente de sí al darse clara-
mente cuenta de la insignificancia de las creaturas en todos los aspectos; y quien se desprende
de sí mismo conoce al Que Es.

61. XI. Queda, pues, aclarado qué es Harrán y por qué el que deja la fuente del Juramento
marcha hacia allí. Consideremos ahora el tercer punto, que está en relación con lo precedente:
¿Cuál es el lugar en el que se detuvo? Porque se nos dice que "encontró un lugar" (Gen.
XXVIII, 11).

62. Tres significados tiene el término "lugar": primero, un espacio lleno por un cuerpo;
segundo, el Divino lógos,16 al que el mismo Dios llenó completamente y en todas sus partes
con incorpóreas potencias. Dice, en efecto, el legislador que "vieron el lugar donde estaba
situado el Dios de Israel" (Ex. XXIV, 10 ),17 único lugar en el que les permitió hacer
sacrificios vedándoles hacerlo en otro alguno. Prescribióseles, en efecto, subir hacia el lugar
que el mismo Dios Soberano escogería, y practicar allí "los holocaustos y las ofrendas en
acción de gracias" (Ex. XX, 24) y ofrecer los otros irreprochables sacrificios.
16
Ver Sobre la confusión de las lenguas 146.
17
Ver Sobre la confusión de las lenguas 96.

150
63. Pero hay un tercer significado, y a él se alude cuando se dice que el mismo Dios es un
lugar, por cuanto Él todo lo encierra sin ser contenido por cosa alguna absolutamente, y es el
refugio a donde se acogen todas las cosas, y porque Él mismo es Su propio espacio pues Él Se
contiene a Sí mismo y sólo por Sí mismo es contenido.

64. Yo, por cierto, no soy un lugar sino estoy en un lugar; y lo mismo ocurre con cada una de
las cosas que existen, porque lo que es contenido es diferente de aquello que lo contiene; pero
la Divinidad, al no ser contenida por cosa alguna, forzosamente es Ella misma Su propio
lugar. Testimonio de lo que digo es el siguiente oráculo revelado a propósito de Abraham:
"Marchó hacia el lugar que Dios le había dicho, y habiendo alzado la vista vio el lugar desde
lejos" (Gen. XXII, 3 y 4).18
18
Ver Sobre la posteridad de Caín 17 y 18.

65. Ahora bien, ¿piensas que el que había ido hacia el lugar lo vio desde lejos? No, sin duda
se trata de un mismo nombre aplicado a dos cosas diferentes, uno de los cuales es un Divino
lógos y el otro es Dios, que estaba delante de ese lógos.

66. El que llega al primero de estos lugares bajo la guía de la sabiduría, halla en el Divino
lógos el coronamiento y la culminación de su complacencia; y situado en él, no avanza hacia
Aquel que es de esencia verdaderamente Divina sino Lo ve desde lejos. O más bien digamos
que ni siquiera es capaz de verlo a Él desde lejos, y que sólo ve cuan lejos se halla Dios de la
creación toda y cómo el aprehenderlo está situado a grandísima distancia de todo humano
discernimiento.

67. Pero muy bien puede ser que en esta ocasión no haya Moisés empleado el término "lugar"
para designar figuradamente a la Causa, sino haya querido significar lo siguiente: "Marchó
hacia el lugar y alzando la vista vio con sus ojos" 'el lugar mismo al que había marchado,
lugar que está a gran distancia del ser innombrable, inexpresable e inaprehensible bajo
ninguna representación que es Dios'.

68. XII. Habiendo aclarado estos supuestos previos, digamos que el ejercitante, cuando ha
llegado a Jarán, vale decir, la sensibilidad, "halla un lugar". No se trata del lugar llenado por
el cuerpo mortal, pues tal tipo de lugar lo poseen todos los nacidos en la tierra, por cuanto
todos ellos llenan un espacio y ocupan necesariamente un determinado lugar. Tampoco se
trata del tercero y más excelente, del que difícilmente le hubiera sido posible formarse una
idea durante su permanencia en la fuente llamada "juramento", en la cual mora Isaac, vale
decir, la naturaleza autodidacta, que jamás se aparta de la fe en Dios y de la invisible
concepción de El. No, este lugar no es otro que el Divino lógos, lugar intermedio, que señala
el camino hacia las cosas supremas y enseña cuanto requiere cada ocasión.

69. En efecto, entendiendo Dios que no cabe que Él vaya hacia la sensibilidad, envía a Sus
lógos 19 para asistir a los amantes de la virtud. Estos lógos son los médicos que curan
completamente las enfermedades del alma brindándoles las sagradas exhortaciones a modo de
inviolables normas, llamándolos a la práctica de las mismas y dotándolos, cual maestros de
gimnasia, de fuerza, poder y vigor superiores a toda oposición posible.
19
Es decir. Sus ángeles o mensajeros, los lógos particulares, de los que el Divino lógos es el
arcángel o lógos supremo. Ver Sobre la huida y el hallazgo 5, y Sobre la confusión de las
lenguas, nota 14.

151
70. Por fuerza, pues, Jacob, habiéndose allegado a la sensibilidad, no puede ya encontrarse
con Dios sino con un lógos de Dios; cosa que también le ocurre a Abraham, el abuelo de su
sabiduría. 20 Leemos, en efecto, que "una vez que hubo acabado de hablar a Abraham el Señor
se marchó, y Abraham se volvió hacia su lugar" (Gen. XVIII, 33). La expresión "volvió hacia
su lugar" señala el encuentro con estos sagrados lógos, de los que Dios, el primero de todos
los seres, se ha apartado, cesando de enviar las visiones procedentes de Sí mismo y
extendiendo en adelante sólo las procedentes de las potencias inferiores a Él.
20
Titulo dado a Abraham también más arriba, en el parágrafo 47.

71. Sumamente acertado es el decir, no que fue Jacob hacia un lugar, sino que "halló un
lugar"; porque el ir implica libre determinación, en tanto que el hallar es a menudo
involuntario; de lo que resulta que el Divino lógos, manifestándose súbitamente y
ofreciéndose como compañero de viaje al alma solitaria, le proporciona una imprevista dicha,
superior a su esperanza. Así, en efecto, ocurrió también con Moisés, quien "condujo al pueblo
al encuentro de Dios" (Ex. XIX, 17), sabiendo claramente que Él va invisiblemente hacia las
almas ávidas de encontrarlo.

72. XIII. La causa por la cual Jacob halló el lugar es registrada luego con estas palabras: "pues
el sol se ponía", no este sol al alcance de nuestros ojos, sino la claridad brillantísima y
resplandeciente del invisible y supremo ser que es Dios. Cuando esta claridad ilumina el
entendimiento, se eclipsan las luces secundarias, propias de los lógos, y en una medida mucho
mayor aún se cubren de sombras todos los lugares sensibles. Cuando aquella se marcha a otra
parte, al punto todos estos resurgen y se elevan.

73. Pero no te asombres de que, conforme con las normas de la alegoría, se haya comparado
al sol con el Padre y Soberano de todas las cosas; porque, si bien ninguna cosa es en realidad
semejante a Dios, hay, con todo, dos únicas cosas que, en la humana opinión, son tenidas por
tales, una de ellas invisible, otra visible; la invisible, el alma; la visible, el sol.

74. La semejanza del alma la puso de manifiesto el legislador en otro lugar diciendo: "Hizo
Dios al hombre, lo hizo según la imagen de Dios" (Gén. I, 27 );21 y nuevamente en la ley esta-
blecida contra los asesinos: "Si alguien derramare la sangre de un hombre, la suya será
derramada a cambio de la de aquel, porque en la imagen de Dios hice Yo al hombre." (Gen.
IX, 6). La semejanza del sol ha sido, a su vez, indicada mediante figuras.
21
Aquí Filón parece apartarse de su habitual interpretación del pasaje, según la cual el
hombre fue plasmado como una copia no de Dios sino del Divino lógos, que es la "imagen de
Dios". Ver, por ejemplo. Interpretación alegórica III, 96.

75. Fácil es, también, averiguar esto de otra manera mediante un razonamiento. En efecto, en
primer lugar, Dios es claridad, por lo cual en los salmos se canta: "El Señor es mi claridad y
mi salvador" (Salmos XXVII, 1). Y no sólo es claridad sino también arquetipo de toda otra
luz; más aún, es el más excelso y elevado de los arquetipos, siendo su condición la de modelo
de un modelo. En efecto, el modelo dotado de la plenitud suma fue Su lógos, vale decir, la
luz, pues, como dice Moisés, "Dios dijo: 'Hágase la luz' " (Gen. I, 3).22 El, en cambio, a
ninguno de los seres creados se parece.
22
Tal vez el sentido de esto sea que, si para crear la luz, dijo Dios: "Hágase la luz", la luz
procede de la palabra de Dios, del lógos en una de sus acepciones, y por lo tanto la luz es
palabra o lógos. Mangey propone eliminar el término "luz", con lo que la traducción quedaría
así: "el modelo fue una palabra (lógos) Suya... pues... Dios dijo (es decir, empleó Su
palabra)...

152
76. En segundo lugar, así como el sol separa el día y la noche, del mismo modo, según
Moisés, Dios ha puesto una valla entre la luz y la oscuridad. En efecto, "Dios separó por
medio la luz y por medio la oscuridad" (Gen. I, 4). Y sobre todo, así como el sol, al elevarse,
hace visibles los objetos que estaban ocultos, así también Dios, al producir todas las cosas, no
sólo las condujo hacia la luz, sino también dio el ser a cosas que antes no existían, siendo no
solamente el artesano sino el mismo creador de ellas.

77. XIV. En muchos pasajes de la sagrada escritura es mencionado el término "sol" con
sentidos figurados. Una vez se lo menciona como símbolo de la inteligencia humana, a la que
han edificado y erigido como una ciudad los que no han podido menos que servir a la creación
antes que al Increado; a propósito de los cuales se han dicho que "edificaron fuertes ciudades
para el faraón, Pitom", es decir, la palabra, a la que se ha reservado el persuadir;23 "Ramesés",
vale decir, la sensibilidad, por la cual es devorada el alma como por gusanillo ("Ramesés", en
efecto, significa "conmoción de gusanillo"); "y On", o sea, la inteligencia, a la que Moisés
llamó "ciudad del sol" (Ex. I, 11), en razón de que, cual si fuese un sol, tiene a su cargo la
conducción de la totalidad de nuestro ser y proyecta hacia cada una de sus partes, cual rayos,
sus potencias.
23
En griego Pitom es Peitho, término que significa persuasión, vinculado al verbo péithein =
persuadir.

78. Y todo aquel que ha aceptado la ciudadanía del cuerpo, es decir, todo aquel que es
simbolizado con el nombre de José, registra como suegro suyo al sacerdote y servidor de la
inteligencia.24 Leemos, en efecto, que el faraón "le dio a Asenet, hija de Petefré, sacerdote de
Heliópolis"25 (Gen. XLI, 45).
24
Porque, según afirma Filón en el parágrafo 88, los sentidos (femenino en griego) son hijas
de la inteligencia.
25
O "ciudad del sol". Heliópolis era el nombre griego de la ciudad egipcia de On, cuyo clero
elaboró la síntesis solar centrada en el Dios Re.

79. En segundo lugar. Moisés llama simbólicamente sol a la sensibilidad, en razón de que ella
muestra todas las cosas sensibles a la inteligencia. A la sensibilidad se refiere cuando habla de
la siguiente manera: "El sol se elevó sobre él cuando se alejó de la forma26 de Dios" (Gen.
XXXII, 31). Es que realmente, cuando ya no podemos permanecer en compañía de las sacratí-
simas formas, que son como incorpóreas imágenes, y nos volvemos marchando hacia otra
parte, usamos de otra luz, la de la sensibilidad, luz que, comparada con la sana razón, en nada
difiere, francamente, de la oscuridad.
26
O presencia o imagen.

80. Esta luz, al surgir, despierta la vista y el oído, así como el gusto, el olfato y el tacto, como
de un sueño, mas sume en un sueño a la sensatez y la justicia, la ciencia y la sabiduría, que
estaban despiertas.

81. XV. Tal es el motivo por el que la sagrada palabra dice que nadie puede ser puro hasta la
tarde, en razón de que aún prevalecen los movimientos de la sensibilidad sobre la inteligencia.
También para los sacerdotes establece ella una inexorable ley, que a la vez es una
predicción,27 cuando dice: "No comerá de las sagradas cosas hasta que se haya lavado el
cuerpo con agua y hasta que se hubiere puesto el sol y él se hubiere tomado puro" (Lev. XXII,
6 y 7).
27
O simple aserto acerca de algo que cabe esperar que suceda de determinada manera.

153
Cuando el texto bíblico no emplea el imperativo sino el futuro de indicativo. Filón entiende
que más que de una prescripción se trata de una predicción o afirmación sobre algo que no
pueda dejar de suceder. Ver el parágrafo 101.

82. Con toda claridad se ha puesto de manifiesto en estas palabras que ninguno es com-
pletamente puro como para celebrar los santos y venerables misterios, si todavía tributa honor
a los esplendores sensibles de esta vida mortal. Mas, si alguno los desdeña, de ello resulta que
se ve iluminado con la luz de la sensatez, gracias a la cual estará en condiciones de lavarse y
limpiarse de las manchas de las vanas opiniones.

83. ¿O no ves lo que ocurre con el sol mismo? Los efectos de su salida son contrarios a los de
su puesta. Cuando se eleva todas las cosas del ámbito terrestre se iluminan, mientras todas las
del cielo se ocultan; y al contrario, al ponerse los astros se hacen visibles y los objetos
terrestres se envuelven en sombras.

84. Pues, de manera análoga en nosotros, cuando la luz de los sentidos, como un sol, se eleva,
resulta que las verdaderamente excelsas y celestiales ramas del saber desaparecen; y cuando
llega aquélla a su ocaso, se hacen visibles las inmensamente parecidas a los astros y
divinísimas claridades de las virtudes, y la inteligencia se torna entonces pura sin que objeto
alguno sensible la empañe.

85. El tercer sentido con que el legislador emplea el término sol es el del Divino lógos,
modelo, como ya se ha dicho,28 del sol que describe su órbita en el cielo. Es a este Divino
lógos al que se refiere la escritura cuando dice: "El sol se elevó sobre la tierra y Lot penetró
en Zegor, y el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego" (Gen. XIX, 23 y
24).
28
En el parágrafo 75.

86. En efecto, el lógos de Dios, cuando llega al terrestre compuesto de nuestro ser, procura
socorro y ayuda a los que están familiarizados con la virtud y se inclinan29 hacia ella, brindán-
doles de ese modo refugio y salvación completos, e infiriendo a sus adversarios irreparable
daño y ruina.
29
Alusión a la interpretación del nombre de Lot como "inclinación". Ver Sobre la migración
de Abraham 148.

87. Con un cuarto sentido es empleado el término "sol", como ya he dicho,30 referido al
mismo Soberano del universo, por obra del cual los incurables males de las faltas, ocultos en
apariencias, son puestos al descubierto. Para Dios, en efecto, todas las cosas así como son
posibles también son conocidas.
30
En el parágrafo 73.

88. Por eso Él conduce hacia el sol para ser expuestas públicamente a aquellas energías del
alma enervadas por las licenciosas y lascivas relaciones con las hijas de la inteligencia, es
decir, los sentidos, cual si se tratase de prostitutas y rameras.

89. Dice, en efecto, la escritura: "Y el pueblo estableció su residencia en Setim", lugar cuyo
nombre significa "espinas", las que son símbolo de las pasiones, que clavan su aguijón y
hieren al alma; "y fue corrompido para prostituir con las hijas de Moab", que no son sino los
sentidos, llamados aquí "hijas de la inteligencia". "Moab", en efecto, significa "procedente del
padre". Y prosigue con esta orden: "Toma a todos los jefes del pueblo y castígalos

154
públicamente ante el Señor cara al sol, y la cólera del Señor se apartará a Israel" (Núm. XXV,
1 y 4).

90. No se limita, en efecto, en su deseo de hacer patentes las ocultas iniquidades, a extender
sobre ellas la claridad de los rayos solares, sino además llama simbólicamente sol al Padre de
todas las cosas, para el que todas ellas son patentes, aun todas aquellas que se consuman
invisiblemente en los resquicios de la inteligencia; pero dice que, cuando éstas se hayan
puesto de manifiesto, el único Propicio se mostrará tal.

91. ¿Por qué? Pues, porque, bien puede ocurrir que la inteligencia se haya convencido de que
su falta pasará inadvertida para la Divinidad, como si Esta no fuera capaz de ver todas las
cosas; y haya delinquido secretamente en su fuero interno. Mas, si luego cae en la cuenta, por
sí misma o bajo la dirección de otro, de que es imposible que cosa alguna permanezca oculta
para Dios; y entonces se muestra a sí misma abiertamente y hace otro tanto con todas sus
acciones, y, poniéndolas al descubierto, las expone como a la luz solar ante el Observador de
todas las cosas, mientras confiesa que está arrepentida por las-viles opiniones sustentadas
anteriormente con irreflexivo criterio ya que para Aquel nada es invisible, sino todas las cosas
claras y notorias; tanto las ya cumplidas como también aquellas que en número mayor aún
cabe esperar se cumplan en el futuro. En tal caso quedará purificada y beneficiada y habrá
apaciguado a la vindicadora refutación 31 que con justificada irritación se cernía sobre ella.
Tal es lo que sucederá al alma que acoge al arrepentimiento, que es hermano menor de la
completa inocencia.
31
O convicción o admonición.

92. XVI. Hay evidentemente también otros pasajes en los que-el legislador emplea el término
sol aplicado simbólicamente a la Causa; por ejemplo, en la ley establecida a propósito de los
que prestan dinero con garantía. El texto de esta ley es el siguiente: "Si tomares como prenda
el manto de tu vecino, se lo devolverás antes de la puesta del sol; es lo único que tiene para
cubrirse, es el manto de su indecencia. ¿En qué dormirá? Si él, pues, eleva su clamor hacia
Mí, Yo le prestaré oído, porque soy compasivo" (Ex. XXII, 25 y 27).

93. Aquellos que piensan que toda esta diligencia del legislador la motiva una simple prenda
de vestir merecen, sin duda, si no un reproche, al menos que se les haga presente lo siguiente:
"¿Qué estáis diciendo, buenos señores? ¿El Creador y Soberano del universo se presenta a Sí
mismo compadeciéndose por cosa tan trivial como es un manto no devuelto a un deudor por
el prestamista?

94. Suponer semejantes cosas es propio de quienes no han sido capaces de ver de una vez por
todas la magnitud de las excelencias del infinitamente grande Dios, y, contra toda licitud y
justicia, atribuyen !a humana pequeñez a la Naturaleza increada e incorruptible y plena de
dicha y felicidad."

95. ¿Qué tiene, en efecto, de malo y especial el que los prestamistas guarden en su poder las
prendas de garantía mientras continúe pendiente la devolución de lo que les pertenece?32 No
faltará, seguramente, quien diga que los deudores son pobres y merecen compasión.33 En ese
caso, ¿no habría sido mejor redactar una ley que les procurara asistencia y no una en que se
los presenta como deudores; o bien prohibir los préstamos con garantías? Pero el legislador,
que ha permitido tales préstamos, no puede razonablemente irritarse contra aquellos que no
devuelven antes del plazo fijado lo que han recibido, ni tratarlos de impíos.34
32
Filón trata de probar lo absurdo de la interpretación literal de esta. ley, es decir, lo absurdo

155
de pensar que lo que la ley tiene presente es la devolución anticipada de una prenda de vestir.
La primera de sus razones es que aceptar tal interpretación significa pensar que Dios se ocupa
de menudencias.
33
Y por lo tanto no se trata de algo sin trascendencia, que no merezca la preocupación del
legislador.
34
Es decir: el legislador acepta tales préstamos; luego, es absurdo pensar que legisla duras
medidas contra lo mismo que él ha legalizado, como la retención de prendas.

96. Por otra parte, un hombre que ha llegado a los límites mismos de la pobreza, por así decir,
y que para cubrirse no posee más que un vestido harapiento, ¿va en busca de prestamistas
desconocidos, en vez de recurrir a la compasión de los que lo ven en tal estado, compasión
que se prodiga en las puertas, en los templos, en la plaza y en todas partes sobre los que
padecen semejantes infortunios?

97. Pero en nuestro caso se trata, efectivamente, de quien ha llevado y ofrecido con garantía
incluso lo único que tiene para cubrir sus vergüenzas, aquello con lo cual vela las partes
secretas de su naturaleza. ¿Y por qué lo ofrecería en garantía? Dímelo. ¿Acaso para
procurarse otro mejor? Porque nadie se ve privado del necesario sustento mientras las fuentes
manan, los ríos desbordan en invierno y la tierra ofrece los frutos estacionales.35
35
En otras palabras: "porque no cabe pensar que sea para comer, puesto que nadie..."

98. ¿Y será el prestamista tan acaparador de riquezas y tan desmedidamente cruel, que no esté
dispuesto a proporcionar a aquél un tetradracmo, o algo menos todavía; o que haga un
préstamo a quien es tan pobre, en vez de obsequiarle; o que le exija como garantía el único
manto que posee, gesto que no merece evidentemente otro nombre que el de robo de ropas?36
Porque esa es la conducta habitual de los ladrones de ropas: se quedan con los vestidos de los
que han desnudado y dejan a sus dueños desnudos.
36
Es decir, la hipótesis de un préstamo a quien no tiene sino una prenda de vestir es también
absurda, pues en tal caso el prestamista, apiadado de tanta pobreza, le daría una ayuda, nunca
un préstamo.

99. Además, ¿por qué la previsión del legislador es para la noche y para que alguien no
duerma sin ropas, y no se ha tomado parecido cuidado para el día y para que no falte al decoro
con su desnudez una persona fuera ya de su lecho? ¿Por ventura no es durante la noche y al
abrigo de la sombra cuando todas las cosas pasan inadvertidas, de modo que la vergüenza de
la desnudez es menor o nula e-n absoluto; en tanto que con la luz del día todas las cosas se
hacen patentes, de modo que entonces mayores son los motivos que nos fuerzan a rubori-
zarnos?

100. ¿Y por qué ha prescripto no la donación sino la devolución del manto? Porque se
devuelve lo que es de otros, y las fianzas pertenecen más a los prestamistas que a los que han
recibido los préstamos. ¿Y no te das cuenta de otra cosa: que no ha mandado al deudor que,
después de haber tomado el manto para cubrirse en el lecho, en llegando el día se levante, lo
tome y lo lleve al prestamista?

101. Ciertamente, ante las particularidades de la expresión hasta el más tardo de


entendimiento puede ser llevado a percibir algo más que el sentido literal del pasaje. La
prescripción, en efecto, más parece una predicción 37 que una exhortación. Porque, quien
hubiera pronunciado una exhortación hubiera dicho: "Si el manto entregado en prenda fuere el
único que poseyere el deudor, devuélveselo antes del anochecer para que tenga con qué

156
cubrirse durante la noche". En cambio, para manifestar una simple predicción se expresaría
como en el presente pasaje: "Se lo devolverás pues es lo único que tiene para cubrirse, este
manto es el de su indecencia. ¿En qué dormirá?"
37
Ver la nota 27.

102. XVII. Vayan, pues, estas y otras consideraciones semejantes para los sumamente
engreídos y pedantes divulgadores de las interpretaciones literales; nosotros, por nuestra parte,
siguiendo las leyes de la interpretación alegórica digamos acerca de este pasaje lo
conveniente. Pues bien, aclaramos que el "manto" es símbolo del pensamiento y la expresión
racionales.38
La ropa, en efecto, evita al cuerpo los daños que le suelen sobrevenir provenientes del frío y
del calor; oculta sus partes vergonzosas de su naturaleza; y todo vestido constituye un apro-
piado adorno para el cuerpo.
38
O simplemente la rosón, ya que, aunque en los parágrafos 103 y 104 con el término lógos
parece referirse a la razón y la palabra juntamente, en todo el resto de las reflexiones se refiere
expresamente a la razón.

103. De manera análoga, el pensamiento y la palabra racionales constituyen el más hermoso


don hecho por Dios al hombre. En primer lugar, como arma de defensa contra aquellos que
maquinan novedades contra él. En efecto, así como la naturaleza ha fortificado a cada una de
las otras criaturas vivientes con los medios de defensa apropiados, mediante los cuales
repelerán a quienes intenten perjudicarlas, también al hombre ha proporcionado en el
pensamiento y la palabra racionales una excelente protección y una inexpugnable fortaleza.
Empuñándolos con toda fuerza, como el soldado empuña sus armas, llevará consigo una
guardia personal apropiada y eficacísima. Y teniéndola como ayuda en el combate, podrá
rechazar los daños con que le amenazaren los enemigos.

104. En segundo lugar, constituyen una muy necesaria capa de las cosas vergonzosas y
reprochables, como que es grande la habilidad del pensamiento y la palabra racionales para
ocultar y velar las iniquidades de los hombres. En tercer lugar, sirven como adorno de la vida
toda, ya que hacen a cada uno de nosotros mejor, e impulsan a todo hombre hacia las cosas
superiores.

105. Mas existen entre los hombres ciertas funestas plagas» que retienen en prenda al
pensamiento y la palabra racionales despojando de ellos a sus dueños; y, aunque lo que
corresponde es hacerlos desarrollar, los tronchan completamente, tal cual hacen los que
saquean las tierras de los enemigos y procuran arruinar su trigo y los demás frutos, los que, si
se hubieran salvado, hubieran sido de gran provecho para quienes los consumen.

106. Así pues, no faltan quienes libran una guerra sin tregua ni pactos contra la naturaleza
racional, los cuales cortan a ras de tierra los brotes de esa naturaleza y aplastan sus primeros
crecimientos haciéndola, por así decir, improductiva y estéril con respecto a toda empresa
noble.

107. A veces, en efecto, como ella se lanza con irrefrenable impulso hacia la instrucción y
está dominada por el amor hacia las indagaciones de la filosofía, la envidia y el recelo les
hacen concebir el temor de que, en alas de una gran inspiración e inmensamente elevada,
sumerja, cual un torrente, sus triquiñuelas y sus persuasivas conclusiones contra la verdad; y
desvían hacia otra parte mediante sus malas artes esa corriente encauzándola por canales que
llevan hacia estudios y. prácticas viles y degradados. Y a menudo, habiéndola esterilizado y

157
obstruido, dejan su natural grandeza improductiva, cual malos tutores de niños huérfanos que
hicieran de una tierra rica y fértil un estéril páramo; y no se avergüenzan, como que son los
más despiadados de todos los hombres, de despojar a un hombre del único "manto", vale
decir, de su pensamiento y palabra racionales; único, pues el legislador dice: "Esto es lo único
que tiene para cubrirse" (Ex. XXII, 27).

108. ¿Qué otra cosa es "esto" sino el pensamiento y la palabra racionales? En efecto, así como
es peculiar del caballo el relinchar, del perro el ladrar, del buey el mugir, del león el rugir, así
también es propio del hombre el pensar y hablar racionalmente. El hombre, en efecto, es
decir, el ser viviente más amado por Dios, emplea como bien exclusivo de él este pensar y
hablar racional, que es su abrigo, su protección, su armamento y su muralla.

109. XVIII. Y así, se agrega: "Este manto es el único velo de su indecencia" (Ex. XXII, 27).
En efecto, ¿qué otra cosa vela y oculta las cosas vergonzosas y reprochables de la vida en la
medida en que lo hace la razón? La ignorancia, emparentada con la naturaleza irracional, es
motivo de vergüenza; la cultura, hermana de la razón, es un adecuado adorno.

110. "¿En qué, pues, dormirá?", vale decir, ¿en dónde hallará paz y completo reposo el
hombre sino en la razón? La razón, en efecto, eleva la condición de la parte menos afortunada
de nuestro ser. Así como a menudo la gentileza, la solidaridad y la cortesía de amigos han
procurado remedio a quienes se hallaban oprimidos por penas, temores u otros males, del
mismo modo, no ya a menudo sino siempre, sólo esa alejadora de males que es nuestra razón
aparta la penosísima carga que han echado sobre nosotros las necesidades de nuestro
impotente cuerpo y las imprevistas consecuencias de cuanto se precipita sobre nosotros desde
fuera.

111. La razón, en efecto, es nuestra amiga, asociada, compañera, se halla vinculada


estrechamente a nosotros, o mejor aún, pegada y unida por cierta cola de naturaleza indi-
soluble e invisible. Tal es la causa por la que ella conjetura lo que sucederá y, cuando algo
indeseable ocurre, se presenta por su propio impulso para ayudamos, llevando no una sola
clase de ayuda, la del consejero que no interviene activamente o la del que lucha a nuestro
lado sin pronunciar palabra, sino ambas.

112. Es que el poder con que la razón obra no produce un efecto a medias, sino completo en
todos los aspectos. Y, si ella fracasa en sus proyectos o en la obra, recurre a un tercer modo de
ayuda, el consuelo. Del mismo modo, en efecto, que existen curativos medicamentos para las
heridas, la razón es el salvador remedio para las calamidades del alma, remedio que, según el
legislador, es preciso "devolver antes de la puesta del sol" (Ex. XXII, 26), es decir, antes de
que se oculten los deslumbradores rayos del ser más inmenso y luminoso, que es Dios, quien
los envía desde el cielo hacia la inteligencia humana movido por Su -compasión hacia nuestra
raza.

113. Mientras en el alma resida esta luz de semejanza suma con Dios e incorpórea,
devolveremos la razón que nos ha sido dada en prenda, al modo de un manto, para que aquel
que ha recibido esta peculiar posesión del hombre pueda cubrir lo que hay de vergonzoso en
la vida, gozar del divino don y disfrutar de calma y reposo merced a la presencia de tal
consejero y protector, que jamás abandonará la posición en la que ha sido apostado.

114. Mientras derrama, pues, Dios sobre ti Su sagrada claridad, apresúrate durante el día a
devolver esa prenda al Señor. Porque, cuando ella se oculte, tú, como "el Egipto todo" (Ex. X,

158
21), te verás envuelto para siempre en una oscuridad palpable y, golpeado por la ceguera y la
ignorancia, serás privado de todas aquellas cosas de las que te juzgas dueño, siendo forzado
esclavo de Israel, el vidente, al que tú, no obstante ser su naturaleza inmune a la esclavitud,
retenías en su poder.

115. XIX. Este extenso camino38 que hemos recorrido no ha tenido otro objeto que poner de
manifiesto cómo la inteligencia del ejercitante muévese con movimientos desiguales, ora
hacia lo provechoso, ora hacia lo contrario, y en cierta manera con ininterrumpidos ascensos y
descensos. Y cómo, cuando obra provechosamente y se eleva hacia lo alto, es iluminada por
los ejemplares e incorpóreos rayos de la fuente de razón que es Dios, el perfeccionador; en
tanto que, cuando desciende y es improductiva, ilumínanla las copias de aquellos rayos, es
decir, los inmortales lógos, que acostumbramos llamar ángeles.
39
Del parágrafo 87 al 114, en los que trató Filón de probar que "el sol" que "se ponia" no es
otra cosa sino Dios.

116. Por eso en este pasaje dice también: "Encontró un lugar puesto que el sol se ponía" (Gen.
XXVIII, 11). Es que, cuando abandonan al alma los Divinos resplandores, merced a los cuales
las aprehensiones de las cosas cobran claridad suma, surge la luz secundaria y más débil de
los lógos,40 no ya de los hechos. Lo mismo ocurre también en este mundo, en el que la luna
cuya jerarquía es inferior a la del sol, al ponerse éste envía su luz, menos clara, sobre la tierra.
40
O de las palabras. Aquí Filón, que a lo largo de toda esta extensa exposición ha empleado el
término legos alternando sus varios sentidos, parece aplicarlo concretamente a la palabra,
según se desprende de la. oposición que destaca.

117. Y por otra parte, el encontrar un lugar o lógos es un beneficio más que suficiente para
aquellos que no pueden 41 ver a Dios, que está antes que un lugar y un lógos, puesto que ellos
no tienen su alma totalmente desprovista de luz; y cuando aquella claridad sin mezcla se
oculta de ellos, alcanzan la claridad mezclada. Así, leemos en el Éxodo: "En todos los lugares
donde residían había una luz para los hijos de Israel"; de modo que la noche y la oscuridad
habían huido de ellos para siempre, noche y oscuridad en la que viven aquellos que están
ciegos no de los ojos del cuerpo sino-de los del alma y no conocen los resplandores de la
virtud.
41
Momentáneamente o en una situación dada.

118. Algunos, suponiendo que en este pasaje con el término. "sol" se designa figuradamente a
la sensibilidad y a la inteligencia, vale decir, los elementos de juicio que se descubren en
nosotros mismos, y que el término "lugar" designa simbólicamente al Divino lógos, explican
el texto de esta manera: "El ejercitante encontró un Divino lógos cuando se ocultó la mortal y
humana claridad".

119. Es que, en tanto juzgan alcanzar una firme aprehensión, la inteligencia de las cosas
intelectuales y la sensibilidad de las sensibles, y divagan por las alturas el Divino lógos se
mantiene a gran distancia. Mas, cuando cada uno de ellos reconoce su flaqueza y se eclipsa
mediante una especie de ocaso, la recta razón,42 defensora del alma ejercitante, sale a su
encuentro al instante y la acoge benévolamente cada vez que ella ha' perdido su confianza en
sí misma y aguarda a la que desde fuera viene a su encuentro invisiblemente.
42
O el recto lógos, en su acepción restringida de razón.

120. XX. Dice el legislador a continuación que aquél "tomó una de las piedras del lugar y la
colocó bajo su cabeza y durmió en aquel lugar" (Gen. XXVIII, 11). Aquí cabe admirar no

159
sólo la alegórica y filosófica enseñanza del legislador sino también la indicación con que
estimula a la práctica del trabajo y la moderación, según la letra del texto.

121. En efecto, no considera digno de quien se afana por la virtud vivir una vida muelle y
delicada, aficionado a las inclinaciones y ambiciones de los que son tenidos comúnmente por
felices pero que en realidad están llenos de desdicha, y cuya vida toda es sueño y quimera a
juicio del más sano de los legisladores.

122. Estos durante el día, cuando han andado a través de las iniquidades contra los demás en
los tribunales, en los consejos, en los teatros y cualquier otra parte, llegan a su casa para
arruinar, desdichados, su propia residencia, no la residencia formada por construcciones sino
la unida por naturaleza al alma, vale decir, el cuerpo. En él introducen sin interrupción
cantidades desmedidas de alimentos y le hacen beber abundante vino puro, hasta que el
discernimiento queda sumergido, y las sensuales pasiones, hijas del exceso, excitadas y
movidas de un furor incontenible, tras precipitarse y enmarañarse con todo cuanto hallan, han
vomitado su enorme frenesí y reposan.

123. Por la noche, al llegar la hora del reposo se echan muy muellemente sobre suntuosos
lechos y floridas mantas dispuestas al efecto, imitando la voluptuosidad de las mujeres, a las
que la naturaleza ha permitido llevar un modo de vida relajado, razón por la cual el Artífice y
Hacedor ha formado para ellas ese cuerpo de más blanda conformación.

124. Ninguno como éstos es discípulo del sagrado lógos; sólo lo son los hombres de verdad,
amantes de la templanza,, el decoro y el pudor, hombres que han puesto, por así decir, como
cimientos de su vida, toda la moderación, la frugalidad, la fortaleza, seguros refugios del
alma, en los que sin peligros y firmemente ella echa anclas; hombres que están por sobre las
riquezas, el placer, la gloria; despreciadores de las comidas, las bebidas y demás cosas
necesarias, siempre y cuando la privación de alimentos no comience a traer aparejados
trastornos; hombres que por adquirir la virtud están perfectamente dispuestos a aceptar el
hambre y la sed, el calor y el frío y todas las otras cosas difíciles de soportar; entusiastas por
las cosas que se adquieren más fácilmente, al punto de no avergonzarse jamás por llevar una
capa barata, sino, por el contrario, considerar que las costosas son cosa reprochable y gran
menoscabo en su vida.

125. Para estos hombres un blando pedazo de tierra hace de costoso lecho, su manta de cama
la constituyen arbustos, hierbas, pastos y un montón de hojas, y sus almohadas algunas
piedras o pequeños montículos que se elevan un poco del nivel del suelo. Los voluptuosos
califican de difícil de sobrellevar a este género de vida; los que tienen por meta de su
existencia lo bueno y noble, la califican de la más placentera de todas. Es que ella
corresponde no a los que son hombres de nombre sino a los que lo son de verdad.

126. Observa cómo en este pasaje el legislador presenta al atleta de las nobles empresas,
aunque poseedor de abundantes materiales y recursos principescos, durmiendo en la tierra y
usando como almohada una piedra, y suplicando poco después en sus plegarias por pan y un
manto, riqueza de la naturaleza.43 Siempre pone él en ridículo la riqueza tal como la conciben
las vacías opiniones y escarnece a los que la miran con admiración. Este atleta es el modelo
original del alma que se ejercita, y un enemigo de todo hombre afeminado y hermafrodita.
43
Gen. XXVIII, 20. El "atleta de las nobles empresas" es Jacob, de quien en Sobre las
habituales intrigas de lo peor contra lo mejor 13 se dice "que era dueño de una riqueza propia
de un rey". Filón parece querer destacar el contraste entre sus posibilidades económicas y su

160
sencilla vida patriarcal.

127. XXI. Expuesto ya el elogio del hombre amante del esfuerzo y la virtud, en lo que hace al
sentido literal del pasaje, hemos de averiguar el significado simbólico que encierra. Para eso
conviene que tengamos presente que el Divino "lugar" y la sagrada región está llena de
incorpóreos lógos y que estos lógos son almas inmortales.

128. Tomando dicho hombre uno de estos lógos, eligiendo para ello como el mejor al más
elevado, tal como en el conjunto corpóreo es la cabeza, lo sitúa junto a su inteligencia.44 Hace
esto aparentemente para echarse a dormir, pero en realidad lo hace para reposar sobre el
Divino lógos y apoyar su vida toda, la más ligera de las cargas, sobre él.
44
Gen. XXVIII, 11.

129. El Divino lógos recibe complacido al atleta para que sea en primer lugar un discípulo.
Entonces, satisfecho de las favorables disposiciones de su naturaleza, le coloca los guantes
como un maestro de atletas y lo llama a ejercitarse; y lo obliga a luchar haciendo él de
contendiente hasta que aquél alcanza a desarrollar en sí mismo una fuerza irresistible, y por
efectos de Divinas inspiraciones trueca sus oídos en ojos y, remodelado con esta nueva forma,
recibe el nombre de Israel, vale decir, el vidente.

130. Entonces el lógos le otorga también la corona de la victoria; corona que tiene un nombre
extraño, exótico y quizá mal sonante. En efecto, el presidente del certamen la llama
"entumecimiento"; pues leemos que "entumecióse la parte ancha" (Gen. XXXII, 25); un
galardón que es el más digno de admiración entre todos los trofeos proclamados en honra de
vencedores.

131. Y en efecto, si el alma que ha alcanzado un poder indomable, ha llegado a la perfección


en las justas por la virtud y ha tocado el límite mismo del bien, en vez de remontar alturas en
alas de la arrogancia y andar pavoneándose y vanagloriándose en la seguridad de poder
recorrer grandes distancias con pasos apropiados, logra "entumecerse" y contiene el "ancho"
miembro dilatado por la vanidad, y luego de mutilarse voluntariamente a sí misma marcha
cojeando, a fin de quedar detrás de las naturalezas incorpóreas, esa alma aunque
aparentemente vencida alcanzará la victoria.

132. Costumbre sumamente provechosa es, en efecto, entre los mejores por convicción y no
por necesidad el renunciar a los premios, por cuanto también los galardones secundarios
ofrecidos en esta justa son por su grandeza y dignidad incomparablemente más altos que los
primeros premios de los otros certámenes.

133. XXII. Tal es, pues, la introducción a la visión enviada por Dios,45 y es ya ocasión de
volvemos a la visión misma y examinar detalladamente cada uno de sus puntos. "Sobrevínole
un sueño", leemos, "y he aquí que había una escala firmemente apoyada sobre la tierra, una
escala, cuya parte superior llegaba al cielo y por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban.
Firmemente situado sobre ella estaba el Señor" (Gen. XXVIII, 12).
45
Introducción anunciada y comenzada en el parágrafo 4.

134. "Escala" es un término que designa simbólicamente en el mundo al aire, el que se apoya
en la tierra y toca con su cima el cielo. El aire, en efecto, se extiende hasta los límites
terrestres en todas las direcciones desde la esfera lunar, la que, según los estudiosos de los
fenómenos celestes, es descripta como el último de los círculos del cielo, y el primero con

161
relación a nosotros.

135. El aire es la morada de las almas sin cuerpos pues al Hacedor parecióle bien que todas
las partes del mundo estuvieran llenas de seres vivientes. Por ello dispuso los terrestres en la
tierra, los acuáticos en los mares y ríos, y los astros en el cielo. De éstos se dice que cada uno
de ellos es no sólo un ser viviente sino también una inteligencia, la más pura, completamente
en todas sus partes. Por lo dicho colígese que también en la restante porción del universo, el
aire, existen seres vivientes. Que no pueden ser aprehendidos por los sentidos, ¿y eso qué?
También el alma es invisible.

136. Por cierto que es más lógico eme el aire nutra seres vivientes que la tierra y el agua, por
cuanto él es quien vivifica a los seres que habitan en éstas. El Artífice hízolo, en efecto, el
medio de cohesión de inmóviles cuerpos, el principio de desarrollo de cuerpos que se mueven
pero no perciben sensiblemente, en tanto que en los seres capaces de movimiento propio y
representaciones sensibles ese papel lo confió al alma.

137. ¿No sería, pues, extraño que el elemento merced al cual los otros alcanzan la vida
careciera él de seres vivientes? Por eso nadie pretenda excluir del elemento más excelente
entre los vinculados a la tierra, que es el aire, la naturaleza más excelente, es decir, la de los
seres vivientes. No se halla, en verdad, el aire solitario, desierto de todas las cosas, sino, cual
una ciudad, está densamente poblado, y lo está por ciudadanos incorruptibles e
imperecederos, almas cuyo número iguala al de las estrellas.

138. De estas almas unas, movidas por su tendencia hacia lo terrestre y los materiales gustos
descienden para unirse a cuerpos mortales; en tanto que otras ascienden y son distribuidas
nuevamente conforme con los números y tiempos determinados por la naturaleza.46
46
Ver Sobre la obra de Noé como plantador 14.

139. De estas últimas unas, deseosas de las acostumbradas y familiares formas de la vida
mortal, tornan pronto sobre sus pasos nuevamente; en tanto que otras, reconociendo que tal
vida es una inmensa locura, llaman prisión y tumba al cuerpo y huyen como de un calabozo o
un sepulcro hacia las alturas y, elevadas hacia el éter por sutiles alas, ganan esas alturas para
siempre.

140. Pero hay otras, purísimas y excelentes en grado sumo, dotadas de un natural superior y
más divino, sin tendencia alguna jamás hacia ninguna de las cosas terrestres, soberanos
subordinados al Universal Soberano, "ojos y oídos", podríamos decir, "del Gran Rey",47 que
ven y oyen todas las cosas.
47
Expresión con que se designaba a los emisarios o inspectores de los reyes persas, enviados
a recorrer las satrapías e informar a los soberanos sobre la conducta de los sátrapas. Jenofonte,
Ciropedia VIII, 2, 10.

141. Los demás filósofos las llaman "dáimones",48 la sagrada escritura prefiere llamarlas
"ángeles",49 empleando una denominación harto apropiada, como que ellas comunican las
disposiciones del Padre a Sus creaturas y las necesidades de las creaturas al Padre.50
48
En español: genios o divinidades inspiradoras.
49
O mensajeros.
50
Ver Sobre los gigantes 16.

142. Tal es la razón por la que el legislador las presenta ascendiendo y descendiendo, no

162
porque Dios, que está presente en todas partes, necesita de informantes, sino porque es
provechoso para nosotros, seres efímeros, el contar con los servicios de los lógos en calidad
de intermediarios y árbitros, dado que el universal Monarca y el inmenso poder de Su sobe-
ranía nos anonada y causa escalofríos.

143. Con plena conciencia de ello cierta vez suplicamos a uno de estos mediadores en estos
términos: "Habíanos tú a nosotros; y que no nos habla Dios, no sea que perezcamos" (Ex. XX,
19). Nosotros, en efecto, somos incapaces de recibir, no digo ya castigos, pero ni siquiera
beneficios tan incomparables y puros, si Él mismo fuere quien nos los alcanzare con Sus
propias manos sin emplear a otros como servidores.

144. Hermosa es la visión en la cual el aire apoyado sobre la tierra aparece representado por
una simbólica escala. Sucede, en efecto, que las exhalaciones que emite la tierra, rarificadas
retornan al aire, de modo que la tierra es la base y raíz del aire y el cielo su cabeza.

145. Así, se nos dice que la luna no es una masa pura de éter, como lo es cada uno de los otros
astros, sino una mezcla de sustancia etérea y aérea; y que la parte que en ella aparece negra, a
la que algunos llaman "faz", no es otra cosa que el confuso aire, el que, siendo negro por
naturaleza, se extiende hasta el cielo.

146. XXIII. Tal es en el orden cósmico la simbólicamente llamada escala; un examen nos
permitirá descubrir que dicha escala en el ser humano es el alma, cuya base es la sensibilidad,
que es como el elemento terrestre en el hombre; y cuya cabeza es la purísima inteligencia, a la
que podríamos calificar del elemento celestial.

147. Arriba y abajo a través de toda ella los lógos de Dios van y vienen constantemente,
cuando ascienden y se desvinculan de lo mortal la elevan mostrándole el espectáculo de las
únicas cosas que merecen verse. En cambio, cuando descienden no la arrastran hacia abajo, ya
que ni Dios ni un lógos Divino son origen de daño; sino descienden a la par de ella por amor
al hombre y compasión por nuestra raza, a título de colaboradores v aliados, a fin de poder,
exhalando sobre ella su salvador soplo, comunicarle nueva vida al alma, que es transportada
aún por el cuerpo como sobre un río.51
51
Imagen tomada de Platón, Timeo 43 a. Ver Sobre los gigantes 13.

148. En las inteligencias de aquellos que han sido purificados al máximo, el Guía del universo
se pasea silenciosamente, solitario, invisiblemente. Hay, en efecto, un oráculo revelado al
sabio,52 en el que se dice: "Me pasearé en vosotros y seré vuestro Dios" (Lev. XXVI). En
cambio, en las inteligencias de los que aún se están purificando y todavía no han lavado
completamente su vida manchada y sucia por las cargas corpóreas, se pasean ángeles. Divinos
lógos, que las limpian con las doctrinas sobre lo noble y bueno.
52
A Moisés.

149. Claramente se advierte cuan grande turba de males radicados en el alma es arrojada fuera
para que el Único Bien pueda entrar a ocuparla. Esfuérzate, pues, oh alma, para convertirte en
morada de Dios, en sagrado templo, en la más hermosa de las residencias. Porque bien puede
ser que a Aquel a quien el mundo entero tiene como dueño de casa, también tú Lo recibas
como protector de tu propia casa, a fin de que ésta se vea preservada para siempre con
segurísima defensa e inmunidad.

150. Pero quizá, también, fue la propia vida del ejercitante lo que. su visión le mostró bajo la

163
forma de una escala. La ejercitación, en efecto, es una práctica fuera de lo común por
naturaleza; que ora se eleva hacia lo alto, ora retrocede en dirección contraria, y una vez, cual
una nave, navega con prósperos vientos; otra experimenta una adversa travesía. Es que la vida
de los ejercitantes es, como alguien ha dicho,53 de días alternados, unas veces viviente y
despierta, otras muerta y dormida.
53
Odisea XI, 303, donde el poeta se refiere a los gemelos Castor y Polux, los llamados
Dioscuros, los cuales se alternaban en el mundo de los vivos y en la Mansión de Hades,
viviendo por turno un día cada uno y retornando a permanecer durante el siguiente entre los
muertos, por haberlo convenido así con Zeus, cuando Polux, que era inmortal, compadecido
por la muerte de su hermano, rogó al supremo dios que permitiera a Castor compartir su
inmortalidad de la manera señalada.

151. Y quizá esta interpretación no sea desacertada. A los sabios ha cabido, en efecto, habitar
la región olímpica y celestial, pues han aprendido a frecuentar siempre las alturas; y a los
ruines están reservadas las profundidades del Hades, pues se han habituado a ir muriendo
desde el principio al fin, familiarizados, como se hallan, con la corrupción desde los pañales
hasta la vejez.

152. En cambio, los ejercitantes, hallándose en medio de estos extremos, recorren la escala en
ambos sentidos a menudo, ya atraídos hacia lo alto por la mejor porción, ya arrastrados en
sentido contrario por la peor, hasta que Dios, arbitro de esta competencia y rivalidad, acuerda
los galardones al orden superior y arruina completamente a su oponente.

153. XXIV. En la visión hay además la siguiente concepción, que no sería justo pasáramos
por alto. Las acciones de los hombres son semejantes por naturaleza a una escala en virtud de
lo irregular del desarrollo de las mismas.

154. Un solo día, en efecto, basta, como se ha dicho,54 para despeñar a uno desde lo alto y
para elevar a otro a las alturas pues la naturaleza de las cosas humanas no permite que hombre
alguno permanezca en una situación estable y todas ellas, en cambio, están sujetas a toda clase
de cambios.
54
Eurípides, Ino.

155. ¿Por ventura de simples particulares no se convierten en hombres de estado, y de


hombres de estado en simples particulares; de ricos en pobres y de pobres en opulentos; de
oscuros en famosos, de desconocidos en populares; de débiles en fuertes y de impotentes en
poderosos; de insensatos en prudentes y de dementes en sumamente discretos?

156. Este es el camino de los humanos sucesos, que ora surgen ora decaen, vía caracterizada
por inseguras e inestables circunstancias, de cuyas irregularidades el verísimo testimonio del
tiempo nos convence no con contusas sino con claras muestras.

157. XXV. El sueño mostraba firmemente apoyado sobre la escala al Jefe de los ángeles, al
Señor. Y en efecto, como a un auriga sobre un carro o como un piloto sobre su nave, debemos
concebir al Que Es colocado sobre los cuerpos, sobre las almas, sobre los sucesos, sobre las
palabras, sobre los ángeles, sobre las fuerzas sensibles, sobre la naturaleza invisible, sobre
cuanto es contemplable y sobre cuanto no lo es; pues, habiendo hecho que el mundo todo esté
ligado a Él y de Él dependa, guía como un auriga tan inmensa creación.

158. Al oír que estaba apoyado, nadie piense que algo presta a Dios su cooperación para que

164
se sitúe firmemente; entiéndase, en cambio, que lo puesto aquí de manifiesto no es otra cosa
que el hecho de que Dios, en Su firmeza, es el soporte y el apoyo, la seguridad y la estabilidad
de todas las cosas, y marca con el sello de la estabilidad a aquellos a quienes desea brindarla.
Es, en efecto, porque Él las fija y mantiene unidas por lo que las cosas creadas están
firmemente protegidas de la destrucción.

159. Aquel, pues, que está situado en la escala del cielo dice al que en sueños contempla la
visión: "Yo soy el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; no temas." (Gen.
XXVIII, 13.) Este oráculo era la fortaleza y el más firme apoyo del alma que se ejercita, y le
enseñaba claramente que el Señor y Dios de todas las cosas era a la vez Señor y Dios de su
familia; ya que en uno y otro título es registrado como vinculado a sus padres y abuelos; a fin
de que tanto el mundo todo como el amante de la virtud pudieran alcanzar la misma
herencia.55 Y así, también ha sido dicho: "El Señor es tu heredad" (Deut. X,9).
55
En efecto, legalmente lo que perteneció a los padres y abuelos pasa en herencia al
descendiente; y habiendo sido Dios posesión de Abraham e Isaac, es normal que Jacob Lo
heredara.

160. XXVI. No pienses que carece de motivo el que en este pasaje se haya dicho que Él es
señor y dios de Abraham y sólo dios de Isaac. La razón es que Isaac es símbolo del saber que
se adquiere por naturaleza, sin mediación de lecciones, maestro ni aprendizaje: en tanto que
Abraham lo es del saber alcanzado mediante la instrucción; y mientras el primero es natural
del país en que habita, el segundo es un emigrante y extranjero en el país.

161. Este, en efecto, tras abandonar la extraña y ajena lengua caldaica, propia de los que
examinan el cielo para estudiar los astros, se aproximó a la lengua que corresponde al ser
viviente racional, es decir, al lenguaje consistente en el servir a la Causa de todas las cosas.

162. Este carácter ha menester de dos poderes tutelares, la autoridad y la generosidad, a fin de
que el poder del Soberano le mueva a escuchar obediente Sus mandatos y merced a Su
generosidad reciba grandes beneficios; el otro, en cambio, sólo necesita del poder benefactor.
Ningún avance, en efecto, en orden a su perfeccionamiento le ha sido procurado por una
autoridad mediante amonestaciones, pues como la excelencia de alma habíala alcanzado por
naturaleza y por un don llovido desde lo alto, resultó bueno y perfecto desde el principio.

163. Ahora bien, "Dios" es el nombre que designa al poder benefactor; "Señor", el que alude
al poder soberano.56 ¿A qué bien calificaremos, entonces, de supremo sino al hecho de
encontrar una generosidad cabal y sin mezcla; y a cuál tendremos por segundo en jerarquía
sino al alcanzar la generosidad que resulta de combinar la soberanía y el don? Esto, a mi
parecer, es lo que tenía presente el ejercitante al elevar la más admirable de las súplicas
pidiendo que el Señor se convirtiera para él en Dios.57 Quería, en efecto, en adelante no ya
reverenciarlo como a un soberano, sino honrarlo afectuosamente como benefactor.
56
Ver Sobre la obra de Noé como plantador 86 y ss.
57
Gen. XXVIII, 21.

164. ¿No es verdad que cabe esperar que con estas y parecidas enseñanzas aún los ciegos de
entendimiento lleguen a-ver con agudeza, recibiendo desde los más sagrados oráculos la
capacidad de ver, de modo que sean capaces de penetrar en la naturaleza de las cosas y no se
concentren solamente en el sentido literal de las expresiones? Mas, aunque nosotros, ciegos en
cuanto a la vista del alma, no procuremos o no podamos recobrar la visión, tú mismo, oh
sagrado intérprete, haz que tu voz. resuene en lo íntimo de nuestro ser, controla nuestros pasos

165
y no te canses jamás de untar nuestros ojos,58 hasta que, habiéndonos hecho descubrir la
oculta claridad de los sagrados misterios, nos muestres las bellezas en ellos encerradas,
invisibles para los no iniciados.
58
Con un ungüento o pomada de propiedades estimulantes de la visión.

165. A ti te compete hacer tal cosa. Pero, vosotras, oh almas, todas las que habéis saboreado
los Divinos amores, como si os levantarais de un profundo sueño y despejarais las tinieblas,
lanzaos hacia el espectáculo que atrae todas las miradas, desechando la pesada y
contemporizadora indecisión a fin de que podáis captar con la vista y el oído cuanto el Pre-
sidente del certamen ha preparado para vuestro provecho.

166. XXVII. Innumerables son los notables ejemplos para la demostración de esto. El pasaje
citado un poco antes es, precisamente, uno. En efecto, el oráculo ha llamado padre del ejer-
citante a quien por parentesco es su abuelo, y, en cambio, al que es realmente su padre no le
asigna el título de progenitor. "Yo", dice, "soy el Señor, el Dios de Abraham, tu padre" (no
obstante que era el abuelo). Y de nuevo: "el Dios de Isaac" (Gen. XXVIII, 13), sin agregar "tu
padre".

167. ¿Valdrá la pena indagar sobre la causa de esto? Por cierto que sí. Averigüemos, pues,
con cuidado cuál es esa causa. El legislador dice que la virtud se alcanza o por naturaleza o
por ejercicio o por estudio y por ello ha señalado que los patriarcas de la raza son también
tres, todos hombres sabios,59 que, sí bien no tienen como punto de partida una misma forma
de carácter, tienden, en cambio, hacia una misma meta
59
Ver Sobre la unión con los estudios preliminares 35 y 36.

168. Abraham, el mayor de ellos, tuvo a la enseñanza como guía en el camino que conduce al
bien, como en otro tratado hemos expuesto dentro de nuestras posibilidades; Isaac, el
intermedio, tuvo por guía a su naturaleza, la que sólo a sí misma escucha y por sí misma
aprende; Jacob, el tercero de ellos, recurrió a ejercicios y prácticas con las que se preparan los
rudos esfuerzos de las luchas atléticas.

169. Siendo, pues, tres los caminos por los que se adquiere la .sabiduría, el primero y el
último son los más íntimamente relacionados, por cuanto lo que resulte de la ejercitación es
hijo y producto de lo que se alcanza con la instrucción, en tanto que aquello que se da por
naturaleza está, indudablemente, emparentado con ellos, como que es cual una raíz que
sostiene a todo árbol; pero, por otra parte, le ha cabido una prerrogativa libre de toda
oposición y exenta de todo esfuerzo.

170. De esto se deduce que razón hay para que se diga que Abraham, que debió su
mejoramiento a la instrucción, fue padre de Jacob, el que se ha forjado mediante la
ejercitación; lo cual más que significar que determinado hombre fue padre de otro hombre
significa que la facultad de oír, que es un muy accesible instrumento para aprender lo es de la
facultad de ejercitarse, cuyas ventajas atañen al luchar.

171. Mas, si este ejercitante corre hacia su meta y alcanza a ver claramente lo que
anteriormente veía vagamente como en un sueño, modelándose en él un carácter superior y
recibiendo el nombre de "Israel", es decir, "el que ve a Dios", en lugar de "Jacob", "el
suplantador",60 ya no se atribuirá como padre a Abraham, el que aprende, sino a Isaac, el
hombre que fue engendrado bueno por naturaleza.
60
Título que alude a la sustitución de Esaú por Jacob en el derecho de la primogenitura. Ver

166
Sobre los cambios de nombres, 81.

172. Y esto no es una invención mía sino un oráculo grabado en las sagradas estelas. Leemos,
en efecto, que "Israel partió con todas sus cosas y llegó a la fuente del juramento y ofreció un
sacrificio al Dios de su padre, Isaac" (Gen. XLVI, 1). ¿Dudas aún de que aquí no se está
hablando de hombres mortales sino, como se ha dicho ya, acerca de hechos de la naturaleza?
Observa, en efecto, que el mismo caso una vez es llamado Jacob, con Abraham por padre, y
otra Israel, con Isaac por padre, y ello por la razón ya detallada.

173, XXVIII. Habiendo dicho, pues: "Yo soy el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el
Dios de Isaac", agrega: "no temas" (Gen. XXVIII, 13), como cabía esperar. ¿Cómo, en efecto,
seguiremos aún temiendo, si tenemos en Ti, nuestro Defensor, un arma que libera del miedo y
de toda pasión? En Ti, que además para que fueran visibles hiciste que cobrasen forma los
hasta entonces ocultos modelos ejemplares de nuestra educación, instruyendo a Abraham y
engendrando a Isaac.61 Del uno, en efecto, permitiste que Te llamaran instructor; del otro,
padre, asignando al primero la condición de discípulo, y al segundo la de hijo.
61
Ver Interpretación alegórica III, 219.

174. Tal es el motivo por el que Tú prometes que darás al ejercitante también la tierra, en
otras palabras, la fertilísima y ferocísima virtud, sobre la cual él yace echado reposando,
dormido para la vida de los sentidos, pero despierto para la del alma. De este modo apruebas
su pacífico reposo, que ha alcanzado, no sin lucha ni penalidades propias de la lucha; lucha en
la que no empuñó armas ni destrozó hombres (ni pensar tal caso) sino arruinó a la turba de las
pasiones y vicios enemiga de la virtud.

175. La estirpe de la sabiduría es comparada con la arena de la tierra,62 así por su ilimitada
cantidad como porque el banco de arena frena los embates del mar y otro tanto hace el
principio de la educación 63 con las acometidas de las iniquidades e injusticias. Este principio,
de conformidad con las Divinas promesas, se extiende hasta los confines del universo y
convierte a quien lo posee en heredero de las partes del mundo, hacia todas las cuales, este,
oeste, sur y norte, se dilata. En efecto, se nos dice que "se extenderá hacia el oeste, hacia el
sud, hacia el norte y hacia el este" (Gen. XXVIII, 14).
62
Gen. XXVIII, 13.
63
O la educadora o instructora razón, personificada en el sabio u hombre de bien.

176. Además el hombre virtuoso es un beneficio no sólo para sí mismo sino común a los
hombres todos y brinda sin dilación alguna el provecho que de él emana. Es que, así como el
sol es la luz de cuantos poseen ojos, del mismo modo el hombre sabio lo es de cuantos
participan de la naturaleza racional. De allí las palabras: "En ti serán bendecidas todas las
tribus de la tierra" (Gen. XXVIII, 14).

177. XXIX. Esta revelación se aplica tanto a cada persona privadamente con relación a sí
misma como colectivamente con relación a las demás. En efecto, si la inteligencia que hay en
mí fuere purificada por la virtud perfecta, también las "tribus'" de la parte terrestre de mi ser
se verán purificadas juntamente, tanto aquellas que corresponden a los sentidos como la que
toca a su inmenso recipiente, el cuerpo. Y a su vez, si alguien como miembro de una casa, una
ciudad, un país o una nación llegare a convertirse en amante de la prudencia, esa casa, esa
ciudad, ese país y esa nación no podrán menos que participar de un mejor modo de vida.

178. Es que, así como los aromas que exhalan las yerbas aromáticas llenan de grata fragancia

167
a los que están próximos, del mismo modo todos aquellos que viven en la vecindad y contacto
con un sabio, al aspirar la atmósfera que de él emana y se expande en torno, experimentan.
mejoras en sus costumbres.

179. XXX. Inmenso beneficio es para el alma que se esfuerza y combate tenazmente el tener
como compañero de ruta a Dios, presente en todas partes; a propósito de lo cual leemos: "He
aquí que Yo estoy a tu lado" (Gen. XXVIII. 15). ¿Qué otra riqueza, pues, podemos llegar a
necesitar en adelante si Te tenemos a Ti, la única verdadera riqueza, "protegiéndonos en la
ruta" (Gen. XXVIII, 15) que conduce hacia la virtud a través de todas sus divisiones? 64
Porque, en la vida acorde con la razón no es una sola parte la que tiende hacía la justicia y
hacia las demás virtudes, sino innumerables partes, de cada una de las cuales es dado partir al
que procura la sabiduría.
64
Así interpreta Filón lo de "en todo camino por donde marchares" (Gen. XXVIII, 15).

180 XXXI. Con suma propiedad fueron también dichas las palabras: "Te traeré, de regreso a
esta tierra" (Gen. XXXVIII, 15). Hubiera sido hermoso, en efecto, que el discernimiento,
permaneciendo en sí mismo, no hubiere trocado su morada por la de la sensibilidad; pero, no
siendo así, bueno es que retome hacia sí mismo nuevamente.

181. Quizá, también, lo que en estas palabras se nos da a entender es la doctrina de la


inmortalidad del alma. Ésta, en efecto, después que ha abandonado la celestial morada, como
se ha dicho un poco antes, ha llegado al cuerpo, como a una tierra extranjera. Mas el Padre
que la ha engendrado, dice que no permitirá que permanezca prisionera para siempre, y que,
movido de piedad, desatará sus ataduras y la escoltará libre y segura hacia la ciudad madre;65
y no la soltará de Su mano hasta que se hayan concretado en hechos ciertos las promesas
expresadas en palabras; que es propio de Dios el manifestar lo que sin lugar a dudas habrá de
pasar.
65
O hacia Id metrópoli, es decir, hacia la ciudad de donde en otro tiempo partió para
establecerse lejos de ella como en una colonia.

182. Pero, ¿a qué viene mencionar esto, si, bien lo sabemos, los hechos siempre confirman
Sus palabras? Encaminada, pues, y elevada el alma ejercitante hacia las indagaciones acerca
del Que Es, su primera impresión es que el Que Es se halla en un lugar, pero a poco, frenada
por las dificultades que las conjeturas sobre el objeto de su averiguación ofrecen, cobra temor
y comienza a cambiar de opinión.

183. Leemos, efectivamente, que "Jacob se despertó y dijo 'El Señor está en ese lugar, mas yo
no lo sabía'" (Gen. XXVIII, 16). Mejor hubiera sido, diría yo, no saber nada que suponer que
Dios se encuentra en un determinado lugar, Él, que contiene y envuelve todas las cosas.

184. XXXII. Con razón, pues, se atemoriza y dice con admiración: "¡Qué terrible es este
lugar':" (Gen. XXVIII, 17). Es que, en verdad, ningún lugar resulta más dificultoso en el estu-
dio tocante a la Naturaleza, que aquel en el que los hombres buscan la ubicación del Que Es, y
si, en suma, alguna cosa Lo contiene. Unos dicen que toda sustancia ocupa un lugar de-
terminado; y entre ellos hay quienes Le asignan uno dentro del mundo, y quienes Le atribuyen
uno fuera de él en cierto espacio entre los mundos.66 Otros aseveran que el Increado nada
tiene de común con cosa alguna de las creadas, y que está más allá de todas ellas, a tal punto
que aun el entendimiento más sutil y rápido se queda muy curto en la aprehensión de Él y
reconoce su fracaso.
66
Alusión a la doctrina epicúrea según la cual los dioses habitan los intermundos o espacios

168
entre los mundos.

185. Por eso el ejercitante gritó al punto: "No es" (Gen. XXVIII, 17) lo que supuse, es decir,
"que el Señor está en cierto lugar (Gen. XXVIII, 16); no, no lo es, pues según el verdadero
razonamiento, Él contiene mas no es contenido. En cuanto a esto que aparece manifiesto y
visible, este mundo sensible, no es otra cosa que una casa de "Dios",67 es decir, de una de las
potencias del Que Es, la potencia correspondiente a Su bondad.
67
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

186. Pero a este mundo al que llamó "casa", lo denominó también "puerta del" verdadero
"cielo" (Gen. XXVIII, 17). ¿Qué significa esto? Pues, que al mundo aprehensible por la
inteligencia, el formado por las formas ejemplares en aquel 68 que fue elegido de conformidad
con las Divinas larguezas, no es posible aprehenderlo de otra manera que pasando a él desde
este mundo sensible y visible.
68
Seguramente se trata del lógos Divino, que, según Sobre la creación del mundo 17, contiene
o es él mismo el mundo aprehensible por la inteligencia.

187. Es imposible, en efecto, alcanzar el conocimiento de ninguna de las cosas incorpóreas


existentes si no es tomando como punto de partida las corpóreas. De la inmovilidad de éstas,
en efecto, ha surgido la noción de lugar, de su movimiento la de tiempo, y de lo que
podríamos llamar envoltura exterior que las cubre, las de puntos, líneas y superficies y, en
general, límites.

188. Y por la misma vía se pasa a la concepción del mundo aprehensible por la inteligencia
partiendo del sensible, el que, en consecuencia, es en cierto modo una "puerta" de aquél;
puesto que, así como los que desean contemplar las ciudades penetran en ellas a través de
puertas, del mismo modo cuantos quieren llegar a conocer el mundo invisible son guiados por
la representación mental del mundo visible. Pero ese mundo, cuya sustancia es aprehensible
sólo por la inteligencia, sin que medie ninguna visión de formas materiales, es decir, sólo a
través de la forma ejemplar presente en su configuración, será llamado a convertirse en la
imagen presente ante la vista del mismo 69 sin interposición de sombras 70 una vez que hayan
sido quitados todos sus muros y cada una de sus puertas de modo que no sea visto desde algún
lugar exterior sino sea contemplada la misma inalterable belleza en sí misma con una visión
inexpresable e inexplicable.71
69
De Jacob, quien a estas alturas sólo puede verlo a través del mundo sensible, al que
denomina "puerta del cielo".
70
Es decir, sin que medien estas sombras que son las cosas sensibles.
71
La traducción del párrafo en su estado actual resulta sumamente engorrosa, y es difícil
desentrañar con relativa aproximación su verdadero sentido. Me aparto de la opinión de
Colson, quien formula la sugerencia de que Filón se está refiriendo a Moisés y destacando su
privilegio de archiprofeta, privilegio consistente en poder contemplar directamente el mundo
de los arquetipos o formas ejemplares. En caso de aceptarse esta interpretación habría que
sustituir en el texto griego kósmos = mundo, por cosmólogos = indagador del mundo, término
desconocido por los antiguos autores, aunque bien pudo acuñarlo Filón para su propósito. A
ser acertada la versión que adoptó, resultaría, de todos modos, imposible determinar a ciencia
cierta qué quiere decir Filón al referirse a un eventual acceso del hombre sabio, simbolizado
en Jacob, a la contemplación directa del mundo de los arquetipos. Wendland aventura la
hipótesis de que se trata de un pasaje interpolado por cristianos para atribuir a Filón una
referencia a la nueva Jerusalén de la revelación, cuyas puertas permanecen abiertas por
siempre.

169
189. XXXIII. Sobre este punto ya hemos dicho bastante. Hay también otro sueño
correspondiente a este tipo de visiones; es el referente al rebaño de variadas manchas, sueño
que quien lo soñó, una vez despierto, relata en estos términos: "El ángel de Dios me dijo
durante el sueño: 'Jacob'; y yo dije: '¿Qué es esto?': y dijo él: 'Alza tus ojos y mira los
cabrones y carneros que cubren a las ovejas y cabras, todos ellos completamente blancos,
manchados y de un salpicado ceniciento. Porque Yo he visto cuanto Labán te hace. Yo soy el
Dios que fue visto por ti en el lugar de Dios, donde tú Me consagraste una columna y Me
hiciste un voto. Ahora, pues, levántate, parte de esta tierra y ve hacia tu tierra natal, que Yo
estaré junto a ti'" (Gen. XXXI, 11 a 13).

190. Ves cómo la Divina palabra proclama como sueños enviados por Dios no sólo los que
comunica la Suprema de las causas, sino también los que revela a través de Sus portavoces y
servidores, los ángeles, los que han sido considerados dignos de recibir del Padre a Quien
deben el ser una porción Divina y feliz.

191. Mas, observa también lo que sigue. El sagrado lógos comunica sus anuncios a unos
como un rey, prescribiéndoles soberanamente lo que se debe hacer; a otros les indica, romo un
maestro a sus discípulos, lo que les conviene; a otros brinda grandes beneficios, sugiriéndoles,
como un consejero, las mejores determinaciones, ya que ellos no conocen por sí mismos lo
que conviene hacer; a otros comunica provechosa y persuasivamente, como amigo, incluso
muchas verdades secretas de aquellas de las que no es lícito enterarse a los no iniciados.

192. En ocasiones también a algunos, como a Adán, les pregunta: ¿Donde estás?" (Gen. III,
9); pregunta para la cual no cabe .sino una respuesta apropiada: "En ninguna parte"; ya que
ninguna de las cosas humanas permanece en un mismo sitio, antes bien, todas ellas están en
movimiento tanto en el alma, como en el cuerpo, como en las cosas exteriores. Inestables son,
en efecto, los razonamientos pues reciben de los mismos objetos no las mismas sino opuestas
impresiones; inestable es también el cuerno. como lo revelan los cambios que a través de
todas las edades de la vida tienen lugar desde la infancia hasta la vejez; e inestables también
son las cosas exteriores, suspendidas, como están, sobre la corriente de una suerte siempre
cambiante.

193. XXXIV. Mas, cuando el sagrado lógos ha llegado a la asamblea de sus amigos, no
comienza a hablar sin antes dirigirse a cada uno de ellos y llamarlos por su nombre a fin de
que agucen sus oídos y con tranquilidad y atención escuchen los sagrados preceptos como
para no olvidarlos jamás. Así, en otro pasaje se dice también: "Calla y escucha" (Deut.
XXVII, 9).

194. De manera análoga es llamado Moisés desde arriba de la zarza. 1 (Vinos, en efecto, que
"no bien el Señor lo vio aproximarse para ver, lo llamó desde la zarza diciendo: 'Moisés,
Moisés'. Y este dijo: ¿Qué es?'" (Ex. III, 4).
Y también fue llamado Abraham, presto ya al holocausto de su amado y único hijo, en el
momento en que comenzaba a ofrecer el sacrificio, cuando, habiendo dado prueba de su
piedad, se le vedó hacer desaparecer de entre los hombres a la naturaleza autodidacta, llamada
Isaac.

195. Se nos dice, efectivamente, que al comenzar el sacrificio "Dios, que estaba probando a
Abraham, le dijo: 'Abraham, Abraham'. Y éste dijo: 'Aquí estoy'. Y Dios le dijo: 'No extiendas
tu mano sobre el niño no le hagas nada'" (Gen. XXII, 1, 2, 9 a 12).

170
196. Y siendo el ejercitante un miembro de la cofradía de los amigos de Dios, es lógico que
sea tenido por digno de la misma prerrogativa y se le llame por su nombre. Así, leemos: "El
ángel de Dios me dijo en el sueño: 'Jacob'. Y yo dije '¿Qué es?' " (Gen. XXXI, 11).

197. Y habiendo sido llamado prestó atención tratando de captar con precisión los signos que
aparecían; signos que eran uniones y alumbramientos de pensamientos representados en
animales. Leemos, en efecto, lo siguiente: "Alza tus ojos y mira los cabrones y cameros que
cubren a las ovejas y cabras" (Gen. XXXI, 12).

198. Un cabrón es el guía de un rebaño de cabras, un carnero lo es de un rebaño de ovejas; y


estos animales son símbolo de las dos formas perfectas del pensamiento, de las cuales una
purifica y vacía al alma de faltas, en tanto que la otra la nutre y llena de rectas acciones. Tales
son los conductores pensamientos que guían los rebaños de nuestro ser; y los rebaños, dotados
de disposiciones acordes con los nombres de ovejas y cabras se lanzan y avanzan con premura
hacia la rectitud.72.
72
Filón vincula próbaton = oveja, con probáinein = avanzar; y aix = cabra, con áissein =
lanzarse.

199. Levantó, pues, el hasta entonces cerrado ojo del entendimiento y vio Jacob los perfectos
pensamientos, que corresponden a cabrones y cameros, procurando con agudeza la
disminución de las faltas y el incremento de las cosas convenientes; vio cómo ellos cubren a
las ovejas y cabras, es decir, a las almas jóvenes y tiernas aún, en los albores de la juventud y
engalanadas con la flor de la plenitud vital; y vio que lo hacen no en procura de un irracional
placer, sino aprovechando la invisible simiente de las doctrinas de la sensatez.

200. Abundante en prole es, en efecto, este apareamiento, que no implica entrelazamiento de
cuerpos, sino es la unión de virtudes perfectas con almas bien dotadas, por naturaleza. Pues
bien, vosotros, todos los rectos pensamientos de la sabiduría, apareaos, cubrid, fecundad; y,
cada vez que veáis un alma pingüe, fértil, virgen, no paséis de largo; antes bien, invitadla a la
unión y apareamiento con vosotros, perfeccionadla y hacedla fecunda, que todo cuanto dé a
luz será de valor, descendencia masculina constituida por "totalmente blancos, manchados y
de un salpicado ceniciento" (Gen. XXXI, 10).

201. XXXV. Qué poder posee cada uno de estos vástagos es cosa que debemos averiguar. Los
más brillantes y esclarecidos son los "completamente blancos", como que lo de "completa-
mente" se aplica muy a menudo a lo grande, siendo costumbre llamar "completamente
evidente" o "completamente destacado" a lo que es en gran medida evidente y en gran medida
destacado.73
73
Refiérese Filón al valor intensivo del prefijo diá = muy o completamente, que aparece en
diáleukos = completamente o muy blanco, en diádelos = muy evidente, y en diásemos = muy
destacado o claro.

202. Es, pues, deseo del sagrado lógos que los vástagos primogénitos sean completamente
blancos, semejantes, no a una luz tenue, sino a una claridad brillantísima, como el resplandor
sin sombras que emiten los rayos solares en la clara atmósfera del mediodía. Pero desea
también que haya vástagos "manchados", no a modo de la multiforme y cambiante impureza
de la lepra, destinados a una vida inestable y agitada, sin firmeza de juicio: sino grabados con
inscripciones y estampados con sellos, diferentes sí, pero todos genuinos; marcas cuyas
particularidades mezcladas y combinadas producen una delicada armonía.

171
203. Algunos han juzgado al arte del bordado 74 como labor tan obscura y tan modesta que la
han relegado a la categoría de trabajo de tejedores. Yo, en cambio, admiro no sólo el arte en sí
sino también su nombre, sobre todo cuando contemplo las porciones de la tierra, las esferas
celestes, las variedades de animales y plantas y la variadísima trama que es este mundo.
74
Ver la nota 77.

204. Es que al instante me siento movido a pensar que el Autor de toda esta combinación es el
inventor de la ciencia del bordado75 y rindo culto al Inventor, justiprecio el descubrimiento,
admiro profundamente la obra, y, aunque no soy capaz de ver sino una parte ínfima de ella;
por la parte que me ha sido dado ver, si es que realmente ha tenido lugar tal visión, conjeturo
detalladamente la totalidad, seguro de que el resto corresponderá a lo visto.
75
Jacob en este caso.

205. Admiro, asimismo, al amante de la sabiduría, por cuanto se ha consagrado a este mismo
arte, entendiendo que vale la pena reducir a una sola cosa y reunir en un lazo común muchas y
diversas cosas superando sus diversidades. Así, tomando de la gramática que se enseña a los
niños los dos primeros asuntos: el escribir y el leer; de la gramática más avanzada la
familiarización con los poetas y el aprendizaje de la antigua historia; de la aritmética y la
geometría la absoluta seguridad en asuntos que requieren proporción y cálculos; de la música
ritmos y medidas, y melodías enarmónicas, cromáticas, diatónicas, conjuntas y disjuntas; de la
retórica la concepción, la expresión, la ordenación, la distribución, la memoria, la
presentación; de la filosofía todo cuanto en aquéllas no ha sido tratado y las demás cosas de
que está constituida la vida toda de los hombres; combina todas estas cosas y forma una sola
obra frondosísima mezclando la amplitud de conocimientos con la facilidad para conocer
todavía más.

206. El sagrado lógos ha llamado Beseleel al artífice de esta construcción,76 nombre que
significa "en la sombra de Dios". Beseleel, en efecto, es el arquitecto de las copias, en tanto
que Moisés construye los modelos. Por eso el primero diseñó como sombras, en tanto que
Moisés forjó no ya sombras sino las mismas naturalezas arquetípicas.
76
Éx. XXXI, 2 y ss.

207. Ahora bien, si el sagrado tabernáculo fue construido por el arte del bordado,77 y solo al
sabio se aplica el calificativo de bordador en los oráculos revelados;78 (XXXVI) y si además
esa hermosa obra bordada por Dios que es este mundo es la acabada obra de un saber que
todo lo capta, ¿cómo podríamos negarnos a acoger el arte del bordado como instrumento del
saber?
77
Ésta es la acepción corriente de poikiltiké, en tanto que el sentido usual de poikiltés es
bordador. Con tales términos caracteriza Filón, apoyándose en el texto bíblico (Ex. XXVI,
36), a Beseleel, el encargado, por disposición Divina, de confeccionar los paños y los demás
elementos para la fabricación de la tienda o tabernáculo con toda la gama de variados colores
prescripta por el mismo Dios a Moisés.
Lo que la traducción no puede sugerir es el juego de palabras que emplea Filón aprovechando
las diversas acepciones que toman los vocablos formados a base de la raíz poikil. El adjetivo
poikílos significa variado, diverso, matizado, salpicado, manchado, y Filón, partiendo de esta
última acepción, con que el texto bíblico describe a una parte de los rebaños, pasa al sentido
de bordador (literalmente: el que combina diversos colores en las telas) y de arte del bordado
(o de la combinación de variados colores en las telas) mediante los vocablos poikiltés y
poikiltiké.

172
78
Ex. XXXI, 3.

208. La más sagrada representación de él estará esculpida en la casa toda de la sabiduría tanto
en el cielo como sobre la tierra; y de él el ejercitante toma las especies de variados
pensamientos que elabora, pues después de los pensamientos completamente blancos ha visto
acto seguido los variados, los que llevan impresas las marcas de la instrucción.79
79
Otro pasaje por demás obscuro. Tal vez el sentido sea el siguiente: el conocimiento
estampado mediante el "arte del bordado" en el sacratísimo templo del universo sirve de
modelo al ejercitante Jacob para "bordar" o concebir la variedad de los humanos
conocimientos.

209. En tercer lugar están los de salpicado ceniciento. Mas, ¿quién dotado de sentido común
no dirá que también éstos pertenecen a la especie de los manchados? Pues bien, no es una
diferencia entre animales lo que el legislador quiere destacar con tanto empeño; a lo que se
refiere es al camino que conduce hacia la nobleza de vida.80
80
Es decir, esta distinción entre "manchados" y "de salpicado ceniciento" no se justifica si se
toma el texto en sentido literal, pues la segunda coloración es, al fin y al cabo, una variedad
dentro de la primera; pero es plenamente clara enfocada desde el punto de vista alegórico,
según el cual se trata de dos vías de acceso a una vida superior.

210. Su deseo, en efecto, es que el hombre que marcha hacia ella se rocíe con ceniza y agua,
por cuanto, como se nos ha narrado, tierra y agua mezcladas y modeladas fueron separadas
por el Forjador del hombre para formar nuestro cuerpo, el que no es producto de la industria
humana sino obra de una naturaleza invisible.

211. Es, pues, principio de la sabiduría el no olvidarse de sí mismo, sino poner siempre ante
los ojos los elementos de los que el hombre está formado, ya que de este modo es posible
despojarse de la soberbia, el vicio más aborrecido por Dios. ¿Quién, en efecto, al arrojar sobre
su inteligencia la verdad de que ceniza y agua son los orígenes de su existencia, se hinchará
de vanidad y se remontará hacia las alturas?

212. Este es el motivo por el cual el legislador juzgó preciso que los que se aprestan a efectuar
sacrificios se purifiquen con los materiales mencionados, convencido de que nadie es digno
de los sacrificios si previamente no ha llegado a conocerse a sí mismo ni a comprender la
humana insignificancia, deduciendo de los elementos de que está compuesto su falta absoluta
de merecimientos.

213. XXXVII. Estos tres signos, lo completamente blanco, lo manchado y lo de salpicado


ceniciento, aparecen imperfectos en el ejercitante, como que éste es aún imperfecto; mientras
que en el hombre perfecto ellos aparecen también perfectos.

214. Veamos de qué manera ocurre esto. Cuando el gran sacerdote se apresta a llevar a cabo
las ceremonias proscriptas por la ley debe en primer lugar purificarse con ceniza y agua, por
prescripción de la sagrada palabra, 81 para recordar lo que es. Abraham, por ejemplo, cuando
iba a interceder ante Dios se calificó de tierra y ceniza.82 En segundo lugar debe el gran
sacerdote revestirse con la túnica que llega hasta los pies y sobre ella el llamado pectoral,83
bordado con variados colores,84 representación e imagen de los resplandecientes astros del
cielo.85
81
Ex. XXIX, 4, donde, empero, no se menciona la ceniza.
82
Gen. XVIII, 27.

173
83
Ex. XXIX, 5.
84
Ex. XXVIII, 15.
85
Es decir, de los doce signos del zodíaco, según se expone en Sobre las leyes particulares I,
87.

215. Dos son, evidentemente, los templos de Dios: uno este mundo, en el cual es también
sumo sacerdote Su primogénito, el Divino lógos; y el otro el alma racional, de la cual es
sacerdote el verdadero hombre, cuya imagen sensible es aquel que ofrece las tradicionales
súplicas y sacrificios,86 a quien ha sido prescripto vestir la mencionada túnica, réplica del
cielo todo, a fin de que el mundo sea copartícipe del hombre en los sagrados ritos y el hombre
lo sea del mundo.
86
O sea, el sumo sacerdote.

216. El sumo sacerdote ha aparecido ya vistiendo dos señales características; la salpicada y la


de bordado multicolor. Indicaremos a renglón seguido la tercera y más perfecta, la calificada
de "completamente blanca". Cada vez que este mismo sumo sacerdote se aproxima a las
partes más internas de los lugares santos, desvístese de la túnica multicolor y se pone otra
fabricada con la más pura clase de lino.87
87
Lev. XVI, 4.

217. Esta túnica es símbolo de la fortaleza, de la incorruptibilidad, de la claridad más radiante.


El hilo fino es, en efecto, indestructible, no está hecho de sustancia perecedera alguna,88 y
además cuando ha sido cuidadosamente purificado, posee un color brillantísimo y sumamente
luminoso.
88
Como ocurre, en cambio, con la lana, la que procede de un animal, un ser perecedero.

218. Estos símbolos significan lo siguiente: de aquellos que sincera y puramente sirven al Que
Es, ninguno hay que, en primer lugar, no haga uso de fuerza de voluntad y juicio despreciando
los negocios humanos, que nos asechan, dañan y debilitan; que, en segundo lugar, no anhele
la inmortalidad mofándose de cuantas cosas envanecen a los mortales; y que, finalmente, no
esté alumbrado por el luminoso resplandor sin sombra que irradia la virtud, sin que en
adelante acepte ninguna de las conclusiones de la falsa opinión, íntimamente vinculadas con
la obscuridad.

219. XXXVIII, Quede de esta manera descripto el gran sumo sacerdote marcado con los tres
mencionados sellos: el completamente blanco, el multicolor y el de salpicado ceniciento. En
cambio, es posible observar que el hombre inclinado a intervenir en el humano gobierno, cuyo
nombre es José, no participa de los caracteres primero y tercero, y sólo cábele el intermedio, o
sea, el multicolor.

220. Se nos dice,89 en efecto, que vestía una túnica de variado color. Es que ni se había
purificado con las aguas de las sagradas purificaciones, de las cuales hubiera aprendido que
no era sino una mezcla de ceniza y agua, ni era capaz de tocar el absolutamente blanco y
luminosísimo vestido que es la virtud, y estaba, en cambio, envuelto en el inmensamente
variado velo de la política, velo en el que sólo una ínfima porción de verdad tiene parte, pero
contiene, en cambio, muchas y grandes partes de falsedades, probabilidades, verosimilitudes,
conjeturas, de las que han brotado todos los sofistas egipcios, los augures, los ventrílocuos,
los agoreros, hábiles todos en seducir, hechizar y embaucar, y cuyos insidiosos artificios es
tarea ímproba evitar.
89
Gen. XXXVII, 3.

174
221. Por eso Moisés presenta, de conformidad con la naturaleza de las cosas, esta túnica
teñida en sangre,90 ya que la vida toda del hombre de estado está manchada, combate y es
combatida, y es blanco de dardos y flechas que le arrojan los acontecimientos ajenos a su
voluntad que se precipitan sobre él.
90
Gen. XXXVII, 31.

222. Examina, pues, al hombre entregado de lleno a los negocios públicos, hombre del que
están pendientes los intereses del estado, examínalo sin dejarte impresionar por los que le
tributan admiración. Hallarás muchas dolencias agazapadas en su ser, muchas calamidades
suspendidas sobre él, cada una de las cuales agobia violentamente su alma y la acosa
invisiblemente buscando derribarla y aniquilarla, ya sea porque la multitud está disgustada
con su gobierno, ya porque un rival más poderoso le ataca.

223. Además la envidia es un penoso enemigo difícil de eliminar, enraizado siempre en las
que los hombres llaman situaciones prósperas; un enemigo del que no es cosa sencilla
escapar.

224. XXXIX. ¿Por qué, entonces, nos envanecemos cuando llevamos, como un costoso
vestido, el florido traje de la vida pública, engañados por la apariencia de lo que tenemos ante
los ojos, sin percibir la fealdad artera y peligrosa, oculta e invisible?

225. Despojémonos, de verdad, de esta florida túnica y pongámonos la túnica sagrada, tejida
con variada trama de virtudes. De ese modo escaparemos también a las emboscadas, que
contra nosotros, tienden la incapacidad, la ignorancia y la indisciplina, cofradía esta, de la que
es miembro Labán.

226. Cuando, efectivamente, el sagrado lógos nos ha purificado con las aspersiones dispuestas
para nuestra santificación y nos ha matizado con los secretos conocimientos de la verdadera
filosofía, poniendo ante nosotros las pruebas, y nos ha hecho claros, manifiestos y brillantes,
censura al carácter insidioso, agazapado para malograr dichas medidas.

227. Dice, en efecto: "He visto todo cuando Labán contra ti hace", (Gen. XXXI, 12) 'lo
contrario, precisamente, de lo que yo te había procurado, es decir, lo impuro, lo espurio y lo
obscuro en todas sus partes'."
Con todo, no debe atemorizarse el hombre que asienta su esperanza en la Divina alianza,
hombre al que van dirigidas estas palabras: "Yo soy el Dios que se te apareció en el lugar de
Dios" (Gen. XXXI, 13).

228. Hermosísimo motivo de orgullo es, ciertamente, para el alma el hecho de que Dios tenga
a bien mostrársele y conversar con ella. Y no tomes a la ligera Sus palabras; antes, examina
cuidadosamente si hay dos Dioses. Dice, en efecto, así: "Yo soy el Dios que se te apareció",
no "en Mi lugar", sino "en el lugar de Dios", como si hubiera otro Dios

229. ¿Qué decir a esto? Pues, que el verdadero Dios es uno solo, pero los impropiamente así
llamados son más de uno. Por eso la sagrada palabra ha señalado en el presente caso al Que
Es verdaderamente Dios mediante el artículo diciendo: "Yo soy el Dios"; en tanto que señala
al que es impropiamente llamado así omitiendo el artículo al decir: "que se te apareció en el
lugar", no "del Dios", sino simplemente: "de Dios".

175
230. Aquí llama "Dios" al lógos de mayor jerarquía de Dios, no porque le guíe la superstición
en la asignación de los nombres, sino con una sola intención, la de ajustar la narración a los
hechos. Así, en otro pasaje al inquirir si existe algún nombre aplicable al Que Es, claramente
reconoció que no hay ninguno apropiado para El, y que cualquiera que se Le aplicare será por
licencia de lenguaje; porque la naturaleza del Que Es no es expresable, solamente es.

231. XL. Entre otros testimonios de esto está la Divina respuesta a Moisés cuando éste
pregunta si Él tiene un nombre, respuesta formulada en estos términos: "Yo soy el Que Es"
(Ex. III, 14), a fin de que, no habiendo en Dios determinaciones aprehensibles al hombre,
pueda éste conocer al menos Su existencia.

232. Nada se opone, pues, a que Él se muestre tal como es a las almas incorpóreas y
serviciales y que converse con ellas como un amigo con sus amigas; mas, a las que aún
permanecen en un cuerpo muéstrase bajo el aspecto de ángeles, sin alterar por ello Su propia
naturaleza, pues ésta es inmutable, sino presentando a quienes son testigos de Su presencia
una apariencia de forma distinta, de modo que ellos imaginen que la imagen no es una copia
sino la misma forma original.

233. Un antiguo relato narra que la Divinidad, tomando el aspecto ora de un hombre ora de
otro va recorriendo las ciudades informándose de las iniquidades y transgresiones.91 Quizá el
relato no es verdadero, pero de todos modos es útil y provechoso.
91
Odisea XVII, 485 a 487.

234. Y la sagrada palabra, que siempre reviste las concepciones sobre el Que Es de la debida
dignidad y santidad pero, al mismo tiempo, desea procurar instrucción a la vida de los que
carecen de ella, ha comparado a Dios con el hombre, aunque no con alguno de los hombres
particulares.92
92
Ver Sobre los sacrificios de Caín y Abel 94 y 95, y Sobre la inmutabilidad de Dios 53 y 54.

235. Este es el motivo por el que Le ha atribuido rostro, manos, pies, boca, voz, ira e
indignación, amén de armas defensivas, entradas y salidas, y movimientos hacia arriba, hacia
abajo y en todas las demás direcciones; sin asignarle a esta norma general de expresarse el
carácter de verdadera, y buscando sólo el provecho de los que aprenden.

236. Hay, en efecto, algunos hombres de naturalezas completamente embotadas, al punto de


no ser capaces en absoluto de concebir a Dios sin un cuerpo. A éstos es imposible instruirlos
de otra manera que esta, diciéndoles que, como un hombre, Dios llega, parte, desciende,
asciende, usa la voz, se disgusta ante las faltas, es inexorable cuando se irrita y está provisto
de dardos, espadas y toda otra suerte de instrumentos apropiados para el castigo de los
inicuos.

237. Contentémonos,. pues, con que éstos puedan adquirir el control de sí mismos mediante el
temor suspendido sobre ellos por este medio. Y,. prácticamente, sólo dos son los caminos
seguidos en toda la legislación: uno que persigue la verdad misma y mediante ella deja
sentado que "Dios no es como el hombre" (Núm. XXIII, 19); otro que tiene presente las
opiniones de los algo más tardos de entendimiento, a propósito de los cuales se dice: "El
Soberano Dios te instruirá tal como lo haría cualquier hombre con el hijo suyo" (Deut. VIII,
5).

238. XLI. ¿Por qué, entonces, hemos de extrañarnos ya de que tome el aspecto propio de los

176
ángeles, si hasta toma el de los hombres para ayuda de los que la han menester? En con-
secuencia, cuando dice: "Yo soy el Dios que se te apareció en el lugar de Dios" (Gen. XXXI,
13), entiende tú que Dios, sin cambiar, ocupa el lugar de un ángel sólo en cuanto a las apa-
riencias, para provecho del que aún no es capaz de ver al verdadero Dios.

239. Es que, así como los que no son capaces de mirar al verdadero sol, contemplan el
resplandor del parhelio como si fuera el sol mismo, y ven el halo que rodea a la luna como si
la vieran a ella misma, del mismo modo algunos consideran la imagen de Dios, vale decir, el
lógos mensajero Suyo,. como Dios mismo.

240. ¿No ves, por ventura, a Agar, es decir, la instrucción correspondiente a la cultura
general93 diciendo al ángel: "Tú eres el Dios que ha extendido Su mirada sobre mí" (Gen.
XVI, 13), pues, siendo egipcia de raza, no era capaz. de ver a la más excelsa de las Causas.
Mas, en el caso que nos ocupa 94 la inteligencia, en proceso de superación, comienza a
adquirir una representación mental del Soberano de todas estas potencias.
93
Ver Interpretación alegórica III, 85.
94
Vale decir, en la situación a que se refiere el pasaje de Gen. XXXI, 13, situación que
corresponde a una etapa más avanzada en el camino hacia la perfección por el que transita el
ejercitante Jacob, quien anteriormente, en una etapa menos próxima a la meta, había visto al
lógos de Dios, y ahora ve a Dios.

241. Por ello Él mismo dice: "Yo soy el Dios" (Gen. XXXI, 13) 'cuya imagen tú has
contemplado antes creyendo que era Yo mismo, y a quien has dedicado una columna en la
que grabaste la más santa de las inscripciones. Esta inscripción expresaba que solamente Yo
me mantengo fijo y he conferido fijeza a la naturaleza de todos los seres, trocando la
confusión y el desorden en orden y regularidad, y sostenido el universo para que perdurase
firme bajo el poderoso lógos, Mi virrey'.95
95
Ni en el pasaje aquí transcripto ni en el resto del relato bíblico se menciona tal inscripción.
Seguramente Filón se propone interpretar la frase "'Colocó la piedra como una columna"
(Gen. XXVIII, 18), agregando por su cuenta el que ésta contuviera un texto escrito.

242. XLII. Una columna es, en efecto, símbolo de tres cosas: fijeza, ofrenda, inscripción.
Queda ya aclarado lo relativo a la fijeza y la inscripción. La ofrenda, en cambio, ha menester
de explicación.

243. El cielo todo y toda la tierra constituyen una ofrenda dedicada a Dios, que es el creador
de lo ofrendado. Y todas las almas que aman a Dios y son ciudadanas del mundo conságranse
a sí mismas, sin dejarse atraer por cosa alguna mortal y sin cansarse jamás de santificar y
consagrar su imperecedera vida.

244. Loco es el hombre que no ofrenda a Dios sino a sí mismo una columna, pretendiendo
fijar cosas pertenecientes a la creación, que es inestable en todas sus partes, y teniendo por
dignas de inscripciones laudatorias a cosas que, estando llenas de censura y vituperio, bueno
sería o no registrarlas en absoluto o, si lo fueran, borrarlas enseguida.

245. Por ello dice sin rodeos la sagrada palabra: "No erigirás columna alguna para ti" (Deut.
XVI, 22). Es que, en realidad, nada humano es estable, aunque algunos lo afirmen falsamente
hasta reventar.

246. Y en verdad que piensan no sólo que están firmemente establecidos sino también que son

177
dignos de honores e inscripciones, olvidados del único Que realmente merece honor y está
firme, pues la sensibilidad, esa mujer que forma parte de su naturaleza, cada vez que se
desvían y apartan del camino de la virtud, extravíalos aún más y los fuerza a ir a la deriva.

247. Por lo cual, acosada por todas partes, como una nave, el alma es colocada a manera de
columna. Las sagradas revelaciones dicen, en efecto, que la mujer de Lot, habiéndose dado
vuelta, se convirtió en una columna de sal.96 Y esto es lo que cabía esperar y convenía.
96
Gén. XIX. 26

248. Si alguien, en efecto, no ve claramente lo que hay delante de sí, vale decir, las cosas
dignas de contemplarse y oírse, que son las virtudes y las acciones virtuosas; y, en cambio, se
vuelve a mirar lo que tiene detrás y su espalda en procura de la gloria necia, la riqueza ciega,
la estúpida lozanía física, la inconsciente belleza externa y todas las demás cosas de esta clase,
terminará fijado como una columna sin alma, que se desintegra en derredor, puesto que las
sales carecen de consistencia firme.

249. XLIII. Muy bien hizo, por lo tanto, el ejercitante cuando, habiendo aprendido, merced a
un ininterrumpido ejercicio, que la creación es móvil por naturaleza, y que, en cambio, el
Increado es inalterable e inmóvil, erigió una columna dedicada a Dios y, tras erigirla, la ungió.
Leemos, efectivamente, lo siguiente: "Erigiste para Mí una columna" (Gen. XXXI, 13).

250. Mas, no pienses que esto se refiere a una piedra ungida con óleo; no, se trata de que la
doctrina que enseña que Dios es el único ser fijo es ejercitada y practicada en el alma
mediante la ciencia de la preparación atlética,97 no con aquella con la que se fortalecen los
cuerpos, sino con la que permite al alma adquirir vigor y fuerza irresistible.
97 Intraducible juego de palabras entre aléiphein = untar, engrasar preparar para la lucha; y
aleiptiké = relativo ala prepararon de atletas o al maestro del gimnasio que preparaba a los
atletas.

251. Porque amigo de la lucha y amigo de la ejercitación es aquel que se halla abocado a la
persecución de las elevadas acciones. Y así, habiendo cultivado a fondo el arte de la
ejercitación, hermano del arte médico; es decir, habiendo ejercitado y practicado todos los
pensamientos relativos a la virtud y la piedad, dedicará a Dios, como era de esperar, la más
hermosa y firme de las ofrendas.

252. Por ello, después de la ofrenda de la columna, leemos: "Tú Me hiciste un voto" (Gen.
XXXI, 13). Un voto es, hablando con propiedad, una ofrenda, por cuanto se dice que un
hombre hace un presente a Dios, cuando no sólo Le ofrece lo que posee sino también se
ofrece a sí mismo, el poseedor.

253. Dice, en efecto, la escritura: "Santo es el que deja crecer el cabello de su cabeza" (Núm.
VI, 5), en otras palabras, el que ha formulado un voto. Y si él es santo, es desde todo punto de
vista una ofrenda, por cuanto ya no entrará en contacto con cosa alguna impura o profana.

254. Confirma lo que digo la profetisa y madre de profetas, Ana, cuyo nombre traducido al
griego es "gracia". Dice ella, en efecto, que está ofrendando como presente al Santo su hijo
Samuel;98 ofrenda consistente no en un ser humano sino, más bien, en un espíritu inspirado y
poseído de Divina demencia. "Samuel" significa "dedicado a Dios".
98
I Samuel I, 11.

178
255. ¿Por qué, pues, oh alma, sigues con tu demencia y realizas trabajos inútiles en vez de
convertirte en discípulo del ejercitante y aprender a usar las armas y recursos contra la pasión
y la vana opinión? Si eso aprendieres, al punto te convertirás en pastor, no de un rebaño sin
marca, sin inteligencia y sin disciplina, sino de uno genuino, racional y de variadas marcas. Y,
si llegares a ser su guía, llorarás por la deplorable raza humana, pero no cesarás de volverte
hacia la Divinidad; y nunca dejarás de proclamar la felicidad de Dios; por el contrario,
grabarás además sagrados himnos en columnas con miras a celebrar las excelencias del Que
Es, no sólo con la elocuencia de la palabra sino también con la música del canto. Porque, de
esa manera estarás en condiciones de retornar a la mansión de tus padres poniendo fin a tu
larga, inacabable agitación sobre suelo extraño.

179
SOBRE LOS SUEÑOS ENVIADOS POR DIOS

SOBRE LOS SUEÑOS II

1.1. Al describir la tercera especie de sueños enviados por Dios sobrados motivos tenemos
para llamar en nuestra ayuda a Moisés, a fin de que, así como él aprendió cuando no sabía,
también a nosotros en nuestra ignorancia nos instruya acerca de sus indicaciones aclarándonos
cada una de ellas. La tercera clase de visiones sobreviene cuando el alma durante el sueño,
moviéndose por sí misma y agitándose a sí misma, entra en trance y, poseída de un profetice
poder, predice el futuro.

2. La primera clase de sueños es, según vimos, aquella en que Dios provoca el movimiento y
sugiere invisiblemente las cosas invisibles para nosotros pero patentes para El. La segunda es
la de aquellos sueños en los que nuestro entendimiento muévese de concierto con el alma del
universo y se llena de una locura inspirada por Dios, mediante la cual es permitido predecir
muchas de las cosas que sucederán.

3. Según esta clasificación, el sagrado intérprete nos ha indicado de manera completamente


clara y nítida las visiones propias de la clase señalada en primer término, ya que las
comunicaciones enviadas por Dios a través de los sueños aseméjanse a claros oráculos. Las
correspondientes a la segunda clase las ha mostrado ni de manera completamente clara ni
demasiado obscuramente. Un ejemplo de ellas es la visión que apareció sobre la escala del
cielo. Esta visión fue, ciertamente, enigmática, pero el enigma no era del todo impenetrable
para los capaces de ver con agudeza.

4. Para las visiones de la tercera clase, como son más obscuras que las anteriores en razón de
lo profundo e impenetrable del significado que ocultan, ha sido necesaria la ciencia de la
interpretación de los sueños. Consecuentemente, todos los sueños de esta clase registrados por
el legislador han sido interpretados por hombres expertos en dicha especialidad.

5. ¿De quién, pues, son estos sueños? Para nadie es un secreto que se trata de los de José, de
los del faraón de Egipto y de los que vieron el jefe de reposteros y el copero mayor.

6. Convendrá, seguramente, que comencemos nuestra enseñanza partiendo siempre de los


primeros, que son los que contempló José cuando, desde las dos divisiones del mundo: cielo y
tierra. alcanzó sendas visiones. De la tierra sobrevínole el sueño de la siega, que narra en estos
términos: "Me parecía que estábamos nosotros atando haces en medió del llano, y mi haz se
levantó" (Gen; XXXVII, 7). Del cielo sobrevínole el relacionado con el zodíaco, narrado así:
"Como si fueran el sol, la luna y los once astros, se prosternaban ante mí" (Gen. XXXVII, 9).

7. Una interpretación del primer sueño, cargada de viva amenaza, es la siguiente: "¿Acaso
reinarás como rey sobre nosotros? ¿Mandarás sobre nosotros como un señor?" (Gen.
XXXVII, 8). El segundo, a su vez, mereció una justa cólera: "¿Por ventura, llegaremos yo, tu
madre y tus hermanos a prosternamos en tierra ante ti?" (Gen. XXXVII, 10).

8. II. Quede lo que precede sentado a manera de cimiento de nuestro edificio, el resto
construyámoslo siguiendo las normas de este sabio arquitecto que es la alegoría, en nuestra
investigación de los detalles de uno y otro sueño. Pero, digamos a propósito de ambos sueños
algunas cosas que es preciso oír previamente. Algunos han interpretado la naturaleza del bien

180
en un sentido amplio, otros la han restringido exclusivamente a lo más excelente, admitiendo
los primeros que se trata de algo mixto y los segundos de algo sin mezcla.

9. Ahora bien, aquellos que dicen que sólo la belleza moral es cosa buena, preservándola de
toda mezcla, la atribuyen exclusivamente a la parte más noble de nuestro ser, que es la razón;
los que consideran al bien como algo que admite mezcla lo adaptan a tres cosas: al alma, al
cuerpo y a las cosas exteriores. Estos últimos son gente de vida bastante muelle y lujuriosa,
gente que pasa la mayor parte de su tiempo desde su infancia en las habitaciones de las
mujeres y en los hábitos afeminados de las mismas, Los otros, en cambio, son de vida austera,
criados entre hombres, y ellos mismos de espíritu varonil, inclinados antes a lo conveniente
que a lo placentero, y se alimentan con alimentos propios de atletas, en procura no de
placeres, sino de robustez y vigor.

10. Como guías de las dos cofradías Moisés presenta a Isaac y José. La cofradía noble es
guiada por Isaac, el autoinstruido y autodidacta, como que Moisés lo presenta como
destetado, vale decir, como desdeñando en absoluto el empleo de alimentos delicados, lácteos,
inmaturos e infantiles, y usando, en cambio, siempre alimentos fuertes y perfectos, pues
estuvo en su modo de ser tender a adquirir una buena constitución desde la niñez y siempre
gozó de la plenitud de sus fuerzas con renovada juventud.

11. La comunidad que contemporiza y cede fácilmente tiene por guía a José. Este, en efecto,
no es de los que descuidan las virtudes del alma, pero se preocupa también por el bienestar del
cuerpo y anhela asimismo la abundancia de cosas externas. Y es natural que sea arrastrado en
direcciones opuestas, ya que muchos son los fines que persigue en la vida. Y, atraído en
contrarios sentidos por cada uno de ellos, vive agitada y desordenadamente sin poder alcanzar
una situación sólida.

12. Es como. ..l ni siquiera viven en paz como los estados entre los que median pactos (sino
soportan) 2 y lanzan a su vez ataques, alternándose las victorias y los reveses. Unas veces, en
efecto, fluye un intenso apetito de riqueza y fama y se enseñorea completamente de los
intereses del cuerpo y del alma; y poco después nuevamente es forzado a ceder por el impulso
opuesto y es vencido por ambos intereses o por uno de ellos.
1
Laguna en el texto. Tal vez deba llenarse con algo de este tenor: "las almas y los cuerpos de
tales hombres".
2
Reconstrucción conjetural de parte de la laguna del texto.

13. De la misma manera los placeres del cuerpo derrámanse sobre nosotros inundando y
anulando una tras otra las cosas del entendimiento; y, a continuación, sin que medie un largo
intervalo, la sabiduría con impetuoso y vigoroso espíritu lanza su contrataque y diluye el
ímpetu de los placeres y mitiga, en general, los apetitos todos y ambiciones que nos llegan a
través de los sentidos.

14. De esa manera ronda el ciclo de la incesante guerra en torno del alma sin rumbo definido.
Eliminando un adversario, surge siempre otro más poderoso al modo de las múltiples cabezas
de la hidra. De ella, en efecto, dícese que, si se le corta una cabeza, crécele otra en su reem-
plazo; de modo que lo que se quiere dar a entender es cuan difícil resulta el vencer al
multiforme y prolífico clan del eternamente perdurable vicio.

15. Nunca, pues, atribuyas a José una sola cosa con exclusión de las demás; por el contrario,
ten presente que éste es el representante de la heterogénea y mezclada opinión. En él, en

181
efecto, se pone de manifiesto, por una parte, la racional modalidad de la templanza, que le
viene por línea masculina, modelada de conformidad con Jacob, su padre.

16. Y se manifiesta también, por otra parte, la modalidad irracional de la sensibilidad,


reproducción de los rasgos de la ascendencia materna, representada por Raquel. Adviértese,
asimismo, en él el germen del placer corpóreo que le imprimieron sus tratos con coperos
mayores, jefes de reposteros y jefes de cocina. Y también está patente la modalidad de la
vanagloria, sobre la cual, como sobre un carro,3 sube impulsado por su espíritu superficial,
irguiéndose altivo y lleno de vanidad con ánimo de dar por tierra con la igualdad.
3
Gen. XLI, 43.

17. III. Con los rasgos citados se tiene una sumaria descripción del carácter de José.
Corresponde ahora que consideremos cuidadosamente cada uno de sus sueños y hemos de
examinar en primer lugar el relativo a los haces. "Me parecía" dice, "que estábamos nosotros
atando haces en medio del llano". La expresión "me parecía", con que comienza, es
manifestación propia de quien está inseguro, dudoso y con suposiciones poco claras, de quien
no ve con fijeza y claridad.

18. Decir "me parecía" se acomoda a quienes se levantan de un profundo sueño y están
todavía somnolientos; no es propio, en cambio, de que ya están levantados y ven las cosas
claramente.

19. El ejercitante Jacob no dirá: "Me parecía", sino: "Y he aquí que había una escala
firmemente fijada, cuya parte superior llegaba al cielo" (Gen. XXVIII, 12); y nuevamente:
"En la época en que las ovejas conciben, las vi con mis ojos en mi sueño, y he aquí que los
machos cabríos y cameros cubrían a las ovejas y cabras, y eran completamente blancos,
manchados y de un salpicado ceniciento" (Gen. XXXI, 10 y 11).

20. Es que de hecho las visiones que tiene durante sus sueños los que consideran que la
belleza moral es apetecible por sí misma, son necesariamente más claras y más puras, del
mismo modo que también sus acciones del día han sido más dignas de aprobación.

21, IV. Ahora bien, cuando escucho a aquel que nos narra el sueño, me asombro de que
creyera que se hallaban atando haces, no segándolos. Lo primero es trabajo propio de siervos
sin mayor preparación; lo segundo, cometido reservado a amos y a quienes son expertos en
las labores del campo.

22. Porque la capacidad de distinguir las cosas necesarias de lo superfino, lo nutritivo de lo no


nutritivo, lo genuino de lo espurio, el fruto altamente provechoso de la raíz inútil, no en
aquello que produce la tierra sino en lo que engendra el discernimiento, esa capacidad es señal
de una virtud perfectísima.

23. Así, la sagrada palabra presenta a los videntes4 segando y, lo que menos cabía esperar,
segando, no cebada o trigo, sino la misma siega. Y así, leemos lo siguiente: "Cuando seguéis
vuestra siega no agotaréis lo que queda de la siega" (Lev. XIX, 9).
4
Es decir, a los israelitas.

24. Quiere, en efecto, el legislador no sólo que el hombre virtuoso sea un juez de las cosas que
difieren, distinguiendo y separando las que producen de sus productos, sino que además borre
de su mente la misma opinión de que es capaz de distinguir, cosechando la misma cosecha y

182
separando la obra de su propia inteligencia, persuadido y obediente ante la afirmación de
Moisés de que "el juicio pertenece sólo a Dios" (Deut. I, 17), a quien competen todas las
comparaciones y distinciones; y por el cual es noble confesarse vencido, más glorioso aún que
una celebrada victoria.5
5
El sentido es que, así como del pasaje bíblico se desprende que no sólo se siega segando o
separando el cereal sino también segando o separando la siega misma, del mismo modo es
preciso operar en el plano del pensamiento, es decir, debemos segar o separar las cosas
pensadas, y además segar o separar de nosotros la idea de que somos nosotros los autores de
las separaciones.

25. Semejante al "segar la siega" es la doble circuncisión, la que en cierta ocasión inventó
Moisés como una nueva práctica: una circuncisión de una circuncisión;6 o "la consagración de
una consagración" (Núm. VI, 2), es decir, la purificación de la misma purificación del alma,
que tiene lugar cuando reconocemos que a Dios compete el tornamos puros, sin que nos pase
jamás por el pensamiento la idea de que nosotros mismos, sin la Intervención vigilante de la
Divinidad, somos capaces de purificar nuestra vida limpiándola de las manchas que la llenan.
6
Gen. XVII, 13.

26. Y de la misma especie es también la "doble cueva" (Gen. XXIII, 9), es decir, las dos
preciadas recordaciones, una cerca de lo que ha llegado a existir, otra acerca del Creador de
todo ello, con las que se nutre el hombre de bien contemplando las cosas de que se compone
el mundo y meditando también acerca del Padre a quien deben el ser.

27. De ellas, se me ocurre, procede el descubrimiento de la sinfonía del doble diapasón en la


música. Necesario era, en efecto, que tanto la obra como su Artesano fueran celebrados por
dos perfectísimas melodías, no por la misma en ambos casos.

28, Puesto que las alabanzas se refieren a temas distintos, preciso es que también las melodías
y acordes difieran de un tema a otro, asignándose el tetracordio conjunto al mundo, que es un
armónico conjunto de diferentes elementos; y el disjunto a Aquel que por Su propia esencia
está separado de la creación toda, es decir, a Dios.

29. V. Pero, una vez más expone una opinión plena de amor a la virtud el sagrado intérprete
cuando dice: "Ni agotaréis lo que queda de la siega" (Lev. XIX, 9). Tiene presente, en efecto,
el principio sentado al comienzo, por el que reconocía que "el fin es del Señor" (Núm. XXXI,
28), en quien residen el soberano control y la estabilidad de estas cosas.

30. Pero, el profano en los misterios de la siega se pavonea diciendo: "Me parecía que en
compañía de otros ataba yo haces que no había segado",7 sin caer en la cuenta de que éste es
servicio propio de esclavos e inexpertos, según he dicho un poco más arriba.

31. Al interpretar su significado figurado decimos que los "haces" son acciones de las que
cada uno toma como su propio alimento con la esperanza de hallar en él vida y subsistencia
eternas.
7
Gen. XXXVII, 7.

32. V. Ahora bien, innumerables son las variedades de "haces", digo de acciones que decimos
ser alimentos; e innumerables también, las especies de hombres que toman y escogen los
haces; tantas que no es posible ni enumerarlas ni concebirlas a todas. Con todo, no estará de
más examinar como ejemplo algunas variedades que son recordadas en la narración del sueño

183
de José.

33. Dice éste, en efecto, a sus hermanos: "Me parecía que estábamos atando haces" (Gen.
XXXVII, 7). De sus hermanos diez lo eran por parte de padre, uno por parte de madre; y el
nombre de cada uno de ellos es símbolo de una cosa de vital importancia. "Rubén" lo es de la
buena disposición natural, pues equivale a "hijo que ve", consistiendo su buen natural no en
que sea un hijo perfecto sino en que posee visión y agudeza en ella;

[34.] "Simeón" lo es del aprender, pues quiere decir "oído atento"; "Leví", de las buenas
acciones y prácticas y de los sagrados ministerios; "Judá", de los cánticos e himnos; "Isacar",
de los premios adjudicados en recompensa por nobles acciones; siendo quizá las mismas
acciones el premio perfecto; "Zabulón", de la luz, ya que significa "flujo de la noche", y
cuando la noche fluye y se va surge necesariamente la luz;

[35.] "Dan", de la división y análisis de las cosas; "Gad", del ataque y contraataque de piratas;
"Aser", que significa "felicitación", lo es de la riqueza natural, puesto que la riqueza es
considerada una feliz posesión;

[36.] "Neftalí", de la paz, pues este nombre significa "dilatación" o "abierto", y con la paz
todas las cosas se abren y dilatan, del mismo modo que con la guerra se cierran; "Benjamín",
del tiempo de la juventud y de la vejez, pues significa "hijo de los días", y la edad, tanto joven
como vieja, se calcula por días y noches.

37. Toma, pues, cada uno de aquello que le es propio y, tras tomarlo, ata todas sus partes
juntas. El hombre bien dotado por naturaleza toma agudeza, perseverancia, memoria, cualida-
des en las que se manifiesta el buen natural; el buen discípulo toma aptitud para oír, silencio,
atención; el emprendedor toma resolución y coraje para arriesgarse ante los peligros.

38. El dador de gracias toma alabanzas, elogios, himnos, votos de felicidad; el que tiende a las
recompensas toma activa asiduidad, animosísima fortaleza y diligencia combinada con
precavida celeridad.

39. El que persigue la luz en reemplazo de la obscuridad toma hábitos de vigilia y agudeza de
visión; el inclinado al análisis y división de las cosas toma argumentos incisivos, capacidad
para no confundir la semejanza con la identidad, imparcialidad, integridad.

40. El que, bastante parecido a los piratas, responde a las emboscadas con emboscadas, toma
engaño, artimaña, impostura, falacias, disimulo, fingimiento, practicas repudiables en sí pero
laudables cuando se emplean contra enemigos; el que procura adquirir la natural riqueza toma
dominio de sí mismo y moderación; el que ama la paz toma buena organización, justicia,
modestia, igualdad.

41. VI. Estos son los elementos que se atan para formar los haces de los hermanos paternos,
en tanto que el haz del hermano uterino se compone de días y tiempo, en los que todas las
cosas ocurren, mas sin que ellos sean las causas.

42. El mismo que soñó e interpretó el sueño, pues ambas cosas hizo, toma para sí la
vanagloria como la más excelente, brillante y vital adquisición. Por ello, en primer lugar llega
a ser conocido del soberano del país corpóreo8 no como resultado de haber puesto de ma-
nifiesto "acciones" luminosas, que para exhibirse han menester del día, sino como resultado

184
de sueños, que son amigos de la noche.
8
Es decir, conocido del o por el faraón egipcio.

43. Acto seguido es proclamado administrador o protector de todo Egipto, para gozar de
honores solamente inferiores a los del rey, condición esta que el dictado de la sabiduría
registra como más insignificante y ridícula que el fracaso y la deshonra.

44. A continuación coloca en torno a su cuello "un collar de oro" (Gen. XLI, 42), un dogal a
todas luces, un círculo y aro de perpetua necesidad; no el ordenado transcurso de la vida, no el
encadenamiento de los hechos de la naturaleza, como en el caso de Tamar, cuyo atavío no
consiste en un collar sino en un cordón (Gen. XXXVIII, 18).9 Y se pone también un anillo
real,10 regalo que no es tal y prenda que nada garantiza, lo contrario al dado a Tamar por Judá,
el rey del pueblo vidente, es decir, Israel.
9
O en una gargantilla. Ver Sobre la huida y el hallazgo 150, y Sobre los cambios de nombres,
135.
10
Gen. XLI, 42.

45. Da éste, en efecto, al alma un sello,11 hermosísimo don, enseñándole que, cuando la
sustancia del universo carecía aún de forma. Dios se la imprimió; cuando aún carecía de
rasgos definidos. Dios se los modeló; cuando carecía de cualidades. Dios se las determinó; y,
en habiendo acabado esto, selló el mundo todo con una imagen y forma, la de Su lógos.
11
Gen. XXXVIII, 18.

46. Pero, volviendo a José, éste sube sobre el segundo carro,12 envanecido por vértigos
mentales y una vana hinchazón, y se convierte en proveedor de granos,13 guardando los
tesoros del cuerpo y proveyéndolo de alimentos provenientes de todas partes. Temible muralla
erigida contra el alma es éste.
12
Gen. XLI, 48.
l3
Gen. XLI, 43.

47. Su nombre es testimonio, y no el menor, de su norma de vida y de la ambición que la


caracteriza. "José", en efecto, significa "adición"; y la vanagloria nunca cesa de agregar.
Agrega a lo genuino lo espurio; a lo apropiado lo extraño, a lo verdadero lo falso, a lo
suficiente lo excesivo, a la vitalidad la relajación, a la vida normal la vanidad.

48. VII. Pero, observa lo que quiero darte a entender. Nos alimentamos con alimentos sólidos
y bebidas, aunque ellos se limiten al modestísimo pan de cebada y al agua de la fuente. ¿Por
qué, entonces, la vanagloria ha sobreagregado incontables clases de tortas de leche y pasteles
de miel, así como elaboradas y variadas mezclas de innumerables vinos, preparadas más para
gozar del placer que para participar del alimento?

49. Y es más, puerros, verduras, muchos frutos de árboles, queso además y también alguna
otra cosa semejante a éstas son los condimentos necesarios en una comida; si quieres, les
agregamos para los no vegetarianos también pescado y carne.

50. ¿Y no sería suficiente que, tras asar estos alimentos o tostarlos a la ligera a la manera de
los cabales hombres de la edad heroica, los comiesen? Mas, no se contenta con esto el hombre
glotón. Habiendo obtenido la alianza de la vanagloria y despertado la golosa pasión que lleva
en sí, busca y rebusca cocineros y preparadores de convites famosos por su arte.

185
51. Éstos ponen en acción los cebos que desde mucho tiempo hace se han inventado para
tentar a nuestro mísero vientre y, habiendo arreglado y dispuesto en orden particulares
variedades de sabores, halagan y tornan dócil a la lengua. Acto seguido echan su anzuelo al
gusto, sentido que sirve de puente hacia los demás y a través del cual el glotón no tarda en
manifestarse esclavo en vez de hombre libre.

52. Un vestido, como todos saben, ha sido hecho ante todo para proteger al cuerpo contra los
daños que originan el calor y el frío, y tanto nos preserva del fresco en invierno, como en
cierto lugar dicen los poetas,14 como nos refresca en verano.
14
Odisea XV, 529.

53. ¿Quién, entonces, es el artesano que produce esos costosos mantos de púrpura, quién esas
trasparentes y ligeras ropas de verano, quién los vestidos tejidos como telas de araña, quién
esos trajes teñidos o bordados con variados colores por expertos en el teñir y en el bordar tales
variedades, que superan a los pintores en la habilidad para imitar a la naturaleza? ¿Quién?
¿Pues, quién si no la vanagloria?

54. VIII. Otro caso: todos necesitamos una casa por esas mismas razones y además para que
no nos dañen los ataques de las fieras o de hombres más salvajes todavía que ellas. ¿A qué
viene, entonces, el decorar los pisos y los muros con costosos mármoles? ¿Por qué recorremos
Asia, Libia, toda Europa y las islas en busca de selectas columnas y arquitrabes?

55. ¿Por qué, al adornar los capiteles de las columnas, se despierta entre nosotros el
entusiasmo y la rivalidad a propósito de los tallados dorios, jónicos y corintios y cuantos
ornatos han imaginado los que desdeñan los estilos establecidos? ¿Por qué construimos
habitaciones para hombres y habitaciones para mujeres con techos de oro? ¿No es acaso por la
vanagloria?

56. Por cierto que para dormir bastaría con un blando pedazo de suelo, como es fama que
hasta nuestros días se acuestan entre los hindúes de acuerdo con antiguas costumbres los
gimnosofistas;15 o si no, una cama hecha de paja, por ejemplo, o un lecho de piedras
amontonadas o de maderas comunes.
15
Nombre con que los griegos designaban a ciertos sabios indios, que, según era fama, vivían
desnudos.

57. Sin embargo, se confeccionan lechos con patas de marfil para sostén, y divanes con
costosas madreperlas y caparazones de tortugas multicolores incrustadas, todo ello a trueque
de muchos trabajos y gastos y gran pérdida de tiempo. Algunos de esos lechos son comple-
tamente de plata, o completamente de oro, o incrustados con piedras preciosas, y provistos de
cubrecamas floreados y bordados en oro para exhibición y suntuosidad, no para el uso diario.
El artesano de todo esto es la vanagloria.

58. Y para ungüentos, ¿qué necesidad hay de buscar otra cosa que el fruto prensado que nos
da el olivo? Éste suaviza, contrarresta el cansancio del cuerpo y produce lozanía; y, si algún
músculo. estuviere relajado, él lo envuelve fortificándolo y le proporciona. vigor y resistencia
con no menos eficacia que cualquier otro. ungüento.

59. Pero frente a estas cosas provechosas han plantado sus reales los delicados ungüentos de
la vanagloria, para. cuya producción trabajan perfumistas y contribuyen grandes países, Siria,
Babilonia, la India y la Escitia, en los que crecen las plantas aromáticas.

186
60. IX. Y en lo que a la bebida se refiere, ¿qué más podría. necesitarse que esa obra maestra
de arte que es la copa de la naturaleza? Tal copa es la que forman nuestras manos. Si se las
junta y forma con ellas un hueco y luego se las aproxima con cuidado a la boca mientras otro
vierte en ellas agua, se obtiene no solamente el remediar la sed sino también inefable placer.

61. Y, si fuera absolutamente necesaria otra, ¿no bastaría la rústica copa de madera? ¿Sería
necesario ir en busca de obras de arte de famosos artistas? ¿Por qué es menester que
inagotable cantidad de copas de plata y de oro sean fabricadas, si no es porque las exigen la
grande presunción de la vanidad y las caprichosas inclinaciones de la vanagloria?

62. Y frente a algunos que no se avienen a ser coronados con una fragante corona de laurel o
de hiedra o de violetas o de lilas o de rosas o de olivo, desdeñando así los dones que Dios
distribuye a través de las estaciones del año; al verlos equilibrando sobre la cabeza guirnaldas
de oro, carga pesadísima, en medio de la plaza repleta de gente y sin que ello les avergüence,
¿qué otra cosa pensar sino que son esclavos de la vanagloria, aunque ellos se jacten de ser no
sólo hombres libres sino también jefes de muchos otros?

63. Un día entero no me bastaría para enumerar las corrupciones de la vida humana. Mas,
¿para qué extendernos sobre eso? ¿Quién no las ha oído, quién no las ha contemplado?
¿Quién, por lo tanto, no está familiarizado y habituado a ellas? Bien está, en consecuencia, el
que la sagrada palabra haya dado el nombre de "adición" a quien fue enemigo de la modestia
y amigo de la vanidad.

64. Porque, así como en los árboles crecen, con gran daño de los genuinos, brotes superfinos,
que los agricultores podan y eliminan para protección de los necesarios productos, del mismo
modo junto a la vida verdadera y modesta crece como parásita la vida de falsedad y vanidad,
vida de la que hasta hoy ningún agricultor ha sido hallado que cortase hasta las mismas raíces
el sobrebrote dañino.

65. Por tal motivo, los que se ejercitan en la prudencia, al ver que José, primero con la
sensibilidad y luego con la inteligencia, persigue esta manera afectada de ser, gritan sin
rodeos: "Una bestia feroz ha apresado y devorado a José" (Gen. XXXVII, 33).

66. ¿Y qué es ciertamente, esta vida complicadísima y forjadora de vanidades, propia de los
hombres en confusión, en la que la ambición y la malicia son expertos artesanos, sino una
fiera salvaje que devora a cuantos se le aproximan? Y así, el luto acompañará a estos hombres
como si estuvieran muertos, aun cuando están todavía vivos, puesto que la vida que han cose-
chado es digna de lamentación y llanto. Así, Jacob lleva luto por José estando aún vivo éste.

67. En cambio, no permitirá Moisés que los sagrados principios representados por Nadab y
sus hijos sean llorados como muertos.16 Es que no habían sido apresados por una bestia feroz
y salvaje, sino arrebatados por una avalancha de fuego inextinguible y una inmortal claridad,
porque, después de arrojar lejos de sí la contemporizadora indecisión, habían consagrado
santamente su celo cálido y ardiente, ruina de la carne, prestísimo en pos de la piedad, celo
ajeno a la creación y familiar a Dios. Y no fue yendo sobre sus pies hasta el altar como lo
hicieron, pues lo tenían prohibido por ley,17 sino impulsados por una favorable brisa y
conducidos hasta las celestes revoluciones, para allí dispersarse hacia las etéreas claridades al
modo de las ofrendas quemadas completamente en los holocaustos.
16
Lev. X, 6.

187
17
Ex. XX, 26.

68. X. Preciso es, pues, oh alma, que, obediente a la enseñanza del maestro, te cortes tu propia
mano, tu poder, cuando ella comienza a aferrarse a los órganos genitales,18 ya consistan éstos
en las cosas de la creación, ya se trate de los anhelos y cuidados de los hombres.
18
No resultan claros la conexión y el sentido de este párrafo. Quiza lo de "aferrarse" tenga
que ver con la condición de cosas asibles o recogibles propia de los haces o gavillas, y quiera
Filón marcar el contraste entre lo que debe asirse o recogerse y lo que no debe tomarse. Los
órganos genitales" simbolizarían en ese caso la vida de lujuria descripta en los pasajes
precedentes, opuesta a la verdadera gavilla, que se describe en los parágrafos 71 y ss.

69. Por muchos motivos, en efecto. Moisés nos prescribe cortar la mano que ha asido los
testículos,19 en primer lugar porque ella ha acogido de grado el placer que era preciso detestar;
en segundo lugar por haber considerado que el fecundar es cosa de nuestra incumbencia; en
tercer lugar porque ha atribuido a la creatura el poder que pertenece al Hacedor.
19
Deut. XXV, 11 y 12.

70. ¿No ves cómo esa masa de tierra que es Adán muere cuando toca el árbol doble,20
honrando al tocarlo al dos antes que al uno, y admirando a lo creado antes que al Creador? Tú,
en cambio, pasa "a distancia del humo y la ola"21 y huye de los inmensamente ridículos
cuidados de la vida perecedera, como si huyeras de aquella temible Caribdis, sin tocarle ni
siquiera la punta del dedo del pie, como se dice.
20
Juego de palabras con el sentido general de dídymos = doble, gemelo, y la especial acepción
de ese mismo término en plural: los testículos.
21
Odisea XII, 219.

71. Mas, cuando te hubieres aprestado ya para el servicio de los sagrados ritos, extiende tu
mano y tu poder y toma en abundancia las enseñanzas de la instrucción y la sabiduría. Hay, en
efecto, una prescripción concebida en estos términos: "Si un alma trajere una ofrenda o
sacrificio, esta ofrenda será flor de harina de trigo"; y continúa luego: "y, tomando un puñado
lleno de flor de harina junto con el aceite y todo el incienso, erigirá un memorial sobre el
altar" (Lev. II, 1 y 2).

72. Excelente pensamiento es el expuesto: quien se apresta a ofrecer el sacrificio es una


incorpórea alma, no esa doble masa compuesta de un elemento mortal y de otro inmortal. En
efecto, lo que suplica, lo que da gracias, lo que ofrece sacrificios verdaderamente
irreprochables debe ser, como hemos dicho, una sola cosa, un alma.

73. Ahora bien, ¿en qué consiste el sacrificio que ofrece un alma incorpórea? ¿En qué sino en
flor de harina, el símbolo de una decisión purificada por los consejos de la instrucción,
decisión que es capaz de proporcionar un alimento sano y una vida irreprochable?

74. De esta ofrenda está prescripto que tome el sacerdote con toda su mano, vale decir, con
todos los medios de aprehensión que posee la inteligencia, para ofrecer, como el más
excelente de los sacrificios, el alma toda, que ha. llegado a estar rebosante de sincerísimas y
purísimas verdades, alma opulenta y gorda, alegrada por la Divina luz y perfumada. por las
brisas que emanan de la justicia y de las demás virtudes, y capacitada así para disfrutar por
siempre de la más fragante y dulce de las vidas. Porque esto es lo que significa el aceite y el
incienso que el sacerdote toma juntamente con la flor de harina.

188
75. XI. Por eso también Moisés ha dedicado una especial fiesta a la gavilla de espigas, no a
cualquier gavilla, sino a aquella que proviene de la tierra sagrada. Dice, en efecto: cuando
lleguéis a la tierra que Yo os doy, y cosechéis la cosecha de ella, llevaréis como primicia de
vuestra cosecha al sacerdote una gavilla de espigas" (Lev. XXIII, 10).

76. Esto significa: Cuando, oh inteligencia, entres en el país de la virtud, que solamente
corresponde ofrendar a Dios, el país abundante en pastos, fértil, fructífero; entonces, si
habiendo sembrado bienes adecuados a él, los cosechares aumentados por el Perfeccionador,
no los lleves a tu casa, es decir, no te asignes ni atribuyas la causa de lo producido, hasta
ofrendar las primicias a Aquel que es fuente de riquezas y te mueve a ocuparte en obras que
enriquecen .

77. Y se nos dice que es preciso llevar "las primicias de la cosecha de vosotros" mismos, no
de la tierra; a fin de que seguemos y cosechemos nuestro propio ser, consagrando todos los
brotes excelentes, nutritivos y meritorios.

78. XII. Pero, aquel que es a la vez iniciado e iniciador en los misterios se atreve a decir que
su haz se levantó y se mantuvo erguido.22 Es que, en realidad, así como los caballos
arrogantes levantan rebeldes el cuello, todos aquellos que son cofrades de la vanagloria se
colocan a sí mismos por sobre todas las cosas, sobre las ciudades, las leyes, las costumbres
ancestrales y los asuntos de cada uno de los ciudadanos.
22
Gen. XXXVII, 7.

79. El siguiente paso de éstos es procurar la opresión del pueblo mediante la demagogia, y,
mientras echan por tierra la posición de sus vecinos, elevan la propia y la mantienen
firmemente en pie, consumando así la sujeción aun de los espíritus libros e independientes por
naturaleza.

80. Por esa razón José añade: "Vuestros haces giraban en torno de mi haz y lo reverenciaban"
(Gen. XXXVII, 7). En efecto, el amante de la modestia se intimida ante el obstinado; el
precavido, ante el arrogante; el que honra a la igualdad, ante el desigual para consigo mismo y
para con los demás. Y esto es natural.

81. El hombre virtuoso, en efecto, como que es observador no sólo de la vida humana sino
también de todas las cosas del universo, ha visto hasta qué punto suelen soplar los vientos de
la necesidad, de la fortuna, de la oportunidad, de la violencia; y cuántos proyectos y cuan
grandes prosperidades que en su incesante avance tocaban el cielo sacudieron y echaron por
tierra esos vientos.

82. En consecuencia, no puede menos que adoptar las precauciones para escudarse, a modo de
inseparable salvaguardia para no experimentar ningún desastre imprevisto. La precaución, en
efecto, es para cada uno individualmente lo que la muralla para la ciudad.

83. ¿No son, por ventura, maniáticos y dementes todos los que se empeñan en mostrar su
franqueza a destiempo, y en ocasiones se atreven a hacer manifestaciones y actos contrarios a
los reyes y tiranos? Los tales no se dan cuenta de que no sólo tienen el cuello bajo el yugo,
como las bestias, sino también están sometidos sus cuerpos todos y sus almas, sus esposas,
sus hijos, sus padres y el numeroso círculo de los demás allegados y familiares ligados a ellos
por lazos de amistad e intereses comunes, y que nada impide al conductor y jinete aguijonear,
hacer detener, reprimir y disponer cuantas imposiciones pequeñas o grandes quisiere; todo

189
ello con absoluta facilidad.

84. Consecuencia de ello es que son aguijados, azotados, mutilados, y soportan un cúmulo de
sufrimientos de toda suerte que cruel y despiadadamente les infligen, para ser finalmente
conducidos a la misma muerte.

85. XIII. Estos son los premios de la franqueza inoportuna, que a juicio de los que piensan
sensatamente no es franqueza, sino simpleza, demencia e incurable desequilibrio mental. ;Que
qué digo? ¿Quién, si ve una tormenta en plena intensidad, un fuerte viento contrario, un hura-
cán que avanza con ímpetu o las agitadas olas del mar, se hará a la vela y se internará en el
mar, pudiendo permanecer en el puerto?

86. ¿Qué piloto o capitán estuvo jamás tan beodo y demente que, amenazando los peligros
que he dicho, quisiera navegar para que la nave, llegando a anegarse bajo el torrente marino,
fuera devorada con tripulación y todo? Quien desee navegar sin peligro puede, ciertamente,
aguardar una brisa favorable, tranquila y suave.

87. ¿Y qué? ¿Quién, al ver un oso, o feroz jabalí o un león avanzando para atacarlo, y
siéndole posible amansarlo y calmarlo, lo irrita y excita ofreciéndose a sí mismo para festín y
regalo de esos en extremo despiadados carniceros?

88. Nada bueno, tampoco, obtendrá nadie con hacer frente a las tarántulas y los áspides de
Egipto y a los demás animales provistos de mortal veneno, que con una sola picadura
provocan una muerte inevitable. Contentos hemos de estar, en efectos, si, calmándolos y
domesticándolos, evitamos recibir grave daño de parte de ellos.

89. Y finalmente, ¿no existen algunos hombres más salvajes e insidiosos aún que los jabalíes,
las tarántulas y los áspides; cuya insidia y malicia es imposible evitar de otra manera que
mediante el amansamiento y la domesticación?
Por eso el sabio Abraham acatará a los hijos del Het.23 cuyo nombre significa "alterantes",
cuando las circunstancias le aconsejen obrar así.
23
Gen. XXIII, 7.

90. En efecto, no fue porque tuviese un alto concepto de los que por naturaleza, raza y
costumbres son enemigos de la razón, de los que adulteran la acuñación del alma, que es la
instrucción, y la transforman en moneda menuda malográndola de manera deplorable; no fue
por eso por lo que acudió a rendirles acatamiento, sino porque temía su presente poder y su
formidable fuerza, y se cuidaba de provocarlos, y era su intención adquirir como grande y
segura posesión, como galardón de la virtud, la doble caverna, cuya adquisición no era posible
mediante la guerra y la contienda, y sí mediante el tacto y precaución manejados por la razón.

91. ¿Y qué? ¿Acaso también nosotros, cuando pasamos el tiempo en la plaza, no


acostumbramos a dejar paso tanto a las autoridades como a las bestias de carga, aunque por
motivos enteramente diferentes? A las autoridades por cortesía; a las bestias por temor de que
nos causen algún inconveniente imprevisto.

92. Bueno es doblegar la violencia de los enemigos mediante un ataque cuando la ocasión se
presenta propicia; pero si la situación no lo permite lo seguro es quedarnos quietos, y, si
queremos sacar de aquéllos; algún provecho, lo apropiado es domesticarlos.24
24
O ganarse su benevolencia.

190
93. XIV. Por eso merecen también nuestro aplauso aquellos que en el caso que nos ocupa no
ceden ante el cabecilla de la vanagloria, sino le hacen frente y dicen: "¿Acaso reinarás como
soberano sobre nosotros? (Gen. XXXVII, 8). Es que ven que todavía no se ha tornado
temible, que no es como una llama encendida y resplandeciente alimentada por abundante
combustible, sino constituye aún como una chispa humeante, un hombre que ve la gloria en
sueños y no va todavía tras ella con clara visión.

94. Alimentan en su fuero íntimo saludables esperanzas de que podrán evitar ser apresados
por él, y por eso dicen: "¿Acaso reinarás sobre nosotros?", lo que equivale a decir: "¿Piensas
enseñorearte de nosotros mientras aún tenemos vida, existencia, fuerza, aliento? Cuando nos
hayamos debilitado, quizá llegarás a imponerte; pero mientras conservemos el vigor tu lugar
es el de un subordinado."

95. Y es natural que esto sea así; porque, cuando la recta razón es fuerte en la inteligencia, la
vanagloria es desbaratada; pero, cuando aquélla se ha debilitado, ésta se consolida. Por lo
tanto, mientras el alma conserva aún intacto su poder y ninguna parte de él ha sido
menoscabada, puede atreverse a acosar con proyectiles y dardos a la vanidad que la enfrenta,
a hablar con completa libertad, afirmando: 'Ni reinarás ni dominarás sobre nosotros ni,
mientras nosotros vivamos, sobre otros.'

96. Por el contrario, nosotros con un sólo embate caeremos sobre tus bravatas y amenazas
secundados por los porta-lanzas y porta-escudos, vástagos de la sensatez, a propósito de los
cuales se ha dicho que "vinieron a odiarlo a causa de sus sueños y a causa de sus palabras".'
(Gen. XXXVII, 8).

97. ¿Y qué son todas las fantasías que crea la vanidad sino palabras y sueños, en tanto que
cuanto se refiere a la vida recta y a la recta razón consiste en hechos y claras realidades?
Aquéllos merecen que los detestemos a causa de su falsedad; éstos merecen nuestro afecto
pues rebosan de amable verdad.

98. Nadie, pues, se atreva en adelante a acusar a hombres-con tales virtudes de exhibir rasgos
propios de un natural misantrópico y detestador de sus hermanos; antes, conociendo que no es
un hombre lo que ahora estamos considerando, sino uno de los rasgos que se dan en el alma
de cada uno, en este caso la obsesión de fama y amor a la vanidad; reciba de buen grado a
aquellos que sustentan una enemistad implacable y un odio irreconciliable contra ese rasgo, y
jamás tolere lo que ellos aborrecen.

99. Haga ambas cosas con clara conciencia de que tales jueces jamás han cometido el error de
emitir un veredicto no sano; y que, por el contrario, habiendo sido enseñados y aprendido
desde el comienzo a adorar y honrar al verdadero Rey, es decir, al Señor, se irritan cuando
alguno pretende apropiarse del honor a Él debido y llaman a su propio servicio a aquellos que
Le suplican.

100. XV. Por eso, cobrando ánimo dirán: '¿Acaso reinarás como soberano sobre nosotros?
¿Por ventura ignoras que no somos dueños de nuestro propio destino sino súbditos de un Rey
inmortal, el único Dios? ¿Y qué? ¿Mandarás sobre nosotros como un señor? ¿Acaso no
estamos bajo un mando y tenemos y tendremos el mismo Señor por la eternidad toda? Siendo
esclavos de este Señor somos más dichosos que otro cualquiera con la libertad." Es que en el
orden de lo creado no hay entre las cosas que se tienen por honrosas una más excelente que el

191
ser esclavo de Dios.

101. Por eso, también yo mismo bien puedo suplicar el permanecer firmemente fiel a los
juicios de éstos, ya que ellos son observadores, exploradores y supervisores rigurosamente
justos, de contenidos mentales, no de cosas materiales, permanentemente sobrios, al punto de
no ser engañados ya por ninguno de los que acostumbran a tender atractivas trampas.

102. Pero, hasta hoy he estado ebrio, en medio de una gran incertidumbre, y, como los ciegos,
necesito de bastones y guías. Con algo en que apoyarme firmemente evitaría probablemente
tropezar o resbalar.

103. En cambio, aquellos que, a pesar de saberse ajenos a la investigación e irreflexivos, sin
embargo, no se esfuerzan en seguir a los que indagan con exactitud y con circunspección
cuanto es preciso, a los que conocen el camino que ellos ignoran, tengan por cierto que no
podrán ya avanzar, encerrados en abismos intransitables, por más esfuerzos que hagan.

104. Mi caso es distinto: cuando mi ebriedad amengua algo, estoy en tan buenos términos con
dichos jueces, que considero enemigo a quien lo es de ellos y amigo a quien es su amigo. Y,
aun en mi estado presente, enrostraré y detestaré al soñador, porque también ellos lo detestan.
Y ninguna persona sensata podrá echarme algo en cara por eso, puesto que los votos y
opiniones de la mayoría siempre prevalecen.

105. Pero, cuando aquel haya trocado esta manera de vivir por otra mejor y ya no se entregue
a ociosas visiones ni sufra en la maraña de las vanas fantasías de los vanidosos, ni sueñe al
abrigo de la noche v la obscuridad con contingencias resultantes de hechos vagos y obscuros;

[106.] cuando despierte de su profundo sueño para ya no volver a caer en él y reciba la


claridad en vez de la incertidumbre, la verdad en vez de la falsa suposición, el día en vez de la
noche, la luz en vez de la obscuridad; cuando, movido por un anhelo de continencia y un
inefable celo por la piedad, rechace al placer corpóreo, esa mujer del egipcio que le incita a
venir hacia ella y gozar de su compañía;25
25
Gen. XXXIX, 7.

[107.] cuando reclame nuevamente los bienes familiares y paternos de los que parecía haber
sido desheredado, deseoso de recobrar la porción de virtud que le corresponde; cuando,
avanzando paso a paso de mejoramiento en mejoramiento, se establezca firmemente como en
la cumbre y coronación de su vida, y proclame en alta voz la lección profunda dejada por su
experiencia, diciendo que "pertenece a Dios" (Gen. I, 19) y ya no será de ninguna
absolutamente de las cosas sensibles que han llegado a existir;

[108.] entonces sus hermanos concretarán conciliatorios convenios con él, trocando su
aversión en amor y su malevolencia en benevolencia; y yo, el seguidor de éstos, pues he
aprendido a obedecerles como un siervo a sus amos, no dejaré de alabarle por su
arrepentimiento.

109. Y con ello, además, me atendré a Moisés, el sagrado intérprete, quien salva de la
destrucción la historia de ese arrepentimiento, tan digna de amor y recordación, utilizando el
símbolo de los huesos, que entendía él no debía permitir que estuviesen para siempre
enterrados en Egipto;26 pues consideraba penosísimo el permitir que, si algo noble ha
florecido en el alma, se marchite y desaparezca inundado por las corrientes desbordadas que

192
derrama incesantemente a través de los canales de todos los sentidos el egipcio río de las
pasiones que es el cuerpo.27
26
EX. XIII, 19.
27
Ver Sobre la migración de Abraham 16 a 25.

110. XVI. Queda, pues, expuesto lo relativo a la visión acerca de los haces, hecha patente
desde la tierra, y a su interpretación. Ocasión es ya de examinar la otra visión y ver de qué
manera los métodos de interpretación de sueños nos la explican.

111. Dice, en efecto, la escritura que "tuvo otro sueño y habló a su padre y a sus hermanos y
dijo: 'Como el sol, la luna y once estrellas se prosternaban ante mí'. Y su padre le reprendió y
dijo: '¿Qué sueño es este que has soñado? ¿Por ventura, llegaremos yo, tu madre y tus
hermanos a prosternarnos sobre la tierra ante ti?' Y sus hermanos sentían rencor hacia él, pero
su padre no olvidó lo que había dicho."

112. Pues bien, los que estudian el firmamento aseguran que el zodíaco, que es el mayor de
los círculos del cielo ha sido fijado en constelaciones correspondientes a doce signos, de los
que también dicho círculo ha tomado su nombre.28 El sol y la luna, agregan, dan ince-
santemente vueltas en torno del mismo atravesando cada uno de los signos, aunque no a igual
velocidad sino en desiguales cantidades de tiempo, el sol en treinta días y la luna en una
duodécima parte de este tiempo aproximadamente, o sean, dos días y medio.
28
Efectivamente, zodiakós = zodíaco, deriva de zódion = signo (del zodíaco ).

113. Por lo tanto, el que vio la celestial visión que nos ocupa supuso que once estrellas le
prestan acatamiento; con lo que se atribuía a sí mismo la condición de duodécima
completando así el círculo del zodíaco.

114. Ahora bien, recuerdo haber oído cierta vez a una persona consagrada intensa y
activamente al estudio, que no solo los hombres tienen delirios de grandezas, sino también las
estrellas disputan por cuestiones de precedencias y las mejores consideran justo que las
inferiores les sirvan siempre de escolta.

115. En qué medida esto es verdad o mero hablar por hablar, es cosa que hemos de dejar para
que lo averigüen los investigadores de las cosas celestes. Nosotros, en cambio, decimos que el
hombre que ama la presteza irreflexiva, la rivalidad irracional y la vanagloria, está siempre
envanecido por su demencia y pretende elevarse no sólo por sobre los hombres sino también
por sobre el mundo de la naturaleza.

116. A su juicio, todas las cosas han llegado a existir gracias a él y cada una de ellas, tierra,
agua, aire v cielo, está obligada a pagarle tributo como a un rey. Y a tal extremo de
exageración llega su necedad, que no está en condiciones de discernir lo que hasta un niño sin
uso de razón entendería, es decir, que ningún artífice construye jamás el todo a causa de una
parte, siendo la parte la que se produce con miras al todo; y que el hombre es sólo una parte
del universo, de modo que, habiendo llegado a existir para completar el mundo, justo sería
que pagara su contribución a éste.

117. XVII. Pero, algunos rebosan de tan grande necedad, que se irritan porque el mundo no se
atiene a sus deseos. Esa es la razón por la que Jerjes, el rey de los persas, queriendo atemo-
rizar a sus enemigos, realizó una demostración de obra en gran escala, alterando las
condiciones naturales.

193
118. En efecto, transformó la tierra en mar y el mar en tierra, dando tierra firme al océano y
océano a la tierra firme al unir el Helesponto mediante puentes y convertir el Monte Athos en
profundas depresiones,29 las que anegadas por el mar no tardaron en convertirse en un mar
nuevo y artificial en extremo modificado con relación a su antigua naturaleza.
29
Referencia a la apertura de un canal, llevada a cabo por orden de Jerjes, en la península más
septentrional de las tres que forman la Calcídica, a fin de evitar a las flotas del rey persa !a
ruta del promontorio Atos situado en el extremo de dicha península, dado lo peligroso del mar
en ese punto.

119. Y, habiendo hecho estas obras, a su juicio prodigiosas, con las cosas de la tierra, se elevó
hacia el cielo con sus temerarios intentos llevando consigo la impiedad, el miserable, con la
intención de mover lo que es inmóvil y derribar a la Divina hueste, y, como dice el proverbio,
comenzó por la "sagrada línea".30
30
La expresión "mover la sagrada línea" es un tecnicismo antiguo aplicado al juego de dados,
cuya acepción precisa nos es desconocida. En cuanto al sentido que quiere sugerir Filón con
esta frase proverbial, es imposible determinarlo. ¿Querrá, simplemente, decir que, traspasando
los límites de lo razonable, echó Jerjes mano a recursos extravagantes movido por su
desesperada soberbia?

120. Arrojaba, en efecto, sus flechas contra el más excelso de los seres de allí, contra el
soberano del día, el sol, sin darse cuenta de que era él mismo quien resultaba herido por el
invisible proyectil de la insania a causa no sólo de su tendencia a lo imposible sino también de
su apego a las obras en extremo impías, empresas ambas que redundan en gran descrédito
para el que las intenta.

121. Es fama, asimismo, que la porción más numerosa de los germanos, cuya región bañan las
aguas del mar, cuando se produce allí la pleamar, se lanzan impetuosamente contra las aguas
en avance blandiendo en lo alto las espadas desnudas y corriendo como tropel de enemigos al
encuentro del encrespado mar.31
31
Estrabón (VII, 2, 1) atribuye esta costumbre a los cimbros; y Eliano (Historias II, 23) dice
lo mismo de los celtas, a los que sin duda confunde en este caso con los germanos.

122. Merecen éstos que los detestemos por cuanto a causa de su ateísmo se atreven a tomar
las armas para oponerlas a las partes de la naturaleza que no conocen la sumisión; pero,
también merecen que los ridiculicemos porque intentan cosas imposibles como si fueran
posibles, pensando que cabe alancear, herir y matar al agua como a un animal, o bien que ella
puede sentir dolor o miedo, huir atemorizada ante los que la atacan, y experimentar todo
cuanto experimenta el alma tanto placentero como doloroso.

123. XVIII. Muy recientemente conocí a cierta persona de la clase dirigente, quien, cuando
ejercía las funciones de gobernante y administrador de Egipto, determinóse a alterar nuestras
costumbres tradicionales y en especial a suprimir la más santa e imponente de las leyes, la
establecida acerca del séptimo día.32 Procuraba forzarnos a servirle en ese día y a hacer otras
cosas en contravención con la costumbre establecida, entendiendo que, en caso de lograr
acabar con la ancestral regla del séptimo día, ello sería el comienzo del relajamiento de las
otras costumbres y de un general abandono de ellas.
32
En su tratado titulado Flaco Filón narra la persecución de que el gobernador de Egipto de
ese nombre hizo objeto a los judíos de Alejandría. Pero nada menciona acerca de un atentado
contra las normas sabáticas de los hebreos, por lo cual se ha pensado que la presente alusión

194
no se refiere a Flaco sino a alguno de sus predecesores, que habría intentado el referido
atropello aunque sin llegar a concretarlo.

124. Y, cuando vio que ni aquellos a los que oprimía acataban sus prescripciones ni el resto de
la población tomaba la cosa con deferencia, sino reaccionaba con indignación y violencia, y
todos se mostraban consternados y desconsolados como si presenciaran el sometimiento, el
saqueo y la ruina de su patria, creyó oportuno exponerles las razones para el quebrantamiento
de la ley.

125. "Supongamos", les dijo, "que se produjera un imprevisto ataque de enemigos, o una
inundación causada por el torrente del río que se sale de madre y destroza la represa, o un
violento incendio o la caída de un rayo o un hambre general o una plaga o un temblor de tierra
o cualquiera de las otras desgracias causadas por el hombre o mandadas por la Divinidad, ¿os
quedaréis perfectamente tranquilos en casa?

126. ¿O saldréis a la calle en la forma acostumbrada, llevando la mano derecha apoyada


delante y la otra metida al costado bajo el vestido para no procurar, ni siquiera
involuntariamente, cosa alguna conducente a vuestra salvación?

127. ¿Y os sentaréis en nuestras asambleas y congregaréis vuestra habitual cofradía para leer
sin peligro vuestros sagrados libros, aclarando algún punto no claro y entreteniéndoos largo y
tendido en ociosas discusiones sobre vuestra ancestral filosofía?

128. Nada de eso; dejaréis de lado todas estas cosas y os abocaréis a la salvación de vosotros
mismos, de vuestros progenitores, de vuestros hijos y de las otras personas que os son
allegadas y amadas, y, ¿por qué negarlo?, de vuestras propiedades y riquezas, para que nada
de esto sea aniquilado.

129. Pues bien, yo, aquí presente, soy todas esas cosas que acabo de mencionar: tormenta,
guerra, inundación, rayo, plaga de hambre y enfermedad, el terremoto que sacude y confunde
cuanto está firmemente asentado, la fuerza visible y presente, no el nombre solamente, del
destino inexorable."

130. ¿Qué decir de uno que como éste manifiesta o simplemente piensa semejantes cosas?
¿Qué sino que se trata de un caso jamás visto? Trátase, sin duda, de un mal nada común, de
un ser de allende el océano y allende el universo, que se atrevió a compararse él, creatura
completamente miserable, con el Ser completamente feliz.

131. ¿Tardará éste en ponerse a blasfemar contra el sol, la luna y los otros astros, si alguna
cosa de las que espera en cada una de las estaciones del año no se le brindan en absoluto o las
obtiene con dificultad, si el verano lo agobia con un calor intenso, si el invierno le llega con
un penoso frío, si la primavera resulta estéril en frutos, si el otoño se caracteriza por ser
pródigo en enfermedades?

132. Sin duda que no. Dará rienda suelta a todas las amarras de su boca desenfrenada y de su
difamante lengua y acusará a los astros de no pagar su acostumbrado tributo, convencido casi
de que las cosas del cielo deben honrar y reverenciar a las de la tierra y de especial manera a
él mismo, en la medida en que, como hombre que es, se considera superior a las otras
creaturas vivientes.

195
133. XIX. Tal es como describimos a los que dirigen el coro de la vanagloria; consideremos
ahora separadamente la categoría de los seguidores del mismo. Estos se lo pasan urdiendo
tramas contra los que practican la virtud. Cuando los ven empeñados en ilustrar su propia vida
con la verdad irreprochable e irradiarla como claridad lunar o como la luz pura del sol, se lo
obstaculizan con engaños o con violencia, y los impulsan hacia la región sin sol de los impíos,
en la que reinan la noche profunda, la obscuridad eterna e innumerables tribus de espectros,
fantasmas y sueños; y, una vez que los han precipitado en ese lugar, los obligan a obedecerles
como a amos.

134. En efecto, por "el sol" entendemos al que practica la sabiduría, puesto que, así como
aquel brinda la luz a las cosas materiales, éste la brinda a las inmateriales cosas del alma. En
"la luna" vemos simbolizada a la instrucción, de la que el ejercitante se sirve, porque una y
otra prestan un servicio inmensamente puro y provechoso iluminando en la noche. Los
"hermanos" son los pensamientos elevados, los que son como vástagos de la instrucción y del
alma ejercitante, y a los que, si bien son ellos los que encauzan el recto sendero de la vida, los
hombres que no saben ni decir ni pensar nada saludable, pretenden doblegar estrangulándolos
con estratagemas múltiples en variantes y recursos, y derribar en tierra como con una
zancadilla.

135. Ante ello, uno de estos tales 33 es reprendido con suavidad por su padre; no Jacob, sino la
recta razón, que es aun superior a Jacob; en estos términos: "¿Qué sueño es este que has
soñado?" (Gen. XXXVII. 10. 136. Esto es como decir: "No ha habido tal sueño. Lo que
ocurre es que has llegado a pensar que lo que es libre por naturaleza será por fuerza esclavo
de los seres humanos y que lo que debe naturalmente mandar será sometido; y, lo que es aún
más increíble, que esta sumisión será no bajo otros cualesquiera sino bajo aquellos que son
sus subordinados, y dicha esclavitud, no bajo otros sino bajo sus mismos esclavos; cosa que
sólo sería posible si, por el poder de Dios, el único ser que todo lo puede y de cuya voluntad
depende incluso el que las cosas inmóviles se muevan y las móviles se estabilicen, el presente
estado de las cosas se trocará en su contrario." 34
33
Uno de los adeptos o seguidores del coro de la vanagloria.
34
Para dar un sentido coherente al párrafo me he permitido cierta libertad de detalle respecto
del texto griego, ya que éste en su forma actual presenta dificultades insalvables para una
traducción.

137. No, no ha tenido un sueño; porque, ¿qué sentido tendría el irritarse y reprender a quien
ha visto una fantasía en sueños? 35 Este diría: "¿Acaso ha dependido de mi voluntad el verla?
¿Por qué me formulas cargos que se hacen a los que delinquen deliberadamente? Te he
narrado lo que me sobrevino desde fuera y golpeó mi inteligencia sorpresivamente, sin que mi
voluntad interviniera".
35
Es decir: si Jacob o la razón reprende a José o al servidor de la vanagloria es porque no se
trata de un sueño, sino de un pensamiento o creencia culpable; porque, si se tratara de un
sueño, no lo reprendería.

138. En efecto, no es a un sueño a lo que se refiere el presente relato, sino a cosas que se
asemejan a sueños; cosas que parecen grandes, brillantes y apetecibles a aquellos que no están
suficientemente purificados, no obstante que se trata de cosas pequeñas, oscuras y ridículas, a
juicio de los incorruptibles arbitros de la virtud.

139. XX. Lo que la recta razón le dice es lo siguiente: "¿Llegaré yo, la recta razón, y llegará
también la fructuosa instrucción, madre y, a la vez, nodriza de la cofradía del alma, cofradía

196
amante del aprender; y se apresurarán también a venir los hijos de nosotros dos; y todos,
situados delante en ordenada fila, con las manos alzadas, elevaremos nuestras súplicas a la
vanidad?

140. ¿Nos someteremos primero, y luego, echándonos sobre la tierra, comenzaremos a


suplicar y obedecer? No, el sol jamás podría alumbrar estos hechos, pues es la sombra
profunda lo que corresponde a las cosas malas, en tanto que la claridad brillante corresponde a
las buenas. ¿Y qué mal puede ser mayor que el hecho de que la fementida y engañosa vanidad
reciba el elogio y la admiración en vez de recibirlos la verídica y sincera modestia?"

141. Excelente es el pensamiento contenido en las palabras que siguen: "El padre no olvidó lo
que había dicho" (Gen. XXXVII, 11). Es propio, en erecto, de un alma no demasiado joven ni
estéril ni infecunda, sino verdaderamente madura y experta en alumbramientos, llevar una
vida circunspecta y no despreciar absolutamente cosa alguna, sino inclinarse pasmada ante el
poder inevitable e invencible de Dios, y observar atentamente en derredor para ver en qué han
de parar las cosas para ella.

142. También por esto los oráculos dicen que la hermana de Moisés, a la que nosotros, los
alegoristas, llamamos "la esperanza", "está vigilando desde lejos" (Ex. II, 4) mirando sin duda
el fin de la vida, para que él nos salga al encuentro con buenos augurios cuando el
Perfeccionador lo envíe desde lo alto del cielo.

143. Porque 36 muchos, después de haber recorrido largos itinerarios marinos y realizado una
larga navegación sin peligros, impulsados por vientos favorables, muchas veces, ya en puerto,
han naufragado de repente cuando estaban a punto de echar anclas.
36
El pasaje "El padre no olvidó lo que había dicho" sugiere a Filón la idea de la necesidad de
ser precavidos y cuidarse siempre; y los casos que siguen son ejemplos de lo que suele o
puede suceder a quien no observa esa norma.

144. Innumerables son, también, los que han combatido en penosas y prolongadas guerras con
todas sus fuerzas y, tras permanecer libres de heridas, sin un rasguño siquiera sobre la piel,
han regresado como se vuelve de una fiesta pública o de un banquete cívico, con regocijo y
alegría; y, ya en sus propias casas, han sido objeto de conspiraciones por parte de aquellos de
quienes menos cabía esperarlo y asesinados, como dice el relato cual "bueyes ante el
pesebre".37
37
Odisea IV, 535. Refiérese a Agamenón, asesinado por su esposa a poco de su triunfal
regreso de Troya.

145. XXI. Y, así como circunstancias imprevistas e inesperadas suelen acarrear tales
consecuencias, del mismo modo también tuercen ellas a las potencias del alma hacia extremos
contrarios y las desvían de su rumbo, si les es esto posible, produciendo su violento derrumbe.
¿Quién, en verdad, empeñado ya en la. lucha de la vida, permanece sin experimentar caída
alguna?

146. ¿Quién no ha sido derribado como por una zancadilla? Y feliz de aquel a quien esto no le
ha ocurrido muchas veces. ¿A quién no ha aguardado el hado adverso cobrando aliento y con-
centrando fuerzas, para tomarlo en sus brazos y llevárselo sin darle tiempo para prepararse
para hacer frente a tal enemigo?

147. Bien sabemos que algunos, que han pasado sus vidas desde la niñez hasta la vejez sin

197
experimentar ningún trastorno gracias ya a sus buenas dotes naturales, ya a los cuidados de
aquellos que los han criado y educado, ya a ambas cosas; que han sido hombres llenos de una
profunda paz interna, que es la paz verdadera, modelo de la que une a los estados; hombres
que han sido considerados felices porque, ni en sueños, han conocido la intestina guerra
provocada por las pasiones, es decir, la más cruel de todas las guerras; sin embargo, ya en el
ocaso mismo de la vida han encallado y naufragado o por una lengua desenfrenada o por un
vientre insaciable y por una incontrolada lascivia de las partes que están más debajo del
vientre.

148. Es que algunos, "en el mismo umbral de la vejez":38 envidian la vida pueril, deshonrosa,
abandonada y vergonzosa de los libertinos; y otros una existencia maliciosa, calumniadora y
desleal, comenzando sus intrigas en momentos en que lo razonable sería que, en caso de estar
habituados ya a ellas, cesaran de practicarlas.
38
Ilíada XXII, 60.

149. Por eso es preciso invocar y suplicar incansablemente a Dios para que no pase por alto a
nuestra perecedera raza, y mande, en cambio, a Su salvadora misericordia permanecer a
nuestro lado hasta el fin. Porque, penosa cosa es, después de haber gustado de una paz
absoluta, nos veamos impedidos de gozar plenamente de ella.

150. XXII. Aunque, con todo, esta hambre, como la atemperan el anhelo y el deseo, es un mal
más leve que la sed;39 pero, si, impelidos por el ansia de beber, nos vemos obligados a beber
de la otra fuente,40 cuya agua es turbia y nociva, entonces forzoso nos será, saturados de
agridulce placer, entregarnos a una vida que no merece vivirse persiguiendo como
provechosas las cosas perjudiciales a causa de nuestra ignorancia sobre lo que nos conviene.
39
El sentido es probablemente el siguiente. Esta hambre de paz…., es menos penosa que la
sed de placeres, por cuanto dicha hambre se ve aliviada por el ansia misma de alcanzar la paz,
en tanto que la sed de placeres nos hace esclavos de una vida indigna. Tal vez el segundo
término de la comparación: dípsos = sed, sea una interpolación y deba
40
Filón no ha mencionado la primera fuente, pero, evidentemente, se trata de la fuente de la
paz, opuesta a la segunda, que es la de los placeres o de la irracionalidad.

151. Y el torrente de estos males resulta más afligente cuando las irracionales potencias del
alma atacan y vencen a las de la razón.

152. Es que, mientras los rebaños de bueyes obedecen a los boyeros, los de ovejas a los
pastores, los de cabras a los cabreros, las cosas resultan bien para el ganado; mas, cuando los
encargados de controlarlo tórnanse más débiles que éste, todas las cosas se dislocan y el orden
se convierte en desorden, la buena disposición en desarreglo, la estabilidad en alteración, la
organización en confusión, dado que ningún control legítimo subsiste, pues, si alguna vez
existió", ahora está aniquilado.

153. ¿Y qué? ¿No pensamos, acaso, que, pues el irracional tropel está establecido en el alma,
hay en nosotros mismos un rebaño de ganado y también un cuidador del mismo, que es la
rectora inteligencia? Y mientras ésta es vigorosa y capaz de gobernar al rebaño, todas las
cosas se cumplen con justicia y provecho.

154. Mas, cuando el soberano tómase enfermo, forzosamente la parte subordinada a él


comparte su mal; y cuando más libre se juzga, entonces precisamente se convierte en el más
fácil de los trofeos al alcance de cualquiera con solo querer éste apresurarse a obtenerlo. La

198
anarquía, en efecto, es por naturaleza forjadora de daños; en tanto que la autoridad es
salvadora, y especialmente cuando la ley y la justicia son respetadas, vale decir, cuando el
gobierno está basado en la razón.

155. XXIII. Pongamos punto final ahora a estas prolijas consideraciones acerca de los sueños
de la vanagloria. En cuanto a la glotonería, dos son sus especies: la bebida y la comida; pero
es variada la preparación de la primera, e innumerables las especias y condimentos que
necesita la segunda.41 Estas cosas están confiadas al cuidado de dos encargados: la esmerada
preparación de la bebida, al copero mayor; la más delicada aún de la comida, al jefe de
reposteros.
omitirse. En tal caso la traducción sería: "Esta hambre es un mal relativamente leve".
41
Literalmente: "...pero las especias y condimentos son variados en el caso de la primera (la
bebida), e innumerables en el caso de la segunda (la comida)". Pero, evidentemente, las
especias y los condimentos no son ingredientes o aditamentos de las bebidas, sino sólo de los
alimentos sólidos, y he preferido una traducción menos fiel al texto griego pero más acorde
con la realidad de las cosas.

156. Razones fundadas hay para que los sueños sean descriptos como presentándoseles en una
sola noche; ya que ambos tienden al servicio de la misma necesidad, ocupándose de la
preparación no del simple alimento sino del alimento acompañado de placer y deleite; y, si
bien cada uno de ellos se ocupa de la mitad de la alimentación, ambos concurren a la
alimentación total.

157. Cada una de esas partes, además, atrae a la otra, como que los que comen de inmediato
sienten deseos de beber, y los que beben lo experimentan de comer. Y esta es una de las
razones fundamentales por las que los sueños de ambos son presentados como simultáneos.

158. Ahora bien, la esfera de acción del copero mayor es la embriaguez; la del jefe de
reposteros, la voracidad; y cada uno de ellos vio en su visión aquello que le es propio; el uno
el vino y la planta con él emparentada, la vid; el otro panecillos de harina pura dispuestos
sobre cestas que él mismo conducía.42
42
Gen. XL, 16 y 17.

159. Convendría que examináramos primeramente el primero de estos sueños, que es como
sigue: "En mi sueño había una vid delante de mí. En la vid había tres raíces y ella estaba en
brote echando retoños. Las uvas estaban maduras en el racimo. La copa del faraón se hallaba
en mis manos y, tomando el racimo, lo exprimí en ella, y alcancé la copa al faraón poniéndola
en sus manos" (Gen. XL, 9a 11).

160. Las primeras palabras, "en mi sueño", son admirables y llenas de verdad. En efecto, el
que se entrega a la embriaguez, no a la producida por el vino, sino más bien a la de insensatez,
no soporta el estar ni el mantenerse de pie ni la vigilia, y permanece echado y tumbado como
los que duermen, con los ojos del alma cerrados, incapaces de ver ni oír aquellas cosas que
merecen verse y oírse.

161. Y así, vencido, recorre, no ya un camino, sino un impracticable sendero en la vida sin la
guía de la vista ni de una mano, hiriéndose con zarzas y abrojos, y a veces precipitándose en
huecos o llevando a otros por delante, con lo que acarrea la mísera ruina de éstos y de sí
mismo.

199
162. El profundo y abismal sueño que cubre a todo hombre ruin, priva al entendimiento de las
verdaderas aprehensiones y lo llena de falsos fantasmas e infundadas visiones, al par que lo
persuade para que acepte como digno de alabanza cuanto es vituperable. Así, en el presente
caso, el que sueña ve en sueños como alegría lo que es dolor, sin darse cuenta de que la viña
que ve es la planta de la insensatez y la demencia.

163. "Había", dice, "una vid delante de mí" (Gen. XL, 9), vale decir, lo deseado estaba frente
al deseoso, el mal frente al malvado. Nosotros, en nuestra insensatez, cultivamos esta vid sin
darnos cuenta de que es para nuestro mal, y de su fruto comemos y bebemos distribuyéndolo
para uno y otro tipo de alimentación; alimentación que evidentemente no nos trae aparejada
sólo la mitad del daño sino el daño íntegro, completo, total.

164. XXIV. Mas, conviene no ignorar que la embriaguez producida por la vid no afecta por
igual a todos los que la experimentan, y que a menudo sus efectos son opuestos, al punto de
que cabe observar que algunos mejoran con ella y otros empeoran.

165. En algunos, efectivamente, es un sedante para la preocupación y el desánimo, serena las


agitaciones del espíritu, atenúa las penas y temores, guía hacia cosas razonables el habitual
comportamiento y reconcilia a las almas consigo mismas. En otros, por el contrario, estimula
las reacciones iracundas, aguza las penas, excita los deseos eróticos, despierta la rusticidad, y
da rienda suelta a la boca, quita todo freno a la lengua, abre las puertas a los sentidos,
enardece las pasiones, y torna a la inteligencia salvaje y violenta frente a todas las cosas.

166. Así, la condición de los primeros parece semejante a la pureza serena del aire, a la calma
del mal sin oleaje, a la tranquilidad y paz profunda de las ciudades; y la de los segundos, en
cambio, se asemeja al viento violento y persistente, al mar tormentoso y desatado, a una
revuelta política, conmoción aún más odiosa que una guerra sin tregua ni convenciones.

167. De los dos simposios, pues, uno está lleno de alegría, esparcimiento, promesas de bienes,
esperanzas, dádivas, gratos sentimientos, buenas expresiones, rostros sonrientes, espíritus
dichosos, seguridad.

168. El otro, en cambio, rebosa de preocupación, desánimo, descontentos, insultos, heridas,


manifestaciones de ira, desconfianzas, vociferaciones, ahogos, peleas de todo orden,
mutilaciones de narices, de orejas, v de cuantos miembros y partes del cuerpo determinare la
suerte;43 y en él se manifiesta la ebriedad y demencia de la vida entera en impía contienda y
toda suerte de acciones vergonzosas.
43
Ver Sobre la obra de Noé como plantador 160.

169. XXV. De todo esto se desprende que la vid puede ser considerada como símbolo de dos
cosas, la locura y la sensatez. Uno y otro simbolismo puede ser puesto de manifiesto mediante
numerosos testimonios; mas, para no extenderme demasiado, expondré solamente unos pocos.

170. Cuando Moisés nos condujo a través del camino desierto, libre de pasiones y maldades
que es la filosofía v nos hizo subir como hacia la montaña, colocó la recta razón como sobre
un pico de panorámica visión y mandó inspeccionar todo el país de la virtud, para ver si era
rico y de suelo profundo, fértil en pastos y pródigo en frutos, apto tanto para desarrollar las
enseñanzas en él sembradas como para que elevasen sus troncos las doctrinas plantadas a
modo de árboles; o si ocurría todo lo contrario; para ver, también, si las acciones, cual si
fueran ciudades, estaban bien cercadas y muy seguras o estaban desnudas y carentes de la

200
seguridad que brindan las murallas; y si los habitantes mostraban un gran progreso en número
y poder o eran escasos a causa de su debilidad o débiles a causa de su escaso número.44
44
Núm. XIII, 18 a 21.

171. XXVI. Nosotros, incapaces entonces de transportar todo el tronco de la sabiduría,


cortamos y levantamos un solo sarmiento y racimo de uvas, signo clarísimo de alegría,
levísima carga, mostrando a los de aguda visión mental el vástago y fruto de la nobleza de
alma representado en la vid de vigorosos sarmientos cargados de racimos.45
45
Núm. XIII, 24.

172. Esta vid, de la que sólo una parte somos capaces de tomar, es con propiedad comparada
con la alegría, como lo atestigua uno de los antiguos profetas, que dijo poseído de Divina
inspiración: "El viñedo del Señor Todopoderoso es la casa de Israel" (Isaías V, 7).

173. Israel es la inteligencia que contempla a Dios y al mundo, como que "Israel" significa
"que ve a Dios"; en tanto que la casa de la inteligencia es el alma toda, y ésta es el más
sagrado viñedo, cuyo fruto es el Divino vástago que llamamos virtud.

174. A tal punto es grande y luminoso el pensar felizmente, pues ese es el significado primi-
tivo de felicidad,46 que dice Moisés que Dios no desdeña emplearlo, y muy especialmente
cuando la raza humana retorna de sus faltas y se inclina y vuelve a la rectitud siguiendo por
propia determinación las leyes y normas de la naturaleza.
46
Parentesco fonético, inadvertible, por supuesto, en la traducción, entre eu phroneín = pensar
bien o felizmente, y euphrosyne = felicidad.

175. Dice, en efecto: "Dios, tu Señor, se volverá para alegrarse sobre ti por el bien, tal como
se ha alegrado por tus padres, siempre que tú prestes oído a Su voz para guardar todos Sus
mandamientos, dictámenes y juicios registrados en el libro de esta ley" (Deut. XXX, 9 y 10).

176. ¿Qué cosa podría infundir un mayor anhelo de virtud y un mayor ardor por una vida
noble? "¿Quieres, oh inteligencia", dice, "que Dios se alegre? Pues alégrate tú misma y no te
preocupes de ofrecerle nada costoso; que él no ha menester de cosa alguna de las tuyas; antes,
por el contrario, acepta con alegría cuantos bienes te da.

177. Es para Él una alegría el dar cuando entiende que los que reciben son dignos de Su
generosidad. Sólo quien considere que no se puede decir con seguridad que las vidas
reprochables exasperen e irriten a Dios, dudará de que las vidas dignas de elogio Lo alegren.

178. Si a los padres y a las madres, progenitores mortales, por muchas que sean sus
deficiencias, nada les alegra más que las buenas cualidades de sus hijos; al Progenitor de
todas las cosas, en quien no hay deficiencia alguna en absoluto, ¿podrá no alegrarle la nobleza
de Sus creaturas?

179. Por lo tanto, aprende, oh inteligencia, cuan grande es la irritación de Dios por el mal y
cuan grande es Su alegría por el bien; y no provoques nada de lo que para tu propia ruina
merezca Su ira, y practica sólo aquellas acciones por las que alegrarás a Dios.

180. Estas no las hallarás ni atravesando largos y no transitados caminos ni cruzando mares
no navegados hasta hoy ni dirigiéndote sin pausa hacia los confines del mar y de la tierra.
Ellas no habitan a inmensa distancia ni están desterradas de la parte habitada de la tierra; por

201
el contrario, el bien, como dice Moisés,47 está situado aquí mismo a tu lado y unido a tu
naturaleza, íntimamente ligado a las tres partes más importantes de tu ser: el corazón, la boca
y las manos, o lo que es lo mismo: la inteligencia, la palabra y las obras, pues el bien pensar,
el bien hablar y el bien obrar constituyen algo esencial, una, plenitud compuesta de buenos
propósitos, de buenos actos y de buenas expresiones.
47
Deut. XXX, 12 a 14.

181. XXVII. Digamos, pues, al copero mayor, a cuyo cuidado está una de las dos especies de
la glotonería, es decir, el exceso. en las bebidas: "¿Por qué desempeñas ese mal papel, necio?
Porque, aunque pienses que tus preparaciones conducen a la. alegría, lo que en realidad haces
es encender la llama de la insensatez e incontinencia echando en ella muchísimo combus-
tible".

182. El, sin embargo, nos dirá tal vez: "No me vengas con reproches precipitados, sin
considerar antes mi verdadera situación. Se me ha designado para copero mayor no de un
hombre adornado de continencia, piedad y demás virtudes, sino de uno voraz, licencioso,
injusto, envanecido a causa de impiedad, que se ha atrevido a decir 'No conozco al Señor' (Ex.
V, 2). Yo, naturalmente, me he ocupado por mi parte de lo que le procura placer.

183. Y no te asombres de que los motivos de alegría para Dios y para el faraón, usurpador de
la dignidad Divina, sean opuestos. ¿Quién es, entonces, el copero de Dios? Aquel que hace la
libación de paz, el verdaderamente grande sumo sacerdote, que recibe primeramente los
brindis de las perennes gracias, y brinda a su vez éstas cuando derrama completamente toda la
copa de la pura y embriagante bebida, es decir, cuando practica la libación de sí mismo.48
Como ves, las diferencias entre los coperos corresponden a las diferencias entre aquellos a los
que sirven.
48
Es decir, el sacerdote, personificación del Divino lógos, es, como. éste, un vinculo entre
Dios y la creación. El lógos es imagen de Dios y a la vez modelo de la creación; el sacerdote
es receptor de las Divinas gracias, y las prodiga a su vez a los hombres.

184. En consecuencia, como servidor del faraón, que con total desenfreno desarrolla su
soberbio y licencioso pensamiento, yo soy un eunuco con los órganos de la generación del
alma mutilados, un desalojado de.-'tas' habitaciones de los hombres, un exiliado de las de las
mujeres, ni varón ni mujer, incapaz tanto de procurar como de recibir simiente, un ser neutro
y ambiguo, simple remedo del legítimo cuño humano, sin derecho a la inmortalidad, la que se
renueva por siempre mediante las sucesiones de hijos y de hijos de hijos; excluido de la
asamblea y congregación sagrada, pues está prescripto categóricamente que el eunuco y
privado de los órganos de la generación no penetre en ella.49
49
Deut. XXIII, 1.

185. XXVIII. El sumo sacerdote, en cambio, es irreprochable, perfecto, esposo de una


virgen,50 la que, y he aquí lo más admirable, jamás llega a ser una mujer, antes bien, con la
compañía del esposo deja atrás su naturaleza femenina;51 y no sólo es un esposo capaz de
sembrar inmaculados y virginales pensamientos, sino también padre de sagrados
entendimientos.
50
Lev. XXI, 12 v 13.
51
Gen. XVIII, 11.

186. De éstos, algunos son supervisores e inspectores de los hechos de la naturaleza, como
Eleazar e Itamar;52 otros, ministros de Dios y cuidan que esté encendida y arda la celestial

202
llama;53 ya que, ocupados siempre en pensamientos y palabras acerca de la santidad, hacen
que la piedad, la más semejante a Dios entre las cualidades, resplandezca cual si surgiera de
materias inflamables.
52
Ex. XXVIII, 1.
53
Lev. X, 6.

187. El preceptor y padre de éstos no es un simple miembro de la sagrada congregación sino


alguien sin cuya presencia el solemne concilio de las partes del alma en modo alguno podría
jamás congregarse, el presidente, el magistrado supremo, el demiurgo.54 el único capaz de
examinar y ejecutar cada cosa por sí solo sin recurrir a otros.
54
Magistrado supremo de ciertos estados griegos.

188. Éste, cuando está en compañía de otros es poca cosa, pero cuando actúa solo resulta
múltiple, todo un tribunal, todo un consejo, todo un pueblo, toda una multitud, toda la raza
humana, o más bien, si hemos de hablar claramente, una naturaleza intermedia entre Dios y el
hombre, inferior a Dios y superior al hombre.

189. Por eso la escritura nos dice que "cuando el sumo sacerdote penetrare en el santo de los
santos no será un hombre" (Lev. XVI, 17 ).55 Y si no es un hombre, ¿qué es, entonces? ¿Acaso
un Dios? Yo no diría eso, ya que ese calificativo fue una singular prerrogativa de Moisés, el
supremo profeta, cuando, hallándose aún en Egipto, fue denominado "dios del faraón" (Éx.
VII, 1); ni tampoco que es un hombre sino un ser que toca uno y otro extremo, como si uno
fuera su cabeza y el otro los pies." 56
55
Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas 84.
56
Aquí concluye, al parecer, el largo discurso puesto en el parágrafo 182 en boca del copero
mayor, quien, para justificar su misión, razona que a tal amo tal servidor, y se explaya sobre
las diferencias que median entre él, servidor del impío y licencioso soberano egipcio, y el
Divino lógos, encarnado en el sumo sacerdote, copero de Dios.

190. XXIX. Hemos puesto en claro lo concerniente a una de las dos clases de vides, la que
corresponde a la alegría; a la embriagadora bebida que ella proporciona, es decir, el sabio
consejo sin impureza alguna; y también al copero que la vierte desde la Divina copa, que el
mismo Dios ha llenado de virtudes hasta el borde.

191. La otra clase de vid, la de la locura, el dolor y el frenesí del alcohol ya ha sido tratada en
cierta manera, pero ella es caracterizada con otros rasgos mediante las palabras que se leen en
otra parte en el Cántico Mayor,57 que son éstas: "Su vid procede de la vid de Sodoma, y su
sarmiento de Gomorra; su racimo es un racimo amargo, un racimo de amargura para ellos. Su
vino es la cólera de los dragones, y la cólera incurable de los áspides" (Deut. XXXII, 32 y 33).
57
Ver Sobre los cambios de nombres, nota 57.

192. Ves cuántas cosas produce el embriagante vino de la insensatez: amargura, malignidad,
irascibilidad, grande irritación, salvajismo, mordacidad, insidia. Sumamente significativa es la
declaración de que la planta de la insensatez está en Sodoma, ya que ,'Sodoma" significa
"ceguera" o "esterilidad", y la insensatez es ciega y estéril en bienes; y persuadidos por ella
algunos pretenden medir, pesar y contar todas las cosas según su propio patrón; pues
"Gomorra" quiere decir "medida".

193. Moisés, en cambio, sostuvo que es Dios, y no la inteligencia humana, la medida, el peso
y el número de todas las cosas.58 Lo pone de manifiesto en estas palabras: "Ni habrá en tu

203
bolsa pesas distintas, grande y pequeña. No habrá en tu casa medidas distintas, grande y
pequeña. Tendrás una pesa verdadera y exacta" (Deut. XXV, 13 a 15).
58
Alusión a la doctrina de Protágoras, según la cual el hombre es la medida de todas las
cosas.

194. Y la verdadera y exacta medida consiste en sostener que Dios, el único justo, mide y
pesa todas las cosas y señala la naturaleza de todos los seres mediante números, límites y
separaciones; en tanto que lo inexacto y falso es pensar que esto ocurre bajo el control de la
inteligencia humana.

195. Este eunuco y a la vez copero mayor del faraón, tras haber contemplado en su visión la
planta emparentada con la insensatez que es la vid, nos la describe luego con tres raíces para
mostrar los extremos que en las tres divisiones del tiempo 59 puede alcanzar el mal obrar. La
raíz, en efecto, es el extremo de la planta.
59
Pasado, presente y futuro.

196. XXX. Cuando, pues, la insensatez ensombrece y somete al alma toda y no permite que
parte alguna de ella quede sin trabas ni cadenas, la obliga a cometer no sólo aquellas faltas
que admiten remedio sino también aquellas que son incurables.

197. Las que admiten remedio son descriptas como las más leves y primeras; las
irremediables, correspondientes a las raíces, como las más penosas y últimas.

198. Y, así como la sensatez comienza, entiendo yo, a beneficiar partiendo de las rectas
acciones más modestas v acaba en las más elevadas, del mismo modo también, la insensatez
ejerce su violencia sobre el alma partiendo de lo alto, la aparta gradualmente de la instrucción,
la instala lejos de la recta razón y la derriba postrándola hasta los últimos extremos.

199. Después de las raíces el sueño mostraba la vid en brote y echando retoños y produciendo
frutos. "Ella", dice el copero mayor, "estaba en brote y echando retoños. Las uvas estaban
maduras en el racimo" (Gen. XL, 10). ¡Ojalá hubiera permanecido sin frutos y jamás hubiera
echado brotes y fuera estéril por toda la eternidad!

200. ¿Qué mal, en efecto, puede ser mayor que el que la insensatez germine y produzca
frutos? Además dice: "'La copa del faraón', el receptáculo de la inconsciencia, del frenesí del
vino y de la embriaguez incesante a lo largo de la vida toda, está 'en mi mano' (Gen. XL, 11),
es decir, en mis proyectos, empresas y facultades, pues sin los recursos de mi inteligencia
poco es lo que podrá progresar la pasión por sí misma.

201, Porque, así como conviene que las riendas se hallen las manos del conductor y el timón
en las del piloto, pues sólo así el carro marchará derechamente en la carrera y el navío en su
navegación; del mismo modo en la mano y poder del experto en una de las dos especie de
glotonería, el hartazgo de vino, hállase el satisfacer al hombre incontinente."

202. ¿Pero, qué pensó éste para atreverse a jactarse por una tarea que más merecería ser
negada que reconocida? ¿Acaso no hubiera sido mejor no reconocer que era maestro de
incontinencia, y atribuir, en cambio, los incentivos de la pasión al incontinente mismo, como
inventor y personal autor de su vida inconsistente, enervada y sumamente vergonzosa?

203. Pero el hecho es que la insensatez se vanagloria por aquellas cosas que por lógica

204
deberían ocultarse. En este caso no sólo se jacta de hacer circular la copa, el receptáculo del
alma incontinente, en sus manos, y de mostrarla a todos, sino también de exprimir las uvas
dentro de ella, o, lo que es lo mismo, de preparar el medio para llevar la pasión a su plenitud y
poner al descubierto lo que estaba oculto.

204. Es que, así como los lactantes ávidos de alimento, no bien se aprestan a chupar la leche,
exprimen y aprietan el pecho de la nodriza, del mismo modo el artesano de la incontinencia
oprime con fuerza en la fuente de la que brota como lluvia el mal de la embriaguez, a fin de
que en las exprimidas gotas halle el incontinente delicioso manjar.

205. XXXI. Tal sea nuestra descripción de este ebrio, delirante e incurable mal que es el
hombre enloquecido por la incontinencia en la bebida. Toca ahora el tumo a la consideración
de su allegado, también él un servidor del vientre, el amigo de la comida abundante y la
glotonería, experto en lo tocante al comer sin medida.

206. No será muy grande la tarea que requerirá nuestra pesquisa; la visión contenida en el
sueño es una exactísima reproducción de su imagen y considerándola cuidadosamente,
contemplaremos a nuestro hombre reproducido como en un espejo.

207. "Pensaba", dice, "que llevaba tres cestas con panes de trigo sobre mi cabeza" (Gen. XL,
16). Por "cabeza" entendemos en nuestra interpretación alegórica la parte rectora del alma,
que es la inteligencia, en la que todas las cosas se apoyan, por lo que en cierta ocasión ella ha
gritado con acento tenso:60 "Todas estas cosas han sucedido sobre mí" (Gen. XLII, 36).
60
O con acento en el que se traduce el esfuerzo.

208. Así, pues, preséntasenos organizando la procesión de todos los medios que ha preparado
para daño del desdichado vientre, y no se avergüenza el insensato de ser él mismo el portador
de las rituales cestas y soportar el triple y tan grande peso de las mismas, vale decir, las tres
partes en que el tiempo se divide.

209. Los cofrades del placer aseguran, en efecto, que éste consiste en el recuerdo de los
deleites pasados, en el goce de los presentes y en la esperanza de los futuros.

210. De modo que las tres cestas corresponden a las tres partes del tiempo, y los tres pasteles
que van sobre ellas, a la situación correspondiente a cada una de las partes, es decir, a los
recuerdos de los placeres pasados, a la participación en los presentes y la expectativa de los
futuros; y el que conduce todas estas cosas es presentado como el amante del placer, el que
tiene su mesa llena de lo necesario no ya para un único género de incontinencia sino para
todas las especies y todos los géneros prácticamente del desenfreno; mesa en la que está
ausente la copa de la paz, y que carece de las sales de la amistad.

211. En esta mesa no hay más que un solo comensal, aunque equivale a un público banquete;
y ese comensal es el rey faraón, por quien ha resultado dispersada, desmembrada y arruinada
la continencia. Su nombre, en efecto, significa "dispersión". Su orgullo y realeza no se
complace en aquellas cosas de que sería razonable enorgullecerse, es decir, en los bienes de la
moderación; sino se envanece en aquellas en las que no debería, es decir, en las prácticas de
una conducta repugnante, pues se arrastra tras la apetencia insaciable, la voracidad y la
lujuria.

212. Y por eso, las aves,61 vale decir, las imprevistas circunstancias que se precipitan desde lo

205
alto sobre nosotros, arderán a modo de un fuego sobre todas sus complacencias, las abrasarán
y las consumirán con su fuerza devoradora de todo, de tal manera que no dejarán residuo
alguno para goce del que conduce las cestas, quien había esperado proseguir con sus in-
venciones y proyectos para toda la eternidad como posesión intocable y segura.
61
Gen. XL, 17.

213. Pero, gracias sean dadas a Dios, el victorioso, quien trunca los intentos, aunque forjados
a la perfección, del amante de la pasión, haciendo descender sobre ellos invisiblemente aladas
naturalezas para su ruina y destrucción. De ese modo, enteramente despojada la inteligencia
de aquellas cosas que había forjado, aparecerá como un cadáver sin cabeza con el cuello
cercenado y clavado, como los crucificados en el árbol de la mísera y menesterosa ignorancia.

214. En efecto, mientras ningún daño han recibido de parte de esos visitantes que
acostumbran hacerse presentes imprevista e invisiblemente, las partes que practican para el
goce del placer parecen dar felices resultados. Más, cuando estos visitantes se precipitan
desde lo invisible, tales artes se desmoronan y el artesano perece con ellas.

215. XXXII. Hemos, pues, explicado los sueños de los que se han distribuido el taller del
paladar, en el que una y otra especie de provisión: la bebida y la comida, son producidas, y no
la bebida y la comida necesarias, sino las superfluas y desmedidas. A continuación, siguiendo
el hilo del asunto hemos de indagar acerca del sueño de aquel que creía ser rey de estas dos y
de las demás facultades del alma, es decir, del llamado faraón.

216. "En mi sueño", dice, "pensaba que estaba yo situado a orillas del río, y como si vinieran
del río surgían siete vacas de escogida carne y de hermoso aspecto, y pastaban en el pasto
verde. Y he aquí que otras siete vacas surgieron detrás, defectuosas, de aspecto desagradable y
pobres de carnes, tales que no había yo visto más feas en todo Egipto.

217. Y las vacas flacas y feas devoraron a las siete vacas primeras, las hermosas y escogidas,
y éstas pasaron a los vientres de aquéllas. Mas, no se notó que habían pasado a los vientres de
aquéllas y el aspecto de las mismas permaneció feo como al principio.

218. Me desperté y volví a dormirme y vi otra vez en mi sueño cómo de un mismo tallo
surgían siete espigas cargadas y hermosas. Mas, otras siete espigas delgadas y dañadas por el
viento brotaron junto a aquéllas. Y las siete espigas devoraron a las hermosas y cargadas"
(Gen. XLI, 17 a 24).

219. Observas las palabras iniciales del pagado de sí mismo, que, siendo, como es, movible,
inestable y cambiante, dice: "Pensaba que estaba yo situado", y no ha razonado que la inmo-
vilidad y la fijeza a nadie más caben que a Dios y a los que son Sus amigos.

220. De Su poder inmutable es prueba clarísima este mundo, que se mantiene siempre el
mismo e idéntico; pues, si e! mundo es inconmovible, ¿cómo no ha de ser firme su Hacedor?
Además son testigos dignos de toda fe los sagrados oráculos.

221. Leemos, en efecto, estas palabras puestas en boca de Dios: "Aquí y allí estoy situado Yo
antes que tú, sobre la roca de Horeb" 62 (Ex. XVII, 6), lo cual significa: "Yo soy este, el que,
estando aquí patente, estoy también allí y en todas partes pues todas las cosas están llenas de
Mí. Estoy y permanezco sin cambios, pues soy inmutable, desde antes que tú o cualquiera de
los otros seres llegara a existir, establecido en la más alta y antigua fuente de poder, desde la

206
cual ha brotado como lluvia la generación de cuanto existe, y desborda la corriente de la
sabiduría."
62
Ver Sobre los sacrificios de Abel y Caín 67.

222. En otro pasaje, en efecto, leemos: "Yo soy Aquel 'que hizo brotar de la dura roca la
fuente de agua'" (Deut. VIII, 15). Y también Moisés atestigua la inalterabilidad Divina cuando
afirma: "Vieron el lugar donde estuvo situado el Dios de Israel" (Ex. XXIV, 10); pues
mediante la ubicación y la instalación da a entender la inmutabilidad.

223. Mas, es tan grande la superlativa estabilidad de la Divinidad, que también hace partícipes
de Su fijeza a las naturalezas escogidas, brindándoles así un bien excelente. Por ejemplo, dice
que Su pacto, pleno de mercedes, que es de las leyes y los principios que rigen a los seres el
más importante, estará firmemente asentado como una estatua de Divina forma, y que el alma
del hombre justo será su pedestal. En efecto, en cierta ocasión dijo a Noé: "Estableceré Mi
pacto en tí" (Gen. IX, 11).

224. XXXIII. Estas palabras tienen dos sentidos. Uno, que justicia y pacto de Dios son la
misma cosa; otro, que, mientras las mercedes que otros acuerdan son cosas distintas de los
seres que las reciben, Dios no solo concede las mercedes a quienes las reciben sino entrega a
éstos como don a sí mismos. Yo, en efecto, he sido dado por El a mí mismo, y cada cosa que
existe ha sido dada a sí misma por Él, pues "Estableceré Mi pacto en ti" es lo mismo que "Te
daré a ti mismo".63
63
Tal vez el sentido de este complicado razonamiento sea el siguiente: 1) Dios establece en
Noé su pacto, vale decir, se lo concede. 2) Pacto de Dios y justicia son una misma cosa. 3)
Luego, como Noé es la personificación del hombre justo, Dios concede la justicia al hombre
justo, que es como decir que Noé es concedido a sí mismo por Dios.

225. Además todos los que aman a Dios, huyendo de las tormentosas aguas de las incesantes
actividades con su perpetua y confusa agitación y oleaje, tienden ansiosamente a anclar en los
segurísimos fondeaderos de los puertos de la virtud.

226. Observa cómo se dice del sabio Abraham que estaba "situado frente a Dios" (Gen.
XVIII, 22). ¿Cuándo, en efecto, es lógico esperar que la inteligencia esté fija y ya no se
balancee como sobre una balanza, sino cuando está en presencia de Dios viéndolo y siendo
vista por Él?

227. Porque este equilibrio le viene de dos fuentes: del ver al Incomparable, pues de ese modo
no es arrastrado por las cosas de su misma naturaleza; y del ser visto, porque la inteligencia
que ha sido juzgada por el Guía digna de ser objeto de Su mirada, es una inteligencia
reservada por Él para el único sumo bien, es decir, para Sí mismo. También Moisés recibió
una Divina prescripción en estos términos: "Permanece aquí conmigo" (Deut. V, 31), en la
que se ponen de manifiesto las dos cosas ya señaladas, a saber: la inmovilidad del hombre
virtuoso y la absoluta estabilidad del Que Es.

228. XXXIV. Y, en verdad, aquel que se aproxima estrechamente a Dios traba íntima relación
con el Que Es; y, asimilando Su estabilidad, llega él mismo a adquirir fijeza. Y, cuando la
inteligencia ha llegado al reposo, reconoce claramente cuan grande bien es la tranquilidad; y,
lleno de admiración ante su belleza, no concibe ya que esa tranquilidad esté reservada sino a
Dios y a la naturaleza intermedia entre la especie inmortal y la mortal.

207
229. Así, dice: "Y yo estaba de pie en el medio entre el Señor y vosotros" (Deut. V, 5), con lo
cual no manifiesta que estaba apoyado sobre sus propios pies, sino quiere dejar en claro que la
inteligencia del hombre sabio, apartada de las tormentas y contiendas, envuelta en una serena
calma y en una profunda paz, es superior al hombre e inferior a Dios.

230. En efecto, mientras la inteligencia humana común se ve agitada y revuelta por la fuerza
de los acontecimientos, la Otra, gracias a Su bienaventuranza y felicidad, está exenta de
males, y el hombre virtuoso está en una situación intermedia; de modo que cabe afirmar que
ni es Dios ni es hombre, sino se halla tocando ambos extremos, por su condición humana, la
raza mortal; por su virtud, la Naturaleza inmortal.

231. A este oráculo se asemeja también el revelado a propósito del sumo sacerdote, que dice
así: "Cuando penetre en el santo de los santos no será un hombre hasta que saliere" (Lev.
XVI, 17 ).64 Y, si bien en tales ocasiones, se convierte en un ser no humano, es evidente que
no es Dios sino un ministro de Dios, estando ligado a la creación por lo que en él hay de
mortal, y al Increado por lo que tiene de inmortal.
64
En el parágrafo 189 se trata el mismo pasaje bíblico, pero el sumo sacerdote es interpretado
como personificación del Divino lógos.

232. Y esta condición intermedia la retiene hasta que sale de nuevo al ámbito del cuerpo y la
carne. Y es natural que así sea. Cuando la inteligencia, dominada por el amor hacia lo Divino,
dirige sus esfuerzos hacia los más recónditos santuarios, y pone todo su ardoroso empeño en
avanzar, poseída de Divina inspiración se desprende de todas las cosas, se desprende de sí
misma y sólo tiene presente en su memoria y en sus preocupaciones a Aquel de quien es
escolta y sierva, y a quien consagra el incienso de las sagradas e invisibles virtudes.

233. Pero, cuando la inspiración se interrumpe y el intenso anhelo mengua, al retornar de los
Divinos lugares se convierte en hombre poniéndose en contacto con las cosas humanas, las
que estaban al acecho en los vestíbulos para echarle mano no bien asomara desde adentro.

234. XXXV. En suma, que Moisés no describe al hombre perfecto ni como Dios ni como
hombre, sino, como he dicho, cual es un ser intermedio entre la naturaleza increada y la
perecedera. En cuanto al hombre que está en vías de progreso, lo ubica, a su vez, en la zona
intermedia entre la vida y la muerte, llamando vivientes a quienes ajustan su existencia a los
dictados de la inteligencia; y muertos a los que se complacen en la insensatez.

235. A propósito de Aarón 65 se dice, en efecto, que "estaba ubicado entre los muertos y los
vivos, y se calmó la fractura (Núm. XVI, 48). Es que el hombre en vías de progreso ni es
clasificado entre los que están muertos para la vida de la virtud, puesto que ansia con ardor el
bien; ni entre los que viven las supremas y perfectas bienaventuranzas, pues aún le falta para
llegar a la meta. En cambio, está vinculado a ambos extremos.
65
Es decir el sumo sacerdote, que líneas más arriba aparece como personificación del hombre
perfecto, y ahora es presentado como encarnación del hombre que aún no ha llegado a la
perfección, hallándose por lo tanto en la etapa de los progresos.

236. Por eso está perfectamente dicho: "Se calmó la fractura", y no: "Cesó". Porque mientras
en el caso de los perfectos los agentes de "fracturas", roturas y quebrantamientos del alma
"cesan"; en cambio en los que están en la etapa de los progresos estos agentes sólo
"disminuyen",. son, por así decir, detenidos y retenidos.

208
237. XXXVI. Si, pues, esta estabilidad, fijeza y permanencia en el mismo estado, en razón de
su por siempre inmutable e inalterable condición, sólo es atributo, en primer lugar, del Que
Es; en segundo lugar, del lógos del Que Es, lógos al que Él ha llamado Su pacto; en tercer
lugar, del hombre sabio; y en cuarto lugar, del hombre en vías de progreso, ¿qué es lo que
mueve al alma ruin y sujeta a todas las desgracias a pensar que ella puede estar sola, siendo
así que es arrastrada como en medio de un diluvio y llevada de aquí para allá por los torbe-
llinos que fluyen incesantemente a través de los canales de este vehículo de la muerte que es
el cuerpo?

238. Dice, en efecto: "Pensaba que me hallaba ubicado al borde del río" (Gen. XLI, 17). En
nuestra interpretación el "río" es símbolo de la palabra, dado que uno y otra fluyen hacia fuera
y se deslizan con rapidez e ímpetu; y en unas ocasiones tanto el río como el habla tórnanse
pródigos en desbordes, de agua el uno y de verbos y nombres la otra; en tanto que otras veces
son estériles por la mengua y reducción de sus elementos.

239. Y ambos resultan beneficiosos, el uno irrigando los prados; la otra irrigando las almas
prestas a escuchar, y a veces ambos son agentes de daño a causa de su ímpetu, el río anegando
la tierra vecina, la palabra sembrando confusión y desorden en el entendimiento de los que no
escuchan atentamente.

240. La palabra se asemeja al río, y tiene una naturaleza doble; la mejor y la peor, la mejor
que es la que beneficia, la peor, como no podía ser de otro modo, la que daña.

241. Moisés ha proporcionado a los que son capaces de ver, ejemplos clarísimos de una y
otra. "Un río", dice, sale del Edén para regar el parque; desde allí se divide en cuatro
cabeceras" (Gen. II, 10).

242. Llama Edén, nombre que significa "deleite", a la sabiduría del Que Es, porque, entiendo
yo, la sabiduría es fuente de deleite para Dios y Dios lo es para la sabiduría; y así, se proclama
en los salmos: "Deléitate en el Señor" (Salmos XXXVII, 4). La Divina palabra desciende, co-
mo de la fuente de la sabiduría, al modo de un río, para mojar y regar los olímpicos y
celestiales vástagos y plantas de las almas amantes de la virtud, que forman como un parque.

243, Esta sagrada palabra "se separa en cuatro cabeceras", o, lo que es lo mismo, se subdivide
en las cuatro virtudes, cada una de las cuales es una reina. En efecto, lo de separarse en cabe-
ceras nada tiene que ver con separarse en zonas de terreno y sí con una separación en reinos; y
así, cuando expone lo relativo a las virtudes, de inmediato presenta al sabio que las posee
como un rey, un rey elegido no por los hombres sino por la Naturaleza, único elector veraz,
incorruptible y libre.

244. Así, los que han visto al hombre de bien que es Abraham le dicen: 'Tú eres un rey
procedente de Dios entre nosotros" (Gen. XXIII, 6);66 con lo que exponen para los que se
ocupan de la filosofía la doctrina según la cual sólo el sabio es soberano y rey, y la virtud una
soberanía y reino independiente.
66
Ver Sobre Abraham 261.

245. XXXVII. Comparando esta palabra con un río uno de los discípulos de Moisés dijo en
los salmos: "El río de Dios se llenó de aguas" (Salmos LXV, 10); expresión que no tendría
sentido si se refiriese a alguno de los ríos que corren sobre la tierra. No, aquí se refiere
claramente a la Divina palabra y la presenta, a lo que parece, como llena de la corriente de la

209
sabiduría, sin que parte alguna de ella se halle desprovista y vacía de sí, ...67 como ha dicho
alguien, llena fluyendo en todas sus partes y remontándose hacia las alturas por el constante e
ininterrumpido fluir de aquella perenne fuente.
67
Laguna breve en el texto.

246. Hay también otro salmo, que dice así: "El ímpetu del río alegra la ciudad de Dios"
(Salmos XLVI, 5). ¿Qué ciudad? Porque la que actualmente es la ciudad sagrada,68 en la que
además se halla el sagrado templo, está situada a gran distancia tanto del mar como de los
ríos. De lo que se desprende que lo que quiere sugerir el salmo alegóricamente es algo distinto
de lo que se entendería literalmente.
68
Jerusalén. La idea es que no puede tratarse de la ciudad sagrada material, a la que no llegan
las aguas ni del mar ni de no alguno.

247. La verdad es que el torrente de la Divina palabra, al correr . . .69 e incesantemente con
fuerza y ordenadamente, hace desbordar y alegrarse al universo entero en todas sus partes.
69
Breve laguna. Quizá deba llenarse con "rápida e".

248. Porque, "ciudad de Dios" es, en determinado sentido, el nombre del mundo, el que,
habiendo recibido la copa toda de la Divina bebida, ha bebido en ella, y radiante de alegría ha
entrado en posesión de la dicha que por siempre perdura sin disminuir ni extinguirse. En otro
sentido la "ciudad de Dios" es el alma del sabio, en la que Dios, se dice, paséase como en una
ciudad. "Pasearé", dice, "entre vosotros y será vuestro Dios" (Lev. XXVI, 12).

249. Y, cuando el alma feliz extiende la sacratísima copa que es su propia razón, ¿quién de-
rrama en ella los contenidos de verdadera felicidad, sino la palabra de Dios, Su copero y
maestro de festines, palabra que, por otra parte, no es cosa distinta de la bebida vertida, y que
está libre de toda mezcla y es el deleite, la dulzura, la expansión, el buen ánimo, la ambrosíaca
droga, para decirlo también con términos poéticos, de la alegría y la dicha?

250. XXXVIII. Ahora bien, la ciudad de Dios es llamada por los hebreos Jerusalén, cuyo
nombre, traducido, quiere decir "visión de paz".70 En consecuencia, no busques la ciudad del
Que Es en las regiones de la tierra, que no se trata de una ciudad construida con maderas y
piedras; sino en un alma pacífica y de aguda visión, que se ha propuesto como norte de la vida
de contemplación y de paz.
70
Significado del que se deduce que se trata de un estado o condición espiritual, no do una
ciudad material.

251. ¿Qué casa, en efecto, más digna y santa podría hallarse para Dios entre las cosas exis-
tentes que una inteligencia inclinada a la contemplación, ansiosa de ver todas las cosas y que
no desea la subversión ni el alboroto ni siquiera en sueños?

252. Yo he oído decir una vez más al invisible espíritu que acostumbra acompañamos
invisiblemente: "Amigo, al parecer no estás al tanto de este importante y precioso asunto; y
yo, que en muchas otras cosas te he instruido en su momento oportuno, te lo explicaré de muy
buen grado.

253. Ten bien presente, mi buen amigo, que sólo Dios es la inmensamente cierta y verdadera
paz; la naturaleza toda creada y mortal es, en cambio, una incesante guerra. Dios, en efecto, es
un ser de libres decisiones; la existencia nuestra está regida por la necesidad. Con justicia,
pues, puede llamarse residencia y ciudad de Dios a cualquiera que tuviere la fuerza necesaria

210
para abandonar la guerra, la necesidad, la creación y la destrucción y para cambiar de bando
marchando hacia lo increado» hacia lo imperecedero, hacia la libre voluntad, hacia la paz.

254. No te dé, pues, cuidado el llamar al mismo objeto visión de la paz y visión de Dios,
porque de la cofradía de las potencias del Que Es, a las que se designa con muchos nombres,
la paz no sólo es miembro sino jefe."

255. XXXIX. Asimismo, al sabio Abraham le dice Dios que le dará una porción de tierra
"desde el río de Egipto hasta el gran río Eufrates" (Gen. XV, 18), haciendo referencia no a
una división de un país sino a la mejor parte de nuestro ser. En efecto, nuestro cuerpo y las
pasiones producidas en él y por él son comparados con el río de Egipto; nuestra alma y las
cosas que le son caras, con el Eufrates.

256. Establécese una doctrina de vitales consecuencias y enorme contenido según la cual el
hombre virtuoso ha recibido, como porción suya, el alma y las virtudes del alma; al par que el
hombre ruin se ha quedado con el cuerpo y los vicios que se dan en el cuerpo y por el cuerpo.

257. En cuanto al vocablo "desde", le caben dos significados, uno, que incluye aquello desde
donde decimos que comienza algo; otro, que lo excluye. En efecto, cuando decimos que hay
doce horas desde el alba hasta el atardecer o treinta días desde el primero hasta el último día
del mes, incluimos la primera hora y el primer día respectivamente. Cuando, en cambio, se
dice que el campo está a una distancia de tres o cuatro estadios de la ciudad, es evidente que
no se incluye la ciudad.

258. Así pues, en este caso en la expresión "desde el río de Egipto" hemos de entender que el
río no está incluido, ya que Moisés desea que moremos fuera de las cosas corpóreas, las que
se presentan en un flujo y movimiento ruinoso para las demás cosas y para sí; y que
recibamos como herencia el alma junto con las virtudes, que son indestructibles y dignas de
inmortalidad.

259. Hemos así hallado en el curso de nuestra investigación que la palabra digna de elogio es
comparada con un río. En consecuencia, la palabra censurable vale decir, la palabra inepta,
ignorante y, por así decir, sin alma, no es otra cosa que el río de Egipto. Por eso éste se
transforma en sangre,71 y no sirve ya como alimento. Es que nadie puede beber la palabra de
la ignorancia. Y, además, proliferan en él las ranas, seres sin sangre ni alma, que emiten un
sonido extraño y duro, torturante para el oído.
71
Ex. VII, 20.

260. Se nos dice, además, que todos los peces que en él había perecieron.72 Los peces
simbolizan los pensamientos. Estos, en efecto, nadan y encuentran su residencia natural en la
palabra, como en un río, y, semejantes a seres vivientes, le infunden vida. En cambio,
colocadas en la palabra ignorante las ideas resultan muertas. Ningún sentido es dable hallar en
ella, sólo sonidos propios de griterías, desordenados y, como ha dicho alguien,73
desmesurados.
72
EX. VII, 21.
73
Ilíada II, 212.

261. XL. Sobre estos puntos ya es bastante. Ahora bien, al decir: "Pensaba yo que estaba
situado al borde del río", reconoce que en su sueño veía no sólo una posición y un río, sino
también las orillas de un río. Es necesario que a propósito del "borde" 74 del río hagamos

211
algunas observaciones que vienen al caso.
74
El término kheílos = borde, significa también labio. De allí que en

262. Advertimos que la naturaleza ha dotado de labios a los seres vivientes y en particular a
los hombres con dos fines sumamente necesarios. El primero es el silencio, pues los labios
son la más fuerte barrera y valla para el sonido; el segundo, la expresión, pues a través de
ellos fluye la corriente de las palabras, siéndoles imposible pasar si ellos no se abren.

263. De ese modo los labios ejercitan y preparan para ambas cosas: hablar y callar atendiendo
a la ocasión propicia para hacer una u otra cosa. Por ejemplo: ¿vale la pena escuchar lo que se
nos dice? Pues, presta atención en silencio, sin contradecir, conforme con la prescripción de
Moisés: "Calla y escucha" (Deut. XXVII, 9).

264. De ninguno, en efecto, de los que se meten en controversias verbales podemos en rigor
pensar que habla o escucha; aquel que realmente intentara hacer (una y otra cosa, debería
reconocer) la utilidad (del silencio).75
75
Los términos entre paréntesis corresponden a una laguna en el texto, por lo que la
traducción es conjetural.

265. Asimismo, cuando en medio de las guerras y males de la vida vieres la misericordiosa
mano del Divino poder extendida sobre tí como un escudo, guarda silencio. Este Auxiliador
no ha menester de alianza. También de esto hay una prueba registrada en las Sagradas
Escrituras. "El Señor", dice, luchará por vosotros, y vosotros permaneced callados" (Ex. XIV,
14).

266. Y si lo que vieres es que perecen los hijos legítimos primogénitos de Egipto, es decir, la
concupiscencia, el placer, el dolor, el temor, la injusticia, la insensatez, la incontinencia y
todas las demás cosas estrechamente emparentadas con éstas, sobrecogido de admiración
guarda silencio y humíllate ante el tremendo poder de Dios.

267. Porque, "no gruñirá un perro con su lengua, ni desde el hombre hasta la bestia" (Ex. XI,
7), lo que significa que ni la canina lengua con sus ladridos y vociferaciones, ni el hombre que
hay en nosotros, es decir, la rectora inteligencia, ni la criatura semejante a los animales, que es
la sensibilidad, deben envanecerse cuando ante la inminencia de nuestra ruina total nos llega
desde fuera el socorro que espontáneamente nos escuda los razonamientos que siguen Filón
pase de una a otra acepción varias veces empleando el mismo vocablo.

268. XLI. Mas, sobrevienen muchas ocasiones nada propicias para el silencio, ocasiones que
reclaman la palabra en prosa o en verso. De estas dos formas de expresión es posible también
hallar ejemplos apropiados. ¿Cómo? Supongamos que imprevistamente nos vemos dueños de
una porción de bien. Bueno es, en tal caso, que expresemos las gracias y cantemos himnos a
quien nos la procuró.

269. ¿Y cuál es ese bien? Supongamos que la pasión que nos acosaba está muerta y ha sido
arrojada destruida completamente y sin sepultura. No perdamos tiempo, entonces, y poniendo
en orden nuestro coro cantemos el más sagrado de los cánticos y exhortemos a todos a decir:
"Cantemos al Señor, que se ha mostrado en toda Su gloria; al caballo y al que lo montaba ha
arrojado al mar" (Ex. XV, 1).

270. Pero aunque la ruina y destierro de la pasión es, sin duda, un bien; con todo, no un bien

212
perfecto. El bien sin paralelo es el hallazgo de la sabiduría. Descubierta ésta, todo el pueblo
canta, no con una parte sola de la música sino con todas las armonías y melodías de ella.

271. En efecto, dice la escritura que "entonces Israel entonó este cántico sobre la fuente"
(Núm. XXI, 17), o, lo que es lo mismo, sobre el saber, que en otro tiempo estuvo oculto, y
luego fue buscado y, finalmente, descubierto; saber, cuya naturaleza es profunda y por el cual
habitualmente son regados los racionales campos de las almas de los amantes de la
contemplación.

272. Y otro caso más: cuando cosechamos el legítimo fruto de la inteligencia, la sagrada
palabra nos prescribe que presentemos, como colocadas en el cesto 76 de nuestro
entendimiento, las primicias de esta copiosa cosecha de excelencias que han brotado, que han
germinado, que han sido producidas por obra del alma; y que, acto seguido, echemos mano a
los recursos de la oratoria para alabar a Dios, el perfeccionador, en términos como estos: "He
quitado de mi casa las cosas santas" y las he guardado en la casa de Dios 77 poniéndolos bajo
la administración y cuidado de aquellos que por su selecta condición han sido escogidos para
el sagrado cuidado del templo.
76
Deut. XXVI, 2 y 4.
77
Deut. XXVI, 13.

273, Estos son los levitas y los prosélitos, los huérfanos y las viudas,78 de los cuales los
primeros son suplicantes; los segundos, emigrados y fugitivos de sus hogares; y los restantes,
huérfanos y viudas con respecto a la creación, que han adoptado a Dios como legítimo padre y
esposo de sus serviciales almas.
78
Deut. XXVI, 13.

274. XLII. Esta es la manera más apropiada de hablar y de callar. Pero los hombres ruines
hacen exactamente lo contrario.. Cultivan ardorosamente el silencio culpable y la expresión
reprensible, y ejercitan uno y otra para ruina de sí mismos y de otros.

275. La práctica a que son más afectos es la de decir lo que no deben. Abren, en efecto, sus
bocas y les quitan todo freno permitiendo así que su hablar sin ton ni son, como dicen los
poetas,79 se precipite cual torrente incontenible, acarreando a su paso innumerables perjuicios.
79
Ilíada II, 246.

276. Así, algunos de ellos se abocan a la defensa del placer, la concupiscencia y todo des-
medido apetito, fortificando a la irracional pasión contra la rectora razón; otros se presentan
con ánimo belicoso para mezclarse en contenciosas controversias con la esperanza de cegar a
la raza vidente y de poder arrojarla en precipicios y profundidades, de las cuales ya no podría
volver a salir.

277. Algunos, en fin, se han mostrado opositores no sólo a la virtud humana sino también a la
Divina. A tal punto ha llegado su demencia. El faraón, rey de la tierra de Egipto, es señalado
como jefe de la primera de estas cofradías, la de los amantes de las pasiones. Así, Dios dice al
profeta: "He aquí que él saldrá en persona hacia el agua, y tú estarás allí para salirle al
encuentro junto al borde del río" (Ex. VII, 15).

278. Es, en efecto, característico en él marchar siempre hacia el torrente desbordante de la


irracional pasión, así como es propio del sabio salir al encuentro de la fuerte corriente de
argumentos en pro del placer y la concupiscencia; no con sus pies sino con su entendimiento,

213
seguro e indoblegable, sobre los bordes del río, es decir, sobre la boca y la lengua,80 que son
los órganos de la palabra. Firmemente subido sobre ellos podrá desbaratar y echar abajo las
aparentes verdades con que se pretende justificar la pasión.
80
Ver la nota 73.

279. En cuanto al enemigo de la raza ^vidente, no es otro que el pueblo del faraón, el que
atacó, persiguió y esclavizó incesantemente a la virtud, hasta que recibió el merecido pago por
las maldades que había cometido, sumergido en el mar de las iniquidades y calamidades que
su pasión había despertado, al punto de que aquella ocasión ofreció un espectáculo sin igual,
una victoria indisputada y una alegría superior a la esperada.

280. Por eso leemos que Israel vio muertos junto al borde del mar a los egipcios" (Ex. XIV,
30). Poderosa es la mano protectora que hizo que la boca, los labios y la palabra presenciaran
la caída de quienes los habían aguzado contra la verdad, para que de ese modo perecieran, no
con armas ajenas sino con las propias, aquellos que los habían empleado contra otros.

281. XLII. Tres son los excelentes anuncios que aquí se formulan al alma: uno, la ruina de las
egipcias pasiones; otro, el hecho de que ella tiene lugar no en otro lugar sino en los bordes de
la salada y amarga fuente, comparable a un mar, a través de las cuales la sofística palabra,
enemiga de la virtud, se había derramado; y el último, la circunstancia de que esa ruina era
visible.

282. En efecto, así como es justo que ninguna cosa excelente permanezca oculta y que, por el
contrario, sea sacada a la claridad de la luz y al brillo solar; también lo es que el contrario mal
sea precipitado en las tinieblas profundas. Este, ni por casualidad debería jamás llegar a ser
visto; el bien, en cambio, debería ser contemplado atentamente por los mejores ojos. ¿Y qué
bien hay mayor que el hecho de que los seres nobles vivan y los ruines perezcan?

283. En tercer lugar están, dijimos,81 aquellos que extendieron hasta el mismo cielo la
habilidad de sus palabras. La actividad de éstos iba dirigida contra la naturaleza pero más aún
contra su propia alma, ya que afirmaban que sólo existe este mundo visible y sensible, que ni
ha sido creado ni perecerá, que es, por el contrario, increado y eterno y que nadie lo controla,
dirige ni protege.
81
En el parágrafo 277.

284. Luego apilaron una sobre otra sus demostraciones y así elevaron hacia las alturas, como
una torre, el edificio de su espuria doctrina. En efecto, leemos que "toda la tierra era un labio"
(Gen. XI, 1), un discordante concierto de todas las partes del alma para desalojar de su
posición a la más grande fuerza de cohesión del universo, el gobierno del mismo.

285. El resultado fue que, cuando esperaban remontarse hasta el cielo en alas de sus
concepciones y dar por tierra con la eterna Realeza, la poderosa e indestructible mano los
arrojó abajo y desbarató el edificio de su doctrina.

286. Al lugar le quedó el nombre de "confusión", nombre apropiado para su inusitado


atrevimiento. Porque, ¿qué hay más confuso que la falta de gobierno? ¿No están llenas de
conflictos y desorden las casas donde no existe autoridad?

287. ¿Y no son arruinadas por las arbitrariedades de la muchedumbre, la mayor de las


oposiciones a la autoridad, aquellas ciudades que han quedado sin reyes? ¿No han perdido sus

214
antiguos y grandes motivos de felicidad los países, naciones y regiones de la tierra cuyos
gobiernos se han disuelto?

288. ¿Y qué decir en el caso de la humanidad? Las comunidades de los otros seres vivientes,
aéreos, terrestres y acuáticos no están congregadas sin que un guía los gobierne; por el
contrario, siempre desean un jefe y lo honran como si de él procediera cuanto de bueno
tienen; y, si éste les falta, se dispersan y son destrozadas.

289. ¿Pensaremos, entonces, que, mientras para los seres terrestres, es decir, la porción más
insignificante del universo, el origen de los bienes se halla en la autoridad, y el de los malos
reside en la anarquía, el mundo no deberá la suprema felicidad de que está lleno al reinado de
Dios?

290. Pues bien, los sediciosos de que hablamos recibieron el castigo correspondiente a su
intento. Habiendo llevado el desorden al ámbito de lo sagrado, contemplaron su propia
impiedad desordenada por la anarquía. Los que sembraban confusión habían sido
confundidos. Pero, mientras este castigo no les ha llegado, envanecidos por su demencia,
tratan de destruir con impías palabras el gobierno del universo, se erigen ellos mismos en
gobernantes y reyes, y traspasan a la creación, inestable, transitoria y perecedera, como es, el
indestructible poder de Dios.

291. XLIV. Adoptando el tono de comediantes y llenos de vanidad acostumbran, sumamente


ridículos, como son, a decir:
"Nosotros somos los jefes, nosotros somos los soberanos. Todas las cosas dependen de
nosotros. ¿Quiénes, si no nosotros, pueden producir los bienes y sus opuestos? ¿De quiénes, si
no de nosotros, dependen los beneficios y los daños sin lugar a dudas? No hacen sino decir
tonterías los que aseguran que todas las cosas dependen de un poder invisible, al que
consideran rector de las cosas humanas y Divinas del mundo."

292. Tales son sus presuntuosas jactancias. Con todo, si tornan a ser dueños de sus actos,
como los que recobran la sobriedad después de una borrachera; si, llegando a darse cuenta de
sus pasadas actitudes de ebrios, se avergüenzan y se echan en cara las faltas en las que su
insensato juicio les hizo incurrir; si toman como insobornable e incorruptible consejero al
arrepentimiento y tratan de alcanzar la clemencia de la potencia propicia del Que Es con
santas retractaciones por sus profanas presunciones; en ese efecto, el Auriga que está subido
al alado carro que es este caso alcanzarán un completo perdón.

293. Pero, si, en cambio, continúan siempre rebeldes a las riendas y se encabritan indómitos
como si fueran independientes, libres y señores de otros, se verán fatal e implacablemente
forzados a ser testigos de su nulidad en todas las cosas, pequeñas y grandes.

294. En efecto, el Auriga que está subido al alado carro que es este mundo les pondrá el freno,
tirará hacia atrás con fuerza las hasta entonces sueltas riendas, apretará los bozales, y con
látigos y agudos instrumentos les hará presente Su condición de amo, de la que, como
esclavos ruines, habían olvidado fiados en la bondad y dulzura del soberano.

295. Ellos desvirtúan la benignidad de los amos tomándola por falta de autoridad y simulan
un estado sin gobierno hasta que su dueño frena la impetuosa corriente de su enfermedad
aplicando castigos a título de remedios.

215
296. Por eso leemos que "el alma sin ley, que distingue con los labios el hacer el mal o el
hacer el bien", más adelante: "proclamará su falta" (Lev. V, 4 y 5). ¿Qué es lo que dices, alma
rebosante de presunción? ¿Conoces, acaso, qué es el bien verdadero, o la nobleza o la justicia
o la santidad, o qué conviene a cada uno?

297. El conocimiento y el poder sobre estas cosas reside en Dios solamente y en quien es Su
amigo. Testimonio de esto es el oráculo en el que se lee: "Yo mataré y daré la vida; golpearé y
curaré" (Deut. XXXII, 38).

298. Pero ciertamente, cuando el alma que se tiene a sí misma por sabia ha tenido este sueño
sobre cosas que están fuera de su alcance, no lo toma a la ligera, sino a tal punto la llenan los
vientos del orgullo, que llega a jurar 82 que esas cosas, falsas suposiciones suyas, se hallan
segura y firmemente establecidas.
82
Lev. V, 4.

299. Y, si la agitación afiebrada de su enfermedad comienza a abatirla, la chispa de la salud,


encendiéndose gradualmente, la forzará primero a "proclamar su falta", es decir, a reprocharse
a sí misma, y a presentarse luego ante el altar como suplicante, para recabar gracias con
súplicas, votos y sacrificios, únicos medios para alcanzar el olvido de sus culpas.

300. XLV. A continuación podríamos, con razón, preguntar por qué sólo al hablar del río de
Egipto, y no así en el caso del Eufrates y de los otros sagrados ríos, señala Moisés que tiene
labios. En erecto, mientras en un pasaje dice: "Estarás colocado en el borde (o labio) del río
para salirle al encuentro" (Ex. VII, 15) ...83
83
Se advierte en este punto que el texto se halla trunco y que debían seguir seguramente
algunos ejemplos.

301. No faltarán, probablemente, quienes digan en tono burlón que tales cuestiones no
deberían ser objeto de nuestras indagaciones; que, a todas luces, resultan sutilezas más bien
que averiguación provechosa. Pero yo sostengo que tales estudios son como condimento que
sazona las sagradas escrituras para mejoramiento de sus lectores; y que no se ha de tachar de
ociosos parlanchines a los que están entregados a estas investigaciones, y sí de inoperantes a
los que las desechan.

302. Porque el asunto que nos ocupa ahora nada tiene que ver con los conocimientos acerca
de los ríos, y sí con vidas a las que se compara con las corrientes de los ríos, y en las que se
dan tipos opuestos. La vida del hombre virtuoso se manifiesta, en efecto, a través de obras; la
del ruin, a través de palabras.
Y la palabra... a la lengua, a la boca, a los labios.. .84
84
Laguna en el texto.

216
SOBRE ABRAHAM

(DE ABRAHAMO)

Vida del hombre sabio cuya perfección es resultado de la instrucción; o primer libro de las
leyes no escritas, que trata sobre Abraham

1. I. El primero de los cinco libros en que se hallan escritas las sagradas leyes es designado y
registrado con el nombre de Génesis, nombre que hace referencia a la génesis del mundo,
relatada en la primera parte de dicho libro. Lleva ese título a pesar de que abarca otros
innumerables asuntos, tales como la guerra y la paz, la fecundidad y la esterilidad, el hambre
y la abundancia, los inmensos estragos producidos sobre la tierra por el fuego y el agua,1 y los
sucesos contrarios a estos, vale decir, las creaciones y los desarrollos tanto de animales y
plantas al influjo de las condiciones propicias del aire y de las estaciones anuales, como de los
hombres, de los que unos han consagrado sus vidas a la virtud y otros al vicio.
1
Es decir, el diluvio universal y la destrucción de Sodoma y Gomorra. Ver Sobre la vida de
Moisés II, 52 a 65 y 263.

2. Pero, dado que de estas cosas unas forman parte del mundo y otros son acontecimientos
relacionados con él, y el mundo es la perfectísima plenitud que los contiene, es al mundo al
que el legislador le ha dedicado la totalidad del libro.

3. Lo que toca a la manera como tuvieron lugar las sucesivas etapas de la creación del mundo
ha sido detalladamente expuesto por nosotros, hasta donde nos era posible, en el tratado
precedente.2 En cuanto a las leyes, puesto que es preciso que al examinarlas lo hagamos con-
forme con un orden apropiado, dejaremos para después la consideración de las particulares,
que son copias, por así decir; y examinaremos primeramente las más generales, las que
podríamos llamar arquetipos de aquéllas.
2
El "tratado precedente" es muy posiblemente Sobre la creación del mundo según Moisés, en
el cual se desarrollan los temas que ahora menciona Filón. Según esto. Sobre la creación del
mundo no encabezaría el conjunto total de las obras de Filón, sino sólo la segunda parte, es
decir, la dedicada a exponer las leyes contenidas en el Pentateuco, después de haberlas
comentado o interpretado alegóricamente en la primera parte. Así lo han entendido algunos
editores modernos, que colocan Sobre la creación del mundo inmediatamente antes de Sobre
Abraham. En la presente edición se sigue la ordenación tradicional ubicándose aquél a la
cabeza de todos los tratados filonianos, y éste al comienzo de la segunda parte. Uno y otro
criterio resultan aceptables por cuanto el contenido y el carácter de Sobre la creación, del
mundo hacen que el tratado pueda servir de iniciación tanto de la interpretación alegórica
como de la exposición de las leyes. Ver Introducción, pág. 17 y 18.

4. Estas leyes están personificadas en hombres de vida irreprochable y noble, cuyas virtudes
hállanse registradas en las sacratísimas escrituras, y no para alabanza de ellos exclusivamente,
sino además para instruir a quienes las leen y despertar en estos el deseo de emularlos.

5. Dotadas de vida y razón, dichas leyes encárnanse en tales hombres, a los que Moisés
encomia por dos motivos: en primer lugar porque desea dejar en claro que las prescripciones
establecidas no están reñidas con la naturaleza; y en segundo lugar porque quiere hacer
patente que el trabajo que sobrellevan los que aspiran a vivir conforme con las disposiciones
de la ley no es muy grande, como lo prueba el hecho de que las primeras generaciones se
ajustaran con facilidad suma a la legislación no escrita, antes de que por primera vez se

217
redactara cada una de las legislaciones particulares, al punto de que bien podría afirmarse que,
una vez establecidas, éstas no son otra cosa que recordaciones de la vida de aquellos antiguos,
encaminadas a perpetuar la memoria de sus obras y pensamientos.

6. Ellos, en efecto, sin haber sido discípulos o alumnos de otros ni haber aprendido de
maestros lo que debían hacer y decir, siguiendo sólo sus propias determinaciones e instruyén-
dose a sí mismos, aceptaron de buen grado vivir conforme con la naturaleza, por considerar
que la naturaleza misma era, y realmente lo es, la más venerable de las legislaciones. De ese
modo, su vida toda se ajustó a leyes excelentes, y no incurrieron voluntariamente en nada
reprochable; y, en los casos de faltas casuales, invocaron a Dios, y con ruegos y plegarias
recabaron Su perdón; con lo que aseguraban que su vida entera estuviera rectamente
encaminada a través de ambas contingencias, tanto las acciones preconcebidas como en las
realizadas sin deliberado propósito.

7. II. Pues bien, como el primer paso hacia la participación en los bienes es la esperanza y el
alma amante de la virtud la abre y despliega como una ancha vía, en su empeño por alcanzar
la verdadera excelencia. Moisés ha dado el nombre de "hombre" al primero que amó la
esperanza, concediéndole como especial distinción el nombre que es común a toda nuestra
raza. "Enós", en efecto, es el nombre con que los caldeos 3 designan al hombre.
3
Filón llama habitualmente lengua caldea a la hebrea. Recuérdese que después del destierro
de Babilonia la lengua hebrea dejó de hablarse y que su conocimiento quedó reservado a los
eruditos. Los hebreos adoptaron la lengua internacional de entonces, el arameo, y
posteriormente el griego los radicados fuera de Palestina en las zonas orientales del Medi-
terráneo, particularmente en Alejandría. De ese modo estos judíos no podían entender la
escritura en su lengua original, como lo señala Filón en Sobre la vida de Moisés II, 26.

8. Le dio ese nombre porque, a su juicio, solo es verdadero hombre aquel, que espera el bien y
reposa firmemente sobre honestas esperanzas;4 lo cual nos demuestra que a quien no posee
esperanzas no lo consideraba un hombre sino un simple animal con forma humana, ya que
está desposeído de la posesión más peculiar del alma humana, que es la esperanza.
4
Filón asocia la esperanza con Enós, basándose en Gen. IV, 26, donde se lee que "este Enós
fue el primero que esperó pronunciar el nombre de Dios Soberano". Ver Sobre las habituales
intrigas de lo peor contra lo mejor, 138.

9. Por ello, en su deseo de ensalzar cumplidamente al esperanzado, después de expresar que


éste había puesto su esperanza en el Padre y Hacedor de todas las cosas, agrega: "Este es el
libro de la creación del hombre"; no obstante que antes habían sido creados los padres y los
abuelos de aquél. Es que el legislador entendía que éstos eran los fundadores de la raza mez-
clada, en tanto que Enós lo era de la raza sin mezcla ni impureza alguna, de la verdaderamente
racional.

10. En efecto, así como, aunque los poetas son innumerables, decimos "el poeta"
refiriéndonos a Hornero, el poeta por excelencia; y al decir "el negro" 5 nos referimos a
aquello con lo que escribimos, a pesar de que todo lo que no es blanco es negro; y entre los
atenienses quien dice "el arconte" 6 dice "el arconte epónimo", el de mayor jerarquía entre los
nueve arcontes, aquel cuyo año de magistratura sirve para determinar las fechas; de la misma
manera Moisés ha dado el nombre de hombre por excelencia a. aquel hombre que acariciaba
esperanzas, no haciendo lo mismo en el caso de la multitud de los otros hombres por consi-
derarlos no merecedores de recibir el mismo título.
5
To mélan = el (o lo) negro, designa además la tinta para escribir.

218
6
El título de arconte, sin aditamento alguno, designaba en Atenas al arconte por excelencia o
primer arconte, que posteriormente se denominó arconte epónimo porque con su nombre se
designaba el año de su ejercicio del cargo. Los otros arcontes llevaban una especificación
adicional y eran el arconte basileo, el arconte polemarco y los seis arcontes tesmótetas.

11. Acertado estuvo también Moisés al decir "el libro de la creación del hombre" verdadero.
El término "libro" es muy apropiado, puesto que el hombre esperanzado merece que su
memoria se registre no ya en papiros, que serán destruidos por las polillas, sino en el
imperecedero libro de la naturaleza, en el que se hallan registradas las buenas acciones.

12. Es más, si contamos las generaciones desde la primera, el hombre nacido de la tierra,
hallaremos que aquel que los caldeos llaman Enós y en lengua griega es llamado "hombre" es
el cuarto.7
7
Enós era hijo de Set, y éste de Adán, por lo cual Enós sería el tercero en la lista.
Posiblemente Filón considera también a Abel y a Caín, pero descartando a uno de ellos, o
bien a Abel puesto que, asesinado, fue sustituido por Set (Gen. IV, 25), o bien a Caín, como
maldecido por Dios. En cualquiera de los dos casos Enós sería, efectivamente, el cuarto.

13. Y entre los números el cuatro es tenido en alta estima no sólo por los otros filósofos que
se han consagrado al estudio de las cosas inmateriales e intelectuales, sino también, y de
manera muy especial, por el omnisciente Moisés, el que, glorificando este número, dice que
"es santo y loable".8 Las razones de este aserto quedan expuestas en el tratado precedente.9
8
Refiérese Filón a lo que afírmase en Lev. XIX, 24: "En el cuarto día el fruto será santo y
loable para el Señor." En otros lugares, como Sobre la obra de Noé como plantador 119, y en
Sobre los sueños I, 33, Filón no interpreta el término ainetós como loable, digno de alabanza,
sino le atribuye un sentido activo de para alabanza, referido a algo que mueve a alabar a Dios.
9
En Sobre la creación del mundo 47 y ss. Ver la nota 2 del presente tratado.

14. Santo, también, y merecedor de elogios es el hombre esperanzado, en la medida en que el


desesperanzado es culpable y reprochable, pues en todas las situaciones toma al miedo por su
funesto consejero. No hay, en efecto, dicen, dos cosas tan enfrentadas entre sí como la
esperanza y el temor; y por cierto que dicen bien. Ambos son estados de expectación, pero la
esperanza lo es de bienes, y el temor, por el contrario, es espera de males, siendo sus
naturalezas irreconciliables e incapaces de armonizar entre sí.

15. III. Ya hemos dicho lo suficiente acerca de la esperanza, virtud que ha sido colocada por
la naturaleza a modo de portera en los pórticos de las soberanas virtudes interiores, las que no
es posible alcanzar si previamente no se ha rendido honores a aquélla.

16. Grande, ciertamente, es la preocupación de los legisladores y grande la de las leyes en


todas las naciones por llenar de saludables esperanzas las almas de los hombres libres; mas, el
que, sin necesidad de exhortación y sin que medie mandato alguno, ha hecho suya la
esperanza, ése ha sido instruido respecto de esta virtud, sin mediación de maestros, por una
ley no escrita que la naturaleza ha establecido.

17. El segundo lugar, después de la esperanza, ha cabido al arrepentimiento por las faltas y al
mejoramiento; razón por la cual a continuación menciona Moisés a aquel que trueca una vida
inferior por otra mejor, a quien los hebreos llaman Enoch, que es como decir en griego "el que
ha recibido la gracia"; a propósito del cual se nos ha dicho que "Enoch fue grato a Dios, y no
era hallado porque Dios lo había trasladado".10

219
10
La idea de que Enoch personifica el arrepentimiento la extrae Filón del verbo metatíthénai
= cambiar de lugar, trasladar, transformar, que en el plano moral significa, según él, cambiar
de vida.

18. El traslado, en efecto, implica modificación y cambio; y en este caso el cambio es hacia
un mejor estado por cuanto él tiene lugar por obra de la providencia de Dios, y todo lo que se
da con la ayuda de Dios es excelente y en todo sentido provechoso, así como de nada sirve
cuanto tiene lugar sin la Divina guía.

19. Bien dicho está con respecto a la persona trasladada lo de "no era hallada", bien sea
porque la vieja vida reprensible ha quedado borrada y suprimida y ya no es hallada, como si
nunca absolutamente hubiera existido; bien porque el trasladado y situado en un orden
superior es difícil de ver por naturaleza. El vicio, en efecto, está ampliamente difundido y por
ello es conocido por muchos; la virtud, en cambio, es rara, al punto de que ni siquiera por los
menos es comprendida.

20. Por otra parte, el hombre ruin, en su manía de meterse en asuntos ajenos, recorre las
plazas, los teatros, los tribunales, los consejos, las asambleas y toda reunión o congregación
de hombres, y da rienda suelta a su lengua en desmedida, interminable y confusa charla,
desordenando y confundiéndolo todo, mezclando lo falso con lo verdadero, lo apropiado con
lo inconveniente, lo privado con lo público, lo profano con lo sagrado, lo ridículo con lo sen-
sato; porque el silencio, que a su debido tiempo es la cosa más excelente, no ha formado parte
de su educación.

21. Con indiscreta curiosidad mantiene el oído alerta movido por su avidez por conocer tanto
lo bueno como lo malo de los demás, para envidiar lo bueno y alegrarse por lo malo, ya que el
hombre ruin es un ser malicioso, que por naturaleza odia el bien y ama el mal.

22. IV. El hombre virtuoso, por el contrario, habiendo nacido en él el deseo de una vida
quieta, se aísla y ama la soledad y tiene por un bien el pasar inadvertido para los demás, y no
por misantropía, que es filántropo como el que más, sino porque ha desterrado de sí al vicio,
el que es grato a la inmensa mayoría, la que se complace en aquello que merece lamentarse y
se aflige por las cosas a propósito de las cuales debería alegrarse.

23. En consecuencia, enciérrase de ordinario en su casa y rara vez atraviesa sus puertas, o más
frecuentemente aún, para evitar visitas, se va fuera de la ciudad y en un solitario rincón
campestre transcurren sus días en la grata compañía de los miembros más excelsos de la raza
humana toda, de los que el tiempo ha consumido los cuerpos, pero de cuyas virtudes man-
tienen vivo el fuego los escritos que nos han quedado en poesía y en prosa, y con los que el
alma logra progresos en el bien.

24. Tal es la razón por la que el legislador ha dicho que "no era hallado", ya que es difícil dar
con él y tenerlo a mano. Pasa, pues, desde la ignorancia hacia la instrucción, desde la insen-
satez hacia la prudencia, desde la cobardía hacia el valor, desde la impiedad hacia la piedad, y
también de la voluptuosidad hacia la continencia y de la vanagloria hacia la humildad. ¿Y qué
riqueza se iguala en mérito a estas cosas o qué posesión de reino o dominio es más
provechosa?

25. Porque, a decir verdad, la riqueza, no la ciega sino la de aguda visión, consiste en la
abundancia de virtudes, en la que, consecuentemente, hemos de reconocer a la legítima y

220
ecuánime soberanía que todo lo rige con equidad, en contraste con los espurios gobiernos, que
sólo lo son de nombre.

26. Ahora bien, no debemos olvidar que el lugar que corresponde al arrepentimiento es el
segundo, inferior al de la perfección, tal como el grado inmediatamente inferior a la salud
corporal corresponde al paso de la enfermedad al estado sano. Así pues, la inmutable
perfección de las virtudes ocupa el lugar más próximo al Divino poder; en tanto que el
mejoramiento progresivo es un bien apropio del alma bien dotada por naturaleza, que no se
deja estar en las concepciones pueriles sino busca con pensamientos maduros y
verdaderamente de hombre una serena condición, en procura de la visión de las cosas
excelsas.

27. V. Es, por lo tanto, natural que el legislador sitúe a continuación del hombre arrepentido al
hombre amante de la virtud y amado de Dios, el que en lengua hebrea llámase Noé y en
lengua griega "reposo" o "justo",11 títulos apropiadísimos para el sabio. Que lo es el de justo
salta a la vista, por cuanto nada hay mejor que la justicia, la soberana de las virtudes, que,
como la más hermosa del coro, ocupa el primer lugar. Y también el de reposo pues su
contrario, el movimiento antinatural,12 resulta ser la causa de alteraciones, trastornos,
disensiones y contiendas. Tal movimiento es buscado por los hombres ruines, en tanto que los
que han ganado estima por la nobleza de su carácter van en procura de una vida calma, serena,
tranquila y pacífica a la vez.
11
Es decir, éstas son las acepciones del nombre Noé.
12
Los estoicos definían la pasión como "el antinatural movimiento del alma".

28. Consecuente consigo mismo, da Moisés el nombre de "reposo" también al séptimo día, al
que los hebreos llaman sábado; y no, como piensan todos, porque el común de la gente hace
un alto en las habituales tareas al cabo de seis días; sino porque realmente en el universo y en
nosotros mismos el número siete está siempre libre de disensión, guerra y rivalidad, y es el
más pacífico de todos los números.

29. Testigos de lo que digo son las facultades de nuestro ser. Seis 13 de ellas, en efecto, libran
en tierra y en mar una guerra incesante y sin tregua; los cinco sentidos porque ansian las cosas
sensibles y se afligen cuando no dan con ellas; la palabra, porque con desenfrenada lengua
parlotea innumerables cosas que deberían callarse.
13
En otros lugares sostiene Filón que nuestras facultades son siete, aparte de la inteligencia,
pues agrega a las seis facultades irracionales la facultad de engendrar. Ver Sobre la creación
del mundo 117, y Sobre los cambios de nombres 111.

30. En cambio, la séptima facultad es la de la soberana inteligencia, la que, una vez que ha
triunfado sobre las otras seis y ha retornado victoriosa gracias a su fuerza superior; ansiosa de
soledad y feliz de platicar consigo misma, consciente de que no necesita de otro y de que se
basta a sí misma, desprendiéndose entonces de los cuidados y negocios de la raza mortal, se
entrega a una vida calma y serena.

31. VI. A tal punto exalta Moisés al amante de la virtud, que, cuando nos da su genealogía, no
hace, como es su costumbre en los otros casos, la lista de abuelos, bisabuelos y antepasados
de la rama paterna y de la materna, sino la de ciertas virtudes, lo que equivale prácticamente a
proclamar sin ambages que la mansión, familia y patria del hombre sabio son exclusivamente
las virtudes y las acciones virtuosas. Dice, en efecto: "Estas son las generaciones de Noé.
Noé, hombre justo, perfecto en su generación, fue grato a Dios" (Gen. VI, 9).14

221
14
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 117.

32. Preciso es tener presente que en esta ocasión no llama "hombre", según el sentido habitual
de esta palabra, al ser viviente mortal dotado de razón, sino al hombre por excelencia, o sea, a
aquel que justifica tal nombre por haber arrojado fuera del alma las salvajes y frenéticas
pasiones y los en extremo bestiales vicios.

33. He aquí la prueba: después de "hombre" agrega "justo", y con la expresión "hombre justo"
da a entender que el hombre injusto no es realmente hombre, siendo más correcto hablar de
una bestia con figura humana; y que sólo lo es el que busca con empeño la justicia.

34. Dice también que Noé llegó a ser "perfecto", con lo que sugiere que adquirió no una sola
virtud sino todas, y que, habiéndolas adquirido, continuó poniendo en práctica cada una de
ellas en toda oportunidad.

35. Y, tras coronarlo como vencedor en la justa, lo enaltece aún más diciendo a modo de
espléndida proclama que "fue grato a Dios" ¿Qué cosa mayor que esa puede darse en la
naturaleza? ¿Qué prueba más esclarecida de nobleza de espíritu? Ninguna, porque si aquellos
que desagradan a Dios son desdichados, una total felicidad acompaña a aquellos a los que es
dado complacerlo.

36. VII. No sin acierto, luego de haber celebrado Moisés a este "hombre" por poseer tan
grandes virtudes, agrega que fue "perfecto en su generación", con lo que pone de manifiesto
que fue bueno no con el bien absoluto sino en comparación con los hombres de su tiempo.

37. No mucho más adelante el legislador habrá de mencionar a otros sabios, poseedores de
una virtud inconmovible, libres de la lucha contra la maldad, considerados merecedores de
aprobación y distinción no por haber llegado a ser mejores que sus coetáneos, sino porque,
habiendo sido dotados de una feliz naturaleza, la conservaron intacta; hombres que no solo no
han huido de perniciosas prácticas, sino ni siquiera llegaron a entrar en contacto con ellas en
absoluto; y por el contrario, convertidos desde sus principios en practicantes de elevadas
acciones y palabras, adornaron con ellas sus vidas.

38. Admirables en sumo grado resultan, por eso, aquellos varones cuyas inclinaciones fueron
libres y resultado de una feliz naturaleza, y acogieron cuanto es elevado y justo, no por
imitación o por enfrentamientos con otros, sino por propio impulso, pero admirable es
también el que ocupó un lugar aparte entre los de su generación y no participó de los deseos
de los más. Éste alcanzará el segundo galardón; el primero será conferido por la naturaleza a
aquellos.

39. Pero el segundo premio es también grande de por sí. ¿Qué cosa, en efecto, de las que Dios
ofrece y brinda no es grande y merecedora de nuestros esfuerzos? Pero la más clara prueba de
ello la constituye la excelencia sin par de las gracias que alcanzó Noé.

40. Aquella época, en efecto, engendró un torrente de iniquidades, y cada región, cada nación,
cada ciudad, cada familia y cada persona en particular se vio llena de malvadas-prácticas,
rivalizando con plena voluntad y premeditación por aventajarse, como en una contienda, en
las culpables acciones; y todos ponían todo su empeño en esta competencia esforzándose cada
uno por superar a su vecino en la magnitud, de su vicio sin omitir cosa alguna de las que
constituyen una vida culpable y execrable.

222
41. VIII. Irritado, como era de esperar, Dios por todo ello, al ver que la que parecía ser la
mejor de las creaturas vivientes, la que había sido juzgada merecedora de entrar en relaciones
con Él en mérito a que estaba dotada de razón, en vez de practicar la virtud, como debía, se
entregaba ardorosamente al vicio y a cada una de sus formas particulares, dispuso el castigo
apropiado. Determinó destruir mediante un diluvio a cuantos entonces vivían, no sólo a
aquellos que habitaban en las llanuras y lugares bajos sino también a los habitantes de las
altas montañas.

42. En efecto, el gran mar15 creció ganando altura como nunca antes había crecido y con
concentradas fuerzas irrumpió a través de sus salidas en os mares que nos rodean; sus
desbordadas aguas sumergieron islas y continentes, encanto que, fuera de cauce, las comentes
de las fuentes perennes, de los ríos mediterráneos y de los torrentes se mezclaban unas con
otras y se elevaban remontándose a grandes alturas.
15
Gén. VII, 11. Es decir, el océano que se suponía rodeaba el mundo terrestre.

43. Tampoco el aire permaneció tranquilo; una profunda y cerrada obscuridad cubrió el cielo
todo, y tremendas ráfagas de viento, ensordecedores truenos, resplandores de relámpagos, y
caídas de rayos acompañaban a las lluvias que se precipitaban sin cesar, dando la impresión
de que las diversas partes del universo se apresuraban a retomar hacia, una única naturaleza:
la del agua; hasta que, por la torrencial caída de la que venía de arriba y el desborde de la de
abajo, las aguas se elevaron a las alturas, y anegadas por ellas, desaparecieron de la vista no
sólo las planicies y tierras bajas sino también las cumbres de los más altos montes.

44. Todas las partes de la tierra se sumergieron, en efecto, bajo el agua, al punto de que
parecía haber sido violentamente aniquilada toda ella y, lo que no es lícito decir ni pensar,
mutilada la integridad y perfección del mundo al serle tronchado un gran sector; Y la misma
suerte corrió el aire; excepto una pequeña porción correspondiente a la luna, todo él fue
completamente desplazado vencido por el violento torrente del agua, que ocupó con toda su
tuerza el espacio de aquél.

45. Al punto entonces perecieron todos los sembrados y árboles, pues tan ruinosa les es la
desmedida abundancia de agua como la carencia excesiva de ella; y murieron las incontables
multitudes de animales, tanto domésticos como salvajes. Es que, como era de esperarse, si era
aniquilada la raza superior, la humana, no podía sobrevivir ninguna de las inferiores, puesto
que habían sido creadas para las necesidades del hombre, esclavas en cierto modo para
obedecer las órdenes de sus amos.

46. Cuando tan grandes y vastas calamidades se precipitaron sobre el mundo con las lluvias
que en aquella ocasión se produjeron, y todas sus partes, con excepción del cielo, sufrieron la
antinatural catástrofe, como enfermas de una grave y mortal plaga, sólo una familia, la de
dicho varón justo y amado de Dios, fue salvada. Con esto recibió los dos dones más elevados:
uno, consistente, como he dicho, en no perecer juntamente con los demás; otro, el constituirse
en el nuevo fundador de una nueva raza de hombres. Dios, en efecto, lo había considerado
digno de ser el fin y el principio de nuestra especie, el fin de los anteriores al diluvio, el
principio de los que vinieron luego.

47. IX. Tal fue aquel que fue el mejor entre los de su época, y tales fueron los premios
concedidos a él, premios cuya naturaleza ha mostrado la sagrada escritura. Ahora bien, los
tres o bien hombres o bien tipos de alma mencionados constituyen una serie en armónica

223
progresión: el hombre "perfecto" es completo desde el principio; el "trasladado" lo es solo a
medias puesto que ha dedicado al vicio la primera parte de su vida y la segunda a la virtud,
hacia la cual ha pasado o emigrado; el "esperanzado", como su mismo nombre lo da a
entender, es imperfecto pues siempre está anhelando el bien sin poder todavía alcanzarlo,
semejante a los navegantes que, ansiosos de arribar a puerto, deambulan por el mar sin poder
entrar en la rada.

48. X. Queda, pues, presentada la primera serie formada por tres varones amantes de la virtud.
Pero más grande aún es la segunda tríada, de la que hemos de hablar ahora. Aquélla, en
efecto, asemejase a los estudios de la edad infantil; ésta es comparable a los ejercicios de los
atletas que se preparan para competencias verdaderamente sagradas: 16 atletas que,
despreciando los ejercicios corporales, forjan la robustez del alma, ansiosos de alcanzar la
victoria contra las enemigas pasiones.
16
Por oposición a los certámenes de los griegos, falsamente llamados sagrados, según Filón.

49. En qué difieren entre sí éstos en su empeño por llegar a una única y una misma meta lo
diremos con la detención necesaria a continuación. Pero no debemos pasar por alto la
mención de ciertas cosas que conviene se digan previamente de los tres en conjunto.

50. Ocurre que estos tres pertenecen a una única casa y familia, como que el último es hijo del
segundo y nieto del primero, y que todos son amantes al par que amados de Dios, siendo su
amor hacia el Dios verdadero correspondido por Éste, que, como lo muestran las revelaciones,
en mérito a lo excelso de las virtudes que practicaron durante sus vidas los ha considerado
dignos de participar del título que Le es propio.

51. Su propio nombre, en efecto, unió a los nombres de ellos combinándolos, al designarse a
Sí mismo mediante una denominación que incluye los nombres de los tres. "Pues este es Mi
eterno nombre: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Ex. III, 15).17 El
nombre "Dios" está empleado en un sentido relativo, no absoluto;18 y seguramente con razón.
Porque Dios no necesita, ciertamente, nombre alguno; mas, aunque no ha menester de él, con
todo, concede a la raza humana la gracia de un nombre Suyo acomodado a ella para que los
hombres, pudiendo refugiarse en las plegarias y súplicas, no se vean privados de una
bienhechora esperanza.
17
Ver Sobre los cambios de nombres, 12 y 13.
18
Filón emplea aquí la distinción que hacían los gramáticos griegos y latinos entre el nombre
empleado solo. Dios, por ejemplo; y el empleado en relación con otro, tal como en Dios de
Abraham,

52. XI. Aparentemente estas palabras han sido referidas a hombres de vida santa; pero ellas
son también indicaciones acerca de un orden de cosas menos visible pero muy superior al
perceptible por los sentidos. En efecto, lo que la sagrada palabra aparece examinando son
tipos de alma, todos meritorios, uno que tiende al bien a través de la enseñanza, otro
conducido por su misma naturaleza y otro mediante la ejercitación. Sus nombres son
Abraham, Isaac y Jacob respectivamente, y son símbolo el primero de la virtud adquirida por
la enseñanza, el segundo de la brindada por la naturaleza y el tercero de la lograda con la
ejercitación.

53. Empero, preciso es tener presente que cada uno de ellos participa de las tres cualidades,
pero lleva el nombre conforme con la que de manera relevante prevalece en él. Porque ni la
enseñanza puede alcanzar su perfección sin la natural disposición y la ejercitación; ni la

224
naturaleza es capaz de llegar a su plenitud sin la enseñanza y la ejercitación; ni la práctica
tampoco, si no se cimenta sobre la base que le proporcionan la naturaleza y la enseñanza.

54. Con todo fundamento, pues. Moisés establece el estrecho parentesco entre estas tres cosas
(hombres si nos atenemos a la letra, pero, como dije, virtudes en realidad) que son la
enseñanza, la naturaleza y la ejercitación, a las que con otro nombre los hombres denominan
gracias, las que son también tres. Llámanlas así o bien porque estas tres potencias son gracias
brindadas por Dios a nuestra especie para alcanzar la perfección de la vida, o bien porque
ellas se han dado a sí mismas al alma racional como el don perfecto y más excelente. De esta
manera el eterno nombre manifestado en las sagradas revelaciones aparece referido no ya a
tres hombres reales sino, más bien, a las tres dichas potencias.

55. Es que mientras la naturaleza humana es perecedera; la de las virtudes, en cambio, es


imperecedera; y es más razonable que lo que es eterno sea predicado acerca de las cosas im-
perecederas que acerca de las mortales, ya que lo imperedecero es afín a la eternidad, mientras
que la muerte es enemiga de ésta.

56. XII. Ahora bien, tampoco es dable ignorar lo siguiente: mientras Moisés presentó al
primer hombre, el formado de tierra, como padre de los engendrados hasta el diluvio, y a Noé,
que con toda su familia fue el único sobreviviente de semejante destrucción en atención a su
justicia y nobleza de alma, como padre de la nueva raza de hombres que comenzaría a multi-
plicarse nuevamente; las sagradas palabras atribuyen a esta insigne y valiosísima trinidad la
paternidad de una única especie, a la que se califica de "real", de "sacerdocio" y de "raza
sagrada".19
19
Ex. XIX, 6.

57. El nombre de dicha especie manifiesta su relevante condición. Llaman, en efecto, a esta
raza en lengua hebrea Israel, nombre que, traducido, significa "el que ve a Dios". Ahora bien,
si la visión que nos proporcionan los ojos es la más excelente de todas las percepciones, ya
que sólo por ella son aprehendidas las cosas más excelentes de la realidad, el sol, la luna y
todo el cielo y el mundo, la visión de la inteligencia, elemento rector del alma, sobrepasa a
todas las demás facultades de la inteligencia. Dicha visión es la sabiduría, la cual es la vista
del entendimiento.20
20
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 46.

58. Aquel al que ha sido concedido no sólo el aprehender mediante el conocimiento todo lo
demás que hay en la naturaleza, sino también el ver al Padre y Hacedor de todas las cosas,
tenga por seguro que ha alcanzado la cima de la felicidad. Porque nada hay más alto que Dios,
y, si alguien, extendiendo la mirada del alma, ha llegado hasta Él, niegue que le sea dado
quedarse y mantenerse firme donde está.

59. Porque, mientras los caminos escarpados son fatigosos y pesados; el impulso en
pendiente, sin demasiado pronunciado declive, es rápido y facilísimo, y muchas resultan ser
las fuerzas que llevan hacia abajo, aunque ninguna de ellas prevalece cuando Dios sostiene al
alma mediante Sus potencias y la conduce hacia Sí con una atracción más potente aún.21
21
Más potente que aquellas fuerzas que arrastran hacia abajo.

60. XIII. Queda, pues, dicho con lo que antecede cuanto era preciso decir acerca de los tres en
común. Lo que sigue se ha de referir a aquellos aspectos en que cada uno se destacó
separadamente. Comenzaremos por el primero. Abraham, pleno de celo por la piedad, la más

225
excelsa y grande de las virtudes, se esforzó por seguir a Dios y ser obediente a Sus mandatos,
entendiendo por tales no sólo las prescripciones reveladas oralmente o por escrito, sino
también las manifestadas a través de la naturaleza mediante más claros signos, las que capta el
más veraz de los sentidos,22 y no el inseguro e indigno de confianza oído.
22
La vista.

61. Cualquiera, en efecto, al contemplar el orden de la naturaleza y la organización, superior a


toda ponderación, por la que rige el mundo, aprende, sin que nadie se lo diga, a vivir una vida
ordenada y pacífica, mediante la contemplación de tales bellezas con ánimo de asimilarlas.
Pero las más claras muestras de la piedad de Abraham son las que contienen las sagradas
escrituras. Hemos de referirnos primeramente a la que figura primero.

62. XIV. Habiéndole impuesto un oráculo la obligación de abandonar su país, parientes y casa
paterna y emigrar, él, considerando que la celeridad en el cumplimiento de lo ordenado era
condición básica de su perfecta ejecución, se apresuró a hacerlo con toda prisa, no como quien
se apresta a abandonar su país hacia tierra extraña sino como quien retoma desde tierra
extranjera hacia su país.

63. ¿De qué otro hubiera cabido esperar que fuera tan firme y decidido que no cediera y
sucumbiera ante la atracción de los parientes y la patria, siendo así que el apego a éstos nace y
crece, podríamos decir, con cada uno y está consustanciado con nosotros tanto o más que las
partes que componen nuestro ser?

64. Así lo atestiguan los legisladores, los que para aquellos que han sido convictos de los más
grandes delitos han establecido la pena de destierro como pena que sólo a la de muerte cede
en severidad; aunque, a mi parecer, no es menos severa que la muerte, si nos atenemos al
dictado de la verdad, sino mucho más penosa, por cuanto la muerte es, al fin y al cabo, el
término de las desgracias, en tanto que el destierro es el comienzo, no el fin, de nuevas
desdichas, y en lugar de una sola muerte que acaba con los dolores acarrea innumerables
muertes a los que conservan sus sentidos.

65. Algunos se hacen a la mar o bien en viajes de negocio movidos por el deseo de ganancias
o bien como embajadores o bien por amor a la cultura para ver las cosas de otros países. A
todos ellos los mueven motivos para residir en el extranjero, a unos las ganancias, a otros la
posibilidad de beneficiar a su país en los asuntos más vitales e importantes, si se dan las
ocasiones propicias, a otros el conocimiento de aquello que anteriormente ignoraban,
conocimiento que proporciona al alma goce y provecho, ya que la misma diferencia hay entre
quienes viajan y los que permanecen en su tierra que entre los dotados de aguda visión y los
ciegos. Y con todo, todos ellos están impacientes por ver la tierra natal, besar y abrazar a los
familiares y gozar de la gratísima y sumamente apetecida vista de allegados y amigos; y a
menudo, viendo que los negocios que motivaron el viaje se prolongan demasiado, los
abandonan impelidos por el irresistible deseo de las cosas que les tocan de cerca.

66. Pero el caso de Abraham fue distinto. Escuchó el mandato y partió al instante con unos
pocos o aun solo. Su emigración no era corporal sino del alma, y el amor por las cosas del
cielo dominaba al apego hacia las cosas mortales.

67. Y así, sin preocuparse por nada, ni por los de su tribu, ni por los de su demo, ni por sus
compañeros, ni por sus amigos, ni por cuantos le estaban emparentados por línea paterna o
materna, ni por su patria, ni por las costumbres ancestrales, ni por la mesa común ni por la

226
vida hogareña, seres y cosas que poseen un poder de atracción que llama y es difícil de
resistir, se marcha sin dilación alguna movido por espontáneos y libres impulsos. Primero
emigró de la tierra de los caldeos, tierra dichosa y en la cumbre de su prosperidad por aquellos
tiempos, hacia Harrán; luego, no mucho tiempo después, partió de allí hacia otro lugar del que
hablaremos después de decir algo más sobre lo que nos ocupa.23
23
Gen. XI, 31, y XII, 5.

68. XV. Las migraciones indicadas fueron llevadas a cabo por un hombre sabio, según el
sentido literal de la escritura; pero, de acuerdo con las leyes de la alegoría, lo fue por un alma
amante de la virtud en busca del verdadero Dios.

69. Los caldeos, en efecto, aplicados más que otro pueblo alguno al estudio de los astros y
relacionando todas las cosas con los movimientos de los mismos, han supuesto que el curso
de los fenómenos del mundo está regido por influencias contenidas en números y
proporciones numéricas, y se han forjado una elevadísima opinión acerca de la naturaleza
visible, sin tener en cuenta absolutamente la naturaleza aprehensible por la inteligencia e
invisible; e investigando las condiciones de dichos números y proporciones en relación con
las revoluciones del sol, la luna y los otros planetas y estrellas fijas, con los cambios de las
estaciones anuales y con la interdependencia entre los fenómenos celestes y los terrestres,
llegaron a suponer que el mundo mismo es Dios, comparando profanamente lo creado con el
Creador.

70. Abraham, que había sido formado en esta creencia y que había permanecido por largo
tiempo en tierra caldea, abriendo el ojo del alma, como quien despierta de un profundo
"sueño, y comenzando a ver la pura claridad en vez de la espesa sombra, marchó tras la luz y
observó lo que no había contemplado antes, es decir, que cierto Conductor y Piloto preside al
mundo, dirige sin peligros Su propia obra y ejerce el cuidado y la vigilancia de ésta y de todas
las partes de ella que merecen la Divina atención.

71. Y así, para que en su entendimiento cobrara mayor firmeza y seguridad la visión que le
había sido revelada, la sagrada palabra la confirma diciéndole: "Las grandes cosas se conocen
muchas veces, amigo, por el esbozo que de ellas proporcionan las más pequeñas, y con la
vista puesta en éstas el observador acrecienta su visión en proporciones ilimitadas. Abandona,
pues, a los que rondan por los cielos, deja la ciencia caldea, y aléjate por un corto tiempo de la
más grande de las ciudades, es decir, de este mundo, hacia una más pequeña, a través de la
cual te será posible hallar al Supervisor del universo".

72. Tal es la razón por la que se le prescribe la primera emigración, desde el país caldeo hacia
Harrán. XVI. "Harrán" significa en lengua griega "agujeros".24 Simbólicamente representa los
lugares donde están ubicados nuestros sentidos, a través de los cuales, como a través de
orificios, cada uno de ellos escudriña naturalmente para la aprehensión de lo que le
corresponde.
24
Ver Sobre la migración de Abraham, 176 y ss., y Sobre los sueños I, 41 y ss.

73. Pero cabría preguntarse lo siguiente. ¿Qué utilidad proporcionarían éstos, si no estuviera
la invisible inteligencia, como un titiritero, para hacerse oír desde dentro mediante sus
facultades, ora aflojando y dejándolas sueltas, ora reteniéndolas y controlándolas con energía,
y haciendo que sus muñecos unas veces se muevan armónicamente y otras se mantengan
quietos? Si tienes presente este ejemplo, fácilmente conocerás aquello cuyo conocimiento
anhelas alcanzar.

227
74. No puede ser, en efecto, que, habiendo en ti una inteligencia establecida como rectora, a la
cual acata toda la comunidad del cuerpo y sigue cada uno de los sentidos, el mundo, es decir,
la obra más hermosa, grande y perfecta, del que todas las demás cosas no son sino partes,
carezca de un rey que le dé cohesión y guía según los dictados de la justicia. Por el hecho de
que este rey sea invisible no te asombres; porque tampoco en tí la inteligencia es visible.

75. Quien reflexiona sobre estas cosas y recoge enseñanzas no de fuentes distantes sino de
cerca, de sí mismo y de lo que atañe a su ser verá con claridad que el mundo no es el Dios
supremo sino una obra del Dios supremo y Padre de todas las cosas, el cual, aunque invisible,
todo lo hace manifiesto revelando las naturalezas de las cosas pequeñas y de las grandes.

76. Dios no consideró justo, en efecto, ser aprehendido por los ojos del cuerpo, quizá porque
era contrario a la santidad el que lo mortal tuviera contacto con lo eterno o quizá también a
causa de la debilidad de nuestra vista. Porque ésta no hubiera sido capaz de recibir las
claridades que emanan de aquel Que Es, cuando ni siquiera es capaz de mirar de frente los
rayos del sol.

77. XVII. Un clarísimo testimonio de la emigración de la inteligencia desde la astrología y la


opinión caldaica lo hallamos en las palabras que siguen a propósito de la partida del sabio.
"Dios", dicen, "fue visto por Abraham" (Gen. XII, 7). Esto demuestra que Dios no se le había
mostrado antes de esta ocasión, es decir, cuando movido por el espíritu caldeo tenía su
pensamiento fijo en los rítmicos movimientos de los astros, sin llegar en absoluto a
aprehender fuera del mundo y de la sustancia sensible una naturaleza armoniosa y perceptible
por la inteligencia.

78. Pero, después que hubo partido y cambiado de residencia, por fuerza hubo de conocer que
el mundo es subordinado y no soberano, que no es gobernante sino gobernado por su Hacedor
y Causa, cosa que su entendimiento, recobrada la visión, vio entonces por primera vez.

79. Antes, en efecto, una intensa obscuridad había sido derramada sobre ella por las cosas
sensibles, y sólo con dificultad pudo disipar esa obscuridad gracias a ardientes e inflamadas
doctrinas, y recibir, como bajo la serena claridad del cielo, la visión de Aquel que hasta
entonces le era vedado e invisible. Éste, movido por Su amor hacia el hombre, cuando el alma
es aproximada hacia Él, no le volvió la faz, antes bien, salió a su encuentro y le mostró Su
propia naturaleza, en la medida en que al que la veía le era posible ver.

80. Es por eso por lo que se dice, no que el sabio vio a Dios, sino que "Dios fue visto" por el
sabio. Era,. en efecto, imposible que alguien pudiera por sí mismo aprehender al
verdaderamente Existente, a menos que Éste Se manifestase y revelase a Sí mismo.

81. XVIII. Atestiguan, asimismo, lo dicho la alteración y cambio de su nombre. Su nombre


original, en efecto, era Abram, pero en adelante fue llamado Abraham.25 Si nos atenemos al
sonido, no ha habido más que una reduplicación de un sonido, el alfa; pero por su sentido lo
que se ha puesto de manifiesto es un cambio importante como hecho y como doctrina.
25
Gen. XVIII, 5. Ver Sobre los querubines 4 a 7; Sobre los gigantes 62 a 64, y Sobre los
cambios de nombres 66. En griego Abraham se escribe Abraam, lo que explica que Filón diga
que la única modificación de una. a otra forma (Abram - Abraam) es la duplicación de la a.

82. En efecto, "Abram" significa "elevado padre", en tanto que "Abraham" quiere decir

228
"elegido 26 padre del sonido". Lo primero pone de manifiesto al que llamamos astrólogo y
meteorólogo, al que dedica sus afanes a las doctrinas caldeas tal como un padre lo haría con
sus hijos; lo segundo alude al hombre sabio.
26
O selecto.

83. Con el término "sonido" simbolízase la palabra hablada; con "padre", la rectora
inteligencia,, ya que el pensamiento íntimo es por naturaleza padre del pensamiento expre-
sado, precediéndolo en el tiempo y siendo el oculto sembrador de cuanto la palabra ha de
expresar; con "elegido" señálase figuradamente al hombre virtuoso, puesto que, así como el
carácter ruin es vulgar y confuso, el carácter bueno es selecto, escogido entre todos por su
mérito superior.

84. Ahora bien, al entregado al estudio de los astros parécete que nada en absoluto existe
superior al mundo, al que atribuye el origen de cuanto llega a existir. El sabio, en cambio,
mediante una observación más prolija ve algo perceptible solo por la inteligencia y superior
en perfección rigiendo y gobernándolo todo, como amo y piloto de todas las otras cosas; y
ante ello, se echa en cara severamente su pasada existencia, entendiendo que ha sido una vida
ciega la que ha llevado, sin otro apoyo que el mundo de los sentidos, cosa insegura e inestable
por naturaleza.

85. La segunda migración que el hombre de bien emprende, también obedeciendo a un


oráculo, ya no es desde un estado a otro estado, sino hacia una región desierta,27 en la cual
anda errante sin que en momento alguno se muestre descontento por su peregrinar y la
inseguridad que le acarrea.
27
Gen. XII, 9.

86. Y sin embargo, ¿qué otro no se hubiera enojado no sólo por ser alejado de su propio país
sino también por ser conducido por sendas intransitables y penosas? ¿Quién no hubiera dado
marcha atrás y retornado de prisa hacia su casa, haciendo poco caso de las futuras esperanzas
y ansiando escapar de la presente indigencia, convencido de que es locura aceptar males a la
vista a trueque de bienes por verse?

87. Sólo Abraham se nos presenta animado por sentimientos opuestos a estos, seguro de que
la más grata de las existencias es aquella que transcurre sin la compañía de la multitud. Y es
natural que sea así, puesto que aquellos que buscan a Dios y anhelan hallarlo aman la soledad
que Él ama, y consecuentemente con ello procuran ante todo asimilarse a Su feliz y dichosa
naturaleza.

88. Así pues, en una y otra explicación, la literal, según la cual el relato se refiere a un
hombre, y la alegórica, en la que lo referíamos a un alma, tanto el hombre como el alma
hemos mostrado que eran dignos de nuestro afecto; aquél, porque obedeció Divinos preceptos
y fue apartado de cuanto le era más íntimo; el alma, porque ni persistió indefinidamente en su
engaño ni se afincó en el ámbito de lo sensible ni se aferró a la idea de que el mundo visible
es el sumo y supremo Dios, sino empleó su razón para huir hacia lo alto y contempló una se-
gunda naturaleza, la aprehensible. por la inteligencia, que es superior a la sensible, y además
al Hacedor y Soberano de ambas juntamente.

89. XIX. Estos son los preliminares de la historia del amado de Dios; a ellos siguen hechos en
modo alguno comunes. Pero no a todos les es dado ver la grandeza de los mismos, sino sólo a.
los que gustan de la virtud; a aquellos que, en vista de la grandeza de los bienes que tocan al

229
alma, tienen por norma burlarse de los que provocan la admiración de los más de los hombres.

90. Habiendo, pues, aprobado Dios el hecho relatado, poco más tarde recompensa al hombre
de bien con un gran don, ya que conserva intacto y salvo su matrimonio cuando éste corre
peligro ante las asechanzas de un hombre poderoso e incontinente.28
28
Gen. XII, 10 a 20.

91. El motivo de este atentado tuvo el siguiente origen. Habiendo tenido lugar malas cosechas
durante un prolongado período, unas veces a causa de una grande y excesiva lluvia, otras por
la sequía y las tormentas, las ciudades de Siria, agobiadas por una permanente carestía de
alimentos, hallábanse despobladas de sus habitantes, los que estaban dispersos unos por unas
partes otros por otras en procura de alimento y para proveer a sus necesidades.

92. Habiendo Abraham tenido noticia de que en Egipto había una cosecha y prosperidad
inagotable, puesto que el río con sus crecidas había convertido los llanos en zonas anegadas
en época oportuna, y vientos propicios habían favorecido y procurado una fecunda siembra;
se puso en marcha con toda su familia.

93. Era su mujer de una bondad suma de espíritu y sobresaliente por su belleza corporal entre
las de su tiempo. Al verla y admirar su belleza los magistrados egipcios, que nada se les pasa
inadvertido a los encumbrados, hiciéronlo saber al rey.

94. Éste la hizo comparecer ante él y, habiendo visto su rostro incomparable, en poco tuvo la
decencia y las leyes establecidas sobre el respecto a los extranjeros; antes, dando rienda suelta
a su incontinencia, determinó tomarla como esposa de palabra y cubrirla en realidad de
vergüenza.

95. Ella, hallándose en tierra extranjera a merced de un déspota incontinente y cruel y care-
ciendo de quien la protegiese, pues su esposo nada podía hacer en su favor, impedido, como
estaba, por el terror hacia la terrible amenaza de los más poderosos, huyó en compañía de éste
a refugiarse en la última alianza que le quedaba, la de Dios.

96. Dios, que es bondadoso, clemente y protector de los injustamente tratados, sintió piedad
por los extranjeros e infligió al rey las más intolerables penas y dolorosos castigos, llenando
su alma y su cuerpo de toda clase de incurables males, al punto de que todas sus apetencias de
placer desaparecieron dejando lugar a los opuestos cuidados sobre cómo verse libre de los
inacabables tormentos por los que día y noche era oprimido y sumido en la desgracia.

97. Participó de su castigo toda su mansión,. ya que ninguno se había indignado ante el
ultraje, y todos fueron. prácticamente cómplices en la iniquidad al consentirlo.

98. De esta manera fue preservada la castidad de la esposa, en tanto que la nobleza y piedad
del esposo fue considerada por Dios digna de ser públicamente manifestada, para lo cual le
concedió la más alta de las distinciones, la de que su matrimonio, que había estado en
inminente peligro de ser violado, permaneciera intacto y sin ultrajes; ese matrimonio, del que
habría de nacer no un corto número de hijos e hijas, sino toda una raza, y la raza más amada
por Dios, la que ha alcanzado el don del sacerdocio y la profecía para beneficio, entiendo yo,
de toda la especie humana.

99. XX. He escuchado también a hombres dedicados al estudio de la naturaleza,29 quienes

230
interpretaban este pasaje alegóricamente, y no sin acierto. Aseguraban que el esposo simbo-
liza a la inteligencia noble, conjeturando, por el sentido que encierra la interpretación de su
nombre,30 que se trata de una noble disposición del alma; en tanto que su esposa es símbolo
de la virtud, siendo su nombre Sara en caldeo, pero "soberana" en griego,31 ya que nada es
más soberano y dominante que la virtud.
29
O Dios, pues en el pensamiento filoniano es tan estrecho el vínculo entre Dios y la
naturaleza, que en numerosos pasajes el término naturaleza está empleado como sinónimo de
Dios.
30
Abraham = elegido (o selecto) padre del sonido.
31
Ver Sobre los querubines, 8, y Sobre los cambios de nombres, 77.

100. Ahora bien, en un matrimonio cuya unión se cimienta en el placer la relación resulta ser
entre cuerpos; en uno, en cambio, unido por la sabiduría esta relación tiene lugar entre
pensamientos que tienden a alcanzar la purificación y las virtudes perfectas. Dichos
matrimonios son diametralmente opuestos entre sí.

101. En el matrimonio corporal el ser masculino pone la simiente y el ser femenino la recibe;
en la unión dentro del alma ocurre lo contrario: la virtud, que aparenté mente ocupa el lugar
de la esposa, tiene como función natural el sembrar buenos consejos, elevados pensamientos y
sugerencias contenidas en doctrinas en extremo provechosas para la vida; en tanto que el
pensamiento, aunque se considera que ocupa la posición del esposo, es quien recibe las santas
y Divinas simientes. Aunque quizá lo que acabamos de decir sea un error derivado del engaño
implícito en los nombres, ya que inteligencia tiene forma masculina, y virtud forma
femenina.32
32
En griego noús = inteligencia, es masculino, en tanto que arete = virtud, es femenino, y
mientras la terminación os de noús (contracto de noos) pertenece generalmente a sustantivos
masculinos y adjetivos en género masculino, la terminación e (alargamiento ático de a) indica
género femenino.

102. Sin embargo, si alguien quisiere desembarazar los hechos de las denominaciones que los
obscurecen y observarlos claramente en su desnudez, verá que la virtud es masculina por na-
turaleza en cuanto que es ella quien mueve y dispone y sugiere nobles concepciones sobre
nobles hechos y palabras; mientras que la inteligencia es femenina, como que es movida,
enseñada y ayudada, y en general pertenece a la categoría pasiva, siendo la pasividad su única
garantía de preservación.

103. XXI. Pues bien, todos los hombres, aun los más ruines, honran y ponderan de palabra a
la virtud sin pasar más allá de las apariencias; pero sólo los hombres de bien se ajustan a sus
prescripciones. Y así el rey de Egipto, que es el símbolo de la inteligencia amante del cuerpo,
finge como un actor de teatro y simula una falsa vinculación con la castidad, pese a ser un
impuro; con la templanza, no obstante ser un incontinente; y con la justicia, a pesar de ser un
injusto; y en su deseo de ganar reputación ante la multitud llama hacia sí a la virtud.

104. Al ver esto Dios, el Supervisor, pues sólo a Dios le es dado ver al alma, se irritó, rechazó
y oprimió al simulador carácter con las penas más torturantes. ¿De qué instrumentos se sirve
para estas torturas? Pues, sin duda alguna, de las diferentes partes de la virtud, las que,
penetrando en él, lo maltratan e hieren penosamente. La frugalidad es, en efecto, una tortura
para la avidez, y la moderación lo es para la incontinencia, en tanto que el engreído padece
ante el florecer de la modestia; y el injusto, cuando la justicia es alabada.

231
105. Es, en efecto, imposible que residan en una misma alma dos naturalezas hostiles, como
son el vicio y la virtud; razón por la cual cada vez que ambos se reúnen, surgen con ello
sediciones y guerras sin posibilidad de acuerdo y conciliación, a pesar de que la naturaleza de
la virtud es sumamente pacífica, y además preocúpase, según dicen, cuando se apresta a entrar
en contienda por medir antes sus propias fuerzas, de modo de salir a la palestra solo en caso
de sentirse con fuerzas para imponerse en la pelea; y de no osar siquiera dar comienzo al
choque si resulta demasiado débil la fuerza con que cuenta.

106. Porque mientras la derrota no resulta vergonzosa para el vicio por cuanto la deshonra es
connatural en él, para la virtud es un baldón ya que nada es más propio de ella que el
renombre que le ha ganado el hecho de o resultar victoriosa o al menos permanecer sin
derrotas.

107. XXII. Queda referido lo relativo a la falta de hospitalidad y a la incontinencia de los


egipcios. En cuanto a aquel que fue objeto de tales insidias,33 es digno de admiración por su
amor al prójimo. Era mediodía cuando vio tres viajeros bajo la apariencia de hombres, pues la
naturaleza más próxima a la Divinidad propia de los mismos no le era dado ver. Corrió hacia
ellos y con comedido gesto les rogó que no pasaran de largo ante su tienda, sino, como
correspondía, entrasen y participaran de su hospitalidad. Ellos, que veían, no tanto por sus
palabras cuanto por su sentir, que decía la verdad, asintieron sin vacilar.
33
Para los parágrafos 107 a 118 ver Gén. XVIII.

108. Él, con el alma llena de gozo, se aplicó diligentemente a preparar la recepción sin
demora, y dijo a su mujer: "Date prisa, y cuece bajo las cenizas tres medidas de pan" (Gen.
XVIII, 6). Por su parte él, dirigiéndose hacia los rebaños, trajo un ternero tierno y carnoso y lo
entregó a un siervo, que lo sacrificó y preparó con toda premura.

109. Nadie, en efecto, en la morada del sabio es lento en la demostración de afecto al prójimo:
mujeres y hombres, esclavos y libres están llenos de celo por atender a los convidados.

110. Festejados éstos, no tanto con los manjares preparados para ellos cuando con la
deferencia del huésped y con una grande e ilimitada liberalidad, le conceden una recompensa
que sobrepasa cuanto podía esperar al prometerle el nacimiento de un hijo legítimo, el que
tendría lugar el ano próximo. Tal promesa fue hecha por boca de uno de los tres, del más
eminente, ya que repugna a la sensatez el que todos hablen a una y a un tiempo, siendo lo
apropiado que hable uno y los demás den su asentimiento.

111. Pero Abraham y Sara, ante lo increíble del hecho, no toman en serio la promesa, por
cuanto ya han sobrepasado los años de la fecundidad y lo avanzado de la edad les ha hecho
perder la esperanza del nacimiento de un hijo.

112. Y así, la escritura dice que la esposa al principio se rió, y que después, cuando ellos
dijeron: "Nada es imposible con Dios" (Gen. XVIII, 14), se avergonzó y negó haberse reído.
Sabía, en efecto, que con Dios todas las cosas son posibles pues había aprendido esta doctrina
casi desde los pañales ya. 113. En ese momento, creo yo, advirtió por primera vez en los que
tenía ante sus ojos un aspecto distinto y más imponente, un aspecto de profetas o ángeles,
aunque habían transformado su naturaleza espiritual y anímica en forma humana.34
34
Sobre otras interpretaciones de esta risa de Sara, ver en este mismo tratado el parágrafo
112, y también Interpretación alegórica III, 217 y ss., y Sobre los cambios de nombres, 116.

232
114. XXIII. Queda, pues, descripta la hospitalidad de Abraham, la que es una virtud derivada
de otra mayor. Esta es la piedad, de la que ya hemos hablado antes, y cuya demostración más
clara se halla en lo que acabamos de narrar, aun cuando al referirnos a los extranjeros lo
hemos hecho como si se tratase de seres humanos.

115. Algunos han sostenido que es una morada feliz y dichosa aquella en la que se da el caso
de que hombres sabios se detengan y residan un tiempo, ya que tales hombres no se habrían
dignado ni a mirarla de lejos siquiera, en caso de haber visto en las almas de los que la habitan
alguna pasión incurable. Si eso es así, yo no sé cómo expresar la felicidad y dicha
incomparables de aquella morada en la cual no han tenido inconveniente en detenerse y
recibir hospitalidad de parte de hombres ángeles, es decir, sagradas y Divinas naturalezas,
servidores y lugartenientes del supremo Dios, a los que Este emplea como embajadores para
comunicar a nuestra raza cuanto desea preanunciar.

116. ¿Cómo, en efecto, se hubieran avenido en absoluto a entrar, si no hubieran sabido que
todos .sus moradores, cual una bien ordenada tripulación de una nave, respondían obedientes
a una sola orden de quien, a modo de piloto, los dirigía? ¿Y cómo hubieran dado lugar a la
idea de que se les agasajase y brindase hospitalidad, a menos que considerasen que el que les
brindaba el agasajo era un familiar y compañero de servidumbre de ellos, que había buscado
refugio en el mismo Señor al que ellos servían? No cabe sino suponer que a la llegada de ellos
todas las partes de aquella casa habían realizado ya progresos apreciables en orden al bien
habiendo sobrevenido en ella cierto soplo inspirador de una perfectísima virtud.

117. El ágape fue como correspondía que fuese; los convidados mostraron ante su huésped la
sencillez propia de una mesa cordial, dirigiéndose a él de la manera más franca y adecuando
sus pláticas a la ocasión.

118. Maravilla es que estos, que ni beben ni comen, den la impresión de estar bebiendo y
comiendo. Pero esta es una cuestión secundaria; el primer y más extraordinario prodigio es
que, siendo incorpóreos, hayan tomado forma humana en obsequio del hombre de bien. ¿Qué
motivo hubo, en efecto, para que tal milagro tuviera lugar, salvo el procurar al sabio mediante
una visión suficientemente clara la percepción del hecho de que al Padre no se Le pasaba por
alto su condición de hombre sabio?

119. XXIV. Lo expuesto es suficiente en cuanto a la explicación literal del relato; y


corresponde que comencemos con la interpretación alegórica. Las palabras pronunciadas son
símbolos de las cosas aprehendidas sólo mediante el entendimiento. Cada vez, pues, que el
alma, como en pleno mediodía, es iluminada por Dios, y toda ella en todas sus partes se torna
sin sombras, saturadas de luz intelectual por los rayos que en torno se derraman, aprehende
una triple imagen de un único objeto, una que corresponde a la realidad y las otras dos que
son como sombras proyectadas desde ella; algo semejante a lo que nos sucede también a
veces a quienes vivimos envueltos en la luz sensible, pues a menudo los objetos fijos o
móviles proyectan sombras dobles simultáneamente.

120. Mas, nadie piense que ha de tomarse en sentido literal lo de las sombras atribuidas a
Dios. Se trata de un modo de expresarse con miras solamente a hacer más clara la
comprensión del hecho expuesto, ya que la verdad no es esa realmente.

121. Más bien, como podría decir alguien, colocándose muy próximo a la verdad, lo que
sucede es que el Padre del universo. Aquel a quien las sagradas escrituras designan con el

233
nombre propio de "el Que Es", ocupa el lugar central, mientras a uno y otro lado de Él se
encuentran las potencias de mayor jerarquía y más próximas al Que Es, vale decir, la creadora
y la real. La creadora recibe el título de Dios,35 por cuanto ella ha establecido y ordenado el
universo; la soberana, el de Señor, pues es ley que el Hacedor gobierne y controle lo que él ha
hecho.
35
Como en otros pasajes Filón asocia el nombre theós = Dios, con el verbo theínai = colocar,
establecer, hacer.

122. Escoltado, pues, el Ser central por una y otra potencia presenta al entendimiento dotado
de visión unas veces el aspecto de uno solo, otras el de tres; de uno cuando la inteligencia se
halla purificada en sumo grado y, dejando atrás no solo la restante multitud de los números,
sino también el dos, que es vecino de la unidad, se lanza presurosa hacia la forma sin mezcla,
sin vínculos y que, bastándose a sí misma, no ha menester de otra cosa alguna en absoluto; de
tres cuando, no iniciada aún en los más altos misterios, participa todavía de los ritos menores
y no es capaz de aprehender al Que Es sólo en Sí mismo, aparte de cualquier otro, pudiendo
sólo hacerlo a través de sus actos, o como creador o como gobernante.

123. Esta disposición de espíritu es, pues, como dicen, una navegación de segundo orden,36 lo
cual no es óbice para que tenga parte en el modo de pensar grato a Dios. La primera, empero,
es decir, la superior, no participa simplemente, sino ella misma es ese pensamiento que
complace a Dios, o más bien es la verdad misma, más elevada aún que un modo de pensar,
más estimada que cualquiera opinión. Pero convendrá que expongamos la interpretación de
una manera más accesible.
36
Expresión proverbial.

124. XXV. Tres son las clases de caracteres humanos; y a cada una de ellas le está asignada
como propia una de las misiones mencionadas. A la mejor le ha cabido la visión central, vale
decir, la del Que realmente Existe; a la que le sigue en dignidad le ha correspondido la que se
halla en la derecha, o sea, la de la potencia benefactora, cuyo nombre es Dios; y a la tercera, la
que se halla a la izquierda, o sea, la de la potencia gobernante, llamada Señor.

125. Los caracteres de la clase superior viven consagrados al Que existe por Sí mismo sin la
compañía de otro alguno, y ninguna otra cosa puede apartarlos de Él, puesto que se hallan
orientados, con exclusión de toda otra tendencia, a honrar al Uno. De los otros caracteres unos
son presentados y hechos familiares al Padre a través de la potencia benefactora; otros por
medio de la real.

126. Me explicaré mejor. Los hombres, cuando advierten que otros, que se aproximan a ellos
bajo la capa de la amistad, andan a la caza de ventajas, los miran con malos ojos y les dan la
espalda temerosos de que la estudiada adulación y amabilidad les resulte harto perjudicial.

127. Dios, en cambio, como ningún daño puede alcanzarle, invita complacido a todos los que
se consagran a honrarlo de cualquier forma que sea, considerando que de ninguna manera
debe rechazarse a nadie. Por el contrario, podríamos decir que a aquellos cuya alma es capaz
de oír Dios les hace abiertamente la siguiente revelación:

[128.] "Los primeros de mis premios serán asignados a quienes se consagran a honrarme a Mí
solo por Mí; los segundos, a los que me honran por su propio interés, o bien esperando
alcanzar bienes o bien aguardando obtener la remisión de castigos. Estos, aunque Me sirven
por un provecho y no desinteresadamente, no dejan, sin embargo, de hacerlo dentro del

234
círculo de los Divinos recintos, y no andan extraviados fuera 129. Pero, mientras los premios
asignados a aquellos que Me honran por Mí mismo serán premios de amistad; en cambio, los
reservados para los movidos por el interés no son muestra de Mi amistad sino de que no son
tenidos por extraños. Acepto, en efecto, tanto al que desea gozar de Mi potencia benefactora
para participar de bienes, como a aquel que por temor quiere hacerse propicia a Mi potencia
soberana y dominadora con miras a apartar un castigo, pues no ignoro que, además de no estar
en vías de empeorar, llegarán a ser mejores gracias a su perseverancia en el Divino servicio y
a la práctica de una piedad pura y sin mancha.

130. Efectivamente, por muy diferentes que sean las disposiciones de espíritu que los mueven
a procurar Mi agrado, no se les ha de echar en cara, puesto que tienden a un único objetivo y
un único fin, el servirme."

131. Que la triple 37 visión corresponde, en realidad a un solo objeto es cosa que resulta clara
no sólo de los razonamientos basados en la interpretación alegórica, sino también del sentido
literal del texto que contiene lo que sigue.
37
Gen. XVIII, 2.

132. En efecto, cuando el sabio suplica a los en apariencia viajeros que acepten su
hospitalidad, conversa con ellos, no como si fueran tres, sino como si se tratara de uno solo.
Dice así: "Señor, si verdaderamente he hallado gracia ante ti, no pases de largo ante Tu
siervo". Las expresiones "Señor", "ante ti", "no pases de largo" y las demás como éstas 38 es
natural que se dirijan a una persona y no a varias. Y mientras disfrutaban de la hospitalidad, al
testimoniar sus buenas disposiciones para con el huésped, de nuevo es uno solo el que, como
si allí no hubiera otros más que él, promete el nacimiento de un hijo legítimo de la siguiente
manera: "Retornaré y vendré a verte el año próximo por esta época, y Sara, tu mujer, tendrá
un hijo" (Gen. XVIII, 10).
38
Gen. XVIII, 3.

133. XXVI. De la manera más clara y prolija aclaran lo que estamos exponiendo los párrafos
que siguen.39 El país de los sodomitas, parte de la tierra de Canaán, llamada más tarde Siria
Palestina, estaba llena de innumerables iniquidades, especialmente de las que proceden de la
gula y la lujuria, y erigíase como un baluarte para la inmensa multitud de todos los demás
placeres, por lo que al cabo había sido condenada por el Juez del universo.
39
Para los parágrafos 133 a 141 ver Gen. XIX.

134. Causa de esta desmedida incontinencia resultaba ser para sus habitantes la permanente
abundancia de recursos. Siendo, en efecto, esa región de suelo fértil y bien regado, ofrece una
abundante producción de toda clase de frutos durante el año entero, y "la excesiva abundancia
de bienes es", como no sin acierto dijo alguien, 40 "el comienzo por excelencia de males".
40
Menandro.

135. Incapaces de conformarse con la saciedad, se encabritan como el ganado y apartan de sus
cuellos la ley de la naturaleza, lanzándose tras los excesos de la embriaguez, las mesas
refinadas y los actos sexuales ilícitos. En efecto, no sólo por pasión hacia las mujeres
corrompieron los hogares ajenos, sino además los hombres cubrían a los de su mismo sexo,
sin respetar los que asumían la parte activa la común naturaleza que los ligaba a los que
desempeñaban el papel pasivo; y así, cuando trataron de engendrar hijos púsose en evidencia
que la emisión de semen resultaba inútil para la procreación; descubrimiento, empero, que de
nada les sirvió pues prevalecía en ellos la violenta incontinencia que los dominaba.

235
136. Luego, a fuerza de acostumbrar poco a poco a aceptar desempeñar la parte de las mujeres
a quienes habían nacido hombres, hicieron nacer en ellos el irremediable mal de una
femenina41 enfermedad, ya que no sólo afeminaron sus cuerpos con la lujuria y la
voluptuosidad, sino además contribuyeron a una mayor degeneración de sus almas; y en la
medida en que les era dado hacerlo, a todo el género humano iban corrompiendo. Por cierto
que, si los griegos y los no helenos hubieran a la par compartido esta inclinación por tales
uniones, con el tiempo sus ciudades se hubieran convertido en desiertos, como si las hubiera
despoblado una pestilente enfermedad.
41
La calificación de femenino atribuida al mal resultante de las antinaturales relaciones que
aquí comenta, obedece a las connotaciones negativas o peyorativas con que Filón se
representa al sexo femenino y a lo característico de él, siguiendo en ello el pensamiento
pitagórico sintetizado en la tabla de los pares opuestos, en la que figura la oposición hembra-
macho.

137. XXVII. Pero Dios, movido a piedad por la humanidad, como que es su Salvador y
Amigo, hizo multiplicar en la mayor medida posible las uniones realizadas entre hombres y
mujeres conforme con las leyes naturales con miras a la procreación de hijos, y abominó, en
cambio, y extinguió las uniones desnaturalizadas e ilícitas, y a los apasionados por ellas les
hizo sentir el peso de Su justicia castigándolos no ya con los castigos usuales sino con penas
extraordinarias y desusadas creadas a tal efecto.

138. En efecto, mandó que de improviso el aire se cubriera de nubes y descargara una gran
lluvia, no de agua sino de fuego. Y al precipitarse en continuo e incesante torrente la masa
Ígnea ardieron los campos y los prados, los espesos bosques, la densa vegetación de los
lugares pantanosos y los tupidos matorrales; y ardieron también la llanura y todos los frutos
del trigo y de los otros sembrados; y otro tanto ocurrió con los árboles de la zona montañosa,
los que consumiéronse desde las ramas hasta las raíces.

139. Establos, casas, muros y todos los bienes privados y públicos contenidos en los edificios
ardieron conjuntamente, y en un solo día las populosas ciudades se convirtieron en tumbas de
sus habitantes y las construcciones de piedras y maderas se hicieron cenizas y fino polvo.

140. Y una vez que las llamas hubieron consumido completamente cuanto estaba a la vista
sobre la superficie de la tierra, acto seguido penetraron profundamente en ella e hicieron presa
de ella misma aniquilando la potencia fecundante de su seno hasta hacerlo completamente
estéril, de modo de que ya jamás pudiera en adelante producir ni fruto ni verdor alguno en ab-
soluto. Y hasta nuestros días arde, pues el fuego del rayo no se ha extinguido de modo alguno,
obrando unas veces como agente de destrucción y permaneciendo otras latente.

141. La más clara prueba está aún hoy a la vista, pues una evocación del desastre que tuvo
lugar entonces es el humo que se eleva permanentemente,42 y el azufre que se extrae de las
minas. Y como testimonio de la antigua prosperidad de la región quedan todavía una única
ciudad entre las de la vecindad, y su zona circunvecina, ya que la ciudad es populosa, y la
tierra rica en cereales y pastos, y en general fértil, lo cual atestigua aquel castigo decretado
por la decisión Divina.43
42
De ciertos lugares de la tierra afectada por el desastre.
43
Es decir, el contraste de la ciudad y la tierra vecina con el resto del país es prueba de que la
antigua prosperidad del país entero fue en. aquella zona aniquilada por Dios.

236
142. XXVIII. Pero he mencionado estos detalles no con ánimo de describir las calamidades
sin precedentes dispuestas por el inmenso poder de Dios, sino con el propósito de poner de re-
lieve lo siguiente: que habiendo sido tres los que bajo aspecto humano se aparecieron al sabio,
la sagrada escritura dice44 que solamente dos llegaron a la región hecha desaparecer para ruina
de sus habitantes, no habiendo querido el tercero acompañarlos.
44
Gen. XIX, 1.

143. A mi Juicio, éste no era otro que el verdaderamente Existente, quien entiende que es
apropiado que Él mismo distribuya Sus gracias personalmente, pero que corresponde confiar
la tarea opuesta45 totalmente a sus potencias, como a servidoras suyas, a fin de que se Le
tenga por origen de bienes solamente y no como causa directa de ningún mal. 46
45
Es decir, el castigar o distribuir castigos.
46
La misma idea de que Dios asigna la ejecución de los castigos a Sus subordinados aparece
en Sobre la creación 72 y ss.; Sobre la huida y el hallazgo 68 y ss., y Sobre la confusión de las
lenguas 168 y ss.

144. Esto mismo, a mi parecer, hacen los reyes que imitan el modo de ser Divino; conceden
personalmente los beneficios, pero emplean a otros para imponer los castigos.

145. Ahora bien, como de las dos potencias una era la benefactora y la otra la punitiva,47 es
natural que una y otra hicieran su aparición en la tierra de los sodomitas, ya que de las cinco
ciudades más importantes de ella cuatro estaban a punto de ser abrasadas, pero una iba a
resultar sana y salva, sin experimentar mal alguno; y era preciso que la destrucción tuviera
lugar por intermedio de la potencia punitiva, en tanto que la preservación se realizara a través
de la benefactora.
47
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

146. Mas, como las virtudes de la parte preservada no eran completas y perfectas, recibió sí
beneficios a través de una de las potencias del Que Es, pero no fue considerada digna de
recibir la visión de Él directamente.

147. XXIX. Esta es, pues, la explicación del hecho, exteriormente considerado y para el
común de la gente. Pero en lo que sigue expondremos la interpretación de su sentido profundo
y reservado a unos pocos que indagan sobre las condiciones del alma y no sobre las formas
materiales. Las cinco ciudades simbolizan los cinco sentidos de nuestro ser, vale decir, los
instrumentos de los placeres, los que, pequeños o grandes, llegan a concretarse a través de
ellos.

148. Sentimos placer, en efecto, o viendo las variedades de colores y formas de los objetos
inertes y vivos, o escuchando melodiosos sonidos, o a través del gusto en los alimentos y
bebidas, o por el olfato en los aromas fragantes, o mediante el tacto en las sustancias suaves,
cálidas y también tersas.

149. Ahora bien, de los cinco sentidos tres son los de mayor naturaleza animal y los más
serviles: el gusto, el olfato y el tacto, los cuales provocan de un modo particularísimo la
excitación en los ganados y en los animales salvajes más inclinados a la glotonería y la pasión
sexual, como que durante el día y la noche enteros éstos se saturan insaciablemente de
alimentos o se entregan a los actos sexuales.

150. Los otros dos, la vista y el oído, están relacionados con la filosofía y cumplen un papel

237
de guías. Pero los oídos son en cierto modo más torpes y femeninos que los ojos, los que
animosamente salen al encuentro de los objetos visibles y no se limitan a aguardar hasta que
éstos operen sobre ellos sino anticipan el encuentro y buscan ávidamente actuar sobre los
mismos. Por lo tanto, el oído, en razón de su mayor torpeza y su carácter más femenino, debe
ocupar el segundo lugar; y el primer lugar ha de constituir una especial distinción para la
visión. A ésta, en efecto, la ha constituido Dios en reina de los demás sentidos, colocándola
por sobre todos ellos; y, elevándola como sobre una ciudadela, la ha unido de la manera más
estrecha al alma.

151. Esto cualquiera puede comprobarlo con tener presente las variaciones que la vista
experimenta paralelamente a los cambios del alma. Cuando ésta experimenta una pena, los
ojos se llenan de ansiedad y tristeza; si el alma, en cambio, siente alegría, ellos sonríen y
gozan; cuando el miedo prevalece ellos se llenan de confusa turbación, haciéndose
desordenados sus movimientos, sus parpadeos y sus rotaciones.

152, Si la ira domina al alma, la mirada se toma dura y amenazante;48 en los momentos de
reflexión y meditación sobre algún asunto, se muestra reposada y lejana, casi como
acompañando al entendimiento en sus vuelos; y en los de alivio y relajación, ella relájase al
mismo tiempo y descansa.
48
Literalmente: inyectada de sangre (hyphaimos), la vista o los ojos.

153. Si el que se aproxima es un amigo, con un mirar plácido y sereno le anuncia el grato
mensaje de las buenas disposiciones hacia él; si se trata, en cambio, de un enemigo adviértele
sobre el desagrado que el alma experimenta; y mientras el coraje hace que los ojos parezcan
dos dardos lanzados hacia adelante, la modestia los torna amables y reposados. En pocas
palabras, cabe decir que la vista ha sido forjada como una imagen del alma, y que, gracias a la
perfección del arte que ha producido esa buena copia, ella, como a través de un espejo, refleja
una clara representación de un original que de por sí carece de naturaleza visible.

154. Mas no es sólo por eso, ciertamente, por lo que la excelencia de los ojos supera a los
otros sentidos, sino también porque los otros, en el tiempo en que se está despierto, que no
hay para qué considerar su inacción durante el sueño, funcionan sólo por momentos, como
que, cuando no los mueve alguno de los objetos externos, permanecen inactivos; en tanto que
las actividades de los ojos, mientras están abiertos, son permanentes e ininterrumpidas, sin
que ellos jamás se saturen; con lo que hacen patente el parentesco que los liga con el alma.49
49
Cuya actividad es también permanente.

155. Sin embargo, mientras el alma está siempre en movimiento y en renovada actividad día y
noche, los ojos, como su principal elemento es la carne, han de conformarse con que les haya
sido concedido el don de mantenerse durante la mitad de todo el tiempo y de la existencia
humana ejerciendo las actividades que les son provechosas.

156. XXX. Pero ya es tiempo de que hablemos del aspecto más positivo del beneficio que nos
brindan los ojos. Dios ha hecho que para un solo sentido, la vista, se propague la luz; y la luz
es la más hermosa de las cosas que existen y la primera en ser calificada como un bien en los
libros sagrados.50
50
Gen. I, 4.

157. Ahora bien, la naturaleza de la luz es doble; una, que procede del provechoso fuego, es
perecedera como su fuente, cuyo brillo acaba por extinguirse; la otra es inextinguible e

238
imperecedera, y nos viene desde lo alto del cielo como de una eterna fuente, al derramar sus
rayos cada una de las estrellas. Con una y otra pénese en contacto la vista ya través de ambas
se lanza a la aprehensión más exacta posible de los objetos visibles.

158. Y bien, ¿hemos aún de intentar elogiar a los ojos con palabras, cuando Dios ha erigido en
el cielo esas estelas que son los astros para verdadera alabanza de ellos? Porque, ¿para qué si
no para servir a los ojos y contribuir a la visión han sido creados los rayos del sol, de la luna y
de los otros. astros errantes y fijos?

159. Y así, gracias al empleo de la. luz, el mejor de todos los dones, los hombres contemplan
lo que contiene el mundo: tierra, plantas, animales, frutos, desbordamientos de mares, ríos que
nacen en fuentes de la región y ríos alimentados por las lluvias invernales, variadas clases de
fuentes, de las que unas vierten una corriente de agua fría y otras de agua caliente; las
naturalezas de todos los fenómenos que tienen lugar en el aire, cuyas infinitas formas no
alcanza a expresar la palabra; y, sobre todo, el cielo, que ha sido en verdad forjado como un
mundo dentro del mundo, y las celestiales y Divinas naturalezas que lo adornan. ¿Cuál de los
otros sentidos, entonces, puede jactarse de recorrer alguna vez tan grandes extensiones?

160. XXXI. Mas, dejemos de lado a los sentidos que no hacen sino engordar en sus pesebres a
esa bestia connatural en nosotros que es la pasión; y examinemos el que pretende tener una
parte en la labor intelectual, el oído. Éste, cuando su carrera es tensa y alcanza los límites de
sus posibilidades, es decir, cuando la violencia de los vientos y el estrépito de los truenos
hacen llegar a los oídos el eco del fuerte huracán y el terrible estruendo, se detiene en el aire
que rodea la tierra.

161. En cambio, los ojos abandonan la tierra y en un instante se adelantan hasta el cielo y los
límites del universo, hacia el levante, el poniente, el septentrión y el mediodía, y, ya de vuelta,
conducen al entendimiento a la observación de aquello que ellos han visto.

162. Y el entendimiento, tras recibir la impresión más aproximada, no se queda tranquilo;


lejos de eso, como nunca se da reposo ni permanece quieto, tomando la vista como punto de
partida para poder observar las cosas de su esfera, se aboca a investigar si las cosas vistas son
increadas o tuvieron un principio de creación; si su número es ilimitado o limitado- si hay un
solo mundo o más de uno; si los elementos de todas las cosas son cuatro o si el cielo y lo que
en él existe tienen asignada una naturaleza especial, habiendo recibido una sustancia más
Divina y diferente de las otras.

163. Y además, si el mundo ha sido creado, ¿por quién lo fue? ¿Cuál es la esencia y cuáles las
cualidades del Hacedor? ¿Con qué propósitos lo creó? ¿Qué hace al presente, y qué género de
vida lleva? Y, como estas cuestiones, aborda todas las otras que una inteligencia no vulgar,
siempre de la mano con la sensatez, tiene por costumbre investigar.

164. Ahora bien, estos problemas y los semejantes a ellos pertenecen a la filosofía; por lo que
resulta claro que la sabiduría y la filosofía de ninguna otra de nuestras facultades recibe su
punto de partida, excepto de la soberana de los sentidos, que es la vista;51 el único entre los
sentidos del país corpóreo que Dios, cuando destruyó los cuatro restantes por ser esclavos de
la carne y de las pasiones carnales, conservó en razón de que ella tuvo fuerza suficiente para
mantener el cuello erguido y contemplar y descubrir en la contemplación del mundo y lo que
él contiene otros placeres muy superiores a los del cuerpo.
51
Ver Platón, Timeo 47 a.

239
165. Correspondía, pues, que de esta como pentápolis de los cinco sentidos uno solo, la vista,
alcanzara una especial prerrogativa y en medio de la ruina de los restantes fuera preservado,
por cuanto su ámbito no se circunscribe exclusivamente a las cosas mortales, como el de
aquellos, sino tiende a emigrar hacia las naturalezas imperecederas, en cuya contemplación se
complace.

166. Por eso están del todo acertados los oráculos cuando, aludiendo a la vista, presentan a
esta ciudad primeramente como pequeña y luego como no pequeña.52 Pequeña, en efecto,
decimos que es en cuanto constituye una parte diminuta de nuestro ser; pero que es grande por
cuanto aspira a cosas grandes en su anhelo por contemplar el cielo y el mundo todo.
52
Gen. XIX, 20.

167. XXXII.53 Queda expuesto hasta donde nos era posible hacerlo lo concerniente a la visión
que sobrevino a Abraham, y lo tocante a las espléndidas y excelentes muestras de hospi-
talidad, en las que el acogedor dueño de casa, que parecía ser el que agasajaba, fue en realidad
el agasajado. Pero no debemos pasar por alto el hecho más importante y digno de darse a
conocer. Estoy, en efecto, por decir que se trata casi de la acción que sobrepasa a todas
cuantas complacen a Dios. Pero digamos sobre el mismo cuanto viene al caso.
53
Para los parágrafos 167 a 177 ver Gen. XXII, 1 a 19.

168. Un hijo legítimo le es engendrado al sabio por su esposa, hijo amado y único, de suma
belleza corporal y excelente de espíritu. Antes de tiempo, en efecto, dio muestras de poseer
virtudes demasiado perfectas para su edad, al punto de que su padre, no solamente por la
natural afección que sentía por él sino además por una convicción propia de un censor de
costumbres, profesábale una profunda ternura.

169. Tales eran sus sentimientos, cuando de improviso recibió un Divino mensaje jamás
esperado: mandábasele sacrificar a su hijo sobre cierta colina muy elevada, situada a la
considerable distancia de unos tres días de camino de la ciudad.

170. Abraham, aunque ligado al niño por un indecible cariño, ni cambió de color ni sintió
desfallecer su espíritu, sino permaneció firme como antes, sin ceder ni titubear en sus
convicciones. Dominado por el amor a Dios, se sobrepuso con toda energía a todos los
llamados y atractivos de la sangre, y, sin comunicar el Divino aviso a ninguno de los de la
casa, llevando consigo de la numerosa servidumbre solamente dos criados, los más viejos y
leales, partió con el niño, siendo cuatro en total, como para llevar a cabo alguno de los ritos
acostumbrados.

171. Pero, cuando vio a lo lejos, como desde una atalaya, el lugar proscripto, ordenó a los
servidores quedarse y encargó al niño transportar el fuego y la leña, esto último porque
entendía que era justo que la víctima misma condujera los instrumentos para el sacrificio,
peso sumamente liviano, pues nada hay menos trabajoso que la piedad.

172. Y caminando a pasos parejos,54 no tanto con los cuerpos cuanto con los entendimientos
por la corta senda que conduce a la piedad, llegan al lugar fijado.
54
Gen. XXII. Ver Sobre la migración de Abraham. 166 y 167.

173. Allí, mientras el padre reunía piedras para construir un ara, el hijo, viendo preparadas-las
otras cosas para el sacrificio pero no animal alguno, mirando a su padre, le dijo: "He aquí el

240
fuego, padre, y la leña; pero, adonde está la víctima?"

174. Otro que, como él, supiera lo que estaba a punto de llevar a cabo y llevara el alma en-
vuelta en sombras, al oír estas palabras se hubiera llenado de confusión y lágrimas, y el
silencio producto de su extrema emoción hubiera dado indicios de lo que iba a ocurrir.

175. Pero Abraham, sin experimentar alteración alguna ni en el cuerpo ni en el entendimiento,


con la mirada firme y con el pensamiento tranquilo dijo en respuesta a la pregunta: "Hijo,
Dios se encargará de proveer la víctima" (Gen. XXII, 8), 'aún en este vasto desierto, que quizá
te haga desesperar de encontrarla. Pero ten presente que para Dios todo es posible, incluso
aquellas cosas que para los hombres son imposibles e inalcanzables'.

176. Y a la vez que esto decía, tomó con toda presteza a su hijo y lo colocó sobre el altar, y
habiendo tomado el cuchillo con su mano derecha se aprestó a matarlo. Pero Dios, el Sal-
vador, adelantándose a su propósito, impidió que lo concretase, haciendo oír desde el aire Su
orden de detenerse y no tocar al niño. Dos veces llamó al padre por su nombre para hacerlo
volver y retroceder, y así impedir se consumara la inmolación.

177. E Isaac es salvado, al restituir Dios el presente y retribuir con la misma ofrenda con que
la piedad del oferente Le honraba; en tanto que para Abraham su acción, si bien no alcanzó el
fin perseguido, ha quedado registrada como completa y perfecta, y como tal se ha perpetuado
no sólo en las sagradas escrituras sino también en las mentes de los lectores.

178, Sin embargo, los malintencionados, que todo lo critican y tienen por norma juzgar
censurando y nunca elogiando, no comparten nuestra opinión de que lo ejecutado por
Abraham sea grande y admirable.

179. Dicen ellos que muchos otros hombres muy amantes de su familia e hijos también han
entregado sus hijos, unos para ser sacrificados por sus países a título de precio pagado para
evitar guerras, sequías, lluvias excesivas o epidemias; otros, en nombre de algo que se consi-
dera piedad pero que en realidad no es tal cosa.

180. Dicen, ciertamente, que entre los griegos hombres de altísima reputación, no sólo
ciudadanos privados sino también reyes, sin preocuparse mucho por aquellos a quienes habían
engendrado, los entregaron al sacrificio para salvar ejércitos poderosos por su fuerza y
número, si estaban en las filas de los aliados; y para destrozarlos al primer asalto si estaban
alistados entre los enemigos.55
55
La referencia es indudablemente a sacrificios como el de Ifigenia y el de Macana, tratados
por Eurípides en las tragedias Ifigenia en Áulide y Los Heraclidas;

181. Agregan que los pueblos no helenos han admitido durante mucho tiempo los sacrificios
de niños como obra santa y grata a la Divinidad, y que incluso el santísimo Moisés registra
esa abominación, cuando, echándoles en cara esta mancha, dice que "queman a sus hijos e
hijas en honor de sus dioses" (Deut. XII, 31).

182. En la India, prosiguen, los gimnosofistas 56 aún en nuestros días, cuando la larga e in-
curable enfermedad que es la vejez comienza a hacer presa en ellos, antes de que ella se
adueñe completamente de ellos, amontonan una pira y se entregan a las llamas, a pesar de que
podrían seguir viviendo quizá por muchos años. Y no faltan ejemplos de esposas que, al morir
sus esposos antes que ellas, se lanzan gozosas sobre la misma pira y soportan ser quemadas

241
vivas con los cuerpos de aquellos.
56
Es decir, los sabios desnudos de la India, a los que se refieren Plutarco, en la Vida
Alejandro, 64, y otros autores.

183. Es indudable que estas mujeres sí merecen ser admiradas por su valentía, pues encaran la
muerte con una indiferencia sin límites y corren hacia ella ansiosas y sin aliento como si
marcharan hacia la inmortalidad. XXXIV ¿A. qué viene, entonces, el alabar a Abraham como
si hubiera emprendido un hecho sin precedentes, cuando tanto simples particulares, como
reyes, como naciones enteras lo realizan cada vez que la ocasión se presenta?

184. Yo, frente a su mala fe y mordacidad, diré lo que sigue. De los que sacrifican a sus hijos
unos lo hacen por ajustarse a la costumbre, como ocurría en algunos pueblos no helenos,
según se afirma, en tanto que otros lo sacrifican por importantes razones de estado, que
escapan a su arbitrio, ya que sus ciudades y países no están en situación de solucionar por otra
vía sus problemas. De éstos hay quienes entregan a sus hijos por necesidad, forzados por
poderes superiores; y quienes lo hacen deseosos de honra y gloria para ganar prestigio entre
sus coetáneos y buena fama ante la posteridad.

185. Ahora bien, aquellos que los inmolan siguiendo la costumbre, nada grande, como se
advierte, hacen; por cuanto una costumbre de larga data se torna igual a la naturaleza, al punto
de que cosas difíciles de sobrellevar y emprender ella las convierte en ligeras y fáciles,
moderando el exceso de temores.

186. Y cuando se trata de ofrendas hechas por temor, ningún elogio cabe, puesto que el elogio
se registra en el caso de rectas acciones voluntarias, en tanto que las involuntarias dependen
exclusivamente de otras cosas: o bien de ocasiones favorables, o bien de azares o bien de
compulsiones provenientes de los hombres.

187. Y si es por deseo de fama por lo que alguno renuncia a un hijo o a una hija, lo justo es
más bien que se le reproche y no que se le alabe, por cuanto trafica con la muerte de los seres
más queridos para adquirir una honra que, aún en el caso de que ya la poseyere, debería
desechar si estuviese en juego la conservación de sus hijos.

188. Corresponde averiguar, pues, si fue bajo el imperio de alguna de dichas circunstancias:
costumbre, honra o temor, como Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo. Pues bien, en
Babilonia y Mesopotamia y en la nación caldea, en la que aquél creció y pasó la mayor parte
de su vida, no se da la costumbre de dar muerte a hijos, como para pensar que la continua
práctica en ella haya tenido la virtud de amenguar las impresiones de los horrores de tal acto.

189. Ni tampoco tenía nada que temer de parte de los hombres, pues nadie estaba al tanto del
Divino mensaje, revelado sólo a él; ni lo apremiaba ninguna desgracia colectiva, cuyo
remedio debiera venir de la inmolación de un hijo de sobresalientes cualidades.

190. Pero, ¿no le habrá impulsado a consumar el hecho el deseo do ganarse la alabanza de la
multitud? ¿Qué alabanza podía lograr en la soledad, donde nadie estaba presente para poder
divulgar más tarde su fama? Hasta los dos sirvientes habían sido dejados lejos de propósito,
para que no pareciese que llevaba testigos para hacer alarde y ostentación de conducta pia-
dosa.

191. XXXV. Pongan, pues, cerrojo a sus desenfrenadas y difamadoras bocas, controlen la

242
envidia y el odio que llevan consigo contra lo noble, y no desfiguren las virtudes de los hom-
bres que han vivido una buena vida, virtudes que correspondería contribuyeran a ilustrar con
elogios.
Que se trata de un acto realmente digno de alabanza y simpatía, es cosa fácil de ver por varias
razones.

192. En primer lugar, la obediencia a Dios, que a juicio de todas las personas bien
intencionadas es una norma merecedora de todo respeto y esfuerzo, fue practicada de manera
relevante por Abraham, al punto de no descuidar jamás uno solo de los mandatos Divinos, y
sin disgusto ni repugnancia, aun cuando esa obediencia implicara trabajos y dolores. Por eso
frente a la Divina prescripción sobre su hijo se comportó con toda altura y firmeza.

193. En segundo lugar, no existiendo en el país la costumbre de hacer sacrificios humanos,


que quizá existía en otros lugares y que por la constante repetición suele debilitar las
impresiones de sus horrores, el acto que se aprestaba a realizar era el primero en su género allí
y resultaba totalmente novedoso y fuera de lo común, de tal modo que no creo pudiera
sobrellevarlo nadie, aunque tuviera el alma hecha de hierro y acero; que, como dijo alguien,
no es cosa fácil enfrentarse con la naturaleza.

194. Además, habiendo engendrado un hijo legítimo nada más, al punto a la posesión de este
hijo se agregó el sentimiento, también legítimo, de afecto hacia él, sentimiento que en este
caso estaba por sobre todos los amores sanos y por sobre todos los tan celebrados vínculos de
amistad.

195. Contribuía a ello también un poderosísimo incentivo consistente en el hecho de que


había engendrado a su hijo, no en la edad apropiada sino en la vejez. Los progenitores, en
efecto, están locos, por así decir, por los hijos tardíos, a causa o bien de que han ansiado largo
tiempo su nacimiento, o bien de que no esperan tener ya otros por haber la naturaleza detenido
allí su curso como si hubiera llegado a su último y extremo límite.

196. Ahora bien, que un padre de numerosa prole ceda uno cualquiera de sus hijos a Dios a
título de ofrenda, nada tiene de extraordinario, puesto que le quedan los hijos vivos para
brindarle alegrías, y ello constituye un consuelo y un lenitivo-nada despreciables del dolor por
el hijo sacrificado. Pero aquel que no teniendo más que un único y amado hijo, lo entrega,
lleva a cabo un acto superior a toda ponderación, puesto que, sin hacer concesión alguna a los
lazos familiares, coloca todo su peso en el platillo de la balanza del lado de lo que complace a
Dios.

197. El paso siguiente sale de lo común y, prácticamente, constituye un caso único. En efecto,
los otros entregan, es cierto, a sus hijos para ser sacrificados por la salvación de sus países o
ejércitos, pero permanecen en su casa o muy distantes de los altares, o en caso de que se
hallen presentes, vuelven la vista pues no soportan ser testigos, y dejan a cargo de otros la eje-
cución del sacrificio.

198. Abraham, en cambio, el más amante de los padres, da comienzo él mismo, como un
sacerdote, al rito, del sacrificio del más excelente de los hijos en todos los mentidos. Quizá,
ajustándose a la ley, de los holocaustos, hubiera también desmembrado a su hijo para
ofrecerlo miembro por miembro. De esta manera, no repartió 57 su alma entre el hijo la
piedad, sino que la consagró toda, sin exceptuar parte alguna de ella, a la santidad, haciendo
caso omiso del llamado de la propia sangre.

243
57
Filón, pasando de la hipótesis a la concreción del hecho, da por sentado el mérito de
Abraham, como si hubiera consumado el holocausto de su hijo, apoyándose en que en la
voluntad de Abraham se había concretado, aunque la voluntad de Dios impidió su realización
efectiva.

199. ;Cuál de las cosas señaladas puede decirse de otros? ¿Cuál de ellas no resulta
extraordinaria y superior a toda ponderación? Ninguno, pues, como no sea un calumniador y
un malintencionado, puede menos que conmoverse y admirarse ante esta piedad con mucho
inigualada, aunque no se detenga a considerar a la vez todos los puntos que he mencionado,
sino sólo uno de entre todos. En efecto, la representación mental de uno solo de ellos, por
pequeña que sea la forma de la imagen, aunque ninguna obra del sabio es pequeña, resulta
suficiente para poner de manifiesto su grandeza y elevación del alma de Abraham.

200. XXXVI. Pero la explicación literal y manifiesta no es la única que admite el relato que
nos ocupa. A mi parecer éste deja además entrever una interpretación demasiado obscura para
los más, pero reconocible para aquellos que prefieren lo aprehensible por la inteligencia a lo
sensible y son capaces de verlo. Es la siguiente. El que está a punto de ser sacrificado se llama
Isaac en caldeo,58 pero la traducción griega de ese nombre es "risa", si bien no se trata de la
risa que se origina en el cuerpo con las bromas, sino de la sensación de agrado y alegría que
tiene lugar en el entendimiento.
58
Es decir, en hebreo. Ver la nota 3.

202. Esta risa es lo que se nos dice que el sabio sacrifica a Dios como corresponde; con lo que
se da a entender mediante un simbolismo que la alegría sólo a Dios esta íntimamente ligada.
En efecto, mientras la especie humana está sujeta al dolor y vive en el temor de los males
presentes y esperados; de modo que los hombres están o afligidos por los males en que contra
su voluntad se hallan envueltos o estremecidos por la intranquilidad y el temor ante los que
habrán de sobrevenir, la naturaleza de Dios, en cambio, está libre de dolor y temor, y ninguna
pasión cabe en ella, participando solamente de la felicidad y dicha perfectas.

203. Al carácter que ha reconocido esta verdad Dios, que es bienhechor y amigo del género
humano, y tiene desterrada de Sí la envidia, lo premia convenientemente retribuyéndole con
un don en la medida en que la capacidad del receptor lo permite. Hasta podríamos decir que
Se dirige a él en estos términos:

[204.] "Sé claramente que toda alegría y dicha a ningún otro pertenece sino a Mí, el Padre del
universo. Con todo, no me opongo a que hagan uso de Mi propiedad los que la merecen. Pero,
quién puede ser merecedor de ella salvo el que Me siga y siga Mis determinaciones? A éste,
en efecto, le será dado verse libre en el mayor grado posible del dolor y del temor durante su
marcha por este camino, que no pueden recorrer las pasiones y los vicios, y por el que, en
cambio, caminan los buenos sentimientos y las virtudes".

205. Sin embargo, nadie se haga a la idea de que la alegría desciende del cielo a la tierra pura
y sin mezcla de dolor; no, ella es una combinación de ambas cosas, si bien prevalece el
elemento superior. Ocurre lo que con la luz, que en el cielo es pura y sin mezcla de sombra,
pero en las regiones sublunares aparece combinada con la obscuridad del aire.

206. Este es el motivo, creo yo, por el que Sara, que es como decir la virtud,59 si bien al
principio se rió, luego negó la risa ante el que la interrogaba, temerosa de estar apropiándose
de la alegría, que es de Dios exclusivamente y no de mortal alguno. Por eso la sagrada palabra

244
la anima diciéndole: "No tengas temor; te has reído realmente y eres partícipe en la alegría".60
59
Filón considera a Sara como la personificación de la virtud "in genere", como símbolo de la
sabiduría en particular, y como personificación de la soberanía.
60
Gen. XVIII, 12 y 15. Ver el parágrafo 112.

207. Es que el Padre no ha permitido que la existencia del género humano transcurra en medio
de dolores, penas y pesares incurables, y mezcló con ellos elementos de la naturaleza superior,
considerando que es justo que el alma experimente también tranquilidad y paz en
determinados momentos; y quiso además que el alma de los hombres sabios pasase la mayor
parte del tiempo feliz y dichosa en la contemplación del mundo.

208. XXXVII. Acerca de la piedad de Abraham basten estas consideraciones, aunque podrían
agregarse otras infinitas. Pero corresponde que examinemos también sus buenas disposiciones
para con los hombres. La naturaleza que es piadosa es también amable, y en la misma persona
se ponen de manifiesto ambas cosas: la santidad con respecto a Dios y el justo proceder frente
a los hombres. Describir la totalidad de los actos de Abraham en tal sentido sería cosa de
nunca acabar; pero no estará de más mencionar dos o tres.

209. Siendo, como era, dueño de excepcionales riquezas en oro y plata, poseyendo rebaños de
numerosos animales, rivalizando en la abundancia de bienes con los nativos de la región
poseedores de suficientes recursos, y habiendo llegado a ser más rico de lo que cabía esperar
en un inmigrante, no obstante ello no fue objeto de reproches de parte de ninguno de los que
fueron recibidos en sus posesiones y jamás dejó de ser alabado por todos aquellos que
llegaron a conocerlo.

210. Y si, como sucede muchas veces, alguno de sus servidores o de quienes convivieron con
él se veía envuelto en alguna disputa o discrepancia con otros, él trataba de subsanarla con
calma, pues merced a una enérgica norma de vida había desterrado lejos de su alma todo lo
que tuviese que ver con las disputas, los desórdenes y las facciones.

211. Y nada tiene de admirable que observara tal conducta ante los extraños; que, al fin y al
cabo, se hubieran unido para hacerle frente con el peso de una fuerza superior si él hubiera
querido imponerse injustamente; puesto que lo vemos obrar con moderación frente a quienes,
ligados a él por lazos de familia, pero ajenos por sus ideas, estaban solos, sin apoyo y con
recursos muy inferiores a los suyos, y aceptar voluntariamente llevar la peor parte ante
quienes hubiera podido sacar ventajas.

212.61 Tenía, en efecto, un sobrino, que lo había acompañado cuando emigró desde su país
natal; persona nada firme, de actitudes equívocas, sin una norma definida de conducta, quien
unas veces lo adulaba con amables salutaciones y otras se rebelaba y resistía, a través de
constantes cambios de actitud.
61
Para los parágrafos 212 a 216 ver Gen. XIII, 5 a 11.

213. De ahí que hasta la servidumbre de éste, al carecer de control, era disputadora y tur-
bulenta, y muy particularmente los pastores, que se hallaban situados a considerable distancia
de su amo. Y por cierto que, dueños de obrar a su capricho, su arrogancia los ponía en per-
manente conflicto con los que tenían a su cargo los rebaños del sabio, los que las más de las
veces cedían en atención a la mansedumbre de su señor. Resultado de ello fue que aquéllos,
entregándose a una insensata y desvergonzada audacia, excitados e irritados ya, encendieron
en sus almas el fuego de una hostilidad irreconciliable, hasta que obligaron a los agraviados a

245
tomar medidas para defenderse.

214. Habiendo llegado a las manos de manera extremadamente violenta, y enterado el hombre
noble del enfrentamiento con los agresores, no obstante saber que su bando gozaba de mejor
reputación62 por su fuerza y número, no permitió que la disputa se prolongara hasta la
victoria, a fin de que su sobrino no recibiera pena por la derrota de los suyos. Y así,
colocándose en medio de ellos, reconcilió a los enfrentados mediante proposiciones
conciliadoras no sólo para las circunstancias presentes sino también para el futuro.
62
Literalmente: era más glorioso (epikydestéran oúsan). Afirmación hiperbólica que no
justifican los antecedentes mencionados en el Génesis hasta la ocasión que se trata aquí.
Inconscientemente tiene Filón presente, sin duda, la campaña contra Codorlaomor y sus
aliados narrada más adelante en Gen. XIV; y anticipa el juicio que, a su parecer, habrían de
merecer las huestes de Abraham.

215. Sabía, en efecto, que si vivían y residían en un mismo lugar las diferencias de pareceres
los enfrentarían suscitando permanentes desacuerdos y peleas de unos contra otros; y pensó
que, para que esto no sucediera, era conveniente poner fin a la vida en común y fijar sitios de
residencia separados. Mandó, en consecuencia, llamar a su sobrino y le dio a elegir la zona
mejor, aviniéndose de buen grado a que se quedara con. la parte que prefiriera; ya que
consideraba que él ganaba la mayor de las ganancias, la paz.

216. Y sin embargo, ¿qué otro cedería en caso alguno ante uno más débil siendo él el más
fuerte? ¿Quién, pudiendo imponerse, querría llevar la peor parte y no respaldar sus intereses
con la fuerza? Sólo él, que consideraba que el sumo bien reside no en la fuerza y el propio
engrandecimiento, sino en una existencia libre al máximo de agitaciones y tranquila en cuanto
de uno depende; y así se nos mostró como el más admirable de los hombres.

217. XXXVIII. Como además del elogioso juicio que sobre Abraham en su condición de
hombre encierran las palabras del relato, ellas, según los que desde el sentido literal pasan a
las conclusiones de orden espiritual, revelan a la vez caracteres del alma, convendrá de seguro
examinar también estos caracteres.

218. Son ellos innumerables, procedentes de infinitos puntos de partida y resultados de toda
clase y variedad de circunstancias; pero los que ahora vamos a considerar se reducen a dos:
uno de mayor dignidad, otro de dignidad inferior. El de mayor dignidad es aquel que tributa
honor a las cosas de naturaleza superior y dominante; el de menor es el que honra a las cosas
subordinadas y últimas en jerarquía.

219. Ahora bien, de naturaleza superior y dominantes son la sensatez, la templanza, la justicia,
la fortaleza, la virtud en general y las acciones virtuosas; de menor jerarquía, en cambio, son
la riqueza, la reputación, el mando, la nobleza de cuna, es decir, no la verdadera nobleza, sino
la que el común de la gente tiene por tal; y además todas las otras cosas que, a continuación
de las espirituales y de las corporales, ocupan el tercer lugar, que es justamente también el
último.

220. Cada uno de estos dos caracteres posee lo que podríamos llamar hatos y rebaños; el
apegado a las cosas externas posee plata, oro, vestidos, y todas aquellas cosas que constituyen
y procuran riqueza, así como también armas, máquinas de guerra, trirremes, fuerzas de caba-
llería, de infantería y navales, vale decir, los instrumentos básicos para la dominación, los
fundamentos de la seguridad en el poder; el amante de lo noble, en cambio, es dueño de las

246
doctrinas relativas a cada una de las virtudes y de las verdades descubiertas por la sabiduría
misma.

221. Ahora bien, al frente de uno y otro conjunto, encargados de velar por ellos, hállanse
ciertos hombres comparables a los cuidadores de ganado. El de las cosas exteriores está a
cargo de amantes de la riqueza y la gloria, de los aspirantes a generalatos y de cuantos
apetecen el mando sobre las multitudes; al frente del de las cosas del alma hállanse todos los
amantes de lo noble y de la virtud, todos los que escogen, no los bienes espurios en vez de los
legítimos, sino los genuinos en vez de los bastardos.

222. Es natural, por lo tanto, que surja entre ellos un encarnizado conflicto, ya que .sus puntos
de .vista son totalmente distintos, discrepando y disintiendo- siempre acerca del asunto más
importante en la vida, es decir, acerca de la elección de los verdaderos bienes.

223. Durante cierto tiempo pues, el alma se halló envuelta en un conflicto y fue sede de tal
enfrentamiento. Esto ocurría cuando aún no se .hallaba purificada completamente, y todavía
las enfermizas pasiones prevalecían sobre los saludables principios. Pero, desde que comenzó
a adquirir mayor vigor y a demoler con superior fortaleza la hostil muralla de las enemigas
doctrinas, despliega sus alas y, llena enteramente de sensatez, aísla con un muro de separación
al carácter admirador de las materias exteriores afincado en ella; y como si se dirigiera a un
hombre, le dice:

[224.] "Es imposible que tú y el amante de la sabiduría y de la virtud compartáis la casa y la


mesa. Anda, pues, cambia de residencia y aíslate lejos, que nada tienes, o mejor, ni siquiera
puedes tener de común con él. Todo cuanto tú supones que está a la derecha, él piensa que
está a la izquierda; y, a la inversa, cuanto tú consideras situado a la izquierda, a juicio de aquél
está a la derecha".63
63
Gen. XIII, 9.

225. XXIX. Por cierto que64 el noble hombre no sólo fue pacífico y justiciero sino también
valeroso y batallador; y no por espíritu belicoso; que no era amigo de disputas y pendencias;
sino por asegurar para el futuro la paz que sus oponentes menoscababan.65
64
Retoma Filón la exposición interrumpida desde el parágrafo 217 para la digresión sobre la
alegoría implícita en el episodio de ambos bandos de pastores.
65
Para los parágrafos 225 a 235 ver Gen. XIV.

226. Sus hechos constituyen la más clara de las pruebas. La parte del mundo habitado que se
extiende hacia el levante estaba bajo el dominio de cuatro grandes reyes, a los cuales estaban
sometidas todas las naciones de Oriente situadas a uno y otro lado del Eufrates. Ahora bien,
mientras las demás naciones permanecían al margen de conflictos, obedientes a los mandatos
de los reyes y pagando sin dilaciones los tributos anuales, sólo el país de los sodomitas, antes
de ser arrasado por el fuego, comenzó a socavar la paz, maquinando durante largo tiempo una
deserción.

227. En efecto, como era extremadamente próspero, gobernaban allí cinco reyes, que se
habían repartido las ciudades y la región, que no era extensa, pero sí rica en cereales, bien
arbolada y abundante en frutos. Lo que las otras regiones debían a sus territorios extensos, a
Sodoma procurábanselo sus buenas condiciones naturales, de donde veníale el tener no uno
sino varios soberanos, que la amaban y estaban prendados de su belleza.

247
228. Éstos en otro tiempo pagaban los tributos establecidos a los recolectores de
contribuciones, movidos por el respeto y el miedo a la vez a los más poderosos, de quienes
ellos eran monarcas vasallos. Pero, después que se hubieron saturado de bienes y, como suele
ocurrir, la saciedad engendró la insolencia, concibieron proyectos superiores a sus
posibilidades y comenzaron por sacudir el yugo, para luego atacar a sus señores, como malos
servidores, fiados en la sedición y en la fuerza.98

229. Pero los otros reyes, conscientes de su mayor nobleza de estirpe y contando con una
fuerza más poderosa, saliéronles al encuentro, seguros de vencerlos al primer ataque; y
habiendo venido a las manos, a unos los dispersaron de inmediato en franca fuga, y a otros los
ultimaron en masa matándolos a diestra y siniestra, mientras que una gran multitud fue
conducida prisionera y distribuida con el resto del botín. Entre otros condujeron cautivo al
sobrino del sabio, quien había emigrado a una de las cinco ciudades no mucho tiempo antes.

230. XL. Cuando esto llegó a oídos de Abraham por boca de uno de los que escaparon de la
derrota, penosa fue la aflicción que lo embargó, y ya no tuvo tranquilidad, alterado su ánimo
por los sucesos. Su pesadumbre al saber que su sobrino vivía era mayor aún que si se hubiese
enterado de su muerte; puesto que la muerte es, como su mismo nombre lo indica,67 el fin de
todas las cosas de la vida, y muy especialmente de las malas; mientras que las desgracias
inevitables que aguardan a los vivientes son innumerables.
66
En la fuerza que ellos creían tener. Pero tal vez haya un error en el texto griego y la lectura
correcta sea: más en la sedición que en la fuerza.
67
Emplea aquí Filón el término télos = fin, que, al igual que la palabra fin en español, se usa
también como sinónimo de thánatos = muerte.

231. Pero, cuando se dispuso a marchar tras aquéllos con miras a rescatar a su sobrino se
encontró falto de aliados, pues era extranjero e inmigrante, y nadie se atrevía a enfrentarse con
las invencibles fuerzas de aquellos reyes, tantos en número y recientemente victoriosos.

232. Sin embargo, obtuvo la colaboración para la lucha de manera harto novedosa; que quien
se aboca a empresas en pro de la Justicia y el provecho de sus semejantes, halla recursos
donde no los hay. En efecto, reunió a sus siervos y, tras haber ordenado a los adquiridos por
compra que permanecieran en sus casas, temeroso de que desertaran, hizo un recuento de los
nacidos bajo sus techos y, habiéndolos distribuido en grupos de a cien, avanzó con tres
batallones. Su confianza, empero, no reposaba en estas fuerzas, cuyo número no era sino una
pequeña parte del de aquellas con que contaban los reyes, sino en el Campeón y Defensor de
la justicia. Dios.

233. Apresuróse, pues, a avanzar decididamente, sin aminorar para nada la velocidad, hasta
que, habiendo acechado la ocasión propicia, cayó durante la noche sobre los enemigos, que
acababan de cenar ya y se disponían a entregarse al sueño. A algunos los mató en sus lechos;
a otros, que alcanzaron a tomar las armas para oponerse, los aniquiló completamente,
doblegando a todos vigorosamente, más por la valentía de su alma que por los recursos
guerreros.

234. Y no se dio tregua hasta que, habiendo destruido totalmente al ejército enemigo con sus
mismos reyes, los vio tendidos frente a su campamento. Su brillante y esclarecida victoria
culminó con el rescate de su sobrino y la captura, además, de todos los caballos, de la
multitud de las otras bestias y de un copiosísimo botín.

248
235. El gran sacerdote del Altísimo Dios, al verlo avanzar cargado de trofeos, sano y salvo
con toda su fuerza intacta, sin haber perdido un solo hombre de los que había llevado consigo;
pasmado ante la magnitud de la hazaña y teniendo presente, como no podía ser menos, que sin
la providencia y ayuda Divina su empresa guerrera no hubiera llegado a buen término, lo
alabó elevando plegarias por él con las manos tendidas hacia el cielo, ofreció sacrificios en
acción de gracias por la victoria, y agasajó espléndidamente a todos los que habían tomado
parte en la contienda, gozoso y complacido a la par de ellos, como si el éxito hubiera sido
propio. Y en realidad también a él le correspondía, pues "las cosas de los amigos son
comunes", como dice el proverbio, y mucho más si se trata de las cosas de los buenos, cuya
única meta es complacer a Dios.

236. XLI. Tal es lo que nos dice el sentido literal de las escrituras; pero todos aquellos que
son capaces de contemplar los hechos desnudos de sus envolturas materiales, aquellos que
viven más con el alma que con el cuerpo, dirán que de los nueve reyes cuatro representan los
efectos que producen en nosotros las cuatro pasiones: el placer, el deseo, el temor y el dolor;
en tanto que los otros cinco son los sentidos, que son también cinco: vista, oído, gusto, olfato
y tacto.

237. En cierta manera, en efecto, estos nueve son como nuestros reyes y gobernantes, estando
en sus manos la soberanía; aunque no de la misma manera en todos, ya que los cinco son
vasallos de los cuatro, y se ven forzados a pagar a éstos los tributos y contribuciones
establecidos por la naturaleza.

238. En efecto, las penas, los placeres, los temores y los deseos surgen de aquello que vemos,
oímos, olemos, gustamos y tocamos, y ninguna de las pasiones cobraría vigor por sí misma, si
no contara con los medios que los sentidos le procuran.

239. Éstos medios constituyen, en efecto, las fuerzas de las pasiones, en forma o de colores y
figuras, o de sonidos pronunciados u oídos, o de gustos, o de olores, o de cualidades de las
cosas tangibles, que son blandas y duras, ásperas y suaves, calientes y frías. Todas estas cosas,
en efecto, son proporcionadas a cada una de las pasiones a través de los sentidos.

240. Y mientras dichos tributos son pagados, subsiste la alianza entre los reyes; pero cuando
ya no se cumple con ellos de la misma manera, no tardan en suscitarse conflictos y guerras.
Tal es lo que, evidentemente, sucede cuando sobreviene la dolorosa vejez: en ella no solo no
menguan en nada las fuerzas de las pasiones, cuyo poder tórnase quizás más dominante que
antes; sino además los ojos son más débiles; los oídos, más torpes para oír; y cada uno de los
otros sentidos, más embotado, no siendo ya ninguno de ellos capaz de distinguir con la misma
precisión de antes ni de pagar los tributos en la medida correspondiente.68. Y así, debilitados'
en todas las formas y doblegados ya de por sí, es natural que sean fácilmente descalabrados
por las enemigas pasiones.
68
En los manuscritos léase: isa tói pléthei =. iguales a la multitud, lectura que resulta
inaceptable. Colson propone: isa tói plérei = iguales al total de la cuota.

241. Muy de acuerdo con la naturaleza de las cosas resulta el aserto de que de los cinco reyes
dos se precipitan en una fuente y tres se habían dado a la fuga. El tacto y el gusto, en efecto,
llegan a las más profundas zonas del cuerpo y llevan a sus entrañas aquello que es propio para
su desarrollo, en tanto que los ojos, los oídos y el olfato en buena parte se van hacia afuera y
huyen de la esclavitud del cuerpo.

249
242. El hombre noble, que está atento a todas estas cosas, cuando observa que las alianzas y
amistades de poco antes se quebrantan y que, en vez de la paz, sobreviene la guerra entre los
nueve reinos, enfrentándose por el poder soberano los cuatro contra los cinco, espía la ocasión
oportuna y se lanza al ataque imprevistamente en procura de establecer en el alma la demo-
cracia, el mejor de los sistemas políticos,69 en lugar de las tiranías y monarquías,70 y la
legalidad y la justicia en vez de la ilegalidad y la injusticia, que hasta entonces habían
prevalecido.
69
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios, 176.
70
El contexto parecería sugerir que el término dynastéia, que aparece en el texto griego,
debería traducirse por oligarquía, para marcar mejor la oposición que parece sugerir Filón
entre el régimen basado en la igualdad y la ley, que es la democracia, y los dos regímenes
fundados en la desigualdad y el poder arbitrario de una persona (tiranía) o de un sector
minoritario de la población (oligarquía). Pero con ese mismo término-califica nuestro autor en
el parágrafo 244 a las pasiones y los sentidos, que en la interpretación corresponden a los
nueve reinos del relato bíblico, a los que es imposible que califique de oligarquías. Por eso he
preferido traducirlo por monarquía, pero es de advertir que en el texto griego no se emplea el
término monarkhía = gobierno de uno solo, sino el ya mencionado de dynastéia, emparentado
con dynamis = fuerza, por lo que cabe suponer que se refiere a una monarquía autoritaria, afín
a la tiranía, por lo que su mención junto a tyrannís = tiranía, no sería sino una de tantas
reiteraciones de conceptos a que echa mano Filón frecuentemente. Ver Aristóteles, Política. 4,
5, 2.

243. Lo dicho no es producto de mi imaginación, sino uno de los hechos más verídicos
observados en nosotros mismos. A menudo, en efecto, los sentidos mantienen la concordia
con las pasiones y les proveen de elementos sensibles; pero a menudo también se rebelan y ya
no consideran procedente el pagar los mismos tributos, o no pueden hacerlo por hallarse,
presente la correctora razón.71 Esta, cada vez que se reviste con su panoplia, o sea, con las
virtudes y las doctrinas y principios relativos a las mismas, las que constituyen una fuerza
irresistible, se impone con tremendo vigor, ya que no es posible que lo incorruptible conviva
con lo corruptible.
71
Aquí Filón olvida que en el relato bíblico los cuatro reinos tributarios no se rebelaron
animados o incitados por Abraham, símbolo de la razón, sino por propia decisión; por lo cual
el paralelo es muy parcial.

244. Las nueve monarquías, es decir, las cuatro pasiones y los cinco sentidos, son corruptibles
y origen de corrupción; y la sagrada y verdaderamente Divina razón, cuya fortaleza reside en
las virtudes y a la que en la serie de los números corresponde el diez, el número de perfección
suma,72 marcha a la contienda y, munida de la poderosísima fortaleza que procede de Dios,
derrota categóricamente a los mencionados reinos.
72
Ver Sobre la unión con los estudios preliminares 89 y ss., y Sobre el decálogo, 20 y ss.

245. XLII. Algún tiempo más tarde muéresele a Abraham su esposa, fuente de inmensa
complacencia para él y excelente en todos los sentidos, la que le había dado innumerables
pruebas de su amor de esposa, soportando junto a él la separación de sus familiares,
sobrellevando sin titubear el abandono de la tierra natal, las incesantes y sucesivas
peregrinaciones por suelos extraños, las privaciones de alimentos y las campañas guerreras en
las que lo acompañó.

246. Siempre, en efecto, y en todos los lugares ella estuvo a su lado sin abandonarlo en sitio
ni ocasión alguna, participando realmente de su vida y de los acontecimientos de su vida,

250
convencida de que le correspondía participar por igual en las buenas y en las malas
contingencias. No hizo como algunas mujeres, que huyen de las situaciones desfavorables y
están al acecho de las propicias; sino con ánimo entero aceptó su parte en unas y en otras,
segura de que eso es lo que atañe y corresponde a una esposa.

247. XLII.73 Si bien son muchos los hechos enaltecedores que podría narrar sobre esta mujer,
haré mención sólo de uno de ellos, el que constituirá una prueba clarísima de la verdad de los
demás. Siendo, en efecto, infecunda y estéril, su temor de que la casa amada de Dios quedase
enteramente privada de descendencia, la movió a dirigirse a su esposo y hablarle en estos
términos:
73
Para los parágrafos 247 a 254 ver Gen. XVI, 1 a 6.

[248.] "Mucho tiempo llevamos ya de vida en común con mutua complacencia sin que el
motivo por el cual nos hemos unido nosotros y por el cual la naturaleza ha constituido la
unión del hombre y la mujer, que es la procreación de hijos, se cumpla; y en lo que a mí toca,
por lo avanzado de mi edad, no hay esperanzas de que en el futuro ocurra eso.

249. Mas no sufras tú también las consecuencias de mi incapacidad para tener hijos, ni por
consideración hacia mí quedes impedido de ser padre pudiendo serlo. La verdad es que no
podría tener celos de otra mujer que tú tomares, si a ello te mueve no un irracional apetito sino
el cumplimiento de una inevitable ley de la naturaleza.

250. Por lo tanto no dejaré pasar más tiempo sin procurarte una joven que esté en condiciones
de proporcionarte lo que a mí me es negado. Y si nuestras súplicas por el nacimiento de hijos
son escuchadas, los vástagos serán tuyos por legítima paternidad y míos por cabal adopción.

251. Mas para borrar toda sospecha de celos de mi parte, toma, si te place, a mi criada,
esclava de cuerpo, pero libre y noble de espíritu, de lo que durante mucho tiempo he recibido
pruebas y testimonios desde que por primera vez fue traída a mi casa; egipcia por nacimiento
pero hebrea por sus normas de vida.

252. Grandes son los bienes que poseemos e inagotable la riqueza, mayores de lo que cabría
esperar en inmigrantes; que en ello hemos dejado atrás a nativos de la región reputados por su
prosperidad; pero no hay indicios de heredero y sucesor alguno; aunque, si sigues mis
consejos, es posible que éste sea una realidad."

253. Abraham, con creciente admiración ante el amor siempre renovado y rejuvenecido de su
esposa, y ante su previsión y preocupación por el futuro, se unió a la que aquélla había
juzgado conveniente, hasta que la misma dio a luz; o, como afirman quienes exponen la
versión más segura,74 hasta que estuvo preñada; y cuando eso ocurrió, poco después se
abstuvo obedeciendo a su natural continencia y por la consideración que sentía hacia su
esposa.
74
También en Sobre la vida de Moisés 1, 4, menciona Filón haber manejado más de una
versión o tradición sobre los hechos narrados en el Pentateuco.

254. Por esa época, pues, les nace un hijo de la criada, pero mucho tiempo más tarde, aunque
habían desesperado de engendrar en común, náceles uno propio, premio por la nobleza de sus
espíritus, con el que la generosidad Divina los recompensaba más allá de cuanto habían
esperado.

251
255.75 XLIV. No es necesario agregar más pruebas acerca de los méritos de esta mujer; los
elogios al sabio, son más numerosos y a algunos de ellos me he referido en detalle algo más
arriba. Pero aún he de hablar de una actitud suya que no puede pasarse en silencio: la
observada con ocasión de la muerte de su esposa.
75
Para los parágrafos 255 a 261 ver Gen. XXIII.

256. Habiendo perdido a esa compañera de toda la vida» adornada de cualidades tales como
las que nuestro relato ha-puesto de relieve y revelan los oráculos; cuando el dolor se aprestaba
ya a encarnizarse con su alma, él, como un atleta, lo dominó estimulando y vigorizando al
máximo al natural enemigo de las pasiones, la razón, a la que durante toda su vida tuvo por
consejera, y cuyas excelentes y provechosas prescripciones resolvió obedecer de manera
especial en esa ocasión.

257. El consejo era el siguiente: no debía desesperarse más de la medida, como si se tratara de
una desgracia sin precedentes ni razón de ser, ni tampoco hacer gala de indiferencia, cual si
nada penoso hubiera sucedido; había, en cambio, de preferir lo intermedio en vez de los
extremos, tratando de moderar sus sentimientos, no disgustándose porque se cobrara la
naturaleza la deuda que le es debida y haciendo con tranquilidad y calma más llevadero lo
sucedido.

258. Los sagrados libros contienen pruebas sobre el particular,. que no es lícito tachar de
testimonios falsos. Ellas revelan que, tras llorar unos instantes sobre el cadáver, se alejó de él,
considerando, al parecer, que el penar por más tiempo estaba reñido con la sabiduría, de la
cual había aprendido a concebir la muerte, no como la extinción del alma sino como su
separación del cuerpo y su retorno al lugar de origen, que no es otro que Dios, según queda
demostrado en la historia de la creación.76
76
Ver Sobre la creación del mundo 135.

259. Y así como ninguna persona razonable puede sentirse molesta de devolver una suma
adeudada o depósito a quien antes se lo otorgó liberalmente; de la misma manera, pensaba
Abraham que es preciso no tomar a mal el hecho de que la naturaleza reclame lo que le
pertenece, sino aceptar de buen grado lo inevitable.

260. Cuando los gobernantes de la región llegaron para acompañarle en su dolor y no vieron
cosa alguna de las que, según la costumbre, tenían lugar entre ellos en ocasión de funerales: ni
lamentación fúnebre ni canto plañidero ni golpes de pecho ni de hombres ni de mujeres, sino
una moderada tristeza en la casa toda, su admiración no tuvo límites, no obstante que ya desde
antes el resto de la vida de este hombre los tenía presos de asombro.

261. Acto seguido, ante la grandeza y excelencia de la virtud de aquél, virtud totalmente fuera
de lo común y superior a cuanto podían concebir en sí mismos, se le acercaron y exclamaron:
"Tú eres un rey procedente de Dios entre nosotros" (Gen. XXIII, 6). Y nada más cierto que lo
que decían; porque los otros reinos surgen entre los hombres mediante guerras, campañas
militares y daños sin número que los que ambicionan tronos se infligen unos a otros en
recíprocas matanzas, organizando para las contiendas fuerzas de infantería, caballería y
navales; mientras que el reino del sabio lo proporciona Dios, y el hombre virtuoso, al
recibirlo, no se convierte en causa de mal para nadie, antes bien resulta para todos sus
subordinados origen de adquisición y a la vez goce de bienes, como mensajero, que es, de paz
y de orden.

252
262. XLV. Otro elogio de Abraham conservado en las escrituras es el que atestiguan las
revelaciones en las que el inspirado Moisés manifiesta que aquél "confió en Dios"; cosa que
se dice con poquísimas palabras, pero que, traducida en hechos, es de máxima importancia.

263. ¿En qué otra cosa, en efecto, se ha de confiar? ¿Por ventura en el poder o en la fama o en
los honores o en la abundancia de riqueza o en la nobleza de cuna o en la salud o en la
eficacia de los sentidos o en la fuerza y la belleza del cuerpo? Pero el mando es cosa insegura
completamente, siendo incontables las insidias que le aguardan al acecho; y si por casualidad
llega a consolidarse, su solidez va acompañada de todos los innumerables males que llevan a
cabo y sufren los que están en el poder.

264. La fama y los honores, a su vez, son posesiones en extremo precarias, a merced de in-
controladas disposiciones de ánimo y de fugitivas palabras de hombres superficiales. Y
aunque perduraran, su naturaleza es tal que no contienen bien genuino alguno.

265. En cuanto a las riquezas y a la buena cuna, ellas alcanzan también a los hombres más
ruines. Y aunque sólo a los hombres virtuosos alcanzasen, los méritos pertenecen a los
progenitores y al destino, no a los poseedores.

266. Pero ni siquiera vale la pena enorgullecerse por las cualidades corporales, ya que en ellas
los anímales irracionales nos aventajan. ¿Qué hombre, en efecto, es más fuerte o más robusto
que el toro, entre los animales domésticos, o que el león, entre los salvajes? ¿Cuál tiene una
mirada más penetrante que el gavilán o el águila? ¿Cuál ha sido agraciado con una agudeza de
oído igual a la que posee el más torpe de los animales, el asno? ¿Quién, tratándose de percibir
los olores, supera al perro? Éste, según los cazadores, guiándose por el olfato cae diestramente
sobre presas distantes sin haberlas visto antes, como que lo que es la vista para otros animales
son las narices para los perros empleados en la caza y en seguir rastros.

267. En cuanto a la salud, la mayor parte de los animales son muy sanos y están libres de
enfermedades hasta donde es ello posible. Si de confrontar bellezas se trata, creo que la
hermosura de formas así de los hombres como de las mujeres puede ser superada y
sobrepasada por determinados objetos inanimados, tales como las estatuas, los grabados y las
pinturas y, en general, todas las creaciones pictóricas y escultóricas bien logradas dentro de
uno y otro arte, creaciones que son vivamente deseadas tanto por los helenos como por los
extranjeros y colocadas para adorno de las ciudades en los lugares más destacados.

268. XLVI. Sólo la confianza en Dios es, pues, un bien verdadero y firme, consuelo de la
existencia, plenitud de elevadas esperanzas, escasez de males, abundancia de bienes, descono-
cimiento de la desgracia, familiaridad con la piedad, completo mejoramiento del alma, la que
se halla firmemente apoyada en Aquel que es la causa de todas las cosas y que todo lo puede,
pero que sólo quiere lo más excelente.

269. En efecto, al igual que aquéllos que, mientras recorren un camino resbaladizo, tropiezan
y caen, también los que conducen su alma a través de las cosas corpóreas y externas no hacen
sino. habituarla a las caídas; que tales cosas son resbaladizas y las más inseguras de todas. En
cambio, los que se apresuran en su marcha hacia Dios a través de las doctrinas relativas a las
virtudes,. avanzan derechamente por un camino seguro e inconmovible. Así pues, con toda
verdad podemos afirmar que el que confía en aquellas cosas desconfía de Dios y el que
desconfía de aquéllas confía en Él.

253
270. Pero no sólo atestiguan los oráculos que Abraham poseyó la reina de las virtudes, es
decir, la confianza en aquel Que Es; sino además se trata del primero a quien presentan como
anciano,77 no obstante que, habiendo vivido los anteriores a él un número tres o muchas veces
mayor de años que él, no tenemos noticia de que a ninguno de ellos lo consideraran
merecedor de tal calificativo.
77
Gen. XXIV, 1.

271. Y seguramente que hay razones para ello, ya que el que verdaderamente es anciano es
presentado como tal, no por lo prolongado de sus días sino por lo laudable y perfecto de su
vida. Por eso "niños de muchos años" es como debe llamarse a los que han gastado una larga
existencia en la vida del cuerpo apartados de lo noble y lo bello, niños que nunca han sido
instruidos en enseñanzas dignas de una cabeza cana. En cambio, aquel que ama la sensatez, la
sabiduría y la confianza en Dios, con justicia puede ser llamado "anciano", término cuyo
significado está próximo' al de "primero".

272. Y realmente el hombre sabio es el primero de la raza humana, comparable con el piloto
en la nave,. el jefe de estado en la nación, el general en la guerra, el alma en el cuerpo, la
inteligencia en el alma y también con el cielo. en el mundo y con Dios en el cielo.

273. Dios, admirando la confianza de Abraham en Él, lo recompensó con una muestra de
buena fe al confirmarle mediante un juramento los dones que le había prometido, hablándole,
no. sólo ya como Dios a un hombre, sino también como un amigo a un conocido. En efecto,
aunque en Él la simple palabra equivale a un juramento, sin embargo le dice: "He jurado por
Mí mismo" (Gen. XXII, 16), a fin de que la inteligencia de aquél se afirmase de manera más
estable y fija aún que antes.

274. Anciano, pues, y primero es el hombre de bien y así debemos llamarlo. Joven, en
cambio, y último es todo insensato que va en procura de rebeliones 78 y de las cosas que
ocupan los últimos lugares.
78
Intraducible juego de palabras entre neoteros = de menos edad, joven, y neoteropoiós =
innovador, rebelde, maquinador de novedades.

275. Acerca de todas estas materias basta con lo dicho; pero Moisés a modo de coronamiento
de lo expuesto añade a tantas y tan grandes alabanzas del sabio, la afirmación de que "este
hombre cumplió la ley Divina y todos los mandatos de Dios" (Gen. XXVI, 5), no adoctrinado
por enseñanzas escritas sino impulsado por la. no escrita naturaleza a seguir saludables y
sanos estímulos. Y tratándose de lo que Dios promete, ¿qué otra cosa corresponde que hagan
los hombres sino confiar con la más firme de las confianzas?

276. Esa fue la vida del primero, del fundador de la nación; que más que un hombre obediente
a las leyes, como algunos dicen, fue él mismo una ley y norma no escrita, como lo ha
demostrado nuestra explicación.

254
SOBRE JOSÉ

ES DECIR, LA VIDA DEL HOMBRE DE ESTADO

(DE IOSEPHO)

1. I. Tres son los caminos que llevan a la perfección suma: la instrucción, la naturaleza y la
ejercitación; y tres también, según Moisés, los sabios de mayor jerarquía cuyos nombres son
símbolo de los mismos. Como ya he narrado las vidas de estos tres, vale decir, la vida que es
fruto de la instrucción, la que alcanza el saber por sí misma y la de ejercitación,1 relataré
ahora, continuando la serie, una cuarta, la del hombre de estado. También este género de vida
tiene un representante, y es uno de los patriarcas, a quien Moisés muestra preparándose desde
temprana edad.
1
Vale decir, las vidas de Abraham, Isaac y Jacob. Los tratados sobre estas dos últimas no han
llegado hasta nosotros, por lo que a la vida de Abraham sigue inmediatamente la de José en
las ediciones modernas.

2. Esta preparación comenzó para él hacia los diecisiete años con los conocimientos propios
del oficio de pastor,2 los que corren parejos con los correspondientes al hombre de estado; de
donde, pienso yo, viene la costumbre de los poetas de llamar "pastores de pueblos"3 a los
reyes. Es que quien ha tenido éxito como pastor está en condiciones de ser también el mejor
de los reyes; pues a través del gobierno de los rebaños merecedores de cuidado y
consideración menores, se ha instruido acerca del gobierno del más noble rebaño de seres
vivientes, el de los hombres.
2
Gen. XXXVII, 2.
3
Por ejemplo, Ilíada I, 263.

3. Y, así como para el que ha de comandar futuras guerras y campañas militares son de suma
utilidad los ejercicios de la caza, de la misma manera también lo más apropiado para quienes
esperan estar al frente de un estado es el oficio de pastor, que es como una etapa preparatoria
para el ejercicio de la autoridad y guía del pueblo.

4. Así fue como su padre, observando en él una nobleza de espíritu superior a la común, lo
admiraba y dábale muestras de consideración, a la par que su amor por él superaba el que
sentía por los demás hijos, por tratarse del nacido en sus últimos años, circunstancia que,
como ninguna otra, tiene la virtud de despertar cariño. Y movido por natural inclinación hacia
lo noble, encendió con especiales y excepcionales cuidados el fuego de la naturaleza del niño,
a fin de que no se redujera a echar humo, sino resplandeciera más rápidamente.

5.4 II. Pero la envidia, que siempre es hostil a las grandes y exitosas acciones, también en esta
ocasión puso manos a la obra e introdujo la división en una morada bien encaminada en todas
sus partes; para lo cual movió a muchos hermanos a completarse contra uno. El odio de que
ellos dieron muestra hacia él era comparable al afecto que le profesaba su padre, detestándolo
en la misma medida en que era amado por éste. Pero no hacían pública esa aversión sino la
mantenían oculta en su fuero interno, lo que contribuía a hacerla más violenta, puesto que las
emociones que se soportan sin el desahogo de las palabras que las atemperen, hácense más
intensas.
4
Para los parágrafos 5 a 27 ver Gen. XXXVII.

6. José, ausente toda malicia de su manera de ser, no cayó en la cuenta de la hostilidad

255
recóndita que sus hermanos le guardaban; y, teniéndolos por bien dispuestos para con él, les
contó una visión que había tenido en sueños. "Me parecía", les dijo, "que el tiempo de la
cosecha había llegado y que, habiendo ido todos nosotros al llano a la recolección de granos,
segábamos con nuestras guadañas. Pero, he aquí que de improviso mi haz se levantó y
enderezó elevándose, mientras que los vuestros, como obedeciendo a una consigna, llenos de
admiración se apresuraron a inclinarse ante él con muestras de total veneración."

7. Sus hermanos, hombres de agudo entendimiento y expertos en la interpretación de


símbolos que permiten mediante conjeturas verosímiles hacer patente el lado obscuro de las
cosas, dijéronle: "¿Acaso piensas que serás nuestro rey y señor? Porque eso es lo que das a
entender a través de esa visión inventada por ti." Y su odio, terreno propicio siempre para
cualquier nuevo pretexto que contribuyese a incrementarlo, se encendió aún más.

8. José, sin sospechar nada, habiendo tenido pocos días después un sueño más admirable
todavía que el primero, lo contó a sus hermanos. Lo soñado era que el sol, la luna y once
estrellas se le aproximaban y le rendían homenaje. Esto causó sorpresa a su padre, quien
guardó celosamente en su entendimiento el hecho y se esforzó por descubrir lo que habría de
suceder.

9. Pero, temiendo que el niño hubiera cometido una seria falta, lo reprendió diciéndole:
"Aparentemente el sol a que te refieres alude a tu padre, la luna a tu madre, y las once
estrellas a tus once hermanos. ¿Y es posible que yo, tu madre y tus hermanos hayamos de
prosternamos ante ti? Que eso no se te vaya a ocurrir jamás, hijo mío, y que se te olvide lo
que acabas de manifestar, sin que vuelvas a acordarte de ello. Porque el esperar y aguardar
impacientemente alcanzar el primer lugar entre los de su propia familia es, a mi juicio, en
extremo abominable, y entiendo que tal como yo piensan también todos cuantos se preocupan
porque en el seno de las familias reine la igualdad y la justicia."

10. Y, previniendo que no surgiera algún alboroto o enfrentamiento entre los hermanos debido
al rencor que había despertado el visionario con sus sueños, envió a los otros a las labores del
pastoreo, pero retuvo a aquel en casa, a la espera de la ocasión propicia, pues sabía que, como
se dice comúnmente, el tiempo es un médico de las pasiones y enfermedades del alma y es
capaz de borrar la tristeza, apagar la cólera y remediar el miedo, por cuanto todo lo atempera,
incluso aquellas cosas difíciles por naturaleza de remediar.

11. Pero, cuando creyó que la aversión había cesado ya completamente en el corazón de
aquellos, envió de inmediato a su hijo para que saludara a sus hermanos, y al mismo tiempo le
informara cómo se hallaban ellos y los rebaños a su cuidado.

12. III. Este viaje resultó ser origen de grandes males y, a la vez, de bienes que sobrepasarían
las esperanzas de unos y otros. En efecto, obediente a los mandatos de su padre, José fue
hacia donde estaban sus hermanos; pero éstos, al verlo desde lejos acercarse, tuvieron entre
ellos un conciliábulo que nada bueno presagiaba. Al referirse al joven no se dignaron a lla-
marlo por su nombre sino emplearon calificativos tales como "alterado por los sueños",
soñador y otros semejantes; y a tal punto creció su cólera, que resolvieron, no por unanimidad
pero sí por mayoría, asesinarlo: y, para que no se descubriese el delito, determinaron que,
después de matarlo, arrojarían su cuerpo en una profundísima fosa bajo tierra, de las que,
cavadas por el agua, de las lluvias, abundan en esa región.

13. Y poco faltó para que cometieran el mayor de los crímenes, el fratricidio; pero las

256
exhortaciones del mayor alcanzaron, aunque no sin dificultad, a disuadirlos. Éste los instó a
que no se mancharan con un crimen, y a que se conformasen con arrojarlo en una de las fosas.
Al instarlos pensaba en algún medio para salvarlo contando con poder rescatarlo una vez que
los otros se fueran, y enviarlo a su padre sin haber sufrido daño alguno.

14. Acababan de ponerse de acuerdo, cuando José llegó hasta ellos y los saludó. Pero ellos lo
apresaron como si se tratara de un enemigo y lo despojaron de su vestido. Bajáronle luego con
una cuerda a unas hoyas profundas y, tras manchar de rojo el vestido con sangre de cabrito, lo
enviaron a su padre con la falsa noticia de que unas fieras habían acabado con el joven.

15. IV. Pero, quiso el azar que aquel día ciertos mercaderes de los que habitualmente
trasportan carga desde Arabia hacia Egipto, pasaran por allí. A éstos les venden a su hermano,
luego de sacarlo a la superficie, siguiendo en esto las sugerencias del cuarto en edad entre
ellos. Éste, creo yo, temiendo que José pudiera ser muerto traicioneramente por quienes
ardían en implacable cólera contra él, les aconsejó que lo vendiesen, trocando así la muerte,
un mal mayor, por uno más leve, que es la esclavitud.

16. El hermano mayor, que no había estado presente en la venta, cuando, al echar una mirada
a la fosa, no vio a José, a quien poco antes había dejado allí, daba voces y gritos y, tras
rasgarse las vestiduras, lanzábase arriba y abajo enloquecido, agitando las manos y
arrancándose los cabellos. "¿Qué le ha pasado?", decía, "decidme, ¿vive o está muerto?

17. Si no existe ya, mostradme su cadáver para que, llorando sobre sus restos mortales, haga
más llevadera esta desgracia; que, si lo viere aquí yacente, hallaré algún alivio. ¿Por qué
hemos de guardar rencor a quien está muerto? Ningún odio pueden despertar los que ya están
lejos. Pero, si está vivo, ¿a qué lugar de la tierra se ha marchado? ¿Quiénes lo retienen
consigo? Decídmelo, que no reza conmigo la desconfianza que sentís hacia él, y por lo tanto
no debéis desconfiar de mí."

18. Ellos le dijeron que aquél había sido vendido y le mostraron la paga recibida; ante lo cual
él dijo: "¡Hermoso negocio el que habéis hecho! Dividámonos las ganancias. Y pues hemos
competido con los traficantes de esclavos por los trofeos de la maldad, llevemos las cabezas
coronadas y vanagloriémonos de haberlos superado en crueldad; que ellos se conciertan para
daño de extraños y nosotros lo hacemos en perjuicio de los seres más allegados y queridos.

19. Lo que acaba de consumarse es un inusitado y grande vituperio, una vergüenza cuya fama
correrá lejos. Nuestros padres dejaron tras de sí recuerdos de nobleza de espíritu por toda la
tierra habitada; nosotros dejaremos los repudios irremediables que provocan la mala fe y la
falta de amor al prójimo, pues las noticias de los hechos importantes se divulgan en todas
direcciones, pero mientras las nuevas acciones loables causan admiración, la fama de las
reprochables halla censuras y críticas condenatorias.

20. ¡De qué manera recibirá nuestro padre la noticia de lo sucedido? Sumamente dichoso y
feliz, como era, habéis hecho todo lo posible por tornarle insoportable la vida. ¿De quién se
apiadará más; del vendido, al verlo esclavo, o de los vendedores, al verlos tan crueles? Bien sé
que es a nosotros a quienes compadecerá mucho más, puesto que más penoso es esclavizar
que ser esclavizado; que esto último tiene el paliativo de dos ayudas excelentes, la compasión
y la esperanza, en tanto que el esclavizar, que no cuenta ni con una ni con otra, resulta peor a
juicio de todos.

257
21. Pero, ¿a qué viene este gritar y lamentarme? Más vale que me calle; no sea que también a
mí me toque mi parte en algo abominable. Porque sois durísimos e implacables en vuestro
resentimiento y aún se agita en cada uno de vosotros una intensa cólera."

22. V. Cuando el padre hubo oído, no la verdad, es decir, que su hijo había sido vendido, sino
la mentira de que estaba muerto y de que, al parecer, había sido devorado por las fieras, las
palabras cayeron como un golpe para sus oídos y el espectáculo hirió cruelmente sus ojos,
pues la túnica de José le había sido traída desgarrada, destrozada v manchada de rojo con
abundante sangre. Anonadado por la profunda conmoción, permaneció largo rato sin despegar
los labios, incapaz de levantar la cabeza, oprimido y agobiado por la desgracia.

23. Luego prorrumpió de pronto en copioso llanto acompañado de amargas lamentaciones,


bañando sus mejillas, sus barbas, su pecho y sus vestiduras, al mismo tiempo que hacía oír
quejas como estas: "No es tu muerte lo que me oprime, hijo mío, sino el modo como has
muerto. Si hubieras sido sepultado en tu propia tierra, te hubiera rodeado antes de atenciones
y cuidados, hubiera. tomado parte en las postreras despedidas en el momento de tu muerte,
cerrado tus ojos, llorado sobre tu cuerpo yacente y rendido suntuosas honras fúnebres sin
omitir cosa alguna de las que señala la costumbre.

24. Y aun cuando tu sepultura hubiera estado en tierra extraña, yo me hubiera dicho: 'No estés
triste, hombre, porque la naturaleza haya recobrado el tributo que le es debido;5 el país de los
antepasados concierne a los que viven aún; para los que están muertos toda tierra sirve de
tumba.' Ningún hombre muere tempranamente; o más bien, todos perecen tras corta vida, que
no hay vida, por larga que ella sea, que no resulte corta comparada con la eternidad.
5
Véase Sobre Abraham 257.

25. Y, ciertamente, si hubiera sido inevitable que murieras por la violencia, como víctima de
una asechanza, hubiera sido un mal más leve para mí pues hubieras muerto en manos de hom-
bres, los que, cometido el crimen, se hubieran apiadado de su víctima y, cubriéndolo de tierra,
hubieran ocultado tu cuerpo. Y, aun en el caso de que se tratara de los más crueles de los
hombres, ¿qué otra cosa hubieran podido hacer fuera de arrojarlo insepulto y seguir su
camino? Posiblemente, en ese caso, alguno de los que por allí pasaran se hubiera detenido al
verlo, y, movido a piedad por nuestra común naturaleza, lo hubiera considerado merecedor de
atención y sepultura. Mas, según han ocurrido las cosas, te has convertido, como se dice
comúnmente, en banquete y festín de salvajes bestias carnívoras, que se han alimentado y
regalado con mis propias entrañas.

26. Curtido estoy en las justas de la adversidad, ejercitado por muchos inesperados golpes de
la desdicha; peregrino, extranjero, siervo, oprimido, mi alma ha sido blanco de asechanzas
aun de parte de aquellos de quienes menos cabía esperarlas. Si muchas son las calamidades
irremediables que he visto y oído, muchísimas son las que yo mismo he sufrido, las que,
habiéndoseme enseñado a controlar mis sentimientos, no alcanzaron a doblegarme. Pero
ninguna ha sido tan difícil de sobrellevar como este suceso, que ha dado por tierra con la
fuerza de mi alma aniquilándola.

27. ¿Qué sufrimiento, en efecto, puede ser mayor y más digno de piedad que este? El vestido
de mi hijo me ha sido enviado a mí, su padre; de él, en cambio, ni un miembro, ni un pequeño
resto. Todo él, sin exceptuar parte alguna de su ser se ha extinguido, sin que le fuera dado
alcanzar una sepultura, y yo pienso que ninguna otra razón ha habido para que me fuera
enviado su vestido que el despertar mi dolor y hacer que tenga parte en sus sufrimientos,

258
convertidos en desdichas imborrables y permanentes para mí." Así se lamentaba Jacob,
mientras los mercaderes vendían en Egipto al niño a uno de los eunucos del rey, que era jefe
de cocinas.

28. VI. Bueno es que, después de este relato literal de los hechos, expongamos su significado
oculto, ya que toda o la mayor parte del libro de las leyes constituye una alegoría. El carácter
objeto del presente examen es designado por los hebreos con el nombre de José, cuyo
equivalente en lengua griega es "adicto de un señor",6 denominación sumamente acertada y
muy apropiada para la realidad que manifiesta, por cuanto el gobierno de cada país no es otra
cosa que un agregado a la naturaleza, la cual está investida con el señorío sobre todas las
cosas.
6
Ver Sobre los cambios de nombres, 89, y Sobre los sueños II, 47..

29. Este mundo es, en efecto, el gran estado7 y se rige por un solo gobierno y una sola ley, que
no es otra que el lógos de la naturaleza, que prescribe cuanto debe hacerse y veda lo que no
debe ser hecho. En cambio, los estados territoriales que conocemos son ilimitados en número
y se rigen por diferentes formas de gobierno y leyes, que no son las mismas para todos sino
unas en unos y otras en otros, según las costumbres y hábitos que cada uno ha inventado y
agregado por su parte.
7
O la gran ciudad, la megalópolis, término que designa el ideal estoico del estado universal.
Su derivado kosmopolítes = ciudadano del mundo, es empleado en Sobre la creación del
mundo 19 y 143, y en Sobre la vida. de Moisés II, 51.

30. Causa de ello es la repugnancia a mezclarse y unirse que sienten no sólo los helenos hacia
los pueblos extranjeros y éstos hacia los helenos, sino también los de una y otra raza separa-
damente hacia los de su propia nación.8 Sobre este distanciamiento alegan motivos que no son
sino aparentes, tales como circunstancias ajenas a su voluntad, la escasez de frutos, la pobreza
del suelo, la situación geográfica ya marítima ya mediterránea, ya insular ya continental, y
otras razones semejantes a estas. Pero la verdadera razón se la callan, y no es otra que la
ambición y la desconfianza mutua, a causa de las cuales, no bastándoles las leyes de la
naturaleza, han designado con el nombre de leyes a aquellas normas que dan muestras de
servir para el común provecho de las sociedades de hombres movidos por comunes intereses.
8
Lo que Filón quiere destacar con lo de "su propia nación" es que, dentro del convencional
esquema de las dos razas: griegos y no griegos, ni aquéllos lograron jamás la unidad, ni éstos
dejaron nunca de vivir desunidos y hostiles entre sí; pero olvida que en este último caso no se
trata de una única nación o raza sino de múltiples pueblos sin vínculos étnicos entre sí.

31. De ello se desprende que los gobiernos particulares son más bien "adiciones" al gobierno
único de la naturaleza, por cuanto las leyes de cada uno de los estados son adiciones al recto
lógos de la naturaleza, y el hombre de estado es una "adición" al hombre que vive conforme
con la naturaleza.

32. VII. No está, asimismo, fuera de razón el decir que José se puso un manto de variados
colores. La vida del hombre de estado es, en efecto, variada y múltiple, sujeta a innumerables
cambios, que resultan de las personas, las circunstancias, los motivos, los particulares modos
de obrar, y las variantes en las situaciones y los lugares.

33. El piloto mantiene en su ruta al bajel no con una única maniobra sino procurando una
próspera navegación mediante cambios acomodados a los cambios de vientos; el médico no
recurre a un único tratamiento ni para todos los enfermos ni para uno solo si la enfermedad

259
cambia de curso; antes bien, observando con atención relajamientos, tensiones, saturaciones,
evacuaciones y cambios de síntomas, varía los procedimientos curativos, aplicando una vez
uno, otra vez otro.

34. Y del mismo modo, entiendo yo, es también preciso que el hombre de estado sea una
persona de múltiples faces y aspectos: una en la paz, otra en la guerra, distinta según sean
pocos o muchos sus opositores, vigoroso en tomar medidas .si éstos son pocos, persuasivo en
el trato si constituyen mayoría; aventajando a los demás con su actividad personal cuando el
logro del bien común está expuesto a peligros; manteniéndose al margen de actividades y
confiando la labor a otros cuando las perspectivas son solamente de trabajos.

35. También es acertado decir que nuestro hombre "es vendido", pues el que se dirige al
público tratando de granjearse el apoyo popular sube al estrado tal como la mercancía de los
traficantes de esclavos, y se convierte de libre en esclavo, a través de los honores que cree
recibir pues, en realidad, resulta ser un cautivo de innumerables amos.

36. Además es presentado como "presa de bestias feroces". Y con razón, pues la vanagloria
que, emboscada al asecho, apresa y destroza a aquellos de quienes se apodera, es una bestia
salvaje. Por otra parte, los que lo han comprado "lo venden" a su vez; y ello es cierto puesto
que los hombres de estado obedecen no a uno solo sino a una multitud de amos, que tras
aguardar su turno, los adquieren sucesivamente unos de otros; y los que han sido vendidos
muchas veces, como los malos servidores, cambian de señores porque, impulsados por sus
extravagantes maneras de ser, inconstantes y amigos de innovaciones, no soportan a los ante-
riores.

37.9 VIII. Acerca de estos asuntos basta con lo dicho. Una vez que el joven fue conducido a
Egipto y llegó, como se ha dicho, ante su amo, el eunuco, habiendo a los pocos días dado
muestras de su noble condición y buenas disposiciones, recibió el mando sobre sus
compañeros de servidumbre y el cuidado de toda la casa. Es que su comprador había
observado ya muchas pruebas de que cada cosa que el joven hacía y decía la hacía y decía
bajo la guía de Dios.
9
Para los parágrafos 37 a 53 ver Gen. XXXIX.

38. Así pues, aparentemente fue su comprador el que lo designó administrador de la casa,
pero, en realidad y en rigor de verdad, fue la Naturaleza 10 la que lo designó, con el designio
de brindarle el mando sobre ciudades, sobre un pueblo y sobre un gran país. Correspondía, en
efecto, que el que habría de ser hombre de estado se ejercitase y adquiriese experiencia en el
gobierno de la casa, ya que una casa es una ciudad de dimensiones limitadas, y su
administración bien podría calificarse de gobierno de un estado en pequeño, de la misma
manera que el estado es, en cierto modo, una gran casa, y el gobierno una administración de la
cosa pública.11
10
Uno de los frecuentes casos en que Filón emplea el término physis = naturaleza, para
designar a la Divinidad. Ver Sobre los sacrificios de Abel y Caín 98.
11
Es imposible reproducir en español la precisión contenida en los términos griegos
empleados en este paralelo. Dichos términos son, por una parte: polis = estado, politéia =
gobierno del estado, y politikós = hombre de estado; y por otra: oikía = casa, oikonomía =
administración de la casa, y oikonomikós = administrador de la casa, ecónomo.

39. Esto pone de manifiesto muy claramente la identidad de condición entre quien administra
una casa y el que gobierna un estado, aun cuando las cosas sujetas a la autoridad de uno y otro

260
difieran en número y tamaño. Otro tanto ocurre en la pintura y en la escultura. El buen
escultor y el buen pintor es el mismo artista y evidencia la misma capacidad artística tanto si
lo que produce es múltiple y de dimensiones colosales como si es poco y más pequeño.

40. IX. Pero, cuando por su dedicación a la casa gozaba José de la más alta reputación, la
esposa de su amo le hizo objeto de intrigas, frutos de un amor licencioso. Locamente
prendada de la belleza del jovencito y frenética en su incontrolada pasión, le formuló
proposiciones de compartir su lecho, a las que él se opuso enérgicamente rehusando de
manera categórica aceptar, pues su naturaleza y el ejercicio le habían infundido decoro y
continencia.

41. Y como ella, encendida en la ardiente llama de su ilegítimo deseo, renovaba de continuo
sus intentos sin lograr nunca éxito, finalmente echó mano a la violencia, movida por su pasión
creciente, y asiéndolo de su vestido lo arrastró con gran vigor hasta su lecho gracias a su
superior fuerza, acrecentada en ese caso por la pasión, la que a menudo torna vigorosos aun a
los más débiles.

42. Pero él, haciendo gala de una entereza superior a la que cabía esperar en su desfavorable
situación, le habló enérgicamente con palabras francas y dignas de su raza diciendo: "¿Por
qué me haces violencia? Nosotros, los hijos de los hebreos, nos atenemos a costumbres y
leyes exclusivamente nuestras.

43. Entre los otros hombres está permitido tener relaciones totalmente libres después de los
catorce años con rameras, con prostitutas y con cuantas trafican con sus cuerpos; entre
nosotros no es lícito que una cortesana viva siquiera, y la muerte es la pena para las que
practican tal oficio.12 Antes de llegar a las legítimas uniones no conocemos relación sexual
alguna con otra mujer, y vamos vírgenes a los desposorios con jóvenes vírgenes, teniendo
como objetivo al hacerlo, no el placer sino la procreación de hijos legítimos.
12
Como en Sobre las leyes particulares III, 51, se refiere aquí Filón a Deut. XIII, 17, aunque
el pasaje bíblico no hable de la pena de muerte para la prostituta.

44. Hasta el día de hoy he permanecido puro y no comenzaré a violar la ley por cometer un
adulterio, la más grave de las faltas. Aun en el caso de que hubiera yo llevado hasta aquí una
vida al margen de las leyes, entregado a los impulsos de la juventud y ávido tras la lujuria que
reina en este país, con todo no me sería dado andar en procura de la mujer de otro. ¿Qué
hombre no sentirá deseos de que se mate al adúltero? Porque, mientras tratándose de los otros
delitos los hombres suelen discrepar, sólo en éste han estado todos y en todas partes de
acuerdo, entendiendo que los culpables son merecedores de infinitas muertes y de ser puestos,
sin proceso, en manos de los que han descubierto sus culpas.

45. Pero tú, en tu inmoderado propósito, me impones una triple mancha al exigirme no sólo
cometer un simple adulterio sino además corromper a mi señora y a la esposa de mi señor.
Piensas como si yo al entrar en vuestra casa lo hubiera hecho con el propósito de hacer caso
omiso de las obligaciones que debe cumplir un servidor y jugar como un grosero borracho con
las esperanzas de quien me adquirió; ultrajando su matrimonio, su casa y su linaje.

46. Pero yo me veo obligado a honrarle en lo porvenir no sólo como a señor sino como a
benefactor además. Él me tiene confiado todo cuanto le pertenece y nada me ha vedado en
absoluto, ni grande ni pequeño, excepto su esposa. ¿Y es cosa digna que por todo ello le
pague con lo que me incitas a hacer? ¡Hermosos presentes los que, evidentemente, le haré en

261
retribución; dignos de los favores antes recibidos!

47. El amo ha trocado con sus beneficios mi condición de esclavo y extranjero en la de libre y
ciudadano hasta donde dependía de su voluntad, ¿y yo, el esclavo, me comportaré con mi
señor como si se tratara de un extranjero y esclavo? ¿Qué alma tendría yo si me prestase a
semejante impiedad? ¿Con qué ojos lo miraría aunque fuera yo de hierro? Mi conciencia, sin
apartarse de mí, me impediría mirarlo cara a cara, aun cuando pudiera pasar inadvertido. Pero,
de ningún modo ocurrirá eso; que los testigos de mis secretas acciones son innumerables.

48. Pasemos por alto el hecho de que, aun en el caso de que ningún otro se enterara o de que,
enterado, no me denunciara; no obstante ello, yo mismo me convertiría en mi propio delator a
través del color de mi rostro, de mi mirada y de mi voz, acusado, como acabo de decir, por mi
conciencia. Y, aun cuando ninguna clase de delación tenga lugar, ¿acaso no tenemos temor ni
respeto por la justicia, asesora de Dios y supervisora de nuestras acciones?"

49. X. Estas largas y sabias razones no hallaron eco alguno. en ella. Es que los deseos
apasionados son poderosos y envuelven en sombras aun a los más agudos de los sentidos.
Comprendiéndolo, él huyó, pero, al hacerlo, dejó en manos de ella las vestiduras que ésta
tenía asidas.

50. Esta circunstancia. proporcionó a ella la oportunidad de inventar una historia y maquinar
falsos cargos contra el joven para vengarse de él. En efecto, cuando su esposo hubo regresado
del mercado adoptó las apariencias de mujer sensata y recatada, indignada en. extremo ante
las prácticas licenciosas, y le dijo: "Nos has traído. como sirviente a un muchacho hebreo, que
no sólo ha corrompido tu espíritu cuando tú, irreflexiva y precipitadamente, le confiaste tu
casa, sino, además, se ha atrevido a deshonrar mi cuerpo.

51. No le ha bastado en su inmenso descaro y lascivia echar mano a las mujeres esclavas
como él, sino intentó también seducirme y violentarme a mí, su señora. Las pruebas de su
demencia son claras y evidentes, pues, cuando, presa de profunda impresión, lancé gritos
llamando en mi ayuda a los de adentro, él, confundido ante una reacción que no esperaba,
dejó su vestido al huir, temeroso de ser aprehendido." Mostró la mujer dicho vestido y con
ello pareció presentar evidencias sobre lo dicho.

52. El amo, creyendo que esto era verdad, ordenó que llevaran a José a prisión; en lo que
cometió dos importantes errores: el primero, no haberle concedido la oportunidad de
defenderse y haber condenado sin juicio previo a quien. nada malo había cometido, como si
hubiera incurrido en la más grave de las violaciones; el segundo, no ver que la vestidura, que
su mujer presentaba alegando que había sido abandonada por el joven, era una prueba, no de
violencia consumada por el joven contra ella, sino de la que él había experimentado de parte
de ella, por cuanto, si él hubiera sido el autor de la violencia, él hubiera retenido el vestido de
su señora; pero, habiendo sido víctima del atropello, lógico es que fuera arrebatado el suyo.

53. Sin embargo tal vez la extrema torpeza de su amo es perdonable, ya que pasaba su tiempo
en una cocina. llena de sangre, humo y ceniza, donde el entendimiento no tiene ocasión de
reposar y solazarse consigo mismo, pues vive en medio de una confusión, si no mayor, al
menos no menor que la del cuerpo.

54. XI. Tres son ya los rasgos del hombre de estado, que Moisés ha descripto: su condición de
pastor, de administrador de una casa y de hombre dueño de sí mismo. Sobre los dos primeros

262
hemos hablado; en cuanto al dominio de sí mismo, es rasgo que apunta no menos que los dos
primeros al gobierno del estado.

55. Si la moderación es provechosa y preserva-dora en todas las actividades de la vida, lo es


de un modo especial en los asuntos de estado, como podrán apreciarlo los que lo desean en
innumerables ejemplos muy fáciles de hallar.

56. ¿Quién, en efecto, ignora las desgracias que han sobrevenido' a naciones, a países y a
todas las latitudes de la tierra habitada, en tierra y en el mar, como resultado de la
intemperancia?' La mayor parte de las guerras más importantes han estallado a causa de
amores, adulterios y engaños de mujeres, por cuya culpa se ha extinguido la mayor y mejor
parte de la raza helena y de los pueblos extranjeros, y perecido la juventud de sus ciudades.13
13
Filón alude a la Guerra de Troya, a la contienda civil entre Antonio-y Octavio y a otros
episodios bélicos a los que la historia o la leyenda atribuía el origen que menciona.

57. Y, si del desenfreno resultan las contiendas intestinas y las guerras y males sin número
unos tras otros, es evidente que los resultados de la continencia son la estabilidad, la paz y la
adquisición y goce de bienes perfectos.

58. XII. Pero conviene que también expongamos, en ordenada secuencia, las enseñanzas que
se desprenden de este relato. El comprador de la persona a cuyo estudio estamos abocados es
calificado de eunuco. Y con razón, pues la multitud que compra al hombre de estado es, a
decir verdad, un eunuco, que aparentemente posee los órganos de la generación, pero que
carece del poder de engendrar; tal como ocurre con los que, poseyendo ojos, como padecen
cataratas en la vista, se ven privados del ejercicio de la actividad ocular y son incapaces de
ver.

59. ¿Y en qué reside la semejanza entre la multitud y un eunuco? En que" la multitud, aun
cuando aparentemente práctica la virtud, es infecunda en sabiduría. Cada vez, en efecto, que
una multitud de personas mezcladas y heterogéneas se concentra en un mismo sitio, dice lo
conveniente, pero piensa y hace lo contrario, prefiriendo lo espurio a lo legítimo porque se
gobierna por las apariencias y no pone en práctica lo verdaderamente noble.

60. Y así, por paradójico que parezca, con este eunuco cohabita también una esposa. Es que la
multitud tiende a hacer suya a la pasión, lo mismo que el hombre hace suya a una mujer; y la
pasión es el resorte de todas sus manifestaciones y acciones, pues él la convierte en su
consejera en todas las cosas, confesables e inconfesables, pequeñas y grandes, sin la menor
inclinación a escuchar los consejos que proporciona la razón.

61. Sumamente acertado está también Moisés al llamarlo jefe de cocinas. En efecto, así como
un cocinero no se ocupa de otra cosa que de atender a los incesantes y superfluos placeres del
vientre, así también la multitud de los estados se entrega al cultivo de todo aquello que deleita
y place al oído, al par que debilita las energías de la inteligencia, y relaja, por así decir, los
poderes del alma.

62. ¿Quién no conoce la diferencia que media entre los cocineros y los médicos? Éstos
preparan con todo esmero solamente cosas saludables, aun cuando en ocasiones resulten
desagradables; aquéllos, por el contrario, solo preparan cosas agradables sin preocuparse por
si son provechosas.

263
63. Pues bien, en los estados democráticos el papel de los médicos corresponde a las leyes y a
los que gobiernan de conformidad con ellas, es decir, a los miembros de los concejos y a los
jueces que se preocupan por la común preservación y seguridad, sin ceder a las adulaciones;
en tanto que el de los cocineros, toca a la innumerable muchedumbre de espíritus inmaduros,
a los que tienen sin cuidado las cosas beneficiosas y sólo preocupa la manera de aprovechar el
placer del momento.

64. XIII. Y, como una mujer licenciosa, la concupiscencia de las multitudes siéntese
enamorada del hombre, de estado y le dice: "Aproxímate, hombre, a la multitud, con la que
cohabito; y olvídate de todas tus particulares convicciones, de los hábitos, los pensamientos y
las acciones en que te has educado. Hazme caso a mí, cuídame y haz todo lo que me
proporcione placer.

65. Porque no tolero a quien es austero, franco, amigo rigurosamente ecuánime de la verdad; a
quien obra con altura y dignidad en todas las cosas, sin ceder en nada, inclinándose sólo y
siempre hacia lo conveniente, indiferente en absoluto a lo que piensa el auditorio.

66. Un sinnúmero de acusaciones reuniré contra ti para presentarlas ante mi esposo y amo
tuyo, la multitud. Lo haré porque hasta ahora, por lo que veo, obras como si fueras libre, sin
tener en cuenta absolutamente que estás convertido en esclavo de un despótico señor. Si te
hubieras dado cuenta de que la independencia está íntimamente ligada a la condición de
hombre libre, pero es ajena al esclavo, hubieras aprendido a dejar de lado tu presunción y a
dirigir tus miradas hacia mí, la concupiscencia, es decir la esposa de tu amo, y a hacer lo que
es de mi agrado y será para ti el más seguro medio de alcanzar beneficios."

67. XIV. En realidad, el hombre de estado no ignora que el pueblo posee los poderes propios
de un amo, pero no admite ser esclavo y se tiene por libre, y en todos sus actos procura
complacer a su propia alma. Con toda franqueza, pues, dirá: "Ni he aprendido ni me dedicaré
jamás a captar el favor popular; pero, dado que ha sido puesto en mis manos el cargo de
presidir y cuidar el estado, yo sabré hacerlo como un buen administrador y un padre benévolo,
con sinceridad y pureza, sin la detestable simulación.

68. Ese es mi modo de pensar y nadie habrá de descubrir en mí ni claudicaciones ni


ocultamientos propios de un ladrón; mi conciencia es clara, como a plena luz del sol, como
que la verdad es luz. Nada temeré de las amenazas, ni siquiera ante amenazas de muerte; que
la muerte es un mal menos penoso que el fingimiento.

69. ¿Por qué razón me someteré a él? Admito que el pueblo es un amo, pero yo no soy un
esclavo, sino una persona de buena cuna como el que más; alguien que aspira a ser registrado
en los padrones del mayor y más excelente de los estados, que es este mundo.

70. Si no me someto ni a las dádivas ni a las incitaciones ni al amor a los honores ni al deseo
de poder ni a la presunción ni al anhelo de fama ni a la incontinencia ni a la cobardía ni a la
injusticia ni a ninguna otra cosa procedente de la pasión o el vicio, ¿qué dominación puede ya
causarme temor?

71. Sólo la procedente de los hombres, claro está. Pero éstos poseen la soberanía sobre mi
cuerpo, no sobre mí verdadero ser. Y lo que yo valgo lo valgo gracias a la parte mejor de mi
ser, es decir, mi inteligencia, merced a la cual estoy preparado para vivir sin hacer mucho caso
del cuerpo mortal, ese elemento adherido en torno a mí como una ostra. Aunque algunos

264
pueden maltratarlo, si mi ser interior se ve libre de opresores amos y amas, no he de afligirme,
puesto que estoy a salvo de la más penosa de las opresiones.

72. Si, pues, me viere en la obligación de ser juez, juzgaré sin inclinarme por el rico a causa
de sus riquezas, ni por el pobre apiadado de sus desdichas; y arbitraré con toda integridad lo
que llegue a parecerme justo, haciendo caso omiso de la jerarquía y del aspecto de los
litigantes.

73. Si tomare parte en las deliberaciones del consejo, presentaré mociones provechosas para la
comunidad aunque no resulten agradables. Si participare en las asambleas, dejaré para otros
los discursos lisonjeros y solo echaré mano a los saludables y convenientes, reprochando,
advirtiendo, corrigiendo, empeñado en mostrar no una insensata y frenética arrogancia sino
una sobria franqueza.

74. Si a alguien no le gusta que se le mejore, que dirija también sus reproches a progenitores,
cuidadores, maestros y a todas las personas que tienen otras a su cargo, ya que todos ellos
reprenden tanto a sus propios hijos como a niños huérfanos o a pupilos, y en ocasiones los
castigan, sin que sea lícito llamar a tales medidas insulto ni violencia, pues, por el contrario,
se trata de afecto y benevolencia.

75. Estaría, en efecto, muy fuera de lugar que yo, el hombre de estado, a quien todos los
intereses del pueblo están confiados, en los cálculos acerca de lo conveniente, resultara
inferior a uno que se ocupa del arte de la medicina.

76. Porque éste no tiene para nada en cuenta la próspera situación del paciente según lo que
entienden los hombres por prosperidad, ni el hecho de que sea de noble cuna, o riquísimo, o el
más ilustre soberano o déspota de su tiempo; sino de una sola cosa se preocupa: de salvarlo en
la medida de sus posibilidades; y, cada vez que es preciso recurrir a las operaciones y
cauterizaciones, él, el llamado súbdito y esclavo, aplica el cuchillo y el fuego a su soberano y
amo.

77. Y yo, que me he hecho cargo no de un solo hombre sino de todo el estado, enfermo de las
más penosas enfermedades, producidas por las concupiscencias que le son congénitas, ¿qué
debo hacer? ¿He de renunciar a lo que será provechoso para todos en común, para halagar a
los oídos de este o aquel hombre con obsecuente lisonja muy propia de esclavos? Morir
preferiría antes que emplear palabras placenteras para ocultar la verdad y descuidar lo
conveniente.

78. "Por lo tanto" como dice el poeta trágico,14 "venga el fuego, venga la espada. Quémame,
consume mis carnes, satúrate de mí bebiendo mi negra sangre; porque descenderán las
estrellas bajo la tierra y se elevará la tierra hasta el éter antes de que procedente de mí te
llegue una palabra de adulación."
14
Eurípides. Ver Interpretación alegórica III, 202, y Todo hombre bueno es libre 99.

79. El despótico pueblo no puede soportar al hombre de estado, de espíritu tan vigoroso y
desvinculado de todas las pasiones, del placer, del miedo, del dolor, del deseo; y castiga como
a un enemigo al que es amigo y bien intencionado. Con ello, antes que a aquél, es a sí mismo
a quien inflige el más grande de los castigos, vale decir, la indisciplina; a causa de la cual no
aprende la más hermosa y provechosa de las lecciones, el respeto al mando; la que, entre otras
cosas, enseña también a ejercerlo.

265
80. XV. Habiendo tratado también estos asuntos con suficiente extensión, veamos lo que
sigue.15 El joven, caído en desgracia ante su señor a causa de las acusaciones inventadas por
la enamorada mujer, cargos que no eran sino una réplica de los que ella merecía se le hicieran,
fue conducido a la prisión sin haber tenido oportunidad de defenderse. Ya en la prisión, tan
grande fue la virtud de que dio prueba, que hasta los más malvados de los que allí estaban
quedaron admirados hasta la perplejidad y consideraron haber hallado en él un consuelo para
sus infortunios y un remedio contra sus males.
15
Para los parágrafos 80 a 124 ver Gen. XXXIX, 20, y XLI, 45.

81. Nadie ignora de cuánta inhumanidad y crueldad están llenos los guardiacárceles. Son
implacables por naturaleza y se endurecen con la práctica, embruteciéndose día a día hasta el
salvajismo, pues no ven ni oyen ni hacen cosa provechosa, ni siquiera por casualidad, y sí
todo lo que es violento y cruel al máximo.

82. Es que, así como el hombre de buena contextura física, se fortifica cuando agrega a ésta la
preparación atlética, y llega a adquirir una fuerza irresistible y una inigualada robustez; de la
misma manera, cuando una naturaleza inculta y dura agrega la ejercitación a su salvajismo
natural, tómase doblemente insensible y totalmente refractaria al humano sentimiento que es
la piedad.

83. Y, así como los que frecuentan la compañía de los buenos mejoran su modo de ser por el
gusto que hallan en sus compañeros, del mismo modo también aquellos que viven con los
malvados se impregnan en cierta medida de la maldad de los otros. La costumbre, en efecto,
es una poderosa fuerza, capaz de igualar la naturaleza de los seres.

84. Pues bien, los guardiacárceles pasan sus días en compañía de hurtadores de ropas,
ladrones, perforadores de paredes, propensos a la violencia, agresores, corruptores, asesinos,
adúlteros, profanadores; y de cada uno de ellos toman y acumulan algo de depravación; y de
esta heterogénea mezcla producen un único mal, universal mezcla de toda clase de miserias.

85. XVI. Sin embargo, uno de esta clase, amansado por la nobleza de alma del jovencito, no
sólo le proporcionó seguridad y protección, sino también el mando sobre todos los
prisioneros; de tal modo que él conservó sólo nominalmente el cargo de guardiacárcel, para
guardar las apariencias, pero, de hecho, había delegado en el joven su puesto, el que, de esta
manera, llegó a ser origen de no pocos beneficios para los recluidos.

86. Por ejemplo, el lugar ya no merecía el nombre de prisión, sino el de casa de corrección, ya
que, en vez de las torturas y los castigos que soportaban noche y día, golpeados, encadenados
y sujetos a toda suerte de males, eran ahora reprendidos con palabras y doctrinas filosóficas y
con la conducta del maestro, más eficaz que cualquier discurso.

87. En efecto, poniendo ante ellos su vida, como bien acababa pintura y modelo de sensatez y
de cada una de las virtudes, llegó a hacer cambiar aun a los que parecían ser completamente
incurables; los que, como repuestos ya de prolongadas enfermedades del alma, se reprocharon
a sí mismo por su pasado y se arrepentieron e hicieron público su arrepentimiento en términos
como estos: "¿Dónde estaba antes este bien tan grande con que por primera vez hemos venido
a encontrarnos? Porque he aquí que, iluminados por él, hemos visto, como en un espejo,
nuestra conducta, y nos sentimos avergonzados."

266
88. XVII. Iban ellos de esta manera mejorando, cuando fueron introducidos dos eunucos del
rey, el copero mayor y el jefe de reposteros, ambos acusados y condenados por
incumplimiento de sus deberes. José se tomó por éstos el mismo interés que por los demás,
impulsado por el deseo de que le fuera posible hacer de los que estaban a su cargo personas en
nada inferiores a los hombres irreprochables.

89. Y poco tiempo después, mientras visitaba a los prisioneros, vio que los eunucos estaban
aun más llenos de preocupación y de miedo que antes; y, conjeturando por lo intenso de su
dolor que algo inusitado les había ocurrido, les preguntó el motivo.

90. Al responder ellos que habían tenido unos sueños que los habían llenado de disgusto y de
inquietud, pues nadie era capaz de interpretarlos, él dijo: "Cobrad ánimo y contádmelo; que, si
Dios lo quiere, resultarán claros. Él quiere que lo que aparece obscuro en las cosas, quede al
descubierto para los que anhelan la verdad."

91. Entonces tomó la palabra primero el copero mayor y dijo: "Me pareció ver una gran viña,
en un bien desarrollado tronco, que procedía de tres raíces. Estaba reverdecida y cargada de
racimos como en plena época de los frutos; y de un racimo, negro ya de maduro, tomaba yo
las uvas y las exprimía en la copa real; y, una vez llena de vino puro, se la alcanzaba al rey."

92. José, tras un breve silencio, le dijo: "Tu visión te anuncia prosperidad y la reposición en el
cargo anterior. Las tres raíces de la viña representan tres días, al cabo de los cuales el rey se
acordará de ti y te mandará regresar de aquí. Te concederá su perdón y te ordenará retornar al
mismo cargo; y para tu confirmación en él llenarás una copa y la ofrecerás a tu señor." El
copero mayor se regocijó al oír esto.

93: XVIII. El jefe de reposteros, por su parte, aprobó la interpretación, creyendo que también
él había tenido un sueño venturoso, aunque mucho distaba de serlo en realidad; y engañado
por las saludables esperanzas del otro, dijo: "También yo tuve un sueño, y en él me imaginaba
ir cargado con cestas; y tres eran las cestas llenas de pasteles que transportaba sobre mi
cabeza; y la de más arriba estaba llena de toda suerte de confituras de las que habitualmente se
producen para uso del rey, pues grande es la variedad de lo que para la mesa real elabora la
diligencia de los reposteros. Pero, unas aves, descendiendo sobre ellas, las arrebataban de mi
cabeza para devorarlas insaciablemente hasta consumirlas por completo y no quedar una sola
de las provisiones."

94. Pero José le dijo: "Bien quisiera que esta visión jamás se te hubiera presentado, o que, si
la hubieras tenido, no hubiera sido mencionada, o que, en caso de haberse mencionado, al
menos hubiera sido contada lejos de mis oídos para no llegar a oírla. Lamento, en efecto, más
que nadie ser nuncio de males y me conduelo con los que sufren desgracias, pues mis
sentimientos humanitarios me hacen padecer tanto como los mismos que sufren.

95. Pero, puesto que a los que interpretan sueños les es forzoso decir la verdad, ya que son
ellos profetas que exponen las Divinas revelaciones, te la diré sin omitir cosa alguna; que, si
nada hay superior a la verdad en todos los casos, tratándose de los Divinos mensajes, decir la
verdad es además la suprema norma de santidad. 96. Las tales cestas son símbolo de tres días.
Pasados éstos, el rey ordenará que seas empalado y decapitado, y las aves descenderán
volando para regalarse con tus carnes hasta que seas totalmente aniquilado."

97. El jefe de reposteros, como era de esperarse, se sintió confundido y anonadado, sin poder

267
apartar de su pensamiento el plazo fijado y anticipando mentalmente sus sufrimientos. El
término de los tres días coincidió con el cumpleaños del rey, día que todos los habitantes del
país celebran, y de un modo especial los del palacio.

98. Y así, mientras los dignatarios participaban de un banquete y la servidumbre se regalaba


como en una pública comilona, el rey se acordó de los eunucos y mandó que los trajesen. Y
cuando los vio, confirmó la interpretación de los sueños, al disponer que uno fuera empalado
y decapitado, y el otro fuera repuesto en su anterior cargo.

99. XIX. Ahora bien, cuando el copero mayor hubo recobrado la confianza de su amo, olvidó
a aquel que le había predicho la reconciliación y aliviado todas las desgracias que pesaban
sobre él. Quizá lo olvidó porque todo desagradecido es olvidadizo de sus bienhechores; o
quizá también por previsión de Dios, quien quería que la prosperidad llegara al joven no a
través de un hombre sino a través de Él mismo.

100. En efecto, dos años más tarde, durante un sueño el rey tuvo dos visiones en las que se le
revelaban los bienes y males futuros que sobrevendrían al país; visiones que para despertar
una más firme convicción, repetían ambas la misma cosa.

101. Parecíale al rey que salían del río siete vacas grandes, de abundantes carnes y de
hermoso aspecto, y pastaban junto a las orillas altas. Después de estas surgían otras siete,
descamadas, reducidas, por así decir, a esqueletos y de pésimo aspecto; y pastaban junto a las
primeras. Entonces, de improviso, las mejores fueron devoradas por las peores, y el volumen
de los vientres de éstas no creció absolutamente nada después del hartazgo, quedándoles los
mismos si no más delgados, en todo caso no menos que antes.

102. Habiéndose despertado el rey y vuelto luego a dormir, fue acosado por una segunda
visión. Pensaba que siete espigas de trigo habían brotado de un solo tallo. Eran exactamente
del mismo tamaño, y crecían y maduraban elevándose vigorosas hasta alcanzar altura.
Enseguida otras siete, pequeñas y débiles, crecieron cerca de las primeras y cayendo sobre
ellas devoraron el tallo fecundo.

103. Después de tener esta visión, el rey permaneció despierto durante el resto de la noche,
pues las preocupaciones con su penetrante aguijón le impedían conciliar el sueño; y, apenas
amaneció, mandó a llamar a los sabios y les narró la visión.

104. Mas, como ninguno de ellos fue capaz de vislumbrar la verdad mediante conjeturas
verosímiles, se presentó el copero mayor y dijo: "Señor, hay esperanzas de hallar al hombre
que buscas. Cuando yo y el jefe de reposteros incurrimos en falta, tú ordenaste que se nos
condujera a prisión. En ella estaba un hebreo, criado del jefe de cocinas, al cual contamos yo
y aquél unos sueños que habíamos tenido. Él los interpretó con tal precisión y acierto que
cuanto predijo a uno y a otro aconteció: a aquél el castigo que sufrió, y a mí la gracia y
benevolencia que alcanzaría de tu parte."

105. XX. El rey, al oírlo, mandó que fueran de prisa a llamar al joven. Ellos, después de
cortarle el cabello de la cabeza y la barba, pues desde su encierro lo llevaba largo y espeso; y
luego de trocar su manchado vestido por otro resplandeciente, y de aderezarlo de otras
maneras, lo condujeron ante el rey.

106. El rey conjeturó por el aspecto del joven que se trataba de una persona libre y de buena

268
cuna; que, si bien ciertos rasgos manifiestos en el aspecto exterior de las personas vistas no
son visibles para todos, sí lo son para aquellos cuyo discernimiento está dotado de aguda
visión. Y así, dijo: "Mi espíritu adivina que mis sueños no habrán de quedar para siempre en
la obscuridad; este joven da muestras de manifiesta sabiduría y pondrá al descubierto la
verdad; y, así como la luz dispersa las tinieblas, el saber de éste dispersará la ignorancia de
nuestros expertos." Y le contó su sueño.

107. José, sin inmutarse ante la elevada dignidad del que hablaba, se dirigió a él, no como un
súbdito a su rey, sino como un rey a su súbdito; y con toda franqueza y a la vez con modestia
le dijo: "Dios te ha dado señal de cuanto está a punto de hacer en tu país. No pienses que las
dos visiones son dos sueños; se trata de uno solo repetido, no con una repetición superflua,
sino para que te convenzas con más firme convicción.

108. En efecto, las siete vacas. gordas y las siete espigas lozanas y maduras indican siete años
de abundancia y prosperidad, en tanto que las siete vacas raquíticas y esqueléticas y las siete
espigas ruinosas y contrahechas significan otros siete de hambre.

109. En consecuencia, los siete primeros años llegarán trayendo grandes e inagotables buenas
cosechas gracias a las anuales crecientes del río, que transformará en zonas anegadas las
tierras de cultivo; y gozando los campos de una fertilidad, desconocida anteriormente; pero
después de estos siete años llegarán a su turno, otros siete de condiciones contrarias a las
primeras, portadores de penosa penuria y carestía; en los que ni se desbordará el río ni la tierra
será feraz; de modo que no habrá memoria de la anterior prosperidad y toda huella de la
pasada abundancia será borrada.

110. Tal es lo que la interpretación pone de manifiesto; pero la voz de Dios llega hasta mí y
me comunica salvadoras sugerencias para la que bien podemos llamar enfermedad; que la
más: penosa enfermedad de las ciudades y los países es el hambre,. por lo que es preciso
preparar los medios para debilitarla a fin de que no alcance la plenitud de su poder y devore a
los habitantes.

111. ¿Y cómo se la debilitará? Pues habrá que almacenar en la ciudad y en las aldeas el
sobrante de la cosecha de los siete años de abundancia, luego de destinar lo suficiente a la
alimentación de las poblaciones; aproximadamente una quinta parte. Para tranquilidad de los
habitantes, no se transportarán las cosechas a lugares distantes sino se guardarán en aquellos
lugares donde hubieren sido producidas.

112. Los granos serán llevados unidos a las espigas, sin desgranarlos ni limpiarlos en
absoluto; y esto por cuatro razones. En primer lugar porque, estando protegidos, se
mantendrán más tiempo sin echarse a perder. En segundo lugar porque así, al irlos
desgranando y aventando cada año, surgirá el recuerdo de la época de abundancia; y bien
sabemos que la evocación 16 de los verdaderos bienes llega a producir un nuevo placer.
16
Sigo la corrección de Mangey, quien sustituye mimesis = imitación, cuyo sentido no
encuadra en el contexto, por hypómnesis = recuerdo, término que, por otra parte, aparece en el
renglón anterior.

113. En tercer lugar para que, no pudiendo ser contados los granos existentes aún en las
gavillas y espigas, resulte incierta e incalculable la cantidad de los mismos, y de ese modo no
decaiga el ánimo de la población anticipadamente al notar su gradual disminución del grano
calculado; sino, por el contrario, se sienta animosa, nutrida con un alimento mejor aún que los

269
granos; ya que la esperanza nutre más que cualquier otro alimento; y así sobrelleve la penosa
enfermedad de la escasez con menos fatiga. En cuarto lugar para tener almacenado también
forraje para los ganados, a medida que se vayan separando por la limpieza del grano los
montones de pajas y residuos.

114. Preciso es, por otra parte, que se escoja para el control de estas providencias a un hombre
de suma sensatez, en extremo prudente y bien reputado en todo, que sea apto para llevar a
cabo las mencionadas medidas sin dilaciones, sin suscitar odios ni resistencias y sin dar a las
multitudes ninguna impresión del hambre que habrá de sobrevenir. Porque sería cosa penosa
que se atormentasen de antemano y se abatiese sobre sus almas la desesperanza.

115. Y, si alguien preguntare el motivo de esas medidas, le dirá que, así como en plena paz es
preciso anticiparse en los preparativos para la guerra, del mismo modo es preciso que en las
épocas de prosperidad se adopten providencias contra una eventual escasez. Agregará que las
guerras, el hambre y todas las desgracias en general son inciertas y debemos prepararnos para
ellas sin esperar a que sobrevengan y buscar una solución cuando ya no hay remedio."

116. XXI. El rey, habiendo escuchado esta interpretación de sus sueños, que tan exacta y
acertadamente conjeturaba la verdad, y este consejo que, según todas las apariencias, era el
más provechoso por su previsión del incierto futuro, mandó a los que le acompañaban que se
aproximaran para que José no alcanzase a oír, y les dijo: "Señores, ¿hallaremos a un hombre
así como éste, que tiene en sí el espíritu Divino?"

117. Y mientras ellos aprobaban y alababan sus palabras, él dirigió la mirada hacia José, que
estaba de pie cerca, y le dijo: "La persona que me aconsejas escoger, el hombre sensato y
prudente que, según tus recomendaciones, es preciso buscar, no se halla muy distante, está
aquí y eres tú precisamente, pues pienso que la asistencia Divina te ha acompañado al decir lo
que has dicho. Ven, pues, y hazte cargo de la administración de mi casa y de la superin-
tendencia de todo Egipto.

118. Ninguno me podrá acusar de precipitación, pues no he procedido movido por un


sentimiento de autosuficiencia, pasión difícil de remediar. Las grandes naturalezas no
necesitan mucho tiempo para dar muestras de sí, y con el peso de su ascendiente fuerzan a
otros a una aceptación rápida y sin dilaciones. Además, en este caso los hechos no admiten
demora ni postergación, puesto que las circunstancias apremian para que se adopten las
medidas necesarias."

119. Finalmente, lo nombró virrey del reino; o más bien, para hablar con toda franqueza, rey;
que, aunque el título de tal se lo reservó para sí mismo, de hecho delegó en aquél la autoridad
y tomó todos los otros recaudos necesarios para honrar al jovencito.

120. Así, le entregó el real sello y le puso el vestido sagrado y un collar de oro, y colocándolo
sobre el segundo de los carros, dispuso que recorriese la ciudad precedido de un heraldo que
anunciara su nombramiento a los que no estaban al tanto de él.

121. Además le asignó un nuevo nombre en la lengua del país, nombre derivado del arte de
interpretar los sueños; y le dio por esposa a la dama más ilustre de Egipto, la hija del
sacerdote del sol. Estas cosas sucedieron cuando José tenía alrededor de treinta años.

122. Tal es, a la postre, el destino de los hombres piadosos: aunque se los incline, no caen

270
enteramente, sino se sobreponen y enderezan con firmeza y seguridad, de modo de no ser
derribados jamás en adelante.

123. ¿Quién, en efecto, hubiera esperado que en un solo día la misma persona cambiaría de
esclavo en señor, de prisionero en el más alto dignatario; que el subalterno del guardiacárceles
sería el lugarteniente del rey, que su residencia sería un palacio en vez de una prisión y que
sería objeto de los más altos honores en vez de soportar las más bajas humillaciones?

124. Sin embargo, estas cosas han sucedido y sucederán muchas veces, cuando Dios lo quiera.
Sólo es preciso que se mantenga como al rescoldo en nuestras almas una brasa de nobleza de
espíritu, la que, al ver aventada, resplandece necesariamente.

125. XXII. Pero, como después de examinar el contenido literal nos hemos propuesto
examinar el sentido alegórico del relato, digamos también lo que es preciso decir al respecto.
Tal vez algunos, demasiado apresurados en sus juicios, se rían al oírme; pero yo diré sin
retaceos que el hombre de estado es, sin lugar a dudas, un intérprete de sueños; no uno de los
bufones ni de los charlatanes ni de los que enseñan sutilezas capciosas a cambio de una paga y
hacen de la interpretación de las visiones habidas en sueños un pretexto para ganar plata; sino
una persona acostumbrada a juzgar con precisión el grande, común y universal sueño propio
no solo de los que duermen sino también de los despiertos.

126. Este sueño, para hablar con toda exactitud, es la vida de los hombres; y tan cierto es ello
que, al igual que en las visiones de los sueños, viendo no vemos, oyendo no oímos, gustando
o tocando ni gustamos ni tocamos, hablando no hablamos, andando no andamos y, aunque
aparentemente realizamos los demás movimientos y adoptamos las restantes posturas, nada de
eso pasa en absoluto; que se trata de vacías invenciones de la mente, la que, sin ninguna base
concreta, sólo produce, en realidad, pinturas e imágenes de cosas no existentes, como si
existieran, de la misma manera, también las visiones que tenemos durante el tiempo en que
permanecemos despiertos aseméjanse a las de los sueños: Vienen, se van, aparecen, se alejan;
y antes de que podamos asirlas firmemente desaparecen volando.

127. Examínese cada uno a sí mismo y comprobará la verdad por sí mismo, sin necesidad de
las pruebas que yo le podría proporcionar, muy especialmente si se trata de una persona ya de
avanzada edad. Esta persona no es otro' que aquel que una vez fue un infante, más tarde un
niño, luego un adolescente, después un muchacho, a continuación un joven, posteriormente un
hombre maduro y al fin un anciano.

128. Pero, adonde está todo aquello? ¿No desapareció el infante en el niño, el niño en el
adolescente, el adolescente en el muchacho, el muchacho en el joven, el joven en el hombre y
el hombre en el anciano, y no sigue a la vejez la muerte? l7
17
Ver Sobre los querubines 114.

129. Y hasta podría decirse que el hecho de que cada etapa de la vida ceda su vigor a la
siguiente, constituye ya una muerte anticipada, a través de la cual la naturaleza nos enseña
calladamente a no temer a muerte última, puesto que hemos sobrellevado sin ninguna
dificultad las anteriores, es decir, la del infante, la del niño, la del adolescente, la del
muchacho, la del joven, la del hombre maduro, ninguna de las cuales está presente ya cuando
la vejez ha llegado.

130. XXIII. ¿Y no son también sueños las otras cosas relacionadas con el cuerpo? ¿No es

271
efímera la belleza, que se marchita antes de florecer? ¿Y la salud no es algo inseguro,
amenazada, como está, por las enfermedades? ¿No es el vigor físico presa fácil de
postraciones de innumerables orígenes? Y la agudeza de los sentidos, ¿no es acaso insegura y
fácilmente víctima del enfrentamiento con cualquier pequeña contingencia?

131. ¿Y quién no conoce la inseguridad de las cosas externas? Fortunas inmensas se han
disipado en un solo día. Muchísimos, que habían alcanzado los primeros puestos en las más
altas dignidades, han venido a parar en la obscura condición de aquellos de los que nadie hace
caso ni tiene presente. El poderío de los más grandes leyes ha caído por tierra a causa de un
pequeño cambio en la balanza de la fortuna.

132. Lo que digo se ve confirmado en el caso de Dionisio de Corinto, que fue tirano de
Sicilia, pero que, despojado del mando, se refugió en Corinto, donde tan grande gobernante se
convirtió en maestro de primeras letras.18
18
Refiérese a Dionisio II, que después de un turbulento reinado en Siracusa (367-345),
interrumpido por un largo destierro en Corinto, acabó finalmente sus días exiliado por
segunda vez en esta ciudad.

133. Otro ejemplo es el de Creso, rey de Lidia, el más rico de los reyes, que esperaba destruir
el imperio de los persas, y no sólo dio por tierra con el suyo, sino que, hecho prisionero,
estuvo a punto de morir en la hoguera.

134. No solo determinados hombres dan testimonios de que estas cosas son sueños; también
lo atestiguan ciudades, naciones, países, Grecia, el mundo no griego, continentales, isleños,
Europa, Asia, occidente, oriente. Es que nada absolutamente y en ninguna parte ha
permanecido en la misma condición; todo, en todas sus partes, está sujeto a cambios y
contingencias.

135. En cierta época Egipto poseyó la hegemonía sobre muchas naciones, pero ahora está
sometido. Los macedonios alcanzaron en su oportunidad tal grado de prosperidad, que
extendieron su dominación a toda la tierra habitada; ahora, en cambio, entregan a los reco-
lectores de contribuciones los anuales tributos fijados por sus amos.

136. ¿Y dónde está la casa de los Ptolomeos y la fama de cada uno de los diádocos,19 cuyo
esplendor llegaba hasta los límites de la tierra y el mar? ¿Dónde, las libertades de las naciones
y estados antaño independientes? ¿Dónde, a la inversa, la servidumbre de los que eran
vasallos? ¿No dominaron los persas a los partos; y ahora, por esos vaivenes y cambios de los
humanos negocios y por los altibajos del azar, no gobiernan los partos a los persas? 20
19
Es decir, los sucesores de Alejandro Magno tras el reparto de las satrapías hecho en
Babilonia en 323 a. C.
20
Reflexiones análogas a las precedentes lóense en Sobre la inmutabilidad de Dios 173 a 176.

137. Fórjanse algunos la perspectiva de grandes e ilimitadas bonanzas, pero estas no son sino
el comienzo de grandes calamidades; y, cuando ellos se apresuran, pensando que van tras una
herencia de bienes, se encuentran con terribles infortunios; en tanto que, por el contrario,
cuando esperan un mal vienen a hallar fortuitos bienes.

138. Atletas envanecidos de sus vigorosas fuerzas y de la robustez de sus cuerpos, que daban
por segura una indiscutida victoria, muchas veces resultaron excluidos de la competencia en
la selección previa; o, habiendo sido admitidos en la lucha, han sido vencidos, en tanto que

272
otros, que no esperaban alcanzar ni siquiera un premio de segundo orden, han obtenido los
primeros y ceñido la corona.

139. Algunos, habiéndose embarcado en verano, época propicia para una próspera
navegación, han naufragado; en tanto que otros han zarpado en invierno, con el
presentimiento de un desastre, y han arribado a puerto libres de peligros. Algunos de los
comerciantes hacen largos viajes, seguros de obtener ganancias ciertas, sin darse cuenta de las
pérdidas que les aguardan; y, al revés, a veces piensan que sufrirán pérdidas, y luego disfrutan
de grandes ganancias.

140. Así pues, los resultados son inciertos en uno y otro sentido, y los negocios humanos se
balancean como sobre una balanza con pesos desiguales, que ora los levantan ora los arrastran
hacia abajo; y una terrible incertidumbre y espesa obscuridad envuelve los acontecimientos.
Como en un profundo sueño, andamos a la deriva sin poder recorrer nada con exacto cálculo
ni poder asir cosa alguna con vigor y firmeza, pues todas las cosas aseméjanse a sombras y
fantasmas.

141. Y, así como en las procesiones las primeras-filas pasan y se pierden de vista; y en los
torrentes la corriente fluye, adelántase y deja atrás a nuestra observación por ser tan violenta y
rápida; así también los acontecimientos de la vida pasan dejándonos de lado, y, aunque dan la
impresión de que permanecen, no se detienen ni siquiera un instante sino corren en perpetuo
torbellino.

142. Y los que están despiertos, que en la incertidumbre de sus percepciones en nada difieren
de los que duermen, se engañan a sí mismos al creerse capaces de ver las naturalezas de las
cosas con infalibles razonamientos. Cada uno de los sentidos les resulta un obstáculo en el
camino hacia. el saber, pues déjase sobornar por los objetos que contempla, por los sonidos
que escucha, por las variedades de gustos, por las particularidades de los olores, hacia los
cuales se vuelve y por los cuales es arrastrado, no permitiendo de este modo al conjunto del
alma mantenerse recto y avanzar sin tropiezo como por un amplio camino. De ese modo, los
sentidos producen la confusión entre lo alto y lo bajo, entre lo grande y lo pequeño, y todo lo
emparentado con la desigualdad y la irregularidad; y provocan fatalmente el vértigo creando
inmensa desorientación.

143. XXIV. Por eso, estando la vida saturada de tan grande perturbación y desorden, es
preciso que el hombre de estado se presente y, como un sabio intérprete de sueños, explique
los. sueños y visiones que en pleno día tienen los que creen que están despiertos; y que con
conjeturas razonables y verosímiles brinden enseñanzas acerca de cada una de esas visiones,
indicando que esto es hermoso, aquello feo, esto bueno, aquello malo, esto justo, aquello
injusto; y así en todo lo demás: lo prudente, lo valiente, lo piadoso, lo santo, lo conveniente,
lo útil; y a la inversa, lo inútil, lo irrazonable, lo innoble, lo impío, lo profano, lo
inconveniente, lo dañoso, lo egoísta.

144. Y a estas enseñanzas agrega todavía otras tales como: Esto es ajeno; no lo desees. Esto te
pertenece; úsalo sin abusar. Tienes grandes riquezas; compártelas con otros, pues lo excelente
de la riqueza no reside en las bolsas repletas sino en la ayuda a los necesitados. Posees poco;
no envidies a los pudientes, pues nadie compadece a un pobre envidioso. Eres famoso y has
recibido-honores; no te ensoberbezcas. Las circunstancias te han reducido a una humilde
condición, que tu espíritu no se deprima. Te van todas las cosas tal como deseas; debes estar
preparado» para el caso de que cambien. Tropiezas a menudo; ten fe en que vendrán tiempos

273
mejores, pues las cosas humanas se truecan en sus contrarias.

145. La luna, el sol y el cielo todo presentan claras y nítidas determinaciones porque cada
cosa de allí permanece invariable y regulada por las leyes de la verdad misma, según
armoniosas ordenaciones y las más excelsas de las sinfonías. Las terrenales, en cambio, como
están llenas de inmenso desorden y perturbación, son, en el estricto sentido de la palabra,
discordantes y sin armonía, ya que en ellas prevalece una obscuridad profunda, mientras que
las del cielo muévense en la más radiante claridad, o más bien, ellas mismas son una luz
inmensamente nítida y pura.

146. Por cierto que, si alguien quiere penetrar en lo íntimo de las cosas, hallará que el cielo es
un eterno día, sin que en él se den ni noche ni sombra. alguna, pues en todas sus partes brilla
incesantemente con claridad inextinguibles y sin mezcla.

147. Tanto cuanto difieren entre los hombres los que están despiertos de los que están
dormidos,21 difieren también, en el plano universal, las cosas celestes de las terrestres, pues
aquellas permanecen en ininterrumpida vigilia gracias a la acción de fuerzas que no andan
errantes ni tropiezan ni se desvían jamás; en tanto que las segundas están entregadas al sueño,
y, aunque puedan por breve tiempo levantarse, son de nuevo arrastradas hasta caer de nuevo
en el sueño, pues son incapaces de ver rectamente con el alma y andan extraviadas y
tropezando, envueltas en las sombras de las vacías opiniones, que las fuerzan a soñar; y
rezagadas con respecto a los hechos, de modo que nada pueden captar de manera firme y
segura.
21
Ver Sobre los sueños II, 43 a 47.

148. XXV. También encierra un simbolismo la afirmación de que José sube sobre el segundo
de los carros. El hombre de estado ocupa el segundo lugar con relación al rey. No es, en
efecto, ni un particular ni un rey, sino algo intermedio entre ambos, pues es más importante
que un hombre común y menor que un rey, cuyo poder es absoluto, en tanto que él tiene por
rey al pueblo, a cuyo servicio está resuelto a hacer todas las cosas con pura y sincera buena fe.

149. Además, es conducido, como sobre el asiento de un carro, sobre el elevado sitial a donde
le llevan los acontecimientos v las multitudes; en especial cuando todas las cosas, pequeñas y
grandes, resultan como él desea, cuando no surge contrariedad u oposición alguna, y todo,
como en una feliz travesía, es guiado sin peligro por el timón de Dios. En cuanto al anillo que
el rey da al joven, es una clarísima prueba de la confianza que ese rey que es el pueblo tiene
depositada en el hombre de estado, y el hombre de estado en el rey pueblo.

150. El collar de oro en tomo de su cuello parece significar tanto la fama como el castigo,
pues, mientras los negocios públicos van bien encaminados para él, es enaltecido, venerado y
honrado por las multitudes; pero, cuando sobreviene el desastre, no por deliberado propósito,
que sería actitud culpable, sino fortuitamente, lo que es perdonable; así y todo, es arrastrado y
derribado mediante el adorno que rodea su cuello, y sufre su humillación mientras le parece
oír a su amo, que dice: "Este collar en tomo de tu cuello te lo obsequié para adorno si mis
asuntos marchaban bien, y como cuerda de horca si resultaban adversos."

151. XXVI. He oído, sin embargo, a quienes explican también alegóricamente este mismo
punto, pero de distinta manera. Su explicación es la siguiente. Dicen que el rey de Egipto es
nuestra inteligencia, es decir, el soberano del país corpóreo que hay en cada uno de nosotros,
el que está investido del poder, como un rey.

274
152. Cuando la inteligencia se convierte en amiga del cuerpo, todos sus esfuerzos se aplican a
tres cosas, que entiende son las más dignas de especial cuidado: panes, alimentos cocidos y
bebidas; y por eso echa mano a tres encargados: un jefe de reposteros, un copero mayor y un
jefe de cocinas, el primero de los cuales preside lo concerniente a la comida, el segundo lo
relativo a la bebida, y el último los condimentos que se agregan a. los alimentos propiamente
dichos.

153. Todos ellos son eunucos, pues el amante del placer es estéril en las cosas más necesarias:
en sensatez, en modestia, en templanza, en justicia y en el resto de las virtudes, ya que no
existen dos cosas separadas por la hostilidad tan grande como la que separa de la virtud al
placer, a causa del cual los más descuidan las únicas cosas que merecen ser tenidas en cuenta,
complaciéndose, en cambio, en incontenibles concupiscencias y accediendo a lo que ellas
ordenan.

154. El jefe de cocinas no es conducido a prisión ni sobre él cae castigo alguno, en razón de
que los condimentos no son elementos de suma necesidad ni constituyen placeres en sí, sino
incentivos para el placer, fáciles de extinguir. En cambio, los otros dos, el jefe de reposteros y
el copero mayor, los encargados de atender al miserable vientre, ellos sí sufren tales cosas
debido a que la comida y la bebida constituyen los más indispensables entre los elementos
necesarios para vivir; y quienes los tienen a su cargo alcanzan el elogio si, naturalmente, lo
ejercen como se debe; pero merecen que se los trate airadamente y castigue cuando lo
descuidan.

155. Pero también difieren los castigos, porque la utilidad de uno y otro es diferente, siendo el
empleo de alimentos absolutamente necesario, en tanto que el uso del vino no lo es
totalmente, ya que los hombres viven igual sin recurrir al vino puro bebiendo el agua que
brindan los manantiales.

156. Ese es el motivo por el que, mientras en el caso del copero mayor tienen lugar
reconciliaciones y acuerdos en atención a que la transgresión toca a la parte menos
importante; en el caso del jefe de reposteros 22 no hay posibilidad de avenimiento y
conciliación, y la irritación que provoca le acarrea la muerte, como que es culpable en algo de
máxima importancia. La muerte, en efecto, es la consecuencia de la falta de alimentos, y así,
es lógico que el culpable de ella muera en la horca, padeciendo el mismo mal que ha causado,
que en este caso es precisamente haber "ahorcado"23 y torturado al hambriento mediante el
hambre.
22
O jefe de ponederos. Cualquiera sea la acepción que se adopte, la idea de Filón es,
evidentemente, que se trata del responsable de la preparación de alimentos sólidos en general,
por oposición al copero mayor, a cuyo cargo está la provisión de bebidas.
23
Otro juego de palabras de Filón, quien echa mano a ellos aun a costa de malabarismos
semánticos.

157. XXVII.24 Sobre estos puntos basta con lo dicho. Pues bien, José, designado lugarteniente
del rey y elevado a la administración y superintendencia de Egipto, viajó para darse a conocer
a todos los habitantes; y, recorriendo los llamados nomos, ciudad por ciudad, logró que los
que lo veían lo acogieran con mucho placer, no sólo por los beneficios que brindó a cada uno
sino también por la impresión inefable y nada común que ofrecían su aspecto y trato en
general.
24
Para los parágrafos 157 a 257 ver Gen. XLI, 46 a XLVII, 12.

275
158. Cuando, de conformidad con la interpretación de los sueños, sobrevino el primer período
de siete años, que era el de abundancia, reunió, por intermedio de los gobernadores25 y demás
funcionarios que le servían para atender las necesidades públicas, la quinta parte de los frutos
de cada año y almacenó una cantidad tan grande de haces que nadie recordaba haber habido
hasta entonces otra igual. La prueba más clara es que fue imposible contarlos, no obstante que
muchísimas personas encargadas de ello no perdonaron esfuerzos por llegar a cabo un prolijo
cálculo.
25
Los manuscritos registran el término hyparkhos = funcionario subordinado, lugarteniente,
gobernador, etc., cuyo sentido exacto para el caso es imposible de determinar. Tal vez se trate
de un error y deba leerse topárkhes = magistrado o jefe local, vocablo empleado en Gen. XLI,
34.

159. Pero transcurridos los siete años en los que la tierra llana produjo grandes cosechas,
comenzó el hambre, el que, extendiéndose y creciendo, traspuso las fronteras de Egipto.
Esparciéndose alcanzó también sucesivamente a ciudades y países hasta los límites del oriente
y del occidente, y no tardó en hacer presa de toda la tierra habitada en tomo de Egipto.

160. Es fama, en efecto, que jamás una enfermedad de tal magnitud agobió a la sociedad
humana. Era semejante a la que los médicos llaman herpe,26 en razón de que, avanzando paso
a paso a la manera del fuego, va atacando una a una todas las partes de esa comunidad que
constituyen los maltrechos cuerpos.
26
Como en otras ocasiones Filón recurre al paralelo con esta enfermedad caracterizada por la
extensión progresiva de una erupción sobre la piel, acompañada de comezón e inflamación.

161. Y así fue como en cada región, escogiendo por comisionados para la adquisición de trigo
a los de mayor reputación, los enviaron hacia Egipto, pues se había divulgado ya hacia todas
partes la noticia de la previsión del joven que había almacenado provisiones inagotables para
la época de escasez.

162. José ordenó primeramente que fueran abiertos todos los depósitos, pensando que así
reconfortaría el ánimo de los que los vieran y nutriría, por así decir, las almas con saludables
esperanzas antes de nutrir los cuerpos. Luego, por intermedio de los comisionados en las
intendencias de víveres, vendió a los que querían comprar, atento siempre al futuro y conside-
rando con mayor preocupación lo por venir que lo presente.

163. XXVIII. En esas circunstancias, también el padre de José, que ignoraba la próspera
situación de su hijo, ante la escasez de lo necesario para subsistir, envió a diez de sus hijos
para la compra de trigo. Al menor, que era el hermano uterino del lugarteniente del rey, lo
retuvo en su casa.

164. Cuando aquéllos llegaron a Egipto, tuvieron una entrevista con su hermano, pensando
que se trataba de un extraño; y, asombrados ' ante la dignidad de su persona, se prosternaron
ante él de acuerdo con la antigua usanza, con lo que vino a cumplirse al cabo lo que él había
visto en sueños.

165. José, al contemplar a los que lo habían vendido, los reconoció al instante a todos, sin ser
reconocido absolutamente por ninguno de ellos. Dios, por imperiosas razones, que entonces
era mejor permanecieran en secreto, deseaba que no se revelara la verdad; y así, o cambiaba la
visión de los que veían a José, haciendo que la figura del administrador del país resultara más

276
majestuosa aún, o alteraba las aprehensiones de sus entendimientos para que no fueran
exactas.

166. En esas circunstancias, José, elevado a tan altas funciones, pese a su juventud, investido
del primer cargo después de la dignidad real, contemplado con admiración en el este y el
oeste, exaltado en la plenitud de su vida con la grandeza de su poder; aunque tuvo
oportunidad de vengarse, no les guardó rencor. Pero, sobreponiéndose con firmeza a sus senti-
mientos y ocultándolos en su alma, con muy bien deliberado propósito, fingió hostilidad hacia
ellos y simulando desagrado en las miradas, la voz y las demás actitudes, les dijo: "Señores,
vuestras intenciones no son pacíficas; alguno de los enemigos del rey os ha enviado como
espías, y vosotros, al acceder a prestarle estos bajos servicios, habéis pensado que no seríais
descubiertos; pero ninguna acción insidiosa pasa inadvertida, aunque una profunda obscuridad
la cobije."

167. Los hermanos intentaron justificarse y sostuvieron que los cargos carecían de
fundamento, diciendo que ni estaban allí enviados por personas hostiles; ni ellos estaban mal
dispuestos para con los habitantes del país, ni aceptarían jamás semejante misión, pues eran
hombres pacíficos por naturaleza y tenían aprendido desde casi la primera infancia a valorar
la vida bien ordenada junto a un padre lleno de santidad y amadísimo de Dios, "Nuestro
padre", decían, tiene doce hijos, de los cuales el más joven, por no tener aún edad suficiente
para viajar al extranjero, permanece en nuestra casa; otros diez somos nosotros, los que aquí
tienes ante tu vista, y el restante ya no existe."
XXIX. ¿Qué sentimientos no experimentaría el alma de José al escuchar estas cosas, y oír
cómo los que lo habían vendido declaraban que estaba muerto?

168. Aunque no dejó traslucir por el momento su emoción en modo alguno, en su fuero
interno consumíalo completamente el recóndito fuego encendido por ellos. Sin embargo,
disimulando su estado de ánimo, les dijo: "Si es verdad que no habéis venido como espías a
este país, dadme una prueba de buena fe quedándoos vosotros aquí por breve tiempo y
mediante una carta llamad a vuestro hermano menor para que venga hasta aquí.

169. Pero, si estáis deseosos de partir a causa de vuestro padre, que tal vez esté alarmado por
lo prolongado de vuestra ausencia, partid todos los demás y que uno solo de vosotros
permanezca .aquí. en calidad de, rehén hasta que regreséis con el más joven. En caso de que
os neguéis a obedecer, sufriréis el más grave de los castigos, la muerte."

170. Y tras estas amenazas, se apartó de ellos mirándolos de soslayo y dando muestras,
aparentes solamente, de profunda irritación. Ellos, por su parte, llenos de pesar y desánimo, se
reprochaban a sí mismos por la acción falaz contra su hermano. "Aquella iniquidad", decían,
"es la causa de nuestros presentes males. La justicia, que lleva cuenta de los hechos de los
seres humanos, ya toma medidas contra nosotros. Durante un corto tiempo ha permanecido
callada, pero ahora se yergue y muestra su naturaleza implacable e inexorable a aquellos que
merecen castigo.

171. ¿Y cómo no hemos de merecerlo, si, ajenos a toda piedad, hicimos caso omiso de las
súplicas y ruegos de nuestro hermano? Ninguna falta había cometido y, sólo movido por su
amor hacia los suyos, nos había contado, como a personas íntimas, las visiones tenidas en
sueños; pero nosotros, los más salvajes y brutales de los hombres, disgustados por esas
visiones, hemos consumado actos, que, preciso es decir la verdad, nada tienen de honestos.

277
172. Tengamos, pues, por cierto que padecemos no sólo este castigo sino también otros
peores aún, ya que, siendo casi los únicos entre todos los hombres cuya condición de personas
nobles débese a las eminentes virtudes del padre, del abuelo y de los otros antepasados, hemos
deshonrado a nuestra estirpe y hecho todo lo posible para cubrirnos de infamia."

173. El mayor de todos los hermanos, aquel que desde el principio se había opuesto a la
intriga que tramaban, les dijo: "De nada sirven los arrepentimientos tardíos. Yo os hice ver
cuan grande iniquidad cometeríais y os pedí y supliqué que no os dejarais llevar por vuestra
irritación; pero, aunque debíais haber aceptado mi advertencia, permitisteis que se concretaran
vuestros irreflexivos propósitos.

174. El resultado es que estamos recogiendo lo merecido por nuestra soberbia e impiedad. La
intriga que maquinamos contra nuestro hermano está siendo investigada, y el investigador no
es un hombre sino Dios o Su lógos o Su ley."

175. XXX. Mientras ellos hablaban sin preocupación alguna, pues en la conversación había
intervenido un intérprete,27 el hermano vendido por ellos escuchaba lo que decían. Vencido al
cabo por la emoción y a punto ya de llorar, dio vuelta el rostro y derramó cálidas e
ininterrumpidas lágrimas hasta que experimentó algún alivio. Cambiando, entonces, de
semblante, se volvió y mandó que el segundo de los hermanos fuera atado en presencia de los
otros. Este hermano era el que correspondía a él, puesto que en una serie el segundo es
simétrico del penúltimo por la misma razón por la que el primero lo es del último.
27
De cuya intervención colegían que el virrey no hablaba la lengua hebrea, y por lo tanto
podían hablar ellos con toda libertad, seguros de no ser entendidos; lo cual supone que el
intérprete se había alejado, no así José, que, pese a lo afirmado en el parágrafo 170, estaba a
una distancia lo suficientemente corta como para alcanzar a oírlos.

176. Pero, bien puede ser también que haya pensado que a este hermano le correspondía la
mayor responsabilidad en la mala acción, pues había sido prácticamente el jefe del grupo y
director de la malvada trama. En efecto, si se hubiera adherido al hermano mayor cuando éste
aconsejaba benignidad y humanidad; aunque era menor que aquél, como mayor que los otros
casi seguramente hubiera evitado la iniquidad, pues los dos de más alta posición y jerarquía
hubieran sumado sus sentimientos y propósitos acerca del asunto y esto de por sí hubiera sido
un peso decisivo en el platillo de la balanza.

177. Pero a esa altura de los hechos, al renunciar a la disposición benigna y superior y desertar
hacia la cruel e inhumana cuya dirección asumió, de tal modo animó a sus colaboradores en el
atropello, que estos pusieron todo su empeño en la vituperable empresa. Tal fue, a mi
entender, la causa por la que solo éste fue encadenado.

178. Ya se aprestaban los demás para el viaje de retorno a su tierra, cuando el administrador
del país mandó a los encargados de la venta de trigo que llenaran todas las alforjas de sus
hermanos, como si se tratara de extraños; que colocaran en secreto en la boca de cada una de
ellas el dinero recibido en pago, sin comunicar la devolución a los beneficiados; y, en tercer
lugar, que agregaran alimentos adicionales en cantidad suficiente para el viaje, a fin de que el
trigo comprado llegara a destino en su totalidad.

179. Ya en camino, los hermanos sentían compasión, como era natural, por el que quedaba
encadenado, y no menos se lamentaban por su padre, que una vez más se enteraría de una
desgracia y de que en cada viaje su numerosa prole disminuía y cercenábase. "No querrá

278
creer", decían, "que ha quedado encadenado, y pensará, en cambio, que lo de las cadenas es
un pretexto para encubrir su muerte; que los que una vez han experimentado un mal vuelven a
caer en las mismas desgracias." En esto les sorprendió el anochecer y, cuando hubieron
bajado las cargas de los animales, éstos se sintieron aliviados; no así ellos, que
experimentaban en sus almas preocupaciones más pesadas aún28 pues, como sucede de
ordinario, cuando los cuerpos descansan, más claramente llegan al entendimiento las visiones
de las adversidades y penosa en extremo es la aflicción que lo oprime.
28 Que cuando se marchaban.

180. XXXI. Por otra parte, habiendo uno de ellos desatado una de las alforjas, vio en la boca
de la misma una bolsa llena de dinero y, habiéndolo contado, halló que le había sido devuelta
la misma suma que había pagado por el trigo; y, presa de estupefacción, refirió el hecho a sus
hermanos.

181. Éstos no sospecharon que se trataba de un regalo y, pensando que estaban ante una
trampa, se descorazonaron y, aunque deseaban examinar todas las alforjas, el temor de que
vinieran siguiéndolos los movió a levantar campamento sin pérdida de tiempo y a avanzar con
toda prisa. Corriendo, casi sin un respiro, cumplieron un trayecto de muchos días en un
tiempo relativamente breve.

182. Al cabo reunidos en tomo a su padre, lo abrazaron no sin lágrimas, y lo besaron a medida
que él tomaba a cada uno y lo estrechaba entre sus brazos con intenso afecto. Sin embargo su
alma adivinaba ya alguna adversidad. En efecto, a medida que se aproximaban y los saludaba,
los iba observando y, pensando que el hijo que faltaba se había retrasado, lo reprochaba por su
tardanza y miraba hacia los accesos ansioso de ver completo el número de sus hijos.

183. Pero, como nadie se acercaba ya desde fuera, ellos dijeron, viéndolo alarmado: "Padre,
en las adversidades la incertidumbre es más afligente que el conocimiento de la verdad; que
quien la conoce puede hallar el camino de la solución, en tanto que la ambigüedad de la
ignorancia es causa de perplejidad e impotencia. Escucha, pues, una historia dolorosa por
demás, pero que es preciso contarte.

184. El hermano que fue enviado en nuestra compañía a la compra de trigo y que no ha
retomado, está vivo y debes apartar de ti el pensamiento de su muerte y con ello el miedo de
lo peor. Pero, aunque está vivo, permanece en Egipto con el administrador de ese país, quien,
o por insidias de alguien o por sus propias sospechas, nos ha acusado de espías. Nosotros nos
defendimos de la manera como las circunstancias lo aconsejaban y le hablamos de ti, nuestro
padre, y de los hermanos ausentes, diciéndole que uno estaba muerto ya y que el otro se había
quedado contigo, pues, como era joven, había permanecido en casa a causa de su edad.
Expusimos abiertamente y sin ocultamientos todo lo concerniente a la familia, sin dar lugar a
malentendido alguno;

[185.] pero él dijo que la única prueba que aceptaría de la verdad de lo que decíamos sería que
el hijo más joven se presentara ante él; y que para asegurarse de esto quedaría detenido el
segundo de los hermanos como garantía y prenda por el otro.

186. Ninguna disposición hubiera sido más penosa que esta, pero quien nos la imponía más
era la situación que quien la ordenaba, y hubimos de acatarla forzosamente a causa de las
provisiones indispensables para los agobiados por el hambre, provisiones que sólo Egipto
puede proporcionar."

279
187, XXXII. El padre lanzó un profundo gemido y dijo: "¿Por quién debo llorar primero?
¿Por el penúltimo de mis hijos, que fue el primero, no el último, al que cupo la suerte de los
desdichados? ¿Por el segundo, que obtuvo el segundo galardón en las desventuras: cadenas en
vez de la muerte? ¿O por el menor de todos, que, en caso de partir, habrá de recorrer un
fatídico camino, sin que las desgracias de sus hermanos hayan fogueado su espíritu? Yo, entre
tanto, dividido miembro por miembro y parte por parte; que los hijos son parte de sus
progenitores; yo, el considerado hasta hace poco como padre de una numerosa y excelente
prole, corro peligro de quedarme sin hijos."

188. Entonces, el mayor de los hijos le dijo: "Yo te entrego en garantía mis dos hijos, los
únicos que he engendrado. Mátalos si no te devuelvo sano y salvo al hermano que tu pondrás
en mis manos y cuyo viaje a Egipto habrá de procuramos dos grandes ventajas: una, probar
claramente que no somos espías' ni enemigos; otra, poder rescatar a nuestro hermano del
cautiverio."

189. El padre, lleno de pesadumbre, decía que no sabía qué hacer, pues de dos hermanos
nacidos de la misma madre 29 uno ya estaba muerto y el otro, que había quedado aislado y
solo, miraría con prevención el viaje y sufriría una muerte en vida a causa del terror que
despertarían en él las cosas terribles sucedidas al otro anteriormente. Mientras esto decía, ellos
escogieron al cuarto en edad, el más animoso entre todos, al par que hombre hábil por
naturaleza para dirigir y con capacidad para hablar; y lo persuadieron para que expusiese lo
que pensaban todos.
29
José y Benjamín, hijos de Raquel y medio hermanos de los hijos de Jacob nacidos de Lía,
Bala y Zelfa.

190. Entendían que, como escaseaban las provisiones, pues el trigo traído en el precedente
viaje estaba agotado y el hambre prevalecía y los agobiaba, había que partir a comprarlo, pero
que no debían marchar sin llevar consigo al más joven, puesto que el administrador del país
les había prohibido presentarse sin él.

191. El padre, hombre sabio como era, reconoció que más valía exponer a uno solo a las
eventualidades de un incierto futuro, que abandonar a tantos hombres a la segura ruina que se
cernía sobre cada hogar bajo el peso de esa incurable enfermedad que es el hambre, y por eso
dijo:

[192.] "Pues bien, si la fuerza de la necesidad es más poderosa que mi voluntad, preciso es
acceder. Tal vez la Naturaleza tiene dispuesto algo mejor, que todavía no considera
conveniente revelarnos.

193. Tomad, pues, al más joven, como proponéis, y marchad, pero no de la misma manera
que antes. En la anterior ocasión ibais como simples desconocidos que no habían
experimentado aún ningún mal irreparable, y no necesitabais otra cosa que dinero para la
compra de trigo; en esta, en cambio, habéis de llevar también regalos por tres motivos:
primero para causar buena impresión en el gobernador y jefe de aprovisionamientos, quien,
según decís, os conoce ya; segundo para rescatar más rápidamente al detenido, presentando un
abundante rescate; y tercero para borrar hasta donde ello es posible, toda sospecha de que sois
espías.

194. Tomad, por lo tanto, muestras de cuantos frutos produce nuestra tierra y llevádselos en

280
calidad de primicias a ese hombre, junto con una doble cantidad de dinero, vale decir, el que
os fue devuelto la vez anterior, que quizá os fue devuelto por descuido de alguno; y otra suma
suficiente para la compra del trigo.

195. Y llevad también mis plegarias, que dirijo al Dios de salvación para que en vuestra
condición de extranjeros resultéis gratos a los habitantes del país y retornéis sanos y salvos, y
devolviendo a vuestro padre lo que se ha visto forzado a ceder en prenda, es decir, sus hijos:
aquel que la vez anterior fue dejado en cadenas y el que ahora os lleváis con vosotros, joven
en extremo y sin experiencia en la vida." Ellos partieron y se encaminaron hacia Egipto.

196. XXXIII. Pocos días después el administrador del país los vio llegar y se alegró mucho.
El mayordomo de su mansión recibió la orden de preparar un suntuoso banquete y de con-
ducirlos a participar de su sal y de su mesa.

197. Como se los llevó sin que se les informara con qué intención, estaban ellos aterrados y
confusos, conjeturando que iban a ser acusados de robo alegándose que habían hurtado el
dinero del trigo que la vez anterior habían encontrado en sus alforjas. Entonces se
aproximaron al mayordomo y expusieron su defensa, descargando sus conciencias de algo que
nadie se había adelantado a echarles en cara; y presentaron y mostraron, al mismo tiempo, el
dinero que traían para su devolución.

198. Pero el mayordomo los reanimó con palabras amables y benévolas diciéndoles: "Nadie
es tan impío como para difamar las gracias de Dios, que propicio nos sea. Él, en efecto, ha
hecho llover tesoros en vuestras alforjas, proveyéndoos no sólo de alimentos sino también de
dinero para que hagáis uso de él."

199. Calmados ya, ellos comenzaron a colocar ordenadamente los presentes que habían traído
desde su tierra; y, cuando hubo llegado el señor de la mansión, se los ofrecieron. Él preguntó
cómo se encontraban y si vivía todavía el padre de quien antes le habían hablado; y ellos nada
respondieron acerca de sí mismos, pero acerca de su padre le dijeron que vivía aún y estaba
bien de salud.

200. José elevó una invocación por él y lo llamó muy amado de Dios; y entonces, cuando al
echar una mirada en tomo vio a Benjamín, el hermano nacido de la misma madre que él, no
pudo contenerse y, vencido ya por la emoción, se dio vuelta antes de que ello se hiciera
patente, y con el pretexto de un asunto urgente, pues no era todavía ocasión de darse a cono-
cer, salió de prisa hacia un lugar retirado de la casa, donde estalló en sollozos y derramó un
torrente de lágrimas.

201. XXXIV. Enjugó luego su rostro y, dominando la razón a la aflicción, retomó y agasajó a
los extranjeros con un banquete, no sin antes devolverles al que había quedado en calidad de
rehén por el menor de todos. En el convite participaron también otros dignatarios egipcios.

202. Durante el mismo cada grupo observó las costumbres ancestrales relativas al trato en la
mesa, pues José entendía que es cosa lamentable violar las antiguas usanzas, particularmente
en un banquete, donde los placeres son más numerosos que los malestares.

203. Habiendo ordenado que se sentaran de acuerdo con el orden de edad; que por entonces
los hombres no tenían aún la costumbre de reclinarse en los convites; ellos se sorprendieron
de que los egipcios se atuvieran a las mismas reglas que los hebreos y se preocuparan por el

281
orden de precedencia, demostrando un conocimiento de la diferencia de honores que
corresponden a los de más edad y a los más jóvenes.

204. "Tal vez en otro tiempo", decían, "este país conoció formas de vida menos cultivadas, y
este hombre, después que llegó al poder, introdujo el buen orden no sólo en los grandes
asuntos, de los que depende el llevar a feliz término lo relativo a la paz y a la guerra, sino
también en los que se tienen por menos importantes; la mayor parte de los cuales tocaron a
actividades intrascendentes; entre ellas los convites, que exigen alegría y no resultan en modo
alguno lugar apropiado para convidados excesivamente serios y austeros."

205. Mientras ellos plácidamente discurrían tales alabanzas, iban siendo preparadas mesas
moderadamente suntuosas, pues el dueño de casa no consideraba conveniente, teniendo en
cuenta el hambre reinante, darse a los placeres en medio de las desventuras de otros. Ellos,
con muy buen criterio, hicieron recaer también sobre este detalle sus encomios, sosteniendo
que había evitado una grosería, cosa vituperable, y que quedaban a salvo tanto su condición
de persona solidaria con los apremiados por la necesidad, como la de dueño de casa en el
agasajo, colocándose en un punto medio entre ambos y evitando el reproche en uno y otro
sentido.

206. Así pues, lo preparado nada tenía de chocante ya que resultaba acorde con las
circunstancias presentes. Toda omisión era compensada por las continuas muestras de
amistad, mediante brindis, votos e invitaciones a tomar de algo; cosas todas que proporcionan
mayor placer a los hombres de condición liberal y cultivada, que el que proporcionan todas
las exquisiteces en materia de comidas y bebidas a los aficionados a los convites ajenos y
propios; los que, para muestra de lo poco sensatos que son, hacen ostentación de cosas que no
merecen la menor consideración.

207. XXXV. Al siguiente día, no bien despuntó la aurora, José mandó llamar al mayordomo
de la mansión y le ordenó llenar de trigo todas las alforjas que los hombres habían traído, y
poner, como la vez anterior, en las bocas de las mismas, bolsas con el dinero de la compra; y
que se colocase además en la del más joven una hermosísima copa de plata, en la que él
mismo acostumbraba a beber.

208. El mayordomo cumplió prestamente con lo ordenado, sin llevar consigo testigo alguno; y
ellos» ignorantes de lo sucedido secretamente, partieron de regreso, contentos por toda
aquella buena suerte, que sobrepasaba sus esperanzas.

209. Lo que habían esperado era concretamente lo siguiente: ser falsamente acusados de haber
rollado el dinero que se les había devuelto; no poder rescatar al hermano detenido como
rehén; y perder quizás también al hermano más joven, si quien les había forzado a traerlo lo
retenía consigo.

210. Pero los acontecimientos sobrepasaban sus más esperanzadas súplicas. En vez de ser
acusados, habían participado de la mesa y la sal, lo que los hombres consideran como señal de
sincera amistad; habían también recobrado a su hermano sin haber sido éste objeto de
violencia, y sin que mediase gestión ni súplica alguna; y, en cuanto al más joven, lo llevaban
sano y salvo hacia su padre. Además, no sólo se veían libres de las sospechas de espionaje
sino traían también consigo cantidades inagotables de alimentos, amén de buenas perspectivas
para el futuro. "En efecto", discurrían, "si llegan a repetirse los casos de escasez de
provisiones, ya no partiremos de nuestro hogar llenos de miedo, como antes, sino con el

282
placer de quien va al encuentro del administrador del país seguro de hallar en él un amigo
personal y no un extranjero."

211. XXXVI. Pero, estas impresiones y las reflexiones que maduraban en el fondo de sus
almas, viéronse interrumpidas por un súbito e inesperado contratiempo. En efecto, el
mayordomo, por orden de su señor, salió apresuradamente tras ellos en compañía de un buen
número de servidores, agitando los brazos y haciendo señas para que se detuviesen.

212. Cuando les hubo dado alcance, lleno de sofocación les dijo: "Habéis confirmado los
primeros cargos que se os echaron en cara. Una vez más habéis reanudado el camino de la
iniquidad devolviendo mal por bien. Habéis hurtado el dinero del trigo y, no satisfechos con
eso, habéis ido más allá aún. Es que la villanía, si se la perdona, cobra alas.

213. Vosotros, los agradecidísimos, los en extremo pacíficos, los que ni el nombre de espías
conocíais, los que regresasteis con doble cantidad de dinero para devolver el de la primera
vez, por lo visto como treta y señuelo para la caza y rapiña de cosas mayores aún; habéis
robado la copa más hermosa y apreciada de mi amo, la misma en que bebió al brindar ante
vosotros. Pero el éxito de la maldad no dura siempre; aunque se las ingenia para pasar
inadvertida, acaba por quedar al descubierto."

214. Mientras él continuaba en el mismo tono, ellos quedaron paralizados y mudos,


abrumados de pronto por esos dos penosísimos males que son el dolor y el miedo, al punto de
no poder ni siquiera abrir la boca, ya que la acometida de males inesperados deja mudos aun a
los más elocuentes.

215. Pero, anonadados y todo, no queriendo que su silencio se interpretase como producto del
remordimiento de sus conciencias, dijeron: "¿Cómo habremos de justificarnos y ante quién?
Porque llevas camino de ser a la vez nuestro juez y nuestro acusador, tú, que, por lo que ya
sabes de nosotros, deberías defendernos ante otros si nos formularan cargos. ¿Acaso nosotros,
que, sin que nadie nos conminara a ello, trajimos con ánimo de devolverlo el dinero hallado
en nuestras alforjas la vez anterior, hemos experimentado un cambio tal en nuestra manera de
ser, que seamos capaces de retribuir con perjuicios y hurtos a quien nos acogió como
huéspedes? Pues esto no ha ocurrido ni podrá jamás pasársenos por las mientes.

216. Perezca aquel de los hermanos que, sea sorprendido con la copa en su poder; que la
muerte es el castigo que, a nuestro juicio, tal delito, si es que realmente se ha cometido,
merece por muchas razones. En primer lugar, porque la avidez de bienes y el deseo de lo
ajeno es en grado sumo contrario a la ley; en segundo lugar, porque intentar dañar a los
benefactores es completamente impío; en tercer lugar, porque es la más vergonzosa de las
deshonras el hecho de que quienes blasonan de la nobleza de su estirpe, osen aniquilar con sus
reprobables acciones el prestigio de sus antepasados. Si alguno de nosotros ha cometido el
robo, culpable es de todos estos cargos y debe morir, pues lo que ha hecho merece infinitas
muertes."

217. XXXVII. Y mientras esto decían, bajaban las cargas de sus bestias y procedían con toda
diligencia a revisarlas. El mayordomo, que no ignoraba que la copa se hallaba oculta en la
alforja del más joven, como que él mismo la había colocado sin ser visto, los engañaba
comenzando su búsqueda por la alforja del mayor y siguiéndola en orden de edad,
presentando y mostrar a cada uno su alforja hasta llegar al último, en cuyo poder se encontró
el objeto buscado. Al verlo ellos lanzaron al unísono ayes lastimeros y, rasgando sus

283
vestiduras, lloraban entre gemidos y anticipados lamentos tanto por la muerte de su hermano
vivo aún, como por ellos mismos y por su padre, que había predicho las desgracias que le
acontecerían a su hijo y solo con reservas había cedido ante los que querían llevar consigo a
su hermano en el viaje.

218. Desalentados y confusos, retornaron por el mismo camino hacia la ciudad, agobiados por
lo sucedido y seguros de que todo era fruto de una intriga y no de avidez de dinero por parte
de su hermano, Luego, ya en presencia del administrador, dieron muestra de solidaridad
fraternal nacido de un genuino afecto.

219. En efecto, cayendo todos a la par de rodillas, como si todos fueran culpables del robo,
cargo cuya sola mención respecto a ellos constituía una iniquidad, lloraban, suplicaban y se
ofrecían a sí mismos a cambio de su hermano, prometían aceptar voluntariamente la
esclavitud, llamábanlo amo de ellos y se aplicaban a sí mismos los calificativos de probletas,
ecotribas, argironetos30 sin omitir ninguno de los calificativos propios de esclavos.
30
Con el término probleta tal vez se designe al esclavo que, abandonado por sus progenitores
al nacer, pasó a la condición servil al ser recogido por alguien que se convirtió en su amo.
Esto es, al menos, lo que posiblemente deba inferirse de la etimología del término. Ecotriba
era el esclavo-nacido en casa del amo; argíroneto, el adquirido por compra.

220. Pero él, llevando aún más adelante la prueba, con aireen extremo severo, les dijo: "No
haría yo cosa como esa, que significa convertir en esclavos a tantos por la culpa de uno solo.
¿Por qué razón se debe hacer partícipes de los castigos a quienes no han tenido parte en la
ejecución del delito? Puesto que solo aquel lo cometió, solo él sea castigado.

221. Estoy al tanto de que antes de entrar en la ciudad también vosotros señalasteis que el
culpable merecía morir; pero yo, que en todo me inclino hacia la humanidad y la moderación,
hago más leve el castigo y lo sentencio a la esclavitud en vez de la muerte."

222. XXXVIII. Abrumados quedaron por la amenazadora decisión y llenos de pesar por las
falsas acusaciones de que eran objeto. En esto el cuarto en edad, que era osado y valiente al
par que modesto, y que se expresaba con franqueza sin llegar al descaro, se adelantó y dijo:
"Te ruego, señor, que no te dejes llevar por la cólera, ni tampoco, puesto que tienes asignado
el cargo que sigue al de rey, nos condenes por anticipado sin escuchar nuestra defensa.

223. Cuando en nuestra primera visita nos preguntaste acerca de nuestro padre y de nuestro
hermano, nosotros te respondimos: 'Nuestro padre es viejo, no tanto por los años que lleva
vividos, cuanto por las adversidades incesantes, a causa de las cuales no ha cesado de vivir,
como un atleta, en la práctica de trabajos y dolorosas experiencias difíciles de soportar. A su
vez, nuestro hermano es en extremo joven y por él nuestro padre siente un amor fuera de lo
común, puesto que, además de ser el postrero de sus hijos, es el único que queda de dos que
nacieron de la misma madre, ya que-el mayor de ellos murió de manera violenta.

224. Cuando tú ordenaste que trajéramos a nuestro hermano hasta aquí y nos amenazaste con
que, si no se presentaba, no admitirías que llegásemos a tu presencia, quedamos abatidos y, en
llegando a casa, mucho nos costó exponer a nuestro padre tus condiciones.

225. Él en el primer momento se opuso, temeroso en extremo por la suerte del niño; pero,
cuando las provisiones escasearon, como ninguno de nosotros se atrevía a venir a comprar
trigo sin la compañía del más joven a causa de tus amenazas, él se dejó convencer, aunque

284
con dificultad, en cuanto a enviar al niño con nosotros. Muchísimas veces nos echó en cara el
haberte hecho saber que teníamos otro hermano, y otras tantas se tuvo por desventurado pues
había de separarse del pequeño, niño aún e inexperto en las cosas de la vida, no sólo de un
país extranjero sino también de la propia comunidad.31
31
"De la propia comunidad": la traducción es conjetural y corresponde a la corrección de
Mangey, quien propone sustituir katá ten pólin = según (o de) la ciudad (o estado), cuyo
sentido no se amolda al contexto, por katá ten ídian pólin = según (o de) su propia ciudad (o
estado).

226. ¿Cómo, pues, llegaremos a la presencia de nuestro padre, siendo éstas las disposiciones
de su ánimo? ¿Con qué ojos podremos contemplarlo si no llevamos al niño? Una muerte
terrible se desplomará sobre él no bien oiga que no ha retornado; y luego nos llamará asesinos
y parricidas cada uno de los maliciosos que se complacen en tales desgracias.

227. Y el mayor peso de la acusación caerá sobre mí, que di muchas seguridades a mi padre y
acepté recibir al niño como depósito que había de devolver cuando me fuese exigido. Pero,
¿cómo, si tú no te apiadas de él, puedo yo devolverlo? Te pido que tengas piedad del anciano
y que tengas presentes los sufrimientos que experimentará si no le es devuelto aquel a quien
contra su propia voluntad confió en mis manos.

228. Tú, sin embargo, aplica el castigo que corresponde a las faltas que consideras que se han
cometido contra ti. Yo me entregaré de mi entera voluntad. Regístrame como esclavo a partir
de este día; que con gusto soportaré la suerte de los esclavos recién comprados, a cambio de
que quieras dejar en libertad al niño.

229. Si accedes a esto, no será él mismo el favorecido sino alguien que no está aquí presente,
que se verá aliviado en sus preocupaciones, el padre de todos los que te estamos suplicando.
Porque eso somos: suplicantes que nos hemos acogido a la protección de tu muy venerable
diestra, la que ojalá no frustre nuestra esperanza.

230. Ten, pues, piedad de la vejez de un hombre que ha dedicado los esfuerzos de su vida toda
a conquistar los trofeos de la virtud. Las ciudades de Siria no han podido menos que acogerlo
y honrarlo, no obstante que sus costumbres y hábitos son muy distintos de los de ellas,
diferenciándose él en no pequeña medida de los habitantes de la región. Pero ha prevalecido
la nobleza de su vida y la reconocida adecuación de sus palabras a sus obras y de sus obras a
sus palabras; al punto de que, aun aquellos que por prejuicios ancestrales no lo miraban con
buenos ojos, acabaron por sentirse identificados con él.

231. La gratitud que habrás de lograr es superior a cuantas puede el hombre alcanzar, pues no
hay para un padre un don superior al recobro de un hijo al que daba por perdido."

232. XXXIX. Todas estas escenas, así como las anteriores, eran pruebas mediante las que
José tendía a averiguar cuál era el sentir que aquéllos demostraban bajo la mirada del admi-
nistrador del país hacia su hermano camal. Temía, en efecto, que abrigasen hacia éste cierto
desapego natural, como el que suelen sentir los nacidos de una madrastra hacia los hijos de
otra esposa que disfruta de las mismas consideraciones que la propia madre.

233. Tal era el motivo por el cual los había acusado de espías y les había hecho preguntas
acerca de su familia con la intención de conocer si este hermano vivía aún y no había sido
víctima de una intriga; y por el que, además, retuvo a uno de ellos permitiendo que los

285
restantes partieran, previa promesa de traer consigo al más joven, al que ansiaba intensamente
contemplar, para apartar la aflicción que tan penosamente pesaba sobre él.

234. Y fue, asimismo, el motivo por el que, aunque experimentó un moderado alivio una vez
que tuvo ante su presencia y contempló a su hermano; después que los hubo invitado a la
hospitalidad de su mesa, rodeó en ella a su hermano carnal de más suntuosos aprestos y
atenciones que a los otros, y observó a cada uno tratando de descubrir en sus miradas si en su
fuero íntimo se encerraba alguna secreta envidia. 235. Mas, cuando los vio contentos y
complacidos por la distinción que brindábase al más joven, quedando a estas alturas
establecido por dos testimonios que ningún desapego latente existía hacia el hermano,
proyectó una tercera comprobación, consistente en aparentar que le había sido robada su copa
y en echar la culpa al más joven. Esta había de ser la más clara prueba del sentir y del apego
de cada uno de ellos hacia el falsamente acusado hermano.

236. De todas estas comprobaciones saco al cabo como conclusión que no existía
animadversión ni intriga alguna contra la descendencia de su madre; y respecto de lo que a él
personalmente le había ocurrido, admitió en su fuero interno que sus sufrimientos no habían
sido resultado de intrigas de sus hermanos sino de la providencia de Dios, quien ve desde
lejos los sucesos y contempla con la misma claridad los hechos futuros que los presentes.

237. XL. En consecuencia, vencido por los sentimientos de afecto familiar, no pudo dilatar
más la reconciliación y avenimiento. Para que ningún reproche pudiera alcanzar a sus
hermanos por la acción cometida, consideró conveniente que ningún egipcio estuviera
presente en este primer reconocimiento.

238. Mandó, pues, que toda la servidumbre se retirase, y entonces de improviso, mientras se
desataba en un torrente de lágrimas, hízoles con la mano derecha señal de que se acercaran
para que ningún otro pudiera por casualidad escuchar, y les dijo: "Voy a revelaros algo que ha
estado envuelto en sombras y mucho tiempo pareció quedar definitivamente oculto; y seré yo
sólo quien a vosotros solamente lo ponga de manifiesto. El hermano que vosotros vendisteis
para ser traído a Egipto soy yo mismo, a quien veis ahora ante vosotros."

239. Atónitos y pasmados quedaron ellos ante lo inesperado de la revelación, y, como


impelidos por una imperiosa fuerza, bajaron sus miradas hacia la tierra y permanecieron como
clavados en el suelo, mudos y boquiabiertos. Entonces él les dijo: "No os sintáis abatidos; yo
os concedo el perdón y el olvido de cuanto hicisteis contra mí; no necesitáis de nadie que
interceda por vosotros.

240. Por mi libre y espontánea decisión me avengo de grado a la reconciliación, siguiendo en


ello la guía de dos consejeros: mi reverente respeto hacia mi padre, en consideración al cual
sobre todo os muestro mi favor, y el natural amor al prójimo, que profeso a todos sin
excepción, pero particularmente a los de mi misma sangre.

241. En cuanto a lo ocurrido, pienso que no vosotros sino más bien Dios ha sido la causa, y
que se propuso en ello que me convirtiera en administrador y dispensador de las gracias y los
dones que Él se digna proporcionar al género humano en las circunstancias más apremiantes.

242. Una clara prueba de ello podéis tenerla en lo que estáis viendo. Todo Egipto está
confiado a mis manos, poseo el primer lugar de honor ante el rey, y, aunque soy joven y él es
de más edad, me honra como a un padre. Me colman de atenciones no sólo los habitantes de

286
este país sino también la mayor parte de las otras naciones, tanto las vasallas como las
independientes, porque todas ellas necesitan de quien las proteja en la indigencia.

243. Plata y oro hay almacenados a mí disposición exclusivamente. y también lo que es más
necesario que ambos, alimentos, que yo fracciono y distribuyo entre los que lo solicitan, de
acuerdo con las necesidades y urgencias de cada uno, de modo que ni les sobre para el mero
placer ni les falte lo necesario para satisfacer su necesidad.

244. Esto os lo describo, no con ánimo de vanagloriarme y alabarme, sino para que percibáis
que ningún hombre podría haber sido causa de cosas de magnitud tal como que un hombre sea
esclavo, ya que eso fui yo a causa de una falsa acusación, y más tarde se convierta en señor; y
para que comprendáis que aquel que trocó mis extremas desdichas y sinsabores en la más alta
y mayor felicidad no fue otro sino Dios, para quien todo es posible.

245. Y pues yo me hallo de tal manera dispuesto, no tengáis ya prevención alguna, antes dejad
de lado las inquietudes y trocadlas en un alegre optimismo. Pero bueno sería que os
apresurarais a ir hacia nuestro padre para ser los primeros en darle la buena nueva de mi
hallazgo: porque los rumores vuelan hacia todas partes."

246, Sus hermanos, dando rienda suelta a las palabras, no cesaban de pronunciar alabanzas en
su honor una tras otra. Cada uno puntualizaba una cosa distinta de los otros: uno su incli-
nación al perdón, otro su amor familiar, otro su prudencia; y todos a la par ponderaban tanto
su piedad puesta de manifiesto al atribuir a Dios el feliz desenlace de los acontecimientos, y al
abandonar todo resentimiento por los sinsabores que acompañaron a los ingratos comienzos y
primeros contratiempos; como su fortaleza incomparable, que iba unida a una prudente
discreción.

247. Habiéndose visto, en efecto, en tan grandes contrariedades, ni durante su esclavitud había
pronunciado denuncia alguna contra sus hermanos por haberlo vendido; ni, conducido a
prisión, le había movido la desesperación a hacer público cosa alguna de las que guardaba en
secreto; ni, durante su larga permanencia en la cárcel, había revelado las cosas que es
costumbre revelar en tales lugares, pues es característico de los presos el contar sus personales
infortunios.

248. Por el contrario, como si nada supiese de sus pasadas experiencias, habiendo tenido, con
ocasión de la interpretación de los sueños a los eunucos y al rey, oportunidad propicia para
exponer los hechos, ni siquiera entonces había hecho referencia a su nobleza de cuna. Y al ser
designado lugarteniente del rey y asumir la superintendencia y administración de todo Egipto,
tampoco había dicho nada para evitar que se le tomara por hombre insignificante y obscuro,
no obstante ser realmente de noble estirpe; esclavo no por naturaleza sino a causa de
infortunios y funestas intrigas por parte de quienes menos hubieran debido obrar así.

249. Y a este torrente de alabanzas se agregó un grande elogio de su equidad y afabilidad.


Conocían ellos, en efecto, que los gobernantes suelen ser arrogantes y rudos, y se admiraban
de la falta de ostentación v de desmedido énfasis de José; y también de cómo durante la
primera estadía en Egipto, a poco de conocerlos, aunque pudo hacerlo matar o, en último
caso, negarles al menos los alimentos en momentos de hambre, no sólo no los castigó, sino
además les proporcionó lo necesario a título de obsequio, como si hubieran sido merecedores
de su gracia, mandando que les fuera devuelto el dinero de la paga.

287
250. XLI. De ese modo la historia de la intriga y de su venta había permanecido sin hacerse
pública y dentro de un secreto tan absoluto, que ahora los funcionarios egipcios se regocijaban
pensando que .por primera vez acababan de llegar los hermanos del administrador, e
invitábanlos a gozar de su hospitalidad y se apresuraban a comunicar al rey la buena noticia; y
una alegría general rebosaba por todas partes, no menos que si la planicie se hubiera tornado
fértil y el hambre se hubiera trocado en abundancia.

251. XLII. Enterado el rey de que su lugarteniente tenía padre y numerosos parientes, los
exhortó a que emigrase la familia en pleno, prometiéndoles dar la parte más fértil de Egipto a
los que vinieran. A tal efecto, proveyó a los hermanos de carros, carruajes de lujo y gran
cantidad de animales cargados de provisiones, así como de una adecuada servidumbre para
que condujeran sin peligro alguno a su padre.

252. Cuando ellos llegaron a su casa y contaron la historia de su hermano, increíble v superior
a toda esperanza, el padre no les dio crédito en absoluto, porque, aunque los que la contaban
eran dignos de toda confianza, sin embargo lo extraordinario del asunto impedía aceptar
fácilmente su realidad.

253. Pero, cuando el anciano vio los equipajes propios de una ocasión como esa y los
suministros inagotables de provisiones, que confirmaban los felices sucesos narrados acerca
de su hijo, alabó a Dios por haber llenado el vacío que aparentemente 32 existía en una porción
de su morada.
32
Aparentemente, porque aquel a quien se daba por muerto, José, existía en realidad.

254. Pero la alegría engendró inmediatamente en su alma 'también el temor por los ancestrales
métodos de vida. Conocía, en efecto, la natural facilidad con que la juventud se desvía de su
camino; la propensión Hacia el pecado, Que caracteriza la vida de otros pueblos y muy
especialmente a Egipto, país que tiene por dioses a creaturas perecederas y es incapaz de ver
al verdadero Dios. Conocía, además, las incitaciones que la riqueza y la fama ofrecen a los
entendimientos poco prudentes, y sabía que, abandonado a sus propias fuerzas, sin que
ninguna de las influencias moderadoras que le ofrecía la casa paterna le acompañara, solo y
apartado de las buenas enseñanzas, estaría expuesto a adoptar extrañas costumbres.

255. Viéndolo dominado por tales sentimientos, Aquel cuya mirada es la única capaz de ver
en la invisible naturaleza del alma, movido a compasión, se le apareció una noche durante el
sueño y le dijo: "Nada temas en cuanto a la ida a Egipto. Yo mismo te guiaré en el camino y
haré que tu marcha sea segura y placentera. Además te devolveré a tu tan anhelado hijo, que
cierta vez creíste muerto y que no sólo está vivo sino se halla además a cargo del gobierno de
tan gran país." Lleno Jacob de promisorias esperanzas, no bien despuntó la aurora se aprestó
gozoso a partir.

256. Por su parte su hijo, habiendo oído la noticia de su partida, pues exploradores apostados
en la ruta lo mantenían al tanto de todo, salió con toda prisa al encuentro de su padre, cuando
éste se hallaba no muy distante de la frontera. El encuentro tuvo lugar en la llamada ciudad de
los héroes,33 donde sus cabezas se reclinaron sobre sus cuellos y sus lágrimas mojaron sus
vestidos en medio de prolongados abrazos, a los que parecían no querer darles fin. Cuando al
cabo pusieron término a tales efusiones, se dirigieron a la residencia real.
33
Tal es el nombre que se da en la versión de los LXX a la ciudad que en la versión hebrea se
denomina Gosén.

288
257. El monarca, al ver al anciano, impresionado por su venerable aspecto, le dio la
bienvenida, no ya como al padre de su lugarteniente, sino como a su propio padre, con todo
respeto y consideración. Y, tras las acostumbradas y también especiales muestras de cortesía,
le concedió una porción de tierras de suelo muy fértil y productivo; y a sus hijos, enterado de
que eran cuidadores de ganado muy expertos, los estableció como encargados de sus propios
rebaños, confiándoles innumerables manadas de cabras, bueyes y ovejas.

258. XLIII.34 El joven Tose hizo gala de una honestidad sin igual, a tal punto que, brindándole
las circunstancias y el curso de los acontecimientos muchísimas ocasiones para alcanzar ri-
quezas, y pudiendo convertirse en poco tiempo en el hombre más rico de su tiempo, su
devoción a la riqueza genuina de verdad antes que a la espuria, a la riqueza con ojos antes que
a la ciega, le movió a atesorar en las arcas reales todo el oro y la plata que reunió como
producto de la venta del trigo, sin apropiarse ni de una sola dracma, y contentándose
exclusivamente con los obsequios con que el rey retribuía sus servicios.
34
Para los parágrafos 258 a 260 ver Gen. XLVII, 13 a 26.

259. Como si se tratara de una sola casa, este hombre administró con eficacia superior a toda
ponderación Egipto y con él a los otros países y naciones apremiados por el hambre, distribu-
yendo en la medida conveniente los alimentos y teniendo en cuenta no sólo la necesidad
presente sino también las ventajas para el porvenir.

260. Así, al iniciarse el séptimo año de carestía, como a estas alturas todos tenían sobrados
motivos para esperar buenas cosechas, mandó llamar a los agricultores y les dio semillas de
cebada y trigo para la siembra; pero, para que ninguno se apropiase de las mismas, sino
sembrase en las tierras de labranza las que había recibido, escogió entre las personas de más
calidad inspectores y supervisores para la vigilancia de la siembra.

251.34 Habiendo muerto su padre mucho tiempo después del período de hambre, sus
hermanos, intranquilos y temerosos pues sospechaban que, recordando su iniquidad, José les
haría víctimas de alguna dolorosa venganza, fueron a él acompañados de sus mujeres e hijos y
le elevaron vehementes súplicas.
35
para los parágrafos 261 a 268 ver Gen. L, 15 a 26.

262. Pero él, sin poder contener el llanto, les dijo: "La presente circunstancia es propicia para
despertar sospecha en aquellos que han cometido actos intolerables y sienten los reproches, no
de otra persona, sino más bien de su conciencia. La muerte de nuestro padre ha renovado
aquel antiguo temor que sentíais antes de nuestra reconciliación, como si, a vuestro juicio, os
hubiera concedido el perdón sólo por no apenar a nuestro padre.

263. Mas el tiempo no cambia mi modo de ser; ni, después de haber acordado estar en buenos
términos con vosotros, obraré en ocasión alguna al margen de ese avenimiento, porque no he
estado yo aguardando una venganza largamente diferida, sino os he concedido para siempre el
estar exentos de castigo. En ello he atendido, ¿para qué negarlo?, en parte al respeto que
merecía nuestro padre, y en parte a los favorables sentimientos que no puedo menos que sentir
hacia vosotros.

264. Y, aun suponiendo que todo cuanto hacía de noble y humanitario lo hacía solo en
atención a nuestro padre, observaré las mismas normas aunque ya no esté él entre nosotros.
Yo entiendo que ninguno de los hombres buenos está realmente muerto, sino vivirá
eternamente sin envejecer jamás, con un alma inmortal por naturaleza, no atada ya a las

289
necesidades del cuerpo.

265. Pero, ¿para qué sacar a colación al padre creado? Tenemos al Padre increado, el
imperecedero, el eterno, "Aquel que todo lo observa y todo lo oye",36 aun las cosas que no se
expresan; que ve en todo momento, aun en los más recónditos rincones de la inteligencia. Y
es a Él a quien yo invoco como testigo de la sinceridad de mi reconciliación.
36
Ilíada III, 277, Odisea XI, 109 y XII, 323, donde se afirma esto del sol.

266. Yo, en efecto; y no os asombréis de lo que digo; pertenezco al Dios que convirtió vues-
tros malos designios en sobreabundantes bienes. Desechad, pues, todo temor; que en el futuro
alcanzaréis beneficios mayores aún que los que gozasteis en vida de nuestro padre."

267. XLIV. Con tales palabras animó a sus hermanos, y con las obras confirmó sus promesas
sin pasar por alto cosa alguna, siempre preocupado por ellos.
Pasado el período de hambre, gozosos ya los habitantes del país por su abundancia y
fertilidad, todos le honraban pagándole así los beneficios que habían recibido en los tiempos
de adversidad.

268. La fama se esparció a través de los estados extranjeros, llenándolos con el renombre de
este varón; que murió a los ciento diez años de edad tras una feliz ancianidad, habiendo
alcanzado el más alto grado de belleza, sabiduría y don de palabra.

269. El apasionado amor que por él concibió una mujer atestigua la belleza de su cuerpo; su
prudencia es testimoniada por el equilibrio que puso de manifiesto en medio de las
innumerables vicisitudes de su vida, equilibrio que engendraba armonía entre las cosas sin
orden, y concierto en las de por sí desacordes; su don de palabra, a su vez, es atestiguado por
la interpretación de los sueños, por la fluidez de su conversación y por la fuerza persuasiva
que las acompañaba, gracias a la cual todos sus subordinados le acataban, más por propia
voluntad que por fuerza.

270. De esos años diecisiete los pasó en la casa paterna hasta su adolescencia; trece, en medio
de penosos infortunios, víctima de una intriga, vendido, sirviendo como esclavo, acusado
falsamente y encadenado en prisión; y los otros ochenta, en el mando y en una completa
prosperidad, como excelente supervisor y arbitro en la época de hambre y en la de
abundancia, y como el hombre más apto para tener a su cargo la dirección de todo lo
concerniente a ambas situaciones.

290
OBRAS COMPLETAS DE

FILÓN DE ALEJANDRÍA

Traducción directa del griego, introducción y notas de


JOSÉ MARÍA TRIVIÑO
Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata
Buenos Aires 1976
TOMO IV
ÍNDICE

SOBRE LA VIDA DE MOISÉS (DE VITA MOSIS)............................................................... 3


SOBRE LA VIDA DE MOISÉS I ......................................................................................... 3
SOBRE LA VIDA DE MOISÉS II ...................................................................................... 50

SOBRE LOS DIEZ MANDAMIENTOS O DECÁLOGO, QUE SON COMPENDIOS DE


LAS LEYES (DE DECÁLOGO)............................................................................................ 92

SOBRE LAS LEYES PARTICULARES (DE SPECIALIBUS LEGIBUS) ........................ 118


SOBRE LAS LEYES PARTICULARES I ........................................................................ 118
SOBRE LAS LEYES PARTICULARES II...................................................................... 172
SOBRE LAS LEYES PARTICULARES III ..................................................................... 215
SOBRE LAS LEYES PARTICULARES IV ..................................................................... 249

2
SOBRE LA VIDA DE MOISÉS (DE VITA MOSIS)

SOBRE LA VIDA DE MOISÉS I

1. I. Es mi propósito narrar la vida de Moisés, el más grande y perfecto de los hombres en


todos los sentidos, el legislador de los judíos, según algunos, el intérprete de las sagradas
leyes, según otros; y hacer que conozcan su historia aquellos que merecen no ignorarla.

2. Muéveme a ello el hecho de que, mientras la noticia de las leyes que nos ha legado se ha
divulgado por toda la tierra habitada, y ha llegado hasta los mismos confines de ella, no son
muchos, en cambio, los que saben quién fue él realmente. Y esto se debe a que, quizá por
envidia, y quizá también porque en no pocos casos las disposiciones establecidas por los
legisladores de los diferentes estados se oponen a las suyas, los autores helenos no han
querido considerarlo digno de recordación.

3. La mayor parte de esos autores, haciendo mal uso de los poderes que su instrucción les
brindaba, han compuesto en verso y en prosa comedias y otras piezas desvergonzadamente
licenciosas, ganándose notorio descrédito; cuando hubieran debido emplear sus naturales
dotes para brindar la orientación que se desprende de los hombres buenos y de las vidas de los
mismos. De ese modo, ni ejemplo digno alguno, antiguo o reciente, hubiera quedado librado
al olvido con la consiguiente extinción de la luz que hubiera podido irradiar; ni se pensaría de
ellos que, descuidando los asuntos más elevados y prefiriendo los indignos de atención, se han
esforzado por expresar de hermosa manera cosas viles, con miras a dar lustre a vergonzosos
temas.

4. Pero, en lo que a mí hace, evitaré caer en la ruindad de estos autores y expondré cuanto
concierne a Moisés tal como lo he aprendido, por una parte, de los libros sagrados, admirables
monumentos que nos ha legado su sabiduría, y por otra, de algunos hombres de los de mayor
edad dentro de nuestra nación. Como siempre he ido estableciendo nexos entre lo que oía y lo
que leía, creo poseer una mejor información que otros en lo que atañe a su vida.

5.1 II. Comenzaré por donde es de rigor comenzar. Caldeo de raza, Moisés nació, sin
embargo, y fue criado en Egipto, debido a que sus antepasados, empujados por una
prolongada escasez que agobiaba a Babilonia y las regiones vecinas, habían emigrado a ese
país con toda su familia en busca de alimento. Egipto es un país llano y fértil, sumamente
abundante en aquellas cosas que la naturaleza humana necesita, y en especial en trigo.
1
Para los parágrafos 5 a 17 ver Éx. II, 1 a 10.

6. Es que en pleno verano, cuando, como es notorio, los otros ríos, tanto los alimentados por
las lluvias invernales como los que nacen en fuentes locales, disminuyen sus caudales, el río
de este país crece y se desborda y derrama por las tierras de cultivo anegándolas, de manera
que ellas no han menester de lluvias, y año tras año proporcionan cantidades inagotables de
bienes de toda clase, siempre que la ira Divina no lo impida por prevalecer la impiedad entre
sus habitantes.
7. Tuvo a las mejores personas de su tiempo por padre y madre, ambos de la misma tribu, y
unidos más que por los lazos del parentesco, por el recíproco afecto. Moisés fue el séptimo
descendiente del primer antepasado, que, convertido en emigrante, llegó a ser el fundador de
toda la nación judía.2
2
Éx. VI, 16 y ss.

3
8. III. Fue criado Moisés en calidad de príncipe, siendo el origen de tal privilegio el siguiente.
Como su nación se multiplicaba incesantemente, el rey del país, temiendo que los colonos, al
crecer su número, disputasen con fuerzas superiores la posesión del mando a los nativos,
maquinó aniquilar el poder de los mismos poniendo en práctica inicuos proyectos, y ordenó
que de los nacidos entre ellos se criase a las niñas, ya que la mujer es ineficaz en la guerra por
su débil constitución; y se exterminase a los varones, a fin de que no se multiplicasen en las
diversas ciudades, porque una vigorosa población masculina constituye un baluarte difícil de
tomar y destruir.

9. Desde sus primeros días de vida el niño dio muestras de cualidades nada comunes, lo que
movió a sus padres a echar mano a todos los recursos posibles para burlar las disposiciones
del déspota. Así, se nos dice que durante tres meses seguidos fue amamantado en su casa, sin
que lo supieran más que unos pocos.

10. Pero, como, según suele suceder en los estados monárquicos, no faltaban quienes
anduvieran espiando en los rincones más íntimos movidos por un permanente deseo de llevar
al rey alguna nueva noticia, sus padres, temerosos de que por tratar de salvar una vida la
muerte alcanzase también a un mayor número, es decir, a ellos mismos, con el llanto en los
ojos lo depositaron junto a las riberas del río, y se retiraron entre lamentos, compadeciéndose
a sí mismos por lo que se veían forzados a hacer, y llamándose asesinos y matadores de su
propio hijo; y compadeciendo, a la vez, al niño por su muerte del todo injustificada.

11. Luego, como es natural en una desgraciada situación tan fuera de lo común, se acusaban a
sí mismos como responsables de haber empeorado las cosas. "¿Por qué", decían, "no nos
desprendimos de él apenas nacido? Los más consideran que un niño al que no se ha llegado a
proporcionar aún el cotidiano alimento no es un verdadero ser humano. Pero, nosotros, los
sobremanera excelentes, lo hemos alimentado durante tres meses enteros, forjando para
nosotros mismos una aflicción más grande aún, y para él una mayor tortura, para que, siendo
ya capaz de experimentar plenamente los placeres y los dolores, perezca con la sensación de
males aún más terribles.

12. IV. Marcháronse ellos, ignorantes de lo que habría de suceder, agobiados por la tristeza y
el dolor; pero la hermana del niño abandonado, doncella aún, movida por su afecto hacia los
suyos, permaneció a corta distancia a la espera de lo que sobrevendría. Todo lo cual sucedía,
según mi opinión, en cumplimiento de los Divinos designios sobre el niño.

13. El rey del país tenía una única hija, a la que amaba. Esta, dice la historia, estaba casada
hacía mucho tiempo, y, no habiendo engendrado hijos, ansiaba, como es natural, tener uno,
especialmente varón, para que llegara a ser el afortunado heredero del cetro de su padre, el
que corría peligro de pasar a manos extrañas si su hija no le daba un nieto.3
3
Nada dice el Éxodo en el sentido de que la hija del faraón fuera hija única del soberano, y de
que ésta no tuviera hijos propios.

14. Presa siempre de tristeza y angustia, aquel día sentíase como nunca oprimida bajo el peso
de las preocupaciones; y, aunque acostumbraba permanecer en su morada, sin atravesar jamás
su puerta, salió en compañía de sus criadas en dirección al río, donde el niño había sido
expuesto. Cuando, ya allí, se disponía a realizar los lavados y aspersiones, lo alcanzó a ver en
lo más espeso de la marisma, y mandó que se lo trajesen.

15. Luego, contemplándolo de la cabeza a los pies, constató su hermosura y buena

4
constitución; y, viéndolo llorar, se compadeció y en su corazón surgió ya un sentimiento
maternal hacia él, como si se tratase de su propio hijo. Pero, dándose cuenta de que era hijo de
hebreos, sobre los que pesaba la amenaza de la real orden, reflexionó sobre la manera de
criarlo, dado que en las presentes circunstancias no resultaba seguro pensar en conducirlo al
palacio.

16. Indecisa estaba aún, cuando la hermana del niño, conjeturando su dificultad, se aproximó
rápidamente desde donde se hallaba al acecho, y le preguntó si quería que el pequeño tuviera
por ama de leche a una mujer hebrea que no mucho hacía había dado a luz.

17. Habiendo manifestado la princesa su conformidad, ella trajo, como si se tratase de una
extraña, a su propia madre y madre del infante, la que, presta y complacida, se comprometió a
criarlo, aparentando que lo haría por una paga. Con todo esto se cumplían los designios de
Dios, quien tenía determinado que los primeros alimentos del niño fuesen los que
naturalmente le correspondían. Luego, como había sido rescatado del agua, dio al niño la
princesa el nombre de Moisés, nombre derivado de agua, como que los egipcios la llaman
"moy".

18. V. Tras un ininterrumpido desarrollo y crecimiento, llegó el tiempo del destete, más
rápidamente de lo que cabía esperar; y su madre, y a la vez nodriza, se presentó a entregarlo a
la que se lo había confiado, pues ya no necesitaba ese alimento. Su aspecto revelaba nobleza y
distinción.

19.4 La princesa, viendo su desarrollo, superior a su edad, y su aspecto, sintió crecer el afecto
que ya le profesaba y lo tomó por hijo; no sin haber antes simulado tener el vientre abultado, a
fin de que el niño fuera tenido por vástago propio y no por hijo fraguado.
Dios hace que resulten fáciles todas las cosas, si El lo quiere; aun las más difíciles de
alcanzar.
4
Las consideraciones de los parágrafos 19 a 33 no se apoyan en texto bíblico alguno y sólo
son conjeturas de Filón sobre lo que debió haber pensado, sentido y hecho Moisés en el
periodo de que aquí se trata.

20. Así pues, vino Moisés a adquirir el derecho a una crianza y a un cuidado principescos;
mas no por ello se entregó, como es normal en plena niñez, al disfrute de diversiones, risas y
juegos; a pesar de que los encargados de atenderlo no se oponían a que tuviera expansiones, ni
se mostraban severos con él. Por el contrario, él, dando muestras de modestia y seriedad, se
aplicaba a oír y ver aquellas cosas que prometían ser provechosas para su alma.

21. No tardaron en acudir maestros procedentes de distintas partes, unos por propia iniciativa
desde los países vecinos y desde las provincias de Egipto; otros desde Grecia, mandados a
llamar a trueque de grandes recompensas. No mucho tiempo después, sin embargo, dejó atrás
las capacidades de los mismos, pues sus buenas dotes naturales aceleraban sus progresos en el
saber, al punto de que tales progresos parecían ser más el resultado de reminiscencias que del
estudio, llegando incluso a proponerles él mismo difíciles problemas.

22. Es que las grandes naturalezas abren muchos nuevos caminos en la marcha del saber; y,
así como los cuerpos robustos y ágiles en todas sus partes ahorran preocupaciones a los
instructores de atletismo, que o no les dedican cuidado alguno o les dedican muy poco; de la
misma manera el alma bien dotada, tomando la delantera, saca provecho de lecciones que ella
misma dicta, más que sus maestros; y, en adquiriendo ciertas nociones iniciales del saber, se

5
lanza cual un corcel hacia la llanura, como dice el refrán.

23. Los doctos egipcios lo instruyeron en aritmética, en geometría, y en los secretos de la


métrica, del ritmo, de la armonía, y de todos los aspectos de la música, empleando para ello
instrumentos y explicaciones contenidas en los manuales y en tratados más especializados.
Posteriormente le enseñaron también los simbolismos de su filosofía, la que está expuesta en
las llamadas inscripciones sagradas, y se pone de manifiesto además en el culto de los
animales, a los que tributan honores Divinos. Griegos fueron los que le enseñaron el resto de
los conocimientos de la cultura general, 5 y naturales de los países vecinos, los que lo
instruyeron en las escrituras asirías y en la ciencia caldea respecto de los cuerpos celestes.
5
Ver Interpretación alegórica III, 85, y Sobre la unión con los estudios preliminares 11.

24. Ésta también la aprendió de los egipcios, los que son muy dados a los estudios
astrológicos. Y, cuando se hubo interiorizado cuidadosamente de las coincidencias y las
divergencias de unos y otros, dejando de lado toda polémica y controversia, buscaba la
verdad, pues su entendimiento no se avenía a aceptar falsedad alguna, como hacen
habitualmente los sectarios, que defienden las doctrinas por ellos propuestas, cualesquiera
fueren, sin molestarse en averiguar si son legítimas, imitando así a los que alegan a favor de
alguno por dinero, despreocupados completamente de la justicia.

25. VI. A medida que iba dejando ya atrás los límites de la infancia, crecía su sensatez, y no
permitía, como algunos hacen, que se desbocasen las juveniles concupiscencias, las que tienen
infinitas oportunidades de encenderse por obra de los innumerables incentivos que
proporciona la vida palaciega. Por el contrario, las controlaba con las riendas, por así decir, de
la templanza y la moderación, y frenaba con energía el impulso de su avance.

26. En cuanto a las demás pasiones, furiosas y violentas como son naturalmente de por sí, las
apaciguaba una a una amansándolas y serenándolas. Bastaba con que se agitaran un poco y
desplegaran alas, para que él les aplicara correctivos de una severidad que iba más allá de las
simples reprimendas de palabra; refrenaba, en suma, las tendencias e impulsos de su alma
cuando estaban en sus comienzos, como si se tratara de un caballo rebelde, temeroso de que
se pusieran fuera del alcance de la razón, a la que compete el controlarlas, y se produjese el
más completo de los desórdenes. Porque estos impulsos son origen de bienes y de males; de
bienes, si acatan los dictados de la soberana razón; de males, cuando, saliéndose de su estado
normal, entran en la anarquía.

27. Era natural, pues, que los familiarizados con él y todos los demás, como estupefactos ante
un inusitado espectáculo, se preguntaran llenos de admiración qué clase de inteligencia era la
que, como una estatua en su santuario, residía en su cuerpo; y si se trataba de un alma humana
o Divina o combinación de ambas cosas a la vez, ya que nada tenía de común con las almas
de la mayoría de los hombres, sino estaba por sobre ellas y se elevaba a superiores alturas.

28. Porque nada concedía al vientre fuera de los obligados tributos establecidos por la natu-
raleza; y de los placeres sexuales, como no fuera para engendrar hijos legítimos, ni se
acordaba.

29. Y, como la única vida que le interesaba era la del alma, no la del cuerpo, después de
convertirse en un excepcional practicante de la austeridad, y detestando como nadie la vida
relajada, daba muestras de sus principios filosóficos a través de sus diarias acciones, diciendo
lo que pensaba y ajustando sus actos a sus palabras a fin de que existiera una armonía entre

6
sus manifestaciones y su vida, y apareciera claro que su vida era tal como su palabra, y su pa-
labra tal como su vida, acordes entre sí como los sonidos de un instrumento musical.

30. A la mayoría de los hombres bástales que una pequeña brisa de prosperidad sople sobre
ellos, para que se hinchen y envanezcan en grande, y para que, llenos de jactancia, califiquen
a los de condición inferior de seres impuros y molestos, de fardos de la tierra v otras cosas por
el estilo, como si ellos llevaran consigo la garantía firme y segura de la perduración de su
bonanza; aunque quizá ni siquiera les dure hasta el día siguiente su presente situación.

31. Nada, en efecto, es más inestable que la fortuna; que mueve las cosas humanas arriba y
abajo, y en un solo día da por tierra con el encumbrado y exalta hacia las alturas al humilde.6
Estos hombres, aunque ven y conocen claramente que esto sucede siempre, con todo
desprecian a familiares y amigos, violan las leyes bajo las que nacieron y crecieron, y alteran,
adoptando nuevos modos de vida, las patrias costumbres, normas a las que ningún reproche
justo cabe hacer; y, por su apego a las cosas del presente, desechan ya todo recuerdo de las
antiguas.
6
Paráfrasis de un fragmento de Eurípides citado en Sobre los sueños I, 154.

32. VII. Moisés, por el contrario, aunque alcanzó las cimas de la humana prosperidad,
considerado hijo de la hija de tan gran rey, y habiendo llegado a ser, en las previsiones de
todos, el casi seguro sucesor en el trono de su abuelo, y llamado, como no podía ser menos, el
joven rey; sintió gran apego por formas de vida de sus familiares y antepasados, considerando
que la prosperidad de quienes lo habían adoptado, aunque más brillante debido a las
circunstancias, era espuria; en tanto que la grandeza de sus padres naturales, aunque menos
ilustre ante los ojos de los coetáneos, era, al menos suya propia y genuina.

33. Y, reconociendo, como juez imparcial, los merecimientos tanto de sus padres naturales
como de sus padres adoptivos, a los primeros retribuía con sus buenas disposiciones y
profundo amor hacia ellos, y a los segundos con su gratitud por él buen trato recibido de ellos.
Y lo hubiera continuado haciendo de ese modo, si no hubiera advertido que el rey maquinaba
llevar a cabo en el país una grande y nueva impiedad.

34.7 Los judíos, en efecto, eran, como antes he dicho, residentes extranjeros desde la época en
que el hambre obligó a los fundadores de la nación a emigrar por carecer de alimentos desde
Babilonia y las satrapías superiores 8 hacia Egipto; siendo, en cierto modo, suplicantes que se
acogían a la protección que como un sagrado asilo les ofrecía la piedad del rey y la compasión
de los habitantes del país.
7
Para los parágrafos 34 a 59 ver Éx. II, 14 a 25.
8
Satrapías superiores o altas eran las satrapías centrales y orientales del Imperio Persa. Al
emplear esta denominación para ubicar la región de Mesopotamia de la que, según el
Pentateuco, procedía Abraham, comete Filón el anacronismo de referir a un período muy
anterior, primera mitad del segundo milenio, una nomenclatura geográfica correspondiente a
la primera mitad del primer milenio. Análoga distorsión cronológica encierra la afirmación
del texto bíblico según la cual la familia de Abraham partió "del país de los caldeos", ya que
la región central y sur de Mesopotamia se denominó Caldea o país de los caldeos sólo a partir
del siglo VIII o VII a. C. en que se radicaron en ella los invasores semitas denominados
caldeos.

35. Los extranjeros, en efecto, han de incluirse, creo yo, en la categoría de suplicantes de
aquellos que los acogen; pero además de suplicantes, son inmigrantes y amigos, que aspiran a

7
la igualdad de derechos con los habitantes nativos; próximos ya a la ciudadanía pues en poco
difieren de los naturales del país.

36. Pues bien, a estos extranjeros, que abandonaron su propio país y llegaron a Egipto para
habitar allí sin peligros, como en una segunda patria, convirtió en esclavos el soberano del
país, y como si los hubiera tomado prisioneros por derecho de guerra o los hubiera comprado
a amos en cuyas casas hubieran sido criados, los subyugó, y declaró esclavos a quienes no
sólo eran libres, sino además huéspedes, suplicantes e inmigrantes; sin que por ello mostrara
vergüenza ni temor de Dios, el libertador, el hospitalario, el misericordioso y acogedor, que
vela por tales personas.9
9
Es decir, por los huéspedes, los suplicantes y los inmigrantes.

37. No tardó en establecer prescripciones más pesadas que las que podían soportar, agregando
un trabajo tras otro; y una disciplina de hierro se hizo sentir sobre los que flaqueaban por
debilidad. Escogía, en efecto, como supervisores de los trabajos a hombres en extremo
implacables y crueles, refractarios a toda conmiseración, cuyo nombre de "apura trabajos"
estaba en todo de acuerdo con la realidad de los hechos.

38. Entre los operarios, unos fabricaban ladrillos de barro, otros acopiaban de todas partes
montones de paja, pues la paja constituye el medio para dar cohesión al ladrillo, y otros
estaban destinados a la fabricación de casas, murallas y ciudades, y a abrir canales,
transportando ellos mismos los materiales día y noche, sin ser reemplazados, sin tener
descanso alguno, y sin que, en suma, se les permitiera ni siquiera dormir, forzados, como
estaban, a efectuar a la vez trabajos propios de artesanos y de peones. De esa manera, en poco
tiempo, al desfallecimiento de sus espíritus seguía inevitablemente el agotamiento de sus
cuerpos.

39. La prueba está en que morían uno tras otro, cual víctimas de una devastadora epidemia, y
eran arrojados insepultos fuera de los lindes fronterizos, sin que se permitiera, no ya cubrir de
tierra sus cadáveres, pero ni aun derramar lágrimas por los parientes o amigos muertos de ma-
nera tan deplorable. Pero además intentaban los impíos ejercer su despotismo sobre los
indomables sentimientos del alma, única cosa entre todas, podríamos decir, que la naturaleza
ha dejado libre; y los oprimían con el insoportable peso de una coerción más poderosa aún
que la de la misma naturaleza.

40. VIII. Estos hechos no cesaban de deprimir y angustiar a Moisés, que sentíase impotente
así para oponerse a los que procedían injustamente como para ayudar a los oprimidos. Pero,
en la medida en que le era posible, ayudaba con sus palabras exhortando a los supervisores a
obrar con moderación y a hacer menos duros y estrictos los rigores de las instrucciones; y a
los trabajadores, a sobrellevar la situación con altura, a adoptar una actitud viril y a no
permitir que sus almas se contagiasen del cansancio de sus cuerpos, y a que abrigasen, en
cambio, la esperanza de que sus males se trocarían en bienes.

41. Decíales que todas las cosas en el mundo se truecan en sus contrarias, el cielo nebuloso en
despejado, la violencia de los vientos en suave brisa, el oleaje del mar en mar calmo y
tranquilo; y que eso ocurre también con las cosas humanas en mayor medida aún por cuanto
son más inestables.

42. Pensaba, como buen médico, que, calmándolos de esa manera, habría de aliviar sus
sufrimientos, por penosísimos que fuesen. Pero, cada vez que estos se mitigaban, pronto

8
volvían otra vez indefectiblemente a acosarlos tras un respiro, acompañados de alguna nueva
miseria, más afligente aún que las anteriores.

43. Es que algunos de los supervisores eran extremadamente salvajes y feroces, en nada
diferentes de los animales ponzoñosos y carnívoros; verdaderas fieras con aspecto humano,
que adoptan exteriormente la apariencia de seres civilizados, solo para caer insidiosamente
sobre su presa; más duros que el hierro o el acero.

44. A uno de estos, el más cruel de todos, mató Moisés, convencido de que llevaba a cabo uña
acción justa, por cuanto aquél, además de no avenirse a concesión alguna, se ensañaba más
aún ante sus exhortaciones, golpeando a los que no ejecutaban sin dilación y con habilidad lo
ordeñado, ultrajándolos hasta matarlos y haciéndolos objeto de toda suerte de malos tratos. Y
fue una santa acción el terminar con quien vivía para ruina de otros hombres.

45. Enterado de esto, el rey se irritó, considerando de suma gravedad no tanto el hecho de que
alguien hubiera sido muerto o ultimado justa o injustamente, sino el que el hijo de su propia
hija ni estuviese de acuerdo con él ni considerase como amigos y enemigos suyos a los
amigos y enemigos del rey, y odiara, en cambio, a los que él amaba, y amara a los que él
detestaba, compadeciendo a los que él trataba con rigor y sin piedad ninguna.

46. IX. Por otra parte, los funcionarios comprendieron la aversión del joven y, al mismo
tiempo, nació en ellos la aversión hacia él, pues sabían que no habría de olvidar sus malvadas
acciones contra los trabajadores, y que les pediría cuentas en el momento oportuno; y llenaron
los abiertos oídos de su abuelo con infinidad de intrigas, unos de una parte, otros de otra; y así
suscitaron en él hasta el temor de que Moisés le arrebatase el mando. Sus palabras eran éstas:
"El te atacará; sus planes son ambiciosos; siempre se trae entre manos algún nuevo proyecto;
ambiciona el trono antes de tiempo, adula a algunos, amenaza a otros, mata sin derecho
alguno, acusa a los que te son más leales. ¿Cómo es que dudas, en vez de poner coto a lo que
se propone hacer? Las dilaciones de los amenazados por asechanzas favorecen grandemente a
los agresores."

47. Mientras ellos exponían tales denuncias, Moisés se había retirado a la vecina Arabia,
donde le era posible permanecer a salvo y, al mismo tiempo, suplicar a Dios que rescatase a
unos de sus tremendas desgracias, y castigase como merecían a los que no perdonaban medio
alguno para calumniar; y que duplicase Sus gracias permitiéndole ver ambas cosas
consumadas. Dios, movido por el alto concepto que Le merecía aquel espíritu amante del bien
y detestador de la bajeza, atendió a sus súplicas, y no pasó mucho tiempo sin que, como
corresponde a la Divinidad, juzgara al país y sus hechos.

48. Pero, mientras llegaba el tiempo de pronunciarse la sentencia, Moisés se ejercitaba en las
lides de la virtud, llevando consigo como instructor al noble discernimiento, bajo cuya guía se
preparaba para las supremas categorías de vida: la teorética y la práctica; desarrollando
incesantemente doctrinas filosóficas, interpretándolas con mente ágil y confiándolas a la
memoria para ya no olvidarlas; y armonizando de inmediato con ellas sus acciones
personales, laudables sin excepción, pues anhelaba no la apariencia sino la verdad, ya que no
tenía otro norte que la recta razón de la naturaleza, único principio y fuente de las virtudes.

49. Otro, que fuera fugitivo de la implacable cólera del rey y acabara de llegar por primera
vez a un país extranjero, sin haberse familiarizado aún con las costumbres de los lugareños, y
no sabiendo exactamente qué era lo que les complacía o les ofendía, hubiera procurado

9
quedarse tranquilo y vivir más obscuramente, oculto a los ojos de la multitud; o deseado salir
a la vida pública y atraerse con obsequiosos servicios los favores de los encumbrados y más
poderosos, de los cuales podría aguardar alguna utilidad y ayuda en caso de que se intentara
atentar contra él y hacerlo objeto de violencias.

50. Moisés, en cambio, recorría el sendero contrario al que cabía esperar, siguiendo 'os
saludables impulsos de su alma, sin permitir que ninguno de ellos viniese a dar en tierra. Y de
esa manera, daba a veces pruebas de un ardor superior a sus reales fuerzas, seguro de que la
justicia es una fuerza invencible, y de que era ella la que despertaba en él ese espontáneo
deseo de acudir en ayuda de los más débiles.

51. X. Me referiré a un suceso del que fue parte por entonces, hecho que, si bien puede
parecer insignificante, atestigua un espíritu nada común. Los árabes son criadores de ganado,
y entre ellos el apacentamiento de los animales está a cargo no sólo de los hombres sino
también de las mujeres, los niños y las niñas, y eso reza no sólo con las familias humildes y
sin renombre sino también con las más ilustres.

52. Siete doncellas, hijas de un sacerdote, habían llegado a cierta fuente conduciendo su
rebaño, y, después de atar sus pequeños cubos a las cuerdas, turnábanse una tras otra para
distribuirse por igual el trabajo; y con gran diligencia llenaban las cisternas que estaban allí
cerca colocadas.

53. Pero, llegaron entonces otros pastores, que. sintiéndose superiores ante la debilidad de las
jovencitas, las forzaron a alejarse con su rebaño y acercaron sus propios animales al agua ya
preparada, con ánimo de aprovecharse del trabajo ajeno.

54. Moisés, que no se hallaba lejos de allí, al ver lo sucedido, se aproximó con toda prisa, y,
ya cerca de ellos, les dijo: "No sigáis con este atropello confiados en que la soledad os da
ventaja. ¿No os pone rojos de vergüenza el alimentar unos brazos y antebrazos holgazanes?
Masas de cabellos y de carnes sois vosotros, no hombres. Las muchachas trabajan como
hombres en plena juventud, sin descuidar nada de lo que ha de hacerse; vosotros, en cambio,
los jóvenes, sois ya delicados como muchachas.

55. !Marchaos y dejad el lugar a quienes llegaron antes que vosotros y, además, son dueñas
del agua! ¿Pretendéis quitarles el agua ya preparada, cuando lo justo hubiera sido que
vosotros hubierais recogido también para ellas, a fin de que el agua fuera más abundante?
Pero, ¡por el celestial ojo de la justicia!, no escaparéis de él, pues su vista se extiende hasta los
sitios más desiertos.

56. La prueba la tenéis en que me ha elegido a mí como un auxiliar que vosotros no


esperabais. Estoy, en efecto, de parte de las atropelladas por vosotros, y cuento con un potente
brazo que no es dado contemplar a los insolentes, pero cuyo. invisible escarmiento sentiréis,
como no desistáis de lo que estáis haciendo."

57. Mientras él les hablaba en estos términos, ellos, temiendo que sus palabras fueran
revelaciones de un oráculo, ya que, mientras hablaba, se iba inspirando y adoptaba el aspecto
de un profeta, entraron en razón y condujeron el rebaño de las doncellas hacia las cisternas,
después de haber retirado los rebaños propios.

58. XI. Las jóvenes retornaron a sus moradas con inmensa alegría, y narraron el inesperado

10
suceso a su padre, el que concibió un gran deseo de ver al extranjero. Lo cierto es que las
censuró por su ingratitud diciéndoles más o menos así: "¿Qué sentimientos son los vuestros,
que lo dejasteis ir, cuando debisteis traerlo aquí enseguida y forzarlo a hacerlo, en caso de que
pusiera reparos? ¿Acaso habéis conocido en mí alguna mala disposición hacia el prójimo? ¿O
es que dais por descontado que ya no volveréis a dar con hombres injustos? Los que olvidan
el agradecimiento carecen, y así debe ser, de ayuda. Con todo, la falta tiene remedio todavía;
id de prisa y con toda diligencia, e invitadlo a que venga a recibir, en primer lugar, la
hospitalidad que se le debe, y, en segundo lugar, una recompensa ya que estamos en deuda
con él."

59. Ellas con toda prisa le dieron alcance no lejos de la fuente, y, tras comunicarle el mensaje
de su padre, lo convencieron para que fuera a la morada paterna. El padre, profundamente
impresionado al principio por su aspecto, y por su discreción poco después —que las
naturalezas grandes son trasparentes y no han menester de mucho tiempo para hacerse
patentes— le concedió en matrimonio a la más hermosa de sus hijas, atestiguando con ese
solo gesto todas las nobles cualidades de Moisés; y probando cómo sólo lo noble es digno de
aprecio, y no ha menester de otro testimonio alguno, sino lleva en sí los signos que permiten
reconocerlo.

60. Después de su casamiento, Moisés tomó a su cargo los rebaños, y los apacentaba; con lo
que hacía sus primeras armas en el arte de gobernar, ya que el oficio pastoril constituye un
ejercicio preparatorio para el que habrá de presidir el más civilizado de los rebaños, el
humano, del mismo modo que para las naturalezas belicosas lo es la caza, ya que los que se
preparan para comandar ejércitos se ejercitan antes en las cacerías. Por ello los animales
irracionales resultan ser como un material destinado a proporcionar práctica en el ejercicio del
mando en ambos órdenes de cosas, el de la guerra y el de la paz.10
10
Ver Sobre José 2 y 3

61. La caza de fieras es, en efecto, un ejercicio propio de generales con miras a su actuación
contra los enemigos, en tanto que el cuidado y la supervisión de los animales mansos es una
instrucción apropiada para los reyes con miras al trato de éstos con sus súbditos. De aquí que
se los llame "pastores de pueblos";11 y no a título de menoscabo sino aludiendo a una sobre-
saliente dignidad.
11
Ilíada I, 263.

62. Y según mi opinión, que es fruto, no del parecer de los más, sino de mis cavilaciones
sobre la verdad en que este asunto (y ríase el que quiera), sólo puede llegar a ser un rey cabal
quien sea aventajado en el conocimiento del oficio de pastor, pues se habrá instruido con seres
vivos inferiores en lo concerniente a las creaturas superiores. La iniciación en los pequeños
misterios es, en efecto, un requisito previo indispensable para la iniciación en los grandes.12
12
A esta afirmación, circunscripta a los misterios religiosos que exigían una etapa
preparatoria para la participación en la plenitud cultural, le atribuye Filón un carácter
proverbial, como si dijera: No hay ejercicio de funciones superiores o más complicadas, sin
una previa ejercitación en las inferiores o más simples.

63.13 XII. Así pues, se convirtió Moisés en el más aventajado de los cuidadores de rebaños de
su tiempo, siendo capaz de arbitrar todos los recursos útiles para provecho de los animales.
Tal eficacia era resultado de no cejar jamás en su empeño y de ejercer sus funciones al frente
del ganado con voluntariosa y espontánea diligencia en todo cuanto era necesario; y así,
haciendo gala de una honestidad y una integridad sin segundas intenciones, acrecentó sus

11
rebaños.
13
Para los parágrafos 63 a 84 ver Éx. III, 1 a IV, 17.

64. Consecuencia de ello fue que otros pastores, viendo que no sucedía otro tanto con sus
propios rebajos, no tardaron en mirarle con envidia. A dichos rebaños todo lo bueno que
parecía sucederles era permanecer sin cambios, en tanto que en los de Moisés el solo hecho de
transcurrir un día sin que se acrecentasen resultaba un retroceso, comparado con los progresos
que eran normales en ellos así en la calidad de la carne grasa como en la cantidad resultante
de su fecundidad y saludable alimentación.

65. Ahora bien, había Moisés conducido su rebaño a una zona bien provista de agua y pastos,
y en un lugar donde crecía abundante hierba, excelente para las ovejas, habiéndose apro-
ximado hacia un bosquecillo, presenció un espectáculo asombroso. Había allí un arbusto,
planta espinosa y en extremo raquítica, la que, sin que fuego alguno la alcanzase, ardió repen-
tinamente, y, a pesar de que apareció envuelta desde sus raíces hasta sus extremos por una
inmensa llama, permaneció intacta cual si surgiera de una fuente, sin consumirse, como si se
tratara de una sustancia inmune a los efectos del fuego, y en vez de servirle como
combustible, se sirviera de él para nutrirse.

66. En medio de la llama había una forma de singular hermosura, sin parecido con objeto
visible alguno, imagen de apariencias del todo Divinas, claridad que resplandecía con un
brillo superior al de la luz del fuego; tal que bien podría pensarse que se trataba de una
imagen del Que Es. Pero llamémosla, más bien, "mensajero", dado que seguramente
anunciaba futuros sucesos, mediante una grandiosa visión en medio de un silencio más
elocuente que la palabra.

67. La zarza ardiente era, en efecto, símbolo de los que sufren injusticias, en tanto que el
llameante fuego lo era de los que las cometen. El hecho, a su vez, de no consumirse lo que
ardía simbolizaba que los que son objeto de atropellos no sucumbirán ante sus agresores, y
que el ataque de éstos resultará fallido e ineficaz, y su asechanza no causará daño alguno a
aquellos. Y en cuanto al mensajero, era símbolo de la providencia de Dios, la que, en medio
de inmenso silencio, procura en las más terribles situaciones un alivio que supera todas las
esperanzas.

68. XIII. Pero vale la pena que nos detengamos a examinar en detalle la comparación. La
zarza, como se ha dicho, es una planta sumamente raquítica, pero provista de espinas capaces
de herir a quien llegue a tocarla solamente; y no fue devorada por el fuego, no obstante la
naturaleza destructora de éste, sino, por el contrario, el mismo le sirvió de protección; y,
permaneciendo tal cual era antes de arder, no sólo no sufrió deterioro alguno sino adquirió
mejor aspecto aún.

69. Todo esto era una descripción de las condiciones en que por entonces se hallaba nuestra
nación, como una voz que se dirigía a los que vivían en el sufrimiento habiéndoles en estos
términos: "No desfallezcáis; vuestra debilidad es una fuerza punzadora, que herirá a
muchísimos. No pereceréis, antes bien seréis salvados contra la voluntad de ellos por los
mismos que anhelan destruir a vuestra raza; vuestros males no redundarán en daño vuestro, y
por el contrario, cuanto más seguro esté alguien de aniquilaros, con más brillo resplandecerá
en tales circunstancias vuestra gloria."

70. A su vez, el fuego, naturaleza destructora, enrostraba a los hombres de espíritu cruel,

12
diciéndoles: "No os elevéis en alas de vuestras propias fuerzas; ved vuestro invencible poder
aniquilado y aprended a ser prudentes. La llama es devoradora por naturaleza, pero se
consume cual si fuera madera; ésta, en cambio, siendo de naturaleza combustible, aparece
quemando cual si fuera fuego."

71. XIV. Después de mostrar a Moisés este milagroso portento, clarísima advertencia de
cuanto había de cumplirse, comenzó Dios a urgirlo mediante sagradas exhortaciones para que
sin dilación alguna asumiera la dirección de la nación, y fuera no sólo el gestor de su libertad,
sino también el guía que los condujera, a breve plazo, desde Egipto hacia otro país; prome-
tiéndole Su asistencia en todas las ocasiones.

72. Díjole, en efecto: "Como llevan ya largo tiempo sufriendo y soportando intolerables
violencias, sin que nadie entre los hombres alivie sus desgracias ni sienta compasión ante
ellas. Yo mismo he llegado a apiadarme de ellos. Sé, en efecto, que cada uno en particular y
todos conjuntamente se han entregado a las plegarias y súplicas con la esperanza de recibir Mi
ayuda; y Yo soy benévolo por naturaleza y compasivo ante los suplicantes sinceros.

73. Ahora bien, ve hacia el rey del país sin recelo alguno, que el anterior rey, aquel del que
huiste por temor de una insidia, está muerto, y el otro, el que ejerce actualmente el mando
sobre el país, no te guarda rencor alguno por lo que hiciste. Escoge a los de más edad de los
del pueblo y comunícales que la nación ha recibido un mandato revelado por Mí en el sentido
de que se encamine hasta tres jornadas más allá de los límites del país, y sacrifique allí
conforme con los ritmos ancestrales."

74. Moisés, no ignorando que tanto los de su propia nación como todos los demás
desconfiarían de estas palabras, dijo: "Si llegaren a preguntarme cómo se llama el que me ha
enviado, al no saber qué decirles, ¿no pensarán que los estoy engañando?"

75. Dios respondióle: "En primer lugar diles que Yo soy el Que Es, a fin de que,
comprendiendo la diferencia entre lo que es y lo que no es, aprendan además que ningún
nombre en absoluto se Me puede aplicar con propiedad a Mí, pues sólo la existencia
corresponde atribuirme.

76. Y, si a causa de su natural flaqueza ellos Me buscaren una denominación, diles no


solamente que soy Dios, sino también que soy el Dios de los tres hombres cuyos nombres
expresan la respectiva virtud, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Tacob; los
cuales hombres-son modelos respectivamente de la ciencia adquirida mediante la enseñanza,
de la ciencia como don natural y de la ciencia fruto de la ejercitación.14 Si todavía persistiere
su desconfianza, cambiarán de actitud cuando los convenzan tres señales que ningún hombre
vio ni oyó antes."
14
Ver Sobre los cambios de nombres 11 y ss.

77. Tales signos fueron los siguientes. Mandó que Moisés arrojara al suelo una vara que
llevaba consigo, y ésta, cobrando vida al instante, comenzó a serpear y se convirtió en una
acabada serpiente de enorme tamaño, un ejemplar sin igual en el reino de los reptiles. Moisés
se apartó con presteza del animal, y, lleno de pavor, aprestábase ya a huir, cuando oyó el
llamado de Dios, y, obedeciendo Su orden y con el coraje que Este le inspiró, la asió de la
cola.

78. La serpiente, que aún se retorcía, se detuvo al tocarla él, y, tras erguirse cuando larga era,

13
se trocó enseguida en la misma vara de antes. Moisés, lleno de asombro ante las dos
transformaciones, no podía discernir cuál de ellas resultaba más pasmosa, pues la impresión
que habían causado en su alma era equivalente.

79. Esta fue la primera señal. El segundo prodigio no se hizo esperar. Mandóle Dios ocultar
una de sus manos en los pliegues de su vestido y sacarla poco después. Ejecutó él lo
ordenado, y la mano apareció de improviso más blanca que la nieve. Volvió a colocarla entre
su ropa y a sacarla, y la mano tornó a su propio color y recobró su primitivo aspecto.

80. Ambas pruebas las aprendió estando sólo ante Dios, sin testigo alguno, como un discípulo
ante su maestro; y teniendo consigo los instrumentos de los prodigios, es decir, su mano y la
vara, de las cuales había sido provisto de antemano para su misión.

81. La tercera señal no era, en cambio, tal que pudiera él llevar consigo el instrumento o
recibir demostraciones previas al respecto; pero la impresión de estupor que estaba llamada a
producir en nada se reduciría por el hecho de tener comienzo en Egipto. Consistía en lo
siguiente. "Sacarás agua del río y la derramarás sobre la tierra"; le dijo Dios, "que toda esa
agua, transformada completamente, no sólo en su color sino también en sus demás
propiedades, se convertirá en sangre muy amarillenta".

82. También esto, evidentemente, le resultó a Moisés digno de crédito, en parte por la
veracidad propia del que lo decía, y en parte por los portentos hechos ya patentes en el caso de
la mano y de la vara.

83. Pero, aunque lleno de confianza, con todo, trató de rehuir la misión, alegando ser débil de
voz y torpe de palabra, nada elocuente, sobre todo después de haber escuchado a Dios diri-
girle la palabra. Entendía, en efecto, que la humana elocuencia era mutismo, comparada con
la Divina; y, además, como era cauto por naturaleza, no se avenía a las empresas de
demasiada responsabilidad y pensaba que los asuntos excesivamente importantes no estaban
hechos para él. Por ello pidió a Dios que escogiera a otro que fuera capaz de llevar a buen
término sin mayores dificultades cada una de las demostraciones que se le habían
encomendado.

84. Empero Dios, aunque aprobaba su modestia, le dijo: "¿Ignoras, por ventura, quién es
Aquel que ha dado al ser humano la boca, y lo ha provisto de la lengua, la tráquea y todo el
instrumento para el habla racional? Ese soy Yo. Por lo tanto, nada temas; porque, no bien te
haga Yo la señal, todo resultará coherente y se tornará medido y ordenado, de manera que, sin
que nadie pueda ya impedirlo, la corriente de las palabras brotará ágil y fluida desde una
inmaculada fuente. Y, si te resultare necesario un intérprete, tendrás en tu hermano una boca a
tu servicio, a fin de que él trasmita a la multitud lo que tú digas, mientras tú le dictas las
palabras de Dios."

85.15 XV. Al escuchar esto, Moisés, como era en extremo inseguro y peligroso insistir en sus
objeciones, emprendió el camino y se dirigió a Egipto en compañía de su mujer y sus hijos.
Durante la marcha encontró a su hermano y lo persuadió para que lo acompañara,
comunicándole las Divinas instrucciones. Por cierto que el alma de su hermano estaba ya,
merced a la vigilante asistencia de Dios, predispuesta a la obediencia, al punto de que sin
titubear asintió y le siguió con buen ánimo.
15
Para los parágrafos 85 a 95 ver Éx. IV, 27; V, 22, y VII, 8 a 13.

14
86. Llegado que hubieron a Egipto, unidos en un único pensamiento y sentimiento, lo primero
que hicieron fue congregar a los ancianos de la nación en una reunión secreta y revelarles los
Divinos oráculos y cómo Dios, movido a piedad y compasión hacia ellos, les prometía la
libertad y la emigración desde aquel país hacia otro mejor, comprometiéndose a ser Él mismo
el guía en la marcha.

87. Después de esto, ya se atrevieron a hablar también al mismo rey para proponerle que
dispusiera la partida del pueblo hacia más allá de las fronteras para llevar a cabo sus
sacrificios. Asegurábanle que era preciso que los sacrificios ancestrales tuvieran
cumplimiento en el desierto, pues se trataba de sacrificios que nada tenían de común con los
de los restantes pueblos, y que, en razón de las particulares características de las costumbres
hebreas, era modalidad y norma propia de las mismas el rechazar toda ajena participación.

88. Pero el rey, cuya alma desde sus primeros años estaba cegada por el orgullo heredado de
sus mayores, y que consideraba que ninguna Divinidad concebible solo por la inteligencia
existía en absoluto, y solo aceptaba a los dioses perceptibles por los ojos, respondió
insolentemente en estos términos: "¿Quién es ese a quien debo yo acatar? No conozco a ese
vuestro señor del que habláis. Me niego a enviar a vuestro pueblo para que, con el pretexto de
una celebración y de sacrificios, se libere."

89. Acto seguido, movido por su carácter malvado, rencoroso e implacable, ordenó a los
inspectores de las obras tratar duramente a nuestro pueblo con- el pretexto de que daba
muestras de flojedad y relajamiento. Porque decía que era señal de flojedad y relajamiento el
proyectar sacrificios y festejos; que los que se hallan en situaciones apremiantes no se
acuerdan de esas cosas, las que son privilegio de aquellos cuya vida transcurre rodeada de una
gran molicie y placer.

90. Los del pueblo, como ahora soportaban desventuras mayores aún que antes, estaban llenos
de enojo contra Moisés y su acompañante, teniéndolos por engañadores, y los criticaban así
en secreto como en público, acusándolos de impiedad, ya que aparecían mintiendo acerca de
Dios. Ante esto, Moisés comenzó a mostrar las maravillas que le habían sido anteriormente
enseñadas, seguro de que la desconfianza que prevalecía respecto de sus afirmaciones se
trocaría en confianza.
La demostración de las maravillas tuvo lugar de inmediato ante el rey y los magistrados
egipcios.

91. XVI. Cuando todos los magnates estuvieron reunidos en el palacio, el hermano de Moisés
tomó la vara, y, tras agitarla bien a la vista de todos, la arrojó al suelo. Al punto aquélla se
convirtió en una serpiente, ante la admiración de los que en derredor contemplaban la escena,
que, dominados por el temor, se aprestaban a darse a la fuga.

92. Sin embargo, los falsos sabios y magos que se hallaban presentes les dijeron: "¿Por qué os
atemorizáis? Estas cosas nos son también a nosotros familiares, y conocemos procedimientos
capaces de producir los mismos resultados." Y acto seguido cada uno arrojó la vara que
llevaba, y apareció una multitud de serpientes, que daban vueltas en torno a la única de la
primera vez.

93. Esta, empero, demostrando enorme superioridad, se irguió hacia lo alto, y, ensanchando su
pecho y abriendo su boca, con la poderosísima fuerza de una succión de su aliento las
absorbió a todas, como una red que atrapara un cardumen de peces envolviéndolos; y,

15
retornando a su anterior naturaleza, se trocó en vara.

94. A estas alturas las evidencias de tales maravillas habían destruido el escepticismo en el
alma de cada uno de los mal dispuestos, al punto de que ahora pensaban que lo que sucedía no
era maquinación o artificio de los hombres, fraguado para engañar; sino que la causa de todo
ello era un poder más Divino, para el que nada era difícil llevar a cabo.

95. Pero, aunque compelidos por la clara evidencia de los hechos a admitir la verdad, no por
eso decreció su osadía; antes bien, se complacían en su inhumanidad e impiedad, teniéndolas
por el más firme de los bienes, sin apiadarse de los injustamente esclavizados ni ejecutar los
mandatos de la voluntad de Dios, quien les había manifestado Su deseo a través de
demostraciones más claras aún que los oráculos, consistentes en maravillosas señales. Por ello
se hacía necesario una medida más severa y un cúmulo de flagelos, de aquellos capaces de
encauzar por la buena senda a los insensatos a los que la razón no ha disciplinado.

96. Los castigos que oprimieron al país fueron diez, un número perfecto para escarmiento de
los que delinquen contra la perfección. Y tal escarmiento fue diferente de los usuales. XVII.
En efecto, tierra, agua, aire y fuego, vale decir, los cuatro elementos del universo, fueron
empleados para ello, ya que Dios consideraba justo que fueran los mismos materiales con los
que había sido construido el mundo los que destruyeran el país de los impíos, a fin de dar
pruebas del poder de la soberanía que posee; poder con el que convierte los mismos elementos
empleados para la salvadora acción de configurar el universo en instrumentos para la
destrucción de los impíos, cuando así Él lo desea.

97. La distribución que hizo de los castigos fue la siguiente: tres, que correspondieron a los
elementos más densos, la tierra y el agua, de los que fueron formadas las naturalezas
corporales, los adjudicó al hermano de Moisés; otro grupo de igual número, correspondientes
a los elementos que más intervienen en la producción de la vida, el aire y el fuego, lo reservó
para Moisés exclusivamente; uno, el séptimo, lo confió a ambos en común; y los tres
restantes, que completaban la decena, se los reservó para Sí mismo.16
16
Filón altera el orden de las plagas para amoldar la sucesión de las mismas al simbolismo de
su esquema. Las diez plagas aparecen aquí en este orden: 1, 2, 3, 8, 9, V, 4, 5, 6 y 10.

98. Las primeras en ser puestas en ejecución fueron las plagas del agua. La razón fue que,
como los egipcios sentían especial estima y veneración por el agua, por entender que de ella
procedía la creación del mundo, Dios consideró que correspondía echar mano en primer
término a ella para admonición y reprobación de sus devotos.

99. ¿Qué fue, pues, lo que a breve plazo sucedió? Pues que, habiendo golpeado el hermano de
Moisés, por Divino mandato, con su vara el río, éste al instante se convirtió en sangre desde
Etiopía hasta el mar; y con él trocáronse también en sangre los lagos, los canales, las fuentes,
las cisternas y todo depósito de agua en territorio egipcio. La consecuencia de ello fue que, no
teniendo nada para beber, trataban de extraer agua de los bancos ribereños, pero de las
cavidades abiertas afloraban chorros de sangre semejantes a los flujos de las hemorragias, sin
que fuera posible ver ni una sola gota del transparenté líquido.

100. Además no quedó viva especie alguna de peces, como que la fuerza que les daba vida se
había trocado en agente de su destrucción. De ese modo una general fetidez se extendía por
todas las cosas a causa de la descomposición simultánea de tan gran cantidad de cuerpos.
Asimismo, una inmensa multitud de hombres muertos a causa de la sed, yacía amontonada en

16
las encrucijadas de los caminos, ya que los familiares de los muertos no tenían fuerza
suficiente para conducirlos a las tumbas.

101. Durante siete días reinó el terror, hasta que los egipcios suplicaron a Moisés y a su
hermano, y éstos a su vez a Dios, que tuvieran piedad de los que perecían. Dios, compasivo
por naturaleza, transformó la sangre en agua y devolvió al río su antiguo caudal, fuente de
salud, libre de toda impureza.

102. XVIII. Sin embargo, tras permanecer tranquilos un corto tiempo, aquellos se entregaron
a la misma crueldad e iniquidad de antes, como si la justicia hubiera desaparecido por
completo entre los hombres, o como si los que han soportado ya un castigo estuvieran al
abrigo de un segundo escarmiento. Pero, la experiencia les enseñó por segunda vez como si se
tratara de niños sin cordura, a no despreciar las advertencias. El castigo, en efecto, sigue los
pasos de gentes tales, y mientras sus iniquidades son aún proyectos, quédase a la zaga; pero,
cuando se lanzan hacia las malas acciones, precipítase sobre ellos y les echa mano.

103. Obedeciendo un segundo Divino mandato, el hermano de Moisés extendió y posó sobre
los canales, lagos y pantanos su vara; y, no bien la hubo extendido, surgió una multitud de
ranas, en tal cantidad que no sólo se vieron llenos de ellas las plazas y demás espacios
abiertos, sino además los establos, las casas, los templos y todos los edificios públicos y
privados, como si la naturaleza hubiera decidido enviar a una especie de animales acuáticos
para que ella sola colonizara la región opuesta; que la región opuesta al agua es la tierra.

104. Los egipcios, que no podían ni salir de sus casas por estar llenas de ranas las callejuelas,
ni permanecer dentro puesto que aquéllas tenían ya ocupado el interior de las casas,
habiéndose encaramado hasta los más elevados rincones, hallábanse en el extremo de las
desdichas y desesperaban de su salvación.

105. Una vez más, pues, buscaron refugio en los mismos de antes, y el rey prometió a los
hebreos que permitiría su partida. Estos aplacaron a Dios con plegarias; y, mediando el
Divino consentimiento, una parte de las ranas tornó a lanzarse al río, en tanto que las restantes
murieron enseguida y quedaron amontonadas en los cruces de las rutas, mientras los
habitantes iban apilando sobre ellas las de adentro de las casas. Apremiábalos a ello el
intolerable olor que se desprendía de los cuerpos muertos, cuerpos nada menos que de
animales que aun en vida son sumamente desagradables para los sentidos.

106. XIX. Tras un breve tiempo de respiro después del castigo, durante el que, como los
atletas en el combate, recobraron fuerzas; para delinquir con renovado vigor, se entregaron de
nuevo a su acostumbrada maldad, olvidados ya de los males, soportados hasta entonces.

107. Pero Dios, dando por concluidos los castigos procedentes del agua, les agregó los
procedentes de la tierra, aunque estableció que el encargado de su ejecución fuese el mismo
que antes:17 Este, obedeciendo Su mandato, golpeó la tierra con su vara, tras lo que se produjo
una invasión! de incontables mosquitos, que, extendiéndose como una nube, cubrieron todo
Egipto.
17
Aarón, el hermano de Moisés.

108. Dicho animal, aunque pequeñísimo, es, sin embargo, insoportable, ya que no sólo daña la
superficie del cuerpo produciendo una comezón desagradable y sumamente dañosa, sino
también ataca las partes internas a través de las fosas nasales y las orejas. Además, vuela

17
hacia las pupilas de los ojos y las daña, si no se toman precauciones. Pero, ¿qué precaución
habría de ser posible contra semejante avalancha, y más siendo Dios quien aplicaba el
castigo?

109. No faltará, seguramente, quien se pregunte por qué castigaba a aquel país mediante tan
oscuros e insignificantes animales, y se abstenía de emplear osos, leones, panteras y otras
especies de animales salvajes, que se alimentan de carne humana y, si no estos, por qué no
empleaba, al menos, áspides, cuyas picaduras son tales que producen la muerte instantánea.

110. Si tal persona realmente no lo sabe, que lo aprenda ahora. En primer lugar, porque lo que
Dios quería era reprochar a los habitantes del país su actitud, y no aniquilarlos. Si hubiera
querido hacerlos desaparecer completamente, no hubiera empleado animales para que
cooperaran en las medidas que tomaba; y hubiera recurrido a las calamidades que
habitualmente envía para castigo, que son la peste y el hambre.

111. Además de esto, aprenda también la siguiente lección, necesaria para la vida toda. ¿En
qué consiste? En que, mientras los hombres, cada vez que emprenden una guerra, procuran
acopiar los mayores recursos para emplearlos como auxiliares en la lucha y compensar de ese
modo su propia debilidad, Dios, en cambio, siendo, como es, la fuerza más poderosa y grande,
no ha menester de auxilio alguno. Si en determinada ocasión quiere hacer uso de algunos
instrumentos para un castigo, no escoge los más fuertes y grandes, cuyo poder Le es
totalmente indiferente, sino prepara potencias irresistibles e invencibles, empleando para ello
los medios más pequeños e insignificantes, y con ellos aplica el merecido castigo a los que
delinquen, tal como en el presente caso.

112. Porque, ¿qué más insignificante que un mosquito? Y con todo, a tanto llegó su poder,
que todo el país egipcio cedió y se vio constreñido a proclamar que ése era "el dedo de Dios";
puesto que en cuanto a Su mano, ni siquiera toda la tierra habitada desde uno a otro confín
sería capaz de soportarla; o mejor aún, ni siquiera el universo entero.

113. XX. Tales fueron los castigos aplicados por intermedio del hermano de Moisés.
Corresponde que ahora, siguiendo el orden adecuado, examinemos los que Moisés en persona
tuvo a su cargo, y las porciones de la naturaleza que intervinieron en su ejecución. Al aire, en
efecto, y al cielo, las más puras porciones de la naturaleza universal, les cupo intervenir en la
admonición contra Egipto, y Moisés fue escogido como ejecutor de la misma.

114. Comenzó ante todo por provocar una alteración en el aire. Egipto es prácticamente la
única región, aparte de las situadas en el sur, que no siente los efectos de una de las estaciones
anuales, el invierno. Ello se debería, al decir de algunos, al hecho de hallarse situado no lejos
de la zona tórrida; y a que el calor ardiente que de allí emana calienta todas las regiones
circundantes. Otra razón es, probablemente, que durante el solsticio de verano las crecientes
del río agotan por anticipado la acumulación de nubes.

115. El río, en efecto, comienza a crecer a principios de verano y concluye su crecida cuando
éste llega a su fin. Durante ese lapso los vientos etesios se precipitan desde la parte opuesta a
las bocas del Nilo, impidiendo en adelante que éste desagüe a través de ellas, ya que, elevado
el mar hacia lo alto por la fuerza de los vientos, y extendiendo sus enormes olas a modo de
extensa muralla, el río es obligado a retornar hacia adentro. Tras ello se produce un choque de
corrientes entre la que desciende desde las fuentes y la que debería salir por la desembocadura
pero retrocede ante los obstáculos que enfrenta; y, no pudiendo expandirse pues las alturas las

18
contienen por ambos lados, el río, naturalmente, crece elevándose.

116. Quizá también ello 18 se deba a que el invierno es innecesario en Egipto, ya que el río, al
convertir en un pantano las tierras cultivables hace las veces de las precipitaciones pluviales
necesarias para producción de los frutos anuales.19
18
Después del parágrafo 115, que es un simple paréntesis erudito relativo a las crecientes del
Nilo, reanuda Filón la enumeración de las posibles causas de la inexistencia de estación
invernal en Egipto.
19
El razonamiento es más o menos así: el objeto del invierno es la provisión de lluvias; en
Egipto el desbordamiento del Nilo suple a las lluvias; luego, Egipto no ha menester de
invierno, y por eso no lo tiene.

117. La naturaleza no derrocha esfuerzos, como para que provea de lluvias a una tierra que no
lo ha menester. Además, se complace en la múltiple variedad de sus sabias obras, y de las
cosas contrarias conforma la armonía del universo, y así, procura los beneficios del agua a
unos desde lo alto del cielo, y a otros desde abajo, de las fuentes y los ríos.

118. Siendo tales las características naturales del país, que en pleno invierno goza de tiempo
primaveral, sin que sus zonas vecinas al mar sean fertilizadas sino por escasas gotas de lluvia,
en tanto que las que se extienden más allá de Menfis, donde está el palacio real, no reciben
lluvia alguna en absoluto, repentinamente cambiaron las condiciones del aire, al punto de que
todos los fenómenos propios del crudo invierno sobrevinieron conjuntamente: precipitación
de lluvias, abundante y pesado granizo, violentos vientos bramando y chocando unos contra
otros, nubes desgarradas, ininterrumpidos relámpagos y truenos, y continuos rayos, que
ofrecían a la vista el más asombroso de los espectáculos, ya que pasaban a través del granizo,
naturaleza opuesta, y, con todo, ni lo derretían ni eran apagados por él, permaneciendo, por el
contrario, inalterados en sus largas trayectorias hacia arriba y hacia abajo, cual meros
espectadores del granizo.

119. Pero no sólo la funesta avalancha de todos estos fenómenos llevó a los habitantes del
país hasta el más alto grado de abatimiento, sino también lo inusitado del suceso. Pensaron, en
efecto, y estaban en lo cierto, que lo que sucedía era una novedad determinada por la Divina
cólera, puesto que el aire había cambiado como nunca hasta entonces, provocando la
desastrosa ruina de los árboles y frutos, a la par de los cuales habían perecido no pocos
animales, unos a causa del excesivo frío, otros bajo el peso del granizo que había caído sobre
ellos, como aplastados por piedras; otros consumidos por el fuego; y algunos sobrevivían
medio quemados, llevando sobre sí las marcas de las heridas causadas por los rayos para
advertencia de los que los contemplaban.

120. XXI. Cuando el azote hubo cesado, y el rey y sus cortesanos recobraban el coraje,
Moisés, por mandato de Dios, extendió su vara hacia el aire, y al instante comenzó a soplar un
violentísimo viento sur, que crecía sin cesar en fuerza e intensidad día y noche. Este viento es
de por sí un gran azote, por cuanto es seco y provoca dolores de cabeza y dificultades en el
oído, y llega a producir nauseas y sufrimientos, especialmente en Egipto, país situado hacia el
sur, donde tienen lugar las revoluciones de los astros portadores de luz, de modo que, no bien
el viento se ha puesto en movimiento, la llama que emana del sol es arrastrada con él y todo lo
quema.

121. Y junto con este viento sobrevino una prodigiosa cantidad de animales, que destrozó las
plantas. Se trataba de las langostas, que se precipitaron como un torrente y llenaron el aire

19
todo, devorando cuanto habían dejado en pie los rayos y el granizo, de modo que ya no se vio
crecer cosa alguna en tan inmenso país.

122. En tales circunstancias los funcionarios, que a su pesar habían llegado a hacerse una
exactísima composición de lugar sobre su propia situación, acudieron al rey y le dijeron:
"¿Hasta cuándo te rehusarás a permitir la partida de estos hombres? Después de lo sucedido,
¿no te das cuenta de que Egipto está arruinado" El rey les dio la razón, o simuló hacerlo, y
prometió el permiso si el terrible mal amenguaba. Nuevamente suplicó Moisés, y un viento
que sobrevino desde el mar hizo desaparecer las langostas.

123. Pero una vez que éstas se hubieron dispersado, como al rey la sola idea de liberarlos lo
enfermaba de muerte, sobrevino un azote mayor aún que los anteriores. En efecto, en medio
de la plena claridad del día, la oscuridad se extendió de improviso, tal vez a causa de un
eclipse de sol más completo que los ordinarios, o quizá porque la corriente de sus rayos se vio
detenida por una ininterrumpida sucesión de nubes violentísimamente concentradas en masas
compactas sin solución de continuidad. Consecuencia de ello fue que el día vino práctica-
mente a convertirse en una noche; porque, ¿qué otra cosa puede aquello considerarse sino una
larguísima noche, equivalente a tres días y otras tantas noches?

124. Durante ese lapso, se nos dice, unos permanecían acostados en sus lechos, sin osar
levantarse; y otros, cuando, apremiados por alguna de las necesidades naturales, avanzaban a
lo largo de los muros o de algún otro objeto, lo hacían con dificultad, palpándolos a la manera
de los ciegos. Es que la llama del fuego utilizado habitualmente, por una parte, se apagaba a
causa del ventarrón; y por otra, resultaba pálida, al punto de no percibirse debido a lo espeso
de la oscuridad. La consecuencia fue que la vista, el más necesario de los sentidos, aun
cuando fuese sana en sí, resultaba ciega e incapaz de ver nada; y también anulábanse los
demás sentidos, como súbditos cuyo soberano hubiese perecido.

125. Nadie osaba, en efecto, ni hablar ni escuchar ni ingerir alimentos, y todos permanecían
atormentados en el silencio y el hambre, sin hacer uso de ninguno de los sentidos y completa-
mente anonadados por el sufrimiento. Por fin, una vez más Moisés, movido a piedad, suplicó
a Dios, y la luz sustituyó a la oscuridad y el día a la noche bajo un cielo inmensamente sereno.

126. XXII. Tales fueron, se nos dice, las plagas a cargo de Moisés solo; a saber: la del granizo
y los rayos, la de la langosta y la de la oscuridad impenetrable a toda forma de luz. En
colaboración él y su hermano ejecutaron una sola, que de inmediato describiré.

127. Por mandato de Dios, ambos tomaron en sus manos ceniza de un hornillo, y Moisés la
esparció en porciones por el aire. Al punto una repentina polvareda cayó sobre hombres e
irracionales, produciendo una maligna y dolo-rosa ulceración sobre toda la piel, a la vez que,
de concierto con tales erupciones, sus cuerpos se llenaban de supurantes pústulas, que
cualquiera hubiera podido conjeturar que brotaban ardientes de invisibles llagas internas.

128. Oprimidos, como es natural, por los dolores y sufrimientos extremos, propios de la
ulceración y de la inflamación, el agotamiento de sus almas era mayor o igual al de sus
cuerpos ante las miserias derivadas de sus desgracias. Es que una única e ininterrumpida
úlcera se presentaba a la vista desde la cabeza hasta los pies, ya que las úlceras extendidas a lo
largo de las partes y extremidades del cuerpo se concentraban en una sola de uniforme
apariencia. Finalmente, una vez más gracias a las súplicas que el legislador elevó en favor de
los que padecían, la dolencia resultó aliviada.

20
129. Este escarmiento fue confiado a ambos en común; y no podía ser de otro modo. El
hermano, intervino a causa del polvo que cayó sobre la gente, pues le había sido confiado el
control de cuanto procediera de la tierra; y Moisés, porque el aire fue cambiado para castigo
de los habitantes, y las plagas procedentes del aire y el cielo estaban a su cargo.

130. XXIII. Los tres castigos restantes sobrevinieron por sí mismos, sin intervención de
hombre alguno. Procedamos a describirlos en la medida de lo posible. El primero fue el que
se cumplió mediante la más osada de las criaturas vivientes de la naturaleza, la mosca
canina.20 A ésta los que establecieron los nombres, sabios como eran, la llamaron así con toda
propiedad componiendo su nombre con los de los más impudentes de los anímales: la mosca y
el perro. Este es el más atrevido entre los seres terrestres; aquélla, entre los alados; como que
ambos acosan con osados ataques, y, cada vez que alguno intenta rechazarlos, ellos lo
enfrentan sin cejar hasta que están hartos de sangre y de carne.
20
O mosca-perro o mosca de perro. La kynómuia (de kyon = perro, y muta — mosca), cuyo
característico ataque, según se desprende de la descripción que sigue, es el propio del oistros
= tábano, insecto que, según las traducciones corrientes de la Biblia, aparece como
instrumento de esta plaga.

131. La mosca canina, que está dotada de la audacia de ambos, es un animal insidioso y
picador, y se lanza impetuosamente desde lejos como un dardo, y precipitándose con
violencia se clava muy profundamente.

132. Además, en la ocasión que nos ocupa, su ataque obedeció a un Divino mandato; de modo
que su maligno efecto fue doble de lo habitual, como que su violencia no obedecía ya a los
motivos naturales solamente, sino además a la Divina previsión, que armó al animal
acrecentando su vigor para daño de los habitantes del país.

133. Tras el castigo por vía de la mosca canina se nos relata otro, aplicado, como el anterior,
sin cooperación humana: la muerte de los ganados. En efecto, grandes rebaños de bueyes, de
cabras, de ovejas y de todas las clases de bestias de carga y otros ganados, en un solo día,
como obedeciendo a una misma señal, perecieron todos juntamente; lo que, tal como sucede
en las epidemias, fue un preanuncio de la destrucción de seres humanos que poco más
adelante habría de tener lugar. Se dice, en efecto, que cada enfermedad epidémica va
precedida por el imprevisto exterminio de animales irracionales.

134. XXIV. Después de este azote tuvo lugar el décimo y último castigo, que sobrepasó a
todos los anteriores: la muerte de egipcios; no de todos, que no era el propósito de Dios dejar
desierto el país, sino dar una lección; ni tampoco la mayoría de las personas de uno y de otro
sexo y de toda edad. Permitiendo que los demás conservaran la vida, determinó que solamente
morirían los primogénitos, comenzando por el hijo mayor del rey y acabando por el de la más
humilde harinera.

135. Hacia la media noche, en efecto, aquellos que habían sido los primeros en hablar a sus
padres y madres, y en ser, a su vez, llamados hijos por ellos: llenos todos ellos de salud y ro-
bustos de cuerpo, repentinamente en plena juventud fueron exterminados sin razón alguna
aparente; y es fama que ningún hogar se vio libre en aquella ocasión de esta desgracia.

136. Con las luces del alba, cuando, como es natural, cada uno contempló muerto
imprevistamente al ser más querido, con quien hasta la víspera había convivido y compartido

21
la mesa, todos se sintieron oprimidos por el dolor más profundo y todo lo llenaron con sus
lamentos, de suerte que, teniendo todos parte en el sufrimiento, todos expresaban al unísono el
común padecimiento, y de un extremo a otro del país entero resonaba un único lamento.

137. Y, mientras cada uno permanecía en su casa, ignorante del mal de su vecino, su
lamentación era por su propia desgracia solamente; pero, cuando al salir se enteraba de las
desgracias de los demás, el dolor se duplicaba al sumarse al punto el pesar propio, menor y
más leve, el dolor común, mayor y más penoso, ya que se veía privado hasta de la esperanza
de reconfortamiento. ¿Quién, en efecto, podía estar en condiciones de reconfortar a otro, si él
mismo necesitaba ser consolado?

138. Como sucede frecuentemente en circunstancias como esa, pensaron que las presentes
calamidades eran el comienzo de otras mayores, y, temerosos de la ruina de los todavía vivos,
corrían hacia el palacio real bañados en lágrimas, y con las vestiduras desgarradas, y proferían
gritos contra el rey, acusándolo de ser el responsable de todas las terribles cosas que les
habían sucedido.

139. Si inmediatamente, decían cuando Moisés lo había venido por primera vez a ver, hubiera
permitido que su pueblo partiera, nada de lo sucedido les hubiera pasado en absoluto; pero,
habiendo cedido a su habitual arrogancia, el premio de tan inoportuna hostilidad no había
tardado en ser recibido por ellos. Acto seguido exhortáronse unos a otros a procurar que
saliera el pueblo21 sin pérdida de tiempo del país entero, afirmando que retenerlo, aunque más
no fuera que un solo día, o una hora solamente, los precipitaría hacia un castigo sin remedio.
21
El pueblo judío

140. XXV. Los acosados y perseguidos hebreos, conscientes de la nobleza de su propia raza,
adoptaron una actitud decidida, como compete a hombres libres y que no olvidan las
injusticias urdidas contra ellos.

141. Llevaron, en efecto, consigo numeroso botín, que en parte transportaban ellos mismos
sobre sus hombros, y en parte cargaron sobre las bestias de cargas. Esto lo hacían, no por
avaricia o, como alguno de sus detractores podría decir, por avidez de cosas ajenas. ¿Por qué
habría de ser así? Lo que hicieron fue, en primer lugar, cobrarse la obligada retribución por
los servicios prestados durante todo el tiempo en que sirvieron; y, en segundo lugar, causar un
perjuicio, aunque no en igual sino en menor medida, a aquellos bajo los que habían sido
esclavos. ¿Cómo, en efecto, puede ser igual una pena pecuniaria a la privación de la libertad,
por la que los hombres inteligentes están dispuestos a perder no sólo los bienes sino también
su vida?

142. En uno y otro sentido obraban rectamente, ya sea que se considere que reintegraban
pacíficamente una paga que durante mucho tiempo les habían arrebatado quienes no habían
querido pagarles; ya se lo entienda como un acto de guerra, en la que tenían por lícito
apoderarse de los bienes de los enemigos por derecho de victoria. Los egipcios habían sido los
iniciadores de injustas hostilidades, al esclavizar a sus huéspedes y suplicantes como si fueran
prisioneros, según dije más arriba;22 y los hebreos, al presentarse la ocasión, se vengaron sin
echar mano a recursos bélicos, siendo la justicia su escudo y el brazo que los protegió.
22
Parágrafos 35 y 36.

143. XXVI. Tan grandes azotes v castigos sirvieron de escarmiento a Egipto, sin que ninguno
de ellos afectase a los hebreos, no obstante que cohabitaban en las mismas ciudades, aldeas y

22
casas con los egipcios; y a pesar de que en las calamidades habían intervenido la tierra, el
agua, el aire y el fuego, vale decir, todos los elementos de la naturaleza, de la que es
imposible escapar. Y por cierto que lo más asombroso fue que en el mismo lugar y al mismo
tiempo los mismos elementos llevaran la ruina a unos y la salvación a otros.

144. El río se trocó en sangre pero no para los hebreos; como que, cada vez que éstos querían
beber, el agua experimentaba un cambio y se tornaba potable. Las ranas, habiendo salido de
las aguas a tierra llenaron las plazas, los establos y las casas, pero se mantuvieron alejadas de
los hebreos únicamente, como si supiesen discernir quiénes debían ser castigados y quiénes
no.

145. Ni los mosquitos, ni las moscas perros, ni las langostas, que grandes daños hicieron a
plantas, frutos, animales y hombres, volaron hacia ellos. Ni los alcanzaron las ininterrumpidas
caídas de lluvias, granizo y rayos. Ni en sueño siquiera soportaron el penosísimo dolor de la
ulceración. Cuando sobre los demás se hubo extendido la oscuridad más profunda, ellos se
desenvolvían en medio de una claridad sin límites, iluminados por la luz del día. Mientras
perecían los primogénitos de los egipcios, ningún primogénito hebreo murió. Ni hubiera sido
razonable que tal cosa sucediera, puesto que, tampoco el aniquilamiento de innumerables
ganados, había sido acompañado por la muerte de los rebaños ele los hebreos.

146. En mi opinión, quien hubiera estado presente en los acontecimientos de entonces no


hubiera podido pensar otra cosa sino que los hebreos eran meros espectadores de los males
que otros soportaban, y no sólo espectadores a salvo, sino aplicados a aprender la más elevada
y útil de las enseñanzas: la piedad. Nunca, en efecto, tuvo lugar un juicio tan claro acerca de
los buenos y los malos, juicio que trajo aparejada para éstos la ruina y para aquéllos la
salvación.

147. XXVII. Más de seiscientos mil eran los hombres en edad de combatir que participaban
de aquella emigración, en tanto que el resto lo constituía una multitud difícil de contar,
formada por ancianos, niños y mujeres. Una turba de elementos mezclados y confusos, turba
servil, una verdadera muchedumbre bastarda, marchaba junto a la legítima. Comprendía a los
hijos dados a luz para padres hebreos por mujeres egipcias y adoptados por la familia paterna;
y además a todos aquellos que, admirados del afecto de la Divinidad hacia aquellos hombres,
se convirtieron en sus compañeros de vida; así como a algunos que, aleccionados por la
cantidad y magnitud de los sucesivos castigos, cambiaron su modo de ser y se tornaron
sensatos.23
23
Gen. XII, 27, y 37 a 38.

148. Jefe de todos ellos fue elegido Moisés, quien llegaba al mando y a la realeza, no como
algunos de los que se lanzan tras el real poder munidos de armas, maquinarias bélicas y
fuerzas de infantería, caballería y navales, sino avalado por su virtud, su nobleza de alma y su
buena disposición para con todos, que nunca dejó de ejercitar; y además porque Dios, el
amante de la virtud y la nobleza, le proporcionaba ese manto a título de galardón digno de él.

149. En efecto, cuando en presencia de las iniquidades que tenían lugar en el país, y movido
por su nobleza de alma, su magnanimidad de espíritu y su natural odio hacia el mal, renunció
al mando sobre Egipto, que le correspondía por su condición de hijo de la hija del entonces
soberano, y dio un firme adiós a cuanto de su familia adoptiva podía esperar, Aquel que
preside y preserva todas las cosas consideró conveniente recompensarle con la realeza de una
nación más populosa y grande, de una nación que estaba destinada a ser consagrada sobre

23
todas las otras a fin de que elevara perpetuamente las súplicas a favor de la raza humana, para
que ésta se viera libre de los males y alcanzara la participación en los bienes.

150. Después que asumió el mando, no se aplicó, como algunos, a acrecentar el poderío de su
propia familia y a forjar una relevante posición para los dos hijos que tenía, de modo que
aparecieran como sus asociados en el poder por el momento y como sus eventuales sucesores.
Es que en todas las cosas, tanto en las pequeñas como en las grandes, hacía gala de una
intención pura y sin doblez, y, como buen juez, subordinaba a la integridad de su
discernimiento la natural afección hacia sus hijos.

151. Tenía, en efecto, ante sí un objetivo fundamental: beneficiar a los gobernados y ejecutar
todo, de obra y de palabra, con miras al provecho de ellos, sin pasar por alto ocasión alguna
propicia para el común mejoramiento.

152. A diferencia de cuantos habían ejercido el poder hasta entonces alguna vez, sólo él no
atesoró ni oro ni plata, ni estableció tributos, ni adquirió mansiones, riquezas, ganados,
servidumbre doméstica, ni rentas ni ninguna otra cosa de las que tocan a la opulencia y
abundancia, no obstante poder poseerlas todas en cantidades inagotables. 153. Por el
contrario, entendía que la apetencia de riqueza material es sentimiento propio de la pobreza de
alma, y despreciaba tal riqueza considerándola ciega, en tanto que honraba a la riqueza de la
naturaleza, riqueza con visión, y la buscaba con celo, como no sé si lo ha hecho hombre
alguno fuera de él. Cultivaba la economía v la simplicidad propias de un ciudadano común, y
no se permitía exageración alguna en los vestidos, en las comidas y en los demás menesteres
de la existencia con intención de acrecentar su pompa y majestad. Ert cambio, hacía gala de
una liberalidad verdaderamente real en aquellas cosas que corresponde que un gobernante
apetezca poseer en abundancia.

154. Tales cosas son las muestras de moderación, continencia, prudencia, sagacidad, sensatez,
conocimiento, esfuerzo, resistencia al sufrimiento, desprecio de los placeres, justicia,
tendencia hacia lo más noble, reproche y castigo, dentro del marco de las leyes, de los mal
vivientes; aprobación y honra, también de conformidad con la ley, para los que obran
rectamente.

155. XXVIII. De esa manera, habiendo renunciado firmemente a la abundancia y a la riqueza


que de más predicamento goza entre los hombres, Dios lo recompensó dándole en cambio la
mayor y más perfecta de las riquezas. Esta consistía en la posesión de toda la tierra, el mar,
los ríos y los otros elementos simples y compuestos, ya que Dios, habiéndolo juzgado digno
de aparecer como partícipe de Sus posesiones, dejó en sus manos el mundo todo a título de
propiedad apropiada para un heredero.

156. Y así, cada uno de esos elementos le obedecía como a un señor, cambiando sus
propiedades naturales y acatando sus mandatos. Y nada de extraño había en ello, ya que, si,
como dice el proverbio, las cosas de los amigos son comunes,24 y el profeta había sido
proclamado amigo de Dios,25 de ello se infiere que también participaba de las posesiones de
Este en la medida en que ello resultaba provechoso.
24
Ver Sobre Ábraham 235.
25
Éx. XXXIII, 11.

157. Porque mientras Dios todo lo posee, pero nada necesita; el hombre de bien, en cambio,
nada llega a poseer en rigor de verdad, pero participa de los bienes de Dios hasta donde cabe

24
en sus posibilidades. Y esto es seguramente razonable, ya que es ciudadano del mundo, por lo
que no ha sido registrado en los padrones de ningún estado de la tierra habitada; y con toda
razón puesto que ha recibido como su heredad, no una parcela de país, sino el mundo entero.

158. ¿Y qué? ¿Acaso no disfrutó Moisés de una propiedad mayor aún en común con Padre y
Hacedor del universo, habiendo sido considerado digno de llevar Su mismo título, siendo
designado dios y rey de toda la nación? Además se nos dice que penetró en las tinieblas donde
Dios estaba,26 es decir, en la inmaterial, invisible, incorpórea y arquetípica esencia de lo
existente, así conoció lo que está oculto a nuestra naturaleza mortal; y, presentando a la vista
de todos su propia persona y su vida, a modo de bien lograda pintura, ofreció una obra
hermosísima, reflejo de la Divinidad, modelo para quienes desearen imitarla.
26
Éx. XX, 21. Ver Sobre los cambios de nombres 7.

159. Felices son aquellos que han impreso en sus almas esos rasgos; o tratado de imprimirlos
en ella; que, aunque el ideal es que la inteligencia sea portadora de la imagen perfecta de la
virtud, a no ser así, que al menos sienta el inquebrantable anhelo de poseer tal imagen.

160. Por otra parte, nadie ignora que los hombres de humilde condición sienten deseos de
imitar a los distinguidos, y que sus inclinaciones tienden hacia aquellas cosas que parecen
merecer las mayores preferencias de parte de los mismos. Cada vez, por ejemplo, que un
gobernante opta por entregarse a los placeres y se inclina hacia una vida de concupiscencia,
casi todos los que están bajo su mando dan rienda suelta, más allá de lo necesario, a las
apetencias del vientre y de las partes sexuales; excepción hecha de algunos, que, merced a una
bien dotada naturaleza, han llegado a poseer, en vez de un alma mal intencionada, una
benévola y bien dispuesta.

161. Si, en cambio, dicho gobernante adopta normas de conducta más austeras y más dignas,
aun los licenciosos en extremo entre ellos tórnanse moderados; y, movidos o por el miedo o
por la vergüenza, se esmeran en dar la impresión de que quieren verdaderamente ser como él,
sin que jamás los peores, ni siquiera dementes, lleguen a desaprobar a los mejores.

162. Además, quizá porque también estaba destinado Moisés a ser legislador, él mismo se
convirtió mucho antes en ley viviente y razonante, por disposición de la Divina providencia,
que, sin que él lo supiera, lo había escogido para que en el futuro desempeñara esa misión.

163.27 XXIX. Una vez que hubo recibido la autoridad que ellos le ofrecían de buen grado, con
la aprobación y anuencia de Dios, dispuso la emigración hacia Fenicia, Celesiria y Palestina,
llamadas en aquella época país de los cananeos, cuyos límites se hallaban a tres jornadas de
marcha de Egipto.
27
Para los parágrafos 163 a 180 ver Éx. XIII, 17 a XV, 21.

164. El camino por el que entonces los condujo no fue el más corto, en parte porque se
precavía para que no sucediera que, si los habitantes de la región les hacían frente por temor
de ser destruidos y esclavizados, y se producía una guerra, debieran retornar ellos por el
mismo camino hacia Egipto, es decir, de unos enemigos a otros, de los nuevos a los viejos,
para convertirse en burla y befa, y soportar una situación más miserable y penosa aún que la
anterior; y, en parte, porque además quería comprobar, conduciéndolos a través de un extenso
desierto, de qué manera daban pruebas de su lealtad, no ya contando con inagotables recursos,
sino en medio de una creciente escasez de ellos.

25
165. Desvióse, pues, de la ruta directa, y habiendo dado con un sendero que se abría
oblicuamente, y considerando que conducía hacia el Mar Rojo, comenzó la marcha. Y fue por
entonces cuando, según leemos, tuvo lugar un prodigio, un grandioso suceso en la naturaleza,
tal como nadie recordaba haber ocurrido hasta entonces en el pasado.

166. Una nube, en efecto, habiendo adoptado la forma de una inmensa columna, precedía a la
multitud iluminando de día con una luz semejante a la solar, y de noche con una semejante a
una llama, a fin de que no se extraviasen en la marcha y siguieran su infalible guía a través del
camino. Tal vez se trataba de uno de los lugartenientes del gran Rey, de un invisible ángel,
guía de caminantes, cuya vista estaba vedada a los ojos del cuerpo.

167. XXX. Por su parte, el rey de Egipto, viendo que los hebreos marchaban sin rumbo fijo;
que tal era su opinión al respecto; y que atravesaban un duro e intransitado desierto, sentíase
complacido ante el fracaso de la marcha, y consideraba que estaban encerrados sin
oportunidad de salida; y, arrepentido como estaba, de haberlos dejado partir, se apresuró a ir
tras ellos con la certeza de que de ese modo, o la multitud, movida por el miedo, retornaría de
nuevo a la esclavitud, o él exterminaría a todos los combatientes en caso de que resistieran.

168. Sin pérdida de tiempo reunió todas sus fuerzas de caballería, lanzadores de jabalinas,
honderos, arqueros montados y todo el resto de sus fuerzas ligeramente armadas; y entregó a
los hombres de mayor alcurnia los seiscientos carros de guerra más hermosos, pertrechados
con falces, a fin de que marchasen tras él de manera conforme con su jerarquía, y tomaran
parte en la campaña. Sin permitirse dilación alguna inició la persecución y se apresuró a
avanzar, deseoso de caer sobre los otros imprevistamente y sin ser visto, ya que ^el daño
inesperado resulta siempre más penoso que el previsto, en la medida en que es más fácil
atacar con éxito a un enemigo descuidado que a uno atento.

169. Mientras el rey, movido por estas intenciones, iba tras sus pasos, seguro de obtener la
victoria al primer asalto, los hebreos se encontraban ya acampados en las orillas del mar.
Aprestábanse a almorzar, cuando primeramente resonó un inmenso estrépito, como que
avanzaba a toda marcha tan gran cantidad de hombres v bestias juntamente; por lo que,
desparramados fuera de sus tiendas, elevábanse en punta de pie a fin de escudriñar en torno y
escuchar con atención; y luego, momentos más tarde, apareció en lo alto de una colina la
fuerza enemiga, con las armas listas y en formación de batalla.

170. XXXI. Anonadados por lo increíble e inesperado del hecho, y no hallándose en


condiciones de defenderse por carecer de medios de resistencia, por cuanto habían partido
como emigrantes y no en tren de guerra; ni teniendo posibilidades de huir, ya que tenían el
mar a sus espaldas y el enemigo a su frente, mientras a uno y otro lado se extendía el inmenso
e intransitable desierto, presa fueron de inmensa agitación y cundió entre ellos el desaliento
ante la magnitud de sus desdichas; y, como es habitual en calamidades tales, acusaron a su
jefe en estos términos.

171. "¿No había, acaso, en Egipto tumbas donde ser sepultados cuando nos llegase la muerte;
que nos has conducido para matarnos y sepultarnos aquí? ¿No es, por ventura, cualquier
género de esclavitud un mal más llevadero que la muerte? Atrajiste a la multitud con la
esperanza de libertad, para suspender luego sobre ella un peligro más terrible aún, en el que
está en juego la vida misma.

172. ¿Ignoras acaso que estamos desarmados, y la cólera y ferocidad de los egipcios? ¿No ves

26
la magnitud de nuestros males sin escapatoria? ¿Qué hemos de hacer? ¿Debemos combatir
desarmados contra enemigos bien pertrechados? ¿Huiremos de este cerco que, como redes,
nos tienden enemigos implacables, desiertos intransitables y mares que no es posible navegar?
Y aun en el caso de que lo fueran, ¿con qué barcos contamos para atravesarlos?"

173. Moisés, oyendo estas cosas, comprendió sus razones, pero tuvo presentes los Divinos
oráculos; y empleando simultáneamente su inteligencia y su palabra para diferentes
propósitos, con aquélla intercedió en lo íntimo de su ser ante Dios para que los liberara de sus
tremendos infortunios; y con la palabra animó y reconfortó a los que lanzaban gritos hostiles,
diciéndoles: "No os descorazonéis; los medios con los que Dios pro teje no son los del
hombre.

174. ¿Por qué confiáis sólo en lo que os parece razonable y verosímil? Cuando Dios acude en
ayuda, no ha menester de preparativo alguno. Propio de Él es hallar el medio donde los
medios faltan; y lo que es imposible para cualquier creatura, sólo para El es posible y está al
alcance de Su mano".

175. Mientras esto decía, manteníase aún en calma; pero, tras un instante de pausa, tornóse
poseído de Divina inspiración, y lleno del espíritu que frecuentemente descendía sobre él,
pronunció estas proféticas palabras: "Al ejército que veis bien armado, no lo veréis ya for-
mado contra vosotros, pues le aguarda una completa derrota y desaparecerá en lo profundo del
mar, de modo tal que ni un resto siquiera de él se verá ya sobre la faz de la tierra; y no dentro
de mucho tiempo, sino en la próxima noche".

176. XXXII. Tales fueron sus revelaciones. Al ponerse el sol, no tardó en comenzar a soplar
con inusitada violencia el viento sur, ante el que el mar retrocedió; pero, en vez de retroceder
como habitualmente lo hacía, en esta ocasión fue arrastrado más aún, precipitándose como en
un abismo o sima al aproximarse a la costa. Ninguna estrella era visible; antes bien, una
espesa y negra oscuridad cubrió todo el cielo, llenando la negrura de de la noche de espanto a
los perseguidores.

177. A una orden de Dios, Moisés golpeó con su vara el mar. Quebróse éste y dividióse en
dos. De las aguas así divididas las próximas al sector de la separación se elevaron a inmensa
altura, y se mantuvieron firmemente fijas, tranquilas e inmóviles como una muralla; en tanto
que las de atrás se agitaban contenidas y frenadas en su avance hacia adelante como por
invisibles riendas, y la parte central, en donde había tenido lugar el corte, permanecía seca,
convertida en una amplia y transitable ruta. Al ver esto, Moisés, maravillado y feliz, animó a
los suyos, rebosante de alegría, y los exhortó a ponerse en marcha lo más rápidamente
posible.

178. Cuando ellos se disponían a iniciar la travesía, sobrevino una señal fuera de lo común. La
nube guía, que en el resto del tiempo había permanecido al frente, se volvió hacia la parte tra-
sera de la multitud para proteger su retaguardia, y, situada entre los perseguidores y los
perseguidos, a éstos los controlaba y empujaba en su salvador y seguro avance, y a aquéllos
los contenía refrenándolos cuando intentaban adelantarse. Viendo tales cosas, una total
confusión y desorden hizo presa de los egipcios. En su terror las filas se deshicieron, y unos se
precipitaron sobre otros, intentando la fuga cuando ya era demasiado tarde.

179. En efecto, mientras los hebreos, con sus mujeres e hijos, en plena edad infantil aún,
atravesaron el seco pasaje con las primeras luces del día; a los otros, habiendo retornado el

27
mar, en pleno retroceso impulsado por vientos del norte, y caído sobre ellos con enormes y
elevadas olas, las dos secciones, precipitándose desde uno y otro lado hasta confundirse, los
cubrieron a ellos, a sus carros y a sus caballos, de tal manera que ni un portaantorchas siquiera
quedó para llevar al pueblo egipcio la nueva del inesperado desastre.

180. Hecho tan grandioso y admirable dejó pasmados a los hebreos: una inesperada victoria se
había declarado por ellos sin derramamiento de sangre; y, al ver cómo en un instante habían
perecido los enemigos en masa, formaron dos coros, uno de hombres y otro de mujeres, y
sobre la ribera, cantaron himnos de acción de gracias a Dios, presidiendo Moisés el coro de
los hombres, y una hermana suya el de las mujeres, pues ellos habían asumido la dirección de
los coros.

181.28 XXXIII. Dejando atrás el mar, avanzaron cierto trecho, libres ya de todo temor con
respecto a sus enemigos. Pero al cabo de tres días, faltó el agua, llenándolos la sed de
desazón, y una vez más comenzaron a quejarse de que nada les iba bien. Es que siempre la
acometida del mal presente borra el recuerdo de la felicidad de los pasados bienes.
28
Para los parágrafos 181 a 187 ver Éx. XV, 22 a 26.

182. Habiendo divisado unas fuentes, corrieron hacia ellas llenos de alegría, con la intención
de sacar agua; pero, ignoraban la verdad y se vieron engañados. Se trataba, en efecto, de
aguas amargas; y, cuando las hubieron probado, el ver frustradas sus esperanzas los des-
corazonó. Exhaustos sus cuerpos y postradas sus almas, lamentábanse, no tanto por sí
mismos, cuanto por sus hijos, tiernos aún, cuyos pedidos de agua no podían soportar sin
derramar lágrimas.

183. Algunos de los más pobres de espíritu y carentes de una firme piedad se quejaban hasta
de los anteriores venturosos sucesos, alegando que no habían tenido lugar para provecho,
sino, más bien, para convertirlos en partícipes de desgracias más dolorosas aún; y que hubiera
sido mejor haber perecido en manos de los enemigos, no una sino tres veces, antes que morir
de sed; que el partir de esta vida sin embarazo ni dilaciones en nada difiere del conservarla
eternamente, a juicio ce los que bien piensan; y muerte es, en realidad, aquella que llega con
lentitud y dolor, pues el aspecto terrible del morir no reside en el estar muerto sino,
exclusivamente, en el proceso que lleva a ello.

184. Mientras ellos se entregaban a tales lamentaciones, Moisés suplicó una vez más a Dios
que, conociendo la flaqueza de las creaturas, y en especial del hombre, y las necesidades del
cuerpo, que depende de los alimentos y está sujeto a esas dos señoras que son el hambre y la
sed, perdonara a los desanimados, y remediase la común indigencia; no a largo plazo sino
mediante una gracia inmediata y rápida, en consideración a la natural insuficiencia de lo
mortal, que anhela vivamente que la ayuda sea presta y en el momento oportuno.

185. Dios no aguardó a que concluyera la plegaria para enviar Su potencia misericordiosa 29 y
abrir el vigilante ojo del alma del suplicante, a quien ordenó levantar y arrojar en las fuentes
un madero que le mostró; el que, tal vez, había sido formado por la naturaleza con la
propiedad de producir efectos hasta entonces desconocidos; o, quizá, fue creado en ese mismo
momento por primera vez para el servicio que estaba destinado a prestar.
29
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

186. Ejecutado el mandato, las fuentes tornáronse dulces, convirtiéndose en agua potable, a
punto tal que era imposible ya advertir si en su origen había sido amarga, puesto que no

28
quedaba ni huella ni indicio alguno que recordara su primitiva mala calidad.

187. XXXIV. Cuando hubieron puesto remedio a su sed; con doble placer, puesto que el bien,
cuando sobreviene contra lo esperado, hace mayor aún el placer de su disfrute, llenaron sus
recipientes y reanudaron la marcha, con la impresión de haberse regalado con un abundante y
grato banquete, y embriagado, no con la embriaguez propia del vino, sino con las sobrias
libaciones que habían gustado respondiendo a las invitaciones que la piedad del jefe que los
guiaba les había hecho.

188.30 Y llegaron a un lugar donde hacer alto, lugar bien provisto de agua y vegetación,
llamado Elim, regado por doce fuentes, junto a las cuales se alzaban los troncos, jóvenes y
sumamente esbeltos, de setenta palmeras, claros símbolos y ejemplos, para los capaces de ver
con agudeza mental, de los bienes de nuestra nación.
30
Para los parágrafos 188 a 190 ver Éx. XV, 27. Ver también Sobre la huida y el hallazgo
183 y ss.

189. Doce, en efecto, son las tribus de la nación, cada una de las cuales, en razón de su
piedad, habrá de ser representada por una fuente, que la dotará de una perenne corriente de
piadosos sentimientos y de incesantes nobles acciones; en tanto que los setenta fundadores de
toda nuestra nación han sido, con toda propiedad, comparados con la palmera, el mejor de los
árboles, excelente tanto en el aspecto cuanto en el fruto que produce; que, además, tiene su
principio vital, no enterrado en las raíces, como los otros árboles, sino situado en lo alto,
ubicado al modo del corazón, en la parte más central de las ramas, las que, como a un
verdadero soberano, lo escoltan en derredor.»

190. Tal es también la naturaleza de la inteligencia de quienes han paladeado lo que es la


piedad; como que, instruida en la contemplación y la aproximación hacia lo alto, y entregada
siempre a la consideración de las cosas del cielo y a escudriñar las Divinas bellezas, no toma
en serio las cosas terrenales, considerando que éstas son simple entretenimiento de niños, en
tanto que aquéllas constituyen un asunto digno de verdadera preocupación.

191.31 XXXV. No había pasado mucho tiempo desde el suceso anterior, cuando
experimentaron los rigores del hambre debido a la carencia de alimentos, como si, ajustándose
a un orden regular de sucesión, volvieran al ataque las penurias, pues estas dos penosas y
oprimentes señoras que son el hambre y la sed, tras distribuirse las calamidades, los atacaran
una después de otra; de lo que resultaba que, al desaparecer una de ellas, sobrevenía la otra.
Esto fue lo que más insoportable resultó para los que padecían, puesto que, habiendo pensado
poco antes que se habían librado de la sed, hallaban que la funesta hambre estaba al acecho.
31
Para los parágrafos 191 a 208 ver Éx. XVI.

192. Y no era sólo la escasez presente lo que les apenaba, sino también el temor de no obtener
provisiones en el futuro. Viendo, en efecto, las profundidades del inmenso desierto y su
extrema esterilidad en frutos, grandísimo era su desaliento. Nada, ciertamente, había, salvo
ásperas y escarpadas rocas, planicies de suelo salitroso, montes sumamente pedregosos,
inmensos arenales que se elevaban hacia inaccesible altura; y además ningún río, ni
procedente de fuentes locales ni formado por las lluvias, ningún pozo de agua, ningún arbusto
ni árbol alguno, ni cultivado ni de vegetación salvaje, ningún ser viviente ni alado ni terrestre,
como no fueran reptiles ponzoñosos, destructores de hombres, tales como serpientes y
escorpiones.

29
193. Entonces, al recordar la abundancia y fertilidad de Egipto y comparar la inagotable
cantidad de todas las cosas que allí había, con la carencia de todo en el lugar donde estaban,
sentíanse disgustados y unos a otros se comunicaban pareceres tales como éstos: "Partimos
hacia otra tierra con la esperanza de la libertad, y ni siquiera tenemos seguridad de conservar
la vida. Los destinados a la felicidad según las promesas de nuestro guía, somos los más
desdichados de los hombres en la realidad de los hechos.

194. ¿Cuál será el fin de este camino tan largo e interminable? Todos los que atraviesan el
mar o la tierra tienen ante sí una meta hacia donde se dirigen; mercados y puertos unos, una
ciudad o un país otros; sólo nosotros tenemos delante un impenetrable desierto, una penosa
ruta y el peso de la desesperanza, ya que a medida que avanzamos, todo ello se presenta ante
nuestra vista, como un mar inmenso, profundo, intransitable y más dilatado cada día.

195. Nuestro guía, después de alentarnos y hacernos cobrar excesiva confianza con sus
palabras, y de llenarnos los oídos de vanas esperanza, tortura nuestros estómagos con el
hambre, sin procurarnos los necesarios alimentos. Con el pretexto de una emigración ha
engañado a tan grande multitud, conduciéndola primero desde el mundo habitado hacia el
deshabitado, para precipitarla luego hacia la tumba por el camino que lleva a la muerte".

196. XXXVI. Al ser objeto de tales vituperios, Moisés se indignó, no tanto por lo que a él le
echaban en cara cuanto por la inconstancia de aquellos en sus determinaciones. Porque, con la
experiencia que ya tenían de innumerables hechos sin explicación racional, fuera de lo común
y normal, no hubieran debido ya dejarse arrastrar por ninguna consideración por razonable y
verosímil que fuera, sino tener confianza en él, tras las clarísimas pruebas que habían recibido
sobre su veracidad en todo.

197. Mas, por otra parte, al considerar su indigencia, el mayor de los males que puede
sobrevenir a los hombres, los perdonó, teniendo presente que la multitud es de naturaleza
inestable, y se ve impulsada por las circunstancias del momento, las que engendran en ella el
olvido de lo acontecido anteriormente y la desconfianza con respecto al porvenir.

198. Hallándose, pues, todos en la más extrema aflicción y a la espera de las más grandes
desgracias, las que, a su juicio, les acechaban y eran inminentes, Dios se apiadó de ellos y
puso remedio a sus padecimientos, en parte por compasión y amor hacia quienes participaban
de Su propia naturaleza, en parte también queriendo honrar a aquel a quien había escogido
para que los guiara; y, aun más, para darles pruebas del grado de piedad y santidad que
caracterizaba a Moisés tanto en los asuntos manifiestamente claros como en los ocultos.

199. Los beneficios que les concedió fueron novedosos y sorprendentes, con el objeto de que
mediante demostraciones lo suficientemente claras aprendieran de una vez por todas a no
estar descontentos si en adelante algo les sucedía contrariamente a sus puntos de vista, y a
sobrellevarlo con paciencia, confiados en que el bien habría de llegar.

200. ¿Qué fue, pues, lo que sucedió? Al día siguiente, hacia el amanecer, se produjo en torno
de todo el campamento un espeso y abundante rocío, que Dios hacía caer silenciosamente,
una extraña y desacostumbrada lluvia, consistente, no en agua ni granizo ni nieve ni hielo,
fenómenos éstos, que se producen por los cambios en las nubes durante el solsticio de in-
vierno; sino en un grano muy pequeño y sumamente blanco, que, merced a su caída incesante,
se acumulaba en montones delante de las tiendas. El espectáculo era increíble, y, presa de
estupor ante él, preguntaban a su guía: "¿Qué lluvia es esta, que hasta ahora ningún hombre ha

30
visto antes; y con qué fin se ha producido?"

201. Moisés, poseído de Divina inspiración, les hizo estas inspiradas revelaciones: "Los
mortales tiene a su disposición el fértil suelo de la planicie, al cual dividen en surcos, aran,
siembran y someten a los demás cuidados propios de la agricultura; con lo que se procuran los
frutos anuales, y así disponen de abundantes medios de vida. Dios, en cambio, tiene a Su
disposición, no una porción del universo, sino el universo entero y las porciones de éste, para
que Le sirvan, como esclavos a su amo, para cada servicio que El quiera.

202. Y así, en esta ocasión, Le pareció bien que el aire transportara alimento en vez de lluvia,
del mismo modo que la tierra también transporta lluvia en muchos casos. Porque, el río de
Egipto, que cada año se desborda por las crecientes y riega los campos, ¿qué otra cosa es sino
una lluvia que se precipita desde abajo?"

203. Lo que Dios realizó en esa ocasión resultaría increíble, aun cuando se hubiera limitado a
lo ya dicho; pero se agregaron otras circunstancias más pasmosas todavía, que le confirieron
un carácter milagroso. En efecto, todos acudieron munidos de recipientes, desde los distintos
lugares, y recogieron granos, unos cargándolos sobre sus bestias, otros sobre sus espaldas, con
la previsora intención de acopiar lo necesario para algún tiempo más.

204. Pero la verdad es que se trataba de algo imposible de acopiar y reservar, pues la
intención de Dios era hacerles merced de dones perpetuamente nuevos. Y así, aquello que
juntaban en razonable medida para su uso en el momento, lo consumían con placer; de lo que,
en cambio, habían reservado para el día siguiente, nada encontraban ya en buen estado, sino
todo alterado, maloliente y lleno de animales tales como los que habitualmente se desarrollan
en la putrefacción. Esto, como es natural, lo tiraban; pero, todos los días hallaban a su alcance
otras cantidades de alimentos, que caían a manera de lluvia juntamente con el rocío.

205. Especial privilegio cupo al sagrado séptimo día. En efecto, puesto que no estaba
permitido hacer cosa alguna durante su transcurso, v sí expresamente establecido abstenerse
de todo trabajo, grande o pequeño, el día anterior Dios hizo llover doble cantidad, y les mandó
llevar el alimento suficiente para dos días, pues ese día no podrían recoger la porción
necesaria; y lo recogido se mantuvo en buen estado, sin que nada absolutamente se
corrompiese como había ocurrido antes.

206. XXXVII. Pero he de referirme a algo aún más admirable que eso. Durante el lapso de
cuarenta años, período de tiempo extremadamente prolongado que abarcó la marcha, les
fueron proporcionados los alimentos necesarios en la medida que tengo dicha, como raciones
calculadas para que a cada uno le tocase la porción necesaria.

207. Al mismo tiempo fueron instruidos respecto del día que vivamente ansiaban determinar.
Largo tiempo hacía, en efecto, que buscaban saber cuál había sido el día natal del mundo, 32
aquel en que este universo fue completado; problema que, habiéndolo recibido sin solución de
sus padres y antepasados, pudieron al cabo resolver, instruidos no sólo por las Divinas
revelaciones sino también gracias a un testimonio en extremo claro. En efecto, mientras en los
restantes días el sobrante de lo caído se corrompía, según hemos apuntado, el llovido en la
víspera del séptimo no sólo no se alteraba, sino su cantidad era doble.
32
Vale decir, saber si el día en que la creación llegó a su fin y el mundo alcanzó su plenitud
fue el sexto o el séptimo. Filón en Sobre la creación del mundo 89, y en Sobre las leyes
particulares II, 59, afirma que fue el séptimo. Pero, como se aclara en Sobre la vida de

31
Moisés II, 263, los hombres anteriores a Moisés habían perdido la cuenta de la cronología de
los tiempos remotos e ignoraban cuál de los dos días era el del natalicio del mundo.

208. El modo como empleaban este alimento era el siguiente. Al alba recogían lo caído, lo
molían o trituraban, y, tras cocerlo enseguida, comían un gratísimo manjar, semejante a un
pastel de miel, sin necesidad de recurrir a los menesteres propios de los pasteleros.

209. Pero no pasó mucho tiempo sin que se vieran bien aprovisionados de los medios para una
dieta regalada, puesto que era deseo de Dios procurarles en pródiga abundancia, en pleno
desierto, cuantas viandas se encuentran en un país habitado y próspero. Y así, en los
atardeceres ensombrecía todo el campamento una nube interminable de codornices pro-
cedentes del mar, las que, por volar muy bajo, resultaban fácil presa. Ellos las capturaban y
preparaban a gusto de cada uno y se regalaban con las más apetitosas carnes y a la vez hacían
más grato su alimento mediante el condimento requerido.33
33
Aquí se aparta Moisés del orden que en el relato de Éx. XVI, 12 y 13 guardan el episodio
de las codornices y el del maná, y sigue el de Núm. 31 a 32, donde se lee que la caída del
maná precedió a la aparición y captura de las codornices.

210.34 XXXVIII. Grande fue la abundancia de víveres, y jamás la echaron de menos; pero una
vez más sobrevino una terrible escasez de agua. Oprimidos por ella, retornaban ya a perder la
fe en su salvación, cuando Moisés, tomando aquella sagrada vara mediante la cual había
ejecutado las señales en Egipto, por Divina inspiración golpeó con ella la escarpada roca.
34
Para los parágrafos 210 y 211 ver Éx. XVII, 1 a 7, y Núm. XX, 1 a 13.

211. Bien fuera que la roca encerrara desde antes una fuente y una vena hubiera sido puesta al
descubierto en lugar oportuno; bien que entonces por primera vez una concentración de agua
hubiera afluido a ella a través de ocultos canales, sometida a gran presión, el caso es que,
horadada por la fuerza enorme de la corriente, el agua fluyó de ella como un manantial; de
modo que, no sólo les procuró remedio para su sed en aquella ocasión, sino también brindó a
tal inmensa multitud abundante bebida por algún tiempo mis, ya que llenaron todos los
recipientes, como antes lo habían hecho en aquellas fuentes amargas por naturaleza que por
providental intervención Divina se habían tornado dulces.

212. Si alguien tiene dudas respecto de estas cosas, es porque ni conoce a Dios ni ha buscado
conocerlo jamás; pues, si Lo hubiera llegado a conocer, habría al instante conocido, captán-
dolo con una firme convicción, que esos hechos increíbles e incomprensibles son juegos de
niños para Dios. Bastaríale para ello que volviera los ojos hacia las cosas realmente grandes y
dignas de observarse, como son la creación del cielo, los rítmicos movimientos de los astros
errantes y los de cursos fijos, el resplandor de la luz solar durante el día y de la luna por las
noches, y la posición fija de la tierra en el centro del universo, la grandeza incomparable de
los continentes e islas, las incontables especies de animales y plantas, los desbordamientos de
los mares, el ímpetu de los ríos procedentes de fuentes de la región y de los formados por las
precipitaciones invernales, el fluir perenne de las fuentes, de las que unas vierten agua fría y
otras caliente, los variados cambios del aire, las diferencias de las estaciones del año, y otras
innumerables bellezas.

213. No le alcanzaría la vida a aquel que quisiera describir una a una las partes del universo, o
más bien, describir una sola de las partes importantes de él, aunque esa vida llegara a
prolongarse más que las de todos los otros hombres. Pero estas cosas, por admirables que
sean, no llaman la atención, debido a que resultan familiares. En cambio, las

32
desacostumbradas, aunque sean pequeñas, nos dominan con lo extraño de su presencia, y
movidos por nuestro amor a las novedades nos quedamos pasmados.

214.35 XXXIX. Ya habían recorrido un largo y penoso camino, cuando aparecieron los
confines de la tierra habitada y los lugares fronterizos del país hacia donde se dirigían, el que
estaba bajo el dominio de los fenicios.36 Los hebreos esperaban hallar allí una vida plácida y
tranquila, pero su opinión resultó falsa.
35
Para los parágrafos 214 a 219 ver Éx. XVII, 8 a 16.
36
Canaán comprendía la franja costera desde la desembocadura del Orontes, al norte, hasta
los confines del desierto que lo separa de Egipto, al sur. Por la época de la llegada de los
israelitas no se distinguían Palestina y Fenicia, zonas que sólo en tiempos posteriores
siguieron rumbos políticos y culturales distintos. Con el gentilicio fenicios designa Filón a los
cananeos en general, y al decir "el país" se refiere a todo Canaán, no sólo a la región de los
amalecitas.

215. En efecto, el rey que gobernaba la región, temiendo actos de rapiña, convocó a la
juventud de sus ciudades, y les salió al encuentro con la intención de detenerlos, ante todo; y,
si hacían resistencia, de rechazarlos por las armas, aprovechando que los suyos estaban
descansados y frescos para la lucha, en tanto que los otros se hallaban exhaustos por las
marchas y las privaciones de alimentos y bebidas que alternativamente los habían acosado.

216. Moisés, enterado por los exploradores de que el enemigo no estaba a mucha distancia,
convocó a los hombres en edad militar, y, habiendo escogido como general a uno de sus
lugartenientes, llamado Josué, se apresuró a procurar la mejor de las alianzas. Habiendo, en
efecto, procedido a purificarse de conformidad con los ritos purificatorios habituales, ascendió
con rapidez a la colina próxima y suplicó a Dios que protegiera y concediera una decisiva
victoria a los hebreos, a los que había salvado de otras guerras más difíciles aún y de otros
males, liberándolos de las desgracias, no solo de aquellas con que los habían amenazado los
hombres, sino también de las otras sin precedentes producidas tanto por la alteración de los
elementos naturales en Egipto como por el hambre continua durante las marchas.

217. Desde el momento en que se entabló la batalla, sucedió que sus manos experimentaron
una sensación maravillosa en grado sumo. Tornábanse alternativamente muy livianas y muy
pesadas; y, cada vez que se aligeraban y elevaban hacia lo alto, sus combatientes cobraban
vigor, y, comportándose como verdaderos hombres, aumentaban la gloria de sus hazañas; en
tanto que, cada vez que cedían y se bajaban, prevalecían los contrarios. De ese modo daba
Dios a entender simbólicamente que la tierra y las zonas últimas del universo constituyen la
porción asignada como propia a unos; y la sacratísima región etérea, la reservada para otros; y
que, así como el cielo es soberano en el orden universal y prevalece sobre la tierra, de análoga
manera nuestra nación prevalecerá sobre sus adversarios.

218. Así, pues, mientras sus manos, cual platillos de balanza, se alzaban y bajaban
alternativamente, también la batalla continuaba indecisa; pero, de pronto, perdiendo toda pe-
sadez y obrando los dedos a manera de plumas, se elevaron hacia lo alto como se elevan las
naturalezas aladas, y permanecieron apuntando hacia las alturas hasta que los hebreos
alcanzaron una indiscutida victoria y los hombres de armas del enemigo fueron aniquilados,
sufriendo merecidamente lo que, contra toda justicia, trataban de infligir a otros.

219. En aquella ocasión, además Moisés elevó un altar, al que en atención a lo ocurrido llamó
"refugio de Dios", y en él, tras elevar plegarias de gratitud, ofreció los sacrificios por la

33
victoria.

220.37 XL. Después de esta batalla Moisés comprendió que era preciso proceder a la
exploración del país en donde la nación iba a establecerse. Esto ocurría en los comienzos del
segundo año de peregrinaje. La intención de Moisés era evitar las acostumbradas
argumentaciones de quienes no estaban al tanto de las cosas; y que, en cambio, se resolviera
lo que habría de hacerse, a base de una información previa de primera mano y contando con
un sólido conocimiento sobre lo tocante a la región.
37
Para los parágrafos 220 a 236 ver Núm. XIII y XIV.

221. Eligió doce hombres, número correspondiente al de las tribus, un jefe tribal por cada una,
seleccionando a los de mayor prestigio en mérito a sus cualidades, a fin de que ninguna parte
de la nación difiriera de las demás por asignársele o más o menos, y para que todas llegasen a
conocer por igual a través de sus hombres de mayor dignidad lo relativo a los habitantes del
país, siempre que los emisarios quisieran decir la verdad.

222. Una vez que los hubo escogido, les dijo lo siguiente: 'El premio de las luchas y peligros
que hemos sobrellevado y hasta hoy estamos soportando es nuestra radicación en nuevas
tierras que serán nuestra heredad; y ojala no nos veamos decepcionados en nuestra esperanza,
pues la nación que hemos conducido para establecerse en ellas es numerosísima. Sumamente
provechoso es que conozcamos los lugares, los hombres y los sucesos; en la misma medida en
que es perjudicial el ignorar tales cosas.

223. Os hemos elegido para que con la ayuda de vuestras observaciones y discernimiento
tengamos una visión de las cosas del país. Asumid, pues, el papel de oídos v ojos de tan
inmensas multitudes para obtener una clara información de lo que es necesario saber.

224. Lo que deseamos conocer son tres cosas: el número y fuerza de los naturales; si las
ciudades están favorablemente ubicadas y fuertemente construidas, o todo lo contrario; y si el
país es de suelo rico y fértil, apto para producir toda clase de frutos, sembrados y árboles, o si
es, por el contrario, de suelo pobre. De esa manera podremos abocarnos a la consideración del
poder y número de los habitantes v la proporción de sus fuerzas, así como de la capacidad de
resistencia de sus fortificaciones con sus máquinas de guerra y aparatos de sitio. Es necesario
conocer también si el país es fértil o no, porque sería necedad avenirse a enfrentar peligros por
un territorio estéril.

225. Nuestras armas, nuestras máquinas y toda nuestra fuerza consisten solamente en nuestra
fe en Dios. Equipados con ella, desecharemos cualquier temor, ya que ella basta para
doblegar, y con mucho, fuerzas irresistibles, productos de las buenas cualidades físicas, de la
osadía, de la experiencia y del gran número; y gracias a ella también, en las profundidades del
desierto hemos gozado de la abundancia de cuanto se da en la prosperidad de las ciudades.

226. La estación en que más particularmente suelen ponerse de manifiesto las condiciones
favorables de una región es la primavera, y ella está en pleno transcurso. En la época
primaveral los diferentes sembrados alcanzan su madurez v los árboles comienzan a adquirir
su desarrollo natural. Con todo, tal vez sea mejor aguardar hasta el pleno verano y traer frutos
como testimonio de las bondades del país".

227. XLI. Tras escuchar estas palabras, partieron para la exploración, escoltados por toda la
multitud, la que temía que los apresaran y perdieran la vida, y que ocurrieran dos cosas en

34
extremo graves: la muerte de hombres que eran la vista misma de cada tribu; y la falta de
noticias sobre la situación de los enemigos listos para atacar, respecto de los cuales era útil
tener información.

228. Los exploradores, habiendo escogido vigías y guías para el camino, marcharon a la zaga
de ellos. Ya próximos a su destino, ascendieron rápidamente al monte más alto del lugar y
otearon la región, gran parte de la cual era una llanura que producía cebada, trigo y abundante
forraje; en tanto que la parte montañosa estaba no menos repleta de viñas y de otros árboles,
toda ella cubierta de frondosas arboledas, con un cinturón de ríos y fuentes, que la regaban
abundantemente, de modo que desde la parte más baja hasta las cimas, toda la región
montañosa constituía una trama de sombreados bosques, sobre todo en las laderas y en las
hendiduras profundas.

229. Contemplaron también las ciudades, las cuales estaban muy bien defendidas por dos
circunstancias: las condiciones favorables del terreno donde se hallaban situadas y la solidez
de sus murallas. Observaron asimismo a los naturales, y vieron que su número no tenía límites
y que eran gigantes de enorme altura, o al menos, gigantescos en sus rasgos corporales,
incomparables tanto por su gran tamaño como por sus fuerzas.

230. Habiendo observado estas cosas, permanecieron en el lugar con ánimo de formarse una
idea más exacta, pues las primeras impresiones son inestables y difícilmente el tiempo las
confirma. Además estaban muy interesados en recoger algunos frutos de árboles, no de
aquellos cuyo desarrollo definitivo acababa de comenzar hacía poco, sino de los que ya
empezaban a cargarse de frutos, para de ese modo tener algo que no se habría de corromper
fácilmente, para mostrar a la multitud.

231. Lo que más los llenaba de asombro era el fruto de las viñas. Sus racimos eran de un
tamaño extraordinario y se extendías por las ramas y brotes ante la mirada incrédula de ellos.
Por ejemplo, habiendo cortado uno, lo colgaron en el centro de una vara cuyos extremos iban
sobre los hombros de dos jóvenes, uno colocado delante y otro detrás, los que debieron ser
sucesivamente relevados, ya que siempre los anteriores estaban agotados debido a la enor-
midad del peso. En cuanto a los asuntos fundamentales sus opiniones no estaban "acordes
entre sí.

232. XLII. Innumerables fueron las controversias que se suscitaron en plena marcha aún antes
de regresar; con todo no pasaron a mayores, por cuanto no querían que sus disputas ni las
discrepancias en las informaciones produjesen una conmoción en la multitud. Después del
regreso, sin embargo, las discrepancias tornáronse más graves.

233. Es que una parte de ellos, al descubrir las fortificaciones de las ciudades y cómo cada
una de ellas estaba en extremo poblada, magnificaba todo en su relato provocando el temor
entre los que escuchaban; en tanto que los otros, restando importancia a todo cuanto habían
visto, los exhortaban a no dejarse abatir y a mantenerse firmes en lo de radicarse allí, en la
seguridad de que lo lograrían al primer intento. 'Ninguna ciudad", decían, "podrá resistir al
ataque conjunto de tan grande fuerza; y caerá doblegada bajo su peso". Unos y otros
informantes trasmitían a las almas de los que escuchaban, los resultados de sus propios sen-
timientos; los timoratos, cobardía; los imperturbables, coraje y esperanzas.

234. Pero éstos últimos no eran sino la quinta parte de los temerosos, siendo éstos, a su vez,
cinco veces más numerosos que los de ánimo elevado. Ahora bien, el coraje de unos pocos

35
pasa inadvertido frente a la timidez de un gran número; y eso fue lo que dicen que ocurrió
también en aquella ocasión: pues, habiendo dos de aquellos expuesto las más excelentes
soluciones, los diez que aseguraban lo contrario prevalecieron a tal punto, que toda la
multitud se dejó arrastrar a una posición de disentimiento hacia los otros y de adhesión hacia
ellos.

235. Con relación a la naturaleza del país todos expusieron una misma opinión, manifestando
con unánime criterio que era hermoso tanto en la parte llana como en la montañosa; pero, tras
ello, todo el pueblo gritaba: "¿Qué interés nos va a nosotros en bienes que pertenecen a otros
y están protegidos con fuerzas tan poderosas que los hacen inconquistables?" Y, prefiriendo el
halago del oído a lo conveniente, y el engaño a la verdad, se lanzaron contra los dos y por
poco no los lapidaron.

236. Todo esto provocó la irritación del caudillo, quien al mismo tiempo estaba temeroso de
que algún Divino castigo descendiera sobre los que de tal manera se empeñaban en no creer
en Sus revelaciones. Y así ocurrió. Porque los diez exploradores cobardes perecieron víctimas
de una pestilente enfermedad, junto con aquellos de la multitud que habían apoyado sus
insensatas proposiciones. Sólo los dos que habían aconsejado no atemorizarse sino persistir en
los intentos de establecerse allí se salvaron en razón de que habían sido obedientes a los
oráculos, razón por la que les cupo el especial privilegio de no perecer a la par de los otros.

237. XLIII. Este incidente fue la causa por la que los hebreos, no llegaron sino más tarde a la
tierra a donde iban a establecerse, En efecto, habiendo podido en el segundo año después de la
partida de Egipto ocupar las ciudades de Siria y proceder al reparto de las tierras, se apartaron
de la ruta directa y breve, y anduvieron errantes por regiones intransitables y dilatadas, al
encuentro de sinsabores, que, uno tras otro, acarreábanles inacabables fatigas para el alma y el
cuerpo, castigos que debían soportar por su gran impiedad.

238. Y así, treinta y ocho años, amén del tiempo ya transcurrido, es decir, la duración de una
generación humana, los pasaron de un lado para otro, recorriendo en diversos sentidos
profundos desiertos, y sólo al cabo de los cuarenta años llegaron a los límites del país a los
que también habían llegado la vez anterior.

239.38 En las proximidades de los accesos al país habitaban, entre otras gentes, algunas
emparentadas con ellos, de las que pensaban que serían más que cualesquiera otras sus aliados
en la guerra contra los habitantes de las ciudades vecinas, y cooperarían en todo lo relativo a
la colonización; o que, por lo menos, si no se atrevían a eso, se abstendrían de intervenir con
sus fuerzas y permanecerían neutrales.
38
Para los parágrafos 239 a 249 ver Núm. XX, 14 a 21.

240. Los progenitores de ambas naciones, los de los hebreos y los de los habitantes de la
región colindante con las ciudades, habían sido dos hermanos, hijos del mismo padre y de la
misma madre, y además mellizos. Habiendo llegado a ser numerosa la familia de ambos, y
como sus descendientes dispusieron de cierta abundancia de medios de subsistencia, uno y
otro linaje habíase multiplicado hasta formar cada uno una grande y populosa nación. Pero
una de ellas había permanecido ligada a la tierra de sus mayores; en tanto que la otra,
habiendo, como se ha dicho, emigrado a Egipto a causa de la carestía de alimentos, retornó en
tiempos posteriores.

241. Esta última, no obstante el largo tiempo que había permanecido desvinculada, en

36
contacto con pueblos que ninguna de las costumbres ancestrales guardaban ya y habían
renunciado a las primitivas normas de vida en común, respetaba los comunes vínculos,
entendiendo que corresponde a la humana naturaleza ofrecer algo y mostrarse generosa en
nombre de los lazos de sangre.

242. La otra, por el contrario, había desnaturalizado todo cuanto fortalece tales lazos; y en sus
costumbres, expresiones, determinaciones y hechos mostrábase implacable e irreconciliable, y
mantenía vivo el fuego de una ancestral enemistad. Esta provenía del hecho de que el
fundador de la nación,39 después de haber por propia decisión vendido los derechos de
primogenitura a su hermano, poco más tarde había reclamado aquello a lo que había
renunciado, en abierta violación de lo convenido, y sentido deseos de verter su sangre, lle-
gando a amenazarlo con la muerte si no se lo restituía. Y esta vieja enemistad de un solo
hombre hacia otro se renovaba en la nación al cabo de tantas generaciones.
39
Esaú, de quien descendían los edomitas.

243. Pues bien, el caudillo de los hebreos, Moisés, aunque la verdad es que estaba en
condiciones de atacar y vencerlos sin mayores dificultades, no lo consideró justo, teniendo
presente el mencionado parentesco, y se limitó a reclamar como cosa justa el uso del camino
que atravesaba la región, prometiendo respetar todos los compromisos, no devastar el
territorio, no llevarse ganado ni otro bien alguno, pagar el agua en caso de que tuvieran
necesidad de ella, así como los otros productos que adquirieran para satisfacer sus
necesidades. Pero ellos se opusieron con todas sus fuerzas a estas proposiciones y amenazaron
con la guerra en el caso de que advirtieran que los hebreos hubieran cruzado los límites de su
territorio o que simplemente se hubieran aproximado a ellos.

244. XLIV. Desagradable fue la impresión de los hebreos ante la respuesta, y ahora estaban
dispuestos a tomar las armas. En tales circunstancias Moisés, colocado donde podía ser oído,
les dijo: "Hebreos, vuestra irritación es razonable y justa. A nuestras honradas propuestas,
hechas con espíritu cortés, han respondido con una vileza brotada de corazones malvados.

245. Pero, aunque merezcan ser castigados por su falta de humanidad, no por eso nos está
permitido lanzarnos a tomar venganza contra ellos. Por el honor de nuestra nación, y para que
también en esta ocasión los buenos nos distingamos de los malvados, hemos de averiguar no
sólo si hay entre ellos quienes merecen castigo, sino también si corresponde que sea de parte
de nosotros de quienes lo sufran".

246. Acto seguido se volvió y condujo a la multitud por otra ruta, ya que vio que los caminos
de la región estaban todos protegidos por guarniciones apostadas por quienes ningún daño
debían esperar, pero por envidia y maldad no permitían que atravesasen por la vía directa.

247. Esta era la más clara prueba de lo mal que les sabía la libertad de nuestra nación, pues sin
duda se alegraban en la época en que ella soportaba la amarga esclavitud en Egipto, ya que
aquellos a los que la prosperidad de sus vecinos produce dolor, no pueden menos que
alegrarse por las desgracias de éstos, aunque no lo confiesen.

248. El caso es que los hebreos, en la suposición de que trataban con gentes que opinaban y
deseaban lo mismo que ellos, les habían comunicado todo cuanto les había sucedido, penoso o
placentero, sin saber que aquellos estaban muy avanzados en materia de depravación, y que,
siendo sus sentimientos hostiles y malvados, se inclinaban a lamentarse por los prósperos
sucesos y a complacerse por las adversidades de sus hermanos de raza.

37
249. Pero, aun después que la maldad de aquéllos hubo quedado al descubierto, los hebreos se
vieron impedidos de usar la fuerza por orden de su caudillo, quien puso así de manifiesto dos
de sus excelentes cualidades: la sensatez y los buenos sentimientos conjuntamente; la
sensatez, que le hizo precaverse contra la posibilidad de cualquier desastre, y los sentimientos
humanitarios, que le movieron a no desear siquiera castigar a quienes eran de su misma raza.

250.40 XLV. Así pues, pasaron de largo sin entrar en las ciudades de aquellos; pero cierto rey
de la región limítrofe, llamado Canana,41 al anunciarle sus espías que la hueste en marcha se
hallaba situada a no mucha distancia, pensó que se trataba de un tropa desorganizada y fácil
de vencer si atacaba primero él. Lanzóse, pues, con la bien armada fuerza de hombres jóvenes
de que disponía, y con un rápido ataque puso en fuga a los primeros que le hicieron frente,
pues no estaban éstos preparados para la batalla, y, habiendo hecho algunos prisioneros, en-
vanecido con el inesperado éxito y creyendo que doblegaría a todos los demás, continuó su
avance.
40
Para los parágrafos 250 a 254 ver Núm. XXI, 1 a 3.
41
Evidente mala lectura de Filón. El texto bíblico dice: "...el rey cananeo de Arad".

251. Pero, los hebreos, lejos de haber sido dominados por la derrota de sus líneas avanzadas,
habiendo cobrado mayor coraje aún que antes y apremiados por los deseos de remediar la
apurada situación de los capturados, se estimulaban unos a otros a no cejar, diciendo:
"¡Animo!, en este momento estamos penetrando en el país; seamos indoblegables con la
seguridad que brinda el valor. El resultado se decide frecuentemente en los comienzos.
Situados en las entradas del país, llenemos de consternación a sus habitantes y tengamos por
nuestra la riqueza de sus ciudades, a trueque de la cual les dejaremos la indigencia en medios
de vida que nos acompaña desde el desierto".

252. Y, a la par que se exhortaban recíprocamente de la manera dicha, prometían a Dios


consagrarle a título de primicias del país las ciudades del rey y los ciudadanos de cada una de
ellas. Dios aprobó las plegarias de los hebreos, e infundiéndoles valor, hizo que el ejército
enemigo cayera en sus manos.

253. Ellos, tras haberlo apresado mediante un violento ataque, cumplieron sus promesas
relativas a la consagración en acción de gracias, y, sin apartar para sí cosa alguna del botín, Le
consagraron las ciudades con sus habitantes y recursos, y, en atención al acontecimiento,
dieron a todo el reino el nombre de "Ofrenda".42
42
Del contexto de Núm. XXI, 2 y 3 se infiere que el término anáthema = ofrenda,
consagración, pero también maldición, anatema, está tomado aquí en esta segunda acepción.
De allí que la ciudad y la región llevara en adelante el nombre de Jorma, que en hebreo quiere
decir precisamente anatema o maldición. Sin embargo, Filón acomoda a su propósito el
sentido del término y entiende que la denominación del lugar es Ofrenda o Lugar de la
ofrenda, y conforme con esa interpretación ha sustituido más arriba el verbo anathematízein =
maldecir, que aparece en el texto bíblico, por anatithénai = consagrar.

254. Es que, así como cada persona piadosa consagra a Dios las primicias de los frutos
anuales, del mismo modo también la nación entera Le consagraba a título de primicia de su
nuevo territorio el primer reino conquistado, como parte de la inmensa adquisición que sería
el gran país en el que iban a habitar. Juzgaban que era cosa impía repartirse la tierra y
establecerse en las ciudades sin antes haber hecho ofrenda de las primicias del país y sus
ciudades.

38
255.43 XLVI. Poco después, habiendo además hallado, en un pozo situado en la zona
fronteriza, una fuente con buena agua, que proveyó de bebida a toda la multitud, sus almas se
ensancharon cómo si no agua sino vino puro hubieran bebido. Movidos por la alegría y la
dicha, los amados de Dios, luego de formar coros en torno del pozo, entonaron un nuevo
cántico a Aquel que les daba el país como heredad propia; al verdadero guía de su
peregrinaje; porque, no bien llegaban desde el inmenso desierto a la tierra habitada que estaba
destinada a ser dominio de ellos, hallaban bebida abundante, y entendían que no debían seguir
la marcha desde la fuente sin haberlo celebrado.
43
Para los parágrafos 255 y 256 ver Núm. XXI, 16 a 18.
44
Núm. XXI, 18.

256. Y con motivo pues, según es fama,44 dicha fuente no había sido cavada precisamente por
manos de simples particulares, sino era obra de reyes, que ambicionaron no sólo hallar agua
sino la construcción misma del pozo, con miras a que en su magnificencia se advirtiera el
carácter real de la obra y el poder y elevado espíritu de sus constructores.

257. Moisés, regocijado por la sucesión ininterrumpida de inesperados bienes, avanzó más
aún, distribuyendo a los jóvenes entre la vanguardia y la retaguardia, y situando a los viejos,
mujeres y niños en el centro, a fin de que tuviesen protección de una y otra parte, si alguna
hueste enemiga atacaba de frente o por detrás.

258. XLVII. Pocos días después, habiendo entrado en el país de los amorreos, envió
embajadores a su rey, Seón de nombre, haciéndole las mismas proposiciones que
anteriormente había hecho al rey de su misma raza.45 Seón no sólo contestó con insolencia a
los que habían venido a él; y hubiera llegado a matarlos, a no mediar el impedimento de la ley
de embajadas; sino además reunió a todo su ejército, creyendo que con un solo ataque
alcanzaría la victoria" en la lucha.
45
Ver el parágrafo 244.

259. Sin embargo, iniciada la batalla, se dio cuenta de que el encuentro no era contra
enemigos descuidados y sin preparación, sino contra hombres expertos y realmente
invencibles en la guerra, hombres que poco antes habían llevado a cabo muchos y grandes
hechos valerosos y demostrado vigor corporal, grandeza de espíritu, y excelsa virtud, gracias
a lo cual habían capturado con gran facilidad a sus oponentes, y se habían apresurado a
consagrar a Dios los primeros trofeos, sin tocar nada del botín.

260. En esta ocasión ocurrió otro tanto. Con la sólida fortaleza que les proporcionaban esas
determinaciones y aprestos se lanzaron contra el enemigo, contando, al mismo tiempo, con la
ayuda irresistible de la justicia, alianza que los hacía combatientes más valientes y decididos
aún.

261. La prueba es clara. No hubo necesidad de segunda batalla, y la primera fue la única; en
ella toda la fuerza enemiga se desmoronó; y, desbaratada, fueron aniquilados todos sus
hombres en edad de combatir.

262. Las ciudades quedaron vacías y llenas al mismo tiempo; vacías de sus antiguos
moradores, llenas de los vencedores. Y otro tanto ocurrió con las residencias de campo: se
vieron desocupadas de sus habitantes y recibieron a otros hombres, mejores en todo sentido.

263.46 XLVIII. Esta guerra produjo alarma y temor en todas las naciones de Asia,

39
particularmente entre las de las zonas vecinas, por cuanto las perspectivas de duros
acontecimientos eran para ellos más próximas. Pero uno de los reyes de las ciudades vecinas,
llamado Balac, que tenía bajo su mando una parte extensa y muy poblada del este, se
acobardó antes de que se iniciase la lucha. Resuelto a no enfrentar al enemigo cara a cara,
quiso evitar los efectos devastadores de una guerra abierta librada mediante las armas; y,
considerando que empleando determinadas imprecaciones podría dar por tierra con la
irresistible fuerza de los hebreos, recurrió a augurios y adivinaciones.
46
Para los parágrafos 263 a 293 ver Núm. XX a XXIV.

264. Vivía por entonces en la Mesopotamia un hombre muy renombrado como adivino, el que
había aprendido los secretos de la adivinación en todas sus formas, pero era particularmente
admirado por su experiencia en materia de predicciones, pues a muchas personas y en muchas
ocasiones había revelado cosas increíbles e importantes.

265. Había predicho a unos abundantes lluvias en pleno verano, a otros sequías y elevadas
temperaturas en medio del invierno, a otros escasez después de la abundancia; y, a la inversa,
buenas cosechas después de las privaciones; a otros desbordamientos y agotamiento de ríos, a
otros remedios de enfermedades pestilentes y de otras innumerables cosas. En cada una de
estas predicciones había ido creciendo su reputación hasta ser famosísimo y alcanzar un gran
renombre, ya que su prestigio incesantemente se propagaba y extendía hacia todas partes.

266. Hacia él envió Balac a algunos de sus cortesanos, y lo invitó a venir, ofreciéndole de
antemano ciertos presentes y prometiéndole que le daría otros, al mismo tiempo que le hacía
conocer el propósito para el que lo mandaba llamar. Pero el vidente, no tanto porque lo impul-
sase una convicción noble y firme, cuanto por darse aires de profeta distinguido,
acostumbrado a no hacer cosa alguna en absoluto sin atenerse a los oráculos, se excusó
diciendo que la Divinidad no le permitía ir.

267. Los enviados retornaron hacia el rey sin haber logrado nada; pero de inmediato fueron
elegidos otros para la misma misión entre los personajes de mayor reputación, los que
llevaron consigo más dinero y prometieron más abundantes regalos. 268. Seducido por los
presentes ya ofrecidos y por la esperanza de los venideros, así como por deferencia hacia la
jerarquía de los que lo invitaban, cedió, invocando una vez más con aviesa intención la
voluntad Divina. Así pues, al día siguiente hizo los preparativos para el viaje y narró sueños,
en los que, según decía, claras visiones que le habían acosado, le forzaban a no detenerse por
más tiempo y a acompañar a los embajadores.
269. XLIX. Pero, cuando iba ya marchando, en el camino se le presentó una inequívoca señal
de que el propósito tras el cual iba no era adecuado. En efecto, la bestia sobre la cual iba
montado, mientras avanzaba derechamente, primero se detuvo de repente,

[270.] y luego, como si de la parte opuesta alguien la empujara con fuerza o la retuviera, se
echó hacia atrás, y dirigiéndose una y otra vez hacia derecha e izquierda, y andando vacilante
de aquí para allá, no se quedaba tranquila, como si tuviera la cabeza pesada por la embriaguez
del vino; y golpeada muchas veces, no hacía caso de los golpes. Poco faltó para que de ese
modo arrojase a tierra al jinete; y si bien éste se mantuvo montado, lo hizo sufrir a su vez.

271. Había, en efecto, cerca, a uno y otro lado del lugar, muros y setos; y, cada vez que el
animal en sus movimientos chocaba contra ellos, su amo sufría apretones, golpes y
desgarramientos en sus rodillas, canillas y pies.

40
272. Se trataba, evidentemente, de una Divina visión, que el animal contemplaba largo rato
hacía, como acosándolo, por lo que se hallaba aterrado; en tanto que el hombre nada veía; lo
que prueba su incapacidad de percepción. En efecto, él, que se vanagloriaba de ver no sólo el
mundo sino también al Hacedor del mundo, era superado en visión por un animal irracional.

273. Cuando, al cabo, alcanzó a ver, no sin dificultad, al ángel que estaba frente a él; y no
porque fuera digno de tal contemplación, sino para que se diera cuenta de su propia
indignidad e insignificancia; se entregó a plegarias y súplicas, pidiendo ser perdonado por su
error, que atribuía a ignorancia y no a libre determinación.

274. Y, aunque ese era el momento de desandar su camino, preguntó a la aparición si habría
de retornar de nuevo a su casa. El ángel se dio cuenta de su simulación. ¿Qué necesidad, en
efecto, tenía de preguntar algo tan claro, que llevaba en sí mismo las evidencias y no había
menester de ser confirmado con palabras? Porque no vamos a afirmar que los oídos son más
dignos de crédito que los ojos, y las palabras, más veraces que los hechos. Irritado por eso el
ángel, le dijo: "Sigue tu camino y tus propósitos, que no te valdrá de nada, pues lo que habrás
de decir te lo diré yo dictándotelo sin que intervenga tu entendimiento; y dirigiré tus órganos
del habla de manera justa y conveniente. Yo llevaré las riendas de la palabra, y a través de tu
lengua, sin que te des cuenta, pronunciaré cada una de las profecías".

275. L. Cuando el rey se enteró de que ya estaba cerca, le salió al encuentro acompañado de
su escolta. Como es natural, el encuentro comenzó con saludos y muestras de amistad, a los
que siguió un breve reproche por la tardanza y los reparos puestos al viaje. Luego tuvieron
lugar los banquetes, los suntuosos agasajos y todas las otras demostraciones que es costumbre
preparar para la recepción de huéspedes; cada uno con más magnífica y solemne pompa que
el precedente, conforme con los reales deseos.

276. Al amanecer del día siguiente Balac llevó consigo al adivino a una colina, donde
casualmente estaba erigida una columna en honor de cierta divinidad, a la que los comarcanos
adoraban. Desde allí se contemplaba una parte del campamento hebreo, que el rey mostró al
mago como desde una atalaya.

277. Este, tras contemplarla, dijo: "Lo que has de hacer, oh rey, es erigir siete altares y
sacrificar en cada uno de ellos un becerro y un morueco. Yo, a mi vez, me retiraré a un lugar
apartado y preguntaré a Dios qué debo decir". Alejóse de allí, y al instante le sobrevino una
Divina inspiración, descendiendo sobre él el espíritu profético, el que arrojó desterrado de su
alma a su arte adivinatorio, ya que era imposible que su falso saber de mago conviviese con
una sacratísima inspiración. Retornó de inmediato, y, viendo los sacrificios y los altares con
sus fuegos, hizo estas revelaciones, como mero trasmisor de lo que otro le dictaba:

[278.] 'Balac me envió a buscar desde la Mesopotamia, haciéndome realizar el largo viaje
desde el este, para poder, mediante mis maldiciones, hacer un escarmiento en los hebreos.
Pero, ¿de qué manera maldeciré yo a quienes Dios no ha maldecido? Con mis ojos los
contemplaré desde las más altas montañas y con mi espíritu los percibiré; pero no sería capaz
de dañar al pueblo que habitará solo, y no será contado como una nación más; y ello, no
porque haya de corresponderle lugares de residencia aparte o un país separado, sino en virtud
de caracterizarse por sus peculiares costumbres, sin que su convivencia con otros pueblos
implique el abandono de sus hábitos ancestrales.

279. ¿Quién ha descubierto con exactitud las primeras simientes del origen de este pueblo?

41
Sus cuerpos fueron forjados mediante simientes humanas, pero sus almas tuvieron origen en
simientes Divinas. Por ello alcanzaron un estrecho parentesco con Dios. ¡Ojalá muriera mi
alma para la vida del cuerpo, para que fuera contada entre las almas de los justos, como
resultan ser las almas de ellos!"

280. LI. Mientras oía estas cosas, Balac sufría atroz dolor en lo íntimo de su ser, y cuando
aquél dejó de hablar, incapaz de contener su pasión le dijo: "¿No te avergüenzas de
pronunciar súplicas por mis enemigos, cuando fuiste llamado para que los maldijeras? Sin
darme cuenta me he engañado a mí mismo al considerarte amigo, mientras ocultamente
formabas parte del bando de mis enemigos, cosa que ahora ha quedado en claro. Seguramente
las dilaciones a que recurrías para no ponerte en marcha hacia aquí se debían a la adhesión
hacia ellos, que ocultabas en lo profundo de tu alma, y a tu aversión hacia mí y los míos; que
la prueba de lo incierto se halla en lo que está a la vista, según reza el antiguo proverbio".

281. El otro, liberado ya del estado de posesión le replicó: "Soporto la más injusta de las
acusaciones, bajo el peso de la calumnia. Lo que digo, de ninguna manera me pertenece, y
todo me lo dicta la Divinidad; y no es ésta la primera vez que digo esto y que tú lo escuchas;
ya antes lo dije y tú lo escuchaste cuando respondí esas mismas cosas a los embajadores que
enviaste".

282. El rey, sin embargo, creyendo o engañar al adivino o que la Divinidad cambiaría, y que
con trocar los lugares cedería en la firmeza de Sus propósitos, trasladó al vidente hasta otro
lugar, y desde una altísima colina le mostró una parte del ejército enemigo. Luego hizo elevar
nuevamente siete altares, y, tras realizar el mismo número de sacrificios que la vez anterior,
envió al adivino en procura de felices augurios y noticias.

283. Ya solo, sintióse éste súbitamente poseído y, (tras de regresar adonde estaba el rey),47 sin
entender nada, como si su razón anduviera por otra parte, pronunció estas proféticas palabras,
puestas por otro en sus labios: 'Levántate, rey, y escucha. Ten el oído atento. El hombre puede
ser engañado, pero Dios no; ni se arrepiente, como un hijo de hombre; y lo que una vez ha
dicho lo cumple. Ninguna de Sus afirmaciones en absoluto deja de tener luego una firme
confirmación en los hechos, puesto que para Él palabra y obra son una misma cosa. En cuanto
a mí, es para bendecir para lo que fui elegido, y no para maldecir.
47
En el texto griego falta este agregado, que intercalo por ser absolutamente necesario.

284. Las penurias y el dolor no tendrán cabida entre los hebreos. Protégelos magníficamente
su Dios, el Que, entre otras cosas, disipó la violencia de los males de Egipto y guió a tantas
miríadas de hombres como si se tratase de uno solo. Consecuencia de ello es que éstos no
hacen caso de presagios ni de todos los demás recursos de la adivinación, pues confían sola-
mente en el Soberano del mundo. Veo a ese pueblo elevarse como un cachorro de león y
adquirir la majestad de éste. Las fieras le servirán de festín y su bebida será la sangre de los
heridos; y, una vez saciado, no se entregará al reposo, sino permanecerá despierto entonando
el himno de la victoria".

285. LII. Profundamente contrariado por haberle resultado opuestos a sus esperanzas los
recursos de la adivinación, Balac le dijo: "Pues, amigo mío, no pronuncies maldiciones ni
eleves súplicas; que es mejor el silencio sin peligros que las palabras que disgustan". Sin
embargo, no obstante lo que acababa de decir, como si, inconstante en sus juicios, no se
acordara ya de sus palabras, condujo al adivino hasta otro lugar, desde el cual le mostró una
parte del ejército hebreo, y le incitó a que lo maldijera.

42
286. El mago, como que era peor aún que el rey, a pesar de que frente a las acusaciones había
esgrimido la única justificación verdadera, vale decir, que nada de lo que decía era
pensamiento propio, y que, cuando estaba poseído e inspirado, daba a conocer los
pensamientos de otro; y a pesar también de que no correspondía insistir y sí retornar a su casa;
no obstante eso, siguió adelante con más empeño todavía que quien lo incitaba. Movíalo a
ello, en parte, un gran vicio, la presunción; y, en parte, la complacencia que su espíritu hallaba
en el maldecir, no obstante que le había sido prohibido que empleara su voz para ello.

287. Y habiendo llegado a un monte, mayor aún que los anteriores y de gran extensión,
mandó que se cumpliera el mismo sacrificio después de erigir, una vez más, siete altares, y
llevar catorce víctimas, dos a cada altar, un becerro y un morueco. Pero él, contrariamente a lo
que cabía esperar, esta vez no fue a buscar revelaciones y presagios; pues grande era la
aversión que le había cobrado a su oficio, como si sus acertadas conjeturas hubieran perdido
todo el brillo, al modo de una pintura que se ha tornado borrosa con el correr de los años. Por
otra parte, aunque con dificultad, se había dado cuenta de que el propósito del rey que había
alquilado sus servicios no estaba en armonía con él deseo de Dios.

288. Volviendo, pues, su cara hacia el desierto, vio a los hebreos acampados por tribus, e,
impresionado por su número y su orden, más propios de una ciudad que de un campamento,
sintióse dominado por la inspiración y pronunció estas palabras:

[289] "He aquí lo que dice el hombre que ve realmente, el hombre que contempló en sueños
una clara visión de Dios a través de los nunca dormidos ojos del alma. ¡Cuan hermosas son
tus residencias, ejército de los hebreos! Tus tiendas son como sombreadas arboledas, como un
jardín junto a un río, como un cedro junto al agua.

290. De entre vosotros surgirá un día un hombre, que regirá a muchas naciones y cuyo reino,
engrandeciéndose día tras día, será exaltado hacia las alturas. Este pueblo ha tenido como guía
de todo su camino desde Egipto a Dios, quien conduce a la multitud formada en una sola
columna.

291. Por ello devorará muchas naciones enemigas, tomará todo cuanto en ellas haya de graso
hasta la médula, y con sus dardos lanzados hábilmente destrozará a los malvados. Se reclinará
y descansará como un león o cachorro de león, en soberbia actitud, sin temer a nadie e
infundiendo terror a los demás. ¡Desdichado de aquel que en un impulso de locura lo
despierte! Dignos de bendición son aquellos que lo bendicen; merecedores de maldición
aquellos que lo maldicen".

292. LIII. La indignación del rey ante estas palabras fue inmensa, y dijo: "Se te llamó para
que maldijeras a mis enemigos, y llevas ya hechas tres plegarias en favor de ellos. Huye
rápido, que la cólera es una pasión violenta, y no sea que, sin proponérmelo, te haga algún
daño.

293. ¡Oh el más insensato de los hombres, de cuan grande número de riquezas y regalos, de
cuan inmensa fama y gloria te has privado tú mismo por tu locura! Retornarás desde este país
extranjero a tu tierra sin llevar contigo bien alguno y sí vituperio, amén de no poca vergüenza,
según parece, pues a tal punto has puesto en ridículo aquellas sabias prácticas de que te
vanagloriabas antes".

43
294.48 El otro, a su vez, le dijo: "Todas mis anteriores palabras eran eco de predicciones y
oráculos. Las que voy a decirte son sugerencias de mi propia determinación". Y, tomándole la
diestra, le aconsejó de persona a persona los medios con los que prevenirse contra el ejército
contrario, en la medida de lo posible. Con ello se declaró a sí mismo convicto de la más
grande de las impiedades. Podríamos, en efecto, decirle: "Si los oráculos te impusieron lo
contrario, ¿por qué das consejos a título personal, como si tus consejos fueran más eficaces
que las Divinas revelaciones?"
48
Para los parágrafos 294 a 299 ver Núm. XXI, 16.

295. LIV. Veamos, pues, examinemos de qué manera las hermosas recomendaciones de éste
habían sido elaboradas para alcanzar una indiscutida victoria sobre revelaciones que jamás
pueden ser vencidas. Sabiendo que el único camino para doblegar a los hebreos era el apartar
a éstos de sus normas de vida, procuró conducirlos, a través del libertinaje y la incontinencia,
a otro mal mayor, como es la impiedad; para lo cual les tendió el cebo del placer.

296. Dijo, en efecto: "Hay, oh rey, en el país mujeres que sobrepasan a otras en hermosura; y
por cosa alguna es más fácil de cautivar el hombre que por medio de la belleza de una mujer.
Si tú permites que las más hermosas les ofrezcan sus cuerpos y se prostituyan por dinero,
atraparán a la juventud de tus enemigos".

297. Pero será preciso instruirlas para que no se entreguen inmediatamente a los que desean
sus atenciones. El cosquilleo de los melindres despierta con mayor ímpetu los impulsos y
enciende la pasión de los amantes. Y, una vez esclavos de los deseos, se avienen a hacerlo y
sufrirlo todo.

298. Al amante en estas disposiciones una de las que están preparadas para hacerlo su presa,
deberá decirle: 'Te está vedado gozar de mi compañía, hasta que hayas abandonado los
hábitos de tus antepasados y, trocándolos por otros, honres las cosas que yo honro. Prueba
manifiesta de la firmeza de tu cambio sería que quisieras tomar parte en las mismas libaciones
y sacrificios que nosotros ofrecemos a las imágenes de piedra y de madera, y a las demás
estatuas'.

299. El amante, atrapado, como está, en las redes de sus muy variados atractivos, de su
hermosura y de su cautivante elocuencia; sin replicar nada, neutralizada su capacidad de
discernir, acatará para su desdicha las imposiciones, incorporado ya a la lista de esclavos de la
pasión".

300.49 LV. Eso fue lo que aconsejó el mago. El rey, pensando que no había andado
desacertado en lo que había dicho, haciendo caso omiso de la ley sobre adulterios, y dando
por no existentes las referentes a la corrupción y la prostitución, como si no hubieran sido
establecidas absolutamente, permitió que las mujeres, sin restricción alguna tuvieran
relaciones con los que quisieran.
49
Para los parágrafos 300 a 304 ver Núm. XXV,

301. Concedida la impunidad, aquéllas atrajeron a una inmensa cantidad de jóvenes, habiendo
previamente pervertido, y mucho, su inteligencia, y conducido a los mismos a la impiedad
mediante sus imposturas. Pero, al fin, Fineas, hijo del sumo sacerdote, profundamente
indignado por lo que sucedía, ya que ante sus ojos resultaba sumamente terrible el hecho de
que al mismo tiempo entregaran sus cuerpos y sus almas, aquéllos a los placeres y éstas a la
violación de las leyes y la impiedad, dio muestras de un juvenil ardor digno de un hombre de

44
elevadas dotes.
302. Vio, en efecto, que uno de los de su raza hacía sacrificios y visitaba a una ramera, y eso
sin bajar el rostro hacia el suelo ni intentar pasar inadvertido para los más, ni disimular, como
es lo usual, la entrada, sino, por el contrario, exhibiendo su incontinencia con desvergonzado
atrevimiento y alardeando de su ridícula actitud como si se tratara de una honrosa acción; y,
con inmensa amargura y lleno de justa cólera, lanzóse contra ambos, el amante y su amiga,
cuando aún estaban acostados en el lecho, y los mató y les amputó además los órganos
genitales por haber sido instrumentos de ilícitas relaciones sexuales.

303. Al observar este ejemplo, algunos de los llenos de celo por la continencia y la piedad
religiosa, respondiendo a una orden de Moisés, imitaron a aquél, exterminando a todos los
jóvenes parientes y amigos que habían tomado parte en ritos en honor de ídolos fabricados por
el hombre; y así purificaron a la nación de esa mancha mediante el implacable castigo de los
que estaban en falta, en tanto que a los demás les respetaron la vida en vista de las clarísimas
pruebas que habían dado de su piedad. De ninguno de los convictos de su misma sangre se
apiadaron, no moviéndolos la misericordia a pasar por alto las iniquidades de los mismos,
pues entendían que el darles muerte con sus propias manos no menoscababa su integridad en
nada; y por ello a ningún otro confiaron la misión de ejecutar el castigo, misión que encerraba
para sus ejecutores un verdadero galardón en el más alto sentido.

304. Veinticuatro mil, dicen, perecieron en un solo día, con lo que se extinguió al punto la
común inmundicia que manchaba a todo el ejército. Cuando la purga hubo llegado a su
término, Moisés reflexionó sobre el modo de procurar el justo premio por su heroica acción al
hito del sumo sacerdote, que había sido el primero en lanzarse a la venganza. Pero Dios se le
adelantó y a través de Sus oráculos brindó a Fineas el más grande de los bienes: la paz bien
que ningún hombre es merecedor de alcanzar; y, además de la paz, la plena posesión del
sacerdocio, como inviolable patrimonio para sí y para su familia.50
50
Ver Sobre la ebriedad 75 y 76; Sobre la posteridad de Abel y Caín 183 y 184, y Sobre la
confusión de las lenguas 57.

305.51 LVI. Una vez que los males intestinos hubieron llegado del todo a su fin, y hubieron,
además, perecido todos aquellos sobre los que pesaba la sospecha de deserción y traición,
pareció llegada una muy conveniente oportunidad para emprender la guerra contra Balac,
hombre que había maquinado y llevado a cabo numerosas iniquidades; lo primero, contando
con los buenos oficios del adivino, de quien él había esperado que fuera capaz de arruinar el
poder de los hebreos con maldiciones; y lo segundo, echando mano al descaro y licencia de
las mujeres, que corrompieron los cuerpos con actos de libertinaje y las almas con la
impiedad.
51
Para los parágrafos 305 a 318 ver Núm. XXXI.

306. No consideró Moisés conveniente que entrara en combate la totalidad del ejército,
porque sabía que las multitudes, en su excesivo número, fracasan por su misma condición, y,
a la vez, porque consideraba ventajoso que hubiera reservas para acudir en ayuda de los que
realizaran el primer esfuerzo. Escogió, por lo tanto, la mejor parte de los hombres en edad
militar, mil de cada tribu, doce millares en total, pues ese era el número de las tribus; y eligió
como general a Fineas, que ya había dado pruebas de su coraje guerrero; y, tras sacrificios
favorables, envió a sus soldados, a los que animó en estos términos:

[307.] "La presente contienda no es para imponer nuestro dominio ni para apropiarnos de las
posesiones de otros, objetivos únicos o principales de las otras guerras; sino en pro de la

45
piedad y la santidad, de las que nuestros contrarios alejaron a nuestros parientes y amigos,
convirtiéndose en causa indirecta de la mísera muerte de sus víctimas. 308. Sería absurdo que,
tras haber llegado a matar con nuestras propias manos a familiares nuestros que
transgredieron las leyes, no hiciéramos otro tanto con enemigos que han cometido faltas más
graves aún; y que, después de exterminar a los que aprendieron a delinquir, dejáramos sin
castigo a los que los forzaron y enseñaron a hacerlo, a los verdaderos culpables de cuanto
hicieron y experimentaron aquellos".

309. LVII. Fortalecidos por sus exhortaciones y encendida la innata hidalguía de sus almas,
ellos se lanzaron a la lucha con indomable resolución, como hacia una victoria segura; y tal
fue el vigor y la osadía de que hicieron gala en el encuentro, que exterminaron a sus
oponentes, y ellos regresaron todos sanos y salvos, sin que ni un solo hombre hubiera sido
muerto o herido.

310. Quien, sin estar al tanto de lo sucedido, los hubiera visto llegar de retorno, hubiera
pensado que regresaban no de una guerra o batalla, sino más bien de alguna de las
demostraciones militares que suelen tener lugar en plena paz y que sirven de ejercicios y
prácticas de los que, entre amigos, se preparan para los combates contra enemigos.

311. Mediante la destrucción y el incendio hicieron desaparecer las ciudades, de modo que
nadie hubiera podido decir si primitivamente habían estado habitados esos lugares. Y,
habiendo traído un número incalculable de prisioneros, creyeron justo dar muerte a los
hombres y mujeres; a los primeros por haber concebido designios y actos injustos; y a las
mujeres por haber seducido a la juventud hebrea, convirtiéndose en partes responsables de sus
licencias, de su impiedad y finalmente de su muerte. En cambio, fueron indulgentes con los
niños y doncellas de muy pocos años, ya que su misma edad les hacía acreedores al perdón.

312. Dueños de inmensas riquezas merced al gran botín sacado de los palacios y de las casas
particulares, así como de las residencias, retornaron al campamento con todos los bienes obte-
nidos de los enemigos.

313. Moisés alabó al general, Fineas, y a los que se habían alistado a sus órdenes por los
felices resultados y porque no se habían lanzado en procura de beneficios pensando en
apoderarse del botín para su exclusivo provecho, sino lo habían colocado en el común
depósito para que los que habían permanecido en las tiendas tuvieran también su parte. Luego
prescribió que permanecieran fuera del campamento unos días, y que el sumo sacerdote
purificara de la sangre derramada a los integrantes de la fuerza común que retornaban de la
batalla.

314. Es que, si bien es lícito el exterminar enemigos, con todo el que mata a un hombre, aun
cuando lo haga con derecho, en defensa propia y forzado, resulta en cierto modo responsable
en nombre del supremo y común parentesco de todos los hombres. De allí la necesidad de que
los matadores fuesen purificados, a fin de que se liberaran de lo que "se consideraba una
contaminación producida por la matanza.

315. LVIII. No mucho tiempo después distribuyó Moisés el botín, dando la mitad de él a los
que habían combatido, que eran pocos comparados con los que habían permanecido inactivos;
en tanto que la otra mitad la dio a los que se habían quedado en el campamento. Consideraba,
en efecto, que era justo darles a éstos parte de lo ganado, pues habían participado en la lucha,
si bien no con sus cuerpos, sí con sus almas, como que las reservas no son inferiores en celo a

46
los que combaten, y la inferioridad de su papel es sólo cuestión de tiempo y se debe a que
otros les han precedido en la lucha.

316. Una vez que los menos recibieron una porción mayor, por haber afrontado primeros el
peligro; y que los más obtuvieron una menor, pues habían permanecido en sus reductos,
Moisés creyó necesario consagrar las primicias de la totalidad del botín. Y así, las reservas
contribuyeron con la quinquagésima parte, y los que habían ido a la lucha, con la
quingentésima. De estas primicias dispuso que las provenientes de los que habían combatido
se entregaran al sumo sacerdote, y que las de los que habían permanecido en el campamento
se dieran a los servidores del templo, llamados levitas.

317. Los jefes con comando sobre mil y sobre cien hombres y la restante multitud de oficiales
inferiores ofrecieron por propia iniciativa primicias especiales en reconocimiento por su
propia conservación y la de los que habían combatido bajo sus órdenes por la victoria, que
había sido superior a toda ponderación. Estas ofrendas consistían en todos los adornos de oro
que cada uno obtuvo en el botín, y vasos de inmenso valor, también fabricados de oro. Todo
ello recibió Moisés, y, alabando la piedad de los donantes, lo colocó en el sagrado tabernáculo
para perpetuar el recuerdo de la gratitud de esos hombres.

318. Excelente, por cierto, fue el reparto de las primicias ofrecidas. Las de los que no tomaron
parte en la lucha, dado que evidentemente sólo les cabía la mitad del mérito, es decir, el celo
pero no la acción, las asignó a los servidores del templo; las de los combatientes, en cambio,
que habían servido con sus cuerpos y sus almas, demostrando así una grandeza plena, las dio
al que presidía a los servidores del templo, o sea, al gran sacerdote; y las de los jefes de
divisiones, por proceder de quienes ejercían el mando, las destinó para el Soberano de todas
las cosas, que es Dios.

319.52 LIX. Todas estas guerras se llevaron a cabo, sin que todavía atravesasen el río del país,
el Jordán, contra los habitantes de la tierra rica y fértil del otro lado,53 en la que había una
extensa llanura, abundante en trigo y excelente proveedora de forraje para el ganado.
52
Para los parágrafos 319 a 333 ver Núm. XXXII.
53
Es decir, la región llamada posteriormente Transjordania.

320. Cuando las dos tribus criadoras de ganado,54 que sumaban la sexta parte de todo ti
ejército, contemplaron esta zona, suplicaron a Moisés que les permitiera establecerse y tomar
allí sus parcelas de tierra. Aseguraban que se trataba de un lugar sumamente ventajoso para el
cuidado y apacentamiento de los ganados, pues estaba bien regada, tenía abundante forraje y
producía sin necesidad de cultivo cantidades incalculables de hierba para las ovejas. 321.
Moisés, sin embargo, pensando que lo que ellos pretendían era anticiparse en el reparto y
alcanzar el premio antes del momento oportuno, y además evitarse la participación en las gue-
rras que sobrevendrían, como que un número mayor aún de reyes con autoridad sobre la
región allende el Jordán estaban ya aguardándolos, sumamente disgustado, les respondió con
acritud en estos términos:
54
Las de Gad y Rubén.

[322.] "¿Permaneceréis aquí sentados para disfrutar de un ocio y una holganza fuera de
tiempo, en tanto que las guerras que aún restan oprimen a vuestros parientes y amigos? ¿Y
serán los premios entregados exclusivamente a vosotros, como si todo vuestro cometido
hubiera concluido felizmente, y los otros seguirán soportando batallas, trabajos, tribulaciones
y los mayores peligros?

47
323. Pero no; no es justo que vosotros cosechéis la paz y los beneficios de la paz, y que los
otros luchen enfrentando a enemigos y males indecibles ni que el total resulte ser un simple
accesorio de una parte, ya que, por el contrario, es en atención a la totalidad que las partes
tienen derecho a poseer sus porciones.

324. Todos tenéis los mismos derechos, una sola es la raza, vuestros padres son los mismos,
una la cosa, las costumbres las mismas, las leyes comunes, y así otras cosas innumerables,
cada una de las cuales estrecha vuestros lazos de parentesco y se presta para engendrar buenas
disposiciones hacia los demás. ¿Por qué, entonces, si habéis sido engendrados con derecho a
igual participación en los asuntos más importantes y vitales, habéis de tener privilegios en las
distribuciones, cual si fuerais gobernantes y amos despreciado-res de sus subordinados y
esclavos?

325. Hubieran debido serviros de lección los golpes sufridos por otros; pues es propio de
hombres sensatos el no aguardar a que las calamidades hayan caído sobre ellos. Sin ir más
lejos, tenéis ejemplos que os son familiares en aquellos padres vuestros que exploraron este
país, y en sus desgracias y en las de los que compartieron su desaliento, todos los cuales
murieron menos dos. Aunque no deberíais permitir que se os considere iguales a ninguno de
tales hombres, tratáis de imitar su cobardía, oh vacíos de entendimiento, en la creencia de que
no habéis de convertiros en una más fácil presa; y dais por tierra con los desvelos de aquellos
que están dispuestos a obrar viril y noblemente, pues contribuís a que sus espíritus se
paralicen y enerven.

326. Por ello, al apresuraros a delinquir, os apresuráis también a ir en busca del castigo, ya
que la justicia si bien tiene por norma el ponerse en movimiento sin prisa, una vez que lo ha
hecho, avanza aceleradamente y echa mano a los fugitivos.

327. Cuando, pues, los enemigos estén todos aniquilados y nada permita suponer que alguna
guerra nos aguarde ya; cuando los que han combatido junto con los demás, al rendir cuenta de
sus actos sean tenidos por irreprochables por no haber consumado ni deserciones de sus
compañías o del ejército, ni ningún otro acto de los que favorecen la derrota; y, por el
contrario, quede en claro que se han mantenido firmes de cuerpo y alma desde el principio
hasta el fin; cuando, además, todo el país esté despoblado de sus anteriores habitantes en ese
momento serán entregadas equitativamente las distinciones y recompensas a las tribus".

328. LX. Ellos aceptaron la admonición dócilmente, a la manera de hijos bien nacidos ante un
padre muy benévolo. Sabían, en efecto, que sus palabras no dejaban traducir la arrogancia
propia de los que poseen el poder; que se interesaba por todos, que respetaba la justicia y la
equidad, que su odio a la maldad jamás tendía al reproche y sí a la corrección de los que eran
capaces de mejorar. Así pues, le dijeron: Tu indignación está justificada si lo que supones tú
es que sentimos apremio por abandonar la alianza anticipadamente y recibir nuestras por-
ciones antes de tiempo.

329. Pero es preciso que sepas sin lugar a dudas que nada de lo que corresponde a la virtud
nos intimida, por muy fatigoso que sea. Y entendemos que son acciones virtuosas el obedecer
a un jefe como tú eres, el no echarse atrás en los momentos difíciles, y el ocupar nuestro lugar
en todas las campañas que nos aguardan hasta que las cosas lleguen a un feliz término.

330. Nosotros, pues, como lo hemos hecho hasta ahora, ocuparemos nuestro lugar en las filas

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y atravesaremos el Jordán con todos nuestros pertrechos, sin dar pretexto para que ninguno de
nuestros hombres de armas se quede atrás. En cambio, nuestros hijos muy niños aún, nuestras
hijas, nuestras mujeres y nuestros innumerables rebaños, si tú lo permites, permanecerán allí.
Nosotros construiremos antes casas para las mujeres y niños, y establos para los animales,
pues, de lo contrario, sin muros ni guardias que los protejan, pueden sufrir algún desastre en
manos de merodeadores antes de nuestro retorno".

331. Moisés, con rostro amable y con voz más suave, les dijo: "Si lo que decís es cierto, tened
por vuestro de firme lo que habéis pedido que se os adjudique. Dejad a vuestras mujeres, hijos
y ganados, como solicitáis; y que vuestros escuadrones atraviesen el río con los demás,
armados y prestos para la batalla, como para combatir de inmediato si fuere necesario.

332. Más tarde, cuando todos los enemigos sean aniquilados, y, reinando la paz, los
vencedores se dividan el país, también vosotros retornaréis hacia los vuestros para gozar de
los bienes que os correspondan y recoger los beneficios de la porción que habéis elegido".

333. Habiéndoles él dicho y prometido estas cosas, ellos, llenos de ánimo y alegría,
establecieron a los suyos conjuntamente con sus ganados a salvo en lugares fortificados
difíciles de tomar, la mayor parte de las cuales consistía en construcciones hechas por ellos
mismos. Luego, tras tomar las armas, corrieron a sus puestos con más entusiasmo aún que los
otros combatientes, como si sólo ellos fueran a luchar o fueran los primeros entre todos que
habían de entrar en combate. Es que el hecho de recibir anticipadamente algún beneficio torna
al hombre más dispuesto a colaborar en la lucha, pues piensa que no se trata ya de contribuir
simplemente sino de pagar una deuda obligada.

334. Quedan, pues, narrados los hechos de Moisés en su papel de rey.55 En lo que sigue
hemos de exponer cuanto llevó a buen término en el ejercicio del sumo sacerdocio y como
legislador, poderes éstos que poseyó como ¡os más apropiados complementos de la realeza.
55
Como en otros lugares, Filón aplica a Moisés el título de basiléus = rey, entendiendo que,
aunque en el protocolo del legislador no figuraba tal título, su mando equivalía al de un rey.

49
SOBRE LA VIDA DE MOISÉS

(DE VITA MOSIS)

SOBRE LA VIDA DE MOISÉS II

1. .I El primero de estos dos tratados se ocupa del nacimiento y crianza de Moisés, así como
de su educación y de su gobierno, que ejerció de manera no solo irreprochable sino altamente
elogiable. Trata asimismo de su actuación en Egipto y durante las marchas hacia el Mar Rojo
y a través del desierto, obras que superan cuanto pueden expresar las palabras; y se completa
con las dificultades que supo superar, y con los repartos parciales 1 de territorios entre sus
huestes. El que ahora componemos abarca los asuntos que guardan relación e ilación con los
anteriores.
1
Parciales porque sólo se habían asignado los territorios de dos tribus: la de Gad y la de
Rubén.

2. Porque, como se ha dicho, y no sin acierto, los estados alcanzan progresos en orden a su
mejoramiento únicamente si los reyes son filósofos o los filósofos son reyes.2 Y en lo que
hace a Moisés es evidente, y por demás, que no solamente estas dos facultades: la real y la
filosófica, puso de manifiesto concentradas en su sola persona, sino también otras tres: la que
atañe a la legislación, la que corresponde al sumo sacerdocio y la vinculada a la profecía.
2
Platón, República V, 473 d.

3. Sobre estas tres facultades hemos resuelto escribir ahora, convencidos de que es
conveniente que todas ellas se den combinadas en una misma persona. Tal, en efecto, es el
caso de Moisés, quien por la providencia de Dios llegó a ser rey, legislador, sumo sacerdote y
profeta, y en cada una de estas funciones alcanzó los más altos méritos. Pero es preciso que
aclare por qué razón deben todas ellas combinarse en la misma persona.

4. Ordenar lo que corresponde hacer y prohibir lo que no corresponde que se haga es cosa que
compete a un rey; pero, como el ordenar lo que debe hacerse y el prohibir lo que no debe
hacerse es privativo de la ley, resulta claro que el rey es una ley viviente, y la ley un rey
justo.3
3
Ver Sobre Abraham 5.

5. Pero aquel que es rey y legislador debe tener en cuenta no sólo las cosas humanas sino
también las Divinas, puesto que sin la Divina asistencia no llegan a buen término las obras de
los reyes y de sus súbditos. Y esa es la causa por la que el rey no puede prescindir del sumo
sacerdocio, que le permite, merced a ritos perfectos y al perfecto conocimiento del servicio de
Dios, suplicar a Aquel que es misericordioso y acoge favorablemente las plegarias que aleje
de él y sus gobernados los males y los haga partícipes de los bienes. ¿Cómo, en efecto, no
habrá de asegurar Dios un feliz resultado a esas súplicas, si es benévolo por naturaleza y
entiende que aquellos que Le prestan un genuino servicio son dignos de un preferente trato?

6. Pero hay innumerables cosas, así humanas como Divinas, que no resultan claras para el rey,
legislador y sumo sacerdote, quien no deja de ser una creatura mortal, aunque haya llegado a
adquirir un patrimonio tan copioso de medios para alcanzar el éxito en sus empresas; y por
ello forzoso fue que Moisés alcanzara también el don de la profecía, a fin de que cuanto no
estaba en condiciones de aprehender con el discernimiento, lo descubriese por obra de la

50
providencia de Dios. La profecía, en efecto, avanza hasta aquellas verdades que la inteligencia
no puede alcanzar.

7. La unión formada por estas cuatro facultades es hermosa y armoniosa en sumo grado.
Entrelazadas y ligadas entre sí, operan al son de un mismo ritmo recibiendo y devolviendo
mutuos beneficios, a semejanza de las vírgenes Gracias, las que por una inmutable ley de la
naturaleza son inseparables, y a propósito de las cuales puede con razón decirse, tal como se
acostumbra decir acerca de las virtudes, que quien posee una de ellas las posee todas.4
4
Diógenes Laercio VII, 125.

8. II. En primer lugar me he de referir a las condiciones propias de la facultad legislativa. Pues
bien, es cosa clara que aquel que va camino de convertirse en un excelente legislador debe
poseer todas las virtudes de manera acabada y completa. Pero, puesto que en las familias hay
algunos vinculados por el más próximo de los parentescos, y otros por parentescos lejanos, sin
que por ello dejen de ser parientes unos de otros todos, también en las virtudes hemos de tener
presente que unas están más estrechamente ligadas a determinadas actitudes, en tanto que
otras les son menos afines.

9. Con la actividad legislativa están muy especial y estrechamente emparentadas estas cuatro
virtudes: el amor a la humanidad, el amor a la justicia, el amor al bien y el odio a la maldad.
Cada una de ellas constituye un acicate para aquel que se siente impulsado por la vocación de
ser legislador. El amor a la humanidad le enseña cómo poner al servicio de todos sus
experiencias relativas al bien común; la virtud de la justicia, cómo se ha de rendir culto a la
equidad y asignar a cada uno lo que le corresponde; el amor al bien, a acoger todo lo que es
bueno por naturaleza y procurarlo con mano pródiga a cuantos lo merecen, para que hagan
ilimitado uso de ello; y el odio a la maldad, a mirar con malos ojos a aquellos que deshonran a
la virtud, considerándolos enemigos del género humano; y a hacerles sentir el peso de la
justicia.

10. Si grande cosa es, pues, el que a alguien le sea dado alcanzar una sola de dichas virtudes;
maravilloso es, indudablemente, el poder adquirir de manera firme todas ellas conjuntamente.
Y esto último, al parecer, solamente lo logró Moisés, quien puso claramente de manifiesto
tales virtudes en sus disposiciones legales.

11. Lo reconocen así quienes están familiarizados con nuestros libros sagrados, libros que él,
a no poseer tales cualidades, no hubiera escrito bajo la Divina guía, y que legó para uso de
aquellos que lo merecen, como el más excelente de los bienes; y que son imágenes e
imitaciones de los modelos que llevaba grabados en su alma, como también lo son las leyes 5
que en ellos se dan a conocer, y que atestiguan de manera clarísima dichas virtudes.
5
Del pasaje parecería desprenderse que Filón considera que lo esencial de los libros sagrados
son los relatos y descripciones, siendo las leyes en sí, si no un mero anexo, en todo caso una
parte muy especial como para destacarla del resto del contenido de los mismos. Esto es, por lo
menos, lo que sugiere lo de "también las leyes..."

12. III. De que Moisés fue el mayor de todos los legisladores de todos los países, así de los
legisladores que han existido entre los griegos como de los que han vivido entre los no
helenos; y de que sus leyes son las más excelsas y verdaderamente Divinas, no faltando en
ellas nada de lo necesario, es prueba clarísima lo siguiente.

13. Cualquiera que se detenga a considerar el destino que ha cabido a las instituciones de

51
otros pueblos, se encontrará con que han experimentado cambios por innumerables razones:
guerras, opresiones y otras suertes de obstáculos que los vaivenes de la fortuna han
precipitado sobre ellas. Muchas veces también, ha sido la lujuria, la que, desmesuradamente
acrecentada por la abundancia de provisiones y cosas superfluas, ha dado en tierra con las
leyes, ya que el común de la gente, no siendo capaz de emplear bien el exceso de bienes, llega
a saciarse y se torna violenta; y la violencia es enemiga de la ley.

14. Las leyes de Moisés, en cambio, las únicas firmes, fijas, inconmovibles, estampadas con
los sellos de la naturaleza misma, permanecen inalteradas desde el día en que se redactaron
hasta hoy, y todo permite suponer que permanecerán tales como son por todo el tiempo
venidero, como si fuesen inmortales, mientras el sol, la luna y todo el cielo y el mundo
existan.

15. Así, habiendo la nación experimentado tantos y tan grandes cambios, unos hacia la
prosperidad y otros en sentido opuesto, nada, ni siquiera la más pequeña de sus disposiciones
ha variado; porque todos, como es notorio, han guardado el debido acatamiento a su venerable
y Divino carácter.

16. Y si a tales leyes no las ha menoscabado ni el hambre ni la epidemia ni las guerras ni los
reyes ni los déspotas ni los rebeldes embates del alma, del cuerpo, de las pasiones y de los
vicios, ni otra calamidad alguna enviada por Dios o de humano origen, ¿qué mayor prueba
que esa, de que poseen una calidad envidiable y superior a toda ponderación?

17. IV. Pero, aunque con razón cabe pensar que es cosa grande de por sí el hecho de que a
través de tanto tiempo se hayan conservado dichas leyes de manera firme, esto no es todavía
lo verdaderamente admirable. Hay algo más asombroso aún, y es que no sólo los judíos sino
casi todos los otros pueblos, y en especial aquellos entre los que la virtud ha gozado de más
elevado concepto, paralelamente con el crecimiento de la pureza de sus costumbres han
tendido a acogerlas y a tenerlas en alta estima. Esta es, en efecto, la especial distinción que
ellas han alcanzado y que a ninguna otra legislación ha correspondido.

18. La prueba está a la vista. Entre los estados griegos y entre los no griegos ninguno hay,
prácticamente, que tenga un buen concepto de las leyes de otro; y difícilmente conservan a
perpetuidad las propias, ya que las adaptan a las vicisitudes de los tiempos y las
circunstancias.

19. Los atenienses ven con malos ojos las costumbres y leyes de los lacedemonios, y éstos las
de los atenienses. Y otro tanto ocurre entre los pueblos no helenos: los egipcios no respetan
las leyes de los escitas, ni los escitas las de aquellos; ni, para hablar en general, los habitantes
de Asia, las de los de Europa; ni las naciones de Europa las de las naciones asiáticas. Por el
contrario, podemos afirmar que desde el occidente hasta el oriente no hay país, nación o
estado que no sienta desapego por las leyes extranjeras, y no piense que, despreciando las de
los otros, aumentará el crédito de las propias.

20. Con nuestras leyes no pasa lo mismo. Ellas despiertan y atraen el interés de todos, de los
no griegos, de los griegos, de los habitantes del continente, de los isleños, de las naciones del
este y del oeste, de Europa y Asia, de todo el mundo habitado, de un extremo al otro.

21. ¿Quién, en efecto, no respeta aquel sagrado séptimo día, concediendo un descanso y un
alivio en los trabajos tanto a sí mismo como a los que viven junto a él, no sólo a los libres sino

52
también a los esclavos, y más aún, también a las bestias?

22. El alto en las tareas alcanza también al rebaño todo y a todas las creaturas que existen para
asistir al hombre sirviéndole como a su señor natural; y se extiende asimismo a toda suerte de
árboles y plantas; como que no está permitido cortar ni un brote ni una rama ni una hoja
siquiera, ni recoger un fruto, cualquiera fuere, pues en dicho día todos quedan en libertad y
obran como si fueran realmente libres, sin que nadie, conforme a una norma universalmente
reconocida, se meta con ellos.

23. ¿Y quién no mira con admiración y reverencia cada año el llamado Ayuno, que se cumple
con mayor estrictez y solemnidad aún que el mes sagrado?6 Porque, durante este mes no
faltan ni el vino puro ni las mesas bien provistas ni toda la inmensa variedad de comidas y
bebidas que contribuyen a acrecentar los insaciables placeres del vientre, y hacen, a la vez,
estallar los apetitos que tienen lugar debajo del vientre.
6
El mes sagrado de los griegos, durante el cual se celebraban grandes festejos y se suspendían
las hostilidades y el funcionamiento de los tribunales.

24. En nuestro ayuno, en cambio, no está permitido llevarse a la boca ni alimento ni bebida, a
fin de que, con los corazones puros, sin que ninguna pasión corporal se interponga o estorbe,
como sucede habitualmente por el exceso de alimentos y bebidas, se celebren las festividades
y se procure la benevolencia del Padre del universo con las plegarias apropiadas mediante las
cuales es costumbre pedir el perdón de las pasadas faltas y el goce de nuevos bienes.

25. V. La admiración que la santidad de nuestra legislación ha despertado no sólo entre los
judíos sino también entre todas las demás naciones se hace patente en los hechos ya mencio-
nados y en los que vamos a señalar.

26. En remotos tiempos nuestras leyes fueron escritas en lengua caldea,7 y durante mucho
tiempo permanecieron en esa misma forma sin que se tradujesen, y así llegó un día en que su
belleza no pudo ser ya conocida por la otra parte de los mortales.
7
Es decir, la lengua hebrea. Ver Sobre Abraham, nota 3.

27. Sin embargo, la ininterrumpida y diaria observancia y práctica por parte de los que a ellas
se ajustaban en su conducta las daban a conocer a otros y su prestigio se extendía por todas
partes. Es que las cosas excelentes, aun cuando por la envidia queden ensombrecidas durante
un corto tiempo, vuelven de nuevo a resplandecer en su momento oportuno gracias a la
propicia cooperación de la naturaleza. Tal era la situación, cuando, pensando algunos ser cosa
lamentable el que sólo en una mitad del género humano, es decir, sólo entre los no griegos se
las hallara, quedando privados completamente de ellas los helenos, se abocaron a la tarea de
traducirlas.

28. Dada la importancia y la pública trascendencia de la obra, se acudió no al inmenso


número de personas particulares o simples magistrados, sino a reyes, y entre ellos al más
ilustre de todos.

29. Este fue Ptolomeo, llamado Filadelfo, el tercero en la sucesión a contar desde Alejandro,8
el conquistador de Egipto. Por las altas cualidades para el ejercicio del mando sobrepasó no
solo a los reyes coetáneos sino a los que alguna vez reinaron en el pasado. Y hasta nuestros
días, no obstante haber pasado tantas generaciones, es celebrada , su gloria, y en distintas
ciudades y países quedan muchos testimonios y monumentos que perpetúan el recuerdo de la

53
grandeza de su espíritu, al punto de que todavía hoy las liberalidades fuera de lo común y las
grandes construcciones reciben de él el proverbial calificativo de filadélficas.
8
La sucesión fue ésta: Alejandro Magno, Ptolomeo I Soter, Ptolomeo II Filadelfo (285-247).

30. En suma, que, así como la dinastía de los Ptolomeos alcanzó un florecimpnjto excepcional
comparada con las demás monarquías, otro tanto ocurrió con Filadelfo respecto de los demás
Ptolomeos. Las cosas elogiables que llevó a cabo él solo apenas las realizaron todos los otros
juntos, por lo que, estableciendo un paralelo con esa soberana de la creatura viviente que es la
cabeza, podríamos decir que fue la cabeza entre los reyes.

31. VI. Tal fue el hombre que, habiendo concebido una ardiente simpatía por nuestra
legislación, determinó que se la tradujera de la lengua caldea a la griega. Sin pérdida de
tiempo envió una delegación al sumo sacerdote y rey de Judea; que ambos cargos estaban
concentrados en una misma persona; manifestando sus propósitos y proponiéndole que
escogiera a los hombres más capacitados para la traducción de las leyes.

32. El sumo sacerdote, complacido, como es natural, y seguro de que no estaba ausente la
atenta presencia de Dios en la preocupación del rey por tal obra, escogió entre los hebreos a
aquellos que le merecían el más alto concepto, los que habían adquirido una versación tanto
en lo que toca a la cultura de su propia raza como en lo que a la helénica se refiere; y se los
envió con agrado.

33. Así que llegaron y que les hubo sido ofrecida una acogedora recepción, correspondieron a
las atenciones de su huésped con un verdadero banquete de corteses y apropiadas
contestaciones. El rey, en efecto, puso a prueba la ciencia de cada uno proponiéndoles no las
cuestiones de rutina sino otras novedosas, y ellos las fueron resolviendo con respuestas felices
y acertadas, y en forma de sentencias, ya que la ocasión no era propicia para extenderse en
largas exposiciones.

34. Superada esta prueba, comenzaron de inmediato a cumplir con el objeto de su elevada
misión; y, considerando entre ellos cuan inmensa empresa era la de hacer una acabada
traducción de leyes manifestadas por Dios mediante oráculos, en las que no les estaba
permitido ni quitar ni agregar ni cambiar cosa alguna, debiendo conservar la forma original y
las peculiaridades de las mismas, averiguaron cuál era en las vecindades, fuera de la ciudad, el
lugar más libre de presencias extrañas. Porque los sitios interiores a las murallas, por estar
llenos de toda suerte de creaturas vivientes, no les merecían confianza en razón de las
enfermedades y muertes y el impuro proceder de los que gozaban de buena salud.

35. Frente a Alejandría hállase situada la isla de Faro, de la que una estrecha faja de tierra se
extiende en dirección a la ciudad. Como está rodeada por un mar de aguas poco profundas y
con bajíos en su mayor parte, el intenso rumor y estrépito que produce el ímpetu del oleaje se
extingue a muy gran distancia de la tierra.

36. Juzgando que este era de todos los sitios de los alrededores el más apropiado para gozar
de paz y tranquilidad, y para que el espíritu se concentrara en las leyes exclusivamente, sin
interferencias extrañas, se instalaron allí; y, tomando los sagrados libros, elevaron hacia el
cielo las manos que los sostenían, y suplicaron a Dios por el éxito en su cometido; súplicas
que Dios acogió favorablemente con el objeto de que la mayoría, y aun la totalidad del género
humano, se beneficiara observando sabias y nobilísimas normas para bien encaminar sus

54
existencias.

37. VII Situados fuera de toda mirada y sin otra compañía que la de los elementos de la
naturaleza: la tierra, el agua, el aire y el cielo, acerca de cuya creación versaban las primeras
revelaciones que se aprestaban a traducir, pues la creación del mundo ocupa la primera parte
de nuestra legislación, fueron realizando la traducción, cual inspirados por Dios, no unos de
una manera y otros de otra, sino todos con las mismas palabras y frases, como si a cada uno se
las dictara un oculto e invisible apuntador.

38. Ahora bien, ¿quién ignora que cada lengua, y en particular la griega, posee una gran
riqueza de léxico, y que el mismo pensamiento puede expresarse de muchas maneras variando
los términos en mayor o menor medida, y adaptándole según los casos ora una expresión ora
otra? Pues, no sucede tal cosa, según afirman, en el caso de nuestra legislación, antes bien las
palabras griegas corresponden exacta y literalmente a las palabras caldeas, y expresan con la
máxima precisión las cosas que dan a conocer.

39. Es que, así como en geometría y en lógica entiendo yo que lo que se manifiesta no admite
variedad en la manera de expresarse, y permanece invariable la expresión fijada
originalmente; del mismo modo se advierte que también estos traductores dieron con los
términos adecuados a los asuntos, términos que eran los únicos o los que en mayor grado
habrían de expresar lo que ellos querían manifestar.

40. La más clara prueba de ello es que aquellos caldeos que han aprendido la lengua griega, y
aquellos griegos que han estudiado la caldea, si tienen a mano ambas versiones, la caldea y la
traducción griega, las miran con gran asombro y admiración como si fueran hermanas, o más
aún, una sola e idéntica tanto en el contenido como en las palabras; y proclaman que, más que
simples traductores, aquellos fueron intérpretes de sagrados misterios y profetas a los que la
pureza de sus pensamientos les permitió avanzar a la par del más puro de los espíritus, el de
Moisés.

41. Tal es la razón por la que hasta la actualidad todos los años tiene lugar una celebración y
una general reunión en la isla de Faro, rumbo a la cual atraviesan el mar no sólo judíos sino
también muchísimos otros para honrar el lugar donde por primera vez se encendió la claridad
de esta traducción, y para dar gracias a Dios por este viejo y siempre renovado beneficio.

42. Luego de las plegarias y acciones de gracias, unos instalan sus tiendas junto al mar y otros
se echan sobre la arena de la ribera al aire libre, y hacen los honores a una buena mesa en
compañía de familiares y amigos, convencidos de que para la ocasión la playa resulta un lugar
mucho más suntuoso que las bien dispuestas salas de los palacios.

43. Hasta ese punto se pone de manifiesto el grado de adhesión e interés que despiertan
nuestras leyes en todos los simples particulares y en los gobernantes; y ello, no obstante no ser
próspera la situación de nuestra nación de muchos años a esta parte, y siendo en cierto modo
natural que la obscuridad se cierna sobre las cosas de los que no atraviesan épocas de
prosperidad.

44. Pero, si se llegara a producir un impulso que señalara el comienzo de más brillantes
perspectivas, ¡cuan grande sería el cambio favorable que cabría esperar! Mi opinión es que
todos, abandonando cada uno sus costumbres particulares y dando un firme adiós a las leyes
de su país, pasarán a honrar las nuestras exclusivamente, ya que el resplandor de estas leyes

55
en momentos felices para nuestra nación oscurecerá a las demás, como el sol naciente
oscurece a los demás astros.

45. VIII. Lo que acabamos de exponer es suficiente como un arto elogio de nuestro legislador;
pero hay otro mayor aún, que está contenido en los sacratísimos libros mismos; y a ellos
hemos de recurrir ahora para testimoniar sus grandes cualidades como escritor.

46. Una parte de dichos libros corresponde a asuntos históricos; la otra comprende
prescripciones y prohibiciones. De esta última hemos de hablar en segundo término, una vez
que hayamos tratado a fondo lo que es primero en el orden.

47. La parte histórica comprende, por un lado, la creación del mundo, y por otro, las sucesivas
generaciones de hombres, y esta parte biográfica se divide a su vez en la correspondiente al
castigo, de los impíos y la que trata sobre la honra de los justos. Digamos, empero, la razón
por la que Moisés comenzó la legislación por la parte histórica, poniendo lo relativo a las
prescripciones y prohibiciones en segundo lugar.

48. Fue porque no lo movía el deseo de legar a la posteridad el recuerdo de antiguos hechos
con miras a brindar un placer sin sacar de ese relato mayor provecho, como algún historiador
hace; sino el de discurrir sobre los primeros tiempos desde los orígenes, comenzando por la
creación del universo, a fin de poner de manifiesto dos hechos de inmensa trascendencia: el
uno, que el mismo Padre y Creador del mundo es también su verdadero legislador; el otro,
que obrar conforme con nuestras leyes significa avenirse a seguir a la naturaleza y a vivir de
acuerdo con el orden del universo, en armoniosa conformidad de las palabras con las obras y
de las obras con las palabras.9
9
Ver Sobre la creación del mundo 3.

49. IX. De los restantes legisladores unos se abocaron directamente a exponer en orden lo que
es preciso hacer y lo que es necesario evitar, para luego especificar los castigos de las trans-
gresiones; en tanto que otros, los mejores evidentemente, no comenzaron por allí sino
previamente procedieron, de conformidad con sus concepciones, a establecer y echar las bases
del estado, y una vez fundado éste, dictaron las leyes para proporcionarle la organización que
consideraban más conveniente y adecuada para él.10
10
Aquí se alude fundamentalmente a Platón, quien en sus Leyes aplica el esquema elogiado
por Filón. Ignoramos si otros legisladores antiguos hicieron otro tanto, pero no lo hace
Aristóteles en su Política.

50. Moisés, en cambio, considerando que el primer procedimiento, es decir, el establecer


prescripciones sin acompañarlas de una exhortación, cual si estuviesen destinadas no a
hombres libres sino a esclavos, era tiránico y despótico; y que, si bien el segundo criterio era
razonable, no todos lo juzgaban completamente satisfactorio, procedió de un modo distinto de
los dos mencionados.11
11
Ver Sobre la creación del mundo 1 y ss.

51. En efecto, en las prescripciones y prohibiciones propone y exhorta más bien que manda; y
procura que sus numerosísimas y sumamente provechosas normas vayan acompañadas de
previas y posteriores consideraciones, con ánimo de recomendar más qué de forzar. Además,
entendiendo que estaba por debajo de la dignidad de las leyes el comenzar sus escritos con la
fundación de un estado obra del hombre, escudriñó con la exactísima mirada del entendi-
miento la grandeza y hermosura de la legislación toda, y considerándola demasiado elevada y

56
próxima a Dios como para encerrarla en un determinado límite terrenal, incluyó el relato de la
creación del gran estado,12 con la convicción de que esas leyes eran la más fiel copia de la
constitución del mundo.
12
O el gran estado, es decir, el universo.

52. X. Si alguien, por ejemplo, quiere examinar cuidadosamente las características de sus
particulares prescripciones, hallará que se orientan hacia la armonía del universo y se adecúan
a los principios de la eterna naturaleza.

53. Y así, refiriéndose a aquellos a los que Dios consideró conveniente proporcionar
abundantemente todos los bienes relativos al bienestar corporal: la riqueza, la gloria y las
otras ventajas exteriores; y que luego se rebelaron contra la virtud y se entregaron a la maldad,
la injusticia y los demás vicios, y no contra su voluntad sino de buen grado, convencidos de
que era cosa provechosa lo que era el mayor de los daños, Moisés afirma que, como enemigos
que eran no ya de los hombres sino del cielo y del universo todo, no sufrieron los castigos
ordinarios sino otros totalmente fuera de lo común y diferentes, magnas obras de la justicia,
enemiga de la maldad y asesora de Dios; como que el agua y el fuego, los más activos
elementos del universo, se precipitaron sobre ellos; y en el curso de los tiempos unos fueron
destruidos por un diluvio y otros perecieron consumidos por el fuego.13
13
Ver Sobre Abraham 1.

54. Creciendo en altura los mares y elevándose sobre su nivel los ríos, tanto los nacidos en
fuentes locales como los de origen pluvial, inundaron y arrasaron todas las ciudades situadas
en la llanura, y otro tanto hicieron con las de las zonas montañosas los continuos e incesantes
torrentes de las lluvias caídas día y noche.

55. En tiempos posteriores, una vez que los sobrevivientes se hubieron multiplicado de nuevo
y nuestra especie llegó a ser numerosa, como los descendientes no aprovecharon la lección de
prudencia que encerraba la experiencia de sus antepasados y retornaron a su incontinencia
convertidos en tenaces adeptos de prácticas más graves aún, Dios determinó destruirlos con el
fuego.

56. Entonces, como las sagradas revelaciones lo declaran, rayos que brotaban del cielo
consumieron a los impíos y sus ciudades; y hasta en nuestros días se descubren en Siria, como
testimonios del inenarrable desastre acaecido, ruinas, cenizas, azufre, humo y la débil llama
que aún brota como si un fuego oculto se consumiera.

57. Pero, si, por una parte, han tenido lugar dichos castigos para escarmiento de los impíos;
por otra, está el hecho de que a los que han sobresalido por la excelencia de su conducta los
acontecimientos les han sido propicios y les han correspondido galardones dignos de su
virtud.

58. Precisamente, en medio del torrente de fuego de los rayos, que consumía todo el país y a
los habitantes mismos, solo un hombre, un inmigrante,14 fue salvado gracias a la Divina
protección, en mérito a que nada tenía que ver con las iniquidades de los naturales del país, no
obstante que los inmigrantes, velando por su seguridad, suelen respetar las modalidades de sus
huéspedes, pues la falta de respeto hacia ellas les acarrea peligros de parte de los nativos de la
región. Por cierto que aquel hombre no alcanzó las cimas de la sabiduría; y, por lo tanto, si se
lo consideró digno de tan gran privilegio no fue porque su naturaleza fuese perfecta, sino por
ser el único que no acompañó a la multitud en la pendiente de la vida de desenfreno cuando

57
ésta, dueña de copiosos recursos, se entregó a toda suerte de placeres y concupiscencias,
semejantes a una llama a la que se ha echado abundante combustible.
14
Abraham

59. XI. Y en ocasión del gran diluvio, cuando pereció toda la raza humana, diría yo, sabido es
que sólo una familia lo pasó sin experimentar daño alguno y que ello ocurrió en atención a
que el miembro de más edad y cabeza de la casa 15 no había cometido falta alguna
voluntariamente. La forma en que tuvo lugar esta salvación, tal como la relatan los sagrados
libros, merece ser recordada por lo extraordinaria, y a la vez para mejoramiento de las
costumbres.
15
Noé.

60. Habiendo sido juzgado hombre con méritos no sólo para ser exceptuado de la común
desgracia, sino también para convertirse en el origen de una segunda generación de la raza
humana; y obedeciendo a prescripciones de Dios, que le comunicaron las Divinas
revelaciones, fabricó una inmensa construcción de madera de unos trescientos codos de largo,
cincuenta de ancho y treinta de alto, y, luego de preparar dentro habitaciones en una planta
baja y tres pisos sucesivos, y de hacer provisión de alimentos, introdujo un macho y una
hembra de cada una de las especies de animales terrestres y aéreos, reservando así las
simientes a la espera de las ocasiones oportunas que de nuevo llegarían alguna vez.

61. Sabía él, en efecto, que Dios es propicio por naturaleza, y que, aun cuando perecieran los
individuos, la raza, sin embargo, conservaría su inmortalidad en mérito a su semejanza con El
y a que ninguna cosa de las que han llegado a existir por decisión Suya será jamás aniquilada.
XII. Para que ello fuera posible, todos los animales le obedecieron y los hasta entonces
salvajes tornáronse pacíficos, y, amansados ya, le siguieron como a un pastor que guía sus
rebaños.

62. Si alguien, una vez que todos hubieron entrado, hubiera contemplado el conjunto total, no
hubiera andado errado al decir que aquello era una réplica de la tierra toda, en la que estaban
representados todos los géneros de animales a cuyas innumerables especies la tierra toda
había servido anteriormente de morada, y serviría quizá nuevamente.

63. Y lo que este tal hubiera sospechado no tardó mucho tiempo en suceder, ya que el desastre
se apaciguó y la violencia del diluvio disminuyó con el correr dé los días, mientras que las
lluvias cesaban y el agua derramada sobre toda la tierra era eliminada en parte por la acción
del calor solar, y en parte penetraba en las grietas, precipicios y demás cavidades terrestres.
Como obedeciendo a una orden de Dios, cada parte de la naturaleza: mar, fuentes y ríos,
recibía de nuevo, a modo de restitución forzosa de algo adeudado, aquello que había prestado;
retornando cada corriente de agua hacia sus lagares correspondientes.

64. Pero, una vez que el mundo sublunar hubo sido purificado, concluidas ya las abluciones
de la tierra, que aparecía renovada y tal como es lógico suponer que había sido cuando en un
principio fue creada junto con todo el universo, aquel salió de la construcción de madera con
su mujer, sus hijos y las mujeres de éstos; y con la familia salió el tropel de las especies de
animales allí concentradas, para engendrar y reproducir seres semejantes.

65. Estas son las recompensas y trofeos, de los hombres buenos, que les valieron no sólo el
lograr ellos mismos y sus familias salir sanos y salvos de los más grandes peligros a través de
inusitados cambios en los elementos, peligros que a todos amenazaban por todas partes; sino

58
además el convertirse en guías de la regeneración de la especie y en iniciadores de un nuevo
ciclo, por lo que fueron encerrados al modo de una brasa al rescoldo de la más excelente raza
de seres vivientes, la humana; raza que ha recibido el dominio de cuantas cosas existen sobre
la tierra, convirtiéndose así en una réplica de la potencia Divina, imagen visible de Su
invisible naturaleza, imagen creada de Su naturaleza eterna.16
16
Algunos editores (Cohn, Colson) suponen que hay una laguna en el texto. Esta suposición
se apoya en que Filón ha prometido en el parágrafo 46 ocuparse de las leyes de Moisés
después de tratar la parte histórica de la faceta legislativa de la obra mosaica. Tal vez falten
aquí, efectivamente, algunos parágrafos en que se examinen las leyes de Moisés, pero sólo de
un modo sucinto y general, pues el tratamiento de las mismas en detalle está contenido en el
tratado titulado Sobre el decálogo y en los cuatro acerca de las leyes particulares, los que
hacen de todo punto improbable la existencia de otro examen previo sobre el mismo asunto in
extensa. Incluso cabe pensar que no existe tal laguna y que Filón sólo ha desarrollado en
Sobre la vida dé Moisés II aspecto histórico de su obra legislativa, reservando para los
tratados citados la consideración del contenido de las leyes. Finalmente, cabe agregar que
algunos editores hacen concluir en este punto el segundo tratado de los tres que, según ellos,
compondrían Sobre la vida de Moisés, en vez de dos.

66. XIII. Llevamos ya tratados dos aspectos de la vida de Moisés: el correspondiente a la


realeza y el relativo a su obra de legislador. Hemos de agregar un tercero: el de su sacerdocio.
La cualidad más alta y esencial que debe darse en un sumo sacerdote es la piedad, y Moisés la
cultivó como el que más, al mismo tiempo que hacía uso de sus grandes dotes naturales; dotes
éstas que la filosofía tomó a su cargo, cual si se tratara de un excelente terreno cultivable, y
las mejoró con la consideración de elevadas doctrinas, sin cejar en su empeño hasta que los
frutos de la virtud alcanzaron su perfección en las palabras y las obras.

67. De ese modo llegó, como otros pocos, a amar a Dios y a ser amado por El; e inspirado por
un celestial amor, honró de manera especial al Soberano del universo y fue honrado, a su vez,
por Este. La honra adecuada para el hombre sabio es estar al servicio del Que realmente es; y
el sacerdocio tiene por misión el servicio de Dios. De este galardón, que es el bien mayor que
existe entre las creaturas, fue tenido por digno Moisés, y los oráculos lo instruyeron en cada
una de las cosas tocantes a las ceremonias rituales y a los sagrados servicios.

68. XIV. Pero era preciso que previamente su cuerpo estuviera limpio como su alma, y
eliminara de sí todo vínculo con la pasión, purificándose de todo cuanto es propio de la
naturaleza mortal: alimentos, bebidas y relaciones sexuales.

69. Mucho tiempo hacía que ya había renunciado a esto último, casi desde la primera vez que
comenzó a profetizar inspirado por Dios, pues entendía que le correspondía estar siempre
presto para recibir los oráculos. Y en cuanto a las comidas y bebidas, no había pensado en
ellos durante cuarenta días seguidos, sin duda porque disponía de alimentos mejores aún, que
le brindaban las contemplaciones, con cuya inspiración procedente de lo alto del cielo se
perfeccionaba en primer lugar en su inteligencia y luego, a través del alma, también en su
cuerpo, creciendo tanto el vigor y buena constitución de una y otro, que los que antes lo
habían conocido no lo podían creer.

70. En efecto, habiendo ascendido por Divino mandato a un monte inaccesible e intransitable,
el más alto y sagrado de la zona, permaneció durante ese tiempo sin tomar nada de lo
apropiado para satisfacer la necesidad de alimento; y a los cuarenta días descendió con mucho
mejor aspecto que cuando había subido, al punto de que los que lo veían se quedaban

59
pasmados de asombro y sus ojos no podían continuar mirándolo frente a frente, según era de
brillante la claridad que, semejante a los rayos del sol, llegaba hasta ellos.17
17
Éx. XXIV, 18, y XXXIV, 28 y ss.

71. XV. Durante el tiempo en que permaneció en la altura fue instruido en todos los secretos
del sacerdocio, comenzando por aquellos que son los primeros en el orden, es decir, en los
relativos a la construcción del santuario y a su mobiliario.

72. Ahora bien, si al país hacia el que emigraban ya lo hubieran tenido en sus manos, hubiera
sido preciso edificar un suntuosísimo templo en un lugar exento de toda impureza, empleando
como material costosas piedras; y erigir en derredor de él grandes muros y numerosísimas
residencias para los encargados del culto; y dar el nombre de ciudad sagrada al lugar.

73. Pero, como aún andaban errantes por el desierto, el templo que se adecuaba a su condición
de gente no establecida todavía definitivamente era uno transportable, a fin de que durante
las-marchas y en los campamentos pudieran llevar a él sus ofrendas y realizar todas las
restantes ceremonias religiosas, sin omitir ninguna de las que deben cumplir los que habitan
en ciudades.

74. Determinó, pues, Dios que se construyese una obra inmensamente santa consistente en un
tabernáculo, en cuya construcción fue instruido Moisés por Divinas revelaciones en la
montaña, donde contempló con los ojos del alma las inmateriales formas de los objetos
materiales que habían de construirse. Estas formas debían ser reproducidas a modo de copias
perceptibles por los sentidos, tomadas de un diseño arquetipo, por así decir, y de modelos
aprehensibles solo por la inteligencia.

75. Convenía, en efecto, que la preparación del santuario fuera confiada al verdadero sumo
sacerdote, a fin de que la organización de los ritos propios de las sagradas ceremonias
estuviese en la más completa conformidad y armonía con las construcciones.

76. XVI. Así pues, el diseño del modelo fue impreso en la mente del profeta como una pintura
o un previo moldeado producido secretamente por inmateriales e invisibles formas; y la obra
concreta se ejecutó de conformidad con este diseño, imprimiendo el artista sus características
en las sustancias apropiadas para cada una de ellas.

77.18 La construcción fue como sigue. Cuarenta y ocho pilares 19 de la más incorruptible
madera de cedro, cortados de muy bien formados troncos estaban recubiertos de una gruesa
capa de oro. Cada uno de ellos, además, estaba apoyado sobre dos bases de plata, y llevaba
aplicado en la parte superior un capitel de oro.
18
Para los parágrafos 77 a 83 ver Éx. XXVI, 18 y ss.
19
O postes. En la versión hebrea, en cambio, léese tablones.

78. Cuarenta de esos pilares colocó el artífice en el sentido del largo de la construcción,
veinte, es decir, la mitad, de cada lado; sin dejar separación entre ellos, adaptando y uniendo
cada uno al siguiente de manera que presentara las apariencias de un único muro. En el
sentido del ancho, en la parte trasera, puso los ocho restantes, seis en el espacio central y dos
en los ángulos situados a ambos costados, derecho e izquierdo respecto del centro. En la parte
de la entrada colocó otros cuatro, semejantes a los restantes, salvo que tenían una sola base en
vez de las dos de los pilares opuestos; y más allá de éstos, en la parte más exterior, cinco,
diferentes sólo en las bases, que eran de bronce.

60
79. Por lo tanto, el número total de pilares visibles del tabernáculo, aparte de los dos de los
ángulos, ocultos a la vista, era de cincuenta y cinco, es decir, la suma de los números que van
desde la unidad hasta el número perfecto, que es el diez.20
20
1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 + 8 + 9+ 10 = 55. Ver Sobre la huida y el hallazgo 89 y ss., Sobre
Abraham 244 y Sobre el decálogo 20 y ss.

80. Pero, si se acepta excluir los cinco situados en el propileo, adyacentes al espacio
descubierto llamado atrio, quedará el sacratísimo número cincuenta, o sea, el cuadrado de los
lados del triángulo rectángulo, que es el principio de la generación de todos los seres.21 Este
número cincuenta es la suma de los pilares internos, o sea, de los cuarenta que suman en total
los veinte de cada lado, más los seis de la parte media (posterior), excluidos los ocultos en los
ángulos, más los cuatro opuestos, que sostienen el velo.
21
50 = 32 + 42 + 52. Los números 3, 4 y 5 eran concebidos como los lados de la forma
primaria del triángulo rectángulo, al que se consideraba como "el principio de las figuras y las
cualidades". Ver Sobre la creación del mundo 97. Acerca del número cinco ver también Sobre
las leyes particulares II, 176.

81. Diré el motivo por el que a los cinco una vez los coloco con los cincuenta y otra los separo
de ellos. Cinco es el número de los sentidos; y la sensibilidad en el hombre unas veces se
inclina hacia las cosas exteriores, y otras se vuelve hacia la inteligencia, de la que, conforme
con las leyes de la naturaleza, es sirvienta.

82. Y así, a esos cinco les asignó Moisés la zona limítrofe, puesto que lo que se hallaba del
lado interior a ellos estaba orientado hacia la parte más íntima del tabernáculo, la que
simbólicamente representaba todo lo que concierne al orden mental, en tanto que lo que se
hallaba del lado exterior apuntaba hacia el espacio descubierto y el atrio, los que simbolizaban
el orden de las cosas sensibles. Esa es la razón por la que los cinco diferían también en los
demás en las bases, que eran de bronce. Como la inteligencia es la cabeza y soberana de la
facultad sensorial que hay en nosotros, y el mundo sensible la parte más alejada de aquélla, la
base, por así decir, el artista, que empleó el oro para representar a la inteligencia, usó el
bronce para simbolizar a lo sensible.

83. Las medidas de los pilares eran éstas: diez codos de largo y uno y medio de ancho. De ese
modo el tabernáculo aparecía igual en todas sus partes.

84.22 XVII. Además lo recubrió con telas hermosísimas y de variados colores, usando para su
tejido abundante material de color violeta, púrpura y escarlata, y lino muy fino. Con estos
materiales que acabo de mencionar confeccionó diez cortinas, como en la sagrada escritura las
llama, cada una de las cuales medía veintiocho codos de largo y se extendía hasta cuatro de
ancho, a fin de que en ellas se dieran el diez, que es el número plenamente perfecto; el cuatro,
que es la esencia del diez;23 el veintiocho, un número perfecto igual a la suma de sus
factores;24 y el cuarenta, que es el más prolífico de los números, ya que ése es el tiempo que,
según dicen, tarda la completa formación del hombre en el taller de la naturaleza.25
22
Para los parágrafos 84 a 88 ver Éx. XXVI, 1 a 14.
23
La antigua aritmética denominaba triangulares a aquellos números cuyas unidades podían
ser colocadas de modo de formar un triángulo equilátero. Por ejemplo, las unidades
contenidas en el número "triangular" diez se pueden situar así:

61
*
* *
* * *
* * * *
Se suponía que el lado del triángulo, que en el caso del triángulo correspondiente al número
10 está formado por cuatro unidades, poseía las propiedades pertenecientes al total, en el
ejemplo el 10. Por eso dice Filón que el cuatro es la esencia del 10.
24
1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28. Ver Sobre la creación del mundo 101.
25
El período de gestación de una criatura dura 40 semanas, vale decir, unos 10 meses lunares.

85. Los veintiocho codos de las cortinas estaban distribuidos de esta manera: diez a lo largo
del techo, pues esa era la anchura del tabernáculo; y los restantes, a los costados, nueve por
cada lado, para cubrir los tablones; quedando desde el suelo una distancia libre de un codo, a
fin de que la hermosísima tela sagrada no se arrastrase.

86. De los cuarenta codos que sumaban los anchos de las diez cortinas treinta correspondían
al largo del tabernáculo, pues esa era su medida; nueve, a la parte posterior, y el resto, a la que
daba al vestíbulo, para que allí se uniera toda la cobertura.

87. El velo estaba colocado sobre el propileo. Pero en cierta medida también las cortinas eran
velos, no sólo porque ocultaban el techo y los muros, sino también por estar tejidas con las
mismas clases de materiales de color violeta, púrpura y escarlata y lino muy fino. Y también
de los mismos materiales fueron fabricados el velo y el llamado cubridor.26 Aquél estaba
colocado del lado interior a lo largo de los cuatro pilares, a fin de que ocultase la parte más
interna del santuario; y el cubridor, del lado exterior a lo largo de los cinco pilares, para que
ninguna persona no consagrada pudiera, ni siquiera desde lejos, ver el sagrado recinto.
26
En realidad en el pasaje bíblico se designa como epípastron = velo o cortina, este velo de la
puerta del tabernáculo, en tanto que el término kálymma = cubridor se emplea para designar
lo que Filón en el parágrafo 93 llama hyphasma = tejido, velo.

88. XVIII. Al escoger los materiales para la confección de las telas los seleccionó por su
superior calidad, entre los innumerables posibles, en número de cuatro, o sea, el mismo que el
de los elementos con los que fue formado el mundo: tierra, agua, aire y fuego; y tales que
guardaban una determinada relación con respecto a dichos elementos. En efecto, el lino pro-
cede de la tierra, y la púrpura, del agua; el color violeta oscuro se asemeja al aire pues éste es
negro por naturaleza; y el escarlata, al fuego pues uno y otro son rojo vivo. Es que era preciso
que al fabricar un templo producto de la mano del hombre, dedicado al Padre y Soberano del
universo, echase mano a sustancias semejantes a aquellas con las que Él fabricó dicho
universo.

89. Así pues, de la manera indicada fue construido el tabernáculo, a modo de un sagrado
templo. El recinto exterior abarcaba un área de cien codos de largo por cincuenta de ancho, y
tenía pilares separados entre sí por una distancia regular de cinco codos, de modo que en total
sumaban sesenta, distribuidos cuarenta a lo largo y veinte a lo ancho, por mitades de cada
parte.

90. El material de los pilares era cedro en la parte interna y plata en la superficie, y las bases
de todas ellas eran de bronce, siendo sus alturas de cinco codos, ya que le pareció bien al
artífice reducir exactamente a la mitad la altura del llamado atrio, con el fin de que el
tabernáculo resultara visible por ser su altura doble de la de aquél. Adaptadas a la altura y

62
separación de los pilares iban delgadas telas, semejantes a velas, cuyo fin era impedir la
entrada a toda persona impura.

91. XIX. Ahora bien, la distribución general era la siguiente. En el medio se asentaba el
tabernáculo, cuyas dimensiones eran treinta codos de largo y diez de ancho, incluido el
espesor de los tablones. La distancia entre el tabernáculo y el cerco del atrio era la misma en
tres partes: en las dos laterales y en la posterior; y era de veinte codos. En cambio, la distancia
en la parte del propileo era, naturalmente, mayor a causa de la gran cantidad de los que allí
entraban; y alcanzaba a cincuenta codos. De esa manera se llegaban a completar los cien
codos del atrio, sumando los veinte de la parte posterior, y los treinta que abarcaba el
tabernáculo a los cincuenta correspondientes a la parte de las entradas.

92. El propileo del tabernáculo estaba colocado en el límite central entre dos distancias de
cincuenta codos, una en dirección al oriente, donde estaban las entradas, y la otra hacia el
occidente, donde se extendía el tabernáculo y el espacio posterior.

93. En donde comenzaba la entrada al atrio se había construido otro hermosísimo y amplio
propileo con cuatro pilares, a lo largo de los cuales extendíase un velo multicolor fabricado de
la misma manera que los correspondientes al tabernáculo y con los mismos materiales.

94. Juntamente con estas construcciones se iban fabricando también los muebles sagrados: el
arca, los candelabros,- la mesa, el altar del incienso y el altar de los holocaustos. El altar de
los holocaustos estaba ubicado al aire libre frente a la entrada del tabernáculo,27 a una
distancia suficiente como para que los oficiantes dispusieran de espacio para el diario
cumplimiento de los sacrificios.
27
Éx. XL, 6 y 29.

95.28 XX. El arca estaba colocada adentro, en el inaccesible interior del santuario, tras los
velos. Llevaba por dentro y por fuera un suntuoso revestimiento de oro, y la cubría una
especie de tapa que los sagrados libros llaman propiciatorio.
28
Éx. XXVI, 10 a 22.

96. El ancho y el largo del mismo están especificados, no así su altura, por lo que se
asemejaba muchísimo a la superficie plana de la geometría; lo cual, al parecer, es con
referencia a lo Divino un símbolo de la potencia propicia29 de Dios, y en el orden de lo
humano, un símbolo de la inteligencia propicia para consigo misma, inteligencia que, en su
amor por la modestia y con la ayuda del saber, está resuelta a reprimir y aniquilar a la
presunción, que intenta elevarla hacia una irracional altivez 30 y llenarla de vano orgullo.
29
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.
30
El sentido del término griego hypsos es altura, elevación o cima, sentido que trasladado al
plano ético equivale a autoexcitación, altivez o arrogancia. Esta aclaración es necesaria para
advertir en qué se funda Filón para afirmar que la eliminación de la presunción está
simbolizada en la prácticamente inexistente altura del propiciatorio.

97. Mientras el arca es el recipiente de las leyes, ya que en ella se depositan las revelaciones
de los oráculos, la tapa llamada propiciatorio sirve de apoyo a dos seres alados, que en la len-
gua de nuestros ancestros se llaman querubines; término que los griegos traducirían por
"mucho conocimiento" o "mucha ciencia".31
31
O quizá, reconocimiento y mucha ciencia. Es imposible determinar el sentido exacto de la
expresión, griega.

63
98. Hay quienes sostienen que, como están situados uno enfrente del otro, y el cielo todo es
alado,32 se trata de símbolos de los dos hemisferios, el que está encima de la tierra y el que
está debajo.33
32
Tal vez haya de interpretarse esto en el sentido de que las esferas que lo forman están,
según la antigua astronomía, en perpetuo movimiento en el ámbito extraterrestre y
extraacuático, ambiente en el que sólo las creaturas aladas pueden sostenerse y avanzar.
33
Ver Sobre los querubines 21 y ss.

99. Yo, por mi parte, diría que son representaciones alegóricas de las dos más augustas y
elevadas potencias del Que Es: la creadora y la real. Su potencia creadora es llamada Dios, y
es aquella por medio de la cual estableció,34 creó y ordenó este universo; en tanto que la real
es llamada Señor, pues es aquella mediante la cual gobierna y rige con firmeza y justicia
cuanto ha llegado a existir.
34
Como en otros lugares, Filón asocia theós = Dios, con títhemi = coloco, establezco.

100. En efecto, siento el único verdaderamente existente, es indudablemente también el


Creador, pues llevó a la existencia aquello que no existía; y es, a la vez, el Rey por naturaleza,
puesto que a ninguno toca con más derecho el mando sobre las creaturas que a su Creador.

101. XXI. En el espacio que separaba los cuatro pilares de los otros cinco, espacio que puede
con propiedad denominarse propileo del templo, y que estaba cerrado por dos velos, el
interno, llamado "velo extendido", y el externo, denominado "cubridor" situó los tres muebles
restantes del moblaje mencionado. El altar del incienso,35 símbolo del agradecimiento por la
tierra y el agua, agradecimiento que era un deber manifestar en atención a los beneficios
derivados de una y otra, lo ubicó en el centro, puesto que estos dos elementos tienen asignado
el lugar central del mundo.
35
Éx. XXX, 1 y 2.

102. El candelabro,36 con el que simbolizaba los movimientos de los luminosos astros, lo
colocó en el lado que daba al sur, pues el sol, la luna y los demás astros describen sus
revoluciones en el sur, muy alejados del norte. Del candelabro central nacen seis brazos, tres
de cada lado, con lo que el número total se eleva a siete.37
36
Éx. XXV, 31 y ss. Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas 221 a 225.
37
Es decir, el candelabro o brazo central más los seis laterales.

103. En la parte superior de cada uno de ellos había un portalámparas y una lámpara, siete
símbolos de los que los hombres de ciencia llaman planetas. El sol, en efecto, que, como el
candelabro, está ubicado en el cuarto lugar en medio de los seis, ilumina a los tres astros de
arriba y a otros tantos situados debajo, templando así ese instrumento de una música
armoniosa y verdaderamente Divina.

104. XXII. La mesa sobre la que se ponían panes y sales estaba situada en el lado que daba al
norte, en razón de que los vientos del norte son lo más favorables para la producción de
alimentos.

105. Y, como los alimentos proceden del cielo y de la tierra, pues el primero envía las lluvias
y la segunda lleva hasta su pleno desarrollo las simientes regadas por aquéllas, junto a la mesa
estaban situados los símbolos del cielo y de la tierra. Estos símbolos, como anteriormente se
indicó, eran el candelabro, símbolo del cielo; y el acertadamente 38 llamado altar del incienso,

64
símbolo de las cosas terrestres, de las que surgen los vapores aromáticos.
38
Tal acierto no es advertible en español, pero téngase presente que en griego exhalación o
vapor es anathymíasis, y altar del incienso, o literalmente lugar del vapor o déla exhalación,
se dice thymiatérion.

106. Moisés acostumbra llamar guardián de los sacrificios 39 al altar situado al aire libre,
como si este altar, que consume las víctimas sacrificadas fuera en realidad guardián y custodio
de los sacrificios. Pero no se refiere a los miembros y partes del cuerpo de las víctimas, los
que por naturaleza están destinados a ser consumidas por el fuego, sino a las intenciones del
ofrendante.
39
Guardián de los sacrificios. El término thysiastérion significa lugar de los sacrificios, pero
Filón asocia el sufijo locativo -teño = lugar de, con el adjetivo teretikós = guardián o
protector, y atribuye al vocablo el sentido de guardián o protector de los sacrificios, para
concluir luego que ex'ste una contradicción entre el objeto al que se aplica el altar y lo que su
nombre sugiere.

107. Porque, si éste es irreflexivo e injusto, sus sacrificios no son tales, sus oblaciones son
sacrílegas y sus plegarias están fuera de lugar, y todo ello concluye en una total destrucción,
ya que con esos sacrificios solo aparentes, no es la remisión de las faltas lo que logra, sino
actualizar su recuerdo.

108. Si, en cambio, el oferente es santo y justo, el sacrificio permanece en firme, aunque las
carnes se consuman; y más aún, aunque no haya presentado víctima alguna en absoluto ante el
altar. Porque, ¿qué oblación verdadera puede haber fuera de la piedad del alma amada por
Dios, cuya acción de gracias alcanza la inmortalidad y es registrada en las Divinas estelas,
compartiendo una vida eterna con «1 sol, la luna y el mundo todo?

109.40 XXIII. A continuación de estas cosas el artífice preparó para el futuro sumo sacerdote
la vestidura, cuyo tejido constituía una obra de inmensa y maravillosa hermosura, consistente
en dos prendas: la túnica y el llamado efod.41
40
Para los parágrafos 109 a 116 ver Éx. XXVIH.
41
Efod es una castellanización del término hebreo. En el texto griego se lee epomís,
literalmente cubrehombros.

110. La túnica era de aspecto bastante uniforme, ya que toda ella era de color violeta oscuro,
con excepción de las partes próximas al borde inferior, pues éstas estaban matizadas con
bellotas de granada de oro, campanillas y flores bordadas.

111. El efod, 41 obra sumamente suntuosa y artística, fue confeccionado con consumada
pericia mediante las ya mencionadas clases de materiales de color violeta oscuro, púrpura y
escarlata y lino fino, con hilo de oro entretejido. En efecto, hojas de oro cortadas en finas
hebras estaban tejidas con cada hilo.
41
Efod es una castellanización del término hebreo. En el texto griego se lee epomís,
literalmente cubrehombros.

112. En las extremidades de los hombros iban aplicadas dos preciosísimas piedras de va-
liosísima esmeralda, en las cuales estaban escritos los nombres de los patriarcas, seis en cada
una, doce en total. Sobre el pecho iban otras doce piedras de gran valor, diferentes en los
colores, semejantes a sellos y dispuestas en cuatro hileras de tres cada una, las que estaban
aplicadas al llamado lugar del logos. 42

65
42
Una vez más he debido recurrir a la transliteración del término griego logos, ya que, como
claramente se desprende de las reflexiones que Filón teje a propósito del pectoral del sumo
sacerdote, toma el vocablo en sus dos acepciones de razón o pensamiento racional (lógos
endiáthetos) y palabra (lógos prophorikós o gegonos). Si, como algunos traductores lo hacen,
tradujera logeion por lugar de la razón, tomaría solo parcialmente el complejo sentido de
lógos, y además entorpecería la comprensión de varias de las conclusiones que Filón extrae
aquí de ambos conceptos precisamente. Sería también posible traducirlo por lugar de la razón
y la palabra, pero se me ocurre que la brevedad del término lógos simplifica las cosas.

113. Estaba hecho éste en forma de cuadrado y era doble, a modo de una base para sostener
dos virtudes: la clara mostración y la verdad. El conjunto estaba colgado del efod mediante
cadenitas de oro, fuertemente prendido de él a fin de que no se soltase.

114. Una lámina de oro fue trabajada para darle forma de una corona. En ella estaban
grabadas las cuatro letras de un nombre 43 que sólo es lícito escuchar en los lugares santos a
los que tienen purificados los oídos y la lengua por la sabiduría, y no a otro alguno en
absoluto, ni en otro lugar.
43
Dicho nombre es YAVE (YAHVE). Posiblemente se trate de un dato conservado por la
tradición, ya que nada dice el texto bíblico al respecto.

115. Este nombre tenía cuatro letras, según dice aquel conocedor de las verdades tocantes a
Dios, quien probablemente les asignó el carácter de símbolos de los primeros números: el
uno, el dos, el tres y el cuatro, puesto que en los cuatro están comprendidos todos los
elementos geométricos, que son medidas de todas las cosas, a saber, el punto, la raya, la
superficie y el sólido; y las mejores armonías musicales: el intervalo de cuarta, el de quinta, el
de octava y el de doble octava, cuyas respectivas relaciones son cuatro a tres, tres a dos, dos a
uno y cuatro a uno. El cuatro contiene además las otras innumerables virtudes, de las que me
he ocupado detalladamente en mi tratado sobre los números.44
44
Ver Sobre la creación del mundo 52.

116. Debajo de la corona iba una mitra a fin de que la lámina no tocara la cabeza. Además se
confeccionó un turbante, por cuanto el turbante es usado habitual-mente por los reyes
orientales en lugar de la diadema.

117. XXIV. Tal era la vestidura del sumo sacerdote. Pero no podemos dejar de referirnos al
significado de ella y de sus partes.45 El conjunto resulta ser una réplica e imitación del mundo,
en tanto sus partes lo son de cada una de las partes de éste.
45
El simbolismo de la vestidura del sumo sacerdote está tratado también, aunque menos
detalladamente, en Sobre las leyes particulares I, 85 a 95, y Sobra la migración de Abraham

118. Hemos de comenzar con la prenda que baja hasta los pies. Esta túnica, toda ella de color
violeta oscuro, es representación del aire, pues el aire es negro por naturaleza y constituye en
cierto modo una vestidura que llega hasta los pies, pues se extiende desde las elevadas
regiones lunares hasta los confines de la tierra y se expande por todas partes. De allí que
también la túnica se extienda en torno de todo el cuerpo desde el pecho hasta los pies.

119. A la altura de los tobillos se destacan sobre ella bellotas de granada, flores bordadas y
campanillas. Las flores son símbolo de la tierra, puesto que todo cuanto germina y florece
procede de la tierra; las bellotas de granadas, que merecen tal nombre por el fluir de su jugo,46
son símbolo del agua; en tanto que las campanillas47 lo son del armonioso concierto de estos

66
elementos, ya que ni la tierra sin el agua, ni el agua sin la sustancia terrestre son capaces de
producir nada por sí solas, y únicamente se logra tal cosa mediante la unión y combinación de
ambas.
46
En el texto griego se lee rhóiskos (diminutivo de rhoiá — granada), que designa las
pequeñas bellotas de granada que adornaban la parte inferior de la túnica del sumo sacerdote.
Su paráfono, diminutivo de rhoia = corriente del río, significa pequeña corriente, arroyuelo.
Filón, guiándose por la parafonía, entiende que granada es sinónimo de fruto que fluye o fruto
cuyo jugo fluye.
47
Es de advertir que no se trata de las flores así llamadas, sino de pequeñas campanas de oro,
cuyo sonido musical le sugiere a Filón la idea de la armonía o armoniosa combinación del
agua y la tierra.

120. La ubicación de las bellotas de granada, las flores bordadas y las campanillas es un
clarísimo testimonio de lo señalado, por cuanto, así como éstas se hallan en los extremos de la
túnica que llega hasta los pies, del mismo modo a los elementos de los que ellos son símbolos,
es decir, la tierra y el agua, les ha tocado la región más baja del mundo, donde al unísono con
la armonía del universo manifiestan sus particulares poderes en períodos determinados de
tiempo y en las estaciones apropiadas.

121. La túnica, pues, con los objetos adheridos en la parte de los tobillos, es símbolo de los
tres elementos, aire, agua y tierra, de los que proceden y en los que viven todas las especies
mortales y perecederas. Prueba acabada de ello es el hecho de que, así como la túnica es una
sola, también los tres mencionados elementos están incluidos en una sola especie, puesto que
todo cuanto existe de la luna hacia abajo se halla sujeto sin excepción a cambios y
alteraciones;48 y de que, así como las bellotas de granada y las flores bordadas penden de la
túnica, también la tierra y el agua están, en cierto modo, suspendidos del aire, pues el aire es
el soporte de ellos.
48
Vale decir, constituyen la especie sujeta a mutación, por oposición a las inmutables
naturalezas celestes.

122. Apoyados en razonables conjeturas, las consideraciones que siguen llevan a la


conclusión de que el efod es símbolo del cielo. En efecto, en primer lugar, las dos piedras
circulares de esmeralda aplicadas en lo alto de los hombros son signos o bien, como piensan
algunos, de aquellos astros soberanos del día y de la noche que son el sol y la luna; o bien,
como podríamos afirmar nosotros aproximándonos más a la verdad, de uno y otro hemisferio,
ya que, al igual que las piedras, ambos son iguales, el que está sobre la tierra y el de abajo, y
es ajeno a la naturaleza de uno y otro el disminuir o aumentar su tamaño como lo hace la luna.

123. El color también lo confirma, puesto que la apariencia del cielo todo, tal como se
presenta a nuestra vista, es semejante a una esmeralda. Correspondía, además, que en cada
una de las dos piedras estuvieran grabados seis nombres, por cuanto cada uno de los dos
hemisferios, al dividir en dos el zodíaco, encierra seis de sus signos.

124. En segundo lugar, las doce piedras que van sobre el pecho, que son de distintos colores y
están distribuidas en cuatro grupos de tres, ¿qué otra cosa pueden significar sino el círculo del
zodíaco? También este círculo, en efecto, dividido en cuatro partes, constituye con tres signos
cada una de las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno, es decir cuatro
variantes cada una de las cuales tiene una duración determinada por tres signos, y reconocible
gracias a las revoluciones que el sol describe conforme a una ley matemática inmutable,
firmísima y verdaderamente Divina.

67
125. Por lo tanto, dichas piedras se adecuaban también al con toda propiedad llamado lugar
del logos,49 ya que las variaciones y las estaciones del año se ajustan a un racional principio
de orden y regularidad; y, lo que es más asombroso, testimoniando a través del cambio
estacional su permanencia sin término.
49
Téngase presente lo aclarado en la nota 42.

126. Acertado y sumamente apropiado es el hecho de que sean distintos los colores de las
doce piedras, sin que ninguna de ellas sea igual a otra, ya que también en el zodíaco cada uno
de los signos origina ciertos matices 50 particulares en el aire, en la tierra, en el agua, en los
accidentes de éstos y en todas las especies de animales y vegetales.
50
O literalmente: Cierto color.

127. XXV. No es desacertado, por otra parte, el que el lugar del logos sea doble, pues doble es
el logos tanto en el plano universal como en la naturaleza del hombre. En el universo se da,
por una parte, relacionado con las incorpóreas y arquetípicas formas ejemplares, con las que
ha sido forjado el mundo aprehensible solo por la inteligencia; y, por otra, vinculado con las
cosas visibles, que son imitaciones y copias de aquellas formas ejemplares, y con las cuales
fue construido este mundo sensible. En el hombre una forma del logos pertenece a su intimi-
dad, en tanto que la otra se exterioriza en la palabra, siendo la primera como una fuente, de la
que la otra fluye en el acto de la palabra. 51 Aquella tiene por sede la facultad rectora;52 la de
la expresión oral reside en la boca, la lengua y el resto del aparato de la fonación.
51
Ver Sobre los querubines, nota 6.
52
6 sea, la inteligencia.

128. Con sumo acierto el artífice asignó al lugar del logos la forma de cuadrado, dando a
entender figuradamente que el logos, así en el orden de la naturaleza como en el del hombre,
debe estar sólidamente establecido en todas partes sin que ni la más mínima alteración lo
afecte. Por esta razón les atribuyó además las dos mencionadas virtudes: la clara mostración y
la verdad. El logos, 53 en efecto, es en la naturaleza verídico y todo lo pone de manifiesto; en
tanto que en el hombre sabio, a imitación de aquél, tiene la misión y el deber de evitar toda
falsedad, rendir culto a la verdad y no oscurecer por recelos nada de aquello cuya revelación
beneficiará a los que reciben instrucción.
53
Resulta sumamente difícil el decidirse acerca de si se trata de dos logos, como en unos
pasajes declara expresamente Filón, o si se trata de uno solo desdoblado por sus esferas de
acción y los cometidos específicos, como también claramente se desprende de otras
afirmaciones suyas.

129. Pero también a los dos logos que se dan en nuestro ser, tanto al que se exterioriza en el
habla como al que pertenece a su intimidad, les asignó como propias ambas virtudes; al logos
traducido en palabra la clara mostración; al logos íntimo la verdad. Corresponde, en efecto,
que la inteligencia rechace de plano toda falsedad; y a la expresión del pensamiento el evitar
toda traba a cuanto favorezca la mostración más exacta posible.

130. Con todo, ninguna utilidad se deriva de un logos que proclama enfáticamente cosas
hermosas y provechosas, si las obras del que las expresa no están de acuerdo con ella. En
consecuencia, entendiendo que el logos no debe estar disociado de las obras, sujetó Moisés el
lugar del logos al efod, de modo que no se separase de él pues hizo del nombro un símbolo de
acción y obra.

68
131. XXVI. Tales son las enseñanzas que Moisés dio a conocer a través de la sagrada
vestidura. Sobre la cabeza del sacerdote colocó, en vez de una diadema, un turbante, por
entender que durante el ejercicio de sus funciones el consagrado a Dios como sacerdote es
superior no sólo a todos los hombres comunes sino también a todos los reyes.

132. En la parte superior del turbante está la placa de oro sobre la cual se hallan grabados los
caracteres de las cuatro letras en las que, se nos dice, se expresa el nombre del Que Es;
significando que es imposible que ser alguno de cuantos existen perdure sin invocarlo, ya que
es Su bondad y Su potencia propicia lo que da consistencia a todas las cosas.

133. Vistiendo estas prendas y ornamentos es como se dirige el sumo sacerdote para cumplir
las sagradas funciones, a fin de que, cada vez que ofrece las ancestrales plegarias y sacrificios,
el mundo todo entre junto con él a través de las representaciones que del mismo lleva sobre sí,
que son: del aire la túnica que llega hasta los pies; del agua las bellotas de granada; de la tierra
los bordados de flores; del fuego el color escarlata; de los dos hemisferios, por sus formas
semejantes a ellos, las esmeraldas circulares puestas en lo alto de los hombros, en cada una de
las cuales hay seis grabados; del zodíaco, las doce piedras distribuidas en cuatro hileras de
tres sobre el pecho; y de aquel 54 que todo lo conserva y administra, el lugar del logos.
54
Es decir, del logos.

134. La razón de tal compañía es la necesidad de que quien ha sido consagrado al Padre del
mundo recurra a la intersección de Su hijo, 55 perfectísimo en sus excelencias, para recabar el
olvido de las faltas y la provisión de bienes abundantísimos.
55
Su hijo es el mundo, que, como se dice más arriba, simbolizado en las vestiduras y adornos
del sumo sacerdote, penetra con éste en el santuario cuando el mismo va a elevar sus preces y
ofrecer sacrificios.

135. Y quizá también lo que Moisés persigue es enseñar al servidor de Dios que, si bien está
más allá de sus posibilidades el ser digno del Hacedor del mundo, al menos puede intentar ser
permanentemente digno del mundo; y que, pues viste prendas que son representación de éste,
es su primer deber el llevar grabado el modelo en su inteligencia y transformarse, en cierto
modo, de hombre en la naturaleza del mundo; y, si es lícito decirlo (y lo lícito cuando se trata
de la verdad es no mentir), ser un pequeño mundo.

136.56 XXVII. Fuera del propileo, junto a las entradas, había una bañera de bronce, para cuya
Construcción el artífice no empleó material virgen, como es usual en estos casos, sino objetos
ya cuidadosamente trabajados con otro propósito distinto, que con todo celo y emulación
habían traído las mujeres rivalizando en piedad con los hombres, resueltas a alcanzar el
galardón en la noble puja y a esforzarse en la medida de sus posibilidades para no quedarse a
la zaga de aquéllos en cuanto a santidad.
56
Para los parágrafos 136 a 140 ver Éx. XXXVIII, 26 y 27. Ver Sobre la migración de
Abraham 98.

137. En efecto, con espontánea buena voluntad, sin que nadie se lo prescribiese, ofrendaron
los espejos que usaban para el aderezo y embellecimiento de sus personas, primicia
sumamente apropiada de su buen sentido, de su pureza en el matrimonio e, indudablemente,
de la hermosura de sus almas.

138. Pareció bien al artífice recibirlos y, después de fundirlos, dedicarlos a la fabricación de la


bañera exclusivamente, a fin de que los sacerdotes, cuando se dispusieran a entrar en el

69
templo a cumplir los ritos establecidos, la emplearan para abluciones, particularmente para el
lavado de los pies y manos; acto este que constituye un símbolo de una vida irreprochable, de
una existencia pura empleada en loables acciones, que avanza rectamente, no a través del
tortuoso camino, o hablando con más propiedad, de la intransitable senda del vicio, sino por el
camino real de la virtud.

139. "Aquel que se apreste a purificarse con aspersiones", dice por consiguiente Moisés,
"tenga presente que el material de esta bañera procede de espejos, a fin de que, como en un
espejo, contemple su propia inteligencia; y de que, si apareciere alguna vergonzosa señal
originada en la irracional pasión o en el placer, que lo excite y aliente a obrar contra la
naturaleza; o en el dolor, que, al revés, lo frena y abate; o en el miedo, que desvía y tuerce el
recto curso de sus intenciones; o en el apetito, que arrastra e impele violentamente hacia las
cosas no presentes; pueda remediarlo, sanar y adquirir la belleza genuina y legítima.

140. Porque, mientras la del cuerpo es una belleza consistente en la buena proporción de las
partes, en el buen color de la tez y en la lozanía de las carnes, y es breve el tiempo de su
florecer, la de la inteligencia, en cambio, reside en la armonía de las doctrinas y en el
concierto de sus virtudes, y no se marchita con el correr del tiempo; antes bien, a medida que
éste pasa, se renueva y rejuvenece, embellecida con el espléndido color de la verdad, de la
recíproca adecuación entre las palabras y las obras, y, también de las intenciones con las
palabras y obras".

141. XXVIII. Después que hubo sido instruido en lo que respecta a los modelos del sagrado
tabernáculo, y una vez que él hubo, a su vez, instruido a hombres dotados de agudeza de en-
tendimiento y natural capacidad para que tomasen a su cargo y llevasen a buen término las
obras que era preciso fabricar; y luego de que la construcción del sagrado tabernáculo se llevó
a cabo sin inconvenientes, fue preciso también que Moisés escogiera como sacerdotes a los
más aptos para ello, y que éstos aprendieran con tiempo de qué manera correspondía llevar las
ofrendas al altar y realizar los sagrados ritos.

142. Por lo tanto, escogió entre todos a su hermano para sumo sacerdote en mérito a sus
superiores cualidades, y eligió a los hijos de éste para sacerdotes; y lo hizo, no porque
concediera preferencia a su propia familia, sino por la piedad y santidad que en estos hombres
advertía. Una clara prueba de ello es la siguiente. A ninguno de sus propios hijos, y dos eran
los que tenía, lo consideró digno de esa distinción, aunque no hubiera podido dejar de
escogerlos, a ambos si en alguna medida hubiera pesado en sus decisiones el apego por las
cosas propias.

143.67 Con la aprobación de la nación entera, y ajustándose a las directivas de los oráculos,
puso a aquéllos en posesión de sus funciones de una manera completamente desusada y digna
de ser recordada. Comenzó por lavarlos con agua de fuente, la más pura y vivificante de las
aguas, y luego les colocó las sagradas vestiduras; a su hermano la túnica hasta los pies y el
efod semejante a una coraza, es decir, la túnica de variada confección, representación del
universo; a sus sobrinos túnicas de lino; y a uno y otros cinturones y pantalones.
67
Para los parágrafos 143 a 152 ver Éx. XXIX, y Lev. VIII.

144. Los cinturones se los puso para que estuvieran libres de trabas y más prestos para su sa-
grado ministerio, al estar sujetos los sueltos pliegues de las túnicas; los pantalones", para que
no fuera visible ninguna de las partes que corresponde ocultar, sobre todo al ascender al altar
o al bajar desde arriba de él, y al realizar todas las ceremonias con diligencia y rapidez.

70
145. Porque, si sus vestimentas no hubieran sido preparadas con tanto cuidado en previsión de
inesperados accidentes, a causa de la diligente celeridad puesta en el cumplimiento de los ritos
se hubiera advertido su desnudez y no hubieran podido conservar el decoro debido a los
lugares sagrados y a las personas consagradas.

146. XXIX. Una vez que los hubo provisto de los vestidos, tomó del más fragante ungüento
preparado por el arte de los perfumeros, y untó primero los objetos del espacio abierto, es
decir, el altar 68 y la bañera, echándoles de él siete veces; luego el tabernáculo y cada uno de
los sagrados muebles, ó sea, el arca, el candelabro, el altar del incienso, la mesa, los vasos de
libaciones, las redomas y todos los demás utensilios necesarios y útiles para los sacrificios; y
finalmente, llegándose al sumo sacerdote, le ungió la cabeza con abundante óleo.
68
El altar de los holocaustos.

147. Cumplidas con religiosa solemnidad estas cosas, mandó traer un becerro y dos moruecos;
el primero para ofrecerlo por la remisión de las faltas, revelando así que a toda creatura, por
excelente que fuere, le es connatural el cometer faltas, por el sólo hecho de haber sido creada;
y que por esa razón es preciso que apacigüe a la Divinidad con plegarias y sacrificios a fin dé
que no se agite Su cólera y caiga sobre ella.

148. De los moruecos uno fue destinado a un holocausto en acción de gracias por Su gobierno
del universo, gobierno cuya eficacia a cada uno alcanza en la medida que le corresponde, al
recibir cada uno los beneficios que sus elementos brindan: la tierra, la habitación y los
alimentos que produce; el agua, la bebida, el baño y la navegación; el airé, la respiración y las
percepciones a través dé los sentidos, ya que el aire es el instrumento de todos ellos, así como
también las estaciones del año; el fuego de uso corriente, las cocciones y la calefacción; y el
fuego del cielo, la claridad y la posibilidad de ver todo lo que es visible.

149. El otro morueco lo ofreció por el perfeccionamiento de los que se consagraban mediante
una santificadora purificación. Por ello lo llamó con acierto morueco del perfeccionamiento,
puesto que aquellos iban a ser iniciados en los sagrados ritos 59 correspondientes a los
servidores y ministros de Dios.
59
Como estos ritos denomínanse teletái, término emparentado etimológicamente con teléiosis
= perfeccionamiento, Filón recurre al juego de palabras para su deducción.

150. Habiendo recogido la sangre de la víctima, una parte la fue derramando alrededor del
altar, y la otra la recibió en una redoma que colocó debajo, y con ella untó tres partes del
cuerpo de los admitidos en el sacerdocio: la extremidad de la oreja, la mano y el pie, derechos
todos; enseñando mediante este simbolismo que es preciso que el consagrado 60 sea puro en
sus palabras, en sus obras y en su vida toda. El oído, en efecto, juzga la palabra, la mano es
símbolo de la acción y el pie lo es del tránsito a través de la vida.
60
Literalmente: el perfecto = télelos.

151. Y como en cada caso la parte ungida lo fue en su extremo y era ella del lado derecho,,
debemos suponer que lo que quería demostrar era que el progreso en todos los órdenes
requiere destreza 61 y tiende a alcanzar la cima 62 de la felicidad y la meta 63 hacia la que es
preciso esforzarse y a la que deben estar referidas todas las acciones, haciéndola el blanco de
nuestra vida hacia el que, como arqueros, debemos lanzar nuestras flechas.
61
Otro juego de palabras, éste entre dexiá = derecha, diestra, y dexiótes = destreza,
habilidad.

71
62
O extremo, con lo que se advierte en la referencia a la unción en el extremo de cada una de
las tres partes.
63
O perfección = télos, término que recalca los conceptos expresados poco más arriba con
téleios = perfecto, teletái = iniciados, y teléiosis — perfeccionamiento.

152. XXX. El primer paso fue, pues, untar en las tres mencionadas partes a los sacerdotes con
la sangre sin mezcla de una misma víctima, llamada del perfeccionamiento. Después,
tomando la sangre que había sobre el altar, que procedía de todas las víctimas, y algo del ya
mencionado ungüento que habían preparado a base de perfumes; tras mezclar el óleo con la
sangre, derramó la mezcla sobre los sacerdotes y sus vestiduras. Con ello quería hacerlos
partícipes no sólo de la santidad de afuera y a cielo abierto, sino también de la oculta en lo
íntimo del santuario, puesto que también iban a cumplir sus sagradas funciones en la parte
interior, dentro de la cual todas las cosas habían sido ungidas con óleo.64
64
Lo que posiblemente deba entenderse es que la unción de las tres partes en sus extremos, es
decir, en el sector más externo, simboliza la pureza y santidad que han de observarse fuera del
sancta santorúm, en tanto que la unción del cuerpo total y las ropas que lo ocultan, tendía a
comunicar aquella santidad que el santuario encierra en su intimidad.

153.65 Luego de que ofrecieron, además de los anteriores, otros sacrificios, algunos los
sacerdotes por ellos mismos; otros la asamblea de ancianos por la nación entera, Moisés
penetró en el tabernáculo llevando consigo a su hermano. Era el octavo y último día de las
ceremonias, ya que en los siete precedentes se había dedicado a iniciar en el sacerdocio y
asesorar en cuanto a los sagrados ritos a aquél y a sus sobrinos. Una vez adentro, le enseñó,
como un buen instructor a un discípulo capaz, la manera como el sumo sacerdote debía llevar
a cabo las ceremonias dentro del recinto.
65
Para los parágrafos 153 a 158 ver Lev. IX.

154. Luego salieron de allí ambos y, con las manos extendidas delante de sus cabezas,
formularon plegarias provechosas para nuestra nación con una pura y muy santa intención. Y
mientras aún estaban en oración, sucedió algo pasmoso en extremo. Del interior del santuario
surgió de improviso una compacta llama, que bien pudo ser una porción de purísimo éter, bien
aire diluido en fuego por una natural -transformación de un elemento en otro: Con firme
impulso la misma llegó hasta el altar y consumió cuanto sobre él había; con lo que, entiendo
yo, quedó clarísimamente demostrado que ninguno de los ritos se había cumplido sin la
Divina supervisión.

155. Era natural, en efecto, que un especial don le fuera otorgado al santo lugar, no solo en
aquello que los hombres habían elaborado, sino además en lo más puro de los elementos, el
fuego, a fin de que el otro, el fuego de uso común entre nosotros, no entrara en contacto con el
altar, tal vez a causa de las innumerables imperfecciones a las que está vinculado.

156 Porque esté último fuego se aplica no sólo para asar y cocer irracionales seres vivientes
con miras al injusto hartazgo del miserable vientre, sino también el exterminio de seres
humanos a causa de ajenas insidias, y no de unos pocos sino de innumerables multitudes.

157. Ejemplos no faltan: flechas portadoras de fuego han sido arrojadas y han incendiado
grandes flotas repletas de tripulantes, y destruido ciudades enteras, que, consumidas por el
fuego hasta los cimientos, han sido reducidas a cenizas, al punto de no quedar ni huellas de la
antigua concentración humana.

72
158. Tal fue, a mi parecer, la razón por la que Dios excluyó del sacratísimo y purísimo altar el
fuego común, considerándolo contaminado; y en su lugar hizo llover desde el cielo una etérea
llama, distinguiendo de ese modo lo sagrado de lo profano, lo Divino de lo humano.
Convenía, en efecto, que a los sacrificios rituales se les asignara un fuego de naturaleza más
incorruptible que el que está al servicio de las humanas necesidades.

159. XXXI. Siendo muchos los sacrificios que necesariamente se ofrendaban cada día, sobre
todo en las públicas asambleas y en las fiestas, ya por cada uno privadamente ya por todos en
común, y por innumerables y diversos motivos; y tratándose de una nación numerosa, que
demostraba tal piedad era menester que hubiera también una gran cantidad de servidores del
templo para los sagrados servicios.

160. Una vez más la elección tuvo características completamente nuevas y desacostumbradas.
Moisés escogió una de las doce tribus, seleccionándola por sus superiores méritos y
concediéndole el premio y recompensa de una tarea grata a Dios.

161. Las cosas sucedieron del siguiente modo.66 Después que Moisés hubo subido a la vecina
montaña, y mientras pasaba bastantes días sin otro compañía que la de Dios, hombres
inconstantes por naturaleza, creyendo que su ausencia constituía una oportunidad favorable,
se lanzaron sin control a la impiedad, como si hubiera cesado toda autoridad, y, olvidando la
reverencia debida al Que Es, se convirtieron en celosos adeptos de las patrañas egipcias.
66
Para los parágrafos 161 a 173 ver Éx. XXXII.

162. Habiendo construido a toda prisa un toro de oro, copia del animal tenido por más sagrado
en aquel país; 67 le ofrecieron sacrificios; y, formando coros, que no merecían ese nombre,
cantaron himnos que en nada diferían de los cantos funerales, y, entregados a las libaciones,
cayeron en una doble embriaguez: la del vino y la de la insensatez. Pasaron la noche entre
diversiones y excesos y se dieron a la práctica de placenteros vicios, despreocupados del
futuro, mientras la justicia, que, aunque ellos no la veían, los tenía presentes juntamente con
los castigos que merecían, estaba lista para salirles al paso.
67
Como en otros lugares, afirma Filón que el becerro de oro era una imitación del toro Apis,
pasando por alto que la veneración de los egipcios se concentraba en un ejemplar vivo. Ver
Sobre la ebriedad 95.

163. Como los gritos continuos en el campamento, según era de grande la multitud de
hombres allí reunidos, llegaban a gran distancia, y por consiguiente sus resonancias
alcanzaban hasta la cima de la montaña, golpearon los oídos de Moisés, quien no sabía qué
hacer, pues amaba a Dios, y a la vez amaba a los hombres, y no soportaba ni "abandonar sus
conversaciones con Dios, durante las que dialogaba en privado con Él sin la presencia de otro
alguno; ni mirar con indiferencia a la multitud colmada de las miserias que resultaban de estar
sin gobierno.

164. Siendo, como era, lo suficientemente hábil como para descubrir a través de un sonido
inarticulado y confuso las señales inequívocas de las pasiones del alma, oscuras e invisibles
para los demás, reconoció qué clase de tumulto era aquel, y comprendió que la confusión
reinante era resultado de la embriaguez, pues la incontinencia engendra la saciedad, y ésta, a
su vez, la violencia.

165. Indeciso entre dos fuerzas opuestas que lo arrastraban hacia una y otra parte, hacia aquí y
hacia allí, no sabía qué correspondía hacer. Pero, mientras consideraba el problema, le llegó

73
este Divino mensaje: "Marcha rápido de aquí. Desciende. El pueblo se ha lanzado tras la
ilegalidad. Han fabricado una obra de sus propias manos, un dios, que no es dios, en forma de
toro, y lo adoran y ofrecen sacrificios, olvidados de todo cuanto conduce a la piedad que han
visto y escuchado".

166. Moisés, anonadado y forzado a creer cosas increíbles, no marchó de inmediato a asumir
su cometido de mediador y arbitro, sino antes elevó plegarias y súplicas por la nación,
pidiendo que sus faltas fuesen perdonadas. Luego, alcanzada ya la misericordia del Señor,
este protector e intercesor partió alegre y, a la vez, abatido. Estaba contento porque- Dios
había aceptado su súplica, pero lleno hasta la saturación de inquietud y abatimiento a causa de
la violación de las leyes por parte de la multitud.

167. XXXII. Cuando llegó al centro del campamento, contempló asombrado la inesperada
apostasía de la multitud y cuan grande falsedad habían aceptado a cambio de tan grande
verdad; pero, viendo que la pestilencia no se había extendido a todos, y que todavía había
quienes conservábanse sanos y daban muestras de su odio contra el vicio, quiso distinguir a
los que no tenían remedio de los que estaban disgustados por los sucesos, y de los que, tras
incurrir en faltas, se arrepentían. Y así, dio a conocer una proclama, que no era sino una
prueba para saber exactamente lo que en su fuero interno abrigaba cada uno acerca de la
santidad y lo opuesto a ella.

168. Dijo, en efecto: "Si alguien está con Dios, que venga hacia mí". Pocas fueron las
palabras, pero grande el contenido, como que lo expresado fue lo siguiente: "Si alguien
considera que ni cosa alguna de las fabricadas por el hombre ni ninguna de las creaturas son
dioses, sino sólo lo es el Soberano del universo que se aproxime a mí".

169. De los demás 68 unos, llenos de rebeldía a causa de su apego a vanidad egipcia, no
hicieron caso de sus palabras; otros, por miedo de un castigo quizá, temerosos de la venganza
en manos de Moisés o de que la multitud se volviese contra ellos; que siempre la multitud
acomete a los que no toman parte en sus desatinos; no se atrevieron a aproximársele.
68
Es decir, de los miembros de todas las tribus con excepción de la de Leví, que poco más
abajo se señala como la única que reaccionó en el sentido propuesto por Moisés.

170. Una sola entre todas las tribus, la llamada de Leví, prestó oídos a la proclama y avanzó
rápidamente como obedeciendo a una señal convenida, demostrando con su celeridad su celo
y la intensidad del impulso de sus almas hacia la piedad.

171. Moisés, al verlos avanzar como competidores que inician su carrera, les dijo: "Si la prisa
que os habéis dado en venir hacia mí no reside sólo en vuestros cuerpos sino también en
vuestras almas es cosa que se probará enseguida. Que cada uno de vosotros tome una espada y
extermine a aquellos que han cometido actos dignos de infinitas muertes, pues, abandonando
al verdadera Dios, construyeron dioses falsamente llamados así con materias corruptibles y
creadas, y les dieron el nombre que es propio del Incorruptible e Increado. Hacedlo, aunque se
tratare de parientes y amigos, con la convicción de que para los hombres de bien no hay otro
parentesco ni amistad que la piedad".

172. Ellos, que son decidida actitud se habían anticipado a su exhortación, movidos por sus
sentimientos, que habían sido contrarios a aquéllos casi desde el momento en que vieron
producirse el movimiento contra las leyes, dieron muerte en la flor de sus vidas a unos tres
mil de los que poco antes habían sido sus íntimos amigos. Como los cuerpos de éstos yacían

74
en medio de la plaza, la multitud, al contemplarlos, se apiadó; pero, el miedo la llamó a
reflexión, ya que la decisión ardorosa aún y llena de cólera de los matadores le infundió
terror.

173. Moisés, por su parte, aprobando el heroísmo de éstos, concibió y confirmó un premio
apropiado para tal hazaña. Era justo, en efecto, que quienes se habían lanzado
voluntariamente a la lucha en defensa de la honra debida a Dios y la habían concluido en poco
tiempo con éxito fuesen considerados merecedores de recibir el sacerdocio para que se
encargasen de Su servicio.

174.69 XXXIII. Ahora bien, los consagrados no constituían un único orden. Estaban, por una
parte, aquellos que, habiéndoseles encomendado todo lo relativo a las plegarias y sacrificios y
a los demás ritos sagrados, penetraban hasta la parte más interna del santuario; y, por otra,
aquellos a los que algunos llaman servidores del templo, que no tenían a su cargo ninguna de
esas funciones, sino los cuidados y la vigilancia del sagrado lugar y de lo que en él había, día
y noche. Por dicha razón, lo que resulta ser para muchos y en muchas partes causa de
innumerables males: la lucha por la precedencia, echó raíces también entre ellos, ya que los
servidores del templo se mostraron hostiles contra los sacerdotes y concibieron el designio de
arrebatarles su preeminencia, cosa que esperaban que sucedería fácilmente, por cuanto los
superaban muchas veces en número.
69
Para los parágrafos 174 a 197 ver Núm. XVI, 1 a 3.

175. Para que la sedición no pareciera ser fruto de su particular determinación, persuadieron
para que los apoyara a la primera de las doce tribus, 70 a la cual muchos de los más
irreflexivos se adhirieron en la creencia de que la tribu podía asumir la supremacía como
derecho propio de su mayor edad.71
70
La de Rubén.
71
La primogenitura de Rubén, el mayor de los hijos de Jacob, se perpetuaba en su tribu, que
por ello era la tribu de mayor edad o primogénita.

176. Moisés se dio cuenta de que se gestaba una grave rebelión contra él por haber escogido a
su hermano como sumo sacerdote. Lo había hecho ajustándose a las revelaciones de los
oráculos, pero circulaban calumnias en el sentido de que tales oráculos los había inventado él
y de que la elección la había hecho movido por razones de parentesco y por su afecto hacia su
hermano.

177. Esto lo tenía, como es natural, afligido, no solamente porque se desconfiaba de él, que
tales pruebas había dado de su buena fe; sino además porque la desconfianza se refería a obras
que iban encaminadas a la honra de Dios, y que, por ser la verdad compañera de Él, hubieran
debido implicar de por sí esa verdad, aun viniendo de quien para otros asuntos demostrara
poseer un carácter nada veraz. Mas no le pareció bien emplear las palabras para dejar en claro
las razones de su decisión, pues sabía que no es cosa fácil intentar hacer cambiar de parecer a
los que han sido ya atrapados por las opiniones opuestas; y suplicó a Dios que les presentase
claras pruebas de que ninguna simulación había habido en la elección de sumo sacerdote.

178. Mandóle Dios que tomase doce varas, el mismo número que el de las tribus; que en once
de ellas escribiese los nombres de los demás jefes de tribu, y en la restante 72 el de su hermano
y sumo sacerdote; y que, acto seguido, las llevase hacia el interior del santuario. Moisés hizo
lo ordenado y esperó con impaciencia los resultados.
72
En la vara de la tribu de Leví.

75
179. Al día siguiente, obedeciendo una Divina orden, y hallándose todo el pueblo presente,
penetró y trajo las varas. Las otras ninguna diferencia presentaban; en cambio la de su
hermano había experimentado una admirable transformación, como que, cual si se tratara de
una robusta planta, toda ella había echado brotes jóvenes y se doblaba bajo el peso de
abundantes frutos.

180. XXXIV. Ahora bien, los frutos eran almendras, las que tienen una constitución natural
opuesta a los otros frutos. En el caso de los más de éstos, por ejemplo la uva, la aceituna o la
manzana, la semilla y la parte comestible son diferentes, diferencia que se manifiesta también
en su respectiva ubicación, ya que la parte comestible es externa y la semilla se encuentra
encerrada dentro. En la almendra, en cambio, semilla y parte comestible son una misma cosa,
reducidas ambas a una sola forma; y el lugar es uno solo, el interno, delimitado y protegido en
derredor por una doble envoltura, uña de cuyas partes consiste en una corteza muy gruesa, y
la otra no es inferior a una construcción de madera.

181. De allí que la almendra signifique la perfecta virtud, pues, así como en ella principio y
fin son una misma cosa, el principio representado por la semilla y el fin encarnado en el fruto,
otro tanto ocurre también con las virtudes, ya que cada una de ellas resulta ser también
principio y fin; principio, por cuanto su origen se halla en ella misma y no en otros poderes; y
fin, porque hacia ella tiende la vida que se ajusta a la naturaleza.

182. Esa es una razón por la que la almendra simboliza la virtud; pero hay otra más
significativa aún que la primera; y es que la parte semejante a una corteza es amarga, y la que
dentro se extiende en torno al fruto, la semejante a una construcción de madera, es muy sólida
y fuerte; y, como está encerrado dentro de ambas, el fruto no es fácil de extraer.

183. De este fruto hizo Moisés un símbolo del alma entregada a la ejercitación, y pensó que
debía emplearlo para impulsarla hacia la virtud enseñándole que es preciso familiarizarse
primero con el esfuerzo. Y como el esfuerzo del que deriva el bien es amargo, tenaz y duro, es
necesario evitar la molicie.

184. Porque quien huye del esfuerzo huye también de los bienes, en tanto que quien
sobrelleva paciente y valientemente las dificultades va de prisa hacia la felicidad. Es
imposible, en efecto, que la virtud resida en los hombres de vida muelle, de alma afeminada,
cuyo cuerpo se relaja bajo los efectos de una lujuria incesante de día tras día; y, maltratada,
acude al tribunal de ese arconte 73 que es la recta razón en procura de una reparación y cambia
de residencia.
73 El arconte ateniense llamado epónimo atendía las demandas de divorcio presentadas por
las esposas decididas a separarse de sus maridos.

185. En cambio, y no nos quepa duda de ello, la sacratísima cofradía que forman la
templanza, la sabiduría, la valentía y la justicia, corre a la par de los ejercitantes y de todos
aquellos que son devotos- de la vida austera y rigurosa, es decir, de la continencia y la
templanza, y hacen gala de frugalidad y moderación, gracias a las cuales la parte de mayor
jerarquía de nuestro ser, que es la razón, avanza hacia una perfecta salud y bienestar,
destruyendo la poderosa valla del cuerpo, que han erigido los excesos en las bebidas y en las
comidas, los libertinajes y las insaciables concupiscencias, que son origen de ese enemigo de
la agilidad mental que es la gran obesidad.

76
186. Dícese además que, de los árboles que echan yemas normalmente en la primavera, el
almendro es el primero en florecer, anunciando la abundancia de frutos, y el último en perder
las hojas, prolongando así todos los años el mayor tiempo posible la dichosa vejez de su
verdor. Una y otra circunstancia son presentadas-por Moisés como símbolos de la tribu
sacerdotal dando a entender que también ella será la primera y última de la raza humana en
florecer en aquel tiempo en que pareciere bien a Dios que nuestra vida se asemeje a los
tiempos primaverales, tras hacer desaparecer esa fuente de insidias y desdichas que es la
soberbia.

187. XXXV. Dijimos 74 que son cuatro las condiciones que deben concurrir para la suma
perfección de un gobernante: la realeza, la capacidad para legislar, el sacerdocio y la profecía,
a fin de que en su condición de legislador prescriba lo que es preciso hacer y prohíba lo que
no debe hacerse; en calidad de sacerdote se ocupe no sólo de las cosas humanas sino también
de las Divinas; y como profeta revele, inspirado por Dios, todo cuanto no alcanza a
aprehender la razón. Sobre las tres primeras hemos discurrido ya, y, habiendo demostrado que
Moisés fue el más excelente de los reyes, legisladores y sumos sacerdotes, paso a demostrar
por último que también resultó ser un profeta notabilísimo.
74
Ver los parágrafos 2 y 3 del presente tratado.

188. Pues bien, no se me escapa el que todas las cosas que se hallan escritas en los sagrados
libros son oráculos revelados a través de él; pero me referiré sólo a aquellos que son más
particularmente suyos, después de aclarar lo siguiente. De las Divinas revelaciones en unas es
Dios quien por Sí mismo hace la comunicación a través del intérprete que es su profeta; en
otras lo manifestado surge de una pregunta y una respuesta; y en otras procede de la boca
misma de Moisés, que, lleno del Divino espíritu, ha sido transportado fuera de su propio ser.

189. Las primeras son absoluta y enteramente signos de las Divinas excelencias que son la
benevolencia y la generosidad, mediante las cuales mueve Dios hacia la grandeza de alma a
todos los hombres, y en particular a la nación de Sus servidores, a la quo abre el camino que
lleva a la felicidad.

190. Las segundas encierran una combinación y coparticipación, ya que el profeta pregunta
sobre lo que desea saber, y Dios le responde instruyéndolo. Las terceras se confían al
legislador, a quien Dios infunde Su poder de conocer anticipadamente, mediante el cual revela
los futuros acontecimientos.

191. Pues bien, debemos desistir de considerar las primeras pues está por sobre las
posibilidades de todo hombre el ponderarlas, ya que apenas alcanzarían a elogiarlas con
justicia el cielo, el mundo y la naturaleza del universo. Por otra parte, ellas son dadas a
conocer a través de quien hace las veces de intérprete; y no es lo mismo interpretación que
profecía. En cuanto a las segundas, trataré de inmediato de describirlas, relacionándolas con la
tercera clase, en la cual se pone de manifiesto la presencia del espíritu Divino en el que habla,
quien en virtud de ello es considerado profeta en el más apropiado y estricto sentido del
término.

192. XXXVI. Para cumplir con lo prometido he de comenzar refiriéndome a lo siguiente.


Cuatro son los casos en los que los Divinos oráculos son registrados en las leyes en forma de
pregunta y respuesta, y que, por lo tanto, presentan un carácter mixto, ya que, por una parte, el
profeta, impulsado por la inspiración, hace la pregunta; y, por otra, el Padre le manifiesta la
revelación comunicándole Su palabra y respuesta. El primero de estos casos fue uno como

77
para irritar no sólo a Moisés, el más santo de los hombres nacidos hasta entonces, sino
también a cualquiera que sólo en pequeña medida haya gustado el sabor de la piedad.

193.75 Cierto hombre de bastardo origen, nacida de progenitores desiguales padre egipcio y
madre judía, había renunciado a las costumbres ancestrales de su madre y se había inclinado,
según leemos, a la impiedad egipcia entregándose de lleno al ateísmo de ese pueblo.
75
Para los parágrafos 193 a 208 ver Lev. XXIV, 10 a 16.

194. Los egipcios son casi los únicos entre todos los pueblos que han hecho de la tierra un
baluarte opuesto al cielo, 76 considerando que aquélla es merecedora de los honores debidos a
la Divinidad, y negándose a tributar al cielo honra especial alguna, como si a los lugares más
apartados se les debiera tener mayor consideración que a los reales palacios. Porque palacio
sacratísimo es en el mundo el cielo, y región extrema la tierra, estimable de por sí, pero tan
inferior con respecto a la región etérea cuanto es inferior la oscuridad con respecto a la luz, la
noche con respecto al día, la corrupción con respecto a la incorruptibilidad y el ser mortal con
respecto a Dios.
76
Ver Sobre la huida y el hallazgo 180.

195. Los egipcios, como su país no es regado, como los demás, por la lluvia, sino todos los
años se transforma regularmente en una extensión pantanosa gracias a los desbordamientos de
su río, hablan del Nilo como si fuera una réplica del cielo, deificándolo; y se refieren al país
en términos reverentes.

196. XXXVII. Pues bien, justamente este hombre de mezclado origen, en ocasión de una
disputa entre él y uno de los de la raza con visión y conocimiento, 77 perdiendo en su cólera
todo control sobre sí mismo, y estimulado por su celo por el ateísmo egipcio, llevó su
impiedad desde la tierra hasta el cielo, llegando en su desmedida iniquidad a maldecir con su
alma, su lengua y todos sus órganos de la palabra, malditos, vituperables y contaminados, a
Aquel al que ni siquiera alabar pueden todos, siendo ello un privilegio solamente de los más
excelentes, de aquellos que han recibido las purificaciones perfectas.
77
De Israel, la raza vidente o que ve a Dios.

197. Ante esto Moisés, asombrado de la demencia y el exceso de osadía, lleno de doble
indignación, estaba ansioso de acabar con él por su propia mano; pero temió que el castigo
que le aplicase fuera demasiado leve, puesto que no hay hombre alguno que sea capaz de
concebir una pena apropiada para impiedad tan grande.

198. Quien no honra a Dios no honra tampoco a sus padres, a su país y a sus benefactores. ¡Y
cuánto mayor aún es el exceso de impiedad del que, aparte de no honrarlo, lo denigra! Y, con
todo, el denigrarlo es un mal menor, comparado con el maldecirlo; aunque basta con que una
lengua desatada y una boca sin control se pongan al servicio de ilegales locuras, para que
fatalmente se consume una monstruosa violación de "fe ley. 78
78
Es decir, no es preciso que se llegue a la maldición, el solo murmurar contra Dios o hablar
sin respeto de Él es una gran mancha.

199. Pero, dime tú; hombre, ¿maldice en realidad alguien a Dios? ¿A qué otro dios invocaría
para hacer eficaz su maldición? ¿No resulta claro que sería a Dios mismo contra Dios mismo?
Aleja de ti pensamientos tan profanos e impíos. Bien estará que la desdichada alma que ha
sido ultrajada por la voz 79 y que ha recurrido a los servicios de ese ciego sentido que es el
oído, se purifique.

78
79
Es decir, ultrajada por escuchar tales palabras.

200. ¿Y no fue frenada la lengua del que pronunció semejante blasfemia, ni fueron cerrados
los oídos del que habría de escucharla? Así hubiera debido ser seguramente, pero otro era el
designio de la justicia, la que juzga que no es conveniente echar un velo sobre un bien fuera
de lo común ni sobre un mal extremo, sino poner con toda claridad en evidencia la bondad y
la maldad a fin de asignársele a la primera el merecido galardón y al segundo el co-
rrespondiente castigo.

201. Ordenó, pues, Moisés que llevaran al hombre a prisión y lo encadenaran, y suplicó a
Dios, apelando a Su misericordia, que, teniendo presente el fatal destino de nuestros sentidos,
que nos hacen mirar lo que no es lícito ver, y oír lo que no debemos escuchar, le mostrara qué
castigo debía sufrir el autor del impío, sacrílego, monstruoso e insólito acto.

202. Dios le ordenó que aquél fuese apedreado, considerando, según entiendo yo, que el
castigo por lapidación era el apropiado para un hombre que tenía un alma dura y de piedra; y
queriendo, a la vez, que todos los del pueblo tomasen parte en el castigo, pues sabía que se
hallaban sumamente indignados y deseosos de matarlo; y sólo la ejecución mediante
proyectiles se prestaba para que tomaran parte en él tantas miríadas de hombres.

203. Después que el impío y criminal hubo pagado su delito, fue establecida una nueva
prescripción, que jamás antes 'se había juzgado necesario establecer. Es que las imprevistas
alteraciones de lo tradicional exigen nuevas leyes para evitar las faltas. Y así, de inmediato
fue puesta en vigencia la siguiente ley: 'Todo aquel que maldijere a un dios 80 lleve sobre sí el
pesa de su falta; y quien nombrare el nombre del Señor perezca"? 81
80
Para comprender el razonamiento que sigue es preciso tener presente que el término griego
theós, sin artículo, significa tanto Dios como un dios.
81
Lev. XXIV, 15 y 16.

204. Bien está, oh sapientísimo, el único que ha bebido, el puro vino de la sabiduría sin
mezcla, el haber tú considerada que el nombrar es peor que el maldecir; porque no es que
trates-con suavidad al que ha cometido la impiedad más grave, incluyéndolo entre los que
han, delinquido en menor medida; y determines la máxima pena, la muerte, para el que es
convicto de una falta más leve.

205. XXXVIII. No, es evidente que en el término "dios" no hay aquí referencia alguna al Dios
Supremo y Hacedor del universo, sino a los dioses particulares de los diversos países,
falsamente llamados dioses y meros productos del arte de los pintores y escultores. El mundo
habitado está lleno, en efecto, de esculturas de madera y de piedra y de imágenes de ese tenor,
contra los que es precisó abstenerse de blasfemar, a fin de que ninguno de los discípulos de
Moisés se acostumbre a tomar a la ligera el nombre "dios" en general pues se trata de un título
digno del más alto respeto y amor.

206. Pero, si alguien llega, no digo ya a blasfemar contra el Soberano de los hombres y los
dioses, pero sólo a atreverse a pronunciar sin necesidad Su nombre, sufrirá la pena capital.

207. Es que, aun el caso de nuestros padres, que son mortales al fin y al cabo, todos aquellos a
los que interesa la honra debida a los progenitores se abstienen de pronunciar sus nombres, y,
dejando de lado los que les son propios, movidos por su devoción hacia ellos, los designan
con términos que aluden a sus naturales vínculos, llamándolos padre y madre, nombres cuyo

79
empleo encierra un franco reconocimiento por los ingentes beneficios recibidos de parte de
ellos, y una exteriorización de la gratitud que hacia ellos los anima.

208. ¿Podemos, por lo tanto, considerar todavía merecedores de perdón a aquellos que con
lengua desbocada hacen uso inapropiado del santísimo nombre de Dios?

209. XXXIX. Después de honrar de la manera antedicha al Padre del universo, el profeta
rodeó de solemnidad el séptimo día, viendo con su aguda visión, mayor que la común, la
maravillosa hermosura de este día estampada en el cielo y en todo el mundo, y a la naturaleza
misma sirviéndole de pedestal.

210. Halló, efectivamente, en primer lugar, que este número carece de ascendencia femenina,
procediendo de la simiente paterna solamente sin haber sido concebido en vientre materno
alguno. En segundo lugar, no fue sólo eso lo que vio, es decir, su hermosura sin límites y su
carencia de madre; sino además que era eternamente virgen ya que ni procedía de madre ni él
82
lo era, ni originado en una corrupción ni destinado a corromperse. 83 En tercer lugar, a
través del examen que de él hizo, reconoció también que era el día natal del mundo, 84
festividad que celebran tanto el cielo como la tierra y cuanto en ella existe, regocijados y
complacidos ante la plena armonía del número siete.
82
Gomo en otros casos análogos conviene recordar que el nombre de los números, en este
caso hebdomás = siete,, es femenino en griego, y que Filón lo personifica como una
naturaleza femenina. -
83
Ver Sobre la creación del mundo 100, e Interpretación alegórica I, 15.
84
Ver Vida de Moisés I, 207.

211. Por esta razón, Moisés, el grande en todo sentido, determinó que aquellos que se
hallaban registrados en su sagrado padrón y seguían las leyes de la naturaleza, lo celebraran
pasando las horas en amable regocijo, absteniéndose de los trabajos y las artes que procuran
recursos y de todas las labores tendientes a asegurar la supervivencia; y haciendo un
paréntesis en toda penosa y agobiante preocupación. Pero este descanso no habría de
destinarse, como hacen algunos, a risas, pasatiempos y espectáculos de mimos y danzas, por
los que los apasionados por el teatro se afanan y desviven, y mediante los dos sentidos
dominantes: la vista y el oído, convierten en esclava a esa reina por naturaleza que es el alma.
No, solamente ha de consagrarse a la filosofía.

212. Y no la filosofía que persiguen los rebuscadores de palabras y sofistas, que venden
doctrinas y argumentos en la plaza pública, como si se tratase de una de tantas mercaderías; y
que permanentemente y sin vergüenza alguna emplean la filosofía contra la filosofía, ¡oh
tierra y sol!; sino la verdadera filosofía, la que constituye una triple combinación de
pensamientos, palabras y hechos, reunidos armónicamente en una única realidad para la
adquisición y goce de la sabiduría.

213.85 Ahora bien, cierto hombre no hizo caso de esta prescripción, a pesar de que aún
resonaban en sus oídos las Divinas disposiciones acerca del sagrado día séptimo,
disposiciones que Dios había promulgado no por boca de su profeta sino mediante una voz, y
he aquí lo verdaderamente admirable, mediante una voz visible, 86 que concentró las miradas
más que los oídos de los que allí estaban. Este hombre atravesó el centro del campamento en
busca de leña, sabiendo que todos se hallaban reposando en sus tiendas; y, mientras llevaba a
cabo su ilícita acción, resultó descubierto, ya que aquella no podía quedar oculta.87
85
Para los parágrafos 213 a 220 ver Num. XV, 32 a 36.

80
86
Éx. XX, 18. Ver Sobre la migración de Ábraham 47.
87
Es decir, Dios no estaba dispuesto a permitir que pasara inadvertida y sin castigo.

214. En efecto, algunos, que habían salido más allá de los lindes del campamento en dirección
al desierto para elevar plegarias en la mayor soledad y tranquilidad, viendo la ilegal escena de
alguien que recogía leña, dominados por la indignación, intentaron matarlo. La reflexión, sin
embargo, contuvo la violencia de su irritación; y no les pareció bien ni que ellos, simples
particulares, como eran, sustituyeran a los gobernantes en la aplicación del castigo, y con la
agravante de no haber habido un juicio previo; si bien, por otra parte, el delito saltaba a la
vista; ni que la mancha de la ejecución, por muy justa que ella fuese, menoscabara la santidad
de aquel día. Por lo tanto, lo apresaron y lo condujeron ante el gobernante, con el cual estaban
sentados los sacerdotes, mientras la multitud toda se congregaba para escuchar.

215. En efecto, siempre que la ocasión lo permitía, y particularmente durante los días
séptimos, según señalé más arriba, era costumbre entregarse a las sabias especulaciones,
exponiendo y enseñando el gobernante cuanto es preciso hacer y decir, y progresando ellos en
orden a la nobleza de espíritu y al mejoramiento de sus costumbres y de su existencia.

216. De allí viene la actual costumbre de los judíos de discurrir acerca de la filosofía de sus
antepasados los días séptimos, dedicando ese tiempo al estudio y consideración de las
verdades de la naturaleza.88 ¿Qué son, en efecto, nuestros centros de oración de cada ciudad
sino escuelas de prudencia, de fortaleza, de templanza, de justicia, de piedad, de santidad y de
toda virtud, donde se disciernen y encaminan convenientemente las cosas concernientes a los
hombres y a Dios.
88
O verdades tocantes a Dios o teología- Sobre el término physis = naturaleza, usado por
Filón para referirse a la Divinidad, ver Sobre Abraham 99.

217. XL. Pues bien, el responsable de semejante impiedad fue entonces encerrado. Pero
Moisés no sabía cuál era el castigo que debía padecer el hombre. Sabía que era merecedor de
la muerte;89 pero, ¿cuál podría ser la manera apropiada de castigarlo? En consecuencia,
aproximóse al tribunal invisible incluso para la invisible alma, tribunal cuyo Juez todo lo
conoce, aun antes de escuchar, y Le preguntó cuál era Su sentencia.
89
Éx. XXXI, 14, y XXXV, 2.

218. Este Juez le dio a conocer Su decisión: el hombre debía morir y no de otra suerte de
muerte que la lapidación, puesto que también a éste, como al anterior transgresor, habíasele
trocado la inteligencia en insensible piedra por una acción que constituía la más completa
violación de las leyes y que prácticamente alcanzaba a todas las prescripciones legales
relativas a la reverencia debida al séptimo día.

219. ¿Por qué? Pues, porque no sólo las tareas manuales, sino también todas las demás artes y
ocupaciones, y en especial las que conciernen a la provisión de recursos y a la conservación
de la existencia, o emplean el fuego o no pueden prescindir de elementos que se obtienen
mediante el fuego. De allí que muchas veces prohibió Moisés encender fuego los días
séptimos, por entender que se trata de la actividad más importante y causa universal de las
demás, cuyo cese implica, como es lógico, el cese de todas las otras actividades particulares.

220. Ahora bien, el material del fuego es la madera; de modo que el recogerla constituía una
falta estrechamente emparentada con el quemarla, y una transgresión doblemente ilegal, pues,
por una parte, recogía leña violando la prescripción de no trabajar, y, por otra, lo que recogía

81
es de naturaleza tal que sirve de material para el fuego, que es la fuente de todas las artes y
técnicas.

221. XLI. Así pues, los dos casos mencionados se refieren a castigos de impíos, que tuvieron
lugar en virtud de una pregunta y una respuesta. Pero hay otros dos, aunque no de la misma
sino de distinta naturaleza, de los cuales uno está relacionado con la legación de una herencia;
y otro, con un rito que tenía lugar, al parecer, fuera de la ocasión adecuada; rito del que
convendrá que hablemos antes de tratar el otro caso.

222.90 Moisés fijó en el comienzo del equinoccio de primavera el primero de los meses del
período anual, concediendo preeminencia, no al tiempo en sí, como algunos han hecho, sino a
los beneficios que la naturaleza brinda a los hombres. En efecto, en este equinoccio los
sembrados, nuestro necesario alimento, alcanzan su madurez, y en los árboles, plenos de
lozanía, comienza a aparecer el fruto, al que le corresponde la segunda etapa de la cosecha,
por lo que su nacimiento es más tardío, ya que siempre en la naturaleza lo que no es
demasiado necesario es precedido por lo muy necesario.
90
Para los parágrafos 222 a 232 ver Núm. IX, 1 a 14.

223. El trigo, la cebada y todas las otras especies de alimentos sin los cuales no es posible
vivir son necesarios; el aceite, en cambio, el vino y los frutos de los árboles no figuran entre
las cosas indispensables, ya que, aun sin ellos, los hombres viven muchos años y alcanzan una
extrema vejez.

224. En este mes hacia el día catorce, cuando el disco solar está próximo a alcanzar su
plenitud, tienen lugar la conmemoración de la travesía, pública celebración, llamada Pascua
en lengua caldea, durante la cual las víctimas no son conducidas al altar y sacrificadas por los
sacerdotes, sino, por prescripción de la ley, toda la nación oficia de sacerdote y cada persona
en particular lleva sus propias ofrendas y se encarga personalmente de todo.

225. Pues bien, mientras todo el resto del pueblo lo pasaba en medio de alegrías y regocijos,
pues cada uno sentía que llevaba en sí la honra que acuerda el sacerdocio, otros había que
pasaban el tiempo entre lágrimas y lamentaciones. Se trataba de gente que acababa de perder
personas de la familia, y en su aflicción soportaban un doble dolor, puesto que al derivado de
la pérdida de parientes se agregaba el de verse privados del placer y la honra propios de los
sagrados ritos. No les estaba permitido, en efecto, purificarse ni practicar los lavados rituales
durante ese día, pues aún faltaban unos días para concluir el tiempo de su luto.

226. Estos, después de la fiesta, se llegaron al gobernante, llenos de tristeza y deprimidos, y le


expusieron el caso, vale decir, la reciente muerte de sus parientes y el duelo que, conforme
con su obligación, guardaban, así como la consiguiente imposibilidad de participar en el
sacrificio de la fiesta de la travesía.

227. A continuación pidieron que no rigiera para ellos una norma más severa que para los
demás, y que no se incluyera la desgracia de la muerte de sus familiares en el orden de los
hechos delictuosos merecedores de castigo en vez de compasión. Entendían ellos que su
sufrimiento era peor aún que el de los que habían muerto, como que éstos ya no habrían de
tener percepción alguna de sus desgracias, en tanto que la existencia de ellos se asemejaría a
una muerte en la que se mantuviera el uso de los sentidos.

228. XLII. Al oír esto, Moisés reconoció que el alegato no carecía de fundamento; que,

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además, al invocar como motivo el hecho de no haber participado en los sacrificios, les asistía
toda la razón, y que sus simpatías estaban de parte de ellos. No obstante eso, su juicio estaba
indeciso y oscilante como sobre los platillos de una balanza, pues, de una parte, pesaban la
compasión y la justicia, y, de otra, estaba el contrapeso de la ley relativa al sacrificio de la
festividad de la travesía, en la cual ley se hallaba claramente establecido para dicho rito el
primer mes del año y el día catorce. Vacilante, pues, entre negarse o consentir, suplicó a Dios
que hiciese de juez y le manifestase Su decisión mediante un oráculo.

229. Dios lo escuchó y le dio a conocer Su revelación, no sólo acerca de aquellos por los que
había intercedido, sino también con respecto a todos aquellos que alguna vez llegaran a estar
en idéntica situación en el futuro. Con liberalidad suma manifestóle Sus disposiciones, in-
cluyendo en ellas a quienes por otras causas no pudieran hacer sacrificios junto con toda la
nación.

230. Señalemos, pues, cuáles fueron las Divinas revelaciones al respecto. "El dolor por
razones de familia", dijo, "es una aflicción inevitable para los que llevan la misma sangre, y
no debe ser registrado entre las faltas.

231. Mientras transcurra, pues, el plazo fijado, se mantendrá alejados de los sagrados recintos
a todos aquellos a los que es preciso purificar de toda mancha, bien sea ella involuntaria bien
con pleno consentimiento. Pero, una vez cumplido el plazo, no deben ser privados de tener
igual parte que los demás en los sagrados servicios, a fin de que los vivos no sean mera
dependencia de los muertos. Irán en una segunda tanda en el segundo mes, también el día
catorce, y realizarán los sacrificios en las mismas condiciones que los anteriores, empleando
en los mismos idénticas reglas y procedimientos similares a los de los primeros.

232. El mismo permiso debe alcanzar también a aquellos que, no a causa de un duelo, sino
por hallarse a gran distancia en el extranjero, se vieren impedidos de sacrificar en la misma
fecha que toda la nación, puesto que los que se hallan de paso en el extranjero y los que
residen en otro país no son culpables, de modo que merezcan ser privados de los comunes
privilegios, especialmente si por su gran población un solo país no es suficiente para contener
a la nación, y ésta envía colonias en todas direcciones".

233. XLIII. Después de haber tratado lo relativo a aquellos que, impedidos de sacrificar
conjuntamente con la multitud durante la celebración de la fiesta de la travesía a causa de
circunstancias ajenas a su voluntad, desean reparar la omisión, más tarde sí, pero de la mejor
manera posible; pasaré a tratar la última prescripción, o sea, la relativa a la trasmisión de las
herencias; caso que, al igual que los otros, es de carácter mixto pues consta de una pregunta y
una respuesta.

234.91 Existió un hombre, llamado Salpaad, bien reputado y de una tribu renombrada, el cual
tuvo cinco hijas y ningún hijo. Aquéllas, después de la muerte de su padre, sospechando que
se las privaría ele la propiedad paterna, ya que las herencias se transmitían por línea
masculina, se allegaron al gobernante con la modestia propia de las doncellas, movidas no por
afán de riqueza, sino por el deseo de preservar el nombre y la reputación de su padre,
91
Para los parágrafos 234 a 245 ver Núm. XXVII, 1 a 11.

[235.] y le dijeron: "Nuestro padre ha muerto, pero no ha muerto en ninguna sedición de esas
en las que innumerables personas resultan exterminadas; por el contrario, él tuvo acabado
apego a una vida pacífica y circunscripta al ámbito privado. En cuanto al haber carecido de

83
hijo varón, es seguro que no debe ser considerado como un delito. Nosotras venimos aquí
aparentemente como huérfanas; pero, en realidad, para hallar en ti un padre; que el legítimo
gobernante está más estrechamente vinculado a sus gobernados que quien les ha dado el ser".

236. Moisés se admiró de la sensatez de las doncellas y de sus buenos sentimientos filiales,
pero se abstuvo en pronunciarse sobre el caso, pues en su espíritu pesaba el otro elemento de
juicio, ya que correspondía que los hombres se repartieran las herencias, a fin de que
alcanzasen una compensación por su servicio en las filas y por las guerras en las que hubieren
combatido. La naturaleza, en cambio, ha eximido a la mujer de participar en tales contiendas,
pero, a la vez, le ha negado la participación en los premios establecidos por esos servicios.

237. Por ello, estando su entendimiento indeciso y arrastrado en opuestos sentidos, dejó
librada la decisión a Dios, como era natural, ya que sabía que El es el único que puede
distinguir con verdaderos e incuestionables fundamentos las más pequeñas diferencias y así
poner de manifiesto la verdad y la justicia.

238. Y el Hacedor del universo, el Padre del mundo, el que mantiene y da firme cohesión a la
tierra, el cielo, el agua, el aire y cuanto procede de cada uno de éstos, el Soberano de los
dioses y los hombres, no desdeñó revelar Su respuesta a unas doncellas huérfanas. Y,
benévolo y misericordioso, Él, que tiene el universo en todas sus partes lleno de Su potencia
benefactora, 92 al dar Su respuesta les dio algo más de lo que un simple juez les hubiera
concedido. En efecto, Su declaración fue un elogio de las doncellas.
92
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

239. ¿Cómo podría ser alguno cantar Tus alabanzas, oh Señor, con qué boca, con qué lengua,
con qué órganos del habla, con qué inteligencia, porción soberana del alma? Si los astros se
uniesen en un solo coro, ¿cantarían un cántico digno de ti? Si el cielo todo se diluyese en una
voz, ¿podría expresar una parte de Tus excelencias? He aquí las Divinas palabras: "Bien han
hablado las hijas de Salpaad".

240. ¿Quién ignora cuan inmenso elogio es este, pues es Dios quien lo testimonia? Venid
ahora acá los jactanciosos, los que os envanecéis por vuestros prósperos sucesos, los que
lleváis alzado el cuello más de lo natural y las cejas fruncidas, aquellos para quienes es cosa
de risa esa compadecible desgracia que es la viudez de las mujeres, y motivo de chanza esa
calamidad, más digna aún de compasión que la anterior, que es la soledad de los hijos
huérfanos.

241. Venid y aprended una lección necesaria, viendo cómo, aunque parecen ser tan
insignificantes y desdichados, no se cuentan en el número de los despreciables y oscuros, a
juicio de Dios, en cuyo imperio los reinos de todas las partes del mundo habitado no son sino
la porción menos prestigiosa, ya que también la tierra y cuanto en torno la rodea no es más
que la última de Sus obras.

242. Sin embargo, al aprobar Dios la petición de las doncellas, si bien, por una parte, evitó
que las mismas se vieran privadas de las prerrogativas que merecían; por otra, en materia de
honores no las puso en un plano de igualdad con los hombres, que son los que sobrellevan el
peso de la guerra. Por el contrario, reservó para los hombres las herencias a título de premio
apropiado por sus actos de arrojo, y determinó que las mujeres eran merecedoras no de
recompensas, pero sí de caridad y buen trato. Esto lo dejó establecido con toda claridad en los
términos que empleó. Dijo, en efecto, "un regalo" y "darás", y no "una retribución" y

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"pagarás". Estos últimos son términos aplicables a los que reciben lo que les pertenece;
aquellos corresponden a los que reciben una gracia.

243. XLIV. Después que hubo revelado Su decisión acerca de la petición de las doncellas
huérfanas, Dios estableció también una ley más general acerca de la transmisión de herencias.
Según ella la posesión de los bienes paternos correspondía a los hijos varones, y en segundo
lugar, si no hubiera hijos, a las hijas. Al referirse a éstas, dijo que la herencia debía serles
puesta alrededor, 93 como si fuera un ornamento exterior, no como un bien propio y
connatural. Lo que está alrededor no se halla en íntima conexión con aquello de lo que es
ornato, siendo ajeno a un cabal acoplamiento y unión.
93
Filón toma en su estricto sentido etimológico el verbo peritíthemi = coloco alrededor de
(perí = alrededor de, y títhemi — coloco), para extraer la figura de lo que solamente rodea o
circunda sin formar una unión estrecha con lo circundado. En realidad, el sentido, menos
sugerente sin duda pero más natural, es asignó o atribuyó.

244. Después de las hijas designó en tercer lugar a los hermanos del muerto, y atribuyó el
cuarto lugar a los tíos paternos, dando a entender con ello que además los padres podían llegar
a ser herederos de sus hijos. Sería, en efecto, necedad suponer que, mientras dispuso que la
herencia de un sobrino pasase a su tío paterno en razón del vínculo de parentesco que liga a
éste con el padre de aquél, privara al padre mismo del derecho de heredar a su hijo.

245. Pero, como es ley de la naturaleza el que los hijos hereden a sus padres, y no que éstos
sean herederos de aquéllos, Dios dejó sin mencionar esta deplorable y desgraciada
eventualidad, a fin de no dar lugar a la impresión de que los padres adquieren bienes al precio
del inconsolable dolor provocado por la muerte de sus hijos. Sin embargo, indirectamente
tuvo en cuenta a los padres al reconocer el derecho de los tíos; con lo cual alcanzó dos
objetivos: la preservación del decoro y evitar que la propiedad pasase a manos de extraños.
Después de los tíos y quintos en la línea sucesoria están los parientes más próximos, entre los
cuales para la asignación de las herencias se respeta siempre el orden de precedencia.

246. XLV. Tras estas necesarias consideraciones acerca de los oráculos de carácter mixto,
pasaré a continuación, cumpliendo con lo que prometí exponer, a tratar lo relativo a las reve-
laciones manifestadas por el profeta mismo en momentos en que se hallaba poseído de Divina
inspiración. Los ejemplos de esta posesión por el espíritu Divino comienzan con aquel suceso
que resultó, a la vez, ser el comienzo de la prosperidad de la nación, cuando ésta avanzaba en
una emigración de muchas miríadas de personas desde Egipto hacia las ciudades de Siria

247.94 Hombres y mujeres conjuntamente, tras atravesar todo un intransitable y dilatado


desierto, llegaron al llamado Mar Rojo. Entonces, como es natural, se vieron en dificultades,
ya que ni podían cruzarlo en barcos por carecer de ellos, ni consideraron cosa segura el
desandar el mismo camino.
94
Para los parágrafos 247 a 257 ver Éx. XIV.

248. Hallándose en tal situación les sobrevino una desdicha mayor aún. El rey de los egipcios,
acompañado de una fuerza nada despreciable, un ejército de caballería e infantería, se había
lanzado en su persecución ansioso de darles caza para castigarlos por su partida, que él había
permitido se concretase forzado por las claras advertencias de Dios. Pero las disposiciones de
los hombres ruines son, a todas luces, inestables, como que, al igual que un platillo de
balanza, el menor motivo las inclina en el sentido opuesto.

85
249. Y así, atrapados entre los enemigos y el mar, desesperaban de su salvación. Algunos
pensaban que la muerte más miserable sería un bien deseable; otros, considerando que mejor
sería ser aniquilados por los elementos de la naturaleza que convertirse en motivo de irrisión
para los enemigos, determinaron arrojarse al mar y, cargados con algún objeto pesado,
permanecían atentos junto a la costa a fin de poder, en cuanto vieran a los enemigos cerca,
saltar sin dificultad y arrojarse a las profundidades.

250. XLVI. Pero, mientras ellos, impotentes ante la fatalidad, afrontaban el dolor de la muerte
en medio de la desesperación, el profeta, viendo a la nación toda envuelta en las redes del
pánico, como una redada de peces, poseído del Divino espíritu y fuera ya de su propio ser, dio
a conocer estas inspiradas palabras:

[251.] "Fuerza es que estéis aterrados; lo que os aterra está cerca y el peligro es inmenso;
frente a vosotros se extiende la inmensidad del mar; ningún lugar hay a donde acogerse para
ponerse a salvo; barcos a que echar manos, ninguno; detrás, las amenazadoras formaciones de
los enemigos, que avanzan incesantemente en nuestra persecución. ¿Adónde volverse, adonde
escapar a nado? Todas las cosas: la tierra, el mar, los hombres y los elementos de la
naturaleza, se han echado sobre nosotros desde todas partes.

252. Pero cobrad valor y no os desaniméis; manteneos con las mentes imperturbables,
esperanzados en la invencible ayuda que de Dios procede. Ella misma se encamina ya y estará
a vuestro lado; y combatirá en vuestro favor sin ser vista. Muchas veces ya habéis
experimentado su invisible protección. La estoy viendo prepararse para entrar en la contienda,
poniendo dogales en torno de los cuellos de los enemigos y arrastrándolos bajo el mar. Se
precipitan en las profundidades cual si fueran de plomo. Vosotros los contempláis todavía
vivos; pero yo tengo la visión de su muerte. Mañana también vosotros contemplaréis sus
cadáveres".

253. Tales fueron sus palabras, superiores a toda esperanza; y ello experimentaron en la
realidad de los hechos la verdad del Divino mensaje. Porque todo cuanto había sido
profetizado, no obstante resultar más inverosímil que las mismas fábulas, se fue cumpliendo
por obra de los Divinos poderes. Dividióse el mar, retrocedieron una y otra porción, y se
fijaron las masas de agua en la parte de la separación a lo largo de todo el abismo, de modo
que sirvieron de fortísimos murallones, y un corte rectilíneo formó un maravilloso camino
entre las paredes congeladas.

254. Lo atravesó la nación, caminando sin peligro alguno a través del mar, como sobre un
seco sendero o un pavimento pedregoso, ya que la arena se había secado y sus partículas se
habían unido formando una sustancia compacta; y a su vez, avanzaron los enemigos, que,
empeñados en la incesante persecución, iban camino de su. propia ruina, mientras guiaba a los
hebreos una nube que guardaba sus espaldas y en la que una Divina visión iba lanzando rayos
de fuego. Retornaron a su anterior posición de las aguas, que hasta ese momento se habían
mantenido separadas; y al convertirse de improviso en mar la parte dividida y desecada;

[255.] perecieron los enemigos, sobre los que los congelados murallones al desmoronarse
hicieron descender el sueño de la muerte, pues las olas del mar, desbordadas, se precipitaron
sobre el camino, como en un abismo, y los sumergieron, dejando el espectáculo de su
destrucción, testimoniada por los cadáveres que flotaban dispersos sobre la superficie del mar;
hasta que un fuerte oleaje fue arrojando sobre las riberas opuestas todos los cadáveres, a fin de
que no pudieran menos que contemplarlos los salvados, que de ese modo alcanzaron no sólo a

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escapar de los peligros sino también a observar a sus enemigos castigados más de lo que es
posible describir no por poderes humanos sino Divinos.

256. Ante esto, Moisés rindió homenaje, como era de esperarse, al Benefactor con himnos de
acción de gracia. Dividió, en efecto, a la nación en dos coros, de hombres uno y de mujeres
otro; y él en persona dirigió a los hombres, en tanto que al frente del de las mujeres puso a su
hermana, para que elevaran himnos en honor del Padre y Hacedor cantando concertadamente
en armoniosas alternancias de voces, mediante la combinación de los temperamentos 95 y de
la melodía, afanándose los temperamentos para que las intervenciones de un coro co-
rrespondiesen a las del otro; y surgiendo la melodía de la armoniosa combinación de lo grave
con lo agudo; porque graves son las voces de los hombres, y agudas las de las mujeres, y,
cuando ambas se combinan en la debida proporción, la melodía resulta en extremo grata y
armoniosa.
95
Es decir, merced a que los temperamentos o sentimientos de uno y de otro sexo en esta
ocasión se confundían en un todo homogéneo.

257. Aquellos pasmosos acontecimientos a los que acabo de referirme, tuvieron la virtud de
mover a tantas miríadas de personas a cantar al unísono, unidos en los sentimientos y
pensamientos, un mismo himno. El profeta, regocijado por aquellos sucesos y viendo que el
pueblo se hallaba también rebosante de alegría; no pudiendo ya contener en sí el placer que
sentía, dio comienzo al canto; y los que lo oían, dividido en los dos coros, celebraron con él
los sucesos que he narrado.

258. XLVII. Esta intervención 96 fue la primera y el comienzo de la obra de Moisés como
profeta poseído del Divino espíritu. La siguiente revelación tuvo que ver con algo de primera
importancia y máxima necesidad: el alimento. Aquella tierra no lo producía pues era estéril e
infecunda, pero desde el cielo descendió en forma de rocío, y no una vez sino durante cua-
renta años todos los días antes del amanecer, un fruto celestial, semejante al grano de mijo.
96
La profecía sobre la destrucción de los egipcios en el momento del supremo peligro.

259. Cuando Moisés lo hubo visto, mandó que lo recogieran y, poseído de inspiración, dijo:
"Preciso es que confiemos en Dios, pues hemos experimentado Sus beneficios en hechos que
superaron nuestras esperanzas. No atesoréis ni guardéis cantidades de este alimento. Que
nadie reserve parte alguna de él para la mañana".

260. Al oír esto, algunos de piedad poco firme, pensando quizá que lo que decía no constituía
un oráculo sino una simple prescripción del gobernante, reservaron alimento para el día
siguiente. Pero éste en primer lugar se echó a perder y llenó de hedor todo el circuito del
campamento, y luego se transformó en gusanos de los que nacen en la corrupción.

261. Al ver tales cosas, Moisés no pudo menos de irritarse contra los desobedientes. ¿Y cómo
no había de estar irritado, si, después de haber contemplado tantas y tan grandes maravillas,
imposibles de concebir si se miden con las pautas de lo creíble y verosímil, pero hechas
realidad en virtud de sabias disposiciones de Dios, ellos no sólo dudaban, sino, incapaces por
demás de aprender, se mostraban escépticos?

262. Pero el Padre confirmó la revelación del profeta mediante dos clarísimas pruebas, una de
las cuales la dio a conocer inmediatamente en la corrupción y el hedor del alimento reservado
y en su transformación en gusanos, los más viles de los seres vivientes. La otra la dio más
tarde y consistió en que siempre aquello que sobraba después del acopio que hacía la

87
multitud, era disuelto por los rayos solares y se deshacía desapareciendo.

263. XLVIII. Poco tiempo después Moisés, inspirado por Dios, dio a conocer una segunda
revelación relacionada con el día séptimo. Este día posee el sitio de honor en la naturaleza, no
sólo desde que el mundo fue construido sino también desde antes de la creación del cielo y
todo cuando perciben los sentidos. Sin embargo los hombres lo ignoraban, tal vez porque, a
causa de las sucesivas e ininterrumpidas destrucciones que habían tenido lugar por medio de
las aguas y el fuego, las generaciones posteriores no habían podido recibir de las que las
precedieron el recuerdo de la sucesión y el orden de los hechos en la serie de los tiempos. Esta
oculta verdad la dio a conocer Moisés, inspirado por Dios, en una revelación confirmada
mediante cierto claro testimonio.97
97
Ver Sobre Abraham 1, y Vida de Moisés I, 207.

264. Este testimonio fue el siguiente. La lluvia del alimento desde el aire fue menor en los
primeros 98 días pero en uno posterior tuvo lugar una lluvia doble. Además, en los primeros, si
algo se reservaba, se desmenuzaba y derretía hasta que, convertido completamente en
humedad, desaparecía; en cambio, en dicho día no experimentaba cambio alguno y
permanecía en el mismo estado. Moisés, lleno de asombro ante lo que le contaban y a la vez
veía, y guiado tanto por sus propias conjeturas como por la inspiración Divina, reveló lo
relativo al séptimo día.
98
En los primeros cinco días; en el sexto cayó doble porción.

265. Me permito advertir que existe un estrecho parentesco entre esta clase de conjeturas y la
profecía, pues la inteligencia no hubiera dado tan certeramente en el blanco si el espíritu
Divino no la hubiera guiado hacia la misma verdad.

266. Ahora bien, lo maravilloso del caso estaba no sólo en el hecho de que la provisión de
alimento era doble y en que se mantenía en buen estado, contrariamente a lo que sucedía
habitualmente; sino también en que estas dos cosas acontecieron en el sexto día a contar del
día en que comenzó la provisión de alimento desde el aire, después del cual habría de surgir el
sacratísimo número del día séptimo. Por lo tanto, cualquiera que considerare el caso podrá
advertir que la provisión del celestial alimento guarda un estrecho paralelo con la creación del
mundo, como que tanto a crear el mundo como a hacer llover dicho alimento comenzó Dios
en el primero de seis días.

267. La copia es sumamente parecida al original, pues así como del no ser hizo surgir a la
existencia Su más perfecta obra: el mundo; de la misma manera en un desierto hizo surgir la
abundancia, trocando los elementos, atento a lo apremiante de la necesidad, de modo que el
aire, en vez de la tierra, produjera alimentos para que sin trabajos ni fatigas se alimentaran
quienes no tenían posibilidad de recurrir a arbitrio alguno para procurarse medios de
subsistencia.

268. Después de estas revelaciones Moisés dio a conocer un tercer oráculo, maravilloso en
extremo, al manifestar que en el séptimo día el aire no les procuraría el alimento habitual, y
que, contrariamente a lo acostumbrado, ni la más pequeña porción caería sobre la tierra. Y sí
sucedió realmente.

269. Porque, a pesar de esta revelación hecha en la víspera del séptimo día, algunos de
carácter nada firme se apresuraron a ir a recoger alimento, y al ver frustrada su esperanza,
retornaron chasqueados y reprochándose a sí mismos su incredulidad, a la par que

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proclamando que el profeta era un verdadero vidente, intérprete de Dios y único capaz de
conocer anticipadamente las cosas ocultas.

270. 99 XLIX. Tal es lo que, poseído de Divina inspiración, reveló Moisés acerca del celestial
alimento. Pero existen otros ejemplos que debemos tratar a continuación; aunque quizá pa-
rezcan más semejantes a exhortaciones que a oráculos. Entre ellos está lo que reveló con
ocasión de la más grande desviación de las costumbres ancestrales, a la que me he referido ya
más arriba, y que tuvo lugar cuando, después de erigir un toro de oro, imitación de la vanidad
egipcia, formaron coros, construyeron altares y ofrecieron sacrificios, olvidados del verdadero
Dios y malogrando las cualidades heredadas de los antepasados y acrecentadas mediante la
piedad y la santidad.
99
Para los parágrafos 270 a 274 ver Éx. XXXII.

271. Ante esto, Moisés, quedó profundamente conmovido al pensar, en primer lugar, que el
pueblo todo se había tornado repentinamente ciego, no obstante que hasta poco antes había
sido la nación de más aguda visión entre todas; y, en segundo lugar, que una fábula fraguada
con falsedades había podido extinguir tan grande claridad como es la de la verdad, verdad que
ni un eclipse del sol o del coro todo de los astros ensombrecería, puesto que resplandece con
claridad propia, aprehensible por la inteligencia e incorpórea, en comparación con la cual la
luz sensible puede considerarse una noche comparada con el día.

272. Ello fue causa de que dejara de ser el que era y cambiara tanto de aspecto exterior como
en su inteligencia, y que, poseído del Divino espíritu, dijera: "¿Quién hay que no se haya
mezclado en este extravío ni haya atribuido el señorío a quienes no son señores? Todo el que
estuviere en estas condiciones que se me aproxime".

273. Una sola tribu se le aproximó, haciéndolo no menos con sus entendimientos que con sus
cuerpos. Tratábase de hombres que tiempo hacía sentían ansias de exterminar a los ateos e
impíos, pero que trataban de hallar un jefe y capitán que tuviera el derecho de indicarles la
oportunidad y la manera de acometer. Moisés, al hallarlos llenos de celo y rebosantes de
osadía y valor, les dijo: "Que cada uno de vosotros, tomando su espada, se lance a través de
todo el campamento y mate no sólo a los extraños sino también a los más allegados de sus
amigos y parientes, castigándolos seguro de que se trata de una obra santa en extremo en pro
de la verdad y de la honra de Dios, y de que combatir en defensa de tales cosas es trabajo
sumamente leve".

274. Ellos, habiendo matado en un primer ataque tres mil de los principales cabecillas de la
impiedad, no sólo dejaron en claro su no participación en el descarado intento, sino además
fueron registrados entre los más ilustres de los hombres nobles y tenidos por dignos de un
premio sumamente apropiado para su hazaña: el sacerdocio, ya que correspondía que el ser-
vicio tocante a la santidad estuviera reservado para quienes habían bregado y combatido con
valentía en pro de ella.

275.100 L. Pero puedo señalar una predicción aún más notable, acerca de la que ya antes he
hablado cuando describía las cualidades del profeta en su función de sumo sacerdote. Esta
predicción la pronunció bajo los efectos de la Divina inspiración una vez más, y su
cumplimiento tuvo lugar, no mucho tiempo más tarde sino inmediatamente después de ser
revelada.
100
Para los parágrafos 275 a 287 ver Núm. XVI.

89
276. Las funciones relativas al templo se dividían en dos órdenes: la de más jerarquía o de los
sacerdotes y la de menor jerarquía o de los simples servidores del santuario; y en aquel tiempo
los sacerdotes eran tres y los servidores del santuario muchos miles.

277. Estos últimos, con la sensación de ventaja que su número, muy superior al de los
sacerdotes, les daba, despreciaron el corto número de éstos y urdieron dos violaciones de la
ley en un mismo atentado: la primera consistente en el menoscabo de una autoridad superior,
y la otra en la exaltación de los de inferior jerarquía, tal como hacen los gobernados que
atacan a sus gobernantes para crear una confusión en aquello que es el más excelente vehículo
del común provecho: el orden.

278. Puestos enseguida de acuerdo y reunidos, los complotados elevaron sus voces atacando
al profeta, porque, según ellos, movido por sus afecciones de familia, había concedido el
sacerdocio a su hermano y a sus sobrinos: y dando un falso informe acerca de los
fundamentos de tal elección, la que, decían, no había obedecido a directivas de Dios, como
más arriba hemos señalado nosotros.

279. Muy afligido y dolorido por estos sucesos, Moisés, no obstante ser el más suave y
apacible de los hombres, movido por la justa cólera que su odio contra la maldad tuvo la
virtud de excitar en él, suplicó a Dios que apartara Su rostro del sacrificio de aquéllos. Lo
suplicaba no porque pensara que Dios habría de aceptar sacrificios provenientes de impíos,
sino porque el alma del amado de Dios cumplía la parte que le competía y no callaba, pues la
movía el afán de que los impíos no tuvieran éxito y fracasaran siempre en su propósito.

280. Aún bullía y ardía su ser bajo los efectos de su legítima indignación, cuando la
inspiración descendió sobre él y, transformado en profeta, dijo: "La incredulidad es cosa
penosa sólo para los incrédulos. A éstos no los alecciona la palabra sino los hechos. Y, pues
no han aprendido mediante las enseñanzas, aprenderán que no miento mediante sus propias
experiencias.

281. La manera como perderán la vida será juez en este asunto. Si la muerte que les
sobreviniere fuere natural, mis oráculos no son sino falsedades; pero, si fuere inusitada y fuera
de lo común, mi verdad me será testimoniada. Veo la tierra abierta y sus fauces grandemente
dilatadas, estirpes numerosísimas aniquiladas, casas derribadas y devoradas con todos sus
ocupantes, y hombres vivos aún que descienden hacia el Hades".101
101
O mansión de Hades, es decir, el mundo subterráneo de los muertos según la mitología
griega.

282. No bien hubo cesado de hablar, se rasgó la tierra convulsionada por una sacudida, siendo
la rajadura mayor en la parte donde estaban las tiendas de los impíos, de modo que, derribadas
todas juntamente, desaparecieron de la vista, pues las partes separadas nuevamente se
cerraron, cumplida ya la finalidad para la que se habían abierto.

283. Poco después, además, unos rayos caídos de improviso sobre los doscientos cincuenta
hombres que habían capitaneado la sedición, los aniquilaron en masa, sin que de ellos quedase
ni una parte de sus cuerpos para que recibiera sepultura.

284. La rápida sucesión de ambos castigos y la importancia de uno y otro pusieron de


manifiesto de manera clara y notoria la piedad del profeta, quién tuvo a Dios por testigo de la
verdad de sus oráculos.

90
285. Además es preciso no pasar por alto lo siguiente: en los castigos de los impíos
intervinieron la tierra y el cielo, vale decir, las partes fundamentales del universo. El motivo
fue que aquéllos habían puesto las raíces de su ruindad en la tierra, pero la habían elevado a
tan grande altura que la extendieron hasta el éter.

286. De allí que también uno y otro elemento contribuyera a los castigos: la tierra, rasgada y
separada, derribó y tragó a los que entonces resultaban una carga para ella; y el cielo,
lanzando una lluvia en extremo inusitada, consistente en un torrente de denso fuego, los
envolvió en llamas y aniquiló.

287. Tanto en el caso de los que fueron tragados como en el de los aniquilados por los rayos
el fin resultó ser el mismo: ni unos ni otros fueron vistos en adelante, unos, ocultos por la
tierra al cerrarse las abiertas fauces y formar una superficie continua y lisa, los otros,
consumidos totalmente en todas sus partes por el fuego de los rayos.

288.102 LI. Pasaron los años y, cuando Moisés estaba a punto de emprender su emigración de
esta tierra al cielo y de abandonar la vida mortal para entrar en la inmortal, llamado por el
Padre, quien convertía de nuevo la doble naturaleza compuesta de alma y cuerpo que él era,
en una naturaleza simple, transformando todo su ser en una inteligencia semejante al sol; en
esos momentos se nos muestra poseído del Divino espíritu, no ya para hacer revelaciones
generales a toda la nación reunida, sino para profetizar a cada tribu separadamente las cosas
que estaban a punto de suceder y las que con el tiempo habrían de ocurrir. De éstas algunas
han ocurrido ya y otras se aguardan aún, pues el cumplimiento de las ya acaecidas es una
garantía para las que habrán de acaecer.
102
Para los parágrafos 288 a 291 ver Deut. XXXIII y XXXIV.

289. Cosa apropiada fue el que personas diferentes por su nacimiento, y particularmente por
su ascendencia por línea materna, así como por las multiformes variedades de sus
pensamientos y por la infinita multiplicidad de las ocupaciones a que consagraban sus vidas,
recibieran una apropiada distribución de inspirados oráculos, cual una especie de herencia.

290. Ello es ciertamente admirable; pero admirable en sumo grado es también la parte final de
las sagradas escrituras, que es dentro de la legislación toda lo que la cabeza en el ser viviente.

291. En efecto, cuando Moisés ascendía ya y se hallaba situado sobre la misma línea
divisoria, a punto de atravesarla en su vuelo para emprender su recta carrera hacia el cielo, el
Divino espíritu descendió sobre él, el inspirado, profetizó, en vida aún, los detalles de su
propia muerte, diciendo antes de morir cómo había muerto, cómo había sido sepultado sin que
hombre alguno estuviera presente, evidentemente que no por manos mortales sino por poderes
inmortales; cómo no había recibido honras fúnebres en la tumba de sus antepasados, pues le
había sido concedido un monumento superior, que ninguno de los hombres ha visto jamás;
cómo toda la nación había llorado y guardado duelo por él todo un mes, poniendo de
manifiesto el dolor de cada uno y de todos al recordar su inmensa benevolencia y buena
disposición para con cada uno y para con todos.

292. Tal fue la vida y tal también la muerte de Moisés, el rey, el legislador, el sumo sacerdote
y el profeta, según lo que nos han trasmitido las sagradas escrituras.

91
SOBRE LOS DIEZ MANDAMIENTOS O DECÁLOGO, QUE SON COMPENDIOS 1 DE
LAS LEYES

(DE DECÁLOGO)

1
Es decir, leyes generales o genéricas que compendian o encierran a las leyes particulares o
específicas. Ver Sobre las leyes particulares I, 1.

1. I. Después de haber narrado en los tratados anteriores las vidas de los hombres
considerados sabios por Moisés, a los que los sagrados libros presentan como los fundadores
de nuestra nación y como leyes no escritas, 2 pasaré a exponer detalladamente las distintas
clases de leyes escritas, guardando el orden lógico y cuidando de no omitir, cada vez que el
asunto permita entrever alguna forma de alegoría, el tratarla en aras de ese saber amante de la
reflexión, cuya norma es buscar los sentidos ocultos más bien que los datos visibles.
2
Ver Sobre los sacrificios de Abel y Caín 55 a 58, Sobre los sueños II, 81 a 64, Sobre
Abraham 133 y Sobre José 28 a 31.

2. No faltarán quienes se pregunten por qué Moisés promulgó las leyes no en ciudades sino en
medio de una profunda soledad. La respuesta, en primer lugar, es que la mayor parte de las
ciudades está llena de males indecibles, tanto de actos impíos contra Dios como de injusticias
contra los hombres.

3. Porque no hay en ellas cosa alguna que no se halle envilecida, ya que cuanto es espurio
prevalece sobre lo genuino, y sobre lo verdadero prevalece lo verosímil, que, aunque falso por
naturaleza, nos inspira fantasías con apariencia de verdad portadoras de engaño.

4. Por ello es también en las ciudades donde se origina la vanidad, 3 el más insidioso de los
males, admirado y reverenciado por cierta gente que rinde pleitesía a las vanas opiniones
mediante coronas de oro y túnicas de púrpura, y con muchedumbre de sirvientes y carros, en
los que se hacen transportar muy pagados de sí mismos aquellos que son tenidos por dichosos
y afortunados, unciendo para ello unas veces muías o caballos y otras hombres que soportan
la carga con mayor sufrimiento en el alma que en el cuerpo por ese desmedido ultraje.
3
O el orgullo. Ver Sobre la ebriedad 95.

5. II. Además la vanidad es autora de otros muchos males, tales como la jactancia, la altanería
y la falta de equidad, las que a su vez son fuentes de guerras exteriores y civiles, ya que no
permiten que subsista en paz ni en tierra ni en mar sector alguno público o privado.

6. Pero, ¿es necesario acaso insistir en las ofensas de la vanidad contra los otros hombres,
siendo así que también las cosas Divinas son objeto de sus desprecios, no obstante que se las
considera merecedoras de los máximos honores? Aunque, ¿qué honor puede rendírseles,
cuando no está presente la verdad, de la que tanto el nombre como el acto son honorables, al
revés de la mentira, que es deshonrosa por naturaleza?

7. En cuanto al desprecio por las cosas Divinas, lo advierten claramente aquellos cuya visión
es lo suficientemente aguda, pues los hombres han forjado mediante la pintura y la escultura
innumerables representaciones, y han construido para albergarlas santuarios y templos; y
habiendo erigido altares, han atribuido honores celestiales y propios de la Divinidad a figuras
de piedra y de madera y a cosas semejantes a estas, todas ellas objetos inanimados.

92
8. A esta gente las sagradas escrituras la comparan con todo acierto con los hijos de una
ramera, 4 porque así como éstos, al no conocer a su único padre según la naturaleza,
consideran padres suyos a cuantos amantes ha conocido su madre, también los habitantes de
las ciudades, al no conocer al verdadero Dios, tienen asignado Su lugar a multitudes de
falsamente llamados dioses.
4
Deut. XXIII, 2. Ver Sobre la confusión de las lenguas 144 a 146.

9. Además, como unos honran a unos y otros a otros, la controversia que prevalece acerca de
cuál es el más excelente, engendra también divergencias en todos los demás asuntos. Tal es la
primera de las razones que tuvo presente Moisés para determinarse a legislar fuera de las
ciudades.

10. La segunda es que pensaba además que a quien va a recibir las sagradas leyes le es
necesario limpiar su alma y purificarse de las manchas, difíciles de borrar, que tienen su
origen en la abigarrada y heterogénea multitud que llena las ciudades.

11. Y esto solo le es posible alcanzarlo a aquel que ha fijado su morada lejos de ellos; y no
enseguida sino después de largo tiempo, una vez que, al irse borrando y desvaneciendo poco a
poco, hayan desaparecido las señales de las antiguas transgresiones.5
5
Platón, Sofista, 230.

12. Esta es también la manera como los buenos médicos salvan a sus pacientes, pues no
permiten que se les dé comida o bebida antes de que queden eliminadas las causas de las
enfermedades, ya que, mientras éstas persistan, los alimentos serán inútiles o más bien
nocivos por cuanto se convierten en material que nutre la dolencia.

13. III. Es razonable, pues, que primero los 6 haya apartado de las funestas costumbres de las
ciudades, y llevado al desierto para vaciar sus almas de iniquidades, y después haya
comenzado a proporcionar alimentos a sus inteligencias; alimentos consistentes, por supuesto,
en las leyes y palabras Divinas.7
6
A su pueblo o a los israelitas.
7
Deut. VIII, 3. Ver Interpretación alegórica III, 177.

14. Pero hay una tercera razón, y es ésta. Así como los que están por emprender una larga
navegación no comienzan a preparar las velas, los remos y los timones una vez que,
embarcados en las naves, se alejan del puerto, sino disponen todas las cosas que contribuyen a
la travesía cuando aún permanecen en tierra, de la misma manera consideró Moisés que lo que
correspondía no era que entrasen primero en posesión de las fracciones de territorio y se
radicasen en ciudades, para luego procurarse leyes con que reglar la vida ciudadana; sino se
proveyesen primero de las reglas de la vida de ciudad y se ejercitasen en las prácticas por las
que las poblaciones habrían de regirse con felicidad; y entonces se afincasen para aplicar de
inmediato las normas de justicia ya previstas, en concordia, con espíritu solidario y asignando
a cada uno lo que le correspondiera.

15. IV. Alegan algunos también una cuarta razón, que lejos de resultar absurda guarda
estrecho parentesco con la verdad. En efecto, como era preciso hacer nacer en los espíritus la
idea de que las leyes no eran invención de un hombre sino clarísimo oráculo de Dios, condujo
al pueblo hacia un desierto profundo y desprovisto no solo de frutos cultivados sino también
de agua potable.

93
16. Su intención era que, después de llegar a encontrarse privados de las cosas necesarias y
creer inminente su ruina por la sed y el hambre, se hallasen de improviso ante una copiosa
abundancia de medios de subsistencia que se les brindaban sin requerir esfuerzo, pues el cielo
lanzaba en forma de lluvia, a guisa de alimento, el llamado maná y precipitaba desde el aire
codornices como regalo adicional del paladar, y el agua amarga se endulzaba hasta
convertirse en potable, y una fuente brotaba del seno de una escarpada roca; y no se
maravillasen ante el hecho de que las leyes fuesen Divinas revelaciones, puesto que contarían
ahora con una clarísima prueba: la de esas provisiones que en medio de sus apremios habían
obtenido perdida ya la esperanza.

17. Aquél, en efecto, que les había provisto abundantemente de medios para vivir, también les
proporcionaba los necesarios para vivir una vida digna. Mientras para vivir necesitaban
alimentos y bebida, cosas de las que no habían hecho acopio pero fueron hallando; para vivir
una vida digna necesitaban leyes y prescripciones con las que habrían de perfeccionar sus
almas.

18. V. Estas son, a título de conjeturas con visos de verdad, las causas que se mencionan a
propósito del problema.8 Porque las verdaderas razones solo Dios las conoce. Dicho ya cuanto
era conveniente al respecto, pasaré a continuación a exponer con exactitud las leyes mismas,
no sin antes hacer esta necesaria aclaración: de las leyes unas consideró Dios que debía
promulgarlas El mismo personalmente y por sí solo sin recurrir a otro; otras que debía hacerlo
a través de un profeta, Moisés, a quien escogió por sus altos méritos entre todos los hombres,
teniéndolo por el más capaz entre los reveladores de las sagradas verdades.
8
O cuestión de por qué Moisés dictó las leyes en el desierto.

19. Y así ocurre que las que promulgó en persona, por Sí solo, son a la vez leyes y
compendios de las leyes particulares, en tanto que las que reveló a través de Su profeta tienen
todas a las primeras como punto de referencia y base.

20. VI. Me ocuparé, en la medida de mis posibilidades, de una y otra categoría, comenzando
por las más generales. En ellas se impone de inmediato a nuestra admiración el número que
las contiene, el perfectísimo número diez, que comprende todas las especies de números:
pares, impares y los que son pares e impares a la vez, como el dos, que es par; el tres, que es
impar; y el seis, que es par impar. 9 Asimismo encierra todas las razones que se dan de los
números a sus múltiplos y a sus epímeros e hipoepímeros.10
9
Como producto de 2 X 3.
10
Epímero es un número que contiene un entero más una fracción cuyo numerador no es la
unidad. Por ejemplo, 5 es epímero de 3. Hipoepímero es el número resultante de sustraer una
fracción a otro.

21. Y se hallan igualmente todas las progresiones:11 la aritmética, según la cual la misma
diferencia separa a cada número del que le precede y del que le sigue, como en el caso de 1, 2
y 3; la geométrica, en la que la razón del segundo al primero es la misma que entre el segundo
y el tercero, como sucede en el caso de 1, 2 y 4, y en las series cuyas cantidades crecen por
duplicación, triplicación o multiplicación en general, así como también aquellas cuyas razones
son 3 a 2, 4 a 3 y otras semejantes; v hasta la armónica, progresión según la cual el número
intermedio es mayor que uno de los extremos y menor que el otro en la misma fracción, como
en la serie 3, 4 y 6.12
11
Ver Sobre la creación del mundo 107 y 110.

94
12
En la que 4 es mayor que 3 en una unidad, es decir, en un tercio de 3; y es menor que 6 en
dos unidades, es decir, en un tercio de 6.

22. Contiene asimismo el diez las propiedades de los triángulos, los cuadriláteros y los demás
polígonos, 13 y las de los intervalos de cuarta, en el que la razón es de 1⅓, es decir la que se da
entre 4 y 3; de quinta, con la razón 1⅓, que se halla entre 3 y 2; de octava, cuya razón es del
doble, o sea, la relación 2:1; y de doble octava, de razón cuádruple, expresada en la relación
8:2.
13
No se trata, en realidad, de las figuras en sí como de los llamados números poligonales, de
los que la década contiene, además de la unidad, que es común a todos los números
poligonales, el 3 (triángulo), el 4 (cuadrilátero o tetrágono), el 5 (pentágono) y los restantes
hasta el 10 (decágono).

23. Todas estas consideraciones me hacen también pensar que no les faltó razón a los
primeros que asignaron los nombres a las cosas —hombres sabios, por cierto— al llamar
década a este número, como queriendo señalar que se trata de un receptáculo, en razón de que
él recibe 14 y contiene todos los géneros de números, razones numéricas, progresiones,
armonías e intervalos musicales.
14
Filón vincula dekás = década o diez, con dekhás = receptáculo y dékhesthai = recibir.

24. VII. Pero además de las razones ya mencionadas existen también otras por las que bien
cabe admirar al diez, número que contiene tanto la naturaleza inextensa como la extensa.
Mientras la inextensa se da exclusivamente en el punto, la extensa se halla bajo tres formas:
línea, superficie y volumen.

25. La línea, en efecto, es la extensión determinada por dos puntos, la superficie es lo extenso
en dos direcciones que resulta del desplazarse la línea ensanchándose; y el volumen, lo
extenso en tres, al sumarse la altura al largo y al ancho. Aquí se detiene la naturaleza, ya que
no ha producido más que tres dimensiones.

26. Los arquetipos de estas variedades son los números: del inextenso punto el uno; de la línea
el dos, de la superficie el tres, y del volumen el cuarto; y la suma de todos ellos da diez,
número que permite entrever también otras hermosuras a los dotados de visión.

27. Prácticamente, en efecto, la serie infinita de los números es medida mediante el diez,
puesto que los cuatro términos que sumados dan 10, es decir, el uno, el dos, el tres y el cuatro,
son los mismos que a partir de las decenas suman una centena, pues 10 + 20 + 30 + 40 dan
100; y análogamente a partir de las centenas producen el millar y a partir de los millares las
miríadas;15 y también porque la unidad, la decena, la centena y el millar son cuatro términos
que producen un diez. 16
15
100 + 200 + 300 + 400 = 1000 y 1000 + 2000 + 3000 + 4000 = 10.000. La numeración
griega carecía de nombres especiales para designar las cantidades correspondientes a los
órdenes mayores que el de las miríadas. A partir de 100.000 se acumulaban miríadas
diciéndose, por ejemplo, "veinte veces diez mil" = 200.000, "cien veces diez mil" = un millón,
etcétera.
16
O una década. Vale decir que son factores para constituir décadas, el uno una década de
unidades, el diez una década de decenas, el cien una década de centenares, y el mil una
década de millares. Y aquí se detiene Filón por la razón expuesta en la nota precedente.

28. Este, aparte de las variedades numéricas ya mencionadas presenta también otras, a saber:

95
la clase de los números primos, divisibles solamente por la unidad, de los que son ejemplos el
tres, el cinco y el siete; el cuadrado, representado por el cuatro, vale decir un número producto
de multiplicar otro por sí mismo; el cubo, cuyo modelo es el ocho, y que es el producto de tres
factores iguales; y el número perfecto, el seis, que es igual a la suma de sus factores, que son
el tres, el dos y el uno.

29. Mas, ¿para qué enumerar la multitud infinita de las excelencias del número diez, haciendo
de una cuestión accesoria un asunto fundamental, que en realidad resulta ser por sí mismo una
investigación más que suficiente para los que se especializan en Matemáticas? Pasemos, pues,
por alto las no mencionadas; aunque no estará de más quizá recordar una sola de ellas a título
de ejemplo.

30. En efecto, los hombres versados en las doctrinas filosóficas afirman que en la naturaleza
son solamente diez las que ellos denominan categorías, las cuales son la sustancia, la cualidad,
la cantidad, la relación, la acción, la pasión, el estado, la posición y aquellas sin las cuales no
podría darse cosa alguna, es decir, el tiempo y el lugar.17
17
Ver Aristóteles, Categoría 4, Ib a 2a.

31. VIII. Ninguna cosa, en efecto, existe sin participar de estas categorías. Yo, por ejemplo,
participo de la sustancia por haber tomado en préstamo de cada uno de los elementos de que
ha sido formado este mundo, es decir, de la tierra, el agua, el aire y el fuego, todo aquello que
concurría exactamente a la formación de mi organismo. Participo también de la cualidad, en
virtud de la que soy un hombre; y de la cantidad, por la que poseo cierto tamaño. Entro en
relación cuando alguien se halla a mi derecha o a mi izquierda. Pero además actúo cuando
froto o rasuro, y asumo un papel pasivo cuando soy frotado o rasurado por otros. Y cada vez
que tengo puesto un vestido o visto mi atuendo militar evidencio hallarme en un estado
determinado; y cuando simplemente estoy sentado o acostado, manifiesto una posición. Y
necesariamente me hallo en un lugar y existo en un tiempo, por cuanto ninguna de las cosas
arriba mencionadas puede existir sin estas dos.

32. IX. Y baste acerca de este tema con lo que queda dicho; que es preciso, reanudando el hilo
del asunto, pasar a lo que sigue. Los diez enunciados 18 u oráculos, que son verdaderas leyes o
Divinas normas, los anunció el Padre del universo una vez reunido en asamblea el pueblo,
tanto hombres como mujeres.19 ¿Por ventura lo hizo emitiendo en persona alguna forma de
voz? De ninguna manera; ni se nos ocurra jamás pensarlo. Porque Dios no es como el
hombre, 20 para tener necesidad de boca, lengua y conductos de aire.
18
En griego lógoi, que algunos traductores traducen por palabras. En la terminología
judeocristiana significa, dentro de estos contextos, mandamientos (de donde: decálogo = diez
mandamientos), pero aquí evidentemente Filón hace hincapié en la acepción de expresión o
manifestación oral, según se desprende del sentido contextual y de la aclaración de que tales
lógoi son verdaderas leyes o mandatos Divinos.
19
Éx. XIX, 16 y ss.
20
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 60 a 69.

33. Lo que, en cambio, ocurrió entonces, entiendo yo, fue un sacratísimo milagro 21 al ordenar
Dios que se produjera en el aire un invisible 22 sonido, más maravilloso que todas las formas
de expresión, armonioso con una armonía perfecta; voz que no consistía en algo inanimado ni
tampoco compuesto de cuerpo y alma a la manera de un ser animado, sino en un alma
racional 23 llena de lucidez y claridad, que dando forma y tensión al aire y transformándolo en
fuego, hizo resonar, como el aire a través de una trompeta una voz articulada tan potente, que

96
los más alejados tenían la impresión de escucharla a la par de los que estaban más cerca.
21
Ver Vida de Moisés I, 185.
22
Deut. IV, 12, donde se lee: "Oísteis bien sus palabras, pero no visteis figura alguna sino
sólo su voz". Filón atribuye aquí a la voz la calificación de invisible, correspondiente al
emisor o, en este caso al instrumento, como se advierte en la descripción que sigue.
23
Ver Sobre la vida de Moisés II, 288, y Sobre las leyes particulares I, 66.

34. Las voces de los hombres son tales por naturaleza, que al extenderse hasta muy grande
distancia se debilitan, al punto de que los que están apartados muy lejos ya no alcanzan a
percibirlas claramente porque se van debilitando progresivamente con las distancias, pues
también los instrumentos son perecederos.

35. En cambio el poder de Dios, que con un soplo originó aquella voz inusitada, la elevó y
tornó intensa, expandiéndola hacia todas las direcciones, hizo aparecer más brillante al final
que al principio al poner en las almas de todos un modo de audición muy superior al de los
oídos. Este sentido, en efecto, que es en cierto modo bastante tardo, permanece inmóvil hasta
que el choque del aire lo pone en movimiento; en tanto que los oídos de una inteligencia bajo
los efectos de una Divina posesión se adelanta con celeridad extrema saliendo anticipa-
damente al encuentro de las palabras pronunciadas.

36. X. Y ya es bastante acerca de la Divina voz. No le faltará razón a quien se preguntara por
qué motivo, si eran muchísimas las miríadas de personas reunidas en un único lugar,
consideró Dios conveniente revelar cada uno de los diez mandamientos no como si se
dirigiese a muchos sino como si lo hiciese a una sola, diciendo "No matarás", "No robarás", y
de la misma manera el resto.

37. Pues bien, en primer lugar corresponde decir que desea enseñar una excelente lección a
los que leyeren las sagradas escrituras, al enseñarles que cada persona, ella sola y por sí
misma, cuando observa las leyes y obedece a Dios, es tan digna como toda una numerosísima
nación, o más bien tan digna como todas las naciones juntas; y si cabe avanzar todavía más
allá en nuestra afirmación, tan digna como el mundo entero.

38. Por la misma razón en otro pasaje, alabando a cierto hombre justo, el mismo que también
era Dios 24 del mundo le dice: "Yo soy tu Dios"; dando a entender que los subordinados 25
situados en el mismo orden e igualmente gratos a su comandante deben recibir el mismo favor
y honra.
24
Gen. XVII, 1.
25
En este caso el mundo y el hombre justo en cuestión.

39. La segunda razón es que, si alguno que participa en las deliberaciones de las asambleas,
dirige sus palabras al auditorio en común como multitud, aquéllas no tienen por qué llegar ne-
cesariamente a uno solo en particular; en cambio, si quien prescribe o prohíbe algo lo hace en
particular, como si se dirigiera a cada uno y solo a él, las conclusiones sobre lo que se ha de
hacer parecerían en el acto tener carácter colectivo y ser normas también para todos en
conjunto. Por otra parte el que recibe las exhortaciones a título personal está mejor dispuesto a
acatarlas, en tanto que aquel que las recibe en común con otros se hace el sordo usando a la
muchedumbre como pretexto de su desobediencia.

40. Una tercera razón es el deseo de que jamás rey ni tirano alguno desprecie a ningún oscuro
particular, movido por la soberbia y arrogancia de que rebosa, sino, por el contrario, la

97
frecuentación de las enseñanzas contenidas en las sagradas leyes, se despoje de su orgullo y
borre de sus convicciones la presunción mediante el siguiente razonamiento convincente, o
más bien verdadero.

41. Si el Ser increado, incorruptible y eterno, que no ha menester de cosa alguna y es el autor
del universo y su benefactor, y rey de reyes y Dios de dioses 26 no se permitió despreciar ni al
más humilde de los hombres, y por el contrario consideró que correspondía convidar también
a éste al banquete de los sagrados oráculos y leyes, como si solo a éste se dispusiera a agasajar
y solo para él preparara el convite destinado a la expansión del alma iniciada a la que cabe ya
penetrar en los grandes misterios; 27 ¿qué derecho tengo yo, un simple mortal, para andar con
el cuello erguido, hinchado de orgullo y ensoberbecido ante mis semejantes, los que aunque
desiguales en la suerte que a cada uno cupo, cuentan con un parentesco que los asemeja e
iguala ya que pueden atribuirse como única madre a la común progenitora de todos los hom-
bres, la naturaleza?
26
¿Alusión a los astros o una simple hipérbole?
27
Filón emplea la terminología propia de los cultos griegos llamados misterios, en los que tras
un período de noviciado o iniciación el adherente era introducido en el conocimiento de las
doctrinas y actos rituales más esotéricos.

42, Por lo tanto, me habré de mostrar acogedor y afable aunque llegare a adquirir todo el
dominio sobre la tierra y el mar, para con los más menesterosos, de más humilde condición y
carentes del más íntimo de los apoyos, como son los huérfanos de ambos padres, las mujeres
que soportan la viudez, las personas de edad que no han tenido hijos nunca o que los han
tenido pero los han perdido prematuramente.

43. Porque, siendo, como soy, un hombre, consideraré indigno condescender con las actitudes
ampulosas y solemnes propias de la escena trágica, y permaneceré dentro de lo natural sin
traspasar sus límites. Habituaré a mi espíritu a abrigar sentimientos humanitarios, no solo
porque son imprevisibles los cambios hacia las situaciones opuestas, tanto para los que gozan
de prosperidad como para los que están en la desgracia; sino también porque es conveniente,
aun en el caso de que la buena fortuna se mantuviere firme y constante, no olvidarse de lo que
uno es.
Tales son las razones, a mi parecer, por las que quiso Dios revelar estos oráculos en singular
como dirigidos a una sola persona.

44. XI. Como es natural, todo cuanto aconteció en torno de aquel lugar tuvo el carácter de
prodigio: truenos cuyos estruendos eran superiores a lo que pueden soportar los oídos, clarida-
des de brillantísimos destellos, el sonido de una invisible trompeta extendiéndose hasta los
sitios más remotos, el descenso de una nube que, a modo de una columna, apoyaba su base en
la tierra y extendía el resto de su masa hasta las alturas del éter, y un torrente de fuego
celestial que envolvía cuanto había en torno con un intenso humo. 28 Es que a la llegada del
Divino poder ninguna de las partes del mundo debía permanecer inactiva, y todas, por el
contrario, debían concurrir conjuntamente a su servicio.
28
Éx. XIX, 16 a 18 y Deut. IV, 11.

45. El pueblo, que se había mantenido puro de contactos con mujeres, y abstenido de todos los
otros placeres excepto de aquellos que son necesarios para la alimentación; y se había
purificado durante tres días mediante baños y abluciones, y lavado además las ropas, que
ahora vestía blancas como nunca, estaba de pie próximo al lugar, puesto en punta de pie y con
los oídos atentos, conforme con la previa indicación de Moisés para que se preparasen para la

98
asamblea, pues en la ocasión en que, habiendo sido convocado él solo, había escuchado
Divinas revelaciones, se había enterado de que ésta tendría lugar. 29
29
Éx. XIX, 20 a 25.

46. En medio del fuego que se derramaba desde el cielo resonó una voz pasmosa en sumo
grado, pues la llama se escuchaba como el lenguaje articulado familiar a los oyentes, en el que
las cosas que se decían se pronunciaban tan claramente que tenían la impresión de que las
veían más bien que las oían.

47. Atestigua lo que afirmo aquella ley en la que está escrito "Todo el pueblo veía la voz".30
Expresión plena de sentido porque sucede que la voz de los hombres es aprehensible por los
oídos, pero la de Dios lo es verdaderamente por la vista. ¿Por qué? Porque todo cuanto Dios
expresa no lo dice mediante palabras sino mediante obras, que son juzgadas por los ojos y no
por los oídos.
30
Éx. XX, 18.

48. Excelente, por otra parte, y digna de la Divinidad es la asersión según la cual la voz
brotaba del fuego. Los oráculos de Dios, en efecto, alcanzan su perfección y resultan probados
31
tal como lo es el oro por el fuego. Pero también revela un simbolismo que es el siguiente.
31
O quizá: son perfectos y probados. Pero las dos cualidades atribuidas aquí a los oráculos o
revelaciones de Dios aparecen en el texto griego expresadas como resultados de sendos
procesos (Filón emplea formas del aspecto resultativo de los respectivos vocablos) cosa que
se conforma por el símil con el oro; lo cual no compagina evidentemente con la perfección ab
initio propia de todas las obras y manifestaciones Divinas.

49. El fuego tiene dos propiedades naturales: iluminar y abrasar. Y aquellos que están
determinados a acatar dócilmente los Divinos oráculos vivirán perpetuamente como en medio
de una luz sin sombras llevando en el alma esas mismas leyes cual astros portadores de
claridad; mientras que todos aquellos que se rebelan, jamás cesarán de ser abrasados y
consumidos por las pasiones interiores, que, a la manera de una llama, arruinarán la vida
entera de quienes las tienen.

50. XII. Tales son las aclaraciones que era preciso exponer previamente. Y ya es tiempo de
volvernos hacia los mismos mandamientos y de examinar cada uno de los diferentes asuntos
que encierran. Siendo diez, fueron distribuidos en dos grupos de cinco cada uno, que fueron
grabados en dos tablas. A los cinco primeros correspondió la primera jerarquía, en tanto que a
los otros cinco se consideró que les correspondía la segunda. Por otra parte, unos y otros son
excelentes y saludables, pues abren amplias rutas y reales caminos conducentes a una única
meta, asegurando al alma ansiosa siempre del Supremo bien una marcha libre de tropiezos.

51. Los cinco de superior jerarquía tratan de lo siguiente: sobre la monarquía por la que es
regido el mundo; sobre los ídolos de madera, las estatuas y, en general, las imágenes
construidas por la mano del hombre: sobre el no tomar el nombre de Dios en vano; sobre el
celebrar piadosamente el sagrado día séptimo; sobre la honra debida a los padres tanto a cada
uno de ellos individualmente, como a ambos en común. De este modo la primera de las tablas
registra lo relativo a Dios, él Padre y Hacedor del universo, y concluye con lo tocante a los
progenitores, los que a imitación de la naturaleza de Aquel, engendran seres particulares. Los
cinco de la segunda tabla 32 comprenden todas las prohibiciones: del adulterio, del crimen, del
robo, del falso testimonio y de' la concupiscencia.
32
Deut. V, 17 a 21, donde el orden es diferente del que para la segunda serie da Éx. XX, 13 a

99
17.

52. Debemos examinar con todo cuidado cada uno de los mandamientos, sin restar
importancia a ninguno de ellos. Dios es el excelente principio de todas las cosas, y la piedad
lo es de todas las virtudes; siendo del todo necesario comenzar nuestra exposición
refiriéndonos a Aquél y a ésta. Un error nada pequeño tiene presa a la mayor parte de los
hombres acerca de un hecho que, o él solo o más que ningún otro, debería haber quedado
arraigado en forma inequívoca en las inteligencias de todos.

53. En efecto, unos han deificado a los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego; otros al
sol, a la luna y a los demás astros errantes y fijos; otros solo al cielo, otros al mundo todo. En
cambio, al Ser más excelso y augusto, al Progenitor y Gobernante del gran estado, al supremo
Adalid del invencible ejército, al Piloto que administra con rumbo seguro siempre todas las
cosas Lo han apartado de sus miradas, después de atribuir falsos nombres, divergentes unos
de otros, a tales objetos.

54. Unos, en efecto, llaman a la tierra Core, Demeter o Plutón, al mar Posidón, forjándole a
éste divinidades marinas subordinadas así como una gran multitud de servidores de une y de
otro sexo. Al aire lo llaman Hera, al fuego Hefesto, al sol Apolo, a la luna Artemisa, al lucero
del alba Afrodita y al planeta brillante Hermes.

55. Y lo mismo en el caso de cada uno de los demás astros cuyos nombres nos han
transmitido los mitógrafos, los que, a fuerza de urdir muy ingeniosas ficciones para engañar al
oído, se han ganado fama de destreza en la aplicación de nombres.

56. Y asimismo, mediante una separación de carácter racional, han dividido el cielo en dos
hemisferios, el supraterrestre y el infraterrestre, y los han denominado Diescuros inventando a
propósito de ellos la increíble fábula de que se turnan día por medio en la existencia. 33
33
Según Odisea XI, 300 a 304, ambos hijos de Leda residen juntos un día entre los vivos en la
tierra y otro en la Mansión de Hades. Una variante más reciente de la leyenda, a la que se
atiene aquí Filón, los hace alternarse, de modo que uno reside separado del otro en cada lugar
un día. Ver Sobre la embajada ante Cayo 79 y 84-85, y Sobre los sueños I, 150.

57. Se apoyan en que como el cielo permanente e incesantemente rota en círculo, por fuerza
cada uno de ambos hemisferios reemplaza al otro durante un día y se encuentra una vez
arriba, otra vez abajo; esto solo en apariencias, pues la verdad es que en la esfera no hay abajo
ni arriba, y que solo por referencia a nuestra posición acostúmbrase llamar arriba a lo que está
sobre nuestra cabeza y abajo a lo opuesto.

58. Pero al hombre que ha aprendido a reflexionar según la genuina filosofía y se entrega a
una piedad sincera y pura la ley le prescribe el nobilísimo y santísimo precepto de no
considerar como dios autónomo 34 a ninguna de las partes del mundo. Este, en efecto, tuvo un
comienzo, y el nacimiento es el principio de la corrupción; aun cuando por la providencia del
Hacedor haya alcanzado la inmortalidad; y además hubo un tiempo en el que no existía. Y
acerca de un dios no es lícito decir que anteriormente no existió, que a partir de cierto
momento empezó a existir y que no existe para siempre.
34
O todopoderoso. Éx. XX, 3 a 5. Los dioses visibles y los inferiores (Platón, Tuneo 40 a-d)
no son autónomos y sólo son dioses de nombre.

59. XIII. Y sin embargo a tal punto llega la aberración en los razonamientos de algunos, que

100
no solo consideran dioses a las cosas mencionadas, sino además, tienen a cada una de éstas
por el máximo y primero de los dioses. 35 Esto les sucede o porque simplemente, siendo
ignorantes por naturaleza, no conocen a Aquel que es realmente Dios; o porque, suponiendo
que no existe ninguna causa invisible y aprehensible solo por la inteligencia además de las
cosas sensibles, descuidan el llegar a conocerlo. Y ello a pesar de tener a su alcance una
prueba por demás clara.
35
Sobre estas expresiones retóricas que sugieren una pluralidad de dioses ver la nota anterior.
Filón rechaza toda tesis en tal sentido, según acaba de manifestarlo en las líneas precedentes.

60. Siendo, en efecto, el alma la que les permite vivir, querer y realizar todas aquellas cosas
que son inherentes a la vida humana, jamás con los ojos del cuerpo han conseguido
aprehender a esa alma; no obstante que hubieran ambicionado esto con todo empeño, si
hubiera existido alguna posibilidad de ver esa imagen, la más sagrada de todas, a partir de la
cual bien cabría esperar que, por analogía, se pueda alcanzar la noción del Increado y eterno,
que, sosteniendo las riendas del mundo entero, lo dirige por seguro camino permaneciendo
invisible.

61. Ahora bien, del mismo modo que, si alguno atribuyera a los sátrapas, que son funcionarios
subordinados, los honores debidos al gran rey, parecería no solo insensato en sumo grado sino
también temerario por demás pues otorgaría a siervos lo que es propio del amo; así también
aquel que tributa los mismos honores al Creador y a las creaturas sepa que es el más insensato
e injusto de todos los hombres, pues trata por igual a quienes son desiguales, y no para honra
de los de inferior condición sino para menoscabo de quien es superior.

62. Pero hay quienes van más allá en su impiedad, y no ofrecen por igual su tributo sino
otorgan a unos todas las muestras de homenaje, sin atribuir ninguna al Otro, ni siquiera el
recuerdo, que es el más común de los tributos. Olvidan, en efecto, a Aquel que es el único que
les convendrá tener presente, empeñados los miserables en un olvido a designio.

63. Y existen todavía otros que, poseídos de un furor desenfrenado, dando públicas muestras
de la impiedad enraizada en ellos, tras afilar su perniciosa lengua, se ponen a blasfemar contra
Dios. Al mismo tiempo desean afligir también a los hombres piadosos, a quienes acomete al
punto una indecible e inconsolable tristeza que abrasa el alma entera a través de los sentidos.
Esta, precisamente, es la máquina de sitio de los impíos, el único medio gracias al cual éstos
sellan la boca de los amigos de Dios, pues para no exacerbar su furia lo mejor en tales
ocasiones es guardar silencio.

64. Rechacemos, pues, toda esta suerte de charlatanería y no adoremos a quienes son
hermanos nuestros por naturaleza, aun cuando les haya cabido una sustancia más pura e
inmortal; ya que todos los seres creados son hermanos en el hecho mismo de su creación, pues
el único creador del universo es también el padre de todos. Y alistémonos con nuestra
inteligencia, nuestra palabra y toda nuestra fuerza con sumo vigor y firmeza al servicio del
Increado y Eterno y Causa de todas las cosas, sin ceder ni consentir con las complacencias de
la multitud, las que son causa de ruina aun para aquellos que podrían salvarse.

65. XIV. Grabemos, pues, en nosotros mismos como el primer mandamiento y el más sagrado
de todos el de reconocer y honrar como Dios únicamente al Altísimo. Y que la opinión
politeísta ni acaricie siquiera los oídos del hombre que tiene por norma buscar la verdad con
espíritu puro y sincero.

101
66. Pero he aquí que si cuantos sirven y adoran al sol, a la luna; al cielo todo, al universo
entero y a las partes principales que hay en ellos, temiéndolos por dioses, cometen, cosa clara
por demás, una falta, al glorificar a los súbditos antes que al Soberano; con todo su falta es
menor que la de aquellos otros que, tras darles forma a maderas, piedras, plata, oro y a las
demás sustancias similares, cada uno según sus preferencias, y después de llenar el mundo
habitado de estatuas, maderas talladas y demás imágenes productos de la mano del hombre,
creaciones de escultores y pintores; han causado enormes daños a la vida humana.

67. Ellos, en efecto, han amputado del alma lo que era su mejor apoyo, es decir, el debido
conocimiento respecto del eternamente existente Dios; de suerte que, cual naves sin lastre, son
agitados arrastrados de aquí para allá permanentemente, sin que jamás les sea posible arribar a
un puerto ni echar ancla en las seguras radas de la verdad, ciegos, como están, para aquello
que vale la pena contemplar y para lo único que es necesario mirar con aguda visión.

68. Y en mi opinión, viven una vida más desdichada aún que los ciegos de los ojos del cuerpo.
Porque mientras éstos han sufrido ese daño sin que su voluntad tuviera parte, o bien por haber
sufrido una grave enfermedad ocular o bien víctimas de la iniquidad de enemigos; ha sido con
deliberado propósito como ellos no solo debilitaron sino se determinaron a anular
completamente el ojo del alma.

69. De ello resulta que mientras los primeros provocan un sentimiento de compasión en su
desdicha, en cambio los otros merecen con toda justicia su castigo como malvados que son, ya
que no han llegado a conocer, amén de otras cosas, lo que estaba más a su alcance, y hasta un
tierno infante conoce: que el artífice es superior a su obra, tanto en lo que al tiempo se refiere,
pues es más antiguo y en cierta manera el padre de lo producido; como en valor, ya que el
autor de algo es más estimable que quien experimenta algo.

70. Y aunque lo que correspondería sería que, error por error, al menos tuviesen-por dioses a
los pintores y escultores mismos honrándolos con honores sin medida, a estos los han dejado
en el olvido sin acordarles ninguna honra superior, en tanto que han considerado como dioses
las esculturas y pinturas salidas de sus manos.

71. Y así, mientras muchas veces los artífices han envejecido en medio de la indigencia y sin
gloria, para morir al cabo de incesantes infortunios; los productos de su arte, en medio de la
púrpura, el oro y los otros suntuosos adornos que procura la riqueza, reciben homenajes y
tienen servidores reclutados no solo entre los hombres libres sino entre gente de superior
estirpe y además de suma perfección corporal. Examínase, en efecto, con todo cuidado si la
familia de los sacerdotes es irreprochable, y si el conjunto de las partes de su cuerpo es todo él
completo.36
36
Ver Sobre las leyes particulares I, 80 y Todo hombre bueno es libre 140.

72. Y con ser indignante esto, con todo no lo es tanto como otro hecho sumamente penoso.
Me consta, en efecto, que algunos de estos artistas elevan súplicas y hacen sacrificios a las
obras producidas por ellos mismos. Mucho mejor sería que adoraran a cada una de sus manos;
o si no quisieran hacer tal cosa por evitarse la reputación de pagados de sí mismos, que
rindieran culto al menos a los martillos, yunques, pinceles, tenazas y demás instrumentos,
cosas todas que han permitido que los materiales recibieran forma.

73. XV. Por cierto que bien merecen hombres tan insensatos que se les diga con toda
franqueza: En realidad, mis buenos señores, la aspiración más excelente y la suma felicidad es

102
asemejarse a Dios.

74. Suplicad, pues, 37 el asemejaros también vosotros a los ídolos, a fin de que alcancéis la
suprema felicidad de poseer ojos que no ven, oídos que no oyen, narices que no respiran ni
huelen, boca que no habla ni gusta, manos que no toman, dan ni operan, pies que no caminan
y cada una de las demás partes que no hace cosa alguna; y de estar custodiados y protegidos
en un templo, como en una prisión, aspirando día y noche el humo de los permanentes
sacrificios. Porque en todo esto consiste el único bien que imagináis para nuestros ídolos.
37
Puesto que vuestras obras de arte son vuestros dioses.

75. Pero yo personalmente pienso que ellos al oír estas cosas las tomarán no como propias de
súplicas sino como propias de maldiciones y se irritarán y recurrirán a recriminaciones para
repudiar el insulto; lo cual bien puede constituir el mejor testimonio de la desmedida
impiedad de hombres que reconocen como dioses a cosas a las que de ningún modo
suplicarían parecerse en naturaleza.

76. Ninguno, pues, de los que tienen alma adore a algo sin alma, porque es completamente
absurdo el que los seres producidos por la naturaleza se conviertan en servidores de las cosas
producidas por la mano del hombre. El caso de los egipcios es especial, pues no solo les cabe
la común acusación que merecen todos los países, sino también otra plenamente justificada;
ya que además de deificar imágenes y esculturas han atribuido honores de dioses a animales
irracionales, como toros, carneros y machos cabríos forjando a propósito de cada uno de ellos
algún fabuloso relato.

77. Y tal vez en el caso de estos animales exista alguna justificación, ya que se trata de los
más domesticados y útiles para la humana existencia. El buey que tira del arado abre surcos
en la época de la siembra y también es sumamente eficaz su labor en la era, cuando co-
rresponde separar el grano. El carnero nos proporciona el mejor de los abrigos, el vestido;
como que, si nuestros cuerpos permanecieran desnudos, sucumbirían fácilmente o bien por
exceso de «palor o bien por excesivo frío, lo primero por el calor ardiente del sol, el segundo
a causa del gran enfriamiento del aire.

78. Pero lo cierto es que los egipcios han sobrepasado la medida y honran con templos y
recintos sagrados, con sacrificios, con asambleas religiosas, con procesiones y con otras
solemnidades análogas también a las más feroces e indomables de las bestias salvajes, tales
como leones y cocodrilos, y entre los reptiles el venenoso áspid. Habiendo, en efecto,
examinado cuidadosamente los más salvajes seres procedentes de cada uno de los elementos
que Dios puso al servicio de los hombres, es decir, la tierra y el agua, no hallaron entre los
animales terrestres ninguno más salvaje que el león, ni entre los acuáticos otro más feroz que
el cocodrilo, y a éstos veneran y honran.

79. Pero además tienen por dioses también a muchos otros animales, tales como perros, gatos
y lobos, ibis y halcones entre las aves, así como a la totalidad o a partes de los cuerpos de los
peces. ¿Y qué puede resultar más ridículo que tales deificaciones?

80. La verdad es que los extranjeros que llegan por primera vez a Egipto y en cuyos espíritus
no se ha instalado aún la vana demencia de los naturales del país, se mueren de risa. Y todos
aquellos que han gustado de la recta instrucción, estupefactos ante la veneración tributada a
cosas indignas de reverencia, compadecen a los que la rinden teniéndolos, corno es lógico, por
más desventurados todavía que las creaturas que son objeto de sus homenajes, y pensando que

103
en lo que hace a sus almas se han transformado en dichas creaturas, al punto de que parecen
bestias que deambulan bajo la forma humana.

81. XVI. Así, pues, excluyendo de la sagrada legislación toda deificación de este género,
exhortó Moisés a honrar al verdaderamente existente Dios; no porque Este necesite que se Lo
honre, que Aquel que se basta totalmente a Sí mismo no tiene necesidad de otro alguno; sino
queriendo conducir al género humano, que vagaba por rutas intransitables, hacia un camino
segurísimo, a fin de que, ajustándose a la naturaleza, alcance la más excelente de las metas: el
conocimiento acerca del Que realmente Existe, lo cual constituye el primero y más perfecto
de los bienes, del que, como de una fuente, manan sobre el mundo y sobre cuanto hay en él
los bienes particulares.

82. XVII. Habiendo discurrido también, en la medida de lo posible, acerca del segundo de los
mandamientos, pasemos a examinar cuidadosamente el que le sigue en el orden, vale decir,
"No tomar el nombre de Dios en vano". Pues bien, el motivo por el que ocupa este lugar
resulta claro para aquellos que poseen una inteligencia con aguda visión, y es que, el nombre
ocupa siempre el segundo lugar con respecto a la cosa que le sirve de soporte, asemejándose
en esto a la sombra que acompaña al cuerpo.

83. Consecuente con ello Moisés, habiendo primero hablado de la existencia del siempre
Existente y del honor que Le es debido, a continuación, conforme al encadenamiento lógico
de las cosas, prescribe también lo relativo al uso apropiado de Su nombre. Lo cierto es que las
faltas que a este respecto cometen los hombres son variadas y multiformes.

84. Lo más excelente y provechoso para nuestras vidas, lo que corresponde a la naturaleza
racional es abstenerse de jurar, ya que ella ha sido enseñada a ser tan verídica en cada
afirmación, que se considere que sus simples palabras equivalen a juramentos. El jurar de
buena fe no es, en cambio, sino un mal menor, como suele decirse; porque el hecho ya de
jurar supone que el que jura está sujeto a sospecha de mala fe.

85. Debe, pues, éste dar largas a la cosa y tomarse tiempo, a la espera de que tal vez gracias a
sus dilaciones consiga librarse de tener que prestar el juramento. Pero, si la necesidad lo for-
zase a hacerlo, habrá de examinar, y no a la ligera, cada una de las consecuencias que el
juramento implica. Porque no se trata de un hecho intrascendente, por más que por costumbre
no se le dé la debida importancia.

86. Jurar, en efecto, es invocar el testimonio de Dios acerca de cuestiones en disputa; y no hay
cosa más impía que poner a Dios como testigo para una mentira. Porque, ve, si quieres, a
observar con ayuda de tu razón la inteligencia del que se dispone a jurar para mentir, y
observarás cómo no tiene reposo y está llena de inquietud y confusión, como que pesan
acusaciones sobre ella y soporta toda suerte de ultrajes y reproches.

87. En cada alma, en efecto, cohabita un censor 38 nacido conjuntamente con ella, que tiene
por norma no pasar por alto cosa alguna reprensible, en cuya naturaleza enciérrase un
perpetuo odio hacia la maldad y amor por la virtud, acusador y juez a la vez, que cuando
interviene como acusador hace los cargos, acusa y recrimina; y cuando a su turno oficia de
juez, enseña, reprende y exhorta a cambiar de proceder. Y si logra convencer hace complacido
las paces, mas, si no puede lograrlo se empeña en una guerra sin tregua, en la que no se llama
a descanso ni de día ni de noche, sino atormenta y causa heridas incurables hasta que aniquila
esa desventurada y execrable vida.

104
38
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 135 y ss.

88. XVIII. ¿Qué dices?, le diría yo al perjuro, ¿te atreverías a presentarte ante uno de tus
conocidos y decirle: Ven aquí, compañero, y atestigua a mi favor cosas que no has visto ni
oído como si las hubieras contemplado, como si las hubieras escuchado y como si hubieras
estado presente en todas ellas? Yo por mi parte no lo creo, pues sería un acto propio de una
locura sin remedio.

89. Porque, ¿con qué ojos, estando sobrio y, al parecer, en tu propio juicio, mirarías a tu
amigo y le dirías: En nombre de nuestra amistad obra injustamente, viola las leyes y únete a
mí en la impiedad? Es evidente que él, si-oyera esto, enviaría a paseo tu pretendida amistad y,
reprochándose a sí mismo por haber mantenido relaciones de amistad desde un principio con
semejante hombre, se alejará de prisa como de una fiera salvaje y enloquecida.

90. Y a pesar de eso, ¿no te ruborizas de invocar a Dios, el Padre y Guía del mundo, como
testigo en las mismas cosas en las que no te atreverías a pedir el testimonio de un amigo? ¿Y
lo haces sabiendo que Él todo lo ve y todo lo oye, o bien ignorando tal cosa?

91. Pues bien, si lo haces ignorando eso, eres, por una parte, un ateo, y el ateísmo es la fuente
de todas las iniquidades; y por otra, agregas a tu ateísmo el arruinar el juramento, puesto que
juras por quien no se ocupa de los asuntos humanos como si velara por ellos realmente; y si
sabes claramente que ejerce Su providencia, no hay impiedad, por enorme que sea, que la tuya
no sobrepase al decirle a Dios, si no con la boca y la lengua al menos con tu conciencia: Sé mi
testigo en mis falsedades, colabora conmigo en mis maldades, comparte mi mala fe; mi única
esperanza de gozar de buena reputación entre los hombres es que Tú disfraces la verdad.
Vuélvete perverso por favorecer a otro; Tú, el superior, por el inferior; Tú, la Divinidad, el
más excelente de todos los seres, por un simple hombre, y además, perverso.

92. XIX. No faltan, por otra parte, quienes, sin especular en ganancias, y solo por un
pernicioso hábito, juran continua e irreflexivamente a propósito de lo que sea, aunque no
exista en absoluto discrepancia alguna. Rellenan éstos todos los huecos, en sus expresiones
mediante juramentos, como si no fuera mejor conformarse con un corte en las palabras e
incluso con un completo silencio, teniendo en cuenta que del mucho jurar nacen los falsos
juramentos y la impiedad.

93. Por eso es preciso que el que se apresta a jurar tenga examinados de manera cuidadosa y
muy rigurosa todos estos puntos: sobre el asunto, si es lo suficientemente importante, si ha
sucedido realmente y si se tiene una sólida aprehensión de los hechos; sobre sí mismo,, si son
puros su alma, su cuerpo y su lengua; la primera, pura de transgresiones; el segundo, de
impurezas; y la lengua, de maledicencias. Seria un sacrilegio, en efecto, que por la misma
boca por la que pronuncia alguien el más sagrado de los nombres, deje oír también cualquier
expresión vergonzosa.

94. Y debe también buscar el lugar y la ocasión apropiados. Porque sé muy bien que algunos
aprovechan lugares profanos e impuros; en los que no se debería evocar el recuerdo ni de un
padre ni de una madre, ni siquiera el de una persona de edad que, aunque extraña a la familia,
haya llevado una vida recta; para jurar largo y tendido ensartando al hablar solo juramentos
uno tras otro, en los que, movidos por su impiedad, abusan de las muchas maneras de designar
a Dios allí donde no debieran.

105
95. Quien haga caso omiso de las cosas que he dicho ha de saber en primer lugar que es un ser
manchado e impuro; y en segundo lugar, que permanentemente estarán pendientes sobre él los
mayores castigos, ya que esa supervisora de los humanos asuntos que es la justicia es
implacable e inflexible cuando se trata de iniquidades tan grandes, y cuando no juzga
conveniente castigar al instante, es evidentemente porque concede un plazo a muy alto interés
para los castigos, los que, llegado el momento oportuno, exige para común beneficio de todos.

96. XX. El cuarto mandamiento es el que se refiere al sagrado día séptimo, cuya celebración
procura que tenga lugar en un ambiente de reverencia y santidad. Esta fiesta, que algunos
estados 39 celebran una vez al mes, determinando el día a partir del comienzo del mes lunar, la
nación judía la festeja permanentemente con intervalos de seis días.
39
Ver Herodoto VI, 57 y Hesíodo, Los trabajos y los días 770.

97. Una convincente razón de esta práctica se halla en un dato registrado entre los que
contiene el relato de creación del mundo. En seis días, en efecto, dice que fue construido el
mundo, y que en el séptimo, haciendo un alto en Sus trabajos, se puso Dios a contemplar las
hermosuras creadas.

98. En consecuencia, mandó que también los que estaban destinados a vivir como ciudadanos
de este mundo siguieran en este punto, como en los demás, el ejemplo Divino, entregándose
durante seis días a los trabajos, y tomándose un reposo en el séptimo, para consagrarse a la
meditación filosófica y ocupar su ocio en la contemplación de las cosas de la naturaleza, y
además examinar si en los días precedentes algo ha sido hecho sin la debida pureza,
recabando de sí mismos la razón y rendición de cuentas de sus palabras y actos en el tribunal
del alma, la que tendrá a las leyes por compañeras de deliberación y dictamen, a fin de
corregir lo que ha sido descuidado y prevenir que no se vuelvan a repetir en adelante las
faltas.

99. Pero, mientras Dios empleó solo una vez los seis días para la completa creación del
mundo y no necesitó un nuevo período de tiempo; 40 cada uno de los hombres, en cambio,
como que participa de la naturaleza mortal y ha menester de las innumerables cosas que
tienden a satisfacer las exigencias de la existencia, se ve obligado a no descuidar el procurarse
las cosas necesarias hasta el fin de su vida, tomándose un descanso en los sagrados días
séptimos.
40
Si esta traducción es la correcta, como parecen sugerirlo el contexto y las consideraciones
que siguen, hay una evidente contradicción con lo afirmado en Sobre la creación del mundo
13 y ss., donde se afirma que los seis días de la creación no corresponden a un período
temporal sino a un orden en el proceso creador, el que estuvo presidido por las propiedades
del número seis con todas las implicaciones que este número supone.
En el parágrafo 101 del presente tratado Filón insiste en la idea de que Dios no necesitó
período alguno de tiempo para la creación.

100. ¿No es por ventura una excelente prescripción y sumamente apropiada para estimularnos
a procurar toda virtud y en especial la piedad? Dice, en efecto: Sigue siempre a Dios; que te
sirva de modelo de plazo para tus trabajos este único lapso de seis días, totalmente suficiente
para Él, en el que creó el mundo: y también, pues en ese día se dice que Él examinó lo que
había producido, sírvase el séptimo día de modelo en lo que toca al deber de entregarte a la
meditación filosófica, a fin de que también tú contemples las cosas de la naturaleza y todas
aquellas privadas tuyas que conducen a la felicidad.

106
101. No descuidemos, pues, tal modelo de esos excelentes géneros de vida que son la práctica
y la contemplativa; y con la mirada puesta siempre en él, estampemos en nuestros espíritus
nítidas imágenes y marcas, haciendo que la naturaleza mortal se torne hasta donde ello cabe,
semejante a la inmortal, al decir y hacer lo que corresponde.
En cuanto al sentido en que se dice que el mundo ha sido creado en seis días por Dios, que no
necesita del tiempo para llevar a cabo Sus obras, ha sido explicado en nuestra exégesis
alegórica en otros lugares. 41
41
Ver Sobre la creación del mundo 13 y 26 e Interpretación alegórica I, 2 a 4, así como la
nota anterior.

102. XXI. Y respecto de la precedencia de la que el número siete ha sido juzgado digno entre-
todo lo existente demuéstranlo los que se han dedicado al estudio de las matemáticas, y han
investigado lo relativo a él con sumo cuidado y seriedad. Es en efecto, el número virgen, 42 la
naturaleza que no tuvo madre, el número más estrechamente vinculado a la original unidad, 43
la forma ejemplar de las estrellas errantes, tal como la unidad lo es de la esfera de las fijas;
porque el cielo incorpóreo, modelo del cielo visible, procede de la unidad y el siete.
42
Ver Diógenes Laercio VII, 25; Sobre la posteridad de Caín 64; Sobre la inmutabilidad de
Dios 11, y el parágrafo 159 del presente tratado.
43
Según Diógenes Laercio II, 25, Pitágoras enseñó que la unidad o mónada es el principio de
todas las cosas.

103. La estructura del cielo ha sido constituida tanto de naturaleza indivisa como de la
dividida. A la indivisa le ha correspondido la rotación primera, más elevada y correspondiente
a las estrellas fijas, la que está presidida por la unidad; en tanto que a la dividida le cupo la
segunda en valor y jerarquía, la presidida por el siete, que, dividida en seis partes, produce los
siete astros llamados errantes. 44
44
Ver Sobre los querubines 22.

104. Este nombre no significa que alguno de los seres que en el cielo participan de la Divina,
bienaventurada y feliz naturaleza vague sin rumbo fijo: que el seguir un curso determinado
está íntimamente vinculado a todos ellos, y así, conservando una invariable identidad,
cumplen su eterno curso sin admitir desviación ni cambio alguno. Pero, como realizan su
revolución en sentido contrario al de la esfera indivisa y más elevada, han sido denominados,
sin ajustarse a la verdad, errantes por hombres lo suficientemente atolondrados como para
atribuir su propia desorientación 45 a los seres celestes, no obstante que éstos jamás abandonan
su puesto en la Divina formación.
45
O su propio andar sin rumbo.

105. Por estas razones y por otras más también es honrado el número siete. Pero lo que sobre
todo le ha valido esta precedencia es el hecho de que el Hacedor y Padre del universo se
muestre por intermedio de él. Como a través de un espejo, en efecto, puede la inteligencia a
través de él representarse a Dios operando, creando el mundo y presidiendo el universo.

106. XXII. Después de la prescripción relativa al día séptimo, da a conocer el quinto


mandamiento, el referente a la honra debida a los padres; 46 al que asignó el lugar intermedio
entre las dos series de cinco, como que es el último de la primera, en la que se prescriben los
mandamientos más sagrados, y también se enlaza con la segunda, que comprende los deberes
relativos a los hombres.
46
Ver Sobre las leyes particulares 224 a 242.

107
107. La causa, a mi entender, es la siguiente: por su naturaleza los padres ocupan
evidentemente una posición intermedia entre la sustancia inmortal y la mortal. Vincúlanse,
por una parte, con la condición mortal merced a su parentesco con los hombres y los demás
seres animados en cuanto a que su cuerpo es perecedero; y por otra, con la inmortal por su
semejanza con Dios, el progenitor del universo en cuanto al engendrar seres.

108. Por cierto que se dan casos de gente que se ha consagrado a una de estas dos categorías y
parece no dar importancia a la otra. Algunos, en efecto, tras embriagarse con el vino puro de
la piedad, dieron un adiós definitivo a las demás preocupaciones y consagraron totalmente su
vida al servicio de Dios.

109. Otros, en cambio, convencidos de que ningún bien existe fuera de la justicia con respecto
a los hombres, se aplican exclusivamente al trato con ellos, y movidos por su ardiente celo por
la común suerte ponen a disposición de todos por igual el uso de sus propios bienes
considerando que es un deber de justicia aliviar en la medida de sus posibilidades las
desgracias.

110. Con razón, pues, cabe llamar filántropos a éstos y amigos de Dios a los primeros. Unos y
otros poseen la virtud sólo en parte, puesto que ella se da completa únicamente en aquellos
que prueban sus méritos en las dos categorías. Pero están también todos aquellos que ni son
contados entre los que bregan en provecho de los hombres participando de sus alegrías por los
comunes bienes y de sus penas por los opuestos sucesos; ni se han consagrado a la piedad y la
santidad. Estos parecerían haber cambiado su naturaleza en la de las fieras, y entre ellos se
llevarán los primeros galardones en salvajismo aquellos que desprecian a sus padres. Se trata,
en efecto, de enemigos de una y otra categoría de deberes, tanto de la que se refiere a los
padres como de la que toca a los hombres.

111. XXIII. No deben, pues, ignorar éstos que son convictos ante los dos únicos tribunales de
la naturaleza; ante el tribunal Divino de impiedad por cuanto no respetaron a aquéllos que los
condujeron del no ser al ser, imitando en esto a Dios, y ante el de los hombres por su odio a la
humanidad.

112. Porque, ¿a qué otro ser humano beneficiarán quienes desprecian a los que les están
vinculados por el parentesco más estrecho y les han proporcionado los mayores dones, entre
los que algunos son tan superiores que no admiten la posibilidad de reciprocidad? ¿Cómo, en
efecto, quien ha sido engendrado podría a su vez engendrar a sus progenitores? Se trata de un
cometido concedido por la naturaleza a los padres con relación a sus hijos a título de
asignación exclusiva, que no puede ser retribuido. De allí que esté justificado el irritarse
profundamente cuando los hijos, que no pueden retribuir todos los beneficios, ni siquiera
están dispuestos a hacerlo con los menos importantes.

113. A éstos estaría yo por decirles con toda razón: Las bestias salvajes no pueden menos que
tornarse mansas en contacto con los hombres. Yo he conocido muchos casos de leones, osos y
panteras que se tornaron mansas no solo para con los que los alimentaban, por gratitud ante
las cosas necesarias que recibían, sino también para con los demás, a causa, entiendo yo,, de
la semejanza de éstos con los primeros. Noble es, en efecto, el que la parte inferior siga los
pasos de la superior con la esperanza de mejorar.

114. Pero, en vuestro caso me veré obligado a decir todo lo contrario: convertíos vosotros que
sois hombres, en imitadores de ciertas bestias, que han aprendido y saben devolver beneficio

108
por beneficio. Los perros guardianes protegen a sus amos y mueren por ellos cuando un
imprevisto peligro sobreviene. De los perros ovejeros se asegura que cuando combaten en
defensa de los rebaños, no cejan hasta la victoria o la muerte a fin de preservar sin daño a los
pastores.

115. Y ante esto, ¿no resulta la mayor de las vergüenzas que en materia de retribución de
beneficios el hombre sea superado por el perro, el más cultivado de los seres animados por la
más osada de las bestias? Pero, si los animales terrestres no bastan para enseñarnos,
volvámonos hacia los de naturaleza alada que surcan los aires.

116. Entre las cigüeñas, las aves viejas que no pueden volar permanecen en sus nidos, en tanto
que sus hijos, sobrevolando tierra y mar, diríamos, traen de todas partes; los alimentos para
sus padres.

117. Y así, mientras los unos pasan sus días reposando, como corresponde a su edad, y go-
zando de una completa abundancia; los otros, sin dar mayor importancia a las dificultades
propias de esta búsqueda, movidos por la piedad y por la esperanza de que en la vejez les
cabrá el mismo trato de parte de sus hijos, pagan una deuda que no pueden ignorar; deuda que
contraen y pagan en su debida oportunidad, cuando ni unos ni otros están en condiciones de
alimentarse: los hijos al principio de su existencia, los padres hacia el final de la vida. De ese
modo por un natural instinto, sin que nadie se lo enseñe, después de haber sido alimentados en
las primeras etapas de la vida, se complacen en alimentar a sus ancianos padres.

118. Frente a estos ejemplos, ¿no correspondería que todos los hombres que muestran
indiferencia hacia sus progenitores, oculten sus rostros y se reprochen a sí mismos, por
despreciar a aquellos por los que deberían preocuparse o exclusivamente o antes que por
ningún otro, y eso no a título de regalo sino de devolución más bien? Porque ningún bien
propio poseen los niños que no provenga de sus padres, quienes o se los procuran tomándolos
del patrimonio familiar, o les proporcionan los medios que les permitan adquirirlos.

119. ¿Guardan, entonces, tales hombres dentro de los límites de sus almas esas dos soberanas
de las virtudes que son la piedad y la religiosidad? No, las han expulsado y mantienen
desterradas más allá de esos límites, pues los padres son los servidores de Dios encargados de
la procreación de hijos; y el que deshonra al servidor deshonra al mismo tiempo también a su
señor.

120. Algunos se atreven a ir más allá en la glorificación del nombre de progenitores y afirman
que un padre y una madre son dioses visibles, que, al modelar seres vivientes, imitan al Dios
increado, con la reserva de que éste es el Dios del mundo, y aquéllos lo son sólo de los seres
que han engendrado. Y agregan que es imposible que sean piadosos con respecto al Dios invi-
sible quienes carecen del sentimiento de piedad hacia los dioses, visibles y próximos.

121. XXIV. Con estas sabias palabras acerca de la honra debida a los padres, pone fin a la
primera y más vinculada con la Divinidad de las dos series de cinco mandamientos. Al
registrar el segundo grupo, que comprende prohibiciones en materia de relaciones con los
hombres, comienza por el adulterio, pues lo considera la más grave de las iniquidades.

122. En primer lugar, en efecto, éste tiene como fuente el amor al placer, amor que enerva los
cuerpos de los que lo sienten, relaja las fuerzas del alma y destruye los medios de subsistencia
consumiendo, a la manera de un fuego inextinguible, todas las cosas que alcanza, sin dejar

109
cosa alguna a salvo en la vida humana.

123. En segundo lugar, persuade al adúltero no solo a delinquir sino también a enseñar a
compartir la falta, al establecer una colaboración en actos que repugnan a lo que la palabra
implica, puesto que, cuando prevalece la violencia de esta pasión, es imposible que los
impulsos alcancen su meta mediante uno solo, siendo absolutamente preciso que dos operen
de acuerdo, desempeñando uno el papel de maestro y el otro de discípulo para asegurarse la
concreción de actos de incontinencia y lascivia, los más vergonzosos de los vicios.

124. Pues ni siquiera cabe decir que solo se corrompe el cuerpo de la mujer entregada al adul-
terio. A decir verdad, más todavía que su cuerpo es su alma la que se acostumbra a entregarse
a otro, enseñada, como está, a detestar y odiar a su esposo.

125. Y la cosa sería menos grave si el odio se pusiera a las claras de manifiesto, ya que de lo
que está a la vista fácil es precaverse; pero el hecho es difícil de sospecharse y descubrirse
pues se encubre con falaces recursos, y a veces produce la impresión contraria, es decir, la de
amor, gracias a ciertas engañosas seducciones.

126. Y no hay duda de que tres son las familias a las que lleva a la ruina este vicio; la del
esposo traicionado, que se ve frustrado así en cuanto a las promesas conyugales como en sus
esperanzas de tener hijos legítimos; y las otras dos, vale decir, la del adúltero y casa paterna
de la mujer. Porque una y otra de éstas se llenan completamente de vituperio, de deshonra y
de las peores afrentas.

127. Y si los vínculos de familia resultaren abarcar a numerosas personas a causa de los
matrimonios interfamiliares y los otros lazos, la falta envuelve y contamina a la ciudad entera.

128. Sumamente penoso es también lo incierto de la condición de los hijos, porque si la


esposa no procede con castidad, resulta cosa imposible de determinar, oscura, quién es el
verdadero padre de las criaturas. Además, si el hecho permanece en secreto, los hijos
adulterinos usurpan la condición de los legítimos, adulteran la descendencia ajena y habrán de
heredar, sin derecho a ello, todo el patrimonio que en apariencias les corresponde.

129. En cuanto al adúltero, que ha cometido el ultraje y vomitado su pasión sembrando una
simiente censurable, una vez saciada su concupiscencia, se alejará abandonando dicha
simiente y burlándose de la ignorancia del esposo ultrajado, el que, a la manera de un ciego, al
no saber cosa alguna sobre las intrigas ocurridas en su morada, no podrá evitar mostrarse
solícito con los hijos de sus peores enemigos como si fueran totalmente propios.

130. Y si la falta llegare a ser conocida, los desdichados niños, que ninguna culpa tienen,
correrán una suerte penosísima, por cuanto no serán incluidos en ninguna de las dos familias,
ni en la del esposo ni en la del adúltero.

131. Siendo tales las desgracias que produce la ilícita misión carnal, es natural que este acto
abominable y detestado por Dios que es el adulterio haya sido registrado en el primer lugar
entre las transgresiones.

132. XXV. El segundo 47 mandamiento es el que prohíbe el homicidio. El hombre es, en


efecto, la más civilizada de las creaturas animadas y la naturaleza lo engendró para la vida
gregaria y social y le ha inculcado una vocación de concordia y solidaridad al darle la razón,

110
que guía hacia la armonía y la compenetración recíproca las actitudes. Por lo tanto, no olvide
aquel que mata a alguien que está violando las leyes y normas de la naturaleza que fueron
escritas para el bien y el provecho de todos.
47
De la segunda serie.

133. Y sepa que es culpable de un sacrílego saqueo, pues se ha convertido en despojador del
más sagrado de los bienes de Dios. Porque, ¿qué ofrenda puede ser más venerable y santa que
el hombre? El oro, la plata, las piedras preciosas y todas las otras sustancias de más valor y
estima son ornamento inanimado de edificios también inanimados.

134. El hombre, en cambio, el más excelente de los seres animados, está merced a la parte
más elevada de su ser, el alma, íntimamente emparentado con la purísima sustancia del cielo,
y también, según la doctrina de los más, con el Padre del mundo, como que al recibir la
inteligencia recibió la réplica y copia de la Forma Ejemplar 48 eterna y bienaventurada más
apropiada entre todas las copias que se dan sobre la tierra.
48
O arquetipo o idea en el sentido platónico. Aquí la referencia es a Dios mismo. Ver Sobre
la creación del mundo, nota 4.

135. XXVI. El tercer mandamiento del segundo grupo de cinco es el que prohíbe robar. La
razón es que el hombre que mira ávidamente los bienes ajenos es un enemigo común de toda
la comunidad y son los bienes de todos los que pretende despojar aunque no está a su alcance
hacerlo sino con los de algunos. Porque su avidez de bienes se extiende más allá de todo
límite, pero sus limitadas fuerzas se quedan a la zaga y circunscribe a una modesta esfera no
pudiendo extender su acción sino a un corto número de personas.

136. La prueba es que todos los ladrones que han logrado acrecentar su poder saquean
ciudades enteras sin preocuparse de los castigos, ya que parecen estar por su espléndida
situación por sobre las leyes. Me refiero aquí a los hombres inclinados por naturaleza a aca-
parar el mando, a los ávidos de poder tiránico y soberanía, perpetradores de latrocinios en
gran escala, que ocultan el hecho real del despojo con los nombres de mando y autoridad.

137. Aprenda, pues, el hombre desde sus primeros años a no arrebatar furtivamente cosa
alguna de los demás, por pequeña que ella fuere; porque la costumbre inveterada se torna más
fuerte que la naturaleza, y las pequeñas faltas no controladas crecen y progresan hasta
alcanzar inmensas proporciones.

138. XXVII. A la prohibición de robar sigue la de no prestar falso testimonio, basada en la


seguridad de que los que prestan falso testimonio son culpables de muchos grandes daños,
graves todos ellos. Porque en primer lugar menoscaban la venerable verdad, el bien más
sagrado que existe en nuestra vida, que aureola de luz, como el sol, todas las cosas, para que
ninguna de ellas se vea cubierta por las sombras.

139. En segundo lugar, aparte de mentir, ocultan los hechos como en la oscuridad profunda de
la noche y se hacen cómplices de los que delinquen, conspiran contra los perjudicados, al
certificar que conocen con seguridad y han comprendido a fondo todo aquello que ni han visto
ni han oído ni saben.

140. Y cometen además una tercera transgresión, más desastrosa que las precedentes, pues,
cuando faltan las pruebas orales o las escritas, 49 las partes en litigios recurren finalmente a
testigos, cuyas palabras resultan ser para los jueces pautas determinantes de lo que se aprestan

111
a poner en claro. No tienen, en efecto, más camino que apoyarse en esas declaraciones pues
no hay otro medio para una prueba convincente. Ello es la causa de que, por una parte, los
perjudicados por el falso testimonio, pudiendo ganar la causa, sean víctimas de la injusticia; y
por otra, de que los jueces que les prestan oídos emitan injustos e ilegales veredictos en vez de
los legales y justos.
49
Las llamadas pruebas materiales, seguramente.

141. Por otra parte, este fraude implica también una impiedad, porque no es lo normal que
quien oficia como juez lo haga sin prestar juramento, sino por el contrario, que preste
juramentos capaces de hacer temblar y mucho; juramentos que violan, no los engañados
jueces en realidad, sino los impostores, puesto que el error de aquellos no es a designio, en
tanto que los otros operan con pleno conocimiento, cometen la iniquidad con premeditación
induciendo a los que tienen el poder de decisión a que cooperen en la injusticia, sin saber lo
que hacen, en perjuicio de quienes no merecen castigo alguno. Tales son las razones, a mi
parecer, de la prohibición de prestar falso testimonio.

142. XXVIII. Finalmente prohíbe el desear, 50 porque sabe que el deseo es origen de
subversión e insidias. Porque, si todas las pasiones del alma son penosas, pues la mueven y
agitan con antinatural movimiento y no le permiten una sana existencia, el deseo es la más
penosa de todas. Por ello, en tanto que cada una de las otras, como que penetra desde fuera
precipitándose desde el exterior, nos impresiona como algo involuntario, solo el deseo, en
cambio, tiene su origen en nosotros mismos y es voluntario.
50
Según se desprende de lo que sigue, Filón toma el término epithymía — deseo, codicia,
concupiscencia, no en el sentido restringido de apetencia de las cosas ajenas, sino en el de
deseo inmoderado en general.

143. Lo que quiero decir es lo siguiente. La representación mental de algo que está presente y
consideramos un bien, excita al alma, la priva del reposo y la exalta sobremanera como a los
ojos una luz resplandeciente. Esta experiencia del alma se llama placer.

144. Cuando es, en cambio, lo contrario del bien, o sea, el mal, lo que la presiona con
violencia, la hiere gravemente, y la llena al instante, contra su voluntad de depresión y
tristeza. El nombre de depresión y de este sentimiento es dolor.

145. Pero, cuando el mal no se ha establecido o no presiona aún fuertemente, sino está en vías
de llegar y se prepara a hacerlo, envía delante de sí como nefastos y aterradores mensajeros, al
pavor y a la angustia. Este sentimiento se llama temor.

146. Y cuando alguien, habiendo concebido la idea de un bien no presente, anhela alcanzarlo
e impulsa a su alma hacia las mayores distancias estirándola lo más posible en su deseo
ardiente de tocar lo deseado, se halla estirado como sobre una rueda de suplicio, ansioso de
alcanzar pero incapaz de llegar, y experimentando la misma sensación que los que persiguen
con obstinación inquebrantable pero con menor velocidad a otros que huyen.

147. Algo parecido suele suceder también con los sentidos. Muchas veces, por ejemplo,
esforzándose por ir a captar algún objeto visible separado por una gran distancia, los ojos se
proyectan con toda fuerza y arrastrados más allá de su capacidad, se deslizan en el vacío en un
frustrado intento de conocer el objeto en cuestión; con el agregado de que, a fuerza de forzar y
violentar la mirada fijamente tendida, se debilitan y obnubilan.

112
148. Lo mismo ocurre cuando un rumor confuso proviene de una gran distancia. Los oídos,
atraídos y orientados se lanzan y esfuerzan por acercarse todo lo posible movidos por el ansia
de que el sonido llegue a ser reconocido claramente mediante la audición.

149. Pero éste, como aún sigue llegando oscuro, naturalmente, no les proporciona nada que
les permita una captación suficientemente clara, de modo que, sin concreción ni resultado, el
ansia de aprehenderlo se acrecienta todavía más, y el deseo trae aparejado el suplicio de
Tántalo. Este, en efecto, hallaba que se alejaban todas las cosas que tendía a alcanzar cada vez
que estaba a punto de tocarlas; y el hombre dominado por el deseo apasionado, siempre
sediento de bienes ausentes, jamás se sacia y siempre ronda en torno de su vana apetencia.

150. Y así como las enfermedades reptantes, 51 si no se las detiene a tiempo mediante el
cuchillo o el fuego, atacan en derredor la totalidad del conjunto del cuerpo y se apoderan de él
sin dejar sector alguno libre de sus efectos; del mismo modo, si el razonamiento basado en la
filosofía, no controla, al modo de un buen médico, la corriente del deseo, todas las actividades
de la vida se desarrollarán forzosamente contra la naturaleza. Nada existe, en efecto, tan
oculto, que pueda escapar de la pasión; y ésta, cuando alcanza impunidad y libertad de acción,
consume y devasta todo en todas sus partes.
51
Las que se propagan a lo largo de la piel.

151. Quizá sea tonto extenderme en el tratamiento de cosas tan evidentes. ¿Qué hombre o
ciudad, cualquiera sea, ignora que no solo cada día sino también cada hora, por así decir,
proporcionan argumentos convincentes? ¿Acaso son pequeños y casuales los males de los que
es causa el amor apasionado por una mujer, por la fama o por algún otro de los placeres?

152. ¿No es, por ventura, el motivo por el que los parientes se conviertan en extraños entre sí,
trocando el natural afecto mutuo en incurable odio; por el que grandes y populosos países son
desolados por contiendas intestinas; por el que la tierra y el mar están llenos de desastres que
se renuevan sin cesar en forma de luchas navales y terrestres?

153. Porque las guerras, tanto de los griegos como de los otros pueblos, emprendidas contra
sus propios-compatriotas o contra otros países, tema usual de la escena trágica, han surgido
todas de una única fuente: el deseo apasionado de riquezas, de fama o de placer, ya que éstas
son las cosas por las que se pierde el género humano.

154. XXIX. Y basta ya sobre este tema. Pero no hemos de olvidar que además los diez
mandamientos son compendios de leyes particulares que registradas en los sagrados libros
constituyen la legislación entera.

155. El primero resume las leyes sobre la monarquía. 52 Estas leyes nos hacen saber que la
Causa del mundo es una sola, uno solo el Guía y uno el Rey, quien sostiene las riendas y el
timón del universo preservándolo de peligros, teniendo desterradas de la más pura de las
sustancias, que es el cielo, a la oligarquía y al poder de la multitud, insidiosas formas de
gobierno nacidas entre los hombres más malvados como engendros de la anarquía y la
ambición.
52
La monarquía de Dios.

156. El segundo mandamiento es el compendio de todas las leyes prescriptas acerca de las
obras salidas de la mano del hombre, y no permite instalar imágenes de piedra o madera o
ídolos en general, productos de las dañosas artes que son la pintura y la escultura, ni tampoco

113
aceptar ninguna de cuantas invenciones contienen los mitos, es decir los matrimonios y
nacimientos de dioses con las incontables y por demás lamentables miserias que van
asociadas a aquellos.

157. El tercero incluye todos los casos en que no se ha de jurar y aquellos en los que es pre-
ciso hacerlo, así como el momento, el lugar, la persona, la disposición de alma y de cuerpo
debidos, y todo cuanto ha sido revelado acerca de los juramentos verídicos y de los que no lo
son.

158. XXX. El cuarto, el que se refiere al séptimo día, no ha de considerarse otra cosa sino un
compendio de las disposiciones relativas a las fiestas y a los purificaciones prescriptas para
cada una de ellas, las abluciones correspondientes, las plegarias eficaces y los sacrificios
perfectos, que constituyen el culto.

159. Al decir séptimo 53 me refiero tanto al siete que contiene al seis, el más fecundo de los
números, 54 como al que no lo contiene, pues, pasándolo por alto, se asimila a la unidad. 55
Una y otra especie de siete son empleadas para la enumeración de las fiestas.
53
El mandamiento se refiere expresamente al séptimo día o sábado; pero Filón engloba en el
todo el calendario festivo hebreo y lo que se empeña en poner de relieve es la presencia del
número siete en la duración y fecha de cada una de las fiestas. 56 Mediante la unidad ha fijado
el día inicial del mes sagrado, fiesta que anuncian con trompetas; el día del ayuno, durante el
cual está mandado abstenerse de comida y bebida, y la celebración que los hebreos llaman
Pascua en su lengua nacional y durante la que cada uno ofrece los sacrificios juntamente con
la masa del pueblo sin aguardar a sus sacerdotes, pues la ley ha concedido a la nación entera
el sacerdocio durante un único día escogido de todo el año para que cada uno ofrezca
sacrificios personalmente.
54
El seis contiene los dos factores de la generación, como que es producto del número 3,
representante del principio fecundante o masculino, y del 2, símbolo del principio fecundable
femenino. Ver Sobre la creación del mundo 13.
55
En el parágrafo 102 Filón habla de la estrechísima vinculación del siete con el uno.
Seguramente quiere significar ahora que las fiestas de un día de duración que se mencionan a
continuación, entran en la esfera del siete a pesar de durar un solo día.
56
Sobre las siete fiestas que se enumeran a continuación, ver Sobre las leyes particulares II,
desde 41 en adelante.

160. Además, el día en que se ofrece una gavilla en acción de gracias por la fecunda pro-
ducción del llano, patente en la saturación de espigas; y el día quincuagésimo a contar de
dicha fiesta, cuya fecha se determina multiplicando siete por siete, y en el cual es costumbre
ofrecer panes llamados con toda propiedad primicias, por cuanto se trata de la primera ofrenda
de productos y frutos que constituyen el cultivado alimento, que Dios ha asignado al hombre,
el más cultivado de los seres animados.

161. Al siete, en cambio, le asignó las importantísimas fiestas que duran varios días y tienen
lugar con ocasión de los equinoccios anuales, el de primavera y el de otoño, estableciendo dos
fiestas 57 para dos estaciones, cada una de siete días; la de primavera por la maduración de los
sembrados, la de otoño por la recolección de todos los frutos que han producido los árboles.
Es lógico que les hayan sido asignados siete días, pues siete son los meses que separan un
equinoccio de otro, y el propósito fue que cada mes alcanzase el especial privilegio de un
sagrado día festivo dedicado a la alegría y disfrute de un descanso.
57
Se trata de la fiesta de los panes ácimos y la de los tabernáculos, aunque esta última tiene

114
un día adicional, con lo que resulta durar ocho no siete. Ver Sobre las leyes particulares II,
211.

162. También inclúyense en el siete otras leyes, disposiciones sumamente excelentes todas,
que propician la amabilidad de trato, la solidaridad, la modestia y la equidad. Se trata, por una
parte, de las prescripciones relativas al llamado año sabático durante el cual está mandado
dejar sin trabajar toda la tierra, sin sembrarla ni ararla ni podar o cortar árboles ni llevar a
cabo ninguna de las otras tareas agrícolas.

163. Es que juzgó Dios que, una vez que tanto las tierras llanas como las altas han sido traba-
jadas durante seis años para que produzcan frutos y paguen su tributo anual, es justo que
descansen para tomarse un respiro y disfruten de la libertad propia de la naturaleza libre de
control.

164. Y hay otras leyes acerca del año quincuagésimo, durante el que no solo se llevan a cabo
las cosas recién mencionadas sino también, y en ello reside lo más importante, se cumple la
restitución de los patrimonios a las familias que los poseían originalmente, en un acto pleno
de amor al prójimo y de justicia.

165. XXXI. El quinto mandamiento, el relativo a la honra debida a los padres, refiérese a
muchas necesarias disposiciones, unas redactadas para la relación ante personas mayores y los
jóvenes, otras para los gobernantes y gobernados, otras para los benefactores y beneficiados,
otras para los amos y esclavos.

166. Porque en las categorías mencionadas los padres ocupan la posición superior en la que
también se hallan los mayores de edad, los gobernantes, los benefactores y los amos; y los
hijos la de inferior jerarquía, en la que figuran los jóvenes, los gobernados, los beneficiados y
los esclavos.

167. Y a éstas están agregadas otras muchas normas: a los jóvenes para que respeten a los
ancianos, a los mayores para que cuiden a la juventud, a los gobernados para que obedezcan a
sus gobernantes, a los gobernantes para que obren en provecho de los gobernados, a los
beneficiados para que retribuyan los favores, a los que se aplican a conceder beneficios para
que no busquen una devolución, como se estila en los préstamos; a los esclavos para que
sirvan con afecto a sus amos, y a éstos para que muestren una dulzura y suavidad que nivelen
la desigualdad.

168. XXXII. La primera serie de mandamientos con carácter de compendios se circunscribe a


estos cinco: en cambio el número de las leyes específicas es bastante considerable. En cuanto
a la segunda serie, la primera de estas leyes compendios es la relativa al adulterio. En ella se
incluyen muchísimas prescripciones: contra los corruptores, contra los pederastas, contra los
libertinos, que viven entregados a relaciones y uniones sexuales ilegales e impúdicas.

169. Estas diversas disposiciones las ha registrado no para mostrar cuan variada y multiforme
es la incontinencia, sino para avergonzar del modo más manifiesto a quienes viven en la
indecencia, inundando sus oídos con un torrente de reproches que los hagan ruborizar.

170. El segundo compendio es la prohibición del homicidio, pero de ella dependen todas las
leyes, necesarias y de inmensa utilidad colectiva, referentes a la violencia, el ultraje, las
heridas y las mutilaciones.

115
171. El tercero es el relativo al no robar, al cual se subordinan las disposiciones acerca de la
falta de pago de las deudas, la defraudación en los casos de depósitos, la asociación con fines
desleales, los robos descarados y, en general, la codicia, por la que algunos son movidos a
apoderarse abierta, u ocultamente de los bienes de otros.

172. El cuarto es el referente al no prestar falso testimonio, y con él vincúlanse numerosas


prescripciones: no engañar, no calumniar, no cooperar con los que cometen iniquidades, no
hacer de la confianza un escondrijo para la mala fe, faltas todas ellas para las cuales se han
establecido leyes apropiadas.

173. El quinto es el que condena esa fuente de injusticias que es el deseo, del que manan las
más ilegales acciones, tanto privadas como públicas, grandes como pequeñas, sagradas como
profanas, las tocantes a los cuerpos, las vinculadas a las almas y las relacionadas con las cosas
exteriores. Porque nada escapa, como ya se demostró más arriba, al deseo, el que, como el
fuego, es un material combustible que se propaga consumiendo y destruyéndolo todo.

174. En la esfera de este mandamiento están incluidas numerosas normas encaminadas al


reproche de los que son capaces de corregirse, y al castigo de los rebeldes, que tienen
entregada su vida entera a la pasión.

175. XXXIII. Y con todas estas consideraciones queda dicho también lo concerniente al
segundo grupo de cinco mandamientos, con lo que se completa el examen de los diez oráculos
revelados por Dios personalmente y en una escena digna de su sacra naturaleza, pues fue
conforme con ella como transmitió en persona las leyes compendios de las leyes especiales,
mientras que las leyes particulares las reveló a través del más perfecto de los profetas, al que
escogió por sus elevados méritos y destinó a intérprete de sus oráculos tras haberlo llenado de
Divino espíritu.

176. Después de estas consideraciones digamos la causa por la cual expresó los diez
mandamientos o leyes mediante mandatos y prohibiciones exclusivamente, sin prescribir
ningún castigo contra los que los transgredieran, según es norma hacerlo entre los
legisladores. Era Dios, y por ello precisamente señor de bondad, causa de los bienes, no de
mal alguno.

177. De allí que, considerara que lo más adecuado a Su propia naturaleza era el prescribir las
normas salvadoras sin mezclarlas o vincularlas con castigos, a fin de que quien escogiera lo
mejor lo hiciera por libre decisión, no contra su voluntad, tomando como consejero no al
insensato temor sino al prudente discernimiento. Y no consideró, por ello, conveniente que en
esas revelaciones se mencionaran los castigos; no porque concediera impunidad a los que
obraran injustamente, sino porque sabía que la justicia, su compañera de sitial 58 y supervisora
de las humanas acciones, no permanecerá inactiva, pues es por naturaleza detestadora del mal;
sino que ha asumido, como oficio que le es propio, la tarea de castigar a los que delincan.
58
Evocación de la figura mitológica de la Dike, páredra de Zeus. Ver Hesíodo, Los trabajos y
los días 259.

178. Porque conviene que sean los servidores y funcionarios subordinados de Dios quienes, al
modo de los generales en la guerra, impongan los castigos a los desertores que abandonan su
puesto «n las filas de lo justo; en tanto que lo propio del Gran Rey es asegurar la común
seguridad del mundo, como guardián de la paz, y dispensar de manera generosa e inagotable

116
todos los bienes de esa paz a todos en todas partes; que realmente Dios preside la paz,
quedando la dirección de la guerra a cargo de sus auxiliares.

117
SOBRE LAS LEYES PARTICULARES

(DE SPECIALIBUS LEGIBUS)

SOBRE LAS LEYES PARTICULARES I

Sobre las leyes particulares comprendidas en dos de los diez mandamientos capitales, 1 a
saber: el que prohíbe reconocer, fuera del único Dios, a otros dioses soberanos; 2 y el que veda
divinizar objetos fabricados por la mano del hombre.
1
O compendios o síntesis de las leyes particulares o especiales, cuyos preceptos específicos
aparecen compendiados en los mandatos o prohibiciones genéricas que son los diez
mandamientos contenidos en las dos tablas.
2
Ver los parágrafos 13, 14, 19 y 20.

1. I. Los llamados diez mandamientos, es decir, las leyes genéricas que engloban a las leyes
particulares, han sido examinados detalladamente en el tratado anterior. Ahora, ajustándonos
al plan de nuestra exposición, debemos examinar las prescripciones especiales. Comenzaré
por aquella que para la mayoría de la gente es objeto de burla. 3
3
Esta anticipación en el tratamiento de la ley relativa a la circuncisión se explica, tal vez, por
tratarse de la práctica inicial en la vida de cada miembro de la comunidad regida por la
legislación mosaica. Como dicha práctica precede e introduce en el cumplimiento de las
restantes prescripciones legales merece ser tratada, fuera del orden de los mandamientos, al
comienzo mismo del comentario de cada una de las leyes particulares.

2. La práctica que se ridiculiza, que no es otra que la circuncisión de los órganos genitales, es
observada cuidadosamente también por otros pueblos, y en particular entre los egipcios,
nación que goza de reputación por su inmensa población, su gran antigüedad y su profundo
cultivo de la filosofía..

3. Por lo tanto, bien harían en dejar de lado esa burla infantil, y en averiguar con más
sabiduría y seriedad las razones por las que esta costumbre se ha impuesto, en vez de tomar la
cosa a la ligera y poner en tela de juicio el buen sentido de grandes naciones. Cosa que
lograrían si reflexionaran sobre cómo no es explicable el que tantas miríadas de hombres se
sometan a la operación en cada generación, mutilando con grandes dolores sus propios
cuerpos y los de los seres más estrechamente ligados a ellos, a menos que 4 sean muchas las
razones que los han inducido a aceptar y observar esta costumbre introducida por los antiguos.
De estas razones las principales son cuatro.
4
En los manuscritos se lee: "y sobre cómo son muchas...", pero en este punto me he permitido
apartarme del texto de los mismos por entender que así se logra el verdadero sentido, ya que
el del texto conservado resulta poco convincente, sin que las enmiendas propuestas por
algunos eruditos lo aclaren en forma total.

4. Una es asegurarse para no contraer la grave y casi incurable enfermedad del prepucio
llamada ántrax, nombre que se debe, según creo, al ardor de inflamación 5 a que están más
predispuestos los que conservan el prepucio.
5
El significado básico de ánthrax es carbón o brasa.

5. La segunda es la limpieza de todo el cuerpo en vista de que ello es lo que corresponde al


orden sagrado. Conforme con esto los sacerdotes egipcios, excediéndose en tal cuidado, se

118
afeitan sus cuerpos. Es que tanto en los pelos como en el prepucio se acumulan y brotan
sustancias de las que es preciso purificarse.

6. La tercera es asimilar el miembro circuncidado al corazón. Como ambos están preparados


para la generación; la fuerza espiritual interna del corazón, 6 para la generación de
pensamientos; el órgano genital, para la de seres vivientes; los primeros hombres consideraron
que el elemento patente y visible, natural engendrador de los seres sensibles, debe ser
asimilado al invisible y superior mediante el cual se constituyen las cosas aprehensibles por la
inteligencia.
6
La teoría de que el corazón es la sede de la inteligencia es estoica. En el resto del parágrafo
Filón afirma que los aisthetá = cosas sensibles o aprehensibles por los sentidos, y los noetá =
cosas "inteligibles" o aprehensibles por la inteligencia, son productos de la sensibilidad y la
inteligencia respectivamente. Cuesta pensar que se refiera a las entidades concretas que
habitualmente designa con dichos nombres, a las que en el presente caso tomaría por meras
formas de pensamiento, no por entes reales.

7. La cuarta razón, que es la de más peso, es la preparación para una gran fecundidad. Se dice,
en efecto, que el semen fluye libremente, sin desparramarse ni derramarse entre los pliegues
del prepucio. De donde resulta que las naciones que practican la circuncisión son, al parecer,
las más prolíficas y populosas.

8. II. Estas son, pues, las razones llegadas a nuestros oídos, concebidas en tiempos remotos,
por hombres divinamente inspirados, prolijos investigadores de las leyes de Moisés. Yo, por
mi parte, considero que a lo dicho hay que agregar que la circuncisión es el símbolo de dos
cosas fundamentales.

9. Una es la extirpación 7 de los placeres, que ofuscan la inteligencia. En efecto, como entre
los atractivos del placer a todos supera la unión sexual del hombre y la mujer, pareció bien a
los legisladores el corte en el órgano que sirve para esa relación, simbolizando en la
circuncisión la extirpación del placer excesivo y superfluo; y no de un placer solo, sino
también de todos los otros, representados por el más violento de ellos.
7
En los parágrafos 9 a 11 Filón emplea, en juego de palabras con peritomé = circuncisión, el
término ektomé = corte, excisión, castración,, eliminación por corte.

10. La otra es la necesidad que tiene el hombre de conocerse a sí mismo y de extirpar de su


alma la grave enfermedad del orgullo. Porque no faltan quienes se glorian de su poder de
producir, cual experimentados escultores,, al ser humano, la más excelente de las creaturas
vivientes, e hinchados de jactancia, se proclaman dioses, desconociendo a la verdadera Causa
de la generación, que es Dios; no obstante que entre sus propios familiares podrían hallar la
refutación de su engaño.

11. Entre éstos, en efecto, hay muchos varones infecundos y muchas mujeres estériles, cuyas
uniones son improductivas y que envejecen sin hijos. Hay, pues, que extirpar de la
inteligencia esa opinión perversa y las otras que encierran deslealtad hacia Dios.

12. Y basta acerca de este tema. Debemos retornar ya a las leyes particulares, y en primer
lugar a aquellas por las que corresponde comenzar, es decir, las que se refieren al poder no-
compartido de Dios.

13. III. Algunos han supuesto que el sol, la luna y los demás astros son dioses soberanos, y les

119
han atribuido las causas de todos los acontecimientos. Moisés, en cambio, entendió que el
universo es algo creado, y que, a la manera de un gigantesco estado, tiene magistrados y
súbditos; como magistrados a todos los astros errantes y fijos que hay en el cielo, y como
súbditos a los seres que existen bajo la luna, en el aire y alrededor de la tierra.

14. Sin embargo, comprendió que dichos magistrados carecen de poderes propios, no siendo
sino subalternos del único Padre del universo; y que, si gobiernan rectamente, conforme con
la justicia y la ley, a cada una de las cosas creadas, es porque imitan el gobierno de Aquél. En
cambio, los que no ven al cochero en lo alto del carro atribuyen la causa de cuanto sucede en
el universo a los animales uncidos, como si éstos obraran por sí mismos.

15. El sacratísimo legislador trueca tal ignorancia en sabiduría con estas palabras: "Cuando
vieres el sol y la luna y las estrellas y todo el orden del cielo, no te extravíes convirtiéndolos
en objetos de tu adoración".8 Con todo acierto y propiedad llama extravío al adoptar como
dioses a dichas cosas.
8
Deut. IV, 19.

16. Es que los que, al ver cómo con los avances y retrocesos del sol se producen las estaciones
anuales, dentro de las cuales tiene lugar la generación de los animales, plantas y frutos, que
alcanzan su pleno desarrollo en períodos fijos de tiempo; y cómo la luna, cual colaboradora y
sucesora 9 del sol, se ocupa por la noche del cuidado y supervisión de cuanto compete al sol
durante el día; y cómo los otros astros operan y actúan de mil maneras para la preservación
del universo, conforme con la solidaria vinculación que los liga a las cosas terrestres; los que
al ver eso, digo, supusieron que estos astros son los únicos dioses, se han extraviado con un
extravío sin límites.
9
Es decir, que ocupa su lugar cuando el sol se desaparece.

17. Si se hubieren, en cambio, esforzado por andar por el camino en el que no hay extravíos,
hubieran conocido al punto que, así como los sentidos son por naturaleza servidores de la
inteligencia, de la misma manera todos los seres perceptibles por los sentidos han sido puestos
al servicio de Aquel que es aprehensible solo por la inteligencia, y están complacidos de
ocupar el segundo lugar.

18. Porque resulta totalmente ridículo el pensar que, mientras la inteligencia que hay en
nosotros, tan extremadamente pequeña e invisible, es la soberana de los órganos sensibles, en
cambio la Inteligencia del universo y que es tan inmensamente grande y perfecta, no sea por
naturaleza el rey, invisible, claro está, de los reyes que contemplan nuestros ojos.

19. No ha de pensarse, pues, que todos esos dioses que nuestros sentidos observan en la
extensión del cielo tengan poderes absolutos, puesto que les ha correspondido la categoría de
jefes subordinados, sujetos naturalmente a correcciones, si bien a causa de su excelencia
nunca las experimentarán.

20. Así pues, remontándonos más allá del ámbito de las naturalezas visibles, vayamos a rendir
honor a la de Aquel que no tiene figura y es invisible y aprehensible solo por la inteligencia;
el cual no solo es Dios de los dioses aprehensibles por la inteligencia y por los sentidos, sino
también el hacedor del universo. Y si alguno rinde el culto debido al Eterno y Creador a un
ser creado y posterior a Él en el tiempo, quede registrado como loco y convicto de la máxima
impiedad.

120
21. IV.10 Hay algunos que entregan oro y plata a los escultores como si éstos fuesen capaces
de fabricar dioses. Y aquéllos, tomando la materia prima y empleando modelos mortales, lo
que es absurdo por demás, modelan dioses según los conciben ellos; y, habiendo construido
templos y erigido altares, celebran sacrificios, procesiones y otros ritos y ceremonias con todo
cuidado y esmero, revistiendo los sacerdotes y sacerdotisas de la mayor solemnidad posible
estas vanas demostraciones.
10
Sin preámbulo alguno pasa Filón a tratar los preceptos englobados en el segundo
mandamiento.

22. Es a éstos a quienes previene el Padre del universo cuando dice: "No haréis junto a Mí
dioses de plata y oro";11 lo que equivale prácticamente a prescribirles sin rodeos lo siguiente:
Ni tampoco convertiréis de ninguna manera en dioses obra alguna fabricada por vosotros con
algún otro material; pues que os está prohibido convertir en tales las hechas con los mejores.
La plata y el oro, en efecto, son los de primera categoría entre los materiales.
11
Éx. XX, 23.

23. Pero aparte de la prohibición literal, revélanos, a mi parecer, una enseñanza de suma
importancia con relación a la conducta humana, condenando categóricamente a los amantes
del dinero, que de todas partes procuran acopiar oro y plata, y atesoran lo obtenido como una
imagen Divina en un santuario, convencidos de que la riqueza es el origen del bienestar y de
toda felicidad.

24. También entre los carentes de recursos, aquellos que están dominados por esa grave
dolencia que es el amor al dinero, como no tienen riquezas propias a las que rendir merecido
culto, reverencian llenos de admiración las de sus vecinos, y vienen de madrugada a las casas
de los que viven en la abundancia, como si acudieran a los más grandes templos, para hacer
sus plegarias y pedir favores a sus dueños, como si éstos fueran dioses.

25. A los tales les dice Dios en otro sitio: "No sigáis a los ídolos ni hagáis dioses fundidos";12
enseñándoles a través de símbolos que no corresponde rendir honores Divinos a la riqueza. En
efecto, el fundirse es una característica natural de los renombrados materiales que constituyen
la riqueza, es decir, el oro y la plata, tras los que va la mayor parte de la gente pensando que
las cosas que proporciona la llamada ciega riqueza son las fuentes únicas o supremas de
felicidad.
12
Lev. XIX, 4.

26. A estas cosas se refiere cuando dice "ídolos", porque aseméjanse a sombras y fantasmas
sin nada fuerte o firme en que apoyarse, y a modo de un viento incesante muévense sujetas a
toda clase de cambios y alteraciones. Tenemos una clara prueba de esto. A veces vuelan de
improviso hacia quienes no las poseyeron antes; y luego, cuando éstos creen que las tienen
firmemente aseguradas, se escapan nuevamente. Y por cierto que cuando están presentes
aparecen como las imágenes 13 la vistas a través de un espejo, que engañan y seducen a los
sentidos, y parecen tener existencia real aunque carecen de sustancia.
13
En griego éidola = (dolos, lo que permite a Filón jugar con ambas acepciones.

27. ¿Y qué necesidad tenemos de probar que la riqueza o vanidad humana, pintada con vivos
colores por las vanas opiniones, es inestable? Sabemos, en efecto, que hay quienes 14 afirman
que también todos los demás 15 seres animados y las plantas, que nacen y mueren, fluyen
constante e incesantemente, aunque la percepción de ese fluir escapa a nuestra visión por
cuanto la rapidez de su curso aventaja siempre al empeño de nuestra vista por captarlo con

121
precisión. 16
14
Heráclito y sus seguidores; aunque éstos lo afirman de todas las cosas, no sólo de los
animales y vegetales.
15
Al decir "los demás seres animados" olvida que no ha mencionado al hombre como ente
inestable o perecedero sino la riqueza y la vanidad del hombre.
16
El argumento es el siguiente: si no faltan quienes afirman que fluyen y se van todos los
seres animados y vegetales, no obstante que no lo advertimos a través del testimonio de los
sentidos, ¿cómo dudar que sean inestables cosas cuya fragilidad y fugacidad son tan patentes
como la riqueza y la fama de los hombres?

28. V. Pero no solo la riqueza, la gloria y las cosas semejantes a éstas son imágenes 17 y
sombras sin sustancia; también lo son todos aquellos seres que han forjado los inventores de
mitos esparciendo el humo de la mentira y erigiendo con sus falsas opiniones un muro contra
la verdad, al poner en escena nuevos dioses, como los de las representaciones teatrales,18 con
el propósito de que el eterno y verdaderamente existente Dios sea relegado al olvido. Y para
hacerla seductora, han presentado su mentira bajo la forma de melodías, ritmos y metros,
seguros de encantar fácilmente a los lectores y oyentes.
17
O ídolos. Ver la nota 13.
18
Referencia al "deus ex machina", que en determinadas tragedias aparecía de improviso
sobre una plataforma para desenmarañar el hilo demasiado complicado del asunto en escena.
En realidad el símil no es muy feliz para el caso.

29. Y más aún; también han echado mano a la escultura y a la pintura para que colaboren en
el engaño mediante representaciones hábilmente forjadas con colores, formas y cualidades; y
cautivando a los sentidos rectores, es decir, la vista y el oído, a la una mediante bellas formas
sin vida; al otro mediante el encantador sonido de la poesía, y la música, apoderarse del alma
tras haberla tornado vacilante e insegura.

30. Por eso, sabiendo que la vanidad ha alcanzado gran poder y ha sido bien acogida por !a
mayor parte del género humano, y no a la fuerza sino por libre decisión; y para evitar que
también los devotos de la piedad incorruptible y verdadera fuesen arrebatados como por un
torrente, el legislador estampó en las mentes, como con un sello, profundos caracteres de
santidad a fin de que no se borraran alguna vez confundidos y desgastados con el transcurrir
del tiempo; y les repite constantemente unas veces que Dios es único y es el Autor y Creador
de todas las cosas; otras que es el Señor de los seres creados, puesto que Su naturaleza es la
única que contiene la estabilidad, la fijeza y la soberanía verdaderamente.

31. Está registrado también que 'los que se han colocado junto al Dios realmente existente
viven todos".19 ¿Y no consiste, acaso, la vida tres veces feliz y tres veces bienaventurada en
eso precisamente: en entregarse con amor al servicio de la Causa que precede a todas las
causas, y en rechazar el pensamiento de servir a los criados y porteros en lugar de servirlo a
Él? Tal vida está registrada en las estelas de la naturaleza como inmortal y perdurable, y tales
registros durarán junto con el mundo por toda la eternidad.
19
Deut. IV, 4.

32. VI. Indudablemente el Padre y Soberano de todas las cosas es difícil de escudriñar y
comprender, pero no por eso se debe desistir de indagar respecto de Él. En estas indagaciones
acerca de Dios las cuestiones fundamentales que la inteligencia del genuino filósofo considera
son éstas: una, a causa de los que cultivan el ateísmo, la más grande de las maldades, si existe
la Divinidad; la otra, en qué consiste la esencia de la Divinidad. Lo primero no cuesta mucho

122
trabajo ver; mas lo segundo no solo es difícil sino tal vez imposible. Con todo, debemos
examinar una y otra cuestión.

33. Pues bien, está en la naturaleza de lo qué alguien produce el poner siempre de manifiesto
de algún modo la existencia de un autor. ¿Quién, en efecto, al contemplar estatuas o pinturas
no piensa al punto en un escultor o pintor? ¿Quién, viendo vestidos, naves o casas, no se ha
representado mentalmente un tejedor, un fabricante de naves y un constructor de casas? Y
cuando uno entra en un estado bien organizado, en el que están perfectamente administradas
las exigencias de la vida de los ciudadanos, ¿qué otra cosa supondrá sino que ese estado se
encuentra gobernado por buenos magistrados?

34. Y consecuentemente, aquel que llega al verdaderamente grande estado que es este mundo,
y contempla las colinas y llanuras repletas de animales y plantas, el curso de los ríos que
brotan de fuentes y el de los alimentados por lluvias invernales, los desbordes de los mares,
las agradables temperaturas del aire y los cambios de las estaciones anuales; y además el sol y
la luna, soberanos del día y de la noche, y las rotaciones y rítmicos movimientos de los otros
planetas y estrellas fijas y del cielo todo, ¿no es natural, o más bien forzoso, que adquiera el
conocimiento del Hacedor y Padre y también Soberano?

35. Ninguna obra producto de la habilidad y el ingenio se ha fabricado a sí misma; y este


mundo es la más excelente obra de arte y sabiduría, de lo que se deduce que ha sido hecho por
alguien de inmensa sabiduría y absoluta perfección. De esta manera hemos adquirido el
conocimiento de la existencia de Dios.

36. VII En cuanto a Su esencia, aunque resulta difícil de alcanzar y aprehender, debe ser, sin
embargo, investigada en la medida de lo posible, pues nada hay mejor que procurar conocer al
verdadero Dios, aunque Su descubrimiento escape a las fuerzas humanas; que el firme deseo
de aprender produce por sí mismo indecibles placeres y alegrías.

37. Testigos de ello son aquellos que no han gustado de la filosofía solo con el borde de los
labios, sino se han regalado abundantemente con sus razones y conclusiones. La razón de
éstos, elevándose desde la tierra hacia las alturas, avanza por las etéreas regiones y acompaña
en sus revoluciones al sol y a la luna y al cielo todo; y allí, mientras la domina el anhelo de
contemplarlo todo, sufre el obnubilamiento de sus poderes visuales, pues expándese un
resplandor tan puro e intenso que los ojos del alma quedan encandilados por sus fulgores.

38. Mas no por eso desiste presa del desaliento; antes bien, con ánimo indoblegable intenta la
contemplación hasta donde resulta posible, como el atleta que aspira a los segundos trofeos
cuando el primero se le ha escapado de las manos. Y los segundos trofeos con respecto a la
verdadera visión son la conjetura, la suposición y cuanto entra en la categoría de lo razonable
y probable.

39. Así pues, del mismo modo que, aunque no sabemos ni podemos determinar claramente
cuál es la esencia de cada una de las estrellas en toda su pureza, con todo proseguimos
empeñosamente la indagación, deleitándonos con argumentaciones verosímiles a causa de
nuestra natural inclinación a aprender;

[40.] aunque estamos privados de la clara visión de cómo es Dios realmente, no debemos
abandonar la indagación sobre Él, ya que esa indagación, aunque no la corone el
descubrimiento, es en extremo apetecible por sí misma. Nadie culpa a los ojos del cuerpo por

123
el hecho de que, al no poder contemplar directamente al sol mismo, observen el flujo de los
rayos que llegan a la tierra, que no son sino la última claridad de los rayos solares.

41. VIII. Tales consideraciones tenía presentes Moisés, el sagrado intérprete amadísimo de
Dios, cuando rogó a Éste diciéndole: "Manifiéstate a mí"; que fue como si, poseído de inspira-
ción, proclamase concretamente lo siguiente: 'Este mundo ha llegado a ser el maestro que me
ha llevado al conocimiento de Tu existencia y subsistencia; como hijo me ha dado noticia de
su Padre, y como obra, testimonio de su Artífice. Mas, deseando yo ardientemente averiguar
cuál es Tu esencia, no encuentro en parte alguna del universo quién me lleve a este
conocimiento.

42. Por eso Te ruego implorante que aceptes la plegaria de un hombre que Te suplica y ama y
no tiene otra pretensión que servirte; porque, así como la luz no se nos muestra por medio de
otra cosa, sino ella misma es la fuente del conocimiento sobre ella misma, también solo Tú
mismo podrás hablarme acerca de Ti mismo. Por lo tanto, no dudo alcanzar el perdón por
haberme atrevido, falto de maestro, a recurrir a Ti en mi afán de instruirme acerca de Ti'.

43. Y Dios le dice: "Apruebo tu deseo, que es digno de alabanza, mas lo que pides no puede
amoldarse a ninguno de los seres creados, y Yo concedo solo lo que es adecuado para el que
ha de recibir; que no todo lo que a Mí me es fácil otorgar puede ser recibido por el hombre.
Por eso todos los dones que otorgo al que es digno de mercedes son aquellos que él es capaz
de recibir.

44. Comprenderme a Mí es cosa que no pueden alcanzar no solo la naturaleza humana sino
tampoco el cielo todo ni el mundo. Conócete, pues, a ti mismo, y no te dejes llevar por
impulsos y deseos que están más allá de tus fuerzas; ni te levante y lleve por los aires el amor
de lo inalcanzable; que de cuanto está a tu alcance no te será denegada cosa alguna".

45. Habiendo oído estas cosas, pasó Moisés a una segunda petición y dijo: "Me inclino ante
Tus advertencias de que nunca hubiera podido recibir la clara visión de Tu imagen; pero Te
ruego que me sea dado contemplar al menos la gloria que Te rodea. Y entiendo que Tu gloria
la constituyen las potencias que Te escoltan. La comprensión de las mismas, que hasta ahora
se me ha escapado engendra en mí un gran deseo de conocerlas".

46. A su vez Dios le habló así: "Las potencias que buscas conocer son totalmente invisibles y
aprehensibles solo por la inteligencia, como Yo, el ser invisible y aprehensible solo men-
talmente, a quien pertenecen. Y cuando digo aprehensibles por la inteligencia no lo digo
porque ya las haya aprehendido alguien, sino porque, si ellas pudiesen ser aprehendidas, lo
serían no por los sentidos sino por una inteligencia purísima.

47. Pero, si bien su esencia os es inaprehensible por naturaleza, con todo ponen de manifiesto
algo así como una impresión e imagen de su propia actividad. Como entre vosotros los sellos,
que, cuando son puestos en contacto con la cera o con alguna sustancia semejante, estampan
en ellas un número inmenso de impresiones, en tanto que ellos permanecen tal cual eran, sin
sufrir menoscabo en parte alguna, así han de concebirse las potencias que Me acompañan:
suministrando cualidades a las cosas sin ellas, y formas a las amorfas, sin cambiar ni
disminuir en nada su propia naturaleza eterna.

48. Algunos entre vosotros las llaman, y no sin acierto, formas ejemplares, atentos a que dan
forma individual a cada uno de los seres, ordenan lo desordenado, limitan lo ilimitado,

124
definen lo indefinido, proporcionan figura a lo que carece de ella, y, en general, cambian lo
peor en lo mejor.

49. No esperes, pues, poder comprender jamás la esencia Mía ni la de ninguna de Mis
potencias. De las cosas a tu alcance, en cambio, estoy pronto y dispuesto, como te he dicho, a
hacerte partícipe. Me refiero a hacerte participar de la contemplación del mundo y de todo
cuanto en él existe; cosa que ha de alcanzarse no por los ojos del cuerpo sino mediante los
siempre despiertos ojos de la inteligencia.

50. La única condición es que sea constante y profundo el anhelo de sabiduría, la que llena a
sus asiduos discípulos de gloriosas y hermosísimas verdades". Habiendo oído esto, no cesó
Moisés en su deseo; antes bien, ardía en él el ansia por las cosas invisibles.

51. IX. La aprobación Divina se extiende también a todos los que participan de esos mismos
sentimientos; tanto a los que han sido así desde el principio, como a los que, mediante el
tránsito a un orden superior, han llegado a ser mejores; a los primeros porque no han sido
infieles a la nobleza de su nacimiento; a los segundos porque tomaron la decisión de
encaminarse hacia la piedad. A éstos los llama Moisés prosélitos 20 porque están ya radicados
en la ciudad nueva y amante de Dios. Se trata de los que han despreciado los fingidos mitos y
se han pasado a la pura verdad.
20
Prosélytos = recién llegado o extranjero recién radicado, es el nombre correspondiente al
resultativo verbal proselelythénai = estar ya radicado. Lev. XIX, 33 y 34 y Deut. X, 18 y 19.

52. Y así, brindando iguales honores a todos los recién llegados, y agraciándolos a la par de
los nativos, exhorta a los de noble nacimiento a honrarlos no solo con muestras de respeto
sino también con una especial amistad y una extraordinaria buena voluntad. 21 Y no sin razón.
"Ellos", dice, "han abandonado su patria, sus amigos y sus parientes en aras de la virtud y de
la santidad; que no se vean privados de otras ciudades y de otros familiares y amigos, y que
siempre haya lugares de refugio preparados para los que han desertado hacia el bando de la
piedad; que el honrar al único Dios es el más eficaz medio de alcanzar amor y el indisoluble
lazo de la benevolencia que estrecha vínculos".
21
Lev. XIX, 34.

53. Sin embargo, les prescribe que, no porque les conceda la igualdad de derechos y
obligaciones en premio por haber abandonado las vanas fantasías de sus padres y antepasados,
se den a hablar sin control y maldigan con lengua desenfrenada a los que otros reconocen
como dioses; 22 pues, a su vez, éstos podrían sentirse incitados a proferir impiedades contra
Aquel que realmente es. Porque, ignorantes de la diferencia, ya que desde niños han
aprendido como verdad la mentira y se han nutrido con ésta, cometerán esa iniquidad.
22
Éx. XXII, 28.

54. Si, en cambio, miembros de nuestra nación descuidan el honor debido al Único, deben ser
castigados con las mayores penas, puesto que han abandonado el más importante deber de
piedad y religiosidad, han preferido las tinieblas a la luz más brillante, y han enceguecido su
inteligencia, que poseía una aguda visión.

55. Bien está, además, que a todos los que sienten celo por la virtud les haya sido permitido
infligir castigos por su mano y de inmediato, sin recurrir a tribunal ni a consejo ni en general a
magistrado alguno; y emplear el sentimiento de odio al mal y amor a Dios que los anima para
castigar sin misericordia a los impíos, convencidos de que la ocasión los ha convertido en

125
todo eso: consejeros, jueces, alguaciles, miembros de asamblea, acusadores, testigos, leyes y
pueblo, para que sin ningún impedimento ni temor luchen con grandes garantías en defensa de
la santidad. 23
23
Deut. XIII, 12 y ss. y XVII, 6 y ss.

56. X. En las leyes 24 se recuerda el caso de uno que se atrevió a obrar con este admirable
coraje. Como había observado que algunos se unían con mujeres extranjeras, y que a causa de
los atractivos de ellas renegaban de las costumbres ancestrales y se entregaban a ritos propios
de religiones falsas; y que uno en particular era el principal cabecilla de esta violación de la
ley, y tenía la audacia de exhibir en público su impía conducta, ofreciendo abiertamente
sacrificios ilegítimos a estatuas de piedra y madera en presencia de toda la multitud; él, lleno
de santo frenesí, y apartando a los que de un lado y otro se habían reunido ante el espectáculo
aquel; sin temor ninguno lo mató juntamente con la mujer; a él por haber aprendido lo que le
hubiera sido provechoso ignorar, y a ella por haberse convertido en maestra de iniquidades.
24
Núm. XXV. Ver Vida de Moisés I, 301 y ss.

57. Este acto, ejecutado de improviso en el calor de la excitación, fue una advertencia para
muchísimos que se aprestaban a hacer otro tanto; y Dios, aprobando su noble conducta, fruto
de un celo que no aguarda órdenes y obra por propia iniciativa, lo coronó con dos galardones:
la paz y el sacerdocio. Con la paz, por considerar que quien habíase lanzado a la lucha en
defensa del honor debido a Dios era digno de alcanzar una vida sin luchas; y con el
sacerdocio; porque el premio más apropiado para un hombre piadoso es el sacerdocio, ya que
el sacerdocio está consagrado al servicio del Padre, y ser siervo de Él es mejor no solo que la
libertad sino también que la realeza.

58. Algunos hay, sin embargo, que están dominados por una locura tan extravagante que no
les queda vía alguna expedita para el arrepentimiento, y se avienen a ser esclavos de las cosas
fabricadas por el hombre, reconociendo tal esclavitud no con fórmulas registradas en
pergaminos, sino, a usanza de los esclavos, mediante el punzado de sus mismos cuerpos con
un hierro candente para que las marcas permanezcan indelebles; como que ni el correr del
tiempo puede borrarlas.25
25
Lev. XIX, 28.

59. XI. La misma norma 26 mantuvo permanentemente para todos los otros casos sin
excepción el santísimo Moisés, como amante y maestro que era de la virtud, la que anhelaba
grabar y estampar en todos sus discípulos desterrando lejos de sus inteligencias las falsas
opiniones.
26
No se refiere a la norma de la ejecución con o sin juicio previo, ya que no se aplica ésta,
según Filón, en el caso de la adivinación, sino el destierro o exclusión de la comunidad, pese a
que en Lev. XX, 27 se establece claramente la pena capital para el caso. La "norma" a que se
refiere aquí Filón es, al parecer, la mas general de no transigir con la impiedad, obrando con
toda severidad contra ella a través de las distintas vías de castigo.

60. Y así, sabiendo que el arte de la adivinación contribuye en no pequeña medida a precipitar
la errante vida de la multitud por senderos intransitables, no permitió que se practicase
ninguna de sus formas, a la par que expulsó de su propia comunidad a todos los serviles
adeptos de dicho arte: arúspices, purificadores, adivinos, intérpretes de prodigios,
encantadores y cuantos se toman en serio presagios basados en voces y sonidos.

61. Es que todos estos no hacen sino conjeturar acerca de lo verosímil y probable, y de los

126
mismos fenómenos extraen ora unas conclusiones ora otras, a causa de que ni los
fundamentos de éstas son de naturaleza estable ni sus inteligencias han adquirido un riguroso
criterio para la verificación de lo genuino.

62. Y todo ello constituye una vía que lleva a la impiedad. ¿Por qué? Pues porque aquel que
se interesa en tales cosas y pone en ellas su confianza aparta su espíritu de la Causa de todas
las cosas, convencido de que solo aquellas son el origen de los bienes y de los males, y no se
da cuenta de que hace depender los problemas de su vida de cosas inseguras, tales como
pájaros y demás seres alados y el vuelo de ellos de aquí para allá en el aire, y serpeantes
reptiles, que se arrastran fuera de sus agujeros en busca de alimentos; y también entrañas,
sangre y cadáveres, que privados de la vida, al punto se desploman y descomponen, y se
transforman trocando sus naturales propiedades por otras de inferior calidad.

63. Moisés exige que quien estuviere registrado como miembro de la comunidad regida por
sus leyes sea perfecto, y no en aquellas cosas en que es versada la mayoría de la gente, es
decir, adivinaciones, conjuros y conjeturas verosímiles, sino en las que á Dios se refieren, las
que nada dudoso o ambiguo encierran, sino la indubitable y desnuda verdad.

64. Pero, puesto que está arraigado en todos los hombres el deseo de conocer las cosas
futuras; y, movidos por este deseo, se entregan a las prácticas de los arúspices y a las otras
formas de adivinación, en la creencia de que mediante ellas habrán de hallar una visión clara;
cuando en realidad rebosan de inmensa incertidumbre y se refutan ellas mismas
permanentemente; Moisés, a la vez que les prohíbe terminantemente el seguirlas, les dice que,
si se mantienen firmes en la piedad, no se verán privados del conocimiento de las cosas
futuras.27
27
Deut. XVIII, 15 a 18.

65. Un profeta inspirado por Dios aparecerá de pronto y revelará proféticos oráculos. Nada de
lo que dijere será pensamiento propio, ya que quien se halla realmente poseído e inspirado por
Dios no puede comprender mientras habla. Todo cuanto se oye es como un eco que se
trasmite a través de él dictado por Otro. Los profetas, en efecto, son intérpretes de Dios, quien
hace uso de los órganos de ellos para dar a conocer lo que desea. Habiendo el legislador
expuesto estas nociones y las relaciones con ellas respecto del conocimiento del único y
verdadero Dios, a continuación indica la manera como es preciso rendirle los homenajes.

66. XII. El más elevado y el verdadero templo de Dios es, a no dudarlo, el universo todo, el
que tiene como santuario la parte más santa de todo cuanto existe, vale decir, el cielo; como
ornamentos, los astros; y como sacerdotes, los ángeles, servidores de Sus potencias, los que
son incorpóreas almas, no mezclas de naturaleza racional e irracional, como sucede que son
las nuestras, sino inteligencias solamente en todo su ser, entendimientos puros a semejanza de
la unidad.28
28
Ver Vida de Moisés II, 288.

67. Pero existe otro templo, fabricado por las manos del hombre.29 Preciso es, en efecto, que
ningún impedimento se oponga a los impulsos de los hombres que pagan los tributos propios
de la piedad religiosa y quieren mediante sacrificios ora agradecer por los beneficios
alcanzados, ora suplicar indulgencia y perdón por las faltas cometidas. Pero Moisés previno
desde el principio que no se edificaran muchos templos, ni en muchos lugares ni en un mismo
lugar, pues consideraba que, dado que Dios es uno solo, también el templo debe ser uno solo.
29
El de Jerusalén, único templo reconocido y permitido en la religión mosaica.

127
68. Además no permitió que cumplieran los sagrados ritos en sus moradas particulares
quienes así lo desearen; 30 y dispuso, en cambio, que partiendo de los confines de la tierra
acudieran a este templo; con lo que al mismo tiempo ponía a prueba de manera harto severa
las disposiciones espirituales de cada uno. Porque, si alguien no está dispuesto con sincera
religiosidad a realizar los sacrificios, no soportará jamás el ausentarse al extranjero dejando su
país, sus amigos y sus parientes; pero es natural que, si obra movido por un impulso
suficientemente poderoso hacia la piedad, soporte alejarse de los seres más allegados y
queridos, que forman, podríamos decir, un todo indisoluble con él.
30
Contra lo que sucedía comúnmente en muchas religiones paganas, en las que existía el altar
doméstico para el culto de los antepasados.

69. Y la más clara prueba de ello es lo que sucede en la práctica. Incontables personas
procedentes de las innumerables ciudades que existen; unas por tierra, otras por mar, desde
Oriente, Occidente, el norte y el sud, acuden con ocasión de cada festividad al templo, como
hacia un común puerto y seguro refugio para los muchos trabajos e inquietudes de la vida.
Allí procuran hallar la calma y aliviarse de las preocupaciones que desde temprana edad los
agobian y oprimen, gozando durante cierto tiempo de regocijantes expansiones.

70. Y rebosantes, así, de nobles esperanzas consagran un tiempo libre al más necesario de los
descansos practicando actos piadosos y rindiendo homenaje a Dios. Al mismo tiempo
entablan amistad con los hasta entonces desconocidos para ellos, y comparten sus
sentimientos con ocasión de los sacrificios y libaciones, para dar el más firme testimonio de
su común pensamiento.

71. XIII. El muro más externo de este templo 31 es enorme en extensión y anchura, y está
reforzado por cuatro pórticos adornados de manera suntuosa. Cada uno de ellos es doble, y
constituye una obra de perfección suma, en cuya construcción se emplearon maderas y
piedras como materiales, y recursos inagotables, amén de la experiencia de los operarios y la
supervisión de los capataces. Los muros interiores son menores y su construcción es de líneas
más severas.
31
La descripción que sigue corresponde al templo existente en la época de Filón, es decir, el
restaurado y ampliado en 18 a. C. por Herodes el Grande sobre las ruinas del construido por
Zorobabel poco después del retorno de Babilonia en el siglo VI a. C.

72. En la parte más central se halla el santuario mismo, superior a toda ponderación, según es
posible comprobarlo por su aspecto exterior. Porque las partes internas son invisibles para
toda persona, sea quien fuere, excepto para el sumo sacerdote; 32 y la verdad es que ni siquiera
éste, aun cuando le está encomendado penetrar allí una vez al año, alcanza a ver nada. Como
lleva consigo un brasero lleno de carbón y de esencias aromáticas, 33 y es mucho el vapor que,
como es natural, se eleva envolviendo todo lo que hay en derredor, la visión se oscurece y se
halla impedida e impotente para penetrar hasta cierta distancia.
32
En realidad esto reza sólo con el sancta santorum o parte interior tras el velo, pues en el
resto del recinto del santuario tenían derecho a penetrar los demás sacerdotes también, como
lo reconoce Filón en los parágrafos 274 y 296, ateniéndose a Lev. XVI, 34. La distinción
aparece confirmada en la Epístola a los Hebreos IX, 7. Ver Sobre la ebriedad 136 y Sobre los
gigantes 52.
33
Lev. XVI, 12 y 13.

73. Siendo, como es, un templo inmenso y altísimo, no resulta inferior su mole a ninguna de

128
las más altas montañas a pesar de estar ubicado en un lugar bastante bajo; y así, la
excepcional grandeza de la edificación atrae todas las miradas y es objeto de admiración para
los que lo contemplan, en especial para los extranjeros que lo visitan, los que, al compararlo
con la arquitectura de sus propios edificios públicos, se quedan pasmados ante su hermosura y
su magnificencia a la vez.

74. Por disposición de la ley no hay dentro del muro de circunvalación arboleda alguna. 34 Las
razones son muchas. En primer lugar, porque un templo de verdad no busca proporcionar
placer y regocijo fácil, sino austero sentimiento de piedad; en segundo lugar, porque no es
lícito introducir en el recinto los abonos con que se estimula el verdor de los árboles, vale
decir, excrementos de seres humanos y de animales irracionales; en tercer lugar, porque los
vegetales de naturaleza salvaje no reportan ninguna utilidad, siendo, como dicen los poetas,
"carga de la tierra", 35 en tanto que los cultivados, que producen frutos también cultivados,
apartarían la atención de los poco sensatos de la solemnidad propia de los sagrados ritos.
34
Deut. XVI, 21.
35
Odisea XX, 379 y Platón, Teeteto I, 176 d.

75. Además, los lugares de tupida vegetación y las forestas espesas son moradas de
malhechores, los que aprovechan la seguridad que les brinda la penumbra y traman ataques
repentinos desde sus lugares de acecho contra quienes se proponen. En cambio, los lugares
amplios, los dilatados, los ilimitados en todas direcciones, como nada obstaculiza las miradas,
son los más apropiados para un templo por cuanto permiten una detallada contemplación a los
que penetran y permanecen en él.

76. XIV. El templo recibe numerosas contribuciones procedentes no solo de las distintas
zonas del país, sino también,- y mucho mayores, de otros países, las que el tiempo no agotará
jamás. En efecto, en tanto el género humano perdurare, y perdurará eternamente, también los
ingresos del templo se mantendrán, compartiendo la eternidad del universo entero.

77. La razón es que existe, una prescripción en el sentido de que toda persona de más de
veinte años contribuya anualmente con las primicias de los productos. 36 Estas contribuciones
son llamadas "rescates", razón por la cual las primicias se aportan con suma diligencia, con
alegría y regocijo de los donantes, convencidos de que con tal entrega habrán de alcanzar o a
liberarse de la esclavitud o a sanar de enfermedades, y de que recogerán como fruto la más
segura libertad y una completa preservación a la vez.
36
Éx. XXX, 12 a 16.

78. Siendo nuestra nación numerosísima, ocurre, como es lógico, que también son sumamente
abundantes las primicias. Por cierto que en casi todas las ciudades existen locales para
depositar los sagrados bienes, y a ellos es norma acudir para entregar las ofrendas. En
determinadas fechas son elegidos encargados del transporte de los sagrados tributos,
escogiéndoselos entre las personas mejores y de más alta reputación de cada ciudad, para que
transporten sanas y salvas las esperanzas de cada uno; pues en esas primicias proscriptas por
la ley descansan las esperanzas de los hombres piadosos.

79. XV. Nuestra nación comprende doce tribus, pero entre ellas una ha sido escogida, en
virtud de sus especiales méritos, para que ejerza el sacerdocio. Este galardón lo alcanzó por su
nobleza y amor a Dios en una ocasión 37 en que la multitud delinquió abiertamente siguiendo
los insensatos designios de algunos, que la persuadieron para que emulase la egipcia de-
mencia y la necedad propia de ese..país, forjadora de mitos relativos a animales irracionales y

129
en especial a toros. Los de esta tribu, sin que nadie se lo ordenase, dieron muerte a todos los
cabecillas del desatino en edad madura, y al librar esta lucha en defensa de la religión,
llevaron a cabo una obra santa a todas luces.
37
Ver Vida de Moisés II, 160 y Sobre ¡as leyes particulares III, 125 y 126.

80. XVI. Las leyes relativas a-los sacerdotes son, éstas. Está prescripto que el sacerdote debe
ser completo, entero totalmente, no debiendo haber deformación alguna en su, cuerpo, 38 ni
por mengua debida a la pérdida o mutilación de alguna parte, ni por exceso, así se tratare de
un incremento anormal congénito como de uno desarrollado con posterioridad al nacimiento a
causa de una enfermedad. La piel no debe haberse transformado contrayendo lepra ni herpes
malignas ni verrugas ni otros brotes eruptivos. Todas estas condiciones son, a mi juicio,
símbolos de la perfección del alma. 81. En efecto,.si es preciso que el cuerpo del sacerdote,
mortal por naturaleza al fin y al cabo, sea examinado para comprobar que no sufre menoscabo
alguno, con mucha más razón ha de serlo el alma, que es inmortal, y de la que se nos dice que
está forjada de conformidad con la imagen del Que Es. 39 Y la imagen de Dios es el logos,.
por intermedio del cual fue construido el universo entero. 40
38
Lev. XXI, 11 a 21 y XXII, 4.
39
Gen. I, 27.
40
Ver Sobre la creación del mundo, 20 a 25.

82. Después de disponer lo concerniente a su legítima descendencia de nobles antepasados y


la integridad en los cuerpos y en las almas, la ley establece lo relativo al vestido que debe
llevar el sacerdote cuando se dispone a oficiar en las sagradas ceremonias. 41
41
Éx. XXVIII, 40 a 43.

83. Este vestido consiste en una túnica de lino y en unos cortos calzones; estos últimos, para
cubrir las partes pudendas, las que no es lícito queden al descubierto ante el altar; en tanto que
la túnica es para procurarle desenvoltura en sus funciones. Sin otras prendas que éstas, es
decir, con solo túnicas cortas, los sacerdotes están ataviados de modo de moverse con
inigualada rapidez cuando conducen las víctimas, las ofrendas votivas, los libatorios y todas
las. otras cosas necesarias para los sacrificios.

84. Al sumo sacerdote le está prescripto vestir un atuendo similar 42 cada vez que penetra en
el santuario vedado a los demás para ofrecer incienso. La razón es que el lino no procede de
ninguno de los seres destinados a morir, como procede la lana. 43 Además le está mandado
llevar puesto también otro, cuya confección es en extremo variada, al punto de que parece ser
una reproducción y representación del mundo. 44
42
Lev. XVI, 4.
43
Según la escala estoica de los seres, los zóoan = seres vivientes, iniciaron la serie de los
seres vivos, de la que quedan excluidos los phytá — vegetales. De allí que Filón les niegue la
condición de mortales, como en este caso a la planta del lino.
44
Las descripciones de los parágrafos 85 a 94 se apoyan en Éx. XXVIII. Ver Vida de Moisés
II, 109 a 135.

85. Clara prueba de ello es la disposición de sus elementos. En primer lugar, es un vestido
circular, violeta oscuro en todas sus partes, una túnica que baja hasta los pies; símbolo del
aire, puesto que el aire es por naturaleza negro, y en cierto modo llega hasta los pies pues se
extiende desde lo alto de la región sublunar hasta las más profundas cavidades de la tierra.

86. En segundo lugar, sobre la túnica va una pieza de tejido con forma de coraza, símbolo del

130
cielo. En efecto, sobre la parte correspondiente a los hombros hay dos piedras esmeraldas,
sustancia de inmenso valor, una a cada lado, ambas circulares; las que simbolizan los
hemisferios, uno de los cuales se extiende sobre la tierra y el otro debajo de ella.

87. En tercer lugar, sobre el pecho hay doce piedras preciosas de diferentes colores, ordenadas
en cuatro grupos de tres cada uno, así dispuestas de acuerdo con el modelo del zodíaco, pues
éste consta de doce signos y divide las cuatro estaciones del año asignando tres meses a cada
una.

88. Esta parte del vestido es llamada en su totalidad lugar del logos, 45 por cuanto todo lo que
el cielo contiene está forjado y ordenado conforme a principios y proporciones racionales, ya
que nada irracional existe en absoluto allí. Sobre este lugar del logos van dos piezas tejidas de
variados colores, llamadas "clara mostración" una y "verdad" la otra.
45
Lugar del logos o de la razón palabra, aunque en el resto del parágrafo insiste Filón en el
aspecto racional del logos.

89. Con el nombre de "verdad" da Moisés a entender que de ningún modo es lícito que la
falsedad ascienda al cielo, y que, por el contrario, todo cuanto es falso se halla desterrado en
la región terrestre, y tiene por sede las almas de los hombres merecedores de reproche; y
mediante el de "clara mostración", que las naturalezas celestiales dan a conocer todas las
cosas que a nosotros atañen, las que por sí mismas permanecerían ajenas a nuestro
conocimiento.

[90.] Señal clarísima de ello es que, si no hubiera brillado jamás el sol, ¿cómo hubieran sido
percibidas las infinitas cualidades de las cosas corpóreas; cómo las múltiples variedades de los
colores y las formas? Los días y las noches, los meses y los años, todo tiempo en suma,
¿quién los pone de manifiesto sino las revoluciones, armoniosas y superiores a toda
descripción, de la luna, el sol y los demás astros?

91. ¿Quién, la naturaleza del número sino dichos astros a través de las combinaciones de las
porciones del tiempo? ¿Quién abrió y señaló a los navegantes las rutas marinas costeras y en
las inmensidades de la alta mar sino las periódicas revoluciones de los astros?

92. Los sabios han observado además y registrado otros innumerables fenómenos; y basados
en los cuerpos celestes, han determinado las señales de las calmas y violencias de los vientos,
de la abundancia y escasez de frutos, de los veranos benignos y los extremadamente ardientes,
de los inviernos crudos y los semejantes a la primavera, de las sequías y los períodos lluvio-
sos, de las épocas propicias para la procreación de animales y plantas y las opuestas de
esterilidad en ambos órdenes, así como de todas las demás cosas de la misma especie. Es que
las señales de todas estas cosas terrenas están grabadas en el cielo.

93. XVII. Hacia el extremo inferior de la túnica que baja hasta los pies van aplicadas bellotas
de oro en forma de granadas, campanillas y guirnaldas de flores. Se trata de símbolos de la
tierra y del cielo. De la tierra lo son las guirnaldas de flores, puesto que de ella germinan y
florecen todas las flores; y del agua lo son las bellotas de granada, nombre este derivado del
término "corriente de agua"; 46 en tanto que las campanillas simbolizan la armonía, concierto
y consonancia de las partes del universo.
46
Rhoiskós = bellota pequeña en forma de granada, es un diminutivo derivado de rhoiá =
granada, pero Filón lo refiere a rhóia = corriente de un río.

131
94. También la disposición de las partes del vestido es acertada. El llamado pectoral, réplica
del cielo, en el cual van las piedras, se halla en el extremo superior, por cuanto también el
cielo se halla en la parte más elevada. La túnica que baja hasta los pies, de color violeta
oscuro en toda su extensión, queda debajo del pectoral, porque también el aire, que es negro,
tiene asignada la posición inmediata a continuación del cielo; y las guirnaldas de flores y las
bellotas de granada ocupan la parte extrema, en razón de que a la tierra y al agua les ha co-
rrespondido la parte más baja del universo.

95. Esta es la disposición de las partes de la sagrada vestidura, representación del mundo, obra
que llena de admiración a la vista y al pensamiento. Deja a la vista deslumbrada al máximo,
como no lo hace prenda alguna tejida por la mano del hombre, a causa de su variedad y
magnificencia juntamente; y también pasma en grado sumo a la inteligencia que reflexiona
acerca de las partes que la componen.

96. La intención ha sido, en primer lugar, que el sumo sacerdote lleve en torno de su cuerpo y
a la vista una representación del universo, a fin de que con la ininterrumpida contemplación
de ella logre que su propia vida sea digna de la naturaleza universal; en segundo lugar, que en
los sagrados ritos oficie a la par de él el universo todo. Y sumamente conveniente es que
aquel que está consagrado al Padre del universo lleve consigo también al hijo, vale decir, al
universo, para que participe en los servicios en honor de su Creador y Progenitor.

97. Pero es preciso también que no pasemos por alto una tercera verdad simbolizada en la
sagrada vestidura. Los sacerdotes de otros pueblos tienen por norma elevar sus súplicas y
llevar a cabo sus sacrificios solamente por sus familiares, amigos y compatriotas; el sumo
sacerdote de los hebreos, en cambio, eleva sus súplicas y acciones de gracia no solo por la
totalidad del género humano sino también por las partes de la naturaleza: la tierra, el agua, el
aire y el fuego. Como entiende que el mundo es su patria, como en realidad lo es, es su norma
atraer sobre ella con plegarias y ruegos el favor del Soberano, suplicándole haga partícipe de
Su amable y propicia naturaleza a su creatura.

98. XVIII. Habiendo dicho estas cosas, agrega nuevas prescripciones mandando que quien se
aproxime al altar y toque las ofrendas no beba ni vino ni otra bebida alguna embriagante
durante el tiempo en que se prepara para celebrar los sagrados ritos, 47 siendo las más
valederas razones de este mandato cuarto: la pereza, el olvido, el sueño y el proceder sin tino.
47
Lev. X, 8 a 11. Ver Sobre la ebriedad 130 y 131.

99. La bebida pura, por una parte, relaja las fuerzas del cuerpo, y torna más torpes los
movimientos de las piernas haciéndolas más lentas, a la par que provoca un inevitable sueño;
y, por otra, enerva los vigores del alma convirtiéndose en causa de olvido y de insensatez
conjuntamente. En cambio, con la sobriedad las partes del cuerpo se aligeran y se mueven con
mayor rapidez, los sentidos son más claros y límpidos, y la inteligencia capta con mayor
agudeza, hasta el punto de poder prever sucesos y recordar lo visto anteriormente.

100. En general, pues, el consumo de vino ha de ser considerado nocivo en sumo grado en
todos los aspectos de la vida, pues resulta oprimida el alma, embotados los sentidos y fatigado
el cuerpo, ya que no deja libre a parte alguna de nuestro ser y es un obstáculo para cada una
de ellas en aquello para lo que está destinada por naturaleza. Pero en los ritos y ceremonias
del culto el daño es más grave aún, en la medida en que también es más intolerable la ofensa
contra Dios que la que afecta al hombre. De allí que con toda razón se haya prescripto que los
oficiantes deben estar sobrios durante los sacrificios "a fin de que disciernan y distingan lo

132
sagrado de lo profano, lo puro de lo impuro", lo legal de lo ilegal.

101. XIX. Como el sacerdote es primero hombre y solo secundariamente sacerdote, 48 y debe
por fuerza seguir las naturales inclinaciones hacia el matrimonio, el legislador establece que
se casará con una virgen pura, cuyos progenitores, abuelos y demás antepasados hayan sido
también puros y reputados entre los mejores por su nobleza de vida y de nacimiento. 49
48
Primero no en el sentido de importancia u orden, sino en el de que la condición de hombre
precede a la de sacerdote por ser genérica o universal en la raza humana, en tanto que la
sacerdotal está limitada a una especie o parte de los hombres.
49
Lev. XXI, 7.

102. Prohíbele, en efecto, acercarse a una mujer ramera y profana de cuerpo y alma, ni
siquiera en el caso de que hubiere cambiado de conducta y adoptado un modo de vivir decente
y casto; ya que su primer género de vida fue contrario a la santidad. No carecerá, sin embargo,
esta tal de plenos derechos en los demás órdenes de cosas, ya que se ha esforzado en purifi-
carse de sus manchas; que el arrepentimiento de las faltas es merecedor de aprobación. Y no
se impedirá a ningún otro tomarla por mujer; pero no se ha de unir a un sacerdote, puesto que
los derechos y deberes del sacerdocio son de una clase especial, y la función sacerdotal
reclama una irreprochable correspondencia de procederes desde el nacimiento hasta la muerte.

103. Sería insensato, en efecto, que, mientras a unos les está vedado consagrarse al sacerdocio
a causa de las cicatrices producidas en sus cuerpos por heridas; cicatrices que son marcas de
una desgracia, no de corrupción; en cambio las que han vendido la flor de su existencia, no
solo por necesidad sino también por libre decisión, como solo arrepentirse tardíamente y no
sin dificultad, acto seguido, dejando a sus amantes, se unieran a sacerdotes, y desde los
burdeles pasaran a habitar los sagrados lugares. Por cierto que las cicatrices y marcas de las
pasadas faltas perduran, a pesar de todo, en las almas de los que se arrepienten.

104. Con admirable acierto se señala en otro pasaje 50 que "ni la paga de una mujer pública
debe llevarse al templo, "no porque ese dinero sea en sí culpable, sino a causa de la que lo ha
recibido y de la acción en pago de la cual le ha sido dado. Y menos aún puede admitirse que
compartan la vida de sacerdotes mujeres cuyo dinero es sacrílego y de mala ley, aun cuando
los metales y los cuños sean legítimos.
50
Deut. XXIII, 18.

105. XX. A tal punto son rígidas las disposiciones relativas al matrimonio del sumo sacerdote,
que ni siquiera le está permitido tomar como mujer a una ex desposada, 51 bien se trate de una
cuya soledad débese a la muerte de su esposo; bien de una que, vivo aún su esposo, se halla
separada de él por divorcio. El objeto de esta prohibición es, en primer lugar, que la sagrada
simiente penetre en un suelo inviolado y puro, y que los descendientes no reciban mezcla
alguna con otra estirpe. En segundo lugar, que unidos a almas inocentes en sumo grado pue-
dan ellos modelar sin dificultad los hábitos y disposiciones de las mismas; que las
inteligencias de las vírgenes son fácilmente atraídas y encaminadas hacia la virtud, y están
sumamente dispuestas a recibir instrucción.
51
Lev. XXI, 13 y 14.

106 En cambio, aquella que ha tenido experiencia de otro hombre está, por supuesto, menos
dispuesta a aprender, como que su alma no conserva el máximo de pureza, cual un trozo de
cera alisado para que se destaquen las enseñanzas escritas sobre él, sino aseméjase a uno
rugoso a causa de las marcas grabadas sobre él anteriormente, las que se mantienen indelebles

133
y no reciben otros sellos, o si los reciben, los tornan confusos con sus propias irregularidades.

107. Tomará, pues, el sumo sacerdote por esposa una casta virgen. Y al decir "virgen",
excluyo no solo a aquella mujer con la que ha tenido relaciones otro hombre, sino también a
aquella que hubiese sido declarada prometida de otro, aun cuando su cuerpo permaneciere
intacto.

108. XXI. Para los sacerdotes comunes las demás prescripciones acerca del matrimonio son
las mismas que rigen para los investidos con el sumo sacerdocio, pero, en cambio, les está
permitido casarse libremente no solo con mujeres vírgenes sino también con ex desposadas;
pero no con todas sino solo con aquellas cuyos esposos estuvieren ya muertos. 52 Es que la ley
entiende que deben eliminarse de la vida de los sacerdotes las rivalidades y violencias; y,
mientras el primer esposo vive, pueden surgir enfrentamientos con él motivados por la
femenina pasión que son los celos; 53 en tanto que, una vez muerto, muertos están también los
motivos de enemistad entre él y el segundo esposo.
52
Lev. XXI, 7, donde se prohíbe el matrimonio sacerdotal con una divorciada, ele lo que
Filón deduce el tácito consentimiento de la ley al matrimonio con una viuda.
53
Seguramente no quiere decir aquí Filón, con lo de "femenina", que los celos sean
exclusivos de la mujer. Más bien hay que atribuir tal calificación a su tendencia a asignar esa
connotación con carácter peyorativo a todo lo que implique vicio o debilidad.

109. En otras palabras: el legislador ha entendido que es preciso que el sumo sacerdote
alcance una mayor santidad y pureza también en la unión matrimonial, lo mismo que en los
otros aspectos; y no le permite que tome por esposa sino a mujer doncella. En cambio, con los
sacerdotes de jerarquía inferior a la de aquél fue menos rígido en lo que a sus vínculos con las
mujeres se refiere, y les permitió tomar por esposas también a las que hubieren conocido a
otros esposos.

110. XXII. A continuación la ley señala cuidadosamente también la ascendencia de las que
habrán de casarse; estableciendo que aquella a quien el sumo sacerdote solicite por esposa
deberá ser no solo doncella sino además sacerdotisa descendiente de sacerdotes, 54 a fin de
que el novio y la novia sean de la misma estirpe y, en cierto sentido, de la misma sangre, y
armoniosamente unidos, den toda la vida muestras de una solidísima compenetración de
caracteres.
54
Lev. XXI, 14 y 15.

111. A los demás, en cambio, les está permitido 55 casarse con mujeres que no sean hijas de
sacerdotes; en parte porque los medios requeridos para asegurar la pureza de éstos son pocos,
y en parte porque la ley no quiso apartar y excluir completamente para siempre de la estirpe
sacerdotal al conjunto de nuestra nación. Por eso no prohibió a los otros sacerdotes contraer
matrimonio con mujeres de la nación no pertenecientes a sus estirpes; uniones éstas que
generan un parentesco de segundo grado, ya que los yernos son hijos para los suegros, y los
suegros, padres para los yernos.
55
Por no haber prohibición expresa al respecto.

112. XXIII. Estas prescripciones acerca del matrimonio y otras semejantes a éstas tienden a
fomentar la procreación de hijos; pero como al nacer sigue el morir, el legislador dejó escritas
también leyes acerca del proceder de los sacerdotes en los casos de fallecimientos 56
prescribiéndoles que no deben contaminarse por causa de ninguno de los vinculados a ellos
por amistad o por parentesco, cualquiera fuere el grado, sino solamente por sus padres y

134
madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas doncellas.
56
Lev. XXI, 1 a 3.

113. Pero al sumo sacerdote le vedó participar de toda ceremonia fúnebre; 57 y seguramente
con razón. Porque en los servicios religiosos a cargo de los demás sacerdotes, éstos pueden
sustituirse recíprocamente oficiando unos en lugar de otros; de modo que, aun cuando algunos
estuvieren de luto, ninguna de las ceremonias habituales déjase de cumplir. En cambio, a na-
die le es permitido tomar a su cargo las funciones del sumo sacerdote, y por esa razón éste
debe estar permanentemente inmaculado, sin tener contacto alguno con cadáveres, a fin de
que hallándose presto, lleve a cabo las plegarias y sacrificios por la nación en las ocasiones
convenientes sin impedimento alguno.
57
Lev. XXI, 10 a 12.

114. Además, puesto que él está consagrado a Dios y ha llegado a ser capitán de la sagrada
hueste, corresponde que esté separado de todos los lazos de nacimiento, no sujetándose a las
afecciones hacia sus padres, sus hijos o sus hermanos hasta el punto de pasar por alto o
posponer alguna de sus obligaciones religiosas, cuyo cumplimiento sin ninguna dilación tiene
prioridad.

115. La ley establece además que no cubra con sus ropas a los íntimos allegados fallecidos;
que no se quite de la cabeza la insignia del sacerdocio; y, en general, que no abandone el
sagrado recinto con el pretexto de un duelo, a fin de que, estimulado por la reverencia al lugar
y a los ornamentos con que recubre su persona, se sobreponga al sentimiento de piedad y se
mantenga siempre ajeno al dolor.

116. Quiere, en efecto, la ley que se halle dotado de una condición superior a la puramente
humana y se aproxime más estrechamente a la Divina, a una línea divisoria, podríamos decir
con toda propiedad, entre ambas, para que por conducto de un mediador los hombres procuren
alcanzar la misericordia de Dios; y Dios, por Su parte, emplee sus servicios para extender y
proporcionar Sus beneficios a los hombres.

117. XXIV. Establecidas estas reglas, dictó a continuación las leyes acerca de los que reciben
una parte de las primicias.58 Si uno de los sacerdotes, dice, hubiere perdido sus ojos o sus
manos o sus pies o alguna otra parte del cuerpo, o también si adoleciere de alguna
desformidad corporal, absténgase de oficiar a causa de las desgracias que le han sobrevenido;
pero siga gozando de los comunes privilegios de los sacerdotes puesto que su nobleza de
nacimiento permanece inmutable.
58
Lev. XXI, 17 y 18.

118. Si, empero, aparecieren sobre alguno de los sacerdotes erupciones de lepra, o también si
padeciere de derrames seminales, no tocará la sagrada mesa ni las recompensas asignadas a su
estirpe hasta que el derrame cesare y la lepra, evolucionando, llegare a asemejarse al color de
la carne sana. 59
59
Lev. XXII, 4 a 7.

119. Además, si algún sacerdote hubiere tocado algún objeto impuro, o bien sí durante la
noche, como sucede a menudo, tuviere derrames, no participará de ninguno de los alimentos
consagrados; pero, una vez lavado, nada le impedirá hacer uso de ellos al llegar la tarde.

120. Pero el vecino del sacerdote y el sirviente asalariado de éste no deben participar de las

135
primicias. La prohibición respecto del vecino obedece al hecho de que los vecinos son
constantemente invitados y comensales unos de otros, y es de temer que, abusándose de una
extemporánea esplendidez como pretexto para una profanación, se despilfarren los alimentos
consagrados. Porque no se han de dar todas las cosas a todos, sino aquellas que corresponden
a quienes han de recibirlas. De lo contrario, lo más excelente y provechoso que hay en la vida,
el orden, será aniquilado por lo más dañoso, la confusión.

121. Porque, si en los barcos mercantes los marineros ganaran lo mismo que los pilotos; en las
grandes trirremes, lo mismo los remeros y marineros que los trierarcos y navarcos 60 en los
campamentos, lo mismo los simples jinetes que los hiparcos, 61 los soldados que los oficiales
superiores, los jefes de formaciones pequeñas que los generales; y en las ciudades, lo misma
los litigantes que los jueces, los consejeros que los presidentes de los consejos, y en general,
los simples ciudadanos que los gobernantes; se originarían disturbios y sediciones, y la
igualdad de nombre se convertiría en desigualdad en el terreno de los hechos, puesto que
pagar lo mismo a quienes no merecen lo mismo es desigualdad, y la desigualdad es fuente de
calamidades.
60
Jefe de trirreme y almirante de flota, respectivamente.
61
Hiparco o jefe de caballería.

122. Por ese motivo los privilegios de los sacerdotes, así como no han de ser extendidos a
otras personas, tampoco han de serlo a sus vecinos. De otro modo, por el solo hecho de vivir
en la vecindad éstos participarían de cosas que no les están permitidas, ya que el privilegio no
es debido a la residencia sino a la estirpe.

123. XXV. Asimismo, tampoco hará ningún sacerdote partícipe de la sagrada prerrogativa a
un criado asalariado, ni a título de jornal ni a cambio de algún servicio, pues el criado usará a
veces lo recibido para lo que no debe, convirtiendo en espurias las recompensas
correspondientes a la nobleza de estirpe y al servicio del santuario.

124. Esta es la causa por la que la ley establece que no debe participar absolutamente de las
cosas sagradas ninguno de otra raza, aunque resultare ser de noble estirpe y descendiente de la
población primitiva del país, y de intachable ascendencia por la rama paterna y por la
materna; a fin de que las prerrogativas no se desvirtúen, y se mantengan firmemente
conservadas en posesión de la clase sacerdotal.

125. Es que resultaría absurdo que, mientras los sacrificios, los sagrados ritos y todas las
demás ceremonias que se cumplen en el altar están confiados exclusivamente a los sacerdotes,
y no a todas las personas; las recompensas por tales servicios vinieran a ser comunes y para
cualesquiera que se presentaren, como si fuera preciso agobiar a los sacerdotes con múltiples
tareas fatigosas y con diarias y nocturnas preocupaciones, y conceder las recompensas a
todos, incluidos los que no trabajan.

128. En cambio, el sacerdote podrá dar una parte de los alimentos sólidos y bebidas
provenientes de las primicias al esclavo nacido en su morada y al comprado. La razón es, en
primer lugar, que el amo es la única fuente de recursos para un esclavo; y los ingresos del amo
son en este caso las sagradas contribuciones, con las cuales corresponde que el esclavo sea
mantenido.

127. En segundo lugar, que es preciso que hagamos de buen grado lo que de todos modos
habrá de hacerse. Los esclavos, aunque no lo quisiéremos, viven con nosotros y comparten

136
nuestras vidas permanentemente. Ellos preparan las bebidas y las comidas habituales y
especiales a sus amos, permanecen junto a sus mesas y se llevan los restos. Por lo tanto,
aunque no los tomaren abiertamente, no dejarán de echar manos a ellos a escondidas, forzados
por la necesidad a robar; y de ese modo, la transgresión no será una sola; si es que realmente
constituye una falta el alimentarse con las viandas de sus amos; sino se habrá dado ocasión a
una segunda: el robo, para que, como ladrones, gocen de las comidas consagradas en vez de
hacerlo quienes llevan una vida irreprochable; cosa extremadamente absurda.

128. En tercer lugar, es preciso reflexionar lo siguiente: la dignidad de las primicias no sufrirá
mengua alguna porque de ellas participen los criados. El temor a sus amos lo impedirá, ya que
dicho temor, al no permitirles entregarse a la holgazanería, es suficiente para poner coto a
cualquier actitud licenciosa de su parte. 62
62
Pues lo hacen a la vista de los amos; lo contrario de lo que ocurriría si hurtasen parte del
alimento sagrado.

129. XXVI. Habiendo dictado estas prescripciones, establece a continuación una ley plena de
amor al prójimo. 63 Si la hija de un sacerdote, dice, casada con quien no es sacerdote, quedare
sola o por haber muerto su esposo o en vida de éste, sin haber tenido hijos, retornará a la
mansión paterna y participará de las primicias, de las que participaba también cuando era
virgen; pues en cierto modo es ahora virtualmente una virgen, como que carece de esposo e
hijos, no teniendo otro refugio que su padre.
63
Lev. XXII, 13.

130. Pero si hubiere hijos o hijas, la madre deberá ocupar un lugar junto a ellos, puesto que
los hijos, como pertenecen a la mansión paterna llevan consigo también a su madre a residir
en esta.

131. XXVII. La ley no ha reservado para los sacerdotes una porción del país 64 a fin de que,
como los demás, se provean en abundancia de lo necesario cosechando los productos de la tie-
rra. En cambio, al referirse a las sagradas ofrendas, les atribuye el honor sin par de decir que
la heredad suya es Dios. 65 Y lo es por dos razones: una el altísimo honor de participar junta-
mente con Dios en las ofrendas destinadas a Este en acción de gracias; la otra la obligación de
ocuparse solamente de los sagrados ritos, cual si se tratara de administradores de heredades.
64
Es decir, a la tribu de Leví no le fue asignado ningún territorio cuando se procedió al
reparto de la recién conquistada Canaán del sur.
65
Deut. XVIII, 1 y 2.

132. Los premios y distinciones que la ley asigna a los sacerdotes son los siguientes. En
primer lugar, 66 una alimentación puesta a disposición sin trabajo ni preocupaciones. Manda,
en efecto, que quienes elaboran pan aparten como primicia un pan de toda pasta de harina de
trigo o de otros granos para consumo de los sacerdotes. Al prescribir esto la ley tiene presente
también el camino que conduce a la piedad enseñado por la disposición acerca del
apartamiento de las primicias.
66
Núm. 18 a 20.

133. Acostumbrados, en efecto, a separar siempre, aun de su necesario alimento, las primicias,
conservarán indeleble el recuerdo de Dios, lo que constituye el mayor bien que es posible
alcanzar. Siendo nuestra nación numerosísima, por fuerza también son inagotables las
primicias; al punto de que el sacerdote de más modestos recursos parece vivir en la opulencia
a causa de la sobreabundancia de mantenimientos.

137
134. En segundo lugar, 67 la ley prescribe apartar también las primicias de todos los otros
bienes que se poseyeren: vino de cada lagar, trigo y cebada de cada era, igualmente aceite de
los olivos y cultivados frutos de los demás árboles frutales; a fin de que los sacerdotes no
vivan en demasiada estrechez poseyendo solo lo estrictamente necesario; antes bien, con el
conveniente decoro disfruten de una vida suficientemente grata y confortable provistos de
inagotables recursos.
67
Éx. XXII, 29, Núm. XVIII, 13, Deut. XVIII, 4 y XXVI, 2 y ss.

135. Una tercera recompensa la constituyen los primogénitos machos de los animales
terrestres aptos para el servicio y uso de los hombres. La ley manda 68 que éstos sean
distribuidos entre los sacerdotes; de los bueyes, las ovejas y las cabras los vástagos mismos,
es decir, becerro, corderos y cabritos, puesto que son y están reconocidos como puros para la
alimentación y para los sacrificios; por los otros animales: caballos, asnos, camellos y otros
semejantes a éstos se paga una suma de rescate, que no ha de ser inferior al valor de los
mismos. 136. Estas contribuciones son también inmensas, debido a que los hombres de
nuestra nación se destacan como criadores y cuidadores de ganado, y apacientan innumerables
rebaños de cabras, bueyes, ovejas y otros animales de todas clases.
68
Éx. XXII, 20 y Núm. XVIII, 15 a 20.

137. A continuación la ley amplía los alcances de esta norma estableciendo que se han de
apartar las primicias no solo de cada clase de bienes poseídos, sino también de las propias
almas y cuerpos. Porque los hijos son partes separables de sus progenitores; o más bien, si
hemos de hablar con propiedad, partes inseparables, ya que están unidos a ellos por la
consanguineidad y por los pensamientos de los progenitores, invisibles presencias perpetuadas
en los descendientes por la fuerza de atracción del amor que los une y por los indisolubles
lazos de la naturaleza. 69
69
Éx. XIII, 2 y XXII, 29.

138. Sin embargo, la ley dispone la consagración de los primogénitos varones a modo de
primicias, como acción de gracias por la buena descendencia habida hasta el presente y la que
se espera abundante en el futuro. Al mismo tiempo la ley desea que los matrimonios, cuyo
primer fruto es consagrado a Dios, sean no solo irreprochables sino además merecedores de
altos elogios. Al reflexionar sobre esto los esposos y las esposas no pueden menos de procurar
ser sensatos, afectos a su hogar y de un mismo parecer; y manifestando en palabras y obras la
unidad de sus sentimientos, hacen que la comunidad de nombre resulte una realidad verdadera
y firmemente fundada.

139. Pero con el objeto de que los padres no sean separados de sus hijos, ni éstos de sus
padres, la ley establece 70 una determinada suma de dinero como compensación, a título de
primicia correspondiente a la consagración de los hijos primogénitos; suma que, sin tomar en
cuenta ni la posición social de los contribuyentes ni la buena constitución y belleza de los
engendrados, ordena que sea la misma para el pobre que para el rico, fijando una cantidad tal,
que puede pagarla aun el de más modestos recursos.
70
Núm. XVIII, 15 y 16.

140. Porque, como el nacimiento de hijos es cosa que acontece por igual normalmente tanto
entre los más distinguidos como entre los más humildes, la ley ha considerado justo también
establecer que la contribución sea la misma, teniendo sobre todo en cuenta, como dije, las
posibilidades de todos.

138
141. XXVIII. Además de éstas, la ley asigna a los sacerdotes otra fuente de recursos nada
pequeña, 71 al disponer que cada uno entregue las primicias de sus bienes: del cereal, del vino,
del aceite, así como del acrecentamiento de los ganados, ya se trate de ovejas, de bueyes, de
cabras o de los otros rebaños; y cuan grande es la abundancia de éstos en nuestra nación cual-
quiera puede comprobarlo por lo numerosa que es su población.
71
Núm. XVIII, 12. Parecería que aquí, a diferencia de las consagraciones de primicias de cada
especie al comienzo de la producción de cada una (detalladas ya en los parágrafos 134 y 135)
se trata de ofrendas por la producción total o sobre los bienes considerados globalmente.

142. Por todas estas contribuciones se advierte claramente que la ley inviste a los sacerdotes
de la dignidad y los honores propios de los reyes. Así, por ejemplo, ordena que se les
entregue, como a los soberanos, tributos provenientes de toda porción de los bienes. Solo que
estos tributos les son entregados de manera completamente distinta de como los entregan las
ciudades a sus gobernantes.

143. Estas lo hacen por obligación, de mala gana y con quejas; miran con malos ojos a los
recaudadores de tributos, como si se tratase de plagas colectivas; fingen pretextos diversos
según las circunstancias; y entregan las contribuciones y tributos establecidos sin respetar los
plazos prefijados.

144. En cambio los de nuestra nación, tanto hombres como mujeres, entregan sus
contribuciones en cada una de las estaciones del año en medio de bendiciones y acciones de
gracias, gozosos y alegres, adelantándose a los recaudadores, considerando que no dan sino
reciben, y con un celo, una diligencia y una premura espontáneos y superiores a toda ponde-
ración.

145. XXIX. Estas son contribuciones procedentes de la propiedad de cada uno; pero hay otros
ingresos especiales sumamente apropiados para los sacerdotes, procedentes de los sacrificios
ofrecidos. En efecto, está prescripto 72 que de toda víctima sacrificada se entreguen a los
sacerdotes dos porciones provenientes de dos partes de ella: la pierna del lado derecho y toda
la grasa del pecho. La primera es símbolo de fortaleza y valentía y de todo proceder legítimo
en el dar, en el recibir y en el obrar en general; la segunda lo es de la benévola gentileza que
controla al elemento impulsivo. 73
72
Lev. VII, 31 a 34.
73
Ver Interpretación alegórica III, 115 y ss.

146. Se sostiene, en efecto, que este elemento tiene su sede en el pecho, puesto que la
naturaleza le ha asignado este lugar como el más apropiado para su residencia, y le ha
colocado en torno como a un soldado-para ponerlo al abrigo de ataques un fortificadísimo
cerco llamado tórax, 74 que formó mediante muchos huesos fortísimos dispuestos uno junto a
otro, cuya muy firme unión aseguró con tendones irrompibles.
74
Thórax = pecho, significa también coraza.

147. En cuanto a los animales sacrificados fuera del altar con destino a la alimentación
privada la ley establece 75 que de ellos se entreguen al sacerdote tres porciones: una pierna, las
mandíbulas y el llamado cuajar. La pierna, por el motivo mencionado un poco más arriba; las
mandíbulas, como primicia de la parte de mayor jerarquía del cuerpo, la cabeza, y de la
palabra hablada, cuyo torrente no podría fluir al exterior sin el movimiento de aquellas. En
efecto, al ser sacudidas, de lo que les viene el nombre, 76 cada vez que son presionadas por la

139
lengua, todo el mecanismo de la fonación produce sonidos conjuntamente.
75
Deut. XVIII, 3.
76
Filón vincula siagón = mandíbula, con seioméne = sacudida.

148. En cuanto al cuajar, se trata de una excrecencia del vientre, y sucede que el vientre es el
pesebre de ese irracional animal que es la concupiscencia, la que regada hasta el hartazgo de
vino y de comida, hállase siempre inundada por los incesantes suministros de alimentos y be-
bidas, y, tal como lo hace un puerco, se complace en pasar su vida en el fango. Esta es la
razón por la cual le ha sido asignado el lugar de las inmundicias como el más apropiado, y con
mucho, para un licencioso y en extremo indecente animal.

149. Pero lo opuesto a la concupiscencia es la templanza, para cuya adquisición es necesario


ejercitarse y empeñarse con celo por todos los medios posibles, puesto que se trata de un bien
inmenso y perfectísimo, provechoso en la vida privada y en la pública.

150. Así pues, la concupiscencia, por ser profana, impura y sacrílega, ha sido expulsada fuera
de los límites de la virtud y bien merecido es su destierro. En cambio, la templanza, virtud
pura e inmaculada, despreocupada de cuanto a la bebida y la comida se refiere, y que se precia
de estar por encima de los placeres del estómago, está en contacto con los sagrados altares,
llevando consigo ese accesorio del vientre, que le hará presente su desprecio hacia la
glotonería, la voracidad y todas aquellas cosas que encienden las inclinaciones hacia la concu-
piscencia.

151. XXX. Además de todos estos recursos, la ley establece 77 también que los sacerdotes que
ofician en los sacrificios conserven para sí las pieles de los animales sacrificados, en
holocausto, que son innumerables; lo cual constituye un presente no de pequeña monta sino
de los más valiosos. De estas prescripciones se desprende claramente que la ley no asignó a la
tribu consagrada una única heredad como a todas las demás, sino le proporcionó, bajo la
forma de primicias de toda especie de sacrificios, una fuente de recursos de más jerarquía y
santidad.
77
Lev. VII, 8.

152. A fin de que ninguno de los donantes profiera algún reproche contra los que los reciben,
la ley ordena 78 que las primicias sean llevadas primeramente al altar, y que posteriormente
los sacerdotes las tomen de allí. Es que corresponde que sea a Dios a quien lleven las
primicias en todos los sacrificios de acción de gracias quienes han recibido beneficios de Él; y
que Dios, como no ha menester de cosa alguna, recompense con toda dignidad y honor a
quienes Le sirven y tienen a su cargo los servicios del templo. Porque ningún vituperio
encierra el que aparezcan recibiendo un presente que procede del Hacedor de todas las cosas,
y no de los hombres.
78
Núm. XVIII, 8 a 19.

153. XXXI. Siendo, pues, tan grandes las recompensas dispuestas, si algunos de los
sacerdotes que viven arreglada e irreprochablemente se hallaren en la indigencia, sus casos
constituirían una acusación de nuestra violación de la ley, aun cuando ellos no dijeren palabra
al respecto. Porque, si nosotros obedecemos lo que ha sido mandado, y cumplimos con las
primicias tal como está prescripto, ellos no solo dispondrán abundantemente de aquellas cosas
que son necesarias, sino además se verán colmados de todas las otras que proporcionan
placeres.

140
154. Y si en otra ocasión la tribu sacerdotal apareciere provista de todos los medios de vida en
abundancia, ello constituirá una gran prueba de la común piedad y de la observancia
cuidadosa de las leyes en todos sus aspectos. Mas la negligencia de algunos; pues carecería de
fundamento acusar a todos; ha resultado ser causa de pobreza para los consagrados; y a decir
verdad, también para los mismos negligentes.

155. La violación de las leyes, en efecto, redunda en daño de quienes las violan, aunque por
un corto tiempo les resulte atractivo. Nada más provechoso, en cambio, que observar las leyes
de la naturaleza, aun cuando en un primer momento resultare cosa dura y no se advirtiere su
lado favorable.

156. XXXII. La ley, que ha beneficiado con tan grandes recursos a los sacerdotes, no se ha
olvidado de aquellos que ocupan una categoría inferior, es decir, de los cuidadores del templo.
De éstos unos se ubican junto a las puertas como guardianes sobre las mismas entradas; otros
están situados dentro, delante del santuario, para evitar que persona alguna de aquellas a las
que no es lícito entrar penetre voluntaria o involuntariamente; otros recorren el recinto noche
y día, según turnos asignados por sorteo; y otros barren los pórticos y patios, y retiran la
basura pues son los encargados de la limpieza. A todos éstos les están asignados como
retribución los diezmos, siendo ésta la parte que les corresponde como servidores del templo.
79
79
Núm. XVIII, 21.

157. La ley no permite, 80 empero, que los que reciben esos diezmos hagan uso de ellos antes
de apartar a su vez otros diezmos como primicias de sus propios bienes, y de entregarlos a los
sacerdotes de la clase superior. Solo entonces les permite disfrutar de aquéllos; antes no lo
autoriza.
80
Núm. XVIII, 26 a 28.

158. Además la ley les ha asignado 81 cuarenta y ocho ciudades y con cada una de ellas un
círculo de tierras aledañas de hasta dos mil codos para apacentar rebaños y proveerse de las
demás cosas necesarias para las ciudades. De éstas han sido seleccionadas seis, tres de más
acá del río Jordán y tres de más allá del mismo, es decir, tres de cada lado, para asilo de los
que han cometido homicidio involuntario. 82
81
Núm. XXXV, 2 a 8.
82
Núm. XXXV, 9 a 28.

[159.] Es que, como sería un sacrilegio que un hombre responsable de la muerte de alguien,
cualquiera fuere el motivo, penetrara dentro de los sagrados recintos, usando el templo para
ponerse a salvo, la ley permite que dichas ciudades, a manera de templos de segunda
categoría, gocen de inviolabilidad en atención a la condición privilegiada y honrosa de sus
habitantes; los cuales, en el caso de que algún poder más fuerte usare la fuerza contra los
suplicantes, los deben poner a salvo empleando para ello, no las providencias propias de las
guerra, sino las dignidades y privilegios que les ha proporcionado la ley en virtud de la
majestad propia del sacerdocio.

160. Empero, el fugitivo debe permanecer confinado dentro de los límites de la ciudad en la
que se halla refugiado, puesto que le asechan los vengadores, vinculados por los lazos de
parentesco con el muerto, e impulsados por el pesar ante la ausencia del pariente, desean la
muerte del matador, aunque el crimen hubiere sido involuntario, ya que el sentimiento
familiar prevalece sobre un estricto discernimiento de lo justo. Si sale de los límites, debe

141
saber que marchará hacia su segura perdición, puesto que no pasará inadvertido a ninguno de
los familiares; por lo que no tardará en perecer atrapado en sus redes y emboscadas.

161. El plazo del confinamiento ha de coincidir con la duración de la vida del sumo sacerdote,
a cuya muerte podrá retornar por corresponderle la prescripción de la culpa.
Después de haber establecido éstas y parecidas leyes relativas a los sacerdotes, a continuación
da las instrucciones acerca de los animales que se destinan a los sacrificios.

162. XXXIII. De los animales empleados para los sagrados ritos unos son terrestres y otros
aéreos. De las innumerables especies de animales aladas, desechando las demás escogió solo
dos: la paloma y la tórtola; 83 la paloma porque es el más apacible de los animales domésticos
y de naturaleza gregaria; y la tórtola porque es e) más manso entre los de vida solitaria por
naturaleza.
83
Lev. I, 14.

163. Y dejando de lado las incontables variedades de animales terrestres, cuyo número ni
siquiera es posible calcular, seleccionó tres como superiores a las demás: los bueyes, las
ovejas y las cabras, 84 en razón de que éstas son las más mansas y domesticadas, como que
grandes rebaños de bueyes, ovejas y cabras son guiados por una sola persona, sea ésta quien
fuere, y no solo por un hombre maduro sino también por un niño en plena infancia, tanto
cuando marchan a pastar como cuando a la hora que corresponde retornan en orden hacia sus
establos y apriscos.
84
Lev. I, 3, 4, 10 y 11.

164. Entre otras muchas pruebas de su mansedumbre, las más claras son las siguientes. Todos
son herbívoros y ninguno de ellos carnívoro; sus uñas no son curvadas, ni completo el desa-
rrollo de sus dientes, ya que el alvéolo superior no llega a formarlos y los incisivos están allí
atrofiados.

165. Además son entre los animales los más provechosos para la vida humana. Los moruecos,
para la confección de vestidos, protección sumamente necesaria para los cuerpos; los bueyes,
para arar el suelo y prepararlo para la siembra; y, una vez madurado el fruto, para la trilla, que
permite aprovisionarse y disfrutar del alimento; y los pelos y pieles de las cabras, entretejidos
y entrecosidos, se convierten en residencias transportables para los viajeros, y especialmente
para los soldados en campaña, a los que las exigencias de la misma obligan a pasar la mayor
parte del tiempo a la intemperie fuera de la ciudad.

166. XXXIV. Todos estos animales deben ser completos, 85 sin defecto alguno en ninguna de
las partes de sus cuerpos, intactos en todas y cada una de ellas y libres de toda cosa
reprochable. Por cierto que tan grande es la precaución no solo de los que ofrecen los
animales para los sacrificios, sino también de los oficiantes, que los sacerdotes de más alta
reputación, escogidos, como lo más selecto entre ellos, para la inspección de los defectos,
examínanlos desde la cabeza hasta las extremidades de las patas, tanto en las partes visibles
como en las ocultas bajo el vientre y las ancas, por temor de que algún pequeño defecto haya
pasado inadvertido.86
85
Lev. XXII, 19 a 24.
86
No existe pasaje alguno en la legislación mosaica en el que se apoyen estas afirmaciones.

167. La extrema minuciosidad del examen no obedece a consideraciones respecto de las


víctimas sino respecto del irreprochable proceder de los que las ofrecen. La ley quiere, en

142
efecto, enseñarles simbólicamente que, cada vez que se aproximen a los altares o para suplicar
o para agradecer beneficios, no deben llevar en su alma ni flaquezas, ni enfermedad ni baja
afección alguna, sino procurar que toda ella en todas sus partes sea santa e inmaculada, a fin
de que Dios, al verla, no de vuelta Su rostro.

168. XXXV. Ahora bien, como de los sacrificios unos son por toda nuestra nación, o
hablando con propiedad, por todo el género humano; y otros por cada uno en particular de los
que consideran que deben ofrecerlos, corresponde que hablemos primero de los colectivos. La
distribución de los mismos es admirable, como que unos se llevan a cabo cada día, otros cada
semana, otros en los novilunios o comienzos del mes sagrado y otros en las tres épocas de
festejos.

169. Está mandado, 87 en efecto, expresamente que cada día se ofrezcan dos corderos, uno al
amanecer y otro al anochecer, ambos en acción de gracias, uno por los beneficios recibidos
durante el día, y el otro por los recibidos durante la noche; beneficios que incesante y
constantemente proporciona Dios al género humano.
87
Núm. XXVIII, 3 y 4.

170. En los días séptimos la ley duplica el número de las víctimas, 88 agregando al número
ordinario un número igual por considerar que el día séptimo, llamado también día del
nacimiento del mundo todo, 89 iguala en dignidad a la eternidad; razón por la cual el propósito
ha sido equiparar el sacrificio propio del séptimo día a la perpetuidad de los diarios
ofrecimientos de corderos.
88
Núm. XXVIII, 9 y 10.
89
Ver Sobre las leyes particulares II, 39.

171. Además, dos veces cada día, una al salir el sol, antes del sacrificio matutino, y la otra al
ocultarse, después del vespertino, se esparce perfume de todas las más fragantes especies de
incienso en el recinto limitado por el velo. 90 De ese modo las ofrendas con derramamiento de
sangre constituyen la acción de gracias por nuestras partes con sangre, en tanto que el
incienso lo es por la parte rectora de nuestro ser, vale decir, por el espíritu racional que hay en
nosotros, el cual ha sido forjado de conformidad con la forma ejemplar de la imagen de Dios.
91
90
Éx. XXX, 7 y 8.
91
Es decir, el logos. Ver ei parágrafo 81 y Sobre los sueños enviados por Dios II, 45.

172. En cuanto a cada día séptimo, 92 en él se exponen sobre ía sagrada mesa panes en igual
número que el de los meses del año, en dos rimeros de seis, correspondiendo cada uno de
ellos a un equinoccio. Dos, en efecto, son los equinoccios todos los años: el de primavera y el
de otoño, separados ambos por un total de seis meses. Por ese motivo.. .93 En el equinoccio de
primavera todos los sembrados alcanzan su pleno desarrollo hacia la época en que los árboles
comienzan a dar sus frutos; en tanto que en el de otoño el fruto de los árboles llega a su ma-
durez y es el tiempo oportuno para comenzar nuevamente la siembra. De esa manera la
naturaleza en su incesante curso de alternadas etapas concede unos tras otros sus dones al
género humano; dones de los que son símbolos los dos grupos de seis panes expuestos.
92
Lev. XXIV, 5 a 8.
93
Laguna en el texto.

173. Ellos son, además, signo de la más provechosa de las virtudes: la continencia, la cual

143
tiene a la sencillez, la modestia de vida y la frugalidad como protectoras frente al baluarte que
contra ella elevan la incontinencia y la avidez. El pan, en efecto, es para el que ama la
sabiduría alimento suficiente, que evita las enfermedades del cuerpo, y torna sano y en
extremo sobrio el entendimiento. 94
94
Ver Sobre los sueños enviados por Dios II, 48 a 51.

174. En cambio, los platos delicados, los pasteles de miel, los condimentos y todo cuanto
elabora el refinado arte de los pasteleros y cocineros con miras a deleitar al grosero y
antifilosófico gusto, el más servil de los sentidos, servidor, no de las nobles visiones o audi-
ciones, sino de las avideces del miserable vientre; todo ello engendra enfermedades del alma y
del cuerpo, a menudo incurables.

175. Sobre los panes se colocan incienso y sal. 95 El incienso es símbolo de que a juicio de la
sabiduría ningún condimento tiene más grato aroma que la frugalidad y la templanza; en tanto
que la sal simboliza la perduración de todas las cosas, puesto que todo cuanto se espolvorea
con ella se conserva; y también que ella basta como condimento. 96
95
Lev. XXIV, 7. Ver Vida de Moisés II, 104.
96
Vale decir, que se deben evitar los refinamientos que en la materia deleitan a los glotones.

176. No se me escapa que lo que digo provocará la burla y befa de los expertos en banquetes
y comilonas, de los que andan tras las mesas bien provistas, esclavos miserables de las aves,
los peces, los trozos de carne y de otras cosas banales como esas, incapaces de gozar, ni en
sueños, de la verdadera libertad. De tales actitudes no deben hacer mucho caso aquellos que
saben vivir para el servicio de Dios y complacencia del Que realmente Es; aquellos que,
educados en el desprecio de los placeres de la carne, persiguen las alegrías y deleites de la
inteligencia, ejercitándose en el estudio de las verdades de la naturaleza.

177. Después de establecidas estas prescripciones relativas al día séptimo, dice, 97 al ocuparse
de los días de novilunio, que en éstos se deben sacrificar en holocausto diez víctimas en total:
dos becerros, un camero y siete corderos, pues el período en que la luna cumple su ciclo es un
todo completo, y la ley ha considerado que el número de animales sacrificados debe ser
también perfecto.
97
Núm. XXVIII, 11 a 14.

178. Ahora bien, el diez es un número perfecto, y ha sido muy bien distribuido de la manera
dicha: dos becerros, puesto que dos son los movimientos de la luna, la que siempre recorre un
doble curso, uno en proceso de crecimiento hasta que se torna llena; el otro decreciendo hasta
su conjunción; el único carnero, puesto que uno es el orden según el cual crece y decrece con
iguales intervalos, cuando va en aumento su claridad y cuando ésta disminuye; y los siete
corderos, porque sus cambios completos de forma tienen lugar cada siete días: 98 en la primera
semana, desde la conjunción hasta la media luna; en la segunda, hasta la luna llena; y cuando
a la inversa desanda su curso, primeramente hasta la media luna, y luego hasta concluir en la
conjunción.
98
Ver Sobre la creación del mundo 101.

179. Con las víctimas la ley establece que se lleve flor de harina de trigo impregnada de
aceite, y vino para las libaciones en las cantidades fijadas, en virtud de que estos productos
también alcanzan su plenitud en el curso de las estaciones anuales por obra de las
revoluciones de la luna, la que ejerce una especial influencia en la maduración de los frutos. 99
Es, pues, razonable que el trigo, el aceite y el vino, sustancias en extremo provechosas para la

144
vida y sumamente necesarias para el consumo por parte de los hombres, sean consagrados en
todos los sacrificios.
99
Núm. XXIX, 1 a 6, y Éx. XXIX, 40.

180. Al comienzo del mes sagrado 100 se ofrecen sacrificios dobles, por cuanto doble es la
significación de dicho día. Se trata, por una parte, del comienzo de una lunación; y por otra,
del día inicial del mes sagrado. En su condición de día primero de lunación los sacrificios
ordenados son los mismos que en los demás días primeros de mes; como comienzo, además,
del mes sagrado, las ofrendas se duplican, excepto en lo que respecta a los becerros. Se
ofrece, en efecto, uno solo en vez de dos por haber considerado el Arbitro que en el comienzo
del año corresponde emplear la unidad, cuya naturaleza es indivisible, antes que la divisible
dualidad.
100
Del año civil, que comenzaba en otoño; no del religioso, que se iniciaba en primavera.

181. En la primera estación, y llama primera estación a la época primaveral y su equinoccio,


estableció que la fiesta llamada de los panes ácimos tuviera lugar durante siete días, de-
clarando a todos ellos de igual dignidad en los sagrados ritos. Y así dispuso que en cada uno
de ellos se ofrendasen diez sacrificios, al igual que ocurre en los días iniciales de lunaciones;
setenta holocaustos en total aparte de los sacrificios expiatorios.

182. Es que consideró que la relación que existe entre los siete días de la fiesta y el equinoccio
que tiene lugar en el séptimo mes 101 es la misma que la existente entre el día inicial de la
lunación y el mes, y quiso poner de manifiesto que también es la misma la santidad del
comienzo de cada mes y la de los días que, iguales en número a los comienzos de lunaciones,
corresponden al conjunto de los siete meses.102
101
Núm. XXVIII, 17 a 24.
102
Es decir, que por el número de víctimas sacrificadas se deja entrever claramente que el
conjunto de los siete días de la fiesta de los panes ácimos equivale en dignidad sagrada a la
suma de los siete meses que, contado también el del equinoccio anterior, comprende cada
equinoccio. Con lo que una vez más acomoda Filón las cifras a sus propósitos exegéticos, ya
que en el parágrafo 172 ha dicho expresamente que son seis, como son realmente, los meses
que median entre uno y otro equinoccio.

183. Al promediar la primavera llega el tiempo de la cosecha, ocasión ésta en la que se elevan
acciones de gracia a Dios por haber madurado plenamente el fruto de la región llana y por la
cosecha de los frutos estivales. Trátase de una fiesta difundida al máximo entre los diversos
pueblos, llamada fiesta de las primicias de los productos, y correctamente, de acuerdo con lo
que en ella tiene lugar, por cuanto en esa ocasión son consagradas las primicias, vale decir, las
primeras muestras de cuanto se produce.

184. Está prescripto 103 presentar para los sacrificios en esta celebración dos becerros, un
carnero y siete corderos, para sagrados holocaustos estos diez; y además, para alimento de los
sacerdotes dos corderos, llamados de preservación por cuanto los alimentos han sido
preservados para el género humano de muchas contingencias de todo orden. Los aumentos, en
efecto, están expuestos permanentemente a la acción de fuerzas destructoras, bien lluvias
excesivas, bien sequías, bien otros innumerables cambios violentos; y también a la acción
humana durante las invasiones de enemigos que procuran devastar la tierra de sus vecinos.
103
Lev. XXIII, 15 y ss. y Núm. XXVIII, 26 y ss.

185. Es, por lo tanto, razonable que en acción de gracias por esa preservación se presenten

145
ofrendas a Aquel que ha apartado todas las fuerzas destructoras. Estas ofrendas se cumplen
también mediante panes que los ofrendantes llevan al altar y, después de elevarlos hacia el
cielo, distribuyen entre los sacerdotes juntamente con las carnes del sacrificio de preservación
para un banquete sumamente apropiado al sagrado ministerio.

186. Cuando en el séptimo mes sobreviene la tercera estación en el equinoccio de otoño, al


comienzo de la misma se celebra el día del mes sagrado llamado día de las trompetas, 104 al
que me referí más arriba. En el décimo día tiene lugar el ayuno, 105 que observan celosamente
no solo aquellos firmemente inclinados a la piedad y a la santidad sino también aquellos que
ningún acto religioso cumplen durante el resto de su vida. Es que, dominados todos por la
admiración y el respeto hacia la santidad que rodea a este día, hasta los peores compiten en
esa ocasión con los mejores en continencia y virtud.
104
En el parágrafo 180. Lev. XXIII, 24.
105
Núm. XXIX, 7 a 11.

187. En dos sentidos este día reviste una alta dignidad: por una parte como fiesta, por otra
como purificación y huida de las faltas, el perdón de las cuales queda concedido por las
gracias de Dios, que, en Su clemencia, estima que el arrepentimiento equivale en mereci-
miento al no delinquir.

188. Por tratarse de un día de fiesta, la ley establece que el número de sacrificios sea el mismo
que en los días iniciales de los meses sagrados: un herrero, un carnero y siete corderos, de
modo que se combinan el número uno con el siete, y coordínase el principio con el fin, como
que al siete le corresponde la culminación de las obras, y al uno su comienzo. Por su carácter
de día de purificación el número de víctimas será de tres, y efectivamente, la ley dispone que
se lleven dos cabritos y un carnero, y agrega 106 que este último debe ser consumido
íntegramente por el fuego, en tanto que a los cabritos se los debe sortear para que sea
sacrificado a Dios aquel al que la suerte designare, mientras que al otro se lo debe soltar en
dirección a un intransitado y desolado desierto, convertido en el portador de las impurezas que
llevan sobre sí los culpables que han sido purificados gracias a su conversión hacia un mejor
género de vida, y se han lavado de su antigua rebeldía mediante su reciente acatamiento de la
ley.
106
Lev. XVI, 9 y 10.

189. El día quince, durante la luna llena, se celebra la fiesta llamada de los tabernáculos, 107
siendo bastante elevado el número de los sacrificios prescriptos para esta ocasión, como que
durante siete días son sacrificados setenta becerros, catorce carneros y noventa y ocho
corderos, todos animales ofrecidos en holocausto. Asimismo está mandado 108 considerar
sagrado al octavo día; día sobre el que será preciso ocuparnos detenidamente cuando nuestra
indagación acerca de las fiestas me refiera al conjunto de ellas. 109 El número de sacrificios
que se ofrecen en este día es el mismo que en el día inicial del mes sagrado.
107
Núm. XXIX, 12 a 34.
108
Núm. XXIX, 36.
109
Sobre las leyes particulares II, 211.

190. Quedan, pues, descriptos en la medida de mi capacidad los sacrificios colectivos


ofrecidos en forma de holocaustos por nuestra nación, o para hablar con más propiedad, por
todo el género humano. A los holocaustos acompaña cada día de fiesta la inmolación de un
cabrito, llamado expiatorio, que se sacrifica para la remisión de las culpas, y cuyas carnes se
apartan para aumento de los sacerdotes.110

146
110
Núm. XXVIII, 15, 22 y 30 y XXIX, 5 y ss.

191. ¿Por qué motivo? Seguramente porque una fiesta es ocasión de regocijo, y el regocijo, no
el ficticio sino el verdadero, consiste en que en el alma se halle firmemente establecida la
sabiduría; sabiduría que no es posible adquirir con carácter estable si no se remedian las faltas
y se destierran las pasiones. Sería absurdo, en efecto, que, mientras cada una de las víctimas
ofrecidas en holocausto es sacrificada solo si se la encuentra libre de todo defecto o daño, la
inteligencia del que la ofrece no estuviera purificada en todo sentido, y limpia mediante las
lustraciones y abluciones que la recta razón de la naturaleza derrama a través de oídos sanos y
no corrompidos en las almas amantes de Dios.

192. Pero a lo dicho convendrá agregar lo siguiente. El desahogo y descanso de las fiestas ha
abierto ya en muchas ocasiones incontables vías para ¡as transgresiones. Es que el
inmoderado beber y los excesos en el comer acompañados de la embriaguez despiertan los in-
saciables apetitos del vientre y encienden además las apetencias de las partes situadas bajo el
vientre; y fluyendo y derramándose en todas direcciones, producen un torrente de incontables
males, resultando la licencia propia de una fiesta estímulo y garantía de total inmunidad.

193. Habiendo observado esto, no permitió Moisés que nuestras fiestas fueran como las de los
otros pueblos. Por el contrario, ordenó en primer lugar a los participantes conservar la
continencia en medio de su regocijo, poniendo freno a los impulsos hacia el placer. En
segundo lugar los convocó hacia el santuario para participar en los himnos» plegarias y
sacrificios, a fin de que se sintieran atraídos hacia la continencia y la piedad a la vez bajo la
influencia del lugar y de las cosas en él observadas y oídas a través de los más elevados de los
sentidos: la vista y el oído. Finalmente, mediante el sacrificio expiatorio, procuró que no
continuaran obrando mal. Medida razonable, pues quien pide el perdón de las faltas que ha
cometido no es tan miserable que en el momento en que suplica el perdón por las faltas
pasadas se apreste a cometer otras nuevas.

194. XXXVI. Después de haber discurrido con tanto detenimiento sobre estos asuntos, el
legislador da comienzo a la clasificación de las distintas especies de sacrificios. Los divide en
tres clases principales, y los denomina holocaustos, de preservación y expiatorios. Luego
reviste a cada uno con el ornato del ritual apropiado, procurando combinar lo más posible el
decoro con la reverencia.

195. La clasificación es excelente en sumo grado y muy acorde con la naturaleza de las cosas,
guardando una lógica relación con ellas. Si se quisiere, en efecto, examinar con detención los
motivos por los cuales pareció bien a los primeros hombres practicar sacrificios para dar
gracias y suplicar juntamente, se hallará que las causas fundamentales fueron dos. Una, el
rendir homenaje a Dios, lo que se lleva a cabo por Dios mismo, sin que medie otro móvil,
como algo necesario y elevado. La otra, el provecho que se deriva para los que ofrecen los
sacrificios; provecho doble: consistente por una parte en la participación en bienes; y en la
liberación de males por otra.

196. Consecuentemente, la ley asignó el sacrificio en holocausto 111 al motivo centrado en


Dios, motivo que solo a Él tiene en cuenta. Este sacrificio, por ser total y completo, se adecúa
a un motivo total y completo, que no encierra nada de humano egoísmo. En cuanto al motivo
centrado en los intereses humanos, como este punto de vista admite una división, el legislador
también distinguió dos casos, asignando a la participación de bienes el sacrificio que llamó de
preservación; y a la liberación de males el expiatorio.

147
111
Holókautos (de halos = completo, y kautós — quemado) significa literalmente "quemado
por completo" o "consumido totalmente por el fuego".

197. De modo que, como era lógico esperar, los sacrificios son tres y tres los motivos: el
holocausto, por Dios mismo, al que corresponde honrar solo por Él, sin otro motivo alguno;
los otros por nosotros; el de preservación, por la preservación y mejoramiento de las cosas
humanas; el expiatorio, por la reparación de las faltas cometidas por el alma.

198. XXXVII. Hemos de referirnos a las prescripciones tocantes a cada uno de ellos,
comenzando por el más excelente, que es el holocausto. Dice 112 que, en primer lugar, la
víctima debe ser un animal macho de los considerados mejores para los sacrificios, es decir,
un becerro, un cordero o un cabrito. En segundo lugar, el donante, una vez lavadas sus manos,
debe colocarlas sobre la cabeza de la víctima.
112
Lev. I, 3 y ss.

199. Y después de esto, uno de los sacerdotes debe tomarla y sacrificarla; y otro, sosteniendo
una copa, recibir la sangre, para luego, dando vuelta en tomo del altar, derramarla. Una vez
desollada completamente, la víctima será dividida en partes completas, y, lavados el vientre y
las patas, será de inmediato entregada al sagrado fuego del altar, con lo que habrá seguido el
proceso de lo uno a lo múltiple, y de lo múltiple a lo uno. 113
113
Ver el parágrafo 208.

200. Eso es lo que dice literalmente esta prescripción. Pero ella encierra otro sentido, el que
expresa mediante símbolo una revelación oculta; que las palabras son símbolos visibles de
cosas oscuras e invisibles. En primer lugar, la víctima del holocausto es macho porque el ma-
cho es más perfecto, más dominante y más estrechamente vinculado a la actividad productiva;
en tanto que la hembra es incompleta, sumisa y pertenece al orden de los seres pasivos antes
que al de los activos.

201. Y siendo dos los elementos por los que está constituida nuestra alma, el racional y el irra-
cional; el primero, que corresponde a la inteligencia y la razón, pertenece al género
masculino; mientras que el segundo, concedido a la sensibilidad, pertenece al género
femenino. Y como, del mismo modo que el hombre es completamente superior a la mujer, lo
es también el género al que pertenece la inteligencia con respecto al de la sensibilidad, si la
inteligencia es irreprochable y está purificada por las purificaciones propias de la virtud
perfecta, ella misma constituye el más santo de los sacrificios, siendo en su totalidad y en
cada una de sus partes muy grata a Dios.

202. Las manos extendidas sobre la cabeza del animal resultan ser un clarísimo signo de
irreprochables acciones y de una vida libre de toda censura, que transcurre en armonía con las
leyes y normas de la naturaleza.

203. La ley quiere, en efecto, en primer lugar, que la inteligencia del que ofrece el sacrificio
se santifique ejercitándose en nobles y provechosos pensamientos; y en segundo lugar, que su
vida esté constituida por excelentes acciones, de tal modo que al posar sus manos pueda, con
una franqueza derivada de su conciencia pura, decir más o menos lo siguiente:

[204.] "Estas manos no han recibido ni presentes por cometer injusticias ni partes de botín de
robo o fraude alguno; ni se han manchado con sangre inocente, ni han producido mutilación o
herida, ni cometido ultraje o violencia, ni han servido en ningún caso para otra cosa alguna de

148
las que merecen reprobación o reproche; antes bien, han llegado a ser humildes servidoras de
todas las cosas buenas y provechosas que gozan de estima ante la sabiduría, las leyes y los
hombres sabios y respetuosos de la ley.

205. XXXVIII. La sangre es derramada en círculo alrededor del altar porque el círculo es la
más perfecta de las figuras; y para que ninguna parte quede desierta o vacía de la espiritual
libación. Porque, hablando con propiedad, la sangre es una libación del alma.
Simbólicamente, pues, nos enseña que la inteligencia toda, en todas sus partes, moviéndose
acompasadamente y en círculo en medio de todas las formas de las palabras, las intenciones y
los hechos, pone de manifiesto su celo por complacer a Dios.

206. La prescripción de lavar el vientre y las patas contiene un profundo sentido simbólico.
En la figura del vientre se alude a la concupiscencia, la que conviene lavar pues se halla llena
de oprobios, manchas, embriaguez y licencia de beodo, siendo un funestísimo mal, forjado y
preparado para acarrear dolor a la vida de los hombres.

207. El lavado de las patas significa el no marchar en adelante sobre la tierra, sino remontarse
hacia las regiones etéreas. El alma del que ama a Dios lánzase verdaderamente desde la tierra
hacia lo alto en dirección al cielo y, convertida en alado ser, se remonta hasta las cosas
celestes., ansiosa de ocupar un lugar al lado del sol, de la luna, y del sacratísimo y pleno de
armonía ejército de los demás astros, y participar en el coro de ellos bajo la dirección y
conducción de Dios, el poseedor de la incontrovertida y inderrocable realeza, mediante la cual
cada cosa es gobernada con justicia.

208. El descuartizamiento del animal en sus miembros indica o bien que todas las cosas
constituyen una sola o bien que proceden de una y retornan a la unidad; proceso llamado por
algunos saciedad y necesidad,114 y por otros conflagración y reordenación;115 conflagración,
que se produce cuando prevalece el fuego ejerciendo su dominio sobre los otros elementos; y
reordenación, que tiene lugar cuando los cuatro elementos operan en pie de igualdad
equilibrándose recíprocamente.
114
Términos de la filosofía de Heráclito. Ver Interpretación alegórica III, 7.
115
Ver Sobre la herencia de las cosas divinas 228.

209. Pero mis reflexiones me han llevado a pensar que más acertada es la siguiente
explicación. El alma que al rendir honor al Que Es lo hace solo por Él mismo, debe honrarlo
no de modo irracional o con ignorancia, sino con conocimiento y discernimiento. Y al razonar
sobre Él reconocemos Su división y distribución en cada una de las Divinas potencias 116 y
excelencias. Dios, en efecto, es bueno, y es el hacedor y engendrador de todas las cosas y Su
providencia se extiende sobre todo lo que ha creado; es salvador y benefactor, pleno de
felicidad y de toda bienaventuranza; y cada una de estas cosas es merecedora de veneración y
alabanza tanto por sí misma separadamente, como agrupada con las de su misma especie.
116
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

210. ,Y lo mismo,117 tratándose dé las demás cosas. Cuando quieras, oh inteligencia,


agradecer a Dios por la creación del mundo, haz que tu agradecimiento sea no solo por el
universo como una totalidad, sino además por sus principales partes, considerándolas como
miembro i de un ser viviente de perfección suma. Tales partes son el cielo, el sol, la luna, las
estrellas errantes y las fijas; luego la tierra y los animales y plantas que hay en ella; después
los mares y los ríos, así los que brotan de fuentes como los alimentados por las lluvias
invernales, y cuanto ellos contienen; luego el aire y los cambios que tienen lugar en él, pues el

149
invierno y el verano, la primavera y el otoño, es decir, las estaciones del año, inmensamente
beneficiosas para los seres vivientes, son modificaciones del aire, el que se transforma para la
conservación de los seres sublunares.
117
Es decir, el principio de la división de cada todo en sus parles rige en todo el universo.

211. Y si se fuere por los hombres por quienes dieres gracias, agradecerás no solo por el
género humano, sino también por sus especies y sus más esenciales partes: hombres y
mujeres, helenos y no helenos, habitantes de continentes y poseedores de islas. Y si tu
agradecimiento fuere por un solo hombre, divide tu acción de gracias en el número que
corresponde, no ya a las más pequeñas partes de él, incluidas las más ínfimas, sino a las más
genéricas; en primer lugar, al cuerpo y al alma, de los que está compuesto; luego a la palabra,
a la inteligencia y a la sensibilidad; que tampoco el agradecimiento por cada una de éstas
habrá de ser por sí mismo indigno de ser escuchado por Dios.

212. XXXIX. Acerca del sacrificio en holocausto basta con lo dicho. A continuación hemos
de considerar el llamado sacrificio de preservación. En este caso es indiferente si la víctima es
animal macho o animal hembra. Una vez degollada la víctima, se ponen aparte sobre el altar
estas tres cosas: la grasa, el lóbulo del hígado y los dos riñones. El resto queda para banquete
de quien ha ofrecido el sacrificio.
213. Preciso es que consideremos cuidadosamente por qué estas partes de las entrañas son
sacrificadas; y no hemos de pasar por alto lo siguiente. Muchas veces discurriendo y
examinando la cosa a solas, me he preguntado por qué la ley hace apartar como primicias el
lóbulo del hígado, los riñones y la grasa de los animales sacrificados, y no el corazón ni el
cerebro, siendo así que la parte rectora 118 del ser viviente reside en uno u otro de ellos.119
118
La inteligencia.
119
Ver Sobre los sacrificios de Caín y Abel 136.

214. Y pienso que el mismo problema intrigará a no pocos otros de los que leen las sagradas
escrituras más con el entendimiento que con los ojos. Si ellos, después de examinar el caso,
hallaren una causa más convincente, se beneficiarán a sí mismos y a mí. Si no, decidan si es
aceptable la que se me ha ocurrido a mí. Es la siguiente. La parte rectora de nuestro ser es la
única porción de él que recibe y conserva la insensatez, la injusticia, la cobardía y los demás
vicios; y ella reside en uno u otro de los lugares mencionados: el cerebro o el corazón.

215. Por ello la sagrada palabra ha considerado que no es bueno acercar al altar de Dios, altar
que es instrumento de absolución y completa remisión de todos los pecados y transgresiones,
un recipiente en el que la inteligencia ha establecido su guarida para desde allí salir hacia el
intransitable camino de la injusticia y la impiedad, volviendo espaldas a la ruta que conduce
hacia la virtud y la vida noble. Sería, en efecto, una locura que los sacrificios produjeran el
recurso en vez del olvido de los pecados. Esta es, a mi parecer, la causa por la que ni una ni
otra de las partes que poseen la preeminencia, vale decir, el cerebro y el corazón, es llevada al
altar.

216. En cuanto a las partes escogidas expresamente, hay motivos apropiados para ello. La
grasa es la parte más rica y constituye una protección para las entrañas, puesto que las cubre,
las engorda y las beneficia con la suavidad de su contacto. Los riñones han sido escogidos por
hallarse situados junto a los testículos y los órganos de la generación, a los que ayudan como
buenos vecinos, colaborando para que la simiente fluya fácilmente, sin que ninguna de las
partes cercanas lo obstaculice. Los riñones, en efecto, son receptáculos de color sangre, por
los cuales se segrega el desecho húmedo de los excrementos; y junto a ellos se encuentran los

150
testículos, a través de los cuales se riega el semen. El lóbulo del hígado es una primicia de la
más importante de las entrañas; y a través de él tiene lugar la conversión del alimento en
sangre, la que, irrigada al corazón, es conducida a través de las venas para la conservación de
todo el cuerpo.

217. En efecto, el conducto del estómago, que se halla situado junto a la garganta, recibe el
alimento, que previamente ha sido cortado y luego triturado por los dientes; y lo prepara para
el estómago. Este lo recibe del conducto y cumple un segundo cometido, para el que lo ha
destinado la naturaleza, transformándolo en jugo. Y del estómago parten dos conductos en
forma de canales hacia el hígado, los que derraman ese jugo-en los receptáculos que se dan
dispersos en éste.

218. En cuando al hígado, éste tiene dos propiedades: la de separar y la de producir sangre.
Como separador secreta hacia el recipiente de la bilis, situado junto a él, todo cuanto hay de
duro y difícil de transformar; y por su otra capacidad, mediante el calor que contiene,
transforma el líquido puro, ya filtrado, en sangre llena al máximo de poderes vivificantes; y la
impulsa hacia el corazón; desde el cual, irrigada a las venas, como dije, circula a través de
todo el cuerpo, convertida en alimento para el mismo.

219. A lo dicho cabe agregar lo siguiente.120 Siendo la naturaleza del hígado elevada 121 y
sumamente suave, sucede que en mérito a esa suavidad le ha cabido el papel de luminosísimo
espejo, de modo que la inteligencia, cuando se halla ya libre de las preocupaciones del día,
postrado el cuerpo por el sueño, y no obstaculizándola ya ninguno de los sentidos, comienza a
volverse hacia sí misma y a examinar en toda su pureza sus propios pensamientos. Para ello
dirige su mirada hacia el hígado, como hacia un espejo, y contempla límpidamente cada una
de las cosas captables intelectualmente; y oteando en torno las imágenes para ver si contienen
algo inconveniente, desecha lo malo y elige lo opuesto; y entendiendo ser satisfactoria la
totalidad de sus visiones, predice a través de los sueños futuros acontecimientos.
120
La teoría que sigue está tomada de Platón Tuneo 71.
121
Es difícil entender qué ha querido significar Filón con el término metéoros = elevado,
sentido que no se apoya en ninguna afirmación de Platón en el pasaje indicado del Timeo.

220. XL. Solo por dos días está permitido 122 hacer uso de la víctima del sacrificio de
preservación para el consumo, no pudiéndose dejar nada para el tercero. Las razones son
varias. Una es que todos los manjares de la mesa sagrada deben ser consumidos sin dilación,
para evitar que el transcurso del tiempo los corrompa. Y la carne del día anterior es por
naturaleza fácil de descomponerse, aun cuando estuviere protegida por condimentos.
122
Ley. XIX, 5 y 6.

221. Otro motivo es que conviene que los restos de las víctimas no sean almacenados, sino
puestos al alcance de todos los que tienen necesidad, ya que en adelante no pertenecen a quien
ofreció el sacrificio sino a Aquel a quien se ofreció, el cual es benefactor y dadivoso, y hace
partícipes de Su altar y comensales Suyos a los convidados que han ofrecido los sacrificios, a
los cuales advierte que no deben pensar que su papel es el de anfitriones, ya que ellos son
simples mayordomos,123 no dueños de casa. El anfitrión es Aquel a quien realmente
pertenecen los alimentos preparados, los que no es lícito ocultar optando por la tacañería,
vicio propio de esclavos, antes que por el amor a los semejantes, virtud de noble estirpe.
123
O simplemente administradores de los bienes del amo.

222. Una última razón es el hecho de que el sacrificio de preservación se lleva a cabo en

151
beneficio de los elementos: el alma y el cuerpo, a cada uno de los cuales le está asignado un
día para el festín con las carnes. Es acertado, en efecto, el haberse señalado para los dos
elementos de nuestro ser capaces de ser preservados el mismo lapso, porque de ese modo
alcanzamos en el primer día el recuerdo de la preservación del alma; y al día siguiente, el de
la buena salud del cuerpo.

223. Mas, no existiendo un tercer elemento que pueda realmente ser objeto de preservación, la
ley ha prohibido categóricamente el consumo de la carne en el tercer día, y ha prescripto que,
en el caso de que o por ignorancia o por descuido quedase casualmente algo de ella, debe ser
de inmediato consumido por el fuego. Si alguno la comiere, aun cuando no comiere más que
eso, Dios lo declara culpable 124 y le dice: "Tú piensas, hombre ridículo, que has llevado a
cabo un sacrificio; pero no existe realmente tal sacrificio tuyo. Nada he aceptado de las carnes
sacrílegas, impías, profanas e impuras que tú has cocido, oh glotón, que ni en sueños te has
percatado de lo que son los sacrificios".
124
Lev. XIX, 7 y 8.

224. XLI. En la clase de los sacrificios de preservación se incluye el llamado sacrificio de


alabanza;125 el cual se justifica por lo siguiente. Aquel que no ha tenido que soportar adversi-
dades ni en lo que hace a su persona ni en lo que toca a las cosas exteriores, y, por el
contrario, lleva una vida de paz, ajena a todo conflicto, siendo la suya una situación de
bienestar y éxito, no expuesto a desastres ni tropiezos, recorriendo rectamente el extenso mar
de su vida en medio de circunstancias serenas y calmas, pues para él sopla siempre la brisa de
la prosperidad junto al timón; ese. no puede menos que retribuir piadosamente a Dios, su
piloto, quien le brinda una salud no expuesta a enfermedades, beneficios que no acarrean
daños, y, en general, bienes sin mezcla de mal; y habrá de hacerlo mediante himnos,
bendiciones, plegarias, sacrificios y las demás expresiones de gratitud, con religiosa intención.
Y todas estas muestras de gratitud juntas constituyen un conjunto que recibe el único y común
nombre de alabanza.
125
Lev. VII, 2 y 3.

225. En el caso de este sacrificio no se prescribe que se empleen dos días como en el anterior
de preservación, sino uno solamente.128 El fin de ello es que aquellos que han hallado
beneficios sin dificultad, al alcance de sus manos, los retribuyan también sin dificultad ni
demora.

226. XLII. Sobre esto, nada más. A continuación debemos examinar el tercer tipo de
sacrificios, el llamado sacrificio expiatorio. Este se divide en muchas clases, de acuerdo con
las personas, y de acuerdo con las clases de víctimas.127 Según las personas se distinguen: el
del sumo sacerdote, el de toda la nación, el de quien ejerce un cargo público y el del hombre
común. Según las víctimas se dividen en el de un becerro, el de un macho cabrío, el de una
cabra y el de una cordera.
127
Lev. VII, 5.

227. Otra distinción fundamentalísima es la que divide las faltas en voluntarias e


involuntarias; por cuanto los que, habiendo caído en la cuenta de sus faltas, se reprochan a sí
mismos por los errores cometidos, emprenden un cambio hacia mejores costumbres y se
orientan hacia una vida irreprochable.

228. Pues bien, las faltas del sumo sacerdote y las de la nación se purifican mediante un
animal de la misma categoría, pues está establecido que en uno y otro caso se ofrende un

152
becerro; las del gobernante purifícanse mediante uno inferior, pero macho también éste, como
que la víctima es un macho cabrío; las del hombre común, mediante uno de una categoría más
baja aún, pues se sacrifica una víctima hembra, una cabra, no un macho.

229. Correspondía, en efecto, que también tratándose de sacrificios el gobernante ocupara una
posición superior a la del hombre común, y la nación una superior a la del gobernante, por
cuanto necesariamente el todo es siempre superior a la parte; y que el sumo sacerdote fuera
juzgado merecedor de la misma precedencia que la nación en lo que toca a la purificación y la
súplica dirigida a la potencia propicia de Dios por el perdón de las faltas. Pero la igualdad de
prerrogativa no la goza, evidentemente, por propio merecimiento, sino, más bien, porque se
trata del servidor de la nación que tiene a su cargo elevar las acciones de gracia colectivas en
nombre de todos mediante las más santas de las plegarias y los más puros de los sacrificios.

230. Magnífico y admirable es lo dispuesto acerca de estos sacrificios. "Si el sumo sacerdote",
dice, "incurriere en falta involuntariamente", y agrega, "de manera que el pueblo incurra en
falta.. ," 128 Con ello nos enseña de modo casi directo que el sumo sacerdote de verdad, no el
llamado así falsamente, está libre de faltas; y si alguna vez llega a cometer una, le pasará esto
no por su culpa, sino por una falta colectiva de la nación; falta que, por otra parte, no es
incurable, sino admite fácilmente remedio.
128
Lev. IV, 3. Aquí el sentido normal de hóste = de manera que, difícilmente compagina con
la conclusión que sigue, la que más bien puntualiza que la falta del sumo sacerdote es
consecuencia que causa de la falta del pueblo.

231. Y así, manda la ley 129 que, una vez que el becerro haya sido degollado, el sacerdote
salpique siete veces con el dedo un poco de sangre contra el velo que mira al santuario, más
allá del primer velo, en el lugar en el que se hallan colocados los sagrados muebles; que acto
seguido proceda a untar y ungir los cuatro extremos del altar, el cual es cuadrangular; y que el
resto de la sangre lo derrame a los pies del altar situado al aire libre.
129
Lev. IV, 6 a 12.

232. Tres cosas está mandado llevar a este altar: la grasa, el lóbulo del hígado y los dos
riñones, al igual que lo dispuesto en el caso del sacrificio de preservación. En cambio, la piel,
la carne y todo el resto del cuerpo desde la cabeza hasta las patas, incluidas las entrañas,
deben conducirse afuera y ser quemadas en un lugar abierto, a donde es llevada desde el altar
también la sagrada ceniza. Para el caso de las faltas de la nación entera rigen idénticas
prescripciones.

233. Si, en cambio, la falta ha sido cometida por algún gobernante, la purificación, como he
dicho, tiene lugar mediante un macho cabrío; y si es de un hombre común, mediante una
cabra o cordera. Al gobernante, en efecto, le ha sido asignado un animal macho, y al hombre
común un animal hembra. Las restantes disposiciones son las mismas para ambos casos: untar
con sangre los extremos del altar situado en el espacio abierto; ofrecer en él la grasa, el lóbulo
del hígado y los dos riñones; y entregar el resto a los sacerdotes para su alimento.

234. XLIII. Pero, como aparte de las faltas cometidas contra nuestros semejantes existen otras
contra las cosas sagradas y santas, la ley, además de lo que ha establecido acerca de las
consumadas contra los hombres, determina 130 que para la purificación en el caso de las que
atentan contra las cosas sagradas, se aplaque a Dios mediante un carnero, previa reparación
del daño con el pago del valor estimado más un quinto del mismo.
130
Lev. V, 15 y 10.

153
235. Después de establecer estas y otras disposiciones análogas sobre las faltas involuntarias,
el legislador fija a continuación las relativas a las voluntarias.131 Si alguien, dice, hubiere
mentido acerca de un condominio o de un depósito o de un robo o del hallazgo de lo que otro
hubiere perdido; y, siendo sospechoso, al exigírsele juramento, hubiere jurado en falso y
apareciere libre ya de los cargos de sus acusadores en contra de él, pero entonces se
convirtiere él mismo en su propio acusador, convicto interiormente por su propia conciencia,
y se reprochare a sí mismo el haber negado y jurado falsamente; y reconociendo públicamente
la injusticia, pidiere perdón,
131
Lev. V, 20 a 26.

[236.] a este tal la ley manda que se le conceda el perdón con la condición de que confirme su
arrepentimiento, no con una promesa, sino con hechos, vale decir, con la restitución del de-
pósito o de lo robado o de lo hallado o, en general, de lo arrebatado al prójimo, agregando
además un quinto para compensar la falta.

237. Una vez que haya dejado conforme a la persona damnificada, debe acto seguido ir
además hacia el altar, dice la ley, a suplicar el perdón de su falta, llevando consigo como
irreprochable abogado la convicción de su culpa impresa en el alma; convicción que lo ha
preservado de una irremediable desgracia, desterrando de él la mortal dolencia y
conduciéndolo hacia una salud perfecta.

238. Y también a éste le está prescripto el sacrificio de un carnero, lo mismo que al que ha
faltado contra las cosas santas; porque la ley considera de importancia paralela la falta
involuntaria tocante a las cosas sagradas y la voluntaria que afecta a las cosas humanas; si no
es que también ésta entra en la esfera de lo sagrado por ir acompañada de un juramento, que
no ha sido pronunciado con honestidad, aunque fue rectificado mediante un cambio hacia un
mejor rumbo.

239. Preciso es observar, por otra parte, lo siguiente. Las porciones de la víctima del sacrificio
expiatorio que se llevan al altar son las mismas que se llevan en el sacrificio de preservación,
132
vale decir, el lóbulo de hígado, la grasa y los riñones; lo que se explica porque en cierto
modo el que se arrepiente se preserva, ya que vuelve espaldas a una enfermedad del alma más
peligrosa aún que las que afectan al cuerpo.
132
Tratado en los parágrafos 212 a 223.

240. Pero, en cambio, la manera como se separan las restantes partes del animal para que
sirvan de alimento es diferente. La diferencia es triple: en el lugar, en el plazo y en los que las
reciben.133 En efecto, el lugar es el templo; el plazo, un día en vez de dos; los que las reciben,
sacerdotes; no las personas que ofrecen el sacrificio, sino sacerdotes también de sexo
masculino.134

241. La ley no permite llevar la carne fuera del templo, pues quiere que, cualquiera fuere la
falta cometida anteriormente por el ahora arrepentido, dicha falta no tome estado público
divulgada por las torcidas opiniones y desbocadas lenguas de los malévolos y ruines, y quede
a merced de los reproches y las calumnias. Dispone, en cambio, que se mantenga dentro del
sagrado recinto, dentro del cual ha tenido lugar también la purificación.
133
Lev. VII, 2 a 7. Sin embargo en los versículos indicados no se menciona lo del piazo de un
solo día.
134
Lev. VI, 11. Aunque aquí se refiere el mandato al resto de la ofrenda llamada minjá, en el

154
versículo se ha aclarado que están en pie de igualdad con ésta los sacrificios expiatorios.

242. XLIV. La prescripción de que la víctima sacrificada sirva para convite de los sacerdotes
se debe a varias razones. En primer lugar, el honor que ello significa para los que ofrecen
sacrificios, puesto que la dignidad de los comensales redunda en prestigio de los anfitriones;
135
en segundo lugar, la confianza firmísima de haber alcanzado la misericordia de Dios que
despierta en aquellos a quienes sobreviene el arrepentimiento de sus faltas, ya que Dios no
hubiera llamado a Sus servidores y ministros a participar en tal convite, si aquel no hubiera
sido completamente perdonado. En tercer lugar, el hecho de que a ningún sacerdote le está
permitido oficiar en los sagrados ritos si no es completo, como que el más leve defecto motiva
su exclusión del cargo.136
135
No obstante haber declarado en el parágrafo 222 que los oferentes del sacrificio no son los
verdaderos anfitriones, sino meros mayordomos o administradores de los alimentos que desde
la presentación de la ofrenda pertenecen a Dios
136
No es claro el sentido con que esta afirmación encuadra en el contexto. Por lo que sigue
parece querer destacar Filón el alto honor de proporcionar alimentos para comensales tan
seleccionados; aunque tal afirmación sería una redundante reiteración de lo dicho renglones
más arriba. Por otra parte, en el parágrafo 117 se ha declarado que el menoscabo físico impide
al sacerdote la práctica de los actos de culto pero no lo aparta de las comidas sagradas.

243. La ley anima ciertamente a los que han abandonado ya la senda de las iniquidades, con el
pensamiento de que su resolución de purificarse les proporciona un lugar en la clase
sacerdotal y los aproxima a la alta jerarquía de los sacerdotes. De allí también que la víctima
del sacrificio expiatorio sea consumida en un solo día, norma que nos enseña que si las malas
acciones deben ser diferidas, encarándolas con lentitud y postergaciones, en el recto obrar, en
cambio, debe procederse con celeridad y premura.

244. Las víctimas inmoladas en nombre del sumo sacerdote y de la nación para expiación de
una transgresión no se preparan para servir de alimento, sino son consumidas por el fuego
sobre las sagradas cenizas, como he dicho. Es que nadie es superior al sumo sacerdote ni a la
nación como para desempeñar la función de intercesor por las faltas de ellos.

245. Es, por lo tanto, razonable que la carne sea consumida por el fuego, a imitación de los
holocaustos, para honra de las personas interesadas; y no porque los sagrados juicios estén
condicionados por la dignidad de las mismas, sino porque las faltas de los grandes de la virtud
y verdaderamente santos son de tal naturaleza que se tienen por acciones rectas si otros las
llevan a cabo.

246. En efecto, así como el llano fecundo y rico, aunque en alguna ocasión se tornare
improductivo, produce más fruto que el que es estéril por naturaleza, del mismo modo, las
esterilidades en el campo de lo bueno y noble resultan ser en las personas honradas y amantes
de Dios superiores a las ocasionales acciones rectas de los hombres ruines, ya que nada
honesto se resuelven a hacer estos por propia determinación.

247. XLV. Después de dar a conocer estas prescripciones acerca de cada clase particular de
sacrificios, es decir, el holocausto, el de preservación y el expiatorio, la ley establece otro que
es vínculo común entre los tres, para poner de manifiesto la estrecha vinculación y hermandad
que los une. Este lazo que los vincula se llama el gran voto.137
137
Núm. VI, 1 a 12. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 100.

155
248. Preciso es que digamos por qué ha recibido esta denominación. Cuando las personas han
hecho ya ofrenda de las primicias de cada parte de lo que poseen, trigo, cebada, aceite, vino y
los más hermosos frutos de los árboles, amén de los primogénitos machos de sus animales,
consagrando las especies puras y pagando la compensación equivalente en el caso de los no
puros; entonces, como ya no poseen más recursos materiales con los cuales dar muestras de su
piedad, dedícanse y conságranse ellos mismos dando pruebas de una piedad superior a toda
ponderación y de una excelsa devoción a Dios. Por ello la denominación de gran voto es
apropiada, ya que lo mejor que cada uno posee es su propia persona, y en este caso la cede
renunciando a ella.

249. Al que ha formulado este voto el legislador le prescribe lo siguiente. En primer lugar,
que, teniendo presente que durante ese tiempo oficiará como un sacerdote, no tome ni vino
puro, "ni cosa alguna hecha con uva", ni beba otra bebida embriagante alguna capaz de
arruinar al entendimiento. Y ciertamente, a los sacerdotes durante el ejercicio de sus funciones
sagradas les está vedado beber bebidas embriagantes, debiendo saciar su sed con agua.

250. En segundo lugar, prescríbele no cortarse el pelo de la cabeza, con lo que proporciona a
los que lo ven un claro signo de que no adultera la legítima moneda de su voto. En tercer
lugar, mándale que conserve puro y sin manchas su cuerpo hasta el punto de evitar
aproximarse a sus padres o hermanos muertos, con lo que la piedad, cuyo triunfo es siempre
noble y provechoso a la par, prevalece sobre el natural afecto y solidaridad hacia aquellos
seres que nos son familiares y queridísimos.

251. XLVI. Al llegar el último día, debe, por mandato de la ley,138 llevar para quedar liberado
de su voto tres animales: un cordero, una cordera y un carnero; el primero para un holocausto,
la segunda para un sacrificio expiatorio, y el tercero para uno de preservación.
138
Núm. VI, 13 y 14.

252. Con todos estos sacrificios guarda cierta relación el que ha hecho el voto: con el
holocausto, porque no solamente ofrece las restantes primicias sino también a sí mismo;139
con el expiatorio, porque es hombre, y todo ser creado, por perfecto que fuere, no escapa al
delinquir;140 y con el de preservación, porque ha adoptado como autor de su preservación al
verdadero salvador, que es Dios; y no a los médicos y los poderes de curación de los mismos.
Porque los médicos son seres perecederos, mortales, incapaces de asegurar la salud ni siquiera
a sí mismos, y sus poderes no aprovechan a todos ni a la misma persona en todas las
ocasiones, antes bien, a veces hasta dañan en grande; puesto que es a Otro a quien corres-
ponde el dominio sobre tales poderes y sobre quienes los emplean.
139
El holocausto implicaba la quema completa de la víctima; la ofrenda en el caso del gran
voto es también completa pues incluye hasta la persona del oferente. En eso consiste la
relación.
140
Y ha de expiar, consiguientemente, su falta.

253. Admirable es, a mi juicio, el hecho de que ninguno de los tres animales llevados para
estos diferentes sacrificios sean de una especie distinta de los otros, siendo, en cambio, de la
misma los tres: un carnero, un cordero y una cordera. Es que la ley como dije un poco más
arriba, quiere por este medio mostrar que las tres clases de sacrificios están estrechamente
emparentadas, ya que el que se arrepiente se conserva, el que se preserva de las enfermedades
del alma se arrepiente de ellas; y uno y otro se apresuran hacia una perfecta y cabal
disposición de espíritu, simbolizada por el sacrificio en holocausto.

156
254. Ahora bien, como el autor del voto ha hecho la promesa de ofrecerse a sí mismo; y, no
siendo lícito que el altar se manche de sangre humana, pero sí absolutamente necesario que al-
guna parte suya sea sacrificada, la parte que, impulsado por su celo, escoge es una que puede
ser separada sin provocar dolores ni mutilación. En efecto, lo que corta son los cabellos de su
cabeza, ramas superfluas que brotan en el cuerpo,141 semejantes a las de un árbol; y los pone
en el fuego en el que es cocida la carne del sacrificio de preservación. Esta es la vía apropiada
para que, no estándole permitido al autor del voto conducirse a sí mismo al altar, al menos una
de sus partes se convierta en elemento de una de las clases de sacrificios, sirviendo como
combustible de la sagrada llama.
141
O de las partes análogas a los vegetales contenidas en el cuerpo.

255. XLVII. Estas disposiciones 142 rezan por igual para todas las demás personas, pero
también los sacerdotes deben llevar alguna primicia como ofrenda al altar, y no creer que los
servicios y sagrados menesteres para los que han sido destinados traen aparejada la exención
de hacerlo. Pero la primicia conveniente para los sacerdotes no debe proceder de ningún ser
con sangre, sino de la más pura especie de alimento humano.143
142
Las prescripciones relativas a sacrificios y ofrendas.
143
Lev. VI, 12 a 16.

256. En efecto, el sacrificio perfecto de los sacerdotes consiste en la ofrenda de flor de harina,
la décima parte de la sagrada medida 144 por día, una mitad a la mañana temprano y la otra al
atardecer, frita en aceite y sin que nada de ella se reserve para alimento, porque por Divino
mandato todo sacrificio ofrecido por un sacerdote es en holocausto, y nada de él se aparta para
ser comido.
Habiendo, pues, descripto, hasta donde nos era posible, lo relativo a los sacrificios mismos, a
continuación hablaremos también acerca de quienes los ofrecen.
144
Del efá o efí, medida para áridos de 38,88 litros.

257. XLVIII. Quiere la ley que el que ofrece sacrificios sea puro de cuerpo y alma; purificada
el alma de las pasiones, enfermedades, flaquezas y vicios así en las palabras como en las
obras, y liberado el cuerpo de cuanto habitualmente lo mancha.

258. Y para una y otro ha determinado la correspondiente purificación: para el alma mediante
los animales que son preparados para ser sacrificados; y para el cuerpo, mediante baños y
abluciones. De estos hablaremos más adelante pues corresponde que a la parte superior y
rectora de nuestro ser, el alma, se le asigne también la precedencia en nuestra exposición.

259. ¿En qué, pues, consiste la purificación del alma? Observa, dice el legislador, cómo la
víctima que llevas, amigo, es completa y libre totalmente de cosa reprochable, seleccionada
como el mejor entre muchos animales por el imparcial juicio y la agudísima visión de los
sacerdotes, a los que la continua práctica ha capacitado para dictaminar en forma irrecusable.
Porque, si observas esto, no con los ojos sino con la razón, te lavarás de tus faltas y de todas
las impurezas con que te has manchado durante tu existencia, unas veces por circunstancias
ajenas a tu voluntad, otras con deliberado propósito.

260. Hadarás que tan cuidadoso examen del animal encierra una revelación de carácter
simbólico sobre el mejoramiento de tus costumbres. La ley, en efecto, atañe a los que están
dotados de inteligencia y razón, no a seres irracionales; y por lo tanto, se preocupa, no porque
las víctimas sacrificadas no tengan defecto alguno, sino porque los que ofrecen el sacrificio no
sufran la corrupción de ninguna pasión.

157
261. Como he dicho, la ley establece que se purifique el cuerpo mediante baños y abluciones,
y no permite que una persona se haga las abluciones o se bañe una vez nada más, y de inme-
diato penetre dentro de los sagrados recintos. El mandato es que se mantenga fuera durante
siete días y practique las aspersiones en el tercero y en el séptimo; y después de esto concede
al ya purificado el libre acceso y la licencia para ofrecer su sacrificio.

262. XLIX. Hemos de examinar también cuan grande previsión y sabiduría encierra esto. Casi
todos los otros pueblos emplean agua para el lavado; los más el agua de mar, algunos la de los
ríos, y otros la sacan de las fuentes en vasijas. Moisés, en cambio, dispone que sea ceniza,
residuo del fuego sagrado, y de la manera que en seguida se expondrá. Dice que se debe tomar
la ceniza y, después de echarla en un vaso, agregarle de inmediato agua, para luego,
sumergiendo las ramas de un hisopo, regar con la mezcla a los que se purifican.

263. No estaría desacertado quien dijera que la razón de ello es la siguiente. Quiere el
legislador que los que van a servir al Que Es, primero se conozcan a sí mismos y su propia
sustancia. Porque, ¿cómo el que no se conoce a sí mismo podría captar el poder de Dios, que
está por sobre todas las cosas y a todas las trasciende?

264. Ahora bien, nuestra naturaleza en su parte corporal es tierra y agua; y de ella nos hace
acordar el legislador mediante la purificación, entendiendo que la más provechosa
purificación ] consiste precisamente en eso: en que uno se conozca a sí mismo
y sepa de qué elementos indignos de estima alguna, la ceniza y el agua, está compuesto.

265. Porque, dándose cuenta de esto, al punto se alejará de la insidiosa presunción y,


abatiendo su soberbia, complacerá a Dios y alcanzará el apoyo de Su potencia propicia 145 la
que detesta la arrogancia. En cierto pasaje 146 se afirma, en efecto, y con toda propiedad, que
el que emprende sus obras con arrogancia en las palabras y en los hechos provoca no solo a
los hombres sino también a Dios, el hacedor de la igualdad y de toda excelencia.
145
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.
146
Núm. XV, 30.

266. Así pues, mientras ellos reciben las aspersiones, que los golpean y despiertan, por así
decir; sus mismos elementos, la tierra y el agua, dejan oír su voz para decirles claramente:
Nosotros somos las sustancias de vuestro cuerpo. La naturaleza, mezclándonos con Divina
industria, nos modeló con forma humana. De nosotros fuisteis formados cuando entrasteis en
la existencia; y en nosotros os desintegraréis de nuevo cuando os corresponda morir. Porque
nada ha sido hecho para ser consumido en el no ser; y a los mismos elementos de los que
procede, cada cosa habrá de retornar en su fin.

267. L. Tiempo es ya de que, según lo prometido, declare las particulares características de


esta ceniza. Porque no se trata solamente de cenizas de maderas consumidas por el fuego, sino
también de un animal apropiado para una purificación de esa naturaleza.

268. Manda, 147 en efecto, la ley que sea llevada fuera de la ciudad una novilla roja no uncida
aún y sin defecto alguno, y degollada allí; y que el sumo sacerdote, tomando siete veces de su
sangre, rocíe todo delante del santuario. Luego la quemará completamente incluso la piel, los
cuernos, la sangre y el vientre lleno de excrementos. Cuando ya la llama fuere menguando,
echará en la parte más central estas tres cosas: madera de cedro, hisopo y púrpura. Luego, una
vez que el fuego se haya extinguido, un hombre puro deberá recoger las cenizas y depositarlas

158
en un lugar también puro fuera de la ciudad.
147
Núm. XIX, 2 a 9.

269. Cuál es el sentido oculto de todo esto, manifestado a través de símbolos, es cosa que en
otro lugar hemos examinado a fondo explicando la alegoría.148 Preciso es, pues, que aquellos
que se aprestan a concurrir al templo para tomar parte en un sacrificio lleven su cuerpo
resplandeciente, y más aún que su cuerpo, su alma, ya que el alma es señora y reina, y
superior en todos los aspectos en mérito a que le ha correspondido una naturaleza más cercana
a Dios. Y lo que hace resplandecer al alma es la sabiduría y las doctrinas de la sabiduría, las
que guían sus pasos en la contemplación del universo y de cuanto él contiene; y también lo es
el sagrado coro de las demás virtudes, y las nobles y muy laudables obras acordes con la
virtud.
148
Examen que no ha llegado hasta nosotros.

270. Vaya, pues, sin temor aquel que está adornado con ellas hacia el templo, como al lugar
más familiar para él, como a la más excelente de todas las moradas, para presentarse a sí
mismo como víctima. En cambio, aquel en quien residen y están emboscados la soberbia y los
bajos apetitos aguarde aún ocultándose confuso y reprimiendo su desvergonzada insensatez y
su exceso de atrevimiento en sitios en los que la circunspección es lo que conviene; que el
sagrado recinto del realmente Existente está vedado para los impíos.

271. A este tal yo le diría: No son los sacrificios en sí los que alegran a Dios, buen hombre,
siquiera si se Le ofrecen hecatombes,149 pues todas las cosas Le pertenecen y no tiene
necesidad de adquirir nada de nadie; lo que Le complace, en cambio, son las intenciones naci-
das del amor a Él, y los hombres que practican la piedad, de quienes acepta complacido
pasteles rituales y cebada, y las cosas más insignificantes, como si se tratara de las más
preciosas, prefiriéndolas a las de inmenso valor. Y por cierto que éstos, aunque ninguna otra
cosa aportaren, con solo traer sus propias personas ofrecen el mejor de los sacrificios, una
completa oblación de una noble existencia, glorificando a Dios, su benefactor, con himnos y
acciones de gracia, unas veces a través de los órganos del habla, otras sin la intervención de la
lengua y la boca, emitiendo con solo su alma las manifestaciones y voces de orden racional,
que solo un oído es capaz de aprehender, el de Dios, ya que los oídos de los hombres no
alcanzan a percibirlas.
149
Sacrificios de cien bueyes.

273. LI. Que lo dicho es cierto, y no palabra mía sino de la Naturaleza lo testimonia la
evidencia que la cosa encierra, la que proporciona clara prueba a aquellos que no se entregan
a la desconfianza movidos por un espíritu disputador. Y lo testimonia también la ley al
establecer la construcción de dos altares distintos en sus materiales, ubicación y usos.150
150
Éx. XXVII y XXX.

274. En efecto, uno está construido con piedras seleccionadas y sin cortes; se halla erigido al
aire libre junto a los accesos al santuario, y su objeto es ser usado para las ofrendas de seres
con sangre. El otro está fabricado con el más puro oro; se eleva en los lugares inaccesibles
detrás del primero de los velos, lugares que a ningún otro es dado ver fuera de los sacerdotes
en estado de pureza; y su objeto es ser empleado para las ofrendas de incienso.

275. De esto se desprende claramente que Dios tiene por más digna de consideración hasta la
más pequeña ofrenda de incienso de un hombre piadoso que innumerables animales sacrifica-
dos por quien no fuere perfectamente honrado. Porque, en la misma medida, pienso yo, en que

159
el oro es superior a las piedras comunes, y las cosas del santuario más santas que las de
afuera, también es superior la acción de gracias mediante ofrendas de incienso que la acción
de gracias mediante seres con sangre.

276. De allí que el altar de las ofrendas de incienso haya sido honrado no solo con el alto
costo del material empleado, con su construcción y con su ubicación, sino también con ser
usado cada día para las acciones de gracias de los hombres a Dios antes que el otro. No está,
en efecto, permitido llevar afuera la víctima para el holocausto hasta que dentro se haya
ofrecido el incienso al alborear el día. 151
151
Éx. XXX, 7. Ver el parágrafo 171.

277. Todo esto no significa otra cosa sino que ante Dios no es la gran cantidad de víctimas sa-
crificadas lo que vale, sino la pureza suma del espíritu racional de quien ofrece el sacrificio. A
menos que tú pienses que, mientras un juez celoso de la rectitud de su dictamen no aceptaría
presentes de uno de los litigantes, presentes cuya aceptación implicaría ser convicto de
venalidad; y tampoco los recibiría un hombre honrado de uno malvado, aun cuando se tratare
de una persona necesitada y el otro fuere opulento; en cambio, Dios sí se deja corromper, Él,
que se basta absolutamente a Sí mismo y nada necesita de ninguna de Sus creaturas; y que,
siendo, como es, el primero de los bienes, la perfección suma, la fuente perenne de sabiduría,
justicia y toda virtud, desdeña los presentes que provienen de los injustos.

278. Y por cierto que quien presentara tales ofrendas sería el más desvergonzado de los hom-
bres, puesto que ofrece a Dios parte de lo que ha robado, arrebatado, negado o rehusado
pagar, teniéndolo por partícipe de su maldad y codicia. A este tal diríale yo: ¡Oh tú, el más
miserable de los hombres!, lo que esperas es una de dos: o pasar inadvertido o que lo que
haces sea patente.

279. Si supones que pasarás inadvertido, mal conoces el poder de Dios, poder gracias al cual
todo lo ve y lo oye juntamente. Si piensas, en cambio, que tu conducta será patente, tu
atrevimiento llega al colmo. Deberías avergonzarte por tus iniquidades, y, en cambio, haces
pública ostentación de las faltas que has cometido, y te vanaglorias por ellas, y asignas una
parte a Dios llevándole impías primicias, sin reflexionar que ni la ley admite ilegalidad ni la
luz del sol tinieblas. Y Dios es el arquetipo del que las leyes son copia; y el sol del sol, el sol
perceptible por la inteligencia del sol perceptible por los sentidos, el sol que proporciona
visibles resplandores provenientes de invisibles fuentes al sol que perciben nuestros ojos.

280. Excelente en sumo grado es la prescripción, registrada en las sagradas estelas 152 de la
ley, según la cual no se debe llevar al templo la ganancia de una ramera, pues ésta ha traficado
con sus personales encantos y elegido una vida vituperable en procura de vergonzosas
ganancias.
152
Deut. XXIII, 18. Filón designa los libros sagrados asimilándolos figuradamente a las
columnas en que era norma, entre los griegos y otros pueblos, registrar las leyes y demás
documentos públicos para que estuvieran perpetuamente expuestos a la vista de todos.

281. Y si los dones procedentes de una mujer que ejerce la prostitución son sacrílegos, ¿cómo
no han de serlo en mayor grado aún los procedentes de un alma prostituida, que se ha arrojado
a sí misma a la ignominia y a los excesos más extremos: embriaguez, glotonería, codicia de
dinero, ambición de renombre, ansias de placer y otras innumerables especies de pasiones,
dolencias y vicios? ¿Qué tiempo alcanzaría a purificar las inmundicias de los mismos? Yo no
lo sé.

160
282. Cierto es que la vejez pone fin muchas veces a la ocupación de las rameras porque,
habiéndose marchitado la plenitud de su vida, como el pleno florecer de ciertas flores, ya
nadie viene a ellas, perdidos sus encantos. Pero, a un alma educada en la prostitución por la
constante familiaridad con la incontinencia, ¿podría una eternidad convertirla en decente? Ni
siquiera una eternidad; solo Dios, para quien son posibles las cosas imposibles para nosotros,
podría hacerlo.

283. Preciso es, pues, que quien se apreste a ofrecer un sacrificio examine, no si la víctima es
irreprochable, sino si su propia inteligencia se encuentra libre de defectos o imperfecciones.
Debe además reflexionar sobre las causas por las que considera que corresponde ofrecer el
sacrificio. Porque o bien es para dar gracias por los beneficios ya recibidos o bien para
suplicar la conservación de los bienes presentes o la adquisición de otros futuros, o la
liberación de males actuales o inminentes; y todo ello exige que procure la salud y la
salvación de su inteligencia.

284. Porque, si se trata de agradecer los beneficios que le han sido concedidos, no debe
mostrarse desagradecido, convertido en un ruin, pues es a un hombre virtuoso a quien fueron
concedidas esas gracias; si es para asegurarse bienes presentes o con la esperanza de
provechos futuros, debe demostrar que es digno de los prósperos sucesos mediante un sano
proceder; y si se trata de liberarse de determinados males, no debe hacer cosas merecedoras
de castigos y penas.

285. LII. El fuego, dice la ley, 153 arderá sobre el altar sin extinguirse jamás; cosa natural y
conveniente, pienso yo; puesto que, así como las gracias que Dios brinda y alcanzan los hom-
bres noche y día son perennes, incesantes y continuas, también el símbolo de la acción de
gracias, es decir, el fuego sagrado, debe arder renovadamente y permanecer inextinguible
siempre.
153
Lev. VI, 2, 5 y 6.

286. Tal vez exista en ello otro propósito también: el de que los sacrificios anteriores se
combinen y unan con los nuevos mediante la ininterrumpida presencia del mismo fuego con
el que todos los sacrificios son consagrados, a fin de hacer patente la perfección que ellos
alcanzan en las acciones de gracia, sin que importen las incontables diferencias de los
recursos de los que proceden las ofrendas, recursos en unos casos copiosamente abundantes, y
en otros, por el contrario, insuficientes.

287. Este es el mandato interpretado literalmente; pero hemos de indagar mediante las reglas
de la alegoría su sentido oculto. El verdadero altar de Dios es el alma agradecida del sabio,
forjada con virtudes perfectas, no cortadas ni divididas, ya que ninguna parte de la virtud es
inútil. 288. Sobre este altar se enciende perpetuamente y se conserva inextinguible la sagrada
luz; la luz de la inteligencia, que es la sabiduría, tal como, a la inversa, la insensatez es la
oscuridad del alma. En efecto, lo que la luz sensible es para los ojos en la aprehensión de las
cosas corpóreas, lo es la sabiduría para la razón en la contemplación de las incorpóreas y
aprehensibles mentalmente; contemplación cuyo resplandor brilla siempre sin que jamás se
oscurezca ni extinga.

289. LIII. Luego dice: "En toda ofrenda agregaréis sal"; palabras que sugieren, según dije más
arriba, la total conservación. La sal, en efecto, preserva los cuerpos, correspondiéndole en ello
un segundo lugar a continuación del alma, pues, así como el alma es la causa de que los

161
cuerpos se mantengan incorruptibles, también la sal, más que otra sustancia alguna, los man-
tiene intactos y en cierto modo los torna inmortales.

290. Esa es también la razón por la que el legislador ha llamado "guardián de los sacrificios"
al altar, asignándole ese nombre especial y selecto en atención a que preserva los sacrificios,
no obstante ser consumida la carne por el fuego.154 Así pues, esto resulta ser una clarísima
prueba de que considera que el sacrificio no lo constituyen las víctimas sino la intención y el
celo del que lo ofrece, intención y celo cuya constancia y firmeza proceden de la virtud.
154
Filón descompone el término thysiastérion = altar o lugar de los sacrificios, en thysias =
sacrificios, y terein = guardar, preservar.

291. A continuación agrega una nueva prescripción, 155 en la cual ordena que todo sacrificio
sea ofrecido sin levadura ni miel, pues considera que ni una ni otra deben ser llevadas al altar.
La miel, tal vez debido a que el animal que la reúne, la abeja, es un animal impuro, que se
alimenta de restos putrefactos y corruptos de bueyes muertos, según se dice, tal como las
avispas lo hacen de los cadáveres de caballos.
155
Lev. II, 11.

292. O tal vez, por tratarse de un símbolo de la total impiedad que encierra el excesivo placer,
el que resulta dulce mientras se paladea, pero más tarde produce amargos e irremediables
dolores, por los que el alma es fatalmente sacudida y agitada sin que pueda mantenerse
firmemente en su posición.

293. La levadura, por su parte, es prohibida a causa de la hinchazón que ella produce; y a la
vez, simbólicamente para que el que se aproxima al altar no lo haga elevado o hinchado por la
arrogancia; y, por el contrario, con la contemplación de la grandeza de Dios, alcance a
percibir la miseria propia de las creaturas, aun de las que son superiores a otras en
prosperidad; y luego de llegar a una razonable conclusión, descienda de la orgullosa cima de
su arrogancia, purificándose de la insidiosa presunción.

294. Es que, si el Creador y Hacedor del universo, que no tiene necesidad de cosa alguna de
las que ha creado no con intención de acrecentar Su poder y Sus recursos, sino en atención a
tu mísera condición, te ha hecho partícipe de Su potencia propicia, colmando las necesidades
propias de tu existencia, ¿qué corresponde que hagas tú ante los hombres, tus naturales
parientes, engendrados con los mismos elementos que tú, si nada ni al mundo ni a ti mismo
has aportado?

295. Porque desnudo llegaste, buen señor, y desnudo de nuevo partirás; y el tiempo que media
entre tu nacimiento y tu muerte lo has recibido de Dios a título de préstamo. Y durante este
tiempo, ¿qué otra cosa te corresponde hacer sino aplicarte asiduamente al bien común, a la
concordia, a la equidad, al amor al prójimo y a todas las demás virtudes, repudiando el
parcial, injusto e irreconciliable vicio, el cual convierte a la más civilizada de las creaturas, el
hombre, en un salvaje y feroz animal?

296. LIV. La ley establece además 156 que las lámparas del sagrado candelabro ardan en el
recinto interior al velo desde la tarde hasta el amanecer. Son varios los fines de esta pres-
cripción. Uno es que los lugares santos continúen iluminados mediante la sustitución de la luz
del día por otra, permaneciendo así en todo momento libres de oscuridad a semejanza de los
astros, los que, puesto el sol, muestran su propia luz sin abandonar su lugar en el orden
cósmico.

162
156
Éx. XXVII, 21 y Lev. XXIV, 3 y 4.

297. Otro es que un rito estrechamente vinculado con los diurnos sacrificios se cumpla
durante la noche para el servicio de Dios, y para que en ningún momento u ocasión falten
acciones de gracia. El resplandor de la sacratísima luz en la intimidad del santuario es el
sacrificio de acción de gracias (pues sacrificio merece llamarse) más conveniente y apropiado
para la noche.

298. Pero hay una tercera finalidad, y muy necesaria. No solo mientras estamos despiertos
experimentamos beneficios, sino también mientras dormimos, puesto que Dios, generoso
como es, ha procurado al género humano un gran sostén, el sueño, para provecho del cuerpo y
del alma. El cuerpo se desentiende de las diarias labores, y el alma, aliviada de las
preocupaciones, se concentra en sí misma lejos ya de la multitud y alboroto de los sentidos, y
puede entonces precisamente estar a solas y convivir consigo misma. Con razón, pues, la ley
ha dispuesto que las acciones de gracia se repartan, y que las ofrecidas por el tiempo en que
permanecemos despiertos se hagan mediante víctimas presentadas en el altar, en tanto que las
ofrecidas por el sueño y los beneficios que de éste derivan se lleven a cabo mediante el
encendido de las sagradas lámparas.

299. LV. Estas son, pues, y otras similares a éstas las ordenanzas y prohibiciones para el
fomento de la piedad contenidas en nuestras leyes. Ahora hemos de ocuparnos de aquellas
disposiciones que revisten el carácter de sabios consejos y admoniciones.157 Dirigiéndose a la
inteligencia dice:158 Dios no pide de ti nada pesado, complicado o dificultoso, sino algo
totalmente simple y fácil.
157
Comienza aquí una homilía de Filón basada en las exhortaciones morales y religiosas del
Deuteronomio X.
158
Deut. X, 12 y 13.

300. Y ello consiste en que Lo ames como benefactor; y si no, que Lo temas como gobernante
y señor; que transites por todas las sendas que llevan a complacerlo; que Lo sirvas, no de mala
gana sino con toda el alma llena de intención de amarlo; que acates Sus mandatos y respetes
Su justicia.159
159
El parágrafo no concluye aquí. Pero los renglones que siguen corresponden a un contexto
totalmente ajeno al desarrollo de la argumentación de Filón. La traducción de dichas líneas es
la siguiente: "En medio de todas estas cosas. Él permanece inmutable sin que varíe su
naturaleza. Y de las demás cosas que existen en el mundo, ¿cuál de ellas posee la virtud de
mejorar? ¿Por ventura el sol o la luna o la multitud de los demás astros o el cielo todo? ¿O
crecen las montañas de la tierra hacia mayores alturas, o se expande la llanura ensanchándose
como los elementos líquidos al derramarse, o se trueca el mar en agua potable o alcanzan los
ríos magnitudes iguales a los mares? No; todas estas cosas permanecen fijas dentro de los
límites en los que en el momento mismo de su origen las estableció Dios. Pero tú, si vives una
vida irreprochable, serás mejor".

301. ¿Cuál de estas cosas es penosa o trabajosa? No es necesario cruzar por vez primera un no
navegado mar o recorrerlo en pleno invierno violentamente impulsado arriba y abajo por el
oleaje y la fuerza de los contrarios vientos; ni atravesar a pie ásperas e intransitables soledades
sin caminos, con el perpetuo temor de los ataques de los ladrones y de las fieras salvajes; ni
montar guardia en las fortificaciones, pasando la noche a la intemperie, mientras los enemigos
al acecho amenazan con los más graves peligros. Nada de eso; en asuntos hermosos la men-

163
ción de cosas desagradables está de más; solo palabras gratas cabe emplear refiriéndose a
cosas tan provechosas.

302. El alma solo debe dar su conformidad, y todo lo tendrá sin dificultad a su disposición. ¿O
acaso ignoras que pertenecen a Dios tanto el cielo visible como el aprehensible por la
inteligencia, es decir, el que podemos llamar "cielo del cielo";160 y que, asimismo, son Suyos
la tierra y lo que hay en ella, y el mundo todo, el visible y el invisible e inmaterial, modelo del
visible?
160
Deut. X, 14.

303. LVI. Pero con todo, Él, seleccionándolos por sus relevantes cualidades, escogió de entre
toda la raza humana a los verdaderos hombres, 161 y, juzgándolos dignos de una total
preeminencia, los llamó a Su servicio; servicio que es la perenne fuente de bienes de la que Él
hace brotar la lluvia de las otras 162 virtudes, derramando, para provechosísimo disfrute, una
bebida que, tanto o más que el néctar, produce inmortalidad.
161
La referencia es a Israel.
162
De las otras, es decir aparte de la piedad o amor a Dios, en mérito a la cual Dios escogió a
su pueblo llamándolo a su servicio.

304. Dignos de lástima y desdichados son todos aquellos que no se han regalado con la bebida
de la virtud; y desventurados en grado sumo han sido siempre los que no han gustado jamás la
copa de la nobleza de vida, aunque está en sus manos el regocijarse con los deleites de la
justicia y la santidad. Mas, como dice la ley, 163 éstos son incircuncisos de corazón y, por la
dureza de su índole, rebeldes a las riendas, que se levantan con arrogancia y se resisten a ser
guiados.
163
Lev. XXVI, 41.

305. A ellos reprende el legislador cuando dice:164 "Circuncidad la dureza de vuestro


corazón"; lo cual quiere decir: 'Despojaos mediante un corte sin pérdida de tiempo de los
superfluos engendros de vuestra porción rectora, engendros que los impulsos desmedidos de
las pasiones sembraron e hicieron brotar, y el pernicioso agricultor del alma que es la
insensatez ha plantado'.
164
Deut. X, 16.

306. Y agrega: "No sea duro vuestro cuello". En otras palabras: 'No sea vuestra inteligencia
inflexible y presuntuosa en demasía, ni cultive la dañosísima ignorancia, movida a ello por la
petulancia; antes bien, tras expulsarla como a un enemigo de natural intratable y malévolo,
vuélvase hacia la docilidad para acatar las leyes de la naturaleza'.

307. ¿O no ves que las primeras y mayores potencias del Que Es son la benefactora y la
punitiva? 165 Y la benefactora es llamada Dios porque mediante ella Él produjo 166 y ordenó el
universo; en tanto que la otra es llamada Señor, y por ella está investido de la soberanía sobre
todas las cosas. Y no solo es Dios de los hombres, sino también Dios de los dioses;167 y
gobernante no solo de ios hombres comunes, sino también de los que gobiernan; y, siendo
realmente existente, es grande, fuerte y poderoso.
165
Deut. X, 17. Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.
166
Como en otros pasajes (Sobre Abraham 121 y Sobre la confusión de las lenguas 137)
Filón asocia el nombre Theós = Dios, con el verbo títhemí (raíz the-) = coloco, y
ocasionalmente produzco.
167
Como en otras partes Filón alude a los astros y los dioses inferiores de los que habla Platón

164
en el Timeo 40 d y ss.; tal vez en un simple exceso de grandilocuencia.

308. LVII. Mas con todo, siendo tan inmensas Sus excelencias y potencias, siente piedad y
compasión hacia los más apremiados por las necesidades, y no desdeña el convertirse en juez
de los extranjeros, huérfanos y viudas; y, haciendo caso omiso, en cambio, de los reyes,
déspotas y grandes potentados, tiene por digna de Su cuidado la humilde condición de los
mencionados.168
168
Deut. X, 18 y 19.

309. Protege a los extranjeros 169 por lo siguiente. Ellos, habiendo abandonado las costumbres
ancestrales, en las que habían sido criados, costumbres saturadas de falsas invenciones y
vanidad, y habiéndose convertido en genuinos amantes de la modestia y la verdad, se han
encaminado hacia la piedad; y, siendo suplicantes y servidores del Que verdaderamente
existe, como corresponde, participan con buen derecho de Su protección en la medida
apropiada, alcanzando, como fruto de haberse refugiado en Dios, la ayuda que de Él procede.
169
Se trata aquí no de cualesquiera extranjeros sino de los conversos a la religión judía. Ver
los parágrafos 51 a 53 y Sobre las virtudes 105 a 108.

310. A los huérfanos y a las viudas los protege porque se han quedado sin protectores, los
primeros sin padres, las viudas sin esposos; y ningún refugio queda de parte de los hombres
para los que están abandonados. Por ello no les faltará la más grande de las esperanzas, la
esperanza en Dios, quien, movido por Su generosa naturaleza, no rehúsa Su providencia y
asistencia a los así desamparados.

311. Sea solo Dios, continúa,170 tu orgullo y tu mayor gloria; y no te vanaglories ni por la
riqueza ni por la fama ni por el poder ni por la hermosura o fuerza corporal ni por cosas seme-
jantes a éstas, por las cuales acostumbran a envanecerse los vacíos de entendimiento. Ten
presente, en primer lugar, que estas cosas nada contienen en sí de la naturaleza del bien; en
segundo lugar, que muy rápidamente sobreviene el tiempo de su mundanza, y se marchitan,
podríamos decir, antes de florecer plenamente.
170
Deut. X, 21.

312. Procuremos, pues, el Bien estable, inmóvil e inmutable, y apliquémonos a suplicarle y


servirle.171 Y si hubiéremos vencido a nuestros enemigos, cuidémonos de imitar las
impiedades en las que ellos creen obrar piadosamente cuando queman a sus hijos e hijas en
honor de sus dioses.
171
Deut. XII, 29 a 31.

313. Y no lo digo porque sea costumbre de todos los pueblos el quemar a sus hijos; que no
todos han llegado a ser de naturaleza tan salvaje como para avenirse a hacer en plena paz a los
seres más queridos y allegados lo que no se hace ni a enemigos hostiles e implacables en
plena guerra; sino porque verdaderamente consumen en el fuego y destruyen las almas de sus
vástagos desde que todavía llevan pañales, al no imprimir en ellas, tiernas aún, las verdaderas
concepciones acerca de Dios, el único y verdaderamente existente. Y si hubiéremos sido
vencidos, no nos dejemos abatir ni nos descorazonemos por la buena suerte de aquellos, como
si su victoria se debiese a su piedad.

314. Para muchos los éxitos del momento resultan ser una emboscada, una trampa de grandes
e incurables males. Evidentemente, el que les haya ido bien aun siendo indignos de triunfar,
no ha sido para bien de ellos, sino para que nos apenemos y aflijamos lo suficiente nosotros,

165
que habiendo nacido en una comunidad amante de Dios, y habiéndonos criado bajo leyes que
preparan para toda virtud, y educados desde los primeros años en las más excelentes
costumbres junto a hombres inspirados por Dios, desechamos esas costumbres y nos
quedamos con las que realmente deberían desecharse, teniendo por cosa intrascendente lo
digno de estima, y por valioso lo que solo es niñería.

315. LVIII. Además, si alguno cubriéndose con el nombre y la figura de un profeta,


aparentare estar poseído de inspiración, e impulsare a adorar a los dioses reconocidos por las
diversas ciudades, no debemos prestarle oídos, engañados por el nombre de profeta; puesto
que son falsos los oráculos y profecías que inventa.172
172
Deut. XIII, 1 a 11.

316. Y si un hermano o un hijo o una hija o una dueña de casa o un amigo genuino o
cualquier otro que pareciere tener buenas disposiciones hacia nosotros nos impulsare a cosas
como esa, incitándonos a congratularnos con la multitud y a concurrir a los mismos templos y
compartir sus libaciones y sacrificios, hemos de castigarlo como si se tratase de un público y
común enemigo, haciendo poco caso de los lazos que nos unen, y denunciando sus
incitaciones ante todos los amantes de la piedad, los cuales, con una celeridad sin dilaciones
se lanzarán a castigar al impío o impía por entender que es cosa santa el darle muerte.

317. Porque solo un lazo de parentesco debemos tener, un solo símbolo de amistad: el
complacer a Dios, el decir y hacer todo movidos por la piedad. Los llamados lazos de
parentesco por consanguineidad derivados de nuestros antepasados, y aquellas vinculaciones
resultantes de los matrimonios y de otras causas similares deben ser dejados de lado, a no ser
que conduzcan firmemente a esa misma meta, es decir, a la honra de Dios, la cual es el
indisoluble lazo de toda afección capaz de unir. Los que tal cosa hicieren lograrán a cambio
un parentesco más augusto y santo.

318. Esta promesa mía es confirmada por la ley cuando dice que los que hacen lo que es grato
a la naturaleza y lo que es bueno son hijos de Dios.173 Dice, en efecto: "Sois hijos para Dios,
vuestro Señor", es decir, seréis tenidos por dignos de una protección y un cuidado como los de
un padre. Y este cuidado superará, pienso yo, al que brindan los hombres, en la misma medida
en que supera a éstos Aquel que lo brinda.
173
Deut. XIII, 18 y XIV, 1.

319. LIX. Además el legislador elimina de la sagrada legislación los ritos de iniciación y los
misterios, 174 así como toda impostura de este género, por considerar que no corresponde que
los que han sido criados en una comunidad como la nuestra celebren ritos secretos, y atentos a
las ficciones propias de los misterios, descuiden la verdad y persigan cosas confiadas a la
oscuridad de la noche, desechando las dignas de la claridad del día. Ninguno, pues, de los
seguidores y discípulos de Moisés inicie a otros ni sea iniciado en tales ritos; porque ambas
cosas: el aprender y el enseñar esos ritos constituyen un grave sacrilegio.
174
Deut. XXIII, 17 y 18. La prohibición reza con todos los cultos esotéricos de los misterios
griegos y las prácticas rituales de iniciación en los mismos que significaban excluir de ellos a
los no iniciados.

320. Porque, si se trata de algo bueno y provechoso, ¿cuál es el motivo, señores participantes
en los misterios, de que os encerréis en la profunda oscuridad y beneficiéis solo a unos
cuantos, siendo posible extender los beneficios a todos los hombres con solo celebrarlos en
medio de la plaza pública a fin de que todos puedan sin dificultad participar de una mejor y

166
más dichosa existencia?

321. Porque el negar el bien a otros no es compatible con la virtud.175 Avergüéncense y, bus-
cando escondrijos, abismos de la tierra y oscuridad profunda, oculten su grande iniquidad
aquellos que causan perjuicios. Mas los que procuran provecho a sus semejantes deben obrar
de manera franca e ir en pleno día a través de la plaza pública para trabar conversación con
muchos hombres, iluminando sus propias vidas con la pureza de la luz del sol, y por conducto
de los más señoriales de los sentidos 176 beneficiar a los allí congregados, que contemplan
gratísimos y a la par inmensamente maravillosos espectáculos, y escuchando se regalan con
palabras deleitosas, que suelen llenar de alegría a las inteligencias de los que no son
extremadamente torpes de entendimiento.
175
Ver Platón, Fedro 247 a y Sobre las leyes particulares II, 249.
176
La vista y el oído.

322. ¿O no ves que tampoco la naturaleza oculta sus celebradas y admirables obras; sino
expone abiertamente los astros y el cielo todo para deleite de nuestros ojos y para despertar el
amor por la filosofía; como muestra también los mares, las fuentes, los ríos, las apropiadas
mezclas del aire producidas por los vientos y las brisas para determinar las estaciones del año,
y las innumerables especies de plantas y animales y también de fruto?; todo para uso y
disfrute de los hombres?

323. ¿Y no sería conveniente, entonces, que también nosotros, correspondiendo a los


designios de la naturaleza, mostrásemos a todos los que lo merecen todo aquello que es
necesario y útil para el provecho de ellos? Pero, tal como ocurren las cosas, sucede que
muchas veces ninguna de las personas buenas es admitida en los misterios, mientras que a
veces son admitidos los ladrones, los piratas y las cofradías de mujeres abominables y de mal
vivir, con solo proporcionar ganancias a los telestas y los hierofantes. 177 Sean, por lo tanto,
desterrados todos estos advenedizos fuera de los lindes de la ciudad e institución en la que la
nobleza y la virtud son honradas por ellas mismas. Y ya es bastante sobre el asunto.
177
Iniciadores e intérpretes en los misterios sagrados griegos.

324. LX. Ahora bien, siendo la ley una suprema propulsora de la solidaridad y de la amistad
entre los hombres, vela por el buen concepto y la dignidad de una y otra virtud al no permitir
que ninguno de los que no tienen remedio se acoja a ellas, y al apartarlo a grandísima
distancia.

325. Sabiendo, por ejemplo, que no pocas personas viles se infiltran furtivamente en las
asambleas y pasan inadvertidas en medio de la multitud que las rodea, para que esto no ocurra
veda la entrada de la sagrada congregación a todos los indignos, comenzando por los
andróginos, cuya enfermedad es el afeminamiento, los que desvirtuando las reglas de la
naturaleza, la violentan adoptando pasiones y apariencias propias de mujeres de mal vivir.
Expulsa, en efecto, a los eunucos y mutilados en los órganos de la generación,178 los que
retacean su juvenil virilidad para que no se les marchite fácilmente, y transforman sus rasgos
masculinos en una forma femenina.
178
Deut. XXIII, 1.

326. Y expulsa además, no solo a las rameras, sino también a los hijos de rameras, 179 los que
llevan sobre sí la ignominia materna, como que en su origen la simiente de su nacimiento ha
sido adulterada y convertida en algo confuso a causa de la gran cantidad de los que han tenido
relaciones con sus madres, al punto de no poderse reconocer ni distinguir al verdadero padre.

167
179
Deut. XXIII, 2.

327. Este pasaje, más que otro alguno, admite una interpretación alegórica y está lleno de
sentido filosófico. En efecto, la modalidad de los impíos y sacrílegos no se reduce a una sola;
sus variedades son muchas y diferentes. Así están los que afirman que las incorpóreas formas
ejemplares 180 son nada más que un nombre, algo carente de verdadera realidad concreta; con
lo cual eliminan de las cosas su elemento más esencial, vale decir, el arquetipo, el modelo de
todas las cualidades de lo existente, según las cuales cada cosa particular ha recibido forma y
tamaño.
180
Ver Sobre la creación del mundo, nota 7.

328. A éstos las sagradas tablas de la ley los señalan con el nombre de "eunucos", porque, así
como aquello que ha sido triturado,181 queda despojado de su cualidad y forma; y no es otra
cosa, hablando con propiedad, que una materia informe; del mismo modo también la opinión
que niega la existencia de las formas ejemplares mezcla todas las cosas y las reduce a aquella
forma de existencia, amorfa y desprovista de cualidades, anterior a los elementos.182
181
Juego de palabras entre thladías = eunuco, y tláo = trituro, aplasto.
182
Los peripatéticos y los estoicos entre otros.

329. ¿Qué cosa podría haber más absurda que ésta? En efecto, cuando Dios creó todas las
cosas a partir de esa confusa materia, no intervino directamente en ello, ya que violaba las
Divinas normas el hecho de que Él, feliz y bienaventurado, tuviera contacto alguno con la
materia ilimitada y caótica. Pero empleó, en cambio, Sus incorpóreas potencias, cuyo exacto
nombre es el de formas ejemplares,183 para que cada género de seres adquiriera su
correspondiente forma. La opinión opuesta introduce inmenso desorden y confusión, como
que, al eliminar esas formas ejemplares, mediante las cuales se han creado las cualidades
eliminan a la vez las cualidades.
183
Como en el parágrafo 48, Filón identifica las potencias divinas con las idéiai = "ideas" o
formas ejemplares platónicas, siendo estos los dos únicos pasajes de sus obras en que lo hace.

330. Otros, cual si compitiesen en un certamen de maldad, esforzándose por alcanzar los
primeros galardones en la impiedad, superan a aquellos al echar un velo no solo sobre las for-
mas ejemplares sino además sobre la existencia de Dios, pues aseguran que no existe, y que si
se dice que existe es porque eso resulta provechoso para los hombres, los que por temor al que
suponen que se halla presente en todas partes y que todo lo contempla con ojos que jamás
descansan, se habrán de abstener de delinquir. A éstos la ley los llama "mutilados", porque se
hallan castrados en cuanto a la aprehensión acerca del Engendrador de todas las cosas, siendo
estériles para la sabiduría y entregándose a la más grande de las iniquidades, el ateísmo.

331. El tercer caso lo constituyen los que se han inclinado en la dirección opuesta
introduciendo una multitud de divinidades masculinas y femeninas, viejas y jóvenes, e
infestando el mundo con la idea de una pluralidad de soberanos, a fin de eliminar de la
inteligencia de los hombres la aprehensión del Que realmente Es.

332. Estos son los que la ley llama simbólicamente "hijos de ramera", pues, así como los hijos
de una ramera no conocen ni pueden registrar como tal a su verdadero padre, sino a muchos, o
prácticamente a todos los amantes e íntimos de aquella, del mismo modo también los que no
reconocen al único y verdadero Dios y forjan muchos falsamente llamados dioses, están
ciegos en cuanto al más esencial de los seres, acerca del cual desde los mismos pañales
hubieran debido recibir o la única o la primera de las enseñanzas. ¿Qué objeto de estudio, en

168
efecto, es más excelso que el Ser realmente existente, es decir, Dios?

333. LXI. Son además expulsados los de una cuarta y una quinta clase,184 los cuales persiguen
el mismo fin que los anteriores, pero difieren en los planes para alcanzarlo. Ambos grupos, en
efecto, siendo devotos de un vicio inmenso, el amor a sí mismos, han dividido entre sí, como
si se tratara de un condominio, el alma, la cual es una totalidad compuesta de una parte
racional y una irracional; y se han asignado como porción propia unos la parte racional, que es
la inteligencia, y los otros la irracional, de la que los sentidos son subdivisiones.
184
Deut. XXIII, 3. Ver Interpretación alegórica III, 81 y Sobre los sueños I, 89.

334. Los embanderados por la inteligencia le asignan la dirección y soberanía de las cosas
humanas, y aseguran que ella es apta para conservar el pasado mediante la memoria, para
aprehender firmemente el presente y para imaginar y calcular el futuro mediante conjeturas
verosímiles.

335. Ella es, dicen, quien sembró y cultivó la tierra fértil y rica, así en las zonas altas como en
las llanas, inventando de ese modo la agricultura, labor sumamente provechosa para la
existencia humana. Ella, la que construyó naves, convirtió con invenciones superiores a toda
ponderación la naturaleza terrestre en navegable,185 abrió en el mar rutas hacia múltiples
direcciones, verdaderos caminos reales hacia los puertos y radas de las ciudades, y vinculó a
los habitantes de las regiones continentales con los de las islas, los que jamás se hubieran
conocido si no hubiera sido construida ninguna embarcación. Ella es además la inventora de
las artesanías y de las llamadas artes más selectas.
185
¿Refiérese, generalizando el ejemplo único, a la obra colosal mediante la que Jerjes hizo
abrir un canal en uno de los brazos de la Península Calcídica para que su flota pasara sin
necesidad de bordear el peligroso promontorio del monte Atos (ver Sobre los sueños II, 118),
o simplemente a que el hombre, de ser terrestre que era primitivamente, se transformó gracias
a su ingenio en audaz navegante?

336. Ella inventó, desarrolló y llevó a la perfección las letras, los números, la música y todo el
ciclo de los estudios de las escuelas.186 Ella, asimismo, dio a luz el más grande de los bienes,
la filosofía, y mediante cada una de las partes de la misma ha proporcionado beneficios a la
vida humana, procurando mediante la lógica exactitud en la expresión de los pensamientos,
mediante la ética rectitud en la conducta, y mediante la física el conocimiento del cielo y del
mundo. Y además de éstos, reúnen, acumulan y exponen otros incontables elogios de la
inteligencia, que se suman a los ya mencionados, y que no tienen por qué preocuparnos en
esta ocasión.
186
Ver Interpretación alegórica III, 85.

337. LXII. En cuanto a los defensores de los sentidos, exponen los mismos sus elogios en
tono harto grandilocuente, discurriendo sobre aquéllos y clasificándolos según los beneficios
que de ellos se derivan. Afirman que dos, el olfato y el gusto, son el origen de la vida; y dos,
la vista y el oído, el origen del vivir bien.

338. A través del sentido del gusto, dicen, son transportados los elementos nutritivos de las
sustancias alimenticias, y a través de las fosas nasales lo es el aire, del que toda creatura
viviente depende. El aire es también un elemento nutritivo constante e incesante, que alimenta
y conserva no solo mientras estamos despiertos sino también durante el sueño. Clara com-
probación de ello es que si el curso de ida y vuelta de la respiración se detuviese, un
brevísimo tiempo incluso, la consecuencia fatal de la interrupción del natural flujo del aire

169
procedente de fuera sería una muerte inevitable.

339. En cuanto a los sentidos propios de la filosofía, los que nos procuran una buena vida,
dicen los tales que la vista ve la luz, la más hermosa cosa que existe; y a través de la luz todas
las otras cosas: el sol, la luna, las estrellas, la tierra, el mar, las incontables variedades de
vegetales y animales, y, en general, toda clase de cuerpos, formas, colores y tamaños, cuya
contemplación crea una excepcional inteligencia y engendra un intenso deseo de
conocimiento.

340. Además de estas, la vista nos proporciona otras ventajas de inmenso valor,
permitiéndonos distinguir entre los familiares y los extraños y entre los amigos y los
enemigos, y evitar lo dañoso y escoger lo provechoso. Y mientras cada una de las demás
partes del cuerpo existe para usos apropiados y muy necesarios; como los pies, para caminar,
correr y todas las otras actividades que se ejecutan con las piernas; y las manos, para hacer,
dar o tomar cosas; los ojos, en cambio, como si se tratara de un bien común, proporcionan las
condiciones que hacen posible el correcto funcionamiento de esas y las restantes partes del
cuerpo.

341. Testigos absolutamente veraces de esto son los ciegos, los que no pueden hacer uso ni de
las manos ni de los pies en la forma más apropiada, y así confirman el acierto de los que en el
pasado les dieron el nombre de impotentes,187 no como vituperio, dicen, sino por piedad. Y en
efecto, con la pérdida de los ojos las fuerzas del cuerpo no solo decaen sino se pierden del
todo.
187
En el derecho ático se daba este nombre a los privados del viso de un sentido o de una
parte del cuerpo, como consecuencia de lo cual eran incapaces de desempeñar tarea alguna.

342. También el oído es algo sumamente maravilloso. Mediante él distinguimos melodías,


medidas y ritmos, así como armonías y consonancias, las variedades de géneros y sistemas y
todos los elementos de la música; y asimismo las innumerables especies de expresiones orales
empleadas en los tribunales, en los consejos, en los panegíricos, así como las usadas en la
narración y en los diálogos, y las de las conversaciones imprescindibles con las personas que
tratamos permanentemente acerca de los asuntos que tocan a nuestra existencia. En suma, que
a través de la voz, que posee una doble capacidad: la de hablar y la de cantar, los oídos
disciernen una y otra cosa para provecho del alma.

343. El canto y el habla son, en efecto, remedios saludables y preservadores. El canto obra
como sedante para las pasiones y controla lo irregular de nuestro ser mediante ritmes, lo
discordante mediante melodías, y lo inmoderado mediante medidas, siendo múltiples y
variadas sus formas en cada uno de estos aspectos, según lo atestiguan los músicos y poetas, a
los que, por norma, no pueden menos que dar crédito aquellos que han recibido una buena
educación. La palabra, por su parte, refrena y controla los impulsos que llevan hacia el vicio,
y llega a curar a los que están dominados por pensamientos insensatos y desagradables; y más
gentil con los dóciles, al par que más enérgica con los rebeldes, resulta ser origen de inmensos
beneficios.

344. LXIII. Tales son los argumentos que hilvanan los devotos de la inteligencia y los de los
sentidos, forjando los primeros con la inteligencia, los segundos con los sentidos divinidades
ficticias y olvidándose en su amor a sí mismos de Dios, el verdaderamente existente. Pues
bien, es razonable que la ley haya excluido de la sagrada asamblea a todos, tanto a los que
eliminan las formas ejemplares, a los que llama "eunucos"; como a los que niegan

170
absolutamente a Dios, a quienes la ley da el nombre de "mutilados"; como a los que, a la
inversa, introducen familias de divinidades, a los que califica de "hijos de ramera"; como, en
fin, a los que se aman a sí mismos, de los cuales unos divinizan a la inteligencia, y los otros a
cada uno de los sentidos. Porque todos ellos, aunque lo hagan a través de planteos distintos,
tienden a un mismo fin: ignorar al único y realmente existente Dios.

345. Pero nosotros los seguidores y discípulos de Moisés, no descuidaremos nuestra


indagación acerca del Que Es, convencidos de que el conocerlo constituye la felicidad suma y
equivale a una vida inmortal. Tal es la fundamental y profunda verdad que nos enseña la ley
cuando dice que todos los que se unen a Dios viven.188 En efecto, los ateos están de verdad
muertos, en tanto que aquellos que se han incorporado a las filas del realmente existente Dios
vivirán una vida eterna.
188
Deut. IV, 4.

171
SOBRE LAS LEYES PARTICULARES II

Sobre las leyes particulares comprendidas en tres de los diez mandamientos generales, a
saber, el tercero, que versa sobre el cumplimiento de los juramentos,1 el cuarto, relativo a la
reverencia al sagrado día séptimo, y el quinto, que trata de la honra a los padres.
1
Sólo en reducida medida se adecua a este epígrafe el contenido de los parágrafos 1 a 38.

1. I. En el precedente tratado nos hemos referido detalladamente a dos de los diez


mandamientos capitales, al de no reconocer otros dioses soberanos, y al de no divinizar objeto
alguno fabricado por la mano del hombre. Además, hemos expuesto" aquellas normas
particulares que cabe clasificar dentro de uno y otro mandamiento. Pasemos ahora a discurrir
acerca de los tres siguientes en la lista, relacionando con ellos, como en los casos precedentes,
las leyes especiales correspondientes a cada uno.

2. El primero de los tres prescribe no tomar el nombre-de Dios en vano. Dice que la palabra
del hombre virtuoso debe equivaler a un juramento, siendo firme, indoblegable, absoluta-
mente libre de falsedad y fuertemente asentada en la verdad; y que, si no obstante ello,
circunstancias apremiantes nos obligaren a jurar, el juramento deberemos hacerlo por nuestro
padre o por nuestra madre, si vivieren aún, y por su memoria, si estuvieren ya muertos; ya que
los padres son copia y réplica de la potencia Divina, por cuanto han traído a la existencia a
quienes no existían.

3. En nuestras leyes está registrado el caso de uno de los fundadores de nuestra nación, y de
los muy admirados por su sabiduría, que juró "por el temor de su padre,2 hecho que se
recuerda, pienso yo, para provecho de los hombres venideros y para brindarles la necesaria
lección de que deben honrar a sus progenitores de la manera conveniente, amándolos como a
benefactores y reverenciándolos como a soberanos establecidos por la naturaleza; y también
de que no deben darse a usar el nombre de Dios a la ligera.
2
Gen. XXXI, 53.

4. Merecen, asimismo, nuestra aprobación aquellos que, forzados en alguna ocasión a jurar,
con sus dilaciones, lentitud y vacilaciones dan lugar a que recelen no solo los simples
espectadores, sino también los que les exigen el juramento. Tienen, en efecto, la costumbre de
exclamar: "Sí, por..." o "No, por...", sin añadir nada más, de modo que merced a la sugestiva
interrupción no llega el juramento a concretarse claramente.

5. Pero puede, también, quien así lo deseare, mencionar a continuación, no, por cierto, a la
suprema y primera Causa, pero sí a la tierra, al sol, a las estrellas, al cielo, al mundo todo,
como que se trata de cosas merecedoras de la más alta consideración, y de una jerarquía
superior a la nuestra en la creación, y que, además, por designio del Creador permanecen
eternamente sin envejecer.

6. II. Hay, en cambio, quienes proceden con tan grande ligereza-y precipitación, que, saltando
por encima de todas las cosas de la creación, osan remontarse con la palabra hasta el Creador
y Padre de todas las cosas, sin examinar previamente si los lugares son profanos o
consagrados, si las ocasiones son apropiadas, si ellos mismos son puros de cuerpo y alma, si
los asuntos son de importancia y si lo que se persigue es necesario; y mezclándolo, por el
contrario, todo "con manos no lavadas",3 como dice el pasaje; cual si, por el hecho de que la
naturaleza les laya proporcionado la lengua, debieran usarla sin control ni freno para lo que no
es lícito.

172
3
Filón proverbializa la expresión que se lee en Ilíada VI, 266: "Temo hacer una libación en
honor de Zeus con las manos sin lavar".

7. Siendo ella el más excelente de los instrumentos, el que confiere claridad de expresión a
esos grandes benefactores de la vida humana y origen de confraternidad que son la voz y la
palabra, deberían emplearla para manifestar la dignidad, majestad y bienaventuranza de la
Causa de todas las cosas.

8. De hecho, a tal punto llega la impiedad de éstos, que, trátese de lo que se tratare,
pronuncian las más imponentes invocaciones, y no se ruborizan de echar mano a nombre tras
nombre, a montones, pensando que, con multiplicar sin interrupción juramentos y más
juramentos, asegurarán un feliz resultado a lo que se traen entre manos. Y bien necios que
son. Porque, para la gente sensata, el mucho jurar no es señal de buena fe sino de falta de ella.

9. III. Sin embargo, si alguno se viere absolutamente forzado a jurar y el juramento se refiere
a un asunto cualquiera que no esté prohibido por la ley, ha de confirmar su juramento con
toda su fuerza y con todos sus recursos, sin que nada le impida llevar a cabo lo decidido; muy
especialmente si su juramento ha sido pronunciado cuando se hallaba capacitado para razonar
y con mente sobria, y no cuando su inteligencia hubiere estado perturbada por salvajes
arrebatos, frenéticos amores e incontrolables apetencias, al punto de no tener noción de lo que
decía y hacía.

10. Porque, ¿qué es mejor que el no mentir en toda nuestra vida, y sobre todo si se toma a
Dios por testigo? 4 Porque un juramento no es otra cosa que tomar a Dios por testigo a
propósito de un asunto controvertido; y el invocar a Dios para algo no verdadero es el más
impío de todos los procederes.
4
Como en el caso de fuerza mayor que acaba de considerarse.

11. Hacer esto es como gritar abiertamente, aun cuando aparentemente se guardare silencio:
"Te uso a Ti como velo para disimular mi iniquidad. A mí me avergüenza aparecer
delinquiendo; sé Tú mi cómplice; asume Tú por mí la responsabilidad de mi villanía. Soy un
transgresor, pero me interesa no pasar por hombre malvado; Tú, en cambio, no haces caso de
la opinión de la gente, y Te tiene sin cuidado que hablen bien de Ti". Decir o pensar tales
cosas es en extremo impío. Al oírlas, hubiéranse irritado no solo Dios, que está libre de todo
género de maldad, sino incluso un padre o un extranjero para quien el sabor de la virtud fuera
del todo desconocido.

12. Todos los juramentos, pues, deben, como he dicho, ser cumplidos siempre que se refieran
a asuntos nobles y convenientes para el mejoramiento de las cosas privadas y públicas, y
tengan por guías a la sensatez, la justicia y la piedad. IV. Y en la misma línea de los
juramentos están los perfectamente legales votos formulados a propósito de bienes presentes o
esperados. Cuando, empero, los juramentos obedecen a los propósitos opuestos, es una
impiedad el cumplirlos.

13. Porque hay quienes, en cuanta ocasión se les presenta, juran llevar a cabo robos,
sacrilegios, destrucciones y adulterios, causar heridas, asesinar y cometer otras iniquidades
semejantes; y lo hacen con toda diligencia, poniendo como pretexto el haberlo jurado; como si
para Dios no fuera mejor y más grato el que se abstuvieran de cometer iniquidades que el
cumplimiento de sus juramentos. La justicia y toda virtud son ley de nuestra nación y norma
establecida desde antiguo. ¿Y qué otra cosa son las leyes y las normas establecidas sino

173
sagradas palabras de la naturaleza, que poseen como condición intrínseca el ser firmes y fijas,
de modo que en nada difieren de los juramentos?

14. Sepa, pues, todo el que obra mal porque ha jurado hacerlo, que no solo ha jurado de mala
fe, sino además ha violado un juramento merecedor de total y celosa observancia, mediante el
cual la naturaleza pone su sello en lo que es noble y justo. Porque 5 lo que hace es agregar a
unas culpas otras culpas, es decir, acciones ilegales a juramentos formulados con indebidos
propósitos, que mucho mejor hubiera sido no pronunciar.
5
Es decir, tenga presente esto, porque...

15. Absténgase, por lo tanto, de obrar injustamente, y suplique a Dios, para que El, haciéndolo
partícipe de Su poder misericordioso, le perdone por lo que ha jurado imprudentemente.
Porque sería imbecilidad e irremediable locura escoger males dobles, pudiendo liberarse del
peso de la mitad de ellos.

16. Existen, asimismo, quienes o por una excesiva misantropía que ha hecho que su naturaleza
se torne rebelde a la convivencia y al trato con los demás; o impelidos por la cólera que los
domina cual opresora soberana, confirman la rudeza de sus temperamentos con un juramento.
Afirman éstos que no aceptarán a tal o cual persona como compañero de mesa o de morada, o
que, asimismo, no darán a una determinada persona ayuda alguna ni aceptarán nada de ella
hasta el fin de sus días. A veces persisten en su intransigencia hasta más allá de la muerte,
estableciendo en sus testamentos que ni siquiera se les proporcionen los ritos establecidos por
la ley a sus cuerpos, ya cadáveres.

17. A éstos les recomendaría yo, como a los anteriores, que aplaquen a Dios con súplicas y
sacrificios, a fin de hallar el necesario remedio para las enfermedades de sus almas,
enfermedades que ningún hombre es capaz de curar.

18. V. Otros son jactanciosos, inflados de presunción; y entienden, sedientos de


encumbramiento, que han de dejar de lado todo cuanto conduce a una moderada y sumamente
provechosa forma de vida; y, si alguien los exhorta para que moderen la rebeldía de sus
deseos, toman la exhortación por insolencia, y, haciendo caso omiso de los aconsejantes, se
precipitan en una vida de lujuria, tomando a risa y chacota los nobles y, a la vez,
provechosísimos consejos de la sabiduría.

19. Y, si se da el caso de que cuenten con una abundancia inagotable de recursos, sellan con
juramentos el uso y disfrute de todo cuanto les permite vivir suntuosamente. Me remito a un
ejemplo. No hace mucho, el dueño de una no pequeña fortuna, muy aficionado a una forma
disipada y disoluta de vida, como una persona de edad, pariente o viejo amigo de la familia,
según tengo entendido, le reprochó, hallándose con él, y lo exhortó a trocar tal manera de
vivir por otra más digna y moderada, se disgustó desmedidamente por la exhortación, y,
replicando resentido, juró que, mientras poseyera sus ingresos y recursos, no haría cosa
alguna conducente a moderar sus gastos, ni en la ciudad ni en el campo, ni navegando ni en
las marchas a pie; y que, por el contrario, siempre y en todas partes haría demostración de su
riqueza. Evidentemente, esto, más que una demostración de riqueza, lo es de fanfarronería y
de intemperancia.

20. Y, sin embargo, no son pocos los casos de investidos de altos cargos y dignidades que,
poseyendo recursos abundantísimos e ingresos inagotables, como si la riqueza fluyera hacia
ellos incesantemente de una fuente perenne, con todo, se inclinan a usar a veces las mismas

174
cosas que usamos también nosotros los pobres: copas de barro, panes cocidos en el asador, sin
otro agregado que aceite, queso y verduras; una túnica y una camisa de delgada tela en
verano, y una manta irrompible y espesa en invierno, y el suelo por ocasional lecho, sin querer
saber nada de las camas de marfil o de las fabricadas con concha de tortuga, o de oro, ni de
los cubrecamas ornados con motivos florales, ni de los vestidos teñidos de púrpura, ni de los
pasteles de miel refinados hasta el exceso, ni de los derroches de los convites.

21. La razón de esto es, a mi juicio, no solo el hecho de que se hallen dotados de una feliz
naturaleza, sino también el haber participado desde los primeros años de su vida en una
acertada educación. Ésta les ha enseñado a estimar la condición de ser humano más que la de
gobernante; y, afincada en sus almas, les recuerda casi a diario su humana naturaleza, aleján-
dolos de los pensamientos soberbios y vanidosos, moderándolos, y curando con igualdad su
desigualdad.

22. Y, de ese modo, ellos han llenado sus estados de prosperidad, abundancia, buena
legislación y paz, brindándoles todos los bienes sin excepción, liberalmente, con prodigalidad
y sin escatimarlos. Estas y las semejantes a éstas, ciertamente, son las obras propias de los
nobles y verdaderos gobernantes.

23. Las otras, en cambio, son las de los advenedizos de la riqueza, llegados a la opulencia por
algún capricho de la suerte; los que no conocen ni en sueños la verdadera riqueza, la riqueza
con visión,6 la constituida por la perfección en las virtudes y las acciones conformes con ellas;
y admiran las cosas que no merecen consideración alguna, en tanto que se burlan de las que
son naturalmente merecedoras de honor. Nada suave es el reproche con que la sagrada palabra
censura los inoportunos juramentos de éstos. Es que se trata de gente de difícil purificación y
rebelde a toda curación, al punto de que ni siquiera a juicio de la generosa naturaleza de Dios
merecen indulgencia.
6
Ver Sobre las leyes particulares I, 25.

24. VI. La ley no ha permitido a las doncellas y esposas la decisión plena acerca de sus votos;
como que ha establecido que en el caso de las doncellas sus padres tendrán la autoridad sobre
el cumplimiento o anulación de los juramentos, y en el caso de las esposas que sean sus
maridos los arbitros al respecto.7 Y con razón seguramente, ya que las primeras, a causa de su
juventud, no conocen el valor de los juramentos; de modo que necesitan de quienes decidan
por ellas; en tanto que las otras juran a menudo por ligereza cosas que no habrán de convenir
a sus esposos; por lo que se ha concedido a éstos la facultad de ratificar lo jurado o hacer lo
contrario.
7
Núm. XXX, 4 y ss.

25. En cuanto a las viudas, no deben jurar apresuradamente,8 puesto que, no teniendo quienes
intercedan por ellas, ni esposos por haber sido separadas de ellos, ni padres pues los
abandonaron cuando partieron hacia el nuevo hogar para casarse, forzosamente sus
juramentos mantienen su vigencia, como resultado de esa carencia de protectores.
8
Núm. XXX, 9 y ss.

26. Si alguno, sabiendo que una persona ha violado un juramento, y, atendiendo más a la
amistad, a la vergüenza o al temor que a la piedad, no formulare la acusación y la condujere
ante un tribunal, será pasible de la misma pena que el perjuro, ya que el solidarizarse con
quien delinque en nada difiere del delinquir mismo.9
9
Lev V, 1.

175
27. Los castigos por perjurios proceden unos de Dios, y otros de los hombres. Los más altos y
mayores son los que proceden de Dios, pues Él no se muestra generoso con los que cometen
tal impiedad, sino permite que continúen para siempre en su irremediable impureza. Y ello es
lo justo y conveniente, entiendo yo. Porque, ¿qué tiene de extraño que quien ha ignorado a
Dios sea, a su vez, ignorado, cosechando lo mismo que siembra?

28. Los castigos procedentes de los hombres son diferentes: o la muerte o los azotes. Las
personas de mayor calidad y de piedad sobresaliente insisten en la aplicación de la pena de
muerte; en tanto que aquellos cuya indignación es menos fuerte azotan con un látigo a los
culpables en lugar público y a la vista de todos, por orden de las autoridades. Aunque, excepto
para las personas de servil naturaleza, los azotes constituyen un castigo no inferior a la
muerte.

29. VII Tales son, consideradas literalmente, estas prescripciones. Pero, además, es posible
interpretar alegóricamente aquellas partes que admiten ser examinadas a través de símbolos.
Y así, conviene que tengamos presente que la recta razón de la naturaleza posee
conjuntamente el poder de padre y el de esposo, aunque con sentidos diferentes. El poder de
esposo, porque, como en una tierra fértil, deposita en el alma la simiente de la virtud; el de
padre, porque es propio de ella engendrar buenos propósitos y nobles y meritorias acciones; y,
habiéndolos producido, los nutre con el agua de las verdades que la educación y la sabiduría
proporcionan.

30. A su vez, la inteligencia aseméjase, por una parte, a una doncella, y por otra, a una mujer,
o bien viuda o bien unida todavía a un esposo. Como doncella, la inteligencia se conserva
pura e incorruptible ante los placeres y las concupiscencias, así como ante esas insidiosas
pasiones que son las penas y los dolores; habiéndose reservado la función de protector de ella
el padre que la engendró. El cuidado, en cambio, cuando convive, como una esposa, con la
cultivada razón regida por la virtud, comprométese a tomarlo a su cargo esta misma razón,10
la que, como un esposo, engendra en ella pensamientos excelentes.
10
Recuérdese que lógos = razón, es masculino y tales circunstancias gramaticales pesan
decisivamente en la asignación de papeles alegóricos por Filón.

31. Pero, si el alma se halla privada de su vínculo de filiación con la sensatez o de su vínculo
matrimonial con la recta razón, enviudada de los bienes supremos y abandonada por la
sabiduría, por haber preferido una vida culpable, deberá ser responsable de las decisiones que
ha tomado por sí misma, ya que no cuenta con la sabia razón para que remedie sus errores, ni
como esposo que convive con ella, ni como padre que le dio el ser.

32. VIII. En el caso de aquellas personas que han hecho voto de ofrendar no solo sus bienes o
parte de ellos, sino además sus propias personas, la ley 11 ha determinado una escala de
valores, no ateniéndose a la belleza o la estatura o alguna característica de esa especie, sino
partiendo de una tasación uniforme y distinguiendo solamente los hombres de las mujeres y
los niños de los adultos.
11
Lev. XXVII, 2 a 8.

33. Manda, en efecto, que el correspondiente valor desde los veinte a los sesenta años sea de
doscientas dracmas, en monedas de plata pura, para el hombre, y de ciento veinte para la
mujer; desde los cinco a los veinte años, de ochenta para los varones, y de cuarenta para las
mujeres; desde la tierna infancia hasta los cinco años, de veinte para el varón, y de doce para

176
el sexo femenino; y para los que han vivido más de sesenta años, de sesenta para los ancianos
y de cuarenta para las ancianas.

34. La igualdad 12 que se ha establecido entre los varones correspondientes a cada edad, e
igualmente entre las mujeres, obedece a tres razones de muchísimo peso. Una es que el valor
del voto es igual y similar si lo formula una persona de gran importancia que si lo hace una de
modesta condición. La segunda es que no sería apropiado que los que ofrecen votos
estuvieran sujetos a las mismas contingencias que los esclavos, los que por las buenas
condiciones y la belleza de sus cuerpos son bien tasados, y en caso contrario vendidos a vil
precio. La tercera, la más convincente, es que, así como nosotros sentimos estima por la
desigualdad, Dios la siente por la igualdad.
12
En cuanto a pasar por alto las diferencias de posición, belleza y complexión física.

35. IX. Estas son las estimaciones determinadas por la ley con relación a los seres humanos;
las relativas a los animales, a su vez, son las siguientes.13 Si alguien separa un animal de su
rebaño, y éste es un ejemplar puro de una de las tres especies que han sido asignadas a los
sacrificios: o buey o cordero o cabra, debe sacrificar dicho animal sin sustituir por uno mejor
uno peor ni viceversa. Porque no es con la abundancia de carnes o grasa de animales con lo
que se complace Dios, sino con la irreprochable intención del autor del voto. Pero, si hiciere
una sustitución, deberá sacrificar dos animales en vez de uno: el original y el sustituto.
13
Lev. XXVII, 9 a 13.

36. Si el voto fuere de ofrecer un animal de los no puros, quien lo formuló deberá conducirlo
ante el sacerdote de más alta reputación, el cual habrá de tasarlo sin sobrepasar el valor real, y
agregará al precio estimado un quinto, a fin de que, en caso de tenerse que sacrificar en lugar
de dicho animal uno puro,14 éste no sea de un valor inferior al correspondiente; y además,
para avergonzar al autor del voto por haberlo formulado sin discernimiento, pienso yo,
suponiendo, en un extravío de su inteligencia y dominado por la pasión, que en ocasión como
ésta un animal impuro es puro.
14
En el texto bíblico no aparece contemplado el caso de que se determine sustituir el ejemplar
no sacrificable por otro aprobado por la ley. Tal vez fuera una opción a cargo del oferente el
determinar si la suma se destinaría a cualquier fin de culto o exclusivamente a pagar un
ejemplar de animal puro para llevar a cabo el sacrificio.

37. Si lo ofrendado resulta ser una casa, 15 el oferente deberá recurrir también a su tasación a
cargo de un sacerdote; pero la suma que habrá de pagarse variará según los compradores. Si el
que formuló el voto prefiere rescatar la casa, deberá acrecentar la paga en un quinto, en
castigo por dos cosas malas: su ligereza y su avidez; ligereza puesta en evidencia en lo ofre-
cido en su voto, y avidez patente en su deseo de recuperar aquello a que antes había
renunciado. Si el comprador es otro, no pagará nada más que el valor exacto de la casa.
15
Lev. XXVII, 14 y 15.

38. Quien hubiere formulado un voto no deberá dejar pasar mucho tiempo para el
cumplimiento de su promesa.16 Sería ilógico, en efecto, que, mientras procuramos abreviar
plazos en nuestros acuerdos con los hombres, nos mostremos remisos respecto de lo que
convenimos con Dios, si bien Él de nada carece y nada necesita, convirtiéndonos a nosotros
mismos, por nuestra lentitud y tardanza, en convictos del más grande de los delitos: la falta de
consideración hacia Aquel cuyo servicio deberíamos considerar principio y fin de la felicidad.
Y es ya suficiente acerca de los juramentos y los votos.
16
Deut. XXIII, 21.

177
39. X. El siguiente mandamiento capital es el referente al sagrado día séptimo. Con él guardan
relación muchísimos asuntos de vital importancia: las clases de fiestas, las liberaciones cada
siete años de las personas libres por naturaleza que, por circunstancias adversas están en
servidumbre; las generosas actitudes de los prestamistas hacia los deudores, al eximir en el
séptimo año a sus connacionales del pago de las deudas; los descansos de la tierra de cultivo,
tanto en las llanuras como en las zonas altas, los que tienen lugar con intervalos de seis años;
y las leyes relativas al año quincuagésimo. La simple exposición de estos temas es suficiente
para perfeccionar en la virtud sin esfuerzo alguno a las personas de buen natural, y de tornar
más dóciles a los de temperamento rebelde y áspero.

40. Ahora bien, el papel del siete entre los números ha quedado descripto extensamente con
anterioridad:17 sus propiedades dentro de la década, su estrecha relación con el diez mismo y
el cuatro, origen y fuente este último del diez;18 cómo la suma de los sucesivos números de
uno a siete da veintiocho,19 número perfecto, igual a la suma de sus factores;20 cómo, llevado
el siete a una progresión geométrica, produce un número que es cubo y cuadrado al mismo
tiempo;21 y cómo su estudio pone de manifiesto otras innumerables excelencias que de él
derivan, y acerca de las cuales no es ocasión ésta de extenderse. En cambio, hemos de
examinar cada uno de los temas especiales propuestos,22 relacionados con este mandamiento
capital, comenzado por el primero, que, como dijimos, es el relativo a las fiestas.
17
Ver Sobre la creación del mundo 90 a 127.
18
De la vinculación del siete con el diez nada se dice en Sobre la creación del mundo. Al
cuatro lo vincula al hecho de que 3 + 4 es igual a 7; y es fuente del diez porque 1 + 2 + 3 + 4
es igual a 10.
19
1+2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28.
20
1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28.
21
Por ejemplo, 64, que es el séptimo término de una progresión geométrica de razón 2, a
partir de la unidad (1|2|4|8|16|32|64), es igual a 82 y 43; y 729, que es el séptimo término de
una progresión geométrica de razón 3 a partir de la unidad (1|3¡9|27|81|243|729), es igual a
272 y 93.
22
En el parágrafo 39.

41. XI. Pues bien, las fiestas registradas en la ley son diez en total. La primera, cuya mención
asombrará quizá a alguno, es la fiesta de cada día; la segunda es la del séptimo día, al cabo de
seis intermedios, día que los hebreos llaman sábado en su lengua tradicional. La tercera es la
del novilunio, que sigue a la conjunción de la luna nueva; la cuarta, la de la travesía, fiesta
llamada Pascua; la quinta, la de la ofrenda de las primeras espigas o sagrada gavilla; la sexta,
la de los ácimos: tras la cual viene la que es verdaderamente,23 séptima, la fiesta de las
semanas. La octava es la del día de mes sagrado; la novena, la del ayuno; y la décima, la de
los tabernáculos, la que marca el fin de las fiestas del año, concluyéndolas en un número
perfecto, el diez. Comencemos por la primera.
23
Verdaderamente séptima, porque además de serlo en el orden de las fiestas, lo es por su
nombre, ya que hebdómé — séptima y séptimo día (sobrentendido héméra = día), está
vinculado etimológicamente con hebdomás = número siete y semana.

42. XII. La ley registra cada día como una fiesta, adecuándose así a la irreprochable vida de
los hombres piadosos, que ajustan su conducta a la naturaleza y a las normas de ésta. Y por
cierto que, si los vicios no hubieran sobrepasado en crédito y sometido a su dominio a los
pensamientos acerca de las cosas provechosas, desalojándolos del alma de cada uno de
nosotros; si, por el contrario, las fuerzas de las virtudes hubieran permanecido invictas para

178
siempre, el tiempo que va desde el nacimiento hasta la muerte sería una única e ininte-
rrumpida fiesta, y tanto las moradas como las ciudades, estarían todas llenas de todos los
bienes, gozando tranquilamente de las cosas, sin peligros ni trabas. Pero la realidad es otra:

[43] los abusos y los ataques que tanto los hombres como las mujeres maquinan contra sí
mismos y contra otros, han abierto brechas en la continuidad de esa regocijante alegría. Una
clara prueba de lo que digo es la siguiente.

44. Todos cuantos entre los helenos y los no helenos cultivan la filosofía viven una vida libre
de toda censura o culpa, sin aceptar nada que viole o menoscabe la justicia; rehuyen la
compañía de los entrometidos, y evitan los lugares en los que éstos gastan su tiempo, vale
decir, los tribunales, los consejos, las plazas, las asambleas y, en general, todo sitio donde
haya una fiesta o reunión de hombres superficiales.

45. Ellos anhelan una vida sin conflictos y en paz; son excelentes observadores de la
naturaleza y de cuanto hay en ella, y escrutan la tierra, el mar, el aire, el cielo y las especies
que los habitan, acompañando con sus inteligencias las revoluciones de la luna, del sol y del
coro de los demás astros errantes y fijos. Con sus cuerpos asentados aquí abajo sobre la tierra,
ponen alas a sus almas para poder atravesar la región etérea y contemplar con detención las
potencias allí residentes, como corresponde a quienes han llegado a ser verdaderos ciudadanos
del mundo; y consideran que el mundo es un estado, cuyos ciudadanos son los que cultivan la
sabiduría, siendo la virtud quien los registra como tales, ya que a ella la universal comunidad
ha confiado la función de presidirlo.

46. XIII. Plenos de nobleza de espíritu, habituados a desdeñar los males del cuerpo y los que
proceden de las cosas exteriores, ejercitados en mirar con indiferencia lo indiferente, prestos
para el combate contra los placeres y concupiscencias, con ánimo dispuesto para estar en todo
momento por sobre las pasiones en general, experimentados en derribar con todas sus fuerzas
la muralla que éstas les oponen, e indoblegables ante los embates de la suerte por haber
calculado con anticipación sus ataques; ya que el anticiparse torna más leves las más graves
adversidades, pues la inteligencia no se halla ya ante nada novedoso en los sucesos, sino los
recibe sin darles importancia, como asunto viejo y familiar; en esas condiciones es natural que
tales hombres, regocijados por sus virtudes, vivan toda la vida como una fiesta.

47. Es cierto que su número es pequeño, apenas una brasa de la sabiduría conservada al
rescoldo en las distintas ciudades para que no se extinga y apague completamente en el género
humano la virtud.

48. Pero, si en todas partes los hombres hubieran pensado como estos pocos, y llegado a ser
como la naturaleza quiere que sean: irreprochables y sin culpas, amantes de la sensatez,
regocijados ante lo noble por la nobleza misma y convencidos de que en ella reside el único
bien, y de que las demás cosas son vasallas y esclavas, estando sujetas a su autoridad, plenas
de felicidad hubieran llegado a estar sus ciudades, libres por completo de todo aquello que
origina dolor y miedo, y llenas, en cambio, de las cosas que producen alegría y bienestar, de
modo que en ninguna circunstancia se interrumpiría su dichosa existencia y todo el ciclo de
cada año constituiría una fiesta.

49. XIV. En consecuencia, a juicio de la verdad ninguna persona ruin celebra fiesta alguna, ni
siquiera por brevísimo tiempo, ya que la atormenta la conciencia de sus faltas y se avergüenza
en el interior de su alma, aun cuando con su rostro aparente sonreír. Es que, ¿cómo puede

179
tener ocasión de verdadero regocijo quien abriga pésimas intenciones, hace de la demencia su
compañera de vida y usa fuera de propósito todo: lengua, vientre y órganos de la generación?

50. Con la primera, en efecto, divulga las cosas vedadas, que merecen callarse; con su gloto-
nería llena al segundo de mucho vino puro y cantidades desmedidas de viandas; y de los
últimos abusa para sumamente repugnantes arrebatos y uniones carnales ilícitas, no solo aten-
tando en su loco frenesí contra esposas de otros, sino manteniendo, además, relaciones
sexuales con jovencitos, a los que fuerza a adulterar el rasgo masculino de su naturaleza y a
trocarlo en una forma femenina, a fin de satisfacer una impura y maldita pasión.

51. Por este motivo Moisés, cuya grandeza todo lo abarca, viendo la belleza sin límites de la
verdadera fiesta, comprendió que la perfección de ésta se hallaba por sobre las posibilidades
de la humana naturaleza, y la consagró a Dios con estas textuales palabras: "las fiestas del
Señor".

52. Es que, reflexionando sobre la lamentable y aterradora condición de nuestra especie, y


sobre cómo está llena de infinitos males engendrados por las ambiciones del alma, así como
por las enfermedades del cuerpo, acrecentados por los vaivenes de la fortuna y los mutuos
ataques de los vecinos, los que infligen y padecen incontables daños, le costaba creer, y con
razón, que alguien arrastrado en tan grande mar de sucesos voluntarios e involuntarios, e
incapaz de hallar jamás la tranquilidad o de llegar con seguridad al puerto de una vida sin
peligros, pueda celebrar realmente una fiesta que no sea lo tal solo de nombre, sino de verdad,
vale decir, deleitándose y complaciéndose en la contemplación del mundo y de las cosas que
hay en él, con la compañía de la naturaleza, y con la correspondencia de las palabras con las
obras, y de las obras con las palabras.

53. De allí que no pudiera sino afirmar que las fiestas son solo de Dios, porque solo Dios es
feliz y dichoso, ajeno a todo mal, y está lleno de bienes perfectos, o más bien, si hemos de
hablar con propiedad, Él mismo es el bien; Él, que ha hecho llover los bienes particulares
sobre el cielo y la tierra.

54. Por ese motivo cierta fecunda inteligencia de remotos tiempos, habiéndose calmado en
ella las pasiones, sonrió preñada y rebosante de alegría;24 y, habiendo reflexionado consigo
misma que el alegrarse es privativo de Dios solamente, y que ella cometía una falta al usurpar
goces que están por sobre los seres humanos, cobró temor y rechazó la risa de su alma, hasta
que fue consolada.
24
Gen. XVIII, 11 a 15.

55. En efecto, Dios, en Su generosidad, desvaneció su temor ordenándole mediante una


revelación que reconociese que había reído; con lo cual quiso enseñarnos que la creatura no
ha sido privada totalmente de la alegría; pero, que existe, por una parte, la alegría sin mezcla,
completamente pura, en la que nada de la naturaleza opuesta tiene cabida, alegría exclusiva de
Dios; y, por otra, la que mana de aquella, mixta, combinada con pequeños pesares, mezcla
queel hombre sabio recibe como el mayor de los dones, siempre que en ella sean mayores los
ingredientes placenteros que los dolorosos. Y ya es bastante acerca de este asunto.

56. XV. Después de esta continua, incesante y eterna fiesta celébrase en segundo término la
del sagrado día séptimo, con un intervalo de seis días. Algunos la han llamado virgen, atentos
a su castidad sobresaliente.25 Estos mismos llámanla también la sin madre, es decir, la
engendrada solo por el Padre26 del universo, o sea, por la forma ejemplar del sexo masculino,

180
la que en nada participa del femenino. Se trata, en efecto, del más viril y robusto de los
números, excelentemente dotado por la naturaleza para el mando y la conducción. Algunos,
por su parte, le han dado el nombre de "momento oportuno",27 reconociendo a través de sus
manifestaciones sensibles la naturaleza del mismo en el orden intelectual.
25
Ver Sobre la vida de Moisés II, 210, Sobre la creación del mundo 100 y Sobre la herencia
de las cosas divinas 170.
26
Ibídem.
27
U ocasión propicia. El calificativo procede de los pitagóricos, según Aristóteles Metafísica
I, 5, 985 b.

57. En efecto, del número siete participan todas las cosas más excelentes del mundo sensible,
por las cuales se cumplen ordenadamente las estaciones del año y los retornos de los períodos
favorables. Me refiero a los siete planetas, la Osa, la Pléyade, los ciclos de la luna, según ésta
va creciendo y decreciendo, y las circunvoluciones, armoniosas y superiores a toda
descripción, de los demás cuerpos celestes.

58. Por su parte, Moisés, partiendo de una consideración más importante aún, lo llamó
"conclusión y perfección", al atribuir al número seis la creación de las partes del mundo, y al
siete su perfeccionamiento. El seis, en efecto, es un número bien proporcionado, resultado de
multiplicar el dos por el tres, factores éstos, masculino el impar, y femenino el par, que por
inmutables leyes de la naturaleza producen la generación de los seres.

59. En cambio, el siete es absolutamente sin mezcla, y, para hablar con toda propiedad, la luz
del seis, pues hizo patente que ya había alcanzado su plenitud todo aquello que el seis había
engendrado. Por eso, con razón puede ser llamado día natal del mundo,28 en el cual la obra del
Padre revelóse perfecta ya y compuesta de partes perfectas.
28
Ver Vida de Moisés I, 207 y II, 210.

60. Está mandado abstenerse en este día de todos los trabajos, y no porque la ley incite a la
holganza; que ella siempre nos habitúa a soportar las penurias y nos estimula al trabajo, en-
rostrando duramente a los que quieren estar ociosos y malgastar el tiempo, y a propósito de
esto establece expresamente que se debe trabajar durante seis días; sino a fin de procurar un
alivio a los ininterrumpidos e interminables trabajos, y renovar los cuerpos para afrontar una
vez más las mismas actividades, reparando sus fuerzas con descansos regularmente
distribuidos. Porque quienes se toman un respiro, no solo entre la gente común sino también
entre los atletas, reúnen fuerza, y con un vigor más poderoso aún soportan pronta y
pacientemente cada una de las tareas que han de ejecutar.

61. Empero, aunque la ley ha establecido que no se ha de trabajar corporalmente durante los
días séptimos, permitió llevar a cabo las actividades superiores, que son las aplicadas a las
revelaciones y doctrinas tocantes a la virtud. Nos estimula, en efecto, a que estudiemos en
esos días la filosofía, mejorando nuestra alma y la rectora inteligencia.

62. Por ello en los días séptimos permanecen abiertas en cada ciudad muchísimas escuelas de
sensatez, templanza, valentía, justicia y las demás virtudes, en las cuales los asistentes ocupan
sus asientos en orden, con tranquilidad, alerta los oídos y con atención suma, ansiosos de
beber la bebida de las palabras; y, poniéndose de pie una de las personas con experiencia,
expone los pensamientos más excelentes y provechosos para el futuro, mediante los que toda
la vida alcanzará positivos progresos.

181
63. Pero, entre las infinitas revelaciones y doctrinas particulares dos son, por así decir, las
supremas y capitales: la que apunta a Dios a través de la piedad y la santidad, y la que apunta
a los hombres a través de la humanidad y la justicia; cada una de las cuales divídese en
variados asuntos especiales, todos merecedores de alabanza.

[64] Estas prescripciones atestiguan que Moisés no permite que en ninguna ocasión estén
ociosos aquellos que aplican sus sagradas instrucciones. Por el contrario, como estamos
constituidos por un alma y por un cuerpo, asignó al cuerpo las obras que le son propias, y al
alma las que le competen; y fue su firme deseo que se mantuviesen prestos para relevarse
mutuamente, a fin de que, mientras el cuerpo trabaja, el alma repose; y, cuando el cuerpo se
tome su descanso,, el alma se aplique al trabajo; y de ese modo, las mejores formas de vida, es
decir, la dedicada a la reflexión y la aplicada a la actividad práctica, se alternen
reemplazándose entre sí, habiéndole correspondido a la vida activa el número seis como el
vinculado al servicio del cuerpo; y a la de reflexión el siete, para el conocimiento y el
perfeccionamiento de la inteligencia.

65. XVII. En tal día está vedado encender fuego,29 porque el fuego es considerado como el
principio y la simiente de las actividades que atañen a la vida, como que sin fuego no es
posible cumplir ninguno de los menesteres que proporcionan los elementos indispensables
para la existencia. Y consecuentemente, en la prohibición de uno solo, el más elevado e
importante de los instrumentos necesarios para las artes, en especial para las artesanías, va
implícita también la prohibición de los requeridos por las distintas clases particulares de
servicios.
29
Éx. XXXV, 3. Ver Vida de Moisés II, 119.

66. Pero, al parecer, a causa de los menos obedientes y más reacios a prestar atención a sus
mandatos, agregó Moisés a esta disposición las restantes,30 con lo que no solo exigió que las
personas libres se abstengan de trabajar los días sábados, sino concedió otro tanto a los
siervos y a las siervas, proclamando la dispensa de trabajos y poco menos que la libertad de
ellos al cabo de cada seis días, a fin de enseñar a unos y a otros una excelente lección.
30
Éx. XX, 10.

67. Esta lección es que los amos deben estar acostumbrados a realizar trabajos ellos
personalmente, sin aguardar los servicios y cuidados de los siervos, a fin de que en los
momentos difíciles que suelen sobrevenir a través de los cambios de las cosas humanas no
carezcan de ánimo, a causa de su falta de hábito en el trabajo personal, para llevar a cabo por
sí mismos los forzosos menesteres; y por el contrario, empleando con suficiente diligencia las
partes de su cuerpo, trabajen con vigor y sin dificultad. En cuanto a los siervos, la enseñanza
es que no deben renunciar a la esperanza de mejor suerte; antes, teniendo en el descanso al
cabo de cada seis días como una brasa de libertad latente, deben aguardar su completa
liberación, siempre que continúen siendo siervos útiles y afectos a sus amos.

68. Por otra parte, del hecho de que las personas libres tomen a su cargo alguna vez los
menesteres propios de los siervos, y de que los siervos alcancen a compartir la dispensa de
trabajar resultará un progreso de la vida humana hacia la suma perfección en la virtud, pues
tanto los aparentemente distinguidos como los de más oscura condición tienen presente la
igualdad y pagan unos a otros la deuda a que están obligados.

69. Pero, no solo a los siervos ha concedido la ley el descanso de los días séptimos, sino
también a las bestias,31 no obstante que, mientras los siervos son libres por naturaleza, ya que

182
ningún hombre es naturalmente esclavo, los animales irracionales, en cambio, llevan
inherente la condición de esclavos, pues han sido destinados al uso y servicio de los hombres.
Mas, aunque es forzoso que acarreen cargas y sobrelleven trabajos y fatigas para beneficio de
sus propietarios, con todo, les alcanza también el descanso de los días séptimos.
31
Éx. XX, 10 y Deut. V, 14.

70. ¿Y qué necesidad hay de recordar el resto de las prescripciones? Ni siquiera el buey, que
está para realizar las tareas más necesarias y útiles para la vida humana, como son el arado,
cuando la tierra es preparada para la siembra; y luego la trilla, cuando las espigas son
recogidas para la purificación de los frutos; ni siquiera él es atado al yugo ese día y participa
de la fiesta del nacimiento del mundo. De ese modo, pues, la santidad de este día se extiende a
través de todas las cosas.

71. XVII. Tan grande reverencia atribuye al séptimo día el legislador, que todas las demás
cosas que participan 32 de él, son objetos de su estima. Así, por ejemplo, establece la
cancelación de las deudas cada siete años perpetuamente,33 velando de esa manera por los
pobres, y estimulando a los ricos a la generosidad hacia el prójimo, a fin de que, cediendo una
parte de sus propiedades a los pobres, puedan esperar recibir también ellos beneficios, si les
sobreviniere algún revés de fortuna: Muchas son las humanas vicisitudes, y la vida no
permanece anclada en los mismos puertos, sino tórnase en contrarias direcciones cual ines-
table viento.
32
Participación por la común medida, es decir, el número siete; como que, según los casos
tratados a continuación, todas las situaciones a que aquí se alude se dan en o al cabo de siete
años o un conjunto de septenios.
33
Deut. XV, 1 a 3.

72. Hermoso sería, pues, que la liberalidad de los acreedores alcanzara a todos los deudores.
Pero, como no todos son naturalmente inclinados a la magnanimidad, y no faltan quienes
viven sometidos a las riquezas o quienes no disponen de recursos abundantes, el legislador
consideró que también éstos deben ofrecer su aporte, pero sin que hacerlo les cause
pesadumbre.

73. No les permitió, en efecto, exigir el pago de las deudas a sus connacionales, pero sí
recobrar lo prestado a los demás.34 Llamó acertadamente hermanos a los primeros para que,
considerándolos hermanos y coherederos por naturaleza, ninguno tuviera a mal darles parte de
sus propios bienes; en tanto que a los que no son de su misma nación los llamó, como es
natural, extraños, condición que excluye toda coparticipación, salvo que también ella se
convierta merced a sobresalientes virtudes en íntima familiaridad, ya que, en suma, la
ciudadanía común reside en las virtudes y en las leyes que proponen la belleza moral como
único bien.
34
Deut. XV, 3.

74. Ahora bien, el prestar sobre interés es un acto reprobable,35 como que recibe un préstamo
sobre interés no quien vive en la abundancia, .sino, evidentemente, quien pasa necesidades; el
cual, si se ve forzado a pagar además del capital los intereses, por fuerza vendrá a quedar en la
suma indigencia; y, aunque piensa que ha recibido un beneficio, no tarda, como los animales
poco astutos, en sufrir el daño de la trampa que tiene ante sí.
35
Éx. XXII, 25, Lev. XXV, 33 a 37 y Deut. XXIII, 19.

75. Yo te diría, señor prestamista, ¿por qué disimulas tu falta de espíritu de cooperación

183
obrando como si cooperases? ¿Por qué con las apariencias haces profesión de servicial y
filántropo, si en las obras evidencias inhumanidad y maligna falta de consideración, al exigir
más de lo que has dado, a veces el doble, convirtiendo al pobre en más pobre aún?

76. He ahí por qué nadie te acompañará en tu dolor si alguna vez, empeñado en aumentar tus
ganancias, pierdes también tu capital; antes, todos se alegrarán y te llamarán extorsionador,
usurero y otras cosas parecidas, convencidos de que vives al acecho de los males ajenos y
juzgas la desdicha de otros como buena suerte para ti.

77. El vicio, como dijo alguien, 36 es ciego; y el prestamista no escapa a esta regla, y no
alcanza a ver el tiempo de la reparación, en el que habrá de resultarle difícil o del todo
imposible obtener aquello que en su codicia esperó alcanzar.
36
Desconocemos quién es el autor de la expresión.

78. Un hombre así debe, por lo tanto, sufrir el castigo por su avaricia, a fin de que no trafique
con la desventura ajena, percibiendo rentas de donde no corresponde. En cuanto a los
deudores, débeseles reconocer el derecho al trato humanitario que las leyes garantizan, y no
han de pagar intereses ni simples ni compuestos, limitándose a devolver la suma recibida
solamente. Cierto es que ellos, a su vez, si la ocasión llega a presentarse, les brindarán la
misma ayuda en retribución, correspondiendo con los mismos beneficios a los que fueron
primeros en beneficiar.

79. XVIII. Establecidas estas disposiciones, registra a continuación el legislador una ley plena
de dulzura y humanidad,37 la que dice así: "Si se vendiere a ti uno de tus hermanos, será tu
siervo durante seis años; pero en el séptimo debe ser dejado libre sin que deba pagar por ello".
37
Deut XV, 12 y Éx. XXI, 2.

80. Otra vez ha llamado hermano al compatriota, sembrando en el alma del propietario
mediante este calificativo la idea de su estrecho vínculo con el subordinado, a fin de que no lo
menosprecie cual si se tratara de un extranjero carente de todo atractivo capaz de despertar su
afección hacia él; y de que, experimentando por anticipado un sentimiento de amor familiar,
fruto de la enseñanza que la sagrada ley revela, no sienta resentimiento al aproximarse la
liberación del mismo.

81. Sucede, en efecto, que a tales personas las llamamos esclavos, pero,,en realidad, se trata
de jornaleros, que prestan servicios para procurarse las cosas necesarias, aunque muy a
menudo algunos hacen alarde de poseer un poder y una autoridad absolutos sobre ellos.

82. A estos tales es preciso calmarles sus ínfulas repitiéndoles aquellas excelentes directivas
de la ley: 38 El llamado esclavo es, amigo mío, un servidor asalariado, y también un ser
humano, unido a ti por el más alto parentesco, y además procedente de tu misma nación, y
quizá de tu misma túbu y derno,39 aunque reducido por una situación de apremio a lo que
actualmente representa.
38
Deut. XV, 12 a 18.
39
Subdivisiones de ia población alejandrina.

83. Arranca, por lo tanto, de tu alma el insidioso mal de la arrogancia; y trátalo como a un
trabajador asalariado, dándole tú unas cosas y recibiendo de él otras. Él te proporcionará con
diligencia suma sus servicios en todo momento y lugar, sin posponer nada; anticipándose a tus
órdenes con rapidez y celo. Tú, por tu parte, debe? darle a cambio los alimentos, el vestido y

184
los restantes cuidados, sin ponerlo bajo el yugo, como a un irracional animal, ni agobiarlo con
cargas más numerosas y pesadas que las que pueda sobrellevar, ni insultarlo, ni arrastrarlo a
penosos desalientos: con amenazas y apremios; y dándole, en cambio, tiempos libres y
descansos eri justa medida. Porque aquello de "nada en exceso" 40 es excelente en todas las
circunstancias, y en especial en las relaciones entre amos y siervos.
40
Expresión proverbial reproducida por Teognis 335 y otros autores.

84. Cuando, empero, hayas sido servido por la totalidad del tiempo que corresponde, es decir,
seis años, y el sacratísimo número, o sea, el séptimo año, esté a punto de comenzar, deja ir
libre a quien lo es por naturaleza, y dale su recompensa, no con titubeos,41 noble amigo, sino
regocijado de haber alcanzado la ocasión de beneficiar a la más alta de las creaturas vivientes,
el hombre, y en algo de máxima importancia, puesto que para un esclavo ningún bien es más
importante que lograr la libertad.
41
Deut. XV, 18.

85. Y alégrate también de aumentar liberalmente con bienes tuyos el beneficio, proveyéndolo
para su nuevo rumbo con algo de cada una de las partea de tu propiedad.42 Será, en efecto, un
título de honor para ti el que no abandone tu morada envuelto en la indigencia, sino bien
provisto de recursos para afrontar sus necesidades, a fin de que no lo reduzca de nuevo la
pobreza a su pasada desgracia, viéndose obligado a ser esclavo por carecer de medios de vida,
con lo que quedaría anulado el beneficio recibido de ti'. Y ya es bastante acerca de los
indigentes.
42
Deut. XV, 13.

86. XIX. Manda a continuación el legislador dejar el país en barbecho durante el séptimo
año;43 y por muchas razones. En primer lugar, para que la exaltación del número siete se
extienda a todas las medidas del tiempo: los días, los meses y los años. Cada séptimo día, en
efecto, es día sagrado, el llamado sábado entre los hebreos; y de los meses al séptimo le ha
correspondido la fiesta más importante del año; de modo que es natural que también el
séptimo año haya sido distinguido mediante la participación en la dignidad inherente a ese
número.
43
Éx. XX11I, 11 y Lev. XXV, 2 y ss.

87. La segunda razón es la siguiente. No persigas, nos dice el legislador, el lucro permanente;
antes, acepta voluntariamente determinada pérdida, a fin de que, si alguna vez te sobreviniere
el daño contrario a tu voluntad, fácilmente lo sobrelleves, y no desesperes sin poder soportarlo
como si se tratase de un mal novedoso y extraño para ti. Tan pobres de espíritu son algunos
ricos, que basta que les sobrevenga una dificultad económica, para que se lamenten y
desalienten más que si se vieran privados de toda su fortuna.

88. En cambio, entre los familiarizados con las enseñanzas de Moisés, todos aquellos que son
sus legítimos discípulos, ejercitados desde los primeros años de su vida en nobles hábitos, al
dejar sin cultivar también la tierra fértil, se acostumbran a sobrellevar la escasez sin dificultad;
y habiéndoseles inculcado al mismo tiempo el sentimiento de la magnanimidad, están
habituados a dejar escapar casi de sus mismas manos con deliberado propósito aun las fuentes
seguras de recursos.

89. Lo que en tercer lugar nos sugiere, creo yo, es lo siguiente: a nadie le está permitido
absolutamente oprimir a otros hombres con una carga agobiante. Porque, si a las distintas
partes de la tierra, las que por naturaleza están al margen del placer y del dolor, se les debe

185
conceder descanso, ¿cómo no se les habrá de conceder otro tanto, y con mayor razón, a los
hombres, los que no solo poseen sensibilidad, la que es común a ellos y a los animales
irracionales, sino también, como un don especial, la razón, mediante la cual los sentimientos
dolorosos producidos por los trabajos y fatigas se estampan con representaciones mentales
que afectan más intensamente aún que las sensaciones.

90. Guárdense, pues, los llamados amos de imponer a sus esclavos obligaciones excesivas y
difíciles de soportar, obligaciones que postran a los cuerpos con su violencia, y abaten
fatalmente a las almas antes aún que a los cuerpos.

91. Impartid 44 sin resentimiento alguno órdenes moderadas, mediante las cuales vosotros
gozaréis de la atención adecuada, y vuestros servidores cumplirán fácilmente lo que les
mandéis, y sobrellevarán su servidumbre, no por corto tiempo, víctimas de prematuro
cansancio y envejecidos, podríamos decir, anticipadamente en medio de sus trabajos; sino por
el más largo tiempo posible, conservándose jóvenes, como atletas, y no de los que engordan
echando abundantes carnes, sino de aquellos que tienen por costumbre ejercitarse mediante
"secos sudores" 45 para la adquisición de cuanto es necesario y provechoso para la existencia.
44
Inesperado cambio de persona gramatical en el contexto exhortativo.
45
La expresión que se lee en Platón, Fedro 239 c, alude a los sudores que brotan en el
gimnasio por oposición a los que provocan los baños calientes. Filón la aplica al duro trabajo
de los humildes.

92. Y absténganse también los gobernantes de los estados de sumir a éstos en la desgracia con
contribuciones e impuestos permanentes y grandes, destinados a engrosar sus propias arcas; y
de guardar, juntamente con las riquezas, un tesoro de groseros vicios, que corrompen su vida
entera.

93. Escogen éstos, en efecto, con tal propósito como recaudadores de impuestos a hombres
sumamente despiadados y llenos de inhumanidad, y ponen a disposición de los mismos los
medios para sus extralimitaciones. Ellos agregan a su natural grosería la licencia que les
acuerdan las instrucciones de sus amos; y, resueltos a no perdonar recurso para procurar
agrado a aquellos, no ahorran procedimiento alguno de los más penosos, no conociendo, ni en
sueños, la misericordia y la benignidad.

94. Así pues, en procura de dinero todo lo trastornan y perturban, al punto de que no solo a los
bienes alcanzan sus exacciones, sino también a las personas, empleando en ello insultos,
ultrajes y novedosas formas de tortura, frutos de su brutalidad. Tengo referencias concretas de
algunos que, por su salvajismo y una demencia fuera de lo común, no se han detenido ni
siquiera ante los cadáveres, y han llegado a tal punto en su ferocidad, que se han atrevido a
golpear con látigos a los ya muertos.

95 Y, si alguno censuraba la crueldad sin límites de no permitir que ni siquiera la muerte, que
es la liberación y el verdadero termino de todos los males, preservara de afrentas a los que
estaban ya lejos, y de hacer que soportaran ultrajes en vez de recibir sepultura con los ritos
tradicionales; ellos recurrían a un alegato peor aún que la acusación, jactándose de que
ultrajaban a los muertos no por insultar un mudo e insensible polvo, cosa que consideraban
inútil, sino para mover a compasión a las personas vinculadas a aquellos por lazos de
parentesco o de amistad, y así estimularlos a proceder al rescate de sus cuerpos, ofreciéndoles
un postrer testimonio de afecto.

186
96. XX. ¡Oh los más viles de los hombres!, diríales yo a éstos, ¿no habéis aprendido
previamente la lección que enseñáis?46 ¿O sabéis mover a compasión a los demás, sin
perdonar los más crueles procedimientos para ello, pero habéis amputado de vuestra alma
todo sentimiento de bondad y humanidad? Y ello, a pesar de que no os faltan buenos guías,
nuestras leyes sobre todo, las que han dispensado incluso al país de aportar sus anuales
tributos, procurándole un período de respiro y descanso.
46
Alusión más o menos irónica a! modo de despertar en otros el noble sentimiento de la
compasión mediante el procedimiento descripto; pasando por alto el ulterior fin que los tales
se proponen al mover a compasión.

97. E! país, aunque aparentemente es una cosa sin vida, es puesto así en condiciones de
reponerse y retribuir el beneficio que ha recibido a título de presente y que ahora está ansioso
de compensar, En efecto, la dispensa que le ha cabido durante e! séptimo ano, en el que no ha
sido trabajado, permaneciendo completamente libre durante todo el ciclo anual, hace que al
año siguiente produzca gracias a su fertilidad frutos que duplican, y a veces multiplican, la
producción normal.

98. Aseméjase esto a lo que cabe observar que hacen los instructores con los atletas. Una vez
que los han preparado intensamente mediante sucesivos e ininterrumpidos ejercicios, antes de
que lleguen a un cansancio extremo, les permiten reparar fuerzas concediéndoles descanso; no
solo en los esfuerzos propios de la preparación atlética, sino en las dietas de comida y bebida,
cuya rigidez hacen menos estricta, procurando la alegría al alma y el bienestar al cuerpo.

99. Y por cierto que aquellos cuya profesión es preparar para la ejecución de esfuerzos no son
instructores en molicie y lujuria, sino por el contrario, gente que, con método y arte, agrega a
la fuerza una fuerza más vigorosa aún, y a la energía energías más firmes todavía, acre-
centando el vigor mediante el descanso y el esfuerzo armoniosamente combinados.

100. Esto lo han aprendido de la omnisciente naturaleza, la que, conociendo que en la especie
humana se dan la laboriosidad y el cansancio, dividió el tiempo en el día y la noche,
asignando a aquél la vigilia, y a ésta el sueño.

101. Es que, como a una madre sumamente solícita, sobrevínole la preocupación de que sus
hijos no cayeran en el agotamiento. Levanta, en efecto, nuestros cuerpos durante el día y los
estimula a atender todos los menesteres y necesidades de la vida, enrostrando a los que tienen
por norma entregarse al ocio en una vida de holganza y sensualidad; pero a la noche llama al
reposo y al cuidado de esos cuerpos, dando la seña! de retirada como en la guerra.

102. Y los hombres, dejando para más adelante la grave carga de los negocios que desde el
alba hasta el atardecer ha pesado sobre ellos, retornan a sus moradas para entregarse al
descanso; y, sumidos en profundo sueño, se reponen de la diaria fatiga; y, ya frescos y en la
plenitud de su vigor, una vez más cada uno se apresura a marchar hacia las ocupaciones
propias de costumbre.

103. Este doble itinerario a través del sueño y la vigilia lo ha asignado la naturaleza a los
hombres a fin de que, alternando la actividad con la inacción, conserven suficientemente
preparadas y ágiles las distintas partes del cuerpo.

104. XXI. Teniendo presentes estas razones, aquel que en nombre de Dios nos reveló nuestras
leyes proclamó un descanso para el país prohibiendo las tareas agrícolas cada siete años. Pero

187
esta disposición no la estableció solamente por los motivos a que me he referido, sino también
movido por la habitual benevolencia con que juzgó conveniente impregnar cada parte de su
legislación, de modo de imprimir en los lectores de las sagradas escrituras hábitos de
sociabilidad y bondad.

105. Mandó, en efecto, que durante el séptimo año no se mantuviese cerrado ningún terreno,
sino se dejasen abiertos todos los viñedos y olivares, así tomo el resto de las propiedades,
tanto las sembradas como las arboladas, a fin de que los frutos que maduraran naturalmente
pudieran aprovecharlos los pobres con tanta o más facilidad que los propietarios.47
47
Éx. XXIII, II y Lev. XXV, 6 y 7.

106. Así pues, por una parte, prohibió a los dueños trabajar, buscando con ello que no llegara
a constituir un motivo de aflicción para ellos el hecho de correr con los gastos sin recibir las
rentas de los mismos; y, por otra, pensó que correspondía que los indigentes usufructuaran de
verdad en alguna ocasión, como propios, los bienes considerados propiedad de otros, sin caer
en actitudes humillantes ni ser avergonzados como mendigos.

107. ¿No merecen nuestra entusiasta adhesión leyes que rebosan de tan grande humanidad?
Porque este sentimiento enseña a los ricos a ser generosos y compartir lo que poseen, y
estimula a los pobres a no andar siempre rondando las casas de los ricos, impelidos por la
necesidad de poner remedio a sus indigencias; y a recoger, en cambio, también alguna vez,
como si procediera de bienes propios, la renta consistente en frutos que, como he dicho, se
producen espontáneamente.

108. Viudas, niños huérfanos y todos los demás que pasan inadvertidos o ignorados por
carecer de abundantes recursos, poséenlos en esta ocasión abundantemente, enriquecidos
súbitamente por los dones de Dios, el cual los invita a compartir los bienes de los pudientes,
bajo la égida del sagrado número siete.

109. A su vez, todos los que crían ganado tienen licencia para conducir sus propios rebaños
para apacentarlos escogiendo para ello terrenos bien provistos de pastos y en excelentes con-
diciones para el apacentamiento. Y no se les opondrá ningún resentimiento por parte de los
propietarios de éstos, por cuanto sobre los mismos obra la fuerza de una antiquísima
costumbre, que, habiendo llegado a ser familiar desde larga data, ha acabado por prevalecer
sobre las naturales inclinaciones.

110. XXII. Después de asentar este que podríamos llamar primer cimiento de la equidad y la
humanidad, reunió el legislador, siete septenios y declaró sagrado al conjunto de cincuenta
años, 48 y dictó leyes especiales relacionadas con él, todas de sobresaliente excelencia, aparte
de las que son comunes a todos los-séptimos años.
48
Lev. XXV, 8 a 55.

111. La primera es la siguiente. El legislador considera que las propiedades que han cambiado
de dueños han de ser devueltas a sus primitivos poseedores, a fin de que las porciones
patrimoniales se conserven en las familias, y ninguno de aquellos que poseen un lote sea
privado jamás de ese legado.

112. Y como muchas veces sobrevienen circunstancias adversas, a causa de las cuales algunos
se ven obligados a vender sus propiedades, estableció providencias que contemplan la forzada
penuria de los mismos; e impidió que los compradores fueran, por su parte, engañados; permi-

188
tiendo que los primeros vendan, pero instruidos muy claramente los compradores sobre las
condiciones bajo las que tiene lugar la venta.

113. Dice, en efecto: "No paguéis el precio de una adquisición total, sino el correspondiente a
su número fijo de años, los cuales están comprendidos dentro de la pentecontecia".49 Lo que
se vende, efectivamente, no son las propiedades mismas, sino lo que ellas producen. A ello
concurren dos decisivas razones. La primera es que todo el país es calificado como propiedad
de Dios, y es sacrílego el que otros se registren como dueños de las propiedades de Dios.50 La
otra razón es que a cada uno de los poseedores de lotes tiene asignado el suyo como heredad
propia, y la ley considera que aquel a quien le ha correspondido no debe ser privado de él.
49
Lev. XXV, 15 a 17. El precio debía corresponder a la cantidad de años que aún restaba para
el próximo año sabático o jubileo y para calcularlo se contaba los transcurridos desde el
último año cincuenta.
50
Lev. XXV, 23.

114. Por lo tanto, la ley invita o bien a aquel que estuviere en condiciones de recobrar su
propiedad dentro de la pentecontecia, o bien a alguno de los herederos legales de más estrecho
parentesco con él, a que arbitre todos los medios para pagar la suma que ha recibido, de modo
de no convertirse en causante de pérdidas para el comprador, que lo ayudó cuando la ocasión
lo requería.

115. Pero, compenetrada de la situación de aquel que está en la indigencia, extiende hasta él
su compasión entregándole de nuevo y gratuitamente el remanente de su antigua propiedad,
de la que se excluyen los terrenos consagrados por voto a título de ofrendas.51 Y como
constituiría una impiedad el que una ofrenda perdiera su vigencia con el correr del tiempo,
está ordenado que por tales terrenos se exija el precio justo, sin conceder rebaja alguna a
quien ha hecho la ofrenda.
51
Lev. XXVII, 16 a 21.

116. XXIII. Estas son las normas establecidas para el caso de las distribuciones y
adjudicaciones de lotes territoriales; distintas son las referentes a las casas.52 Como de éstas
unas están situadas en la ciudad, dentro de los muros; y otras son residencias rurales situadas
en los campos, fuera de una muralla, la ley ha establecido que las de los campos, sean siempre
rescatables, y que las que no hayan sido rescatadas hasta el año cincuenta sean restituidas
gratuitamente a sus antiguos dueños, tal como ocurre con los bienes raíces en general, ya que
las residencias rurales son parte de dichos bienes.
52
Lev. XXV, 29 a 31.

117. En cambio, en el caso de todas aquellas que están ubicadas dentro de las murallas, sus
vendedores tienen un año de plazo para recobrarlas, pero después del año queda confirmada a
perpetuidad la posesión a favor de los compradores, sin que en nada perjudique a estos
adquirentes la remisión que tiene lugar en el año cincuenta.

118. El motivo es que el legislador ha querido procurar también a los nuevos habitantes 53 una
base para su definitiva radicación en el país. Como no poseen una fracción de tierra, ya que no
fueron tenidos en cuenta en la época en que se procedió al reparto de lotes, la ley les reserva
el derecho de ser propietarios de casas, pues le preocupa muy seriamente que los acogidos a la
protección de las leyes como suplicantes y fugitivos no vengan a convertirse en gente errante.
53
A los conversos a la religión judía. Ver Sobre las leyes particulares I, 52.

189
119. Y efectivamente, cuando el país fue repartido en porciones sobre la base de las tribus, las
ciudades no fueron distribuidas, ni tampoco estaban al principio edificadas formando
conglomerados de viviendas, ya que los habitantes residían en viviendas rurales situadas en
los campos. Posteriormente las abandonaron y se concentraron a medida que los sentimientos
de unidad y de amistad fueron acrecentándose, como era de esperarse, con el lento correr del
tiempo; y edificaron casas en el mismo sector, formando así ciudades, en las cuales
concedieron participación a los nuevos llegados, a fin de que no carecieran completamente de
propiedad tanto en los campos como en las ciudades.

120. XXIV, Acerca de la tribu sagrada lo legislado es lo siguiente.54 La ley no ha separado


para los servidores del templo una sección de territorio, por suponer que las primicias
constituyen un ingreso suficiente para ellos; pero les asignó cuarenta y ocho ciudades para
residencia, y un arrabal en torno de dos mil codos cada uno.
54
Lev. XXV, 32 a 34.

121. A los compradores de casas en estas ciudades no se les ha asegurado la posesión


definitiva en el caso de que los vendedores no pudieren rescatarlas en el término de un año,
como en el casó de las restantes ciudades; estando, en cambio, permitido el rescate sin límite
de tiempo, tal como les está permitido a los de nuestra nación 55 recobrar las residencias
rurales, con las cuales se hallan en pie de igualdad las residencias de los cuidadores del
templo, por cuanto ellas son las únicas casas en tan grande país que ellos recibieron como
porción propia, y el legislador ha considerado que es preciso que quienes las han recibido no
sean privados de ellas, como tampoco lo son aquellos a los que cupieron en suerte las
residencias rurales. Y sobre estas cosas basta con lo dicho.
55
Lev. XXV, 35 a 41.

122. XXV. En cuanto a las disposiciones legales acerca de las relaciones entre prestamistas y
deudores, y entre servidores y amos 55 ellas son similares a las precedentemente esta-
blecidas.56 Y así, los prestamistas no exigirán intereses a sus connacionales sino se
contentarán con recobrar solo la cantidad prestada; y los amos habrán de tratar a los esclavos
comprados, no como esclavos por naturaleza, sino como servidores a sueldo,
proporcionándoles la seguridad de alcanzar la libertad, de inmediato a los que están en
condiciones de pagar sus rescates, y más adelante a los carentes de medios, o bien cuando se
cumpla el séptimo año desde el comienzo de su servidumbre, o bien cuando llegue el año
quincuagésimo, aunque se diere el caso de que alguien haya pasado a la condición de esclavo
solo un día antes. Es que este año señala el tiempo de la liberación, y como tal se lo acata,
retornando en él todas las cosas a su primitivo cauce, camino nuevamente hacia la pasada
prosperidad.
55
Lev. XXV, 35 a 41.
56
Efectivamente, los parágrafos que siguen repiten lo fundamental de lo dicho en 71 a

123. En cambio, la ley da plena libertad para adquirir servidores de otra nacionalidad,57 pues
desea, en primer lugar, que exista una diferencia entre los naturales del país y los extranjeros,
y, en segundo lugar, que la propiedad más necesaria,, es decir, los servidores, no esté excluida
totalmente de su comunidad, pues innumerables menesteres en el curso de la existencia
reclaman los servicios de esclavos.
57
Lev. XXV, 44.

124.58 Los herederos de los padres han de ser los hijos varones,59 y en el caso de no haber, lo
serán las hijas, pues, así como en la naturaleza los varones ocupan un lugar superior al de las

190
mujeres, también en las relaciones de parentesco deben gozar de privilegio, heredando los
bienes y ocupando el puesto de los que han fallecido bajo el imperio de una ineludible ley que
impide alcanzar la inmortalidad a todo lo que es mortal y de terrenal origen.
58
El contenido de los parágrafos 124 a 139 nada tiene que ver con la fiesta sabática, por lo
que resulta evidente que no es éste su lugar correspondiente. Sin embargo, como supone
Cohn, tal vez Filón, prescindiendo de la continuidad lógica del asunto, inserta esta digresión
movido por el hecho de que en Lev. XXV, 46, a continuación de la disposición relativa a los
esclavos de origen extranjero, se lee: "haréis de ellas un patrimonio-para vuestros hijos".
59
Núm. XXVII, 8 a 11. Ver Vida de Moisés II, 243 y ss.

125. Pero, las hijas que hubieren sido dejadas doncellas, es decir sin haber sido entregadas a
un esposo, como no ha sido separada para ellas una dote por sus padres mientras vivían,
deberán recibir una parte igual a la de los varones. El magistrado supremo habrá de tomar a su
cargo la protección de estas desamparadas,60 y vigilar su crecimiento y los gastos de
mantención y la educación que corresponde a jovencitas; y, en llegando el momento
oportuno,, mirar por que se casen convenientemente, con esposos escogidos entre quienes se
destaquen por sus altas cualidades en todos los aspectos.
60
Las afirmaciones de esta sección no se apoyan en prescripciones de la !ey mosaica sino son
opinior.es personales de Filón, quien tiene en cuenta las normas del derecho ático.

126. Éstos deben ser, preferentemente, de la misma familia de las jóvenes; y, si no, por lo
menos del mismo demo o tribu, a fin de que las porciones asignadas como dotes no pasen a
manos extrañas por casamientos con personas de otra procedencia, sino permanezcan
formando parte de los lotes establecidos desde un principio sobre la base de las tribus.61
61
Núm. XXXVI, 2 a 9.

127. En el caso de que la persona fallecida no tenga hijos, la sucesión pasará a sus hermanos,
pues el grado de parentesco de los hermanos está a continuación del de los hijos e hijas. Pero,
si no tuviere tampoco hermanos, la sucesión ha de pasar a los tíos paternos; y, en caso de no
haberlos, a los más próximos entre los demás parientes de la familia.62
62
Núm. XXVIII, 8 a 11.

128. Mas, si ocurriere que la mengua de parentela es tal que no quedare ninguno do los
vinculados por la sangre, la tribu habrá de ser la heredera,63 ya que también la tribu es, en
cierto modo, un pariente dentro de un círculo más amplio y completo.
63
No estableado en forma precisa pero fácilmente deducible de Núm. XXXVI, 9.

129.64 Pero, no debemos pasar por alto una cuestión que plantean algunos. ¿Por qué, dicen, si
la ley hace mención de todos los parientes, de los miembros de un mismo demo y de los de
una misma tribu, omite solamente a los padres, cuando lo lógico sería que, así como ellos son
heredados, heredaran los bienes de sus hijos? La respuesta es, mis buenos señores, que la ley,
siendo, como es, de origen Divino y tendiendo a respetar siempre las normas de la naturaleza,
ha entendido que no debía introducir nada desacorde con ésta. Es propio de los padres el
suplicar poder dejar vivos a aquellos que engendraron, para que reciban en herencia su
nombre, su estirpe y su propiedad; y propio de enemigos implacables las imprecaciones
contrarias, vale decir, que mueran los hijos y las hijas antes que sus progenitores.
64
Vida de Moisés II. 244 y 245.

130. De modo que la ley se guardó muy bien de mencionar concretamente algo que desentona
y está en discordancia con la armonía y concierto por los que se rige el mundo entero, como

191
es el caso de la muerte de hijos mientras viven aún sus padres; y, ajustándose a lo necesario y
a lo decoroso,65 omitió establecer que las madres y los padres son herederos de los bienes de
sus hijos e hijas, pues sabía que esta eventualidad no está de acuerdo con el curso natural de la
existencia.
65
Vida de Moisés II, 245

131. Y así, habiéndose cuidado de mencionar en forma expresa y desnuda el derecho de los
padres a heredar a sus hijos fallecidos, para que no pareciera que, a! asignarles un provecho
que encierra algo detestable, formulábales un reproche en medio de sus aflicciones o les
recordaba sus infortunios; por otra vía les asignó esos bienes, ínfimo paliativo para un mal
inmenso.

132. ¿De qué manera? Pues declarando que el hermano del padre es heredero de sus sobrinos,
ventaja concedida al tío indudablemente a causa del padre; a menos que sea uno tan demente
como para suponer que quien honra a una persona por deferencia hacia otra lleve el propósito
de deshonrar a esta última. ¿Es que acaso los que rodean de atenciones a los conocidos de sus
amigos pasan por alto a estos amigos? ¿No ocurre, más bien, que quienes con deferencia suma
se preocupan por los que merecen su estima muestran favorables disposiciones también a los
amigos de éstos? Pues, de la misma manera también la ley, al designar al hermano del padre
como eventual heredero a causa de este último, con mucha mayor razón designa como tal al
padre; no de manera expresa, por los motivos expuestos, pero con claras indicaciones, más
eficaces aún que las palabras, que hacen patente la intención del legislador.

133. El mayor de los hijos no recibe la misma porción que los siguientes, sino tiene derecho a
una doble,66 en mérito a que los padres, que no eran antes sino un hombre y una mujer, se
convirtieron luego en un padre y una madre gracias al primer hijo engendrado; y además
porque fue el primogénito quien por primera vez llamó con esos nombres a quienes lo
engendraron;67 y, finalmente, y esta es la razón más importante, porque la casa hasta entonces
vacía de prole se tornó prolífica concurriendo a la perduración de la raza humana, perduración
para la que la siembra tiene lugar en el matrimonio, siendo los frutos los hijos que nacen, de
los cuales el mayor señala el comienzo.
66
Deut. XXI, 15 a 17.
67
Ver Vida de Moisés I, 135.

134. Esta fue la causa, se me ocurre, por la que los primogénitos de los enemigos que habían
procedido ton saña implacable fueron exterminados en masa durante una sola noche, como lo
atestiguan las sagradas escrituras;68 mientras que los primogénitos de nuestra nación fueron
consagrados a Dios dedicándoselos en acción de gracias. Correspondía, en efecto, que a los
primeros se les hiciera sentir el peso de la más penosa de las desdichas, para la cual no existe
consuelo, consistente en el aniquilamiento de los que entre ellos ocupaban el primer lugar; y
que Dios, origen de la salvación, fuera honrado ofrendándosele como primicias a aquellos a
los que había cabido la preeminencia entre los hijos.
68
Éx. XII, 29 y 30.

135. Mas no faltan quienes, después de haber contraído matrimonio y engendrado hijos, ya en
edad avanzada,, olvidando lo que sabían acerca de la moderación, se desvían camino de la
incontinencia, y poseídos por una frenética pasión, hacia otras mujeres, maltratan a las
primeras; se conducen con los hijos nacidos de éstas, no como padres sino como padrastros,
imitando la impía actitud de las madrastras hacia los hijos del primer matrimonio; y dedican
cuanto son y tienen a las segundas esposas y a los hijos de éstas, dominados por la más vil de

192
las pasiones, la voluptuosidad. Si ello fuera posible, la ley no hubiera dudado en poner freno a
estas concupiscencias evitando que se exalten aún más.

136. Pero, como es difícil, o más bien imposible, poner remedio a una locura convertida en
salvaje por su violencia, abandona a tal padre, considerándolo presa de una incurable
enfermedad, pero no se muestra indiferente para con el hijo de la mujer maltratada a causa de
los nuevos amores, y manda que reciba doble porción en la distribución entre los hermanos.69
69
Deut. XXI, 15 a 17. Ver Sobre los sacrificios de Caín y Abel 20 y Sobre la sobriedad 21 y
ss.

137. Los motivos de esta disposición son muchos. En primer lugar, la ley castiga al culpable
al imponerle la forzosa obligación de tratar bien a aquel con quien él prefiere comportarse
mal; y lo declara sin poderes para llevar a cabo sus inicuos designios. Para ello brinda su
apoyo a quien ha estado expuesto a sufrir daño en manos de él, asumiendo el papel que
corresponde a un padre, papel que quien es el padre por naturaleza ha abandonado en lo que
respecta al mayor de sus hijos.

138. En segundo lugar, da pruebas de su piedad y misericordia para con las víctimas de la
injusticia, a las que alivia en su penosísima aflicción mediante la participación en el don
concedido. Fácil es, en efecto, suponer que de la doble porción heredada por el hijo su madre
participará tanto cómo él, reanimada así por la humanidad de la ley, que no ha permitido que
ella y su familia queden en todo a merced de sus enemigos.

139. En tercer lugar, siendo, como es, un capacitado arbitro de lo que es justo y lo que no lo
es, ha reflexionado el legislador que el padre dispensa generosamente sus beneficios a los
hijos de la mujer amada, movido por su amor hacia ella; en tanto que considera que no debe
brindar ninguno a los de la mujer detestada, a causa de su aversión hacia ella; de modo que los
primeros están, mientras vive su padre, en posesión de una herencia mayor que sus justas
porciones, mientras que los otros corren el peligro de que, a la muerte de su padre, se les haya
despojado de la totalidad del patrimonio. Y así, para equilibrar el reparto entre los hijos de
ambas mujeres, la ley ha establecido el privilegio de una doble porción para el hijo de la
mujer abandonada. Y ya es suficiente acerca de estos asuntos.

140. XXVI. Siguiendo nuestro orden,70 registramos un tercer tipo de fiesta, de cuyo
significado nos ocuparemos. Se trata de la fiesta del novilunio, o primer día del mes lunar, es
decir del tiempo comprendido entre una conjunción y la siguiente, cuya duración han
calculado muy cuidadosamente los astrónomos. La del novilunio ha sido incluida entre las
fiestas por muchas razones. En primer lugar, porque es el comienzo del mes, y el comienzo,
tanto entre los números como en el tiempo, merece ser honrado. En segundo lugar, porque,
cuando él llega, nada queda sin iluminar en el cielo, pues, mientras en la conjunción, al pasar
la luna bajo el sol, la parte que da hacia la tierra queda oscurecida, con el novilunio recobra su
natural claridad.
70
Interrumpido por la larga digresión acerca de las herencias.

141. En tercer lugar, porque durante ese tiempo el elemento superior y más potente
proporciona la necesaria ayuda al inferior y más débil, como que en el novilunio comienza el
sol a iluminar con claridad perceptible por los sentidos a la luna, la que exhibe entonces su
propia hermosura ante nuestros ojos. Y esto, evidentemente, es una clara lección de bondad y
humanidad, para que los hombres jamás mezquinen sus propios bienes, y, por el contrario,
imitando a las felices y dichosas naturalezas del cielo, destierren de los confines de su alma la

193
envidia, y, poniendo sus propiedades al alcance de todos, las conciban como un bien común y
las brinden liberalmente a quienes lo merecen.

142. El cuarto motivo es que la luna recorre el zodíaco en un plazo menor que el de todos los
otros cuerpos celestes, pues completa su ciclo en el término de un mes. Por eso la terminación
del circuito, cuando la luna concluye su curso en el punto en que había comenzado a circular,
es honrada por la ley, la que declara fiesta a ese día, con intención de enseñarnos una vez más
una excelente lección, a fin de que en cuanto hagamos en la vida procuremos que los fines
correspondan a los comienzos; cosa que será una realidad, si mediante la razón ponemos
riendas a nuestros impulsos primitivos, no permitiéndoles que se rebelen y encabriten, como
bestias que no tienen quien las controle.

143. En cuanto a los beneficios que la luna proporciona a los seres todos de la tierra, ¿es
necesario extenderse en exponerlos? Las muestras están a la vista. Cada vez que ella crece,
crecen los ríos y las fuentes; y, cuando ella mengua, menguan ellos a su vez. Paralelamente a
sus fases retroceden unas veces los mares y en el refluir de sus aguas pierden altura, y otras se
abalanzan repentinamente al retornar aquellas; y el aire experimenta toda suerte de cambios
con momentos de diafanidad o de abundantes nubes y con las demás variantes. Los frutos, a
su vez, tanto de los sembrados como de los árboles crecen y alcanzan su pleno desarrollo de
acuerdo con las revoluciones de la luna, la que, enviando gratísimas brisas impregnadas de
rocío, nutre y hace madurar todo cuanto nace.

144. Pero, no es ésta, como he dicho, la ocasión de extenderse en alabanzas de la luna,


exponiendo un inventario de los beneficios que proporciona ella a los seres vivientes y a
cuantas cosas hay en la tierra. Éstas y otras similares son las razones por las que el día del
novilunio es honrado y ha alcanzado un lugar entre las fiestas.

145. XXVII. Después de la del novilunio viene la cuarta fiesta, la de la travesía, fiesta que los
hebreos llaman Pascua en su lengua nacional, y en la cual sacrifica muchas miríadas de
víctimas desde el medio día hasta el anochecer todo el pueblo en común, mayores y jóvenes,
honrados durante ese día con la dignidad del sacerdocio. Porque mientras en toda otra ocasión
son los sacerdotes quienes, por prescripción de la ley, llevan a cabo los sacrificios tanto
comunes como privados de cada persona; en ésta, en cambio, la nación toda tiene plena
licencia para oficiar como sacerdote y cumplir con manos puras el sagrado ritual.

146. El motivo es el siguiente. La fiesta es una recordación y una acción de gracias por el gran
éxodo que emprendieron desde Egipto más de dos millones de hombres y mujeres
conjuntamente, acatando los oráculos revelados.71 Pues bien, en esta ocasión habían dejado
atrás un país saturado de inhumanidad e inclinado a expulsar extranjeros, y, lo que es más
penoso, a asignar honores Divinos a animales irracionales, no solo domésticos sino también
salvajes. Y tan grande era la alegría que los dominaba, que nada tiene de extraño que,
movidos por un indecible entusiasmo y uña apremiante premura, llevaran a cabo ellos
personalmente los sacrificios, sin aguardar a los sacerdotes.72 Lo que entonces se hizo bajo el
influjo de una espontánea e instintiva emoción, la ley permitió que se hiciera una vez cada
año, para recordarnos la obligación de la acción de gracias. Estos son los hechos tal como los
narra la historia de los antiguos tiempos.
71
Ex. XII, 37 y Núm. XI, 21, donde se lee que el total de hombres era de 600.000, lo que
permite para la masa total de emigrantes calcular los 2.000.000 a que se refiere Filón.
72
La afirmación de que tal sacrificio tuvo lugar emprendida ya la huida contradice la versión
del Éxodo, según la cual el sacrificio pascual precedió a la décima plaga. Tal vez se creyó

194
Filón autorizado a este anacronismo por el hecho de que la institución de la cena pascual
como rito anual aparece en Éx. XII, 43 a 50, después de la descripción de la partida de los
israelitas (ibídem, 37 a 42).

147. Mas, para aquellos que acostumbran a hallar el sentido alegórico detrás de la expresión
literal, la fiesta de la travesía alude a la purificación del alma. Dicen, en efecto, que el que
ama la sabiduría no se ocupa de otra cosa sino del tránsito desde el cuerpo y sus pasiones,
cada una de las cuales lo sumerge, a manera de un torrentoso río, a menos que no frene y
controle su impulso mediante las doctrinas tocantes a la virtud.

148. Durante este día cada casa asume el aspecto y dignidad propios de un templo; y, una vez
degollada la víctima, es preparada para el banquete correspondiente a la ocasión. Los con-
gregados para el festín se han purificado previamente con purificatorias aspersiones, y asisten
a él, no como a los otros convites, para regalar a su vientre mediante el vino y las viandas,
sino para cumplir con plegarias e himnos una costumbre ancestral.

149. Otra cosa que vale la pena señalar es el día en que se cumple este festín común a toda la
nación, como que él tiene lugar el día catorce del mes, y el número catorce es la suma de dos
sietes, como lo que confírmase el hecho de que ninguna cosa digna de ser honrada deja de
estar vinculada al número siete, y que, por el contrario, dicho número es en todos los casos
máxima señal de prestigio y dignidad.

150. XXVIII. La ley combina con la fiesta de la travesía . otra en la que el alimento
consumido es diferente y desacostumbrado. Trátase de panes de ácimos, de los que además
deriva su nombre.73 El sentido de esta fiesta es doble; uno se relaciona con nuestra nación y se
remonta a la ya mencionada emigración; el otro es de proyecciones universales y se ajusta a
los dictados de la naturaleza y a la armonía del mundo todo. Preciso es que examinemos cómo
esta afirmación es absolutamente cierta. Si bien este mes es el séptimo en número y orden
dentro del ciclo solar, en importancia es el primero, y por ello está también descrito como el
primero en los sagrados libros.74
73
Lev. XXIII, 5 y ss.
74
Éx. XII, 2.

151. El motivo, a mi juicio, es el siguiente. Sucede que el equinoccio de primavera es una


copia e imitación de aquella época primera en la que fue formado el mundo. En ese tiempo los
elementos fueron separados y alcanzaron el armonioso orden que guardan respecto de sí.
mismos y respecto de los demás; el cielo fue adornado con el sol, la luna y los rítmicos
movimientos y revoluciones de los demás astros fijos y errantes; y fue también adornada la
tierra con toda suerte de vegetales, y todo suelo rico y apto, así en las zonas altas como en las
llanuras, se tornó fértil y cubrió de verdor.

152. De ese modo, cada año nos recuerda Dios la creación del mundo, poniendo ante nuestros
ojos el espectáculo de la primavera, en la que todo germina y florece. Por ese motivo no
andan desacertadas las leyes al describir a este mes como el primero, por cuanto, en cierto
modo, es una réplica del primer origen, al que reproduce tal como una estampa reproduce al
sello modelo.

153. En cambio, el mes del equinoccio de otoño, aunque, de acuerdo con las revoluciones
solares, es el primero en el orden, no es llamado primero en el texto de la ley, en razón de que
durante su transcurso, habiendo sido recogidos ya todos los frutos, los árboles pierden sus

195
hojas y todo cuanto la primavera había hecho madurar se marchita a causa de los secos
vientos, y se torna, a su vez, seco por obra de los abrasadores rayos del sol.

154. Por eso, el legislador juzgó absurdo e impropio desde todo punto de vista calificar de
primero al mes durante el cual tórnanse estériles las tierras altas y las llanuras; ya que las
cosas que son primeras y han alcanzado una posición preeminente van asociadas con las
cualidades más excelentes y apetecibles, por cuya mediación tienen lugar los nacimientos y
crecimientos de animales, frutos y plantas; y no con las destrucciones, que sugieren todo lo
contrario.

155. El comienzo de la fiesta tiene lugar a mitad de mes, el día quince, cuando la luna tórnase
llena, habiendo sido escogido a propósito tal día porque durante él no se da oscuridad alguna,
y todas las cosas se hallan plenamente iluminadas en todo momento, por la luz del sol desde
el amanecer hasta el atardecer, y por la de la luna desde el atardecer hasta la aurora, mientras
las estrellas se turnan con sus claridades sin sombras.

156. Una vez más, la fiesta se celebra durante siete días en atención a la preeminencia y honor
que han cabido a este número en el mundo, a fin de que ninguna de las cosas que apuntan a la
alegría y el regocijo público, así como a las acciones de gracia dirigidas a Dios, aparezca des-
.vinculada del sagrado siete, concebido por Él como origen y fuente de todos los bienes para
los hombres.

157. Dos de los siete días, el primero y el último, son declarados santos, porque la ley acuerda
precedencia, como es natural, al principio y al fin; y desea, al mismo tiempo, que, como en un
instrumento musical, se adapten armónicamente los días intermedios y la sinfonía de los
extremos; y quizá también porque busca poner de manifiesto la estrecha relación que guardan
el tiempo pasado y el futuro con la fiesta, vinculando el tiempo pasado con el primero, y el
futuro con el segundo de los dos días; cada uno de los cuales, además de sus propias
propiedades, posee las del otro, como que el primero es el comienzo de la fiesta y además el
fin del tiempo pasado, y el séptimo es el fin de la fiesta y el comienzo del tiempo futuro. De
donde resulta, como he dicho anteriormente,75 que la vida toda del hombre puede ser
considerada como una fiesta de quien ha desterrado de sí el dolor, el miedo, la concupiscencia
y todas las otras pasiones y enfermedades del alma.
75
En el parágrafo 48.

158. El pan es ácimo, o bien porque nuestros antepasados, cuando bajo la dirección de la
Divina guía se aprestaban a emigrar, obraron con exceso de premura, al punto de llevar sin
levadura las pastas amasadas,76 o bien porque durante aquella estación, vale decir, la
primavera, durante la cual tiene lugar la celebración de la fiesta, el fruto del trigo no ha
alcanzado aún su pleno desarrollo, como que los campos están produciendo las espigas y
todavía no ha llegado la época oportuna para la siega. Precisamente este fruto futuro, imper-
fecto aún pero que habrá de alcanzar su perfección en poco tiempo, fue lo que el legislador
consideró apropiado representar en el pan ácimo, por cuanto también éste es imperfecto,77 a
fin de recordarnos la saludable esperanza de que la naturaleza, como su copiosa riqueza de
cosas provechosas, está ya preparando sus anuales dones para el género humano.
76
Éx. XII, 34 y 39 y Deut. XVI, 3.
77
Pues le falta elevarse por haber sido preparado sin levadura.

159. Los intérpretes de las sagradas escrituras agregan lo siguiente: el alimento ácimo es un
don de la naturaleza, en tanto que el fermentado es producto de la humana industria. Los

196
hombres, en efecto, en su afán por combinar lo agradable con lo necesario, aplican su
experiencia a transformar, con los recursos de su arte, en agradable aquello que la naturaleza
ha hecho áspero.

160. Siendo, pues, la fiesta de la primavera una rememoración de la creación del mundo,
según he demostrado, y habiendo necesariamente los primeros habitantes de la tierra y sus
inmediatos descendientes usado los dones del universo en. su original pureza, pues aún no
prevalecía el placer en el humano consenso, el legislador estableció un alimento sumamente
apropiado para la ocasión, movido por su deseo de que todos los años se volviera a encender
el fuego latente de ese digno y austero modo de vida; y que, al mismo tiempo, a través del
solaz de una solemne asamblea se admirara y honrara la frugalidad y economía de la
existencia en los primitivos tiempos, y amoldáramos, en la medida de lo posible, nuestra vida
presente a la antigua.

161. Lo dicho tiene una especial confirmación en la exposición de los doce panes, el mismo
número que el de las tribus,78 sobre la sagrada mesa. Todos ellos son ácimos, ejemplo
clarísimo de un alimento libre de mezcla, proporcionado no por la humana industria para el
placer, sino por la naturaleza para el indispensable uso. Y esto es suficiente acerca de la
materia.
78
Lev XXIV, 5 y ss.

162. XXXIX. El día que sigue inmediatamente al primero constituye una fiesta dentro de la
fiesta,79 que es llamada de la gavilla, por lo que acontece en su transcurso, ya que la ofrenda
consiste en una gavilla, que se lleva al altar como primicia, no solo del país que nuestra
nación ha recibido para residencia, sino también de la tierra toda; de modo que resulta ser la
primicia particular de nuestra nación, por una parte, y la común en nombre de todo el género
humano, por otra.
79
Lev. XXIII, 10 y ss. Filón entiende que es una prolongación de la fiesta del día anterior

163. La razón es que la nación judía representa' respecto de todo el mundo habitado lo que el
sacerdote representa para un estado. Porque, en rigor de verdad, el sacerdotal ministerio
corresponde a la nación, ya que es ella la que lleva a cabo todos los ritos purificatorios, y
acata, en su alma y en su cuerpo, las prescripciones de las Divinas leyes, las que restringen los
placeres del vientre y los de la parte que está debajo de él, y el tropel... ,80 confiando a la razón
las riendas para controlar a los irracionales sentidos; y contienen y refrenan los irreflexivos y
desmesurados impulsos del alma, unas veces con bastante suaves consejos y sabias
exhortaciones, otras con más severas y enérgicas reprobaciones y con el temor de un castigo
que infunden en ella.
80
Aquí faltan una o varias palabras en los manuscritos.

164. Pero, aparte del hecho de que la legislación, en cierto modo, es una lección sobre el
sacerdocio, y de que es considerado, sin otro requisito, sacerdote, o más bien sumo sacerdote,
a juicio de la verdad quien vive de acuerdo con las leyes; hay otra razón81 de especial
importancia. Sucede que excede a toda medida o límite la turba de divinidades, tanto
masculinas como femeninas, honradas en las diferentes ciudades, meras invenciones del
gremio de los poetas y de la gran multitud de hombres para quienes la búsqueda de la verdad
es meta inalcanzable que está más allá de sus posibilidades de examen. Y con todo, no
veneran y honran todos a los mismos dioses, sino unos a unos y otros a otros; de modo que no
consideran dioses a las divinidades de los otros pueblos, sino tienen por "cosa de risa y chanza
el que éstos los reconozcan por tales, y denuncian la gran locura de los que los honran,

197
considerando que andan completamente extraviados de la sana opinión.
81
Para que la primicia presentada sea por la humanidad entera.

165. Sin embargo, puesto que existe Aquel al que unánimemente reconocen todos, así helenos
como no helenos, el Padre supremo de los dioses y los hombres, el Artífice del mundo todo,
Aquel cuya naturaleza, aunque invisible e inescrutable no solo para los ojos sino también para
la inteligencia, todos cuantos se aplican al estudio de la ciencia astronómica y del resto de la
filosofía anhelan indagar, sin omitir medio alguno para descubrirla y servirla; puesto que
existe, digo, todos los hombres hubieran debido entregarse a El, y no introducir, como en las
máquinas del teatro,82 otros dioses para que participen de los mismos honores.
82
Ver Sobre las leyes particulares 1. 28.

166. Pero, mientras ellos cayeron en el extravío en la más importante de todas las cuestiones,
el error de los demás fue corregido hablando con toda propiedad, por la nación judía, la cual
se ha elevado por encima de todas las cosas de la creación, considerándolas engendradas y
perecederas por naturaleza, y ha escogido el servir solamente al Increado y Eterno; en primer
lugar, por la excelencia propia de este servicio, y en segundo lugar, porque es, además,
provechoso el dedicarse y entregarse al ser de más antigüedad antes que a los de origen más
reciente, al Gobernante antes que a los gobernados, y al Creador antes que a las cosas creadas.

167. Por todo ello me llena de admiración ver cómo algunas personas se atreven a acusar de
falta de humanidad a la nación que ha sustentado un sentimiento de solidaridad y
benevolencia tan por sobre lo común hacia todos los hombres de todas partes, al punto de
cumplir sus plegarias, celebraciones y ofrendas en nombre de la especie humana en general, y
de servir al Dios verdaderamente existente, en su propio nombre y también en el de los
demás, ya que los demás se han rehusado a prestarle los servicios a que están obligados.

168. Estas son las acciones de gracia por todo el género humano. Pero, a la vez, dan gracias
por nuestra nación en particular, por muchas razones. En primer lugar, porque no continúan
deambulando indefinidamente a lo largo de islas y continentes, ni se les echa en cara el
haberse establecido en tierra ajena, como extraños y vagabundos, ni el estar al acecho de los
bienes de los demás'; ni han pedido prestada una porción de este tan grande país por carecer
de medios para comprarla; sino, habiendo llegado a poseer el territorio y sus ciudades como
heredad propia, lo habitan desde hace mucho tiempo y, por lo tanto, constituye un sagrado
deber el ofrecer las primicias del mismo.

169. La segunda razón es que la tierra que ha venido a pertenecerles no es despreciable ni sin
valor, sino de calidad y muy apropiada para crianza abundante de animales domésticos y la
copiosa producción de incontables frutos. En ella, efectivamente, no hay lugares
improductivos, y aun todas aquellas partes que parecen rocosas y secas están atravesadas por
mansas y muy profundas venas de agua, las que, gracias a su rico caudal, son aptas para
engendrar vida.

170. Aparte de esto, no fue un país desierto el que vinieron a poseer, sino uno en el que
habitaba una nación populosa y había grandes ciudades pobladas por hombres vigorosos.
Estas ciudades, sin embargo, vinieron a quedar sin habitantes, y toda esa nación, excepto un
pequeño sector, se extinguió, en parte a causa de las guerras, y en parte por desgracias
sobrevenidas por Divino designio, a causa de sus extravagantes y absurdas prácticas de
iniquidades y de todas las impiedades que con grande magnificencia cometían para subvertir
las leyes de la naturaleza. Así fue como los que vinieron a habitar el país en lugar de ellos

198
tornáronse prudentes contemplando los males de otros, y aprendieron por propia experiencia
que, si llegaban a emularlos en sus viciosas obras, habrían de sufrir las mismas desgracias;
pero, si tenían en alta estima el vivir según la virtud, alcanzarían la heredad que les había sido
reservada, y serían considerados, no como advenedizos sino como naturales del país.

171. Queda, pues, en claro que la gavilla es una primicia ofrecida por nuestro propio país y, a
la vez, por la tierra toda para dar gracias por la prosperidad y abundancia que nuestra nación y
el género humano todo deseaba gozar. Y conviene no pasar por alto que son muchas las cosas
sumamente provechosas que esta ofrenda lleva aparejadas. En primer lugar, el acordarnos; de
Dios, recuerdo que constituye el bien más acabado que nos es dable alcanzar; luego, el ofrecer
la más justa de las retribuciones a Aquel que es la verdadera causa de la buena cosecha.

172. Porque poco o nada es lo que aporta a ella el arte de los agricultores: trazado de surcos,
remoción de tierra en torno de las plantas, plantaciones en fosas circulares, ahondamiento de
fosas, poda de brotes superfluos y algunas otras labores semejantes a estas. En cambio, lo que
aporta la naturaleza es todo indispensable y provechoso: un suelo muy fértil; terrenos bien
irrigados por fuentes y por ríos cuyas fuentes están en el mismo territorio o por aquellos que
alimentan las lluvias invernales, y mojados por las anuales precipitaciones; buenas
temperaturas del aire, el que sopla con brisas sumamente vivificantes; y las incontables
variedades de sembrados y plantas. Porque, ¿cuál de estas cosas la inventó o creó el hombre?

173. Es, pues, la naturaleza quien las produjo; la naturaleza, que no escatimó sus propios
bienes al hombre; antes bien, comprendiendo que se trata de la más preeminente de las
creaturas mortales por ser partícipe de la razón y la sensatez, lo escogió en atención a sus
relevantes cualidades y lo invitó a participar de sus bienes. Por todo esto justo es que Dios, el
proveedor de este festín, sea alabado y venerado, pues nos proporciona la tierra toda como
una verdadera morada, siempre llena no solo de las cosas indispensables, sino también de las
que tornan deleitosa la existencia.

174. Otra cosa que aprendemos en esta ofrenda es la obligación de no olvidarnos de nuestros
benefactores, ya que el que es agradecido para con Dios, quien nada necesita, pues se basta Él
mismo, bien puede adquirir la costumbre de serlo para con los hombres, cuyas necesidades
son incontables.

175. Para mostrar que el empleo de granos de una especie interior no es cosa censurable, la
espiga ofrecida como primicia es de cebada. En efecto, como no sería reverente ofrecer
primicias de todas las otras clases de granos, por haber sido producidas las más de ellas antes
para el placer que para el indispensable uso; ni tampoco sería piadoso gozar y participar de
ninguna forma de alimento, si no se han cumplido las acciones de gracia de manera apropiada
y legal, la ley ha establecido que las primicias ofrecidas sean de cebada,83.es decir, de la clase
de granos que es estimada como la segunda entre los alimentos. Porque el primer lugar le
corresponde al fruto del trigo, pero la ley pospone su ofrenda como primicia, por gozar de
mayor estima, para una ocasión más conveniente, evitando de ese modo Anticipaciones y
manteniéndose tal primicia en reserva por el momento, a fin de que las acciones de gracias se
ajusten al retorno de las fechas establecidas.
83
No hay tal prescripción en la legislación-mosaica. Tal vez el hecho, atestiguado por Flavio
Josefo, Antigüedades Judías III, 250, de que se hubiera generalizado el empleo de la cebada
en tales ofrendas, ha impulsado a Filón a tenerlo por fundado en una prescripción legal.
84
176." XXX. La solemne festividad de la gavilla, que encierra todos estos privilegios

199
indicados por la ley, es, en rigor de verdad, un festival preliminar de otra fiesta mayor aún. A
contar desde ella, en efecto, se calcula el día quincuagésimo contando siete sietes, sobre los
cuales pone el sello del sagrado número la unidad, 85 la que es una incorpórea imagen de Dios,
al que se asemeja por su solitaria condición.86 Esta es la primera excelencia que aparece en el
número cincuenta; pero hay otra que debemos mencionar.
84
En realidad tales privilegios aparentemente se reducen al hecho de que es la primera
ocasión festiva en que se ponen de manifiesto todas las virtudes implícitas en las acciones de
gracias y enumeradas en las consideraciones precedentes.
85
Vale decir que a 49 (= 7 x 7) se le agrega como coronación la unidad, de lo que resulta un
total de 50 días.
86
Es decir, es única, sin la compañía de otras cantidades.

177. Una de las razones, entre otras, por las que su naturaleza es admirable y envidiable es
que está constituido por lo que los matemáticos afirman que es la más elemental y venerable
de cuantas cosas comprende la existencia, es decir, el triángulo rectángulo. En efecto, los
lados de éste son por su longitud 3, 4 y 5,87 cuya suma es el número doce, modelo del círculo
del zodíaco, duplicación del muy prolífico seis, el que constituye el punto de partida de la
perfección, siendo igual a la suma de los factores de los que es producto.88 Por otra parte, es
evidente que la suma de las segundas potencias de esos lados, es decir, de 3 X 3, 4 X 4 y 5 X
5, es cincuenta,89 por lo que no podemos menos que reconocer que el cincuenta es superior al
doce, en la medida en que también lo es la segunda potencia respecto de la primera.
87
3, 4 y 5 son los lados del triángulo rectángulo según la fórmula hipotenusa2 = cateto mayor2
+ cateto menor2 (52 = 42 + 32 ó 25 = 16 + 9). Ver Sobre la vida contemplativa 65 y Vida de
Moisés II, 80.
88
6 = 1 x 2 x 3 = 1 + 2 + 3.
89
50 = 32 + 42 + 52 = 9 + 16 + 25.

178. Y si del número inferior es réplica la más excelente de las esferas del cielo, el zodíaco,
¿de qué será modelo el superior, es decir, el cincuenta, sino de una naturaleza en todo
superior? Pero, no es ésta la ocasión de referirnos al tema. Basta por ahora con haber sido
señalada la diferencia; que no es cosa de tratar un asunto de suma importancia como si fuera
secundario.

179. La fiesta que se celebra bajo el signo del número cincuenta ha recibido el nombre de
fiesta de los primeros productos. En ella es costumbre ofrecer como primicia del trigo, el más
excelente de los alimentos, dos panes hechos con ese grano y amasados con levadura. Quizá
el nombre de fiesta de los primeros productos le venga del hecho de que el primer producto
del trigo nuevo y primero entre los frutos en aparecer es llevado como primicia antes de que
lo cosechado en el año comience a ser consumido por los hombres.

180. Y por cierto que es justo y piadoso que quienes han recibido de Dios como don gratuito
la inmensa abundancia de un alimento sumamente necesario, ventajoso y, además, gratísimo,
se abstengan de gozar o, en general, de comer de él hasta que ofrezcan una primicia al
Dispensador del mismo; y la ofrezcan, no a título de regalo, que todas las cosas son
propiedades y dones Suyos, sino como un humilde testimonio a través del cual dan muestras
de una disposición de gratitud y amor hacía quien, no teniendo necesidad alguna de recibir
favores, derrama una incesante e inagotable lluvia de ellos.

181. Otra razón del nombre de esta fiesta es, tal vez, la circunstancia de que el fruto del trigo
destácase como el primero y mejor de los productos, siendo catalogados todos los otros

200
sembrados como de segunda categoría; porque, así como un gobernante es tenido por el
primero dentro del estado, y un piloto lo es en una nave, ya que aquél es el guía que tiene a su
cargo la conducción del estado, y el segundo el que hace avanzar a la nave, de la misma
manera también al fruto del trigo se lo ha calificado, mediante el nombre compuesto de
"primer producto", porque se trata del más excelente de todos los sembrados; como que estaba
destinado a ser también el alimento de la más excelente de las creaturas vivientes.

182. Los panes son amasados con levadura, a pesar de la ley que prohíbe llevar levadura al
altar; 90 no para crear un conflicto entre distintas prescripciones, sino para que el recibir y el
dar, por así decir, sean mediante una única forma; me refiero al recibir Dios la acción de
gracias de los oferentes, y al dar de inmediato, sin dilación alguna, a los oferentes lo que ellos
han traído, aunque no para que ellos mismos hagan uso de ello.
90
Lev. II, 11, donde se dispone expresamente que no se lleve ofrenda con levadura. Ver Sobre
las leyes particulares I, 291.

183. En efecto, los que harán uso de los alimentos que han sido consagrados una vez, son
aquellos a quienes está autorizado y permitido hacerlo, es decir, a los investidos del carácter
sacerdotal, los cuales han recibido el derecho a una parte de todas aquellas cosas presentadas
en el altar que no son consumidas por su inextinguible fuego; participación que la humanidad
de la ley les ha concedido a título de retribución por sus servicios, o como premio por su
bregar en pro de la piedad, o en carácter de sagrado lote, ya que a ellos no les fue asignada la
correspondiente sección del país como a las demás tribus.

184. Pero la levadura es también símbolo de otras dos cosas. Por una parte, simboliza el
alimento en su forma perfecta y acabada, superior a la cual o más provechosa no es dable
hallar entre los de diario consumo; y, siendo el fruto del trigo el más excelente entre los de los
sembrados, esa suma cualidad suya exige que la primicia ofrecida por él sea también de la
máxima calidad.91
91
Es decir que, haciendo una excepción en la prescripción de no llevar ofrendas con levadura
al altar, se evite presentar una ofrenda que, por carecer de ella, no constituye lo más excelente
en materia de alimentos.

185. El otro sentido es más profundamente simbólico aún. Todo lo que fermenta se eleva; y la
alegría es una racional elevación del alma. Y, siendo propio de la naturaleza del hombre el
que por ninguna cosa se alegre tanto como por la copiosa abundancia de las cosas necesarias,
es justo que por ellas nos llenemos de gozo y mostremos nuestra gratitud, llevando a cabo
mediante los panes con levadura la acción de gracias que es manifestación sensible de la
invisible sensación de bienestar de nuestros corazones.

186. La ofrenda consiste en panes, y no en un alimento hecho de trigo, porque, cuando el trigo
ha nacido, ya no falta cosa alguna de las que proporcionan un apetitoso alimento.92 Sabido es,
en efecto, que está en la naturaleza del trigo el ser el último en nacer y en estar listo para la
cosecha entre todos los sembrados.
92
La idea es, al parecer, que a esas alturas del ciclo anual no tendría objeto ofrecer como
primicia un alimento compuesto, pues estos alimentos se vienen elaborando desde tiempo
atrás con otros productos de la tierra, lo que quitaría a la ofrenda del trigo el carácter de
primicia. Por lo tanto, es preciso ofrecerlo en su forma más simple, el pan.

187. Estos excelentes testimonios de la acción de gracias son dos y corresponden a dos
tiempos: al pasado por no haber sufrido los males derivados de la escasez y el hambre,

201
habiendo transcurrido nuestros días en la abundancia; y al fruto porque hemos acopiado los
recursos y adoptado las providencias necesarias para ir a su encuentro; y, rebosantes de
saludables esperanzas, usamos con moderación los dones de Dios destinando siempre para
nuestro diario consumo la cantidad necesaria según las normas de la virtud de la economía.

188. XXXI. La siguiente fiesta es la del inicio del mes sagrado,93 En ella es costumbre tocar
las trompetas mientras se están llevando a cabo los sacrificios; de donde acertadamente
llámase también a esta celebración fiesta de las trompetas. Ella encierra una doble
significación: una tocante a nuestra nación exclusivamente, y otra común a todos los hombres.
La primera consiste en el recuerdo de un suceso prodigioso e imponente que tuvo lugar en la
época en que Dios reveló los oráculos relativos a las leyes.
93
Ver Sobre el decálogo 159 y Sobre las leyes particxdares I, 186.

189. En aquella ocasión el sonido de una trompeta retumbó desde el cielo y se propagó,94
seguramente hasta los confines del universo, a fin de que el terror sobrecogiera aun a los que
no estaban presentes, aun cuando habitaran casi en los confines de la tierra, al considerar,
como era natural, que tan grandes señales lo eran de acontecimientos trascendentales. ¿Y qué
cosa más grande y más provechosa podían recibir los nombres que las leyes generales,95 que
Dios revelaba personalmente, no a través de un intérprete, como las leyes particulares?
94
Éx. XIX, 16.
95
Es decir, el decálogo.

190. Ese es el significado especial de la fiesta con respecto a nuestra nación. La significación
común a todos los hombres es la siguiente. La trompeta es un instrumento empleado en la
guerra, tanto para indicar el avance contra los enemigos, llegado el momento de trabar
combate, como para llamar a las tropas cada vez que tienen que desconcentrarse y retornar a
sus respectivos campamentos. Pero existe otra guerra, originada por Divino designio, cuando
la naturaleza entra en lucha consigo misma! y sus partes lanzan ataques unas contra otras, al
ser vencida su bien legislada igualdad por la avidez de desigualdad.

191. Uno y otro género de guerra acarrean la destrucción a cuanto hay sobre la tierra. Los
enemigos talan árboles, devastan, incendian las provisiones y los campos cubiertos de
espigas; y los elementos de la naturaleza, por su parte, producen sequías, lluvias torrenciales,
violentos vientos cargados de humedad, abrasadores rayos solares e intenso frío acompañado
de nieve, trocándose en desarmonía el armónico sucederse de las estaciones del año; todo ello,
entiendo yo, a causa de quey entre aquellos a quienes estas cosas acaecen, la impiedad se
propaga, y no de manera gradual sino precipitándose como compacto torrente.

192. Por ello la ley instituyó esta fiesta, que, como he dicho, debe su nombre al instrumento
de guerra que es la trompeta, para dar gracias a Dios, el autor y preservador de la paz, quien,
eliminando las disensiones en los estados y en las regiones del universo, proporciona
prosperidad, buenas cosechas y abundancia de los demás bienes, sin permitir que ninguna
oculta brasa de destrucción de frutos se convierta en. incendio nuevamente.

193. XXXII. Después de la festividad de las trompetas celébrase la fiesta del ayuno.96
Probablemente alguno de los que sustentan falsas creencias y no sienten embarazo alguno en
censurar las cosas excelentes diga: ¿Es una fiesta ésta en la que no hay convites para beber y
comer, ni reuniones de dueños de casa y agasajados, ni abundante vino puro, ni mesas
copiosamente provistas, ni gastos y preparativos para todo lo que exigen los banquetes
públicos, ni regocijos y festejos callejeros con juegos y chanzas, ni entretenimientos al son de.

202
la flauta, la cítara, los tímpanos, los címbalos y los demás instrumentos propios de la disipada
y enervante clase de música que, a través de los oídos, despierta incontenibles
concupiscencias?
96
Ver Sobre las leyes particulares I, 186.

194. Porque es en estas cosas y a través de ellas donde, al parecer, piensan éstos que se
encuentra el regocijo, como que ignoran en qué consiste la verdadera alegría; la que tuvo
presente con agudísima visión el omnisciente Moisés cuando proclamó que el día del ayuno
es una fiesta, la más grande de las fiestas, "sábado de sábados" 97 en la lengua de su nación;
siete de sietes,98 como dirían los griegos, y santa entre las santas. Le dio este nombre por
muchas razones.
97
Lev. XVI, 31 y XXIII, 32.
98
Ver la nota 23.

195. En primer lugar, para fomentar la templanza, que el legislador exhorta a mostrar siempre
y en todas partes, en todas las situaciones de la vida en el uso de la lengua, el vientre y las
partes situadas debajo de éste; pero que en esta ocasión, al dedicarle un día especial, manda
que honremos de manera particular. Y, si alguien ha aprendido a despreciar las comidas y las
bebidas, cosas tan necesarias, ¿cuál de las cosas superfluas, que existen no tanto para la con-
servación y supervivencia cuanto para el dañosísimo placer, no despreciará?

196. En segundo lugar, porque todo este día está dedicado a plegarias y súplicas, sin que los
hombres, desde la mañana hasta el anochecer, ocupen esa jornada de descanso en otra cosa
que en preces que encierran fervientes pedidos, con las que tratan ardorosamente de propiciar
a Dios, suplicar dolé el perdón de las faltas voluntarias e involuntarias, mientras abrigan
saludables esperanzas, no por méritos propios sino por la generosa naturaleza de Aquel que
prefiere el perdón al castigo.

197. En tercer lugar, a causa de la época en que tiene lugar la celebración del día del ayuno,
como que por entonces ya han sido recogidos todos los frutos que durante el año ha producido
la tierra. El legislador ha entendido que el hartarse inmediatamente con ese producto es propio
de una voracidad insaciable; y que, por el contrario, el ayunar y no consumir alimento alguno
es señal de una piedad perfecta, que enseña a la inteligencia a no confiar en las cosas
preparadas y puestas a nuestro alcance, tomándolas por fuentes de salud y de vida; porque a
menudo la presencia de tales cosas daña, en tanto que su ausencia resulta de provecho.

198. Aunque el sonido de sus voces no llegue a nuestros oídos en absoluto, casi como si nos
hablaran cara a cara, aquellos que, después de la recolección de los frutos, se abstienen de
comidas y bebidas, lanzan con sus almas gritos que expresan lo siguiente: Hemos recibido con
alegría, y almacenado los dones de la naturaleza, pero no reconocemos por causa de nuestra
conservación a una cosa perecedera como esa, sino a Dios, el Engendrador, Padre y Salvador
del mundo y de todo cuanto hay en él, a Dios, que tiene por norma el nutrirnos y
conservarnos, o mediante esas cosas o sin ellas.

199. Ved, por ejemplo, cómo a nuestros antepasados, que sumaban muchas miríadas de perso-
nas, mientras atravesaban un desierto intransitable y completamente estéril, los alimentó
durante cuarenta años, es decir, la vida de una generación, como si estuvieran en un país de
suelo muy fértil y productor de excelentes frutos. Abrió para ello fuentes antes inexistentes
para que consumiesen abundantemente su agua, e hizo llover desde el cielo alimento, en
cantidad no mayor ni menor que la suficiente para cada día, a fin de que, usando lo necesario

203
sin almacenar nada, se abstuviesen de vender sus saludables esperanzas a cambio de las cosas
sin vida que hubieran almacenado y, meditando un poco en los beneficios recibidos,
admirasen y reverenciasen al Dispensador, y Lo honrasen con los himnos y bendiciones
apropiados.

200. El día del ayuno celébrase, por prescripción de la ley, el diez del mes. .¡Por qué ese día?
Según tratamos detalladamente en las consideraciones acerca de ese número, 99 los hombres
sabios llámanlo el totalmente perfecto, y en él están contenidas todas las progresiones: la
aritmética, la armónica y la geométrica, así como las armonías de cuarta, de quinta, de octava
y de doble octava, cuyas respectivas razones son 4:3, 3:2, 2:1 y 4:1, a las que agrégase
también la razón 9:8; de modo que constituye una perfectísima totalidad integrada por los
esquemas básicos de la ciencia musical, por lo cual se lo ha llamado el totalmente perfecto.
99
Ver Sobre el decálogo 20 y 21, Vida de Moisés II, 115 y Sobre la creación 52.

201. Ordenó, pues, el legislador que la privación de alimentos y bebidas tuviera lugar en la
esfera del perfecto y pleno número diez, para procurar a la parte mejor de nuestro ser el mejor
de los alimentos. Su deseo era que todos entendieran que lo que como intérprete de las
Divinas directivas proponía no era el hambre, el más insoportable de todos los males, sino un
corto paréntesis en la corriente que fluye hacia los receptáculos del cuerpo.

202. De esta manera, en efecto, la corriente procedente de la fuente de la razón habría de


correr transparente y pura con suave curso hacia el alma. Porque, mientras la ininterrumpida
sucesión de alimentos, al inundar al cuerpo, arrastra también a la razón; si, en cambio, se la
contuviere, la razón, muy bien afirmada, podrá realizar sin tropiezos, como sobre un seco
sendero o camino real su avance en procura de cuanto merece verse y oírse.

203. Además, es conveniente que, una vez que todas aquellas cosas que conforman un estado
de abundancia han llegado en la medida deseada a concretarse en bienes perfectos y plenos,
todos, en medio de la prosperidad y copia de recursos, recuerden, al abstenerse de comidas y
bebidas, lo que es la indigencia; y eleven preces y súplicas, pidiendo no llegar nunca a sufrir
de verdad la falta de las cosas necesarias, y agradeciendo, al mismo tiempo, el hecho de que el
recuerdo de males que no les sobrevienen actualmente tenga lugar en medio de bienes
sobreabundantes. Y ya es suficiente acerca de este tema.

204. XXXIII. La última de las celebraciones anuales es la llamada fiesta de los tabernáculos,
y tiene lugar en el equinoccio de otoño.100 De esta circunstancia se derivan dos enseñanzas.
Una es que debemos honrar a la igualdad y detestar a la desigualdad,101 por cuanto la primera
es origen y fuente de justicia, en tanto que la segunda lo es de injusticia; estando aquella
emparentada con la luz sin sombra, y ésta con la oscuridad. La otra es que corresponde,
después que los frutos han llegado a su perfecto desarrollo, agradecer a Dios, el dispensador
de esa perfección y origen de todos los bienes.
100
Ver Sobre las leyes particulares I, 189.
101
Recuérdese que equinoccio significa noche igual al día, de donde lo de igualdad.

205. Porque el otoño, como claramente lo indica su nombre,102 es la estación que llega
después de que el fruto maduro ha sido ya cosechado, cuando ya los sembrados y los árboles
han pagado sus anuales contribuciones y obligados tributos, y la tierra ha proporcionado
abundantemente todos los frutos que ella produce para las distintas especies de animales
domésticos y salvajes, cuyo número es incontable, a fin de que los aprovechen no solo en el
sitio mismo de producción y en el momento, sino posteriormente, gracias a la previsión de la

204
naturaleza, amiga de los seres vivientes.
102
En griego metóporon, literalmente "posfrutal".

206. Está prescripto, además, que la gente pase el tiempo de la fiesta en tiendas.103 Un motivo
de ello es tal vez la circunstancia de que ya no hay necesidad de continuar a la intemperie
ejecutando las labores agrícolas, pues nada ha sido dejado fuera y todos los frutos están
depositados en silos o lugares similares a causa de los daños que habitualmente traen
aparejados el ardor del sol y las copiosas lluvias.
103
Lev. XXIII, 40 a 43.

207. Porque, cuando aquello que te sirve de alimento se halla todavía en campo abierto, no te
encierras como mujer recluida en su habitación, sino, saliendo fuera, tú mismo oficias de
cuidador y guardián de las cosas que te son necesarias. Y mientras permaneces a la intemperie
y te acosan el frío y el calor, los espesos follajes de los árboles te aguardan con su sombra,
bajo la cual puedes fácilmente escapar del daño que de uno y otro procede. Mas, cuando todos
los frutos son puestos dentro, vas tú también en busca de un modo de vida más al abrigo de un
techo, deseoso de que el descanso suceda a los esfuerzos que soportaste mientras trabajabas la
tierra.
Otra razón es quizá que ello nos recuerda el largo viaje de nuestros antepasados a través de un
extenso desierto, durante el cual pasaban muchos años en tiendas en cada lugar donde se
detenían. 104
104
Lev. XXIII, 43.

208. Provechoso es recordar en medio de la riqueza la pobreza, en la fama la posición


humilde, en el ejercicio del poder la condición de simple ciudadano, en la paz los peligros de
la guerra, en tierra los azares del mar, y en las ciudades la soledad. Porque no hay placer
mayor que el traer a la memoria en medio de una gran prosperidad las antiguas desventuras.

209. Pero, además de ser un placer, resulta también un estímulo, y no pequeño, para la
práctica de la virtud. Porque quienes han sido testigos del bien y del mal, y, habiéndose libe-
rado del mal, disfrutan de lo mejor, por fuerza adquirirán el hábito de la gratitud y se sentirán
impulsados a la piedad por el temor de un cambio completo de situación. De allí que además
de rendir homenaje a Dios por los bienes presentes con cánticos y fórmulas, Le rueguen
insistentemente y Lo aplaquen con súplicas para verse libres de males en el futuro.

210. También el quince del mes tiene lugar el comienzo de esta fiesta, y por la misma razón
que señalamos a propósito de la estación primaveral,105 es decir, a fin de que no solo durante
el día sino también durante la noche el mundo se halle lleno de la luz plenamente hermosa por
naturaleza, pues durante esa jornada el sol y la luna se elevan sucediéndose, sin que intervalo
alguno de sombra se interponga entre sus incesantes rayos de luz.
105
En el parágrafo 155.

211. Como coronación de los siete días agrega el legislador un octavo,106 al que denomina día
"final",107 no solamente de esta fiesta, al parecer, sino de todas las fiestas anuales, que he
enumerado y descripto, ya que esta fiesta es la última del año y marca la terminación de ellas.
106
Lev. XXIII, 36 y Núm. XXIX, 35.
107
Literalmente, "de salida"; como diríamos hoy tal vez, "de cierre" de un ciclo.

212. Puede ser, también, que la asignación del número ocho, el primer cubo,108 a dicha fes-
tividad obedezca a la siguiente razón. Este número es, por una parte, el comienzo de la

205
sustancia sólida originada en virtud de un incremento,109 marcando el tránsito a ella desde la
categoría de lo incorpóreo;110 y, por otra, el límite final de la sustancia de naturaleza
intelectual, la que por incrementos 111 evoluciona hacia la naturaleza sólida.
108
8 = 2 x 2 x 2.
109
Esta traducción es conjetural. Dynamis = fuerza, poder, es un tecnicismo empleado en
matemáticas para indicar la elevación a una potencia, y particularmente para la elevación al
cuadrado. Aquí parece sugerir que está tomado en este sentido su empleo paralelo al término
paránxesis = incremento, que también significa elevación a una potencia, como lo entiende
Filón en Sobre la creación del mundo 91 y ss., donde lo emplea para indicar el proceso por el
que partiendo de la unidad, sucesivos cuadrados dan 64 y sucesivos cubos producen 729. (Ver
la nota 21); pero en este caso se trataría de una mera duplicación. Ver la nota 111.
110
Ver Sobre la creación del mundo 98.
111
Si la opinión de Colson es acertada, la explicación del pasaje seria la siguiente. Partiendo
de la unidad, que es el punto, obtendremos el cuadrado de ella, es decir, el 2, que es la línea.
Duplicando el 2 se tiene el 4, que es la superficie, y duplicado el 4 obtenemos el 8 con el que
hemos dejado atrás lo incorpóreo o puramente mental para entrar en la esfera de lo corpóreo o
de los sólidos, al cabo de los sucesivos incrementos.

213. Y, ciertamente, la fiesta otoñal, que es, como he dicho, culminación y término de todas
las fiestas del año, nos deja la impresión de algo dotado de bastante estabilidad y fijeza, como
que la gente está ya en posesión de los beneficios procedentes de la tierra, y no vive ya
indecisa y temerosa ante la incertidumbre respecto de la fertilidad o esterilidad de ella. Porque
las preocupaciones de los agricultores no se truecan en sensación de seguridad hasta que los
frutos han sido cosechados, debido a los daños que acechan a éstos de parte de innumerables
hombres y animales.

214. Me he extendido algo en mi exposición en atención al sagrado número siete, queriendo


mostrar cómo todas las fiestas del año son hijas, podríamos decir, de este número, el que es
considerado una madre… 112 .. .escenas de locura y de alegría; y porque las asambleas festivas
y la vida de regocijo a que ellas dan lugar brindan goces sin mezcla de inquietud o depresión
de ánimo, los que hacen desbordar de placer a los cuerpos y a las almas, a aquellos mediante
días vividos plácidamente, a éstas mediante el estudio de la filosofía.
112
Laguna en el texto griego.

215. XXXIV. Pero existe además de estas celebraciones una que no constituye una fiesta, sino
una ceremonia general con características propias de una fiesta, a la que llaman "de la cesta"
por lo que en ella tiene lugar,113 como un poco más adelante mostraremos. Que no tiene el
prestigio y la jerarquía de una fiesta es evidente por muchas razones. Ni atañe a la nación
como conjunto, como ocurre con cada una de las otras celebraciones, ni víctima alguna de las
que se llevan o guían hasta el altar es sacrificada y entregada al inextinguible fuego sagrado,
ni está señalado el número de los días durante los cuales debe celebrarse.
113
Deut. XXVI, 1 a 11.

216. XXXV. Sin embargo, fácilmente puede advertirse que tiene características propias de
una fiesta, y que se asemeja mucho a una ceremonia general. Cada uno, en efecto, de los que
poseen campos o propiedades rurales, después de llenar con frutos de cada especie recipientes
que, como dije, llaman cestas, los lleva con alegría al templo, como primicias de la rica
cosecha, y, de pie ante el altar, los entrega al sacerdote, mientras recita un hermosísimo y
admirable cántico; o, si se diere el caso de no recordarlo, lo escucha con toda atención de boca
del sacerdote.

206
217. El cántico expresa lo siguiente: "Los fundadores de nuestra nación abandonaron Siria y
emigraron hacia Egipto. Aunque su número era pequeño, crecieron hasta constituir una raza
numerosísima. Sus descendientes sufrieron incontables calamidades en manos de los
habitantes de ese país; y, cuando ninguna ayuda de parte de los hombres se vislumbraba ya,
comenzaron a suplicar a Dios acogiéndose a Su protección.

218. Dios, que es bondadoso para con todos los que sufren injusticias, acogió su súplica, y
anonadó a sus opresores con señales, prodigios, apariciones y todas las otras maravillas que
por entonces tuvieron lugar; y salvó a los vejados, que sufrían toda suerte de atropellos, y no
solo los condujo hacia la libertad, sino, además, les dio un país rico en toda clase de frutos.

[219] De esos frutos de él Te traemos, oh Benefactor, las primicias; si es lícito que quien
recibe hable de traer algo a alguien. Porque todas las cosas son gracias y dones Tuyos, oh
Señor; y, habiendo sido juzgados por Ti merecedores de ellos, nos sentimos orgullosos, y nos
deleitamos con los inesperados bienes que Tu nos has dado y que superan nuestras
esperanzas".

220. XXXVI. Casi desde el comienzo de la primavera hasta el fin del otoño, durante dos
estaciones, vale decir, la mitad completa del año, este cántico es entonado sin interrupción por
un oferente tras otro. No es posible, en efecto, que toda la población traiga conjuntamente los
frutos estacionales en una fecha fija; preciso es que lo hagan unos en unos días, otros en otros,
aunque no faltan casos en que también lo hacen las mismas personas procedentes de los
mismos lugares.114
114
Es decir, que no concurren los mismos días todos los años. Éste, al menos, es el sentido
más probable.

[221] Como de los frutos unos maduran más rápido y otros más lentamente debido a las
variantes que presentan los lugares, de los que unos son más cálidos y otros más fríos, y por
otras innumerables causas, es natural que la fecha de presentación de estas primicias no sea
fija ni dentro de un tiempo limitado, sino se extienda a un larguísimo lapso.

222. El consumo de dichas ofrendas está asignado a los sacerdotes, en razón de que no han
recibido porción alguna de territorio ni propiedades que les provean de ingresos; y su heredad
la constituyen las ofrendas de la nación, a cambio de las obligaciones propias del culto, que
noche y día tienen a su cargo.

223. XXXVII. Hemos expuesto detenidamente todo lo referente al número siete y a los
hechos relacionados con él, que tienen lugar diaria, mensual y anualmente, así como a las
fiestas que guardan estrecha relación con él, ajustándonos al orden de las leyes capitales
puestas a consideración y de conformidad con la ilación requerida por los temas. A
continuación examinaremos la ley capital siguiente, en la cual está registrada la obligación de
honrar a los padres.

224. XXXVIII. Hasta aquí mi interpretación ha versado sobre cuatro normas genéricas que
son indudablemente las primeras en orden e importancia. Son ellas la referente al poder único
por el que está gobernado el mundo; la relativa a la prohibición de fabricar imagen o copia
alguna de Dios; la que versa sobre el no cometer perjurio, o, en general, no jurar en vano; y la
que trata del sagrado día séptimo; todas las cuales tienen como objeto el fomento de la piedad
y la santidad. Ahora paso a considerar la quinta, la cual refiérese a la honra debida a los

207
padres, y que señala el límite entre lo Divino y lo humano.

225. Los padres, en efecto, están situados en el límite entre la naturaleza Divina y la humana,
participando de una y de otra.115 De la humana, porque, como es fácil de advertir, han sido en-
gendrados y perecerán; de la Divina, porque han engendrado y traído a la existencia aquello
que no existía. Yo entiendo que lo que Dios es respecto del mundo, lo son los padres respecto
de sus hijos, puesto que, así como Aquel confirió la existencia a lo no existente, también
éstos, imitando, hasta donde les es dado hacerlo, el poder de Dios, aseguran la inmortalidad de
la especie.
115
Ver Sobre el decálogo 106 a 120.

226. XXXIX. Mas no solo por esto merecen el padre y la madre ser honrados, sino también
por muchas otras razones. Entre aquellos que tienen en alta estima la virtud las personas
mayores gozan de preeminencia sobre los jóvenes, los maestros sobre los discípulos, los
benefactores sobre los beneficiados, los gobernantes sobre los subordinados y los amos sobre
los servidores.

227. En consecuencia, los padres tienen asignado el orden superior, como que son personas
mayores, instructores, benefactores, gobernantes y amos; en tanto que los hijos y las hijas
están ubicados en el orden inferior pues son de menos edad, discípulos, beneficiados,
subordinados y servidores. Que nada de lo que afirmo es falso surge claramente de por sí,
pero las pruebas que aporta el discernimiento confirmarán más aún su verdad.

228. XL. Así pues, digo que lo que produce algo es en todos los casos de mayor edad 116 que
lo producido, y que la causa es de más data que su efecto. Y los progenitores son, en cierto
sentido, causas y productores de los engendrados por ellos. Ocupan, además, la posición de
instructores, por cuanto instruyen a sus hijos desde temprana edad en todo aquello que ellos
han llegado a conocer; y no solo en los conocimientos pertenecientes a las distintas ramas del
saber, ...117 sino también en las más necesarias normas sobre qué se debe escoger y qué evitar,
vale decir, sobre el preferir las virtudes y el evitar los vicios, y sobre la conducta que aquéllas
y éstos suponen.
116
Presbyteros = de más edad, significa también de más jerarquía o de más dignidad.
117
He dejado sin traducir siete palabras del texto griego porque, tal como dicho texto las
presenta, resultan rebeldes a cualquier versión coherente, a lo que no han puesto remedio los
más ingeniosos intentos de reconstrucción textual ensayados por los eruditos.

229. ¿Quiénes, por lo tanto, podrían ser mayores benefactores de los hijos que sus padres, los
que no solo trajéronlos de la no existencia a la existencia, sino entendieron además que tenían
derecho a la nutrición, y luego a la educación, tanto en lo tocante al cuerpo como en lo que
hace al alma, a fin de que no viviesen simplemente, sino viviesen bien?

230. Ellos han beneficiado al cuerpo mediante la gimnasia y el ejercicio con miras a
procurarle vigor y buena complexión, soltura en las posiciones y movimientos, y ritmo y ele-
gancia; y al alma mediante las letras, la aritmética, la geometría, la música y la filosofía en su
totalidad, la cual, elevando hacia las alturas a la inteligencia desde el cuerpo mortal en que
está alojada la acompaña hasta el cielo, y le muestra las dichosas y felices naturalezas que hay
en él, creando en ella un ardiente deseo de participar en el inmutable y armonioso orden que
aquellas jamás abandonan, obedientes a Aquel que las comanda.

231. Pero, además de procurarles tales beneficios, los padres asumen la autoridad sobre los

208
hijos que ellos han engendrado, y no, como ocurre en los estados, por sorteo o por votación,
procedimientos que dan pie para que se alegue, en el caso del primero que la elección se debe
a un capricho de la suerte, sin que el discernimiento haya tenido parte; y en el caso del
segundo, que es resultado de la precipitación de la muchedumbre, la que nada inquiere ni
examina. La autoridad de los padres procede de decisión excelente y perfectísima de la
naturaleza de la región superior, por la que son justicieramente presididas las cosas Divinas y
humanas.

232. XLI. Por ello está permitido a los padres dirigir reproches a sus hijos, amonestarlos con
la severidad requerida, y, si no se someten ante las advertencias que escuchan, golpearlos,
hablarles en términos violentos y encerrarlos. Y es más; si después de esto persistieren en su
rebeldía y se resistieren a someterse movidos por la violencia de su incurable depravación, la
ley permite a los padres castigarlos hasta con la muerte; pero, en este caso, no al padre solo ni
a la madre sola.118 Es que, dada la magnitud del castigo, lo justo es que sea sentenciado no por
uno solo sino por ambos. Y por cierto que no es verosímil que uno y otro progenitor estén de
acuerdo sobre la ejecución de su hijo, a menos que las faltas de éste sean intolerables y de tal
gravedad que venzan la afección que la naturaleza ha hecho afincar firmemente en ellos.
118
Deut. XXI, 18 a 21.

233. Pero no solo han recibido la autoridad para gobernar a sus hijos, sino también el poder de
amos,119 de acuerdo con las dos formas más comunes de adquirir servidores, es decir, por
haber éstos nacido en la casa del amo, y por haber sido comprados. Los padres, en efecto,
gastan sumas, muchas veces superiores al valor de un esclavo, por sus hijos,
proporcionándoles nodrizas, tutores y maestros, aparte de lo que invierten en vestidos,
alimento y el resto de los cuidados, tanto cuando están sanos como cuando están enfermos,
desde la más temprana edad hasta su completo desarrollo. En cuanto a la condición de esclavo
nacido en la casa, ella reza también con los que no solo han sido engendrados en la morada
sino además engendrados por los dueños de casa, quienes al hacerlo han pagado la
contribución exigida por las leyes de la naturaleza.
119
Es decir, su autoridad no surge solamente de su condición de padres sino también de su
condición de amos.

234. XLII. En consecuencia, existiendo tan grandes motivos, los que honran a sus padres no
hacen nada que merezca alabanza, puesto que una sola de las razones mencionadas es sufi-
ciente de por sí para mover a reverenciarlos. En cambio, merecen reproche y reprobación, y el
más severo de los castigos, aquellos que ni los respetan como a mayores, ni los escuchan
como a instructores, ni consideran que deben recompensarlos como a benefactores, ni los
obedecen como a gobernantes, ni los temen como a amos.

235. Honra, por lo tanto, dice la ley, después de Dios a tu padre y a tu madre, los que han sido
coronados con los galardones del segundo puesto que el arbitra del torneo, la naturaleza, les
ha conferido. Y de ninguna forma los honrarás más que tratando de ser bueno y, además,
parecerlo; procurando alcanzar para lo primero la virtud sin vanidad ni afectación; y para lo
segundo la virtud acompañada de una buena reputación y de la aprobación de los que te
rodean.

236. Los padres, en efecto, preocupándose poco por sus personales intereses, tienen por suma
felicidad las cualidades destacadas de sus hijos, los que para alcanzarlas deberán estar dis-
puestos a acatar sus mandatos y ser obedientes en todo cuanto sea justo y provechoso; que el
padre, si lo es de verdad, no prescribirá a su hijo nada contrario a la virtud.

209
237. XLIII. Pero el amor a los padres puede ser testimoniado no solo a través de las normas
de conducta mencionadas, sino también mediante la cortesía ante las personas de edad como
ellos. Porque quien trata con respeto a un hombre o a una mujer de edad no miembros de su
familia, nos hace pensar que en él está presente el recuerdo de su padre y de su madre, y que,
mirándolos como modelos, ve con admiración a los que son réplica de ellos.

238. De allí que en las sagradas escrituras esté mandado no solo que los jóvenes cedan los
asientos principales a los de mayor edad, sino también que se pongan de pie ante los ancianos
que pasan,120 como muestra de respeto hacia los grises cabellos de la vejez, a la cual pueden
abrigar la esperanza de llegar aquellos que la juzgan merecedora de privilegio.
120
Lev. XIX, 32.

239. Admirable, por otra parte, es, a mi juicio, la ley que dice: "Tema cada uno a su padre y a
su madre",121 colocando el temor delante de la afección, no porque aquél sea mejor en todos
los casos, sino por ser más conveniente y provechoso para la situación que ella tiene presente.
En efecto, en primer lugar, el hecho de recibir instrucción y ser objeto de reproches supone
falta de sensatez, y el único remedio para la falta de sensatez es el temor. En segundo lugar,
estaría fuera de lugar el que el legislador incluyera entre sus prescripciones enseñanzas acerca
del amor que los hijos deben a sus padres, siendo así que desde los mismos pañales ha
establecido este sentimiento la naturaleza, como un espontáneo impulso, en las almas de los
unidos por ese vínculo de parentesco.
121
Lev. XIX, 3.

240. Y así, mientras omitió prescribir el amor a los padres, por entender que éste es
espontáneo y se aprende sin maestros, no siendo necesario imponerlo; prescribió, en cambio,
el temor, pensando en los que normalmente descuidan sus obligaciones. Porque, así como los
padres, movidos por un amor sin límites hacia los suyos, rodean de cuidados a sus hijos; y,
procurándoles bienes de toda procedencia, se los brindan desinteresadamente, sin rehuir tra-
bajo ni peligro alguno; solo porque se sienten ligados a ellos por la poderosa atracción de su
afecto; no faltan hijos que reciben este exceso de cariño no para beneficio. Ávidos de malicie
y voluptuosidad, admiradores de la vida disipada, disolutos de cuerpo y alma, ni permiten que
parte alguna de su ser opere rectamente de conformidad con sus propias capacidades, que
ellos han frustrado y paralizado; ni se ruborizan de vergüenza, pues no temen a los censores
que son sus padres y madres, entregándose y abandonándose a sus propias concupiscencias.

241. Pero es preciso exhortar también a estos padres a que, empleando reprimendas lo
suficientemente firmes y severas, remedien la disolución de sus hijos; y a los hijos a que sean
respetuosos con quienes los engendraron, y los reconozcan como gobernantes y amos por
naturaleza. Porque de esta manera, aunque no sin dificultad, cobrarán temor de obrar
inicuamente.

242. XLIV. Hemos discurrido acerca de las cinco leyes capitales correspondientes a la
primera tabla, y de todas las prescripciones particulares que pueden ser referidas a cada una
de las cinco. Pero es preciso que también señalemos las penalidades fijadas para las
transgresiones de las mismas.

243. Debido a la estrecha afinidad que guardan entre sí estas iniquidades, el castigo es el
mismo en todos los casos: la muerte; pero las justificaciones son diferentes. Hemos de
comenzar por el último de estos preceptos, el referente a los padres, ya que aún está fresco en

210
nuestro pensamiento lo discurrido acerca del mismo. Dice la ley: "Si alguien golpeare a su
padre o a su madre, sea lapidado".122 Medida ésta del todo justa, pues no sería justo que
conservara la vida quien ha maltratado a los autores de sus días.
122
Éx. XXI, 15.

244. Sin embargo, algunos grandes personajes y legisladores,. atentos más a las opiniones que
a la verdad, con calculada condescendencia han fijado como castigo para los que golpean a
sus padres la amputación de las manos,123 buscando con ello ganarse la buena opinión de los
menos discretos y faltos de discernimiento, los que juzgan que lo que corresponde es amputar
las partes con las cuales han golpeado a sus padres.
123
Si existió en alguna legislación de las que pudo conocer Filón, y en cuál, es cosa que no
puede determinarse, pues no existen fuentes al respecto. M. Aneo Séneca, Controversias IX,
4, afirma que tal ley existía en Roma.

245. Pero constituye una necedad el descargar la indignación sobre aquello que es un mero
instrumento, en lugar de hacerlo sobre los responsables; ya que el atropello no lo han
cometido las manos, sino los agresores mediante las manos. En caso contrario, habría que
dejar en libertad a los que asesinan mediante una espada, y arrojar la espada fuera de los
límites del país;124 y, a la inversa, no rendir homenaje a quienes se han destacado en la guerra,
sino a todos los pertrechos sin vida que emplearon en sus actos de valor.
124
Alusión, tal vez, a la ley ateniense que determinaba que los objetos inanimados, un trozo
de cornisa, por ejemplo, que hubieran producido la muerte de alguna persona fueran
condenados y transportados por los phylobasiléis (reyes de tribu) hasta la frontera ática y
desde ella arrojados fuera del país.

246. Y también en el caso de los vencedores en la carrera simple, en la doble o en la larga, o


en pugilato o en el pancracio, ¿intentarán, por ventura, ceñir las guirnaldas solo a sus piernas
o a sus manos, sin tener en cuenta a los cuerpos de los atletas en su totalidad? Por cierto que
resultaría ridículo implantar semejantes prácticas y dar a aquellas cosas cuyo empleo es
forzoso en cada caso, el castigo o el premio que corresponde a los que tienen la
responsabilidad o el mérito. Porque la verdad es que, cuando alguien ofrece acertadas
ejecuciones musicales mediante la flauta y la lira, no lo dejamos a él de lado y juzgamos que
son los instrumentos los merecedores de las proclamas laudatorias y los honores.

247. ¿A qué viene, entonces, ilustres legisladores, lo de cortar las manos a quienes han
golpeado a sus padres? ¿O será para que los autores del atropello, además de quedar
completamente inservibles, puedan reclamar una subvención, no ya anual sino diaria, de parte
de las víctimas de los atropellos, en razón de que ellos son incapaces de procurarse los
necesarios alimentos? Porque no hay padre alguno tan duro, que contemple con indiferencia
cómo un hijo suyo muere de hambre; sobre todo una vez que, pasando el tiempo, su cólera se
va apaciguando.

248. Y aunque el hijo no llegare, ciertamente, a poner las manos sobre ellos, si hablare en
términos inconvenientes a aquellos a los que hablar con deferencia es un deber que no admite
excepciones; o si de alguna otra manera hiciere algo para deshonrar a sus padres, debe
morir.125 Es que se trata, de un común y verdaderamente público enemigo de todos, pues, ¿ha-
cia qué otra persona podría llegar a mostrar buenas disposiciones el que ni siquiera las tiene
hacia los que le han dado el ser, a través de los cuales llegó a la existencia, y de los que no es
sino una prolongación?
125
Éx. XXI, 16 y Lev. XX, 9.

211
249. XLV. También será sentenciado a muerte aquel que hubiere convertido al sagrado día
séptimo en algo profano hasta donde estaba en sus manos hacerlo.126 A la inversa, no han de
escatimarse los medios de purificación para las cosas profanas, tanto materiales como
inmateriales, a fin de trocarlas en mejores, pues, como dijo alguien,127 "la envidia marcha
fuera del Divino coro". Pero el atreverse a desvirtuar y adulterar las cosas sagradas es signo
de una impiedad sin límites.
126
Éx. XXXI, 14 y 15.
127
Platón, Fedro 247 a.

250 Durante aquella emigración que en tiempos remotos tuvo lugar desde Egipto, cuando toda
la multitud marchaba a través de un intransitable desierto,128 habiendo llegado un día séptimo,
mientras todas aquellas miríadas de personas, cuyo número he declarado más arriba,129
permanecían en sus tiendas, entregadas a un profundo reposo, uno solo, y no de los de
humilde y oscura condición, haciendo poco caso de las prescripciones, y burlándose de los
que las respetaban, salió a recoger leña para el fuego, pero de hecho para hacer ostentación de
desobediencia a las leyes.
128
Núm. XV, 32 a 36. Ver Vida de Moisés II, 13 y ss.
129
En el parágrafo 146.

251. Volvía él trayendo un haz, pero los demás, saliendo de las tiendas, sin intentar violencia
alguna, pese a su gran excitación, atentos a la santidad de aquel día, lo condujeron ante el
gobernante e informaron a éste del impío comportamiento. El gobernante dejólo bajo
custodia, y, cuando le sobrevino la Divina revelación de que el hombre debía ser lapidado, lo
entregó a los que primero lo habían visto, para que se le diera muerte. Es que, así como no
está permitido encender fuego los días séptimos, por la razón que mencioné en un pasaje
anterior,130 del mismo modo, pienso yo, tampoco lo está el recoger combustibles para el
fuego.
130
En el parágrafo 65.

252. XLVI. En cuanto a aquellos que invocan a Dios como testigo para una falsedad, la
sanción establecida es la muerte 131 Y es lo que cabía esperar. Porque ni siquiera un hombre,
si es de reglada conducta, toleraría en ningún caso que se lo invitara a confirmar falsedad;
antes bien, consideraría como enemigo indigno de confianza, pienso yo, a quien lo incitara a
estas cosas.
131
No existe tal prescripción en el texto de las leyes. Filón la infiere del hecho de que tal
castigo haya sido impuesto a culpas más leves, según se arguye en los parágrafos 253 y 254.

253. De donde no cabe sino afirmar que al que jura en vano para algo injusto, Dios, aunque
misericordioso por naturaleza, jamás lo liberará de su culpa, aun cuando escapare a los
castigos de los hombres, por cuanto para su mancha no hay purificación posible. Y jamás
logrará huir, pues lo vigilarán innumerables decididos partidarios de las leyes, minuciosos al
máximo en cuanto a la observancia de las instituciones ancestrales, los que son implacables
para con los que intentan subvertirlas. De lo contrario, sucedería que, mientras se considera
que merece la pena capital quien ha deshonrado a su padre o a su madre, habríamos de ser
más tolerantes con el impío que ha deshonrado el nombre cuya gloria supera a la majestad
misma.

254. Pero no hay nadie tan necio que, admitiendo la muerte para los culpables de los delitos
más leves, absuelva a los convictos de otros más graves. Y mayor sacrilegio que el de injuriar

212
o atropellar a los padres es el que se comete contra el sagrado nombre de Dios al jurar en
falso.

255. Pero, si el que jura de manera inconveniente es culpable, ¿de cuan inmenso castigo es
merecedor aquel que niega al verdaderamente existente Dios, y rinde honor a las creaturas
antes que al Creador; considerando que corresponde venerar no solo a la tierra, al agua, al aire
o al fuego, es decir, a los elementos del universo; o bien al sol, a la luna y a los astros errantes
y fijos, o al cielo todo y al mundo; sino también a cuantos objetos han fabricado artífices
mortales, vale decir, a maderas y piedras a las que se han impreso formas humanas? 132
132
Deut. XVII, 2 a 7.

256. Por cierto que ha de ser convertido en algo similar a esos productos de la mano del
hombre.133 Porque no es procedente que participe de la vida quien honra a cosas sin vida;
sobre todo si llegó a ser discípulo de Moisés, a quien muchas veces ha oído expresar con
profética palabra aquellas sacratísimas y piadosas prescripciones que dicen: "El nombre de
otros dioses no lo admitas en tu recuerdo ni lo expreses con tu voz",134 'sino a ambas:
inteligencia y palabra, apártalas de esas otras divinidades, y vuélvete hacia el Padre y Hacedor
de todas las cosas, a fin de meditar las más excelsas y hermosas consideraciones acerca de la
soberanía que solo a Él pertenece; y a fin de que tus palabras sean apropiadas y sumamente
provechosas para ti mismo y para los que habrán de escucharte'.
133
es decir, en algo sin vida. Salmos CXV, 8.
134
Éx. XXIII, 13.

257. XLVII. Quedan, pues, expuestos los castigos contra quienes transgreden estos cinco
oráculos.135 En cuanto a los premios que aguardan a quienes los observan, aunque no
aparecen revelados por la ley mediante prescripciones expresas, con todo-salen a luz si
leemos entre líneas.
135
o mandamientos capitales.

258. El no reconocer a otros dioses ni deificar cosas fabricadas por el hombre, así como el no
jurar en falso, no tienen necesidad de otra recompensa, ya que su mismo cumplimiento es, a
mi juicio, el más excelente y perfecto premio de por sí. Porque, ¿en qué podría hallar mayor
gozo el que ama la verdad que en confiarse a un solo Dios y abrazar con sinceridad y pureza
Su servicio?

259. Yo invoco el testimonio, no de aquellos que están al servicio de la vanidad, sino de los
inspirados por el celo que no anda a la deriva, propio de quienes tienen en alta estima la
virtud. Porque el galardón de la sabiduría es la misma sabiduría, tal como la justicia y cada
una de las demás virtudes constituyen el premio de sí mismas. Y en mayor medida aún la
santidad, que, como en medio de un coro, se destaca por su belleza y preside a todas las
virtudes, es ella misma su propio galardón y trofeo, y proporciona felicidad a los que la
cultivan; y a los hijos y descendientes de ellos, una prosperidad de la que jamás se verán pri-
vados.

260. XLVIII. Del mismo modo, cuanto acontece a aquellos que respetan el sagrado día
séptimo es provechoso para sus dos más esenciales elementos, que son el cuerpo y el alma.
Para el primero por los descansos de los continuos e interminables trabajos; para la segunda
por los excelentes pensamientos que dicho día les sugiere acerca de Dios en cuanto creador
del mundo y como conservador de las cosas que creó, ya que fue en el séptimo día cuando
llevó a su perfección a todas las cosas. De lo que se desprende claramente que quien rinde

213
honor al séptimo día alcanza también su compensación.136
136
Intraducible juego de palabras con los dos sentidos de timé = honor y paga, compensación
o valor.

261. Análogamente, el que trata con respeto a sus padres no tiene por qué buscar más que eso;
porque, si bien lo considera, hallará que en su misma conducta reside su premio. Con todo,
como este mandamiento, por referirse a seres mortales, es de inferior categoría que las cuatro
primeras leyes capitales, las que están en más estrecha relación con la Divinidad, Dios-nos
estimula con estas palabras: "Honra a tu padre y a tu madre, para que el bien te acompañe y
vivas largo tiempo".137
137
Éx. XX, 12.

262. Dos son los premios que instituye: uno es la participación en la virtud; porque el bien es
la virtud o la participación en la virtud. El otro es, hablando con toda propiedad, el evitar la
muerte a través de una prolongada existencia, de una vida lo suficientemente larga, que, aun
en compañía del cuerpo, gozarás si vives con el alma purificada con una perfecta purificación.
Queda, pues, expuesto con suficiente detención lo tocante a estos mandamientos. Cuando se
presente la ocasión,138 examinaremos los que siguen a éstos en la segunda tabla.
138
ver Sobre las leyes particulares III, 1 a 6.

214
SOBRE LAS LEYES PARTICULARES III

Sobre las leyes particulares comprendidas en dos de los diez mandamientos generales; a
saber, el sexto, que atañe a los adúlteros y a toda suerte de libertinaje; y el séptimo, que
concierne a los homicidas y a cualquier género de violencia.

1. I. Hubo un tiempo, en que libre de otras preocupaciones, entregábame al estudio de la


filosofía y a la contemplación del mundo y de las cosas que él contiene; y así recogía como
fruto aquella vida 1 hermosa, harto apetecible y verdaderamente feliz, acompañado siempre de
divinos asuntos y doctrinas, con los que sentíame dichoso, sin que jamás me sobreviniera la
hartura o la saciedad. Nada bajo o abyecto encerraban mis pensamientos, ni me retorcía en
procura de fama, de riqueza o de los goces propios del cuerpo; antes bien, tenía la impresión
de avanzar siempre por las alturas, poseída mi alma de cierta Divina inspiración, y girar a la
par del sol, la luna y la totalidad del cielo y el mundo.
1 Adopto la corrección de Mangey, quien propone sustituir noüs = inteligencia, por bíos =
vida. Ver Sobre la creación del mundo 156 y Sobre los sueños II, 74.

2. Y entonces sí que, inclinándome desde las etéreas alturas y dirigiendo, como desde una
atalaya, la mirada de mi inteligencia, contemplaba los infinitos espectáculos de todas las cosas
que existen sobre la tierra, y me proclamaba dichoso de haber huido con todas mis fuerzas de
las miserias de la vida mortal.

[3] Pero he aquí que me acechaba el más penoso de los males, la envidia, detestadora del bien,
la que, tras caer sobre mí de improviso, no cesó en sus intentos de derribarme violentamente,
hasta que me precipitó en el inmenso mar de las preocupaciones creadas por los públicos
sucesos, en el cual me veo arrastrado sin poder siquiera mantenerme a flote.2
2
No sabemos a ciencia cierta a qué acontecimientos adversos de su vida se refiere Filón. Lo
afirmado más abajo en el parágrafo 5 no deja lugar a dudas sobre el carácter de perturbaciones
públicas, no privadas, de esos acontecimientos. Tal vez se tratara de los atentados contra los
judíos por parte del elemento egipcio de Alejandría, hechos de los que se ocupa Filón en
Flacco y Sobre la embajada ante Cayo.

4. Con todo, aunque lo deploro, no desmayo gracias a que me acompaña mi amor apasionado
por el cultivo del saber, enraizado en mi alma desde mis primeros años; amor que, apiadado y
compadecido de mí siempre, me reanima y me alivia. Gracias a él a veces levanto la cabeza, y
con la mirada del alma, confusamente porque su aguda visión ha sido ensombrecida por la
oscuridad de los asuntos de otro orden, pero como mejor puedo, contemplo las cosas que me
rodean, con ansias de alcanzar una vida pura y exenta de males.

5. Y si de improviso me sobreviene un corto tiempo de serenidad y calma en medio de las


públicas perturbaciones, emerjo de las aguas desplegando mis alas, y es como si caminara por
los aires impulsado por las brisas del saber, el que a menudo me incita a huir y pasar mis días
en su compañía, dejando atrás a implacables amos, no solo hombres, sino también asuntos que
de una y otra parte se precipitan sobre mí como un torrente.

6. Pero, ciertamente, también por esto debo dar gracias a Dios, puesto que, aunque sumergido,
no soy tragado por el abismo; y, además, abro los ojos del alma, los que, habiendo renunciado
a toda promisoria esperanza, creí que estaban ya ciegos; y me alumbro con la luz de la
sabiduría, evitando entregar mi vida entera a las sombras. Y he aquí que me atrevo no solo a
leer las sagradas interpretaciones de Moisés, sino también, movido por mi amor al saber, a

215
indagar su contenido íntimo y a explicar y aclarar cuanto resulta incomprensible para los
demás.

7. II. Puesto que de los diez mandamientos, que reveló Dios en persona, sin mediación de
mensajero o intérprete, cinco, es decir, los grabados en la primera tabla, han sido ya
comentados, así como todas las leyes particulares que con ellos se relacionan; corresponde
ahora que, de la mejor manera posible, pasemos a tratar también los restantes, es decir, los de
la segunda tabla. Como en los casos anteriores, trataré de encuadrar las leyes especiales
dentro de cada una de las generales.

8. La primera prescripción registrada en la segunda tabla es la siguiente. "No cometerás


adulterio".3 Figura en primer lugar, según entiendo yo, porque a lo largo de todo el mundo
habitado el placer campea orgullo-sámente, no habiendo escapado a su dominio ninguna parte
del mismo, ni de las terrestres, ni de las del mar, ni de las del aire. Todos los seres, en efecto,
a lo largo de todas esas partes, así los que viven sobre la tierra, como los voladores, como los
acuáticos, lo admiran, lo rodean de atenciones y acatan sus mandatos, atentos a cualquier
mirada o gesto suyo, acogiéndolo con agrado, hasta cuando se muestra arrogante y
presuntuoso; y, poco menos que adelantándose a sus órdenes, con una diligencia y una
premura que excluyen toda dilación, propias de quienes sirven a alguien.
3
Éx. XX, 14 y Deut. V, 18.

9. De lo que se desprende que, aun siendo el natural, el placer encierra en muchos casos
motivos de reproche, cuando la entrega a él es inmoderada e insaciable. Tal el caso de los
glotones, aun cuando lo que se llevan a la boca no sea ninguna comida vedada; y también el
de los apasionados por las mujeres que en su frenético deseo de actos sexuales se unen, no ya
con mujeres de otros sino con la suya cada uno, pero con excesiva lascivia.

10. En la mayoría de estos casos el reproche es mayor en lo que hace al cuerpo que en lo que
toca al alma, por cuanto aquél guarda en su interior, por una parte, un fuego inmenso, que,
después de consumir el alimento que le ha sido arrojado, no tarda en reclamar otro; y, por
otra, una abundante sustancia húmeda, cuya impetuosa corriente se derrama a través de los
órganos genitales produciendo incesantes irritaciones, picazones y cosquilleos.

11. En cambio, en el caso de los que abrigan el demente deseo de poseer las mujeres de otros,
incluso a veces las de los íntimos y amigos, y viven para aflicción de sus vecinos, entregados
a procrear bastardos en el seno de familias enteras de numerosos miembros, convirtiendo en
befa los votos de felicidad nupcial y truncando las esperanzas de engendrar hijos; en este
caso, digo, son sus almas las que padecen incurable enfermedad, y se los debe castigar con la
muerte, 4 como a comunes enemigos del género humano todo, de modo qué no sigan viviendo
para arruinar impunemente otros hogares, ni se conviertan en maestros de otros que se
empeñen en emular la villanía de sus costumbres.
4
Lev. XX, 10 y Deut. XXII, 22.

12. III. Excelentes son también las restantes disposiciones de la ley acerca de las uniones
sexuales.5 Manda, en efecto, abstenerse de tenerlas no solo con las mujeres de otros sino
también con aquellas mujeres sin. esposo con las que no es lícito moral-mente tener tal
relación.
5
Lev. XVIII, 6 a 23, XX, 10 a 21 y Deut. XXII, 13 a 30.

13. La costumbre persa es objeto de una categórica repulsa y muestra de aversión por parte de

216
la ley, la que prohíbela como gravísima impiedad.6 Los magnates persas, en efecto, cásanse
con sus propias madres, y tienen por nobles en altísimo grado a los nacidos de ellas, conside-
rándolos merecedores de la suprema realeza, según dicen.
6
Lev. XVIII, 7 y ss.

14. ¿Qué perversión puede existir más impía que ésta? Deshonrar el lecho del padre muerto,
lecho que debería conservarse intacto, como sagrado que es; no experimentar pudor ante la
edad avanzada de la madre; convertirse el mismo hombre en hijo y esposo de ella, y ella, a su
vez, en mujer y madre de él; y los hijos de ambos, en hermanos de su padre y nietos de su ma-
dre; ésta en madre y abuela de los que ha dado a luz; y él en padre y hermano uterino, a la
vez, de los que ha engendrado.

15. Esto mismo ocurrió también entre los griegos antiguamente, en Tebas, en el caso de
Edipo, el hijo de Layo. Ocurrió por ignorancia, no con deliberada intención; y, con todo, el
matrimonio produjo tan grandes y numerosos males, que no faltó cosa alguna de las que
conducen a la más profunda desventura.

16. Una sucesión de guerras internas y exteriores fue, en efecto, la herencia legada por los
padres y antepasados a sus hijos y descendientes. Las más grandes ciudades de Grecia fueron
saqueadas; las mejores formaciones de guerreros nativos y aliados fueron destruidos, y los
mejores capitanes de ambos bandos cayeron unos tras otros, dándose muerte entre hermanos
movidos por irreconciliables odios en la pugna por el supremo mando. Resultado de todo esto
fue que no solo las familias y los estados de aquellos fueron arruinados en medio de una ge-
neral destrucción, sino también la mayor parte del mundo helénico. Vacías de habitantes
quedaron las ciudades antes populosas, como testimonios de los desastres de Grecia y
desdichado espectáculo para los testigos de ellos.7
7
Las tradiciones relativas al ciclo de Edipo recordaban la guerra entre los hijos de Edipo
representada en Los siete contra Tebas, de Esquilo, y el trágico enfrentamiento de los
epígonos posteriormente. Pero la hiperbólica descripción de Filón es fruto de su propia
inventiva en su mayor parte.

17. Y tampoco los persas, entre quienes tienen lugar tales prácticas, se han visto libres de
desgracias semejantes a esas. Siempre, en efecto, están empeñados en expediciones y batallas,
matando y siendo matados, atacando ellos unas veces a las poblaciones vecinas y defendién-
dose otras contra los que se sublevan; que son muchos y en muchas partes los que se alzan en
armas, pues los pueblos bárbaros son reacios por naturaleza a permanecer tranquilos. Y así,
antes de que la sedición que los envuelve sea sofocada, otra está en gestación; de modo que
ninguna de las estaciones del año se reserva para vivir con tranquilidad, y tanto en la época de
calor como en la de frío, de día como de noche, lo pasan con las armas en la mano, sufriendo
penurias en los campamentos a la intemperie por más tiempo que el que residen en las ciu-
dades, pues muy raramente disfrutan de la paz.

18. Y omito referirme a los grandes e inigualados éxitos de sus reyes, cuya primera proeza, no
bien han asumido el trono, es el fratricidio, el mayor de los sacrilegios; asesinatos que tratan
de justificar con la predicción de que probablemente habrán de ser objeto de algún atentado de
parte de sus hermanos.8
8
Es imposible determinar a qué hechos se refiere concretamente Filón y en qué medida lo que
afirma se ajusta a la realidad histórica. Por cierto que no faltan en los relatos concernientes a
los reyes Aqueménidas y partos testimonios de sucesiones reales acompañados de disputas y
matanzas palaciegas, por otra parte, comunes a casi todas las dinastías orientales. En cuanto al

217
estado de guerra civil y saqueo permanente o casi permanente, no hay duda de que el aserto
contiene una buena dosis de exageración.

19. Todas estas cosas suceden, en mi opinión, a causa de las desnaturalizadas uniones de hijos
con sus madres; ya que la justicia, supervisora de los humanos sucesos, castiga a los impíos
por sus perversidades; y la responsabilidad en la impiedad alcanza no solo a quienes la
cometen, sino también a cuantos por Ubre determinación apoyan la acción de los mismos.

20. Nuestra ley, en cambio, ha encarado constan grande cuidado esta materia, que ni siquiera
permite que el hijo del primer matrimonio despose a su madrastra, una vez muerto el padre, 9
teniendo presente al prohibirlo el honor debido a éste y el hecho de que los nombres de
madrastra y madre están estrechamente vinculados, no obstante que uno y otro no evocan el
mismo sentimiento.
9
Lev. XVIII, 8.

21. Y quien ha sido enseñado a abstenerse de una mujer ajena por llevar ésta el nombre de
madrastra, con mucha más razón habrá de abstenerse de desposar a su madre natural. Y, si por
el recuerdo de su padre respeta a la que una vez fue esposa de éste,10 es evidente que su alta
consideración hacia sus dos progenitores le hará rechazar todo pensamiento de maquinar nada
contra su madre; porque sería suma necedad reconocer los reclamos de un parentesco a
medias y mostrar menosprecio ante los del parentesco total y pleno.
10
A la madrastra, ahora viuda. El razonamiento es que si hacia la madrastra se guardan las
debidas consideraciones no obstante su semi-parentesco con su hijastro, no cabe pensar que
no tenga el hijo las mismas consideraciones con su madre viuda, siendo así que ésta es
pariente plena de él.

22. IV. Sigue a ésta la prohibición de desposar a una hermana, excelente norma, tendiente a
estimular la continencia y la decencia a la vez.11 El ateniense Solón permitió casarse con
hermanas por parte del padre, pero lo prohibió con las hermanas uterinas; en tanto que el
legislador de los lacedemonios, al revés, permitió el matrimonio con las hermanas nacidas de
la misma madre, y vedó el desposar a las hermanas por parte del padre.12
11
Lev. XVTII, 9 y XX, 17.
12
Ejemplos del caso ateniense aparecen en Nepote, Cimón I, 2 y Plutarco, Temístocles 32.
Sobre el criterio aplicado, según Filón, en Esparta carecemos de otras referencias.

23. En cambio, el legislador de los egipcios ha tomado a chanza las precauciones de uno y
otro, y entendiendo que sus disposiciones se quedan a mitad de camino, ha sido harto fecundo
en frutos de libertinaje, proporcionando con liberalidad a los cuerpos y a las almas el mal de
difícil curación que es la incontinencia, al conceder plena libertad para desposar a todas las
hermanas,13 así a las correspondientes- a uno solo de los padres, cualquiera fuere, como a las
nacidas de ambos; y no solo a las más jóvenes que el hermano, sino también a las mayores ó
de la misma edad. Y, efectivamente, a menudo han sido engendrados hermanos gemelos, a los
cuales la naturaleza separó y apartó en el instante mismo del nacimiento; pero la incontinencia
y el amor, al placer excitó a consumar una relación antinatural y una unión absurda.
13
Lo atestiguan Diodoro de Sicilia I, 27 y Sexto Empírico, Cuestiones pirronianas III, 305.

24. Repudiando tales prácticas como extrañas y contrarias a una comunidad


irreprochablemente legislada, y como incitadoras y estimuladoras de las más vergonzosas
costumbres, el santísimo Moisés prohibió terminantemente el matrimonio de un hermano con
una hermana, tanto en el caso en que ésta fuere hija de los dos padres de aquél, como cuando

218
lo fuere de uno solo.

25. ¿Por qué, en efecto, deshonrar la hermosura propia del pudor? Si el rubor es algo
connatural en las doncellas, ¿por qué prepararlas para la desvergüenza? ¿Por qué poner trabas
a las vinculaciones y mezclas entre los seres humanos, limitando al reducido ámbito de cada
casa una grande y brillante estirpe, que puede extenderse y propagarse por continentes e islas
y por toda la tierra habitada? Porque los casamientos con personas procedentes de otros
linajes dan origen a nuevos parentescos en nada inferiores a los de consanguineidad.

26. V. Por estas razones 14 prohibió también el legislador muchas otras uniones,15 no
permitiendo la relación sexual16 con una hija de un hijo o con una hija de una hija, ni con una
tía paterna o materna, ni con la que ha sido esposa de un tío o de un hijo o de un hermano, ni
tampoco con una hijastra viuda o doncella todavía; unión esta última, vedada no solo en vida
de la propia esposa, ¡ni hablar de ello!, sino también después de muerta ésta, ya que el
padrastro es virtualmente un padre, y debe colocar a la hija de su mujer en la misma posición
que a una hija propia.
14
Una la decencia familiar, otra la conveniencia o necesidad de matrimonios entre personas
desvinculadas en cuanto a lazos de sangre.
15
Lev., XVIII, 10 a 16.
16
Filón emplea aquí el verbo engyásthai, que entre sus acepciones ordinarias tiene la de
contraer los esponsales y que los traductores al traducir este pasaje vierten por lo que en
español se diría tomar en matrimonio o casarse con; sentido que resulta avalado por lo que
Filón dice en el parágrafo 29. Sin embargo él no concuerda con las prohibiciones del texto
bíblico, que habla de uniones carnales al margen del matrimonio, según se desprende
claramente de las expresiones usadas y del hecho de que en la enumeración se incluyan las
uniones con bestias (Lev. XVIII, 22 y 23). Además si se tratara de matrimonios, la inclusión
de la viuda del hermano (Lev. XVIII, 16) estaría en contradicción con la ley del levirato
(Deut. XXV, 5 a 10 y Gen. XXVIII, 8), que no sólo permite sino impone que el hermano tome
por esposa a la viuda del hermano difunto.

27. Asimismo, no permite que el mismo hombre se case con dos hermanas, ni
simultáneamente ni en diferentes épocas, ni siquiera en el caso, de haber ya repudiado a la que
desposó primero.17 Es qué el legislador ha considerado que, mientras ésta vive aún, o bien
como esposa suya o bien ya divorciada, sea qué permaneciere sola o que se hubiere desposado
con otro, repugna a la ley Divina el que la hermana de la que soporta esa desdichada situación
18
pase a ocupar su lugar; y ha instruido con anticipación a la misma para que no eche en saco
roto los derechos nacidos del parentesco, ni se aproveché de las adversas circunstancias de
quien le está unida a tal puntó por el nacimiento, ni se envanezca y complazca en ser objeto de
los cuidados de los enemigos de su hermana y en devolverles sus atenciones.
17
Lev. XVIII, 18.
18
Por supuesto que sólo se trata de la repudiada, no contemplándose el caso de la que sigue
siendo esposa legal.

28. De estas situaciones sobrevienen, ciertamente, graves celos y amargas rivalidades, que
traen aparejadas innumerables cosechas de males. Es como si las distintas partes del cuerpo,
renunciando a su natural armonía y unión, conspiraran unas contra otras, resultando de ello
incurables enfermedades y desdichas. Las hermanas, aun cuando existen como partes
separadas, forman, sin embargo, un todo armónico y unido por la naturaleza y por un único y
común parentesco; y el celo, pasión en extremo penosa, engendra al estallar males no expe-
rimentados antes, graves y de difícil curación.

219
29. Pero también te está vedado, según la ley, el unirte con los lazos del matrimonio a una
persona de otra nación;19 a fin de que no suceda que, vencido por costumbres opuestas a las
tuyas, cedas, y, apartándote sin advertirlo de la senda que¡ conduce a la piedad, te desvíes
hacia un camino intransitable, Y quizá tú personalmente logres mantenerte firme, pues desde
la más temprana edad has sido conducido sobre el carro de las excelentes instrucciones que
tus padres te inculcaron recitándote constantemente las sagradas leyes. Pero no poco es lo que
hay que temer por tus hijos e hijas; ya que, bien puede ser que, presos de la atracción de
costumbres espurias, las prefieran a las genuinas, y corran peligro de olvidar la honra debida
al único Dios, lo cual es origen y remate de la miseria más extrema.
19
Éx. XXXIV, 16 y Deut. VII, 3.

30. Otra prescripción establece que, si una mujer separada de su esposo cualquiera fuere el
motivo invocado, se casare con otro hombre y de nuevo quedare sola, en vida o después de la
muerte del segundo esposo, no retornará al primero, sino se unirá con cualesquiera de los
demás hombres antes que con éste,, pues ha renunciado a sus primitivos vínculos, los que
echó al olvido cuando eligió nuevos lazos de afecto, desechando los antiguos.20
20
Deut. XXIV, 4.

31. Y en el caso de que un hombre desee llegar a una reconciliación con tal mujer, cargará
con la reputación de enervado y falto de virilidad, pues ha desterrado de su alma el
sentimiento de repudio al mal, la cosa más provechosa en la vida, por el cual son rectamente
encaminados los asuntos, de cada hogar y los públicos: y ha aceptado de buen grado llevar
sobre sí la marca de dos inmensas iniquidades: el adulterio y la prostitución, ya que estas
ulteriores reconciliaciones son señales de ambas cosas. El castigo tanto para él como para la
mujer será la muerte.21
21
El texto legal no menciona pena alguna, y lo de la pena capital corre por cuenta de Filón.

32. VI. Cuando se produce el flujo de las menstruaciones, el esposo no debe tocar a su mujer,
sino abstenerse durante ese tiempo de contactos, respetando la ley de la naturaleza,22 y
aprendiendo al mismo tiempo que no se deben prodigar sin objeto alguno las simientes, solo
por un extemporáneo y grosero placer. Porque el caso es semejante al de un agricultor que,
bajo los efectos de la embriaguez o presa (fe locura, sembrase trigo y cebada en pantanos y
torrentes, siendo así que para lograr una buena producción es preciso arrojar las semillas sobre
terrenos de cultivo que se encuentren secos.
22
Lev. XVIII, 19.

33. Ahora bien, la naturaleza purifica también cada mes la matriz, cual si se tratara de un
admirable terreno de cultivo; y es preciso aguardar la oportunidad propicia, al modo del buen
agricultor, reteniendo la simiente mientras el terreno está toda vía inundado, pues, de lo
contrario, aquella será arrastrada por la corriente sin que se advierta; y serán no solo
debilitadas sino también paralizadas definitivamente por la humedad las fuerzas fecundantes
que en ese laboratorio de la naturaleza que es la matriz moldean la creatura viviente y con arte
suma fabrican a la perfección cada una de las partes del cuerpo y del alma. Pero, si la
menstruación cesa, puede ya animarse a sembrar las simientes, sin temer ya la destrucción de
lo qué ha de depositar.

34. También son merecedores de reproche aquellos que siembran en una tierra dura y
pedregosa. ¿Y quiénes son éstos sino los que se unen sexualmente a mujeres estériles? En
procura de un desenfrenado placer solamente, desperdician éstos las simientes con deliberado

220
propósito, como los más lascivos de los hombres. Porque, ¿qué otro motivo los mueve a
tomar por esposas a tales mujeres? No, por cierto, la esperanza de tener hijos, pues saben que
por fuerza esa esperanza se verá frustrada; sino una pasión de violencia desmesurada y una
incurable incontinencia.

35. En cuanto a todos aquellos que han desposado doncellas, ignorando por entonces si eran o
no capaces ellas de tener buena descendencia, y más tarde, cuando se han dado cuenta de su
esterilidad, tras un largo período sin dar a luz, no se avienen a repudiarlas, son merecedores de
nuestra indulgencia, pues ceden ante una cosa tan imperiosa como es la costumbre, incapaces
de anular los pasados encantos impresos en sus almas por la prolongada convivencia.

36. En cambio, cuantos buscan por esposas a mujeres cuya esterilidad ha sido comprobada ya
por otros hombres, no hacen sino cubrirlas como lo hacen los cerdos y los machos cabríos, y
deben ser registrados en las listas de los impíos, como adversarios de Dios. Porque, mientras
Dios, movido por Su amor hacia los seres vivientes y por Su bondad para con los hombres, no
ahorra cuidados para la conservación y perduración de todas las especies, los que practican el
arte de extinguir la vida de las simientes al mismo tiempo que las depositan, son enemigos
reconocidos de la" naturaleza.23
23
Las consideraciones de los parágrafos 34 a 36 no se apoyan en la fuente bíblica ni
reproducen puntos de vista conocidos de autores no judíos, siendo, al parecer, ideas originales
de Filón.

37. VII Pero otro mal mayor, y con mucho, que el mencionado, ha irrumpido con su orgía en
las ciudades. Se trata de las relaciones sexuales con jovencitos.24 Al principio grande era el
vituperio que implicaba la sola mención de este vicio; ahora, en cambio, es motivo de
jactancia, y no solo para los que consuman el acto sino también para los que asumen el papel
pasivo, los que, habituados a soportar la enfermedad del afeminamiento, toleran la disolución
de sus almas y de sus cuerpos, sin permitir que ni una brasa siquiera de su masculinidad se
encienda. Y es de ver el modo ostentoso como trenzan y aderezan sus cabellos; se frotan y
pintan los ojos con albayalde, afeites rojos y otras sustancias semejantes; y se engrasan untán-
dose con esencias de gratas fragancias; que, entre los tales aderezos, el más seductor en todos
aquellos que se adornan para mostrar una buena presencia es el perfume; y no se avergüenzan
de transformar su naturaleza masculina en femenina, práctica que ejercitan como un arte.
24
Lev. XVIII, 22. Ver Sobre Abraham 135 y 136 y Sobre la vida contemplativa 59 a 62.

38. Estas personas son consideradas merecedoras de la muerte por aquellos que acatan la ley,
la cual manda que, por adulterador de la legítima moneda de la naturaleza, el andrógino sea
matado impunemente, sin que se le permita vivir no ya un día, pero ni siquiera una hora, ya
que es un baldón para sí mismo, para su casa, para su patria y para todo el género humano.

39. Y la misma pena debe sufrir a su vez el pederasta, por cuanto va en procura de un placer
que repugna a la naturaleza y porque hace cuanto está a su alcance para dejar desiertas y
vacías de habitantes las ciudades, desperdiciando la sustancia seminal. Además no tiene
empacho en ser un guía y un maestro en los dos gravísimos vicios que son la falta de virilidad
y el afeminamiento, haciendo que los jóvenes se den a adornarse, y enervando la flor de su
lozanía, que debería ejercitar para el vigor y la fortaleza. Finalmente, como un mal agricultor,
permite que se tornen yermas las tierras de cultivo feraces y productoras de abundantes frutos,
provocando la esterilidad en ellas; y trabaja noche y día en suelos de los que no cabe esperar
que brote absolutamente, nada.

221
40. La causa, entiendo yo, reside en el hecho de que en muchos pueblos están asignados
galardones a la incontinencia y el afeminamiento. Por ejemplo, se da el caso de ver a los tales
afeminados contoneándose sin cesar a través de una plaza repleta de gente, participando en las
procesiones durante las fiestas, designados, a pesar de su impiedad, como oficiantes de
piadosos ritos, presidiendo misterios e iniciaciones, y celebrando los cultos de Deméter.25
25
Ninguna fuente antigua nos permite suponer que en los misterios religiosos griegos se
asignara tales papeles a personas de tan dudosa moralidad.

41. Y todos los que entre ellos, ansiosos de aumentar su juvenil belleza, procuraron trans-
formarse completamente en mujeres y se mutilaron los órganos genitales, son revestidos de
púrpura, como si procuraran grandes beneficios a sus países; y marchan al frente escoltados
por guardias de corps, atrayendo la atención de los que hallan a su paso.26
26
Son conocidos los casos de la castración cultual de los sacerdotes, de Attis. y Cibeles en
Frigia, llamados Galos; nombre que significó también eunucos, y de Artemisa de Efeso y de
la Astarte fenicia.

42. Pero, si tal indignación de nuestro legislador fue contra los que osan entregarse a tales
prácticas, los que sin compasión alguna fueron eliminados por ser cada uno de ellos una
mancha y una contaminación para su país,27 no estaría de más que muchos otros se dieran por
advertidos; que los implacables castigos aplicados a los ya condenados son, y no en pequeña
medida, eficaces para disuadir a los ansiosos de entregarse a similares costumbres.
27
Lev. XX, 13 y Deut. XXIII, 1.

43. VIII. Sin embargo, existen ciertos emuladores de las concupiscencias de los sibaritas y de
otros más lascivos aún, los que, habiendo comenzado por convertirse en expertos en comi-
lonas, borracheras y demás placeres del vientre y de las partes, situadas debajo de él, luego
han llegado en su saciedad a tal punto de desenfreno, pues el desenfreno es natural engendro
de la saciedad; que, dominados por la demencia, han concebido una frenética pasión no ya por
seres humanos, hombres o mujeres, sino también por irracionales animales.28 Tal fue el caso,
según se cuenta de la esposa del rey Minos, llamada Pasífae, en la antigua Creta.29
28
Lev. XVIII, 23 y XXX, 15 y 16 y Éx. XXII, 18.
29
Diodoro Sículo IV, 17.

44. Enamorada ésta de un toro, y trastornada por la pasión pues desesperaba de lograr unirse a
él, que el amor contrariado rompe todas las barreras; hizo confidente de la desgracia que la
agobiaba a Dédalo, el más excelente de los artífices de entonces. Éste, sumamente hábil como
era en urdir ingeniosos recursos para cazar animales difíciles de apresar, construyó una vaca
de madera, y por uno de los costados introdujo a Pasífae. El toro, creyendo que se trataba de
un animal de su propia especie, se lanzó hacia ella y la cubrió. Habiendo ésta quedado
preñada, dio a luz, transcurrido un tiempo, a una semibestia llamada Minotauro.

45. Nada tendría de extraño que, si se tolera que las pasiones lleguen al desenfreno, haya
también otras Pasífaes, y que no solo mujeres, sino asimismo hombres se unan con frenesí a
salvajes bestias, de las cuales nacerán monstruos antinaturales, que servirán para atestiguar los
excesos de degradación de la raza humana; a causa de la cual bien podría ser que los
Hipocentauros, las Quimeras y otros seres de parecida naturaleza, meros productos de la
imaginación e inexistentes fuera de la mitología, llegaran a existir realmente.

46. Nuestras sagradas leyes a tal punto son previsoras para que los hombres no se avengan a
ninguna unión sexual ilícita, que está prescripto que ni siquiera se permita la fecundación de

222
animales por otros de diferente especie.30 Ningún pastor judío permitirá que un macho cabrío
cubra a una cordera, ni un morueco a una cabra, ni un toro a una yegua; y, si lo permitiere,
será castigado por haber violado los decretos de la naturaleza, la que es cuidadosa de que las
especies primarias sean preservadas de toda adulteración.
30
Lev. XIX, 19.

47. Algunos estiman que los mulos valen más que todas las otras bestias de carga por la
solidez y la gran fortaleza de sus cuerpos, y en los criaderos de caballos y cuadras crían asnos
de gran tamaño, llamados celones, para que cubran a las potrancas, las que paren un animal
híbrido, el mulo; pero Moisés, comprendiendo que un nacimiento de este tipo es opuesto a la
naturaleza, prohibió categóricamente y sin admitir excepciones la unión de animales machos o
hembras con ejemplares de otra especie.

48. Al adoptar, pues, esta previsión tuvo presente lo decoroso y acorde con la naturaleza, pero
apuntaba más lejos, y, como desde una atalaya, apelaba a la sensatez de los seres humanos,
tanto hombres como mujeres, para que a través de estos ejemplos aprendieran a abstenerse de
las uniones ilegales.

49. En consecuencia, si un hombre cubriere a un cuadrúpedo o una mujer fuere cubierta por
un animal de esa especie, habrán de morir tanto las personas como las bestias; los primeros
porque han traspasado los límites de la misma incontinencia al convertirse en inventores de
inusitadas lujurias, introduciendo nuevas formas de placer, repugnantes en sumo grado, cuya
sola descripción resulta vergonzosa en extremo; y las bestias, porque han sido instrumentos de
tales infamias, y para que no engendren o produzcan ninguna monstruosidad, cosa que cabe
esperar de tales inmundicias.

50. Además, aun aquellos cuya preocupación por la decencia no es mucha, no podrían
continuar usando sus rebaños para ninguno de los servicios necesarios para la vida, pues los
aborrecerían, les rehuirían y considerarían que todos los objetos que los mismos tocaran
quedarían al punto impuros; y cuando las cosas no prestan utilidad alguna en la vida, no solo
no vale la pena que existan sino constituyen una superflua "carga de la tierra", como dijo
alguien.31
31
Ver Sobre las leyes particulares I, 74.

51. IX. Asimismo, tampoco admite la comunidad instituida por Moisés a la mujer ramera, por
ajena a la decencia, a la modestia y las demás virtudes.32 Ella infesta las almas, tanto de los
hombres como de las mujeres, de incontinencia, ultraja a la imperecedera belleza de la
inteligencia, y rinde preferente culto a la efímera belleza corporal; se entrega al primero que
llega, y vende su lozanía como una de las mercaderías en el mercado; cada cosa que dice y
hace es para atrapar a los jóvenes; y predispone a unos contra otros a sus amantes,
ofreciéndose a sí misma como premio vil en extremo a los que más ofertan. Por tratarse de
una peste, una calamidad y una pública mancha debe ser aniquilada, ya que ha corrompido sus
naturales gracias, cuando hubiera debido hacer de ellas el ornamento de una noble forma de
vida.33
32
Deut. XXIII, 17.
33
Como en Sobre José 43 y contra lo dicho en Sobre las leyes particulares I, 81, Filón afirma
que la muerte es el castigo de la ramera. Pero tal pena no se menciona en este caso en el texto
de la ley mosaica.

52. X. La ley declara acciones culpables los adulterios, tanto los sorprendidos in fraganti

223
como los comprobados por pruebas evidentes; pero ha considerado que en los casos de simple
sospecha los hombres no deben ser jueces, y remite esos casos al tribunal de la naturaleza, por
cuanto los hombres están en condiciones de juzgar solamente aquellas cosas que resultan
evidentes, en tanto que Dios es también arbitro de las invisibles, pues solo Él tiene el poder de
ver claramente dentro, del alma.

53. Dice, pues, la ley al esposo que abriga sospechas:34 Redacta un formal alegato, y ve a la
ciudad sagrada con tu mujer; y, colocándote ante los jueces, declárales la aflicción que pesa
sobre ti por la sospecha, no como un calumniador o intrigante dispuesto a salir ganancioso a
toda costa, sino como persona que busca cuidadosamente la verdad sin echar mano a
argumentaciones capciosas.
34
Núm. V, 12 a 81, en que se apoya toda la argumentación de los parágrafos 53 a 62.

54. La mujer, que está bajo la amenaza de dos peligros, uno de perder la vida y otro de vivir
en la vergüenza, cosa más penosa aun que toda muerte, debe reflexionar sobre su situación en
lo íntimo de su ser; y, si fuere pura, debe defenderse con confianza; pero, si su conciencia la
convenciere de su culpa, se habrá de someter, haciendo de su vergüenza un paliativo de sus
faltas; porque el no sentir en ningún momento vergüenza, es el colmo de la vileza.

55. Mas, si los alegatos de ambos no son concluyentes y no pesan decisivamente en uno u otro
sentido, deben ir hacia el templo, y el esposo, puesto ante el altar, con la presencia del
sacerdote oficiante ese día, expondrá su sospecha. Al mismo tiempo llevará harina de cebada,
una especie de sacrificio en nombre de su mujer, para demostrar que la acusación no encierra
una calumnia sino obedece a uña sana intención apoyada en una razonable duda.

56. El sacerdote, tomando la ofrenda, la alcanzará a la mujer, y quitará a ésta el velo, a fin de
que pueda ser juzgada con la cabeza descubierta, despojada del símbolo del pudor, qué es
costumbre usen las mujeres totalmente irreprochables. Mas no debe haber ni aceite ni
incienso, como en los demás sacrificios, en razón de que éste tendrá lugar no por motivos
regocijantes sino muy dolorosos.

57. La harina es de cebada tal vez porque, como alimento, la cebada es de discutible valor, y
apropiada para los animales irracionales y para los hombres apremiados por las
circunstancias; símbolo de que la adúltera en nada difiere de las bestias salvajes, cuyas
cópulas tienen lugar indiscriminadamente y sin cuidado alguno; en tanto que la mujer
inocente de lo que se le imputa procura que su vida se ajuste a lo que es propio del ser
humano.

58. "El sacerdote", continúa, "tomará una vasija de barro, derramará en ella agua pura que
habrá sacado de una fuente, y echará dentro un terrón de tierra del suelo del templo". También
estas cosas, en mi opinión, constituyen referencias simbólicas a la búsqueda de la verdad del
caso. La vasija de barro, como frágil que es, simboliza el adulterio, por cuanto el castigo de
los adúlteros es la muerte; la tierra y el agua son símbolos del estar libre de culpa, dado que
por medio de una y otra tienen lugar los nacimientos, los crecimientos y la perfección de todas
las cosas.

59. De allí que no ha andado desacertado el legislador en los términos con que agregó
caracterizaciones a ambos elementos. Dijo, en efecto, que el agua debe ser tomada "pura" y
"viva" porque, si la mujer es inocente, su vida es pura y merece vivir; y que la tierra deberá
recogerse, no de cualquier lugar, sino del suelo del templo, suelo que no puede sino ser fértil,

224
tal como lo es una esposa casta.

60. Una vez completados estos preliminares, la mujer se aproximará con la cabeza
descubierta, llevando la harina de cebada, según queda dicho; y el sacerdote, frente a ella con
la vasija de barro en sus manos, la conjurará diciendo lo siguiente:

[61.] 'Si tú no has violado las normas que rigen los matrimonios, y ningún otro hombre se ha
unido a ti por haber tú echado al olvido tus deberes para con el que legalmente comparte tu
hogar, ve libre de cargo y castigo. Pero, si has despreciado a tu esposo y buscado
ardorosamente nuevas concupiscencias, o bien cediendo a los requerimientos amorosos de
otro o bien presa de amor por él, sacrificando y adulterando
las cosas más necesarias y amadas, ten bien presente que te has hecho merecedora de todas las
maldiciones, y que aparecerán visibles en tu cuerpo las señales de ellas. Anda, pues, bebe la
bebida de la prueba, la que pondrá al descubierto y revelará aquello que está ahora oculto e
invisible'.

62. Escribirá entonces el sacerdote estas palabras en una pequeña hoja, y, después de borrarlas
con el agua contenida en la vasija, le alcanzará ésta a la mujer; y ella, tras bebería, se retirará
y aguardará o el premio de su castidad o el más severo castigo de su incontinencia. Porque, si
ha sido acusada falsamente, debe abrigar una firme esperanza de concebir y engendrar hijos,
desechando los temores y preocupaciones de ser estéril y no tenerlos. Mas, si es culpable,
debe estar segura de que le aguarda un voluminoso vientre, hinchado e inflamado, y un
terrible padecimiento en la zona de la matriz, que ella no se preocupó de conservar pura para
el hombre que la desposó de conformidad con las normas ancestrales.

63. Tan grande es la preocupación de la ley por evitar innovaciones que desvirtúen el
matrimonio, que no permite tampoco que los esposos y esposas que han tenido contactos
sexuales acordes con las normas que rigen la vida matrimonial toquen, una vez abandonado el
lecho, cosa alguna antes de haberse purificado con aspersiones y lavados; 35 prohibición ésta
cuyos alcances se extienden también al adulterio y a cuanto implique una acusación de
adulterio.
35
Lev. XV, 18.

64. XI. En cuanto a aquel que deshonrase mediante la violencia a una mujer privada de
marido o bien por muerte del mismo o bien por otra forma cualquiera de separación; como la
falta que ha cometido es menos grave que el adulterio, la mitad, podríamos decir, no será
pasible de la pena de muerte.36 Pero, como ha admitido que la violencia, el ultraje, la inconti-
nencia y la desvergüenza son cosas excelentes, debe ser acusado y el tribunal determinará lo
que deberá sufrir o pagar.
36
El caso en cuestión y la penalidad correspondiente no están contemplados en la legislación
mosaica.

65. El corromper a una doncella es un delito emparentado con el adulterio,37 hermano de éste,
como que ambos proceden de la misma madre, la incontinencia, a la que algunos, dados a
enaltecer las cosas vergonzosas con nombres especiosos, llaman amor, en su vergüenza de
reconocer la verdad. Sin embargo, aunque afín, no es completamente idéntico, ya que el
agravio solo afecta a una sola familia, la de la doncella, y no a más de una, como en el caso
del adulterio.
37
Éx. XXII, 16 y 17 y Deut. XXII, 28 y 29.

225
66. Lo que hemos de decirle a quien desea una joven es lo siguiente: 'Renuncia, amigo, a la
precipitación y a la desvergonzada osadía, así como a las estratagemas insidiosas o a cualquier
recurso semejante; y no pruebes ni abierta ni secretamente ser un perverso.

67. Antes bien, si experimentas realmente en tu alma un sentimiento de afecto por la joven, ve
a ver a sus padres, si éstos viven; y, si no, a sus hermanos o tutores u otras personas con
autoridad sobre ella; y, expresándoles lo que sientes, como debe hacerlo un hombre de libre
condición, pídela por esposa y ruégales que no te consideren indigno de ella.

68. Porque ninguno de los que tienen a su cargo a la joven puede ser tan necio como para
oponerse y dar lugar a más insistentes súplicas; sobre todo si, al examinar tus sentimientos,
hallare que no son fingidos ni superficiales, sino verdaderos y firmemente arraigados'.

69. Pero, si alguno, poseído de insensato frenesí, hace caso omiso de todas las prevenciones
de la razón, reconociendo por soberanos suyos a la pasión violenta y a la concupiscencia; y,
asignando a la violencia un sitial superior al de la ley, como suele decirse, se aplica a cometer
raptos y corrupciones, y trata a las jóvenes libres como a criadas, obrando en plena paz como
si estuviera en una guerra, debe ser conducido ante los jueces.

70. Y si la víctima de su atropello tuviere padre, éste debe decidir si la casará con quien causó
su ruina. En caso de que el padre se opusiere a ello, el seductor deberá entregar a la joven una
dote, limitándose su castigo a la compensación pecuniaria. Mas, si el padre consintiere y
refrendare la unión, aquél deberá desposarla sin pérdida de tiempo, y avenirse a pagar la
misma dote que en el otro caso; y no tendrá posibilidad de desistir ni repudiarla. Esto tiende al
provecho de ambos: de él, porque así no parecerá que la violación obedeció más a la lujuria
que a un legítimo amor; y también de la joven, ya que la desdicha de su primera unión carnal
será, remediada con un firmísimo matrimonio, que nada, salvo la muerte, disolverá.

71. En caso de que la joven fuere huérfana de padre,38 debe ser interrogada por los jueces
sobre si quiere casarse o no con el hombre. Y tanto si consintiere como si rehusa, los términos
de lo que se acuerde serán los mismos que en el caso de que su padre viviera aún.
38
Las afirmaciones de este parágrafo no se apoyan en precepto bíblico alguno.

72. XII. Algunos sustentan la opinión de que es un delito intermedio entre la seducción y el
adulterio el que se comete en vísperas de un matrimonio, cuando ya los mutuos compromisos
aseguran firmemente su cumplimiento, pero, aún no se han celebrado los nupcias, si otro
hombre, o por seducción o por violencia, se une carnalmente a la novia.39 Yo interpreto el
caso como una forma más de adulterio, porque los compromisos en los que se registran los
nombres del esposo, y la esposa y las demás condiciones requeridas por los casamientos,
equivalen a los matrimonios mismos.
39
Deut. XXII, 23 a 27.

73. Por esta razón la ley ha prescripto que ambos sean lapidados, siempre y cuando hayan
estado de .acuerdo en su delictuoso proceder movidos por un único e idéntico propósito.
Porque no es posible que se los juzgue copartícipes de la iniquidad si no han sido impulsados
por las mismas intenciones, ya que en este caso la coparticipación en la falta no existe.

74. Así por ejemplo, sucede que la distinta característica de los lugares aumenta o disminuye
la gravedad de los delitos. Mayor es ésta, lógicamente, si se consuma la falta dentro del
recinto de la ciudad, y menor, si tiene lugar fuera de los muros, en zona despoblada. Aquí, en

226
efecto, no hay nadie que pueda ayudar a la joven, aunque ella haga y diga cuanto pueda para
conservar intacta e inviolada su virginidad; en tanto que en la ciudad están las salas de los
consejos, los tribunales y una inmensa multitud de jefes de distritos, inspectores de mercados,
ediles y demás funcionarios, sin contar el pueblo.

75. Porque existe, a no dudarlo, en el alma de cada persona, por modesta que sea su
condición, un sentimiento de odio a la maldad, que en ocasiones como ésa se agita y convierte
a quien lo experimenta en defensor y campeón espontáneo de quien aparece siendo objeto de
un atropello.

76. XIII. Así pues, al que ha perpetrado la violación la justicia lo persigue en todas partes, sin
que en las diferencias de lugares encuentre atenuante alguno para sus atropellos e
ilegalidades; en tanto que a la joven, como he dicho, en unos casos le aguarda la compasión y
la indulgencia, y en otros el inexorable castigo.

77. Y muy a fondo, ciertamente, debe examinar el juez la situación de ésta, sin atribuirlo todo
a los lugares; porque bien puede ser que en plena ciudad haya sido forzada contra su voluntad,
y que fuera de ella se haya prestado voluntariamente a una unión ilícita. Por eso la ley al
alegar a favor de la mujer violada en un lugar solitario, señala esta exacta y excelente jus-
tificación: "La jovencita gritó y no había nadie para socorrerla": de donde se infiere que, si
ella no hubiera gritado ni hecho oposición, sino cooperado de grado, se hubiera convertido en
culpable, y que el usar el lugar como excusa es en este caso un mero engaño para simular que
ha sido violada por la fuerza.

78. Y en la ciudad, ¿qué ayuda podría recibir, aun cuando intentare hacer todo lo posible para
proteger la honra de su persona, si fuere impotente para hacerlo por impedírselo la fuerza
física de que está dotado su forzador? ¿Podría recibir ayuda alguna de sus vecinos si éste la
atare con la colaboración de otros y tapare su boca impidiéndole pronunciar palabra? En
cierto modo, aun cuando ella se encuentre en la ciudad, se halla en la soledad, porque está
sola, sin quienes la ayuden. En el otro caso,40 en cambio, aunque nadie hubiere estado
presente para ayudarla, como ha cooperado voluntariamente, se puede decir que en nada
difiere de la que ha hecho otro tanto en la ciudad.
40
En el caso de que la violación haya tenido lugar en el campo sin oposición de la violada.

79. XIV. Algunos son inconstantes en sus relaciones con las mujeres, aficionados a ellas hasta
la demencia y al mismo tiempo sus detestadores. Llenos de confusos y mezclados hábitos, dan
rienda suelta sin dilación alguna a sus primeros impulsos, fueren estos los que fueren, y les
permiten desbocarse, cuando lo que deberían hacer es ponerles freno. Sin reflexionar ni
prevenir nada, se lanzan sobre las cosas materiales e inmateriales como ciegos, y como se
abren paso y lo derriban todo con violento impulso y vehemencia,, no es menor el daño que
reciben que el que causan.

80. A propósito de éstos la ley ha establecido lo siguiente.41 En el caso de que, habiendo


desposado legal-mente a jóvenes y celebrado los sacrificios nupciales y los convites, no
conservaren ningún afecto conyugal hacia sus esposas, y, por el contrario, las insultaren y se
comportaren con ellas como lo harían con rameras, no obstante estar tratando con damas; si
maquinaren una disolución del matrimonio, y, no hallando pretexto alguno para la separación,
recurrieren a una falsa acusación, y, a falta de cargos sobre cosas a la vista, encaminaren sus
imputaciones al plano de las íntimas; y, llevando adelante sus propósitos, las acusaren de que,
habiendo estado convencidos de haberse casado con doncellas, en la primera unión carnal

227
comprobaron que no eran tales; en esos casos, dice, deberá reunirse el consejo de ancianos en
pleno para el juicio, y habrán de presentarse los padres de las acusadas para abogar en un
pleito en el que todos corren peligro por igual.
41
Deut. XXII, 13 a 21.

81. Porque el peligro, en lo que toca a la castidad del cuerpo de las hijas, atañe no sólo a éstas,
sino también a los que las tienen a su cuidado, pues se les imputa no solamente el no haber
ejercido vigilancia sobre ellas en la ocasión más crítica de la adolescencia, sino además el
haberlas dado en matrimonio como si conservaran su doncellez, cuando ya habían sido
violadas por otros, con lo que han engañado y defraudado a los que las desposaron.

82. Después, si la razón que les asiste prevalece, los jueces deberán señalar las reparaciones
que pagarán los forjadores de las falsas acusaciones; reparaciones consistentes en una pena
pecuniaria, en castigos corporales mediante azotes, y, el más aborrecible de todos para ellos,
en la perduración del matrimonio, siempre y cuando sus mujeres se avengan a seguir
conviviendo con semejantes hombres.42 Porque la ley les permite optar entre seguir con ellos
o separarse, según sus deseos; en tanto que no les deja opción alguna a sus esposos, en castigo
por sus falsos alegatos.
42
Esto último no está prescripto en la ley.

83. XV. El acto de quitar la vida a un hombre es designado con el término asesinato,43 pero,
en rigor de verdad, tal hecho constituye un sacrilegio, y el mayor de los sacrilegios, porque
ninguna de las cosas que el mundo atesora es más sagrada y semejante a Dios que el hombre,
el que es una hermosísima reproducción de una hermosísima imagen, impresa según el
modelo de la forma ejemplar del logos.44
43
Comienza aquí el tratamiento de lo tocante al sexto mandamiento.
44
Ver Sobre los sueños I, 132 y 133.

84. Corresponde, pues, considerar lisa y llanamente impío y sacrilego al asesino, ya que con
su acto ha cometido la mayor de las impiedades y el mayor de los sacrilegios; y por haber
obrado sin misericordia alguna debe ser matado;45 aunque, ciertamente, siendo merecedor de
infinitas muertes, solo una lo alcanza, en razón de que este castigo, por su misma naturaleza,
no puede acrecentarse convirtiéndolo en una pluralidad de penas que no impliquen la muerte.
Por otra parte, nada tiene de oneroso el que alguien llegue a sufrir lo mismo que ha causado a
otro.
45
Éx. XXI, 12, Lev. XXIV, 17 y 21 y Núm. XXXV, 16 a 21, 30 y 31.

85. Aunque, ¿cómo puede ser lo mismo, si median diferencias en los tiempos, en los actos, en
las intenciones y en las personas? ¿O acaso no está primero el tomar la iniciativa cometiendo
injustas villanías, y es posterior el castigo de las mismas? ¿Y no es el asesinato una ilegalidad
suma, mientras el castigar a los asesinos implica el máximo de legalidad? ¿Y acaso no ha
satisfecho el asesino su deseo al matar a quien se había propuesto, en tanto que la víctima, por
haber sido eliminada, no puede desquitarse y regocijarse a su vez? ¿Y acaso no le fue dado al
primero el llevar a cabo sus designios por su propia mano y con sus propios medios; en tanto
que al otro la venganza le es inalcanzable, a menos que sus parientes y amigos, movidos a
compasión por su desgracia, tomen a su cargo su causa?

86. Si alguien atacare con su espada a otro con intención de matarlo, será culpable, aunque no
llegare a matarlo; pues por su propósito se ha convertido en un asesino, aun cuando el
resultado no haya corrido parejo con su designio.46 Otro tanto reza con quien hubiere querido

228
consumar y maquinado un asesinato a traición y por vía de la astucia desde un lugar de ace-
cho, no atreviéndose a atacar de frente. También éste, en efecto, se ha convertido en persona
maldita, si no por la obra de sus manos todavía, por la disposición de su alma al menos.
46
Éx. XXI, 14.

87. Es que, así como juzgamos, entiendo yo, que son enemigos no solo los que ya nos
combaten por mar y por tierra, sino también los que en uno y otro sector van haciendo
preparativos y plantan sus máquinas de sitio junto a nuestros puertos y murallas, aunque
todavía no hayan iniciado las hostilidades; del mismo modo es preciso considerar asesinos no
solo a los que han matado, sino también a aquellos cuyos actos van todos encaminados a
matar en forma abierta o en secreto, aunque todavía no hayan llevado a cabo el crimen.

88. Y, aunque por cobardía o por osadía, sentimientos antagónicos pero culpables ambos, se
atrevieren a buscar refugio en el templo en busca de asilo, se les habrá de impedir hacerlo.47
Y, aun cuando alcanzaren a entrar antes sin ser vistos, deberán ser entregados para su
ejecución, dejándose expresa constancia en el sentido de que el templo no debe proporcionar
asilo a los sacrílegos. Porque todo aquel que lleva a cabo actos irremediables es enemigo de
Dios, y los asesinos llevan a cabo actos irremediables, ya que no tiene remedio lo que han
sufrido sus víctimas.
47
Éx, XXI, 14.

89. ¿O acaso, mientras a los que ningún delito han cometido les está vedada la entrada al
templo sin antes lavarse y purificarse mediante las aspersiones purificatorias acostumbradas, a
los convictos de impiedades indelebles, en cambio, cuyas manchas, por mucho que pase el
tiempo, no se borrarán, les será concedido ir a instalarse y residir en los lugares santos, siendo
así que no los admitirían en sus casas los hombres decentes que toman en serio las cosas
santas?

90. XVI. Es, pues, preciso que, por haber acumulado iniquidades sobre iniquidades, sumando
la ilegalidad y la impiedad al asesinato, estas personas, cuyos actos merecen no ya una sino
mil muertes, como he dicho, sean apartadas de allí para que paguen por su culpa. Otra razón
para sacarlos de allí es que la entrada del templo les resultaría vedada a los parientes y amigos
del asesinado, si el asesino permaneciera dentro de él, pues aquellos no soportarían ir al
mismo lugar jamás. Y sería absurdo que a causa de uno solo fueran excluidos muchos; que a
causa de quien ha violado la ley cometiendo gravísima falta, lo fueran quienes han sido
víctimas de su transgresión, los cuales, además de no cometer falta alguna, han soportado un
prematuro duelo.

91. Bien podría ser también que Moisés, como gracias a la agudeza de visión de su razón era
capaz de otear el futuro lejano, adoptara las precauciones necesarias para que las visitas de los
parientes del asesinado no originaran un derramamiento de sangre en el templo, pues el
afecto, sentimiento irreprimible, los incitaría, como a personas dominadas por un furioso arre-
bato, a matar al asesino consumando lo que podríamos llamar una ejecución por su propia
mano. Si esto llegare a suceder, cometeríase una gravísima profanación, pues se mezclaría la
sangre de los sacrificios con la sangre de los asesinos, una sangre consagrada con una sangre
impura. Estas son las razones por las que la ley manda entregar a los asesinos aun desde los
mismos altares.

92. XVII. Bien puede suceder, con todo, que aquellos que matan con espadas, jabalinas,
flechas, palos, piedras o cualesquiera otros instrumentos semejantes, no cometan el asesinato

229
con premeditación ni habiendo meditado con tiempo en su intimidad su crimen, sino movidos
por un espontáneo impulso y dominados por una cólera más fuerte que la razón; de suerte que
su acción resulta ser una obra a medias, puesto que su inteligencia no ha estado ocupada desde
largo tiempo atrás por las manchas de un crimen.48
48
Núm. XXXV, 16 a 18.

93. Pero existen otros,49 malvados a más no poder, malditos por sus hechos y por sus
designios, los hechiceros y envenenadores, los que se procuran tiempo libre y lugares
retirados para preparar sus atentados para el momento oportuno, e inventan variados
expedientes y procedimientos para perjudicar a sus vecinos.
49
Éx. XXU, 18.

94. Por eso la ley ordena que los envenenadores y las envenenadoras no vivan, no ya un día
pero ni siquiera una hora más; y que, no bien sean aprehendidos, se les dé muerte, porque no
puede haber pretexto alguno para diferir o posponer su castigo; que es posible prevenirse
contra los que atenían abiertamente contra nosotros, pero no es fácil advertir las intrigas de los
que en secreto preparan y maquinan sus atentados mediante venenos.

95. Preciso es, pues, anticiparse a sus autores haciendo que experimenten en carne propia lo
que otros habrían de sufrir a causa de ellos. Porque, pasando por alto otras consideraciones,
mientras el que mata a la vista de todos con una espada o con alguna arma semejante quitará
la vida a unos pocos y en una sola ocasión, el que mezcla y combina venenos-mortales con
ciertas sustancias comestibles hará perecer a innumerables personas que no conocían
anticipadamente la maquinación.

96. No faltan ejemplos de casos en que gran cantidad de personas reunidas en banquetes por
motivos de amistad para compartir la misma sal y la misma mesa, han sufrido un inesperado
desastre y padecido en medio de las libaciones implacables 50 eventos, trocándose el festín en
muerte. De allí la conveniencia de que aun los más indulgentes y más moderados se empeñen
en exterminar a estos tales, asumiendo, diríamos, la función de ejecutores, en la convicción de
que constituye un deber de piedad el no dejar librada a otros la ejecución del castigo, sino lle-
varla a cabo personalmente.
50 Intraducible juego de palabras entre spondé = libación (cuyo plural significa tratado,
alianza, tregua) y áspondos = que no hace libaciones, irreconciliable, implacable. La
vinculación entre ambas acepciones la constituye el hecho de que las paces se sellaban con
libaciones o brindis de paz.

97. Porque, ¿cómo no habrá de ser terrible el que mediante un alimento, que está hecho para
ser fuente de vida, se maquine la muerte, y que en los naturales sustentos se fragüe un cambio
destructivo, de tal modo que, al ir a comer y a beber determinadas personas, movidas por una
necesidad de su naturaleza, como no han previsto la celada, se los lleven a la boca,
creyéndolos medios de subsistencia, cuando-en realidad serán la causa de su total
aniquilamiento?

98. El mismo castigo habrán de sufrir, aun en el caso de que no prepararen mezclas mortíferas
sino de aquellas mediante las cuales se causan largas enfermedades. Porque frecuentemente es
mucho más preferible la muerte que las enfermedades, sobre todo que aquellas enfermedades
que se caracterizan por durar muchísimo tiempo y no tener un desenlace favorable; y las cau-
sadas por envenenamiento han demostrado ser difíciles de curar y hasta incurables del todo.

230
99. Y con todo, sucede que frecuentemente las calamidades producidas por estas
maquinaciones en los cuerpos son menos graves que las causadas a las almas. Sobre ellas, en
efecto, abátense delirios, extravíos mentales e insoportables exaltaciones, y, envuelta en tales
estados, la inteligencia, el mayor don que Dios reservó para el género humano, padece toda
suerte de opresiones y, cuando desespera de su salvación, parte y cambia de residencia,
dejando en el cuerpo la especie de peor condición entre las del alma, la irracional, de la que
también participan las bestias. Todo aquel, en efecto, que es abandonado por la razón, la parte
superior del alma, trueca su naturaleza en la de las fieras, aun cuando sus características
corporales conserven apariencias humanas.

100. XVIII. Ahora bien, existe una magia verdadera,51 que es una visión científica mediante la
cual aparecen las obras de la naturaleza iluminadas por una luz más clara, y es tenida por muy
respetable y digna de cultivarse; y no solo los simples particulares, sino también los reyes, aun
los más grandes reyes, y sobre todo los de los persas, la practican con tanto empeño, que,
según aseguran, entre éstos ninguno puede ser elevado al trono si anteriormente no formaba
parte de la casta de los Magos.52
51
Ver Todo hombre bueno es libre 74.
52
Cicerón, Sobre la adivinación I, 91.

101. Pero existe una falsificación de esta magia, o, para decirlo con toda precisión, una
corrupción de ella, a la que se dedican mendigos y bufones charlatanes, así como las más
ruines de las mujeres y abyectos esclavos, todos los cuales ofertan diversas clases de
purificaciones, y prometen trocar el amor en incurable aversión, y el odio en afección suma
mediante determinados hechizos y encantamientos. Estos tales engañan y atrapan con su
señuelo a las personas pobres de carácter y por demás candorosas, hasta que éstas ven sobre sí
las más grandes desventuras, como resultado de las cuales los vínculos que unen
estrechamente a grandes grupos de amigos y parientes se relajan gradualmente y acaban en
una silenciosa y rápida destrucción.

102, Teniendo presentes todas estas consecuencias, pienso yo, nuestro legislador no permite
que se difiera para más adelante el castigo de los envenenadores, y ordena que la pena les sea
aplicada de inmediato. La razón es que las dilaciones infunden ánimo a los culpables para
aprovechar el corto tiempo de vida que les queda, como oportunidad para insistir en sus
fechorías; en tanto que a los que ya abrigan recelo respecto de lo que podría acaecerles,53 los
llenan de un temor aun más terrible, pues piensan que la vida de aquellos es la muerte para
ellos.
53
Es decir, a los amenazados por las malas-artes de los envenenadores,

103. Por lo tanto, así como a las víboras, a los escorpiones y a todos los otros animales
venenosos los matamos en el acto, no bien los hemos visto, antes de que muerdan o .hieran o,
en general, ataquen, como precaución para no sufrir las consecuencias de la maldad
connatural en ellos; del mismo modo también corresponde castigar a seres humanos que, aun-
que han recibido una naturaleza cultivada gracias a su alma racional, la que es origen de
convivencia, la han trocado en las feroces costumbres propias de las fieras salvajes, y no
hallan placer o ventaja sino en causar daño a todos los que pueden.

104. XIX. Acerca de los envenenadores es suficiente por el momento lo que queda dicho.
Otro asunto que conviene no pasar por alto es que muchas veces se presentan ocasiones ajenas
a la voluntad, en las que alguien comete un asesinato no porque haya ido con tal propósito o
preparado para ello, sino dominado por una repentina cólera, pasión implacable y maligna,

231
que causa inmenso daño, tanto al que la experimenta como al que es víctima de sus efectos.

105. A veces, en efecto, va alguien a la plaza del mercado por algún negocio urgente, y, al
encontrarse con alguno demasiado predispuesto a la difamación o que intenta golpearlo, o
también al dar él mismo comienzo a una disputa con otro, sobreviene una lucha, y con
intención de desligarse y verse libre de ella más rápidamente le aplica un golpe de puño o
levanta una piedra y se la arroja.

106. En caso de que el golpe resultare mortal, si el otro muriere en el acto, también debe morir
el que lo ha golpeado, sufriendo de ese modo el mismo trato que él dio a su oponente;54 pero,
si éste no muriere inmediatamente a consecuencia del golpe, sino contrajere una enfermedad,
y, habiendo guardado cama y recibido el conveniente cuidado, se levantare de nuevo y saliere,
aun cuando sostenido por otros o apoyándose en un bastón por no poder marchar sobre sus
dos pies, quien lo golpeó deberá pagarle dos compensaciones, una como reparación por su
inactividad, y la otra para cubrir los gastos de la curación.
54
Éx. XXI, 18 y 19.

107. Si las pagare, no será pasible de la pena de muerte, aunque posteriormente el que ha
recibido el golpe muriere; porque, como, tras sentirse más aliviado, ha salido a caminar fuera,
queda la duda de si ha muerto del golpe o por otras causas que sobrevienen a menudo
súbitamente y aniquilan aun a los más sanos de cuerpo.

108. Si alguien durante una pelea diere un golpe en el vientre a una mujer embarazada, y ésta
abortare, en caso de que lo abortado careciere de forma y no estuviere desarrollado, aquél
deberá pagar una multa por el ultraje y por haber obstaculizado a la industriosa y productiva
naturaleza en su labor de traer a la existencia a la más excelente de las creaturas vivientes, el
hombre; pero, si la criatura estuviere ya formada y todos sus: miembros hubieren ya recibido
sus propios lugares y cualidades aquel debe morir.55
55
Éx. XXI, 22.

109. Es que en esas condiciones se trata de un ser humano, al cual él ha aniquilado en el taller
de la naturaleza, cuando ésta juzgaba que aún no era la ocasión de sacarlo a luz; semejante a
una estatua colocada en un estudio, a la que no le falta sino ser llevada afuera y liberada de su
encierro.

110. XX. En esta prescripción va involucrada también la prohibición de otra cosa más
importante todavía: la exposición de niños,56 práctica impía, que ha terminado por no ser vista
con malos ojos en muchas otras naciones a causa de la inhumanidad que caracteriza a las
mismas.
56
No hay en el texto de la ley prohibición expresa alguna al respecto, y Filón, como lo aclara
en los parágrafos 117 y 118, lo infiere de otras prescripciones, como la relativa al feto
plenamente desarrollado.

111. En efecto, si es necesario preocuparse porque nada terrible sufra de la ajena mala
intención la criatura que aún no ha sido dada a luz por no haberse cumplido los plazos
normales, ¿cómo no lo será más todavía en el caso de aquella cuya gestación ha llegado a su
término, y ha sido ya enviada a ésta como colonia que le ha cabido en suerte a los seres
humanos, a fin de que participe de los dones de la naturaleza? Esta, en efecto, extrae de la
tierra, del agua, del aire y del cielo esos dones, y proporciona al hombre la contemplación de
las cosas celestes y la soberanía y el dominio sobre las terrestres, suministrándole a cada uno

232
de los dones de la naturaleza? Esta, en efecto, extrae de la inteligencia, como a un gran rey,
todo cuanto los sentidos, que son como sus guardias del cuerpo, perciben; y todo aquello que
sin la ayuda de ellos la razón aprehende.

112. En consecuencia, si los responsables de su crianza privan a los niños de tan grandes
bienes, no permitiéndoles participar de ninguno de ellos desde el momento mismo de su
nacimiento, sepan que violan las leyes de la naturaleza y que atraen sobre sí los más graves
cargos, a saber, amor al placer, inhumanidad, asesinato y el que es el más abominable de los
crímenes: el infanticidio.

113. Son, en efecto, amantes del placer pues se han unido carnalmente a sus mujeres no para
engendrar hijos y perpetuar la familia, sino persiguiendo el mero placer del acto sexual, a la
manera de los cerdos y los machos cabríos. Y en cuanto a inhumanos, ¿quiénes podrían serlo
más que los enemigos y detestadores implacables de los engendrados por ellos mismos? A
menos que alguno sea tan loco come para suponer que los que obran sin consideración alguna
hacia los unidos a ellos por los lazos de la sangre, puedan abrigar buenas disposiciones
respecto de las personas extrañas.

114. Y los asesinatos e infanticidios los atestiguan con clarísimas pruebas unos al matar con
sus propias manos a sus hijos recién nacidos, reprimiendo y ahogando su primer aliento; y
otros al arrojarlos a un río o a las profundidades del mar, después de colgarles algo pesado
para que con el peso se hundan más rápidamente.

115. Otros, en cambio, los llevan a un lugar solitario, y allí los exponen con la esperanza,
según dicen ellos, de que los salven, aunque, en realidad, no es sino para que sufran
tristísimas desdichas. Porque todas las fieras que comen carne humana se hacen presentes sin
que nadie lo impida, y se regalan con los infantiles cuerpos, en un delicado festín que les han
procurado los únicos protectores, los obligados más que nadie a velar por su seguridad, es
decir, sus padres y sus madres. Además, las aves carnívoras se precipitan volando y engullen
los restos; eso siempre y cuando no se hayan dado cuenta antes, porque en ese caso se
hubieran apresurado a disputar a las bestias terrestres los cadáveres enteros.

116. Pero admitamos que algunos de los que pasan por el camino, movidos por un sentimiento
de humanidad, sienten compasión y piedad por los espósitos a tal punto que los recogen, les
proporcionan alimentos y se deciden a brindarles los demás cuidados. ¿Qué pensamos
nosotros en presencia de estas tan meritorias acciones? ¿No es cierto que las consideramos
una condenación de los que les dieron el ser, pues los extraños han tomado a su cargo las
obligaciones propias de los padres, en tanto que éstos no han procedido ni siquiera con la
buena disposición demostrada por los extraños?

117. Así pues, Moisés ha prohibido, de manera indirecta e implícita, la exposición de recién
nacidos, al determinar, según he dicho, que la muerte fuera el castigo de los que provocaren
un aborto cuando ya el feto estuviere completamente formado. La opinión de que las criaturas
que todavía están adheridas al vientre de la madre son parte de las que darán a luz es
sustentada por filósofos naturalistas, cuya vida está dedicada a la labor especulativa, y
también por los más ilustres entre los médicos, los que han investigado acerca de la estructura
del ser humano, examinando detalladamente sus partes visibles y ocultas, mediante una
cuidadosa disección, con miras a evitar que, en caso de requerirse un tratamiento médico,
resulte descuidada por ignorancia alguna causa de serio peligro.

233
118. En cambio, las criaturas ya dadas a luz quedan separadas del organismo en el cual se
desarrollaron; y, libradas a su propio desenvolvimiento, conviértense en seres viventes a los
que nada les falta de cuanto concurre a completar la humana naturaleza. En consecuencia, el
infanticida es, sin lugar a dudas, un asesino, por cuanto el disgusto de la ley no depende de las
edades, sino atañe a la violación de las obligaciones para con la especie.

119. Aunque por cierto que, si la edad debiera ser tenida en consideración, cualquiera, me
parece a mí, se irritaría forzosamente más en el caso de los que cometen infanticidio. Porque,
tratándose de adultos, son muchísimos los pretextos razonables a que dan lugar los
enfrentamientos y controversias, mientras que a los que no son sino tiernas criaturas que
acaban de ver la luz de la humana existencia, siendo completamente inocentes, no cabe
dirigirles ni siquiera una falsa acusación. Por lo tanto, bien pueden ser tenidos por los más
sanguinarios y despiadados de los hombres aquellos que con encarnizamiento atentan contra
ellos; y la sagrada ley los detesta y declara culpables.

120. XXI. En cuanto al hombre que es matado sin mediar un deliberado propósito del
matador, la sagrada ley afirma que ha sido puesto por Dios en manos de sus asesinos;57 lo que
constituye un alegato a favor del que al parecer ha matado convencido de que la víctima era
culpable.
57
Éx. XXI, 13.

121. Entiende, en efecto, que, misericordioso e indulgente como es, Dios no entregaría jamás
a un inocente para que se le diera muerte; y que, por el contrario, cualquiera que ha escapado
a la justicia de los hombres gracias a su habilidad y astucia, ha sido conducido ante el
invisible tribunal de la naturaleza y condenado por dicho tribunal, único en el que la verdad es
vista en su máxima pureza, sin que la ensombrezcan los artificios verbales, pues no acepta en
absoluto las palabras, sino pone al descubierto las intenciones y saca a plena luz los
pensamientos ocultos. Pero también, por otra parte, la ley hace responsable al matador, no de
un crimen, pues se considera que ha obrado al servicio de un Divino dictamen; sino de una
mancha insignificante y del todo leve, cuyo perdón cabe pedir y alcanzar.

122. Dios emplea, en efecto, a aquellos que han cometido faltas leves y fáciles de remediar
como servidores Suyos en el castigo de los que han cometido delitos gravísimos e
irreparables; no porque dé Su aprobación a aquellos, sino escogiéndolos como instrumentos
útiles para el castigo, a fin de que ninguno que sea puro por su vida entera y por la pureza de
su estirpe tenga contacto con un homicidio por muy justificado que éste fuere.

123. En consecuencia, determinó Dios que el matador involuntario vaya a destierro, mas no a
cualquier lugar ni para siempre. Asignó, en efecto, a estos convictos seis ciudades, la octava
parte de las que la tribu consagrada recibió a título de patrimonio,58 ciudades a las que, por la
condición adquirida dio el nombre de lugares de refugio. Por otra parte, completando esta
disposición, estableció que el destierro duraría el tiempo de la vida del sumo sacerdote,
estándoles permitido el retorno después de la muerte de éste.59
58
Núm. XXXV, 6 y 11 a 15.
59
Núm. XXXV, 28.

124. XXII. Esta prescripción se funda en dos motivos. El primero es el siguiente. La


mencionada tribu recibió estas ciudades como recompensa por una matanza en defensa de la
fe, matanza que debemos considerar como la más esclarecida y excelente de cuantas hazañas
han tenido lugar alguna vez.60

234
60
Éx. XXXII. Ver Vida de Moisés II, 159 y ss. y 270 y ss., y Sobre la ebriedad 67.

125. En efecto, cuando el profeta, habiendo sido llamado al más alto y sagrado de los1 montes
de aquella región, recibió de Dios las leyes generales que engloban a las leyes especiales, no
fue visto durante un buen número de días, y los enemigos innatos de la paz llenáronlo todo de
los vicios que trae aparejados la ausencia del gobernante, a lo que como remate agregaron la
impiedad. Burlándose de las más excelentes y nobles prescripciones acerca de la honra debida
al verdaderamente existente Dios, y habiendo fabricado un toro de oro, imitación de la
vanidad de Egipto, le ofrecieron sacrificios que no eran tales y festejos que no merecían ese
nombre, y ejecutaron macabras danzas al son de cantos e himnos que hubieran debido ser
fúnebres lamentaciones.

126. Pero la mencionada tribu, llevo muy mal la insólita violación, de las normas
establecidas» encendiéndose su celo a causa de su sentimiento de odio hacia la iniquidad, y
llenos todos sus miembros de cólera, frenéticos, poseídos, habiendo tomado las armas como
obedeciendo a una sola señal convenida, con vehemente impulso y absoluto desprecio del
riesgo, los aniquilaron en medio de su doble embriaguez: la de impiedad y la de vino,
comenzando por los más allegados a ellos y más amados por ellos, por considerar que sin el
amor de Dios no existe amor ni parentesco. Y en una corta parte de un día fueron muertos
veinticuatro mil,61 sirviendo sus desgracias de advertencia para los que estaban a punto de se-
cundarlos en su demencia, ya que les infundieron el temor de sufrir parecida suerte.
61
Cifra exagerada que incrementa desproporcionadamente el número de 3.000 estimado en
Vida de Moisés II, 274, y en Sobre la ebriedad 67.

127. Esta bélica acción, llevada a cabo espontánea é instintivamente en defensa de la piedad y
la santidad para con el verdaderamente existente Dios, no sin grandes peligros para los que
tomaron las armas, fue aprobada por el Padre del universo, quien por propio dictamen
determinó que estaban limpios de todo crimen y mancha, y les concedió el sacerdocio como
recompensa por su manera viril de conducirse.

128. XXIII. Por eso, la ley manda que el autor de un crimen involuntario se refugie en alguna
de las ciudades que fueron adjudicadas a esta tribu, a fin de que encuentre la calma y no
desespere de su completa seguridad. El lugar habrá, efectivamente, de recordarle aquella
intrepidez, y le hará reflexionar sobre cómo a aquellos que mataron entonces voluntariamente
les fueron concedidos no solo un completo perdón, sino también grandes y apetecibles
galardones que llevan aparejada una grande felicidad; y que, si esto ocurrió con aquellos, con
más razón se les concederá a los que han matado sin premeditación, no una recompensa
honorífica, pero al menos la más modesta de todas, consistente en no pagar con la propia vida
la vida tronchada. De esto se desprende claramente que no todo homicidio es culpable, sino
solo aquel que lleva aparejada una injusticia; y que de los restantes merece alabanza el que se
lleva a cabo por un ardiente deseo de virtud, y no es reprobable el que se comete
involuntariamente.

129. Queda expuesta la primera de las dos razones;62 a continuación hemos de referirnos a la
segunda. La ley quiere preservar al homicida involuntario porque sabe que no es culpable en
cuanto a la intención y que con sus manos ha obrado como servidor de esa supervisora de las
cosas humanas que es la justicia. Y lo protege porque los más próximos parientes del muerto
se hallan al acecho como enemigos ansiosos de matarlo, impelidos a la venganza por una
compasión desmedida y un dolor inconsolable, y una irracional pasión les impide reflexionar
sobre lo que es verdadero y justo por naturaleza.

235
62
Razones por las que la ley ha elegido como refugio para el homicida involuntario las
ciudades de refugio.

130. En consecuencia, permite que tal persona busque refugio, no en un templo, pues aún no
está purificada, ni en una región olvidada y oscura, donde podría ser entregado fácilmente sin
que se haga mucho caso de él; sino en una ciudad sagrada, la cual constituye un lugar
intermedio entre el ámbito sagrado y el profano, siendo en cierto modo un templo de segunda
categoría. Las ciudades de los consagrados son, en efecto, más dignas de veneración que las
demás en la medida, entiendo yo, en que sus habitantes son objeto de mayor reverencia que
los de las otras. Lo que quiere, pues, la ley al recurrir a la condición privilegiada de la ciudad
que brinda asilo es proporcionar al asilado una firmísima seguridad.

131. Al determinar, como he dicho, que el momento del retorno lo señale la muerte del sumo
sacerdote, el legislador tuvo presentes motivos como los siguientes. Así como cada uno de los
asesinados con premeditación deja parientes que velarán en su nombre para que se haga
justicia y castigue a los que lo mataron con alevosía; del mismo modo también la nación
entera tiene un común y muy próximo pariente en el sumo sacerdote, quien ejerce
soberanamente la justicia para los litigantes de conformidad con las leyes, y lleva a cabo las
suplicaciones y sacrificios de cada día, pidiendo bienes como para hermanos, padres e hijos
suyos a fin de que los miembros todos de la nación, de cualquier edad y sector, considerados
como un solo cuerpo, armonicen en una sola y una misma confraternidad, ansiosos de paz y
legalidad.

132. Por lo tanto, todo aquel que ha matado sin intención de hacerlo debe tener al sumo sacer-
dote como al encargado de velar por los derechos de los asesinados y pugnar en su nombre; y
ha de permanecer encerrado dentro de la ciudad en la cual se ha refugiado, sin osar salir fuera
de sus muros, si es que siente apego por su seguridad y por una existencia libre de peligros.

133. Cuando dice, pues, la ley:63 "No retorne el exiliado hasta que haya muerto el sumo
sacerdote", es como si dijera: hasta que haya muerto el común pariente de todos, el único al
que le está confiado ser arbitro de cuanto concierne a los vivos y a los muertos.
63
Núm. XXXV, 28.

134. XXIV. Un motivo de esta especie se adapta bien a los oídos de los más jóvenes; pero a
los de más edad y maduros de carácter es dable presentar el siguiente.64 Puede aceptarse que
sea suficiente tratándose de personas comunes el mantenerse limpios de delitos voluntarios;
agréguese, si se quiere, que esto rece también con los demás sacerdotes; pero el sumo
sacerdote constituye un caso aparte, y debe estar limpio tanto de las faltas voluntarias como
de las involuntarias.
64
Resulta difícil precisar a qué obedece tal distinción. Probablemente considera nuestro autor
que la segunda explicación es más profunda o sutil por incluir una distinción neta entre faltas
voluntarias e involuntarias, en tanto que la primera es más superficial, satisfaciendo ésta a los
menos maduros y aquélla a los fogueados espiritualmente por la edad.

135. Es que a él le está prohibido absolutamente todo contacto con lo contaminado, tanto el
deliberado como el resultante de un cambio involuntario de su alma, a fin de que se den en él
las buenas disposiciones propias de su carácter de sagrado intérprete, en ambos aspectos: en
sus irreprochables intenciones y en una vida de buenas acciones, a la que ninguna censura
quepa hacer.

236
136. Y una persona así no puede sino mirar con malos ojos también a los homicidas
involuntarios; no porque los considere malditos, pero sí como no puros y no ajenos a toda
falta, por mucho que se admita que sirvieron a los designios de la Naturaleza, que los empleó
para castigar a los que fueron ejecutados una vez que en Su secreto tribunal los hubo juzgado
y condenado por personal decisión a la última pena.
XXV. Todo lo dicho hasta aquí aplícase a las personas libres y de condición ciudadana; las
leyes que siguen refiérense a los esclavos muertos por medios violentos.

137. A los siervos les ha correspondido un nivel inferior en lo que a su suerte toca, pero están
en pie de igualdad con sus amos en cuanto a su naturaleza; y para la ley de Dios la regla de
justicia no se ajusta a la suerte sino a la naturaleza.65 Por ello corresponde que los amos no
abusen demasiado de sus poderes sobre sus servidores haciendo gala de arrogancia, desprecio
y cruel salvajismo. Porque estas actitudes no son señales de un alma pacífica, sino de una que
en su intemperancia busca hacer tabla rasa con sus responsabilidades, imitando el despotismo
de los tiranos.
65
Éx. XXI, 20 y 21.

138. Porque aquel que ha hecho de su propia casa una suerte de ciudadela, erigiéndola en
bastión contra otros; y no concede libertad de palabra a ninguno de los que en ella residen,
sino trata a todos con una brutalidad engendrada por el odio a sus semejantes, innato quizá en
él o tal vez adquirido, es un tirano que recurre a los peores recursos.

139. Estos recursos atestiguan que no habrá de mantenerse dentro de los actuales límites, si
puede alcanzar mayor poderío. Atacará, en efecto, sin dilación ninguna ciudades, países y
naciones, después de reducir a la esclavitud a su propia patria como muestra de que no habrá
de tratar con mansedumbre a ninguno de los demás sometidos.

140. Este tal debe tener bien presente que no disfrutará de impunidad en su continuo delinquir
contra muchos, como que tendrá que enfrentarse con la justicia, detestadora de la maldad y
defensora y protectora de las víctimas de los injustos; la que le exigirá una justificación y una
rendición de cuentas por la desventura de los que sufren.

141. Y aunque él alegare que los azotes se los aplicó para hacerlos entrar en razones, sin
intención de causarles la muerte, no se habrá de marchar enseguida regocijado; sino,
conducido ante el tribunal, será examinado por estrictos inquisidores de la verdad sobre si los
homicidios han sido voluntarios o involuntarios. Y, si se comprobare que ha obrado con
premeditación e impía intención, habrá de morir, sin que su condición de amo le valga en algo
para salvarse.

142. Pero, si los golpeados no hubieren muerto de inmediato a consecuencia de los golpes,
sino vivido uno o hasta dos días,66 en ese caso el amo no será igualmente reo de muerte, pues
cuenta para su defensa con un ventajoso alegato en el hecho de que no los mató ni en el
momento de golpearlos ni posteriormente cuando los tuvo en su casa, sino les permitió vivir
todo el tiempo posible, aun cuando éste haya sido sumamente corto. Además nadie es tan
demente como para intentar causar daño a otro cuando él mismo saldrá perjudicado en ello.
66
Éx. XXI, 21.

143. Y el que mata a un criado se perjudica mucho más a sí mismo, pues se priva de los
servicios que aquél le proporcionaba en vida, y se impone una pérdida consistente en el valor
del esclavo, quizá muy elevada. Por consiguiente, si se diere el caso de que el esclavo hubiere

237
hecho algo que merezca la muerte, el amo deberá llevarlo ante los jueces y denunciar el
delito, dejando que sean las leyes, y no él personalmente, quienes decidan el castigo.

144. XXVI.67 En el caso de que un toro corneare a alguna persona y le diere muerte, debe ser
lapidado, pues no podrá ser inmolado para sacrificios, y su carne no servirá de aumento. ¿Por
qué? Pues porque no está dentro dé las normas de santidad el que las carnes de un animal que
ha matado a un hombre se convierta en sustento o en condimento del alimento de los
hombres.
67
Éx. XXI, 28 a 32, 35 y 36.

145. Y, si el propietario de la bestia, sabiendo que era salvaje e indómita, ni la hubiere


encerrado ni, después de encerrarla, la hubiere vigilado; o también si hubiere sido informado
por otros de que era un animal imposible de controlar, pero le hubiere permitido pacer
libremente, será culpable como responsable de ello. Y así como el animal agresor debe morir
sin pérdida de tiempo, su dueño ha de pagar con su vida o rescatarla mediante el pago de una
compensación, pero será el tribunal quien decida lo que deberá sufrir o pagar. 146. Empero, si
la víctima hubiere sido un esclavo, deberá reponer su valor al propietario de éste; y, si el
corneado no fuere un ser humano sino una res, el propietario del animal que la mató deberá
pagar una compensación consistente en un animal igual a aquél,68 [porque, enterado con
anticipación del salvajismo del suyo, no adoptó las debidas precauciones; y, si su animal ha
matado a la bestia del otro, deberá pagar a su vez una compensación consistente en uno
igual];69 y estar agradecido de que, siendo él la causa original del daño, no tenga que soportar
una pérdida mayor aún.
68
Éx. XXL 36.
69
El pasaje entre corchetes es sin duda interpolación que no hace sino reiterar ociosamente lo
que ya se desprende del resto del contexto.

147. XXVII.70 Acostumbran algunos cavar pozos muy profundos, o bien para poner al
descubierto venas de agua surgente, o bien para la recolección del agua de lluvia; y, una vez
que han cavado conductos subterráneos no visibles, no obstante ser necesario cercarlos o
poner una tapa sobre sus bocas, por un grave descuido o locura las dejan sin ningún
resguardo, como una trampa mortal.
70
Éx. XXI, 33 y 34, donde sólo se habla de animales.

148. Si, en consecuencia, alguno de los que transitan por allí no se diere cuenta a tiempo, y,
avanzando sobre el vacío, se precipitare abajo y muriere, los que quisieren podrán presentar
una demanda en nombre de la persona tallecida contra los constructores del pozo, y el tribunal
determinará lo que deberán sufrir o pagar. Pero, si fuere una res la que cayere y muriere,
deberán pagar a su dueño como compensación el precio exacto del animal cuando vivía, y
quedarse ellos con el cuerpo del muerto.

149. Un delito muy estrechamente relacionado con el mencionado cometen todos aquellos
que, al construir sus casas, dejan sus techos al ras, siendo así que deberían circundarlos de
parapetos a fin de que ninguno se precipite desde lo alto en un descuido. A decir verdad, no
hay duda de que cometen un homicidio, o al menos han hecho cuanto estaba en sus manos
para cometerlo, aun cuando ninguno muriere a resultas de la caída. Deben, pues, ser
castigados con la misma pena que los que dejan sin resguardo las bocas de los pozos.71
71
Deut. XXII, 8, aunque no se establece la pena para el caso contemplado aquí.

150. XXVIII. La ley veda aceptar de parte del homicida condenado a muerte una

238
compensación en dinero para aminorar su castigo o trocar la muerte en destierro,72 por cuanto
la sangre se purga con sangre, la del asesinado premeditadamente con la de su asesino.73
72
Núm. XXXV, 31 y 32.
73
Núm. XXXV, 33.

151. Ahora bien, como los malvados por naturaleza no tienen límites para delinquir, sino
acrecientan premeditadamente sus excesos y amplían y exageran sus vicios más allá de toda
moderación y término, el legislador hubiera debido fijar para castigo de ellos infinitas
muertes, si ello fuera posible. Pero como tal cosa no es posible, ha establecido un castigo
adicional ordenando que los homicidas sean suspendidos de un madero.74
74
O crucificados, Deut. XXI, 22 y 23.

152. Con todo, después de ordenar esto, retorna una vez más a su amor hacia los hombres y,
dando pruebas de su humanidad para con los que han procedido inhumanamente, dice: "No
debe ponerse el sol sobre los colgados, sino han de ser bajados y ocultados bajo la tierra antes
del ocaso". La razón es que, si resulta necesario que los enemigos de todas las partes del uni-
verso sean puestos en un sitio elevado y visible para mostrarlos al sol, al cielo, al agua y a la
tierra después de cumplirse sus castigos, también lo es que sean precipitados a la región de los
muertos y enterrados para que no manchen las cosas que hay sobre la tierra.

153. XXIX. Otra excelente disposición es aquella según la cual no han de morir los padres en
lugar de sus hijos, ni los hijos en lugar de sus padres, sino cada uno de los que han merecido
la muerte por lo que ha hecho, ha de recibirla él solo y en su propia persona;75 disposición que
tiene presentes a aquellos que o tienen en mayor estima a la violencia que a la justicia o están
totalmente dominados por su afecto hacia sus familiares.
75
Deut. XXIV, 6.

154. Porque éstos, a causa de su sobrada y excesiva afección, a menudo querrán y se


complacerán en morir en lugar de los otros, entregándose a sí mismos, a pesar de ser
inocentes, en lugar de los culpables, por entender que es una gran ventaja el no presenciar el
castigo de sus padres los hijos, y de sus hijos los padres, pues piensan que, de no ser así,
habrán de vivir en lo venidero una existencia insoportable y más penosa que cualquier muerte.

155. A éstos es preciso decirles: Vuestro afecto es inoportuno; y todo lo que es inoportuno es
por fuerza censurable, del mismo modo que las actitudes oportunas son elogiables. Es, sin
duda, necesario sentir apego por aquellos cuyas obras los hacen merecedores de amistad, pero
ningún malvado es amigo de verdad. Y a los parientes y a aquellos que entre los parientes son
considerados amigos los convierten en extraños, si delinquen, sus perversidades. Porque el
vivir conforme con la justicia y todas las demás virtudes crea un parentesco más estrecho aun
que el de la sangre; mas, si alguien renuncia a esa norma, se incluye no sólo en la lista de los
extraños y extranjeros, sino también en la de los enemigos implacables.

156. ¿Por qué, pues, bajo el falso nombre de afecto aparentáis bondad y humanidad, y ocultáis
la verdad, es decir, vuestra debilidad y cobardía? ¿O no sois, acaso, de naturaleza cobarde,
puesto que «n vosotros la razón es dominada por la compasión? Y esto, rara cometer el doble
delito de liberar del castigo a los culpables, y de pensar que es preciso que en lugar de ellos
recibáis el castigo vosotros, a los que no se os ha acusado por delito alguno en absoluto.

157. XXX. En todo caso, estas personas pueden alegar que no persiguen provecho alguno, y
que los mueve su excesivo afecto hacia sus familiares más próximos, por cuya salvación están

239
determinados a morir con ánimo contento.

158. En cambio, ¿quién, no digo ya de aquellos que obran con moderación, sino también de
los de alma no demasiado rebelde, no rechazará con desprecio a los desalmados y feroces por
naturaleza que o traman secretamente u osan abiertamente hacer recaer las mayores
desgracias sobre unas personas en lugar de otras, tomando la amistad, el parentesco, la
asociación o cualquiera otra vinculación similar como pretexto para arruinar a quienes nada
malo han cometido? Y esto lo hacen a veces, no porque hayan sido objeto de un grave daño,
sino por ambición y afán de lucro.

159. No hace mucho, cierto recaudador de impuestos, encargado de las contribuciones de


nuestro distrito, como algunos de los deudores, que lo eran evidentemente por su pobreza,
habían huido por temor a irremediables represalias, sé llevó por la fuerza a sus mujeres, a sus
hijos, a sus padres y al resto de su familia, y los golpeó, cubrió de insultos y les hizo objeto de
toda suerte de malos tratos con la intención de que revelaran el paradero del fugitivo o ellos
mismos pagaran las deudas de éste. Como no podían hacer ni una ni otra cosa; la una porque
ignoraban el paradero; la otra porque su indigencia no era menor que la del fugitivo, no se
detuvo aquél hasta que, habiendo torturado sus cuerpos con tormentos e instrumentos de
tortura, los mató empleando novedosas formas de dar muerte.

160. Después de atar con sogas cestas llenas de arena, colgó de sus cuellos esta pesadísima
carga, y los colocó en la plaza al aire libre, a fin de que, mientras unos sucumbían bajo el
rigor insoportable de aquel cúmulo de castigos formado por el viento, el sol, la vergüenza ante
los que transitaban por allí y los pesos que pendían de ellos; otros, contemplando sus castigos,
los sufrieran anticipadamente.

161. Algunos de éstos, que a través de su espíritu hacíanse una composición de lugar más
vivida- aún que el cuadro que presenciaban sus ojos, como si ellos mismos sufrieran las
torturas en los cuerpos de los otros, se apresuraron a quitarse la vida empleando espadas,
venenos y horcas, por considerar que en su desdichada situación era una ventaja la muerte sin
sufrir torturas.

162. Otros, en cambio, que no tuvieron oportunidad de matarse ellos mismos, fueron sacados,
como en los juicios por reclamaciones de herencias, en hilera, primero los parientes de primer
grado, después los de segundo, luego los de tercero, y así hasta los más lejanos; y cuando no
quedaba ninguno de los parientes, la desgracia pasaba también a sus vecinos, y en ciertos
casos a aldeas y ciudades, las que pronto quedaron desiertas y. vacías de habitantes, pues
éstos abandonaban sus hogares y se dispersaban hacia lugares dónde esperaban pasar
inadvertidos.

163. Con todo, nada tiene quizá de extraño que a causa de la recaudación de impuestos
hombres bárbaros por naturaleza, que no han paladeado jamás una educación propia de seres
civilizados, acatando imperiosas órdenes exijan los anuales tributos no solo sobre los bienes
sino también sobre los cuerpos, y hasta sobre la vida, al hacer que los riesgos que pesan sobre
unos , recaigan sobre otros.

164. Pero no han faltado casos en que los mismos legisladores, no obstante ser ellos los
límites y las normas de la justicia, han aceptado serlo de las más grandes injusticias, por
atender más a la mera opinión que a la verdad, y han ordenado que junto con los traidores
sean ejecutados sus hijos, y junto con los tiranos las cinco familias más estrechamente

240
emparentadas con ellos.78
78
Curdo Rufo VI, 42, 20, y Cicerón, Sobre la composición retórica (De inventiva) II, 144, son
las dos autoridades citadas (Heinemann, Goodenough, Colson, Colín) como posibles fuentes
de la afirmación de Filón en el sentido de que existían leyes de esa naturaleza. La primera
atestigua que entre los macedonios una ley condenaba a muerte junto con los conspiradores,
no con los "traidores", a las personas vinculadas con aquéllos (no dice "a los hijos"). La
segunda es un ejercicio de retórica (no un relate histórico) en el que se somete a discusión si
en determinados casos de tiranicidio (se cita el caso de Alejandro de Feras, asesinado por su
esposa) corresponde premiar a los autores como beneméritos de un acto de bien público o
castigar incluso a las personas de más estrecha relación con el responsable principal. Como se
advierte el primer pasaje no corresponde exactamente al caso que Filón menciona y el
segundo es un mero ejemplo para la gimnasia retórica, que no prueba la historicidad del
precepto legal en cuestión.

165. ¿Por qué?, preguntaría yo. Pues, si han cooperado en los delitos, también deben com-
partir sus castigos; pero, si no tuvieron arte ni parte en aquellos, ni se adhirieron a los mismos
propósitos, ni se complacieron con su personal elevación en medio de la prosperidad de sus
parientes, ¿a título de qué se les dará muerte? ¿Es, acaso, su parentesco la única razón?
Porque los castigos, ¿se aplican por la violación de las leyes o por el nacimiento? 166.
Seguramente a vosotros, venerables legisladores, os ha cabido en suerte tener por parientes a
personas de bien. Porque, si hubieran sido malvados, me parece que entonces ni se os
hubieran pasado por las mientes semejantes disposiciones; y, en cambio, os hubierais
indignado de que otros las propusieran... a causa de la precaución para que... no sufra nada
irreparable... a la par de los que corren peligro, quien lleva una vida de seguridad, ni se vea
envuelto en las mismas calamidades.77 En el segundo caso 78 va implícito, en efecto, un
motivo de temor, que uno, a la par que se precave contra él, no puede permitir sea una
amenaza para otro; en tanto que en el primero 79 el temor está ausente, lo cual a menudo
induce a algunos a no preocuparse por la seguridad de los hombres irreprochables.
77
En su estado actual el texto de los manuscritos no permite aquí sino reconstrucciones
conjeturales por demás inseguras, por lo que he preferido dejar trunca la traducción antes que
aventurar rellenos sin fundamento serio.
78
En el caso de tener parientes malvados.
79
En caso de tener personas honradas por parientes.

167. Habiendo reflexionado en estos términos, y observado los errores adoptados por otras
naciones, nuestro legislador los rechazó como ruinosos para la más excelente de las
comunidades constituidas; y a la par que profesó profunda aversión a los hombres de
negligente, inhumana y nociva conducta, jamás accedió a que se castigara a nadie por el mero
hecho de haber convivido con ellos, haciendo de él un apéndice de otros en materia de delitos.

168. Y así, prohibió expresamente que los hijos sean ejecutados en lugar de sus padres, y que
los padres lo sean en lugar de sus hijos, juzgando que los castigos corresponden a aquellos
que han cometido las faltas, ya se trate de penas pecuniarias, o azotes o violencias más duras o
heridas o mutilaciones o pérdidas de derechos o destierro o cualquiera de todas las otras
sentencias. Porque, al hacer mención de un solo caso: el de no matar a una persona en lugar
de otra, también incluye los casos que no se mencionan.

169. XXXI. Las plazas con sus mercados, las sedes de los consejos, las salas de los tribunales,
los festivales y las asambleas donde se concentra gran cantidad de gente, y la vida al aire libre
con sus discusiones y actividades vienen muy bien a los hombres tanto en tiempo de guerra

241
como en la paz; a las mujeres, en cambio, les resulta apropiada la vida de hogar y la
permanencia 'en la morada, siendo la parte interna respecto de la puerta central el sector
correspondiente a las doncellas, y la que da al vestíbulo el correspondiente a las mujeres que
han llegado ya a su pleno desarrollo como tales.

170. Dos, en efecto, son las clases de comunidades constituidas; las mayores, llamadas
ciudades, y las menores, llamadas casas. El gobierno de las mayores, gobierno que se llama
administración del estado, les ha correspondido a los hombres; el de las menores, cuyo
nombre es administración de la casa, a las mujeres.

171. Fuera, pues, de las tareas concernientes a la administración de la casa la mujer no habrá
de ampliar el círculo de sus ocupaciones, y procurará vivir recluida y no mostrarse a la vista
de otros hombres a lo largo de las calles, como una errante, salvo cuando deba ir al templo.80
Y en ese caso lo hará tomando precauciones para no ir cuando la plaza está llena, sino cuando
haya retornado a sus casas la mayoría .de la gente; y llevando a cabo los sacrificios y
plegarias por la liberación de males y la participación en bienes rodeada de tranquilidad, como
mujer de condición libre y verdadera dama.
80
El término "templo" está tomado aquí, evidentemente, en el sentido amplio de "casa de
oración" o sinagoga, ya que de referirse exclusivamente al templo de Jerusalén, mal podría
tener vigencia la disposición en las regiones de la diáspora judía como Alejandría, tan alejadas
de Jerusalén. Cabe suponer que en algunas sinagogas al menos se llevaban a cabo sacrificios,
como lo sugiere este pasaje.

172. El que las mujeres, cuando los hombres se insultan y se van a las manos, se atrevan a
intervenir en riñas, con el pretexto de cooperar y ayudar en la pelea, es reprensible y
vergonzoso más allá de toda medida. La ley ha considerado que ni siquiera en las guerras,
expediciones y peligros que afectan al país entero deben alistarse. En ello ha tenido presente
el decoro, que, en su opinión, debe conservarse inalterable siempre y en todas partes,
considerando que él vale por sí solo más que la victoria, la libertad y cualquier éxito.

173. Y ciertamente, aun cuando, al enterarse una mujer de que su esposo es objeto de un
atropello, dominada por su amor de esposa a causa de su intenso afecto hacia aquél, y forzada
por la emoción que la embarga, se lanzare en su ayuda, no debe adoptar actitudes de varón
atreviéndose a traspasar las fronteras de su naturaleza, sino ha de limitarse a la ayuda que una
mujer puede dar. Porque sería sumamente lamentable el que una mujer, queriendo librar a su
marido de un atropello, cometiera un atropello contra ella misma al poner de manifiesto que la
suya es una vida llena de motivos de vergüenza y de grandes vituperios resultados de un
incurable descaro.

174. Porque ¿es propio de una mujer el insultar en la plaza y pronunciar palabras prohibidas?
¿O más bien lo es el huir tapándose los oídos, cuando otro se expresa indecentemente? Sin
embargo, en nuestros días algunas de ellas han pasado tan adelante en ello, que en medio de
una multitud de hombres ciertas mujeres no solo emplean términos injuriosos y groseros, no
siendo capaces de controlar su lengua, sino además atacan con sus manos, manos ejercitadas
en el tejer y el hilar, y no en dar puñetazos y usar la violencia como los pancratistas y púgiles.

175. Y, mientras todo lo demás es tolerable y se podría pasar por alto, es difícil de admitir que
una mujer llegue a tal punto en su desvergüenza, que agarre a su oponente por sus partes
genitales.81 Porque no habrá de absolverla el hecho de que evidentemente obra así
exclusivamente por ayudar a su marido; y habrá de recibir por su exceso de atrevimiento un

242
castigo que hará que, aunque quisiere de nuevo cometer el mismo despropósito, no pueda; y
que todas las demás mujeres demasiado propensas a arrebatos moderen sus ímpetus por
miedo. Y el castigo será la amputación de la mano que ha tocado lo que no es lícito.
81
Deut. XXV, 11 y 12.

176. Merecen elogio también los organizadores de competencias atléticas que impiden que las
mujeres las contemplen,82 a fin de que no se hallen en presencia de hombres que se han
desnudado, y adulteren de ese modo la legítima moneda de su pudor, violando las normas que
la naturaleza estableció para cada uno de los dos sectores de la especie humana. Porque
tampoco es apropiado para los hombres el estar presentes cuando las mujeres se han
despojado de sus ropas; antes bien, los de uno y otro sexo, ajustándose a los designios de la
naturaleza, han de apartar sus miradas de la desnudez de los del sexo opuesto.
82
Sólo conocemos el caso de !a exclusión de las mujeres, excepto las vírgenes, de las
competencias de Olimpia, según Eliano, Historias Varias, X, 1, y Pausanias V, 6 y 7.

177. Y, si la vista de éstos es reprochable, ¿cuánto más culpables serán las manos?83 Porque,
mientras los ojos se toman a menudo libertades y nos fuerzan a ver lo que no queremos, las
manos, en cambio, como tienen asignado el lugar de las partes sujetas a nuestra voluntad, nos
sirven acatando nuestros mandatos.
83
El caso de las competencias atléticas sólo fue sacado a colación para destacar por
comparación la gravedad del delito que supone la actitud de la mujer que ya no mira las partes
genitales del otro sexo sino las toca.
Por supuesto que la culpabilidad reza con quien usa uno u otro medio; y la expresión es una
manera retórica de decirlo. A no ser así habría contradicción con lo que sigue, pues la parte
menos culpable serían las manos.

178. XXXII. Esta es la razón que suele escucharse en boca de muchos, más yo he oído otra de
hombres inspirados por Dios, que sostienen que la mayor parte del contenido de nuestras
leyes son símbolos exteriores de doctrinas ocultas y expresiones reveladoras de tácitas
verdades. Dicha razón es la siguiente. En el alma, como en las parentelas, una parte es
masculina y corresponde a los hombres, y otra femenina y corresponde a las mujeres. La parte
masculina se consagra a Dios solamente, como al Padre y Hacedor del universo y Causa de
todas las cosas; en tanto que la femenina está pendiente de las cosas que nacen y perecen, y
extiende, como una mano, su poder, para asir ciegamente las cosas que se presentan, y
mostrándose solícita con el mundo creado, el sujeto a incontables cambios y transformacio-
nes, cuando correspondería que lo fuera con la naturaleza Divina, la inmutable, dichosa y tres
veces feliz.

179. De esto se desprende que lo que simbólicamente se ha prescripto al decir que debe ser
cortada la mano que ha asido las partes genitales, no es que se mutile el cuerpo privándolo de
una parte sumamente necesaria; sino que se amputen del alma todos los pensamientos impíos,
los que tienen por fundamentos todas las cosas que han sido generadas; y los órganos
genitales son, precisamente, símbolo del acto de la generación y del nacer.

180. Siguiendo la ilación propia de la naturaleza, agregaré una consideración más. La unidad
es imagen de la Causa Primera, en tanto que la diada 84 lo es de la materia pasiva y divisible.
Quien, pues, estimare y honrare a la diada más que a la unidad, no deje de tener presente que
tiene en más alta estima a la materia que a Dios. Esta es la causa por la que la ley entendió
que es preciso cortar, como se corta una mano, esta tendencia del alma. Porque no hay mayor
impiedad que atribuir al elemento pasivo el poder que pertenece al Principio Activo.

243
84
O el par. El argumento se basa en los varios sentidos del vocablo dídymoi = los pares, los
gemelos, y, figuradamente, los órganos genitales masculino. De allí lo de la unidad y la diada
o par, uno de tantos ingeniosos juegos de palabras de Filón.

181. XXXIII. Razón tendría quien reprochara a los que prescriben contra sus autores castigos
que nada tienen de común con los delitos, tales como penas pecuniarias por malos tratos, o
pérdida de derechos por heridas o mutilaciones, o expulsión del país o destierro perpetuo por
homicidios premeditados, o prisión por robos. Porque lo caprichoso y falto de equidad es
contrario a una comunidad constituida celosamente adepta de la verdad.

182. Nuestra ley nos estimula a la equidad,85 al ordenar que los que ha delinquido sufran
castigos semejantes a los que cometieron; en sus bienes si han dañado la propiedad de sus
vecinos; y si el delito ha consistido en un daño corporal, en sus cuerpos, y teniendo en cuenta
la extremidad, la parte o el sentido afectado. Y si las insidias han llegado a tronchar una vida,
está mandado que el castigo consista en la pérdida de la propia. Porque tolerar que entre los
delitos y los castigos no exista correspondencia, sino pertenezcan a distintas categorías unos
de otros, no es dar bases firmes a la legalidad sino subvertirla.
85
Alusión a la ley del talión o de Radamanto, como la llamaban los griegos. Ver Éx. XXI, 24,
Lev. XXIV, 19 a 21 y Deut. XIX, 21.

183. Y esto lo decimos teniendo en cuenta que otro tanto reza para las demás condiciones;
porque no es lo mismo propinar golpes a un extraño que a su propio padre; ni decir algo
inconveniente a un gobernante que a un simple particular; ni cometer un acto contra las leyes
en lugares consagrados que en sitios profanos; ni perpetrarlo durante festivales, asambleas
religiosas y sacrificios públicos, que, al contrario, en días en los que no tienen lugar esos actos
o, en general, nefastos.86 Estas y todas las otras variantes similares a éstas deben ser
examinadas cuidadosamente a fin de aumentar o disminuir el castigo.
86
Modo figurado de designar los días en que no tenían lugar las actividades antes
mencionadas, queriendo significar probablemente días en que al delito en sí se le agregaba un
carácter sacrílego por manchar una fecha consagrada a Dios. El sentido del término entre los
romanos era de "día en que no funcionaban los tribunales".

184. Otra ley dice, a su vez, que, si alguien destrozare un ojo a un siervo o sierva, debe dejarlo
en libertad.87 ¿Por qué? Pues porque, así como la naturaleza ha conferido la soberanía del
cuerpo a la cabeza, concediéndole además, corno lugar apropiadísimo para un rey, el lugar
más alto, como que, al conducirla a tomar posesión de su mando, la estableció en la cima,
poniendo debajo de ella, a modo de pedestal de estatua, el armonioso conjunto que va desde el
cuello hasta los pies; del mismo modo ha reservado para los ojos el poder sobre los sentidos.
Y así, también les asignó a ellos, como gobernantes, un palacio en la parte más elevada,
deseando concederles, además de otras prerrogativas, el lugar más significativo y destacado.
88
87
Éx. XXI, 26.
88
El argumento es que el altísimo valor de la parte anulada justifica que se compense al
esclavo con la libertad.

185. XXXIV. Largo resultaría enumerar los servicios y ventajas que proporcionan a nuestra
especie los ojos, pero no hemos de dejar de mencionar una, la mejor. La filosofía la sembró el
cielo, la recibió la especie humana y la guió la vista. Ésta, en efecto, fue la primera en
observar los caminos reales que conducen a la región etérea.89
89
Ver Sobre la creación del mundo 54 y 55, Sobre Abraham 164 y Sobre las leyes

244
particulares I, 339.

186. Ahora bien, la filosofía es fuente de bienes, de cuantos bienes verdaderos existen; y
quien, tendiendo a la posesión y práctica de la virtud, extrae de ella agua, merece ser alabado;
en tanto que quien lo hace con malvadas miras y para engañar con sofismas es digno de
repudio. Porque el primero se asemeja al hombre que ofrece un banquete para regocijo de sí
mismo y de sus convidados, mientras que el segundo es como aquel que se harta de vino puro
para cometer él y sus vecinos desmanes de borrachos y pronunciar improperios.

187. Digamos, pues, sin más de qué manera la vista ha desempeñado el papel de cicerone de
la filosofía. Mirando hacia la región etérea, contempló ella el sol, la luna y los astros errantes
y fijos, es decir, la celestial hueste en toda su imponente majestad, un mundo dentro del
mundo; luego, sus nacimientos y ocasos, sus rítmicos y ordenados movimientos, sus
conjunciones en determinados períodos de tiempo,

[188.] sus eclipses y sus reapariciones; luego, las crecientes y menguantes de la luna, los
movimientos del sol a lo largo del cielo, en su avance desde el sud hacia el norte o su retorno
desde el norte hacia el sud, origen ambos de las estaciones anuales, gracias a las cuales todas
las cosas alcanzan su pleno desarrollo; y, aparte de éstas, otras innumerables maravillas. Y,
una vez que hubo mirado hacia todas partes a lo largo de la tierra, del mar y del aire, se aplicó
con celo a mostrar todas estas cosas a la inteligencia.

189. Ésta, por su parte, después de contemplar a través de la vista las cosas que ella no es
capaz de ver por sí misma, no se conformó con las cosas vistas solamente, sino, movida por
su amor al conocimiento y a la belleza, y admirada ante el espectáculo, llegó a la razonable
conclusión de que esas cosas no habían alcanzado su presente estado automáticamente por
obra de impulsos irracionales, sino por obra de la inteligencia de Dios, al que corresponde
llamar Padre y Hacedor; de que no constituyen algo ilimitado, sino están confinadas en el
ámbito de un solo mundo, encerradas, al modo de una ciudad, por la altísima esfera de los
astros fijos; y de que el Padre que les dio el ser vela, de acuerdo con la ley de la naturaleza,
por Su creatura, protegiendo con Su providencia tanto el conjunto como sus partes.

190. Su siguiente paso fue indagar cuál es la sustancia del mundo visible; si es la misma en
todas las partes que lo forman, o difieren unas de otras en este aspecto; de cuáles elementos ha
sido formada cada una de ellas; cuáles han sido las causas por las que llegaron a existir, cuáles
las fuerzas que mantienen su cohesión, y si se trata de fuerzas corporales o incorpóreas.

191. Porque, ¿qué otro nombre sino filosofía cabe dar a la investigación acerca de estos
problemas y los similares a éstos? ¿Y qué otro nombre más apropiado que el de filósofo
podría aplicarse al que investiga estas cosas? El indagar acerca de Dios, del mundo y de los
seres animados y las plantas que lo comparten, y de los arquetipos aprehensibles por la
inteligencia así como de los entes sensibles producidos por ellos, y de las buenas y malas
cualidades de cada una de las cosas creadas, pone de manifiesto una disposición propia de
quien ama el estudio y la contemplación y es un verdadero filósofo.

192. Este es el más grande bien que la vista proporciona a la humana existencia. Y, en mi
opinión, es considerada merecedora de este privilegio porque está más estrechamente
vinculada al alma que los demás sentidos. Porque todos ellos sin excepción guardan estrecho
parentesco con la inteligencia, pero a la vista le ha correspondido, como en las familias, el
lugar más próximo a ella en la estirpe, el primero y más elevado.

245
193. Muchas pruebas se pueden brindar al respecto. ¿Quién no sabe, en efecto, que los ojos de
los que se sienten alegres aparecen radiantes y sonrientes; y que los de quienes están apenados
se llenan de ansiedad y desaliento; y que, si el pesar se agiganta, abruma y oprime, ellos
derraman lágrimas; y, si prevalece la cólera, se hinchan y miran inyectados de sangre y
encendidos; y, cuando la irritación se aplaca, lo hacen propicia y bondadosamente?

194. Cuando estamos reflexionando e investigando, las pupilas están fijas y podríamos decir
que comparten nuestros pensamientos; en tanto que en las personas de corto genio la necedad
torna vacilante y torpe la mirada. En suma, que los ojos comparten las afecciones del alma, y
a causa de su natural afinidad con ella cambian acompañando las innumerables variaciones de
ella. Yo creo, ciertamente, que Dios no ha creado cosa alguna que sea una tan fiel
representación visible de la invisible razón como la vista.

195. XXXV. Pues bien, si alguien hubiere cometido un atentado contra el mejor y soberano
sumo de los sentidos, que es la vista; y se hubiere comprobado que ha sido la causa de la pér-
dida de un ojo en un hombre libre, sufrirá, a su vez, el mismo daño; si, en cambio, el ojo fuere
de un esclavo, no. Y no porque en este caso sea merecedor de perdón o menos grave su falta,
sino porque, si el amo sufriese la misma mutilación en castigo de su falta, la víctima
afrontaría una situación más penosa aún que antes, ya que aquel le guardaría un perpetuo
rencor por su desgracia, y se vengaría en él cada día, como de un enemigo implacable,
ordenándole tareas insoportables y de un peso superior a sus fuerzas, con las que oprimiría y
desgarraría su alma.

196. En consecuencia, la ley ha prevenido que ni el culpable del atropello quede impune ni el
mutilado sea objeto de ulteriores injusticias, mediante el mandato de que, si alguien priva a un
esclavo de un ojo, le conceda sin vacilar la libertad.

197. Por cierto que por esta vía el que lo ha hecho soportará un doble castigo consistente en la
pérdida del valor del esclavo y de sus servicios conjuntamente, y una tercera pena, más
dolorosa aún que cada una de las mencionadas, al ser obligado a conceder un beneficio, y de
los mayores, a un enemigo al que quizá se jactaba de poder maltratar perpetuamente. En
cuanto al esclavo, recibirá un doble consuelo, pues no solo obtendrá su libertad, sino se
liberará de un amo cruel y terriblemente despótico.

198. XXXVI. Manda además la ley que, si alguno hiciere saltar un diente de un servidor,
conceda a éste la libertad.90 ¿Por qué? Pues, porque la vida es algo estimable, y la naturaleza
fabricó como instrumento de vida los dientes, con los cuales se lleva a cabo el proceso de
preparar el alimento para su asimilación. Ahora bien, de los dientes unos son los cortadores,
llamados así por ser su función cortar el pan y todos los demás comestibles, de donde les
viene muy apropiadamente su nombre; y otros, las muelas, cuyo nombre se debe a que tienen
la propiedad de reducir los trozos ya cortados a más pequeñas partículas.91
90
Éx. XXI, 27.
91
Como en español el término muela, en griego myle significa rueda de molino o instrumento
para triturar, en general, y muela de la dentadura.

199. Por ese motivo el Hacedor y Padre, que tiene por norma no producir cosa alguna que no
sirva para algún propósito determinado, no fabrica los dientes inmediatamente, en el momento
mismo del nacimiento, como las otras partes, por entender que constituirían una carga
superflua para el infante, que habrá de ser alimentado con leche; y que se convertirían en una

246
terrible tortura para los pechos, fuentes de las que fluye el líquido alimento, al ser elfos
mordidos durante la succión de la leche.

200. Conociendo, pues, anticipadamente cuál es el momento apropiado, momento que llega
cuando el niño es destetado, hace que en una segunda etapa salgan los dientes, que hasta ese
momento mantenía en reserva; pues a estas alturas la criatura, que rechaza el alimento en
forma de leche, está en condiciones de entendérselas con un alimento más completo, el que
requiere dichos instrumentos.

201. Si alguien, pues, dominado por la presunción, hiciere saltar un diente de un servidor
suyo, diente que es para éste un criado y auxiliar en dos cosas sumamente necesarias, como
son el alimento y la vida, concederá la libertad a la víctima de su injusticia, privándose
también él mismo del servicio y asistencia que le prestaba el afectado. Ante esto, dirá alguno:
¿Vale, pues, lo mismo un diente que un ojo?

202. Lo valen, le diría yo, para aquellas cosas para las que fueron hechos; el ojo para las cosas
visibles, y el diente para las comestibles. Pero, si alguno quisiere hacer comparaciones, hallará
que el ojo es la de mayor dignidad entre las partes del cuerpo, pues contempla la parte de
mayor dignidad en el mundo, es decir, el cielo; en tanto que la utilidad del diente consiste en
ser artesano de la alimentación, que es lo de mayor provecho en orden al mantenimiento de la
existencia. Además, aquel que ha perdido la vista no está impedido de seguir viviendo, pero a
quien se ha quedado sin dientes lo acecha la más lamentable de las muertes.

203. Por lo tanto, si alguno atentare contra sus criados en estas partes de su cuerpo, no debe
pasar por alto que, en medio de la abundancia y la prosperidad, está preparando a éstos un
hambre artificialmente provocada. Porque, ¿qué provecho les reportará la abundancia de
alimentos, si se hallaren privados y despojados de los instrumentos para alimentarse con ellos,
por culpa de opresores, implacables y crueles amos?

204. Por eso también en otro lugar prohíbe a los acreedores exigir a sus deudores como
garantía su molino o la tapa de piedra del mismo, agregando que el que hace tal cosa toma
como garantía la misma vida.92 Porque aquel que priva a otro de los instrumentos necesarios
para seguir viviendo se encamina al homicidio, pues sus designios atenían también contra la
vida de éste.
92
Deut. XXIV, 6.

205. A tal punto llegó la preocupación del legislador porque nadie se convirtiera en
cooperador en la muerte de alguien, que consideró que incluso aquellos que han tocado el
cuerpo de un muerto de muerte natural quedan inevitablemente impuros en el acto, hasta que
se purifiquen mediante aspersiones y abluciones.93 Y por cierto que no les permitió entrar en
el templo, ni siquiera a los bien purificados, por un término de siete días, pues ordenó que se
purificaran en el tercero y en el sexto día.
93
Núm. XIX, 11 y ss.

206. Y más aún, también a los que entran en una casa en la cual acaba de morir alguien les
manda no tocar cosa alguna hasta haberse bañado, y lavado además las ropas que llevaban
puestas.94 Y considera también impuros a los utensilios, los muebles y todas las cosas,
prácticamente, que se encuentran en tal ocasión dentro de la casa.95
94
Núm. XIX, 14 y 19.
95
Núm. XIX, 15.

247
207. Es que el alma del hombre es algo digno de estima, y, cuando ella parte en busca de una
nueva residencia, todo lo que deja detrás se mancha al quedar privado de la imagen de Dios,
pues la inteligencia del hombre tiene la forma de Dios, por estar impresa de conformidad con
la forma ejemplar que es el eminentísimo logos.96
96
Ver Sobre la creación del mundo 146.

208. También serán impuras, dice, todas las demás cosas que el impuro tocare, manchadas por
su participación en la impureza.97 Este oráculo expresa, al parecer, una revelación de carácter
más universal, no limitándose solamente a lo que concierne al cuerpo, sino llegando a
escudriñar además las costumbres y características del alma.
97
Núm. XIX, 22.

209. Porque impuro, en el verdadero sentido de la palabra, es el hombre injusto e impío, en el


cual no tiene cabida sentimiento alguno de respeto ni hacia las cosas humanas ni hacia las
Divinas; y todo lo reduce a confusión y caos a causa de los excesos sin límites de sus pasiones
y vicios, al punto de que todos los hechos en que pone manos son reprensibles; y el curso de
ellos se amolda a las depravaciones de quien los lleva a cabo. Y por cierto que, a la inversa,
las obras de los buenos son laudables, y se perfeccionan con las virtudes de los que las
ejecutan, puesto que es ley de la naturaleza el que los hechos presenten las mismas caracterís-
ticas que sus autores.

248
SOBRE LAS LEYES PARTICULARES IV

Sobre las leyes especiales relacionadas con tres de los diez mandamientos generales, a saber:
el octavo, referente al no robar; el noveno, relativo al no levantar falsos testimonios; y al
décimo, que atañe al no codiciar; sobre cuanto se refiere a cada uno de ellos, y sobre la
justicia, la que guarda estrecha relación con él total de los diez mandamientos; tema éste con
el que concluye todo el tratado.

1. I. Habiendo sido examinadas con toda prolijidad, según mi opinión, en el precedente


tratado las leyes contra el adulterio y el asesinato y todas las disposiciones tendientes a
reprimir uno y otro delito, corresponde que examinemos el que sigue en el orden de los
mandamientos, es decir, el tercero de la segunda tabla y octavo en el conjunto de ambas, que
es el referente al no robar.

2. Quien se apropiare de animales o de otros bienes ajenos, sin derecho a ello, en el caso de
que lo hiciere mediante la violencia o a la vista de todos, deberá ser registrado como público
enemigo, pues a la violación de la ley agrega una desvergonzada osadía.1 Si, en cambio,
obrare a ocultas, tratando de pasar inadvertido a la manera de los ladrones, haciendo de su
vergüenza un atenuante de sus delitos, el castigo ha de circunscribirse a la esfera privada,2
siéndole sólo imputable el daño que se propuso consumar; y deberá pagar el doble de lo
robado,3 reparando así mediante un daño harto merecido la injusticia de su ganancia.
1
Sobre el castigo que implica esta calificación delictiva, ver el parágrafo 23.
2
Por oposición al carácter de delincuente o enemigo público que resultaba del delito con
agresión y a la vista de todos. Es de advertir, sin embargo, que en la legislación mosaica no
aparece la distinción entre una y otra suerte de robo, y que Filón traslada por su cuenta al seno
de la ley judía una norma que conocía por otras legislaciones, tales como la egipcia, la griega
y la romana.
3
Éx. XXII, 4.

3. Mas, si por carecer de recursos, no pudiere pagar la suma impuesta, debe ser vendido,4 ya
que es justo que quien se aviene a ser esclavo de una ganancia en extremo ilegal sea privado
de la libertad. De ese modo no se le negará una satisfacción a la parte damnificada ni parecerá
que la insolvencia del ladrón es motivo para que se pasen por alto los intereses de aquella.
4
Éx. XXII, 3.

4. Pero nadie debe tachar de inhumana esta prescripción, pues la persona vendida no es
entregada a una esclavitud perpetua, y será liberada dentro de los siete años por efecto de la
general proclamación, según expuse en las consideraciones acerca del séptimo año.5
5
Ver Sobre las leyes particulares II, 122, donde se afirma, de conformidad con Éx. XXI, 2,
que la liberación de esclavos que no hayan cumplido sus siete años de cautiverio, tiene lugar
igualmente en el año del Jubileo, es decir, cada 50 años, no cada siete.

5. Y preciso será que se avenga de buen grado al pago del doble de la cantidad robada, y aun a
ser vendido, puesto que es culpable de no pocas cosas. En primer lugar, porque, no
conformándose con sus propios bienes, pretende acrecentarlos más de la medida, fortificando
la pasión maligna y difícil de curar que es la ambición. En segundo lugar, porque, mirando
con ojos ávidos y codiciosos las cosas ajenas, tiende sus redes para apropiarse de ellas y
despoja a sus poseedores de lo que poseen. En tercer lugar, porque, como además no existen
testigos de sus actividades, mientras los beneficios de sus fechorías sólo él los disfruta a
veces, las acusaciones las desvía hacia las personas inocentes, tornando ciega la indagación de

249
la verdad.

6. Aunque es de creer también que él es su propio acusador y que su conciencia le reprocha


cuando roba a ocultas, siendo dominado completamente por el temor o por la vergüenza; señal
esta última de que considera vergonzoso su proceder; pues las cosas vergonzosas causan
vergüenza; y prueba aquel de que entiende ser merecedor de castigo, pues los castigos en-
gendran temor.

7. II. Si alguno, dominado hasta la demencia por el apego a las cosas ajenas, intentare robar;
y, no siéndole posible apoderarse de ellas de un modo fácil, se pusiere a abrir un boquete en el
muro durante la noche, haciendo de la oscuridad un escudo para su delito; en caso de ser
apresado in fraganti antes de la salida del sol, deberá ser matado por el dueño de la casa en el
lugar mismo de la perforación.6 Es que el acto que está llevando a cabo, el robo, es el
principal pero el menos importante, y está dispuesto a consumar, como secuela de éste, otro
mayor, un crimen, en caso de que alguien le salga al paso; como que viene preparado para
defenderse con los hierros perforadores que trae y con otras armas. En cambio, si ya hubiere
salido el sol, nadie le dará muerte por su propia mano, y se lo habrá de conducir ante los
magistrados y jueces para que reciba los castigos que éstos prescribieren.
6
Éx. XXII, 2.

8. Durante la noche, como los magistrados al igual que los simples ciudadanos permanecen en
sus casas entregados al descanso, la víctima del delito no tiene a donde acudir en procura de
ayuda; de donde resulta que él personalmente debe tomar a su cargo el castigo, investido de la
condición de magistrado y juez por las circunstancias.

9. En cambio, durante el día están abiertos los tribunales y las salas de los consejos y en la
ciudad hay multitudes de personas para asistirlo, de las que unas han sido elegidas como
custodios de las leyes, en tanto que otras, sin haber sido designadas, asumirán
espontáneamente, movidas por un sentimiento de odio a la maldad, el papel de defensores de
los damnificados. Ante éstos debe ser conducido el ladrón, pues de ese modo el dueño de la
casa, además de verse libre de acusaciones de arrogancia y precipitación, mostrará que se
protege por los medios propios de la verdadera democracia.

10. Si alguno, estando el sol ya sobre el horizonte, matare al ladrón por su propia mano
anticipándose a la justicia, será culpable, pues habrá preferido la cólera al discernimiento, y
subordinado las leyes a sus personales deseos. A éste diríale yo: Amigo mío, no porque
durante la noche hayas sido perjudicado por el ladrón, has por eso de cometer durante el día
un robo más grave aún, en el que el despojo nada tiene que ver con el dinero, pero sí con los
principios de la justicia, los que constituyen la base de nuestra comunidad.

11. III. Mientras en el caso de los otros bienes robados ha sido estimada la suma que se pagará
en el doble del valor de lo sustraído, la ley ha considerado merecedor de un castigo mayor a
aquel que ha robado un buey o un cordero, asignando de ese modo la preeminencia a animales
que superan a todos los otros que viven en rebaños domesticados no sólo en la belleza de sus
cuerpos sino también en los beneficios que aportan a la vida humana. Este fue el motivo por
el que el legislador tampoco en el caso de ambos fijó la misma cantidad en las penas, sino
tuvo en cuenta el número de beneficios que cada uno de los mencionados animales
proporciona a la humana existencia y legisló que la indemnización debe corresponder a esos
beneficios.7
7
Éx. XXII, 1. Tal pena regía sólo en caso de que el animal hubiera sida matado o vendido.

250
Recuérdese que se trata de una sociedad fundada en la agricultura y el pastoreo, en la que la
escala de valores de los bienes materiales, al menos para la gente de modestos o medianos
recursos, era fundamentalmente distinta de la nuestra.

12. Manda, en efecto, que el ladrón que ha robado una oveja restituya cuatro a cambio de esa
sola, y que por un solo buey reponga cinco. La razón es que cuatro son los beneficios que la
oveja procura, a saber: la leche, el queso, la lana y las anuales crías de corderos; en tanto que
los que aporta el buey son cinco; tres los mismos que en el caso de la oveja: la leche, el queso
y las crías; y dos exclusivos: la labranza y la trilla, de las cuales la primera señala el principio
de la siembra de los granos, en tanto que la segunda es la etapa final, cuyo objeto es la purifi-
cación de los frutos recogidos a fin de hacer más fácil su empleo como alimento.

13. IV. Un caso particular de ladrón, pero de ladrón de la más excelente de cuantas cosas
existen sobre la tierra, lo constituye aquel que roba seres humanos.8 Ahora bien, tratándose de
cosas inanimadas y de animales que no proporcionan grandes beneficios a la vida humana, la
ley ha dispuesto que se resarza a sus propietarios con el doble del valor de lo robado; y, a su
vez, si se trata de las más domesticadas especies de ganados, es decir, de las ovejas y los
bueyes, que la reparación ascienda al cuádruple y al quíntuple respectivamente.
8
Éx. XXI, 16 y Deut. XXIV, 7.

14. Pero al hombre le ha correspondido, evidentemente, la porción más excelente entre las
creaturas vivientes, estando estrechamente emparentado con Dios por cuanto es partícipe de la
razón, la cual le confiere inmortalidad no obstante aparecer como un ser mortal. De allí que
todo aquel que siente decidido apego por la virtud sea severo por temperamento y
completamente implacable frente a los esclavizadores de hombres, que en procura de una
ganancia en extremo injusta se atreven a reducir a la esclavitud a hombres que no solo son
libres por su nacimiento, sino comparten además con ellos la misma naturaleza.

15. Si, pues, merecedora de alabanza es la actitud de los amos que, movidos por el
sentimiento de amor al prójimo que los animan, liberan del yugo de la esclavitud a esclavos,
tanto criados en sus casas como comprados, aun cuando muchas veces éstos no les han
reportado gran provecho, ¿cuan grande será el vituperio merecido por aquellos que arrebatan
a quienes lo poseen el más excelente de todos los bienes, la libertad, por la cual los hombres
de alto nacimiento y crianza consideran hermoso morir?

16. No faltan ejemplos de hombres que, acrecentando su natural perversidad y tornándose


implacables en su maligna disposición de ánimo, se han dedicado a capturar y a vender como
esclavos no solo a hombres de otras naciones sino también a los de su misma raza, y a veces
incluso a los de su mismo distrito y tribu, despreciando los vínculos que crean las leyes y las
costumbres en las que fueron nutridos desde sus primeros años, y que imprimen una muy
firme benevolencia en las almas de los que no son salvajes en demasía ni hacen de la crueldad
su norma de conducta.

17. Estos hombres, en procura de una ganancia completamente ilícita, capturan seres humanos
y los venden a los comerciantes de esclavos o a quienesquiera para que vivan en la esclavitud
en un país extranjero sin retornar jamás y sin saludar ni siquiera en sueños el suelo de su
patria o abrigar una saludable esperanza. Menos hubiera sido, por cierto, su iniquidad si
hubieran conservado para su propio servicio a los reducidos a esclavos. Mas tal como
proceden, doble es la maldad que cometen por cuanto, al venderlos, erigen ante ellos
sucesivamente el muro de dos amos en vez de uno y de dos esclavitudes en vez de una.

251
18. Porque, tal vez ellos, conocedores, como son, de la pasada prosperidad de los ahora en su
poder, lleguen a reflexionar y experimentar piedad, aunque tardía, por sus adversidades; pero
los compradores, que ignoran el origen de cada uno, los menospreciarán pensando que se trata
de descendientes de esclavos por generaciones; sin que haya en sus almas nada que los mueva
a la clemencia y la humanidad que cabría esperar sintieran en el caso de personas libres por
nacimiento.

19. El tribunal determinará cuál será la pena para los que esclavicen a gentes de otras
naciones: en cambio para los que esclavicen a sus propios connacionales y además los vendan
el castigo será la muerte inexorable, por cuanto en este caso media un parentesco no lejano del
vínculo que engendra la sangre, si bien la relación se da en un círculo más amplio.

20. V. "También en el campo se originan procesos", ha dicho un antiguo autor,9 basado en


que las ambiciones y la apetencia de cosas ajenas se dan no solo dentro de la ciudad sino
también fuera de ella, como que tal deseo tiene su raíz no en las distintas características de los
lugares sino en los designios de hombres insaciables y malvados.
9
Autor desconocido.

21. De allí que los estados que cuentan con las mejores leyes eligen inspectores y magistrados
encargados del buen orden y la común seguridad en doble número: unos para intramuros,
llamados astínomos, y los otros para extramuros, cuyo nombre es apropiado pues se los llama
agrónomos.10 ¿Mas qué necesidad habría en absoluto de agrónomos, si no hubiera en los
campos gente que vive para perjudicar a sus vecinos?
10
Los astynómoi y los agronómoi eran magistrados encargados de la administración urbana y
de la rural, respectivamente. De los primeros existen numerosas noticias, y se daba ese
nombre a los ediles y a los pretores urbanos de Roma, por ejemplo. En cuanto a los segundos
su existencia está atestiguada en Ática solamente pero aun allí ignoramos cuáles eran
concretamente sus funciones. Platón en las Leyes recomendaba la institución de tales
funcionarios en una buena organización política para que desempeñaran en las zonas rurales
el mismo papel que los astínomos en la ciudad. De esta fuente ha tomado seguramente Filón
la idea de la necesidad de generalizar tal función.

22. Si, pues, algún pastor o cabrerizo o boyero o, en general, cuidador de rebaños apacienta y
alimenta sus animales en un campo ajeno sin hacer la menor economía ni de frutos ni de
árboles, deberá pagar una compensación en bienes de igual valor.11
11
Éx. XXII, 5. Del texto bíblico no surge claramente si esos bienes son terrenos o frutos.

23. Y contento ha de estar con sobrellevar este castigo, ya que la ley resulta benigna e
indulgente por demás con él al no castigarlo como a público enemigo, limitándose a exigirle
la reparación del daño causado al propietario, en vez de fijarle la pena de muerte o el destierro
o, en el mejor de los casos, la privación de todos sus bienes por haber hecho lo que hacen los
enemigos implacables, los cuales tienen por norma devastar los campos arados y arruinar los
frutos cultivados.

24. La razón es que la ley, en procura siempre de justificaciones para aliviar las desdichas,
movida a ello por una incomparable mansedumbre y humanidad nacidas de la naturaleza y de
la práctica, ha hallado un alegato que nada tiene de absurdo a favor del pastor en el hecho de
que los rebaños son irracionales e insubordinados por naturaleza, sobre todo cuando están an-
siosos de alimentos.

252
25. Sea, pues, convicto de la culpa inicial de haber conducido el rebaño a un campo vedado
para él; mas no cargue con la responsabilidad de todo lo ocurrido, ya que cabe admitir que,
cuando se dio cuenta del daño, intentó sacar los animales con toda rapidez, pero éstos se
resistieron por hallarse comiendo la verde hierba y hartándose de tiernos frutos y plantas.

26. VI. Mas no solo por alimentar sus rebaños dañan algunos las propiedades ajenas, sino
también al encender fuego imprudentemente y sin precaución alguna.12 La fuerza del fuego,
cuando hace presa del material combustible, se multiplica y se expande precipitándose en
todas las direcciones; y, una vez que prevalece, en nada le afectan todos los medios que se
empleen para extinguirlo, y también estos medios de extinción sirven para incrementarlo hasta
que, habiendo consumido todo completamente, se agota él mismo por sí solo.
12
Éx. XXII, 6.

27. Es conveniente no dejar fuego sin vigilancia ni en las casas ni en los establos, pues sabido
es que muchas veces una sola chispa, al encenderse, se ha convertido en llama e incendiado
grandes ciudades, especialmente cuando la llama se ha propagado arrastrada por el viento.

28. Y por cierto que en las guerras encarnizadas la primera, la intermedia y la última fuerza se
halla en el fuego, y se confía más en ella que en las formaciones de infantes, jinetes y
marineros, y que en los recursos, por inmensos que sean, en armas y máquinas de guerra.
Casos se han dado en los que una flecha con fuego lanzada oportunamente por alguien sobre
una gran flota de naves la incendió totalmente junto con sus tripulaciones, o aniquiló ejércitos
numerosísimos a la par que los pertrechos en los que fundaban sus esperanzas de victoria.

29. En consecuencia, si alguien encendiere fuego sobre un montón de espinos,13 y el fuego al


propagarse quemare una era de trigo o cebada o arvejas, o gavillas de espigas cosechadas o
algún fértil campo cubierto de verduras, aquel que lo encendió deberá pagar el daño, a fin de
que con esa experiencia aprenda a obrar con sumo cuidado frente a aquellos hechos primeros
en los que se originan las cosas, evitando poner en marcha y acción una fuerza invencible y
destructora por naturaleza, que puede permanecer en calma.
13
Éx. XXII, 6.

30. VII. El más sagrado de los tratos que se conciertan entre los hombres es el depósito que
una persona confía a otra, cuando la garantía es la buena fe del que lo recibe. Porque,
tratándose de préstamos, las seguridades están dadas por los contratos y documentos escritos,
y en el caso de los artículos entregados públicamente para su uso sin las formalidades de los
préstamos están de testigos los que han presenciado la entrega.

31. En cambio, el procedimiento seguido en el caso de los depósitos no es ese. En ellos una
persona entrega a otra por su propia mano en secreto, hallándose ambos solos, mientras
inspecciona en torno de sí el lugar, al que ha acudido sin traer consigo esclavo alguno, ni
siquiera uno leal, para transportar lo que lleva. Es que uno y otro están evidentemente
empeñados en que la cosa pase inadvertida, uno para no ser visto al hacer la entrega, y el otro
para que no se sepa que la ha recibido. Mas en este invisible trato es sin duda intermediario el
invisible Dios, quien, naturalmente, es invocado como testigo, por uno de que devolverá el
depósito cuando le sea requerido, por el otro de que lo recobrará en su debido momento.

32. Tenga, pues, presente quien se niega a devolver un depósito, que está cometiendo un
gravísimo delito ya que ha defraudado las esperanzas de quien se lo entregó, ha disimulado

253
con amables palabras lo vil de su carácter, ha disfrazado su deslealtad bajo la máscara de una
lealtad bastarda, y ha hecho que las seguridades dadas al extender su diestra se conviertan en
la negación de lo convenido y que los juramentos queden incumplidos. De donde resulta que
ha despreciado tanto las cosas humanas como las Divinas, y ha desconocido dos depósitos: el
de aquel que le confió sus bienes y el de Aquél que, siendo el más veraz de los testigos,
observa y escucha cuanto hacen y dicen todos, y en qué medida están o no dispuestos a hacer
lo que dicen.14
14
La última parte del párrafo deja muchas dudas en cuanto a su verdadero sentido, y he
optado por la traducción conjetural que más, se aproxima, a mi parecer, a las exigencias del
contexto.

33. Si, en cambio, el que ha recibido un depósito considerare que se trata de algo sagrado, y
pensare, reverente ante la verdad y la buena fe, que debe conservarlo intacto; pero se lo
arrebataren los corrompidos rateros y ladrones, acechadores de lo ajeno; en el caso de que
éstos sean capturados deberán pagar en castigo una suma de dinero equivalente al doble de su
valor.15
15
Éx. XXII, 7.

34. Pero, si estos no pudieren ser aprehendidos, el que recibió el depósito deberá, por
voluntaria determinación, presentarse ante el tribunal de Dios16 y, elevando las manos hacia el
cielo, habrá de jurar por su propia perdición que no ha sustraído para sí parte alguna del
depósito ni lo ha hecho en complicidad con otro; en suma, que no finge un robo inexistente.17
Absurdo sería, en efecto, que quien nada ilícito ha cometido fuera condenado a una
compensación pecuniaria, y que el que ha recurrido a la buena fe de un amigo se convirtiera
en causa de perjuicio para éste, siendo así que el daño se lo han hecho otros.
16
Éx. XXII, 8.
17
Éx. XXII, 8.

35. Ahora bien, los depósitos no solo rezan con objetos inanimados, sino pueden también
consistir en seres vivientes, los que están expuestos a un doble peligro: uno, el robo, que es
común a ellos y a los objetos sin vida; y el otro, peculiar y exclusivo de ellos, que es la
muerte. Del primero he hablado ya; del segundo es preciso señalar también las
correspondientes leyes.

36. Pues bien, si murieren animales confiados en depósito, el que los recibió deberá mandar
llamar al que se los confió, y mostrárselos, evitando de ese modo una falsa sospecha. En caso
de que éste se encontrare ausente del país, no es conveniente llamar a otros, a los que tal vez
el que le brindó su confianza tenía interés en ocultar el hecho; pero es preciso que al regreso
del mismo el otro jure ante él que no está ocultando detrás de una muerte simulada un ilegal
robo.18
18
Éx. XXII, 9 a 13.

37. Si, en cambio, alguien hubiere recibido, no en calidad de depósito sino para su utilización,
o un instrumento o un animal, a pedido suyo, y después uno u otro le fuere robado o el animal
muriere; el que se hizo cargo no podrá ser culpado, siempre que el que se lo prestó residiere
en el lugar de los hechos, ya que éste constituye para él un testigo de que no ha mediado
simulación; mas, si aquel no viviere allí, el otro deberá compensar la pérdida.19
19
Éx. XXII, 14 y 15.

38. ¿Por qué? Pues porque, al no estar presente el propietario, cabe la posibilidad de que el

254
usufructuante haya provocado con incesantes trabajos el agotamiento del animal, al punto de
causarle la muerte, o de que haya descuidado el instrumento sin preocuparse de lo ajeno,
cuando era su deber haberlo cuidado como un tesoro y no proporcionar a los ladrones ocasión
propicia para su sustracción.

39. Siendo nuestro legislador capaz, más que otro cualquiera, de observar la ilación que
encadena las cosas, establece a continuación sucesivas prohibiciones, atento a su lógica
conexión y combinando armoniosamente las que siguen con las precedentes. Según sus
propias palabras, ese armonioso encadenamiento de las cosas que se habrán de decir es
revelado en un oráculo inspirado por Dios en persona en los: siguientes términos: "No
robaréis, no mentiréis, no levantaréis falsos testimonios contra vuestro prójimo, no juraréis en
Mi nombre por una injusticia, y no profanaréis Mi nombre".20 Excelente y sumamente instruc-
tivo.
20
Lev. XIX, 11 y 12.

40. En efecto, el ladrón, aunque convicto por su conciencia, niega y miente, temeroso de los
castigos que le traería aparejado el confesar. A su vez, el que niega, empeñado en hacer recaer
la acusación sobre otro, levanta un falso testimonio y maquina expedientes con los que el
falso testimonio cobrará visos de verosimilitud. Y todo autor de un falso testimonio es
directamente un perjuro a quien poco le importa la piedad, dado que, como carece de
argumentos justos, se refugia en la prueba llamada no técnica 21 mediante los juramentos,
pensando que mediante su apelación a Dios convencerá a quienes los escuchan. Sepa este tal
que es un sacrílego y profanador, que contamina el incontaminado por naturaleza y admirable
nombre de Dios.
21
Es difícil hallar un término español que reproduzca exactamente el sentido de átekhnon,
vocablo compuesto del prefijo a- = no, y tekh-, raíz cuyo sentido es técnica, arte,
procedimiento metódico. Evidentemente se refiere a la prueba consistente en el juramento con
que el testigo, falso en este caso, suple la falta de pruebas materiales.

41. VIII. "No levantarás falso testimonio". Este es el noveno de los diez mandamientos
capitales; cuarto en el orden de los de la segunda tabla. Incontables son los beneficios que su
observancia puede procurar a la humana existencia; como también, a la inversa, lo son los
males que acarrea su incumplimiento.

42. Porque, si reprensible es quien acusa en falso, más culpable aún es quien atestigua lo
falso. Porque el primero lo hace en su propia defensa, en tanto que el segundo obra mise-
rablemente por complicidad con otro; y, si se comparan hombres malvados, el que delinque
por su propio interés es menos inicuo que quien lo hace a causa de otro.

43. Además todo juez mira con malos ojos al acusador, pensando que a éste le preocupa poco
la verdad con tal de ganar el caso; y esa es la razón de los exordios destinados a traer sobre el
que habla la atención del que escucha.22 En cambio, al que presta testimonio, como el juez no
abriga ningún sentimiento previo desfavorable hacia él, lo escucha con atención, sin
prejuicios y con oídos abiertos aunque el otro se oculte bajo una mascara* de buena fe y de
verdad; nombres éstos de cosas provechosísimas, pero los más capaces de seducir entre los
nombres si se los usa como señuelos para echar mano a lo que se desea ardientemente.
22
Es decir, del juez sobre el acusador.
* Muscara en el texto original.

44. Tal es la razón por la que en numerosos lugares de nuestra legislación 23 se nos exhorta a

255
no aprobar nada injusto, ni hombre ni acción, ya que, así como todo aquel que siente
repugnancia y hostilidad hacia la injusticia es amigo de la verdad, aquel cuya aprobación no
se aplica a intenciones sanas, es un incitador a la testificación de falsedades.
23
Por ejemplo, Éx. XXIII, 7; Lev. XIX, 15; Deut. XVI, 19 y 20.

45. Ahora bien, que nos neguemos a apoyar la desesperada defensa de un único malvado que
nos invita a hacer lo mismo que hace él, nada tiene de asombroso; pero el no plegarse a una
multitud que se precipita en compacto torrente como por una pendiente hacia la ilegalidad, es
propio de un alma noble y de un espíritu ejercitado en la valentía.

46. Algunos, en efecto, piensan que las opiniones de la mayoría, aunque sean en extremo
contrarias a las leyes, son legales y justas. Pero no disciernen correctamente, porque el bien se
ajusta a la naturaleza, y la tumultuosa multitud corre en sentido contrario de aquel que se
amolda a la naturaleza.

47. Si, pues, congregados algunos en cofradías o en multitudinarias asambleas, maquinaren


rebeliones, preciso será no aprobarlos en su adulteración de la antigua y legítima moneda de
la constitución; que "una sola resolución sabia es mejor que muchas manos, y mayor es el mal
si la multitud acompaña a la ignorancia".24
24
Pasajes de la tragedia Antíope, de Eurípides.

48. Pero tan grande es el exceso de maldad de que hacen gala algunos, que no solo dirigen sus
acusaciones contra otros hombres por cosas que no han sucedido, sino, persistiendo en su
ruindad, elevan y extienden la falsedad hasta el cielo, testimoniando contra la bienaventurada
y feliz naturaleza Divina. Trátase de los intérpretes de portentos, de los augures, de los
arúspices y de todos los demás cultivadores de la adivinación, los cuales practican un arte que,
a decir verdad, es una corrupción de arte, una falsificación de la Divina inspiración y de la
profecía.

49. Porque un profeta no hace en absoluto ninguna revelación a título personal, sino es mero
intérprete de Otro, que le dicta todo cuanto él expone, durante el tiempo en que está poseído
de Divina inspiración, sin que se percate de ello, mientras su discernimiento se halla
desterrado de él, habiendo cedido la ciudadela de su alma al Divino espíritu, quien, instalado
en ella y tomándola por residencia, pone en funcionamiento todo el aparato vocal y le dicta las
palabras que expresan con claridad las cosas que profetiza.

50. En cambio, cada uno de los que se empeñan en cultivar el espurio y bufonesco arte de la
adivinación coloca en el lugar correspondiente a la verdad sus presunciones y conjeturas
usurpándolo; y fácilmente embauca a los de carácter nada firme; y, cual si se tratara de navíos
sin lastre, los arrastra y arruina con un intenso viento en contraria dirección, impidiéndoles
acogerse a los seguros puertos de la piedad. Cada uno de ellos piensa, en efecto, que le co-
rresponde dar a conocer sus conjeturas no como descubrimientos de su propia cosecha que
son, sino como Divinos oráculos revelados en secreto solo a él. De ese modo trata de hacer
más firme en su engaño la credulidad de grandes multitudes congregadas.

51. A este tal el legislador le ha dado el acertado nombre de falso profeta,25 por cuanto
adultera la verdadera profecía y ensombrece los descubrimientos genuinos con absurdas
invenciones. Sin embargo, no tardan tales maniobras en quedar al descubierto por completo,
pues la naturaleza no tiene por norma el permanecer siempre oculta, y en cuanto se presenta la
ocasión hace patente mediante sus invencibles poderes la hermosura que le es propia.

256
25
El término pseudoprophétes = seudoprofeta no aparece en el Pentateuco y sólo se lo halla
en Jeremías XXXIV, 9 y XXXVI, 8.

52. Así, en efecto, como durante los eclipses solares los rayos del sol quedan en la oscuridad
por brevísimo tiempo, para luego volver a brillar mostrando una claridad sin sombras y visible
a lo lejos, sin que nada absolutamente oscurezca al astro, el que muéstrase en su plenitud en
medio de la pureza del aire sereno; del mismo modo, aunque algunos pronuncien oráculos
valiéndose de su fementido arte de la adivinación y disfrazándolos con el especioso nombre
de profecías y fingiéndose poseídos por Dios, fácilmente será puesta al descubierto su
falsedad. Retornará, en efecto, la verdad, y resplandecerá de nuevo proyectando su
brillantísima luz a la distancia, con lo que desaparecerá la mentira que la oscurecía.

53. Excelente es también la disposición que agregó el legislador al establecer que no se ha de


aceptar el testimonio de una sola persona.26 Ello obedece, en primer lugar, a que bien puede
ocurrir que una sola persona no haya visto, oído o entendido bien y se haya engañado, ya que
los pareceres erróneos son innumerables, como innumerables son los motivos por los que
suelen sobrevenirnos.
26
Núm. XXXV, 30 y Deut. XVII, 6 y XIX, 15.

54. El segundo motivo es que, tanto para alegar contra muchos como para alegar contra una
sola persona, es en extremo injusto atenerse a un único testigo; en el caso de muchos, porque
su número los hace más dignos de crédito que uno solo; y en el caso de uno, porque el testi-
monio no es superior en número, y la igualdad impide que prevalezca. ¿Por qué, en efecto, se
ha de aceptar el testimonio de quien depone contra otra persona, más que el del acusado que
alega a favor de sí mismo? Lo mejor, evidentemente, cuando no existe ventaja o desventaja en
favor de una parte, es suspender el dictamen.

55. IX. Entiende la ley que todos los que acatan la sagrada constitución de Moisés deben estar
libres de toda irracional pasión y de todo vicio más aún que los que se rigen por otras leyes; y
esto reza en particular con los que ejercen el cargo de juez, tanto si han sido designados por
sorteo 27 como si han sido elegidos por votación. Sería absurdo, en efecto, que quienes son
tenidos por dignos de arbitrar justicia a los demás, y por fuerza han de grabar en sí mismos la
impronta de las obras de la naturaleza como copias de un diseño arquetipo para imitarlas,
fueran convictos de delitos.
27
Entre los judíos no se seguía este procedimiento de elección, pero Filón se refiere aquí a las
elecciones de jueces en las constituciones en general, es decir, englobando también a las no

56. Porque, así como la potencia del fuego calienta todas las cosas que toca, pero con mucha
anticipación ese calor se halla establecido en él; y con la cualidad opuesta el poder de la nieve
enfría también las demás cosas con ¿el frío que ella ya posee; del mismo modo es preciso que
también el juez esté lleno de inmaculada justicia, si es que ha de derramar el agua de esa
justicia sobre los que acudan a él; a fin de que, como de una dulce fuente, brote una corriente
apta para ser bebida por los que están sedientos de legalidad.

57. Precisamente esto es lo que sucederá si quien se apresta a desempeñar la función de juez
considera que cuando juzga un caso también se juzga a sí mismo, y que al tomar el guijarro,28
ha de tomar también la sensatez para no equivocarse, la justicia para asignar a cada uno lo que
merece, y el valor para no ceder ante las súplicas y las lamentaciones que acompañan a los
castigos de los convictos.
28
Pequeño canto rodado empleado para votar. Se le echaba en una urna. Si era blanco el voto

257
era absolutorio, si negro, condenatorio.

58. Quien se esfuerza por poseer estas cualidades puede con razón ser considerado un público
benefactor, pues, a la manera de un buen piloto, serena las tormentas de los negocios para
seguridad y salvación de los que le han confiado la suerte de sus intereses.

59. X. Manda en primer lugar la ley que el juez no acepte escuchar inútilmente.29 ¿Qué
significa esto? Pues lo que dice es esto: Que tus oídos, amigo mío, estén purificados. Y lo
estarán si continuamente son inundados por corrientes de provechosos pensamientos, y
rechazan las largas exposiciones, las inútiles, harto transitadas y dignas de risa de los autores
de mitos, de farsas y de supercherías, glorificadores de cosas que no merecen consideración
alguna.
29
Éx. XXIII, 1.

60. Pero lo de abstenerse de escuchar inútilmente significa también otra cosa en consonancia
con lo primero. Si prestas atención a testigos de oídas,30 nos dice, tu atención será inútil y
nada sensata. ¿Por qué? Pues porque, mientras los ojos están en presencia de los hechos a
medida que éstos ocurren, tocando, por así decir, lo que va aconteciendo, y aprehendiéndolos
todos en su totalidad con la cooperación de la luz, que todo lo revela y prueba; los oídos, en
cambio, como dijo un antiguo autor,31 y no sin acierto, son menos de confiar que los ojos, por
cuanto no tienen relación directa con los sucesos, sino los extractan de palabras que los dan a
conocer, pero que no tienen por qué ser siempre veraces.
30
Es decir, que testimonien cosas que han oído contar a otros, no presenciado personalmente.
31
Heródoto I, 8.

61. De allí que, a mi parecer, hicieron muy bien algunos legisladores griegos al copiar de las
sacratísimas leyes registradas por Moisés la disposición de no aceptar testigos de oídas,
significando con ello que es preciso tener por digno de crédito aquello que alguien ha visto,
pero que no es del todo seguro lo que ha escuchado.

62. XI. La segunda prescripción para el juez es la de no aceptar regalos. Porque los regalos,
dice la ley, enceguecen a los ojos que miran, corrompen las cosas justas y no permiten que la
inteligencia transite rectamente por un amplio camino.

63. Y, si recibir regalos para cometer injusticias es actitud propia de hombres totalmente
depravados, el recibirlos para hacer justicia supone una semidepravación. Porque magistrados
depravados a medias,32 mezclas de justicia y de injusticia, los hay; y éstos, habiendo asumido
la función de defender a los perjudicados y de castigar a los causantes de perjuicios, se
consideran, sin embargo, con derecho a negarse a sentenciar gratuitamente la victoria de la
parte a la que indubitablemente corresponde ésta; con lo cual prueban que sus veredictos son
cosa venal que tiene su precio.
32
Platón, República 352 c.

64. Cuando luego alguien los acusa, alegan que la justicia no ha sido desvirtuada, ya que el
fallo adverso ha recaído sobre la parte a la que correspondía perder el juicio, y ha sido
asignado el dictamen favorable a aquellos que naturalmente debían ganarlo. Mala es tal
defensa, por cuanto un buen juez debe atestiguar dos cosas: que su veredicto es totalmente
acorde con la ley y que no admite sobornos. Mas si quien arbitra justicia lo hace a cambio de
regalos mancilla inconscientemente algo hermoso por naturaleza.

258
65. Pero además incurre en otras dos faltas: por una parte, se habitúa a sí mismo al amor al
dinero, el que es fuente de estímulo para las mayores ilegalidades; y por otra, perjudica a
quien debería ser beneficiado, como que éste ha debido pagar un precio para obtener justicia.

66. Por eso Moisés, brindándonos una excelente lección, establece que vayamos tras lo justo
con justicia,33 dando así a entender que también existe la posibilidad de hacerlo por vías
injustas, a causa de los que arbitran justicia a cambio de regalos no solo en los tribunales sino
en todas partes así en el mar como en la tierra, y casi diría en todos los asuntos de la vida.
33
Deut. XVI, 20. Ver Sobre los querubines 15 y Sobre las habituales intrigas de lo peor
contra lo mejor 18.

67. Así, no faltan ejemplos de quien, habiendo recibido un depósito de poco valor, lo
reintegró más para tender un lazo al que lo recobraba que para beneficiarlo, pues su intención
era poner la probidad como señuelo en cosas de poca monta, para ganarse la confianza en las
importantes, lo cual no es otra cosa que hacer justicia pero de manera injusta, por cuanto, si
bien el reintegro de lo que pertenece a otro es justo, no lo es el modo como se ha procedido,
dado que ha sido con miras a perseguir mayores ganancias.

68. La principal causa de estos actos culpables es la familiaridad con la falsedad, la que en los
actos y en las palabras es perpetuamente compañera de la educación de los niños desde el ins-
tante en que nacen y desde los mismos pañales por obra de las nodrizas, las madres y la
restante multitud de esclavos y personas libres que hay en una casa. Estos la amoldan y la
unen al alma como una porción connatural de ella, no obstante que, en el caso de que
realmente estuviera unida al alma por naturaleza, habría que extirparla de ella mediante el
cultivo de cuanto es noble.

69. ¿Y qué hay en la vida tan noble como la verdad? El omnisciente Moisés lo ha registrado,
como sobre una estela, en el lugar más sagrado del traje del sumo sacerdote, sede de la parte
rectora del alma, deseoso de ataviarlo con el más hermoso y magnífico de los ornamentos.
Junto a la verdad colocó la cualidad emparentada con ella a la que denominó "clara
mostración".34 Ambas son representaciones de los dos elementos lógicos 35 de nuestro ser: el
íntimo y el que se exterioriza verbalmente. Este último necesita de la mostración, mediante la
cual se ponen de manifiesto para nuestro prójimo los invisibles pensamientos encerrados en
nosotros; y el primero ha menester de la verdad para llevar a la perfección la vida y los actos
por medio de los cuales se descubre el camino de la felicidad.
34
Ver Interpretación alegórica III, 142.
35
Ver Vida de Moisés II, nota 42.

70. XII. Una tercera prescripción para el juez es que ha de examinar los hechos y no a las
personas sometidas a juicio; y que habrá de tratar por todos los medios de apartar de su mente
la imagen de aquellos a los que juzga,36 obligándose a sí mismo respecto de aquellos a los que
conoce y recuerda a ignorar y olvidar su condición de familiares, amigos o conciudadanos, o a
la inversa, de extraños, enemigos o extranjeros, a fin de que ni la benevolencia ni la antipatía
oscurezcan su decisión en cuanto a lo justo. De lo contrarío, forzosamente habrá de caer como
un ciego que al avanzar lo hace sin cayado y que carece de personas que lo guíen de manera
segura.
36
Deut. I, 17.

71. De allí la conveniencia de que el buen juez eche un velo sobre su vista en lo que hace a las
personas que son juzgadas, y que tenga, en cambio, ante sus ojos, sin deformaciones y

259
desnuda, la naturaleza de los hechos, dispuesto a juzgar de acuerdo con la verdad y no según
las opiniones, y munido* de la idea de que "el juicio es de Dios";37 y de que el juez es
simplemente el administrador del juicio, no estándole permitido hacer liberalidades a
expensas de los bienes de su Señor a un administrador que ha recibido de manos del Mejor de
todos los seres el mejor de todos los depósitos que caben en la humana existencia.
* a menudo
37
Deut. I, 17.

72. XIII. A los ya mencionados agrega el legislador otro sabio precepto. Manda, en efecto, no
apiadarse del hombre pobre cuando se lo juzga.38 Quien esto ordena es aquel que ha llenado
toda su legislación de prescripciones conducentes á la piedad y la humanidad, ha dirigido
grandes amenazas a los despreciadores y arrogantes, y ha propuesto grandes recompensas
para aquellos que consideran un deber el remediar las desdichas de su prójimo y piensan que
todo aquello no indispensable que poseen no es propiedad de ellos sino un bien del que han de
ser partícipes los menesterosos.
38
Éx. XXIII, 3.

73. Porque, como dijo un antiguo autor,39 y no sin acierto, es verdad que en ninguna cosa se
asemejan más los hombres a Dios que en el dispensar bienes. ¿Y qué mayor bien podría haber
para las creaturas que el imitar al eterno Dios?
39
Resulta imposible de precisar a qué autor se refiere Filón aquí.

74. No debe, pues, atesorar el rico oro y plata acumulándolos en su morada en copiosas
cantidades, sino ponerlos al alcance de todos para suavizar la dura existencia de los
menesterosos con el ungüento de liberalidades portadoras de alegría. Y quien gozare de
encumbrada posición absténgase de mostrarse arrogante con desmedido orgullo y actitud
presuntuosa; y honre, en cambio, a la igualdad permitiendo a los humildes hablarle con toda
franqueza. El que posee vigor corporal sirva de apoyo para los más débiles, y no emplee sus
fuerzas para doblegar a los menos fuertes como en las competencias atléticas, sino centre su
ambición en hacer partícipes de su propia fortaleza a quienes están impedidos de defenderse
por sí mismos.

75. Cuantos han extraído agua de las fuentes de la sabiduría y han desterrado fuera de los
confines de su inteligencia la envidia, bregan por propia determinación, sin que nadie los
mueva a ello, por el bien de su prójimo, derramando en las almas de los demás a través de los
oídos las corrientes de palabras destinadas a hacerlos partícipes del conocimiento que ellos
poseen. Y, cuando ven a jóvenes bien dotados por naturaleza, como sucede con los vástagos
vigorosos y selectos, se alegran al comprender que han encontrado herederos de su riqueza
espiritual, la única riqueza verdadera; y tomándolos a su cargo cultivan sus almas con
doctrinas y principios hasta que, plenamente desarrolladas ya, ellas engendran el fruto de una
noble existencia.

76. Tales ornamentos 40 aparecen entrelazados y artísticamente dispuestos en las leyes con
objeto de asegurar la participación en la riqueza a los pobres, a los cuales solamente cuando
son juzgados no es lícito tener compasión, ya que la compasión solo cabe en las desdichas, y
el que obra como un malvado por libre determinación no es un desdichado sino un injusto.
40
Ver Sobre la sobriedad 38; Sobre las virtudes 165 y el parágrafo 238 del presente tratado.

77. Y los castigos para los injustos han de ser garantizados en la misma medida que los
honores para los justos. De modo que ningún malvado pobre, aunque se rebaje y humille,

260
debe verse libre del castigo por la piedad que despierta su indigencia, ya que lo que ha hecho
no es digno de compasión, ¿por qué habría de serlo?, sino de cólera. Y el que se apresta a
juzgarlo debe, como un buen cambista de dinero, discriminar y discernir la naturaleza de los
hechos, a fin de que no se entremezclen en revuelta confusión lo legítimo y lo espurio.

78. Muchas otras cosas más cabría decir con relación a los, falsos testigos y a los jueces; pero
es preciso, para no extendernos en demasía, que pasemos al último de los diez mandamientos,
el cual, al igual que cada uno de los restantes, ha sido revelado en forma sumaria y dice así:
"No desearás".41
41
O no tendrás concupiscencia. Ver Sobre él decálogo 142.

79. XIV. Toda pasión es merecedora de reproche, ya que todo desmedido y excesivo impulso,
al igual que el movimiento del alma cuando es irracional y antinatural,42 es reprochable, y
tanto el uno como el otro, ¿qué otra cosa son sino la manifestación concreta de una pasión de
larga data? Si, por lo tanto, una persona no pone límites a sus impulsos ni los sujeta al freno
como a corceles rebelados contra las riendas, vive dominada por una pasión sin remedio, y a
causa de esa rebelión no tardará en ser arrastrada, sin percatarse de ello, como un cochero por
su carro, hacia despeñaderos y abismos de los que es difícil escapar.
42
Conceptos ambos que corresponden a la noción estoica de páthos = pasión.

80. Pero de las pasiones ninguna es tan opresora como el deseo de todas aquellas cosas que
son tenidas por bienes aunque en verdad no lo son. Y lo es porque engendra un sin fin de
opresivas y apasionadas apetencias. Pone, en efecto, tensa al alma y la empuja hacia
remotísimas distancias, hasta el infinito, aunque a veces el objeto perseguido escápase
desdeñosamente, vuelta la cara, no la espalda, hacia su perseguidor.43
43
Ver Sobre el decálogo 146.

81. Es que cuando este objeto percibe al deseo lanzado ardorosamente hacia él, se queda
quieto por breve tiempo para atraerlo con su seducción y proporcionarle la esperanza de que
habrá de echarle mano; pero luego se aleja haciendo befa de él y estableciendo distancias aún
mayores de separación. Y el deseo, abandonado y dejado atrás, siéntese preso de histérica
impaciencia y descarga sobre la desventurada alma el suplicio de Tántalo,44 el cual, según
cuenta la tradición, queriendo beber no podía pues el agua se retiraba, y cada vez que deseaba
tomar un fruto, todos desaparecían convirtiéndose en esterilidad la abundante producción de
los árboles.
44
Ver Sobre el decálogo 146.

82. Y efectivamente, así como esas implacables e inexorables dominadoras del cuerpo que
son la sed y el hambre lo violentan, tanto o más que el verdugo a aquellos a los que
atormenta; hasta la muerte muchas veces a menos que mediante bebidas y comidas sea
apaciguado su salvajismo; del mismo modo el deseo hace que el alma parezca vacía por el
olvido de cuanto hay presente en ella, y mediante el recuerdo de lo que está muy distante
produce en ella un frenesí y una locura incontrolables; y de ese modo crea unas señoras más
opresoras aún que las antes mencionadas, cuyos nombres, sed y hambre, también ellas llevan;
no sed y hambre de las cosas que satisfacen al vientre, sino de riquezas, de gloria, de poderes,
de belleza corporal y de todas las otras innumerables cosas que en la vida humana son tenidas
por envidiables y merecedoras de esfuerzo.

83. Y así como la enfermedad llamada reptante entre los médicos no se queda en un solo
lugar, sino se mueve y extiende y, como su nombre mismo lo indica, se arrastra esparciéndose

261
y fluyendo en todas las direcciones, y abarcando y atacando a la vez todo el conjunto de las
partes del cuerpo desde el extremo superior de la cabeza hasta los pies; de la misma manera
también el deseo se lanza a través de toda el alma e, imitando el poder del fuego en medio de
un material combustible abundante, no deja libre de sus efectos ni siquiera la más pequeña
porción de ella, como que la enciende y abrasa hasta que la ha devorado por completo.

84. XV. Tan grande y desmesurado mal es el deseo; y bien podría decirse en honor a la
verdad que es la fuente de todos los males. ¿De dónde si no de él, en efecto, han brotado los
saqueos y los robos, las deudas impagas, las falsas- acusaciones y los ultrajes, amén de las
corrupciones, los adulterios, los asesinatos y todas las demás iniquidades privadas y públicas,
tanto en el orden sagrado como en el profano?

85. Ciertamente, la pasión a la que con verdad puede llamarse originadora de males es el
deseo; y uno solo, el más pequeño, de sus vástagos, el amor pasional,45 ha llenado, no ya una
vez sino muchas, de incontables desgracias a todo el mundo habitado, las que, no pudiendo
ser contenidas por todo el círculo de la tierra a causa de su inmenso número, se han extendido
sobre el mar como impelidas por el ímpetu de un torrente; y en todas partes los mares todos se
vieron llenos de naves hostiles y han sido teatro de cuantas calamidades acarrean las guerras
navales, calamidades que tornaron otra vez a ser arrastradas y a precipitarse en masa sobre las
islas y los continentes, tras recorrer desde su punto de partida un doble curso de ida y retorno
como en los flujos y reflujos de las mareas.46
45 "Amor pasional" es sólo una imperfecta traducción del término griego iros, a la que he
recurrido a falta de otra mejor. Lo de "el más pequeño" tal vez no sea sino una figura retórica
para aludir a la clásica representación de Eros o Amor en la mitología grecorromana.
46
Alusión, quizá un poco exagerada, a las trágicas consecuencias de célebres amores como
los de Paris y Helena y de Antonio y Cleopatra. Ver Sobre las leyes particulares III, 16.

86. Pero una más clara descripción de esta pasión la tendremos de la siguiente manera: el
deseo, al igual que los animales ponzoñosos o que los venenos mortíferos, provoca un cambio
que implica un empeoramiento en todo cuanto alcanza.

87. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que, si su mira es el dinero, hace a los hombres ladrones,
rateros, hurtadores de ropas, perforadores de muros, así como responsables de bancarrotas, de
estafas con depósitos confiados a ellos, de venalidad, de robos sacrílegos y de todos los demás
delitos similares a éstos.

88. Si apunta hacia la fama, los torna arrogantes, desdeñosos, inconstantes e inestables en sus
actitudes, con los oídos cerrados a las palabras, humillados y al mismo tiempo levantados
hacia las alturas por las extravagancias de las multitudes, que alaban y reprochan con
indiscriminado impulso; despreocupados de la enemistad y de la amistad, al punto de que con
facilidad truecan una por otra, y con todos los demás rasgos que guardan estrecha afinidad
con éstos.

89. Si es el poder su meta, los convierte en sediciosos, carentes de equidad, tiránicos por
naturaleza, insensibles, enemigos de sus patrias, amos implacables de los más débiles,
enemigos irreconciliables de quienes los igualan en poderío, aduladores de los más fuertes
con intención de atentar contra ellos mediante el engaño. Si persigue la belleza corporal, los
hace corruptores, adúlteros, pederastas, celosos cultores de la incontinencia y el libertinaje, es
decir, de los mayores males, como si se tratara de los más venturosos bienes.

262
90. Ejemplos no faltan de cómo, extendiéndose hasta la lengua, esta pasión ha causado
incontables trastornos, por cuanto algunos son inclinados a callar lo que debe decirse, y a
decir lo que debe callarse, y la vengadora justicia les sigue los pasos tanto cuando se hacen oír
como cuando en el caso contrario se callan.

91. Cuando su interés se concentra en las cosas del vientre, produce glotones insaciables,
libertinos, partidarios apasionados de una vida muelle y disoluta, gente que se regocija con
borracheras y comilonas, viles esclavos del vino puro, de los peces y de los manjares, que se
revuelcan como los perrillos glotones en torno de las salas de banquetes y las mesas; de todo
lo cual resulta al cabo una desdichada y vituperable vida, más penosa que cualquier muerte.

92. Esto lo tuvieron presente aquellos que, no limitándose a gustar la filosofía con la punta de
los labios, sino regalándose abundantemente con el convite de las rectas doctrinas de la
misma, llegaron a explicarse la naturaleza del alma y observaron que son tres las partes en que
se divide: la de la razón, la de la fortaleza y la del deseo.47 A la razón, como a una soberana, le
han atribuido ellos por ciudadela la cabeza, residencia apropiadísima, donde están situados
también los lugares asignados a los sentidos, los que escoltan a la inteligencia como a su
reina.
47
División platónica, a la que Filón recurre en numerosos lugares de sus obras, entre otros en
Interpretación alegórica I, 70 a 73 y III, 115.

93. A la fortaleza le han atribuido el pecho, en parte porque allí, revestido de una coraza, a la
manera de un soldado, resulta si no totalmente exento de daño, sí difícil de atrapar al menos; y
en parte porque, residiendo en la vecindad de la inteligencia, puede ser beneficiada por su
vecina, la que lo seduce con su sensatez e imprime en él la moderación. En cuanto al deseo, el
lugar que le han atribuido es el situado en la zona próxima al ombligo y al llamado diafragma.

94. Convenía, en efecto, que el deseo, que solo en ínfimo grado participa del discernimiento,
residiera lo más lejos posible de las reales mansiones, casi en los más distantes confines; y
que, siendo la más incontinente e insaciable de todas las bestias,48 fuera apacentada en sitios
en los que tienen lugar la alimentación y las uniones sexuales.
48
Alusión a Platón, Timeo 70 e. Ver Sobre las leyes particulares I, 148.

95. XVI. Todas estas consideraciones fueron, a mi parecer, las que tuvo presente el santísimo
Moisés para repudiar las pasiones, detestándolas como sumamente vergonzosas ellas mismas
y como causas de cosas en extremo denigrantes; y para denunciar de un modo muy especial al
deseo, por entender que ésta es una máquina capaz de arruinar la ciudad del alma; máquina
que o debe ser destruida o ha de ser subordinada al control de la razón para que todas las
cosas se llenen totalmente de paz y buen orden, bienes perfectos que llevan a la perfección de
una feliz existencia.

96. Inclinado, como era, a la concisión, y fiel a su norma de compendiar asuntos de variedad
ilimitada en una enseñanza ejemplarizadora, comienza por reprochar y disciplinar un solo tipo
de deseo, aquel cuya esfera de acción es el vientre; convencido de que los otros ya no se
mostrarán rebeldes como antes sino se sujetarán al control, enterados de que el de mayor
jerarquía y como soberano entre ellos acata las leyes de la moderación.

97. ¿Cuál es la enseñanza por la que comienza? La siguiente. Aunque la comida y la bebida
son dos cosas de importancia suma, ni a una ni a otra concedió el legislador libertad plena
sino puso freno a ambas con disposiciones sumamente eficaces para conducir a la continencia,

263
a la humanidad y, lo que es más importante, a la piedad.

98. Manda, en efecto, separar una parte del trigo, del vino, del aceite, del ganado y de los
demás productos, y destinarla como primicia para los sacrificios y para los sacerdotes; para
los sacrificios a fin de agradecer a Dios por la fecundidad de los rebaños y la fertilidad de los
campos en toda suerte de animales y frutos; para los sacerdotes, a fin" de que, con miras a
asegurar el ceremonial del templo, reciban una recompensa por sus servicios en los sagrados
ritos.49
49
Deut. XVIII, 4.

99. Esta categórica prohibición de gustar o apartar alguno algo para sí antes de separar las
primicias, tiende asimismo a estimular la práctica de la sumamente provechosa continencia.
Efectivamente, aquel que ha aprendido a no lanzarse apresuradamente hacia los recursos que
en abundancia le han procurado las anuales estaciones, y aguarda, en cambio, hasta que las
primicias han sido consagradas, modera evidentemente sus pasiones y reprime la rebelión de
sus impulsos.

100. XVII. En cuanto a los demás alimentos, tampoco permitió Moisés a los miembros de la
sagrada comunidad la participación y el uso indiscriminado de los mismos; sino prohibió con
toda firmeza consumir entre los animales terrestres, acuáticos y aéreos todos aquellos que,
sumamente abundantes en carnes y grasas, excitan o estimulan el insidioso placer; porque
sabía que ellos seducen al más esclavo de los sentidos, el gusto, y engendran la glotonería,
mal incurable que afecta a las almas y a los cuerpos. La glotonería produce, en efecto,
indigestiones, las que son origen y fuente de enfermedades y postraciones.

101. Ahora bien, entre las especies de animales terrestres el cerdo es, según la opinión de los
que lo consumen, el más delicioso; entre las especies acuáticas lo son aquellas que carecen de
escamas...50 pues, siendo capaz, más que otro alguno, de animar a los naturalmente inclinados
a la práctica de la virtud, los ejercita y prepara para la continencia mediante la moderación en
los gustos y la adaptación a cualquier tipo de alimentos, tratando de acabar con el derroche.
50
Probable laguna en el texto.

102. Sin aprobar ni un régimen de vida opresivo, como el legislador de los lacedemonios,51 ni
una vida de molicie como la que inculcó a los jonios y sibaritas sus lujuriosas y voluptuosas
costumbres; sino, abriendo un sendero intermedio entre ambos, atemperó la exigencia
excesiva e hizo más rigurosa la demasiado laxa, moderando, como en un instrumento musical,
los excesos de una y otra cuerda extrema mediante la cuerda media para lograr la armonía y
concierto de una vida irreprochable. De allí que no a la ligera sino con sumo cuidado
estableciera qué alimentos deben consumirse y cuáles no.
51
Referencia al rigor de la constitución espartana en materia de alimentos y costumbres en
general, en contraste con la casi proverbial licencia que caracterizó el estilo de vida de los
habitantes de Síbaris y de Jonia.

103. Tal vez podría pensarse que lo justo sería que todos los animales que comen carne
humana experimenten de parte de los hombres lo mismo que ellos hacen a éstos. Pero el
parecer de Moisés fue que hay que abstenerse del consumo de tales animales, aunque puedan
procurar un muy apetitoso y gratísimo festín. Es que él discurría sobre lo que conviene a un
alma de mansos sentimientos, y si bien es conveniente que experimente cada uno sufrimientos
análogos a los que ha provocado a otros, no lo es, en cambio, el que los afectados procedan de
la misma manera que los otros, pues, sin advertirlo, se convertirían en fieras bajo los efectos

264
de esa salvaje pasión que es la cólera.
104. Y a tanto llega la precaución del legislador en este punto,52 que, deseando impedir por
vía de implicación la apetencia de los mencionados alimentos, prohíbe rigurosamente también
el consumo de los demás animales carnívoros; de los que separa a las bestias herbívoras,
incluyéndolas entre los rebaños domésticos, ya que también son mansas por naturaleza,
consumen los cultivados frutos que procura la tierra, y en ningún caso sus actos ponen en
peligro la vida de otros seres.
52
En cuanto a evitar que los hombres procedan a la manera de las bestias salvajes al
amoldarse al principio de la venganza contra ellas.

105. XVIII. Son éstos el ternero, el cordero, la cabra, el ciervo, la gacela, el búfalo, el
traguélafo,53 el pigargo,54 el antílope y la jirafa; diez en total.55 Es que, atento siempre a los
principios de la ciencia de los números, sobre cuya decisiva incidencia en la determinación de
las cosas había reflexionado profundamente, ninguna ley, importante o no, dictaba Moisés sin
tener también en cuenta y acomodar, por así decir, a sus prescripciones el número apropiado.
Y de todos los números, aparte de la unidad, el más perfecto y sacratísimo y santo, como él
mismo dice, es el diez, con el cual sella las especies de los animales puros, movido por su
deseo de asignarlos para uso de los miembros de su comunidad.
53
Especie de gacela o antílope con barba de macho cabrío.
54
Especie de gacela.
55
Deut. XIV, 4 y 5.

106. Para los diez animales propone una verificación y prueba común, basada en dos señales:
el tener la pezuña hendida y el rumiar,56 siendo especies impuras aquellas a las que falta una
de ambas características o las dos. En cuanto a ambas señales, ellas son símbolos del enseñar
y el aprender por la vía más apropiada para la adquisición del conocimiento, es decir, aquella
en la que se distingue lo mejor de lo peor para que no quepan confusiones.
56
Lev. XI, 3 y 4. Ver Sobre la agricultura 131 a 145.

107. En efecto, así como el animal rumiante, después de haber dividido el alimento, lo
deposita en la faringe, y luego de nuevo lo va subiendo y masticando poco a poco, para
enviarlo posteriormente al estómago; del mismo modo también aquel que recibe instrucción,
después de recibir a través de los oídos las doctrinas y normas de la sabiduría de boca del
maestro, como no es capaz de aprehenderlas y retenerlas de inmediato con suficiente firmeza,
prolonga el proceso de aprendizaje hasta que, después de rumiar con continuos ejercicios, que
constituyen el medio para fijar los conocimientos, cada una de las cosas que ha escuchado,
empleando a tal efecto la memoria, estampa firmemente su representación en el alma.

108. Pero, evidentemente, ningún provecho trae aparejado la firme aprehensión de las
nociones, si no se suma a ella la discriminación y distinción entre las mismas con miras a
escoger las cosas que deben escogerse, y a rehuir las contrarias; distinción de la cual son
símbolo las pezuñas hendidas. Porque el camino de la vida es doble: una senda lleva al vicio y
la otra conduce a la virtud, y es preciso apartarse de la primera y no abandonar jamás la
segunda.

109. XIX. En consecuencia, todos los animales solípedos y los de cascos múltiples son
impuros, los primeros porque sugieren que la naturaleza del bien y la del mal son una sola e
idéntica, que es como decir que un camino es cóncavo y a la vez convexo, o ascendente y
descendente simultáneamente; los segundos porque presentan ante nuestra vida muchos
caminos, o más bien jutas intransitables, para nuestro engaño, ya que no resulta fácil encontrar

265
el sendero más provechoso y más excelente en medio de un gran número de sendas.

110. XX. Después de establecer estas distinciones entre los animales terrestres, pasa el
legislador a describir también las especies de animales acuáticos puras para su consumo como
alimento, indicando como señales de las mismas, como en el caso anterior, dos características:
las aletas y las escamas. En efecto, a aquellas que ninguna o una sola de ambas características
poseen las descarta y rechaza.57 Con bastante fundamento es de señalar la siguiente
explicación de ello.
57
Lev. XI, 9 y ss. y Deut. XIV, 9 y 10.

111. Todos aquellos animales acuáticos que carecen de uno o de ambos rasgos son arrastrados
por la fuerza de la corriente siendo impotentes para resistir su impulso. En cambio, aquellos
que están provistos de ambos la apartan y se le oponen de frente, y se ejercitan contra este
antagonista haciendo gala de buen ánimo e invencible osadía, de modo que cuando son
empujados empujan en dirección opuesta, y perseguidos atacan a su vez a la carrera, y en los
lugares difíciles de atravesar abren amplios caminos para sus fáciles evasiones.

112. Estas especies acuáticas son también símbolos: las primeras, del alma amante de los
placeres; las últimas, de la que ansia la fortaleza y la continencia. El camino que conduce al
placer es, en efecto, descendente y harto fácil, y el resultado es que por él somos arrastrados
más que caminamos; el que lleva hacia la fortaleza es, en cambio, ascendente; sumamente
trabajoso pero inmensamente provechoso. El primero nos arrastra y nos impele a descender
conduciéndonos pendiente abajo hasta arrojarnos en el extremo último de ésta; en tanto que el
otro nos conduce hacia el cielo y torna inmortales a los que no han desfallecido durante la
marcha y han tenido fuerza para sobrellevar la dureza y dificultad del recorrido.

113. XXI. Ajustándose al mismo esquema, dice que todos los animales reptantes, tanto los
que carecen de patas y avanzan retorciéndose con el serpear de su vientre, como los de cuatro
o más patas, son impuros para su consumo como alimento.58 Esto encierra una nueva
revelación. Los animales reptantes que avanzan sobre sus vientres simbolizan a los hombres
que se llenan hasta el hartazgo, como el corvejón, y pagan al miserable vientre incesantes
tributos de vino puro, de pasteles, de peces, de cuantas cosas, en suma, produce el refinado
esmero de los panaderos y los cocineros para acompañar a toda suerte de alimentos,
encendiendo e inflamando los insaciables y siempre ávidos deseos. A su vez, los de cuatro
patas o más simbolizan a los viles esclavos, no de una sola pasión, el deseo, sino de todas sin
excepción; pasiones cuyos géneros son cuatro en total, e infinitas sus especies; y cuya tiranía
colectiva resulta penosísima e insoportable indudablemente, como que dura es ya la de una
sola de ellas.
58
Lev. XI, 42. Ver Interpretación alegórica III, 139.

114. En cambio, registra entre los animales puros a aquellos reptantes que poseen patas sobre
sus pies tales que puedan dar saltos desde la tierra, como las diversas clases de langostas y el
llamado ofiómaco,59 con lo que una vez más ha recurrido a símbolos para escrutar en las
modalidades e inclinaciones del alma racional. Porque la gravitación natural del cuerpo
doblega a los cortos de entendimiento y los arrastra consigo estrangulándolos y oprimiéndolos
con la multitud de sus carnes.
59
Literalmente: el que combate a las serpientes. Especie de saltamontes. Lev. XI, 21.

115. En cambio, dichosos son aquellos a los que les ha sido dado oponerse gracias a una
fuerza superior al peso de. esa opresora atracción, por estar enseñados mediante las normas de

266
la recta instrucción a saltar desde la tierra y desde las cosas adheridas a la tierra hacia lo alto,
en dirección a la región etérea y hacia las revoluciones del cielo, cuya visión es anhelada
ardorosamente, y resulta digna de los mayores esfuerzos en la convicción de quienes van en
procura de ella voluntariamente y convencidos de su grandeza.

116. XXII. Tras haber discurrido acerca de las especies de animales terrestres y acerca de las
acuáticas, y de haber establecido las normas para distinguir entre ellas de la mejor manera
posible, pasa a examinar también las restantes especies, vale decir, las de los animales aéreos,
y descarta entre las innumerables clases de aves a todas aquellas que matan por instinto a
otros animales o a seres humanos, las que son carnívoras y venenosas y usan, en general, sus
fuerzas como medio de ataque.60
60
Lev. XI, 13 ss y Deut. XIV, 12 y ss. La creencia de Filón en que existan aves venenosas es
explicable en la antigua zoología.

117. En cambio, registra en la clase domesticada y mansa, permitiendo a quienes lo deseen


emplearlos libremente como alimento, a las palomas torcazas, a las demás palomas, a las
tórtolas, y a las grullas, a los gansos y a las demás aves semejantes a éstas, que vuelan en
bandadas.

118. De este modo, apartando de nuestro consumo, como se aparta el material combustible del
fuego, especies terrestres, acuáticas y aéreas de toda suerte de animales de cada una de las
partes del mundo: tierra, agua y aire, nos proporciona el legislador un medio para apagar el
deseo.

119. XXIII. Por supuesto que prohíbe tener contacto alguno con cadáveres de animales
muertos por causas naturales o víctimas de fieras; con estos últimos en razón de que no es
lícito al hombre compartir su mesa con bestias salvajes, lo que prácticamente equivaldría a
regalarse en compañía de ellas en sus carnívoros festines; y con los primeros tal vez porque,
habiéndose apoderado de ellos antes la muerte, lo apropiado es guardarse de tocarlos, por
respeto a los ineludibles designios de la naturaleza, que se han anticipado a adueñarse de
ellos.61
61
Lev. V, 2 y XXII, 8; Deut. XIV, 21 y Éx. XXII, 31.

120. Los más de los legisladores griegos y no griegos, considerando que se trata de hombres
no solo valientes sino también de carácter generoso, alaban la habilidad de los cazadores con
perros, que saben herir diestramente desde lejos a las fieras fallando rarísima vez, y
manifiestan su orgullo por sus éxitos en la caza, en especial cuando comparten con los otros
cazadores y al mismo tiempo con sus perros las partes de los animales cazados. En cambio, el
fundador de nuestra sagrada comunidad los reprocharía seguramente y con razón, puesto que
ha vedado el aprovechar, por las razones expuestas, los animales muertos por causas naturales
o víctimas de fieras.62
62
El sentido de todo esto es que si Moisés hubiera conocido la práctica, no de cazar sino de
compartir con la jauría la presa, seguramente lo hubiera considerado reprobable, puesto que
ha juzgado reprobable el compartir la presa de bestias salvajes.

121. Si alguno de los practicantes,63 aficionado a los ejercicios corporales, llegare también a
ser un aficionado a la caza, convencido de que se trata de ejercicios y luchas preparatorias
para las guerras y los peligros frente a los enemigos, deberá, cuando haya tenido éxito en una
cacería, destinar las bestias cazadas para festín de sus perros en pago o premio por su coraje e
irreprochable colaboración; pero él no ha de tocar sus restos. De ese modo aprenderá en su

267
trato con animales irracionales qué clase de sentimientos debe abrigar respecto de los
enemigos, a los que se ha de combatir no en procura de una injusta ganancia, imitando las
fechorías de los ladrones, sino en defensa propia, bien sea que lo justifique la experiencia de
daños ya experimentados, bien lo imponga el temor de sufrirlos ulteriormente.
63
Tal vez se refiera a los practicantes de la virtud, a los que precisamente conviene la
recomendación que sigue; pero no es descartable que se trate simplemente de los que
practican ejercicios corporales o de fuerza. La condición que se pone para que el practicante
se resolviera, casi a su pesar, a cultivar la cinegética hace pensar en que se trata de un hombre
virtuoso.

122. Sin embargo, algunos, vivos retratos de Sardanápalo,64 llevando ávidamente su


incontinencia y exceso de lujuria más allá de todo límite o término, maquinan novedosos
placeres, para lo cual preparan sacrílegos manjares estrangulando y ahogando a los animales,
y sepultando en el cadáver la sangre, la esencia del alma,65 que debería dejarse correr libre y
sin trabas; cuando bien podrían contentarse con gustar tan solo las carnes sin tocar nada que
guarde relación con el alma.
64
Rey de Babilonia, cuyo nombre verdadero era Shamash Shumukin, quien habiendo sido
pospuesto, no obstante ser primogénito, en la herencia del trono de Asiría por Assaradón, su
padre, reinó en calidad de soberano vasallo hasta que se sublevó contra su hermano
Assurbanipal y murió en medio de las llamas de su palacio. Pasaba por haber sido un fastuoso
soberano de vida voluptuosa tal como lo retrata Luciano de Samosata en los Diálogos de los
muertos.
65
Lev. XVII, 11 y 14 y Deut. XII, 23.

123. Por eso en otro lugar 66 el legislador establece una ley acerca de la sangre, y prohíbe
llevarse a la boca ni la sangre ni la grasa. La prohibición en el caso de la sangre se debe a la
razón ya apuntada, vale decir, a que es la esencia del alma; no del alma inteligente y racional,
sino de la sensorial, de la que depende la existencia de la que participamos en común nosotros
y los animales irracionales. XXIV. Porque la esencia de la otra es un Divino aliento, como lo
atestigua muy especialmente Moisés, quien en su relato acerca de la creación del mundo dice
que al primer hombre y progenitor de nuestra especie Dios le infundió un soplo de vida en la
parte rectora del cuerpo, la cara,67 allí donde tienen su sede los sentidos, escoltas de ese gran
monarca que es la inteligencia. Evidentemente el soplo infundido en aquella ocasión fue un
espíritu etéreo, y quizá algo superior a un espíritu etéreo, si existe, como que se trata de un
reflejo de la feliz, tres veces feliz naturaleza Divina.
66
Lev. III, 17.
67
Gen. II, 7.

124. En cuanto a la grasa, su prohibición se debe a que es en extremo crasa, y la ley tiende ana
vez más a enseñarnos la continencia e inculcarnos un firme deseo de vida austera, de una vida
que renuncia a las cosas fáciles y al alcance de la mano, y sobrelleva con determinación los
problemas y trabajos para la adquisición de la virtud.

125. Tal es la razón por la que de toda víctima sacrificada esas dos partes: la grasa y la sangre,
son apartadas como una especie de primicias, y se las consume enteramente por medio del
fuego; la sangre, derramada sobre el altar como una libación, y la grasa, depositada en lugar
del aceite como materia combustible en el fuego sagrado y santo a causa de su misma
grasitud.68
68
Lev. IV, 7 a 10.

268
126.69 Reprende Moisés a algunos coetáneos suyos por su glotonería y porque suponen que el
entregarse de lleno a los placeres constituye el summum de la felicidad, y, no bastándoles el
vivir voluptuosamente en el ámbito de las ciudades, en las que los recursos y los preparativos
de las cosas necesarias para ello son inagotables, búscanlo también en los intransitables e
inhabitables desiertos, pretendiendo contar en medio de ellos con mercados de peces, de
carnes y de todos los productos de cosechas abundantes.
69
Los parágrafos 126 a 131 se basan en Núm. XI, particularmente 31 a 34.

127. En aquella ocasión, como reinaba la escasez, éstos, tras congregarse, lanzaron gritos
hostiles, acusaron y trataron de intimidar al gobernante con desvergonzada osadía, y no
cesaron en su rebeldía hasta que alcanzaron lo que apetecían; pero lo alcanzaron para su
propia ruina. Y ello por dos razones. En primer lugar para que se pusiera de manifiesto que
todas las cosas son posibles para Dios, quien halla la solución en las dificultades insuperables;
y en segundo lugar para que recibieran su castigo los de vientre insaciable y rebeldes contra la
santidad.

128. Elevóse, en efecto, desde el mar una nube, y hacia el amanecer se esparcieron desde ella
codornices, las que oscurecieron desde todas partes en círculo el campamento y la zona
circundante hasta la distancia que un hombre ágil es capaz de atravesar en un día. Fácil
resultaba capturarlas por cuanto la distancia a que volaban de la tierra era una altura
calculable en unos dos codos.

129. Lo razonable hubiera sido que, persuadidos por el prodigio del grandioso
acontecimiento, les bastara con el espectáculo, y que, rebosantes de piedad y nutridos por ella,
se abstuvieran de comer carne. Pero ellos, excitando su avidez más aún que antes, se
precipitaron sobre lo que consideraban el mayor de los bienes, y arrebatando los animales con
ambas manos llenaban los pliegues de sus ropas para luego depositarlos en sus tiendas; y
como el exceso de avidez no conoce límites, salían en procura de otros; y tras prepararlos de
toda forma los devoraban insaciablemente, dispuestos, vacíos de entendimiento como eran, a
perecer víctimas de su glotonería.

130. Y por cierto que no pasó mucho tiempo sin que pereciesen a causa de los derrames de
bilis, y así, de la calamidad que les sobrevino tomó nombre el paraje, el que fue llamado
"Monumento del deseo",70 deseo que, como ha demostrado el relato, es el mayor mal que
existe en el alma.
70
O de la avidez.

131. Por eso con sumo acierto dice Moisés en sus exhortaciones:71 "No ha de hacer cada uno
lo que es grato ante sus propios ojos", lo que equivale a decir: nadie sea complaciente con su
propio deseo. Todo hombre, en efecto, debe complacer a Dios, al universo, a la naturaleza, a
las leyes, a los hombres sabios, y renunciar al amor de sí mismo, solo así habrá de alcanzar la
verdadera excelencia.
71
Deut. XII, 8. Ver Sobre la agricultura 84.

132. XXV. Todas las reflexiones requeridas acerca de los asuntos relacionados con el deseo
quedan expuestas en la medida de mis posibilidades, con lo que se ha completado el examen
de los diez mandamientos y de las leyes que a ellos se ajustan. Porque, si necesario es
divulgar el conocimiento de las leyes generales o preceptos capitales revelados por la voz de
Dios, y los mandatos específicos subordinados a ellos, vale decir, todas las leyes particulares
trasmitidas en la palabra de Moisés, necesario era también, para asegurar su exacta

269
comprensión libre de confusiones, el metódico procedimiento al que he echado mano para
asignar y atribuir a cada uno de los mandatos genéricos cuanto a lo largo de toda la legislación
le corresponde.

133. Y ya es suficiente sobre el tema. Con todo es preciso no pasar por alto que, así como con
cada uno en particular de los diez mandamientos generales guardan estrecha relación algunas
leyes particulares que nada tienen de común con otro alguno de aquellos, existen normas que
son comunes a todos, y guardan armónica relación no con uno o dos, por así decir, sino con
los diez mandamientos.

134. Estas normas son las universalmente provechosas virtudes. Cada una de esas diez
Divinas revelaciones separadamente y todas ellas en común estimulan y exhortan al cultivo de
la prudencia, de la justicia, de la piedad y del resto del coro de las virtudes mediante la
combinación de sanas palabras con buenas intenciones y de meritorias obras con las palabras
a fin de que el instrumento del alma resuene acorde en todas y cada una de sus partes
engendrando una vida plena de armonía y concierto irreprochable.

135. Hemos tenido ya ocasión de hablar acerca de la soberana de las virtudes, la piedad o
santidad, así como sobre la prudencia y la templanza.72 Ahora habremos de ocuparnos de la
justicia, virtud cuyos principios y prácticas relaciónanse estrechamente con los de aquellas.
72
Ver Sobre las virtudes, nota 22.

136. XXVI. Una parte, y no pequeña, dentro del campo de la justicia es la que concierne a los
tribunales y a los juicios. A ella nos hemos referido ya cuando, con el propósito de no omitir
cosa alguna relativa al asunto, me extendí en una prolija exposición acerca de los
testimonios.73 No siendo mi norma repetir lo ya dicho, a menos que me fuercen a hacerlo
motivos imperiosos y ocasiones oportunas, omitiré referirme a ese aspecto, y pasaré a tratar
los otros, pues ya es demasiado preámbulo.
73
Ver los parágrafos 55 a 78.

137. Las normas de justicia, dice la ley, debemos colocarlas en nuestro corazón, atarlas como
una señal sobre nuestra mano y tenerlas agitándose ante nuestros ojos.74 Con la primera de
estas prescripciones se nos da a entender que es preciso no confiar dichas normas a los
infieles oídos, pues ninguna confianza puede depositarse en el sentido del oído; sino imprimir
la más excelente de todas las enseñanzas en la parte a la que compete la suma soberanía en
nuestro ser, y estampándolas con legítimos sellos.
74
Deut. VI, 6 y 8.

138. Con la segunda nos da a entender que es preciso no solo recibir nociones acerca del bien,
sino también poner en práctica sin dilaciones todo lo que juzgamos bueno. La mano, en
efecto, de la cual la ley prescribe atar y suspender las normas de justicia, es símbolo de la
acción. Afirma además que serán una señal, pero sin establecer concretamente de qué; y ello
se debe, en mi opinión, a que no serán señal de una sola cosa, sino de muchas, prácticamente
de todas las que orientan la humana existencia.

139. Con la tercera nos indica que siempre y en todas partes es preciso llevar la visión de esas
normas de justicia como si estuvieran delante de nuestros ojos. Y dice que ellas deben poseer
agitación y moverse, no para que resulten vacilantes e inestables sino para que con su
movimiento impulsen a nuestra mirada hacia una nítida contemplación, como que el
movimiento es un estímulo para la vista pues excita y despierta a los ojos, o más bien los

270
torna incansables y vigilantes.

140. El hombre al que le ha sido dado estampar esas normas en el ojo de su alma, y no de
manera estática sino en movimiento y aplicadas a las obras que por naturaleza les son propias,
debe ser registrado como varón perfecto, y ser contado en adelante no ya entre los discípulos
y estudiantes sino entre los maestros e instructores, y ha de brindar, como de una fuente, una
inagotable corriente de máximas y doctrinas a los jóvenes que quisieren beberías. Y si alguno
entre los menos osados duda a causa de su modestia o anduviere lento en los progresos de su
aprendizaje, el tal maestro deberá ir en persona a derramar y verter en sus oídos una corriente
ininterrumpida de instrucciones hasta que las cavidades de su alma hayan sido saturadas.

141. Y por cierto que debe apresurarse a enseñar esas normas de justicia a sus parientes, a sus
amigos y a todos los jóvenes en su morada y en la calle, hasta en los momentos de retirarse a
dormir y de levantarse a fin de que en todas las posiciones y en todos los movimientos, en
todos los lugares públicos y privados, no solo cuando están despiertos sino también durante el
sueño se alegren con la contemplación de lo justo.75 Porque no existe deleite más dulce que el
tener el alma toda llena en todas sus partes de justicia, y entregada a la práctica de los
perennes principios y doctrinas de ésta, sin que quede en ella lugar alguno vacío en el que la
injusticia pueda hacerse presente.
75 Deut. VI, 7.

142. Manda también la ley 76 inscribir y colocar esas normas en el frente de la entrada de cada
casa y en las puertas de los muros de ella, a fin de que tanto los que se marchan como los que
permanecen dentro, lo mismo los connacionales que los extranjeros, al leer las inscripciones
grabadas al frente de las puertas, tengan permanentemente presente lo que deben decir y lo
que deben hacer, y se preocupen de dos cosas: de no tratar a otros injustamente y de no ser
objeto de injusticias; y para que, tanto al entrar como al salir de las casas, así los hombres
como las mujeres, los hijos y la servidumbre hagan lo debido con relación a otros y con
relación a sí mismos.
76
Deut. VI, 9.

143. XXVII. Otra prescripción en extremo admirable 77 es aquella según la cual no se ha de


agregar ni quitar nada a las leyes, sino se ha de conservarlas inalteradas, tal como ellas fueron
fijadas desde el principio, ya que, como se ve a las claras, dado que al sabio legislador no se le
pasó por alto ninguna disposición de las que tienden a procurar la posesión total y completa
de la justicia, todo agregado será forzosamente de disposiciones injustas, y toda quita lo será
de mandatos justos.
77
Deut. IV, 2 y XII, 32.

144. Nos revela también el legislador que la perfección suma se da también en las otras
virtudes. Cada una de ellas, en efecto, es inagotable y plena, y posee la perfección por sí mis-
ma; de modo que, si tiene lugar alguna adición o sustracción, esa virtud en su totalidad trueca
y transforma esa condición en la opuesta.

145. Lo que quiero decir es lo siguiente.78 Aquellos que no son completamente ajenos al coro
de la sabiduría, aun cuando su contacto con la educación haya sido breve, saben que la
valentía, virtud cuya esfera de acción atañe a lo que causa terror, consiste en el conocimiento
de lo que debe ser sobrellevado.79
78
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 163.
79
Definición estoica de la valentía. Ver Interpretación alegórica I, 68.

271
146. Mas, si alguien, cediendo a la ignorancia engendrada por la soberbia, y sintiéndose capaz
de corregir lo que no ha menester de corrección, se atreviere a agregar o quitar algo, cambiará
completamente la imagen de esa virtud imprimiendo en ella la fealdad en vez de la belleza, ya
que con el agregado producirá temeridad, y con la quita cobardía, no dejándole a la
provechosísima valentía ni siquiera el hombre.

147. Del mismo modo, si a la reina de las virtudes, la piedad, agregare alguien cualquier cosa
pequeña o grande, o, a la inversa, se la sustrajere, en uno y otro caso cambiará y transformará
la naturaleza de la misma, ya que la adición engendrará superstición, y la sustracción
impiedad; con lo que habrá sido borrada de la vista la piedad, sol cuya elevación y resplandor
constituye un bien por el que hemos de suplicar puesto que es la fuente del más grande de los
bienes, ya que proporciona el conocimiento del servicio de Dios, servicio que merece ser te-
nido por más señorial y más digno de un rey que cualquier magistratura o soberanía.

148. Consideraciones análogas a las expuestas pueden también mencionarse a propósito de


cada una de las restantes virtudes. Pero, acostumbrado a abreviar las largas disquisiciones, me
conformaré con los ejemplos expuestos, que bastan seguramente para guía respecto de lo que
ha quedado sin exponerse.

149. XXVIII. Otro mandato establecido para universal provecho es el siguiente: "No cambies
de lugar las marcas de los límites de tu vecino, que colocaron los que te precedieron".80
Evidentemente esta ley no se refiere tan solo a los lotes y a los límites de las tierras, ni apunta
solo a eliminar las ambiciones, sino tiende también a la preservación de las costumbres ances-
trales. Porque las costumbres son leyes no escritas, enseñanzas de los hombres de antaño no
registradas en columnas u hojas de papiro que consumen las polillas, sino en las almas de
aquellos que participan de la misma ciudadanía.
80
Deut. XIX, 14.

150. Los hijos, en efecto, deben heredar de sus padres además de sus propiedades, las patrias
costumbres, con las que han sido nutridos y han convivido desde los mismos pañales, y no
despreciarlas por el solo hecho de que no se les hayan legado escritas; que, si no hay
necesariamente por qué alabar a quien acata las leyes escritas, ya que la necesidad y el temor
del castigo le sirve de advertencia; en cambio, el que es fiel a las leyes no escritas es digno de
encomio por cuanto testimonia que su virtuoso proceder deriva de su libre voluntad.

151. XXIX. Ciertos legisladores han implantado el sistema de adjudicación de magistraturas


por sorteo, sistema inconveniente para los pueblos pues la asignación por sorteo pone de
manifiesto la buena suerte y no el mérito. De hecho frecuentemente han alcanzado cargos que
no merecían muchos a los que un hombre de valía, si hubiera llegado al poder, hubiera
rechazado como indignos de ser contados ni siquiera entre sus subordinados.

152. Y así, los que algunos denominan "pequeños gobernantes", "amos" 81 decimos nosotros,
mantienen a su servicio no a todos los esclavos nacidos en su morada o adquiridos, sino solo a
los que son dóciles, y venden en determinadas ocasiones en montón a los de conducta
incorregible, por entender que no son dignos ni siquiera de ser esclavos de hombres de bien.
81
Ver Sobre las leyes particulares I, 335.

153. ¿Es, entonces, justo erigir en amos y gobernantes de ciudades y naciones enteras a
personas elegidas por sorteo, es decir, por un capricho de la suerte, algo inseguro e inestable?

272
Tratándose de la atención de los enfermos nada tiene que hacer la elección por sorteo, pues
los médicos no llegan a sus funciones por obra de la suerte sino por la experiencia de que dan
prueba.

154. Y cuando se trata de garantizar un buen viaje y la seguridad de los que atraviesan el mar,
no se elige por sorteo como piloto a cualquiera y se lo envía a la popa enseguida, para que a
causa de su ignorancia ocasione en tiempo sereno y mar en calma un naufragio, obra
exclusiva del factor humano; sino escógese una persona de quien se sabe que desde sus
primeros años ha sido cuidadosamente instruida en la técnica del pilotaje. Una persona así ha
hecho muchos viajes, ha atravesado la totalidad o la mayor parte de los mares, ha llegado a
conocer meticulosamente las plazas comerciales, los puertos, los fondeaderos, las radas; y
además conoce, gracias a una cuidadosa observación de los cuerpos celestes, las rutas del mar
igual, si no mejor aún, que las terrestres.

155. En efecto, mediante la observación de los regulares cursos de los astros, y guiándose por
sus ordenados movimientos, ha sido capaz de abrir en las desiertas extensiones caminos reales
en los que no se pierde el rumbo, logrando así la más increíble de todas las empresas: que los
seres nacidos para vivir en tierra sean capaces de atravesar el líquido elemento.

156. ¿Y dependerá, en cambio, del caprichoso curso de un sorteo y será ajena a la estricta
prueba de la verdad, prueba consistente en testimonios fundados en la razón, la elección de
quien ha de tener en sus manos grandes y populosas ciudades, repletas de habitantes, sus
constituciones y el manejo de los asuntos privados, públicos y sagrados, manejo que no
andaría errado quien lo calificase de técnica de las técnicas y ciencia de las ciencias?

157. XXX. Estas fueron las razones que tuvo presentes el omnisciente Moisés para no hacer
mención alguna de magistraturas asignables por sorteo, y para determinarse a instituir la
designación por elección. Dice, en efecto: "No establecerás como gobernante sobre ti a un
extranjero sino a uno de entre tus hermanos",82 con lo que indica que la elección del gober-
nante será por libre decisión e irreprochable verificación a cargo de todo el pueblo de común
acuerdo.83 Tal elección será ratificada y recibirá el sello de la aprobación de Aquel que
confirma todo cuanto concurre al común provecho, es decir, Dios, quien entiende que es como
el ojo en el cuerpo del hombre, cualquiera fuere escogido entre los de su raza.84
82
Deut. XVII, 15.
83
La prescripción va dirigida al pueblo de Israel, no a una persona determinada.
84
El texto griego es en esta última parte del parágrafo muy obscuro, tal vez corrupto; y la
traducción es conjetural.

158. XXXI. Agrega el legislador que las razones por las cuales no se debe elegir para el
mando a un extranjero son dos. Primero, para evitar que éste acopie grandes cantidades de
plata, oro y rebaños, y atesore para sí una riqueza inmensa, ilícita toda ella, fruto de la miseria
de sus gobernados.85 En segundo lugar, para impedir que, movido por sus personales
ambiciones, fuerce a los de nuestra nación a abandonar su país y emigrar, conducidos de un
lado a otro en interminable deambular, infundiéndoles vanas esperanzas de adquirir mayores
bienes, para así arrebatarles los que ya les pertenecen firmemente.86
85
Deut. XVII, 16 y 17.
86
Deut. XVII, 17.

159. Supuso, en efecto, el legislador que, como es natural, quien pertenece a la misma raza y
tiene los mismos antepasados que ellos, estándoles vinculado por los lazos del más alto de los

273
parentescos, consistente en que son patrimonio común de todos los miembros de la nación una
única ciudadanía, una misma ley y un solo Dios, jamás incurrirá en faltas semejantes a las
mencionadas; y, por el contrario, en lugar de hacer emigrar a los habitantes del país, facilitará
el seguro retorno de los que están dispersos en tierra extranjera; y, en vez de apropiarse de los
bienes de otros, brindará sus propios bienes a los necesitados, convirtiéndolos en comunes.

160. XXXII. Manda además el legislador 87 que desde el día en que alguien asume el poder
escriba con su propia mano una copia del apéndice de las leyes,88 en el que están
compendiadas en forma sumaria las leyes todas, pues es su deseo que sus prescripciones
queden fijamente impresas en su alma. Porque los pensamientos, cuando simplemente se los
lee, se esfuman arrastrados por su rápida sucesión; mientras que, cuando se los copia con
cuidadosa atención, se imprimen y quedan fijados, ya que la inteligencia se detiene
provechosamente en cada uno, aferrándose fijamente a él y no pasando a otro hasta que ha
asido firmemente al anterior.
87
Deut. XVII, 18 a 20.
88
Es decir, del Deuteronomio, al que Filón llama Epinomís = continuación o apéndice de las
leyes, inspirándose en el tratado de ese nombre atribuido a Platón.

161. Mas, una vez que los ha copiado, debe leerlos y familiarizarse con ellos cada día a fin de
que continua y permanentemente tenga presentes mandatos nobles y provechosos para todos,
y para que nazca en él un sólido amor y anhelo por ellos, resultado de ser constantemente
enseñada y acostumbrada su alma a la compañía de las sagradas leyes, pues las convivencias
prolongadas producen una sincera y pura amistad no solo hacia los seres humanos sino
también hacia aquellas clases de escritos merecedoras de nuestro amor.

162. Y tal cosa sucederá si el gobernante lee no los escritos y copias ajenos sino los de su
propia mano, ya que para cada uno resulta más familiar y más fácil de aprender lo que ha
escrito él mismo.

163. Agregúese a ello el hecho de que a medida que lea se hará la siguiente reflexión: Estas
palabras las he escrito yo, un gobernante de tan grande jerarquía,89 sin recurrir a la
colaboración de otro, no obstante contar con innumerables servidores. ¿Lo he hecho para
llenar las páginas de un libro como los que escriben por una paga o por ejercitar sus ojos y sus
manos, los ojos para adquirir agudeza de visión, y las manos para ser rápidos en la escritura?
¡No, de ninguna manera! Las he escrito en un libro para transcribirlas inmediatamente a mi
alma y recibir impresas en mi inteligencia más Divinas e indelebles señales.
89
Deut. XVII, 19 y 20 es parafraseado en los parágrafos siguientes (163 a 167), en los que los
pensamientos aparecen puestos en boca del rey..

164. Los demás reyes llevan en sus manos bastones como cetros; mi cetro, en cambio, es el
libro del apéndice de las leyes, razón sin par para que me jacte y me glorie, insignia de una
indisputada soberanía que ha sido forjada como copia del arquetipo que es la realeza Divina.

165. Y si las sagradas leyes son permanentemente mi sostén y mi apoyo, alcanzaré las dos
cosas más excelentes de todas. Una de ellas es el sentimiento de igualdad, el mayor bien que
es dable hallar, pues la arrogancia y la insolencia son propias de un alma corta de
entendimiento e incapaz de prever el futuro,

166. La igualdad traerá aparejadas la buena disposición y la seguridad de mis gobernados, los
que constituirán la justa recompensa con que ellos me pagarán; mientras que la desigualdad

274
engendraría peligros sumamente riesgosos. Evitaré estos peligros detestando la desigualdad,
la dispensadora de tinieblas y guerras; e iré tras una existencia libre de asechanzas, honrando
a la nunca agitada por sediciones igualdad, la cual engendra claridad y estabilidad.

167. Otra cosa que alcanzaré será no hacer contrapeso en uno y otro sentido, como en una
balanza, desviando y sacando de su recta posición las prescripciones; sino trataré de
conducirlas a lo largo del camino real central, valiéndome de un andar recto y bien ordenado
que me lleve a participar de una vida libre de tropiezos.

168. Moisés suele llamar camino real al camino central,90 porque éste se halla en el límite
entre el exceso y la insuficiencia, y además porque a lo central le corresponde dentro de una
tríada la posición rectora, ya que une con indisoluble vínculo las cosas que se hallan a uno y
otro lado del centro, las que además lo escoltan como a un rey.
90
Núm. XX, 17. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 162 y ss.

169. Dice el legislador que la recompensa de un gobernante fiel a las normas legales,
respetuoso de la equidad e incorruptible, que dictamina lo justo con justicia, y perma-
nentemente se instruye acerca de las leyes, es la larga duración de su gobierno;91 y no lo dice
en el sentido de que le será concedida una longeva existencia juntamente con la dirección de
los negocios públicos; sino para enseñar a quienes lo ignoran que el gobernante respetuoso de
la ley, vive aun después de su muerte, en sus hechos, los que le sobreviven eternamente como
indestructibles monumentos de su intachable probidad.
91
Ver Sobre las leyes particulares II, 262 y Sobre la herencia de las cosas divinas 290.

170. XXXIII. Concierne al que ha sido considerado digno de la más alta e importante
investidura escoger funcionarios subalternos que colaboren con él en el gobierno, ejerzan con
él la justicia y participen en la administración de todas las demás cuestiones de público
interés. Porque una sola persona, aun cuando se tratare de la más bien dispuesta y de mayor
vigor que todas las demás, no sería suficiente frente a la magnitud y multitud de los asuntos, y
sucumbiría ante el peso de los que día a día se precipitarían sobre él de todas partes, a menos
que cuente con asistentes, escogidos todos entre los de mejor condición por su prudencia,
capacidad, justicia y piedad; y porque éstos no sólo rehuyen la arrogancia sino la detestan
además como a un enemigo y un inmenso mal.92
92
Éx. XVII. Las consideraciones del parágrafo y las que siguen se basan en el consejo de
Jetró a Moisés, a que se refiere Filón en el parágrafo 173.

171. Dispuestos al máximo a contribuir a hacer más liviano y llevadero su cometido, están en
condiciones de ser colaboradores y asistentes de un hombre de relevantes condiciones morales
que lleva sobre sí la responsabilidad de los asuntos públicos. Además, como de esos asuntos
unos son más importantes y otros menos, estos últimos, para no gastar su tiempo en cosas de
poca importancia, los puede dejar con todo derecho en manos de sus subordinados, en tanto
que él podrá examinar personalmente los más importantes con sumo cuidado, como es su
obligación.

172. Y no ha de entenderse por asuntos importantes, como piensan algunos, aquellos en los
que se ventilan diferencias entre personas de alta alcurnia, entre ricos o entre magistrados,
sino más bien aquellos en los que son personas comunes, de modestos recursos y obscura
condición, las que disputan con otras más humildes aún; para las cuales la única esperanza de
verse libres de irreparables sufrimientos es el juez.

275
173. De una y otra de las mencionadas disposiciones es posible hallar en las sagradas leyes
claros ejemplos que bien merecen imitarse. Hubo, en efecto, una época en que Moisés
arbitraba personalmente en las cuestiones de justicia, trabajando él solo desde el alba hasta la
noche; pero más tarde, habiendo llegado su suegro y observado éste hasta qué punto estaba
aquél oprimido por el peso de los pleitos, ya que permanentemente afluían los que tenían
disputas, diole el excelente consejo de escoger delegados para que juzgaran en los casos
menos importantes, reservándose él los de mayor importancia y procurándose ocasiones para
el descanso.

174. Hizo caso Moisés de dichas reflexiones, que, por cierto, eran oportunas, y habiendo
escogido a los de mayor prestigio entre todo el pueblo, los designó magistrados subordinados
y jueces a la vez, mandando que los pleitos de mayor importancia los plantearan ante él.

175. El relato de este hecho está incluido en los sagrados libros para enseñanza de los
gobernantes de cada generación, a fin de que, en primer lugar, no desdeñen a los consejeros,
en la creencia de que son capaces ellos mismos de examinar todos los asuntos; ya que no los
desdeñó Moisés, el omnisciente y amado de Dios; y en segundo lugar, para que escojan
magistrados de segunda y tercera jerarquía, procurando así no descuidar los casos de mayor
peso por destinar su tiempo a los de poca importancia. Porque es imposible que la humana
naturaleza abarque la totalidad de las cosas.

176. XXXIV. Queda así expuesto uno de los dos ejemplos, y corresponde que lo
complementemos con la evidencia contenida en el segundo. Dije que los juicios importantes
son los que atañen a las personas más humildes. Ahora bien, la debilidad y la humilde
condición son propias de la viuda, el huérfano y el forastero; y es para ellos para quienes
corresponde que administre justicia el supremo rey, el que se halla investido del gobierno
sobre todas las cosas, pues, como dice Moisés, tampoco Dios, el soberano del universo, los ha
arrojado fuera de Su jurisdicción.

177. Efectivamente, cuando el sagrado intérprete canta un himno en alabanza de las


excelencias del Que Es diciendo:93 "Dios, el grande y poderoso, que no admira a las personas
ni acepta presentes cuando lleva a cabo un juicio", agrega para quiénes es el juicio, que no es
para sátrapas ni tiranos, ni para los que ejercen el poder en tierra y mar, sino para "el de
origen extranjero, el huérfano y la viuda".
93
Deut. X, 17 y 18.

178. Para el de origen extranjero,94 porque ha convertido a los de su raza, a quienes


normalmente debía tener como sus únicos aliados, en enemigos irreconciliables al emigrar
hacia la verdad y hacia la honra del Único digno de ella, abandonando las míticas invenciones
y la multiplicidad de soberanos que veneraron sus padres, sus abuelos, sus antepasados y
todos los parientes, al partir hacia este hermoso exilio. Para el huérfano, porque, privado éste
de padre v de madre, sus naturales protectores y defensores, carece de la única fuerza a la que
correspondía la obligación de asumir su defensa. Y para la viuda, porque ha perdido a su
esposo, quien había tomado a su cargo el cuidado y la asistencia que proporcionan los padres,
pues en cuanto a 'protección el esposo es para la esposa lo que son los padres para la doncella.
94
No todos los de origen extranjero, sino los conversos al judaismo. Ver Sobre las virtudes,
nota 45.

179. Ahora bien, la nación judía, comparada con todas las naciones de todas partes, está
prácticamente en la situación de un huérfano. Tales naciones, salvo cuando les sobrevienen

276
desgracias enviadas por Dios, no carecen, gracias a los vínculos que unen a los otros pueblos,
de quienes las ayuden cooperando con ellas; a la nación judía, en cambio, nadie en absoluto le
presta ayuda pues se gobierna por leyes distintas. Éstas son por fuerza dignas de admiración
pues preparan para alcanzar el más alto grado de virtud, pero lo digno de veneración es
austero, y gran parte de la humana turba rehuye la austeridad pues está inclinada al placer.

180. Sin embargo, de esa orfandad y soledad suya dice Moisés que siente permanente
compasión el Soberano del universo, al que ella pertenece por haber sido apartada de entre
todo el género humano como una primicia para el Hacedor y Padre.

181. La causa de este fueron las envidiables muestras de rectitud y virtudes de los fundadores
de nuestra nación, las que como plantas perennes perduran produciendo para sus
descendientes un fruto siempre lozano, salutífero y provechoso en todos los sentidos, aun
cuando esos descendientes resultaren culpables, siempre que sus faltas fueren remediables y
no totalmente irreparables.95
95
Ver Sobre los premios y los castigos 166.

182. Empero nadie, pensando que la excelencia de su estirpe constituye un bien perfecto,
menosprecie las nobles acciones; antes bien, reflexione que resulta ser merecedor de mayor
cólera aquel que, descendiendo de antepasados excelentes, con su reprobable conducta cubre
de vergüenza a quienes lo engendraron. Porque quien, teniendo modelos propios de probidad
suma a los cuales imitar, no reproduce ninguno de ellos para dirigir rectamente su vida es
culpable.

183. XXXV. En una prohibición sumamente justa la ley veda al que ha asumido la
presidencia y dirección de los negocios públicos el "caminar con engaño entre el pueblo",96
porque tal modo de proceder es propio de un alma servil y esclava en sumo grado, que
disimula con hipocresía lo que trae entre manos.
96
Lev. XIX, 16.

184. El gobernante debe obrar al frente de sus gobernados tal como lo hace un padre con sus
hijos, para que también él sea respetado a su vez por ellos como por hijos de nobles
sentimientos, puesto que los buenos gobernantes son, hablando con toda propiedad, los padres
comunes de los estados y naciones, y ponen de manifiesto un afecto hacia ellos igual, y a
veces mayor que el de los padres.

185. En cambio, a los que asumen grandes poderes para dolor y daño de sus gobernados es
preciso llamarlos enemigos, no padres, ya que obran como mortales enemigos, aunque
ciertamente aquellos que a su iniquidad suman el engaño son más viles aún que los que obran
como adversarios descubiertos, como que frente a estos últimos es posible defenderse
fácilmente por cuanto se trata de una hostilidad abierta y desnuda, en tanto que la maldad de
los primeros es difícil de advertir y controlar, pues, como en el teatro, adoptan una apariencia
diferente para disimular su verdadero aspecto.

186. Las condiciones específicas del mando se extienden y se introducen, diría yo, en todas
las categorías de la vida, difiriendo solamente en jerarquía y en cantidad. En efecto, lo que es
el rey para el estado, eso mismo es el jefe para la aldea, el amo para la casa, el médico para
los enfermos, el general para el ejército, el almirante para la flota y sus tripulantes, y también
el patrón de barcos para las naves de transporte y carga, y el piloto para los marineros. Todos
ellos tienen poder tanto para bien como para mal, pero su deber es desear lo mejor y evitar el

277
daño a los que fuere posible.

187. Porque en ello consiste el seguir a Dios, quien, siéndole posible hacer una u otra cosa,
quiere hacer solo el bien. Demuéstranlo la creación y ordenamiento del mundo, ya que llamó
a la existencia a lo que no existía, creando del desorden el orden, de lo indeterminado las
cualidades, de las disimilitudes las semejanzas, de las diferencias las identidades, de lo
disociado y discordante la asociación y la armonía, de la desigualdad la igualdad, y de las
tinieblas la luz. Porque perpetuamente Él y Sus benefactoras potencias 97 cuidan solícitos de
que lo defectuoso de cuanto es inferior en lo existente se transforme en una forma superior de
existencia.
97
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

188. XXXVI. Esto es lo que deben imitar los buenos gobernantes, si es que realmente existe
en ellos la preocupación por tratar de asemejarse a Dios. Pero, puesto que innumerables son
las cosas que se le escapan y pasan inadvertidas a la humana inteligencia por estar ésta
prisionera de la tan grande turba de los sentidos, turba hábil en seducciones y engaños
mediante falsas opiniones; o más bien enterrada en un cuerpo mortal, al que con todo acierto
cabría llamar tumba;98 ningún juez debe avergonzarse de confesar que ignora algo, si
realmente lo ignora.
98
Juego de palabras entre soma = cuerpo, y sema = tumba, tomado de Platón, Cratilo 400 b y
Gorgias 493 a. Ver Interpretación alegórica I, 108.

189. En primer lugar, porque el que sostiene falsedades llegará a ser él mismo peor de lo que
es, como que desterrará a la verdad fuera de los límites de su alma. En segundo lugar, porque,
al pronunciar sus sentencias a ciegas por no distinguir lo justo de lo que no lo es, causará
incontables daños a los juzgados por él.

190. Cuando, pues, considerare incierta la aprehensión de los asuntos que traen aparejadas
incertidumbre y grande oscuridad, es su deber renunciar a juzgar esos casos y remitirlos a
jueces con mayor discernimiento.99 ¿Y quiénes pueden ser estos jueces sino los sacerdotes y
el director y jefe de los sacerdotes?
99
Deut. XVII, 8 y 9.

191. Los genuinos ministros de Dios, en efecto, aguzan su entendimiento cuidadosamente por
entender que el error más insignificante no es un error pequeño en razón de las superlativas
excelencias, patentes en todos los casos, del Rey a quien sirven, circunstancia que explica la
prescripción según la cual todos los sacerdotes deben sacrificar en estado sobrio, a fin de que
ningún veneno de los que hacen perder la razón y delirar penetre furtivamente en ellos y
oscurezca los ojos de su inteligencia.

192. Otra razón bien podría ser el hecho de que el sacerdote de verdad es necesariamente
profeta, que ha llegado al servicio del verdaderamente Existente no por razones de estirpe sino
por su mérito personal; y para un profeta nada es desconocido pues lleva consigo un sol
intelectual y una claridad sin sombras para la aprehensión de las cosas invisibles para los
sentidos pero aprehensibles por la inteligencia.100
100
Aquí concluyen las disquisiciones sobre el justo soberano o juez, y el resto del tratado se
ocupa de diversas materias tocantes a la justicia.

193. En cuanto a aquellas personas que manejan balanzas, pesas y medidas, es decir, los
mercaderes, los comerciantes menores, los vendedores al menudeo y todos los demás que

278
venden las cosas útiles para la vida, sólidas o líquidas, los inspectores de mercado se encargan
de controlarlos; pero, si son prudentes, deben ser ellos mismos los que se controlen, y
proceder con justicia no por temor sino por libre determinación. El recto proceder es tenido en
mayor estima en todas partes si obedece a la propia decisión que si es impuesto por la
necesidad.101
101
Lev. XIX, 35 y 36 y Deut. XXV, 13 a 15.

194. Por eso la ley prescribe a los mercaderes, a los comerciantes y a cuantos otros han
escogido este sistema de vida proveerse de pesas, balanzas y medidas justas, sin recurrir a
ningún artificio que perjudique a los compradores; y decir y hacer cada cosa con espíritu
honrado y sincero, reflexionando que las ganancias injustas son inmensamente dañosas,
mientras que la riqueza alcanzada con justicia jamás nos será arrebatada.

195. XXXVII. Teniendo presente que a los trabajadores se les asignan pagas como
recompensa por su aplicación al trabajo, y que las personas que trabajan son aquellas que
tienen necesidades y no las que poseen inagotables recursos, el legislador manda no diferir los
pagos sino entregar el mismo día la paga convenida.102 Es que sería absurdo que los pudientes
se beneficiaran a expensas del servicio délos pobres, y que, a pesar de vivir en la abundancia,
no retribuyeran de inmediato a los indigentes con las recompensas debidas a sus servicios.
102
Lev. XIX, 13 y Deut. XXIV, 15. Ver Sobre las virtudes 88.

196. ¿No son estas normas claras advertencias tendientes a proteger contra mayores
injusticias? Porque el que ni siquiera permite que la paga, que de todos modos ha de ser
entregada, sea diferida, y ha fijado como plazo el anochecer,103 momento en el que el
trabajador, al marcharse a su casa, deberá recibir la retribución; quien tal cosa establece, digo,
¿no prohíbe más aún el hurto, el robo, el no reconocimiento de deudas y todos los delitos
semejantes a éstos, modelando y formando de ese modo al alma con la legítima forma de la
probidad misma?
103
Deut. XXIV, 15.

197. XXXVIII. Otra excelente disposición es aquella 104 según la cual ninguno debe injuriar
ni difamar a nadie, en especial si se trata de un sordomudo, que no puede percibir las palabras
con que se atenta contra él ni defenderse con los mismos medios en pie de igualdad. Ninguna
contienda, en efecto, repugna más a la equidad que aquella en la que a una de las partes le está
asignado el papel activo y a la otra solo el pasivo.
104
Lev. XIX, 14.

198. Un daño similar al de los que difaman a los mudos e incapacitados para oír causan los
que provocan caídas a los ciegos o ponen cualquier otro tipo de obstáculos a su paso.105
Porque fatalmente a los que son incapaces de sortearlos por ignorar su existencia les
sucederán dos cosas: extraviarán su camino y se lastimarán los pies. 106
105
Lev. XIX, 14.
106
Deut. XXVII, 18.

199. A los que se dan a hacer tales cosas y ponen especial empeño en ello la ley los amenaza
con el terror que de Dios procede; cosa razonable y conveniente por cuanto solo Él extiende
Su mano sobre los incapaces de defenderse y los protege. Y son prácticamente una abierta
declaración contra tales autores de iniquidades éstas sus palabras:

[200] Consideráis, oh vacíos de entendimiento, que aquellos a los que perjudicáis no lo

279
advierten cuando tomáis sus desgracias por blanco de vuestras chanzas y cometéis maldades
contra aquellas partes suyas en las que la desventura ha caído sobre ellos, contra sus oídos
mediante difamaciones, y contra sus ojos haciendo que resbalen sus pies. Pero jamás pasaréis
inadvertidos para Dios, que supervisa y controla todas las cosas, cuando abuséis de los
infortunios de hombres desdichados, como si vosotros estuvierais libres de llegar a padecer
parecidas calamidades, cuando en realidad os envuelve un cuerpo expuesto a ser presa de toda
suerte de enfermedades, y vuestros sentidos son perecederos, pudiendo una pequeña y fortuita
circunstancia no solo debilitarlos sino también hacerlos sufrir mutilaciones irreparables.

201. Estos tales, pues, olvidados sin duda de su propia condición, piensan que sus ilustres
personas están por sobre la natural debilidad de los hombres y a salvo de las inciertas e
imprevisibles acechanzas del destino; pero éste ha lanzado muchas veces súbitas calamidades
también sobre los que atravesaban el mar de la vida prósperamente, y los ha sumergido
cuando se hallaban casi en los mismos puertos de la felicidad. Siendo así, ¿a qué viene ese
jactarse y abusar de las desdichas ajenas sin respetar ni siquiera a esa asesora del Soberano del
universo que es la justicia, a la que compete examinar a fondo con ojos que nunca reposan y
sumamente penetrantes, incluso las cosas que yacen en las profundidades, como si estuvieran
a plena luz solar?

202. Estos hombres, movidos por una crueldad sin límites, ni siquiera a los muertos, creo yo,
se abstendrían de dañar y no tendrían escrúpulos en inmolar cadáveres, como se dice
comúnmente, puesto que se permiten recrearse ultrajando a partes que en cierto modo están
muertas ya;107 pues cadáveres son los ojos que no ven y los oídos que no oyen. De donde
infiérese que, si aquel de quien estos sentidos son partes fuere eliminado de entre los hombres,
ellos pondrían de manifiesto su natural despiadado e implacable no dándole el trato humano y
compasivo que se observa para con los caídos, incluso por parte de los enemigos en las
guerras sin tregua. Y ya es bastante sobre este tema.
107
Ver Sobre las leyes particulares II, 94 y 95.

203. XXXIX. Establece también el legislador 108 una bien trabada serie de prescripciones del
mismo carácter al prohibir el aparear las reses con animales de otra raza, el sembrar el viñedo
para producir dos clases de frutos, y el vestir la adulterada obra que es una túnica tejida con
dos materiales distintos. La primera de estas prohibiciones ha sido mencionada en las conside-
raciones relativas a los adúlteros,109 con ánimo de poner más claramente de relieve la
obligación de no atentar contra matrimonios ajenos corrompiendo las costumbres de las
mujeres y malogrando las honradas esperanzas de engendrar hijos legítimos. Porque al
prohibir los apareamientos entre animales irracionales de diferentes especies, cabe suponer
que la ley tiende indirectamente a poner freno a los adulterios.
108
Lev. XIX, 19 y Deut. XXII, 9 a 11.
109
Ver Sobre las leyes particulares III, 46 y ss.

204. Mas, también ahora al referirnos a la justicia, es preciso mencionarla, porque no se debe
desperdiciar la oportunidad de aplicar el mismo pasaje a más de un asunto si ello es posible.
Pues bien, reunir en un mismo conjunto las cosas que pueden asociarse es legítimo, y son
asociables por naturaleza las que son de un mismo género, en tanto que, por el contrario, a las
de distinto género no cabe mezclarlas ni asociarlas, y quien maquina ilegítimas uniones entre
ellas obra injustamente pues da por tierra con una ley de la naturaleza.

205. Pero tan grande es la preocupación por lo justo que encierra la verdaderamente sagrada
ley, que ni siquiera permite que la tierra sea arada por animales de desigual fuerza, y ha

280
prohibido que sean uncidos para la labranza bajo un mismo yugo un asno y un becerro, a fin
de que la bestia más débil, forzada a competir con la sobrante fuerza de la más vigorosa, no
sea vencida por la fatiga y sucumba.

206. Por cierto que el animal más vigoroso de los dos, el toro, está registrado en la lista de los
animales puros, y el más débil, el asno, en la de los impuros; pero, a pesar de eso, la ley no ha
negado la ayuda de la justicia a los que evidentemente son de un orden inferior, con lo que
brinda, entiendo yo, una provechosísima enseñanza a los jueces, para que en los juicios, en los
que no es la estirpe sino las buenas o malas acciones lo que se juzga, no coloquen en un plano
de inferioridad a los de humilde origen.110
110
Ver Sobre las virtudes 146, donde se habla de un buey y un asno.

207. Similar a éstos es también la prescripción última de las relativas a las cosas dispuestas en
un mismo conjunto, es decir, la que prohíbe que sean hiladas conjuntamente las sustancias de
distinto género que son la lana y el lino. En el caso de estas sustancias no es, en efecto, solo la
diferencia entre ambas lo que impide asociarlas, sino también la superior solidez de uno de
ellos, la que produce más bien una rotura que una unificación cada vez que se precisa usarlos.

208. XL. Entre el primero y el último de los tres preceptos relativos a la disposición conjunta
está el que prohíbe sembrar un viñedo para producir dos clases de frutos. Tiende esta pro-
hibición en primer lugar a evitar que sean mezcladas y confundidas cosas que son de distinto
género, puesto que los sembrados no están relacionados con los árboles, ni los árboles con los
sembrados, razón por la cual la naturaleza no ha fijado la misma época para la anual
producción de unos y otros, sino ha asignado a los sembrados la primavera como tiempo
oportuno para la cosecha, y a los árboles el final del verano como época de la recolección de
sus productos.

209. Así, vemos que por la misma época en que los sembrados, que han llegado a su pleno
desarrollo tiempo atrás, se secan; los árboles, en cambio, que han estado secos, germinan. En
invierno, en efecto, mientras los árboles se despojan de sus hojas, los sembrados florecen, y
en primavera, al revés, mientras todos los sembrados se van secando, germinan ambas
especies de árboles, los cultivados y los silvestres; y es casi el mismo el tiempo en que los
frutos de los sembrados alcanzan su plena madurez y aquel en que los de los árboles
comienzan a desarrollarse.

210. Razón tuvo, por lo tanto, el legislador al separar y apartar unas de otras, cosas tan ajenas
entre sí por sus naturalezas, por sus germinaciones y por las estaciones en que dan sus
respectivos frutos, introduciendo el orden en el desorden; pues el orden está estrechamente
vinculado a la regularidad universal, en tanto que el desorden lo está al caos.111
111
"Regularidad universal" y "caos" son dos expresiones españolas a las que he recurrido a
falta de otras más cómodas o precisas, para traducir los términos taxis = colocación de cada
cosa en su puesto o lugar, y su antónimo aiaxía respectivamente.

211. El segundo propósito fue evitar que cada una de las dos especies sea dañada y dañe a su
vez a la otra al atraer hacia sí cada una de ellas el alimento de la otra. Porque, si dicho
alimento se reparte en porciones pequeñas, todas las plantas, como los hombres en las épocas
de escasez y hambre, perderán irremediablemente todo su vigor, y o se tornarán estériles al
punto de no producir fruto alguno, o jamás producirán frutos de buena calidad debido a la
debilidad causada por la falta de alimentos.

281
212. La tercera razón fue evitar que la tierra fértil se viera oprimida por cargas sumamente
pesadas, consistentes una de ellas en la compacta e ininterrumpida densidad de las plantas
sembradas y desarrolladas en el mismo lugar; y la otra en la duplicada producción de frutos.
Porque es suficiente para el propietario obtener de un único terreno un único tributo anual, tal
como para un rey lo es el recibir uno solo de una ciudad. Intentar recoger más de una
contribución es resultado de una excesiva avaricia que hasta con las leyes de la naturaleza da
por tierra.

213. Por ello bien podría decir la ley a los que se inclinan a sembrar sus viñedos con
ambiciosas miras: No seáis peores que los reyes que han llegado a dominar ciudades y países
mediante las armas y las expediciones militares. Ellos, en previsión del futuro y, a la vez, para
ahorrar cargas a sus súbditos, consideran que deben recaudar un solo tributo anual, calculando
que así en ningún caso los llevarán a una extrema indigencia a cambio de una corta ventaja.

214. Si, en cambio, vosotros exigís de un mismo suelo las contribuciones del trigo y de la
cebada en primavera, y las de los árboles frutales en verano, lo arruinaréis bajo el peso de
duplicados tributos. Porque es natural que quede exhausto como un atleta al que no se permite
un respiro ni la posibilidad de reunir fuerzas para emprender una segunda lucha.

215. Mas, evidentemente, os olvidáis con facilidad de las prescripciones que yo he establecido
para común provecho.112 Si, al menos, hubierais recordado mi disposición relativa al séptimo
año, año en el que he considerado que la sagrada tierra debe ser dejada en reposo, sin que la
fatiguen ninguna de las labores agrícolas, teniendo en cuenta los seis años de trabajos que ha
soportado produciendo frutos en las épocas del año determinadas por las leyes de la
naturaleza; no hubierais planeado, impulsivamente e inclinados a complacer vuestros
ambiciosos deseos, inusitadas formas de cultivo consistentes en sembrar semillas en un
terreno apto para la plantación de árboles y viñas en especial, con la intención de aumentar
vuestros bienes mediante dos ingresos anuales, ambos injustos, acopiando así dinero movidos
por esa ilegal pasión que es la avaricia.
112
Ver Sobre las leyes particulares II, 87 a 93.

216. Porque, si alguien es capaz de soportar el conceder reposo a los campos de su propiedad
en el séptimo año, dejando así de percibir las rentas a fin de que la tierra se reponga de sus
pasadas labores, ese tal no aceptaría oprimirla y agobiarla con una doble carga.

217. En consecuencia, forzoso ha sido que yo declarara que son sacrílegos e impuros tanto la
producción como el fruto de lo sembrado,113 dado que la fuerza creadora que encierra la tierra
fértil es, por así decir, estrangulada y ahogada, y porque el propietario que da rienda suelta a
sus injustas pretensiones sin confinarlas dentro de moderados límites, procede erradamente y
sin moderación con los dones de Dios.
113
Deut. XXII, 9.

218. ¿No merecen, acaso, ser amadas apasionadamente leyes tales como éstas, que implican el
repudio y rechazo del frenético deseo de ganancias a expensas de otros hombres? Porque
aquel que ha aprendido como simple particular a no procurarse injustas ganancias tratándose
de plantas, si llegare a ser rey y a tomar a su cargo asuntos de superior importancia, obrará
conforme con su costumbre en lo que respecta tanto a los hombres como a las mujeres, no
exigiendo tributos dobles a sus súbditos para sumirlos en la desgracia a fuerza de
contribuciones. La costumbre largamente ejercitada tiene, efectivamente, la virtud de suavizar
los temperamentos duros y de ser, en cierto modo, una tutora y modeladora de mejores rasgos

282
en ellos; y rasgos superiores son los que imprime en el alma el sello de la justicia.

219. XLI. Estas son las leyes prescriptas a cada persona en particular, pero hay otras más
universales, que el legislador da a toda la nación en común, indicando cómo se ha de tratar no
solo a los amigos y aliados, sino también a aquellos que se han apartado de su alianza.114
114
Deut. XX, 10 y ss.

220. Si éstos, dice la ley, se rebelaren y se encerraren dentro de sus murallas, vuestra bien
armada fuerza de combate deberá avanzar provista de sus elementos de guerra; y tras
establecer el campamento en torno de ellas no habrá de apresurarse, sino se mantendrá a la
espera sin conceder su indulgencia a la cólera en detrimento del acatamiento debido a la
razón, a fin de emprender con más firmeza y calma lo que ha de ejecutar.

221. Y así, enviará de inmediato heraldos para que les ofrezcan las condiciones de paz y al
mismo tiempo les hagan ver la capacidad combativa de las fuerzas apostadas en las cercanías.
Y si aquellos, arrepentidos, de sus actos de rebelión, cedieren y se decidieren ya por la paz,
habrán de aceptar los nuestros el convenio acogiéndolo favorablemente, porque la paz, aun
cuando trajere aparejados perjuicios,115 es más ventajosa que la guerra.
115
Deut. XX, 11.

222. Mas, si los contrarios llevaren hasta una insana temeridad su osadía, los nuestros,
fortalecidos por sus ardorosos impulsos y teniendo de su parte a la invencible aliada que es la
justicia, habrán de lanzarse al ataque y plantar sus máquinas de sitio contra las murallas; y
luego, una vez que hubieren abierto brechas en partes de ellas, se precipitarán en masa, y
arrojando con vehemencia certeros dardos y tronchando vidas con sus espadas, y se vengarán
sin compasión alguna, tratando a sus enemigos tal come» hubieran sido ellos tratados por los
mismos, hasta convertir todo el ejército adversario en un montón de muertos.116
116
Peut. XX, 13.

223. Y una vez tomados la plata, el oro y el resto del botín, habrán de poner fuego a su ciudad
y reducirla a cenizas a fin de que no pueda de nuevo la misma ciudad levantarse y rebelarse
después de tomarse un respiro, y para que el miedo sirva de advertencia a las poblaciones
vecinas, pues los hombres ante las desgracias de los demás aprenden a ser prudentes.
A las doncellas y esposas, en cambio, las habrán de dejar libres, teniendo presente que de
parte de ellas no habrán de sufrir cosa alguna de todas las que acarrea la guerra, por cuanto a
causa de su natural debilidad se considera que debe eximírselas de sus obligaciones militares.

224. De esto se desprende claramente que la nación judía abriga buenas disposiciones de paz,
y es amiga de todas las que comparten ese criterio y son pacíficas por principios; y además
que no es despreciable, de modo que por cobardía ceda ante los que emprenden injustas
agresiones. Mas, cuando se lanza a la lucha, establece diferencias entre los que viven
abrigando intenciones hostiles y los que están en el caso opuesto.

225. Porque el desear la muerte para todos, aun para aquellos cuya falta es mínima o que no
han cometido falta alguna, yo diría que es propio de un alma salvaje y brutal, y esto reza
también con los que consideran que las mujeres, cuya vida es de paz y de hogar por
naturaleza, son colaboradoras de los hombres en los preparativos bélicos.

226. Tan grande es el amor por la justicia que procura inculcar la ley en aquellos que se
gobiernan por sus prescripciones, que ni siquiera permite que se proceda a arruinar la tierra

283
arable de un estado enemigo devastándola o talando los árboles para arruinar la producción de
frutos.117
117
Deut. XX, 19 y 20.

227. Dice, en efecto: ¿Por qué habrás de ser rencoroso con las cosas sin vida y apacibles por
naturaleza además y productoras de dulces frutos? Porque, ¿acaso, buen hombre, un árbol
puede manifestar la hostilidad propia de un hombre enemigo, para que tú lo abatas desde sus
mismas raíces en castigo por lo que está haciendo o se apresta a hacer?

228. Por el contrario, brinda beneficios proporcionando a los vencedores abundantes cosas
necesarias y también de las que hacen placentera la vida.118 Porque no solo los hombres pagan
tributos a sus soberanos; también lo hacen las plantas en el curso de las estaciones del año, y
tributos más provechosos aún, como que sin ellos no es posible vivir.
118
Ver Sobre las virtudes 150 y ss. y Sobre los premios y los castigos 107.

229. En cambio, si se tratare de árboles improductivos, estériles,así xomo de todos los de tipo
salvaje, no tienen por qué quedarse cortos quienes desearen talarlos para hacer empalizadas,
estacas y palos para defensas, y cuando la ocasión lo exigiere para fabricar escaleras y torres
de madera; pues para estos y otros fines similares puede el uso de los mismos resultar pro-
vechoso.

230. XLII. Queda, pues, dicho cuanto tiene relación con la justicia. Pero a la justicia misma,
¿qué poeta o escritor podría dignamente celebrarla, estando como está por sobre toda alabanza
y toda ponderación? Una sola de sus excelencias, ciertamente, la más alta: su excelsa estirpe,
aunque se pasare por alto y callare el resto de ellas, podría constituir un motivo de elogio más
que suficiente.

231. Porque la madre de la justicia, como nos lo han transmitido los profundos conocedores
de las cosas de la naturaleza,119 es la igualdad.120 Y la igualdad es una luz sin sombras; un sol
aprehensible por la inteligencia podríamos llamarlo con toda verdad; del mismo modo que, a
la inversa, la desigualdad, en la que se dan tanto el exceso como la falta, es principio y fuente
de tinieblas.
119
Los pitagóricos al parecer.
120
Ver Sobre la plantación 122.

232. Todas las cosas, así en el ámbito celestial como en el terrestre, han sido rectamente
ordenadas por la igualdad según leyes y normas inmutables. ¿Quién, en efecto, ignora el
hecho de que la medida de los días con respecto a las noches, y de las noches con respecto a
los días está determinada por el sol conforme a la igualdad de intervalos proporcionales?

233. A tal punto la naturaleza ha marcado cada año los equinoccios de primavera y de otoño,
llamados equinoccios por lo que en ellos tiene lugar,121 que aún los menos instruidos perciben
la igualdad entre la duración de los días y de las noches.
121
En griego isemería = día igual (a la noche); en latín equinoctium = noche igual (al día).

234. ¿Y qué? ¿Acaso no estián regulados por la igualdad los intervalos de los ciclos de la luna
en la doble marcha desde la conjunción hasta su plenitud, y desde su plenitud hasta la
conjunción? Porque, tanto en su proceso de crecimiento como en su etapa de decrecimiento,
son iguales los tamaños y la duración de sus faces, es decir, los dos aspectos de la cantidad: el
número y el tamaño.

284
235. Y así como en la parte más pura de cuanto existe, el cielo, la igualdad es objeto de una
especial distinción; otro tanto sucede en la porción vecina a él, vale decir, en el aire. Habiendo
sido, en efecto, dividido el año en los cuatro períodos llamados estaciones del año, sucede que
los naturales cambios y transformaciones del aire ponen de manifiesto un inefable orden en
medio del desorden. Igual es, en efecto, el número de meses en que se dividen el invierno, la
primavera, el verano y el otoño, tres para cada estación, con los que se forma el año completo.
Este, a su vez, como lo indica su nombre,122 contiene en su transcurso total todas las cosas
dentro de sí, lo cual no hubiera podido lograrse de manera distinta, es decir, si no hubiera
contado para ello con las estaciones anuales.
122
Eniautós, que según la peregrina etimología que da Platón, en Cratilo 410 d, no sería sino
la primera parte de una frase cuyo segundo elemento sería el otro término con el que los
griegos designaban al año: étos. La frase de marras sería eniautós étos = que controla en sí
mismo, ya que eniautós es como decir en heautói — en sí mismo, y étos vendría de etázon =
que controla.

236. Mas también a las regiones terrestres se extiende la igualdad desde las celestes y aéreas,
ya que la parte pura de su naturaleza, estrechamente emparentada con el éter, la eleva hacia
las alturas, pero la otra envíala sobre la tierra, al modo del sol, como un rayo de luz, como una
segunda claridad.

237. Todo, en efecto, cuanto es defectuoso en nuestra existencia es obra de la desigualdad;


todo, en cambio, lo que se caracteriza por poseer un orden apropiado es fruto de la igualdad,
la que en el plano de la realidad universal es llamada con todo acierto orden,123 y en el plano
de los estados es la democracia,124 el mejor legislado y más excelente de los sistemas
políticos; en tanto que en los cuerpos es la salud, y en las almas una conducta intachable;
como que, a la inversa, la desigualdad es origen de enfermedades y vicios.
123
En griego kósmos = mundo, que etimológicamente significa orden.
124
Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 176, Sobre la agricultura 45, Sobre la confusión de
las lenguas 108, Sobre Abraham 242 y Sobre las virtudes 180.

238. El tiempo le resultaría corto, aun a quien viviere una larga vida, si quisiere referirse a
todas las alabanzas sobre la igualdad y su hija la justicia. Por eso me parece mejor
contentarme con las que se acaban de exponer con el fin de estimular la memoria de los
amantes del saber, y no referirme a las restantes; que por otra parte se hallan registradas en
sus almas como Divinos ornamentos 125 en el más santo de los lugares.
125
Ver el parágrafo 70.

285
OBRAS COMPLETAS DE

FILÓN DE ALEJANDRÍA

Traducción directa del griego, introducción y notas de


JOSÉ MARÍA TRIVIÑO
Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata
Buenos Aires 1976

TOMO V
ÍNDICE

SOBRE LAS VIRTUDES (DE VIRTUTIBUS)........................................................................ 3


SOBRE LA HUMANIDAD O FILANTROPÍA ................................................................. 10
SOBRE EL ARREPENTIMIENTO..................................................................................... 30
ACERCA DE LA NOBLEZA ............................................................................................. 32

SOBRE LOS PREMIOS Y LOS CASTIGOS (Y LAS MALDICIONES) (DE PRAEMIIS ET


POENIS) (ET EXSECRATIONIBUS) .................................................................................... 40

TODO HOMBRE BUENO ES LIBRE (QUOD OMNIS PROBUS LÍBER SIT) ................. 68

SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA O SOBRE LOS SUPLICANTES (DE VITA


CONTEMPLATIVA)............................................................................................................... 94

SOBRE LA INDESTRUCTIBILIDAD DEL MUNDO (DE AETERNITATE MUNDI) ... 109

FLACO (IN FLACCUM)...................................................................................................... 136

HIPOTÉTICAS (APOLOGÍA DE LOS JUDÍOS) (APOLOGÍA PRO IUDAEIS) .............. 167

SOBRE LA PROVIDENCIA (DE PROVIDENTIA)........................................................... 175


Primer fragmento ............................................................................................................... 175
Segundo fragmento ............................................................................................................ 176

SOBRE LA EMBAJADA ANTE CAYO (DE LEGATIONE AD GAIUM)....................... 190

2
SOBRE LAS VIRTUDES

(DE VIRTUTIBUS)

Sobre la valentía, la piedad, la humanidad y el arrepentimiento,1 virtudes que, juntamente


con otras, describió Moisés.
1
El subtítulo es la traducción del texto adoptado por Cohn y seguido por Colson. Los
manuscritos presentan diversas variantes que no han permitido a los estudiosos alcanzar un
criterio unánime respecto de su verdadero texto. Ver la nota 22.

Sobre la valentía o fortaleza


1. I. Habiéndome referido en el anterior tratado a la justicia y a cuanto era oportuno decir a
propósito de ella, paso a tratar, entre las virtudes que siguen, la valentía, no esa que los más
tienen por tal, vale decir, el frenesí por la lucha, cuyo consejero es la cólera, sino la que es
conocimiento.2
2
Ver Sobre las leyes particulares I, 68 y IV, 145, donde se cita también esta definición de
valentía tomada del estoicismo. Ver también Platón, Lajes 196 d a 199 e.

2. No faltan, ciertamente, quienes, excitados por la temeridad y asistidos por la fuerza


corporal, pertrechados para la guerra con sus armaduras completas, han derribado en general
matanza un inmenso número de contrarios, ganándose de ese modo el impropio aunque bien
sonante renombre de valerosos, no obstante que, aun cuando son reputados sobremanera
gloriosos por los jueces en la materia, su natural condición y la práctica los ha convertido en
seres salvajes y bestiales, sedientos de sangre humana.

3. Pero hay otros hombres que, aunque pasan sus días dentro de sus casas, con sus cuerpos
descarnados a causa de largas enfermedades o por el peso de la vejez; pero sanos y jóvenes,
sin embargo, en la parte superior del alma,3 llenos de sensatez y rebosantes del más resuelto
coraje, sin echar manos, ni en sueños, a las armas de defensa; muchas veces con iniciativas
provechosísimas para la comunidad, consistentes en excelentes consejos, han remediado
críticas situaciones de los asuntos privados de cada uno en particular, y de los negocios
públicos de sus países, ajustándose, sin menoscabarlas ni desvirtuarlas nunca, a sus
convicciones acerca de lo provechoso.
3
O tal vez: "en su parte superior, es decir, el alma", para lo cual habría que modificar
levemente el texto griego.

4. Éstos, los aplicados a la práctica de la sabiduría, son, pues, los cultores de la verdadera
valentía; los otros, los que viven en esa casi incurable enfermedad que es la ignorancia,
cultivan la falsamente llamada valentía, la que bien podría denominarse temeridad, la valentía
de mala ley, como se dice hablando de monedas, mera apariencia de la verdadera imagen.

5. II. Hay además en el curso de la vida humana otras no pocas situaciones reconocidas como
difíciles de afrontar, tales como la pobreza, el descrédito, la pérdida de miembros o sentidos, y
las variadas formas de enfermedad. Ante ellas los escasos de inteligencia muestran debilidad
y no son siquiera capaces de sobreponerse pues están dominados por la cobardía; mientras
que los llenos de sabiduría y nobleza reaccionan valerosamente y las afrontan con grande
vigor, tomando las consecuencias y amenazas de las mismas por cosa harto digna de risa y
chanza. A la pobreza oponen ellos la riqueza, no la riqueza ciega sino la de aguda mirada,4
cuyos ornatos y tesoros tienen por natural depósito al alma.

3
6. La pobreza, en efecto, ha postrado a innumerables hombres, los que sucumbieron, cual
atletas exhaustos, debilitados por la falta de coraje; no obstante que a juicio de la verdad
ningún hombre en absoluto es pobre, por cuanto tiene por proveedora a la riqueza de la
naturaleza,5 de la que no puede ser privado, riqueza constituida por el aire, el primero, más
necesario y perpetuo alimento, que respiramos incesantemente día y noche; también por
fuentes copiosas y por las corrientes siempre fluyentes de los ríos, tanto de los que son
alimentados por las lluvias invernales como de los que nacen en fuentes del país, fuentes y
comentes que proveen de bebida; y además por las cosechas de toda suerte de sembrados y las
diferentes clases de árboles que siempre producen sus otoñales frutos año tras año, sembrados
y árboles que nos procuran comida. Nadie, ciertamente, carece de estas cosas, antes bien,
todos y en todas partes cuentan con una grande y hasta superflua abundancia.
5
Platón, Leyes 631 c. Ver Sobre las leyes particulares I, 25.
6
Ver Sobre los premios 99, y Sobre los sueños I, 124 y ss.

7. Algunos, empero, desdeñando la riqueza de la naturaleza, persiguen la de las vanas


opiniones. Optan por la riqueza ciega, desechando la dotada de visión, y por valerse de un
guía ciego están fatalmente destinados a caer.

8. III. Me he referido ya a la riqueza que sirve para preservar al cuerpo, riqueza que es un don
que nos procura la naturaleza; pero debemos mencionar a la más elevada, la que no a todos es
dado poseer sino a los hombres verdaderamente nobles e inspirados por Dios. Esta riqueza la
brinda la sabiduría a través de las doctrinas y principios de la lógica, la ética y la física,6 de los
cuales proceden las virtudes, las cuales extirpan del alma la insensatez del derroche,
engendrando en ella el amor por la conformidad con la propia suerte y la frugalidad, que
habrán de asemejarla a Dios.
6
Ver Sobre las leyes particulares I, 336.

9. Dios, en efecto, está libre de necesidades pues no ha menester de cosa alguna, siendo Él
mismo totalmente suficiente para Sí. Por el contrario, el hombre vil tiene necesidad de
muchas cosas, pues siempre está sediento de aquello que no posee, a causa de un deseo que no
se sacia ni harta y que él mismo enciende y aviva como un fuego, persiguiendo todas las cosas
grandes y pequeñas, en tanto que el hombre virtuoso tiene pocas necesidades, estando en una
situación intermedia entre la naturaleza inmortal y la mortal; ya que a causa de su cuerpo
mortal tiene esas necesidades, y como su alma está ansiosa de inmortalidad las tiene en
moderada escala.

10. En esto piensan los sabios cuando oponen la pobreza a la riqueza, y la gloria7 a la oscura
condición, porque la alabanza que tiene por punto de partida el proceder intachable, del que
ella mana como de una fuente de perennes aguas, no frecuenta la compañía de las multitudes
de hombres superficiales, los que acostumbran poner al desnudo los desequilibrios de sus
almas mediante inconsistentes palabras que en ocasiones no se ruborizan de vender a trueque
de vergonzosas ganancias para ataques contra las personas de superior condición. El número
de estas personas es corto, en cambio, ya que la virtud no es muy frecuente hallarla dentro de
la especie mortal.
7
La verdadera gloria o buena fama, la que resulta del mérito personal y tiene por tal el sabio.

11. A la privación de algunos sentidos, y al vivir en esas condiciones, que constituye para
muchísimas personas una muerte prematura por no poder hallar remedio que ponga coto a su
mal, opónenle la sabiduría, la cualidad sobresaliente entre todas las que poseemos, la que abre

4
los ojos de la inteligencia, la que en cuanto a agudeza de visión deja atrás, como suele decirse,
a los ojos del cuerpo total y completamente.8
8
Expresión proverbial tal vez.

12. Porque, mientras los ojos del cuerpo contemplan lo que aparece en la superficie de las
cosas visibles, y necesitan cuando lo hacen de la luz que procede del exterior; la inteligencia,
en cambio, penetra en las profundidades de las cosas materiales observándolas todas a través
de cada una de sus partes, y examina además la naturaleza de las cosas inmateriales, para
cuyo examen los sentidos son impotentes. Encierra ella, en efecto, prácticamente toda la
agudeza de visión del ojo, mas sin necesidad de una luz bastarda,9 pues ella misma es una
estrella, casi una réplica e imagen de los astros del cielo.
9
La luz física o solar, no procedente del que la emplea sino prestada.

13. En cuanto a las enfermedades de los cuerpos, muy poco dañas ellas si el alma está sana. Y
la salud del alma consiste en una buena combinación de sus facultades: la impulsiva,10 la
apetitiva y la racional, con predominio de la racional, la que conduce a las otras dos de las
riendas, como a corceles rebeldes.
10
O colérica.

14. El nombre propio de esta salud es sophrosyne, pues ella trae aparejada la preservación de
uno de nuestros poderes, el de pensar sabiamente.11 A menudo, en efecto, cuando este pensar
corre peligro de ser sumergido por el torrente de las pasiones, ella impide que se precipite en
las profundidades y lo atrae hacia arriba y eleva hacia lo alto reanimándolo e infundiéndole
nueva vida y haciéndolo en cierto modo inmortal.
11
Intraducible juego de palabras, que Platón, seguramente en broma, utiliza en Cratilo 411 e,
emparentando etimológicamente sophrosyne — sensatez, prudencia o moderación, con
sotería phroneín = salvaguardia del pensar.

15. Todas las prescripciones y enseñanzas mencionadas están registradas en muchos lugares
de nuestra legislación, en los que ellas estimulan con la debida blandura a los fáciles de
persuadir, y con suficiente severidad a los rebeldes a la persuasión, para que desprecien las
cosas corporales y exteriores, y considerando que la única meta de la vida es la virtud,
persigan también con ardor todas las demás cosas que conducen a ella.

16. Y por cierto que, si a lo largo de mis anteriores escritos no hubiera expuesto
detalladamente cada una de las normas que conducen a la modestia, procuraría extenderme en
la presente ocasión entrelazando en una sola lista conjunta los preceptos que aparecen
dispersos en distintos lugares. Pero, puesto que he dicho ya cuanto el asunto requiere,
entiendo que está de más volver a mencionarlos.

17. Preciso es que quienes no rehuyen por indiferencia la lectura de los libros que preceden a
éste, y se entregan a ella con empeño, sepan que todo prácticamente cuanto se ha dicho acerca
de la modestia reza también con la valentía, como que es propio de un alma vigorosa,
intrépida y plena de fortaleza el despreciar todas las cosas que la vanidad acostumbra
enaltecer para ruina de la verdadera vida.

18. IV. Tan grande es la preocupación y celo de la ley por ejercitar y preparar al alma para la
valentía, que hasta en lo que a vestidos respecta ha establecido cuáles deben llevarse, pro-
hibiendo categóricamente que el hombre vista un vestido de mujer, a fin de que ninguna

5
huella ni sombra de feminidad se le una para corrupción de su masculinidad.12 Quiere, en
efecto, ajustándose siempre a la naturaleza, establecer reglas apropiadas y concertadas entre sí
hasta en las materias más minúsculas y menos notorias aparentemente en razón de su escasa
importancia.
12
Deut. XXII, 5.

19. Y puesto que veía, como si estuvieran diseñadas sobre una amplia superficie, cuan
diferentes son las características corporales del hombre respecto de las de la mujer, y cómo la
modalidad de vida asignada a una y otra especie no es la misma, pues a una le ha
correspondido la vida doméstica y a la otra la vida política, juzgó que era preciso establecer
normas también en los otros aspectos que no han sido reglados directa» mente por la
naturaleza, sino son invenciones del buen discernimiento, aunque acordes con ella. Estas
normas fueron las relativas a las formas de vida, al vestido y otras cuestiones similares.

20. Porque ha sido el parecer de la ley que también en estos aspectos el hombre de verdad
debe ser varonil, y muy especialmente en sus ropas, las que, por llevarse día y noche, es
preciso que no contengan cosa alguna que dé la impresión de falta de virilidad.13
13
Esta incursión por el campo de la barrera infranqueable que separa lo masculino de lo
femenino entronca con la vinculación etimológica entre andréia = valentía, y anér (genitivo:
andrós) = varón, términos que guardan la misma relación que en latín uirilis = viril, y uir =
varón.

21. Con el mismo criterio, velando también por el decoro apropiado en la mujer, prohibió a
ésta vestir ropas masculinas; lo que en un plano más amplio significa una advertencia contra
los hermafroditas, tanto varones como mujeres, ya que sabía que, lo mismo que en los
edificios, con que se quite una sola de las partes,14 el resto tampoco permanece tal como era.
14
Filón habla, por supuesto, de las antiguas construcciones de piedra o ladrillo, cuya
estabilidad y solidez dependían, mucho más que en los edificios actuales, del perfecto
ensamble de todos los bloques o piezas.

22. V. Pasando a otro punto, digamos que, como los sucesos humanos transcurren dentro de
dos circunstancias: la paz y la guerra, no es dado observar el modo como las virtudes se hallan
presentes en una y en otra. Acerca de las demás virtudes ya se ha hablado anteriormente,15 y
se volverá a hablar si ello fuere necesario; pero en lo que hace a la valentía, es preciso que
ahora nos apliquemos de lleno a su examen. Los efectos de la misma en la esfera de la paz
han sido ponderados en muchos pasajes de su legislación por Moisés, quien siempre ha estado
pronto a aprovechar las oportunidades de hacerlo. Yo, por mi parte, he destacado esos pasajes
en los lugares apropiados.16 Ahora pasaré a describir sus efectos en la guerra. En primer lugar
señalaré lo siguiente.
15
Normalmente Filón se ha referido en numerosas partes de su obra a las virtudes cultivadas
en tiempo de paz. Con todo se ha ocupado de la justicia en la guerra (Sobre las leyes
particulares IV, 219 a 222), de la piedad enmarcada en hechos bélicos (Vida de Moisés I, 305
y ss.) y de la filantropía en las mismas circunstancias (Sobre Abraham 232). Ver la nota 22.
16
Referencia imprecisa que no es dable confirmar a través de la lectura de las obras de Filón
que han llegado hasta nosotros.

23. No piensa el legislador que» cuando se confecciona la lista de reclutamiento, deba convo-
carse a todos los que están en edad militar, sino excluye a algunos estableciendo razonables
motivos para su exención del servicio. Excluye, en primer lugar, a los timoratos y cobardes,
pues éstos habrán de ser víctimas de su innata flaqueza y habrán de comunicar su pavor a los

6
demás combatientes.17
17
Deut. XX, 8.

24. A menudo, en efecto, lo malo de uno se reproduce fielmente en su vecino, sobre todo en la
guerra, en razón de estar confundida la razón por efecto de la angustia, no siendo por ello
capaz de apreciar los hechos con la debida exactitud. En esos momentos es costumbre, en
efecto, llamar precaución a la cobardía, previsión al temor y seguridad a la falta de hombría,
disimulándose bajo la capa de nombres decorosos y de alto significado las actitudes más
vergonzosas.

25. En consecuencia, pues, a fin de que a causa de la cobardía de los que irían a la guerra, no
resulte perjudicada su propia causa ni acrecentada la gloria de los enemigos, triunfantes sobre
despreciables y envilecidos hombres, Moisés, sabiendo que una turba inoperante no es una
ayuda sino no estorbo, excluyó a los temerosos y abatidos por la cobardía, por la misma
razón, a mi parecer, por la que ningún general impone la necesidad de combatir a aquellos que
padecen enfermedades corporales, pues su debilidad les impide hacerlo.

26. La cobardía es también un determinado tipo de enfermedad, más grave que las
enfermedades del cuerpo por cuanto arruina las facultades del alma. Sucede, en efecto, que,
mientras el tiempo crítico de las enfermedades corporales es de corta duración, la cobardía
está consustanciada con el cobarde, integrando su naturaleza tanto o más que las partes del
cuerpo desde la más temprana edad hasta la más avanzada vejez, a menos que Dios llegue a
ponerle remedio; que para Él todo es posible.

27. Por otra parte, tampoco convoca a todos los más osados, aun cuando éstos sean
sumamente viriles tanto de cuerpo como de alma, y deseen adelantarse en el combate e ir
cuanto antes al encuentro del peligro. Si bien alaba en ellos su resolución y el carácter
solidario, diligente e imperturbable que ponen de manifiesto, examina con cuidado si no están
sujetos a ciertas razones de fuerza mayor cuyo imperio los domina.

28. Dice, en efecto, que, si un hombre ha construido recientemente una casa pero no ha tenido
tiempo de establecerse en ella; o si sembró poco antes un viñedo, plantando él personalmente
los sarmientos en la tierra, pero aún no ha tenido oportunidad de recoger sus frutos; o si han
tenido lugar sus esponsales pero todavía no ha desposado a su prometida, quedará libre de
toda obligación militar, alcanzando su seguridad gracias a la humanidad de la ley.18
18
Deut. XX, 5 a 7. Un distinto tratamiento de este pasaje se lee en Sobre la agricultura 148 y
ss.

29. Dos son los propósitos de esto. El primero, evitar que, puesto que los sucesos de las
guerras son inciertos, se queden terceros, sin fatiga alguna, con lo perteneciente a otros que se
han esforzado. Porque lamentable cosa sería, a mi parecer, que un hombre no pudiera disfrutar
de lo que posee, y que uno edificara y otro viviera en su casa; que alguien plantara y quien no
lo hubiera hecho recogiera para sí los frutos; o que alguien escogiera a una doncella para
esposa y la desposara quien no la había escogido. Por lo tanto, no corresponde hacer que se
frustren las esperanzas de los que esperan gozar de felices condiciones de vida.

30. El segundo propósito es evitar asimismo que, mientras combaten con el cuerpo, se queden
éstos rezagados en sus almas, como que en esas circunstancias sus inteligencias no pueden
sino estar concentradas en el intenso deseo de gozar de aquellas cosas que les han sido
arrancadas. Porque, así como los hambrientos o sedientos, si un alimento o bebida aparece

7
ante ellos, se lanzan hacia los mismos y persíguenlos sin volverse atrás, anhelantes por
comerlo o beberla, de igual modo los que se han esforzado en procura de una legítima esposa
ó de una casa o de un terreno, y consideran esperanzados que no está lejos la ocasión de hacer
uso de cada una de esas adquisiciones, si se los priva de disfrutarlas, se agitan de impaciencia,
de modo que, aunque presentes físicamente, no lo están con la parte superior del alma, factor
determinante del feliz resultado de las cosas o del fracaso.

31. VI. Piensa, en consecuencia, el legislador que estos y los que están en situaciones
semejantes no deben ser incluidos en la lista de soldados, y sí aquellos en los que ninguna
pasión ha penetrado ni reside oculta, de modo que con libres y sueltos impulsos afronten sin
titubeos los terribles riesgos. Porque, así como ninguna ventaja reporta una armadura
completa a un cuerpo enfermo y lastimado, el que a causa de su impotencia la dejará caer; del
mismo-modo, acabará arruinado un cuerpo vigoroso si el alma es afligida por una pasión
incompatible con las circunstancias que afronta.

32. Teniendo presentes estas consideraciones, elige Moisés no solo los capitanes, los
generales y los demás jefes del ejército sino también cada uno de los soldados examinando
sus condiciones en lo que respecta a la buena constitución de su cuerpo y la consistencia de su
discernimiento. Acerca del cuerpo indaga si no tiene defectos, si goza de salud todo él en
todos sus elementos, si todas sus partes y todos sus miembros están bien adaptados a las
posiciones y movimientos correspondientes a cada uno; y en lo que hace al alma, si rebosa de
confianza y valor, si no se perturba, si está llena de noble sagacidad, si es celosa de su
reputación, y si prefiere la muerte con gloria a una vida sin honra.

33. Cada una de estas cualidades separadamente constituye, hablando con toda verdad, una
potencia por sí misma; y si se reúnen y combinan, sus poseedores darán pruebas de una fuerza
que por su amplia superioridad resultará irresistible e invencible, y sin efusión de sangre
triunfarán sobre sus enemigos.

34. VII. Clarísima confirmación de lo dicho contienen los sagrados libros.19 Los árabes, cuyo
nombre era antiguamente el de madianitas, son un pueblo numerosísimo. Éstos abrigaban
hostiles disposiciones hacia los hebreos, siendo la principal razón de ello, la veneración y el
honor profesados a la suprema y primaria Causa por los que son porción reservada al Hacedor
y Padre del Universo. Y maquinaron todas las intrigas posibles, y tendieron todas las trampas
a su alcance para apartarlos de la honra debida al único y realmente Existente, y trocar su pie-
dad en impiedad, pues por esta vía pensaban que fácilmente llegarían a dominarlos. Mas,
como a pesar de decir y hacer infinitas cosas resultaron impotentes, maquinaron también la
siguiente estratagema, propia de gente en trance de morir sin esperanza de salvación.
19
Núm. XXV, 1 a 18 y XXXI, 1 a 18.

35. Habiendo congregado a las más hermosas de sus mujeres, les dicen: Veis cuan inmenso es
el número de los hebreos. Pero más temible aún es la fortaleza que eleva contra nosotros su
sentir unánime y el recíproco acuerdo. Y la causa de su sentir unánime es la más elevada y
grande de las causas: su creencia en un único Dios, de la cual, como de una fuente, procede la
recíproca e indisoluble solidaridad que los caracteriza. Pero el hombre es presa fácil para el
placer, y en especial para el placer de las relaciones sexuales con mujeres. Vosotras sois en
extremo agraciadas; la belleza es atrayente por naturaleza, y la juventud fácilmente se
precipita en la incontinencia.

37. No temáis que os tachen de rameras o adúlteras ni penséis que esos nombres habrán de

8
acarrearos vergüenza; oponedles los beneficios que se derivarán de vuestra acción, gracias a
los cuales trocaréis los pasajeros desprecios en una gloria que no envejecerá ni morirá,
porque, si, por una parte, prostituís según todas las apariencias vuestros cuerpos, como
artificio y estratagema contra el enemigo, por otra, conservaréis vírgenes vuestras almas y las
sellaréis con el sello de una castidad que habrá de perpetuarse.

38. Y esta guerra llevará aparejada una gloria sobremanera novedosa en el hecho de que ha
sido llevada a buen término no por obra de los hombres sino de las mujeres. Nuestro sexo, lo
reconocemos, es el que sufrirá una derrota, ya que nuestros oponentes poseen más brillantes
cualidades para todo lo tocante a la guerra; en cambio, el vuestro alcanzará una inigualada y
completa victoria; y, lo que constituye la mayor ventaja, vuestras hazañas no nos acarrearán
peligros, puesto que, con solo ser vistas en la primera aparición, sin derramamiento de sangre,
más aún sin esfuerzo alguno, seréis vencedoras.

39. Cuando esto hubieron oído ellas, mujeres que ni en sueños habían conocido lo que es una
vida pura y estaban en ayunas en cuanto a la recta educación, dieron su conformidad; como
que la modestia de costumbres simulada hasta entonces era solo hipocresía. Y tras aderezarse
con suntuosos vestidos, collares y todos los demás adornos con que es costumbre que la mujer
se engalane, y habiendo logrado gracias a tales diligencias que su natural belleza fuese más
hermosa aún, como que lo que estaba en juego no era cosa de poca monta sino el atrapar a
jóvenes hasta entonces no atrapados, se exhibieron públicamente.

40. Ya cerca, con miradas propias de meretrices, desbordante locuacidad y actitudes y


movimientos licenciosos atraían hacia sus redes a la parte menos inteligente de la juventud, a
cuyo carácter faltábale aplomo y estabilidad. Y después que mediante la deshonra de sus
cuerpos hubieron atrapado las almas de sus amantes, los incitaron a ofrecer a objetos
fabricados por el hombre sacrificios que no eran tales y libaciones que nada tenían que ver
con la paz,20 con lo que los apartaron del servicio del único y verdaderamente existente Dios.
20
Filón juega con los dos sentidos del término spondái — libaciones y también tregua,
armisticio o acuerdo. Aquí el sentido es de libaciones rituales en honor de los dioses
canaaneos; pero tomado en el otro sentido permite compaginar la paradójica antítesis de unas
treguas que no son treguas o algo parecido.

41. Tras hacer esto, dieron la buena noticia a los hombres. Y hubieran atraído a otros de los no
muy firmes, si Dios, el benefactor y proficuo, compadecido de su desgraciada situación, no
los hubiera contenido cuando corrían peligro de ser sumergidos como por un torrente; para lo
cual hizo del temor una advertencia castigando sin demora alguna a los extraviados, que eran
veinticuatro mil.

42. El jefe de nuestra nación, derramando en los oídos de sus gobernados las doctrinas
relativas a la piedad y moviendo con ellas sus almas, seleccionó y alistó de cada tribu mil
hombres de los de mejores condiciones, con la intención de exigir cuentas por la treta
maquinada por los enemigos a través de sus mujeres con la esperanza de aniquilar a todo
nuestro pueblo derribándolo desde las cimas de la piedad; aunque solo pudieron hacerlo con
los ya señalados.

43. VIII. Los reclutados para las formaciones de combate, que constituían un corto número
entre muchas miríadas de hombres, uniendo la experiencia al valor, como si cada combatiente
equivaliera él solo a un cuerpo de tropas y despreciando el peligro, atacaron en compacta
falange, y mataron a cuantos hallaban a su paso, abriendo brechas en las apretadas formacio-

9
nes de tropas y en todas las reservas destinadas a llenar los claros en las filas, al punto de que
al primer ataque aniquilaron a muchas miríadas y no dejaron con vida a ninguno de los del
ejército enemigo. También mataron a las mujeres que habían cooperado en los impíos
designios de los hombres; pero perdonaron la vida a las doncellas compadecidos de su
inocente juventud.

44. Y con ser de tal magnitud la guerra que habían librado con próspero suceso, no perdieron
ni un solo hombre de los suyos, y retornaron sin heridas ni mutilaciones todos tal cual habían
partido para la batalla, o más bien, si hemos de ajustamos a la verdad, con duplicada fuerza,
pues la fuerza que les sobrevino de la alegría de la victoria no era inferior a la que ya poseían
antes.

45. El origen de todo esto no fue otro que el celo por emprender con arrojo la lucha en
defensa de la piedad, lucha en la cual también combate por ella Dios, auxiliar invencible, que
inspira a los entendimientos excelentes consejos y fortalece los cuerpos infundiéndoles
inmenso vigor.

46. La prueba de esa Divina alianza es el hecho de que muchas miríadas de hombres fueron
aniquiladas por unos pocos, y de que, mientras ninguno de los enemigos escapó, ninguno de
los amigos fue muerte, y no experimentaron éstos menoscabo alguno en su número o en su
fuerza corporal.

47. De allí que en las exhortaciones 21 diga Moisés: Si tú cultivas la justicia, la santidad y las
otras virtudes, vivirás una vida libre de guerras y pacífica totalmente, y si sobreviniere una
guerra, fácilmente te impondrás a tus enemigos bajo el invencible mando de Dios, quien toma
a Su cuidado el salvar a los buenos con todo Su poder.
21
Nombre con el que Filón suele designar al Deuteronomio. Lo que sigue es una libre
paráfrasis de Deut. XXVIII, 1, 2 y 7 y en parte de Lev. XXVI, 5. Ver Sobre la huida y el
hallazgo 170, y Sobre los premios y los castigo 93.

48. Por eso, aun cuando te atacare un bien armado ejército de muchas miríadas de infantes y
jinetes juntos; o si éstos, habiéndose apoderado anticipadamente de lugares fortificados
difíciles de tomar, llegaren a dominar la región; o si estuvieren provistos de inagotables
recursos, no te dejes dominar por el pánico ni los temas, aunque carecieres de todos los
medios de que aquellos disponen sobradamente, es decir, aliados, armas, posiciones
favorables y pertrechos.

49. Porque, al igual que un barco repleto de toda suerte de bienes, a menudo esas ventajas son
derribadas y destruidas de improviso por ráfagas de viento; mientras que a los modestos y
pobres, Dios, así como envía la lluvia y la nieve a las espigas ya rugosas por la sequedad y la
falta de lluvias, les proporciona Sus salvadoras potencias para que revivan y alcancen la
madurez plena de sus frutos.

50. De lo que resulta evidente que es preciso abrazar la causa de la justicia y la santidad, pues
suma felicidad es la de aquellos de los que Dios es amigo; y extrema la desdicha de aquellos
de los que es enemigo. Y sobre la piedad ya es suficiente por ahora todo lo que se ha dicho.

SOBRE LA HUMANIDAD O FILANTROPÍA 22


22
La referencia a la piedad que Filón hace al comenzar esta parte de su tratado parece sugerir

10
que después de la primera, que versa sobre la valentía, existió una segunda referida a la
piedad, con lo que la que ahora comienza sería la tercera, no la segunda.
A fin de ubicar exactamente al lector en los problemas tocantes a la composición o
disposición de las partes de la presente obra de Filón es haberse ocupado en otro lugar de ellas
de un modo especial, lo que hace suponer con todo fundamento la existencia de sendos
estudios, hoy per preciso señalar que el esquema o clasificación de las virtudes a que se atiene
incluye las cuatro virtudes fundamentales del platonismo y el estoicismo: sabiduría (o
prudencia o sensatez), justicia, valentía (o fortaleza) y templanza (o temperancia o
autodominio), más otras dos que agrega Filón por su propia cuenta: la piedad y la humanidad
o filantropía, que, como se verá a lo largo de la parte correspondiente del tratado, consiste más
bien en lo que nosotros llamamos benevolencia o caridad hacia el prójimo.
De estas seis virtudes fundamentales, la justicia está tratada en la parte final (132 a 238) de
Sobre las leyes particulares IV. La valentía y la humanidad constituyen el contenido de las
dos primeras partes conservadas de Sobre las virtudes. De las tres restantes: sabiduría,
templanza y piedad, i o nos ha quedado ningún estudio especial. Filón asegura en el parágrafo
22 del presente tratado y en el 135 de Sobre las leyes particulares IV (falta texto) didos.
Precisamente, uno de ellos, el referido a la piedad, habría ocupado el segundo lugar en la serie
de virtudes consideradas en el presente tratado. En cuanto a las dos virtudes secundarias, el
arrepentimiento (o penitencia) y la nobleza, que en la edición Colson, que seguimos, aparecen
incluidas en Sobre las virtudes, es preciso aclarar que, si bien no se advierte una conexión
terminantemente clara con el resto del tratado, puede aceptarse su colocación sin entrar a
discurrir sobre las laboriosas hipótesis y variantes que han ocupado a los eruditos.

51. IX. A continuación nuestro examen ha de versar sobre la humanidad, la virtud más
estrechamente emparentada con la piedad, verdadera hermana y gemela de ella. El profeta
legislador, que la amó como no sé sí la ha amado otro hombre pues sabía que es una ruta, un
verdadero camino real que conduce hacia la santidad, animaba y ejercitaba para la solidaridad
a todos los que estaban bajo su mando, habiendo erigido la estela de su propia vida como un
ejemplar diseño para que fuera un hermoso modelo.

52. Es cierto que cuanto él llevó a cabo desde sus tempranos años hasta la vejez para cuidado
y protección de cada hombre en particular y de todos ellos en general ha sido expuesto
anteriormente en dos tratados que ha escrito acerca de la vida de Moisés; pero vale la pena
que recordemos uno o dos felices sucesos de las postrimerías de su existencia, ya que ellos
constituyen pruebas de la constante e ininterrumpida nobleza de vida que él imprimió con
nítidos rasgos en su alma, en la que estaba impreso el sello de Dios.

53. Cuando el plazo de su vida mortal estaba a punto de llegar a su término, y por claras
revelaciones conoció que habría de partir de este mundo, no imitó a ninguno de los otros
monarcas o simples particulares, cuya única preocupación y aspiración es dejar como
herederos a sus hijos; y no obstante que había llegado a ser padre de dos, a ninguno de ellos le
legó el mando dejándose vencer por el afecto hacia su familia y por la preferencia que sentía
por los suyos; aun cuando, incluso en el caso de que abrigara desconfianza respecto de los
méritos de sus hijos, no le faltaban sobrinos de nobles cualidades, los que habían recibido el
sumo sacerdocio como premio por su virtud.

54. Quizá pensó que no era justo apartarlos del servicio de Dios, o también, como era
razonable, consideró que era imposible que éstos pudieran desempeñar con eficacia ambas
funciones: el sacerdocio y el mando supremo, de los que el primero obliga al servicio de Dios,
y el segundo a velar por los hombres. Quizás, también, pensó que no correspondía que él

11
mismo se constituyera en juez de un asunto de tal importancia; y que juzgar si alguien estaba
bien dotado por naturaleza para el mando era cometido de suma trascendencia, casi exclusivo
del poder de Dios, pues solo ese poder es capaz de conocer a fondo el carácter de un hombre.

55. X. Clarísima prueba de lo que digo podría ser esta. Tenía un amigo al que casi desde la
infancia había conocido íntimamente, llamado Josué. La amistad entre ambos no se había
originado en ninguna de las razones habituales entre amigos sino en un celestial amor, sin
límites y realmente Divino, del cual procede toda virtud. Este amigo compartía su morada y
sus habituales actividades, excepto en las ocasiones en que le fue impuesta la soledad y bajo
los efectos de la Divina posesión recibía las revelaciones. Prestábale además todos los
restantes servicios en un nivel distinto del de la gente común, siendo poco menos que su
lugarteniente y colega en la administración de los asuntos de gobierno.

56. Y sin embargo Moisés, no obstante haber recibido desde mucho tiempo atrás acabadas
pruebas de la excelencia del mismo, tanto en las palabras como en las obras, y, lo que es más
importante de todo, de sus sentimientos para con la nación, tampoco a éste pensó que corres-
pondía dejar como sucesor, temeroso quizá de haberse equivocado juzgando que era un
hombre de mérito sin que realmente lo fuera, ya que los criterios en que se fundan los juicios
humanos son confusos e inciertos por naturaleza.

57. En consecuencia, no teniendo confianza en sí mismo, invocó y suplicó a Dios, quien ve lo


que ocurre en la invisible alma y es el único a quien es dado examinar la inteligencia a la
perfección, que escogiese por sus méritos al más apto para el mando, a fin de que, como un
padre, velase por sus gobernados. Y habiendo extendido hacia el cielo sus puras, sus vírgenes
manos, como cabría decir figuradamente, dijo:23
23
Núm. XXVII, 16 y 17.

[58] "Escoja el Señor, el Dios de los espíritus y de toda carne, un hombre para ponerlo al
frente de la multitud, un pastor para su cuidado y protección, que la conduzca
irreprochablemente a fin de que la nación no vaya hacia su ruina como un rebaño disperso que
no tiene quien lo guíe".

59. ¿Quién, en verdad, de los que en aquella ocasión escuchaban esta súplica no se hubiera
llenado de asombro y dicho ?. Moisés: ¿Qué estás diciendo, señor? ¿Acaso no tienes hijos
legítimos; no tienes además sobrinos? Deja el mando en primer lugar a tus hijos, que ellos
gozan de precedencia por naturaleza; y si los descartas a ellos, déjalo a tus sobrinos al menos.

60. Y si también a éstos los consideras ineptos, pensando primero en la nación y después en
tus íntimos parientes y allegados, tienes, sin embargo, un amigo irreprochable que te tiene
dadas pruebas de perfecta virtud a ti, que eres sapientísimo. ¿Por qué, si la elección no
obedece a razones de parentesco sino a la excelencia de vida, piensas que no merece tu
aprobación?

61. Pero Moisés le hubiera replicado: Es ley Divina el que tengamos a Dios por juez, de todas
las cosas, y especialmente de las importantes, en las cuales la decisión entre lo bueno y lo
malo lleva aparejada la felicidad o, a la inversa, la desdicha de multitudes inmensas. Y no hay
cosa más importante que el gobierno, al cual están confiados todos los asuntos de las ciudades
y países, así en la paz como en la guerra. Porque, así como para una feliz navegación es
necesario un piloto capaz por su discernimiento y saber, de la misma manera para que las
leyes y la justicia imperen sobre los gobernados de todas partes es necesario un gobernante

12
pleno de sabiduría.

62. Pero, existiendo la sabiduría no solo desde antes de mi nacimiento sino desde antes del
nacimiento del mundo entero, no es lícito ni posible que ella sea juzgada por otros que no
sean Dios y aquellos que la aman con un amor sin tacha, puro y genuino.

63. Mi propia experiencia me ha enseñado a no juzgar y escoger para el ejercicio del mando a
ningún otro entre los que parecen poseer la capacidad requerida. No fui yo, en efecto, quien
por mi propio deseo me escogí para velar por los comunes intereses y presidirlos, ni llegué a
tal función por haber sido elegido para ella por algún otro hombre; y cuando Dios me lo
anunció mediante claros oráculos y meridianas predicciones y me ordenó asumir el mando,
retrocedía suplicando y rogando en vista de la magnitud de la empresa, hasta que, habiendo Él
repetido muchas veces Su mandato, obedecí pese a mi temor.

64. ¿Cómo, entonces, no resultaría absurdo el no seguir los mismos pasos, y habiendo tenido a
Dios por examinador cuando me aguardaba la asunción del mando, no dejar otra vez la
elección de mi sucesor a cargo solo de El? Bueno es que en esto no intervenga el humano
entendimiento, que está más ligado a las apariencias que a la verdad; sobre todo, porque la
que el elegido habrá de presidir no es una nación cualquiera sino la más populosa de todas en
todas partes, a la que se ha prescripto la más excelsa de todas las profesiones: la de suplicar al
Que Es, al Hacedor y Padre del universo.

65. Lo que los discípulos de la más: ilustre de las filosofías alcanzan merced a su estudio, eso
alcanzan gracias a sus leyes y costumbres los judíos: el conocimiento de la Causa suprema y
primera de todas las cosas, y el rechazo del extravío que encierran los dioses creados. Porque
ningún ser creado es dios de verdad, sino solo en apariencias, ya que carece de la condición
más esencial: la eternidad.

66. XI. Esta es la primera prueba clarísima de la humanidad y probidad de Moisés para con
todos sus compatriotas; pero hay otra, no inferior a la mencionada. En efecto, cuando su
discípulo Josué, imitador de aquellas costumbres suyas, tan dignas de ser amadas, fue juzgado
merecedor del mando por Divina decisión, basada en sus elevados méritos, él no se sintió
abatido, como lo hubiera estado cualquier otro, por el hecho de que sus hijos o sus sobrinos no
hubieran sido escogidos.

67. Por el contrario, dominado por una indecible alegría, viendo que la nación habría de
contar con un tutor excelente en todos los sentidos, pues sabía que quien es grato a Dios no
puede sino ser noble y bueno, tomó la diestra de Josué y lo condujo ante la multitud
congregada.34 No sentía temor respecto de su propia muerte, antes bien agregaba a las pasadas
alegrías otras nuevas,, no solo por el recuerdo de las antiguas dichas, con las que habíase
deleitado hasta la saciedad a través del cultivo de cada una de las especies de la virtud; sino
además por la esperanza, de una futura inmortalidad después de su tránsito de la vida
perecedera a la imperecedera. Y así, con alegría en los ojos a causa de la felicidad de su alma,
dijo radiante de júbilo:
34
Núm. XXVII, 22 y 23.

68. Ha llegado el momento de que yo parta de esta vida dentro del cuerpo; aquí tenéis un
sucesor, escogido por Dios para que vele por vosotros. Acto seguido expuso los oráculos en
los que se revelaba la aprobación Divina, oráculos que ellos tuvieron por dignos de fe.

13
69. Y habiendo vuelto su mirada hacia Josué, lo exhortó a conducirse noble y virilmente y a
obrar con mucha energía en las decisiones prudentes, forjando buenos proyectos y llevando a
feliz término con firmes y sólidos cálculos lo resuelto.25 Y esto lo dijo, seguramente, no
porque Josué tuviera necesidad de exhortaciones, sino porque Moisés no ocultaba su
sentimiento dé afecto hacia su amigo y de amor hacia su nación, sentimiento que, como un
aguijón, lo movía a hacer público lo que consideraba provechoso.
25
Deut. XXXI, 7 y 23.

70. Además un oráculo le había prescripto exhortar a su sucesor y engendrar en él el máximo


de confianza para la función de velar por la nación sin temer el peso del gobierno, a fin de que
ello viniera a convertirse en norma y ley para todos los futuros gobernantes, los cuales verían
en el legislador al modelo y arquetipo, y ninguno de ellos se negaría a dar buenos consejos a
sus sucesores, sino prepararían y ejercitarían todos a las almas de éstos con directivas y
exhortaciones.

71. Porque la exhortación del hombre meritorio puede servir de estímulo a los de ánimo
abatido, y elevarlos hacia lo alto infundiéndoles un espíritu enérgico e imperturbable, de
modo que se hallen situados por sobre las circunstancias y los acontecimientos.

72. Después de manifestar a sus gobernados y al heredero de sus poderes cuanto correspondía,
comenzó Moisés a alabar a Dios en un himno,26 en el que Le dirigía la última acción de
gracias de su vida en el cuerpo por los dones novedosos y desacostumbrados con que desde su
nacimiento hasta su vejez lo había beneficiado.
26
Filón resume aquí el texto de Deut. XXXII, 1 a 43.

73. Y habiendo convocado una Divina asamblea de los elementos del universo y de las partes
del mundo que más cosas abarcan, vale decir, la tierra y el cielo, morada aquélla de seres
mortales y residencia éste de seres inmortales; rodeado de ellos iba componiendo sus cánticos,
empleando cada una de las especies de la armonía y de la melodía, para que los escucharan
tanto los hombres como los ángeles al servicio de Dios.

74. Los hombres, como discípulos, para aprender aquella lección de una tal disposición de
gratitud; los ángeles, como supervisores, observando con la experiencia que les es propia 27 si
algo discordante había en el canto; y al mismo tiempo sin poder creer que un hombre, que
estaba aprisionado en un cuerpo mortal, pudiera tener, como el sol, la luna y el sacratísimo
coro de los demás astros, el alma llena de deliciosa música, y armonizar con el Divino
instrumento que son el cielo y el mundo todo.
27
En música.

75. Situado en medio de los miembros del celeste coro, el sagrado revelador mezcló en sus
cánticos de acción de gracias a Dios sus genuinos sentimientos de afecto hacia la nación, en
los que se juntaban a los reproches por sus pasadas faltas las advertencias y correcciones para
la presente ocasión, y las exhortaciones para el futuro, llenas de promisorias esperanzas, a las
que necesariamente habría de seguir un feliz cumplimiento.

76. XII. Cuando hubo acabado sus cánticos, en los que se entrelazaban, por así decir, la
piedad y la humanidad, comenzó su tránsito desde la vida mortal a la existencia sin término, y
poco a poco fue percibiendo la separación de los elementos de que estaba compuesto. El
cuerpo que, a la manera de una concha, lo envolvía, desaparecía en torno de él; en tanto que
su alma desnudábase de aquel, deseosa de cumplir su natural migración desde este mundo.

14
77. Luego, realizados ya los preparativos para su partida, antes de emprender el camino hacia
su nueva residencia honró a cada una de las doce tribus de la nación mencionando el nombre
de sus fundadores y formulando votos apropiados para cada una. Hemos de confiar en que
éstos se verán cumplidos, pues el que los formuló era amigo de Dios, quien ama a los
hombres, y las súplicas eran por quienes pertenecen a una noble estirpe y ocupan la más
elevada jerarquía en la hueste que milita bajo las órdenes del Hacedor y Padre de todas las
cosas.

78. [Además tales votos eran por bienes verdaderos, para que dispusiesen de éstos no solo en
la vida mortal, sino muchos más cuando el alma llegara a verse libre de la atadura de la carne]
28
28
Razones de orden gramatical y estilístico, e incluso de sentido, hacen pensar que las líneas
entre corchetes corresponden a un pasaje interpolado en el primitivo texto filoniano.

79. Porque solo Moisés, evidentemente, concibió la idea de que toda nuestra nación posee
desde un principio el más estrecho parentesco con las cosas Divinas, parentesco mucho más
genuino que el de la sangre; y por tal razón la declaró heredera de todos los bienes que caben
en la humana naturaleza. De estos bienes los que él mismo poseía se apresuró a brindárselos;
y los que no había adquirido suplicó a Dios que se los concediera, seguro de que las fuentes
de gracias que de Él proceden, aunque son perennes, no están abiertas para todos sino solo
para los que suplican. Y suplicantes son los que aman la vida virtuosa, aquellos a los que es
dado extraer el agua de las sacratísimas fuentes para apagar su ser de sabiduría.

80. XIII. Quedan, pues, señaladas las pruebas de la humanidad y el espíritu solidario del
legislador, cualidad que poseía por un privilegio de su noble naturaleza y además gracias a las
enseñanzas que le brindaron los sagrados oráculos. Pero hemos de referirnos ahora a las
prescripciones que dictó para la posteridad; si no a todas, que no sería cosa fácil, al menos a
las que guardan más estrecho parentesco y afinidad con su manera de pensar.

81. No solo, en efecto, estableció la dulzura y la gentileza como fundamento de las mutuas
relaciones entre los hombres, sino derramólas abundantemente con generoso espíritu,
haciéndolas llegar también a las distintas especies de animales irracionales y a las distintas
clases de árboles cultivados. He de hablar en el correspondiente orden de las normas que
estableció acerca de cada uno de ellos, comenzando por las relativas a los hombres.

82. XIV. Prohíbe prestar dinero a interés a un hermano, término con el que designa no solo al
que ha nacido de los mismos padres sino también al que es conciudadano suyo y de la misma
raza.29 Es que entiende que no es justo obtener ganancias producidas por el dinero, como se
obtienen crías de los rebaños.
29
Éx. XXII, 25; Lev. XXV, 36 y 37; Deut. XXIII, 19. Ver Sobre las leyes particulares II, 74
y ss.

83. Y prescribe que nadie tome esta prohibición para retraerse y mostrarse remiso en ofrecer
dinero, sino por el contrario, que cada uno ayude desinteresadamente lo más que pueda a los
necesitados con mano generosa y espíritu magnánimo, reflexionando que también un
beneficio desinteresado es en cierto modo un préstamo a interés que le será restituido en
mejor ocasión por el que lo recibió, con voluntaria determinación, sin que; nada lo fuerce a
ello. Mas, si alguien no quisiere regalar nada, al menos debe prestar con la mayor diligencia y
buena voluntad sin esperar recibir en el futuro nada fuera de la suma prestada.

15
84. De esa manera ni los pobres habrán de llegar a una mayor indigencia aún, por forzárseles
a pagar más de lo que han recibido; ni los que facilitan el dinero se verán perjudicados, aun
cuando solo recobren lo que han dado liberalmente. Aunque, en realidad, no solo eso
obtendrán, pues junto con la suma original recibirán, a cambio de las rentas que no
consideraron justo aceptar, las cosas más excelentes y estimables que existen entre los
hombres, a saber: dulzura, solidaridad, bondad, magnanimidad, buena reputación y prestigio.
¿Y qué adquisición puede equipararse con ellas?

85. Mas aún, incluso el gran rey30 aparecería como el más pobre de los hombres en compa-
ración con una sola de estas virtudes; porque su riqueza carece de alma y está enterrada en
depósitos y en cavidades de la tierra en tanto que la riqueza de la virtud reside en la parte
rectora del alma,31 y participan de ella la región más pura de cuantas existen, el cielo, y el
Padre de todas las cosas, Dios. Además, ¿hemos de conceder estima alguna a esa pobreza en
medio de la abundancia, propia de los prestamistas y usureros rapaces, de los que parecen ser
reyes dueños de inmensas cantidades de oro pero ni siquiera en sueños han visto a la riqueza
que no es ciega?
30
El rey de Persia.
31
La inteligencia.

86. Mas existen quienes han llegado a tal exceso de ruindad, que, cuando carecen de dinero,
prestan a interés alimentos con la condición de recibir mayores cantidades que las que
entregaron.32 Por cierto que se apresurarán éstos a proporcionar alimentos a los suplicantes,
pero preparando el hambre en medio de la prosperidad y abundancia, obteniendo ganancias a
expensas de la penuria del estómago de hombres desventurados, y poco menos que pesando
los alimentos y bebidas en una balanza temerosos de cargar demasiado el platillo.
32
Al encontrar a tales usureros Filón tiene presente la prohibición de Lev. XXV, 37 en tal
sentido.

87. El legislador prescribe, pues, categóricamente a los que han de ser miembros de su
sagrada comunidad el descartar tales procedimientos de lucro, porque estas prácticas son
propias de un alma servil y sórdida en extremo, que ha trocado en salvajismo y naturaleza
bestial sus cualidades.

88. XV. Uno de los preceptos que tienden a fomentar el sentimiento de humanidad es también
aquel que establece la obligación de pagar el salario del pobre en el mismo día,33 no solo
porque es justo que quien ha brindado el servicio para el que fue comprometido reciba sin
demora alguna la paga por él, sino también porque el trabajador manual o el transportador de
cargas, que sufren en todo su cuerpo como una bestia de carga, vive al día, como dicen
algunos, y tiene depositada su esperanza en el salario. Si puede cobrarlo de inmediato se
siente dichoso y pleno de vigor para trabajar al día siguiente con renovado empeño; si no
puede irse con él, en cambio, además de sentirse sumamente deprimido, la angustia agota sus
nervios y queda abatido al punto de que resulta impotente para salir al encuentro de sus tareas
habituales.
33
Lev. XIX, 13 y Deut. XXIV, 14 y 15. Ver Sobre las leyes particulares IV, 195.

89. XVI. Además, dice,34 un acreedor no debe penetrar en las casas de sus deudores para
tomar por la fuerza la garantía o prenda del préstamo; y ha de permanecer, en cambio, afuera
de pie ante la puerta, y reclamar cortésmente que la traigan. Y los deudores, si la tuvieren, no
se rehusarán, puesto que, así como el acreedor no debe abusar de su poder para tratar con

16
demasiada arrogancia y desconsideración a los que han recibido préstamos, corresponde que
éstos entreguen las debidas garantías para que no se les olvide devolver lo ajeno.
34
Deut. XXIV, 10 y 11.

90. XVII. ¿Y quién, ciertamente, puede no admirar la prescripción relativa a los segadores y
los vendimiadores? 35 Manda ella que en la época de la cosecha no se recoja lo que cae de las
espigas ni se siegue la totalidad de los sembrados, sino se deje una parte del terreno sin cortar.
De esta manera el legislador logra que los de abundantes recursos se tornen magnánimos y
generosos mediante la renuncia a algunos de sus bienes, al no apetecer ávidamente la totalidad
de lo sembrado ni reunirlo y llevárselo todo a su casa para guardarlo como un tesoro; y al
mismo tiempo, infunde mayor ánimo a los pobres, puesto que, como estos carecen de terrenos
propios, les permite penetrar en los de sus compatriotas y recoger de los frutos que aún
quedan, como si les pertenecieran.
35
Lev. XIX, 9 y XXIII, 22.

91. Asimismo prescribe que en la estación otoñal los propietarios de terrenos, cuando llevan a
cabo la recolección de los frutos, no recojan los granos de uva caídos y se abstengan de la
rebusca en los viñedos.36 Idéntico mandato prescribe a los que cosechan aceitunas,37
procediendo en ello como un amantísimo y justiciero padre de hijos cuyas situaciones
económicas no son las mismas, sino viven unos en la abundancia en tanto que otros han
venido a parar en la más extrema pobreza; y como siente piedad y compasión por estos
últimos, los invita a participar de los bienes de sus hermanos como si fueran propios, sin que
ello implique vergüenza alguna; solamente para remediar su indigencia y hacerlos partícipes
no solo de los frutos sino también, a lo que parece, de las fincas.
36
Lev. XIX, 10.
37
Deut. XXIV, 20.

92. Hay, empero, quienes tienen manchadas sus inteligencias y, consumidos por su afán de
lucro, hacen deseada forma de obtener ganancia una cuestión de vida o muerte, sin tener en
cuenta la procedencia de aquella, al punto de que llevan a cabo la rebusca en los viñedos y
olivares, y realizan una segunda recolección en la tierra productora de cebada y de trigo, con
lo cual se hacen culpables de una servil y grosera mezquindad y de impiedad al mismo
tiempo.

93. Porque con muy poco han contribuido ellos al cultivo de los campos; ya que es la
naturaleza la que aporta la mayor parte de cuanto es necesario para la fertilidad y abundancia
de frutos, vale decir: las oportunas lluvias, las buenas temperaturas, los suaves rocíos,
nodrizas constantes de las plantas en crecimiento, las sumamente vivificantes brisas y las
llegadas de las estaciones anuales, jamás perjudiciales, de suerte que ni el verano resulta
abrasador en exceso ni el frío riguroso en demasía ni las variantes primaverales y otoñales
dañosas para los productos.

94. Mas, con todo, aunque saben esto y ven siempre a la naturaleza levando a buen término su
obra y dispensando sus ricos dones, se atreven a atribuirse a sí mismos los beneficios que ella
procura; y como si ellos fueran los autores de todas esas cosas, se rehusan a dar participación
en ninguna de ellas a nadie, procediendo inhumana e impíamente a la vez. A éstos, dado que
por propia decisión no encaminan sus esfuerzos al logro de la virtud, el legislador enrostra por
su mala voluntad, y exhorta y llama a la reflexión, mediante santas leyes, que el hombre de
bien acata de buen grado y el ruin contra su voluntad.

17
95. XVIII. Mandan las leyes apartar en calidad de primicias para los sacerdotes la décima
parte del trigo, del vino, del aceite, de los rebaños y de las lanas;38 llevar de los productos
otoñales de los campos y de los otros frutos de los árboles cantidades proporcionales a lo
obtenido en cestas repletas, entonando himnos compuestos en honor de Dios, que los sagrados
libros han registrado y perpetuado;39 y además no incluir en los rebaños como animales
propios a los primogénitos de las vacas, de los corderos y de las cabras,40 sino considerar que
también éstos son primicias. El objeto de estas prescripciones es que, acostumbrados, por una
parte, a honrar a Dios; y por otra, a no buscar el provecho en todas las cosas, nos adornemos
con esas soberanas virtudes que son la piedad y la humanidad.
38
Núm. XVIII, 12 y Deut. XVIII, 4. Ver Sobre las leyes particulares I, 132 y ss. y IV, 99.
39
Deut. XXVI, 1 a 11. Ver Sobre las leyes particulares II, 215 a 220.
40
Núm. XVIII, 15 y 17.

96. Si vieres, dice además la ley, una acémila perteneciente a alguno de tus familiares o
amigos o, en general, a una persona de tu conocimiento, errante en un lugar desierto, llévasela
y devuélvesela;41 y si se diere el caso de que su dueño estuviere ausente lejos, cuídala junto
con tus propios animales hasta que, ya de vuelta, pueda recibirla como si se tratara de un
depósito, que él no te ha confiado pero que tú, habiéndolo hallado, se lo devuelves
personalmente movido por un natural sentimiento de buen vecino.42
41
Deut. XXII, 1.
42
Deut. XXII, 2.

97. XIX. ¿Y no son bienhechoras y humanitarias las prescripciones de la ley relativas al


séptimo año, en cuyo transcurso la tierra debe ser dejada libre de toda labor, y los pobres
pueden penetrar sin temor en los terrenos de los ricos para recoger el fruto madurado sin
haber sido cultivado, como don de la naturaleza? 43
43
Éx. XXIII, 10 y 11 y Lev. XXV, 3 y ss. Ver Sobre las leyes particulares II, 86 a 109.

98. Durante seis años, dicen ellas, los propietarios disfrutarán de los productos por su
condición de dueños de las propiedades y por los trabajos, realizados en la tierra, pero durante
un solo año, el séptimo, en el que ninguna de las labores agrícolas se lleva a cabo, los
usufructuarán quienes ni son propietarios ni poseen dinero. Sería injusto, en efecto, que unos
fueran los que trabajaran y otros los que recogieran los frutos. Pero el propósito es que, puesto
que los campos han sido dejados en cierta macera sin dueños, sin que se haya efectuado labor
agrícola alguna, esos gratuitos dones que de Dios proceden se encuentren, íntegros y
completos, a disposición de los que tienen necesidad de ellos.

99. ¿Y qué es lo que determinan todas las prescripciones acerca del año cincuenta? ¿Acaso no
encierran ellas una humanidad fuera de lo común? ¿Quién no estará de acuerdo en esto si es
del número de los que no se han limitado a saborear la legislación con la punta de los labios,
sino de los que se han deleitado y regalado largo y tendido con sus gratísimas y, a la vez,
nobilísimas enseñanzas? 100. Imponen esas disposiciones lo mismo que rige también para el
séptimo año, pero agregan algo más importante: la recuperación de las propiedades personales
que a causa de circunstancias contrarias a la voluntad se han cedido a otros.44 Ni permite, en
efecto, la ley que se posea con carácter absoluto lo que es pertenencia ajena; con lo que
obstruye los caminos que conducen a la ambición, en su empeño por contener al insidioso
deseo, causa de todos los males; ni ha considerado justo que los poseedores originales se vean
privados de sus patrimonios para siempre, pagando con ello la pena por una indigencia que no
es lícito castigar sino forzoso compadecer.
44
Lev. XXV, 8 y ss. Ver Sobre las leyes particulares II, 111 y ss.

18
101. Existen, aparte de éstas, otras innumerables prescripciones particulares bienhechoras y
humanitarias concernientes a las relaciones entre connacionales. Pero sobre ellas he insistido
suficientemente en los anteriores tratados, por lo que me conformaré con las que acabo de
mencionar, que he insertado aquí a título de ejemplos por venir al caso.

102. XX. Dictadas las leyes relativas a los miembros de la misma nación, entiende el
legislador que también los de origen extranjero deben ser tenidos por dignos de toda
consideración, puesto que han abandonado a sus familiares, a los que los unían vínculos de
sangre, su patria, sus costumbres, sus templos y las imágenes de sus dioses, las dignidades y
las distinciones, y han emprendido el camino de una noble emigración, aquella que va desde
las invenciones de las fábulas hasta la clara visión de la verdad y la veneración del único y
verdaderamente existente Dios.45
45
Ver Sobre las leyes particulares IV, 178. De las características que atribuye a la condición
de estos extranjeros se advierte que Filón está pensando en extranjeros afincados conversos al
judaísmo, no en simples extranjeros residentes ocasionales o metecos. En el parágrafo 182
caracteriza claramente a los epelytai como conversos.
Sin embargo, por lo expresado en Lev. XIX, 33 y 34, donde se lee que los judíos también
fueron prosélytoi o epelytai en Egipto, se advierte que la ley mosaica se refiere a no conversos
sino a extranjeros residentes en general.

103. Manda, en consecuencia, a los miembros de la nación amar a los de origen extranjero, no
solo como a amigos y parientes, sino como a sí mismos, tanto en lo que atañe al cuerpo como
en lo que hace al alma, obrando a la par de ellos en defensa de los comunes intereses hasta
donde ello es posible; en el plano de la inteligencia, compartiendo sus penas y alegrías, de
modo que parezcan ser partes separadas de un solo ser viviente, a las que concierta y une en
una común naturaleza la solidaridad que él contiene.

104. Y no es el caso de ponerse ahora a hablar de los alimentos, las bebidas, el vestido y todas
las demás cosas tocantes a la vida diaria y los usos indispensables, que la ley concede a los de
origen extranjero, y han de garantizar los nativos del país; cosas todas ellas ajustadas por
cierto a las leyes que versan sobre la favorable disposición propia de quien ama al venido del
extranjero tanto como a sí mismo.

105. XXI. Y así, ampliando el campo en el que se manifiesta la natural influencia del
sentimiento de humanidad, va más allá y establece normas también acerca de los extranjeros
residentes.46 Considera la ley que aquellos que por obra de las circunstancias se han
convertido en emigrantes deben tributar determinada honra a quienes los han acogido; una
honra plena si éstos los han tratado bien mostrándose hospitalarios; una más moderada si nada
les han proporcionado excepto la admisión; que el echar anclas en un país completamente
extraño, y aún el mero hecho de pisar suelo extranjero es por sí solo un sobrado regalo para
aquellos a los que no les es posible habitar el propio país.
46
Aquí se refiere Filón a los extranjeros residentes ocasionales o metecos, no convertidos a la
religión mosaica, a los que distingue de los conversos, basado tal vez en Deut. XXIII.

106. Mas, sobrepasando los límites de la equidad misma, considera Moisés que es preciso no
guardar rencor a aquellos que, si bien acogen a los extranjeros, los tratan luego duramente,
pues si no en los hechos, al menos de nombre son humanitarios. Y así manifiesta sin ambages:
"No abomines al egipcio, pues tú fuiste extranjero residente en Egipto".47
47
Deut. XXIII, 7.

19
107. Y sin embargo, ¿hay algún daño que dejaran de infligir los egipcios a nuestra nación,
cuando combinaban viejos atropellos con nuevos, mediante insidias incesantemente
renovadas para dar rienda suelta a su crueldad? No obstante ello, como al principio la
acogieron sin cerrarle las puertas de sus ciudades ni hacer de su país un lugar inaccesible para
los que llegaban, les corresponde, dice, como privilegio por esa acogida, un trato propio de
amigos.

108. Y si algunos de ellos quisieren pasar a formar parte de la comunidad judía, preciso será
no rechazarlos despectivamente con total intransigencia, alegando que se trata de
descendientes de enemigos; sino atenderlos de tal manera, que la tercera generación sea
invitada a la asamblea y hecha partícipe de las Divinas revelaciones, a las que por propio
derecho también los que son nativos del país y de irreprochable ascendencia tienen acceso.

109. XXII. Estas son las leyes establecidas a propósito de la admisión de extranjeros
residentes, pero hay otras bienhechoras y plenas de dulzura sobre el trato a los enemigos de
guerra.48 Entiende el legislador que éstos, aun cuando estuvieren ya frente a las puertas de la
ciudad, colocados ante sus murallas, prestas todas sus armas, y montando sus máquinas de
sitio, no deben todavía ser considerados enemigos hasta que les hayan sido enviados heraldos
para invitarlos a concertar la paz; a fin de que, si acceden, alcancen el sumo bien que es la
amistad; pero si rehusan y persisten en su hostilidad, vosotros, contando con la alianza de la
justicia, procedáis a vuestra defensa confiados en la victoria.
48
Deut. XX, 10 y ss.

110. Además, dice,49 si hubiere en tu parte de botín una mujer hermosa y llegares a sentir
pasión por ella, no vomites sobre ella tu pasión como sobre una cautiva, sino sé más gentil y,
apiadado de su cambio de suerte, alivia su desgracia trocando su condición en otra
enteramente mejor.
49
Deut. XXI, 10 a 13.

111. Y aliviarás su suerte si, después de rapar los cabellos de su cabeza, recortar sus uñas y
despojarla del vestido que llevaba al ser capturada, la dejares sola por treinta días
permitiéndole que sin temor alguno se lamente llorando por su padre, su madre y los demás
familiares de los que ha sido separada, o bien por estar muertos o bien porque soportan las
desventuras de la esclavitud, peores aún que la muerte.

112. Hecho esto, tómala por esposa según la ley, pues la santidad exige que a aquella que
habrá de entrar en el lecho de un esposo, no por dinero, como una ramera que trafica con la
flor de su vida, sino por amor hacia quien se desposa con ella o para engendrar hijos, se le
reconozca el derecho a los ritos propios de los matrimonios cabales.

113. Admirable en sumo grado es cada una de estas prescripciones. En primer lugar, no
permiten que la concupiscencia sacuda el yugo y se desboque sin freno, sino modera su
ímpetu atemperándola durante treinta días. En segundo lugar, somete a prueba al amor del
hombre para determinar si se trata de un loco arrebato, repugnante y engendrado totalmente
por la pasión, o si existe en él algo de un orden más puro, en el que la razón tiene su parte.
Porque la razón encadenará al deseo no permitiéndole que cometa ningún exceso, y
obligándolo, en cambio, a aguardar el mes de plazo.

114. En tercer lugar, se apiada de la cautiva; si es doncella, porque no tiene padres que la den

20
en matrimonio desposándola con el esposo apropiado para ella en una unión intensamente
deseada; y si es viuda, porque, privada de su esposo, habrá de pasar la prueba de otro, y
además bajo la amenaza del miedo a un amo, aunque éste la tratare en pie de igualdad; ya que
es propio dé la parte sometida el temer permanentemente el poder de la parte dominante, aun
cuando ésta fuere de apacible condición.

115. Mas, si alguno, habiendo satisfecho plenamente su deseo y hallándose al fin


completamente saciado, no estuviere ya dispuesto a continuar su relación con la cautiva, lo
que le impone la ley no es tanto un castigo cuanto una admonición y una corrección para
mejorar sus costumbres. Mándale, en efecto, que ni la venda ni la retenga como esclava, 50
sino le brinde gratuitamente la libertad, y le conceda además el derecho de marcharse de su
casa libremente, a fin de que, si otra esposa entrare en ella, no sufra aquella algún mal irreme-
diable por obra de la rivalidad nacida, como suele suceder, a causa de los celos en
circunstancias en que su amo está dominado por la atracción de su nuevo amor y olvidado del
anterior.
50
Deut. XXI, 14.

116. XXIII. En esta serie de prescripciones, que, para inculcar la mansedumbre, derrama el
legislador en los oídos inclinados a escuchar, establece que, si acémilas que conducen cargas
cayeren agobiadas por el peso de éstas, no se ha de pasar de largo, ni siquiera si ellas
pertenecen a enemigos, sino se habrá de aliviar su peso y ayudarlas a levantarse.51 En este
precepto va implícita otra enseñanza: la de que no hemos de complacernos en las
adversidades de aquellos que nos detestan. Es que sabe que la alegría por el mal ajeno es una
rencorosa pasión, estrechamente afín y, al mismo tiempo, opuesta a la envidia; emparentada
con ella porque una y otra son, al fin y al cabo, pasiones y es probable que ambas
sobrevengan a propósito de los mismos motivos,52 siendo prácticamente la una consecuencia
de la otra; y opuesta, porque una engendra dolor ante los bienes de nuestro prójimo, en tanto
que la otra trae aparejado el placer por los males del mismo.
51
Éx. XXIII, 5 y Deu». XXII, 4.
52
Aunque no resulta del todo claro, probablemente se refiera a que en uno y otro sentimiento
la causa es la fortuna, buena en un caso, mala en el otro de nuestro prójimo.

117. Si vieres extraviada la acémila de un enemigo tuvo, dice también,53 deja los motivos de
la discordia como incentivos para caracteres más intolerantes, y tú condúcela y devuélvela.
Porque no será mayor el beneficio que le procures a él que el que te procurarás a ti mismo,
puesto que él recibe un animal irracional, que quizá no valga nada; en tanto que tú obtienes el
bien más grande y más estimado de cuantos encierra la naturaleza: la nobleza de alma.54
53
Éx. XXIII, 4. Aquí se trata del animal perteneciente a un enemigo; en el parágrafo 96 se
contempló el caso del animal propiedad de un amigo, vecino o conocido en general.
54
Es una de las muchas acepciones que admite el término kalokagathía, vocablo compuesto
de kalós = hermoso, noble, y agathós — bueno, meritorio; y sintetizaba el ideal humano del
griego, es decir, el hombre que reuniera las más altas cualidades intelectuales y morales
posibles. Aquí Filón entiende esa grandeza de alma manifestada en un gesto magnánimo.

118. Además, necesariamente, así como la sombra acompaña al cuerpo, también a la nobleza
de alma sigue la extinción de la enemistad. Porque aquel que ha experimentado un beneficio
sin proponérselo, siéntese movido a hacer las paces conmovido por el favor recibido; y el que
ha brindado su ayuda, teniendo a una noble acción por consejera, está en su fuero íntimo casi
decidido ya a la reconciliación.

21
119. Y esto es lo que a través de toda su legislación desea especialmente fomentar nuestro
santísimo profeta: la concordia, la solidaridad, la mutua comprensión, la unanimidad de
sentimientos, gracias a las cuales los hogares, las ciudades, las naciones y los países, el género
humano todo pueden marchar hacia la suma felicidad. 120. Pero hasta el presente estas cosas
son solamente buenos deseos; aunque yo estoy firmemente convencido de que ellos habrán
también de convertirse en hechos segurísimos, si Dios, así como nos proporciona los anuales
frutos, nos concediere la abundancia en las virtudes, de modo que no carezcamos de ellas
quienes desde nuestros primeros años llevamos con nosotros el ardiente deseo de poseerlas.

121. XXIV. Estos y otros criterios similares son aplicados por el legislador tratándose de
personas de libre condición. Y evidentemente lo legislado a propósito de los esclavos está en
consonancia también con ellos, pues hácelos partícipes de las medidas que tienden a imponer
la mansedumbre y la humanidad.

122. Así, considera que los jornaleros que por carecer de los medios indispensables se han
reducido a sí mismos a la condición de siervos de otros no deben soportar nada indigno de la
libertad en que nacieron; y exhorta a quienes obtienen los servicios de los mismos a
considerar cuan inconstante es la fortuna y a mostrar consideración ante su cambio de
condición. En cuanto a los deudores que, a causa de deudas a corto plazo, han venido a
hundirse bajo el nombre y el sufrimiento que tan triste vicisitud encierra; y los que por alguna
necesidad más imperiosa aún han venido a convertirse de libres en esclavos, no permite que
sus desventuras sean a perpetuidad, y les concede total remisión en el séptimo año.55
55
Lev. XXV, 39 y 40; Éx. XXI, 2 y Deut. XV, 12.

123. Dice, en efecto, que los prestamistas que, por no haber recobrado una deuda o por alguna
otra vía, han llegado a ser dueños de aquellos que eran personas libres anteriormente, deben
darse por satisfechos con un período de seis años de servicios; y que aquellos que no son
esclavos de nacimiento no deben verse privados para siempre de una saludable esperanza sino
aproximarse a su antigua libertad, de la que se han visto privados por circunstancias ajenas a
su voluntad.

124. Si un esclavo de otro, dice además, aunque su condición de esclavo se remonte a dos
generaciones anteriores, se acogiere a ti en busca de protección por temor ante las amenazas
de su amo o por remorderle la conciencia de determinadas culpas, o porque, sin haber
cometido falta alguna, simplemente halla implacable y cruel a su amo, no te muestres
indiferente.56 No es propio de la santidad, en efecto, el desamparar a los suplicantes; y ese
esclavo es también un suplicante, que ha buscado refugio en tu morada como en un templo en
el que por derecho de justicia debe obtener asilo, para, preferentemente, llegar a una
reconciliación sincera y sin subterfugios, o si no, para que, como último recurso, se le venda;
que si en los cambios de amos no es posible vislumbrar para qué lado se inclinará la balanza,
al menos el mal incierto es más leve que el ya conocido.
56
Deut. XXIII, 15 y 16.

125. XXV. Tales son las leyes qué establece acerca de allegados y extraños, de amigos y
enemigos, de esclavos y libres, de los hombres en general. Pero extiende la norma de la
afabilidad y mansedumbre también a la esfera de los animales irracionales y concede incluso
a éstos el extraer algo del agua de la bondad, como de una bienhechora fuente.

126. Manda, en efecto, con relación a los rebaños domésticos, sean ovejas, cabras o bueyes,
abstenerse de sacar un provecho innecesario de sus crías, tomándolas bien para alimento, bien

22
con el pretexto de ofrecerlas en sacrificio.57 Es que ha comprendido que es propio de un alma
cruel estar al acecho de las pariciones para separar al instante los vástagos de sus madres con
miras a proporcionar un placer al estómago, y más aún, para dolor del alma causado por un
alimento desusado y absurdo.58
57
Lev. XXII, 27 y Éx. XXII, 30.
58
La traducción de las últimas palabras del párrafo es conjetural, pues el texto no se presta a
una interpretación segura.

127. En consecuencia, dice al que tiene el propósito de vivir de acuerdo con su sacratísima
constitución: Tienes, mi buen amigo, una gran abundancia de alimentos de los que puedes
gozar sin merecer reproche alguno. La indigencia y la escasez fuerzan a hacer muchas cosas
de las que no se quieren, y tales actitudes 59 tal vez merecerían ser perdonadas; pero tú debes
sobresalir en la templanza y en las demás virtudes pues ocupas un puesto en la más excelente
de las huestes, bajo el mando de ese capitán que es la recta razón de la naturaleza, razón que
te impone la obligación de adquirir la mansedumbre y de no admitir en tu inteligencia
brutalidad alguna.
59
En este caso la de comer crías recién nacidas.

128. ¿Y qué puede ser más brutal que el agregar a los dolores del alumbramiento otro dolor
procedente de afuera, ocasionado por la separación inmediata de las crías del regazo de sus
madres? Porque, ante la separación de ellas; forzosamente las madres serán presa de violenta
conmoción a causa del natural afecto de las madres hacia sus hijos, especialmente en la época
del parto, cuando sus mamas, manantes como fuentes, interrumpido su flujo por falta de quien
succione, se endurecen y, tensas por el peso de la leche coagulada dentro, sufren dolorosas
presiones.

129. Concédele, continúa, el hijo a su madre, si no por un tiempo indefinido, al menos durante
los primeros siete días, para que se nutra con su leche; y no tornes inútiles las fuentes que la
naturaleza ha hecho brotar en las mamas, pues arruinarás los segundos dones de la misma,
dones que gracias a su inmensa previsión ha preparado, contemplando con gran anticipación y
con una eterna y consumada sabiduría el desarrollo de los hechos.

130. Porque el primer don de la naturaleza es el nacimiento, por el cual lo no existente llega a
la existencia; siendo el segundo el flujo de la leche, flujo que constituye una oportuna y
suavísima nutrición pues proporciona a modo de riego un alimento delicado y completo,
bebida y comida a la vez; ya que en cuanto que es líquida la leche es una bebida, y por ser
bastante espesa es una comida. Dicha nutrición, como la necesidad .está siempre al asecho en
diferentes tiempos,60 prevé que el recién nacido no la sufra, sino se vea libre de una vez por
todas de esas amargas tiranías que son la sed y el hambre, procurándole uno y otro alimento
bajo una única y misma forma.
60
Expresión confusa, que tal vez signifique que el hambre y la sed nunca dejan de ser
potenciales torturas; o tal vez que se alternan una y otra simplemente.

131. Leed esta ley y ocultad avergonzados el rostro vosotros, padres probos y envidiables, que
deseáis la muerte para vuestros hijos; que tramáis malvadas asechanzas contra los que habéis
engendrado, decididos a abandonarlos; que sois implacables enemigos de todo el género
humano.

132. Porque, ¿a quién llegaréis a profesar afecto vosotros, los que os habéis convertido en
asesinos de vuestros propios hijos; los que hacéis, cuando está en vuestras manos para

23
despoblar las ciudades, comenzando el exterminio por los miembros de vuestra familia más
estrechamente vinculados a vosotros; los que subvertís las leyes de la naturaleza y echáis por
tierra cuanto ella construye, oponiendo contra la generación la destrucción, y a la vida la
muerte, movidos por la crueldad de vuestra alma salvaje y feroz?

133. ¿Es que no veis cómo se preocupó el legislador más excelente en todos los aspectos
porque los hijos, incluso los de los animales irracionales no fueran separados de sus madre
mientras dura su alimentación con leche. Más aún, fue por vosotros, buenos señores, tal
prescripción, para que, si no por la naturaleza, al menos por la enseñanza, seáis instruidos
respecto del amor a los familiares al contemplar cómo a los corderos y cabritos no se les
impide deleitarse con la abundante provisión de lo necesario, gracias a que la naturaleza ha
preparado tales cosas en lugares sumamente a propósito para ello, desde los cuales fácilmente
podrán disfrutar de ellos los que los necesitan; y gracias también a que el legislador ha
previsto con mucho cuidado que nadie obstaculice los benéficos y salvadores dones de Dios.61
61
Ver Sobre las leyes particulares III, 108 y ss.

134. XXVI. En su deseo de sembrar de diversas formas en las inteligencias las simientes de la
dulzura y la moderación, establece otra prescripción del mismo carácter que las anteriores, en
la que prohíbe sacrificar juntamente en el mismo día al animal madre y a su hijo.62 Si deben
ser sacrificados, por lo menos que sea en tiempos diferentes, porque sería un exceso de
salvajismo el matar en el mismo día a la causa del nacimiento y al ser viviente engendrado por
ella.
62
Lev. XXII, 28.

135. ¿Y con qué propósito se provocaría la doble muerte? Podría ser con el pretexto de
sacrificios o para satisfacción del vientre. Si se arguye que se trata de sacrificios, este nombre
resulta falso por cuanto tales actos son carnicerías y no sacrificios. ¿Qué altar de Dios, por
cierto, aceptará inmolaciones a tal punto sacrílegas? ¿Qué fuego no se dividirá en dos partes,
que huirán separadamente para evitar unirse a una cosa con la que no pueden mezclarse? Yo
pienso que no permanecerá ni la más pequeña fracción de tiempo siquiera, sino se extinguirá
de inmediato a fin de anticiparse a evitar que el aire y la sacratísima naturaleza del espíritu
vital 63 sean contaminados por la llama al elevarse.
63
O alma, concebida como un cálido aliento, emanación del alma divina del mundo, que
recorre el cuerpo, confiriéndole la fuerza vital que lo unifica, conforme con la doctrina
estoica.

136. Y si lo que se persigue no son sacrificios sino un banquete, ¿cómo no repudiar la


inusitada y anormal avidez de esta monstruosa glotonería? Porque son anormales los placeres
que tales personas persiguen. ¿Qué placer proporciona a quienes comen carne el gustar al
mismo tiempo la de animales madres y la de sus crías? Se me ocurre que, si alguien quisiera
mezclar los miembros de ambos y los clavara con asadores para hartarse con los trozos
asados, éstos no permanecerían mudos sino romperían a hablar indignados por la
monstruosidad del insólito tratamiento de que serían objeto y proferirían infinidad de
invectivas contra la voracidad de quienes prepararan un banquete tal, indigno de llevarse a la
boca.

137. Pero es más, la ley destierra fuera de los sagrados recintos a todos los animales en estado
de preñez, no permitiendo que sean sacrificados hasta que hayan dado a luz, por considerar
que en ese período la condición del ser que yace en el vientre es la misma que la del que ya ha
sido engendrado; y no porque las creaturas que todavía no han llegado a la luz hayan alcan-

24
zado la misma posición que las otras, sino para poner implícitamente freno a la licencia de los
que tienen por norma mezclar todas las cosas.

138. Así pues, si los fetos en vía de desarrollo al modo de las plantas, y considerados aún
partes de las que los llevan en su seno, unidos a ellas por el momento, aunque habrán de ser
separadas más tarde del común organismo con el correr de los meses, son, en atención a que
se aguarda su conversión en seres vivientes, protegidos en el invulnerable recinto materno
para evitar que las alcance la mencionada profanación, ¿cómo no habrán de serlo más aún las
criaturas que ya han sido dadas a luz y tienen asignados un alma y un cuerpo propios? Porque
no hay mayor sacrilegio que matar en una misma ocasión y al mismo tiempo al hijo y a la
madre juntamente.

139. Este es el motivo, a mi parecer, que ha movido a algunos legisladores 64 a incorporar la


ley relativa a las mujeres condenadas, según la cual las que hubieren cometido delitos mere-
cedores de muerte estando encinta, deben ser conservadas con vida hasta que dieren a luz, a
fin de que al ser ejecutadas no perezcan conjuntamente con ellas las criaturas que llevan en su
seno.
64
Las fuentes antiguas atestiguan la existencia de tal prescripción legal en Egipto, Grecia y
Roma.

140. Empero estos legisladores han limitado esa prescripción a los seres humanos; Moisés, en
cambio, remóntase más allá todavía y extiende el humanitario trato también a los animales
irracionales, a fin de que, ejercitados en las relaciones con seres de otra especie, usemos de un
sentimiento de humanidad en mucha mayor medida aún en el caso de los de nuestra misma
especie, evitando causarnos recíprocamente dolor unos a otros, y no atesorando movidos por
el egoísmo nuestros bienes personales sino brindándolos para común uso a todos en todas
partes, como a parientes y hermanos por naturaleza.

141. Después de esto, que acusen los expertos calumniadores de misantropía a nuestra nación,
y que reprochen a nuestras leyes una supuesta falta de solidaridad y humanidad, cuando de
manera tan evidente estas leyes hacen partícipes de su compasión incluso a las bestias de los
rebaños, y nuestro pueblo transforma en mansedumbre todo cuanto de rebelde hay en las
almas mediante las instrucciones que inculca en ellas la ley desde la más temprana edad.

142. Pero fuente fecunda, como es, de virtud, y poseyendo una excelente disposición para
brindar nobles enseñanzas, busca el legislador superar sus propios logros y emprende nuevas
contiendas. Habiendo, en efecto, mandado que, hasta que no esté en condiciones de ser deste-
tado, no sea separado de madre ni un cordero, ni un cabrito ni ningún otro vástago nacido en
los rebaños, y establecido además que no sean sacrificados en el mismo día un animal madre
y su hijo, corona su generosidad con estas palabras: "No cocerás un cordero en la leche de su
madre".65
65
Éx. XXIII, 19 y XXXIV, 26 y Deut. XIV, 21.

143. Es que entiende que resulta totalmente absurdo que el alimento del animal cuando estaba
vivo aún se convierta en medio para sazonarlo y aderezarlo una vez muerto; y que, mientras la
naturaleza, preocupada por su conservación, derrama la leche como lluvia, habiendo
determinado que fluya a través de las ubres de la madre como a través de canales, en cambio,
la incontinencia de los hombres llegue hasta el punto de mal emplear también para aniquilar el
cuerpo, es decir, lo que resta aún de él, aquello que fue el sostén de su vida.

25
144. Por lo tanto, si alguno creyere conveniente cocer en leche la carne, cuézala pero evitando
la crueldad y la impiedad. En todas partes hay innumerables rebaños de ganados, los que son
ordeñados todos los días por boyeros, cabrerizos y pastores, para los cuales, por tratarse de
criadores de ganado, la mayor fuente de ingresos es la leche, tanto en estado líquido como
condensada y solidificada en forma de queso. En consecuencia, puesto que tan grande es la
abundancia de leche, quien cuece la carne de los corderos, de los cabritos o de cualquier otro
animal pequeño en la leche materna pone de manifiesto la torpeza y crueldad de su carácter, y
la carencia de compasión, el sentimiento más necesario y más afín al alma racional.

145. XXVII. Despierta también mi admiración aquella ley que, armonizando con las
anteriores como miembros de un coro pleno de armonía, prohíbe poner bozal al buey mientras
trilla.66 Es que al buey le corresponde abrir surcos en la tierra fértil antes de que reciba la
semilla, y preparar los campos para el cielo y el labrador; para éste a fin de que a su debido
tiempo proceda a la siembra; para el cielo a fin de que los profundos surcos, tras recibir el don
de sus lluvias, lo atesoren, y provean poco a poco de pingüe alimento a la semilla, hasta
producir ésta las espigas y llevar luego a su pleno desarrollo el fruto anual. Y llegado éste a la
madurez, nuevamente es necesario el buey para otro servicio: la limpieza de las gavillas y la
separación del producto genuino y útil, de los desechos.
66
Deut. XXV, 4.

146. Y ya que he mencionado la dulce y clemente prescripción relativa a los bueyes durante la
trilla, citaré también ahora la ley, de la misma familia de las anteriores, dictada a propósito del
ganado que ara la tierra.67 Prohíbe en ella uncir a un mismo yugo un buey y un asno para arar
el terreno, y lo prohíbe no solo porque tiene presente la opuesta condición de estos animales,
ya que el buey es animal puro y el asno pertenece a los impuros, y no es conveniente poner
juntas a bestias a tal punto opuestas; sino también porque son dispares en cuanto a fuerzas, y
el legislador es defensor de los más débiles y cuida que no sean oprimidos ni maltratados por
una fuerza superior. No obstante ello, el más débil de los dos animales, el asno, es excluido de
los recintos consagrados; en tanto que la ley establece que el más fuerte, el buey, puede ser
ofrecido en los sacrificios más perfectos.
67
Deut. XXII, 10. Ver Sobre las leyes particulares IV, 205 y 206.

147. Con todo, no consideró con desprecio la debilidad de los impuros, ni permitió que los
puros recurrieran a la fuerza en vez de recurrir a la justicia; y es poco menos que una directa y
sonora proclama para los que poseen oídos en el alma la consigna de que no debemos
perjudicar a ninguna persona de otra nación si nada tenemos que reprocharle excepto su
condición de extranjero, lo cual no es motivo de acusación, puesto que todo lo que no sea un
vicio o proceda de los vicios está libre de cualquier recriminación.

148. XXVIII. Pródigo una vez más en dispensar su clemencia, el legislador hace uso de ella
profusa y generosamente y habiendo pasado primero de los seres racionales a los irracionales,
pasa luego de los irracionales a los vegetales, a los cuales hemos de referirnos ahora, ya que
acerca de los primeros, o sea, los hombres y todos los seres dotados vida animal se ha hablado
ya.

149.68 Pues bien, dice expresa y categóricamente que ni se ha de talar árbol alguno de las
especies cultivables, ni se han de arruinar los campos segándolos antes de la época propicia,
cuando están cargados de espigas, ni, en general, se ha de destrozar fruto alguno. El objeto es
que el género humano esté provisto de abundante cantidad de alimentos, abundancia que
comprenda no solo las cosas necesarias sino también aquellas que procuran una vida

26
placentera. Porque el fruto del trigo es necesario por cuanto se lo destina al alimento de los
hombres; pero las incontables variedades de frutos de árboles apuntan a la vida placentera,
aun cuando en tiempos de escasez muchas veces se conviertan los mismos también en
alimentos supletorios.
68
Las argumentaciones contenidas en los parágrafos 149 a 154 se basan en Deut. XX, 19.

150. XXIX. Y avanzando más todavía en este punto, ni siquiera permite arrasar el país de los
enemigos, y prescribe abstenerse de talar árboles y devastar, entendiendo que es absurdo que
la cólera contra los hombres se descargue sobre cosas que ningún mal han causado.

151. Pero además considera que no solo en lo presente se ha de poner la vista, sino también se
ha de examinar el futuro como desde una atalaya, desde la distancia, mediante la aguda visión
de la razón, ya que ninguna cosa permanece en el mismo estado sino todas se caracterizan por
cambiar y modificarse, y por lo tanto, cabe esperar con fundamento que los hasta determinado
momento hostiles envíen embajadores a iniciar negociaciones y no tarden en estar en buenos
términos.

152. Y cosa penosa sería privar a amigos 69 de los alimentos de que han menester, sin
conservar nada de cuanto ante la incertidumbre del futuro resulta necesario. Realmente
admirable en sumo grado es la afirmación de los antiguos según la cual se ha de participar de
la amistad sin descartar la posibilidad de enemistad, y afrontar los desacuerdos conjeturando
que sobrevendrá la amistad en el futuro; a fin de que cada uno conserve como reserva en su
propia naturaleza algo que le garantice su seguridad, y no se vea forzado a arrepentirse
viéndose desnudo de obras y palabras, y a echarse en cara a sí mismo, cuando ya es inútil, su
excesiva negligencia.
69
Amigos, si se llega a las paces a que se ha hecho referencia.

153. También los estados deben observar esta máxima, previendo durante la paz las con-
tingencias propias de la guerra, y durante la guerra las que son propias de la paz, y no confiar
ciegamente en los aliados, pensando que no llegarán a cambiar convirtiéndose en oponentes,
ni desconfiar totalmente de los enemigos en la creencia de que no serán capaces alguna vez de
trocarse en amigos.

154. Mas, dejemos el caso de que sea o no preciso hacer algo para ayudar a un enemigo con la
esperanza puesta en una eventual reconciliación; en lo que a las plantas toca, ninguna es
enemiga nuestra sino todas son amigas y provechosas, y particularmente necesarias son las
cultivadas, cuyo fruto es o un alimento o un bien del mismo valor que el alimento.70 ¿Por qué,
entonces, habríamos de llevar la guerra contra seres que no son nuestros enemigos, talándolos
o quemándolos o arrancándolos de raíz, cuando la misma naturaleza los formó hasta su
completa madurez mediante el agua con que los regó y las propicias temperaturas del aire,
para que ofrecieran a los hombres, como a soberanos, sus anuales tributos?
70
Probablemente quiere decir que son alimentos primordialmente cuando, a falta de otros
alimentos, ellos calman el hambre; y medios para regalar al paladar en los demás casos,
conforme con lo expresado en el parágrafo 149.

155. Como un bien dotado encargado de la preparación de atletas, preocupóse el legislador


por desarrollar la fuerza y la resistencia no solo en los animales sino también en las plantas, y
muy en especial en las cultivadas, ya que éstas merecen un mayor cuidado y no poseen el
mismo vigor que las especies salvajes, necesitando de la ciencia agrícola para adquirir una
mayor fortaleza y capacidad.

27
156. Manda, en efecto, que los árboles recién plantados sean protegidos durante tres años
seguidos,71 eliminándoseles los brotes superfluos a fin de que el peso de éstos no los oprima,
ni lleguen a extenuarse a causa de la escasez de las sustancias nutritivas provocada por el
fraccionamiento de las mismas; y que se les abran zanjas circulares y excave en torno a ellos
para que no brote a su lado ninguna planta dañosa que impida su crecimiento. Además no
permite que se corte su fruto para procurarse un placer, no solo porque el fruto que procede de
una planta incompleta aún habrá de ser incompleto, del mismo modo que entre los animales
ninguno de los que no han alcanzado su total desarrollo es capaz de engendrar hijos perfectos,
sino también porque se habría de dañar a las jóvenes plantas, que apenas se despegan todavía
de la tierra, podríamos decir, impidiéndoseles que crezcan.
71
Lev. XIX, 23. Ver Sobre la obra de Noé como plantador 95.

157. Consecuentemente, muchos agricultores vigilan durante la primavera a los jóvenes


árboles a fin de eliminar enseguida, antes de que se desarrolle y crezca en tamaño, cada fruto
que produzcan, moviéndoles a ello el temor de que se debiliten las plantas madres. Sucede, en
efecto, que, si no se toma esta precaución, cuando deben producir frutos perfectamente
desarrollados, o no producen fruto alguno o engendran abortos por estar exhaustas a causa del
esfuerzo ocasionado por las producciones prematuras de frutos, con cuyo peso las antiguas
ramas acaban por agobiar al tronco y a las mismas raíces.

158. Mas, al cabo de los tres años, una vez que por una parte, las raíces hayan penetrado
profundamente y se hayan aferrado al suelo con suficiente firmeza; y por otra, el tronco,
apoyado como sobre inconmovibles cimientos, haya crecido y adquirido vigor, podrán
producir frutos perfectos en el cuarto año, dentro de la esfera del perfecto número cuatro.72
72
Lev. XIX, 24. Ver Sobre la creación del mundo 47 a 54; Sobre Abraham 13 y Sobre la
obra de Noé como plantador 117.

159. Pero ordena que en ese cuarto año el fruto no se corte para gustar de él, sino para con-
sagrarlo en su totalidad como primicia a Dios, en parte en agradecimiento por lo ya
producido, y -en parte por la fertilidad que se aguarda para el futuro y las ganancias que se
espera que ella producirá.

160. Ves cuan grande es la benevolencia y la bondad que muestra, y cuan liberalmente las
derrama sobre cada una de las especies: en primer lugar sobre la especie humana, sin excluir a
extranjeros ni a enemigos; en segundo lugar ¿obre la de los animales irracionales, sean o no
puros; y finalmente sobre la de sembrados y árboles juntamente. Y por cierto que aquel que ha
aprendido primero la dulzura aplicada a las naturalezas incapaces de recibir impresiones
mentales,73 no puede cometer atropellos contra los que están dotados de una existencia
animal; y el que se abstiene de cometer atentados que afecten a los animales, por lógica
consecuencia aprende a guardar las debidas consideraciones a los seres racionales.
73
Es decir, los vegetales. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 43 y 44.

161. XXX. Con tan importantes prescripciones tornó mansas Moisés las inteligencias de los
ciudadanos de su comunidad y las liberó del desprecio y la arrogancia, defectos gravísimos y
sumamente afligentes, que la mayoría acoge como los mayores bienes, en especial cuando las
riquezas, las distinciones y los altos cargos les procuran sus dones en abundancia ilimitada.

162. Porque, si bien la arrogancia nace también en los hombres insignificantes y oscuros,
como ocurre con cada una de las demás pasiones, enfermedades y debilidades del alma; sin

28
embargo no llega a alcanzar un mayor desarrollo, sino, al igual que le sucede al fuego por su
misma esencia, tiende a extinguirse pues le falta combustible. Pero aparece claramente
manifiesta en los poderosos, los que, como he dicho, tienen riquezas, distinciones y altos
cargos que les proveen abundantemente de este mal, y saturados de estas cosas, como los que
se han hartado de vino puro, caen en la embriaguez y proceden como beodos en su trato tanto
con personas libres como con esclavos, y en ocasiones también con ciudades enteras; porque
"la saciedad engendra insolencia", como dijo un antiguo autor.74
74
Frase proverbial rastreable en numerosos autores antiguos hasta Solón y Teognis.

163. Por ello Moisés, en sus admirables revelaciones, nos exhorta a abstenernos de toda suerte
de faltas, pero en particular de la altanería. Luego trae a la memoria los motivos que suelen
encender dicha pasión, es decir, la desmedida abundancia de alimentos para el vientre, y el
ilimitado acopio de casas, tierras y ganados, puesto que con ellos pierden los hombres pronto
el dominio de sí mismos enorgulleciéndose y envaneciéndose. Para ellos no hay más que una
sola esperanza de cura: el no olvidarse jamás de Dios.75
75
Deut. VIII, 12 a 14.

164. Porque, así como cuando el sol se eleva se extingue la oscuridad y todo se llena de luz,
del mismo modo, cuando Dios, el sol de la inteligencia, se eleva y resplandece sobre el alma,
las tinieblas de las pasiones y los vicios se dispersan y surgen a la vista la forma purísima y
digna del más intenso amor de la inmensamente refulgente virtud.

165. XXXI. Y considerando que vale la pena insistir más aún en la represión y el
aniquilamiento del desprecio, agrega las razones por las cuales deberíase llevar grabado en el
alma, a resguardo del olvido, el recuerdo de Dios. "Él", dice, "te da fuerza para adquirir
poder".76 Palabras sumamente instructivas, pues aquel a quien se le ha enseñado
cuidadosamente que su vigor y fortaleza los ha recibido como un don de Dios; y deduce de
ese modo su propia debilidad, la que tenía antes de gozar de este don, dejará de lado el
espíritu de soberbia y vanidad, y dará las gracias a Aquel que ha producido en él el favorable
cambio. Y el alma bien agradecida es enemiga de la arrogancia, exactamente como, a la
inversa, la ingratitud es afín a la altanería.
76
Deut. VIII, 18.

166. El sentido de esas palabras es el siguiente: Si tus bienes crecieren vigorosamente y


cobrares y adquirieres una fuerza que quizás no esperabas, debes producir poder.
¿Qué significa esto? Preciso es aclararlo cuidadosamente a quienes no alcanzan a ver su
exacto significado. Muchas personas tratan de hacer a otros lo contrario de lo bueno que ellos
han experimentado. Si se han enriquecido, procuran que otros se conviertan en pobres; y si
han alcanzado un alto grado de prestigio y honor conviértense en causa de humillación y des-
honra para otros.

167. Lo que corresponde, en cambio, es que el sabio inculque en quienes lo tratan la mayor
sagacidad posible; el moderado en sus deseos, su continencia; el valiente, su valor; el justo, su
justicia; y en general el hombre de mérito, sus buenas cualidades. Porque estas cosas son
evidentemente poderes, y el hombre de bien los tratará de alcanzar77 por ser muy propios de
él, en tanto que lo opuesto, es decir, la impotencia y la debilidad, es ajeno a los nobles
caracteres.
77
Es decir, tratará de lograr su concreción también en otros.

168. Esta provechosísima lección va dirigida muy especialmente a la naturaleza racional, a fin

29
de que el hombre imite a Dios en la medida de sus posibilidades, sin omitir cosa alguna de las
que conducen a esa asimilación hasta donde es dado alcanzarla.
XXXII. En suma, lo que dice es que, si hubieres recibido fuerza del inmensamente Poderoso,
hagas partícipes de tu fuerza a otros, ofreciéndoles lo que se te ha brindado a ti, a fin de que
imites a Dios al dar gratuitamente bienes de la misma clase.

169. Porque los dones del sumo Soberano son para común provecho, y si los da a
determinadas personas no es para que ellas los tomen y los oculten ni para que los usen en
perjuicio de otros, sino para que los pongan a disposición de todos y, como en los banquetes
públicos, inviten a todos los que fuere posible a usar y disfrutar de ellos.

170. En consecuencia, decimos al hombre que posee mucho dinero, al que es famoso, al
vigoroso, al sabio, que debe procurar que los que están vinculados a él sean ricos, famosos,
vigorosos, sabios y, en general, buenos; y que no ha de poner obstáculos a aquellos que
pueden alcanzar esos bienes, por preferir la envidia y los celos a la virtud.

171. En cambio, en el caso de los dominados por un orgullo inmenso, cuya arrogancia es tan
grande que jamás tendrá cura, la ley aplica un excelente criterio al no someterlos al juicio de
los hombres sino remitirlos al tribunal de Dios solamente. Dice, en efecto: El que intenta
hacer algo con presunción "irrita a Dios".78
78
Núm. XV, 30.

172. ¿Por qué tal remisión? En primer lugar por que la arrogancia es un vicio del alma, y el
alma es invisible salvo para Dios, y no es a los ciegos a quienes compete aplicar castigos, sino
a los capaces de ver, mereciendo los primeros reproches si lo hacen, por cuanto su misma
ignorancia es un cargo contra ellos; en tanto que los segundos merecen aprobación por cuanto
obran con pleno conocimiento. En segundo lugar porque, quien ha llegado a estar repleto de
irracional presunción se considera a sí mismo, como dice Píndaro, "no ya un hombre ni un
semidiós, sino una completa deidad",79 pretendiendo pasar más allá de los límites de la
humana naturaleza.
79
Fragmento 280 (Bergk).

173. Como su alma, también su cuerpo es reprochable en todas sus posturas y movimientos.
Con posición erguida y el cuello estirado hacia lo alto, se pavonea y eleva más de lo natural,
inflado de orgullo, y al mirar lo hace despectivamente con ojos oblicuos, al escuchar no presta
atención, y trata a sus servidores como a rebaños, a los libres como a esclavos, a sus parientes
como a extraños, a los amigos como a parásitos, y a sus conciudadanos como a extranjeros.

174. Considérase a sí mismo el más rico entre todos, el mejor conceptuado, el de más hermosa
presencia; el más fuerte, el más sabio, el más justo, el más elocuente, el más versado. Y
además entiende que los otros son pobres, sin reputación, sin honra, insensatos, injustos,
ignorantes, despreciables como impuros, sin valor alguno. Es, por lo tanto, natural que este tal
tenga a Dios, como nos dice el sagrado intérprete, por acusador y castigador.80
80
Es muy aceptable la opinión de Cohn en el sentido de que la descripción que aquí concluye
es un retrato del cesar Cayo (Calígula), elegido por Filón como modelo de arrogancia,
soberbia y extravagancia.

SOBRE EL ARREPENTIMIENTO

175. XXXIII. El santísimo Moisés, movido por su amor a la virtud y a la nobleza y sobre todo

30
por sus sentimientos humanitarios, exhorta a todos, dondequiera se hallen, a cultivar ardo-
rosamente la piedad y la justicia, y ofrece a los arrepentidos, como grandes galardones por su
victoria, la participación en la más excelente de las comunidades y el goce de todos los bienes
grandes y pequeños que en ella se dan.

176. Bienes de primera categoría son considerados en los cuerpos la salud libre de toda
enfermedad, en las naves una próspera navegación sin peligros, y en las almas un imborrable
recuerdo de cuanto merece recordarse. Pero después de éstos están los bienes consistentes en
una rectificación, es decir, el recobrarse de las enfermedades, la inmensamente anhelada
salvación de los peligros del mar, y el recuerdo que sobreviene después de un olvido;
recuerdo que guarda un estrechísimo parentesco con el arrepentimiento, el que, si bien no está
ubicado en la primera y más alta categoría de los bienes, figura en la siguiente clase y tiene
asignados los segundos galardones.

177. El no cometer falta alguna en absoluto es privilegio exclusivo de Dios y quizá también
de algún hombre Divino; el trocar los errores en una vida irreprochable es propio de un
hombre sensato que no ignora completamente lo que es provechoso para él.

178. De allí que, cuando Moisés convoca a los hombres de esta clase y los inicia en sus
doctrinas, los invita, ofreciéndoles conciliadoras y amigables instrucciones en las que los
exhorta a obrar con sinceridad y a repudiar la vanidad, a que abracen la verdad y la
simplicidad, por tratarse de cosas de vital importancia y ser fuentes de felicidad, y a que se
rebelen contra las fabulosas invenciones que desde sus primeros años imprimieron en sus
todavía tiernas almas sus padres, sus nodrizas, sus tutores y muchísimos otros familiares,
causantes de su inacabable andar sin rumbo en lo que al conocimiento de lo más excelente se
refiere.

179. ¿Y qué puede ser lo más excelente de todo lo que existe sino Dios, cuyas honras
atribuyeron ellos a aquellos falsos dioses, a los que glorificaban insensatamente más allá de
toda medida mientras se olvidaban de El? En consecuencia, a todos los que, si bien al
principio no conocieron su deber de venerar al Fundador y Padre del universo, luego, empero,
han adoptado la fe en una soberanía única en vez de la creencia en una multitud de soberanos,
hemos de considerarlos íntimos amigos y parientes nuestros, puesto que han dado pruebas de
un carácter grato a Dios, inclinado al máximo a la amistad y a la íntima unión, y es preciso
que nos regocijemos a la par de ellos, como si, habiendo estado ciegos, hubieran vuelto a ver,
y dejando atrás la más profunda oscuridad contemplaran la más radiante de las luces.

180. XXXIV. Queda, pues, señalada la primera y más importante forma de arrepentimiento;
pero no solo debe una persona arrepentirse por su error de reverenciar durante mucho tiempo
a las cosas creadas en vez de reverenciar al Increado y Hacedor; sino debe hacerlo también a
propósito de todas las otras cosas esenciales en la vida, pasando, podríamos decir, del dominio
de la turba, el más vil de los malos gobiernos, a la democracia, el gobierno de las mejores
leyes;81 vale decir, pasando de la ignorancia al conocimiento que no podemos ignorar sin
vergüenza; de la insensatez a la prudencia, de la incontinencia a la moderación, de la injusticia
a la justicia, y del desánimo a la confianza.
81
Ver Sobre las leyes particulares IV, 237.

181. Porque es cosa excelente y provechosa el desertar espontáneamente hacia la virtud de


manera irrevocable abandonando el vicio, maligno amo; a la par que es necesario que, así
como la sombra no puede menos que seguir al cuerpo bajo la luz solar, la completa

31
participación en todas las demás virtudes vaya aparejada a la honra que se tributa a Dios, el
Que Es.

182. Los nuevos profesantes tórnanse de inmediato prudentes, moderados, modestos, corteses,
bondadosos, humanos, dignos, justos, magnánimos, amantes de la verdad, superiores a las ri-
quezas y al placer; en la misma medida en que, a la inversa, podemos ver cómo los desertores
de las sagradas leyes son incontinentes, desvergonzados, injustos, descarados, cortos de inte-
lecto, malevolentes, amigos de la falsedad y el perjurio; y han vendido su libertad a cambio de
manjares, vino puro, golosinas y la ajena hermosura,82 buscando los deleites del vientre y de
las partes que están debajo de él, deleites que redundan en gravísimos daños para el alma y
para el cuerpo.
82
Ver Sobre las leyes particulares IV, 82.

183. Admirables, sin duda, son también las exhortaciones al arrepentimiento que formula el
legislador. En ellas se nos enseña a transformar nuestra vida pasando de la desarmonía a una
condición superior y distinta. Dice,83 en efecto, que este logro no es excesivamente pesado ni
muy remoto, que no se halla ni en las remotísimas alturas de la región del éter ni en los
confines de la tierra ni más allá del gran mar, como para que resulte imposible alcanzarlo;
sino se halla muy próximo, residiendo en tres partes de nuestro ser: en la boca, en el corazón y
en las manos, los que simbolizan las palabras, las intenciones y las obras respectivamente,
puesto que la boca es el símbolo de la palabra, el corazón de las intenciones y las manos de
las acciones, y en las palabras, intenciones y obras reside la felicidad.
83
Deut. XXX, 11 a 14.

184. Cuando, en efecto, los designios corresponden a las palabras, y las obras a las
intenciones, la vida es digna de alabanza y perfecta; cuando, en cambio, están ellas en
recíproco conflicto, aquella es imperfecta y reprensible. Y aquel que no ha olvidado procurar
esa armonía complacerá a Dios, convirtiéndose en amante de El y al mismo tiempo en amado
por El. De allí que, en perfecta concordancia con esas palabras,84 fuera revelado el siguiente
oráculo: "Has elegido hoy a Dios para que sea Dios para ti, y el Señor te ha escogido hoy para
que seas un pueblo para El".85
85
Ver Sobre los cambios de nombres 237 y 238. «5 Deut. XXVI, 17 y 18.

185. Excelente es la reciprocidad de esta elección, en la que el hombre se apresura a servir al


Que Es, y Dios a acoger sin dilación alguna al suplicante a Su lado, anticipándose al deseo de
quien honesta y sinceramente se encamina a Su servicio. Y el verdadero servidor y suplicante,
aunque no se trata más que de un solo hombre por su número, por su valor, como que Dios lo
escoge para Sí, es el pueblo entero, siendo en dignidad equivalente a una nación completa. Y
es natural que así sea, puesto que, así como en la nave el papel del piloto equivale al de todos
los marineros, y en el ejército el del general equivale al de todos los soldados, ya que si él
perece sobreviene la derrota, como si toda la fuerza hubiera sido aniquilada juntamente; del
mismo modo también el sabio compite en dignidad con la nación entera pues lo protege el
inexpugnable muro que es la piedad.

ACERCA DE LA NOBLEZA 86
86
Etimológicamente: nobleza de nacimiento o cuna, pero evidentemente Filón se refiere a la
nobleza de méritos personales o moral.

187. XXXV. Por eso hemos de censurar también, y no poco, a los que celebran la nobleza
como el más grande bien y como origen de grandes bienes, porque entienden ellos, en primer

32
lugar,87 que son nobles aquellos que descienden de antepasados ricos y renombrados por
muchas generaciones aun cuando esos antepasados de los que se jactan descender, no hayan
encontrado la felicidad en medio de la inagotable sobreabundancia de riquezas, como que está
en la naturaleza del verdadero bien el residir no en cosa alguna exterior, ni en las tocantes al
cuerpo siquiera, y más aún, ni siquiera en cualquiera de las partes del alma, sino en la parte
rectora de ella solamente.
87
No se halla más adelante el correlativo en segundo lugar, por lo que podría traducirse por
primordialmente, o más que nada.

188. Así fue como Dios, cuando, movido por Su dulzura y amor a la humanidad, quiso
establecer el bien entre nosotros, no halló para él sobre la tierra un templo más digno que la
razón. En efecto, en su condición de elemento superior, solo ella lleva entronizado el bien,
aunque no lo crean así algunos de los que no han paladeado la sabiduría o solo la han tocado
con la punta de los labios. Porque, en comparación con el servicio de esa verdadera reina que
es la virtud, la plata y el oro, los honores y los cargos públicos, la buena complexión y la
belleza corporal aseméjanse a los hombres a los que se han asignado cargos ordinarios en los
gobiernos, y no alcanzan a ver el inmenso resplandor de la luz.88
88
El texto griego se presenta aquí sumamente confuso, resistiendo a todo intento de
reconstrucción conveniente; por lo que la traducción es conjetural y su sentido discutible.

189. Pues bien, puesto que la nobleza es porción reservada a la inteligencia purificada con
purificaciones perfectas, no podemos dar el nombre de nobles sino a los hombres moderados
y justos, aun cuando desciendan de esclavos nacidos en la casa de sus amos o comprados. En
cambio, ha de ser inaccesible el recinto de la nobleza a quienes se han convertido en hombres
ruines aunque desciendan de buenos padres.

190. Porque el hombre ruin es un ser sin hogar y sin patria, desterrado de la patria de la virtud,
la que es patria del verdadero sabio. El ruin lleva inevitablemente consigo la falta de nobleza,
aun cuando sus abuelos o antepasados hubieren sido de vida irreprochable, puesto que él se
empeña en distanciarse de esa vida y se desvincula situándose a inmensa distancia de la
nobleza en sus palabras y en sus obras.

191. Pero, aparte de no estar en la naturaleza de los malvados el ser nobles, yo veo que
además todos ellos son enemigos implacables de la nobleza, puesto que aniquilan la ancestral
dignidad y oscurecen hasta extinguirlo totalmente el prestigio de la familia.

192. XXXVI. Este es el motivo, a mi parecer, por el que padres que aman intensamente a sus
hijos, desheredan formalmente a. éstos separándolos de su casa y parientes, cuando la
depravación, de que hacen gala sobrepasa el incomparable e inigualado afecto que la
naturaleza ha engendrado en los progenitores.

193. La. verdad de mi aserto puede reconocerse también a través de otros ejemplos. A quien
ha perdido la vista, ¿qué utilidad puede ofrecerle para ver la buena vista de sus antepasados?
¿Qué aprovecha a quien ha perdido la lengua el hecho de que sus padres y abuelos poseyeran
voces sonoras? Y si alguien ha venido a. parar en un verdadero esqueleto por efecto de una
prolongada, y agotadora enfermedad, ¿de qué le sirve el que los fundadores de su estirpe
figuren entre los vencedores de los juegos Olímpicos o en las cuatro competencias
panhelénicas gracias a su fuerza atlética? La verdad es que los defectos de su cuerpo,
permanecen igualmente en el mismo estado, sin que les valgan las felices condiciones de los
de su familia para lograr una mejoría.

33
194. De idéntica manera, tampoco aprovecha a los injustos el que sus padres sean justos, ni a
los incontinentes el que sean moderados, ni, en general, a los malvados el que aquéllos sean
buenos; pues, aunque las vidas de los que cultivan coa celo la virtud son una determinada
forma de leyes no escritas,89 ningún provecho reportan a los que obran ilegalmente las leyes
encargadas de castigarlos.
89
Ver Sobre Abraham 4 y ss., y 276.

195. Por eso se me ocurre que la nobleza, si Dios la hubiera modelado bajo una forma
humana, se situaría frente a sus rebeldes descendientes y les hablaría en estos términos: En el
tribunal de la verdad el parentesco no. se mide solamente por la sangre, sino por la semejanza
en la conducta y la persecución de los mismos fines. Mas vuestra conducta es la opuesta.
Aquello a lo que yo brindo mi amistad vosotros lo consideráis enemigo vuestro; y lo que yo
detesto goza de vuestra amistad. Así, el respeto, la verdad, el control de las pasiones, la
modestia y la inocencia son a mi juicio cosas honorables, en tanto que para vosotros resultan
cosas despreciables. A su vez la desvergüenza, la falsedad, el desenfreno en las pasiones, la
vanidad y los vicios son mis enemigos, mientras que para vosotros son sumamente familiares.

196. ¿Por qué, si habéis puesto vuestro empeño en separaros de mí mediante las obras, fingís
un parentesco de meras palabras, revistiéndoos con un nombre engañador? No soporto los
fraudes seductores y elegantemente presentados; que, si fácil resulta a cualquiera echar mano
a palabras que suenan agradablemente, no lo es el trocar las malvadas disposiciones en buenas
cualidades.

197. Con la vista puesta en estas consideraciones, tengo al presente por enemigos míos, y en
adelante tendré por tales a aquellos que hayan encendido el fuego de la enemistad, y mi
desprecio recaerá sobre ellos, y no sobre aquellos a los que se echa en cara su innoble origen.
Porque éstos pueden alegar en su descargo el no poseer ningún modelo de altas virtudes en su
familia; pero vosotros, que habéis nacido en grandes mansiones y podéis estar orgullosos y
vanagloriaros del esplendor de vuestras estirpes, sí sois culpables, puesto que, teniendo a la
vista buenos modelos, que no se separan de vosotros, podríamos decir, desde que nacisteis, no
os habéis determinado a reproducir cosa elevada alguna de ellos.

198. Muchos ejemplos evidencian que para el legislador la nobleza consiste en la adquisición
de la virtud, y que solo considera noble al que la posee, y no a cualquiera por el solo hecho de
nacer de progenitores de relevantes cualidades.

199. XXXVII. Por ejemplo, ¿quién negaría que los hijos del nacido de la tierra 90 eran nobles
de nacimiento y progenitores de hijos de noble cuna? Cúpoles un nacimiento superior al de
los que nacieron en adelante, pues fueron fruto de las primeras nupcias de un hombre con una
mujer, que entonces por primera vez se unían para la procreación de un ser semejante a ellos.
Sin embargo, de los dos nacidos en esas condiciones el mayor no tuvo escrúpulos en asesinar
al menor, cometiendo el más grande de los sacrilegios, que es el fratricidio, y siendo el pri-
mero en manchar la tierra con sangre humana.
90
Adán.

200. ¿De qué le valió su nobleza de nacimiento a éste, que dio pruebas de una falta de nobleza
de alma tal, que Dios, el Supervisor de los hechos humanos, al verla lo aborreció y, tomando a
Su cargo el acusarlo, le asignó su castigo? Este no consistió en aniquilarlo inmediatamente, lo
que hubiera traído aparejado el liberarlo de sufrimientos, sino en suspender sobre él infinitas

34
muertes, sentidas bajo la forma de ininterrumpidos dolores y temores que lo llevaban a la
plena experiencia de las más dolorosas miserias.91
91
Ver Sobre los premios y los castigos 72 y 73.

201. Entre los muy bien reputados de épocas posteriores existió un hombre inmensamente
santo, cuya piedad consideró el codificador de nuestras leyes que merecía ser registrada en los
sagrados libros. Este hombre, al producirse el gran diluvio, en el que todas las ciudades
desaparecieron en medio de la universal ruina, ya que incluso las más elevadas montañas fue-
ron sumergidas por la magnitud creciente y la violencia del torrente de agua en ascenso, es el
único salvado, en compañía de sus familiares, obteniendo así por sus altas cualidades el mejor
premio que cabe alcanzar.

202. Pero se repitió el caso, y de los tres hijos que le nacieron y que participaron del privilegio
paterno, uno se atrevió a proferir expresiones injuriosas contra quien había sido causa de su
salvación, haciéndolo objeto de risa y burla por haber cometido una involuntaria falta, y ma-
nifestando públicamente, para vergüenza de su progenitor, aquello que correspondía ocultar a
los que lo ignoraban. De ese modo no sacó provecho de la límpida nobleza de su cuna y se
convirtió en maldito y en origen de desdicha para su posteridad, cosas que merecía le
sobrevinieran a quien no había tenido presente el honor debido a los padres.92
92
Gen. IX, 20 a 25.

203. Mas, ¿por qué recordar a éstos y pasar por alto al primer hombre, al nacido de la tierra?
Por la nobleza de su nacimiento ningún ser humano puede ser comparado con él, ya que fue
modelado con consumado arte por las Divinas manos hasta adquirir figura de cuerpo humano,
y juzgado, además, digno de un alma que no procedía de ser alguno de los llegados a la exis-
tencia, sino de Dios, que le infundió Su propio poder en la medida en que a la naturaleza
mortal le era dado recibirlo. ¿Por ventura no se trataba de una sobresaliente nobleza de
nacimiento, con la que no cabe comparar ninguno de los demás casos que alcanzaron
celebridad?

204. Porque el prestigio de estos últimos provenía de la fortuna de los antepasados, que eran
hombres al fin y al cabo, creaturas vivientes, perecederas y corruptibles, siendo su
prosperidad insegura y precaria en muchos casos; en tanto que el padre de aquél no era mortal
alguno sino el eterno Dios.

205. Sin embargo, aunque en cierto modo era una imagen de Dios en virtud de la presencia de
la rectora inteligencia en su alma, y no obstante su deber de preservar inmaculada dicha
imagen y seguir fielmente hasta donde le era permitido las virtudes de su Progenitor; cuando
le fueron propuestos para su elección los contrarios, vale decir, el bien y el mal, la nobleza y
la ruindad, la verdad y la falsedad, optó por la falsedad, la ruindad y el mal, y despreció el
bien, la nobleza y la verdad; lo cual fue causa, como era de esperar, de que se trocase su vida
inmortal en mortal, de que perdiese la dicha y la felicidad, y de que convirtiese su plácida
existencia en una vida de penuria y miseria.

206. XXXVIII. Estos ejemplos deben servir de universal advertencia para todos los hombres
respecto de lo improcedente que es el jactarse de la grandeza de su estirpe aquellos que
carecen de nobles cualidades. Pero aparte de estos ejemplos universales 93 existen también
otros especiales para los judíos. Efectivamente, entre los fundadores de la raza figuran
aquellos a los que de nada, en suma, le valieron las virtudes de sus progenitores, y fueron
condenados por actos reprochables y culpables, siendo su acusador, no otra persona, sino su

35
misma conciencia, el único de todos los tribunales al que no engañan los artificios retóricos.
93
Es decir, dados por los antepasados comunes a toda la estirpe humana, por oposición a los
dados por Abraham y sus descendientes.

207. El primero de esos fundadores fue padre de numerosos hijos, a los que engendró de tres
mujeres, no por gozar de placer sino por la esperanza de multiplicar la estirpe. Mas, entre sus
muchos hijos solo uno fue designado heredero de los bienes paternos. Todos los demás, como
estuvieron lejos de poseer un sano discernimiento y en nada reproducían las virtudes de su
progenitor, fueron excluidos de la casa y privados de sus vínculos con la celebrada nobleza de
la estirpe.94
94
Gen. XXV, 5 y 6. Ver Sobre la migración de Abraham 94.

208. A su vez, del reconocido como heredero nacieron dos gemelos, que ninguna semejanza
tenían entre sí, [excepto las manos, y éstas como resultado de cierta estratagema] 95 ni en los
cuerpos ni en sus inclinaciones. Porque mientras el menor era obediente a ambos
progenitores, y a tal punto agradable, que alcanzó la alabanza de Dios; el mayor, en cambio,
era rebelde, y siendo incontinente en los placeres del vientre y de las partes que están debajo
de éste, tales placeres lo movieron a renunciar a sus derechos de primogénito en favor de su
hermano menor, para arrepentirse acto seguido de dicha renuncia, desear la muerte de su
hermano y no realizar cosa alguna fuera de aquellas que podían acarrear dolor a sus padres.
95
Casi segura interpolación, en que se saca inoportunamente a colación el insignificante
detalle mencionado en Gen. XXVII, 16 y 23.

209. Las consecuencias fueron que éstos formularon por el más joven los más excelsos votos,
votos que Dios confirmó en su totalidad, por considerar que ninguno debía quedar sin
cumplimiento; y que concedieron al mayor un lugar subordinado, movidos por la compasión,
para que sirviese bajo las órdenes de su hermano, por entender, y con razón, que no es cosa
buena que el hombre ruin ejerza él mismo el dominio de sus actos. 96
96
Gen. XXVII, 27 a 29 y 39 y 40, aunque sólo Rebeca formula estas súplicas según el relato
bíblico.

210. Y por cierto que, si éste hubiera sobrellevado de buen grado esa servidumbre, hubiera
sido considerado digno de los segundos galardones en los que podríamos llamar certámenes
de la virtud. Pero lo que realmente sucedió fue que por su actitud presuntuosa y por haberse
evadido de esa excelente dirección, convirtióse en origen de grandes vituperios para sí mismo
y para sus descendientes, al punto de que su vida, indigna de vivirse, quedó registrada como
una clarísima prueba de que la nobleza de nacimiento de nada les vale a los indignos de ella.

211. XXXIX. Estos, pues, pertenecen a la repudiable clase de los malvados nacidos de padres
excelentes, a los que de nada les valieron las virtudes de los mismos, y en cambio causaron
incontables daños los vicios de sus propias almas. Mas no debo dejar de mencionar a los
situados en la opuesta y mejor clase, aquellos cuyos antepasados fueron culpables, pero sus
vidas dignas de imitarse y plenas de alabanzas.

212. El más antiguo miembro de nuestra nación fue un caldeo, hijo de un astrólogo de los que
se ocupan de los conocimientos relativos al cielo, gente que considera que las estrellas y el
cielo todo y el universo entero son dioses, y afirma que de éstos depende el que a cada uno le
sucedan bien o mal las cosas, sosteniendo que fuera de las cosas sensibles no existe causa
alguna.

36
213. ¿Y qué puede ser más penoso o más apto para probar la falta de nobleza en el alma que
el hecho de que ésta a través del conocimiento de los seres múltiples, secundarios y creados
llegue a la ignorancia del Uno, Supremo, Increado y Hacedor de todas las cosas, el más
excelente por estos y por otros innumerables atributos que por su grandeza el entendimiento
humano no alcanza a abarcar?

214. Mas él, habiendo alcanzado a conocer estas verdades e inspirado por Dios, abandonó su
país natal, su estirpe y su casa paterna, sabiendo que, si se quedaba, los engaños de la creencia
en muchos dioses perdurarían en él impidiéndole llegar a conocer al Uno, al único Ser eterno,
Padre de todas las cosas, tanto de las perceptibles por la inteligencia como de las perceptibles
por los sentidos; y que, si, en cambio, se marchaba, marcharíase también de su inteligencia el
engaño, trocándose la falsa opinión en verdad.

215. Al mismo tiempo excitaron más aún el ardiente deseo que le abrasaba de conocer al Que
Es Divinos anuncios que le fueron revelados; guiado por los cuales sus pasos se encaminaban
con un empeño que no admitía pausas hacia el descubrimiento del Uno. Y no cesó en ello
hasta que recibió una visión suficientemente clara, no de Su esencia, que esto es imposible,
sino de Su existencia y providencia.

216. De allí que se diga de él que fue el primer hombre que creyó en Dios,97 pues fue el pri-
mero que tuvo una firme y segura convicción de que existe una única Causa suprema, y de
que Ella vela por el mundo y cuanto este contiene. Y habiendo adquirido la fe, la más firme
de las virtudes, adquirió juntamente todas las otras, al punto de que era considerado un rey por
aquellos entre quienes se establecía,98 y no por sus recursos y aprestos; que no era sino un
simple particular; sino por la grandeza de su alma; que su espíritu era el de un rey.
97
Gen. XV, 6.
98
Gen. XXIII, 6.

217. Y ciertamente, ellos no cesaban de tratarlo con las muestras de acatamiento propias de
los súbditos hacia su gobernante, movidos por el asombro que en ellos despertaba la majestad
que en todos los aspectos irradiaba su naturaleza, cuya perfección sobrepasaba los límites de
lo humano; como que tampoco la compañía que él frecuentaba era la misma que frecuentaban
ellos, sino una más augusta, en las reiteradas ocasiones en que dominábale una Divina
inspiración. Así, cuando sentíase poseído todo convertíase en él en algo superior: los ojos, el
color de su piel, la estatura, las actitudes, los movimientos, la voz; pues el Divino espíritu que
había sido exhalado desde lo alto sobre él y se había afincado en su alma, había conferido a su
cuerpo excepcional belleza, a sus palabras persuasión y a sus oyentes capacidad de captarlas.

218. ¿Y no dirías tú que era de la más alta nobleza este emigrante alejado de todos sus
familiares y amigos, que anhelaba el parentesco con Dios, que se esforzaba por todos los
medios por llegar a ser familiar a El, que había sido incorporado a la más excelente de las
funciones, la de los profetas, que no fundaba su fe en ninguna de las cosas creadas sino en el
Increado y Padre del universo; que era además considerado un rey, como dije, por aquellos
entre quienes residía, no habiendo alcanzado el mando por las armas ni los ejércitos
poderosos, sino por elección de Dios, el amigo de la virtud, que recompensa a los amantes de
la piedad con poderes soberanos para beneficio de los que los rodean?

219. Él es el común modelo de nobleza para todos los conversos que, abandonando la innoble
condición de las exóticas leyes y las ilícitas costumbres que asignan honores Divinos a
piedras, maderas y, en general, seres sin alma, han emprendido una noble emigración hacia

37
una comunidad plena realmente de vida y vitalidad, supervisada y presidida por la verdad.

220. XL. A esta nobleza han aspirado no solo hombres amantes de Dios, sino también
mujeres que, olvidando la ignorancia en que fueron criadas, dentro de la cual hónrase a cosas
fabricadas por el hombre, fueron instruidas en el conocimiento de la monarquía por la que es
gobernado el mundo.

221. Tamar era una mujer procedente de la Palestina siria, criada en una casa y en una ciudad
politeístas y repletas de imágenes, estatuas e ídolos en general. Mas, cuando, cual si saliera de
una oscuridad profunda, pudo ver un corto resplandor de la verdad, con peligro de muerte se
atrevió a marchar hacia la piedad, importándole poco vivir si no habría de vivir noblemente. Y
por vivir noblemente entendía no otra cosa que el ser sierva y suplicante de la única Causa.

222. Aunque casada sucesivamente con dos hermanos, malvados ambos, el primer esposo
suyo en las circunstancias habituales,99 y el segundo por la ley del levirato 100 por no haberle
dejado descendencia el primero; con todo, habiendo conservado inmaculada su propia vida,
consiguió ganar también ella la aprobación que corresponde a los buenos, y convertirse en
fuente de nobleza para todos sus descendientes. Pero ella, aunque extranjera, era al fin y al
cabo libre e hija de padres libres, y probablemente no de humilde condición.
99
Es decir, desposándose no por una causa especial como la del levirato sino en primer
matrimonio en estado de doncellez.
100
Gen. XXXVIII, 7 y 8.

223. Mas hubo ciertas criadas, nacidas más allá del Eufrates,101 en los confines de Babilonia,
las que fueron entregadas como dote a las hijas de la casa 102 con ocasión de los casamientos
de éstas; pero cuando fueron juzgadas merecedoras de compartir el lecho del hombre sabio, en
primer lugar pasaron de la condición de meras concubinas a la de esposas por nombre y
situación, y fueron colocadas por sus señoras en pie de igualdad con ellas, casi diría yo,
dejando de ser criadas; hecho sobremanera increíble, que las elevaba a la misma dignidad de
aquellas.103 Es que la envidia no se afinca en las almas de las personas sabias; y no estando
presente la envidia, ellas hacen partícipes a otros de sus bienes.
101
En Mesopotamia.
102
Gen. XXIX, 24.
103
Gen. XXX, 3 y 9.

224. Los hijos bastardos nacidos de estas mujeres en nada difirieron de los legítimos, no solo
ante los ojos de su progenitor; que es natural que el padre común de hijos nacidos de
diferentes madres abrigue el mismo afecto hacia todos ellos; sino también para sus
madrastras. Estas, en efecto, despojáronse de todo desafecto hacia sus hijastros,
reemplazándolo por una inefable solicitud por ellos.

225. Por su parte, los hijastros, retribuyendo su afecto, honraron a sus madrastras como si
fueren sus propias madres según la naturaleza. Y los hermanos, aunque reconocidos como
medio hermanos según la sangre, no se conformaron con profesarse mutuamente un
semiafecto solamente; antes bien acrecentaron hasta duplicarlo el sentimiento de amor que
sentían por los otros y del que eran a la vez objeto; y compensaron plenamente el aparente
defecto,104 esforzándose por concentrar en una armoniosa conjunción de disposiciones
espirituales a los nacidos de ambas partes.
104
De su vínculo fraternal.

38
226. XLI. Tras estas consideraciones, ¿les habremos de reconocer nobleza a quienes se la
atribuyen como un bien propio, cuando en realidad pertenece a otros? Los tales, a diferencia
de los que acabamos de mencionar,105 bien pueden ser considerados enemigos no solo de la
nación judía sino también de todos los hombres en todas partes; de aquella, porque dan a sus
compatriotas licencia para despreciar una existencia saludable y sólida fiados 106 en la virtud
de sus antepasados; de todos en general, porque, aun cuando las personas alcanzaren las cimas
mismas de la grandeza de espíritu, de nada les habrá de servir ésta si por ventura sus padres y
abuelos no han sido irreprochables.
105
Es decir, de Abraham, Tamar y las siervas de Jacob,
106
Es decir, pensando -que ;para ser noble basta con que lo hayan sido los antepasados, o la
nobleza de nacimiento.

227. No sé si puede haber doctrina más dañosa que esa. Según ella ni a los hijos perversos
perseguirá la vindicadora justicia si proceden de buenos padres, ni la recompensa alcanzará a
los hijos buenos de padres perversos, no obstante que la ley juzga a cada uno por lo que es, y
al aprobar o castigar ro tiene en cuenta las virtudes o vicios de los parientes.

39
SOBRE LOS PREMIOS Y LOS CASTIGOS (Y LAS MALDICIONES) 1

(DE PRAEMIIS ET POENIS) (ET EXSECRATIONIBUS)

1
El título, adoptado por Cohn y Colson, este último con la reserva manifestada en el
paréntesis, está tomado de Eusebio de Cesárea, Historia Eclesiástica II, 18, 5. En el parágrafo
4 Filón señala que el objeto del presente tratado son los premios y los castigos, pero a partir
del parágrafo 79, después de una laguna en el texto griego, se ocupa primero de las
bendiciones y luego de las maldiciones, lo que hace pensar que el título completo sería "Sobre
los premios y castigos y sobre las bendiciones y maldiciones".

1. I. Las revelaciones hechas a través del profeta Moisés se agrupan en tres órdenes: el
referente a la creación del mundo, el histórico y el legislativo.2 La creación del mundo está
toda ella revelada de manera excelente y acorde con la majestad Divina, comenzando por la
génesis del cielo y acabando en la formación del hombre. La razón de ello es que el cielo es el
más perfecto de los seres imperecederos, y el hombre lo es entre los mortales; y el Hacedor
produjo el mundo combinando en su gestación cosas inmortales con cosas mortales, creadas
aquéllas para un papel rector, y éstas para ser subordinadas, las primeras definitivamente
entonces y las segundas para ser también producidas en el futuro.3
2
Ver Vida de Moisés II, 46 y ss.
3
El texto griego presenta aquí algunas dificultades de sentido, pero la idea es evidentemente
que las cosas celestiales quedaron definitivamente creadas en el primero y único acto creador
de ellas en tanto que las cosas mortales fueron entonces creadas pero en una primera
generación, debiendo perpetuarse la obra creadora para la perpetuación de las especies
mortales.

2. La parte histórica es una relación de vidas nobles y de existencias ruines, e incluye las
penas y los premios fijados, según los casos, a cada una de las generaciones. En cuanto a la
parte legislativa, una sección de ella comprende la materia más general, y la otra encierra la
prescripción de las leyes particulares. Diez son las leyes capitales, de las cuales se nos dice
que fueron reveladas, no ya a través de las palabras de un hombre, sino dispuestas en lo alto
del aire, en forma de lenguaje articulado; en tanto que las restantes, es decir, las leyes,
específicas fueron prescriptas por boca del profeta.

3. Habiendo discurrido en los precedentes tratados, en la medida en que la ocasión lo exigía,


acerca de todas estas leyes y además sobre las virtudes que el legislador asignó a la paz y a la
guerra,4 paso ahora a ocuparme en el debido orden de los premios propuestos para los buenos
y los castigos que esperan a los malos.
4
Ver Sobre las virtudes 22.

4. Después de haber instruido a los regidos por su constitución, recurriendo a bastante suaves
directivas y exhortaciones y también a amenazas y amonestaciones de carácter más severo,
los invitó a dar públicas muestras de cuanto habían aprendido. Ellos, marchando adelante
como hacia una sagrada contienda, exhibieron a los ojos de todos cuál había sido su elección a
fin de dar testimonio clarísimo de la verdad. 5
5
El invitado es el pueblo de Israel y las públicas muestras no son sino la ulterior historia con
sus grandes momentos y sus etapas de claudicaciones.

5. Viose entonces a las claras que los verdaderos atletas de la virtud no habían defraudado las

40
altas esperanzas depositadas en ellos por sus maestros de lucha, las leyes; pero los de alma
cobarde e innoble, dominados por su innato enervamiento, en vez de emprender la contienda
contra las opuestas fuerzas con un vigor superior a ellas, se abatieron anticipadamente
convirtiéndose en vergüenza para sí mismos y en objeto de burla para quienes los veían.

6. Por esa causa, los primeros alcanzaron los premios, las victoriosas proclamas y todos los
otros galardones que se confieren a los vencedores; en tanto que los segundos se alejaron no
solo sin ser coronados sino además con el estigma de una derrota en extremo humillante, más
penosa aún que las de los certámenes atléticos. En estos certámenes, en efecto, los cuerpos de
los atletas caen, pero se reponen fácilmente; pero en el caso que nos ocupa son las vidas en su
totalidad las que se derrumban, vidas que resulta difícil volver a hacer resurgir una vez
derribadas.

7. Las enseñanzas acerca del privilegio y el honor y, en oposición a éstos, del castigo, están
armónicamente ordenadas en relativas a personas, relativas a casas, relativas a ciudades,
relativas a países y naciones, y relativas a grandes regiones de la tierra. II. Hemos de examinar
en primer lugar las que versan sobre los honores, ya que son más provechosas y a la vez más
gratas de oír; y comenzaremos por el honor tributado a cada una de las personas particulares
individualmente.

8. Dicen los griegos que aquel Triptólemo,6 que vivió en antiguos tiempos y fue elevado hacia
las alturas sobre alados dragones, propagó por toda la tierra el cultivo del fruto del trigo, con
el objeto de que el género humano, en vez de alimentarse con bellotas, dispusiera de un
alimento cultivado, provechoso y gratísimo. Pues bien, este relato, que no es sino una
invención mítica, como también muchos otros, quede para los que acostumbran relatar cosas
inverosímiles y cultivan la sofística en vez de la sabiduría, y la impostura en lugar de la
verdad.
6
Ver Ovidio, Metamorfosis V, 642 y ss. y Virgilio, Geórgicas I, 19.

9. La verdad del caso es que desde un principio, al mismo tiempo que tenía lugar la primera
creación de todas las cosas, Dios hizo brotar de la tierra lo necesario y proveyó de ello
anticipadamente a todos los animales, y de un modo especial al género humano, al que
concedió la gracia de la soberanía sobre todas las creaturas terrestres. Porque en las obras de
Dios nada nace tardíamente; e incluso todo aquello que parece haber sido elaborado
posteriormente mediante la industria y el esfuerzo humanos, en todos los casos preexiste ya a
medio hacer gracias a la previsión de la naturaleza; de modo que no está desacertado aquello
de que aprender es recordar.

10. Pero quede este tema para otra ocasión. Lo que hemos de examinar es la provechosísima
semilla que el Hacedor sembró en el pingüe suelo que es el alma racional.

11. La primera cosa sembrada en ella es la esperanza, la fuente de los rumbos de la humana
existencia. Por ella, en efecto, de ganancias el hombre de negocios afronta las dificultades y
recurre a las variadas maneras de obtenerlas; por la esperanza de una feliz travesía el
propietario de buques atraviesa los dilatados mares; por la esperanza de gloria el hombre
ambicioso escoge la vida pública y el manejo de los comunes negocios; por la esperanza de
trofeos y coronas los de ejercitados cuerpos compiten en los certámenes atléticos; y es la
esperanza de felicidad lo que estimula a los fervientes adeptos de la virtud a consagrarse a la
filosofía, convencidos de que de este modo serán capaces de ver la naturaleza de los seres y
obrar de conformidad con ella con miras a alcanzar la perfección en los dos más excelentes

41
tipos de vida: la contemplativa y la práctica, las que traen al instante aparejada la felicidad del
que las alcanza.

12. Ahora bien, no faltan quienes, comportándose como enemigos de guerra, han encendido el
fuego de los vicios en el alma y consumido en ella las semillas de la esperanza; ni quienes las
han arruinado por indolencia, como cultivadores despreocupados de su labor. Y están también
los que, aunque aparentemente han velado por ellas, prefirieron el egoísmo a la piedad y se
han atribuido a sí mismos el origen de sus éxitos.

13.7 Todos éstos son culpables. Únicamente es digno de aprobación aquel que ha depositado
su esperanza en Dios, considerándolo el autor de su misma existencia y el único capaz de
conservarlo libre de daño y destrucción. ¿Y cuál es el galardón ofrecido a quien ha sido
coronado vencedor en este certamen? Pues ese galardón consiste en la creatura viviente
mezcla de naturaleza mortal y de inmortal que es el hombre, no el mismo hombre que lo
obtuvo ni otro distinto.8
7
Lo que sigue se basa en Gen. IV, 26, y repite las consideraciones expuestas en Sobre
Abráham 7 y ss.
8
Es decir, no es ya un hombre particular, sino el hombre genérico.

14. Su nombre es en lengua hebrea Enós, que traducido; al griego es Anthrópos 9 quien tomó
como nombre personal el que es común a toda nuestra especie, a título de selecto galardón,
significando con ello que de ningún modo debe ser considerado un hombre aquel que no
pusiere su esperanza en Dios.
9
En español, Hombre.

15. III. Después de la victoria de la esperanza, sigue la segunda lucha, en la cual el


arrepentimiento, que es completamente ajeno a esa naturaleza que se caracteriza por ser
inconmovible, inalterable, y permanecer siempre idéntica en el mismo estado, lucha
súbitamente poseído de celo y amor por el mejoramiento, y ansioso de dejar atrás la innata
vanidad e injusticia, y de pasarse al campo de la modestia, la justicia y las demás virtudes.10
10
El arrepentimiento es personificado por Enoch, al que se refiere Gen. V, 24. En Sobre
Abráham 17 y ss. Filón interpreta su "traslado" como un pasaje del vicio a la virtud; aquí
como un alejamiento de los lugares familiares.

16. Dos son las recompensas que se ofrecen al arrepentimiento en atención a que dos son sus
logros positivos: el abandono de lo que es vil, y la elección de lo que es más elevado. Estos
premios consisten en una nueva morada y la soledad. Dice, en efecto, el legislador a propósito
de aquel que huyó de la sedición del cuerpo y se pasó al abandono del almp: "No era hallado
porque Dios lo había trasladado".11
11
Gen. V, 24.

17. Claramente se advierte que al mencionar un "traslado" alude a una nueva morada; y que lo
de "no ser encontrado" da a entender la soledad. Y es muy razonable. Porque, si un hombre ha
despreciado realmente los placeres y concupiscencias, y ha decidido con ánimo sincero
situarse por encima de las pasiones, preciso es que se disponga a cambiar de residencia,
huyendo sin posibilidad de retorno de su casa, dé su patria, de sus parientes y de sus amigos.

18. Es que lo familiar ejerce un atractivo tal, que bien cabe temer que, si tal hombre se queda,,
sea detenido y apresado por tan grandes seducciones situadas en torno de él, cuya
contemplación renovaría una vez más: las vergonzosas prácticas, aquietadas ya, y provocaría

42
vividos recuerdos de cosas que beberían quedar olvidadas.

19. Muchos han sido, efectivamente, los que se han convertido, en personas sensatas gracias a
que abandonaron sus países; y se han visto curados de sus furiosos y frenéticos apetitos al no
poder proporcionar a la pasión las imágenes del placer. Tal desvinculación, en efecto, hace
que necesariamente se avance por un solitario camino, en el que ya no estará presente aquella
que excita al placer.

20. Además, si alguien cambiare de residencia, deberá evitar el bullicio de la multitud y


acogerse a la soledad, pues es natural que también en la tierra extranjera haya redes
semejantes a las del propio país, en las que por fuerza quedan atrapados los que obran sin
previsión y se regocijan con la compañía de las multitudes. Porque aquello que es
desordenado, indecoroso, discordante y culpable constituye, una turba, y marchar a la par de
ella es lo más dañoso que existe para quien acaba de emigrar por primera vez hacia, la.;
virtud.

21. Porque, así como los cuerpos de los que han comenzado a recobrarse de una prolongada
enfermedad están expuestos a una recaída pues su vigor, aunque en aumento, aún no es firme;
del mismo modo las energías mentales de aquellos cuya alma acaba de sanar por primera vez
son débiles y tambaleantes, al punto de que es de temer que se desborde una vez más la
pasión, la que, naturalmente, es estimulada por la convivencia con los más irreflexivos.

22. IV. A las contiendas del arrepentimiento sigue una tercera pugna, la de la justicia,12 siendo
en ésta los dos premios para quien la alcanza: su salvación en medio de la destrucción general,
y el convertirse en conservador y guardián de ejemplares «de cada especie de creaturas
vivientes reunidas en parejas, a fin de que tenga lugar una segunda creación que sustituya a la
extinguida.
12
Ver Sobre Abráham 27 a 46.

23. Consideró, en efecto, justo el Hacedor que el mismo hombre fuera el fin de la generación
condenada y el principio de la generación irreprochable, enseñando con hechos, no con
palabras, a los qué niegan Su providencia sobre el mundo que, de conformidad con la ley
establecida por Él en la naturaleza universal, todas las miríadas de seres humanos, si han
vivido en la injusticia no valen lo que un solo hombre que vive conforme con la justicia. Este
hombre, durante cuya existencia sobrevino el gran diluvio, es llamado Deucalión por los
griegos, y Noé por los hebreos.

24. A estos tres 13 sigue otra tríada, más santa aún y más amada por Dios, todos ellos de la
misma familia, como que fueron el padre, el hijo y el nieto los que se esforzaron por alcanzar
el mismo fin en la vida: ser gratos al Hacedor y Padre del universo, despreciando lo que
admiran las multitudes, es decir, la gloria, la riqueza y el placer; y burlándose de la vanidad, la
que no es sino una permanente y abigarrada trama de mentiras destinada a engañar a los que
ponen la vista en ella.
13
Enós = la esperanza; Enoch = al arrepentimiento; y Noé = la justicia.

25. La vanidad es el embaucador que deifica las cosas sin vida, el opuesto baluarte, inmenso y
difícil de tomar, que con sus artificios y estratagemas seduce a toda ciudad y se anticipa a
apresar las almas de los jóvenes. Se afinca en ellas, efectivamente, desde la más temprana
edad y permanece allí hasta la vejez, salvo en los casos en que Dios las ilumina con el
resplandor de la verdad; verdad de la que es antagonista la vanidad, la que muy difícilmente

43
acepta su derrota, y solo porque la superior fuerza de aquella la doblega.

26. Este género de personas14 es escaso en número, pero múltiple e inmenso por su poder, al
punto de que ni el círculo todo de la tierra es capaz de contenerlo, y se extiende hasta el cielo,
como que, poseído por un ansia inefable de contemplar las cosas Divinas y vivir siempre con
ellas, una vez que ha investigado y recorrido toda la naturaleza visible, prosigue su marcha
inmediatamente hacia la incorpórea y aprehensible por la inteligencia, sin llevar consigo
ninguno de los sentidos, dejando atrás todo lo irracional del alma, y empleando únicamente la
parte de ella llamada inteligencia y raciocinio.
14
Despreciadoras de la vanidad.

27. El que señaló el camino . hacia la creencia que complace a Dios, el primero en pasar desde
la vanidad a la verdad, teniendo por maestra de perfección a la virtud, recibe como
recompensa la fe en Dios.15 En cambio, al que por un feliz don de la naturaleza adquirió la
virtud que solo se escucha a sí misma, no aprendida de otros, maestra de sí misma, le fue
concedida la alegría como trofeo.16 En cuanto al practicante, el que alcanzó la excelencia
mediante interminables y persistentes trabajos, su corona triunfal consistió en la visión de
Dios.17 ¿Y qué cosa más provechosa y más excelsa puede concebirse que el tener fe en Dios,
el alegrarse durante toda la vida y el contemplar siempre al Que Es?
15
Ver Sobre Abraham 262 y ss.
16
Ver Sobre la obra de Noé como plantador 169 y 170. Sobre las virtudes que los tres
patriarcas personifican ver Sobre la unión con los estudios preliminares 35 y 36.
17
Ver Sobre la migración de Abraham 199 y Sobre la agricultura 42.

28. V. Pero observemos a cada uno de ellos con más detención, no guiándonos por sus
nombres 18 sino extendiendo nuestras miradas hasta lo íntimo y penetrando profundamente
con nuestras inteligencias. Pues bien, aquel que ha puesto su fe en Dios ha aprendido a no
ponerla en ninguno de los demás seres, todos los cuales son creados y corruptibles;
comenzando por esos poderes que alardean su vanidad dentro de su misma persona, es decir,
por la razón y la sensibilidad. A una y a otra, en efecto, le está asignado su propia sala de
consejo y tribunal, a la razón para la supervisión de lo aprehensible por la inteligencia y con la
verdad por meta; a la sensibilidad para la inspección de las cosas sensibles, y con la opinión
por objetivo.
18
Abraham, cuyo nombre significa, según Filón, "elevado padre", Isaac o Risa y Jacob-Israel
o El que ve a Dios. Ver Sobre los gigantes 62, Sobre los sueños I, 160 a 172. Sobre la obra de
Noé como plantador 169 y 170, y Sobre la agricultura 42.

29. Fácil resulta ver cuan inestable y extraviada es la opinión, pues se atiene a semejanzas y
probabilidades, siendo así que toda semejanza, no obstante su seductor parecido, constituye
una falsificación del original. Y la razón, guía de la percepción sensible, que entiende que le
corresponde el juzgar las cosas aprehensibles por la inteligencia, cosas que siempre
permanecen idénticas y en el mismo estado, es sorprendida en graves aprietos en muchos
puntos. Cuando, en efecto, intenta aplicarse a los innumerables seres particulares, se ve
impotente, desfallece y sucumbe como un atleta descalabrado por una fuerza superior.

30. En cambio, aquel a quien ha sido dado otear desde lo alto todas las cosas tanto corpóreas
como incorpóreas, y estar por encima de ellas, y tener a Dios como su único apoyo y sostén, y
la compañía de un sólido discernimiento y una indoblegable y firmísima fe; ese es
verdaderamente feliz y tres veces venturoso.

44
31. Después de la fe está el galardón asignado al que sin esfuerzo, por obra solamente de la
naturaleza, ha conquistado para sí la virtud en victoriosa lucha. Tal galardón es la alegría. Su
nombre, en efecto, en Gélos,19 en el idioma griego, Isaac en lengua hebrea; y la risa es el
signo visible y corpóreo de la invisible alegría de la inteligencia.
19
Es decir, Risa.

32. Sucede, por otra parte, que la alegría es la más excelente y grata de las experiencias
placenteras; y gracias a ella llénase el alma en todas sus partes plenamente de optimismo,
regocijándose en el Padre y Hacedor de todas las cosas, y regocijándose asimismo por todas
las cosas libres de mal que suceden, aunque ellas no redunden en su propio placer, solo por
entender que suceden para bien y para la- preservación de cuanto existe.

33. Un médico amputa a veces, en las enfermedades graves y peligrosas, partes de los cuerpos
con la esperanza de preservar la salud del resto; y el piloto, al sobrevenir las tormentas, arroja
carga por la borda pensando en la salvación de los que van en la nave; y ni la amputación al
médico ni la pérdida de bienes al piloto les traen aparejado reproche alguno, sino, por el
contrario, alábase a uno y a otro por haber tenido presente lo conveniente antes que lo grato, y
haber obrado en la forma correcta.

34. Pues bien, del mismo modo, también hemos de admirar siempre a la Naturaleza del
universo y sentirnos complacidos por sus obras en el mundo, todas ellas libres de mal
intencional; teniendo presente no si esto o aquello sucede de manera no grata para uno mismo,
sino que, como en un bien gobernado estado, el carro y navío del mundo es conducido a
salvo.

35. Feliz es, pues, también éste, y no menos que el primero, puesto que jamás se dan en él la
inquietud ni el desaliento, y goza de una existencia libre de dolor y miedo, sin que, ni en
sueños, le alcancen la amargura y las miserias, por estar cada lugar de su alma ocupado de
antemano por la alegría.

36. VI. Después del que adquiere el saber sin maestros y cuenta con una riqueza producida
por su propia naturaleza, el tercero en alcanzar la perfección es el practicante,20 el cual
alcanza como especial premio la visión de Dios. En efecto, habiendo estado en contacto con
todas las cosas de la humana existencia y convivido, y no de manera circunstancial, con todas
ellas; y no habiendo, además, ahorrado fatigas ni riesgo alguno con tal de poder seguir de
algún modo tras las huellas de la sumamente apetecible verdad, descubrió cuan profunda es la
oscuridad que envuelve a la especie mortal a lo largo de la tierra, el agua, el aire e incluso el
éter. Porque también la región etérea y el cielo todo se presentaba ante sus ojos semejante a
una noche, en razón de que toda la naturaleza sensible carece de límites definidos, y lo
indefinido está muy estrechamente emparentado con la oscuridad.
20
Personificado por Jacob, cuyo segundo nombre es Israel, es decir, "el que ve a Dios".

37. Tras mantener, pues, cerrados los ojos de su alma durante su edad temprana, comenzó,
con dificultad y mediante continuos esfuerzos, a abrirlos y a romper y dispersar las tinieblas
que los velaban. Y en efecto, una incorpórea claridad, más pura que el éter, resplandeció
súbitamente e hizo patente ante él el mundo perceptible solamente por la inteligencia, al que
conduce un Auriga.

38. Este Auriga, circundado por los resplandores de una luz sin mezcla, escapaba a su mirada
y a sus conjeturas por estar su vista oscurecida a causa de los deslumbrantes efluvios

45
luminosos. Mas ésta, a pesar de la inmensa corriente de fuego que fluía hacia ella, persistía en
su empeño movida por su extraordinario deseo de contemplarlo.

39. Y el Padre y Salvador, al ver la sinceridad de su apasionado deseo, se apiadó de él e


infundiendo vigor a la penetración de su mirada no se opuso a que alcanzara esa con-
templación hasta donde le era dado alcanzarla a la naturaleza engendrada y mortal, visión que
no le mostraba qué es Él, sino solamente Su existencia.

40. Es que, siendo superior al misma bien, más excelso que la mónada y más puro que la
unidad, es imposible que sea contemplado por otro ser alguno, porque sola a Él le es dado
aprehenderse a Sí mismo. VII. En cuanto al hecho de que existe, que sí puede ser aprehendido
y denominamos Su existencia, o no todos lo comprenden o no lo hacen por el mejor camino.
Algunos han negado directamente que exista en absoluto la Divinidad; otros han titubeado sin
decidirse, como si no supieran decir si existe o no; y otros, cuyas ideas acerca de la existencia
de Dios proceden más de un hábito que del discernimiento, habiéndolas recibido de quienes
los criaron, han creído abrigar genuinos sentimientos de piedad, cuando en realidad su
religiosidad era solo un rasgo de superstición.21
21
Ver Sobre las leyes particulares 1; 33 y ss., e Interpretación alegórica III, 97 a 99.

41. Hay también otros que, gracias al saber, han llegado a poder representarse al Hacedor y
Soberano, avanzando, como se dice comúnmente, desde abajo hacia arriba. Habiendo, en
efecto, entrado en la bien legislada ciudad que es este mundo, han contemplado la tierra en su
fija posición, tanto la montañosa como la llana, repleta de sembrados, árboles y frutos, así
como de todas clases de creaturas vivientes; y desparramados sobre ella los mares, los lagos y
los ríos nacidos en fuentes locales y los, alimentados por las lluvias invernales; las propicias
temperaturas del aire y los vientos, los armoniosos cambios de las estaciones del año, y, como
coronación de todo, el sol, la luna, los astros errantes y fijos y el cielo todo con su propia
hueste en ordenadas formaciones, un verdadero mundo girante dentro del mundo.

42. Admirados y atónitos, han llegado éstos a adquirir una noción acorde con lo que aparecía
ante su vista, a saber; que tan grandes bellezas y un orden tan portentoso no se produjeron por
sí solos, sino son obra de un artífice hacedor del mundo, y que es necesario 'que exista una
providencia, ya que es ley de la naturaleza el que quien algo produce vele por lo producido.

43. Ahora bien, estos son admirables personas, superiores a las otras clases de hombres, y han
avanzado, como dije, desde abajo hacia arriba, como a través de una escalera hacia el cielo,
infiriendo mediante una razonable reflexión la existencia del Artífice a partir de Sus obras.
Pero, si existen quienes han sido capaces de llegar a la aprehensión del Mismo partiendo de Él
mismo, sin valerse de la cooperación de ningún razonamiento para alcanzar esa visión, ellos
han de ser registrados como verdaderos santos y genuinos servidores y amigos de Dios.

44. Entre éstos se halla aquel que en lengua hebrea llámase Israel, y en la griega "el que ve a
Dios"; no cómo es Dios, que esto, según ya dije, es imposible; sino Su existencia. Y Lo ve no
por haberlo aprehendido partiendo de otra cosa, ya sea de las de la tierra, ya de las del cielo,
ya de los elementos todos o de las combinaciones de elementos mortales e inmortales; sino
solamente por la invitación de Dios mismo, cuya voluntad era revelar Su propia existencia al
suplicante.

45. Vale la pena observar a través de algo en cierto modo semejante cómo se produjo esa
aproximación. Este sol que perciben nuestros sentidos, ¿acaso lo percibimos mediante otra

46
cosa distinta del sol mismo? ¿Y acaso contemplamos los astros mediante otras cosas que no
sean los mismos astros? Y en general, ¿no es mediante la luz misma como percibimos la luz?
Pues bien, del mismo modo también Dios, siendo, como es, Su propia luz, solo» a través de Él
mismo es contemplado, sin que otra cosa alguna coopere «n ello o pueda contribuir a una
íntima aprehensión de Su existencia.

46. Son, pues, simples adivinos aquellos que, partiendo de los seres creados, se lanzan a la
contemplación del Increado y Creador de todas las cosas, haciendo más o-menos lo mismo
que aquellos que indagan acerca de la unidad' a partir de la dualidad, cuando debieran, a la
inversa, investigar la dualidad a partir de la unidad, que es el punto de partida.22 En cambio,
son buscadores de la verdad aquellos que forjan una imagen de Dios a través de Dios, de la
luz a través de la luz.
22
Ver Sobre los sueños II, 70.

47. VIII. Queda expuesto lo relativo al mayor de sus premios. Pero, aparte de éste, el
practicante recibe otro galardón, cuyo nombre no suena bien pero cuyo sentido es excelente.
Llámase, en efecto, este trofeo simbólicamente "entumecimiento de la parte ancha".23 Lo de
"parte ancha" sugiere arrogancia y altanería, ya que el alma fluye en desmedida expansión
hacia donde no debe; y el término "entumecimiento" da a entender la represión de la
presunción, disposición que se traduce en la propia exaltación y en alardes de superioridad.
23
Gen. XXXII, 25. Ver Sobre los sueños I, 130.

48. Y nada es tan provechoso como el que el relajamiento y el incontrolado curso de los
apetitos sean refrenados y entumecidos, y paralizadas las energías que los animan, a fin de
que, al desaparecer la desmedida fuerza de las pasiones, ello proporcione amplio campo 24 a la
parte mejor del alma.
24
Para su expansión, para que su dominio o esfera de acción se incremente.

49. Convendrá que examinemos también cómo la recompensa asignada a cada uno de los tres
fue la más apropiada. La fe lo fue para aquel que adquirió la perfección mediante la ense-
ñanza, por cuanto el que aprende debe tener fe en la instrucción que el maestro le imparte.
Porque resulta difícil, o más bien imposible, educar a quien desconfía.

50. La alegría fue el galardón para quien llegó a la virtud en alas de las felices disposiciones
de su naturaleza. La razón es que las buenas cualidades y los dones de la naturaleza mueven a
la alegría ya que la inteligencia se alboroza por sus felices aciertos y por su destreza al
aplicarse a las cosas, gracias a los cuales descubre sin esfuerzo cuanto indaga, cual si se lo
dictase un apuntador desde su interior. Ciertamente, el inmediato descubrimiento de la so-
lución de las dificultades produce alegría.

51. En cuanto a aquel que alcanzó la sabiduría mediante la práctica, su premio fue la visión.
Cosa explicable, porque después de la vida activa en la juventud nada hay más excelente y
santo que la vida contemplativa en la vejez; vida con la que Dios nos asiste situándola como
un piloto sobre la proa, y colocando en sus manos los timones para que pueda regir el curso de
las cosas terrestres, pues sin la contemplación y el conocimiento que ella proporciona nada de
lo que se hace resulta perfecto.

52. IX. He de recordar todavía a otro hombre, para luego, como no deseo extenderme, volver
a retomar el hilo de nuestro asunto. Se trata de aquel que fue proclamado merecedor de la
triunfal corona en uno tras -otro de los sagrados certámenes. Y llamo sagrados certámenes no

47
a los que son tenidos por tales entre las multitudes; que éstos son sacrílegos pues asignan ga-
lardones en vez de los más severos castigos a las violencias, los ultrajes y las injusticias; sino
a aquellas contiendas que es natural que libre el alma expulsando a la estupidez y la malicia
mediante la sabiduría, al libertinaje y a la mezquindad mediante la moderación, a la temeridad
y a la cobardía mediante la valentía, y mediante las restantes virtudes a los vicios opuestos a
ellas; vicios que opónense entre sí y también a otros vicios.25
25
Ver Sobre la agricultura 113. El sentido de la última parte parece ser que los vicios no sólo
son antagónicos de la virtud sino enemigos entre sí.

53. Ahora bien, todas las virtudes son vírgenes, pero la más hermosa entre todas ellas, la que
ha recibido la dirección del coro, es la piedad; virtud que alcanzó en grado especial Moisés, el
maestro de la Divina palabra; y gracias a la cual consiguió, además de otros infinitos dones,
como se señala en los tratados acerca de su vida, cuatro escogidos galardones: la realeza, la
legislación, la profecía y el sumo sacerdocio.26
26
Ver Vida de Moisés II, 3.

54. En efecto, llegó a ser rey, y no como es habitual con ayuda de un ejército y armas, con
fuerzas de marinería, infantería y caballería, sino escogido, mediante el libre consentimiento-
de sus gobernados, por Dios, quien movió a los súbditos a la voluntaria elección.27 Solo de él
nos consta que llegó a ser rey, aunque no era elocuente 28 ni poseía propiedades ni dinero,
pues anteriormente había escogido en lugar de la riqueza ciega la que posee visión, y
comprendido, digámoslo sin reserva alguna, que su fortuna personal consistía en tener a Dios
por patrimonio.29
27
Ver Sobre las leyes particulares IV, 157.
28
Éx. IV, 10.
29
La frase resulta sumamente extraña, aunque se haya dicho a Leví "el Señor es tu heredad".
Tal vez, como sugiere Colson, signifique: "en lo que Dios le había asignado" o "en el
patrimonio que Dios le había dado".

55. Esta misma persona llegó a ser también legislador. Es que es oficio propio del rey el
ordenar y prohibir, y la ley no consiste en otra cosa que en una resolución que establece lo que
debe hacerse y prohíbe aquello que no debe hacerse. Y como lo que conviene en uno y otro
caso no es cosa fácil de ver, según lo prueba el hecho de que muchas veces por ignorancia se
nos manda lo que no debe hacerse y se nos prohíbe lo que debe hacerse, correspondía que
recibiese una tercera recompensa: la profecía, para evitar tropiezos, ya que el profeta es un
portavoz al que Dios le dicta desde lo íntimo lo que debe decir; y donde Dios está presente
todo es irreprochable.

56. Y también correspondía que llegara al sumo sacerdocio, mediante el cual, munido* de su
profético conocimiento, sirviera al Que Es y ofreciera acciones de gracias por los súbditos,
cuando estos obraran rectamente, y elevara plegarias y súplicas propiciatorias por ellos en
caso de que delinquieran. Estos premios eran de una misma clase y era conveniente que
coexistieran unidos con armoniosos lazos y se encontraran en la misma persona, ya que quien
se queda corto en uno de ellos no resulta completamente apto para el mando, y en ese caso la
atención de los negocios públicos que tiene a su cargo andará a los tumbos.

57. X. Y ya es suficiente acerca de los premios ofrecidos a cada hombre individualmente;


pero están también los que se asignan a casas enteras y estirpes numerosas. Por ejemplo, des-
pués de ser dividida nuestra nación en doce tribus, tuvieron estas otros tantos jefes, los que no
solo pertenecían a una única casa y estirpe sino estaban, además vinculados por un grado

48
mayor aún de parentesco, como que todos eran hijos del mismo padre. Y el abuelo, el
bisabuelo y el mismo padre de éstos fueron los fundadores de nuestra nación.

58. El primero de ellos, que, después de abandonar la vanidad para pasarse al campo de la
verdad, y de despreciar las imposturas de la astrologia caldea a cambio de una contemplación
más perfecta, atraído por el espectáculo marchó tras la visión, tal como dicen es arrastrado el
hierro por la piedra magnética; y se convirtió de sofista en sabio mediante la instrucción; tuvo
numerosos hijos, todos culpables excepto uno, del cual, él sujetó las amarras de la estirpe para
que se cobijase en seguro puerto.30
30
Gen. XXV, 6.

59. A su vez, a este hijo, dotado de una naturaleza capaz de aprender e instruirse por sí
misma, llegaron a nacerle dos hijos, uno salvaje e indómito, lleno de ira y concupiscencia, y
que había llegado a hacer de la parte irracional de su alma un baluarte erigido contra la parte
racional; en tanto que el otro, manso y humano, amante de la nobleza de vida, de la igualdad y
de la modestia, estaba alistado en las filas de la causa superior como defensor de la razón y
oponente de la insensatez.

60. Este último fue el tercero de los fundadores de nuestra nación, padre de numerosos hijos y
el único que los tuvo todos rectos y que no sufrió merma en parte alguna de su casa, como
venturoso agricultor que contempla todo su sembrado sano y salvo, cultivado y fructífero.

61. XI. Pero el relato literal relativo a cada uno de los tres contiene un significado simbólico
cuyo oculto sentido corresponde que examinemos. Por ejemplo, todo aquel que recibe en-
señanzas, al marchar hacia la sabiduría necesariamente debe abandonar la ignorancia. Ahora
bien, la ignorancia es multiforme, y por eso se nos dice que el primero de los tres tuvo
muchos hijos. Pero consideró que ninguno de ellos, excepto uno solo, merecía llevar el
nombre de hijo suyo. Y en cierto modo también el que aprende deshereda a los vástagos de la
ignorancia, y los repudia por considerarlos hostiles y mal intencionados.

62. Por otra parte, es natural que los hombres, antes de que la razón que llevamos en nosotros
alcance su plena madurez, permanezcan en el límite entre el vicio y la virtud sin inclinarse
hacia uno o hacia otra. Mas, una vez que la inteligencia ha desplegado sus alas y ha logrado la
visión del bien con toda el alma a través de todas sus partes, se lanza libre ya y alada hacia él
dejando atrás al mal, hermano de aquel, engendrado conjuntamente con él, que también huye
en opuesta dirección para no retornar.

63. Tal es lo que sugiere el relato al decir que al dotado de privilegiada naturaleza 31 le
nacieron dos hijos gemelos. El alma de cada hombre, en efecto, desde su origen, a la par de su
llegada a la existencia, lleva en su vientre dos gemelos, el bien y el mal, como he dicho; y
tiene presente ante sí la imagen de uno y otro. Mas, cuando ha llegado a alcanzar su porción
de felicidad y dicha, se lanza movida por un solo impulso hacia el bien, y ya no se balancea
hacia uno y hacia otro ni oscila manteniendo el equilibrio entre ambos.
31
Isaac.

64. Y si habiendo recibido una buena naturaleza y alcanzado una buena educación, ha sido esa
alma, en tercer lugar, ejercitada en los principios de la virtud, y de modo tal que ninguno de
ellos resulte fluido y superficial, sino estén todos firmemente fijados y grabados, cual si
hubiesen sido unidos con firmes ataduras, adquiere ella salud y también poder, a los que se
suman el noble rubor que procede de la modestia, la buena complexión y la belleza.

49
65. Y habiendo llegado la tal alma a estar plena de virtudes a través de las tres excelentes vías
que son la naturaleza, la instrucción y la práctica,32 no habiendo dejado espacio vacío dentro
de sí que permita la penetración de otras cosas, engendra dos grupos de seis hijos cada uno,
vale decir, un número perfecto, copia e imitación del círculo del zodíaco, para mejoramiento
de las cosas de aquí abajo.33 Esta es la casa exenta de todo daño, la perfecta y unida, tanto si
nos atenemos a la narración literal como en la interpretación alegórica, la que recibió, según
dije, la soberanía sobre las tribus de la nación.
32
Personificadas, recuérdese, por Isaac, Abraham y Jacob, respectivamente.
33
Es decir, el alma aquí descripta beneficia a los seres de nuestro
mundo tal como el zodíaco lo hace en el orden celeste.

66. De esta casa, acrecentada en el curso de los tiempos hasta tornarse populosa, fueron
fundadas bien legisladas ciudades, escuelas de sabiduría, justicia y santidad, las que además
se han ilustrado en la investigación de los medios para adquirir el resto de las virtudes.

67. XII. Queda, pues, expuesto en forma bastante sumaria lo referente a los premios que
fueron asignados antiguamente a los buenos colectiva e individualmente; pudiendo cualquiera
discernir con suma facilidad por ellos la naturaleza de los no mencionados. Toca el turno
ahora en nuestras consideraciones a los castigos establecidos para los malvados, examen que
habrá de ser bastante general, ya que no es ésta la ocasión propicia para describir los casos
particulares.

68. En los orígenes mismos de la raza humana, cuando aún ésta no se había multiplicado,
alguien se convirtió en fratricida,34 Este fue el primer hombre sobre el que pesó una
maldición, el primero que arrojó sobre la tierra todavía pura una monstruosa mancha de
sangre humana, el primero que puso trabas a la fecundidad de esa tierra, cuando ella producía
y hacía crecer las distintas clases de animales y plantas, y prosperaba con todos los productos
que engendraba; el primero que erigió contra la generación el muro de la destrucción, contra
la vida la muerte, contra la dicha el dolor, y contra el bien el mal.
34
Ver Sobre las virtudes 200, Sobre la huida y el hallazgo 60, Sobre la confusión de las
lenguas 122 y Sobre las habituales intrigas de lo peor
contra lo mejor 177 y 178.

69. ¿Qué castigo, por lo tanto, hubiera merecido soportar para pagar su culpa quien en un
único hecho no omitió violencia ni impiedad alguna? Tal vez diga alguien que la muerte. Este
es el modo de discurrir propio del hombre, el cual no tiene presente al gran tribunal. Los
hombres, en efecto, consideran que la muerte es el límite último en materia de castigos; mas
en el tribunal de Dios es apenas el comienzo.

70. Dado que, ciertamente, lo hecho por aquél no teñía precedentes, era preciso hallar un
castigo nuevo también. ¿Y cuál fue este castigo? Pues el vivir siempre muriendo y soportar en
cierto modo una muerte inmortal y sin término. Hay, en efecto, dos especies de muerte: una
de ellas consiste en estar muerto, lo cual o es un bien o es algo indiferente; y la otra consiste
en ir muriendo, lo cual es un mal en todo sentido, y más penoso cuanto más prolongado.

71. La muerte, pues, fue Su perpetua compañera; observa de qué manera. Siendo cuatro los
sentimientos contenidos en el alma, dos relacionados con el bien actual o futuro: el placer y el
deseo; y dos relativos al mal presente o que se aguarda: el dolor y el temor; el par vinculado al
bien Dios lo extirpó de él desde sus mismas raíces, de modo que ni por casualidad

50
experimentase jamás placer ni deseo de algo placentero; y estableció fijamente en él solo la
pareja correspondiente al mal, para que le causara un dolor sin mezcla de alegría y un temor
sin límites.

72. Leemos, en efecto, que lanzó una maldición sobre el fratricida de modo que "gimiera y
temblara" 35 siempre. Además le colocó una señal a fin de que nadie lo matara. El objeto de
esta señal era que no muriera de una vez sino continuara, como dije, muriendo perpetuamente
en medio de dolores, aflicciones y desgracias incesantes, y, lo que sería más penoso de todo,
teniendo conciencia de sus propios males, soportando el peso de los ya declaradas y previendo
el torrente de los venideros sin poder guardarse de ellos, ya que le había sido extirpada la
esperanza, que Dios sembró en la raza humana para que, poseyendo un connatural consuelo,
pudiesen los hombres aliviar sus aflicciones, excepto cuando hubiesen cometido hechos
irremediables.
35
Gen. IV, 12. ;

73. Y así, del mismo modo que al que ha sido arrastrado por un torrente lo aterra la corriente
cercana por la que es arrastrado, pero más aún lo espanta la que se precipita desde lo alto
empujándolo con su violencia penosa e incesantemente, y además lo sumerge con sus crestas
al elevarse; así también los males que ya soportamos son afligentes, pero más penosos todavía
son los que provienen del temor, el cual es como una fuente que procura abundantes
padeceres.

74. XIII. Tales fueron los castigos aplicados al que primero se convirtió en fratricida; pero hay
otros que fueron asignados a grupos enteros 36 confabulados para cometer una común mal-
dad.37 Había ciertos guardianes y servidores del templo que tenían encomendada la función de
custodiar su entrada. Éstos, llenos de irracional insensatez, se rebelaron contra los sacerdotes,
entendiendo tener derecho a apropiarse de las prerrogativas de aquellos.
36
Literalmente, "casas" o "familias", aquí emplea Filón el término pensando en los levitas,
como miembros de una casta hereditaria.
37
Núm. XVI, 1 a 35. Ver Vida de Moisés II, 174 y 155 y 275 a 282.

75. Tras designar cabecilla de la conspiración al de más edad, que, por otra parte, había sido
con unos pocos cómplices el instigador de la osada actitud, abandonaron los vestíbulos y las
partes más externas, y penetraron en la parte más interna del santuario haciendo salir a
aquellos que habían sido considerados merecedores del sacerdocio según Divinas
manifestaciones.

76. Como es natural, esto causó alboroto entre la multitud, ya que estaban siendo violadas
instituciones inviolables, desvirtuadas las leyes, y perturbado por un terrible desorden el
decoro del sagrado recinto.

77. Ello provocó la indignación de quien velaba por la nación y la presidía. Y en primer lugar,
con toda la severidad del caso, pero sin ira, que no entraba en su manera de ser el
encolerizarse, intentó mediante aleccionadoras palabras moverlos a desistir y a que no
atravesasen los límites establecidos ni atentasen contra las instituciones santas y consagradas,
de las que estaban pendientes las esperanzas de la nación.

78. Mas nada lograba, y por el contrario, hacían ellos oídos sordos a todo, ya que pensaban
que lo que lo había movido a establecer como sumo sacerdote a su propio hermano y a confiar
el sacerdocio a sus sobrinos era el afecto hacia su familia. Él, aunque esto significaba un

51
terrible agravio, no lo tomó como tal; pero sí consideró en extremo intolerable el que se
pensara que no se había atenido a las Divinas instrucciones, según las cuales se había
procedido a la elección de los sacerdotes...38
38
Laguna en el texto de los manuscritos. Se supone que ella corresponde a los siguientes
puntos: a) el final de la sedición de los servidores del templo; b) probablemente otros
ejemplos de castigos, de los que sólo dos casos se han mencionado frente a ocho de premios;
c) las palabras preliminares en la consideración de las bendiciones y las maldiciones.

79. XIV. ... en las sagradas escrituras se registra un claro testimonio. Ocupémonos, en primer
lugar, de las invocaciones que el legislador suele 39 llamar bendiciones. Si respetáis, dice, los
Divinos mandatos, siendo obedientes a sus prescripciones, y no os limitáis a acoger sus
disposiciones para escucharlas solamente, sino las cumplís a través de vuestras obras, como
primer don alcanzaréis la victoria sobre vuestro enemigos.40
39
Deut. XI, 26 y XXVIII, 2.
40
Lev. XXVI, 7 y Deut. XXVIII, 1 y 7.

80. Ciertamente, esas prescripciones no son excesivamente pesadas ni gravosas para la fuerza
de los que han de regirse por ellas; ni el bien se encuentra lejos, allende el mar o en los
confines de la tierra, como para que sea preciso ausentarse del propio país por mucho tiempo
y con fatigas, ni ha abandonado repentinamente esta tierra para exiliarse en el cielo, de modo
que uno, aun cuando provisto de alas se remontase a las alturas, difícilmente podría llegar a él.
No, se halla próximo a nosotros, muy cerca, firmemente establecido en tres de las partes que
componen nuestro ser, a saber: la boca, el corazón y las manos, que es un modo figurado de
decir: la palabra, los pensamientos y las acciones.

81. En efecto, si nuestras palabras están acordes con nuestros designios, y nuestras obras son
conformes a nuestras palabras, y se corresponden recíprocamente, unidos mediante
indisolubles lazos de armonía, prevalece la felicidad, es decir, la sabiduría y la prudencia
libres de toda falsedad, la sabiduría para servir, a Dios, y la prudencia para regir la vida
humana.41
41
Deut. XXX, 11 a 14. Ver Sobre las virtudes 183.

82. Ahora bien, mientras las prescripciones de las leyes permanecen todavía en el terreno de
las palabras, a poco o nada se reduce su aceptación; mas si en toda la conducta de nuestra
existencia se les agregaren obras acordes y consecuentes con ellas, entonces, como si hubieran
surgido desde las profundas tinieblas hacia la luz, resplandecerán con el brillo que procede de
la buena fama y la ponderación.

83. Porque, ¿quién, aun de los denigradores por naturaleza, negaría que sabia e inmensamente
versada 42 es solo aquella, nación, a la que le fue dado no dejar las Divinas exhortaciones
vacías y desiertas de las correspondientes obras, sino completar las palabras con obras dignas
de alabanza?
42
Deut. IV, 6.

84. Tal nación reside, no lejos de Dios; tiene siempre presente la visión de las etéreas bellezas,
y sus pasos son guiados por un celestial amor. En consecuencia, si alguno por ventura
pregunta qué nación es grande, todos pueden responder acertadamente que lo es aquella cuyas
plegarias, dignas del sagrado culto, son escuchadas por Dios, quien está a su lado cuando sus
invocaciones proceden de una conciencia pura.43
43
Deut. IV, 7.

52
85. XV. Las enemistades son de dos clases: una, la enemistad de los hombres, cuyo origen es
la ambición, y que se traduce en actos deliberados; la otra, la que es propia de las bestias y
obedece a una aversión impuesta por la naturaleza sin que haya en ella deliberada intención.
Hemos de hablar, por lo tanto, separadamente sobre una y otra; en primer lugar sobre la de los
enemigos por natural condición, es decir, las bestias, las que no detestan a una sola ciudad o
nación sino a todo el género humano sin excepción, y no por un determinado período de
tiempo sino por siempre, sin límite ni término.

86. De las bestias unas, teniendo al hombre por amo, se humillan con rencoroso odio; en tanto
que otras, audaces y más osadas, acechan la ocasión de atacar, y lo hacen emboscadas si son
demasiado débiles, abiertamente si son bastante fuertes.

87. Trátase, en efecto, de una sola guerra sin tregua ni cuartel: como los lobos contra los
corderos, todas las bestias salvajes terrestres y acuáticas están en guerra contra los hombres.
Ningún mortal puede poner fin a esta guerra; solo el Increado lo hace cuando juzga que hay
quienes merecen ser salvados, hombres de espíritu pacífico, decididos partidarios de la
concordia y la solidaridad, en los que la envidia o no ha arraigado en absoluto o se ha
marchado con suma prisa a otra parte, pues es voluntad de ellos poner a disposición de todos
sus propios bienes para común participación y goce.

88. ¡Ojala resplandezca alguna vez nuestra vida este bien, y podamos contemplar la ocasión
aquella en que las creaturas feroces se tornen mansas! Pero mucho antes de eso han de
amansarse las fieras que llevamos en el alma, lo cual constituye el mayor bien que es dable
hallar. Porque, ¿no es demencia el suponer que nos liberaremos de los daños que nos
ocasionan desde fuera las bestias, mientras continuamos forjando un terrible salvajismo con
aquello que llevamos dentro? Y consecuentemente, no debemos perder la esperanza de que,
cuando las fieras de nuestro entendimiento se hayan amansado, también los animales se
tornarán mansos.

89. Pienso yo que, cuando eso ocurra, los osos, los leones y las panteras; los animales de la
India: elefantes y tigres; y todas las demás fieras de vigor y poder invencibles cambiarán su
vida solitaria y aislada en una de comunidad, y poco a poco, a imitación de la creaturas
gregarias, se tornarán mansos en presencia del hombre, y sin enfurecerse como antes,
admirándolo respetuosamente como a su soberano y amo por naturaleza, mantendrán una ac-
titud circunspecta, y no faltaran los que, emulándose en docilidad y amor hacia su señor, se
aproximarán moviendo aduladores sus colas con gracioso movimiento como los perritos de
Malta.44
44
Mencionados por Estrabón VI, p. 277, Ateneo XII, p. 518 y Plinio, Historia Natural III, 26.

90. En ese tiempo las distintas clases de escorpiones, serpientes y demás reptiles no hallarán
aplicación para su veneno. El río de Egipto también contiene en las proximidades de los que
allí viven animales devoradores de hombres, llamados cocodrilos e hipopótamos; y también
los mares conducen innumerables especies de terribles bestias. En medio de todos estos
animales le es dado al hombre virtuoso permanecer protegido por una sacrosanta
inviolabilidad, pues Dios ha honrado a la virtud concediéndole el privilegio de estar al abrigo
de cualquier asechanza.

91. XVI. De esta manera la más antigua por su duración y más considerable por su naturaleza
de las dos guerras llegará a su fin al tornarse mansas y domésticas las fieras. En cuanto a la de

53
más reciente origen, motivada por la ambición y deliberadamente librada,45 fácilmente habrá
de cesar, puesto que los hombres se avergonzarán, creo yo, al pensar que habrían de dar
pruebas de ser más salvajes aún que los animales irracionales en tiempos en que ya estarán a
salvo de los perjuicios y daños procedentes de tales irracionales. Porque es evidente que resul-
taría sumamente vergonzoso el que las creaturas venenosas, devoradoras de hombres y sin
sentido gregario o de solidaridad llegaran a aplacarse y convertirse en pacíficas; y en cambio
el hombre, el animal civilizado por naturaleza, y al que le son familiares la vida en común y la
concordia, atentara contra la "vida de sus semejantes implacablemente.
45
La guerra de hombres contra hombres por oposición a la guerra que los animales libran
contra el hombre.

93. En consecuencia, o bien la guerra no atravesará de modo alguno el país de los fieles a
Dios, leemos,46 y se disolverá y desintegrará por sí misma cuando los enemigos se den cuenta
de contra qué clase de hombres será la contienda, ya que éstos cuentan con la irresistible
alianza de la justicia; pues la virtud es egregia y augusta, y capaz por sí sola y en silencio de
convertir en leve un torrente de males;
46
Lev. XXVI, 6.

[94.] o bien, si algunos fanáticos, cuyo deseo de combatir es incontenible e insaciable, se


lanzaren al ataque hasta entrar en combate, lo harán llenos de arrogancia y audacia; pero,
cuando lleguen a trabarse en lucha se darán cuenta de que su presunción no pasaba de ser una
jactancia vana, como que serán incapaces de vencer. En efecto, doblegados por una fuerza
más potente, huirán en desorden formaciones de cien hombres ante grupos de cinco,
contingentes de diez mil frente a cien; y por muchos caminos los que llegaron por uno solo.47
47
Lev. XXVI, 7 y 8 y Deut. XXVIII, 7.

95. Algunos, sin que nadie los persiga, como no sea el miedo, volverán las espaldas a los
contrarios presentando excelentes blancos; de modo que será cosa fácil el que todos perezcan
aniquilados en masa. "Partirá un hombre", dice el oráculo,48 y conduciendo su ejército a la
lucha, someterá grandes y populosas naciones, porque Dios le ha brindado el apoyo que
corresponde a los hombres piadosos, el cual consiste en un indoblegable coraje de las almas y
en una fuerza corporal inmensamente poderosa, cualidades que son cada una separadamente
el terror de los enemigos, y completamente irresistibles además si se encuentran juntas. 96.
Dice también que algunos de los enemigos serán indignos de ser vencidos por los hombres, y
que serán enjambres de avispas los que, combatiendo en favor de los fieles a Dios, les harán
frente causándoles la más vergonzosa de las ruinas.49
48
Núm. XXIV, 7.
49
Éx. XXIII, 28 y Deut. VII, 20.

97. Y los fieles a Dios no solo alcanzarán en la guerra la victoria sin derramamiento de sangre
y definitiva, sino además un soberano poder incontrastable para beneficio de los sometidos.
Este beneficio será resultado del afecto, del miedo o del respeto de éstos. Porque la conducta
de sus dominadores se ajusta a tres normas elevadísimas que tienden a asegurar una soberanía
indestructible: la dignidad, el rigor y la benevolencia, las que producen los mencionados
sentimientos. La dignidad, en efecto, engendra respeto; el rigor temor, y la benevolencia
afecto, sentimientos que armónicamente combinados en el alma tornan obedientes a sus
gobernantes a los subordinados.

98. XVII. Estos son los primeros beneficios que afirma el legislador que alcanzarán los que
siguen a Dios, acatan siempre y en todo lugar Sus prescripciones, y las aplican a cada una de

54
las partes de su vida, de modo que ninguna de ellas se desvíe y deambule por extraviados y
nocivos caminos. El segundo beneficio es la riqueza, la cual necesariamente va aparejada con
la paz y el poder.

99. Se trata de la riqueza simple de la naturaleza, la cual consiste en el alimento y la


protección.50 El alimento es el pan y el agua de las fuentes, que brota en todos los lugares del
mundo habitado; la protección es de dos clases: el vestido y la casa, cuya razón de ser son los
daños que proceden del frío y del calor, y cuya adquisición, si se está dispuesto a eliminar el
derroche costoso y superfluo, es sumamente fácil.
50
Ver Sobre las virtudes 6.

100. Pero aquellos que son decididos partidarios de la riqueza a que me refiero, y reciben con
complacencia los dones de la naturaleza; no los que tiene por tales la vacía opinión; aquellos
que practican la frugalidad y la templanza alcanzarán, también sin ningún esfuerzo de su parte
y en grande abundancia, la riqueza consistente en un deleitoso alimento. Esta riqueza brotará,
en efecto, sobre ellos por tratarse de los más aptos para recibirla, y de personas dignas y
conocedoras de: su recto empleo; en tanto que huirá con alegría de los contactos con los
incontinentes y violentos, a fin de no proporcionar medios a quienes viven para daño del
prójimo, y de estar en compañía de quienes ayudan a sus semejantes.

101. Existe, en efecto, una predicción51 según la cual sobre los que observan los sagrados
mandatos el cielo derramará oportunas lluvias, la tierra producirá toda suerte de frutos en
abundancia, de sembrados la llanura y de árboles frutales las tierras altas; y ninguna será
dejada vacía de beneficios, antes, por la continua sucesión de las Divinas gracias "la siega se
prolongará hasta la vendimia, y la vendimia se alargará hasta la siembra".52
51
Lev. XXVI 3 y 4, y Deut. XI, 13 y 14.
52
Lev. XXVI, 5.

102. Así, incesante e ininterrumpidamente, la recolección de una cosecha y la inminencia de


otra estarán aguardando en eterna sucesión, de modo que los comienzos de las siguientes
coincidirán con los fines de las anteriores, completándose así como un ciclo y una rítmica
sucesión en la que no faltará bien alguno.

103. Porque la multitud de cosas producidas será más que suficiente tanto para el inmediato
uso y disfrute, como para una inagotable abundancia en el porvenir, y los nuevos frutos
llegarán a su madurez a continuación de los viejos para compensar lo que falte de éstos. En
ocasiones también una indescriptible abundancia hará que nadie se preocupe de los frutos
antes recogidos, y que se los deje a la intemperie sin guardarlos, para quienes los deseen,
permitiendo que hagan uso de ellos sin temor.

104. Porque aquellos que tienen atesorada en el cielo la verdadera riqueza, cuyos ornatos son
la sabiduría y la santidad, poseen también en abundancia la riqueza de las cosas terrestres, ya
que por la providencia y la protección de Dios sus depósitos están siempre repletos, en razón
de que ni los impulsos de su inteligencia ni las empresas de sus manos nunca hallan trabas en
el logro de felices resultados para cuanto en toda ocasión persiguen con empeño.53
53
Deut. XXVIII, 8.

105. En cambio, a aquellos que carecen de heredad celestial a causa de su impiedad e


injusticia, tampoco les es dado llegar con facilidad a la adquisición de los bienes de la tierra, y
por el contrario, si algo llegan a adquirir, rapidísimamente se les escapa, como si esa

55
adquisición se hubiera producido desde un comienzo no para provecho de los que la
alcanzaron sino para hacer que la aflicción que trae aparejada el hecho de verse privado de lo
necesario les resulte más oprimente aún.

106. XVIII. En esos tiempos, dice el legislador, tu inmensa prosperidad y opulencia será
causa de que hagas a otros lo que ahora sufres de ellos. Porque ahora, por no guardar respeto
ni a las leyes ni a las costumbres ancestrales, y descuidarlas todas conjuntamente, careces de
cuanto necesitas, y Harrias solícitamente a las puertas de los prestamistas y usureros, y con-
traes préstamos a subido interés. Pero entonces, como he dicho, harás lo contrario.

107. Serás tú quien gracias a tu copiosa abundancia prestarás a otros, y no poco a pocos sino
mucho a muchos, a todas las naciones a no dudarlo,54 pues todas tus cosas, tanto en la ciudad
como en el campo, se presentarán prósperas;55 las de la ciudad por los cargos públicos, los
honores y la buena reputación logrados a través del respeto a la ley, de tu sensatez y del
común provecho que resultará de tus palabras y obras; las del campo por la abundante cosecha
así de los productos necesarios, que son el trigo, el vino y el aceite, como de los que procuran
una vida deleitosa, es decir, las incontables especies de árboles frutales; y también por la
fecunda multiplicación de los bueyes, las cabras y los demás rebaños. 56
54
Deut. XV, 6.
55
Deut. XXVIII, 3.
56
Deut. VII, 13 y XXVIII, 4.

108. Podría, sin embargo, decir alguno: ¿Qué provecho le reporta esto a quien no habrá de
dejar herederos y sucesores? Esa es la razón por la que el legislador agrega, como coronación
de sus beneficios, que ningún hombre ni ninguna mujer será estéril, y que todos los genuinos
servidores de Dios cumplirán plenamente la ley de la naturaleza relativa a la procreación de
hijos.57
57
Éx. XXIII, 26.

109. Los hombres, en efecto, serán padres, y padres prolíficos, y las mujeres, madres, y
madres fecundas; de modo que cada morada estará totalmente llena de una numerosa familia,
sin que falte o parte o nombre alguno de los que designan a los ligados por vínculos de
parentesco. En la línea ascendente estarán los padres, los tíos y los abuelos, y análogamente
en la descendente, a su vez, los hijos, los hermanos, los sobrinos, los hijos de los hijos, los
hijos de las hijas, los primos, y los hijos de los primos, es decir, todos los vinculados por la
sangre.

110. Por otra parte, ninguno de los que ajustan su conducta a las leyes morirá prematuramente
o verá truncada su existencia, ni será privado de ninguna de las etapas de la vida que Dios
asignó a la raza humana, sino crecerá desde la infancia en adelante, como por escalones a
través de los ordenados períodos de tiempo correspondientes a cada edad, cumpliendo plena-
mente los números fijados;58 y llegará a la última, la vecina a la muerte, o más bien a la
inmortalidad, para luego de una verdaderamente buena ancianidad dejar detrás de sí una
morada llena de buenos y numerosos hijos que ocuparán su lugar.
58
Ver Sobre la creación del mundo 103 a 105.

111. XIX. Tal es lo que expresó en cierto pasaje al predecir que "llenarás el número de tus
días";59 afirmación en la que hace un admirable uso de los términos exactos y apropiados.
Porque el ignorante y violador de las leyes, "ni es tenido en cuenta ni posee número", como
dicen;60 en tanto que quien participa de la educación y de las sagradas leyes alcanza como

56
primera gracia el ser tenido en cuenta y gozar de pública estima, y alcanzar un número y un
lugar dentro de un orden.
59
Éx. XXIII, 26.
60
Expresión que se halla en Yámblico. Vida de Pitágoras 208; Calimaco XXV (XXVII) y
Teócrito XIV, 48.

112. Es sobremanera admirable además que el llenarse no sea de meses ni de años sino de
días; lo que da a entender que el hombre virtuoso no ha de permitir que día alguno de su vida
tenga una parte desierta o vacía que dé lugar a la penetración de faltas, sino que ha de llenar
todas las partes y espacios de cada día con una virtuosa y noble conducta. Porque la virtud y
la nobleza no se valoran por la cantidad sino por la calidad; razón por la cual el legislador
entendió que un solo día del hombre sabio rectamente vivido vale por toda una vida.

113. Esto es lo que sugiere también en otro pasaje al afirmar que un hombre de esas
cualidades será digno de bendición tanto al salir como al entrar,61 ya que el hombre virtuoso
merece alabanza en todos sus movimientos y en todas sus actitudes, dentro y fuera, como
administrador de su hogar y como hombre público juntamente, así al conducir rectamente las
cosas de adentro con su habilidad de dueño de casa, como al encauzar recta y con-
venientemente las de afuera merced a sus altas cualidades de hombre de estado.
61
Deut. XXVIII, 6.

114. Así, si por ventura hubiere un hombre de tal condición en una ciudad, será
manifiestamente superior a la ciudad; y si se tratare de una ciudad con esas condiciones,
aparecerá superior al país circundante; y si fuere una nación estará por sobre todas las
naciones, tal como la cabeza sobre el cuerpo, para que se la contemple desde todas partes, no
con miras a su propio prestigio, sino más bien para beneficio de los que la contemplan; que
las permanentes contemplaciones de los nobles modelos imprimen en las almas no
enteramente rebeldes y duras imágenes semejantes a aquellos.

115. Y así, ha sido dicho a los que están dispuestos a imitar esos ejemplos de digna y
admirable belleza de espíritu que no han de desesperar respecto de su posibilidad de mejorar
su actual situación y de retornar a la virtud y la sabiduría desde la que podríamos calificar de
dispersión espiritual producida por el vicio.62
62
Deut. XXX, 4.

116. Porque, cuando Dios se torna propicio, hace que todas las cosas resulten fáciles; y Dios
muéstrase propicio con aquellos que, movidos por la vergüenza, abandonan la incontinencia
por la moderación, y deploran las faltas de su culpable existencia; y aborreciendo todas las
vergonzosas imágenes que grabaron en sus almas, ansían intensamente serenar sus pasiones y
se lanzan en procura de una vida de calma y de paz.

117. Por lo tanto, así como Dios con una sola orden puede fácilmente concentrar en el lugar
que quisiere a hombres que residen en los confines de la tierra, del mismo modo en el caso la
inteligencia extraviada que ha vagado largo tiempo por todas partes y que ha sido maltratada
por el placer y la concupiscencia, señoras 63 estimadas en exceso por ella, su Salvador,
apiadado, puede fácilmente conducirla desde el sendero intransitable hacia el camino, siempre
que se halle resuelta a emprender una fuga sin retorno; no la fuga que consideramos
vergonzosa, sino el salvador destierro, que con acierto podríamos considerar mejor que un
retorno.64
63
O déspotas o amas.

57
64
Filón utiliza aquí los dos sentidos de phygé = huida y destierro. Ver Sobre la huida y el
hallazgo 118.

118. XX. Los bienes externos quedan señalados ya: victorias contra enemigos, éxitos en las
guerras, afianzamiento de la paz, abundancia de los beneficios que de ella derivan, cargos
públicos y los elogios que acompañan a los coronados por el éxito, cuyas alabanzas corren en
labios de amigos y enemigos, en los de éstos a causa del temor, en los de aquellos por afecto.
Pero hemos también de referirnos a aquellos bienes cuya vinculación con nosotros es aún más
estrecha: los correspondientes al cuerpo.

119. Leemos, en efecto, que los que se esfuerzan en procura de la virtud y tienen presentes las
sagradas leyes como guías de lo que dicen y hacen en su vida privada y pública, se
mantendrán totalmente libres de enfermedades.65 Y si les sobreviniere alguna enfermedad no
sería para perjudicarlos sino para recordar al ser mortal que es mortal, a fin de poner término a
la arrogancia de su espíritu y mejorar sus normas de conducta. Por otra parte, la salud será
seguida por una agudeza de percepción sensorial y por la perfección y plenitud de todas las
partes del cuerpo, para que cada una cumpla sin impedimentos las funciones para las que está
hecha.
65
Deut. VII, 15.

120. Juzgó Dios, en efecto, que correspondía proporcionar al hombre virtuoso el privilegio de
que este cuerpo suyo, morada de su alma, nacido y crecido a la par de ella, sea una morada
bien construida y bien conformada desde los cimientos hasta el techo, en atención a las
muchas cosas necesarias y útiles para la vida que procura, y sobre todo por el bien de esta
inteligencia 66 purificada con purificaciones perfectas.
66
La inteligencia o el alma del hombre virtuoso.

121. A esta inteligencia iniciada en los Divinos misterios, que marcha a la par de los
circulares y ordenados movimientos de los coros celestiales, la ha honrado Dios
concediéndole la quietud, pues es Su voluntad que no se la distraiga y que no la corrompa
ninguna de las sensaciones que engendran las necesidades del cuerpo sujetando a éste a través
de apetitos insaciables al dominio de meras sensaciones. Si algo, en efecto, lo enfría
excesivamente o lo calienta demasiado, ese cuerpo se torna enjuto y seco o, al contrario, se ve
lleno de húmedos flujos,67 y en medio de todos estos estados la inteligencia es impotente para
conducir rectamente el curso de su propia existencia.
67
El texto griego de los manuscritos ofrece en esta parte mucha dificultad para su intelección.
Me atengo a las modificaciones adoptadas por Colson.

122. En cambio, si reside en un cuerpo sano, sus días transcurrirán en medio de una grande
comodidad, y consagrará su reposo a los espectáculos de la sabiduría, alcanzando de ese
modo una vida feliz y dichosa. Esta inteligencia es la que bebe abundantemente el vino sin
mezcla del benefactor poder de Dios, y se regala con el festín de santos pensamientos y
doctrinas.

123. Es aquella en la que, como dice el profeta, Dios "se pasea"68 como en un palacio, pues la
inteligencia del sabio es realmente un palacio y morada de Dios, quien, aunque es Dios de
todas las creaturas, es llamado Dios personal de ella. Es además el pueblo escogido, no el
pueblo de los gobernantes particulares, sino el del único y verdadero Gobernante, el pueblo
santo del Gobernante santo.
68
Lev. XXVI, 12.

58
124. Ella es la que no ha mucho yacía bajo el yugo de muchos placeres, de muchas
concupiscencias y de incontables opresiones causadas por los vicios y los apetitos; y a la que
Dios condujo hacia la libertad poniendo fin a las miserias de su esclavitud.69 Ella es la que
alcanzó un beneficio que no se menciona con reticencias sino se divulga abiertamente y se
proclama en todas partes 70 en mérito al poder de sa Protector, poder que no la ha relegado a
la cola sino la ha situado en lo alto sobre la cabeza.71
69
Lev. XXVI, 13.
70
Lev.. XXVI, 13 (2» parte).
71
Deut. XXVIII, 13.

125. Estas últimas palabras constituyen una expresión figurada y contienen una alegoría. En
efecto, así como en un animal la cabeza es la parte primera y superior, y la cola la última y
más grosera, y no una parte que complete el número de los miembros del cuerpo, sino un
medio para que los animales voladores avancen rápidamente; del mismo modo, nos dice la
alegoría, el virtuoso, sea un hombre o un pueblo, será la cabeza de la raza humana, y todos los
demás serán como partes de un cuerpo y vivirán gracias a las fuerzas situadas en la cabeza y
cima.

126. Estas son las bendiciones que se suplican para los hombres virtuosos, que dan
cumplimiento a nuestras leyes con sus obras; bendiciones que el legislador afirma serán
plenamente cumplidas mediante los gratuitos dones de Dios, quién generosamente glorifica y
recompensa la nobleza de espíritu por la semejanza que esta guarda con Él. Debemos ahora
investigar las maldiciones fijadas para castigo de los ilegales e injustos.

127. XXI. La primera maldición, que el legislador describe como el más liviano de los
castigos, es la pobreza, la carencia y privación de las cosas necesarias, el verse envuelto en
una completa indigencia. Dice, en efecto, que lo sembrado será arrasado antes de su madurez;
o si llegare a madurar, de pronto caerán sobre él los enemigos y lo cosecharán para sí,72 con lo
que la desgracia ocasionada será doble: hambre para los amigos y abundancia para los
enemigos; que el dolor es mayor o no menor al menos por los bienes de los enemigos que por
los males propios.
72
Lev. XXVI, 16.

128. Y si los enemigos permanecieren inactivos, no lo estará la naturaleza con los perjuicios,
más graves aún, que ella engendra. Porque tú sembrarás la fértil tierra del llano, y de pronto
una nube de langostas caerá sobre ella y segará las mieses, no quedando para la recolección
sino una parte insignificante de lo que has sembrado.73 Plantarás un viñedo sin economizar
gastos y con las interminables fatigas que es natural soporte el agricultor, y los gusanos
aparecerán cuando esté ya plenamente desarrollado, floreciente y cargado de abundante
fruto.74
73
Deut. XXVIII, 38.
74
Deut. XXVIII, 39.

129. Y cuando contemples tus olivos florecientes y la inmensa cantidad de frutos, te alegrarás,
como es natural, esperanzado en una afortunada recolección; pero, cuando comiences a
cosechar, vendrás a darte cuenta de tu desdicha, o más bien de tu impiedad.75 El aceite, en
efecto, y toda la grasa se derramarán completamente sin que ello se advierta, y la sustancia
exterior permanecerá, tan vacía ella como el alma a la que debe engañar. En suma, que todo
cuanto siembres y los árboles que plantes se atizonarán y perecerán sus frutos.

59
75
Deut. XXVIII, 40.

130. XXII. Pero otras desgracias están al acecho, además de las mencionadas, para ocasionar
indigencia y privación. Así, se tornarán estériles aquellos elementos a través de los cuales la
naturaleza provee de bienes a los hombres, es decir, la tierra y el cielo, la primera abortando
incapaz de engendrar frutos completos, y el segundo, convertido en estéril al no retornar las
estaciones del año, ni el invierno ni el verano ni la primavera ni el otoño, en el orden que les
es propio, forzadas por imperio de un tiránico poder a desaparecer en una informe y confusa
combinación.

131. No habrá, ciertamente, ni lluvia ni una ligera llovizna, ni un pequeño hilito de agua ni
rocío ni otro medio alguno de posibilitar el crecimiento; y sí, en cambio, todo cuanto arruina
lo que crece y corrompe los recién madurados frutos estará preparado para impedir que
lleguen a su pleno desarrollo. "Yo haré", dice Dios, "que el cielo sea de bronce y la tierra de
hierro".76 Con ello indica que ni aquél ni ésta podrán lleva a cabo las obras que les son
propias, para las cuales fueron creados.
76
Lev. XXVI, 19 y Deut. XXVIII, 23.

132. ¿Dónde, en efecto, produjo espigas el hierro o aportó lluvia el bronce, cosas ambas de las
que tienen necesidad los seres vivientes, y en especial el hombre, cuya existencia es precaria y
está llena de necesidades? La expresión da a entender no solo esterilidad y el fin de las
anuales estaciones, sino también el estallido de guerras y la aparición de las insoportables e
incontables desgracias que ellas traen aparejadas, pues el bronce y el hierro son los materiales
con los que se fabrican las armas de guerra.

133. Además la tierra lanzará polvo, y una nube del mismo descenderá desde lo alto del cielo
produciendo un penosísimo humo, que causará la muerte por ahogo; de modo que ningún
medio de destrucción quedará sin emplearse. Familias de numerosos miembros se extinguirán,
y las ciudades se verán de improviso vacías de habitantes,77 para quedar luego como recuerdo
de la pasada prosperidad y de la miseria sobrevenida en la ocasión, a fin de que ello sirva de
advertencia para los que sean capaces de aprender la lección.
77
Lev. XXVI, 31.

134. XXIII. A tal punto llegará la escasez de las cosas indispensables, que, sin pensar más en
ellas, optarán por comerse unos a otros, y no solo a los extranjeros y a los no vinculados por
parentesco con ellos, sino también a los más íntimos y más queridos.78 Se alimentará el padre
con las carnes de su hijo, la madre con las entrañas de su hija, los hermanos con las de los
hermanos, y los hijos con las de sus padres; y siempre los más débiles se convertirán en viles
y repudiables alimentos de los más fuertes. Las desdichas de Tiestes 79 resultarán un juego de
niños comparadas con esas tremendas desgracias, que las circunstancias tornarán más grandes
aún.
78
Lev. XXVI, 29 y Deut. XXVIII, 53 a 57.
79
Esquilo, Agamenón 1583-4.

135. Porque del mismo modo que aquellos que están en la prosperidad desean la vida para
gozar de los bienes; así también estos desventurados, además de sufrir las restantes
calamidades, llevarán fijamente arraigada el ansia de vivir para tener parte en males sin
medida, incesantes y todos ellos imposibles de remediar. Sería, por cierto, menor mal que
dejaran de sufrir poniendo fin a sus aflicciones con la muerte, como es normal que lo hagan
quienes no han perdido del todo la razón. Ellos, en cambio, víctimas de su demencia, querrían

60
llegar a vivir una vida larguísima, sin saciarse ni hartarse jamás de su extrema miseria.

136. Tales son las naturales consecuencias del que parece ser el más leve de los males: la
carencia de lo necesario, cuando es la justicia Divina la que la impone. Porque, por penosos
que sean el frío, la sed, la falta de alimentos; con todo, en ocasiones pueden convertirse en
sumamente deseables, siempre que sus ruinosos efectos sean de limitada duración; .mas,
cuando se eternizan y van aniquilando al alma y al cuerpo poco a poco, es natural que esos
males engendren inauditos sufrimientos, más penosos aún que los que se representan en las
tragedias y a causa de su intensidad fuera de lo común ofrecen asunto para los mitos.

137. XXIV. La esclavitud es para los libres intolerable en sumo grado, y por defenderla los
hombres sensatos están dispuestos a morir y a luchar desafiando peligros contra los que los
amenazan con esclavizarlos. Y también es intolerable un enemigo irresistible. Mas, cuando la
misma persona resulta ser ambas cosas: déspota y además enemigo, ¿quién puede soportar el
hecho de que, por una parte, pueda obrar injustamente gracias a su despótico poder, y por
otra, no sea capaz de abrigar consideración alguna a causa de su implacable hostilidad?

138. Pues bien, el legislador declara que aquellos que desprecian las sagradas leyes tendrán
enemigos despiadados por amos,80 y que no solo serán sometidos por la agresión de éstos sino
además se entregarán a sí mismos por voluntaria determinación a causa de las contrariedades
que producen el hambre y la escasez de lo necesario.81 Porque en la opinión de algunos los
males menores resultan tolerables si permiten liberarse de los mayores. ¿Pero es pequeño
alguno de los males a los que ahora nos referimos?
80
Deut. XXVIII, 48.
81
Deut. XXVIII, 48.

139. Porque, siendo esclavos, soportarán con sus cuerpos el cumplir órdenes crueles, y más
crueles aún serán los afligentes espectáculos que torturarán a sus almas y los llevarán a la
desesperación,82 ya que verán que ha venido a convertirse en patrimonio de sus enemigos
cuanto ellos habían construido, plantado o adquirido, y cómo aquellos gozan de los bienes
ajenos que tienen a su disposición. Y verán también los despojados cómo los despojadores se
regalan con las opulentas carnes de los rebaños que les pertenecían, matados y preparados con
condimentos para gozar del máximo deleite. Y verán ultrajadas cual rameras a las mujeres que
habían tomado por esposas según la ley para la procreación de hijos legítimos, para recatadas
amas de casa y para compañeras de sus esposos.
82
Deut. XXVIII, 34.

140. E intentarán protegerlas, pero fuera de agitarse violentamente, nada podrán lograr,
estando, como estarán, toda su fuerza anulada y sus nervios agotados, pues serán como
blancos colocados al alcance de los que quisieren saquearlos, asolarlos, robarles, maltratarlos
y herirlos para causarles daños, ultrajes y una total destrucción, de modo que ningún proyectil
habrá de malograrse o de resultar impotente, sino todos serán certeros y llegarán a destino.

141. Serán maldecidos en sus ciudades y en sus aldeas, y maldecidos también en sus casas y
en las residencias de campo. Maldecidos serán el llano y cuantas simientes hubieren sido arro-
jadas en él; maldecidos serán la tierra fértil de las zonas altas y todas las especies de árboles
cultivados. Maldecidos serán los rebaños de ganado y convertidos en estériles para que no en-
gendren. Maldecidos serán todos los frutos, y arruinados por el viento en el momento preciso
de su plena madurez.

61
142. Los depósitos repletos de. provisiones quedarán vacíos; ningún negocio producirá
ganancias, todas las técnicas, las múltiples formas de producción y las innumerables maneras
de ganarse la vida de nada les servirán a los que recurran a ellas. Las esperanzas puestas en
aquello por lo que breguen se verán frustradas, y en general, todo aquello que emprendan se
malogrará en el curso de malvadas actitudes y acciones, cuyo principio y remate es el
abandono del servicio de Dios; pues éstos son castigos por la impiedad y la violación de las
leyes.83
83
Deut. XXVIII, 16 a 19.

143. XXV. A estas calamidades hay que agregar las enfermedades del cuerpo, que oprimirán
y devorarán a cada uno de sus miembros y partes separadamente, y a la vez lo consumirán
completamente en toda su extensión, mediante calores abrasadores, fríos intensos,
agotamientos extenuantes, sarnas malignas, ictericias, gangrenas oculares, supuraciones
ulcerosas que se extienden como herpe avanzando a lo largo de toda la piel, malestares
intestinales, trastornos del estómago, obstrucciones de los pasajes del pulmón de modo que la
respiración no puede pasar fácilmente.84 El debilitamiento de la lengua, la sordera de los
oídos, la ceguera de los ojos, la oscuridad y confusión de los otros sentidos, aunque son cosas
terribles, no parecen terribles si se las compara con otras más penosas,
84
Deut. XXVIII, 22, 27 y 35 y Lev. XXVI, 16.

[144.] como el perder la sangre de las venas cuanto poder vivificante había en ella; el no
recibir ya más el aire vitalizante encerrado en los bronquios la saludable mezcla de su natural
complemento, el aire procedente de afuera; y el relajamiento y flojedad de los nervios.

145. Secuela de estos trastornos es la desaparición de la armonía y concierto entre los


miembros, fatigados anteriormente por un torrente de salada y totalmente amarga corriente de
humor que se derrama dentro de ellos, y cuando queda encerrada en conductos estrechos a
través de los cuales es difícil pasar, se comprime y presiona a su vez produciendo amargos e
intolerables dolores. Éstos, por su parte, generan en los pies y en las articulares afecciones y
dolencias para las cuales no se ha inventado remedio alguno eficaz, y resultan incurables hasta
donde llega el humano conocimiento.

146. Contemplando estas cosas algunos quedan estupefactos al ver cómo personas que poco
antes eran rollizas, lozanas y florecientes con la plenitud de su vigor han quedado tan
repentinamente extenuadas y convertidas en músculos deformados y en menuda piel sola-
mente; y cómo mujeres acostumbradas a la vida muelle y regalada, producto de la lujuria que
desde sus primeros años fue creciendo a la par de ellas, se han tornado marchitas en sus
cuerpos a la par que en sus almas por efecto de una grave enfermedad.

147. Y entonces precisamente los perseguirán los enemigos y la espada hará justicia. Ellos
huirán hacia sus ciudades pensando que allí se pondrán a salvo, pero se verán engañados por
su falsa esperanza y perecerán en masa en las emboscadas que de antemano les habrán
preparado allí sus enemigos.85
85
Lev. XXVI, 25.

148. XXVI. Y si, a pesar de estas calamidades, no aprendieren a obrar con sensatez y
siguieren rumbos torcidos 86 y apartados de los caminos que conducen directamente a la
verdad, la cobardía y el miedo se afincarán firmemente en sus almas, y andarán huyendo sin
que nadie los persiga; los precipitarán en el desorden, como es habitual en estos casos, falsos
rumores; y el más ligero ruido de una hoja que surque el aire les causará tan grande congoja y

62
agitación como la más dura guerra emprendida contra ellos por los más poderosos
enemigos.87 La consecuencia será que se despreocuparán los hijos de sus padres, los padres de
sus hijos y los hermanos de sus hermanos, temerosos de que el ayudarse unos a otros les
acarree la ruina, y cada uno emprenderá la fuga preocupado por su propia salvación.88
86
Lev. XXVI, 21, 23 y 27.
87
Lev. XXVI, 36.
88
Lev. XXVI, 37.

149. Pero las esperanzas de los hombres ruines no se cumplen; y aquellos que crean haberse
puesto a salvo serán capturados ni más ni menos que los que hayan sido apresados antes.89 Y
si algunos escaparen, será para caer en una emboscada de sus enemigos por naturaleza, las
bestias salvajes, más feroces aún, bien pertrechadas con armas que forman parte de su ser;
bestias a las que Dios creó en el momento de la primera creación de todas las cosas para terror
de los hombres capaces de aceptar advertencias, y para castigo implacable de los que no
tienen remedio.90
89
Lev. XXVI, 39.
90
Lev. XXVI, 22.

150. A aquellos que contemplen sus ciudades arrasadas desde sus mismos cimientos, les
costará creer que alguna vez hubieran estado habitadas;91 y todas las calamidades que
repentinamente siguieron a los brillantes días de prosperidad, así las que han sido descriptas
en las leyes como las que no han sido referidas,92 vendrán a convertirse en un proverbio para
ellos.93
91
Lev. XXVI, 31 y 32.
92
Deut. XXVIII, 81.
93
Deut. XXVIII, 37.

151. Estas aniquiladoras calamidades penetrarán hasta sus entrañas oprimiéndolos y


llenándolos de desesperación e inquietud; y sucediéndose noche y día, harán que sus
existencias sean inestables y estén suspendidas del terror como de una horca, y balanceadas
sus almas arriba y abajo, de tal modo que en la mañana suplicarán por la tarde, y en la tarde lo
harán por la mañana a causa de las patentes miserias de sus horas de vigilia y de las
abominables visiones de sus sueños mientras duermen.94
94
Deut. XXVIII, 65 a 67.

152. Y mientras el
recién convertido, elevado hacia las alturas en alas de su venturosa suerte, será ilustre y
admirado y celebrado por dos excelencias sumas: el haber desertado hacia e! bando de Dios, y
el haber alcanzado, como bien merecido premio, un lugar fijo en el orden celestial, lugar
imposible de describir con palabras; el de noble linaje, en cambio, por haber adulterado la
legítima moneda de la nobleza, será arrastrado hacia el abismo y precipitado en el mismo
Tártaro y en una oscuridad profunda. De ese modo, al ver todos los hombres estos ejemplos,
se encaminarán hacia la prudencia pues aprenderán que Dios acoge la virtud que nace de una
baja cuna, sin tener en cuenta las raíces y aceptando el nuevo retoño desarrollado, porque
gracias al cultivo se ha tornado fructífero.95
95
Deut. XXVIII, 43.

153. XXVII. Una vez que las ciudades hayan sido así consumidas como por el fuego, y todo
el país convertido en desolación, comenzará entonces a respirar y recobrarse esta tierra
fatigada y maltratada por la intolerable violencia de sus habitantes, que arrojaron al destierro,

63
fuera del país y de sus pensamientos, a los vírgenes sietes.96 La naturaleza, en efecto, ha
indicado como las únicas, o para decirlo con más seguridad, las principales fiestas los retornos
de los días y los años séptimos, los de los días para descanso de los hombres, y los de los años
para reposo del país.
96
O las vírgenes hebdómadas o períodos de siete días o años, aunque aquí parece Filón
referirse a las naturales bondades del número siete en general; a las que se ha referido
prolijamente en otros lugares.
De todos modos el pensamiento es que quien viola, las prescripciones relativas al sábado y al
año sabático es capaz de cometer toda suerte de maldades.

154. Pero ellos, haciendo caso omiso de toda esta ley, de las sales, de las libaciones, del altar
de la misericordia, del hogar común,97 cosas que son origen de armonía, amistad y
benevolencia, pues todas ellas están vinculadas al retorno del siete y son sietes ellas mismas,
cargaron siendo los más fuertes, una pesada carga sobre hombres más débiles que ellos con lo
continuo e ininterrumpido de sus exigencias; y otro tanto hicieron con las tierras arables,
persiguiendo siempre injustas ganancias, movidos por sus ambiciones, y agregando
incontrolados e injustos impulsos a sus apetitos hasta tornarse insaciables.
97
Ver Sobre José 210 y Sobre las leyes particulares III, 96.

155. Aunque los hombres, como lo prueba la razón con absoluta verdad, son hermanos suyos,
hijos de una única madre, la común naturaleza, ellos, sin embargo, no les proporcionan al
cabo de cada seis días los descansos establecidos; ni al país al cabo de seis años el reposo
mandado, evitando oprimirlo ni con sembrados ni con plantaciones a fin de que no se agote
con los ininterrumpidos esfuerzos.

156. Haciendo, por el contrario, caso omiso de estas humanitarias prescripciones, que invitan
al trato benigno, oprimen los cuerpos y las almas de cuantos les es posible con perpetuas
imposiciones; y minan completamente la fuerza de la tierra fértil, acumulando rentas
insaciablemente gracias a producciones superiores a las posibilidades de ésta, y agobiándola
por completo en todas sus partes con tributos no solo anuales sino también diarios.

157. A causa de esto se cumplirán plenamente en ellos las mencionadas maldiciones y


castigos, en tanto que el país, tras el agotamiento y la opresión ocasionados por los
incontables malos tratos, descargado ya de la pesada carga de sus impíos habitantes, se verá
aliviado; y cuando, al mirar en torno de sí, no vea a ninguno de los destructores de cuanto lo
enorgullecía y lo hacía valioso, sino contemple sus plazas vacías de alborotos, contiendas e
injusticias, y llenas de tranquilidad, de paz y de justicia, renovará su juventud y su lozanía, y
permanecerá en calma y descansando durante las fiestas de los sagrados sietes, reuniendo
fuerzas como un atleta después de un primer enfrentamiento.

158. Luego, cual una tierna madre, se apiadará de los hijos e hijas que ha perdido, los que,
muertos ya, y más todavía si viven aún, constituyen un motivo de dolor para sus progenitores.
Y rejuvenecida una vez más, recobrará su fecundidad y engendrará una descendencia
irreprochable, que repare los extravíos de la anterior. Porque la solitaria, como dice el
profeta,98 tendrá muchos y buenos hijos; predicción que encierra además una alegoría relativa
al alma.
98
Isaías LIV, 1.

159. En efecto, cuando ésta es múltiple, es decir, cuando está repleta de pasiones y de vicios,
como sus hijos los placeres, las concupiscencias, la insensatez, la incontinencia y la injusticia

64
se agolpan en torno de ella, debilitase, enferma y corre grave peligro de muerte;99 cuando, en
cambio, se ha tornado estéril y cesado de engendrar tales hijos, o los ha arrojado lejos de sí en
montón, conviértese en una pura virgen.100
99
Esta alegoría, aunque sugerida inicialmente por el versículo de Isaías, corresponde mejor
aún a I Samuel II, 5, pasaje comentado en este sentido en Sobre la inmutabilidad de Dios 10 y
en Sobre los cambios de nombres 143.
100
Ver Sobre los querubines 50.

160. En esas circunstancias, tras recibir la Divina simiente, modela e infunde vida a
envidiables naturalezas y admirables bellezas, como son la sabiduría, la valentía, la
templanza, la justicia, la santidad, la piedad y las demás virtudes y nobles experiencias. Y no
solo este feliz nacimiento de hijos tales constituye un bien, sino además lo es el aguardar ese
nacimiento, pues esa expectativa le trae con la esperanza un anticipado regocijo en medio de
su enfermedad.

161. La esperanza es una alegría precursora de otra alegría, y aunque todavía le falta para ser
completa, sin embargo es superior a la que le sucederá en dos cosas: en que alivia y suaviza lo
árido de las preocupaciones, y en que es un feliz preanuncio del bien que posteriormente
alcanzará su plenitud.101
101
Ver Sobre los cambios de nombres 157 y ss.

162. XXVIII. Dejo, pues, descriptos, sin omitir nada al respecto, las maldiciones y los
castigos que merecen soportar los que desprecian la justicia y la piedad contenidas en las
sagradas leyes, y han sido dominados por las opiniones politeístas, que conducen finalmente
al ateísmo, por el olvido de la enseñanza de sus familiares y de su nación, por la cual fueron
educados desde los primeros años para el reconocimiento de la naturaleza del Uno como el
supremo Dios, el único al que deben entregarse quienes de verdad persiguen la verdad sincera
en vez de los fraguados mitos.

163. Si, empero, ellos aceptaren estos castigos no como vehículos de su ruina sino como
advertencias; y avergonzados con toda su alma, se transformaren y se reprocharen a sí mismos
por su extravío, confesando y reconociendo todas sus iniquidades, primeramente en su fuero
interno con inteligencia purificada hasta alcanzar una conciencia sincera y sin disimulos, y en
segundo lugar con su lengua para mejoramiento de quienes los escuchan, hallarán la
clemencia del salvador y misericordioso Dios, quien ha concedido al género humano el
especial y supremo don del parentesco con su logos,102 del que, como de un arquetipo,
procede la humana inteligencia.103
102
Ver Sobre la confusión de las lenguas 146.
103
Lev. XXVI, 40 y ss. y Deut. XXX, 1 y ss.

164. Y ciertamente, aunque estuvieren en los confines mismos de la tierra como esclavos
entre aquellos enemigos que los condujeron allí cautivos, todos serán liberados en un solo día,
como respondiendo a una sola señal, ya que su conversión en masa hacia la virtud causará
estupor a sus amos, quienes los dejarán libres, avergonzados de mandar sobre hombres
superiores a ellos.

165. XXIX. Y cuando ellos hayan alcanzado esta inesperada libertad, los hasta entonces
dispersos en Grecia y en el resto del mundo por islas y continentes, se pondrán de pie y
movidos por un único impulso, se dirigirán de prisa unos desde un sitio, otros desde otros
hacia el único lugar señalado, guiados en su migración por una visión más próxima a Dios que

65
la humana naturaleza, invisible para los demás, pero manifiesta para los que retornan a sus
hogares.104
104
Deut. XXX, 3 a 5.

166. Tres serán las circunstancias que les servirán como intercesores en favor de su
reconciliación con el Padre. Una es la clemencia y la bondad de Aquel a quien recurren en sus
ruegos, el que siempre prefiere el perdón al castigo. La segunda es la santidad de los
fundadores de la nación, porque con sus almas liberadas de sus cuerpos, muestran ellos de
manera franca y desnuda su devoción al Soberano, y no cesan de dirigirle sus súplicas en
favor de sus hijos e hijas, nunca en vano, pues el Padre les garantiza el privilegio de que sus
plegarias sean escuchadas.105
105
Ver Sobre los sacrificios de Abel y Caín 5, Sobre la herencia de las cosas divinas 276 y
Vida de Moisés II, 288.

167. La tercera es aquella en atención a la cual muy especialmente, se da prisa la bondad de


los ya mencionados intercesores en llevar adelante sus propósitos; me refiero al mejoramiento
de aquellos que son llevados hacia un convenio de paz, aquellos que con dificultad han
conseguido avanzar desde un intransitable sendero hacia el camino cuya meta no es otra que
complacer a Dios como complacen los hijos a sus padres.

168. Y una vez que hayan llegado, serán de nuevo edificadas las ciudades que poco antes
estaban en ruinas; el desierto país será habitado, la tierra estéril se tornará fecunda, y la
prosperidad de sus padres y antepasados será considerada insignificante porción ante la
copiosa abundancia de los bienes presentes, los que, brotando de las Divinas gracias, como de
fuentes perennes, proporcionarán a cada uno en particular v a todos en común una profunda
corriente de riqueza, que no dejará lugar a la envidia.106
106
Deut. XXX, 5.

169. Repentinamente todas las cosas cambiarán, pues Dios dirigirá sus maldiciones contra los
enemigos de los arrepentidos;107 enemigos que durante las desdichas de nuestra nación se
regocijaron, injuriaron y burlaron, pensando que ellos poseerían una heredad dichosa e
indestructible, que esperaban legar a sus hijos y descendientes según las normas de sucesión;
y además, que siempre contemplarían a sus enemigos en una perpetua e inmutable adversidad,
reservada también para las generaciones posteriores.
107
Deut. XXX, 7.

170. En su demencia no se dieron cuenta de que el efímero esplendor de que habían gozado
no se debía a ellos mismos sino a la necesidad de aleccionar a otros, para los que, por haber
subvertido las leyes ancestrales, había sido hallado un salvador remedio: el dolor, dolor que
les ocasionaba la prosperidad de los que detestaban. Así pues, aquellos que no han llegado a
experimentar una completa ruina, si lloraren y lamentaren su propia claudicación, recorrerán
el camino de vuelta retornando hacia la antigua prosperidad de sus antepasados.

171. En cambio, los que se burlaron de sus lamentos y resolvieron celebrar como públicas
fiestas los días del infortunio de aquellos, siendo para ellos un regalo sus dolores, y en
general, haciendo con la desgracia de los demás su felicidad; esos, cuando comiencen a
recoger las recompensas de su crueldad, se darán cuenta de que sus iniquidades iban dirigidas
no contra hombres oscuros y sin prestigio, sino contra hombres de alto linaje, que
conservaban las chispas de su nobleza, a partir de las cuales, al encenderse nuevamente el
fuego, ha comenzado a brillar la gloria transitoriamente apagada.

66
172. Porque, así como, cuando han sido cortados los tallos, si no han sido extirpadas las
raíces, crecen nuevos brotes, que sobrepasan a los viejos; del mismo modo, si en las almas
subsiste una pequeñísima simiente de lo que conduce a la virtud, aunque las otras hayan sido
eliminadas, no brotarán por eso menos de esa pequeña simiente las más estimadas y preciosas
cualidades, gracias a las cuales las ciudades se pueblan de excelentes-ciudadanos, y las
naciones progresan hasta tornarse populosas.

67
TODO HOMBRE BUENO ES LIBRE

(QUOD OMNIS PROBUS LÍBER SIT)

1. 1. En nuestro tratado anterior 1 nos hemos referido, Teódoto, al tema "Todo hombre ruin es
esclavo",2 aserto éste que fundamos en muchos argumentos acordes con la razón y la verdad.
Emparentado con dicho tratado, su hermano carnal y gemelo podríamos decir, es el presente,
en el cual demostraremos que todo hombre de espíritu superior 3 es libre.4
1
Este tratado anterior no ha llegado hasta nosotros. Eusebio de Cesárea (Historia Eclesiástica
II, 18) lo menciona entre las obras de Filón que se conservaban en el s. IV d. C.
2
Seguramente tendería a demostrar que el hombre ruin es sobre todo esclavo de las pasiones,
y también de la opinión del vulgo, de la inseguridad que llevan aparejadas los bienes
materiales, de las intrigas, etc.
3
Mientras en el título del tratado Filón emplea el adjetivo spondaios = diligente, bueno,
virtuoso, honesto, benevolente, etc., cuyas diferentes connotaciones es imposible expresar en
un solo término español; aquí usa asteios — literalmente: propio del ciudadano (de ásty =
planta urbana, como urbanus de urbs) por oposición a rusticas de rus = campo), de donde
cultivado, fino, selecto, de buenas cualidades. En todo caso la idea que Filón tiene presente es
la del hombre bueno, calificado o sabio, que difiere del común de la gente, del vulgo.
4
El tema de Filón en el presente tratado es la argumentación que a su juicio prueba la verdad
de la tesis estoica, según la cual el hombre sabio es ciudadano y libre, por oposición al ruin,
que es desterrado y esclavo, afirmación paradójica para el común de las gentes, que no
alcanzan a comprender la nobleza y libertad de espíritu.

2. Pues bien, conocida es, entre muchas excelentes normas enseñadas por la comunidad
religiosa de los pitagóricos, aquella que dice: "No transites por los caminos que frecuenta el
pueblo".5 Máxima que no ha de entenderse como una invitación a que marchemos por lugares
escarpados, pues no es a que cansemos nuestros pies a lo que se nos exhorta en ella; sino
como una sugerencia, formulada mediante una figura, a que ni en nuestras palabras ni en
nuestras obras sigamos los trillados senderos que recorre el vulgo.
5
Máxima conservada por Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres VIII, 17.

3. Todos los genuinos cultores de la filosofía han llegado a ser dóciles observantes de esta
prescripción, por adivinar en ella una ley o más bien un Divino mandato semejante a un
oráculo. Y elevándose por sobre las opiniones de la multitud, han abierto otro nuevo sendero,
vedado para el vulgo ignorante, sendero de racionales especulaciones y doctrinas filosóficas;
y han sacado a luz ejemplares formas 6 que a ninguno que no sea puro es lícito palpar.
6
En el sentido platónico de formas ideales concebibles por la inteligencia, modelos
incorpóreos de las cosas aprehensibles por los sentidos.

4. Y llamo impuros a todos aquellos que, o bien pasaron sus días sin gustar en absoluto de la
educación, o bien, tras recibirla de manera torcida y distorsionada trocaron la hermosura de la
sabiduría en la fealdad de la superchería.

5. Estos tales, en su impotencia para percibir esa luz aprehensible solo por la inteligencia7 a
causa de la debilidad de los ojos de su alma, ojos que por su misma condición se cubren de
sombras ante los destellos de la luz; como si su existencia transcurriera en plena noche no dan
crédito a aquellos que viven a la luz del día, y piensan que todas aquellas cosas que
iluminadas por la claridad sin mezcla de los rayos solares que éstos han contemplado con

68
nitidez suma en torno de Sí y describen no son sino inverosímiles prodigios semejantes a
fantasmas, y en nada distintos de las ilusiones de las exhibiciones de títeres.8
7
Es decir, las formas ejemplares o "ideas platónicas".
8
Filón tiene aquí presente la alegoría de la caverna que se lee en la República VIII, 514 y ss.,
en cuya parte inicial Platón compara a la humanidad con prisioneros encadenados dentro de
una caverna, de espaldas a la boca de ésta, e incapaces por lo tanto de ver sino las sombras de
los seres situados afuera, sombras que ellos consideran ser la única realidad, por no conocer
otra.
La última parte del párrafo es una personal conclusión de Filón extraída de la República VII,
514 b, donde Platón dice "del mismo modo que entre los espectadores y los titiriteros (o
autores de trucos) se levantan las pantallas por encima de las cuales éstos exhiben sus
asombrosos espectáculos". Lo que en realidad quiere destacar Platón aquí es que el muro o
pared que separa a los prisioneros de la luz exterior es comparable con la pantalla o biombo
detrás de los cuales se sitúan los titiriteros o autores de asombrosos trucos.

6. "Porque es sin duda extravagante, un simple truco para provocar asombro", piensan,9 "el
llamar desterrados a quienes no sólo pasan su vida en el centro mismo de la ciudad, sino que
además desempeñan funciones de consejeros y jueces y participan en las asambleas, y a veces
incluso tienen a su cargo la administración del mercado, la dirección del gimnasio y las demás
liturgias;10
9
La presente acotación no aparece en el texto griego pero resulta conveniente, aunque quizá
no totalmente necesaria su intercalación, para evitar que el lector piense que se trata de
opiniones de Filón y no de la multitud de hombres indoctos como se pone de manifiesto en el
parágrafo 11.
10
Contribución que en Atenas se exigía a los ciudadanos más ricos, consistente en financiar
de su peculio ciertos servicios públicos tales como equipar una trirreme (trierarquía),
organizar los coros para las representaciones dramáticas (coregia), financiar procesiones
(arquiteoría), etc.

[7.] y calificar de ciudadanos 11 a los que jamás han sido registrados en los padrones o han
sido condenados a la pérdida de sus derechos y al destierro, a hombres que se hallan exiliados
más allá de las fronteras sin que les sea dado no solo el retornar a su país sino ni siquiera el
contemplar desde la lejanía el suelo de sus antepasados, salvo que se empeñen en buscar la
muerte perseguidos por determinadas diosas del castigo, pues son innumerables los que los
aguardan dispuestos a castigarlos, espoleados por sus propios sentimientos, y por cumplir lo
que prescriben las leyes.
11
Filón supone aquí que entre las afirmaciones de los hombres sabios, consideradas absurdas
o fraudes por la multitud sin visión para las cosas superiores, figura la paradoja de que el
hombre bueno es el verdadero ciudadano y el hombre ruin un desterrado.

8. II. Y absurdo es también y lleno de descaro o locura o como quiera llamársele, pues ante lo
desmedido del caso hasta es difícil contar con nombres apropiados, el llamar, por una parte,
ricos a quienes son los más indigentes y carecen de los recursos necesarios, viviendo
miserable y penosamente, proveyendo con dificultad a su diaria subsistencia, padeciendo
hambre en contraste con la prosperidad general, alimentándose con brisas de virtud del mismo
modo que, según dicen, se alimentan con aire las cigarras;12
12
Así lo sostiene ya Hesíodo en El escudo de Heracles 395 y ss.

[9.] y por otra, pobres a hombres que viven rodeados de plata, de oro, de una multitud de
propiedades, y rentas y de una inagotable abundancia de otros inefables bienes, y cuya riqueza

69
no solo beneficia a sus parientes y amigos, sino, rebasando los límites de su morada,
aprovecha también a grandes multitudes de miembros de sus filas y de sus demos,13 y,
trascendiendo aún más, proporciona al estado todo cuanto exigen la paz y la guerra.14
13
Filas y demos eran circunscripciones territoriales de tipo político y administrativo de ciertos
estados griegos como Atenas.
14
Alusión a las liturgias. Ver la nota 10.

10. Y de esas mismas soñadas fantasías procede el que se atrevan a atribuir la esclavitud a
quienes por ambas líneas vincúlanse con una alta ascendencia, siendo verdaderamente de
noble cuna, y de los que no solo los padres, sino además los abuelos y ancestros hasta los
fundadores de la estirpe tanto en la rama masculina como en la femenina llegaron a gozar de
altísimo prestigio; y osen afirmar que son libres aquellos que son la tercera generación de
marcados con el hierro candente,15 y desgastagrillos,16 y cuya esclavitud es herencia de larga
data".
15
Con el que se marcaba, entre otras pertenencias, a los esclavos tenidos por malos o
culpables.
16
Pedótrips = literalmente: desgastagrillos, era el término con que se designaba al esclavo
culpable o desobediente al que se engrillaba por ello con tanta frecuencia que se decía que
terminaba por gastar los grillos.

11. Tales son las cosas que éstos piensan, más se trata, como he dicho, de afirmaciones sin
fundamento propias de hombres de inteligencia oscurecida, esclavos de la opinión, que se
apoyan en los sentidos, cuyo tribunal carece de estabilidad pues es siempre sobornado por
aquellos a los que juzga.17
17
Es decir, la asamblea o tribunal de los sentidos se deja seducir y corromper por las cosas
sensibles sobre las que debe discernir.

12. Si su preocupación por llegar a la verdad fuera cabal, no deberían ser en cuanto al
discernimiento inferiores a los que padecen enfermedades corporales. Porque, mientras éstos
en sus ansias de conservar la salud se ponen en manos de los médicos; ellos, en cambio, son
displicentes en cuanto a eliminar esa enfermedad del alma que es la falta de instrucción,
recurriendo a la compañía de los hombres sabios, los que brindan la posibilidad no solo de
desterrar la ignorancia, sino también de esa propiedad peculiar del género humano que es el
saber.

13. Mas, como, según Platón, el de expresión plena de musicalidad,18 "la envidia está
desterrada del Divino coro"19 y la sabiduría es Divina y generosa en grado sumo; jamás cierra
su escuela de reflexión, sino abre sus puertas y acoge a cuantos tienen sed del agua grata de
los razonamientos, y derramando sobre ellos una inagotable corriente de enseñanzas, los
persuade para que se embriaguen con la embriaguez que no procede del vino.20
18
No he hallado otra traducción mejor para el término ligyrótatos = muy musical, con que
Filón califica a Platón. Un solo manuscrito trae hierótatos = sacratísimo en vez de ligyrótatos,
19
Fedro 247 a.
20
O sobria. Nephálios, con que Filón califica aquí a la embriaguez, significa sobrio, que no
bebe vino o, simplemente, sin vino.

14. Y éstos, una vez que, habiendo sido instruidos en los sagrados misterios a la manera de los
iniciados, participan plenamente de ellos, repróchanse grandemente por su pasada negligencia
por entender que han desperdiciado su tiempo viviendo una vida que no merece vivirse,
durante la cual estuvieron privados de la sabiduría.

70
15. Grande cosa es, pues, el que la juventud toda de todas partes consagre las primicias de su
primer florecer a la adquisición del saber, en compañía del cual es hermoso tanto el vivir la
juventud como el pasar la vejez. Porque, así como, según dicen, las nuevas vasijas retienen los
sabores de las primeras sustancias que se vertieron en ellas, del mismo modo también las
almas de los jóvenes reciben en forma indeleble las impresiones de las representaciones
captadas, y sin que las mismas les sean lavadas y borradas por el torrente de las otras que
posteriormente fluyen sobre ellas, siguen mostrando claramente la primitiva forma.

16. III. Y dicho ya lo suficiente sobre esto, hemos de aplicarnos a considerar el tema de
nuestro tratado con el cuidado suficiente para que no andemos divagando engañados a causa
de la vaguedad propia de los términos; sino captemos lo que realmente constituye nuestro
asunto y ajustemos acertadamente a él las demostraciones.

17. Pues bien, el término esclavitud se aplica tanto a las almas como a los cuerpos; y los amos
de los cuerpos son hombres, en tanto que los de las almas son los vicios y las pasiones. Y otro
tanto cabe decir de la libertad, ya que existen la que lleva aparejada para los cuerpos la
seguridad de no depender del superior poder de otros hombres; y la que permite a la inteli-
gencia desenvolverse sin estar sujeta al dominio de las pasiones.

18. Ninguna persona se aplica a investigar sobre la primera clase de libertad, pues las
vicisitudes de los hombres son incontables y en muchas ocasiones muchas personas de muy
elevada condición perdieron a causa de desgraciadas circunstancias la libertad heredada de
sus mayores.21 Nuestra indagación se refiere a caracteres a los que ni los apetitos ni los
temores, ni los placeres, ni los dolores han sometido a su yugo, habiendo, en consecuencia,
escapado de la cárcel y despojado de las cadenas por las qué eran oprimidos.
21
Esto ha de entenderse en el sentido de que dentro de la mentalidad de entonces la libertad
stricto sensu se concebía como una situación accidental totalmente ajena al mérito o demérito
de cada uno, es decir, al orden moral y por lo tanto desprovista de interés para el filósofo que
se ocupa del carácter y la conducta humana.

19. Dejando, pues, de lado las explicaciones confusas y capciosas, y los términos que nada
tienen que ver con la naturaleza misma de las cosas sino dependen de la convención, tales
como ecótribes, argironetos o ecmalotos,22 examinemos al hombre verdaderamente libre, al
único que posee una voluntad independiente, aunque sean muchísimos los que se declaran
amos de él. Porque él proclamará aquel verso de Sófocles en nada diferente de los deíficos
oráculos: "Dios y no mortal alguno es mi soberano".23
22
Términos que designan categorías de esclavos según el origen de su condición servil. El
ecótribe era el esclavo nacido en la morada del amo, argironeto el adquirido por compra, y el
ecmaloto el prisionero de guerra.
23
Citado también por Aristóteles en Ética a Eudemo 12 a 13, aunque con la variante Zeus por
theós, variante acorde con las exigencias métricas del anapesto y con la paráfrasis de San
Ambrosio: "Júpiter me gobierna y no hombre alguno."

20. Y así es: solo es libre aquel que solo a Dios tiene por guía; aunque en mi entender además
de libre es guía de los demás, habiendo sido confiadas a su cuidado las cosas terrestres, cual
lugarteniente mortal del Gran Rey inmortal. Pero el tema de la soberanía del hombre sabio24
ha de quedar para más apropiada ocasión, y ahora hemos de examinar cuidadosamente el de
su libertad.
24
Ver Sobre los cambios de nombres 152. Diógenes Laercio, en Vida de filósofos ilustres

71
VII, 122, dice: "Los sabios no sólo son libres sino también reyes."

21. Quien se propusiere examinar los asuntos encarándolos a fondo, conocerá claramente que
no hay cosas que estén más estrechamente vinculadas entre sí que la independencia en el
obrar y la libertad. Muchas son, en efecto, las cosas que obstaculizan al hombre ruin, como el
amor al dinero, el ansia de reputación y el afán de placeres, en tanto que nada lo traba en
absoluto al hombre superior, quien se mantiene erguido y triunfador sobre el amor, el temor,
la cobardía, el dolor y las cosas semejantes a éstas, como el vencedor en una contienda
atlética sobre sus vencidos.

22. Ha aprendido, en efecto, a despreciar todos los mandatos e imposiciones de los harto
ilegítimos gobernantes del alma, movido por su celo y ardiente amor por libertad, de la que es
patrimonio propio la autodeterminación y el hacer lo que se desea. Algunos elogian al autor
de aquel trímetro que dice: "¿Quién es esclavo siendo indiferente ante la muerte?,25 y lo
elogian pues piensan que dicho autor entendió perfectamente la ilación entre ambas cosas,
pues sostuvo que cosa alguna es tan apropiada para esclavizar a la inteligencia como el miedo
a propósito de la muerte, miedo resultante del vehemente deseo de vivir.
25
Verso de tres medidas. Aquí se cita el que Plutarco atribuye, en Sobre la lectura de los
poetas 13, a Eurípides. El sentido es: ¿Puede acaso ser esclavo quien no teme a la muerte?

23. IV. Pero preciso es que reflexionemos que no solo quien no siente preocupación por la
muerte está libre de esclavitud, sino también lo está aquel al que no preocupa el ser pobre, el
carecer de reputación, el sufrir dolor ni todas las demás cosas que los más de los hombres
tiene por males, aunque el mal reside en ellos mismos y en sus juicios, ya que su concepto de
esclavo tiene solo en cuenta los usos que de él se hacen y los servicios que presta, cuando lo
que debería tener presente es la independencia de carácter.

24. Porque esclavo de verdad es aquel que con espíritu mezquino y servil se aplica a mez-
quinas y serviles acciones que repugnan a su propio juicio; en tanto que aquel que ajusta su
propia persona y sus cosas a lo que la ocasión le depara y soporta de buen grado y con pa-
ciencia los vaivenes de la suerte; aquel que considera que nada nuevo se da en las cosas
humanas, aquel que se ha convencido, tras cuidadoso examen de que, mientras es prerrogativa
de las cosas Divinas el poseer un orden eterno y la felicidad, las humanas, en cambio,
arrastradas todas por el agitado oleaje de las circunstancias, se balancean con desiguales
inclinaciones; aquel, en fin, que sobrelleva con dignidad cuanto le sobreviene, ese es, sin
lugar a dudas, un filósofo y un hombre libre.

25. Y así, no obedecerá a nadie que le dé órdenes, aunque éste lo amenace con ultrajes,
torturas y los males más terribles, sino con juvenil ardor le replicará abiertamente:
"Quémame, consume mis carnes, satúrate de mí bebiendo mi negra sangre; porque
descenderán las estrellas bajo la tierra y se elevará la tierra hasta el éter antes de que
procedente de mí te llegue una palabra de adulación." 26
26
El mismo pasaje de la tragedia Heracles de Eurípides, aparece citado por Filón en otros tres
lugares: Interpretación alegórica III, 202; Sobre José 78 y en el parágrafo 99 del presente
tratado.

26. V. Tuve ocasión cierta vez de observar durante una competencia de pancratistas 27 cómo
uno de ellos aplicaba golpe tras golpe con las manos y los pies, todos ellos bien dirigidos, sin
dejar de emplear recurso alguno de los que llevan a la victoria, y sin embargo al final se dio
por vencido, exhausto completamente, y abandonó el lugar de la lucha sin la corona de la

72
victoria; en tanto que el otro, el que soportaba el ataque, convertido en una masa compacta,
rígida y sólida de carne, rebosante del vigor propio del verdadero atleta, con sus nervios
tensos, como una piedra o el hierro, sin ceder absolutamente ante los golpes, con la fortaleza y
firmeza de su resistencia doblegó la fuerza de su adversario hasta lograr una completa
victoria.
27
Atletas que disputaban el pancracio, prueba que comprendía la lucha que hoy denominamos
"catch" y el pugilato.

27. Y es precisamente algo análogo a esto lo que le sucede al hombre de espíritu superior;
pues, muy bien fortificada su alma por un firme discernimiento, fuerza a ceder a quien ejerce
violencia sobre él, antes de que éste logre que se avenga a llevar a cabo algo contrario a lo que
entiende que debe hacer. Pero esto que digo tal vez resulte imposible de creer a quienes
carecen de experiencia en la virtud, como resultará también el ejemplo a quienes nada saben
de pancratistas, sin que por eso el mismo sea menos cierto.

28. Y es eso lo que Antístenes tenía presente cuando decía que el hombre de espíritu superior
es un peso difícil de llevar; y con razón, pues, así como la insensatez es cosa liviana y en
movimiento, la sensatez está firmemente asentada,, no se doblega y tiene un peso que impide
se la agite.

29. Por su parte, el legislador de los judíos presenta pesadas las manos del sabio,28 dando a
entender mediante símbolos que las acciones de éste no son superficiales sino firmemente
asentadas como productos que son de una inteligencia inconmovible.
28
Éx. XVII, 12.

30 Nadie, por eso, le obliga a hacer nada, ya que ha llegado a despreciar los dolores y a ser
indiferente ante la muerte, y por ley de la naturaleza tiene bajo su poder a todos los insensatos.
Porque, así como los cabrerizos> boyeros y pastores dirigen a las cabras, los bueyes y las
ovejas, y es imposible que los rebaños y manadas den órdenes a quienes los guían, del mismo
modo la multitud de los que se asemejan a los ganados necesitan de quien los controle y
mande, y sus guías son los hombres de espíritu superior, a los que ha sido asignada la misión
de gobernar los rebaños.

31. Y así, Hornero acostumbra llamar a los reyes "pastores de pueblos", aunque la naturaleza
con más precisión aplica este título a los buenos, como que los reyes más frecuentemente
resultan ser rebaños que pastores, ya que los guía el vino puro, las formas hermosas, los
pasteles, los alimentos condimentados, y los deliciosos platos preparados por cocineros y
reposteros; para no referirme a los apetitos que engendran el oro y la plata y otras cosas más
espléndidas aún; en tanto que a los buenos ningún cebo llega a atraparlos, y sucede además
que enrostran a aquellos que ven presos en las redes del placer.

32. 29 VI. Que los servicios que se prestan no significan esclavitud lo prueban con claridad
suma las guerras, pues durante las campañas es dable observar cómo cada soldado se ocupa
de una tarea especial, ya que el servicio no se limita al ir equipados con todos los pertrechos
de guerra, sino incluye también el acarrear como animales de carga todas las cosas de uso
necesario, amén del hacer salidas en busca de agua, leña y forraje para las bestias.
29
En los parágrafos 29 a 39 Filón se empeña en probar que la libertad no se pierde por el
mero hecho de estar al servicio de alguien o de haber sido comprado por alguien; con lo que
refuerza su principio de que la libertad es un estado del alma no una contingencia exterior,
como supone el común de la gente.

73
33. ¿Y qué necesidad hay de detallar las tareas requeridas por la defensa contra los enemigos,
tales como el cavado de trincheras, la erección de fortificaciones, la construcción de trirremes
y el servicio, en todas las otras labores subsidiarias y especializadas para las que se requiere el
empleo de las manos y de las demás partes del cuerpo:30
30
El razonamiento es éste: Nadie duda de que el soldado es hombre libre, y sin embargo no se
limita a llevar su equipo y combatir sino realiza además determinadas tareas propias de la
servidumbre.

34. Por otra parte, existe también en plena paz una suerte de guerra, no menos importante que
la que se libra con las armas, una guerra cuyo origen se halla en el menosprecio ajeno, en la
pobreza y en la terrible carencia de las cosas necesarias, y por la cual son imperiosamente
forzados los hombres a entregarse a los más serviles oficios, tales como cavar, trabajar la
tierra, practicar labores manuales, servir incesantemente a fin de asegurarse una mísera
subsistencia; y también acarrear a menudo pesos en medio de la plaza pública ante la mirada
de los de su misma edad, que fueron sus camaradas en la niñez y en la juventud.

35. A otros, en cambio, nacidos en la esclavitud, un feliz don de la suerte les permite aplicarse
a las tareas propias de los hombres libres, ya que es puesta a su cargo la administración <le las
casas, de las fincas rurales y de las grandes propiedades; a veces también el mando sobre los
compañeros de esclavitud, y hasta se les confía a muchos la tutela de las mujeres y los hijos
huérfanos de sus amos, siendo preferidos los amigos y parientes por su honradez; y sin
embargo son esclavos, aunque efectúan préstamos, hacen compras, reciben rentas y tienen a
otros a su servicio. ¿Por qué hemos, entonces, de asombrarnos de que, a la inversa, al
desmoronarse su buena suerte, desempeñe un hombre servicios propios de esclavos?

36. Se dirá tal vez que el estar al servicio de alguien significa la privación ele la libertad. ¿Y
cómo los hijos acatan dócilmente los mandatos de su padre y de su madre, y los discípulos las
órdenes de .sus instructores? Porque nadie es esclavo por propia voluntad, y ciertamente los
padres no demostrarán un tan extremo odio contra su descendencia, que fuercen a sus propios
hijos a prestar aquellos servicios que, según tú, son lo único que caracteriza a la esclavitud.31
31
Vale decir, los padres no fuerzan a sus hijos a obedecerlos, éstos lo hacen por propia
voluntad, por lo que no se trata de un caso de esclavitud, en lo que lo característico es lo
forzado del servicio.

37. Y si alguien, al ver como hay personas que son vendidas por traficantes de esclavos,
piensa que por ese mero hecho son esclavos, muy errado anda respecto de la verdad; porque la
venta no convierte en señor al comprador ni en esclavo al comprado. La prueba está en que a
menudo también los padres pagan un precio por sus hijos, y los hijos por sus padres, cuando
han sido raptados por bandidos o piratas o han sido hechos prisioneros en la guerra; y éstos
son registrados como personas libres por las leyes de la naturaleza, leyes cuyos fundamentos
son más sólidos que los de las de este mundo de aquí abajo.

38. No faltan, ciertamente, casos aún más extremos, en que trocándose la situación en la
opuesta precisamente, los comprados conviértense de esclavos en amos de sus compradores.
Yo personalmente he visto muchas veces cómo jovencitas hermosas y dotadas de una natural
locuacidad, mediante dos poderosos recursos: su hermoso aspecto y la gracia de su expresión,
son la ruina de sus dueños; porque estos recursos son verdaderas máquinas de sitio para las
almas que carecen de firmeza y aplomo, máquinas más potentes aún que todas las que se
construyen para demoler murallas.

74
39. La cosa es clara: las cortejan, les suplican y se desviven por alcanzar sus favores como si
suplicaran a la Fortuna o algún genio benefactor; y mientras, si son despreciados se
desesperan hasta el paroxismo, con solo vislumbrar una mirada favorable, se ponen a bailar de
alegría.

40. Si no fuera así 32 también habría que aceptar- que quien ha comprado leones es el amo de
los leones,33 no obstante que con solo poner éstos sus miradas amenazantes sobre él, el pobre
hombre conocerá enseguida qué intratables y feroces señores ha comprado. ¿Y qué? ¿No
pensamos acaso que el hombre sabio está al margen de toda esclavitud más aun que los
leones, puesto que gracias a su libre e inconmovible alma posee un poder indoblegable
superior al que podrían prestar a su rebelión ese esclavo que es el cuerpo y la muy sólida
fortaleza de su fuerza física?
32
Es decir, si no fuera cierto, lo que se afirmó en el parágrafo 37 en el sentido de que la mera
compra de alguien no lo convierte en esclavo; y por lo tanto todo comprado es esclavo.
33
Filón alude aquí a la tradición relativa a Diógenes, referida por Diógenes Laercio (VI, 75),
según la cual el filósofo cínico, al ofrecer sus amigos rescatarlo de los piratas, rehusó diciendo
que los leones no son

41. VII. También por otras vías se podría aprender en qué consiste la libertad propia de aquél
que es bueno. Ningún esclavo es verdaderamente feliz. Porque, ¿qué desdicha mayor que el
no ser dueño de nada, ni de sí mismo? Sin embargo, el sabio es realmente feliz, llevando
sobre sí el lastre y carga34 de sus altas cualidades, en las que reside su señorío sobre todas las
cosas; de modo que fuera de toda duda y necesariamente el hombre bueno es libre.
34
El sentido de esto es que el único yugo o esfuerzo servil a que se somete el hombre bueno
es el de su propia excelencia, que es precisamente el fundamento de su dominio sobre los
demás.

42. Además, ¿quién podría decir que los amigos de Dios no son libres? Porque, si con toda
justicia reconocemos que los amigos de los reyes poseen no solo la libertad sino también
autoridad, ya que comparten las funciones de mando y administración; no cabe atribuir la
esclavitud a los amigos de los dioses celestiales,35 siendo así que éstos por su amor a la
Divinidad se convierten al punto en amados de Ella, al ser recompensados con el mismo
afecto que profesan, y son, de ese modo, a juicio de la verdad misma lo que dicen los poetas,36
es decir, soberanos de todas las cosas y reyes de reyes.
35
Se trata solamente de un modo de expresarse propio de los estoicos, que emplean ora el
singular dios, ora el plural dioses.
36
Ignoramos la fuente a la que alude la referencia.

43. El legislador de los judíos, con una audacia superior a la de aquellos, va más allá aún,
pues cultor de una filosofía desnuda,37 como suelen decir, se atrevió a decir que aquel que se
esclavos de aquellos que los han capturado, sino éstos son esclavos de los leones, pues el
miedo es la señal de la esclavitud y los hombres son los que temen a las bestias, no éstas a
ellos. halla poseído por el amor a la Divinidad y solamente está al servicio del Que Es ya no
es un hombre sino un dios, aunque un dios de los hombres,38 no de las partes de la naturaleza;
reservando así para el padre de todas las cosas la condición de Rey y Dios de los dioses.
37
Por el sentido del contexto "desnuda" aparentemente significa aquí "abierta", "franca", "sin
reticencias", aunque bien podría tratarse de otra connotación, que se nos escapa.
38
Éx. VII, 1. Véase Sobre las habitudes intrigas de lo peor contra lo mejor 161 y ss.

75
44. ¿Y no corresponde acaso considerar que quien ha llegado o alcanzado tan grande
privilegio no solo no es un esclavo sino el único libre? Este, aunque por sus propios
merecimientos no es digno de participar de lo que es propio de la Divinidad, con todo debía
gozar de la felicidad absoluta porque tiene a Dios como amigo; y tal protector no es de los
débiles ni de los que descuidan los justos intereses de los amigos, pues es el Dios de la
amistad, que está atento a cuanto concierne a los mismos.

45. Y más aún, así como ciertos estados dominados por la oligarquía o sometidos a la tiranía
soportan la esclavitud pues tienen duros y opresivos amos que les imponen su yugo y poder,
en tanto que otros, que tienen por administradores y protectores a las leyes, son libres; así
también entre los hombres aquellos en los que domina la cólera, la concupiscencia o alguna
otra pasión, o también el insidioso vicio son enteramente esclavos, en tanto que todos aquellos
que ajustan sus vidas a las leyes son libres.

46. Y la recta razón es una verídica ley, no una ley perecedera registrada por este o aquel
mortal sobre pergaminos o columnas sin alma, y además sin alma ella misma, sino una ley
inmortal registrada por la inmortal naturaleza en la imperecedera inteligencia.

47. Por ello bien puede uno admirarse de la ceguera de aquellos que, no alcanzando a ver las
características que con tanta claridad distinguen las cosas, afirman que para asegurar la
libertad en las más grandes de las repúblicas, Atenas y Esparta, son más que suficientes las
leyes de Solón y de Licurgo que las rigen y gobiernan, pues los que participan del derecho de
ciudadanía acatan sus mandatos; y en cambio niegan que la recta razón, pese a ser la fuente de
las otras leyes, sea capaz de brindar la posesión de la libertad a los hombres sabios que acatan
todos sus mandatos y prohibiciones.

48. Además de las pruebas ya mencionadas; es clarísimo testimonio de libertad la igualdad


que ponen de manifiesto los buenos al dirigirse unos a otros. De allí que se asegure que están
impregnados de sentido filosófico los versos y cánticos siguientes: "No está en condición de
los esclavos el participar de las leyes"; y estos otros: "Has nacido esclavo, no te pertenece la
palabra".39
39
O tal vez, la razón. Filón emplea el término logos = razón, palabra, refiriéndose a la ya
mencionada recta razón, aunque probablemente el pensamiento del autor de los yambos sea
que el esclavo carece del derecho a expresar su pensamiento, punto de vista o alegato.
Se ignoran las fuentes de donde proceden las dos citas.

49. Tal, pues, como las leyes musicales colocan a los que cultivan la música en un pie de
igualdad en las discusiones acerca de ella, y otro tanto hacen las leyes de la gramática con los
gramáticos, y las de la geometría con los geómetras; así también las leyes de la vida conceden
la misma igualdad a los expertos en las cosas que a la vida conciernen.

50. Y expertos en lo tocante a la vida humana son todos los hombres buenos puesto que su
experiencia abarca todo cuanto existe en la naturaleza. Y algunos de estos hombres buenos
son libres, de lo que se sigue que lo son todos cuantos participan a la par de aquellos de la
igualdad en el mutuo trato.40 Ninguno de los hombres buenos, en consecuencia, es esclavo,
sino todos ellos son libres.
40
El argumento parece ser el siguiente: 1) la igualdad en el trato recíproco (que vincula a los
que cultivan un mismo campo de experiencias, supone que los que hacen uso de ella son de la
misma categoría, o libres todos o esclavos todos. 2) Esa igualdad se da entre los hombres
buenos, a los que igualan las comunes experiencias sobre la conducta humana. 3) Y como es

76
notorio que existen hombres buenos libres, se concluye que también los demás hombres
buenos, sus iguales, lo son, vale decir, que todos los hombres buenos son libres.
A continuación se complementa este razonamiento con el correspondiente al hombre necio,
que es el siguiente: los hombres ruines o necios, por su ignorancia de lo concerniente a las
leyes de la conducta no tienen el derecho de tratar sobre ellas en pie de igualdad con los
buenos y sabios, y como este derecho alcanza a todos los hombres libres, de ello se desprende
que los hombres viles o necios no son libres.

51. VIII. Partiendo de la misma premisa se demostrará que el hombre insensato es esclavo. En
efecto, las leyes musicales no permiten que los inexpertos en músico disputan de igual a igual
con los instruidos en ella, ni las leyes de la gramática admiten que lo hagan con los
gramáticos los ignorantes de ella, ni en general las del arte o la técnica toleran que los ajenos a
las artes o las técnicas hablen sobre ellas en pie de igualdad con los artistas y artesanos. Y
análogamente, las leyes de la vida niegan a los que carecen de experiencia en ellas el trato
igualitario con los expertos, en lo concerniente a la vida.

52. Y la discusión en pie de igualdad que se deriva de dichas leyes es concedida a todos los
hombres libres, y como los hombres viles son inexpertos en los asuntos de la vida, en tanto
que los sabios son los más expertos en ellos, no existen hombres viles que sean libres, sino
todos son esclavos.

53. Zenón, cuya vida, más que otra alguna, estuvo regida por la virtud, demuestra más firme-
mente aún cómo los hombres ruines carecen del derecho de hablar en pie de igualdad con los
hombres virtuosos, pues afirma: "¿Por ventura no se lamentará el vil si contradijere al
bueno?" De lo que se desprende que el ruin no posee el derecho de hablar de igual a igual con
el hombre bueno.

54. Bien sé yo que muchos enrostrarán a Zenón por tales palabras entendiendo que la
pregunta es fruto más de la presunción que de agudeza de espíritu. Pero si los tales, después
de burlarse, acabada la risa, quisieren examinar a fondo e interpretar con claridad esas
palabras reconocerán, para su propia confusión, la verdad contenida en ellas, es decir, que por
cosa alguna se lamentará más cualquier persona que por no acatar las normas del sabio.

55. Porque las penas pecuniarias, la pérdida de los derechos ciudadanos, los destierros, las
afrentas de los azotes o todas las demás desgracias de esta suerte son pequeñas y carecen
absolutamente de importancia comparadas con los vicios y los resultados de los vicios. Pero
sucede que la mayoría de los hombres, como, a causa de la ceguera de su entendimiento, no
disciernen los daños que afectan al alma, solo a causa de los males exteriores sienten dolor,
privados, como están, de la capacidad para discernir, facultad que es el único medio para
comprender lo que perjudica a la inteligencia.

56. Pero si les llega a ser posible recobrar la visión, al contemplar los engaños que produce la
insensatez, los ultrajes que genera la cobardía, y todas las cosas inconvenientes que hace decir
y hacer la incontinencia o las ilegalidades que hace cometer la injusticia, llenos de una pena
inacabable por las desgracias de la mejor parte de su ser, no soportarán ni siquiera las palabras
de consuelo ya que no tiene igual la grandeza de sus males.

57. Al parecer la fuente de la que Zenón extrajo este pensamiento fue la legislación de los
judíos, en la que se refiere cómo el común padre de dos hermanos, de los que uno era sensato
y otro incontinente, movido a compasión por el que no iba en pos de la virtud, le suplicó que

77
se convirtiera en esclavo de su hermano 41 por entender que aquello que parece el mayor de
los males, la esclavitud, es el más completo de los bienes para el insensato, ya que, por una
parte, queda privado de su libertad para delinquir impunemente; y por otra, su modo de ser
resultará mejorado al quedar bajo el control que posee la autoridad sobre él.
41
Gen. XXVII, 40. Ver Sobre la unión con los estudios preliminares 176 y Sobre la herencia
de las cosas divinas 214.

58. IX. Pues bien, cuanto se ha dicho hasta aquí es, a mi parecer, suficiente para probar lo que
es objeto de nuestra investigación; pero, del mismo modo que es norma entre los médicos el
curar variadas enfermedades con variados tratamientos, así también resulta necesario cuando
se plantean proposiciones tenidas por paradójicas en razón de lo desusado de lo propuesto,
aplicar una sucesión de pruebas que las fortalezcan 42 ya que solamente bajo los efectos de una
serie ininterrumpida de demostraciones captan algunos las cosas.
42
Literalmente: que las unten (prosenkhríontas), aludiendo probablemente a uno de los
tratamientos de la terapéutica médica encaminados a devolver o aumentar el vigor.

59. De modo, que no será fuera de propósito el siguiente argumento: el que todas las cosas las
hace sensatamente, las hace todas bien; el que hace todo bien hace todo rectamente; y el que
todo lo hace rectamente, procede de manera impecable, irreprochable, intachable, ajena a todo
vituperio o culpa; de modo que tendrá el poder de hacer todas las cosas y de vivir como
quiere; y el que posee tal poder es ciertamente libre. Ahora bien, quien hace todas las cosas
sensatamente es el hombre bueno, el que es, en consecuencia el único libre.

60. Por otra parte, aquel al que no es posible obligar a hacer algo ni impedirle que lo haga, no
puede ser un esclavo. Y al hombre bueno no es posible obligarlo a hacer algo ni impedirle que
lo haga; por lo que el hombre bueno no puede ser un esclavo. Que no es obligado ni impedido
es cosa evidente. Porque es impedido aquel que no alcanza aquello que desea, y el sabio desea
las cosas que proceden de la virtud, cosas que por ser él como es, es imposible que no alcance.
Y si alguien es forzado a hacer algo, es evidente que lo hace contra su voluntad. Las humanas
acciones son o bien acciones rectas productos de la virtud, o bien malas, engendradas por el
vicio, o bien intermedias e indiferentes.

61. Pues bien, las que proceden de la virtud el hombre bueno las realiza no forzado a ello sino
por su propia voluntad, ya que todas las cosas que hace son deseables para él. Las que
proceden del vicio, como que deben ser evitadas, ni en sueños las realiza. Y en cuanto a las
indiferentes, tampoco las lleva a cabo forzado a ello, naturalmente; pues su inteligencia
mantiénese ante ellas en equilibrio, como sobre una balanza, enseñado, como está, tanto a no
subordinarse a ellas reconociendo que poseen un peso superior como a no mirarlas con
aversión como si fueran dignas de repulsión. De todo ello resulta claro que nada hace contra
su voluntad ni es forzado a hacerlo; cuando, si realmente fuera un esclavo, sería obligado a
ello. En consecuencia, bien puede considerarse que hombre bueno y hombre libre son una
misma cosa.

62. X. Sin embargo algunos de los que muy poco han danzado a la par de las Musas, no
entendiendo las demostraciones del razonamiento, formula apreciaciones generales 43 basadas
en las apariencias, y acostumbran preguntar: ¿Qué hombres hubo en el pasado y cuáles hay
ahora del tipo que tú imaginas? Una excelente respuesta es que en el pasado hubo quienes su-
peraban a sus coetáneos en virtud, teniendo solamente a Dios por guía y viviendo conforme
con una ley, la recta razón de la naturaleza; y que no solo eran libres sino además llenaban a
sus vecinos del espíritu de libertad; y también en nuestra época hay todavía hombres

78
modelados, cual si fueran copias sacadas de esa original pintura que es la excelencia suma de
los sabios.
43
Probablemente: frutos de un examen superficial, no en detalle.

63. Porque del hecho de que las almas de estos impugnadores estén privadas de libertad,
esclavizadas, como están, por la insensatez y los demás vicios, no se sigue que también se
halle en esa situación el género humano entero. Ni tiene nada de asombroso el que los
hombres buenos no desfilen en tropel formando inmensas multitudes. Ante todo, porque los
casos de superior excelencia son raros; en segundo lugar, porque ellos se apartan de la
inmensa turba de los que carecen de suficiente discernimiento, 44 en procura del tiempo para
consagrarse libres de preocupaciones a la contemplación de las cosas de la naturaleza. Ellos
suplican para que, a ser ello posible, les sea dada guiar hacia el recto camino la vida de los
hombres, ya que la virtud beneficia a todos; pero, impotentes para lograrlo por el desborde de
terribles actos que llenan las ciudades y que las pasiones y los vicios del alma contribuyen a
acrecentar, huyen para no ser sumergidos por la fuerza de la impetuosa corriente, como por la
violencia de un torrente.
44
Ver Sobre los cambios de nombres 34 a 38.

64. Mas nosotros, si tuviéramos algún celo por nuestro mejoramiento, deberíamos seguirles
los pasos hasta sus ocultos lugares de retiro, y sentados ante ellos en actitud de suplicantes,
exhortarlos a que, viniendo hacia nosotros, tornen humana nuestra bestializada existencia,
proclamando en vez de la guerra, la esclavitud y otros indecibles males, la paz, la libertad y la
desbordante abundancia de los demás bienes.

65. Mas la realidad es otra. A causa del dinero escudriñamos todos los rincones, abrimos
duras y ásperas vetas en la tierra, y en gran parte de las tierras bajas y en no pocas de las
montañosas se explotan minas en busca de oro, plata, bronce, hierro y las demás sustancias.

66. La necia opinión, que deifica a la vanidad, desciende también hasta las profundidades del
mar tratando de descubrir si en algún sitio se halla oculto algún objeto hermoso de los que
placen a los sentidos. Y cuando ha hallado distintas clases de piedras preciosas de variados
colores, unas adheridas a las rocas, otras, que son aún más estimadas, a las ostras, rinde
desmedido honor a lo que no es sino engaño de la vista.

67. En cambio en procura de la sabiduría o la templanza o la valentía o la justicia nadie


atraviesa la tierra, ni siquiera la fácil de recorrer; ni navega aquellos mares que son durante
cada época favorable del año recorridos por los propietarios de barcos.

68. Y sin embargo, ¿qué necesidad hay de largos viajes terrestres o de atravesar mares para
escudriñar y ver a la virtud, cuyas raíces han sido puestas por el Hacedor no a larga distancia
sino tan cerca de nosotros? Tanto que el sabio legislador de los judíos también dice: "En tu
boca, en tu corazón y en tus manos",45 refiriéndose a través de símbolos a las palabras, los
designios y las acciones, cosas todas ellas que tienen, ciertamente, necesidad del arte del
agricultor.
45
Deut. XXX, 11 a 14. Ver Sobre las virtudes 183.

69. Por lo tanto, aquellos que prefieren el ocio al esfuerzo no solo impiden los brotes, sino
además hacen secar las raíces y las arruinan; en tanto que aquellos que consideran dañosa la
inactividad y desean trabajar, proceden como los agricultores que cultivan bien germinados
retoños. Mediante ininterrumpidos cuidados hacen crecer virtudes cuya altura alcanza hasta el

79
cielo, vástagos siempre verdes e inmortales, que producen, sin cesar jamás de producirlos, el
fruto de la felicidad; o, como sostienen algunos, no la producen sino ellos mismos son la
felicidad. A éstos Moisés acostumbra designarlos con el nombre compuesto de frutos-
totales.46
46
Holokarpómata, nombre que Filón interpreta en el sentido de que, mientras en las plantas
que la tierra produce el fruto se da solamente en la etapa final, en las de la vida del espíritu
todo desde el comienzo es fruto.

70. Y en efecto, mientras tratándose de las plantas que germinan en la tierra ni el fruto son los
árboles, ni los árboles son el fruto, en el caso de los que nacen en el alma, los brotes de la
sabiduría, de la justicia, de la valentía o de la templanza están todos y en todas sus partes
trocados en frutos.

71. XI. Teniendo, pues, tales posibilidades en nosotros, ¿no nos avergonzaremos de proclamar
que la raza humana está desprovista de sabiduría, sabiduría que podríamos convertir en
intensa llama, tal como se convierte en llama la chispa que brota entre el humo de la leña, si
se la sopla? Mas sin embargo, para aquellas cosas hacia las que determinamos tender
ansiosamente por tratarse de las más estrechamente vinculadas con nosotros y las que nos son
más propias, grande es nuestra desidia y constante nuestra indiferencia de lo que resulta la
ruina de las simientes de lo excelente; y en cambio por aquellas por las que no deberíamos
interesarnos sentimos un deseo y anhelo insaciable.

72. Por eso tierra y mar están llenos de ricos y famosos y de quienes se entregan a los
placeres, en tanto que de hombres sabios, justos y virtuosos es escaso el número.

73. Pero este corto número, aunque raro existe realmente. La prueba de ello se halla tanto en
Grecia como en el resto del mundo. En Grecia florecieron los bien llamados "siete sabios",47
aunque es razonable suponer que antes y después de ellos florecieron otros, cuyo recuerdo en
el caso de los más antiguos se ha borrado por el largo tiempo transcurrido, y en el de los aún
recientes permanece en la oscuridad a causa de la indiferencia que prevalece entre sus
contemporáneos.
47
Lo de "bien o correctamente llamados" parece referirse a la vinculación que Filón establece
en Sobre la creación del mundo, 127, entre semitas y sebabmós =. venerable, augusto, y
heptá (septá) — siete. Más lógico sería tal vez suponer que alude a lo exacto de llamarlos
sabios, pero Filón usa siempre el término etymos = bien, correctamente en el sentido de la
correspondencia entre dos o más términos.

74. Y también dentro del mundo no griego, en el que las obras se estiman más que las
palabras,48 existe una numerosísima hueste de hombres de elevadas cualidades. Entre los
persas está la casta de los magos, los que en silencio investigan las obras de la naturaleza para
alcanzar el conocimiento de la verdad, y mediante visiones más claras que las palabras
reciben y comunican las sagradas revelaciones.49 En la India se halla la casta de los
gimnofisistas,50 los que cultivan además del estudio de la naturaleza la filosofía ética, y hacen
de su vida entera una demostración de virtud.
48
Sigo en este punto la corrección propuesta por Colson, que permite una lectura congruente,
y que dicho editor avala con citas de peso.
49
Ver Sobre las leyes particulares III, 100.
50
Ver Sobre Abraham, nota 56.

75. XII. Tampoco es estéril en altas cualidades morales la Siria Palestina. En ella habita una

80
no pequeña parte de la populosísima nación de los judíos, entre los cuales se mencionan algu-
nos llamados esenios, cuyo número asciende a más de cuatro mil.51 Su nombre, que en mi
opinión, aunque la forma griega no es la exacta,52 es una variante de hosiótes, les viene de que
también resultan ser servidores de Dios, como los que más; no porque ofrezcan sacrificios de
animales, sino porque entienden que es su deber preparar sus propias inteligencias para la san-
tidad.
51
Ver Apología de los judíos, segundo fragmento 11, 1 y ss. y Flavio Josefo; Guerra de los
judíos II, 8; Antigüedades judías XIII, 5, 9; XV, 10, 5, y XVIU, 1, 5.
52
La forma griega es essáioi = esenios; y Filón piensa con razón que es muy relativa la
semejanza con hosiótes = santidad.

76. En primer lugar, éstos habitan en aldeas, por cuanto se apartan dé las ciudades a causa de
las iniquidades que constituyen la norma de vida de los residentes en ellas, pues no se les
escapa que, al igual que una enfermedad producida por una atmósfera pestilente, de la
compañía de éstos resulta una contaminación irremediable para las almas. Algunos de ellos
cultivan la tierra, en tanto que otros se dedican a todos aquellos oficios que contribuyen a la
paz, y así se benefician a sí mismos y benefician a sus vecinos. No acumulan tesoros en plata
y oro, ni adquieren grandes parcelas de tierra movidos por deseos de ganancias, pero procuran
todo cuanto satisface las inevitables exigencias de la vida.

77. Siendo, en efecto, casi los únicos entre todos los hombres que habiendo llegado a un
estado de total carencia de dinero y tierras por habérselo propuesto más bien que por serles
adversa la fortuna, son considerados riquísimos, puesto que juzgan que la frugalidad y la
conformidad equivalen a la abundancia, lo cual es cierto.

78. Entre ellos no es posible hallar a nadie que sea fabricante de dardos o jabalinas, o dagas, o
un yelmo, o una coraza, o un escudo, ni en suma quien se ocupe de armas o de máquinas de
guerra o de cualquier trabajo vinculado con la guerra. Pero tampoco fe aplican a cosa alguna
de las que, aunque conciernen a la paz fácilmente se deslizan hacia el vicio, pues ni en sueños
conocen lo que es el comercio al por mayor o al por menor ni el fletar naves, y apartan de sí
como execrable cuanto impulsa a la codicia.

79. Entre ellos no se encuentra esclavo alguno, siendo lodos libres y prestándose recíprocos
servicios unos a otros; y censuran a los propietarios de esclavos teniéndolos no solo por
injustos que menoscaban las leyes de la igualdad, sino también por impíos que anulan las
normas de la naturaleza, la que, a la manera de una madre, ha engendrado y nutrido a todos
por igual haciéndolos hijos legítimos, que lo son no de nombre meramente sino de verdad;
aunque al prevalecer la insidiosa codicia, ésta trastornó tal parentesco, produciendo en lugar
de afinidad el distanciamiento, y en lugar de la amistad la hostilidad.

80. En lo que hace a la filosofía,53 han abandonado la parte lógica a los cazadores de palabras
por considerar que no es necesaria para la adquisición de la virtud; y la parte física a los que
hablan de cosas abstrusas por considerar que se halla fuera del alcance de la humana
condición, excepto toda aquella reflexión filosófica que versa sobre la existencia de Dios y la
creación del universo. Pero la parte ética cultívanla con todo empeño empleando como
maestras las leyes de sus mayores, leyes que no hubiera sido posible que concibiera el alma
humana sin la Divina inspiración.
53
Ver Sobre la agricultura, 14 y ss., y Sobre Abraham, 99.

81. En ellas son instruidos en todo tiempo pero particularmente en los días séptimos, pues el

81
día séptimo está considerado día sacro, y durante él se abstienen de los demás trabajos y
acuden a los sagrados lugares, llamados sinagogas, donde toman asiento en filas por orden de
edad, los jóvenes más abajo que los mayores, manteniéndose con los oídos atentos y
guardando el decoro conveniente.

82. Luego uno cualquiera de ellos toma los libros y lee, y otro, de los que poseen gran
experiencia, se adelanta y explica los pasajes que no resultan claros. En la mayor parte de los
casos, en efecto, sus reflexiones filosóficas recurren a alegorías con un ardor propio de las
antiguas costumbres.

83. Además son instruidos en la piedad, en la santidad, en la justicia, en las normas de la vida
doméstica y las de la vida de ciudadano, en el conocimiento de los verdaderos bienes, de los
males y de las cosas indiferentes, en cómo escoger las cosas que corresponde escoger y como
evitar las contrarias, ajustándose para distinguirlas a estas tres normas: el amor a Dios, el
amor a la virtud y el amor a los hombres.

84. Son innumerables los testimonios que ofrecen: de su amor hacia Dios la pureza constante
e ininterrumpida durante toda vida, el abstenerse de todo juramento y de toda mentira, su
convicción de que la Divinidad es la causa de todos los bienes, y de ningún mal; de su amor a
la virtud, su falta de apego al dinero, a la fama o al placer, la templanza y su moderación, así
como su frugalidad, sencillez, contentamiento, humildad, respeto a las leyes, firmeza, y todas
las demás cualidades semejantes a estas; y de su amor a sus semejantes, su benevolencia, su
sentido de la equidad, su espíritu comunitario, superior a cuanto de él se puede decir, aunque
no estará fuera de lugar referirnos a él brevemente.

85. En primer lugar, la casa de ninguno de ellos le pertenece en el sentido de que no resulte
ser propiedad común de todos; pues además del hecho de que la habitan en común agrupados
en cofradías, se halla abierta para los procedentes de otras partes que comparten sus ideales.

86. En segundo lugar a todos pertenece la reserva de dinero, que es una sola; y los gastos son
comunes, como también los vestidos y los alimentos, pues tienen establecidas las comidas en
común. Imposible sería hallar otra gente entre la que se hallen más firmemente establecida la
práctica de compartir el mismo techo, el mismo sistema de vida y la misma mesa. Y no sabría
esperar otra cosa, puesto que todo cuanto con su labor de cada día reciben como paga no lo
guardan como bien propio sino lo ponen a disposición de todos contribuyendo así al beneficio
que ese depósito común procura a los que desean hacer uso de él.

87. Los enfermos no porque no puedan contribuir son dejados sin cuidados, antes bien
cuentan con los recursos previsibles para el tratamiento de las enfermedades, recursos que el
fondo común pone a su disposición, de modo que con toda libertad echan mano a medios
suficientemente abundantes para los gastos. Los hombres de edad son tratados con el respeto
y cuidado con que son tratados los progenitores por sus hijos reales,54 y muchísimas manos e
inteligencias se encargan de proporcionarles una generosa y total asistencia durante la
ancianidad.
54
Por oposición a los hijos en sentido figurado, como son los esenios jóvenes respecto de los
ancianos.

88. XIII. Estos son los atletas de la virtud que produce una filosofía ajena al pedante
verbalismo de los griegos, filosofía que propone como prácticas las acciones dignas de
aprobación, gracias a las cuales adquiere firmeza esa libertad que no puede ser convertida en

82
esclavitud.

89. Prueba de ello es lo siguiente. Muchos han sido los poderosos que se han elevado en di-
versas ocasiones hasta dominar al país, diferentes entre sí por sus naturales disposiciones y
por los métodos seguidos. Algunos de ellos, en efecto, se esforzaron por superar la ferocidad
de las "bestias hasta el mismo salvajismo, y no dejaron de emplear ninguna de las formas de
la crueldad, sacrificando a sus subordinados masivamente o trinchando los pedazos, al modo
de los cocineros, miembro a miembro cuando aún estaban vivos; y no cesaron y de hacerlo
hasta que esa supervisora de los humanos sucesos que es la justicia les hizo sufrir las mismas
calamidades.

90. Otros trocaron esta furiosa demencia en otra especie de vicio, encerrando sus acciones una
inexpresable crueldad, rencorosa disposición de carácter, que, no obstante ser dulces sus
palabras, poníase de manifiesto tras la simulada suavidad de la voz, pues, aunque zalameros 55
cual perros venenosos se convirtieron en culpables de irremediables males y dejaron tras de sí
a través de las ciudades las nunca olvidadas desgracias de sus víctimas como monumentos de
su propia enfermedad y odio a sus semejantes.
55
Literaim.: "moviendo la cola"; de allí la comparación con los perros.

91. Mas ninguno de ellos, ni de los feroces en extremo ni de los plenos de perfidia y astucia se
atrevió a plantear cargos contra dicha comunidad de los esenios o santos; antes bien, todos
ellos, resultando ser impotentes ante la nobilísima condición de esos hombres, los trataron
como a quienes son dueños de sus actos y libres por naturaleza, ponderando sus comidas en
común y su solidaridad superior a toda descripción, la que es el más claro testimonio de una
vida perfecta y sumamente dichosa.

92. XIV. Mas, puesto que hay quienes piensan que las virtudes que se dan entre mucha
cantidad de gente no son perfectas sino solamente se desarrollan y crecen hasta determinado
grado, preciso será que presentemos como testigos las vidas de hombres buenos particulares,
vidas que constituyen las más claras pruebas de libertad.56
56
Es decir, de almas verdaderamente libres.

93. Calano, natural de la India, y miembro de la escuela de los gimnofisistas era considerado
el hombre de más firme carácter entre todos sus contemporáneos, y fue admirado no solo por
sus coterráneos sino también por los hombres de otras naciones; y lo que es más
extraordinario, por reyes enemigos.

94. Por ejemplo, Alejandro de Macedonia, deseoso de exhibir ante Grecia una muestra de la
sabiduría cultivada entre los pueblos extranjeros, presentando cual una copia que reprodujera
la pintura original, primero invitó a Cálamo a partir con él en viaje al extranjero, a fin de que
alcanzara inmensa fama en toda Asia y Europa.

95. Y como no logró persuadirlo, aseguró que lo obligaría a acompañarlo. Cálamo con pleno
acierto y nobleza le dijo: "¿Digno de qué mostrarás a los griegos que soy, si forzado me
avengo a hacer lo que no deseo?" Por ventura, ¿no estaba lleno de franqueza el razonamiento,
y plena mucho más su inteligencia de libertad? Pero, ciertamente, también en sus escritos,
más perdurables aún que la voz, ha registrado clarísimas señales de un carácter que no puede
ser esclavizado.

96. Nos lo pone de manifiesto esta carta enviada al rey: "Calano a Alejandro. Amigos tuyos te

83
incitan a que apliques la violencia y la compulsión contra los filósofos de la India, no obstante
no haber visto ni siquiera en sueños de qué modo obramos nosotros. Porque transportarás
nuestros cuerpos, pero no obligarás a nuestras almas a hacer lo que no quieren hacer, más de
lo que podrías obligar a emitir palabras a los ladrillos o a las maderas. El fuego provoca en los
cuerpos vivientes los mayores sufrimientos y el mayor de los daños; nosotros hemos llegado a
ser superiores al fuego: nos quemamos vivos aún.57 No existe rey ni gobernante alguno que
nos obligue a hacer lo que no hemos decidido de grado hacer. No somos iguales a todos esos
filósofos griegos que ejercitan palabras para las asambleas y fiestas; entre nosotros las obras
van acordes con las palabras y las palabras con las obras…" 58
57
En Sobre Abraham, 182, Filón afirma que los gimnosofistas se daban la muerte por el fuego
llegados a avanzada edad; y de este mismo Cálamo dice Estrabón que así lo hizo en presencia
de Alejandro a los setenta y tres años al sentirse enfermo por primera vez.
58
Siguen uno o dos renglones evidentemente corruptos y por lo tanto ilegibles. Coison
propone la siguiente lectura, a base de su reconstrucción del texto adaptándolo a la paráfrasis
qua del mismo hace San Ambrosio, Epístola 37: "Los hechos pasan rápidamente y las
palabras tienen un poder de corta duración, en tanto que las virtudes nos proporcionan
felicidad y libertad."

97. Ante tales declaraciones y juicios, bien merece citarse aquel apotegma de Zenón que dice:
"Más pronto se conseguirá hundir un odre inflado que obligar a cualquiera sea de los hombres
virtuosos a hacer contra su voluntad algo que no desea". Ni se doblega ni es dominada, en
efecto, el alma a la que la recta razón ha fortalecido con firmes principios.

98. XV. Testigos de la libertad de los hombres virtuosos son, por otra parte, los poetas y
prosistas, con cuyos pensamientos se han nutrido tanto griegos como no griegos desde los
mismos pañales casi, para el mejoramiento de su carácter, transformando en legítimo todo
cuando en sus almas estaba adulterado a causa de un alimento y un modo de vida
reprochables.

99. Mira, por ejemplo, lo que dice Heracles en su pasaje de Eurípides:59 "Quémame, consume
mis carnes, satúrate de mí bebiendo mi negra sangre; porque descenderán las estrellas bajo la
tierra y se elevará la tierra hasta el éter antes de que procedente de mí te llegue una palabra de
adulación."
Y es la verdad: la lisonja, la adulación y el fingimiento, en los que las palabras están en pugna
con los pensamientos, son actitudes sumamente serviles, en tanto que el hablar con franqueza,
con expresión no bastarda sino genuina, procedente de una conciencia pura, corresponde a
personas nobles.
59
Pasaje citado otras tres veces por Filón, en Interpretación alegórica III, 202, Sobre José,
78, y en el presente tratado en el parágrafo 25.

100. Por otra parte, ¿no ves cómo ese mismo hombre virtuoso, aun cuando sea puesto en
venta, de ningún modo parece ser un siervo, sino infunde admiración a los que lo observan,
quienes piensan que no solo no es un esclavo sino que habrá de ser amo de su comprador.

101. Así, Hermes responde a quien le pregunta si Heracles es un hombre de baja condición:
"De ningún modo es baja si no todo lo contrario: hay dignidad en su figura y no es vulgar ni
en modo alguno voluminoso como un esclavo, sino brillante en el vestir, si lo miras, y eficaz
en el manejo de la maza". "Nadie quiere comprar para amos de su casa a quienes son
superiores a él mismo. Cualquiera queda preso de temor al contemplarte, pues tus ojos están
rebosantes de fuego, al mirar cual un toro que aguarda el ataque de un león".60 Y enseguida

84
agrega:
"Ciertamente, tu aspecto basta para proclamar, aunque no digas palabra, que no acatas
mandatos, que antes te inclinas a dar órdenes que a obedecerlas".
60
La segunda parte de la cita difícilmente encaja en el contexto atribuido a Hermes. Más bien
cabe pensar en que el posible comprador, ante el ditirámbico elogio del esclavo en venta
replica que tal compra no es negocio; y que tras ello, Hermes retoma la palabra, ahora
dirigiéndose a Heracles, y le dice, tal vez en tono de queja, quizás de verdadera admiración,
que no adopta aires de verdadero esclavo y aterra a los eventuales compradores. El pasaje
entero pertenece a un drama satírico de Eurípides, boy perdido, en el que Heracles es puesto
en venta por el dios Hermes convirtiéndose de esa manera en servidor de Sileo. En Apolodoro
II, 6, 2, se da una versión distinta del episodio, ya que la venta es a la reina Onfalia, y durante
el período que dura esta servidumbre Heracles mata a Sileo.

102. Y cuando, habiéndolo comprado Sileo, fue enviado a las fincas de campo, demostró con
sus obras cuan ajena a la esclavitud era su natural condición. Mató, en efecto, con el pretexto
de sacrificarlo a Zeus, al toro de mayor calidad que allí había, y se dio un banquete con él; y
habiéndose apropiado de una gran cantidad de vino, reclinado muy confortablemente, se lo
iba bebiendo a grandes tragos.

103. Y al llegar Sileo indignado por el daño y por la despreocupación y el desmedido desdén
de su servidor, éste sin cambiar absolutamente de color ni dejar de hacer lo que hacía le dijo
con el máximo de atrevimiento: "Échate y bebamos, y haz al punto la prueba de si eres
superior a mí en esto".

104. Pues bien, ¿cuál de las dos condiciones, la de esclavo o la de señor de su amo, hemos de
atribuir a aquel que se atrevía no solo a desconocer toda dependencia sino también a dar
órdenes a quien lo había comprado, y a golpearlo y descalabrarlo si éste se rebelaba, o a
aniquilar a todos si recurría a la ayuda de otros? Motivo de risa y grande necedad son sin duda
los testimonios en que se registran las compras de que hablamos, cuando son sobrepasados
por el superior poder de aquellos en cuyo perjuicio se extienden, resultando de menos valor
aún que blancas hojas de papel destinados a ser completamente destruidos por los gusanillos,
el tiempo y el moho.

105. XVI. Pero no es conveniente, dirá alguno, citar como prueba las cualidades de los
héroes, pues se trata de seres superiores a la humana naturaleza que han llegado a rivalizar
con los Olímpicos, y a los que ha cabido una progenie mixta, ya que se han combinado en
ellos simientes inmortales y mortales, habiendo sido con justicia llamados semidioses ya que
el ingrediente mortal ha sido dominado por la porción inmortal; de modo que nada tiene de
extraño el que desprecien a quienes intentan esclavizarlos.

106. Admitamos que sea así, pero ¿también son héroes o hijos de dioses Anaxarco o Zenón de
Élea? Y sin embargo, sometidos a suplicios mediante novedosos métodos de tortura por
tiranos inhumanos, que, crueles por naturaleza, se habían tornado más feroces aún con
respecto a ellos, éstos, como si los cuerpos que llevaban en sí fueran de otros o de enemigos,
desafiaban indiferentes los terrores con grandes desprecio de ellos.

107. Es que, habiendo acostumbrado a su alma desde un principio a abstenerse del contacto
con las pasiones por amor al saber, y a entregarse a la instrucción y la sabiduría, la habían
hecho abandonar la residencia del cuerpo y convertido en compañera de morada de la
sabiduría, la fortaleza y las demás virtudes.

85
108. Y de ese modo, cuando Zenón fue suspendido y estiraron sus miembros para que dijera
algo que no debía revelarse, él, mostrándose más poderoso que las cosas más fuertes que
existen en la naturaleza, es decir, el fuego y el hierro, se cortó su lengua de un mordisco y se
la arrojó al verdugo, temiendo que los efectos de la violencia le hiciesen manifestar contra su
voluntad cosas que era honroso callar.61
61
Diógenes Laercio IX, 27.

109. En cuanto a Anaxarco, con inmenso valor dijo: "Machaca la piel 62 de Anaxarco; porque
a Anaxarco no podrías machacarlo". Estos ejemplos de un valor pleno de osada resolución
superan, y con mucho, la nobleza de los héroes, como que la gloria de éstos reside en su
progenie y no en la propia voluntad, en tanto que la gloria de aquellos se halla en virtudes
voluntariamente alcanzadas, que poseen el natural poder de inmortalizar a los que las
practican con espíritu sincero.
62
Por piel aquí debe entenderse la envoltura del alma, es decir, el cuerpo. Ver Diógenes
Laercio IX, 59, donde en vez de askós = piel, se emplea el término thylakos = saco, bolsa.

110. XVII. Conozco el caso de muchos luchadores y pancratistas que movidos por el afán de
prestigio y por su empeño en vencer, aunque sus cuerpos están exhaustos, persisten hasta per-
der la vida, conservando el aliento y combatiendo tenazmente gracias solo a su alma, a la que
han acostumbrado a tener en total desprecio por los temores.

111. Y si los que ejercitan el vigor contenido en los cuerpos han dejado atrás el miedo a la
muerte o bien por la esperanza de una victoria o bien para evitar ser testigos de su propia
derrota; de aquellos que ejercitan la invisible inteligencia que hay en ellos, inteligencia que es
el verdadero hombre, el que lleva como morada la forma perceptible por los sentidos; de
aquellos que se preparan para la contienda mediante las doctrinas que brinda la filosofía y las
obras de la virtud, ¿cabe pensar que no estarían dispuestos a morir en defensa de su libertad,
poniendo de esa manera fin con un espíritu que no tolera la esclavitud al camino que les había
señalado el hado?

112. Cuentan que en uno de los certámenes sagrados dos atletas, haciendo gala de un vigor
totalmente parejo, y efectuando y recibiendo idénticos ataques, no cedieron hasta que ambos
murieron. A propósito de tales luchadores bien podría decirse aquello de "Oh desventurado,63
tu propia valentía te destruirá".
63
O "insensato". La cita corresponde a Ilíada VI, 407, donde Andrómaca desesperada y tierna,
reprocha a Héctor su valor temerario en los combates.

113. Pero entonces, si el morir por una corona de acebuche o de perejil, es un acto glorioso
para los que compiten en los certámenes, ¿no lo será mucho más para los hombres sabios el
morir por la libertad, siendo así que el deseo de ella es, a decir verdad, la única posición
arraigada en las almas no como un agregado casual sino como un elemento esencial de su uni-
dad, cuya separación implicaría la ruina de todo el conjunto?

114. Entre los que acostumbran buscar ejemplos de nobles disposiciones es celebrado un niño
laconio a quien o su raza o su naturaleza hicieron rebelde a toda esclavitud. Llevado, en efec-
to, como cautivo por uno de los hombres de Antígono,64 se avino a realizar las tareas propias
de un hombre libre, pero se opuso a realizar las propias de siervos manifestando categórica-
mente que no sería un esclavo; y aunque no había podido nutrirse firmemente con las leyes de
Licurgo a causa de su edad, sin embargo, con solo haberlas saboreado, juzgando que la

86
muerte era más dichosa que la vida indigna de vivirse que llevaba, y desesperando de que se
lo llegase a rescatar puso fin a su vida con ánimo alegre.
64
Antígono Doson de Macedonia, que ocupó Esparta en 221 a. C. tras vencer a su rey
Cleómenes III en Selasia.

115. Cuántase también que ciertas mujeres de los dárdanos, 65 habiendo sido hechas
prisioneras por los macedonios y teniendo la esclavitud por el más vergonzoso de los males,
arrojaron en lo más profundo del río a los hijos que criaban, exclamando: "Vosotros al menos
no seréis esclavos, y antes de iniciar una vida de miseria, interrumpiréis vuestro destino y
comenzaréis libres el camino forzoso y postrero".
65
Probablemente se refiere a los habitantes de Dárdano, ciudad de la Tróade, en Asia Menor,
no a la Dardania, en Hiria.

116. Y Eurípides, el autor de tragedias, presenta a Polixena indiferente ante la muerte y


solícita de la libertad, poniendo en su boca estas palabras: "Muero de buen grado a fin de que
nadie pueda tocar mi carne. Entregaré, en efecto, mi cuello con corazón firme. ¡En nombre de
los dioses, dejadme en libertad y luego matadme para que muera libre!".66
66
Hécuba 548 y ss.

117. XVIII. Las mujeres, pues, cuyo discernimiento es escaso por naturaleza, y los niños, que
viven una etapa insegura de la vida, están dominados por un amor a la libertad tan profundo,,
que para no verse privados de ella lánzanse hacia la muerte como si se lanzasen a la
inmortalidad. Y aquellos, entonces, que se han embriagado con el vino puro de la sabiduría y
llevan en sí mismos como fuente de felicidad la virtud, a la que jamás fuerza insidiosa alguna
ha subordinado, pues posee como patrimonio eterno el poder de mando y la realeza, ¿cabe por
ventura pensar que sean otra cosa que hombres libres?

118. Y ciertamente oímos, que incluso pueblos enteros han aceptado con espontánea decisión
su total aniquilamiento en aras de la libertad y al mismo tiempo por fidelidad hacia sus
benefactores muertos. Tal es el caso bastante reciente de los jantios, 67 según nos cuentan.
Cuando, en efecto, Bruto, uno de los que atacaron a Julio César, avanzaba contra ellos al
frente de un ejército, ellos temerosos no del saqueo sino de la esclavitud bajo un asesino, que
había matado a su jefe y benefactor que una y otra cosa había sido para él César,
defendiéronse con vigor primeramente tanto cuanto les fue posible, y, aunque su número iba
mermando poco a poco, persistían todavía en su resistencia.
67
Habitantes de la ciudad de Janto en Licia.

119. Mas, cuando se hubo agotado toda su fuerza, condujeron a sus mujeres, a sus padres y a
sus hijos cada uno en la propia casa y los sacrificaron; tras amontonar a las víctimas en una
pila y prender fuego a la misma, se inmolaron ellos mismos, completando de ese modo su
destino, como hombres libres, impulsados por una libre y noble resolución.68
68
Véase Apiano, Guerras civiles IV, 76 a 80.

120. Ahora bien, éstos por escapar a la implacable cólera de enemigos tiránicos escogieron en
vez de una vida sin gloria una muerte con honra, pero hubo otros que, aunque las
circunstancias que les cupo en suerte les permitían seguir viviendo,69 soportaron pa-
cientemente, imitando el coraje de Heracles; quien, efectivamente, demostró ser superior a los
trabajos que le prescribió Euristeo.
69
Es decir, no como a los jantios que no pudieron escoger sino la muerte para salvar su
libertad.

87
121. Un ejemplo es el filósofo cínico Diógenes, quien tanta altura y grandeza de espíritu
poseyó, que hecho cautivo por unos ladrones, como éstos mezquinamente y de mala gana le
proporcionaban los alimentos necesarios, sin desmayar ante la presente contingencia ni
detener la crueldad de los que lo tenían en su poder, les dijo: "Resulta por demás absurdo el
que, mientras a los lechoncitos y corderitos, cuando están para ser vendidos, se los alimente
con más cuidado para engordarlos y hacerlos lozanos, el hombre, es decir, el mejor de los
animales, sea reducido a un esqueleto por la falta de alimento y las constantes privaciones, y
vendido a bajo precio".

122. Recibió entonces alimentos en cantidad suficiente, y cuando estaba a punto de ser
llevado al mercado junto con otros cautivos, primero se sentó y comió muy animosamente,
dando además algo a los que estaban cerca de él. Y, como uno de ellos no se resignaba y se
hallaba sumamente abatido, le dijo: "¿Por qué no dejas de afligirte y comes lo que tienes a
mano? Aun Níobe, la de hermosos cabellos, se acordó de la comida; ella que había perdido en
su morada doce hijos, seis mujeres y seis varones en plena juventud".70
70
Ilíada XXV, 602 y ss. Níobe, orgullosa como su padre Tántalo, se vanagloriaba de haber
tenido doce hijos y ser por ello más fuerte que Leto, que sólo había tenido dos, Apolo y
Artemisa. Éstos vengando el ultraje de su madre, mataron a los doce hijos de Níobe, la que,
según la leyenda, se convirtió en piedra a causa del dolor. En este pasaje de la Ilíada el autor
del poema introduce una variante en el destino ulterior de la desdichada madre.

123. Poco después, al preguntarle uno de los posibles compradores: "¿Qué sabes hacer?", él
dijo: "Gobernar a los hombres", con lo que su alma manifestaba desde lo íntimo de su ser
cuan libre, noble y soberano por naturaleza era él. No faltan además casos en los que movido
por su acostumbrado desembarazo llegaba a los chistes en situaciones ante las que los otros
llenábanse de melancolía y desaliento.

124. Dícese, por ejemplo, que habiendo observado por su aspecto exterior que uno de los
compradores, de inclinaciones femeninas, nada tenía de varón, se le aproximó y le dijo:
"Cómprame tú, pues tú me pareces necesitar un marido"; con lo que el otro confuso ante lo
que su conciencia le atestiguaba se escondió, en tanto que los demás quedaron estupefactos
ante lo acertado y valiente de la agudeza. ¿Acaso cabe emplear en el caso de un hombre como
éste el término esclavitud? ¿No corresponde aplicar solo el de libertad, y libertad no sujeta a
dominio irresponsable alguno? 71
71
La traducción de las últimas palabras es conjetural.

125. Émulo de la franqueza de Diógenes fue un tal Jereas, hombre de espíritu cultivado.
Residía, en efecto, en Alejandría de Egipto, cuando, habiendo en cierta ocasión disgustado a
Tolomeo, quien lo amenazó en términos violentos, él, entendiendo que su natural libertad en
nada era inferior a la realeza de aquel, le replicó: "Bien, eres rey de los egipcios, pero me
tienes sin cuidado y no me preocupa tu ira".72
72
Ilíada, I, 180 y 181, donde se lee "mirmidones" en vez de "egipcios".

126. Es que las almas nobles, cuyo esplendor no se oscurece por la avidez de fortuna, poseen
cierta condición de reyes, que los mueve a enfrentar de igual a igual aun a los hombres de más
encumbrada dignidad, oponiendo la franqueza a la arrogancia.

127. Es fama que después que Teodoro,73 llamado el ateo, hubo partido de Atenas hacia el
destierro y llegado a la corte de Lisímaco,74 como una persona entre los dignatarios le echase

88
en cara su huida, y expusiese a la vez también las causas, declarando que había sido
expulsado después de ser condenado por ateísmo y corruptor de los jóvenes, él dijo: "Fui
desterrado, pero lo que me ha ocurrido es lo mismo que le ocurrió al hijo de Zeus, Heracles,
pues también él fue dejado abandonado por los Argonautas,
73
Sobre este filósofo de la escuela cirenaica ver Diógenes Laercio II, 98 a 102.
74
Diádoco, sátrapa y luego rey de Tracia (323-281), a cuya corte llegó Teodoro el ateo en una
delegación enviada por Tolomeo de Egipto, quien lo había acogido tras ser desterrado de
Atenas.

[128.] no por cometer delito alguno sino porque era él solo por sí mismo una carga y lastre
que sobrecargaba la nave, causando a sus compañeros de navegación el temor de que la
embarcación quedase sumergida. Y ésta es también la razón por la que yo hube de abandonar
mi lugar de residencia: porque los políticos atenienses no pudieron ponerse a la par de la
altura y grandeza de mi inteligencia y a la vez por la envidia que se me tenía".

129. Y al preguntarle además Lisímaco: ¿Acaso también por envidia fuiste expulsado de tu
patria?", él nuevamente respondió: "Por envidia no, sino por las supremas excelencias de mi
naturaleza, que mi país no era capaz de contener.

130. Porque así como por no poder Seleme, cuando llevaba en su seno a Dioniso, soportar su
peso hasta la fecha determinada para el parto, Zeus, consternado, extrajo antes del tiempo
correspondiente la naturaleza del ser encerrado en su vientre y lo hizo igual en dignidad a los
dioses del cielo; así también, siendo mi país demasiado pequeño para poder contener una tan
grande masa de pensamiento filosófico, un genio o un dios, me sacó de allí resuelto a cambiar
mi morada a otro lugar más afortunado que Atenas".

131. XIX. También en los animales irracionales pueden hallarse, si se buscan, ejemplos tanto
de la libertad que se da en los sabios como de los otros bienes humanos. Así, los gallos suelen
luchar con tal desprecio del peligro, que con tal de no ceder y abandonar la lucha, persisten
hasta la muerte, superados en fuerza pero no en valentía.

132. El estratego ateniense Milcíades había observado esto; y cuando el rey de Persia,
habiendo incorporado a su ejército la flor toda de Asia, marchó hacia Europa con muchas
miríadas de hombres, con ánimo de apoderarse de Grecia al primer asalto, él habiendo
reunido a sus compañeros de armas en el lugar donde se celebraban las Panateneas les
presentó algunas luchas de aves, considerando que el estímulo logrado mediante tal
espectáculo sería más efectivo que cualquier arenga.

133. Y su opinión no era errada; porque, al contemplar la capacidad de resistencia y el amor


en criaturas irracionales a la gloria, indoblegables hasta la muerte, tomaron sus armas y se
lanzaron a la lucha, para combatir contra las formaciones enemigas, haciendo caso omiso de
las heridas y las muertes, con tal de que, aun cuando murieran, fuera libre el suelo de su patria
en el que se los sepultara. Porque ninguna cosa resulta ser mayor causa de estímulo hacia
mejores disposiciones que el hecho de que los seres de más humilde condición lleven
rectamente a cabo otras superiores a lo que cabe esperarse.

134. También el trágico Jon 75 recuerda la lucha entre gallos en estos términos: "Ni siquiera
ante las heridas recibidas en su cuerpo y en sus dos ojos olvida la lucha, y, aunque extenuado
hace oír su canto, pues prefiere la muerte a la esclavitud".
75
Autor de tragedias del siglo V a. C, del que sólo nos han quedado escasos fragmentos.

89
135. ¿Por qué, pues, habríamos de suponer que los sabios no escogerán con suma felicidad la
muerte antes que la esclavitud? ¿Y no es absurdo decir que las almas de los hombres jóvenes y
de aventajadas cualidades sean superadas por las aves en las lides de la virtud; y alcancen en
ellas los galardones secundarios y con dificultad?

136. Ciertamente, ni siquiera alguno de aquellos que solo han alcanzado un grado pequeño de
instrucción ignora que la libertad es una noble cosa, y que la esclavitud es algo indigno; y que
las cosas nobles corresponden a los buenos en tanto que las innobles tocan a los hombres
viles. De donde se sigue clarísimamente que ningún hombre bueno es esclavo, aun cuando se
vea amenazado por innumerables personas que exhiben contratos que los declaran amos; y
que ninguno de los insensatos es libre, aunque se trate de Creso o Midas o el gran rey 76.
76
El rey de Persia.

137. XX. Cuan noble y digna de ser celebrada en cantos es la libertad, y cuan innoble y
merecedora de vituperio es la esclavitud atestíguanlo ciudades y pueblos más antiguos, de
más larga historia e inmortales, en la medida en que ello cabe a los seres perecederos. Y es ley
divina el que los inmortales no mientan.

138. ¿No se reúnen, en efecto, casi a diario sus consejos y asambleas para tratar, más que
sobre cualquiera otra cosa, sobre el fortalecimiento de la libertad cuando ella se da ya o sobre
su logro si ella falta? Tanto la Hélade como el resto de los países se enfrentan y combaten
perpetuamente nación contra nación. ¿Y qué buscan con ello sino el escapar de la esclavitud y
el adquirir la libertad?

139. Por eso también, en las batallas la más importante exhortación de los lojagos, los
taxiarcas y los estrategos 77 es la siguiente: "¡Combatientes!, el más penoso de los males, la
esclavitud, nos amenaza; rechacémosla. El más noble de los bienes es para los hombres la
libertad; no permitamos que se pierda. Ella es el principio y la fuente de la prosperidad y de
ella fluyen los beneficios particulares".
77
Grados de comando militar sin equivalentes precisos en las jerarquías modernas. Podrían
ser: jefes de batallones, jefes de regimientos y generales.

140. Por ello, entiendo yo, los atenienses, los de más agudo discernimiento entre los griegos;
que, lo que es la pupila en el ojo y la razón en el alma, eso es Atenas en Grecia; los
atenienses, digo, cuando celebran la procesión en honor de las Venerables Diosas,78 no
admiten absolutamente que ningún esclavo participe, sino emplean hombres y mujeres libres
para llevar a cabo cada una de las ceremonias establecidas, y no a cualesquiera sino a quienes
se han esforzado en llevar una vida irreprochable. Y así, también, son los más bien reputados
entre los jóvenes los que preparan la masa de los pasteles para la fiesta, menester que tienen
por enaltecedor y honroso, como es realmente.
78
No resulta posible determinar con certeza si se trata de la diosa Deméter y su hija
Perséfone, en honor de las cuales se celebraban los misterios Eleusinos, que incluían una
procesión en la cual estaba prohibido participar a los esclavos; o de las Euménides, o Erinias,
divinidades de la venganza, a las que se aplicaba particularmente el epíteto de venerables, y
en cuyo honor también tenía lugar una procesión, en la que, según varios autores, se
conducían pasteles o tortas consagradas, a los que parece referirse Filón a renglón seguido.

141. No hace mucho, mientras ciertos actores representaban una tragedia y recitaban aquellos
versos de Eurípides que dicen: "El nombre de la libertad es digno del universo entero, y si

90
alguien lo tiene en poco convénzase de su grandeza"; oí cómo todos los espectadores,
entusiasmados, se ponían de pie cuan altos eran y con grandes voces y exclamaciones
ininterrumpidas alternaban la alabanza de tal pensamiento con la alabanza del autor que
glorificaba no solo la libertad como realidad concreta sino también el nombre de ella.

142. Admiro asimismo a los argonautas, pues formaron la tripulación con hombres libres
totalmente sin admitir esclavo alguno, ni siquiera alguno de los que se ocupan de los
menesteres serviles necesarios, aceptando en aquella ocasión el servicio personal como un
hermano de la libertad.

143. Y si el escuchar a los poetas se justifica (¿y por qué no habremos de hacerlo, siendo así
que ellos son nuestros educadores a través de la vida toda y tal como lo hacen en el ámbito
privado nuestros progenitores, también ellos en el plano público nos inculcan la sabiduría?),
tampoco la nave, capitaneada por Jasón, toleraba llevar esclavos a su bordo. Es que era
amante de la libertad por naturaleza, pues estaba dotada de alma y de razón. De allí que
Esquilo diga a propósito de ella: "¿Dónde está? Habla sagrado madero del Argo".79
79
La traducción de esta cita es conjetural, pues el texto requiere correcciones imposibles de
determinar. Según la leyenda Atenea colocó en la proa de la nave Argo un maderamen
parlante sacado del robledal de Dodona. Apolodoro (I, 9, 19) menciona la voz de dicho
madero.

144. En cuanto a los gestos y palabras con que algunos lanzan amenazas contra el sabio, no
hemos de hacerles caso alguno y decir más o menos lo que decía el flautista Antigénidas,80
quien, según afirman, cuando uno de sus rivales en la profesión le dijo irritado: "Te
compraré", él manifestó con mucha ironía: "Y yo, entonces, te enseñaré a tocar la flauta".
80
Músico tebano de gran renombre que vivió a comienzos del siglo IV a.C.

145. Bien puede, pues, también el hombre bueno decir a quien se apresta a comprarlo:
"Entonces, serás instruido en el dominio de ti mismo". Y si alguno lo amenaza con el
destierro, replicarle: "Toda la tierra es mi patria".

146. Y al que lo amenaza con la pérdida de dinero, manifestarle: "Un moderado vivir me es
suficiente". Y si la amenaza es de azotes o de muerte, la réplica será: "No me espantan estas
cosas, ni soy inferior a los púgiles y pancratistas, los que aunque no han visto sino oscuros
remedos de virtud, puesto que solamente cultivan la robustez de los cuerpos, con todo
soportan una y otra cosa con ánimo resuelto. Porque la soberana de mi cuerpo, que es la
inteligencia que llevo en mí, ha sido a tal punto fortalecida y a tal punto se halla fortificada,
que le es posible colocarse por sobre toda suerte de padecimientos".

147. XXI. [Hemos, pues, de procurar no tomar una bestia de esta clase, que siendo terrible no
solo en cuanto a su fuerza sino también en cuanto a su aspecto, evidencia ser indoblegable y
de ningún modo despreciable].81
81
El presente parágrafo no inserta evidentemente en el contexto de lo que lo precede y sigue.
No vale la pena por lo problemático exponer las conjeturas en torno de la ubicación real del
mismo.

148. La inviolabilidad de ciertos lugares ha procurado muchas veces seguridad y derechos a


los esclavos fugitivos como si éstos gozaran de iguales derechos y privilegios que los demás;
y es posible ver cómo aquellos cuya esclavitud data de tiempos remotos por haberla recibido
de sus bisabuelos y ancestros como si se tratase de un determinado patrimonio de familia, se

91
expresan con toda libertad y sin temor alguno, una vez que se sientan en los templos como
suplicantes.

149. Y no faltan entre ellos quienes no solo hablan de igual a igual con sus propietarios sino
además se muestran muy superiores a éstos en la energía y a la vez desprecio al discutir las
cuestiones relativas a sus derechos. Es que, mientras a sus amos el reproche de su conciencia
los ha venido a convertir en esclavos aunque desciendan de ilustres padres; en cambio
aquellos a los que la inviolabilidad propia del lugar les ha brindado la seguridad de sus
cuerpos, provistos, como están, de un alma que Dios forjó inmune a toda dominación, ponen
de manifiesto libres y nobilísimos rasgos de carácter

150.82 Y no puede ser de otro modo, porque ¿quién es tan sobradamente irrazonable como
para suponer que, mientras los lugares engendran coraje y libertad de palabra; no los engendre
la virtud, que es lo más semejante a Dios de cuanto existe, y gracias a la cual tórnase sagrados
los lugares y todas las demás cosas que participan de la sabiduría?83
82
Se ha sugerido la necesidad de intercalar un párrafo en el que se mencione la total
franqueza del sabio en el hablar, pensamiento del que seguiríanse lógicamente las
consideraciones siguientes. Sin embargo no parece del todo necesaria dicha intercalación, ya
que del párrafo precedente parece desprenderse que la libertad del espíritu, fruto de la virtud,
es superior a !a mera libertad corpórea, en orden a la libertad de expresión o discusión.
83
Phronéseos — de la sabiduría, en el texto griego, aunque difícilmente este término se
adecua al contexto.

151. Y por cierto que aquellos que se refugian en los lugares de asilo, alcanzan su seguridad
gracias a esos lugares exclusivamente y sucede que a causa de otros innumerables factores
tales como los regalos de una esposa,84 la deshonra de los hijos o el engaño del amor, vuelven
a la condición de dominados. En cambio aquellos que han buscado refugio en la virtud, como
en Una indestructible e inexpugnable, hacen caso omiso de los proyectiles que las pasiones al
acecho arrojan y disparan.
84
En la traducción literal de doron gynaikós, expresión que es difícil de interpretar en este
contexto. Tal vez signifique: los regalos que recibe una mujer para su seducción por quien no
es su esposo.

152 Fortificados con este poder, cualquiera de ellos podría decir con toda franqueza:
"Mientras los otros son presa de las circunstancias, yo sé obedecerme a mí mismo e
igualmente gobernarme, midiendo todas las cosas según la virtud, como dice el poeta trágico."

153 Cuéntase, por ejemplo, que Bías de Priene, habiéndole Creso amenazado, le replicó muy
desdeñosamente exhortándolo a comer cebollas, expresión cuyo sentido es "Ve a llorar", pues
el comer cebollas provoca el lagrimeo.

154. De esa manera, los sabios, consideran que nada hay más propio de un rey que la virtud, y
a través de toda la vida obedecen las órdenes de este comandante sin temer los poderes de
otros a los que consideran subordinados. Por eso 85 es costumbre general el llamar serviles y
esclavos a los simuladores y pérfidos.
85
La expresión por eso se explica porque, como en otros lugares Filón confunde contrarios
con contradictorios e infiere de uno de los términos opuestos la forzosidad del otro. Aquí: si el
hombre sabio y bueno es libre, el ruin es esclavo.

155. De allí que también esté muy bien dicho aquello de "Sucede que jamás la cabeza del

92
esclavo se yergue derecha, sino siempre está inclinada sobre su cuello encorvado".86 Es que el
carácter torcido, equívoco y engañador es sumamente innoble;87 tal como el recto, sincero y
espontáneo es noble,-correspondiéndose en él los designios con las palabras, y éstas con los
designios.
86
Teognis V, 535 y 536.
87
Filón juega con los dos sentidos de agenés = de obscuro origen o estirpe, que alude a la
esclavitud, y de vil o ruin condición, que alude al hombre malo, antítesis del sabio, al que
aplica el antónimo eugenés.

156. Merecen ser puestos en ridículo los que piensan que, una vez desvinculados del dominio
de sus amos han llegado a ser libres. Cierto es que ya no son quizá siervos como antes una vez
que han sido manumitidos, pero son todos esclavos de los tratados a latigazos,88 y obedecen
no a otros hombres, lo que haría que el mal fuera menor, sino también de las más viles de las
cosas inanimadas, tales como el vino puro, las hortalizas, los pasteles y todos los otros
manjares que el refinado arte de los cocineros y reposteros prepara para daño del mísero
vientre.
88
Es decir, de los más viles.

157. Así, viendo Diógenes cómo uno de esos llamados manumitidos se jactaba de ello y cómo
muchos lo congratulaban, asombrado de lo absurdo e insensato de ello, dijo: "Esto 89 es igual
que si alguien proclamase que uno de sus sirvientes es a partir de hoy gramático o geómetra o
músico, sin que el tal sirviente haya aprendido ni en sueños esas especialidades". En efecto,
así como la proclama no produce hombres versados, tampoco produce hombres libres, ya que
esto es algo envidiable, sino solo hombres que no son ya siervos.
89
Es decir, que se trate de un hombre libre.

158. XXII. Despojémonos, pues, de la vacía opinión a la que está aferrada la inmensa turba de
los hombres y, convertidos en amantes del mas sagrado de los patrimonios, la verdad, no atri-
buyamos la condición de ciudadano o la libertad a los ciudadanos de nombre solamente, ni la
esclavitud a los esclavos, sean nacidos en la casa del amo, sean comprados, sino dejemos de
lado los detalles de nacimiento, los certificados que adscriben a un amo, y todo lo que
concierne en general al cuerpo, y estudiemos la naturaleza del alma.

159. Porque, si el alma es empujada por la concupiscencia o seducida por el placer o des-
carriada por el miedo o abatida por el dolor o estrangulada por la ira, se esclaviza a sí misma y
torna a quien la posee esclavo de infinitos amos. Mas, si vence la ignorancia con la sensatez,
la incontinencia por la templanza, la cobardía con el valor, y la ambición con la justicia,
agrega a su condición de no esclava la de ser gobernante.

160. En cuanto a las almas que aún no participan ni de uno ni de otro modo de ser, ni del que
esclaviza ni de aquel por el que se asegura la libertad, y están aún desnudas, como las de los
que están en la primera infancia, han de ser cuidadas y alimentadas vertiéndose en primer
lugar en ellas, en vez de leche, los suaves alimentos que brindan las prescripciones de los
estudios de cultura general;90 y luego los más fuertes, cuyo artífice es la filosofía.
Gracias a tales alimentos esas almas, llegando a la plena virilidad y robustez, alcanzarán la
feliz meta señalada por Zenón, o más bien por una oracular revelación,91 meta que consiste en
vivir conforme con la naturaleza.
90
Sobre la enkyldios paidéia ver Interpretación alegórica III, 85, y largas consideraciones al
respecto en diversos pasajes de Sobre la unión con los estudios preliminares.
91
Literalmente: la Pitia o Pitonisa.

93
SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA O SOBRE LOS SUPLICANTES 1

(Cuarta parte de Sobre las virtudes ) 2 (DE VITA CONTEMPLATIVA)

1
Ignoramos por qué Filón, si el título de este tratado es obra suya, sustituye therapeutón = de
los terapeutas (o cultores o servidores), de cuyo régimen de vida se ocupa la obra, por hiketón
= de los suplicantes, siendo así que éstos sólo son considerados ocasionalmente, sin
confundirse nunca con los primeros.
2
Eusebio de Cesárea menciona en su Historia Eclesiástica II, 18, una obra de Filón titulada
Perí aretón = Sobre las virtudes la que, según dice en II, 5, comprendía cinco partes o
tratados, y que se refería a los sufrimientos de los judíos en época de Cayo (Calígula), como
aclara en II, 6, una de cuyas partes, dice expresamente, es el tratado titulado Sobre la
embajada ante Cayo. El presente tratado sería conforme al subtítulo, la cuarta, cosa que
parece ignorar Eusebio cuando menciona el título y trata su temática in extenso en II, 17.
Además cuesta creer que el tema de Sobre la vida contemplativa encaje en el contexto que
Eusebio atribuye a Sobre las virtudes, título éste que, por otra parte, según el mismo Eusebio
(II, 18), le puso su autor a fin de despistar al todopoderoso Cayo, destinatario de su severa
crítica por sus excesos y su política antijudía; y no porque su propósito fuera ocuparse de las
virtudes o de los que las practican.

1. I. Habiendo discurrido ya acerca de los esenios,3 hombres que han dedicado sus empeños y
sus esfuerzos a la vida activa y se destacan en todos, o para no parecer exagerado, en la
mayoría de los aspectos de ella, a continuación, siguiendo el orden de sucesión en mi
cometido, diré también lo pertinente acerca de aquellos que han abrazado la vida
contemplativa. No agregaré cosa alguna de mi invención con ánimo de mejorar su imagen,
como lo hacen habitualmente todos los poetas y prosistas cuando carecen de hermosos
ejemplos de conducta, sino me atendré a la pura verdad sin recurrir a artificios. Bien sé que
exponerla es tarea ímproba aun para el más ducho en el arte de la expresión; pero con todo
hemos de afrontar la dificultad sin desistir en la lucha, ya que no debe ser la grandeza de la
virtud de estos hombres causa de mutismo para aquellos que consideran que nada noble debe
pasarse en silencio.
3
En dos lugares de las obras que han llegado hasta nosotros habla Filón de los esenios: en
Todo hombre bueno es libre (parágrafos 75 a 91) y en Hipotéticas o Apología de los judíos
(segundo extracto 11, 1 a 18). Pero ninguna de estas dos exposiciones sobre dicha secta
parece corresponder al tratado que aquí se menciona, ya que se trata sólo de partes dentro de
asuntos más extensos, no tratamientos especiales del tema, no obstante la extensión
considerable del citado en primer término. Quizás se trate, como afirman algunos
comentaristas, de una parte de una obra titulada Apología de los judíos, a la que tal vez
corresponda el citado extracto conservado por Eusebio y en la que también habría que incluir
Sobre la vida contemplativa; de ser cierto lo cual ambos tratados constituirían un díptico o
paralelo ejemplarizador, una de cuyas caras correspondería a la santidad activa (esenios) en
tanto que la otra estaría dedicada a la vida de contemplación o teórica (terapeutas), como lo
acota bien Filón en el comienzo mismo del presente tratado.

2. La elección 4 de estos filósofos se pone al punto de manifiesto en el vocablo que los


designa, pues llámanse terapeutas y terapéutrides.5 Dicha elección corresponde exactamente
al sentido del término,6 ya sea porque practican un arte de curar, superior aun al que es
corriente en las ciudades, pues éste sólo cura los cuerpos, en tanto que aquél se aplica también
a las almas oprimidas por enfermedades penosas y de difícil cura que lanzan sobre ellas los

94
placeres, las concupiscencias, los dolores, los temores, las ambiciones, las insensateces, las
injusticias, y la inmensa multitud de las otras pasiones y vicios; ya también porque asi la
naturaleza como las sagradas leyes les han enseñado a servir al Que Es, el cual es superior al
bien, más puro que el uno y precede a la mónada.
4
Es decir, el género de vida elegido.
5
Según los sexos.
6
Ambos términos derivan de therapéuein —- curar, cuidar, servir.

3. ¿Y quiénes entre los que cultivan la piedad merecen ser comparados con ellos? ¿Acaso lo
merecen aquellos que honran a la tierra, al agua, al aire y al fuego? Otros han dado otros
nombres a estos elementos, llamando Hefesto al fuego por el hecho de arder,7 a mi parecer;
Hera al aire, a causa de que éste se eleva y sube hacia las alturas; Posidón al agua, quizá por,
ser una bebida; y Deméter a la tierra porque ésta es tenida por madre de todos los vegetales y
animales.
7
Estas etimologías, algunas absurdas, eran corrientes en la antigüedad. Filón vincula
Héphaistos con éxapsis = inflamación, encendido; Héra con áiresthai = elevarse; Poseidón
con potos = bebida, y Deméter con meter = madre.

4. Pero tales nombres no son sino invenciones de falsos sabios, y los elementos del mundo
son materia inerte e inmóvil por sí misma, puesta por el Artífice a modo de substrato para
todas las especies de formas y cualidades.

5. ¿O lo merecerán los que honran a los seres formados con esos elementos: al sol o a la luna,
o los otros astros errantes o fijos, o al cielo todo y al universo? No, porque tampoco estas
cosas han llegado a existir por sí mismas sino por obra de cierto Artesano cuya ciencia es
perfectísima.

6. ¿Acaso los que veneran a los semidioses? Esto sí que resulta digno de risa. Porque, ¿cómo
podría la misma persona ser mortal e inmortal a la vez? Aparte de que el origen de su
nacimiento es reprensible, desbordante de intemperancia juvenil; y configura una impiedad el
atreverse a atribuir tal origen a las dichosas y divinas potencias 8 admitiendo que seres
dichosísimos y libres de toda pasión se han visto poseídos de frenética concupiscencia y se
han unido carnalmente a mujeres mortales.
8
Seguramente no hay aquí referencia alguna a las potencias de Dios, tratadas por Filón en
Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss., y en otros lugares de sus obras, sino una mera expresión
hiperbólica con reminiscencias platónicas.

7. ¿Lo merecerán, acaso, quienes honran estatuas de madera o de piedra? Tales estatuas están
hechas de piedras y leños, que hasta poco antes eran sustancias completamente informes, que
los escultores en piedra y los talladores de maderas han separado del bloque o tronco común,
mientras los trozos hermanos o miembros de la misma fuente original se han convertido en
recipiente de agua para baños o en palangana para el lavado de los pies o en otros
cualesquiera de los utensilios menos honorables que sirven más para las necesidades
nocturnas que para las diurnas.

8. En cuanto a los dioses de los egipcios, ni siquiera es digno recordarlos. Los egipcios han
elevado a los honores divinos a animales irracionales, y no solo a los mansos sino también a
las más feroces bestias salvajes provenientes de cada una de las regiones sublunares, como al
león entre los de la tierra, al cocodrilo, animal del país entre los acuáticos, al halcón y la ibis
de Egipto entre los del aire.

95
9. Y aunque ven cómo se trata de criaturas engendradas, que tienen necesidad de alimento,
insaciables en el comer, llenos de excrementos, venenosos, devoradores de nombres, presas
de toda suerte de enfermedades, y sujetos a la muerte, no solo a la muerte natural sino también
a menudo a la resultante de la violencia, sin embargo se prosternan adorando ellos, los seres
civilizados, a las criaturas salvajes, los racionales a los irracionales, los que tienen parentesco
con la Divinidad a quienes ni siquiera son comparables a Tersites 9 los soberanos y amos a los
súbditos y esclavos por naturaleza.
9
Personaje al que en la Ilíada II, 212 y ss., se le atribuye toda suerte de def jetos espirituales y
físicos, y que luego pasó a ser un lugar común para designar la tieforn dad tísica y ia idiotez
mental.

10. II. Que éstos, pues, ya que saturan de demencia no sólo a sus propios connacionales sino
también a los extranjeros que residen próximos a ellos, continúen en su irremediable estado,10
privados de la vista, el más necesario de los sentidos; y no me refiero a la vista corporal, sino
a la del alma, la única mediante la cual se discierne lo verdadero de lo falso.
10
Atherápeutoi = incurables en juego con iherapeutikón = terapéutico, de los terapeutas, que
se lee más abajo.

11. Pero, que la fraternidad de los terapeutas, siempre empeñada en aprender a ver, siga en
procura de la contemplación del Que Es, ascienda más allá del sol perceptible por los sentidos
y jamás abandone esta posición, que conduce a la felicidad perpetua.

12. Y aquellos que van tras este servicio sin que los impulse a ello ni la costumbre ni el
consejo o la exhortación de otros sino arrebatados por un celestial amor, son presa de una
divina fuerza, cual si se tratara de poseídos de báquico frenesí o de coribantes,11 hasta que
alcanzan la misión de lo que anhelan.
11
Ver Sobre la creación del mundo, nota 24.

13. Entonces, movidos por su vehemente deseo de una vida inmortal y dichosa consideran que
están ya muertos en lo que hace a la vida mortal y abandonan sus bienes en manos de sus
hijos o hijas o también de otros parientes, adelantando así por voluntaria determinación el
tiempo de la trasmisión del patrimonio; y en caso de no poseer parientes, los dejan a sus
allegados y amigos. La razón es que corresponde que los que han optado resueltamente por la
riqueza dotada de visión abandonen la riqueza ciega a quienes aun son ciegos de inteligencia.

14. Los griegos ponderan a Anaxágoras y a Demócrito porque profundamente tocados por un
amor ardiente hacia la filosofía, permitieron que sus campos se tornasen tierras de pastoreo.
También yo admiro el hecho de que estos hombres resultaran ser superiores a sus riquezas.
¿Pero cuánto mejores son estos que, si bien no han dejado sus propiedades para el
apacentamiento de las bestias, han remediado las necesidades de otros hombres, parientes o
amigos, convirtiéndolos de indigentes en prósperos? Porque el gesto de los primeros es algo
irreflexivo, para no emplear el término insensato en el caso de hombres a los que Grecia
admira, en tanto que el de estos últimos es lúcido cuidadosamente considerado y de sobrada
prudencia.

15. ¿Qué otra cosa hacen los enemigos sino arrasar la tierra de sus adversarios y talar los
árboles, a fin de que forzados por la carencia de lo necesario, se rindan? Y esto mismo es lo
que han hecho los discípulos de Demócrito12 a los de su misma sangre: les han provocado una
indigencia y pobreza artificialmente forjada, no con intención de daño seguramente sino por

96
no haber previsto y discernido lo que convenía a los demás.
12
O tal vez: Demócrito y los que en esto lo siguen.

16. ¡Cuan superiores y más admirables son aquellos que con no menor ardor por el estudio de
la filosofía,, prefieren la magnanimidad a la negligencia y regalan sus fortunas en vez de
desperdiciarlas, con lo que benefician tanto a otros como a sí mismos, a otros con abundantes
recursos, a sí mismos con los que se dan en el estudio de la filosofía! Porque los cuidados que
demandan las riquezas y propiedades consumen tiempo, y el ahorrar tiempo es cosa excelente,
puesto que,, como dice el médico Hipócrates, 'la vida es corta, la ciencia es larga" 13.
13
La misma cita, aunque sin mención de autor, en Sobre los sueños enviados por Dios I, 10.
Con esta sentencia comienzan los Aforismos de Hipócrates. La ciencia o arte a que aquí se
refiere concretamente es la medicina.

17. Esto mismo es lo que sugiere, a mi parecer, Hornero al comienzo del canto decimotercero
de la Ilíada 14 en estos versos: "De los misios que combaten cuerpo a cuerpo, de los nobles
hipemolgos que se alimentan de leche solamente,15 los más justos de los hombres". Con ellos
quiere indicar que el empeño por procurarse lo necesario para la vida y la riqueza engendra
injusticia a causa de la desigualdad resultante, en tanto que la conducta opuesta produce
justicia como resultado de la igualdad; principio conforme con el cual queda determinada la
riqueza de la naturaleza,16 riqueza muy superior a la que tienen por tal las opiniones vanas.
14
Ilíada XIII, 5 y 6.
15
En el texto griego se lee abíon, que puede interpretarse como un nombre propio: de los
abios o indigentes; o también como un adjetivo cuyo sentido es: carentes de (otros) medios de
subsistencia. Este sentido es el que probablemente le atribuye Filón, que quiere recalcar la
relación entre no estar atado a los bienes materiales y a los cuidados que ellos demandan y la
perfección moral.
16
Es decir, los frugales medios que la naturaleza procura, por oposición, a los bienes por los
que se afana la multitud.

18. Una vez, pues, que se han apartado de sus bienes y ya no se sienten retenidos por cosa
alguna, huyen en una huida sin retorno, abandonando hermanos, hijos, esposa, padres,
numerosos parientes, círculos de amigos y los países en los, que nacieron y se nutrieron;
porque la fuerza de lo familiar es un atractivo poderosísimo.

19. Pero a diferencia de los esclavos o desdichados o malos que reclaman ser vendidos por sus
propietarios 17 para procurarse no la libertad sino un cambio de amos, ellos no emigran hacia
otra ciudad, puesto que toda ciudad, aun la mejor organizada, está saturada de indecibles
trastornos y agitaciones que no podría soportar quien ha sido alguna vez guiado por la
filosofía.
17
Derecho que la ley solía reconocer a los esclavos maltratados.

20. Es en zonas situadas fuera de las murallas en donde pasan sus días en jardines o solitarias
fincas rurales, buscando la soledad no porque se hayan habituado a una amarga misantropía,
sino por conocer cuan inútiles y perjudiciales son las mezclas con personas de dispares
caracteres.

21. III. Esta clase de hombres se halla en muchos lugares del mundo habitado, ya que,
tratándose de un bien perfecto, correspondía que tanto Grecia como los países no griegos par-
ticipasen de él, pero es particularmente numerosa en Egipto, en cada uno de los denominados
nomos y sobre todo en los alrededores de Alejandría.

97
22. Los mejores son enviados desde todas partes, como hacia una colonia, hacia cierto lugar
sumamente apropiado, que ellos miran como su propia patria, situado al norte del lago
Mareotis sobre una colina de escasa altura, lugar muy a propósito a causa de la seguridad y la
grata temperatura del aire.

23. Brindan esa seguridad las fincas rurales y las aldeas situadas en torno; y la benignidad de
la atmósfera resulta de las ininterrumpidas brisas procedentes del lago que se ensancha hacia
el mar, y del mar abierto que se halla próximo. Las brisas del mar son ligeras, en efecto, y las
del lago densas, y la combinación de ellas produce condiciones climáticas muy saludables.

24. Las residencias de los allí congregados son por demás sencillas, y procura las dos
protecciones más necesarias: contra el ardor de los rayos solares y contra el frío del aire. No
se hallan próximas, como las de las ciudades, por ser la vecindad molesta y desagradable para
quienes buscan con empeñoso celo la soledad; ni tampoco lejos, en razón de que aman la vida
de comunidad y para socorrerse unos a otros en caso de ataques de ladrones.

25. En cada residencia existe una habitación consagrada llamada santuario o aislatorio,18 en la
que se aíslan para cumplir los ritos secretos de su vida religiosa, llevando consigo no bebida
ni alimento ni ninguna de las demás cosas imprescindibles para las necesidades del cuerpo,
sino leyes, oráculos comunicados por Dios a través de los profetas, himnos y los demás
elementos que emplean para incrementar y perfeccionar su ciencia y piedad.
18
Este es el sentido, según se desprende de lo que dice Filón a continuación, de monastérion,
vocablo griego que no se halla, fuera de este caso, hasta el siglo III d. C. y ya con el sentido
cristiano de residencia de un monje solitario o ermitaño sentido que no tiene en el presente
pasaje de Filón, pues se refiere a una sala cuya entrada le está vedada a los extranjeros y a la
comunidad.

26. De ese modo conservan imborrable siempre el pensamiento puesto en Dios, al punto de
que, incluso durante los sueños las representaciones de sus mentes no son otras que las
bellezas de las Divinas excelencias y potencias.19 Y así, muchos de ellos llegan durante sus
nocturnas visiones a proclamar los celebrados dogmas de la sagrada filosofía.
19
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

27. Dos veces por día acostumbran entregarse a la plegaria, hacia la aurora y hacia el
atardecer. Al salir el sol suplican por un día brillante, brillante de verdad, es decir, en el que la
luz celestial llene sus inteligencias; y al ocultarse ruegan porque sus almas, completamente
liberadas de la turba de los sentidos y las cosas sensibles, y replegada en la sala de
deliberaciones y decisiones que son ellas mismas, puedan seguir las huellas de la verdad.

28. Durante el tiempo que media entre el amanecer y el atardecer se entregan enteramente a
ejercicios consistentes en leer las santas escrituras e interpretar las alegorías contenidas en la
filosofía de sus antepasados, pues entienden que las palabras del texto literal son símbolos de
un oculto sentido que se pone en claro desentrañando lo que ellas encubren.

29. Poseen además escritos de hombres de antiguos tiempos, que fueron los fundadores de la
secta, y legaron muchos textos relativos al género alegórico, que ellos usan como modelos
para imitar las maneras propias del género de vida escogido.20 De modo que no se limitan a la
contemplación sino además componen cánticos e himnos en alabanza de Dios en toda suerte
de metros y melodías que remarcan, como corresponde, con ritmos de la solemnidad

98
requerida.
20
En el texto griego proáiresis, término que a partir de la significación de elección admite
variadas acepciones. Los distintos traductores discrepan en cuanto a su real significación en
este contexto, aunque atentos a lo dicho-precedentemente sobre los tratados heredados por los
terapeutas, piensan que lo que éstos imitan es un método de investigación. Sin embargo por lo
que sigue luego creo que se desprende claramente que se trata de un estilo o forma de vida
total.

30. Durante seis días todos ellos, aislados en los mencionados aislatorios, cultivan
separadamente y por sí mismos la filosofía sin traspasar el umbral ni contemplar nada lejano;
pero en los días séptimos se congregan en una como reunión común y se sientan en orden
según la edad con la conveniente compostura, teniendo las manos ocultas, la derecha entre el
pecho y el mentón, y la izquierda extendida hacia abajo sobre un costado.

31. El de más edad y más versado en las doctrinas avanza y explica con mirada tranquila y
voz también tranquila, con discernimiento y sabiduría, y sin hacer ostentación de habilidad de
palabra como hacen los oradores y los sofistas de hoy día, sino combinando la profunda
indagación contenida en sus pensamientos con la explicación de los mismos, explicación que
no para en el fondo de los oídos sino llega, a través del oído, hasta el alma y allí se establece
fijamente. Todos los demás escuchan en silencio manifestando su aprobación solamente con
las señales de los ojos o de la cabeza.

32. Este santuario común en el que se concentran cada siete días comprende dos recintos
separados, uno destinado a los hombres, el otro a las mujeres. Porque las mujeres escuchan
regularmente a la par de los hombres con el mismo celo y según las mismas normas.21
21
Aquí proáiresis (ver la nota anterior) bien podría entenderse también como propósito
deliberadamente elegido o también vocación.

33. El muro situado entre los recintos se eleva tres o cuatro codos del suelo y está construido a
manera de barrera, en tanto que el espacio superior que lo separa del techo es abierto. El
propósito es doble: por una parte, respetar el pudor que conviene a la naturaleza de la mujer, y
por otra permitir que sentadas en un lugar de fácil audición capten cómodamente las
explicaciones, sin que nada obstruya la voz del que explica.

34. IV. Colocan primero a manera de cimiento de su alma el dominio de sí mismo, para ir
sobre ella a construir el edificio de las otras virtudes. Ninguno de ellos llevaría a su boca ali-
mento o bebida alguna antes de la puesta del sol, ya que entienden que corresponde dedicar la
luz del día a la especulación filosófica, dejando la obscuridad para las necesidades del cuerpo;
por lo cual destinan a la primera el día y a las segundas una corta porción de la noche.

35. Pero algunos, en los que el ansia de saber está enraizado más profundamente, se acuerdan
de tomar alimento con intervalos de hasta tres días. Otros a tal punto se complacen y deleitan
con los banquetes de doctrinas que la sabiduría les procura espléndida y abundantemente, que
resisten el doble de ese tiempo y sólo al cabo de seis días prueban algún necesario alimento,
habiéndose habituado, como dicen 22 que hacen las cigarras, a nutrirse de aire, a causa, pienso
yo, de que el canto torna leve para ellas el pasarse sin alimentos.
22
Por ejemplo Hesíodo, El escudo de Heracles, 395 y ss.

36. Mas al séptimo día, que consideran sagrado y festivo en el más alto grado, le han
concedido un especial y condigno privilegio, y en él, después de los cuidados del alma

99
también atienden 23 al cuerpo, imitando sin duda a los que permiten a sus animales descansar
de los continuos trabajos.
23
Lipáinein significa literalmente untar o ungir con óleo, pero no puede ser ésta la acepción
en el presente caso ya que la comparación con los cuidados del alma y lo que se lee a renglón
seguido supone claramente una serie compleja de atenciones a la parte corporal, no sólo el
frotamiento con óleo, que, por otra parte, tal vez estuviera incluido.

37. Pero no comen alimentos costosos sino pan ordinario, y como condimento emplean la sal,
que los de gustos delicados sazonan con hisopo;24 siendo el agua de fuente. Calman así el
hambre y la sed, a las que la naturaleza hizo señoras de la raza mortal; sin permitirse
complacencia alguna fuera de los medios de subsistencia útiles, sin los cuales no es posible
vivir. De modo que comen lo suficiente para evitar el hambre, y beben lo necesario para no
tener sed, pero evitan la saciedad como un enemigo insidioso del alma y del cuerpo.
24
Planta de efectos terapéuticos contra el catarro y la pesadez estomacal. Témasela por
símbolo de la purificación, tal vez a causa de sus efectos purgativos.
"Los de gustos delicados" ha de entenderse seguramente como una irónica manera de expresar
precisamente lo contrario, es decir, una frugalidad tal, que el tal agregado constituía un
verdadero regalo.

38. En cuanto a las dos formas de protección: la ropa y la morada, de ésta hemos dicho más
arriba que se trata de una obra desprovista de todo ornato, construida con premura y destinada
a fines útiles exclusivamente; en tanto que el vestido es igualmente muy simple, para proteger
del frío y del calor intensos, y consiste en invierno en una manta espesa en lugar de una piel
de animal cubierta de pelos;25 y en verano una hexómide26 de lino.
25
Como señala Filón en varios lugares de sus obras, considerábanse impuros los vestidos
provenientes de animales.
26
Túnica corta que dejaba un hombro desnudo.

39. Es que, en suma, practican la modestia, porque saben que la vanidad es el origen de la fal-
sedad, tal como la modestia lo es de la verdad; y que falsedad y verdad son como dos fuentes,
ya que de la falsedad fluyen las múltiples variedades de los males, mientras que de la verdad
manan los numerosos bienes humanos y divinos.

40. V. Quiero también hablar de sus comunes asambleas y de la regocijada manera de


entretenerse en sus festines, en contraste con los festines de los otros hombres. Éstos, en
efecto, una vez que se han saturado de vino puro, como si lo que han bebido no fuera sino
alguna droga que los perturba, los enloquece y, lo que es más penoso aún, les priva de todo el
control de la razón, vociferan y se ponen frenéticos al modo de los perros salvajes, se atacan y
muerden unos a otros desgarrándose narices, orejas, dedos y otras cualesquiera partes del
cuerpo, de modo que en ellos queda testimoniada la verdad de la leyenda relativa al Cíclope y
a los compañeros de Odiseo, ya que comen "trozos de carne", como dice el poeta,27 de
hombres, y con más crueldad que el Cíclope.
27
Odisea IX, 373.

41. Porque éste castigaba a quienes suponía enemigos, y aquéllos, en cambio, a camaradas y
amigos y a veces también a parientes que comparten con ellos la sal y la mesa, produciendo
en la hora de la tregua actos que la violan,28 semejantes a los que tienen lugar en los certá-
menes atléticos; y falsificando, como se falsifica una moneda, el genuino ejercicio, sin ser
atletas sino miserables; 29 que no otro que éste es el nombre que les corresponde.
28
Esta traducción no puede reproducir el juego de palabras entre los términos spondái —

100
tregua, y aspondá = actos que violan la tregua; ni tampoco poner de relieve la relación entre
la afirmación y los convites, relación que sólo advertirá el lector de habla española si tiene
presente que otra de las acepciones de spondái es: libaciones (por la paz).
29
Otro juego de palabras, éste entre atletái = atletas, y áthlioi = desdichados, miserables.

42. Porque las cosas que aquellos llevan a cabo en estado de sobriedad en los estadios
teniendo a todos los griegos por testigos, en pleno día, para obtener la victoria y las coronas y
aplicando una técnica, ejecútanlas éstos pero en una parodia de mala ley durante los banquetes
de noche en la obscuridad, ebrios, entregados a los insultos, ajenos a toda ciencia y expertos
en maldades, para deshonrar, insultar y maltratar duramente a sus víctimas.

43. Y si ninguno se interpone como mediador y los separa, ellos siguen la lucha cometiendo
mayores desmanes aún hasta la victoria, dispuestos tanto a matar como a morir. Porque no son
menores los daños que reciben que el que infligen a los otros, aunque ellos, en su delirio, no
se dan cuenta de esto; ya que no se contentan con beber el vino solo para daño de sus vecinos,
y también como dice el comediógrafo,30 lo beben para el propio daño.
30
Se ignora el autor y la obra.

44. El resultado es que aquellos que poco antes habían llegado al banquete sanos y amigos,
poco más tarde parten enemigos y con los cuerpos mutilados, teniendo unos necesidad de
abogados y jueces y otros de cataplastos 31 y médicos con la ayuda que unos y otros pueden
prestar.
31
Expertos en aplicar ungüentos, emplastos, cataplasmas y otros recursos médicos
semejantes.

45. En otros bebedores, aparentemente más moderados, el vino puro bebido opera como la
mandragora,32 y se produce un desbordamiento. Apoyados sobre el codo izquierdo, doblan el
cuello oblicuamente y vomitan en las copas, y cae sobre ellos un profundo sueño, de modo
que nada ven ni oyen, como si no tuvieran sino uno solo de los sentidos, el más propio de
esclavos, el gusto.
32
A la que antiguamente le atribuían propiedades soporíferas y anestésicas entre otras.

46. Me consta, además, que algunos, cuando llegan a un estado intermedio de ebriedad, antes
de quedar completamente sumergidos por ella, preparan con anticipación la bebida para el día
siguiente, contribuyendo cada uno con la cuota correspondiente, pues entienden que la
seguridad de la embriaguez en perspectiva agrega un nuevo elemento al regocijo presente.

47. De este modo pasan permanentemente su vida fuera de sus casas y hogares, como
enemigos de sus padres, esposas e hijos y también enemigos de su país, y al mismo tiempo en
guerra consigo mismos, ya que la vida de borrachera y libertinaje es una amenaza contra
todos.

48. VI. Algunos quizá aprueban las normas que actualmente prevalecen por todas partes en
materia de banquetes, normas acordes con la pasión por el lujo y la voluptuosidad propias de
los itálicos, y en los que griegos y no griegos ponen gran empeño, aunque los preparativos
que hacen tiene por objeto más bien la ostentación que el festín en sí.

49. Tales preparativos incluyen comedores de tres o de muchos lechos hechos de caparazón
de tortuga o de marfil y de muy costosa madera, la mayor parte con piedras incrustadas;
coberturas de púrpura con bordados de oro, y otras brocadas con motivos florales de todos

101
colores destinados a seducir a la vista; y multitud de vasos y copas ordenados según las
distintas formas: ritones, fíalas, cálices 33 y las otras múltiples variedades sumamente
artísticas del tipo tericleo,34 finamente trabajados con cincelados de expertos artesanos. 50.
Los encargados del servicio son esclavos de hermosísima presencia y bellísimos rasgos, como
si estuvieran allí no para prestar el servicio sino para deleitar con su aspecto la vista de
quienes los contemplan. Algunos de ellos, todavía niños, vierten el vino. El agua es llevada
por adolescentes bañados y depilados, con los rostros untados con cosméticos, los ojos
sombreados y los cabellos delicadamente entrelazados en ajustadas trenzas.
33
Ritón, copa en forma de cuerno; fíala = copa baja y ancha; cáliz = vaso poco profundo con
pie bajo y dos pequeñas asas.
34
De Tericles, célebre alfarero corintio del siglo IV a. C, creador de un estilo de vasos
cincelados.

51. Porque tienen cabellos largos o bien por no cortárselos en absoluto o bien porque
solamente se cortan los que les caen sobre la frente para nivelar sus puntas y trazar
exactamente la figura de una línea circular. Ajustadas a sus cinturas llevan túnicas
blanquísimas de tejido semejante a telaraña, las delanteras extendidas hasta más abajo de los
órganos genitales y las traseras hasta algo más abajo de las caderas, estando unidas ambas
partes por lazos rizados dobles a lo largo de la línea de unión de las pequeñas túnicas, cuyos
pliegues dejan caer oblicuamente, ensanchando las cavidades de los costados.

52. Otros aguardan atentos. Se trata de jovencitos de barba incipiente, cuyo vello comienza a
brotar, y que poco tiempo hace que se han convertido en la delicia de los pederastas, muy bien
ejercitados con sumo cuidado para los servicios más penosos, testimonios de la opulencia de
los huéspedes, como les consta a los que hacen uso de ellos, pero en rigor de verdad, pruebas
de sus groseros gustos.

53. Además de todo esto están las variedades de pasteles, de guisados y de condimentos, de
cuya preparación se ocupan los cocineros y reposteros, preocupados por hacerlos gratos no
sólo al paladar, que sería lo necesario, sino además a la vista por la elegante presentación. Al
contemplarlos (los convidados)33 hacen girar sus cuellos en círculo, saboreando con los ojos el
buen aspecto y la abundancia de los manjares, y con las narices el aroma que de ellos se
desprende. Acto seguido, una vez que han llegado a saciarse en ambos sentidos, la vista y el
olfato, se dan la consigna de empezar a comer, mientras dedican no pocos elogios a lo
preparado y a la esplendidez del huésped.
35
Sigo el texto de la edición Colson, con la transposición hecha por Cohn, quien como lo
exige la continuidad lógica de la descripción, anticipa una parte del párrafo 55 intercalándola
entre el 53 y 54 y supone la existencia de dos cortas lagunas, que corresponden a los dos
pasajes entre paréntesis de la traducción.

54. Y en efecto, siete o más mesas son introducidas, llenas de cuanto la tierra, el mar, los ríos
y el aire producen en animales terrestres, acuáticos y aéreos, todos escogidos y de lozanas
carnes que difieren entre sí por las formas de preparación y los condimentos. Y para que
ninguna de las especies de la naturaleza quede excluida, son introducidas en último término
mesas repletas de frutas, aparte de aquellas que sirven para la recreación de sobremesa y para
las llamadas epidípnides.36
36
Ultimo servicio de los banquetes, consistente en un postre servido bastante tarde después de
los interminables pasos de los mismos.

55. Luego algunas mesas son sacadas ya vacías a causa de la glotonería de los presentes, que

102
al modo de los cornejones,37 llegan a tal punto de voracidad, que engullen hasta los huesos; en
tanto que otras las dejan con la mitad de la comida después de saquearlas y destrozarlas. Y
cuando llegan a estar completamente exhaustos, repletos los estómagos hasta la faringe,
aunque todavía vacíos para los apetitos, renuncian a seguir comiendo (y se entregan a la
bebida).
37
O tal vez, de las gaviotas.

56. Mas, ¿para qué extendernos en estas escenas que ya han sido reprobadas por muchas
personas suficientemente razonables como violentas incitaciones de apetitos que más valdría
reducir? Porque bien podría uno anhelar esas dos cosas a las que más buscan escapar los
hombres, el hambre y la sed, antes que la copiosa abundancia de comidas y bebidas que se
halla en semejantes festines.

57. VII. Entre los banquetes celebrados en Grecia, gozan de particular fama y sobresaliente
renombre aquellos dos en los que Sócrates tomó parte; uno en la casa de Calías en ocasión del
convite que éste dio para festejar la victoria de Antólico, que había recibido la corona triunfal;
el otro en la casa de Agatón. Jenofonte y Platón, hombres que tanto por sus costumbres como
por sus obras fueron filósofos, consideraron que estos banquetes eran dignos de recordación.
Los describieron, en efecto, como hechos memorables, y con la esperanza de que la
posteridad los tendría por modelos de cómo comportarse decorosamente en los banquetes.

58. Y sin embargo, aun estos ejemplos resultan irrisorios si se los compara con los de quienes
entre nosotros han abrazado la vida contemplativa. En ambos están presentes los placeres,
aunque el que describe Jenofonte está más cerca de lo que los hombres prefieren, habiendo en
él tañedores de flauta, bailarines, prestidigitadores y algunos bufones muy envanecidos por
sus chanzas y ocurrencias graciosas, así como otras cosas propias de expansiones más alegres
aún.

59. El descrito por Platón céntrase casi enteramente en el placer, mas no solamente en el
propio de hombres poseídos por la pasión por mujeres, o de mujeres dominadas por el amor a
hombres, pasiones éstas que al fin y al cabo constituyen un tributo a las leyes de la naturaleza,
sino en el de hombres apasionados por personas de sexo masculino diferentes de ellos sólo en
la edad; y ciertamente, si aparece alguna que otra elegante referencia al celestial Eros y a la
celeste Afrodita, resulta ser un recurso para alardes de ingenio.

60. Porque la mayor parte de la descripción está dedicada al amor vulgar que cultiva la
multitud, amor que destruye el valor, la verdad más provechosa tanto en tiempo de guerra
como en tiempo de paz; amor que engendra en las almas la enfermedad de la pérdida de la
virilidad, convirtiendo en andróginos a aquellos que hubieran debido ser ejercitados en todas
aquellas prácticas que generan vigor.

61. Tal vicio, que mancilla la infantil edad, asignándoles a los niños la condición y papel de la
mujer deseada, daña también a los que los hacen objetos de sus deseos en tres cosas
sumamente esenciales: el cuerpo, el alma y el patrimonio. Es que forzosamente la inteligencia
del pederasta queda pendiente de tales amores, con ojos solamente para éstos, cegado para
todos los demás asuntos privados y públicos; y su cuerpo resulta agotado por la
concupiscencia, sobre todo si fracasa en su propósito; en tanto que su patrimonio mengua por
dos razones: por su descuido y los gastos hechos para aquel a quien ama.

62. Y a la par de estos males se origina otro mayor que afecta a todo el país: ellos provocan la

103
despoblación de las ciudades, la escasez de hombres de la mejor especie, la esterilidad y la
falta de hijos, pues imitan a los inexpertos en agricultura, al sembrar tierras salitrosas o
terrenos pedregosos y rocosos, que no sólo carecen de condiciones naturales para la
germinación sino arruinan las simientes depositadas en su seno; en vez de hacerlo en la tierra
fértil del llano.

63. Están, además,38 las invenciones de las leyendas y los seres de dos cuerpos, que, habiendo
sido creados originalmente unidos uno con otro mediante fuerzas unificadoras, luego fueron
separados como si se tratara de partes que están unidas ocasionalmente y cuyo vínculo de
unión se ha diluido. Mas no me ocuparé de ellas, pues, aunque todas estas cosas son atractivas
y capaces, por lo novedoso de la invención, de atrapar a los oídos, los discípulos de Moisés,
que han aprendido desde sus primeros años a amar la verdad con muy superior criterio, las
desprecian y se mantienen libres de su engaño.
38
Es decir, en el banquete recordado por Platón se refirieron también a... Ver Platón,
Simposio 189 e - 191c.

64. VIII. Pero, puesto que estos banquetes célebres están llenos de tal suerte de necedades y
llevan en sí mismos su reprobación, siempre que no tienda uno a dar crédito a las meras
opiniones y a la fama divulgada sobre ellos, según la cual fueron modelos de corrección; yo
señalaré el contraste entre ellos y los banquetes de los que han consagrado su propia vida y
sus personas a la ciencia y la contemplación de las cosas de la naturaleza conforme con las
sacratísimas prescripciones del profeta Moisés.

65. Ante todo, éstos se reúnen cada siete semanas,39 porque sienten admiración no sólo por el
número siete sino también por su cuadrado; pues saben que es el número casto y
perpetuamente virgen. La reunión tiene lugar en la víspera de una muy grande fiesta, que ha
sido asignada al número cincuenta, el más santo de los números y más vinculado a la
naturaleza y resultante de elevar al cuadrado el triángulo rectángulo, triángulo que es el
principio de la generación universal.40
39
Resulta difícil determinar a qué festividad de las del calendario religioso judío se refiere. La
indicación es precisa en el sentido de que no se trata de una fiesta anual sino renovada cada
siete períodos de siete días. ¿Se tratará de una fiesta particular de los terapeutas, la fiesta
mayor —por oposición a la de cada semana— o fiesta común?
40
Los lados del triángulo rectángulo base logrado son 3, 4 y 5, y 32 + 42 + 52 = 50. Ver Sobre
las leyes particulares II, 176 y Vida de Moisés II, 80. Acerca de las propiedades atribuidas al
número 7 ver Sobre la creación del mundo 90 y ss.

66. Pues bien, una vez que se han congregado vestidos de blanco, radiantes y a la vez con la
seriedad más elevada, y antes de reclinarse en sus lechos de mesa, a una señal de un
efemereuta,41 que tal es el nombre que acostumbran dar a los encargados de tales servicios,
puestos de pie en ordenada fila, de compuesta manera, y elevando hacia el cielo los ojos y las
manos, aquellos porque han sido enseñados a fijar sus miradas en cosas dignas de
contemplación, éstas porque están puras en cuanto a actos de lucro y no se manchan bajo
ningún pretexto de actividades lucrativas, suplican a Dios que su banquete merezca
aprobación y se desarrolle según Su voluntad.
41
Seguramente un miembro de la comunidad encargado de servicios como éste con exclusión
de cualquier función directriz.

67. Concluida la plegaria, los de más edad se reclinan conforme con el orden de admisión en
la comunidad, ya que no consideran ancianos a los que tienen muchos años y canas, a los que

104
juzgan totalmente niños aún si sólo tardíamente han llegado a amar el género de vida elegido;
sino a los que desde sus primeros años han crecido y madurado en la parte contemplativa de la
filosofía, que es la porción más elevada y divina de ésta. 68. Participan de la fiesta también
mujeres, de las que la mayor parte son vírgenes ya de edad avanzada, que observan la castidad
no por obligación, como ocurre en el caso de algunas sacerdotisas griegas, sino por voluntaria
decisión, resultado del celo y ansia de sabiduría. Empeñadas en compartir con ella la vida, se
han olvidado de los placeres vinculados al cuerpo, y sienten deseos no de vástagos mortales
sino inmortales, hijos que únicamente un alma amada de Dios es capaz de engendrar y por sí
sola,42 ya que el Padre ha sembrado en ella rayos de naturaleza intelectual, gracias a los cuales
podrá contemplar las doctrinas de la sabiduría.
42
Es decir, sin participación de un sector masculino.

69. IX. Los reclinatorios de mesa están distribuidos de modo que quedan separados los de los
hombres a la derecha y los de las mujeres a la izquierda. Y nadie piense que están provistos de
cobertores que, aunque no fueran costosos, serían demasiado muelles para personas de noble
condición, virtuosas y entregadas a la práctica de la filosofía; porque se trata de lechos de
tabla hechos de madera harto común, recubiertos por una cobertura por demás ordinaria de
papiro del país, con una pequeña elevación en la parte de los codos para apoyarse. Y así,
mientras por una parte atenúan el rigor de las normas espartanas,43 por otra siempre y en todas
partes están determinados a adaptarse a todo sacrificio, como es propio de los hombres libres,
y rechazan con toda energía los atractivos del placer.
43
¿Lo dice porque los lechos de mesa de Esparta carecían de esta pequeña comodidad?

70. No son servidos por esclavos, pues entienden que la posesión de sirvientes es totalmente
contraria a la naturaleza, la que ha hecho que todos los hombres nazcan libres sin excepción;
aunque las injusticias y ambiciones de algunos que persiguen esa fuente de males que es la
desigualdad hayan impuesto su yugo y entregado a los más poderosos el poder sobre los más
débiles.

71. En este sagrado banquete no hay, repito, esclavo alguno, y los servicios están a cargo de
hombres libres que cumplen los menesteres domésticos no forzados a ello ni aguardando
órdenes, sino con voluntaria determinación, anticipándose a las indicaciones con diligencia y
prontitud.

72. Es que para tales oficios no han sido colocados cualesquiera hombres libres sino los
jóvenes de la comunidad escogidos con todo cuidado entre los adornados de mejores
cualidades, de la manera como deben hacerlo personas virtuosas y de noble condición, que
tienden a la cúspide misma de la virtud. Éstos prestan sus servicios con emulación y placer,
como los hijos verdaderos lo hacen con sus padres y madres, teniendo a los otros por padres
comunes, más vinculados aún a ellos que los padres por la sangre, porque para los que bien
disciernen nada une más estrechamente que las nobles cualidades. Entran sin nada que les
ciña la cintura y con las túnicas libremente caídas a fin de no llevar puesto nada que por su
forma denote esclavitud.

73. A este banquete, y sé que algunos se reirán al oírme, pero se reirán los que se entregan a
cosas que merecen llorarse y lamentarse, a este banquete, digo, no se lleva vino en esos días,
sino agua clarísima, fría para la mayoría, caliente para los ancianos en estado delicado.
Además la mesa permanece pura de seres con sangre 44 y el alimento que hay sobre ella se
reduce a panes condimentados con sal, a los que a veces se sazonan con hisopo como un
condimento más a título de concesión a los paladares más refinados.

105
44
Es decir, de carne de animales.

74. Es que la recta razón así como prescribe a los sacerdotes estar sobrios al realizar los
sacrificios, también prescribe a éstos estarlo en la vida toda, puesto que el vino es la droga que
produce insensatez y los costosos manjares excitan lo más insaciable que hay en las creaturas,
la concupiscencia.

75. X. Estos son los preliminares del banquete. Pero una vez que los considerados se han
reclinado en el orden que he indicado, y ya los servidores están colocados en orden, listos
para el servicio, se hace un silencio profundo, total. Claro que alguien podría decir: ¿Y
cuándo no hay silencio entre ellos? Pero en esa ocasión es aún mayor que el anterior, al punto
de que persona alguna osa dejar oír un murmullo o respirar con demasiada fuerza. Entonces el
que preside la comunidad indaga sobre algún punto de las santas escrituras o esclarece alguna
dificultad propuesta por otro, sin preocuparse en absoluto por efectos oratorios, que no es la
reputación por la destreza en forjar discursos el objeto que persigue; y deseoso sólo de
adquirir una visión más exacta sobre ciertos puntos, y una vez adquirida, no escatimársela a
aquellos que, si bien no tan agudos de visión como él, al menos tienen parecido anhelo por
aprender.

76. En su enseñanza se toma todo el tiempo necesario, explayándose largamente,


prolongándola con las reiteraciones y grabando así en las almas los pensamientos: que si las
explicaciones se eslabonan de mucha prisa y sin respiro, la inteligencia de los que escuchan,
incapaz de ir a la par de ellos, quédase rezagada y malograse la aprehensión de las ideas.

77. Los asistentes escuchan con los oídos atentos, los ojos fijos en él y permaneciendo en todo
momento en una justa e idéntica postura, demostrando con inclinaciones de la cabeza y las
miradas que han comprendido y aprendido; con una sonrisa y un ligero cambio en el rostro,
que aprueban al que habla; y con un más suave movimiento de la cabeza y con el dedo índice
de la mano derecha, que no entienden algo. Y no menos que los que están en los lechos
atienden los jóvenes que están de pie.

78. Las explicaciones de las sagradas escrituras tienen lugar desentrañando el oculto
pensamiento que contienen las alegorías. Porque estos hombres opinan que toda, la
legislación aseméjase a un ser viviente cuyo cuerpo está constituido por las prescripciones
literales, y el alma por la invisible inteligencia subyacente en las palabras; inteligencia en la
que el alma racional comienza a contemplar de un modo diferente las cosas que le son
familiares,45 observando, reflejadas a través de las palabras como a través de un espejo, las
extraordinarias bellezas de las ideas, descorriendo el velo que ocultaba los símbolos y
descubriéndolos, sacando a plena luz desnudos los pensamientos para aquellos que pueden, a
partir de una pequeña sugerencia reflexionar sobre las cosas invisibles a través de las visibles.
45
Es decir, a revisar las conclusiones que hasta entonces le sugería la interpretación literal.

79. Cuando el que preside entiende que ha discurrido ya la suficiente y que conforme con el
propósito perseguido han sida alcanzados con acierto los objetivos, por él a través de su ex-
posición y por los otros a través de lo escuchado, sobreviene un aplauso general, que hace
patente el regocijo ante la perspectiva de lo que seguirá.

80. Entonces el presidente se pone de pie y canta un himno compuesto como una invocación a
Dios o bien uno nuevo del que él mismo es autor, o bien una viejo de los antiguos autores,
pues estos les han legado cánticos en variados metros y melodías, hexámetros y trímetros

106
yámbicos, himnos para procesiones, para las libaciones y para ser cantados ante el altar, y
estátimos corales46 de medidas apropiadamente dispuestas para las variadas evoluciones.
Después de él cantan también los demás en el turno correspondiente, según el orden
establecido, mientras todos escuchan con gran silencio, excepto cuando corresponde cantar
los terminales 47 y estribillos, ya que entonces todos, hombres y mujeres, elevan sus voces.
46
En la tragedia griega eran cantos que el coro cantaba entre dos episodios, generalmente con
acompañamiento de danza.
47
Tal vez los aleluias o el amén.

81. Una vez que cada uno ha terminado su himno,, los jóvenes introducen la mesa
mencionada un poco más arriba, sobre la cual está colocado el santísimo alimento consistente
en pan amasado con levadura sazonado con sal mezclada con hisopo. Esto encierra un gesto
de respeto hacia la mesa colocada en el sagrado vestíbulo del templo, pues sobre ésta hay
panes y sales sin condimento, los panes ácimos y las sales sin mezcla.48
48
Ver Vida de Moisés II, 104.

82. Porque correspondía que los alimentos más puros y simples fueran asignados a la clase
superior de los sacerdotes como premio por su servicio, y que los demás aspirasen a alimentos
semejantes, pero se abstuviesen de buscarlos idénticos, a fin de que los de más jerarquía
tuviesen un privilegio.

83. XI. Después de la comida tienen la santa vigilia; vigilia que se cumple de la siguiente
manera. Pónense todos de pie juntos y se forman primero dos coros en el centro de la sala del
convite, uno de hombres y otro de mujeres. Se escoge por jefe y director de uno y de otro coro
al de más prestigio y de mayores dotes para la música.

84. Luego cantan himnos a Dios compuestos en muchos metros y melodías, unas veces can-
tando juntos todos, otras alternándose con armonías antifonales; y marcando el tiempo con las
manos y los pies como acompañamiento 49 y ejecutando poseídos de divina inspiración ora los
cantos de procesión, ora los estásimos, bien las estrofas bien las antiestrofas de las danzas de
coros.
49
Traducción conjetural de los verbos epikheironomein y eporkheísthai, que tal vez admitirían
otras traducciones más precisas, pero imposibles de determinar con certeza.

85. Entonces, una vez que cada uno de los dos coros ha realizado separadamente su propia
parte en el festín, bebiendo, como en las fiestas báquicas, el vino puro del amor divino,
mézclanse ambos coros y de dos conviértense en uno, imitando al formado en remotos
tiempos junto al Mar Rojo a causa de las maravillas que allí habían tenido lugar.

86. Un mandato de Dios, en efecto, convierte el mar en causa de salvación para unos y en
origen de total ruina para otros; porque dividido en dos, se retiró ante violentas fuerzas que lo
obligaban a retroceder y de una y otra parte quedaron fijas las aguas como dos muros
enfrentados, en tanto que el espacio así abierto se extendía como una amplia ruta
completamente seca, a través de la cual el pueblo encaminándose hacia las partes altas,
marchó a pie firme hasta la opuesta del territorio. Pero cuando el mar lanzándose en un
movimiento de reflujo, se volcó desde una y otra parte sobre el suelo convertido en tierra
firme, los enemigos que lo perseguían quedaron sumergidos y perecieron.

87. Y habiendo contemplado y vivido tales cosas, hombres y mujeres a la par, poseídos de
divino fervor, formaron un solo coro, y cantaron himnos de acción de gracias a Dios, su

107
salvador, dirigiendo a los hombres el profeta Moisés y a las mujeres la profetiza María.

88. El coro de los terapeutas y terapeutrides, imitación fidelísima de aquel, combinando en


cantos que se complementan y responden la voz grave de los hombres con la voz aguda de las
mujeres, produce un concierto armonioso y realmente musical. Hermosísimos son los
pensamientos, hermosísimas las palabras, y majestuosos los miembros del coro, y la meta de
los pensamientos, las palabras y los miembros del coro es la piedad.

89. De ese modo, embriagados con esta noble embriaguez, continúan hasta el amanecer sin
que la cabeza les pese ni los ojos se les cierren sino bien despiertos, más aún que cuando se
congregaron para el banquete, Y entonces con todo el cuerpo dando frente al oriente, cuando
ven que asoma el sol, elevando las manos hacia el cielo suplican tener una feliz jornada y
alcanzar la verdad y la clarividencia en su razonamiento. Y después de las plegarias todos se
retiran hacia los santuarios privados, para practicar y cultivar de nuevo la filosofía que les es
familiar.

90. Todas estas cosas se refieren a los terapeutas, es decir, a aquellos que han abrazado con
amor la contemplación de la naturaleza y de cuanto ella contiene; que viven solo para el alma,
como ciudadanos del cielo y del mundo, unidos legítimamente al Padre y Hacedor del
universo por obra de la virtud, la que les ha procurado la más apropiada de las prerrogativas,
la amistad de Dios, don superior a toda prosperidad y que alcanza la cumbre misma de la
felicidad.

108
SOBRE LA INDESTRUCTIBILIDAD DEL MUNDO

(DE AETERNITATE MUNDI)

1. I. Si es cosa buena el invocar a Dios cada vez que uno aborda algún asunto obscuro e
importante, ya que Él es el creador y es bueno, y nada Le resulta obscuro pues Le pertenece el
exactísimo conocimiento de todas las cosas; esta invocación es sobremanera necesaria cuando
la investigación versa sobre la indestructibilidad del mundo, por cuanto nada hay en el orden
sensible más completo que el mundo, ni nada hay en el orden de lo aprehensible por la
inteligencia más perfecto que Dios; y la inteligencia siempre es soberana de la sensibilidad tal
como lo aprehensible solo por la inteligencia es soberano de lo sensible. Y aquellos en
quienes el amor por la verdad está arraigado en .alto grado tienen por norma recurrir al
Soberano y Gobernante para satisfacer sus deseos de información acerca los súbditos.

2. Si, pues, instruidos en las doctrinas de la sabiduría, la templanza y cada una de las virtudes,
hubiéramos los hombres arrancado de nosotros los oprobios que proceden de las pasiones y
defectos morales, tal vez Dios no hubiera rehusado enseñar a almas completamente
purificadas, limpias y brillantes el conocimiento acerca de las cosas celestiales o a través de
sueños o por medio de oráculos o mediante signos y maravillas. Mas, puesto que llevamos en
nosotros las marcas de la insensatez, de la injusticia y de los otros vicios, debemos darnos por
contentos si, amasando conjeturas verosímiles, a través de ellas damos con algo que se
asemeje a la verdad.

3. II. Ahora bien, como los términos "destrucción" y "mundo" se emplean en muchos
sentidos, no estará de más que comencemos nuestra indagación acerca de si el mundo es
destructible examinando lo que a estos nombres concierne, a fin de determinar en cuál de sus
sentidos están tomados en este caso. Con todo no es preciso que pasemos revista a todos esos
significados, sino solo a aquellos que son útiles para la presente enseñanza.

4. Pues bien, en uno de sus sentidos "mundo" significa el sistema formado por el cielo y los
astros, incluida la tierra y los seres animados y vegetales que ella contiene; pero en una se-
gunda acepción significa el cielo solamente. A éste se refería Anaxágoras cuando en respuesta
a quien le había preguntado por qué motivo se fatigaba pasando toda la noche a la intemperie,
le dijo: "Para contemplar el mundo",1 significando por tal los movimientos conjuntos y las
revoluciones de los astros. Un tercer significado, según lo entienden los estoicos, es una sus-
tancia, ordenada o no, que perdura hasta la conflagración,2 y cuyo movimiento, dicen, es
medido por el tiempo.3 Nuestro presente examen se refiere al mundo tomado en el primero de
estos sentidos, el mundo compuesto del cielo y la tierra y los seres vivientes que hay en ellos.4
1
Téngase presente que el término griego kósmos, que traduzco corrientemente por mundo,
significa primordialmente orden. " Conflagración universal.
3
Ver Sobre la creación del mundo, 26, Diógenes Laercio Vil, 141, y los parágrafos 52 y 55
del presente tratado.
4
Los astros son considerados seres vivientes.

5. En cuanto al término "destrucción", uno de los significados es el de "cambio hacia lo peor",


otro el de "completa eliminación de la existencia", cosa que, forzoso es decirlo, no cabe que
suceda, ya que, así como del no ser nada llega a ser, tampoco nada se destruye en el no ser;
porque "de lo que no existe es imposible que algo llegue a existir; y que lo que existe perezca
completamente es cosa imposible y nunca oída 5 y como dice el poeta trágico,6 "nada perece

109
de cuanto ha llegado a la existencia, sino dispersándose unas partes hacia un lado, otras hacia
otro, muestran la otra forma".
5
Fragmento de Empédocles.
6
Eurípides.

6. Nada hay, ciertamente, tan insensato como plantear el problema de si el mundo se


corrompe en el no ser. La cuestión es si admite la transformación a partir de su ordenada
estructura actual con sus variadas formas de elementos y combinaciones, o bien disolviéndose
en una única y misma forma, o reduciéndose, como las cosas que se trituran o facturan, a una
completa confusión.

7. III. Tres son los puntos de vista respecto de nuestro problema: el de los que afirman que el
mundo es eterno, increado e imperecedero; el de quienes, por el contrario, sostienen que es
creado y destructible, y el de los que sacando algo de uno y de otro: de estos últimos que ha
sido creado, y de los primeros la indestructibilidad, nos han legado una opinión mixta, juz-
gando que el mundo es creado e indestructible.

8. Demócrito, en efecto, Epicuro y la gran masa de los filósofos del estoicismo sostienen la
creación e indestructibilidad del mundo, aunque concebidas de diferentes maneras. Así, los
primeros postulan la pluralidad de mundos, cuyo origen atribuyen a encuentros recíprocos y
entrelazamientos de átomos, cuya destrucción explican por las resistencias y choques entre las
entidades así creadas. Los estoicos, en cambio, admiten un solo mundo y que Dios es la causa
de su creación mas no de su destrucción, que se debería, según ellos, a la fuerza de un fuego
incesante que yace en los seres y al cabo de largos períodos de tiempo disuelve todas las cosas
en sí mismas, para ser a su vez punto de partida y base para una nueva creación del mundo
gracias a la previsión del Artífice.

9. Según las opiniones de éstos es posible decir que el mundo es, por una parte, eterno y por
otra destructible; destructible en cuanto a que se lo reconstruye, eterno en cuanto a que le
confieren la inmortalidad nuevas creaciones y ciclos que jamás cesan.

10. Pero Aristóteles, seguramente movido por sentimientos de piedad religiosa, ha dicho que
el mundo es increado e indestructible, y ha denunciado el tremendo ateísmo de quienes
sostienen lo contrario y piensan que en nada difiere de los ídolos hechos por el hombre de este
tan inmenso dios visible, que encierra el sol, la luna y lo que bien podríamos llamar panteón
de los astros errantes y fijos.

11. Y cuentan que en tono de incisiva crítica, decía que en otro tiempo había sentido temores
de que su casa resultara destruida o por violentos vientos o por el pasar del tiempo o por
descuido del cuidado correspondiente; pero que al presente pesaba sobre él un temor mayor
aún originado por los que con su palabra destruyen el mundo entero.

12. Algunos dicen que el autor de esta doctrina no fue Aristóteles sino algunos de los
pitagóricos. Y yo he leído un escrito del lucanio Ocelo 7 titulado "Sobre la naturaleza del
universo", en el que no solo se expone que el mundo es increado e indestructible sino además
se demuestra esto mediante pruebas.
7
Pitagórico tardío. La obra mencionada por Filón, que se conserva, es del siglo I o II a. C.

13. IV. Afírmase que la creación y la indestructibilidad son demostradas por Platón en el
Timeo 8 en la descripción de la gran asamblea de los dioses, en la que el de mayor jerarquía y

110
soberano dice a los dioses más jóvenes: "Dioses nacidos de dioses, las obras de las que yo soy
artífice y padre son indisolubles a menos que yo lo quiera de otro modo. Todo, pues, lo que
está atado puede ser desatado, pero querer que se diluya lo que ha sido armoniosamente unido
y está bien constituido es deseo propio de un malvado. Por eso, puesto que también vosotros
sois seres creados, no sois inmortales ni indisolubles en absoluto; sin que, empero, vayáis a
ser disueltos ni haya de caberos la muerte como destino, pues os ha tocado por voluntad mía
un lazo superior y más seguro que a aquellos con los que fuisteis atados cuando fuisteis
engendrados".
8
Timeo 41 a.

14. Algunos con demasiada sutileza razonan que cuando Platón sostiene que el mundo es
creado, no lo dice en el sentido de que haya tenido un momento inicial de su existencia, sino
en el de que, si fue creado, no pudo ser formado de otra manera que la descripta; en otras
palabras, que lo afirma porque todos vemos que sus partes llegan a la existencia y
experimentan cambios.

15. Pero más pertinente y más próximo a la verdad es el punto de vista antes mencionado, en
primer lugar porque a través de todo el tratado 9 llama a aquel Formador de los dioses padre,
hacedor y artífice y a este mundo obra e hijo; copia sensible de un modelo y arquetipo
aprehensible por la inteligencia en la que están contenidos tantos objetos sensibles cuantos
aprehensibles intelectualmente se dan en el otro; e impresión perfectísima destinada a la
sensibilidad procedente 10 de una inteligencia también perfectísima.
9
Refiérese al Timeo.
10
El texto griego se presta aquí a conjeturas sobre su verdadero sentido. Me he inclinado por
esta variante, que sigue el criterio de Bernays, porque en el contexto el autor quiere destacar
que el mundo procede de algo anterior, vale decir, que su existencia tiene un origen o que fue
creado a partir de o por algo.

16. Y lo es también porque este punto de vista de Platón ha sido atestiguado por Aristóteles
quien no puede haber mentido pues sentía un gran respecto por la filosofía, y porque nadie
puede dar testimonio más digno de fe sobre el maestro que un discípulo, y en particular un
discípulo como éste, que no encaraba la instrucción como una cosa secundaria con frivola
despreocupación, sino seriamente preocupado por avanzar más allá de los descubrimientos de
los antiguos y abrió nuevas perspectivas en cada una de las partes de la filosofía merced a
ciertos nuevos y fundamentalísimos hallazgos.

17. V. Algunos creen que el padre de esta doctrina platónica es el poeta Hesíodo, pues piensan
que lo de que el mundo es creado y destructible es afirmado por éste; que es creado, porque
dice: "Antes de todo existió el caos, y a continuación la tierra de dilatado seno, segura morada
de todas las cosas siempre",11 e indestructible, porque no ha mencionado la disolución o la
destrucción de él.
11
Hesíodo, Teogonia 116 y 117.

18. Aristóteles piensa12 que el caos es un lugar por cuanto es forzoso que lo que ha de recibir
a un cuerpo exista antes que éste;13 pero algunos de los estoicos, pensando que el nombre
"caos" deriva del hecho de verterse,14 opinan que es el agua. Pero sea una u otra cosa. Hesíodo
expresa muy claramente que el mundo es lo creado.
12
Aristóteles, Física IV, I, 208 b 29.
13
El razonamiento es este: Hesíodo dice que antes de todas las cosas sólo existía el caos; es
forzoso que antes de existir algo exista el lugar o espacio para contenerlo cuando ese algo

111
llegue a existir; luego, el caos es un lugar o espacio.
14
Khaos derivaría de Klysis = acción de derramar (se) o verter (se), difusión según otra de
las peregrinas etimologías antiguas.

19. Pero mucho tiempo antes el legislador de los judíos Moisés afirmó en los sagrados libros
que el mundo es creado e indestructible. Dichos libros son cinco, y tituló Génesis, al primero,
que comienza de la siguiente manera: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra, y la tierra
era invisible y sin forma".15 Y más adelante, mientras prosigue con los argumentos de su
relato señala nuevamente que los días y las noches, las estaciones y los años, y la luna y el sol,
que recibieron la natural función de medir el tiempo, juntamente con el cielo todo habiéndoles
cabido un destino inmortal continúan indestructibles.16
15
Gen. I, 2.
16
Referencias al contenido de Gen. VIII, 22.

20. Por respeto a este dios visible 17 hemos de poner en orden los argumentos que intentan
demostrar que es increado e indestructible, con lo que nuestro comienzo será el apropiado. En
todas las cosas sujetas a la destrucción, dos son las causas principales de esa destrucción: una
interna, la otra exterior. Por ejemplo, es posible comprobar cómo el hierro, el bronce y la;-
demás sustancias de este tipo se desvanecen por sí mismos, cuando avanzando sobre ellos, al
modo de una reptante enfermedad, el herrumbre los devora; y cómo intervienen agentes
exteriores cuando al incendiarse una casa o una ciudad, también ellos son envueltos por las
llamas y se disuelven a causa del violento impulso del fuego. Lo mismo sucede con los seres
vivientes: sobreviéneles la muerte o por enfermedades que proceden de sí mismos o por
causas externas cuando son o degollados o lapidados o quemados o sufren el impuro castigo
de la horca.
17
Es decir, el mundo. Desde este punto comienza Filón a exponer opiniones y argumentos
ajenos respecto de si el mundo es o no creado y de si es o no destructible.

21. Y también el mundo, si es destruido, por fuerza será destruido o por alguna fuerza exterior
o por alguna de las que el mismo contiene. Pero uno y otro caso son imposibles, porque nada
hay fuera del mundo ya que se ha recurrido a todas las cosas para contribuir a llenarlo
conjuntamente. Así, en efecto, será uno solo, total y no envejecerá. Uno solo, porque, si
hubieran sido dejadas fuera de él algunas cosas, hubiera llegado a existir otro similar al que
ahora existe; total, porque absolutamente toda la sustancia está empleada en él; y libre de la
vejez y la enfermedad porque si los cuerpos son presa de enfermedades o de la vejez es
porque sucumben bajo los poderosos embates que desde fuera lanzan sobre ellos el calor, el
frío y los otros opuestos; pero ninguna de esas fuerzas puede escapar del mundo para retornar
luego y atacarlo, ya que todas ellas están enteramente encerradas dentro de él y ninguna parte
de ellas se aparta de allí, y si algo existe fuera no puede ser sino un vacío, una naturaleza
insensible, a la que le es imposible el operar tanto pasiva como activamente.

22. Y tampoco será disuelto por ninguna causa de las existentes en el; en primer lugar, porque
esa parte habrá de ser más grande y más poderosa que el todo, lo cual es totalmente absurdo,
ya que el mundo empleando una fuerza imposible de sobrepasar conduce todas las partes sin
ser conducido por ninguna de ellas. En segundo lugar, porque como las causas de destrucción
son dos, la interior y la exterior, las cosas que pueden recibir los efectos de una, también son
plenamente receptoras respecto de la otra.

23. La prueba es que un buey, un caballo, un hombre y los demás seres vivientes semejantes,
como está en su naturaleza el ser matados por un arma de hierro, también perecerán a causa

112
de una enfermedad, porque es difícil o más bien imposible, hallar que un ser que esté por
naturaleza sujeto a la destrucción por obra de la causa exterior, esté libre completamente de la
ruina procedente de la interna.

24. Por lo tanto, puesto que ha quedado en claro que el mundo no habrá de ser destruido por
ninguna cosa exterior, por no quedar nada en absoluto fuera de él, tampoco lo será por algo
interno, pues, según lo demostrado en la argumentación precedente, lo que es destruible por
una de las causas, también resulta sujeto a los efectos de la otra.18
18
Como en muchas otras argumentaciones. Filón olvida aquí la diferencia lógica entre juicios
contrarios y contradictorios respecto del tercero excluido.

25. VI. También en el Timeo aparecen los siguientes testimonios de que el mundo está al
abrigo de toda enfermedad y de toda futura destrucción.19 "En la organización del mundo está
empleada la única totalidad de cada uno de los cuatro elementos, ya que quien lo organizó lo
formó echando mana a todo el fuego, el agua, el aire y la tierra, sin dejar fuera parte ni
cualidad alguna de ninguno de ellos con los siguientes propósitos.
19
Timeo 32 c.

26. Primero, para que pudiera ser un ser viviente completo al máximo, perfecto y formado por
partes perfectas; además para que pudiera ser único, al no quedar cosa alguna de la que
pudiera llegar a existir otro de esta clase; y además para que estuviera libre de vejez y
enfermedad, pues bien sabía él que a un cuerpo compuesto el calor, el frío y todas aquellas
cosas que poseen fuertes poderes que lo rodean desde fuera e inciden sobre él inoportuna o
inadecuadamente, lo disuelven20 y, precipitando sobre él la vejez y la enfermedad, lo hacen
perecer. Por esta causa y estas razones Dios lo fabricó completo, mediante la totalidad de
todas las cosas, perfecto y libre de vejez y de enfermedad".
20
He adoptado del texto original del diálogo lyei = disuelve, desintegra por lypei = aflige que
aparece en la presente cita de Filón.

27. Téngase lo que precede por testimonio sacado de Platón sobre la indestructibilidad del
mundo; por natural consecuencia se sigue que es increado; porque, así como la disolución
acompaña necesariamente a lo creado, la indestructibilidad es condición necesaria de lo
increado. El autor del trímetro que dice: "Todo lo que nace debe morir" 21 no parece estar
desacertado, pues ha comprendido la necesaria relación causal entre nacimiento y destrucción.
21
Autor desconocido.

28. El asunto puede enfocarse de esta otra manera. Todas las cosas compuestas que se
destruyen, experimentan una disolución en aquellos elementos de los que fueron compuestos;
y por lo tanto la disolución de algo no es sino el retorno hacia la natural condición de cada
cosa, de modo que, a la inversa, la composición fuerza a los elementos componentes a perma-
necer en una condición antinatural. La absoluta verdad de esto aparece evidenciada de la
manera siguiente.

29. Los hombres somos una combinación de los cuatro elementos, que constituyen la totalidad
del universo, o sea, la tierra, el agua, el aire y el fuego, de los cuales hemos tomado en
préstamo pequeñas porciones. Pero las porciones combinadas han quedado privadas de su
natural posición, habiendo sido el elemento caliente cuya tendencia es elevarse arrojado hacia
abajo; y resultando la sustancia terrestre y de naturaleza pesada, aligerada con lo que ha
trocado la suya por una posición superior, posición que la más terrestre de las partes de
nuestro ser, la cabeza,22 ha ocupado.

113
22
Resulta extraño el calificativo de la parte más terrestre de nuestro ser aplicado a la cabeza,
por lo que se ha pensado en un error de los manuscritos y propuesto una más o menos
aceptable corrección en el texto, el que quedaría así: "la porción más terrestre de nuestro ser
se ha situado en la cabeza".

30. Pero la atadura que tiene su origen en la violencia es la más ruin de todas las prisiones y
de muy corta duración. Bastante rápido, en efecto, es rota por los elementos prisioneros,
puesto que estos se rebelan acuciados por el intenso deseo de su movimiento natural, hacia el
cual con toda premura parten. Porque, según el poeta trágico, "lo que de la tierra nació tiende
a retornar hacia la tierra; lo que es fruto de la etérea estirpe marcha de nuevo hacia la celeste
bóveda, nada perece de cuanto ha llegado a la existencia, sino, dispersándose unas partes
hacia un lado otras hacia otro, muestran su propia forma".23
23
Cinco versos de la tragedia Crisipo, de Eurípides. Los tres últimos están citados también en
el parágrafo 5, sólo que allí dice "otra" en vez de "propia", y en el parágrafo 144.

31. Pues bien, la ley registrada para regir sobre todas las cosas que están sujetas a destrucción
es la siguiente: Cuando las cosas reunidas en la combinación, han tomado a cambio de su
orden natural un estado de desorden y han trocado su lugar por lugares contrarios, de modo
que en cierto modo parecen vivir en un país extraño: se separan cuando retornan hacia la
condición propia de su naturaleza.

32. VII Sin embargo, en el mundo nada existe del desorden que se da en los compuestos
mencionados. Porque observemos que, si se destruyen sus partes, no puede ser sino porque
cada una de ellas está situada en una posición contraria a su naturaleza; y pensar tal cosa es
una irreverencia. Todas las partes del mundo, en efecto, han recibido la más excelente
colocación y una posición apropiada; de manera que, disfrutando cada una de ellas del lugar
asignado, como si se tratara de su propia patria, no busque cambiarlo por el mejor.

33. Por eso a la tierra se le ha asignado el lugar más central, y hacia ella descienden todas las
cosas terrestres aun si se las arroja hacia lo alto; lo cual es señal de que se trata de la región
que le es natural, puesto que se halla en posesión de su lugar propio cualquier cosa que no ha
sido conducida allí por la fuerza y allí permanece tranquila. El agua esta derramada sobre la
tierra, el aire y el fuego se extienden desde la posición intermedia hasta la alta, habiéndole
correspondido al aire la porción entre el agua y el fuego, y al fuego la más elevada. Por eso,
aun cuando tomes una antorcha y la bajes hacia la tierra, la llama no por eso dejará menos de
oponerse y de lanzarse hacia arriba aligerándose a sí misma en procura del movimiento
natural del fuego.

34. Si, pues, en los otros seres vivientes el orden contra natura es causa de destrucción; y en el
caso del mundo cada una de las partes está situada conforme con su naturaleza, pues le ha
sido asignada la zona que le es propia, está justificado el decir que el mundo es
incorruptible.24
24
Porque la composición antinatural es la única causa de destrucción, sepñn parece sentarlo
nuestro autor al comienzo del parágrafo 28.

35. Otro punto evidente para cualquiera es el siguiente: la naturaleza de cada cosa es quien
tiene a su cargo preservar, hacer perdurar y si ello es posible, inmortalizar cada una de las
cosas de las que es naturaleza. La que se da en los árboles hace eso con los árboles, la que se
da en los animales lo hace con cada uno de los animales.

114
36. Pero la naturaleza de un ser particular es inevitablemente demasiado débil para conducirlo
a la inmortalidad, dado que las privaciones, las llamas, el frío intenso y otras innumerables
circunstancias que suelen conspirar contra él, lo atacan, lo trastornan, disuelven el lazo que lo
mantenía unido y finalmente rompen la unidad. Pero si nada semejante acechara desde fuera,
la naturaleza, en cuanto de ella depende, conservaría todas las cosas tanto grandes como
pequeñas al abrigo de la vejez.

37. Necesariamente, pues, también la naturaleza del mundo desea la perduración del universo;
ya que ella no es inferior a la naturaleza de las partes particulares, como para huir
abandonando su puesto y forjando de esa manera la enfermedad en vez de la salud, y la
destrucción en vez de la completa salvación; porque "su cabeza y su rostro sobrepasan a
todas, y fácilmente se la reconoce aunque todas son hermosas".25
Pero, si esto es verdad, el mundo no experimentará la destrucción. ¿Por qué? Pues porque la
naturaleza que lo mantiene unido es invencible en virtud del inmenso poder de su fuerza, y
prevalece sobre todas las otras cosas que habrían de dañarlo aunque éstas operen todas juntas
a la vez.
25
Odisea IV, 107 y 108, donde el poeta se refiere a Leto y a las ninfas

38. Por eso, también Platón dice con razón: "Porque no salía ni entraba cosa alguna de parte
alguna, en razón de que nada había, ya que el mismo es quien se proporciona su propia
destrucción como alimento; y quien opera activa y pasivamente en sí y por sí por designio de
su autor, como que quien lo construyó consideró que sería mejor que él se bastara a sí mismo
y no que tuviera necesidad de otros".26
26
Timeo 33 c y d.

39. VIII. Es también sumamente conveniente el siguiente razonamiento, que innumerables


personas, me consta, tienen en gran estima por considerarlo exacto y absolutamente irrefuta-
ble. Porque supongamos que preguntan: ¿Qué motivo tendrá Dios para destruir el mundo?
Pues será o para no crear ya mundos o para fabricar otro.

40. Ahora bien, el primer motivo nada tiene que ver con Dios, pues en Él no cabe sino
cambiar el desorden en orden, nunca el orden en desorden.27 En segundo lugar, porque si Dios
cambiase de parecer ello implicaría que su alma experimenta un padecer y enfermedad, pues
hubiera debido o no crear mundo alguno en absoluto o juzgar que Su obra es apropiada para
Él y regocijarse con lo creado.
27
Recuérdense las equivalencias kósmos = orden = mundo; por lo que el sentido de la
expresión es: "cambiar el no-mundo (no-kósmos, desorden) en mundo (kósmos, orden), nunca
el mundo (kósmos, orden) en no-mundo (no-kósmos, desorden).

41. El segundo motivo merece algo más que un breve examen, porque, si Dios construyere
otro mundo para sustituir al actual, forzosamente el mundo entonces creado sería un producto
o peor o igual o mejor que el que ahora existe, y ninguna de estas suposiciones está libre de
objeciones. En efecto, si ese mundo es peor también lo es su forjador; pero las obras de Dios
son irreprochables, y no admiten censura ni corrección, pues han sido forjadas con
perfectísimo conocimiento y arte. Dicen,28 en efecto: "Ni siquiera una mujer carece de
inteligencia sensata en grado tal que prefiera lo peor a lo mejor". Y lo que a Dios corresponde
es dar forma a lo amorfo, y cubrir las cosas más desagradables con maravillosas hermosuras.
28
Fuente desconocida.

42. Si es igual al existente, el artífice habría perdido su tiempo, no haciendo sino lo que hacen

115
los niños totalmente infantiles, que muchas veces se divierten en las playas levantando
montículos de arena y enseguida los derrumban de nuevo socavando sus bases con las
manos.29 Porque mucho mejor que fabricar un mundo igual es dejar en su lugar el ya creado al
principio de una vez por todas, sin quitarle ni agregarle cosa alguna ni cambiarlo en mejor o
en peor.
29
Filón parafrasea la Ilíada XV, 262 y ss.

43. Y si llegase a crear un mundo mejor, en ese caso también el autor sería mejor; de modo
que, cuando construía el primero, era imperfecto en cuanto a arte e inteligencia; lo cual no es
lícito pensarlo siquiera. Porque Dios es igual y semejante a Sí mismo, y no admite ni
decadencia hacia lo peor ni incremento hacia lo mejor. Esas son anomalías que les
sobrevienen a los hombres, en cuya naturaleza va implícito el cambiar en uno u otro sentido,
para bien o para mal, siendo normal en ellos el experimentar crecimientos, avances y
mejoramientos y todos los procesos opuestos.

44. Además las obras de nosotros bien pueden ser corruptibles con toda razón por tratarse de
obras de mortales, pero las de Aquel que es inmortal no cabe esperar sino que sean
inmortales; pues es razonable pensar que las cosas producidas sean similares a la naturaleza
dé quienes las producen.

45. IX. Además es sin duda claro para todos que, si fuera destruida la tierra, necesariamente
perecerían los animales terrestres con la total extinción de las especies; y si fuera destruida el
agua, eso ocurriría con los acuáticos; y si el aire o el fuego, perecerían los que cruzan el aire y
los nacidos del fuego.30
30
Ver Sobre los gigantes, 7, y Sobre la obra de Noé como plantador, 12

46. Análogamente, si fuere destruido el cielo, serían destruidos el sol y la luna, y perecerían
también los otros planetas y también las estrellas fijas, es decir, la tan inmensa hueste de
dioses visibles considerada feliz desde antiguo. Lo cual sería no otra cosa sino suponer que
los dioses pueden ser destruidos, pues ello equivale a suponer que los hombres son
inmortales; aunque, si se compara un despropósito con otro, tal vez se descubra,
examinándolo bien, que el segundo es más razonable que el primero, puesto que cabe pensar
que merced a una gracia Divina algo mortal alcance la inmortalidad, pero es imposible que los
dioses pierdan su indestructibilidad, aunque pueda sostener tal cosa la delirante sabiduría
humana.

47. Y en verdad, los que proponen teorías relativas a conflagraciones y nuevas creaciones del
mundo y consideran y proclaman que los astros son dioses, no se avergüenzan de presentarlos
como corruptibles en sus explicaciones. Porque deberían o declarar que son masas de metal
inflamado, como hacen algunos de los que dicen tonterías acerca del cielo todo, como si
hablaran de una prisión, 31 o, si los consideran divinas y felices naturalezas, reconocerles la
incorruptibilidad que es propia de dioses. Pero, tal como proceden, tan errados están respecto
de la verdadera doctrina, que no se dan cuenta de que al atribuir la destrucción también a la
providencia, que es el alma del mundo, están razonando de manera incoherente.
31
Filón alude aquí al hierro candente empleado en las prisiones para las torturas. Ver al
respecto Sobre los sueños I, 22.

48. Crisipo, por ejemplo, el de mayor reputación entre ellos, en su tratado "Sobre el
crecimiento" expresa monstruosidades como esta. Partiendo de que es imposible que dos
características individuales se apliquen a la misma sustancia, dice: "Tomemos un ejemplo;

116
supon que un hombre tiene todos sus miembros y otro todos menos uno de sus pies; y que el
que posee todos sus miembros se llama Dion en tanto que el nombre del que tiene el defecto
es Teón; y luego Dion pierde uno de sus dos pies. Pues bien, si se nos preguntara cuál de los
dos ha sufrido una destrucción, lo más acertado es afirmar que Teón".

49. Esto sabe más a paradoja que a verdad, porque, ¿cómo aceptar que el que ha sufrido una
pérdida es Teón, que en realidad no ha sufrido amputación de parte alguna; y que Dion, cuyo
pie ha sido amputado, no ha experimentado destrucción alguna? "Pues eso es lo correcto",
dice él, "porque Dion, el del pie amputado, se ha desplazado hacia la incompleta sustancia de
Teón. Dos características individuantes no pueden aplicarse al mismo sujeto, y en
consecuencia no puede ser sino Dion el que se conserva y Teón el que ha sufrido una
destrucción".
"No otros sino las alas de ellos mismos los hacen sucumbir",32 dice el poeta trágico. Y en
efecto, reproduciendo este tipo de argumento y aplicándolo al mundo entero, cualquiera
demostrará clarísimamente que también la providencia está sujeta a destrucción.
32
Fragmento de Los Mirmidones, de Esquilo.

50. Examínalo de la siguiente manera. Supongamos que Dion es el mundo, pues éste es per-
fecto; y que Teón es el alma del mundo, pues la parte es inferior al todo, y amputemos, tal
como a Dion el pie, al mundo toda la parte corporal.

51. En consecuencia, es preciso decir que el mundo, aunque ha sido privado del cuerpo, no ha
sufrido destrucción alguna, tal como no la sufre Dion, el pie del amputado; y que quien la ha
sufrido es el alma del mundo, como Teón, el que no experimentó modificación alguna. Porque
el mundo ha pasado a un modo de ser inferior por la amputación de su parte corporal, pero la
que ha sufrido una destrucción ha sido en realidad el alma, en razón de que dos características
individuantes no pueden aplicarse al mismo sujeto.33
Pero no es lícito decir que la providencia34 sufre destrucción; y si la providencia permanece
indestructible, por fuerza también el mundo es indestructible.
33
Tal como creo entender la cosa sería así:
La característica individual es privativa del individuo que las posee, y no puede en el mismo
individuo darse su característica propia (la integridad corporal en el caso de Dion) y una
característica ajena (la falta de un miembro en el caso de Teón).
Luego, si algún día Dion aparece con la característica de Teón, no es porque Dron haya
sufrido la misma pérdida que Teón, ya que esta característica es intransmisible por el
peregrino principio antedicho, sino porque Dión se ha consustanciado, o algo parecido, con
Teón, y es éste el que en lealidad padece la pérdida, que por otra parte ya padecía antes.
Por estos vericuetos pseudológicos se llega también a. la conclusión de que no es el mundo
como integridad (Dion) sino el alma del mundo como parte (Teón) quien experimenta una
destrucción en caso de que el primero sufra una pérdida.
34
Es decir, el alma del mundo.

52. X. También el tiempo aporta una prueba de inmenso peso sobre su eternidad. Si el tiempo
es increado, necesariamente también lo es el mundo. ¿Por qué? Porque, como dice el gran
Platón, el tiempo es indicado por los días y las noches, los meses y la sucesión de los años; y
ninguno de estos lapsos puede subsistir sin el movimiento del sol y la revolución del cielo
todo35 y así, entre quienes suelen dar las definiciones de las cosas, ha quedado establecido que
el tiempo es la medida del movimiento del mundo; y como esta medida es cabal, el mundo
resulta ser de la misma edad que el tiempo y su causa.
35
Timeo 37 e.

117
53. Nada más insensato que suponer que el mundo existió en alguna época en que no existía
el tiempo; porque la naturaleza de éste no tiene principio ni fin 36, pues incluso esta misma
expresión. "Existió en alguna época en que..." está vinculada al tiempo. De esto se sigue
lógicamente el que tampoco el tiempo existía por sí mismo cuando el mundo aún no existía;
porque lo que no existe no se mueve, y se ha demostrado que el tiempo es la medida del
movimiento del mundo. Necesario es, pues, que uno y otro existan desde la eternidad sin
haber comenzado a existir en determinado momento, y las cosas que siempre han existido no
están expuestas a destrucción.
36
Timeo 37 e.

54. Tal vez algún estoico aficionado a hablar más de la cuenta, dirá que lo que ha quedado
sentado es que el tiempo es la medida del movimiento del mundo, pero no solamente del mo-
vimiento del mundo que actualmente se halla organizado sino también de aquel cuya
existencia suponemos durante la conflagración universal.37 A éste habría que replicarle:
"Querido amigo, al emplear los términos estás incurriendo en contradicción, pues llamas
mundo a lo que no es mundo.38 Porque, si este mundo que vemos está correctamente llamado,
perfectamente de acuerdo con la naturaleza, por hallarse dispuesto y ordenado con un arte
consumado que no admite perfeccionamiento ya, bien puede llamarse con toda razón
negación del mundo 39 a su cambio en fuego.
37
De lo que se inferiría que las edades del tiempo y del mundo presente no son las mismas.
38
Juego de palabras intraducible: llamas orden (kósmos) al desorden (akosmía).
39
Ver la nota anterior y la 26.

55. XI. Critolao,40 uno de los seguidores de Moisés, amante de la filosofía peripatética,
adhiriéndose a la doctrina de la eternidad del mundo, echa mano a los siguientes argumentos.
Si el mundo ha sido creado, necesario es que también haya sido creada la tierra; y si la tierra
fue creada, también lo ha sido, fuera de toda duda, la raza humana; pero el ser humano es
increado, existiendo nuestra especie desde la eternidad, comose demostrará; luego, el mundo
también es eterno.
40
Del segundo siglo precristiano.

56. Preciso es ya que razonemos sobre lo que ha sido propuesto, si es que cosas tan claras
necesitan demostración. Pero la precisan, según parece, y a causa de los forjadores de mitos,
que han llenado nuestras vidas de falsedades y arrojado la verdad desterrándola de sus límites,
al forzar no sólo a las ciudades y moradas sino también a cada uno en particular a privarse de
su más excelente bien;41 inventando, como cebo para atraparlos, metros y ritmos que ofrezcan
la atracción propia del lenguaje. Con esos metros y ritmos seducen los oídos de los insensatos,
tal como las desagradables y repulsivas cortesanas seducen sus ojos gracias a lo que se ponen
encima y un aderezo espurio ya que carecen del genuino.
41
A privarse de la verdad.

57. Estos dicen, en efecto, que la generación de unos hombres nacidos de otros hombres es
una más reciente obra de la naturaleza y que el primero y más antiguo de estos procesos fue la
generación de hombres nacidos de la tierra, puesto que la tierra es y está considerada madre
de todas las cosas, y afirman que los "hombres sembrados", celebrados entre los griegos, eran
hijos nacidos de la tierra, como ahora los árboles, en plena madurez y cubiertos de armas.

58. Que se trata nada más que de una invención de la leyenda fácil es verlo de muchas
maneras. Sin ir más lejos, hubiere sido preciso que el primero en nacer se desarrollara en

118
etapas delimitadas por medidas fijas y relaciones numéricas. Porque la naturaleza ha creado
las edades a modo de escalones, a través de los cuales asciende v desciende, por decirlo así, el
hombre; asciende cuando va creciendo, y desciende cuando declina. El límite más alto de los
escalones es la flor de la vida; una vez alcanzado el cual, nadie avanza ya; antes, al modo
como los corredores en la competencia de ida y vuelta desandan el mismo camino, devuelve a
la enfermiza vejez todo cuanto tomó de la robusta juventud.

59. Pero el pensar que ha habido quienes fueron engendrados plenamente desarrollados desde
un comienzo es propio de quienes desconocen los inamovibles códigos que son las leyes de la
naturaleza. Porque, si bien nuestras decisiones, amoldadas a lo discordante que procede del
mortal elemento que llevamos apareado, admiten, como era de esperarse, cambios y
transformaciones; no ocurre eso, en cambio, con las decisiones de la naturaleza universal, por
cuanto ésta prevalece sobre todas las cosas y porque, a causa de la fijeza de los designios
adoptados de una vez para siempre, conserva inconmovibles los límites fijados al principio.

60. Si, pues, la naturaleza considerara que corresponde que los seres humanos sean paridos
completamente desarrollados ya, todavía ahora el hombre nacería en esas condiciones, no
como un lactante, ni un niño, ni un adolescente, sino directamente en la plenitud de la vida; y
quizá también libre de la vejez e inmortal, porque quien no experimenta aumento tampoco
experimenta disminución, ya que los cambios a través de los cuales se crece hasta la edad viril
y aquellos a través de los cuales se declina a partir de esa edad hasta la vejez y la muerte son
partes de un único proceso, y sería razonable que, si alguien no hubiera participado de los
primeros, no estuviera sujeto a los que siguen.

61. ¿Y qué habría para impedir que los hombres germinen actualmente como dicen que
germinaban en los primeros tiempos?42 ¿Tanto ha envejecido la tierra que a causa del largo
tiempo transcurrido parezca haberse tornado estéril? Al contrario, ella permanece igual,
siempre joven, porque es la cuarta parte del universo y para la conservación de la totalidad de
él es necesario que no se consuma, del mismo modo que los elementos hermanos, es decir, el
agua, el aire y el fuego continúan sin envejecer.
42
Es decir, nazcan de la tierra, no de otros hombres.

62. Una clara prueba de que la tierra conserva su pleno vigor ininterrumpida y eternamente es
la vegetación; porque, purificada o bien por las crecientes de los ríos, como dicen que ocurre
en Egipto, o bien por las lluvias anuales, se toma un respiro y descansa del penoso esfuerzo de
la producción de frutos, y luego tras la pausa recupera su propia fuerza hasta alcanzar la
plenitud de su vigor, para acto seguido comenzar de nuevo la producción de similares frutos,
proveyendo así de inagotables alimentos a todas las clases de seres vivientes.

63. XII. Por eso me parece que no están desacertados los poetas al llamarla Pandora,43 pues
ella brinda todas las cosas para provecho y goce de placer, y no para algunos sino para todos
los seres que participan de la vida. Por ejemplo, si alguien, provisto de alas, remontase el
vuelo hacia las alturas en plena primavera, y observase desde lo alto las tierras altas y el llano,
vería cómo este último, fértil y verdeante, produce pastos y forraje; cebada y trigo y otros
innumerables granos de diversa naturaleza, algunos de los cuales han sido sembrados por
agricultores y otros que la estación del año procura, operando por su propio impulso. Y vería
también las tierras altas cubiertas por las sombras de ramas y follajes con los que se recubren
los árboles, y repletas al máximo de frutos, no sólo de los que proporcionan placer sino
también de aquellos que está comprobado que remedian padecimientos.
43
De pan = todo y dóron = don, de donde Pandora = la que brinda toda suerte de regalos.

119
64. El fruto del olivo, por ejemplo, remedia la fatiga del cuerpo; el de la viña, bebido
moderadamente, suaviza los violentos sinsabores del alma. Además percibiría las suavísimas
fragancias que se elevan desde las flores y las incontables variedades de colores matizadas
con genial arte. Y apartando la vista de los cultivos a su turno observaría también álamos
negros, cedros, pinos, abetos, robles altos por demás y los otros compactos e impenetrables
bosques de árboles silvestres, los que cubren de sombras la mayoría de las más grandes
montañas y todo el vasto sector del suelo feraz del pie de la montaña. Y al percibir todo esto
reconocería la plena vitalidad, nunca menguada ni agotada, de la siempre joven tierra.

65. En consecuencia, pues en nada ha disminuido en cuanto a su primitivo vigor, daría a luz
ahora hombres, si es que ya lo hizo anteriormente, con lo que alcanzaría dos objetivos
fundamentales: uno, no desertar de su propio puesto, especialmente de su misión de sembrar y
generar al hombre, el mejor de todos los seres terrestres y soberano de ellos; el otro, ayudar a
las mujeres, las que mientras están encintas son oprimidas por penosísimos sufrimientos
durante unos diez meses y cuando están a punto de parir frecuentemente mueren a
consecuencia de los mismos dolores del alumbramiento.

66. En cuanto a suponer que la tierra contiene en su seno un vientre para la siembra de
hombres ¿no es acaso una terrible locura? Porque el lugar para alumbrar seres vivientes es el
vientre, "el taller de la naturaleza", como ha dicho alguien, taller en el que tan sólo los seres
vivientes son modelados; y tal taller no es una parte de la tierra, sino la parte de un ser
viviente femenino fabricada para la generación. Y también es locura pensar tal cosa, por
cuanto habría que afirmar que la tierra al igual que las mujeres, como engendra seres
humanos, posee también mamas para que los nacidos en los primeros tiempos después de su
parición tengan alimento; pero no se recuerda que ningún río ni ninguna fuente del mundo
habitado vierta leche en vez de agua.44
44
En este punto de su argumentación olvida Filón un detalle: que los supuestos "nacidos de la
tierra" o "los sembrados" nacerían ya hombres, con coraza y todo, y ya no deberían recurrir a
la lactancia ni los pañales. Ver el parágrafo 57.

67. Además el recién nacido así como debe ser alimentado con leche, también debe contar con
la protección que proporciona un vestido a causa de los daños que ocasionan a los cuerpos el
frío y el calor, razón por la cual las parteras y las madres, en las que recae la necesaria
preocupación por los engendrados, envuelven en pañales a los infantes. Pero a las criaturas
nacidas de la tierra, abandonadas a su desnudez, ¿no las destruiría rápidamente algún
enfriamiento del aire o alguna ardiente irradiación solar? Porque los fríos y los calores
intensos cuando prevalecen provocan enfermedades y otros efectos perniciosos.

68. Pero, una vez abocados a hacer escarnio de la verdad, los forjadores de mitos siguieron
adelante afirmando que aquellos "sembrados" fueron dados a luz con armas y todo; lo que es
un disparate; porque, ¿quién sería en el seno de la tierra un herrero o Hefesto tan grande que
al punto les proporcionase armaduras completas? ¿Y qué vínculo íntimo puede haber entre
aquellos primeros engendrados y el armamento? Porque el hombre es el más pacífico de los
seres animados, como que la naturaleza le ha concedido como privilegio la razón, mediante la
cual se domina y domestica el salvajismo de las pasiones. Mucho mejor sería para una
naturaleza racional el que, en vez de armas, se les proveyese de bastones de heraldo, símbolos
de los acuerdos de paz, a fin de que en vez de la guerra proclamen la paz para todos en todas
partes.

120
69. XIII. Han quedado, pues, refutadas satisfactoriamente las necedades de los que hacen de
la falsedad un baluarte contra la verdad. Y es preciso tener bien presente que los seres huma-
nos brotan de otros seres humanos en sucesivas generaciones desde la eternidad, siendo el
hombre el que siembra en la matriz como en una tierra de cultivo, y la mujer quien recibe las
simientes poniéndolas a buen resguardo; y la naturaleza la que invisiblemente plasma cada
una de las cosas tanto de las partes corporales como de las del alma, y proporciona a la
especie como totalidad aquello que cada uno de nosotros no puede recibir individualmente, es
decir, la inmortalidad. La especie, en efecto, perdura eternamente, mientras los individuos
particulares perecen, lo cual constituye en verdad una maravillosa obra de Dios. Y si el
hombre, que es una pequeña porción del universo, es eterno, también el mundo lo es segu-
ramente; y en consecuencia, incorruptible.

70. XIV. Pugnando aún más, Critolao usa también este tipo de argumento. Aquello que es
para sí mismo causa de salud está libre de enfermedad; lo que es para sí mismo causa de estar
despierto está despierto; y si esto es así, lo que es para sí mismo causa de su existir es eterno;
y el mundo es para sí causa de su existir, puesto que lo es también para todas las otras cosas;
de donde se concluye que el mundo es eterno.

71. Pero también vale la pena que examinemos este argumento. Todo ser creado debe en
todos los casos ser imperfecto en su comienzo, y con el transcurrir del tiempo crecer hasta
alcanzar la plenitud de su perfección. En consecuencia, si el mundo fue creado, habría sido en
cierta época completamente infante, para usar los términos aplicados a las edades del hombre,
y más tarde, habiendo progresado con el sucederse de los años, tardía y dificultosamente
habría alcanzado la perfección al cabo de mucho tiempo, ya que la plenitud del desarrollo de
un ser de larga vida llega por fuerza lentamente.

72. Pues bien, si alguien piensa que el mundo ha pasado alguna vez por tales cambios, tenga
presente que está dominado por una demencia incurable; porque es evidente que no sólo la
parte corporal del mundo crecería en ese caso, sino también su inteligencia realizaría
progresos, como que los que sostienen la destructibilidad también suponen que es racional.

73. Luego, a la manera del ser humano, en el principio de su existencia el mundo habría sido
irracional, y hacia la época de culminación de su desarrollo sería racional; lo que es impío no
sólo decir sino también suponer, pues, ¿cómo no considerar justo el pensar que el
perfectísimo recinto de las cosas visibles, entre cuyos particulares ocupantes se cuentan
dioses,45 ha sido siempre perfecto en su cuerpo y en su alma, libre de las enfermedades a las
que todo ser creado y destructible está sujeto?
45
Los astros.

74. XV. A todo esto agrega46 Critolao que aparte de las causas exteriores, tres son las causas
de muerte que operan sobre los seres animados: la enfermedad, la vejez y la necesidad, de
ninguna de las cuales puede ser presa el mundo. En éste, efectivamente, han quedado
integrados de una manera fija los elementos en su totalidad; y no habiendo sido dejada libre y
sin control parte alguna, por ninguna cosa puede ser objeto de violencia. En cambio, domina
aquellas fuerzas de las que proceden las enfermedades, y la sumisión de ellas lo preserva de la
enfermedad y la vejez. Por otra parte, es absolutamente autosuficiente y libre de toda
necesidad, no careciendo de cosa alguna de las que aseguran su perduración, y habiendo ex-
cluido de sí las alternantes sucesiones de vaciedad y plenitud, que experimentan los seres
animados por grosera avidez procurándose en vez de la vida la muerte, o para decirlo con más
cautela, una existencia más digna de piedad que la misma . muerte.

121
46
El mismo argumento expuesto en los parágrafos 20 y ss., aunque con algunas variantes de
detalle, especialmente al final.

75. Además, si no ha sido posible ver jamás ninguna forma de la naturaleza que sea eterna, los
que sostienen la destructibilidad del mundo, puesto que no tienen ante sí ningún ejemplo de
inmortalidad, quizá parezcan tener una buena excusa para su iniquidad.
Por otra parte, puesto que, según los más excelentes estudiosos de las cuestiones naturales, el
destino no tiene principio ni fin, y es una cadena que enlaza las causas de cada una de las
cosas de manera continua y sin interrupción, ¿por qué no habrá de decirse que también es
inmortal la naturaleza del mundo, que constituye el orden de las cosas desordenadas, la
proporción de/las desproporcionadas, el concierto de las discordes y la unión de las desunidas,
y que es la cohesión de las maderas y las piedras, fertilidad de los sembrados y los árboles^ el
alma de todos los seres animados, la inteligencia y la razón de los seres humanos y la
perfectísima virtud de los hombres virtuosos? Y si la naturaleza del mundo es increada e
indestructible, es evidente que también el mundo lo es, y perdura y se sostiene firme merced a
un eterno lazo.

76. Algunos, convencidos por la verdad y las opiniones de los contrarios han cambiado sus
puntos de vista. Es que la belleza posee el poder de atraernos hacia sí, y la verdad es
maravillosamente hermosa, tal como la falsedad es monstruosamente fea. Así, Boeto de Sidón
y Panecio,47 importantes sostenedores de las doctrinas estoicas, abandonaron, tocados por una
divina inspiración, las conflagraciones y recreaciones y disertaron hacia la más piadosa
doctrina de la incorruptibilidad del mundo todo.
47
Filósofos de la tercera y segunda centurias precristianas, respectivamente.

77. Dícese también que Diógenes cuando era joven se adhirió a la doctrina de la
conflagración, pero en sus últimos años cayó en la duda y se abstuvo de opinar, cosa lógica
pues no es dado a la juventud sino a la vejez el discernir las cosas dignas de nuestra
reverencia y de nuestro empeño, y en particular aquellas que son juzgadas no por la irracional
y engañadora sensibilidad, sino por la purísima e inmaculada inteligencia.

78. XVI. Las demostraciones empleadas por la escuela de Boeto son sumamente convincentes
y las expondremos a continuación. Dicen ellos que, si el mundo fuera creado y destructible, se
trataría de algo creado a partir de lo no existente, cosa que inclusive los estoicos consideran
totalmente absurda. ¿Por qué? Pues porque es imposible hallar ninguna causa de destrucción,
ni interna ni externa, que pueda eliminar el mundo;, ya que fuera del mundo nada existe,
excepto quizá el vacío» dado que los elementos fueron en su totalidad dispersados en él, y
dentro de él no existe ninguna enfermedad tal, que pueda convertirse en causa de disolución
de tan inmensa divinidad. Y si ésta fuera destruida sin algo que sea causa de ello, resulta claro
que la destrucción provendría de lo no existente, cosa que el entendimiento no puede
aceptar.48
48
El mismo argumento expuesto en los parágrafos 20 y 74, aunque en el caso presente la
argumentación se completa, o complica, con el agregado de que, una vez probada la
inexistencia de una causa interna o externa de destrucción del mundo, sólo queda la
posibilidad de que esa causa no sea ni interna ni externa al mundo, es decir, que sea lo no
existente, lo que es ilógico pensar.

79. Además dicen que los procesos de destrucción son tres: por desmembramiento, por
aniquilamiento de la cualidad predominante,49 y por mezcla. Los conjuntos de cosas
separadas,, tales como rebaños de cabras y de bueyes, los coros y los ejércitos, y también los

122
cuerpos constituidos por partes fijamente unidas, disuélvense por división y
desmembramiento. Por aniquilamiento de la cualidad predominante disuélvese la cera cuando
es cambiada su forma o cuando se la alisa completamente para que no presente ningún otro
tipo diferente de forma y por mezcla las propiedades de las sustancias reunidas se borran para
producir como resultado una sola especial, como ocurre en el caso de la cuádruple droga
empleada por los médicos.50
49
Traducción puramente conjetural del participio epíkhousa, cuyos sentidos corrientes no
encajan en este contexto, lo que hace pensar en una posible corrupción del texto griego.
50
Ver Sobre la confusión de las lenguas 187.

80. Ahora bien, ¿por cuál de estos procesos corresponde decir que puede ser destruido el
mundo? ¿Por desmembramiento? Sin embargo, el mundo ni es un conjunto de partes
separadas, como para que sus partes puedan ser dispersadas, ni de partes unidas, como para
que puedan ser desunidas; ni es tampoco una unidad al modo de nuestros cuerpos, ya que
éstos están por sí mismos sujetos a la muerte y son dominados por innumerables cosas que los
dañan, en tanto que la fuerza del mundo es invencible, pues es más que suficiente, y con
mucho, para prevalecer sobre todas las cosas.

81. ¿Será acaso por aniquilamiento total de la cualidad? Pero esto es imposible, porque, según
aquellos que han optado por el punto de vista opuesto, la cualidad de su ordenación
permanece durante la conflagración universal, si bien aplicada ahora a la sustancia de Zeus 51
disminuida.
51
Zeus o el dios supremo encarnaba para los estoicos el poder universal concebido como una
unidad operante en el mundo entero, frente a los dioses inferiores o subordinados, que
personificaban las partes singulares del mundo y sus operaciones.

82. ¿Quizá por mezcla? Nada de eso. Porque ello implicaría admitir una vez más que la
destrucción tiene lugar hacia lo no existente. ¿Por qué? Porque, si cada uno de los elementos
fuese destruido separadamente, nada se opondrá a que experimentara un cambio hacia otro
elemento, pero si todos conjuntamente fueran a la par eliminados por mezcla, por fuerza había
que suponer lo que es imposible.52
52
Es decir, el tránsito hacia lo no existente.

83. Además, si todas las cosas, dicen ellos, fueren consumidas por el fuego, ¿qué estará Dios
haciendo durante el tiempo que eso dure? ¿O acaso estará totalmente inactivo? Sin duda la
reflexión es legítima. Porque actualmente Él supervisa cada una de las cosas y a todas las
protege como un verdadero padre, y si hemos de ajustamos a la verdad, lleva las riendas del
carro y maneja el timón del barco del universo, apoyando al sol, a la luna y a los otros astros
errantes y fijos, así como al aire y a las otras partes del mundo y cooperando en todo cuanto es
necesario para la conservación del universo y para la irreprochable administración conforme
con la recta razón.

84. Pero si todas las cosas fueren aniquiladas, viviría una vida indigna de vivirse, es decir,
algo que sería el colmo de lo absurdo. Me aterra el expresar lo que no es lícito pensar siquiera:
que la consecuencia de esa falta de actividad sería la muerte de Dios, porque si se aniquilare
el perpetuo movimiento del alma, se aniquilará juntamente a ella misma del todo, y de
acuerdo con lo que enseñan nuestros oponentes,53 Dios es el alma del mundo.54
53
Los estoicos y en particular Bocto. Ver el parágrafo 78.
54
Ver Interpretación alegórica I, 91, y Sobre la migración de Abraham 176 y 181.

123
85. XVII. Asimismo vale la pena examinar la siguiente cuestión: ¿De qué manera se
produciría la recreación de todas las «osas una vez disueltas en el fuego? Porque, si la
sustancia de ellas fuera consumida por el fuego, forzosamente se extinguiría también el fuego
al no tener ya con qué alimentarse. Y así como, si el fuego se conservara, se preservaría el
principio generativo 55 del orden; si el fuego pereciera, el principio generativo perecería con
él. Pero no es lícito y constituye un sacrilegio doble ya el afirmar la destrucción del mundo y
eliminar la recreación del mismo, como si Dios se complaciera en el desorden, en la
inactividad y en toda clase de faltas.
55
El legos spermatikós (ratío seminalis), fuerza universal creativa en la que se condensan
todas las fuerzas particulares que concurrieron a la creación del mundo y cuanto éste contiene.

86. Pero el asunto merece que lo examinemos más cuidadosamente del siguiente modo: El
fuego adopta tres formas: la brasa, la llama y la luz de llama. La brasa es un fuego dentro de
una sustancia terrestre, fuego que a modo de una corriente penetrante se ha instalado en el
seno de la misma y allí permanece al acecho extendido a lo largo de toda ella; la llama es el
fuego que se eleva hacia el aire desde el material que lo alimenta; y la luz de llama es el fuego
que procede de la llama, y que coopera con los ojos en la aprehensión de las cosas visibles. El
lugar intermedio entre la luz de llama lo ocupa la llama, ya que al apagarse muere en el
carbón y al encenderse posee luz, lo que despojado ya del poder de quemar, emite rayos
luminosos.

87. Ahora bien, admitamos que la disolución del mundo pueda tener lugar en la conflagración
universal, pero en ese caso no podría haber brasa alguna, pues si hubiera brasas, ello
significaría que subsistiría la inmensa cantidad de materia terrestre en la que está encerrado el
fuego, y los sostenedores de la teoría de la conflagración postulan que no subsistirá entonces
ninguno de los otros cuerpos,56 ya que la tierra, el agua y el aire estarán disueltos en fuego
puro.
56
Es decir, sólo el fuego subsistiría. El razonamiento es que los estoicos dicen que sólo habrá
fuego durante la conflagración universal, es decir que no habrá ni tierra, ni agua ni aire. Y
como la brasa requiere material terrestre, hay que desechar que la conflagración tenga lugar
en forma de brasa.

88. Y tampoco podría haber llama, pues ésta se da en la medida en que se da la materia que la
alimenta, y no quedando cosa alguna se extinguiría enseguida por falta de combustible. De la
falta de estas dos formas de fuego se sigue que tampoco podría producirse luz de fuego, ya
que ésta no llega a existir por sí sola sino fluye de las dos primeras, de la brasa y la llama, de
la primera una luz menor, de la llama una luz abundante, como que se difunde a muy gran
distancia. Y como las dos primeras, según se ha demostrado, no existirían durante la con-
flagración, tampoco podría existir la luz. Porque cuando el sol emprende su curso bajo la
tierra, al punto la inmensa y profunda luz del día es borrada por la noche, y sobre todo si es
noche sin luna. En conclusión, que el mundo no es consumido por el fuego sino es
indestructible, y en caso de que pudiera ser consumido por el fuego no podría llegar a existir
otro,

89. XVIIII. Por esta razón también algunos de los miembros de la escuela estoica, entreviendo
a gran distancia con visión suficientemente aguda la opuesta refutación, consideraron con-
veniente adelantarse a preparar apoyos para su doctrina capital como si estuviese ya
encaminada a perecer. Pero esto de nada les valió, porque, como el fuego es la causa del
movimiento, y el movimiento el origen de la generación, siendo imposible que sin
movimiento cosa alguna llegue a existir cualquiera sea, dijeron que después de la

124
conflagración, una vez que el nuevo mundo está a punto de ser producido, no se extingue todo
el fuego sino cierta porción de él permanece. Es que sentíanse llenos de alarma ante la
perspectiva de que, extinguiéndose todo conjuntamente el fuego, todas las cosas
permanecieran en calma y desordenadas, dado que la causa del movimiento no existiría ya.

90. Pero éstas no son sino invenciones de gente por demás locuaz, que emplea artimañas para
combatir a la verdad. ¿Por qué? Porque, según queda demostrado, es imposible que el mundo
al ser abrasado por el fuego se convierta en algo semejante a la leña, pues habría quedado, en
ese caso, una gran cantidad de sustancia terrestre, necesaria para que el fuego se mantenga en
acecho; y quizá ni siquiera entonces habría prevalecido la conflagración, por cuanto
permanecería en pie todavía el más pesado y resistente de los elementos, la tierra, no disuelta
aún. Sería, pues, necesario que se trocase en llama o en luz; en llama, según la opinión de
Cleantes; en luz, como piensa Crisipo.

91. Pero si se convirtiera en llama, una vez comenzado su proceso de extinción, la llama se
extinguiría de una vez no en parte sino toda conjuntamente, pues su existencia depende de lo
que la alimenta; por lo que, si este alimento es abundante, ella crece y se difunde; pero si
aquél tiende a desaparecer ella disminuye. Lo que se produce podemos constatarlo con
ejemplos a mano. Una lámpara, mientras se la alimente con aceite, da una luz brillantísima,
pero cuando se cesa de hacerlo, una vez gastado hasta el último residuo de lo que la
alimentaba, enseguida se apaga, sin conservar ni siquiera una parte de la llama.

92. Y si no se convirtiera en llama sino en luz, también el cambio alcanzaría a la totalidad.


¿Por qué? Pues porque la luz no posee existencia por sí misma, siendo engendrada por la
llama; y habiéndose extinguido ésta totalmente en toda su extensión, necesariamente también
desaparece no en parte sino en su totalidad la luz, puesto que la misma relación que existe
entre la llama y el combustible que la alimenta, se da también entre la luz y la llama. De lo
que se infiere que, así como la llama perece a )a par de lo que la alimenta; también perece la
luz a la par de la llama.

93. En resumen, que será imposible que el mundo experimente una nueva creación, pues ni un
residuo del principio generativo seguiría encendido, y todas las cosas habrían sido
consumidas, el resto por el fuego, el principio generativo por falta de medios, de todo lo cual
resulta claro que continúa su existencia increada e indestructible.

94. XIX. Ahora bien, supón que como dice Crisipo el fuego que hubiera reducido a fuego la
ordenación del mundo fuera la simiente del otro mundo que se estuviera a punto de producir,
y que no existe falsedad al respecto en las teorías que sobre el particular dicen, primero, que la
generación del mundo procede de una simiente y que de su disolución resulta también una
simiente; y segundo, que el estudio de la naturaleza muestra que el mundo es también una
naturaleza racional, es decir, no sólo viviente sino además inteligente, y además dotada de una
inteligencia sabia.57 Pues bien, de estas afirmaciones se infiere lo contrario de lo que se
pretende, es decir, se infiere que el mundo jamás será destruido.
57
Diógenes Laercio VII, 142.

95. Las pruebas están muy a mano de aquellos que no retroceden ante la tarea de examinar las
cosas. Pues bien, resulta claro 58 que el mundo es un vegetal o un animal. Pero sea vegetal o
sea animal, una vez destruido durante la conflagración jamás llegará a ser simiente de sí
mismo. Lo prueban las plantas y los animales que conocemos, ninguno de los cuales, ni
menor ni mayor, una vez destruido, se resuelve jamás en simiente productiva.

125
58
Puesto que es un ser viviente.

96. Vemos cuan inmensas son las plantaciones de árboles de cultivo y cuántas las formaciones
de árboles salvajes esparcidas sobre cada una de las partes de la tierra. Cada uno de estos
árboles, mientras su tronco permanece sano, produce a la par del fruto el agente de la
fecundación. Pero cuando con el correr del tiempo se seca o también por un proceso distinto
es destruido por sus mismas raíces, ya no experimenta jamás una disolución en simiente.

97. De la misma manera también los animales de las distintas especies, a las que a causa de su
gran número no es fácil ni siquiera asignar nombres, mientras conservan la vida y el vigor
emiten simiente generativa, pero una vez que han muerto, en ningún caso y de ningún modo
se produce simiente. Porque es insensato pensar que un hombre mientras vive emplea la
octava parte59 de su alma, la llamada generativa, para la producción de su semejante, y que
una vez muerto emplea todo su ser completo; como si la muerte fuera más eficaz que la vida.
59
Como lo expresa Filón en Sobre la agricultura 30, en Sobre las habituales intrigas de lo
peor contra ¡o mejor 168 y en Sobre la herencia de las cosas divinas 232, ocho son las partes
del alma humana: los cinco sentidos, la palabra, la razón y la facultad de reproducción.
60
Vegetales y animales.

98. Además ninguno de estos seres 60 es producido completamente mediante solo la simiente,
sin contar con la nutrición que le es propia. Porque la simiente es, evidentemente,el principio,
pero el principio por sí solo no lleva lo producido a su plenitud. Porque no ha de suponerse
que la espiga de trigo germina solo por la semilla sembrada por el agricultor en las tierras de
cultivo. El más importante factor de su crecimiento es la cooperación de la doble nutrición
húmeda y seca, procedente de la tierra. Y la naturaleza exige que los embriones formados en
las matrices lleguen a la vida no sólo por obra de la simiente, sino además gracias al nutritivo
alimento procedente de afuera, del que la madre preñada le provee.

99. ¿Por qué digo estas cosas? Para demostrar que durante la conflagración solo podría quedar
la simiente, pero no subsistiría nada para nutrirla ya que todas las cosas que habrían de
nutrirla habrían sido disueltas en el fuego; de donde se concluye que el mundo forjado durante
la recreación tendría una génesis defectuosa e incompleta, por estar ya destruido lo que en
mayor grado coopera para alcanzar su perfección, aquello en que la simiente de su origen se
apoya como en un bastón. Y esto sería absurdo y se refuta por su propia evidencia.

100. Además todas las cosas que tienen su origen en una simiente son de mayor volumen que
la simiente que las produjo y es evidente que ocupan mayor espacio. Por ejemplo, los árboles,
que se elevan hacia el cielo, muchas veces germinan de un pequeñísimo grano, y animales
corpulentos y de enorme estatura proceden de una pequeña cantidad de sustancia húmeda
emitida. Y también ocurre lo mencionado un poco más arriba, vale decir, que en el tiempo que
sigue inmediatamente al nacimiento los seres engendrados son más pequeños y en adelante
van creciendo hasta su completo desarrollo.

101. Pero en el universo ocurriría lo contrario, porque mientras la simiente sería más grande y
ocuparía mayor espacio, el producto sería más pequeño y aparecería ocupando un espacio
menor; y el mundo que se formara a partir de la simiente no avanzaría gradualmente en más
crecimiento sino por el contrario reduciríase desde un volumen mayor hacia uno menor.

102. Es fácil comprobar lo que digo. Todo cuerpo que se disuelve en fuego, además de
disolverse se expande, pero cuando la llama que hay en él se extingue, el cuerpo se contrae y

126
reduce. Se trata de hechos tan claros que no necesitan de testimonio alguno para probarlos.
Por lo tanto cuando el mundo hubiera sido consumido por el fuego se tornaría mayor, como
que absolutamente toda su sustancia se habría diluido en el sutilísimo éter. Esto,
precisamente, previeron, a mi parecer, los estoicos, cuando admitieron en su teoría la
existencia de un vacío infinito fuera del mundo,61 a fin de que, cuando éste hubiera de
experimentar una especie de difusión infinita, no careciera del lugar que habría de recibir
dicho desborde.
61
Diógenes Laercio VII, 140.

103. De ese modo, cuando aquélla avanzara y se incrementara tanto, que, por la magnitud sin
límites de la presión, alcanzara en su avance a coincidir casi con la naturaleza ilimitada del
vacío, también ella tendría la condición de simiente, pero cuando durante la recreación llegara
a su plena concreción,62 su papel sería de la totalidad de la sustancia, aunque con una
magnitud menor, porque el fuego al extinguirse se contraería en espeso aire, y el aire se
contraería y condensaría en agua, y también se espesaría más aún el agua cambiando en tierra,
el más comprimido de los elementos. Pero estas conclusiones son contrarias a las comunes
concepciones de los que tienen capacidad para examinar la relación que guardan los hechos
entre sí.
62
El texto de los manuscritos ofrece aquí dificultades. Sigo la corrección propuesta por
Bernays y aceptada por Colson.

104. XX. Además de los argumentos ya mencionados podría echarse mano también a este
otro para probar la cosa; y también este argumento ganará la aprobación de aquellos que pre-
fieren no pasarse de la medida en materia de controversias. Es éste. En las parejas de
contrarios es imposible que un miembro exista y el otro no. Si existe el blanco, forzosamente
también debe existir el negro, y lo mismo reza con las parejas grande y pequeño, impar y par,
dulce y amargo, día y noche, y las semejantes a estas. Pero cuando sobreviniera la
conflagración, ocurriría algo imposible, porque mientras uno de los miembros de las parejas
subsistiría, el otro no existiría ya.

105. Considerémoslo de esta manera. Cuando todas las cosas se hubieran diluido en fuego
habría algo liviano, sutil y caliente, pues estas cualidades son propias del fuego, pero nada
pesado, espeso y frío, es decir, ninguna de las cualidades opuestas a las mencionadas. ¿Cómo,
entonces, podríamos manifestar mejor el desorden urdido por la conflagración que exhibiendo
separadas de su pareja aquellas cosas cuya coexistencia exige la naturaleza? Y a tal punto
llegaría la disociación, que habríamos de reconocer la eternidad de unos y la no existencia de
los otros.

106. Y más aún, a mi parecer no están desacertados aquellos que siguen la pista de la verdad,
cuando dicen que, si el mundo fuera destruido, lo sería por otra causa cualquiera o por Dios.
Pero ninguna otra cosa en absoluto podría causarle la disolución, porque nada hay que él no
encierre, y lo encerrado y dominado es más débil indudablemente que lo que lo encierra y
domina. Y en cuanto a decir que será destruido por Dios, es el peor de todos los sacrilegios,
porque Dios está reconocido por los que profesan el culto de la verdad como la causa no del
desorden, la desarmonía y la destrucción sino del orden, !a armonía y la vida, y de toda suma
excelencia.

107. XXI. Nuestra admiración ante los que divulgan lo de las conflagraciones y recreación
puede tener origen no solo en los argumentos expuestos como prueba de que sus opiniones
son falsas sino sobre todo en el siguiente. Siendo cuatro los elementos de los que el mundo

127
está compuesto: tierra, agua, aire y fuego, ¿por qué causa de todos ellos se quedan con el
fuego y afirman que los demás se disolverán en este solo? Porque bien podría uno decir, y
está en su derecho; que debería disolverse en el aire o el agua o la tierra, ya que también los
poderes yacentes en éstos son de excelencia suma. Y sin embargo nadie dice que el mundo se
trocará en aire, en agua o en tierra; de modo que lo razonable sería no decir tampoco que se
convertirá en fuego.

108. Ciertamente, deberían también o temer o avergonzarse de afirmar que tan grande
divinidad perecerá, observando cuan grande es la igualdad de derechos inherente al mundo.
Porque es suma la reciprocidad existente entre los cuatro poderes, los que regulan sus
intercambios de acuerdo con los cánones de la igualdad y los límites de la justicia.

109. Porque, así como las estaciones anuales recorren un ciclo dejando lugar unas a otras para
dar lugar a los retornos en el incesante correr de los años, del mismo modo también en los
recíprocos cambios que tienen lugar entre los elementos del mundo se da el caso por demás
paradójico de que, aunque aparente ellos mueren, sin embargo resultan ser inmortales al
recorrer siempre la doble carrera de ida y retorno, y recorrer continuamente el mismo camino
hacia arriba y hacia abajo.

110. El camino ascendente comienza desde la tierra. Esta se licua transformándose en agua, la
cual se evapora y se cambia en aire, y éste por rarefacción se convierte en fuego. La ruta
descendente comienza desde lo más alto al extinguirse el fuego contrayéndose en aire, el cual
al comprimirse se reduce a agua, la que a su vez se condensa y se convierte en tierra.

111. Y también Heráclito está acertado cuando dice: "Para las almas la muerte es convertirse
en agua; para el agua morir es trocarse en tierra", porque, concibiendo al alma como aire,63 da
a entender que de la muerte del aire resulta el nacimiento del agua, y a su vez de la muerte del
agua resulta el nacimiento de la tierra, aunque el decir "muerte" no entiende por tal el
completo aniquilamiento, sino la transformación de un elemento en otro.
63
Lo que es falso, pues Heráclito consideraba que el alma era fuego.

112. Esta espontánea igualdad de derechos consérvase siempre inviolada y constante, como
algo no solo razonable sino además necesario, por cuanto la desigualdad es injusta, y la
injusticia es un engendro de la maldad, y la maldad está desterrada de la mansión de la inmor-
talidad, en tanto que el mundo es divino por su grandeza y está demostrado que es la morada
de los dioses visibles.64 Por lo tanto el afirmar que el mundo se puede destruir solo cabe en
aquellos que no tienen una visión cabal de la cadena de la naturaleza y de la secuencia que
vincula a las cosas.
64
Los astros, como en otros pasajes.

113. XXII. Algunos de los que .suponen que el mundo es eterno, movidos por su amor propio
y deseosos de fundamentar sus puntos de vista, llegan a emplear también argumento como el
siguiente: Sucede que los modos principales de destrucción son cuatro: adición, sustracción,
transposición y transmutación.65 Así, el dos es destruido y se convierte en tres por la adición
de uno, y el cuatro lo es por sustracción de uno y conversión en tres, en tanto que la letra zeta
66
perece y se convierte en eta por transposición cuando las paralelas horizontales se elevan
verticalmente y la línea vertical que las enlaza ha sido volcada para conectar la de un lado con
la del otro; y por transmutación llega a su fin y se trueca en vinagre el vino.
65
Cuatro según los peripatéticos y atomistas; tres según los estoicos, como lo manifiesta Filón
en el parágrafo 79.

128
66
La zeta según la forma I, más antigua que la forma usada en el período clásico, que permite
comprender la transposición de que habla Filón con la H (eta).

114. Pero ninguna de las maneras de destrucción enumeradas afecta en absoluto al mundo.
Porque, ¿qué diremos? ¿Qué algo se adiciona al mundo para aniquilarlo? No, porque nada
exterior a él existe, nada que no sea parte del universo, es decir, de él mismo, pues todo lo
encierra y domina. ¿Que se trata de una sustracción? En primer lugar lo sustraído vendría a
constituir a su vez un mundo, solo que más pequeño que el actual. En segundo lugar, es
imposible que cuerpo alguno sea separado de la sustancia con la que está consustanciada y
dispersado fuera del universo.

115. ¿Diremos que las partes se transponen? No, ellas permanecen en la misma posición sin
trocar sus lugares; porque jamás podrá toda la tierra colocarse sobre el agua, ni el agua sobre
el aire, ni el aire sobre el fuego; y los elementos naturalmente pesados, es decir, la tierra y el
agua, ocuparán la posición central, la tierra sirviendo de apoyo al modo de un cimiento, y el
agua flotando sobre ella; en tanto que el aire y el fuego, elementos livianos por naturaleza,
ocuparán la posición superior, aunque no la misma ambos, pues el aire es el vehículo del
fuego, y el que va en un vehículo forzosamente es conducido encima de él.

116. Y tampoco, ciertamente cabe pensar que el mundo puede ser destruido por trans-
mutación, porque el cambio de los elementos tiene lugar dentro de un equilibrio de fuerzas, y
ese equilibrio de fuerzas produce una estabilidad inalterable y una firme permanencia, por
cuanto entre ellas ninguna prevalece ni se ve superada. De modo que la reciprocidad y el
intercambio de las fuerzas, equilibrado según los cánones de la proporción es creador de salud
y perpetua conservación. De todo esto se saca en claro que el mundo es eterno.

117. XXIII. Sin embargo, según dice Teofrasto, los que sostienen la creación y la ulterior
destrucción del mundo se dejan engañar por cuatro hechos de máxima importancia: los desni-
veles de la tierra, los reflujos del mar, la disolución de cada una de las partes del universo y la
muerte de toda suerte de animales terrestres.

118. Respecto del primero de estos hechos arguyen así. Si la tierra no hubiera tenido un
comienzo en su existencia, ninguna de sus partes aparecería todavía elevada por sobre las
demás. Las montañas habrían llegado a estar actualmente a muy bajo nivel y todas las colinas
estarían a ras del llano, puesto que tan copiosas lluvias precipitándose cada año desde toda la
eternidad, solo cabría esperar que de las partes elevadas unas estuvieran desmenuzadas por las
lluvias invernales, y otras estuvieran derribadas a bajo nivel, y todas en todas partes se
hallaran ya en un mismo plano.

119. Pero tal como se dan las cosas actualmente, se suceden sin solución de continuidad los
desniveles y una gran multitud de montañas que sobresalen tocando casi la etérea altura están
indicando que la tierra no existe desde toda la eternidad. Porque, como dije,67 desde
muchísimo tiempo atrás en el curso infinito de los tiempos toda ella debería estar convertida
en un amplio camino llano extendido desde uno hasta otro confín, dado que es natural
característica del agua, sobre todo cuando se precipita desde inmensas alturas, derribar cosas
con su fuerza, y horadar otras con las ininterrumpidas gotas produciendo cavidades hasta
socavar la tierra dura y la más pedregosa con no menos eficacia que los cavadores
profesionales.
67
"Dije", pese a que está reproduciendo los argumentos que, según Teofrasto, a quien
parafrasea Filón, esgrimen los estoicos.

129
120. Dicen también que el mar está ya disminuido sin duda alguna, cosa que podrían
testimoniar las más famosas de las islas: Rodas y Délos, ya que éstas en antiguos tiempos des-
aparecieron bajo el mar sumergidas y cubiertas por las aguas; para reaparecer tras emerger
poco a poco, en tiempos posteriores mientras el mar descendía despacio. Tal es lo que revelan
las historias escritas a propósito de ellas.

121. Y a la segunda además de Délos llámesela Anafe,68 con lo que testimoniase lo dicho, por
cuanto se tornó visible y patente, después de haber estado en tiempos remotos invisible y
oculta. Por eso dice Píndaro a propósito de Délos: "Salve, oh divina construcción,69 planta en
extremo apetecible para los hijos de Leto, y la de brillante cabellera; hija del mar, inmóvil
maravilla de la vasta tierra; a la que los mortales llaman Délos, en tanto que los
bienaventurados llámanla en el Olimpo astro70 de la tierra sombría, visible a la distancia".
Porque llama a Délos hija del mar, con lo que sugiere lo dicho antes.
68
Filón confunde dos islas distintas en una sola. De todos modos "Délos" es homófona del
adjetivo délos = evidente, patente, y "Anafe" lo es de anáphe = intangible, impalpable; de
donde extrae Filón sus conclusiones, tal vez emparentando el nombre de la isla con
anapháinein = hacer aparecer y mostrarse, como permite sospechar el adjetivo aphanés =
invisible, oculta, que emplea a continuación.
69
Como Pindaro narra en la antistrofa que sigue al fragmento aquí citado, una leyenda
contaba que Délos fue primeramente una isla flotante y que posteriormente Zeus la fijó
haciendo que le crecieran raíces.
70
Su nombre más antiguo era precisamente Asteria, de astér = astro.

122. A estos ejemplos agregan el de grandes y profundos golfos de mares que tras un proceso
de desecación se convirtieron en tierras firmes y vinieron a ser partes de territorios vecinos,
partes no pobres sino sembradas y cubiertas de plantas; en las que, sin embargo, ciertos
vestigios de su pasada condición marina, tales como guijarros, conchas y todas las cosas
semejantes a estas que suelen ser arrojadas sobre la costa.

123. Ahora bien, si el mar disminuye, también disminuirá, y al cabo de largos períodos de
años también se agotará completamente uno y otro elemento; y se agotará también todo el aire
a causa de su gradual disminución, y todas las cosas se desintegrarán en una única sustancia,
el fuego.

124. XXIV. Para fundamentar el tercero de estos importantes hechos 71 emplean un


argumento de esta clase. Toda cosa cuyas partes sean todas destruibles, está también
fatalmente sujeta a destrucción; y como todas las partes del mundo son destruibles, también es
destruible el mundo.72
71
De los cuatro señalados en el parágrafo 117.
72
Diógenes Laercio VII, 141.

125. Este asunto lo habíamos ido posponiendo y ahora hemos de examinarlo. Comencemos
por la tierra. ¿De qué calidad es la parte, mayor o menor, de la tierra que no podría disolver la
acción del tiempo? ¿Acaso no se humedecen y pudren las más fuertes piedras, y a causa del
debilitamiento de su cohesión, esa corriente de energía cuya atadura no es irrompible pero sí
muy difícil de desatar, rómpese en trozos y se desintegra en una corriente de puro polvo
primero, para luego irse agotando hasta desaparecer completamente? ¿Y qué decir del agua?
¿Acaso, si no la agita el viento, al ser dejada inmóvil no se torna como un cadáver a causa de
su inactividad? Por ejemplo, cambia tornándose de un olor por demás desagradable, como un

130
animal despojado de su fuerza vital.

126. En cuanto al aire, su destrucción resulta clara para cualquiera, porque le es connatural el
estar enfermo, consumirse y en cierto modo morir. Porque cualquiera que busque la verdad y
no la elegancia de las palabras, ¿qué cosa diría que es una peste sino una muerte del aire, el
que expande su propia enfermedad para destrucción de todas las cosas que participan del
principio vital?

127. ¿Y qué necesidad hay de extendernos respecto del fuego, si no bien carece de combusti-
ble, al punto se extingue? Es que, como dicen los poetas,73 de por sí resulta ser cojo por lo
que, solo si se lo apoya, se mantiene recto mientras quede algo del combustible encendido, y
cuando éste se gasta, él se extingue.
73
Alusión a la cojera de Hefesto, mencionada en Ilíada XVIII, 397; y que los alegoristas
identificaban con la incapacidad del fuego terrestre, en contraste con el del cielo, para arder
sin consumir combustible.

128. Algo semejante dicen que les pasa a las serpientes que se crían en la India. Estas, en
efecto, deslízanse sobre los más grandes de los animales, los elefantes, enroscándose en torno
de la espalda y del vientre todo, y tras hacer una incisión en la vena a su alcance beben la
sangre succionándola insaciablemente con violenta respiración y fuerte silbido. Durante cierto
tiempo los elefantes resisten con progresivo agotamiento, saltando a causa de su impotencia y
golpeando sus costados con la trompa con el propósito de alcanzar a las serpientes; luego
como su poder vital no cesa de consumirse, ya no pueden seguir saltando y se quedan
temblando. Así pasa mucho tiempo sin que sus patas pierdan toda su fuerza y entonces en
medio de estertores caen a causa de la falta de sangre y mueren. Pero al caer hacen perecer
también a la causante de su muerte.

129. El modo como esto ocurre es el siguiente. Las serpientes, al no tener ya con qué
alimentarse, intentan deshacer el lazo que han enroscado en torno de la víctima ansiosas ahora
de alejarse, pero siguen aprisionadas y oprimidas por el peso de los elefantes, y mucho más
cuando ocurre que el suelo es duro y pedregoso. Entonces se retuercen y hacen todo lo que
pueden por liberarse, pero detenidas por la fuerza que las aprisiona, se agotan con múltiples
intentos hasta quedar exhaustas en medio de su impotencia y embarazo, y como los ejecutados
por lapidación o los aplastados por un muro que se ha desplomado súbitamente sobre ellos,
incapaces hasta de levantar la cabeza, mueren ahogadas. En suma, que, si cada una de las
partes del mundo está expuesta a destrucción, es evidente que tampoco el mundo formado por
ellas será indestructible.

130. La cuarta y última argumentación debe exponerse con exactitud del siguiente modo. Si el
mundo fuera eterno, también lo serían los seres animados y con mucha más razón la raza hu-
mana, por cuanto es superior a las otras. Pero resulta claro para los que investigan los hechos
de la naturaleza que también el hombre tiene un remoto origen. Porque es probable, o más
bien forzoso, que la existencia de las artes y técnicas coincidan con la existencia humana
como si fueran de la misma edad, no solo porque es privativo de la naturaleza racional el
proceder metódicamente sino también porque le es imposible vivir sin ellas.

131. Tengamos, pues, presente la antigüedad de cada una de ellas, dejando de lado los mitos
ampulosamente narrados sobre los dioses.. .74 Ahora bien, si el hombre no ha existido desde
toda la eternidad, tampoco ha existido otro ser animado alguno, de modo que tampoco
existieron las regiones que tienen por residencia, vale decir, la tierra, el agua y el aire. Ello

131
prueba claramente que el mundo es destructible.
74
Tal vez sigan algunas afirmaciones sobre la paternidad humana de las artes y técnicas,
confirmando la falsedad de atribuirla a los dioses, con lo cual se comprueba que esos inventos
son relativamente recientes y por lo tanto también lo es la raza humana, que no puede
pasárselas sin ellos, y los poseería desde toda la eternidad si ella fuera eterna.

132. XXV. Es preciso salir al encuentro de este tan grande desborde de locuacidad; no sea que
alguno de los menos experimentados se convenza y le dé crédito. Y preciso es comenzar la
reputación desde el punto en que los falsos filósofos comienzan el engaño. ¿Que los
desniveles de la tierra ya no debían existir, si el mundo existiera desde toda la eternidad? ¿Y
por qué razón, mis buenos amigos? Porque algunos no se detendrán aquí y dirán que entre la
naturaleza de las montañas y la de los árboles no existe diferencia y que así como los árboles
en ciertas ocasiones pierden sus hojas para nuevamente rejuvenecer luego, por lo que bien ha
dicho el poeta. "El viento arroja las hojas sobre la tierra pero otras engendra el bosque flore-
ciente cuando llega la estación primaveral";75 así también, de idéntica manera, partes de las
montañas se resquebrajan pero otras se les agregan.
75
Ilíada, VI, 147 y 148.

133. Solo que tal agregado necesita de mucho tiempo para llegar a ser advertible; porque
mientras en los árboles, como el proceso de desarrollo es más rápido, el avance es más pronto
aprehensible, en las montañas es más lento, de donde resulta que también sus agregados
apenas después de mucho tiempo son perceptibles por los sentidos.

134. Esta gente no parece conocer el modo como se originan las montañas; porque, a saberlo,
quizá la vergüenza les cerrara la boca. Pero nada nos impide enseñarles, ya que lo que se
puede decir no es cosa nueva ni las palabras son muestras, sino se trata de manifestaciones de
hombres sabios de tiempos remotos, que no dejaron sin investigar nada de cuanto resultaba
necesario conocer.

135. Cuando el elemento ígneo encerrado en la tierra 76 es empujado hacia arriba por la
natural fuerza del fuego, tiende hacia el lugar que le corresponde, y no bien encuentra algún
pequeño resquicio, se lanza fuera, arrastrando consigo una gran cantidad de sustancia
terrestre, toda la que puede; si bien esta carga lo torna más pesado. La sustancia terrestre,
obligada a avanzar con él a través de enormes distancias, se eleva hasta una inmensa altura y
se contrae y angosta hacia la parte superior, para rematar finalmente en una aguda cúspide a
imitación de la forma del fuego.
76
Conviene anticiparse a advertir que lo que expone Filón a continuación es una teoría sobre
la formación de las montañas. Según ella en el seno de la tierra hay mucho fuego atisbando la
oportunidad y lugar para escapar y remontarse hacia su natural sede en las alturas. En
hallando un resquicio, se escapa pero sin evitar arrastrar consigo enormes masas de tierra, las
que después de intensa puja por volver a su lugar natural se conforman de mala gana con
quedarse enhiestas hacia las alturas, convencidas por la superior fuerza del fuego. Tal sería el
origen de las montañas.

136. Es que se produce una inevitable pugna al enfrentarse entonces los oponentes por
naturaleza que son lo más liviano y lo más pesado,77 ya que uno y otro tiende a avanzar hacia
la zona que le es propia y contrapone su impulso a la fuerza del otro. El fuego que arrastra a la
tierra consigo se ve obligado a menguar su impulso a causa de la opuesta tensión de la misma;
pero la tierra, que pende hacia el nivel más bajo, aligerada por la tendencia del fuego a ganar
altura, se eleva hacia lo alto, y obligada, no sin dificultad, por la superior fuerza que la

132
levanta, se dirige hacia la sede del fuego y allí se establece.
77
El fuego y la tierra, respectivamente.

137. ¿Qué tiene, entonces, de asombroso el que las montañas no sean destruidas por los
embates de las lluvias, siendo así que el poder que les da consistencia, y que además las
mantiene elevadas, las abraza con gran firmeza y potencia? Porque, si el lazo que les da
cohesión se desatara, ellas, naturalmente, se disolverían y dispersarían por obra del agua;
pero, ceñidas estrechamente por la fuerza del fuego resisten impenetrables los embates de las
lluvias.
XXVI. Pues bien, esto es lo que teníamos que decir para demostrar que los desniveles de la
tierra no prueban que la tierra haya sido creada y haya de ser destruida.

138. En cuanto a la pretensión de demostrar tal cosa por la disminución del volumen del mar,
la réplica apropiada podría ser ésta. No os limitéis a observar exclusivamente las islas
emergidas ni si algunos sectores antiguamente sumergidos, más tarde se convirtieron en tierra
firme; porque la controversia es contraria a la investigación sobre la naturaleza, la que consi-
dera que seguir las huellas de la verdad es cosa sumamente apetecible. Interesaos también, y
mucho, por los hechos opuestos a esos, es decir, por todas las porciones continentales no solo
costeras sino también mediterráneas que han sido tragadas, y por toda la tierra firme, que
convertida en mar es recorrida por naves de gran tonelaje.

139. ¿Acaso ignoráis la celebrada historia del sacratísimo estrecho de Sicilia? Porque
antiguamente Sicilia estaba unida al territorio de Italia, pero como los grandes mares lanzaban
sus embates por ambos lados a causa de violentos vientos de dirección opuesta, la parte
intermedia acabó por inundarse y se quebró, y en recordación de lo sucedido una ciudad
fundada junto a ella recibió el nombre de Regio.78 El resultado fue el contrario del que se
hubiera esperado,79 pues los mares hasta entonces separados se vincularon, en tanto que
Sicilia, que era parte del continente, fue forzada a convertirse en isla.
78
Filón vincula el nombre Rhégion con rhegnynai = romper.
79
Según la teoría de que el mar es el que disminuye en provecho de la tierra.

140. Y la historia atestigua otros casos en que, habiéndolas cubierto el mar, muchas ciudades
desaparecieron tragadas por él. Entre otros ejemplos cítase el de tres del Peloponeso, "Egira,
Bura y la elevada Elicea, con muros que pronto habrían de producir infinito musgo marino en
torno",80 ciudades que antiguamente habían llegado a ser florecientes, y que fueron inundadas
por un gran avance del mar.
80
Pasaje de autor y obra desconocidos.

141. Y la isla Atlántida "mayor que Libia y Asia juntas" como dice Platón en el Timeo. en un
solo día y una sola noche "habiendo sobrevenido extraordinarios terremotos e inundaciones
sumergióse bajo el mar y desapareció de la vista de repente", y se convirtió en mar no
navegable sino lleno de abismos.81
81
El verdadero sentido de estas últimas palabras es difícil de fijar con seguridad, pues se
ignora a ciencia cierta el verdadero significado del término barathródes, traducido aquí por
Heno de abismos, dificultad que reza también con el pasaje de Platón que Filón parafrasea en
parte y en parte cita.

142. En nada, pues, contribuye la disminución del mar, falsedad fraguada para fundamentar la
argumentación, a mostrarnos que el mundo es destructible, ya que es evidente que si el mar se
ha retirado de ciertos lugares, ha cubierto en cambio otros.

133
143. XXVII. El tercer argumento se refuta por sí solo, ya que se trata un razonamiento
incorrecto a causa del mismo enunciado inicial. Porque, ciertamente, no es que sea destruible
aquello cuyas partes sean todas destruibles, sino aquello cuyas partes sean todas destruibles
conjunta y simultáneamente, es decir, como un solo todo y al mismo tiempo. Porque aunque a
uno le hayan amputado la punta de un dedo, no por eso dejará de vivir; pero, si le amputan el
conjunto de todas las partes y de todos los miembros, al punto perecerá.

144. De la misma manera, entonces, si desaparecieran todos los elementos del mundo
eliminados al mismo tiempo todos juntos, necesariamente habríamos de afirmar que el mundo
experimentaría la destrucción; pero, si lo que ocurre es que cada uno separadamente trueca su
naturaleza en la del elemento vecino, más bien se tornará inmortal que será destruido, como
ha dicho el poeta trágico reflexionando como un filósofo: "Nada perece de cuanto ha llegado
a la existencia, sino, dispersándose unas partes hacia un lado y otras hacia otro, muestran la
otra forma".82
82
Fragmento citado también en el parágrafo 5 y, con la variante "propia" en vez de "otra", en
el parágrafo 30.

145. En cuanto a tomar las artes y técnicas para determinar lo relativo al género humano,83
constituye un caso de completa locura. Porque, cualquiera que se atenga a esta absurda
manera de razonar demostrará que el mundo es completamente joven, formado apenas hace
unos mil años, puesto que los que, según la tradición, fueron los inventores de las ciencias no
pasan en antigüedad de dicho número de años.
83
Alusión al cuarto argumento, expuesto en el parágrafo 130.

146. Pero, si han de decir que las artes y técnicas son de la misma antigüedad que el género
humano, deben decirlo no sin previa indagación e irreflexivamente, sino apoyándose en la
historia natural. ¿Y qué nos dice ésta? Que las destrucciones de seres terrestres, no destruc-
ciones totales y masivas sino de muy gran número de ellos, son atribuidas a dos causas
principales: los tremendos ataques del fuego y los del agua. Unos y otros, se nos dice, se
precipitan alternativamente al cabo de muy grandes períodos de años.

147. Cuando, pues, se produce una conflagración, una corriente de fuego celestial se precipita
desde lo alto y se esparce por todas partes, cubriendo en su avance grandes regiones del
mundo habitado. Cuando se trata de un diluvio, el agua, en todas las formas en que se da en la
naturaleza, causa estragos. Los ríos tanto los que se alimentan en fuentes propias como los
alimentados por las lluvias invernales, no solo corren llenos hasta el borde sino sobrepasan el
nivel habitual de su corriente, destrozando con su violencia las riberas más altas y saltando
por sobre ellas en su ascensión hasta enormes alturas. Desde allí las aguas desbordadas se
precipitan hacia el llano vecino, el que al principio se parcela en grandes lagos mientras el
agua no cesa de penetrar en las partes más bajas; hasta que ésta los recubre con su corriente y
sumerge las franjas de tierra, que dividían a los lagos, reduciéndolos a una extensión inmensa
de mar por la unión de muchos -de ellos.

148. Por la acción de estos poderes que los combaten alternativamente los habitantes de las
regiones opuestas van pereciendo; a causa del fuego los de las montañas, colinas y zonas
escasas en agua, porque no poseen abundante agua, que es el natural medio de defensa contra
el fuego, y a la inversa, a causa del agua los que habitan junto a ríos, lagos o el mar, pues esas
desgracias suelen hacer presa primero o casi exclusivamente en los que se hallan en la
vecindad.

134
149. Puesto que gran parte de la humanidad perece en las formas señaladas sin contar otras
innumerables menos importantes, forzosamente también se pierden las artes y técnicas.
Porque, la ciencia requiere quien la aplique ya que por sí sola es ciega. Pero una vez que las
comunes calamidades se han aplacado y la especie comienza a florecer y crecer nuevamente
teniendo como punto de partida a los que no han caído víctimas de los terribles males que los
abrumaron, comienzan también a constituirse de nuevo las artes y técnicas, que no aparecen
entonces por primera vez, pero que se habían reducido a poca cosa por la disminución de los
que las dominaban.

150. Queda, pues, expuesto en la medida de nuestras posibilidades todo lo relativo a la


indestructibilidad del mundo. En lo que sigue hemos de exponer las réplicas a cada punto.84
84
Aquí concluye, trunco evidentemente, este tratado cuya autenticidad como obra filoniana ha
sido puesta en justa duda. El lector queda perplejo ante las argumentaciones presentadas y si
se atuviera a ellas exclusivamente, terminaría sin saber a ciencia cierta cuál era realmente la
opinión exacta de Filón respecto de la indestructibilidad del mundo y la eternidad de su
origen, aunque su adhesión a la doctrina de Moisés al respecto, mencionada en el parágrafo
19, no dejan dudas de que Filón lo creía "creado e indestructible".

135
FLACO 1

(IN FLACCUM)

1
Se supone con bastante fundamento que el presente tratado es la segunda parte de una obra
en dos, cuya primera parte no ha llegado hasta nosotros. En esta primera parte, según parece
desprenderse de las palabras con que comienza Flaco, se habría referido Filón a las intrigas de
Seyan» contra los judíos, mencionadas en Sobre la embajada ante Cayo, 160.

1. I. El segundo que, después de Seyano 2 y continuando con ello la política de éste, llevó a
cabo un premeditado ataque contra los judíos fue Flaco Avilio. A diferencia de aquél, no pudo
atentar abiertamente contra nuestra nación entera, pues los medios a su alcance eran menores;
pero a todos aquellos a los que alcanzó traspasólos de parte a parte, como si fueran un solo
hombre, con la espada de irreparables males. Aunque su insidioso ataque era aparentemente
solo parcial, la verdad es que sus maquinaciones tendían a alcanzar a todos dondequiera
estuvieran; para lo cual empleaba más la astucia que la fuerza; que los tiranos por naturaleza,
si carecen del poder suficiente, recurren a las intrigas para llevar a buen término sus malignos
propósitos.
2
Ver Sobre la embajada ante Cayo, 159 a 161. Sin embargo, ninguno de los antiguos
historiadores que han tratado los acontecimientos de esta época atribuye a Seyano
intervención alguna en una política antijudía, ni siquiera el judío Flavio Josefo, quien en
Antigüedades Judías XVIII ha narrado circunstanciadamente las medidas tomadas por Tiberio
contra los judíos de Roma, sin mencionar para nada a Seyano. Idéntico silencio en Suetonio,
Vida de Tiberio, y Tácito, Anales II, 85.

2. Pues bien, este Flaco, que había sido escogido para integrar el séquito de Tiberio César, fue
designado prefecto de Alejandría y el país3 después de la muerte de Ibero,4 anterior prefecto
de Egipto; y al principio, según todas las apariencias, dio innumerables pruebas de ser un
hombre de excelentes cualidades personales. Era, en efecto, sagaz, constante, agudo en el
concebir las cosas, rápido en la ejecución de sus resoluciones, y dotado de suma capacidad
para expresarse y para entender, más aún que lo que le decían, lo que callaban otros.
3
Es decir de Egipto, que desde su ocupación por Octavio en el año 31 a. C. gozaba de un
régimen especial, siendo considerado dominio privado del cesar, quien se hacía representar
por un prefecto, escogido dentro del orden ecuestre, con jerarquía de virrey. De este Flaco
Avilio no tenemos otras noticias que las que nos brinda Filón. Su prefectura comenzó por el
año 32 d. C, unos cinco años antes del reinado de Tiberio.
4
Ibero es mencionado por Dion Casio, Historia Romana LVIII, 19, 6, como sucesor de
Vitrasio Polion en el cargo de prefecto de Egipto. En la mayoría de los manuscritos se lee
Severo en vez de Ibero y las viejas ediciones de Filón prefieren aquella lectura. Ver Sobre los
sueños II, 123.

3. De ese modo, en breve tiempo llegó a familiarizarse completamente con los asuntos de
Egipto, no obstante ser éstos múltiples y complicados, y difíciles de conocer aun para aquellos
que desde temprana edad se han aplicado a la tarea de compenetrarse de ellos. Innecesaria le
resultaba la multitud de secretarios, por cuanto ningún asunto, ni grande ni pequeño, estaba
fuera del alcance de su experiencia, al punto de que no solo era superior a ellos sino había
llegado gracias a su dominio de los detalles a ser un maestro antes que un discípulo de los que
habían sido sus instructores precedentemente.

136
4. Y si bien aquel acierto con que manejaba cuanto concernía a los cálculos y la
administración de los ingresos,5 con ser ésta una función importante y vital, no permitía sin
embargo entrever prueba alguna de que poseyera un alma propia de gobernante; en cambio
todo aquello que podía testimoniar una naturaleza asaz brillante y propia de un rey, poníalo de
manifiesto de manera suficientemente clara. Así, sus maneras eran graves y dignas, con esa
solemnidad exterior que resulta sumamente provechosa para el gobernante; juzgaba los casos
importantes en compañía de los altos funcionarios bajo su mando; humillaba a los arrogantes
e impedía que una multitud de ¿ente promiscua, verdadera chusma, tramase conspiraciones. A
las cofradías y asociaciones que con el pretexto de ofrecer sacrificios se entregaban a
permanentes festines en los que comportábanse como gente beoda, las disolvió procediendo
firme y enérgicamente contra los rebeldes.
5
Ver el parágrafo 133.

5. Una vez que hubo colmado a la ciudad y al país de sanas normas, concentró, a su turno; su
atención en los efectivps. militares, ordenando, disciplinando e instruyendo a las fuerzas de
infantería, de caballería y ligeras y a los jefes; a estos últimos a fin de que no estimularan a
sus soldados al pillaje y a la rapiña, apropiándose de las pagas de los mismos; y a cada uno de
los soldados, a su vez, para que no se inmiscuyesen en cosa alguna fuera de las obligaciones
militares, y tuviesen presente que entre los cometidos para los cuales estaban en las filas
figuraba también el preservar la paz.

6. II. Pero quizá alguien diga: "Amigo mío, tú, que tenías determinado acusar a este hombre,
no has expuesto cargo alguno contra él, y vas enumerado, en cambio, grandes alabanzas. ¿Es
que no estás ya en tus cabales y te has vuelto loco?"
No, amigo; no me he vuelto loco ni soy un necio como para no ser capaz de ver cómo
conducir rectamente el asunto. 7. Alabo a Flaco, no porque alabar a un enemigo sea lo que
corresponde, sino para poner más claramente al descubierto su maldad; ya que, si es dable
perdonar a quien delinque porque ignora una mejor manera de proceder, no tiene, en cambio,
justificación alguna aquel que delinque con conocimiento y ha sido condenado por el tribunal
de su propia conciencia.

8. III. Pues bien, seis años ejerció Flaco el mando; y durante los cinco primeros, en vida de
Tiberio César, conservó la paz y desempeñó sus funciones con tanta actividad y energía, que
se destacó por sobre todos sus predecesores.

9. Pero en el sexto, muerto ya Tiberio y proclamado emperador Cayo, comenzó a descuidar y


a echar al abandono todos los asuntos. Tal vez se debió ello a su profundo dolor por la muerte
de Tiberio; ya que, como bien lo hacían patente su persistente abatimiento y el torrente de
lágrimas que, como de una fuente, no cesaba de brotar de él, hallábase profundamente
afectado a causa de quien había sido íntimo amigo suyo. O tal vez fuera porque no veía con
buenos ojos al sucesor de éste, como que había sido decidido partidario de los verdaderos
descendientes de Tiberio, prefiriéndolos a los adoptados.6 O bien puede ser que su actitud7 se
debiera al temor de ser considerado culpable por la circunstancia de haber estado entre los que
habían atacado a la madre de Cayo en la época de que a ésta se le imputaron los cargos que
fueron la causa de su muerte.8
6
El siguiente cuadro genealógico (muy simplificado) aclarará esta afirmación de Filón:
Tiberio Claudio Nerón
Tiberio Druso (I)
↓ ↓
Druso (II) Germánico Claudio..

137
↓ ↓
Tiberio Gemelo Cayo...

Druso (II) (muerto en el año 23 d. C.) y Tiberio Gemelo eran verdaderos descendientes de
Tiberio; los descendientes de su hermano, Germánico (muerto en el año 19 d. C.) y Cayo,
fueron adoptados por él.
La rivalidad entre ambas ramas de descendientes de Tiberio Claudio Nerón y Livia Drusila,
casada en segundas nupcias con Augusto, databa de la época en que éste, carente de
descendientes varones propios puso sus ojos en sus hijastros, primero en Druso, muerto
prematuramente, y luego en Tiberio, al que adoptó, con miras a asegurarse un sucesor en el
principado.
7
Es decir, el olvido de sus deberes. El pasaje presenta dificultades de
interpretación y la traducción es conjetural.
8
Agripina, madre de Cayo, fue desterrada en el año 29 juntamente con Nerón, otro de sus
hijos. Tácito y Suetonio afirman que se dejó morir de hambre, aunque el primero desliza en
Anales V, 25 la sospecha de que se le hubiera negado el alimento.

10. Y durante algún tiempo todavía procuró sobreponerse y no abandonó totalmente el


manejo de los asuntos, pero, cuando se enteró de que el nieto de Tiberio,9 que compartía el
mando con Cayo, había sido muerto por orden de éste, perdió todo control, doblegado bajo el
golpe de la indecible desgracia, y permanecía sin articular palabra y, cosa mucho más grave
aún,10 debilitado y paralizado su entendimiento.
9
Tiberio Gemelo, hijo de Druso y de Livia Lavila, nacido en el año 19 d. C. Su apelativo de
Gemelo le venía de su condición de mellizo. Acerca de las circunstancias de su muerte,
dispuesta por Cayo, ver Sobre la embajada ante Cayo 22 a 31. En cuanto a la afirmación de
Filón en el sentido de que Tiberio lo habría instituido heredero del mando juntamente con su
primo Cayo, no existen, en realidad, otras fuentes que la corroboren. Tiberio nombró
herederos de sus bienes a ambos por partes iguales, pero nada dijo acerca de la sucesión,
aunque cabe conjeturar que fuera su deseo el que ambos compartieran el poder.
10
Siguiendo la sugerencia de Colson, he preferido traducir así la expresión poly próteron, que
normalmente significa mucho antes, sentido que no compaginaría bien con lo que Filón viene
afirmando. En otros pasajes de sus obras nuestro autor da al giro un sentido comparativo de
precedencia en importancia o de superioridad.

11. Es que, mientras vivía todavía el jovencito, se mantenía encendida la llama de la


esperanza de su propia preservación; pero, muerto ya aquél, entendió que muertas también
estaban para él sus propias esperanzas. Con todo, una cierta leve brisa de eventual apoyo
quedábale en su amistad con Macrón, todopoderoso al principio ante Cayo. Macrón, según
esa fama, había contribuido más que otro alguno a que éste alcanzara el mando y, más
todavía, a que salvase su vida.11
11
Ver Sobre la embajada ante Cayo 32 a 61, y la nota 18.

12. Muchas veces, en efecto, Tiberio había meditado deshacerse de Cayo pues consideraba
que era de malas inclinaciones y carecía de aptitudes para el mando, y asimismo por el temor
que sentía por la suerte de su nieto, ya que presentía que éste, muerto él, acabaría por ser
eliminado como un estorbo. Pero Macrón procuraba en repetidas ocasiones disipar sus
sospechas y alababa a Cayo, sosteniendo que era franco, sin malicia y sociable, y que sentía
extrema devoción por su primo, al punto de que era su deseo dejarle solo a él el poder o, al
menos, el primer lugar.

138
13. Engañado por estos argumentos, dejó Tiberio tras sí,12 sin darse cuenta de ello, a un
implacable enemigo suyo, de su nieto, de su familia, de Macrón, el intercesor, y de todos los
hombres.
12
Es decir, le conservó la vida y permitió que le sobreviviese.

14. El caso de Macrón lo atestigua. Como éste, al verlo apartarse de la conducta normal y
entregarse a incontrolados impulsos en pos de lo que fuera y como fuera, le reprochaba y lo
exhortaba, creyendo que era aquel Cayo afable y dócil de la época en que aún vivía Tiberio,
sufrió el desventurado el más extremo de los castigos en pago de su excesiva benevolencia,
siendo asesinado juntamente con toda su familia, mujer e hijos, como si se tratara de una
carga inútil e importuna.

15. Cada vez, en efecto, que Cayo lo veía desde lejos aproximarse, manifestaba más o menos
esto a los que lo acompañaban: "No sigamos riéndonos, bajemos la vista avergonzados; se
aproxima el admonitor, el estricto, el que ahcra se ha metido a tutor de de un hombre maduro
y de un emperador, precisamente a estas alturas, cuando, por innecesarios ya, han sido
apartados de él y dejados de lado incluso los que lo instruyeron desde sus primeros años".

16. IV. Cuando Flaco, pues, supo que también Macrón había sido eliminado, perdió
completamente la esperanza que le quedaba, y no fue ya capaz de ocuparse como antes de los
negocios, enfermo, como estaba, e impotente para coordinar sus pensamientos.

17. Y cuando el gobernante desespera de poder ejercer el mando, fuerza es que sus
gobernados no tarden en volverse rebeldes, en especial aquellos que son por naturaleza
excitables aun ante motivos intrascendentes y sin importancia. Y entre éstos ocupan el primer
lugar los egipcios, los que tienen por costumbre convertir en graves sediciones la menor
chispa.

18. Llegado a ese punto de impotencia y apremio, vivía Flaco preso de violenta agitación; y a
la par que empeoraba el estado de su razón, modificaba totalmente su manera de proceder de
poco antes, comenzando por los más íntimos allegados. En efecto, mientras miraba con recelo
y apartaba de sí a los que le eran favorables y particularmente amigos, aliábase a los que.
desde un primer momento habían sido confesados enemigos suyos, y los empleaba como
consejeros en todos los asuntos.

19. Mas, como éstos conservaban su resentimiento, la reconciliación era solo aparente y
simulábanla de palabra, pero de hecho su pensamiento estaba lleno de implacable rencor hacia
él; y fingiendo una genuina amistad, como los actores en la escena, iban adueñándose por
completo de su persona. Y mientras el gobernante convertíase en gobernado, los gobernados
resultaban ser gobernantes que proponían harto perniciosos proyectos y al punto los
confirmaban con su ejecución.

20. Ellos mismos, en efecto, ratificaban todos sus planes, ya que Flaco, sobre quien solo para
guardar las formas seguía inscripto el rótulo de gobernante, era utilizado, como una muda
máscara sobre el escenario, por demagogos como Dionisio, miserables escribas como Lampón
o cabecillas de sediciones como Isidoro, es decir, por intrigantes, inventores de maldades y
alborotadores públicos, calificativo este último que ha terminado por serles aplicado
preferentemente.

21. De común acuerdo todos ellos concertaron una trama terrible en sumo grado contra los

139
judíos, y reuniéndose con Flaco le dijeron:

[22.] "Cuanto cabía que esperaras de parte del niño Tiberio Nerón 13 está perdido; perdida está
también la esperanza que después de aquél constituía para ti tu amigo Macrón; y nada bueno
cabe augurarte de parte del emperador. Preciso es, pues, que nosotros te hallemos un
poderosísimo defensor, que te granjee la benevolencia de Cayo.
13
Es decir, Tiberio Gemelo.

23. Tal defensor es la ciudad de los alejandrinos, que desde un comienzo ha sido honrada por
toda la casa de Augusto, y en especial por nuestro actual soberano. Ella intercederá si alcanza
de ti algún beneficio; y ningún beneficio mayor le procurarás que entregar y abandonar en sus
manos a los judíos".

24. No obstante que ante estas sugerencias su deber era rechazar con indignación a los que
hablaban, como a gente sediciosa y enemigos públicos, Flaco dio su aprobación a lo
propuesto. Al principio encaró sus hostiles proyectos con bastante disimulo, no prestando
oídos por igual a las partes cuando disputaban, sino inclinándose hacia uno de los dos
bandos;14 y no acordando en los demás asuntos 15 igual derecho a hablar a ambos sectores,
sino dando espaldas a los judíos cada vez que uno de ellos se le aproximaba y cuidando que
esa dificultad de llegar hasta él rezase sólo con éstos. Pero bien pronto hizo abiertamente
pública demostración de mala disposición hacia ellos.
14
Los judíos y los restantes alejandrinos, en perpetuas controversias.
15
Es decir, cuando no se trataba de disputas sino de gestiones unilaterales.

25. V. Contribuyó a fortalecer esa necia temeridad con que obraba, más por haberlo aprendido
de otros que por natural impulso, la siguiente fortuita circunstancia. Cayo César había
concedido a Agripa, el nieto del rey Herodes, la investidura real sobre una tercera parte del
territorio de su abuelo,, parte cuyas rentas había percibido su tío paterno, el tetrarca Filipo.16
Cuando Agripa se aprestaba a partir aconsejóle Cayo que evitar?, navegar directamente de
Brindis a Siria por ser un viaje largo y fatigoso, y que aguardara los vientos etesios y tomara
la corta ruta de Alejandría. Aseguróle que partían desde allí rápidos barcos mercantes y que
había pilotos sumamente expertos que los conducían como se conduce a los caballos de
carrera, proporcionando un viaje directo sin desviarse de la ruta. Agripa, en parte por
deferencia hacia su soberano y en parte también porque la recomendación de éste era
conveniente al parecer, le hizo caso.
16
A este Agripa, el primero de los dos de ese nombre en la casa de la dinastía idumea fundada
por Herodes el Grande en Palestina y zonas adyacentes, se refiere extensamente Flavio Josefo
en Antigüedades Judías XVIII, 6, y en otros lugares. Sobre su acción contra los cristianos
trata Hechos de los apóstoles XII.
Su papel en los hechos que trata Filón en Flaco y Sobre la embajada ante Cayo es tan
importante y tan frecuentes son las referencias a él en ambos tratados que para una mejor
comprensión de los sucesos por el lector convendrá resumir los principales episodios de su
casi novelesca existencia y los tocantes a la dinastía herodiana. He aquí un cuadro
genealógico de la misma simplificado:
Herodes el Grande +
Doris Mariamne (I) Mariamne (II) Maltace Cleopatra
↓ ↓ ↓
Aristóbulo m. 7 a. C. Arquéalo Herodes Herodes Filipo
↓ 4 a. C. a 6 d. C 4 a. C. a 39 d. C 4 a. C. a 34 d. C
Herodes Agripa I (37 a 44)

140

Herodes Agripa II (50 a 100)

Herodes, llamado el Grande gobernó hasta el 4 a. C. Al morir, sus dominios se distribuyeron,


por disposición de Augusto, entre tres de los numerosos hijos habidos en cinco matrimonios.
(1) Arquelao quedó como etnarca de Judea, Samaría e Idumea. En el año 6 d. C. es depuesto y
desterrado por orden de Augusto, y el territorio de la etnarquía es gobernado en adelante por
procura- (falta algo)
(2) Herodes Filipo (II) recibe la tetrarquía que comprende Batanea, Traconítíde, Auranítide,
Gaulanítide, Paníde e Iturea.
En el año 34 la tetrarquía es incorporada a la provincia de Siria y en el 37 concedida por
Calígula a Herodes Agripa I, juntamente con la cuarta de las tetrarquías, la de Lisanía.
(3) Herodes Antipas gobierna la tetrarquía de Galilea y Perea. En el 39 es desterrado por
Calígula y su tetrarquía queda bajo el mando de Herodes Agripa I.
Los principales sucesos de la vida de Herodes Agripa I pueden resumirse así:
En tiempos de Tiberio es enviado a Roma, jovencito aún, para su educación, provisto de
gruesas sumas de dinero, que derrochó en diversiones y en ganarse popularidad y amigos
entre las clases influyentes.
Lo ayudó en esto la circunstancia de que su familia era muy conocida en Roma ya que su
padre Alejandro y su tío Aristóbulo habían sido llevados a Roma por Augusto y educados en
el palacio después de Accio.
Traba amistad con Druso, el hijo de Tiberio, y con el futuro emperador Claudio..
Año 23: Muerta su madre Berenice y asesinado por Seyano su protector Druso, Agripa retorna
a Palestina dejando multitud de deudas impagas y furiosos acreedores. Vive en un castillo de
Idumea en situación desesperada hasta que su tío Herodes Antipas lo protege.
Año 36: Rompe con éste, pues su sarcasmo lo ofendía, y se refugia en Siria, cuyo gobernador
Pomponio Flaco lo acoge, aunque más tarde lo expulsa al comprobar un acto de corrupción de
su huésped. Se decide entonces a marchar a Roma. En el puerto palestino de Antedón está
listo para partir hacia Italia, cuando una partida enviada por el custor Herenio Capitón le exige
el pago de lo debido al tesoro público por su deuda, aún impaga, con el difunto Druso.
Promete pagar, pero huye secretamente a Alejandría a fin de gestionar un préstamo. El
alabarca Alejandro Lasímaco, hermano de Filón, personaje adinerado, le concede una gruesa
suma con la garantía de los bienes de Cipro, esposa de Agripa. Filón menciona esta visita en
el parágrafo 28 aunque calla discretamente su objetivo. Sigue su viaje hacia Italia. Escribe a
su llegada a la península a Tiberio quien lo acoge favorablemente, pero la llegada de una carta
de Capitón informa a Tiberio de la fuga y el emperador dispone su destierro. Sin embargo
Agripa logra superar su difícil situación. Para ello recurre una vez más a la protección de
Antonia Menor, la que logra que el emperador perdone al príncipe. Se aproxima a Cayo y es
su compañero de desarreglos. Ciertas manifestaciones imprudentes acerca de Tiberio le
acarrea la prisión y humillaciones durante tres meses.
Año 37: Muere Tiberio y Calígula liberta y favorece a Agripa, al que concede la tetrarquía de
Filipo y la de Lisania. Sólo se hace cargo un año y medio más tarde. Entretanto permanece en
Roma.
Ano 38: Marcha Agripa hacia Palestina. Pasa por Alejandría. Se origina el ataque contra los
judíos. (Flaco, 25 y ss.)
Año 39: Recibe también la tetrarquía de Antipas quien, habiendo marchado a Roma para pedir
a Calígula un reino, fue desterrado a la Galia por disposición del César ante una acusación de
Agripa, quien envió un embajador con cartas acusatorias.
Año 40: Viaja a Roma, para agradecer personalmente a Calígula. Al retornar pasa por
Alejandría, donde los judíos de la comunidad local le piden que sea portavoz de sus quejas

141
por los malos tratos que recibían y que haga llegar a Calígula sus peticiones.
Poco después algunos griegos alejandrinos irrumpen en una sinagoga y erigen un altar al
emperador Calígula. Los judíos lo quitaron y el asunto se elevó a Roma con la acusación de
desacato contra los mismos. Calígula para escarmentarlos ordena erigir su estatua bajo la
figura de Júpiter en el santuario del templo de Jerusalén.
Según una versión, Agripa al saberlo decidió ir a Roma, según otra estaba ya en camino y oyó
la orden de labios del César.
Año 41: Estando Agripa aún en Roma es asesinado Calígula, y llega al trono Claudio, cuyos
favores supo granjearse y de quien recibió Judea y Samaría el rey judío.
Año 44: Muerte imprevista de Agripa en Cesárea.

27. Marchó hasta la costa, a Dicearquía,17 y viendo ancladas allí varias naves alejandrinas
listas para zarpar, se embarcó con su comitiva; y tras una favorable navegación arribó pocos
días después sin que se hicieran públicos ni su llegada ni sus propósitos. Cuando hacia el
atardecer se avistó el faro, ordenó a los pilotos recoger las velas y permanecer en el mar en la
parte exterior que rodea a aquél, manteniéndose lejos hasta la llegada del anochecer; y
aproximarse a los puertos de noche a fin de desembarcar cuando ya estuviesen todos
entregados al sueño, y poder llegar a la casa de su huésped 18 sin testigo alguno.
17
Para los romanos Puteoli, hoy Púzzoles.
18
Posiblemente el alabarca de Alejandría, Alejandro Lisímaco, hermano de Filón.

28. La causa de tan gran recato en su llegada al país era su deseo de que su tránsito por la
ciudad pasara inadvertido, si ello era posible, para todos los habitantes de ella; ya que no
había venido a Alejandría para verla; pues ya había estado en ella en una ocasión anterior
cuando viajaba hacia Roma a fin de presentarse ante Tiberio;19 sino para utilizar una ruta corta
en el regreso hacia su país.
19
Ver la nota 16.

29. Pero los alejandrinos, siendo, como son, gente a la que la envidia saca de quicio, ya que la
nación egipcia es envidiosa por naturaleza; tenían por propias desgracias los buenos sucesos
de los otros; 20 y además a causa de su ancestral hostilidad contra los judíos, poco menos que
connatural en ellos, estaban resentidos por el hecho de que un judío hubiera llegado a ser rey,
no menos que si cada uno de ellos mismos hubiera sido despojado de un trono heredado de
sus antepasados.
20
Es decir, de los judíos. Filón no emplea aquí állon = de los demás (en general), sino hetéron
= de los otros o de la otra parte (tratándose de dos grupos o sectores).

30. Y una vez más los que rodeaban al infeliz Flaco lo incitaron aconsejándolo y provocando
la envidia en él. "La estadía de este aquí", decíanle, "equivale a tu deposición. La majestad de
la honra y del prestigio de que se halla investido sobrepasa la tuya. Él atrae hacia sí a todos
los que ven la hueste de lanceros de su guardia personal en ordenada formación con sus armas
cubiertas de plata y oro.21
21
¿Cómo se compagina esto y el estado público que había tomado la presencia de Agripa en
Alejandría con el silencio y los propósitos de pasar inadvertido que, según Filón, habían
rodeado al arribo del rey judío? ¿Lo habían convencido sus connacionales? En todo caso es
difícil concebir que un rey seguido de una brillante comitiva pensara en serio pasar de
incógnito. Más bien cabe suponer que Filón dejándose arrastrar una vez más por su simpatía
hacia Agripa, se empeña en no atribuirle desliz o designio reprochable alguno, y trata además
de demostrar que no hubo provocación, al menos intencional, en el tránsito del rey por
Alejandría.

142
Por otra parte, y aunque no se trate sino de una conjetura, nada tendría de extraño el que
Agripa, que en una anterior ocasión había pasado por Alejandría en condiciones por demás
distintas de la presente, quisiera exhibir su prosperidad actual desplegando toda la pompa
posible, como parece desprenderse de lo de "todos los que ven la hueste de lanceros de su
guardia personal en ordenada formación con sus armas cubiertas de plata y oro".
Sabemos por las afirmaciones de Filón que a estas alturas los judíos tenían conciencia de la
hostilidad que Cayo abrigaba hacia ellos (parágrafos 24 y 97 a 102).
En el parágrafo 103 Filón habla de la entrevista que los representantes de la comunidad judía
tuvieron con Agripa I durante su visita, a fin de ponerlo al tanto del asunto del decreto en
homenaje a Cayo y de la burda treta de Flaco.
¿Habrían en esta ocasión sus connacionales convencido al rev para que desistiera de su
propósito inicial y desplegara la pompa real, tal vez como-un recurso para intimidar a sus
enemigos?

31. ¿Era necesario que se presentase en la región gobernada por otro, cuando hubiera podido
dirigirse sin peligro alguno en una próspera navegación a su propio dominio? Porque, cierto
es que Cayo le permitía o, más bien, le impulsaba a venir por aquí, pero él hubiera debido
suplicar insistentemente que le dispensara de hacerlo, a fin de evitar que el gobernador del
país, sobrepasado en la pública consideración, sufriera menoscabo en su prestigio."

32. Flaco oía estas cosas y se irritaba más aún de lo que estaba; y, aunque en público
representaba el papel de amigo y camarada de Agripa por temor al que lo había enviado, en
privado daba rienda suelta a su envidia manifestando sin empacho su odio hacia aquél y
agraviándolo indirectamente ya que no se atrevía a hacerlo de frente.

33. Prueba de ello es que dio licencia a la plebe ociosa y holgazana de la ciudad, multitud
experimentada en el hablar sin ton ni son, y que aprovecha su tiempo en calumnias y
blasfemias, para que acusara al rey. Y bien puede ser que él personalmente comenzara las
difamaciones; bien que incitara y provocara a que las levantaran los que eran sus habituales
servidores en semejantes menesteres.

34. Éstos, lanzados ya a la tarea, pasábanse los días en el gimnasio mofándose del rey y
ensartando sarcasmos uno tras otro. ¿Cómo lo hacían? Pues tomaban por maestros a los
poetas autores de farsas y chanzas y demostraban cuan buenas disposiciones poseían para las
cosas indignas, y cómo, de la misma manera que eran tardos para instruirse en las cosas
buenas, eran harto rápidos y prestos para aprender las contrarias.22
22
En los parágrafos 36 y ss. se explayará Filón sobre estas deplorables muestras histriónicas a
las que alude aquí.

35. ¿Por qué, entonces, no se indignó contra ellos Flaco? ¿Por qué no los encarceló y los
castigó por esa presuntuosa difamación? Aunque Agripa no hubiera sido un rey, ¿no merecía,
sin embargo, siendo un miembro de la mansión de César,23 ser tratado con deferencia y
honor? Pues bien, éstas son claras pruebas de que Flaco se había convertido en cómplice de
aquella difamación. Porque es evidente que, si quien pudo castigarla o, por lo menos, opo-
nerse no la impidió, ella tenía lugar con su personal consentimiento y permiso. Y si a la
indisciplinada plebe se le da ocasión para cometer iniquidades en un determinado sentido, no
se limita a ello, sino pasa de unas cosas a otras agregando siempre alguna nueva forma de
trastornarlas.
23
Es decir, de Cayo. Recuérdese que el cognomen César, de la rancia gens Julia, pasó a
Octavio por adopción, y que luego lo agregaron a su nombre los sucesores de éste hasta el fin

143
de la dinastía Julioclaudiana. De allí que los historiadores llamen César a los distintos
príncipes de esta casa.

36. VI. Había cierto demente llamado Carabas, cuya locura no era la demencia salvaje y feroz
que resulta peligrosa para los mismos dementes y para los que se les aproximan, sino la mode-
rada y de más leves alcances. Pasábase éste tal día y noche en las calles desnudo, sin
protegerse del calor ni del frío, resultando la diversión de los chicos y muchachos ociosos.

37. Llevaron al infortunado al gimnasio y lo pusieron en un lugar alto para que pudiera ser
visto por todos; y extendiendo un pliego de papiro a modo de diadema colocáronselo sobre su
cabeza, envolvieron el resto de su cuerpo con un burdo manto que hacía las veces de clámide,
y uno que encontró tirado en el camino un pequeño trozo de papiro 24 del país se lo entregó
por cetro.
24
Es decir, una vara o tallo de la planta de papiro.

38. Una vez que, como en las farsas teatrales, hubo recibido las insignias de la realeza y hubo
sido aderezado para el papel de rey, muchachos con varas sobre sus hombros al modo de los
lanceros se colocaron a ambos lados de él imitando a los guardias reales. Acto seguido se
fueron aproximando otros, unos simulando venir a saludarlo, otros como para reclamar
justicia y otros como para consultarlo sobre asuntos públicos.

39. Luego la multitud reunida en derredor suyo lanzó un insólito grito llamándolo "marin",
título con el que, según dicen, entre los sirios se designa al soberano. La razón de tal
invocación era que sabían que Agripa era sirio de nacimiento y poseía una gran parte de Siria
dentro de su reino.25
25
Su abuela Mariamne era de la estirpe de los Ásmemeos y Antípatro, su bisabuelo, era
idumeo. No se refiere aquí Filón a la provincia romana de Siria sino al vasto territorio
comprendido entre el Mediterráneo y el desierto desde los confines de Egipto hasta el
Eufrates y la Cilicia.

40. Cuando Flaco oyó, o más bien vio, estas cosas, debió haber hecho detener y poner en buen
recaudo al loco a fin de que no proporcionase a los burladores ocasión para insultar a quienes
eran superiores a ellos; y además debió haber castigado a los que habían preparado aquéllo,
por cuanto se habían atrevido a afrentar abiertamente y con torcidos propósitos, de palabra y
de obra, a quien era rey y amigo de César, y había recibido honores pretoriales 26 de parte del
senado. Mas no sólo no los castigó sino ni siquiera consideró que debía poner coto a lo que
hacían; con lo que les brindó inmunidad y licencia a los deseosos de causar daño y dar rienda
suelta a sus hostiles sentimientos; para lo cual hizo como si no viera lo que veía ni oyera lo
que oía.
26
Título e insignias que el senado solía conceder a príncipes extranjeros.

41. Enterada de esto 27 la multitud; no la pacífica y animada de espíritu ciudadano, sino la


acostumbrada a llenarlo todo de confusión y alboroto a causa de su inclinación a inmiscuirse
en lo ajeno, de su afán por vivir una vida que no merece vivirse, y de su habitual ociosidad y
holgazanería; corrieron todos al teatro a primera hora del día, y, habiendo comprado ya a
Flaco por el miserable precio que éste, en su frenético deseo de renombre y en su probada
venalidad,28 aceptaba no sólo para su propio daño sino en perjuicio de la seguridad colectiva,
comenzaron a gritar respondiendo a una sola consigna que había que colocar imágenes en las
sinagogas.29
27
De la pasividad de Flaco.

144
28
Características que no están de acuerdo con la descripción inicial de la personalidad de
Flaco, ni siquiera admitiendo que las circunstancias hubieran alterado su manera de ser.
29
Imágenes de Cayo. La prohibición de hacer imágenes era terminante para los hebreos. Éx.
20, 4, Lev. 26, 1, Deut. 4, 16, etc. Tal vez más que el deseo de causar sinsabores a sus
tradicionales enemigos, los judíos, o quizá a la par de ese deseo, el propósito de la instalación
de imágenes de Calígula en las sinagogas fuera borrar la impresión de desacato hacia el em-
perador provocada por los desaires e irreverencias de que habían hecho objeto a uno de sus
favoritos.

42. Lo que proponían era una violación de nuestras leyes totalmente inusitada y nunca hasta
entonces consumada; pero, aunque sabían que así era, proclives en extremo a las maldades,,
como son, tramaron esto con premeditación usando como pretexto el nombre de César,
nombre que no es lícito asociar a cosa alguna reprobable.

43. ¿Qué hacía a todo esto el gobernador del país? Sabía él que la ciudad y todo Egipto tienen
dos sectores de población: nosotros y estos, y que no son menos de un millón los judíos que
habitan en Alejandría y en el país desde la pendiente de Libia hasta los límites de Etiopía; y
sabía además que se trataba de un intento contra todos ellos y que era inferirles un daño el
alterar sus costumbres ancestrales. Sin embargo, haciendo caso omiso de todas estas razones,
permitió que se consumara la instalación de imágenes, no obstante que eran infinitas todas las
providencias a su alcance para ordenar como gobernante o para aconsejar como amigo.

44. VII Pero, como tomaba parte a la par de ellos en cada una de sus fechorías, no tenía
escrúpulos en emplear su superior poder para avivar la llama de la sedición agregando
permanentemente novedosas maldades; y bien podríamos decir que en lo que de él dependió
llenó poco menos que todo el mundo habitado de contiendas civiles.30
30
Manera algo hiperbólica de decir que si de Flaco hubiera dependido el mundo romano
entero, habría presenciado un grave enfrentamiento entre judíos y no judíos.

45. Era, en efecto, perfectamente claro que el rumor de la destrucción 31 de las sinagogas se
divulgaría comenzando por Alejandría y extendiéndose enseguida a los nomos de Egipto, y
correría desde Egipto hacia el este y las naciones orientales, y desde Hipotenia y Marea,
comienzos de Libia, hacia el oeste y las naciones occidentales. Porque son tan numerosos los
judíos, que no hay país que él solo pueda contenerlos.
31
¿Significa esto simplemente la profanación de ellas? En el parágrafo 54 dice Filón
textualmente: "Habiéndonos Flaco despojado de nuestras sinagogas, sin dejarles el nombre
siquiera". Y en Sobre la embajada ante Cayo 132 se narra cómo los alejandrinos destrozan y
queman todas las sinagogas en las que los judíos no resistieron con éxito, en tanto que en las
demás colocaron imágenes. Entre ambas versiones del hecho, hay una aparente contradicción,
que la falta de otras fuentes o versiones nos impide aclarar sin recurrir a hipótesis
aventuradas.

46. Por esta razón ellos habitan en la mayoría de los más prósperos países de Europa y de
Asia, tanto en las islas como en los continentes, y, mientras tienen por metrópoli a la ciudad
sagrada, en la que está edificado el santo templo del altísimo Dios, consideran como su patria
a aquella ciudad que cada uno heredó como residencia de sus padres, sus abuelos, sus
bisabuelos y de sus antepasados más remotos aún, en la cual nacieron y fueron criados.
Además, a algunas de ellas llegaron en calidad de inmigrantes cuando acababan de fundarse, e
hiciéronlo con la complacencia de los fundadores.

145
47. Y era de temerse que las gentes de todas partes, llegándoles el pretexto desde Alejandría,
ultrajasen a los judíos conciudadanos suyos, atentando contra sus sinagogas y sus costumbres.

48. Éstos, por su parte, aunque inclinados a la paz por naturaleza, no hubieran permanecido en
actitud pasiva para siempre; no sólo porque entre todos los hombres las luchas en defensa de
sus instituciones prevalecen hasta por sobre los peligros de la vida, sino también porque ellos
son los únicos entre cuantos viven bajo el sol que con la pérdida de sus sinagogas se verían a
la vez privados de algo por lo que consideran que bien valen infinitas muertes, es decir,
privados de poder manifestar su reverencia hacia sus benefactores, puesto que en adelante
carecerían de recintos sagrados en los que cumplir sus acciones de gracia.32
32
Implica esto, al parecer, que la profanación de las sinagogas por la introducción de
imágenes equivalía a destruirlas y a inhabilitarlas para ser sede de futuras acciones de gracia.
Pero, ¿por qué recalca Filón que solo a los judíos y no a los demás pueblos la pérdida de los
lugares de culto los privaría de la posibilidad de expresar su veneración y su gratitud a sus
soberanos?
El pasaje es bastante obscuro.

49. Y yo hubiera dicho a nuestros contrarios: "¿No os dais cuenta de que no estáis
acrecentando sino menoscabando la honra que se tributa a vuestros soberanos? ¿No sabéis que
en todos los lugares del mundo habitado, como es harto notorio, las sinagogas son para los
judíos lugares en los que se fomenta su piadosa veneración hacia la casa de Augusto; y que, si
ellas nos son destruidas, no nos queda ningún otro lugar ni forma de tributar esa honra?

50. Por cierto que, si nosotros descuidamos rendir ese homenaje mientras nuestras costumbres
nos lo permiten,33 somos merecedores de sufrir el mayor de los castigos por retacear el
ofrecimiento de los testimonios de gratitud que corresponden. Pero si algo omitimos en razón
de que se oponen nuestras propias leyes, leyes que Augusto se complació en confirmar, no sé
qué falta pequeña o grande cometemos. A no ser que alguno quiera reprocharnos el violar,
aunque no voluntariamente, nuestras leyes por no precavernos contra el abandono de nuestras
costumbres, puesto que, aunque el origen de ese abandono se halle en los otros, a menudo sus
últimas consecuencias alcanzan a sus autores materiales".34
33
Es decir, mientras no se oponen trabas legales tales como el carecer de sinagogas o el
tenerlas pero profanadas por la presencia de imágenes.
34
El sentido del parágrafo 50, que dista de ser claro, podría resumirse más o menos así: la
responsabilidad de la disminución de los homenajes al emperador y a su casa no puede recaer
sobre los judíos, ya que no hubo para ellos opción al serles vedado, con la profanación de sus
sinagogas, el tributarlos según los dictados de la ley. Porque si no los tributaran cuando
ningún obstáculo legal se opone merecerían ser acusados de culpa y castigados, pero si los
omiten forzados por otros no hay lugar a achacarles nada. Salvo que, como la culpa a menudo
recae no en los verdaderos culpables sino en los ejecutores materiales, se permita alguien
reprocharles el violar involuntariamente sus leyes y costumbres forzados por la acción
cohercitiva de otros.
En él texto griego se lee aitious = responsables, que he traducido por autores materiales (del
abandono de las costumbres), por oposición a los autores morales. Colson sugiere la
posibilidad de que deba leerse anaitíous = irresponsables, sin culpa.

51. Así fue como Flaco, callando lo que debía ser dicho, y diciendo lo que debía callarse, obró
inicuamente contra nosotros. Pero, ¿qué intenciones abrigaban aquellos a los que él buscaba
complacer? ¿Acaso deseaban honrar realmente al emperador? En ese caso, ¿no había
suficientes templos en la ciudad, siendo así que en muchísimas partes de ella hay lugares

146
consagrados que poseen el máximo de las condiciones requeridas para la colocación de lo que
ellos querían?

52. No, la agresión a que nos referimos es propia de gente animada por el odio y que trama
insidias con habilidad, gracias a la cual los autores del atropello-no parecerán cometer
injusticia alguna, y a los vejados les resultará peligroso oponerse. Porque no es tributar
honras, señores míos, el abolir las leyes, el alterar las costumbres ancestrales, el vejar a sus
conciudadanos y el enseñar a los habitantes de las demás ciudades a despreciar la concordia.

53. VIII. Una vez que le pareció que el ataque contra nuestras leyes cumplíase exitosamente
habiéndonos despojado de nuestras sinagogas sin dejarles el nombre siquiera, echó Flaco
manos de otro expediente: privarnos de nuestra ciudadanía, a fin de que, anuladas nuestras
costumbres ancestrales y nuestros derechos políticos, únicas garantías de una vida segura para
nosotros, soportásemos las desdichas más extremas sin poder aferramos a ninguna amarra
para nuestra seguridad.

54. Pocos días más tarde, en efecto, publicó un edicto en el cual nos trataba de extranjeros y
advenedizos, y nos condenaba 35 sin juicio previo alguno ni permitirnos alegar a nuestro
favor. ¿Qué mayor pública profesión de tiranía podría darse? Habiendo asumido él mismo
todos los papeles: de acusador, de enemigo, de testigo, de juez y de ejecutor del castigo, acto
seguido agregó a los dos primeros atropellos un tercero al permitir que saquearan a los judíos
aquellos que lo desearan, como si se tratara de la toma de una ciudad.
35
Sobre los alcances de esta proclama se han tejido variadas conjeturas, entre ellas la de que
se trata de una exageración retórica de Filón.

55. ¿Qué hicieron ellos contando con esa impunidad? Cinco son los barrios de la ciudad, y
desígnaselos con las primeras letras del alfabeto. De ellos dos son llamados barrios judíos por
ser judía la mayoría de los que los habitan, aunque también en los restantes residen dispersos
no pocos judíos. ¿Qué hicieron, entonces, los otros? Desalojaron a los judíos de los
correspondientes a las cuatro primeras letras, y los concentraron en un sector pequeñísimo de
uno solo.

56. Los judíos, forzados por su gran número, despojados de todas sus propiedades, se
precipitaron hacia las riberas, los estercoleros y las tumbas, en tanto sus enemigos se lanzaron
a la carrera hacia las moradas abandonadas, a fin de saquearlas, y se distribuyeron los
despojos como botín de guerra, y sin que nadie se lo impidiera, abrieron los talleres de los
judíos, los que estaban cerrados en señal de duelo por Drusila,36 y acarrearon fuera todos los
artículos que encontraron, que eran muchos, y los llevaban consigo por el centro del mercado,
negociando con las cosas ajenas como si fueran propias.
36
Una de las tres hermanas de Cayo, con la que era público rumor que Calígula mantenía
relaciones incestuosas, según la costumbre de los soberanos egipcios, cuyo modelo tenía el
emperador presente en sus veleidades de príncipe oriental, tal vez por influencia de la
servidumbre egipcia del palacio.
A su muerte Cayo proclamó un duelo público durante el cual no funcionaron los tribunales y
se consideraron delitos capitales el reír, el bañarse, el comer en compañía de parientes, de la
esposa o de los hijos. (Suetonio, Vida de Cayo 24). Por Dion Casio, Historia Romana LVII,
sabemos que la muerte de Drusila acaeció en el año 38 d. C.

57. Un mal más grave aún que el saqueo fue la imposibilidad de trabajar. Los mercaderes
habían perdido cuanto tenían en los depósitos, y nadie, ni el agricultor ni el armador de barcos

147
ni el comerciante ni el artesano, tenía posibilidad de emprender sus habituales tareas. De ese
modo, la pobreza era resultado de dos hechos: del saqueo, por el que en un solo día habían
venido a parar en la indigencia, completamente despojados de sus propiedades; y de la
imposibilidad de procurarse los medios necesarios mediante sus habituales ocupaciones.

58. IX. Y estas desgracias, aunque insoportables, con todo resultaban llevaderas comparadas
con las que después les sucedieron. Porque la pobreza es cosa penosa, sobre todo cuando es
preparada por enemigos; pero es menos penosa que la violencia perpetrada contra los cuerpos
por muy breve que ella sea.

59. Pero a tal exceso llegaron los sufrimientos que padecieron los nuestros, que ni aun
diciendo que soportaron violencias y ultrajes se emplearían los términos adecuados; y en mi
opinión, la carencia de calificativos apropiados se debe a la magnitud de aquella crueldad sin
precedentes, tal que los actos de los vencedores en las guerras, aunque se tratare de
vencedores implacables por naturaleza para con los vencidos, parecen sumamente clementes
comparados con los que aquéllos padecieron.

60. Tales vencedores arrebatan los bienes y toman multitud de cautivos, pero eso después de
haber corrido el peligro de perder lo suyo en caso de derrota. Además dejan ciertamente libres
a innumerables cautivos siempre que sus parientes y amigos entreguen el dinero para su
rescate; no, probablemente, porque se sientan inclinados a la misericordia, pero sí vencidos
por su amor al dinero; aunque esto último bien podría decirse que no viene al caso, ya que a
los beneficiados les es indiferente el modo de salvarse.

61. Además no faltan ejemplos de cómo consideran que los enemigos caídos en la guerra
merecen sepultura, procurándosela a sus expensas aquellos que abrigan nobles y humanitarios
sentimientos, mientras los que extienden su hostilidad también a los muertos entregan los
cuerpos en virtud de un acuerdo a fin de que no se vean privados del postrer beneficio de los
ritos establecidos.

62. Esto es lo que hacen los enemigos en la guerra. Veamos qué hicieron en plena paz los
hasta poco antes amigos nuestros.37 Después de los saqueos, las expulsiones de los hogares y
los violentos destierros de la mayor parte de los barrios de la ciudad, los judíos vinieron a
quedar como sitiados, con los enemigos apostados en torno de ellos, oprimidos por una
indigencia y escasez terribles de cosas indispensables, y viendo a sus mujeres y a sus tiernos
hijos perecer ante sus ojos a causa de un hambre provocado artificialmente.
37
En Sobre la embajada ante Cayo 119 a 131, Filón ofrece otro relato del pogrom cuya
narración comienza aquí. Allí se da como razón de los ataques la creencia de los alejandrinos
de que Cayo profesaba odio a los judíos.

63. Todas las otras zonas, en efecto, estaban llenas de una abundante y pingüe cosecha, pues
el río había anegado generosamente con sus desbordamientos las tierras arables y todas las
partes del llano en donde crece el trigo producían en copiosas cantidades el fruto del cereal
gracias su fertilidad.

64. Incapaces de soportar por más tiempo estas privaciones, algunos de ellos, aunque no era
su norma hacer esto antes, acudieron a las casas de sus parientes y amigos a pedir por caridad
las cosas necesarias solamente, en tanto que otros, movidos por la nobleza de su espíritu a
evitar esa ocasional situación de mendigantes como propia de esclavos e indigna de hombres
libres, se aproximaron al mercado sin otro propósito que comprar alimentos para los suyos y

148
para sí mismos.

65. ¡Desventurados de ellos! Porque al punto, apresados por les qué habían erigido contra
ellos el poder de la plebe, se los asesinó traidoramente, y arrastrados y pisoteados a través de
la ciudad toda, se los destrozó completamente sin que quedase parte alguna que pudiese
recibir la sepultura a que todos tienen derecho.

66. Pero también muchísimos otros fueron ultimados y destrozados mediante múltiples
formas de perfidias puestas en práctica para satisfacer una maligna crueldad por quienes
habían sido enloquecidos por el salvajismo hasta igualar la naturaleza de las bestias salvajes.
A cuantos judíos, en efecto, alcanzaban a divisar en cualquier parte apedreábanlos y
golpeábanlos con maderos, cuidando de no aplicar al principio los golpes sobre las partes más
vitales por temor de que, muriendo demasiado pronto, se liberasen también demasiado pronto
de la percepción de los dolores.

67. Algunos con el renovado ardor que les infundían la impunidad y la licencia que
acompañaban a aquellas desventuras, desechando las armas menos contundentes, echaban
manos a las más eficaces de todas: el fuego y el acero; y a muchos los asesinaban con
espadas, y a no pocos los aniquilaron con el fuego.

68. Casos hubo de familias enteras: esposos con sus esposas, hijos con sus padres, que fueron
quemados en el centro de la ciudad por los más implacables de todos, hombres sin piedad por
la ancianidad ni por la juventud ni por la inocente edad de los niños. Y cuando faltaba madera,
recogían malezas y los exterminaban más con el humo que con el fuego, arbitrio mediante el
cual ocasionaban una muerte más mísera y prolongada a los desdichados, cuyos cuerpos a
medio quemar yacían en desorden ofreciendo un penoso y dolorosísimo espectáculo.

69. Y si los encargados de recoger malezas tardaban demasiado, quemaban sobre los propios
muebles arrebatados en el saqueo a sus propietarios, reservándose para sí mismos los de gran
valor, y entregando al fuego los no enteramente útiles, que empleaban para que hicieran las
veces de las maderas que se usan habitualmente.

70. Para muchos idearon una forma cruelísima de muerte consistente en atarles en el tobillo
uno de los dos pies y arrastrarlos al mismo tiempo que los azotaban y pisoteaban, mientras les
duraba la vida.

71. Y una vez muertos, no por eso llegaba a su fin ni disminuía su furor, antes inferían ultrajes
más intolerables aún a los cuerpos arrastrándolos poco menos que por todas las callejuelas de
la ciudad hasta que, destrozados por las irregularidades y durezas del suelo la piel, las carnes
y los nervios, y separadas y dispersas, unas por un lado, otras por otro, las partes que forman
el natural compuesto, el cadáver desaparecía.

72. Y mientras los que tales cosas hacían simulaban, como en las farsas teatrales, ser ellos las
víctimas, los amigos y parientes de las verdaderas víctimas eran arrestados, azotados y
torturados por el solo hecho de condolerse por las desgracias de sus allegados; y después de
todos los ultrajes que sus cuerpos podían procurarles, el castigo final que les tenían reservado
era la cruz.

73. X. En cuanto a Flaco, después de haber socavado todas las cosas obrando como un ladrón
violador de muros, sin dejar libre de la más extrema de las insidias aspecto alguno de la exis-

149
tencia de los judíos; como perpetrador de enormidades e inventor de novedosas iniquidades
que era, concibió otro monstruoso e inusitado atropello.

74. Nuestro consejo de ancianos fue establecido por nuestro salvador y benefactor Augusto
después de la muerte del etnarca,38 para que velase por los intereses de los judíos. Así lo
dispuso en las instrucciones dictadas a Magio Máximo cuando éste se aprestaba a asumir por
segunda vez el gobierno de Alejandría y el país. De este consejo Flaco arrestó a los treinta y
ocho que fueron hallados en sus casas, y mandó inmediatamente atarlos. Luego organizó a
través del mercado una hermosa procesión de ancianos maniatados con las manos sujetas a las
espaldas, unos con correas, otros con cadenas de hierro; e hizo que entrara en el teatro,
brindando un espectáculo por demás digno de piedad y sumamente impropio para la ocasión.
38
En realidad Filón lo llama geneárkaes = jefe o fundador de la estirpe, nombre que
habitualmente aplica a los fundadores de la nación judía, como Abraham. Aquí designa al
funcionario que en Alejandría oficiaba como administrador general y juez de los judíos,
llamado oficialmente etnarca.

75. De pie ya los ancianos frente a sus enemigos sentados allí para que fuera público su
oprobio, ordenó Flaco que fuesen desnudados y lacerados con látigos de los que habitual-
mente se emplean para degradar a los más viles malhechores. El resultado fue que por efecto
de los golpes unos debieron ser transportados en camillas y murieron enseguida, y otros estu-
vieron enfermos por largo tiempo y llegaron a desesperar de su salvación.

76. Si la magnitud de esta insidiosa trama ha quedado plenamente demostrada en otros


ejemplos,39 no menos claramente atestiguada lo será también por lo que a continuación se
dirá. Tres miembros de nuestro consejo: Évodo, Trifón y Andrón habían quedado en la
indigencia, habiendo sido despojados en una sola violación de sus domicilios de cuanto
poseían en ellos. Flaco no ignoró que habían sido víctimas de estos perjuicios, ya que la cosa
le había sido revelada cuando en una anterior ocasión 40 había llamado a su presencia a
nuestros magistrados con el aparente propósito de lograr una reconciliación con el otro sector
de la ciudad.
39
Ejemplos que no hallamos relatados en lo que se ha conservado de las obras de Filón, por lo
que figurarían o bien en otro tratado o bien en pasajes del presente que se han perdido.
40
Esta entrevista previa a los ataques contra los judíos, sugiere a las claras que hubo
negociaciones entre ambos bandos y que Flaco había oficiado de mediador.
Lamentablemente Filón no menciona si la invitación fue rechazada por el senado judío de
Alejandría o si fue aceptada, y en este caso cuáles fueron las demandas o condiciones de uno
y otro sector de población.
Tal vez la humillante medida contra los ancianos se debiera a su actitud de rechazo en la
negociación. Filón calla el verdadero motivo o pretexto; y es difícil de creer que, Flaco, en la
delicada situación en que se encontraba, procediera sin algún argumento legal contra tan
destacados habitantes de Alejandría.

77. Y a pesar de eso, sabiendo que habían sido privados de sus bienes, los hizo azotar a la
vista de sus despojadores, con lo que dos fueron las desgracias que unos soportaron: la
pobreza y el ultraje que les infirieron en sus cuerpos; y doble el placer de los otros, ya que
disfrutaron de la riqueza ajena y gozaron hasta la saciedad con la humillación de los que
habían sido despojados.

78. Me entran dudas sobre si referirme o no a otra circunstancia de lo ocurrido entonces,


porque temo se la considere intrascendente y ello empequeñezca la magnitud de tan grandes

150
atropellos. Pero, aunque pequeña, dicha circunstancia constituye una prueba de una maldad
que nada tiene de pequeña. Entre los látigos en uso en la ciudad existen determinadas dife-
rencias que tienen que ver con la posición social de los que habrán de ser azotados. Así,
ocurre que los egipcios son azotados con distintos látigos según los distintos sectores de la
población, y que los alejandrinos lo son mediante varas planas, siendo también alejandrinos
quienes las manejan.

79. Esta costumbre fue observada por los predecesores de Flaco y por Flaco mismo en los
primeros tiempos en los casos de personas pertenecientes a nuestro pueblo. Es que fácilmente
se puede, aun en los casos de degradación, hallar algún pequeño expediente para destacar la
dignidad del degradado, y en los de violencia encontrar cómo acompañarla de algún
tratamiento opuesto a ella; eso siempre y cuando se permita que sea la naturaleza de los
hechos la que por sí misma se determine, sin que uno agregue de su parte un maligno
sentimiento que menoscabe y trastrueque todos los elementos de la modalidad más
indulgente.

80. ¿Cómo, entonces, no habría de resultar penoso al máximo el que, mientras los simples
particulares entre los judíos alejandrinos, si aparecían como autores de actos merecedores de
azotes, eran azotados con látigos más acordes con la condición de hombres libres y ciuda-
danos, en cambio, sus magistrados, su consejo de ancianos, cuyo nombre mismo 41 supone
avanzada edad y dignidad, fueran tenidos en un plano inferior al de los inferiores a ellos en
este aspecto, y considerados en el mismo plano que los egipcios del más bajo nivel social y
culpables de los mayores delitos?
41
Geróntes = ancianos, y gerousía = consejo de ancianos, como senatus, de senex = anciano.

81. Y paso por alto la circunstancia de que, aun cuando aquéllos hubieran sido culpables de
innumerables delitos, el deber de Flaco era diferir los castigos respetando la ocasión. Porque
es una norma de los magistrados que ejercen rectamente sus funciones y no andan en procura
de honores para sí, sino honran de verdad a sus benefactores, el no aplicar los castigos a
ninguna de las personas condenadas hasta que hayan concluido los brillantes festejos y
homenajes con que se celebra el natalicio de los ilustres Augustos.42
42
Aquí concretamente el natalicio de Cayo. A ser así, el dato constituiría una referencia
etimológica decisiva para fijar la fecha del pogrom, pues, según Suetonio, Vida de Cayo, el
aniversario del nacimiento se cumplía en la víspera de las calendas de septiembre, es decir, el
31 de agosto.

82. Sin embargo fue durante estas celebraciones cuando Flaco pisoteó las leyes castigando a
quienes en nada habían delinquido, y a quienes, si quería castigar, debió haberlos castigado
más adelante. Pero se dio prisa y obró sin dilaciones para complacer a la multitud contraria a
los judíos, convencido de que de ese modo la tendría más de su parte en la consecución de sus
propósitos.

83. Me consta que ha habido casos en que en vísperas de tal celebración algunos después de
ser crucificados fueron bajados y entregados a sus parientes por considerarse que era justo que
recibieran sepultura y les alcanzasen los ritos establecidos, ya que también a los muertos
cabíales el derecho de beneficiarse con alguna ventaja con ocasión del natalicio de un
emperador, y al mismo tiempo correspondía respetar la santidad de la celebración.43
43
Santidad que se vería menoscabada con los cadáveres insepultos.

84. Pero Flaco no impartió órdenes para que bajasen a los que estaban muertos ya en las

151
cruces, y por el contrario, mandó que los que aún vivían fuesen crucificados, no obstante que
la fecha les garantizaba una suspensión del castigo, no para siempre sino por corto tiempo,
con miras no a anularlo completamente sino a posponerlo. Y esto lo hizo después de haberlos
maltratado en medio del teatro, y torturado con el fuego y el hierro.

85. Además el espectáculo había sido dividido en partes. Las primeras escenas tenían lugar
desde el alba hasta la tercera o cuarta hora,44 y consistía en judíos azotados, colgados, atados a
la rueda, torturados y conducidos a través de la orquesta45 en su marcha hacia la muerte.
Después de esta hermosa exhibición seguían danzas, representaciones cómicas, ejecuciones
de flauta y todas las demás diversiones propias de los espectáculos teatrales.
44
En los equinoccios la tercera hora del día comenzaba a las 8 de la mañana, y la cuarta a las
9, se adelantaba hasta aproximadamente una hora en verano, y se atrasaba en invierno.
45
Espacio circular, y posteriormente reducido por un segmento de arco, que se extendía entre
la skéne = escena, y las gradas circulares. En él. realizaba sus movimientos el coro.

86. XI. ¿Mas para qué extenderme en estas cosas, cuando una segunda devastación se
planeaba como resultado del deseo de Flaco de emplear como un baluarte contra nosotros el
numeroso cuerpo de tropas a sus órdenes mediante la invención de una extraña calumnia? Tal
calumnia era que los judíos poseían toda suerte de armas en sus casas. Habiendo, en
consecuencia, mandado llamar a un centurión de su máxima confianza, llamado Casto, le
ordenó que escogiese a los soldados más decididos dentro de la compañía bajo su mando, y
que sin pérdida de tiempo y sin dar señal alguna entrase en las casas de los judíos para
averiguar si dentro de ellas había algún acopio de armas.

87. Casto se dio prisa en ejecutar lo ordenado. Los judíos, por su parte, que nada sabían de lo
tramado, al principio quedábanse mudos de consternación mientras sus mujeres e hijos
abrazábanse a ellos bañados en lágrimas a causa del temor de que se los redujera al cautiverio;
pues a cada instante aguardaban esto, lo único que faltaba para que el despojo fuera completo.
88. Pero, al escuchar de boca de alguno de los inquisidores la pregunta: "¿Dónde guardáis las
armas?", recobraban un poco el aliento y les mostraban, tras ponerlas al descubierto, todas las
cosas, incluso las que estaban en los rincones más retirados.

89. Por una parte, sentíanse contentos; mas por otra, estaban angustiados; contentos porque la
calumnia se habría de desvirtuar por sí misma; e indignados, en primer lugar porque tan
graves calumnias fraguadas por sus enemigos contra ellos fueran creídas fácilmente; y en
segundo lugar porque sus mujeres, que vivían recluidas sin aproximarse a la puerta siquiera, y
las doncellas, que permanecían en sus cuartos, evitando exponerse a las miradas de los
hombres, aun de los más allegados a la familia, en aquella ocasión vinieron a quedar
expuestas a la vista de hombres que no sólo eran extraños sino además infundían el temor
propio de la soldadesca.

90. Y a todo esto, concluida la prolija investigación, ¡cuan grande acopio de armas defensivas
fue hallado! ¡Cascos, corazas, escudos, espadas, lanzas, armaduras completas eran sacadas en
montón, a las que se sumaban las armas para herir a distancia, es decir, dardos, hondas, arcos
y flechas! ¡Sencillamente, nada de todo eso! Ni siquiera las cuchillas que bastan a los
cocineros para su diario menester.

91. Esto último pone, precisamente, de manifiesto la sencillez de vida de quienes no aspiran a
una existencia suntuosa y de placeres, la que por naturaleza es origen de saciedad, de la que a
su vez procede la violencia, principio de todos los males.

152
92. En contraste con aquella comprobación, no mucho tiempo antes, habiendo sido recogidas
las armas de los egipcios de todo el país por cierto Baso, a quien Flaco le había encargado tal
misión, fue posible en tal ocasión contemplar una gran concentración de naves frente a la
costa y amarrada a los puertos del río, repleta de toda suerte de armas; un gran número de
acémilas cargadas de lanzas atadas en manojos, que colgaban a uno y otro costado
equilibradamente; y además casi todos los carros sacados del campamento, que avanzaban
ordenadamente llenos de armaduras, formando una única línea abarcable de una sola mirada.
Y el espacio que media entre los puertos y el arsenal del palacio en el que debían depositarse
las armas mide en total unos diez estadios de largo.

93. Justo hubiera sido que las casas de los que se habían procurado esas armas fueran
revisadas, puesto que pesaba sobre ellos la sospecha de una conspiración, por haberse
rebelado muchas veces; y hubiera sido preciso que las autoridades, a imitación de los sagrados
certámenes, instituyeran en Egipto novedosas celebraciones trienales consistentes en la
requisa de armas, de modo que no tuvieran los egipcios tiempo para proveerse de ellas, o no
pudieran hacerlo en gran cantidad sino en pequeña escala al carecer de plazo suficiente para
reponerlas.46
46
Evidentemente se trata de una irónica sugerencia de Filón en el sentido de que dada la
afición de los alejandrinos a proveerse de armas bien podrían las autoridades romanas instituir
requisas periódicas de ellas, como los certámenes sagrados, y con la frecuencia suficiente para
que no pudieran los egipcios hacer acopio de ellas o al menos hacerlo en gran escala.

94. Pero, ¿por qué debíamos nosotros sufrir tal cosa? ¿Cuándo habíamos sido sospechosos de
rebelión? ¿Cuándo se dejó de considerarnos pacíficos en todo sentido? ¿No son acaso irrepro-
chables las actividades en que nos ocupamos cada día? ¿No contribuyen ellas a fomentar el
buen orden y la seguridad del estado? Por cierto que, si los judíos hubieran tenido armas
consigo, hubieran sido despojadas de ellas más de cuatrocientas moradas, cuyos dueños
habíanse convertido en desterrados de ellas, expulsados por quienes habían saqueado sus
bienes. ¿Por qué, entonces, no se procedió a inspeccionar las propiedades de estos últimos, en
cuyo poder habría, si no armas propias, al menos todas aquellas que habían robado?

95. Pero todo aquel procedimiento no era, como ya dije, sino una intriga debida a la dureza de
carácter de Flaco y a los desmanes de la turba, cuyas consecuencias alcanzaron también a las
mujeres.47 Porque eran arrastradas como cautivas, reuniéndoselas no solo en el mercado sino
también en el centro del teatro; y se las colocaba sobre el escenario vejándoselas de manera
intolerable y penosa en sumo grado, sin que importase cuál era la calumnia de que se las hacía
objeto.
47
Sorprende encontrar aquí una descripción que más bien corresponde a la narración
concluida en el parágrafo 85 acerca del pogrom.

96. Luego, si se comprobaba que no eran judías, dejábanlas ir; que a muchas las habían
apresado confundiéndolas con las judías, ya que no procedieron a una cuidadosa investigación
de la verdad; pero, si veían que eran de las nuestras, aquellos espectadores convertidos en
tiranos y déspotas ordenaban traer carne de cerdo y dársela. A cuantas por temor de un castigo
gustábanla, las dejaban partir ski que sufrieran maltrato alguno ya. Pero las más decididas
eran entregadas a los torturadores para que sufriesen irreparables ultrajes» lo cual constituye
una clarísima prueba de que eran totalmente inocentes.48
48
El hecho de que los soportaran. ¿Pero inocentes de qué? Filón no ha manifestado que las
torturaran para comprobar si eran culpables o no. Tal vez se refiera a que no hubo flaqueza

153
alguna en ellas durante la prueba y que no violaron la ley judía en ningún momento, como en
cambio lo hicieron las que comieron carne de cerdo.

97. XII. A lo que queda dicho cabe agregar que ya anteriormente 49 intentaba y maquinaba
Flaco causar nuestra ruina empleando para ello no solo sus recursos personales sino también
al emperador. Y así, habiendo nosotros decretado y ratificado con hechos concretos todos los
tributos que nos eran posibles y permitían las leyes ofrecer a Cayo, sometimos el decreto a la
consideración de Flaco pidiéndole, pues, no hubiera accedido a un pedido nuestro de enviar
una embajada, que tomase a su «argo el transmitirlo.
49
Anteriormente. Es decir, antes de los sucesos narrados desde el parágrafo 25, tal vez mucho
antes, según parece sugerirlo lo que afirma Filón en el 102.

98. Él, después de leer el decreto y de aprobar muchas veces con la cabeza cada uno de sus
puntos, sonriendo amigablemente y complacido, o simulando estarlo, dijo: "Apruebo la
devoción de todos vosotros y enviaré esto, como solicitáis, o yo mismo oficiaré de embajador
a fin de que Cayo se entere de vuestra gratitud.

99. Yo testimoniaré además personalmente todo cuanto conozco acerca de las innumerables
muestras que habéis dado de ordenada y leal conducta, sin agregar cosa alguna, que la verdad
constituye el más acabado elogio".

100. Nosotros, ante estas promesas, nos sentimos regocijados y agradecidos, y en alas de
nuestras esperanzas nos imaginábamos que Cayo había leído ya el decreto. Y nuestra
esperanza era realmente razonable, por cuanto todas las comunicaciones que se envían por
intermedio de los gobernadores son pronta y diligentemente consideradas por el soberano.

101. Pero Flaco, con total desprecio de nuestros propósitos, de sus palabras y de su
compromiso, retuvo en su poder el decreto para que se supusiera que entre todos los hombres
que habitan bajo el sol éramos los únicos hostiles. ¿No son estas actitudes suyas prueba de
que desde mucho tiempo atrás manteníase vigilante y planeaba cuidadosamente su insidioso
ataque contra nosotros, y de que no lo improvisó en un momento de desesperación a causa de
una extemporánea decisión y de un extravío de su razón?

102. Pero Dios, que se preocupa evidentemente por las cosas humanas, reprobó sus palabras
lisonjeras y galanamente forjadas para nuestro engaño, y su traicionera determinación de
causar nuestra perdición forjada en el tribunal de su ilegal inteligencia; y apiadado de
nosotros, nos procuró mucho después una ocasión para que nuestra esperanza no resultara
frustrada.

103. Y así, cuando el rey Agripa visitó Alejandría, habiéndolo nosotros puesto al tanto de la
intriga de la que Flaco era autor, remedió la situación, y después de prometer que haría llegar
a destino nuestro decreto, tomólo y lo envió, según la información llegada a nuestros oídos, y
justificó además la tardanza alegando que no se debía a que hubiéramos andado lentos en
comprender nuestro deber de piedad hacia la casa de nuestros benefactores; y que, por el
contrario, nos habíamos empeñado desde el primer momento en demostrarla, pero nos había
privado de hacerlo en la ocasión oportuna la mala voluntad del gobernador hacia nosotros.

104. A partir de ese momento la justicia, esa protectora y defensora de los que sufren daño
injustamente, y a la par castigadora de las acciones y de los hombres impíos, comenzó la
contienda contra él. Así, en primer lugar sufrió una humillación y desgracia novedosísima, no

154
ocurrida a ninguno de los anteriores gobernadores desde que la casa de Augusto asumió la
soberanía sobre tierra y mar.

105. Porque es cierto que algunos de los que ejercieron dicha autoridad en tiempos de Tiberio
y de su padre César 50 convirtieron su función protectora y directriz en dominación tiránica, y
llenaron los países de irremediables males a causa de su venalidad, sus robos, los castigos, las
expulsiones y los destierros de personas totalmente inocentes y la ejecuciones de hombres de
elevada condición sin previo juicio; y también que a estos gobernadores, una vez de regreso
en Roma, cumplido ya el tiempo de sus mandatos, los emperadores les pidieron razón y
cuenta de sus actos, muy especialmente en los casos en que las ciudades víctimas de
injusticias enviaron embajadas.
50
Augusto.

106. En dichos casos, en efecto, erigiéndose ellos mismos en imparciales jueces, escuchaban
por igual a los acusadores y a los que se justificaban, por entender que era injusto apresurarse
a condenar a nadie sin previo juicio, y dictaminaban lo que entendían ser justo, sin que influ-
yera la enemistad ni el favoritismo, y ajustándose solo a la verdad de los hechos.

107. Pero a Flaco la justicia, que detesta a los malvados y estaba indignada ante los excesos
sin límites de sus injustos e ilegales procederes, salióle al encuentro, no después de terminar
su mandato, sino anticipadamente.51
51
En eso consistió la novedad suma de la humillación y desgracia de Flaco, en que no le llegó
acabado su mandato sino antes; y, por supuesto, de la manera que se describe acto seguido.

108. XIII. Su apresamiento se produjo de la siguiente manera. Suponía él que Cayo se había
tornado ya propicio para con él en aquellos asuntos en que le resultaba sospechoso, fiado así
en sus comunicaciones escritas repletas de adulación, como en sus públicas arengas, en las
que cortejábalo ensartando una tras otra largas expresiones de falso elogio, y además en la alta
estima de que gozaba de parte del sector más numeroso de la ciudad.52
52
De Alejandría.

109. Pero se engañaba a sí mismo sin caer en la cuenta de ello, que las esperanzas de los
hombres ruines carecen de bases firmes, y aunque sus conjeturas son harto optimistas,
sucédeles lo totalmente opuesto y lo que merecen precisamente. Y así ocurrió. Desde Italia, en
efecto, fue enviado el centurión Baso, designado por Cayo, conjuntamente con la compañía de
soldados bajo su mando.

110. Habiéndose embarcado en una nave de las más rápidas, a los pocos días estuvo ante los
puertos de Alejandría en las proximidades de la isla de Faro hacia el atardecer, y dio órdenes
al piloto de permanecer mar afuera hasta la puesta del sol, con el deliberado propósito de
pasar inadvertido a fin de que Flaco no se enterara de antemano de su llegada y se decidiera a
tramar alguna violencia que tornase imposible su cometido.

111. Anochecía ya cuando la nave tocó puerto, y Baso 53 desembarcó con sus hombres y
avanzó sin reconocer a nadie ni ser reconocido por persona alguna. Pero, habiendo encontrado
en su camino a cierto soldado de los que, en número de cuatro, ofician de centinelas, le
ordenó que le señalara la casa del comandante. Quería comunicar a éste sus instrucciones
secretas a fin de tener, en caso de ser necesaria una fuerza mayor, alguien que lo apoyase en la
lucha.
53
En el parágrafo 93 se menciona a otro Baso, a quien Flaco confía !a misión de requisar las

155
armas que se suponía guardaban los judíos en sus casas. Evidentemente, se trata de otra
persona distinta del centurión aquí mencionado.

112. Informado de que el comandante participaba de un convite juntamente con Flaco, avanzó
sin pérdida de tiempo hacia la casa del convidante, un liberto de Tiberio César, llamado
Estefanio, en la cual aquellos eran agasajados. Permaneciendo algo retirado del lugar, envió a
uno de sus soldados para que observase disfrazado de criado; subterfugio para que nada se
descubriese. El soldado entró en el salón del festín aparentando ser un criado de alguno de los
visitantes, y después de observar cuidadosamente todo en torno de sí, retornó e informó a
Baso.

113. Enterado éste de que no había centinelas en las entradas y de que era poco numerosa la
comitiva de Flaco, pues apenas diez o quince de los esclavos a su servicio lo habían
acompañado, dio la señal a los que lo seguían y penetró de improviso a la carrera. Algunos de
los soldados se apostaron a lo largo del salón, y con las espadas ceñidas rodearon a Flaco sin
que éste los viera, pues en ese momento se hallaba bebiendo a la salud de alguien y
departiendo amablemente con los presentes.

114. Al presentarse Baso en el centro del lugar, lo vio y quedóse sin poder articular palabra a
causa de su estupor; y, aunque quiso ponerse de pie, al contemplar a la guardia que lo
rodeaba, comprendió, antes de oírlo, lo que Cayo quería que se hiciera con él, cuáles eran las
órdenes dadas a los que acababan de llegar, y qué habría de soportar a partir de un momento;
que la inteligencia es capaz de ver al mismo tiempo y de oír conjuntamente todos los
acontecimientos que se sucederán en un largo espacio de tiempo.

115. En cuanto a sus compañeros de convite, cada uno de ellos se levantó estremecido y
petrificado por el miedo de que también por hacerle compañía en la fiesta se hubiera fijado un
castigo. Porque, estando ocupadas de antemano las entradas, era peligroso huir, además de
imposible. A una orden de Baso, Flaco fue conducido por los soldados, con lo que ésta, su
última partida, fue desde una sala de festín, por cuanto justo era que la justicia comenzara
desde una sala de agasajos el castigo de quien había privado de ellas a innumerables moradas
de personas completamente inocentes.54
54
Juego de palabras intraducible entre hestía = hogar, sala de comer o de festines y anéstios
= sin hogar, vagabundo.

116. XIV. Tal fue el castigo sin precedentes que soportó Flaco, apresado como un prisionero
de guerra en el país cuyo mando ejercía. La causa de ello fue, entiendo yo, su actitud para con
los judíos, a los que en su avidez de grandeza tenía determinado exterminar completamente.
Una prueba clara de ello es el tiempo en que tuvo lugar su arresto.55 Entonces, en efecto,
celebraban los judíos la fiesta nacional del equinoccio de otoño, durante la cual acostumbran
residir en tiendas.56
55
Filón en su empeño de demostrar la acción de la providencia Divina, se propone destacar
cómo la ruina de Flaco se consumó justamente cuando las desgracias de los judíos
alejandrinos habían llegado a su culminación, al agregarse a todas las anteriores la de no
poder cumplir con las prescripciones relativas a la fiesta de los tabernáculos.
56
Acerca de la fiesta de los tabernáculos o tiendas, ver Sobre las leyes particulares II, 204 a

117. Pero ninguno de los actos propios de dicha celebración se cumplían, ya que sus
magistrados57 estaban todavía en prisión después de los bárbaros e intolerables injurias y
ultrajes sufridos, y los particulares entendían que las desgracias de aquellos alcanzaban en

156
común a la nación entera, y porque además estaban deprimidos más allá de toda medida por
las desventuras particulares que cada uno había soportado.
57
Los miembros del senado arrestados.

118. Las desventuras resultan dobles, ciertamente, sobre todo durante las fiestas para aquellas
personas a las que resulta imposible celebrarlas, ya que, por una parte, se ven privados de la
regocijante alegría que la festiva reunión reclama; y por otra, participan de una tristeza como
la que entonces los postraba por no poder hallar remedio para tan grandes infortunios.

119. Hallábanse congregados en sus casas, que ya era noche cerrada, y en esas circunstancias
sumamente dolorosas en que oprimíalos penosísima preocupación llegaron algunos con la
noticia de que había tenido lugar el arresto de Flaco. Ellos pensaron que no era verdad, sino
un modo de ponerlos a prueba, y estaban más apenados aún ante lo que parecía una burla y
una engañosa treta.

120. Mas, habiéndose producido un tumulto en la ciudad y como los centinelas nocturnos
corrían de una parte a otra, mientras algunos jinetes iban hacia el campamento y regresaban
de él a velocidad sostenida y con premura, movidos algunos por lo desacostumbrado del
suceso, salieron de sus casas para averiguar lo ocurrido, pues era evidente que algo inusitado
estaba pasando.

121. Y cuando se enteraron del arresto y de que Flaco estaba ya dentro de las redes,
extendiendo las manos hacia el cielo elevaron un himno y cantos de victoria a Dios, el
supervisor de los humanos sucesos, diciendo: "¡Oh Señor, no nos alegramos por los castigos
infligidos a nuestro enemigo, pues las sagradas leyes nos han enseñado a compartir los
sufrimientos de los demás hombres; pero Te damos gracias con todo derecho, pues, movido a
compasión y piedad por nosotros, has puesto fin a nuestras continuas e inacabables
aflicciones".

122. Y toda la noche continuaron entonando himnos y cánticos, y al amanecer salieron en


masa a través de las puertas de la ciudad y llegaron a las partes más cercanas a la ribera, ya
que habían sido despojados de las sinagogas, y de pie en el más abierto de los lugares gritaron
movidos por un mismo sentimiento:

[123.] "¡Oh Rey supremo de las creaturas mortales e inmortales!, hemos venido para invitar a
testimoniarte su gratitud a las partes del universo: la tierra y el mar, el aire y el cielo, y al
mundo entero, nuestra única residencia al presente, ya que de todas las otras, construidas por
los hombres, hemos sido despojados y carecemos de una ciudad y de todos los recintos
públicos y privados que hay en una ciudad; habiendo llegado a causa de la insidia de un
gobernador a ser los únicos que carecen de ciudad y hogar entre los hombres que habitan bajo
el sol.

124. Tú pones ante nuestros ojos saludables esperanzas de que también las restantes cosas
tendrán su reparación, pues ya has comenzado a aprobar nuestras plegarias, al destruir de
improviso al común enemigo de nuestra nación, al provocador y maestro de sus desgracias,
quien en su soberbia pensó que éstas le procurarían prestigio. Y esto no ha ocurrido a inmensa
distancia de nosotros, de modo que los que sufrieron padecimientos se enteraran de oídas,
sino aquí mismo, cerca de nosotros, a la vista, podríamos decir, de las víctimas de su
atropello, para brindarles una más clara visión del rápido e inesperado castigo".

157
125. XV. Además de las dos circunstancias mencionadas me parece que hay una tercera aún
determinada por la Divina providencia, y es la siguiente. Transportado por mar a principios
del invierno, llegó Flaco con dificultad a Italia tras sufrir infinitas penurias; cosa justa pues
era preciso que el mismo que había llenado de sacrílegas acciones las diversas partes del
universo saboreara también los terrores del mar. Enseguida tomaron a su cargo las
acusaciones dos de sus mayores enemigos, Isidoro y Lampón.

126. Estos no mucho tiempo antes contábanse entre sus subalternos y lo invocaban como
señor, benefactor, salvador y con otros títulos semejantes.58 Pero ahora en el papel de
acusadores hacían gala de un vigor no ya equivalente al suyo sino más poderoso y con mucho.
Es que no solo estaban seguros de lo justo de sus acusaciones, sino además, y esto era lo más
importante de todo, veían que aquel que presidía los asuntos humanos 59 era un enemigo
implacable de Flaco, y que, aunque habría de guardar las formas exteriores de juez con el
premeditado designio de que no se pensara que condenaba a alguien por anticipado sin
juzgarlo, en los hechos concretos habría de manifestar sus hostiles disposiciones, teniendo ya
determinada dentro de su alma la condena antes de la acusación y la defensa, y fijados para él
los castigos más extremos.
58
Ver el parágrafo 20.
59
Cayo.

127. Por otra parte, nada hay tan grave como el hecho de que alguna vez los superiores
lleguen a ser acusados por quienes les son inferiores, y que los gobernantes lo sean por sus
gobernados, tal como sería si los amos fueran acusados por los esclavos criados en su morada
o comprados.60
60
La mención de las dos especies de esclavos parece ociosa aquí y lo es efectivamente, pero
téngase presente que tal impresión es sobre todo efecto de la traducción, que destaca
demasiado el detalle. En griego existen los términos oikotríbai y argyrónetoi que simplifican
la expresión, aunque más simple aún hubiera sido decir deúloi = esclavos.

128. XVI. Sin embargo, éste era el mal más leve si se lo compara con otro mayor aún. La
posición de los acusadores, en efecto, no era simplemente la de subordinados que de pronto
asumían el papel de tales de común acuerdo para atacarlo. Por el contrario, durante la mayor
parte del tiempo en que Flaco ejerció el gobierno en el país éstos se destacaron entre todos por
su hostilidad hacia aquél. Lampón había sido procesado por falta de respeto a Tiberio César, y
como el juicio se prolongó durante dos años, ello le acarreó su ruina.

129. La tardanza debióse a que su juez, empeñado en perjudicarlo, urdía postergaciones y


dilaciones, deseoso de hacer que, aun cuando a la postre resultara absuelto de la acusación, su
vida fuese más dolorosa aún que la muerte ya que mantenía pendiente sobre él el temor de su
incierto futuro.

130. Más adelante, cuando pensaba tener ganado el caso, aseguraría que habían consumado
un atentado contra su propiedad, por cuanto lo habían obligado a desempeñarse como
gimnasiarco,61 y argüiría que no poseía medios suficientes para tan grande cantidad de gastos;
excusa que podía deberse o bien a avaricia y ruindad en materia de gastos, o bien a que
realmente carecía de medios; pero antes de tener que probarlo se había jactado de ser extre-
madamente rico, aunque en la verificación se vino a comprobar que no era un hombre de gran
fortuna y que casi todo cuanto poseía provenía de sus ilegales manejos. 62
61
Ignoramos exactamente si los gimnasiarcos alejandrinos corrían con las mismas cargas que
los de Atenas, sobre los que estamos bien informados. Pero de la presente referencia y de lo

158
dicho en Sobre la providencia 48, surge que, si no iguales, estas cargas eran muy semejantes.
La liturgia ateniense imponía mantener y preparar a sus expensas a los que competirían en los
concursos de los juegos públicos, brindándoles a tal efecto entrenamiento, dieta adecuada y
aceite para untarse, y preparando ios escenarios con su correspondiente decoración.
62
Filón tiende aquí a probar que la repugnancia de Lampón a cumplir su liturgia era
reprensible en cualquiera de los dos casos: si era realmente rico, por su tacañería; si no lo era,
por sus alardes.

131. Colocado al lado de los gobernadores cuando éstos llevaban a cabo los juicios, registraba
por escrito los casos de cuya introducción se encargaba en virtud del cargo que ejercía, y
luego borraba o pasaba deliberadamente por alto determinadas evidencias e incluía
afirmaciones que nunca habían sido hechas; y a veces también alteraba los documentos reha-
ciéndolos, modificándolos y dándolos vuelta de arriba a abajo, y fijando precio, miserable
escriba, como era, por cada sílaba o mejor diría por cada letra.

132. Muchas veces el pueblo en pleno lo proclamó unánimemente, con justeza y acierto, "el
asesino mediante la pluma", en razón de que había sido causa de la muerte de muchísimas
personas y había hecho que otras innumerables vivieran una vida más desdichada que la
muerte, pues, pudiendo haber ganado sus pleitos y vivido en la abundancia, habían soportado
la pérdida de los mismos y una pobreza totalmente injusta, cosas ambas compradas por sus
enemigos a este traficante y vendedor de la propiedad ajena.

133. Resultaba, en efecto, imposible que los gobernadores, que ejercían el gobierno de tan
extenso país, tuvieran en su memoria todos los nuevos asuntos privados y públicos que
desfilaban incesantemente ante ellos, especialmente no siendo su único cometido el juzgar
sino debiendo además recibir los cálculos de ingresos y tributos, cuyo examen les insumía la
mayor parte del año.

134. Y Lampón, a quien había sido confiada la misión de velar por el más trascendental de
todos los depósitos, la justicia y la suprema santidad de los veredictos en ella fundados,
traficaba con el olvido de los jueces, registrando como parte vencida a la que merecía ganar
los pleitos, y como parte vencedora a quienes debían perderlos; todo ello a trueque de una
maldecida ganancia o, para ser más exacto, de un salario.

135. XVII. Tal era este Lampón, que comparecía como acusador de Flaco. En cuanto a
Isidoro, que no le iba en zaga en lo que a villanía se refiere, era un adulador de la multitud, un
demagogo experimentado en trastornar las cosas y provocar confusiones, un enemigo de la
paz y la tranquilidad, hábil en organizar sediciones y tumultos cuando éstos no existían, y en
apoyarlos y acrecentarlos cuando ya habían estallado; siempre empeñado en tener de su parte
a una desordenada e inconstante chusma de gente promiscua y vil," distribuida en secciones
semejantes a sindicatos.

136. Existen en la ciudad asociaciones integradas por muchos miembros, cuya solidaridad no
es resultado de principio sano alguno sino del vino puro, de la embriaguez, de los desmanes
de la borrachera y del engendro de todas estas cosas, que es la violencia. La gente del país las
llama sínodos o "divanes".63
63
Sobre estas asociaciones o cofradías ya ha hablado Filón en el parágrafo 4.
El término griego Mine = lecho, reclinatorio para comensales, resulta difícil de traducir aquí
por un término o expresión que sugiera las connotaciones que se le atribuían aplicado a estas
asociaciones. Siguiendo a Colson empleo el término diván, que resulta quizás más apropiado

159
que lecho o reclinatorio para destacar lo profano y ficticio de estas cofradías (thíasoi)
supuestamente religiosas.

137. En todas ellas o en las más de estas sociedades ocupaba Isidoro el primer lugar y
conocíasele como el presidente de festines, el director de divanes y el alborotador público.
Con tales antecedentes, cada vez que quería ejecutar alguno de sus dañosos proyectos,
congregábanse en masa a un solo llamado suyo y hacían y decían lo que se les ordenaba.

138. Y cierta vez, disgustado con Flaco porque éste, que al principio lo había tratado como a
persona de cierta importancia, luego no le deparaba ya la misma atención, distribuyó dinero
entre los untadores de atletas, a cuyas gargantas recurría habitualmente, gente que vende,
como en el mercado, sus invectivas a quienes quieran comprarlas; y les ordenó concentrarse
en el gimnasio.

139. Ellos, tras llenar el edificio, lanzaban acusaciones sin fundamento alguno contra Flaco,
inventando contra él cargos por cosas inexistentes, y ensartando una tras otra largas afir-
maciones falsas y de grosera factura, a tal punto que no solo Flaco sino también los demás no
salían de su asombro ante lo absurdo de la escena, y cayeron en la cuenta de que sin duda
alguna trataban de complacer a determinada persona, por cuanto ellos en nada habían sido
perjudicados, y bien sabían que tampoco el resto de la ciudad había sufrido ninguna ofensa.

140. Deliberaron, pues, y decidieron arrestar a algunos para averiguar la causa de aquella
confusa e inesperada explosión de locura. Sin necesidad de aplicarles torturas los arrestados
confesaron la verdad y al mismo tiempo aportaron las correspondientes pruebas, que los
hechos mismos proporcionaban, a saber: la paga convenida, en parte entregada ya y en parte
por entregarse más tarde según lo prometido, los escogidos como cabecillas de la agitación
para la distribución del dinero, el lugar y la ocasión en que se habría consumado el soborno.

141. Como la indignación era general, y con razón, estando penosamente impresionada la
ciudad ante el hecho de que la iniquidad de algunos imprimiera también su estigma sobre el
nombre de ella, pareció bien a Flaco convocar a la parte más sana del pueblo para el día
siguiente, y conducir a su presencia a los que habían distribuido el dinero, y de ese modo
refutar a Isidoro y defender su gestión de gobernante frente a las injustas calumnias. Pero,
informadas de la convocatoria, acudieron no solo las personas de elevada condición sino
también la ciudad toda, excepto la parte a la que habría de denunciarse públicamente por
haber aceptado el pago.

142. Y aquellos que se habían prestado para ese hermoso servicio, una vez colocados sobre
una plataforma para que estuvieran en lo alto y a la vista y pudieran ser reconocidos por
todos, probaron que el culpable de los tumultos y las calumnias era Isidoro, quien por
intermedio de ellos había entregado dinero y vino a un número nada pequeño de personas.

143. "Porque, ¿de dónde", decían, "sacaríamos nosotros tan grande cantidad de dinero?
Somos pobres y apenas podemos procurarnos cada día lo estrictamente necesario. ¿Y hemos
acaso experimentado algún terrible daño de parte del gobernador, para que por fuerza
debamos guardarle rencor? No, el causante y autor de todo es Isidoro, eterno envidioso de los
que gozan de prosperidad y enemigo del orden legal".

144. Los presentes, reconociendo la verdad de estos cargos, ya que las afirmaciones
constituían clarísimos testimonios y muestras de las intenciones del acusado, pedían a gritos

160
unos que le aplicaran la pena de la deshonra, otros que lo desterraran y otros que lo
ejecutaran. Estos últimos eran mayoría, y el resto se fue adhiriendo a su parecer, al punto de
que todos unánimemente gritaban a una sola voz que había que matar al público corruptor,
aquel que desde que había llegado a relacionarse con los asuntos públicos y metido sus
narices en ellos no había dejado parte alguna de la ciudad libre de contaminación.

145. Isidoro, consciente de su situación, huyó para evitar su arresto; y Flaco no se preocupó
mayormente por tomar medidas contra él, pues entendió que, habiéndose apartado de su
camino por libre determinación, la marcha de la ciudad se vería libre de sediciones e intrigas.

146. XVIII. Me he extendido en estos pormenores, no por recordar pasadas iniquidades sino
movido por mi admiración hacia esa supervisora de los humanos asuntos que es la justicia, ya
que aquellos que habían sido hostiles a Flaco desde el primer momento, y por los que era
detestado más que por otro hombre alguno, resultaron ser los designados para acusadores
suyos a fin de que su aflicción no tuviera límites; que el ser acusado no es de por sí tan
terrible, pero sí lo es el que lo hagan reconocidos enemigos.

147. Pero la cosa no se redujo a la acusación del gobernante por subordinados suyos, y por
inveterados enemigos quien poco antes había tenido en sus manos la vida de ambos; además
sufrió la más dura de las condenas; con lo que el mal que le sobrevino fue doble: su derrota y
la befa de parte de sus jubilosos enemigos, lo cual para los hombres sensatos es peor aún que
la muerte.

148. Lo que siguió fue una rica cosecha de desventuras para él. Fue, en efecto, privado
inmediatamente de todos sus bienes, tanto de los que había heredado de sus padres, como de
los que él mismo había adquirido; que era un aficionado, como el que más, a los objetos de
adorno. La riqueza no era para él, como para algunos hombres ricos, una materia ajena a toda
elaboración; por el contrario, cada cosa había sido escogida teniendo en cuenta su refinada
elaboración: copas, ropas, cubrecamas, muebles y todos los demás ornamentos de su casa,
selectos en su totalidad.

149. Aparte de estas cosas estaba la servidumbre de su mansión, la que era considerada de ca-
lidad suma por la hermosura y buena complexión de los cuerpos y por la impecable manera de
atender los menesteres requeridos. En las tareas para las que cada uno estaba asignado
destacábanse a tal punto que eran tenidos o por los primeros entre los que desempeñaban las
mismas funciones o no inferiores a ninguno absolutamente.

150. Una clara prueba de lo que digo es que, mientras innumerables propiedades de personas
condenadas por la justicia fueron vendidas en subasta pública, solo las propiedades de Flaco
quedaron reservadas para el emperador, salvo algunos pocos objetos, exceptuados para no
pasar por alto la ley tocante a los convictos de esta clase.64
64
La ley establecía que los bienes de los condenados a muerte o aí exilio fueran confiscados
en provecho del Estado.

151. Después de ser privado de su propiedad, fue condenado a destierro y expulsado no solo
de todo el continente, que constituye la parte más extensa y mejor del mundo habitado, sino
también de todas las islas donde es posible vivir prósperamente. Y hubiera debido,
ciertamente, residir en la más miserable de las del Egeo, llamada Giara,65 a no haber mediado
la intercesión de Lépido,66 gracias al cual le fue trocada Giara por Andró, la isla más próxima
a aquella.

161
65
Pequeña islila de las Cíclades, situada entre la de Andró y la de Paro. Juvenal (I, 73) parece
sugerir que el nombre de la isla equivalía a lugar de destierro.
66
Personaje palaciego sin escrúpulos y de gran influencia ante Cayo. Posteriormente, según
Suetonio (Vida de Cayo VII), conspiró y fue ejecutado por orden de Calígula.

152. Entonces recorrió de nuevo el camino que va desde Roma a Brindis, el mismo que había
recorrido pocos años antes en la época en que acababa de ser designado gobernador de Egipto
y de su vecina Libia: de modo que las ciudades que en aquella ocasión lo habían visto lleno de
orgullo y exhibiendo la grandeza de sus prósperos sucesos, lo contemplaban esta vez lleno de
deshonra.

153. Señalado con el dedo y vituperado, oprimíanlo harto penosas aflicciones causadas por el
cúmulo de cambios; pues la llama de su desgracia se renovaba y volvía a encender ince-
santemente con el agregado de nuevos males, que, como las recaídas de las enfermedades, no
podían sino provocar también el retorno de los recuerdos de las pasadas desventuras que hasta
ese momento parecían borradas definitivamente.

154. XIX.. Después de dejar atrás el golfo Jónico,67 navegó por el mar que se extiende hasta
Corinto, convertido en un espectáculo para las ciudades costeras del Peloponeso, según éstas
enterábanse de su repentino cambio. Cada vez que desembarcaba, en efecto, congregábase al
instante la gente; los ruines por naturaleza con muestras de malicia; los otros, los que acos-
tumbran a sacar sabias conclusiones de la suerte ajena, para condolerse.
67
Es decir, el Mar Jónico.

155. Tras atravesar el istmo desde Lequeo hasta la costa opuesta y descender hasta Céncreas,
el puerto de Corinto, 68 fue obligado por sus guardianes, que no le concedían ninguna clase de
dilación, a embarcarse enseguida en una pequeña embarcación meramente, la cual,
habiéndose desatado un viento contrario, fue juguete del mismo hasta su dificultoso arribo al
Pireo.
68
Lequeo era el puerto corintio emplazado sobre el golfo de Corinto. El tránsito entre el golfo
de Corinto y el Sarónico se efectuaba por tierra a través del istmo por una ruta que unía el
puerto de Lequeo y el de Céncreas, situado sobre la costa del Sarónico.

156. Cuando la tempestad hubo cesado, costeó Ática hasta el cabo Sunio y continuó su viaje a
lo largo de las sucesivas islas, es decir, Helena, Cía, Citno y todas las demás que se hallan una
después de otra hasta llegar a aquella que constituía el final de su viaje, la isla de los andríos.

157. AI verla desde lejos el desventurado, un torrente de lágrimas se derramó como de una
fuente a lo largo de sus mejillas; y golpeándose el pecho y gimiendo con inmensa amargura
dijo: "¡Oh guardias que me escoltáis, por este hermoso país, por esta desgraciada isla de
Andros trueco yo la feliz Italia!

158. Yo, Flaco, que fui engendrado, criado y educado en la soberana Roma; que fui
condiscípulo y compañero de los nietos de Augusto,69 escogido por Tiberio César como uno
de sus primeros amigos; a quien fue confiado por él Egipto, el mayor de sus dominios, por
seis años.
69
Es decir, los hijos de Julia, hija de Augusto, y Marco Vipsanio Aripa, que fueron Cayo
César, Lucio César y Agripa, llamado Postumo, todos los cuales murieron de corta edad.

159. ¿Qué significa este grande cambio? En pleno día, cual si hubiera sobrevenido un eclipse,

162
una noche se ha adueñado de mi vida. ¿Qué nombre debo dar a esta islita, desventurado
puerto y refugio: el de lugar de mi destierro o el de mi nueva patria? Tumba sería el nombre
más apropiado para ella, ya que, desdichado de mí, vengo como hacia un sepulcro
transportando el cadáver de mi propio ser. Porque o acabarán mis aflicciones por arrancarme
esta vida desventurada o, aun cuando sea capaz de sobrevivir, soportaré una larga muerte
conservando el uso de mis sentidos".

160. Tales eran sus lamentos. Cuando la nave llegó al puerto desembarcó con todo su cuerpo
curvado hacia el suelo, como aquellos que soportan sobre sí una carga en extremo pesada, con
su cuello oprimido por los infortunios, sin fuerzas suficientes para levantar la cabeza, o sin
coraje para hacerlo a causa de los que salían a su encuentro y venían a contemplarlo y estaban
apostados a uno y otro lado del camino.

161. Los que lo escoltaban lo condujeron ante la asamblea de los andrios y lo expusieron a la
vista de todos, haciéndolos testigos de la llegaba del desterrado a la isla.

162. Cumplido su cometido, ellos se retiraron, y el sufrimiento de Flaco se renovó más


penetrante aún por tornarse más vividas sus visiones al no contemplar ya ninguna cara
familiar; y al comprender cuan inmensa era en torno suyo la soledad en medio de la cual se
hallaba prisionero, le parecía que hubiera sido menor mal haber muerto violentamente en su
patria, más aún cuando hubiera sido un bien gratamente acogido, comparada con las presentes
circunstancias. Tan violenta era su agitación, que en nada se distinguía de quienes han perdido
la razón. Daba frecuentes saltos y lanzábase a la carrera en una y otra dirección, juntaba sus
manos violentamente, golpeaba sus caderas, se arrojaba al suelo y exclamaba muchas veces:

[163.] "Yo soy Flaco, el hasta hace poco gobernador de la grande Alejandría, ciudad formada
por muchas ciudades, el administrador de Egipto, el más próspero de los países, aquel en
quien confiaban tantas miríadas de habitantes, el que tenía bajo su mando grandes fuerzas de
infantería, de caballería y navales, grandes no tanto por su número cuanto por su probada cali-
dad; el que cada día era escoltado en sus salidas por innumerables personas.

164. ¿Pero era esto verdad o se trataba solo de una visión? ¿Estaba yo durmiendo y fue un
sueño mi alegría de entonces, no habiendo visto sino imágenes moviéndose en el vacío,
invenciones de un alma que registraba como reales cosas que no existían?

165. He caído en un engaño: sombras de realidades eran, no realidades; remedo de visión, no


visión clara que pusiera al descubierto lo falso. Porque, así como al despertarnos nada
hallamos de cuantas visiones aparecen en nuestros sueños, sino todas se han marchado
volando juntas, del mismo modo aquellos esplendores que en un tiempo formaban parte de mi
vida se han extinguido en un brevísimo tiempo en el que se trocó mi fortuna".

166. XX. Tales eran los pensamientos que permanentemente lo doblegaban y daban con él,
por así decir, en tierra. Rehuyendo los encuentros con la mayoría de la gente a causa de la
vergüenza que lo acompañaba, ni bajaba al puerto ni soportaba ir al mercada, sino permanecía
escondido en el encierro de su casa sin atreverse a pasar más allá del atrio.

167. A veces, también, de madrugada, cuando todavía los demás permanecían en las camas,
salía fuera de los muros de la casa sin que nadie absolutamente lo viera, y pasaba el día en un
lugar solitario, apartándose cada vez que alguien estaba a punto de aproximársele; y con el
alma desgarrada y devorada por los profundos recuerdos de sus desgracias retornaba el des-

163
venturado, ya entrada la noche, suplicando a causa de sus tormentos sin medida ni fin que la
noche fuera mañana, pues estremecíase de miedo a la oscuridad y las fantasmales visiones que
ésta le traía al sobrevenirle el sueño. Y al amanecer suplicaba de nuevo, esta vez por que fuera
noche, que en medio de las sombras que lo envolvían toda claridad le repugnaba.

168. Pocos meses más tarde, habiendo adquirido una pequeña finca rural, pasaba en ella
solitario mucho tiempo, lamentando y deplorando que le hubiera cabido tal suerte.

169. Cuéntase que en cierta ocasión hacia la media noche, poseído de frenesí al modo de los
coribantes,70 salió de su morada y con la mirada dirigida hacia el cielo y hacia los astros,
contemplando el que es el verdadero mundo dentro del mundo,71 gritó:
70
Míticos personajes que se suponía formaban el cortejo de la diosa frigia Cibeles y la
acompañaban danzando desenfrenadamente al compás de una música embriagadora por
montañas cubiertas de bosques, a la luz de antorchas. El mismo nombre se daba a los
sacerdotes de dicho culto, que remedaban el frenesí de sus homónimos durante las
festividades rituales.
71
E! cielo. Ver Sobre Abraham 159 y Sobre los premios y los castigos 41.

[170.] "¡Oh rey de los dioses y de los hombres!, no es cierto, entonces, que Te olvides de la
nación judía ni es una falsa invención Tu providencia; y andan extraviados de la sana opinión
todos los que niegan que ella tenga en Ti un campeón y defensor. Clara prueba de ello soy yo,
pues toda la furia que desaté contra los judíos yo mismo la he experimentado.

171. Al dar licencia a los saqueadores permití que los despojaran de sus bienes. Por ello fui yo
privado de los bienes paternos y maternos, de todos los que recibí a título de recompensa y
regalo y de todos los demás de otra especie que adquirí.

172. Les inferí una vez la ofensa de la pérdida de los derechos políticos y los trasformé en
extranjeros no obstante tratarse de ciudadanos del país y con plenos derechos, con el propósito
de complacer a sus adversarios, chusma desordenada y voluble, ante cuya adulación me
engañe, desdichada de mí. Por ello fui privado de mis derechos y expulsado de todo el mundo
habitado a este lugar de destierro donde me hallo encerrado.

173. Conduje a algunos de ellos al teatro y ordené injustamente que fueran maltratados a la
vista de sus peores enemigos; y aquí que yo, maltratado no en el cuerpo pero sí en el alma con
las más extremas violencias, fui conducido no a un solo teatro o a una sola ciudad sino a
través de toda Italia hasta Brindis, de todo el Peloponeso hasta Corinto, y de Ática y las islas
hasta Andró, mi prisión.

174. Y estoy claramente convencido de que no es éste el límite de mis infortunios, y de que
otros están al acecho para completar un número que compense cuanto hice. He matado a
algunos judíos y cuando otros los mataron no los castigué por ello. Unos fueron lapidados,
otros quemados vivos y otros arrastrados a través de la plaza del mercado hasta que sus
cuerpos quedaron reducidos a nada.

175. Bien se que las Furias 72 de ellos me esperan; que las deidades vengadoras del crimen,
están ya coma apostadas a punto de iniciar su carrera, llenas de prisa en su vivo deseo de
derramar mi sangre, y cada día, o más bien cada hora, muero anticipadamente soportando
muchas muertes, en vez de una definitiva".
72
Divinidades encargadas de vengar la muerte de los asesinados.

164
176. Muchas veces se sentía preso de espanto y temor, y a la par que los miembros y partes de
su cuerpo sucumbían bajo el peso del terror, el miedo hacía temblar a su alma agitada por
ahogos y palpitaciones, pues estaba privado de lo único que por naturaleza puede sostener la
humana existencia, la bienhechora esperanza.

177. Ningún augurio favorable aparecía ante él; solo agoreros presagios, siniestros rumores,
fatigosas vigilias, aterradores sueños, y su soledad, semejante a la de las fieras. ¿Pero era el
vivir en compañía lo que le hubiera proporcionado el placer sumo? No, lo más desagradable
para él era la residencia en la ciudad. ¿Brindábale seguridad, aunque vergonzosa, la soledad
del campo? No, la seguridad estaba en ella tan ausente como su pudor.

178. Si alguien se le aproximaba pacíficamente, él entraba en sospechas y decía: "Algo trama


contra mí. Ese que avanza demasiado rápido seguramente no lleva otro propósito que
perseguirme. El que se muestra amable es un emboscado; la franqueza de éste no es sino
desprecio. Se me dan alimentos y bebidas para sacrificarme luego como a los animales.

[179.] ¿Hasta cuándo soportaré, como si fuera de hierro, tantas desventuras? Bien sé que soy
pusilánime ante la muerte; pero es mi destino, que para mi daño no me permite arrancarme en
un instante esta desdichada vida porque tiene reservados contra mí males irremediables, más
allá de toda medida, como expiación por aquellos a los que arteramente di muerte".

180. XXI. Repasando tales pensamientos y entre violentas agitaciones aguardaba con ansia el
fin decretado por los hados, mientras incesantes dolores perturbaban y confundían a su alma.
Por su parte Cayo, cruel por naturaleza e implacable en sus venganzas como era, lejos de
imitar a aquellos que dejan en paz a quienes ya han castigado una vez, movido por una cólera
inextinguible, preparaba siempre alguna grande y nueva desgracia para precipitarla sobre
ellos. Y odiaba de un modo particular a Flaco, al punto de que, por la repugnancia que
experimentaba al oír su nombre, miraba con malos ojos a cuantos se llamaban como aquel.

181. Y muchas veces se arrepentía de haberlo condenado a destierro en vez de sentenciarlo a


muerte, y reprochaba a Lépido su intercesión, no obstante el respeto que sentía hacia él; de
modo que Lépido desistió de defenderlo por temor de ser también él castigado.

182. Temía, en efecto, como cabía pensar, que por apoyar a otro para que su castigo fuera más
leve, recayera sobre su propia persona un castigo más severo. De ese modo, como nadie se
atrevía ya a alegar razones para aplacar a Cayo, éste procedió implacablemente y sin control
alguno, impulsado por sus resentimientos, los que, aunque hubieran debido apaciguarse con el
correr del tiempo, se agudizaron más aún, como ocurre en las recaídas de las enfermedades de
los cuerpos, las que son más graves todavía que las precedentes.

183. Y así, dicen que cierta noche en que no había conciliado el sueño sus pensamientos se
encaminaron hacia los desterrados de elevada condición, reflexionando que, aunque por el
calificativo 73 podía suponerse que fueran desdichados, en realidad tenían asegurada una vida
de ocio, tranquilidad y libertad.
73
El calificativo de desterrados, por todos los males que supone el destierro.

184. Y cambió incluso la denominación usada por la de "residencia en el extranjero" donde


disponen en cantidad inagotable de las cosas necesarias, y pueden vivir sin trabajar y en
medio del bienestar; y resulta absurdo que los tales vivan placenteramente gozando de paz y

165
usufructuando una existencia propia de filósofos".

185. Finalmente ordenó que se diera muerte a los más distinguidos y de mayor reputación, y
entregó la lista de ellos,74 que encabezaba Flaco. Cuando los designados para matarlo llegaron
a Andró, Flaco se encaminaba casualmente desde el campo hacia la ciudad. Marcharon
aquellos desde el puerto a su encuentro hasta que él los divisó y ellos lo divisaron a él desde
lejos.
74
Suetonio (Vida de Cayo 28) confirma la existencia de esta orden.

186. Flaco comprendió el propósito que los traía; que el alma de cada hombre, especialmente
de los que están en la desgracia, conjetura con clarividencia suma; y desde allí se apartó del
camino y echó a correr huyendo a través de un lugar escarpado. Olvidaba, quizá, que Andró
es una isla y no un continente, y que en una isla la velocidad de nada sirve pues está encerrada
por el mar, por lo que no queda sino una de dos posibilidades: o precipitarse al mar al avanzar
demasiado lejos o ser aprehendido al llegar al límite mismo.

187. Si se comparan ambos males, mejor sin duda resulta perecer en tierra que en el mar, por
cuanto es la tierra la zona que la naturaleza ha asignado a los seres humanos y los animales
terrestres como la más apropiada no solo para vivir sino también para morir, de modo que
ella, que los acoge al principio cuando llegan a la existencia, los reciba también al final
cuando parten de esta vida.

188. Los ejecutores lo persiguieron sin darse respiro y lo apresaron. Y mientras unos cavaban
un hoyo, otros lo arrastraron violentamente en tanto él se resistía, gritaba y forcejeaba con
fuerza. De lo cual resulta que, como se lanzaba al modo de las bestias al encuentro de los
golpes, su cuerpo acabó por ser completamente destrozado.

189. Es que, como se abrazaba y aferraba a sus matadores, éstos veíanse impedidos de
aplicarle sus espadas de una vez y le lanzaban golpes oblicuamente, lo cual fue causa de que
fueran aún más graves los daños que recibía. Con sus manos, pies, cabeza, pechos y costados
cortados y separados en trozos, quedó tendido como una víctima de los sacrificios, habiendo
querido la justicia que en ese único cuerpo suyo se produjeran heridas en un número igual al
de los judíos que ilegalmente habían sido asesinados.

190. El lugar estaba todo inundado por la sangre que, como desde una fuente, fluía desde las
muchas venas que una tras otra habían sido cortadas; y al ser arrastrado su cadáver hacia el
hoyo cavado se separó la mayor parte de los miembros pues se desgarraron los ligamentos que
unen estrechamente todo el conjunto del cuerpo.

191. Tales fueron los padecimientos que también 75 Flaco soportó, convirtiéndose así en una
indubitable prueba de que no le faltaba a la nación judía la protección que de Dios proviene.
75
¿Quién fue el otro o quiénes fueron los otros? ¿Se refiere Filón a Seyano, a quien en el
parágrafo 1 menciona como el predecesor de Flaco en el perseguir a los judíos?

166
HIPOTÉTICAS 1 (APOLOGÍA DE LOS JUDÍOS)

(APOLOGÍA PRO IUDAEIS)

1
Los dos extensos fragmentos de Filón que siguen han sido conservados por Eusebio en su
obra Preparación evangélica, libro VIII. Aclara el obispo de Cesárea que el primero de ellos
es un extracto del primero de los tratados que Filón tituló Hipotéticas, y que el segundo
pertenece a una "apología de los judíos", pero en su Historia Eclesiástica, libro II, 18, al enu-
merar las obras de Filón no menciona tales títulos. En cambio incluye en ésta el epígrafe
Sobre los judíos, que alude, evidentemente, a las cuestiones que se tratan en dichos
fragmentos, por lo cual la crítica moderna acepta sin mayores reservas que éstos son extractos
de dicho tratado y que los tres títulos se refieren a la misma obra. En la presente edición,
siguiendo el criterio de los principales editores modernos, se conservan los títulos que sugiere
Eusebio.
En cuanto al sentido exacto o aproximado con que está tomado el término hypoihetiká (plural
de hypothetikós = supuesto, hipotético, y también exhortativo) no ha sido posible determinarlo
a pesar de las discusiones y exámenes al respecto.

5.11.2 [Pues bien, pasemos ahora a considerar también la constitución establecida por la
legislación de Moisés, conforme la describen los autores altamente reputados entre los judíos.
3
En primer lugar citaré la narración de Filón acerca de la marcha de los judíos desde Egipto
guiados por Moisés. Dicha narración es parte del primero de los tratados que tituló
Hipotéticas, y en ella, arguyendo a favor de los judíos, cual si enfrentase a sus acusadores,
dice lo siguiente:]
2
Los números de parágrafos corresponden a la numeración del libro II de Preparación
Evangélica, según las ediciones de Cohn (Edición Menor) y de Colson, que sigue al primero.
Entre corchetes van los términos con que Eusebio anuncia los fragmentos que reproduce.
3
Entre ellos Flavio Josefo, de quien Eusebio inserta, a continuación del presente tratado de
Filón, otro tomado de Contra Apión II, 163 a 228.

6.1. El pueblo judío, cuyo primer progenitor 4 descendía de caldeos, 5 habiendo emigrado en
sus primeros tiempos desde Siria a Egipto, retornó más tarde de este país porque, habiéndose
multiplicado hasta comprender incontables miríadas de personas, aquella tierra resultaba
insuficiente; razón a la que cabe agregar el espíritu sumamente emprendedor que la educación
había forjado en sus almas, a la par que el hecho de que Dios, mediante visiones y sueños, les
había revelado que debían partir, y en no menor medida, la intensa nostalgia por la tierra de
sus antepasados que por Divina voluntad los invadía. Tal tierra es aquella desde la que aquel
antepasado de ellos había descendido hacia Egipto, o bien por haberlo dispuesto así Dios o
bien por alguna personal previsión; y en ella la nación judía ha gozado de una inigualada
prosperidad, al punto de que desde entonces hasta el presente se ha desarrollado y perdura, y
excede toda medida la multitud tan grande de sus miembros.
4
De lo que dice más abajo se infiere que Filón no alude aquí a Abraham sino a Jacob. En
cuanto a la calificación de palaiós pregónos = el más antiguo o antepasado o progenitor del
pueblo judío referida a Jacob, el tercero de los patriarcas, seguramente se debe ai hecho de
que Jacob, por otro nombre, Israel, fue el epónimo del pueblo hebreo y el padre y abuela de
los fundadores de las tribus tradicionales en que se dividió la nación.
5
Jacob descendía de su abuelo Abraham, quien era oriundo de Caldea, según la tradición
bíblica. Filón insiste en el entronque caldeo de los hebreos cuando en Vida de Moisés I, 5,
afirma que Moisés era caldeo, y en otros varios pasajes en que emplea lengua caldea como

167
sinónimo de lengua hebrea.

6.2. [Y un poco más adelante dice:]


Guiábalos en su partida y en su marcha un hombre que en nada, si quieres, difería del común
de la gente, como que hasta solían tacharlo de impostor y forjador de embustes.6 Y por cierto
que fue una hermosa 7 impostura y malicia aquellas gracias a la cual no sólo condujo al
pueblo hacia su completa salvación en medio de la sequedad, el hambre, el desconocimiento
de las rutas y la carencia de todas las cosas como si gozara de completa abundancia y le
proveyeran de recursos las naciones situadas entre Egipto y Siria; sino además los preservó de
los enfrentamientos de unos contra otros y, sobre todo, los mantuvo obedientes a su mandato.
6
En Contra Apión II, 145 (14), Flavio Josefo pone en boca de los detractores de la ley
mosaica ambos cargos referidos a Moisés. Pero el uso del imperfecto iterativo en el texto
griego induce a pensar que se trata de una calumnia permanente o reiterada.
7
Como en Flaco 157, emplea Filón el término kalós = hermoso, con sentido irónico.

6.3. Y esto no por poco tiempo, ciertamente, sino por un lapso mayor que el que cabe esperar
que dure la concordia incluso en el seno de una familia que vive en total abundancia. Y ni la
sed, ni el hambre, ni el agotamiento de los cuerpos, ni el temor por el futuro, ni la ignorancia
acerca de lo que habría de suceder hicieron que aquellas multitudes de engañados y
arruinados se alzasen contra aquel impostor.8
8
Por supuesto que este calificativo como todo lo que precede es una crónica crítica de las
opiniones de los enemigos de Moisés.

6.4. ¿Cómo explicar esto? ¿Habremos de decir que poseía cierta habilidad, elocuencia o inteli-
gencia tan grande como para superar tantas y tan extraordinarias circunstancias que llevaban a
todos a la ruina? ¿O que los hombres que gobernaba no eran de naturaleza torpe ni rebelde,
sino dócil y no carente de previsión respecto del futuro? ¿O bien que se trataba sí de hombres
malvados al máximo, pero Dios apaciguó sus rebeldías y tomó, por así decir, a Su cargo su
presente y su futuro? Cualquiera de estas explicaciones te parezca ser la verdadera, es
evidente que ella confirma categóricamente la alabanza y honra de Moisés y su celo para con
todos ellos.

6.5. Esto en lo que al éxodo respecta. Además las sagradas escrituras nos muestran cómo, una
vez que hubieron llegado a esa tierra, se establecieron en ella haciéndose dueños del país.
Personalmente creo que es mejor discurrir sobre las probables circunstancias de esa ocupación
ateniéndonos a ciertas reflexiones sobre ellas más bien que al relato de la historia.

6.6. ¿Cuál de estas dos alternativas prefieres que supongamos: que eran todavía superiores por
la multitud de sus guerreros y que, aunque se hallaban en extremo postrados, con todo,
cobrando vigor y empuñando las armas, tomaron al cabo el país por la fuerza al vencer a los
sirios y fenicios juntamente, que combatían en su propia tierra; o bien que eran ineptos para la
guerra y faltos de virilidad, y que su número era por demás escaso y carecían de pertrechos de
guerra, pero se ganaron el respeto de sus oponentes, quienes voluntariamente les cedieron el
país; y como consecuencia de ello no mucho después edificaron su templo y organizaron
todas las demás cosas tocantes a la religión y la piedad?

6.7. Porque esto demostraría a las claras que eran reconocidos como muy amados por Dios
aun entre sus enemigos; que enemigos eran forzosamente aquellos a cuya tierra llegaban de
improviso en son de conquista.

168
6.8. Y si alcanzaron crédito y honor de parte de éstos, ¿no muestra ello que superaban a los
otros en buena fortuna? ¿Y qué cualidad diremos que ocupaba el segundo lugar después de
ésta buena fortuna, y cuál el tercero tras ambas? ¿Nos decidiremos por su respeto a las leyes y
su docilidad, o por su religiosidad, justicia y piedad? Cualquiera fuere la preferencia, el hecho
es que a tal punto llegaba la inmensa veneración que profesaban a aquel hombre que
estableció las leyes para ellos, que, cuanto a él le pareció bien también les pareció bien a ellos.

6 9. Y así, cuanto él les dijo, ya se tratara de algo por él mismo discurrido, ya de algo
escuchado de una voz sobrenatural, todo lo atribuyeron a Dios, y transcurridos ya muchos
años, no sabría decir cuántos exactamente, pero más de dos mil, no sólo no han cambiado ni
una palabra siquiera de las escritas por él, sino soportarían además morir infinitas veces antes
que obedecer mandatos que contraríen las leyes y costumbres que él estableció.

6.10. [Después de estas afirmaciones, resume la constitución establecida en las leyes de


Moisés para la nación judía, escribiendo lo siguiente:]

7.1. ¿Acaso es dable hallar entre los judíos alguna de estas escapatorias 9 o algo parecido a
ellas; algo que se parezca a la condescendencia o la lentitud, algo que permita en los procesos
artimañas, pretextos, dilaciones, y aplicaciones de penas pecuniarias seguidas de reducciones
de esas penas? Nada de eso, todo es simple y claro. Si alguien es culpable de pederastia o de
adulterio o de haber violado a una persona joven, incluso si la forzada es mujer; que, si se
trata de un varón, resulta por demás obvio; y también si alguien se prostituye a sí mismo, o
tolera o se propone o intenta algún acto vergonzoso para su edad, el castigo es la muerte.10
9
Claramente se desprende de lo que sigue que en los pasajes omitidos por Eusebio, Filón se
ha referido a la impunidad con que frecuentemente se transgredían las leyes de los gentiles a
causa de la lenidad impresa en ellas por sus respectivos legisladores, en contraste con la
estricta observancia y severidad de castigos que exigía la ley mosaica. Ver Flavio Josefo,
Contra Apión II, 276.
10
Ver Lev. XVIII, 22 y XX, 10 y 13; y Deut. XXII, 22 y ss.

7.2. Si alguien ultraja a un esclavo o a un hombre libre; si lo mantiene cautivo, si lo apresa o


vende; si roba cosas profanas o sagradas; si comete impiedad no sólo con obras sino también
de palabra, cualquiera sea; y no ya contra Dios, lo cual ni mencionar es lícito, y quiera Él
perdonarnos también el pensar en ello, sino contra su padre, su madre o un benefactor suyo, la
pena es igualmente la muerte; y no una muerte común ni cualquier muerte, que por ofender de
palabra solamente, corresponde la lapidación, como que lo que ha hecho no es menos grave
que la impiedad.11
11
Ver Éx. XXI, 16 y 17. Algunos de estos casos que Filón considera punibles con la pena
capital no son calificados de tales por las escrituras.
apología de los judíos

7.3. Hay además, por otra parte, leyes tales como estas. Las esposas deben servir a sus
esposos con un servicio no impuesto mediante la violencia, y encaminado a lograr la dócil
obediencia en todas las ocasiones. Los padres deben mandar sobre sus hijos para preservarlos
y brindarles sus atenciones. Cada uno es el único propietario de sus propios bienes, excepto en
caso de haber pronunciado sobre ellos el nombre de Dios y declarado que han sido cedidos a
Él. Y aun cuando se tratare de una repentina promesa puramente verbal, no es lícito que toque
o tome para sí esos bienes, siendo su obligación desprenderse de ellos inmediatamente.
12
7.4. Y no hay por qué hablar del robo de lo que pertenece a los dioses o del despojo de lo

169
consagrado por otros; cuando, como ya dije, tratándose de los propios bienes una accidental e
inadvertida promesa de consagrarlos basta ella sola para que quien la expresa se prive de
todos; y si se arrepintiere y negare haberla formulado, pierda además la vida.
12
Extraño plural. Tal vez tiene presente Filón el pasaje Éx. XXII, 28, donde se lee, en la
versión de los LXX: "No blasfemarás contra los dioses". Pero en Vida de Moisés II, 205 y en
Sobre las leyes particulares I, 53, entiende que se trata de los dioses paganos, cosa que no es
aplicable al caso presente. Por la aclaración que sigue se advierte que se refiere al único Dios.

7.5. Y el mismo principio alcanza a las demás personas sobre las que se extiende su autoridad.
Si un esposo consagrare alimento destinado a su mujer como sagrada ofrenda, se abstendrá de
darle ese alimento; y otro tanto harán el padre con el alimento de su hijo, y el gobernante con
el de su súbdito. La perfecta y más excelente dispensa en el caso de la consagración de bienes
tiene lugar cuando el sacerdote rechaza la ofrenda, ya que éste ha recibido de Dios pleno
poder para hacerlo. En segundo lugar está la justa dispensa que pueden proporcionar aquellos
que poseen la mayor y permanente autoridad en materia religiosa para declarar que Dios se ha
tornado propicio, de modo que no es necesario aceptar la ofrenda.13
13
Es decir, los casos son dos: el rechazo de la ofrenda por considerársela indigna, y la
declaración de que ella no es necesaria porque Dios se ha tornado propicio, oferente. En Núm.
XXX, 1 a 3, y Deut. XXIII, 21 a 23, donde se menciona el voto de que habla Filón y la
estricta obligación de cumplirlo, nada se dice del género de la pena que llevaba implícita su
incumplimiento, ni acerca de los casos en que cabía una dispensa de la obligación contraída.
Sin embargo, como afirma en el parágrafo siguiente, no todas las normas que cita Filón están
contenidas en el texto legal, siendo, muchas, imposiciones de la tradición oral y la costumbre.

7.6. Aparte de éstas hay otras innumerables normas, todas las cuales o van implícitas en las
costumbres e instituciones no registradas por escrito o están contenidas en las leyes mismas.
Nadie debe hacer a otro lo que le desagrada que le hagan. Ni recoger de un huerto o de un
lugar o de una era aquello que no ha depositado allí. Ni hurtar de una niara nada absoluta-
mente ni grande ni pequeño. Ni negar el fuego a quien lo necesita. Ni cortar las corrientes de
agua. Se debe, en cambio, dar alimento a los mendigos y lisiados que suplican por él, como si
se tratase de una piadosa ofrenda hecha a Dios.

7.7. No es lícito privar de su sepultura a ningún cadáver, sino cubrirlo de tierra como reclama
la piedad. Ni alterar de ningún modo los ataúdes ni los monumentos de los muertos. Ni
agregar trabas ni crear más dificultades a quien se halla en apremios. Ni anular la capacidad
generativa propia de los hombres ni provocar abortos en las mujeres mediante drogas
esterilizantes u otros procedimientos. Ni dar a los animales un trato contrario al que ha sido
prescripto por Dios y además por su legislador. Ni malograr su simiente ni defraudar su
descendencia.14
14
Es imposible precisar el sentido exacto que atribuye Filón a esta prescripción referente al
trato y uso de los animales.

7.8. Ni se ha de emplear ni balanza inexacta ni quénice15 fuera de medida ni moneda


adulterada. Ni se deben divulgar los secretos de los amigos si sobreviene un distanciamiento.
¿Qué necesidad, en nombre de Dios, tenemos nosotros de los famosos preceptos de
Búziges?16 Pero observa otras normas además de éstas. Los hijos no deben ser apartados de
sus padres, aun cuando estén cautivos en tu poder; ni ha de serlo la esposa de su esposo, ni
siquiera si fueres legalmente su amo por haberla comprado.
15
Unidad de las medidas de sólidos. Representaba la cantidad de trigo necesaria para el

170
alimento diario de un hombre, y contenía l. 1,094. Por supuesto que se trata de una
prescripción general tocante a toda medida de capacidad.
16
Búziges, primitivo héroe de los áticos, era recordado en Atenas como el primero que había
uncido al yugo del arado los bueyes. Durante las Buzigias, fiestas de los labradores, que
tenían lugar en la localidad ática de Eleusis, un descendiente de Búziges lanzaba impreca-
ciones contra los que negaban a sus semejantes el uso del fuego y el agua, contra los que se
rehusaban a guiar a los extraviados, contra los que dejaban insepultos los cadáveres, contra
los que obligaban a otros a hacer lo que ellos mismos tenían por pernicioso, y contra todos los
que asumían actitudes que dañaban al prójimo.

7.9. Éstas, sin duda, son las normas más importantes y trascendentes, pero hay otras que
atañen a cosas pequeñas y casuales. Así dice que no debes dejar vacío el nido construido en tu
morada, ni tornar vanas las súplicas de los animales cuando éstos, como ocurre a veces,
acuden como para acogerse a tu protección;17 ni cometer falta alguna de esta clase aunque
fuere más leve que éstas. Tal vez digas tú que se trata de cosas insignificantes; pero la ley que
se ocupa de ellas es grande ciertamente, y digna de todo nuestro celo; y grandes también son y
amenezadoras de ruina sus advertencias e imprecaciones, siendo Dios mismo quién vela por
su cumplimiento y castiga en todas partes.
17
Alusión a lo que se dispone en Deut. XXII, 6, en el sentido de no apresar al ave madre,
aunque sí a las crías, en caso de hallarse un nido en un árbol o en tierra.

7.10. [Algo más adelante dice:]


¿No encuentras asombroso el que se abstengan de cometer en ocasión alguna transgresiones
contra cualquiera de esos preceptos durante un día entero,18 y más aún, no ya durante un solo
día sino durante muchos, y no días seguidos uno inmediatamente después del otro, sino
separados por intervalos, y éstos de siete días, durante los cuales, como es natural, prevalecen
todo el tiempo los hábitos propios de los días no consagrados?
18
Las consideraciones incluidas en 7, 10 a 20, se refieren a las prescripciones relativas al día
sábado y a su observancia por parte de los judíos.

7.11. ¿No será esto simplemente un caso de ejercitación en el autocontrol para ser capaces por
igual de practicar sus tareas y de abstenerse de trabajar cada vez que sea preciso? No, por
cierto; la grandiosa y admirable meta que el legislador tuvo presente 19 no fue solamente el
que fuesen capaces por igual de obrar y de no obrar, tratándose de otros asuntos, sino además
el que fueran expertos conocedores de sus leyes y costumbres ancestrales.
19
Al redactar las prescripciones relativas a la observancia del descanso sabático.

7.12. La prueba está en que les prescribió la obligación de reunirse en un mismo lugar en
estos días séptimos; y de escuchar, sentados juntos, respetuosa y ordenadamente las leyes,
para que ninguno las ignorase.

7.13. Y por cierto que ellos se congregan siempre y se sientan unos al lado de los otros, los
más en silencio, salvo en los casos en que es norma agregar algo en aprobación de lo que se
va leyendo; y algún sacerdote allí presente o alguno de los ancianos les lee las sagradas leyes
y las explica una por una hasta cerca del atardecer; tras lo cual parten plenos de experiencia
sobre ellas y habiendo progresado mucho en el camino de la piedad.

7.14. ¿Te parece, acaso, que estas cosas son propias de gente ociosa y que no resultan para
ellos más necesarias que cualquier otra labor? De ese modo no acuden a los expertos en
materia de leyes para averiguar punto por punto qué se ha de hacer y qué no debe hacerse; ni,

171
al atenerse a su propia interpretación de ellas, las trasgreden por ignorancia; antes bien,
cualquiera de ellos, si lo acosas con preguntas acerca de sus instituciones ancestrales, está en
condiciones de hablar con presteza y facilidad; y se halla capacitado para instruir acerca de las
leyes el esposo a la esposa, el padre al hijo y el amo a los siervos.

7.15. Y en términos no idénticos quizá pero sí parecidos podemos referirnos sin dificultad al
séptimo año. En él, efectivamente, no son ellos mismos los que se abstienen de trabajar como
ocurre en aquellos días séptimos, pero dejan inactiva a la tierra con intención de asegurar su
fertilidad para los años siguientes;20 que mucha es la ventaja si se le proporciona un descanso
y luego se la cultiva el próximo año sin que se halle exhausta por el ininterrumpido cultivo.
20
Acerca del año sabático ver Sobre las leyes particulares II, 86 a 109; IV, 215 a 217; Sobre
las virtudes 97 y 98; y Sobre los premios y los castigos 154 a 157.

7.16. Tratándose de los cuerpos, tú mismo puedes ver cómo el mismo tratamiento contribuye
a fortalecerlos, y cómo los médicos prescriben ciertos intervalos y descansos en los trabajos; y
no solo para restaurar la salud; que lo que se perpetúa ininterrumpidamente y sin variación,
particularmente en los trabajos, es a todas luces perjudicial.21
21
Recalca Filón que también las personas sanas deben tomarse descansos para reponer
energías y a la vez romper con la monotonía del esfuerzo ininterrumpido.

7.17. Prueba de que eso es lo que se proponen es que, si alguien les ofreciera cultivar durante
ese séptimo año esta misma tierra con mucha más intensidad que antes, y cederles la totalidad
de los frutos, de ningún modo lo aceptarían, puesto que ellos entienden que lo de abstenerse
de labores no reza solo con sus personas, aunque si así 22 lo hicieran, nada tendría de
admirable; y que también el país debe recibir de ellos cierto respiro y descanso que
proporcione otro punto de partida para su posterior cuidado y cultivo.
22
Es decir, si sólo ellos se abstuvieran de laborar la tierra, permitiendo que otros lo hicieran.

7.18. Porque, ¿qué les impediría, ¡en nombre de Dios!, arrendar a otros durante ese año el país
y obtener de aquellos que lo trabajen el pago correspondiente al año? Pero, como he dicho, no
aceptan ninguna de tales ventajas absolutamente, y proceden así por consideración hacia su
país, en mi opinión.

7.19. También es señal verdaderamente grande de su humanidad lo siguiente. Como ellos


personalmente se abstienen de los trabajos durante aquel año, entienden que no deben recoger
ni guardar para sí los frutos que nacen, pues estos no han sido producto de sus propios
esfuerzos; y piensan que, pues Dios se los ha procurado, al producirlos espontáneamente la
tierra, es justo que los que transitan o los demás, si lo desean o tienen necesidad, usen de ellos
con toda libertad.

7.20, Y ya es bastante acerca de estos asuntos; porque seguramente no me pedirás que


demuestre que estas reglas relativas a los séptimos días están ya establecidas para ellos por su
ley. Tú probablemente has escuchado antes a menudo de boca de muchos médicos, científicos
y filósofos qué influencia tiene dicha ley sobre la naturaleza de todos los seres y sobre la
humana en particular. Esto es lo que cabe decir acerca del séptimo día.

11. 1.23 A innumerables discípulos suyos ha preparado nuestro legislador para la vida de
comunidad. Se los conoce con el nombre de esenios, nombre que se les da, a mi parecer, por
su reconocida santidad.24 Viven en muchas ciudades de Judea y en muchas aldeas, y
agrupados en grandes asociaciones de muchos miembros.

172
23
Aquí comienza el segundo de los fragmentos conservados por Eusebio de Cesárea.
Precedentemente Eusebio se ha referido al modo como la ley de Moisés es interpretada y
cumplida, según su sentido literal por el común de la gente, remontándose a un sentido más
profundo los hombres sabios o filósofos. Ejemplo de estos últimos son los esenios, a cuyos
ideales y normas de vida se refiere el fragmento que se reproduce.
24
Ver Todo hombre bueno es libre 75.

11.2. Han optado por ello 25 no por razones de nacimiento, que el nacimiento no es tenido en
cuenta para las libres decisiones, sino movidos por su celo por la virtud y su anhelo de
hermandad entre los hombres.
25
Vale decir, su vocación ha tenido origen no en. . .

11.3. Lo cierto es que ningún esenio es ni un infante, ni un barbiponiente ni un adolescente,


que los caracteres poco firmes de éstos son rebeldes a causa de la inmadurez propia de la
edad; se trata, por el contrario, de hombres maduros, situados ya en la pendiente de la vejez,
es decir, ni sumergidos aún por la corriente del cuerpo ni arrastrados por las pasiones, sino
entregados al goce de la verdadera y realmente única libertad.

11.4. Testimonio de esa libertad es su vida. Nadie entre ellos, en efecto, se permite
absolutamente poseer bienes propios: ni casa ni esclavo ni tierra ni rebaño ni cosa alguna de
cuantas produce y proporciona la riqueza, sino colocan todas las cosas conjuntamente para
uso colectivo y gozan en común de los beneficios de todos ellos.

11.5. Viven juntos organizados en tíasos,26 asociaciones de camaradas, compartiendo una


mesa común y permanentemente ocupados en contribuir al común provecho.
26
O cofradías religiosas.

11.6. Pero sus ocupaciones son diversas, y a ellas se entregan con tenacidad y diligencia sin
cejar jamás ni usar como pretextos ni el frío ni el calor ni todos los cambios del aire. Antes de
salir el sol se aplican a sus habituales tareas, y solamente al ocultarse aquel les ponen término,
pues se complacen en las mismas no menos que se complacen en las competencias
gimnásticas los admitidos en ellas.

11.7. Es que entienden que los ejercicios que cultivan son más provechosos para la existencia,
más gratos al alma y se practican por mucho más tiempo que los de los atletas, por cuanto en
ellos no decae el juvenil vigor cuando la plena vitalidad del cuerpo ya no existe.

11.8. Algunos de ellos trabajan la tierra aplicando sus conocimientos a la siembra y al cuidado
de las plantas; otros son cuidadores de rebaños, teniendo a su cargo toda suerte de ganados; y
algunos cuidan de colmenas de abejas.

11.9. Otros trabajan en distintos oficios manuales con el objeto de evitar los malestares que
forzosamente ocasionan las inevitables necesidades, y no renuncian a ninguna cosa
irreprochable que contribuya a la subsistencia.

11.10. Lo que todos ellos obtienen como retribución por tareas a tal punto diferentes
entréganlo a uno solo, elegido administrador; el cual lo toma y compra inmediatamente lo
necesario y les proporciona abundantes alimentos y las demás cosas que requiere la humana
existencia.

173
11.11. Compartiendo la misma vida y la misma mesa todos los días, siéntense felices de parti-
cipar de las mismas cosas y aman la frugalidad a la par que repudian el derroche como una
enfermedad del alma y del cuerpo.

11.12. Y no solo participan de la misma mesa sino les es también común la ropa que llevan,
pues en invierno cúbrense con gruesos mantos, y en verano con modestas túnicas; de modo
que cualquiera de ellos, si lo desea, puede tomar sin dificultad alguna la prenda que quiera
tomar, por cuanto entienden que lo de cada uno pertenece a todos, y lo de todos pertenece a
cada uno.

11.13. Asimismo, si alguno de ellos enferma, es curado de su enfermedad por todos mediante
la atención que con celo y solicitud le brindan. Y los ya ancianos, aunque no tengan hijos,
acaban sus días en una venturosísima y sumamente desahogada vejez, cual si fueran padres de
una prole no solo numerosa sino además excelente, ya que son tantos los que los consideran
merecedores de precedencia y honra, y entienden, no por imposición de la naturaleza sino,
más bien, por voluntaria determinación, que es un deber el servirlos.

11.14. Y más aún, rechazan el matrimonio, porque con suma claridad ven en él el único o
principal obstáculo para mantener los vínculos de la vida de comunidad, y a la vez porque
practican con particular celo la continencia. Ninguno de los esenios, en efecto, toma esposa,
entendiendo que la mujer es una criatura egoísta, celosa por demás y capaz de tender sus redes
a las costumbres del hombre y seducirlo con sus incesantes fascinaciones.

11.15. Poniendo en juego las palabras lisonjeras y los demás modos de fingir, como si
representase un papel teatral, primero atrapa a los ojos y los oídos, para luego, engañados ya
estos súbditos de la soberana inteligencia, engañar a ésta también.

11.16. Y si le nacen hijos, llena de presunción y de incontrolada locuacidad, hace público con
una audacia por demás atrevida todo aquello que antes sugería con reticencias y vedadamente;
y sin vergüenza alguna fuerza a su esposo a ejercer acciones, cada una de las cuales es un
obstáculo para la vida en comunidad.

11.17. Porque aquel que ha quedado preso de los atractivos de una mujer o centra su
preocupación en los hijos obedeciendo a un imperativo de la naturaleza, ya no es el mismo
que antes para con los demás, sino tórnase distinto sin darse cuenta, un esclavo en vez de un
hombre libre.

11.18. A tal punto es digna de envidia la vida de los esenios, que no solo los simples
particulares sino también los grandes reyes sienten admiración y asombro ante estos hombres,
y con testimonios de aprobación y honras hacen más venerable aún la venerable condición de
los mismos.27
27
Ver Flavio Josefo, Antigüedades Judías XV, 10, 5.

174
SOBRE LA PROVIDENCIA 1

(DE PROVIDENTIA)

1
El texto griego de los dos fragmentos que corresponden a este epígrafe ha sido conservado
también por Eusebio de Cesárea en su obra Preparación Evangélica (VII, 21, 336 b a 337, y
VIII, 14, 386 a 399). Además existe en una versión armenia el tratado completo al que
pertenecen ambos fragmentos.
Como dejan éstos entrever, la obra estaba redactada en forma de diálogo. Los interlocutores
son el mismo Filón, quien defiende su opinión sobre la providencia de Dios sobre el mundo, y
Alejandro, que le plantea sus dudas y objeciones.
Este Alejandro no es otro, al parecer, que el sobrino de Filón, Alejandro Tiberio, quien había
apostatado del judaísmo.

Primer fragmento 2
2
Por la versión armenia, traducida al latín en 1822 por Aucher, sabemos que el fragmento
contiene la respuesta de Filón a una pregunta previa de Alejandro en el sentido de por qué, si
Dios creó el mundo, empleó para ello exactamente esta cantidad de materia. Filón argüirá que,
aunque la materia del mundo hubiera existido ya desde la eternidad y por lo tanto Dios no la
hubiera creado sino la hubiera usado para dar al cosmos su configuración actual, sin embargo
ello no implica que no haya ejercido y ejerza su providencia sobre el mundo.

En cuanto a la cantidad de la sustancia, suponiendo que realmente ésta no tuvo un comienzo,3


es preciso decir lo siguiente. Dios calculó una cantidad de materia exactamente suficiente para
la creación del mundo, de modo que ni faltara ni sobrara nada.4 Porque sería absurdo pensar
que, mientras los artífices particulares, cada vez que fabrican algo, especialmente si se trata de
algo costoso, calculan qué cantidad de material les será suficiente, Aquel que inventó los
números, las medidas y las igualdades que se dan en ellos no haya tenido en cuenta la
cantidad requerida. Con toda franqueza diré que para su construcción el mundo necesitaba
que la cantidad de sustancia no fuera ni menor ni mayor que esa, pues, de no ser así, no
hubiera resultado perfecto, ni llegado a ser completo en todas sus partes, y la verdad es que se
trata de una obra excelente forjada a la perfección a partir de una sustancia perfecta. Lo que
no podía ser de otro modo, pues es propio de quien posee pleno dominio de su arte el calcular
el material suficiente antes de comenzar cualquier construcción; y si bien un hombre, aun
cuando sea superior a los demás en conocimientos, como no puede escapar enteramente al
error por ser éste algo connatural en los mortales, puede engañarse quizá respecto de la
cantidad de material cuando practica su oficio, de modo que tenga unas veces que agregar
algo por ser menos del necesario, y otras quitar una parte por sobrar; en cambio, Aquel que es
la fuente de las ciencias no habría de proveer ni de menos ni de más, pues empleaba medidas
dignas todas ellas de ser celebradas por la maravillosa precisión con que están hechas.
3
O no creada. El texto griego es: ei dé gégonen óntos = si tuvo origen realmente, es decir, si
no es eterna, si alguna vez fue creada.
Pero resulta extraña esta hipótesis en una argumentación basada en la eternidad de la
sustancia empleada para la "creación" del mundo, ya que Filón trata de probar precisamente el
hecho de que la materia del mundo no ha tenido origen, supuesto cuya posibilidad ha
concedido Filón, según la versión armenia.
Por ello me he permitido corregir dé (conjunción enfática, que aquí no cumpliría un papel
esencial) por mé = no (negación empleada precisamente en las oraciones condicionales).

175
4
Calculó, no la cantidad cine debía producir de !a nada, sino la cantidad con que contaba, a
fin de que no le faltara ni le sobrase en la creación, que no era una creación ex n hilo sino con
la materia informe ya existente.

337. Quien deseare decir tonterías sin objeto alguno, de seguro se apresurará también a
confrontar esa obra con las obras de todos los artífices, alegando que han logrado una mejor
elaboración mediante el agregado de algo o quitando parte del material;5 pero esos ar-
gumentos capciosos son tarea propia de sofistas; no de la sabiduría, cuya misión es investigar
cada una de las cosas contenidas en la naturaleza.
5
Y que así como en las obras humanas la mejor calidad se logra mediante la adición o quita
de material, mejor hubiera sido que Dios, en vez de calcular por anticipado una cantidad
exacta, hubiera debido agregar y quitar cantidades determinadas de materia.

Segundo fragmento

1. [El modo como conduce la discusión es el siguiente:] 6 ¿Dices que existe la providencia en
medio de tan grande desorden y confusión de las cosas? Porque, ¿qué hay en la vida humana
que esté sujeto a un orden? ¿Qué hay en ella que no esté saturado de desorden y corrupción?
¿O eres tú el único que ignora cuan abundante es la corriente de los bienes que se precipita
hacia los más malvados y ruines: riqueza, prestigio, honores que les rinden las multitudes, así
como poder, salud, agudeza en los sentidos, belleza, vigor y disfrute de placeres sin traba
alguna gracias a la abundancia de sus recursos y a la buena salud jamás alterada; en tanto que
los que aman y practican la sabiduría y cada una de las virtudes viven todos, o casi todos,
pobres, obscuramente, sin renombre y en humilde condición?
6
Alejandro arguye contra la intervención de la divina providencia en los asuntos humanos
todos.

2. [Después de haber expuesto estas y otras muchísimas dificultades más, procede a


continuación a destruir sus objeciones de la siguiente manera:] 7
Dios no es un tirano entregado a la práctica de la crueldad, a la violencia y a todos los actos
que caracterizan al mando de un déspota inhumano, sino un rey investido de una amable y
legal soberanía, que gobierna con justicia el cielo y el mundo todo.
7
Refiérese Eusebio a que Filón ha puesto en boca de Alejandro otras injusticias para probar la
inoperancia de la divinidad en lo que toca a los asuntos humanos; citando los casos de los
tiranos Polícrates y Dionisio I, de los que se ocupará luego Filón; manifestando que considera
una injusticia el que el hijo de Dionisio I acabara destronado, pues los hijos no deben cargar
con las culpas de sus padres, y sacando a colación el trágico fin de Sócrates y los tormentos
sufridos por otros sabios (ver Todo hombre bueno es libre 106 y ss.).
No se reproduce la primera parte de la respuesta de Filón en la que rebatía éste el punto de
vista de Alejandro sobre la pobreza del hombre justo; parte que, como otros pasajes omitidos
por el mismo, conocemos en la versión armenia.

3. Y ningún nombre cuadra mejor a un rey que el de padre, puesto que lo que en el seno de las
familias son los padres para los hijos, eso mismo es para el estado el rey, y para el mundo
Dios,8 quien está unido con indisoluble vínculo por inmutables leyes de la naturaleza a dos
cosas de excelencia suma: el gobierno y la protección.
8
Eusebio omite aquí algunas palabras, en las que se lee: "y así Hornero, el más grande de los
poetas, llama a Zeus padre de los dioses y de los hombres".

176
4. Ahora bien, los padres no desprecian a los hijos de conducta reprensible; antes bien,
movidos a compasión por su desgraciado estado, los rodean de cuidados y atenciones,
pensando que es propio de enemigos implacables el abusar de las desgracias de otros, y que a
los amigos y parientes correspóndeles aliviar sus fracasos.

5. Y muchas veces hasta les brindan con liberalidad suma sus beneficios a los hijos
reprochables más que a los sensatos, porque saben a las claras que la sensatez ofrece a éstos
una copiosa fuente de "prosperidad, en tanto que" para los reprochables la única esperanza
son sus padres, y si ella les faltara, carecerían también de las cosas necesarias.9
9
Ya que, insensatos como son, no sabían procurárselas.

6. Del mismo modo también Dios, el padre de la inteligencia racional, no sólo extiende Su
cuidado a todos los que participan del don de la razón, sino se preocupa también por aquellos
que viven una vida culpable, con lo que, por una parte, les ofrece la oportunidad de corregirse,
y por otra se ajusta a los dictados de Su misericordiosa naturaleza, de la que son
acompañantes la virtud y la benevolencia, a las que con justicia corresponde velar a lo largo
del mundo de Dios.

7. Una reflexión es esta; recíbela por ahora en tu alma 10 como un depósito que Él te confía,
pero recibe además esta otra, en armonía y acuerdo con ella: No vayas tan errado nunca
respecto de la verdad, que pienses que alguno de los hombres ruines es feliz, aun cuando fuere
más rico que Creso,11 más agudo de vista que Linceo,12 más vigoroso que Milón13 de Crotón,
y más hermoso que Ganimedes, "al que a causa de su belleza arrebataron los dioses por los
aires para que fuera el copero de Zeus."14
10
El texto griego dice ó phyké = oh alma¿(mía), pero en la versión armenia se lee en tu alma,
lo que sugiere que el traductor leyó seguramente phykéi — en o para tu alma, sentido que se
ajusta más- quizá al carácter de diálogo que tiene el contexto.
11
Último rey de Lidia, famoso por sus fabulosas riquezas.
12
Uno de los Argonautas, famoso por su vista penetrante.
13
Atleta crotonense, famoso por su extraordinario vigor, que vivió a fines del siglo IV y
comandó las fuerzas de Crotón que destruyeron Síbaris.
14
Ilíada XX, 234.

8. La verdad es que, si ha convertido a su propio numen, me refiero a su inteligencia, en


esclavo de innumerables déspotas, como son el amor, la concupiscencia, el placer, el temor, el
dolor, la insensatez, la incontinencia, la cobardía y la injusticia, no puede en ese caso ser feliz
aunque así lo considere la mayoría de las hombres, extraviados respecto del verdadero
discernimiento y sobornados por dos males gemelos: la vanidad y la opinión vacía, males
capaces de seducir y extraviar a las almas que carecen de suficiente aplomo, y causas de
desastre para la mayor parte del género humano.

9. Por cierto que, si tú extiendes la mirada de tu alma con deseos de contemplar, hasta dónde
le es posible al humano entendimiento la providencia de Dios, alcanzarás una visión
suficientemente clara del verdadero bien y te reirás de las cosas que consideramos bienes y
que tú admirabas hasta entonces. Porque siempre en ausencia de los bienes superiores la honra
recae sobre los inferiores, a los que se les asigna el lugar de aquéllos, pero cuando los
superiores retornan los inferiores les ceden ese lugar conformándose con los segundos
galardones.

10. Y así, pasmado ante la excelencia y hermosura de aquella Divina revelación, reconocerás

177
con toda certeza cómo ninguna de las cosas antes mencionadas es de por sí considerada ante
los ojos de Dios digna de ser colocada entre los bienes; que las minas de plata y de oro
constituyen la más vil de las porciones de la tierra, porción total y absolutamente inferior a la
otra situada al descubierto y destinada a la producción de frutos.

11. Porque no puede compararse la abundancia de dinero con el alimento, sin el cual no es
posible vivir. Prueba clarísima por sí sola de esto es el hambre, la que atestigua lo que es
realmente útil y necesario, como que cualquiera15 trocaría con gusto todos los tesoros que
existen en todas partes por un poco de alimento.
15
Acosado por el hambre.

12. Mas, cuando la abundancia de las cosas necesarias, derramándose en un inmenso e incon-
tenible torrente, se extiende de ciudad en ciudad, disfrutamos de esos bienes que brinda la
naturaleza, pero no nos conformamos con ellos solamente. Por el contrario, convirtiendo a la
insolente saciedad en guía de nuestra vida, nos preparamos para conseguir plata y oro,
armados de todos los medios con los que esperamos alcanzar ganancias, como hombres
ciegos que, por su amor a la riqueza, ya no ven con los ojos de la inteligencia que sólo son
fardos de la tierra aquellas cosas a causa de las cuales truécase la paz en una inmensa guerra
sin tregua ni fin.

13. En cuanto a los vestidos, sólo son, como dicen los poetas,16 flor de las ovejas, y por el arte
de su confección alabanza de los tejedores. Y si alguno se ensoberbece por el prestigio que lo
rodea y acoge complacido la aprobación de la gente vulgar, sepa que también él lo es, ya que
lo semejante se complace con lo semejante.
16
Ilíada XIII, 599.

14. Suplique ese tal que le sea dado el obtener remedios purificatorios que curen sus oídos, a
través de los cuales se precipitan sobre su alma graves enfermedades. Y aquellos que están
llenos de orgullo por su fuerza corporal aprendan a no pavonearse, y vuelvan sus miradas
hacia las innumerables especies de animales tanto mansos como salvajes en las que es
connatural el vigor y la fuerza muscular. Porque es una de las cosas más absurdas que el ser
humano se vanaglorie por cualidades propias de las fieras, no obstante que es sobrepasado en
las mismas por éstas.

15. ¿Y por qué una persona sensata habrá de enorgullecerse de la belleza física, que no llega a
florecer por un tiempo muy largo y tras un breve lapso se extingue convirtiéndose en sombras
su engañadora plenitud; especialmente viendo cómo en materiales sin vida existen sumamente
apreciadas obras de pintores, escultores y demás artistas en forma de retratos, estatuas y
tapices multicolores, famosos en cada una de las ciudades griegas y no griegas?

16. Ninguna de estas cosas, lo repito, es considerada por Dios digna de ser contada entre los
bienes. ¿Y por qué asombrarnos de que Dios no las tenga por tales, cuando tampoco lo son
por los hombres amados de Dios, los cuales sienten estima por las cosas verdaderamente
buenas y nobles; por quienes, dotados de una feliz naturaleza, la han embellecido mediante el
ejercicio y el estudio, habiendo sido forjados por la legítima filosofía.

17. En cambio, todos aquellos que han sido educados mediante espurias enseñanzas ni
siquiera imitan a los médicos que, cuando se aplican a la curación de ese servidor del alma
que es el cuerpo, declaran que es a la señora a quien están curando. Porque estos médicos,
cuando alguna persona que goza de prosperidad, aunque se trate del mismo Gran Rey,17

178
haciendo caso omiso por completo de las columnas, las habitaciones para hombres, las de las
mujeres, las pinturas, la plata, el oro, el metal acuñado y el no acuñado, el grande acopio de
copas y telas, y el resto del tan celebrado ornato propio de los reyes, y sin prestar tampoco
atención a la multitud de servidores, ni dignarse a atender a los amigos, parientes y súbditos
de alta posición,18 se aproximan al lecho, y despreocupados de cuanto rodea al cuerpo mismo,
sin admirarse de que los lechos estén incrustados de piedras preciosas o sean totalmente de
oro, ni que los cubrecamas sean de tejidos semejantes a telarañas o recamados de finas
piedras, ni de las diferentes clases de vestidos, van más allá y descorren las mantas que lo
envuelven, toman sus manos y, haciendo presión sobre las venas, registran cuidadosamente
las pulsaciones para ver si se han recobrado; y a menudo levantan también las pequeñas
túnicas interiores y examinan si el vientre está demasiado cargado, si el pecho está inflamado
o si el corazón late irregularmente, para luego aplicar el tratamiento apropiado.
17
El soberano de Persia.
18
En el texto griego sigue ton somatophylákon = de los guardias de corps. Tal vez haya que
leer did ton somatophylákon = a través de los.., como sugiere Colson y parece confirmar la
traducción latina de la versión armenia con las palabras "per custodes corporis"; con lo que la
traducción quedaría: "Por entremedio de los guardias de corps se aproximan al lecho..." Esto
suponiendo que Filón, olvidando lo de "alguna persona que goza de prosperidad" piensa
solamente en "el mismo Gran Rey", en torno y delante de cuyo lecho de enfermo es natural
que estuviera apostada su guardia personal.
Más simple, tal vez, siempre dentro de esta última hipótesis, es otra sugerencia de Colson en
el sentido de anteponer kái — y, con lo que el sentido sería: "ni dignarse a atender a los
amigos, parientes, subditos de alta posición y guardias de corps".

18. Y también los filósofos, que hacen profesión de practicar el arte de curar a esa reina por
naturaleza que es el alma, deberían despreciar todas aquellas cosas inconsistentes que forjan
las vacías opiniones; y penetrando en ella, tomar contacto con el entendimiento mismo para
averiguar si sus pulsaciones son irregulares y sus movimientos antinaturales a causa de la
cólera; con la lengua para saber si es ruda y calumniadora, indecente e indiscreta; con el
vientre para ver si está hinchado a causa de una insaciable forma de la concupiscencia;19 y, en
general, con las pasiones, enfermedades morales y debilidades para indagar si presentan
síntomas de complicaciones, examinándolas una por una de modo de no pasar por alto
ninguna cosa que pueda conducir a la salud.
19
Es decir, de la glotonería.

19. Pero la realidad es otra. Deslumbrados por el resplandor de las cosas exteriores, por no ser
capaces de ver la claridad perceptible por la inteligencia, no han cesado nunca de marchar sin
rumbo fijo, ni han podido alcanzar jamás a la soberana razón, pues apenas logran aproximarse
a su pórtico, y allí, prendados de admiración por aquellas cosas que están situadas junto a las
puertas de la virtud, vale decir, la riqueza, la fama, la salud y las con ellas emparentadas,
tributan sus homenajes a éstas.

20. Pero, así como es el colmo de la locura atenerse al criterio de los ciegos cuando se trata de
colores, o al de los sordos en materia de sonidos musicales, del mismo modo lo es atenerse a
las opiniones de los hombres ruines para saber cuáles son los verdaderos bienes, ya que tales
hombres son mutilados en cuanto a la parte de mayor jerarquía dentro de su ser, la
inteligencia, sobre la que la insensatez ha esparcido una profunda oscuridad.

21. ¿A qué viene, entonces, el asombrarnos ahora porque Sócrates 20 o cualquiera persona de
bien que quieras citar hayan vivido siempre en la pobreza, si se trata de hombres que jamás se

179
preocuparon por acopiar riqueza, y, por el contrario, no aceptaron recibir cosa alguna de
cuantas les ofrecían amigos riquísimos, ni grandes presentes que les enviaban reyes; porque
entendían que lo único bueno y noble es la adquisición de la virtud, en procura de la cual se
esforzaron olvidándose de todos los otros bienes?
20
Evidentemente, Filón aborda ahora la cuestión de la suerte corrida por Sócrates y otros
sabios, planteada por Alejandro poco antes. Cierto es que éste no se refería a la pobreza del
sabio, sino a la injusta muerte, pero Filón después de aclarar que la pobreza en nada tortura al
hombre de bien, tocará en los parágrafos 22 y 23 lo relativo a otras penurias inevitables, entre
ellas "los asesinatos".

22. ¿Y quién, si tiene su pensamiento puesto en las cosas genuinas, no desdeña por ellas las
espurias? Por otra parte, si, habiéndoseles asignado un cuerpo mortal y estando llenos de
humanas imperfecciones, y viviendo en compañía de una multitud de iniquidades tan grande
que no es fácil determinar su número, resultaron víctimas de la maldad, ¿por qué acusar a la
Naturaleza, cuando lo que corresponde es reprochar la crueldad de quienes los atacaron?

23. Porque, si hubieran vivido en una atmósfera malsana, fatalmente hubieran enfermado; y el
vicio es más pernicioso, o al menos igualmente, que un ambiente malsano. Y así como el
sabio, si permanece al descubierto durante una lluvia, se moja; y cuando sopla el viento norte
soporta los rigores del frío, y siente calor en pleno verano, por ser ley de la naturaleza el que
los cuerpos experimenten sensaciones acordes con los cambios anuales de las estaciones; del
mismo modo aquel que reside en tales lugares, "donde se dan los asesinatos y el hambre y las
demás especies de calamidades",21 no puede sino soportar las penurias que de tales cosas
proceden.22
21
La traducción de la cita corresponde al texto de ésta tal como fue siracusano que abarcaba
la mayor parte de Sicilia Magna Grecia y posesiones en el Adriático. Gobernó 38 años
durante los cuales defendió con éxito al occidente heleno frente a los cartaginenses, dejando el
recuerdo del esplendor de su corte y de sus métodos brutales.
La corrección, empero, se presta a objeciones especialmente si se coteja el sentido del texto
corregido, con la versión latina de Aucher de la versión armenia, que dice: "donde los
asesinatos y otras costumbres depravadas semejantes a éstas de las gentes".
22
Eusebio omite reproducir a continuación una oración que aparece en la traducción latina de
la versión armenia, cuyo sentido es el siguiente: "De ningún modo, pues, corresponde
considerar felices a aquellos que poco antes hemos sacado a colación, aun cuando parezca que
la fortuna les es propicia".

24. En cuanto a Polícrates,23 fue su misma desgraciada vida la encargada de salirle al paso
para proporcionarle la recompensa por sus terribles actos de injusticia e impiedad. Ese fue su
castigo peor; pero agrega a ello que fue castigado por el Gran Rey y empalado, con lo que
tuvo cumplimiento en él cierta predicción. "Yo sé", decía, "que no ha mucho me contemplé a
mí mismo ungido, al parecer, por el sol y lavado por Zeus". Estas enigmáticas
manifestaciones expresadas a través de símbolos, oscuras al principio, recibieron clarísima
confirmación en el terreno de los hechos.
23
Célebre tirano samio, que tras la caída de Jonia y el resto de las ciudades griegas de Asia en
manos de los persas, se erigió en baluarte de las islas griegas contra los mismos, que aún no
contaban con flotas, llegando a organizar un verdadero imperio insular entre 535 y 521, fecha
esta última de su apresamiento y asesinato por el sátrapa de Sardes. Fue famoso el esplendor
de su corte. Sus métodos expeditivos contra la oposición de la aristocracia le crearon la turbia
fama, que da pie a las conclusiones que extrae Filón.

180
25. Pero no solo al final de su existencia, sino a lo largo de toda ella desde el principio su
alma, aunque él no reflexionara sobre ello, estuvo suspensa más aún que su cuerpo. Porque
vivió siempre temeroso y temblando, dominado por el terror ante la multitud de los que es-
taban contra él; que claramente sabía que ninguna persona le profesaba afecto y que a todos
los había convertido el infortunio en implacables enemigos suyos.

26. Del inacabable y continuo temor de Dionisio 24 dan testimonio los historiadores de Sicilia,
según los cuales abrigaba sospechas hasta de su esposa, por la que sentía sumo afecto. Lo
prueba el hecho de que ordenara que la entrada de su cuarto por la cual ella tenía que pasar
para llegar hasta él fuera recubierta de tablas a fin de que nunca se deslizara sin ser advertida,
sino diese señal de su llegada por el estrepitoso ruido hecho al aproximarse. Además la
obligaba a presentarse no solo desvestida de las ropas exteriores sino desnuda en todas aque-
llas partes que no es lícito sean vistas por los hombres.25 Además había hecho interrumpir la
continuidad del piso en el camino de acceso mediante una cavidad ancha y profunda como
una fosa de terreno de cultivo, moviéndole a ello el miedo de que a escondidas se tramase
algún secreto ataque contra él, el cual habría de quedar al descubierto a causa de los largos
saltos necesarios para salvar la cavidad.
24
Dionisio I, tirano de Siracusa y posteriormente rey de un vasto estado siracusano que
abarcaba la mayor parte de Magna Grecia y posesiones en el Adriático. Gobernó 38, XXX,
21.
25
Los mismos relatos acerca de Dionisio I, con variantes de detalle, se leen en Cicerón,
Tusculanas V, 59.

27. ¡De cuan grandes males estaba lleno, pues observaba estas precauciones y usaba de tales
artificios tratándose de su mujer, en la que hubiera debido confiar más que en las otras
personas! Se parecía, en efecto, a aquellos que trepan por las escarpadas laderas de un monte
con la intención de contemplar más claramente las naturalezas del cielo, y cuando con
dificultad han alcanzado un peñasco eminente, ni pueden ya avanzar más arriba por faltarles
aliento para lo que falta subir, ni se atreven a descender porque los domina el vértigo al
contemplar los abismos.

28. Enamorado, ciertamente, de la tiranía como de algo Divino y digno de total empeño,
sentía que tanta inseguridad llevaba consigo el permanecer en ella como el huir. Porque,
mientras permanecía, eran incontables los males que en ininterrumpida sucesión se
precipitaban sobre él, y si quería huir, cerníase sobre su vida el peligro que significaban
aquellos cuyas inteligencias, si no sus cuerpos, estaban armadas contra él.

29. Otra prueba es la actitud que, según cuentan, asumió ante una persona que afirmaba que la
vida de los tiranos es feliz. Habiendo invitado al hombre a un banquete preparado con
magnificencia y suntuosidad sumas, ordenó que, sostenida por un hilo en extremo delgado,
fuera suspendida sobre él un hacha afilada. Cuando, ya sentado éste en su lugar, la vio de
improviso, ni se atrevía a levantarse por temor al tirano, ni era capaz de saborear cosa alguna
de las preparadas a causa del terror, y olvidado de aquella abundancia y riqueza de placeres,
aguardaba su propia ruina con el cuello y los ojos hacia lo alto.

30. Comprendiendo esto Dionisio le dijo: "¿Te das cuenta ahora de cuan merecedora de
alabanza y envidiable es nuestra vida?" 26 Y así es, en efecto; a menos que uno quiera
engañarse a sí mismo; porque tal género de vida encierra una total abundancia de recursos,
pero no el goce de bien alguno, sino terrores que se suceden unos a otros, inevitables peligros
y una enfermedad más grave aún que la ruinosa herpe, pues trae consigo una destrucción que

181
no tiene remedio.
26
Ver Cicerón, Tusculanas V, 61 y ss.

31. Pero la irreflexiva multitud, engañada por la brillante apariencia exterior, abriga las
mismas impresiones que los que son atrapados por las cortesanas de desagradable aspecto, las
que, ocultando su fealdad con el vestido, el oro y las pinturas de su rostro a falta de genuina
belleza, fabrican una belleza espuria para atrapar a los que las miran.

32. Tal es la desventura de que están llenos éstos grandemente favorecidos por la fortuna;27
una desventura cuya inmensidad supera, a juicio de ellos mismos, lo que pueden soportar; y
ante la cual, al igual que aquellos que se ven forzados a declarar sus enfermedades, dejan
escapar expresiones que, plenas de verdad, brotan de su padecimiento, pues a causa de los
permanentes castigos presentes y esperados que los acompañan, viven como aquellas bestias a
las que se engorda para un sacrificio; que la muy cuidadosa atención que éstas reciben al
preparárselas para ser degolladas se explica por el abundante festín que sus carnes
proporcionan.
27
Es decir, estos, según tú (o según la multitud) grandemente...

33. Están también aquellos que, implicados en sacrílegos saqueos, pagaron su delito no con
castigos oscuros sino famosos. No vale la pena enumerar los nombres de la multitud de éstos,-
bastará con exponer como ejemplo un solo caso entre todos. Los historiadores de la guerra
sagrada28 de Fócide dicen que, estando establecido por una ley que quien saqueara el santua-
rio fuera o precipitado en un despeñadero o arrojado al mar o quemado vivo, estos castigos
fueron distribuidos entre tres personas que despojaron al templo de Delfos: Filomelo,
Onomarco y Faílo. El primero se precipitó sobre la áspera y pedregosa cima de una roca
quebrada y murió al estrellarse contra ella.29 El segundo, habiéndose desbocado el caballo en
que montaba y habiendo penetrado en el mar, avanzó sobre ellos la marea, y ambos, jinete y
caballo, se hundieron en el inmenso abismo.30 En cuanto a Faílo, dos son las versiones. Según
una, fue consumido por una aniquiladora enfermedad; según la otra pereció quemado en las
llamas del templo de Abas.31
28
Refiérese a la llamada Tercera Guerra Sagrada (355-346) decretada por el consejo
anfictiónico de Delfos, a instancias de Tebas, contra los focidios, en cuyo territorio se
encontraba el santuario de Apolo Deifico, sede de la anfictionía. Los focidios que se habían
apoderado de Delfos en represalia por supuestos atropellos, echaron mano a los tesoros del
santuario y formaron un ejército de unos 10.000 mercenarios, con los cuales sostuvieron
encuentros victoriosos y adversos con el ejército anfictiónicos y los macedonios. Al mando de
los mercenarios se sucedieron tres hermanos: Filomelo, Onomarco y Faílo.
Aunque la religiosidad griega era por entonces poco menos que un mero aparato exterior,
siendo inclusive las guerras sagradas ingredientes de tensiones políticas, los focidios fueron
calificados por los más, de sacrílegos, profanadores de sagrados recintos y enemigos de los
dioses.
29
Vencido en un encuentro con los tebanos, Filomelo se arrojó desde una alta roca para evitar
caer en manos de los victoriosos enemigos. Dio-doro, Biblioteca histórica XVI, 30, y
Pausanias, Descripción de Grecia X, 52.
30
En cambio Pausanias (X, 2) afirma que fueron sus propios soldados quienes, habiendo él
huido y llegado a la costa, lo mataron a flechazos exasperados porque por su cobardía, según
ellos, se había perdido la batalla. Seguramente, el afán de acomodar el caso al segundo género
de castigo prescripto por la ley, mueve a Filón a aceptar o introducir la variante expuesta en
su argumentación.
31
La primera versión es la Diodoro y Pausanias, pero este último en X, 35 expresa que al ser

182
incendiado el templo de Abas por los tebanos, en su interior perecieron los focidios refugiados
allí, y ello da pie para que Filón, en su afán de probar que la ley sagrada había quedado con-
firmada, refiere que entre ellos murió Faílo.

34. Afirmar que estas cosas sucedieron por obra del azar es el colmo de la obcecación.
Porque, si se tratara de personas castigadas en circunstancias distintas y mediante castigos
distintos podría admitirse que se los atribuya al capricho de la fortuna; pero habiendo-sido
castigados todos ellos juntamente a propósito de una única circunstancia y no mediante otros
castigos cualesquiera sino mediante los especificados en las leyes, lo razonable es asegurar
que sucumbieron bajo el peso de la justicia Divina.

35. Y si algunos de los hombres violentos que no hemos mencionado no llegaron a sufrir
castigo alguno después de haberse rebelado con apoyo de las turbas y de haber esclavizado
no-solo a otros pueblos sino también a sus propios países, no hay por qué admirarse. En
primer lugar porque los juicios de Dios no son iguales a los del hombre, ya que nosotros
examinamos aquello que aparece visible, en tanto que Él, penetrando sin ruidos en lo
recóndito del alma, ilumina la inteligencia tornándola clara como a pleno sol; y despojándola
de las envolturas que la cubren, examina nuestros designios en su desnuda realidad, y
distingue al punto lo adulterado de lo genuino.

36. Cuidémonos, pues, de preferir nuestro propio tribunal al tribunal de Dios, y de afirmar que
aquel está más próximo a la verdad y delibera más rectamente, pues hacerlo constituye una
impiedad. En nuestro tribunal intervienen muchos factores de error: los engañadores sentidos,
las insidiosas pasiones y la poderosísima muralla de los vicios; en tanto que en el tribunal de
Dios nada hay que induzca a engaño, sino justicia y verdad, gracias a las cuales cada caso es
arbitrado de manera digna de alabanza y es natural que sea rectamente resuelto.

37. En segundo lugar, no pienses, amigo mío, que la tiranía no es provechosa en su momento
oportuno. Ningún "castigo, en efecto, deja de tener su provecho; antes bien, la aplicación de
castigos es positivamente provechosa o al menos no desventajosa en orden al bien. Por tal
razón en todas las leyes rectamente establecidas los castigos están incluidos, y los que las
redactaron son alabados por todos, pues el castigo es con relación a la ley lo que el tirano es
con respecto al pueblo.32
32
La comparación se resiente por el hecho de no ser la ley la destinataria del castigo, en tanto
que el pueblo es el blanco de los excesos de la tiranía.

38. Así pues, cada vez que una grave penuria y escasez de virtud hace presa en los estados y
prevalece en ellos una insensatez sin límites, en esas circunstancias Dios, deseoso de apartar
el veloz impulso del vicio como se aparta la corriente de un torrente, concede fuerza y poder a
los bien dotados para el mando por naturaleza; a fin de que nuestra especie sea purificada.

39. Es que el vicio no puede ser eliminado sin la intervención de un alma dura. Y así como los
estados mantienen verdugos encargados de tratar a los asesinos, traidores y saqueadores de
templos, no porque aprueben las inclinaciones de dichos verdugos, sino teniendo presente lo
provechoso de sus servicios; del mismo modo el Gobernante del gran estado que es este
mundo, establece a los tiranos como verdugos colectivos en aquellos estados particulares a los
que ve inundados por la violencia, la injusticia, la impiedad y las restantes maldades, a fin de
ponerles remedio de una vez por todas.

40. En tales circunstancias, además, considera Él que corresponde rematar todos estos

183
castigos con el de sus ejecutores,33 castigándolos como a culpables en el más alto grado, por
entender que el alma que los mueve a prestar tal servicio es implacable y despiadada. Y
ciertamente, así como el poder del fuego, una vez que ha consumido la materia a su alcance,
se consume finalmente a sí mismo, del mismo modo aquellos que han alcanzado el poder
sobre las multitudes, una vez que han agotado a sus estados y los han dejado vacíos de
hombres, perecen pagando la pena por lo hecho a todos.
33
Vale decir, los tiranos. Filón se olvida de que lo que se propone probar es precisamente por
qué si Dios vela por los hombres, algunos tiranos "no llegaron a sufrir castigo alguno"
(parágrafo 35).

41. ¿Y qué tiene de extraño el que Dios emplee tiranos para extirpar el vicio cuando éste se ha
derramado por ciudades, países y naciones? Porque, a menudo, sin recurrir a los servicios de
otros, Él mismo hace esto por Sí mismo, enviando el hambre, la peste, terremotos y todas las
demás desgracias que de Él proceden, a causa de las cuales inmensas muchedumbres perecen
día tras día y una gran porción de la tierra habitada padece desolación como consecuencia de
la Divina preocupación por preservar la virtud.

42. Queda, pues, por ahora dicho lo suficiente, a mi juicio, acerca de cómo ninguno de los
malvados es feliz; lo cual constituye una prueba sumamente sólida de que existe la provi-
dencia. Pero, si aún no estás persuadido, no temas decirme la duda que te carcome; que
aunando esfuerzos llegaremos a conocer los fundamentos de la verdad.

43. [Y después de otras consideraciones dice nuevamente:]34 El ímpetu de los vientos y el


torrente de las lluvias no fueron
producidas por Dios para ruina de los que navegan o de los agricultores, como tú suponías,
sino para beneficio de toda nuestra especie. Con las aguas, en efecto, Él purifica la tierra, y
con los vientos toda la región sublunar. Con ambos nutre a los animales y las plantas, logra su
crecimiento y los lleva a su pleno desarrollo.
34
En la parte omitida por Eusebio, Filón expone otras objeciones de Alejandro respecto de la
intervención de la providencia divina en la formación del universo; objeciones basadas en
hechos de la naturaleza que parecen contradecir la tesis providencialista.

44. Si en ocasiones resultan dañosos para los que navegan en época no oportuna, o para los
agricultores, ello nada tiene de asombroso, ya que se trata de una pequeña fracción del género
humano, y la preocupación de Dios es por todo él. Y así como el ungüento empleado en el
gimnasio es aplicado con miras a un beneficio, pero muchas veces el gimnasiarco35 en
atención a necesidades de orden público altera la habitual distribución del tiempo, a causa de
lo cual algunos de los atletas quedan sin ser ungidos; del mismo modo también Dios, que vela
sobre el mundo todo como se cuida de un estado,36 suele hacer que los veranos sean
invernales, y los inviernos primaverales para beneficio del universo aun cuando algunos
propietarios de barcos o trabajadores de la tierra se puedan perjudicar con tales excepciones.
35
Ver Flaco, nota 61.
36
O una ciudad (polis). Filón, que acaba de decir que el gimnasiarco permite que se
perjudiquen los particulares "atento a las necesidades de orden público", es decir, politikaí,
literalmente: estatales o del estado, insiste ahora en que Dios, atento a las necesidades del
estado universal o universo a veces permite que los fenómenos naturales perjudiquen a algu-
nos particulares.

45. Conociendo, pues, que los cambios sucesivos de los elementos de los que el mundo está
hecho y constituido conforman un proceso de vital importancia, Dios los produce

184
ininterrumpidamente. Pero las escarchas, las nieves y todos los fenómenos similares son cir-
cunstancias concomitantes del enfriamiento del aire, del mismo modo que los relámpagos y
truenos lo son de los choques y roces de las nubes; y seguramente en ninguno de ellos
interviene Su providencia, sino resultan incidentalmente de las lluvias y los vientos, en los
que se originan la vida, el sustento y el desarrollo de los seres terrestres.

46. Del mismo modo, un gimnasiarco, por afán de ostentación, puede hacer a menudo gastos
exorbitantes; y empapándose algunos extravagantes no con agua sino con aceite, pueden
derramar gotas de este en el suelo, con lo que al punto se formaría un barro resbaladizo. Pero
ninguna persona sensata podría decir que el barro y su condición resbaladiza han sido
producidos por premeditado designio del gimnasiarco, sino aceptará que tales cosas son
simplemente incidental consecuencia de lo abundante del acopio de aceite.

47. A su vez un arco iris, un halo y todos los demás fenómenos similares son resultados
circunstanciales de la mezcla de rayos de luz con las nubes; no hechos producidos
originalmente por la Naturaleza, sino ulteriores consecuencias de obras de ellas. Con todo,
también estos fenómenos brindan cierto servicio a las personas suficientemente sensatas, pues
gracias al testimonio que ellos proporcionan predicen éstas si el tiempo será sin vientos o
ventoso, calmo o tormentoso.

48. ¿Y no ves los pórticos de las ciudades? Casi todos ellos están orientados hacia el sud a fin
de que las personas que se pasean disfruten del calor en invierno y de la brisa en verano. Pero
a estas características se agrega una circunstancia concomitante, que no se produce por
designio del arquitecto. ¿Cuál es? Pues las sombras que, proyectadas desde las columnas, in-
dican las horas a nuestra experiencia.37
37
La última parte del texto ofrece grandes dificultades para su fijación e interpretación, ya
que aparecen variantes notables en los manuscritos, sobre los que no se han puesto de acuerdo
los estudiosos. La traducción es, pues, conjetural.

49. Asimismo, el fuego es la obra más necesaria de la naturaleza, y el humo una circunstancia
concomitante de él; pero, con todo, también éste proporciona en ocasiones cierto provecho.
Por ejemplo, en las comunicaciones mediante el fuego durante el día: cuando el fuego se torna
pálido a causa del brillo de los rayos solares, es el humo quien delata la aproximación de los
enemigos.

50. Y acerca de los eclipses se puede decir lo mismo que sobre el arco iris. En efecto, los
eclipses son fenómenos concomitantes de las divinas naturalezas del sol y de la luna, pero
constituyen anuncios o de la muerte de reyes o de la destrucción de ciudades, como a
propósito de cierto eclipse lo sugiere Píndaro en el pasaje citado más arriba.38
38
Este pasaje está citado en la parte omitida por Eusebio que separa las dos partes del
fragmento (ver parágr. 43). Sabemos por la versión armenia que se trata de la parte inicial de
un fragmento de Pindaro conservado por Dionisio de Halicarnaso en Sobre la fuerza del estilo
de Demóstenes 6, el que contiene una pregunta dirigida al Sol interrogándolo sobre la razón
por la que mediante este eclipse amenaza con desgracias al mundo.

51. En cuanto al círculo de la Vía Láctea,39 posee él las mismas características esenciales que
las demás estrellas; y los hombres que se ocupan de la investigación sobre los fenómenos de
la naturaleza no deben desistir de interpretarlo, aunque ello resulte difícil; porque, si el
descubrimiento de la verdad es lo más provechoso, la investigación es en sí misma gratísima
para los que ansían aprender.

185
39
Alejandro, sabemos por la versión armenia, ha afirmado que dicho círculo no cumple
ningún cometido útil y sólo sirve para tema de disputas de filósofos.

52. Y así como el sol y la luna han llegado a existir por obra de la providencia, otro tanto ha
ocurrido con todos los cuerpos celestes, aun cuando nosotros, incapaces de seguir el rastro a
las naturalezas y poderes de cada uno de ellos, guardemos silencio sobre los mismos.

53. En cuanto a los terremotos, las pestes, las caídas de rayos y todas las demás desgracia
como estas, aunque se afirme que son enviados por Dios, en realidad no lo son;40 que Dios no
es causa de mal alguno en absoluto; son los cambios de los elementos los que producen tales
cosas. No se trata de obras primarias de la naturaleza sino de consecuencias de sus obras
esenciales, de fenómenos concomitantes de sus obras primarias.
40
Esta afirmación contradice lo afirmado en el parágrafo 41.

54. Y si algunas personas dotadas de cualidades superiores son alcanzadas por el daño que
ellos causan, no ha de atribuirse esto al poder que rige al mundo. En primer lugar porque no
por el hecho de que algunas personas sean consideradas buenas por nosotros realmente lo
sean; que los elementos de juicio que Dios posee son más exactos que todos los que emplea la
humana inteligencia. En segundo lugar porque la providencia se contenta con vigilar las cosas
más importantes del mundo, tal como en las monarquías y en los mandos militares el cuidado
se ejerce sobre los estados y sobre los campamentos, no individualmente sobre determinada
persona de las insignificantes y oscuras, cualquiera sea.

55. Por otra parte, dicen algunos que, así como en las ejecuciones de tiranos es lícito ejecutar
también a los parientes de los mismos a fin de que las iniquidades sean reprimidas por la
magnitud del castigo,41 del mismo modo también en las épocas de peste bien está el que
perezcan algunas personas irreprochables a fin de que ello aleccione a los otros para que
obren con sensatez; aparte de que por fuerza los que conviven en un ambiente malsano
acabarán por contraer la enfermedad, tal como es forzoso que los que afrontan una tormenta
sobre una nave corran peligro por igual.
41
En Sobre las leyes particulares III, 164 y ss., afirma Filón que extender el castigo a los
parientes de un tirano es injusto.

56. Un punto que no debo dejar de mencionar; aunque tú, con tu habilidad para argüir, te
hayas anticipado a mi alegato y procurado rebatirlo;42 es que los animales salvajes de gran
fortaleza han sido creados para ejercitarnos en lo tocante a las contiendas bélicas. En efecto,
los ejercicios gimnásticos y las constantes cacerías preparan y fortalecen de excelente manera
los cuerpos, y más aún que los cuerpos, acostumbran a las almas a despreciar gracias a la
firmeza de su vigor los súbitos ataques de los enemigos.
42
Alejandro ha afirmado que las fieras salvajes, que no atacan a los que reconocen como
expertos cazadores y sí a pacíficos labradores, sin embargo pueden considerarse útiles en
cuanto a que a través de la caza permiten ejercitar en las artes bélicas; pero, en cambio, los
animales ponzoñosos ni siquiera ese servicio prestan, sólo existen para daño.

37. En cuanto a las personas pacíficas por naturaleza,43 pueden ellas vivir sin temor de ser ata-
cadas, protegidas tanto dentro de las murallas como en el interior de sus casas, contando
además para su disfrute con numerosísimos rebaños de animales pacíficos, por cuanto los
jabalíes, los leones y todos los animales de esa clase, siguiendo un natural impulso,
permanecen alejados de la ciudad, contentos de no sufrir ataque alguno de parte de los
hombres.

186
43
Como se expresa en la nota anterior, Alejandro ha señalado que las bestias feroces atacan a
los pacíficos campesinos y por lo tanto para la gente pacífica la providencia está totalmente
ausente en ese caso.

58. Y si algunas personas, procediendo irreflexivamente, se quedan sin temor alguno,


desarmadas y desapercibidas, en los cubiles de esas fieras, acúsense a sí mismas y no a la
Naturaleza por las cosas que les sucedan, pues han omitido tomar las precauciones que
correspondía tomar. Así, también en las carreras de caballos he tenido ocasión de ver cómo
algunos que, en vez de quedarse en sus asientos y contemplar el espectáculo con compostura,
se habían colocado en medio de la pista, fueron arrollados por el ímpetu de las cuadrigas y
aplastados por las patas y las ruedas, con lo que recibieron el merecido pago por su locura.

59. Y sobre estos puntos basta con lo dicho. En cuanto a las especies venenosas de reptiles,
ellas han llegado a existir no por designio de la providencia sino por el proceso de concomi-
tancia a que me referí más arriba. Llegan, en efecto, a la existencia cuando la sustancia
húmeda que existe en ellos se torna más caliente. A algunos, también, los engendra la
putrefacción, de la misma manera que la descomposición del alimento produce gusanos, y la
de los líquidos piojos. En cambio, es razonable registrar como obras de la providencia a todas
aquellas especies cuya creación es a partir de su propia sustancia mediante un primario
proceso seminal de la naturaleza.

60. Pero a propósito de las primeras también he escuchado dos teorías, que no me resigno a
dejar de exponer, según las cuales dichas especies han sido creadas para beneficio del
hombre. Una de ellas es la siguiente. Han sostenido algunos que los animales venenosos
cooperan en muchos de los procedimientos de la medicina, y que los que cultivan
científicamente ese arte los emplean sabiamente para los convenientes fines, y obtienen así
abundantes antídotos para salvar contra lo esperado a los enfermos cuyo estado es
particularmente peligroso. Y hasta nuestros días es posible ver cómo aquellos que ejercen con
dedicación y celo la profesión médica hacen uso de cada una de estas especies como
importante elemento en la composición de remedios.

61. La otra interpretación pertenece no a la medicina sino a la filosofía evidentemente.


Sostiene ella que Dios dispuso la existencia de estas creaturas para que fueran instrumentos de
castigo contra los que delinquen, tal como los látigos o el hierro con que cuentan los generales
y gobernantes; y por ello, mientras durante el resto del tiempo permanecen quietas, se agitan
para atacar a aquellos condenados a los que la Naturaleza en su incorruptible tribunal ha
sentenciado en muerte. 62. Pero es falso afirmar que se ocultan en las casas,44 pues se las ve
fuera de la ciudad en el campo y en las zonas desérticas, huyendo del hombre como de un
déspota. Con todo, aun en el caso de que eso fuera realmente verdad, la cosa tendría su
explicación. Porque en los rincones de las casas se acumulan la suciedad y una multitud de
residuos en los cuales acostumbran deslizarse estos animales, aparte de que también el olor a
grasa y carne cocida ejerce una poderosa atracción sobre ellos.
44
Filón alude aquí a otra de las objeciones de Alejandro contra la intervención divina:
mientras los animales útiles y mansos, como cabras, ciervos y liebres rehuyen la presencia del
hombre y residen lejos de sus ciudades y moradas, los ponzoñosos permanecen ocultos en sus
casas. El mismo argumento es empleado a propósito de las aves, y Filón procurará rebatirlo en
los parágrafos 63 y ss.

63. Que las golondrinas vivan en nuestras moradas nada tiene de extraño, ya que nos
cuidamos de intentar apresarlas. Pero el instinto de conservación reside no sólo en las almas

187
racionales sino también en las irracionales, y ningún contacto tienen con nuestra existencia
aquellas aves que sirven para nuestro regalo, ya que temen nuestros ataques, excepto entre
aquellas gentes a las que por ley les está prohibido hacer uso de tales animales. 64. En la costa
de Siria hay una ciudad llamada Ascalón. Hallándome en ella en cierta ocasión en que me
dirigía hacia el templo de nuestros antepasados 45 para ofrecer mis plegarias y sacrificios,
observé una inmensa cantidad de palomas en los cruces de las calles y en cada una de las
casas; y cuando pregunté el motivo, me dijeron que no les era lícito apresarlas pues desde
antiguo les estaba prohibido a los de la ciudad hacer uso de ellas. A tal punto este animal ha
sido amansado por la seguridad de que goza, que no solo ha llegado a compartir la parte
superior de la casa sino también la mesa, y se complace con la seguridad de que goza.
45
Filón iba de Alejandría a Jerusalén por el camino de la costa sirio-palestina en cuya zona
sur se hallaba Ascalón.

65. Y en Egipto es dable observar algo más asombroso aún. El cocodrilo, animal devorador de
hombres y la más peligrosa de las fieras, que se cría y se alimenta en el sacratísimo Nilo, se da
cuenta de esa ventaja,46 aun cuando se trata de un animal de aguas profundas. Se lo halla, en
efecto, en gran número entre la gente que lo respeta, pero ni en sueños se aparece entre
quienes tratan de dañarlo; y así, en algunos lugares ni aun los muy osados se atreven a
introducir ni siquiera la punta del dedo en el agua cuando los cocodrilos se aproximan en
tropel, mientras que en otros sitios incluso los cobardes por demás se lanzan a ella y nadan
divirtiéndose.
46
De que no será molestado.

66. En lo que al país de los Cíclopes respecta,47 como esta raza es mera invención de la
leyenda, no hay en él tal producción de cultivados frutos sin siembra ni labor agrícola; que de
lo que no existe nada puede resultar. A Grecia no ha de acusársela de árida e improductiva,
pues en ella hay mucha tierra fértil. Y si el resto del mundo la aventaja en abundancia de
frutos, esa superioridad reza con los alimentos, pero es superado por Grecia en lo que los
alimentados toca. Solo ella, en efecto, engendra realmente hombres, pues produce una
celestial planta 48 y divino vástago consistente en la perfección de la razón, íntimamente
vinculada al saber, siendo la causa de ello la agudeza que la inteligencia adquiere gracias a la
sutileza del aire.49
47
Alejandro ha sacado a colación lo que se lee en la Odisea IX, 106 a 111, expresando que los
cíclopes son seres soberbios y sin ley, y sin embargo producen trigo, cebada y vides sin
necesidad de cultivarlos; y ha agregado que, en cambio, los que cultivan la piedad se ven
privados de casi todo lo necesario. También ha opuesto el caso del pobrísimo suelo griego a la
fertilidad y abundancia de los territorios de otros pueblos.
48
Ver Timeo 90 a.
49
Ver Cicerón, Sobre el hado 4.

67. Por eso no sin acierto dice Heráclito: "Donde la tierra es seca, el alma es sapientísima y
excelente". Cualquiera puede comprobarlo en el hecho de que los sobrios y frugales son
superiores en inteligencia, mientras los que a toda hora se saturan de bebidas y comidas
poseen escasísimo discernimiento a causa de que la razón es sumergida por todo lo que se
precipita sobre ella.

68. Y así en el mundo no griego los brotes y los tallos merced a su nutrición abundante
alcanzan gran desarrollo, y abundan los más prolíficos de los animales, pero es sumamente
escasa la inteligencia que él engendra, a causa de que las continuas e incesantes exhalaciones
de la tierra y el agua prevalecen impidiendo que aquella surja del aire, que es su fuente.50

188
50
Esto es difícil de entender. Por ello se han propuesto enmiendas en el texto griego de los
manuscritos. Mangey sugiere, entre otras correcciones, sustituir hypothénai = ser elevado,
surgir, por phykhothénai = ser refrescado, ser vivificado, cuyo sentido tornaría más coherente
el contexto. De todos modos cualquier enmienda y traducción es por demás insegura. En
cuanto a la traducción latina de la versión armenia, poca o ninguna ayuda presta en el presente
pasaje, pues difiere sustancialmente de lo que parece sugerir el texto griego en su estado
actual o con alguna de las enmiendas propuestas.

69. Las diversas especies de peces, pájaros y animales terrestres 51 no dan pie para reprochar a
la Naturaleza por incitarnos al placer, y sí para censurar nuestra propia incontinencia. Era
necesario, en efecto, que para completar el universo, de modo que el mundo existiera en cada
una de sus partes, fueran creadas todas las especies de animales. Lo que, en cambio, no era
preciso era que el hombre, la creatura más estrechamente vinculada a la sabiduría, se lanzara a
regalarse con ellas transformándose hasta parar en el salvajismo de las fieras.
51
Alejandro ha manifestado que es ilógico que la providencia haya creado especies de
animales cuyas carnes sirven para satisfacer la gula do los hombres, vicio reprobado por Dios
según los filósofos.

70. Por eso hasta nuestros días aquellos que tienen en alta estima la templanza se abstienen
definitivamente de todas ellas y para alimentarse con gratísimo deleite se proveen de verdes
vegetales y frutos de árboles. Y aquellos que consideran que el darse festines con los
mencionados animales es algo conforme con la naturaleza han tenido como oponentes a
maestros, censores y legisladores que en los distintos estados han procurado poner coto a la
incontinencia y no han permitido a todos el consumo ilimitado de todos estos animales.

71. En lo que toca a las violetas, las rosas, el azafrán y las demás variedades de flores, ellas no
han sido hechas para el placer sino para la salud. Sus propiedades, en efecto, son infinitas; las
hay beneficiosas por sí mismas en virtud de sus esencias pues imprégnanlo todo con sus
fragancias, y mucho más provechosas aún en las combinaciones de las drogas que preparan
los médicos. Algunas cosas, efectivamente, ponen más claramente de manifiesto sus propias
cualidades cuando han sido mezcladas con otras, tal como ocurre en la mezcla del elemento
masculino con el femenino para la procreación del ser viviente. A cada uno de ellos
separadamente la naturaleza no le permite producir lo que producen ambos conjuntamente.

72. Queda expuesto en la medida necesaria cuanto toca a las restantes dificultades planteadas
por ti; exposición que es suficiente para crear en los que no son inclinados a las controversias
una firme convicción de que la providencia de Dios vela sobre las cosas humanas.52
52
El tratado no concluye aquí sino se prolonga con una invitación de Filón a su interlocutor
para que éste cuestione la providencia de Dios con otros argumentos, invitación que
Alejandro declina cortésmente.

189
SOBRE LA EMBAJADA ANTE CAYO

(Primera parte del tratado Sobre las virtudes)

(DE LEGATIONE AD GAIUM)

1. I. ¿Hasta cuándo nosotros, los de avanzada edad, envejecidos en lo que toca a los cuerpos
con el largo correr de los años, pero del todo infantiles en lo que hace a nuestras almas a causa
de nuestra incapacidad para percibir las cosas,1 continuaremos siendo niños que piensan que
la más inestable de todas ellas, la fortuna, es la más constante, y que la más firme, la
naturaleza, es la más insegura? Mudamos, en efecto, nuestras acciones como quien cambia de
lugar las piezas en el juego de petea,2 convencidos de que los favores de la fortuna son más
estables que los dones de la naturaleza, y los de la naturaleza menos seguros que los de la
fortuna.
1
Ver Sobre Abraham 271.
2
El término pettéia carece de equivalente en español, por lo cual he optado por
castellanizarlo. Se trata de un antiguo juego semejante al de damas o de chaquete, pero cuyas
reglas precisas ignoramos, y sólo sabemos que se jugaba sobre un tablero.

2. Ello se debe a que, no poseyendo una visión anticipada del futuro, discernimos lo presente,
guiándonos antes por la extraviada percepción sensible que por la recta inteligencia. Porque
con los ojos del cuerpo aprehendemos lo que está a la vista y a nuestro alcance, y el que puede
avanzar hasta las cosas invisibles y futuras es el razonamiento, cuya visión supera en agudeza
a la visión de los ojos corporales, pero nosotros tornamos oscura y confusa al turbarla unos
con la incontinencia en la bebida y el exceso de alimentos, otros con el mayor de todos los
males, la ignorancia.

3. Sin embargo,3 los tiempos que corren y las muchas cuestiones importantes que en ellos se
han decidido han sido suficientes para convencer de su error también a aquellos que llegaron a
poner en tela de juicio el que la Divinidad vele por los hombres y en particular por la raza
suplicante, a la que el Padre y Rey del universo y Causa de todas las cosas tiene reservada
para Sí como Su propia heredad.
3
Es decir, a pesar de que resulta imposible llegar a la verdad conociendo sólo los hechos
presentes y pasados, en el caso de los sucesos de nuestra época no reza esa limitación ya que
son lo suficientemente aleccionadores como para inferir de ellos la verdad.

4. Esta raza es la llamada en lengua caldea4 Israel, nombre que, traducido al griego, significa
"el que ve a Dios", visión que es, a mi juicio, el más preciado de todos los bienes tanto
privados como públicos.
4
Es decir, en lengua hebrea. Ver Sobre Abráham, nota 3.

5. Porque, si el ver a las personas mayores de edad, a los instructores, a los gobernantes y a
los progenitores mueve a los que los observan al respecto, al decoro y al deseo de comportarse
sensatamente, ¡cuan firme base tendrán la virtud y la nobleza de conducta que, a no dudarlo,
hallaremos en las almas que han aprendido a elevar sus miradas más allá de todo lo creado y a
dirigirlas hacia el Ser Increado y Divino, hacia el Ser que es primero en bondad, excelencia,
felicidad y alegría, y del que no estaría errado decir que es superior al mismo bien, más
excelente que la misma excelencia, más dichoso que la alegría misma, más feliz que la misma

190
felicidad, y más perfecto que cualquiera de dichas perfecciones!

6. La razón, en efecto,5 no alcanza a remontarse hasta Dios, que en ninguna parte es palpable
o aprehensible; y torna sobre sus pasos y retrocede incapaz de hallar los términos apropiados
que le permitan mostrar,6 no digo ya al Que Es, porque ni siquiera si el cielo todo se trocase
en una articulada voz, dispondría de términos rectos y acertados para ello; pero ni aun a las
potencias que Lo escoltan.7 Estas son la creadora del mundo, la real, la providencial y todas
las demás, es decir, las benefactoras y punitivas;
5
Filón trata de justificar la superioridad de Israel en orden a la virtud, destacando la
superioridad de su visión de la existencia, no de la naturaleza, de Dios, es decir, del
conocimiento intuitivo de Él, sobre el conocimiento discursivo al que deben atenerse los
filósofos de los otros pueblos para inferir esa misma existencia a partir de los datos de la
percepción sensible.
6
Por esta afirmación y por lo que sigue, Mangey piensa que habría que traducir el término
lógos, que aparece al comienzo del párrafo, por palabra, y no por razón. En tal caso habría
que entender que la comparación que establece Filón es entre la captación de la existencia de
Dios por la vía visual y la misma aprehensión por la vía auditiva, es decir, a través de la
palabra ajena. Pero, evidentemente, no es ése el orden de cosas donde sitúa Filón la
superioridad de Israel, sino en la ventaja de captar esa existencia intuitivamente sobre el
inferirla a partir del conocimiento del mundo creado, como se señala en la nota anterior.
7
Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

[7.] que a las punitivas corresponde incluirlas entre las benefactoras, no sólo porque tienen
parte en las prescripciones de las leyes, ya que es natural que la ley se componga de dos
elementos: la exaltación de los buenos y el castigo de los malos; sino además porque el
castigo alecciona y mueve muchas veces hacia la sensatez a los que delinquen, o, por lo
menos, a no dudarlo, a los allegados a ellos, por cuanto los castigos ajenos tienen la virtud de
encaminar hacia el bien a la mayoría pues generan el temor de sufrir otros semejantes.

8. II. Porque 8 ¿quién, al ver cómo Cayo, tras la muerte de César Tiberio, había heredado la
soberanía sobre toda la tierra y el mar, una soberanía no expuesta a sediciones, regida por una
buena legislación, unidas en armonioso concierto todas las partes, las del este, del oeste, del
sud y del norte; concordes los helenos con los no griegos y éstos con los helenos, y el ele-
mento militar de las ciudades con el civil y éste con el militar en cuanto al participar y gozar
de la paz; quién, digo, no se llenó de admiración y estupor ante esa prosperidad prodigiosa y
superior a toda ponderación?
8
Los parágrafos 4 a 7 contienen consideraciones que se apartan de las reflexiones iniciales
acerca de la ceguera de los hombres que no comprenden que no es la fortuna la que gobierna
los sucesos humanos sino la providencia de Dios. Dichos parágrafos serían, pues, sólo un
paréntesis en que Filón reflexiona sobre la superioridad que a la nación hebrea le procura su
privilegio de tener la visión directa de la existencia de Dios. Tras el paréntesis retoma el
argumento interrumpido acerca de lo precario de la fortuna y de la eficaz intervención de la
providencia Divina, tomando como ejemplo la prosperidad y las promisorias perspectivas
iniciales de Cayo, que pudieron crear en muchos el espejismo de un brillante futuro, pero que,
por la intervención Divina, pronto habría de convertirse en el desastroso epílogo de un reinado
signado por los atropellos y la extravagancia, al cabo del cual se pondría claramente de
manifiesto la especial protección que Dios brindaba a su porción preferida dentro del género
humano, es decir, la nación hebrea. Ver el parágrafo 373 y nota.
Se ha sugerido la hipótesis (Reiter) de una laguna en el texto, de modo que en los pasajes o
renglones perdidos estaría el natural eslabón entre los actuales parágrafos 7 y 8.

191
9. Sin esfuerzo se había convertido en heredero de una ingente cantidad de acumulados tienes,
consistentes en depósitos repletos de riquezas, plata y oro, parte en lingotes,9 parte en
monedas, parte en adornos en forma de vasos y algunos otros objetos de los que se fabrican
para ostentación; en numerosísimas fuerzas de infantería, de caballería y navales; en ingresos
proporcionados como por un torrente que brotara de perennes fuentes;
9
O trozos sin forma definida.

[10.] y en un dominio no circunscripto a las importantísimas regiones que constituyen la


mayor parte del mundo habitado; a las que propiamente cabe tal nombre y cuyos confines
están señalados por dos ríos, el Eufrates y el Rhin, de los que el primero marca los lindes de la
Germania y de todas las más feroces naciones; y el otro separa la Partia y los sármatas y
escitas, pueblos no menos salvajes que los germanos; sino, como ya he dicho, extendido desde
donde nace el sol hasta donde se pone, situado aquende y allende el océano.10 Todo ello
constituía la felicidad del pueblo romano, de Italia toda y de las naciones de Asia y Europa.
10
Referencia a Britania, semiconquistada por entonces.

11. En el caso de ninguno de los que anteriormente habían llegado a la dignidad imperial
había sido tan grande la universal complacencia. Es que no se trataba ya de la esperanza de
alcanzar el uso y disfrute de bienes públicos y privados, sino de la certeza de poseer ya la
plenitud de una próspera fortuna, y de que a sus puertas aguardaba la felicidad.

12. Y así, no otra cosa era dable ver a través de las ciudades sino altares, ceremonias
religiosas, sacrificios rituales, hombres con blancas vestiduras y coronas de guirnaldas,
radiantes, manifestando sus buenas disposiciones a través de la alegría de su mirada; festejos,
asambleas, certámenes musicales, carreras de caballos, cánticos y bailes, celebraciones
nocturnas al son de las flautas y cítaras, regocijos, desenfrenos, holganzas y todas las clases
de placeres que proporciona cada uno de los sentidos.

13. En esos días no prevalecían los ricos sobre los pobres, ni los de elevada posición sobre los
humildes; los acreedores no estaban por sobre los deudores, ni los amos por sobre los
esclavos, ya que por entonces estaba asegurada la igualdad ante la ley; de manera que ya no se
pensaba que la vida en tiempos de Crono,11 descripta por los poetas, fuera una mera invención
de los mitógrafos, pues veían la prosperidad y el bienestar, la ausencia de penas y temores, así
como la alegría que reinaba en todas las casas y en todas las poblaciones día y noche, y que se
prolongó sin interrupción ni pausa durante los siete primeros meses.
11
Saturno para los romanos. Sucesor de Urano y antecesor de Zeus (Júpiter) en la soberanía
sobre el universo, cuyo reinado era recordado como la era feliz de la raza mortal.

14. Pero en el octavo mes una grave enfermedad hizo presa en Cayo, quien había trocado la
norma de vida de poco antes, razonablemente simple y por ende bastante saludable que había
observado en vida de Tiberio, por una de extravagancias. Grande exceso en la bebida,
refinadas glotonerías y apetitos insatisfechos aun después de llenarse las cavidades,
intempestivos baños calientes y vómitos y enseguida, renovadas borracheras y sucesivas
comilonas, relaciones sexuales con muchachos y mujeres, y todas las demás prácticas que
llevan a su destrucción al alma, al cuerpo y a los lazos que unen a ambos, se precipitaron en
combinado asalto. La salud y el vigor son las recompensas de la continencia, en tanto que de
la incontinencia lo son la postración y la enfermedad, vecinas ambas de la muerte.

15. III. La noticia de la enfermedad de Cayo se difundió, ya que el tiempo era aún favorable

192
para la navegación. Transcurría, en efecto, el principio del otoño, últimos días propicios para
hacerse a la mar y retornar hacia los propios puertos y refugios, en especial aquellos
navegantes que se previenen para no pasar el invierno en tierra extranjera. Ante la noticia la
gente interrumpió los deleites de la vida y vivía horas de tristeza; y todas las moradas y
ciudades se llenaron de ansiedad y abatimiento, habiendo tenido su reciente dicha el
contrapeso de una pena igualmente intensa.

16. Porque todas las partes del mundo habitado enfermaron a la par de Cayo, soportando una
enfermedad más penosa aún que la que había hecho presa de él, como que ésta era una
enfermedad corporal solamente; en tanto que aquella era total y de todas las partes, afectando
el vigor del alma, la paz, las esperanzas, y la participación y disfrute de los bienes.

17. Reflexionaban, en efecto, sobre el número y la magnitud de los males que engendra la
falta de autoridad: hambre, guerra, devastaciones, saqueos de países, privación de
propiedades, raptos, y temores de la esclavitud y la muerte, males todos para los que no
existía médico alguno, siendo su único remedio el restablecimiento de Cayo.

18. Así pues, cuando la enfermedad de Cayo comenzó a ceder, en breve tiempo se enteraron
hasta los que habitaban los confines de la tierra; pues nada hay más rápido que el rumor. Cada
ciudad vivía en la excitación deseando incesante y ardientemente oír nuevas mejores aún;
hasta que por boca de los viajeros que llegaban se divulgó la buena noticia de su completa
curación, ante lo cual todas las regiones continentales y las islas retornaron nuevamente a las
mismas alegrías del principio, convencidos de que la conservación de Cayo era la salvación
de ellos mismos.

19. Nadie recuerda, por cierto, que en un solo país o en una sola nación se haya dado una
alegría tan grande por la conservación y el restablecimiento de un gobernante, como la de
todo el mundo habitado en el caso de Cayo, tanto cuando heredó el mando como cuando se
repuso de la enfermedad.

20. Porque, como si en esos momentos por primera vez comenzaran a pasar de la vida errante
y salvaje a una en común y uniforme; a trocar la desolada existencia en los apriscos y al pie de
los montes por moradas dentro de ciudades amuralladas; y a salir del vivir sin control de tutor
alguno para colocarse bajo un tutor y pastor del civilizado rebaño; se llenaron de alegría
ignorantes de la verdadera realidad.

21. Es que la inteligencia humana es ciega respecto de la percepción de lo que realmente le


conviene y sólo puede recurrir a la probabilidad y la conjetura, y no a un conocimiento cierto.

22. IV. Y así, aquel que poco antes había sido tenido por salvador y bienhechor, aquel de
quien se pensaba que haría manar nuevas fuentes de bienes sobre Asia y Europa procurando
una indestructible felicidad a cada uno en particular y a todos en general, "comenzó desde la
línea sagrada", como se dice comúnmente,12 encaminándose hacia el salvajismo, o mejor aún,
poniendo al descubierto una brutal condición que ocultaba bajo la máscara de la simulación.
12
En la pettéia (ver la nota 2) la línea del medio, separadora de los dos campos, se llamaba
"línea sagrada". Aludiendo a la jugada por la cual uno de los jugadores adelantaba un peón
más allá de dicha línea, se decía con sentido proverbial: "Adelanta el peón más allá de la línea
sagrada", !o que significaba, al parecer, algo así como emplear en caso de necesidad recursos
extremos o jugarse la última oportunidad.

193
23. A su primo,13 que había quedado como copartícipe del mando y era heredero con mayores
títulos que él, como que él era nieto de Tiberio por adopción, en tanto que el otro lo era por la
sangre, lo asesinó con el pretexto de la existencia de una conspiración; no obstante que la
edad de su primo excluía semejante acusación, ya que el desventurado no hacía mucho que
había pasado de la niñez a la adolescencia.14
13
Tiberio Gemelo, llamado así por ser mellizo, era hijo de Druso, el hijo del cesar Tiborio; en
tanto que Cayo, su primo, era hijo de Germánico, hijo éste de otro Druso, el hermano del
emperador.
14
Al morir el emperador Tiberio, en el año 37, Cayo tenía 25 años, y Tiberio Gemelo 16.

24. Y por cierto que, como aseguran algunos, si Tiberio hubiera continuado viviendo algún
corto tiempo más, Cayo hubiera quedado descartado ya que sobre él pesaban irremediables
sospechas; y el nieto legítimo hubiera quedado designado único soberano, heredero de su
abuelo en el mando.

25. Pero Tiberio había sido arrebatado prematuramente por el destino, antes de haber llevado
a término sus planes, y Cayo pensaba que mediante una estratagema se vería libre de la
aversión que la violación de sus deberes de justicia para con su colega de mando habría de
engendrar.

26. El ardid fue el siguiente. Habiendo reunido a los altos funcionarios les dijo: "De acuerdo
con el deseo de Tiberio, hoy difunto, quiero que mi primo por la sangre y hermano en mi
afecto ejerza de común conmigo la autoridad imperial. Porque, ¿qué mayor bien puede haber
que el no quedar librado a una sola alma y a un solo cuerpo el peso de las inmensas cargas del
mando; y contar, en cambio, con alguien capaz de aliviarlas y aligerarlas?

27. Sin embargo, no se os escapa tampoco a vosotros que él está todavía en edad infantil y
necesita del cuidado de custodios, maestros y tutores. Pero yo", continuó, "seré algo más que
un tutor, un maestro y un custodio: me declaro padre suyo y a él lo declaro hijo mío".

28. V. Con estas palabras engañó tanto a los presentes como al jovencito. La adopción fue, en
efecto, un señuelo encaminado no a asegurar un poder que éste esperara alcanzar sino a
arrebatarle el que ya poseía. Ocupóse luego Cayo de preparar la ruina de su coheredero y
colega legal con gran seguridad y total despreocupación de cualquier oposición, puesto que,
de acuerdo con las leyes romanas, al padre le corresponde una autoridad absoluta sobre el
hijo; a lo que debe agregarse el hecho de que su imperial poder lo eximía de dar razones de su
conducta, puesto que nadie hubiera osado o podido pedirle cuenta de sus acciones,
cualesquiera ellas fueran.

29. Como si se tratase de doblegar en combate a un adversario presto a combatir, sin que lo
moviesen a piedad ni la común crianza ni los lazos de parentesco ni la corta edad del
muchacho, hizo víctima de sus violencias al desventurado destinado a prematura muerte, a su
coheredero y colega en el mando, a aquel que alguna vez se había esperado que llegaría a ser
el único emperador pues se hallaba vinculado a Tiberio por el más estrecho de los
parentescos, ya que los nietos que han perdido a sus padres son considerados como hijos
propios por sus abuelos.

30. Se cuenta, además, que el joven recibió la orden de darse muerte con sus propias manos,
bajo la vigilancia de un centurión y un quiliarco,15 a quienes Cayo había ordenado no tomar
parte en el sacrilegio, con el pretexto de que no es lícito que los descendientes de emperadores

194
sean muertos por otros. Es que en medio de sus ilegalidades se acordaba de las leyes, y de la
santidad en medio de sus actos impíos, aunque la verdadera naturaleza de unas y otra eran
para él objeto de irrisión. Pero el joven era incapaz de darse él mismo la muerte, pues ni había
presenciado la ejecución de persona alguna, ni estaba aún ejercitado en las prácticas de
combate que constituyen la preparación y ejercitación previa, en previsión de las eventuales
guerras, de los jóvenes que reciben instrucción para el ejercicio del mando. Y así, de primera
intención tendió el cuello hacia los presentes y les pidió que le quitasen la vida.
15
O tribuno militar.

31. Pero, como ellos no osaban hacerlo, tomó la espada él mismo y preguntó, a causa de su
ignorancia e inexperiencia, cuál era el lugar más apropiado para terminar mediante un golpe
certero con su desdichada existencia. Ellos, asumiendo el papel de asesores de su desgracia, lo
instruyeron al respecto indicándole la parte en que era preciso aplicar la espada; y el
desventurado, instruido en esta primera y última lección, convirtióse contra su voluntad en su
propio matador.

32. VI. Una vez que Cayo hubo coronado exitosamente este su primer y principal propósito, y
no quedó ya copartícipe alguno de su poder, que pudiese atraerse el apoyo de algunos mal
dispuestos contra él y sospechosos, se preparó para la segunda etapa; esta vez contra Macrón,
persona que le había prestado su apoyo en todas las ocasiones desde el primer momento; no
sólo cuando él se hallaba ya en el poder; que el rendir pleitesía en tiempos de prosperidad es
propio de los aduladores; sino también antes, contribuyendo a su ascención al poder.16
16
Ver Flaco 12 a 15.

33. En efecto, Tiberio, que obraba con profunda sagacidad y era el más hábil de los hombres
de su tiempo para entrever los ocultos designios de un hombre, y que tanto se distinguió por
su prudencia como por su buena suerte, a menudo contemplaba a Cayo con poca simpatía,
teniéndolo por mal dispuesto hacia la casa de los Claudios e inclinado sólo hacia la familia de
su madre;17 y temía respecto de su nieto que el quedar solo en plena juventud fuese causa de
su ruina.
17
La madre de Cayo era Agripina, esposa de Germánico, nacida de Marco Vipsanio Agripa,
colaborador de Augusto, y de Julia, hija del mismo príncipe. Vale decir, que por línea materna
Cayo descendía de la casa de Augusto. No así Tiberio Gemelo, que pertenecía a la familia
Claudia, a la cual pertenecía también la rama paterna de Cayo, familia cuyos vínculos con
Augusto se reducían al matrimonio de Julia (el tercero de sus casamientos) con Tiberio, el
futuro cesar, y la adopción de éste por Augusto. He aquí un esquema muy simplificado de
ambas ascendencias:
Tiberio Claudio Nerón

↓⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯↓
AUGUSTO TIBERIO Druso (I)
↓ ↓ ↓
Julia Druso (II) Germánico..
↓ ↓ ↓
AGRIPINA... Tiberio Gemelo CAYO...
↑_________________________↑

34. Además, consideraba que Cayo no poseía condiciones para un mandó de tal importancia,
puesto que era de un natural huraño e insociable y de anormales costumbres. Daba muestras,
en efecto, de extrañas inclinaciones y síntomas de locura, y ni sus palabras ni sus acciones

195
guardaban jamás la debida coherencia.

35. Macrón procuraba remediar estas disposiciones en cuanta oportunidad se le ofrecía;


tratando de borrar las sospechas de Tiberio, en particular, aquellas que más parecían pesar
sobre su ánimo a causa del incesante temor por la suerte de su nieto.

36. Hacía, en efecto, aparecer a Cayo como bien dispuesto, dócil y respetuoso de la superior
posición de su primo, al punto de que un tierno afecto por éste habría despertado en él el
deseo de renunciar a sus derechos al imperio para que aquel fuera el único emperador. Decía
que la modestia trae aparejados perjuicios en muchos casos, y que a causa de la suya se le
atribuían torcidas intenciones a Cayo, no obstante su espíritu franco.

37. Y cuando el peso de sus argumentos no convencía a Tiberio, recurría a su propio crédito
para persuadirlo. "Yo lo garantizo", decía, "y mi testimonio es digno de confianza. He dado
suficientes pruebas de que soy en el pleno sentido de la palabra un amigo de César, un amigo
de Tiberio, cuando se me confió la misión de enfrentar y derribar a Seyano." 18
18
Cuando en el 26 Tiberio se desterró voluntariamente a Capri, los asuntos de la ciudad de
Roma quedaron en manos del prefecto del pretorio Seyano, quien urdió una conspiración
contra el cesar, deseoso de asumir la dignidad imperial. Enterado Tiberio a tiempo, aguardó
silencio al respecto pero secretamente tendió las redes para la ruina del favorito. A tal efecto
nombró nuevo prefecto del pretorio a Nevio Sertorio Macrón, a quien encomendó la misión
de acabar con Seyano, cosa que Macrón logró obrando con energía y astucia. De allí la
influencia que en adelante ejerció sobre Tiberio.

38. Y al cabo logró sus propósitos en sus elogios de Cayo; si cabe llamar elogios a aquellas
justificaciones tendientes a neutralizar los vagos y obscuros cargos y acusaciones a que daban
lugar algunas sospechas. Y lo logró porque, en general, todos los encomios que se pueden
expresar acerca de hermanos e hijos, y aun otros más, Macrón los exponía en igual o mayor
medida ante Tiberio a favor de Cayo.

39. La razón de ello, a juicio de los más, era no sólo el hecho de que por su parte Cayo
cortejaba a Macrón por considerar que su influencia en asuntos de gobierno era muy grande,
por no decir todopoderosa; sino también la mujer de Macrón, la que, por no declarado motivo,
estimulaba e incitaba a su esposo a no perdonar esfuerzo para ayudar al jovencito. Una mujer
posee poder suficiente para paralizar y extraviar el entendimiento de su esposo, sobre todo si
es una ramera, pues consciente de ello, se torna más aduladora.

40. El marido, ignorando la ruina de su matrimonio y hogar, y tomando la adulación por la


más patente buena disposición hacia él, resulta engañado, y, sin advertirlo, víctima de sus
estratagemas, acoge a los peores enemigos como si fueran los mejores amigos.19
19
Según Dion Casio, Historia romana LVIII, 28, y Tácito, Anales VI, 45, Macrón no sólo
estaba al tanto de las relaciones entre su esposa Enia y Cayo, sino además estimulaba a
aquélla a seducir al joven, que por entonces acababa de enviudar. Filón, sin duda para
acrecentar el vituperio de Cayo en este crimen, trata de eximir a su víctima de todo rasgo
negativo.

41. VII. Consciente, pues, Macrón de que muchísimas veces había salvado a Cayo de la
inminente ruina, formulábale sus advertencias sin disimulos y con plena franqueza, movido,
como buen artífice, por el deseo de que su propia obra perdurase y no fuese destruida ni por
su propia mano ni por otro.

196
42. Así pues, cuando veía a Cayo dormirse en un banquete, lo despertaba, preocupado por el
bien y la seguridad del mismo, sabiendo que quien duerme es fácil víctima de asechanzas.
Cuando lo veía excitado por espectáculos de danzas, o a veces tomando parte en ellas; o no ya
sonriendo con placidez y suficiente compostura, sino riendo a carcajadas en actitud demasiado
infantil ante representaciones desvergonzadas y sarcásticas; o fascinado por la música de
citaristas y cantores de coros, y a veces cantando también él a la par de ellos; Macrón, sentado
o recostado cerca, le llamaba la atención y procuraba moderarlo.

43. A menudo, también, se inclinaba hacia sus oídos de modo que ningún otro pudiera oírlo y
reprendíalo suave y gentilmente diciéndole: "Es preciso que tú te diferencies no sólo de todos
los presentes sino de todos los demás hombres, así al presenciar espectáculos como al
escuchar cantos, como en el uso de cada uno de los restantes sentidos; y que los aventajes en
cada uno de los actos de tu vida en la misma medida en que los sobrepasas por tu buena
fortuna.

44. Porque no condice con el soberano de la tierra y el mar el ser vencido por el canto, la
danza, la chanza burlesca o cualquier otra cosa de esta clase, en vez de tener presente en todas
partes y en todo momento esa soberanía, y, como pastor y protector de un rebaño, extraer para
sí de todo cuanto es dicho y hecho medios para su perfeccionamiento."

45. Luego le decía: "Cuando estés presenciando espectáculos teatrales o atléticos o carreras de
caballos, no prestes atención a los hechos en sí, sino a lo que de recto haya en esos hechos, y
razona de la manera siguiente.

46. Si en cosas que nada aprovechan a la vida humana y sólo proporcionan grato placer a los
espectadores se esfuerzan algunos hasta el punto de merecer alabanzas y admiración y de
hacerse acreedores a honores y coronas proclamadas por heraldos, ¿que no será preciso que
haga quien se especializa en la más elevada y grande de las artes?

47. Y la más grande y excelente de las artes todas es el arte de gobernar, gracias al cual todo
suelo apto y pingüe, así en el llano como en las alturas, tórnase productivo; y todo mar es
surcado sin peligro por navíos cargados de mercaderías para intercambiar aquellos bienes que
los países, en su deseo de cooperación, se brindan recíprocamente, recibiendo las cosas de qué
carecen y enviando a cambio aquellas de las que poseen excedentes.

48. Nunca, en efecto, el mutuo recelo ha prevalecido en la totalidad del orbe habitado, ni
siquiera a las grandes partes de él, es decir, Europa toda o Asia toda. Aunque a la manera de
un venenoso reptil él se desliza penetrando en lo profundo de pequeñas porciones, bien dentro
de un solo hombre, bien dentro de una sola morada, bien, si su empuje es bastante fuerte,
dentro de una sola ciudad, no llega, sin embargo, a abarcar una extensión mayor, es decir, el
de una nación o país; especialmente desde que vuestra verdaderamente augusta20 estirpe
comenzó a ejercer la dirección de todas las cosas en todas partes.
20
El adjetivo refiérese a la vez al carácter venerable o augusto de la estirpe gobernante y a su
entronque con Augusto, su epónimo y fundador.

49. Todos aquellos factores de daños que prosperaban y detentaban una posición central,
vuestra familia los ha desterrado a los más remotos confines y a las profundidades del Tártaro;
y todas las fuentes de provecho y utilidad, que, en cierta manera, habían sido desterradas,
hízolas retornar de los extremos de la tierra y el mar hacia este mundo que nosotros

197
habitamos. Y todas estas cosas han venido a quedar bajo el control de una sola mano, la tuya.

50. En consecuencia, colocado por la naturaleza sobre lo más alto de la popa y puesto el timón
en tus manos, haz que la común nave de la humanidad sortee los peligros, sin que nada te
complazca en mayor grado o haga más feliz que el de ser útil a tus subordinados.

51. Porque, así como existe un recíproco intercambio de colaboraciones que los simples
ciudadanos deben necesariamente prestarse en las ciudades; también ha de colaborar el
gobernante, y su colaboración más apropiada consiste en ofrecer buenas iniciativas en
provecho de sus gobernados, llevar a feliz término esas iniciativas, y proporcionar los bienes
sin retaceos y con mano e intención pródiga, excepto aquellos que, en previsión del incierto
futuro, merecieron conservarse en reserva."

52. VIII. Con tales argumentos procuraba el desventurado inducir a Cayo a escoger el mejor
camino. Pero este, propenso a la oposición y a la hostilidad, como era, torcía sus propios
designios hacia las actitudes opuestas, como si hacia estas fuese hacia donde le estimulaba
Macrón; y llegó en su desparpajo a tratar de confundir abiertamente a su reprensor, no
faltando ocasiones en que, viéndolo venir, dirigíase a los que lo acompañaban en estos
términos:

(53.) "Aquí llega el maestro de quien ya no necesita lección alguna, el tutor de quien ya dejó
de ser un infante, el admonitor de quien lo aventaja en sabiduría, el que entiende que el
emperador debe obedecer al súbdito. Y no sé dónde habrá aprendido las reglas del mando,
puesto que se tiene por experto instructor en el arte de gobernar.

54. Yo desde los pañales he contado con infinidad de maestros: padres, hermanos, tíos,
primos, abuelos, antepasados que se remontan hasta los fundadores de mi estirpe, todos los de
mi sangre por ambas ramas, la paterna y la materna, que llegaron al ejercicio de la autoridad
ilimitada; aparte de que en los fundamentos mismos de sus simientes originales existían
ciertas aptitudes para la realeza propias de los gobernantes.

55. Porque, así como las semejanzas del cuerpo y del alma en cuanto a la forma, a las
disposiciones y a los movimientos se perpetúan en los principios seminales,21 de igual manera
es razonable suponer que también la semejanza relativa a la aptitud para gobernar se halla en
sus rasgos esenciales impresa en los mismos.
21
Ver Sobre la indestructibilidad del mundo 85, y Sobre la creación del mundo 43.

56. ¿Cómo, entonces, se atreve alguien a enseñarme a mí, que antes aún de ser engendrado,
dentro todavía de ese taller de la naturaleza que es el vientre, fui modelado emperador; cómo
se atreve un ignorante a enseñar a quien sabe? ¿De dónde les es lícito a los que no son sino
simples ciudadanos meter las narices en los designios de un espíritu imperial? Sin embargo,
movidos por una desvergonzada osadía, quienes a duras penas serían admitidos como
principiantes en los secretos del gobernar, se atreven a asumir el papel de maestros e iniciar a
otros en tales secretos."

57. Y de allí en adelante comenzó Cayo a poner en práctica un progresivo alejamiento de


Macrón y a forjar contra él cargos falsos, pero con apariencias de verdad y fácilmente
admisibles; que los espíritus con certera visión y destacadas dotes naturales son hábiles para
forjar argumentos convincentes. Los pretextos eran de este tenor.

198
58. "Macrón, dice: 'Cayo es obra mía, de Macrón; es vástago mío con mayor o igual título que
lo es de sus padres. Tres veces, no una, hubiera sido violentamente eliminado, asesinado por
orden de Tiberio, a no mediar mi intervención y mis exhortaciones. Pero además, al morir
Tiberio, yo, que tenía bajo mi mando las fuerzas militares, inmediatamente logré que se
avinieran a apoyar su causa, haciéndoles comprender que había necesidad de un solo hombre;
y así su autoridad se conservó intacta y completa.'"

59. No faltaron quienes aceptaron estas acusaciones como verdaderas, ignorantes, como eran,
del carácter falsario de quien las pronunciaba, ya que aún no se había puesto al descubierto lo
ficticio y tortuoso de sus costumbres. Lo cierto es que no muchos días más tarde el
desgraciado vino a encontrarse lejos en compañía de su mujer y recibía los más severos
castigos en recompensa por su excesivo apego a Cayo.

60. Esa es la gratitud que alcanzan quienes favorecen a los ingratos, los que, a cambio de los
beneficios recibidos, infligen los más grandes castigos a sus benefactores. Tal fue el caso de
Macrón, quien habiéndose consagrado totalmente con sinceridad y con relevante empeño y
ardor primero para salvar la vida a Cayo, y más tarde para que sólo este heredase el mando,
halló semejante recompensa.

61. Dícese, en efecto, que el desdichado se vio obligado a darse muerte por su propia mano; y
que la misma desgracia cupo a su mujer, pese a que, según se cree, en otro tiempo había
vivido en concubinato con Cayo. Pero bien dicen que los atractivos del amor no son cosa
estable, como que se trata de una pasión que acaba por hastiar.

62. IX. Una vez que también Macrón, con toda su familia, hubo sido sacrificado, se preparó
Cayo para una tercera perfidia, más grave aún. Marco Silano, hombre lleno de elevados
sentimientos y de ilustre familia, había llegado a convertirse en su suegro. La temprana
muerte de su hija no interrumpió su adhesión a Cayo, y continuaba profesándole un afecto
más propio de un legítimo padre que de un suegro, convencido de que al hacer de su yerno un
hijo alcanzaría la reciprocidad que el principio de equidad reclama. La verdad es que no se
daba cuenta de cuan errada era su suposición y de cuan engañado estaba.

63. Sus palabras eran en todo momento las propias de un protector, y no ocultaba cosa alguna
de las que tocaban al mejoramiento y provecho de los hábitos, la conducta y el gobierno de
Cayo, contando para su franqueza con la gran autoridad que le venía de la sobresaliente
nobleza de su linaje y la estrecha vinculación nacida del matrimonio de su hija y Cayo. No era
mucho, en efecto, el tiempo transcurrido desde la muerte de su hija; como para que los
derechos derivados de su parentesco se hubieran extinguido; y aquella estaba casi presente
todavía, pues aún perduraban encerrados en sus cuerpos ciertos postreros restos de lo que
había alentado su alma.

64. Pero Cayo tomaba sus admoniciones por ultraje, pues, como se tenía por el más sabio y
sensato de los hombres, amén del más valeroso y justo, detestaba más a quienes trataban de
enseñarle algo que a sus enemigos declarados.

65. Considerando además que Silano era una molestia, ya que se habría de oponer al violento
desborde de sus pasiones, lo asesinó arteramente, enviando a pasear a los manes de su difunta
esposa con tal de librarse de quien había sido padre de ella, y más tardé suyo propio al
convertirse en su suegro.

199
66. X. La cosa adquirió ya particular notoriedad en razón de los sucesivos asesinatos de los
hombres de mayor jerarquía, al punto de que nadie dejaba de comentar estos impíos crímenes,
si bien no abiertamente debido al temor, sino en cautelosos corrillos.

67. Y no tardó en producirse un cambio, pues la multitud es inestable en todas las cosas, ya se
trate de designios, palabras o hechos. No queriendo convencerse de que hubiera
experimentado un cambio total aquel Cayo hasta poco antes considerado hombre de bien,
humanitario, recto y sociable, buscaban justificarlo, y reflexionando hallaron argumentos. A
propósito de su primo y coheredero decían más o menos lo siguiente.

68. "El mando es incompartible; tal es la inmutable ley de la naturaleza. Cayo, como que era
el más fuerte, no hizo sino anticiparse a ejecutar lo que hubiera llegado a sufrir en manos del
más débil. Se trata de una defensa, no de un asesinato. Quizá, además, resultó providencial y
provechosa para todo el género humano la eliminación del joven, ya que existían partidarios
de él y partidarios de Cayo, y situaciones tales son las que engendran perturbaciones intestinas
y guerras internacionales. ¿Y qué hay mejor que la paz? Pero ella es resultado de un recto
gobierno; y sólo un gobierno libre de disensiones y partidismos es recto y capaz, además, de
encauzar rectamente todas las cosas."

69. En cuanto a Macrón decían: "Su presunción pasaba de la medida. No había leído la deifica
prescripción 'Conócete a ti mismo'. Suelen decir que el conocimiento es fuente de felicidad, y
la ignorancia causa de desdicha. ¿Qué razones le habrán movido a olvidar su verdadera
situación y a cambiar su condición de súbdito por la de gobernante, colocando a Cayo, el
emperador, en la posición de un súbdito? Nada es más propio de un gobernante que el
mandar, y esto es lo que hacía Macrón; nada más propio del súbdito que el obedecer, y esto
juzgaba que debía soportar Cayo."

70. Superficiales, como eran, llamaban mandato a la simple exhortación, y gobernante al


consejero; o bien por no darse cuenta de la diferencia a causa de su incapacidad para
comprender las cosas, o bien alterando a sabiendas en aras de la adulación la acepción de los
términos y la naturaleza de las cosas.

71. Respecto de Silano decían: "El caso de Silano no puede menos que resultar ridículo,
puesto que pensaba que un suegro tiene respecto de su yerno la misma autoridad que un
legítimo padre respecto de su hijo, pasando por alto que aun los padres si son simples
ciudadanos, cuando sus hijos alcanzan altas magistraturas y dignidades, reconocen a estos
como sus superiores y aceptan de buen grado ocupar una posición subordinada. Silano, en
cambio, loco de él, que ni siquiera era ya suegro, se tomaba atribuciones mayores de las que
le estaban permitidas, sin entender que con la muerte de su hija habíase extinguido también el
vínculo nacido del casamiento de esta.

72. Porque, si bien los casamientos traen aparejada una vinculación entre familias ajenas entre
sí, convirtiendo a extraños en familiares; una vez extinguido ese lazo, extínguese también el
común parentesco, especialmente cuando la desvinculación sobreviene por un evento
irreparable, como es la muerte de aquella que había sido incorporada a una mansión ajena en
calidad de esposa."

73. Tales eran los argumentos que, originados más que nada en el deseo de que el emperador
no fuera tenido por sanguinario, corrían de boca en boca en todas las conversaciones. Es que,
habiendo abrigado la esperanza de que la bondad y la humanidad se hallaban contenidas en el

200
alma de Cayo en mayor medida que lo habían estado en las de todos sus predecesores,
pensaban que era increíble por demás el que hubiera tenido lugar en él un cambio de tal
magnitud y tan completo hacia las opuestas inclinaciones.

74. XI. Así alcanzó, pues, Cayo las tres referidas victorias sobre tres importantísimos sectores;
dos de ellos, el senado y el orden ecuestre, miembros de la ciudad de sus ancestros; el tercero,
su propia familia.

75. Y supuso que con su triunfo sobre los más destacados y poderosos personajes había inspi-
rado a los restantes el más terrible de los temores; a los senadores, con el asesinato de Silano,
ya que ninguno de los integrantes de ese cuerpo le aventajaba en jerarquía; a los caballeros,
mediante el de Macrón, pues este había llegado a ser entre ellos lo que podríamos llamar
director de coro, y les precedía a todos en dignidad y prestigio; y a todos los de su misma
sangre, con el de su primo y coheredero. En consecuencia, ya no consideró digno de su
persona el permanecer dentro de los límites de la humana naturaleza, y sí el superarlos: y
dominábalo un vivo deseo de ser reconocido como un dios.

76. En los comienzos de su descabellada pretensión discurría, según dicen, de la manera


siguiente: "Así como entre los otros seres vivientes los guías de rebaños, es decir, los boyeros,
los cabrerizos y los pastores, no son ni bueyes, ni cabras, ni ovejas, sino hombres a quienes ha
cabido un destino y una condición superior; del mismo modo, preciso es que a mí, el guía del
más importante de los rebaños, el rebaño de la raza humana, se me considere superior a ella y
en nada igual al hombre, y que se entienda que me ha cabido un superior y más divino
destino."

77. Habiendo grabado en su inteligencia esta suposición, el demente hizo de una inventada
superchería su compañera constante, cual si se tratara de la más incontrovertible de las verda-
des. Y después que su osadía llegó al punto de atreverse a hacer pública la idea de su impía
deificación, se empeñaba además en que sus actitudes resultasen consecuentes y acordes con
ella, y poco a poco, como por grados, avanzaba hacia las alturas.

78. Comenzó, en efecto, por equipararse a los llamados semidioses, Dioniso, Heracles y los
Dioscursos, teniendo por dignos de risa, en comparación con su propio poder, a Trofonio,
Anfiareo, Anfíloco y los de su misma condición, amén de sus oráculos y ceremonias.22
22
Tres célebres adivinos o profetas mitológicos, divinizados posteriormente, a los que se
rendía culto y consultaba en sus respectivos santuarios y oráculos.

79. Luego, como en un teatro, presentábase ora con unos atavíos, ora con otros; unas veces
con una piel de león y una maza recubiertas de oro, disfrazado de Heracles; otras con
sombreros en la cabeza, remedando a los Dioscuros; y otras con hiedra, un tirso y una piel de
cervato, ataviado como Dioniso.

80. Y consideraba que correspondíale destacarse respectó de ellos en el hecho de que,


mientras cada uno de estos tenía sus propias prerrogativas y no participaba de las que
pertenecían a los otros, él, en cambio, movido por la envidia y la soberbia, se apropiaba de
todos conjuntamente, o mejor aún, de las divinidades mismas. Y si no llegó a convertirse en
Gerión, con sus tres cuerpos, para que los espectadores se pasmaran ante su multiplicación,
lograba, eso sí, maravillosos efectos transformando e imprimiendo variadas formas a un único
cuerpo, a la manera del egipcio Proteo, al que Hornero nos presenta admitiendo toda clase de
transformaciones, bien en los diversos elementos, bien en los animales y las plantas que de

201
ellos proceden.23
23
Odisea IV, 454 y ss. Ver Sobre la ebriedad 36.

81. Sin embargo, ¿qué necesidad tenías, Cayo, de ponerte los atavíos con que habitualmente
se adornan las estatuas de dichas deidades? Lo que hubiera convenido que emularas son sus
virtudes. Heracles limpió tierra y mar, afrontando luchas sumamente necesarias y provechosas
para todos los hombres a fin de aniquilar cuanto de dañino y maléfico había en uno y otro
sector de la naturaleza.

82. Dioniso introdujo el cultivo de la vid y extrajo de ella una gratísima bebida, provechosí-
sima además para las almas y los cuerpos, con la que lleva a aquellas a un estado de
optimismo al infundirles el olvido de los males y las esperanzas de los bienes; y hace a los
cuerpos más sanos, más fuertes y más ágiles.

83. En la vida privada, hace mejor a cada uno de los hombres y trueca la mísera y trabajosa
existencia de moradas y familias numerosas en un desahogado y alegre modo de vida; y a
todas las ciudades, así griegas como de otros pueblos, procúrales continuos banquetes,
regocijos, celebraciones y festivales; pues de todas estas cosas es origen el vino.

84. En cuanto a los Dioscuros, participan ellos en común de la inmortalidad, según es fama,
en virtud de que, siendo uno de ellos mortal y el otro inmortal, aquél que había sido juzgado
digno de la mejor suerte consideró que no era justo pensar egoístamente en sí mismo en vez
de demostrar buenos sentimientos hacia su hermano.

85. Y representándose la eternidad sin fin, y discurriendo que él habría de vivir por siempre
en tanto que su hermano estaría eternamente muerto, por lo que el dolor que él experimentaría
por aquel durante su existencia sin fin sería un dolor eterno, llevó a cabo un grandioso y
admirable trueque, mezclando en su propio ser la condición mortal, y en el de su hermano la
inmortalidad, con lo que trocó la desigualdad, que es origen de injusticia, en igualdad, que es
fuente de justicia.24
24
Ver Sobre los sueños I, 150, y Sobre el decálogo 56.

86. XII. Todos estos, oh Cayo, han sido objeto de admiración por los gratuitos beneficios
dispensados, y todavía lo siguen siendo hoy; y además han sido considerados merecedores de
veneración y de las más altas honras. Y tú, dime, ¿de qué méritos semejantes a esos te
enorgullecías y envanecías?

87. Comencemos por los Dioscuros. ¿Los imitaste en su fraternal amor, tú, que en la flor de la
juventud, oh implacable y sobremanera despiadado, degollaste cruelmente a tu hermano y
coheredero, para luego enviar a destierro a tus hermanas?25 ¿También estas te causaban temor
de que el poder te fuera arrebatado?
25 Suetonio, Cayo, 24, y Dion Casio, Historia Romana LIX, 22, 8.

88. ¿Imitaste a Dioniso? ¿Te convertiste en inventor de nuevas mercedes, como él? ¿Fueron
tantos los bienes que dispensaste, que Asia y Europa no los pudieran contener?

89. Lo que tú inventaste, ciertamente, fueron nuevas artes y nuevas ciencias, con las cuales,
como universal corruptor y asesino, trocaste lo placentero y regocijante en dolor y pena, y en
una vida que hombre alguno en ninguna parte considera digna de vivirse. Y así, para
satisfacer tus insaciables e inextinguibles pasiones, te apoderaste de todas las cosas buenas y

202
valiosas de los demás que existían en el este, en el oeste y en todas las otras regiones del
mundo así del sud como del norte; a cambio de las cuales les diste y enviaste los frutos de tu
amargo odio, y todas las cosas dañosas y funestas que habitualmente engendran las almas
detestables y venenosas. ¿Fue por eso por lo que te nos presentaste como el nuevo Dioniso?

90. Y a Heracles, ¿fue con tus infatigables empresas y con tus indoblegables actos de arrojo
como lo emulaste? ¿Llenaste continentes e islas de legalidad, justicia, fertilidad, prosperidad y
abundancia de los demás bienes que son fruto de una paz firme, tú el dechado de ruindad, el
lleno de cobardía, el que despojó a las ciudades de todo cuanto conduce a la felicidad y el
bienestar, dejándolas llenas de cuanto produce confusión y desorden y el más alto grado de
desventura?

91. ¿Fueron esos tan grandes aportes con los que habías contribuido a propagar la destrucción,
la razón de que buscaras, dime Cayo, alcanzar la inmortalidad, a fin de producir desdichas que
no fueran de corta duración, efímeras, sino eternas? Pues yo pienso lo contrario, vale decir,
que, aunque hubiera sido evidente que habías nacido dios, hubieras debido sin duda alguna
trocarte en una naturaleza mortal a causa de tus malas acciones; puesto que, si las virtudes
engendran la inmortalidad, los vicios acarrean, a no dudarlo, la muerte.

92. Por lo tanto, no debiste equipararte a los Dioscuros, casos sumos de fraternal piedad, tú,
que te habías convertido en el degollador y azote de tus hermanos; ni pretender la gloria de
Heracles o de Dioniso, ya que estos contribuyeron a mejorar la vida humana, en tanto que tú
eras una criatura maligna y destructora de cuanto aquellos llevaron a buen término."

93. XIII. Pero tan grande era la demencia que dominaba a Cayo, y tan extraviada y desatinada
su aberración, que, dejando a un lado a estos semidioses, llegó más lejos aún y emprendió la
pugna en procura de los honores correspondientes a Hermes, Apolo y Ares, divinidades
consideradas superiores a aquellos , y divinas por ambos progenitores.26
26
Heracles, Dioniso y los Dioscuros eran hijos de Zeus, pero sus madres Alcmene, Semele y
Leda, respectivamente, eran mortales. En cambio Hermes, Apolo y Ares, también hijos de
Zeus, tenían por madres a las diosas Moya, Leto y Hera.

94. Comenzaba por Hermes. Provisto de bastones de heraldo, sandalias y clámides, brindaba
una grotesca exhibición del orden en medio del desorden, de lo coherente en medio de la
incoherencia, y del discernimiento en medio de la insensatez.

95. Luego, cuando le parecía bien, se despojaba de tales atavíos y se metamorfoseaba en


Apolo cambiando sus atuendos. Circundaba su cabeza con radiantes coronas y empuñaba un
arco y flechas en su mano izquierda, en tanto que en la derecha exhibía a las gracias,27
queriendo expresar que era propio de él el dispensar libremente los bienes y situarlos en la
posición preeminente, que es la de la derecha; y el colocar en un plano inferior los castigos,
asignándoles un lugar de menor jerarquía, sobre la izquierda.
27
Es decir, una imagen de las tres divinidades, las que, como su nombre lo indica,
simbolizaban los dones de la divinidad, y se representaban como tres hermosas jóvenes
tomadas estrechamente de las manos.

96, Acto seguido presentábanse adiestrados coros cantando peanes en su honor, los que poco
después lo llamaban Baco Evio y Lieo,28 y lo honraban con himnos, mientras él adoptaba
posturas de Dioniso.
28
Títulos con que invocaban a Dioniso sus devotos.

203
97. Muchas veces, también, avanzaba cubierto con una coraza, espada en mano, con casco y
escudo, proclamándose Ares. Y de una y otra parte le acompañaban en la marcha los
servidores del nuevo Ares, verdadera cofradía de asesinos y verdugos, listos para prestar los
más ruines servicios a un feroz homicida sediento de sangre humana.

98. Entonces aquellos que eran testigos de tales cosas quedábanse perplejos ante lo absurdo
del espectáculo, y se maravillaban de ver cómo aquél cuya conducta era la opuesta a la de
aquellos a los que pretendía equipararse en honores, en vez de pensar que lo que correspondía
era practicar las virtudes de los mismos, se ataviaba con las insignias propias de cada uno de
ellos, cuando estos amuletos y ornatos se agregan a las estatuas e imágenes, sólo porque
representan simbólicamente los beneficios que los honrados con ellas han procurado al género
humano.

99. A Hermes se lo calza con sandalias provistas de plumas de alas. ¿Por qué? Pues, sin duda,
porque corresponde que quién es intérprete 29 y mensajero de las cosas divinas, razón por la
cual lleva el nombre de Hermes, sea en extremo veloz y se traslade cuál un ser alado, movido
por un celo que no admite dilaciones, cuando anuncia las buenas nuevas; que, si siquiera el
hombre sabio se convierte en nuncio de males, mucho menos lo será un dios. Preciso es,
efectivamente, darse prisa al anunciar cosas provechosas; del mismo modo que es necesario
diferir las malas nuevas, y eso si no es posible dejar de anunciarlas.
29
En griego, hermenéus.

100. Además Hermes empuña el bastón de heraldo, símbolo de los acuerdos conciliatorios,
pues es por medio de heraldos que conciertan la paz como se logran las treguas o la
terminación de las guerras. Y en las guerras en las que los heraldos no son admitidos
sobrevienen calamidades sin fin tanto para los que atacan como para los que se defienden.

101. En cambio, ¿qué cosa útil se proponía Cayo al ponerse sandalias? ¿Sería acaso para que
malos presagios y penosas nuevas, que preciso fuera callar, cundiesen a la carrera con
impetuosa celeridad, propagándose a los cuatro vientos? Sin embargo, ¿por qué habría de
necesitar moverse con premura? Sin moverse de su sitio hacía llover sobre todas las regiones
de la tierra habitada males indecibles, cual si brotasen de inagotables fuentes.

102. ¿Y qué necesidad tenía de un bastón de heraldo quien ni dijo ni hizo jamás cosa alguna
en pro de la paz; sino, por el contrario, llenó cada casa y cada ciudad de contiendas intestinas,
así en Grecia como en el resto del mundo? ¿A qué pues, dárselas de Hermes y atribuirse,
impostor de él, un título que mal podía corresponderle.

103. XIV. ¿Y qué había en él que pudiera asemejarlo a Apolo? Este dios lleva una corona
radiante, pues el artífice ha modelado una buena réplica de los rayos solares. Pero, ¿acaso el
sol, o la luz en general, le resultaban gratos a Cayo? ¿No prefirió la noche, las tinieblas, o algo
más oscuro aún que las tinieblas, para consumar sus ilícitas obras? Porque, mientras las cosas
nobles han menester de la plena claridad del día para manifestarse; las innobles necesitan de
las profundidades del Tártaro, como dicen, a las cuales merecen ser arrojadas para que
desaparezcan, como corresponde.

104. Trocar hubiera debido, pues, de lugar los símbolos que llevaba en una y otra mano; y no
fraguar una ilegítima distribución.30 sino llevar el arco y la flecha en la mano derecha, puesto
que sabía cómo manejarlos y disparar certeramente sobre hombres, mujeres, familias enteras

204
y ciudades populosas para causarles una completa ruina.
30
Ver el parágrafo 95.

105. En cuanto a las Gracias, hubiera debido o desprenderse de ellas con la suficiente
celeridad o llevarlas ocultas en su mano izquierda, ya que deshonraba la belleza de las mismas
al mirar con avidez y codicia las grandes fortunas, dispuesto a consumar injustos despojos,
acompañados del asesinato de los propietarios, para los que su misma prosperidad redundaba
en desgracia.

106. Pero también en la ciencia médica de Apolo introdujo este sustanciales innovaciones. En
efecto, Apolo llegó a ser el inventor de salutíferos remedios que procuran salud a los hombres,
y consideró además tarea digna el curar personalmente las enfermedades provocadas por
factores ajenos a él, impulsado por la incomparable bondad que habían impreso en él la
naturaleza y la práctica.

107. Y Cayo, al revés, ha brindado enfermedades a los sanos, amputaciones a los organismos
completos y, en general, crueles muertes a los vivos, muertes decretadas por una voluntad
humana, anticipándose a las decretadas por los hados; y había preparado con inagotables
recursos todos los instrumentos de destrucción, con los que, a no haber sido aniquilado antes
por la justicia, hubiera a estas alturas perecido la parte más ilustre de todas las ciudades.

108. Sus preparativos, en efecto, se dirigían contra los dignatarios y los ricos, en especial
contra los de Roma y el resto de Italia, poseedores de plata y oro en cantidades tales que, si se
hubiera reunido la totalidad de lo atesorado de uno y otro metal en el resto del mundo
habitado de uno a otro extremo, se hubiera hallado que es escaso, y con mucho, comparado
con aquellas. Por eso el detestador de sus conciudadanos, el devorador del pueblo, el
perverso, el pernicioso y funesto, se aplicó, sin reparar en medios,31 a eliminar de la tierra de
sus mayores las simientes de la paz.
31
La traducción es libre. Filón reitera aquí la expresión del parágrafo 22: a partir de la
sagrada línea.

109. De Apolo dícese que no sólo es un médico sino además un buen adivino, que predice
mediante oráculos los acontecimientos futuros' para provecho de los hombres, a fin de que
ninguno de ellos, envuelto en la oscuridad que rodea a lo inescrutable, se precipite como un
ciego que nada ve, y caiga en medio de las cosas más penosas creyéndolas las más
provechosas; sino por el contrario, cada uno con conocimiento anticipado del porvenir, como
si este estuviera ya presente, observándolo con el entendimiento, tal como con los ojos del
cuerpo ve las cosas que tiene ante sí, se ponga en guardia y prevenga para no sufrir nada
irremediable.

110. ¿Y es lícito, acaso, comparar con estos vaticinios aquellos abominables oráculos de
Cayo, preanuncios de miserias, humillaciones, destierros y muertes para los hombres de alta
posición y poderosos de todas partes? ¿Qué tuvo de común con Apolo quien en su proceder
no puso de manifiesto nada afín o vinculado con él? Cese también el usurpador del nombre de
Pean 32 de remedar al verdadero Pean, que una naturaleza divina no puede ser falsificada
como si fuera una moneda.
32
Sobrenombre de Apolo.

111. XV. Y por cierto que cualquier cosa esperaría uno que pudiera ser comparada con la
fortaleza de cuerpo y de alma de Ares menos un cuerpo y un alma muelles y enervados como

205
los de Cayo. Sin embargo, él, como en un escenario, trocando máscaras de múltiples aspectos
engañaba a los espectadores con falsas apariencias.

112. Nadie, pues, busque semejanza alguna corpórea o espiritual entre este y la mencionada
deidad, ya que todas sus posturas o movimientos ponían de manifiesto la diferencias. ¿Acaso
no sabemos que el poder de Ares, no el de la mitología sino el Ares de la razón,33 el que tiene
la valentía por especial dominio, es baluarte contra la maldad, y apoyo y ayuda para los
oprimidos, como su mismo nombre lo indica?
33
Es decir, la divinidad que simboliza el coraje o entereza de espíritu en el plano ético, no el
Ares (Marte) del mito, idealización de la fortaleza y resistencia corporal.

113. Porque el nombre Ares entiendo yo, que procede de arégein, que significa socorrer. Este
Ares es el aniquilador de guerras y forjador de paz, en tanto que el otro34 era enemigo de la
paz y amigo de las guerras, y transformador de la estabilidad en desórdenes y sediciones.
34
No el de la mitología, sino su remedo, el cesar Cayo, a quien Filón irónicamente asimila a
la divinidad.

114. XVI. ¿Qué más pruebas que estas para estar seguros de que no es posible comparar con
ninguno de los dioses, ni aun de los semidioses, a Cayo, que no tenía ni las mismas dispo-
siciones naturales ni el mismo modo de ser ni los mismos designios que ellos? Pero,
evidentemente, la pasión es algo ciego, especialmente cuando se acrecienta con la vanidad y
el espíritu de violencia, combinados con la suprema autoridad; y ella dio por tierra con la
felicidad de que anteriormente gozábamos los judíos.

115. En efecto, solo a los judíos los contemplaba con malos ojos, convencido de que solo
ellos preferían principios opuestos a los suyos, y desde los mismos pañales, podríamos decir,
estaban enseñados a reconocer a un solo Dios, el Padre y Hacedor del mundo, por sus
progenitores, tutores e instructores, y con más autoridad aún por las sagradas leyes y también
por las normas no escritas que son las costumbres.

116. Porque todos los otros hombres, mujeres, naciones, países y regiones de la tierra,
prácticamente todo el mundo habitado; aunque lamentando cuanto sucedía, no por eso
dejaban de rendirle pleitesía y glorificarlo más de la medida, aumentando así su vanidad.
Algunos hasta introdujeron en Italia la costumbre bárbara de prosternarse, degradando así la
nobleza de la libertad romana.

117. Una sola nación, la de los judíos, se apartaba de la regla y resultaba sospechosa de una
actitud de enfrentamiento, porque estaba acostumbrada a aceptar de buen grado la muerte
como si se tratase de la inmortalidad, antes que contemplar con indiferencia la extinción de
alguna de las patrias tradicionales, por insignificante que fuere, ya que con ellas ocurre lo que
con las casas, en las que la eliminación de una sola de las partes de sus fundamentos hace que
también se desintegren, derrumben y caigan al vacío producido aun las partes que parecían
estar todavía firmes.

118. Pero en este caso no se trataba de una innovación pequeña, sino de la más grande de
cuantas pueden tener lugar, como era el remedar la imagen de Dios para que la naturaleza
creada y mortal del hombre cobrara la apariencia de la increada e inmortal; cosa que el pueblo
judío consideraba la más grave de las impiedades, pues más rápido podría Dios trocarse en
hombre, que un hombre convertirse en Dios. Aparte de ello, la tal mudanza incluía los otros
vicios sumos, como son la infidelidad al par que la ingratitud hacia el Benefactor del mundo

206
todo, quien por su propio poder dispensa inagotable abundancia de bienes a todas las partes
del universo.

119. XVII. Una tremenda e implacable guerra se gestaba, pues, contra nuestra nación. ¿Qué
mal más penoso, en efecto, puede haber para un esclavo, que un amo adverso? Y los súbditos
son esclavos del emperador absoluto; y si bien no lo fueron bajo ninguno de los predecesores
de Cayo, en razón de que ellos gobernaron con moderación y conforme con las leyes,
fuéronlo, en cambio, de este, que desterró todo sentimiento humanitario de su alma y puso
todo su empeño en violar las leyes, ya que, considerándose él mismo la ley, abrogó las de los
legisladores de cada país, como si se tratase de huecos palabreríos. Y en cuánto a nosotros, al
trocarse el gobernante en déspota, fuimos colocados en el nivel, no ya de los simples esclavos,
sino de los más indignos de los esclavos.

120. XVIII. Enterada de esto la promiscua y voluble plebe alejandrina, nos hizo blanco de sus
atropellos, segura de que había llegado una muy ventajosa oportunidad, y sacó a relucir el
odio que desde mucho tiempo atrás mantenía latente, produciendo el caos y la confusión en
todos los órdenes.

121. Como si se tratara, en efecto, de seres condenados públicamente por el emperador a las
más extremas desgracias, o de sometidos de guerra, nos trajeron la ruina con insanos y
bestiales accesos de furor, precipitándose sobre las casas y desalojando a sus dueños con sus
esposas e hijos hasta dejarlas vacía de moradores.

122. Robaron muebles y objetos, no ya al modo de los ladrones, que aguardan la oscuridad de
la noche por miedo de ser apresados, sino sacándolos a plena luz del día y mostrándolos a los
que topaban al paso, como si los hubiesen recibido en herencia o comprado a sus dueños. Y
en los casos en que los que habían participado en comunes saqueos eran varios, repartían el
botín en medio de la plaza, a menudo a la vista de sus dueños, mientras los injuriaban y
hacían escarnio de ellos.

123. Cosas terribles, pues, son estas en sí mismas; ¿y cómo no habrían de serlo? Convertirse
repentinamente de ricos en pobres, y de prósperos en menesterosos, sin haber cometido falta
alguna; en hombres sin hogar y a la deriva, arrojados y desterrados de sus propias casas, para
que pasándolo a plena intemperie día y noche, hallaran su fin por obra de los abrasadores
calores solares o los nocturnos enfriamientos.

124. Pero estas cosas son leves comparadas con las que falta mencionar aún. Porque, tras
haber precipitado, cual si se tratase de manadas o rebaños, fuera de toda la ciudad a tantas
miríadas de hombres, mujeres y niños dentro de un pequeñísimo reducto, un establo
podríamos decir, esperaban hallar en pocos días montones de cadáveres acumulados de
muertos o por el hambre a consecuencia de la escasez de provisiones, ya que no habían hecho
acopio de las cosas necesarias por no haber tenido un preanuncio de las repentinas desgracias;
o bien por la aglomeración y el ahogo.

125. No había, en efecto, un lugar amplio para agregar al disponible, y todo el aire
circundante estaba viciado y vacío de cuanto había contenido de vivificante para la
respiración, o, si hemos de decir la verdad, para los sofocados alientos de los que respiraban.
Inflamado dicho aire por esos alientos y oprimido cual si estuviera bajo los efectos de un
acceso de fiebre, hacía penetrar a través de las fosas nasales un vapor caliente y nocivo,
agregando, como dice el proverbio, un fuego a otro fuego.

207
126. Porque la naturaleza ha determinado como característica de nuestros órganos internos el
ser sumamente calientes, y cuando las corrientes de aire provenientes del exterior las airean
con moderado frescor, los órganos de la respiración funcionan adecuadamente gracias a la
conveniente combinación; mas cuando esas corrientes se tornan demasiado calientes, y un
fuego fluye sobre otro, forzosamente los órganos funcionan mal.

127. XIX. No pudiendo, pues, soportar por más tiempo la falta de oxígeno, se dispersaron los
judíos en dirección a los lugares desiertos, las riberas del mar y las tumbas, ansiosos de
respirar aire puro e inocuo. En cuanto a aquellos que fueron apresados antes de poder escapar
en los demás lugares de la ciudad, y a los que, por ignorar las desgracias que nos habrían
sobrevenido, retornaban del campo; sufrieron múltiples infortunios, siendo lapidados o
heridos con tejas o destrozados hasta morir con ramas de acebo o de roble en las partes más
vitales del cuerpo y en especial en la cabeza.

128. Algunos de los que habitualmente pasaban el tiempo de brazos cruzados y sin trabajar, se
habían apostado en torno del recinto de los judíos, que, como dije, se habían reunido y
concentrado en un pequeño sector de un extremo de la ciudad, viniendo a quedar como si-
tiados; y los vigilaban para que ninguno escapara sin ser visto. No pocos, ciertamente,
apremiados por la falta de lo necesario, renunciando a su propia seguridad estaban dispuestos
a salir por temor de que pereciera de hambre toda su familia. Los acechadores observaban con
atención las salidas de estos, y al punto daban la muerte a los que eran apresados,
maltratándolos con toda suerte de torturas.

129. Otro grupo se hallaba apostado en los puertos del río para despojar a los judíos que
desembarcaban, y apoderarse de los bienes que traían para comerciar. Subíanse a las naves y
se llevaban la carga en presencia de sus dueños, a los que, atados de pies y manos, quemaban
usando como combustible timones, barras, poleas y las planchas de las cubiertas.

130. Más piadosa fue la muerte de los que fueron quemados en el centro de la ciudad. En
efecto, como a veces escaseaba la madera, acumulaban malezas, y después de prenderles
fuego, las arrojaban sobre los desdichados, los que perecían más semiahogados por el humo
que a efectos del fuego, pues la maleza produce un fuego débil y mucho humo, y se apaga
enseguida, porque a causa de su poca consistencia no puede convertirse en carbón.

131. A muchos, en vida aún, los ataban con correas y cuerdas anudando sus tobillos, y los
arrastraban a través de la plaza mientras saltaban sobre ellos; y no perdonaban ni siquiera los
cuerpos ya cadáveres. Más brutales y feroces aún que las bestias salvajes, cortándoles miem-
bro por miembro y parte por parte, borraban toda forma de ellos, a fin de que no quedase resto
alguno que pudiera recibir sepultura.

132. XX. En cuanto al gobernador del país, el único que, si lo hubiera querido, hubiera podido
en una hora terminar con el dominio de las turbas; fingiendo no ver lo que veía y no escuchar
lo que oía, permitió, en detrimento de la paz, actos de guerra sin traba alguna, con lo que
aquellas se excitaron más aún y se lanzaron a consumar vergonzosos y más osados propósitos.
Reuniendo compactos grupos atacaron nuestras sinagogas,35 que eran numerosas en cada uno
de los barrios de la ciudad, y devastaron unas, en tanto que a otras las demolieron hasta sus
mismos cimientos, y a otras las prendieron fuego e incendiaron, sin pensar, poseídos de una
furia y una locura insensatas, en las casas vecinas, no obstante que nada iguala al fuego en
rapidez cuando encuentra material combustible.

208
35
En Flaco 43 y ss. la profanación de las sinagogas se narra como un hecho previo al ataque
contra las moradas, bienes y personas de los judíos.

133. Y nada digo de los objetos consagrados a honrar a los emperadores, que fueron
destruidos y quemados al mismo tiempo: escudos y coronas chapados en oro, columnas e
inscripciones, en consideración a los cuales hubieran debido perdonar el resto. Pero se
atrevieron porque no temían castigo alguno de parte de Cayo, el que, bien lo sabían ellos,
profesaba un odio indecible a los judíos, como para suponer que nadie podría brindarle cosa
más grata que quien infiriese a nuestra nación toda clase de daños.

134. Deseosos de congraciarse, además, con él mediante más novedosas adulaciones, y de


asegurarse completa impunidad por sus atropellos contra nosotros, ¿qué pensáis que hicieron?
Pues todas aquellas sinagogas que no pudieron destruir mediante incendios o demoliciones
por cuanto en las proximidades vivían grupos numerosos y compactos de judíos, las
arruinaron de otra manera: violaron nuestras leyes y costumbres. Erigieron, en efecto, en
todas ellas imágenes de Cayo, y en la mayor y más notable de ellas una estatua en bronce que
representaba a un hombre sobre un carro tirado por cuatro caballos.

135. Y tan grande era el apremio y la fuerza de su empeño, que, no teniendo a mano un carro
de cuatro caballos nuevo, hicieron traer uno viejísimo desde el gimnasio, lleno de herrumbre,
al que le faltaban orejas, colas, patas y otras partes nada pequeñas; y, según se dice, dedicado
a una mujer, la antigua Cleopatra, bisabuela de la última de ese nombre.

136. Cualquiera ve a las claras cuan serio vituperio acarreaba a los autores de la dedicatoria
esto de por sí. En efecto, les tuvo en absoluto sin cuidado si se trataba de un carro nuevo de
una mujer o de uno viejo de un hombre, o, en general, si había sido dedicado ya a otro;
cuando lo razonable hubiera sido que los autores de semejante ofrenda dedicada a un
emperador hubieran sentido temor de que la cosa llegara a oídos de quien se tomaba
completamente en serio lo tocante a su personal glorificación.

137. A no dudarlo, abrigaban extravagantes esperanzas de merecer aprobación y disfrutar de


mayores y más espléndidos beneficios por haber convertido nuestras sinagogas en nuevos
recintos consagrados a Cayo; aunque no lo habían hecho movidos por el deseo de honrarlo,
sino por saturarse de fechorías contra nuestra nación de cualquier modo que fuera.

138. Es posible hallar claras pruebas de ello. En primer lugar una que se relaciona con los
monarcas de Egipto. Unos diez o más se sucedieron en trescientos años sin que los
alejandrinos les consagraran imagen ni estatua alguna en nuestras sinagogas, no obstante
tratarse de reyes de su misma raza y especie, y haberlos considerado, registrado y llamado
dioses.

139. ¿Y por qué no se las habrían de consagrar a quienes al fin y al cabo eran hombres, siendo
así que deifican a perros, lobos, leones, cocodrilos y muchos otros animales salvajes
terrestres, acuáticos y aéreos, en cuyo honor se elevan en todas partes de Egipto altares,
templos, nichos y recintos sagrados?

140. XXI. Quizá dirán ahora lo que no hubieran dicho entonces; como que tienen por norma
rendir pleitesía no a la persona de los gobernantes sino más bien a la prosperidad de los
gobernantes; que los emperadores son superiores a los Ptolomeos en prestigio y fortuna,
mereciendo, por lo tanto, recibir mayores honras.

209
141. En ese caso, oh los más necios de todos los hombres, y digo hombres para no verme
obligado a emplear ningún término inconveniente; decidme, ¿cómo es que no considerasteis
digno de análoga honra al predecesor de Cayo, Tiberio, que fue quien proporcionó a Cayo el
poder, y quien durante veintitrés años ejerció la autoridad en tierra y mar, sin permitir que
simiente alguna de guerra se desarrollase en Grecia o en el resto del mundo, y brindando la
paz y los beneficios de la paz hasta el fin de su vida con mano y corazón pródigos e
inagotables?

142. ¿Fue inferior por su estirpe? Al contrario, por ambas ramas de progenitores descendía de
la más alta nobleza. ¿En cultura, entonces? ¿Y quién entre los que florecieron en su tiempo le
aventajó en inteligencia y elocuencia? ¿Acaso en longevidad? ¿Y cuál de los reyes o
emperadores alcanzó una más avanzada y más feliz vejez, sin contar que, cuando aún era un
niño, lo llamaban el anciano 36 en consideración a su profunda inteligencia? En suma, que
quien poseyó tales cualidades y tanta grandeza ha sido desdeñado y arrojado al olvido por
vosotros.
36
El término presbytes = anciano, no connotaba las ideas de achaques o limitaciones propias
de la avanzada edad, sino las de madurez y dignidad que los antiguos atribuían a la
ancianidad, siendo sinónimo de persona respetable o digna de toda consideración.

143. ¿Y qué decir de aquel que superó a la humana naturaleza en todas las virtudes, de aquel
que por la grandeza de su imperial soberanía al par que de su nobleza de espíritu fue el
primero en llevar el nombre de Augusto? Por cierto que este título no le vino en virtud de una
sucesión familiar, como parte de una herencia, sino en mérito a que él mismo se convirtió en
fuente de la veneración 37 de que también sus sucesores habrían de participar. No bien asumió
la dirección de los negocios públicos, aplicó su atención a la desordenada y caótica situación.
37
Sebastos = augusto, venerable, y sebasmós = veneración, permiten a Filón este juego de
palabras.

144. En hostil rivalidad pugnaban islas con continentes, y continentes con islas por la
primacía, teniendo por jefes y campeones a los más esclarecidos romanos de alta posición. Y
competían, además, por el poder soberano las grandes porciones del mundo habitado, Asia
contra Europa, y Europa contra Asia, enfrentándose las naciones europeas y asiáticas de uno a
otro extremo de la tierra, y soportando penosas guerras a lo largo de toda ella y del mar, con
batallas terrestres y navales, al punto de que toda la raza humana hubiera ido a parar a una
rápida y total extinción, aniquilada por las muertes que se ocasionaban recíprocamente los
bandos, a no haber sido por un único hombre y guía, Augusto, a quien cabe con justicia llamar
alejador de males.

145. Él fue el cesar que calmó las tormentas que se abatían sobre todas partes; el que curó las
comunes enfermedades de los griegos y los demás pueblos, las que descendían desde el sud y
el este, y corrían hacia el oeste y el norte38 sembrando sinsabores a lo largo de las regiones y
los mares que se extienden entre esos puntos. Él fue el que no sólo aflojó sino desató las
cadenas que tenían sujeto y oprimido al mundo habitado.
38
Disimulada pero evidente atribución de la responsabilidad de la última contienda civil de la
República Romana a Marco Antonio, cuyo baluarte se encontraba en Egipto y Oriente.

146. Él, quien puso fin a las contiendas abiertas y disimuladas que generaban los asaltos de
los bandidos; él, quien dejó el mar libre de navíos piratas y lo llenó de naves mercantes.

210
147. Él, quien condujo a las ciudades todas al goce de la libertad; el que transformó el
desorden en orden; el que inculcó las normas de la civilización y la armoniosa convivencia a
todas las naciones insociables y brutales; el que dilató a Grecia con muchas otras Grecias,
helenizando a las más importantes regiones del resto del mundo; el guardián de la paz, el
distribuidor de lo que a cada uno correspondía, el que sin limitación alguna ponía sus
liberalidades al alcance de todos, el que en toda su vida no ocultó cosa alguna buena o noble.

148. XXII. Pues bien, este tan grande benefactor pasó inadvertido para ellos39 durante los
cuarenta y tres años que gobernó a Egipto;40 y no erigieron en su honor en nuestras sinagogas
ni una estatua, ni un busto, ni una pintura.
39
Para los alejandrinos no judíos.
40
Desde el 1 de agosto de 30 a. C, fecha de la toma de Alejandría por Octavio, hasta el 23 de
agosto de 14 d. C, fecha de la muerte de Augusto. Pero el gobierno de éste no fue personal
sino a través de un prefecto con poderes de virrey, ya que Egipto no fue considerado provincia
romana sino posesión privada del emperador.

149. Y ello, no obstante que, si hubiera correspondido que decretasen nuevos y especiales
honores a alguien, nadie los merecía más que él, no sólo porque llegó a ser lo que podríamos
llamar la fuente y el origen de la estirpe augusta; ni tampoco sólo por haber sido el primero,
sumo y común benefactor al sustituir el gobierno de muchos por un solo piloto, y empuñar él
mismo con sus maravillosas dotes de gobernante experto el timón de la nave común (que bien
dicho está aquello de "No es bueno el gobierno de muchos" 41 pues los muchos votos son
causa de muchos males); sino además porque todo el mundo habitado le había decretado
honras análogas a las de los dioses.
41
O que haya muchos jefes. Ilíada II, 204. Ver Sobre la confusión de las lenguas 170.

150. Testimónianlo templos, pórticos, atrios y galerías, al punto de que todas las ciudades que
contienen obras monumentales, nuevas o antiguas, se destacan de manera especial por la her-
mosura y grandeza de las dedicadas a César Augusto; cosa que sucede muy particularmente
en nuestra Alejandría.

151. En efecto, ningún edificio sagrado es tan grande como el llamado Augusteo, templo
conmemorativo del arribo42 de César, erigido en las alturas frente a los bien abrigados
puertos, inmenso, celebérrimo, y repleto de ofrendas como no es dable hallar otro en parte
alguna; circundado en derredor por pinturas y estatuas de plata y oro; recinto vastísimo con
pórticos, bibliotecas, habitaciones, bosques sagrados, vestíbulos, espacios vastos y abiertos,
amén de todos los aderezos propios de la más suntuosa y elaborada decoración; templo que se
yergue como una esperanza de salvación para los que zarpan y para los que llegan al puerto.
42
Templo conmemorativo de la llegada de César Augusto a Alejandría en el 30 a. C.

152. XXIII. Pues bien, aunque tenían motivos como esos y contaban con el asentimiento de
todos los hombres de todas partes, los alejandrinos no intentaron novedad alguna contra
nuestras sinagogas, y observaron la legalidad en todos sus aspectos. ¿Sería porque no les
interesaba una de las muestras de reverencia debidas a César? Nadie en su sano juicio diría
semejante cosa. ¿Por qué, entonces, esa omisión? Yo lo voy a decir sin retaceos de ninguna
especie.

153. Ellos sabían bien cómo la diligente vigilancia de aquel velaba por el firme man-
tenimiento de las patrias tradiciones de cada pueblo tanto como de las romanas; y cómo
aceptaba honores, pero no para menoscabar las instituciones de nadie en aras de su propia

211
vanidad, sino atendiendo a la magnitud de su tan inmenso poder, cuya naturaleza misma
involucra el ser honrado con tales demostraciones.

154. Prueba clarísima de que jamás se llenaba de vanidad u orgullo es, por una parte, el hecho
de no haber querido nunca presentarse como un dios, enfadándose, en cambio, si alguno
llegaba a darle ese título; y por otra, el haber dado muestras de benevolencia para con los
judíos, cuya aversión hacia todas estas cosas conocía perfectamente.

155. ¿Cómo les demostró esa benevolencia? No ignoraba él que el gran sector de Roma que
se extiende al otro lado del Tíber estaba ocupado y habitado por judíos, la mayor parte de los
cuales eran ciudadanos romanos emancipados, pues, conducidos a Italia en calidad de
prisioneros, habían sido liberados por quienes los habían comprado, sin que se les obligase a
abjurar de ninguna de sus instituciones ancestrales.

156. Augusto sabía que poseían sinagogas y que en ellas se congregaban especialmente en los
sagrados días sábados, cuando se instruían en común acerca de la filosofía de sus antepasados.
Sabía, además, que con el producto de las primicias reunían dinero para fines religiosos y lo
enviaban a Jerusalén por conducto de las personas que habrían de encargarse de la realización
de los sacrificios.

157. Pese a ello, ni los expulsó de Roma; ni les privó de la ciudadanía romana porque conser-
varan celosamente la judía; ni adoptó medidas en detrimento de sus sinagogas, ni les prohibió
congregarse para la exposición de nuestras leyes, ni se opuso a las ofrendas de las primicias;
y, por el contrario, tan piadosamente consideró nuestras cosas, que con la colaboración de
toda su familia adornó nuestro templo mediante suntuosas ofrendas, y estableció además que
para siempre se cumplieran cada día sacrificios consistentes en holocaustos perfectos,
pagados de su propio peculio, a título de primicias ofrecidas al altísimo Dios. Estos sacrificios
se siguen llevando a cabo en nuestros días y se cumplirán siempre, como público testimonio
de los rasgos verdaderamente imperiales del carácter de Augusto.

158. Pero aun hay más, en las mensuales distribuciones que tienen lugar en la ciudad de Roma
43
cuando todo el pueblo recibe por turno dinero o trigo, jamás colocó a los judíos en situación
de desventaja en lo que respecta a la dispensa de esa gracia; antes bien, si se daba el caso de
que la distribución debía tener lugar durante el sagrado día sábado, día en que no nos está
permitido ni recibir ni dar ni, en general, realizar menester alguno de los que miran a la sub-
sistencia, y de un modo especial los que persiguen fines lucrativos, los distribuidores tenían
orden de guardar hasta el día siguiente el común y humanitario presente.
43
Literalmente: de su ciudad natal o de ¡a ciudad de sus padres (pa-trís). Aquí la ciudad natal
de Augusto.

159. XXTV. De resultas de ello, todos y en todas partes, aun cuando naturalmente no
abrigaran buenas intenciones respecto de los judíos, se cuidaban bien de atentar contra alguna
de sus instituciones. Otro tanto ocurrió en tiempos de Tiberio, a pesar de las dificultades
surgidas en Italia cuando Seyano maquinaba su usurpación.44
44
Refiérese aquí Filón a los manejos de Seyano para apoderarse del mando destituyendo a
Tiberio, retirado por entonces a Capri, no a sus proyectos contra los judíos. Al menos Filón
aclara expresamente que las dificultades de los judíos ya estaban en pleno desarrollo, no que
se maquinaban.

160. Tiberio conoció la verdad; supo inmediatamente después de la muerte de Seyano que las

212
acusaciones contra los judíos residentes en Roma no eran sino falaces intrigas forjadas por
aquel en su deseo de aniquilar a nuestra nación, porque sabía que o ella sola o como gestora
principal se opondría a sus impíos designios y apoyaría al emperador, amenazado por la
traición.

161. Y encomendó a los procuradores designados de todas partes tranquilizar a los miembros
de nuestra nación residentes en cada una de las ciudades, asegurándoles que el castigo
alcanzaría no a todos sino sólo a los culpables, que eran pocos;45 y no alterar nada de lo
establecido por nuestras costumbres, y además considerarlos como algo confiado a su
cuidado, a los hombres por ser naturalmente inclinados a la paz, y a las instituciones por
constituir un incentivo para una bien reglada conducta.
45
¿De qué eran culpables estos judíos? ¿No fueron, pues, sólo las intrigas de Seyano el origen
de las dificultades surgidas en Roma? Porque, del contexto se desprende que Tiberio
consideraba que algunos eran culpables. ¿Por qué, finalmente, si las acusaciones hechas por
Seyano eran contra los judíos en Roma, las tranquilizadoras declaraciones de Tiberio a través
de sus procuradores se dirigen a todas las ciudades del imperio?

162. XXV. Cayo, en cambio,46 saturado de vanidad, no sólo manifestó sino también se
convenció de que era un dios. Y luego no halló ni entre los griegos ni entre el resto de los pue-
blos gente más dispuesta que los alejandrinos a afianzar su desmedida pasión, que traspasaba
los límites de lo permitido a la humana naturaleza. Es que los alejandrinos son gente
experimentada en materia de adulaciones, supercherías e hipocresías, gente que forja
lisonjeras palabras pero todo lo trastornan con sus bocas desatadas y sin freno.
46
En el parágrafo 154, en su panegírico de Augusto, destaca Filón cómo éste jamás se llenaba
de vanidad u orgullo y no quiso nunca presentarse como un dios. Luego pondera el trato justo
y benevolente brindado a los judíos sin pretensiones de imponerles cosa alguna que violara
sus costumbres ancestrales, situación que, salvo algún incidente pasajero, se mantuvo bajo
Tiberio (parágrafos 155 a 160). Ahora opone a esa modestia de Augusto la vanidad y las
extravagantes veleidades de Cayo empeñado en hacerse adorar.

163. El título de dios es tan poco digno de reverencia para ellos, que lo aplican también a las
ibis, a las venenosas serpientes y a muchas otras bestias feroces del país. Y así, es natural que
con un uso tan indiscriminado de las denominaciones que se aplican a la divinidad engañen a
los cortos de entendimiento e inexpertos en cuanto al ateísmo de los egipcios; pero resulten
condenables a ojos de los que están enterados de su inmensa insensatez o, mejor aún,
impiedad.

164. Cayo, ignorante de esta circunstancia, supuso que de verdad era considerado dios por los
alejandrinos, basado en que echaban mano hasta la saciedad, y no con reticencias sino
abiertamente, a cuanto título los demás pueblos acostumbran aplicar a los dioses.

165. Luego pensó también que el atropello cometido contra nuestras sinagogas había sido
resultado de una límpida convicción y de un sincero deseo de honrar a su persona. Alimentaba
esta creencia, por una parte, el crédito que daba a las diarias informaciones que desde
Alejandría le enviaban algunos; cuya lectura le resultaba en extremo placentera, al punto de
considerar sumamente desagradables las obras en prosa o en verso de otros, en comparación
con el agrado que estos le proporcionaban; y por otra, los buenos oficios de algunos
servidores que compartían con él sus perpetuas chanzas y burlas.

213
166. XXVI. La mayoría de estos eran egipcios, detestable simiente, en cuyas almas estaban
impresos el veneno al par que los sentimientos de los cocodrilos y áspides de su país. Al
frente de toda esa egipcia cofradía, al modo de un director de coro, estaba Helicón, un esclavo
execrable y malvado, introducido para daño de la mansión imperial. Había adquirido una
superficial versación en los estudios sobre cultura general47 gracias a la ambición48 de su
primer amo, quien lo obsequió a Tiberio César.
47
Ver Interpretación alegórica III, 85.
48
O celo, tal vez. Es decir, su amo lo habría hecho instruir o por congraciarse con Tiberio o
para servirle, ya que el esclavo era para ser obsequiado al cesar.

167. Por entonces no alcanzó posición privilegiada alguna, ya que Tiberio detestaba las
expansiones juveniles, inclinado, como era, desde temprana edad a lo grave y austero.

168. Pero, después que este murió y Cayo asumió el mando, Helicón, aproximándose a su
nuevo amo, que se entregaba a las disipasiones y voluptuosidades mediante cada uno de los
sentidos, se dijo para sus adentros: "Esta es tu oportunidad, Helicón; no te quedes dormido;
tienes al mejor de los espectadores y oyentes para darte a conocer. La naturaleza te ha dotado
de un espíritu despierto, y eres más capaz que otros para hacer bromas y decir cosas graciosas.
Conoces diversiones y pasatiempos intrascendentes y extravagantes. Lo que sabes sobre
asuntos que no se estudian en las escuelas no es menos que lo que aprendiste en ellas; y
además a tu charla no le falta gracia.

169. Si, además, mezclas con las chanzas el aguijón de la malicia, de modo de no sólo mover
a risa sino, además, producir el escozor de la suspicacia, tendrás completamente en tus manos
a tu amo, ya que es inclinado por naturaleza a prestar oídos a las acusaciones sazonadas con
humor. Sus oídos, como bien sabes, están muy abiertos y atentos para escuchar a los expertos
en entretejer la injuria con la calumnia.

170. Y no busques demasiado material; tienes a mano las calumnias contra los judíos y sus
costumbres, calumnias en medio de las cuales fuiste criado. Desde los pañales fuiste instruido
en ellas, y no por un solo hombre sino por la gente más locuaz de la ciudad de los
alejandrinos; demuestra tus conocimientos."

171. XXVII. Después de animarse y estimularse con estas desatinadas y vituperables


reflexiones, se vinculó estrechamente a Cayo y lo aduló comedidamente, no apartándose de él
ni de noche ni de día y acompañándolo a todas partes a fin de aprovechar los momentos de
aislamiento y descanso para formularle las acusaciones contra nuestra nación, las que, en su
inmensa malicia, reforzaba con el placer propio de las chanzas, a fin de que las calumnias
surtieran su funesto efecto. No quería, en efecto, presentarse como autor de una abierta
acusación ni era capaz de hacerlo; y fingiendo y obrando con habilidad resultaba un enemigo
más perjudicial y temible que los que proclaman abiertamente su animosidad.

172. Dicen, por otra parte, que los delegados de los alejandrinos, bien enterados de esto, lo
sobornaron subrepticiamente con grandes presentes, no sólo con dinero sino también con
esperanzas de honores, que. según le hicieron saber secretamente, le procurarían pronto, con
ocasión del viaje de Cayo a Alejandría.

173. Veía ya Helicón con los ojos de la fantasía la ocasión aquella en que sería honrado por la
más grande y famosa de las ciudades, en presencia de su amo y de casi todo el mundo
habitado junto a él; pues resultaba claro que la parte más selecta e ilustre de las ciudades se

214
congregaría, viajando desde los lugares más remotos, para rendir homenaje a Cayo. En
consecuencia, todo lo prometió.

174. Durante algún tiempo nosotros, no conociendo al enemigo agazapado dentro, nos
cuidábamos sólo de los de afuera. Pero, cuando nos dimos cuenta, examinamos, escudriñando
todos los caminos, si de alguna manera podríamos apaciguar y humanizar al hombre que de
todas las maneras y desde todas las posiciones nos hería lanzándonos certeramente sus dardos.

175. Porque acompañaba a Cayo en el juego de la pelota, en la gimnasia, en los baños y en las
comidas, y estaba a su lado cuando este se aprestaba para ir a dormir, ya que hacía las veces
de ayuda de cámara y de capitán de la guardia del palacio, función más elevada que la
asignada a otro alguno, de modo que sólo él disponía de las audiencias en los momentos
propicios y ociosos del emperador, en las que sin la interferencia de perturbaciones externas le
hacía escuchar las cosas que más deseaba. 176. Las acusaciones iban mezcladas con alusiones
satíricas, de modo de acrecentar con ellas el placer, para causarnos el mayor daño posible. Por
cierto que lo que parecía ser de primera importancia, es decir, la sátira, eran cosa secundaria
para él; en tanto que lo aparentemente secundario, las acusaciones, constituían -su primordial
objetivo.

177. Y así, soltando cada cuerda49 a la manera de quienes guían la nave con viento favorable
sobre el timón, avanzaba con las velas desplegadas impulsado por propicios vientos,
acumulando y encadenando una tras otra las acusaciones. Y tan firme fue la impresión dejada
en la mente de Cayo, que el recuerdo de esas acusaciones resultaba imposible de borrar.
49
Es decir. desplegando las velas, y figuradamente, echando mano a todos los recursos
posibles.

178. XXVIII. Impotentes y con las manos atadas, ya que aunque no habíamos dejado piedra
sin mover para apaciguar a Helicón, no hallábamos solución alguna; y como ninguno se
atrevía ni a hablar ni a aproximársele a causa de la arrogancia y el carácter intratable de que
ante todos hacía gala; y, a la vez, por ignorar si era alguna inquina personal contra la nación
judía lo que lo movía a incitar e impulsar incesantemente a su amo contra nuestra raza,
desistimos en adelante de gastar esfuerzos en esa dirección, y limitamos nuestras gestiones a
lo que más urgía. Comprendimos, en efecto, que lo que correspondía era elevar a Cayo un
documento que contuviera una somera reseña de cuanto nos había sucedido y de lo que enten-
díamos merecer.

179. Este documento era prácticamente un extracto de una súplica más extensa que poco
tiempo antes le habíamos enviado por conducto del rey Agripa.50 Este, en efecto, había
visitado nuestra ciudad casualmente cuando se aprestaba a navegar hacia Siria para hacerse
cargo del reino que le había sido concedido.. .51
50
En Flaco 103 menciona Filón un decreto de los judíos alejandrinos destinado a presentarse
al emperador Cayo, en el que se especificaban las providencias adoptadas por la colectividad
hebrea de la capital egipcia en homenaje de aquél. Dicho decreto fue confiado a Agripa du-
rante la estadía de éste en Alejandría con ocasión de su viaje hacia Siria. Distinto de tal
documento es sin duda el que ahora se menciona, ya que éste contiene quejas y peticiones, no
homenajes. En cuanto al tercer documento, es decir, la presentación entregada después de las
matanzas y de la profanación y destrucción de las sinagogas, es imposible aceptar que fuera
un extracto o resumen del petitorio anterior, ya que éste se limitaba a solicitar derechos para la
comunidad israelita de Alejandría, y en él no pudo hacerse mención de los desgraciados
sucesos que motivaron la tercera carta ni reclamar justicia por ellos por la simple razón de que

215
tales sucesos no habían tenido lugar aún. Sobre el rey Agripa, ver Flaco, nota 16.
51
Se supone que en este punto hay una laguna de extensión difícil de precisar. Sólo se declara
que la presentación no surtió efecto positivo alguno, pero no se precisa concretamente cómo
ni en qué circunstancias. En cuanto al modo ex abrupto de iniciar el relato de la embajada ha
de tenerse presente que, contra lo que el actual título del tratado parece sugerir, título que no
sabemos a quién atribuir, el asunto de la presente obra no es la embajada ni las desdichas de
los judíos alejandrinos, sino la descripción de la depravada personalidad de Cayo y su
aparente omnipotencia hasta su trágico final, como ejemplo de lo precarios que son los dones
de la fortuna y de cómo la virtud es protegida y vengada por Dios. La embajada que Filón
integró no es sino un ejemplo más, en este caso una experiencia personal, sobre la
extravagante y rencorosa personalidad del cesar. De allí que a Filón no le haya preocupado
describirnos la gestación de dicha embajada, salvo lo que surge de las precedentes referencias
a las intrigas cortesanas de Helicón.

180. Pero nos engañamos a nosotros mismos sin advertirlo; y no era la primera vez. Lo
mismo, en efecto, nos había ocurrido antes, cuando emprendimos la navegación con la
creencia de que íbamos al encuentro de un juez y a la obtención de nuestros derechos. Se
trataba de un enemigo implacable,52 que cautivaba con la alegre vivacidad que aparentaba su
mirada y con la gracia, mayor aún, de su saludo.
52
Cayo.

181. Habiéndonos saludado por primera vez en el llano del Tíber, cuando casualmente salía
de los jardines que había heredado de su madre, repitió su salutación y agitó su mano derecha
dando muestras de buena disposición hacia nosotros, y envió al encargado de las embajadas,
llamado Homilo, con este mensaje: "Escucharé personalmente vuestro asunto en cuanto se
presente una ocasión propicia." Ante esto todos los que estaban en torno a nosotros nos
congratularon como si ya hubiésemos alcanzado el éxito, y otro tanto ocurrió con todos los de
nuestro grupo que se dejaron llevar por las superficiales conclusiones de la imaginación.

182. Pero yo, que entendía poseer en razón de mi edad y mi especial educación una discreción
que aventajaba a la de ellos, consideraba con no poca prevención lo que alegraba a los demás.
"¿Por qué," decía yo, esforzándome por hallar explicaciones, "siendo tan numerosas las
embajadas llegadas desde toda la tierra, sólo a la nuestra dice que escuchará en su
oportunidad? ¿Qué se propone? Porque no ignora que somos judíos y que nos conformamos
con no-ser tratados en un plano inferior a los demás.

183. ¿No es casi una locura el suponer que nos toca un trato preferencial de parte de un
déspota de otra raza, de un joven con poderes ilimitados? Más bien parece que se hubiera
inclinado hacia el otro sector de los alejandrinos, y que le hubiera concedido la ventaja y
prometido proceder con rapidez al juicio; si no es que, descartando la idea de escuchar con
imparcialidad a ambas partes, se ha convertido de juez en abogado de aquellos y en oponente
nuestro."

184. XXIX. Discurriendo sobre estas conjeturas sentíame violentamente alterado y no podía
hallar calma ni de día ni de noche. En este estado de desánimo, ocultaba yo mi aflición pues
resultaba peligroso exteriorizarla; cuando otra calamidad repentina y más penosa aún se
desató imprevistamente poniendo en peligro, no ya a una sola parte de la nación judía, sino a
toda ella en pleno.

185. En efecto, habíamos viajado desde Roma hasta Dicearquía,53 siguiendo a Cayo, quien,

216
después que hubo llegado a la costa, pasaba el tiempo en las proximidades de la bahía yendo
de una parte a otra por las numerosas residencias de campo suntuosamente provistas de su
propiedad.
53
Ciudad de Campania situada sobre el golfo cumano o de Nápoles, llamada Puteoli
(Puzzoles) por los romanos.

186. Mientras, llenos de preocupación por nuestro asunto, aguardábamos ser llamados, se nos
acercó alguien con la mirada alterada en sus ojos inyectados de sangre y agitado por
temblores, lleno de sofocación; y apartándose un poco de los restantes, pues había cerca
algunas personas, dijo: "¿Habéis oído las últimas novedades?" Y cuando se disponía a
contárnoslas, se vio impedido de hacerlo pues un torrente de ininterrumpidas lágrimas brotó
de sus ojos.

187. Al intentarlo por segunda vez, de nuevo se cortó; y otro tanto ocurrió la tercera. Viendo
lo cual, nosotros estábamos sobremanera alarmados y le pedíamos que nos revelara el suceso
que, según decía, le traía hasta nosotros. "Porque no habrá sido sólo para llorar en presencia
de testigos;" le decíamos, "si se trata de algo que merece llorarse, no seas tú solo quien se
quede con la pena; estamos habituados ya a los infortunios."

188. El, gimiendo y con respiración entrecortada, dijo dificultosamente: "Nuestro templo está
perdido: Cayo ha dispuesto que en la parte más interna del santuario se erija una colosal
estatua dedicada a su persona bajo la advocación de Zeus."

189. Nosotros, asombrados ante lo que acababa de decir, y petrificados por la consternación,
no podíamos dar ya un paso y permanecíamos boquiabiertos y desfallecientes en una
completa postración y con las fuerzas del cuerpo enervadas. En esto llegaron otros, portadores
de las mismas dolorosas nuevas.

190. Reunidos luego todos juntos en un lugar reservado lamentábamos los sucesos que a cada
uno en particular y a todos en común afectaban, y conversábamos largo y tendido sobre
cuanto la inteligencia nos iba sugiriendo; que nunca es más locuaz el hombre que en la
desgracia. "Luchemos," decíamos. "Para liberarnos de una vez. por todas de las irreparables
ilegalidades hemos navegado durante el tormentoso invierno ignorantes de cuan grande
tormenta, mucho más terrible aún que la del mar, nos acechaba en tierra; porque aquello 54 es
obra de la naturaleza, que determina las estaciones anuales; y la naturaleza es preservadora, en
tanto que lo otro es obra de un hombre cuyos designios nada tienen de humanos, un hombre
joven, inclinado a las innovaciones, investido con una autoridad sin responsabilidades sobre
todas las cosas; y la juventud, unida a una autoridad ilimitada, está a merced de irrefrenables
impulsos y es un mal difícilmente combatible.
54
Ea decir, las tormentas invernales.

191. ¿Nos será posible acercarnos a él y abrir nuestras bocas en defensa de las sinagogas ante
quien corrompe el más sagrado de los lugares? Pues ultraja al más célebre e ilustre de los
templos, cuya luz, proyectada hacia todas direcciones, al modo de los rayos solares,
contemplan con admiración el levante y el poniente; es evidente que ningún caso hará de
edificios de culto menos conocidos y considerados no tan dignos de estima como aquel.

192. Y aun cuando se obtuviere una garantía de seguridad para allegarnos a él, ¿qué cabe
esperar sino una muerte inexorable? Pero, que sea así; muertos acabaremos, que la muerte
gloriosa de verdad en defensa de nuestras leyes es más bien vida. Pero, y en el caso de que de

217
nuestra muerte no resultare provecho alguno, ¿no es, acaso, locura precipitarnos en nuestra
completa ruina, especialmente cuando se supone que actuamos como embajadores; de lo que
resultaría que sería mayor la desgracia de los que nos enviaron que la de los que la
soportamos personalmente?

193. Pero, además,55 todos nuestros hermanos de raza que se destacan por su natural repulsión
hacia la maldad nos acusarán de impiedad, alegando que, mientras la suerte de todos se debate
en un peligro extremo, nosotros nos acordamos en egoísta actitud de algo que nos concierne a
nosotros exclusivamente,56 cuando lo que corresponde es subordinar los intereses pequeños a
los grandes, y los privados a los comunes, ya que la ruina de estos equivale a la ruina de la
comunidad entera.
55
Los asuntos que motivaron la embajada fueron dos: el alegato sobre el atropello contra las
sinagogas y la petición del derecho de ciudadanía o igualdad jurídica con los demás
alejandrinos. Filón señala ahora que, si la embajada se ocupaba de gestionar esta ventaja, que
atañía exclusivamente a los judíos de Alejandría, olvidando los problemas comunes a toda la
nación judía, merecerían los embajadores el repudio de todos los compatriotas honrados y
amantes de su raza. De modo que alegar sobre el atropello a las sinagogas les acarrearía una
muerte inútil, cosa indudable pues Cayo ni siquiera respetaba el templo de Jerusalén; y alegar
en pro de los derechos les haría objeto de la antipatía y el repudio del resto de la nación, que
por entonces afrontaba un peligro común ante el proyecto de Cayo sobre el templo de la
ciudad santa.
56
A nosotros los judíos alejandrinos.

194. ¿Qué puede haber de religioso o lícito en intentar sin objeto alguno demostrar que somos
alejandrinos,57 cuando sobre nosotros se cierne un peligro que afecta a una comunidad más
universal, la de los judíos? Porque es de temer que con la ruina de nuestro templo este hombre
inclinado a trastornarlo todo en gran escala decida que también sea borrado el común nombre
de nuestra nación.
67
Y por lo tanto merecemos iguales derechos que los alejandrinos no judíos.

195. Si, pues, los dos asuntos por los que hemos sido enviados están perdidos, no faltará
seguramente quien diga: '¿Qué entonces? ¿No sabían, acaso, cómo arreglárselas para
asegurarse el retorno?' A ese tal habría que decirle: 'O tú no tienes el genuino sentimiento de
un hombre de buena cuna, o no has sido instruido ni te has ejercitado en las sagradas
escrituras.' Los que son realmente nobles están siempre llenos de esperanzas; y las leyes
engendran buenas esperanzas para los que no se limitan a un superficial conocimiento de
ellas.

196. Quizá estas cosas están destinadas a poner a prueba a la presente generación, para
testimoniar el grado de su virtud y si está preparada para sobrellevar los infortunios mediante
firmes razonamientos sin desfallecer prematuramente. Todo, pues, cuanto depende de los
hombres ha fracasado. Que fracase, pero permanezca indestructible en nuestras almas la
esperanza en Dios, nuestro salvador, que muchas veces preservó a nuestra nación de la
impotencia y la indigencia."

197. XXX. Tales cosas discurrimos, lamentándonos de las imprevistas desdichas y


estimulándonos con la esperanza de un cambio, portador de mayor tranquilidad. Y tras una
breve pausa, dijimos a los que nos habían anunciado la novedad: "¿Cómo es que permanecéis
callados después de haber volcado en nuestros oídos solamente las chispas en cuyo fuego
ardemos y nos consumimos; cuando deberías enterarnos también de los motivos que

218
impulsaron a Cayo?"

198. Ellos dijeron: "Bien sabéis cuál es la fundamental y primera causa, la que, por otra parte.,
todos los hombres conocen: quiere que se lo reconozca como dios y sospecha que sólo los
judíos no se avienen a ello; y ningún daño mayor podría inferírseles que la ruina de la
santidad del templo. Está, además, al tanto de que se trata del más hermoso de todos los
templos de todas las regiones, embellecido incesantemente desde tiempos inmemoriales con
ininterrumpidos y pródigos donativos; y movido por su propensión a la pendencia y los
atropellos, se propone apropiarse de él para su propio provecho.

199. Su inquina se ha tornado mayor aún que antes a causa de la carta que le ha enviado
Capitón, que es el recaudador de impuestos en Judea y alimenta un hondo resentimiento hacia
sus pobladores. Cuando llegó allí era pobre, y mediante despojos y fraudes ha acopiado una
múltiple y abultada fortuna. Temeroso de que tenga lugar alguna acusación contra él, ha
descubierto el procedimiento de impedir las imputaciones mediante calumnias contra los
damnificados.

200. La oportunidad para lo que se proponía se la brindó el siguiente incidente. Jamnea, que
es una de las ciudades más populosas de Judea, cuenta con una población heterogénea. La
mayor parte está constituida por judíos, en tanto que los demás son de otras razas,
introducidos con fines tortuosos desde las poblaciones vecinas. Estos advenedizos se habían
convertido en daño y embarazo para los que, en cierto modo, eran autóctonos, y no cesaban de
menoscabar determinados puntos de las instituciones ancestrales de los judíos.

201. Habiendo oído de boca de los viajeros cuánto empeño pone Cayo en su personal
deificación y cuan extrema hostilidad profesa a toda la nación judía, consideraron que tenían a
mano una excelente oportunidad para atacar a esta, y erigieron un improvisado altar con el
material más vulgar, moldeando ladrillos de barro, sin otro propósito que el de crear
problemas a sus vecinos. Sabían, en efecto, que estos no tolerarían el menoscabo de sus
costumbres; cosa que ocurrió efectivamente.

202. En efecto, al verlo llenáronse de indignación ante tal desconocimiento de la verdadera


santidad de la tierra sagrada, y congregándose lo derribaron. Los otros se apersonaron al
punto a Capitón, que era el verdadero autor de todo el incidente; y considerando este que
había dado con la feliz oportunidad que buscaba hacía mucho tiempo, escribió a Cayo
haciendo una exagerada relación de los hechos.

203. Cayo, después de leer su carta, ordenó que en lugar del altar de ladrillos erigido en
Jamnea con propósitos de ultraje, se levantase algo más valioso y espléndido: una colosal
estatua recubierta de oro en el altar de la ciudad madre. En ello contó con los consejos de los
más excelentes y sabios consejeros: el aristocrático esclavo Helicón, bufón miserable, remedo
de hombre; y un tal Apeles,58 actor trágico, que, según se dice, en la plenitud de su juventud
había traficado con sus encantos juveniles, y que, perdidos estos, se dedicó a la escena;
58
Evidente ironía en ]o de aristocrático. En cuanto a Apeles, aparece mencionado en
Suetonio, Cayo 33, Dion Casio, Historia Romana LIX, 5.

204. no obstante que cuantos frecuentan la escena y están en contacto con espectadores y
lugares de espectáculos son amantes de la modestia y la sobriedad y no de la desvergüenza y

219
la indecencia más extremas. De ese modo, Apeles liego hasta el puesto de consejero, a fin de
que Cayo se asesorase con el uno sobre cómo burlarse del prójimo, y con el otro sobre cómo
cantar, ya que había renunciado a ocuparse de discurrir sobre los intereses generales
tendientes a asegurar a todas las cosas en todo lugar la paz y la tranquilidad.

205. Así, Helicón, esclavo con características de escorpión, lanzó contra los judíos su egipcio
veneno; y Apeles el veneno procedente de Ascalón,59 como que de allí procedía él, y los
ascalonitas sienten una enemistad refractaria a toda avenencia contra los judíos habitantes de
la tierra santa, de quienes son vecinos."
59
Una de las antiguas ciudades de origen filisteo, situada en la cosía sur de Palestina, pero
separada administrativamente de ésta y dependiente directamente de Antioquía, capital de la
provincia de Siria.

206. Oyendo tales cosas, cada palabra era una herida en nuestras almas. Empero no pasaría
mucho tiempo sin que estos nobles consejeros de nobles acciones recibieran la recompensa
por su impiedad: Apeles, sujeto con una cadena de hierro, por otras razones, por orden de
Cayo, y torturado en el potro y en la rueda alternativamente, como quien sufre una enferme-
dad de periódicos accesos; Helicón, muerto por orden de Claudio Germánico César en castigo
por otros delitos que el demente había cometido. Pero estas cosas sucedieron más tarde.

207. XXXI. La carta de Cayo en la que se trataba el asunto de la erección de la estatua fue
escrita no en términos explícitos sino con toda la circunspección posible, a fin de asegurar su
cumplimiento sin inconvenientes. Mandaba Cayo a Petronio, el gobernador de toda Siria, a
quien iba dirigida la carta, enviar para conducir la estatua a Judea la mitad del ejército
acantonado en el Eufrates, a fin de que protegiese frente a los reyes y naciones del este su
traslado; es decir, no para agregar solemnidad a la dedicación, sino para dar rápida cuenta de
quien intentase impedirla.

208. ¿Qué quieres significar con esto, tirano? ¿Era una guerra lo que emprendías, sabiendo de
antemano que los judíos no lo soportarían, y, por el contrario, tomarían las armas en defensa
de su ley y se apresurarían a dar la vida por las instituciones ancestrales? Porque nadie podría
creer que lo hayas hecho por ignorar las previsibles consecuencias del intento de atentar
contra el templo; y, conociendo por anticipado lo que era inminente, con la misma claridad
que si se tratase de algo ya presente; y los sucesos futuros como si ellos estuvieran al alcance
de tu mano, ordenaste la marcha del ejército a fin de que la consagración de la estatua se cum-
pliera con los primeros sacrificios maldecidos, consistentes en matanzas de infortunados
hombres y mujeres juntamente.

209. Petronio, luego de leer las instrucciones, se hallaba en grandes apuros. Por una parte, el
miedo le impedía oponerse a ellas, pues conocía que el peso de la mano de Cayo era irre-
sistible no sólo contra los que no ejecutaban sus órdenes sino también contra los que no lo
hacían sin dilación alguna. Pero tampoco le resultaba cosa fácil poner manos a la obra, pues
sabía que los judíos estaban dispuestos a soportar, no una sino infinitas muertes, si ello fuera
posible, antes de permitir que se consumase alguna de las acciones vedadas.

210. Porque lodos los hombres son cuidadosos de sus propias costumbres; pero la nación
judía lo es de un modo especial, en razón de que, considerando que sus leyes son oráculos
revelados por Dios, y siendo instruidos en esta doctrina desde temprana edad, los judíos
llevan entronizadas en sus almas las imágenes de sus prescripciones.

220
211. Además, teniendo siempre presentes las claras formas con que se representan esas
prescripciones, piensan en ellas con admiración suma; y acogen como a sus propios
conciudadanos a los hombres de otras razas que las respetan; pero, en cambio, detestan como
a los peores enemigos a aquellos que o las menoscaban o se burlan de ellas. Y tal es el respeto
que les inspira cada una de esas prescripciones, que no aceptarían jamás toda la que entre los
hombres es de rigor llamar buena fortuna o felicidad, si a cambio debieran transgredirlas aún
en el punto más insignificante.

212. Más extraordinario aún y peculiar en todos ellos es el celo en lo relativo al templo. La
prueba más concluyente la constituye el hecho de que la muerte sin apelación está dispuesta
para los de otras razas que penetraren en la parte más interna del recinto; pues en las partes
más exteriores admiten a todos, cualquiera fuere su procedencia.

213. Con la vista puesta en estas cosas, Petronio se andaba tardo en poner manos a la obra.
Consideraba cuan grande osadía implicaba la acción por emprender; y, habiendo congregado,
como en una asamblea, todos los razonamientos de su alma, examinaba cuidadosamente el
dictamen de cada uno. Y hallaba que todos eran unánimes en oponerse a cualquier alteración
de lo que desde sus orígenes tenía un carácter sagrado; pesando en ello en primer lugar su
natural inclinación a la justicia y a la piedad, y en segundo término el peligro que se cernía
sobre él no sólo de parte de Dios sino también de parte de los ultrajados.

214. Meditaba cuan numerosa es nuestra nación, que no está circunscripta, como cada una de
las demás, al perímetro de un solo país, el que es heredad de ella sola; sino contenida, casi
diría, por toda la tierra habitada; pues hállase dispersa a lo largo de todos los continentes y las
islas, al punto de no parecer mucho menor su número que el de los naturales de cada zona.

215. ¿No era acaso sumamente peligroso atraer contra sí a tantas miríadas de enemigos? Bien
podría suceder que de común acuerdo acudiesen para oponerse los de cada una de las
regiones; situación que resultaría imposible de contrarrestar. Aparte de que los judíos que
habitan en Judea son incontables en número y extremadamente vigorosos de cuerpo,
valerosísimos de alma y prestos a morir en defensa de las instituciones patrias, movidos por
un sentimiento, no bárbaro, como dirían algunos de sus calumniadores, sino verdaderamente
propio de hombres libres y de noble cuna.

216. Causábanle también temor las fuerzas judías de más allá del Eufrates. Sabía, y no de
oídas solamente, sino también por propia comprobación, que en Babilonia y muchas otras
satrapías habitan judíos, pues todos los años son enviados para conducir al templo una
inmensa cantidad de oro y plata formada con las primicias delegados a cargo de los sagrados
tributos, los que recorren lugares intransitables, solitarios e interminables, que para ellos
resultan cómodos caminos pues convencidos de que los conducen hacia la piedad.

217. Muy temeroso estaba, pues, Petronio, como era natural, de que, al enterarse los judíos de
la inusitada dedicación, acudiesen repentinamente en son de guerra y convergiendo en torno
de sus tropas, lo cercasen y con coordinados movimientos hiciesen estragos entre los
encerrados en medio.

218. Pero, a la vez era arrastrado en sentido contrario por los argumentos opuestos. "La
orden," decía, "procede de un amo que es joven y entiende que cuanto él desea es
conveniente, y que basta con que él ordene algo para que lo ordenado deba ejecutarse, aun
cuando fuere lo más inútil y lo más saturado de hostilidad y arrogancia; como que él, saltando

221
por sobre la condición humana, se asigna ya un lugar entre los dioses. Mi vida corre peligro
ya sea que me oponga, ya que acceda; pero, en tanto que, si accedo, este peligro depende de
una guerra cuyo resultado es tal vez incierto y que a lo mejor no llega a producirse; si me
opongo, el peligro viene de Cayo, y es inevitable y sin apelación."

219. Compartían este último parecer muchos de los romanos que colaboraban con él en la
administración de Siria, pues sabían que también ellos serían de los primeros en soportar los
resentimientos y venganzas de Cayo como responsables de que lo ordenado no se hubiera
llevado a cabo.

220. Pero la construcción de la estatua les procuró una providencial dilación para que
consideraran con más detenimiento el problema, pues Cayo ni la había enviado desde Roma,
debido, en mi opinión, a la providencia de Dios, que invisiblemente elevaba su mano
protectora sobre los injustamente atropellados; ni había ordenado a Petronio que hiciera
conducir de entre las existentes en Siria aquella que juzgara mejor de todas. La verdad es que
la rápida consumación de la ilegal medida hubiera traído aparejado el inmediato comienzo de
la contienda.

221. Así pues, Petronio, habiendo hallado una oportunidad para examinar lo que convendría
hacer; que los acontecimientos inesperados e importantes, cuando se precipitan masivamente,
doblegan al entendimiento; ordenó que se procediera a construir la obra en una de las regiones
vecinas.

222. Habiendo hecho acudir a los más reputados artífices que había en Fenicia, les entregó el
material, y ellos realizaban el trabajo en Sidón. Además mandó llamar a los dignatarios de los
judíos, sacerdotes y magistrados, en parte para hacerles saber las instrucciones de Cayo, y en
parte también para aconsejarles que aceptaran las disposiciones del amo y pusieran ante sus
ojos las terribles consecuencias de no hacerlo; que las más eficientes de las fuerzas armadas
estacionadas en Siria estaban preparadas para actuar y cubrirían de cadáveres todo el país.

223. Pensaba que, si conseguía ablandar a estos, podría por intermedio de ellos convencer
también a todo el resto de la multitud para que no hiciese oposición. Pero como era de
esperarse, su propósito resultó fallido. Dícese, en efecto, que, tras el impacto de sus primeras
palabras, quedaron de inmediato anonadados ante la noticia de la inusitada calamidad, y sin
poder articular palabra, derramaron un torrente de lágrimas, compacto como el de las fuentes,
mientras se mesaban las barbas y los cabellos de la cabeza, y decían cosas como estas:

(224.) "¿Es que nosotros, los en extremo afortunados, hemos procurado a trueque de muchos
esfuerzos una vejez dichosa en nuestras vidas, sólo para acabar viendo lo que ninguno de
nuestros antepasados vio jamás? ¿Con qué ojos podremos ver tal cosa? Ellos se aniquilarán
juntamente con nuestra desdichada alma y nuestra vida de sufrimiento, antes de contemplar
semejante calamidad, espectáculo imposible de presenciar y que no es lícito oír mencionar ni
pensar."

225. XXXII. Y mientras ellos se lamentaban de ese modo, los habitantes de la ciudad santa y
del resto del país, enterados de la innovación, se congregaron como obedeciendo a una única
señal, la señal que les daba el común infortunio; y se pusieron en marcha en compacta
multitud, abandonando vacías las ciudades, aldeas y casas, y en un solo impulso se dirigieron
a toda marcha hacia Fenicia, pues allí se hallaba casualmente Petronio.

222
226. Algunos de los de la gente de Petronio, al ver el avance de una incontable multitud,
corrieron en su ayuda y lo pusieron al tanto a fin de que adoptara las precauciones del caso,
pues preveían una guerra. Pero no habían concluido ellos su relato ni Petronio tomado
medidas de defensa, cuando la multitud de los judíos, descendiendo como una nube, ocupó
toda Fenicia, provocando el estupor de los que ignoraban cuan numerosa es nuestra nación.

227. Primeramente se elevó un clamor acompañado de lamentaciones y golpes de pecho, tan


grande que superaba lo que los oídos de los presentes podían contener. Y cuando ellos
cesaron, aquél no cesaba aún, sino que silenciadas sus voces persistía todavía el eco de las
mismas. Luego se fueron aproximando para elevar las súplicas que la ocasión sugería; que las
calamidades declaran por sí mismas lo que conviene hacer. Estaban divididos en seis
formaciones: ancianos, jóvenes y niños, y paralelamente ancianas, mujeres maduras y
doncellas.

228. Cuando Petronio hizo su aparición a la distancia, todas las formaciones, como
obedeciendo a una orden, cayeron en tierra ante él lanzando como un alarido de lamentación y
gritos de súplica. Habiéndolos él animado a levantarse y a aproximarse, se irguieron
penosamente y, cubiertos de abundante polvo, bañados en lágrimas y colocadas ambas manos
detrás, a la manera de los maniatados, se aproximaron.

229. Entonces la comisión de ancianos, ubicada ya en lugar apropiado, hablóle de esta


manera: "Como ves, nos hallamos desarmados, aunque algunos nos acusan de venir como
enemigos. Aquellas partes de que la naturaleza ha dotado a cada uno para su defensa, es decir,
las manos, las hemos puesto de lado, allí donde nada pueden hacer, ofreciendo nuestros
cuerpos para fácil blanco de los proyectiles de quienes quisieren matarnos.

230. Con nosotros te traemos a nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestros progenitores,60 sin
dejar a ninguno en nuestras casas; y al hacerlo ante ti nos hemos prosternado ante Cayo a fin
de que o salvéis a todos o a todos nos aniquiléis en una matanza en masa. Somos, Petronio,
pacíficos por naturaleza y por principios, y desde temprana edad la diligencia con que los
padres educan a sus hijos tendió a inculcarnos esta forma de vida.
60
La traducción supone correcta la sustitución propuesta por Colson de geneás = familia, por
gonéas = progenitores.

231. Al asumir Cayo el poder fuimos los primeros de todos cuantos habitan Siria en
regocijarnos, Vitelio, a quien, tú sucediste en la administración,61 se alojaba por entonces en
nuestra ciudad. A él le fue enviada la carta con las noticias, y desde nuestra ciudad se
expandió rápidamente hacia las otras la versión de la buena nueva.
61
De Siria, de la que formó parte Palestina hasta el año 70. Vitelio. ejerció su cargo de 35 a
39, Petronio de 39 a 42.

232. ¿Fue nuestro templo el primero en aceptar los sacrificios en agradecimiento por el en-
tronizamiento de Cayo, sólo para ser el primero y el único además que se arrebata a las
tradicionales prácticas del culto? Hemos evacuado nuestras ciudades, nos hemos apartado de
nuestras moradas y bienes, y nos desprenderemos sin resistencia de nuestros muebles,
nuestras riquezas, nuestros recuerdos y todo lo demás que se nos arrebate. Lo tendremos por
ganancia antes que por pérdida. Una sola cosa pedimos a cambio de todo ello: que no se
introduzca innovación alguna en el templo; que se lo conserve tal cual lo hemos recibido de
nuestros abuelos y antepasados.

223
233. Mas, si no logramos persuadirte, nos entregamos a ti para que nos mates, a fin de no
seguir viviendo para contemplar una calamidad peor aún que la muerte. Oímos que están
preparadas contra nosotros fuerzas de caballería y de infantería por si nos oponemos de hecho
a la erección de la estatua. Ninguno, siendo esclavo, es tan demente que se enfrente con su
amo. De buen grado ponemos a tu alcance nuestras gargantas. Mátennos, sacrifíquennos,
destrocen nuestras carnes, que no lucharemos ni derramaremos sangre; ejecuten en nosotros
todos los actos propios de los conquistadores.

234. ¿Pero qué necesidad hay de ejército? Nosotros mismos daremos la señal de los
sacrificios cual insignes sacerdotes, y los matadores de esposas conducirán al altar a sus
esposas; los matadores de hermanos, a sus hermanos y hermanas; y los matadores de niños, a
los niños y niñas, en la edad sin malicia; porque es preciso que empleen los términos de las
tragedias quienes soportan infortunios propios de ellas.

235. Luego, en medio de ellos y bañados con la sangre de los nuestros, que esos son los baños
apropiados para los que se purifican para descender al Hades,62 mezclaremos nuestra propia
sangre con la de ellos dándonos muerte a nosotros mismos.
62
Subterránea mansión de los muertos según la mitología griega.

236. Una vez muertos, cúmplase la orden; ni Dios mismo podría echarnos en cara el haber
tenido en cuenta dos deberes: el respeto debido al emperador y la lealtad a las sagradas leyes;
cosa que se convertirá en una realidad si, despreciando por intolerable la vida, renunciamos a
ella.

237. Hemos escuchado una viejísima narración transmitida por los hombres versados de
Grecia, los que convienen en afirmar que la cabeza de la Gorgona63 tenía tan grande poder
que quienes la miraban trocábanse al instante en rocas y piedras. Evidentemente se trata de
una invención de los mitógrafos, pero las grandes penosas e irremediables situaciones llevan
consigo la verdad que ella encierra, y que es que las iras de un déspota provocan la muerte o
algo que se aproxima a ella.
63
Monstruo infernal de la mitología griega, cuya terrible cabeza tenía serpientes por cabello y
cuya mirada petrificaba a quienes la miraban. Según Hesíodo eran tres, no una.

238. ¿Piensas tú que, si, lo que ojalá nunca ocurra, algunos de los nuestros llegan a ver cómo
se transporta la estatua hacia el templo, no se trocarán en piedras, endurecidos sus miembros y
también sus ojos, al punto de no poder hacer movimiento alguno, y todo el cuerpo alterando
los movimientos naturales en cada una de las partes que lo constituyen.

239. Te haremos, oh Petronio, el último pedido, el más justo de todos. No afirmamos que no
estés obligado a hacer lo que ha sido ordenado, pero en una nueva súplica te pedimos un
plazo, a fin de que elijamos una embajada y la enviemos a entrevistar a nuestro amo.

240. Bien puede ser que esta embajada logre persuadirlo argumentando o acerca del honor
debido a Dios, o acerca de la preservación de leyes indestructibles, o acerca de no tratarnos
peor que a todas las otras naciones, aun las más remotas, cuyas instituciones son respetadas, o
acerca de cuanto su abuelo y su bisabuelo resolvieron en ratificación de nuestras costumbres
con toda solicitud.

241. Quizá al escuchar estas cosas se torne más blando; que las decisiones de los poderosos
no se mantienen inmutables, y las adoptadas en momentos de cólera pierden la firmeza muy

224
pronto. Hemos sido calumniados; permítenos poner remedio a las calumnias; es cosa penosa
ser condenado sin ser juzgado.

242. Y si no lo persuadimos, ¿qué te impedirá ya llevar a cabo lo que ahora proyectas?


Mientras no esté concluida la embajada, no frustres las mejores esperanzas de tantas miríadas
de seres, que se afanan no por alcanzar ganancias sino por su religión. Aunque quizá no sea
del todo acertado expresarnos de esta manera, porque ¿qué más provechosa ganancia que la
santidad puede existir para los hombres?"

243. XXXIII. Tal fue lo que expusieron dominados por la angustia y una intensa emoción,
con grande sofocación y la respiración entrecortada, mientras el sudor les corría por todos los
miembros y en medio de un torrente de incesantes lágrimas, a tal punto que los que los oían
sentían ya compasión por ellos, y Petronio, que era benévolo y amable por naturaleza, sentíase
cautivado por lo que escuchaba y veía. Es que reconocía que lo que decían era del todo justo y
que el intenso dolor de que era testigo merecía piedad.

244. Levantóse y se retiró a deliberar con sus consejeros sobre lo que habría de hacerse, y vio
que los que poco antes se oponían decididamente a los judíos ahora estaban indecisos, y que
los que antes titubeaban se inclinaban ya preferentemente hacia la piedad. Le pareció bien la
opinión de estos, si bien conocía la naturaleza de su soberano y cómo su cólera era
implacable.

245. Al parecer, también él poseía ciertos rudimentos de la filosofía y la religión judías; o


bien por haberlos adquirido tempranamente movido por su celo por la cultura, o después que
se hubo hecho cargo de la administración de los países en los que la población judía de cada
ciudad es numerosísima, es decir, Asia 64 y Siria; o bien porque su alma encerraba tales
disposiciones, siendo impulsada hacia las cosas merecedoras de nuestro esfuerzo por una
naturaleza que no respondía sino a su propia voz, a su propio impulso y a su propio saber. Por
otra parte, es evidente que Dios sugiere a los buenos buenas decisiones, con las cuales a la vez
que procuran beneficios a otros, resultan al cabo beneficiados ellos mismos también. Y esto
ocurrió en el caso de Petronio.
64
La provincia romana de Asia abarcaba aproximadamente la actual península de Anatolia.

246. ¿Cuáles fueron, pues, sus decisiones? No urgiría a los constructores de la estatua sino los
persuadiría para que la ejecutasen con acabada técnica y procurasen en la medida de lo
posible no pasar por alto los modelos de más renombre, tomándose para ello un plazo lo
suficientemente largo de tiempo, pues, si las obras hechas con improvisación insumen
generalmente corto tiempo, largo es el que requieren las ejecutadas con esfuerzo y
conocimiento.

247. En cuanto a la embajada pedida, dijo que no daba su consentimiento, ya que hacerlo era
peligroso. No se opondría a los que quisieran apelar por el asunto ante el soberano y señor de
todos, pero ni expresaba su acuerdo con la multitud ni se lo negaba, ya que una y otra cosa
encerraba riesgos.

248. Enviaría una carta a Cayo, en la que nada diría contra los judíos ni expondría toda la
verdad acerca de sus súplicas y peticiones; y atribuiría la demora en la instalación de la
estatua en parte a que la construcción requería un determinado plazo; y en parte a la estación,
la que proporcionaba argumentos de peso para la dilación, tan razonables que el mismo Cayo
no sólo podía sino debía admitir.

225
249. En efecto, el fruto del trigo y de los demás sembrados estaba en plena madurez, y él
temía que los judíos, desesperados a causa de sus instituciones patrias, y despreciando la vida,
devastaran las tierras arables e incendiaran la zona productiva de las colinas y las llanuras.
Necesitaba, por lo tanto, estar vigilante para un mayor control de la recolección de los frutos,
no sólo de los sembrados sino también de los que produce la tierra con árboles.

250. Tenía noticia de que Cayo estaba determinado a viajar por mar hasta Alejandría en
Egipto, pero un gobernante de su jerarquía no podía avenirse a realizar el viaje por alta mar a
causa de los peligros y del gran número de barcos de escolta, así como de las atenciones
debidas a su persona; cosas todas ellas que resultarían fáciles si hacía la travesía siguiendo la
ruta en círculo a lo largo de Asia y Siria.

251. De ese modo podría cada día navegar y descender a tierra, y, sobre todo, llevar consigo
el mayor número de naves, no mercantes, sino de guerra, para las cuales es más apropiada la
navegación costera, como para las de carga lo es la travesía por alta mar.

252. Sería, pues, necesario que en todas las ciudades de Siria hubiera buen acopio de forraje
para los animales, y alimentos en abundancia, muy especialmente en las de la costa. Una
inmensa multitud llegaría por tierra y por mar procedentes no sólo de Roma y de Italia sino
también de los siguientes territorios bajo el dominio de Roma hasta Siria; multitud compuesta
en parte por altos funcionarios, en parte por los soldados de caballería e infantería y los
marineros, y en parte por servidores no menores en número que los soldados.

253. Además, las provisiones no debían ser calculadas para satisfacer las necesidades
exclusivamente, sino también para la ilimitada abundancia que Cayo exigía. Si leyere esta
carta, pensaba, es probable que, además de no encolerizarse, apruebe nuestra previsión, en la
creencia de que el aplazamiento se debe, no a deferencia hacia los judíos, sino a la recolección
de la cosecha.

254. XXXIV. Habiendo aprobado su proyecto sus asesores, mandó que se redactase la carta, y
escogió para llevarla a hombres ágiles y habituados, de los que hacen cortos altos en las
marchas. Éstos a su llegada entregaron la carta, pero Cayo, antes de concluir su lectura,
encendíase ya en cólera, y se llenaba de irritación al irse enterando de cada punto.

255. Cuando acabó de leerla, golpeó las manos diciendo: "Bien, Petronio; no has aprendido a
escuchar a un emperador. Los sucesivos mandos te han llenado de engreimiento. Hasta ahora
me parece que ni de oídas conoces a Cayo; no tardarás en conocerlo por propia experiencia.

256. Te tomas interés por las instituciones de los judíos, una nación que es mi mayor
enemiga; y haces caso omiso de las soberanas prescripciones de tu emperador. Temiste a la
multitud. ¿Qué, no contabas acaso con las fuerzas militares que son el terror de las naciones
del este y de sus dominadores los partos? Pero sentiste compasión.

257. ¿Entonces, hiciste más caso a la compasión que a Cayo? Utiliza la cosecha como excusa,
que pronto esa excusa de nada te valdrá, cuando le toque el turno a tu cabeza.65 Échales la
culpa a la recolección de frutos y a los preparativos para nuestra llegada. Aunque una total
escasez llegara a darse en Judea, ¿no están, acaso, los países vecinos, tan extensos y tan
prósperos, capaces de proporcionar lo necesario y de compensar la escasez de uno solo?
65
Literalmente: pues pronto tú mismo recibirás en tu cabeza la cosecha a la que no le valdrá

226
pretexto alguno.

258. Pero, ¿por qué no aguardo hasta poner manos a la obra? ¿Por qué ha de enterarse nadie
de mis propósitos? Que él mismo que ha de cosechar la recompensa sea el primero en
conocerlos a través de su propia experiencia. No diré ya palabra sobre el asunto, pero no
dejaré de pensar en él."

249. Y habiendo dejado transcurrir un corto tiempo, dictó la respuesta a Petronio a uno de sus
secretarios, alabándolo aparentemente por su previsión y por su cuidadoso examen de las
necesidades futuras. Es que Cayo temía a los que ejercían mandos, pues veía que contaban
con los recursos necesarios para una rebelión; en especial, a los que tenían bajo su mando las
grandes provincias y los grandes acantonamientos de tropas, como eran los de Siria, junto al
Eufrates.66
66
Las tres grandes concentraciones de tropas durante el alto imperio eran el ejército del Rin,
el del Danubio y el de Oriente.

260. Y así, adulaba a Petronio en las expresiones de su carta a la espera de la ocasión propicia,
y disimulaba su rencor aunque la ira lo dominaba. Finalmente, acabó su carta con la orden de
que no se ocupara de otra cosa que de apresurar la instalación de la estatua, puesto que la
cosecha, es decir, la razón, verdadera o verosímil, invocada por él podía estar ya recogida para
esas fechas.

261. XXXV. Poco después se presentaba el rey Agripa para testimoniar sus respetos a Cayo,
según era costumbre. Nada sabía en absoluto del contenido de la carta de Petronio ni del de
las que antes y después había enviado Cayo a este. Pero, conjeturando por sus movimientos
descompuestos y por la alteración de sus miradas que la cólera ardía en su interior, se
examinaba y escudriñaba dentro de sí aplicando su razonamiento en todas direcciones y a
todas las posibilidades pequeñas y grandes para ver si había hecho o dicho algo indebido.

262. Pero, como no hallaba absolutamente nada, dedujo lo que cabía suponer, que la ira de
Cayo la habían provocado otros. Pero, cuando lo vio una vez más mirándolo de reojo, con los
ojos puestos en ningún otro de los presentes sino en él solamente, el temor hizo presa de él, y,
aunque muchas veces pensó preguntar, se contuvo haciéndose la siguiente reflexión: "Quizá
haga recaer sobre mí la amenaza que pesa sobre otros, si doy lugar a que se me impute falta
de discreción, precipitación o atrevimiento."

263. Pero Cayo, que era hábil para descubrir por lo manifiesto en el semblante los ocultos
pensamientos y sentimientos de un hombre, observando la consternación y el embarazo de
Agripa, le dijo: "¿No sabes qué pensar, Agripa? Yo pondré fin a tu incertidumbre.

264. ¿Tanto tiempo has pasado en mi compañía y no has aprendido que no sólo con la voz
sino también con los ojos, en igual o mayor medida, me expreso cuando hago cada una de mis
indicaciones?

265. Tus nobles y excelentes compatriotas, los únicos de todo el género humano que no
reconocen como dios a Cayo, hasta tienen ahora deseos de morir, según parece, lanzados a la
rebelión. Habiendo ordenado yo que se erigiese una estatua de Zeus en el templo se han
congregado en su totalidad y han partido de la ciudad y del país con el pretexto de elevar una
petición, pero en realidad para contradecir mis órdenes."

227
266. Estaba a punto de agregar otros cargos, pero Agripa, bajo los efectos de la angustia,
cambiaba toda clase de colores volviéndose en un mismo momento rojo como sangre,
amarillento y lívido.

267. Y ya desde la cabeza hasta los pies recorríalo un escalofrío, y un temblor y sacudimiento
agitaba todas sus partes y miembros. Distendidos y relajados los nervios de su cuerpo, sentía
que se desplomaba, y finalmente, ya sin control, hubiera caído en tierra si uno de los presentes
no lo hubiera sostenido. Habiéndose dado orden de conducirlo a su residencia, lo trasladaron
completamente inconsciente bajo los efectos del letargo causado por el cúmulo de males que
se habían precipitado sobre él.

268. A resultas de esto Cayo se había exasperado aún más, aumentando su odio contra nuestra
nación. "Si Agripa," decíase, "que es el más íntimo y dilecto de mis amigos y está ligado a mí
por tan grandes beneficios, vive tan sujeto a sus costumbres que no puede soportar siquiera oír
hablar contra ellas y casi muere de desfallecimiento, ¿qué debo esperar de los otros, sobre los
que no obra ninguna fuerza que los incline a hacer lo contrario?"

269. En cuanto a Agripa, dominado por un profundo letargo durante el primer día y la mayor
parte del siguiente, no tenía noción de lo que sucedía; pero al atardecer levantó la cabeza,
abrió dificultosamente un poco sus cansados ojos, y a través de borrosas y confusas imágenes
fue comparando a los que lo rodeaban, sin poder distinguir todavía con precisión las formas
de cada uno.

270. Tornó nuevamente a sumirse en el sueño y permaneció tranquilo en condiciones más


saludables que las de la víspera, según podía conjeturarse por su respiración y el estado de su
cuerpo.

271. Al día siguiente se levantó y preguntó: "¿Dónde me encuentro ahora? ¿Acaso ante Cayo?
¿Está presente también mi señor?" Los otros le respondieron: "Anímate; te encuentras en tu
residencia;

(272.) Cayo no está presente. Has tenido un buen descanso desde que te sobrevino el sueño.
Pero date vuelta, yérguete, apoya tu codo y reconoce a los que están contigo. Son todos de tu
gente, los amigos, libertos y servidores que más te estiman y que son más estimados por ti."

273. Agripa, que comenzaba a recobrar sus sentidos, observaba las muestras de adhesión de
cada uno; y, cuando los médicos ordenaron a la mayoría de ellos abandonar el lugar para
poder ellos restablecer al paciente mediante ungüentos y el alimento apropiado, dijo:

(274.) "¡Vaya preocupación la vuestra de buscarme una más cuidada dieta! ¿Es que no me
basta, desdichado de mí, reparar el hambre consumiendo simplemente los alimentos
necesarios, calculados detenidamente para evitar gastos innecesarios? Y ni aun estos
aceptaría, a no mediar una postrera ayuda que mi mente sueña con proporcionar a nuestra
desventurada nación."

275. Y bañado en lágrimas, ingirió forzadamente algún alimento, sin agregarle condimento
alguno, y rechazando la bebida mezclada que le fue ofrecida, para probar simplemente un
poco de agua. 275. "Mi mísero estómago ha recibido totalmente el pago de la deuda que
reclamaba," dijo. "¿Qué me resta ahora sino elevar a Cayo mi petición acerca de la situación
presente?"

228
276. XXXVI. Y tomando una tablilla, escribió lo siguiente: "El temor y una reverente
vergüenza me han impedido elevarte mi petición cara a cara contigo, oh señor; pues el temor
me inhibe de afrontar la amenaza y la reverencia me amilana ante la grandeza de la dignidad
que te circunda. Pero este escrito, que te presento en vez de la rama de olivo de los
suplicantes, te pondrá al tanto de mi petición.

277. A todos los hombres, oh emperador, la naturaleza los ha dotado de apasionado amor
hacia su tierra natal y de una alta estima por sus propias leyes. Ninguna necesidad tienes de
adoctrinamiento sobre estas cosas tú, que amas ardientemente tu ciudad natal y sientes una
profunda estima por las costumbres de tus antepasados. Cada pueblo está convencido de la
excelencia de las propias instituciones, aun cuando no fueren de verdad excelentes. Es que,
más que con la razón, las juzgan con la pasión que su predisposición favorable hacia ellas
engendra.

278. Soy, como bien sabes, judío de nacimiento, y mi ciudad natal es Jerusalén, en la que está
situado el sagrado templo del altísimo Dios. Heredé la realeza de mis abuelos y antepasados,
los más de los cuales recibieron la dignidad de sumos sacerdotes, y tuvieron la realeza por
condición inferior al sumo sacerdocio, considerando qué en la medida en que el poder de Dios
aventaja al de los hombres, aventaja también el sumo sacerdocio a la realeza, por cuanto esta
consiste en velar por los hombres, en tanto que aquel consiste en servir a Dios.

279. Puesto que me ha cabido pertenecer a esta nación, a esta ciudad y a este templo, te elevo
mi súplica por todos ellos. Por la nación, para que no siga soportando una reputación que es
contraria a la verdad, puesto que desde un principio ella ha manifestado las más piadosas y
santas disposiciones hacia toda tu estirpe.

280. Porque en todas aquellas cosas en las que la piedad le es prescripta y permitida de
acuerdo con sus leyes, a ninguno de los pueblos ni de Asia ni de Europa cede en absoluto, así
en plegarias, como en la erección de monumentos votivos, como en el número de los
sacrificios, no sólo en aquellos que se ofrecen durante las públicas festividades, sino también
en los permanentes, en que cada día se pone de manifiesto la piedad, no tanto a través de la
boca y la lengua, cuanto a través de las invisibles intenciones del alma de quienes no expresan
en alta voz su amor por su cesar, pero lo aman de verdad.

281. En lo que a la ciudad santa respecta, preciso es que diga lo que me corresponde decir.
Ella, como dije, es mi ciudad natal; y es la ciudad madre no sólo de un único país, Judea, sino
también de la mayor parte de los restantes a causa de las colonias que en distintas épocas ha
enviado a los países vecinos, Egipto, Fenicia, Siria, la llamada Celesiria y la otra; a las
regiones que se extienden más lejos, Panfilia, Cilicia y la mayor parte de Asia hasta Bitinia y
las partes más remotas del Ponto; así como también a Europa, a Tesalia, Beocia, Macedonia,
Etolia, Ática, Argos, Corinto y la mayor y mejor parte del Peloponeso.

282. Y no sólo están llenos de colonias judías los continentes, sino también las más célebres
de las islas: Eubea, Chipre y Creta. Y nada digo de los países de más allá del Eufrates, porque,
con excepción de una pequeña parte, todas, Babilonia y de las restantes satrapías las que
encierran en sus límites tierras fértiles, tienen habitantes judíos.

283. Por lo tanto, si mi ciudad natal alcanzare tu benevolencia, el beneficio se extenderá no a


una sola ciudad sino también a otras innumerables situadas en cada región del mundo

229
habitado, en Europa, en Asia, en Libia, en los continentes, en las islas, en las costas y en las
tierras interiores.

284. A la grandeza de tan inmensa fortuna como es la tuya corresponde beneficiar a otras
innumerables ciudades beneficiando a una sola, a fin de que a través de todo el mundo
habitado se ensalce tu gloria y resuenen alabanzas en tu honor mezcladas con expresiones de
gratitud.

285. Tú has considerado que merecía la ciudadanía romana la totalidad de la población de los
países de origen de algunos de tus amigos, y los poco antes esclavos se convirtieron en
señores de otros. El placer que experimentaron aquellos en atención a los cuales se concretó la
ventaja concedida fue igual o mayor aún que el de los que gozaron de ella.

286. En cuanto a mí, soy del número de los que saben que tienen un amo y señor, pero, a la
vez, han sido elegidos para ocupar un lugar entre sus amigos; en dignidad soy inferior a unos
pocos; en lealtad no lo soy a ninguno, y podría decir que soy el primero.

287. Por ser, pues, quien soy, y por la inmensa cantidad de beneficios con que me has
enriquecido, podría haberme quizá atrevido a pedir yo también para mi tierra natal, si no la
ciudadanía romana, al menos la liberación o exención de tributos; pero no he osado pedir tal
cosa. Te pido, en cambio, el menos gravoso de los dones, una gracia que ningún perjuicio
significará para ti conceder, y que para mi ciudad natal es la más provechosa que puede
recibir. Porque, ¿qué mayor bien puede haber para los súbditos que la benevolencia del
soberano?

288. Jerusalén fue, oh emperador, la primera ciudad donde se hizo pública la noticia de tu
muy ansiada sucesión, y desde la ciudad santa la nueva recorrió los continentes en ambas
direcciones; razón por la cual resulta ser merecedora del primer lugar en tu estima.

289. Porque, así como en el seno de las familias son los hijos mayores los que alcanzan una
posición privilegiada en mérito a que fueron los primeros en dar a sus primogénitos los
nombres de padre y madre, de la misma manera, pues esta fue la primera ciudad entre las del
este en saludarte como emperador, merece ella alcanzar mayores beneficios que las otras, o, si
no, iguales al menos.

290. Después de cuanto he dicho en defensa de mi ciudad natal, y de mi súplica por ella, paso
finalmente a mi petición en favor del temple. Este templo, soberano Cayo, jamás desde sus
orígenes ha admitido figura alguna construida por la mano del hombre, puesto que es el
santuario del verdadero Dios. Las obras de los pintores y modeladores son representaciones
de los dioses sensibles; y a nuestros antepasados les pareció cosa impía pintar o modelar una
representación del Invisible.

291. Agripa,67 tu abuelo, honró el templo visitándolo, y lo mismo hizo Augusto mediante
cartas en las que ordenaba que se enviasen allí las primicias desde todas partes, y mediante la
institución del sacrificio perpetuo. También tu bisabuela...68 292. Por lo tanto, ningún griego
ni no griego ni sátrapa ni rey ni enemigo implacable ni sedición ni guerra ni captura ni saqueo
ni otra cosa alguna de las que existen trajo aparejada una violación del templo de tal magnitud
que se llegase a colocar en él una estatua, una imagen u otra obra cualquiera fabricada por la
mano del hombre.69
67
Marco Vipsanio Agripa, brazo derecho de Octavio durante sus luchas por la conquista del

230
poder y colega más tarde en el principado. Fue el segundo esposo de Julia, la hija de Augusto.
Agripina, la esposa de Germánico y madre de Cayo, fue hija de este matrimonio.
68
Se supone que aquí faltan algunas palabras o líneas en los manuscritos. Con el nombre de
Julia Augusta se refiere en realidad Filón a Livia Drusila, segunda esposa de Augusto, la que
de su anterior matrimonio con Tiberio Claudio Nerón había tenido dos hijos: el futuro cesar
Tiberio y Druso, padre de Germánico.
69
El primitivo templo de Jerusalén, construido por Salomón entre 957 y 954, fue destruido
por los babilonios en 587. Su reconstrucción tuvo lugar a fines del siglo VI al retornar muchos
judíos de Babilonia a Judá. Posteriormente, en diciembre He 167, Antíoco IV Epífanes de
Siria lo profanó introduciendo un altar dedicado a Zeus y probablemente una estatua de este
Dios, al que se rindió culto en el sagrado recinto. Tres años más tarde en plena rebelión
macabea dicho altar fue demolido por los hebreos y se retornó al culto de Yahvé. Herodes el
Grande procedió entre los años 20 y 13 a la reconstrucción y ampliación del edificio, que por
entonces se hallaba muy deteriorado. A este edificio se refiere Filón cuando niega que haya
habido una profanación semejante a la proyectada por Cayo.

293. Es que, aunque sintieran hostilidad y desafecto hacia los habitantes del país, con todo, un
sentimiento de reverencia o temor les impedía poner fin a ninguna de las normas respetadas
desde un principio para honra del Hacedor y Padre de todas las cosas, porque sabían que de
estas y otras actitudes semejantes nacen las irremediables calamidades de los males enviados
por la Divinidad. Por tal motivo se cuidaban de esparcir la impía simiente, temerosos de verse
obligados a cosechar los frutos portadores de la ruina total.

294. XXXVII. ¿Pero por qué invocar el testimonio de extranjeros, cuando puedo presentarte
el de muchos hombres muy allegados a ti? Por ejemplo, Marco Agripa, tu abuelo por línea
materna, que estuvo en Judea cuando reinaba en el país mi abuelo Herodes, consideró
conveniente viajar desde la costa hasta la ciudad capital, situada en medio del territorio.

295. Y cuando contempló el templo, los ornamentos de los sacerdotes y la devoción de los
habitantes del país, llenóse de admiración considerando que acababa de ver un caso de vene-
ración fuera de lo común y superior a toda ponderación. Su comentario ante los amigos que
entonces lo acompañaban no fue otra cosa sino una alabanza del templo y de todo lo perte-
neciente a él.

296. Y así, durante los días que pasó en la ciudad por cortesía hacia Herodes, visitaba el
sagrado recinto deleitándose con la contemplación del edificio, de los sacrificios, del
ordenado ritual de las sagradas ceremonias y del majestuoso aspecto del sumo sacerdote
cuando vestía el sagrado ropaje y presidía las prácticas rituales.

297. Luego de embellecer el templo con cuantas ofrendas le estaban permitidas, y de bene-
ficiar a los habitantes agraciándolos con cuanto no redundara en su daño, y tras haber
augurado toda suerte de bienes a Herodes, y recibido infinitos buenos augurios, fue escoltado
hasta los puertos, no por una ciudad solamente, sino por todo el país, cubierto de hojas y
flores que testimoniaban ía admiración por su piedad.

298. ¿Y qué decir de tu otro abuelo, Tiberio César? ¿No es evidente que adoptó la misma
línea de conducta? Por de pronto, en los veintitrés años que fue emperador veló por el
respetuoso culto que dentro del templo se rendía a Dios por tradición inmemorial, sin suprimir
ni alterar parte alguna.

231
299. XXXVIII. Puedo traer a colación un gesto suyo que también pone de manifiesto lo
liberal de su espíritu. Innumerables fueron los infortunios que experimenté cuando él vivía;70
pero la verdad es digna de amor y tú la tienes en alta estima. Uno de sus lugartenientes fue
Pilato, a quien se designó para gobernador de Judea.71 Este, no tanto por honrar a Tiberio
cuanto por apesadumbrar a la multitud, dedicó en los palacios de Herodes, dentro de la ciudad
santa, unos escudos chapados en oro, los que no llevaban dibujo alguno ni ninguna otra cosa
de las prohibidas por nuestras leyes, excepto cierta lamentable inscripción que expresaba dos
cosas: el nombre del autor de la dedicatoria y el de aquel a quien estaba dedicada.
70
En el año 36 Agripa marchó a Roma, donde trabó íntima amistad con Cayo y supo
granjearse las simpatías de Tiberio. Sin embargo, una imprudente observación sobre el ya
anciano Tiberio le significó la cárcel, donde permaneció hasta la muerte del cesar varios
meses después. Ver Flavio Josefo, Guerra de los judíos II, 9.
71
Poncio Pilato, procurador de Judea y Samaría desde 26 a 36.

300. Pero, cuando la multitud tuvo noticias del asunto, el que ya había cobrado estado
público, llevando a su frente a los cuatro hijos del rey, que no eran ni en dignidad ni en
fortuna inferiores a reyes;72 a sus restantes descendientes y a las personas de autoridad entre
ellos, rogaron a Pilato que rectificase la violación de las tradiciones que suponían esos
escudos; y que no innovase en las ancestrales costumbres, conservadas sin alteración por
reyes y emperadores durante todas las precedentes edades.
72
Ver Flavio Josefo, Guerra de los judíos II, 168 y ss.

301. Habiéndose opuesto él firmemente, pues era inflexible por naturaleza y de una terca
arrogancia, gritáronle ellos: 'No provoques una sedición, no des lugar a una guerra, no
destruyas la paz. No redunda en honra del emperador el deshonrar antiguas leyes. No tomes a
Tiberio como pretexto para ultrajar a nuestra nación, que él no desea anular ninguna de
nuestras costumbres. Si sostienes lo contrario, muestra una orden suya, una carta o algo
análogo, para que cesemos de importunarte y elijamos delegados que eleven nuestra petición
a nuestro soberano'.

302. Esto último lo exasperó de un modo especial, pues temía que, si la embajada se
concretaba, expondrían también el resto de su conducta en el gobierno, describiendo su
venalidad, sus insolencias, sus pillajes, sus ultrajes, sus atropellos, sus constantes ejecuciones
sin juicio previo, su incesante y penosísima crueldad.

303. Siendo, pues, hombre rencoroso y colérico, se encontraba en difícil situación, pues ni se
atrevía a anular lo que había sido dedicado, ni quería hacer cosa alguna que redundase en
placer de sus gobernados; pero, al mismo tiempo, no ignoraba cuan rígido era Tiberio en estas
cuestiones. Viendo esto, los dignatarios de los judíos, comprendiendo que estaba arrepentido
por el hecho pero que no quería dar muestras de ello, escribieron a Tiberio una carta con muy
vehementes súplicas.

304. Cuando éste la hubo leído, ¡vaya cosas que dijo sobre Pilato, vaya amenazas que profirió
contra él! Hasta qué grado se puso furioso, aunque no era hombre de irritarse fácilmente, no
hay por qué referirlo, pues los hechos hablan por sí solos.

305. En efecto, enseguida, sin aplazarlo para el día siguiente, le escribió una carta en la que lo
censuraba duramente innumerables veces por la osadía de violar lo establecido, y mandábale
descolgar los escudos inmediatamente y transportarlos desde la ciudad capital a Cesárea, la
situada sobre el mar, llamada Augusta en memoria de su abuelo,73 para que fueran colocados

232
en el templo de Augusto; cosa que se hizo. De ese modo se salvaguardaron ambas cosas: el
honor debido al emperador y la norma seguida desde antiguo con respecto a nuestra ciudad.
73
Esta Cesárea, situada en la costa palestina próxima a la frontera fenicia se distinguía de
Cesárea de Filipo, situada fuera de Palestina, cerca del monto Hermón al norte del Mar de
Galilea.

306. XXXIX. Pues bien, en aquella ocasión se trataba de unos escudos que no llevaban
pintada representación alguna; ahora, de una colosal estatua. Además, entonces la dedicación
tuvo lugar en la residencia de los gobernadores; la que está a punto de llevarse a cabo será,
según dicen, en la parte más recóndita del templo, en el mismo santuario al que el sumo
sacerdote entra una sola vez cada año, en el llamado día de ayuno, para ofrecer incienso y
suplicar según los ritos tradicionales abundancia de bienes y prosperidad y paz para todos los
hombres.

307. Y si alguno, no digo ya de los otros judíos en general, de los sacerdotes, y no de los de
inferior jerarquía sino de aquellos que han alcanzado un grado inmediato al primero, penetra
solo o en compañía de aquél; y es más: si el mismo sumo sacerdote entra dos días en un año, o
tres o cuatro veces en el mismo día, sufre una muerte inapelable.

308. Hasta ese punto ha velado nuestro legislador por la preservación del santuario, queriendo
que solo esa entre todas las partes del templo permaneciera inaccesible e intocada. ¿Cuántas
muertes, pues, piensas que soportarán de buen grado los que comparten la santidad de esta
prescripción, si llegaren a ver que la estatua es transportada allá? Yo creo que degollarán a sus
familias enteras, con sus mujeres y sus hijos, y finalmente se inmolarán ellos mismos sobre
los cadáveres de los suyos. Esto lo sabía Tiberio.

309. ¿Pero qué decir de tu bisabuelo, el más excelente de los emperadores que han existido
hasta hoy, el primero que por sus méritos y buena fortuna fue llamado Augusto,74 el que de-
rramó la paz por todas las partes de la tierra y el mar hasta los confines del mundo
74
O venerable. Título conferido por primera vez en la historia de Roma a un gobernante. Su
connotación es marcadamente religiosa y significaba la atribución de una dignidad superior a
los demás magistrados y íl género humano en general.

310. ¿Acaso, al oír por referencias la historia del templo y cómo en él no hay estatua alguna
fabricada por la mano del hombre, ninguna representación visible de una Naturaleza invisible,
no se maravilló y le tributó su homenaje? Es que no se había limitado a saborear superficial-
mente la filosofía, sino se había dado un progresivo banquete de ella y se regalaba casi a
diario, por una parte, con el recuerdo de los conocimientos que su inteligencia había adquirido
anteriormente y sobre los que recapacitaba; y por otra, con el renovado trato con los doctos
cuya compañía frecuentaba, como que la mayor parte del tiempo de las reuniones durante las
comidas lo dedicaba a los hombres de vasta preparación, a fin de que no sólo se nutriese el
cuerpo, sino también el alma con los alimentos propios de ella.

311. XL. Aunque infinitos son los testimonios con que podría confirmarte cuáles fueron las
intenciones de tu bisabuelo, me limitaré a dos. El primero lo constituye la carta que envió a
los gobernadores de las provincias de Asia, cuando se enteró de que las sagradas primicias
habían sido tratadas con desconsideración, con la orden de que sólo a los judíos les
permitiesen reunirse en las sinagogas.

312. Decíales que esas reuniones no eran para excitarse con borracheras y promover

233
sediciones en detrimento de las ventajas de la paz; sino que constituían escuelas de templanza
y justicia, a las que hombres que practicaban la virtud remitían las primicias anuales
destinadas al ofrecimiento de sacrificios, para lo cual enviaban portadores de sagrados tributos
al templo de Jerusalén.

313. Finalmente, ordenó que nadie pusiera obstáculos a los judíos ni cuando reunían sus
contribuciones ni cuando enviaban sus delegados a Jerusalén de acuerdo con sus costumbres
ancestrales. Esto, en efecto, aunque no lo estableció explícitamente, se desprende del
contenido global de su mensaje.

314. Asimismo, movido por mi deseo de convencerte, someto a tu consideración, oh señor,


una carta de Cayo Norbano Flaco en la que éste declara lo que César75 le había escrito. La
transcripción de la carta es como sigue.
75
Por Augusto.

315. 'El procónsul Cayo Norbano Flaco a los magistrados de los efesios.76 Me ha escrito
César que los judíos, dondequiera que se hallaren, tienen por norma conforme a una
costumbre antigua propia de ellos reunirse para contribuir con dinero, que envían a Jerusalén;
y que no; desea él que se les impida hacerlo. Os escribo para que sepáis cuáles son las órdenes
suyas al respecto'.
76
Según Flavio Josefo, Antigüedades Judías XVI, 6, 3 y 6, la carta, escrita por Augusto a
Norbano Flaco, precónsul de la provincia de Asia, iba dirigida, no a los efesios, sino a los
habitantes de Sardes. En. cambio un reescrito de parecido tenor fue enviado por Marco
Vipsanio Agripa a los efesios (ibídem 4).

316. ¿No es esto, oh emperador, clara prueba de la norma que César siguió en lo relativo a la
honra debida a nuestro templo, vale decir, de que no quería que las concentraciones que los
judíos llevan a cabo para la reunión de primicias y para las demás prácticas del culto, fueran
suprimidas por aplicar al caso de ellos las normas generales relativas a reuniones?

317. Pero existe otro testimonio clarísimo, no inferior a éste, de los deseos de Augusto. En
efecto, determinó él que cada día se ofreciesen, con el carácter de sacrificios perpetuos,
holocaustos en honor del altísimo Dios pagados de su propio peculio;77 los cuales se llevan a
cabo hasta nuestros días. Dos corderos y un toro son las víctimas con las que César agregó
lustre al altar, con pleno conocimiento de que ninguna estatua consagrada, ni visible ni oculta,
había allí.
77
Animación que no hace sino reiterar lo dicho en el parágrafo 157.

318. Es que tan gran soberano y, a la vez, filósofo no inferior a otro alguno había reflexionado
íntimamente que es necesario que en ámbito de la tierra exista un lugar consagrado especial
asignado al invisible Dios, que no contuviera imagen visible alguna y que nos procurara la
participación en nobles esperanzas y el goce de bienes perfectos.

319. Con un preceptor tal en materia de piedad, también tu bisabuela Julia Augusta78
contribuyó al ornato del templo mediante páteras de oro, copas para libaciones y una multitud
de otras suntuosas ofrendas. ¿Qué es lo que la impulsaba también a ella, si no había ninguna
estatua consagrada allí dentro? Porque la capacidad mental de las mujeres es por lo general
más débil, siendo capaces de aprehender sólo las cosas sensibles; no así las de orden racional.
78
Ver la nota 68.

234
320. Pero aquella, también en esto como en las demás cosas, aventajó a las de su sexo, lle-
gando a adquirir una capacidad de discernimiento propia de hombres gracias a la pureza de su
educación complementada por las dotes naturales y la ejercitación; y a tal punto esa capacidad
se desarrolló en orden a la agudeza de visión, que captaba las cosas de orden racional mejor
aún que las sensibles y consideraba que éstas son mera sombra de aquéllas.

321. XLI. Teniendo, pues, oh señor, tales modelos en la más humana de las dos normas de
conducta, modelos todos ellos estrechísimamente vinculados a ti por lazos de parentesco, mo-
delos de cuya simiente naciste, creciste y llegaste a tanta grandeza, conserva lo que también
aquellos conservaron.

322. Por nuestras leyes interceden emperadores ante un emperador, Augustos ante un
Augusto, antepasados ante su descendiente, muchos ante uno, los que te dicen más o menos lo
siguiente: 'No destruyas instituciones que hasta hoy han sido salvaguardadas por decisión
nuestra; porque, aun en el caso de que de la destrucción de ellas no se derivare una ruinosa
consecuencia, con todo la incertidumbre que envuelve al futuro no puede dejar de causar
aprehensión en alguna medida aun a los más valerosos, a menos que les tengan por completo
sin cuidado las cosas Divinas'.

323. Si yo enumerara los beneficios que tú me has dispensado, me resultaría corto el día,
aparte de que no es conveniente hacer del asunto central un mero apéndice de otro tema.
Además, aunque yo nada diga, los hechos mismos lo proclaman haciendo escuchar su clara
voz.

324. Tú me liberaste cuando estaba encadenado con grillos de hierro.79 ¿Quién no lo sabe?
Pero no me engrilles con cadenas más pesadas aún, oh emperador; porque las entonces
desatadas ceñían una parte de mi cuerpo, en tanto que las que ahora me amenazan son cadenas
del alma y habrán de oprimirla en todas y cada una de sus partes.
79
Ver la nota 70.

325. Tú alejaste de mí el siempre amenazante terror de la muerte, y cuando estaba muerto


bajo los efectos del temor reavivaste en mí el fuego de la vida y me reanimaste cual si hubiera
nacido de nuevo. Conserva ese favor tuyo, oh emperador, a fin de que tu Agripa no sea
despojado de la vida, puesto que, si no, se creerá que mi conservación se debió, más que al
propósito de salvarme, a la intención de que experimentara un fin más notorio aún al ser
víctima de una desgracia más penosa.

326. El mayor y más afortunado patrimonio que existe entre los hombres, me lo procuraste tú;
un reino formado en los -primeros tiempos por una sola región, pero más tarde también por
otra mayor pues le agregaste la llamada Traconítide y la Galilea.80 Tras haberme agraciado
con bienes sobreabundantes, no me prives de los necesarios, oh señor; ni, tras haberme
elevado desde un principio hasta la más radiante claridad, me precipites en las tinieblas más
profundas.
80
Ver Flaco, nota 16.

327. Yo renuncio a esos esplendores; no pido conservar mi buena fortuna de hace poco; todo
lo cedo a cambio de una sola cosa: que no menoscabes nuestras instituciones ancestrales.
Porque, ¿en qué vendría a parar mi reputación ante los de mi pueblo o ante los restantes
hombres? Me veo forzado a escoger entre dos cosas: o ser tenido por traidor a los míos, o no
ser considerado ya uno de tus amigos como antes. ¿Y qué mal me podría sobrevenir peor que

235
estos dos?

328. Porque, si continúo siendo contado en el número de tus amigos, soportaré la fama de
traidor; a menos que mi país natal se conserve libre de todo mal y nuestro templo intacto, ya
que vosotros los grandes gobernantes salvaguardáis los intereses de vuestros amigos y de los
que han hecho de las manifestaciones de vuestro poder absoluto su refugio.

329. Pero, si tu mente cobija algún designio hostil contra mí, no me encarceles, como hizo
Tiberio; desecha la idea de una futura prisión y manda de inmediato que deje esta vida.
Porque, ¿qué valor tendrá para mí la vida en ese caso; si para mí la única esperanza de
salvación reposa en tu bondad para conmigo?"

330. XLII. Después de escribir y sellar la carta, se la envió a Cayo, y, encerrándose en su


residencia, permaneció en ella dominado por la angustia, lleno de turbación y sobremanera
preocupado por el ulterior curso de los acontecimientos. Es que el peligro que se había
precipitado sobre él no era pequeño; e incluía el destierro, la esclavitud y el completo despojo
a los judíos, no sólo a los que habitaban la tierra santa sino también a los que residían en todas
las regiones del mismo habitado.

331. Cayo recibió la carta, y a medida que leía cada una de sus reflexiones crecía
paralelamente su mal humor ante el fracaso de su proyecto; pero, a la vez, cedía también ante
los alegatos por la justicia y las súplicas; y mientras aprobaba a Agripa en unas cosas, en otras
le hacía objeto de sus reproches.

332. Le tachaba de demasiado complaciente para con sus compatriotas, los únicos entre los
hombres que se rebelaban y se oponían a su deificación; alabándolo, en cambio, por no
disimular ni ocultar nada en su espíritu, lo cual, decía él, era una prueba de lo muy elevado y
noble de su carácter.

333. Y así, aplacado según todas las apariencias, consideró que correspondía enviar a Agripa
respuestas bastante amables, concediéndole lo fundamental y más importante, vale decir, que
no se llevaría a cabo la erección de la estatua. Además, mandó escribir a Publio Petronio, el
gobernador de Siria, que ya no hiciera innovación alguna en el templo de los judíos en contra
de lo establecido por la tradición.

334. Sin embargo, al conceder esta gracia, no lo hizo sin agregados sino mezclándola con un
gravísimo motivo de alarma. Agregaba, en efecto, que, si al querer personas residentes en
nuestro país, con la sola excepción de su capital, y en los países vecinos erigir altares,
templos, imágenes o estatuas, se les pusiera trabas, Petronio debía castigar de inmediato a los
obstructores o enviárselos a él.

335. Esto no era otra cosa que el punto de partida de sediciones y de conflictos intestinos, y
una manera indirecta de anular la ventaja que directamente parecía haber concedido. Cabía
esperar, en efecto, que los unos por sus predisposiciones hostiles hacia los judíos más que por
un sentimiento de veneración hacia Cayo, llenarían todo el país de tales instalaciones; en tanto
que los otros, al ver con sus propios ojos la ruina de sus instituciones ancestrales, no lo to-
lerarían, aun cuando fueran los más mansos de todos los hombres; y entonces Cayo, aplicando
un castigo mayor que otro alguno a quienes habían sido provocados a la violencia, mandaría
de nuevo que se erigiese su estatua en nuestro templo.

236
336. Pero, gracias a la providencia y solícita protección de Dios, que controla y preside con su
justicia todas las cosas, ni uno solo de nuestros vecinos llevó a cabo provocación alguna a la
violencia; de modo que no tuvo lugar ninguna situación que trajera aparejada, no ya una
moderada censura sino una calamidad irremediable.

337. Pero, ¿de qué valió eso?, cabría decir. Porque, si aquéllos permanecieron tranquilos, no
sucedió lo mismo con Cayo. Arrepentido ya de su concesión y renovada en él la pretensión de
poco antes, dispuso que fuese construida en Roma una estatua colosal de bronce chapeada en
oro. La que estaba en Sidón ya no trató de cambiarla de lugar, para no alborotar con su
traslado a la multitud, pero su intención era hacer transportar la otra secretamente y con
mucha precaución en naves, y erigirla de improviso, sin que lo advirtiese la mayoría de la
gente, sin dar lugar a perturbación ni despertar sospecha.

338. XLIII. Esto se disponía a hacerlo durante el trayecto junto a la costa con ocasión de su
viaje a Egipto. Sentía un apasionado e inefable amor por Alejandría, y ansiaba de todo
corazón visitarla para permanecer, una vez llegado, muchísimo tiempo en ella, porque
consideraba que esta ciudad se destacaba de las otras en que había dado origen a la apoteosis
con la que él soñaba; y que haría propagar esa idea pues se trataba de la ciudad más grande y
mejor situada del mundo habitado y por ello resultaba ser un modelo para las demás en cuanto
a su adoración, ya que tanto los hombres individualmente como las poblaciones enteras, si son
de condición inferior, procuran imitar a los hombres y las poblaciones que les son superiores.

339. Como en este caso en todos los otros 81 era Cayo indigno de confianza por naturaleza al
punto de que, aun cuando realizaba algo bueno, enseguida se arrepentía y buscaba alguna ma-
nera de anular lo hecho- causando alguna aflicción y daño mayor.
81
Continúa la descripción de Cayo, ahora a manera de resumen.

340. He aquí un ejemplo. Después de haber liberado a ciertos prisioneros, los hizo encarcelar
de nuevo sin dar razón alguna legítima, agobiándolos con una desgracia más dura aún que la
primera, ya que se sumaba el desengaño.

341. En otra ocasión sentenció a destierro a otros, cuando ellos esperaban la muerte, no
porque la conciencia les reprochara haber cometido actos dignos de la pena capital o, en
general, de alguna otra penalidad más leve, sino porque no creían poder salvarse de ese
castigo dada la inaudita crueldad de quien los juzgaba. El destierro les resultaba una
inesperada ventaja, equivalente a una repatriación, pues consideraban que se habían librado
del más extremo peligro para sus vidas.

342. Pero, no había pasado mucho tiempo, cuando, sin que mediara ninguna nueva
circunstancia, envió a algunos de sus soldados e hizo que exterminaran totalmente a aquellos
excelentes y nobilísimos varones, que vivían por entonces en las islas como si residieran en
sus países natales, sobrellevando sus infortunios como si se tratase de la mejor de las suertes;
con lo que causó un inesperado y por demás deplorable dolor a grandes familias de Roma.

343. Y si a algunos les daba dinero en obsequio, les reclamaba su devolución y no como si se
tratase de dinero entregado a título de préstamo, exigiendo los intereses simples y
compuestos, sino como si fuese el producto de un robo, con el consiguiente perjuicio para
quienes lo habían tomado. Porque no bastaba con que los desventurados restituyesen las
sumas dadas por él, sino además debían entregar como agregado todas las propiedades que
habían heredado de sus padres, familiares y amigos, así como las que, habiendo escogido una

237
vida de rendidora actividad, habían adquirido ellos mismos por su propio esfuerzo.

344. Los altos personajes, que se preciaban de su elevada alcurnia, experimentaban daño con
otro procedimiento, en el que él bajo la máscara de amistad se procuraba placer, pues sus
visitas, continuas y desordenadas, les ocasionaban inmensos gastos; y otro tanto ocurría con
sus banquetes, ya que gastaban todos sus recursos para la preparación de una sola comida, de
modo que hasta contraían deudas. Tan grande era el derroche.

345. Y así, algunos procuraban verse libres de los favores dispensados por él, teniéndolos no
ya por ventaja sino por un señuelo para atraparlos en una pérdida insoportable.

346. A todos afectaba esta tan grande anormalidad de su conducta, pero de un modo especial
a la nación judía, a la que arrebató, movido por una profunda aversión, las sinagogas de todas
las ciudades, comenzando por las de Alejandría, para llenarlas de imágenes y estatuas con su
propia figura; ya que al permitir que otros lo hicieran era él virtualmente quien las erigía. En
cuanto al templo de la ciudad santa, el único que permanecía intacto, respetándose su derecho
a una completa inviolabilidad, llevaba camino de transformarlo y convertirlo en su propio
santuario a fin de colocarlo bajo la advocación de Cayo, el nuevo Zeus hecho visible.

347. ¿Qué es lo que decías? 82 ¿Tú, siendo hombre, buscabas agregar a lo que poseías el éter y
el cielo, no satisfecho con la multitud de tan grandes continentes, islas, naciones y regiones
sobre los que habías asumido la soberanía? ¿Y Dios? ¿Juzgabas que no era merecedor de cosa
alguna de las de este nuestro mundo, ni de un país, ni de una ciudad; y hasta te proponías
arrebatarle este recinto tan pequeño consagrado a Él y santificado por oráculos y divinos
mensajes; con el propósito de que en el inmenso ámbito de la tierra no quedara huella ni
recuerdo alguno de la honra y reverencia debida al realmente existente verdadero Dios?
82
En realidad, Filón, al enrostrar a Cayo por su manía, emplea el presente, como si Cayo y
sus veleidades no fueran ya cosa del pasado cuando él escribía sobre estos sucesos. Me he
permitido traducir por pasado, aun renunciando al recurso retórico de nuestro autor, por consi-
derar que así la filípica resulta más acorde con la cronología de los hechos.

348. ¡Hermosas perspectivas, las que tú esbozabas para el género humano! ¿Ignorabas que
estabas abriendo las fuentes de un compacto torrente de males al consumar esos hechos mons-
truosos y extraños, que no es lícito hacer ni concebir? 83
83
Reiter supone la existencia de una laguna aquí.

349. XLIV. Corresponde que recuerde también las cosas que hemos visto y oído cuando
fuimos citados para tomar parte en la pugna por nuestra ciudadanía.84 No bien hubimos
entrado,85 conocimos por la mirada y los movimientos de Cayo que no estábamos en presencia
de un juez sino de un acusador, más hostil aún que los que estaban en la posición adversa a
nosotros.
84
Ver Flavio Josefo, Antigüedades Judías XVIII, 8, 1.
83
Aquí retoma Filón el relato de la gestión ante Cayo, interrumpido en el parágrafo 197 para
dar lugar a la narración del incidente provocado por el proyecto de erigir la estatua en el
templo de Jerusalén.

350. Porque un juez hubiera hecho lo siguiente: se hubiera sentado acompañado de asesores
seleccionados entre gente de valer, puesto que se trataba de examinar un caso de importancia
suma, como que de él no se había dicho palabra en cuatrocientos años, y que ahora se llevaba
por primera vez ante la justicia contra muchas miríadas de judíos alejandrinos. A uno y otro

238
lado se hubieran ubicado las partes contrarias y con ellas los encargados de presentar los
alegatos; hubiera él escuchado sucesivamente la acusación y la defensa durante el tiempo.
marcado por el reloj de agua; y, tras levantarse, hubiera deliberado con sus consejeros sobre
qué veredicto se debía hacer público ajustado a la más estricta justicia. Pero lo que se hizo allí
fue propio de un tirano implacable, que muestra amenazante su despótico ceño.

351. En vez de hacer cosa alguna de las que acabo de mencionar, mandó llamar a los
cuidadores de los dos jardines de Mecenas y Lamia, próximos el uno al otro, y ambos a la
ciudad, en los que se hallaba residiendo desde hacía tres o cuatro días. Allí, en efecto, se
habría de poner en escena el drama forjado contra nuestra nación entera, y del que nosotros
los presentes seríamos las víctimas inmediatas. Ordenó él a los cuidadores que abrieran
completamente todas las residencias pues deseaba examinarlas cuidadosamente una por una.

352. Nosotros, cuando llegamos a su presencia, lo contemplados, inclinadas hacia tierra


nuestras cabezas con todo respeto circunspección, y lo saludamos llamándolo emperador
augusto. La dulzura y amabilidad con que respondió a nuestro saludo fue tan grande, que
desesperamos, no sólo del éxito en nuestra gestión, sino también de conservar nuestras vidas.

353. Porque con sarcasmo y ademán insidioso nos dijo: "¿Sois vosotros los detestadores de la
divinidad, los que no reconocéis que soy un dios; un dios reconocido ya por todos los otros
pueblos, pero que vosotros os abstenéis de invocar como tal?" Y extendiendo las manos hacia
el cielo, pronunció una invocación que no es lícito oír y cuyos términos sería impío
reproducir.

354. ¡Cuan grande fue el placer de que se llenaron los embajadores de la facción contraria
coligiendo que ya tenían asegurado el éxito ante la primera manifestación de Cayo! Ges-
ticulaban, bailaban a coro y le aplicaban los nombres de todos los dioses.

355. XLV. Viendo su satisfacción ante esas salutaciones, que lo ponían por sobre la humana
naturaleza, el virulento Isidoro dijo: "Aún mayor será tu aversión, oh señor, hacia esta gente
aquí presente y contra los de su nación, si llegas a conocer su mala disposición e impiedad
hacia ti. Ellos son los únicos que no se avinieron a ofrecer sacrificios en acción de gracias por
tu conservación, no obstante que todos los hombres los ofrecían. Y cuando digo 'ellos',
incluyo también a los demás judíos".

356. Nosotros exclamamos unánimemente: "Soberano Cayo, eso es una calumnia; porque
nosotros hemos ofrecido sacrificios, y hecatombes incluso. Sólo que no derramamos la sangre
sobre el altar ni llevamos las carnes a nuestras casas para regalarnos con un festín, como
algunos acostumbran a hacer, y por el contrario, entregamos las víctimas para que fueran
consumidas enteramente por el fuego sagrado; y los hemos ofrecido no una vez sino tres ya.
La primera, cuando asumiste el poder; la segunda, cuando te recuperaste de aquella penosa
enfermedad que todo el mundo habitado soportó contigo; y la tercera, por la esperanza de una
victoria en Germania".86
86
Cayo desbarató una conspiración en la Alta Gennania, encabezada por el general Cometió
Léntulo Getúlico.

357. "Muy bien", replicó Cayo, "eso es verdad; habéis ofrecido sacrificios por mí; pero los
habéis ofrecido a otro dios. ¿Y entonces, de qué vale? No es a mí a quien los habéis ofrecido".
Un terror profundo, que se esparció por nuestro ser hasta hacerse visible exteriormente, hizo
al punto presa de nosotros al oír esto, que se agregaba a su anterior manifestación.

239
358. Mientras hablaba, recorría las residencias inspeccionando las habitaciones de los
hombres y las de las mujeres, las plantas, bajas y los pisos superiores, todo sin excepción,
censurando* la defectuosa construcción en unos casos, y planeando refacciones en otros y
ordenando obras más suntuosas.

359. Entretanto, nosotros avanzábamos siguiéndolo arriba y abajo, soportando la burla y las
injurias de nuestros adversarios, como en las farsas teatrales. Y por cierto que el asunto era
prácticamente una farsa teatral, en la que el juez había asumido el papel de acusador; y los
acusadores el de falso juez que sola tiene presente su inquina y no la naturaleza de la verdad.

360. Cuando una persona sometida a juicio es acusada por un juez, y por un juez de la
condición de éste, forzoso es callar, ya que, en cierto modo, también el silencio puede resultar
una defensa; y ese era precisamente el caso nuestro, ya que nada podíamos replicar en las
cuestiones que él investigaba y deseaba plantearnos, por cuanto nuestras costumbres y leyes
nos frenaban la lengua y cerraban y cosían nuestros labios.

361. Después de dar algunas instrucciones acerca de las edificaciones aquellas, nos formuló
una importantísima y solemne-pregunta: "¿Por qué rechazáis la carne de cerdo?" Ante esta
pregunta estalló una vez más la risa de nuestros adversarios, en unos por el placer que aquélla
les causó; en otros además-por una estudiada actitud tendiente a lisonjearlo dándole a en-
tender que sus palabras les habían resultado una refinada broma dicha con gracia. Tan grande
fue la risa, que algunos de los servidores que seguían a Cayo estaban indignados considerán-
dola una falta de respeto para con el emperador, ante quien ni siquiera una risa moderada
resulta cosa prudente en boca de los no muy allegados a él.

362. Nosotros respondimos: "Cada pueblo tiene sus propias y particulares normas, y. el uso de
ciertas cosas nos está vedado a nosotros, y el de otras a nuestros opositores". Alguien dijo
entonces: "Es cierto, como les pasa a muchos, que no comen cordero, aunque es muy fácil de
obtener". A lo que Cayo agregó riéndose: "Y con razón, por cierto, ya que no es agradable".

363. Víctimas de tales burlas e injurias, nos sentíamos impotentes. Finalmente, tras largo
compás de espera, cambiando de política, dijo Cayo: "Queremos saber cuáles son vuestros
alegatos acerca de vuestra ciudadanía".

364. Nosotros comenzamos a hablar informándolo; pero él, habiendo paladeado nuestra
defensa y comprendido que no era de despreciar, nos interrumpió antes de que presentásemos
los alegatos de más peso, y se lanzó hacia la habitación más grande de la casa, y, tras haber
dado una vuelta en derredor, ordenó que las ventanas de sus paredes fueran restauradas con
piedras transparentes que, de manera análoga al vidrio blanco, no impiden el paso de la luz
pero protegen del viento y el ardor del sol.

365. Luego, sin detener su marcha, nos preguntó con tono suave: "¿Qué decíais?" Y cuando
comenzábamos a retomar el hilo de nuestra exposición, corrió nuevamente hacia otra
habitación, en la que ordenó que colocaran pinturas originales.

366. Así, con nuestros alegatos desgarrados, interrumpidos, cortados en trozos y triturados
cabría decir, desistiendo de proseguir pues carecíamos ya de fuerzas; y no esperando en todo
ese tiempo otra cosa que la muerte, nuestras almas no estaban ya dentro de nosotros, y bajo el
peso de la angustia habían salido fuera a suplicar al verdadero Dios que refrenara la cólera del

240
que falsamente se atribuía su nombre.

367. Y Dios, sintiendo piedad por nosotros, inclinó su corazón hacia la misericordia, y así,
atemperándose y adoptando una más benigna disposición, dijo ni más ni menos que esto: "No
me parecen hombres malvados sino, más bien, desdichados e insensatos, que no creen que me
ha correspondido la naturaleza de un dios". Tras lo cual, se alejó ordenándonos que también
nosotros nos fuéramos.

368. XLVI. Tal fue aquella combinación de teatro y prisión, no tribunal. Porque como en un
teatro aquello había sido un cloqueo de silvadores, burladores y escarnecedores sin freno;
como en una prisión había habido allí golpes soportados en nuestras entrañas, torturas,
tensiones del alma toda en medio de las blasfemias contra Dios, y las amenazas que tan
poderoso emperador lanzaba contra nosotros lleno de rencor, y no por algo que tuviera que
ver con otro, que en tal caso fácilmente hubiera cambiado; sino por algo que le tocaba a él
personalmente y a su deseo de ser deificado; deseo al que, según él, sólo los judíos no se
adherían ni podían aprobar.

369. Aunque al cabo nos veíamos libres de todo esto, nos costaba recobrar el aliento; y no
porque sintiéramos apego a la vida y nos llenara de terror la muerte; que con gusto
hubiéramos preferida ésta, como si se tratara de la misma inmortalidad, si con ella hubiéramos
de alcanzar la restauración de nuestras leyes; sino-porque sabíamos que el resultado sería el
haber malgastado esfuerzos sin ningún provecho y con gran descrédito de nuestra parte;
puesto que lo que los embajadores soportan, repercute sobre aquellos que los han enviado.

370. Por lo arriba referido podíamos levantar la cabeza hasta cierto punto, pero las demás
circunstancias nos atemorizaban en medio de nuestra inquietud e incertidumbre acerca de lo
que decidiría Cayo, qué dictamen haría conocer y en qué se fundaría su decisión. Porque,
¿había realmente escuchado nuestro alegato quien no había prestado la debida atención a
determinados puntos del mismo? ¿No era, por otra parte, una penosa situación el que de los
cinco embajadores que éramos nosotros estuviese pendiente la suerte-de todos los judíos de
todas partes?

371. Porque, si Cayo se decidía en favor de nuestros adversarios, ¿qué otra ciudad se quedaría
tranquila? ¿Quién se abstendría de atentar contra los; judíos de su vecindad? ¿Qué sinagoga se
salvaría de sufrir atentados? ¿Qué derechos cívicos no les serían anulados a quienes ajustaban
sus actos a las instituciones ancestrales de los judíos? Tanto sus peculiares instituciones como
los derechos que compartían con otros en cada una de las ciudades quedarían anulados,
naufragarían, se hundirían en el abismo.

372. Anegados bajo el torrente de tales consideraciones, nos hundíamos y nos sumergíamos
en un mar profundo, como que hasta aquellos que hasta allí parecían brindarnos su apoyo, nos
habían abandonado. Al menos, cuando fuimos llamados a la audiencia, ellos, que estaban
dentro, no se quedaron, sino se marcharon furtivamente por temor, que bien conocían las
ansias de ser reconocido como dios que sentía Cayo.

373. Queda, pues, expuesta sumariamente la causa de la aversión de Cayo hacia toda la
nación judía. Pero también habremos de ocuparnos de cómo las cosas tomaron el rumbo
opuesto.87
87
Literalmente: hemos de ocuparnos (o relatar) de la palinodia. Por palinodia ha de
entenderse algo así como historia, opuesta o él reverso de la cosa. Probablemente se refiere

241
Filón a un ulterior tratado, cuyo asunto sería el sangriento final de Cayo y las contramedidas
adoptadas por Claudio a favor de los judíos, registradas en los dos edictos que se han
conservado en Flavio Josefo, Antigüedades Judías XIX, 5. No sabemos si tal tratado se
escribió o no, pero no ha llegado hasta nosotros ni es mencionado por autores antiguos que
manejaron la obra de Filón.

242
OBRAS COMPLETAS DE

FILÓN DE ALEJANDRÍA

Traducción directa del griego, introducción y notas de


JOSÉ MARÍA TRIVIÑO
Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata
Buenos Aires 1976
TOMO I
ÍNDICE

PREFACIO................................................................................................................................. 3

INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................... 4
PROPÓSITOS DE ESTA INTRODUCCIÓN ....................................................................... 4
TRASCENDENCIA DE LA OBRA FILONIANA ............................................................... 4
FILÓN Y SU ÉPOCA ............................................................................................................ 5
EL CORPUS FILONIANO.................................................................................................... 8
LISTA DE LOS TRATADOS ............................................................................................... 9
EL TEXTO BÍBLICO Y SU EMPLEO POR FILÓN ......................................................... 11
LA DEUDA INTELECTUAL DE FILÓN .......................................................................... 12
EL MÉTODO ALEGÓRICO............................................................................................... 16
LA COSMOVISIÓN FILONIANA ..................................................................................... 18
DIOS..................................................................................................................................... 21
LOS INTERMEDIARIOS ................................................................................................... 22
EL LOGOS........................................................................................................................... 22
LOS OTROS INTERMEDIARIOS ..................................................................................... 23
LA SABIDURÍA (SOPHÍA) DIVINA ................................................................................ 24
EL ESPÍRITU (PNEÜMA) .................................................................................................. 24
LAS POTENCIAS DIVINAS.............................................................................................. 25
LOS ÁNGELES O MENSAJEROS .................................................................................... 26
EL MUNDO DE LAS FORMAS EJEMPLARES (IDÉAI) ................................................ 26
EL "HOMBRE DE DIOS" ................................................................................................... 27
EL MUNDO SENSIBLE Y LA CREATURA HUMANA ................................................. 27
LAS METAS DE FILÓN Y LOS ALCANCES DE SU ÉTICA ......................................... 29
ADVERTENCIAS SOBRE LA PRESENTE TRADUCCIÓN ........................................... 31

BIBLIOGRAFÍA...................................................................................................................... 35

SOBRE LA CREACIÓN DEL MUNDO SEGUN MOISES (DE OPIFICIO MUNDI)......... 37

INTERPRETACIÓN ALEGORICA DE LAS LEYES SAGRADAS CONTENIDAS EN EL


GÉNESIS II Y III (LEGUM ALLEGORIAE)......................................................................... 71
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA I ................................................................................. 71
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA II................................................................................ 91
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA III............................................................................. 110

SOBRE LOS QUERUBINES, LA ESPADA FLAMÍGERA Y CAÍN, PRIMER HOMBRE


NACIDO DE HOMBRE (DE CHERUBIM)......................................................................... 155

SOBRE EL NACIMIENTO DE ABEL Y LOS SACRIFICIOS OFRECIDOS POR ÉL Y SU


HERMANO CAÍN (DE SACRIFICIIS ABELIS ET CAINI) ............................................... 177

SOBRE LAS HABITUALES INTRIGAS DE LO PEOR CONTRA LO MEJOR (GUOD


DETERIUS POTIORI INSIDIARI SOLET) ......................................................................... 203

2
PREFACIO

ACERVO CULTURAL incorpora hoy a su colección Valores en el tiempo las obras


completas de Filón de Alejandría, traducidas directamente del griego aquellas que se han
conservado en esa lengua, y del inglés las llegadas hasta nosotros solamente en una versión
armenia.
Con esta publicación la dirección de la Editorial entiende que viene a llenar un sentido vacío,
respondiendo a una urgente necesidad bibliográfica en el ámbito hispanohablante, ya que
hasta el presente resultaba imposible la consulta o lectura de las obras del filósofo alejandrino
en lengua española.
Dichas obras pertenecen a aquella parte del patrimonio intelectual de la humanidad
caracterizada por su permanente vigencia y actualidad con que se ofrecen a la curiosidad y
apetencia espiritual de las viejas y nuevas generaciones, pues concretan y compendian
reflexiones y conclusiones que tienen como punto de partida las incógnitas que perpetuamente
le plantean al ser humano la realidad y el misterio de la existencia, lo presente y la eternidad,
las raíces y causas del universo, el maravilloso equilibrio que lo sustenta, y sobre todo el
factum humanum, centro y eje de toda cosmovisión, el microcosmos individual, en torno del
cual el pensamiento se proyecta en busca de respuestas que le permitan atisbar o develar la
"verdad" cósmica.
Filón de Alejandría figura entre los cerebros privilegiados que en el curso de los milenios,
acuciados por ansias torturantes de superar los estadios de la ignorancia, se empeñaron en
descorrer el velo del misterio de la creación y la vida.
La filosofía del exégeta hebreo marca un hito de importancia suma en el desarrollo del
pensamiento humano, al que aportó un cuerpo de ideas y doctrinas tendientes a fundamentar
racionalmente las tradiciones religiosas de su pueblo trasvasándolas a los esquemas del
pensamiento filosófico griego como obligado recurso para hacerlas comprensibles a sus
contemporáneos.
Esta circunstancia nos permite aguardar con razonable optimismo una favorable acogida por
parte del público lector para la erudita traducción que damos a luz. Ello compensará
cumplidamente el ingente esfuerzo editorial que por su carácter, presentación y extensión la
misma ha demandado.
La presente publicación será seguida por la de las obras completas de Baruj Spinoza —
conmemorando los trescientos años de su muerte—, el filósofo del siglo XVII que analizó,
dentro de los cánones metodológicos del más riguroso racionalismo, la esencia y los atributos
de Dios como ser y como creador cuya sustancia permanece en su creación y la satura.

Acervo Cultural / Editores

3
INTRODUCCIÓN

PROPÓSITOS DE ESTA INTRODUCCIÓN

De su lectura será fácil colegir que la presente introducción va destinada más que a
especialistas, al público lector en general, dentro del cual es de suponer que predominarán los
interesados por una guía sencilla para abordar la lectura de Filón antes que en una erudita
exposición acerca de la problemática por demás compleja y extensa de la obra filoniana, sobre
la mayoría de cuyos puntos distan, por otra parte, de haberse puesto de acuerdo hasta el
presente los estudiosos que se han venido ocupando de las numerosas cuestiones vinculadas a
la crítica externa e interna del pensamiento del exégeta judío.
Ello me exime de intentar cualquier tipo de replanteos sobre los temas controvertidos, y las
páginas que siguen se limitarán a tratar de facilitar al lector el acceso al texto y al mundo
intelectual en el que se desenvuelven la dialéctica y la apologética de Filón. Tal información
resultará sumamente útil, imprescindible diría, para quien por primera vez se aboca a
familiarizarse con las ideas de este pensador, complicado, por momentos casi cabalístico, y
siempre denso de sentidos que sólo examinados a la luz de los presupuestos ideológicos en
que cobraron vida, de las particularidades metodológicas qué le sirvieron de carriles y de las
circunstancias histórico-personales que los impregnaron de las improntas espirituales de su
época, llegan a cobrar perfiles suficiente o aceptablemente claros para la intelección del lector
corriente.
No estará de más advertir que, aún dentro de este propósito harto modesto, la cantidad y la
calidad de la información están condicionadas por una decepcionante escasez de fuentes co-
etáneas relativas al autor judío, hecho que ha limitado las posibilidades de la crítica moderna
casi al exclusivo empleo de la obra misma de Filón para dilucidar los múltiples problemas que
ella encierra.
Tal es la penuria de otra documentación, que en determinados casos el orden resulta invertido
y no sólo no hallamos testimonios ajenos que respalden nuestra comprensión del texto
filoniano, sino que este texto es la única fuente para el conocimiento de datos tocantes a otros
pensadores y escuelas, que conocemos gracias a su mención en la obra de Filón e
ignoraríamos de otro modo totalmente.
Constreñida a manejarse con tan exiguo caudal de información externa es comprensible que la
moderna erudición vea en muchos casos reducido el fruto de pacientes estudios a conjeturas,
hipótesis y conclusiones que, aunque metódicamente fundadas, llevan el sello de lo verosímil
antes que de lo seguro. En ese terreno, pues, nos moveremos también en este prólogo, al que
su carácter no erudito lejos de evitarle las dificultades derivadas de las condiciones apuntadas,
se las torna más engorrosas por cuanto la misma brevedad y simplicidad perseguidas reclaman
enunciados sencillos y categóricos,, que, no siempre, como es obvio, será dable encontrar.
Consecuente, en fin, con el propósito de simplificar las cosas, ahorraré al lector la mención de
fuentes en notas de pie de página, sin que ello involucre usurpación de ideas o datos, ya que la
advertencia arriba expuesta de renunciar a todo replanteo de cuestiones equivale a manifestar
que cuanto se diga en la presente introducción es material ya elaborado, al que, en todo caso,
sólo he aportado una labor de selección de lo más interesante y accesible. Por otra parte, una
bibliografía que contiene las publicaciones más importantes, servirá para orientar al lector
hacia los trabajos más aconsejables para la ampliación de su información, y a la vez le
permitirá conocer los autores y obras en que se apoyan muchas afirmaciones.

TRASCENDENCIA DE LA OBRA FILONIANA

4
Frente al general estrago que la incuria temporum ha causado en la mayor parte de las obras
de los autores de la antigüedad clásica, reduciendo su legado a contadas reliquias de la
inmensa creación literaria, religiosa, científica y filosófica de aquellos tiempos, sorprende el
hecho de que el voluminoso corpus filoniano haya llegado casi intacto hasta nosotros.
La razón fundamental de esta conservación reside en el interés que el pensamiento de Filón
despertó en los exégetas cristianos, que, desde los orígenes mismos de la fundamentación
teológico-filosófica de la doctrina evangélica, hallaron en las obras del escritor judío una
fuente inagotable de teorías y conceptos adaptables a las creencias básicas del cristianismo, no
obstante las profundas diferencias que, por otra parte los separan. En vista de esta vinculación
de la patrística con Filón, nada tiene de extraño que Eusebio de Cesárea sostuviera tres siglos
después de su muerte que el autor hebreo había sido cristiano.
El interés por su obra no ha cesado de renovarse hasta nuestros días, especialmente porque el
conocimiento de la exégesis filoniana es imprescindible para el estudio del pensamiento
cristiano en su gestación inicial y en su posterior desarrollo, particularmente en autores como
Ambrosio de Milán y los alejandrinos Clemente y Orígenes. Si bien estudios recientes han
replanteado el problema de los alcances de esa influencia, cuestionando el grado de
importancia que anteriormente se le atribuía especialmente en cuanto a la concepción del
logos en el Evangelio de Juan, tal influencia es innegable y fue intensa especialmente en las
orientaciones menos ortodoxas asumidas por ciertos apologistas y exégetas.
Desde mediados del siglo pasado, el interés primordial por la búsqueda de puntos de
coincidencia entre la patrística y Filón ha cedido lugar a otras indagaciones, prácticamente
marginadas hasta entonces, tales como las concernientes al origen del pensamiento filoniano,
a sus conexiones con la exégesis judía coetánea tanto alejandrina como Palestina, en procura
de determinar el grado de dependencia o de originalidad; y a la correcta ubicación de los
préstamos tomados de la filosofía griega en el contexto de determinadas doctrinas y escuelas.
Asimismo numerosos pasajes de sus tratados han procurado a los historiadores de la filosofía
antigua importantes noticias sobre puntos del pensamiento helénico no registrados o
testimoniados muy imperfectamente en otras fuentes, por lo que también desde este punto de
vista resulta provechoso y aun indispensable el manejo de las obras de Filón.
Finalmente, sus tratados de carácter histórico, gráfica evocación de sucesos de los que fue
testigo y protagonista, interesan al historiador del Imperio Romano por cuanto documentan
instancias dramáticas vividas por una de la ciudades más importantes de él durante el
principado de Calígula.
Filón no resulta ser, ciertamente, un autor cuyas obras puedan atraer el interés del gran
público, ya que la temática abordada en ellas no es precisamente de las que concentran el
interés masivo en un mundo cuyas circunstancias vivenciales se hallan tan distantes de las que
le confirieron actualidad hace casi dos mil años; ni el corpus de sus tratados se halla destinado
a una lectura corrida y conjunta, pues el carácter de su contenido y la extensión tornan
impracticable o por demás improbable esa posibilidad. Tampoco son ellos utilizables hoy
como fuente apologética ni como documento de una doctrina filosófica original que justifique
la atención de los especialistas. Pero las características y contenidos arriba apuntados y las
demás que el lector advertirá a lo largo de esta introducción los convierten en una obra de
consulta sumamente útil aun para el no especialista, y por supuesto, en una fuente
indispensable para abordar el estudio del pensamiento antiguo y medieval.

FILÓN Y SU ÉPOCA

Las noticias biográficas sobre Filón se reducen a los escasos datos que él mismo desliza en
ciertos pasajes de su obra, y a alguna mención de Josefo. Cronológicamente el único punto de
referencia es su presidencia de la embajada enviada ante Calígula por los judíos alejandrinos

5
en el 40 d. C, cuando ya era de avanzada edad. Sobre esa base se calcula que debió de nacer
hacia la penúltima década precristiana. Nos consta que pertenecía a una familia adinerada e
influyente de Alejandría; que su hermano C. Julio Alejandro llegó a desempeñar el cargo de
alabarca de esa ciudad, función cuya verdadera naturaleza ignoramos; y que un hijo de éste,
Tiberio, Julio Alejandro, cediendo a la atracción que por entonces ejercía el pensamiento
griego en el espíritu de no pocos jóvenes israelitas, abandonó la fe judía y abrazó las creencias
paganas, convirtiéndose en entusiasta cultor de las doctrinas filosóficas griegas contrarias a la
fe de sus mayores. Del contenido y extensión de las obras de Filón se desprende qué recibió
una educación conforme con el sistema de las escuelas de la época, que adquirió una profunda
versación en las doctrinas contenidas en los libros sagrados de su raza y en la tradición oral,
juntamente con una fe profunda en la verdad de las mismas, y que dedicó buena parte de su
tiempo y sus esfuerzos a la labor apologético-exegética.
Sus frecuentes invectivas a propósito de todos los géneros de vida licenciosos y del placer en
general nos mueven a pensar en una personalidad austera, casi conventual, por lo que no deja
de llamar la atención el leer en alguno que otro pasaje de sus reflexiones confesiones tales
como la registrada en Interpretación alegórica III, 156, que más bien encajarían en las
memorias de un hombre de mundo, arrepentido algo tardíamente.
Sin duda su excelente posición económica de burgués adinerado y las comprobadas
vinculaciones de su familia con la dinastía Herodiana dan suficiente pie para pensar en que
Filón desempeñó un papel destacado en los sucesos políticos de la comunidad judeo-
alejandrina, pero solo de un hecho saliente de esta naturaleza ha llegado noticia hasta
nosotros. De la prolija cuenta que de él nos da en Sobre la embajada ante Cayo sabemos que
en 40 presidió la ya mentada embajada enviada ante Calígula para pedir justicia y protección
para los judíos de Alejandría. A tan escasas referencias se limita nuestra información sobre la
vida y persona del exégeta.
En cuanto a la población hebrea de Alejandría, falta una fuente histórica dedicada
específicamente a ella, pero podemos rastrear su génesis y desarrollo en diversos textos que
hacen referencia ocasional a ella y en el mismo relato bíblico. Los judíos alejandrinos
constituían la comunidad de esa raza más importante de la diáspora. Su arraigo en tierra
egipcia comenzado en tiempos remotos, concretamente a la caída del reino de Judá, siglo VI
a. C, cuando grupos numerosos emigraron hacia el sur huyendo de la dominación babilónica
para radicarse en diversos lugares del país en el que, según la tradición bíblica, ya habían
residido sus lejanos antepasados en los tiempos patriarcales.
Nos consta que en el siglo siguiente el grupo radicado en Elefantina, en el lejano sur, fue
objeto de una violenta persecución, al parecer por su adhesión a la causa persa.
Durante el periodo tolemaico el número de judíos de Egipto se multiplicó considerablemente,
habiendo Tolomeo I traído como prisioneros a muchos de ellos en una de sus campañas. Otros
llegaban a título de mercenarios y de simples inmigrantes, y, según se afirma, el total de
radicados sobrepasaba el millón en el siglo I a. C.
Alejandría se convirtió en uno de los más importantes centros demográfico;; de ese pueblo, y
en ella los judíos constituían uno de los tres núcleos más numerosos de la población urbana, la
que se completaba con griegos y egipcios. Gradualmente adoptaron la lengua griega,
olvidando el hebreo, aunque algunos lo siguieron hablando hasta fines del siglo n a. C, como
parece desprenderse del papiro Nash, que contiene el Decálogo y el comienzo del Shema en
hebreo. Pero, como la mayor parte de los hebreos alejandrinos, además de los conversos a la
religión judaica de otras nacionalidades, lo ignoraban y por ello no tenían acceso a la lectura
de las Escrituras, se procedió en tiempos de Tolomeo II Filadelfo a traducirlas al griego. Tal
traducción se conoce con el nombre de versión de los Setenta, por haber sido ese el número de
traductores que realizó la tarea, según la tradición conservada por Aristeas y repetida por
Filón.

6
En el seno de esta comunidad, como en general en el resto del pueblo judío de Palestina y de
la diáspora, se puso en evidencia a lo largo de los tres últimos siglos precristianos y del
siguiente una creciente helenización, favorecida por el hecho de vivir la mayor parte de esas
comunidades en el área político-cultural de las monarquías helenísticas surgidas del
desmembramiento del imperio de Alejandro y culturas y propagadoras de las conquistas
intelectuales del genio griego y de los ideales de vida de la Hélade.
Esta osmosis espiritual, favorecida por la total ausencia de barreras oficiales, y el fomento por
parte de las cortes, se acentuó con el correr del tiempo, impregnando de ideas y costumbres
helénicas a todas las poblaciones del Cercano Oriente y el Mediterráneo Oriental,
especialmente en las ciudades cosmopolitas, a las que afluyeron masivamente inmigrantes
griegos después de la conquista macedonia. La influencia griega no afectó seguramente en la
mayoría de los casos la fe y la fidelidad de los hebreos a las tradiciones nacionales, pero en-
gendró en no pocos, como en el sobrino de Filón arriba mencionado, tal entusiasmo por el
legado cultural griego, que llegaron a considerar un estorbo las leyes y costumbres ancestrales
y apostataron.
Superar el antagonismo que algunos espíritus consideraban inconciliable entre ambas
tradiciones religioso-culturales, armonizado para ello las dos corrientes de pensamiento a
través de una labor exegética que permitiera hallar los puntos de coincidencia y limar aristas
demasiado opuestas de las concepciones de ambas fue uno de los objetivos principales de los
esfuerzos intelectuales de Filón, fervoroso creyente y celoso practicante de las normas legales
de la Torah, por una parte, y admirador profundo de la sabiduría griega, por otra.
Esto, en lo que hace al contexto cultural en el que el pensador judío alejandrino elaboró sus
tratados.
En cuanto a las condiciones sociopolíticas de sus connacionales en el seno del Imperio
Romano y de la polis alejandrina en particular, resulta prematuro en el estado actual de las
investigaciones aventurar conclusiones definitivas.
La fuente principal la constituyen Flavio Josefo y los papiros que hacen referencia a la
comunidad judía y de su información puede inferirse que ésta no gozaba de los plenos
derechos de ciudadanía, aunque sí de numerosos privilegios, entre los cuales figuraba el de
autoadministrarse en materia de asuntos internos de la comunidad. Su situación era, pues,
intermedia entre la de los ciudadanos y la de los simples extranjeros afincados. En una carta
que Claudio envió a los alejandrinos grecoegipcios y judíos conjuntamente con instrucciones
acerca del mutuo trato y las relaciones entre ambos sectores de población, seguramente con
ánimo de poner fin definitivamente a los lamentables enfrentamientos habidos durante el
reinado de su antecesor en el trono, recomienda a los primeros tratar humanitaria y
respetuosamente a los segundos sin ponerles obstáculos en la observancia de sus costumbres;
y a los judíos no intentar inmiscuirse en las esferas de acción que les estaban vedadas; de
donde se infiere que sus derechos eran limitados; y no enviar embajadas por separado, como
si se tratara de dos ciudades y no de una sola.
De estas recomendaciones imperiales puede inferirse la existencia de dos tendencias entre los
judíos alejandrinos: una de borrar barreras y asimilarse completamente al resto de la po-
blación, y otra dé practicar un categórico aislacionismo y operar separadamente incluso en las
gestiones ante Roma.
El ideal de Filón al respecto parece haber sido combinar ambas en una política sensata
consistente, por una parte, en guardar celoso respeto y observancia de las leyes del imperio y
de las leyes locales de las ciudades o países donde residían las comunidades hebreas,
cohabitando en paz y armonía con los no judíos; y por otra, en permanecer fieles al estilo mo-
saico de vida, cuyas modalidades estaban expresamente prescriptas por la ley de sus
antepasados. Tal es lo que se desprende de las aspiraciones expresadas por él en diversos pa-
sajes de sus obras, aunque es muy difícil precisar por el contenido de esos pasajes tanto las

7
condiciones jurídico-políticas reales en las que aspiraba a que se concretase ese equilibrio
entre ambas tendencias, como el grado de difusión y adhesión que ese ideal encontraba entre
sus compatriotas.
Las dolorosas experiencias vividas durante el reinado de Calígula seguramente debieron de
hacerlo reflexionar sobre la inestabilidad de las condiciones favorables para la concreción de
esa aspiración y sobre las perspectivas sobre el particular observadas desde un ángulo realista.
Pero las condiciones políticas de entonces no aconsejaban otro camino, y Filón, por lo que se
advierte a lo largo de su obra, aunque en algunos pasajes se deje llevar por cierto lírico
optimismo y aunque su ética nos sepa a demasiado elevada para concretarse en este mundo,
era un hombre que se atenía a las realidades. Por otra parte, aquella calamidad fue
afortunadamente episódica dentro de un proceso histórico de saldo ampliamente favorable
para la pacífica convivencia entre judíos y gentiles. Las condiciones de seguridad que la
instalación del dominio romano en Oriente y Egipto habían traído aparejadas y el favor que la
casa imperial de los Julios había dispensado a los judíos desde los días de la vinculación del
etnarca Antípatro con Julio César en el 48 a. C. en Alejandría precisamente parecían augurar
largos tiempos de bonanza.
Aunque no estaban lejanos los trágicos acontecimientos que culminarían en el 70 con la
destrucción de Jerusalén y el implacable escarmiento impuesto por el vencedor romano,
hechos de los que la muerte impidió que Filón llegase a ser testigo.

EL CORPUS FILONIANO

No existe un acuerdo unánime entre los estudiosos y editores en cuanto a la clasificación y


ordenación de los tratados que integran el voluminoso corpus de las obras de Filón llegadas
hasta nosotros.
Por tratarse de la más reciente, citaré, sin que ello implique establecer precedencias en cuanto
a acierto o fundamentos, la de Arnaldez, quien los distribuye así: 1) tratados que contienen la
exposición de la ley; 2) la interpretación alegórica; 3) los escritos puramente filosóficos; 4)
los escritos apologéticos a favor de los judíos; y 5) los que se ocupan de los problemas
relativos al Génesis y al Éxodo.
El punto más controvertido es el concerniente a la ubicación del tratado titulado Sobre la
creación del mundo según Moisés, que en la presente edición, como en la mayoría, precede a
todos los restantes y va seguido por la Interpretación alegórica.
El problema reside en si encabeza realmente la Interpretación alegórica o si, por el contrario,
esta parte de la obra de Filón llevaba como introducción un tratado perdido titulado
Hexamerón o Los seis días, como sostienen Cohn, Massebieau y Brehier. En este último caso,
Sobre la creación del mundo encabezaría la serie de tratados consagrados a la exposición de
la ley, precediendo inmediatamente al titulado Sobre Abraham, con lo cual el conjunto de los
tratados que se vinculan al Pentateuco quedarían distribuidos así:

1. Interpretación alegórica
a) Los seis días (perdido)
b) Interpretación alegórica de las sagradas leyes contenidas en el Génesis II y III
c) Tratados sobre diversos temas sugeridos por pasajes del Génesis

2. Exposición de la ley
Parte Narrativa
a) Sobre la creación del mundo según Moisés
b) Vidas de los patriarcas: Sobre Abraham, Sobre Isaac (perdido), Sobre Jacob
(perdido), Sobre José y Vida de Moisés (excluido de esta sección por algunos e

8
incluido entre las obras apologéticas)

Parte Descriptiva
a) Decálogo
b) Sobre las leyes particulares
c) Problemas relativos al Génesis y al Éxodo

Una breve consideración sobre el plan seguido por Filón en el tratamiento del Pentateuco
permitirá al lector advertir las razones del problema. Filón entiende que las leyes divinas
pueden conocerse a través de tres instancias: el orden cósmico o legislación universal
(cosmópolis), impresa por Dios en la naturaleza; la legislación mosaica, codificación inspira-
da por Dios a Moisés, que se ajusta en todo a las leyes de la naturaleza o cósmicas; y
finalmente el ejemplo de hombres sabios y buenos, que ajustaron sus vidas a la voluntad
divina y al orden cósmico antes de que existiera la legislación escrita revelada en el Sinaí. Así
como el Pentateuco es la ley escrita, las ejemplares vidas de los patriarcas, verdaderos
cosmopolitas o ciudadanos del mundo, son la ley viviente, como que ellos, aunque no
llegaron a conocer la legislación escrita, ajustaron su pensamiento y sus actos a las pautas
impresas por el Creador en el universo.
Consecuentemente, en la exposición de las leyes es razonable que, respetando este esquema
tripartito y el orden cronológico y el seguido en el Pentateuco, incluya una parte narrativa, que
a su vez se divide en una cosmogonía o narración del proceso creador, en el que se fijan el
esquema y las normas universales, y en lo que podríamos llamar biografías de las leyes
vivientes o patriarcas; y una parte descriptiva, que comprende un estudio de las leyes
fundamentales o genéricas contenidas en el Decálogo, y un prolijo inventario, acompañado de
las explicaciones pertinentes, de todas las leyes específicas o particulares.
Pero casi los mismos títulos por los que se lo sitúa-inmediatamente antes de la narración de
las vidas de los patriarcas, podrían esgrimirse para colocar Sobre la creación del mundo como
preámbulo de la Interpretación alegórica, ya que también ésta versa sobre asuntos que
presuponen una cosmovisión basada en el conocimiento de la génesis del mundo.
El problema es, pues, prácticamente insoluble, al menos mientras no se demuestre
fehacientemente que Filón escribió el Hexamerón, el que, en todo caso, no aparece como
estrictamente necesario ya que se trataría en gran parte de una repetición de lo considerado en
Sobre la creación del mundo.

LISTA DE LOS TRATADOS

La lista que sigue presenta ordenados según lo hace la edición Colson, ordenación que se
respeta en la presente traducción, los tratados conservados. Los títulos latinos son los que se
emplean tradicionalmente para encabezarlos y para extraer las abreviaturas con que suele
citárselos en las notas de pie de página y en las demás remisiones.

I) TRATADOS CONSERVADOS EN SU TEXTO ORIGINAL GRIEGO


1. Sobre la creación del mundo según Moisés
(De opifício mundi)
2. Interpretación alegórica de las sagradas leyes contenidas en el Génesis II y III.
(Legum allegoriae. Libri I, II, III)
3. Sobre los querubines, la espada flamígera y Caín, primer hombre nacido de hombre
(De Cherubim)
4. Sobre el nacimiento de Abel y los sacrificios ofrecidos por él y su hermano Caín.
(De sacrificas Abelis et Caini)

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5. Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor.
(Quod deterius potiori insidian solet)
6. Sobre la posteridad de Caín y su exilio
(De posteritate Caini)
7. Sobre los gigantes
(De gigantibus)
8. Sobre la inmutabilidad de Dios
(Quod Deus inmutabilis sit)
9. Sobre la agricultura
(De agricultura)
10. Sobre la obra de Noé como plantador
(De planlatione)
11. Sobre la ebriedad
(De ebríetate)
12. Sobre las súplicas e imprecaciones de Noé una vez sobrio
(De sobrietate)
13. Sobre la confusión de las lenguas
(De confusione línguarum)
14. Sobre la migración de Abraham
(De migratione Abrahami)
15. Sobre quién es el heredero de las cosas Divinas
(Quis rerum divinarum heres)
16. Sobre la unión con los estudios preliminares
(De congressu quaerendae eruditionis gratia)
17. Sobre la huida y el hallazgo
(De fuga et inventione)
18. Sobre aquellos cuyos nombres son cambiados y sobre los motivos de los cambios
(De mutatione nominum)
19. Sobre los sueños enviados por Dios
(De somniis. Libri I, II)
20. Sobre Abraham
(De Abrahamo)
21. Sobre José
(De Iosepho)
22. Sobre la vida de Moisés
(De vita Mosis. Libri I, II)
23. Sobre los diez mandamientos o decálogo, que son compendios de las leyes
(De decálogo)
24. Sobre las leyes particulares
(De specialibus legibus. Libri I, II, II, IV)
25. Sobre las virtudes
(De virtutibus)
26. Sobre los premios y los castigos
(De praemiis et poenis)
27. Todo hombre bueno es libre
(Quod omnis probus liber sit)
28. Sobre la vida contemplativa
(De vita contemplativa)
29. Sobre la indestructibilidad del mundo
(De aeternitate mundi)

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30. Flaco
(In Flaccum)
31. Hipotéticas (Apología de los judíos)
(Apología pro Iudaeis)
32. Sobre la providencia
(De provídentia)
33. Sobre la embajada ante Cayo
(De legatione ad Gaium)

II) TRATADOS CONSERVADOS EN LENGUA ARMENIA SOLAMENTE


34. Problemas y soluciones sobre el Génesis
(Quaestiones et lolutiones in Genesim)
35. Problemas y soluciones sobre el Éxodo
(Quaestiones et solutiones in Exodum)

EL TEXTO BÍBLICO Y SU EMPLEO POR FILÓN

En su exégesis del Pentateuco o Torah Filón no emplea el texto original hebreo sino la
traducción griega de los Setenta, aunque las libertades que se toma en la lectura de los pasajes
han dado pie para que se sostenga la existencia de otras versiones en griego y su empleo por
él. Pero en todo caso su punto de referencia textual fue siempre una versión griega. Esta
circunstancia y el hecho de que ningún papiro local en lengua hebrea de los que han llegado
hasta nosotros sea fechable después del 250 a. C. aproximadamente, parecerían probar que la
comunidad hebrea de Alejandría al adoptar la lengua griega para la comunicación cotidiana
había olvidado completamente el idioma de sus antepasados. Cuesta, sin embargo, creer que
ni siquiera entre los sacerdotes y gente-docta de una comunidad tan numerosa quedaran
quienes pudieran tener acceso directo a la lectura del texto hebreo por lo menos para los fines
cultuales y exegéticos, y lo más sensato es pensar que el hebreo se mantenía como lengua
litúrgica, análoga al latín en el cristianismo moderno.
El problema reviste sumo interés porque en él va involucrada la cuestión de si Filón estaba en
condiciones de consultar el Pentateuco en su lengua original y, por ende, de si el exclusivo
empleo que hace en su obra de la versión de los Setenta se debió tan sólo a que los lectores a
los que aquélla, iba destinada no hubieran podido seguir sus argumentaciones si las apoyaba
en la lectura de los textos sagrados en lengua hebrea. Ésta y no su ignorancia del idioma
tradicional de su pueblo sería, en ese caso, la razón de su elección en cuanta a textos; con lo
que la hipótesis de su dominio del hebreo resultaría perfectamente verosímil. Pero lo que, en
suma, prueban estos argumentos es solamente que el uso que Filón hace de la Biblia en griego
no significa que ignorara la lengua do sus antepasados. Queda en pie, pues, el probar que
realmente la sabía, y en ese sentido se explaya Wolfson, quien, con pruebas convincentes a su
juicio, afirma categóricamente que la dominaba a la perfección.
El interés por dilucidar con certeza esta complicada cuestión estriba más que en la posibilidad
de determinar el grado de olvido de la lengua hebrea por la comunidad judeo-alejandrina. o
las razones que realmente pueden haber movido a Filón a utilizar la versión de los Setenta, en
el hecho de que su desconocimiento de aquélla, si ésa hubiera sido la situación, le hubiera
impedido el acceso a la exégesis palestinense, practicada sobre el texto original, con todas las
consecuencias que tal limitación supondría en cuanto al origen de sus ideas, las que en tal
caso de ningún modo podrían proceder de los targums los midrhashim, el halaka y el hagada
de la literatura rabínica.
Al margen del problema de las razones por las que la exégesis filoniana se apoya en el texto

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griego del Pentateuco, reviste suma importancia el examinar el criterio de Filón aplicó para
fundar la legitimidad de apoyarse en una mera traducción, aun en el caso de que una razón de
fuerza mayor, como su posible ignorancia del hebreo o los requerimientos derivados de la
condición de los destinatarios de su obra, no le dejara otra alternativa. Esta pregunta es más
justificada si se tienen en cuenta ciertas características de la dialéctica filoniana.
Muchas, en efecto, de sus argumentaciones se apoyan exclusivamente en razones puramente
idiomáticas que no son otra cosa que contingencias formales o semánticas de la lengua griega,
tales como parafonías, polisemias y etimologías, que, por supuesto, solo valen en cada caso
para los términos griegos y nada tienen que ver con las voces hebreas correspondientes del
texto original. Esta manera, ingenua por así decir, de aceptar la legitimidad de inferencias
hechas a partir de una lengua carente de todo parentesco o vínculo con la del texto inspirado
por Dios a Moisés sólo admite una explicación, a menos que se pretenda negar a Filón la
elemental sensatez para advertir el vicio inicial de tales razonamientos; y esa explicación no
es otra que su convencimiento absoluto de que una segunda inspiración divina había guiado a
los setenta traductores de la isla del Faro en la tarea de escoger los términos precisos,
portadores en su forma y en su semántica de revelaciones eventualmente desentrañables a
través de una exégesis acertada.
Siempre dentro de las consideraciones que tocan al manejo del texto bíblico por Filón, es
preciso señalar su inclinación a hacer uso de una libertad de interpretación que raya fre-
cuentemente en lo arbitrario, proponiendo las lecturas más sorprendentes, fragmentando
unidades, conectando expresiones originalmente disociados o simplemente alterando el texto
con adiciones, quitas o trueques, de modo que más bien lo ajusta a sus propósitos exegéticos
que adapta éstos al sentido real del texto verdadero. Sin duda estas arbitrarias enmiendas no
surgen de un movimiento descontrolado o de una deshonestidad intelectual sino de dar por
descontado que la inspiración que Dios hizo descender sobre Moisés primero y sobre los
traductores después alcanzaba y alcanzaría siempre a los comentadores sobre todo cuando en
el texto se advierten obscuridades o incoherencias salvables con algunos adecuados retoques.
Y también pudo impulsarlo honradamente a ellas el convencimiento de que la no literalidad
de su interpretación rezaba no sólo con la intelección del contenido del texto sino también con
la presentación idiomática del mismo, por lo que era lícito tomarse con ésta las mismas
libertades que con aquélla.

LA DEUDA INTELECTUAL DE FILÓN

La formación religiosa e intelectual de Filón, así como su labor de exégeta y apologista,


transcurren en el multiforme ambiente de la Alejandría de fines del siglo I a. C. y de la pri-
mera mitad del siguiente, incorporada no mucho antes al dominio romano, epicentro de una
cultura universalista y un saber enciclopédico, que hoy seguramente calificaríamos de li-
bresco, laboratorio de investigaciones más fecundas en acopios de información erudita que en
hallazgos de nuevos conceptos o sistemas. Cosmopolita y lugar de confluencia de las más
heterogéneas corrientes de ideas, lo era sobre todo en el aspecto religioso y en el filosófico, en
los que privaban las tónicas del sincretismo y el eclecticismo.
En este contexto intelectual la obra de Filón, fruto, por otra parte, no de un filósofo de
profesión sino de un apologista aficionado a los temas de la filosofía, no podía, ciertamente,
constituir una excepción, y sea cual fuere el grado de originalidad que pueda concedérsele en
algunos enfoques parciales, su lectura revela a las claras que se mueve siempre en los terrenos
frecuentados por las diversas escuelas filosóficas. Por otra parte, su interés primordial, si no
único, residió en la exégesis bíblica con miras a la extracción de normas ético-legales y no en
dilucidar personalmente cuestiones cosmológicas, lógicas, científicas, antropológicas o
políticas, ni en poner de acuerdo a las escuelas griegas en cada uno de los muchos puntos

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controvertidos; por lo que resulta natural y legítimo el que haya prescindido de una
investigación personal en tales direcciones, y preferido recurrir, sin pecar por demasiado co-
herente en ocasiones, al saber acumulado durante siglos por los filósofos griegos.
Múltiples son, pues, los préstamos y los vínculos que unen al exégeta judío con las escuelas
de la Hélade en su afán de lograr una síntesis instrumental con miras a su interpretación del
Pentateuco.
Pero al buscarla no perseguía introducir la armonía entre ambas corrientes de pensamiento, es
decir, superar contradicciones o desacuerdos conceptuales, ya que Filón no advierte oposición
alguna entre ambos mundos intelectuales, por lo que mal podía preocuparle un problema de
esa índole, para él inexistente. A su juicio ambos legados culturales: el helénico y el judío se
complementan sin superponerse ni excluirse. Los principios ético-legislativos y las
prescripciones contenidos en la legislación mosaica, como que son réplicas codificadas de las
leyes que rigen el universo y no meras convenciones concebidas por hombres, encuadran
perfectamente en él contexto filosófico griego, que al margen de las discrepancias, parciales
entre las escuelas, son el fruto del esfuerzo racional por explicar ese mismo universo y
contienen un fondo común de verdad.
Su tarea de forjar la síntesis en una doctrina única que contuviera ambos aportes se apoyaba
en el convencimiento de ambas fuentes no se superponían sino se completaban. El genio
helénico, sin excluir la ética del campo de sus especulaciones, se había volcado
preferentemente a lo teórico, formulando cosmovisiones racionales y metódicamente
fundadas; en tanto que la revelación que el Pentateuco registra, si no soslaya las referencias a
la constitución del orden cósmico, encara los problemas relativos a éste sólo en función de la
finalidad ética, legal y cultural, y por su redacción presenta en su parte narrativa una versión
revestida más con los atuendos del mythos que del logos.
Es sumamente sugerente, en otro orden de cosas, la poca atención que presta Filón a las
legislaciones de otros pueblos y el tono poco favorable con que las considera en las escasas
ocasiones en que se refiere a ellas. Y más extraña lo primero por la estrecha vinculación que
esas fuentes legales tenían con su exégesis. La explicación de ello se encuentra sin duda en
que, a su juicio, existía una gran distancia entre la inmensa sabiduría teorética de los griegos y
el nivel de calidad de sus realizaciones legales concretas. Los códigos y constituciones de las
póleis griegas no podían, de acuerdo con sus puntos de vista, equipararse con las normas
mosaicas en sensatez y sentido de justicia. De allí que prácticamente las ignore.
Pero este desdén es la excepción; en todo el resto de su labor intelectual son las ideas griegas
las que afloran constantemente, y los esquemas y nomenclaturas de la filosofía helénica los
que le proporcionan las sugerencias para su interpretación de la Biblia y para la redacción de
sus explicaciones. Esta característica intelectual suya, que encuadra perfectamente en el
marco de su época y en el de su formación personal, llega a manifestarse en ciertos tratados
como Sobre la providencia o Todo hombre bueno es libre, en los que no persigue fines
exegéticos, con una preeminencia tal, que excluye casi por completo al aporte bíblico.
El hecho de la influencia helénica es por demás claro, pero no lo es en igual medida el
determinar de cuáles o de cuál de las escuelas o corrientes desarrolladas en el seno de la filo-
sofía griega era fundamentalmente adepto y tomó los préstamos más importantes. Las
opiniones de los estudiosos sobre el particular discrepan totalmente.
La consideración de los fundamentos de cada una de ellas excedería los límites de extensión
razonables que me he impuesto, por lo que me concretaré a caracterizarlas y a remitir a
fuentes más explícitas al lector interesado en ahondar su información sobre las mismas. La
tesis de un Filón totalmente estoico, ajeno a toda influencia platónica incluso, es sustentada
por J. Leisegang. Una marcada preeminencia estoica atenuada con aportes del platonismo y el
neopitagorismo es sostenida por H. Lewy, E. Brehier y E. Turowski entre otros, agregando
este último influencias egipcias y orientales en la concepción del logos. Por un Filón

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fundamentalmente platónico se manifiesta en especial Th. H. Billings, quien se esfuerza en
probar con prolijos argumentos que no hubo influencia estoica.
Frente a estas tesis de la exclusividad de una escuela o de la preeminencia decisiva de una, H.
Ritter y M. Heinze se inclinan hacia la concepción de un Filón ecléctico totalmente, sin
preferencias definidas ni tampoco discernimiento suficiente para advertir las contradicciones
entre los conceptos a que echaba mano, según el primero de estos autores. Otros estudiosos
sostienen un eclecticismo circunscripto a determinadas escuelas. E. Zeller sostiene,
juntamente con L. Robin, W. Win-delband y F. H. Colson, que su pensamiento es estoico y
platónico a la par.
Opuesta a todas las tesis anteriores es la de H. A. Wolfson, quien, enfocando a Filón más que
como un producto de las tendencias sincretistas de su época como el punto de partida del
pensamiento medieval, iniciador de una nueva época en la historia de la filosofía, entiende
que no existe entre el pensador judío y las escuelas filosóficas griegas ninguna relación salvo
el hecho de recurrir a la terminología corriente en las distintas escuelas filosóficas griegas
para revestir y expresar de manera inteligible para sus potenciales lectores una doctrina
totalmente ajena al pensamiento griego, de extracción bíblica exclusivamente. La deuda de
Filón respecto de Grecia se limitaría solamente a algo tan accidental y accesorio como el
ropaje externo, no alcanzando a los conceptos, y este ropaje externo lo habría utilizado, según
el mismo Wolfson, sin hacer cuestión de veracidad, congruencia o precisión en cuanto a la
semántica tradicional del léxico empleado, por cuanto lo adaptaba libremente a la realidad de
los nuevos conceptos que manejada, los que, como queda dicho, poco o nada tenían que ver
con los sentidos con que lo empleaban los griegos. El propósito de Filón no habría sido, pues,
demostrar la armonía supuestamente existente entre la doctrina bíblica y las doctrinas
filosóficas profanas, para encuadrar la primera en los moldes racionales de las segundas; sino
probar la inmensa superioridad del saber revelado sobre el alcanzado sólo mediante la humana
inteligencia, y salir por los fueros de su religión frente a los errores del politeísmo pagano o la
incredulidad ateísta.
A las discrepancias señaladas respecto del origen de la deuda o de la originalidad intelectual
de Filón, considerada global-mente, se suman las dispares opiniones con relación a los más
diversos aspectos particulares de su exégesis; de todo lo cual el lector podrá formarse una
exacta apreciación sobre la pluralidad casi polémica de puntos de vista y pareceres en que se
halla al presente la ardua tarea de interpretar la obra filoniana y en especial de determinar sus
entronques conceptuales. En esta utilización, reconocida, salvo que nos adhiriéramos a la tesis
de Wolfson, de elementos conceptuales de la filosofía griega, por lo que se advierte a lo largo
de la lectura de su obra, Filón manifiesta escasa preocupación por manejar con la precisión
técnica requerida las nociones y los términos, y escasa claridad y coherencia cuando expone
ciertas doctrinas filosóficas. Ello prueba que, si bien poseyó una amplísima información,
enciclopédica verdaderamente, adquirida en sus estudios escolares y en sus lecturas privadas,
ello no significaba que poseyera una versación a fondo, lo que se explica porque, como ya
señalé, no fue un filósofo de profesión. Además el hecho de usar esas nociones tan sólo en
función de otra doctrina: la bíblica, y de no adherirse probablemente a un sistema
determinado, lo lleva constantemente a parcelar lo que de otro modo podría haber constituido
un cuerpo claro, ordenado, continuo y coherente de doctrina. Más en momento alguno fue su
propósito organizar un nuevo sistema filosófico original, cosa que, por otra parte, difícilmente
hubiera estado al alcance de sus fuerzas intelectuales y de su preparación filosófica.
Frente a todo ello cabe preguntarse si en la dinámica interna de su obra global y de cada
tratado en particular se advierte un orden que confiera unidad y coherencia a su exposición.
La respuesta es que este orden se da ciertamente, pero no sobre el plan impuesto por un
sistema racional de intelección de la realidad total sino simplemente sobre el esquema ideado
por él para su exégesis bíblica, plan que en gran parte se ajusta al orden de exposición del

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Pentateuco, pero que en otras sigue los dictados de sus propias reflexiones.
A los problemas tocantes a la deuda intelectual de Filón respecto del pensamiento griego se
suman los relativos a sus vínculos con el pensamiento judío tradicional y coetáneo.
Estos vínculos no se limitan, indudablemente, a sus lecturas del texto bíblico y a sus
personales reflexiones y conclusiones sobre él.
La profunda versación que pone de manifiesto al respecto, los pasajes en que atestigua la
existencia de más de una interpretación tradicional sobre ciertas cuestiones y la frecuencia con
que recalca cuan grande era el celo que ponían los de su raza en la interpretación de las
normas de la ley mosaica, no dejan dudas en cuanto a sus contactos doctrinales.
Las fuentes escritas llegadas hasta nosotros, aunque lamentablemente poco abundantes,
confirman que en la interpretación de los conceptos bíblicos, en la apologética doctrinal y en
el proselitismo religioso habíanle precedido otros autores, algunos de ellos alejandrinos
también, de cuya sagacidad e inspiración eran ñuto obras interpretativas, alegatorias, exhor-
tativas, proféticas, apocalípticas, hagiográficas, escatológicas, mecánicas o simplemente
litúrgicas.
Algunos estudiosos entienden que en la lista de trabajos concebidos con fines de divulgación
del pensamiento religioso de] Judaísmo debe incluirse la misma traducción de la Biblia al
pliego, la que se habría llevado a cabo no con el exclusivo fin de hacer accesible su lectura a
los judíos impedidos de hacerlo hasta entonces por su ignorancia de la lengua hebrea, sino
también con el propósito de divulgar primero el Pentateuco y más tarde los restantes libros
sagrados entre los paganos. Los judíos alejandrinos, por lo menos, tuvieron plena conciencia
de la utilidad del texto griego del Pentateuco como instrumento para una exégesis y una
apologética destinadas a ganar adeptos entre los gentiles; y comprendiendo que la mera
lectura de un mensaje extraño para éstos e incomprensible o expuesto a críticas en muchos
pasajes no bastaba, se esforzaron por elaborar una interpretación que obviara ese
inconveniente. Y la traducción de los Setenta se convirtió en el punto de partida de una serie
de trabajos de exégesis y apología, cuyo contenido no nos interesa examinar aquí en detalle.
Entre estas obras figuran los Libros Sibilinos Judíos (o. 140 a. C), la traducción al griego del
Eclesiástico de Jesús ben Sirac (traducido hacia 136 a. C), la Sabiduría de Salomón (s. II o I a.
C), el Cuarto libro de los Macabeos (s. i a. C.-I d. C.) y la Carta de Aristeas (c. 200 a. C).
Este proselitismo judío se basaba en el convencimiento de los hebreos de la diáspora de la
superioridad de su tradición religiosa sobre la filosofía dialéctica de los griegos. Aristóbulo,
autor de los tiempos de Tolomeo IV, llegó a sostener que la escuela peripatética estaba
inspirada en Moisés y en otros profetas. Este mismo autor, en un alegato religioso elevado a
aquel faraón con la intención de aclarar cómo deben entenderse los rasgos antropomórficos
atribuidos a Dios en el Pentateuco, que según él son alegorías, introduce en su exégesis ideas
tales como la trascendencia absoluta del ser divino, la fuerza operante de Dios en sus
creaturas, y la existencia de seres intermedios entre la Divinidad y el mundo, que
posteriormente sostendrá Filón.
El tercer libro de los Oráculos Sibilinos contiene relatos en los que se reducen a la categoría
de simples seres humanos a los dioses y semidioses del paganismo, al modo evhemerista, de
modo de hacer patente la existencia de un solo Dios, que lo es tanto del pueblo judío como de
las demás naciones; y anuncia la futura conversión de estas últimas y el advenimiento del
reino de Dios en la tierra, por obra de un rey mesiánico venido del Oriente, que inaugurará
una era de paz y bonanza.
Dentro de estas pautas se desarrolla toda la literatura judeo-alejandrina, en la que W. Bousset
distingue dos posiciones o corrientes: una apologética, cuyos propósitos eran atraer y
convertir a los gentiles; y otra, polemista, que tendía a combatir los errores del paganismo y
probar la verdad de la religión hebrea. Ambas, empero, tenían un mismo objetivo final: probar
las excelencias de la ley mosaica y propagarla entre los paganos.

15
En Filón se da una síntesis de ambas, pues en su obra sé combinan la explicación y
fundamentación de la ley con la refutación y censura de los errores religiosos de los que la
rechazan o subestiman.
Respecto de la exégesis palestinense con relación a su uso por Filón sólo cabe señalar que
ignoramos si Filón tuvo acceso a ella, ya que ignoramos si conocía hebreo y/o arameo o si
pudo hacerlo por otra vía, como traducciones o maestros bilingües. Nada tendría de extraño
que los sacerdotes judíos de Alejandría dominaran aquellas lenguas e incluyeran en sus
enseñanzas ideas recogidas en fuentes palestinenses.
El hecho de que Filón omita toda mención a la doctrina de los esenios al hablar de ellos
expresamente en dos extensos pasajes de sus obras es sumamente sugerente y nos hace pensar
que la ignoraba. Pero, como señala Danielou, bien pudo deberse su silencio a razones de
discrepancias de puntos de vista, como en el caso de las ideas escatológicas de los esenios,
que él no compartía; y a razones de prudencia, por cuanto el cerrado nacionalismo que se
advierte en los escritos esenios, no resultaría tema merecedor de divulgación para un judío si
no obsecuente por lo menos conforme con la situación de su raza en el concierto del Imperio
Romano; y porque, además, consideraría que las perspectivas apocalípticas pregonadas por
ellos más que atraer alejarían a los espíritus paganos.
En suma, que en el estado actual de las investigaciones filonianas es imposible determinar con
certeza o siquiera aproximación si los intérpretes palestinos aportaron o no ideas y soluciones
a las cuestiones que abordó Filón en su exégesis.

EL MÉTODO ALEGÓRICO

Para Filón, como para nosotros, resultaba obvio que de la inteligencia literal del texto bíblico
surgen conclusiones y datos absolutamente incompatibles con lo que atestiguan la experiencia
y el sentido común. Sólo que esas contradicciones, tocantes al plano cosmológico y al
antropológico por igual, proceden para nosotros de los actuales conocimientos científicos
normalmente, y para Filón, en cambio, surgían de supuestas contradicciones internas del
contexto mismo de los libros sagrados entendidos literalmente. Un ejemplo es el caso de los
días de la creación, seis según el relato bíblico, cuyo número mal pudo calcularse o medirse,
según él, por cuanto el sol, mediante cuya diaria trayectoria se hace tal cosa, fue creado en el
curso del proceso creador, en el cuarto "día" exactamente. Otras veces las razones a que echa
mano para probar lo inexacto o absurdo de ciertas afirmaciones del autor sagrado, tomadas
litterali sensu, son más subjetivas aún que la ya expuesta. En todo caso, para él resulta
sobradamente claro que, a menos de exponerse a confesar que buena parte del Pentateuco está
vacía de todo sentido coherente, es preciso reconocer la existencia de un mensaje o
simbolismo subyacente tras la significación aparente; y admitir también la posibilidad de
captarlo mediante los recursos interpretativos del método alegórico, posibilidad que sólo
podría cuestionarse so pena de aceptar que el mensaje divino se halla viciado de falta de
inteligibilidad en buena parte y destinado a resultar parcialmente ineficaz.
Esto sin perjuicio de reconocer que numerosos pasajes pueden Ser entendidos literalmente y
que otros admiten una doble interpretación, la literal y la alegórica, de modo que, al margen
de las conclusiones registradas en el plano de la alegoría, la parte narrativa o histórica,
textualmente entendida, sirva como memorial de pautas sobre la recta conducta (historia
didáctica), y la parte dispositiva contenga prescripciones y prohibiciones que deben ser
observadas al pie de la letra. De todos modos, su preferencia, si no excluyente sí decisiva, se
advierte en las frecuentes reservas con que encara la interpretación literal y sus absurdas
conclusiones. Al respecto son muy ilustrativos pasajes como los que se repiten en Sobre las
habituales intrigas de lo peor contra lo mejor desde 13 hasta el final.
El alegorismo consiste en exponer, el que forja la alegoría, y en descubrir, el que la interpreta,

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una idea o sentido abstracto, no de manera directa y abierta, sino a través de una imagen
concreta, que en el caso de la comunicación oral o escrita es el sentido literal do las
expresiones. Tras ese sentido literal subyace, hábil o tal vez torpemente sugerido, fácil de des-
entrañar o rebelde a la exégesis, el simbolismo, cuya captación, reservada a la inteligencia, no
a los sentidos, según afirma Filón, persigue el cultor del método alegórico de interpretación.
Este se aplica a su tarea leyendo entre líneas, atando cabos, desentrañando metáforas,
recurriendo a paralelismos, hilvanando conjeturas verosímiles y sobre todo tratando de hallar,
mal le pese al sentido literal, pautas que permitan demostrar la coincidencia de los ocultos
sentidos con ciertos principios preconcebidos, en el caso de Filón las "verdades" contenidas
en la sagrada legislación, los que iluminan la obscuridad inicial que supone la esencia misma
de lo alegórico, tornando claro lo que sin ese punto de referencia resultaría caótico e
indescifrable.
Este camino, en el que paradójicamente el punto de partida se confunde así con el de llegada,
vale decir, en el que Filón desde un comienzo tiene presentes, y se ajusta a ellos, los con-
ceptos que quiere fundamentar y que lógicamente deberían ser las conclusiones de su
exégesis, se reduce, en consecuencia, en la mayoría de los casos a encontrar los supuestos
eslabones que encadenarían al sentido literal contenido en el texto y el sentido oculto que se le
atribuye de antemano. De ello resulta que tal género de interpretación o renuncia a toda
diagramación coherente o se torna arbitraría al ser determinada más por las predisposiciones
mentales del intérprete que por evidencias surgidas del examen de las palabras del texto.
Estas son las limitaciones que se pueden echar en cara, conforme con nuestro modo de
entender las cosas en nuestra época, a los antiguos alegoristas como Filón, pero tales
objeciones no regían para los intelectuales ni para el gran público de la antigüedad, los que
hallaban perfectamente legítimo el procedimiento por aberrante que pueda parecemos.
Por otra parte, los "cánones de la alegoría", a los que Filón se refiere repetidas veces, eran
sumamente amplios y elásticos, lo suficiente como para permitir enfoques y apreciaciones
particulares, totalmente subjetivas y discordantes entre sí. Filón, por ejemplo, cita a menudo
más de una interpretación tradicional a propósito de ciertos pasajes; y él mismo olvida la
explicación dada en determinada parte de su exégesis y desarrolla una distinta al volver a
considerar en otro lugar, el mismo contexto bíblico. En esta diversidad interpretativa incidían
sobre todo los ya mentados presupuestos doctrinarios de cada intérprete o escuela.
El método alegórico de exégesis no fue, por supuesto, descubrimiento de Filón. El empleo de
tal procedimiento, que entronca con la visión mítica del universo y perdura a través de varios
siglos de investigación racional, era general en el mundo griego; y aunque cultivado de un
modo especial por la escuela estoica, ninguna de las otras corrientes de pensamiento filosófico
renunciaba a competir con ella en el empeño por descubrir mediante los elásticos carriles de la
interpretación alegórica las marcas probatorias de que sus respectivas doctrinas se hallaban
alegóricamente expresadas en las teogonias, cosmogonías y demás relatos y descripciones de
la poesía épica.
De los dos tipos de alegoría empleados por el estoicismo: la alegoría física, en la que las
fuerzas de la naturaleza aparecen simbolizadas por los dioses; y la alegoría ética, según la cual
los dioses personifican virtudes o facultades del alma, el exégeta judío, como bien señala
Leisegang, aunque emplea ambas, hace un uso mucho más frecuente de este último. El
vestido del sumo sacerdote, por ejemplo, simboliza según él el universo y sus partes, y Adán
es símbolo de la inteligencia, en tanto que Eva lo es de la sensibilidad.
Una tercera modalidad alegórica es la que encierra y descubre los simbolismos o sentidos
ocultos en las conexiones etimológicas de las palabras o en las demás características formales
y semánticas de las expresiones, modalidad que hallaría seguramente un inmejorable campo
de cultivo en aquel ambiente intelectual de Alejandría, tan inclinado a las investigaciones
filológicas; y que, como el lector comprobará, fue una de las preferidas de Filón.

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Entre los judíos de la época helenística anteriores a Filón la interpretación alegórica fue
cultivada también, aunque en mucho más moderada escala. Cierto es que el mismo Filón
afirma que entre sus connacionales existían cuatro escuelas o modalidades interpretativas, y
que una de ellas era la de los alegoristas; y además asegura que dos de las restantes, los
esenios y los terapeutas, dultivaban también la alegoría; pero fuera del ya mencionado
Aristóbulo, quien, para probar que no deben entenderse literalmente los pasajes bíblicos en
que se atribuyen rasgos antropomórficos a la Divinidad, recurre a la interpretación alegórica,
no han llegado a nosotros testimonios que prueben un empleo generalizado de ese
procedimiento entre los exégetas y apologistas hebreos de Alejandría. Por otra parte, la
escuela rabínica de intérpretes palestinos se circunscribe a la explicación literal de la ley
exclusivamente, de modo que no puede hablarse de una influencia sobre Filón en lo que hace
al empleo del método alegórico, aun en el supuesto caso de que, conociendo la lengua hebrea,
hubiera podido leerlos.
En cuanto a sus afirmaciones en el sentido de que tanto la secta de los esenios como la
comunidad de los terapeutas cultivaron dicho procedimiento, cabe decir respecto de los pri-
meros que la veracidad del dato de que en sus asambleas sabáticas se instruían con la lectura
de la ley interpretada alegóricamente ha sido puesta en tela de juicio considerándola algunos
una mera idealización adscripta por Filón al género de vida de estos cenobitas, a los que
admiraba sobremanera. Esta noticia, juntamente con las de otras particularidades de la
ascética esenia, no vuelve a mencionarse fuera del pasaje de Todo hombre bueno es libre, ni
en la Apología de los judíos, donde trata el mismo asunto, ni en los pasajes de Flavio Josefo
en que éste da noticias de los esenios. De modo que aquélla es la única referencia que
poseemos respecto del cultivo del alegorismo por éstos.
A los terapeutas de Egipto les atribuye una larga tradición en ello, e insiste en que la norma
era aplicada permanente y sistemáticamente, pero carecemos de otros testimonios que lo
confirmen. La proximidad de esta comunidad a Alejandría nos hace pensar que conocía bien
sus costumbres, pero nada prueba que no idealizaba, y como en el caso de los esenios subsiste
la duda sobre sí unos y otros cultivaban realmente ese tipo de exégesis.
Pese a estas dudas, lo concreto es que el método fue cultivado en el seno del judaísmo desde
mucho tiempo antes de Filón. Lo atestiguan, por una parte, el análisis de la obra de autores
que le precedieron, y por otra, sus propias afirmaciones en ese sentido, sobre todo cuando
asegura, especialmente en el tratado Sobre Abraham que muchas de las interpretaciones que
expone o fundamenta no son de su propia inventiva sino legadas por una tradición exegética
de ese género.
Lo que sí es dable afirmar, dentro de los límites y reservas a que nos obliga la escasez de
fuentes con la secuela de dudas que ella trae aparejada, es que, fuera cual fuera la influencia
recibida, Filón aparece como un cultor sin paralelos del método alegórico, no pudiendo
equiparársele en este aspecto ninguno de los de su raza que le precedieron en la exégesis y la
apología de la tradición mosaica. Y lo fue por la amplitud con que aplicó dicha técnica
hermenéutica y por el cometido que le asignó, que no es ya el de explicar determinados as-
pectos de la religión judía o desvirtuar ciertas interpretaciones literales consideradas absurdas,
sino desentrañar el contexto total de las relaciones entre Dios y el hombre.

LA COSMOVISIÓN FILONIANA

Aunque la exégesis filoniana es fundamentalmente de orden ético-religioso, sus conclusiones


morales y cultuales encuadran en un contexto intelectual que tiene por base o telón de fondo
una cosmovisión (entendido el término en el moderno sentido de visión global de toda
realidad, no en la acepción más restringida con que tal vez lo entendería Filón de panorama
del cosmos físico, al margen de otras realidades superiores a él). Esta cosmovisión está

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forjada a base de un complejo de nociones reveladas contenidas en los libros sagrados y de
otras aprendidas en sus estudios filosóficos. En cambio no tienen parte en ella, por lo menos
no hace referencia alguna a los mismos, los conocimientos científicos, tan desarrollados en la
Alejandría de entonces, que con Aristarco de Samos habían alcanzado a la concepción
heliocéntrica del mundo, entre otros avances.
Esa cosmovisión no aparece expuesta de manera ordenada, sistemática y continua, sino a
medida que la lectura del texto bíblico le sugiere el tratamiento de sus diversos puntos, y
siempre en función de sus fines éticos y cultuales. Y esa misma dispersión y la intención
centrada en otro orden de problemas llevan aparejado un marcado descuido respecto de la
precisión de los conceptos y de la debida concordancia entre afirmaciones expuestas en
distintos lugares a propósito de los mismos o de distintos aspectos.
Convendrá, sin embargo, advertir que el hecho de no entrar en su plan la mera teorización o
utilización de teorías ajenas con el exclusivo propósito de exponer doctrinas cosmológicas no
justifica su indiferencia en la materia, por cuanto no se trata de un simple tema accesorio sino
de una pieza fundamental en el esquema de su exégesis, ya que, como se ha señalado en otro
lugar, tanto el plan divino o mundo de las formas ejemplares, como el mundo sensible, réplica
material de aquél, constituyen no un escenario cósmico cualquiera, sino dos versiones
paralelas de la gran cosmópolis diagramada y regida según las mismas normas contenidas en
la codificación mosaica, es decir, según las leyes de la naturaleza, y por ello cabía esperar un
tratamiento tan cuidadoso como el aplicado al resto de su exégesis. Pero el caso es que
tampoco se advierte tal preocupación en el resto.
El esquema general de la cosmovisión filoniana es tripartito: Dios-los intermediarios-el
mundo ¦ sensible. En torno de estos tres órdenes de realidades se agrupan los-restantes
conceptos, conceptos que en todos los casos encuadran en el orden de las causas primeras y
nunca incursionan en el plano de las leyes físicas, salvo alguna que otra descripción ocasional
de fenómenos naturales. Las causas segundas no atraen su atención por cuanto no cree hallar
en ellas símbolos de conceptos religiosos y morales.
Aunque en principio se adscribe Filón al dualismo platónico, que se opone a la concepción
unitaria de la realidad del estoicismo, se aparta de aquél al no aceptar la inmanencia del ser
supremo; y al concebirlo totalmente trascendente y ajeno a las otras realidades, de la
bipartición del platonismo pasa a una tripartición acorde con lo que le sugiere su inter-
pretación de los libros sagrados. El ser supremo, en efecto, que en el platonismo no es sino la
cúspide de la pirámide de los demás seres, la "idea" primera, el bien sumo, en otras palabras,
un integrante más, aunque superlativo, del mundo de las formas ejemplares, se torna en Filón
una entidad al margen de las otras dos categorías, con lo cual pone a buen resguardo la.
noción de trascendencia divina, claramente deducible de la doctrina revelada.
El punto de partida de la tripartición filoniana debe buscarse en el problema del origen del
mal y del contacto, imposible en su opinión, de Dios con éste, que requieren la intervención
de intermediarios, ya que ni dicho origen puede atribuirse a la acción divina, ni cabe pensar en
que lo imperfecto y corruptible esté directamente vinculado a la Divinidad.
La explicación platónica no satisfacía, por supuesto, a un pensador que se negaba a aceptar la
relatividad de la existencia del mundo sensible y la vaga fórmula de la "participación" como
explicación de sus características. De la fuente bíblica surgía claramente la realidad absoluta
de aquél y la definida naturaleza del proceso creador.
El platonismo, forzado a explicar la semirrealidad del mundo sensible, no halla otra salida
para descargar de culpa y cargo al demiurgo que alegar que la perfección original o teórica de
este cosmos (que no podía ser sino perfecto dado que su origen está en la bondad del ser
supremo y es copia de las perfectas formas ejemplares) se ve menoscabada, concretamente li-
mitada, porque su receptividad de perfección está condicionada por la limitada medida del
espacio que lo contiene. El espacio sería, pues, una causa segunda, y también lo sería el hecho

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de que el ente sensible participa por igual del ser (origen de perfección) y del no ser (causa de
imperfección); y ambos a la par, espacio y no ser, resultarían ser los responsables del mal en
general, y del mal moral en particular, mal cuyo origen no sería otro que el contacto del alma
con la materialidad corpórea, de perfección limitada como todo lo sensible.
Estas sutilezas metafísicas no parecieron a Filón compatibles con los conceptos acerca de la
acción creadora divina y con el origen del mal que sugiere la narración bíblica en la tradición
relativa a los primeros padres del género humano. De ésta se desprende que Dios, movido por
su bondad, tras concebir el logos o plan paradigmático del mundo sensible, vale decir, el
mundo do las "ideas" o formas ejemplares, puso personalmente manos a la obra y en seis días
o etapas, que simbólicamente no expresan períodos de tiempo sino el orden numérico impreso
en la creación, según Filón, forjó el mundo» sensible. Pero en el sexto introdujo una creatura
especial, destinada a gobernar la tierra y gozar de los dones de ella. Esta creatura, el hombre,
tenía una particularidad esencial que la diferenciaba de las restantes: su capacidad para ser
sujeto del bien y del mal moral. Y en este punto clave de toda la cuestión el texto bíblico
acude en ayuda del exégeta proporcionándole la fórmula que desvincula a Dios de toda
intervención en la creación de esta creatura y por ende en el origen del' mal; como que, sí
hasta el momento el texto sagrado había empleado el singular para describir las sucesivas
creaciones, ahora por primera vez pluraliza y pone en boca del creador la expresión:
"Hagamos al hombre". Ello le sugiere o confirma a Filón la idea de que Dios ha echado mano
a colaboradores, y en esta ocasión de un modo especial, tanto que la circunstancia es
mencionada expresamente, a los que habrá de atribuirse el origen de la creatura capaz de optar
entre el bien y el mal moral, atributo negado a las demás, a las perfectas porque están
destinadas forzosamente al bien, y las irracionales: porque carecen de capacidad de opción
consciente.
Agregúese que de la letra del relato del Génesis y de la cronología de los hechos se desprende
claramente la preexistencia divina y su total independencia de todo vínculo con las creaturas
en cuanto a su esencia (el derivado de su acción y el problema que ello trae aparejado se
tratará más adelante), y se habrán señalado los conceptos básicos, extraídos del relato sagrado,
en que se fundamenta el esquema tripartito de Filón: Dios-intermediarios o mundo de los
seres aprehensibles por la inteligencia-mundo de los seres sensibles.
Pero cuando del plano cosmológico o teórico se vuelcan estas ideas en el plano ético-cultural,
el esquema se modifica, sin abandonar la tripartición. Porque, mientras en el esquema cos-
mológico el alma humana aparece integrada en el mundo sensible, como parte constitutiva
que es de una las creaturas de éste; en el enfoque moral, en cambio, independizada ya del
complejo cuerpo-alma, con una independencia que desborda el mero análisis metodológico,
aparece aislada como el Otro extremo o polo de la escala que desciende desde la Divinidad,
diagramada de la siguiente manera: Dios-intermediarios (incluido el mundo sensible)-alma.
El mundo sensible aparece así integrado entre los intermediarios, como se señalará más
adelante.
Sobre este eje giran las relaciones del hombre con Dios y en él protagoniza la creatura
humana el drama de la lucha moral y la aventura de su aproximación a Dios a través del saber
relativo a las cosas divinas y las rectas acciones, incluidas las prácticas rituales.
El papel de los intermediarios es distinto. Todos ellos, incluido el mundo sensible, tienen
asignado, aparte de un cometido cultural respecto de Dios, una misión consistente en ser
instrumento de la Divinidad en la creación.
En las páginas que siguen se tratará de señalar los rasgos y cometidos fundamentales que
asigna Filón a los seres de esa escala, así como su jerarquía dentro de la misma, previa
advertencia, reiterando lo ya expresado en otras ocasiones, de que no siempre será posible
definir nítidamente lo que piensa el exégeta sobre cada uno de ellos.

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DIOS

Aunque en ciertos pasajes lo concibe al modo platónico, es decir, como idéntico a la "idea"
suprema o forma ejemplar del bien, situándolo así en la misma escala de los demás seres
arquetípicos, de los que sólo lo separa la jerarquía suprema que se le asigna; en otros afirma
su total trascendencia y absoluta diferencia respecto del resto de los seres, al asegurar que es
"mejor que el bien", "anterior a la unidad" (ente supremo ésta según los neopitagóricos).
Califícalo además de ápoios = sin cualidades, lo que podría significar simplemente que no se
le pueden atribuir rasgos propios de las creaturas en general, o que, como opinan otros, es
totalmente ajeno a la condición corpórea. Las maneras más frecuentes de designarlo son tó ón
= el que es o el ser por excelencia, y kyríos hó théós = Señor Dios.
En su vinculación con las creaturas Dios aparece como la inteligencia y el alma del universo,
y aunque está fuera del tiempo y del espacio, todo lo penetra y lo llena. Es el creador y el
padre, arconte universal cuya providencia compara Filón con la función del gobernante, el
piloto, el auriga, o el general; y gobierna el mundo con la solicitud con que un padre cuida a
su hijo y un artista o artesano sus creaciones.
Al concebir la obra y la providencia divina en el universo en general y respecto del hombre en
particular, conforme con la doctrina mosaica, atribuye Filón a la Divinidad características que
aparentemente contradicen la concepción de él como ser absoluto y desvinculado
cualitativamente de todo lo creado. Esta antinomia tendría su explicación, según Brehier, a la
luz de las dos perspectivas desde las cuales enfoca Filón separadamente, y sin preocuparse por
superarla, el problema del ser supremo: la perspectiva que tomando a Dios mismo por centro
de la interpretación nos lleva a concebirlo como un ser situado a infinita distancia de todo otro
ser, imaginándolo inmutable, inmóvil e inoperante porque todo lo que implique cambio
repugna a su perfección y plenitud; y la que tiene como origen el alma humana, la que lo
siente próximo, operante y revestido de sus propias cualidades, en grado superlativo sí pero
compartidas al fin y al cabo.
En cuanto al papel de la Divinidad en su operación creadora del universo, la absoluta
desvinculación de la esencia divina respecto del mundo sensible y los demás seres excluye del
pensamiento filoniano la idea de que el proceso consistiera en una mera derivación o
evolución de su divina esencia, como cabe concebirlo si se identifica a ésta con la forma
ejemplar primera o con la sustancia primitiva.
Dios aparece en la exégesis filoniana como el artífice ajeno a la materia con la que configura
el mundo sensible. En esta materia, preexistente eternamente, inanimada e inmóvil de por sí,
según la concebían los estoicos, mezcla confusa de los cuatro elementos, el demiurgo
universal introduce el orden (cosmos), separando y aislando los elementos opuestos en aras de
la armonía cósmica, con lo cual se ponen de manifiesto las naturalezas de los seres
particulares. El móvil de la acción creadora divina no es la necesidad sino la bondad de Dios,
que lo inclinó a desear la mejor de las dos alternativas: orden o desorden.
Es en realidad difícil, si no imposible, determinar si tienen razón los estudiosos que afirman
que de ciertos pasajes de Filón se desprende que también la materia amorfa, preexistente antes
de su ordenación por Dios, fue creada previamente ex nihilo por éste. A ser cierta esta
interpretación, Dios sería a la vez potetes y ktistés, es decir, creador en el sentido de productor
de algo a partir de la nada, y demiourgós u operario que elabora una obra con materiales ya
existentes.
El mundo sensible no es copia o imitación de Dios, sino réplica de un modelo mental creado
por él ex profeso. Este mundo inmaterial, aprehensible sólo por la inteligencia, sí fue
producido de la nada.
En la creación y en la providencia se manifiesta la acción Divina respecto de sus creaturas. En
la dirección opuesta el hombre puede aproximarse a él por la vía ascética que le permita

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desvincularse de las cosas sensibles y remontarse intelectualmente hacia él. Dios se complace
en las manifestaciones culturales del hombre y le ha concedido la posibilidad de aprehender,
si no su esencia, que eso está más allá de las fuerzas de la humana inteligencia, sí su
existencia. Esto lo logra el hombre sabio a partir de la experiencia sobre las cosas que
perciben sus sentidos pero superándolas y saliendo de sí mismo para elevarse, después de
trasponer todos los grados de la creación, hasta las regiones etéreas, desde donde podrá atisbar
la realidad del ser por excelencia.

LOS INTERMEDIARIOS

EL LOGOS

La concepción del logos, punto capital de la exégesis de Filón no es coherente ni unitaria. En


ella se conjugan ideas griegas y judías de las más diversas concepciones doctrinales. Brehier
señala a propósito del logos filoniano que éste resume características sumamente heterogéneas
determinables según varios puntos de vista.
En la concepción básica del logos se advierten tres caracterizaciones, que corresponden a
igual número de funciones y proceden de otras tantas escuelas filosóficas. Con los estoicos,
entiende Filón que se trata de un principio universal, lazo o nexo entre todos los seres
sensibles, que, extendido por todas partes, continuo e indivisible, dirige el mundo como un
piloto, uniendo y manteniendo la cohesión de sus partes e impidiendo su dispersión en el
vacío.
De Heráclito toma la idea del logos divisor, agente de la armonía del mundo, que situado
como barrera entre los contrarios, evita que se mezclen y confundan perdiendo su
individualidad, es decir, los rasgos distintivos que determinan la naturaleza de las cosas. El
logos es, pues, el pacificador que evita que las fuerzas antagónicas de las que está constituido
el universo rompan el equilibrio y se destruyan.
Con la idea del logos divisor supera Filón la doctrina estoica sobre la conflagración universal,
que supone la precariedad del equilibrio existente. El exégeta judío entiende que la eterna
estabilidad de ese equilibrio está asegurada por la acción del logos divisor, quien ni permite
que se altere el orden jerárquico de los demás seres ni tolera la confusión y la mezcla.
Finalmente, sigue a Platón en cuanto a concebir al logos como una forma ejemplar o "idea",
perfecta e idéntica siempre a sí misma, y a partir de esa concepción lo presenta como el
modelo mental o ideal de este mundo sensible, paradigma concebido por Dios, compuesto por
todas las formas ejemplares, vale decir, como pensamiento divino puro. De modo que el
logos, así enfocado, no es sino el pensamiento de Dios en su operación creadora.
Dé esta triple caracterización, que aparentemente no dejaría lugar para la acción divina, ya
que erige al logos en causa de la existencia de los seres, pasa en otros lugares Filón u definirlo
como ser intermediario o instrumento de la Divinidad, y entonces hace patentes sus
diferencias en el modo de concebirlo con respecto a los filósofos griegos. Ante todo el logos
no es el ser supremo como el logos estoico (ratio universalis) o el pitagórico (mónada), sino
un subordinado suyo, inferior a Dios pero superior a todos los demás seres.
Para ubicar al logos funcionalmente abandona Filón la unicidad causal del estoicismo y
recurre al esquema aristotélico, dentro del cual él logos resulta ser la causa instrumental. Co-
mo instrumento de la Divinidad el logos, concebido a la manera de Heráclito como separador
o divisor, sustituye a Dios, del que sólo puede proceder el bien, en una función que for-
zosamente supone el contacto con el mal, ya que bien y mal son polos correlativos y
necesarios en cada pareja de contrarios. Filón no advierte aquí la contradicción entre el
concepto de logos como el modelo sumo de la virtud y esta doctrina, que lo supone origen de
los seres en los que se da la combinación del bien y del mal. En realidad, al desvincular a la

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Divinidad de todo contacto con éste, no ha hecho sino transferir el problema al plano del
logos, en el cual se vuelven a enfrentar las dos ideas antagónicas: un ente que en principio
sólo puede ser origen de bien pero que en la realidad de las cosas resulta ser principio del mal
también.
Una pregunta que se plantea constantemente el lector de Filón al seguir sus caracterizaciones
del logos es si, en suma, se trata de un ente concreto, distinto de Dios, o si es simplemente un
contenido mental de la divinidad, una inherencia de ella sin autonomía existencial. Enfocado
el asunto en el plano puramente lógico resulta prácticamente imposible dar una respuesta
categórica, ya que en determinados pasajes parece tratarse de lo primero y en otros uno se
inclina a pensar en lo segundo. Pero si se examina el problema desde la perspectiva del
conocimiento y el culto o servicio de Dios, se aprecia con nitidez la autonomía que le atribuye
y la jerarquía que le corresponde, pues aparece como una meta claramente distinta e inferior
respecto de aquél.
Ocurre, en efecto, que el logos, en primer lugar, y hombres sabios como Moisés, alcanzan la
relación directa con la meta suprema: Dios mismo; mientras que aquellos que, aunque en-
vueltos todavía en los vínculos con las cosas sensibles, realizan progresos en orden a la virtud,
alcanzan la visión del logos y le rinden culto a él; y los que aún no han iniciado la marcha por
el camino de la virtud no sobrepasan el conocimiento de las cosas sensibles, conocimiento que
puede ser el punto de partida para el alma dispuesta a elevarse hacia las contemplaciones
superiores, pero que supone o constituye un estado de impiedad si se lo tiene por meta
definitiva, desconociéndose la existencia de lo inmaterial y rindiéndose culto a la materia
como si ésta fuese la causa del mundo.
El logos es además la palabra de Dios, palabra que es revelada al hombre piadoso y
conservada en su espíritu. Existe un logos interior (lógos endiathetós) consistente en
pensamientos encerrados en la intimidad del alma, y un logos exterior (lógos prophorikós),
que es el pensamiento expresado por la palabra. El logos divino revelado al sabio es el
conjunto de pensamientos filosóficos impresos en ella. Estos pensamientos más las plegarias
que ellos le inspiran constituyen el culto divino. Y mediante el logos pronunciado el sabio
puede a su vez trasmitir a otros las doctrinas relativas a Dios y al culto del supremo ser.
También en este sentido de palabra divina o pensamiento del sabio el logos divino es un
intermediario, de inferior jerarquía que Dios, por cuanto conforme con el pensamiento
extendido entre los antiguos acerca del papel de la palabra (pensamiento según el cual el signo
verbal no es arbitrario, sino copia, aunque imperfecta de las cosas), el logos divino es una
copia imperfecta de Dios, como una sombra de Dios mismo; y alcanzar el logos divino es
llegar a un punto más alto en el avance hacia el conocimiento de Dios. Todos los hombres
imperfectos deben recorrer las etapas hacia el conocimiento de la divina existencia llevados
de la mano del logos de Dios, el que instruye en las fórmulas de la verdadera sabiduría y de la
virtud preparando para la ulterior visión de aquél. Para la palabra, aun la divina, es inferior,
como vía de conocimiento, a la visión misma, en la misma medida en que el oído es inferior
respecto de la vista.

LOS OTROS INTERMEDIARIOS

Además del logos de Dios Filón menciona otros intermediarios entre el ser supremo y las
creaturas mortales. Aunque casi todas las cualidades y funciones que atribuye a estos seres las
atribuye también al logos, sin embargo recalca que se trata de seres distintos y tiende a fijar
una jerarquía o escala descendente a partir del ser supremo. Así en Problemas relativos al
Éxodo II, 68 establece el siguiente orden jerárquico: 1) el ser más antiguo que la unidad y la
mónada, 2) el logos de ese ser, sustancia generativa de los seres, 3) la potencia llamada Dios,
potencia operativa, creadora y ordenadora, 4) la potencia llamada Señor o potencia real (de

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rey), mediante la cual el demiurgo gobierna al mundo (ambas potencias proceden del logos
como de una fuente), 5) la potencia llamada Benefactora, potencia propicia procedente de la
potencia operativa, 6) la potencia llamada Castigadora, potencia legislativa, procedente de la
potencia real, 7) el principio (arkhé), en el que está simbolizado el mundo de los entes
aprehensibles por la inteligencia o formas ejemplares.
En la lista en cuestión no aparecen mencionados otros intermediarios tales como la Sabiduría
y el "Hombre de Dios", que en los desarrollos se consideran en particular. ¿Se debe la
omisión al propósito de Filón de encuadrarlos en el número siete o son para él idénticos
algunos seres excluidos y otros incluidos? Brehier sustenta esta última opinión apoyándose en
que la mirionimia o multinominación es familiar a Filón, que en ello se respalda en una larga
tradición de la mitología.

LA SABIDURÍA (SOPHÍA) DIVINA

Las contradicciones, reales o aparentes, en que incurre Filón a propósito de los otros seres de
su cosmovisión se multiplican en el caso de la sophía divina. Esta, por otra parte, presenta
muchos rasgos comunes con el logos, prácticamente todas las características atribuidas a éste,
excepto la de palabra o revelación divina impresa en el interior del alma del sabio. El resto, es
decir, todo cuanto atañe al papel de creador y conservador del universo, conviene igualmente
a la sabiduría de Dios, a estar a lo que sobre ella afirma el exégeta. Es, como el logos, divisora
de las cosas y principio y fuente de las virtudes. Al igual que existen un logos celeste y uno
terrestre, este último imitación de aquél, existen una sabiduría divina y una humana, copia
ésta de la primera. Como principio de las virtudes unas veces se identifica coja el logos, en el
carácter de fuente de la virtud genérica, es decir, el bien, virtud que a su vez se proyecta en las
cuatro virtudes específicas; y otras, la sabiduría resulta ser la fuente del logos, al identificarse
a éste con el bien; en tanto que en otros pasajes se afirma que el logos es la fuente de la
sabiduría. De modo que tenemos la siguiente confusión: sabiduría idéntica al logos, fuente del
logos, producto del logos.
Si la vinculación entre la sabiduría y el logos aparece bastante imprecisa, no ocurre otro tanto
con la que une la sabiduría a Dios. Es esposa de él y sin desmedro de su virginidad ha
engendrado, fecundada por la Divinidad, preñada de las divinas simientes, el mundo sensible.
Esta concepción de una tríada y una hierogamia es reflejo de las descripciones mitológicas en
el pensamiento de Filón, a las que aporta un elemento propio del orfismo: la virginidad de la
esposa madre.
Por otra parte, la sabiduría aparece también como hija de Dios, y carente de madre, como
Atenea la hija de Zeus.

EL ESPÍRITU (PNEÜMA)

Los estoicos atribuían al aire o soplo (pneüma) la condición de principio de la vida. Filón
halla una confirmación de ello en las palabras del Génesis: "El soplo de Dios flotaba sobre
las-aguas", que han de entenderse, según él, en el sentido de que el agua, de por sí inerte, es
portadora de vida en la medida en que el aire está presente en ella.
En el ser humano el alma es pneüma, ya que constituye el principio vital que se agrega al
principio de cohesión que el cuerpo posee por sí mismo como componente del mundo creado.
Reconoce Filón, de acuerdo con la doctrina estoica, que-el alma está compuesta por siete
partes: los cinco sentidos, el órgano de la fonación y el de la función seminal, siendo esta
alma, común al hombre y a los demás seres animados; y que aparte de esta existe un alma
racional, el hegemonikón o principio dominante, cuya sustancia es el aliento o soplo, en tanto
que de la primera lo es la sangre. Pero se aparta del estoicismo al considerar que el pneüma

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del alma humana no es simple aire en movimiento sino una inspiración, marca o impresión
procedente de un divino poder, al que Moisés llama "imagen". Este divino soplo es un don de
Dios, que el alma por sí jamás podría lograr, consistente en una inspiración infundida por la
Divinidad mediante la cual procura a aquélla una noción del ser divino. El soplo es, pues, un
intermediario más entre Dios y los hombres, gracias al cual Dios, al infundírselo, suple la
impotencia de la creatura humana para elevarse hacia él.
Este soplo no llega a todas las almas con la misma frecuencia e intensidad. A nadie,
ciertamente, le es negado un mínimo, suficiente para que todo hombre alcance alguna noción
del ser divino, sin lo cual no sería justo pedirle cuenta de sus errores y faltas, va que carecería
del conocimiento del bien para evitar el mal. Pero sólo el "hombre de Dios" recibe esta
inspiración en toda la plenitud de su fuerza y tensión. Al hombre terrestre, en cambio, el
hecho de que la carne y la constante transformación de las cosas humanas impida que el di-
vino soplo subsista perpetuamente en él, no le permite recibirlo sino parcial y precariamente.
En cambio, en las almas incorpóreas, como los astros, inteligencias puras, y los ángeles, no se
da obstáculo alguno para que el divino espíritu se establezca definitivamente. Meta in-
dispensable para el hombre que aspira a alcanzar la perpetuación de la divina presencia en su
alma es desvincularse definitivamente de todas las preocupaciones que nacen de las exi-
gencias del cuerpo.

LAS POTENCIAS DIVINAS

De las consideraciones que expone Filón en los numerosos pasajes en los que se refiere a las
potencias divinas no surge nítidamente, como tampoco ocurre en el caso del logos, si se trata,
como interpretan algunos estudiosos, de seres distintos de Dios mismo, intermediarios entre él
y el alma del hombre, destinados a salvar el abismo existente entre la condición trascendente
de Dios y el cosmos sensible, o si se trata de meros atributos inherentes a la esencia divina,
integrados en ella y sólo analizables intelectualmente por la imperfecta aprehensión propia de
la inteligencia humana, que es incapaz de representarse la naturaleza divina sino parcelada en
fragmentos. A la primera interpretación se opone el hecho de que en numerosas ocasiones
Filón presenta a Dios operando directamente sobre sus creaturas, sin que advierta en esas
ocasiones la inconsecuencia entre tales afirmaciones y la tesis de la trascendencia divina y de
la imposibilidad de contacto suyo alguno con lo imperfecto. En tal tesitura las potencias
divinas no serían sino poderes divinos, que la Divinidad aplica a sus diversas operaciones.
Para Brehier la presencia de las potencias divinas en la escala de los intermediarios se explica
recurriendo una vez más a una explicación en función del propósito esencial de la exégesis
filoniana de mostrar la senda ascendente de las almas en su camino hacia Dios y los grados de
aproximación que les es dado alcanzar según la medida de los progresos y las cualidades
innatas de cada hombre. Y así como algunas almas, no pudiendo alcanzar una aproximación a
Dios mismo, se detienen en el conocimiento del logos divino, otras, menos dotadas y
ejercitadas aún, deben contentarse con llegar al conocimiento de las potencias de Dios,
ubicadas en la escala en un grado de jerarquía inferior al del logos.
El éxtasis, que es el conocimiento de Dios en su unidad misma, es una vivencia espiritual que
sólo excepcionalmente es posible alcanzar a seres como los hombres, atados a las
imperfecciones de la irracionalidad, pero para todos está abierta la posibilidad de acceder al
culto del ser por excelencia a través del conocimiento de los seres creados. Por esa vía se van
captando aspectos de la Divinidad, que en este caso no son otros que sus potencias. Con esta
doctrina Filón preserva además la noción de la unidad divina frente a la aparentemente
contradictoria concepción de su naturaleza como operante, supervisora, conservadora y
gobernante a la vez, que pareciera parcelarla, y la preserva porque para el pensamiento del
hombre esas potencias aparecen no como meros atributos suyos sino como seres

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esencialmente diferentes de él, depositarios de la pluralidad operativa. Por otra parte, en el
orden de las mismas potencias existe una jerarquía ascendente: potencia punitiva, que veda el
mal, potencia legisladora, que prescribe el bien; potencia auxiliadora, potencia real o
gobernante, potencia creadora. El alma va creciendo en perfecciones parciales a medida que
llega al conocimiento de cada una de ellas y toma conciencia de los aspectos del ser divino
que cada una representa. Después del conocimiento de la más alta, la creadora, puede pasar al
conocimiento del logos.
Por otra parte, como se advierte, las funciones asignadas a las potencias divinas
separadamente son idénticas a varias de las funciones asignadas al logos en otros pasajes de la
exégesis.

LOS ÁNGELES O MENSAJEROS

Al igual que el cielo está poblado por los "dioses visibles", inteligencias puras, llamados
astros, la tierra por los animales terrestres y el hombre, y las aguas de los mares y los ríos por
los seres acuáticos; el aire, porción del cosmos que se extiende desde la esfera lunar hasta la
superficie de la tierra, lo está, según Filón, por almas incorpóreas llamadas ángeles o
mensajeros. El hecho de que no sean visibles no prueba su inexistencia, como tampoco prueba
la del alma humana la imposibilidad de captarla sensorialmente. Además, siendo precisamente
el aire el elemento que confiere la vida a los seres animados, resultaría absurdo que a su vez
no contuviera creaturas vivientes. De estas almas, como en la escala de la visión de Jacob,
unas descienden hasta unirse a cuerpos terrestres, otras se desprenden de ellos al cabo del
tiempo de permanencia fijado por la naturaleza, algunas para volver posteriormente a
descender y unirse a otro cuerpo impulsadas por su apego a la existencia terrenal; otras para
escapar definitivamente de la prisión corpórea convencidas de lo mísero de la condición
terrenal. En ello consistiría el proceso de los nacimientos y las muertes de los mortales.
Pero, aparte de éstas existe un tercer grupo: el de las que, poseyendo una condición más
próxima a Dios, jamás apetecen las cosas de la tierra y están consagradas entera y perpe-
tuamente al servicio de él, sirviéndole como mensajeros. Los filósofos griegos la llaman
dáimones, la Escritura las denomina ángeloi (ángeles) = mensajeros, porque angéllousi =
comunican o anuncien, a los hombres las divinas revelaciones y mensajes, y a Dios las
humanas necesidades.
Los ángeles, pues, son almas ajenas a todo cuerpo y a la irracionalidad, que habitan la región
aérea sublunar, siendo aprehensibles sólo por la inteligencia.
Como los otros intermediarios, cumplen la función de superar el vacío de contactos existente
entre Dios y las creaturas. No pudiendo él manifestarse sino a seres incorpóreos, requiere su
ministerio. Entre sus cometidos figura el de aplicar castigos y el de proteger a los hombres del
mal.
Frecuentemente toman apariencia humana, y entonces su figura es de belleza incomparable y
luminosidad suma.

EL MUNDO DE LAS FORMAS EJEMPLARES (IDÉAI)

Más allá del mundo sensible, que aprehenden nuestros sentidos, existe otro, modelo y causa
ejemplar del primero, al que sólo tiene acceso el alma humana a través de la aprehensión o
intuición intelectual. Tal como los sentidos reciben la impresión de las cosas sensibles, la
inteligencia capta las del mundo de las formas ejemplares o "ideas" en el sentido platónico.
En él penetra, dejando atrás la realidad material, y en él se compenetra e identifica con la
realidad incorpórea hasta convertirla en su propia y verdadera morada eterna. Pero el acceso
está reservado sólo a los hombres que, en vida aún, han desvinculado totalmente sus almas de

26
los lazos del cuerpo. El resto de la raza humana, inmerso como está en el orden de las cosas
sensibles, no puede contemplarlo ni asimilarlo.
Tal mundo está poblado por inteligencias puras, ajenas a toda materia, llamadas formas
ejemplares, porque son modelos de las cosas sensibles. En esta concepción se advierte un casi
exacto paralelismo con el mundo de las ideas de Platón, pero Filón proyecta el dualismo
platónico hacia el plano moral y establece entre el mundo de las formas ejemplares y el
mundo sensible la misma relación que separa lo sagrado de lo profano, asignando al primero
la santidad o sacralidad superlativa y al segundo la modesta santidad que le acuerda, pese a
sus imperfecciones, la condición de intermediario entre Dios y el alma en el orden ascético.
A diferencia de Platón, que considera a las "ideas" como existencias independientes del
demiurgo o creador, Filón las localiza en la inteligencia divina, y las hace consistir en el plan
divino para la ordenación del mundo. Es decir, son puro pensamiento de Dios.

EL "HOMBRE DE DIOS"

Apoyado en la circunstancia de que el Génesis ofrece dos versiones o relatos distintos,


atribuidos hoy a distintos autores, acerca de la creación del hombre, Filón distingue dos
creaturas humanas: el hombre creado "a imagen de Dios" y el fabricado de tierra.
De uno y otro el exégeta judío presenta dos descripciones distintas en las dos ocasiones en
que se ocupa de ellos, es decir, en los comienzos de Sobre la creación del mundo y al prin-
cipio de la Interpretación alegórica.
En la primera el "hombre de Dios" es identificado con la inteligencia del hombre, que, como
guía del alma, ocupa en el microcosmos humano la posición propia de Dios en el ma-
crocosmos. Pero, a continuación se nos ofrece una concepción distinta, pues, al caracterizar
ahora al hombre fabricado de tierra como una creatura de naturaleza sensible, cualitativa,
compuesta de cuerpo y alma, masculino o femenino, lo opone al Filón "hombre de Dios",
descrito como una forma ejemplar, como un género, carente de determinaciones específicas
tales como la masculinidad o la feminidad, como un sello aprehensible solo intelectualmente,
incorpóreo e incorruptible. Como se advierte en' este paralelo, el hombre hecho según la
imagen de Dios ya no es presentado como la inteligencia o elemento superior del alma
humana, sino como la forma ejemplar o paradigma de los hombres terrestres.
Esta segunda noción es la que se repite en Interpretación Alegórica, es decir, en la segunda
descripción, donde el "hombre de Dios" figura entre los intermediarios, y es caracterizado
como una imagen o copia del logos, tal como éste es, a su vez, una imagen o copia de Dios.
Aquí ya no aparece la oposición hombre de Dios-hombre terrestre como la oposición entre la
inteligencia y el compuesto humano total, o también la existente entre la forma ejemplar
genérica y abstracta y el hombre concreto e individual; sino como la que se da entre la
inteligencia totalmente ajena a la materia, que inspirada por Dios tiene acceso a la sabiduría, y
aquella inteligencia que existe en el hombre terreno, inferior y obligada a escoger su
inmortalidad o la muerte según opte por la senda del bien o la del mal. Vale decir, no sólo no
se identifica al hombre forjado según la imagen de Dios con la inteligencia humana, como en
la primera descripción, sino se expresa claramente que es otra inteligencia distinta e
independiente del complejo humano.

EL MUNDO SENSIBLE Y LA CREATURA HUMANA

Las ideas cosmológicas de Filón, por no estar expuestas en un cuerpo compacto de


explicaciones, deben extraerse de la lectura de los numerosos pasajes de su exégesis en los
que toca puntos vinculados con el mundo sensible. Ellas responden en general a los conceptos
estoicos sobre el universo. La mutua solidaridad de las partes del mundo, el juego de ten-

27
siones y relajamientos como origen de los seres, el papel de la héxis como factor de
consistencia o cohesión, la mezcla de los cuatro elementos primarios, son, entre otras muchas,
nociones tomadas de la cosmología estoica, con la que sólo discrepa en cuanto a la posibilidad
de la conflagración universal o retorno de la naturaleza, actualmente diversificada en seres
particulares, al estado o elemento ígneo, origen y meta de todo, según los estoicos. Filón sólo
acepta la existencia de catástrofes parciales o locales, señales de la ira divina.
Dentro del mundo sensible ocupan el lugar preferente las esferas celestes, pobladas de astros,
a los que, a imitación de Platón, llama "dioses visibles", los que son concebidos como seres
vivientes y racionales. Y el nivel más bajo y a la vez cosmocéntrico corresponde a la tierra, a
la que rodea la región sublunar.
En la tierra reside el hombre, creatura vinculada por el elemento rector del alma, en lo que
ésta contiene de logos o racionalidad, a las naturalezas superiores de los intermediarios y de
Dios mismo"; pero adscrito a la materialidad, al mal y a la muerte a causa del elemento
corpóreo que lo ata a la realidad sensible.
El alma humana es dividida en la mayoría de los pasajes que la describen en una parte
racional o inteligencia, y en otra irracional compuesta a su vez por siete partes: la generativa,'
la elocutiva y los cinco sentidos, entre los cuales intenta Filón establecer una jerarquía, en la
que ocupan los lugares superiores los dos sentidos llamados filosóficos por cuanto es-
pecialmente a través de ellos se tiene acceso al saber: la vista primero y el oído en segundo
lugar.
Inteligencia y sensación concurren al conocimiento de las cosas sensibles, siendo los sentidos
las atalayas abiertas al mundo exterior y la inteligencia la encargada de integrar las sen-
saciones en complejos nocionales.
El mundo corpóreo no tiene la razón de su existencia ni de su configuración. Filón combate
las doctrinas según las cuales el mundo sensible se explica por sí mismo, sin que se requiera
postular la existencia de una causa suprema, distinta del orden cósmico aprehensible por los
sentidos, con lo que eliminan tanto a Dios como al logos divino y a los restantes interme-
diarios.
Con todo, el mundo sensible posee una porción de poder divino: el que le confiere su
condición de intermediario entre Dios y el alma humana. A la realidad aprehensible por la in-
teligencia exclusivamente se agrega así la realidad captable por los sentidos en la escala de la
marcha ascensional del alma; hacia Dios. Existe, pues, un culto al mundo sensible, pero un
culto concebido como una etapa más en la superación ascética, no uno que haga del mundo
físico el objeto supremo, de la veneración del hombre.
El mundo sensible es un gran templo, cuyo sancta sanctorum es el cielo; las ofrendas, los
astros; y los ministros del culto, los ángeles.
Es, además, concebido como un ente inteligente, filosófico o sabio, destinado a una eterna
felicidad, encabezador de una escala cósmica de seres perfectos, en la que en orden
descendente le siguen el cielo, los astros, los ángeles y los hombres virtuosos.
Dos cometidos fundamentales asigna Filón también al mundo sensible: el castigo de la
impiedad, materializado en catástrofes naturales, en la existencia de animales feroces y
ponzoñosos y en los demás flagelos que persiguen a los impíos; y el beneficiar a la especie
humana proporcionándole los medios de abrigo y subsistencia, a lo que concurren por igual
los. cuatro elementos y las creaturas que los habitan.
Finalmente, el mundo sensible es definido como la polis universal, según la concepción
estoica, la gran cosmópolis, regida por las leyes perfectas de la naturaleza, leyes no mera-
mente mecánicas sino fuentes de moralidad.
Y tanto, que toda la legislación humana o se adecua a esas normas impresas en la creación o
se condena a la imperfección y el error. Moisés ha tenido presente esa legislación cósmica al
redactar su legislación humana y de ello procede, así como de la inspiración divina, la

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perfección de su código. Ajustándose estrictamente a las normas de la naturaleza, y
consecuentemente a las de Moisés, que son la versión exacta, de aquellas en la polis del
pueblo elegido, el hombre se torna cosmopolita o ciudadano del mundo. Tal es la meta del
hombre sabio, quien halla su heredad en esa polis ajena al mal y a los vicios, al ajustar su
conducta a las leyes del cosmos.

LAS METAS DE FILÓN Y LOS ALCANCES DE SU ÉTICA

La mayor y principal parte de la obra de Filón es de carácter exegético, y sus esfuerzos


intelectuales, excepción hecha de los consagrados a componer sus tratados estrictamente
filosóficos o alegatos a favor de su raza, van encaminados a exponer ante la inteligencia de
sus lectores los principios por los que se deben regir los hombres en sus relaciones con Dios,
es decir, a hacer accesibles a sus connacionales y a los hombres de otras razas las normas
éticas contenidas en el Pentateuco y convencerlos de la obligación de ponerlas en práctica. Su
objetivo final es, pues, de carácter moral y cultural. Como metas intermedias o instrumentales,
conducentes al logro de aquél, su discurrir persigue dejar en claro otras dos verdades: la total
conformidad existente entre las leyes de sus ancestros y las leyes de la naturaleza, y la
armonía y complementación que vinculaban las doctrinas contenidas en los libros sagrados y
la filosofía griega, vinculación tan estrecha, que resultaba posible trasvasar aquéllas a los
esquemas y nomenclaturas de ésta.
Con lo primero buscaba demostrar la superioridad de la legislación mosaica respecto de las
convenciones legales de las demás comunidades humanas, en especial de las póleis griegas;
tanto más imperfectas cuanto más lejos resultaban hallarse del código de la cosmópolis o polis
universal. En lo segundo perseguía dos logros: uno, revestir las doctrinas y principios de su
religión con el ropaje de los conceptos, teorías y terminologías propias de ciertas escuelas
filosóficas, a fin de hacer accesible a los gentiles, y también a ciertos judíos hiperhelenizados,
los argumentos en que se fundaban la verdad y superioridad de las leyes, creencias y
costumbres judías; y el otro, dotar al legado religioso de su nación de una jerarquía intelectual
comparable a la de la sabiduría griega, al probar que no sólo no había oposición entre uno y
otra, sino existía en muchísimos puntos una armoniosa correspondencia, siendo las más de las
diferencias meras resultantes de dos maneras distintas de presentar las cosas, no de
concebirlas.
Pero esencialmente su propósito se centra en un proselitismo de orden ético religioso
tendiente a inculcar el convencimiento de la necesidad y ventajas de vivir según las normas
reveladas por Dios al legislador del pueblo hebreo.
Sentado este concepto de que el tema fundamental de la exégesis filoniana es la interpretación
de la legislación mosaica con miras a inferir a partir de ella el canon de normas éticas
recomendable a todo hombre, cabe preguntarse si la meta perseguida fue de orden práctico,
vale decir, si su propósito era proporcionar las bases jurídicas para forjar una sociedad real
conformada según ese modelo moral, o si sólo se trataba de señalar una meta ideal, abstracta,
ajena a las realidades alcanzables por la humanidad, y reservada, en todo caso, a algunos
escasos espíritus selectos, a los hombres sabios y justos, sobre cuya escasez insiste más de
una vez en el curso de sus reflexiones.
No entraré a examinar los muchos argumentos en pro de una y otra posibilidad y me limitaré a
las consideraciones más importantes.
La primera hipótesis choca con graves objeciones.
La vigencia universal de las normas éticas propuestas hubiera equivalido al acatamiento de la
ley mosaica por el mundo pagano, hecho que supondría la llegada del pueblo judío al ejercicio
de la hegemonía o arbitraje indiscutido sobre la ecúmene, única vía para llegar a la
universalización de las normas por las que hasta el presente se regía el judaísmo

29
exclusivamente. Esta consideración es la que tienen presente casi todos los estudiosos
modernos que han considerado este punto para inferir la imposibilidad de que tal haya sido la
intención de Filón. El acceso a esa necesaria hegemonía supondría la acción de un poder
mesiánico que invirtiera las situaciones y, sacando a la nación hebrea de su condición de pue-
blo sometido al poder romano, la convirtiera en dominadora del mundo. Pero en ninguna parte
de la obra del exégeta se hace referencia a una intervención mesiánica, al menos a una
revestida de los atributos guerreros capaces de llegar a buen término una rebelión victoriosa.
Es más, Filón parece descartar completamente esa posibilidad cuando, al tenor de lo de "Dad
a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César", afirma que el judío de la diáspora
debe ser celoso cumplidor de las leyes profanas vigentes en el lugar donde reside y atenerse
en cuanto a sus deberes religiosos a las normas de sus ancestros.
En suma, que lo que Filón tuvo en vista en su exégesis fue señalar una meta ideal, reservada
para algunas almas clarividentes; meta de perfección que ni siquiera a la masa del pueblo
judío le era dable alcanzar, como bien lo testimoniaban, por otra parte, las pasadas
prevaricaciones y las frecuentes calamidades desatadas por Yahvé sobre él a título de castigo.
El más categórico entre los sostenedores de este punto de vista es Heinemann, quien llega a
afirmar la total intrascendencia de la moral filoniana en el plano humano, y que se trata tan
sólo de un canon teórico, fruto del empeño de Filón por constatar la vigencia de los principios
de la legislación mosaica en el esquema cósmico. Se trataría, pues, de una empresa puramente
intelectual, apologética, sin fines prácticos si por tales se entiende perseguir una vigencia
efectiva de las normas ético-legales que postulaba como perfectas y necesarias. Opuestos a
este temperamento, otros autores sostienen el parecer de que las miras de Filón estaban
puestas en objetivos no totalmente desprovistos de practicidad. Por de pronto, se ha intentado
probar que no se trataba de un puro intelectual atraído exclusivamente por las especulaciones
abstractas, sino de un pensador profundamente versado en materia de legislación positiva,
experto en cuestiones concretas de jurisprudencia, con una experiencia adquirida en contacto
con un tribunal judío que se supone funcionaba en el seno de la comunidad hebrea de
Alejandría. La objeción antes señalada, basada en la ausencia de toda referencia al tema
mesiánico pierde consistencia si se reflexiona con Gfroerer que los vaticinios y esperanzas
mesiánicas se hallan expresados en los libros proféticos exclusivamente, y como Filón
concentra su exégesis en los escritos atribuidos a Moisés, no pudo hallar en ellos ocasión para
tratar la cuestión. A lo cual podría responderse que la ocasión se la brindaban ampliamente
sus propios desarrollos dialécticos, que, por supuesto, invitaban a aclarar algo sobre la -
eventual vigencia de los principios que sustentaba y sobre las vías para lograrla, aunque de
ello nada dijera Moisés.
Por otra parte, alegan continuando con la fundamentación de su tesis, es imposible concebir
que Filón viviera ajeno a las esperanzas mesiánicas compartidas por todos o la mayoría de los
de su nación y de tan larga tradición en el seno del pueblo judío. La razón de su silencio al
respecto no se hallaría, pues, en su indiferencia o escepticismo frente a la posibilidad de una
redención terrenal mesiánica, sino al convencimiento de que su concreción era por demás
improbable en un futuro inmediato por lo menos, si bien en ciertos pasajes no parece desechar
un futuro más o menos remoto de bonanza, paz y vigencia de la virtud en el género humano.
Tal vez mediaron para ese silencio razones de prudencia, justificadas por el contexto político
del mundo de entonces, el que daba pie para fustigar las costumbres del mundo pagano pero
no para correr el albur de desatar las iras de Roma con la publicidad de perspectivas
inmediatas que podrían dar a su obra el carácter de alegato revolucionario.
Como se advierte, ambas hipótesis, la del carácter puramente abstracto e ideal de la ética de
Filón, y la que sostiene los alcances prácticos de sus especulaciones legales, se fundan en
supuestos y conjeturas más o menos atendibles. No obstante ello, en el estado actual de la
cuestión es imposible definirse categóricamente en pro de una u otra o al menos superar las

30
numerosas objeciones e interrogantes que ambas dejan pendientes.

ADVERTENCIAS SOBRE LA PRESENTE TRADUCCIÓN

La traducción de las obras de Filón de Alejandría que hoy se da a luz, la primera que
posibilitará al lector hispanohablante la lectura completa de los tratados del autor hebreo en
nuestra lengua, ha sido hecha a partir del texto griego de la edición bilingüe de Colson,
Whitaker y Marcus, la que adopta en general el establecido en de Cohn y Wendlad. La
edición Colson agrega a los diez volúmenes que contienen las obras de Filón conservadas en
griego, otros dos con la traducción inglesa de los tratados vertidos al armenio y conservados
exclusivamente en esa lengua, descubiertos en Lamberg en 1791. Estos dos volúmenes,
traducidos al español de la versión inglesa, completan la presente edición española.
La imposibilidad material de ofrecer una edición bilingüe complica considerablemente las
cosas desde el punto de vista de la traducción. El lector deberá, ante la circunstancia apuntada,
atenerse exclusivamente al texto español en un tipo de pensamiento en el que los matices
semánticos resultan en muchos casos harto difíciles cuando no imposibles de reproducir con
aceptable aproximación, o bien porque los términos españoles a los que es dable echar mano
evocan unas veces tan sólo parcial o vagamente las connotaciones originales, y otras se
prestan al equívoco por los sentidos que les ha ido adosando el curso de los siglos; o bien en
muchísimos casos porque Filón emplea juegos de palabras acústicamente captables sólo en su
lengua en que fueron concebidos; o bien, finalmente, porque las incursiones etimológicas a las
que Filón es tan afecto, concebidas en el contexto de aquella etimología de los antiguos, en la
que, como lúcidamente acotó Voltaire, "las vocales no cuentan y las consonantes cuentan
poco", tornan por demás engorroso reproducir en nuestra lengua la fuerza dialéctica que el
autor volcó en muchísimas expresiones apoyándose exclusivamente en reales o supuestos
entronques etimológicos.
De allí las numerosas notas, algunas reiteradas frecuentemente, que no tendrían razón de ser o
parecerían demasiado elementales y hasta triviales en una edición erudita o bilingüe.
En cuanto a las pautas a que he procurado ajustar la traslación del texto griego al español,
merecen destacarse las siguientes: reproducir con mayor fidelidad posible el sentido original,
exponer los pensamientos de la manera más clara que era dable, respetar los requerimientos
estilísticos de la lengua española y procurar la mayor adecuación posible de la expresión al
nivel, por fuerza limitado, de preparación filosófica del lector corriente.
Para lograrlo he tenido presente sobre todo que lo que corresponde traducir no son las
palabras aisladamente sino contextos, y que entre los sentidos y los sintagmas que los con-
tienen en una determinada lengua no existe una relación necesaria, siendo posible por lo tanto
trasvasarlos a otra con plena libertad para la elección de las estructuras sintácticas más
apropiadas a la índole de ella.
Si no siempre el resultado ha correspondido a este propósito de satisfacer las cuatro
exigencias arriba señaladas, ello se ha debido en parte a lo limitado de mis fuerzas y en parte a
las mismas trabas resultantes del carácter de los tratados.
La ya destacada dificultad de hallar los términos españoles precisos para una cabal
reproducción de los sentidos de los vocablos griegos hubiera sido tal vez relativamente fácil
de superar recurriendo a tecnicismos filosóficos, que en muchos casos no son sino palabras de
uso corriente sacadas de sus acepciones habituales y circunscriptas a nociones cuya
comprensión escaparía a la intelección del lector no erudito. En estos casos, para no echar en
saco roto la cuarta de las pautas propuestas para esta traducción, he optado por desechar esos
vocablos técnicos o técnicamente entendidos, y traducir mediante otros, tal vez menos
precisos o más unilaterales semánticamente hablando pero más al alcance del lector común.
Así, por ejemplo, el término noetós, literalmente: inteligible, aparece normalmente traducido

31
por aprehensible por la inteligencia. Podrá objetarse que filosóficamente connota algo más
que una mera realidad fuera del alcance de los sentidos, pese á que la teoría platónica que
acuñó el término parte de un planteo netamente gnoseológico. Lo cierto es que traduciéndolo
por inteligible hubiera cortado el nudo gordiano de la dificultad. Pero el lector corriente, de
acuerdo en ello con la Academia Española de la Lengua, hubiera entendido simplemente algo
así como que se puede entender (sin importar por qué vía), salvo que, advertido por alguna
nota de pie de página, tuviera permanentemente presente el sentido técnico, cosa por demás
engorrosa, a mi juicio, teniendo en cuenta que no se trata de un caso único. Otras veces, sin
embargo, la elección de vocablos no ha implicado, entiendo, menoscabo alguno en las
connotaciones. Tal el caso de idea, término tomado del platonismo que al cabo de más de dos
milenios de manipuleo idiomático dista mucho de evocar, fuera de aquel contexto filosófico
que lo forjó, el concepto original de ente inmerso en un mundo ajeno al universo cambiante e
imperfecto en que vivimos. He preferido, en vez del vocablo español idea con el que
corrientemente se lo traduce en los tratados de filosofía y de historia de la filosofía, la fórmula
forma ejemplar, que excluye toda corporeidad en la de "forma" y recalca la condición
paradigmática propia de las "ideas" modelos del platonismo, a las que se refiere Filón aunque
atribuyéndoles, por otra parte, características que difieren sustancialmente de las que les
atribuyó Platón.
Distinta es la situación que se presenta a propósito de ciertas voces griegas para las que no
existe equivalente alguno en español o sólo podrían hallarse equivalencias parciales. En estas
contingencias he optado, según las conveniencias de cada caso, o bien por la transliteración
del término griego o bien por el empleo de una traducción totalmente "libre" explicada en una
nota.
E! ejemplo más importante de la primera de estas dos soluciones lo tenemos en el caso del
vocablo lógos, cuya traducción no ofrece dificultades cuando Filón lo emplea con una
acepción específica determinada, pero que no tiene equivalente en las lenguas modernas
cuando es usado, como ocurre frecuentemente en Filón, con el complejo sentido con que lo
emplearon el platonismo y el estoicismo o simplemente con la acepción bipolar de
pensamiento-palabra. El tecnicismo "verbo" arrastra al lector común hacia las dominios de la
gramática (cfr. "En el principio era el Verbo") y entiendo que la transliteración logos debe
imponerse definitivamente.
De la otra alternativa es un ejemplo la voz griega enkyklios, literalmente: circular, en la
expresión enkyklios paidéia, que designa el conjunto de estudios que precedían al de la filo-
sofía y que abarcaban todo el saber prefilosófico de entonces. Siguiendo la sugerencia de
Marrou, he traducido la expresión por cultura general o estudios de la cultura general, la que
encierra una clara referencia al carácter no especializado de dichos estudios, por oposición a
los superiores y reservados a círculos más selectos.
Otras veces, en fin, razones estilísticas me han hecho preferir una versión a otra. Así, me ha
parecido poco castizo traducir Kyrios ho theós por Dios Señor o el Señor Dios o Dios el
Señor, he preferido hacerlo por Dios Soberano, en la que, amén de conservarse intactas las
connotaciones, la relativa adjetivación de Kyrios no excluye el paralelismo con que evi-
dentemente usa Filón la expresión refiriéndose a los dos atributos o potencias supremas del
ser divino: el de creador como Dios y el de juez como Señor.
En otro orden de cosas es de advertir lo siguiente. Al lector hispanohablante le llamará la
atención, y aún le chocará dados sus hábitos gramaticales, que en ciertos razonamientos o
descripciones hable Filón del simbólico matrimonio en el que la inteligencia es el esposo y
los sentidos o el conjunto de ellos la esposa, y que recalque reiteradamente la masculinidad de
la primera y la feminidad de los segundos. Se trata, por supuesto, de meras contingencias
gramaticales, en las que muy probablemente Filón creyó hallar más o menos veladas suge-
rencias, dada su tendencia a extraer conclusiones de hechos puramente lingüísticos. El hecho

32
es que en griego sí hay coincidencia entre el género gramatical de el noüs (= inteligencia) y su
condición de esposo y el de la áisthesis (= sentido) y su papel simbólico de esposa; e
igualmente, se dan de manos la lógica y la gramática, en el texto griego, no así en español,
cuando Filón atribuye la maternidad al número siete, la hebdomás, y en otros frecuentes casos
similares.
Estas advertencias acerca de los problemas de la traducción hallan su complemento en otras,
que aunque no se vinculan con ella, servirán para alertar al lector respecto de modalidades de
la dialéctica filoniana que podrían en determinados momentos causarle cierta perplejidad y
aun desorientarlo en cierta medida.
He aquí las más importantes.
La continuidad de tratamiento de los asuntos, si bien en sus líneas generales responde a un
esquema o plan correcta y lógicamente trazado, se desvirtúa no pocas veces desarticulándose
en una sucesión de consideraciones parciales impuestas por la tendencia de Filón a las
acotaciones y digresiones, que frecuentemente se prolongan más allá de lo razonable, de
modo que, cuando exabruptamente las concluye para retornar al punto de partida, el lector,
que tal vez lo ha olvidado ya, debe reubicarse mentalmente en el punto en que la reflexión
había quedado interrumpida. A menudo en el curso, de la digresión aparece otro asunto que el
autor entiende no debe pasarse por alto y la incursión por las consideraciones laterales se
prolonga y ramifica hasta que, dándose ya por plenamente satisfecho o apremiado por la
extensión de las mismas, les da fin, no sin advertir a veces que tratará la cosa con más calma
en otra oportunidad o en algún trabajo especial.
En cuanto a los pasajes bíblicos que Filón reproduce para su exégesis, el lector habrá de tener
en cuenta que lo que en muchos casos podría parecer o error de traducción o simplemente
error de gramática, no es sino efecto de la necesidad de traducir literalmente expresiones que
o bien en la versión de los Setenta o bien en la versión que Filón da, presentan evidentes
errores gramaticales en griego, errores que no ha sido posible evitar reproducir en la
traducción por cuanto ellos son tenidos en cuenta normalmente por el exégeta para sus
interpretaciones.
Otra de sus particularidades es que el mismo pasaje bíblico suele aparecer comentado o
interpretado de distinta manera en lugares u ocasiones diferentes, sin que Filón lo haga pre-
sente ni aclare las razones para el distinto tratamiento.
Y una más: Filón, aunque se ha propuesto explicar las enseñanzas bíblicas mediante el sobrio
estilo de la exposición filosófica, no siempre se sustrae, cosa que por otra parte tampoco
hicieron muchos filósofos de la antigüedad, al deseo de emplear los recursos de la retórica
para poner más énfasis y calor en especial a sus exhortaciones y diatribas. Y no desdeña la
grandilocuencia cuando el asunto le impulsa a magnificar las cosas que le resultan
superlativamente excelentes o deplorables. Por momentos, pues, se torna declamatorio y
solemne. El lector habrá de tenerlo en cuenta para no atribuirle demasiada veracidad o tomar
al pie de la letra ciertas aserciones suyas. Y el curso de la lectura hará además que no resulten
familiares las a menudo ex abruptas arengas o admoniciones en segunda persona con que en
muchos casos matiza el más o menos sobrio curso de sus razonamientos.
En otro orden de cosas, no estará de más, tratándose de la traducción de una obra clásica al
español, insistir en la directa vinculación de la presente con el original griego, a fin de
prevenir acerca del relativo valor de confrontarla con otras traducciones de nuestro autor a
lenguas modernas, ya que, aunque cabe esperar, claro está, una coincidencia de sentido en
general, el punto de referencia para juzgar sus aciertos o imperfecciones ha de ser en todos los
casos el texto griego de la edición Colson citada en la bibliografía.
Finalmente, habiendo sido necesario recurrir a la transliteración de numerosos términos
griegos, especialmente en las notas, para su intelección por el lector común desconocedor del
sonido de la letras griegas, se habrán de tener presentes las siguientes aclaraciones: g ante e, i

33
— gu; kh = k con aspiración; ph = p con aspiración; rh == r inicial; th = t con aspiración; y =
u francesa o ü alemana; el digrama ou = u; y el signo ^ señala un acento circunflejo.
Razones tipográficas me han impedido señalar le cantidad de las vocales e (épsilon y eta) y o
(ómicron y omega), así como acentuar la vocal y, cuando corresponde.

34
BIBLIOGRAFÍA

1) Ediciones principales de; las obras de Filón


Edición Turnebe (1552)

Edición Hoeschel (1613 y 1640)

Edición Th. Mangey (Londres, 1742)

Edición C. E. Richter (Leipzig, 1828-1830)

Edición Holtze (Leipzig, 1893-1901). Comprende también las obras


conservadas en una traducción armenia hallada en Lemberg en 1791 y
traducidas al latín por J. B. Aucher (1822-1826)

Edición L. Cohn, P. Wendland y J. Reiter, con Índices de J. Leisegang (Berlín,


1896-1930)

Edición L. Cohn e I. Heinemann (Breslau, 1909-1929). Con traducción


alemana.

Edición F. H. Colson, G. H. Whitaker y R. Marcus (Londres, 1929-


1953). Con traducción inglesa.

Edición R. Arnaldez, J. Pouilloux y C l. Mondésert (París, 1961. Faltan


aparecer sólo los volúmenes 33, 34 y 35). Con traducción francesa. Entre las
numerosas ediciones de tratados separados merece destacarse: El Brehier,
"Commentaire allégorique des saintes lois" (París, 1909)

2) Estudios
Además de los contenidos en las introducciones de algunas de las ediciones
mencionadas, los principales trabajos sobre Filón y su obra son los siguientes,
citados por orden alfabético de autores.

Belkin, S.: Philo and the Oral Law (Cambridge Mass., 1940)
Bentwich, N.: Philo Judaeus of Alexandria (Philadelphie, 1910)
Billings, Th. H.: The Platonism of Philo Judaeus (Chicago, 1919)
Bousset, W.: Jüdisch-christlicher Schulbetrieb in Alexandria und Rom.
(Berlín, 1915)
Brehier, E.: Les idees phüosophiques et réligieuses de Philon d'Álexandrie
(París, 1950)
— Etudes de philosophie antique (París, 1908)
Daniélou, J.: Philon d'Alexandrie (París, 1958)
Drummond, J.: Philo Judaeus (London, 1888)
Gfroerer, A.: Kriltsche Geschichle des Urchrístentums (Stuttgart, 1831).
Goettsberger, J.: Einleitung in das Alt Testament (Friburg, 1927)
Gregoire, F.: Le Messie chez Fhilon d'AIexandrie (Eph. Theol. Lov.
XII, 1935)
Goodenough, E. R.: An Introduction to Philo Judaeus (New Haven, 1940)

35
— The Polítics of Philo Judaeus (New Haven, 1938)
— By Light Light (New Haven, 1935)
— The Jurisprudence of ihe Jewish Courts in Egypt (New Haven,
1929)
Heinemann, I.: Philons griechishe und jüdische Bildung (Breslau, 1932)
Heinze, M: Die Lehre von Logos in der Griechischen Philosophie (Oldenburg,
1872)
Herriot, E.: Philon le Juif (París, 1898) Juster, J.: Les Juifs dans l'Empire
Romain (París, 1914)
Katz, P.: Philo's Bible (Cambridge, 1950)
Lagrange, M. J.: La lettre de Claude aux Alexandrins. En Rev. Bibl. (1931)
Lewy, H.: Sobria Ebrietas (Giessen, 1920)
Massebieau, L.: Le classement des oeuvres de Philon. En Bibl. de l'Ecole de
Hautes Etudes. Sciences religieuses. Vol. I (París, 1889)
Mitteis, L. y Wucken, V.: Grundzüge und Chrestomathie der Papyruskunde
(Leipzig, 1912)
Ritter, H.: Philo und die Halacha (Leipzig, 1878) Sandmel, S.: Philos Place in
Judaism (Cincinnati, 1956)
Siegried, C: Philo von Alexandria ais Atdeger des Alten Testaments (Iena,
1875)
Stain, E,: Die allegoriche Exegese des Pililos von Alexandrien (Giessen, 1929)
Teherikover, V. : Prolegómeno. En Corpus Papyrorum Judaicorum (Cam-
bridge Mass.. 1957)
Turowski, E.: Die Wiederspiegelug des stoischen Systevis bei Philon von
Alexandreia (Leipzig, 1927)
Vólker, W.: Fortschritt und Vollendung bel Philo von Alexandreia (Leipzig,
1938).
Wendland, P.: Philo und die kynisch-stoische Diatribe (Berlín, 1895)
Wolfson, H. A.: Philo (Cambridge Mass, 1948)

3) Historias de la filosofía griega


Robin, L.: El pensamiento griego y los orígenes del espíritu científico
(Barcelona, 1926)
Windelband, W.: Historia de la filosofía antigua (Buenos Aires, 1955)
Zeller, E.: Die Philosophie der Grlechen (Berlín, 1919-1920)

36
SOBRE LA CREACIÓN DEL MUNDO SEGUN MOISES

(DE OPIFICIO MUNDI)

1. I. Al codificar los demás legisladores las normas consideradas justas por los mismos, unos
lo hicieron en forma desnuda y carente de todo atractivo; en tanto que otros, revistiendo sus
pensamientos con ociosos agregados, confundieron a las multitudes ocultando la verdad tras
el velo de míticas ficciones.

2. En cambio, Moisés, desdeñando una y otra modalidad, la una como irreflexiva, superficial
e indigna de la filosofía, la otra por engañosa y llena de imposturas, compuso para su
legislación un exordio pleno de belleza y magnificencia, evitando tanto el dictar sin
preámbulo alguno los deberes y prohibiciones como el inventar mitos o aprobar los forjados
por otros ante la necesidad de preparar el entendimiento de quienes habrían de regirse por sus
leyes.

3. Su exordio es, como digo, admirable en sumo grado. Consiste en el relato de la creación, y
de él se desprende que entre el mundo y la ley existe una recíproca armonía, y que, de ese
modo, el hombre respetuoso de la ley es ciudadano del mundo, ya que ajusta su conducta a los
dictados de la naturaleza, de conformidad con la cual es regido el mundo entero.

4. Poeta ni prosista alguno podría, por lo tanto, celebrar dignamente la belleza de los
pensamientos contenidos en su relato de la creación, ya que ellos están más allá de nuestra
capacidad de expresarnos y escuchar, siendo demasiado grandes y sublimes para que puedan
adaptarse a las palabras y al oído de mortal alguno.

5. Mas no por ello hemos de callarlos; antes bien, por consideración al amado de Dios,1
habremos de aventuramos aún más allá de nuestra capacidad. Nada de lo que digamos,
procede de nosotros mismos, y solo nos referiremos a unas pocas de las muchas
consideraciones hasta las cuales es dable avanzar a la inteligencia humana impulsada por el
amor y el ansia de sabiduría.
1
Es decir. Moisés.

6. El más pequeño de los sellos recibe al ser modelado las imágenes de cosas de colosales
dimensiones, y cabe pensar que del mismo modo las excelsas hermosuras del relato de la
creación del mundo contenido en la legislación, aunque con su deslumbradora luz turben las
almas de los que las leen, serán puestas de manifiesto a través de los más diminutos trazos.
Pero antes hemos de indicar algo que no cabe pasar en silencio.

7. II. Algunos, efectivamente, admirando más al mundo que al Creador del mundo, han
sostenido que el primero es increado y eterno, y afirmado falsa e impíamente la doctrina de
una inmensa inactividad de Dios; cuando, por el contrario, deberían quedar pasmados ante
Sus poderes como Creador y Padre, y no asignar al mundo una desmedida grandeza.

8. Moisés, en cambio, merced a que alcanzó la cúspide misma de la filosofía y a que fue
profundamente instruido por Divinas revelaciones en los múltiples y más fundamentales
conocimientos relativos a la naturaleza, comprendió que nada hay más necesario en lo
existente que el que exista una causa activa y una pasiva, y que la causa activa es la purísima
e inmaculada Inteligencia del universo, superior a la virtud, superior a la sabiduría, superior al

37
bien y a la belleza misma;

[9.] en tanto que la pasiva, inanimada e inmóvil de por sí, evolucionó, movida, configurada y
vivificada por la Inteligencia, hacia la obra perfectísima que es este mundo. Los que sostienen
que éste es increado no se dan cuenta de que eliminan el más provechoso y necesario de los
incentivos hacia la piedad, vale decir, la providencia.

10. Porque, como lo demuestra la razón, el Padre y Hacedor vela por lo que ha llegado a la
existencia. Un padre, en efecto, procura preservar a los nacidos de él, y un artífice los
productos de su labor, y no escatiman medios para evitarles cuanto hay de funesto y dañoso, a
la vez que anhelan procurarles cuanto les resulta útil y ventajoso. En cambio, ningún vínculo
liga a lo que no ha sido creado con quien no ha creado.

11. Se trata, pues, de una doctrina indigna de sostenerse y trivial, que pretende que este
mundo es semejante a una ciudad anárquica, carente del jefe, arbitro o juez que se encargue
de administrarlo y presidirlo todo.

12. El gran Moisés, por el contrario, comprendiendo que lo inengendrado es de una naturaleza
completamente distinta de cuanto está al alcance de nuestra vista, ya que todo lo perceptible
por los sentidos está sujeto al nacimiento y a cambios y no permanece jamás en el mismo
estado, atribuyó la eternidad a lo invisible y aprehensible por la inteligencia, como algo con-
natural y afín; y asignó a lo perceptible por los sentidos el apropiado nombre de "génesis".2
Siendo, pues, visible, perceptible por los sentidos este mundo, necesariamente se sigue que es
además creado. De allí el acierto de Moisés al describir también la génesis del mismo,
manifestando así la grandiosa majestad de la obra de Dios.
2
O creación, y por lo tanto, mundo de lo no eterno, de lo perecedero.

13. III. Dice que el mundo fue creado en seis días, mas no porque el Hacedor hubiera
menester de una determinada cantidad de días; que Dios puede hacer todas las cosas
simultáneamente, tanto ordenar las obras como concebirlas; sino porque en las cosas creadas
era necesario un orden. El orden, por su parte, involucra número, y de los números, por
imperio de las leyes de la naturaleza, el más vinculado a la generación de seres es el 6. Se
trata, en efecto, del primer número perfecto a contar desde la unidad, y es igual al producto de
sus factores, y, a la vez, a la suma de los mismos,3 siendo el 3 su mitad, el 2 su tercera parte y
el 1 su sexta parte. Y su naturaleza es, por así decir, masculina y femenina, resultado de
combinar la potencia de uno y otro sexo. En las cosas existentes, en efecto, lo impar es
masculino, y lo par femenino; y he aquí que la serie de los números impares comienza por el
3, y la de los pares por el 2, números de los que el 6 es producto.
3
1 + 2 + 3 = 6; y 1 x 2 x 3 = 6.

14. Siendo el mundo la más perfecta de las cosas que adquirieron existencia, preciso era que
fuera conformado de acuerdo con un número perfecto, es decir, el 6; y que, habiendo de
contener en sí a las creaturas nacidas de la unión sexual, recibiera la impresión de un número
mixto, el primero que contiene lo par y lo impar, y encierra la forma ejemplar4 del elemento
masculino inseminador y del femenino receptor de las simientes.
4
Traduzco así al término griego idea, para evitar el equívoco que traería aparejado el
traducirlo por la palabra española idea. "Forma ejemplar" contiene las dos connotaciones que
le atribuye Filón, de conformidad con la doctrina platónica al respecto: forma y modelo.

15. A cada uno de los días asignó Dios una de las porciones del universo mas no incluyó al

38
primero, al que evitó llamar "primero", a fin de quemo fuera enumerado junto con los otros.
Lo llamó, en cambio, "uno" (Gen. I, 15), asignándole así una denominación exacta puesto que
mediante tal nombre reconoce en él y le atribuye expresamente la naturaleza y denominación
do la unidad. IV. Como es imposible enumerar todos los elementos que este número encierra
en sí, hemos de limitarnos a los más que nos sea posible. Como elemento especial encierra al
mundo aprehensible por la inteligencia, según se indica en el tratado acerca de dicho número.

16. Dios, en efecto, como que es Dios, conocía de antemano que ninguna copia hermosa
podría ser producida jamás sino a partir de un modelo hermoso, y que ninguna de las cosas
sensibles podría ser irreprochable si no era hecha como copia de un arquetipo y forma
ejemplar aprehensible por la inteligencia. Y así, habiéndose propuesto crear este mundo
visible, modeló previamente el mundo aprehensible por la inteligencia, a fin de usarlo como
modelo incorpóreo y acabada imagen de la Divinidad en la producción del mundo corpóreo,
creación posterior, copia de una anterior, que había de encerrar tantas clases de objetos
sensibles cuantas de objetos mentales contenía ésta.

17. No es legítimo suponer o decir que el mundo constituido por las formas ejemplares se
halla en un determinado lugar, pero sabremos cómo está constituido si consideramos atenta-
mente cierta imagen tomada de nuestra propia experiencia. Cuando se va a fundar una ciudad
para satisfacer los ambiciosos proyectos de algún rey o gobernante que, apropiándose de un
poder sin límites y a la vez concibiendo brillantes ideas, busca añadir nuevo lustre a su
prosperidad, algún arquitecto experto, tras acudir una y otra vez al lugar y observar sus
ventajas de clima y posición, concibe primero en su mente el plano de casi todas las partes de
la ciudad que se está a punto de fundar: templos, plazas, puertos, depósitos, calles,
emplazamientos de murallas, ubicación de casas y demás edificios públicos.

18. Luego, habiendo recibido en su alma, como en una cera, las imágenes de cada una de
ellas, lleva consigo la representación de una ciudad concebida por la inteligencia; y después
de haber retenido5 esas imágenes mediante su innata capacidad de recordar, e impreso sus
rasgos con más intensidad aún en su inteligencia, comienza, como avezado artífice, con la
vista puesta en el modelo, a construirla con piedras y maderas, cuidando que los objetos
corpóreos sean iguales totalmente a cada una de las incorpóreas formas ejemplares.
5
La mnéme = memoria, es, según Filón la facultad de conservar presentes los recuerdos, a
diferencia de la anamnesis = reminiscencia, que es la capacidad de reactualizarlos tras el
olvido. Ver Interpretación alegórica, III, 93.

19. Pues bien, en lo que a Dios hace hemos de pensar que procedió de manera análoga; que,
resuelto a fundar la gran ciudad,6 concibió primero las características de la misma, y habiendo
conformado mediante ellas un mundo aprehensible por la inteligencia, fue produciendo en
acabada forma también el mundo perceptible por los sentidos, empleando para ello aquél
como modelo.
6
Es decir, el mundo o universo.

20. V. Así, pues, como la ciudad concebida previamente en el espíritu del arquitecto no ocupa
lugar alguno fuera de él, sino se halla impresa en el alma del artífice, de la misma manera el
mundo de las formas ejemplares no puede existir en otro lugar alguno que no sea el logos
Divino, que las forjó con ordenado plan. Porque, ¿qué otro lugar habría apto para recibir y
contener en su pureza o integridad, no digo todas, pero ni siquiera una sola cualquiera de
ellas, aparte de Sus potencias?

39
21. Y una de esas potencias es la creadora del mundo, potencia que tiene por fuente al
verdadero bien. Porque entiendo yo que no andará errado quien desea averiguar la causa por
la que este universo fue creado, si afirma, como, por otra parte, lo afirmó ya uno de los
antiguos, que el Padre y Hacedor del universo es bueno, y que esa bondad hizo que no viera
con malos ojos que participara de Su propia naturaleza excelsa una entidad carente de por sí
de toda hermosura, aunque capaz de convertirse en la totalidad de las cosas.

22. Porque esta entidad era de por sí desordenada, sin cualidades, sin vida, sin semejanzas,
llena de inconsistencia, de desarmonía y de desproporción; pero recibió una transformación,
un cambio hacia las opuestas y más hermosas características, vale decir, orden, cualidad, vida,
semejanza, cohesión, armonía y proporción, o sea, todo cuanto es propio de la forma ejemplar
más excelente.7
7
Platón, Timeo 29 e, donde se lee: "El que ha formado el devenir y el mundo. . . ha querido
que todas las cosas nacieran lo más parecidas a él que fuera posible."

23. VI. Sin intervención de consejero alguno (¿qué otro ser existía aparte de Él?), por Su sola
determinación resolvió Dios que habría de beneficiar con pródigos y valiosos dones a esa
naturaleza, incapaz sin las Divinas larguezas de alcanzar por sí misma bien alguno. Mas no es
en proporción a la grandeza de Su propia bondad como concede Sus beneficios, ya que esa
bondad es infinita e inagotable; sino en la medida de la capacidad de los que son beneficiados.
Porque no es la misma la natural capacidad de Dios para prodigar el bien que la de las
creaturas para recibirlo. Los poderes de Dios sobrepasan toda medida; en tanto que el mundo,
siendo, como es, demasiado débil para recibir tan inmensos dones, hubiera sucumbido si Dios
no hubiera medido y distribuido los mismos en la debida proporción asignando a cada cosa lo
que le correspondía.

24. Si alguien quiere expresarse en forma más simple y directa, bien puede decir que el
mundo aprehensible por la inteligencia no es otra cosa que el logos de Dios entregado ya a la
obra de la creación del mundo: la ciudad concebida por la inteligencia no es, en efecto, sino el
entendimiento del arquitecto en el acto de proyectar la fundación de la ciudad.

25. Ésta es doctrina de Moisés, no mía. Al referirse, por ejemplo, más adelante a la creación
del hombre, reconoce en forma explícita que éste fue modelado "según la imagen de Dios"
(Gen. I, 27). Y si la parte8 es imagen de una imagen, es evidente que también lo es el todo. Y
si este mundo entero perceptible por los sentidos es una copia, mayor que la humana, de la
Divina imagen, es asimismo evidente que ese sello arquetípico que decimos es el mundo
aprehensible por la inteligencia, no puede ser otro que el logos de Dios.
8
La parte, es decir, el hombre.

26. VII. Dice Moisés que "en el principio hizo Dios el cielo y la tierra", pero no atribuye al
término "principio" Un sentido cronológico, como piensan algunos, pues no existía,
ciertamente, el tiempo antes de existir el mundo, sino comenzó juntamente con él o después
de él. El tiempo, en efecto, es un intervalo determinado por el movimiento del mundo, y el
movimiento no podía haber existido antes de existir el objeto móvil, sino debió" aparecer o
posterior o simultáneamente con éste, de lo que por fuerza se sigue que el tiempo es o
coetáneo del mundo o más reciente que él; y osar sostener que es más antiguo que el mundo
carece de base filosófica.

27. Ahora bien, puesto que el término "principio" no está tomado en este caso en sentido
cronológico, bien cabe pensar que lo que indica es el principio en el orden numérico, de tal

40
modo que la expresión "en el principio hizo" equivaldría a "hizo primero el cielo". Y es,
efectivamente, razonable que éste fuera lo primero en llegar a la existencia, ya que es lo más
excelso de la creación y está formado con lo más. puro que existe, pues estaba destinado a ser
la sacratísima mansión de los dioses visibles, perceptibles por los sentidos.9
9
Filón emplea la terminología platónica para designar a los astros. Ver Timeo 40.

28. Aunque el Hacedor creó todas las cosas simultáneamente,. ello no significó menoscabo
alguno para el orden que acompañaba a cuanto llegaba a la existencia. Ellas estaban dotadas
de hermosura, y la belleza no existe en medio del desorden. Ahora bien, el orden es la
sucesión y encadenamiento de determinadas cosas precedentes con otras que vienen después,
encadenamiento que, aunque no se haga patente en las cosas ya acabadas,. existe, sin
embargo, en los designios de sus autores, ya que sólo de ese modo esas cosas podían llegar a
ser hechas con precisión» estables y libres de confusión.

29. En primer lugar, pues, hizo el Hacedor un cielo incorpóreo, una tierra invisible, la forma
ejemplar del aire y la del vacío. Al aire lo llamó "obscuridad", puesto que es negro por
naturaleza; y al vacío "abismo", ya que la inmensa abertura del vacío es precisamente una
gran profundidad. Luego creó la esencia incorpórea del agua y la del aliento vital10 y
finalmente la de un séptimo elemento: la luz, la que, a su vez, fue el incorpóreo modelo, de
naturaleza intelectual, del sol y de todos los luminosos astros que habrían de llegar a existir en
la extensión celeste.
10
Gen. I, 2.

30. VIII. Dignos de especial distinción fueron considerados por Moisés el aliento vital y la
luz; y así, llamó al primero "aliento de Dios" por cuanto el aliento vital es el principio por
excelencia de la vida, y Dios el autor de ésta. De la luz dice que es hermosura sin par.11 Y en
verdad, tanto la luz aprehensible por la inteligencia sobrepasa por su brillo resplandeciente a
la visible, cuanto, a mi parecer, supera el sol a las tinieblas, el día a la noche, y la inteligencia,
que es la parte rectora del alma, toda, a los ojos del cuerpo.
11
Gen. I, 4.

31. Aquella invisible luz aprehensible por la inteligencia adquirió existencia como una imagen
del logos Divino, en quien halla explicación su nacimiento. Trátase de un astro más que
celestial, fuente de los astros perceptibles por los sentidos, al que no estaría desacertado
llamar claridad universal, de la que el sol, la luna, los astros errantes y los fijos reciben las
claridades apropiadas, cada uno según su propia capacidad. Aquella inmaculada y pura
claridad empalidece tan pronto como comienza a transformarse trocándose de luz intelectual
en luz visible, ya que nada de lo que se halla al alcance de nuestros sentidos está libre de
impureza.

32. IX. Correcto es también afirmar que "la obscuridad estaba sobre el abismo" (Gen. I, 2).
Porque, en cierto modo, el aire 12 se halla sobre el vacío, puesto que, descendiendo sobre él,
llena completamente la desértica y vacía región que se extiende desde el ámbito lunar hasta
nosotros.
12
El aire, que es negro, según lo señalado en 29.

33. Después que comenzó a brillar la luz aprehensible por la inteligencia, creada antes que lo
fuera el sol, la enemiga obscuridad retrocedió. Es que Dios, consciente de su recíproca
oposición y connatural hostilidad mutua, estableció entre ellas un muro de separación. Para
evitar que la discordia sobreviniera como resultado de la permanente vecindad de ambas, y la

41
guerra prevaleciera sobre la paz, con lo que hubiera establecido el desorden en el orden
universal, no sólo separó la luz de la obscuridad, sino colocó además en los espacios
intermedios vallas de separación, mediante las cuales retuvo a una y a otra en las partes
extremas. Si hubieran permanecido vecinas, hubieran seguramente engendrado la confusión,
enfrentadas en intensa e incesante lucha por la preeminencia; lo que hubiera ocurrido si
límites erigidos entre ambas no las hubieran separado evitando así la mutua agresión.

34. Estos límites son el ocaso y el alba. Ésta anticipa la buena nueva de que el sol está a punto
de elevarse, a la par que aleja suavemente a la obscuridad; el ocaso sobreviene con la puesta
del sol, recibiendo apaciblemente el compacto avance de la sombra. También a éstos, me
refiero al alba y al ocaso, ha de incluírseles en el orden de los objetos incorpóreos y
aprehensibles por la inteligencia. Nada sensible, en efecto, hay en ellos, siendo, por el
contrario, totalmente formas ejemplares, medidas, figuras y sellos, cosas incorpóreas
destinadas a engendrar otras corpóreas.

35. Una vez que la luz hubo sido creada y la obscuridad se hubo retirado cediéndole lugar, y
quedaron ya fijados como barreras en los intervalos entre ambas el ocaso y el alba, como
lógica consecuencia quedó al punto determinada una medida del tiempo, que el Hacedor
llamó "día"; y no día "primero", sino día "uno", denominación aplicada teniendo presente la
unicidad del mundo aprehensible por la inteligencia, cuya naturaleza está vinculada a la
unidad.

36. X. Hallándose, pues, concluido ya y firmemente fijado en el logos Divino el mundo


incorpóreo, el sensible fue engendrado en su término preciso conforme con el diseño de aquél.
Y de sus partes la más excelsa de todas, la primera que el Hacedor creó fue el cielo, al que
con todo acierto llamó "firmamento",13 como que es corpóreo, y el cuerpo es sólido por
naturaleza ya que se trata de un ente tridimensional. ¿Qué otra noción tenemos de sólido y de
cuerpo sino que es lo que se extiende en todas las direcciones? Con razón, pues, oponiendo al
cielo intelectual e incorpóreo este otro sensible y de aspecto corpóreo, llamó a éste
"firmamento".
13
En griego: steréoma = construcción sólida o firme, firmamento; y stereós = sólido, firme,
por lo que el demiourgós (artesano) al llamarlo así destaca su naturaleza.

37. Un poco más adelante, con toda exactitud y propiedad, lo denominó "cielo", en parte
porque es límite de todas las cosas, y en parte por haber sido la primera de todas las cosas
visibles.14 Al que siguió a su creación lo llama segundo día, con lo que asigna al cielo el
espacio y duración de un día entero, lo que se explica por la jerarquía y dignidad del cielo
entre las cosas sensibles.
14
Disquisición etimológica sin fundamento. Con todo, para los oídos griegos no dejaría de
existir cierto parentesco fonético entre el termino ouranós = cielo, de etimología incierta,
cuyo diagrama inicial ou- pronunciábase como o cerrada o como u tal vez, y las voces hóros =
límite, y horán = ver. Contribuía a borrar las diferencias el hecho de que la aspiración inicial
(h-) ni se pronunciaba ni se escribía en la época helenística.

38. XI. Después de esto, como el agua toda se derramaba sobre la totalidad y penetraba en
todas sus partes, como a través de una esponja saturada de líquido, con lo que la tierra resul-
taba un pantano y un fango profundo, por hallarse ambos elementos entremezclados y
confundidos a modo de amasijo en una única sustancia indiscernible y amorfa, dispuso Dios
que toda el agua salada, que hubiera sido causa de esterilidad para sembrados y árboles, se
concentrase afluyendo desde los intersticios de la tierra toda y ésta apareciese seca, quedando

42
en ella una reserva de agua dulce para su conservación, pues el agua dulce en cantidad
adecuada sirve de elemento de cohesión que une las porciones separadas; para evitar que,
completamente desecada, se convirtiera en estéril e improductiva, y para que, como una
madre, proveyera a los que podríamos llamar sus hijos no de un solo género de alimentos: el
sólido, sino de uno y otro: el sólido y el líquido. Ésa es la causa por la que la tierra contó con
abundantes conductos de agua, semejantes a maternos senos, que, una vez abiertos, habrían de
hacer brotar ríos y fuentes.

39. En no menor cantidad extendió Dios los ocultos "cursos de agua a través de toda la tierra
pingüe y fecunda para que la producción de frutos fuese inagotable. Habiendo ordenado estos
elementos, les asignó nombres, llamando "tierra" a la región seca, y "mar" a la separada de"
ella.

40. XII. El siguiente paso fue organizar la tierra. Mandóle que se cubriera de verduras y
espigas, y produjera toda clase de plantas, ubérrimos prados y todo cuanto habría de servir
para forraje de las bestias y para alimento de los hombres. Además de todo ello produjo todas
las especies de árboles sin omitir ninguna, ni de las silvestres ni de los llamados árboles de
cultivo. Y, contrariamente a lo que ocurre actualmente, todos ellos al comenzar a existir
estaban ya cargados de frutos.

41. Ahora, en efecto, el desarrollo tiene lugar progresivamente en etapas sucesivas, y no


conjuntamente en un momento único. ¿Quién ignora que primero se realiza la siembra y la
plantación, y luego el crecimiento de los sembrados y plantas; las primeras para hacer que las
raíces se extiendan hacia abajo a modo de basamento, y el segundo mientras se elevan y
desarrollan hacia lo alto los tallos y troncos? Siguen luego la germinación y los brotes de las
hojas, y finalmente la producción del fruto. Y aquí se repite el proceso: el fruto no ha llegado
a su pleno desarrollo, sino está sujeto a toda suerte de cambios, unos cuantitativos, es decir, de
tamaño; otros cualitativos, o sea, en la variedad de aspecto. En efecto, al nacer el fruto se
asemeja a indivisibles copos, apenas visibles a causa de su diminuto tamaño, a los qué no
estaría desacertado calificar de las primeras cosas perceptibles por los sentidos. Después, por
efecto de su gradual desarrollo, de la nutrición por irrigación, que proporciona humedad al
árbol, y de la bien equilibrada temperatura de los aires, que se vivifican nutren con frescas y
delicadas brisas, irá creciendo hasta alcanzar su tamaño completo. Y con el tamaño múdase
también su aspecto, como si el experto pincel de un pintor lo fuera matizando con variados
colores.

42. XIII. Pero, como dije, en la primera creación del universo hizo Dios que de la tierra
nacieran ya plenamente desarrollados los vegetales, cargados de frutos, no inmaduros sino en
plena sazón, para su inmediato uso y consumo por los animales que a, continuación serían
creados.

43. Dios ordenó a la tierra engendrarlos, y ésta, como si hubiera estado desde largo tiempo
preñada y gestándolos en su seno, dio a luz todas las especies de plantas, todas las de árboles,
y además las incontables clases de frutos. Pero los frutos no sólo servía de alimento para los
animales, sino también como dispositivo naturales para la perpetua generación de seres de la
misma especie puesto que contienen en su seno la sustancia fecundantes, en las que hallanse
ocultos e invisibles los principios de todas las cosas que se tornan manifiestos y visibles con
el correr de las estaciones.
15
El termino griego traducido aquí por principios contiene una clara referencia a los logoi
spermatikoí = rationes seminalis de la filosofía estoica.

43
44. Dios, en efecto, por perpetuar y hacer partícipes de la inmortalidad a las especies, quiso
que la naturaleza recorriera ciclos con retorno al punto de partida, y a tal efecto estableció que
el principio avanzase hasta el fin, y que inversamente el fin retornase hacia el punto de
partida. Y así, el fruto procede de las plantas, como un fin procedente de un principio; e inver-
samente, del fruto, que contiene en su interior la simiente, procede la planta, como un
principio derivado de un fin.

45. XIV. En el cuarto día estableció Dios el orden en el cielo adornándolo con matizada
belleza. Lo hizo cuando ya la tierra estaba completa, no porque colocara al cielo en un plano
de inferior jerarquía al de la tierra, confiriendo preeminencia a la naturaleza inferior y
considerando secundaria a la más alta y divina, sino para poner de manifiesto sin lugar a
dudas la magnitud de Su poder. Es que, conociendo de antemano cuáles serían las maneras de
pensar de los por entonces inexistentes hombres, quienes, atentos siempre a las apariencias y a
la fuerza persuasiva de las prolijas argumentaciones antes que a la pura verdad, confiarían
más en los testimonios de su vista que en Dios, admirando más a la sofística que a la
sabiduría; y seguro de que, al observar la periodicidad de las revoluciones solar y lunar, de
acuerdo con las cuales transcurren los veranos e inviernos, y retoman la primavera y el otoño,
supondrían que son los astros del cielo el origen de todas las cosas que todos los años se
engendran y nacen; para que nadie, ni por desvergonzada osadía ni por supina ignorancia, se
atreviera a atribuir el primer puesto a una creatura mortal,

[46.] dice así: Vuelvan con el pensamiento hacia la creación inicial de todas las cosas, cuando,
antes; de que existiesen el sol y la luna, la tierra producía toda suerte de vegetales y toda clase
de frutos; y, al contemplar esto con el pensamiento, tengan por seguro que también en
adelante los producirá conforme con lo que el Padre dispusiere, cuando Él lo juzgare
oportuno, pues Él no ha menester de Sus creaturas del cielo, a las que concedió poderes pero
no independientes, ya que, del mismo modo que un auriga que empuña las bridas o un piloto
atento al timón, guía Dios todas las cosas por donde desea, de conformidad con la ley y la
justicia sin necesidad de colaboración de otro alguno. Porque todo es posible para Dios.

47. XV. Tal es la causa por la cual la tierra germinó y se cubrió de verdor antes ya de que
fuera ordenado el cielo. La ordenación de éste tuvo lugar después en un número perfecto, el 4.
De este número no estaría desacertado decir que es la base y fuente del número completo,16 es
decir, el 10. Porque lo que el 10 es en acto, lo es evidentemente el 4 en potencia. Así, si se
suman los números del 1 al 4 el resultado será 10, número éste que constituye el límite de la
infinita serie de los números, los que en tomo de él, como alrededor de un eje, giran y vuelven
sobre sus pasos.
16
El 10 contiene a todos los números de la tetractys o serie de los cuatro primeros (1, 2, 3, 4),
pues 1+2+3+4= 10. Según los pitagóricos, la tetractys "contiene en sí la fuente y la raíz de la
eterna naturaleza".

48. Además el 4 encierra las relaciones de las consonancias musicales producidas por los
intervalos de cuatro notas, de cinco, de octava y de doble octava, de los cuales resulta la más
perfecta armonía. Del de cuatro notas la relación es 1⅓, del de cinco 1½, del de octava 2, del
desdoble octava 4; a todas las cuales encierra en sí el 4: a 1⅓ en la relación 4/3, a 1½ en la
relación 6/4, a 2 en la relación 4/2, y a 4 en la relación 4/1.

49. XVI. Existe otra propiedad del número 4 cuya mención y consideración provocan suma
admiración. Dicho número, en efecto, fue el primero en poner de manifiesto la naturaleza de

44
lo sólido, en tanto que los anteriores estaban relacionados con cosas incorpóreas. Porque lo
que en geometría se denomina punto se clasifica en la esfera del 1; y la línea en la del 2, como
que de la extensión del 1 queda determinado el 2, y de la del punto la línea. A su vez, si a la
línea, que es un largo sin anchura, se le añade la anchura se origina la superficie, la que está
situada en la esfera del número 3. Y la superficie, para transformarse en un cuerpo, necesita
de una dimensión más: la profundidad, cuya adición al 3 .produce 4. De todo lo cual resulta
que este número es una cosa sumamente importante, ya que desde la existencia incorpórea y
aprehensible por la inteligencia nos introduce en la noción de cuerpo de tres dimensiones, es
decir, lo primero que por su naturaleza entra en el campo de la percepción sensorial.

50. Quien no hubiere entendido lo que digo lo comprenderá gracias a cierto juego muy
común. Los que juegan con nueces acostumbran colocar tres nueces sobre una superficie
plana, y luego añaden una más formando una figura piramidal. Pues bien, el triángulo del
suelo se extiende hasta el número 3; la nuez agregada origina el número 4 en el orden
numérico, y una pirámide, un cuerpo sólido ya, en el orden de las figuras.

51. Además de estas propiedades no debemos olvidar lo siguiente: el 4 es el primer cuadrado


entre los números, producto de iguales factores multiplicados entre sí, medida de la justicia y
la equidad;17 y además el único que resulta indistintamente de la suma de 2 más 2, y de la
multiplicación de 2 por 2, con lo que pone de manifiesto cierta hermosísima forma de
consonancia, que a ninguno de los otros números es dada. Por ejemplo, el 6 es la suma de dos
3, pero no el producto de 3 por 3, que es 9.
17
Las acepciones fundamentales del adjetivo griego ísos son igual, igualmente distribuido,
equitativo. De allí que Filón afirme que el 4 es la medida de la justicia y la equidad, ya que es
isákis ísos = igual número de veces igual número, es decir, dos veces dos, o 2 X 2, o el
cuadrado de 2.

52. A muchas otras propiedades está vinculado también el 4, las que con mayor detenimiento
habrán de ser expuestas en un trabajo especial sobre el mismo. Basta aquí con añadir lo
siguiente: el 4 es el punto de partida de la creación del cielo y del mundo todo. En efecto, del
número 4, como de una fuente, manaron los cuatro elementos con los que fue construido el
universo. De él proceden además las cuatro estaciones del año, causas del nacimiento de los
animales y las plantas, ya que el año ha sido dividido en cuatro partes: invierno, primavera,
verano y otoño.

53. XVII. Pues bien, como dicho número ha sido considerado digno de tan gran preeminencia
en la naturaleza, el Hacedor, como no podía ser de otro modo, llevó a cabo el ordenamiento
del cielo en el cuarto día, y lo embelleció con el más hermoso y de más Divina forma entre los
adornos: con los astros, portadores de claridad. Además, sabiendo que la luz es la mejor de
todas las cosas, la convirtió en el instrumento del mejor de los sentidos, la vista; porque lo que
la inteligencia es en el alma, lo es el ojo en el cuerpo. Tanto aquélla como éste ven: la inteli-
gencia las cosas aprehensibles por vía intelectual, el ojo las sensibles. Y en tanto que la
inteligencia ha menester de la ciencia para la aprehensión de las cosas incorpóreas, el ojo
necesita de la luz para la visión de lo corpóreo.

54. La luz ha procurado a los hombres, aparté dé muchos otros bienes, sobre todo el bien
mayor, que es la filosofía. En efecto, conducida por la luz hacia las alturas, la vista contempla
en ellas la naturaleza de los astros, su armonioso movimiento, las bien ordenadas órbitas de
las estrellas fijas y de las errantes, las primeras recorriendo órbitas idénticas e invariables, las
segundas circulando con revoluciones dobles, desiguales y opuestas; y las armoniosas danzas

45
de todos ellos, coordinadas de acuerdo con las leyes de una música perfecta; y tal visión llena
al alma de un gozo y placer indecible. El saborear sucesivas visiones, pues éstas se suceden
unas a otras, trae aparejado un insaciable deseo de contemplaciones. Y entonces, como sucede
habitualmente, el alma se pregunta intrigada cuál, es la esencia de estas cosas visibles; si se
trata de entes increados o comenzaron a existir en un momento dado; cuál es el mecanismo de
su movimiento, y cuáles son los principios por los que cada uno de ellos se rige; problemas
éstos de los que surgió la filosofía, el más acabado de los bienes incorporados á la humana
existencia.

55. XVIII. Así pues, con la mirada fija en aquella forma ejemplar de luz intelectual,
mencionada ya dentro del orden de las cosas incorpóreas, creó Dios los astros perceptibles por
los sentidos, Divinas y hermosísimas imágenes, a las que colocó en el cielo, como en el más
puro templo de la sustancia corpórea. Los fines que se proponía eran muchos: uno
proporcionar la luz, otro que sirvieran de señales, otro fijar las estaciones del año, y por
último, determinar los días, los meses y los años, los que se convirtieron en las medidas del
tiempo y originaron la naturaleza del número.

56. Cuánta utilidad y beneficio proporciona cada uno de los mencionados astros se pone de
manifiesto por su misma evidencia, pero para una más precisa comprensión no estará, sin
duda, fuera de lugar seguir la pista de la verdad también mediante un razonamiento.
Dividida la totalidad "del tiempo en dos partes: el día y la noche, el Padre asignó el dominio
del día al sol, como a un gran soberano; en tanto que el de la noche lo entregó a la luna y a la
multitud de los restantes astros.

57. La magnitud del poderío y mando correspondientes al sol tiene una clarísima prueba en lo
ya mencionado. Porque, siendo uno y solo, tiene asignado, como porción privada y en
atención a sí mismo, el día, es decir, la mitad del total del tiempo, mientras la otra, que se
conoce con el nombre de noche, correspondió a los demás astros incluida la luna. Además,
cuando el sol se eleva, las figuras de tan gran número de astros no sólo empalidecen sino se
tornan invisibles ante la irradiación de la claridad de aquél; y cuando el sol se pone,
comienzan a mostrar todos conjuntamente sus propias cualidades.

58. XIX. Pero, como Él mismo18 lo ha dicho, no sólo para que esparcieran luz sobre la tierra
fueron creados, sino también para que manifestaran señales de acontecimientos futuros. Efec-
tivamente, por sus elevaciones, sus puestas, sus eclipses, o también por las épocas de sus
apariciones y desapariciones o por otras variantes en sus movimientos, los hombres
conjeturan lo que sobrevendrá: las buenas y malas cosechas, los nacimientos y las
mortandades de animales, la claridad y nebulosidad del cielo, la calma y la violencia de los
vientos, las crecidas y bajantes de los ríos, la tranquilidad y la agitación del mar, las
irregularidades de las estaciones del año, así un verano trío, como un invierno cálido, o una
primavera otoñal o un otoño primaveral.
18
Gen. 1,14.

59. Ha habido quienes, por conjeturas basadas en los cambios que tenían lugar en el cielo, han
preanunciado algún' movimiento o conmoción terrestre y otros innumerables acontecimientos
fuera de lo común, lo que prueba la suma verdad que contiene el aserto de que los astros "han
sido creados para ser señales".19
Pero con el siguiente agregado: "y para los tiempos oportunos". Por tales entendía Moisés las
estaciones del año, y por cierto que con razón. Porque, ¿qué significación tiene el término
"tiempo oportuno" sino la de "tiempo de buenos resultados"? Y buenos resultados son

46
aquellos a los que conducen las estaciones anuales al llevar a la plenitud de su desarrollo
todas las cosas, así las siembras y los crecimientos de los frutos como las pariciones y los
crecimientos de los animales.
19
Señales que marcan las divisiones del tiempo.

60. Los astros fueron creados además para determinar la medida de los tiempos. En efecto, los
días, los meses y los años quedaron determinados por las regulares revoluciones del sol, la
luna y los demás astros. Consecuencia inmediata de esto fue que se puso de manifiesto lo más
útil de todo: la naturaleza del número, siendo los períodos de tiempo quienes nos la revelan.
De un día, en efecto, llegamos a concebir el número uno, de dos días el dos, de tres días el
tres, de un mes el treinta, de un año el número equivalente a los días contenidos en doce
meses, de un tiempo ilimitado el número infinito.

61. Tantos y tan útiles beneficios tienden a proporcionarnos las naturalezas celestes y los
movimientos de los astros. ¡Y a cuántos otros procesos naturales, desconocidos para nosotros,
porque no todo está al alcance de la inteligencia de los mortales, pero que contribuyen a la
conservación del universo y se cumplen en todas partes y en todos los casos según leyes y
normas que Dios fijó inalterables en el universo; se extiende, diría yo, esa benéfica
influenciar!

62. XX. Ordenados convenientemente la tierra y el cielo, aquélla en el tercer día, éste en el
cuarto, como se ha dicho, emprendió Dios la obra de crear, comenzando por los animales
acuáticos, las especies mortales de creaturas vivientes en el quinto día, por considerar que no
existe una relación más estrecha con el número 5 que la de las creaturas animales. No difie-
ren, en efecto, las creaturas animadas de las inanimadas más que en la sensibilidad, y la
sensibilidad está dividida en cinco partes: vista, oído, gusto, olfato y tacto. A cada una de ellas
asignó el Hacedor un aspecto especial de la realidad material y un modo propio de captarlo,
mediante el cual habría de obtener los datos sobre los objetos a su alcance. A la vista fuéronle
asignados los colores, al oído los sonidos, al gusto los sabores, al olfato los olores, al tacto la
blandura y la dureza, el grado de calor y de frío, las suavidades y las asperezas.

63. Ordenó, pues, que se formase toda suerte de especies de peces y monstruos acuáticos,.
diferentes entre sí por los lugares de vida, los tamaños y las; características, ya que para
distintos mares formáronse distinta? especies, aunque también las mismas correspondieron a
veces a distintos mares. Mas no en todas partes se formaron todas, y sus razones hubo, ya que
a algunas especies les placen las aguas de escasa altura, y de ningún modo el mar profundo,
en tanto, que otras prefieren los puertos y las radas, no pudiendo ni arrastrarse sobre la tierra
ni nadar mar adentro, y otras, habituadas a vivir en las profundidades del mar, rehuyen la
proximidad de los salientes cabos, de las islas y de las rocas. Otras hállanse a sus anchas en
las aguas calmas y tranquilas, mientras otras complácense en la violencia de las olas agitadas,
como que, ejercitadas por los incesantes embates de éstas y embistiendo con fuerza contra su
torrente, son más vigorosas y adquieren un desarrollo mayor..?
Acto seguido produjo también las distintas especies de aves, por tratarse de especies hermanas
de las que viven en el agua, como que unas y otras son nadadoras; sin dejar incompleta
ninguna clase de las creaturas que atraviesan el aire.

64. XXI. Una vez que el agua y el aire hubieron recibido, a manera de patrimonio propio, las
especies de animales convenientes, llamó Dios una vez más a la tierra para que produjera la
porción que había sido omitida, pues cuando creó los vegetales .habían quedado postergados
los animales terrestres; y dijo: "Produzca la tierra rebaños, bestias salvajes y reptiles, según

47
cada especie" (Gen. I, 24). Al instante la tierra engendró las especies ordenadas, diferentes en
la conformación, las fuerzas y la capacidad para dañar o beneficiar existentes en cada una.

65. En último término creó al hombre. De qué manera, lo diré un poco más adelante. Antes he
de destacar la suma belleza del orden de sucesión con que procedió a concretar la creación de
las creaturas animadas. De la vida animada, en efecto, la menos elaborada y de inferior
configuración ha sido asignada al género de los peces; la más cuidadosamente forjada y
superior en todos los aspectos, al género humano; la intermedia entre ambas, al de los
animales terrestres y al de los voladores. Así, éstos tienen una capacidad de percepción
sensorial más desarrollada que los peces pero menos aguda que los hombres.

66. Por tales razones de los seres animados creó primero Dios a los peces, más afines a la
naturaleza puramente corpórea que a la anímica, en cierto modo animales y no animales, entes
inanimados dotados de movimiento, a los que fue infundido el elemento espiritual con el solo
objeto de la conservación de sus cuerpos, tal como dicen que se echan las sales a las carnes a
fin le que no se pudran fácilmente.

67. Después de los peces creó las aves y los animales terrestres. Éstos son ya de sensibilidad
más desarrollada y ponen de manifiesto en su constitución orgánica las cualidades propias de
lo anímico más claramente. Y como coronación de todo creó, según se ha dicho, al hombre, a
quien dotó de una inteligencia eminente, alma del alma, como la pupila en el ojo; que también
de ésta los que investigan más a fondo la naturaleza de las cosas dicen que es el ojo del ojo.

67. XXII. En aquel tiempo todas las cosas se constituían simultáneamente, es verdad. Pero,
aunque todas se constituían a la vez, como en adelante la llegada de los seres animados a la
existencia tendría lugar procediendo unos de otros, el orden de sucesión aparece
necesariamente descripto en la narración. En lo que toca a las creaturas particulares el orden
es el siguiente: su naturaleza comienza por lo más bajo de todo, y termina en lo más elevado.
Hemos de demostrar qué quiere decir esto. El semen resulta ser el punto de partida de la
generación de los seres animados. Salta a la vista que se trata de algo de calidad sumamente
baja, parecido a la espuma. Pero, una vez que ha sido depositado en la matriz, se solidifica, y
acto seguido, habiendo adquirido movimiento, tórnase hacia su naturaleza.20 Ésta es superior
al semen, por cuanto en los seres creados el movimiento es superior a la inmovilidad. Como
un artífice, o para decirlo con más precisión, con un arte irreprochable, ella plasma al ser
animado distribuyendo la sustancia húmeda en los miembros y partes del cuerpo, y la aérea 21
en las facultades del alma, tanto en la de nutrición como en la de la aprehensión sensible. En
cuanto a la facultad de razonar, hemos de diferir por ahora el ocuparnos de ella, teniendo en
cuenta que hay quienes aseguran, que la misma procede de fuera, siendo Divina y eterna.
20
Vale decir, hacia su natural desarrollo como ser animado.
21
Sustancia aérea o sustancia espiritual (pneúma).

68. La naturaleza animada origínase, pues, en algo tan vil como el semen, y acaba en lo más
excelso: la formación del animal y del hombre. Y por cierto que esto mismo ocurrió también
en ocasión de la creación del universo. Cuando el Creador decidió formar creaturas animadas,
fueron los peces, o sea, los más ruines, por así decir, los primeros en el orden; en tanto que los
últimos fueron los mejores, es decir, los hombres; y entre ambos extremos, los restantes, vale
decir, los animales terrestres y aéreos, superiores a los primeros, e inferiores a los otros.

69. XXIII. Como se ha señalado ya, Moisés dice que después de todas las otras creaturas fue
creado el hombre a imagen y semejanza de Dios.22 Y lo: dice con toda razón ya que ninguna

48
creatura terrestre es más semejante a Dios que el hombre. Nadie,. empero, imagine que la
semejanza reside en las características corporales. Ni Dios tiene forma humana, ni el cuerpo
humano se asemeja a Dios. El término "imagen" se aplica aquí a la parte rectora del alma, la
inteligencia. Y efectivamente, la inteligencia de cada una de las creaturas que sucesivamente
han llegado a existir ha sido conformada a imagen de una única inteligencia, aquella
Inteligencia del universo, que es como un arquetipo, siendo, en cierto modo, un dios para
aquel que la lleva y guarda reverentemente en su espíritu; porque, evidentemente, la inteli-
gencia humana ocupa en el hombre la misma posición que el Gran Soberano ocupa en el
mundo todo. Es, en efecto, invisible, mas ella lo ve todo; y siendo imposible de percibir su
sustancia, ella aprehende las sustancias de todas las demás cosas. Además, mientras por obra
de las artes y las ciencias abre caminos en todas direcciones, anchurosas vías todos ellos,
marcha a través de la tierra y el mar investigando la naturaleza de cada una de las cosas.
22
Gen. I, 26.

70. Y en una segunda etapa, después de remontarse como alada creatura y de contemplar el
aire y sus cambios, se eleva más aún, hacia el éter 23 y las circulares vías del cielo; y tras
deambular mezclada en las danzas que cumplen los planetas y las estrellas fijas según los
modos de la música perfecta, siguiendo al amor por la sabiduría que guía sus pasos, dejando
atrás toda la sustancia aprehensible por los sentidos, lánzase desde allí en procura de la
aprehensible por la inteligencia. Y al contemplar en aquella región las incomparables bellezas
que son. los modelos y formas ejemplares de las cosas sensibles que había visto aquí, presa de
una sobria embriaguez, como los que experimentan el delirio de los Coribantes,24 siéntese
inspirada; y llena danzas rituales al son de embriagadora música, remedando de un ansia
distinta y de un deseo superior, por el que es conducida hacia la alta estera de las cosas
aprehensibles por la inteligencia, cree ir al encuentro del mismo Gran Rey.
23
Región superior al aire según la cosmografía de los antiguos.
24
Sacerdotes de la diosa Rea (Cibeles), que entregábanse al frenesí de desenfrenadas al
cortejo de los míticos servidores que se suponía acompañaban a la diosa frigia por montes
cubiertos de bosques durante las noches a la luz de las antorchas que ellos portaban.
Nephálios =. sobrio, es un tecnicismo ritual que alude a las libaciones sin vino, solo con agua,
leche y miel en honor de las Musas, las Ninfas y las Euménides.

71. Mas, cuando vivamente desea contemplarlo, puros e inmaculados rayos de compacta
claridad se derraman como un torrente, de suerte que la mirada de la inteligencia es
encandilada por los resplandores.
Como no toda imagen corresponde a su modelo y arquetipo, siendo muchas de ellas
diferentes. Moisés completa el sentido de la expresión "según la imagen" añadiendo "y
semejanza", para recalcar que se trata de una prolija reproducción de nítida impresión.

72. XXIV. No estaría desacertado quien se plantease la pregunta de por qué razón atribuye
Moisés la creación del hombre no a un solo Creador como en el caso do las demás creaturas,
sino a un mayor número, según parece desprenderse del texto. Presenta, efectivamente, al
Padre del universo expresándose de esta manera: "llagamos al hombre según nuestra imagen y
semejanza." (Gen. I, 26.)26 Por ventura, entonces, diría yo, Aquél al que todas las cosas están,
sujetas tiene necesidad de otro alguno? Si cuando creaba el cielo, la tierra y el mar no tuvo
necesidad de nadie que cooperara con Él, ¿no habría de ser capaz, sin la colaboración de
otros, de crear por Sí mismo, Él personalmente, a una creatura tan débil y perecedera como el
hombre? La verdad plena sobre la causa de ello por fuerza sólo Dios la sabe, pero la que
parece por verosímil ser una conjetura digna de fe y razonable no hemos de omitir
mencionarla.

49
25
Obsérvense los plurales "hagamos" y "nuestra" (pluralidad de poseedores), que dan pie a la
deducción de Filón.

73. Es la siguiente: de los demás seres creados unos no tienen parte ni en la virtud ni en el
vicio, como ocurre con los vegetales y los animales irracionales, ya que los primeros carecen
de vida animada y se desenvuelven regidos por una naturaleza incapaz de percibir
sensorialmente; los segundos porque han sido privados de inteligencia y razón, y la
inteligencia y la razón son como la residencia de la virtud y del vicio, a los que la naturaleza
ha hecho para habitar en ellas. Otros, a su vez, participan sólo de la virtud, permaneciendo
libres de todo vicio: tales los astros. Se dice, en efecto, que éstos no sólo son creaturas ani-
madas sino creaturas animadas inteligentes; o más bien, que cada uno de ellos constituye de
por sí una inteligencia, totalmente recta en todos los aspectos y al abrigo de todo mal. Otros
son de naturaleza mixta, como el ser humano, que admite las condiciones opuestas: sabiduría
e insensatez, prudencia e incontinencia, valentía y cobardía, justicia e injusticia, y,
resumiendo, cosas buenas y malas, nobles y ruines, virtud y vicio.

74. Pues bien, en razón del parentesco de las creaturas excelentes con Dios, Padre del
universo, muy propio de Él era el crearlas. En cuanto a las indiferentes, no le era ajeno el
hacerlo, por cuanto también éstas se hallan exentas del vicio, que es Su enemigo; pero crear
las de naturaleza mixta era propio de Él en determinado aspecto, en otro no. Le era propio por
cuanto en su composición está contenido un principio superior; pero ajeno a causa del
principio contrario e inferior.

75. Ésta es la causa por la que sólo en el caso de la creación del hombre Dios, según afirma
Moisés, dijo "hagamos", plural que revela la coparticipación de otros como colaboradores. El
objeto fue que, cuando el hombre, obrara rectamente, con irreprochables designios y acciones,
Dios, el Soberano del universo, fuera reconocido como el origen de ellos; y en los casos
contrarios la responsabilidad fuera atribuida a otros del número de Sus subordinados; ya que
no era posible que el Padre fuera causa de mal para Sus hijos, y el vicio y los actos viciosos
son un mal.

76. Después de haber llamado "hombre" al género, muy acertadamente distingue Moisés sus
especies diciendo que había sido creado "masculino y femenino , no obstante que aún no
habían adquirido forma sus miembros particulares.26 Es que las especies más inmediatas al
género existen desde el comienzo en él, y se muestran claramente, como en un espejo, a
aquellos que poseen agudeza de visión.
26
La aclaración de Filón viene a propósito de que el párrafo bíblico dice textualmente: "Y
creó Dios al hombre según Su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó."
Filón sostiene que esta creación no es la del primer :nombre y la primera mujer individuales,
mortales, con cuerpo y alma, cuya creación tendrá lugar más tarde; sino de la forma ejemplar,
género o arquetipo de orden intelectual de la raza humana, en el que las especies, es decir, los
varones y las mujeres estaban potencialmente determinados o contenidos para que
posteriormente se concretaran en los hombres y mujeres individuales. Ver 134 y ss.

77. XXV. Bien puede ser que alguien pregunte por qué motivo fue el hombre el último en la
creación del mundo. El Hacedor y Padre, en efecto, como lo señalan las sagradas escrituras, lo
creó después que a todas las otras creaturas. Pues bien, los que más han profundizado en la
interpretación de las leyes de Moisés y han examinado con el máximo de minuciosidad su
contenido, dicen que Dios, después de hacer al hombre partícipe del parentesco con Él mismo
consistente en el uso de la razón, lo cual constituía el mejor de los dones, no quiso rehusarle la

50
participación en los demás; y por tratarse del más afín a Él y más amado de los seres
animados, puso a su alcance anticipadamente todas las cosas del mundo, deseoso de que al
llegar a la existencia no careciera de cosa alguna de las que permiten vivir, y vivir bien. Para
vivir le proporcionan lo necesario los abundantes aprovisionamientos de cuanto contribuye a
su provecho; para vivir bien, la contemplación de las creaturas celestes, conmovido por la
cual, la inteligencia concibe un amor y deseo ardiente de conocerlas. A partir de él floreció la
filosofía, por la cual el hombre, aunque es mortal, es convertido en inmortal.

78. Tal, pues, como los que ofrecen un banquete no invitan a pasar a comer hasta que están
preparadas todas las cosas para el festín,. y los organizadores de los certámenes atléticos y
espectáculos teatrales antes de congregar a los espectadores en los teatros y estadios tienen
preparada una multitud de competidores y de intérpretes de espectáculos y conciertos; de la
misma manera el Soberano del universo, como si fuera un organizador de certámenes o un
anfitrión, a punto ya de llamar al hombre a gozar de un festín y un espectáculo, tuvo prestadas
previamente las cosas necesarias para uno y otro género de goces, a fin de que, apenas
hubiese el hombre entrado en el mundo, hallase un sacratísimo banquete y espectáculo, un
banquete plenamente provisto de todo cuanto proporcionan la tierra, los ríos, los mares y el
aire para uso y disfrute; y un espectáculo pleno de toda suerte de visiones que abarcan las más
sorprendentes sustancias, las más asombrosas cualidades, los más admirables movimientos y
danzas en formaciones armoniosamente dispuestas, según numéricas proporciones y con
acordes revoluciones, tales que no andaría errado quien afirmara que en todas ellas se
encuentra la música arquetipo, verdadera y ejemplar, de la cual los hombres de los posteriores
tiempos, después de trazar en sus almas esas imágenes, brindaron a la vida humana la más
trascendental y provechosa de las artes.

79. XXVI. Ésta es, al parecer, la primera causa por la que el hombre fue creado en último
término. Pero debemos mencionar una segunda, que no carece de verosimilitud. El motivo por
el que tuvo el hombre a su disposición todas las provisiones y para la vida en el mismo
instante de llegar por primera vez a la existencia fue instruir a las futuras generaciones, pues
fue casi como si la naturaleza proclamase abiertamente y a gritos que, y igual que el fundador
del género humano, éstas habrían de vivir sin trabajo ni preocupación en medio de la más
pródiga abundancia de todas las cosas necesarias; cosa que hubiera ocurrido, si no se hubieran
enseñoreado del alma las irracionales pasiones, alzando contra ella el muro de la glotonería y
él libertinaje; si las apetencias de gloria, riqueza y poder no le hubieran arrebatado el control
de su vida; si las penas no hubieran abatido y torcido su entendimiento; si el temor, funesto
consejero, no hubiese echado por tierra sus impulsos hacia las virtuosas acciones; y si no la
hubieran asaltado la insensatez, la cobardía, la injusticia y la incontable multitud de los
restantes vicios.

80. Porque en la actualidad, cuando prevalecen todos los mencionados vicios y los hombres se
hallan entregados a las pasiones y a los incontrolados y reprochables impulsos que no es lícito
mencionar siquiera, les ha salido al encuentro el merecido castigo, sanción por sus impías
costumbres. Y este castigo consiste en la dificultad para obtener las cosas necesarias. Y así,
arando trabajosamente la tierra llana e irrigándola con las corrientes de fuentes y ríos,
sembrando y plantando, y soportando día y noche a lo largo del año la fatiga de los trabajos de
la tierra, se procuran las provisiones necesarias, aunque a veces de calidad ínfima y en
cantidad no suficiente del todo. Daño que les sobreviene por muchas causas; o bien porque los
torrentes de sucesivas lluvias arrasan los cultivos; o bien porque el peso del granizo se
precipita en masa sobre ellos y los arrasan; o bien porque la nieve los hiela; o bien porque la
violencia de los vientos los arranca de raíz, pues son muchas las maneras como el agua y el

51
aire convierten la producción de frutos en esterilidad.

81. En cambio, si los desmedidos impulsos de las pasiones fueran apaciguados por la
prudencia; y las tendencias a delinquir y las ambiciones lo fueran por la justicia; y, para de-
cirlo en pocas palabras, si los vicios y sus infructuosas prácticas cedieran ante las virtudes y
las virtuosas acciones; eliminada la guerra del interior del alma, que es verdaderamente la más
terrible y penosa de las guerras; prevaleciendo la paz íntima, y brindando ella, con calmos y
suaves modos, un bien reglado orden a las facultades de nuestro ser, habría esperanza de que
Dios, como amante que es de la virtud, de la rectitud, y además del hombre, procurara a la
especie humana los bienes sin necesidad de producirlos y al alcance de su mano; que,
evidentemente, sería más fácil para Él aún proporcionar abundantemente, sin necesidad del
trabajo agrícola, el producto de creaturas ya existentes, que el traer a la existencia aquellas
que no existen.27
27
Es decir, si fue capaz de crear a partir de lo no existente, ¿cómo no lo será, con más razón
aún, de hacer que lo ya existente produzca sus frutos espontáneamente, sin necesidad de
cultivo?

82. XXVII. Baste con lo expuesto en lo que toca a esta segunda causa. Una tercera es la
siguiente. Habiendo discurrido Dios establecer una vinculación de íntima y amistosísima
armonía entre el principio y el fin de las cosas creadas, hizo que el principio fuera el cielo, y
el fin el hombre; el más perfecto el primero entre los seres incorruptibles aprehensibles por los
sentidos; el de mayor jerarquía el otro entre los nacidos de la tierra y perecederos, al que con
acierto podríamos calificar de cielo en miniatura, que lleva en su propio ser cual sagradas
imágenes muchas naturalezas semejantes a los astros, gracias a las artes, las ciencias y a las
loables máximas relativas a cada una de las virtudes. Y así, puesto que lo corruptible y lo
incorruptible son contrarios entre sí por naturaleza, Dios asignó al principio y al fin lo de
mayor jerarquía en uno y otro orden: el cielo, como se dijo, al principio, y el hombre al fin.

83. XXVIII. Finalmente, se menciona también como explicación una convincente razón, que
es la siguiente. Era preciso que el hombre fuera creado en último término, cuando estaban ya
creadas todas las cosas, para que apareciendo imprevistamente a último momento ante las
demás creaturas animadas, produjese admiración en ellas, por cuanto éstas, al verlo por
primera vez, habrían de quedar pasmadas y de rendirle homenaje como a un natural soberano
y señor. Resultado de ello fue que todos los animales, al contemplarlo, tornáronse mansos en
todas sus especies, y cuantos eran más salvajes por sus naturalezas no bien lo contemplaron
por primera vez al punto se convirtieron en los más dóciles, dando muestras de sus
implacables furias unos contra otros y comportándose, en cambio, mansamente solo con el
hombre.

84. Ésta fue, además, la causa por la que el Padre, al crearlo como creatura animada
naturalmente capacitada para gobernar, lo estableció como rey de todas las creaturas
sublunares: terrestres, acuáticas y aéreas, no sólo de hecho sino .por elección expresa. Y
efectivamente, cuantas creaturas mortales existen en los tres elementos: tierra, agua y aire,
todas están subordinadas a él, excluidas las del cielo, por cuanto a éstas les ha correspondido
una porción más cercana a Dios. La más clara prueba de esa soberanía la proporcionan los
hechos que suceden ante nuestra vista. A veces innumerables multitudes de animales son
conducidos por un solo hombre común, sin armas ni hierro ni otro medio alguno de defensa,
sin más abrigo que una piel, y con sólo un bastón para señalarles el camino y apoyarse
durante las marchas cada vez que se siente cansado.

52
85. Por ejemplo, un pastor, un cabrerizo o un boyero conducen inmensos hatos de ovejas,
cabras y bueyes. Y no se trata de hombres de cuerpo robusto o fornido, como para que a causa
precisamente de su corpulencia y vigor corporales provoquen abatimiento en quienes los ven.
Y tan grandes vigores y poderes de tantos bien pertrechados animales; que, en verdad, poseen
los medios de que los dotó la naturaleza para su defensa; se doblegan ante él, como esclavos
ante un amo, y hacen lo que les va ordenando. Los toros son atados bajo el yugo para arar la
tierra, y abriendo profundos surcos durante todo el día, y a veces también de noche, recorren
su largo itinerario guiados por algún labrador. Carneros agobiados bajo el peso de las espesas
lanas cuando al llegar la estación primaveral se cubren, de vellones, se colocan pacíficamente
a una orden del pastor, y echados en tierra se dejan trasquilar sin alterarse, acostumbrados,
como están, a entregar su lana, como las ciudades el tributo anual, a su natural soberano.

86. Y hasta el caballo, el más irritable de los animales, fácilmente es controlado por el freno,
de modo que no se encabrite y rebele, Y ahuecando su lomo a modo de muy cómodo asiento
recibe al jinete y conduciéndolo, en lo alto corre con rapidez suma presuroso por llegar y
conducir a su amo a los lugares a los que éste tiene prisa por ir. Y el jinete, sentado sobre él
sin molestias y con mucho reposo cumple su itinerario empleando el cuerpo y los pies de otro.

87. XXIX. Muchas otras cosas podría decir quien deseara extenderse en la demostración de
que ninguna creatura se emancipa y queda libre de la autoridad del hombre; pero con, lo dicho
basta para ponerla de manifiesto. Con todo, es preciso no pasar por alto lo siguiente: el hecho
de haber sido el hombre creado en último término no involucra una inferioridad acorde con su
lugar en el orden de sucesión. 88. Lo atestiguan los conductores de carros y los pilotos. Los
primeros, marchando después de las bestias y ocupando su puesto detrás de ellas, las
conducen por donde quieren teniéndolas sujetas de las riendas; lanzándolas unas veces en
rápida carrera, y reteniéndolas otras, si corren con mayor velocidad que la necesaria. Los
pilotos, por su parte, no obstante estar situados en la parte trasera de la nave, en la popa, son,
por así decir, los de mayor jerarquía entre los que navegan, como que tienen en sus manos la
seguridad de la embarcación y de los que viajan en ella. Pues bien, el Hacedor creó al hombre
después de todas las cosas para que manejase las riendas y el timón de todos los seres que hay
sobre la tierra, tomando a su cargo el cuidado de los animales y las plantas, como un
gobernador dependiente del supremo y gran Rey.

89. XXX. Una vez que el mundo hubo sido concluido de conformidad con las propiedades del
seis, número perfecto, el Padre honró al siguiente día, el séptimo, exaltándolo y declarándolo
santo. Se trata, en efecto, de la fiesta, no de una sola ciudad o de un solo país, sino del
universo, la única a la que cabe denominar con toda propiedad fiesta de todo el pueblo y
natalicio del mundo.

90. Dudo yo que alguien pueda celebrar dignamente la naturaleza del número 7, pues es
superior a cuanto se pueda decir. Mas no, porque sea más admirable que cuanto se diga sobre
ella, hemos por eso de callamos al respecto; y habremos de atrevernos a mostrar, ya que no es
posible todos ni los más esenciales aspectos, al menos aquellos que están al alcance de
nuestros entendimientos.

91. El término siete se emplea con dos sentidos diferentes.28 Hay un 7 comprendido dentro del
10, compuesto de siete unidades y determinado por la septuplicación de la unidad. Pero, hay
otro fuera del 10. Se trata de un número cuyo punto de partida es siempre la unidad y se forma
por duplicación, triplicación o, en general, multiplicación en regular progresión, como, por
ejemplo, el 64, que es el producto de duplicar a partir de la unidad; y el 729, que lo es de

53
triplicar;29 Cada una de estas formas del 7 ha de ser examinada con detenimiento.
28
Como cardinal, igual a siete unidades, y como ordinal o séptimo.
29
Se trata del séptimo término de las progresiones geométricas que tienen por punto de
partida la unidad. En los ejemplos dados: 1 X 2 = 2; 2 X 2 = 4; 4 X 2 = 8; 8 X 2 = 16; 16 X 2
= 32; 32 X 2 == 64 y 1 X 3 = 3; 3 X 3 = 9; 9 X 3 = 27; 27 X 3 = 81; 81 X 3 = 243; 243 X 3 =
729.

92. La segunda posee una muy manifiesta superioridad. En efecto, siempre el séptimo término
de una progresión geométrica regular de razón 2, 3 u otro número cualquiera, si su punto de
partida es la unidad, resulta a la vez cubo y cuadrado, abarcando así ambas especies de
sustancias: la incorpórea y la corpórea; la incorpórea, que corresponde a la superficie,
determinada por cuadrados; y la corpórea, que corresponde a lo sólido y está determinada por
cubos.

93. Una clarísima prueba son los números ya mencionados. Por ejemplo, el que resulta de
duplicar siete veces a partir de la unidad, es decir, el 64, es un cuadrado, producto de 8 por 8;
y además un cubo, producto de 4 por 4 por 4. Por su parte, el que resulta de triplicar siete
veces a partir de la unidad, o sea, el 729 es un cuadrado, producto de multiplicar 27 por sí
mismo; y un cubo, pues resulta de multiplicar 9 por 9 por 9.

94. Además, si en vez de la unidad se toma como punto de partida el séptimo término, se
hallará con seguridad que siempre el producto es cubo y cuadrado a la vez. Así, por ejemplo,
tomando como. punto de partida el 64 y formando la progresión geométrica de razón 2, se
obtendrá un séptimo término, que es el 4096, cuadrado y cubo a la vez, cuadrado que tiene
por lado a 64, y cubo con 16 por arista.30
30
64 x 2 = 128; 128 X 2 = 256; 256 X 2 = 512; 512 x 2 = 1024; 1024 X 2 = 2048; 2048 X 2 =
4096; y 16 X 16 = 96; 96 X 16 = 4096.

95. XXXI. Hemos de pasar a considerar también la otra especie de 7, la contenida dentro del
10, que presenta propiedades admirables y no inferiores a las de la primera especie. Por
ejemplo, 7 es la suma de 1 más 2 más 4, números que contienen dos relaciones musicales de
máxima armonía: la doble y cuádruple; de las que la primera produce la armonía del diapasón,
y la cuádruple la del doble diapasón. Admite además el 7 otras divisiones, reunidas en pares
como animales bajo el yugo. Se divide en primer lugar en 1 y 6, luego en 2 y 5, y finalmente
en 3 y 4.

96. Musical en sumo grado es también la proporción de estos números. En efecto, la relación
6/1 es una proporción séxtuplo, proporción que produce la mayor distancia musical que
existe, y que es la que separa el sonido más agudo del más grave, como demostraremos
cuando de los números pasemos a la proporción en las armonías. Que la proporción 5/2
manifiesta una inmensa potencia en lo que hace a la armonía, comparable casi a la del
diapasón, es cosa que está muy claramente establecida en la teoría musical. Por su parte, la
proporción 4/3 produce la primera armonía, es decir, la epítrita o del intervalo de cuarta.

97. XXXII. Pone además de manifiesto el 7 otra belleza propia de él, muy sagrado asunto para
la reflexión. Siendo, en efecto, la suma de 3 más 4, presenta lo que en las cosas existentes es
estable y recto por naturaleza. Hemos de mostrar de qué manera. El triángulo rectángulo, que
es el punto de partida de las cualidades, 31 está constituido por números: el 3, el 4 y el 5. El 3
y el 4, que son constituyentes del 7, producen el ángulo recto. Porque, mientras los ángulos
obtuso y agudo evidencian la irregularidad, el desorden y la desigualdad, ya que unos resultan

54
ser más obtusos o agudos que otros, el recto, en cambio, no admite comparación, ni puede ser
más recto que otro, sino permanece siempre idéntico, sin cambiar jamás su propia naturaleza.
Ahora bien, si el triángulo rectángulo es el punto de partida de las figuras y de las cualidades,
y, por otra parte, lo esencial de este triángulo, es decir, el ángulo recto, está proporcionado por
los números que constituyen al 7, o sea, el 3 y el 4 juntamente, con razón puede el 7 ser
considerado la fuente de toda figura y de toda cualidad.
31
Es decir, punto de partida de las figuras con formas definidas. Ver Platón, Timeo 53 c.

98. XXXIII. A lo ya expuesto podría agregarse lo siguiente: que el 3 es el número


correspondiente a la superficie, ya que el punto se clasifica en la categoría del 1, la línea en la
del 2 y la superficie en la del 3; y el 4 corresponde a lo sólido por la adición de la unidad, es
decir, agregando la profundidad a la superficie. Es por ello evidente que la naturaleza del 7 es
el punto de partida de la geometría plana y de la sólida, y, para decirlo en pocas palabras, de
las cosas incorpóreas y corpóreas conjuntamente.

99. Tal grado de sagrada dignidad se encierra en la naturaleza del 7, que en él se da una
relación que ninguno de los demás números de la década posee. De éstos, en efecto, unos son
factores sin ser a su vez divisibles; otros son divisibles y no son factores; otros, en fin, son
ambas cosas: factores y múltiplos. Sólo el 7 no se observa en ninguna de estas categorías.
Hemos de confirmar esta afirmación mediante una demostración. El 1 es factor de todos los
otros números subsiguientes, en tanto que no es producto de ningún otro absolutamente. El 8
es producto de 4 por 2 pero no es factor de ningún otro número de la década. El 4, en cambio,
pertenece a ambos órdenes: a los factores y a los múltiplos: duplicado da 8, y es divisible por
2 a la vez.

100. Solamente el 7, como digo, es de naturaleza tal, que ni divide ni es divisible. Por esta
razón los otros filósofos asimilan este número a la no engendrada y virgen Nice,32 la que,
según la tradición, surgió de la cabeza de Zeus; en tanto que los pitagóricos lo identifican con
el Soberano del universo. Se fundan éstos en que lo que ni engendra ni es engendrado
permanece inmóvil, puesto que es la generación lo que implica movimiento, como que ni lo
que engendra ni lo que es engendrado pueden darse sin movimiento, lo primero para
engendrar; lo segundo para ser engendrado. Y sólo un ser existe que ni mueve ni es movido:
el venerable Soberano y Guía, del que acertadamente podría decirse que el 7 es una imagen.
Confirma esta aserción mía Filolao33 en estas palabras: "Existe", dice, "un Guía y Soberano de
todas las cosas. Dios, que es siempre uno, permanente, inmóvil, idéntico a Sí mismo, distinto
de los demás".
32
Trátase de Palas Atenea (Minerva), divinidad nacida, según una tradición, de la cabeza de
Zeus, abierta de un hachazo por Hefesto (Vulcano). Téngase presente que ser factor y ser
divisible o producto se expresan en .griego por germán = engendrar en voz activa y en pasiva
respectivamente.
33
Filósofo pitagórico del siglo V a. C.

101. XXXIV. En el orden, pues, de las cosas aprehensibles por la inteligencia el 7 pone de
manifiesto lo carente de movimiento y libre de pasión; en tanto que en el de las cosas sensi-
bles exhibe una inmensa potencia, de trascendencia suma [en el movimiento de los planetas],
de los que derívanse naturales ventajas para todas las cosas de la tierra; y en las revoluciones
de la luna. Hemos de examinar de qué manera. La suma de los números de 1 a 7 da 28,34
número perfecto éste e igual a la suma de sus tactores.38 El número resultante es el de los días
en que se cumple un ciclo lunar completo, y retorna la luna, menguando su tamaño, a aquella
forma desde la que había comenzado su crecimiento de manera perceptible. Crece, en efecto,

55
desde el primer brillo de la etapa creciente hasta la media luna en siete días; luego al cabo de
otros tantos tiene lugar el plenilunio; y retorna en sentido inverso, como un corredor en la
carrera de doble recorrido, por el mismo camino desde la luna llena hasta la media luna, otra
vez en siete días, para luego desde ésta volver a la luna nueva en la misma cantidad de días,
siendo la suma de todos los días empleados igual al ya mencionado número.
34
1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28.
35
Igual a la suma de sus factores, como el 6 (ver 13); 1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28; siendo los
sumandos sus factores porque 1 X 28 = 28; 2, x 14 = 28; 4 x 7 = 28.

102. Quienes acostumbran asignar nombres con toda propiedad llaman también "portador de
perfección" al 7, por cuanto por él todas las cosas alcanzan su perfección. Pruebas de ello
pueden extraerse del hecho de que todo cuerpo orgánico tiene tres dimensiones: largo, ancho
y alto; y cuatro límites: punto» línea, superficie y sólido, sumados los cuales conjuntamente
resultan ser 7. Mas hubiera sido imposible que estos cuerpos fueran medidos por el 7 de
acuerdo con su constitución a partir de tres dimensiones y cuatro límites, si no ocurriera que
las formas de los primeros números, 1, 2, 3 y 4, que son los fundamentos del 10,36 confinen la
naturaleza del 7, por cuanto dichos números contienen cuatro límites: el primero, el segundo,
el tercero y el cuarto;37 y tres intervalos: el primero, que va de 1 a 2; el segundo, que se
extiende de 2 a 3; y el tercero, que separa 3 de 4.
36
Porque 14-2+3+4= 10.
37
Los cuatro límites o términos son en este caso el 1, el 2, el 3 y el 4,. números que encierran
o limitan los tres intervalos: el que va del 1 al 2, el que va del 2 al 3, y el que va del 3 al 4.
Nuestro vocablo término viene del latino términus = linde o límite.

103. XXXV. Aparte de las pruebas ya mencionadas, evidencian clarísimamente también la


potencia perfeccionadora del 7 las etapas de la vida humana desde la infancia hasta la vejez,
las que se distribuyen de la siguiente manera: durante los siete primeros años tiene lugar el
crecimiento de los dientes; durante el segundo sobreviene la época de la posibilidad de emitir
semen fecundante; en el tercero prodúcese el crecimiento de la barba; en el cuarto, el
progresivo acrecentamiento de las fuerzas; en el quinto, la ocasión oportuna para los
matrimonios; durante el sexto, la madurez del entendimiento; durante el séptimo, el
mejoramiento y acrecentamiento progresivo de la inteligencia y la razón; en el octavo, la
perfección de una y otra; en el noveno, la amabilidad y suavidad de trato, apaciguadas cada
vez más las pasiones; y durante el décimo, el fin apetecible de la vida, cuando todavía los
miembros del organismo se mantienen firmes. Porque una vejez prolongada suele abatirlos y
destruir a cada uno de ellos.

104. Entre los que han descripto estas edades está el legislador ateniense Solón, quien
compuso estos versos elegiacos:
El niño, impúber aún y tierno infante, las hileras de dientes produce y echa fuera
primeramente durante siete años; cuando Dios ha completado los otros siete años, aparecen
las señales de la juventud que sobreviene; en el tercer septenio la barba, a la par del desarrollo
de sus miembros, le brota como flor de su cambiante piel; en el cuarto cada uno alcanza el
tope de su vigor, el que los hombres tienen por signo de calidad personal; en el quinto
sobreviene el momento oportuno para que el hombre se acuerde del matrimonio y se preocupe
en adelante por engendrar hijos; en el sexto la inteligencia del hombre se ejercita en todo
saber, y no desea ya, como antes, realizar acciones descabelladas; en el séptimo y el octavo,
catorce años entre los dos septenios, llega a la suma excelencia en inteligencia y habla; en el
noveno conserva, ciertamente, su fuerza, pero mengua la capacidad de su saber y su lengua

56
para las realizaciones de alta calidad; y quien llegare a completar el décimo exactamente no
llegará a la inevitable muerte en edad inoportuna.

105. XXXVI. En los diez mencionados septenios distribuye, pues, Solón la existencia
humana. En cambio, el médico Hipócrates dice que las etapas de la vida son siete: infancia,
niñez, adolescencia, mocedad, edad adulta, edad madura y vejez; y que estas etapas se miden
por múltiplos de 7, aunque no según la sucesión regular. Dice así: "En la vida humana hay
siete etapas, que se llaman edades: infante, niño, adolescente, mozo, hombre adulto, hombre
maduro y anciano. Se es infante durante siete años, mientras van creciendo los dientes; niño,
hasta la emisión del semen, vale decir, hasta dos veces siete años; adolescente, hasta el
crecimiento del pelo de la barba, o sea, hasta tres veces siete años; mozo, hasta el desarrollo
total del cuerpo, es decir, hasta cuatro veces siete años; hombre adulto, hasta los cuarenta y
nueve años, vale decir, hasta siete veces siete años; hombre maduro, hasta los cincuenta y
seis, o sea, hasta siete veces ocho. A partir de entonces se es anciano."

106. En ponderación de la admirable posición que el número siete ocupa en la naturaleza


menciónase también lo siguiente, por cuanto se trata de la suma de 3 más 4. Si se multiplica
por 2, se halla que el tercer número a contar desde la unidad es un cuadrado, y que el cuarto es
un cubo, mientras el séptimo, y número que procede de ambos, es un cuadrado y un cubo a la
vez.38 En efecto, el tercer número en esta multiplicación por 2, a partir de la unidad, vale
decir, el 4 es un cuadrado; el cuarto, o sea, el 8 es un cubo; y el séptimo, vale decir, el 64 es a
la vez cubo y cuadrado. De modo que el número siete es realmente portador de perfección,
como que proclama ambas correspondencias: con la superficie, a través del cuadrado en
virtud de su parentesco con el 3; y con el sólido, a través del cubo en razón de su vinculación
con el 4; puesto que 3 más 4 suman 7.
38
Primer número; 1; segundo: 2 (2 X 1); tercero: 4 (2 X 2); cuarto: 8 (2 X 4); quinto: 16 (2 X
8); sexto: 32 (2 X 16); séptimo: 64 (2 X 32). El tercero de ellos, es decir, el 4, es un cuadrado
(2 X 2); el cuarto, o sea el 8, es un cubo (2 X 2 X 2); en tanto que el séptimo, el 64 es un
cuadrado (8 X 8) y un cubo (4 X 4 X 4).

107. XXXVII. Mas no es sólo portador de perfección, sino también, por así decir, armonioso
en sumo grado y, en cierto modo, fuente de la más hermosa de las escalas, la que contiene
todas las armonías: la de cuarta, la de quinta y la de octava, y además todas las proporciones,
a saber: la aritmética, la geométrica y también la armónica. El esquema está formado con los
siguientes números: 6, 8, 9, 12. El 2 se halla con respecto al 6 en la proporción "4/3, a la que
se ajusta la armonía de 4; el 9 con respecto al 6, en la proporción 3/2, por la que se rige la
armonía de 5; el 12 con respecto al 6, en la proporción 2/1, que regula la armonía de octava.

108. Como digo, encierra además todas las progresiones: la aritmética formada por 6, 9 y 12,
pues el segundo término es mayor que el primero en tres unidades, y el tercero sobrepasa al
segundo en el mismo número de ellas; la geométrica formada por los cuatro números, por
cuanto la misma relación que existe entre 12 y 9, se da entre 8 y 6, siendo la proporción 4/3; y
la armónica, formada por tres números: 6, 8 y 12.

109. Hay dos maneras de distinguir una progresión armónica. Una es la siguiente: se da tal
progresión cuando la relación entre el último término y el primero es igual a la relación que
existe entre la diferencia del último al intermedio, y la de éste al primero. Un ejemplo
clarísimo puede hallarse en los números que tenemos ante nosotros: el 6, el 8 y el 12. El
último es el doble del primero, y la diferencia 39 también es el doble. En efecto, el 12
sobrepasa al 8 en cuatro unidades, y el 8 al 6 en dos, y 4 es el doble de 2.

57
39
La diferencia entre el último (el 12) y el intermedio (el 8) es 4, en tanto que la diferencia
entre el intermedio (8) y el primero (el 4) es 2, la mitad de 4.

110. Otra manera de comprobar la existencia de una proporción armónica es ésta. Se da esa
proporción cuando el término intermedio sobrepasa a uno de los extremos en la misma
proporción en que es sobrepasado por el otro. Así, el 8, que es el término intermedio,
sobrepasa al primer extremo en un tercio, pues restándole 6 queda 2, que es un tercio de 6; y
es sobrepasado por el último en la misma fracción, pues restando 8 a 12 queda 4, que es un
tercio de 12.

111. XXXVIII. Baste con lo dicho acerca de la alta dignidad que encierra esa figura, esquema
o como deba llamársele. Tan grandes cualidades y otras más pone el 7 de manifiesto en orden
de las cosas incorpóreas y aprehensibles por la inteligencia. Mas su naturaleza trasciende esa
esfera y se extiende a toda sustancia visible sin excepción, al cielo y a la tierra, hasta los
extremos del universo. Porque, ¿qué sector del universo no es amante del 7, hallándose
dominado por el amor y apasionado deseo hacia él?

112. Por ejemplo, se nos dice que el cielo está ceñido por siete círculos, cuyos nombres son
ártico, antártico, trópico estival, trópico invernal, equinoccio, zodíaco y además la Vía Láctea.
El horizonte, en cambio, es una impresión subjetiva nuestra solamente y su circunferencia
aparece ora mayor ora menor según sea penetrante nuestra vista o lo contrario. Siete, también,
son precisamente los órdenes en que están distribuidos los planetas, la hueste contrapuesta a la
de las estrellas fijas, los que manifiestan una inmensa simpatía hacia el aire y la tierra.
Alteran, en efecto, y hacen variable al primero, cíe modo que resulten las llamadas estaciones
del año, produciendo en el transcurso de cada una de ellas innumerables cambios mediante
períodos de calma, de atmósfera serena, de nubes espesas y de vientos excesivamente
violentos; y al mismo tiempo provocan las crecientes y las bajantes de los ríos; convierten
llanuras en pantanos e, inversamente las desecan; ocasionan cambios en los mares, cuando las
aguas fluyen o refluyen.

113. A veces, en efecto, producido el reflujo de las aguas del mar, amplios golfos
conviértense en bajo litoral repentinamente; y poco después, al volver el mar a derramarse,
tornan a ser profundísimo mar, navegable no sólo por pequeñas embarcaciones chatas sino
también por naves de pesadas cargas. Y hacen, asimismo, crecer y llegar a su completo.
desarrollo a todas las cosas terrestres, tanto a las creaturas animadas como a las plantas
productoras de frutos, preparándolas para perpetuar la naturaleza propia de cada una de ellas,
de modo que nuevos individuos florezcan desde los viejos y lleguen a su plena madurez para
proveer indefinidamente a los que los necesitan.

114. XXXIX. Siete, también, son las estrellas que forman la Osa Mayor, que dicen ser la guía
de los navegantes. Con la vista puesta en ella los pilotos han trazado las innumerables rutas
del mar, empeñados en una empresa increíble y superior a lo que cabe dentro de la humana
naturaleza. Haciendo conjeturas basadas en las mencionadas estrellas, descubrieron los países
hasta entonces desconocidos, islas los habitantes del continente, y tierras continentales los
isleños. Correspondía, en efecto, que las partes más recónditas, así de la tierra como del mar,
fueran puestas al alcance del conocimiento de la raza humana, es decir, de la creatura animada
más amada por Dios, por lo más puro que existe en la naturaleza, el cielo.

115. Además de los grupos mencionados ya, también el coro de las Pléyades se compone de
siete estrellas, cuyas apariciones y desapariciones llegan a ser origen de grandes beneficios

58
para todos, pues cuando ellas se ocultan se trazan los surcos para la siembra; cuando están
próximas a reaparecer, anuncian el tiempo de la cosecha; y, elevadas ya, excitan a los
jubilosos labradles para la recolección de los indispensables alimentos, y ellos con alegría
acopian las reservas para el diario consumo.

116. También el sol, el magno señor del día, que dos veces cada año, en primavera y en otoño,
produce sendos equinoccios, el de primavera en la constelación de Aries, y el de otoño en la
de Libra,40 ofrece una clarísima prueba de la excelsa dignidad del número siete. Cada uno de
los equinoccios, en efecto, tiene lugar en el séptimo mes, y durante ellos se distribuyen por
disposición de la ley las celebraciones de las más importantes y más vinculadas a la nación
entre las fiestas, por cuanto en uno y otro llegan a su madurez todos los frutos de la tierra; en
primavera el fruto del trigo y de todos los demás sembrados; en otoño el de la viña y de la
mayoría de los otros árboles frutales.
40
En la época de Filón (s. I d. C.) los judíos hacían comenzar el año sagrado o religioso en
primavera, y el civil en otoño.

117. XL. Dado que las cosas de la tierra dependen de las del cielo de conformidad con cierta
natural simpatía, el principio del número siete habiendo comenzado desde lo alto, descendió
también hacia nosotros y visitó a las especies mortales. Por ejemplo, si no contamos a la parte
rectora de nuestra alma,41 el resto está dividido en siete partes, que son: los cinco sentidos, el
órgano de la expresión y finalmente el de la generación. Todos ellos, como en los
espectáculos de títeres, movidos por los hilos de la inteligencia, ora permanecen quietos ora se
mueven, cada uno con las actitudes y los movimientos apropiados.
41
Es decir, la inteligencia.

118. Hallará, asimismo, que son siete tanto unas como otras, quien se abocare a examinar las
partes externas y las internas de nuestro cuerpo. En efecto, las partes visibles son: cabeza,
pecho, vientre, dos brazos y dos piernas; y las internas, llamadas entrañas, son: estómago,
corazón, pulmón, bazo, hígado y dos riñones.

119. Es más, la cabeza, que es parte principal de la creatura animada, hace uso de siete partes
esencialísimas: dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales y, en séptimo término, la boca; a través
de la cual, como dijo Platón,42 tienen su entrada las cosas mortales, y su salida las inmortales.
Penetran, en efecto, por ella comidas y bebidas, alimentos perecederos de un cuerpo
perecedero, en tanto que salen palabras, normas inmortales de un alma inmortal, mediante las
cuales es guiada la vida racional.
42
Platón, Timeo 75 d.

120. XLI. Los objetos que se distinguen a través del más elevado de los sentidos, la vista,
participan de este número por sus clases. Siete, en efecto, son las especies visibles: cuerpo,
distancia, forma, tamaño, color, movimiento y reposo; fuera de las cuales no hay otra alguna.

121. Mas he aquí que también las variantes de la voz son siete en total: aguda, grave,
circunfleja, aspirada la cuarta, no aspirada la quinta, larga la sexta, y breve la séptima.

122. Y ocurre también que los movimientos son siete: hacia arriba, hacia abajo, hacia la
derecha, hacía la izquierda, hacia adelante, hacia atrás y en círculo; movimientos que se
distinguen con el máximo de claridad en los espectáculos de danza.

123. A dicho número, también, se limitan, así aseguran, las secreciones que fluyen a través

59
del cuerpo, a saber: las lágrimas, que se derraman a través de los ojos; los flujos cefálicos, que
lo hacen a través de las fosas nasales; la saliva, que se escupe por la boca; a los que hay que
agregar dos receptáculos, uno delante y otro detrás, para la eliminación de las sustancias
superfinas; la sexta es el sudor, que fluye a través de todo el cuerpo, y la séptima, la muy
acorde con la naturaleza, emisión de semen a través de los órganos genitales.

124. Asegura, además, Hipócrates, hombre versado en los procesos naturales, que el semen se
solidifica y fija formándose el embrión en siete días. Por otra parte, a las mujeres les
sobreviene el flujo «mensual hasta un máximo de siete días. Y siete meses tarda la naturaleza
en hacer que los frutos del vientre se desarrollen plenamente; de lo que resulta algo suma-
mente paradójico: los infantes sietemesinos sobreviven, en tanto que los gestados durante
ocho meses normalmente no pueden conservarse vivos.

125. También las graves enfermedades corporales, en especial los persistentes ataques de
fiebre, debidos al desequilibrio do nuestras potencias interiores, hacen crisis generalmente en
el séptimo día; él, efectivamente, decide la lucha por la vida, asignando a unos el
restablecimiento, y a otros la muerte.

126. XLII. El poder de este número no sólo está estrechamente afincado en los campos ya
mencionados, sino también en las más excelentes de las ciencias, es decir, la gramática y la
música. En efecto, la lira de siete cuerdas, correspondiente al coro de los planetas, produce las
melodías preferidas, y constituye prácticamente la pauta a la que se ajusta toda la construcción
de instrumentos musicales. Y en la gramática, siete son las letras llamadas propiamente
vocales en razón de que es evidente que suenan por sí mismas, y cuando se unen a otras letras
producen sonidos articulados.43 Por una parte, en efecto, completan aquello que les falta a las
semivocales haciendo que los sonidos de éstas se tornen plenos; y por otra, transforman la
naturaleza de las consonantes infundiéndoles su propio poder para que de letras
impronunciables que son se conviertan en pronunciables.
43
Vocales, en griego phonéenta = sonantes, por oposición a las hemíphona = semisonantes o
semivocales, que según los gramáticos griegos. Eran l, m, n, r, ps, x, ds; y a las áphona = no
sonantes o consonantes. Filón justifica el nombre de las sonantes o vocales asociando su
efecto acústico con el hecho de sonar (phoneísthal) y el sonido (phoné),

127. Estas razones explican, a mi parecer, por qué los que originalmente asignaron nombres a
las cosas, como sabios que eran, llamaron "siete" a este número derivándolo de la veneración
do que es objeto y de la majestad que le es propia.44 Los romanos, al añadir la letra s, omitida
por los griegos; destacan con mas claridad aún el parentesco, pues lo llaman, con más
propiedad "septem" derivándolo, según so ha dicho, de "majestuoso" y de "veneración".45
44
Establece Filón un imaginario parentesco entre la familia de palabras formada por los
términos sebasmós = reverencia; semnótes = majestad; semnós = venerable, entre otros, y
heptá (derivado de septá, y éste de septm) = siete.
45
En cuanto a la s inicial del término romano o latino septem, que según nuestro autor, hace
más patente ese parentesco, se trata simplemente de la conservación de la norma primitiva, no
de un agregado; en tanto que en la forma griega dicha s se transformó en la aspirada que
transliteremos al español por h.

128. XLIII. Éstas y otras más son aseveraciones y meditaciones filosóficas, acerca del número
siete, merced a las cuales este número ha alcanzado las más altas honras en la naturaleza.
Hónranlo los más ilustres investigadores griegos y no griegos que se ocupan de la ciencia
matemática, y muy especialmente ha sido honrado por Moisés, el amante de la virtud. Moisés

60
registró su hermosura en las sacratísimas tablas de la ley, y la imprimió en las inteligencias de
todos los que lo han acatado, al disponer que al cabo de cada seis días observaran como
sagrado el séptimo, absteniéndose de todas las labores destinadas a procurarse sustento, y
aplicados a una sola cosa a meditar con miras a un mejoramiento del carácter y a someterse a
la prueba de su conciencia, la cual, establecida en el alma como un juez, no se queda corta en
sus reprimendas, empleando unas veces enérgicas amenazas, y otras, suaves advertencias,
amenazas en los casos de mal proceder evidentemente premeditado, advertencias a fin de que
no se vuelva a incurrir en lo mismo en los casos en que se ha faltado involuntariamente y por
falta de previsión.

129. XLIV. En un sumario epílogo del relato de la creación del mundo dice Moisés: "Éste es
el libro de la creación del cielo y de la tierra, cuando comenzaron a existir, en el día en que
Dios hizo el cielo y la tierra, y toda verdura del campo antes de que existiera sobre la tierra, y
toda hierba del campo antes de que brotase." (Gen. II, 4 y 5.) ¿No nos está presentando
claramente a las incorpóreas formas ejemplares, aprehensibles por la inteligencia, que
sirvieron como sellos para la completa conformación de los objetos sensibles? Antes que la
tierra produjera verdes brotes, la verde vegetación en sí existía, se nos dice, en la naturaleza
de las cosas incorpóreas; y antes de que la hierba surgiese en el campo, había una hierba
invisible.

130. Hemos de suponer que también el caso de cada uno de los demás objetos que distinguen
nuestros sentidos, previamente existieron formas y medidas más antiguas mediante las cuales
adquirían forma y dimensión las cosas que llegaban a existir; porque, si bien no ha tratado
todas las cosas en detalle sino de manera conjunta, preocupado como el que más por ser breve
en las exposiciones, no es menos cierto que las pocas cosas que ha dicho son indicaciones que
valen para la naturaleza de todas las cosas, la cual no lleva a cabo la producción de ninguna de
las cosas de orden sensorial sin recurrir a un modelo incorpóreo.

131. XLV. Ateniéndose a la sucesión de los hechos, y observando fielmente el


encadenamiento de las cosas precedentes con 'as siguientes, dice a continuación: "Y de la
tierra brotó una fuente, y regó toda la superficie de la tierra." (Gen. II, 6.) Los demás filósofos
afirman que toda el agua es uno de los cuatro elementos de que está hecho el mundo. Moisés,
en cambio, gracias a que con visión más aguda está habituado a contemplar y aprehender
exactamente aún las cosas más remotas, entiende que el gran mar que sus continuadores
llaman océano, reconociendo que los mares navegados por nosotros tienen dimensiones de
puertos comparados con él, es uno de los elementos, una cuarta porción del universo; pero
distinguió el agua dulce y potable del agua salada del mar, y la asignó a la tierra,
considerándola una parte de ella, no del mar, por la razón expuesta anteriormente, es decir,
que la tierra mantiene su cohesión, cual si estuviese atada, gracias a la dulce cualidad del
agua, semejante a una adherente cola. Porque, si se la hubiese dejado seca sin que la humedad
la penetrase y se esparciese en todos los sentidos a través de sus poros, estaría ya
desintegrada. Conserva, sin embargo, su cohesión y perdura gracias, en parte, al poder
unificador del aliento vital, y en parte, porque la humedad impide que, desecada, se desintegre
en pequeños y grandes fragmentos.

132. Ésa es una causa; pero hemos de mencionar también otra que apunta hacia la verdad
como hacia un blanco. Es ley natural que ninguna de las creaturas nacidas de la tierra adquiera
su conformación sin sustancia húmeda. Pénenlo en evidencia las simientes depositadas, las
que o son húmedas, como las de los seres animados, o no germinan sin humedad, tal como
sucede con las de las plantas. Coligóse de ello claramente que dicha sustancia húmeda no

61
puede ser sino parte de la tierra, que engendra todas las cosas; siendo su papel análogo al de la
corriente de los flujos mensuales para las mujeres. Entre los estudiosos de las cosas de la
naturaleza se dice, en efecto, que estos flujos constituyen la sustancia corpórea de los
embriones.

133. Lo que he de mencionar también está de acuerdo con lo que acabamos de decir. La
naturaleza, preparando de antemano la alimentación del futuro hijo, ha proporcionado a cada
madre, como parte esencialísima de ella, senos, de los que dicho aumento mana como de una
fuente. También la tierra es, evidentemente, una madre; y por eso los primeros hombres consi-
deraron apropiado llamarla Deméter, combinando los términos ""madre" y "tierra".46 No es la
tierra, en efecto, quien imita a la mujer, sino la mujer quien imita a la tierra, como dice
Platón.47 Los poetas acostumbran llamarla acertadamente "madre universal", "portadora de
frutos", "dadora de todas las clases de frutos",. porque es la causa del nacimiento y
conservación de todos los animales y las plantas por igual. Con razón, pues, también a la
tierra, la más antigua y fecunda de las madres, ha proporcionado la naturaleza, a modo de
maternos senos, corrientes de ríos y fuentes para el riego de las plantas y para que los seres
animados dispongan de abundante bebida.
46
O sea, da = tierra, y meter = madre.
47
Platón, Menéxeno 238 a.

134. XLVI. A continuación dice que "Dios formó al hombre tomando polvo de la tierra, y
sopló en su cara el aliento de la vida." (Gen. II, 7.) También con estas palabras establece
clarísimamente que existe una total diferencia entre el hombre formado ahora y aquel que
anteriormente había llegado a la existencia "a imagen de Dios".48 En efecto, el hombre
formado ahora era perceptible por los sentidos, partícipe ya de la cualidad, compuesto de
cuerpo y alma, varón o mujer, mortal por naturaleza; en tanto que el creado a imagen de Dios
era una forma ejemplar, un ente genérico, un sello, perceptible por la inteligencia, incorpóreo,
ni masculino ni femenino, incorruptible por naturaleza.
48
Ver el parágrafo 76.

135. Dice que el hombre individual, perceptible por los sentidos, es por su constitución un
compuesto de sustancia terrestre y aliento Divino. Dice, en efecto, que, después que el
Artífice hubo tomado polvo, y de haber modelado con éste una forma humana, el cuerpo
adquirió existencia; pero que el alma no se originó de ninguna cosa creada en absoluto, sino
del Padre y Soberano del universo, porque no otra cosa era lo que Éste sopló sino un Divino
aliento llegado desde aquella dichosa y feliz naturaleza a esta colonia que es nuestro mundo,
para provecho de nuestra especie, a fin de que, aunque su porción visible es mortal, pudiera en
lo que respecta a la porción invisible convertirse en inmortal. Por ello, con toda razón se
puede decir que el hombre está en el límite entre la naturaleza mortal y la inmortal,
participando de una y de otra en la medida de lo necesario, y que ha sido creado mortal e
inmortal al mismo tiempo, mortal en lo que atañe al cuerpo, inmortal en lo que toca a su inte-
ligencia.

136. XLVII. En mi opinión, aquel primer hombre nacido de la tierra, fundador de todo el
género humano, al ser creado fue dotado de las mejores cualidades en una y otra parte de su
ser, es decir, en su alma y en su cuerpo, y fue muy superior a los que vinieron después por sus
sobresalientes cualidades en ambos elementos. Es que aquel hombre era realmente hermoso y
bueno de verdad. Con tres hechos podría probarse que era hermosa la constitución de su
cuerpo. El primero es el siguiente: como hacía poco que había aparecido la recién formada
tierra, al separarse de ella la gran masa de agua que recibió el nombre de mar, sucedía que la

62
materia de las cosas creadas era sin mezcla, pura e incontaminada, y aun maleable y fácil de
trabajar, y que las cosas producidas con ella eran, naturalmente, irreprochables.

137. La segunda prueba es ésta: no es verosímil que Dios haya tomado polvo de la porción de
tierra que primero le vino a mano, al concretar con diligencia suma su propósito de modelar
esta figura de forma humana; antes bien es razonable pensar que haya seleccionado lo mejor
de toda la tierra, lo más puro y altamente refinado de la materia pura, lo que más se adaptaba
para su estructura. Porque lo que fabricaba era una residencia o sagrado santuario para el alma
racional; alma que el hombre había de llevar como una sagrada imagen, la más semejante a
Dios de todas las imágenes.

138. La tercera prueba, incomparablemente más convincente que las ya mencionadas, es que
el Creador, así como es excelente en las demás cosas, lo es también en la ciencia, como para
hacer que cada una de las partes del cuerpo tuviera en sí misma individualmente las debidas
proporciones, y resultara exactamente apropiada para participar en la conformación del todo;
y así, ajustándose a esa simetría de las partes, modeló carnes lozanas y las pintó con bellos
tonos, queriendo que el primer hombre ofreciera a la vista el más hermoso aspecto posible.

139. XLVIII. Es evidente que también el alma del primer hombre era excelente. No cabe
pensar que para su formación el Creador haya empleado como modelo a otra cosa alguna de
las creadas, sino solamente, como dije, a Su propio logos. Por eso dice Moisés que el hombre
ha sido creado como imagen e imitación de éste al ser soplado en el rostro, donde se halla la
sede de los sentidos. Con éstos el Creador tomó animado al cuerpo, y, una vez que hubo
instalado en la parte rectora de ésta 49 a la soberana razón, se los concedió como escoltas para
las percepciones de los colores, sonidos, sabores, olores y cualidades semejantes, que sin la
percepción sensorial ella por sí misma no hubiera sido capaz de aprehender. Ahora bien,
fuerza era que la imitación de un modelo de belleza plena fuera plenamente hermoso; y el
logos Divino es superior a la belleza misma, a la belleza tal cual existe en la naturaleza; no
porque esté adornado por la belleza, sino porque él mismo, a decir verdad, es el más hermoso
adorno de la belleza.
49
En la inteligencia.

140. XLIX. Con esas cualidades fue creado el primer hombre, a mi parecer, superior en el
cuerpo y en el alma a los hombres de nuestra época y a los que han existido antes de nosotros.
Es que a aquél lo creó Dios, en tanto que nuestro nacimiento procede de hombres, y cuanto
mayor es la calidad del autor, tanto mayor es también la de lo producido. Por cierto que, así
como lo que se halla en la plenitud de su ser es superior a aquello cuya plenitud pertenece al
pasado, ya se trate de un animal, de una planta, de un fruto o de cualquier otra cosa de las que
existen en la naturaleza, del mismo modo cabe pensar que el primer hombre que fue
modelado constituyó la plenitud del ser de toda nuestra especie, en tanto que sus
descendientes ya no alcanzaron esa plenitud igualmente, y fueron recibiendo formas y poderes
siempre más apagados de generación en generación.

141. Yo he observado idéntica cosa en el caso de las esculturas y pinturas: las copias son
inferiores a los originales, y las pinturas y modelados sacados de copias, mucho más
inferiores aún debido a la gran distancia que los separa del original. También el imán presenta
una experiencia análoga: aquel de los anillos de hierro que está en contacto con él cuelga
adherido con toda firmeza; el que toca al que está en contacto directo lo hace con menos
fuerza; el tercero pende del segundo; el cuarto del tercero, el quinto del cuarto y los demás
unos de otros en larga serie, unidos todos por una sola fuerza de atracción, sólo que no de la

63
misma manera, puesto que los que están suspendidos lejos del punto de partida lo están con
menos intensidad siempre, por cuanto la fuerza de atracción se debilita y ya no puede retener
en la medida de los primeros. Es evidente que algo análogo le ocurre también a la raza de los
hombres, los que de generación en generación han ido recibiendo más debilitadas las fuerzas
y cualidades.

142. Ajustándonos a la más estricta verdad, diremos que aquel primer antepasado de la raza
humana fue no sólo el primer hombre sino además el único ciudadano del mundo. El mundo,
en efecto, era su morada y su ciudad, y, aunque no hubiera sido erigida construcción alguna
de piedra y de madera, pasaba sus días con total seguridad como en su país natal, ajeno al
temor, ya que había sido considerado digno de regir a todos los seres terrestres, y todas las
creaturas mortales temblaban ante él y habían sido enseñadas y forzadas a obedecerle como a
un señor; y vivía libre de todo peligro en medio de los goces propios de una paz nunca
interrumpida por guerras.

143. L. Ahora bien, puesto que todo estado bien regido se ajusta a una constitución, era
necesario que el ciudadano del mundo se rigiese por la constitución por la que se rige el
mundo entero. Y esta constitución es el recto orden de la naturaleza, llamada con más
propiedad "sagrada norma",50 pues se trata de una Divina ley, conforme con la cual fue
asignado a cada cosa lo que le convenía y correspondía. Preciso era que en este estado y bajo
esta constitución existieran antes del hombre ciudadanos, a los que con justicia podría
calificarse de ciudadanos del Gran Estado, ya que les cupo como residencia el más dilatado de
los ámbitos, y fueron inscriptos en el padrón del más grande y perfecto de los estados.
50
Thesmós, término que expresa toda norma o disposición emanada de la voluntad de los
dioses, la ley divina o natural por oposición al nómos o ley redactada por legisladores
humanos.

144. ¿Y qué podían ser estos ciudadanos sino racionales y Divinas naturalezas, unas incor-
póreas y aprehensibles por la inteligencia, otras no carentes de cuerpos, como en el caso de
los astros? En estrecha relación y convivencia con ellos, el hombre pasaba sus días en medio
de una felicidad pura; y siendo estrechísimo su parentesco con el Soberano pues el Divino
aliento habíase derramado abundantemente sobre él, empeñábase en decir y hacer todo de
modo de complacer a su Padre y Rey, siguiéndolo paso a paso por las sendas que las virtudes
trazan a modo de caminos reales, porque únicamente a las almas que tienen por meta el
asemejarse a Dios, su Creador, les es lícito aproximarse a Él.

145. LI. Aunque con trazos muy inferiores a la verdad, hemos señalado en la medida de
nuestras posibilidades al menos, la hermosura que en ambas partes de su ser, el cuerpo y el
alma, poseía el primero que fue creado entre los hombres. En cuanto a sus descendientes,
partícipes, como son, de la misma forma ejemplar que aquél, necesariamente habrían de
conservar las marcas de su parentesco con su primer antepasado, aun cuando ellas estén
borrosas.

146. Pero, ¿en qué consiste ese parentesco? Todo hombre por su inteligencia está íntimamente
vinculado con el logos Divino, pues es como una impresión, fragmento e irradiación de
aquella bienaventurada naturaleza; en tanto que en la conformación de su cuerpo está
vinculado con el mundo todo pues es un compuesto de los mismos elementos de que lo está
éste, a saber: tierra, agua, aire y fuego, habiendo aportado cada uno de ellos la porción
necesaria para completar la cantidad exactamente suficiente, que el Creador habría de tomar
para elaborar esta imagen visible.

64
147. Además, el hombre reside, como en sitios sumamente familiares y afines a él, en todos
los mencionados elementos, cambiando de lugares y frecuentando ora uno ora otro; de modo
que con toda propiedad se puede decir que el hombre es un ser de todos ellos: de la tierra, del
agua, del aire y del cielo. En cuanto que habita y transita sobre la tierra es un animal terrestre;
en cuanto que .muchas veces se zambulle, nada y navega es acuático. Clarísimo testimonio de
esto último son los mercaderes, los capitanes de barcos, los pescadores de púrpuras y todos
los que se aplican a la pesca de ostras y peces. Por cuanto su cuerpo es elevado y está
suspendido apuntando desde la tierra hacia lo alto, bien puede decirse que es una creatura del
aire; y también podemos decir que es del cielo, puesto que está en estrecho contacto con el
sol, la luna y cada uno de los restantes astros errantes y fijos a través del sentido de mayor
autoridad, es decir, la vista.

148. LII. Totalmente acertado es el haber atribuido al primer hombre la asignación de los
nombres.51 Porque tarea es ésta propia de la sabiduría y la realeza, y el primer hombre era
sabio con un saber adquirido espontáneamente sin mediación de maestro alguno, como que se
trataba de un ser salido de las manos Divinas; y además rey. Y compete a un soberano el dar
nombre a cada uno de sus súbditos, Y es razonable pensar que el poder de mando de que
estaba investido aquel primer hombre, al que Dios había modelado con solicitud y había
considerado digno del segundo lugar, colocándolo como Su propio virrey y como soberano de
todas las demás creaturas, era extraordinario; pues los hombres nacidos muchas generaciones
después, aunque han perdido ya la vitalidad de la especie a causa de las largas edades
transcurridas, conservan todavía sin mengua su dominio sobre las creaturas irracionales
manteniendo la que podríamos llamar antorcha de la soberanía y la realeza heredada del pri-
mer hombre.
51
Gen. II, 19.

149. Así, dice Moisés que Dios condujo todos los animales a la presencia de Adán, queriendo
ver qué nombre asignarla a cada uno de ellos; no porque tuviera alguna duda; que nada hay
oculto para Dios; sino porque sabía que había forjado en un ser mortal la natural capacidad de
razonar por su propio impulso, para, de ese modo, permanecer Él mismo sin participación
alguna en el vicio. Lo que hacía, en realidad, era poner a prueba a aquél, como quien guía a un
discípulo, despertando la capacidad en él depositada, e impulsándolo a dar pruebas de sus
propias obras, a fin de que confiriera por sí mismo las denominaciones, y no inadecuadas ni
desacordes, sino tales que pusieran de manifiesto con toda claridad los rasgos de las creaturas
que los llevarían.

150. Y así fue: Adán, siendo todavía pura la naturaleza racional que acababa de instalarse en
su alma, y no habiéndose adentrado en su ser ni debilidad ni enfermedad ni pasión alguna,
recibió de manera sumamente clara las imágenes de los cuerpos y de los hechos, y escogió las
denominaciones exactas adecuándolas con sumo acierto a las cosas dadas a conocer por ellas,
de tal modo que, al mismo tiempo que se las nombraba, se ponía de manifiesto la naturaleza
de las mismas. A tal punto sobresalía el primer hombre en todas altas cualidades, alcanzando
el límite mismo de la humana felicidad.

151. LIII. Mas, como ninguna de las cosas creadas es estable, y los seres mortales están
sujetos fatalmente a transformaciones y cambios, era preciso que también el primer hombre
experimentara alguna desventura. Y una mujer se convirtió para él en el principio de la vida
reprochable. En efecto, mientras estaba solo, asemejábase en virtud de su soledad, al mundo y
a Dios, y recibía en su alma las impresiones de la naturaleza de uno y Otro; no todas, pero sí

65
todas aquellas que su constitución mortal era capaz de recibir. Pero, una vez que hubo sido
modelada la mujer, al contemplar una figura hermana de la suya, una forma de su misma
estirpe, se alegró ante la visión, y aproximándose a ella la saludó con afecto.

152. Ella, no viendo otro ser viviente más parecido a sí misma que aquél, se alegra y devuelve
el saludo con actitud modesta. Y sobreviene el amor, y reuniéndolos como si se tratara de dos
partes separadas de una sola creatura viviente, los une en un mismo todo, tras haber afincado
en cada uno de ellos el deseo de unirse con el otro a fin de producir un ser como ellos. Mas
este deseo engendró también el placer corporal, el placer que es origen de iniquidades y pro-
cederes ilegales, y a causa del cual los hombres truecan una vida inmortal y dichosa por la
mortal y desdichada.

153. LIV. Cuando el hombre vivía aún una vida solitaria, por no haber sido formada todavía
la mujer, plantó Dios, según nuestro relato, un parque en nada semejante a los familiares a
nosotros.52 En éstos la vegetación es inanimada, llena de árboles de todas clases, de los que
unos están siempre verdes para brindar ininterrumpido placer a la vista; otros rejuvenecen y
retoñan cada primavera; unos proporcionan el cultivado fruto no sólo para el necesario
consumo, sino también para el goce superfluo propio de la vida regalada; mientras otros lo
producen de otra especie, destinado a las bestias para satisfacer sus necesidades. En cambio,
en aquel Divino parque todas las plantas estaban dotadas de alma y razón, y los frutos que
producían eran las virtudes y además el conocimiento y el discernimiento infalibles, mediante
los cuales se conocen lo noble y lo vergonzoso, la vida libre de enfermedades, la
incorruptibilidad y todas las cosas semejantes a éstas.
52
Gen. II, 9 y ss.

154. Mas, creo que esta descripción se interpreta mejor simbólicamente que literalmente.
Porque, ni hasta ese momento habían aparecido sobre la tierra árboles de vida y de ciencia, ni
es verosímil que hayan aparecido posteriormente. Lo que,. en cambio, quiso, al parecer,
significar Moisés mediante "el parque" fue la parte rectora del alma, que está llena de
innumerables opiniones, cual si fueran plantas; mediante "el árbol de la vida", la reverencia a
Dios, que es la virtud suprema; virtud por la cual alcanza el alma la inmortalidad; y mediante
"el árbol del conocimiento del bien y del mal", la prudencia, virtud intermedia, por la cual se
disciernen las cosas opuestas por naturaleza.

155. LV. Habiendo establecido en el alma estas pautas, observaba Dios, como un juez, hacia
cuál de las dos partes se inclinaría. Y cuando la vio inclinada hacia la maldad, y des-
preocupada de la piedad y la santidad, de las que procede la vida inmortal, la arrojó y desterró
del parque, como correspondía, sin concederle ni siquiera la esperanza de un posterior retomo,
ya que sus ofensas eran imposibles de reparar y remediar, siendo, además, sobremanera
reprochable la excusa dada para justificar el engaño; excusa que merece una explicación.

156. Se dice que en los antiguos tiempos la venenosa serpiente, nacida de la tierra, emitía
sonidos propios de la voz humana, y que, habiéndose aproximado cierta vez a la mujer del
primer hombre, le echó en cara su irresolución y exceso de escrúpulo, ya que tardaba y no se
decidía a saborear un fruto de hermosísimo aspecto y gratísimo sabor, y además sumamente
provechoso, mediante el cual podría conocer el bien y el mal. Ella, irreflexivamente y con
criterio inseguro y sin fundamento, consintió, comió el fruto y dio una parte al hombre. Esto
al punto los cambió trocando sus inocentes y sencillas costumbres en malicia. E irritado por
ello, el Padre fijó contra ellos los castigos merecidos; que bien merecía Su cólera lo hecho,
puesto. que, pasando de largo junto a la planta de la vida inmortal, es decir, junto a la plena

66
adquisición de la virtud, por la cual hubieran podido recoger el fruto de una vida prolongada y
feliz,. habían escogido una existencia efímera y mortal, que no merece llamarse vida sino
tiempo de desventura.

157. LVI. Pero estos relatos no son invenciones míticas de aquellas en las que se complacen
los poetas y los sofistas, sino indicaciones de signos, las cuales nos invitan a la interpretación
alegórica según las explicaciones logradas mediante conjeturas.
Y siguiendo una hipótesis verosímil, estaremos en lo justo si decimos que la serpiente en
cuestión es un símbolo del placer. Lo es porque, en primer lugar, se trata de un animal carente
de pies, echado boca abajo y caído sobre su vientre; en segundo lugar, porque consume
terrones de tierra como alimento; en tercer lugar, porque lleva en sus dientes el veneno de que
la naturaleza le ha provisto para matar a los mordidos por ella.

158. De ninguna de estas características está exento el amante de los placeres. Oprimido y
agobiado, a duras penas levanta la cabeza, por cuanto su incontinencia lo doblega y derriba; y
se alimenta, no del celestial manjar que ofrece la sabiduría mediante razonamientos y
doctrinas a los amantes de la contemplación, sino del que produce en el curso de las
estaciones del año la tierra, del que proceden la embriaguez, el refinamiento en los manjares y
la glotonería, los que, haciendo estallar y encenderse los apetitos del vientre, acrecientan la
gula y estimulan también la violencia de los arrebatos sexuales. Se relame, en efecto, con
cuanto produce el esfuerzo de proveedores de alimentos y cocineros; y, haciendo girar su
cabeza, se afana por aspirar el aroma que despiden las esencias; y, cuando advierte una mesa
suntuosamente provista, deja caer toda su persona precipitándose sobre las cosas preparadas,
ansioso de devorar todo a la vez. Y no es el saciar su apetito lo que persigue, sino el que no
sobre nada de cuanto tiene a su disposición. De donde resulta que lleva en sus dientes el
veneno no menos que la serpiente.

159. Éstos, en efecto, son los agentes y ministros del desenfreno, y cortan y desmenuzan todo
cuanto sirve de alimento, y lo entregan en primer término a la lengua para que ésta, como juez
en materia de sabores, decida; y a continuación a la faringe. Y el comer sin medida es algo
mortífero y venenoso por naturaleza, puesto que, a causa del torrente de las sucesivas viandas
que se presentan antes que las anteriores estén digeridas, es imposible su asimilación.

160. Se nos dice que la serpiente emitía voz humana, porque el placer cuenta con muchísimos
campeones y defensores que tienen a su cargo su defensa y protección, los cuales se atreven a
proclamar que él tiene asignada la soberanía sobre todas las cosas pequeñas y grandes, sin que
nada absolutamente esté libre de ella.

161. LVII. Alegan que los primeros contactos del ser masculino con el femenino contienen un
placer que los impulsa, y a través del cual se forjan las generaciones y nacimientos. Y que por
ley natural la primera cosa que la prole persigue es el placer, gozando de él y soportando con
desagrado lo opuesto, es decir, el sufrimiento. Por eso el tierno vástago, no bien nace, llora
como si padeciese frío. Es que, habiendo pasado repentinamente del más cálido y ardiente de
los lugares, la matriz, en la cual había habitado largo tiempo, al aire, lugar frío y desacostum-
brado para él, ha sido fuertemente afectado, y se desata en llanto, señal clarísima de su dolor y
de su desagrado por el sufrimiento.

162. Todo ser animado, dicen, se apresura tras el placer como tras su más necesario y esencial
fin, y sobre todo el hombre. Porque, mientras los demás seres animados se lo procuran
solamente a través del gusto y de los órganos de la reproducción, el hombre lo alcanza

67
también a través de los demás sentidos, persiguiendo mediante la vista y el oído cuantos
espectáculos y sonidos pueden procurarle deleite. Como éstos son muchísimos los otros
alegatos en alabanza de esta experiencia, y sobre su estrechísima relación y parentesco con los
seres animados.

163. LVIII. Pero ya es suficiente con lo dicho hasta aquí para explicar por qué la serpiente
parecía emitir voz humana. Lo que precede explica, a mi parecer, que también en las
detalladas prescripciones donde el legislador, refiriéndose a los animales, registra cuáles es
preciso comer y cuáles no, apruebe muy especialmente al llamado ofiómaca,53 un reptil que
encima de los pies tiene patas, de las que la naturaleza lo ha dotado para saltar desde el suelo
y elevarse por los aires como las langostas.
53
Lev. XI, 22. El ophiomákhes = que combate a las serpientes, es una especie de saltamontes.

164. El ofiómaca, en efecto, no es, en mi opinión, otra cosa que la representación simbólica de
la moderación, la que libra una batalla implacable, una guerra sin tregua contra la intemperan-
cia y el placer. Ella, en efecto, acoge afablemente a la sencillez, a la temperancia y a todo
cuanto es necesario para una vida austera y digna; en tanto que la intemperancia lo hace con
lo superfino y el derroche, causas para el alma y para el cuerpo de molicie y enervamiento, de
los cuales resulta una vida culpable y más penosa aún que la misma muerte, a juicio de las
personas sensatas.

165. El placer no se atreve a ofrecer sus seducciones y engaños al hombre, pero sí a la mujer,
y por medio de ésta a aquél. Este procedimiento es apropiado y acertado en sumo grado. En
efecto, en nuestro ser la inteligencia equivale al hombre, y la sensibilidad a la mujer; y el
placer sale primeramente al encuentro de los sentidos, traba relación con ellos, y por
mediación de ellos engaña también a la soberana inteligencia. Porque, cuando cada uno de los
sentidos ha sido subyugado por sus atractivos, complacido con las cosas ofrecidas: la vista,
con la variedad de colores y formas; el oído, con las armonías de los sonidos; el gusto, con las
delicias de los sabores; y el olfato, con las gratas fragancias de los perfumes que aspira;
después de recibir esos regalos, los ofrecen, a la manera de las criadillas, a la razón, como a
un amo, llevando consigo para que alegue en su favor a la persuasión a fin de que aquélla no
rechace nada en absoluto. La razón es al punto atrapada y se convierte de soberana en
subordinada, de ama en esclava, de ciudadana en desterrada, de inmortal en mortal.

166. LIX. En suma, pues, no debemos olvidar que el placer, cual una cortesana o mujer
lasciva, desea vivamente procurarse un amante, y busca rufianes, por cuya mediación habrá
de seducirlo; y que el papel de los rufianes que .e procurarán el amante está a cargo de los
sentidos. Una vez que los ha seducido, tiene sin dificultad a su arbitrio a la inteligencia, pues
ellos le llevan a ésta las representaciones de afuera, se las anuncian, se las muestran, e
imprimen en ella las formas de cada una engendrando la pasión correspondiente, pues la
inteligencia es como una cera que recibe las impresiones a través de los sentidos, gracias a los
cuales aprehende las cosas corpóreas, que por sí misma no puede aprehender, según he dicho
ya.

167. LX. Los primeros 54 que se convirtieron en esclavos de una penosa e incurable pasión, al
punto descubrieron cuáles son las recompensas del placer. A la mujer sobreviniéronle los vio-
lentos dolores del parto y las penas que una tras otra se suceden durante el resto de la vida, en
especial las causadas por los alumbramientos de hijos y la crianza de los mismos, en las
enfermedades y cuando están sanos, cuando les sonríe la fortuna y cuando les es adversa; y
además la privación de la libertad, y el peso de la autoridad del hombre unido a ella en

68
matrimonio, cuyos mandatos le es preciso acatar. Por su parte el hombre experimentó
trabajos, fatigas y continuos desvelos para la obtención de las cosas necesarias; y la privación
de los espontáneos bienes que la tierra había sido enseñada a producir por sí sola sin la labor
del agricultor; quedando atado a ininterrumpidos esfuerzos para procurarse medios de vida y
alimentos, de modo de no perecer de hambre.
54
Vale decir, el primer hombre y la primera mujer.

168. Creo yo, en efecto, que, así como el sol y la luna emiten sus luces siempre, habiendo
recibido el mandato en una única ocasión, en el instante mismo de la creación original del
universo, y observan el Divino precepto no por otra razón que porque el vicio se halla
desterrado lejos de los confines del ciclo; de la misma manera también el pingüe y fértil suelo
de la tierra produciría copiosos frutos con el correr de las estaciones del año, sin que
interviniera la habilidad y colaboración de los agricultores. Pero, cuando el vicio comenzó a
ser preferido a las virtudes, como actualmente, cerráronse las perennes fuentes de las gracias
Divinas para que no las procuraran a quienes eran considerados indignos de ellas.

169. La verdad es que, si el género humano hubiera debido soportar un castigo acorde con la
culpa, hubiera sido preciso que, por su ingratitud para con Dios, su benefactor y preservador,
fuera aniquilado; pero, siendo Él misericordioso por naturaleza, movido a piedad, moderó la
pena, permitiendo que la raza humana subsistiese; pero no ya como antes, es decir, recogiendo
sus alimentos sin esfuerzo, a fin de evitar que los hombres, entregados a dos males, la
indolencia y la saciedad, cometieran faltas y se ensoberbecieran.

170. LXI. Ésa es la vida de los que al principio se caracterizan por la inocencia y la sencillez,
pero luego prefieren el vicio a la virtud.
A través del relato de la creación del mundo a que nos hemos referido, además de muchas
otras cosas nos enseña Moisés cinco, qué son las más hermosas y excelentes de todas. En
primer lugar, que la Divinidad existe y Su existencia es eterna.55 Esto, a propósito de los
ateos, algunos de los cuales han dudado sin decidirse en uno u otro sentido respecto de Su
eterna existencia; en tanto que otros, más osados, han llevado su audacia hasta el extremo de
afirmar que no existe en absoluto, y que se trata nada más que de afirmaciones provenientes
de hombres que obscurecen la verdad mediante la invención de mitos.
55
Es decir, previa a la existencia de todos los demás seres. Entiendo que en este sentido debe
tomarse aquí el verbo hypárkhein, que también significa gobernar. Filón en este párrafo se
está refiriendo a la existencia Divina, no a su poder. Renglones más abajo lo reitera
empleando el sustantivo hyparxis, con neto sentido de existencia. El gobierno Divino es
tratado en la quinta de las enseñanzas: la relativa a la providencia.

171. En segundo lugar, que Dios es uno. Esto, a causa de los que han enseñado la creencia
politeísta, sin avergonzarse de trasladar desde la tierra al cielo el gobierno de la multitud, es
decir, el peor de los regímenes políticos.
En tercer lugar, que el mundo, como ya queda dicho, ha sido creado. Esto, lo enseña teniendo
presentes a aquellos que piensan que el mundo es increado y eterno, con lo que no asignan a
Dios superioridad ninguna.
En cuarto lugar, que también el mundo es uno solo, por cuanto uno es su Creador, quien hizo
Su obra semejante a Sí mismo en cuanto a la unicidad, y empleó la totalidad de la materia
para la creación del universo. Éste, en efecto, no hubiera podido ser universo56 si no hubiera
sido formado y constituido de partes que eran totalidades. Existen, ciertamente, quienes
suponen que hay más de uno, y otros los consideran infinitos. Se trata de ignorantes 57 y
profanos respecto de la verdad de las cosas que merecen conocerse.

69
En quinto lugar, que la providencia de Dios se extiende sobre el mundo. En efecto, las leyes y
normas de la naturaleza, conforme con las cuales también los padres velan por sus hijos,
exigen que el Hacedor vele siempre por lo creado por Él.
56
Universo o totalidad. Es imposible reproducir cabalmente el juego de palabras que el
adjetivo huios = todo permite a Filón para explicar la contradicción que implicaría un
universo que no fuera único y contuviera la totalidad de la materia.
57
Otro juego de palabras intraducible: ápeiros expresa dos conceptos: infinito (a y peírar =
sin límite) e ignorante (a y peíra == sin experiencia).

172. Quien ha comenzado por aprender estas cosas tanto por haberlas oído como por haber
reflexionado sobre ellas, y ha impreso en su alma concepciones admirables y dignas de
sostener a saber: que Dios existe y Su existencia es eterna; que el realmente Es es uno; que
creó el mundo; y que creó uno solo según se ha dicho, asemejándolo a Sí mismo en cuanto a
la unicidad; y qué siempre vela por Su creación; ése gozará de una vida dichosa y feliz pues
lleva impresas en sí las enseñanzas de la piedad y la santidad.

70
INTERPRETACIÓN ALEGORICA DE LAS LEYES SAGRADAS

CONTENIDAS EN EL GÉNESIS II Y III 1

(LEGUM ALLEGORIAE)
1
Literalmente: interpretación alegórica de las sagradas leyes posteriores a los seis días.

INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA

1. I. "Y fueron acabados el cielo, la tierra y todo el mundo de los mismos." (Gen. II, 1.)
Habiendo hablado antes de la creación de la inteligencia y los sentidos; señala Moisés ahora
concretamente la conclusión de ambos; mas, al decir que alcanzaron su plenitud, no se refiere
ni a la inteligencia individual ni a los sentidos particulares sino a las formas ejemplares, 2 la
de la inteligencia y la de la sensibilidad. En efecto, se expresa en forma simbólica y llama
"cielo" a la inteligencia en mérito a que el cielo contiene las naturalezas que sólo ella puede
aprehender; y "tierra" a la sensibilidad por cuanto a ella cupo ser un compuesto de forma
corporal y de características más terrenas; estando el mundo de la inteligencia constituido por
todas las cosas incorpóreas e inteligibles; y el de los sentidos por las corpóreas y por cuantas,
en suma, se perciben a través de ellos.
2
Ver Sobre la creación, nota 4.

2. II. "Y en el sexto día acabó Dios las obras que había hecho." (Gen. II, 2.) Simpleza suma
sería pensar que la creación del mundo tuvo lugar en seis días o en un determinado transcurso
de tiempo cualquiera fuere. ¿Por qué? Porque todo transcurso de tiempo es un conjunto de
días y de noches, los que por fuerza se cumplen de acuerdo con el movimiento del sol en su
marcha por sobre y por debajo de la tierra. Pero el sol fue creado como parte del mundo; de
suerte que ninguna duda cabe de que el tiempo es más reciente que el mundo. Lo correcto,
pues, sería decir, no que el mundo fue creado en determinado transcurso de tiempo, sino que
el tiempo quedó determinado por medio del mundo, ya que fue el movimiento celeste quien
puso de manifiesto la naturaleza del tiempo.

3. Las palabras "acabó en seis días Sus obras" han de entenderse, por lo tanto, como
referencia no a un conjunto de días sino al 6; un número perfecto puesto que es el primero
igual a la suma de sus partes; 1/2, 1/3 y 1/6,3 y resulta de la multiplicación de dos factores
distintos, de 2 por 3; números éstos que han dejado atrás la incorporeidad involucrada en el 1;
el 2 por cuanto es la imagen de la materia, pues es fraccionable y divisible como ella; el 3 por
ser representación del cuerpo sólido, pues tres son las dimensiones que se distinguen en lo
sólido.
3
4+3+2+1=6. Sus factores, es además, la mitad más la tercera parte más la sexta parte de seis
suman 6.

4. Pero además el 6 está emparentado con los movimientos de los animales dotados de
miembros funcionales 4 porque son seis las direcciones en las que por ley natural se mueve el
cuerpo provisto de miembros funcionales: hacia adelante, hacia atrás, hacia arriba, hacia aba-
jo, hacia la derecha y hacia la izquierda. El propósito de Moisés es, pues, poner de manifiesto
cómo tanto las especies mortales como las incorruptibles han sido formadas de acuerdo con
los números que les son propios estableciendo, como he dicho, una correlación entre las
mortales y el número seis, y entre las felices y bienaventuradas y el número siete.

71
4
Ver Aristóteles, Ética III, 1 a 6.

5. Y así, en el séptimo día, una vez que ha puesto fin a la formación de las especies mortales,
comienza el Creador a modelar otras más Divinas. III. Porque en ningún momento cesa Dios
en su actividad creadora, antes bien, así como es propio del fuego el ardor y de la nieve el
enfriar, es también propio de Dios el hacer. Y en grado mucho mayor aún, por cuanto además
Él es el origen de la capacidad de obrar de todos los demás seres.

6. Con toda razón, pues, dice también "hizo cesar" y no "cesó";5 porque hace cesar a las cosas
que, aunque aparentemente producen, nada producen realmente; pero Él no cesa de hacer. Por
ello Moisés añade a "hizo cesar" la aclaración "a aquellas cosas que Él había comenzado".
(Gen. II, 3.) En efecto, todas aquellas cosas que se producen por medio de nuestras artes, una
vez concluidas se estabilizan y permanecen como están; cuantas, en cambio, produce la
Divina sabiduría, finalizadas entran en un nuevo movimiento, pues sus terminaciones son
origen de otras cosas; como el fin del día es el comienzo de la noche y la iniciación de cada
mes y de cada año ha de ser considerada limite de los que han transcurrido.
5
En el texto griego de los Setenta aparece, efectivamente, la forma activa katépause = hizo
cesar, en vez de la forma media katepáusato = cesó.

7. La generación se cumple como proceso paralelo al de la descomposición, y la corrupción se


desarrolla mientras se generan otros seres; de modo que es verdad el aserto de que "nada de lo
engendrado perece; separadas sus partes, da a luz una nueva forma".6
6
Eurípides, fragmento 839.

8. IV. La naturaleza se complace en el número siete.7 Siete son, en efecto, los planetas
contrapuestos al movimiento uniforme de las estrellas fijas. Por siete estrellas está integrada la
Osa, que es origen no sólo de relaciones comerciales sino también de acercamiento y unión
entre los hombres. En siete días, por otra parte, se cumplen las fases de la luna, el astro más
estrechamente vinculado con los seres terrestres. Asimismo las variaciones que la naturaleza
produce en el aire, las cumple por obra especialmente de figuras 8 presididas por el siete.9
7
Ver Sobre la creación, 89 a 128.
8
Figuras celestes o del cielo.
9
Referencia a los planetas, las Pléyades y los equinoccios, sobre los que se ha hablado en
Sobre la creación, 113, 115 y 116.

9. Ciertamente las modificaciones de las cosas mortales, que tienen un Divino origen en el
cielo, resultan benéficas cuando tienen lugar de conformidad con el número siete. ¿Quién, en
efecto, ignora que los fetos de siete meses alcanzan a vivir, en tanto que los que se toman más
tiempo, llegando a permanecer ocho meses en el seno materno, normalmente no sobreviven?

10. Y dicen que durante los primeros siete años el ser humano alcanza el uso de razón, y al
cabo de ellos, dueño ya de la facultad de discernir, está en condiciones de comprender los
nombres y verbos usuales; y que durante el segundo septenario llega a la plenitud de su ser,
plenitud que consiste en la capacidad para engendrar al semejante. En efecto, hacia los catorce
años el hombre puede ser padre de un semejante. Un nuevo lapso de siete años marca los
límites del crecimiento, pues hasta los veintiún años el hombre desarrolla su estatura, siendo
esta edad llamada por muchos la flor de la vida.

11. Además, siete son las partes no racionales del alma: los cinco sentidos, el órgano de la
palabra y la que se extiende hasta los órganos genitales, es decir la procreadora.

72
12. Siete, asimismo, son, por su parte, los movimientos del cuerpo: seis funcionales y uno
circular; siete también las vísceras: estómago, corazón, bazo, hígado, pulmón y dos riñones.
Ése es, también, el número de las partes del cuerpo: cabeza, cuello, pecho, brazos, vientre,
abdomen y piernas. Y la cara, la porción de mayor jerarquía en las creaturas animadas,
presenta siete orificios: dos ojos, dos orejas, otras tantas fosas nasales y en séptimo término la
boca.

13. Las excreciones son también siete: lágrimas, mucosidad, saliva, esperaría, los excedentes
eliminados por dos conductos, y el sudor de todo el cuerpo. A su vez, en las enfermedades el
séptimo día es el más crítico; y en las mujeres los flujos mensuales duran siete días.

14. V. A las más provechosas de las artes se extiende además el poder de este número. En
gramática, por ejemplo, las letras de mayor calidad y fuerza, vale decir las vocales, son siete
en total. En lo que toca a la música, la lira de siete cuerdas es probablemente el más excelente
de todos los instrumentos, puesto que en ningún otro se aprecia como en ella el más excelso
de los géneros melódicos, el enarmónico. Y es el caso que también son siete las variaciones
de la pronunciación: sonido agudo, grave, circunflejo, aspirado, no aspirado, largo y breve.
15. Además es el 7 el primer número después del 6, número perfecto; y desde determinado
punto de vista se identifica con el 1, puesto que, mientras los demás números que integran la
década o son múltiplos o son factores, el siete, en cambio, ni divide a ningún otro de los diez
primeros números ni es múltiplo de ninguno de ellos. Por eso los pitagóricos, recurriendo a un
mito, lo comparan con la diosa eternamente virgen y sin madre, por cuanto ni fue engendrada
ni dará a luz.10
10
Ver Sobre la creación, 100 y nota 32.

16. VI. "En el séptimo día, pues, cesó 11 de todas las obras que había hecho." (Gen. II, 2.) Esto
significa lo siguiente: Dios cesa de modelar las especies mortales cuando comienza a crear las
Divinas y emparentadas con la naturaleza del número siete.:
Pero con relación a la conducta humana esto ha de entenderse así: cada vez que la santa razón,
cuya pauta es el 7, sobreviene en el alma, anucíanse el 6 y cuantas cosas mortales parece pro-
ducir con él aquélla.
11
O "descansó"; pero literalmente "hizo cesar", según lo aclarado en la nota 5.

17. VII. "Y bendijo Dios al día séptimo y lo santificó." (Gen.11. 3.) Bendice Dios las
disposiciones espirituales puestas en movimiento de conformidad con la séptima y
verdaderamente Divina claridad, y acto seguido los declara santos; lo que se explica, pues
están entre sí íntimamente vinculados el carácter bendito12 y el carácter santo. Tal es la razón
por la que refiriéndose a quien ha formulado el gran voto,13 dice que, si, habiéndole
sobrevenido un repentino cambio, éste contaminare su. inteligencia,14 no será en adelante
santo, y, por el contrario, "sus anteriores días no le serán tenidos en cuenta." (Núm. VI, 12.) 15
Cosa lógica, pues del hecho de que el carácter no santo no sea tenido en cuenta, despréndese
que el bien tenido en cuenta16 es santo.
12
En griego, "que razona bien"; pero Filón, partiendo del parentesco formal entre eulogeín =
hablar bien de alguien, bendecir, y eulógistos = buen razonador (términos ambos formados a
partir de eu = bien, y logos = palabra y razón), asigna a eulógistos el sentido de bendito o
bendecido.
13
Sobre el gran voto o nazareato, ver Núm. VI, 2 a 21.
14
Tal es lo que entiende Filón que significa la mancha que, según Núm. VI, 9, puede contraer
el nazareo.

73
15
Álogos significa no contado o no tenido en cuenta; y, como por su forma es asimilable al
antónimo de eulógistos (bendito, según lo aclarado en la nota 12), es decir, a alógistos = no
bendito (si se acepta dicha acepción de eidógistos), Filón infiere que no tenido en cuenta y no
bendito son una misma cosa, y que, por lo tanto, también lo son tenido en cuenta y bendito.
16
Partiendo de las supuestas equivalencias de sentido establecidas más arriba (notas 12 y 15),
mediante un juego de palabras intraducibles al castellano, concluye Filón que el texto bíblico
de Núm. VI, 12 confirma la estrecha relación entre bendito y santo. El razonamiento es mas o
menos el siguiente: a) Según Gen. II, 3, eulúgistos (bendito) equivale a santo, b) Esto es
confirmado en Núm. VI,. 5 a 12, ya que allí se lee que los días de santidad, dejan de ser
santos, es. decir, son alógistoi (no benditos), y, por lo tanto, no santos ya, al mancharse en
nazareo en contacto con un cadáver.

18. Con razón, pues, ha dicho Moisés que Dios bendijo y santificó al séptimo día "porque en
él cesó 17 Dios de todas las obras que había comenzado a crear." (Gen. II, 3.) El motivo por el
que el hombre cuya conducta se ajusta a la séptima y perfecta claridad es bien considerado 18
y santo, es que el advenimiento de este día señala el término de la formación de las cosas
mortales. Y así ocurre, en efecto. Cada vez que la brillantísima y verdaderamente Divina
claridad de la virtud se eleva, cesa la producción de las cosas de naturaleza contraria. Por otra
parte, hemos demostrado que Dios cuando cesa,19 no cesa de producir, antes bien inicia la
creación de otros seres, en virtud de que no sólo es el Artífice sino también el Padre de las
cosas que van adquiriendo existencia.
17
Literalmente: "hizo cesar". Ver nota 5.
18
O bendito.
19
Literalmente: "hace cesar". Ver nota 5.

19. VIII. "Éste es el libro de la creación del cielo y de la tierra, cuando fueron creados." (Gen.
II, 4.) Este perfecto logos,20 que se mueve de acuerdo con el número siete, es el origen de la
creación de la inteligencia ordenada según las formas ejemplares, y de la sensibilidad mental,
si es lícito hablar de sensibilidad mental, ordenada según esas mismas formas. Moisés llama
"libro" al Divino logos, en el que hállanse inscriptas y grabadas las estructuras de todos los
demás seres.21
20
Filón identifica el logos con "el libro", apoyándose en que el término. logos, además de
razón, significa palabra.
21
Ver Sobre la creación, 20.

20. Para que no pienses que la Divinidad, cuando crea algo sea lo que fuere, lo hace en
períodos determinados de tiempo, y para que te des cuenta, en cambio, de que para la raza
humana Sus actos creadores son invisibles, ininteligibles e ininterpretables, añade "cuando
fueron creados"; sin delimitar en un determinado lapso ese "cuando"; debido a que no existe
límite alguno en la adquisición del ser por parte de cuanto es creado por la Causa. Queda, en
consecuencia, refutado el aserto de que la creación del universo duró seis días.

21. IX. "En el día en que creó Dios el cielo y la tierra y todo-verdor del campo antes de que
brotase sobre la tierra, y toda hierba del campo antes de que brotase; porque no había hecho-
Dios llover sobre la tierra ni había hombre alguno para que trabajase la tierra." (Gen. II, 4 y
5.) Más arriba ha llamado "libro" a este día; pues tanto en uno como en otro 22 registra la
creación del cielo y de la tierra. Y así es: mediante Su propio logos, inmensamente diáfano y
deslumbrante, Dios crea ambas cosas: la forma ejemplar de la inteligencia, a la que en
términos figurados llama "cielo", y la forma ejemplar de la sensibilidad, a la que
simbólicamente denomina "tierra".

74
22
Es decir, en el libro ("Este es el libro de la creación") y en el (séptimo) día ("El día en que
creó el cielo y la tierra").

22. Y compara. Moisés las formas ejemplares de la inteligencia y de la sensibilidad con dos
campos, por cuanto la inteligencia tiene por frutos los productos del pensamiento, y la
sensibilidad los datos del percibir sensorial. Y el pasaje significa más o menos lo siguiente:
así como antes de la inteligencia particular e individual existe una determinada forma
ejemplar, como arquetipo y modelo de la misma; y a su vez, previa a la sensibilidad particular
existe una forma ejemplar de sensibilidad, cuya relación respecto de aquélla es la que media
entre un sello y las imágenes impresas. por él; del mismo modo, antes de que llegaran a existir
las cosas aprehensibles por la inteligencia particular existió el intelectualmente aprehensible
genérico en sí, del que por participación reciben también ese nombre los demás seres
aprehensibles intelectualmente; y antes de que llegasen a existir las cosas sensibles
particulares, existió el sensible genérico en sí, por cuya participación también llegaron a
existir las demás cosas sensibles.

23. Llama, pues, "verdor del campo" a lo que es conocible por la inteligencia, puesto que, así
como en el campo germinan y florecen las cosas verdes, del mismo modo las cosas aprehen-
sibles intelectualmente son frutos de la mente. Antes, pues, de que existiese lo inteligible
particular, produjo Dios ese intelectualmente aprehensible genérico en sí, al que, además,
correctamente aplica el calificativo de "todo". Porque lo intelectualmente aprehensible
particular, siendo, como es, imperfecto, no es un "todo" pero sí lo es el intelectualmente
aprehensible genérico, por cuanto es algo pleno.

24 X. "Y toda hierba del campo antes de que brotara", dice. Lo que quiere decir: antes de que
brotaran las cosas sensibles particulares, existió también, por previsión del Hacedor, el
sensible genérico; al que también aplica Moisés el calificativo de "todo". Su comparación de
las cosas sensibles con la hierba es, sin duda, razonable, pues, así como la hierba es el
alimento de la creatura irracional, del mismo modo lo sensible ha sido asignado a la parte
irracional del alma. Ahora bien, ¿por qué habiendo dicho ya "verdor del campo" agrega "y
toda hierba", como afirmando que la hierba y el verdor son cosas totalmente distintas? Pues
porque "el verdor del campo" es lo aprehensible intelectualmente, fruto de la inteligencia; y la
"hierba" es lo sensible, fruto también, pero de la parte irracional del alma.

25 "No había hecho Dios llover sobre la tierra ni hombre alguno había para trabajar la tierra",
dice. Exacto; pues, si Dios no enviare sobre los sentidos la "lluvia" de las percepciones de los
objetos al alcance de ellos, la inteligencia tampoco "trabajará" ni intervendrá en la esfera de la
sensibilidad, por cuanto de por sí ella sería ineficaz si la Causa no derramase, cual "lluvia" y
riego, colores en la vista, sonidos en los oídos, sabores en el paladar y en los demás sentidos
las sensaciones correspondientes.

26. Pero, no bien comienza Dios a regar a la sensibilidad con cosas sensibles, al punto
también la inteligencia aparece como trabajadora de lo que podríamos llamar una fecunda
tierra. Por otra parte, la forma ejemplar de la sensibilidad no ha menester do nutrición, pero sí
la necesita la sensibilidad; y el alimento de ella, al que Moisés simbólicamente llama "lluvia",
son las cosas' sensibles particulares, que son cuerpos. Con ellos ninguna relación, en cambio,
tiene una forma ejemplar; y por eso, antes de que existiesen las cosas compuestas particulares,
no había llovido Dios sobre la forma ejemplar de la sensibilidad, a la que Moisés llama tierra;
vale decir, no le suministraba alimento. Y en verdad, aquélla no necesitaba en absoluto de
cosa sensible alguna.

75
27. Las palabras "y no había hombre para trabajar la tierra" significan lo siguiente: la forma
ejemplar de la inteligencia no "trabajaba" 23 la forma ejemplar de la sensibilidad. En efecto,
mientras mi inteligencia o la tuya "trabajan" la sensibilidad mediante las cosas sensibles; la
forma ejemplar de la inteligencia, en cambio, dado que, ciertamente, ningún cuerpo particular
propio de ella existe, no trabaja la forma ejemplar de la sensibilidad, pues, si lo hiciera, sería
mediante los objetos sensibles, y ningún objeto sensible existe en el ámbito de las formas
ejemplares.
23
Vale decir, no obraba u operaba en ella.

28. XI. "Una fuente brotó del seno de la tierra y regó toda la faz de la tierra" (Cén. II, 6.)
Moisés llama a la inteligencia "fuente de la tierra", y a los sentidos "faz"24 de ella" porque la
naturaleza, que todo lo prevé, asignó a éstos tal lugar como el más apropiado de todo el
cuerpo para sus actividades específicas; y la inteligencia "riega", a modo de "fuente", a los
sentidos vertiendo en ellos las corrientes útiles a cada uno de ellos. Observa cómo, a manera
de cadena, las potencias del ser viviente penden unas de otras. Siendo, en efecto, tres: la
inteligencia, la sensibilidad y además el objeto sensible, la sensibilidad es la intermedia y en
uno y otro extremo están situados la inteligencia y el objeto sensible.
24
O cara.

29. Mas ni la inteligencia es capaz de trabajar, vale decir de obrar a través de la sensibilidad,
si Dios no la riega y derrama a modo de "lluvia" el objeto sensible sobre ella; ni, habiendo
tenido lugar tal lluvia del objeto sensible, resulta ella provechosa, si la inteligencia a modo de
"fuente", tras conducir a aquél hasta la sensibilidad, no saca a ésta de su inactividad y la
impele a la aprehensión del objeto a su alcance. De modo que la inteligencia y objeto sensible
se aplican permanentemente a un recíproco trueque, éste poniendo al alcance de la
sensibilidad lo que viene a ser su material; aquélla, moviendo a la sensibilidad hacia el objeto
externo, como verdadero artífice, a fin de que se lance tras aquél.

30. El ser animado, en efecto, en dos cosas supera al inanimado: en la representación mental y
en el impulso.25 La representación mental se produce por la penetración del objeto externo,
que se graba en la mente a través de la sensibilidad; el impulso, pariente próximo de la
representación mental, resulta del poder de autoextensión propio de la inteligencia; poder que
ella extiende a través de la sensibilidad; y así, pónese en relación con el objeto situado ante
ella, y avanza Lacia él ansiando vivamente alcanzarlo y asirlo.
25
Representación mental, o sea, la presentación del objeto en la inteligencia y la capacidad de
captarlo; e impulso, o tendencia o apetito.

31. XII. "Y formó Dios al hombre tomando polvo de la tierra y sopló en su rostro el aliento de
la vida y el hombre se convirtió el alma viviente." (Gen. II, 7.) Hay dos clases de hombres:
uno es el hombre celestial, el otro el terrestre. El celestial, como que fue creado según la
imagen de Dios, nada absolutamente tiene en común con la sustancia corruptible y terrenal; el
terrestre, en cambio, ha sido formado de la materia dispersa que Moisés llama polvo. Por eso
no dice que el hombre celestial fuera formado, sino que fue estampado según la imagen de
Dios; en tanto que del terrestre dice que fue obra modelada por el Artífice, no vástago Suyo.

32. Hemos de considerar que ese hombre hecho de tierra es una inteligencia que se va
incorporando al cuerpo, pero sin estar aún fundida con él. Por otra parte, esta inteligencia
terrestre es, en realidad, corruptible también si Dios no llega a infundirle un poder de vida
verdadera; porque, cuando ello ocurre, cesa ya de ser modelada, y se incorpora a un alma, y

76
no a un alma inoperante e informe, sino a una inteligente realmente y plena de vida. Por eso
dice: "El hombre se convirtió en un alma viviente".

33. XIII. Podrían, por otra parte, formularse estas preguntas:


¿por qué Dios consideró digna de Su Divino aliento a la inteligencia nacida de la tierra y
apegada a un cuerpo, y no a la creada según la forma ejemplar y Su propia imagen? Segundo:
¿qué quiere decir "sopló en"? Tercero: ¿por qué el soplo fue en el rostro? Cuarto: ¿por qué si
conocía el término "espíritu", como se desprende de su expresión "Y el espíritu de Dios se
extendió sobre las aguas" (Gen. I, 2), emplea ahora la palabra "aliento", y no "espíritu"?

34. Con respecto a la primera cuestión cabe manifestar una cosa: que, siendo Dios, como es,
inclinado a prodigar dones, concede bienes a todos sin exceptuar a las creaturas imperfectas,
impulsándolas así a la participación en la virtud y al celo por ella; y al mismo tiempo
haciendo latente Su riqueza sin límites, como que alcanza también para aquellos que no
sabrán sacar de ella el suficiente provecho. Esto vuelve a ponerlo de manifiesto en otras
circunstancias clarísimamente. Así, cada vez que hace llover sobre el mar, cada vez que con
lluvias llena las fuentes de los lugares mas desiertos, cada vez que riega la tierra árida, áspera
y estéril, haciendo desbordar sobre ella los ríos mediante las crecientes, ¿qué otra cosa
muestra sino la incomparable magnitud de Su riqueza y de Su bondad? Éste fue el motivo por
el cual no creó alma alguna estéril para el bien, aun cuando su práctica sea imposible para
algunos.

35. Debemos además señalar lo siguiente: Dios quiere atenerse a las normas establecidas del
derecho. Seguramente quien no hubiese recibido el soplo de la verdadera vida, siendo, por el
contrario, inexperto en lo que toca a la virtud, al ser castigado por faltas cometidas, hubiera
alegado que era castigado injustamente, pues por ignorancia del bien había delinquido
respecto del mismo, y que el culpable de ello es Aquél que no "sopló" en él ninguna noción
acerca de lo bueno. Dirá posiblemente que no ha faltado en absoluto, por cuanto, como
sostienen algunos, las acciones involuntarias o inconscientes no involucran falta alguna.

36. La expresión "sopló en" equivale a "inspiró" o "convirtió en animado" lo inanimado.


Porque, no nos contaminemos con una extravagancia tal, que pensemos que, al "soplar", lo
hizo Dios empleando órganos como la boca o las narices; ya que Dios no sólo no tiene forma
humana, sino, además, es ajeno a toda determinación cualitativa. No; lo que la expresión pone
de relieve es algo que está más de acuerdo con la naturaleza de las cosas.
37. Es preciso, en efecto, que haya tres cosas: la que sopla, lo que recibe el soplo y lo soplado.
El que "sopla" es Dios; quien recibe es la inteligencia, y lo soplado es el espíritu.26 ¿Qué se
deduce, pues, de esto? Que tiene lugar una concurrencia triple: Dios proyecta el poder que
procede de Sí mismo por conducto del soplo hasta quien yace ante Él. ¿Y con qué intención lo
hace, sino para que lleguemos a adquirir un conocimiento de Él?
26
Léese, en efecto, pneúma = espíritu, aunque por la aclaración de 42 se esperaría que dijera
pnoé = aliento, soplo ligero.

38. Porque, ¿de qué manera hubiera conocido el alma a Dios, si Éste no hubiese soplado sobre
ella, estableciendo un contacto en la medida de las posibilidades de ésta? La inteligencia
humana, efectivamente, jamás se hubiera aventurado a remontarse tan alto como para
comprender la naturaleza de Dios, si el mismo Dios no la hubiera levantado hacia Sí, hasta
donde era posible que la inteligencia humana fuera elevada, e impreso en ella Su marca según
la capacidad de conocimiento que a ésta le era dable alcanzar.

77
39. Lo de "soplo en su faz" ha de entenderse a la vez física y éticamente. Físicamente, porque
fue en el rostro donde formó Dios los sentidos; como que se trata de la parte del cuerpo
dotada más. que toda otra de actividad vital. Y éticamente, en este sentido: así como el rostro
es la parte rectora del cuerpo, lo es del alma la inteligencia, y sólo en ella sopló Dios; a las
restantes partes, es decir los sentidos, el órgano del habla y el de la reproducción, no las
consideró dignas de tal cosa.

40. Son, en efecto, secundarias, por su capacidad. ¿Por quién, entonces, son inspiradas éstas?
Evidentemente, por la inteligencia. De lo que Dios hizo partícipe a la inteligencia, de ello
hace partícipe la inteligencia a la parte irracional del alma; de modo que, mientras la
inteligencia es dotada de vida animada por Dios, la parte irracional la recibe de la inteligencia,
puesto que la inteligencia es, en cierto modo, el dios de la parte irracional del alma; por lo que
no titubeó Moisés en llamarse a sí mismo "Dios del Faraón." (Ex. VII, 1.) 27
27
Moisés o la inteligencia, dios del faraón o la irracionalidad.

41. Es que de las cosas que son creadas, unas lo son por el poder y la obra de Dios, otras por
Su poder mas no por obra Suya. Las más excelsas fueron hechas por Su poder y por Su obra.
Por ejemplo, se adelantará a decirnos ¿el legislador que "Dios plantó un parque." (Gen. II, 8.)
La inteligencia también está en este mismo caso. Lo irracional, en cambio, fue hecho por el
poder de Dios pero no por obra de Él, sino a través de la potencia racional que gobierna y
reina en el alma.

42. "Aliento", y no "espíritu", ha dicho, dando a entender que media una diferencia entre
ambas cosas. El espíritu, en efecto, está concebido como una fuerza, un vigor o un poder, en
tanto que el aliento es como una brisa y un soplo sereno y suave. De la inteligencia hecha
según la imagen y la forma ejemplar es posible afirmar que participa del espíritu, pues su
discernimiento es robusto; en cambio, de la que procede de la materia podemos decir que
participa de la brisa ligera e insustancial, cómo una exhalación cualquiera, tal como las que
proceden de las sustancias aromáticas; las que, aunque se las conserve sin quemarlas, no por
eso dejan de exhalar cierto grato perfume.

43. XIV. "Y plantó Dios un parque en el Edén hacia el oriente, y colocó allí al hombre que
acababa de formar." (Gen. II, 8.) A través de muchas denominaciones ha señalado Moisés que
la, sabiduría suprema y celestial tiene numerosos nombres, pues la ha llamado "principio",
"imagen" y "visión de Dios". Ahora mediante la plantación del parque aclara que la sabiduría
terrena es una imitación de aquella otra, como de un arquetipo. Porque, no haga presa del
humano discernimiento una impiedad tal como para suponer que Dios trabaja la tierra y planta
parques. Por cierto que, además, enseguida andaríamos sin saber por qué razón lo hace; ya
que no será para procurarse gratas: distracciones y placeres. Ni nos pase por la mente jamás
semejante superchería.

44. La verdad es que ni el mundo entero» seria digna sede y residencia para Dios, ya que Dios
es Él mismo" Su sede. Él mismo se colma a Sí mismo y Él mismo se basta a Sí mismo; y Él
es quien llena y contiene a las otras cosas, que en sí son menesterosas, desiertas y vacías; sin
ser a Su vez contenido por ningún otro ser, por cuanto Él es único y el todo.

45. Pues bien, lo que Dios siembra y planta es la virtud terrena. para la raza mortal, virtud que
es imitación y copia de la celestial. En efecto, compadecido de nuestra raza y observando que
es un compuesto de una copiosa abundancia de males, hizo-arraigar en ella una virtud
terrestre que la protegiera y defendiera de las enfermedades del alma; virtud que es, como

78
dije, imitación de la celestial y ejemplar, a la que Moisés designa con variados nombres.
Mientras la virtud es designada figuradamente con el nombre de "parque"; al lugar próximo al
parque se lo llama "Edén", que quiere decir "deleite"; y la paz, el bienestar y la dicha, en los
que reside el verdadero deleite, están estrechamente unidos a la virtud.28
28
Es decir, esas condiciones que conforman el verdadero deleite se hallan vinculados o
próximos a la virtud, como unido al parque se halla el Edén.

46. Además la plantación del parque es "hacia el oriente". Es que la recta razón no se pone ni
se apaga, sino que está en su naturaleza el "elevarse" 29 siempre; y así como, se me ocurre, el
sol, al elevarse, llena de luz la obscuridad del aire, del mismo modo también la virtud, una vez
elevada en el alma, ilumina sus tinieblas y dispersa su espesa sombra.
29
Juego de palabras; anatolé -= oriente o levante, y anatéllein = elevarse, salir un astro.

47. "Y colocó", dice, "allí al hombre que acababa de formar". Siendo Dios, como es,
bondadoso, y preparando a nuestra raza para la virtud como su cometido más propio, puso a la
inteligencia en medio de la virtud, evidentemente para que a ninguna otra cosa sino a ésta
cuidase y cultivase como buen agricultor.

48. XV. Ahora bien, podría alguien formular esta pregunta: ¿Por qué siendo, como es, acción
piadosa imitar las obras de Dios, planta Él el parque y a mí no me está permitido plantar un
bosque próximo al altar? Dice, en efecto, la ley: "No plantarás para ti un bosque; ningún
bosque harás crecer para ti en las proximidades del altar del Señor tu Dios." (Deut. XVI, 21.)
¿Qué decir ante esto?

49. Que, aunque es a Dios a quien cuadra plantar y erigir en el alma las virtudes; con todo, la
inteligencia es apegada a sí misma y olvidada de Dios, y piensa que es igual a Él y se tiene
por productora, cuando, en realidad su papel es pasivo. Y, como el que siembra y planta los
bienes en el alma es Dios, la inteligencia peca de impiedad al decir "La que planta soy yo".
"No has de ser tú, pues, quien plante cuando Dios planta. Y en el caso de que tú también
plantares en el alma, oh inteligencia, planta todas las especies fructíferas, pero no un bosque;
que en un bosque crecen árboles salvajes además de los cultivados; y plantar en el alma al
lado de la cultivada y fructífera virtud el estéril vicio, es como una lepra, la que se caracteriza
por su doble naturaleza y su heterogéneo aspecto.

50. Si, pese a todo, llevares al mismo sitio cosas heterogéneas e imposibles de mezclar,
distingüelas y sepáralas de la pura e inmaculada naturaleza que ofrece a Dios frutos sin
defectos. Esta naturaleza es precisamente lo que simboliza el "altar", y es profanarlo el.
atribuir al alma la paternidad exclusiva de una obra, cuando todas las obras llevan en sí una
referencia a Dios, y confundir de ese modo 30 lo estéril con lo fructífero. Porque esta
presunción es un defecto precisamente, y a Dios se le ofrecen las cosas sin defecto.
30
Es decir, la esterilidad humana con la eficacia Divina. Filón recurre en el parágrafo a un
juego de palabras basado en los dos sentidos de anaphérein = ofrendar y referir a, y anaphorá
= ofrenda y referencia a.

51. Si transgredieres, pues, cualquiera de estas normas, oh alma, a quien dañarás será a ti
misma, no a Dios. Por eso dice Moisés: "No plantarás para ti mismo". Nadie, en efecto,
trabaja para Dios cosa alguna, sobre todo si se trata de cosas ruines. Y añade de nuevo: "No
harás para ti mismo." Y en otro lugar dice también: "No erijáis a Mi lado dioses de plata ni
construyáis para vosotros mismos divinidades de oro." (Ex. XX, 23.) Porque es a sí mismo a
quien daña, y no a Dios, quien piensa que Dios es de naturaleza cualitativa o que no es uno o

79
que no es increado e incorruptible o que no es inmutable; de allí que diga: "No construyáis
para vosotros." Porque es preciso concebirlo de naturaleza no cualitativa, uno, incorruptible e
inmutable; y quien así no lo concibiere saturará su propia alma de falsa e impía opinión.

52. ¿No ves que, aun cuando Él nos condujere hacia la virtud y, conducidos a ella,
plantáramos, no un árbol estéril, sino "todo árbol de fruto comestible", con todo, manda
"purificar completamente su impureza"? (Lev. XIX, 23.) Esta impureza es el creer que
plantamos; que lo que Él nos prescribe, es suprimir la presunción; y la presunción es algo
impuro por naturaleza.

53. XVI. En cuanto al hombre que Dios acababa de modelar, en este pasaje dice solamente
que lo colocó en el parque. ¿Quién es, entonces, aquel de quien más adelante dice que "tomó
Dios Soberano al hombre que había hecho, y lo colocó en el parque para trabajarlo y
cuidarlo?" (Gen. II, 15.) Seguramente éste es el otro, es decir, el creado según la imagen y
forma ejemplar; de modo que son dos los hombres introducidos en el parque: el "modelado" y
el "según la imagen".

54. El creado según la forma ejemplar no sólo se halla situado en el ámbito de las
plantaciones de las virtudes sino además es plantador y guardián de las mismas, lo que
implica que retiene en la memoria cuanto ha escuchado y practicado. El "modelado", en
cambio, ni produce las virtudes ni las vigila; solamente es conducido a las verdades por la
Divina liberalidad, y habrá de ser poco después desterrado de la virtud.

55. Por eso al que Dios solamente sitúa en el parque lo presenta Moisés como "modelado", en
tanto que al referirse al que Dios designa trabajador y guardián no lo dice el "modelado" sino
"al que había hecho". Y es a éste a quien Dios recibe, en tanto que a aquél lo rechaza. Y al
que recibe lo juzga digno de tres dones, que constituyen juntos la natural capacidad, a saber:
el acierto, la perseverancia y la memoria: el acierto, que es la colocación en el parque; la
perseverancia, que consiste en la práctica de las dignas acciones; la memoria, o sea, el
cuidado y conservación de las santas doctrinas. La inteligencia "modelada", en cambio, ni
recuerda las cosas nobles ni las produce; simplemente las capta con facilidad y nada más. Por
eso, colocada también en el parque, poco después huye y es arrojada fuera.

56. XVII. "E hizo crecer Dios del seno de la tierra toda clase de árboles hermosos para la
contemplación y buenos para alimento, y el árbol de la vida en medio del parque; y el árbol de
la ciencia, del bien y del mal." (Gen. II, 9.) Ahora señala Moisés los árboles de virtud que
Dios planta en el alma, es decir, las virtudes particulares, las correspondientes actividades, los
rectos procederes y los que los filósofos denominan deberes comunes.31
31
Cicerón, De Oficiis I, 3, 8, y III, 3, 14.

57. Éstas son las plantas del parque. Moisés las caracteriza mostrando que el bien es asimismo
lo más hermoso de verse y gozarse. Mientras algunas de las ciencias y las artes son, en efecto,
teóricas y no prácticas, como la geometría, y algunas son prácticas y no teóricas, como la
carpintería, el arte del forjador y todas las denominadas de artesanía; la virtud, en cambio, es a
la vez teórica y práctica. Encierra, en efecto, una teoría en cuanto que el camino hacia ella, es
decir la filosofía, también la involucra en sus tres partes: lógica, ética y física; y encierra
además obras, pues la virtud es un arte de toda la vida, en el que se dan juntos todos los
géneros de acciones.

58. Pero no sólo encierra una teoría y una práctica, sino además sobresale por sus excelencias

80
en uno y otro aspecto, puesto que la teoría de la virtud es hermosísima, y su práctica y
ejercicio son sumamente apetecibles. Por eso Moisés, aludiendo a su aspecto teórico, dice que
"es hermoso para la contemplación"; y refiriéndose a su práctica y ejercicio, que "es bueno
para alimento".

59. XVIII. "El árbol de la vida" es la virtud en su acepción más amplia, la que algunos
denominan bondad, y de la que proceden las virtudes particulares. Éste es el motivo por el que
está situado en el centro del parque teniendo por sede la posición que más abarca, a fin de
que, como a un rey, aquéllas le sirvieran a modo de guardias desde una y otra parte. Hay
quienes dicen, sin embargo, que es el corazón lo que se denomina "árbol de la vida" por
cuanto él es quien hace posible la vida, y a él le ha correspondido el lugar central del cuerpo,
porque, según ellos, es la parte rectora.32 Pero no olviden éstos que ellos se atienen más al
punto de vista médico que al filosófico, en tanto que nosotros, como más arriba ya se ha
dicho, decimos que es a la virtud en su sentido más lato a la que aquí se llama "árbol de la
vida".
32
Tal es la opinión de la mayoría de los estoicos; Platón, en cambio, la sitúa en la cabeza.

60. Mientras dice expresamente que este árbol está colocado en medio del parque; al
mencionar al otro, en cambio, al de la ciencia del bien y del mal, no aclara ni si está dentro ni
si está fuera del parque; y, después de las palabras "y el árbol de la ciencia del bien y del
mal", so detiene al punto sin declarar dónde se encuentra. Muévelo a ello el deseo de que el.
profano en filosofía natural no pueda admirar el lugar donde se halla el saber.

61. ¿Qué corresponde, pues, decir? Que este árbol está a la vez dentro y fuera del parque, en
acto dentro, en potencia fuera. ¿Cómo es esto? Pues bien, la parte dominante de nuestro ser
todo lo puede recibir, y se asemeja a la cera, que admite todas las impresiones hermosas y
feas. Por ello también el su-plantador,33 Jacob, lo reconoce cuando afirma: "Sobre mí han
sobrevenido todas estas cosas." (Gen. XLII, 36.) En efecto, sobre el alma, siendo una sola
como es, sobrevienen las innumerables impresiones de todas las cosas que hay en el universo;
y en tanto que, si recibe la marca de la perfecta virtud se convierte en "el árbol de la vida"; si
recibe la del vicio, se convierte en "el de la ciencia del bien y del mal". Pero el vicio se halla
desterrado del Divino coro;34 y en consecuencia, nuestra parte rectora, que lo ha recibido, está
en acto en el parque pues en ella se encuentra asimismo la marca de la virtud, que está
íntimamente vinculada con el parque; pero a la vez, virtualmente se halla fuera de él puesto
que la marca del vicio es ajena al Divino oriente.
33
Suplantador porque sustituyó a Esaú en la primogenitura. Gen. XXV a XXVII.
34
Platón, Fedro 247 a.

62. Quizás lo que digo se pueda entender también de la siguiente manera: en este momento mi
parte rectora está en mi cuerpo en acto, pero virtualmente en Italia o Sicilia, pues su pensa-
miento se concentra en estas regiones, y en el cielo cuando indaga acerca del cielo. Por eso
también, frecuentemente, algunos, aunque se encuentran en lugares profanos, hállanse en
realidad en los más sagrados pues sus pensamientos se concentran en las cosas tocantes a la
virtud; y a la inversa, otros, hallándose en lugares sacros son profanos en lo que hace a su
inteligencia, pues ésta se apropia de inclinaciones hacia el mal y de. groseras impresiones. De
modo que el vicio ni está ni no está en el parque, pues puede estar en acto pero no puede estar
virtualmente.

63. XIX. "Un río sale desde el Edén a regar el parque. Desde allí se reparte en cuatro
cabeceras de ríos. Fisón es el nombre de uno de ellos. Éste es el que circunda toda la tierra de

81
Evilat, allí donde está el oro;35 y el oro de aquella región es de buena calidad; además allí se
dan el rubí y la piedra verde. El segundo río se llama Geón. Éste rodea en círculo toda la tierra
de Etiopía. El tercer río es el Tigris; éste es el río que corre frente a Asiría; el cuarto río es el
Eufrates." (Gen. II, 10 a 14.) Mediante los ríos quiere Moisés representar las virtudes
particulares. Éstas son en número de cuatro: prudencia, templanza, fortaleza y justicia. El más
grande de los ríos, del que proceden los cuatro restantes, es la virtud genérica, que conocemos
con el nombre de bondad. Los cuatro derivados son las virtudes, cuyo número es ese mismo.
35
"Allí donde está el oro". Tal es la traducción razonable del pasaje exsí hoú esti tó krysíon.
Pero la forma hoú (= donde, si funciona como adverbio; = del cual, si se trata del genitivo de
hós = quien, el cual, el que) da pie para una muy filoniana interpretación del texto, el que,
para su;; propósitos, vendrían significar: "Allí (está Aquél) del cual es el oro". Es de advertir,
para quien desconozca la lengua griega, que la elipsis del verbo éinai = ser, estar, y del
antecedente del relativo no es extraña a la construcción griega. Ver las consecuencias de esta
interpretación en los parágrafos 67 y 77.

64. La virtud genérica tiene, pues, origen en el Edén, es decir, en la sabiduría de Dios, la cual
se complace, alegra y deleita solamente en Dios, su Padre, cifrando en Él su orgullo y su
gloria. Las cuatro virtudes específicas, en cambio, son derivadas de la genérica, la que, cual
un río, riega las rectas realizaciones de cada una de ellas con una abundante anuencia
de nobles acciones.

65. Observemos también los términos que emplea: "Un río", dice, "sale desde el Edén a regar
el parque". El "río" es la virtud genérica, es decir, la bondad. Ésta procede del Edén, vale
decir, de la sabiduría de Dios, que es el logos de Dios, pues conforme a éste es como ha sido
creada la virtud genérica. La virtud genérica, a su vez, riega el parque, es decir, alimenta a las
virtudes particulares. Lo de "cabeceras de ríos" no ha de entenderse en el sentido de lugar sino
de soberanía;36 como que, efectivamente, cada una de las virtudes es una verdadera soberana y
reina. "Se separa" equivale a "tiene límites determinados". La prudencia, cuya esfera son las
cosas por realizarse, establece limites en torno a ellas; la fortaleza, a su vez, delimita a las que
se han de soportar; la templanza, a las que se han de escoger la justicia; las que se han de
asignar a cada uno.
36
Arkhé significa mando, y, como una acepción secundaria, designa cabecera de río. De allí
la aclaración de Filón.

66. XX. "Fisón es el nombre de uno de ellos; éste es el que circunda toda la tierra de Evilat,
allí donde está el oro;37 y el oro de aquella región es de buena calidad; además allí se dan el
rubí y la piedra verde." Una especie dentro de las cuatro virtudes es la prudencia, a la que
Moisés llama Fisón en mérito a que "ahorra" al alma iniquidades y la protege de ellas.38 Cir-
cunda y rodea ella "la tierra de Evilat", es decir, rodea de cuidados a la benévola, suave y
propicia disposición de espíritu; y, así como de las sustancias fundidas el oro es la más
excelente y apreciada, del mismo modo de las virtudes del alma la más apreciada es la
prudencia.
37
O "allí (está Aquél) de quien es el oro"; según lo aclarado en la nota 35.
38
Filón asocia el nombre Pheison (Fisón) con el verbo phéidomai (futuro: phéisomai) =
economizo, evito.

67. Las palabras "allí hoú39 está el oro" no hacen referencia a un lugar, como en "allí donde
está el oro"; sino significan "allí (está Aquél)" de quien es propiedad la prudencia, que brilla
como el oro, es purificada por el fuego y tiene un valor inapreciable; estando reconocida
como la riqueza más hermosa de Dios. Y el lugar donde la prudencia reside es sede de dos

82
tipos de hombres: el que es prudente y el que obra prudentemente, a los que Moisés compara
con el rubí y la piedra verde.
39
Ver nota 35, sobre las dos acepciones de hoú: donde y de quien.

68. XXI. "Y el segundo río se llama Geón. Éste rodea en círculo toda la tierra de Etiopía."
Este río simboliza a la fortaleza. En efecto, "Geón" significa "pecho" o "corneador", cosas
ambas que son signo de fortaleza, pues ésta reside en los pechos humanos, donde también
encuéntrase el corazón, y se halla bien pertrechada para la defensa.40 Es, efectivamente, la
ciencia de las cosas que se han de tolerar, de las que no deben serlo y de las que no entran en
ninguno de los dos casos;41 y "rodea" y sitia en son de guerra a la "Etiopía", nombre cuya
interpretación es "bajeza", y la cobardía es cosa baja, en tanto que la fortaleza es enemiga de
la bajeza y de la cobardía.
40
Tal como los animales que poseen cuernos y cornean.
41
Definición estoica de la fortaleza o valentía (andréia).

69. "Y el tercer rio es el Tigris; éste es el que corre frente a Asiría." La tercera virtud es la
templanza, opuesta al placer, el que cree "dirigir" a su arbitrio la humana debilidad. En efecto,
en lengua griega los asirlos son llamados "dirigentes". Moisés compara además el apetito,42
del que se ocupa la templanza, con el tigre,43 el más indómito de los animales.
42
Apetito vicioso, es decir, concupiscencia o avidez de placeres.
43
Tigris designa en griego tanto al animal de ese nombre como al río de Mesopotamia.

70. XXII. Vale la pena averiguar por qué la fortaleza está mencionada en segundo término, la
templanza en el tercero y la prudencia en primer lugar; y por qué no se ha presentado a las
virtudes en otro orden. Tengamos presente que nuestra alma comprende tres partes,44 de las
que una contiene la razón, otra la irascibilidad, y la tercera el apetito.45 Y sucede que la
cabeza es la sede y residencia de la parte racional; el pecho de la irascible, y el vientre de la
apetitiva; y que "a cada una de las partes ha sido adaptada la virtud que le es propia: la
prudencia a la parte racional, pues es propio de la razón tener el conocimiento de las cosas
que se deben hacer y de las que no se deben hacer; la fortaleza a la irascible, y la templanza a
la apetitiva, puesto que mediante la templanza nos curamos y sanamos de nuestros deseos.
44
Conforme con la teoría de Platón, expuesta en el Fedro 439 d, en el famoso mito del carro
del alma, del que es conductor la parte racional, y del que tiran dos caballos; uno más noble,
la parte pasional o colérica; otro más vil, la parte apetitiva; si bien Filón se aparta de él al no
distinguir la calidad de uno y otro caballo. En cuanto a la localización de las tres partes del
alma en las tres partes del cuerpo, ajustase Filón a lo expuesto en el Timeo 69 e y 90 a.
45
Es decir, la parte racional; la parte colérica o irascible o pasional, en el sentido de ánimo
elevado o fortaleza de espíritu; y la parte apetitiva o de la concupiscencia.

71. Así, pues, como la cabeza es la parte primera y más elevada del ser viviente, el pecho la
segunda y el vientre la tercera; y, a la vez, la parte racional es la primera en el alma; la parte
irascible, la segunda; y la parte apetitiva, la tercera; así también de las virtudes es primera la
prudencia, que atañe a la primera parte del alma, la racional, y reside en la primera parte del
cuerpo, vale decir la cabeza; segunda es la templanza, porque concierne a la segunda parte del
alma, que es la ira, y porque está encerrada en la correspondiente zona del cuerpo, o sen c1
pecho; y tercera es la templanza, y& que su esfera de acción es el vientre, que es la tercera
porción del cuerpo, y la parte apetitiva, a la que está asignada la tercera zona del alma.

72. XXIII. "El cuarto río", dice, "es el Eufrates." "Eufrates" significa "fertilidad", y simboliza
a la cuarta de las virtudes, la justicia, virtud realmente fructífera y regocijo de la inteligencia.

83
¿Cuándo se da esta virtud? Cuando las tres partes del alma guardan recíproca armonía;
armonía que alcanzan cuando las sujeta a su dominio la parte superior. Por ejemplo, cuando
las dos, la irascible y la apetitiva, son guiadas como dos corceles por la racional, entonces
sobreviene la justicia, puesto que es justo que la dirección esté en manos de la parte mejor
siempre y en todo lugar, y que la parte inferior obedezca; y la parte superior es la racional en
tanto que la irascible y la apetitiva son las inferiores.

73. Cuando, por el contrario, la ira y el apetito se rebelan y se emancipan, y por la violencia
del embate dan por tierra con el conductor, me refiero a la parte racional, y lo someten a su
yugo, y una y otra pasión se adueñan de las bridas, prevalece la injusticia; porque, fatalmente,
por la inexperiencia e incapacidad del conductor los uncidos son conducidos a través de
lugares escarpados y barrancos, del mismo modo que con experiencia y eficiencia 46 se los
evita.
46
Incapacidad o vicio (kakía), y eficiencia o virtud (areté).

74. XXIV. Veamos ahora el asunto también de esta manera. "Fisón" significa "transformación
de la boca" y "Evilat", "que sufre los dolores del parto". En ellos aparece claramente señalada
la prudencia. Mientras los más, en efecto, juzgan prudente al hombre que descubre
argumentos sofísticos y al que es hábil en expresar lo pensado, Moisés, en cambio, reconoce
al tal hombre como aficionado a la palabra, pero de ningún modo como prudente. En efecto,
la prudencia se comprueba en la "transformación de la boca", vale decir, en la transformación
de la palabra que expresa lo pensado.47 Lo que equivale a decir que el ser prudente no se
determina en las palabras sino en la obra y en los hechos meritorios.
47
Es decir, en la concreción de lo dicho, o en el pasar de las meras palabras al terreno de las
realizaciones concretas.

75. La prudencia establece un círculo, un muro podríamos decir, en torno de Evilat, o sea, en
torno de la insensatez, que sufre los dolores del parto, para asediarla y destruirla. Con toda
propiedad dícese que la insensatez sufre tales dolores, ya que la inteligencia, insensata,
enamorada de cosas fuera de su alcance, sufre cual parturienta en toda ocasión: cuando está
prendada de las riquezas, de la fama, del placer, o de alguna otra cosa,

76. Pero no obstante sufrir los dolores del parto no engendra jamás, puesto que el alma del
hombre necio es incapaz por naturaleza de engendrar vástago alguno; e incluso aquellas cosas
que aparentemente produce resultan ser abortos y fracasos, que devoran la mitad de su propia
carne, y equivalen a la muerte de dicha alma. Por eso Aarón, la sagrada palabra, pide a
Moisés, el amado de Dios, que cure a Miriam de su transformación48 para evitar a su alma los
dolores del parto de males; por lo cual dice: "para que no se convierta en algo semejante a un
cuerpo muerto, como un aborto que sale dé vientre de su madre y devora la mitad de su
carne".
48
Transformación consistente en haber contraído una repentina lepra por voluntad de Dios.

[77] (Núm-XII, 12.) 77. XXV. "Allí", dice "de quién49 es el oro." Es decir, que no afirma
simplemente que el oro está allí sino que allí está Aquél de quien el oro es. La prudencia, en
efecto, a ''a que compara con el oro, que es neto, puro, forjado a fuego, garantizado y precioso
por naturaleza, se encuentra
"allí", vale decir en la Divina sabiduría; pero, aunque se halla en ella, no es propiedad de la
sabiduría, sino de Aquél del que también lo es la sabiduría misma, vale decir, de Dios, que la
produjo y posee.
49
Ver nota 35.

84
78. "El oro de aquella tierra es-de buena calidad." (Gen. II, 12.) ¿Pero existe, entonces, otra
oro que no sea de buena calidad? Sin duda, puesto que la prudencia es de dos clases: la
universal y la particular. La prudencia que hay en mí, siendo como es particular, no es de
buena calidad puesto que al perecer yo perece conmigo. En cambio la prudencia universal, la
que reside en la sabiduría de Dios y en Su mansión, es de buena calidad pues, además de ser
imperecedera, tiene por sede una mansión imperecedera.

79. XXVI. "Y allí se dan el rubí y la piedra verde"; es decir las dos formas concretas de esta
virtud: el hombre de espíritu prudente, y el que es prudente en sus obras; es decir, el que se
caracteriza por su discernimiento sensato, y el que se manifiesta sensato en la práctica. A
causa, en efecto, de estos tipos concretos sembró Dios en el hombre terrestre la prudencia y la
virtud en general. Porque, ,¡cuál sería la utilidad de la virtud si no existieran los actos
racionales que la acogieran y recibiesen sus impresiones? 50 En consecuencia, es natural que
allí donde existe la prudencia, existan tanto el hombre dotado de prudencia como el que obra
con prudencia, es decir, las dos piedras preciosas.
50
Es decir, si no hubiera existido la prudencia como disposición espiritual o actitud intelectual
(propia del hombre sabio o prudente), para acoger y recibir las impresiones de la sabiduría en
acción (virtud).

80. Judá e Isacar bien pueden representar estos tipos de hombre, pues, mientras el hombre que
se ejercita en la Divina51 prudencia proclama su reconocimiento a Quien liberalmente ha
dispensado el bien; el otro realiza obras hermosas y meritorias. Del que proclama su gratitud
es el símbolo Judá, con cuyo nacimiento cesaron los partos de Lía;52 en tanto que el que eje-
cuta obras nobles está simbolizado en Isacar, pues "puso su hombro debajo para trabajar y se
convirtió en labrador". (Gen. XLIX, 15.) A propósito de él dice Moisés que, cuanto ha sido.
sembrado y plantado en el alma, "es una recompensa" (Gen. XXX, 18) ;53 lo que significa que
el trabajo no es en vano, siendo, por el contrario, galardonado y recompensado por Dios.
51
Resulta extraña la aplicación del calificativo de asketes (practicante, ejercitante) a quien,
como Judá, personifica la prudencia cómo disposición-espiritual o intelectual, por oposición
al tipo humano que la encama en la practica, como Isacar.
52
Gen. XXIX, 35.
53
El nombre Judá deriva de un verbo que significa agradecer; el de Isacar, de un sustantivo
cuya acepción es recompensa. Ver Sobre la obra de Noé como plantador 134.

81. Que es a ellos a quienes se refiere Moisés, lo pone éste de manifiesto en otro pasaje
cuando dice, a propósito de la vestidura sacerdotal: 'Tejerás juntas en él piedras preciosas en
cuatro hileras; la primera hilera de piedras constará de una cornalina, un topacio y una
esmeralda", con lo que alude a Rubén, Simeón y Leví; "la segunda hilera", agrega, "constará
de un rubí y un zafiro." (Ex. XXVIII, 17 y 18.) Ahora bien, el zafiro es una piedra verde; y
Judá está grabado en el rubí, pues es el cuarto, e Isacar lo está en el zafiro.

82. ¿Por qué, entonces, así como dijo "una piedra verde",54 no dice también "una piedra rubí"?
Porque Judá, el carácter inclinado a confesar su gratitud, es inmaterial e incorpóreo. Y en
efecto, del mismo nombre de la confesión de gratitud resulta claro que el reconocimiento es
algo exterior al hombre mismo.55 Cada vez, en efecto, que la inteligencia sale fuera de sí
misma y se ofrece a Dios, como Isaac, es decir, "la risa",56 entonces realiza su confesión de
reconocimiento hacia el Que Es. En cambio, mientras la inteligencia supone que ella misma
es causa de algo, se halla lejos de reconocer el papel de Dios y de mostrarse reconocida hacia
Él. Y en verdad, preciso es tener presente que esta misma confesión de reconocimiento no es

85
obra del alma sino de Dios, que le proporciona el agradecimiento. Así pues, Judá, el que
confiesa su gratitud, es inmaterial.
54
Gen. II, 12.
55
Exhomologesis = confesión de gratitud, es un nombre compuesto de ex = desde, exterior a,
y homológesis = reconocimiento; por lo que, según Filón, el término ha de entenderse como
reconocimiento que se halla fuera de uno mismo, o algo parecido.
56
Isaac es la personificación o símbolo de la risa o la alegría, según Filón. Ver Sobre
Abraham, 201.

83. En cambio Isacar, el hombre que ha progresado mediante su trabajo, necesariamente debe
poseer un cuerpo material. Porque, ¿cómo el que se ejercita57 distinguirá las cosas si carece de
ojos? ¿Cómo sin oídos oirá las palabras, estimulantes? ¿Cómo habrá de comer y beber sin un
estómago y su maravilloso mecanismo? Ésa es la razón por la que fue comparado con una
piedra.
57
La afirmación de que Isacar es representación del hombre "que se ejercita", contradice,
aparentemente, lo dicho en 80 acerca de Judá.

84. Pero, además, difieren en los colores. En efecto, el color del rubí corresponde a quien con-
fiesa su gratitud pues es abrasado por el fuego de su agradecimiento hacia Dios y se embriaga
con sobria embriaguez; en cambio, a aquel que se halla en pleno trabajo, corresponde el color
de la piedra verde, pues los que trabajan son pálidos por el agotador trabajo y por el temor de
no alcanzar resultados acordes con sus súplicas.

85. XXVII. Vale la pena averiguar por qué los dos ríos, el Pisón y el Geón, circundan el uno a
Evilat y el otro a Etiopía; cosa que ninguno de los dos restantes hace y del Tigris leemos que
está frente a Asiría, en tanto que en el caso del.Eufrates no se señala ninguna región, no
obstante quo ninguna duda cabe de que el Eufrates corre en torno a algunas regiones y tiene
no pocas frente a sí. Pero el pasaje no se refiere al río sino a una enmienda del carácter.

86. Hemos de decir, pues, que la prudencia y la fortaleza son capaces de erigirse en muro
circular frente a los opuestos vicios, es decir, la insensatez y la cobardía, y capturarlas.
Ambas, en efecto, son débiles y fáciles de apresar, pues el hombre insensato es fácil presa del
prudente, y el cobarde está a merced del valiente. La templanza, en cambio, no puede tender
un círculo en torno al apetito y al placer, por cuanto éstos son contrarios tenaces y difíciles de
vencer. ¿No ves que hasta los más capaces de controlarse, por imperio de su condición mortal
frecuentan los alimentos y las bebidas, de los que derivan los placeres del vientre? Hemos de
conformarnos con enfrentar y combatir a la estirpe del apetito.58
58
Es decir: no cabe hacer mas que eso; sitiarla es imposible.

87. Ésa es la razón por la que el río Tigris está frente a los asirlos; vale decir, por la que la
templanza está frente al placer. En cambio la justicia, a la que representa el río Eufrates, ni
sitia ni cerca ni enfrenta a nadie. ¿Por qué? Porque la justicia es la encargada de asignar a
cada uno lo que corresponde, y se ubica en un plano distinto al del acusador y al del acusado,
en el de juez. Y, así como un juez no se propone vencer a nadie, ni combatir con nadie ni
enfrentar a nadie sino emitir su dictamen en justa decisión, del mismo modo la justicia no es
adversaria de nadie y acuerda a cada uno lo que le corresponde en derecho.

88. XXVIII. "Y tomó Dios Soberano al hombre que había hecho, y lo colocó en el parque
para que lo trabajara y lo cuidara." (Gen. II, 15.) Como ya dije;59 el hombre "que Dios había
hecho" difiere del "que fue modelado". En efecto, mientras el hombre "modelado" es una

86
inteligencia más terrestre; el "creado" es más inmaterial, sin parte alguna de materia
perecedera, dotado de una constitución más pura y nítida.
59
Ver 53 a 55.

89. Esta pura inteligencia es, pues, la que toma Dios, no permitiendo que salga de Sí; y
habiéndola tomado, la coloca en medio de las virtudes que tiene ya plantadas y germinadas
para que las trabaje y las cuide. Muchos, en efecto, habiendo comenzado a practicar la virtud
han cambiado al final, pero aquel a quien Dios provee de una firme ciencia, le concede ambas
cosas: cultivar las virtudes y no renunciar jamás a ellas, sino administrar y cuidar a cada una
siempre. Así, "trabajar" quiere decir practicar, y "cuidar" está por recordar.

90. XXIX. "Y dio el Soberano Dios instrucciones a Adán diciéndole: «Comerás
alimentándote de todo árbol que hay en el parque, pero del árbol de la ciencia del bien y del
mal, de él no comáis; el día que comiereis de él moriréis con muerte»." (Gen. II.; 16 y 17.)
Hemos de indagar a qué Adán imparte esta orden y quién es él; porque, hasta ahora Moisés no
lo ha mencionado, siendo ésta la primera vez que lo nombra. Seguramente, entonces, lo que
quiere es darnos el nombre del hombre "modelado". "Llámalo «tierra», dice, porque eso es lo
que significa «Adán»; de modo que cuando oigas «Adán» no pienses sino en la inteligencia
terrestre y perecedera, pues la inteligencia «según la imagen» no es terrestre sino celestial."

91. Por otra parte, debemos averiguar por qué, si Adán asignó nombres a todas las otras
creaturas, no se lo asignó a sí mismo. ¿Qué decir, ante esto? Pues, que la inteligencia que hay
en cada uno de nosotros puede aprehender las demás cosas pero es incapaz de conocerse a sí
misma; porque, así como el ojo ve los otros objetos y no se ve a sí mismo, así también la
inteligencia conoce las otras cosas pero no se percibe a sí misma. Y si no, que pruebe decir
quién es y de qué especie, si aliento o sangre o fuego o aire o alguna otra sustancia corpórea;
o solamente que es un cuerpo o por el contrario una sustancia incorpórea. ¿No resultan, por lo
tanto, necios los que indagan sobre la naturaleza de Dios? ¿Cómo, en efecto, podrían discernir
con acierto sobre la sustancia del Alma del universo, sí ignoran la sustancia de su propia
alma? Porque a nuestro entender, Dios y el Alma del universo son una misma cosa.

92. XXX. Evidentemente, pues, Adán, o sea, la inteligencia, no obstante dar nombre a las
demás cosas y aprehenderlas, no establece nombre para sí mismo porque ignora quién es y no
conoce su propia naturaleza. A él es a quien Dios formula instrucciones; no al hombre hecho
según Su imagen y según la forma ejemplar; pues, mientras este último, aun sin ajeno
estímulo posee la virtud por propio conocimiento; aquél, en cambio, sin que alguien se la
enseñe, no es capaz de alcanzar la prudencia.

93. Difieren entre sí estas tres cosas: el mandato, la prohibición y la instrucción acompañada
de exhortación. Porque, en tanto que la prohibición versa sobre las faltas y se dirige al hombre
ruin; el mandato se refiere al recto proceder, y la exhortación, a su vez, se dirige al hombre
intermedio, es decir al que no es ni ruin ni bueno, ya que ni delinque como para que alguien le
prohíba, ni obra rectamente según las normas de la recta razón; y tiene necesidad de una
exhortación que le enseñe a evitar las ruindades y le impulse a tender hacia las cosas elevadas.

94. Mientras al hombre perfecto, pues, vale decir, al creado según la Divina imagen, no es
menester ni mandarle ni prohibirle ni exhortarlo, por cuanto el hombre perfecto no tiene
necesidad de ninguno de estos requerimientos; el ruin, en cambio, necesita de mandato y
prohibición; el carente de la suficiente madurez, por su parte, ha menester de exhortación y
enseñanza; del mismo modo que el perfecto gramático o músico no necesitan de ninguna

87
directiva de las relativas a sus artes; y, en cambio, el inseguro respecto del objeto de su
estudio ha menester de ciertas normas con mandatos y prohibiciones; y el que recién
Comienza a aprender, precisa la enseñanza.

95. Con razón, pues. Dios ahora instruye y exhorta a la inteligencia terrestre, que no es ni ruin
ni buena, sino intermedia. Los dos títulos: "Soberano" y "Dios", refuerzan la exhortación.
Dios, en efecto, "Dios Soberano lo ordenó", a fin de que si llegaba a obedecer las
exhortaciones pudiera ser considerado digno de beneficios por Dios; mas si, por el contrario,
llegaba a rebelarse fuese mandado salir de Su presencia por el Soberano, en Su condición de
señor y dueño de la autoridad.

96. Por eso también cuando Dios lo expulsa del parque, echa Moisés mano a los mismos
títulos, pues dice: "Y lo expulsó Dios Soberano del parque del deleite para que trabajase la
tierra de la que había sido tomado." (Gen, III, 23), a fin.' de mostrar que, pues las
instrucciones las había dado el Soberano, como señor, y Dios, como benefactor; ahora
también con las mismas prerrogativas sancionaba al que la había desoído, como que con los
mismos poderes en virtud de los cuales lo exhortaba a obedecer, destierra al desobediente.

97. XXXI. Su exhortación fue la siguiente: "Comerás alimentándote de todo árbol que hay en
el parque." (Gen. II, 16.) Mueve al alma del hombre a beneficiarse no con un árbol, es decir,
con una virtud, sino con todas las virtudes; porque el "comer" simboliza el alimento del alma,
y el alma se alimenta mediante la adquisición de los bienes y la práctica de las rectas
acciones.

98. No dice solamente "comerás" sino también "alimentándote", es decir desmenuzando y


triturando el alimento, no como lo hace cualquiera sino como un atleta, a fin de cobrar vigor y
poderío. Porque también los atletas reciben instrucción de sus maestros en el sentido de no
engullir sino masticar con lentitud para adquirir más fuerza. En efecto, el atleta y yo
perseguimos distintos fines al alimentarnos; yo lo hago sin otro objeto que conservar la vida;
él para adquirir musculatura y fuerza además, por lo cual entre sus prácticas figura también el
masticar los alimentos. Eso significan las palabras "comerás alimentándote".

99. Pero formémonos una imagen aún más acabada de esto. El honrar a los progenitores es
algo que alimenta y nutre.60 Pero de diferente manera los honran los hijos buenos y los hijos
ruines, porque estos últimos lo hacen por costumbre, y no "comen alimentándose" sino
"comen" solamente. ¿Cuándo, entonces, lo hacen también "alimentándose"? Cada vez que
habiendo examinado e interpretado los motivos, juzgan por propia convicción que tal cosa es
noble. Y los motivos 61 son como éstos: nos han engendrado, nos han nutrido, nos han edu-
cado y han sido el origen de todos nuestros bienes. Del mismo modo, también el honrar al
Que Es, es algo que alimenta; y lo "comemos alimentándonos" cuando al hacerlo, también
examinamos sus fundamentos y apreciamos sus motivos debidamente.
60
Es alimento del alma por cuanto consiste en la adquisición de los bienes y en la práctica de
las rectas acciones.
61
Los motivos de la honra que deben tributarles.

100. XXXII. "Pero del árbol de la ciencia del bien y del mal, de él no comeréis." (Gen. II, 17.)
Luego, este árbol no se halla dentro del parque; porque si exhorta a comer de todo árbol que
hay en el parque y a no comer de éste, es evidente que éste no se encuentra en el parque. Y es
natural, pues, como dije,62 en acto está, pero en potencia no. En efecto, así como todos los
sellos están en potencia en la cera y en acto sólo aquel que ha sido estampado, del mismo

88
modo también en alma, cuya naturaleza es como la de la cera, todas las figuras están
contenida? potencialmente, pero no todas en acto, y sólo aquella que se imprime en ella
prevalece, mientras no quede borrada por otro sello que grabe en ella una imagen más clara y
nítida.
62
En 60 a 62.

101. Además surge el siguiente problema: cuando Dios exhorta a comer de todo árbol del
parque, su invitación se dirige a una sola persona; en cambio, cuando prohíbe echar mano al
que es causa del mal y del bien habla con más de uno. Efectivamente, en este último caso
dice: "no comeréis" y "el día que comiereis" y no "no comas", y también "moriréis", no
"morirás".

102. Ante todo es preciso señalar esto: que el bien es escaso y el mal, abundante. Por esto es
ardua tarea hallar un solo hombre sabio; mientras que la multitud de ruines, en cambio, es
infinita. Es natural, entonces, que sólo a uno prescriba nutrirse con las virtudes, y a muchos,
por el contrario, abstenerse de ruindades, pues son miríadas los que las practican.

103. En segundo lugar, para la adquisición y práctica de la virtud no se precisa más que de
una cosa: nuestro discernimiento; el cuerpo, no sólo no coopera en ello, sino incluso lo
obstaculiza. Bien podríamos afirmar en efecto, que el cometido propio de la sabiduría es
convertirse en ajena al cuerpo y a los apetitos de éste. En cambio, para el goce del vicio no
sólo ha de contarse en cierta manera con la inteligencia, sino también con la sensibilidad, la
palabra y el cuerpo.

104. En efecto, el hombre ruin ha menester de todos ellos para saturarse de su propio vicio.
Porque, ¿cómo divulgará sus secretas verdades si careciese del órgano de la palabra? ¿Cómo
se entregará a los placeres privado de estómago y de los órganos de los sentidos?
Forzosamente, pues, mientras a sólo el discernimiento se dirige Dios cuando se trata de la
adquisición de la virtud; por cuanto, como he dicho, él solo basta para la adquisición de ésta;
cuando se trata, en cambio, del vicio, dirígese a varios: al alma, al órgano de la palabra, a los
sentidos y al cuerpo, pues a través de todos ellos se manifiesta el vicio.

105. XXXIII. Por otra parte, dice "en el día en que comiereis de él moriréis con muerte".
(Gen. II, 17.) Sin embargo, habiendo comido no sólo no mueren, sino además engendran hijos
y se constituyen en origen de nuevas vidas. ¿Qué decir ante esto? Que hay dos especies de
muerte: la propia del hombre y la propia del alma. La del hombre consiste en la separación del
alma y del cuerpo; la del alma en la ruina de la virtud y la adquisición del vicio. 106. Por eso
también dice no sólo "morir" sino "morir con muerte" indicando que se trata no de la muerte
común sino de la muerte especial y por excelencia, que es propia del alma que se ha sepultado
en todas las pasiones y los vicios. Y esta muerte es casi lo opuesto de la otra. Aquélla, en
afecto, consiste en la separación de los elementos combinados que son cuerpo y alma; ésta,
por el contrario, es el encuentro de ambos, con la victoria del inferior, es decir, el cuerpo, y la
derrota del superior, o sea, el alma.

107. Y observa que, cuando dice "morir con muerte", se refiere Moisés a la muerte por
castigo, no a la que sobreviene naturalmente. La muerte natural es aquella por la cual el alma
se separa del cuerpo; la impuesta por castigo se da cuando el alma pierde la vida de la virtud y
vive la del vicio solamente.

108. También Heráclito, siguiendo en este punto la doctrina de Moisés, dice acertadamente:

89
'Vivimos la muerte de aquéllos y morimos su vida", queriendo significar que ahora, mientras
vivimos, el alma está muerta, y se encuentra como enterrada en el cuerpo; en tanto que,
cuando morimos, el alma empieza a vivir su propia vida libre ya de la funesta atadura de este
cadáver que es el cuerpo.

90
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA II

1. I. "Y Dios Soberano dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; hagámosle un colaborador
acorde con él»." (Gen. II, 18. ¿Por qué, olí profeta, no es bueno que el hombre esté solo? Por-
que, dice, bueno es que el que es único esté solo; mas solo y único en sí es Dios, que es uno; y
nada hay semejante a Dios. En consecuencia, puesto que es cosa buena el que el Que Es esté
solo; y, en verdad, solamente a Dios puede referirse lo bueno; no puede ser bueno que el
hombre esté solo.

2. El hecho de que Dios esté solo se puede explicar también de este modo: ni antes de la
creación había cosa alguna junto a Él; ni, al adquirir existencia el mundo, se coloca cosa
alguna junto a Él, porque Dios no ha menester nada absolutamente. Pero una interpretación
mejor es ésta: Dios es solo y único, vale decir de naturaleza simple, no un ser compuesto; al
contrario de cada uno de nosotros y de cuantas cosas han sido creadas, que somos compuestos
de muchas cosas. Por ejemplo, en mí están contenidas muchas cosas: un alma, un cuerpo, la
parte racional y la parte irracional del alma, así como los elementos calientes y los fríos, los
pesados y los livianos, los secos y los húmedos del cuerpo. Dios, en cambio, no es un
compuesto ni está formado por muchos elementos, sino un ser sin mezcla con otro alguno.

3. En efecto, si algo se agregara a Dios sería o superior a Él o inferior o igual. Pero ninguna
cosa es igual o superior a Él; y nada inferior se le agrega. Si ello ocurriera también Él se vería
disminuido; y, en ese caso, también Él sería corruptible, lo que no es lícito pensar siquiera.
Dios, pues, pertenece al orden de lo determinado por lo uno y la unidad; o más bien el único
Dios es quien determina a la unidad, pues, como el tiempo,1 todo número es más reciente que
el mundo y Dios es anterior al mundo y autor de él.
1
Ver Sobre la creación, 26.

4. II. No es bueno, pues, que hombre alguno esté solo. Porque son dos las especies de
hombres: la creada "según la imagen" y la "modelada" con tierra; y ni para el hombre "creado
'según la imagen" es bueno estar solo puesto que tiende con ansia hacia esa imagen; por
cuanto la imagen de Dios es arquetipo de las otras cosas, y toda imitación tiende vivamente
hacia el modelo del que es copia, y su lugar está junto a él; ni tampoco lo es, y con más razón,
para el "modelado". No sólo es malo para él, sino además imposible pues con la inteligencia
así formada forman estrecha unidad sentidos, pasiones, vicios y muchísimas cosas más.

5. A este segundo hombre le es asociado un colaborador. Éste es, en primer lugar, creado.
"Hagamos", dice, "en efecto, un colaborador para él." En segundo lugar, es más .reciente que
el ayudado. Antes, en efecto, ha formado Dios la inteligencia y se dispone ahora a formar al
colaborador. Mas también en esta ocasión, aunque emplea términos referentes a la natural
condición de las cosas, Moisés se está expresando alegóricamente. En efecto, los
colaboradores del alma son los sentidos y las pasiones, y son más recientes que ella. Ya
veremos, pues, de qué manera la ayudan. Comencemos por considerar el hecho de que son
posteriores.

6. III. Así como, según los mejores médicos y físicos, parece ser que el corazón es modelado
antes que todo el resto del cuerpo, a manera de fundamento o de quilla de nave, y sobre él se
edifica el resto del cuerpo; por lo cual dicen también que él late todavía después de la muerte,
pues, así como comenzó a existir antes del cuerpo, del mismo modo perece después que éste;
así también la parte rectora del alma existe con anterioridad al alma total, y la parte irracional
es posterior. Moisés aún no ha expuesto la creación de esta última, pero se apresta a

91
describirla. La parte irracional consiste en la sensibilidad y las pasiones cuyo origen se halla
en los sentidos, especialmente si ellas no son resultado de determinaciones nuestras.2 Este
colaborador es, pues, posterior y. por supuesto, creado.
2
Es imposible determinar con seguridad cuál de .dos. interpretaciones, corresponde dar a la
expresión de Filón. Ella puede. entenderse de dos maneras: a) que Filón acepta para unos
casos y rechaza para otros el punto de vista estoico, según el cual las pasiones son juicios
mentales o determinaciones de nuestra inteligencia; b) que pone en tela de juicio tal doctrina,
aunque sin rechazarla categóricamente; y afirma que en su opinión las pasiones son engendros
de la sensibilidad, cosa que resultaría indudable si se descartara la opinión estoica.

7. Veamos ahora el punto aún pendiente: cómo le presta la ayuda. ¿De qué . manera nuestra
inteligencia aprehende que tal cosa es blanca,, o negra, si no es usando la vista como
colaboradora?, ¿Cómo, aprecia que la voz del cantor es dulce, o por el contrario desentonada,
si no es utilizando al oído como auxiliar? ¿Cómo reconoce que los perfumes son agradables o
desagradables, si no es echando mano al olfato como aliado? ¿Cómo distingue los sabores, si
no es gracias a la ayuda del gusto?

8. ¿Y cómo lo suave.; y lo áspero, si no es por medio del tacto? Pero, como dije, existe,. otra
especie de colaboradores: las pasiones. En efecto, el placer y el apetito contribuyen a la
perpetuación de nuestra, raza; en , tanto que la pena y el temor muerden al alma y la impulsan
a no descuidar nada; y la cólera es un arma de defensa que ha brindado a muchos grandes
beneficios. Y lo mismo en el caso, de las otras pasiones. Por eso Moisés está del todo,
acertado, al decir que "el colaborador" era "acorde con él"; porque realmente tal auxiliar es
familiar a la inteligencia, como si se tratase de un hermano de su misma sangre, ya que la
sensibilidad y las pasiones son partes y vástagos de una sola alma.

9. IV. Las especies de colaboradores son dos: una atañe a las pasiones, la otra obra en el
campo de los sentidos.- En la presente ocasión creará Dios sólo la primera especie, pues. dice:
Moisés: "Y Dios modeló todavía, sacándolas de la tierra, todas las bestias salvajes del campo
y todas las aves del cielo, y las» condujo ante Adán para ver qué nombre les daría; y, todo:
nombre que Adán asignó a un alma viviente ese fue su nombre". (Gen. II, 19.) Como ves, ésos
son nuestros colaboradores:. las bestias, o sea las pasiones, del alma. Habiendo, en, efecto,
dicho "hagámosle un. colaborador acorde con él" añade lo de "modeló las bestias",
manifestando que las bestias son nuestros colaboradores.

10. No es acertado, empero, llamarlas "colaboradores", e impropiamente se las llama así. En


realidad, resultan ser enemigos nuestros, tal como a veces los aliados de los estados resultan
ser traidores y desertores; y en las amistades privadas los aduladores se nos descubren como
enemigos en vez de camaradas. En cuanto a los términos "cielo" y "campo", los emplea como
sinónimos; y designan alegóricamente a la inteligencia. En efecto, la inteligencia es como un
"campo" en el que se dan innumerables nacimientos y crecimientos y como el "cielo", a la
vez, lleno de naturalezas brillantes, divinas y felices.

11. Las pasiones son comparadas por Moisés con las bestias salvajes y las aves, porque,
siendo salvajes y no domesticadas, destrozan al alma; y porque, a modo de los seres
voladores, se precipitan volando sobre el entendimiento. En efecto, el asalto de las pasiones es
penetrante e irresistible. El "todavía" agregado a "modelo" está justificado. ¿Por qué? Porque
también más arriba dice que las bestias fueron modeladas antes de la creación del hombre,
como se ve en estas palabras referentes al sexto día: "Y dijo Dios: 'Produzca la tierra el alma
viviente según su género cuadrúpedos, reptiles y bestias salvajes'". (Gen. I, 24.)

92
12. ¿Qué es lo que Lo mueve, pues, a modelar otras bestias salvajes; ahora, no satisfecho con
haber modelado las primeras? Desde el punto de vista ético la respuesta es ésta: en el ser
creado la estirpe del vicio es copiosa; de tal manera que las ruindades no cesan de proliferar
en ella. Desde el punto de vista filosófico debemos decir lo siguiente; anteriormente, en los
seis días, creó Dios los géneros y las formas ejemplares de las pasiones; ahora, en cambio,
crea "todavía" las especies.

13. Por eso dice Moisés "modeló todavía", porque lo que fue creado en la primera ocasión
fueron los géneros, como se colige claramente de las palabras empleadas: "Produzca la tierra
el alma viviente", no según su especie, sino "según su género". En todos .los casos hallaremos
que ésta es la norma del Creador. Antes, en efecto, de las especies concluye los géneros. El
caso del hombre no es una excepción, pues habiendo conformado previamente el género
hombre, en el que Moisés afirma que está contenido el género masculino y el género
femenino, posteriormente produce a Adán, la especie.3
3
Posiblemente los términos genos = género, y eidos = especie, no deban entenderse en este
pasaje en su sentido habitual sino en los de forma ejemplar o "idea" -y forma sensible o
espécimen concreto respectivamente.

14. V. Ésta es la especie de colaboradores a que se ha referido Moisés; la. otra, es decir, la
especie de la sensibilidad, la deja para más adelante, cuando el Creador emprenda la creación
de la mujer. Habiendo diferido esta cuestión, hace una metódica exposición sobre la
asignación de los nombres. Tanto en su sentido figurado como en su inteligencia literal la
exposición es digna de admiración. En su sentido literal lo es por cuanto que el legislador
atribuye la asignación de los nombres al primer hombre.

15, En efecto, según los filósofos griegos fueron los sabios los primeros que asignaron los
nombres a las cosas. La versión de Moisés es superior, en primer lugar porque lo atribuyó no
a algunos de los hombres de antaño sino al primero que fue creado. Le movió a ello el
propósito de que, así como Adán fue formado para ser el principio de la generación de los
otros hombres, del mismo modo él también fuera considerado el origen del uso de la palabra.
Porque si no hubiera habido nombres, tampoco hubiera existido el lenguaje. El segundo
motivo es que, en caso de haber sido muchos los autores de nombres, éstos habrían de resultar
discordantes y no combinables entre sí, por haber sido asignados unos según unas normas, y
otros según otras; en tanto que la adjudicación por obra de uno solo resultaría por fuerza
acorde con la cosa designada, y el nombre sería un signo idéntico para todos los hombres,
tanto de la cosa que designara, como del sentido que encerrara.

16. VI. El sentido de sus palabras en el terreno ético se explica así: a menudo usamos tí en vez
de dio tí;4 por ejemplo, en estos casos: ¿Por qué te has bañado? ¿Por qué andas caminando?
¿Por qué conversas? En todos estos ejemplos sé ha usado tí en lugar de día tí. Cuando Moisés,
pues, dice "para ver qué 5 las llamaría", debes tú entender algo así como "para ver por qué la
inteligencia llamaría, invitaría a aproximársele y saludaría a cada una de ellas", si sería
solamente por no poder prescindir de ellas, dado que lo mortal está fatalmente atado a las
pasiones y los vicios; o además por falta de moderación y búsqueda de lo superfluo; y si, para
satisfacer las necesidades propias de la créatura terrestre, o bien por considerar que dichas
cosas son excelentes y admirables en grado sumo.
4
Efectivamente, en griego tí, que fundamentalmente significa qué, puede emplearse por diá tí
= por qué.
5
El sentido del pasaje bíblico es el que se ha dado en la traducción en 9, pero Filón amolda el

93
mismo a sus intenciones de la siguiente manera: a) Del pronombre tí = qué hace,
legítimamente, diá tí = por qué, según lo aclarado en la nota anterior; de modo que, en vez de
leer: cómo las llamaría o qué nombre les daría, lee: por qué las llamaría, b) Del verbo kaleín =
llamar, dar nombre, pasa a proskaleísthai = llamar hacia si, invitar a aproximarse, y a
aspázesthai = Saludar, dar la bienvenida, c) Recalca la función predicativa de "alma viviente"
anteponiendo un hos = como. En suma., que lo que, según Filón, trata de ver Dios es por qué
motivos la inteligencia acoge y saluda a los placeres; y qué placeres son acogidos y saludados
por ella, y considerados como almas vivientes, vale decir, de igual dignidad que su propia
alma.

17. Por ejemplo, el ser creado no puede prescindir del placer, pero el ruin usará de él como si
se tratase de un bien perfecto; en tanto que el hombre virtuoso lo hará movido por la
necesidad solamente; ya que, sin placer nada llega a existir en la raza mortal. Análogamente,
en lo que concierne a la adquisición de las riquezas, el ruin considerará tal adquisición como
el bien más acabado; el hombre noble como algo necesario y útil únicamente. Es razonable,
pues, que Dios quiera ver y examinar cómo invita a aproximarse y saluda la inteligencia a
cada una de estas cosas; si como bienes, si como cosas indiferentes, o si como males pero, por
otra parte, útiles.

18. Por ese motivo también todo lo que la inteligencia hubiera invitado y saludado como
"alma viviente" considerándolo de igual dignidad que el alma, eso convertíase en nombre no
sólo de la cosa llamada sino también de quien ]a había llamado así.6 Por ejemplo, si la
inteligencia había acogido al placer, se llamaba "amante del placer"; si al deseo, "propensa al
deseo"; si a la licencia, "licenciosa"; si a la cobardía, "cobarde", y así en los demás casos. En
efecto, así como por las virtudes, según las propias de cada uno, el hombre llámase prudente,
sensato, justo o valiente, del mismo modo por los vicios recibe la inteligencia el nombre de
injusta, insensata y cobarde cada vez que ha llamado a sí y acogido complacida a las dispo-
siciones de alma correspondientes.
6
Según sea e1«placer escogido y los motivos de la elección, la inteligencia recibe el nombre
que especifica de qué placer es amante, nombre derivado del nombre del placer preferido.

19. VII. "E hizo. descender Dios un éxtasis 7 sobre Adán y durmióse éste. Y le sacó uno de los
costados",8 etc. (Gen. II, 21.) El pasaje en su sentido literal entra en el terreno de lo fabuloso.
Porque, ¿cómo podría alguien admitir que de un costado de un hombre haya nacido una mujer
o, en general, un ser humano? ¿Y qué impedía a la Causa crear también de tierra a la mujer,
tal como había creado al hombre? El Creador era el mismo y la materia con la que forjábase
cada cualidad es prácticamente inagotable. ¿Por qué, entonces, no modelaba a la mujer con
otra porción de aquélla, teniendo tantas a su disposición, en vez de hacerlo de un costado? Por
otra parte, ¿cuál de los dos costados tomó? Porque reconozcamos que sólo a dos puede
referirse su indicación, pues nada nos permite suponer que sugiriera la existencia de un
elevado número de ellos. ¿El izquierdo o el derecho?
7
O sopor. Pero traduzco éxtasis, por conformarse mejor este sentido con la interpretación que
en 31 hace Filón del vocablo ékstasis.
8
O una de las costillas. Pero por lo que sigue se advierte que Filón entiende costado.

20. Puesto que rellenó con carne la cavidad del costado sustraído, ¿implica ello que el restante
no estaba hecho de carne? 9 La verdad es que nuestros costados son gemelos en todas sus
partes y están hechos de carne.
9
El texto bíblico dice: "Lo rellenó de carne para sustituirlo." (Gen. II, . 21.) De donde, en un
alarde de gratuita sagacidad, infiere Filón que, si sustituyó con carne el costado sacado, éste

94
no sería de carne; y, como es de suponer que ambos costados serían de la misma sustancia,
tampoco el otro, el no sustituido, seria de carne.

21. ¿Qué decir, pues? En el lenguaje corriente "costado" es sinónimo de "fuerzas". En efecto,
decir que un hombre tiene "costados" equivale a decir que tiene fuerza; decir que un atleta es
de "buenos costados" significa que es fuerte; y cuando queremos significar que un cantante
posee una gran potencia de voz decimos que "tiene costados".

22. Aclarado esto, debemos señalar lo siguiente: la inteligencia, cuando aún está desnuda y no
confinada en el cuerpo, pues a la que aún no había sido encerrada se refiere Moisés, tiene
muchos poderes: el de cohesión,10 el de crecimiento, el de vida animada, el de pensar y otros
innumerables de diferentes especies y géneros. Común también a los seres inanimados, como
las piedras y maderas, es el poder de cohesión, del que participan también los huesos de
nuestro cuerpo, que son semejantes a piedras. El crecimiento alcanza también a los vegetales,
y en nosotros hay también partes semejantes a los vegetales, entre ellas las uñas y los pelos. El
crecimiento es la cohesión pero ya con movimiento.
10
Es decir, el poder de mantener la integridad o consistencia, evitando la separación de las
partes. Sobre la cuádruple clasificación debida a los estoicos aquí tratada, ver Sobre la
inmutabilidad de Dios, 35 y ss. Es difícil, por otra parte, entender cómo pueden darse algunos
de estos poderes en el alma desvinculada aún del cuerpo. Lo de "desnuda" alude al pasaje
"estaban desnudos los dos" (Gen. II, 25). Ver 53.

23. La vida animada, a su vez, es el crecimiento complementado con la capacidad de


representación mental y de impulso. Este género de vida es común también a los animales
irracionales, pero nuestra inteligencia tiene cierta parte análoga al alma del irracional. En
cuanto al poder de pensar, él es peculiar de la inteligencia y común probablemente también a
las naturalezas más próximas a Dios; pero entre las creaturas mortales es exclusivo del
hombre. Este poder es doble: aquel según el cual somos seres racionales como dotados que
estamos de una inteligencia y aquel conforme al cual somos capaces de expresarnos.

24. Pero existe en el alma otro poder estrechamente vinculado con éstos: el de la aprehensión
sensorial; y a él se refiere ahora Moisés, pues su objeto inmediato no es otro que describir el
nacimiento de la sensibilidad activa. Y no sin razón. VIII. "Porque después de la inteligencia
correspondía crear, acto seguido, la sensibilidad, como colaboradora y aliada de aquélla. Por
lo tanto, habiendo concluido de crear la inteligencia, modela Dios una creación que sigue a
aquélla en orden de importancia y en poder; me refiero a la sensibilidad activa. Y lo hace con
miras a completar el alma totalmente, y para posibilitar la aprehensión de los objetos
presentes ante ella.

25. ¿Cómo es creada, pues? Como el mismo Moisés lo dice también: es decir, cuando la
inteligencia está dormida. Y así ocurre realmente: cuando la inteligencia se ha dormido es
cuando sobreviene la sensibilidad; y, consecuentemente, cuando está despierta la inteligencia,
la sensibilidad permanece apagada. He aquí una prueba: cuando queremos discernir algo con
exactitud, huimos a la soledad, cerramos los ojos, nos tapamos los oídos, nos despedimos de
los sentidos. Así pues, cuando la inteligencia se yergue y esta despierta, la sensibilidad se
eclipsa.

26, Pero nos queda por ver el otro caso: ¿qué le sucede a la inteligencia durante el sueño?
Cuando, despierta y ardiente la sensibilidad, la vista contempla las obras maestras de los
pintores y escultores, ¿no es cierto que la inteligencia permanece inactiva sin ocuparse de

95
asunto intelectual alguno? ¿Y qué pasa cuando el oído se entrega a la melodía de una voz?
¿Puede entonces la inteligencia discernir alguna de las cosas que le son propias? Ni por
asomo. Y mucho más inoperante todavía se vuelve cuando el gusto se levanta voraz y se
satura con los placeres del vientre.

27. Por eso Moisés, temeroso de que alguna vez la inteligencia no sólo se duerma sino incluso
perezca completamente, dice en otra parte: "Y tendrás una estaca sobre tu cinturón; la tendrás
y, cuando te sentares aparte, cavarás con ella y ocultarás tu suciedad." (Deuter. XXIII, 13.) En
forma simbólica llama "estaca" a la razón, que "excava" en lo recóndito de los asuntos.

28. Y manda llevarla "sobre" la pasión, a la que es menester "ceñir" 11 para impedir que quede
libre y suelta. Esto, por otra parte, es preciso hacerlo cuando la inteligencia, renunciando a. la
tensión de sus actividades específicas, se abaja hacia las pasiones y "se sienta aparte"
cediendo ante los apremios del cuerpo, y arrastrada por ellos.
11
Juego de palabras intraducible al español entre zóne = cinturón, y zonnynai = ceñir.

29. Y es así como sucede tal cosa: cuando la inteligencia durante las voluptuosas reuniones se
olvida de sí misma, vencida por los estímulos que la llevan hacia los placeres, quedamos
esclavos y dejamos al descubierto nuestra suciedad. Si, en cambio, la razón se esfuerza en
purificar la pasión,, ni al beber nos embriagamos ni al comer reventamos de saciedad; y,
dejando de lado el desvarío, nos alimentamos sobriamente.

30. En consecuencia, el despertar de los sentidos trae aparejado el sueño de la inteligencia, y


el despertar de la inteligencia va parejo con la inactividad de los sentidos; tal como con la
salida del sol témanse invisibles los brillos de los otros astros y al ponerse aquél resultan
visibles éstos. Como el sol la inteligencia, cuando está despierta, oscurece a los sentidos; y
cuando está dormida, hace que éstos resplandezcan.

31. IX. Dicho lo que antecede, es preciso que señalemos cómo concuerdan con ello las
palabras de Moisés. "Dios, dice, hizo descender un éxtasis sobre Adán y éste se durmió."
(Gen. II, 21.) Correcto, puesto que el éxtasis y cambio de la inteligencia significan que ella
está dormida; y "sale fuera de sí" 12 cuando deja de ocuparse en las cosas intelectuales, que le
atañen como propias. Cuando no se ocupa en ellas, duerme. Con todo acierto también, dice
que sale fuera de sí, es decir, que se vuelve, no por sí misma sino por obra de Dios, que "hace
descender sobre él", vale decir, le hace sobrevenir y le envía el cambio.
12
Ékstasis (éxtasis) expresa, etimológicamente el hecho de estar fuera de sí (ek + stásis) y de
trasladarse a otro lugar; y el verbo exístasthai significa salir fuera de sí; lo que permite a Filón
un juego de palabras intraducible al castellano.

32. Y así es, en efecto; porque si realmente el cambiar dependiera de mí, recurriría a él cada
vez que quisiera; y, cuando no mediare una previa decisión mía en ese sentido, seguiría
inalterable. Pero, en realidad, el cambio resulta ser opuesto a mis intenciones; y muchas
veces, cuando estaba deseoso de concebir algo conveniente, me vi inundado por las corrientes
de cosas inconvenientes que fluyen sobre mí: y al contrario, cuando me hallaba a punto de
enfrascarme en el pensamiento de alguna cosa ruin, me limpié de él con pensamientos dignos,
habiendo Dios por Su gracia derramado en mi alma una dulce corriente en vez de la amarga.13
13
Adaptación del pasaje de Platón, Fedro 243 d.

33. Es forzoso, pues, que toda cosa mortal cambie; ya que ello es inherente a su condición,
como lo es de Dios el no cambiar. Pero hay quienes, tras cambiar, permanecen tales hasta su

96
completo aniquilamiento; y otros que continúan su cambio sólo hasta donde cabe
experimentarlo a un ser mortal, para recobrarse acto seguido. 34. También a esto se refiere
Moisés cuando dice: "No permitirá Dios que el destructor penetre en vuestras casas para
golpearos." (Ex. XII, 23.) En efecto, permite Dios que el destructor, es decir el cambio, que es
la destrucción del alma, penetre en ella a fin de poner de manifiesto lo que es inherente a la
naturaleza de las cosas creabas; pero Él no permitirá que el hijo del vidente Israel cambie
tanto, que sea "golpeado" por el cambio; y en cambio, lo forzará a que retorne y emerja como
de un abismo y se recobre.

35. X. "Tomó uno de sus costados." (Gen. II, 21.) Es decir, tomó uno de los muchos poderes
de la inteligencia, el de la aprehensión sensorial. El término "tomó" no ha de entenderse como
equivalente de "sacó", sino como sinónimo de "registrar", "incorporar a la lista", a tenor de lo
que en otro pasaje se lee: "Haz el recuento de los despojos de la cautividad." (Núm. XXXI,
26.) 36. ¿Qué es, pues, lo que quiere sugerir? El término sensibilidad es empleado con dos
acepciones: una, como disposición estática; disposición que poseemos incluso cuando
estamos dormidos; la otra como actividad. Del primer tipo de sensibilidad, es decir, como
disposición estática, ningún beneficio se deriva para nosotros, ya que con ella no
aprehendemos objeto, alguno de los que tenemos delante. De la segunda, vale decir de la
sensibilidad como actividad, sí, porque mediante ella logramos la aprehensión de las cosas
sensibles.

37. Habiendo, pues, creado Dios la primera, es decir la sensibilidad como disposición cuando
creaba también la inteligencia; inteligencia que formó dotada de muchas potencias en reposo;
quiere ahora producir la sensibilidad como actividad. Y este tipo de sensibilidad es producida
cuando la sensibilidad como disposición estática adquiere movilidad y se extiende hasta la
carne y los órganos de los sentidos. En efecto, así como la generación se produce merced al
movimiento del semen, también del mismo modo la actividad se origina al ponerse en
movimiento una disposición estática.

38. XI. "Y rellenó con carne su lugar." (Gen. II, 21.) Esto equivale a «completó la sensibilidad
como disposición estática conduciéndola a la actividad y extendiéndola hasta la carne y a toda
la superficie del cuerpo»." Por eso añade también: "Y con él construyó una mujer" (Gen. II,
22); con lo que prueba que el nombre más apropiado y exacto de la sensibilidad es "mujer".
En efecto, así como el varón se manifiesta en la actividad y la mujer en la pasividad;
análogamente, la inteligencia tiene por esfera de acción la actividad; y la sensibilidad, a
manera de mujer, tiene su campo en la receptividad.

39. Esto es fácil de entender a través de testimonios claros. La vista experimenta los efectos
producidos por las cualidades visibles que la ponen en movimiento: la blancura, la negrura y
las demás; el oído, a su vez, es afectado por los sonidos; el gusto, por los sabores; el olfato,
por los olores; el tacto, por la aspereza y la suavidad. Y todos los sentidos sin excepción
permanecen quietos hasta que se presenta ante cada uno de ellos el agente que desde afuera
habrá de moverlo.

40. XII. "Y la condujo a la presencia de Adán; y Adán dijo: «Esto es ahora hueso proveniente
de mis huesos y carne proveniente de mi carne»." (Gen. II, 22 y 23.) Dios conduce a la
sensibilidad ya dotada de actividad ante la inteligencia, sabiendo que el poder de movilidad y
de aprehensión de aquélla debe retornar a la inteligencia. Ésta al contemplar a la que antes
poseía como potencia y como disposición estática, convertida ahora en algo acabado, en
actividad y en movimiento, se maravilla y alza la voz asegurando que no se trata de algo ajeno

97
a él; sino de algo estrechamente vinculado con él.

41. En efecto, "esto, dice, es hueso proveniente de mis huesos", o sea, "poder proveniente de
mis poderes" (porque "hueso" está tomado aquí en el sentido de "poder y fuerza") y "pasión
proveniente de mis pasiones"; "y carne, añade, proveniente de mi carne". Y así es; sin la
inteligencia la sensibilidad no puede sostener sobre sí ] ninguna de las impresiones que
experimenta, por cuanto aquélla ' es su fuente y la base en que se apoya.

42. Merece considerarse la razón por la que se añade "ahora"; pues sus palabras son: "Esto es
ahora hueso proveniente de mis huesos." La sensibilidad es por naturaleza un "ahora", ya que
solo existe con relación al tiempo presente. Porque, mientras la inteligencia abarca los tres
tiempos, y conoce las cosas presentes, recuerda las pasadas y espera las futuras;

[43.] la sensibilidad, en cambio, ni aprehende lo futuro, ni experimenta nada análogo a la


expectación o la esperanza, ni se acuerda de las cosas pasadas; sino está destinada por la
naturaleza a ser afectada sólo por aquello que en el instante presente se halla ante ella y se
mueve. Por ejemplo, mientras el ojo percibe ahora el color blanco por el objeto blanco que se
halla presente, y por el que no está presente nada experimenta, la inteligencia, en cambio, se
proyecta hacia lo que no está presente: hacia lo pasado a través de la memoria, hacia el futuro
alimentando esperanzas y aguardando.

44. XIII. "Ella también será llamada mujer (Gen. II, 23); que es como decir «por estol4 la
sensibilidad será llamada mujer»; porque ésta es tomada del hombre" que la pone en
movimiento. ¿Por qué, pues, agrega "ésta"? Porque se trata de otra sensibilidad, no tomada de
la inteligencia, sino nacida juntamente con la inteligencia. Las sensibilidades, en efecto, son
dos, como ya he dicho: la que existe como disposición estática y la que se caracteriza por la
actividad.
14
En la traducción castellana no se advierte de dónde saca Filón la conexión causal en que
apoya el razonamiento que sigue. Pero el texto griego comienza por el dativo táutei = para
esta; forma que en griego puede emplearse como adverbio demostrativo causal, con el
significado de por esto; y Filón adecua la frase a sus propósitos leyendo: "Por esto será lla-
mada mujer."

45. La que existe como disposición estática no es tomada de la inteligencia, vale decir, del
hombre; sino nace junto con él. En efecto, la inteligencia, según he demostrado, cuando fue
creada, fue creada junto con muchos poderes y disposiciones: la racional, la psíquica, la del
crecimiento, como también la de la aprehensión sensorial. La sensibilidad activa, en cambio,
procede de la inteligencia. Fue, en efecto, derivada de la sensibilidad existente en la
inteligencia como disposición estática, para que se convirtiera en sensibilidad activa; de modo
que esta segunda sensibilidad, es decir, la que se caracteriza por el movimiento, tiene por
origen la misma inteligencia.

46. Pero necio es quien supone ser cosa verdadera que, en general, proceda de su inteligencia
o de sí mismo cosa alguna. ¿No ves cómo "el vidente" 15 reprende a la sensibilidad
personificada en la que se sienta sobre los ídolos,16 Raquel, cuando ésta juzga que los
movimientos tienen su origen en la inteligencia? En efecto, ella dice: "Dame hijos; si no, yo
me moriré." (Gen. XXX, 1.) Pero él responde: "¡Oh engañada!, la inteligencia no es el origen
de cosa alguna; sino Dios, que precede a la inteligencia, es el autor." Y por eso añade: "¿Por
ventura estoy yo en lugar de Dios, que te privó del fruto de tu vientre?" (Gen. XXX, 2.)
15
Es decir, Jacob o Israel, el hombre de visión, el que ve a Dios, apelativos que Filón aplica

98
tanto al patriarca como al pueblo de Israel.
16
Gen. XXXI, 33.

47. Que el que engendra es Dios lo testimoniará Moisés cuando a propósito de Lía diga: "Y
viendo el Señor que Lía era aborrecida, abrió su matriz; Raquel, en cambio, era estéril." (Gen.
XXIX, 31.) Compete al hombre abrir la matriz. Pero la raza mortal lleva en sí un innato
aborrecimiento hacia la virtud, por lo cual Dios honra a la aborrecida concediéndole la
precedencia en los alumbramientos.

48. Y dice en otro pasaje: "Si un hombre tuviere dos esposas, una de ellas amada y otra
aborrecida, si éstas le dieren hijos y fuere primogénito el hijo de la aborrecida... no podrá
conceder el derecho de primogenitura al hijo de la amada, dejando de lado al hijo de la
aborrecida, que es el primogénito." (Deut. XXI, 15 y 16.) Y en efecto, mientras los productos
de la aborrecida virtud son primeros y más perfectos que todos; los del apetecido placer son
los últimos de todos.

49. XIV. "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los
dos una sola carne." (Gen. II, 24.) A causa de la sensibilidad la inteligencia, cuando se con-
vierte en esclava de aquélla, abandona a Dios, Padre del universo, y a la virtud y sabiduría de
Dios, Madre de todas las cosas; y. se mezcla y hace una sola cosa con la sensibilidad, y se
diluye dentro de ella, de modo que los dos se tornen una sola "carne" y una sola experiencia.

50. Observa que no es la mujer la que se une al hombre, sino, al revés, el hombre quien se une
a le. mujer, es decir, la inteligencia a la sensibilidad. En efecto, cuando lo superior, vale decir,
la inteligencia se ha unido a lo inferior, o sea, la sensibilidad, se diluye en el orden de la
"carne", que es inferior; en la causa de las pasiones, es decir, la sensibilidad. Cuando, por el
contrario, es lo inferior, la sensibilidad, la que se allega a lo superior, la inteligencia, ya no
será carne sino ambos serán inteligencia. Tal es este17 hombre, el que prefiere el amor de las
pasiones al amor de Dios.
17
Tal "como queda descripto es el hombre desposado con dos mujeres al que se refiere el
pasaje Deut. XXI, 15 y 16, citado en 48.

51. Pero existe también el otro, el que ha escogido lo contrario, personificado en Leví, el "que
dice a su padre y a su madre: 'No te he visto'; y no reconoció a sus hermanos y desconoció a
sus hijos." (Deut. LXXIII, 9.) Este hombre abandona a su padre y a su madre, es decir, su
inteligencia y su materia corpórea, deseoso de tener como porción propia al Dios .único. "El
Señor mismo", en efecto, "es su porción." (Deut. X, 9.)

52. La pasión es, pues, la porción del que ama las pasiones; Dios, la de Leví, vale decir, del
que ama a Dios. ¿No ves también que prescribe llevar en el décimo día del séptimo mes dos
machos cabríos, "una porción para el Señor y una porción para el que aparta los males"? (Lev.
XVI, 8.) Y efectivamente, la porción del que ama las pasiones no es otra • cosa que una
pasión que debe ser "apartada".

53. XV. "Y los dos estaban desnudos. Adán y su mujer, y no se avergonzaban." "La serpiente,
empero, era la más astuta de todas las bestias terrestres que Dios Soberano había 'creado."
(Gen. II, 25 y III, 1.) "Desnuda" está la inteligencia que ni se ha revestido del vicio ni dé la
virtud, sino se halla realmente desnuda de uno y otra. Tal él alma del niño infante aún, que no
' tiene parte ni en uno ni otra, es 'decir, ni en' el bien ni en el mal, y está desprovista y desnuda
de velos. Aquéllos, en efecto, son los vestidos del alma, con los que ésta se cubre y cobija; el

99
bien, el vestido del alma noble; el mal, el del alma ruin.

54 Ahora' bien, tres tipos de desnudeces pueden darse en el alma. La primera tiene lugar
cuando ella permanece sin cambios y libre de todo vicio, y se halla desvestida y alejada de
todas las pasiones. Por esta causa "Moisés asienta su tienda fuera del campamento, lejos del
campamento, y fue llamada tienda del testimonio." (Ex. XXXIII, 7.) Esto significa lo
siguiente: el alma amante de Dios "se desnuda" del cuerpo y de las afecciones de éste; y,
huyendo "lejos" de ellos, adquiere una sede fija y firme en las perfectas doctrinas de la virtud.

55. Por eso Dios le presta Su "testimonio" de que ella ama las cosas nobles. Dice, en efecto,
Moisés que "fue llamada tienda del testimonio." Y si calló el nombre del que la llama así fue
para estimularla a averiguar con atención quién es el que presta su testimonio a los discerní-,
mientes amantes de la virtud.

56. Éste es el motivo por el cual el sumo sacerdote no penetrará en el Santo de los Santos' con
su túnica (Lev. XVI, 1 y ss.); sino habrá de despojarse de la túnica de la opinión y de las
impresiones del alma; y habiéndola dejado a aquellos que aman las cosas exteriores y estiman
la opinión más que la verdad, "desnudo", sin colores ni ruidos,. penetrará para ofrecer la
libación de la sangre del alma y ofrendar como incienso toda la inteligencia a Dios, el
Salvador y el Benefactor.

57. También Nadab y Abiud 18 los que se acercaron a Dios y, habiendo dejado la vida mortal,
alcanzaron la vida inmortal, se presentan "desnudos" de la vacía y perecedera opinión. En
efecto, los encargados de conducirlos, si ellos no hubieran quedado "desnudos" por haber roto
todas las ataduras de la pasión y de la necesidad corporal, no los hubieran llevado envueltos
en sus túnicas,19 a fin de que la desnudez de los mismos y su incorporeidad no fuera
envilecida por la irrupción de impíos pensamientos. No a todos, en efecto, ha de ser dado
penetrar en los secretos de Dios, sino sólo a aquellos que son capaces de mantenerlos ocultos
y guardarlos.
18
Lev. X, 1.
19
Lev. X, 5.

58. Por esto Misad y Elsafán no los recogen envueltos en los vestidos de ellos mismos sino en
los de Nadab y Abiud, que habían sido abrasados por el fuego y elevados.20 Éstos, en efecto,
tras haberse despojado de cuanto los cubría, ofrecieron su desnudez a Dios, y dejaron a Misael
y Elsafán sus túnicas, las que simbolizan las partes de lo irracional, que ocultaban lo racional.
20
Elevados hacia el ciclo.

59. También Abraham se desnuda cuando oye: "Abandona tu tierra y tus parientes." (Gen.
XII, 1.) E Isaac no se desnuda, pero siempre está desnudo y sin cuerpo, pues ha recibido el
mandato de no "descender hacia Egipto,21 es decir, hacia el cuerpo. Jacob, por su parte, ama la
desnudez del alma, pues su suavidad significa desnudez. Dice, en efecto Moisés que "era Esaú
un hombre velludo, y Jacob, en cambio, un hombre suave" 22 (Gen. XXVII, 11); razón por la
cual además tuvo por esposa a Lía.23
21
Gen. XXVI, 2.
22
Pues el texto aclara que Esaú era velludo, cubierto de vello, y nada dice al respecto de
Jacob, éste, infiere Filón, no era velludo sino tenia la piel descubierta o desnuda.
23
Lía, en griego Leía, del adjetivo leíos = suave.

60. XVI. Ésta es una, la más excelsa entre las formas de desnudez.24 La segunda es la opuesta

100
a ésta, y consiste en la privación de la virtud a causa de un cambio, cuando el alma delira y
enloquece. Éste es el tipo de desnudez que experimenta Noé, quien se queda desnudo cuando
ha bebido vino. Pero, gracias ,a Dios, el cambio y la desnudez de la inteligencia debidos a la
privación de la virtud, no trascendió hasta los lugares de afuera, sino permaneció en la casa.
Leemos, en efecto, que "se quedó desnudo dentro de su casa." (Gen. IX, 21.) Y así es; el
hombre sabio, si incurre en una falta, no corre alborotado como el necio. Mientras el vicio de
éste se desborda, el de aquél, queda reprimido; y por eso retorna a la sobriedad, es decir, se
arrepiente y se recobra como de una enfermedad.
24
Entre las tres formas o tipos señalados en 54.

61. Pero consideremos con más profundidad lo de que la desnudez tiene lugar en la casa.
Cuando el alma, en su alteración, solamente concibe algo absurdo, sin pasar adelante hasta
concretarlo en obras; la falta tiene lugar en el recinto del alma y en casa. Pero, si al pervertido
designio se suma su concreción en el terreno de los hechos, de modo que se traduzca en obras,
entonces la iniquidad se desborda también hasta los lugares exteriores.

62. Esto explica por qué es pronunciada una maldición sobre Cañan, por cuanto este 25 ha
divulgado el cambio del alma; lo que viene a significar que lo extendió hasta el exterior y lo
concretó en hechos añadiendo al mal concebido otro nial, la ejecución por vía del hecho. En
cambio, Sem y Jafet son alabados por no haber seguido al alma en su acto, y haber, en
cambio, ocultado su perversión.26
25
Gen. 22 a 25. Cam ha contado a sus hermanos la embriaguez y desnudez de Noé, su padre,
y éste, enterado, maldice a Cañan, hijo de Cam.
26
Gen. IX, 26 y 27.

63. Por ello, además, los votos y obligaciones del alma se anulan cuando tienen lugar en la
casa del padre o del esposo,27 siempre y cuando los razonamientos ni prescindan de intervenir
ni añadan su peso a la alteración del alma, sino, por el contrario, impidan la ofensa. En este
caso, en efecto, también el Soberano de todas las cosas "la purificará". El voto de la viuda, en
cambio, o de la repudiada no permite que quede incumplido. Dice, en efecto: "Cuantos votos
haya pronunciado en nombre de su alma, seguirán vigentes para ella." (Núm. XXX, 10.) Y es
lo razonable, por cuanto, si, rechazada, ha marchado hasta lo exterior, de modo que no sólo ha
cambiado sino además .ha delinquido mediante hechos consumados, permanece incurable,
ajena ya al discernimiento del esposo y privada de la persuasión del padre.
27
Núm. XXX, 4 y ss. "El padre y el esposo" representan a la razón; y nuestros deseos no son
culpables si la razón impide que ellos se traduzcan en actos. La "viuda" es el alma que se ha
independizado del control de la Tazón, siendo su situación tal que no cabe esperar la
intervención moderadora o de obstrucción de ésta.

64. El tercer tipo de desnudez es el intermedio. La inteligencia en ese estado se caracteriza por
ser irracional y no tener parte ni en la virtud ni en el vicio. A esta desnudez se refieren las
palabras de Moisés, y de ella participa también el niño. Por lo tanto las palabras "Estaban
ambos desnudos, Adán y su mujer" significan lo siguiente: ni la inteligencia concebía ni la
sensibilidad percibía, sino la una hallábase desierta y "desnuda" de pensamiento, y la otra de
sensación.

65. XVII. Veamos, asimismo, qué se entiende por "no se avergonzaban." 28 Tres sentimientos
sugieren estas palabras a nuestra consideración: la desvergüenza, el pudor y la carencia tanto
de desvergüenza como de pudor. La desvergüenza es peculiar del hombre ruin; el pudor, del
hombre virtuoso; y el no ser desvergonzado ni pudoroso caracteriza al que es incapaz de

101
discernir y de consentir. A éste se refiere lo que dice el pasaje. Y en efecto, el que no ha
alcanzado aún la aprehensión de lo bueno y lo malo' no está en condiciones ni de
avergonzarse ni de no avergonzarse.
28
Como se advierte por lo que sigue, especialmente en 68, Filón no entiende la frase en el
sentido en que normalmente cabe interpretarla, es decir, "no se avergonzaban", sino en el de
"no cometían actos vergonzosos".

66. Ejemplos, pues, de desvergüenza son todas las: indecencias, cuando la inteligencia, en vez
de poner al descubierto las cosas vergonzosas que debería ocultar, se vanagloria y enorgullece
por ellas. También a propósito de Mariam, que hablaba contra Moisés, se dice: "Si tu padre te
hubiera escupido en la cara, ¿no hubieras sentido vergüenza durante siete días?"' (Núm. XII,
14.)

67. Es que, realmente desvergonzada e impudente es la sensibilidad al atreverse a censurar y


acusar a Moisés por aquello, por lo que merecía ser alabado;29 y es despreciada por Dios, su
Padre, frente al "fiel en toda la casa de Dios",30 al que el mismo Dios había dado por mujer a
la etíope, es decir, el pensamiento inalterable y profundo.31 Éste fue el más alto encomio para
él, porque había tomado a la etíope, vale'
decir, la naturaleza inalterable, purificada al fuego y digna de fe. Pues, así como en el ojo la
parte que ve es negra, del mismo modo la facultad de ver propia del alma recibe el nombre de
etíope.32
29
Núm. XII, 1.
30
Núm. XII, 7.
31
El adjetivo katakorés = saturado, profundo, intenso, significa también negro intenso; y
probablemente Filón asocia el vocablo con el color de la piel de la mujer etíope. Pero, bien
puede ser también un juego de palabras entre kata-korés y kóre = pupila del ojo, ya que luego
menciona la parte negra de éste.
32
Filón relaciona la mujer etiope con la pupila del ojo, asociando seguramente el término
aithíops = etíope, con óps = ojo; y a través de ello con la pupila de éste, kóre, negra como la
etíope.

68. ¿Por qué, pues, siendo, como son, muchas las obras del vicio, ha mencionado una sola, la
que se relaciona con la vergüenza, diciendo: "no se avergonzaban", y no "no cometían
injusticias" o "no incurrían en falta" o "no cometían errores"? La causa está a la vista. ¡Por el
único Dios verdadero!, yo entiendo que ninguna cosa es tan vergonzosa como el suponer que
soy yo el que discierne y que soy yo el que percibe.

69. ¿Mi inteligencia, autora de sus discernimientos? ¿Y cómo? Porque, ¿se conoce a sí
misma, quién es y cómo llegó a ser? ¿Y la sensibilidad, origen de sus percepciones? ¿Cómo
puede decirse semejante cosa, si no es conocida ni por ella misma ni por la inteligencia? ¿No
ves, acaso, que la inteligencia, que presume de ser ella la que discierne, muchas veces se
muestra abiertamente incapaz de razonar, en los momentos de glotonerías, en las
embriagueces, en los desvaríos? ¿Dónde está en esos momentos ese pensar que se atribuye? Y
a la sensibilidad, ¿no se le escapa a menudo la capacidad de percibir? A veces viendo no
vemos y oyendo no oímos, cuando la inteligencia, apartando por un momento su atención, se
concentra en algún otro objeto de orden mental.

70. Mientras se encuentran, pues, "desnudos", la inteligencia de discernimiento, y la


sensibilidad de percepción, nada vergonzoso hay en ellos; pero, cuando comienzan a
aprehender, caen en la vergüenza y cárganse de afrenta, pues a menudo serán hallados

102
echando mano más a la necedad y a la demencia que al saludable conocimiento, y eso no sólo
durante los hartazgos, en los momentos de desazón y en los instantes de desvarío, sino
también durante todos los demás momentos de la vida; porque, mientras el predominio está en
manos de la sensibilidad, la inteligencia permanece esclava sin prestar atención a objeto
alguno de orden intelectual, y cuando es la inteligencia la que priva, la sensibilidad se muestra
inoperante e incapaz de aprehender ningún objeto sensible.

71. XVIII. "La serpiente era la más astuta de todas las bestias que Dios Soberano había creado
sobre la tierra." (Gen. III, 1.) Habiendo sido creadas ya dos cosas: la inteligencia y la sensi-
bilidad, y hallándose éstas desnudas de la manera como se ha expuesto, era preciso que
viniera a sumarse a ambas una tercera: el placer, para posibilitar la aprehensión de lo
inteligible y de lo sensible. Porque ni la inteligencia, separada de la sensibilidad, podía llegar
a conocer a un vegetal, a un animal, a una piedra, a un leño o, en general, a un cuerpo; ni la
sensibilidad, sin la cooperación de la inteligencia, era capaz de aprehender las cosas sensibles.

72. Puesto que era, pues, necesario que ambas concurriesen juntas a la aprehensión de los
objetos situados a su alcance, ¿quién las uniría sino un tercero, una atadura de amor y deseo,
bajo el cetro y mando del placer, al que Moisés llama simbólicamente serpiente? 33
33
Recuérdese que nous = inteligencia, es masculino, por lo que esta unión matrimonial resulta
mis natural en el texto griego, ya que se trata de un elemento masculino y uno femenino, la
disthesis = sensibilidad.

73. Con sumo acierto Dios, el Creador de los seres animados, determinó el orden de su crea-
ción. Primero modeló al hombre, es decir, la inteligencia, como que es lo más digno de estima
en el ser humano; luego, a la mujer, vale decir, la sensibilidad, y a continuación, en tercer
lugar, después de aquéllos, al placer. Pero tan solo potencialmente, es decir, sólo en el
pensamiento, difieren en edad; en cambio son de la misma antigüedad en el tiempo concreto.
El alma, en efecto, lleva consigo todas las cosas a la vez, solo que unas en acto, y otras en la
posibilidad de concretarse, si bien aún no han alcanzado su plena realización.

74. El motivo por el que compara al placer con una serpiente es el siguiente: el movimiento
del placer es, como el de la serpiente, tortuoso y variable.34 En primer lugar, se desliza en
cinco direcciones, porque a través de la vista, del oído, del gusto, del olfato y del tacto es
cómo sobreviven los placeres; pero los más violentos por su intensidad son los relacionados
con el contacto sexual, mediante el cual la naturaleza lleva a cabo la generación dentro de
cada especie.
34
En griego poikílos, que, además de variable, significa astuto, de variados recursos o
artimañas, calificativos que caben muy bien a la serpiente-placer.

75. Y no sólo por eso, es decir, porque se desliza en torno a todas las partes del elemento
irracional del alma, decimos que el placer es variable, sino también porque son variadas las
vías con que serpentea en torno a cada una de ellas. Por ejemplo, a través de la vista se
originan variados placeres: todos los producidos por las pinturas y esculturas y por todas las
otras creaciones artísticas con que cada una de las artes deleita a nuestros ojos, así como
también por los cambios de los vegetales cuando germinan, florecen y dan frutos; y por la
múltiple belleza de las formas de ciertos animales. De modo análogo placen al oído la flauta,
la cítara y toda clase de instrumentos; las melodiosas voces de algunas creaturas irracionales,
como las golondrinas, los ruiseñores y los demás pájaros dotados por la naturaleza de un
canto musical; la grata voz de seres racionales, de los cantores que exhiben su arte en la
comedia, en la tragedia y en todas las demás representaciones teatrales.

103
76. XIX. ¿Y qué se necesita para ilustrar acerca de los placeres del vientre? Pues' podríamos
decir que cuantas son variedades de gustos agradables a nuestro alcance para estimular
nuestra sensibilidad, tantas son las variedades del placer. ¿Y no es cierto que, siendo, como
es, el placer cosa tan variable, correspondía que se lo comparase con un animal variable,36 es
decir, la serpiente?
36
O astuto. Ver la nota anterior.

77. Por esa razón también, cuando la parte plebeya y turbulenta que hay en nosotros, anhela
las moradas de Egipto, vale decir, de la masa corpórea, se precipita en los placeres portadores
de muerte, no de la muerte que consiste en la separación del alma y del cuerpo, sino de
aquella que consiste en la ruina del alma por obra del vicio. Leemos, en efecto: "Y envió el
Señor hacia el pueblo las serpientes mortíferas, y éstas mordían al pueblo y perecía gran
cantidad de los hijos de Israel." (Gen. XXI, 6.) Y así es realmente; ninguna cosa ocasiona
tanto la muerte al alma como el desenfreno en los placeres.

78. Mas lo que muere no es la parte rectora de nuestro ser, sino la sometida, la plebeya. Y
tanto tiempo es pasible de muerte cuanto tardare en reconocer su cambio mediante el
arrepentimiento. Aproximándose en efecto, a Moisés decían aquéllos: "Hemos delinquido
murmurando contra el Señor y contra tí. Suplica, pues, al Señor; que aparte de nosotros las
serpientes." (Núm. XXI, 7.) Bien hacen en no decir: "Hemos murmurado contra Dios porque
pecamos"; sino: "Hemos pecado porque murmuramos contra Dios". Porque la inteligencia,
cada vez que delinque y se aparta de la virtud, echa la culpa de ella a los Divinos designios
atribuyendo a Dios su propia defección.

79. XX. Pues bien, ¿cómo sobreviene el remedio del sufrimiento de éstos? Cuando otra
serpiente, contraria a la de Eva, es decir, el principio de la templanza, es fabricada. Porque la
templanza opónese al placer; y a la variable pasión, la virtud, también variable y en guardia
contra su enemigo el placer. Así pues, manda Dios a Moisés que fabrique la serpiente de la
templanza y le dice: "Haz para tí mismo una serpiente y ponía sobre un estante." (Num. XXI,
8.) Observas que no para otro alguno sino para sí mismo prepara Moisés la serpiente, pues
Dios le prescribe: "Hazla para ti mismo", para que conozcas que la templanza no está al
alcance de cualquier hombre, sino sólo del amado de Dios.

80. Es preciso, por otra parte, indagar por qué razón prepara Moisés una serpiente de bronce,
siendo así que no tenía ninguna instrucción previa acerca de sus características. Posiblemente
por las siguientes razones: en primer lugar porque, mientras las gracias Divinas son
inmateriales y no pertenecen al orden de lo cualitativo, las de los mortales se presentan
acompañadas de la materia. En segundo lugar, porque, si bien Moisés ama las excelencias
inmateriales, nuestras almas, en cambio, no pudiendo despojarse de los cuerpos desean !
ardientemente la virtud bajo formas corpóreas.

81. Y, como el principio de la templanza es vigoroso y firme, es comparado con la sustancia


potente y dura del bronce; y quizá también, porque, mientras la templanza que posee el amado
de Dios es la más excelente y semejante al oro, la que se da en el hombre que ha adquirido la
sabiduría en forma gradual, ocupa el segundo lugar.38 "Todo aquel, pues, a quien una
serpiente hubiere mordido, si mirare a aquélla, vivirá." (Núm. XXI, 8.) Y es muy cierto esto,
porque, si la inteligencia mordida por el placer, es decir, por la serpiente de Eva, tuviere la
fuerza suficiente para mirar espiritualmente la belleza de la templanza, vale decir, de la

104
serpiente de Moisés, y a través de ella a Dios mismo, vivirá. No ha menester otra cosa sino
ver y reflexionar.
36
Como lo ocupa el bronce respecto del oro.

82.-XXI. ¿No ves que Sara, la soberana sabiduría,37 dice: "Porque el que lo oyere, se reirá
conmigo." (Gen. XXI, 6.) Supón que alguno logra oír que la virtud ha engendrado a Isaac,
vale decir, a la felicidad;38 acto seguido elevará un himno de congratulación. Pues bien, así
como es propio del que tal ha oído el congratularse; es propio también del que con clara
visión contempla a la templanza y a Dios, el no perecer.
37
Sara es concebida por Filón como la personificación de la virtud o la sabiduría soberana.
38
Isaac personifica, según Filón, la risa, la alegría y la felicidad.

83. Muchas almas, empero, prendadas otrora de la firmeza y la templanza, y libres de


pasiones, han experimentado, sin embargo, el poder de Dios y recibido un cambio hacia un
estado inferior, manifestando así el Señor la diferencia entre Él y la creación, entre Él, que
eternamente permanece inmóvil, y la creación, que se balancea e inclina en opuestas
direcciones.

84. Dice, en efecto, Moisés: "Aquél que te condujo a través de aquel grande y pavoroso
desierto, en el que viven la mordedora serpiente y el escorpión, y reina la sed; donde no hay
agua; El que hizo brotar para ti una fuente de agua de la durísima roca; El que te alimentó en
el desierto con el maná, que no conocían tus padres." (Deut. VIH, 15 y 16.) Ves que no sólo,
anhelando las pasiones de Egipto, se precipita el alma en medio de las serpientes; sino
también a veces en el desierto es mordida por el placer, es decir, por la pasión, astuta y
semejante a la serpiente. Y el modo como la pasión obra ha recibido un nombre
apropiadísimo, pues llámaselo "mordedura".

85. Mas no sólo son mordidos por el placer los que se hallan en el desierto; también lo son los
que se encuentran dispersos. Yo mismo, en efecto, habiendo dejado parientes, amigos y país y
marchado muchas veces a la soledad para meditar en alguna cosa de las que merecen ser
contempladas, ninguna ventaja obtuve en ello; antes, por el contrario, distraída o mordida mi
inteligencia por la pasión torció su rombo hacia términos puestos. Otras veces, en cambio, aun
en medio de multitud innumerable mantuvo tranquilo mi discernimiento. Dios había
dispersado la turba de impedimentos del alma y me había enseñado que las condiciones
buenas o desfavorables no resultan de las diferencias de los lugares sino es Él quien mueve y
guía el vehículo del alma por donde prefiere.

86. Volviendo a lo que decía, el alma se precipita sobre un escorpión, que equivale a
"dispersión",39 en el desierto; y la sed de las pasiones hace presa en ella hasta que Dios envía
la corriente que brota de Su solidísima40 sabiduría apaga con la salud inagotable esa sed del
alma apartada de Él. La roca durísima es, en efecto, la sabiduría de Dios, que Éste distinguió
como el más elevado y de mayor jerarquía de todos Sus poderes; y de la que da de beber a las
almas que Él ama. Una vez que han recibido el agua para beber, llénanse también del maná, la
más genérica de las sustancias. El maná, en efecto, es llamado "algo";41 y "algo" es el género
supremo; género supremo que no es sino Dios, después del cual viene el logos Divino, en
tanto que las demás cosas existen tan solo en las palabras, siendo en ciertos casos por sus
hechos concretos idénticas a lo no existente.
39
Juego de palabras intraducible entre skorpíos = escorpión, y skor-písmós = dispersión.
40
O durísima, otra de las acepciones del adjetivo akrótonos = escarpado, sólido, durísimo.
41
Ver Interpretación alegórica III, 175 y nota.

105
87, XXII. Nota ahora la diferencia entre el que se desvía en medio del desierto y el que lo
hace en Egipto. El uno experimenta las mortíferas serpientes, vale decir, los insaciables
placeres que provocan la muerte; el otro, el ejercitante 42 tan solo es mordido y "dispersado"
por el placer, pero no matado. Aquél es curado por la templanza, es decir, por la serpiente de
bronce construida por el sabio Moisés; éste recibe de Dios la más excelente de las bebidas, la
sabiduría de la fuente que Él hizo brotar de Su propia sabiduría.
42
Jacob.

88. Ni siquiera de Moisés, el amadísimo de Dios, se aparta el placer, semejante a una ser-
piente; y he aquí lo que se lee: "¿Y qué les diré si no creyeren en mí ni oyeren mi voz,
diciendo: 'Dios no ha sido visto por ti? Y dijo el Señor a Moisés: '¿Qué tienes en la mano?' Él
dijo: 'Una vara'. Y Él dijo: 'Arrójala sobre la tierra'. Y la arrojó sobre la tierra, y la vara se
convirtió en serpiente y Moisés huyó de ella.
Y dijo el Señor a Moisés: 'Extiende tu mano y tómala por la cola'. Extendió, pues. Moisés su
mano y la tomó de la cola, y aquélla. tornóse vara en su mano. 'Así te creerán.'" (Ex. IV, 1 a
5.)

89. ¿Cómo se podrá confiar en Dios? Si se aprende que todas las otras cosas son mudables y
sólo Él es inmutable. Dios pregunta,. pues, al hombre sabio que hay en la vida activa de su
alma, ya que la "mano" es símbolo de la actividad. Éste responde que allí está la instrucción, a
la que llama "vara". Por eso dice también Jacob, el que suplanta a las pasiones: 43
"Efectivamente, sobre mi bastón atravesé este Jordán." (Gen. XXXII, 10.) "Jordán" significa
"descenso". Cuanto entre en la esfera del vicio y la pasión es peculiar de la naturaleza baja,44
terrena y corruptible. En cambio, la inteligencia ejercitada atraviesa todo eso mediante su
instrucción; pues torpe sería interpretar que atravesaba un río con un bastón en la mano.
43
Alusión al hecho de que Jacob suplantó a su hermano Esaú en la. primogenitura.
44
Intraducible juego de palabras entre katábasis = descenso, y káto = bajo.

90. XXIII. Acertada, pues, es la respuesta de Moisés, el amado de Dios. Porque,


verdaderamente, la conducta del hombre virtuoso se apoya en la instrucción, como en un
bastón,45 y apacigua el tumulto y agitación del alma, a la que asienta sobre bases: firmes. Esta
vara, cuando ha sido arrojada, se toma serpiente. Es natural, pues si el alma deja de lado la
instrucción, de amante de Dios que era se trueca en amante del placer. Por eso Moisés huye de
ella, ya que el que ama a Dios se aparta de la pasión' y del placer.
45
En el pasaje bíblico se lee literalmente "en" o "sobre" mi bastón, no "con".

91. Pero, por cierto que Dios no aprueba su huida. Es que contigo, oh inteligencia mía, que
eres aún imperfecta, armoniza el procurar huir y ponerte fuera del alcance de las pasiones,
pero en el caso de Moisés, el perfecto, corresponde mantenerse en actitud de combate frente a
ellas, resistirlas y combatirlas. Si así no ocurriere, no hallando ellas resistencia ni obstáculo,
tras escalar la ciudadela espiritual, la sitiarán por completo y saquearán al alma a la manera de
un usurpador del poder.

92. Y ése es el motivo por el que Dios prescribe a Moisés que la "tome por la cola"; que es
como decirle: No te espante la hostilidad del placer y su salvajismo; por el contrario,
apodérate de ella asiéndola fuertemente y acaba por vencerla. Efectivamente, será de nuevo
bastón en vez de serpiente, vale decir, en vez de placer se tomará en tu mano instrucción.

93. Y en cambio tendrá lugar "en la mano", vale decir, en la acción del sabio. Empero, es

106
imposible que llegue a asir y acabe por vencer al placer, si previamente la mano no se
"extiende", es decir, si el alma no reconoce que todas sus acciones y progresos débense al
Divino favor y evita atribuirse nada a sí misma. Quien tiene abiertos los ojos determínase a
huir de la serpiente; pero fabrica otra, aquella de bronce,46 es decir, el principio de la
templanza, para que, si alguien ha sido mordido por el placer, el ver a la templanza viva la
verdadera vida.
46
La de Moisés.

94. XXIV. Ésta es la serpiente en la que Jacob suplica que se convierta Dan. Éstas son sus
palabras: "Dan juzgará a su pueblo, como una de las tribus de Israel" y "Conviértase Dan en
una serpiente en un camino, en acecho en una senda transitada, mordiendo el talón del
caballo, y el jinete caerá hacia atrás aguardando la salvación del Señor." (Gen. XLIX, 16 a
18.) Mientras el quinto hijo legítimo de Jacob nacido de Lía es Isacar; aunque si contamos los
dos nacidos de Zelfa es el séptimo; su quinto hijo47 es Dan, nacido de Bala, la criada de
Raquel. Pero el motivo de esta observación ya hemos de ponerlo en claro en un trabajo sobre
el asunto. El tema de Dan merece ser tratado aparte.
47
Quinto contando juntamente legítimos y naturales: Rubén, Simeón, Leví, Judá y Dan.

95. El alma engendra de dos estirpes de hijos: una divina y otra mortal. Cuando ya ha
concebido la superior, allí se detiene. En efecto, cuando el alma ha alcanzado el
reconocimiento incondicional hacia Dios y el sometimiento en todo a Él, no tiene adquisición
más alta que alcanzar.. Por ello cesó Lía de engendrar una vez concebido Judá, es decir, el
carácter que manifiesta su reconocimiento.

96. Pero ahora comienza a formar la clase mortal, o sea, la que subsiste gracias a la deglución.
El alimento, en efecto, es, a modo de fundamento, la causa de la conservación de la vida en
los seres vivientes; y "Bala" significa "deglución". Y de ella, precisamente, nace Dan, cuyo
nombro quiere decir "acción de discernir". Esta estirpe, en efecto, distingue y separa las cosas
inmortales de las mortales. Por eso Jacob hace votos porque Dan llegue a ser amante de la
templanza, y por Judá, en cambio, no formulará deseo análogo, porque éste ya posee el
reconocimiento hacia Dios y la cualidad de resultarle grato.

97. Dice, pues: "Conviértase Dan en una serpiente en un camino." Nuestro camino es el alma,
pues, así como en los caminos es dable ver la diferencia entre los seres: inanimados y
animados,' irracionales y racionales, buenos y malos, esclavos y libres, jóvenes y viejos,
viriles y femeninos, extranjeros y ciudadanos, sanos y enfermos, mutilados y enteros; del
mismo modo también en el alma se dan procesos inanimados, incompletos, enfermizos,
esclavos, femeninos y otros incontables llenos de defectos, y sus contrarios, los animados,
intactos, viriles, libres, sanos, venerables, buenos, legítimos y realmente ciudadanos.48
48
Es decir, no advenedizos ni extraños.

98, Conviértase pues, el principio de la templanza en una serpiente sobre! El alma que marcha
a través de todas las circunstancias de la vida;' y coloqúese en "una senda transitada." ¿Qué
quiere decir esto? Que, si la senda de la virtud es poco transitada, pues son pocos los que la
recorren; en cambio, es transitada la del vicio; y así, lo exhorta a ponerse al acecho y tender
una emboscada sobre la transitada senda, es decir, sobre la pasión y el vicio, en los que
transcurren las existencias de los entendimientos que huyen de la virtud.

99. XXV. "Mordiendo el talón del caballo." Es obvio que es el carácter que sacude la
estabilidad de lo creado y perecedero quien ataca el talón;49 y que lo que ha sido comparado a

107
un caballo son las pasiones. La pasión es, en efecto, como el caballo, de cuatro
extremidades,50 impulsiva, rebosante de confianza y petulante por naturaleza, pero el
principio de la templanza ama el: morder, herir y destrozar a la pasión. Y, cuando la pasión ha
caído en la celada y ha sido abatida, "el jinete caerá hacia atrás". Por "el jinete" debemos de
entender "la inteligencia que cabalga sobre las pasiones", la que cae de las pasiones, cuando
éstas han sido descubiertas y "echadas por tierra."
49
El término griego pternízein (derivado de pierna = talón} significa literalmente golpear o
atacar por el talón, pero posee varios sentidos figurados, tales como engañar, suplantar por
engaño (como Jacob a Esaú en la primogenitura), hacer zancadillas, dar por tierra o
descalabrar. De allí las conclusiones que siguen, a lo largo de las cuales Filón emplea el verbo
en varios de sus sentidos.
50
Alusión a las cuatro pasiones: dolor, placer, temor y deseo.

100. Está bien dicho que no es hacia adelante hacia donde cae el alma; porque no debe el alma
marchar delante de las pasiones sino detrás de ellas, para así aprender a controlarse. En esa
afirmación contiénese una sana doctrina, pues, si el alma, habiéndose lanzado hacia el
proceder culpable, desistiese de ello y cayese hacia atrás, no incurrirá en falta; y si, movida
hacia la irracional pasión, no se precipitare tras ella sino se mantuviere a la zaga» alcanzará el
fruto más excelente, que es la carencia de pasiones.

101. Por eso también, Moisés, seguro de que la caída "hacia atrás" equivale al liberarse de las
pasiones, añade "esperando la salvación del Señor"; porque es realmente por Dios por quien
es salvado quien cae fuera de ellas y no llega a concretarlas en actos. ¡Ojalá cayere mi alma
con caída tal; y jamás monte el caballo indómito de la pasión, para que, habiendo esperado la
salvación de Dios, alcance la felicidad.

102. Por ello, también, Moisés en su canto celebra a Dios porque "arrojó al caballo y al
montado en él al mar" (Ex. XV, 1); es decir, arrojó a las cuatro pasiones y a la inteligencia
mísera que monta sobre ellas, a la completa ruina y al abismo sin límites. Y éste es el asunto
capital de todo el canto poco más o menos, y todos los demás refiérense a él. Y es verdad;
pues, si la ausencia de pasión llegare a adueñarse del alma, ésta alcanzará la felicidad com-
pleta.

103. XXVI. Pero, es preciso examinar por qué razón dice Jacob que "el jinete caerá hacia
atrás" (Gen. XLIX, 17), y en cambio, Moisés canta que fueron arrojados al mar el caballo y el
que lo montaba. Pues bien, debemos señalar, al respecto, que el arrojado al mar es el carácter
egipcio, que, aunque huye, lo hace bajo el torrente de las pasiones; mientras que el jinete
caído hacia atrás no es de aquellos que aman las pasiones. La prueba está en que éste es
"jinete", mientras que aquél es "una persona montada".

104. Un jinete, pues, tiene como cometido propio domar el caballo y sujetarlo de las bridas
cuando se encabrita; en tanto que el papel del que simplemente monta es dejarse llevar por
donde el animal fuere. Otro tanto ocurre en el mar: es tarea propia del piloto guiar la nave,
mantener y rectificar el rumbo; en tanto que del pasajero es experimentar cuanto le sucediere
a la nave. Por eso el jinete, que doma las pasiones, no es arrojado al mar; y, desmontado de
ellas, aguarda la salvación del Señor.

105. Ahora bien, la sagrada palabra prescribe en el Levítico comer "de los animales reptantes
los que caminan sobre cuatro patas y tienen piernas sobre sus pies, de modo que saltan me-
diante ellas" (Lev. XI, 21), entre los que se cuentan la langosta sin alas, el ataco,51 el

108
saltamontes y el ofiómaca 52 en cuarto término. Y así debe ser, porque, si el reptil placer es
cosa que no alimenta sino daña, seguramente la naturaleza que combate contra el placer es
muy nutritiva y salutífera, y ella no es otra que la templanza.
51
Una de las especies de langostas.
52
Otra especie de saltamontes. Su nombre opluomákhes significa literalmente: que combate a
las serpientes.

106. Combate, pues, oh inteligencia mía, contra toda pasión y sobre todo contra el placer,
porque ciertamente "la serpiente es la más astuta de todas las bestias que Dios Soberano ha
creado sobre la tierra." (Gen. III, 1.)

107. En efecto, el placer es la creatura más astuta que existe. ¿Por qué? Porque todas las cosas
están sujetas a él y la vida de los ruines es dominada por él, y por cierto que las cosas produ-
cidas por el placer son alcanzadas mediante todo género de ardides: el oro, la plata, la gloria,
los honores, los altos cargos, los materiales de las cosas perceptibles por los sentidos, las artes
mecánicas y todos los arbitrios, de muy variadas especies, que nos procuran placer. A causa
del placer somos culpables, y las acciones culpables no se dan sin una extrema astucia.

108. Por lo tanto, opónle el ofiómaca, es decir, el discernimiento; y libra contra él hasta el fin
la más noble de las contiendas; y esfuérzate en la lucha contra el placer, vencedor de todos los
otros; para así alcanzar la noble y gloriosa corona, que asamblea humana alguna ha conferido
jamás.

109
INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA III

1. I. "Y se ocultaron Adán y su mujer fuera de la presencia de Dios Soberano en medio del
bosque del parque." (Gen. III, 8.) Expone Moisés una doctrina que nos enseña que el hombre
malvado es un desterrado. Siendo, en efecto, la virtud una ciudad propia de los sabios, el que
no es capaz de tener parte en la virtud queda excluido de esa ciudad, de la que el hombre mal-
vado es incapaz de formar parte. Queda, pues, excluido y desterrado solamente el malvado. Y
el desterrado de la virtud al punto se ha ocultado de la vista de Dios; ya que, si los sabios, por
ser Sus amigos, están a la vista de Dios, resulta claro que todos los malvados desaparecen y se
ocultan de Él, como cabe esperar en hombres que combaten y detestan a la recta razón.

2. Y así, el legislador atestigua que el hombre malvado es un hombre sin ciudad y sin hogar,
cuando, refiriéndose a Esaú, hombre de áspero carácter y diestro en el vicio, dice: "Esaú, que
era un experto cazador, era un hombre de campo." (Gen. XXV, 27.) No está, en efecto, en la
naturaleza de ese cazador de pasiones que es el vicio el habitar en la ciudad de la virtud, y sí
el perseguir una vida rústica e inculta con grande insensatez. Por el contrario, Jacob, el pleno
de sabiduría, es, sin duda, un hombre de ciudad y tiene como residencia la virtud. Y por eso,
dice Moisés acerca de él: "En cambio, Jacob era un hombre sencillo, que habitaba en una
casa." (Gen. XXV, 27.)

3. Por la misma razón dice también: "Porque temían a Dios, las parteras construyeron casas
para sí." (Ex. I, 21.) Es que las almas inclinadas a investigar los secretos ¡misterios de Dios, lo
que, precisamente, significa "traer a la vida a los varones" (Ex. I, 17), edifican las prácticas
virtuosas, en las cuales están determinadas a residir.
Mediante estas consideraciones ha quedado aclarado cómo el hombre malvado es un hombre
sin ciudad y sin hogar, vale decir, un desterrado de la virtud; en tanto que el hombre de bien
ha recibido como patrimonio el tener a la sabiduría como ciudad y morada.

4. II. Veamos a continuación qué se entiende por ocultarse alguien de la vista de Dios. Como
no se la interprete en forma simbólica, será imposible aceptar esta afirmación, por cuanto
Dios llena todas las cosas, las penetra todas y nada queda vacío o desocupado de Su
presencia. ¿En qué lugar, entonces, habría alguien de situarse en el que Dios no esté presente?
Moisés confirma esto también en otros pasajes diciendo: "Dios está arriba en el cielo y abajo
sobre la tierra, y nada más hay excepto Él" (Deut. IV, 39); y también: "Aquí estoy desde antes
de que existieras tú." (Ex. XVII, 6.) Dios, en efecto, está antes que toda créatura, y se halla en
todas partes; de modo que resulta imposible ocultarse de Él.

5, ¿Y por qué nos admiramos, si, suceda lo que sucediere, tampoco podríamos huir ni
ocultarnos de aquellos elementos de la creación que se dan en mayor número de cosas?
Intente, por ejemplo, huir alguien del agua, del aire, del firmamento o del mundo todo. Por
fuerza tiene que permanecer rodeado por ellos, porque, claro está, a nadie le será posible huir
fuera del mundo.

6. Luego, siendo, como es, el hombre incapaz de ocultarse de las partes del mundo o del
mundo mismo, ¿le sería posible ocultarse de Dios? En modo alguno. ¿Cómo entender,
entonces, lo de "se ocultaron"? El hombre malvado cree que Dios se halla en algún lugar, no
conteniéndolo sino siendo contenido, y por ello entiende además que puede ocultarse de Él
seguro de que la Causa no se halla en aquel lugar en que él tiene determinado esconderse.

7. III. Una posible interpretación de esto es la siguiente: en el hombre malvado la verdadera

110
opinión acerca de Dios hállase envuelta en sombras y oculta, pues se encuentra llena de oscu-
ridad, ajena a la Divina claridad necesaria para investigar lo que son las cosas. El hombre de
esta clase está desterrado de la Divina presencia lo mismo que el leproso o el que padece
derrames;1 de los cuales el primero, que presenta dos colores diferentes,2 no obstante ser una
sola la Causa, es decir, el Autor de todas las cosas, confunde como causas en un mismo todo a
Dios y a la creación, naturalezas opuestas; en tanto que el afectado por derrames hace derivar
todas las cosas del mundo y retomar todas a él, considerando que nada ha sido creado por
Dios; saliéndonos para ello, como secuaz de la opinión de Heráclito que es, con asertos tales
como "la saciedad y la necesidad", "la unicidad del universo" y "la recíproca transformación
de todas las cosas".
1
Evidente alusión a Heráclito y su teoría de que todo fluye o deviene.
2
Referencia a la coloración de la piel del leproso: carne viva y color natural.

8. Por eso dice la Divina palabra: "Arrojen fuera del alma santa a todo leproso y a todo el que
padece derrames, y a todo impuro en el alma, tanto varón como mujer" (Núm. V, 2 y 3), y a
los eunucos, con los órganos reproductores del alma cortados, y a los fornicadores, que han
rehuido la autoridad del Uno, a los cuales les está por completo vedada la participación en la
asamblea de Dios. 3
3
Deut. XXIII, 2.

9. En cambio, los sabios discernimientos, no sólo no se ocultan sino anhelan ardientemente


manifestarse. ¿No ves que Abraham "estaba aún en presencia del Señor y habiéndose
aproximado a Él le dijo: 'No destruyas al justo junto con el impío' (Gen. XVIII, 22 y 23), 'al
que Te es manifiesto y conocido junto con el que huye de Ti y evita Tu presencia? Porque
éste es un impío; en cambio, el que permanece en Tu presencia y no huye es un justo; porque
sólo a Ti, Señor, es justo honrar.

10. El hombre piadoso no se halla en el mismo plano que el impío; por el contrario, hemos de
alegramos de que sea justo. Por eso dice: "No destruyas al justo junto con el impío." A Dios,
en verdad, nadie alcanza a honrarlo como Él merece, sino simplemente como es justo. Porque,
si es imposible retribuir aún a nuestros padres con beneficios iguales a los recibidos de ellos,
dado que es imposible engendrarlos a su vez a ellos, ¿cómo no va a ser imposible
recompensar y reconocer en la medida de Sus merecimientos a Dios, que ha producido el
universo partiendo de la inexistencia? Con ello, ciertamente, nos proporcionó cada una de las
virtudes.

11. IV. A través de tres ocasiones, pues, oh alma, es decir, a través de las tres partes que
componen la totalidad del tiempo,4 hazte manifiesta siempre a Dios, no arrastrando contigo la
femenina pasión de los sentidos, sino emanando el incienso del varonil y esforzado ejercicio
del discernimiento. En efecto, la sagrada palabra 5 determina que en tres ocasiones durante
cada año se presente cada varón delante del Soberano Dios de Israel.
4
Es decir, el pasado, el presente y el futuro. Filón, como en Sobra las leyes particulares, II, 42
y s., se refiere a que el culto divino debe ser interrumpido.
5
Deut. XVI, 16.

12. Por esto, también Moisés, cuando hubo alcanzado la condición de presente ante Dios,
huye del faraón, encarnación de la dispersión, quien se jacta diciendo que no conoce al
Señor.6 "Retiróse", leemos, en efecto, "de la presencia del faraón Moisés y residió en la tierra
de Madián" (Ex. II, 15), es decir, en el discernimiento sobre las cosas de la naturaleza, "y se
sentó sobre la fuente" (Ex. II, 15) aguardando para ver qué "bebida haría llover Dios para su

111
alma sedienta y deseosa del bien.
6
Ex. V, 2.

13. Aléjase, pues, del faraón, es decir, de la opinión que desconoce a Dios y ejerce la
soberanía sobre las pasiones; y marcha hacia Madián, vale decir, el discernimiento,
averiguando si le cabe ahora el permanecer en la tranquilidad o habrá de entrar nuevamente en
controversia con el ruin para destruirlo. Considera si atacándolo prevalecerá hasta alcanzar la
victoria, por lo que, repito, se mantiene quieto a la espera de si Dios habrá de concederle
mediante un profundo y nada superficial discernimiento una fuente capaz de ahogar bajo sus
aguas la embestida del rey de los egipcios, es decir, la embestida de sus pasiones.

14. Y por cierto que es considerado merecedor de la gracia, ya que, habiendo emprendido la
contienda por los fueros de la virtud no cesa en la lucha hasta que contempla postrados y fuera
de acción a los placeres. Por eso Moisés, en realidad, no huye del faraón; en tal caso hubiera
escapado para no retornar; simplemente se retira, es decir, hace un alto en la pelea, como un
atleta cuando respira y busca recobrar el alimento; hasta que, habiendo logrado, mediante
divinas palabras, la ayuda de la sabiduría y de las demás virtudes, se lanza al ataque con
fuerza irresistible.

15. En cambio, Jacob, pues es un suplantador,7 que va adquiriendo la virtud no sin esfuerzo,
mediante metódicos artificios (su nombre, en efecto, aún no había sido cambiado por el de
"Israel")8, huye de Labán y de los bienes de éste, es decir, de los colores, de las formas y de
los cuerpos en general, a los que la naturaleza ha conferido el poder de dañar a la inteligencia
a través de los sentidos. En efecto, puesto que no podía vencerlos completamente haciéndoles
frente, huye temiendo la derrota en manos de ellos; siendo por ello muy merecedor de
aprobación. "Haréis", dice, en efecto, Moisés, "precavidos a los hijos del vidente"; 9 (Lev.
XV, 31) mas no atrevidos y amantes de lo que está por sobre sus posibilidades.
7
Jacob, que suplantó a su hermano mayor Esaú en la primogenitura, mediante la astucia.
8
Gen. XXII, 28. No es aún "el que ve a Dios".
9
Israel o Jacob.

16. V. "Y engañó Jacob a Labán el sirio, manteniéndolo ignorante de su huida. Y huyó con
todas sus cosas y atravesó el río y tomó el camino del Monte Galaad." (Gen. XXXI, 20 y 21.)
Nada más natural que el ocultar que huye y no comunicarlo a Labán, encarnación del
discernimiento que está a merced de los sentidos. Por ejemplo, si habiendo visto una belleza,
te sintieres cautivado por ella y estuvieres a punto de perderte por alcanzarla, huye de su vista
en secreto y no lo comuniques ya a la inteligencia, es decir, no vuelvas a pensar en ella ni a
ocuparte de ella; porque los recuerdos prolongados, al imprimir profundas huellas en la
inteligencia, la dañan y frecuentemente la precipitan en la ruina contra su voluntad.

17. El mismo principio vale para todas las atracciones, cualquiera fuere el sentido que en ellas
interviniere. En estos casos la salvación reside en la secreta fuga; seguir con el recuerdo, en
cambio, hablar de él, volver sobre él insistentemente oprime y esclaviza violentamente al
discernimiento. Por lo tanto, oh inteligencia mía, si estuvieres a punto de quedar presa de
algún objeto sensible presente ante ti, jamás trabes relación con él ni lo frecuentes, para que
no seas dominada y precipitada en la desgracia. Al contrario, huye libre y presurosa
prefiriendo la indomable libertad a la mansa esclavitud.

18. VI. Ahora bien, ¿por qué razón, como si Jacob ignorara que Labán es sirio, dice Moisés:
"Ocultó Jacob a Labán el sirio"? También esto encierra una explicación no sin importancia.

112
En efecto. Siria significa "regiones altas". Jacob, pues, es decir, la inteligencia que se ejercita,
cuando ve a la pasión en actitud humilde, se mantiene en su sitio calculando por las
respectivas fuerzas que vencerá; pero cuando la pasión aparece elevada, engreída y altanera,
la inteligencia que se ejercita huye ella primero, seguida de inmediato por todas las partes de
su ejercicio, a saber: lecturas, reflexiones, actos serviciales, recuerdos de las cosas nobles,
autodominio, práctica de las obligaciones ordinarias; y atraviesa el río de los sentidos, que
sumerge y hunde al alma en las corrientes de las pasiones; y, habiéndolo cruzado, lánzase
hacia la alta y excelsa región, vale decir, hacia el principio de la virtud perfecta.

19. En efecto, "tomó el camino del monte Galaad", y "Galaad" significa "migración del
testimonio"; siendo Dios quien hace emigrar al alma desde las pasiones, personificadas en
Labán; y le da testimonio de que su migración es provechosa y conveniente, y la guía desde
las cosas ruines que toman al alma baja y rastrera, hacia la altura y grandeza de la virtud.

20. Por eso Labán, el amigo de los sentidos, que obra conforme con ellos y no según la
inteligencia, se irrita, lo persigue y le dice: "¿Por qué has huido en secreto" (Gen. XXXI, 26)
'y no has permanecido en el goce del cuerpo y en la doctrina que escoge los bienes corporales
y exteriores? No sólo has huido de esta concepción de vida sino me has arrebatado también la
sensatez, es decir, a Lía y Raquel'. Éstas, en efecto, mientras permanecían con el alma,
producían en ella sensatos pensamientos; pero, al partir dejáronle ignorancia y necedad. Por
eso él añade: "Me has robado", es decir, 'me has arrebatado la sensatez'.

21. VII. El legislador aclarará en qué consiste el ser sensato. Agrega, efectivamente: "Y te has
llevado a mis hijas como prisioneras de guerra" (Gen. XXXI, 26); y "Si me hubieras avisado,
yo te hubiera hecho partir." (Íd. 27) Tú no hubieras hecho partir cosas antagónicas unas de
otras.10 Porque, si hubieras realmente hecho partir y dado libertad al alma, le hubieras quitado
todos los sonidos tocantes al cuerpo y a los sentidos; porque así es como la inteligencia se
redime de los vicios y las pasiones. Pero la realidad es que dices, por una parte, que estás
dispuesto a hacerla partir libre; mas, por otra, a través de los hechos confiesas que la hubieras
tenido en prisión. Porque, si las hubieras enviado "con músicas, tamboriles y cítaras" (Gen.
XXXI, 27) y con los placeres propios de cada uno de los sentidos, en realidad no la hubieras
hecho partir.11
10
Como son el verdadero bienestar y los deleites inferiores, representados por la "música, el
tamboril y el harpa", que menciona el texto bíblico.
11
En otras palabras: si lo que entiendes por dejar partir libre es eso, lo que hubieras hecho no
hubiera sido dejar partir libre sino todo lo contrario.

22. Porque, no es sólo de ti de quien huimos, oh Labán, amigo de los cuerpos y los colores,
sino también de todas tus cosas, entre las que se cuentan también las voces de los sentidos,
voces acordes con los actos de las pasiones. Hemos, en efecto, realizado por nuestra parte,
como hombres ejercitados en la virtud que somos, un estudio necesario, que también Jacob
realizó, para arruinar y destruir a los dioses extraños a1 alma, dioses fabricados de metal, cuya
fabricación prohibió Moisés,12 y que equivalen a la disolución de la virtud y la felicidad y a la
formación y fijación del vicio y las pasiones; pues el material que se moldea, tras ser
derretido, adquiere de nuevo fijeza.
12
Lev. XIX, 4.

23. VIII. Dice el legislador lo siguiente: "Y dieron a Jacob los dioses ajenos, que tenían en sus
manos y los aretes que pendían de sus orejas; y Jacob los escondió debajo del terebinto que
estaba en Siquem." (Gen. XXXV, 4.) Éstos son los dioses de los hombres mines. No dice que

113
Jacob los tomara, sino que los escondió y destruyó. Lo cual es del todo exacto, ya que el
hombre de bien nada tomará con miras a enriquecerse de cosas procedentes del vicio; sino las
ocultará y hará desaparecer en secreto.

24. Del mismo modo también, Abraham, dirigiéndose al rey de Sodoma, que intenta con
artificios realizar un trueque de creaturas irracionales por seres racionales, de caballos por
hombres, le dice que no tomará ninguna de sus cosas, sino "extenderá" la obra de su alma, a la
que él llama simbólicamente "mano", "hacia el altísimo Dios" (Gen. XIV, 22), pues no tomará
"desde un hilo hasta la correa del zapato" (Id. 22 y 23) cosa alguna perteneciente al rey, "para
que éste no diga que ha hecho rico al vidente,13 cuando lo que le está ofreciendo es pobreza a
cambio de su riqueza en virtud".
13
En este caso aplicase el epíteto de vidente a Abraham, aunque ordinariamente Filón lo
refiere a Jacob o Israel.

25. Las pasiones están ocultas y guardadas siempre en Siquem,14 cuyo nombre significa
"hombro"; porque quien se esfuerza15 en procura de los placeres es inclinado a cuidar los
placeres; pero son, en cambio, destruidas y arruinadas en la esfera de acción del hombre
sabio, y no por corto tiempo, sino "hasta el día de hoy", vale decir, por siempre, ya que todo el
transcurso del tiempo se mide con relación al hoy, pues el ciclo diario es la medida de todo
tiempo.
14
Ver Sobre la migración de Abraham 221.
15
Filón relaciona los hombros con el trabajo, seguramente, a través del verbo omízesthat =
llevar sobre los hombros, de la misma raíz que omía y omfasis = hombro.

26. Por eso, también, Jacob da a José como porción escogida Siquem,16 es decir, las cosas
concernientes al cuerpo y a los sentidos, por cuanto él ocúpase de trabajar en ellas; y en
cambio, a Judá, el que confiesa su reconocimiento, no da presente alguno fuera de la alabanza,
los himnos y los magníficos cantos de parte de sus hermanos.17 Jacob recibe Siquem, no de
Dios, sino "ganándola con la espada y por los arcos" (Gen. XLIX, 22), es decir, con las
palabras que penetran y defienden. En efecto, el sabio somete a su voluntad aun las cosas
secundarias, mas, en habiéndolas sojuzgado, no las guarda sino hace merced de ellas a quien
por naturaleza es inclinado a las mismas.
16
Gen. XLVIII, 22.
17
Gen. XLIX, 8.

27. ¿No ves que, aunque aparentemente recibe los dioses, no se queda con ellos, sino los
oculta, los hace desaparecer y los destruye para siempre lejos de sí mismo?18 ¿Y a qué alma le
fue dado ocultar y hacer desaparecer el vicio, sino a aquella a la que Dios ' Sé manifestó y a la
que consideró digna de Sus secretos misterios? En efecto, Él dice: "¿Habré de ocultar Yo a
Abraham, Mi siervo, las cosas que hago?" (Gen. XVIII, 17.) Bien está, oh Salvador, que Tú
muestres Tus propias obras al alma que anhela el bien y que no le tengas oculta ninguna de
Tus obras. Gracias a ello posee la fortaleza necesaria para huir del vicio y ocultar, cubrir de
sombras y destruir siempre la dañosa pasión.
18
Gen. XXXV, 4.

28. IX. Queda, pues, ya demostrado de qué manera el hombre ruin es un desterrado y se
oculta de Dios. Examinemos ahora dónde se oculta. Dice Moisés que "en medio del bosque
del parque" (Gen. III, 8), es decir, en el centro de la inteligencia, la que, a su vez, es el centro
mismo de lo que podemos denominar el parque del alma entera. Y así es: el que huye de Dios
fúgase hacia sí mismo.

114
29. Siendo, en efecto, dos las inteligencias: la del universo, que es Dios, y la inteligencia
individual; el que huye de su propia inteligencia se fuga hacia la del universo, pues aquel que
abandona su propia inteligencia confiesa que nada importa cuanto produce la inteligencia
humana, y todo lo refiere a Dios; pero en cambio, el que huye de Dios afirma que Éste no es
autor de cosa alguna, y que es él mismo quien produce todo cuanto adquiere existencia.

30. Tal el caso de muchos que afirman que todas las cosas que hay en el mundo se desarrollan
automáticamente sin alguien que las guíe; y que es la inteligencia humana la que por sí sola ha
establecido las artes, las profesiones, las leyes, las costumbres, las formas de convivencia
comunitaria, y los principios de la justicia colectiva y privada tanto para los hombres como
para los animales irracionales.

31. Ahora bien, tú, oh alma mía, ves la diferencia entre ambas opiniones. La una, en efecto,
abandonando a la inteligencia particular, creada y mortal, y se acoge sin retaceos al patrocinio
de la Inteligencia universal, increada e inmortal; la otra, por el contrario, negando la dignidad
Divina, recurre erróneamente a la alianza de la inteligencia que es incapaz de prestar auxilio
alguno, ni siquiera a sí misma.

32. X. Por esto dice también Moisés que "si el ladrón fuere descubierto horadando un muro y
muriere al ser golpeado, no es culpable de asesinato, pero si el sol hubiere salido ya sobre él,
será convicto y dará reparación con su muerte".19 (Ex. XXII, 2 y 3.) En efecto, si alguien
horadare la aseveración firme, saludable y recta que testimonia la omnipotencia que a Dios
solamente pertenece, abriendo en ella una brecha, y fuere sorprendido en el momento de
hacerlo, es decir, en la horadada y violada doctrina que concibe que quien obra es la
inteligencia de cada uno y no Dios, es un ladrón que sustrae lo que pertenece a otro.
19
Por supuesto, el texto bíblico dice otra cosa, y es lo siguiente: "Si el ladrón fuere
descubierto horadando un muro y muriere al ser golpeado, el que lo golpeare no es culpable
de asesinato (literalmente: para aquél no existe culpa de asesinato); pero, si el sol hubiera
salido ya sobre él (sobre el ladrón), su matador será convicto y dará reparación con su
muerte." Filón, extremando su sutileza, aprovecha la circunstancia de que en la prótasis del
primer período hipotético del pasaje el texto griego no menciona al matador, ni lo hace
tampoco en la apódosis del segundo; y entiende? que el dativo autói = para aquél o para el
mismo (que, indudablemente, se refiere al matador) señala al ladrón. Lo cual le permite la
siguiente» interpretación: Si la inteligencia que se envanece de sí misma y desconoce a Dios
no alcanza a traducir en hechos sus opiniones, ha de dársela por muerta y puede
considerársela libre de culpa como al ladrón muerto en las sombras de la noche; no así en caso
de que "hubiere salido ya el sol", es decir, en caso de que se hayan concretado sus ocultas
intenciones.

33. Porque todas las cosas son posesión de Dios, de modo que quien se asigna algo a sí mismo
se apropia de algo ajeno y recibe un golpe dolorosísimo y difícil de remediar, es decir, la
presunción, cosa que raya en la ignorancia y la necedad. Moisés omitió mencionar al autor del
golpe. Es que éste no es otro que el mismo golpeado. Así como quien se frota a sí mismo es
también el frotado, y quien se mata es simultáneamente matado, por cuanto la misma persona
concentra en sí la actividad del que ejecuta y la receptividad del que es afectado; del mismo
modo el que roba lo que pertenece a Dios y se lo atribuye a sí mismo, resulta ultrajado por su
propia impiedad y presunción.

34. Y ojalá perezca por efectos de los golpes, es decir, ojalá se quede sin llevar a cabo sus

115
propósitos; porque aparecerá menor su delito. En efecto, unas veces el vicio se presenta en
reposo, otras en movimiento. Cuando está en movimiento se precipita hacia la plena
concreción de sus designios, por lo mismo, es peor que el estacionario.

35. En consecuencia, si la inteligencia que imagina que ella es la causa de cuanto llega a
existir y no Dios, pereciere, es decir, se quedare tranquila y se reprimiere, no habrá incurrido
en culpa de asesinato; en otras palabras, no habrá consumado la destrucción de la excelsa
doctrina que atribuye a Dios la totalidad de los poderes. Si, en cambio, se hubiere elevado el
sol, es decir, la inteligencia, cuya claridad es patente en nosotros, y estimare que es ella la que
discierne las cosas, ella la que lo decide todo sin que nada, se le escape, es culpable y morirá
para reparar la excelsa doctrina que ha destrozado, doctrina según la cual Dios es la única
causa. Morirá por cuanto es hallada sin remedio y realmente muerta en sí misma, es decir, por
cuanto se ha convertido en autora de una doctrina irracional, mortal y errónea.

36. XI. Ésta es también la causa por la cual la sagrada palabra maldice al que coloca en un
lugar oculto una imagen grabada o fundida, producto de las manos de un artífice.20 En efecto,
¿por qué, oh inteligencia, acumulas y atesoras esas ruines opiniones: la que sostiene que Dios,
al que no es atribuible cualidad alguna, es de orden cualitativo tal como son los grabados; y la
que, no obstante ser Él incorruptible, lo concibe corruptible tal como las imágenes fundidas;
en vez de sacarlas al descubierto para que seas instruida por los expertos en la verdad sobre lo
que te conviene aprender? Tú, en efecto,, crees ser hábil, porque estás práctica en groseros
métodos de persuasión con los que te es posible combatir la verdad; pero tu impericia se hace
patente en tu indiferencia por remediar esa penosa enfermedad de tu alma que es la
ignorancia.
20
Deut. XXVII, 15.

37. XII. Que el hombre ruin, huyendo del Que Es, se encierra en su propia incoherente
inteligencia, lo testimoniará Moisés, el "que mató al egipcio y escondió sus restos en la arena"
(Ex. II, 12), o lo que es lo mismo, tomó debida cuenta del hombre que sostiene que las cosas
del cuerpo tienen preeminencia y juzga que las del alma no son nada, considerando a las
pasiones como un fin.

38. Habiendo observado, en efecto, el trabajo impuesto por el rey de Egipto, vale decir, por el
vicio conductor de las pasiones, al que ve a Dios;21 ve al hombre egipcio, es decir, a la
humana y perecedera pasión, golpeando y ultrajando al vidente; y después de pasear la mirada
por toda el alma hacia aquí y hacia allá, y de no ver a nadie firmemente situado,22 excepto
Dios, el Que Es, y contemplar revueltas, en cambio, y agitadas las demás cosas, tras golpear y
reconocer prolijamente al amante de los placeres, ocúltalo en la incoherente y confusa
inteligencia del mismo, inteligencia privada de cohesión y unión con las cosas elevadas.
21
Ex. II, 11. "Al que ve a Dios", es decir, a Israel.
22
"Habiendo paseado la mirada en derredor hacia uno y otro lado, no ve a nadie..." (Ex. II,
12). Lo de "incoherente", literalmente "dispersa", es interpretación alegórica de la arena.

39, Este hombre, pues, ha venido a quedar oculto en sí mismo. El opuesto a éste huye, en
cambio, de sí mismo y se refugia en el Dios de cuanto existe. XIII. Por esto dice el legislador:
"Sacóle fuera y le dijo: 'Levanta tu vista hacia el cielo y cuenta las estrellas'." (Gen. XV, 5.')
Nosotros, insaciables en nuestro amor por la virtud, deseamos abarcar esas estrellas y
examinarlas a fondo, mas escapa a nuestras fuerzas el medir la riqueza de Dios.

40. A pesar de eso, gracias sean dadas al Que ama prodigar dones, por decirnos de esta

116
manera que Él ha colocado en nuestra alma gérmenes radiantes, brillantes y totalmente
intelectuales, tal como ha colocado las estrellas en el cielo. Pero, ¿no es ocioso el agregar
"fuera" a "lo sacó"? Porque, ¿quién saca hacia adentro? Sin embargo, lo que quiere significar
es seguramente lo siguiente: lo sacó hacia el espacio más exterior, no hacia cualquier sitio de
afuera que pueda ser encerrado por otros. En efecto, así como en las casas las habitaciones de
los hombres son más exteriores que las de las mujeres, y el patio está más adentro que ellas; y
la puerta del patio es exterior a éste, pero está adentro respecto de la puerta de entrada; del
mismo modo también en la esfera del alma lo que esta. fuera de una parte puede estar dentro
de otra.

41. De la siguiente manera hemos, pues de entender el pasaje: sacó a la inteligencia hacia la
parte más exterior. ¿Qué ventaja habría, en efecto, en que ella abandonara al cuerpo, pero se
refugiara en la sensibilidad? ¿Qué ganaría renunciando a la sensibilidad para acogerse a la
palabra? 23 Es preciso, pues, que la inteligencia que ha de ser "sacada" y dejada en libertad, se
aparte de todo: de las necesidades del cuerpo, de los órganos sensoriales, de los argumentos
capciosos, de la retórica persuasiva, y por último de ella misma.
23
O el logos pronunciado. Ver Sobre los querubines, nota 8.

42. XIV. Por ello también en otra ocasión Moisés se jacta diciendo: "El Señor, el Dios del
cielo y el Dios de la tierra, que me sacó de la casa de mi padre." (Gen. XXIV, 7.) En efecto,
no es posible que llegue a estar junto a Dios quien reside en un cuerpo y entre la raza mortal;
eso sólo es dado a aquel a quien Dios libera de la prisión.

43. Por este motivo también Isaac, la alegría del alma, cuando medita y está a solas con Dios,
se marcha dejando atrás a su propia persona y a su propia inteligencia. Léese, en efecto:
"Salió Isaac hacia la campiña al atardecer para meditar." (Gen. XXIV, 63.) Y Moisés, la
palabra profética, dice: "Cuando salga de la ciudad extenderé mis manos." (Ex. IX, 29.) La
ciudad es el alma, pues ésta es también una ciudad del ser viviente, a quien da leyes y
costumbres. Extenderé y expondré todas mis obras ante Dios llamándolo para que sea testigo
e inspector de cada una de ellas, Él, a quien por ley natural no puede el vicio pasar
inadvertido, sino debe por fuerza mostrarse sin máscaras y manifestarse claramente.

44. Cuando el alma en todas sus palabras y obras se ha tornado diáfana y próxima a la
Divinidad, cesan las voces de los sentidos y todos sus importunos y detestables ecos. Porque
lo visible invoca y llama hacia sí a la vista; el sonido al oído; el aroma al olfato y, en general,
lo sensible invita hacia sí a la sensibilidad, pero todo esto cesa cuando la inteligencia, aban-
donando la ciudad del alma, atribuye a Dios el origen de sus obras y reflexiones.

45. XV. Y ciertamente están "pesadas las manos de Moisés" (Ex. XVII, 12); porque así como
las acciones del hombre ruin son livianas e inconsistentes, las del hombre sabio serán segura-
mente pesadas, estables e inconmovibles; razón por la cual éstas son sostenidas por Aarón, la
palabra, y Hor, que representa la luz. Y como ninguna luz hay en las cosas más clara que la
verdad, lo que quiere Moisés mostrarte de manera simbólica es que las acciones del sabio son
sostenidas por las dos cosas más necesarias, la palabra y la verdad. Por eso también, cuando
muere Aarón, es decir, cuando ha sido hecho perfecto, es subido hacia Hor, que es la luz;24
porque la perfección de la palabra es la verdad, cuya claridad se extiende más allá de la luz, y
en procura de la cual se esfuerza la palabra.
24 Núm. XX, 25.

46. ¿No ves que al recibir Moisés de Dios el tabernáculo,25 es decir, la sabiduría, en la que

117
acampa y reside el hombre sabio, lo fijó, lo dotó de firme estructura y lo asentó sólidamente,
no en el cuerpo, sino fuera de él? A éste, en efecto, lo representa en la figura de una fortaleza,
de un campamento lleno de peleas y de cuantos males trae consigo la guerra, y en el que está
completamente ausente la paz. "Y fue llamado 'tabernáculo del testimonio'" (Ex. XXXIII, 7),
vale decir, 'sabiduría testimoniada por Dios'; y en efecto, "todo el que buscaba al Señor salía
en dirección a Él". Afirmación en todo acertada; porque si buscas a Dios, olí inteligencia, sal
fuera de ti misma y búscalo diligentemente; si, en cambio, permaneces en los embarazos del
cuerpo o en las presunciones que encierra la inteligencia, no habrá en ti tal búsqueda de las
cosas Divinas, aunque fingieres que las buscas.
25 Ex. XXXIII, 7.

47. Pero no es seguro que, aun cuando lo buscares, halles a Dios; a muchos, efectivamente, no
Se ha manifestado, resultando infructuoso su empeño del principio al fin. Con todo, la simple
búsqueda basta por sí sola para hacernos partícipes de bienes, porque siempre los intentos en
procura del bien, aunque no alcanzaren plenamente su objeto, regocijan por anticipado a
quienes se empeñan en ellos.

48. Así pues, el hombre ruin, huyendo y ocultándose de Dios, se refugia en su propia inteli-
gencia, enfermizo auxiliar; en tanto que el hombre de bien, por el contrario, abandonándose a
sí mismo, se vuelve hacia la aprehensión del Uno, obteniendo así la victoria en una noble
carrera, en éste que es el más excelente de los certámenes.

49. XVI. "Y llamó Dios Soberano a Adán y le dijo: '¿Dónde estás?'" (Gen. III.,9.) ¿Por qué
sólo Adán es llamado, siendo así que también su mujer estaba oculta con él? Ante todo es
preciso señalar que la inteligencia es llamada, dondequiera se hallare,26 cada vez que recibe
un reproche tendiente a poner freno a su claudicación. Pero no sólo ella es la llamada, sino
también todas sus facultades; porque sin las facultades la inteligencia por sí misma se
encuentra desnuda y es como si no existiese. Y una de sus facultades es la sensibilidad, que es
la mujer.
26
Es decir, cualquiera fuere su situación.

50. Por lo tanto, juntamente con Adán es también llamada la mujer, es decir, la sensibilidad.
Pero no la llama Dios a ella particularmente. ¿Por qué? Porque, siendo, como es, irracional,
no está en condiciones de recibir por sí misma una reprensión, ya que ni la vista, ni el oído, ni
ninguno de los otros sentidos es capaz de recibir instrucción; de modo que no les es posible
abocarse a la aprehensión de los objetos. Aquél que creó a la sensibilidad solamente le
confirió la facultad de distinguir entre las cosas materiales. La inteligencia, en cambio, es la
que recibe instrucción, y por eso Dios la llama a ella y no a la sensibilidad.

51. XVII. La expresión "Poû eí"27 puede ser explicada de varias maneras. Primeramente, no
en forma interrogativa, sino enunciativa, como equivalente de "Te hallas en algún lugar",
pronunciada en este caso con acento grave: " Poû eí". En efecto, puesto que habías pensado
que Dios se paseaba en el parque y que era contenido por éste, aprende que esa impresión
tuya no era acertada, y escucha la suma verdad de la palabra que procede de la Divina
Sabiduría; palabra según la cual Dios no se halla en lugar alguno, porque no es contenido sino
contiene al universo; siendo la ubicación espacial característica de lo que adquiere existencia,
por cuanto necesariamente es ello contenido y no contiene.
27
Translitero la expresión Poû eí = dónde estás, en vez de insertar directamente la traducción,
por ser imposible de otra manera captar las sutilezas fonéticas y semánticas de que hace gala
Filón en el presente caso, aprovechando la circunstancia de que Poû puede ser indefinido,

118
exclamativo e interrogativo.

52. Según una segunda interpretación la expresión equivale a lo siguiente: ¡A dónde has
venido a encontrarte, oh alma! ¡Por cuan grandes males has trocado tan grandes bienes!
[Habiéndote llamado Dios a participar de la virtud, tú te has allegado al vicio; y habiéndote
procurado el árbol de la vida, es decir, de la sabiduría con la que hubieras podido vivir, tú te
has hartado en el goce de la ignorancia y la corrupción, prefiriendo el infortunio, es decir, la
muerte del alma, a la felicidad de la verdadera vida!

53. La tercera interpretación es la interrogativa, para la cual caben dos respuestas. Una
respuesta a la pregunta "¿Dónde estás?" es 'En ninguna parte. En efecto, ningún lugar tiene el
alma del hombre ruin para acogerse y en el que asentarse. Ése es el motivo por el que también
se dice que el hombre ruin es un hombre carente de lugar.28 Un mal imposible de clasificar es
calificado como carente de lugar.29
Y ése es el hombre ajeno al bien, que vive siempre alterado e inestable, vagando de un lado a
otro como viento variable, y apartado totalmente de toda opinión firme.
28
Átopos = sin lugar, significa además absurdo, extravagante, insensato, sentidos todos éstos
que Filón asocia a la idea de hombre malvado.
29
Es decir, no ubicable dentro de una determinada categoría, desubicado.

54. La otra respuesta que podría darse, y que es la que también empleó Adán, es ésta:
'Escucha dónde estoy: estoy donde están los que son incapaces de ver a Dios; donde están los
que no escuchan a Dios; donde están los que se ocultan de la Causa; donde están los que
huyen de la virtud; donde están los desnudos de sabiduría; donde están los que temen y
tiemblan por falta de hombría y por cobardía de alma.' En efecto, cuando Adán dice: "Escuché
Tu voz en el parque; tuve miedo porque estoy desnudo y me oculté" (Gen. III, 10); manifiesta
todo cuanto acabo de decir; según lo expuse con la debida detención en las anteriores
secciones.

55. XVIII. No obstante, en este momento Adán no está desnudo. Poco antes se ha dicho:
"Hicieron cinturones para sí." (Gen. III, 7.) Pero también mediante esto quiere Moisés
enseñarte que entiende por desnudez, no la del cuerpo, sino aquella por la cual la inteligencia
se muestra desprovista y desnuda de virtud.

56. "La mujer", leemos, "que me diste por compañera,30 ella me dio del árbol y comí." (Gen.
III, 12.) Bien está el que diga, no "la mujer que me diste para mí", sino "por compañera"; por-
qué no me has dado la sensibilidad en propiedad, sino que también a ella la dejaste libre y sin
trabas, y rebelde en cierta manera a los mandatos de mi discernimiento. Por ejemplo, si la
inteligencia quisiere ordenar a la vista que se abstenga de ver, no por eso mirará ella menos lo
que tiene ante sí. Y con el oído ocurre otro tanto: aunque la inteligencia le ordenare resuelta-
mente no escuchar, si una voz le llegare, la recibirá perfectamente. Y por su parte el olfato, en
viniendo olores hacia él, olerá, aun cuando la inteligencia le prohibiere acogerlos.
30
En el pasaje se lee textualmente: "que diste conmigo (met´emoú)"; lo que tomado al pie de
la letra permite a Filón llegar a las conclusiones del párrafo 57.

57. Por esto, Dios no "dio" la sensibilidad "al" ser animado, sino la "dio con" el ser animado.
Esto significa lo siguiente: nuestra sensibilidad conoce todas las cosas junto con nuestra
inteligencia y al mismo tiempo que ella. Por ejemplo, la vista se aplica a lo visible al mismo
tiempo que la inteligencia. En efecto, el ojo ha visto el objeto corpóreo, y al instante la
inteligencia ha aprehendido lo visto: que es negro o blanco o amarillo o rojo; triangular o

119
cuadrangular o redondo; o los restantes colores y formas. Y otro tanto ocurre en el caso del
oído; ha recibido la impresión de la voz y al mismo tiempo la ha recibido la inteligencia. Lo'
prueba el hecho de que ésta al punto ha reconocido si se trata de una voz baja o alta,
armoniosa y rítmica o, por el contrario, si es destemplada y disonante. Y lo mismo se hace
patente en el caso de los otros sentidos.

58. Completamente acertado también es haber agregado: "Ella me dio del árbol". En efecto,
nadie, como no sea la sensibilidad, da a la inteligencia la masa "arbórea"31 y perceptible por
los sentidos. Porque, ¿quién ha dado a la inteligencia la posibilidad de conocer el cuerpo o la.
blancura? ¿No fue acaso la vista? ¿Y quién, la de conocer la voz? ¿No ha sido el oído? ¿Y
quién, el olor? ¿No ha sido el olfato? ¿Y quién, el sabor? ¿Acaso no ha sido el gusto? ¿Y
quién, lo áspero y lo suave? ¿No ha sido acaso el tacto? Con todo acierto y verdad, entonces,
ha dicho la inteligencia que 'sólo la sensibilidad me da las aprehensiones de las cosas
corporales'.32
31
O sea, material, corporal.
32
Paráfrasis de "Ella me dio del árbol y comí." (Gen. III, 12).

59. XIX. "Y dijo Dios a la mujer: '¿Por qué has hecho esto?" Y ella dijo: 'La serpiente me
engañó y comí'." (Gen. III, 13.) Una cosa es lo que Dios pregunta a la sensibilidad, y otra lo
que ésta responde. En efecto, Dios inquiere algo acerca del hombre,33 y ella no menciona a
éste sino contesta algo referente a si misma, diciendo "comí" en vez de "di".
33
Es decir, según Filón, Dios ha preguntado a la mujer por qué ha dado de comer del árbol a
Adán; y ella se limita a responder "comí". Pero,. el aparente absurdo de la respuesta no es tal,
ya que, en realidad, ha respondido con una gran verdad: comer ella y dar de comer al hombre
van parejos, pues no bien la sensibilidad "come", es decir, capta las cosas sensibles, la
inteligencia automáticamente "come", vale decir, aprehende a su vez lo captado por la
sensibilidad.

60. Se me ocurre, pues, que si interpretamos esto en forma alegórica, solucionaremos la


dificultad y demostraremos que la mujer responde acertadamente a lo que se le inquiere. En
efecto, es necesario que, si ella ha comido, coma también el hombre; porque, cada vez que la
sensibilidad se lanza hacia el mundo sensible y se llena con la representación del mismo, acto
seguido también la inteligencia toma contacto con él, lo ase y se satura, en cierta manera, del
alimento que él le proporciona. Y lo que ella dice es esto: He dado al hombre no por mi
voluntad; porque, habiéndome vuelto yo hacia lo que tenía delante de mí, él, que es
rapidísimo en sus movimientos, recibió por sí solo la imagen y la impresión.

61. XX. Observa que, mientras el hombre dice que la mujer ""ha dado", en cambio la mujer
no dice que la serpiente ha dado sino que "ha engañado". Es que, así como es propio de la
sensibilidad el dar; del placer artero y semejante a la serpiente, en cambio, lo propio es el
engañar e inducir a error. Por ejemplo, la sensibilidad da a la inteligencia lo que por
naturaleza es blanco, negro, caliente, frío, y no con engaño sino ajustándose a la verdad.
Porque, como son las cosas que tiene ella ante sí así es la representación que llega a la
inteligencia desde ellas, a estar a la opinión de la mayoría de los que investigan las cuestiones
relativas a la naturaleza con no bastante precisión.34 El placer, en cambio, no da a conocer a la
inteligencia el objeto tal cual este es, sino lo falsea con artificio haciendo aparecer como
provechoso lo que es dañoso.
34
O "que no exageran (o extreman) la precisión en las investigaciones sobre la naturaleza."
La expresión es difícil de entender y no se puede precisar a ciencia cierta a qué pensadores se
refiere Filón. Tal vez, como propone Bailey, se trate de Empédocles, Leucipo y Epicuro.

120
Colson sugiere que la traducción podría ser "filósofos materialistas". En todo caso, es extraño
que, buscando Filón un aval para lo que afirma, aparezca menoscabando la autoridad
científica de las fuentes a que alude.

62. Análogamente, entre las cortesanas es posible ver a las feas tiñiéndose y pintándose el
rostro para ocultar su fealdad; y es también el caso del hombre incontinente inclinado al
placer del vientre. Éste, en efecto, acoge como un bien la abundancia de vino puro y de
aderezados manjares, y sin embargo es dañado por ellos en el cuerpo y en el alma.

63. Asimismo, es posible ver cómo a menudo los enamorados enloquecen por las mujeres de
más desagradable aspecto, mientras el placer los engaña describiéndoles, poco más o menos,
las bellezas de formas y colores, la lozanía y proporción de partes de mujeres cuyas
características son todas opuestas a ésas. Lo cierto es que ellos miran con indiferencia a
aquellas que de veras están dotadas de belleza irreprochable, en tanto que desfallecen por
aquellas que he señalado.

64. Engaños de toda especie son, pues, absolutamente normales en el placer; "dar", en
cambio, es muy propio de la sensibilidad. El placer engaña y desorienta a la inteligencia
mostrándole los objetos no como realmente son, sino como no son; la sensibilidad, en cambio,
le da las cosas materiales con toda nitidez, tales como son por naturaleza, sin ficciones ni
artificios.

65. XXI. "Y dijo Dios Soberano a la serpiente: 'Porque has hecho esto, maldita serás desde
todos los ganados y desde35 todas las bestias de la tierra; andarás sobre tu pecho y tu vientre, y
comerás tierra todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu
simiente y la suya. Ella 36 vigilará sobre tu cabeza y tú vigilarás sobre su talón." (Gen. III, 14
y 15).
35
Traduzco literalmente la preposición apó = desde, en vez de entre, por requerirlo la lectura
en que Filón basará en el párrafo 107 su interpretación del pasaje.
36
Ver nota 95.

66. ¿Por qué razón maldice a la serpiente sin darle ocasión para justificarse, siendo así que en
otra ocasión manda, como es razonable, "que se presenten los dos entre los que tiene lugar la
disputa" (Deut. XIX, 17) y no dar crédito a uno sin haber oído antes al otro? Y ves también
que Dios no acepta por anticipado el testimonio de Adán contra su mujer sino da a ésta la
oportunidad de defenderse cuando inquiere: "¿Por qué has hecho esto?" (Gen. III, 13.) Ella,
por su parte, confiesa haber incurrido en falta a causa del engaño del artero placer, semejante
a una serpiente. ¿Qué impedía, entonces, aun habiendo dicho la mujer que la serpiente la
había engañado, que interrogase a la serpiente sobre si ella había cometido el engaño, en vez
de maldecirla sin previo juicio y sin que mediara su autodefensa?

67. Debemos decir, por lo tanto, que la sensibilidad no es clasificable entre las cosas ruines ni
entre las nobles, sino es algo intermedio, común al sabio y al necio; y tal que cuando se halla
en el necio se toma ruin, y cuando se encuentra en el hombre de bien resulta noble. Es
razonable, entonces, que, pues de por si no tiene una naturaleza depravada sino fluctuante y se
inclina ora hacia el bien, ora hacia el mal, no sea juzgada culpable hasta que haya confesado
que ha seguido a la peor parte.

68. La serpiente, en cambio, vale decir, el placer, es depravada de por sí. Por eso no se
encuentra absolutamente en el hombre de bien; sólo el ruin disfruta de él. Como corresponde,

121
pues, niega Dios oportunidad de alegato a la serpiente, y la maldice pues no hay en ella
germen de virtud, siendo culpable y malvada en toda ocasión y lugar.

69. XXII. Por esto también en el caso de Er sabe Dios que se trata de un malvado y sin que
medie una acusación expresa sobre su culpa, lo mata.37 Es que Él no ignora que nuestra masa
de piel ("de piel", en efecto, significa "Er"), es decir, el cuerpo, es malvada e insidiosa contra
el alma, un cadáver, una cosa siempre muerta. No pienses, en efecto, que cada uno de
nosotros hace otra cosa que transportar un cadáver; ya que el alma sostiene y conduce sin
esfuerzo ninguno al cuerpo, que de por sí es un cadáver. Y observa, si quieres, el vigor de ella.
38
"Ahora", es decir, al cabo de un determinado tiempo, en la interpretación alegórica del
pasaje.

70. El más vigoroso de los atletas no tendría fuerzas para transportar su propia estatua durante
breve tiempo; el alma, en cambio, a veces hasta los cien años, transporta con facilidad la
estatua del ser humano, y sin cansarse. No es ahora,38 en efecto, cuando Dios mata a Er; por el
contrario, desde el principio hizo que el cuerpo fuera un cadáver.
37
Gen. XXXVIII, 7.

71. Malvado por naturaleza, repito, insidioso contra el alma, no a todos, sin embargo, aparece
así, sino solo a Dios y a quien es amigo de Dios. Dice Moisés, en efecto: "Er era malvado a
los ojos del Señor." (Gen. XXXVIII, 7.) Y la inteligencia, cuando se ocupa de las cosas
celestes y se inicia en los misterios del Señor, juzga al cuerpo malvado y hostil. Pero cuando
ella abandona la investigación de las cosas sagradas, lo considera amigo, pariente y hermano,
como lo atestigua el hecho de que se refugie en las cosas que éste ama.

72. Por eso difieren el alma del atleta y el alma del filósofo. Porque, mientras el atleta todo lo
refiere a la buena complexión del - cuerpo y, amante del cuerpo, como es, sacrificaría a la
misma alma en provecho de aquél; el filósofo, en cambio, prendado de lo noble que vive en su
propio ser, cuida del alma y no hace caso del cuerpo, un cadáver en realidad, teniéndolo en
cuenta solamente, para que la parte más excelsa de su ser, el alma, no sea dañada por un ruin
cadáver vinculado a ella.

73. XXIII. Ves que el que mata a Er no es el Señor sino Dios. Es que, al aniquilar al cuerpo,
lo hace, no en su condición de Gobernante y Soberano, y empleando la autoridad sin límites
de Su poder; sino usando de Su bondad y benevolencia ("Dios', en efecto, es el nombre de la
bondad de la Causa), a fin de que conozcas que también a las cosas inanimadas las ha creado
empleando, no la autoridad sino la bondad, tal como en el caso de los seres animados. Era, en
efecto, necesario que para que se pusieran claramente de manifiesto las naturalezas superiores
tuviera lugar también la creación de las inferiores por el mismo poder, es decir, la bondad de
la Causa: bondad que se llama Dios.

74. ¿Cuándo, entonces, oh alma, te considerarás a ti misma, sin retaceos, portadora de un


cadáver? ¿No será, acaso, precisamente cuando hayas alcanzado la perfección, y seas con-
siderada digna de premios y coronas? En efecto, entonces es cuando serás amante de Dios y
no amante del cuerpo, .Y alcanzarás las recompensas si se convierte en tu esposa la nuera de
Judá, Tamar, cuyo nombre significa "palma", es decir, el símbolo de la victoria. He aquí la
prueba. Cuando Er la ha tomado por mujer, de inmediato es hallado malvado y matado. Dice,
en efecto, el legislador: "Y tomó Judá para su primogénito Er una mujer cuyo nombre era
Tamar" (Gen. XXXVIII, 6); y agrega en seguida: "Y Er fue malvado a los ojos del Señor, y
Dios lo mató." (Gen. XXXVIII, 7.) Y así es: cuando la inteligencia alcanza los premios de la

122
virtud, condena a muerte al cadáver, que es el cuerpo.

75. Ves tú que, por una parte, maldice a la serpiente sin admitirle alegato alguno, pues es el
placer; y, por otra, mata a Er sin manifestar expresamente la causa, porque se trata del cuerpo.
Y si lo examinas, amigo, hallarás que Dios ha creado en el alma naturalezas culpables y
censurables, así como otras nobles y ponderables en todo sentido, tal como en el caso de las
plantas y los animales.

76. ¿No observas que entre las plantas también a unas el Creador las ha formado aptas para el
cultivo, útiles y saludables; mientras que a otras las hizo salvajes, dañinas y origen de
enfermedades y de muerte, y que otro tanto ocurre con los animales? Entre estos últimos, sin
duda alguna, creó también a la serpiente, de la que estamos ocupándonos ahora; ya que se
trata de un animal dañino y mortífero de por sí. Pues bien, lo que la serpiente hace al hombre,
eso mismo hace el placer al alma; por eso la serpiente es símbolo del placer.

77. XXIV. Así, pues, como Dios ha mostrado su repugnancia hacia el placer y el cuerpo sin
manifestar las razones, así también ha favorecido a las naturalezas bien dispuestas sin que
medien razones expresas, no habiendo, antes de brindarles sus alabanzas, reconocido obra
alguna de ellas. Si alguien, pues, preguntara por qué dice Moisés que Noé halló gracia ante el
Señor,39 siendo así que anteriormente no había realizado, hasta donde llega nuestra
información, ninguna obra meritoria, responderemos como corresponde diciendo que ello es
prueba de que se trata de una naturaleza loable desde su nacimiento; su nombre, en efecto,
significa "reposo" o "justo": y es preciso que el que cesa de cometer injusticias y faltas,
cesando para reposar en lo noble y compartiendo su existencia con la justicia, halle gracia ,,de
parte de Dios.
39
Gen. VI, 8.

78. Pero "hallar gracia" no es sólo, como algunos Diensan, .equivalente a causar agrado, sino
además lo siguiente: el hombre justo, al indagar acerca de la naturaleza de los seres, descubre
este único y el más excelso "hallazgo": que todas las cosas son una "gracia" de Dios; y que de
la creación no procede "gracia" alguna, ya que nada es propiedad suya, sino todas las cosas
son propiedad de Dios, por lo que también la gracia Le pertenece a Él exclusivamente. Por
ejemplo, la forma más correcta de responder a los que inquieren por el origen de la creación
es seguramente que tal origen se halla en la bondad y la gracia de Dios, que .Él ha prodigado
sobre la raza situada inmediatamente después de Él.40 Efectivamente, todo cuanto existe en el
mundo y el mundo mismo constituyen dones, prodigalidad y gracia de Dios,
40
Vale decir, la raza humana, que es la que sigue inmediatamente en orden jerárquico a la
Divinidad, raza para la cual Dios ha provisto cuanto existe en la creación.

79. XXV. Otro ejemplo es Melquisedec, a quien hizo Dios rey de la paz (esto, en efecto,
significa "Salem") y sacerdote Suyo,41 sin haber dispuesto previamente la concreción de obra
alguna del mismo, haciendo de él desde su origen un rey pacífico y digno de Su mismo
sacerdocio. Es, en efecto, llamado "el rey justo"; y un rey es enemigo del déspota, por cuanto
el uno es autor de leyes, en tanto que el otro es un agente de ilegalidad.
41
Gen. XIV, 18.

80. Así, mientras la inteligencia que es despótica establece para el alma y el cuerpo órdenes
violentas, perjudiciales y causantes de profundas penas; me refiero a las prácticas viciosas y a
los disfrutes de las pasiones; la que es rey persuade más bien que ordena, en primer lugar; y
luego emite instrucciones tales, que mediante ellas el ser animado, cual un navío, realizará la

123
feliz trayectoria de la vida encaminado por el buen piloto, que no es otro que la recta razón.

81. Llámese, pues, al déspota soberano de la guerra; al rey, en cambio, príncipe de la paz, de
Salem; y ofrezca éste al alma alimentos plenos de gozo y alegría, pues trae panes y vino, que
los amanitas y moabitas negáronse a proporcionar al vidente;42 causa por la cual se hallan
excluidos de la Divina reunión y asamblea. En efecto, los amanitas, cuya naturaleza procede
de su madre, la sensibilidad, y los moabitas, procedentes de su padre, la inteligencia, es decir,
los caracteres que piensan que todas las cosas, estén comprendidas por estas dos, la
inteligencia y la sensibilidad, y no adquieren noción alguna de Dios, "no entrarán", dice
Moisés, "en la asamblea del Señor, porque ellos no salieron a vuestro encuentro con pan y
agua". (Deut. XXIII, 3 y 4) cuando salíais de las pasiones de Egipto.
42
Es decir, al pueblo de Israel.

82. XXVI. Mas, ofrezca Melquisedec en vez de agua vino, y délo a beber puro a las almas,
para que ellas se tomen poseídas de una Divina embriaguez, más sobria que la sobriedad
misma; porque él es un sacerdote, es decir, la razón que posee como porción suya al Que Es y
madura sobre Él altos, vastos y sublimes pensamientos, como que es "sacerdote del
Altísimo".43 Y dice "Altísimo" no porque haya algún otro no altísimo. Dios es único "arriba
en el cielo y abajo en la tierra; y no hay otro fuera de Él" (Deut. IV, 39); sino porque el
concebir acerca de Dios pensamientos, no humildes y bajos, sino elevados, tales que
trascienden toda grandeza, más allá de toda referencia a la materia, sugiere la imagen del más
elevado de los seres.
43
Gen. XIV, 18.

83. XXVII. ¿Y qué obra meritoria había ya realizado Abram,44 para que Dios le ordenara
abandonar su patria y parientes y habitar una tierra que Él mismo le habría de dar;45 tierra que
es una ciudad hermosa, amplia y muy próspera, pues grandes y preciados son los dones de
Dios? Es que también a este carácter lo creó dotado de un rasgo digno de estima, como que
"Abram" significa "padre elevado"; y ambos nombres sugieren loables condiciones en él.
44
"Abram", primer nombre del patriarca, trocado más tarde en Abraham. Compárese la
favorable interpretación del nombre "Abram" expuesta aquí con las ofrecidas en Sobre los
querubines 4, Sobre los gigantes 62 y Sobre el cambio de los nombres 66.
45
Gen. XII, 1.

84. En efecto, la inteligencia, cuando no oprime al alma a manera de déspota, sino la gobierna
como un padre, no proporcionándole las cosas agradables sino dándole las convenientes, aun
contrariando los deseos de ella; cuando, en general, apartándose de las cosas bajas, y de
cuanto conduce a las cosas mortales, se eleva y se aboca a la contemplación del universo y sus
partes; y, remontándose aún más alto, indaga acerca de la Divinidad y de Su naturaleza,
movida por un inefable amor al saber; no puede entonces permanecer en las opiniones que
sustentaba al principio; y, empeñada en su propia superación, busca trocar su residencia por
otra mejor.

85. XXVIII, A algunos, aun antes de su nacimiento, acuérdales Dios hermosa forma y nobles
disposiciones, y tiene determinado de antemano que habrá de caberles la más excelente
porción. ¿No ves qué es lo que dice Abraham acerca de Isaac, cuando aquél no espera que
habrá de ser padre de un hijo tal, sino hasta se ríe de la promesa y dice: "¿Le sucederá esto a
un hombre de cien años; y dará a luz Sara, que tiene noventa años?" (Gen. XVII, 17.) Dios
ratifica y confirma Su promesa diciéndole: "Sí, he aquí que Sara, tu mujer, te engendrará un
hijo, al que pondrás por nombre Isaac; y estableceré Mi pacto con él para alianza perpetua."

124
(Gen. XVII, 19.)

86. ¿Qué es, pues, lo que ha hecho éste para merecer aun antes de su nacimiento ser alabado?
Algunos de los bienes resultan provechosos cuando han llegado a ser realidad y están
presentes; tales por ejemplo la salud, la nitidez de las sensaciones, quizá la riqueza, la fama;
pues aun estas cosas pueden llamarse, tomando el término en un sentido muy amplio,
"bienes". Algunos, en cambio, no sólo benefician cuando ya existen sino también cuando está
predicho que van a existir; por ejemplo, la alegría, que es una feliz disposición del alma, no
sólo regocija cuando, ya presente, se desarrolla activamente, sino también alegra
anticipadamente cuando se la aguarda. Es que ella posee también la siguiente especial ventaja:
mientras los restantes bienes alcanzan eficacia sólo en razón de su propia bondad particular; la
alegría, en cambio, es un bien particular y general. Acompaña, en efecto, a todos los demás,
pues nos alegramos por la salud, por la libertad, por la honra y por todos los otros bienes; de
modo que es lícito decir sin temor a equivocarse que ningún bien existe en el que no esté
presente la alegría.

87. Mas no sólo nos alegramos por los otros bienes cuando éstos se han producido ya y están
presentes; sino también cuando están a punto de darse y se esperan. Por ejemplo, cuando
esperamos que habremos de enriquecernos, o de obtener algún cargo, o de merecer alabanzas,
o de descubrir el modo de librarnos de enfermedades, o de alcanzar salud y fuerza, o de trocar
nuestra ignorancia en sabiduría, sentimos una alegría sin límites. Ahora bien, puesto que la
alegría no sólo cuando está presente sino también cuando se espera hace desbordar al alma de
regocijo, es natural que Dios haya considerado a Isaac digno de este gran nombre y de un
grande don antes de que fuese engendrado. "Isaac", en efecto, significa risa del alma, alegría y
regocijo.

88. XXIX. Otro caso es el de Jacob y Esaú. Cuando aún se hallan en el vientre materno
declara Dios que el uno es jefe, conductor y señor; en tanto que el otro, Esaú, es subordinado
y siervo. Es que Dios, el Hacedor de los seres vivientes, conoce bien Sus propias
producciones antes aún de cincelarlas acabadamente a ellas mismas, los poderes de que luego
dispondrán y, en general, sus obras y experiencias. De ese modo, cuando Rebeca, es decir, el
alma paciente, marcha a preguntar a Dios, Éste le responde: "Dos naciones hay en tu vientre y
dos pueblos se dividirán desde tus entrañas, y un pueblo será más fuerte que el otro, y el
mayor servirá al menor." (Gen. XXV, 25.)

89. Ante Dios, en efecto, es por naturaleza esclavo lo ruin e irracional, en tanto que lo noble,
racional y superior está llamado a gobernar y ser libre; y no cuando ya uno u otro ha adquirido
plena existencia en el alma, sino también cuando todavía su existencia es incierta. Y así es,
generalmente aun una pequeña brisa de virtud señala no sólo la libertad sino también el
mando y la soberanía, y, a la inversa, el principio, sea cual fuere, de un vicio esclaviza al
discernimiento, aun cuando todavía su engendro no haya alcanzado completo desarrollo.

90. XXX. Cabe preguntarse qué indujo a este mismo Jacob, cuando José hubo traído a sus dos
hijos. Manases, el mayor, y Efraín, el menor, a extender las manos y posar la derecha sobre
Efraín, el más joven, y la izquierda sobre Manases, el de más edad; y qué lo movió a decir,
ante el disgusto de José por el hecho, y su creencia de que su padre se había equivocado invo-
luntariamente en la imposición de las manos: 'No he cometido error; por el contrario', "lo sé,
hijo mío, lo sé; éste también vendrá a ser un pueblo, y éste también será engrandecido, pero su
hermano menor será más grande que él." (Gen. XLVIII, 19.)

125
91. ¿Qué hemos de decir sino esto: que dos facultades en extremo necesarias habían sido
creadas en el alma por Dios, la memoria y la reminiscencia? La memoria es superior; la remi-
niscencia, inferior. La primera, en efecto, mantiene fijas y claras las aprehensiones, de modo
que no se cometan errores por ignorancia; en tanto que la reminiscencia es precedida en todos
los casos por el olvido, cosa mutilada y ciega.

92. Pero lo inferior, la reminiscencia, resulta ser más vieja que la superior, la memoria; porque
(mientras la reminiscencia supone intervalos de olvido, la memoria es) 46 continua e
ininterrumpida. En efecto, los que por primera vez nos abocamos a las artes no podemos
adquirir enseguida pleno dominio de los principios que les conciernen, y así, nos encontramos
al principio con que los olvidamos, y nuevamente los recordamos, hasta que, por el reiterado
olvidarlos y el sucesivo recordarlos, al cabo acabará por imponerse una firme memoria. De lo
que se infiere que la memoria, pues ha nacido más tarde, es más joven que la reminiscencia.
46
La parte entre paréntesis es una reconstrucción hipotética para llenar una laguna del texto
griego. La idea es que la memoria es más reciente porque supone una fijación que
normalmente no se da en la etapa inicial del acopio de recuerdos.

93. Pues bien, "Efraín" es el nombre figurado de la memoria, pues significa "fructificación", y
el alma del hombre estudioso produce su propio fruto, cuando mediante la memoria es capaz
de retener firmemente los principios estudiados. En cambio, Manases representa a la
reminiscencia; se dice, en efecto, que su nombre traducido significa "salido del olvido"; y el
que escapa del olvido forzosamente rememora. Con sumo acierto,. por lo tanto, el engañador
de las pasiones y practicante de la virtud, Jacob, extiende su mano derecha sobre la fructífera
memoria, es decir, Efraín, y considera merecedor del segundo lugar a Manases, o sea, a la
reminiscencia.

94. Pero, también Moisés de los sacrificadores de la Pascua, a los que habían sacrificado
primero los alaba sobremanera, porque tras haber emprendido la travesía .desde las pasiones
de Egipto perseveraron en esa travesía y ya no tendieron hacia ellas; en tanto que a los que
habían sacrificado en segundo término los juzga merecedores del segundo lugar,47 por cuanto,
después de haberse alejado de aquéllas retornaron por el mismo camino, y, como si se
hubieran olvidado de sus deberes, de nuevo se lanzaron a. hacer lo mismo, mientras los
primeros habían perseverado sin volverse atrás. Por lo tanto, Manases, el que sale del olvido».
corresponde a los que sacrificaron la Pascua en segundo término; Efraín, el fructífero, a los
que lo hicieron en primer término.
47
Núm. IX, 6 y ss.

95. XXXI. Por eso también Dios llama a Besalel por su nombre, y le dice que le ha concedido
el don de la sabiduría y la ciencia, y lo ha designado artesano y director de todas las obras del
tabernáculo, es decir, de las obras del alma,48 no obstante que no ha indicado antes obra
alguna de él que pudiera serle alabada. Es preciso, pues, decir que también aquí se trata de
una forma estampada por Dios en el alma como se estampa una moneda de buena ley. Cuál,
entonces, es la imagen impresa lo sabremos si previamente nos informamos con exactitud
sobre el significado del nombre.
48
Ex. XXXI, 2 y ss.

96. Pues bien, "Besalel" significa "en la sombra de Dios". Pero la sombra de Dios es Su
logos,49 del que Él se ha servido como de un instrumento para la creación del mundo. Pero
esta "sombra", esto que podemos considerar como la imagen de Dios, es el arquetipo de las
restantes creaciones. En efecto, así como Dios es el modelo de esa imagen, a. la que acabamos

126
de denominar "sombra", del mismo modo la. imagen deviene el modelo de las otras cosas, tal
como lo demostró Moisés al comienzo de la legislación diciendo: "E hizo Dios al hombre
según la imagen de Dios" (Gen. I, 27); con lo que da a entender que la imagen fue hecha
como una copia de Dios, y el hombre, a su vez, hecho como una copia de esa imagen, una vez
que ésta hubo adquirido propiedad de modelo.
49
Ver Sobre la creación, nota 6.

97. XXXII. Observemos, entonces, cuál es el carácter impreso. Los primeros hombres
trataban de averiguar cómo llegamos nosotros a conocer a la Divinidad. Más tarde los que, al
parecer, han filosofado mejor 50 dijeron que hemos logrado la aprehensión de la Causa
partiendo del mundo, de sus partes constituyentes y de las fuerzas que subsisten en ellos.
50
Los estoicos, cuyos argumentos sobre el particular se tratan en Sobre las leyes particulares
I, 32 a 35.

98. En efecto, así como, si alguien llega a ver una casa cuidadosamente construida, con
vestíbulo, columnas, apartamentos masculinos, cuartos de las mujeres, y las otras
construcciones, se hará una idea del que la construyó, pues no pensará que la casa fue acabada
sin un artesano y su técnica; y de la misma manera en el caso de una ciudad, de un templó o
de toda construcción menor o mayor;

[99.] de idéntico modo también, si alguien, habiéndose aproximado a este mundo, como a una
inmensa casa o ciudad, y habiendo contemplado el cielo rotando circularmente y conteniendo
en sí todas las cosas; y los planetas y estrellas tijas moviéndose sin variación alguna rítmica y
armoniosamente y con provecho para el universo; y la tierra, a la que cupo la región central, y
las corrientes de agua y de aire ordenadas a modo de límites suyos; y además las creaturas
vivientes, mortales e inmortales, y las diferentes especies de plantas y de frutos; razonará sin
duda que estas cosas no han sido hechas sin un arte consumado, y que Dios fue y es el artífice
de este universo. Los que así razonan llegarán al conocimiento de Dios a través de una
"sombra", es decir, a la aprehensión del Artífice a través de Sus obras.

100. XXXIII. Existe, empero, cierta inteligencia más perfecta y más purificada, iniciada en
los grandes misterios, que no conoce a la Causa partiendo de las cosas creadas, como podría
conocerse la sustancia a partir de su sombra, sino dirigiendo la mirada más allá de lo creado,
hasta alcanzar una clara visión del Increado, aprehendiendo así, desde Él mismo, a Él y a Su
sombra; lo que equivale, como dijimos,51 a aprehender a Su logos y a este mundo.
51
Ver 96.

101. La inteligencia a que me refiero es Moisés, quien dice: "Manifiéstate a mí; que yo Te vea
y Te conozca." (Ex. XXXIII, 13.) No me seas, pues, conocido a través del cielo, la tierra, el
agua, el aire o, en suma, a través de cualquiera de los seres de la creación; ni vea yo Tu forma
reflejada en otro alguno fuera de Ti, Dios, porque las formas, reflejadas en las cosas creadas,
se diluyen mientras que en el Increado permanecen estables, firmes y eternas. Tal es el motivo
por el que Dios ha llamado expresamente a Moisés y le ha hablado.

102. También llamó expresamente a Besalel, mas no de la misma manera. Uno recibe la nítida
visión de Dios procedente de la misma Causa; el otro se informa acerca del Artífice, mediante
un proceso de discernimiento, como a partir de una sombra, es decir, partiendo de las cosas
creadas. Por esto hallarás que el tabernáculo y su ornamentación toda son preparados primero
por Moisés y más larde por Besalel, ya que Moisés confecciona los arquetipos, y Besalel las
reproducciones de los mismos. Es que Moisés tiene a Dios como instructor, conforme con la

127
norma impartida por Él: "Harás todo según el modelo que te ha sido mostrado en la montaña"
(Ex. XXV, 40); en tanto que Besalel tiene por instructor a Moisés.

103. Y era lo previsible; porque, cuando se rebelan Aarón, la palabra, y Miriam, la


sensibilidad, oyen que se les dice expresamente: "Si un profeta se aproximare al Señor, Él Se
le dará a conocer en una visión" y en una sombra, no claramente; en cambio, a Moisés, que
"es fiel en toda Mi casa, le hablaré de boca a boca, de manera clara y no con términos
obscuros." (Núm. XII, 6 a 8.)

104. XXXIV. Puesto que hemos comprobado que son dos las naturalezas creadas, modeladas
y cinceladas a la perfección por Dios, la una de por sí dañosa, vituperable y maldita; la otra,
en cambio, provechosa y laudable; la una portadora de un carácter adulterado; la otra dotada
de un legítimo cuño; elevemos una noble y armoniosa plegaria, que Moisés también ha eleva-
do "para que Dios nos abra Su propio tesoro" (Deut. XXVIII, 12) y aquella excelsa razón
preñada de Divinas luces a la que Él llamó cielo; y para que cierre completamente los tesoros
de cosas malas.

105. Porque, así como los hay de bienes, así existen junto a Dios tesoros de cosas malas,
como lo atestigua en el gran canto 52 cuando dice: "¿Acaso no están estas cosas guardadas
junto a Mí y selladas en Mis tesoros en el día del castigo, cuando el pie de aquéllos
resbalare?" (Deut. XXXII,. 34 y 35.) Como ves, existen tesoros de males; y, si el de los bienes
es uno solo, pues, siendo uno Dios, uno es el tesoro de los bienes; muchos, en cambio, son los
de males, puesto que los que delinquen son incontables, una multitud. Pero observa también
en esto la bondad del Que Es: abre el tesoro de los bienes y cierra los denlos males, porque
propio de Dios es ofrecer los bienes y apresurarse a distribuirlos, así como ser muy medido en
lanzar los males.
52
"El gran canto": así designa Filón en varios pasajes al Deuteronomio

106. Pero Moisés, insistiendo aún en la predisposición de Dios a prodigar dones y gracias,
dice que no sólo en las demás circunstancias mantiene sellados los tesoros de males sino
también, cuando el alma resbalare en su marcha en pos de la recta razón, es decir, cuando lo
justo sería que se la considerara digna de castigo. Dice, en efecto, que mantiene "sellados los
tesoros de males en el día del castigo"; demostrándonos así la sagrada palabra que ni siquiera
contra los que pecan procede Dios a aplicar el castigo enseguida, sino les concede tiempo para
el arrepentimiento y para que remedien y rectifiquen su yerro,

107. XXXV. "Y dijo Dios Soberano a la serpiente: 'Maldita serás desde todos los ganados y
desde todas las bestias de la tierra'." (Gen. III, 14. )53 Así como la alegría, siendo una buena
disposición del alma, merece nuestros votos, el placer, es decir, la pasión,54 que, alterando los
límites del alma, la transforma en amante de las pasiones de amante de Dios que era, es digno
de maldición. Y dice Moisés en las imprecaciones: "Maldito sea el que alterare los límites de
su vecino." (Deut. XXVII, 17.) Dios, en efecto, ha colocado como límite y ley en el alma la.
virtud, el árbol de la vida. Pero lo altera el que fija como límite el vicio, es decir, el árbol de la
muerte.
53
Desde", es decir, la maldición te llegará desde todos los ganados y desde todas las bestias
de la tierra.
54
La pasión por excelencia.

108. "Y maldito sea también el que hiciere perder su rumbo a un ciego en el camino" (Deut.
XXVII, 18), "y el que golpeare a un prójimo arteramente." (Deut. XXVII, 24.) Y éstas son

128
cosas que hace el ateísimo placer. La sensibilidad, en efecto, es algo ciego por naturaleza,
como que es irracional; pues es el poder de la razón el que nos hace ver. Por eso, con solo este
poder aprehendamos también las cosas; en tanto que mediante la sensibilidad no alcanzamos a
eso, por cuanto a través de ella solo llegamos hasta la representación de las cosas materiales
solamente. 109. El placer, pues, ha engañado completamente a la ciega sensibilidad en la
aprehensión de los objetos, ya que, cuando ella hubiera podido volverse hacia la inteligencia y
recibir su apoyo, se lo ha impedido, conduciéndola hacia lo que solo se puede percibir
exteriormente, y tornándola ávida de lo que produce placer; para que la sensibilidad, ciega
como es, fuera guiada por un guía ciego; el objeto sensible; y, a su vez, la inteligencia, guiada
por ambos guías incapaces de ver,: viniera a parar en tierra y no fuera ya dueña de sí.

110. Es que si en alguna medida las cosas hubieran sucedido como. naturalmente
corresponde, preciso hubiera sido que esas ciegas facultades siguieran los pasos del
clarividente poder de la razón, porque de ese modo los perjuicios hubieran sido más leves.
Pero, tal como suceden las cosas, es tan grande la trama organizada por el placer contra el
alma, que le ha sido forzoso a ésta echar mano a guías ciegos, constreñida y movida a trocar
la virtud a cambio de cosas viles y a trocar su inocencia por maldades. XXXVI. La sagrada
palabra prohíbe semejante trueque, cuando dice: "No cambiarás lo bueno por lo malo." (Lev.
XXVII, 33.) 111. Maldito es por ello el placer. Pero, veamos cuan apropiadas maldiciones se
pronuncian contra él. "Desde todos los ganados" dice Dios que es maldito.55 Pues bien,
nuestra irracional facultad de percibir sensorialmente es semejante a los ganados, y cada uno
de nuestros sentidos maldice al placer como a su mayor y más odiado enemigo. Es que el
placer es realmente enemigo de la sensibilidad. La prueba está en que, cuando estamos ya
saciados de inmoderado placer, no podemos ni ver, ni oír, ni oler, ni gustar, ni tocar con
claridad, siendo nuestros contactos con lo sensible confusos y. enfermizos.
55 Gen. III, 14.

112. Y esto es lo que experimentamos cuando cesamos de gozar del placer; mas, cuando nos
hallamos en pleno goce del mismo, nos vemos privados por completo del sostén que nos
brinda la cooperación de los sentidos, al punto de que nos parece haber quedado ciegos.
¿Cómo, pues, no proferirá maldiciones perfectamente justificadas la sensibilidad contra el
placer, si éste la mutila?

113. XXXVII. Y también es maldito más que todas las bestias salvajes;56 me refiero a las
pasiones del alma, porque por ellas es herida y destrozada la inteligencia. ¿Por qué, pues,
pensamos que es peor aún que las otras pasiones? Porque, podemos afirmarlo, el placer
sustenta a todas ellas a modo de principio y base. En efecto, el apetito se origina a través del
amor al placer; el dolor resulta de la pérdida del mismo; el miedo, a su vez, nace ante la
incertidumbre de su conservación; de modo que es evidente que todas las pasiones dependen
del placer, y que posiblemente aquéllas no se concretarían en absoluto si previamente no
hubiese sido puesto aquello que las provoca, es decir, el placer.
56
Aquí altera Filón el pasaje citado en 107, sustituyendo apó = desde, por para (seguida de
acusativo) = más allá de.

114. XXXVIII. "Andarás sobre tu pecho y sobre tu vientre." (Gen. III, 14.) En efecto, en torno
a estas partes, el pecho y el vientre, se cobija la pasión. Cuando el placer cuenta ya con los
materiales que la producen, se instala en el vientre y las partes que están después de él;
cuando, en cambio, carece de ellos, se afinca en el pecho, donde reside la cólera por cuanto
los amantes del placer privados de los placeres se irritan y se exasperan.

129
115. Pero, examinemos con más detenimiento todavía el significado de esto. Nuestra alma
consta de tres partes, que son: una, la parte racional; la segunda, la parte colérica,57 y la
tercera, la parte apetitiva. Algunos filósofos han distinguido las partes unas de otras por la
potencia solamente; otros, también por sus lugares. Y más aún, han asignado a la parte
racional la zona de la cabeza, diciendo que donde está el rey, allí están sus guardias
personales; y que los guardias personales de la inteligencia, es decir, los sentidos, están
situados en la cabeza, de modo que también el rey debe de hallarse en ella, por haberla
recibido como la ciudadela de una ciudad, para residencia. A la parte colérica asígnanle el
pecho, diciendo que por ello la naturaleza ha fortificado esta parte mediante una sólida y
fuerte formación de huesos contiguos, como si hubiera armado a un buen soldado mediante
una coraza y un escudo para la defensa contra sus oponentes. Y a la parte apetitiva le asignan
la zona. abdominal y ventral, porque allí reside el apetito58 es decir la tendencia irracional. :
57
Parte "colérica". Es imposible hallar en español un adjetivo que concentre las principales
connotaciones del adjetivo griego thymikós, derivado del sustantivo thymós = soplo, vitalidad,
fortaleza espiritual, corazón, voluntad, deseo, pasión, valor, cólera, etc. Escojo el sentido de
colérica porque, al parecer, éste es el que más se adecua al juicio nada favorable que le
merece a Filón esta parte del alma, a la que considera sede de una vituperable pasión, no de
virtudes.
58
O deseo de placeres o concupiscencia.

116. XXXIX. ¿Si, pues, averiguares, oh inteligencia, qué lugar tiene asignado como propio el
placer, no examines la zona de la cabeza, donde reside la parte racional, pues no lo
encontrarás ya que la razón combate a la pasión, y no puede residir en el mismo sitio que ésta.
Efectivamente, cuando prevalece la razón, el placer se esfuma; cuando vence el placer, en
cambio, la razón se convierte en desterrada. Busca en el pecho y en el vientre, residencias de
la cólera y del apetito respectivamente, porciones de la parte irracional, pues es en ésta donde
se encuentran nuestra facultad de elección y las pasiones.

117. Ahora bien, nada impide a la inteligencia salirse de los asuntos de orden intelectual, que
le son propios, y entregarse a lo que es inferior. Esto ocurre cada vez que la guerra prevalece
en el alma, ya que, entonces, forzosamente nuestra parte racional» que no es belicosa sino
pacífica, se convierte en prisionera de guerra.

118. XL. En efecto, conociendo la sagrada palabra59 cuan grande era la fuerza del impulso de
una y otra pasión, de la cólera y el apetito, pone freno a ambas dándoles por conductor y
piloto a la razón. Y primeramente refiriéndose a la cólera, empeñado en curarla y sanarla, se
expresa de esta manera:
59
Es decir, la palabra de Dios transmitida por Moisés.

119. "Y pondrás sobre el oráculo de los juicios la clara mostración y la verdad, y estará aquél
sobre el pecho de Aarón cuando entrare en el lugar sacro, en presencia del Señor." (Ex..
XXVIII, 30.) Pues bien, el "oráculo" es en nosotros el instrumento del habla, que es la palabra
pronunciada;60 y ésta es o confusa y sin fundamento o probada y digna de fe; pero Moisés
nos61 lleva al conocimiento de la palabra pronunciada con discernimiento. Nos dice, en efecto,
que el oráculo no es el indiscriminado e ilegítimo sino el "de los juicios", lo que equivale a
"bien discernido y examinado".
60
O mejor aún, el logos pronunciado. Ver nota 23.

120. Y expresa que dos virtudes excelentes en grado sumo, de esta palabra probada son la
claridad y la verdad. Y está completamente en lo cierto; por cuanto, en primer lugar, la

130
palabra acude para hacer claras y evidentes los cosas a los demás, ya que escapa a nuestras
posibilidades el manifestar la experiencia sobrevenida en nuestra alma por obra de las cosas
exteriores, o dar siquiera una idea de ella. XLI. Ante esto nos vemos obligados a acudir a los
signos transmisibles por la voz, es decir, los nombres y los verbos; los que es preciso que sean
plenamente familiares a fin de que la otra persona capte claramente y en forma inequívoca su
sentido. Además se hace presente a manifestarlas conforme a la verdad.

121. Porque, ¿qué utilidad encierra el expresarse con claridad y precisión, si por otra parte lo
que decimos es falso? Si eso hacemos, por fuerza induciremos a error al que nos escucha y
ello redundará en un inmenso perjuicio para él, ya que a su ignorancia se sumará la mala
información. ¿Qué pasa, en efecto, si mostrándole una letra alfa digo al niño con claridad y
precisión que es una gamma, o que la eta es una omega? ¿Y qué, si el músico señalando al
principiante el género enarmónico le dijere que es el cromático; o señalándole el cromático,
que es el diatónico; o refiriéndose a la nota más alta, sostuviere que es la intermedia; o
indicando el tetracordio conjunto manifestare que se trata del "disjunto", o mostrando la
cuerda más elevada, asegurare que es la más baja?

122. Hablará quizá en forma clara y precisa, pero no de acuerdo con la verdad, y de esta
manera su palabra resultara perjudicial. En cambio, si respetare ambas condiciones: la
claridad y la verdad, logrará que su palabra redunde en provecho del que aprende, merced a la
aplicación de las dos virtudes de ella, las únicas, casi diría, que realmente posee.

123, XLII. Dice, pues, que la palabra de probada calidad,61 es decir, la que posee las virtudes
que le son propias, se asienta en el pecho (en el de Aarón, claro está), es decir, sobre la parte
colérica, para que ésta sea guiada, en primer lugar, por la razón, y no sea dañada por su propia
irracionalidad; luego, por la claridad, ya que por su misma naturaleza la cólera no es amiga de
la claridad. Nadie ignora que en los que son presa de la cólera no sólo el discernimiento
rebosa de alboroto y confusión sino también las palabras. Por lo tanto, era apropiado que la
falta de claridad de la cólera fuera corregida por la claridad.
61
Literalmente: juzgada, discernida; con lo que trata de recalcar Filón el sentido de la
expresión "el oráculo de los juicios".

124. En tercer término, debe ser guiada por la verdad, porque además de los otros defectos la
cólera tiene como peculiar también éste: el mentir; que ciertamente, de los que dan rienda
suelta a esta pasión casi ninguno dice la verdad, como que son presa de una beodez, no del
cuerpo, sino del alma. Ésos son los remedios para la parte colérica: razón, claridad de palabra
y verdad en la misma; constituyendo virtualmente los tres una sola cosa, pues la razón unida a
esas virtudes, es decir, a la verdad y a la claridad, cura la cólera, penosa enfermedad del alma.

125. XLIII. Ahora bien, ¿a quién incumbe llevar estas cosas? No a mi entendimiento ni al del
primero que se presente, sino al entendimiento que ejerce el sacerdocio y ofrece los sacrificios
con pureza, es decir, el de Aarón; y a este entendimiento no siempre, pues a menudo éste
vuelve sobre sus pasos, sino cada vez que continúa sin volverse, cada vez que entra en el lugar
santo, es decir, cada vez que el raciocinio entra acompañado de santas resoluciones y no las
abandona.

126. Pero, a menudo la inteligencia entra con ellas en ciertas opiniones sagradas, santas y
puras pero humanas al fin, como por ejemplo, las relativas a las obligaciones convenientes, las
concernientes a las acciones rectas, las referentes a las normas establecidas, las que versan
sobre la virtud según los hombres. Tampoco aquel cuyas disposiciones son éstas está en

131
condiciones de llevar el oráculo sobre su pecho con las virtudes correspondientes; sólo lo está,
en cambio, aquel que entra en la presencia del Señor, vale decir, aquel que hace todas las
cosas con intención puesta en Él y no sobreestima ninguna de las cosas inferiores a Él, sino
atribuye a éstas lo que les corresponde, sin detenerse, empero, en ellas, sino remontándose
hacia la familiaridad, el conocimiento y la gloria del Uno.

127. En efecto, la parte colérica de quien se hallare en estas condiciones será guiada por la
purificada razón, que eliminará lo que hay de irracional en ella; por la claridad, que remediará
lo que tiene de incierto y confuso; y por la verdad, que suprimirá lo falso.

128. XLIV. Aarón, pues, como es inferior a Moisés, quien amputa el pecho, vale decir, la
cólera; no permite 62 que ésta se lance con desatinados impulsos, pues teme que dejada suelta
se desboque como un caballo y pisotee al alma toda; antes bien, la cura y controla, primero,
con la razón, para que contando son el mejor conductor no se rebele demasiado; y luego con
las virtudes de la palabra, es decir, la claridad y la verdad. Porque, si la cólera es corregida de
esta manera, de modo que acate a la razón ^ a la claridad y se ejercite en evitar la mentira, se
evitará a sí misma una grande ebullición sino además dotará al alma entera de amables
disposiciones.
62
Es decir, como no puede amputarlo o eliminarlo totalmente, como Moisés, por ser inferior a
éste, ha de conformarse con refrenarlo o moderarlo.

129. XLV. Pero, mientras Aarón, que, como he dicho, tiene esta pasión, intenta curarla con
los salvadores remedios señalados; Moisés, en cambio, juzga que es preciso extirpar y separar
del alma toda la cólera, inclinándose por la total supresión de la pasión y no por su
atemperamiento. La sacratísima revelación testimonia mi aserto. Dice, en efecto: "Moisés
tomó el pecho del carnero de la consagración y lo apartó como ofrenda ante el Señor; y esto
se convirtió en la porción de Moisés." (Lev. VIII, 29.)

130. Del todo cierto; puesto que era cometido propio del amante de la virtud y amado de Dios,
después de observar toda el alma, tomar el pecho, o sea, la cólera, y sacarla y cortarla, para
que, amputada la parte belicosa, el resto tuviera paz. Pero lo saca no de cualquier animal, sino
del carnero de la consagración, no obstante que también había sido ofrecido un becerro. Mas,
dejando de lado a éste, fue hacia el carnero porque se trata de un animal naturalmente
inclinado a dar topetazos, colérico e impetuoso, por lo cual los que construyen máquinas
fabrican los más de los aparatos de guerra en forma de carneros.63
63
Referencia a los arietes empleados para demoler murallas; máquinas cuyo extremo anterior
remataba en una cabeza de camero de hierro o bronce, y cuyo nombre latino deriva
precisamente del término latino aries = carnero.

131. La parte, pues, de nuestro ser semejante al carnero, impetuosa y confusa es la especie de
la controversia; y la controversia es madre de la cólera; por lo que aquellos que más disputan
en los debates y en las demás reuniones son también los que más fácilmente se encolerizan.
Así pues, Moisés extirpa, como es necesario, la cólera, discordante engendro del alma
disputadora y reñidora; para que, esterilizada, cese de engendrar cosas dañinas y para que
esto, no el pecho ni la cólera, sino la extirpación de los mismos, se convierta en porción digna
del amante de la virtud. Dios, en efecto, asignó al sabio la parte más excelente, es decir, el
poder de extirpar las pasiones. Ves, pues, cómo el hombre perfecto procura siempre la total
extirpación de la pasión.

132. En cambio, Aarón, el hombre que progresa permanentemente, siendo inferior a Moisés,

132
practica, repito, la moderación de la misma. En efecto, no puede todavía extirpar el pecho y la
cólera; pero lleva, en cambio, hacia aquella al que la guiará, es decir, a la razón juntamente
con las virtudes que la acompañan; en otras palabras, al oráculo, sobre el cual hállanse la clara
exposición y la verdad.

133. XLVI. Pero más claramente nos expondrá la sagrada escritura la diferencia en el
siguiente pasaje: "Porque de las manos de los hijos de Israel he tomado el pecho de la ofrenda
puesta encima y el hombro 64 de la parte separada, de los sacrificios de vuestra salvación; y
los di a Aarón y a sus hijos." (Lev. VII, 34.)
64
Concretamente, el brazuelo, o sea, la parte de las patas delanteras de los cuadrúpedos
comprendida entre el codo y la rodilla. Traduzco, empero, por hombro, por convenir al
sentido que atribuye Filón a la parte del animal sacrificado, como se ve en el razonamiento
que sigue.

134. Ves que éstos no son capaces de tomar sólo el pecho, y que han de tomarlo juntamente
con el hombro. Moisés, en cambio, toma aquél sin éste. ¿Por qué? Porque él, como hombre
perfecto que es, no pone sus miras en lo bajo 65 y vil, ni se conforma con moderar sus
pasiones, y sin contemplación alguna ha extirpado completamente todas. Otros, en cambio, se
lanzan a la guerra contra las pasiones sin imprimirle un ritmo intenso, flojamente, y se
reconcilian y hacen las paces con ellas, tendiéndoles la palabra conciliatoria para que ella, a
manera de un conductor, refrene su excesiva impetuosidad.
65
Intraducible juego de palabras basado en la semejanza entre el sustantivo brakhion =
hombro, brazuelo, y el adjetivo brakhys = corto, humilde, bajo, cuyo comparativo es
brakhion, precisamente.

135. Además, el hombro es el símbolo del esfuerzo y del sufrimiento, y ellos caracterizan a
aquel que atiende y administra las cosas santas, mediante la disciplina y el trabajo. En cambio,
el hombre al que Dios ha favorecido con superabundancia de acabados dones está exento de
trabajo. De más humilde condición y menos perfecto aparece el que adquiere la virtud con
trabajo que Moisés, que la ha recibido de manos de Dios sin esfuerzo ni dificultad. En efecto,
así como el mismo hecho de trabajar es de menor jerarquía e inferior a la exención de trabajo,
así también lo es lo imperfecto respecto de lo perfecto, el ser que aprende del que sabe sin
aprendizaje.66 Por ello Aarón toma el pecho juntamente con el hombro, en tanto que Moisés
toma el pedio sin el hombro.
66
Es decir, saber revelado por Dios, adquirido sin necesidad de estudios ni maestros. Ver
Sobre los sueños I, 167 y ss.

136. El motivo por el que lo llama "pecho de la ofrenda puesta encima" radica en que es
necesario que la razón se coloque y asiente firmemente encima de la cólera, tal como si se
tratara de un conductor que dirigiera a un caballo indócil y rebelde. Al hombro, en cambio, ya
no lo llama "de la ofrenda" sino "de la parte separada". La razón es la siguiente: es preciso
que el alma no se atribuya a s. misma su trabajo en procura de la virtud, sino "lo separe" de sí
y lo atribuya a Dios, reconociendo que no son su propia tuerza ni su poder quienes le han
procurado el bien, sino Aquél que además otorga el amor por el bien.

137. Ni el pecho ni el hombro son tomados como no sea del "sacrificio de salvación"; y es lo
razonable, porque es entonces cuando el alma se salva; cuando, por una parte, la cólera está
bajo las riendas de la razón y, por otra, el trabajo ha producido no un sentimiento de vanidad
sino el reconocimiento de que todo se debe a Dios, el Benefactor.

133
138. XLVII. Hemos dicho ya que el placer avanza no sólo sobre el pecho sino también sobre
el vientre, demostrando con ello que el vientre es la zona más apropiada para el placer, como
que se trata, poco más o menos, del receptáculo de todos los placeres. En efecto, repleto el
vientre, los apetitos por los demás placeres también se tornan vehementes; vaciado él,
modéranse "éstos y se toman más tranquilos.

139. Por eso leemos en otro pasaje: "Todo el que avanza sobre su vientre y todo el que camina
constantemente sobre cuatro patas, el que está provisto de muchos pies, es impuro." (Lev. XI,
42.) Tal es el hombre amante del placer, pues siempre avanza tras 67 el vientre y sus
correspondientes pasiones. En el mismo plano del que se arrastra tras el vientre coloca Moisés
al que camina sobre cuatro patas. Y con razón; pues cuatro son las pasiones inherentes al
placer, como se ha señalado en un tratado especial sobre el asunto.68 Impuros, pues, son tanto
el que se halla habituado a una sola cosa: el placer, como el que se entrega a las cuatro
pasiones por igual.
67
Filón altera el pasaje, leyendo epí koilían = detrás del vientre, donde dice epí koilíai = sobre
el vientre.
68
Tratado del que no poseemos otra noticia.

140. Aclaradas estas cosas, observa una vez más la diferencia entre el hombre perfecto y el
que progresa gradualmente. Anteriormente hemos comprobado, por una parte, que el hombre
perfecto extirpa toda la cólera del alma irascible, y la toma gentil, sumisa, pacífica y
amablemente dispuesta para todo así en las obras como en las palabras; y, por otra, que el
hombre que progresa gradualmente, no pudiendo eliminar la pasión, por cuanto el pecho es su
porción,69 la modera con la palabra portadora de las dos virtudes: la claridad y la verdad.
XLVIII. Ahora comprobaremos también, de modo análogo, que el hombre sabio y perfecto, o
sea Moisés, arroja de sí y echa violentamente los placeres, en tanto que el de progreso gradual
no hace otro tanto con toda pasión, sino contemporiza con aquella que es inevitable y simple,
y aparta de sí a las que encierran deleites excesivos y superfluos.
69
Lev. VII, 31.

141. Y así, a propósito de Moisés Icemos lo siguiente: "Y lavó con agua el vientre y las patas
de la víctima ofrecida en holocausto." (Lev. IX, 14.) Perfectamente. El sabio, en efecto,
consagra su alma entera 70 como digna que es de ser ofrendada a Dios por cuanto está libre de
toda tacha voluntaria o involuntaria; y una vez en tales condiciones, se lava, purifica y
desprende de todo el vientre y de todos los placeres que en él y más allá de él se originan; no
de una determinada parte; y tanto desprecio hacia aquél le domina, que hasta prescinde de los
alimentos y bebidas necesarias, nutriéndose con la contemplación de las cosas Divinas.
70
Referencia a la víctima "ofrecida en holocausto", vale decir "quemada completamente".

142. Por eso también, en otro pasaje está atestiguado respecto de él que "durante cuarenta días
no comió pan ni bebió agua" (Ex. XXXIV, 28), cuando se hallaba en el sagrado monte y
escuchaba las Divinas comunicaciones en las que Dios manifestábale Sus leyes. Mas no sólo
renunciaba a todo el, vientre sino también desprendíase al mismo tiempo de las piernas, vale
decir, de los soportes 71 del placer; y los soportes del placer son las cosas que lo producen.
71
Vale decir, los medios para alcanzarlo.

143. XLIX. Por eso, del hombre que progresa gradualmente, se dice que lava los intestinos y
las piernas;72 no todo el vientre, ya que no es capaz de expulsar a todo el placer,
contentándose con poder desprenderse de las entrañas del mismo, es decir, de los delicados

134
deleites, que según los amantes del placer, son algo así como el aderezo final de los
principales placeres; y son producidos por el rebuscado arte de delicados cocineros y
confiteros.
72
Lev. I, 9.

144. E insiste más todavía en que en el hombre que progresa gradualmente solo se trata de
moderar las pasiones, señalando que mientras el sabio elimina sin necesidad de una orden,
todo el placer del vientre, el hombre que progresa por grados lo hace mediando una orden. En
efecto, a propósito del hombre sabio se dice: "Lavó con agua el vientre y las piernas" (Lev.
IX, 14) sin orden previa y por libre decisión; en tanto que en el caso de los sacerdotes leemos
esto: "Las entrañas y las piernas", no "las lavaron', sino "las lavarán."73 (Lev. I, 9.) Muy
exacto. Es, en efecto, necesario qua el hombre perfecto se encamine por su propia iniciativa
hacia las acciones virtuosas, y que el que se ejercita lo haga ateniéndose a las prescripciones
que respecto de lo que ha de hacer, que le formula la razón, a la que es noble cosa obedecer.
73
O "habrán de lavar"; es decir, no se trata de algo librado a la propia iniciativa sino de una
orden terminante de hacerlo.

145. Es preciso no olvidar que Moisés, al apartar de sí todo el vientre, vale decir, al hartazgo
de su estómago, prácticamente se despoja también de las otras pasiones, pues el legislador
recurre aquí a una porción para sugerir claramente el todo, y mencionando la parte más
importante, describe virtualmente las otras a las que no se ha referido expresamente. L. Lo
más importante en este caso es el hartazgo del estómago, que es como el fundamento de las
otras pasiones. Ninguna de ellas, por lo menos, llega a desarrollarse si no es con el apoyo del
vientre, al que la naturaleza ha hecho base de todas las cosas.

146. Por eso, habiendo nacido primeramente los hijos de Lía, es decir, los bienes del alma, y
no teniendo aquélla más hijos después de Judá, el reconocimiento,74 y estando a punto Dios
de producir también los elementos de mejoramiento del cuerpo, apresta a Bala, la criada de
Raquel para que engendre aún antes que su señora; y Bala es "la acción de engullir". Sabia
Moisés, en efecto, que ninguna parte del cuerpo puede subsistir sin la deglución y sin el
vientre, y que éste ejerce la dirección y mando de todo el cuerpo y de toda masa de materia
vinculada al simple vivir.75
74
Gen. XXIX, 35.
75
Vale decir, dotada de las formas inferiores de vida: la vegetativa y la animal. Por eso ha
dicho mis arriba que es la base o supuesto inicial de todo.

147. Observa atentamente, punto por punto, este sutil pasaje; porque no hallarás cosa alguna
dicha sin fundamento. Moisés aparta el pecho; el vientre, en cambio, no lo aparta sino lo
lava.76 ¿Por qué? Porque el hombre perfecto, el sabio, es dueño de eliminar y cercenar
totalmente la cólera poniéndose en guardia contra la ira; pero no puede cortar el vientre, por
cuanto la naturaleza obliga a consumir los alimentos y bebidas, los que son imprescindibles
aun para aquel que menos necesidades tiene de ellos, y se despreocupa incluso de los
necesarios y ejercita en la abstinencia de ellos. Lave, pues, el vientre, y purifíquelo de las
superfluas e impuras provisiones; que esto77 es también un presente harto inmenso que hace
Dios al amante de la virtud.
76
Lev. VIII, 29 y IX, 14.
77
El moderarse en los alimentos, ya que no es posible prescindir totalmente de ellos.

148. LI. Por eso 78 refiriéndose al alma sobre la que pesa sospecha de adulterio,79 dice que, si
ella, habiendo abandonado la recta razón, que es su esposo legítimo, fuere descubierta

135
entregada a la pasión, que deshonra al alma, "se hinchará en el vientre", lo que es como decir
que, sin hartarse, insatisfechos siempre, la acompañarán los placeres y deseos del vientre, y
jamás tendrá fin su insaciable apetito a causa de su grosería, sino llevará por siempre la pasión
mientras aquéllos afluyen en indecible tropel.
78
Referencia a lo dicho en el párrafo 146. Todo el párrafo 147 parece ser una acotación o nota
del anterior.
79
Núm. V, 27.

149. Yo, por ejemplo, conozco a muchos a tal punto precipitados en el abismo de los apetitos
del vientre, que recurren a los vómitos para luego retomar de nuevo al vino puro y a lo demás.
Es que la avidez del alma sin control no guarda relación con la capacidad receptiva de los
órganos del cuerpo. Éstos, como receptáculos de limitada receptibilidad que son, nada
admiten que la exceda y rechazan lo que sobrepase la medida; el apetito, en cambio, jamás se
sacia, sino siempre continúa ávido y sediento.

150. Por ello. se añade también, como secuela del hecho de "hincharse el vientre", el "rasgarse
el muslo".80 En efecto, entonces desgárrase en el alma la recta razón, simiente y padre de las
cosas nobles, como lo atestiguan estas palabras: "Si ella no fuere manchada y se mantuviere
pura, será libre de culpa y dará a luz descendencia" (Núm. V, 28); es decir, si no fuere
manchada por la pasión y fuere pura para con su legítimo esposo, que es la sana y soberana
razón, tendrá un alma fecunda y fructífera, que engendrará el fruto de la prudencia, de la
justicia y de toda virtud.
80
Núm. V, 27.

151. LII. ¿Mas es posible, entonces, que nosotros, atados, como estamos, a un cuerpo, no
atendamos a las necesidades corporales? ¿Y cómo es posible eso? Pero atiende. El sagrado
guía indica al hombre que experimenta los apremios de la necesidad corporal la manera de
encarar la cosa, la cual consisto en hacer uso de lo estrictamente necesario. Dice
primeramente: "Haya un lugar para ti fuera del campamento" (Deut. XXIII, 12); llamando
campamento a la virtud, en la que tiene asentados sus reales el alma. No es posible, en efecto,
que la prudencia y la atención de la necesidad corporal ocupen el mismo emplazamiento.

152. Luego dice: "Saldrás allí afuera." ¿Por qué? Porque, mientras permanece al lado de la
prudencia y su tiempo transcurre en la morada de la sabiduría, no puede el alma relacionarse
con ninguno de los amigos del cuerpo, por cuanto su alimento consiste entonces en manjares
más Divinos proporcionados por las ciencias, las que le hacen olvidarse también de la carne.
Será, pues, cuando haya salido de los sagrados recintos de la virtud, cuando volverá hacia las
cosas materiales que arruinan y oprimen al cuerpo. ¿Cómo, entonces nos habremos de poner
en contacto con ellas?

153. "Ten, dice, una estaca en tu cinturón, y con ella cavarás." (Deut. XXIII, 13.) Es decir, la
razón estará sobre la pasión extirpándola, acosándola y desenmascarándola. Lo que Dios, en
efecto, desea es que nosotros ciñamos nuestras pasiones, y no las llevemos sueltas e
incontroladas. Por eso con respecto a la travesía de las mismas, que es llamada Pascua,
prescribe que sus "lomos estarán ceñidos" (Ex. XII, 11) o, lo que es lo mismo, que sus
apetitos serán reprimidos. Marche, pues, la estaca, vale decir, la razón, tras la pasión e
impídale tomar incremento. De ese modo, en efecto, sólo a las verdaderas necesidades
atenderemos, y desecharemos, en cambio, lo superfluo.

155. LIII. Y si, hallándonos en convites y a punto de ir a gozar y aprovechar las cosas

136
preparadas, nos presentamos. acompañados de la razón, como por un arma defensiva, ni abu-
saremos de los alimentos más allá de la medida, como gaviotas» ni, por habernos saciado de
vino puro desmedidamente, vendremos a parar en una borrachera con su obligada secuela de
palabras necias. La razón, en efecto, frenará y sujetará la velocidad y el ímpetu de la pasión.

156. Bien lo sé yo, por ejemplo, que lo he experimentado a menudo. En efecto, he asistido a
convites poco formales y a opulentas cenas, y cada vez que me he hecho presente sin la
compañía de la razón, me convertí en esclavo de cuanto allí había preparado, quedando al
arbitrio de salvajes señores, vale decir, de espectáculos, ejecuciones musicales y cantos, y
cuanto produce placeres a través del olfato y el gusto. Cada vez, en cambio, que concurro
acompañado de la convincente razón, en vez de esclavo me convierto en señor, y con la
plenitud de mis fuerzas alcanzo la hermosa victoria de la fortaleza y la prudencia, en vigorosa
y tenaz pugna con las cosas que excitan los desenfrenados deseos.

157. Pues, a ello se refiere cuando dice: "cavarás con la estaca" (Deut. XXIII, 13), es decir,
desnudarás y distinguirás mediante la razón la naturaleza propia de cada pasión; del comer,
del beber, de las complacencias sexuales; para que, discerniéndolas, conozcas la verdad sobre
ellas; porque de ese modo sabrás que en ninguna de ellas se da el bien, sino solamente lo
necesario y útil.

158. "Y llevando la estaca taparás tu inmundicia." (Deut. XXIII, 13.) Perfecto. Lleva, pues, a
todas partes, oh alma, la razón, con la que es tapada, disimulada y cubierta toda inmundicia de
la carne y la pasión. Porque todo lo que no está acompañado por la razón es inmundo, así
como todo lo que está con ella es decente.

159. Así pues, mientras el hombre amante de los placeres avanza sobre su vientre; el hombre
perfecto, en cambio, lava totalmente el vientre; y el hombre que progresa gradualmente, por
su parte, lava las cosas que contiene el vientre; y el que está en los comienzos de su
ejercitación saldrá afuera cuando se apreste a refrenar la pasión, llevando a la razón, llamada
simbólicamente estaca, al encuentro de las exigencias del vientre.

160. LIV. También es acertado el agregar: "Andarás sobre tu pecho y sobre tu vientre." (Gen.
III, 14.) El placer, en efecto, no pertenece a la categoría de las cosas tranquilas y estables; por
el contrario, es de las móviles y llenas de trastornos. Porque, así como la llama está en
movimiento, así, a modo de llama, la pasión, moviéndose en el alma, no permite que ésta
permanezca en calma. Por eso Moisés no está de acuerdo con los que dicen que el placer es
tranquilo.81 La tranquilidad es propia de una piedra, de una madera y de toda cosa sin vida,
pero es ajena al placer. Éste, en efecto, tiende a la excitación y al movimiento convulsivo, y
en el caso de algunos, lejos de suponer tranquilidad, implica, por el contrario, entrega al
movimiento intenso y violento.
81
Probablemente alude a la filosofía epicúrea.

161. LV. Las palabras "Comerás tierra todos los días de tu vida" (Gen. III, 14) corresponden a
la realidad de las cosas, pues los placeres que proporciona el alimento del cuerpo son placeres
de tierra. Y yo diría que no puede ser de otro modo. Porque, siendo dos las partes de que se
compone el hombre: el alma y el cuerpo, éste ha sido formado de tierra; en tanto que el alma,
porción extraída de la Divinidad, es, en cambio, de aire, pues "Dios sopló en su rostro el
aliento de la vida, y el hombre llegó a ser un alma viviente" (Gen. II, 7), y es, por lo tanto,
razonable que el cuerpo, pues está formado de tierra,- tenga por alimentos familiares los que
le proporciona la tierra; en tanto que el alma, como parte que es de la naturaleza etérea, tenga

137
alimentos etéreos y Divinos. Por eso, se alimenta con la ciencia, y no con las comidas y
bebidas de las que ha menester el cuerpo.

162. LVI. Que los alimentos del alma no son terrestres sino celestiales lo atestigua
suficientemente la sagrada escritura. "He aquí que Yo haré llover sobre vosotros panes del
cielo, y el pueblo saldrá y recogerá la porción diaria para el día; de ese modo comprobaré si se
guiarán por Mi ley o no." (Ex. XVI, 4) Ves que no con cosas terrestres y perecederas se nutre
el alma sino con las palabras que Dios hace llover desde la elevada y pura naturaleza que
Moisés denominó cielo.

163. Salgan, pues, el pueblo y conjunto todo del alma y recoja el saber e inicíese en él; no
todo de una vez, sino "la porción diaria para el día"; en primer lugar porque no podrá contener
toda junta la riqueza enorme de las gracias de Dios, sino se verá inundado por su impulso
como por un torrente. En segundo lugar, porque es mejor que, recibiendo bienes suficientes en
cantidad razonable, pensemos que Dios guarda en reserva los restantes.

164. El que va en busca de todo conjuntamente lo que consigue es perder la esperanza y la


confianza, y llenarse de inmensa insensatez. Tórnase desesperanzado, por cuanto espera que
Dios derramará bienes sobre él sólo en la presente ocasión y no también más tarde;
desconfiado, puesto que no confía en que las Divinas gracias son ahora y siempre distribuidas
profusamente entre quienes las merecen; e insensato, pues piensa que habrá de ser un
guardián capaz de preservar lo que ha recogido de una vez, no obstante la oposición Divina.
Una pequeña mudanza, en efecto, ha bastado para que la inteligencia que por orgullo
atribuíase a sí misma seguridad y firmeza, se convirtiera en débil e inseguro guardián de todas
aquellas cosas que creía bajo su segura custodia.

165. LVII. Recoge, pues, oh alma, lo suficiente y conveniente, y no más de lo suficiente, al


punto de que resulte excesivo; ni menos tampoco, de tal modo que no alcance; a fin de que,
manteniéndote en las justas medidas, no obres ilícitamente. Es preciso que cuando te ejercitas
en la travesía que te aleja de las pasiones y cuando sacrificas la Pascua, alcances el progreso,
que simboliza el cordero,82 no en forma desmedida; porque dice ]. Dios que "en cuanto al
cordero, cada uno calculará lo que sea suficiente para él. (Ex. XII, 4.)83
82
Etimológicamente próbaton = cordero, significa "el que avanza"; siendo de la misma raíz
de probáinein == avanzar.
83
El sentido literal del pasaje bíblico es que, si en una familia no hubiere suficientes
miembros para consumir el cordero pascual, se invitará a participar en la cena al vecino mas
próximo, y se calculará para él la porción de cordero que le resulte suficiente.

166. Tanto, pues, en el caso del maná como en el de todo otro beneficio que Dios otorga a
nuestra raza, es bueno tomar lo razonablemente medido y calculado, y no lo que está por
sobre nosotros. Porque hacer esto último es, ciertamente, propio de la codicia. Recoja, pues, el
alma la porción diaria para el día; que así proclamará guardián de los bienes, no a sí misma,
sino a Dios.

167. LVIII. Y el motivo de la prescripción que estamos considerando 84 es a mi parecer, éste:


"el día" es símbolo de la luz, y la luz del alma es la instrucción. Muchos, ciertamente, han
adquirido la luz que hay en su alma para la noche y la obscuridad, no para el día y la claridad.
Por ejemplo, los que adquirieron las instrucciones elementales y la llamada cultura general,85
y la filosofía misma sin otro propósito que lograr una vida regalada o una función de gobierno
junto a sus soberanos. El hombre de bien, en cambio, adquiere el día sólo por amor al día; la

138
luz, sólo por amor a la luz; y la belleza, sólo por amor a la belleza y no con otro motivo
cualquiera. Por eso es que también agrega Dios: "De ese modo comprobaré si se guiarán por
Mi ley o no" (Ex. XVI, 4); que la norma Divina es ésa: valorar la virtud por la virtud misma.
84
Es decir, la del pasaje del Ex. XVI, 4 (citado en 162), en la parte referente a recoger cada
día la ¡porción diaria y nada más. Filón, empero, entiende lo de "para el día", no como una
medida de tiempo, sino como lo opuesto a la noche, la luz frente a la obscuridad, como puede
verse en las consideraciones que siguen.
85
Traduzco por "cultura general" la expresión griega enkyklíos paidéia = educación o
instrucción cíclica (literalmente), siguiendo a Marrou H. I., Historia de la educación en la
Antigüedad, Eudeba, Buenos Aires, pág. 216. La enkyklios paidéia comprendía los estudios
previos a la especulación filosófica, que durante la Edad Media se denominarían las siete artes
liberales, vale decir: el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (geometría,
aritmética, astronomía y música). Ver Sobre los querubines 105, y Sobre la unión con los
estudios preliminares 11 y ss.

168. La recta razón, en efecto, prueba, como se prueba una moneda, a los que se ejercitan,
para ver si están adulterados por referir el bien del alma a alguna cosa exterior; o si, como
hombres cabales, la apartan y lo guardan en su entendimiento solamente. A tales hombres les
es dado alimentarse, no con alimentos de tierra, sino con las celestiales ciencias.

169. LIX. Aclara aún más este punto cuando dice: "Por la mañana, cuando hubo cesado el
rocío, apareció en tomo de todo el campamento; y he aquí que sobre la superficie del desierto
había una cosa menuda como si se tratase de cilantro, blanca como escarcha sobre la tierra. Al
verlo dijeron unos a otros: '¿Qué es esto?', porque no sabían lo que era. Mas Moisés les dijo:
'Este pan que nos ha proporcionado el Señor para que comamos es esta palabra que el Señor
nos ha prescripto'". (Ex. XVI, 13 y ss.) Ves en qué consiste el alimento del alma: es la palabra
de Dios, continua, a semejanza del rocío; la que encierra en derredor al alma toda y no
permite que porción alguna esté ajena a ella.

170. Mas no en todas partes se manifiesta esta palabra; sino en el desierto de las pasiones y
los vicios; y es sutil86 para concebir y ser concebida, y sumamente clara y transparente para
verse. Es, además, semejante al cilantro; y los agricultores aseguran que, si se divide la se-
milla del cilantro en innumerables porciones, cada una de las partes en que ha quedado
dividida, si se siembra, germina tal como podía haberlo hecho la semilla entera. Tal es
también la palabra Divina, capaz también de brindar beneficios no solo ella en conjunto sino
además a través de cada porción, cualquiera fuere.
86
"Sutil": Filón juega con las dos acepciones del término leptós = menudo (como se entiende
en el pasaje bíblico) y sutil, tanto material como espiritualmente. En las consideraciones de
este parágrafo y los siguientes se advierte que Filón toma el término lagos ora en el sentido
específico de palabra ora en el de lagos divino en general.

171. Creo yo que la palabra de Dios se asemeja también a la pupila 87 de los ojos; pues, así
como la pupila del ojo, no obstante ser una pequeñísima parte de él, alcanza a ver todas las
zonas del universo, la inmensidad del océano, la vastedad del aire y del dilatado firmamento y
cuanto el sol bordea en su marcha ascendente y descendente; así también la palabra de Dios
está dotada de la más penetrante de las visiones, al punto de que es capaz de supervisarlo todo
y con ella se hace claramente visible todo cuanto es digno de verse. ¿Qué puede, en efecto, ser
más brillante y esplendente que la Divina palabra, por cuya participación también las demás
cosas despójanse de su obscuridad y sombra ansiosas de participar de la claridad del alma?
87
La semejanza del termino kóre = pupila, con kórion = cilantro (coriandro, en castellano

139
antiguo) ha sugerido, seguramente, a Filón, la relación entre uno y otro símbolo de la palabra
de Dios.

172. LX. Una afección particular se origina en virtud de la palabra Divina. En efecto cuando
ella ha llamado al alma hacia sí, provoca una congelación en todo lo terrestre corpóreo y
sensitivo de nuestro ser. Por eso dice el legislador: "Como si fuera una escarcha sobre la
tierra." (Ex. XVI, 14.) Y así es: cuando el que ve a Dios está abocado a su fuga de las
pasiones, las olas, es decir, el ímpetu, el acrecentamiento y la soberbia de las mismas,
solidifícanse. "Témanse sólidas en efecto, las olas en medio del mar" (Ex. XV, 8) para que el
que ve al Que Es avance hasta dejar atrás a la pasión.

173. Pues bien, las almas que tienen ya experiencia sobre la palabra Divina, mas no son aún
capaces de responder a la pregunta "¿Qué es?" (Ex. XVI, 15) pregúntanselo unas a otras. En
efecto, muchas veces en presencia de un grato sabor no sabemos qué alimento es el que lo ha
provocado y, habiendo percibido gratos aromas, no sabemos cuáles son. Pues, otro tanto
ocurre con el alma; llena de alegría a veces, no sabe decir qué es lo que la alegra. Mas es
instruida por el sagrado intérprete y profeta Moisés, quien le dirá: "Este pan" (Ex. XVI, 15) es
el alimento que Dios ha proporcionado al alma para que se nutra de Su palabra y de Su
doctrina; porque "este pan" que nos ha proporcionado para alimentarnos "es esta palabra".
(Ex. XVI, 15.)

174. LXI. Dice asimismo en el Deuteronomio: "Y te afligió y te hizo padecer hambre y te
alimentó con el maná, que no conocían tus padres, para revelarte que no sólo de pan vivirá el
hombre sino también de toda palabra que sale a través de la boca de Dios." (Deut. VIII, 3.)
Esta aflicción es una propiciación; como que, en el décimo día afligiendo a nuestras almas.
nos será propicio.88 En efecto, cuando nos vemos privados délas cosas agradables, pensamos
que hemos sido afligidos, pero en realidad ocurre que Dios nos es propicio.
88
Lev. XVI, 30.

175. Él provoca en nosotros también un hambre, no de virtud, sino de cuantas cosas


engendran la pasión y el vicio. Lo prueba el hecho de que nos alimenta con Su propia palabra,
lo más genérico que existe. "Maná", en efecto, significa "algo",89 y éste es el más. genérico de
los términos. Y la palabra de Dios está por sobre todo el mundo y es entre cuantas cosas han
sido creadas la más antigua y genérica. Esta palabra "los padres no la conocían" (Deut. VIII, 3
y 16); no los verdaderos padres, sino los encanecidos por los años que decían: "Elijamos un
caudillo y retornemos a Egipto" (Núm. XIV, 4), es decir, a la pasión.
89
"Algo": otro cabal ejemplo de la desbordante fantasía de Filón en lo tocante a la lectura de
los pasajes bíblicos. El aludido ahora es el de Ex. XVI, 13 y ss., citado en 169, según el cual
los israelitas, al ver el blanco alimento, se preguntaban: "¿Mahnú? (¿Maná?)", equivalente a
la pregunta griega: "Tí estí toúto?" = ¿Qué es esto?
Mas, como en griego la diferencia entre el interrogativo tí (qué) y el indefinido tí (algo)
consiste tan solo en una variante de acento, le ha parecido a Filón que la diferencia es de tan
poca monta, que bien pueden considerarse la misma palabra; y no ha vacilado en leer, en vez
de "¿Qué es esto?", 'Esto es algo'. (Recuérdese que los signos de interrogación no se
empleaban en los tiempos clásicos.)
Y, como en la terminología de los estoicos "ti" = "algo" es el término más genérico, el que
más objetos abarca (equivalente al on = ente o ser aristotélico), que da fuera de toda duda que
algo = maná = palabra o logos de Dios es lo más genérico que existe.

176. Proclame, pues, Dios al alma que "no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra

140
que sale a través de la boca de Dios" (Deut. VIII, 3); vale decir, que será alimentada tanto
mediante toda la palabra como mediante una porción de ella. "La boca", en efecto, es un
símbolo del habla,90 y la palabra es una parte de él. Pero es el alma de los más perfectos la que
se alimenta con toda palabra; nosotros podemos estar contentos de ser alimentados con una
porción de ella.
90
Del "habla", vale decir, de toda palabra o del conjunto de las palabras.

177, LXII. Ahora bien, éstos 91 suplican ser alimentados por la palabra de Dios; Jacob, en
cambio, mirando aún más allá de la palabra, afirma que es alimentado por el mismo Dios.
Dice así: "El Dios al que complacieron mis padres Abraham e Isaac; el Dios que me alimenta
desde mi juventud hasta este día; el mensajero que me libera de todos los males, bendiga a
estos niños." (Gen. XL VIII,: 15 y 16.) Acertada manera de expresarse. Juzga que es Dios y
no Su palabra, quien lo alimenta; pero, a la vez, juzga al mensajero, que es esa palabra, como
un médico de males. Y nada más sensato que lo que dice; pues le parece bien que aquel Que
Es dé Él mismo en persona los bienes principales, y que sus mensajeros y palabras den los
secundarios, vale decir, todos los que involucran liberación de males.
91
Los israelitas en el desierto.

178. Por esto, pienso yo, Dios, mientras nos concede por sí mismo, sin intervención de otro, la
gracia de la salud. simple, es decir, de la que no ha sido precedida por alguna enfermedad en
nuestros cuerpos; en cambio, la salud que sobreviene al quedar libres de una enfermedad, la
concede a través del arte medicinal y la labor del médico, dejando a la medicina y al médico
el mérito aparente de la curación, no obstante que, en rigor de verdad, es Él mismo quien cura
mediante éstos o sin ellos. Y otro tanto ocurre en el caso del alma. Los bienes, o sea los
alimentos. Él mismo los concede personalmente; en cambio, es a través de mensajeros y
palabras como concede cuanto involucra liberación de males.

179. LXIII. La súplica de Jacob encerraba un reproche a José, el hombre de estado, el que se
había atrevido a decir: "Te alimentaré aquí". Sus palabras habían sido: "Daos prisa, marchad
hacia mi padre y decidle 'Esto dice...'" etc. Y luego: "Vuelve a mí y no te detengas"; para
concluir así: "Y te alimentaré aquí, pues aún quedan cinco años de hambre." (Gen. XLV, 9 y
11.) Reprendiéndole, pues, Jacob y a la vez enseñando al engreído, dice: 'Ten presente, buen
señor, que los alimentos del alma son las ciencias, las que han sido concedidas, no por la
palabra perceptible a través de los sentidos, sino por Dios. El que me ha alimentado desde mi
juventud y desde mi primera lozanía hasta mi plena virilidad,92 Él mismo satisfará mis nece-
sidades.
92
O humanidad. Filón ha sustituido eos tés heméras táutes = hasta este día, del texto de los
Setenta, por mékhrt teléion photós, que puede traducirse por: hasta (el) hombre completo, o
por: hasta (la) perfecta claridad, según se interprete el genitivo photós. Como en 167 Filón ha
dicho: "el día" es símbolo de la luz; bien podría aceptarse la segunda traducción.

180. José, pues, vivió la misma experiencia que su madre Raquel. Porque también ésta había
supuesto que la creatura tiene algún poder, y por eso dice: "Dame hijos." (Gen. XXX, 1.) Pero
el suplantador, censurándola, le dirá: 'Estás en un completo error, porque yo no estoy en lugar
de Dios, el único que tiene poder para abrir las matrices de las almas, de sembrar en ellas las
virtudes y de hacerlas fértiles y engendradoras de cosas nobles. Aprende de Lía, tu hermana, y
hallarás que de ningún mortal ha recibido la simiente y el vástago, sino del mismo Dios',
"como que, viendo el Señor que Lía era aborrecida, abrió su matriz; en tanto que Raquel era
estéril." (Gen. XXIX, 31.)

141
181. Pero, observa una vez más lo sutil de este pensamiento: Dios abre las matrices de la
virtud sembrando en ellas las nobles acciones; y la madre, habiendo recibido de Dios la
virtud, no engendra para Dios, pues el Que Es no necesita de cosa alguna, sino engendra hijos
para mí, Jacob. Pues por mí, seguramente, sembró Dios la simiente en la virtud, no para Sí.
En consecuencia, hallamos que Uno93 es el esposo de Lía, el que no es mencionado; y otro el
padre de los hijos nacidos de aquélla; porque el que abrió su matriz es su esposo; y aquel para
quien se dice que ella los da a luz. es el padre de los hijos.
93
Es decir. Dios, quien fecundó a Lía.

182. LXIV. "Y pondré enemistad entre ti y la mujer." (Gen. III, 15.) Realmente el placer es un
enemigo de la sensibilidad; a pesar de que algunos opinan que es un amigo íntimo. Pero, así
como nadie llamaría amigo a un adulador, pues la adulación es una peste de la amistad; ni
nadie diría que una cortesana es cariñosa para con su amante; ya que su ternura es para los
regalos y no para él; del mismo modo hallarás, si lo examinas bien, que el placer se disfraza
bajo una falsa apariencia de inmenso apego hacia la sensibilidad.

183. La verdad es que, cuando nos hemos saciado de placer, los órganos de nuestra
sensibilidad pierden su vigor. ¿O no observas que los que se embriagan de vino o de amor,
viendo no ven y oyendo no oyen,. y se ven privados del adecuado ejercicio de los demás
sentidos? A veces también en medio de la turba desmedida del placer todo el vigor de los
sentidos se relaja como si un sueño los abrazara. Precisamente el nombre del sueño proviene
del relajamiento de los mismos.94 Entonces, en efecto, el órgano de la percepción se afloja, del
mismo modo que, cuando estamos. despiertos, pónese tenso, y las impresiones que recibimos
de afuera no son ya obscuras sino sonoras y claras, y transmiten el sonido hasta la
inteligencia. Es preciso, en efecto, que la inteligencia reciba el golpe del mismo para poder
llegar a conocer las cosas exteriores, y alcanzar una vivida impresión de ellas.
94
Filón se apoya en un inexistente parentesco entre hyphesis = relajamiento, y hypnos =
sueño.

184. LXV. Observa que no dijo "Pondré enemistad para ti y la mujer" sino "entre ti y la
mujer" ¿Por qué eso? Porque es "en medio", en lo que es un límite, por así decir, entre el
placer y la sensibilidad, donde se origina la guerra entre ellos. Y lo hallado entre ambos son
las bebidas, los comestibles y cuanto contribuye al logro de tales fines; cosas que son, cada
una, a la vez objeto sensible y agente de placer. Cuando el placer, pues, ha abusado de éstas
en forma inmoderada, al punto inflige un daño a la sensibilidad.

185. También las palabras "entre tu simiente y la de ella" se ajustan a la realidad de las cosas.
En efecto, toda simiente es origen de existencia; pero, mientras el origen del placer es la
pasión, un impulso irracional, el de la sensibilidad lo es la inteligencia, porque de ésta, como
de una fuente, proceden los poderes de la sensibilidad. Tal es lo que enseña el sacratísimo
Moisés, quien afirma que la mujer fue extraída de Adán al ser formada, lo que equivale a
decir que la sensibilidad procede de la inteligencia. La misma relación, pues, que existe entre
el placer y la sensibilidad media entre la pasión y la inteligencia, de modo que, pues aquéllos
son enemigos, tampoco éstas pueden estar en paz.

186. LXVI. Y la guerra entre ambas es patente. Cuando la victoria queda del lado de la
inteligencia, es decir,; cuando ésta se mantiene en la esfera de los objetos aprehensibles por
vía intelectual e incorpóreos, huye la pasión; y, al revés; cuando es ésta la que obtiene una
ruin victoria, la inteligencia cede quedando impotente para aplicarse a sí misma y a todas las

142
actividades que le son propias. Precisamente, dice el legislador en otro pasaje: "Cuando
Moisés alzaba sus manos, Israel llevaba la ventaja; cuando las bajaba, prevalecía Amalec"
(Ex. XVII, 11); mostrando con ello que, cuando la inteligencia se eleva a sí misma desde las
cosas mortales y se mantiene en alto, cobra fuerza el que ve a Dios, es decir, Israel; cuando,
en cambio, menguan los poderes que le son propios y se enferma, de inmediato se fortalece la
pasión, es decir. Amalec, cuyo nombre significa "pueblo devorador", y en efecto,
verdaderamente la pasión devora a toda el alma y la agota sin dejar en ella simiente ni chispa
alguna de virtud.

187, Por ello también se dice: "Amalec dominadora de las naciones" (Núm. XXIV, 20), pues
la pasión rige y domina a todos los que irreflexivamente viven en promiscua turba al azar y en
confusión. Y, como a través de la pasión enciéndese toda guerra del alma, a las inteligencias a
la que Dios otorga la paz, promételes Él arrancar "el recuerdo de Amalec de debajo del cielo".
(Ex. XVII, 14.)

188. LXVII. Las palabras "Él95 vigilará tu cabeza y tú vigilarás el talón de él" (Gen. III, 15),
constituyen una incorrección de forma, aunque su sentido es correcto. Porque al dirigirse Dios
a la serpiente háblale acerca de la mujer, y la mujer es "ella" y no "él". ¿Qué decir ante esto?
Pues que ha dejado de referirse a la mujer, y ha pasado a hablar de la que es simiente y origen
de la sensibilidad. Y el origen de la sensibilidad es la inteligencia; y el término "inteligencia"
es masculino,96 y refiriéndose a ella es preciso decir "él", "de él", etc. Correcto es, pues, decir
al placer: 'La inteligencia vigilará tu fundamental y principal doctrina y tú vigilarás las bases y
los fundamentos de lo que la complace, los que con razón han sido comparados con los
talones.
95
"Él": el texto griego emplea, en efecto, autos = él, cuando lo que cabía esperar era auté =
ella, es decir, la mujer; por lo que en 65 he traducido: "Ella vigilará..."
96
Masculino en griego. Ver Interpretación alegórica II, nota 33.

189. LXVIII. En cuanto al término "vigilará", él tiene dos acepciones: una es equivalente a
'cuidará y preservará'; la otra, igual a 'estará al acecho para destruir'. Ahora bien, por fuerza la
inteligencia o es ruin o es noble. En consecuencia, la inteligencia insensata bien puede ser
guardiana y atesoradora del placer, por cuanto se complace en éste, en tanto que la noble será
enemiga de él; y aguardará con impaciencia el momento en que se halle en condiciones de
destrozarlo totalmente lanzándose sobre él. Y, el revés, el placer protege los fundamentos de
la inteligencia insensata, e intenta, en cambio, destruir y aniquilar los puntos de apoyo de la
inteligencia sabia juzgando que ésta última se halla empeñada en arruinarlo a él, en tanto que
la insensata procura los mejores medios para preservarlo.

190. Pero, aunque crea que engañará y frustrará a la inteligencia noble, él será el engañado
por Jacob, experto en la lucha, no en la lucha del cuerpo sino en la que el alma libra contra los
modos de vida contrarios a ella cuando combate contra las pasiones y los vicios. Y no soltará
Jacob el talón de su antagonista, la pasión, antes de que ésta ceda y reconozca que ha sido
engañada y vencida en dos ocasiones, una en su derecho de primogenitura, otra en la
bendición.

191. Dice, en efecto, Esaú: "Con justicia ha recibido el nombre de Jacob, pues ya me ha
suplantado97 dos veces. En aquella ocasión tomó mi primogenitura; ahora ha tomado mi
bendición." (Gen. XXVII, 36.) El hombre ruin asigna la procedencia a las cosas del cuerpo; el
hombre de bien a las del alma, las que, en verdad, son de mayor jerarquía y realmente
primeras como un magistrado en la ciudad, no por la edad 98 sino por su mérito y dignidad. Y

143
la soberana de este ser compuesto que somos es el alma.
97
La relación entre el "talón" y el "suplantar" es inexpresable en castellano; pero en griego
ambos términos son de la misma raíz: pterná = talón, y pternízein = suplantar (literalmente:
golpear con el talón; de donde: hacer una zancadilla).
98
Alusión al hecho de que Essaú era primogénito por la edad, y revestía la mayor jerarquía
entre los hijos de Jacob, sin otro mérito que ése.

192. Quien es primero en virtud, pues, ha recibido las cosas que son primeras, y que le
correspondían; pues ha recibido también la bendición junto con plegarias perfectas; y vano y
fraguado sabio es el que dice: 'Tomó mis bendiciones y mis progenituras". Porque no son las
tuyas, buen hombre, las que toma, sino las contrarias a las tuyas; ya que las cosas tuyas han
sido consideradas dignas de servidumbre, y las de aquél, dignas de señorío.

193. Y si aceptas convertirte en siervo del sabio, podrás participar de la admonición y la


corrección, desprendiéndote de la ignorancia y la grosería, plagas del alma; pues en su
plegaria tu padre te dice: "Servirás a tu hermano." (Gen. XXVII, 40.) Mas no ahora, pues no
habrá de soportar tu rebeldía, sino cuando "hayas desatado el yugo de tu cerviz" (Gen.
XXVII, 40), arrojando de tí la jactancia y la insolencia que has adquirido al ponerte a ti
mismo bajo el yugo del carro de las pasiones, al que guía la insensatez.

194. LXIX. Por ahora eres siervo de los pesados e insoportables amos que hay en ti, para los
cuales la norma es no permitir que nadie llegue a ser libre. Pero si huyeres y te liberares de
ellos, un señor que siente afecto hacía sus siervos, te concederá hospitalidad ofreciéndote
claras esperanzas de libertad y no te entregará de nuevo a tus anteriores amos, pues ha
aprendido de Moisés una lección y una norma inviolable: "No entregarás a su amo un
sirviente que dejando a aquél se haya acogido a ti; y vivirá contigo en algún lugar de su
agrado." (Deut. XXIII, 15 y 16.)

195. LXX. Pero, mientras no hayas huido y estés todavía sujeto a las bridas y riendas de
aquellos señores, eres indigno de servir al sabio. La más elocuente prueba de tu natural no
libre sino servil la tienes cuando dices: "Mi progenitura y mis bendiciones." 99 (Gen. XXVII,
36.) Estas palabras rayan en lo desmedido y torpe porque sólo a Dios compete hablar de "lo
mío", ya que las cosas son realmente propiedad Suya.
99
"Mis bendiciones": variante introducida por Filón en el pasaje citado en 191, donde dice
"Mi bendición".

196. Por eso Él lo testimoniará también cuando diga: "Preservarás Mis presentes, Mis dones y
Mis frutos." (Núm. XXVIII, 2.) Los "presentes" son superiores a los "dones", pues aquéllos se
caracterizan por ser bienes grandes y perfectos, con que Dios favorece a los hombres
perfectos; en tanto que los segundos se reducen a algo muy modesto, y son concedidos a los
ejercitantes bien dotados que hacen progresos.100
100
No hay diferencia de matices semánticos entre los términos griegos dóron y doma, los que
significan presente, regalo, don, recompensa; de modo que en la traducción no he podido
emplear términos que puntualicen las diferencias a que hace referencia Filón.

197. Por eso también Abraham, siguiendo el deseo Divino, se queda con los bienes que le
venían de parte de Dios, pero desdeña quedarse con los caballos del rey de Sodoma,101 así
como los bienes de las concubinas.102 Y, por su parte, Moisés juzga conveniente decidir per-
sonalmente los casos más importantes y confía el discernir en los asuntos sin importancia a
jueces inferiores.103

144
101
Gen. XIV, 21. Sobre la posibilidad de que la verdadera lectura sea "bienes que no lo son
realmente" ver Sobre la migración de Abraham, nota 66.
102
Gen. XXV, 6.
103
Ex. XVIII, 26.

198. Quien se atreve a decir que algo es de él, quedará registrado como siervo a perpetuidad,
lo mismo que el que dice: "He llegado a amar a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no saldré
libre." (Ex. XXI, 5.) Bien está, ciertamente, que se reconozca siervo; pues, ¿cómo no ha de ser
siervo el que dice: 'Mía es la soberana inteligencia, señora de sí misma cuyo poder es
ilimitado; mía es también la sensibilidad, la que se basta a sí misma para discernir sobre las
cosas corpóreas; míos son también los productos de ellos, tanto los intelectuales, que lo son
de la inteligencia, como los sensibles, que lo son de la sensibilidad;
porque de mí depende el ejercicio del discernimiento y la experiencia de los sentidos'.

199. Pero no sea él el único que dé testimonio en su contra; sino sea también condenado por
Dios, y soporte una eterna e inexorable esclavitud al ordenar Él que le sea agujereada la oreja
para que no reciba palabras de virtud y sirva por siempre como esclavo de la inteligencia y la
sensibilidad, malvados e implacables amos.

200. LXXI. "Y dijo a la mujer 'Multiplicaré tus penas y tu lamento'." (Gen. III, 16.) Es propio
de la mujer, o sea, de la sensibilidad, una experiencia, un sufrimiento llamado "pena". Es que
aquello que nos procura placer, es también origen de dolor; y pues nos deleitamos a través de
los sentidos, por fuerza a través de ellos también padecemos. Pero, mientras la inteligencia
noble y pura padece muy poco, pues muy poco alcanzan a afectarla los sentidos; por el
contrario, no tiene límites el padecer de la inteligencia insensata, que no posee ningún an-
tídoto en el alma, con qué defenderse de las enfermedades que provienen de los sentidos y las
cosas sensibles.

201. Porque, de distintas maneras reciben golpes el atleta y el siervo: éste, soportando
sumisamente los malos tratos y sometiéndose; el atleta, en cambio, aguardando firme,
oponiéndose y rechazando los golpes que vienen sobre él. De una manera afeitas a un hombre
y de otra esquilas a un cordero; ya que mientras el cordero se limita a sufrir pasivamente; en
el caso del hombre, en cambio, se da una actividad recíproca, y podría decirse que éste
corresponde a lo que experimenta, adoptando actitudes y posturas adecuadas al procesa de ser
afeitado.

202. Pues bien, de manera análoga el hombre que procede irracionalmente soporta a otro
como lo hace el esclavo; y se somete a los dolores como a insoportables señores, incapaz de
hacerles frente y sin poder para extraer pensamientos varoniles y libres; por lo cual una
incontable turba de sentimientos de dolor se derrama sobre él a través de los sentidos. En
cambio, como si fuese un atleta saliendo con fuerza y vigor al encuentro de todas las cosas pe-
nosas, el hombre sapiente las enfrenta de modo tal que no es herido por ellas sino mira a cada
una con absoluta indiferencia; y con juvenil ardor me parece pronunciar aquellas palabras ,de
la tragedia dirigidas al dolor: "Quémame, consume mis carnes, satúrate de mí bebiendo mi
negra sangre; porque las estrellas descenderán bajo la tierra y la tierra se elevará hasta el éter
antes de que de mí te llegue una palabra lisonjera."104
104
Fragmento de Eurípides.

203. LXXII. Ahora bien, así como Dios ha puesto en la sensibilidad todos los dolores en
mayor medida, del mismo modo ha brindado al alma noble multitud incontable de bienes. Por

145
ejemplo, a propósito de Abraham, hombre perfecto, se expresa Dios de esta manera: "Por Mí
mismo he jurado, dice el Señor; por Quien105 has hecho esto; y por Mí no has rehusado a tu
amado hijo; y bendiciendo verdaderamente te bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu
simiente como las estrellas del cielo y como las arenas de la orilla del mar." (Gen. XXII, 16 y
17.) Bien está, tanto el que haya confirmado su promesa con un juramento, como el que lo
haya hecho con un juramento digno de Dios; porque, como ves. Dios no jura por otra cosa;
puesto que nada es superior a Él; sino por Sí mismo, que es el más excelente de todos los
seres.
105
"por Quien"! así entiende Filón la expresión hoû héneka, que a veces toma ese significado,
pero que en el pasaje oficia de conjunción causal, debiendo, por lo tanto, leerse: "porque has
hecho..." Véase 209.

204. Sin embargo, algunos han dicho que no era apropiado para Él el jurar, ya que un
juramento se toma como garantía de buena fe, y dignos de buena fe son sólo Dios y quien es
amigo de Dios, como Moisés, del cual se dice: "Habiendo sido hallado fiel en toda Mi casa"
(Num. XII, 7), y sobre todo, porque las palabras de Dios son verdaderos juramentos, leyes
Divinas y sacratísimas normas; siendo prueba de su firmeza el hecho de que lo que Él dice
ocurre, lo cual es la característica más importante de un juramento; de modo que se puede
decir, como corolario, que todas las palabras de Dios son juramentos que resultan
confirmados por su cumplimiento en el terreno de las realidades.

205. LXXIII. Dicen, ciertamente, que un juramento es poner a Dios por testigo acerca de un
asunto en controversia, de modo que, si Dios jura, testimonia por Sí mismo; lo cual es
absurdo, puesto que es preciso que el que testimonia algo sea una persona distinta de aquella
por la cual da testimonio. ¿Qué hemos, pues, de decir? Ante todo, que nada hay de
reprochable en que Dios dé testimonio para Sí mismo. ¿Qué otro, en efecto, sería capaz de dar
testimonio por Él? En segundo lugar, que Él mismo es para Sí todo lo que hay de más
preciado: pariente,. intimó, amigo, virtud, felicidad, dicha, ciencia, entendimiento,. principio,
fin, todo, cada cosa, juez, decisión, consejo, ley, obra,. soberanía.

206. Además, si entendemos la expresión: "Por Mí mismo he jurado" en el sentido en que


debe tomarse, acabaremos con esta argucia, que pasa de la medida. Porque, seguramente, esto
debe entenderse del siguiente modo; ninguno de los seres que pueden dar garantía, puede
darla en firme con respecto a Dios, pues a ninguno ha mostrado Él Su naturaleza, y ha
dispuesto que ella sea invisible para toda nuestra raza. ¿Quién podrá decir de la Causa si es
incorpórea o corpórea; si es cualitativa o que está exenta de cualidades?106 En suma,. ¿quién
podría asegurar algo sobre Su esencia o cualidad, sobre Su inmovilidad o movimiento? Sólo
Él, ciertamente, afirmará. algo acerca de Sí mismo, por cuanto sólo Él posee con certeza un
exacto conocimiento de Su propia naturaleza.
106
Duda que está en flagrante contradicción con la seguridad de que hace gala Filón en
numerosos pasajes cuando afirma que Dios es incorpóreo. y no cualitativo.

207. Es,. por lo tanto, solamente Dios la más firme garantía, en primer término de Sí mismo;
en segundo lugar también de las obras. Suyas; de modo que es razonable que haya jurado por
Sí mismo dando garantías respecto de Sí mismo; cosa que no sería posible que hiciese otro
alguno fuera de Él. Por ello bien pueden ser considerados también como impíos aquellos que
afirman que : ellos han jurado por Dios, porque ciertamente, siendo, como es, imposible
conocer nada acerca de Su naturaleza, debemos contentarnos con poder jurar por Su nombre,
el cual como vimos, significa 'la palabra que interpreta". Su nombre, en efecto, puede ser Dios
para nosotros los seres imperfectos, así como el Ser primero es Dios para los que son sabios y

146
perfectos.

208. Por eso Moisés, lleno de admiración ante la excelencia del Increado, dice: "Y tú jurarás
por Su nombre" (Deut. VI, 13); no por Él mismo. Es, en efecto, suficiente para el mortal
recibir seguridades y garantías de la palabra Divina; sea, en cambio, Dios la más firme
seguridad y garantía de Sí mismo.

209. LXXIV. Las palabras "Por Quien has hecho esto" (Gen. XXII, 16) son señal de piedad;
porque es norma piadosa hacer todas las cosas por Dios solamente. Por eso nos desprendemos
del amado hijo de la virtud, es decir, el goce de la felicidad, cediéndolo al Creador, por
entender que tal vástago debe ser considerado propiedad de Dios, y no de una creatura.

210. Bien dicho está lo de "bendiciendo bendeciré" (Gen. XXII, 17); ya que no faltan quienes
llevan a cabo muchos actos que pueden calificarse de bendiciones, pero no lo hacen con el
propósito de bendecir. Porque, incluso el hombre ruin ejecuta cosas que está obligado a hacer,
pero no las ejecuta movido por una inclinación natural al cumplimiento del deber; y tanto el
beodo como el demente a veces pronuncian palabras y realizan actos propios de personas
sobrias, pero no son productos de un discernimiento sobrio; y los que están todavía en plena
edad infantil hacen y dicen muchas cosas de las que se hacen y dicen una vez adquirido el uso
de razón, pero lo hacer y dicen no como resultado de una aptitud para discernir, puesto que la
naturaleza todavía no los ha educado para alcanzar ese discernimiento. Mas, lo que el
legislador quiere es que el hombre sabio sea tenido por objeto de bendiciones no por un
estado de ánimo pasajero ni por ser fácilmente maleable ante ajenas influencias, ni por simple
azar, sino a causa de una fija disposición y condición bendecida.

211. LXXV. Pues bien,107 no fue suficiente que la desventurada sensibilidad experimentara
las penas en tan grande medida, y debió entregarse también "al lamento". El lamentarse
supone una pena intensa hasta el exceso. Muchas veces, en, efecto, sufrimos sin que nos
lamentemos; y cuando nos lamentamos es porque sufrimos las penas en medio de un inmenso
torrente de aflicciones.
Dos son las formas de lamentación. Una sobreviene en los que apetecen y procuran cometer
injusticias sin alcanzarlo: ésta es una lamentación ruin. La otra, en cambio, es propia de
aquellos que se arrepienten y sienten dolor por su pasada claudicación, y dicen: [Desdichados
de nosotros, cuánto tiempo hemos estado sin darnos cuenta de que nos hallábamos enfermos
de la enfermedad de la insensatez, del extravío, de la injusticia en nuestra conductal.
107
Retoma Filón la consideración del pasaje: "Multiplicaré tus penas y tu lamento." (Gen. III,
16.) Dicha consideración había quedado interrumpida en 203, para examinar el caso opuesto,
vale decir, el de los abundantes bienes prodigados al alma noble.

212. Pero esta lamentación no sobreviene a menos que el rey de Egipto, es decir, la disposi-
ción atea e inclinada al placer cese y perezca abandonando el alma. Y en efecto; "después de
aquel gran número de días murió el rey de Egipto" (Ex. II, 23); y entonces; no bien muerto el
vicio, el que ve a Dios laméntase de su propia claudicación. "Los hijos de Israel", en efecto,
"se lamentaron a causa de sus obras corporales y egipcias". Es que, mientras vive en nosotros
el rey, que es la disposición de espíritu amante de los placeres, incita al alma a gozar con las
faltas que comete; pero, cuando aquél muere, ésta se lamenta.

213. Por eso lanza gritos hacia su Señor suplicándole le evite en adelante claudicar y no
permita que su perfeccionamiento sea incompleto. Porque a muchas almas descosas de
arrepentirse no se lo permitió Dios; y, como impulsadas por contrarias corrientes, tomaron

147
sobre sus pasos, tal como le aconteció a la mujer de Lot,108 la que se convirtió en piedra a
causa de su amor hacia Sodoma y de su retorno hacia la naturaleza que Dios había destruido.
108
Gen. XIX, 26.

214. LXXVI. Pero en el caso que nos ocupa, al decir que "el grito de aquéllos subió hasta
Dios" (Ex, II, 23), da Moisés testimonio de la gracia concedida por el Que Es; porque, si Él no
hubiera llamado hacia Sí a la palabra suplicante, ésta no hubiera subido, es decir, no hubiera
sido elevada ni acrecentada, ni hubiera comenzado a remontarse hacia lo alto huyendo de la
ruindad de las cosas terrestres. De allí que algo más adelante diga: "He aquí que el grito de los
hijos de Israel llega hasta Mí." (Ex. III, 9.)

215. Muy hermoso fue que la súplica llegara hasta Dios, pero no hubiera llegado tan lejos a no
mediar la benevolencia del Que la llamaba. En cambio, a algunas almas, se anticipa a salirles
Él al encuentro: "Iré hacia ti y te bendeciré." (Ex. XX, 24.) Ves cuan grande es la gracia de la
Causa, que se adelanta a nuestra indecisión y se anticipa a salimos al encuentro para
beneficiar a nuestra alma con toda esplendidez. Y la expresión es una revelación plena de
enseñanzas; porque, cuando un pensamiento de Dios penetra en la inteligencia, al punto se
llena ésta de bendición y se cura de todas sus dolencias.

216. En cambio, la sensibilidad sufre siempre y se lamenta y engendra la aprehensión sensible


con dolores y aflicciones irremediables, conforme Dios mismo dice: "Con dolores engen-
drarás hijos." (Gen. III, 16.) Engendran, en efecto, la vista la visión, el oído la audición, el
gusto la gustación, y, en general, la, sensibilidad la aprehensión sensible; pero en el insensato
ninguno de estos alumbramientos se produce sin penosa aflicción, ya que el dolor está
presente cuando éste ve, oye, gusta, huele y, en general, aprehende sensorialmente.

217. LXXVII. Como antítesis de ello, en cambio, hallarás a la virtud rebosante de alegría en
sus preñeces; al hombre de bien, engendrando con risa y buen ánimo, y al vástago de ambos,
riendo también él. Que el hombre sabio engendra alegre y no con sufrimiento lo atestigua la
Divina palabra en estos términos: "Dijo Dios a Abraham: 'Sara, tu mujer, no se llamará Sara
sino que su nombre será Sara. La bendeciré y te daré un hijo de ella'." (Gen. XVII, 15 y 16.)
Ya continuación agrega: "Y cayó Abraham sobre su cara y rió y dijo: '¿Quien tiene cien años
tendrá un hijo, y Sara, que es ya nonagenaria, dará a luz?'." (Gen. XVII, 17.)

218. Es evidente que Abraham se alegra y ríe porque ha de engendrar a Isaac, o sea, la feli-
cidad. Y ríe además Sara, vale decir, la virtud. Lo atestiguará el mismo libro diciendo: "Y
Sara, cuyas menstruaciones habían cesado hacía tiempo, se rió en su inteligencia y dijo: 'Aún
la felicidad no me ha sobrevenido hasta ahora; pero "mi señor", es decir, la palabra Divina,
"es mayor" (Gen. XVIII, 11); a él le pertenece necesariamente aquélla,109 y es bueno creer en
él cuando promete".' Y lo engendrado es la risa y la alegría; porque eso significa "Isaac".
Sufra, pues, la sensibilidad, y alégrese siempre la virtud.
109
La felicidad. Por "mayor", que se refiere a la edad del esposo, en el sentido de "demasiado
viejo", posiblemente entienda Filón "superior a ni".

219. Y en efecto, cuando ha sido engendrada la felicidad, dice la virtud con orgullo: "El Señor
ha hecho la risa para mí; el que la oyere se reirá conmigo." (Gen. XXI, 6.) Abiertos, pues, los
oídos, oh iniciados, recibid las sacratísimas instrucciones. La "risa" es la "alegría"; e "hizo" es
equivalente a "engendró", de modo que lo que se ha dicho es lo siguiente: el Señor engendró a
Isaac; pues Él es el Padre de la naturaleza perfecta, y siembra y engendra la felicidad en las
almas.

148
220. LXXVIII. "Y dijo Dios: 'Y tu acogimiento será hacia tu esposo'." (Gen. III, 16.) Dos son
los esposos de la sensibilidad: el legítimo y el corruptor. A manera de un esposo corruptor, en
efecto, excita lo visible a la vista, la voz al oído, el sabor al gusto, y cada uno de los otros
objetos sensibles a cada uno de los otros sentidos. Y estas cosas hacen volver y llaman hacia
sí a la irracional sensibilidad, la dominan y la someten a su arbitrio. En efecto, la belleza
esclaviza a la vista, el sabor grato al gusto y cada uno de los demás estímulos al sentido
correspondiente.

221. Mira, si no, cómo el glotón es esclavo de los platos preparados por el trabajo de
cocineros y reposteros; y cómo el que se conmueve hasta la turbación por la música, es do-
minado por la cítara, la flauta o un cantor de buenas condiciones. En cambio, sumo es el
beneficio que obtiene la sensibilidad que se ha vuelto hacia su esposo legítimo, es decir, hacia
la inteligencia.

222. LXXIX. Pues bien, veamos a continuación lo que expone el legislador a propósito de la
inteligencia misma cuando la conducta de ésta se aparta de la recta razón: "Dijo Dios a Adán:
'Porque has prestado oídos a la voz de tu mujer y comido del árbol del que te había prescripto
no comer, maldecida sea la tierra en tus obras'." (Gen. III, 17.) Sumo daño es que la
inteligencia preste oídos a la sensibilidad; y también que la sensibilidad no escuche a la
inteligencia; porque es preciso que siempre lo superior prevalezca sobre lo inferior, y que lo
inferior acate a lo superior, y la inteligencia es superior a la sensibilidad.

223. Así como, cuando un conductor de carros domina y conduce con las riendas a los
animales lleva el carro por donde se propone, pero, si éstos se rebelan contra las riendas y
prevalecen, a menudo el conductor es dominado, y los animales, por la fuerza de su impulso,
se precipitan a veces en una zanja y todo es arrastrado en desorden; y así como la nave lleva
buen rumbo mientras el piloto, timón en manos, dirige la marcha convenientemente, pero
zozobra cuando, soplando un viento contrario en el mar, las olas agitadas se han precipitado
sobre ella;

[224.] del mismo modo, cuando la inteligencia, conductor y piloto del alma, gobierna a todo
el ser viviente, como un gobernante en la ciudad, la vida sigue su recto curso; mas, cuando la
irracional sensibilidad ejerce el predominio, una terrible confusión hace presa de ella, como
cuando se alzan los siervos contra sus señores. Porque entonces, si hemos de decir la verdad,
la inteligencia es presa del fuego y convertida en llamas, en medio de un incendio provocado
por los sentidos sometidos a los objetos sensibles.

225. LXXX. Y Moisés nos previene acerca de tal incendio de la inteligencia, incendio que
tiene lugar a través de los sentidos, diciendo: "Y las mujeres encendieron aún más el fuego en
Moab". Porque "Moab" significa "procedente del padre", y nuestro padre es la inteligencia. El
pasaje reza así: "Entonces dirán los que proponen enigmas:
'Id hacia Esebón para que sea edificada y para que la ciudad de Seón sea construida; porque
un fuego ha surgido de Esebón y una llama de la ciudad de Seón y devoró incluso hasta Moab
y consumió las columnas de Arnón. ¡Ay de ti, Moab! Has perecido, pueblo de Camós. Tus
hijos buscaron su salvación en la huida, sus mujeres son cautivas de guerra del rey de los
amorreos, Seón; y su simiente perecerá, Esebón hasta Debón; y las mujeres encendieron aún
más el fuego sobre Moab'." (Núm. XXI, 27 a 30.)

226. "Esebón" significa "previsiones"; y éstas son enigmas llenas de obscuridad. Mira una

149
previsión de médico: 'Limpiaré al paciente, lo alimentaré, le prescribiré medicinas y una dieta,
lo operaré y cauterizaré'. Sin embargo, muchas veces la naturaleza ha curado aun sin estas
cosas, y otras veces el paciente ha sucumbido con ellas; de modo que ha quedado al
descubierto que todos los cálculos del médico eran vanos sueños llenos de obscuridad y
enigmas.

227. Por su parte el agricultor dice: 'Echaré las semillas, plantaré, crecerán las plantas, éstas
darán frutos, los que no sólo serán útiles para el consumo necesario, sino además alcanzarán a
dejar un sobrante'. Pero enseguida un imprevisto fuego, una tormenta o lluvias ininterrum-
pidas lo arruinan todo. A veces, sin embargo, lo que se había calculado se ha producido, pero
el que lo había calculado no ha obtenido beneficio, sino ha muerto anteriormente, con lo que
ha probado que era vana su presunción de gozar de los frutos de su trabajo.

228. LXXXI. Lo mejor, pues, es confiar en Dios y no en las obscuras previsiones y en las
inseguras conjeturas. "Precisamente, Abraham confió en Dios, y fue tenido por justo." (Gen.
XV, 6.) La preeminencia de Moisés, por otra parte, es testimoniada al asegurarse que es "fiel
en toda Mi casa". (Núm. XII, 7.) Si, en cambio, confiamos en nuestros propios cálculos cons-
truiremos y edificaremos la ciudad de la inteligencia corruptora de la verdad. "Seón", en
efecto, significa "que corrompe".

229. Por eso aquel que ha tenido sueños, al levantarse, descubre que todos los movimientos y
esfuerzos del hombre insensato son sueños ajenos a la verdad. La misma inteligencia, en
efecto, viene a resultar un sueño; porque así como es verdadera doctrina la que enseña a
confiar en Dios, es falsa la que enseña a confiar en los vanos cálculos. Y un irracional impulso
que se toma hábito "sale" de ambos: de los cálculos y la inteligencia corruptora de la verdad.
Por eso dice Moisés: que "un fuego salió de Esebón y una llama de la ciudad de Seón." (Núm.
XXI, 28.) Así, pues, es irracional el confiar en los persuasivos razonamientos o en la
inteligencia que corrompe a la verdad.

230. LXXXII. "Devora incluso hasta Moab", es decir, hasta la inteligencia. Porque, ¿quién
otro que no sea la desdichada inteligencia es engañado por la falsa opinión? Ésta devora y
traga y consume las columnas que hay en ella, es decir, los pensamientos particulares, que
están inscriptos y grabados como en una columna. Las columnas son "Arnón", que significa
"luz de ellos", pues es en el razonamiento donde cada asunto-es aclarado.

231. Comienza, pues, a lamentarse por la terca y engreída inteligencia de esta manera: "|Ay de
ti, Moabi has perecido". En efecto, si te atienes a enigmas con apariencias de verosimilitud
has sacrificado la verdad. "Pueblo de Camós", es decir, tu pueblo y su poder, ha sido hollado,
mutilado y cegado. "Camós", en efecto, significa "como a tientas"; y es propio del que no ve,
andar de ese modo.

232. Los hijos de éstos, vale decir, los razonamientos particulares, se hallan fugitivos, y sus
opiniones, que corresponden a sus mujeres, son prisioneras de guerra del rey de los amorreos,
es decir, del "instructor de los charlatanes". Porque "amorreos" significa "charlatanes", siendo
éstos un símbolo de la palabra pronunciada;110 y el jefe de ellos es el instructor hábil en
descubrir los artificios verbales y por él son embaucados los transgresores de las normas de la
verdad.
110
Ver Sobre los querubines, nota 8. En el pasaje emplea Filón para calificar al rey de los
amorreos el término sophistés = instructor, sofista, .seguramente con toda la carga peyorativa
del mismo.

150
233. LXXXIII. Seón, pues, el que corrompe la sana norma de la verdad, y su simiente
perecerán junto con Esebón, es decir, los enigmas capciosos, "hasta Debón", cuyo nombre
significa "pleito"; y con mucha razón porque las apariencias y los argumentos verosímiles no
constituyen un conocimiento que tenga relación con la verdad sino polémica, disputa,
enfrentamiento en controversia, rivalidad y todas las cosas de esta clase.

234. Pero no ha sido suficiente que la inteligencia soportara estas desgracias propias y en la
órbita de lo intelectual; a ello hay que agregar que también las mujeres, es decir, los sentidos,
han encendido un fuego, una gran hoguera sobre ella. Pero observa lo que quiere decir esto.
Muchas veces durante la noche cuando no hacemos uso de nuestros sentidos concebimos
extraños pensamientos acerca de muchas y diferentes cosas, pues el alma permanece siempre
en actividad y sufre infinitos cambios. Cuanto ella misma de por sí ha engendrado bastaría,
pues, para su ruina.

235. Pero, en realidad, también la turba de los sentidos ha introducido en ella una multitud
incontable de desdichas. Ésta procede en parte de los objetos visibles, en parte de los sonidos;
ora de los sabores, ora de los olores que excitan al olfato; y, seguramente, la llama que de
ellos se eleva afecta al alma más desastrosamente aún que la que es engendrada por la misma
alma sin el concurso de los órganos de los sentidos.

235. LXXXIV. Una de estas mujeres es la de Putifar, el jefe de cocina del faraón;111 y es
preciso examinar cómo éste, a pesar de ser eunuco, tiene mujer; porque aquellos que se ocu-
pan más de la inteligencia literal de la ley que de su interpretación alegórica se hallarán ante
algo aparentemente inexplicable. Ese verdadero eunuco y jefe de cocina que es la inteligencia
que se entrega no sólo a los simples sino también a los excesivos placeres, ha merecido el
nombre de eunuco y estéril en sabiduría, pues es eunuco, no de otro cualquiera sino del
faraón, el dispersador de las cosas nobles. Porque, desde otro punto de vista, sería excelente
convertirse en eunuco si ello consistiera en que nuestra alma pudiera huir del vicio y olvidarse
de la pasión.
111
Gen. XXXIX, 1 y ss.

237. Por esto también José, el carácter dueño de sí mismo, cuando el placer le dice:
"Acuéstate conmigo" (Gen. XXXIX, 7), y puesto que eres hombre, no dejes de experimentar
las pasiones y gozar de las delicias propias de la vida, se niega diciendo: "Pecaré contra Dios,
el amante de la virtud, si me convierto en amante del placer; pues ésta es una mala acción."
(Gen. XXXIX, 7.)

238. LXXXV. Y por ahora se limita a una pugna ligera, pero cuando el alma ha entrado en su
propia casa y, refugiándose en sus propias fuerzas, ha renunciado a cuanto concierne al
cuerpo y se ha abocado a las obras que le competen en cuanto alma, entonces el placer
combatirá con tenacidad. José no entra ni en su casa ni en la de Putifar, sino "en la casa, para
hacer su oficio." (Gen. XXXIX, 11.) Y el legislador no agrega de quién es la casa, a fin de que
lo interpretes alegóricamente.

239. Pues bien, la casa es el alma, hacia la que él se retira abandonando las cosas de fuera,
para estar, como se dice, dentro de sí mismo, y el "oficio" del hombre dueño de sí mismo
consiste, podemos asegurarlo, en el cumplimiento de Divinos designios; porque allí no se
encontraba ningún razonamiento contrario a ellos, de esos que suelen residir dentro del
alma.112 Pero el placer no desiste de combatir; y por el contrarío, habiéndolo tomado de sus

151
vestidos, le dice: "Acuéstate conmigo". Así como los vestidos son abrigo del cuerpo, lo son
del ser viviente los alimentos y las bebidas. Y lo que la mujer dice es lo siguiente: ¿Por qué
desistes del placer, sin el cual no te es posible vivir?
112
Alegoría de las palabras finales de Gen. XXXIX, 11: "y ninguno de los de la casa se
encontraba dentro".

240. Mira, yo me quedo con parte de lo que puede producirlo y te digo que no puedes
subsistir si no aprovechas algunas cosas de las que producen placer. ¿Qué hace, ante esto, el
dueño de sí mismo? Dice: 'Si estoy a punto de convertirme en esclavo de la pasión a causa de
la materia que la produce, abandonaré también a la pasión y saldré afuera'. Dice, en efecto,
que "dejando sus vestidos en las manos de aquélla, huyó y salió afuera." (Gen. XXXIX, 12.)

241. LXXXVI. "¿Quién preguntará tal vez alguien, sale adentro?113 No pienses que pocos. ¿O
acaso no están los que, habiendo desistido de saquear los templos, roban de una casa
particular, y los que no golpean a su padre pero cometen atropellos contra un extraño? Éstos
salen sí de las faltas mencionadas, pero incurren en otras.114 Al hombre completamente dueño
de sí mismo, en cambio, le es preciso huir de todas las faltas, tanto de las más graves como de
las menos graves, y no estar complicado en ninguna absolutamente.
113
Es decir, ¿no es una redundancia eso de "salir afuera"?
114
O sea, siempre están dentro de la esfera de las faltas, aunque eviten algunas.

242. Ahora bien, José, como es un joven y no tiene fuerzas para contender con el cuerpo
egipcio y vencer al placer, huye. En cambio, Fincas, el sacerdote, celoso con el celo por Dios,
no ha procurado su propia salvación mediante la fuga; sino, tomando la "lanza", as decir, el
espíritu del celo, no desistirá hasta que "haya atravesado a la madianita", vale decir, a la
naturaleza que ha sido separada de la Divina compañía, "en medio de su vientre" (Núm.
XXV, 7 y 8); para que jamás pueda esparcir el fruto o. la simiente del vicio. LXXXVII. En
mérito a ello, el alma, extirpada la insensatez, obtiene una doble heredad en recompensa: la
paz y la dignidad sacerdotal,115 virtudes estrechamente emparentadas.
115
Núm. XXVI, 13.

243. Preciso es, pues, no prestar oídos a tal mujer, me refiero a la miserable sensibilidad.
"Dios", en efecto, "favoreció a las parteras" (Ex. I, 20) en atención a que no habían hecho
caso de las disposiciones del faraón, el dispersador, y "habían salvado a los hijos varones"
(Ex. I, 17)', que aquél quería aniquilar, pues estaba prendado de la naturaleza femenina,
ignorando a la Causa y diciendo "No Lo conozco". (Ex. V, 2.) 244. Otra es la mujer en la que
es preciso confiar; una mujer tal como nos consta fue Sara, es decir, la soberana virtud. El
sabio Abraham le hace caso cuando ella le recomienda lo que debe hacer. En efecto,
anteriormente, cuando aún no había llegado a ser perfecto y, antes de que su nombre fuera
cambiado, todavía indagaba acerca de las cosas del mundo superior porque era incapaz de
engendrar frutos de la virtud perfecta, Sara le aconseja que engendre hijos de su sierva, de
Agar, es decir, de la cultura general.116 "Agar" significa "residencia en el extranjero". Y en
efecto, quien procura establecer su morada en la perfecta virtud, antes de ser inscripto en la
ciudad de ésta reside en las enseñanzas tocantes a la cultura general para poder, mediante
ellas, avanzar libremente en pos de la virtud.
116
Ver la nota 85 sobre la enkyklios paidéia, simbolizada en Agar.

245. Pero, cuando ve que ha alcanzado la perfección y que ya puede engendrar.. .117 Y si él,
lleno de gratitud hacia la educación por medio de la cual se ha llegado a unir con la virtud,
piensa que es penoso alejarla,118 será apaciguado por una Divina comunicación que le manda:

152
"Cuanto te dijere Sara. presta oídos a su voz." (Gen. XXI, 12.) Sea ley de cada uno de
nosotros lo que pareciere bien a la virtud, pues, si quisiéremos escuchar cuanto la virtud
aprueba, seremos felices.
117
Laguna en el texto griego. Seguramente debe suplirse algo así como: "Sara le pide que
abandone ya a Agar, la instrucción general, pues ya puede engendrar hijos de ella misma, es
decir, de la virtud".
118
A Agar, la cultura general. "Alejarla", es decir, abandonarla para pasar a los estudios
superiores.

246. LXXXVIII. Las palabras "Y has comido de este árbol, del único del cual te había
prescripto no comer", son equivalentes a 'Has estado de acuerdo con el vicio, al que era
preciso rechazaras con toda tu fuerza'. Por eso no eres tú el "maldito", sino lo es "la tierra en
las obras tuyas". (Gen. III, 17.) ¿Cuál es, pues, la razón de esto? La serpiente es, lo sabemos
ya, el placer, es decir, la irracional rebeldía del alma. Ella es maldita de por sí, pero la verdad
es que sólo al hombre ruin se junta y no al hombre virtuoso. Pero, Adán es la neutral inte-
ligencia, que unas veces resulta mejor y otras peor, por cuanto, siendo inteligencia, no es de
naturaleza ni buena ni mala, sino suele, ya por obra de la virtud, ya por obra del vicio,
cambiar lo bueno por lo malo y viceversa.

247. Es, pues, razonable, que Adán no sea maldecido a causa de sí mismo, como que él ni es
vicio ni conducta regida por el vicio; y que, en cambio, en sus obras sea maldecida la tierra;
ya que las acciones ejecutadas a través del alma toda, a la que el legislador denomina "tierra",
son reprensibles y responsables cuando él realiza cada una de ellas obedeciendo los dictados
del vicio. Por eso añade: "Con dolor comerás de ella" (Gen. III, 17), lo que es como decir:
'Con dolor alcanzarás el beneficio de la vida'. Efectivamente el hombre ruin penosamente
durante toda su vida participa de su condición de ser viviente, sin tener motivo alguno de
alegría. Motivo que por ley natural sólo puede tener origen en la justicia, en la prudencia y en
las virtudes que comparten el trono de ésta.

248. LXXXIX. "Espinas y cardos te producirá." (Gen. III, 18.) ¿Y qué otra cosa se produce y
germina en el alma insensata como no sean las pasiones, que pinchan y hieren? A éstas figu-
radamente las ha llamado Dios "espinas". El impulso irracional lánzase primeramente al
encuentro de ellas como un fuego; y, una vez aparejado con ellas, incendia y destruye todas
las cosas del alma. Leemos, en efecto, que. "si un fuego que se originare hallare espinas y
quemare una era o espigas o un campo, el que prendió el fuego pagará indemnización". (Ex.
XXII, 6.)

249. Ves que el fuego, es decir, un impulso irracional, al originarse no incendia las espinas,
sino les sale al encuentro. En efecto, buscando, como busca, las pasiones, ha hallado a las que
deseaba encontrar; y, cuando las ha hallado, incendia estas tres cosas: la virtud perfecta, el
progreso gradual y las buenas cualidades naturales. Compara el legislador la virtud con la era,
pues así como en ésta el grano es mezclado, del mismo modo mézclanse las cosas nobles en el
alma del sabio. Al progreso gradual lo compara con las espigas puesto que uno y otras son
incompletos y tienden hacia su plena madurez. Y a la buena disposición natural la compara
con un campo porque recibe las semillas de la virtud.

250. Además, a cada una de las pasiones la llama abrojo 119 porque encierra tres elementos: la
pasión en sí, lo que la produce y el resultado de ella; por ejemplo: el placer, lo placentero y la
experiencia placentera; el deseo, lo deseable y el desear; la pena, lo penoso y el penar; el
temor, lo temible y el temer.

153
119
"Abrojo", que en griego se dice tríbolos o tribólion = de tren puntas, literalmente; de
donde extrae Filón la consideración que sigue.

251. XC. "Y comerás la hierba del campo; con el sudor de tu rostro comerás el pan." (Gen.
III, 18 y 19.) Usa como sinónimos los términos "hierba" y "pan"; ambos significan lo mismo.
La hierba es el alimento del ser irracional; e irracional es el hombre ruin, que rechaza la recta
razón; e irracionales son también los sentidos, que son parte del alma. Pero la inteligencia que
se lanza en procura de las cosas sensibles por la vía de los irracionales sentidos, no sin trabajo
y sudor las persigue. Dolorosa y penosa al máximo, en efecto, es la vida del insensato, puesto
que persigue y se relame con todo lo que produce placer y con aquellas cosas que el vicio
suele producir.

252. ¿Y hasta cuándo? "Hasta que", dice Dios, "retomes a la tierra de la que fuiste sacado".
(Gen. III, 19.) En efecto, ¿no te ocupas ahora de las cosas terrestres y desordenadas, habiendo
abandonado la celestial sabiduría? Corresponde, pues, averiguar cómo más tarde retorna. Pero
tal vez el sentido de Sus palabras sea más o menos éste: la inteligencia insensata se ha
apartado siempre de la recta razón, pero ella ha sido sacada no de la naturaleza que está en lo
alto, sino de la materia más terrestre, y ya se mantenga estática ya se mueva, es siempre la
misma y tiende siempre a lo mismo.

253. Por eso agrega también: "Porque tierra eres y hacia la tierra retornarás" (Gen. III, 19); lo
que equivale a lo que antes he dicho. Pero también significa esto: tu principio y tu fin son uno
solo y el mismo. Tuviste, en efecto, origen en las sustancias perecederas de la tierra, y de
nuevo en ellas acabarás después de recorrer durante tu vida un camino, no un camino real,
sino uno escabroso, lleno de zarzas y abrojos, producidos por la naturaleza para pinchar y
herir.

154
SOBRE LOS QUERUBINES, LA ESPADA FLAMÍGERA

Y CAÍN, PRIMER HOMBRE NACIDO DE HOMBRE

(DE CHERUBIM)

1. I. "Y expulsó a Adán y puso frente al parque del deleite a los querubines y la flamígera
espada1 vuelta en todas las direcciones, para que vigilasen el camino del árbol de la vida."
(Gen. III, 24.) Dice ahora Moisés "expulsó", en tanto que antes ha dicho "hizo partir" (Gen.
III, 23); y no empleando los términos al azar, sino usándolos con pleno conocimiento de los
objetos a los que con exacta y precisa correspondencia los aplica.
1
En el texto de los Setenta figuran entre "deleite" y "a los querubines" las palabras "y
colocó", por lo que el pasaje se lee: "Y expulsé a Adán y lo puso frente al parque del deleite; y
colocó a los querubines y la flamígera espada.. ." Sin embargo, por lo que expresa Filón en 11
se advierte que no tiene en cuenta dichas palabras; por lo que las he omitido en la traducción.

2. Y así, mientras el que ha sido hecho partir 'no está impedido de alcanzar el retorno, el
expulsado por Dios, en cambio, soporta un destierro eterno. En efecto, al que aún no ha sido
apresado firmemente por el vicio le está permitido, si se arrepiente, retornar, como quien
retorna a su patria, hacia la virtud, de la que se ha apartado; en tanto que el que está abrumado
y dominado por una violenta e incurable enfermedad, queda fatalmente sujeto a sus
inacabables horrores por toda la eternidad, arrojado miserablemente al lugar de los impíos,
para que soporte una tremenda y permanente desgracia.

3. Así vemos que Agar, es decir, la cultura general intermedia,2 se aparta dos veces de la
soberana virtud, personificada en Sara; y que una vez vuelve sobre sus pasos. La primera vez,
habiéndose alejado sin que mediara expulsión, cuando le hubo salido al encuentro un
mensajero,3 es decir, un Divino logos, retomó a la casa de su señor;4 la segunda es desterrada
definitivamente para no retornar.5
2
Ver Interpretación alegórica III, 167.
3
O ángel. Sobre los lógoi, mensajeros de Dios ver Sobre los sueños I, 137 a 149.
4
Gen. XVI, 6 y ss.
5
Gen. XXI, 14.

4. II, Hemos de señalar los motivos tanto del primer alejamiento como del destierro definitivo
posterior. En la primera ocasión ni Abraham ni Sara habían aún recibido nuevos nombres;
dicho en otras palabras: no se habían transformado en orden a la perfección de los rasgos de
sus almas. El primero era, en efecto, todavía "Abram", o sea, "el elevado padre", empeñado en
alcanzar la supraterrestre filosofía que se ocupa de cuanto acontece en el aire, y la filosofía
sublime 6 de. los seres existentes en el cielo; filosofía que los matemáticos proclaman como la
más elevada rama del estudio de la naturaleza.
6
O elevada o celestial. Como poco antes en la calificación de supraterrestre, el adjetivo alude
al nombre Abram = padre elevado.

5. Y Sara era todavía el símbolo de la soberanía personal, puesto que su nombre 7 significa
"mi soberanía"; no habiendo experimentado aún la transformación en la virtud genérica, por
cuanto todo género es necesariamente imperecedero, y el lugar de ella estaba aún en el orden
de las virtudes particulares y específicas; siendo aún la prudencia como se da en mí, y del

155
mismo modo, ]a templanza, la fortaleza, la justicia, virtudes perecederas todas ellas, dado que
también yo, el ser que las ha recibido, soy perecedero.
7
Que hasta entonces era Sara, y en adelante será Sarra. Filón traduce "Sara" al griego como
"soberanía de mí", es decir, personal o de cada hombre. Por razones obvias en la traducción se
mantendrá la forma "Sara", salvo en los casos en que Filón insiste en la oposición entre ambas
variantes.

6. Por consiguiente, Agar, la cultura general intermedia, aunque hubiere intentado huir de la
vida austera y severa de los amantes de la virtud, retornará de nuevo hacia esa misma vida,
que es aún incapaz de poseer las virtudes genéricas y se limita todavía a participar de las
particulares y específicas, en cuyo ámbito las cosas intermedias son preferidas a las elevadas.

7. Pero, más adelante Abram se convertirá ya de estudioso de las cosas de la naturaleza en


sabio y amante de Dios, y le será trocado el nombre en Abraham, que significa "'escogido
padre del sonido", por cuanto la palabra pronunciada 8 "suena", y el padre de la palabra, es
decir, la inteligencia del hombre virtuoso es "escogido"; 9 y, por su parte, Sara dejará de ser
"la soberanía personal" para convertirse en Sarra, nombre que significa "soberana"; en otras
palabras, la virtud específica y perecedera se trocará en virtud genérica e imperecedera. 8. Y
además los iluminará Isaac, la forma genérica de la felicidad, de la alegría y del gozo de los
que han dejado atrás ya las reglas femeninas10 y muerto para las pasiones;
Isaac, que persigue con diligencia los pasatiempos, no pueriles sino sagrados.11 Y entonces
serán expulsados los estudios preliminares, que llevan el nombre de Agar; y será expulsado
también el hijo de aquéllos, el sofista llamado Ismael.
8
O más precisamente: "el logas pronunciado", es decir, la palabra. Filón distingue dos lógoi:
el lagos endiáthetos = logos pensado, razón o pensamiento; y el lagos prophorikós o gegonós
= logos pronunciado, palabra. Con ello se ajusta a la distinción de los estoicos sobre el
particular. Ver Sobre los gigantes 52, Sobre las intrigas 66, 92 y 126, y Sobre la migración de
Abraham 71.
9
"Escogido": adopto esta lectura, acorde con la cita del pasaje conservada en Clemente de
Alejandría, Stromata V, 1, 8, desechando la de los manuscritos, por resultar aquélla más
acorde con el resto del texto.
10 Gen. XVIII, 11.
11
Alusión al Gen. XXVI, 8.

9. III. Entraran tales estudios en eterno destierro, siendo su expulsión confirmada por Dios al
ordenar al hombre sabio atenerse a las palabras de Sara, quien sin rodeos dícele "que expulse
a la criada y a su hijo". (Gen. XXI, 10.) Hermoso es obedecer a la virtud, sobre todo a la que
nos presenta una doctrina como ésta, por cuanto las naturalezas más perfectas están completa-
mente separadas de los modos de ser intermedios, y porque la sabiduría nada tiene que ver
con la sofística, pues mientras ésta se esfuerza por elaborar argumentos verosímiles con miras
a sentar falsas opiniones que perjudican al alma; la sabiduría, en cambio, mediante el estudio
de las verdades, procura a la inteligencia el gran provecho del conocimiento de la recta razón.

10. ¿Por qué, pues, nos asombramos de que también Adán, la inteligencia que ha contraído la
incurable enfermedad de la insensatez, haya sido desterrado por Dios de la región de las
virtudes sin serle permitido retomar en adelante, si también arroja y expulsa de la sabiduría y
de la presencia del hombre sabio, que han recibido de Él los nombres de Sarra y de Abraham,
al hijo sofista y a su madre, la enseñanza de los conocimientos preliminares?
12
11. IV. Además en aquel momento la flamígera espada y los querubines ocupan su puesto

156
frente al parque. La expresión "frente a" es empleada, ante todo, con el sentido de
enfrentamiento hostil; en segundo lugar, aplicada a los que se someten a un arbitraje, como el
que es juzgado por el juez; y en tercer lugar, para expresar una estrecha vinculación, como el
estar frente a algo para observarlo detenidamente y familiarizarse más aún al cabo de una
observación más cuidadosa, tal como se hallan "frente a" los pintores y escultores las pinturas
y estatuas que les sirven de modelos.
12
Es decir, en el momento en que Adán era expulsado del parque.

12. Un ejemplo del primer sentido, es decir, del de hostilidad es lo que se ha dicho de Caín:
"Alejóse de la presencia del Señor y habitó la tierra de Nod, frente al Edén." (Gen. IV, 16.)
"Nod" significa "agitación", en tanto que "Edén" quiere decir "deleite", siendo la primera,
símbolo del vicio, que perturba al alma; y el segundo, de la virtud, que le brinda bienestar y
deleite, no el enervado deleite que ofrece el placer a través de la irracional pasión, sino la
alegría sin pena ni alteración a la que acompaña una grande placidez.

13. Pero, cuando la inteligencia se aparta de la visión de Dios, en la que le hubiera sido
hermoso y provechoso permanecer sin alejarse, es forzoso que, como una nave en su travesía
por el mar frente a la violencia de los vientos que la hostigan, sea al punto llevada de aquí
para allá, sin que le quepa otra patria ni otra morada que la agitación y el trastorno, que son
las cosas más opuestas a la firmeza del alma que nos viene de la alegría cuyo nombre es Edén.

14. V. Un ejemplo de estar "frente a" para un juicio lo constituye el caso de la mujer
sospechosa de adulterio. Leemos, en efecto, lo siguiente: "El sacerdote colocará a la mujer
frente al Señor y le descubrirá la cabeza." (Núm. V, 18.) Aclaremos qué es lo que Moisés
quiere significar con esto. Lo conveniente resulta a veces inconveniente en la práctica, y lo no
conveniente concrétase a veces de manera conveniente. Así, por ejemplo, la devolución de un
depósito, cuando no tiene lugar por honesta resolución sino para perjuicio del que lo recibe o
a título de treta con miras a la ulterior violación de una mayor confianza, no deja de ser una
acción conveniente pero llevada a cabo de manera inconveniente.

15. En cambio, el hecho de que el médico, cuando tiene resuelto purgar u operar o quemar
para bien del enfermo, no le diga la verdad, a fin de que no se atemorice por anticipado, y
huya de la curación o sucumba extenuado en el momento del tratamiento; o el caso del
hombre sabio que miente ante los enemigos para salvar a su patria, temeroso de que con la
verdad resulte fortalecida la posición de los adversarios; siendo actos inconvenientes en sí,
resultan justos en su ejecución. Por eso dice Moisés: "Sigue con rectitud la justicia" (Deut.
XVI, 20); dando a entender que cabe la posibilidad de hacer lo justo sin rectitud, cuando el
que decide no se aboca a ello con sana determinación.

16. Porque, en efecto, lo que se dice y se hace resulta claramente manifiesto para todos; pero,
en cambio, no es claro el pensamiento según el cual se dice lo que se dice y se hace lo que se
hace; y resulta imposible determinar si se trata de un pensamiento saludable y puro o si es
enfermo y manchado con muchas impurezas. Ninguna creatura es capaz de discernir los
motivos de una oculta determinación; sólo Dios lo puede y por ello dice Moisés que "las cosas
ocultas son conocidas por Dios Soberano; las manifiestas lo son por la creatura". (Deut.
XXIX, 28.)

17. Y también por eso ha sido dispuesto que el sacerdote y profeta, es decir, la razón,
"coloque frente al Señor" (Núm. V, 18) al alma con la cabeza descubierta, vale decir,
exponiendo sin ocultamientos la doctrina capital13 y mostrando al descubierto los motivos en

157
los que ella se apoya, para que, juzgada por las exactísimas miradas de Dios, el incorruptible,
o bien se ponga al descubierto su altanera simulación, verdadera moneda falsificada, o bien, si
es inocente de todo mal, se vea limpia de los cargos contra ella, apelando al testimonio del
único que es capaz de ver al alma desnuda.
13
Juego de palabras entre kephalé = cabeza, y kephálaion = capital, principal, que encabeza.

18. VI. Tal es lo que se entiende por estar "frente a" para un juicio. En cuanto al estar "frente
a" para forjar un vínculo estrecho, es el caso registrado a propósito del omnisciente Abraham.
Dice, en efecto, la escritura: "Todavía seguía en pie frente a! Señor." (Gen. XVIII, 22.) Y
prueba de esta intimidad son las palabras que siguen "Acercándosele dijo". (Gen. XVIII, 2.3.)
Es que, así como armoniza con el sentimiento de hostilidad la separación y el desligamiento,
con el de unión íntima, en cambio, armoniza la aproximación.

19. El mantenerse firme y adquirir una inteligencia inalterable es marchar cerca del poder de
Dios, puesto que lo Divino es inalterable. En: cambio lo creado es variable por naturaleza. Si,
pues, alguien, hubiera refrenado, por amor hacia el saber, el impulso propio del ser creado, y
lo hubiere forzado a detenerse, no olvide que se halla próximo a la Divina felicidad.

20. Pues bien, es con sentido de intimidad 14 como asigna Dios la ciudad situada frente al
parque a los querubines y a la flamígera espada; no como a enemigos que se aprestan a
enfrentarse y combatirse, sino como a íntimos y amigos excelentes, para que sus potencias
adquieran un recíproco anhelo por efecto de la común contemplación y de la ininterrumpida
indagación, al inspirarles Dios, el generoso dispensador de dones, el alado y celestial amor.
14
Intimidad entre los querubines y la espada, por una parte, y el parque por otra; no entre los
querubines y la espada, o entre uno y otro querubín

21. VII. Hemos ahora de averiguar qué es lo que se simboliza mediante los querubines y la
flamígera espada. Se me ocurre, en verdad, que representan alegóricamente el curso del cielo
todo. En efecto, los movimientos asignados a las esferas celestes son de dos tipos opuestos: a
una le ha correspondido el movimiento invariable, el propio de la identidad, orientado hacia la
derecha; a la otra,15 el variable, el propio de la alterabilidad, orientado hacia la izquierda.16
15
En realidad, como se observa en lo que sigue, no se trata de "la otra' esfera, sino de las otras
siete esferas que forman el circulo interior. Pero por lo visto, Filón emplea con harta libertad
los términos sphaíra y kykios como se desprende también de lo que dice en 23, donde se lee
que la esfera interior se divide en siete círculos. Sobre el sentido que en la cosmología
platónica tienen los términos tautoû (por toû autoû) = de lo mismo o del mismo, y thatérou
(por toú hetérou) == de lo otro o del otro, que, a falta de otras equivalencias españolas, he
traducido por "de la identidad" y "de la alterabilidad", ver la nota siguiente.
16
Recuérdese que en la astronomía platónica se concibe al universo como. una entidad
esférica compuesta de un centro fijo: la tierra; en torno del cual giran las siete esferas del
circulo interior, en el que se hallan el sol, la luna y cinco planetas o astros errantes, todos con
movimientos irregulares: propios, de retroceso, de diferente velocidad y dentro de sus órbitas
particulares; hallándose en la parte más exterior una octava esfera, o círculo exterior; la esfera
de los astros no errantes o de cursos fijos, dotados de dos movimientos invariables: uno sobre
sí mismo y el otro de avance a la par de la revolución del círculo exterior. Platón denomina a
este círculo el circulo de "lo mismo", es decir, de la identidad o inmutabilidad, por oposición
al círculo interior o círculo de "lo otro", vale decir, de la alterabilidad o variabilidad o cambio.
Los astros de cursos fijos son calificados de "divinos" o "dioses visibles", tal como los califica
Filón en Sobre la creación 27. Sobre el particular ver Timeo 36 c-d, 38 c-e y 40 a-b.

158
22. La esfera más exterior, que contiene las llamadas estrellas fijas, es una sola y siempre
describe la misma revolución de este a oeste. Las esferas interiores, en cambio, siete en total,
que contienen los planetas,17 tienen dos movimientos de opuesta naturaleza cada una; uno
voluntario y otro forzoso. Su movimiento involuntario 18 es análogo al de los astros fijos,
como que se las ve pasar a diario. del oriente al poniente; en tanto que es de oeste a este el
movimiento propio, en el que también sucede que las revoluciones de sus siete astros están
asociadas a espacios de tiempo. Tales espacios de tiempo son iguales en el caso de los astros
de iguales cursos, llamados el sol, la estrella matutina y el brillante.19 Estos tres planetas son,
en efecto, de la; misma velocidad. Son, en cambio, distintos los lapsos en el caso de los
planetas de cursos diferentes; si bien guardan una proporción definida tanto cutre ellos
mismos como entre ellos y aquellos tres.
17
O astros errantes.
18
Vale decir, que se produce forzosamente a la par del movimiento' universal.
19
Venus y Mercurio.

23. Uno de los dos querubines representa, pues, la esfera más exterior, la zona extrema de
todo el cielo, la bóveda en la. cual las estrellas fijas trasládanse en coro según un ritmo verda-
deramente Divino, caracterizado por su regularidad y uniformidad, sin abandonar el lugar que
el Padre, que las creó, ha establecido para ellas en el orden universal. El otro querubín es la
esfera 20 contenida dentro, esfera en la que, al dividirla en siete partes, determinó Dios siete
círculos que guardan determinada relación entre sí, adaptando a cada uno de ellos un planeta.
20
Ver lo aclarado en la nota 15.

24. Y habiendo situado a cada astro en su propio círculo como a un conductor en su vehículo,
a ninguno de esos conductores confió las riendas, temeroso de una conducción desacorde, y
sujetó a todos a Su propio control, por entender que de ese modo sus marchas habrían de ser
armoniosas y ordenadas al máximo. Con Dios, en efecto, todo es laudable;
sin Dios, en cambio, todo es vituperable.

25. VIII. Ésta es una interpretación de la alegoría de los querubines. En cuanto a la espada
flamígera que gira, bien cabe suponer que representa el movimiento de los mismos y el eterno
impulso del cielo todo. Pero quizá, según otra interpretación, los querubines simbolicen a
ambos hemisferios;21 puesto que están frente a frente cubriendo con las alas el propiciatorio;22
y también los hemisferios están enfrentados uno con otro, hallándose extendido: sobre la
tierra, que es el centro del universo, y separados por ella.
21
En Sobre el Decálogo 56 y 57 se refiere Filón a los hemisferios celestes diciendo: "Como el
cielo está en incesante revolución, los dos hemisferios se turnan diariamente, situándose uno
arriba de la tierra y otro debajo de ella en apariencia, porque en realidad no hay arriba ni abajo
en la esfera celeste."
22
Ex. XXV, 19.

26. Como la tierra es la única porción del mundo que permanece fija, lo que permite que la
revolución de uno y otro hemisferio resulte armoniosa en sumo grado al realizarse en lomo a
un centro inmóvil, los antiguos la llamaron acertadamente Hestia.23 La espada flamígera, por
su parte, es símbolo del sol, el cual es, en efecto, una condensación de intensa llama, y resulta
ser él más veloz de los seres, tanto que en un solo día da vuelta en torno de todo el mundo.24
23
Hestia, divinidad protectora del hogar doméstico y público, personificaba también el fuego
que se suponía ardía en el centro del universo. Filón aprueba tal designación, pues vincula la
forma hestía, seguramente a través de la variante épico-jónica histíe, con el verbo hístemi =
coloco, cuyo perfecto significa estoy colocado o fijo; y encuentra lógico que se dé un nombre

159
que significa fijeza a lo que permanece inmóvil.
24
Es decir, posee las dos cualidades que se dan en la espada: la llama y el movimiento.

27. IX. Pero a menudo he escuchado un pensamiento más elevado, proveniente de mi propia
alma, la que muchas veces suele sentirse inspirada por Dios y adivinar cosas que ignora. Lo
evocaré y traduciré en palabras, si puedo. Decíame, en efecto, que aunque Dios es realmente
uno solo,25 dos son Sus supremas y primeras potencias: la bondad y la autoridad; y que
mientras mediante Su bondad ha creado el universo, por Su autoridad gobierna lo creado.
25
Ver Sobre la creación del mundo 171.

28. Y que en medio, como un nexo entre ambas, existe una tercera entidad, Su logos,26
mediante el cual ejerce Su soberanía y manifiesta Su bondad. Los querubines son, pues,
símbolo de estas dos potencias, la autoridad y la bondad; en tanto que la espada flamígera lo
es del logos. El logos, en efecto, y sobre todo el de la Causa es rapidísimo en sus
movimientos, y abrasador, como que él deja atrás a todas las cosas y las precede, habiendo
sido concebido antes que todas ellas, y siendo manifiesto por sobre todas ellas.
26
Ver Sobre la creación del mundo 20.

29. Acepta, pues, oh inteligencia, la imagen cabal de los dos querubines, para que, instruida
acerca de la autoridad y la bondad de la Causa, recojas el fruto de una feliz suerte; ya que, de
ese modo, conocerás enseguida cómo estas potencias sin mezcla forman una estrecha unidad,
que pone de manifiesto la excelsitud de Su autoridad en las obras de Su bondad, y hace
patente Su bondad en los actos de Su autoridad. De ese modo, podrás adquirir las virtudes que
tienen origen en estas potencias, a saber, una animosa disposición y un piadoso temor ante
Dios; y, consecuentemente, ante la grandeza de la soberanía del Rey no hablarás con jactancia
cuando las cosas te fueren bien, y ante la dulzura del grande y dadivoso Dios no desesperarás
de un cambio favorable, cuando soportares algo que te desagrada.

30. La presencia de una espada flamígera se explica por cuanto es preciso que acompañe a
tales virtudes la razón,27 ardiente e inflamada de por sí, que es la medida de las cosas, que
jamás cesa de moverse con el máximo de celo en procura del bien, y rehuyendo de lo opuesto
a él.
27
Traduzco aquí logos por razón, aunque en otros párrafos translitero el término griego;
porque sonaría algo extraño el decir logos humano en vez de razón humana. En otras palabras,
he preferido la transliteración cuando el término se refiere a la potencia de Dios a cuyo cargo
estuvo el concebir y crear el mundo, y empleo el pálido equivalente español razón cuando se
trata de la facultad humana, aun en casos como el presente, en que parece referirse el autor a
la doble acepción del término: razón y palabra. Ver Sobre la creación del mundo, nota 6.

31. X. ¿No ves que también el sabio Abraham, cuando comenzó a tomar a Dios por medida de
todo y a no confiar en, ningún caso en lo creado, toma una imitación de espada llameante, "el
fuego y el cuchillo" (Gen. XXII, 6), deseando vivamente separar y consumir lo mortal
procedente de sí mismo a fin de remontarse hasta Dios con el entendimiento libre?

32. En cambio a Balaam, que es la personificación del pueblo insensato. Moisés, consciente
de que el alma debe librar una guerra en procura del saber, lo presenta como desarmado,
eludiendo el servicio de las armas y desertor. Dice, en efecto, Balaam a la asna, vale decir, a
la norma irracional de vida,. sobre la que se halla montado todo insensato: "Si tuviera una
espada, ya te habría traspasado." (Núm. XXII, 29.)28 Infinitas: gracias demos al Artífice, por
cuanto conociendo el frenesí de la insensatez, no le ha concedido el poder de la palabra (lo

160
que equivaldría a dar una espada a un demente), a fin de que no cause una tremenda e injusta
destrucción entre todos los que le salen al paso.
28
"Si tuviera espada...", dice Balaam; de lo que Filón infiere que no la tenía, y que, por lo
tanto, no estaba armado.

33. Por otra parte, lo mismo que imputa 29 Balaam, imputa siempre desatinadamente cada uno
de los. no purificados que dedican su vida al comercio, a la agricultura o a cualquiera otra
actividad de las que procuran ganancias. Mientras sus asuntos se presentan todos sin
excepción prósperos, cada uno de ellos cabalga regocijado, sostiene en firme las riendas y se
niega tenazmente a soltarlas entendiendo que de ninguna manera estaría bien hacerlo; y a
cuantos le hablan de desistir y moderar razonablemente sus deseos por cuanto el futuro es
incierto, los tacha de envidiosos y celosos, proclamando que estas prevenciones no le son
hechas con recta intención.
29
Balaam echa en cara a su asna su presente dificultad, es decir, la atribuye la culpa de lo que
le pasa.

34. Pero cada vez que le sobreviene un contratiempo o fracaso, reconoce en aquéllos una
capacidad suma para prevenir los sucesos futuros como buenos adivinos; no obstante lo cual
echa toda la culpa a lo que es absolutamente inocente, es decir, a la agricultura, al comercio, o
a las otras actividades que juzgaba dignas de ser ejercidas como fuentes de recursos.

35. XI. Mas estas actividades, aunque desprovistas de órganos para hablar, se expresarán con
el lenguaje de los hechos mismos, que es más claro aún que el lenguaje de la lengua, diciendo:
[Falso calumniador], ¿no somos acaso aquellas en las que como bestias de carga cabalgabas
muy pagado de tí mismo? ¿Acaso por mera insolencia te hemos preparado un desastre? 30
Mira al ángel armado, es decir, al logos de Dios, de pie frente a ti.31 ¿No ves que es él quien
hace que las cosas lleguen a buen o mal termino? ¿Por qué, entonces, nos enrostras ahora a
nosotras, siendo así que antes, cuando los negocios presentaban buen aspecto para ti, no nos
reprendías? Porque en lo que a nosotras toca seguimos siendo las mismas sin haber cambiado
un ápice en nuestro modo de ser absolutamente.
30
Núm. XXII, 30.
31
Núm. XXII, 31.

36. Tú, en cambio, usando de criterios no sanos, andas impaciente sin razón ninguna, porque,
si desde el principio hubieras entendido que la causa de tus éxitos o fracasos no es alguna de
las empresas que acometes sino el logos Divino, que rige y guía cual piloto el universo, más
fácilmente sobrellevarías lo que te sucede y dejarías de acusarnos falsamente y atribuimos
cosas que no podemos hacer.

37. Si, pues, aquel guía, en un nuevo cambio, pusiere fin a tu guerra, y disipare las
preocupaciones y confusiones que ésta provoca, proclamando la paz en tu vida; alegre y
gozoso nos tenderás tu diestra, aun cuando seguiremos siendo las mismas que éramos; pero
nosotras ni nos envanecemos por tu prosperidad ni nos preocupamos si te va mal; ya que
estamos persuadidas de que no somos las causas ni de tus bienes ni de tus males, aunque a ti
se te ocurran tales cosas acerca de nosotras. De lo contrarío, también habrían de atribuirse al
mar en sí las prósperas navegaciones o los naufragios que sobrevienen y no a las variaciones
de los vientos, que unas veces soplan con moderación en tanto que otras lo hacen con la
violencia del huracán.

38. Porque a toda agua le ha correspondido por naturaleza el ser tranquila de por sí; y cuando

161
una brisa favorable acompaña a los timones y cada uno de los rizos va suelto, las naves, con
las velas desplegadas, arriban a los puertos; pero, cada vez que repentinamente el viento se
echa contra las proas, origina una violenta conmoción y trastorno y da vuelta la embarcación.
Y sobre el mar, aunque en nada es culpable de lo sucedido, recae la aparente culpa, no
obstante ser evidente que su calma o su violencia dependen de la suavidad o vehemencia de
los vientos.

39. Pues, bien, entiendo que a través de todas estas consideraciones he demostrado
suficientemente que, habiendo provisto la naturaleza al hombre de la razón como su mejor
aliada, hace feliz y realmente sensato a quien es capaz de regirse por ella correctamente, y
desdichado e insensato a quien no es capaz de ello.

40. XII. "Y conoció Adán a su mujer y ésta concibió y dio a luz a Caín; y Adán dijo: 'He
obtenido un hombre por medio de Dios'. Y añadió Dios el engendrar ella a Abel, hermano de
aquél."32 (Gen. IV, 1 y 2.) A aquellos cuya virtud el legislador ha testimoniado, vale decir,
Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y otros del mismo espíritu, no los presenta "conociendo" a
mujeres.
32
Como se advertirá en las consideraciones expuestas en 124, y en las contenidas en Sobre los
sacrificios de Abel y Caín 10, Filón interpreta que el sujeto de "dijo" es Adán, y el de
"añadió" es Dios, no obstante que la lectura correcta del pasaje es: "Y conoció Adán a su
mujer, y ésta concibió y dio a luz a Caín, y dijo: 'He obtenido un hombre por medio de Dios'.
Y añadió el engendrar (es decir: engendró en un segundo parto) a Abel, el hermano de aquél."

41. Es que, como la mujer, según decimos, es la personificación de la sensibilidad, y como el


saber se alcanza mediante el apartamiento de la sensibilidad y la materia, se sigue que los
amantes de la sabiduría más bien rechazan que buscan a, la sensibilidad. Y creo que es lo
razonable. A aquellas que cohabitan con ellos llámaselas mujeres; pero, en realidad, se trata
de virtudes: Sara, es decir, la autoridad y guía; Rebeca, o sea, la perseverancia en lo noble;
Lía, rechazada y fatigada a causa de la ejercitación ininterrumpida, que todo insensato rechaza
y aleja de sí con gesto de repulsa; y la compañera de Moisés, Sófora, cuyo nombre significa
"avecilla", la que se eleva desde la tierra hacia el cielo, para contemplar allí las
bienaventuradas y divinas naturalezas.

42. Es mi propósito hablar sobre la gestación y el nacimiento de las virtudes; pero tapen sus
oídos o márchense aquellos que desvirtúan la santidad; porque es a los iniciados dignos de los
sacratísimos misterios, a quienes se han de explicar misterios Divinos; y estos iniciados son
los que practican con modestia una piedad realmente sincera y sin presunciones. No
expondremos, en cambio, la sagrada revelación para aquellos que están envueltos en el
incurable mal de la vanidad y miden lo puro y santo no con otro canon que la sutileza de sus
palabras y frases y la impostura de sus ritos y costumbres.

43. XIII. Hemos, pues, de comenzar la sagrada instrucción de esta manera. El hombre se une a
la mujer, es decir, el ser humano masculino al ser humano femenino, a fin de concretar,
conforme con el orden de la naturaleza, los acoplamientos con miras a la generación de hijos.
En cambio, a las virtudes, que engendran muchas y perfectas cosas, no les es lícito juntarse
con hombre mortal; mas, si no reciben de ningún otro ser la simiente jamás de por sí solas
podrán dar a luz.

44. ¿Quién, pues, es el que siembra en ellas los bienes sino el Padre de todas las cosas. Dios,
el increado y creador de todo sin excepción? Él, pues, siembra, pero el fruto que Le es propio,

162
el fruto que ha sembrado, lo concede como un don. Es que Dios nada engendra para Sí, ya que
nada necesita; sino para el que ha menester recibirlo todo.

45. Confirmaré lo que digo recurriendo al fehaciente testimonio del sacratísimo Moisés.
Presenta, en efecto, a Sara concibiendo con ocasión de la visita que le hace Dios en su
soledad,33 pero engendrando no ya para el Autor de la visita sino para el que se deleita en el
logro de la sabiduría, que se llama Abraham.
33
Gen. XXI, 1.

46. Pero más claramente aún lo testimonia cuando, a propósito de Lía, dice que Dios fue
quien abrió su matriz,34 cometido éste que está reservado al esposo; y que ella al concebir
engendró no para Dios, pues Éste de por Sí es totalmente suficiente para Sí, sino para el que
sobrelleva un trabajo para el logro del bien, o sea, Jacob; de modo que la virtud recibe de la
Causa las Divinas simientes, pero engendra para alguno de los que la aman, que es preferido a
los otros pretendientes suyos.
34
Gen. XXIX, 31.

47. A su vez, habiendo el omnisciente Isaac suplicado a Dios, tómase fecunda, por obra del
que ha recibido la súplica. Rebeca, es decir, la perseverancia.35 Y Moisés, sin que medie
súplica ni ruego alguno, cuando toma a Séfora, la virtud alada y excelsa, hállala preñada sin
intervención de mortal alguno absolutamente.36
35
Gen. XXV, 21.
36
Ex. II, 22. Sobre lo de "alada y excelsa" recuérdese lo dicho en 41.

48. XIV. Recibid en vuestras almas, ¡oh iniciados, cuyos oídos están purificados! estos
pensamientos como misterios verdaderamente sacros, y guardaos de comunicarlos a ninguno
de los profanos; antes poniéndolos en resguardo conservadlos en vuestro círculo como un
tesoro en el que no hay ni oro ni plata, sustancias perecederas, pero está lo más hermoso de
cuanto puede poseerse, es decir, el saber acerca de la Causa, de la virtud y, en tercer término,
del fruto de ambas. Mas, si os hallareis con alguno de los iniciados que conociere algún nuevo
secreto, uníos a él apremiándolo perseverantemente para que no os lo oculte, hasta que seáis
claramente informados sobre él.

49. Yo mismo, iniciado en los misterios fundamentales a través de los escritos de Moisés, el
amado de Dios, con todo, habiendo enseguida visto al profeta Jeremías, y conocido que no
sólo se trata de un iniciado sino que es además de un experto intérprete de las sagradas
verdades, no he titubeado en seguirlo; y él, como profundísimo inspirado que es, me ha
revelado cierto oráculo, que pone en boca de Dios las siguientes palabras dirigidas a la
pacifísima virtud: "¿No Me invocaste como tu casa, tu padre y el esposo de tu virginidad?"
(Jerem. III, 4); con lo que establece claramente que Dios es una casa, la incorpórea sede de las
incorpóreas formas ejemplares; el padre de, todas las cosas pues Él las ha creado, y el esposo
de la sabiduría, que deposita la simiente de la felicidad en la tierra apta y virginal para
beneficio de todo el género de los mortales.

50. Corresponde, en efecto, que los contactos de Dios sean con la naturaleza realmente virgen,
incorruptible, intacta '¿y pura; lo contrario de lo que ocurre con nosotros, ya que los
acoplamientos de los seres humanos con miras a la generación de hijos convierten a las
vírgenes en mujeres. En cambio, cuando comienzan las relaciones de Dios con el alma,
aquella que antes era mujer conviértese al punto en virgen, como que Aquél tomando a las
degeneradas y nada viriles pasiones, por las cuales el alma se afeminaba, las sustituyen por las

163
rectas y puras virtudes. Así, no tendrá contacto con Sara hasta que en ésta hayan cesado
definitivamente las menstruaciones 37 y haya tornado a la condición de virgen pura.
37
Gen. XVIII, 11.

51. XV. Puede, con todo, suceder que eventualmente un alma virgen sea deshonrada al ser
manchada por las desenfrenadas pasiones. Esto no afecta a la verdad del oráculo, pues éste no
dice que Dios es esposo de una virgen, pues una virgen está expuesta a la mudanza y a la
muerte, sino "de la virginidad", que, como forma ejemplar, es eternamente idéntica e
inmutable. En efecto, mientras lo cualitativo está sujeto por ley natural a nacimiento y muerte;
a las potencias que modelan las cosas particulares les ha sido asignada como patrimonio la
inmortalidad.

52. Corresponde, pues, que Dios, que es increado e inmutable, siembre en la virginidad, que
jamás se cambia en forma de mujer, las formas ejemplares de las inmortales y vírgenes
virtudes. ¿Por qué, entonces, oh alma, siéndote conveniente permanecer virgen en la mansión
de Dios, en contacto con la sabiduría, te mantienes alejada de ellas, y abrazas, en cambio, a la
sensibilidad, que te corrompe y mancha? He aquí por qué engendrarás un hijo confuso y
funestísimo, el fratricida y maldito Caín, una posesión que no es posesión. "Caín", en efecto,
significa "posesión".

53. XVI. Tal vez resulte extraño este modo de expresarse que, contra lo que es habitual,
emplea el legislador frecuentemente a propósito de muchas personas. Así, después de
ocuparse de los nacidos de la tierra,38 pasa a presentarnos al primer nacido de seres humanos;
y, aunque acerca de él no nos tiene dicho absolutamente nada, dice simplemente: "engendró a
Caín", como si muchas veces lo hubiera mencionado ya, y no se tratara de la primera vez que
lo introduce para ocuparse de él en la narración. '¿Qué clase de hombre es este Caín, oh
versado autor? ¿Qué nos has mostrado, poco o mucho, relativo a él antes?
38
Es decir, Adán y Eva. La perplejidad que manifiesta Filón a continuación surge de que
Moisés al mencionar por primera vez a Caín no ha aclarado su naturaleza y sexo.

54. Por cierto que no te era desconocido cómo deben asignarse los nombres con propiedad.
Algo más adelante lo pondrás, por ejemplo, en evidencia, cuando, al pasar a referirte a esta
misma Eva, digas que "conoció Adán a Eva; y, preñada, esta dio a luz un hijo, al que puso el
nombre de Set". (Gen. IV, 25.) Seguramente hubiera sido mucho más apropiado que en el
caso del primer vástago, que marcaba para los hombres el principio del engendramiento a
partir de ambos progenitores, aclararás primeramente que la naturaleza del engendrado era
masculina y a continuación dieras su nombre personal, Caín, si ése era.

55. Por lo tanto, puesto que no fue evidentemente la ignorancia de la manera como deben
asignarse los nombres, lo que le hizo pasar por alto el uso normal en el caso de Caín, valdrá
seguramente la pena indagar con qué propósito se expresó así al nombrar a los hijos de
nuestros primeros padres empleando la forma apropiada para una mención incidental de los
nombres en lugar de la que corresponde a una primera atribución de los mismos. Es posible
que, como por conjeturas me parece a mí, la causa sea la siguiente.

56. XVII. Es norma general de la multitud de los demás hombres el asignar nombres sin que
los mismos correspondan a las .cosas, de modo que nada tienen de común las cosas y las
denomina

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