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Desde la parte clínica, la evaluación conductual es considerada como una respuesta a las
necesidades evaluativas de la terapia conductual a través de un proceso que identifica las
conductas objetivo del cambio, así como las variables relevantes que se relacionan
funcionalmente con dichas conductas, y a partir de ello, establecer las técnicas de
intervención a utilizar para su modificación (Fernández-Ballesteros, 1994).
Diferentes autores como Fernández-Ballesteros (1980), Llavona (1984), Silva (1985), Barrios
y Hartman (1986) difieren en las fases para llevar a cabo la evaluación conductual, sin
embargo, la mayoría coincide en que se lleva a cabo a través de 3 fases principales: 1)
selección y descripción de las conductas problema, 2) selección de técnicas de intervención
y, 3) la valoración de los efectos producidos por la intervención (Godoy, 1993).