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Redefinir el concepto es uno de los retos que esta corriente está llamada a hacer, después de

años de perder adeptas y ser relacionado con estereotipos, en un camino aún carente de
equidad.
El avance de la mujer en materia política, social y económica, así como en términos de
igualdad y equidad de derechos con los hombres, es una conquista que debe atribuirse a la
acción del movimiento feminista en sus diversas vertientes, y a quienes lo han conformado
desde sus inicios hasta nuestros tiempos. “Muchas mujeres de hoy en día no tienen
conciencia de las luchas que se han tenido que librar para que las propias mujeres sean
sujetos de derecho”, explica la francesa Florence Thomas, docente de la Universidad
Nacional y feminista confesa.

El feminismo es una opción ético-política que busca la igualdad y equidad entre hombres y
mujeres. No aboga por la supremacía de uno sobre el otro, ni la discriminación por cuestión
de género. Según Ángela Inés Robledo, profesora de la Universidad Nacional y
especializada en literatura escrita por mujeres, “los derechos de las mujeres deben ir ligados
a los de los hombres, y viceversa”.

En pleno siglo XXI, muchas mujeres han dejado de identificarse con la ideología
feminista. Uno de los motivos responde a la falta de entendimiento del propio concepto y
su ideario inicial. “El feminismo trata de cerrar la deuda histórica que tiene el mundo con
las mujeres”, afirma Thomas.

Otra de las causas que perciben ambas profesoras para explicar esta falta de identificación
de las mujeres con el feminismo es la ausencia de conciencia generalizada de la necesidad
de seguir avanzando en la conquista de derechos que nos equiparen con los varones.
Robledo habla de que existen mujeres que consideran que el feminismo está obsoleto
amparadas en la idea de que el movimiento ha alcanzado ya su máxima expresión. Es decir,
“ya se han conseguido todos los derechos y libertades posibles para las mujeres”, añade.

La tendencia imperante a la estereotipación negativa, a la demonización e incluso


criminalización del movimiento también actúa en detrimento del feminismo. Se identifica
feminismo con aquella mujer amargada y masculina que rechaza y odia al hombre.

Esta posición, explica la profesora Robledo, se refuerza a través de la controversia que


generan determinados actos feministas, como los que implican irrumpir en lugares públicos
mostrando los pechos desnudos a modo de reivindicación. “¿Cómo se puede impactar hoy
en día si estamos inmersos en la sociedad del espectáculo, en la que incluso los reality
shows desnudan a la gente?”, se pregunta.
Sin embargo, Robledo reconoce que muchas de las formas de lucha del feminismo están
agotadas. “Esas formas corresponden a la imposición histórica de la izquierda. Pero parte
del lenguaje contestatario del feminismo se agotó en la medida en la que el socialismo ha
fracasado, no se cumplió”, afirma. Debido a esto, comenta, se hace necesario una
reorientación del movimiento cuyo principal objetivo sea cambiar la cotidianidad de los
comportamientos de ambos géneros para conseguir la equidad entre ellos, “especialmente
en el hogar y en lo que respecta a los derechos laborales y salariales”, concluye.

Por su parte, Ana María Araujo, profesora de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas
de la Universidad de la Sabana, distingue en la actualidad dos tipos de tendencias hacía las
que se inclina el feminismo del siglo XXI. Por un lado, el que lucha por los derechos que
permitan una conciliación de trabajo y familia real para mujeres y hombres, en igualdad de
condiciones. Este ideario, que coincide a grandes rasgos con el expuesto por la profesora
Robledo, pasa por hacer entender al varón que su rol ha cambiado y que debe ayudar a
crear una complementariedad con la mujer, sobre todo en materia de hogar y compromiso
emocional.

Florence Thomas, por el contrario, entiende el feminismo como un movimiento capaz de


romper las metáforas culturales que imperan en la sociedad, como la que identifica mujer
igual a mamá. Esta asegura que la maternidad es una opción, no una condición
irrenunciable de las féminas.

Resulta evidente pues que, en pleno siglo XXI, el feminismo está llamando a una
renovación que sume adeptas, en vez de perderlas en un mar de luchas asociadas a
estereotipos, especialmente cuando la equidad en temas de responsabilidades de hogar y
compensaciones laborales aún se está haciendo camino.
El índice de desigualdad de género en Latinoamérica

En el informe se hace énfasis en la necesidad de eliminar el techo de cristal al


que las mujeres se suelen enfrentar para lograr puestos directivos en empresas e
instituciones. Gustavo Arriola, coordinador del informe nacional del PNUD,
explica que “los puestos más altos todavía siguen estando predominantemente
entre los hombres”. Por cada dólar que los hombres guatemaltecos reciben,
añade, las mujeres ganan 56 centavos, lo que también evidencia la desigualdad
salarial.

“Las exclusiones son sistemáticas y hay muchos otros datos que abonan a que las
mujeres en Guatemala estén excluidas desde la niñez. Tienen menor posibilidad
de educarse”, continúa Arriola. El experto argumenta que las niñas y
adolescentes abandonan la escolaridad antes que los niños, “no precisamente para
incorporarse al mercado laboral, sino porque deben atender al cuidado de otros, a
labores reproductivas”.

“Las exclusiones son sistemáticas y hay muchos


otros datos que abonan a que las mujeres en
Guatemala estén excluidas desde la niñez.
Tienen menor posibilidad de educarse”
Según los datos que maneja el PNUD, solo el 41% de las mujeres mayores de 15
años participan en la economía, lo cual oculta una forma no remunerada de
trabajo: el trabajo en el hogar. En cambio, el 85% de los hombres ya están
incorporado al mercado laboral desde los 15 años. La cifra supera el 90% a partir
de los 20 años, mientras que la de las mujeres apenas sube del 50%.

Este dato se extrae de analizar el ingreso nacional per cápita. El PNUD examina
la probabilidad de que hombres y mujeres accedan a este ingreso. Para ello, se
toma en cuenta el número de personas de cada sexo que tiene acceso a un trabajo
agrícola no remunerado; cuántas participan en la economía nacional y otros
factores de capacitación. Según Arriola, es una información bastante acertada,
que coincide con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida.

Rebeca Arias, coordinadora residente del Sistema de las Naciones Unidas y


representante del PNUD, explica que la inequidad se observa también en
aspectos como la participación de las mujeres en la política o el acceso a la
educación y a la salud. “Uno de los datos que presenta el informe es el de la baja
participación de las mujeres en la política. El informe presenta un dato de 14% de
participación de las mujeres en el Congreso de la República. Esta información es
de 2015, pero los datos después de las elecciones no son muy diferentes. No ha
habido un cambio sustancial”, matiza. Incluso, añade, la participación en los
gobiernos locales no llega al 3%.

"Cuando hay un intento de reformar la ley para que haya cuotas, hay una
oposición fortísima de unos grupos de poder", recuerda Arriola.

"Cuando hay un intento de reformar la ley para


que haya cuotas, hay una oposición fortísima de
unos grupos de poder"
La desigualdad entre hombres y mujeres en escenarios como la política
latinoamericana se evidenció a inicios de marzo de este año en un trabajo
especial coordinado por la organización Connectas —y en el que participó Plaza
Pública—. En el análisis “Mujeres y Poder”, Guatemala ocupa uno de los

puestos más bajos, tanto en la equidad de género en la representación en los


organismos Legislativo y Ejecutivo, como en la aprobación de leyes de género.
Guatemala tiene un reto: reducir la brecha entre
hombres y mujeres
Guatemala es una de las economías más importantes de Centroamérica,
aunque sus niveles de pobreza, desigualdad, desnutrición y mortalidad
materno-infantil siguen siendo elevados a pesar de las mejoras que se
han producido en la última década. El país centroamericano está
posicionado a la cola del Índice de Desarrollo Humano en el puesto
125 de 187 países. Alrededor de dos millones de guatemaltecos se
encuentran en riesgo de padecer hambre, según la FAO, y la mitad de las
niñas y los niños se encuentran en una situación de desnutrición crónica.

Las mujeres guatemaltecas representan el 51% de la población total


y, lamentablemente, el país tiene uno de los índices más bajos de
equidad de género de Latinoamérica y el Caribe en derechos básicos
como educación, salud, empleo, alimentación y participación política.
Según el Índice de equidad de Género (IEG) elaborado por Social Watch
en 2012, Guatemala presenta un IEG de 49, situándose entre los países
con menores índices. La participación económica de las mujeres y su
empoderamiento son los puntos en los que los niveles son más
bajos. A nivel mundial, los países con mayor desigualdad de género son
Afganistán, Yemen, Chad, Níger y República del Congo.

Las barreras a las que se enfrenta la mujer en Guatemala


Guatemala se enfrenta al gran reto de disminuir las grandes brechas
entre mujeres y hombres, en especial, en las zonas rurales donde el
número de población indígena es mayor. En estas situaciones se agudiza
la desigualdad ya que las mujeres indígenas están discriminadas
doblemente: por ser mujer y por su condición étnica.

En el ámbito de la educación, se estima que alrededor de cuatro millones


de niños y jóvenes en edad escolar están fuera del sistema educativo. Las
tasas de analfabetismo, aunque han disminuido, afectan en mayor
medida a la población femenina ya que dos de cada diez mujeres no
saben leer ni escribir. Su participación en la escuela primaria y
secundaria es inferior a la de los hombres y permanecen menos años
escolarizadas. En grupos de población indígena las mujeres están un
promedio de tres años en la escuela, mientras que en comunidades no
indígenas rondan los cinco años.

En Guatemala la incorporación de las mujeres al empleo asalariado


ha sido lenta. Las mujeres guatemaltecas se dedican, en general, a
actividades relacionadas con el área de cuidados, servicios, manufacturas
y agricultura, actividades menos remuneradas.

La participación femenina en los espacios de toma de decisiones va en


aumento, aunque en el Congreso de la Republica solo un 14% de los
escaños son ocupados por mujeres. Según el último informe de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio de Guatemala, anterior a que se
aprobaran los nuevos ODS, un reto importante está siendo que las
mujeres propuestas por los partidos políticos aumenten, ya que en las
últimas elecciones no ascendieron a más del 25%.

El país marcado por la criminalidad, la violencia y el conflicto tiene una


de las tasas de crímenes violentos más altas de Centroamérica y una vez
más, la mujer es la más afectada por ello.

En las últimas décadas, Guatemala ha avanzado en distintos aspectos


muy importantes. Sin embargo, el camino a recorrer aún es largo para
lograr disminuir los niveles de pobreza, las desigualdades económicas y
sociales y construir una sociedad en la que hombres y mujeres
tengan acceso a los mismos derechos y oportunidades, sobre todo en
las zonas rurales.
El caso de María Isabel Véliz Franco

El caso de Véliz Franco fue el primero en llegar a la CIDH por temas de femicidio. Su
mamá, Rosa Elvira Franco Sandoval —en la imagen— aún está a la espera de que el Estado
de Guatemala acate la sentencia de la Corte.

María Isabel Véliz Franco desapareció el 16 de diciembre del 2001, luego de salir de su
trabajo. Para esa fecha, tan solo tenía 15 años.

Dos días después, su cuerpo fue encontrado en un terreno baldío, en Ciudad San Cristóbal,
zona 8 de Mixco. Aparte de su asesinato, la adolescente fue torturada y violada.

Desde entonces, su mamá, Rosa Elvira Franco Sandoval, ha emprendido una fuerte y
consecuente lucha para que se haga justicia, cuestión que no ha sido fácil, pues ha recibido
amenazas de muerte por parte de desconocidos.

Ya han pasado 14 años y no existen investigaciones sobre los hechos, mucho menos
captura de sospechosos ni sentencias.

De hecho, en los días posteriores al crimen, Franco Sandoval denunció la indiferencia de


las autoridades. “Llegaron a decir que mi hija era pandillera o prostituta, y que por eso la
habían matado”, expresa, vía telefónica. “Nada de eso era cierto; ellos, además, tenían la
obligación de investigar, cosa que jamás hicieron”, declara.

Por ello, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de la Organización de


Estados Americanos, juzgó al Estado de Guatemala por denegar justicia a la familia de la
quinceañera.
De esa cuenta, la 28 de julio del 2014, esa institución emitió una sentencia que dejó a la luz
pública la impunidad que existe en el sistema de justicia guatemalteco.

La Corte dictaminó que la investigación del suceso no cumplió con las debidas pautas de
diligencia —los detectives llegaron al sitio donde fue encontrada María Isabel, pero hasta
un año después— y refirió que en Guatemala existen prejuicios y estereotipos sobre el rol
social de las mujeres.

Frank M. Afflitto, doctor en Criminología, Derecho y Sociología por la Universidad de


California, quien ha seguido el caso de la adolescente, indica en un documento que “el
femicidio es una forma de genocidio, porque pretende aniquilar a la población joven, con
total saña, y que trata a las mujeres como objetos desechables (...) Asimismo, es una forma
de terror estatal, cuyo comportamiento se aprendió durante la guerra contrainsurgente”.

Escribe, además, que el femicidio depende de la complicidad e impunidad de las


autoridades competentes.

En su sentencia, la CIDH determinó que hubo omisión de búsqueda, lo cual implica que el
Estado, en perjucio de María Isabel, faltó en su deber de prevenir violaciones a los derechos
a la vida e integridad personal, lo cual está contemplado en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con los derechos del niño. Afflitto también detalla que el
Estado incumplió en su deber de prevenir la violencia contra la mujer.

Ante ello, el Tribunal ordenó al Estado de Guatemala reconducir las investigaciones de


forma eficiente y abrir los procesos penales correspondientes; efectuar un acto de disculpas
públicas; fortalecer al Instituto Nacional de Ciencias Forenses; aplicar de forma correcta la
Ley contra el Femicidio y otras formas de violencia contra la mujer; capacitar a los
funcionarios del sector Justicia —entre ellos fiscales y agentes de la Policía Nacional
Civil—; brindar atención médica o psicológica a Rosa Elvira Franco Sandoval; y pagar las
indemnizaciones por daños materiales e inmateriales.

El plazo para su cumplimiento finalizó el 28 de julio de este año. El Estado de Guatemala


no ha hecho nada.

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La madre de María Isabel afirma que aún no se le ha pagado el resarcimiento ordenado por
la CIDH, ni se le ha brindado atención médica y psicológica.

Tampoco se han dado las disculpas públicas, las cuales, según Franco Sandoval, las debería
dar el presidente Otto Pérez Molina. “He tratado de comunicarme con él en tres ocasiones y
no ha atendido. La Comisión Presidencial de Derechos Humanos —el ente encargado de
coordinar el acto— se ha escudado en la crisis política que atraviesa el Gobierno, pero eso
no tiene nada que ver con el caso de mi hija”, refiere.

“Pérez Molina solo respondió que anduvo ‘preocupado y afligido’”, añade Afflitto en su
texto titulado Los cuatro jinetes: el femicidio, el genocidio, el terrorismo y la impunidad, el
cual hizo llegar a la Redacción de este diario vía electrónica.

Hasta ahora, Rosa Elvira Franco Sandoval espera que se haga justicia después de casi 14
años del crimen perpetrado contra su hija María Isabel.

El caso de Veliz Franco Vs. El Estado de Guatemala en la Corte Interamericana de


Derechos Humanos

Primer caso de femicidio en Guatemala llega a la Corte Interamericana

Ciudad de Guatemala y San José, 7 de mayo de 2012- La Corte Interamericana de


Derechos Humanos, con sede en Costa Rica, conocerá el caso del femicidio de la niña
María Isabel Véliz Franco, ocurrido en 2001, tras serle remitido el pasado 3 de mayo por
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, desde su sede en Washington D. C.
María Isabel y sus familiares, son representados por la Red de la No Violencia contra las
Mujeres en Guatemala (REDNOVI) y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional
(CEJIL). En 2004, ambas organizaciones presentaron una denuncia ante la Comisión
debido a que el Estado guatemalteco no investigó diligente, exhaustiva ni seriamente el
asesinato.
PUBLICACIÓN: 07.MAYO.2012

Ciudad de Guatemala y San José, 7 de mayo de 2012- La Corte Interamericana de


Derechos Humanos, con sede en Costa Rica, conocerá el caso del femicidio de la niña
María Isabel Véliz Franco, ocurrido en 2001, tras serle remitido el pasado 3 de mayo por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, desde su sede en Washington D. C.

María Isabel y sus familiares, son representados por la Red de la No Violencia contra las
Mujeres en Guatemala (REDNOVI) y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional
(CEJIL). En 2004, ambas organizaciones presentaron una denuncia ante la Comisión
debido a que el Estado guatemalteco no investigó diligente, exhaustiva ni seriamente el
asesinato. Las pesquisas han estado viciadas por retardos injustificados, pérdida de
evidencias, omisiones de líneas de investigación relevantes e incluso por la estigmatización
de la propia víctima y de su familia por parte de las autoridades.

Guatemala registra índices alarmantes en casos de violencia contra las mujeres, con
impunidad y falta de protección a las víctimas y sobrevivientes, lo cual propicia la
repetición de hechos similares.

Según datos de fuentes oficiales, recopilados por Grupo Guatemalteco de Mujeres, entre
2000 y 2011, han muerto violentamente 6,638 mujeres en Guatemala. Solo en 2011, 710
mujeres perdieron la vida de forma violenta. El Ministerio Público y el Organismo Judicial
informan que la violencia contra la mujer es el tercer delito más denunciado en el país. El
índice de impunidad de estos crímenes alcanzan el 99% en relación a los casos ingresados,
es decir que solo el 1% obtiene sentencias.

El último informe de la oficina en Guatemala de la Alta Comisionada para los Derechos


Humanos, de enero pasado, expresó que “la crueldad con la que algunos de estos crímenes
fueron perpetrados muestran cuán profundamente enraizados están los patrones de
discriminación en la sociedad, y también revela la falta de medidas institucionales para
detenerlos”.

La REDNOVI y CEJIL expresan su satisfacción por el envío de este caso ante el más alto
tribunal del continente pues es una oportunidad de que este ordene medidas concretas para
superar las causas de los altísimos índices de violencia contra las mujeres y su impunidad.

A más de diez años de ocurridos los hechos, Guatemala debe investigar, procesar y
sancionar a los responsables del crimen contra María Isabel Véliz Franco. Asimismo, el
Estado tiene la obligación de tomar las acciones necesarias para fortalecer política y
financieramente a la institucionalidad existente en materia de prevención, atención, sanción
e investigación de violencia contra las mujeres en Guatemala.

Los hechos.

El 16 de diciembre de 2001, Rosa Franco denunció ante las autoridades guatemaltecas la


desaparición de su hija María Isabel Véliz Franco, de 15 años de edad. No obstante, las
instituciones del Estado no realizaron diligencias para determinar su paradero. El 18 del
mismo mes fue hallado su cuerpo, el cual mostraba diversas señales de abuso. Desde
entonces, su madre ha pedido que se esclarezcan los hechos y se sancione a los
responsables. Hasta la fecha, esto no ha ocurrido.

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