01 Integridad

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Las instituciones son como los árboles, impiden las inundaciones porque fijan el agua. Si
las destruimos tarde o temprano se producirá el desbordamiento. (“En Blanco y Negro”, N° 4)

Reflexiones, integridad
Por Aarón Morales

Integridad es un requisito indispensable que se debe exigir a cualquiera que pretenda gobernar
un país, una empresa, una familia o un club. Pero para exigir primero hay que ser.
Integridad es vivir y actuar coherentemente, bajo cualquier circunstancia. Una persona es
íntegra cuando actúa como predica.
Integridad es saber aceptar errores y sus consecuencias, es ejercer la autocrítica con objetividad
y tomar positivamente los comentarios adversos. Un comportamiento íntegro no busca culpables
por resultados de propia responsabilidad y no esconde “fracasos”. La persona íntegra no actúa
para quedar bien, ni para agradar, ni para obtener un premio a cambio. Es consciente que el
comportamiento con integridad muchas veces ocasiona sacrificio personal.
Un comportamiento íntegro orienta las discusiones hacia la posibilidad de converger a un nivel
superior en busca de la verdad, aunque el hacerlo se cruce con sus intereses. Promueve la
discrepancia y entiende, atiende y apoya puntos de vista discrepantes con los suyos. Sabe que
esa práctica finalmente encuentra ese juicio superior que ilumine a todos. Tal comportamiento
marcará la diferencia entre un político y un simple entusiasta. Y el gobierno –de un país,
empresa, o club– es oficio de políticos. La práctica de la integridad asegura el futuro.
La integridad entiende que los medios son más importantes que los fines. Quien no lo
entienda hará más daño mientras más alto llegue.

Los peruanos hemos sido testigos del comportamiento de tantos entusiastas que llegaron al
Gobierno con una carencia absoluta de integridad. El oficio de político no es posible aprenderlo
de la noche a la mañana.
El que mintió para llegar seguirá mintiendo para mantenerse y mantendrá ese comportamiento
de maltratar a los que no piensen como él, mientras sienta que tiene poder. Actúa así porque no
tuvo una organización que lo educó, lo orientó y ante quien tenga que dar cuenta. Ese individuo
buscará, casi siempre, el respaldo de las fuerzas armadas, que históricamente se pusieron al
servicio de poderosos sin integridad.
La deuda externa de los 70-80 que hipotecó al Perú, el terrorismo y la actual situación de
inseguridad son la herencia de una cultura carente de integridad que debilitó la
institucionalidad.
Una sociedad se comporta con integridad cuando no acepta soluciones fáciles –que
generalmente no reparan en medios–. Una sociedad que consuetudinariamente apañó dictaduras
y que respalda abusos por comodidad o interés pasajero carece de autoridad para exigir
integridad.
No se puede exigir lo que no se es.

La corrupción como norma de comportamiento social, el último puesto en las pruebas PISA, la
inseguridad sin control, son la cosecha de lo que los peruanos hemos sembrado desde hace
mucho. Las cosas no mejorarán de la noche a la mañana y cambiarán cuando verdaderamente lo
merezcamos, cuando aprendamos a comportarnos con integridad.
No perdamos el tiempo buscando a quién culpar y a quién encargarle la cura milagrosa, que no
existe.

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REFLEXIONES XXI

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