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PROGRAMA No.

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2 REYES

Cap. 20:20 - 22:6

Al continuar hoy nuestro estudio del capítulo 20 de este Segundo Libro de Reyes, vamos
a considerar ahora, la muerte de Ezequías. Estamos ya al final de este capítulo, y vamos a
comenzar hoy, leyendo los versículos 20 y 21:

2 Reyes 20:20-21 “. . . y reinó en su lugar Manasés su hijo.”

Ahora, es posible que sea malo decir, lo que vamos a decir, pero creemos que habría
sido mejor si Ezequías hubiese muerto al tiempo señalado. El cometió tres hechos
disparatados después que Dios prolongó su vida. En primer lugar mostró sus tesoros a
Babilonia. Esto ocasionó gran dificultad en el futuro. En segundo lugar, engendró a
Manasés, quien llegó a ser el rey más malo de todos. Y en último lugar, en sus últimos
años, manifestó una arrogancia, casi insolente. Su corazón se llenó de soberbia. Allá en el
Segundo Libro de Crónicas, capítulo 32, versículo 25, leemos: “Mas Ezequías no
correspondió al bien que le había sido hecho, sino que se enalteció su corazón, y vino la ira
contra él, y contra Judá y Jerusalén.” Es por esto que decimos que quizá hubiera sido
mejor si Ezequías hubiera muerto en el tiempo originalmente señalado por Dios.

Es por eso, que debemos tener mucho cuidado. El Señor nos ha salvado y no debemos
hacer nada que le cause oprobio. Amigo oyente, este capítulo 20, del Segundo Libro de
Reyes, es un capítulo maravilloso. Tenemos un maravilloso Padre Celestial ¿no le parece?

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¿Está usted enfermo? No acuda a algún hombre o mujer; cuán engañoso es eso. Acuda a
su Padre Celestial. El es el Gran Médico, el Médico por excelencia. Lleve su enfermedad,
lleve su caso al Perito, al Especialista. Y Dios sí manejará las cosas en el caso suyo, como
deben ser manejadas.

Y pasamos ahora, al capítulo 21 del Segundo Libro de Reyes. Y en este capítulo,


tenemos el reinado de Manasés; su gran idolatría y su maldad, la cual ocasiona profecías
contra Judá. Tenemos también, el reinado malo de Amón, quien es asesinado por sus
siervos y los asesinos, son a su vez muertos por el pueblo. Luego, Josías, es hecho rey.
Manasés, hijo de Ezequías es el rey más malo de todos, aun sobrepasando a Acab y a
Jezabel. Ahora, siendo que Manasés tenía 12 años cuando comenzó a reinar, y Ezequías
reinó por 14 años, después de ser sanado de su enfermedad, sabemos entonces que Manasés
nació después de la mejoría de Ezequías. Amón, sucede a Manasés en el trono y es tan
malo, como lo fue su padre. Sus siervos conspiraron contra él y le dieron muerte en su
propia casa. Luego, Josías su hijo, asciende al trono de Judá.

El capítulo 21 nos viene como un chasco, después del capítulo 20. Sin embargo, hay un
gran mensaje aquí para nosotros. Ezequías fue el mejor rey desde David. No hubo
ninguno que pudiera compararse con él. Y, era semejante a David también de otras
maneras. Ninguno de estos dos hombres fue un buen padre. Ezequías engendró a un hijo
que fue el rey más malo que jamás reinara en el reino sureño. A la verdad, le angustia a
uno leer acerca de Manasés, hijo de Ezequías, saliendo así como salió. Ahora, no podemos
confirmar la declaración que vamos a hacer, pero creemos que la gloria – shekinah – la que
Ezequiel vio en una visión, partió durante el reino de Manasés. Al parecer, la gloria –
shekinah – estuvo presente durante el principio del reinado de Manasés, y no vemos ningún
evento después de su reinado, que hubiera causado la partida de la presencia visible de
Dios. Cuando la presencia de Dios se apartó del Templo, este llegó a ser un lugar desolado.
Así como nuestro Señor lo dijo en Sus tiempos, el Templo fue dejado desierto por Dios. El
Señor Jesucristo dijo allá en el evangelio según San Mateo, capítulo 23, versículo 38: “He

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aquí vuestra casa os es dejada desierta.” Ahora, esta es nuestra propia especulación y
nuestra propia opinión, pero, creemos que la gloria de Dios se apartó durante el reinado de
este pícaro Manases.” Bien, comencemos entonces leyendo el primer versículo de este
capítulo 21 del Segundo Libro de Reyes:

2 Reyes 21:1 “. . . el nombre de su madre fue Hepsiba.”

Manasés empezó su reinado siendo un niño de doce años. Y era pícaro. Ahora, alguien
dirá: “Es joven. Y ya le pasará con la edad.” Bueno, no le pasó con la edad. El hecho es
que fue de mal en peor. Reinó por cincuenta y cinco años, y Dios le dio muchas
oportunidades para cambiar sus caminos. Dios, amigo oyente, siempre es paciente. Dios,
no quiere que ninguno perezca.

Ahora, notamos aquí, que el nombre de la madre de Manasés, se menciona. Se llamaba


Hepsiba. Y ella tendrá que aceptar la responsabilidad por el comportamiento de su hijo.
Si hay alguna gloria, ella recibirá esa gloria también. Puede haber sido una maravillosa
madre, eso no lo sabemos. No sabemos cómo es que Hepsiba crió a este muchacho, pero el
hecho es que Manasés fue un pícaro. Leamos ahora, el versículo 2:

2 Reyes 21:2 “. . . Jehová había echado de delante de los hijos de Israel. “

Manasés fue tan malo como cualquier pagano que Dios expulsó de la tierra, cuando
trajo a esa tierra a Su pueblo. Y continuamos leyendo el versículo 3:

2 Reyes 21:3 “. . . de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas.”

Ahora, Ezequías había destruido los lugares altos de adoración. Todo su trabajo se
frustró porque ahora, Manasés volvió a erigir esos altares a Baal. Manasés adoraba a todo

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el ejército de los cielos y los servía. Y eso quiere decir que adoraba al sol, la luna, las
estrellas, y todo el ejército de los cielos. Esta adoración tenía mucho en común con la
adoración pagana más tarde, de los dioses griegos, como Apolo y Diana, y muchos otros.

Ahora, alguien dirá: “Ah, pero vivimos en unos tiempos muy distintos.” La verdad es
que no vivimos en tiempos muy diferentes, amigo oyente. Se puede entrar en casi cualquier
tienda, hoy en día para comprar un paquetito, cuyo contenido puede informarle bajo cuál
estrella nació usted, y todo en cuanto a usted mismo. Hay muchos que hoy en día, todavía
adoran a todo el ejército de los cielos. Pero debemos recordar que hoy en día, tal como
entonces, todo esto es abominación contra Dios y Su Hijo Jesucristo. Continuemos ahora,
leyendo los versículos 4 hasta el 8:

2 Reyes 21:4-8 “. . . a toda la ley que mi siervo Moisés les mandó.”

Manasés desafió al Dios Todopoderoso. Edificó altares paganos en la misma ciudad de


la cual Dios había dicho: “Yo pondré mi nombre aquí, y no quiero que edifiquen aquí otros
templos paganos.” Y claro que Jerusalén era esa ciudad. Y no sólo edificó altares paganos
en la ciudad, sino que los edificó hasta en el mismo Templo. Aun hizo que sus propios hijos
pasaran por el fuego. Esto quiere decir que reavivó el sacrificio humano en aquel entonces.
Tenían la costumbre de calentar al rojo vivo una imagen, para luego meter en ella a un
bebé. Lo que hacían, pues, era nada menos que satánico. Ahora, esta gente no lo sabía,
pero se estaban preparando para viajar. Dios los había puesto en aquella tierra prometida
y había prometido guardarlos allí con tal que le obedecieran. Pero, no obedecieron, y por
tanto veremos que muy pronto serán llevados cautivos a Babilonia. Continuemos, ahora,
leyendo el versículo 9 de este capítulo 21 del Segundo Libro de Reyes:

2 Reyes 21:9 “. . . Jehová destruyó delante de los hijos de Israel.”

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Ahora, no es que Manasés fue tan malo como los paganos, sino que fue peor que los
paganos. Y tenemos noticias para él. El pueblo se irá de esta tierra. Dios no permitirá que
se queden allí, debido a su maldad. Consideremos ahora, la reprensión contra Manasés,
sus otros pecados y su muerte. Prosigamos leyendo los versículos 10 hasta el 13 de este
capítulo 21 del Segundo Libro de Reyes:

2 Reyes 21:10-13 “. . . un plato que se friega y se vuelve boca abajo.”

Así como Dios había juzgado al rey Acab y al pueblo de Israel, Dios ahora juzgará a
Jerusalén y a Judá. Dios dijo que iba a limpiar a Jerusalén así como un hombre limpia un
plato. Es decir, Dios iba a fregar algunos platos, ahora. Dios iba a expulsarlos de esa
tierra.

Amigo oyente, ¿Ha creído usted por algún momento que no tenía necesidad de Dios?
Puede ser que usted sea muy vivo y que haya conocido mucho del mundo, pero usted está
caminando sobre la tierra de Dios; inhala Su aire, disfruta de Su sol, y bebe Su agua. El le
dio el cuerpo que usted tiene. Permítanos, pues, decirle que Dios dice que de vez en
cuando, El lava la loza. Las naciones de todos los siglos están acostadas a lo largo de la
carretera del tiempo, y están en ruinas. ¿Sabe usted por qué? Porque hicieron lo mismo
que nosotros hacemos hoy: vivieron sin Dios; dijeron que no necesitaban a Dios. Y resulta
que nosotros estamos diciendo lo mismo. Decimos que no necesitamos a Dios. Amigo
oyente, Dios dijo que iba a limpiar a Jerusalén así como un hombre limpia un plato. Y
proseguimos leyendo los versículos 14 y 15 de este capítulo 21 del Segundo Libro de Reyes:

2 Reyes 21:14-15 “. . . que sus padres salieron de Egipto hasta hoy.”

Dios dice que quitará Su dedo del dique, y el enemigo entrará entonces como una
inundación. Continuemos ahora considerando a Manasés. Leamos el versículo 16:

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2 Reyes 21:16 “. . . Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová.”

Cuando un hombre o una nación peca, no peca de una sola manera, sino de muchas
maneras. Y nosotros nos hemos olvidado de Dios, a tal punto que se está aceptando la
inmoralidad como algo normal. Hay desorden, hay asesinato. Algunas compañías se están
mudando de las ciudades más grandes para tratar de escapar del desorden. Pues, bien, no
se puede huir de eso hasta cuando el pueblo se vuelva a Dios. Ese es el primer paso.
Manasés fue culpable de homicidio. Hizo lo malo ante los ojos de Jehová. Y continuamos
leyendo los versículos 17 y 18:

2 Reyes 21:17-18 “. . . Uza, y reinó en su lugar Amón su hijo.”

Esta es, pues, la historia de Manasés. No hay mucho que decir de él, excepto que fue
malo y depravado y que al fin, murió. Tenemos luego, el reinado de Amón sobre Judá.
Leamos los versículos 19 al 22 de este capítulo 21 del Segundo Libro de Reyes:

2 Reyes 21:19-22 “. . . y no anduvo en el camino de Jehová.”

Amón siguió el ejemplo de su padre. Hizo lo malo ante los ojos del Señor. Desechó al
Señor. Por eso, el Señor también lo desechó a él. Tenemos luego, la muerte de Amón.
Leamos los versículos 23 al 26:

2 Reyes 21:23-26 “. . . Uza, y reinó en su lugar Josías su hijo.”

La maldad de Amón condujo a una revolución. Hoy en día, parece que en el mundo
entero estamos en camino a una revolución. Es una lástima que nuestros líderes parezcan
tener interés solamente en ser elegidos. Parece que están dispuestos a vender a su país para
poder lograr sus deseos. Vivimos en tiempos peligrosos, amigo oyente. Ahora, esta sección

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nos conduce al último de los grandes reyes. Uno de los avivamientos más grandes ocurrió
durante su reinado.

Llegamos, pues, al capítulo 22 del Segundo Libro de Reyes. En este capítulo, tenemos el
buen reinado de Josías, quien se ocupa en reparar el templo. Hilcías, halla un libro de la
ley. Y por último, tenemos la profecía de Hulda. En los capítulos 22 y 23, veremos que
Josías empieza a reinar cuando tiene 8 años, y reina por 31 años. Es uno de los mejores
reyes, entre los que reinaron después de Salomón. Un gran avivamiento llega a la nación.
Hilcías el sumo sacerdote, es su consejero y ayudante. Tenemos luego, los 7 pasos del
avivamiento que son, en primer lugar, el Templo es reparado. En segundo lugar, hay un
regreso a la Palabra de Dios. En tercer lugar, el pueblo es convencido de su pecado. En
cuarto lugar, hay una extirpación de la idolatría. Quinto, hay asimismo una extirpación de
la inmoralidad. En sexto lugar, se reinstaura la celebración de la Pascua. Y en séptimo
lugar, hay más reformación.

Al finalizar esta sección en el capítulo 23, veremos que Josías es muerto por Faraón
Necao rey de Egipto. Joacaz, hijo de Josías reina por dos meses, y luego el rey de Egipto
hace rey a Eliaquim, otro hijo de Josías y cambia su nombre por el de Joacim, pero Joacim,
hace lo malo. Comencemos, pues, leyendo el primer versículo de este capítulo 22 del
Segundo Libro de Reyes:

2 Reyes 22:1 “. . . de su madre fue Jedida hija de Adaía, de Boscat.”

Sin duda que usted ha notado, que algunos de estos reyes eran muy jóvenes cuando
empezaron a reinar. Y dice el versículo 2:

2 Reyes 22:2 “. . . David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda.”

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Ahora, el sol ha salido nuevamente. La luz brilla una vez en esa tierra. Josías ha
llegado al trono. Este rey dirigió un movimiento que resultó en el avivamiento más grande
que este pueblo jamás experimentara, después de los días de David y Salomón.

Ahora, Josías es rey sobre el reino de Judá en el sur. Usted recordará que el reino del
norte, ya había sido llevado al cautiverio. Fueron llevados cautivos durante el reinado de
Ezequías, en el sur, quien fue otro rey benigno y sobresaliente. Luego Manasés y Amón,
ambos reyes malvados, llegaron al trono de Judá. Ahora, Josías está en el trono. Y leemos
que reinó por treinta y un años y fue buen rey. Durante su reinado, Nahum, Habacuc,
Sofonías y Jeremías, sirvieron como profetas.

Ahora, pensamos entresacar de esta porción algunos pasajes que indican la manera en
que Josías reinó, y cómo vino el avivamiento. Es nuestra firme convicción hoy, que lo único
que puede salvar a la humanidad es la pronta venida de Cristo, o un reavivamiento. Habrá
entonces, o reavivamiento, o revolución.

Hay corrupción en los gobiernos, en todos los niveles. Hay corrupción en todas las
organizaciones. La inmoralidad y el desorden abundan. Prevalecen el sexo, el licor, las
drogas, revistas asquerosas, películas obscenas, escándalos y motines. La humanidad se
revuelca como cerdo en una pocilga. Somos como el hijo pródigo en una provincia
apartada, que se encontró en el chiquero con los cerdos. Tenemos, pues que escoger entre
reavivamiento o la revolución. Los partidos políticos están dispuestos a vender la
primogenitura de sus países para poder quedarse en el poder.

La Iglesia, por su parte, hoy en día está bajo la plaga de la apostasía. El liberalismo
tiene un lugar de predominio en la Iglesia organizada. Hay muchos que niegan en forma
descarada la Palabra de Dios, aún en los llamados círculos evangélicos. La Palabra de Dios
ha sido perdida en la Iglesia. Algunos ateos se encuentran hasta en los púlpitos.

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Lo primero que tenemos que reconocer, amigo oyente, es que el reavivamiento es
personal e individual. No creemos que el reavivamiento empiece como un movimiento en
masa. No creemos que haya comenzado así en el pasado. Lo que necesitamos hoy, amigo
oyente, no es que los políticos llamen aviesos a otros políticos. Lo que necesitamos es que
un político diga: “Me he equivocado. Pienso volverme a Dios, ahora.” Luego, necesitamos
otros políticos que sigan ese ejemplo. Sería extraño, y tememos que hasta asustaría a
nuestras naciones. Pero, eso es lo que necesitamos. Necesitamos hombres en nuestros
países que digan como el salmista: “Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está
dispuesto.” Continuemos ahora, con el capítulo 22 del Segundo Libro de Reyes y leamos los
versículos 3 hasta el 6:

2 Reyes 22:3-6 “. . . y piedra de cantería para reparar la casa.”

Lo segundo que Josías hizo fue reparar el Templo. Lo primero que hizo fue hacer lo
recto ante los ojos de Jehová. Ahora, el Templo no estaba en uso cuando Josías llegó al
trono. Se había convertido en un tipo de almacén, un depósito de sobras y deshechos.
Mandó, pues, al pueblo que trabajara y que se ocupara en reparar el Templo.

La Iglesia hoy en día es muy semejante al Templo en los tiempos de Josías. Está en
gran necesidad de reparación. No estamos hablando en cuanto a los edificios. Hay muchos
hermosos edificios que sirven como Templos. Pero, no nos referimos a ellos. Muchas de
nuestras Iglesias de teología más conservadora, hoy en día están separadas por contienda y
riñas ociosas. Tienen edificios grandes y bellos, pero, amigo oyente, el Espíritu de Dios no
está allí. Parece como si el Señor Jesucristo hubiera dicho: “Vuestra casa os es dejada
desierta.” La Iglesia ya no se ocupa en testificar, aunque ese es su deber. La Iglesia debe
testificar por el Señor.

Josías, pues, acabó con toda la idolatría que había en la ciudad de Jerusalén. Los ídolos
que habían sido levantados por su abuelo Manasés, ahora habían sido quitados. La casa de

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Dios estaba deteriorada, y las órdenes de Josías eran de reparar el Templo. Y, amigo
oyente, si hay reavivamiento, tendrá que ser entre el pueblo de Dios. Aquí es donde la
reparación tiene que comenzar.

Bien, vamos a detenernos aquí por hoy, amigo oyente, porque nuestro tiempo ya ha
concluido. Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo programa.

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