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LA HISTORIA DE

COMO UN CORAZÓN SE VOLVIÓ DULCE


Por: Mauro Rampoldi
“No cesaremos de explorar y el
final de todo nuestro explorar
será llegar al punto de partida
y conocerlo por primera vez”

T.S. Eliot.
I
Las personas necesitan comida y agua
para ser fuertes y sanas; las plantas
también. Las plantas verdes usan agua
para hacer su propio alimento Si no tienen
suficiente agua, se marchitan y se secan.

Existió un hombre, quien a la edad de 36 años, gozaba de una tranquila vida en un hermoso
campo. Jairo era su nombre y se dedicaba al cultivo de plantas en su invernadero. Existía el rumor
que al entrar a ese hermoso sitio llegaban, de los más recónditos espacios, recuerdos divinos,
como por ejemplo el olor de la primavera en una juventud lejana, el aleteo de una abeja en un
campo de flores o la perfecta sincronía que existía en el silencio de la naturaleza. Cada aroma de
ese invernadero era un recuerdo oculto que se guardaba en lo más profundo de nuestro tesoro.
Cada uno de ellos estaba grabado en la memoria del universo y Jairo, sin aún percatarse de su
milagro, era el que las cultivaba.

Jairo vivía en una pequeña casa de madera que a veces olía a pino para los días de lluvia y se
barnizaba del rojo cálido para los atardeceres. En su gran terreno poseía, en la parte trasera de su
patio, un pozo muy profundo de donde podía extraer agua fresca para regar sus plantas en el que
descansaba un joven árbol que vivía apoyado a un costado, el cual cubría con una delgada sombra
parte del suelo seco del jardín. Tenía todo lo necesario, sin desear más, para vivir en armonía.
Todo lo que allí había, hasta ese entonces, era paz.

Un día, en los que se acercó al pozo, tal como el hombre a sus pensamientos, ocurrió un suceso
que, como un pescador, recogió con un hilo un pez olvidado en su interior. Al costado observó un
objeto que le llamó profundamente la atención; había una pequeña mancha negra que se movía
agónicamente. Para su desconcierto descubrió que era una pequeña ave que estaba siendo
devorada por las hormigas, "Seguramente se cayó del árbol" pensó. “Pobre ave, caer de su nido
para luego ser comida por las hormigas." Para Jairo, esta imagen, más que el sufrimiento del ave,
evocó a una poderosa reflexión la cual le arrebató el sueño por varios días y se dijo a sí mismo "La
muerte se vuelve una imagen tan común de ver, como las vacas en un matadero; una a una van
siendo asesinadas y como una película que pasa ante los ojos de todo el mundo, sucede tan
repetidas veces que pareciera que siempre es la misma vaca que se repite una y otra vez".
II
Las espinas de las rosas protegen sus
hojas, flores y botones para que no se la
coman los animales silvestres y pájaros.
Las espinas son muy filosas y duele si las
tocas. Hay muchas otras plantas que
tienen espinas para protegerse de sus
enemigos.

Jairo era un tipo muy inseguro que pocas veces te miraba a los ojos con un carácter que pocas
personas podían comprender, pero de todas formas la gente realmente lo apreciaba mucho.
Jamás fue grosero y además era extraordinariamente amable cuando se trataba de atender a sus
clientes; te podía regalar un esqueje si es que te agradaba alguna de sus plantas o brindarte todo
el tiempo para explicarte como cuidar de una, pero nunca fue de esas personas quien podría
preguntarte “¿Cómo está su marido?”, únicamente se limitaba a responder preguntas, pero nunca
formuló alguna con la cual podría hilar una conversación.

Vivía solo y parecía un hombre feliz, se podía percibir que adoraba su trabajo y que eso lo
reconfortaba. Pero a medida que fue pasando el tiempo Jairo se fue silenciando paulatinamente,
como un fuego en la soledad. Luego fue envejeciendo de un modo apresurado. La edad que estaba
representando en ese entonces, excedía por mucho la edad que realmente gozaba y luego como si
algo enorme pesara sobre él, fue atendiendo de muy mala gana, siendo apresurado e indiferente.
Ya ni siquiera preguntas respondía. Comenzó a podar sus plantas como quien arrancara una
maleza y ya ni agua les brindaban. Todo esto originó que la gente, finalmente, difamara "Este
hombre tiene el corazón amargo" y ya nadie más se acercó a comprar sus bellas plantas y Jairo,
cerrando su casa desde su interior, nunca más la volvió a abrir. Dicen que la semilla más profunda
enterrada, crece con raíces más fuertes.
III
El muérdago mete sus raíces dentro de los
árboles. Crece sacando agua y comida del
árbol que se ha unido. También hace su
propia comida, pero nunca en cantidad
suficiente. Por eso, si muere el árbol al
que se unió el muérdago, también este
último morirá.

Fue la lucha en la que siempre perdía y en la que al finalmente se rindió. El ring de su pasado. A
sus afueras quedó un gran silencio y el terreno, al igual que su triste corazón, quedó seco y
despoblado.

Ansió la cama para casi un eterno reposo, pero nunca alcanzó el sueño; algo en su interior no se lo
permitía. Veía como millones de rostros venían a morir a los pies de su cama. Su cuerpo tendía sin
fuerzas como una marioneta sin un amo. Su retina era el pasaje de innumerables escenas que Jairo
no podía controlar. Su alma era un ave que revoloteaba sin un nido donde descansar. La diferencia
entre estar dormido o despierto era casi imperceptible. Dormir no podía, ya que sus pensamientos
no descansaban y despertar no le brindaba ninguna satisfacción. Era una danza de pequeños
pestañazos en los que la luz y la oscuridad eran solo el telón superficial de un teatro que se movía
como un mar complejo. De pronto un día, sin que el mismo sol lo haya previsto, de las murallas se
comenzó a escuchar un crujido:
"No existo en este mundo, mi persona está creada de una esencia pasajera. Mis palabras, mis
pensamientos, mi débil cuerpo, mis cariños y mi amor son tan banales como tinta en el viento. Mis
palabras son tan etéreas como un soñador sin avión, todo mi ser carece de valor. Vivo en un
mundo solitario donde todo en lo que me he convertido ha sido solo mío y para mí, en mí no se
extiende nada divino. ¡Debo luchar! Pero ya estoy viejo y cansado ¡El amor me es como un oasis en
el desierto! Solo me envuelve lo mortal, la desesperación de amar ¡Nada trasciende en mí! Debo
luchar para que no me trague la tierra ¡Y estoy muy cansado! Todo se ha vuelto mi enemigo. Todos
los días debo luchar para que este cuerpo clame ¡yo estoy aquí! ¡yo estoy aquí! Y yo ya estoy muy
cansado. La muerte me agobia. Soy una hoja sin árbol y el sol me asecha. Mi alma se va secando
en la soledad y veo como las raíces de este universo crecen sin mí. Me rindo. Necesariamente debo
rendirme, ya no luchare más. Tú ganas. Una voz sin cuerpo, un guerrero sin espada. Me quedaré en
esta cama y aquí te esperé, no hay más. En mi funeral no habrá cuerpo que enterrar"
Y así, al escuchar esas palabras, finalmente se durmió.
IV
Muchas flores necesitan a los insectos
Para que las ayuden a producir
Semillas. Por eso, para atraerlos, las
flores son tan bonitas, tiene colores
brillantes y un líquido de olor dulce,
llamado néctar. Cuando los insectos
vienen a beber néctar, sus cuerpos se
cubren de polen y, cuando parte de ese
polen caen en los pistilos, la flor puede
producir semillas.

El exterior permaneció tan inmóvil como él. El viento apenas movía las hojas del árbol. En el
invernadero las plantas apenas se esforzaban por despertar. El pozo, por un extraño motivo,
comenzó a secarse y la casa crujía solo al anochecer. En las afueras reinó la completa ausencia.
Todas las cosas que alguna vez fueron amadas, ahora miraban la casa con un silencio expectante.
Pero luego de la tercera semana, su cuerpo sin ningún aviso se levantó.

Se esforzó como si tuviera que alzar una gigantesca roca que estaba en su espalda y luchó contra
unas insistentes raíces que unían su cuerpo con la cama. Al incorporarse descansó sentado,
tomando un largo descanso luego del gran esfuerzo. Suspiró. Se sentía muy débil y su cuerpo casi
no tenía sensibilidad. Sus ojos apenas toleraban la luz y su barba y pelo estaban crecidos como un
arbusto sin podar por semanas. Necesitaba moverse. A medida que su sangre recorría su cuerpo,
le devolvía la sensibilidad. Comenzó, como es común, a sentir un pequeño hormigueo en su brazo.
Pensó en un momento que se trataba del efecto causado por estar tanto tiempo inmóvil, pero al
mirar su brazo derecho se percató, para su gran sorpresa, que estaba repleto de diminutas
hormigas que corrían desorientadas "¿Por qué?" se preguntó. Al inspeccionar inmediatamente
pudo observar que las hormigas habían creado una larga fila desde su hormiguero, luego pasaron
por debajo de la puerta, subieron por la pata de la cama, luego por arriba de su cuerpo para llegar
al fin al velador donde había un pan añejo con mermelada de mora.

Entendió, que al igual que un mueble que obstruía su camino pasaron sobre él sin ningún interés.
Recordó, casi como si hubiera sido él, al ave que cayó del árbol. Sus quejas de inexistencia, al igual
que una oración, se hicieron reales. Entendió que si seguía ahí de seguro las hormigas se lo
terminarían por devorar. No existía otro fin para tan agobiante sentimiento y como un rayo de luz
entre las nubes, llegó a su alma una iluminación sobrenatural.

Se incorporó de un muy buen ánimo y estiró su cuerpo que aun se quejaba un poco. “Algo nació
en mi” se dijo. Salió de su casa para ver la luz del sol que tanto anhelaba. Caminó despacio
cuidando que no le doliera nada, como si su cuerpo estuviera hecho de barro seco y pudiera
destruirse con el mínimo movimiento. Abrió la puerta, extendió su columna muy lentamente,
colocó sus manos en forma de visera para cubrir sus ojos, dio un pequeño paso al exterior, pero
las nubes se habían encargado de cubrirlo "después de todo la realidad es la realidad" se dijo. Se
acercó al invernadero, abrió la capa de plástico que cubría la entrada y en su interior no se
vislumbraba más que un paisaje seco y desolado. Cada una de sus bellas plantas estaban
despojada de toda vitalidad. Salió del invernadero, para investigar que más había sucedido en su
ausencia. El árbol que descansaba al costado del pozo estaba completamente seco y retorcido,
como si un viento violento, de pronto, le hubiera arrebatado su esencia. Y el profundo pozo, sin
entender cómo, se secó completamente. Mirando atónito a su alrededor, se quedó en silencio. Era
el único sonido que ahí se escuchaba.
Necesitaba comer algo. Tristemente entró a su casa. Abrió el refrigerador pero todo lo que
encontró estaba descompuesto. Se vistió lo más rápido que pudo, se lavó la cara lanzándose
grandes salpicones de agua, sacó dinero y salió de casa. Su cuerpo ansiaba tremendamente ser
alimentado. Encontró una pequeña casa que la habían convertido en un pequeño restaurant. En el
menú había conejo al vinagre. Aunque comúnmente Jairo nunca se había dado esos gustos esta
era una ocasión muy particular. Estaba celebrando algo, pero nadie sabría decir, exactamente, que
era aquello de la que su alma gozaba. Luego de saciar su estómago Jairo reflexionó y pensó que de
un modo había muerto y ahora renacido. Todo lo que sus sentidos alcanzaban a percibir, le parecía
excitante, como un ciego que por primera vez pudiera ver.

Cuando se encontró, camino a casa, con un hogar donde vendían ropa usada sintió un gran deseo
de renovar su vestimenta y así lo hizo. Finalmente, con este acto sus deseos fueron saciados y por
un momento su cuerpo fue como el viento "Esta vida no es una película que se repite
insaciablemente, aquí y ahora estoy vivo, este es el presente. Tanta maravilla veo ahora.
Realmente esto es maravilloso ¡Un regalo!".

Volviendo a casa, comenzó con un ánimo determinante a ordenar. Botó toda la comida
descompuesta que guardaba en su refrigerador. Cogió el pan añejo que estaba sobre su velador y
lo dejó cerca del hormiguero esperando así que las hormigas se devolvieran. Luego fue al
invernadero done Jairo, lamentándose, botó las plantas que yacían muertas y por último fue a
hacer su cama y he aquí el acontecimiento más extraordinario que Jairo vivió ese mismo día;
cuando se propuso lavar las frazadas donde estuvo tres semanas postrado, de pronto se percata
de un horrible olor que provenía de la cama. Vislumbró una mancha negra que cubría la blanca
sábana. Extrañado y con gran cuidado las estiró y encontró que la gran mancha negra dibujaba
perfectamente al contorno de su silueta. Parecía su sombra que aun dormía estirada en la cama. Y
a la velocidad de un relámpago entendió que no "había nacido algo en él" sino que realmente
"algo se había desprendido de él". Tomando con sus manos la silla que más cerca se hallaba la
arrastro hacia él, sin quitar un segundo su mirada a aquella imagen, se sentó. “Siempre estuve
aquí” se dijo llevando su mano al pecho. Se incorporó lentamente y tomó la sábana con sus dos
manos, como quien cargara el cadáver de un íntimo compañero. Lentamente caminó fuera de su
casa con dirección al pozo, besó la frente de la silueta de su compañero y lo dejó caer lentamente
a la profundidad.
V
Los árboles son capaces de escribir
toda su vida en el interior de su
corteza por lo que si alguien fuera
capaz de cortar por la mitad a Jairo,
como un tronco, los anillos impresos
en su interior de seguro mostrarían
una circunferencia muy negra en su
pasado.

Jairo volvió a ser un comerciante en su gran invernadero y se volvió en muy poco tiempo popular
gracias a su nuevo humor. Sus plantas volvieron a evocar bellos recuerdos, pero ya no los simples
recuerdos que la gente añoraba. Ahora, gracias al nuevo cuidado que Jairo les brindaba, las
plantas emanaban su verdadero aroma evocando recuerdos del mismo universo. Ahora su ser,
estando en el presente, sentía que se extendía más allá del tiempo y del espacio. Finalmente
alcanzó la paz y ya nada más en la vida le fue difícil. Como las bellas semillas que día a día se
sacrifican para dar a luz, las bellas flores que se sacrifican para dar frutos y los bellos frutos se
sacrifican para trasladar las semillas, Jairo se entregó a este placer, donde lo único que pudo
percibir como real, era el infinito amor y sacrificio.

Un día Jairo, con 118 años de edad, se acostó en su cama, ahora si para en eterno reposo. Observó
como un durazno que estaba en su mano, al igual que él, poseía un ombligo, evidencia de que
alguna vez estuvo aferrado a la vida y que volvería, de algún modo a ella, en fin ¿Se puede
determinar cuando la semilla deja de ser semilla y el árbol comienza a ser árbol? ¿Acaso no fue
siempre la semilla un árbol?

Lo encontraron en su cama tranquilamente. La gente decía que parcia que seguía durmiendo. Su
casa brillaba en paz, las plantas lucían con más colores que nunca y su casa parecía más cálida y
acogedora, pero nadie pudo quedar indiferente al gran y majestuoso árbol que crecía desde la
profundidad del pozo el cual, ahora, rebalsaba de agua. Pero aquí no termina la historia.

Cuentan que mientras Jairo yacía muerto en su pieza, las hormigas que vivían en su jardín crearon
una larga fila desde su hormiguero, luego pasaron por debajo de la puerta, subieron por la pata de
la cama, luego por arriba de su cuerpo, hicieron un pequeño agujero en su pecho para al fin llegar
a su corazón el que se llevaron trozo por trozo ya que se había vuelto muy dulce.

Epílogo

El Sueño

Estoy en pies descalzos en un piso seco y muy frío. El entorno es incierto ya que una espesa
neblina parece que cubre todo el espacio. No puedo descifrar lo que hay más allá de 3 metros.
Camino lentamente con la esperanza de encontrar alguna similitud con algún lugar de mi vida. A lo
lejos puedo ver movimiento, un movimiento nada alentador ya que su velocidad y grandeza me es
muy desconocida. Su silueta tampoco me es reconocible. De pronto del cielo, entre la neblina, veo
una gigantesca cabeza de pájaro que se acerca vorazmente a picotearme el cual no alcanza su
objetivo. El picotazo llega justo a mi lado levantando, con la fuerzas del impacto, solo rocas.
Desesperadamente corro. Me percato que la silueta que antes no lograba descifrar en la neblina,
son las grandes patas del ave, cuando nuevamente siento otro gran golpe a mi lado. Parece un
gran clavo tratando de darle a una hormiga ¡Tac! Corro. A lo lejos comienza a aparecer una gran
mancha. Al acercarme puedo ver un objeto inmóvil. Al correr un poco más veo una casa. No dudo
ni un segundo en entrar en ella. Cuando abro la puerta me volteo por última vez para ver a mi
depredador, pero no puedo ver nada.

Ya adentro respiro. De quien era la casa o quien estaba adentro era un problema menor. La casa
es de madera y muy antigua. Considerando el deterioro de la casa al parecer estaba abandonada y
llena de fantasmas. Se sienten en la escalera y en las piezas. Creo que en ese lugar no puede caber
un fantasma más. El exterior es de noche. Por lo que la casa está muy oscura. Los fantasmas
chocan unos con otros, están furiosos. Cruzo un puente de madera que da de una pieza a otra.
Estoy aterrado. A veces escucho gritos molestos y se encienden luces de algunas piezas y luego se
apagan. Me desconcierto al ver que en un pilar de la casa está tallado una persona vuelta de
cabeza. Todo el pilar es una cuerpo el cual llega hasta el segundo piso. Sus pies están arriba. Al
costado del pilar tallado encuentro unos pies gigantes, estos son de piedra y su cuerpo sale hacia
arriba de la casa.

El cuerpo se pierde hacia el cielo. Puedo ver una gran estatua que mira hacia el horizonte. Es un
rey quien sujeta con fuerzas una espada de forma vertical y con la otra mano apunta hacia el
frente decididamente. Justo en ese momento llega una mujer muy dulce quien me abraza. Yo me
entrego a sus brazos. La mujer tiene su cuerpo con fuego. Ella parece preocupada y me consuela.
“Mi hijo, mi querido hijo, estás tan defectuoso” me dice.

Suena desde la inmensidad un silencio, como si toda la galaxia de pronto se detuviera en un


segundo. Se escuchan unos pasos a lo lejos generando un pacífico desconcierto. Son pisadas. Tac…
tac… tac… Los pasos se demoraron casi una eternidad hasta llegar a mí. Es el hombre con la mirada
más viva y hermosa que jamás he visto. Su caminar es atento y decidido. Sus movimientos llenos
de acción y amor. Y de no ser por todas esas características, no podría haber reconocido que ese
hombre era yo mismo. Toma mis hombros y los empuja hacia el suelo obligándome a tomar
asiento. Como un niño hipnotizado realizo cada acción que me solicita. Luego toma mi espalda y
hacia atrás me acuesta. De ese modo quedo totalmente acostado en el suelo. El hombre con sus
dos manos tantea mi pecho y cuando al parecer encuentra el punto adecuado, con las fuerzas de
sus brazos me lo abre dejando al descubierto mi corazón. El hombre con unas herramientas,
trabaja en mi pecho, al igual que Geppetto con su muñeco, y finalmente me dice al oído “Ya estas
reparado”.

Estoy afuera. El cielo es azul y un estruendoso llanto de bebé se esparce en el aire. Como una onda
marciana. Como tranquilas olas en el firmamento. En el suelo encuentro a dos bebés, uno es de
piedra y el otro está en llamas. Los tomó en mis brazos y a cada uno les doy un beso en la frente,
los bebés se calman. “Los amo” les digo.

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