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64, 1. III.
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1, 17. III.
De la manera antes citada, podemos concluir que el amor es una capacidad
propia del alma que se manifiesta siempre en el reconocimiento de lo bello, pero,
¿De dónde proviene esta inclinación casi natural? ¿No podemos sentirnos atraídos
por lo grotesco, horroroso, o feo? Dejando a un lado estas primeras cuestiones,
pareciera ser que hemos dado cuenta de la base fenoménica de la experiencia
amorosa, esta es, que se gesta como respuesta a la belleza terrenal, y que bien
puede desembocar en la reminiscencia de un mundo suprasensible, o bastándose
únicamente del mero espectáculo que el cuerpo hermoso puede otorgar. Ahora
bien, la razón por la cuál es que tendemos a sentirnos atraídos por los cuerpos
bellos, reside en el modo en que se engendró el Amor.
Yendo, pues, en pos de Crono […] el alma centra su actividad en él y se familiariza con él;
y enamorándose de él, engendra al Amor y, con ayuda de éste, dirige su mirada a aquél;
y este acto del Alma es el que produce una realidad sustancial. 3
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siempre a otro ser bello y que cifra su ser en esto […]4. Esta nueva posibilidad se
abre únicamente al alma y aquél ojo que captó lo Bello del Intelecto, una clase de
“efluvio emanando del objeto visto”5. De esta manera, es como la actividad erótica
del Alma superior, la de la Afrodita Celeste, se conforma. ¿Es esta clase de Amor
de la que somos partícipes como sujetos mortales pertenecientes a ambos mundos,
el inteligible y el material? Pareciera que no. Pero, entonces, ¿qué Amor es el que
nos colma aquí abajo?
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34, 3. III.
tendencias propias del alma específica. Ya que, al contar con Alma, contamos
igualmente, con las condiciones de posibilidad, para aprehender la belleza que
nuestras inclinaciones interiores, espirituales, de cierta manera, condicionan.
Sí, ¿Por qué el Alma total y el Alma del universo han de tener un amor sustancial y no ha
de tenerlo, en cambio, el alma de cada uno de nosotros […]? Y, naturalmente, este amor
es el demon que dicen que acompaña a cada uno: el amor de cada individuo mismo.
Porque este parece ser también el que implanta los apetitos según la naturaleza de cada
alma, pues cada una apetece en correspondencia con su respectiva naturaleza y engendra
su amor a la medida de su rango y al nivel de su esencia. 7
El cuerpo bello por sí mismo no nos puede hacer rememorar el mundo de las formas,
ni éstas pueden hacerse notar con la sola presencia del objeto sensible, es el ojo
erótico que reconociendo la belleza del objeto nos orienta hacia la asunción y
posesión de tal cualidad, pero el objeto brilla en su belleza, por ser ésta
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2, 4. III.
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Amor, p. 77.
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Ibídem.
perteneciente al orden natural de las cosas, en sentido estricto, a lo referente a lo
Bueno.
Porque lo feo es contrario tanto a la Naturaleza como a Dios, ya que la naturaleza misma
crea porque pone su mirada en lo bello; es decir, pone su mirada en lo determinado, y esto
está en la columna del bien.10
De tal manera queda dicho, pues, que lo perteneciente al orden natural proviene del
orden de lo bello, y de lo bueno, y que es éste último quien infunde la vida a las
formas, proporcionándolo de aquello que nos llama la atención del cuerpo
haciéndolo apetecible para el sujeto en cuestión, a esto un estudioso del texto y del
tema le ha llamado la gracia y parece ser el causante de que el espíritu se inflame
cuando reconoce en el amado ruinas de la belleza trascendente.
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20, 1. III.