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TRATADO DE PAZ DE ANCÓN

El tratado de paz empezó a gestarse en cuatro conferencias efectuadas en Chorrillos entre el 27 de marzo
y el 3 de mayo de 1883. Es innegable que la política peruana de aquellos días buscaba la estabilidad entre
uno y otro caudillo del momento, esto es, Cáceres e Iglesias, de tal forma que la derrota de Huamachuco
afianzó el gobierno de Iglesias y aumentó su labor para lograr la paz. Los chilenos desocuparon el norte y
este mandatario se trasladó a Trujillo y luego a Lima en el mes de Octubre.
El 20 de octubre de 1883, el plenipotenciario peruano Mariano Castro Zaldívar y Antonio de Lavalle,
ministro de Relaciones Exteriores del Perú, juntamente con el plenipotenciario chileno, Jovino Novoa,
firmaron el Tratado de Paz de Ancón, redactado en el Balneario de este nombre, mediante el cual ponían
fin a las hostilidades.
En el artículo segundo de ese documento se hace cesión al invasor de todo el territorio de la provincia
litoral de Tarapacá, desde la quebrada del río Camarones hasta el río Loa.
En el artículo tercero se estipula que Chile continuará en posesión de Tacna y Arica, hasta el río Sama, por
el término de diez años a partir de la ratificación del Tratado, y a cuya expiración un plebiscito decidirá la
nación a la que habrían de incorporarse definitivamente, debiendo, a su vez, la parte favorecida,
indemnizar a la otra la cantidad de diez millones de pesos chilenos.
Después de la firma del tratado, el general Lynch y sus cuatro mil hombres se instalaron en Chorrillos,
llevándose consigo todo cuanto estuvo a su alcance. Se necesitaron más de tres mil carretas para
transportar todo el botín. No quedó nada en la Casa de Gobierno, ni en ninguno de los otros edificios,
excepto las habitaciones con sus cuatro paredes. La ocupación de Lima había durado dos años. El tratado
fue ratificado por una Asamblea Constituyente el 28 de marzo de 1884, a partir de entonces los chilenos
empezaron a desocupar nuestros territorios después de cuatro años de permanencia. Esa Asamblea había
nombrado a Iglesias como Presidente Provisorio del Perú.
Las últimas tropas chilenas abandonaron el país en agosto de 1884, dando así por terminado el episodio
más funesto en la historia del Perú republicano, cuyas consecuencias se han prolongado por muchos años
en la vida nacional.
Consecuencias de la Guerra.- Calcular las consecuencias de esta nefasta guerra es casi imposible. Nunca
ningún pueblo civilizado sufrió y pagó tanto por la codicia sin límites del invasor; pero tampoco ningún
pueblo civilizado se elevó hasta el infinito con el sacrificio heroico de sus hijos en defensa del interés
nacional. A continuación, algunas de las principales consecuencias:
1. Pérdida de la provincia de Tarapacá con todas sus obras públicas y el salitre, que pasó a poder de Chile.
2. Pérdida momentánea, primero, y definitiva, después, de la provincia de Arica.
3. Pérdida de la venta del guano que el gobierno chileno efectuó mientras duró su ocupación en nuestro
territorio.
4. Pérdida de innumerables objetos de arte de propiedad pública y privada.
5. Descenso general de la producción y del comercio.
6. Destrucción de las haciendas costeñas y de los ingenios azucareros.
7. Destrucción de muchas obras públicas y de instalaciones portuarias.
8. Ruina de nuestro crédito en el exterior. Ningún país nos daba fianza.
9. Depreciación del billete fiscal y desaparición de la moneda metálica.
10. Ruina y desaparición casi total de nuestra escuadra.
11. Aparición de límites con el invasor por el lado sur.
12. Desaparición de muchos jóvenes caudillos militares e intelectuales que constituían la esperanza de la
nación.
Estas son las consecuencias más saltantes de la guerra con Chile, cuyo botín está calculado en 2 350
millones de pesos, que incrementaron las anémicas arcas fiscales del invasor. Estas consecuencias,
además, no fueron sino producto de la imprevisión y la improvisación de quienes nos gobernaron en aquel
tiempo, del caudillismo y del liderazgo que con afán personalista mostraron algunos políticos y militares
de esa época.

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