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Como producto de un comentario sobre una duda normativa expuesta en la página Faeneros

Eléctricos surgió el siguiente intercambio de comentarios, los cuales estimo de interés general
el difundirlos, dado que los temas planteados son recurrentes.
En este contexto, adicional al tema técnico, también como consecuencia de un comentario
acerca de mi participación en los procesos normativos, estimé necesario aclarar aquello y
publiqué un documento con un cierto nivel de detalle, en el que se pretende entregar una visión
muy resumida de parte del proceso normativo que se inició a fines de los 60 y que fue abortado
en 1982, con la dictación del DFL 1 Ley General de Servicios Eléctricos, en el entendido que
con esta publicación no pretendo que se me declare hijo ilustre de ninguna parte, no aspiro a
que se me levanten monumentos, ni nada parecido, solo que, dado el largo tiempo transcurrido
desde los inicios del proceso hasta hoy y los muy escasos resultado logrados, creo que es
necesario entregar ese conocimiento a los nuevos profesionales de modo que, conociendo los
orígenes de las falencias de nuestros cuerpos normativos, esto les permita buscar soluciones
posibles ajenos a prejuicios creados por informaciones erróneas, como las que a menudo se
escuchan en el medio
De acuerdo a lo expuesto la presentación se dividirá en dos partes: La primera con los
comentarios técnicos sobre una duda normativa se publicarán a continuación directamente en
la página y la segunda, por su extensión se subirá como un documento en la sección “Archivos”
de la página.
Como siempre en la esperanza de que la información entregada les sea de utilidad.
Pregunta
Siempre me he preguntado: La norma dice que como mínimo se debe cablear los circuitos de
enchufe con cable 2.5mm que aguanta 20A. pero ¿Si hay enchufes que tienen una capacidad
de 10A se pueden hacer los puentes con 1.5mm que tiene una capacidad de 15A o está fuera
de Norma?
COMENTARIO
Hay un error de apreciación en la pregunta, si se refiere a la norma NCh4, esta no dice que
los circuitos de enchufes se deban cablear con 2,5mm2, es más, no establece que sección
se debe usar para cablear ningún tipo de circuitos puesto que, por lógica técnica básica,
esta sección está definida por la capacidad nominal de la protección del circuito de modo
que, de acuerdo a esto, si se toma como base la tabla N° 8.7 de la norma, en teoría se
podrían alambrar los circuitos de 10A con alambre de 1mm2, pero ello no es posible porque
se contraviene la disposición 8.0.1.2 que establece que la sección mínima en los circuitos
de potencia es 1,5mm2 que tiene una capacidad de transporte de 15A. (la razón de esta
exigencia es de índole mecánica no eléctrica)
Los enchufes no tienen ninguna característica particular de comportamiento que obligue a
aumentar la sección de su alambrado y el tema del sobredimensionamiento de los
conductores al exigir una sección mínima de 2,08mm2 surge de una interpretación errónea
de una disposición del Código Eléctrico Norteamericano que establece que la sección
mínima para circuitos de enchufes es 2,08mm2.
Quienes hicieron esa interpretación (Profesionales del MINVU, hace hartos años atrás) no
consideraron que en EE.UU. para circuitos domésticos la tensión de alimentación es 110V
y la capacidad de la protección para una potencia de circuito 2200W es de 20A, equivalente
a la de 10A para 220V. Es interesante a notar que esta potencia base es la misma potencia
considerada en la norma 4 dado que es igual a 220V 10 A.
Curiosamente SEC, a quien le corresponde definir la correcta aplicación de la norma, sin
modificar la norma y sin pronunciarse sobre esta materia, aceptó de hecho, en forma ilegal,

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esta ponencia y en los planos actuales se exige 2,5mm2 (insistimos, de hecho, sin
justificación técnica válida)
Producto de este error se está desperdiciando cobre en todos los circuitos de enchufes,
encareciendo innecesariamente la construcción de viviendas económica incluso.
Observación al comentario
Me he dado cuenta que la norma deja muchas cosas a interpretación del técnico, espero
que algún día la arreglen y definan con claridad nuestras dudas.
Discusión de la Observación
La apreciación planteada tiene variados aspectos de discusión necesarios de aclarar, pues
el planteamiento es razonable bajo ciertos puntos de vista, pero debe rectificarse de
acuerdo a otras consideraciones
En general es real el problema de la obsolescencia de la norma en diversos aspectos y por
ello requiere de una urgente aclaración, eso ha llevado a muchos de nuestros colegas a
declarar que la norma es mala, llegando incluso a proponer su eliminación.
Sumado lo dicho a un mal manejo en la aplicación de la norma (en realidad debiera decirse
“de las normas”, pero nuestra pobre realidad obliga a hablar solo de una en particular), ello
ha conducido a una condición viciada, que en nuestro idioma se denomina Anomia la que,
de acuerdo al diccionario, corresponde a: Conjunto de situaciones que derivan de la
ausencia de normas o su degradación
Y, para mayor confusión, la anomia también corresponde a un: Trastorno del lenguaje que
impide llamar las cosas por su nombre.
Respecto de esto último, es cosa solo de leer estas páginas de Facebook, o en cualquier
medio de comunicación, para comprobar que en nuestro país el mencionado trastorno del
lenguaje es manifiesto, lo cual dificulta en extremo la claridad en las comunicaciones
Las razones de haber llegado a esta situación son variadas, profundas y de considerable
dificultad en su corrección, pero en absoluto se puede culpar por ello a la norma
propiamente tal.
Es nuestra responsabilidad como profesionales del área empujar con el más grande de los
esfuerzos nuestro carro que está empantanado y no se ve una clara voluntad en las
autoridades de asumir esta responsabilidad, más se aprecia la cómoda posición de seguir
administrando una situación malamente heredada.
Otro aspecto interesante y controversial del comentario está contenido en la frase “la norma
deja muchas cosas a interpretación del técnico”.
Independiente de que efectivamente existen en la versión 2003 problemas de redacción (no
conceptuales) que dificultan la correcta interpretación y por ello se había propuesto
corregirlos el trabajo del técnico efectivamente es interpretar adecuadamente la norma y
conectarla con la realidad práctica. Debe recordare respecto de esto que la propia norma,
en su Sección 1 Objetivo, declara:
OBJETIVO
1.1.- Esta Norma tiene por objeto fijar las condiciones mínimas de seguridad que
deben cumplir las instalaciones eléctricas de consumo en Baja Tensión, con el
fin de salvaguardar a las personas que las operan o hacen uso de ellas y
preservar el medio ambiente en que han sido construidas.

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1.2.- Esta Norma contiene esencialmente exigencias de seguridad. Su cumplimiento,
junto a un adecuado mantenimiento, garantiza una instalación básicamente libre
de riesgos; sin embargo, no garantiza necesariamente la eficiencia, buen
servicio, flexibilidad y facilidad de ampliación de las instalaciones, condiciones
éstas inherentes a un estudio acabado de cada proceso o ambiente particular y
a un adecuado proyecto.
1.3.- Las disposiciones de esta Norma están hechas para ser aplicadas e
interpretadas por profesionales especializados; no debe entenderse este texto
como un manual de instrucciones o adiestramiento.
Es de importancia fundamental que estos conceptos sean entendidos con absoluta claridad
por los profesionales del área, comprensión que pareciera no ha llegado a un porcentaje
muy significativo de ellos. Según esto, contrario a una percepción errónea bastante
generalizada, no basta con que un profesional domine el contenido de la norma (lo cual es
de por si una tarea muy exigente) sino que además debe dominar lo que se conoce como
“las reglas del arte” o “el arte del buen construir”, si esto no fuese necesario las
universidades y los institutos profesionales estarían demás y espero que nadie piense
aquello.
Tal vez esto quede un poco más claro con una analogía futbolera:
El futbol, como todo deporte, tiene un cuerpo normativo que define su objetivo, establece
limitaciones, define faltas y establece penalidades, etc. Así por ejemplo se definen las
dimensiones de las canchas, el número de jugadores que intervienen, que significa un gol,
una posición de adelanto, etc.
Un aspirante a jugador obviamente debe conocer estas disposiciones en detalle para
cumplir el objetivo básico del deporte, pero el hecho de conocerlas, aun siendo capaz de
recitarlas todas, una por una, de memoria, no garantiza en absoluto su calidad como
jugador, para lograr aquello debe tener un mínimo de características congénitas propias,
seguir un riguroso plan de entrenamiento y una fuerte disciplina, sin aquello de nada le vale
el conocer en detalle la reglamentación.
Siguiendo con la analogía futbolera, un actor de primera importancia en el desarrollo de
este deporte es el árbitro y sus apoyos, los guardalíneas, que son los encargados de velar
porque la reglamentación se cumpla para que los jugadores puedan dar sin inconvenientes
lo máximo de si y entreguen a la hinchada un espectáculo de calidad.
En nuestro caso el árbitro es SEC, pero, montado en un concepto erróneo de funciones,
este árbitro se salió de la cancha, está al borde de ésta solo haciendo acto de presencia y
conversando con sus guardalíneas acerca de la inmortalidad del cangrejo y solo cuando el
griterío del público es insoportable echa una mirada displicente y eventualmente impone
una sanción intrascendente a algún jugador.
Todo lo dicho y muchos otros detalles más nos han conducido a la comentada anomia

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Un seguidor me escribe
Señor Valenzuela, usted fue asesor para la creación de la norma 4; es un gusto en saludarlo
Comentario respuesta
En realidad fui el redactor del documento base de la norma y aprovecho este espacio para
expresar mi más sincero reconocimiento al ingeniero de SEC Alejandro Onofri cuyo aporte
en el período de revisión de la norma fue invaluable. Lamentablemente Alejandro, pese a
su demostrado dominio del tema y su profundo interés, fue derivado a otras funciones y no
se le permitió seguir en el estudio de normas.
Pero, además de esta respuesta, la observación hecha por el lector me movió a ir más allá
y comentar un tema del cual no van a encontrar información fidedigna en textos ni
publicaciones oficiales ni extraoficiales, pues, hasta donde se, nadie se ha interesado en
recopilar esta información que ya debería estar formando parte de la historia técnica del
país.
Personalmente la Historia siempre me ha interesado porque comparto plenamente el
pensamiento de Arnold Toynbee (aunque otros dicen que la cita es de José de Santayana)
quien ha dicho: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetir sus
errores”. Cita que en el caso de área de energía eléctrica nacional y sus derivados creo que
es una máxima que se ha cumplido con la mayor precisión, pues habría material como para
escribir un tratado con los errores repetidos en este aspecto y los retrasos que estos errores
han acarreado.
También, habiendo tenido una percepción solo intuitiva de este concepto, por la lectura de
la obra de Gabriel Salazar “La historia desde abajo y desde dentro”, concreté esa pre-visión
convenciéndome de que la historia real la construimos nosotros, los actores directos.
Aquellos que se encallecen las manos manejando chuzos y palas, aquellos maestros que
con su entrega y ejemplo son un faro para quienes tienen la suerte de ser formados por
ellos, aquellos que en los momentos en que la patria lo necesita, ponen el pecho a las balas,
nosotros los profesionales que ponemos nuestros conocimientos y capacidades al servicio
del país muchas veces olvidando el propio beneficio y tantos otros ciudadanos de a pie, con
los cuales día a día nos cruzamos en la calle.
Los grandes personajes, con los cuales nos ahoga la academia, envolviéndolos en los
coloreados papeles del mito, atribuyéndoles características mesiánicas que jamás tuvieron,
salvo excepciones, generalmente han sido causas de trabas al progreso, al tratar de
imponer a sangre y fuego sus visiones ideológicas afiebradas y por creerse los únicos
capaces de guiar “al pueblo” (eso, en nuestro idioma se denomina demagogia y de
demagogos estamos hasta el copete).
En la historia también – no podía ser de otro modo – es posible encontrar las razones
profundas del porque hasta la fecha nuestro país ha sido, crónicamente, un caso de
desarrollo frustrado. Nuevamente Salazar, con su visión contestataria, con su talento
iconoclasta, en el mejor sentido de la palabra, nos muestra con datos impresionantemente
duros, en su obra magna “La Insoportable levedad histórica de la clase política civil”, como
la casta dominante de nuestra nación, solo por una manifiesta flojera, intelectual y física ha
“tirado pa’ la cola” como se dice abajo y adentro y se ha opuesto sistematicamente a toda
iniciativa de industrialización del país.
Esto último entrega también una clara explicación del por qué sistematicamente los
numeroso intentos de establecer un sistema normativo coherente y permanente en nuestro
país ha desembocado indefectiblemente en extraños callejones sin salida.

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A primera vista parece aberrante que no se haya desarrollado un proceso normativo
contundente en nuestro país, que siempre ha mostrado su pretensiones (bastante
infundadas en estas condiciones) de alcanzar el desarrollo, atendiendo a que es un hecho
evidente que los países de mayor desarrollo son los más normalizados,
Sin embargo, a la luz de este análisis esta aberración tiene una clara explicación (que de
ninguna manera es una justificación).
Todo proceso normalizador es solo el primer paso para establecer un sistema sólido de
control de calidad y esto, de implementarse, implicaría que los mercachifles dueños del
mercado nacional no podrían seguir con sus prácticas de ir a comprar muy baratos
productos de mala calidad, que no cumplen el más mínimo estándar de seguridad y calidad,
fabricados en algún país asiático y no podrían seguir vendiéndolos a precios de artículos
de lujo, con utilidades que se mueven entre el 700% y el 1.000%, todo ello posible en un
mercado absolutamente cautivo, sin posibilidades de cautelar los intereses y derechos
mínimos de los consumidores.
No obstante, a pesar de la objetividad de los antecedentes aportados, dado que no soy un
historiador, lo que viene a continuación es solo un comentario anecdótico, hecho con la
intención de ofrecer una suerte de versión histórica del desarrollo de un programa de
normalización en extremo ambicioso, cuyo único representante que ha permanecido con
cierta vigencia válida en el tiempo es la norma 4. Y discúlpenme si este relato está esta
presentado con un exceso de menciones en primera persona, ello no obedece a un afán de
sobrevalorarme, sino al triste hecho de que me ha correspondido ser el único sobreviviente
de un grupo de profesionales que nos interesamos y nos la jugamos a concho por el tema,
doblemente triste porque a las finales el sistema politiquero imperante nos dobló la mano y
a la fecha el proceso normativo que con tanto esfuerzo se proyectó y empezó a desarrollar
con resultados más que auspiciosos, fue abortado y no se aprecia ningún interés en que
esto sea reflotado.

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Crónicas menudas del desarrollo de un proceso normativo
A fines de la década de los 60 y sus muchas revoluciones, la de las flores y la muy nuestra
y fallida revolución en libertad, entre otras, en su etapa final ya el sexenio del presidente
Frei (padre), la situación del sector eléctrico en general y en particular el área de las
instalaciones de consumo, era técnicamente de un retraso evidente.
La ejecución de las instalaciones y sistemas eléctricos se regían en sus aspectos técnicos
por el Reglamento de Instalaciones de Corrientes Fuertes y el Reglamento de Instalaciones
Interiores.
El Reglamento de Corrientes Fuertes, había sido dictado en 1954 y llevaba por esto un
período de aplicación de 15 años y su grado de obsolescencia era tal ya en la época que
había obligado a las empresas eléctricas a estudiar y aplicar sus propias normas internas,
siendo referentes nacionales las normas D(Distribución) de CHILECTRA, seguidas de N
(normas generales), M (normas relativas a materiales), A(normas de distribución aérea) y
S(normas de distribución subterránea); las normas Tmg de ENDESA (chilena no extranjera)
que cubrían todo el espectro de distribución aérea y subtransmisión aérea (líneas con
tensiones hasta 66kV y las normas de la CGEI que no tenían un código alfabético de
identificación, solo un código numérico. (la I, por Industrial, se retiró posteriormente de la
sigla para quedar en la actual CGE)
Siendo todos estos cuerpos normativos de indudable valor técnico tenían el serio
inconveniente de ser independientes entre si, dado que diferían en detalles secundarios,
esto por ejemplo creaba las siguientes dificultades:
 Impedía a los fabricantes nacionales mantener stocks de producción (lo que habría
significado un menor costo final por volúmenes de producción) y obligaba a producir
contra pedido en volúmenes limitados.
 Obligaba a los fabricantes a matricularse y someterse a las condiciones de una
empresa o, en su defecto, mantener tres líneas de producción.
 Podía aumentar considerablemente los tiempos de entrega de materiales pues
normalmente un productor “estaba ocupado” preparando la entrega de una de las
otras empresas
Todo lo indicado (situación que aún se mantiene al presente) significaba un notorio aumento
de costos de fabricación no justificados, y esta situación era particularmente crítica en el
caso de los transformadores de distribución, por el considerable tiempo de fabricación de
cada uno de estos equipos y su fuerte valor monetario
En cuanto al Reglamento de Instalaciones Interiores, había sido dictado en la década del
30 y en 1954, junto con la nueva Ley de General de Servicios Eléctricos, DFL 4 de 1954,
se lo había actualizado mediante la circular 5443, que intercalaba al texto original
aclaraciones y nuevas disposiciones.
A fines de los 60, este Reglamento llevaba ya más de 30 años de vigencia, puesto que la
citada circular 5443 no lo modificó en esencia y solo pretendió aclarar algunos aspectos,
siendo lo más notable en cuanto a “novedades” la exigencia de incorporar puestas a tierra
(de protección y servicio) a este tipo de instalaciones. Al respecto, sería muy ilustrativa una
discusión a fondo del cómo se pretendió implementar esta medida en 1954, como los
instaladores se las arreglaron para incumplir la letra de esta exigencia y el por qué este
incumplimiento, de casualidad, impensadamente, solucionó un serio problema de
seguridad, sin embargo este sería un debate técnico en profundidad cuyo contenido escapa
al ámbito de esta presentación.

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1968, la realidad descrita ubica al área eléctrica nacional en una seria desventaja técnica,
por la manifiesta obsolescencia de sus principales cuerpos normativos y dentro de la
entonces Dirección de Servicios Eléctricos y de Gas (DSE y G, la que hoy en día es SEC),
un grupo de profesionales de diversas edades y tendencias, haciéndose cargo de la
necesidad de revertir esta situación y unidos solo por este interés común, inicia una serie
de discusiones en torno a estos temas y busca contactos con directivos de las empresas
eléctricas para solicitar su colaboración y participación activa en los temas incumbentes.
Sería injusto no citar los nombres de algunos de aquellos, entre los que estaban: Mi profesor
de Proyectos Eléctricos en la UTE el “Gato” Schmidt, Raúl Díaz-Valdés, Oscar Tapia,
Orlando Moreno, Pedro Quezada y entre los ejecutivos de empresas eléctricas que
engancharon con el tema se pueden recordar a Oscar Escudero y Alfredo Fuentes (na’ que
ver con el cantante), ambos Gerentes de distintas áreas de CHILECTRA, cuyo apoyo
resultó fundamental para lograr la incorporación de otras empresas al programa que se
estaba solo perfilando, al involucrar en este programa a la Asociación de Empresas de
Servicio Público, entidad que reunía a todas las empresas nacionales relacionadas con el
sector energía.
En este contexto se logró constituir mesas de trabajo en que colaboraban
incondicionalmente profesionales del área pública, representando a la DSE y G
profesionales de las empresas del área privada.
Es importante destacar que aquella colaboración público privada no habría sido posible sin
el apoyo visionario de Rafael Salas Rengifo, gerente de la Asociación de Empresas, que
captando el tremendo potencial de la iniciativa, se la jugó a concho por esta idea.
En cuanto a los instaladores, no obstante que se les invitó insistentemente, no tuvieron una
participación directa en las discusiones, por cuanto, fue su justificación, sus condiciones de
trabajo les impedían una participación continua, sin embargo fue inestimable su apoyo en
diversos análisis y experimentaciones en terreno de algunas de las soluciones estudiadas
que necesitaban de esas pruebas, recordando algunos nombres: Justo Pastor Mellado,
Germán Donoso, Fernando Vargas, Bernardo Ávila, Domingo Chávez, entre tantos que se
me escapan
Recién incorporado a la DSE y G en 1967, se me asignaron algunos estudios menores en
el ámbito de esta iniciativa, que aún tenía una condición incipiente y dentro del marco legal
tradicional se empezaron a estudiar temas específicos y fue así que en 1969 se establece
por primera vez en el país la obligación de justificar mediante un estudio técnico detallado
el diseño y construcción de puestas a tierra, a través de la Circular 9 de ese año.
Ese mismo año la DSE y G es reestructurada, se fortalecen sus funciones (tal vez no lo
suficiente) y pasa denominarse Superintendencia de Electricidad; Gas y
Telecomunicaciones SEGTEL.
En 1970 se ponen en vigencia mediante Resolución Exenta, disposiciones técnicas
respecto del uso de bandejas y escalerillas portaconductores y sobre la construcción de
canalizaciones subterráneas.
No obstante que estos trabajos implicaban un serio avance en los temas tratados,
molestaba el hecho de que su procedimiento de dictación era irregular, por decirlo
claramente era ilegal, pues formalmente no estaba considerado en la legislación vigente y,
algo que no se había tenido en cuenta: la ley de Servicios Eléctricos de 1954, en su artículo
10, tenía la base de la solución, el citado artículo entregaba a la institución la facultad de
dictar normas, pero faltaba el detalle del cómo, alcances, objetivos, etc, características

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todas inherentes a esas normas y para aclarar esto era necesario dictar un reglamento que
regulara aquella facultad.
Fines de 1970, cambio de gobierno, asume el presidente Allende.
No puedo, ni creo que me corresponda, asegurar – ni siquiera asumir – que el nuevo
gobierno tenía en los términos de su programa continuar con la modernización iniciada,
pero si es destacable, porque es un hecho que me consta personalmente, que el
Superintendente de la época, Jaime Schatz, hizo suya esta iniciativa y nos instó a los
participantes a profundizarla.
En dicho contexto, sin preocupación por mis simpatías políticas, (eran otros tiempos) que
no estaban de lado del nuevo gobierno, solo pensando en mi responsabilidad profesional
se me asignó la tarea, por encargo de la jefatura de SEGTEL, de desarrollar el texto base
del Reglamento Eléctrico, el cual fue dictado en 1971 como el DS N° 1280,en donde se
establecía la base jurídica necesaria para el desarrollo de lo que pretendía ser un proceso
normalizador en el área eléctrica sólido y mantenido en el tiempo. Entre los nombres de
quienes en este aspecto me prestaron un apoyo invaluable en el desarrollo de este trabajo
es inevitable mencionar a Germán Herrera
Uno de los aspectos que se enfatizaba en este reglamento era la necesidad de una revisión
periódica de las normas para su actualización de acuerdo al avance tecnológico y los
cambios de metodologías.
Paralelo a esto a quienes íbamos a estar a cargo del proceso se nos envió a un curso
intensivo y extenso, producto de un convenio con INN, en que el experto español Ángel
Barcala nos enseñó a estudiar normas de acuerdo a estándares internacionales.
El entusiasmo, incipiente hasta bien avanzado el proceso, fue creciendo avasalladoramente
y llegó a involucrar a CODELCO, entidad que inicialmente se había mostrado reacia. En el
tema de ahorro y eficiencia energética los profesionales de CODELCO mostraron gran
interés, lamentablemente muy tardío, puesto que habiendo programado una reunión entre
SEGTEL y los siete superintendentes de las minas que formaban el sistema de explotación
cobre chileno para el día 12 de setiembre de 1973, por razones obvias esta reunión jamás
pudo concretarse
Por los acontecimientos de 1973 el proceso normalizador sufrió un retraso significativo, pero
no se interrumpió, debiendo destacarse que, pese a mi declarado desacuerdo con la nueva
orientación político militarista del nuevo gobierno, se me mantuvo en mis funciones y se me
permitió continuar, ya casi en solitario, con el desarrollo del programa de normalización
establecido en los gobiernos anteriores.
Antes, respecto del gobierno de Allende dije que el mantenimiento de este programa tal vez
fue un hecho provocado solo por la inercia (no lo aseguré, solo dije que era una
probabilidad) En este caso, con el gobierno militar, años más tarde (1982) se pudo
comprobar que los militares no tenían idea del programa de normalización ni menos
captaban sus implicancias, de allí que no hubo objeciones en cuanto a su continuidad, pero
los reales manipuladores del poder, los intereses económicos, verdadero poder detrás del
trono, tenían muy claros sus objetivos y el tal programa de normalización no cuadraba en
absoluto con sus designios y fue solo cuestión de tiempo, aparentemente el tema ni siquiera
era de primera prioridad, el programa fue abortado con la dictación del DFL 1 de 1982, que
puso en vigencia la nueva ley de Negocios Eléctricos (malamente llamada de Servicios
Eléctricos)

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Llegado 1975, ese año se dictó la primera versión de la norma SEG Elec4.En75, la cual
siempre en cumplimiento del Reglamento Eléctrico mencionado fue actualizada en el plazo
de tres años previsto y se dictó la nueva versión 4En 78.
La versión 75 (documento base redactado por el suscrito) fue revisada por una comisión
profesional interna de SEGTEL (el TEL como se dijo, es porque en la época el tema de
telecomunicaciones estaba bajo la tuición de la Superintendencia, tema que en 1978 se
traspasó a la recién creada Subsecretaría de Telecomunicaciones dependiente del
Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones).
La versión 78 (de igual forma me correspondió redactar el texto base) fue revisada también
internamente, pero antes tuvo una revisión previa de una comisión profesional de la
Asociación de Empresas de Servicio Público, que hizo un aporte de extraordinaria
importancia, puesto que se había logrado desarrollar un muy fructífero trabajo conjunto con
profesionales de las Empresas Eléctricas, CHILECTRA, ENDESA y CGEI, a la sazón todas
empresas chilenas, trabajo conjunto que hoy parece un sueño imposible, porque se ha
hecho lo imposible por romper con cualquier intento de rescatarlo, pero que valdría la pena
intentar recuperar, aunque a los actuales dueños de las empresas solo les interesa la
ganancia fácil y no “quebrarse la cabeza en temas tan irrelevantes como estudiar normas”.
Es interesante anotar que una vez dictado el DFL 1 en 1982, en un principio todas estas
normas habrían desaparecido, situación fuera de toda lógica que fue corregida en 1984
cuando a varias de las normas existentes, entre ellas se pueden citar la 2, la 4, la 10, se les
asignó un código NCh, lo que no significó ningún cambio en su redacción preexistente, solo
fue la incorporación a un nuevo sistema de identificación, los mismos textos anteriores
pasaron a llamarse ahora NCh El 2 84, NCh Elec 4 84, NCh Elec 10 84. Las normas a las
cuales no se cambió su designación nunca se aclaró su situación legal y han seguido
operando solo por inercia, aunque, si nos atenemos a la letra del DFL 1 original, esas
normas habrían sido derogadas. Nunca nadie se ha hecho tiempo para aclarar este entuerto
Entre los profesionales que participaron en los estudios originales de los 70 tengo en mi
memoria a los siguientes (y que me perdonen aquellos que omito, así como aquellos que
puedo haber omitido en las citas anteriores, que pueden ser varios, pues mi memoria ya no
es tan buena como solía ser).
Augusto Sepulveda, Manuel Castán, Sergio López, Guillermo Abud, Mario Rubio (CGEI)
Alfredo Opitz, Jorge Montenegro (ENDESA), Jaime Tusso, Manuel Cerda, Rafael
Yosidzumi (CHILECTRA)
El haber trabajado en conjunto con este selecto grupo de profesionales, de quienes tanto
aprendí, creo que me permite parafrasear al gran Isaac Newton quien habría dicho,
refiriéndose a sus predecesores en el campo de la física: “Si fui capaz de mirar tan lejos es
porque pude subir a espaldas de gigantes”
Volviendo a la norma 4, la versión del documento base de la nueva versión de dicha norma
quedó preparada para su revisión en 1980 y estaba proyectada su dictación en 1981, pero
luego de mi renuncia a SEG en 1980, no hubo quien contara con el apoyo oficial para
continuar el trabajo y en 1982 se dictó la nueva ley de Negocios Eléctricos que frustró esta
posibilidad (insisto, ley malamente llamada de Servicios Eléctricos puesto que el concepto
de SERVICIO está totalmente perdido en ella)
Y en esta ley se le quitaba al a SEG (SEC) la función de dictar normas y en forma trucha
se creó el famoso sistema de “autocontrol”, vigente hasta hoy, mediante el cual se cometió
la aberración (única en el mundo) de eliminar las inspecciones técnicas. Solo a una pequeña
parte de las pocas normas vigentes en el momento se les dio la designación de normas

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NCh, dictada por el Ministro de Economía, porque en el DFL 1 de 1982 todas las funciones
de la Superintendencia se le traspasaba a la persona del Ministro de Economía- téngase
claro - no al Ministerio; posteriormente, luego de un funcionamiento irregular de dos años,
esta metida de pata se corrigió entre gallos y medianoche. En la actual ley de Negocios
Eléctricos, dictada en 2007 se le devolvió a SEC la función de “proponer” normas, ya no
dictarlas, pero esta función exige de un reglamento aclaratorio que regule la actividad,
reglamento equivalente al DS 1280 de 1971, derogado por la dictadura al dictar la ley en
1982, pero nadie ha manifestado la intención de dictar tal reglamento.
En 1999 se me llamó a redactar el documento base para la versión 2003 de la norma, con
los resultados conocidos.
Es interesante también consignar que el 2005 SEC me encomendó la elaboración del texto
base de la versión 2007 de la norma 4, tarea que fue cumplida en 2006, sometida a Consulta
Pública, a la revisión de dos comisiones de profesionales de SEC y a la revisión de DICTUC
y pese a haber aprobado todas estas etapas inexplicablemente jamás fue dictada como
una versión oficial, lo cual fue en extremo lamentable pues dicha versión contenía muy
importantes actualizaciones y aclaraciones.
Repasando los hechos, la única razón que podría tener relación con esta negativa de
dictación podría ser mi oposición a incluir en el texto de la norma, ajeno a su objetivo y sus
alcances, tema por el cual había un manifiesto interés en publicar con urgencia.
Mi oposición no era al tema en si, sino fundamentada en dos hechos relevantes: el tema en
cuestión no tenía nada que ver con el objetivo de la norma 4, que es definir las modalidades
de proyecto y ejecución de instalaciones de consumo y en segundo lugar el tema debía ser
analizado en profundidad desde un punto de vista jurídico, pues sus implicancias podían
eventualmente entrar en conflicto con el Código Penal, a juicio de un abogado de SEC.
En absoluto se trataba de una negativa a estudiar el tema, era solo que se consideraba
improcedente incorporarlo a la norma 4 y no se estimaba conveniente dictarlo en forma
apresurada, sin un análisis acucioso.
Como conclusión de todo la versión 2007 jamás fue dictada, pero el tema origen de la
disputa fue publicado mediante una Resolución Exenta, lo cual, a mi juicio, contraviene a la
propia ley de servicios eléctricos vigente hoy, puesto que el asunto debiera ser materia de
norma y cumplir por ello todas las formalidades de estudio establecidas para tal efecto.
De allí en adelante aparentemente fui declarado persona non grata en SEC y nunca más
se me ha pedido la colaboración directa en temas normativos.
OTRAS NORMAS
En relación al resto del programa, desde 1970 en adelante, como se ha dicho, se empezó
a trabajar en colaboración con profesionales de las empresas eléctricas; inicialmente esta
relación no fue fácil, dado que se trataba de una situación inédita, en que se trataba de
reunir al sector público con la empresa privada y por ello había un fuerte grado de
desconfianza, tanto en lo referente a la capacidad profesional de los representantes del
sector público (quienes hemos sido “empleados públicos” gozamos de una inmerecida,
creo, fama de mediocres) como en la real utilidad de las acciones planteadas. Costó varios
meses de trabajo de convencimiento para eliminar estas dudas, pero una vez que ello fue
resuelto el trabajo fue armonioso y entusiasta por parte de todos los participantes y los
aportes entregados fueron valiosísimos.
En los tiempos que corren, en que día se develan negociados de asesores y personajes de
supuesta experticia, que son pagados a precio de oro para que entreguen como resultado

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de su obligación contractual solo un montón de páginas malamente copiadas y pegadas de
Wikipedia o alguna fuente similar, sin siquiera verificar que lo copiado y pegado tenga
alguna relación con el tema de fondo, fundamento del trabajo solicitado, no me cabe la
menor duda que a muchos les resultará increíble, una miserable chiva, el decir que todas
las comisiones de trabajo de normalización, partes del programa descrito, no cobraban un
solo peso (o Escudo en aquellos entonces) por su participación, ni siquiera un cobro por
horas extraordinarias y sin embargo su aporte era de una solidez y consistencia dificilmente
igualables.
Es por eso que se me eriza el pelo cuando escucho que tal o cual actividad no se desarrolla
“por falta de recursos”. Aquello es una pésima escusa y revela solo una actitud mercenaria.
Lo que en realidad falta es voluntad de hacer, el amor por un sueño, una utopía.

Creo que quienes participamos de aquella iniciativa intentábamos hacer patria

El trabajo se desarrollaba en comisiones trabajo, de las cuales operaron las siguientes:

Coordinación general
Su labor era de apoyo, coordinación y relación con los estamentos superiores de modo que
el trabajo entregado se concretara en la dictación de loa respectiva norma

Comisión de empalmes
Su misión era establecer normas válidas para todo el país y aplicables a todas las empresas
eléctricas, de construcción, operación y control de los empalmes en todos los niveles de
tensión.
Antes de ser liquidada alcanzó a desarrollar las normas NSEG 12 En 78 y NSEG 14 En 78,
para empalmes aéreos monofásicos y trifásicos respectivamente.
El desconocimiento de estas materias por parte de quienes intervinieron en el tema con
posterioridad al golpe de Estado y quienes después de superado este período quedaron a
cargo de ello, ha hecho que estas normas legalmente aún sigan vigentes, aunque nadie
sabe de su existencia y por ende nadie las respeta ni las cumple.
Se puede argumentar que por su elevado grado de obsolescencia sería absurdo intentar
aplicarlas pero, siendo ello cierto, lo procedente y lógico desde el punto de vista de la
técnica y el interés general del país, sería actualizarlas y no ignorarlas como si no existieran,
esto último escapa a toda lógica y ni siquiera muestra un mínimo de seriedad.

Comisión de redes aéreas de distribución.


La gran misión de esta comisión era lograr la actualización de la norma de corrientes
fuertes, que en la actualidad se incluye en la página web de SEC como la norma
NSEG5En78, con una mala reproducción de la publicación del reglamento de corrientes
fuertes de 1954
Como primera parte de esta iniciativa, en un trabajo de más de seis años en que
intervinieron alrededor de veinte ingenieros de alta calificación, representantes de las

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empresas eléctricas y de la Superintendencia, se completó el estudio de una norma
nacional para la construcción de redes aéreas de distribución en media tensión, con voltaje
nominal de 13,2 kV.
No obstante ser un estudio detallado y que contaba con el acuerdo total de las empresas,
inexplicablemente la Superintendencia, en 1981, sin ningún argumento que justificara esta
solución, ignoró esta presentación y nunca puso en vigencia esta norma de indudable valor
para un desarrollo armónico, económico y eficiente de los sistemas de distribución.
El trabajo de seis años de un equipo profesional de primera línea terminó en el tacho de la
basura y ni siquiera se guardó la documentación de respaldo de los estudios
correspondientes.
El año 2002, como trabajo paralelo al estudio de la norma 4, SEC me encargó el estudio
del texto base de la modificación y actualización de la norma NSEG 5 de corrientes fuertes.
Ese trabajo, que consideraba las conclusiones del trabajo de la comisión de redes aéreas
de la cual formé parte, fue entregado completo y cumplió la etapa de consulta pública. Sin
explicación ni justificación ese estudio se archivó y nunca se publicó, manteniéndose hasta
la fecha el reglamento dictado en 1954, comentado en el primer párrafo de esta sección.
Comisión de Subestaciones
Su trabajo estaba circunscrito en el ámbito de la actualización de la norma 5 y era parte
importante de esta iniciativa. Su meta era regular la construcción y operación de todas las
subestaciones de poder, de distribución y de instalaciones de consumo, presentes en todo
el sistema eléctrico nacional.
Allí se diferenciaron dos aspectos:
 Fabricación de transformadores
 Construcción de subestaciones
En cuanto a fabricación de transformadores, el principal escollo existente era – y es aún
hoy en día – el hecho que en el escalón más bajo de tensión de distribución en media
tensión – MT – desde los orígenes del sistema eléctrico nacional, por una atroz falta de
visión, se establecieron tres valores de tensión de MT; 12 kV, para la zona de distribución
de CHILECTRA, 13,2 kV para la zona de distribución de ENDESA (chilena) y 15 kV para la
zona de distribución de la CGEI, lo implica mantener tres líneas de producción para equipos
que en esencia son los mismos.
Buscando superar esta dificultad se estableció a través de la Resolución Exenta 393 de
1971, que la tensión nominal de distribución sería de 13,2 kV y la adaptación de los sistemas
a este valor se haría con un juego en los porcentajes de los valores de las derivaciones de
regulación de tensión de los transformadores.
Esta solución era solo parcial, puesto que el valor de 15 KV correspondiente a la zona de
la CGEI no era posible encasillarlo dentro de las variaciones posibles de los porcentajes de
regulación, de modo que en la 393 se mantenía una serie especial para los transformadores
de la CGEI, con la condición de que a futuro, en forma paulatina estas diferencias se iban
a ir eliminando, hasta llegar a un único modelo de transformador con tensión nominal de
13,2kV.
La Resolución 393 se transformó posteriormente, en 1975, en la norma NSEG 16 En 75,
legalmente vigente hoy en día pero absolutamente olvidada, aun cuando sus principios de
creación siguen siendo válidos y de interés para la operación eficiente y económica de los
sistemas de distribución.

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En cuanto a la construcción y operación de subestaciones algún avance, aun efectivo, se
logró y como fruto tangible del trabajo de esta comisión, antes de ser paralizado y abortado
el programa de normalización, se entregó el estudio relativo a la construcción y operación
de subestaciones para instalaciones de consumo, el cual se puso en vigencia como la
norma NSEG 20 En78, norma actualmente vigente, con 30 años de vigencia y que
obviamente requiere de una inmediata actualización pues, por su fecha de emisión, no
considera las actuales tecnologías.
Con posterioridad a la dictación del DFL 1 de 1982 no fue posible avanzar en los objetivos
iniciales planteados y los equipos de trabajo, armados con tanto interés, fueron disueltos.,

Comisión de iluminación pública


El concepto de eficiencia energética, tan cacareado hoy en día como “la novedad del año”,
lo manejábamos en los 70 como uno de nuestros objetivos básicos, en esos años si era
novedad, aunque modestamente lo llamábamos “ahorro de energía”.
Uno de los aspectos en que el uso de la energía se hacía en la forma más ineficiente era
en iluminación y muy en particular en el alumbrado público y este aspecto se lo enfocó con
un interés prioritario.
Del trabajo que surgió de esta iniciativa sus resultados están contenidos en las normas:
 NSEG 9 En 71.- Diseño de alumbrado público en sectores urbanos
 NSEG 15 En 78.- Especificaciones para luminarias de calles y carreteras
 NSEG 21 En 78.- Alumbrado público en sectores residenciales
Respecto de estos trabajos, que aún están en la página web de SEC, se han hecho
comentarios sarcásticos, típicos del chaqueteo, que es una de nuestras peores
características nacionales. A más de no aportar nada, estos comentarios muestran además
la ignorancia y falta de ubicación de que quienes irresponsablemente los emiten.
Así por ejemplo, una de las normas más vilipendiadas de esta área es la norma 15, en la
que por primera vez en el país se intentó establecer directrices para la fabricación de
luminarias y se partió definiendo un modelo económico, abierto, la que despectivamente ha
sido llamada la “casco minero” por su forma, y muy posteriormente se le han formulado
sesudas “observaciones” a “sus deficiencias técnicas”
Contraria a esta actitud vacía y negativa fue el interés de los fabricantes nacionales de
luminarias. O sea, la primera virtud de esta norma abandonada fue el interesar a un sector
bastante importante de la industria nacional, cuyo producto en el momento tenía una fuerte
incidencia en la seguridad ciudadana y en la calidad de vida en los barrios residenciales.
¡Sorpresa, en esos oscuros tiempos en el país se fabricaban luminarias!, pero los Chicago,
con su teoría de las ventajas comparativas, liquidaron esta actividad industrial como tantas
otras y así ahora, una vez que parecen haberse aburrido de hundir al país, nos hablan de
emprendimientos e innovación (lo que nunca dijeron fue para quien eran las ventajas, cosa
que ahora está más que claro, con un país con una de las peores distribuciones de ingreso
del mundo).
Hoy en día todas las luminarias que se instalan en el país son importadas y nadie ha
demostrado que aquello sea conveniente al país, solo engorda las billeteras de los
importadores.

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Respecto de las críticas a la norma 15, si se la lee y se tratara de aplicar hoy en día, a 30
años de su estudio y dictación, desde luego que su contenido puede parecer aberrante; no
en vano pasan los años y los avances tecnológicos en este aspecto han sido radicales.
Para ubicarse en contexto, el empujón inicial al estudio de la norma lo dio una proposición
de actualización de los sistemas de iluminación en todo el país, presentado a la
Superintendencia por la empresa Philips Chilena. ¡Otra sorpresa, una empresa privada
presentando, a su costo, un estudio conteniendo iniciativas de un evidente beneficio social!
(¡¡¡háganme esa ahora!!!)
El primer trabajo de la comisión de iluminación fue evaluar esta proposición, cuya premisa
básica era que la actualización de los sistemas sería a costo cero, pues los cambios se
financiarían con el ahorro de energía, al reemplazar las ampolletas incandescentes, (ahora
una curiosidad de museo) que constituían por sobre el 80% de las lámparas del alumbrado
público, por lámparas de mercurio, y sodio de alta y baja presión, (ni siquiera se conocían
aun los halógenos) de mucho mayor eficiencia y luminarias de ópticas sofisticadas
permitiendo utilizar la luz emitida con un alto rendimiento. Vale recordar que el concepto de
luminaria recién se estaba incorporando a nuestro ideario y en el alumbrado público las
ampolletas incandescentes se instalaban bajo una suerte de plato bajo invertido, de acero
enlozado, cuya finalidad era exclusivamente el proteger a la lámpara de la lluvia, no tenía
ningún aprovechamiento óptico.
La conclusión de la comisión, luego de un exhaustivo análisis técnico económico (otra
novedad ¡¡ingenieros haciendo análisis económicos!!, ¿no nos han engrupido ahora que
eso es solo materia de economistas?), concluyó que lamentablemente por omisiones,
propias de no especialistas en distribución eléctrica, (por ejemplo, entre otros, no se
consideraba el costo del reemplazo de los ganchos necesario para montar las nuevas
luminarias, los existentes eran totalmente incompatibles) el programa de reemplazo de
lámparas incandescentes por luminarias no se financiaba con el ahorro de energía.
Como complemento a este trabajo se estudiaron además ocho posibles alternativas de
reemplazo con diversas combinaciones de tipos de lámparas y luminarias y finalmente se
eligió una de estas alternativas que era la que más se acercaba al financiamiento total,
lograba cubrir un poco más del 80% del costo con una buena solución lumínica.
Considerando que se trataba de un proyecto de elevada rentabilidad social, se
recomendaba implementarlo de todas maneras y destinar los fondos complementarios para
cubrir aquella diferencia.
Aquí hay dos temas a destacar: primero, el uso del concepto de rentabilidad social, no
produjo urticaria en nadie, es un concepto que hoy por hoy no lo usa nadie, ni siquiera el
PC; todo ahora se mide como rentabilidad en dinero, un proyecto sirve solo si contribuye a
inflar las faltriqueras de los “sacrificados” inversionistas, si le sirve o no a la gente importa
un reverendo coco de mono.
Lo segundo destacable es que la recomendación de la comisión fue aceptada y la
modernización del sistema de iluminación se concretó en beneficio de la ciudadanía. Es
posible que ello se haya debido a que el 78 los Chicago no eran aún totalmente dueños del
país y por lo tanto la “rentabilidad social” era un “activo aceptable”. No me consta quien se
cuadró con el 20% de financiamiento directo.

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Se desprende de esto que, lejos de ser una iniciativa retrógrada, la norma de Especificación
de luminarias significó una avance notable en la materia, su obsolescencia posterior, que
la condujo a la inoperancia, evidentemente fue consecuencia de las políticas negativas
implementadas por las autoridades de la época, que borraron en su totalidad la iniciativa de
normalización que transversalmente, sin el más mínimo contenido ideológico ni menos
politiquero, solo con un criterio netamente profesional técnico, ingenieros de diversas
tendencias (las cuales no tuvieron ninguna incidencia en sus decisiones) habían logrado
implementar y poner en marcha, solo buscando el bien superior del país.
Lamentablemente esta actitud de elevado profesionalismo no se ha vuelto a reproducir y el
proceso normativo sigue enterrado, anulado por una mescolanza de intereses sectoriales
para los cuales un sistema normalizado no les resulta instrumental para obtener ganancias
máximas con mínimo o nulo beneficio para el país.
Recordando a quienes se fueron integrando a esta iniciativa, no se puede omitir el nombre
de Octavio Hinojosa, ingeniero de la Empresa CHILECTRA (cuando era chilena), quien
anotaba en su currículum el record de ser el único chileno que era parte de los equipos de
estudios de la CIE, (Commission Internationelle pour l’Eclairage – Comisión internacional
para la iluminación), organismo internacional que desarrolla estudios con la finalidad de que
los países integrantes los tomen como base de sus normas nacionales. Este record no ha
vuelto a ser ni siquiera igualado.
Del relato, si se lo analiza en profundidad, puede desprenderse que se manejaba en ese
tiempo otro concepto que nos han vendido como un invento reciente, el de la participación
ciudadana, manejado en un modo considerablemente más racional que la forma en que se
maneja hoy en día.
Estas últimas palabras no son un tiro al aire, me ha tocado participar de varias comisiones
citadas por la autoridad bajo el alero de esta supuesta “participación” y de verdad la
experiencia es decepcionante; en primer lugar los representantes de la autoridad llegan con
un libreto hecho, convenientemente memorizado y sin la menor intención de modificar una
sola coma de su proposición, aun cuando se aporten argumentos sólidos para respaldar la
posición alternativa planteada. Todo induce a pensar que las famosas citaciones a la
“participación ciudadana” tiene como único objeto el establecer actas de reuniones en que
aparece una lista más o menos nutrida de participantes, pero en esas actas no se consignan
para nada los desacuerdos y se da la impresión que todo se ha aprobado por unanimidad.
Se debe sumar a eso que, dados desacuerdos muy potentes, gran parte de estas citaciones
llegan a callejones sin salida y el tema de primera importancia, según se establece en las
bases de la citación, pasa en vuelo directo al tacho de la basura. Tampoco esto es un tiro
al aire, ha sucedido con la actualización de las normas 4 y 5, propuestas para 2007 y
sucedió con el tema de reinstalación de un sistema de inspecciones técnicas, cuya
discusión ha terminado en fracaso en cuatro ocasiones en los últimos 17 años.
El único éxito” conocido de este sistema de participación, en una segunda instancia (la
primera fracasó), en el cual curiosamente los “ciudadanos” estuvieron ausentes, es el
Reglamento de Alumbrado Público en cuyo texto final no se tomaron en cuenta ninguna de
las objeciones muy serias hechas en la primera ocasión.
En este reglamento, que es una copia mal traducida del informe técnico CIE 115, se le
hicieron objeciones tanto formales como técnicas, las que olímpicamente fueron
desechadas por el representante de SEC que inicialmente partió reconociendo que no era
especialista en el tema pero que finalmente terminó imponiendo sus puntos de vista en

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forma arbitraria – no está claro si estos puntos de vista impuestos eran ideas propias o les
fueron dictados.
Entre las objeciones formales hechas estaba el hecho de que el tema fuera tratado bajo el
formato de reglamento y no de norma. Una norma es flexible y considerablemente más fácil
de modificar y actualizar, un reglamento entrega un tratamiento de carácter más
permanente en el tiempo y por ello sus mecanismos de actualización son engorrosos.
Por otra parte, equivocadamente se asumió que el informe CIE 115 es una norma, en
circunstancia que la CIE es enfática en cuanto a la calidad de sus documentos: son informes
técnicos que al momento de su emisión contienen la información más actualizada disponible
respecto de las reglas del arte y de la tecnología disponible para su aplicación y se entregan
con la finalidad de permitir que los países miembros las utilicen como base de sus normas
nacionales, desde luego sobre la base de un estudio exhaustivo de adaptación a la realidad
de cada país.
Al no ser una norma la estructuración del contenido es de carácter y ordenamiento literario,
por ejemplo hace uso de párrafos de gran extensión, aclarados con la correspondiente
inclusión de los respectivos signos de puntuación. Una norma estructuralmente debe estar
formada por párrafos cortos que tratan cada uno solo un tema específico, identificados con
un código numérico, ello con el objetivo evidente de facilitar las referencias cruzadas al
individualizar inequívocamente cada tema específico.
Por ejemplo, si en el reglamento dictado se quiere saber la disposición que establece sobre
un tema muy particular y específico se debe decir:
“Refiérase al artículo N° XX, segundo párrafo, después del punto y coma, hasta el segundo
punto seguido”
En tanto en una norma bien estructurada la referencia, por ejemplo, dice:
“Ver numeral 8.5.1.3”
Parece obvio cuál de las dos estructuras es más lógica y racional.
En cuanto a temas técnicos se plantearon, a modo de ejemplo, en absoluto fueron los
únicos temas, la inclusión de luminarias abiertas, desde luego no cualquiera sino las que
cumplieran una serie de condiciones (Autopista del Sol usa luminarias abiertas y su
mantenimiento es extraordinariamente sencillo y efectivo, las luminarias mantenidas
quedan cero kilómetro, como recién salida de fábrica, tema que es imposible lograr con la
ópticas con reflectores Alzak). Otro tema planteado fue la revisión, no la modificación, de
los niveles de iluminación establecidos dado que un factor muy importante en este aspecto
es la edad media de los usuarios y la edad media de los europeos se percibía como superior
a la edad media de los usuarios de nuestro país, ello en concordancia con la aplicación del
concepto de ahorro energético, puesto que en la finalidad de un sistema de iluminación
pública no es encandilar a los usuarios con unos superniveles de luminancia, sino
proporcionar la cantidad de luz necesaria para una conducción segura y confortable.
Se sugirió además definir un procedimiento de medición de los valores obtenidos en los
sistemas de iluminación construidos de acuerdo a este reglamento. Personalmente
desarrollé un método de medición, aplicado por primera vez en el proyecto Costanera Norte,
el que fue incluido por el MOP en su última versión del Manual de Carreteras y fue adoptado
por DICTUC como procedimiento oficial de medición de estos parámetros.
Ninguno de estos temas fue siquiera estudiado, sin dar para ello ninguna explicación
coherente.

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¡Bueno, cada uno parece interpretar “participación” de acuerdo a sus intereses y muy
particulares puntos de vista!

Termino con dos aclaraciones:


Por lo expuesto – solo hechos muy pretéritos – no se piense que soy un nostálgico del
pasado, amarrado a la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Lo expuesto nada tiene
que ver con aquello, es solo la exposición objetiva de hechos reales y la descripción de una
realidad que mostró sin lugar a dudas que, cuando se dejan de lado los intereses espurios
y existe la real voluntad de trabajo en equipo por el engrandecimiento del país y teniendo
como meta el bien común, es posible obtener resultados sólidos e importantes, tal vez no
con la velocidad que se deseara pero resultados innegables y en ello los recursos
necesarios de invertir no son inaccesibles y sorpresivamente, son de magnitudes mínimas
Finalmente, de lo dicho, salvo los contratos de servicio por los estudios en los años 2000 y
2005, no hay documentación que respalde los acontecimientos relatados de modo que lo
expuesto es solo mi versión personal y si alguien estima que mi palabra es confiable puede
aceptar la veracidad de lo dicho, si no es así todo lo dicho solo constituye una anécdota o
peor aún, una ficción.

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