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El mito de lo Dado y sus consecuencias en la justificación de nuestras

creencias.

Cruz Maya Alejandro

No. de cuenta: 310191605

Desde sus comienzos en la Grecia antigua hasta bien entrada la modernidad, la


filosofía ha tratado de explicarnos la realidad a partir de toda clase de dualismos,
que la han llevado a la búsqueda de un elemento fundamental de lo existente, a
partir del cual nuestra experiencia en el mundo cobraría total sentido. Sin
embargo, este tipo de explicaciones dualistas han conseguido todo lo contrario de
lo que se proponían, lejos de explicarnos la realidad, han abierto una brecha,
muchas veces insalvable, que nos mantiene aislados e imposibilitados para
conocer las cosas como realmente son. Desafortunadamente, la teoría del
conocimiento no se ha salvado de esta tendencia para tratar explicar la realidad y
se han presentado distintas posturas que buscan declarar al conocimiento como
un objeto resultante de la fricción entre dos espacios: el de las razones y el de las
causas.

En este pequeño ensayo trataré de exponer lo que se debe entender por mito
de lo Dado, haciendo algunos breves señalamientos acerca del porqué resulta tan
tentador caer en él. También señalaré lo que a mi parecer es la consecuencia más
grave de este mito: el escepticismo global en lo concerniente a la justificación de
nuestras creencias.1 Para dicha tarea, me apoyaré en las primeras dos
conferencias del texto de McDowell titulado Mente y Mundo.

La filosofía kantiana nos explica el conocimiento a partir de una relación


normativa entre intuiciones y conceptos, eliminando todo resabio metafísico que
permeándose en la teoría del conocimiento nos impidiera dar una justificación
adecuada a nuestras creencias. Sin embargo, como nos dice McDowell en la
conferencia primera, esta relación normativa se ha mal interpretado muchas a
veces, dando lugar a lo que se puede llamar el Mito de lo Dado2. Dicha mal
interpretación se debe, principalmente, a que esta filosofía se ha entendido como

1 Como nos dice McDowell (p. 44), el Mito de lo Dado, nos brinda una
exculpación donde nosotros buscábamos una justificación.
una especie de refinación del representacionalismo, en el que el espacio de las
causas ha evolucionado a algo llamado sensibilidad, y el espacio de las razones
ha venido a denominarse entendimiento. El problema viene cuando aceptamos la
premisa de que el espacio de las razones, que dicho sea de paso trabaja
esencialmente con conceptos, es una “actividad completamente libre”, una
facultad de la espontaneidad,3 ya que de ser así, esta facultad no tendría ninguna
regulación, podría crear infinidad de construcciones conceptuales que de ninguna
manera se correspondieran con la realidad, perdiendo todo sentido y significado
real. En palabras de McDowell:

“Pero si nuestra libertad en el pensamiento empírico es total (en particular, si no


resulta constreñido desde fuera de la esfera conceptual), ello pudiera parecer que
amenaza la posibilidad misma de que los juicios de experiencia pudiesen estar
fundados de algún modo en relación con una realidad externa del pensamiento.”4

Aquí es donde entra en juego lo Dado. Para salvaguardar la veracidad de


nuestros juicios y construcciones conceptuales, se ha planteado un dualismo entre
conceptos y lo Dado. Bajo este esquema, lo Dado que se presenta a la
sensibilidad, es decir, al mal llamado espacio de las causas, son alguna especie
de unidades de información que adquirimos en la experiencia. Estas unidades de
información externas a la esfera conceptual, son las encargadas de fundamentar
la justificación de nuestros usos conceptuales; es a partir de estas que nuestros
estados mentales toman apego a la realidad externa. Por eso es que este
dualismo parece tan seductor a la teoría del conocimiento, si nuestros estados
mentales no fueran causados por entidades externas no existiría restricción a
nuestro uso de conceptos, y en ese sentido no existiría posibilidad de justificación
de estos mismos.

Si somos observadores, nos damos cuenta que el mito de lo Dado, constituye


una postura epistemológica, que acepta la existencia de realidades extra-
conceptuales que se encargan de generar una fuente de significación

2 Vale la pena señalar que el Mito de lo Dado no es algo exclusivo de una mala
interpretación de la filosofía kantiana, sin embargo, para los propósitos de este
pequeño ensayo y siguiendo el texto de McDowell, solo lo abordaré desde esta
perspectiva.

3 Cf. John McDowell, Mente y Mundo, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2003,


p.40.

4 Ídem.
independiente y autónoma ante el cual, el uso de conceptos desciende a un
segundo plano.

Ahora bien, a continuación trataré de explicar la manera en que este recurso


para justificar nuestras creencias nos lleva de vuelta al punto donde empezamos.
Por un lado, la escisión generada a partir del dualismo entre espacio de las
razones (entendimiento) y espacio de las causas (sensibilidad), es muy similar a la
que se generaba en otras posturas epistemológicas, el representacionalismo por
ejemplo, en el que existía un abismo insalvable entre las dos substancias, extensa
y pensante, que abría la puerta a lo que antes denominamos como el velo de la
percepción, en el que era imposible cotejar nuestras representaciones mentales
con el mundo exterior. Bajo esta interpretación de la teoría kantiana, sucede algo
similar, una ruptura entre mente y mundo, que nos deja atrapados en nuestra
espacio mental, siendo así que cuando buscamos justificar una construcción
conceptual mediante una fuente de significado externa, no podemos más que
apuntar hacia ella, ya que bajo ninguna circunstancia podemos explicar las
razones básicas por las cuales las interacciones entre conceptos e intuiciones
funcionan:

“[…] no podemos entender verdaderamente las relaciones en virtud de las cuales


un pensamiento está justificado excepto si las consideramos como relaciones
internas al espacio de los conceptos: relaciones tales que una cosa implique a la
otra, o que una cosa haga de otra algo probable; relaciones, en suma, que son
ejercicios potenciales de capacidades conceptuales. El intento, pues, de ampliar el
campo de las relaciones de justificación mas allá de la esfera de lo conceptual no
puede hacer lo que se supone que debía hacer.”5

A lo anterior, se suma la incapacidad para explicar la manera en la cual a


partir de la multiplicidad de eventos que se presentan en lo Dado, el sujeto es
capaz de elegir correctamente uno para a partir de él generar cierta
justificación a s sus construcciones conceptuales. 6

Como un paréntesis, me gustaría aclarar que el Mito de lo Dado, no


necesariamente necesita presentarse con un matiz ontológico, como en el caso de
las dos substancias componentes de la realidad. Una perspectiva que defienda el
hecho de que la justificación del conocimiento se cimenta en el consenso social,
también estaría recurriendo a lo Dado, en este caso, la sociedad.

5 McDowell, óp. Cit., p.43.

6 Cf. Ibid., p. 42
De esta manera, el recurso de lo Dado, siempre nos lleva al mismo punto del
que partimos: la incapacidad para justificar nuestras construcciones conceptuales,
lo cual trae consigo a un viejo conocido: el escepticismo global concerniente a la
justificación de nuestras creencias.

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