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Lucía Moya Tamariz

00136292
Ser y Cosmos – CID 200
10 de marzo del 2018

Examen final: El comienzo de la pluriculturidad en Ecuador

¿Qué hace que aún doscientos años después de la creación del Ecuador todavía
se siga debatiendo si vivimos sujetos a lo que nos dejó la colonia o si hemos empezado
aceptar nuestra pluriculturalidad? Primero que nada el Ecuador, así como el resto de
naciones latinoamericanas, no nacieron espontáneamente como fue en Europa, sino que
su establecimiento se caracterizó por tener un carácter impositivo liderado por las clases
altas. Además, si bien lo aborigen sirvió de sostén para empezar a forjar imaginarios,
una vez realizado se lo olvidó y se empezó a rechazar todo lo que eso significaba.
Entonces, el país no se llegó a unificar por completo pues gran parte de su población fue
hecha a un lado y considerada como motivo de vergüenza. Como resultado, al Ecuador
le tomaría alrededor de dos siglos reconocer la necesidad de legitimar su carácter
pluricultural a través de la modificación del nacionalismo oficial y popular.
Si bien en Europa lo que, según Anderson (1993), constituyó una parte
importante que fomentó la formación de naciones fueron las lenguas vernáculas, en
Latinoamérica y, específicamente en Ecuador, fue la voluntad de ruptura con la Corona.
En concreto, como menciona Quijada (2003), las élites se propusieron plantar en sus
pueblos la necesidad de formar su propio imaginario y empezar a considerarse como
entes separados que ya no pertenecerían al dominio de nadie más. Entonces, para
lograrlo, tomaron prestados símbolos ancestrales, crearon panteones de próceres con
quienes la gente debería identificarse cuando pensara en qué características los debían
definir y así empezaron a forjar este nuevo imaginario que poco a poco se convertiría en
el Ecuador. Sin embargo, apenas creyeron que lograron con su objetivo dejaron a un
lado todo lo ancestral y las políticas empezaron a apuntar a la búsqueda de semejanza
con lo europeo y al alejamiento de lo indígena o, como lo denominaría Quijada (2003),
empezó el blanqueamiento. Este fenómeno causó desunión sobre todo en las primeras
décadas de época republicana, lo cual resultó en una alta inestabilidad política y en
injustas prácticas, relacionadas a la mano de obra e imposición de impuestos, que los
latifundistas que estaban a cargo del país imponían sobre aquellos que no tenían
propiedades.
Por otro lado, la gran mayoría de la población ecuatoriana se empezó a definir a
sí misma como mestiza que, en teoría, significaba que compartía tanto un lado indígena
como un lado europeo; sin embargo, la realidad era diferente. Desde un inicio el mestizo
se identificó más profundamente con el europeo y trató de rechazar todo lo que tenía
que ver con el indígena con la excusa de que no estaban a su misma altura, eran
incivilizados y representaban a la barbarie (Muyolema, 2001). Este pensamiento resultó
en la exclusión del indígena de la toma de decisiones a nivel nacional pero, como
comenzaron a discutir algunos pensadores de los años 1900 como Mariátegui (1928), la
misma nación resultaba perjudicada cuando hacía a un lado a los indígenas de su
territorio. Como consecuencia, nació el indigenismo que, a pesar de que intentaba
reivindicar los derechos de los indígenas e incluirlos en la toma de decisiones, era un
movimiento formado por mestizos, por lo que los primeros no podrían llegar a estar
bien representados. De todas formas, este fue un esfuerzo por reconocer la cultura
indígena y hacer comprender al Ecuador que su progreso también dependía de ellos.
Además, paralelamente, Benjamín Carrión (2007) se convirtió en un fuerte abogado de
la cultura ecuatoriana y argumentó que, en vista de no ser un país desarrollado, esta
debía ser nuestro más sólido pilar y, para lograrlo, esta debía comprender todo lo que
significaba Ecuador y no solo el lado mestizo que se estaba acostumbrado a mostrar.
Por fortuna, los esfuerzos que empezaron con el indigenismo se propagaron al
punto de que desde el propio estado se empezó a incentivar la inclusión de los indígenas
a la sociedad y a la toma de decisiones. Además, no solo se buscó la protección a los
derechos de los indígenas sino también de afroamericanos y, como ejemplo de ello,
Sánchez relató en el artículo de “Museos, memoria e identidad afroamericana” cómo era
imperativa la inclusión de esta minoría étnica en el ámbito cultural como constancia de
que no nos podemos llamar Ecuador sin la inclusión de este grupo en la memoria
colectiva de todos los ecuatorianos (2007).
Entonces, por todo lo expuesto, no debería causar sorpresa que el país haya
vivido tanto tiempo bajo la sombra de la corona española; sin embargo, a mi
consideración, se ha empezado el camino hacia la definición de nuestra nación como un
país en verdad pluricultural. Primero que nada, desde el nacionalismo oficial se ha
promocionado la consideración del país como tal a través de reformas a la constitución
y un sinnúmero de campañas; no obstante, estos cambios serían prácticamente
irrelevantes si no se verían plasmados en la sociedad pero, ventajosamente, sí lo están.
El ejemplo más contundente de ello es que el porcentaje de identificación étnica en los
censos ha aumentado para indígenas y minorías étnicas y disminuido para blancos y
mestizos, lo cual demuestra que poco a poco deja de tener una connotación negativa el
identificarse como tal. Adicionalmente, cada vez se promocionan más los mercados
nacionales ya que se hace mucha propaganda alrededor de lo hecho en ecuador versus lo
que viene del extranjero. Por estas razones, veo muy positivo el panorama para la
consideración del país como plurinacional y espero que esta lenta transición permita
que, en un futuro, la connotación de mestizo tenga, en efecto, parte indígena y parte
europea, que podamos decir que el Ecuador en conjunto toma sus decisiones y no
pequeñas élites que tienen el poder y que recuperemos todo el nivel de desarrollo que
hubiéramos alcanzado si desde que nació la república nuestros líderes hubieran logrado
una verdadera cohesión.
Referencias
Anderson, B. (1993). Comunidades Imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la
difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Carrión, B. (2007). “La casa de la Cultura Ecuatoriana,” en Pensamiento Fundamental,
ed. Michael Handelsman. Quito: Corporación Editoria Nacional.
Mariátegui, J. (1928). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima:
Ediciones Era.
Muyolema, A. (2001). “De la ‘cuestión indígena’ a ‘lo indígena’ como cuestionamiento.
Hacia una crítica del latinoamericanismo, el indigenismo y el mestizaje”, en
Conergencia de Tiempos: Estudios subalternos/contextos latinoamericanos
estados, cultural, subalteralidad, lleana Rodríguez, ed. Ámsterdam: Roodopi.
Quijada, M. (2003). “¿Qué nación? Dinámicas y dicotomías de la nación en el
imaginario hispanoamericano,” en coord. Antonio Annino y Francois-Xavier
Guerra, Inventando la nación: Iberoamérica Siglo XIX. México: Fondo de
Cultura Económica.
Sánchez, J. (2007). Museos, memoria e identidad afroecuatoriana en Íconos.
Recuperado el 8 de marzo del 2018 de
http://www.flacso.org.ec/docs/i29anton2.pdf

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