Está en la página 1de 1

Sábado 25.11.

17 5
EL NORTE DE CASTILLA

Arreando el ganado
La vida campesina en Frost

C
omo cada año, a las FERMÍN que amarillo». Con frecuen-
puertas del invier- HERRERO cia su poesía, que nunca al-
no, he festejado la canza el pozo de los deseos,
llegada de la esta- se tinta de un aire melancó-
ción propicia ‘a los estudios lico, contempla manzanos
nobles’ echando una lumbre que han tirado ya sus hojas y
consistente, de carrasca. En cuyo fruto se pudre esparci-
cuanto prende el fuego, a su do y poco cuajado, «picado,
amorcillo, vuelvo a algún poe- comido por gusanos», en tor-
ta apropiado para la ocasión. no al tronco añoso, mientras
Esta vez me vino a la cabeza una vaca algo demente, tal
el laureado Robert Frost, me vez la misma que al comien-
lo imaginé cabalgando solita- zo de mi poema se aprestaba
rio, como en su celebrado ‘Al a rescatar en una noche de ce-
pararme junto al bosque una llisca, mordisquea la «endul-
noche de nieve’, sobre el cru- zada fruta caída», por lo que
jido blanco, al encuentro de al cabo «sus ubres se mustian
una res despistada y en lugar y su leche se seca».
de buscar sus ‘églogas y geór- Y aquel poema, que preten-
gicas’ nada bucólicas, sino día revivir, solazándose en
‘más o menos crueles’, volví ella, la atmósfera campesina,
a unos versillos propios: «Ver- para mí tan emotiva como ad-
mont, Nueva Inglaterra, Ro- mirable, de parte de la obra
bert Frost sale a buscar una poética de Frost, muy versa-
vaca perdida en la tormenta, da en las cosas del agro, con-
a caballo por el bosque, desier- cluía: «Estrellas en hileras de
to de luz. O acaso una estro- hierba junto al bosque, el su-
fa. Una ventisca de semanas dor y las moras. Es necesario
uniforma atajos, riesgos, hue- detenerse allá donde se urden
cos del tamaño del universo. los silencios. O acaso una es-
Giran las estrellas al fondo del trofa detrás de cada alerce.
murmullo de los árboles». Así Esta es tu casa, el instinto, y
comienza –lo he prosificado- de regreso otra vez por vere-
el poema que publiqué hace
Ahí estaban, como das borradas, aunque en cada
justo veinte años –ahora que en algunos de sus bosque que dejaste muera un
La granja de Robert de casi todo hace ya, como di- poemas narrativos, leñador o te atrape de pronto
misma rotunda sabiduría que Frost en Derry, jera también Jaime Gil de la cellisca sin nombre de la
sólo nos ofrecen, en el campo New Hampshire. Biedma, ay, veinte años– en
centinelas en la quiebra a medio verso, como
del ensayo inspirado, obras tan A la derecha, sello ‘Echarse al monte’. En él ho- nevada, las estrellas un teléfono que siempre co-
originales por radicales como de 1974 y un retrato menajeaba al poeta de ‘Al nor- radiantes munica». Ahí estaban, como
las de Emerson o Thoreau. del poeta de 1910. te de Boston’ y enaltecía su en algunos de sus poemas na-
Creo, pues, que la edición :: CRAIG MICHAUD - visión del mundo, que siem- rrativos, centinelas en la ne-
LIBRARY OF CONGRESS
de la ‘Poesía completa’ de Ro- pre asocio, no sé por qué, con vada, las estrellas radiantes,
bert Frost no sólo es una apues- las narraciones sobre los pio- Con frecuencia brillando aún con más reful-
ta editorial y un memorable neros de Willa Cather y su su poesía se tinta de gencia en medio del hielo a
muy intenso. Este amor a la trabajo de traducción de Cata- confianza, como depositaria canto seco («no iréis a decir-
naturaleza en sus poemas con- lán, sino una presencia muy de la poesía, en la manera de un aire melancólico me que de todas las estre-
fluye luego con otros valores, señalada, un hito a la hora de hablar, en el lenguaje decan- llas/que de noche caen del cie-
como los de su diálogo con el traer luz a un tiempo de tan- tado de los ‘mozos de labran- lo sin un ruido…»); su incli-
misterio en símbolos como el ta poética del vacío y del sim- za y otras gentes’ del campo, nación a recoger bayas que
del camino, el bosque, las plan- plismo, de la –¿única?– coti- que tan bien conocía por as- vemos solos a la cabaña para dignificara al igual que labo-
tas, los pastores y campesinos, dianidad urbana, del pensar cendencia paterna y por sus seguir venciéndonos lejos del res agrícolas como cortar y
los animales, los jardines o las que escribir un poema es sim- experiencias fracasadas como horror de las ciudades, pues partir leña, segar con el dalle
diversas metamorfosis que en plemente, engañosamente, granjero en el propio Ver- la materia es el espíritu y el susurrante y darle vuelta a la
el paisaje imprimen los cam- poner sólo unas palabras de- mont, donde situé el texto, o espíritu es la materia». El poe- hierba «con el rocío, antes de
bios estacionales. bajo de otras; es decir, de al- El gran tema en New Hampshire. Daría ma inicial del libro de Frost salir el sol» o arreglar paredes
Además, detrás de esos sím- canzar una especie de prosa igual, lo suyo, a su aire, sin es- ‘Un valle en las montañas’ (su de piedra seca; sus árboles tu-
bolos poderosos hay en este plana cortada en trozos. O la
de la poesía de cuela, contra las modas van- lugar predilecto para tener telares (el alerce, pero sobre
autor un humanismo que es experimentación banal. La Frost es su amor guardistas imperantes, fue lo casa a modo de chocilla tras- todo el abedul, aquel comba-
el que le proporciona la since- poesía europea debe pues mi- a la naturaleza universal sin paredes que Tor- cendentalista y vivir en con- do por el peso de «las tormen-
ridad con la que escribe, la au- rar un poco hacia panoramas ga atribuía a lo local bien en- tacto con la naturaleza), y uno tas de aguanieve» o por haber
tenticidad que le concedió de extremos. Bien pueden ser focado. de los más célebres dentro de servido de columpio infantil;
honda fama en vida, y que a estos los de Extremo Oriente Mi poema, titulado ‘Ven- su de por sí reputada obra, se o aquel joven, confiado y va-
su muerte se ha acrecentado. o los de Extremo Occidente. Hay en este autor tisquero’, continuaba así: «Los titula ‘El camino no elegido’ liente; o el otro cuyas ramas
Humanismo que brota no sólo En este último caso, en los au- un humanismo lugares que vi y no recuerdo –según el prologuista y por- taladas se usan para sujetar y
de su biografía, de ese sufrir la tores y poetas de la Costa Este obligan a elegir entre dos ca- tentoso traductor de su poe- que puedan enredarse las
enfermedad, la muerte y los de Estados Unidos de los dos que es el que minos: el sendero que baja al sía entera Andrés Catalán, en plantas de jardín). Y, al fin, el
suicidios de los suyos, sino de últimos siglos –no nos olvida- le proporciona pozo o un tapiz de hojas su origen es una broma sobre regreso al hogar, con el poe-
un afán contemplativo –acti- mos tampoco de Melville, de la sinceridad muertas sobre una lluvia de el natural indeciso del poeta ma dentro, mientras afuera
tud del poeta también presen- Poe, de Emily Dickinson–, el manzanas. La tarde cae por de la guerra Edward Thomas–. la naturaleza vuelve a tomar
te en la tradición universal– ejemplo debiera ser y es tan con la que escribe los abedules. Atados a la tie- Su primer verso reza así: «Dos lo que es suyo y se intenta cul-
de la que brota la sabiduría. Esa elevado como provechoso. rra como topos siempre vol- caminos se abrían en un bos- tivar en vano.

También podría gustarte