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Historia

Esto me sucedió hace seis años y fue un evento muy extraño, tanto, que había
preferido nunca revelarlo a nadie. Sin embargo, ahora he decidido a hacerlo
como una forma de superación y para demostrarme a mí mismo que aún me
queda valor para enfrentarme a los malos recuerdos. Ese año pasaba a primero
de secundaria. Una época de muchos cambios, donde la pubertad nos alcanza
y nos muestra su verdadera cara, nos hace inseguros y a su vez nos da el valor
para cometer cosas imposibles, pues así me siento yo. Mis padres me decían
que en esa etapa estaba más cerca de ver mi futuro. En mi caso, ese futuro se
veía lleno de cosas malas. Sobre todo, por lo que pasó aquel día. Un día nuevo,
colegio nuevo gente nueva que conocer y claro nuevos profesores a quienes
admirar y otros odiar.

Mi madre me dijo antes de salir de casa: Llegó el gran día para cambiar, en esta
nueva etapa te convertirás en todo un hombrecito, En este colegio puedo ser
alguien muy diferente a la que fui, en este lugar nadie me conoce y aprovechare
al máximo eso. Esto me lo decía a mí mismo mientras iba en el bus. Al llegar al
dichoso recinto observe una enorme y nueva puerta de metal compacta me hizo
preguntarme si lo habían sacado de alguna cárcel. Tan enorme fue la puerta que
no les preste atención a las demás cosas ocasionando que me tropecé
torpemente en la vereda. No hubiera sido tan malo ya que cuando estaba en el
suelo suena el timbre de la formación generando que todos volteen a verme
desbaratado en el suelo, vaya forma de empecer a clases.

Risas a montones escuche. Con desesperación me puse en pie y entré corriendo


al colegio. Quería salir a toda velocidad para escarparme de las burlas, pero me
había torcido un tobillo y andaba cojo. Aun así, hacía mi mejor esfuerzo por
aumentar la velocidad y, claro, o si, las cosas empeoraron. Me detuvo el auxiliar
según él por ir muy rápido. No puedes correr por los pasillos, me dijo. Porque
eres nuevo te dejaré ir esta vez, continuó dándome sermones mientras mantenía
la boca apretada como conteniendo su ira. Toda esa ira la pude sentir en mi
brazo que apretaba más fuerte con su robusta mano. Tanto fue que apretaba
que me daño brazo izquierdo, así que ahora estaba cojo y el brazo entumecido
por el apretón del loco ese. Que buen comienzo en el cole», pensé, ¿Tienes algo
más para mí? Con esto apenas llegue a la clase. Era de esperar que me
equivoque de aula, pues sí, me paso. La mirada burlona acompañada de risas
de todos lo sentía al salir de aquella aula.Al fin llegué, obviamente entre tarde y
el profesor me pregunto mi nombre y me bajó un punto por llegar tarde. La
puntualidad en mi clase es de suma importancia, así que no lo tomen a mal. He
aquí un profe al que odiar, pensé. Las horas de clase fueron aburridísimas y
hasta que al fin llegó la hora del recreo. Ya que es primer día les dije a mis padres
que comería algo de la cafetería, me dirigí hacía a que lugar a sabiendas de que
esa comida no tiene muy buena pinta. Y saben los rumores eran ciertos. La
comida, claro si se le puede llamar comida a eso, pero yo tenía demasiada
hambre que devoré la primera cosa que vi, que era una especie de mazamorra
con olor a pus, no tuve opción.
Las siguientes tres horas transcurrieron rápido sin ningún inconveniente, pero en
unos minutos después, un escalofrío recorrió mi cuerpo de los dedos de los pies
hasta la cabeza. Por la puta mare, no puede ser. ¡No Dios, ahora no por favor!,
imploré mentalmente mientras empezaba a sudar como loco. Pero mis suplicas
fueron correspondidas con un terrible dolor de barriga. Sabía muy bien lo que iba
a pasar ¡No, diarrea, no! ¡Esa mierda de mazamorra!, y con cada maldición que
lanzaba hacia el dichoso comedor, los cólicos y el dolor no cesaban. ¡No puedo
permitir que me pase otra vergüenza de este nivel aquí ¡Tengo que ir al baño!
pensé con mucha angustia. Haciendo un último esfuerzo para que no se me
notara las ganas de ir al baño, le pedí permiso al profesor para ir al baño. El muy
hijo de su madre no me quiso dar permiso.

El grado de mi situación me dio el coraje para mandarlo a la mierda y salí sin su


consentimiento, mientras me amenazaba con llamar al director. Fui buscando
por todo el piso, no había ni una persona. Todos estaban en encerrados en los
salones y yo no sabía dónde había un maldito baño. Tres pisos tenían ese
colegio y los tres los recorrí en medio de un intestino al estallar, con un brazo
lastimado y cojo. La eternidad si existe, lo comprobé mientras buscaba tan
aclamado lugar.

No vi ningún baño en los dos primeros pisos. En el tercero debe estar, pensaba.
Sudando y tiritando, producto del enorme esfuerzo que estaba realizando. Todo
el tercer piso revisé y nada, entonces encontré un pasillo un poco oscuro. Pero
con la urgencia no me importo.

La oscuridad me iba cegando con cada paso que daba, pero no me importaba
en lo absoluto. Seguí caminando y alcancé a ver en una puerta ese símbolo
divino, muy tradicional en los baños. ¡Por fin, gracias, Dios!, exclamé, y mientras
me acercaba aquella puerta. Esta estaba muy deteriorada, como quemada, y
había recordado lo que me dijo mi padre que la escuela acababa de ser
reinaugurada debido a que se incendió.

Recordé que el recreo había escuchado a unos compañeros decir que en el


incendio murió el antiguo vigilante y que su espectro a veces deambulaba por el
colegio. Otro de esos alumnos negó eso y dijo que había quedado desfigurado
completamente, pero que estaba vivía en él colegio. Esos recuerdos se fueron
rápidamente cuando llegué a la puerta del baño. La puerta se abrió y corrí lo más
rápido que pude, para poder quitar el peso de más. Muchas sensaciones se
fueron de mi cuerpo. Dolor, angustia, odio a la cafetería, hacia el auxiliar y al
maestro ese. Todo se resumió con un suspiro; lo había conseguido. Me disponía
a terminar la faena cuando entonces lo inpensable sucedió: las luces empezaron
a parpadear y de pronto me quede a oscuras. Me estaba muriendo de miedo por
tantas cosas malas que me habían pasado cuando llegó la luz nuevamente. Que
suspiro solté, pero entonces al disponerme a sacar papel vi algo que no tiene
palabras, algo que nunca imaginé que me podría pasar y que me sacó un grito
de verdadero temor:¡ Mierda no hay papel!
Mi voz se oyó en todo el baño y el eco retumbo las frías paredes. Lágrimas de
enojo cubrían mi rostro. Di un fuerte golpe a los paneles de la casilla del baño.
En eso, mi rabia fue interrumpida por una voz.

¿Necesitas ayuda?, me preguntó la persona que estaba en la silla continua. En


mi frustración por entrar al baño no me di cuenta si había alguien más ahí.
Suspiré calmado y con mucha pena le dije que sí. Toma, te paso el papel por
abajo. Ahora las lágrimas eran de agradecimiento, estaba emocionado y mi fe
en la humanidad se había retomado.

Vi el rollo de papel más blanco que había visto en mi vida que asomaba por del
panel izquierda de la casilla sostenido por una mano completamente vendada
con un coloración rojiza.

Ese día me cambié de colegio.

Los alumnos aún comentan de lo que le pasó a uno de los alumnos nuevos. Era
un muchacho que cojeaba, que enloqueció y que se salió corriendo del colegio
gritando con los pantalones a bajo…

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