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Historia
Historia
Esto me sucedió hace seis años y fue un evento muy extraño, tanto, que había
preferido nunca revelarlo a nadie. Sin embargo, ahora he decidido a hacerlo
como una forma de superación y para demostrarme a mí mismo que aún me
queda valor para enfrentarme a los malos recuerdos. Ese año pasaba a primero
de secundaria. Una época de muchos cambios, donde la pubertad nos alcanza
y nos muestra su verdadera cara, nos hace inseguros y a su vez nos da el valor
para cometer cosas imposibles, pues así me siento yo. Mis padres me decían
que en esa etapa estaba más cerca de ver mi futuro. En mi caso, ese futuro se
veía lleno de cosas malas. Sobre todo, por lo que pasó aquel día. Un día nuevo,
colegio nuevo gente nueva que conocer y claro nuevos profesores a quienes
admirar y otros odiar.
Mi madre me dijo antes de salir de casa: Llegó el gran día para cambiar, en esta
nueva etapa te convertirás en todo un hombrecito, En este colegio puedo ser
alguien muy diferente a la que fui, en este lugar nadie me conoce y aprovechare
al máximo eso. Esto me lo decía a mí mismo mientras iba en el bus. Al llegar al
dichoso recinto observe una enorme y nueva puerta de metal compacta me hizo
preguntarme si lo habían sacado de alguna cárcel. Tan enorme fue la puerta que
no les preste atención a las demás cosas ocasionando que me tropecé
torpemente en la vereda. No hubiera sido tan malo ya que cuando estaba en el
suelo suena el timbre de la formación generando que todos volteen a verme
desbaratado en el suelo, vaya forma de empecer a clases.
No vi ningún baño en los dos primeros pisos. En el tercero debe estar, pensaba.
Sudando y tiritando, producto del enorme esfuerzo que estaba realizando. Todo
el tercer piso revisé y nada, entonces encontré un pasillo un poco oscuro. Pero
con la urgencia no me importo.
La oscuridad me iba cegando con cada paso que daba, pero no me importaba
en lo absoluto. Seguí caminando y alcancé a ver en una puerta ese símbolo
divino, muy tradicional en los baños. ¡Por fin, gracias, Dios!, exclamé, y mientras
me acercaba aquella puerta. Esta estaba muy deteriorada, como quemada, y
había recordado lo que me dijo mi padre que la escuela acababa de ser
reinaugurada debido a que se incendió.
Vi el rollo de papel más blanco que había visto en mi vida que asomaba por del
panel izquierda de la casilla sostenido por una mano completamente vendada
con un coloración rojiza.
Los alumnos aún comentan de lo que le pasó a uno de los alumnos nuevos. Era
un muchacho que cojeaba, que enloqueció y que se salió corriendo del colegio
gritando con los pantalones a bajo…