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Eutanasia: Derecho y no Privilegio

Natalia Fernández Moreno

Es imposible hablar de la vida sin hablar de la muerte y viceversa, la muerte es lo más

cierto que le aguarda a la vida y el hombre es un ser finito, por ende su existencia en la tierra

tiene un límite de tiempo desconocido (Noemi, 2007). Hoy más que ayer nacen muchas

preguntas alrededor de la vida y la muerte, lo que es claro es que todos nacen para morir.

Entonces, ¿qué es la vida sin la muerte o qué es la muerte sin la vida? La muerte como tal es

un tema que muy pocas personas desean tocar, es un fenómeno que va mucho más allá de una

cuestión biológica y que muchas personas lo ven como un asunto divino. Si hablamos de la

vida, según Aramanoya (2016) consiste en tomar decisiones en cada segundo, todo lo que se

hace o se deja de hacer es producto del propio sentir con libertad del ser humano. Por

libertad las personas deben tener derecho a decidir cómo vivir y por amor a la vida, también

derecho a decidir cómo morir. De aquí nace la disyuntiva de poder disponer de la vida y la

muerte o esperar el hecho espiritual de morir bajo el designio de Dios.

En tal sentido el presente ensayo planteará un análisis moral y cultural, resaltando la

muerte asistida o eutanasia como un derecho y no un privilegio religioso, contrastándolo con

los cuidados paliativos y evidenciando además algunos vacíos legales que se deben

considerar ante una muerte digna en pacientes con enfermedades terminales. “La palabra

Eutanasia viene del griego y etimológicamente significa buena muerte, aunque actualmente

ha adquirido un significado muy distinto. Hay definiciones diferentes y se han descrito varios

subtipos y otros términos relacionados con ella: eutanasia activa, pasiva, directa,

involuntaria, suicidio asistido, etc” (Campanario, Chirlaqué, Cuco & Santana, 2015, p.3).

La buena forma de morir es uno de los principales argumentos que se predica para

promover la legalización de la eutanasia. Los avances en investigaciones científicas y


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tecnológicas han puesto al alcance medios e instrumentos para prolongar la expectativa de

vida, incluso en personas con un deterioro grave y salvar muchas vidas que hace algunos años

no tenían esperanza de mejora. Sin embargo también se han evidenciado casos en los que

solo los lleva a padecimientos y agonías interminables que únicamente prolongan la

degradación del moribundo y el sufrimiento de su familia. Entonces, ¿es necesario morir con

un dolor evitable?

Ahora se emplea en mayor magnitud la medicalización de la muerte, hecho que antes

ocurría en el calor del hogar donde el enfermo partía de este mundo rodeado de su entorno

familiar y con su médico de cabecera asistiéndolo. Hoy el moribundo es apartado de su

familia para ser internado en un frío establecimiento de salud, donde su deceso se produce de

forma solitaria y en la mayoría de los casos inconsciente y faltos de sentido debido a las

grandes proporciones de medicación y a los malos tratos que reciben. Escobar (2000)

menciona que el concepto de calidad de vida utilizada por los profesionales de la salud

implican ciertas acciones sanitarias y tecnológicas que llevarán a una prolongación de la vida

o mejor dicho prolongación de la agonía.

Las salas de cuidados intensivos son un escenario de lo que hoy se ha llamado

acertadamente distanasia, es decir de la utilización de procedimientos encaminados a diferir

una muerte bienhechora (Sánchez, 1989). El paciente con enfermedad terminal y estado de

conciencia dispone del derecho de controlar su destino y solicitarle al médico que no tome

medidas extraordinarias o desproporcionadas para prolongar su vida. Este debería ser un

derecho que se debe respetar (Escobar, 2000).

Si hablamos de la medicina paliativa en contraste con la Eutanasia, esta hace énfasis

en el manejo apropiado del dolor y de otros síntomas en todas las fases que atraviesa un

paciente diagnosticado con una enfermedad crónica terminal. En el Perú no hay una ley que
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legisle la prestación de cuidados paliativos, sin embargo en el 2003 se creó la Sociedad

Peruana de cuidado paliativos y desde el 2007 existe un programa que privilegia únicamente

a pacientes oncológicos “Plan Nacional para el fortalecimiento de la Prevención y el control

del Cáncer”, así como este, existen muchas publicaciones y normas respaldadas por

congresos y asociaciones que fomentan el desarrollo e instauración de los cuidados

paliativos en los establecimientos de salud (Pastrana et al. 2012).

Lo cierto es que muy poco se ha hecho al respecto, lamentablemente hay puntos que

juegan en contra de acuerdo a nuestra realidad Nacional: a) los cuidados paliativos no son

reconocidos como una prioridad en la Salud Pública; b) existe muy poco personal de salud

capacitado en la especialidad; c) la prescripción de opioides, medicación para el dolor, tiene

corta vigencia, como máximo 15 días; d) no se cuenta con equipos multidisciplinarios

completos y e) no existe un comité de expertos que asesore al Ministerio de Salud en estos

temas (Pastrana et al. 2012).

La realidad está muy lejos de lo que se plantea y se podría decir que lo propuesto en

su momento ya ha quedado en el olvido. Un claro ejemplo de esto, son los enfermos

internados en el Servicio de Emergencia del Hospital Guillermo Almenara Irigoyen, muchos

de ellos se encuentran en etapas terminales y a pesar de que este hospital de tercer nivel

cuenta con Unidad especializada según la Sociedad de cuidados paliativos, no hace falta

mucha investigación para saber que los enfermos se encuentran en los pasillos, que muchas

veces no cuentan con camillas y que los hacen pasar noches enteras pernoctando en sillas.

Más cruda aún es la realidad de saber que solo hay un médico de guardia y que los demás

solo son residentes y técnicos que muy difícilmente podrán manejar el cuidado de estos

pacientes. Tampoco es algo desconocido que faltan medicinas, que no permiten a los

familiares quedarse junto a sus enfermos y que para tener todo bajo control aplican la

sujeción mecánica. Una verdad que no podemos ocultar y una muerte tan fría y solitaria en
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los pasillos y pabellones de estos hospitales que nadie en su vida y su muerte puede desear.

Lo único cierto es que los cuidados paliativos no son suficientes para morir sin dolor.

Desde la perspectiva religiosa la eutanasia no es un tema de dominio moral. Las

religiones representan sin duda una de las construcciones humanas más influyentes, hasta el

punto de llegar a establecer lo que debe y no debe hacerse. Durante siglos las normas morales

se han desarrollado en el marco de lo sagrado y divino. Con el trascurrir del tiempo las

sociedades se han ido apartando de la tutela moral religiosa para elaborar su propio código

ético. A pesar de ello se mantiene que solo Dios es dueño de la vida, siendo esta una

propiedad divina que, como tal mantiene su valor incluso en medio de sufrimientos y el

hombre termina siendo un ser beneficiario, incapacitado para disponer de su vida por

voluntad.

En base a la doctrina cristiana, el dolor sobre todo el sufrido en los últimos momentos

de vida representa un significado importante en el plan de salvación de Dios, pero ¿es eso lo

que realmente desea Dios? Hay una frase muy conocida “El hombre solo puede ver bien a

Dios a través de lágrimas, lo cual da a entender que a mayor sufrimiento, mayor será el grado

de arrepentimiento y entrega a Dios con la esperanza de la vida eterna, sin embargo es difícil

entender esta posición cuando somos la mayor creación de Dios por amor.

La sacralidad de la vida tendría una fuerte convicción, siempre que pudiera ser

aceptado como principio ético universal, pero no lo es si esta emana de su origen divino y no

del valor de intrínseco de toda existencia. Cuando se pretende argumentar desde el principio

religioso se debe de desestimar el hecho de convertirlo en un principio universal. El ámbito

de las decisiones morales incluidas las relacionadas a la propia vida reside en la conciencia

individual. Si alguien cree que la vida es una propiedad divina y la muerte un designo de

Dios, estará moralmente obligado a prolongar su vida hasta su fin biológico, pero no puede
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pretender que, quienes se consideran dueños de su vida renuncien al derecho de disponer de

ella responsablemente cuando el temor de vivir es más impetuoso que el de morir. Derecho

que también reclaman muchos quienes consideran su propia vida como una donación

generosa de Dios, en quien creen totalmente (Kung, 2016). Haciendo un contraste entre la

moral religiosa y la ética social el sacerdote franciscano Lluis Villa (2005) sostiene que los

derechos humanos son universales, mientras que los derechos y deberes religiosos son de

grupo o individuales. La opinión de las religiones es muy respetable pero no debe imponerse.

En el Perú la eutanasia no es permitida, en el código penal (1994) se tipifica al

“Homicidio por piedad” como un delito contra la vida, el cuerpo y la salud; en el artículo 112

se prescribe: “El que por piedad mata a un enfermo incurable que le solicita de manera

expresa y consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será reprimido con pena

privativa de libertad no mayor de 3 años”. Los que se oponen a la eutanasia deberían

cuestionarse si es justo que una persona desahuciada sufra una dolorosa enfermedad y que no

tenga derecho a decidir sobre su muerte. Si una muerte digna, por definición, es la que ocurre

rápido y sin dolor, ¿qué es una vida digna? Todos tenemos derecho a una vida y muerte digna

y el Estado debería garantizar que esto suceda (Delgado & Lescano, 2015).

Lamentablemente en nuestro país se presentó en el año 2009 y 2015 un proyecto Ley

que permite la asistencia de muerte digna en caso de enfermedad terminal o degenerativa,

pero no prosperaron. La situación legal de la eutanasia en nuestro país debería cambiar y

tomar como ejemplo países en los que su manejo tiene un respaldo legal. Gracias al

testimonio de muchas personas al borde de la muerte y presos al sufrimiento de la agonía es

que algunos de los estados de Estados Unidos como Washington y California se han sumado

a los países del mundo como Canadá, Suiza, Bélgica y Holanda, que por ley regulan y

permiten el suicidio medicamente asistido.


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En conclusión, la eutanasia responde a una petición de finiquitar la vida de una

persona, expresada de forma libre con la intención de liberarse de un padecimiento

insoportable que de igual forma le causará la muerte en poco tiempo, procurándole un bien y

respentando su voluntad. Esta decisión deliberada no convertirá al hombre en un ser

rechazado por la ley divina, sino más bien lo convertirá en una persona que por amor a su

vida y al de los suyos decide vivir la muerte y no padecerla. La realidad Peruana dentro del

marco de la medicina y la salud, puede hacer reflexionar a las personas y al estado ante este

hecho. El Perú no cuenta con un sistema integral y social de Salud apropiados para ofrecer

calidad de vida a los pacientes con enfermedades terminales y lamentablemente el gobierno

ha hecho muy poco por legalizar el manejo de la eutanasia, a pesar que se trató de promover

un proyecto ley en el Congreso. Con suerte en los próximos años alguno de estos dos puntos

será tomado como una prioridad, considerando que la obligación del estado es garantizar el

bienestar de los peruanos.


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Referencias

Aramanoya, A. (2016). La utopía es necesaria. Último y final: Mi último artículo, para ti.

Recuperado de

http://lautopiaesposible.blogspot.pe/2016/07/ultimo-y-final-mi-ultimo-articulo-

para_5.html

Campanario, A., Chirlaqué, V. I., Cuco, S. L., & Santana, E. L. (2015). La buena muerte,

|conciencia de la población frente a los cuidados paliativos. Valencia, España:

Medicina Universidad de Valencia.

Código Penal Peruano. (1991). Recuperado de

https://www.oas.org/juridico/mla/sp/per/sp_per_cod_pen.pdf

Delgado, J. & Lescano, Y. (2015). Eutanasia en el Perú. La República. Recuperado de

http://larepublica.pe/impresa/opinion/727113-eutanasia-en-el-peru

Escobar, J. (2000). El morir como ejercicio final del derecho a una vida digna. Bogotá,

Colombia: Colección Bíos y Ethos Ediciones el Bosque.

Kung, H. (2016). Las religiones en contra de la Eutanasia (Vol 73), Asociación Federal

derecho a morir dignamente. Madrid, España. Recuperado de

http://www.plagscan.com/highlight?doc=114622223&source=1&hl=textonly#1

Noemi, J. (2007). Vida y muerte: una reflexión teológico fundamental. Teología y Vida. doi:

10.4067/S0049-34492007000100004

Pastrana, T., De Lima, L., Wenk, R., Eisenchlas, J., Monti, C., Rocarfort, J. & Centeno C

(2012). Atlas de cuidados Paliativos de Latinoamerica Perú ALCP. Houston: IAHPC

Press. Recuperado de
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http://cuidadospaliativos.org/uploads/2012/10/atlas/19_Peru.pdf

Sánchez, F. (1989). Reflexiones en torno del derecho de morir dignamente. La Eutanasia (pp.

88). Bogotá, Colombia: Fundación pro derecho a morir dignamente.

Villa, L. (2005). II Jornadas Derecho a morir dignamente. Derechos emergentes, nuevos

retos. Barcelona, España: Ayuntamiento de Barcelona.

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