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438 439 narcisismo

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s u equilibrio. Las nociones de los ideales, en particular el yo ideal y
el ideal del yo, se edifican sobre esta base. Pueden ocurrir allí alte-
raciones del funcionamiento narcisista: por ejemplo las psicosis, y
más precisamente la manía y sobre todo la melancolía, que son
para Freud enfermedades narcisistas, caracterizadas o por una in-
flación desmesurada del narcisismo o por su depresión irreducti-
ble. Por ello las llama psiconeurosis narcisistas.
A partir de la década de 1920 y del advenimiento de s u segunda
tópica, Freud preferirá distinguir netamente las dos formas de nar-
narcisismo s. m. (fr. narcissisme; ingl. narcissisnv, al. Na.rziJ3m.us). cisismo antes mencionadas calificándolas de «primaria» y «secun-
Amor que dirige el sujeto a sí mismo tomado como objeto. daria»; pero, al hacerlo, termina casi asimilando el narcisismo pri-
mario al autoerotismo.
E L CONCEPTO E N F R E U D . La noción de narcisismo está dispersa y
mal definida en la obra de Freud hasta 1914, fecha en la que escri- C O N C E P C I O N E S LACANIANAS. L a s concepciones lacanianas del
be Introducción del narcisismo, artículo donde se preocupa de darle, narcisismo simplifican considerablemente estas cuestiones. Lo
entre los otros conceptos psicoanalíticos, u n lugar digno de s u im- mejor es presentarlas a través del proceso de estructuración del
portancia. Hasta entonces, el narcisismo remitía más bien a una sujeto. Para J . Lacan, el infans —el bebé que no habla, que todavía
idea de perversión: en lugar de tomar u n objeto de amor o de deseo no accede al lenguaje— no tiene una imagen unificada de s u cuer-
exterior a él, y sobre todo diferente de él, el sujeto elegía como objeto po, no hace bien l a distinción entre él y el exterior, no tiene noción
s u propio cuerpo. Pero, apartirde 1914, Freud hace del narcisismo del yo ni del objeto. E s decir, no tiene todavía una identidad consti-
una forma de investidura pulsional necesaria para la vida subjeti- tuida, no es todavía un sujeto verdadero. Las primeras investiduras
va, es decir, y a no algo patológico sino, por el contrario, u n dato pulsionales que ocurren entonces, durante esta especie de tiempo
estructural del sujeto. cero, son por lo tanto en sentido propio las del autoerotismo, en
Desde allí hay que distinguir varios niveles de aprehensión del tanto esta terminología deja justamente entender que hay ausencia
concepto. E n primer lugar, el narcisismo representa a l a vez una de u n verdadero sujeto.
etapa del desarrollo subjetivo y u n resultado de este. La evolución E l inicio de la estructuración subjetiva hace pasar a este niño
del pequeño humano lo debe llevar no sólo a descubrir su cuerpo, del registro de la necesidad al del deseo; el grito, de simple expre-
sino también y sobre todo a apropiárselo, a descubrirlo como pro- sión de la insatisfacción, se hace llamada, demanda; las nociones
pio. Esto quiere decir que sus pulsiones, en particular sus pulsio- de interior/exterior, luego de yo/otro y de sujeto/objeto sustituyen
nes sexuales, toman s u cuerpo como objeto. Desde ese momento a l a primera y única discriminación, l a del placer/displacer. L a
existe una investidura permanente del sujeto sobre sí mismo, que identidad del sujeto se constituye en función de la mirada de reco-
contribuye notablemente a su dinámica y participa de las pulsiones nocimiento del Otro. E n ese momento, como lo describe Lacan en lo
del yo y de las pulsiones de vida. Este narcisismo constitutivo y ne- que llama el «estadio del espejo», el sujeto puede identificarse con
cesario, que procede de lo que Freud llama primero autoerotismo, una imagen global y aproximadamente unificada de sí mismo («El
en general se ve redoblado por otra forma de narcisismo desde el estadio del espejo como formador de l a función del yo [/e]», 1949;
momento en que la libido inviste también objetos exteriores al s u - Escritos, 1966. [Véanseespejo (estadio del) [y yo].) De allí procede
jeto. Puede ocurrir entonces, en efecto, que las investiduras objeta- el narcisismo primario, es decir, la investidura pulsional, deseante,
Ies entren en competencia con los yoicos, y sólo cuando se produce amorosa, que el sujeto realiza sobre sí mismo o, más exactamente,
cierta desinvestidura de los objetos y u n repliegue de la libido sobre sobre esa imagen de sí mismo con la que se identifica.
el sujeto se registrará esta segunda forma de narcisismo, que inter- E l problema luego es que, sobre la base de esta identificación
viene en cierto modo como una segunda fase. primordial, vienen a sucederse las identificaciones imaginarias,
De esta manera, el narcisismo representa también una especie constitutivas del «yo» [moíJ.Pero, fundamentalmente, este yo, o esta
de estado subjetivo, relativamente frágil y fácilmente amenazado en imagen que es el yo, es «exterior» al sujeto y no puede entonces pre-
necrofilia 440 441 neurosis

tender representarlo completamente en sí mismo. «Yo es u n otro» clon de l a perversión el hecho de que, en ella, el deseo se sostiene
[Moi est un autre], resume Lacan, parafraseando a Rimbaud [Je est ¿el ideal de u n objeto Inanimado.
un autre]. E l narcisismo (secundario) sería en cierto modo el resul- Puede ser extraño entonces comprobar que Lacan, en s u Semi-
tado de esta operación, en la que el sujeto inviste u n objeto exterior nario La identificación, pudiese decir que la necrofilia no contradice
a él (un objeto que no puede confundirse con la identidad subje- el dato estructural de que «lo que yo quiero en el fantasma determi-
tiva), pero a pesar de todo u n objeto que se supone es él mismo, ya na el objeto desde donde el deseante que él contiene debe confesar-
que es s u propio yo, u n objeto que es la imagen por «la que se toma», se como deseante», que siempre haya que buscar al deseante en el
con todo lo que este proceso incluye de engaño, de ceguera y de seno de algún objeto del deseo, cualquiera sea.
alienación [Seminario I. 1953-54, «Los escritos técnicos de Freud»; ¿Cómo entender esta aseveración? T a l vez podamos revisar
1975). primero el tema que Jones recuerda en s u trabajo sobre La pesadi-
Se comprende entonces que el ideal (del yo) se edifica a partir de lla, tomado sobre todo de la literatura, el del hombre que rehusa se-
este deseo y de este engaño. Pues no hay que olvidar que el término pararse del ser amado y continúa durmiendo un buen tiempo junto
narcisismo, tanto para Freud como para Lacan, remite al mito de al cuerpo de s u mujer muerta. Sea como fuere, no debemos objeti-
Narciso, es decir, a una historia de amor en la que el sujeto termina var el comportamiento de los perversos como si fuera exterior al de
la especie humana, y es importante subrayarlo incluso en el caso
por conjugarse tan bien consigo mismo que, por encontrarse de-
de la necrofilia.
masiado consigo, encuentra la muerte. Ese es por cierto el destino
narcisista del sujeto, y a sea que lo sepa o que se engañe: al enamo-
rarse de otro que cree que es él mismo, o al apasionarse por alguien neurosis s. f. (fr. névrose-, ingl. neurosis; al. Neurose). Modo de de-
sin darse cuenta de que se trata de sí mismo, pierde en todas las fensa contra l a castración porfijacióna un escenario edípico.
ocasiones, y sobre todo se pierde.
MECANISMOS Y CLASIFICACIÓN D E LAS NEUROSIS SEGÚN F R E U D .
Tras haber establecido la etiología sexual de las neurosis, S. Freud
necesidad de castigo (fr. besoin de punition; ingl. need for pu-
emprendió l a tarea de distinguirlas según sus aspectos clínicos y
nishment, al. Strqfebedürfnis). Véase castigo (necesidad de).
sus mecanismos. De u n lado, situó a la neurastenia y a la neurosis
de angustia, cuyos síntomas provienen directamente de la excita-
necrofilia s. f. (fr. nécrophilie; ingl. necrophilia). Perversión que
ción sexual sin intervención de u n mecanismo psíquico (la primera
consiste en hallar satisfacción sexual con cadáveres.
ligada a u n modo de satisfacción sexual Inadecuado, l a masturba-
Los psicoanalistas, sabiendo que la pulsión sexual puede tomar
ción, y la segunda, a l a ausencia de satisfacción) (Sobre la justifi-
los caminos más diversos, jamás concibieron la idea de erigir u n
cación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en
catálogo de las perversiones. E s raro, por lo demás, que los perver- calidad de •neurosis de angustia; 1895). A estas neurosis, a las que
sos incursos en actos criminales graves tengan ocasión de hablar- agregará luego la hipocondría, llamará neurosis actuales.
les tan largamente como se necesitaría para desentrañar s u con- Del otro lado, situó a las neurosis en las que interviene u n meca-
ducta, y por otra parte el método psicoanalítico, en ausencia de esa nismo psíquico de defensa (la represión), a las que denomina psico-
palabra, pone distancia con lo puramente descriptivo. Con todo, neurosis de defensa. E n ellas la represión se ejerce sobre represen-
puede otorgarse u n lugar especial a l a necrofilia pues constituye, taciones de orden sexual que son «inconciliables» con el yo, y de-
sin lugar a dudas, u n punto de interrogación crucial sobre la natu- termina los síntomas neuróticos: en la histeria, la excitación, desli-
raleza de la perversión. gada de la representación por la represión, es convertida en el terre-
Hallaremos en l a Psychopathia sexualis, de Krafft-Ebing, la no corporal; en las obsesiones y la mayoría de las fobias, permane-
presentación de algunas formas concretas de necrofilia (violación ce en el terreno psíquico, para ser desplazada sobre otras repre-
de cadáveres, ingestión de s u carne, etc.). Es-más interesante sentaciones (Las neuropsicosis de defensa, 1894).
destacar que, en las breves páginas que les consagra, el autor deja Freud observa luego que una representación sexual sólo es re-
muy bien destacada l a necesidad de someter sin resistencia al primida en la medida en que h a despertado la huella mnémica de
objeto del deseo. E l propio psicoanálisis iba a recoger en s u defini- una escena sexual infantil que h a sido traumatizante; postula en-
pulsión 568 \ 569 pulsión
ó . —
purificada de todo equívoco, que aseguraría la satisfacción total de
I
soporta al sujeto, es decir, la dinámica responsable de s u vida. Esta
las demandas y daría acceso a un goce sin límite.
noción de dualidad fue considerada siempre por Freud como u n
Precisamente cuando las circunstancias vienen a denunciar la
punto esencial de s u teoría y, en buena parte, está enel origen de la
falsedad de este fantasma, se desencadena la enfermedad. No per-
divei^encia jdueg^riiptiira, con Jung, que, por s u lado, se mostrad
der nada es condenarse a no existir: u n significante amo S j sólo
1

ba cada vez más partidario de üha visión monista de las cosas.


representa a un sujeto para otro significante S (el saber del Otro) al
Una primera dificultad en el abordaje del concepto de pulsión
2

precio de una pérdida, la del objeto a, fragmento de goce perdido


consiste en resistir la tentación psicologizante, la tentación de com-
en la puesta en palabras de la demanda. Este objeto fija la separa-
prender rápidamente, que tendería por ejemplo a asimilar l a pul-
ción entre los dos significantes y produce el equívoco fálico. Por no
—-Asión al instinto, a darle el nombre de pulsión a lo que_quedaria_de„
consentir ninguna pérdida, se produce el mecanismo llamado por
arrirna^enel^serjiumano. Las primeras versiones, en castellano, i n -
Lacan «holofrase». E n la holofrase, el sujeto y a no aparece más co-
glés y francés, de los textos freudianos han favorecido este malen-
mo equívoco sino que deviene inseparable de u n a especie de mono-
tendido, proponiendo casi sistemáticamente traducir como instinto
lito S j - S r j . L a inscripción de ese bloque, de ese uno totalizante, so-
el término alemán Trieb.
brepasa las posibilidades de lo simbólico. Este corte se inscribe fue-
Una segunda dificultad proviene del hecho de que la noción de
ra del cuerpo simbólico (a diferencia del síntoma histérico), entre
\\ pulsión no remite directamente a u n fenómeno clínico tangible. S i
cuerpo imaginario y cuerpo real, en lenguaje binario: una crisis o
el concepto de pulsión da buena cuenta de l a clínica, es porque
una ausencia de crisis mórbida. La lesión del órgano o de la función
constituye una construcción teórica forjada a partir de las exigen-
conserva sin embargo una dimensión imaginaria en su forma o s u
ciasdeella, y no porque dé testimonio de alguna de s u s manifesta-
proceder que autoriza a veces una tentativa de desciframiento (del
ciones particulares.
modo en que una letra sacada del texto vuelve a encontrar s u for-
Desde u n punto de vista epistemológico, el término pulsión apa-
ma). Notemos sin embargo que los efectos benéficos de l a cura se
rece bastante pronto en la obra freudiana, donde viene a dar el ran-
deben en primer lugar a la reconstitución del lazo protector, y luego
go de concepto a una noción bastante mal definida, la deenergíia. A
al enfrentamiento progresivo del sujeto con el muro del lenguaje, a
partir de ese momento, este concepto pasa a ocupar enseguida una
través del cual es llevado a tomar en cuenta l a dimensión de lo im-
posición esencial en la teoría analítica, hasta llegar a ser verdadera-
posible.
mente s u clave de bóveda, lugar que ocupará aun en los últimos
textos de Freud. Pero este lugar no se debe sólo al papel fundador
pulsión s. f. (fr. pulsión; Ingl. drive o instinct, al. Trieb). Concepto de l a metapsicología que tiene este concepto: está motivado tam-
fundamental del psicoanálisis, destinado a dar cuenta, a través de bién por la dificultad misma del concepto y por s u resistencia i n -
la hipótesis de un montaje específico, de las formas de relación con trínseca, en cierto modo, para entregarle a Freud lo que este-espera
' el objeto y de la búsqueda de la satisfacción. de_éJLpara develarle ciertos horizontes misteriosos. «La^teoría de l a s x

Dado que esta búsqueda de la satisfacción tiene múltiples for- pulsiones —Rescribe en 1915—es l a cuestión más imp^rbinfe~peró
c

mas, conviene hablar en general más bien de pulsiones que de l a ' también la menos acabada de l a doctrina psicoanalítica».
pulsión, excepto en el caso en que interese s u naturaleza general: c C E n J . Lacan, la pulsión conserva e incluso acrecienta todavía es-
las características comunes a todas las pulsiones. Estas caracterís- te lugar teórico. Para él es uno de los cuatro conceptos funda-
ticas son cuatro: fueron definidas por Freud como ra fuente, el em- mentales del psicoanálisis, junto al inconsciente, l a transferencia y
puje, el objeto y elfin.\Determinan la naturaleza cíe la pulsión: ser la repetición, y justamente el que se muestra más delicado en s u
esencialmente parcial, así como sus diferentes avatares (sus dife- elaboración. L a pulsión constituye también el punto límite donde
rentes destinos: inversión, reversión, represión, sublimación, etc.). ,captar la especificidad del deseo delsjjjetp, del que revela, por s u
estríleturaén b u ^ , lajporía. Permite además erigir una verdadera
HISTORIA D E L CONCEETCLEN F R E U D . L a pluralidad pulsional s u - topología de los bordes y aparece, por último, como uno dejos prin^
pone la noción de oposición o de dualidad^ Para el psicoanálisis, las cipalesmodos de acceso teórico alcampo^delo^reaL ese término de
diferentes pulsiones se reúnen al Arfen dos grupos que funda- la estructura lacaniana quedesigna lo que para el sujeto es lo im-
mentalmente se enfrentan. De esta oposición nace la dinámica que posible.
pulsión 570 571 pulsión

LA CONCEPCIÓN FREUDIANA. E s en 1905, en los Tres ensayos de de u n a pulsión como en s u término, como lo muestran las «per-
teoría sexual, donde Freud usa por primera vez el término pulsióny w^versiones de objeto». E n otras palabras, cualquier lugar del cuerpo
hace así de él u n concepto determinante. Pero, desde la década de puede ser o Hevpnirjrrjnft prñg^naApartir del momento en que u n a
1890, como lo atestiguan la correspondencia con W. Fliess y el pulsiónjojrryiste. E s t a comprobación tienejyarias_jmplicaciones:
Proyecto de psicología, Freud está muy preocupado por aquello que en primer lugar, la de la rñulüplicldad dejas^ulstones^spuesto que i
da aljgxhumanoja^uerza para vivir ^ también por lo que le da a los sus orígenes y^sjjs objetivos son muy numerosos; en segundo lu—¿
sínton^^ garrel de s u dmcultad^en-téndeThaciá u n fin común, es decir, en
esas fuerjzasjsojijasjiúsrra que en ciertos ca- verdad, s u casi imposibilidad para unificarse, puesto que pueden
nsos provoca los síntomas. E n esta épocaTtrata de distinguir "entre conformarse con objetivos parciales y muy diferentes unos de
estas fuerzas dos grupos, a los que refiere la «energía sexual somá- otros; en tercer lugar, l a de la precariedad de sus avatares, puesto
üca» yja-j#nergía sexual psíquica», y llega a introducir incluso l a que estos se muestran finalmente tan variados y movientes como
noción de Ubicjo.LuegirTsulnterés lo lleva y a hacia las teorías del los objetivos mismos.
fantasma y de la represión, y descubre las formaciones del incons- Por último, propone distinguir bien el grupo de las pulsiones se-
ciente. E n 1905, entonces, habiendo y a explorado debidamente el xuales (que, en ciertas condiciones, entre otras cuando no son «des-
«cómo» de la neurosis, vuelve a la cuestión fundamental que se viadas» hacia u n a de las vías que se califican de perversas, permi-
planteaba antes, la del «por qué», la de las energías operantes en los ten a l ser humano reproducirse) de otro grupo de pulsiones, que,
procesos neuróticos. por s u parte, tiene por función mantener en vida al individuo. Este
E l problema, justamente, es que los mecanismos de formación segundo grupo engloba las pulsiones que empujan a l sujeto a ali-
de los síntomas neuróticos disimulan l a naturaleza de las fuerzas mentarse, a defenderse, etc., es decir, las pulsiones de autoconser-
sobre las que se ejercen. De este modo, para acceder a la compren- vacióiijyje-F^ud^o4ardará erijj^rigminar más bien pulsiones delh.
sión de estas últimas, Freud se ve obligado a tomar u n camino i n - yo^ para insistir no tanto en s u función (la supervivencia) como e n ^
directo. Hay dos terrenos, piensa, que permiten observar «a cielo el objeto de esa función: el individuo mismo.-- '
abierto» —o sea, suficientemente libre de la represión— este juego Freud^define así las pulsiones en la interfase de lo somático y de
— d e las pulsiones que constituye elírr)otor de las neurosis y el motor lo psíquico, destaca s u diversidad (y por consiguiente s u plurali-
v ^ i e l sujeto humano. Estos dos terrenos son, respectivamente, el de dad), indica lo frecuente de s u carácter inacabado (por consiguiente
las perversiones —donde l a represión es apenas eficaz— y el de los suxaxácter p j r c i a L s u J a l t a de unificación y la incertidumbre de
niños, esos «perversos polimorfos» —antes de que la represión haya sug^ratinQsXx^osbila dos tipos principales y opuestos de pulsio "" 1

operado demasiado. nesH. las-pulsfoñes^


E l estudio de las perversiones va a proveerle por lo tanto el me- Algunos años después, en 1914, Freud adelanta u n a nueva no-
dio para asir las características y los modos de funcionamiento de ción, l a del narcisismo, eLamor que_eL&ujeJ;ojd^rige_auriobjeto muy
las pulsiones. Pero, incidentalmente, también le da los argumentos particularií_él_rrúsmó>Este nuevo concepto le ofrece u n a clave s u -
en apoyo de la tesis sobre la sexualidad infantil —que se juzgará plemelitariapaTa abordar u n a parte del campo de las psicosis (psi-
totalmente inaceptable en l a época— y los medios para elaborar cosis narcisistas, como las llama en esa época) pero lo obliga tam-
^ u n a teoría general de l a sexualidad. 7\ bién a reconsiderar esa oposición que tenía por fundamental entre
E n Tres ensayos de teoría sexual Freud precisa en "primer lugar pulsiones sexuales y pulsiones del yo. E n efecto, a partir del mo-
l a naturaleza de la pulsión sexual: la/fibídó) Le parece que no hay mento en que admite que existe una verdadera relación de amor
lugar y a para repartirla entre las vertientes «somática» y «psíquica». entrej^l_sjijfito^suj^ le es necesario también admitir que
Por el contrario, le parece que se reparte por estas dos vertientes y hay una Jibidjnizaciónjdjel^ las funciones del yo (que
entre ellas y que es esta posición frorrteriza^la^quejnejoxiadefine, estas no responden simplemente a la lógica de la autoconservación
como, finalmente, a toda pulsión. «La pulsión —escribe—^es el re- sino que también están erogeneizadas), que la preservación del yo
presentante psíquico de u n a fuente continua de excitación prove- no entra únicamente en el registro de l a necesidad, sino además, y
niente del interior del organismo». Muestra luego que, en el plano en definitiva sobre todo, en el del deseo. Por consiguiente, desde
sexual, cualquier punto del cuerpo puede estar tanto en el origen que el yo es también u n objeto sexual, se desprende de ahí que l a
pulsión 572 573 pulsión

distinción entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo y a no tien La segunda parte del artículo se refiere a las vicisitudes de las
razón de ser. Freud la reemplaza entonces por la de pulsiones del y 0 pulsiones: sus suertes \sorts\, como propone Lacan traducir el tér-
y pulsiones de objeto. Muy provisionalmente, porque pronto se l e mino Triebschicksale [destinos de pulsión],. No son suertes felices;
hará evidente que esta segunda oposición no es sostenible: la des 5. por otra parte, sólo existen por el hecho de que las pulsiones no
miente la teoría misma del narcisismo, y a que esta precisamente pueden alcanzar s u fin. Freud enumera cinco, que son, en cierto
muestra que el yo es u n verdadero objeto para el sujeto. Por lo tan- modo, cinco maneras, para la pulsión, de organizar el fiasco {rata-
to, yo y objeto deben ponerse de hecho en el mismo plano, en todo ge. también falla, pifiada] de l a satisfacción.lLa primera_£s~el- pro-
caso en lo concerniente a las pulsiones. ceso más comente^njelcampo de las neurosis, el responsable de l a
E n otra etapa, casi simultánea, se ve llevado a precisar exacta- formación de ld^íntomas^a^oí^g¿/La segunda, propia de las
mente las características de las pulsiones. Esto ocurre con Traba- pulsiones sexualésTsigUe" siendo quizá l a más misteriosa; también
jos sobre metapsicologia (1915), recopilación inicial de doce artícu- es ejemplar en cuanto a l a distancia que puede separar u n origen
los que se proponen suministrar los fundamentos del psicoanálisis pulsional de s u devenir último: se trata de la subl^acjó¿^as otras
E l artículo princeps —uno de los cinco que no fue destruido por el tres (la transjbrmación en lo contrario, la vuelta contra la propia per-
mismo Freud— se titula Pulsiones y destinos de pulsión. E n la pri- sonay el pasaje de la actividad a la pasividad) son de hecho consti-
mera parte, tras una muy bella advertencia epistemológica, define tutivas de la gramática que organiza el campo de las perversiones,
la naturaleza de la pulsión: una fuerza constante, d^rigen.JSQrr^N ¡ y más particularmente, de las oscilaciones que se operan de una
tico, que representa «una excitación» para lo psíquico. Luego se posición perversa a otra. Por último, para ser totalmente exhausti-
enuncian las característicasjie la pulsión: fu^ntg emDj4£-^objetoy
Ju vos, habría que agregar dos maneras más, mencionadas en Intro-
firLLa fuente, como se acaba de decir, es corporal; procede de la ex- ducción del narcisismo (1914), que parecen más específicas de las
citación de u n órgano, que puede ser cualquiera. E l empuje es la psicosis: l a mtroversum y las regresiones libidinales narcisistas^
expresión de l a energía pulsional misma. E l fin es la satisfacción de E n 1920, en Más allá del principio de placer, a partir de los indi-
la pulsión; dicho de otro modo, l a posibilidad de que el organismo cios surninistrados por l a repetición, Freud termina por forjar la hi-
alcance una descarga pulsional, o sea, reconduzca la tensión a su pótesis de una pulsión de muerte {véase pulsión de vida - pulsión
punto más bajo y obtenga así la extinción (temporaria) de l a pul- de muerte). L a opone a las pulsiones de vida y hace de esta duali-
sión. E n cuanto al objeto, es todo aquello que permita l a satisfac- dad la pareja fundamental en l a que reposa toda la teoría pulsional.
ción pulsional, o sea, alcanzar el fin. De todo esto surge que los Las pulsiones sexuales, del yo o de objeto, vienen entonces a si-
objetos pulsionales son innumerables pero también, y sobre todo, tuarse, según s u función, en u n a u otra de estas dos categorías,
que el fin de la pulsión no puede ser alcanzado sino de manera pro- con la importante idea de que la supervivencia de la especie puede
visional, que l a satisfacción nunca es completa porque la tensión ser antagónica a l a del individuo. A partir de allí, queda reafirmado
renace enseguida, y que, al fin de cuentas, el objeto siempre es en • el principio general del funcionamiento psíquico, a saber, que el
parte inadecuado y su función nunca se cumple definitivamente. aparato psíquico tiene como tarea reducir al rníriimo l a tensión que
Queda así reafirmado el carácter múltiple y opuesto entre sí de crece en él, especialmente por obra de las pulsiones. Pero ahora es-
las pulsiones. Pero Freud es mucho menos claro sobre la naturale- te funcionamiento está subsumido a la pulsión de muerte, es decir,
za de esta oposición, que por otra parte considera poco importante a una tendencia general de los organismos no sólo a reducir la exci-
precisar. L a distinción yo/objeto que preconizaba le parece y a mu- tación vital interna, sino también, por ese camino, a volver a un es-
cho menos pertinente y, si todavía se refiere a la de las pulsiones tado primitivo inorganizado, o sea, en otros términos, a la muerte
del yo/pulsiones sexuales, es más para mostrar que los dos grupos primera. Y en 1924, en El problema económico del masoquismo,
tienen finalmente cada uno por función garantizar l a supervivencia Freud corroborará esta visión de las cosas, viendo allí la expresión
de algo y que este algo es lo que los especifica: supervivencia del in- del principio de Nirvana.
dividuo para el primero, supervivencia de la especie para el segun-
do. Pero, a partir de aquí, la pulsión sexual, que demuestra l a con- L A CONCEPCIÓN LACANIANA. Lacan, en particular en el Seminario
tinuidad del germen más allá del individuo, tiene u n a afinidad
XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1973), se
esencial con la muerte.
dedica a radicalizar estas concepciones. E l hecho de que las pulsio-
pulsión de vida - pulsión de muerte 574 575 pulsión de vida - pulsión de muerte

nes siempre se presentan como pulsiones parciales le parece deter- una parte de las pulsiones sexuales (la que permite l a superviven-
minante, en tanto introduce el lazo necesario entre sexo yj5uerte_jr cia de la especie) y u n a parte de las pulsiones del yo (la que busca la
en tanto funda una dinámica de la que el sujeto es el productoTEste supervivencia del individuo). Por otro lado, una cara de las pulsio-
sujeto está en lucha con dos lógicas de tendencias antagónicas: nes sexuales (la que pone en peligro al individuo al estar exclusiva-
la que lo hace diferente de cualquier otro ser viviente, y preocupado mente al servicio de la especie), de las pulsiones del yo (la que ame-
entonces ante todo por s u propia supervivencia, y la que lo consi- naza a la especie porque privilegia al individuo) y de las pulsiones
dera uno entre otros, y entonces, aun cuando no se dé cuenta de de objeto (la que preside la destrucción del objeto asegurándose s u
ello, lo pone al servicio de su especie. Por otra parte, al volver sobre incorporación al seno del sujeto): una cara oculta, de hecho, debe
las características de las pulsiones, Lacan v a a insistir en el hecho verse como integrante de la pulsión de muerte.
} de queJcLPXQpio del objeto pulsional es no estar jamás a la altura Cuanto más avanza Freud en s u obra, tanto más considera que
lo esperado_Este carácter del objeto tiene toda clase de consecuen- la noción de pulsión de muerte es indispensable para el psicoanáli-
'cias: en primer lugar, hace que sea imposible realizar directamente sis, hasta el punto de llegar casi a constituir su fundamento con-
vjel fin pulsional, y por motivos no contingentes sino estructurales; ceptual. E n particular, considera que forma la base del principio
o|en segundo lugar, sitúa la razón de la naturaleza parcial de l a pul- primero del funcionamiento del aparato psíquico. Este último con-
sión en este carácter inacabado; en tercer lugar, permite también siste en la tarea (nunca acabada y siempre por recomenzar) de dis-
poder describir el trayecto de la pulsión: al errar su objeto, l a pul- minuir la excitación y, por consiguiente, la tensión del organismo al
sión describe una especie de bucle alrededor de él que la lleva de grado más bajo posible. A primera vista, es la búsqueda de la satis-
nuevo a su lugar de origen y la dispone a reactivar su fuente, es de- facción (el principio de placer) la que vuelve a llevar al sujeto, por
cir, la prepara para iniciar entonces un nuevo trayecto casi idéntico medio de la descarga pulsional, a este punto de estiaje. Pero, más
al primero; por último, permite agregar otros dos objetos pulsiona- fundamentalmente, Freud ve allí también la expresión de la pulsión
les a la lista establecida por Freud: la voz y la mirada. de muerte, porque este retorno al punto de partida, al nivel rnínimo
Pero este carácter parcial de la pulsión, éste tiasccTyeste aspecto de excitación, es en cierto modo el eco de l a tendencia que empuja
inacabado incitan a Lacan a inscribir allí el origen del despeda- al organismo a volver a s u origen, a su estado primero de no vida, es
zamiento corporal fundamental del sujeto y a denunciar el engaño decir, a la muerte. Véase pulsión.
que representa la noción de una genitalidad unificada, o sea, de u n
estadio subjetivo donde las pulsiones estarían todas reunidas para
responder al unísono a una función global como la de la procrea-
ción. Este estado, dice, sólo puede ser u n ideal, en flagrante contra-
dicción con los principios que rigen a las pulsiones; y esto lo lleva a
recusar la noción misma de estadio entendida en la perspectiva de
una progresión genética.

pulsión de vida - pulsión de muerte (fr. pulsión de vie - pulsión


de mort, ingl. life instinct, death instinct, al. Lebenstrieb, Todestrieb).
Grupo de pulsiones cuya combinación y enfrentamiento producen
la dinámica subjetiva misma.
A partir de 1919, Freud reemplaza la oposición pulsiones sexua-
les/pulsiones del yo y la de pulsiones del yo/pulsiones de objeto
por la oposición pulsiones de vida/pulsiones de muerte, que consi-
dera mucho más fundamental y que, durante todo el final de s u
obra, le parecerá cada vez más pertinente. L a correspondencia en-
tre las primeras oposiciones pulsionales y esta última no siempre
es estricta; pero se puede decir que las pulsiones de vida reagrupan
transferencia 676 677 transferencia

búsqueda —identltaria por esencia— obtenga la calma gracias a ciencia. De este modo, no se instituye el lugar de u n intérprete tal
este nuevo reparto imaginario. como lo encarna el analista en el marco de la cura analítica. A tra-
E l caso del transexualista es más problemático en sus conse- vés de s u análisis personal, en efecto, el analista se supone que está
cuencias pues refleja, no la discordancia del sujeto con aquello que en condiciones de conocer lo que teje sus relaciones personales con
funda l a identidad —y que, debido a l a articulación de la palabra los otros, de modo de no venir a interferir en lo que sucede del lado
con l a anatomía, le hace pertenecer a una comunidad clasificada del analizante. E s t a es además una condición sine qua non para
en hombres o mujeres—, sino la asunción por cuenta propia de l a que el analista esté disponible y a l a escucha del inconsciente.
desaprobación del reparto sexual por parte del cuerpo social. A l Importa, y y a desde el primer momento, que el analista pueda
rechazar la arbitrariedad de esa pertenencia, este último considera registrar las diversas figuras que encarna para s u paciente. Por
que s i l a apariencia puede ser modificada, si l a procreación y a no ejemplo, es la insistencia misma de Freud en querer llevar a Dora a
tiene que someterse a unos azares de la relación sexual que ciencia reconocer u n deseo inconfesado hacia el Sr. K. la que lo extravía y
y técnica han venido a contrarrestar, la bipartición sexual no tiene provoca la detención del tratamiento. ¿Qué h a ocurrido? Freud, sin
ya justificación alguna, n i real ni imaginaria. Justamente, el tran- saberlo, h a sido colocado por Dora en este lugar del Sr. K. Y a l a
sexualista se hace heraldo, sin saberlo, de esa singular libertad insistencia de Freud da testimonio de que no se había dado cuenta
reivindicada así por lo social. de ello y de que no hizo sino retomar la insistencia del Sr. K. Por tal
Quedan por evaluar las consecuencias simbólicas de una toma causa, Freud y a no ocupaba más el lugar de intérprete, que le
de posición que refleja de este modo los efectos de lo que también hubiera permitido interpretar lo que allí estaba puesto en acto.
debe ser llamado una psicosis, social esta vez, ejerciéndose en lo ¿Qué son los fenómenos de transferencia? E n el análisis del ca-
sexual. so Dora (Fragmento de análisis de un caso de histeria, 1905), Freud
dice: «Son nuevas ediciones, copias de tendencias y fantasmas que
transferencia s. f. (fr. transfert, ingl. transference-, al. Übertrag- deben ser despertados y hechos conscientes por el progreso del
ung). Lazo del paciente con el analista, que se instaura de manera análisis, y cuyo rasgo característico es reemplazar una persona an-
automática y actual y reactualiza los significantes que han sopor- teriormente conocida por la persona del analista». E l carácter inevi-
tado sus demandas de amor en la infancia, y que da testimonio de table y automático de la transferencia se acompaña en el paciente,
que la organización subjetiva del individuo está comandada por u n en el momento de la revivencia de tal o cual afecto, de una total ce-
objeto, llamado por Lacan objeto a. guera. E l paciente olvida completamente que la realidad del encua-
Fue con ocasión del fracaso del tratamiento catártico de Arma O. dre analítico no tiene nada que ver con la situación vivida antigua-
con J . Breuer cuando S. Freud se vio llevado a descubrir y a tener mente, que suscitó entonces ese afecto. E n este punto resulta deci-
en cuenta el fenómeno de la transferencia, lo que lo hizo renunciar siva la intervención del analista, aun cuando a veces esté limitada a
a la hipnosis. u n silencio atento, pero que, de un modo u otro, da cuenta de que el
analista h a comprendido en qué lugar lo ubica el paciente (padre,
C A R A C T E R Í S T I C A S D E L A T R A N S F E R E N C I A . E l establecimiento de madre, etc.). Por otra parte, el analista sabe que no hace más que
este lazo afectivo intenso es automático, inevitable e independiente prestarse a ese papel. Esta discriminación mantenida por el analis-
de todo contexto de realidad. Puede suceder que ciertas personas ta le permite al paciente, en el aprés-coup, analizar esta transfe-
sean «ineptas» para l a transferencia, pero, si es así, no producen rencia y con ello progresar.
demanda de análisis, demanda que, en sí, implica de entrada una
dimensión transferencial: el paciente se dirige a alguien al que s u - T R A N S F E R E N C I A POSITIVA Y T R A N S F E R E N C I A NEGATIVA. A l hablar de
pone u n saber. Fuera del marco del análisis, el fenómeno de l a la transferencia, Freud distingue la transferencia positiva y l a
transferencia es constante, omnipresente en todas las relaciones, transferencia negativa. Se vio llevado a hacer esta distinción cuan-
sean estas profesionales, jerárquicas, amorosas, etc. E n ese caso, do comprobó que la transferencia podía llegar a ser la resistencia
la diferencia con lo que pasa en el marco de u n análisis consiste en más fuerte opuesta al tratamiento, y se preguntó por las razones de
que los participantes son presa cada uno por s u lado de s u propia ello. Esta distinción responde a la necesidad, según Freud, de tra-
transferencia, de lo que la mayor parte de las veces no tienen con- tar diferentemente estas dos clases de transferencia. L a transieren-
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te considerada como ajena al campo terapéutico del psicoanálisis. sobre el análisis preciso y riguroso de u n texto donde se testimo-
Aunque en ella sean especialmente de temer los fenómenos de au- nia que en l a propia estructura del caso, en s u arquitectura y s u
tomaticidad, l a experiencia h a hecho reconocer, s i n embargo, la coherencia interna, están el límite de s u movilización en la transfe-
posibilidad de cierta inventiva en el seguimiento de los psicóticos. rencia y l a forma misma de esta última. E n s u Seminario sobre ías
Toda l a teoría de la transferencia se edificó en Freud a partir de Estructuras freudianas de las psicosis, J . Lacan retomará el comen-
la clínica de la histeria. Este modelo arrastra consigo las principa- tario del caso Schreber. L a introducción sitúa exactamente el punto
les palabras que utilizamos para describir las características de la de dificultad en cuanto a l a transferencia en la psicosis: «El manejo
transferencia: lo inconsciente, la represión, el fantasma, el afec- actual de l a relación de objeto en el marco de una relación analítica
to, etc.; en la psicosis, la mayoría de estos términos son inapropia- concebida como dual, se basa en el desconocimiento de la autono-
dos o merecen una amplia especificación. Freud aspiraba a no mía del orden simbólico, que origina automáticamente una con-
excluir las psicosis del campo psicoanalítico, según las nombra la fusión entre el plano imaginario y el plano r e a l . . . Autentificar así
nosografía clásica: paranoia, demencia precoz o psicosis maníaco- todo lo que corresponde al orden imaginario en el sujeto es, propia-
depresiva. E l ejemplo de las «psiconeurosis de defensa» nos mues- mente hablando, hacer del análisis la antecámara de la locura. ..
tra toda la dificultad y en definitiva la imposibilidad de calcar la Que u n análisis pueda desencadenar una psicosis desde sus pri-
transferencia psicótica sobre la transferencia neurótica. Al comien- meros momentos es u n hecho bien conocido, pero nunca nadie
zo de su obra, entre 1894 y 1896, Freud agrupa bajo el término de explicó por qué; esto depende evidentemente de las disposiciones
«psiconeurosis de defensa» las histerias, las obsesiones, ciertos del sujeto, pero también de u n manejo imprudente de l a relación de
casos de confusión alucinatoria y la paranoia. E l zócalo común a objeto». Merecen destacarse claramente aquí dos errores de con-
estas afecciones era a su juicio el mecanismo de la «defensa», es de- ducción: el predominio otorgado a la dimensión de lo imaginario y
cir, la forma de la represión. E n el artículo de 1896 titulado «Nuevas el no reconocimiento del carácter dispar de l a transferencia; el ana-
puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa», Freud exa- lista y el analizante no están en una posición simétrica; no se bata
mina largamente el caso de u n a paranoia crónica en una paciente de u n a relación de yo a yo, salvo precisamente en el caso en que la
de treinta y dos años atendida por él: «Yo partí del presupuesto de proyección paranoica fuerza la carta del transitivismo. Lacan hace
que debía de existir en esta paranoia, como en las otras dos neuro- entender que no tenemos una noción bastante elaborada de lo que
sis de defensa que conozco, pensamientos inconscientes y recuer- llamamos objeto en psicoanálisis. Este será s u aporte principal a la
dos reprimidos que pueden ser traídos igualmente a la conciencia doctrina freudiana. Ahora bien, toda l a organización subjetiva está
una vez superada cierta resistencia... L a única particularidad era regida por ese objeto que no puede ser confundido con el sujeto
que, la mayoría de las veces, los datos oriundos del inconsciente supuesto saber de la transferencia, el analista o aquel que Lacan
eran oídos interiormente o alucinados, lo mismo que las voces». llamó gran Otro para restituirle s u dimensión esencial de lugar en
Aunque alertado por el mecanismo de l a proyección, Freud pone a la palabra.
trabajar las voces y las interpretaciones como cualquier otro mate-
rial sintomático. A despecho del escaso resultado del tratamiento, Todas las elaboraciones sobre la transferencia en la psicosis
Freud hace gala de u n optimismo rápidamente mitigado en los quedaron marcadas, después de Freud, por l a inflexión que les
escritos ulteriores; Freud trata de explicitar cada vez más el fenó- aportaron inmediatamente sus colaboradores mas especializados:
meno operante en la psicosis en lugar de la represión, porque sus J u n g en el campo de la demencia precoz o esquizofrenia y Abraham
consecuencias sobre el manejo de las curas y s u desenlace son in- en el de l a psicosis maníaco-depresiva. Con Jung, las nociones de
discutibles; ello, hasta el punto de motivar eventualmente cierto «complejo», jerarquía funcional y elementos «míticos colectivos» o
desaliento: «Me vi forzado a despedir a mi último nuevo caso, al ca- arquetipos, vuelcan las sesiones en una suerte de reparto de cono-
bo de dos semanas: se trataba de una paranoia» [carta a Wilhelm cimientos sobre l a mitología, l a psicología y el simbolismo. Abra-
Fliess, 4 de abril de 1900). E l trabajo sobre el presidente Schreber, ham, pese a s u fidelidad, nos deja una lectura de la psicosis regida
«Puntualizaciones psicoanalíticas sobre u n caso de paranoia des- por una teoría de los estadios donde l a relación de objeto se resume
cripto autobiográficamente» (1911), constituye u n importante vira- una y otra vez en el objeto realizado ideal, el de l a relación genital;
je en el enfoque de la psicosis por Freud, ya que todo el acento recae el objeto de Abraham no es el mismo que el freudiano, aquel que
Lacan despejó siguiendo sus huellas. E n el «Esbozo de una historia
transferencia psicótica 682 683 transicional (objeto)

del desarrollo de la libido basada en el psicoanálisis de los trastor- sustituto; la actividad de la escritura procura aquí lo que Lacan de-
nos mentales», K. Abraham indica s u esperanza cuando habla de nomina sinthome, cuarto rendondel en l a escritura del nudo
laborar en el sentido del amor objetal acabado y de la organización borromeo que permite paliar las fallas del anudamiento. L a expe-
genital, método que nos parece hoy paradójico en pacientes en los riencia ha aportado a los analistas otros ejemplos de funciones pro-
que el significante fálico está forcluido; pero este método dejó téticas del mismo orden; el entusiasmo actual por el «arte bruto» no
huellas duraderas en la aprehensión de la transferencia psicótica, debe enmascarar, sin embargo, la dificultad de base: no podemos
sea en la escuela de Melanie Klein o en la tradición norteamerica- inyectar lo simbólico allí donde está forcluido. E l seguimiento ana-
na de psicoanálisis (Rosenfeld, Searles, Kemberg. . .). L a identifica- lítico del sujeto psicótico, actualmente discutido por u n cientificis-
ción imaginaria, la empatia, la asimilación de fenómenos psicóticos mo más interesado por las salidas químicas o conductistas, es to-
como la alucinación a simples compensaciones imaginativas, em- davía el lugar donde, en la ciudad, puede desplegarse, sin goce
pujaron la transferencia hacia una «neurotización» de la cura y lle- compartido, u n a palabra no sometida al primado del éxito y del
varon a desconocer ciertas características sobre las cuales pode- sentido, es decir, del falo.
mos insistir:
— si l a transferencia tiene que ver con el amor, el amor que el transicional (objeto) (fr. objet transitionneU ingl. transiiional ob-
psicótico compromete en la transferencia no se funda en una me- ject, al. Übergangsobjekt). Según Winnicott, primer objeto material
táfora: el psicótico ama realmente, como lo indican los frecuentes tomado como propio por el lactante, al que no obstante este no re-
desenlaces erotomaníacos (véase erotomanía); también puede conoce como perteneciente a la realidad externa, aunque no forme
odiar a la vez realmente, de ahí los no menos frecuentes momentos parte de s u cuerpo propio.
intrusivos y persecutorios; L a hipótesis de base de esta proposición teórica fue formulada
— según las psicosis, la transferencia puede ramificarse en di- por Winnicott en una exposición presentada ante la Sociedad Psi-
versas vertientes: retorno del falo en una modalidad persecutoria y coanalítica Británica el 30 de mayo de 1951. Se trata de u n estudio
hasta hipocondríaca (paranoia, transexualismo), aparición del Otro de la primera posesión no-yo y parece necesario subrayar con Win-
en la modalidad de una gran boca tragona o unificante (manía, nicott este término posesión, que no es posesión de objeto, siendo el
psicosis pasionales), pululación de los objetos a cielo abierto, ocu- seno el primer objeto no-yo. L a secuencia que permite estudiar la
pando el primer puesto la voz y la mirada (psicosis alucinatorias, naturaleza de esta posesión es la que comienza para el recién na-
esquizofrenia, etcétera). cido con el hecho de utilizar s u boca metiéndose los dedos en ella, y
que termina con el muy intenso apego del niño por u n oso o una
VARIANTES E N LA CURA. Como lo hace notar Lacan en los Escritos, muñeca, u n objeto duro o u n objeto blando. Se trata de la capaci-
lo dificultoso en todo abordaje y tratamiento de las psicosis es la dad del niño para reconocer como no-yo a u n objeto, de poder colo-
remisión del lugar del Otro al infinito. E n este terreno no podemos carlo afuera, adentro o en el límite entre el adentro y el afuera. E s
ser esquemáticos y debemos reconocer que hay diferentes respues- también la capacidad que tiene u n niño de crear, imaginar, inven-
tas en la transferencia psicótica; la tensión con el Otro presenta va- tar, concebir u n objeto e instituir con él una relación de carácter
riedades que indican u n a zona de trabajo en el punto en que, afectuoso.
opuestamente a la neurosis y a la fórmula del fantasma, el sujeto Objetos y fenómenos transicionales designan entonces el área
psicótico acaba siendo equivalente a su objeto o al corte. Los fenó- intermediaria de experiencia que permite esta secuencia; se sitúa
menos de automaticidad y de descomposición en espectro de los esa área entre lo subjetivo y lo que es percibido objetivamente. Fue
elementos habitualmente anudados en la transferencia, obligan a su interés por la experiencia cultural lo que llevó a Winnicott a ocu-
una prudencia legítima en el seguimiento analítico de los pacientes parse en esta área, espacio potencial, área de ilusión. E n s u pre-
psicóticos; de ahí que en ciertos casos deba plantearse la cura con facio de Juego y realidad (1971), recuerda l a controversia sobre la
una necesidad de invención, tanto en el registro del «encuadre» transustanciación, es decir, el uso en teología de la transformación
como en el manejo de la interpretación. A propósito del escritor J a - de toda l a sustancia del pan y del vino en toda la sustancia del
mes Joyce, J . Lacan se preguntó por la posibilidad de una función cuerpo y la sangre de Cristo; Winnicott la estudia como la relación
de prótesis para sujetos que necesitaban lo que él llamaba u n ego entre el objeto transicional y el simbolismo. Hay para él una para-

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