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Mirar La Infancia Pedagogía Moral y Modernidad en Colombia v1
Mirar La Infancia Pedagogía Moral y Modernidad en Colombia v1
1» •n s.iklarriagaVélez
mi m ii.iiliii de la Universidad
tiiilii'iiiM Ai ni,lím enle se desempeña
i ......ule Investigador en la
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......... i........ lis coautor de los
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p ii,i Lis revistas Colombia
■*!>• i / . / 1 n iirisldad deA n tioqu ia,
i ihunanisHcas y Utopías.
Mirar la infancia:
pedagogía, moral
y modernidad
en Colombia, 1903-1946
Volumen 1
Colciencias
Ediciones Foro Nacional por Colombia
Ediciones Uniandes
Editorial Universidad de Antioquia
C olección Clío
Colección Clio
© Javier Sáenz Obregón. Óscar Saldarriaga Vélez.
Armando Ospina López
© Colciencias
© Ediciones Foro Nacional por Colombia
© Ediciones Uniandes
© Editorial Universidad de Antioquia
ISBN: 958-655-055-9 (obra completa)
ISBN: 958-655-263-2 (volumen 1)
Colciencias
Transversal 9A 133-28, Santafé de Bogotá D.C.
Teléfono: (571) 216 98 00. Telefax: (571) 625 17 88
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Ediciones Uniandes
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Telefax: (571)284 18 90
E-mail: infeduni@uniandes.edu.co
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Agradecimientos
E n la prim era etapa del proyecto de investigación Saber
pedagógico y educación pública en Colombia 1900-1946, cuyos resul
tados recoge el presente libro, participó como coinvestigador el
profesor Hum berto Quiceno de la Universidad del Valle, así como
Antonio Javier Jaram illo en calidad de asistente de investigación.
En el último año contamos con el apoyo de Luz Dary Rosas como
auxiliar de investigación. A ellos les expresamos nuestra gratitud.
Los aportes de Humberto Quiceno fueron decisivos para
entender la importancia del Gimnasio M oderno y de la Inspec
ción Escolar en las reformas de la educación pública durante este
período. Las discusiones con Antonio Javier Jaram illo nos
ayudaron a comprender el significado de la educación de la
familia como ámbito de intervención del Estado.
Desde el momento de la formulación del proyecto y durante
todo este tiempo, ha sido fundamental la guía, el apoyo y la crítica
de Olga Lucía Zuluaga, asesora del proyecto. Además de su
perm anente estímulo y su capacidad de hacer críticas contunden
tes y radicales en un tono engañosamente dulce y distraído, los
que participamos en las sesiones de formulación del proyecto en
Medellín difícilmente olvidaremos su insistencia —luego de
haberle dedicado nueve horas a la formulación de un objetivo—
en trabajarle un poco más para pulir su redacción. De otra parte,
nuestros agradecimientos a Diana Obregón y Vicky Arias de
Colciencias, así como a los directores y personal de la Biblioteca
Nacional, la Biblioteca Luis Ángel Arango, a las bibliotecas de la
Universidad Pedagógica Nacional, Universidad Javeriana, Uni
XXV111
/ jos autores
-
Primera parte
La escuela alegre,
el niño que canta
f''
V Corría el año de 1918 cuando un observador de prestigio
• re< iente, el entonces joven pedagogo Agustín Nieto Caballe-
i < escribe una descripción de la escuela prim aria colombiana.
I s un testimonio, p o r cierto no muy original entre la literatura
I>i«»lucida p o r los reform adores escolares de comienzos del
ny,l<> XX, impulsores de una Escuela Activa o Escuela para la
I pero lo suficientem ente duro como para exorcizar sus
i rcuerdos como estudiante de los H erm anos Cristianos en
Bogotá. Y en especial, útil para deslindar la actitud
pedagógica, estética y m oral con que su generación intelectual
l.t ‘‘del C entenario”— quería rom per con el país heredado
<lcl régim en político de la Regeneración:
La vieja escuela [...] encerraba las manadas de chiquillos entre
muros tétricos y fríos. Nunca un cuadro, ni una flor, ni un canto,
rompían la monotonía de aquel ambiente. Las canciones infan
tiles eran irrespeto e indisciplina, frivolidad las flores, adefesios
los cuadros. Nunca una voz insinuaba los temas de labor. El grito
era la voz de mando; el garrote, la férula y el calabozo sus lógicos
complementos. Nunca una sonrisa sana iluminaba la faz de aquel
guardián, impíamente llamado maestro, todo severidad, todo
disciplina, todo inconsciente crueldad. El miedo y la hipocresía
eran allí normas de vida, dueños, guías absolutos de las concien
cias infantiles. La quietud —pudiéramos decir la inmovilidad—
era de estricta regla. Los bancos de las clases deformaban el
4 / Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
< Irtmo, pues, llegó esta pedagogía a ser denominada por sus
Iflon n.ii lores y críticos como tradicional, antigua, verbalista, memo-
fUh* pasivat ¿No sostiene a prim era vista las mismas reivindica-
flime* v ( (»ineptos innovadores que suscribiría Nieto?
I .in preguntas que el historiador tiene que hacerse aquí son
tltln iM en otras: cuando dicen actividad, salud, alegría, etc., ¿están
f*l «irfl( o Álvarez y don Agustín hablando de lo mismo? Y si no lo
ftlN i». ■'1«»saben ellos y, sobre todo, lo saben sus contemporáneos?
(ftlti r<» la razón por la cual lo que se hace relevante para una
4 “La Escuela N orm al”. Bogotá: 1871, p. 266. Citado en: Zuluaga de
E., O. L. Colombia: dos modelos..., p. 96.
La escalera del padre Pesialozzi / 1 5
Pero si esto era así, ¿por qué las “escuelas monásticas”, como
las llamó el viejo luterano suizo, se habían convertido en ese
adefesio universal que seguía denunciando Nieto Caballero:
lóbregas cárceles productoras de repeticiones sin contenido? Si
era indudable el valor de la observación y la inducción lógica como
método de conocimiento, ¿porqué las palabras resbalaban por la
memoria de los infantes, como signos desligados de sus repre
sentaciones?
me pregunto: ¿Qué hace la naturaleza para representarme
verazmente el mundo que me rodea? Es decir: ¿Con qué clase de
medios lleva ella la intuición de las cosas más esenciales que me
circundan en mí mismo a una madurez satisfactoria? 19
34 Ibíd.
32 / M irar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
35 Ibíd., p. 105.
36 Ibíd.
del alma que percibe esta relación; esto es, se necesita una
proposición con sujeto, atributo, el signo de afirmación que los
43
une.
46 Ibíd., p. 18.
40/ Mirar ¡a infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
54 Ibíd., p. 36.
44/ M irar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
/
46/ M irar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
62 Ibid., p. 313.
73 “En La Ciudad de Dios (Lib. XII. Cap 22) san Agustín explícita
largamente lo que entiende por ‘pecado de la infancia’. Describe a
la criatura humana como un ser ignorante, apasionado y caprichoso:
‘si se le dejara hacer lo que le gusta, no hay crimen al que no se
abalanzaría [...] Fui concebido en la iniquidad, mi madre me llevó en
el pecado [...] ¿dónde Señor, dónde y cuándo fui inocente?’”. Badin
ter, E. Op. cit., pp. 39-40.
54/ M irar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
El caballo de Troya
87
El catolicismo postridentino privilegiaba en cambio los efectos
sobrenaturales de la revelación, los efectos formativos de la vida
sacramental, y la enseñanza de los doctores de la Iglesia. En 1929,
la famosa encíclica de Pío X I sobre la educación de la juventud
condenó por fin todo movimiento pedagógico que no contem
plase el principio de autoridad:
Tales son, sobre poco más o menos sistemas que con nombres
varios se propalan públicamente en nuestros tiempos, los cuales
se reducen a poner casi totalmente el fundamento de cualquier
educación en que sea permiddo a los niños formarse ellos a sí
mismos, según su plena inclinación y arbitrio, aun repudiando
los consejos de los mayores y maestros, y sin tener en cuenta para
nada ley alguna, ni ayuda humana, ni divina. 88
oq
“en la especie humana, lo mismo que en un solo niño” . Pues, a
pesar de que aún no supera el punto ciego de la inespecificidad
de la infancia, este descubrimiento hizo posible por fin una
educación general para ricos y pobres, es decir, no sólo para ese
“niño universal” que es como un adulto en pequeño, sino, por
primera vez, desplegar en gran escala para la sociedad una
estrategia para la transformación de las clases trabajadoras, lo que
le dio a Pestalozzi una razón más que aparente para ser estimado
por el siglo del progreso y la civilización.
Pues lo que, a nuestro juicio, para los pedagogos conser
vadores era más grave que la lucha contra la organización insti
tucional del magisterio eclesiástico católico, era la opción ética de
la pedagogía pestalozziana, que invalidaba de antemano las peda
gogías fundadas en la voluntad, la cual era entendida como
obediencia a la autoridad, como facultad superior, guía racional,
moldeable y ejercitable de los actos del hombre y el niño; única
garantía, en este modelo del psiquismo humano, de la victoria
sobre la naturaleza inferior, y fin supremo de toda educación
humanista, fuese religiosa o civil. Pestalozzi denuncia que una
pedagogía de la voluntad no puede ser sino el correlato de la
visión negativa de la infancia, mientras que para la versión católica
era la única facultad que, junto a la gracia divina, podía consti
tuirse en la piedra inmóvil para fundar el autogobierno del
hombre moderno. Mientras que en los años de fin de siglo, el
bienestar general de la sociedad y la aceptación interior de que
los fines colectivos están por encima de los particulares fueron la
forma civil de fundar la ética de la sociedad capitalista, en
Pestalozzi, el amor y la fe, como principios de la humanización,
permiten incluso al pedagogo suizo ir más allá de los conflictos
Iglesia-Estado, o ética civil-moral religiosa, y adelantarse hasta
delinear el verdadero conflicto pedagógico de la nueva época: la
heteronomia o la autonomía.
Un sistema de educación laico, científico, o bien uno religioso,
confesional, podían ser articulados por igual a este método de
enseñanza. Por cierto que los manuales que circularon en la Colombia
de la Regeneración y la Hegemonía Conservadora no fueron los de
línea materialista o racionalista, sino los procedentes de tradiciones
89 Pestalozzi, J. E. Gertrudis..., p. 8.
64/ M irar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
7 Ibíd., p. 529.
70/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
13 Wickersham, J. P Métodos..., p
Pestalozzi cmttraneformado / 7 3
14 Ibíd., p. 29.
15 Ibíd., p. 133.
16 Ibíd., p. 120.
74/ M irar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
18 Ibíd ., p. 63.
19 Ibíd., p. 64.
76/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colotnbia
21 Vallet, Pierre. Lecciones defilosofía según el espíritu del angélico doctor santo
Tomás de Aquino. Traducidas del latín al castellano por Gabriel Rosas.
O bra adoptada de texto universitario. (Colegio de Nuestra Señora
del Rosario). 3a. ed. Bogotá: Imprenta Echeverría, 1889, pp. 221 -
223. la. ed. de 1879.
La restauración neotomista
existía, pero pasaba por muerto, hacía no cuatro días, sino cuatro
siglos, y sobre él se había echado una pesada losa de preocupa
ciones. León X III clamó ante el monumento: ¡Veni Foras!, y la
sabiduría medioeval se alzó del polvo, vistió las galas de la
moderna cultura y se aprestó a enseñorearse de sus antiguos
dominios. Era la filosofía según la mente de santo Tomás de
Aquino. Con pasos de gigante se abrió sitio en Francia y en
Alemania; en España y en la Gran Bretaña; en Italia, en Bélgica
y en América .25
36 Ibíd., p. 50.
37 Carrasquilla, R. M.; Mgr. Sobre la barbarie del lenguaje escolástico.
Bogotá: Imprenta de San Bernardo, 1912. “La doctrina del Angélico
Doctor y la del P. Suárez, con la cual se defiende la existencia de un
principio vital que anima a los seres vivientes y es esencialmente
distinta de las fuerzas físico químicas de la materia bruta, se confirma
con las observaciones de la ciencia moderna.” Tesis sostenida por el
R. P Luis Ortiz; S. J., profesor en el Colegio de San Bartolomé, quien
ha contribuido a la literatura colombiana neoescolástica con un
opúsculo titulado La vida. Ferrier, J. L. Op. cit. Citado en: Rengifo, F.
M. Op. cit., p. 331.
Pestaloiú contrarrefonnado / 87
En realidad, no era ingenuidad, ni tampoco mala fe; se
estaba poniendo a funcionar un filtro apologético, una rejilla
católica de apropiación del saber experimental: antes que los
hechos científicos pudiesen causar estragos doctrinales, el
segundo papel de la restauración neotomista — a más de hacer
participar a la Iglesia en el orden científico— era no dejar
perder al mundo el horizonte católico. Lo cual convirtió la
neoescolástica en aquella “ sana filosofía” que llegó a hacerse
famosa por su intolerancia como arma de combate intelectual
e instrumento de exclusión política.
¿Cómo entender esta paradoja? ¿Era sólo una estrategia
de adaptación, o implicó cambios más profundos en el campo
religioso? ¿O se trataba del antiguo conflicto interno de la
Iglesia, entre una jerarquía aferrada al poder y una minoría
intelectual católica lúcida frente a los cambios? Nuestra
hipótesis es que bajo la superficie del ju ego político, a veces
mojigato e inmediatista, a veces visionario y futurista, ocurrió
una reacomodación estructural, la cual, a pesar y en contra de
las propias ideologías — tradicionalistas y reformadoras— ,
modificó sin retom o el modo de concebir e intervenir la
“ naturaleza del hombre” , así como el modo de conocer y
formar la infancia colombiana.
En la documentación analizada, hemos hallado un grupo
de series, imbricadas entre sí, pero diferenciables, que acredi
tan la singularidad de este evento. Tales series de des
plazamientos fueron: la de las relaciones entre filosofía y
ciencia experimental; la de las fronteras entre el mundo
metafísico — Dios, alma y cosmos— y el mundo físico, y la de
las relaciones entre alma, pensamiento y cerebro para explicar
la conducta humana. Todas ellas, al intersectarse, finalmente
produjeron la aparición de un principio más interno de expli
cación y de un nuevo campo de observación para la psicología
humana y en particular para lo infantil: el reino de la biología,
ya invisible al simple ojo empírico.
88 / Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
Lo viejo y lo nuevo
El alma y el escalpelo
5
podían abandonar el dualismo, lograron tender el puente hacia M
h
la solución científica, reactivando la versión tomista del dualismo <
aristotélico conocida como hilemorfismo. Este consiste en postular
que no obstante el hombre constar de cuerpo y de alma, éstos
están unidos substancialmente, forman una sola substancia.’ 1 El
<T, GU
término hilemórfico está compuesto de dos palabras griegas: hyle,
2 2
materia, y morphe, forma. Aristóteles enseñó que todo cuerpo
físico, del más simple al más complejo, está compuesto de dos Q®
*
principios: el material y el formal. Ambos tomados por separado Q 0
son incompletos; pero conjuntamente se completan y forman una SU
substancia. Esta idea se apoya en la distinción fundamental entre C0M
potencia y acto: según Aristóteles, ni la materia ni la forma
2« Ai
■
.
de concebir el alma como substancia, a concebirla como fu n -
»5 4
cion .
Gruender enumeraba las versiones supuestamente científicas
que eliminaban de la psicología al alma como substancia. Entre
los evolucionistas monistas hallaba aquellos que sostenían que los
actos conscientes, o se desprenden de la materia “como se
desprende el vapor acuoso de una caldera” — teoría de la producción
de William James— , o eran una especie de fosforescencia de la
55 “Es la teoría que enseña que nuestros estados mentales son com
puestos.” Es la respuesta de los kantianos en psicología, que refutaban
a Tracy desde otro punto de vista: “Hemos considerado a la concien
cia, como un compuesto de sensaciones [...] pero la misma sensación
elemental ¿no lleva consigo una conciencia?”. Clifford, W. K. Lectures
and Essays (1886); citado por Gruender, H. Psicología..., p. 10.
56 Griiender, H. Psicología..., pp. 1-2.
63 Ibíd., p. 250.
64 “No pueden pasarse por alto los fenómenos de la visión del color.
Porque no son ellos anormales en el sentido de importar algo no
sujeto a ley alguna; sino que las irregularidades que nos ofrecen se
presentan con verdadera regularidad [...] La psicotécnica tiene sumo
interés en descubrir los sujetos afectados por esa anomalía de la
visión, en orden a todos aquellos oficios o profesiones en cuyo
desempeño se emplean señales de color.” Grüender, H. Curso de
introducción..., p. I4l-
Pestalozzi contrarreformado ¡
71 Ibíd., p. 41.
72 Ibíd.
Peslalozú conlrarrefoi vmdo / 105
con una teoría lógica de las relaciones con la verdad y el error,
como tampoco con una teoría de la voluntad consciente como
fundamento de la moral; con lo cual el principio de autoridad
doctrinal del magisterio eclesiástico quedó desplazado defini
tivamente, pero no en el sentido de eliminado del mundo
moderno, sino apoyado en nuevos ejes. El magisterio ecle
siástico regresa por la puerta de atrás, por el mismo camino de
la ciencia. La experiencia religiosa efectivamente cambia de
fundamento, pues ya para nadie los objetos están cubiertos con
el velo religioso. Dios no debe librar sus batallas para ser visto
o dejado de ver entre los objetos, para ser inferido desde las
cosas, como en el racionalismo o empirismo clásicos; ahora ha
de pelear por no desaparecer al borde del microscopio, del
escalpelo, a fuerza de silogismo filosófico.
Como quien dice: luego de que las ciencias naturales se
anexan a la psicología, la pregunta parece ser angustiosa y de
moledora para los creyentes: ¿qué es el alma? ¿dónde reside? ¿es
una función orgánica? ¿es una hipótesis incomprobable en el
laboratorio? Pero aceptar los hechos científicos será también
asumir los problemas teóricos, el campo de discusiones de la
“ciencia biológica, y era, de modo ambiguo, aceptar los hechos del
evolucionismo, “ su parte cierta” como dijo Carrasquilla, para
precaverse de su filosofía. Se dirá que exageramos. No, hemos
mostrado cómo el catolicismo aceptó, incorporó y difundió en
pedagogía los elementos modernos de la biología, pero se negó
a incorporar sus consecuencias filosóficas. Tan paradójico como
que al mismo tiempo que ocurre la condenación de la Iglesia
romana al darwinismo, y la admonición pastoral de la jerarquía
colombiana contra los profesores considerados demasiado cer
canos al materialismo — así fueran conservadores, como el médico
Miguel Jiménez López, o Miguel Roberto Téllez— ; al mismo
tiempo, decimos, en un texto de filosofía editado en Managua y
distribuido para todas sus escuelas normales en los países lati
noamericanos, los lasallistas terminaban admitiendo, en 1928,
que no era sólo posible sino además probable, la armonía entre
el dogma católico y el evolucionismo:
La intervención divina es indispensable especialmente cada vez que
se trata del paso de un ser de orden inferior a otro de orden superior,
por ejemplo, de la materia bruta al vegetal, del vegetal al animal, y
de éste al hombre. Así entendido el sistema evolucionista no se
106/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
Pío XI 77
Hasta los años cuarenta del siglo XX, Rousseau era aún el
nombre de la bestia negra escondida tras los fastos de la novedad
pedagógica, una especie de comodín para nombrar las “ mons
truosidades” del pensamiento materialista y racionalista; la en
carnación de la rebeldía romántica, de las “ quimeras” de los
librepensadores decimonónicos. Los redactores de la revista
Razón y fe, los jesuítas que desde España abanderaron el combate
contra el movimiento internacional de la Escuela Nueva hacia los
años treinta, glosaban la doctrina rousseauniana, denunciando
sus fundamentos: si se deja al niño en la plena posesión de sus
instintos, libertad e iniciativas, “se verá cómo brota pujante su
buen natural y crece y se robustece hasta dar los sabrosos frutos
que una mal entendida educación seca en flor” ; lo cual por demás
exigía un giro copernicano en la función del maestro: “el peda
gogo no será un iniciador, sino un auxiliar que secunde las fuerzas
expansivas de la naturaleza, que sólo así llegarán a su debida
perfección” . El efecto de tal doctrina sobre la naturaleza humana
e infantil, decían los jesuitas, era de suma peligrosidad para la
enseñanza moral, que no era otra que la religiosa: “ Rousseau
sostiene que no se le enseñe al niño ninguna religión sino que se
le prepare para que la escoja libremente según su uso de razón” ;
o que “el niño no es capaz de conocer a Dios ni a los quince años” ;
81 Catecismo para los párrocos según el decreto del Concilio de Trento mandado
publicar por san Pío V, pontífice máximo y después por Clemente XIII.
Traducido a la lengua española de la edición hecha en Roma por la
Sagrada Congregación de Propaganda Fide en 1886 y anotado en
parte por el presbítero Anastasio Machuca Diez, cura de la Real Casa
de Campo. 2a. ed. Madrid: Librería Católica de Gregorio del Amo,
191 l,p. 28.
82 \&lle, A Op. cit., p. 128.
83 Ibíd., p. 127.
114 / Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
84 Ibíd.
Pestalozú contrarreformado / 115
nidades religiosas, asignaba un papel bastante problemático a la
infancia, y a las técnicas de formación:
Todos, dice David, se han descarriado, se han hecho igualmente
inútiles; no hay quien obre bien, no hay uno siquiera”. Pbrque
léese en el Génesis, “los sentidos y los pensamientos del corazón
humano están inclinados al mal desde su niñez”; de modo que
de aquí puede colegirse que nadie por sí mismo tiene gusto de
obrar bien sino que todos estamos inclinados al mal; y son
innumerables las pasiones malas de los hombres, estando prontos
y siendo arrebatados por sus ardientes deseos a la ira, al odio, a
la soberbia, a la ambición, en suma, a toda clase de pecados [...]
Pero no es sólo la natural tendencia al mal, que se manifiesta
particularmente en la niñez, sino la ceguera que hace amar el mal
como si fuese el bien, y que impone la educación, la autoridad,
la vigilancia, pues “pegada está la necedad al corazón del niño y
se requiere la vara, que arroja fuera la necedad del joven”
(Proverbios 22, 15).85
91 Hablamos a este nivel del análisis del cura como sujeto genérico, sin
mayor diferenciación por el momento, en tanto que se puede aislar
una mirada base del sacerdote católico sobre sus fieles infantes; pero
es necesario aclarar que aquellos religiosos de las comunidades
docentes — lasallistas, salesianos, maristas, etc.— , ya poseen una
mirada ilustrada pedagógicamente hablando; pero lo que tratamos de
establecer es que en tanto pastores, antes que maestros, los sacerdotes
llevaban ya prefijados unos fines y unos métodos determinados de
antemano por las prácticas religiosas, que sobredeterminaban sus
actitudes pedagógicas.
120 / Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
95 lbíd., p. 132.
96 Montessori, María. En: Revista de pedagogía. T. V, Madrid: s. f., p. 423.
Citado en: Valle, A. Op. cit., p. 183.
Pestaloui contrarreformado / 123
107 Les Lettres. Paris: abr. 1 de 1929, p. 45. Citado en: Delabar, M. Op. cit.,
pp. 65-66.
108 Damaye, R. Sociologie et éducation de demain, p. 23. Citado en: Delabar,
M. Op. cit., pp. 66-67.
Pestalozzi corUrarreforinado / 129
109 Ibtd.
Las fisuras
de la pedagogía
de las facultades del alma
S e han esbozado hasta ahora las condiciones conceptuales a
través de las cuales el saber pedagógico pudo constituirse alrede
dor de un modelo sobre el conocer y el aprender en el hombre y
en el niño; o dicho de otro modo, cómo, durante cierto tiempo,
la pedagogía adoptó, como objeto de análisis, el funcionamiento
psicológico de las facultades del alma. Se impone ahora, ya que
no analizar los diversos y hasta opuestos matices que pudo
adquirir esta teoría en los grandes sistemas pedagógicos de
autores de la época, sí elaborar la descripción del conjunto de
enunciados sobre las facultades humanas, efectivamente apro
piado y difundido en el sistema de educación primaria colom
biana entre 1890 y 1935 a través de los manuales de enseñanza,
tanto oficiales como de comunidades religiosas docentes. Es
decir, habrá que reconstruir la trama conceptual de los textos
destinados a la formación de maestros en nuestro país.
Una precaución de método se requiere antes de avanzar: es
necesario evitar, hasta donde ello es posible, imponer nuestros
modelos actuales para juzgar este paradigma pedagógico que hoy
es tratado con aire peyorativo. Una observación del genetista e
historiador François Jacob, aunque aplicada a la confrontación de
modelos explicativos en biología, nos sirve para valorar el modelo
lógico de las facultades — que busca una “explicación estructural
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 135
6 Ibíd.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 139
La potencia vegetativa
10 Ibíd., p. 20 .
11 Ibíd., p. 27.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 141
12 Ibíd.
13 Ibíd. El texto de los Restrepo sólo trae una ilustración: un precario
grabado que representa el árbol de los estudios, (tomo II, p. 126), una
clasificación de la enseñanza en elemental, clásica y técnica. El otro
elemento que alivia el apretado texto es un par de tablas que corre
lacionan la talla de los niños con el tamaño requerido para los bancos
escolares (tomo II, p. 250). Véase el capítulo 5.
14 Ibíd., p. 30.
142/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
15 Ibíd., p. 31.
16 Ibíd.
Las fisuras de la pedagogía de lasfacultades del alma / 143
17 Ibid., p.42.
18 Ibid., p. 33.
144/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
19 Ibíd., p. 32.
20 Ibíd.
21 Ibíd.
22 Ibíd.
23 Ibíd.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 145
por tanto buenas en sí mismas. Pero eso sí, deben ser cultivadas y
dirigidas según el “orden racional y natural” . Y este orden fun
ciona “más acá del bien y del mal” . Se requiere para gobernar
especialmente a los seres donde lo apetitivo es dominante, el
animal y el niño: “De hecho, observa Santo Tomás, si no hubiera
en el animal o en el niño, sino una tendencia o inclinación al bien,
el obstáculo, lejos de favorecer la tendencia, la contrariaría y
24
disminuiría su intensidad” .
Y en este punto aparece el gran fantasma de toda esta
pedagogía: el amor. En los Elementos es presentado como el acto,
o mejor, como el fin de la voluntad. En Mercier, el amor aparece
en una larga y bella cita de Bossuet, quien después de enumerar
la anterior clasificación de las once pasiones según La Escuela,
concluye: “Y aún podemos afirmar si atendemos a lo que en
nosotros mismos pasa, que todas nuestras pasiones se reducen al
amor que las contiene y excita a todas... en fin, quítese el amor y
no hay pasiones, y si ponéis el amor, todas resurgen” .2j En la
pedagogía colombiana no es el amor el eje de las pasiones, y en
la psicología del cardenal belga Mercier ¿de qué amor se trata? el
cardenal lo ha dicho: “el amor de sí mismo” . Ello señala una
diferencia de apropiación: en Mercier, el amor apunta hacia
adentro, a una dimensión fisiológica y psicológica de la subjetivi
dad, más cercana de las prácticas de autonomía; en los Restrepo,
la dirección va hacia afuera, a la relación con la ley, la racionalidad
y, en últimas, apuntala la heteronomia bajo el principio de auto
ridad. La parroquia aún no podía vivir sin sus confesores.
La potencia motriz
27 Ibíd., p. 36.
28 Ibíd., p. 35.
Ims fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 147
29 Ibíd., p. 33.
30 Ibíd., p. 35.
31 Ibíd.
32 Barreto Alvarez, César. Metodología general y aplicada. Barcelona:
Carbonell y Esteva, 1909, p. 19. “Podemos ya definir la educación
diciendo que es la conducción de un ser libre a los fines para que ha
sido creado; esto es, a su completo desarrollo, al cumplimiento de
todos sus deberes y última y principalmente a Dios.” Restrepo M., M.
y L. Op. cit. T. I, p. 7.
33 Restrepo M., M. y L. Op. cit., p. 49.
148/ Mirar la infa ncia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
54 Ibíd.
55 J. T. (seud.) “El hábito es...”, p. 144.
158 / Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
Como se verá en su momento, éste es uno de los puntos
centrales de divergencia con los pedagogos de la Escuela Activa.
Interesa ahora mostrar cómo trabajaba el modelo de las facul
tades, al aplicarse al niño —a su noción de infancia— y a las
técnicas y procedimientos para educarlo de edad en edad.
Los Elementos conciben la infancia como un continuo
separado en seis etapas, según la relación entre edad y en
tendimiento o “uso de razón”, aunque en realidad el criterio de
división entre etapas es moral —la aparición de la voluntad—:
una primera etapa de la infancia abarca los primeros seis meses;
la segunda, de allí a los tres años; la tercera, de los tres a los seis;
la cuarta, de los seis a los diez años; la quinta, de los diez a la
pubertad, y la sexta, la juventud. Elementos asigna nombre a cada
uno de estos estados, de acuerdo con la facultad que se cree
dominante en cada fase, facultad que a su vez debe ser el centro
de atención preferencial de los educadores, pues determina así
mismo el tipo de método y procedimiento pedagógico por selec
cionar.
La primera etapa se denomina el estado vegetativo. El niño
recién nacido carece, según los Restrepo, de los medios para
conocer los actos de conservación de la vida; carece de
movimiento, sólo conoce impresiones confusas, y por tanto, no
puede apetecer claramente ningún objeto. Su entendimiento está
inactivo, pues no dispone ni de ideas ni de imágenes y “la voluntad
se halla quieta y debilitada por el pecado original”.j6
La segunda etapa es el estado sensitivo, que dura hasta los
tres años. El niño comienza a usar sólo los sentidos externos;
la imaginación, “asociación de ideas,” sólo funciona durante el
sueño; y el entendimiento, aunque ya está en capacidad de
percibir, solamente capta los accidentes. El niño carece de
reflexión y de conciencia moral. El lenguaje aparece por imi
tación; no posee significado y sólo con posterioridad,
siguiendo el orden lógico y proposicional, comienza el niño a
utilizar sustantivos referidos a objetos, y luego adjetivos y
palabras de relación.
En los estados sucesivos, llamados de percepción intelectual, de
uso de razón, y estado próximo a la pubertad, el pedagogo asiste al
57 Ib'td.
58 Ibíd., p. 61.
59 Ibíd.
60 Ibíd.
160/ Mirar la infancia: pedagogía, inmal y modei'nidad en Colombia
de obrar y la ausencia de hábitos en la voluntad para “pedir al
entendim iento un juicio práctico acomodado a las verdades m o
rales conocidas ” .61 En total, la característica principal del niño,
en esta etapa, es que raras veces pueda ser dirigido por tal
entendim iento práctico, pues predomina en él su funcionamiento
especulativo.
5. Principia el niño a formar raciocinios sencillísimos, fun
dados solam ente en los primeros principios que ya conoce:
primero inducciones y raciocinios probables o dialécticos, como
va a llover porque está nublado, y en ti memas: te castigarán porque no
estudias; 62 y al fin del período es capaz de hilaciones inmediatas
como ésta: Pedro es animal porque es hombre. Pero no es la
capacidad de raciocinar, que sólo empieza a manifestarse, lo que
caracteriza este período, sino la percepción intelectual y losjuicios
inmediatos: funciona el entendim iento r.o
activamente com o especu-
lativo y débilm ente como práctico”.
La voluntad, en este m omento, tiene un imperio débil sobre
los actos del niño:
Como el entendimiento práctico no comprende aún claramente
la superioridad del bien racional sobre el sensible, carece de la
ilustración necesaria para saber si un acto se acomoda o no al
orden moral, la voluntad no es responsable sino en muy pocos
casos y sus faltas por lo común son leves.04
El acto de la voluntad que más se manifiesta es la curiosidad,
que es com o el gusto de repetir los actos de conocimiento, por
61 Ibíd.
62 Entimema: “Para Aristóteles y los escolásticos [...] se define como un
silogismo formado por probabilidades y signos, vgr. el cielo nublado
amenaza lluvia: es así que el cielo está actualmente nublado, luego
actualmente amenaza lluvia [...] versa sobre materia contingente y
sólo usa de premisas probables. Los filósofos modernos, menospre
ciando la definición aristotélica, llaman al entimema silogismo trun
cado, en el cual se enuncia una de las premisas y la otra queda
sobreentendida en la mente del que habla o el que oye”. Vallet, P
Lecciones defilosofìa..., p. 174. Si creemos a esta distinción, la pedagogía
de los Hermanos Cristianos y de los Restrepo enseñaban la versión
moderna. Véase Hermanos de las Escuelas Cristianas. Curso de filoso
fìa... T I, libro II. lógica, p. 74.
63 Restrepo M., M. y L. Op. cit., p. 62.
64 Ibíd.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 161
acciones y por preguntas insistentes a sus padres, a quienes presta
com pleto crédito. “De ahí, que el estado que estudiamos también
se llame de la curiosidad y de la autoridad ” .65
Es el conocimiento del bien racional por el entendimiento práctico
lo que hace el niño al pasar a la edad de uso de razón, a partir de los
siete años, y hasta los once o doce; conoce ya al menos la ley moral
natural y, si las personas adultas se lo han enseñado, la ley moral
religiosa, aunque de los bienes materiales maneje su valor moral,
pero no sus negocios prácticos. El entendimiento especulativo se
dirige a fenómenos no tan evidentes, sino internos, de las cosas y de
los hombres, y por observación e inducción empieza a “conocer más
y más principios y discurrir sobre conclusiones más y más remotas’ .66 >»
65 Ibíd.
66 Ibid.
67 Ibíd.
162/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
del orden material, que sobre las del orden psicológico y moral;
se desarrolló luego el entendimiento [antes] como especulativo
que como práctico, funcionó como conciencia, como memoria,
como razón inferior [...] luego [debe llegar a] [...] que sea capaz
de a) apreciar sus actos tanto en lo moral como en lo utilitario,
previendo sus consecuencias; b) pensar con acierto sobre las cosas
eternas y los fines últimos del hombre y c) de la abstracción de
toda materia, esto es, de meditar y juzgar sobre aquellos proble
mas que no versan sobre ninguna de las notas sensibles de los
seres materiales sino sobre sus causas supremas y sobre todo
aquello en que la imaginación no puede ni debe prestarnos
auxilio alguno: esto sucede si es que las fuerzas intelectuales del
niño lo permiten y han sido hasta aquí bien dirigidas, de los
catorce a los quince años en adelante.68
El efecto práctico que sobre la concepción del niño tiene este
m odelo de ordenam iento de las facultades hacia la obtención de
la verdad racional, es que la infancia aparece aún como el período
de despliegue de la sucesión lógica y paralela de la escala de las
facultades del alma y de las ciencias: el niño sigue siendo tratado
por el saber pedagógico como un adulto en pequeño, y aun su
actividad — el entendim iento práctico— es el resultado final de
un proceso acumulativo de desarrollos graduales, facultad por
facultad. La actividad de los primeros años de vida es sensible, es
decir, orgánica, fisiológica, pero separada de las funciones cog
noscitivas consideradas superiores, hacia las que tiene que ser
dirigido a conquistar, utilizando la razón y la voluntad de m odo
gradual. Hasta no lograr el fin de la potencia vegetativa, no puede
comenzar a marchar la sensitiva; sin llenar los fines de ésta, no
puede alcanzarse la intelectiva, y sin ésta, no puede pensarse en
la voluntad.
68 Ibíd., p. 66.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 163
La raza
69 Ibíd., p. 71.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 16o
fueron usadas para avalar, por una parte la revelación católica sobre
el origen monogenista —una pareja única— del hombre. POr otra
parte, la autoridad de Cuvier respaldaba la clasificación de la especie
en tres grandes variedades: la blanca o caucásica, la amarilla o
mongólica y la negra o etiópica. La blanca, “además de contener el
tipo de la belleza y armonía de las fonnas humanas, goza de mayor
fuerza intelectual, es más activa, más emprendedora, más constante
y más enérgica que las demás... y está menos subyugada por el apetito
sensible”.70 En la amarilla, que en América corresponde a los indios,
>>
70 Ibíd., p. 72.
71 Ibíd.
72 Ibíd., p. 137.
166/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
guardan entre sí los principales sistemas del organismo: el san
guíneo, el nervioso, el linfático”, al cual agregaba el bilioso, que
“es más bien una idiosincrasia [...] importante por las modifica
ciones que introduce en los individuos que lo poseen”.
Los cuatro temperamentos —más su variedad de combina
ciones en un individuo— determinaban cierta tipología física útil
para reconocerlos: el sanguíneo, por ejemplo, “tiene por lo
general la piel rosada, los cabellos castaños, fisonomía animada y
alegre, formas redondeadas y graciosas, y fuerzas musculares y
desarrolladas”. O el nervioso, que manifiesta “irregularidad de
todas las funciones, movible, expresivo, funciones digestivas ca
prichosas”; el linfático, con el “esqueleto mal conformado, pálido,
facilidad para las caries, el sistema cabelludo es poco abundante,
y los cabellos rubios o rojos, rara vez negros, sistema muscular
poco desarrollado”. Y los efectos morales e intelectuales eran, en
el sanguíneo, higiene, inteligencia, generosidad, compasividad y
audacia, pero inconstancia, irascibilidad y “pasiones violentas
aunque pasajeras”. En el opuesto, el linfático, tales efectos se
manifiestan porque su inteligencia e imaginación carecen de
vivacidad, son perezosos, fríos, poco amantes de las artes, inca
paces de grandes pasiones o emociones violentas, pero constan
tes, firmes y hasta tercos, de resoluciones tardías/3 Para los fines
educativos, el efecto de estas “modificaciones de gran —aunque
no absoluta— influencia en las inclinaciones naturales y el género
y grado de actividad individual”, eran: a los sanguíneos, orientar
los hacia cualquier actividad, pues eran capaces para todas; pero
a los nerviosos, guiarlos más hacia las “profesiones activas”:
fabriles y agrícolas, comerciales, de viajes, artes, etc.; los linfáticos
podían progresar en estudios abstractos, y los biliosos eran aptos
para empresas de audacia y perseverancia. Pero, como muestra
de la inconsistencia en diferenciar lo biológico de lo moral, los
Restrepo terminaban por recomendar que la educación debía
procurar “que el alumno alcance el temperamento sanguíneo, el
cual reúne las buenas condiciones de los demás”.74 Los Hermanos
La salud
E l sexo
85 Fuentes como las recuperadas por Luz Gabriela Arango, en: Mujer,
religión e industria. Fabricato 1923-1982. Medellín: Universidad de
Antioquia-Universidad Externado de Colombia, 1991. Arango señala
cómo para una región, Antioquia, donde se dieron sofisticadas re
laciones entre la religión católica y la industrialización durante los
años veinte y treinta en especial, y aun hasta los cincuenta y sesenta,
la disciplina religiosa apoyó el trabajo obrero femenino. La clave de
este mecanismo es el peso de la pertenencia de la mujer a su familia,
en vez de lo contrario, como podría suponerse como efecto de la
industrialización: “La estrategia de la empresa hacia el personal
femenino nunca considera a la mujer fuera de su estatus familiar [...]
son ante todo hijas de familia, esposas, madres viudas y merecen un
trabajo productivo sólo en forma temporal o excepcional”. A partir
de la introducción, en los años cincuenta —con ensayos previos en
1935, por Alejandro López—, se produce un proceso de masculini-
zación de oficios fabriles, tradicionalmente femeninos, no en virtud
de la falta de calificación de las mujeres, sino por razones extra
productivas, como “su status familiar y su sexualidad” y el control
moral religioso sobre su conducta privada. Arango, L. G. Op. cit.,
pp. 276-279.
172 / Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
las diferencias individuales, era el de las condiciones del alma.
Éstas se refieren al m odo como podían ser diferenciados los
hombres, ya no sólo según sus cuerpos, sino según sus almas.
Aunque la doctrina teológica afirmaba que todas las almas son
iguales en esencia, y la doctrina pedagógica sostenía que “el alma
del niño es idéntica a la del adulto” desde el punto de vista de
“las potencias ” ,80 los Restrepo, siguiendo a los neoescolásticos,
enseñaban que “no hay razón alguna de peso para admitir que
las almas sean iguales”. Las facultades, las aptitudes, inclinaciones
y vigor de cada alma eran diferentes de hecho, “independientemente
de las influencias del organismo, sin que esto ofenda la justicia divina
que nada debe a la creatura y a cada cual exige según lo que le ha
sido dado”.87
Estas diferencias, sospechaban los Restrepo, podrían ser
incluso uno de los medios utilizados por la Providencia para
gobernar la humanidad.
Por esta vía, la de establecer criterios para identificar las
diferencias individuales, fueron entrando en la pedagogía oficial
colombiana nociones que ya no provenían de la lógica de las
facultades. Se ha visto cóm o las ciencias del cuerpo obligaron a
los pensadores religiosos católicos y protestantes a buscarle un
nuevo lugar al alma, tanto como impelieron a los científicos de la
vida y la psique a pensar de nuevo el funcionamiento de la
materia. Es decir, a conciliar o separar la filosofía racional
— lógica— y la psicología experimental. Pero la adopción de estos
debates y sus consecuencias para el saber pedagógico no fueron
ni fáciles ni inmediatas. El estudio de las obras de psicología del
cardenal Mercier, hecho en la Facultad de Filosofía y Letras del
Colegio del Rosario, como continuación del texto de Vallet, estaba
aún en las esferas del debate filosófico,
oo
formando a la intelectua-
lidad católica de nivel superior. Pero no se ha hallado rastro
documental de que las soluciones del neotom ism o experimental
96 Ibid.
97 Ibid.
Restrepo M. Op. cit. Tomo I, p. 90.
98 Ibid. Los Hermanos Cristianos hablan de cultivar las virtudes natu
rales: “el maestro [...] es necesario que ejercite a sus alumnos en la
práctica de la justicia, la prudencia, la fortaleza y la templanza, que
son el fundamento de las demás virtudes”. Maximin, F. "La educación
integral." Revista pedagógica. Alio 4, No. 3, Bogotá: jul. 1921, p. 67.
/Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
99 Ibíd.
100 Mercier, D. Op. cit. T II, p. 228.
101 Ibíd., p. 231.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 179
Ese lugar que en el contexto internacional católico estaba
siendo ocupado bien por la fisiología o bien por la psicología
experimental desde 1891 con el trabajo del cardenal Mercier,
estuvo vacío en el país, durante la vigencia del manual de Restrepo
Mejía, o tal vez desde antes, si pensamos en sus fuentes directas,
los manuales de Johonnot y Wickersham. Pero estos dos autores
protestantes hablaban simplemente de las facultades intelectuales,
sin meterse en las honduras católicas de clasificar los “diferentes
estados” del hombre, sus fines mediatos e inmediatos. El manual
oficial católico en cambio, proporcionaba a los maestros colom
bianos un conjunto de valoraciones que, además de las carac
terísticas ya analizadas, se presentaba no sólo como acorde con
las enseñanzas de la Iglesia, sino como el camino ortodoxo para
hacer buenos cristianos y buenos ciudadanos.
Las influencias exteriores
Un cuarto y último juego de modificadores que afectaban los
“fines temporales, leyes, procedimientos y medios de educación”,
venía a completar la rejilla de las determinaciones del individuo.
Se trataba de los efectos del medio social en el estado del hombre:
el nivel de progreso de una sociedad según los estadios de
“civilización, barbarie o salvajez”; y el nivel de progreso de un
individuo dentro del grupo, según su posición social, fonnaban
lo que Restrepo llamó “influencias exteriores”.102
Aquí hay varias cosas memorables para destacar. Lo primero,
es la idea misma de que lo social se ve exterior —opuesto— al
individuo; éste es alguien a quien hay que proteger de la sociedad,
formar con anterioridad para que ella no lo corrompa, y “hacer
que el bien supremo de la comunidad sea facilitar al individuo el
logro de su fin último”. 103 El niño, desde la pedagogía oficial, no
aparece tratado pues como un ser social. De nuevo, esta idea de
formar un individuo lleno de virtudes morales orientadas hacia
su salvación personal, en un adiestramiento que los pedagogos
activos llamarán “aislado de la vida”, será recusada por los peda
gogos activos, oponiéndole un modelo de individuo hecho de
104 Ibíd.
105 Ibíd., p. 98.
106 Ibíd., p. 95.
Las fisuras de la pedagogía de las facultades del alma / 18 1
debía ejercer acorde a las decisiones del magisterio eclesiástico,
el resultado era la propuesta de sociedad gobernada por la Iglesia,
sin salvación fuera de ella. Por esa misma época, monseñor
Cayzedo escribía a un ilustre feligrés conservador una frase, la
consigna que venía sellando la actitud católica desde el siglo XIX
y cuyo final sólo se habrá de ver con el Concilio Vaticano II. Decía
monseñor Manuel José:
No puedo menos de alabar, [...] los sentimientos de U. cuando
dice: ‘Húndase todo pero viva el Concordato y la Constitución
Católica; que tengamos sociedad católica y gobierno católico’.
¡Ah!, si todos pensaran como U. ¡Sólo la unión nos salvará!107
Ya fuera dicha como frase incendiaria de cruzada política
—en labios del clero radical—; ya fuera dicha como una consi
deración pastoral y mesurada, en labios de un director de con
ciencias —y monseñor Cayzedo pasó por las dos posturas—, la
frase expresa en profundidad la actitud del poder moral, al menos
hasta el plebiscito de 1953: la sociedad colombiana tiene que ser
católica o no ser, por fuerza o por acatamiento general. El dogma
y el ideal social católicos eran inamovibles; los medios, nego
ciación o persecución eran discrecionales.
Por ello la segunda y tercera condiciones para el estado de
civilización, luego de la religión verdadera, comprendían una
organización social acorde con la moral, que daba, a su vez, un
segundo grado de perfección a la sociedad. Un tercer grado de
perfección se alcanzaba, si a los anteriores se agregaba el desa
rrollo de los conocimientos científicos y técnicos. Esta gradación
era la proyección a la sociedad de la constitución ideal que la
pedagogía —la psicología racional— veía en la naturaleza hu
mana, en el organismo individual: perfección de la voluntad
—verdad moral—, perfección del entendimiento —verdad cien
tífica— y perfección de la vida orgánica, por la aplicación de la
verdad científica a las necesidades del cuerpo. Esto implicaba que
los pueblos con escaso desarrollo intelectual o técnico, pero
moralizados por el cristianismo, debiesen ser considerados como
20 Ibíd.
21 Manual del sistema..., p. 31.
22 “El método para instruir al futuro maestro era el mismo sistema de
enseñanza mutua; por esta razón debía integrarse como uno más en
los procedimientos de enseñanza. No existía aún el discurso general
para todos los alumnos maestros. En la escuela había niños apren
diendo a leer, escribir, etc. Rero también había otros alumnos apren
diendo el método para enseñar a leer, escribir, a medida que los
primeros lo iban logrando. Un campo de enseñanza y un campo de
aplicación que formaban un solo proceso. La escuela normal nació
ligada a su propio campo de aplicación, sin poder desligarse de él,
diferenciándose únicamente, en que la escuela normal de enseñanza
mutua le pertenece como único discurso, el método de las operacio
nes en movimiento, prescritas en el Manual.” Zuluaga de E., O. L. El
maestro y el saber..., p. 81.
La formación (leí niño entre 1890 y 1935: /203
32 Citado por Compayré, G. Op. cit., p. 415. “El alma conducida por el
temor es siempre más débil.” Fenelon. Citado en: F.T.D. Psicología
pedagógica, p. 128.
33 “Medios para asegurar la asistencia escolar.” Revista pedagógica. Ór
gano de la Escuela Nonnal Central. No. 3, Bogotá, 1920, p. 83.
210 / Mirar ¡a infancia: pedagogía, moral, y modernidad en Colombia
los sujetan a aquella disciplina no sabrán gobernarse a sí mismos,
y dando rienda suelta a sus tendencias y pasiones se perderán por
extraviadas sendas, porque su voluntad no fue fortalecida con la
práctica consciente del bien.34
Una vez acordado el rechazo relativo a los castigos corporales,
el segundo momento de este proceso de ampliación del régimen
escolar clásico consistió en pasar a la crítica de las penas infaman
tes, este tipo de castigos morales destinados a corregir pro
duciendo vergüenza y humillación públicas. De este lugar
provienen las referencias negativas de los Restrepo Mejía contra
“la canasta de Lancaster”, pero el efecto de este ataque se traduce
en la constitución positiva de otra gradación para la conducta del
niño en la escuela: la diferencia entre faltas contra sí mismo, que
pueden ser “faltas vergonzosas”, para esconder, y faltas contra el
régimen escolar o la sociedad, para las cuales sí se justifica la
“infamia pública”:
Los castigos pueden ser privados o públicos. Deben castigarse en
privado las primeras faltas del alumno, así como aquellas cuya
naturaleza sea tal que convenga las ignoren todos los otros niños.
Al contrario, las faltas que atacan directamente la disciplina de la
escuela, y en general las que han sido causa de que mi vicio se
propague entre los educandos, deben ser castigadas de una
manera solemne [...] Siendo la expulsión la más infamante de
todas las penas, y en el régimen escolar, equivalente a la de
muerte, debe reservarse para las vicios incorregibles o altamente
escandalosos.3j
Lo cual quiere decir que la crítica a los castigos de vergüenza
pública sirvió para trazar la línea de tolerancia del sistema, los
límites a partir de los cuales la escuela ya no reconoce la conducta
del niño como educable, y establece el umbral de exclusión, la
frontera con lo criminal, lo patológico o lo depravado.
Un tercer momento queda señalado en la memoria al Con
greso de 1923, por el Ministro de Instrucción Pública Alberto
Portocarrero, en donde aparece una tercera vía, la vía del honor. El
Ministro, ante las continuas quejas que recibía sobre maestros que
“siguen empleando en sus escuelas las antiguas sanciones corpo
34 “Sesiones de la Asamblea Pedagógica de Boyacá.” Cultura. Tunja, s.
e., 1931, p. 35.
35 Restrepo M., M. y L. Elementos... T. I, p. 192.
La formación de! niño entre 1890 y 1935: / 211
rales antipedagógicas e ilegales”, se vio obligado a recordar toda
la legislación vigente hasta entonces contra los castigos corpo
rales:
Los castigos dolorosos están expresamente prohibidos por dis
posiciones claras y terminantes. El Acuerdo Número 13 de 1911
(Junio 20) de la Junta Central de Higiene, dice en el art. 13 ord.
22: ‘No podrán imponerse castigos dolorosos. Ningún castigo
corporal podrá durar más de media hora. No podrán encerrarse
los niños por castigos en piezas oscuras, húmedas y frías. No se
castigará a los niños suprimiéndoles o retardándoles las comidas
a que están habituados’.
Cita luego la Resolución 23 de 1911 (mayo 17) del Ministerio
de Instrucción Pública: “Prohíbese en todas las escuelas de la
República el uso de la férula y de cualquier otro castigo aflictivo
o infamante”. Y, por último, recordaba el Decreto Ejecutivo 1079
de 1918 “que considera el mal trato dado a los niños, como causa
de incompetencia para los efectos de la remoción de los maes
tros”. El Ministro concluye que los maestros deben recurrir al
36
sistema del honor. Desde el punto de observación que nos propor
ciona esta coyuntura de 1923, podemos reconstruir la evolución
de conjunto del proceso que terminó por combinar las tres vías,
que en apariencia eran excluyentes.
De la retribución a la corrección
El doctor Portocarrero reconocía que la “filosofía del castigo” del
Reglamento del Plan Zerda de 1893 era sabia “y produce buenos
y seguros resultados”: a estas alturas del siglo, esa filosofía debía
ya haber estado “grabada en letras de oro” en la mente de los
maestros del territorio nacional, para superar o desarrollar los
elementos del sistema lancasteriano hacia el logro de una mayor
identificación —reconocimiento— del niño como individuo, su
jeto de un proceso forinativo.
Lograr tal individualización implicaba, en primer lugar, estable
cer un régimen “justo”. Desde el Plan Zerda se requiere que el
maestro pueda dar una valoración pedagógica de cada una de las
acciones de los niños y deje de considerarlas delitos contra una ley,
36 República de Colombia. Memoria del Ministro de Instrucción Públka.
Bogotá: Casa Editorial de la Cruzada, 1923, pp. 41-42.
212/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
como atentados contra una autoridad personal, que “se ofende y
cobra venganza”. Como un nuevo Moisés, Zerda había proclamado
las tablas de la ley escolar para la modernidad prometida, exigiendo
un análisis flexible de cada acción:
2o. El castigo debe ser consecuencia general de la culpa [....] Tales
castigos, aunque retribuyentes en apariencia, en realidad son
correctivos. Debe ser proporcionado el castigo con la natu
raleza de la falta cometida; son reprobados los castigos arbi-
tranos. 37
En segundo lugar, tal individualización implicaba establecer
una técnica imparcial y regulada para corregir a cada individuo
por lo que efectivamente hace, y no por sus privilegios sociales o
por favoritismo del maestro, y para evitar también suscitar la
compasión o la solidaridad de los compañeros. Los castigos
infamantes, se señalaba, antes que producir una experiencia
interior de la falta, propiciaban la solidaridad masiva y anónima
de los condiscípulos, y conducían más a crear héroes negativos:
nótese que en el Plan Zerda preocupa todavía en mayor grado
este aspecto social externo, que el de los efectos interiores de la
dureza disciplinaria, la hipocresía y la pusilanimidad: “3o. El
castigo ha de ser suave pero cierto. La severidad indebida crea
simpatías por el culpable, y debe evitarseQÚtodo asomo de crueldad,
sobre todo el predominio de la cólera”.
En tercer lugar, el arte de castigar implicaba ya una afirma
ción, así fuese rudimentaria, del carácter especial de la infancia.
El juego, la “carencia de lógica”, la “ingenuidad” propias de la
edad, empiezan a tener un ligero reconocimiento, aunque apare
cen más como “atenuantes” que como un modo esencial del ser
niño: “4o. No debe castigarse a los niños por faltas ligeras inhe
rentes a su edad, como olvidos, actos de vivacidad o ligereza, etc.
En estos casos bastan exhortaciones oportunas”.39
En cuarto lugar, también empieza a insinuarse un ligero
principio de clasificación psicológica de los niños, junto a una
exigencia al maestro para conocer a cada uno, uno por uno, y
evaluarlos sobre un criterio uniformador, la inteligencia:
40 Ibíd.
41 Ibíd. Artículo 57, p. 35.
214/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
ción de cada premio se hará por el Inspector Local el último día
de los exámenes anuales [...] y dará cuenta de los nombres a la
Secretaría [...] para que se publiquen.42
Esto pareciera no oponerse a la aplicación de ninguna de las
penas de 1893, pues no hay dudas sobre el derecho a castigar en
el marco del antiguo sistema de premios y castigos. Sin embargo,
el Decreto Orgánico va más allá, al institucionalizar una tec
nología positiva, que excluye toda sanción que afecte el cuerpo o
apele a los “bajos afectos”, disposición que mantiene la exigencia
de generosidad y justicia del maestro, pero desplaza el puesto
relevante del castigo a un segundo plano. Además, el régimen de
premios y castigos ya no forma parte intrínseca de la mecánica de
aprendizaje de las materias, sino que se ha sistematizado en un
capítulo aparte, se ha convertido en un arte formativo:
Si el maestro llega a cultivar con éxito el sentimiento de honor y el
hábito de estimar el mérito de los escolares por el tipo de lo que en
sí mismo es recto, propio y digno de lo más elevado en el espíritu de
los alumnos, sucederá que el castigo más eficaz y acaso el único
castigo, consistirá en la pérdida de algún honor. Malas notas, un lugar
bajo en la clase, la pérdida de algún cargo, son las penas que llenan
mejor las condiciones más importantes de todo castigo.43
90 Ibíd., p. 85.
91 Ibíd.
92 Bruño, G. M. Op. cit., p. 118. “Dejemos a los soñadores con sus utopías
de trascendental idealismo y esfuerzo desinteresado [...] ¿Cómo po
dría prescindirse de los medios de estímulo con un hombrecito
234/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
Sin embargo, en sentido positivo, la emulación era propuesta
justamente para “comunicar entusiasmo y ardor para el trabajo”,
y “porque bien sostenida produce costumbre”.93 Ésta es la vía para
encauzar todas las pasiones bajas: trocar vanidad, envidia, falso
amor propio, soberbia y desobediencia en orgullo, y finalmente
“trocar el orgullo en noble emulación y noble ardimiento por el
bien”.94
El método era formar jóvenes entusiastas, valerosos, en una
palabra, héroes:
No es difícil entusiasmar a los niños y jóvenes; gústales lo heroico
y lo valeroso: combates, misiones, martirios, empresas heroicas,
grandes conversiones de almas, existencias consagradas a nobles
ideales, provocan su admiración [...] el orgullo así orientado hacia
el bien, es fuente y raudal de progreso en la ciencia y de perfec
cionamiento moral.95
“La alabanza despierta en el alumno la conciencia de lo
bueno que hay en él, de ese yo superior, que es caballo de batalla
de la pedagogía moderna.” Para este modelo, ésta es la cúspide
106 “La sonada frase ‘abrid una escuela y cerraréis una cárcel’ ha coin
cidido con la época en que en algunos países se ensayaron sistemas
que excluían de la educación los dictados del cristianismo para
sustituirlos por lo que se ha llamado la moral independiente. Fouillée
hacía la siguiente confesión: [...] En las grandes ciudades, en las que
también la mujer es poco religiosa, su criminalidad se acerca a la de
los hombres [...] La educación religiosa condena [...] los pecados del
pensamiento; la educación laica no sabe qué cosa es esto. El instructor
laico no es capaz de formar la conciencia (Revue des deux mondes, feb.
18, 1897). No es la aritmética, no es el álgebra, no es el dibujo, no es
la historia los que dan la moral [...] sólo la religión es el código
regulador de la vida, solo ella vuelve a los hombres prácticamente
morales, haciéndolos mejores.” (Montesquieu). La educación será
cristiana o no existirá. Rengifo, Francisco J. “Abrid una escuela y
cerraréis una cárcel.” Boletín de instrucción pública de Cundinamarca.
No. 18, Bogotá: sep. 1915, p. 206.
107 Spencer, Herbert. La educación intelectual, moral y física, p. 143 y ss.
Citado en: Restrepo M., M. y L. Elementos... T I, p. 193.
La formación del niño entre 1890 y 1935: / 241
caída dolerá. Pero luego, al crecer, otros “efectos naturales”
seguirían enseñando al joven y al adulto a través de experiencias
dolorosas o placenteras: falta de puntualidad, igual a pérdida de
clientela; mal desempeño, igual a pérdida del trabajo. Spencer
insistía en que no hay penas, sino consecuencias inevitables de los
actos. Consecuencias que son justas e infalibles, porque siempre
serán proporcionales a la falta, ni más ni menos que su efecto
natural. “La acción siempre es igual a la reacción”, ley constante,
universal, ineludible y lógica, que obra según las edades y sobre
todos; y en especial, “mueve a todos y siempre, por conveniencia,
a respetar la ley”, por tanto, hace “innecesarias y reprobables las
penas impuestas arbitrariamente por padres y maestros”.
Restrepo, Martín desde el campo católico, y Compayré,
desde el secular-protestante, llegaron a aceptar tal modo de
educar, pero sólo para la “edad sensitiva”, de seis meses a tres
años, donde la educación de los sentidos se puede —y debe—
efectuar según tales leyes naturales. En cierto sentido, era difícil
deslindar las diferencias, pues el mismo Restrepo, combatiendo
la ignorancia y la violencia de los padres de familia, recomendaba:
Dejad que el niño tropiece y caiga, ‘que a fuerza de caídas aprende
el hombre a levantarse’[...] si no es de importancia, con mayor razón
debéis absteneros de aspavientos: permaneced en vuestras ocupa
ciones sin negar al niño alguna ligera atención, pero evitad siempre
hacer ademanes de desesperación.109
Pero ambos pedagogos rechazan radicalmente esa “disci
plina natural” cuando se trata ya no de los párvulos, sino de
decisiones morales adultas, y más aún, cuando implica una “nueva
filosofía del castigo”. De nuevo, se acepta la técnica en cierto nivel,
pero se rehúsa su filosofía como estrategia global. Para los dos
autores, esta moral natural es inaceptable. Afirman que la procla
mada justicia de la naturaleza es bastante dudosa como criterio,
pues muchas veces retribuye al perezoso y al justo le es esquiva, o
bien las “consecuencias” no siempre son proporcionales a la falta
o error: un leve error de cálculo en el mundo natural, puede costar
una vida. De la misma forma, la naturaleza tampoco mide tiem
pos: dejados a su desarrollo espontáneo, puede ocurrir que se
124 “El 7 de agosto de 1917, se instaló [...] Son socios de número: Araújo,
Simón; Arrubla, Gerardo; Arteaga, Miguel; Barbosa, Francisco; Ba
rriga Villalba, Antonio; Borda Tanco, Alberto; Botero, Manuel Anto
nio; Casas, José Joaquín; Castellanos, Luis Alberto; Coradine, José
252 / Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad, en Colombia
experimentado profesor de humanidades del Seminario Con
ciliar, y al mismo tiempo profesor de religión en el Gimnasio
Moderno, sintetiza lúcidamente en su discurso de ingreso a la
Academia, los términos de la encrucijada. Ya no se trata del poder
de gobernar la buena o mala voluntad del niño con alegría y
patemalidad, al modo del Plan Zerda, sino de la capacidad de
estudiar científicamente las causas de la conducta infantil:
(antes) el maestro [...] al niño que no daba su lección, le castigaba,
de manera dolorosa o humillante, al que cumplía con sus leccio
nes se le premiaba, sin sospechar que la causa de sus diferencias
materiales de trabajo, aplicación o aprovechamiento fuera otra
que la libertad que hace al hombre dueño de sus actos [...] No le
es dado hoy al pedagogo emplear los medios deprimentes de
coacción material sobre su discípulo;.debe saber adueñarse de su
alma con los elementos morales e intelectuales que proporciona
la misma naturaleza humana, tiene que estimular a actos buenos
y contener de malas acciones con la persuasión y el consejo, con
el manejo de las mismas pasiones, emotividad y tendencias del
alma infantil o adolescente.125
Tomás; Escobar Roa, Rafael; Fallón, Luis Tomás; Forero, Luis Enri
que; Gómez, Eugenio J.; González Camargo, Eduardo; Jiménez
López, Miguel; Mora, Luis María; Morales Olaya, Roberto; Muñoz,
Carlos Emilio; Murillo, Ernesto; Nieto Caballero, Agustín; Otero
Herrera, Antonio; Posada, Eduardo; Ramírez, Antonio; Rengifo,
Francisco M.; Restrepo Mejía, Martín, y Sáenz, Ángel María. Fue
elegido presidente, José Joaquín Casas; vicepresidente, Simón
Araújo; secretario perpetuo, Antonio Otero Herrera; archivero, Fran
cisco Rengifo.” Como se ve, reunía a los pedagogos del gobierno
conservador, pero también llamó a liberales: “se quiere el concurso
de todos los individuos que posean conocimientos [...] el cambio de
ideas, la unificación de opiniones encontradas; para que de ahí resulte
la escogitación de procedimientos fáciles que llevar a la práctica [...]
Más aún [...] La Asamblea ha creído requerirse también la iniciativa
de particulares ilustres [...] versados en ciencias relacionadas con la
alta didáctica [...] conocedores profundos de la marcha de la instruc
ción pública en los países más adelantados del globo”, “Academia de
Pedagogía. Estatutos.” Boletín de instrucción pública de Cundinamarca.
No. 38, Bogotá: sep. 1917, pp. 365-370.
125 Tejeiro, Luis Jorge; Pbro. “Importancia de la psicología en la didác
tica” (Discurso pronunciado al recibirse como miembro de la Acade
mia de Pedagogía). Boletín de instrucción pública de Cundinamarca. No.
58, Bogotá: sep. 1919, p. 304.
La formación del niño entre 1890 y 1935: / 253
En palabras del mismo Tejeiro, el manejo de los “elementos
de la misma naturaleza humana” era una ciencia de gobierno mucho
más compleja que el simple castigar o premiar el uso de la libertad
por parte de los niños. Entre el alma y la conducta aparece ahora
una estructura biológica que enrarece la ejecución material de los
impulsos espirituales: se trata del sistema nervioso y la fisiología
de los organismos.126 No habría ya tranquilidad de conciencia ni
para el sacerdote ni para el maestro que no estudiasen al alumno,
ya no sólo desde el punto de vista moral de su voluntad, sus
virtudes y vicios, sino desde la posibilidad de ver la línea de
separación entre lo que provenía de malicia y pecado y lo que se
debía a la enfermedad y la fisiología o la herencia y el medio
ambiente.127
Se empezaba a modificar, sin retomo, el conjunto de insti
tuciones y sujetos que en adelante serán los responsables de
intervenir en la formación, la instrucción, la rehabilitación o la
curación, la reforma o la moralización de los alumnos de las
escuelas públicas primarias. Lo que hay que anotar también, es
que la Iglesia asimiló selectivamente estos saberes, en el sentido
de que los utilizó para sí misma en el gobierno y el conocimiento
de los jóvenes, pero se opuso a brindar un “exceso” de informa
ción higiénica y fisiológica a los estudiantes, sobre todo cuando
los programas ya estaban bajo el control de los regímenes libe
126 “El sistema nervioso es el medio único que comunica al alma lo que
viene del mundo externo y le sirve de instrumento necesario y
exclusivo para ejercer sus actividades y operaciones [...] es mucho más
grande de lo que a primera vista parece, el número de niños enfer
mos, no de la parte somática, sino del alma; teniendo en cuenta que
el alma en cuanto es inteligencia y voluntad, no puede estar enferma
ni defectuosa, sino en cuanto necesita para el ejercicio de dichas
potencias vitales, del sistema sensorial y motor del cuerpo ejercido
por el aparato cerebro-espinal de nuestra compleja estructura
biológica.” Tejeiro, L. J. Op cit., p. 305.
127 “En un alumno normal, pues, la distracción es una falta que tiene la
gravedad de la causa voluntaria que la produce; en un retrasado por
hipostenia mental o en un inestable y carácter duro por hiperestenia,
la distracción es un síntoma que importa tener en cuenta para
consagrarles especiales cuidados, y aun especiales establecimientos
de formación, so pena de perderlos para la vida social; en los idiotas
y cretinos, la distracción es la medida de la magnitud de su desviación
mental.” Ibid., p. 306.
254/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
rales. Ni qué decirse tiene, la oposición tajante y radical que la
jerarquía católica hizo a cualquier cosa que se acercase a educación
sexual, ni siquiera a escuelas mixtas.128 Los católicos biologicistas
empiezan a hablar de organismo social, y de una personalidad tipo
del colombiano y del habitante de las regiones. El mito de la raza
antioqueña renueva sus oropeles en el determinismo biológico y
del medio.129
Estas son pues las condiciones en las cuales se va efectuando
en Colombia la gran revolución copemicana de la pedagogía moderna:
el salto del maestro al niño.130 Desde el proceso que venimos
describiendo, esto significó, por un lado, una mayor densidad en
128 “No es raro el caso de que algunos inspectores escolares traten de
implantar en las escuelas la educación sexual, contra la prohibición
de la Santa Sede y contra el más elemental sentido común [...] parece
que así harán méritos ante el gobierno o [...] su partido. [Agradezco
al señor Ministro] el suprimir en las materias del programa los
capítulos de fisiología e higiene, por estar inspirados en un exceso de
realismo y que lejos de educar a la juventud, le transmitirían cono
cimientos precoces que deben estar relegados a la mesurada previsión
de los padres de familia.” Rsrdomo, Ismael. “Carta del Excmo. Señor
Arzobispo Primado al señor Ministro de Educación Nacional sobre
instrucción pública [Darío Echandía].” (Ene. 4 de 1936). La Iglesia.
No. 3, Bogotá: 1936, p. 37.
129 “El colombiano es de estatura mediana, de formas regulares, sufrido
en los trabajos, valeroso en la lucha, de imaginación rica y ardiente,
y de gran fuerza sentimental. Tiene la inquietud y viveza de espíritu
propias de la raza latina y al mismo tiempo se resiente de la indolencia
y dejadez propias de los climas tropicales. Es de buenas capacidades
intelectuales, de carácter dulce, amable y hospitalario, reúne con la
alegría y el espíritu regocijado del Español, cierto tinte melancólico
que expresan a maravilla los aires nacionales y el clásico bambuco de
nuestras montañas. Predomina pues en nuestra raza como tipo
nacional, una mezcla atemperada de las cualidades de la raza
española y de las de raza indígena [...] descuella entre todas, por su
hermosura, su vigor y energía [...] y sentido práctico, la raza antio-
queñá, que no tiene nada que envidiar a las mejores razas europeas.”
Urrutia U.; S. J. Op. cit., pp. 159-160.
130 “La vieja educación se basaba en las necesidades supuestas o reales
del adulto representadas en la escuela por el maestro o el libro. [...]
La nueva educación, en cambio, fija su atención en las aspiraciones,
tendencias, intereses, necesidades, deficiencias y en fin todo lo que
constituye la psicología personal del niño.” “Este es un cambio, una
revolución, en las palabras del profesor Dewey, muy parecida a la
introducida por Copémico trasladando el centro de gravitación de
La formación d-el niño entre 1890 y 1935: / 255
la mirada científica sobre la infancia, sacando a luz estructuras
mentales, afectivas o infraconscientes que sólo podían ser mani
festadas y observadas “en libertad”, y que obligaban a institucio
nalizar nuevos espacios escolares y sociales que garantizaran esa
libertad, ese nuevo despliegue de fuerzas personales. Por otro
lado, implicó una modificación en el campo de saber del maestro:
el saber sobre premios y castigos había sido una forma de cono
cim iento del niño integrada y producida por la propia disposición
del procedimiento de trabajo en clase, cuya mecánica y disposi
ción se entretejía con la valoración de cada serie de movimientos
y conductas. Ahora el maestro se verá som etido a un vaivén
complejo por los intelectuales de los saberes modernos, quienes
lo colocan a su servicio para hacer observaciones de mayor
cobertura social que el sólo acierto y error en el aula: herencia,
m edio, higiene, alimentación, instintos y tendencias, entre otros.
En tercer lugar, hay que entender, con reservas, aquello de
que, al centrarse la pedagogía en el niño, desaparece la función
del maestro. Antes bien, su carácter de maestro-padre cobra fuerza
en nuevas direcciones, pero con un estilo de presencia menos
reglamentador, y más dotado con los conocimientos psicológicos
que le mostraban otros mundos en sus alumnos tales com o el
desarrollo físico, el cociente intelectual y la capacidad de adap
tación, así estos conocimientos
1 Q1
le siguieran siendo entregados de
m odo instrumental. Hacer del niño el sujeto de la educación era,
a la vez —y entre otras cosas— , hacerlo objeto de todos los saberes
y los sujetos sociales que se preguntaban, con nuevos instrumen
136 L. T. “El hábito es...”, p. 145. Jiménez López, Miguel. “La formación
de la personalidad, base de la educación.” Conferencia dictada en la
sala Santiago Samper, agosto 16 de 1917. Cultura. Voi. IV No. 6 ,
Bogotá: 1917, pp. 315-316. Jiménez López viajó por Europa y
260/ Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia
Permanecían en esta propuesta muchos de los problemas y
fines clásicos de la educación, como la formación de la voluntad
y el carácter, la búsqueda del gobierno de sí mismo, el combate
contra las inclinaciones o las debilidades, el respeto a los deberes
y la búsqueda de una disciplina interior. Permanecían, y no sólo
para mantener las apariencias de ortodoxia y evitarse la con
denación eclesiástica. Pero el lugar que se propone alcanzar
Jiménez López es una conducta que nace de “más adentro” que
la disciplina clásica y religiosa; nace desde los propios intereses y
actividades. Era lo que la psicología comenzaba a denominar
—como quiera que se describiese—, lo inconsciente. Junto a la
expresión consecuencias, la expresión hábitos de acción ya no es
clásica, porque aparece relacionada con el deber a partir del
interés. Es más interior, a diferencia de aquellos hábitos obtenidos
por vigilancia. Jiménez critica toda educación que se base en la
uniformidad de una norma, en una disciplina para homogeneizar,
cuyo efecto había sido desconocer o deformar los arrestos de la
personalidad del estudiante. Con agudeza, Jiménez escoge criticar
a los modernos William James y Gustav Le Bon, abanderados de
la idea de que “Educar es hacer inconsciente lo consciente”, o sea,
lograr que las asociaciones de ideas del niño se hagan automáticas
y espontáneas por la “repetición suficiente y prolongada”, de
modo que no requiriesen de ningún impulso voluntario por haber
sido convertidas en reacciones instintivas y reflejas. Pero, la crítica
a los modernos era una crítica sutil a los clásicos, aprovechando
una aparente identidad formal entre este enunciado y el enun
ciado clásico sobre la educación como automatización de hábitos:
las pruebas intelectuales no convencen sino al espíritu; al fin,
después de que el entendimiento ha visto dónde está la verdad,
hay que recurrir a la costumbre; y esto para saciarnos de la
creencia admitida y empapamos en ella. Precisa pues, que nos
acostumbremos a un modo de creer más fácil, al del hábito, el
cual sin violencia ni arte complicado, ni argumentación sabia
7 Ibíd., p. 28.
8 “Tratándose de los primeros meses de labores escolares, el Inspector
ha querido asegurar la unidad de la enseñanza y la organización
pedagógica [...] haciendo a los maestros observar los siguientes
puntos.” Rey Suárez, A. “Segunda provincia El Guavio. Extractos de
informes de inspectores.” Boletín de instrucción pública de Cundi
namarca. No. 93, Bogotá: jun. 1924, p. 220.
282/ Mirar la infancia, pedagogía, moral y modernidad en Colombia
y eficiente, y sus informes se limitaban a enumeraciones aleatorias
sobre el estado de los locales, la conducta de los concejos munici
pales y los párrocos respecto a la escuela, y las lecciones-modelos
que habían dictado para corregir las falencias que observaban en
cada maestro visitado. Al señalar, paso por paso, cómo debía
montarse y supervisarse una escuela primaria, esta guía del
inspector Rey Suárez deja ver, ante todo, cuán distantes estaban
aún las escuelas aldeanas y rurales de aproximarse a su fun
cionamiento según el ideal de los manuales; pero en especial,
revela cuáles fueron los componentes del dispositivo pedagógico
que el Estado debió implantar progresivamente, hasta hacer
alcanzar a las escuelas las condiciones mínimas de eficiencia que
tanto el saber pedagógico como la organización de un sistema
nacional de educación popular exigían de modo cada vez más
inaplazable. Como recurso analítico, usaremos estos puntos de la
guía del inspector provincial de Cundinamarca, para rastrear este
intrincado proceso de configuración de la escuela colombiana
durante las tres primeras décadas del siglo XX.
Se pueden reunir estos puntos o condiciones mínimas alrede
dor de siete elementos que era necesario implantar: 1) el sistema
de clasificación escolar, esto es, dónde colocar a cada alumno
según su edad y saber; 2) la graduación de las clases, es decir, el
pensum por grados o “años”; 3) el cuadro de distribución del
tiempo; 4) la enseñanza oral, el desplazamiento de los textos
escolares y las lecciones de cosas; 5) los métodos de lectoescritura;
6) los exámenes escritos, y 7) el sistema oficial de inspección local
y provincial, con el consiguiente desplazamiento de las funciones
del clero respecto al sistema escolar público.
Hacer operativa esta renovación escolar requirió una “magna
empresa modernizad ora”; las nuevas técnicas de educación
tenían que romper las rutinas de aprendizaje memorista, crear
nuevos usos sociales y desplazar o reordenar usos inveterados de
poder local. Porque es en lo local donde el Estado introduce la
escuela pública, la utiliza como cuña para mover o reconducir las
posiciones y resistencias de los padres de familia, de los gamonales
locales, de los párrocos, de los concejos municipales y las asam
bleas departamentales, de la jerarquía eclesiástica, de las órdenes
religiosas, de los directorios políticos, de los educadores privados
y de los mismos maestros, todos ellos girando alrededor del “niño
colombiano”, centro de todas las miradas, blanco de todas las
Los problemas de la modernización de la escuela primaria... / 283
estrategias. Nada de ello pasó de un día para otro, como lo
proclamó desde los años treinta el partido liberal; pero tampoco
fue mérito de los gobiernos conservadores. No hubo, pues, una
“inmaculada concepción” de la escuela moderna colombiana,
como obra exclusiva y excluyente de alguno de los partidos
políticos; fue el lento fruto de un proceso que en muchos aspectos
se remontaba a las reformas pedagógicas de 1870. Ocurrió como
una paulatina, y a veces contradictoria, acumulación de pequeños
logros técnicos, de silenciosas batallas ganadas no en legislaturas
y tribunas, sino entre los muros de los salones de clase.
La clasificación escolar
Para los reformadores ilustrados de comienzo de siglo, la proli
feración de escuelas desastradas, sin bancos ni útiles, no moles
taba tanto —o no sólo— por la pobreza, sino en cuanto que ésta
significaba desorden, desgobierno y derroche de tiempo y es
fuerzo. En este sentido, la realidad coincidía con las descripciones
de los manuales y de los inspectores, pero la mirada pedagógica
veía allí la ausencia de un espacio regulado y homogéneo para
todos y cada uno de los sujetos:
El primer concepto que formamos de una escuela rural, nos repre
senta un número indeterminado de niños yjóvenes de cinco a veinte
años de edad, cuyos conocimientos y adelantos son tan variados como
sus edades, todos ellos en una misma sala de clases y presididos por
un solo maestro. Cada discípulo sigue los estudios que él prefiere, y
el maestro se ocupa todo el día en auxiliar por separado a cada uno
y en tomar lecciones también individualmente.9
La introducción de órdenes modernos respecto al uso del
espacio, del tiempo y de la jerarquía del saber, efectuada desde la
escuela, imponía como exigencia técnica tres puntos: reforma física
de los locales, desarraigo de las caóticas rutinas de férula y
recitación de catecismos y citolegias —cartillas—, y eliminación
de los privilegios acostumbrados para los hijos de gamonales
municipales, que se oponían a la “igualdad de los niños ante el
saber y la razón”. Entre los artículos del Decreto Orgánico de la
Instrucción Primaria de 1870, que el ministro Uribe copió sin
49 Ibid.
50 Ibid., p. 61.
Los problemas de la modernización de la escuela primaria... / 301
en el modelo sociobiológico que pretendió tratar la nación
como un organismo social, en el cual la herencia, el medio y la
raza señalaban un lugar fijo a cada individuo. Pero creemos
que la diferencia de estrategias provino, más bien, de las
fuentes profundas en donde se elaboró cada uno de estos
modelos de gobierno social: la medicina y la ingeniería, una,
y la sociología, la otra.31 En el fondo, se trataba de dos
estrategias sucesivas y complementarias ejecutadas por técni
cos médicos, psiquiatras, pedagogos y administradores, en la
vida silenciosa y anónima de instituciones escolares, fabriles,
de corrección, de asistencia social y de salud. En ellas se
anclaban lenta y claramente los herrajes —y las fisuras— del
orden social, en una infernal combinación de lo viejo y lo
nuevo. Ello permite explicar porqué se gesta una contradicción
aparente, que es en realidad una tenaza: por un lado, una
crítica al sistema educativo colombiano como “una barrera
infranqueable que impide el desarrollo de una democracia
legítima” al estar dominado por un “espíritu de casta”;52 y por
otro, una defensa de la educación como garantía de la demo
cracia, de la fluidez de las fronteras entre clases propia del país
moderno. Un discurso que para los conservadores era de
carácter técnico y que fue luego politizado por el partido
liberal, pero que, en el fondo, fue una de las piezas maestras
de la vía colombiana de institucionalización del conflicto entre
lo social y lo político: la integración de los movimientos sociales
por el Estado.53
El maestro y el tiempo
Es posible pensar que el daño en la salud, el fastidio o la fatiga
fueran también patrimonio del maestro: a los muy acuciosos,
por exceso de orden, y a los descuidados o inexpertos, por
exceso de desorden, el sistema no daba alternativa; y requería
un manejo tan sofisticado que puede entenderse el que sólo
operara con cierta pureza en escuelas urbanas bien dotadas.
Piénsese, por ejemplo, cómo habría que ir “empobreciendo”
la táctica de encerado ante la falta de libros, o de un tablero
suficiente para todos los alumnos, y así por el estilo. Por tanto,
otro foco de resistencia y disfunción era, sobre todo, el tipo de
preparación que exigía para el maestro. Es comprensible,
desde este punto de vista, que fuesen las comunidades re
ligiosas, y los jóvenes formados por éstas, quienes lograran
90 Ibíd., p. 7.
91 Restrepo M., M. y L. Op. cit., p. 208.
92 Carrasquilla, R. M.; Monseñor. “Sobre educación moderna.” Boletín
de instrucción pública de Cundinamarca. Vol. II, No. 17, Bogotá: ago.
1915, pp. 213, 220.
93 En el mismo Congreso Pedagógico, una de sus figuras esclarecidas,
el padre Carlos Alberto Lleras Acosta, director a la sazón de la Escuela
Normal del Tolima, encontró objeciones al método cíclico: “la dis
persión de la enseñanza a que da lugar, al verbalismo y memorismo
a que exponen la multiplicidad de materias; la pérdida del interés y
Los problemas de la modernización de la escuela piimaria... / 3 10
del pensum hechas en 1921 no modificaron la organización
por años de las asignaturas, ni su división, pero asumieron el
método cíclico, y se incorporó, antes de enunciar el contenido
de cada una, una fórmula ritual: “Repetición y ampliación de lo
a n t e r io r 94 Hasta cuando se hicieron las reformas del pensum
efectuadas en los planes de ensayo diseñados por Nieto Caba
llero, en 1933, bajo el sistema de los Centros de Interés de
Decroly, el método cíclico-concéntrico iba siendo adoptado
como el último adelanto para “regular entre sí el aprendizaje
de los distintos ramos del saber”. 5 La difusión cotidiana del
estilo concéntrico en las escuelas es estadísticamente imposible
de reconstruir. Pero desde el orden de los eventos de saber, sí
tuvo efectos claramente identificables: alrededor de toda esta
polémica sobre el plan cíclico, se fueron cuajando tres acon
tecimientos de saber, de consecuencias centrales para la peda
gogía de los siguientes años: la apropiación de cierta noción
de interés pedagógico, la introducción de la globalización y la
transformación de los métodos de lectoescritura.
96 El padre Ruiz Amado es, en los primeros treinta años del siglo XX,
el pedagogo católico de mayor prestigio en el contexto internacional.
Es uno de los más citados por los autores nacionales, tirios y troyanos,
y referirse a él llegó a ser prueba de ortodoxia. Su obra fue difundida
en los países de habla española por la Editorial Gili, entre 1905 y
1915, en una serie de volúmenes titulada “Estudios pedagógicos”:
Vol. I. La educación moral. Tratado teórico y práctico de la formación del
carácter; Vol. II. La educación de la castidad. Madrid: Razón y Fe, 1905;
Vol. III. La educación intelectual. Barcelona: Gustavo Gili, 1909; Vol. IV
La educación religiosa. Barcelona: Gustavo Gili, 1910; Vol. V Historia de
la educación y la pedagogía. Barcelona: Gustavo Gili, 1912.
Los problemas de la modernización de la escuela primaria... /
la voluntad expresa, en los objetos que una vez han logrado
interesarnos. 97
La obra del padre Ruiz se acercaba a las críticas del pragmatismo
anglosajón a la pedagogía heterónoma, pues, de cierto modo, cer
cano a Dewey, proponía desarrollar en el niño el interés inmediato
—aprender por el efecto mismo del acto de aprender—, sin fines
mediatos, tales como alcanzar un honor o la salvación ultraterrena. 98
•
100 “La causa católica, lejos de tener motivo para temer la observación y
la investigación experimental, la ocupación con ias cosas que caen
bajo el dominio de los sentidos’, principio de toda enseñanza razo
nada como el articulista hubiera debido saber por las obras del
reverendo padre Ruiz Amado [...] en vez de poner en peligro la fe, al
contrario, la confirma y la eleva.” Wickmann, Guillermo (Director de
la Escuela Nacional de Comercio). La religión y los métodos modernos de
enseñanza. Mar. 1915. Bogotá: Imprenta Eléctrica, 1915, p. 12.
101 Hermano Eugenio León. Op. cit., p. 166.
Los problemas de la modernización de la escuela primaria... /
el niño no obedecía de forma pura al proceso de sensación,
percepción y abstracción postulado por la pedagogía clásica:
En efecto, la naturaleza no empieza por enseñar a hablar a los
niños, y luego a considerar parte por parte los objetos que los
rodean; antes bien, el niño en un principio concibe los objetos de
un modo muy superficial e imperfectamente y en un abigarrado
conjunto; luego los va distinguiendo mejor y adquiere de ellos un
conocimiento más cabal.102
Las consecuencias de esta idea llevaban a la pedagogía lejos
de la explicación pestalozziana ortodoxa, y aun de la “visión
sinóptica” de Restrepo Mejía. Si la tradición intuitivista, con
fundamento en la lógica, enseñó que el conocimiento sensorial
era analítico —operaba de la parte al todo—, individualizante
—aislaba detalles y luego integraba—, e incapaz de generalizar
de inmediato, los introductores del método cíclico hallaban que
la formación orgánica del niño no obedecía a tal orden, contrari
ando el proceso de ir de lo particular a lo general, y por el
contrario, obraba de lo general a lo particular. Por su parte, el
pensum cíclico suscitaba la imagen de un círculo de conocimientos
básicos que se ensanchaba “como las ondas en un estanque”, todo
lo cual empezaba a llevar a estos pedagogos neoescolásticos a las
puertas de apropiarse de la noción de globalidad o globalización
de la psicología experimental y la Escuela Activa. 103
Aunque ésta aún no se formuló con precisión en las institucio
nes de formación de maestros sino hasta 1925, sí quedó es
102 Ibíd., p. 166. Monseñor Carrasquilla ya había llegado a escribir en 1915:
“Observando la naturaleza, varios pedagogos advirtieron que el niño,
al aprender a hablar, no adquiere primero la lexigrafía, después la
sintaxis, la prosodia más tarde, que no conoce en orden los minerales,
las plantas, los brutos, el hombre, sino de un modo simultáneo; que a un
tiempo sabe lo que es cuatro y que su cama tiene cuatro lados”.
Carrasquilla, R. M. “Sobre educación...”, p. 220.
103 “En su desarrollo, la inteligencia pasa por dos fases: 1. La inteligencia
global o sincrética: se conoce con ella el mundo sin analizar nada;
esto dura hasta los siete u ocho años. 2. Analítica sintética; nuestros
métodos ordinarios usan el análisis y la síntesis en lectura, escritura,
cálculo, etc., de aquí la dificultad de los chiquitines en las clases,
porque sus facultades no están desarrolladas. La gbbalización varía
según se refiera a objetos concretos o abstractos.” “Conferencias del
doctor Decroly.” Revista pedagógica. Órgano de la Escuela Normal de
Institutores. Año 8, No. 4, Bogotá: sep. 1925, p. 153.
324/ Mirar la infancia, pedagogía, moral y modernidad en Colombia
tablecida, sin retorno, la condición que haría posible apropiarla:
la distinción entre los procesos lógicos de inducción y los procesos
psicológicos de asociación en el niño. Y esto ya no sólo en los
manuales teóricos de psicología, sino incorporada al pensum
escolar, bajo un rudimentario “concentrismo”. En medio de todas
estas transformaciones, en el Congreso de 1917 por fin un
pedagogo lanzó ante toda la plana mayor de la pedagogía
oficial, la aseveración de que: “El niño presenta un tipo espe
cial y no es como erróneamente pudiera creerse, un hombre
en miniatura”.104
Y se fundamentaba en una frase de Claparéde, insólita para
quien mirase al niño desde la convicción de que había un orden
de las facultades:
El crecimiento del niño no es un simple agrandamiento en
bloque, comparable al aumento de un cristal; sino una sucesión
de creaciones, de formaciones nuevas que aparecen aquí o allá
sin orden aparente [...] sin que nada pueda hacer prever el lugar
y el momento de su eclosión. 10°
Y fue uno de los trabajos premiados. Esta cita de Claparéde
ya no era rueda suelta, un azar de la diletancia intelectual
nacional. Halló un contexto de apropiación, que era coherente
con la tradición fisiologista que venía hablando de la educación
de los sentidos, en armonía con la distinción entre las “facul
tades cognoscitivas del orden sensible [...] y las del orden
intelectual [...] según el sistema escolástico”. 1Ofi Tampoco era
extraña a quienes conocían la pedagogía de párvulos que
exploraba el juego como medio más apropiado de educación,
“como preparación para la vida seria”.107 Era tal vez una frase
solitaria, porque comenzaba a resolver los puntos ciegos que
dejaba una pedagogía como la de los Restrepo Mejía, pero en
ningún caso era un acontecimiento de saber aislado. Por el
contrario, este enunciado era índice de una modificación pro
128 Ibíd.
129 Vallet Pierre, Padre. Lecciones de filosofía según el espíritu del Angélico
Doctor santo Tomás de Aquino, traducidas del latín al castellano por
Gabriel Rosas. Obra adoptada de texto universitario. (Colegio de
Nuestra Señora Del Rosario). 3a. ed., Bogotá: I. Echeverría, 1889,
pp. 209-210. Cita de santo Tomás de Aquino. Qq. Disp. de Vent. q.
XI; le Magistro, 9, 1, c. 1.
130 Ibíd.
Los problemas de la modernización de la escuela primaria...
131 “Esta plétora de métodos depende de las siguientes causas: Io. Deseo
de novedad, pues si se analiza cada uno de los citados, puede
colocarse en uno de los dos grupos que con más lógica podemos
llamar inducción y deducción. 2o. Confusión de términos, pues unos
pedagogos llaman métodos lo que otros estiman únicamente como
forma de enseñanza, procedimiento o modo, etc.” Hernández, Y. Op.
cit., p. 23.
132 “Como generalmente se confunden los métodos con los procedimien
tos, formas y medios de enseñanza, no hay acuerdo en su enumera
ción. Baldwin, distinguido pedagogo norteamericano, autor de la
‘Dirección de las Escuelas’, expone como métodos las formas exposi
tiva (que él llama de explicación o conferencia), interrogativa, (que
él llama ya de conversación, ya socrática), y mixta, (que él llama de
puntos o preguntas). Johonnot, autor de la excelente obra ‘Principios
y práctica de la enseñanza’, presenta como métodos el procedimiento
objetivo y el método subjetivo; en lo cual se acerca mucho a la verdad,
porque además de que aquel procedimiento representa el análisis,
quiere que sea seguido del que llama método subjetivo, y que equivale al
deductivo o sintético. ” Restrepo M., M. y L. Op. cit. T II, p. 11. Subrayado
nuestro.
133 “Se entiende por método las diversas maneras de apropiar la ense
ñanza al estado intelectual de los alumnos, es decir, de dar las
6 / Mirar la infancia, pedagogía, moral y modernidad en Colombia
el padre Ruiz Amado, de alto celo teórico, la crítica excesivo
mstrumentalismo del método se traducía en un recfr320 Por l°s
escasos espacios de creación que esta minuciosa n0rmat*vidad
eja a a los maestros —los espacios del saber didáccic0—:
De ninguna cosa se jacta más la pedagogía que de *a metódica,
y en ninguna parte se halla el charlatanismo másen 511 propia
casa. (Rosenkranz). Cualquiera pequeña modificó*00’ [•••] se
proclama desde luego como un método nuevo, o p o r 1 ° menos
perfeccionado [...] No queremos regatear a los jltfestros, que
arto escasos estímulos hallan en su profesión, la £,oria Í-J de
ar su nombre a una cuadrícula o rayuela por eU0* inventada.
Pero consideramos que el estudio de esas pequ^eces meto-
ológicas como totalmente impropio de un tratado educación
intelectual, por lo cual nos limitaremos a indica!" Í-J l°s Pr°-
ce imientos generales de que puede valerse la eii5eñanza t-J:
pueden reducirse a cinco, enumerados según eI grado de
eficacia educativa [...]: el libro, la viva voz (exposft*™ e interro
gación), la intuición, la acción y la comunicación. 154
Creemos que es, sin lugar a dudas, en el manual de Martín
y uis estrepo donde se alcanzó la cota más alta en U asignación
de un mayor estatuto teórico al método de enseñanza incluso los
ermanos Cristianos, al menos hasta 1920, y a despec^° de su
copiosa productividad editorial, utilizaron, en su* manuales
pu icos para formar maestros laicos—, la noción con un sen*
140 Pestalozzi, J. E. Citado por Restrepo M., M. y L. Op. cit., Vol. II,
p. 5.
141 Marion, H. Dictionnaire de Pedagogie. (Art: Memoire). Citado en:
Restrepo M., M. y L. Op. cit. T. II, p. 5.
142 Compayré, G. Op. cit., p. 320. También citado por Restrepo M., M. y
L. Op. cii. T. II, p. 5.
340/ Mirar la infancia, pedagogía, moral y modernidad en Colombia
él quien con 1a obra viva será motor y símbolo de nuestra
redención cultural [...] lo que sea el Maestro, eso será la nación.143
No se trata de una dualidad ficticia: ni maestro sin método,
ni método sin maestro. Sabemos que, desde el punto de vista de
la pedagogía, la relación entre el maestro, el conocimiento por
enseñar y el dispositivo escolar ha sido actualizada en la escuela
moderna, a través del método de enseñanza.144 Pues el regla
mento para las escuelas primarias de 1893 —Plan Zerda— ex
presa claramente el modo como esta línea de tensión constitutiva
de la pedagogía atraviesa al maestro clásico: por un lado, él es el
centro, “alma” de la escuela, el “alma de los procedimientos”; si
los emplease con inteligencia y naturalidad los alumnos no se
verán “convertidos en autómatas que repiten pasivamente la
lección”, ni ésta “lleva el sello de la frialdad y carece en absoluto
de interés”. Desde este punto de vista, el reglamento exigía del
maestro que esté más allá de lo mecánico; era su desiderátum
metodológico hacerlo un sujeto creativo de su saber: “los resul
tados que obtenga en la escuela serán debidos a su instrucción y
conocimientos pedagógicos”. Pero, a la vez, lo mecánico es la
garantía de uniformidad y eficacia de la enseñanza: “Si no es lícito
exagerar la importancia de los procedimientos, tampoco sería
razonable mirarlos con indiferencia [...] de nada servirá el maestro
que tenga vocación y deseos” .145
La solución final recomendada por el reglamento muestra el
efecto final de la tensión, y el carácter instrumental que, a pesar
de los deseos, terminó por decidir en últimas la condición del
143 Nieto Caballero, A. “El problema máximo” (1923). En: Escuela Activa.
Selección de Textos. Bogotá: Editorial Presencia, s.f., p. 111.
144 “Como si los conocimientos estuvieran hechos de una substancia
maleable y fuese preciso modelarlos, como si el lenguaje de los
conocimientos tuviese que ser mirado y enunciado a través de una
rejilla, al maestro se le provee de un método para transformar el
discurso del conocimiento en contenidos para la enseñanza [...] El
maestro enfrenta sus conocimientos pedagógicos al discurso de las
‘teorías’ o de las ‘ciencias’ y el instrumento que utiliza para ello es el
método de enseñanza [...] Mientras más inferior es la situación
cultural del maestro, le es confiado en mayor medida su oficio
metodológico.” Zuluaga de E., O. L. Pedagogía e historia, pp. 20-21,
134-138, 190.
145 Zerda, L. Op. cit., p. 19.
Los problemas de la modernización de la escuela primaria... / 341
maestro en sus posibilidades de ejercicio teórico: más vocación y
técnica que conocimientos e invención:
No se necesita hallarse dotado de una grande inteligencia ni de
profundos conocimientos, para alcanzar a comprender y practi
car los procedimientos de enseñanza que constituyen lo que se
puede denominar la mecánica de la clase, pero es preciso que
sean familiares a los maestros de escuela; por tanto están en el
deber de estudiarlos.146
Hasta cuando los saberes modernos no fueron integrados en
las revistas pedagógicas nacionales y departamentales —desde
1915 en adelante—, no se presentaron nuevas alternativas a esta
forma instrumental de asumir el método.
Así como en el caso de los saberes sobre el niño y los límites
de la mirada del maestro-pastor sobre la interioridad infantil, aquí
también hallamos los límites hasta donde permite llegar al maes
tro la escuela clásica: por un lado, un gran énfasis en fortalecer el
poder de gobernar del maestro y, por otro, una insistencia en su
sujeción a los procedimientos, los horarios y los movimientos. Pero
a pesar de ello, del maestro clásico se sigue esperando su total
participación humana en el aula. Y aun dentro de su sujeción al
método —y ni siquiera a éste, sino incluso con más frecuencia a
los procedimientos, un uso operativo de la didáctica—, se abrían
al maestro varias opciones de oficio, que aún hoy, así hayan
variado los fines educativos, no parecen despreciables. Como una
especie de síntesis de la sabiduría clásica sobre el maestro, el
pedagogo jesuita español Ruiz Amado, enseñaba que:
[existen] 3 clases de maestros [...] en orden a excitar el interés de
los alumnos. Hay maestros geniales, maestros artesanos y maes
tros artistas. Maestro genial es el que posee naturalmente la in
tuición de los recursos didácticos, para quien es inútil toda
pedagogía, por que lleva en sus venas una pedagogía superior,
que le hace hallar espontáneamente y sin razonarlo, ni darse
cuenta de ello, lo que la Pedagogía no alcanza sino como resultado
de trabajosos experimentos y raciocinios [...] Artesano es el que
no va más allá de la aplicación de reglas pedagógicas; el cual
comienza por ser dócil y termina por degenerar en rutinario.
Mientras., no cambie la naturaleza de los hombres, estos maestros
constituirán siempre el mayor número de las fuerzas docentes [...]
por más que no formen la vanguardia de ellas. Los genios son
146 Ibíd.
342 / Mirar la infancia, pedagogía, moral y modernidad en Colombia
rarísimos, los artesanos comunísimos [...] Los artistas, que son
aquellos que reciben el arte de enseñar, el resultado de los
estudios y experiencias anteriores, pero no los aplican ciega y
rutinariamente sino con tacto pedagógico, esto es, con tino en la
manera, imprescriptible e incapaz de reducirse a fórmulas, de
aplicar los medios al sujeto en orden al fin, puestos los ojos en el
ideal y encaminando su acción a conformar o a aproximar a su
belleza el tosco barro que hallan en la realidad de sus alumnos.147
Este es el sumum de lo que los pedagogos activos de la línea
experimental, para deslindar terrenos, denominaron pedagogía
empírica, “una pedagogía de gentes honestas, que tienen horror
por los esencialistas [y las teorías]” .148
La introducción del plan cíclico aumentaba el número de
instrumentos que quedaban en manos del maestro, para mayor
calificación de su oficio, al tiempo que para mejor sujeción a una
fórmula uniformadora controlada por los inspectores. Un saber que
delimita ya conceptos como método, procedimiento principal y
secundario, sistema de educación, sistema de enseñanza, forma, y
plan; implicaba, al menos para los maestros graduados, una compe
tencia y una identidad, que si bien lo sujetaba al sistema de instruc
ción, lo fortalecía frente a los intelectuales y funcionarios o
particulares que tradicionalmente lo suplantaban en su oficio por el
mero hecho de ser letrados.
147 Citado por Casas Manrique, Jesús. Escuelas normales. Tesis de Grado
en Filosofía y Letras, Colegio De Nuestra Señora del Rosario. Bogotá:
s.e., 1926, pp. 42-43.
148 “Llamaremos empírica, la pedagogía que formada por hábitos anti
guos, utilizando procedimientos tradicionales, evoluciona aun cuan
do sea poco, bajo la influencia de doctrinas psicológicas nuevas:
estudios sobre la atención, el interés, la influencia del sentido muscu
lar, etc. Su medio esencial es la imitación de los buenos maestros, su
forma evolucionada es la experiencia perfeccionada de los prácticos,
pero también lo es su rutina [...] confunde experiencia y práctica /.../y
cifra su éxito, satisfactorio, en la práctica”. La pedagogía experimen
tal sería la que aplica los métodos de la investigación científica a los
problemas prácticos “proporcionados por la antigua pedagogía”.
Buyse, Raymond. Profesor de la Universidad de Lovaina, y de la
Facultad de Educación de Bogotá. Conferencias de psicopedagogía. Tra
ducidas y reconstruidas por Alberto Ruiz M. y Gabriel Anzola Gómez.
Documento mecanografiado. Bogotá: 1933, pp. 45-54.
Los problemas de ¡a modernización de la escuela primaria...
206 Ibíd.
207 Ibíd.
380/ Mirar la infancia, pedagogía, moral y modernidad en Colombia
Desde finales del siglo XIX, por fuera de los centros urbanos
en expansión, los curas párrocos venían afianzando su posición
como líderes cívicos de las poblaciones; eran muchas veces sus
gamonales, cuando no sus fundadores, hasta el punto de que, si
se modera el tono apologético, no está errada la descripción de
esos “zapadores del progreso patrio” hecha en 1936 por dos
jesuítas. Los autores, en un esfuerzo sin precedentes, destinado a
rebatir a los acusadores de la Iglesia, habían enviado una encuesta
que pretendía cubrir todo el territorio nacional, y recibieron datos
de la labor de 257 párrocos desde inicios del siglo, en dieciséis
departamentos —“sólo una tercera parte de nuestro clero”—,
para construir una estadística sobre los aportes de los párrocos al
progreso patrio.210 Su conclusión era que:
el sacerdote es el alma de cada una de las poblaciones donde
actúa, no sólo como elemento educador y moralizador de toda la
masa popular que maneja, ni únicamente como maestro nato de
las verdades religiosas necesarias para la felicidad etema y para
la cimentación de la moral pública y privada, cuanto como gran
colonizador de nuevas regiones, como impulsor de la instrucción,
promotor de la higiene, activador de las industrias, y primer
elemento de la mejora y embellecimiento de las poblaciones.211
Exagerado o no, queda claro que la labor del clero no puede
describirse sólo desde su función defensiva electoral o de bene
ficencia. El párroco rural significaba, en muchas oportunidades,
213 En 1938, el padre Eduardo Ospina (S. J.), tomando datos del Anuario
General de Estadística de Colombia de 1935, calcula que las comunidades
católicas "sostienen” 583 escuelas primarias, con 629 maestros, y un
total de 23.941 alumnos. Seis órdenes religiosas sostenían 11 escuelas
de comercio y artes y oficios, consideradas primarias, con 126 maes
tros y 1.822 alumnos. Ospina, Eduardo; S.J. La obra educativa de la
Iglesia en Colombia. Discurso pronunciado en la última sesión del
Congreso de Educación Católica en Bogotá: ago. 1 de 1938. Bogotá:
Escuelas Gráficas Salesianas, 1938, p. 12. La forma de sostenimiento
era con subvenciones o contratos con el Estado.
Los problemas de la modernización de la escuela primaria... / 383
Por cuanto es indispensable que los maestros sean prácticamente
católicos, de buenas costumbres, aptos para el magisterio y que
detesten las doctrinas condenadas por la Iglesia, ordenamos a los
párrocos que cultiven buenas relaciones con ellos, para conocer
su modo de pensar y para que ejerzan sobre sus ánimos saludable
influencia; vigilen prudentemente su conducta tanto dentro
como fuera de la escuela, y procuren inducirlos con suavidad a
prácticas religiosas, sobre todo a la debida recepción de los
sacramentos. 214
La intervención doctrinal llegaba, muchas veces, a hacer
obligatoria la censura previa a los discursos y las obras de teatro
en actos públicos.215 Pero, del mismo modo, la pesada carga de
minucias que el párroco debía llevar, bajo la instrucción del
inspector provincial, era ad honorem, y durante dos años: la
tendencia obvia era que muchos curas ni otros funcionarios locales
fuesen eficientes en esta labor, y el sistema terminaba roído por
su base.
Por otra parte, los párrocos estaban sujetos al vaivén de
fuerzas procedentes de varios puntos a la vez: los gamonales
locales, la jerarquía eclesiástica regional, las presiones del go
bierno y los directorios políticos, las directrices internacionales de
Roma vía Bogotá, los compromisos con los feligreses y la moder
nización del sistema de instrucción pública. Ello quiere decir que
esa situación casi ideal del poder local del cura tenía sus límites,
y éstos empezaron a modificarse, de manera sutil, justamente
desde 1913, con el fortalecimiento por parte del gobierno con
servador de la institución de los inspectores provinciales de
instrucción pública.
El mecanismo que va tomando cuerpo poco a poco en los
departamentos, para hacer efectiva la Ley Uribe de 1903 y su decreto
reglamentario de 1904, y ante la escasez de maestros normalistas
graduados —menos de la tercera parte— y lo aleatorio de las
inspecciones locales, es el de fortalecer la figura y las funciones del
inspector provincial, igualmente reglamentadas por el decreto de
234 Ibíd.
235 “Informe del Director de Enseñanza Primaria al Ministro de Educa
ción.” En: República de Colombia, Administración López. Educación
primaria, 1944. Bogotá: Prensa de la Biblioteca Nacional, 1944, p. 17.
Los primeros veinte licenciados de la Escuela Normal Superior, “la
primera promoción decorosamente preparada con que contaba el
gobierno liberal para la puesta en práctica de sus programas educa
tivos”, fueron llamados para trabajar en la inspección nacional.
República de Colombia. Memoria que el Ministro de Educación presenta
al Congreso de la República en sus sesiones de 1936. Bogotá: Imprenta
Nacional, 1936, p. 13.
392/ Mirar la infancia, pedagogía, mora! y modernidad en Colombia
las ciudades y en las instituciones, a los maestros y programas
con la minuciosidad de sus confesonarios.
En 1951, la Conferencia Episcopal todavía está alegando sus
inmarcesibles títulos: la defensa de la libertad de enseñanza y el
derecho de los padres de familia a educar a sus hijos de acuerdo
con su conciencia, y las prerrogativas del concordato sobre inspec
ción de la enseñanza religiosa y la moral de los católicos:
Leyes nocivas a la Iglesia: Io. [...] el Decreto No. 2296 de 1938
impone planes de estudio, programas y horarios y una inspección
exagerada, que obliga a solicitar permiso del Ministerio de Edu
cación no sólo para fundar escuelas y colegios, sino para matrícu
las, dar títulos, asuetos, títulos de profesores, etc. [...]
5o. [...] el decreto No. 1070 de 1938 asigna únicamente al
Ministerio de Educación la facultad de expedir el título de
bachiller. [...]
9o. Las disposiciones vigentes que confieren exclusivamente
al Estado la facultad de otorgar títulos válidos en todos los grados
de enseñanza y con mengua de los educadores en los es
tablecimientos privados.236
Pero el reclamo termina, en últimas, con una petición de
participación “proporcional y equitativa” en el presupuesto oficial
para los establecimientos privados de educación católica, confirmado
que los intereses de la jerarquía eclesiástica han perdido —y aban
donado— la educación primaria popular como uno de los pilares de
su presencia en la sociedad colombiana.
Hay un tercer aspecto, esencial en todo este proceso de des
plazamiento que se inicia desde la mitad de la primera década del
siglo XX: es la batalla entre el Estado y la Iglesia por la definición
del “campo social” desde lo educativo. Rero dado que éste es el
“verdadero botín” del conflicto por el control y la definición del
sistema de educación pública primaria, es menester analizarlo desde
la perspectiva de la apropiación institucional de los saberes modernos
en el país, objeto de la segunda parte de este estudio.