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La Rebelión de Ricardo López Jordán
La Rebelión de Ricardo López Jordán
Leonardo Castagnino
Ricardo López Jordán nace en Paysandú el 4 de julio de 1824, hijo del medio hermano de Francisco
Ramírez. Sobrino del “Supremo Entrerriano” Francisco “Pancho” Ramírez, Ricardo López Jordán
recibe sus primeras letras en Concepción del Uruguay. Muy joven pasa a Buenos Aires a proseguir
su instrucción. Allí, en tiempos del primer bloqueo francés completa sus estudios de humanidades en
el famoso Colegio de San Ignacio que regenteaban los padres jesuitas. Entre sus condiscípulos se
cuentan los doctores Guillermo Rawson, Mariano Martínez. Melitón González del Solar, Eduardo
Costa, Diógenes de Urquiza, Nicanor Molinas, Lisandro de Latorre (padre) y Luciano Torrent.
En 1841, a los 19 años de edad, se incorpora al ejército federal como simple soldado en la escolta
de Urquiza y por su sereno comportamiento en la Isla del Tonelero por enero febrero de 1842, es
escogido para pasar al regimiento escolta que organiza el coronel Lucas Moreno figurando desde
entonces en las campañas contra Rivera, en primer lugar contra el llamado "Ejército Constitucional".
El 6 de diciembre de 1842, con Oribe enfrentan al ejército unitario de Fructuoso Rivera y lo derrotan
completamente en Arroyo Grande en un encuentro que el jefe unitario califica de "contraste
inesperado". En este combate fue ayudante de Oribe el teniente Leandro Gómez, nombre del héroe
que veinte años después se iba a inmortalizar la epopeya de Paysandú.
Ricardo López Jordán es designado para llevar a don Juan Manuel de Rosas el parte oficial de la
victoria. Al recibirlo El Restaurador se le ofrece “para lo que pudiera serle útil”, y el soldado Jordán
aprovecha la ocasión para pedirle la libertad de su padre, preso desde noviembre de 1839 al ser
tomado en el Paso de las Piedras, luego de haberse incorporado al ejército unitario de Lavalle. Rosas
le devuelve la libertad, en esos momentos está defendiendo al país con uñas y dientes, pues tiene
que habérselas con la alianza anglofrancesa que apoya los planes. Rosas lo despacha para El Buceo,
y López Jordán se incorpora al ejército entrerriano en campaña.
El 14 de febrero de 1846 Urquiza derrota al “Ejército Aliado Pacificador” en Laguna Limpia y el Cabo
Ignacio Britos, al mando del Teniente López Jordán, toma prisionero a Juan Madariaga, jefe de la
vanguardia correntina. El 27 de noviembre de 1847 lucha al mando de tres escuadrones en
el Potrero de Vences. El 6 de julio de 1849 es designado Comandante Militar de Concepción del
Uruguay y en octubre de 1850 ascendido a Capitán de Caballería de línea.
Urquiza manifiesta estar “convencido del admirable fino y alta capacidad y heroísmo con que el
Exmo. Sor. Gobernador Encargado de las Relaciones Exteriores en todas las épocas ha
desempeñado su gloriosa misión”. (Carta de Urquiza a Felipe Arana. 25 de junio de 1845. Ignacio J.
Camps. El general don Justo José de Urquiza. Buenos Aires, 1950) Antes de dos meses, la escuadra
anglofrancesa arriaría la bandera nacional de cinco barcos de nuestra escuadra.
Urquiza se da vuelta
Urquiza fue “comprado” por el Brasil para que traicionara a su Patria en ese
1852 —cosa que atestigua el mismo Sarmiento, quien escribe el 13.10.1852 a
Urquiza desde Chile y le enrostra:
Un escritor urquicista, Leandro Ruiz Moreno, deja escapar esta observación muy seria y
comprometedora: “No puede negarse la sutileza de la política brasileña, digna heredera de la
lusitana, en el desarrollo previo y posterior de acontecimientos relacionados con la historia de
nuestro país, y en este caso, con la campaña contra el General Don Juan Manuel de Rosas” (Leandro
Ruiz Moreno, Centenarios del Pronunciamiento de Monte Caseros, tomo I, Paraná, 1952)
Urquiza, por unos patacones ofrecidos por Brasil y en busca de la gloria que la sombra grande de
Rosas le impedía, se “pronuncia” contra Rosas en lo que desembocaría en la batalla de Caseros. Leal
a su Jefe natural, el caudillo federal Urquiza, y sin mostrar cuestionamientos a su política, acompaña
a este en su “pronunciamiento” contra Juan Manuel de Rosas, en que Urquiza, Jefe del ejército de
vanguardia de la Confederación, se pasa al enemigo con todo el ejército en vísperas de la inminente
guerra con el Brasil: “Vadeamos el Uruguay - recuerda López Jordán – siendo yo el primero con
Francisco Caraballo, en pisar el territorio oriental; yo mandaba un escuadrón del Regimiento 1° de
Mayo, entonces”.
Su lealtad a Urquiza lo llevó hasta Pavón (17 de septiembre de 1861), donde junto con Juan Saá
derrotan a la caballería de Mitre y la persiguen hasta el Arroyo del Medio. Urquiza, vencedor de la
batalla, se retira regalando la victoria a Mitre, que fugado, inesperadamente recibe la noticia de su
propia “victoria”: ¡No dispare general, que hemos ganado!, dice el parte.
Pese a las vagas “explicaciones” y excusas de don Justo, la defección de Urquiza en Pavón, que se
retira definitivamente a su “Palacio de San José”, no es fácilmente digerida por muchos jefes
federales, entre los que se encontraba el propio López Jordán. Urquiza ya había sido envuelto en la
trama liberal del mitrismo y la masonería.
En julio de 1860 Urquiza y Derqui viajan a Buenos Aires invitados por Bartolomé Mitre, que en la
fiesta realizada pronuncia en un brindis las siguientes palabras:
“Saludo al general Urquiza que retrocedió ante la revolución de setiembre, y que hoy vuelve
desarmado, como si fuera Washington. Al seno del mismo que lo arrojó antes a balazos,
inclinándose ante su soberanía y ante su libertad” (Chanetón, Abel. Historia de Vélez Sársfield).
Urquiza, se emociona hasta las lágrimas ante las aclamaciones de los presentes. Sin embargo se
extrañaría Guido en correspondencia a su esposa: “Quién diría que el general Urquiza y el
presidente Derqui se sentarían juntos con el general Mitre y con Sarmiento como íntimos amigos?
¡Mucho he visto y muy raro en cincuenta años de revolución, pero nada ha sido tan inopinado!”
Poco duraría la efusión de estos abrazos. Los protocolos cedían a Derqui las mejores ubicaciones en
banquetes y recepciones y “Durante la permanencia en Buenos Aires los celos del general Urquiza
con el presidente Derqui aumentaron considerablemente. Un presentimiento y una sospecha
constante agitaban al general Urquiza: el temor de que Derqui y Mitre se pusiesen de acuerdo para
destruir el prestigio y su influencia” (Juan Coronado, secretario de Urquiza) “El general Urquiza que
posee el prestigio de una inmensa fortuna y el prestigio militar y el poder…no se convence que ya no
es el presidente de la Confederación y se necesitará mucho tacto del señor Derqui para prevenir que
no se convierta en una brecha en cuyo caso Urquiza buscará el apoyo de Buenos Aires” (informe de
Thornton a Londres) Pero la brecha ya se había producido, y tal vez siempre existió.
1°.-“El Muy Poderoso Consejo y Gran Oriente de la República Argentina, estimado debidamente las
eminentes cualidades cívicas u masónicas que adornan a los dignos hermanos Bartolomé Mitre,
grado 3°; Juan Gelly y Obes, grado 3°; y Domingo Faustino Sarmiento, grado 18; los eleva a
Soberanos Grandes Inspectores grado 33.
2°.- Por las mismas consideraciones, el Supremo Consejo eleva del grado 18 al grado 33 al
Respetable Hermano Santiago Derqui; y regularización y reconocimiento en el mismo grado al
Hermano Justo José de Urquiza.
3°- Los Hermanos de que habla el artículo que antecede, deben afiliarse como miembros activos de
la Logia Obediencia de Supremo Consejo”
(Martín Lascano. Las sociedades secretas, políticas y masónicas en Buenos Aires. 1927)
Evidentemente, el nombre de la “Logia Obediencia” le cae como anillo al dedo a las futuras actitudes
de Urquiza. Los hermanos ascendidos son invitados al Templo de la Logia Unión del Plata el 21 de
julio, y en presencia de Roque Pérez, Mitre y Urquiza se juramentan y obligan “por todos los medios
posibles a la pronta y pacífica Constitución definitiva de al Unidad Nacional” (Martín V. Lascano.
Idem). Quedan de esta forma selladas las cadenas de la Confederación a los manejos liberales de
porteños y mitristas.
El 29 de octubre, el "hermano" Urquiza invita al "hermano" Mitre al Palacio de San José. Mitre llega
a Conceción del Uruguay el 10 de noviembre para celebrar el Pacto de Noviembre, con la
esperanzada expectativa de muchos. Pero hay alguien que entiende lo que pasa, y no lo acepta. Es
el general Ricardo López Jordán:
Pero don Ricardo ya parecía recitar los versos que inmortalizara José Hernández en el Martí Fierro:
“El general López Jordán – cuenta Juan Coronado – que era entonces Ministro de Gobierno de Entre
Ríos, y a quien los deberes de la etiqueta lo obligaron a acompañar hasta San José al general Mitre y
su comitiva, se volvió al Uruguay en el acto de llegar, no obstante el calor sofocante que hacía, y se
volvió prediciendo lo que iba a salir de la reunión aquella. Este joven e ilustrado general, que es el
más capaz e inteligente de los militares que tiene la provincia y que acaso está destinado a figurar
en primera línea en la República, tenía la ventaja de de conocer las miserias y la nulidad del general
Urquiza, tan bien como las miras de los enemigos de la igualdad federal” (Juan Coronado. Misterios
de San José. Buenos Aires, 1866)
Nada bueno saldrá del cónclave. Los periódicos hablaban de “La trinidad gubernativa” pero cada uno
llevaba agua para su molino. Mitre le obsequiaba el bastón de gobernador de Bs.As. a Urquiza y este
lo quería convencer a Mitre que gobernaran prescindiendo de Derqui; mientras tanto, "el dormilón"
Derqui haraganeaba en su cama y recibía a Mitre en reuniones misteriosas.
Coronado, secretario de Urquiza, relata que: “En la mañana del 14 de Noviembre el General Urquiza
entró en la secretaría cuando dormían todos los huéspedes de San José, y no encontrándolos allí nos
mandó a llamar. El general se encontraba sofocado por la rabia y necesitaba hablar para
desahogarse. Ocurrimos a su llamado. Después de preguntarle cómo había pasado la noche nos
dijo: Mal. No he dormido sino una hora, o más; tengo la cabeza preocupada con tanta picardía.
Esperando una explicación sobre el sentido de esas palabras, guardamos silencio. Después de un
pequeño intervalo, el general continuó: ¿No se ha fijado usted en el manejo de estos pícaros? Hace
cuatro días que están en mi casa, y hasta ahora ni uno ni otro me han hablado una palabra de
política, ellos creen que no me fijo, pero se engañan. Dos veces he entrado en el cuarto del Doctor
Derqui y lo he encontrado hablando con Mitre. Cuando me han visto han cambiado de conversación.
Y he estado tentado de hacerles saber que no soy lo que piensan". (Coronado, Misterios de San
José).
"...he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado
pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses". (Carta de
Sarmiento a Mitre)
Creyendo aún que Urquiza asumiría su rol de Jefe Federal se pronunciaría contra la política porteña,
el “Chacho” le envía varias cartas a don Justo esperando recibir órdenes, pero éste, lejos de acudir
en su ayuda, se mantiene imperturbable en Entre Ríos, dando argumentaciones que muchos
federales ya no le creían.
López Jordán se lo dirá con todas las letras en carta a Urquiza en diciembre de 1863: “Me resta sólo
decir a V.E. que inmediatamente que se me comunique el decreto contestaré como V.E. lo desea y
que en ningún caso se olvide lo que han hecho con del Chacho los salvajes unitarios”
En vísperas de la Guerra del Paraguay, Urquiza coquetea con su compadre Francisco Solano López, a
quien promete ayuda contra la política agresiva de los porteños. López, por entonces aliado del
gobierno blanco Oriental, tiene como meta mantener el equilibrio en el Río de La Plata, por lo que se
dispone a defender a eso gobierno contra las agresiones mitristas y brasileñas. Muchos jefes
federales apoyan a Paraguay, entre ellos Benjamín Virasoro en Corrientes y Pascual Rosas de Santa
Fe. Don José Rufo Caminos se mantiene en contacto con los jefes federales y el ministro Vázquez
Sagastume mantiene intensa actividad La correspondencia va y viene entre Asunción y San José.
Don José Caminos lleva a San José el 22 de octubre un pliego de de Sagastume que dice
textualmente:
“Si el general Urquiza acepta cualquiera de de las condiciones arriba expresadas, puede acreditar
cerca del gobierno paraguayo un comisionado suficientemente autorizado, para el establecimiento
de un tratado entre él o su gobierno, El Estado Oriental y República del Paraguay.
Será preferible a ningún otro, que el comisionado fuera S.E. el señor Sagastume o el general
Virasoro o el general López Jordán”.
Pero para ganar tiempo, Urquiza da largas al asunto, y José Caminos, convocado a Asunción, le
informa al ministro Berges que “El general Urquiza acepta la cooperación ofrecida, y se complace en
contar con ella, pero declara no ser llegada la oportunidad de hacer ningún movimiento en la
República” y le hace trasmitir al mariscal Solano López, que “es su vanguardia con Entre Ríos y
Corrientes; que será su valuarte mientras él influya en el país y que los porteños no le tocarán de
las provincias para expediciones sobre el Paraguay ni un solo hombre, como no lo harán de Entre
Ríos y Corrientes” (Ramón J. Cárcano. Guerra del Paraguay. Vol.I.Bs.As.1941)
Pero Urquiza cumpliría una vez más su papel de traidor y vende a buen precio 30.000 caballos al
ejército brasilero, se convierte en “vivandero” del ejército, y pasa a cobrar su traición al banco de
Buenos Aires.(Ver "La defeccion de Urquiza" en la Guerra del Paraguay)
La toma de Paysandú
Ante la primera acción de guerra de la Triple Alianza, el ataque a Paysandú, Urquiza permanece
impasible en Entre Ríos, ante el clamor de los federales entrerrianos que se salían de la vaina por
acudir en ayuda de sus “hermanos orientales”. Muchos ya no confiaban de don Justo, y algunos
cruzan el Uruguay, entre ellos Rafael Hernández, hermano del autor del Martín Fierro, quien salva
milagrosamente su vida luego de la caída de Paysandú. “La heroica Paysandú” resiste por varios días
el ataque de tropas muy superiores, incluido el bombardeo de la escuadra brasilera abastecida en
pleno día en la rada de Buenos Aires por el gobierno de Mitre, quien se decía “neutral”.
El padre Ereño le reclama a Urquiza: “Estoy llorando, Sor. Gral. de rabia y de desesperación a
presencia del crímenes tan atroces que se perpetran bajo capa de libertad y civilización en el año
64” (Fermín Chávez. José Hernández, pluma y espada de la Confederación Argentina.)
El jefe colorado le pide a Urquiza que le venda unos “caballos marca flor” que necesita, y don Justo
le contesta el 16 de diciembre por intermedio de Melitón Lescano: “Nuestro amigo Enrique Castro
me escribe pidiéndome unos caballos de mi marca y le contesto que yo no mando caballos marca
flor a los aliados de los macacos”. Sin embargo el estanciero de San José no perdería la venta y en
la carta a Lescano lo ordena que buscase 10 o doce caballos “por ahí” y se los enviara al jefe
colorado. Tampoco perdería el negocio de caballos con “los macacos” a quienes más tarde le vende
prácticamente toda la caballada entrerriana.
El 1° de enero de 1865 comienza la matanza, y el “Diario del sitio y defensa” da el siguiente detalle:
“A la una de la tarde es muerto de un balazo de fusil el coronel Tristán Azambuya. Así, sin disminuir
pelea, viene la noche. La mitad de la guarnición ha quedado fuera de combate, y por falta de gente
no es posible enterrar nuestros muertos queridos. ¡Duerman en paz al pie de los débiles y
arruinados muros que con tanta valentía defendieron! ¿Cuántos seguirán mañana? ¡Pero morir por la
patria es gloria! Somos dignos de Artigas y de los Treinta y Tres. Nuestra sangre no ha
degenerado”. (Julio Cesar Vignale. Consecuencias de Caseros. 1946)
Entre Ríos entera se desespera por la agresión a Paysandú ante la pasividad del señor de San José,
y un testigo urquicista, Julio Victorica, ante los estragos de los cañones brasileños, comenta: “La
contemplación paciente de semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos ardía indignado ante el
sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación extraña. El general Urquiza no sabía ya
cómo contener a los que no esperaban sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio” (Julio
Victorica. Reminiscencias históricas, en Revista de Derecho, Historia y Letras, tomo VI. Buenos ires,
1900) Urquiza permanecía imperturbable.
Infame espectáculo
En ese interín llegó Goyo Suárez y a nombre del general Flores pide nuevamente la entrega del
general Gómez y sus compañeros; el jefe brasileño los entrega.
Comandante Belén, recíbase Ud. de esos hombres – dice Goyo Suárez – Echan a andar y llegan a un
portón de fierro. Belén da la vos de “Aquí nomás”. Por la parte de adentro de eso portón se ejecuta
el terrible suplicio de la víctima ilustre…Lo estropean, lo desnudan y lo cosen a puñaladas. Uno de
los Mujica (Eleuterio) le descarna la pera, estando aún vivo el general. Los
compañeros siguen la misma suerte: reciben la muerte a puñaladas y
balazos” (Julio Cesar Vignale. Consecuencias de Caseros. 1946)
Al menos le reconocía la “valentía” de aquellos hombres. Por otra parte me pregunto que ha dado a
los pueblos argentinos la “cobardía” de Mitre, que presenciando la batalla de Caseros escondido en
un monte cercano, al ser preguntado por parte del general Cesar Díaz las razones de su actitud,
Mitre le confiesa: “Estoy economizando sangre”.
“Vive en Entre Ríos un anciano coronel Espíndola, a quien en otro tiempo le oí decir que en Caseros
encontró al comandante Mitre, con su batería, detrás de un monte y que habiéndole preguntado por
lo que allí hacia, Mitre le contestó: Estoy economizando sangre” (Alfredo F. de Urquiza. “Campañas
de Urquiza. Rectificaciones y ratificaciones históricas. Buenos Aires. 1924) (Atilio Garcúa
Mellid.Proceso al Liberalismo Argentino.p.301)
Nunca, general...
Estos hechos aberrantes ante la pasividad de don Justo abren más la brecha en las disidencias
dentro del partido federal, y los testimonios de protesta por la actitud de Urquiza le llegan de
distintos lados, como la carta que el coronel Navarro le hace llegar desde Nogoyá:
Mi querido general:
Acabamos de saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú y la muerte de sus principales
jefes.
Los atentados y crímenes que cada día cometen los infames brasileños, no llenan de coraje y solo
ansiamos el momento de vengar la sangre de los mártires de Paysandú.
Los amigos creemos y esperamos que V.E. no podrá mirar con calma las bárbaros crímenes de los
brasileros”
Pero Urquiza se mantiene imperturbable y ya no se borraría de los oídos federales que observaban y
escuchaban impotentes desde la otra orilla, el tronar de los cañones de Paysandú. Mitre le miente a
Urquiza diciendo que no quiere al guerra, y le miente a la Nación ocultando una declaración de
guerra que ya tenía en mano, para poder actuar como “país agredido”. Este ocultamiento
premeditado puede consultarse en las investigación históricas realizadas entre otros por José Maria
Rosas y Fermín Chávez.
El desprestigio de Urquiza ante los federales de Entre Ríos ya era grande, y ante la orden a López
Jordán de convocar soldados para formar en el ejecito para la guerra del Paraguay, los bravos
entrerrianos se niegan a marchar hacia el norte, produciéndose rebeliones y dispersiones.
Nuevamente don Ricardo López Jordán se lo dirá a Urquiza con todas las letras:
“Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos
a pelear a porteños y brasileros. Estamos pronto. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los
cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano”(Chávez.
Fermín. Vida y muerte de López Jordán.p.133)
Desde Córdoba Emilio Mitre informa como va la formación del “batallón voluntarios” que “al fin de
cuentas – dice- han de ser voluntarios como aquellos de la independencia que iban al Ejército atados
codo a codo” (Revisa de la Biblioteca Nacional, tomo XXI, N° 52) y el gobernador de La Rioja coronel
Julio Campos en correspondencia al Ministro de Guerra le dice “No me pida tropa de línea…Cuando
precisen fuerza o milicias de la s provincias no pidan contingentes porque la sola palabra basta para
introducir alarma y despoblar puebles enteros…pidan por batallones o compañías pero no se valgan
de la palabra contingente” (Ibid.)
Muchos se opusieron a esa guerra infame, entre otros el autor del Martín Fierro, José
Hernández y Juan Bautista Alberdi, y los “voluntarios” se revelaban en Entre Ríos, Corrientes,
Catamarca, San Juan y casi todas las provincias del interior, con la rebelión de batallones enteros,
entre otros el conocido "desbande de Basualdo". La división Victoria y la división Gualeguay se niega
a marchar. Cuando Urquiza se ausenta para conferenciar con Mitre, recibe la noticia del desbande
por la madrugada en la estancia de Gregorio Castro. Se han desbandado 3.00 soldados de caballería
que regresan sus pagos al grito de “¡Viva Urquiza!...¡Muera Mitre!...Compañeros, el Capitán General
se ha ido a su casa y es necesario que también nosotros nos vayamos; no sean tontos, no se dejen
engañar” (Archivo General de la Nación. Legajo Urquiza, julio de 1865)
Urquiza quiere parar la hecatombe y acude personalmente o por órdenes pero no logra reunir sino
algunos grupos, y termina licenciando las tropas y enviando una comisión a dar explicaciones a Mitre
sobre lo sucedido, quien a su vez le informa a Gelly y Obes:
“El general Urquiza ha sido víctima de miserables intrigas de algunos de sus jefes, entre los que
parece haber sido cabecilla López Jordán. El mismo Lavaysse, que se encontraba en el cuero de
ejército entrerriano, y que ha presenciado todo, comenta multitud de hechos sediciosos de López
Jordán, que, de ser ciertos, arrojarían sobre él una culpabilidad muy seria; mientras que la la vez ha
sido testigo presencial de los esfuerzos hechos por el general Urquiza para cortar un mal que ya no
tenía remedio”
“Desde que salí de San José he venido tratando siempre de cumplir con los encargos que V.E. me
hizo, en el Tala, Nogoyá y hasta la Victoria, que aunque no he ido he mandado a un hombre amigo
mío y que V.E. conoce mucho, es Burgos, de las Isletas, con recomendación de hablar con la gente y
ver que dice, y aconseja; hoy he estado con él; mi dice que es voz general entre la gente que se
vino, que se reunirán donde V.E. ordene, pero que no van para arriba. Aquí no hago otra cosa que
ver a todo el mundo y hablarle de la necesidad de reunirse, llegado el momento, sin entrar en
ninguna clase de explicaciones de para qué ni con qué objeto, sino concurrir al llamamiento que V.E.
nos hará a su tiempo – creo que conseguiremos algo más así. Debo prevenirle a V.E. que como la
situación es vidriosa, no faltan explotadores en todo sentido; unos levantan noticias con el objeto de
dividirnos, otros con hacerle aparecer a V.E. como autor de todo lo ocurrido; otros a mi, y otros, y
son los más, que V.E. va a entrar a perseguir a una porción de los jefes y oficiales a quienes se les
atribuye participación en lo ocurrido – yo he asegurado a muchos que se deje estar en sus casa
prontos par la primera orden y que no hagan caso a nadie, que V.E. me ha asegurado no proceder
contra ninguno. Esto he hecho porque creo interpretar bien su pensamiento y si desgraciadamente
no fuese así, yo espero que V.E mi lo diga pues tengo el mismo interés que V.E. e este negocio,
puesto que he de estar a su lado en la buena o mala suerte que corra como lo he dicho antes de mi
salida” (Archivo General de La Nación)
El 2 de agosto Patricio Cullen lo anoticiaba con cola de paja al ministro de Guerra: “He sabido de un
modo positivo que el general Ricardo López Jordán ha dicho en el Paraná que el Ejército Entrerriano
se reunía pero que no marchará a pelear contra los paraguayos - le prevengo esto y que también se
reserve mi nombre” (Revista de la Biblioteca Nacional, tomo XXI, N° 52)
También Urquiza recibe malas noticias; desde Gualeguay, el 19 de setiembre, el coronel Juan Luis
González le escribe para informarle sobre las actividades de Francisco F. Fernández, que había
regresado de Basualdo: “Se deja decir ese individuo que en Paraná, Nogoyá y Victoria, de jefes para
abajo todos están contra V.E., y que si esta marcha nos es en contra de Mitre, que ellos no salen de
sus departamentos”. (Manuel E. Macchi)
Afirma Julio Victorica que después de Basualdo y Toledo hubo fusilamiento de desertores en San
José, pero no tuvieron efectos positivos. Por el contrario, era un nuevo motivo de disconformidad
contra el supuesto “jefe federal”. En San José el vocabulario se torna conocido: “vagos” y
“malentretenidos”, mientras muchos criollos que se niegan a incorporarse, se refugian en al banda
Oriental.
No se limita a eso don Justo, y da órdenes a Galarza que se encuentra en Diamante, (y a otros jefes
federales en toda la provincia): “Todo vago, todo ladrón y principalmente todo matrero debe ser
perseguido, poniéndolo a disposición del general López Jordán.”
Don Ricardo, que aún se mantiene a las órdenes de Urquiza, remite bajo custodia al capitán Álvarez,
hijo político del coronel Gutiérrez, y en carta del 7 de diciembre sale en defensa de salvarlo del
castigo seguro:
“En obsequio de la justicia debo prevenir a V.E. que este oficial ha observado una conducta digna en
el tiempo que ha servido a mis órdenes - y creo con fundadas razones que puede V.E. haber tenido
con respecto de él, algún informe incierto – pues he hablado con muchos soldados del Diamante de
los desertados y de los que no desertaron y he hecho esfuerzos por descubrir si habían recibido
sugestiones de algún oficial, pero nada he podido conseguir - sobre todo tengo en que fundarme
para no creerlo capaz de cometer semejante crimen.
Yo creo, Sor. General, que V.E. se satisfará de esta verdad y si así sucede como espero, V.E. me
haría un servicio en enviármelo porque utilizaría sus servicios en su Departamento” (Archivo General
de la Nación)
Otras cartas de López Jordán atestiguan su intención de salir en defensa de los acusados. Urquiza,
desbordado de rabia al ser desobedecido, actúa fuera de control. En el folleto titulado “Biografía del
Coronel de la Nación Manuel Navarro”, firmado por Varios Entrerrianos y editado en Buenos Aires en
1871, podemos leer: “El año 65 después del desbande del Ejército Entre-Riano en Basualdo,
principió a mandar una infinidad de desgraciados de los que habían desertado y allí eran en el acto
degollados. Así sucedió a Arismendi, Ramírez y tantos otros” (Varios Entrerriano: Biblioteca Museo
Mitre)
Algunos aprovechan para dirimir asuntos personales y el padre Ereño, al enterase que es acusado
de incentivar la rebelión, el 12 de febrero de 1866 se dirige a don Justo desafiándolo a que
demuestre lo afirmado. López jordán se retira a su campo particular.
Juan Bautista Alberdi mantuvo con Mitre una agria polémica publica en la que entre otras cosas,
refiriéndose al propio Mitre, le enrostró la siguiente frase: “Si al menos hubiera yo tomado una
escarapela, una espadas, una bandera de otro país, para hacer oposición al Gobierno del mío, como
en Monte Caseros lo hizo otro Argentino contra Buenos Aires, con la escarapela Oriental, como
oficial Oriental, bajo la bandera oriental y alienado con los soldados de brasil..” y opinando luego
además sobre la política del mitrismo agrega:
“Para gobernar a la República Argentina vencida, sometida, enemiga, la alianza del Brasil era una
parte esencial de la organización Mitre-Sarmiento; para dar a esa alianza de gobierno interior un
pretexto internacional, la guerra al Estado Oriental y al Paraguay, viene a ser una necesidad de
política interior; para justificar una guerra al mejor gobierno que haya tenido el Paraguay, era
necesario encontrar abominables y monstruosos esos dos gobiernos; y López y Berro han sido
víctimas de la lógica del crimen de sus adversarios”. (Juan Bautista Alberdi)
"En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales, Mitre, Sarmiento y Cía.,
han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la
biografía de los argentinos. Sobre la revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre
sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es de ley aceptar, creer, profesar, so
pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje” (Juan Bautista Alberdi. Escritos
póstumos. Ensayos sobre la sociedad, los hombres y las cosas de Sudamérica. Buenos Aires. 1899)
El propio José Hernández, autor del Martín Fierro, dirá luego: “Urquiza era el Gobernador Tirano de
Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces
merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas sacrificado y vendido por él.
La reacción del partido debía por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como era el justo
castigo del Jefe Traidor”
El desprestigio de Urquiza era grande entre muchos federales. Ya nadie creía en sus palabras y sus
actitudes eran consideradas por muchos como la muerte del partido federal. Aquí están las causas
de la primera rebelión de López Jordán, en quien los federales entrerrianos veían a su jefe natural.
“Me ilusioné de que el general Urquiza retrocediera de su culpable política tan poderosa en al
balanza de los destinos públicos, tan decisiva, que no le exigimos sino su prescindencia, para
nosotros y para el país. Me ilusioné en efecto: desde Pavón no hizo otra cosa que fraternizar con los
enemigos de la patria y venderle su porvenir, engañar como a niños ls esperanzas de los pueblos,
de sus amigos, de sus viejos veteranos, a quienes le debía cuanto era. ¡Se burlaba hasta de las
lágrimas de las víctimas que entregaba al puñal del unitarismo!” (Archivo López Jordán. Texto
completo del documento en Fermín Chávez. “El revisionismo y las montoneras” Buenos Aires 1966)
Como si esto fuera poco, desde Uruguay, el ex-redactor de “La Reforma Pacífica) le informa a López
Jordán el 1° de diciembre:
"Figúrese como será la cosa cuando Julio Victorica le dijo días pasados a un amigo, hablando de don
Justo, como lo nombra siempre: “es o está como una pera de agua ya pasada, deshaciéndose”;
“todo el mundo conspira contra el pobre”. Pobre general Urquiza; se le va a cumplir lo que le dije en
la mesa, delante de toda su familia, del general Virasoro, de los señores Nuñez, Icart, etc.
“V.E. ha olvidado a sus amigos probados, y se ha entregado a sus enemigos desconocidos, pues va
a ser presa de los dos partidos” En el día no conozco un amigo que lo defienda." (Archivo López
Jordán)
Pero don Justo ignoraba estos consejos y advertencias. Ya era muy tarde para zafarse de las redes
del liberalismo. Sarmiento visita Entre Ríos en forma oficial; el vapor que lo lleva hasta Concepción
del Uruguay lleva en su proa nada menos que el sugestivo nombre de “Pavón”. ¡No es más que otra
locura de Sarmiento! – dirá alguien – y mientras muchos federales no lo pueden creer, “el loco” es
recibido por una escolta ordenada por Urquiza, vestidos de punzó. Sarmiento confiesa que por
primera vez se siente Presidente.
El 11 de abril de 1870, una partida de federales compuesta inclusive por peones de don
Justo, toman por asalto el Palacio de San José, resultando muerto éste en la refriega, que
trata de rechazar empuñando un arma de fuego. La muerte no queda clara. López Jordán
siempre negará que la muerte de Urquiza era el objetivo de la rebelión, sino su retiro
voluntario del gobierno y de la política y talvez su retiro a país extranjero, sin perjuicio en
su persona. Así lo afirman distintos testimonios, entre otros el de Francisco F. Fernández,
que dá testimonio verbal a Juan Angel Martínez donde ratifica que el propósito de la Junta
Revolucionaria fue capturar a don Justo por sorpresa:
Varios testimonios coinciden en tal sentido con lo dicho por Francisco F. Fernández. Lo
descripto por Martínez está libre de sospechas por el hecho de haber actuado éste en la
época militando en contra le López Jordán. Los apologistas de Urquiza han tratado de tildar
a los hombres de la partida como de mala calaña. Sin embargo los testimonios indica lo
contrario (Ver Fermín Chávez: Vida y muerte de López Jordán. Edit. Theoría.p.185. Buenos
Aires 1970) Del mismo modo la historiografía liberal acusa a López Jordán por la muerte de
Justo y Waldino Urquiza, cometidas en realidad sin la aprobación ni el conocimiento de éste
(Ibidem.p.188)
La historiografía liberal ha tratado de dejar sentado que López Jordán asume el poder por
la fuerza. Sin embargo fue elegido por la Legislatura, ya asi lo reconocen testimonios, entre
otros el de don José Sagastume, ministro de Urquiza, quien el mismo día 14 de abril de
escribe: “Espero verlo mañana o pasado en ésta pues esta noche me han hecho el honor
de llamarme a una reunión particular de la Cámara y he podido apreciar la opinión de la
mayoría” (Archivo López Jordán)
También lo atestigua la prensa escrita: “Al llegar a la Asamblea dio un abrazo al presidente
y pronunció un discurso prometiendo la s más amplias garantías. Un Pueblo inmenso
estaba en al Plaza del Uruguay. La Cámara que hizo este nombramiento decretó sin
embargo honores fúnebres al Gral. Urquiza” (La Capital. Rosario, edición del 20 de abril de
1870)
Sobre la persona de don Ricardo da testimonio Nicasio Oroño: “Cuando las convulsiones
políticas de la República me arrojaron de Santa Fe, y después de 10 años de expatriación,
volví a la provincia de Entre Ríos, tuve la ocasión de conocer al señor López Jordán: hallé
en él una personalidad simpática, un buen amigo, un hombre de progreso, uno de los jefes
más distinguidos del Ejército de aquella provincia, un espíritu despejado que acusada en él
un joven consagrado al estudio y al cultivo de sus facultades intelectuales”
En ocasión de asumir el cargo, López Jordán dice entre otras cosas: “Tal es mi programa,
señores diputados, y tales los propósitos que y sentimientos que abrigo, resumidos todos
en aquella bandera del porvenir de libertad, de progreso y de civilización, a cuya sombra
trabajaré por los verdaderos intereses de la Patria. He deplorado que los patriotas que se
decidieron a salvar las instituciones, no hubieran hallado otro camino que la víctima ilustre
que se inmoló, pero no puedo pensar en una tumba cuando veo ante misa ojos los
hermosos horizontes de las pueblos libres y felices”(Aníbal S. Vázquez. López Jordán.
Rosario 1940)
Eran precisamente las palabras que no podía admitir Sarmiento y su teoría “caudillaje
antiprogresista”, y la muerte de Urquiza daría a la política porteña la excusa perfecta para
someter al último bastión federal, sin importar los métodos; ya habían sometido de ese
modo a las provincias del interior y arrasado al Paraguay.
También se dirige a similares términos al Ministro Gainza, don Francisco Crespo, estanciero
y legislador de Gualeguay:
Pero las miras de sometimiento de Entre Ríos estaba desde antes de la rebelión, y la
provincia había sido infiltrada por agentes liberales del gobierno central. Esto queda en
evidencia en muchos testimonios y los agentes liberales comienzan a moverse para
aprovechándose de la situación y promoviendo la intervención de la provincia. Entre otros
puede citarse la carta dirigida al Ministro de guerra el 15 de abril por parte de Patricio
Texo, comerciante y antiguo cónsul brasilero, acusando a los federales correntinos
de “federales mazorqueros” con intenciones de insurreccionar las provincias contra le
Gobierno Nacional “aprovechándose del mal gobierno administrativo que hacía el General
de de estar agarrando gente para remitir al contingente que debía mandar esta provincia”
Estas palabras en cierta forma justifican la revolución contra el “mal gobierno” de Urquiza,
no obstante lo cual agrega:
“El general López Jordán no ha pensado otra cosa desde Pavón que hacerse la cabeza del
partido federal-mazorquero de acuerdo con los de Corrientes y los blancos del E° Oriental,
y hoy lo han conseguido. Por consiguiente es de suma necesidad que el gobierno nacional
mire con atención la situación de esta Provincia y preste protección al Partido Liberal que
hay aquí, el que hoy está unido con el partido del general Urquiza y así no sólo establecerá
un orden de respeto a la autoridad nacional y de progreso que secunde la marcha de paz,
dé progreso y dé garantías al actual Presidente de la República. Cuánto ganaría el país en
que el gobierno Nacional influyese en que Dn. Apolinario Benítez como entrerriano viniese a
dirigir los destinos de esta provincia que la haría prosperar y sería una garantía para el
Presidente” (Archivo Museo Histórico Nacional. Documento N° 6.301)
Todo argumento es válido a los fines liberales, y para completarlo, le pide al Ministro que
envíe un vapor de guerra al puerto de Paraná “para mejor garantías, pues está unido y de
acuerdo el partido nacional con los partidarios del Gral. Urquiza y es buena oportunidad
para que el Sr. Presidente influya en establecer un Gobierno en esta provincia
verdaderamente nacionalista, pues de lo contrario si se sobrepone el partido de López
Jordán retrocederemos a la época de Ramírez que es la que ellos están proclamando” .
¡Que ironía el furcio del “liberal” que pide el estableciendo de un gobierno “verdaderamente
nacionalista”! ¿Habrá querido decir “verdaderamente centralista”?
“La invasión o intervención del Gobierno Nacional fue rechazada enérgicamente por al
Cámara en masa y por la población: pero los unitarios no buscan sino un pretexto, como tu
sabes. Precauciones, pues, de todo género” (Archivo Museo Histórico Nacional, documento
N° 10.284) Es evidente que Fernpandez sabia lo que hablaba; y los hechos le darían lo
razón.
Pero de nada servirá la mesura jordanista; ni siquiera la renuncia que ofrece López Jordán
con tal que se respete al autonomía provincial, según testimonio de Clodomiro Cordero y
del doctor Juan A. Mantero. Los liberales y el propio Sarmiento ya tiene la determinación de
someter a la provincia por al armas, para llevarlas a su esfera de intereses, como ya lo
habían hecho con las demás provincias y el Paraguay. Entre Ríos era el último bastión
federal que resistía. López Jordán era empujado a defenderse por las armas ante la
intransigencia porteña.
“El pensamiento del Presidente es que se apuren todos los medios para impedir que se
organice el poder de López Jordán, porque es una reacción sanguinaria que tiene por
objeto conmover toda la República y trastornar el orden establecido. V.E. lleva por encargo
conocer bien la situación, ver el aspecto que las cosas presentan y acordar el medio de
estar en comunicación e inmediata con el ejército.
V.E. cuidará de no tomar resolución de reembarcarse sino después de agotar los medios
para conservarse en la posición ocupada y en la expectativa cierta de fuerzas tales que
hagan más tarde difícil o peligroso la retirada. Para ello V.E. tendrá presente que
desconociendo el Gobierno de López Jordán, la guerra es inevitable y debe empezar, si es
posible, por golpes de nuestra parte que inundan respeto al enemigo y no aparezcan
nuestras armas esquivando al acción. Por lo tanto: si por razones insuperables hubiese de
ordenarse el reembarco, el general procurará un fuerte reconocimiento, dispersando toda
fuerza que tenga a la vista para herir la conspiración. Un combate, pues, sería de desear
procurarlo”
Este documento muestra descarnado un Sarmiento que nunca pudo dominar, ni moderar
siquiera, sus pasiones ni sus palabras, y prefiere una guerra que juzga “inevitable” y “un
combate que seria de desear procurarlo”. Sin embargo López Jordán no pierde su natural
cordura e insiste en el retiro de las tropas nacionales que por recomendación del presidente
el al Legislatura “Me ha encargado igualmente manifestarle a V.E. la necesidad de insistir
en el retiro de la fuerzas nacionales del territorio de la Provincia…”
Pero nada perturba los propósitos del partido liberal; ni siquiera un petitorio que
cuatrocientos extranjeros de Concepción del Uruguay dirigen a Sarmiento haciéndole ver la
tranquilidad que reinaba en la provincia y lo infundado de la intervención armada. Tampoco
conmueve la determinación del gobierno central, la comunicación de Bartolomé Cordero
que el 20 de abril le ratifica al ministro Gainza el orden reinante en la provincia. (Archivo
Museo Histórico Nacional, documento N° 6.306)
El 21 de abril, el diario La Prensa anuncia la llegada a Buenos Aires del buque Saturno, con
el general Nicolás Vega y el doctor Antonio Zarco enviados ante Sarmiento, pero “el loco”
no los recibe sino a través del ministro Varela, quien por toda respuesta el indica que
llevasen a Entre Ríos las proclamas de Sarmiento. Mientras tanto los agentes liberales en la
provincia continúan sus maniobras de perturbación y especulación, tratando literalmente de
“comprar” a los jefes federales.
Una vez más la cordura jordanista propone un arreglo, presentado por los doctores
Clodomiro Cordero y Onésimo Leguizamón, bajo las siguientes bases elaboradas por el
doctor Mantero:
1_Retiro de las fuerzas nacionales del territorio de toda la Provincia, en los términos que
definitivamente se convenga.
2_Ninguna ingerencia del Gobierno Nacional en la elección del nuevo Gobernador
Provisorio.
3_Intervención y garantía de una nación amiga de la República Argentina para lae
efectividad del convenio a cuyo efecto se invitará al representante extranjero que se
acuerde, para presentar su referida garantía.
Pero precisamente lo que buscaba el partido liberal era la “ingerencia del Gobierno
Nacional”, y no solo en “la elección del nuevo Gobernador”, sino en todos los aspectos
políticos y económicos. Para ello cuenta el gobierno central con dos poderosos argumentos
que usará a lo largo de la historia para someter a las provincias del interior: las armas y el
dinero corruptor. Prefiere entonces una gerra abierta con una provincia argentina para
someterla, más allá de los “males relativamente pequeños” que sucedan, y asi se lo hace
saber “el loco” pro nota de Emilio Mitre:
“No puedo concebir cómo personas ´de la ilustración´ de de los señores Leguizamón y
Cordero, hayan creído que el Gobierno Nacional aceptaría ´por evitar males relativamente
pequeños´, la absurda teoría cuyas funestas consecuencias saltan a los ojos de cualquiera
que una provincia cualquiera pueda exigir en ningún caso que se retiren de su territorio las
fuerzas de la Nación que en él se hallan establecido”
Más claro imposible: los hombres “de la ilustración” no pueden “concebir” que una
provincia pretenda que “se retiren de su territorio las fuerzas de la Nación” que tratan de
oprimirla, y juzga a la guerra entre provincias como ´males relativamente pequeños´”
“El loco” cuenta con lo recursos y fondos de la Contaduría General de la Nación y los usa
para corromper a la provincia, instruyendo a los agentes Héctor Varela y Eduardo Bautista
Legarreta para que no ahorren en medios y pesos fuertes, como lo expresa textualmente
este último:
“Púseme en camino, vi a todos los jefes de Oeste del río Gualeguay, y conseguí que se
declarasen abiertamente por nuestra causa: invadí con manifiestos la provincia, mandé
todas las cartas a sus destinos, hice las proclamas de varios jefes, di dinero a los
principales, a los oficiales y a todos aquellos más necesitados, y en veinte días un ejército
de tres mil hombres se incorporaba al general Conesa en le Paraná.
Navarro me firmó recibos por sumas de dinero que por su recomendación entregué a otro e
hizo firmar al comandante Romero, recibiendo el mismo Navarro la principal parte
representada de esos recibos, y repartiendo yo a mi entera satisfacción y voluntad el
resto” (Archivo del Museo Histórico Nacional.documento N° 6.311)
No hacen falta muchas más palabras para entender el procedimiento liberal de estos
hombres que no ahorraban medios ni dinero para corromper y someter. Legarreta explica
como algunos jefes le costaron “hasta 1.500 pesos fuertes”. Algunos costaron más, como
Galarza, que según carta de Dámaso Salvatierra a Jordán le dice: “He oído que el general
Galarza (traidor) ha hipotecado su establecimiento de campo y su casa y que ha recibido
de la casa Benítez, veinte mil pesos para aprontes, ue equivale al precio en que se ha
vendido” (Archivo López Jordán)
Al día siguiente Caminos se comunica por carta con López Jordán simulando lealtad, pero
éste es advertido por su esposa, Dolores López Jordán, sobre la defección de Navarro,
Hereñu y Caminos. Tentado Apolinario Almada entre otros por parte de Galarza, se
mantiene leal desde arroyo Gato. Juan F. Mur le escribe desde Uruguay a López Jordán una
hermosa carta cuyos párrafos vale la pena recordar:
Los federales mal armados, no podrán resistir los recursos y armas más modernas con que
cuenta el ejército nacional, no obstante lo cual están dispuestos a vender cara su derrota:
vencidos puede ser, pero sometidos jamás.
El Chumbiao
Combate de Sauce
El mismo día se produce en las puntas del arroyo Sauce el primer encuentro de importancia
entre las fuerzas nacionales y las jordanitas. El choque que duró un par de horas, y que
según el parte del ejército nacional, arrojó un total de 150 muertos y heridos. Las tropas
jordanistas desaparecieron de la escena, desconociendo los nacionales sus movimientos.
Para esta época se encontraban operando la provincia, junto al general Emilio Conesa,
conocidos jefes del ejército nacional: Mitre, Gelly y Obes, Rivas, Arredondo, De Vedia y
Ayala. Junto a Conesa, tomando parte en la acción del Sauce; estuvieron jefes veteranos
de muchas batallas, de reconocido prestigio: Joaquín Viejo Bueno, Leopoldo Nelson, Nicolás
Levalle, Teofilo Ivanowski, Alvaro Barros y Eduardo Racedo entre otros.
Para fines de mayo Conesa se ubicaba en arroyo Obispo y luego en Espinillo. Para el 2 de
junio se encuentra en arroyo las Conchas, departamento de Paraná. Emilio Mitre y Rivas en
Gualeguaycito; Gely y Obes en Goya. Las tropas nacionales se mueven tratando de dar una
encerrona a las tropas jordanistas y obligarlas a dar un combate franco, pero López Jordán
conoce bien el terreno y se mueve rápidamente, de modo tal que los nacionales no pueden
saber ni por donde anda. No les sería fácil a las tropas nacionales, con mayores recursos,
dar una batalla definitiva contra las movedizas caballerías jordanistas, que conocían como
la palma de su mano el terreno que pisaban.
La levita y el chiripá
Mientras se desarrollan las acciones militares los agentes liberales no descansan tratando
de ganar adeptos y “pasados” mediante la propaganda y el soborno.
“Fueron triunfos – decía Alberdi – de los recursos contra la escasez y falta de ellos. Ése fue
el triunfo de Sarmiento y Cía. sobre Urquiza, sobre López Jordán, sobre el Chaco, etc.;
triunfo de Buenos Aires, no de sus instrumentos” (Juan B. Alberdi. Escritos póstumos,t.V.
Buenos Aires. 1897)
Fragueiro le escribía Gainza: “Por primera vez van a ponerse frente a frente, la levita que
representa la civilización y el chiripá de la barbarie; a eso podría decir Ud. replicar que la
inteligencia e ilustración se sobreponen a aquellos, pero recuerdo aquello de que “Dios
ayuda a los buenos cuando son más que los malos”…y no estamos en ese caso, porque los
gauchos en esta Provincia so dos terceras parte; y de aquí parte muy justamente el temor
que tenemos muchos amigos al afrontar la cuestión…"
La carta demuestra así que “los ilustrados”, la “civilización de la levita”, se consideraban así
mismo “los buenos”, no obstante lo cual se recocían en minoría y sentían miedo pese a la
abundancia de recursos.
El genio invisible
Los defensores son 300 soldados de línea bien armados y los atacantes son unos 1.000
hombres. Durante más de una hora se lucha en Concepción y en un momento, frente al
colegio fundado por Urquiza, el fuego es tan intenso como lo fuera en 1852 contra el
unitario Madariaga. Concepción no resiste y Ortiz es tomado prisionero por las fuerzas
revolucionarias, haciéndose cargo entonces de la defensa el coronel Sourigues, quien dirige
la defensa desde la torre del colegio, hasta ser abatido por una bala que le atraviesa el
corazón. La verdad histórica es que no se produce ni la más mínima venganza, y los jefes
vencidos son devueltos sin condiciones a Buenos Aires. El parte de la victoria jordanista no
nos deja dudas:
“Las vidas de los jefes enemigos han sido respetadas, amparadas y protegidas pro las
tropas vencedoras.
A excepción del coronel Sourigues, no ha perecido ningún jefe en la contienda, salvándose
los presos políticos doctor José V. Díaz y coronel Benicio González.
Desde ayer, la población nacional se ha presentado en masa se ha presentado al general
Jordán, figurando entre los presentados el brigadier Amada, quien tomó parte en el
ataque”.
Los Rémigton
El 11 de junio el ministro de Guerra Gainza recibe desde Montevideo una nota de Carlos
Kirschbaum, agente de la casa Remigton de los Estados Unidos, ofreciendo al gobierno
argentino la “novedad” de los fusiles y le solicita una demostración ante oficiales del
ejército. (Archivo del Museo Histórica Nacional, documento n° 6.351)
La guerra no se presenta fácil ni favorable par los liberales, y los 16.000 hombres enviados
por Sarmiento no son suficientes para dominar la valerosa y movediza caballería jordanista
que por entonces dominaba las mayorías de los pueblos: Villaguay, Federación, Diamante,
Victoria, Nogoyá y Gualeguay, esta última tomada el 18 de junio por 800 hombres al
mando de Carmelo Campos.
Combate de Santa Rosa
Los 16.000 hombres con que cuenta el ejercito nacional no son suficientes para doblegar a
al provincia de Entre Ríos. Las fuerzas jordanistas no pueden ser ubicadas por cuanto se
mueven hábilmente en un terreno que conocen palmo a palmo y el propio López Jordán
fecha sus comunicaciones desde el “Cuartel General en Marcha".
En una carta el teniente Fotheringham, el entonces coronel Roca le decía: “Si López Jordán
no se quiebra el pescuezo en alguna rodada, no veo muy bien cuando ni cómo se concluirá
esta campaña”, a lo que el joven oficial comenta: “No se si sería elogio a rapidez de
movimiento del rebelde, o pequeña burla a nuestra lerdura” (Ignacio Fotheringham. La vida
de un soldado)
En los meses de julio, agosto y septiembre de 1870 los jordanistas tiene preponderancia en
la provincia, incluida la prensa como “El independiente” de Concepción, , “La Nueva Era” de
Gualeguay, “el Obrero Nacional” de Nogoyá, y “El avisador” de Gualeguaychú. Este último
en su edición del 27 de agosto nos da una clara muestra de la modalidad de actuar de “la
civilización”: “Por cartas venida del Paraná de fecha 9, nos avisan que el coronel Ayala, Jefe
de dicha plaza, ha jurado poner en el primer cantón a la esposa e hijos del general López
Jordán, para, en caso de ataque, sean las primeras víctimas”. (Ejemplar en poder de Aníbal
S. Vázquez. Paraná)
Para los primeros días de octubre de 1870 el ejército nacional de Ignacio Rivas se
encontraba en las puntas del arroyo Yeruá. Gelly y Obes opera en el Departamento de
Nogoyá, y para el 11 de octubre estaba en el arroyo Clé, mientras Riva llegaba hasta el
arroyo Santa Rosa, afluente del Gualeguaychú, tratando de dar alcance a López Jordán.
El día 12, al cruzar el arroyo Santa Rosa, Rivas recibe aviso de parte del coronel Vidal que
decía tener a su frente tres columnas jordanistas y que otras tres venían en dirección del
flanco izquierdo del ejército nacional, estaba formado por una brigada de infantería al
mando del coronel Ivanvosky, la segunda brigada con cuatro piezas de artillería ”prusiana”
y una de montaña a las ordenes de Bernal, y regimiento formado al mando entre otros de
Gamarra, Irinaco Ramírez y Luis María Campos, con cuatro piezas de artillería al mando de
Bustamante, más las fuerzas de reserva.
Los nacionales dan por ganada la batalla, adjudicándose cuatro veces menos pérdidas que
el enemigo. El parte del coronel jordanista Pedro Seguí da sin embargo la siguiente
versión:
Francisco Horacio Francou, en su libro “El ama de mis pagos” (Vol.I. Buenos Aires. 1966)
nos brinda algunos detalles muy interesante, sobre todo en la manera de proceder de
“civilizados y bárbaros”: “La batalla mas famosa de las libradas fue la de Santa Rosa, a
unos 4.000 metros del arroyo del mismo nombre y en el campo Irungaray, frente a lo de
Pascual Irungaray. Esos campos eran de Aurelio Jorge y allí había un enorme “corral de
palo a pique” de ñandubay, para encerrar la hacienda “baguala” que abundaba por esos
tiempos sin alambrados. Los colorados (así se llamaban dos del gobierno), acamparon
cerca del corral y los blancos (así se llamaban los de López Jordán) lo hicieron en el campo
de Santa Medarda. La noche anterior a la batalla, el jefe del Estado Mayor, coronel Gallo
(abuelo materno de Rogelio Carricarte) tenía reunidas cinco mil yeguas para lanzarlas a
toda carrera, con cueros secos atados en las colas, contra los cuadros de los colorados.
López Jordán no aceptó el plan, porque dijo que era contrario a la leyes”
El 7 de octubre, pocos días después de Santa Rosa, López Jordán recibe una significativa
carta del autor del Martín Fierro, José “Matraca” Hernández:
"En la lucha que Ud. se halla comprometido no hay sino una sola salida, un solo término,
una disyuntiva: o la derrota o un cambio general de situación en la República. Cualquier
opinión contraria a ésta, será un error político grave, que lo detendrá a usted en su
marcha, para perderlo al fin.
Urquiza era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe Traidor del
Gran Partido Federal, y su muerte mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar
del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él. La reacción del partido, debía
por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como era el justo castigo del Jefe
Traidor. Opino pues que para no empequeñecer su movimiento, debe usted tamar esa
reacción como punto de mira política. Hacen diez años que Ud. es la esperanza de los
pueblos, y hoy, postrados, abatidos, engrillados, miran en Ud un salvador” (Aníbal S.
Vázquez. José Hernández en los entreveros jordanistas. Paraná. 1953)
La lucha continúa
Para el 31 de octubre las tropas de Gelly y Obes se encuentra en Nogoyá, “en el centro del
campo” – de informa a Rivas – pero no pueden encontrar por ningún lado a las tropas
jordanistas que se mueven hábilmente por el terreno: “La noticias que aquí se dan del
Enemigo – le informa Rivas desde Alcaráz – son que hace tres días pasó su retaguardia
pero no se conoce aún su dirección: algunos nos han dicho que van al Paraná y otros que
el 13 van a librar batalla con usted” (Revista de la Biblioteca Nacional)
López Jordán hace gestiones de paz en Buenos Aires por intermedio de varios
representantes, entre ellos Oroño y Evaristo Carriego, y el 11 de noviembre "La Prensa"
publica una carta conciliadora del caudillo entrerriano. A nada se llega con estas gestiones.
El 7 de diciembre de 1870 el diario "La Prensa", bajo el título “Expedición rebelde”, anuncia
esta gentil noticia: “De Entre Ríos se avisa que López Jordán prepara una expedición sobre
Corrientes. Constaría de mil quinientos hombres que irán bajo la orden del ex gobernador
de aquella provincia, el célebre D. Evaristo López. Llevará a su lado al ex Redactor del “Río
de la Plata” en esta capital D. José Hernández. Tome nota el Gobierno y dicte las medidas
del caso” (Se refiere al autor del Martín Fierro, que se había incorporado al ejército
jordanista.)
Combate de Ñaembé
Inicia el combate la caballería jordanista al mando del coronel Segui, quedando Jodán a
cuatro kilómetros de distancia. La caballeria jordanista parecia arrollar a los liberales pero
la tropa correntina logra ponerla en desbande, provocando el desgraciado hecho de
envolver a la propia caballería de López jordán que de este modo se ve impedido de
maniobrar. El combate dura varias horas hasta que las tropas jordanistas en derrota se
desbandan, en una batalla “...en que jugó papel importante el azar...” (general Francisco
M. Vélez. Ante la posteridad. Personalidad marcial del tenerte General Julio A. Roca.
Buenos Aires 1938)
López Jordán, imprevistamente derrotado por un ejérito de lías mejor armado, que talvez
no esperaba en esa posición, enfila su caballo para Entre Ríos, donde todavía batallan las
tropas jordanistas de Carmelo Campos.
“A distancia de una legua del campo de batalla unos soldados de al guardia de Esquina le
bolearon el caballo al general Jordán, pero como no mosqueara el caballeo no se logró el
golpe de bolas.
A distancia de cuatro leguas Jordán bajó en la estancia de una familia de Corrientes; pidió
un vaso de agua y dirigiéndose a los que los acompañaban dijo: “Lo que siento es ue un
puñado de muchachos sean los que me han derrotado”. Concluidas estas palabras que
pronunció con viva emoción, sus ojos se arrasaron de lágrimas, sacó un pañuelo y las
enjuagó”
Talvez en esa ocasión, don Ricardo recordara las palabras que escribiera Juan
Manuel después de Caseros: “si más no hemos hecho...es que más no hemos podido”
Derrotado en Ñaembé, el caudillo cumple otra hazaña: en una noche se viene desde
Yuquerí y ocupa Colón, tomando prisionero a al comandante de la plaza. Luego marcha
hacia Federación y el 6 de marzo a la madrugada cruza el Río Uruguay a la altura de
Rincón de Santa Eloisa, acompañado por Pedro Seguí, Robustiano Vera, Mariano Querencio
y otros. Cientos de federales obligados a abandonar sus familias se exilian en la costa
oriental, entre ellos José Hernández, y soportar las penurias del exilio de los derrotados.
Otras sufrirán cárceles y grillos en la banda occidental.
Sarmiento impone un gobierno para Entre Ríos. Sigue sin embargo la efervescencia federal
en al provincia que no acepta la imposición centralista. El 13 de marzo la legislatura
nombra a Emilio Duportal, que no cambia las cosas, y el 26 de agosto renuncia al cargo.
También lo hace su ministro Félix A. Benítez, con una nota muy expresiva:
"Las aves carniceras de siempre vuelven a clavar sus garras insaciables en esta
desgraciada víctima.
Los Victorica y Urquiza deciden hoy los destinos de la Provincia ligados a elementos
homogéneos que todos conocemos.
Estos hombres han traído envuelta a la República Argentina en una guerra fraticida de
muchos años, como no buscan sino oro y predominio, no se desviarán de anegarnos
nuevamente en sangre, si así les conviene.
"Una prueba viva de lo expuesto es la elección de Dn. J.R.Baltoré, último ministro del
tirano Urquiza, autor del contrato Fragueiro y cómplice de todas las rapiñas y explotaciones
vergonzosas que la Provincia ha sido víctima por más de 30 años de despotismo,
practicada por elementos oficiales; es decir, pro la Guardia de Seguridad de este
Departamento, por las Guardias Nacionales capitaneadas por sus jefes y dirigidas por un
club político que se compone de todos los elementos susodichos".
A Duportal lo sucede el liberal Leónidas Echagüe pero las cosas no mejoran en la provincia.
Por el descontento generalizado en la provincias, tanto de liberales como jordanistas, se
habla de una nueva invasión de los emigrados. El gobierno entrerriano pide al gobierno
central que interceda para que se traslade a Río de Janeiro a López Jordán, que por
entonces se encontraba en Santa Ana do Livramento, mientras pide al senador Oroño que
interceda ante el caudillo entrerriano, quien le contesta por carta:
“Esos rumores y esas alarmas no nacen, pues, de los propósitos de invasión. Ellos tienen
su origen en los desiertos del gobernador Echague y el las provocaciones que se hacen a
mis amigos políticos, persiguiéndolos en su persona e intereses. Si usted no fuese senador
al Congreso, y si no residiese en la provincia de Buenos Aires, donde se disfruta de todas
las garantías que la Constitución acuerda, es seguro que si no encontraba justificada una
invasión a esa provincia, encontraría por lo menos fundada y legítima la resistencia de
parte de los que somos objeto de las hostilidades de ese gobernante.” (Nicasio Oroño.
Escritos y Discursos. Buenos Aires. 1920)
El 28 de febrero de 1872, en carta fechada en Río Grande, López Jordán le escribe a Juan
Bautista Alberdi, donde le expresa su satisfacción de verlo “separado del círculo de los
hombres centralistas que dominan el país” y le solicita su colaboración: “me hace abrigar la
mayor esperanzas - le dice – de llegado el caso necesario, no se negará Ud. a ayudarnos
con su valioso contingente, a fin de establecer el orden en nuestro país y hacer efectiva
nuestra carta Constitucional". (Archivo del Dr. Carlos María Querencio. Buenos Aires)
Las negociaciones fracasan, entre otras cosas, ante la negativa liberal a aceptar como
ministro a José Hernández, propuesto por el jordanismo. El descontento en la provincia se
ve reflejada carta enviada el 22 de marzo a Martín Gainza por parte del coronel Miguel
Guarumba, que siendo unos de los jefes decididamente partidarios del gobierno nacional,
no nos deja dudas:
Mi querido coronel:
Grave y triste situación por la cual atraviesa la provincia de Entre Ríos en estos momentos.
La marcha del Gobierno reprobada por el pueblo y la insistencia de aquel en sostener a un
ministro, hace que tanto los órganos que responden al Partido Liberal, como aquellos en
que está encarnado el elemento de López Jordán, formen en la misma cruzada, y pidan
unidos, aunque con distintos fines, la disolución de su ministerio". (Archivo Museo Histórico
Nacional, documento 7.793)
Por su parte el diputado provincial proliberal, Belisario López, nos describe con detalle la
situación provincial, en carta que remitía al ministro Gainza desde Concordia el 13 de
setiembre:
“Querencio, Carlos, aún no regresó de su viaje a Santa Ana, a donde fue, como lo
comuniqué a V.E. en mi anterior, acompañado de su hermano y de algunos otros oficiales
de Jordán.
Yo me pierdo en conjeturas.
Entre tanto, Sr. Ministro, me persuado cada momento que el Gobierno Nacional pierde
completamente su influencia en al provincia el desgobierno general se extiende a todos los
ramos de la Administración y las violencias que se practican en todos los Departamentos,
sangrientas muchas de ellas traen el desencanto al espíritu y la desesperación se
manifiesta con una energía asombrosa por le emigración que hay a cada momento.
Fray Bentos, Paysandú, Salto, Guaviyú, Constitución y Santa Rosa en el Estado Oriental,
Santa Fe , Rosario y otros puntos en el río Paraná, son una prueba de ello, todas esas
poblaciones están asilando a los que huyen de las persecuciones del Gobierno; mientras
tanto, la Provincia militarizada sin que nadie se de cuenta del por qué, los hombres
arrancados a su labor diaria al extremo de que ya no han quedado peones en los
establecimientos de campo que no estén en los campamentos, dan una triste y lamentable
idea de esta situación y lo más curioso de todo es que cuando algunos se preguntan qué es
lo que hay, los encargados del Gobierno dejan caer como al descuido y en silencio al oído
de nuestros paisanos, esta frase:”todo esto es por orden del Gobierno Nacional” y el
respeto tenido al gobierno nacional por las conducta que observan todos sus
representantes y más notablemente V.E. durante al guerra, desaparecen en vista de tanto
desmán, cuando ni se oye su voz para alentar a los que sufren.
Estoy hablando con un joven inglés, amigo mío, que tiene un importante establecimiento
de campo, aquí cerca, y me dice hace un momento, que es tanta la desesperación de ls
moradores que él opina que cualquiera que inicie un movimiento será seguido”
(Archivo Museo Histórico Nacional, documento 7.794)
...
y después dicen que es malo,
el gaucho si los pelea.
(Martín Fierro)
La invasión Jordanista
Los liberales siguen con las intrigas y persecuciones en la provincia de Entre Ríos, y la cosa
no da para más. El 1° de mayo de 1873, López Jordán y hombres como Mariano Qurencio,
Eustaquio Leiva, Carmelo Campos y otros, cruzan el Uruguay a al altura d Alto Uruguay y
Barra del Palmar. Más tarde se les uniría el oriental Francisco Caraballo. El 3 de de mayo
toman victoria y varios pueblos caen en poder de los jordanistas, entre ellos Gualeguay,
Rosario del Tala, Nogoyá, La Paz Y Victoria, mientras quedan en poder del ejército nacional
Paraná, Concepción del Uruguay y Concordia.
Siguen llegando tropas y jefes nacionales a Entre Ríos, mientras López Jordán no puede
conseguir armamento, tal como consta en la correspondencia del caudillo que expresa “...el
Ejército Entrerriano se compone de toda la Provincia en masa con una decisión admirable,
que la infantería toma creses y que por falta de fusiles no remonta tanto como yo lo deseo,
pues sin embargo de tener mucho armamento comprado, aún o ha podido llegar...” (carta
a Carlos María Querencio. Archivo Dr. C.M.Querencio)
Combate de Yuquerí
Un decreto provincial deja sin efecto todos los actos administrativos dictados por Sarmiento
y el 28 de junio los jordanistas al mando de Carmelo Campos vencen completamente en
Yuquerí a los nacionales, que dejan en el campo 80 muertos, 22 prisioneros, armamento,
una bandera y varios estandartes.
Los nacionales, con mayores medios y armas, embarcan en dos vapores el regimiento 5° y
7° de Línea al mando de Nicolás Levalle y recuperan La Paz, impidiendo la llegada de
armas al ejército jordanista y frustrando además un levantamiento en Santa Fe que se
produciría por esos días.
El 29 de agosto López Jordán le escribe a Carlos María Querencio desde Arroyo Pueblito,
Nogoyá, que no le ha llegado el armamento: “Ni Collin ni Olave, ni ningunota venido, y su
carta me da la primera noticia de haberse ellos movido para acá. ¡Sabe Dios lo que suceda
realmente! Esta contrariedad me hace perder un tiempo precioso, y calcule como estaré yo
cuando veo que con mil fusiles ya hubiera dado cuenta de esa canalla. ¡Tener doce mil
hombres, y no poder ir a buscarlos!” (Archivo del Dr. C.M.Querencio)
El día 30, tropas nacionales sorprenden en maniobras a Eustaquio Leiva, que se desbanda,
levantando el sitio de Paraná. El 3 de setiembre el ejército nacional ocupa Diamante,
quedando en manos jordanistas Nogoyá, Gualeguay, Victoria y Gualeguaychú. Jordán fija
su campamento en el Sauce, entre Rosario del Tala y Nogoyá. No contando con armamento
suficiente elude la batalla y se desplaza hacia el Este y luego al Norte de la provincia,
mientras Gainza ocupa Nogoyá, controlando Diamante, Victoria, Gualeguay y
Gualeguaychú.
La hazaña de La Paz
El “nuevo sistema”
Ayala y Viejobueno siguen concentrando armas y caballadas en Nogoyá pero no pueden dar
con el caudillo entrerriano que se mueve hábilmente con sus tropas. Por esos días,
recordará años después Fotheringham: “El enemigo bien montado, como a entrerrianos
corresponde, formaba un ejército revoloteador: estaba aquí, allí, en todas partes, y
buscándolo no se hallaba en ninguna” (Ignacio H. Fotheringham. La vida de un soldado o
reminiscencias de la frontera. Buenos Aires 1908) Pero el ejército contaba con un arma que
pesaría fuerte sobre las caballerías y las tropas jordanistas mal armadas, muchas veces
faltos de fusiles y con lanzas y sables: “En el Paraná nos dieron fusiles Remington – dice
Fotheringham – que por primera vez iban a ser ensayados en una guerra de hermanos.
Con semejante arma el éxito estaba asegurado”
Para ver el contraste en el modo de actuar entre los “civilizados” de “levita” y las tropas
jordanistas que supuestamente representaban “la barbarie” de los de “chiripa”, baste
recordar que López Jordán no aprobó el procedimiento propuesto por el coronel Gallo en el
combate de Santa Rosa, por no ajustarse a “las leyes de la guerra”, y también se negó a
usar las balas explosivas que le regalaron los oficiales franceses Collins y De Fries,
incorporados al ejército jordanista en junio de 1873; en efecto, dichas balas fueron
probadas en una cabeza de vaca por el coronel Agustín Martínez, y al ver López Jordán los
efectos destructivos de las mismas, se limitó a expresar:
“Yo nunca haría uso de semejantes proyectiles, porque lo que debe buscarse en la guerra
es inutilizar al enemigo, no destruirlo” (La política. Buenos Aires, 20 de noviembre de
1874)
Como hemos visto y como veremos luego, los “civilizados” no compartían las opiniones, los
pruritos ni los procedimientos de los federales.
Los primeros días de noviembre el ejército liberal acampa en María Grande y el 8 avistan la
vanguardia jordanista compuesta por 2.000 hombres al mando Carmelo Campos, que
derrotan en El Talita: estaban probando “los Rémington”. Días despues se llevaría a cabo la
“carnicería” de Don Gonzalo.
López Jordán mantiene divididas sus tropas, con 3.000 hombres de caballería ligera que al
mando del general Caraballo hostilizan a Vedia y otra división al mando de Carmelo
Campos que hace lo propio con Gainza en Nogoyá, mientras el propio López Jordán con el
grueso de ejército se mueve hacia Corrientes con al estrategia de atraer a Vedia para
provocar la deserción de la tropa correntina al verse cerca de sus pagos, de donde había
sido arrancada.
“En el acto de tener conocimiento del desastre sufrido por el general Campos – relata
López Jordán – traté de efectuar el pasaje del arroyo Don Gonzalo, y lo emprendí luchando
dificultades incalculables, empleando en él lo que faltaba de la tarde y toda la
noche” (Aníbal S. Vázquez. José Hernández en los entreveros jordanistas. Paraná, 1953)
El día 9 de diciembre de 1873 se entabla la batalla de Don Gonzalo. Los “nacionales” lanzan
el primer ataque a las cuatro y media de la tarde, resistido durante dos horas y media, que
obligan a Gainza a replegarse sobre sus batallones de infantería. Pero no alcanzarían las
lanzas, las bayonetas y el coraje entrerriano para resistir la artillería “prusiana” y los fusiles
del “nuevo sistema”: “Cuatro pequeños batallones - relata López Jordán – estaban
sufriendo el fuego nutrido y mortífero de cuatro grandes batallones de línea enemigos,
armados de rico armamento de ´nuevo sistema´ y arrojándonos millares de balas
explosivas” (Aníbal S. Vázquez. José Hernández en los entreveros jordanistas. Paraná,
1953) Eran las mismas “balas explosivas” que el caudillo entrerriano se negaba a usar para
“no destruir” al enemigo.
Y hablando de “no destruir” al enemigo, veremos ahora que pensaban al respecto los
“civilizados de Levita”: El Teniente Saturnino E. García, que peleó en Don Gonzalo, afirma
que el coronel Juan Ayala ordenó después de la batalla “fusilamientos sobre el tambor” y
numerosas muertes a lanzazos, de tal modo que las bajas jordanistas aumentaron
considerablemente después de la batalla. (Avelino J. Benítez. Perfiles de una vida. Buenos
Aires. 1948)
“Los sucesos de San Juan concluyeron con Cepeda y Pavón, sin otro recuerdo que aquel
célebre parte del general Sáa dando cuenta de las numerosas víctimas que había hecho “a
lanza seca” mientras que los de 1870 y 73 dejaron cubierto el suelo entrerriano de sangre
humana, cuyo olor mortífero aún tiene oprimido nuestros pulmones, y órdenes en que está
patente el deseo de venganza, como aquellas sus cartas a gobernador Gelabert de
Corrientes para fusilar y matar sin forma de juicio a todos
los que fuesen jordanistas, y que Gelabert en un
momento lúcido parece que tuvo hasta la repugnancia de
ejecutar; los proyectos sangrientos y crueles que rechazó
el Senado, ofreciendo primas que debían pagarse con los
ahorros del pueblo, por las cabezas de López Jordán, los
Querencios, etcétera, y los fusilamientos, sin forma de
juicio, que quizá obedeciendo sus órdenes, ejecutó con
bárbara impiedad y sangre fría el general Ayala, festejado
la victoria y carnicería de “Don Gonzalo” en
1873” (Archivo del Dr. Carlos M. Querencio)
“Solo, bien montado en un hermoso caballo moro – relata el autor de “La vida de un
soldado” – se vino sobre el 10 de línea, pasando al lado de la caballería de Undavarrena,
un jinete entrerriano, gallardo mozo, de no sé de donde ni nadie sabrá nunca; se golpeó en
la boca, hizo rayar su flete y descargando una pistola que llevaba en la diestra, dio media
vuelta y a todo escape regresó de donde vino. No he visto audacia e insolencia igual. Un
hermoso acto y por hermoso quedó impune pues no quise que le hicieran fuego los
granaderos, que ya iban a hacer una descarga; y se fue sombrero negro de cinta roja, traje
de terciopelo; la cola del caballo hecha nudo entrelazada con cintas rojas. ¡Que curios tipo!
No sé si sería un loco, pero si lo era, era un loco sublime”.
López Jordán se incorpora a la columna de del general oriental Caraballo y avanza rumbo a
Rosario del Tala con 1.500 hombres salvados del desastre de Don Gonzalo. A cierta altura
manda a Caraballo en dirección a Nogoyá mientras él se dirige a Gualeguay intentando
reorganizarse y recoger armas, pero el 22 de diciembre son derrotados por Villar los 600
hombres que ocupaban el Puente de Nogoyá.
En este hecho el jefe federal reúne a sus hombres para imponerlos de la verdadera
situación, llegando todos a la conclusión que convenía abandonar la provincia para
ahorrarle nuevos sacrificios inútilmente: “No tenia con qué armar 500 hombres – dice el
caudillo – no había recibido durante toda la campaña ni un solo alfiler ni un gramo de
pólvora, y no podía, por consiguiente, continuar en la esperanza de recibir en
adelante” (Aníbal S. Vázquez. op.cit.)
Enfila por lo tanto su caballo rumbo al oriente para cruzar el Uruguay por Cupalén, la noche
del 24 al 25 de diciembre. El vapor Garibaldi le captura algunos hombres, entre otros José
María Piedrabuena y José Eulogio “Chengo” Amarillo. Días más tarde se le unirán otros
hombres que vadean el río a la altura de Gavirú.
Se producen disidencias entre los federales emigrados, entre ellos por parte de los
hermanos Carlos Maria y Mariano Querencio que le recriminan al caudillo invadir al
provincia sin el armamento necesario, y en no eludir batalla a la espera de que estallase en
Cuyo una revolución encabezada pro Juan Sáa. Pero la revolución no se produce y las
armas que debía enviar Querencio no llegan, produciéndose el desenlace de Don Gonzalo
pone fin a los planes rebeldes.
Manteniéndose leal José Hernández, aún así le critica al caudillo haber confiado la dirección
política de la Banda Oriental “a un hombre sin práctica y sin vistas políticas”, según se
desprende de correspondencia que “Matraca” fecha el 15 de febrero de 1874 en
Montevideo y que le dirige al caudillo que para entonces se encontraba en Santa Ana do
Livramento, en cuya carta le dice entre otros conceptos:
“Recibí y me he impuesto con satisfacción, las dos muy estimables de Ud. fhs 18 de enero
y 5 del actual. He creído que la publicación de un manifiesto le era indispensable, pues los
sucesos, los enemigos, y los malos amigos, le han hecho a Ud. una atmósfera sumamente
desfavorable.
Pero yo que me jacto de ser su amigo, que he puesto mi cabeza a su servicio, no espío
situaciones; y soy siempre el mismo, bien sean ellas favorables o adversas”
Con la carta llegan los borradores de un manifiesto redactado por Hernández que aparece
en La Patria, de Montevideo, el 10 de marzo de 1874, y más tarde aparece impreso un
“Manifiesto de los emigrados Entre-Rianos contra el general López Jordán” de un “Comité
de Montevideo”, acompañado de las firmas de muchos supuestos disidentes, muchas de las
cuales son negadas públicamente por los firmantes. Entre los leales, además de
Hernández, se mantienen dos hombres de indudable capacidad, como son el doctor
Mariano Martínez y Juan Coronado, ex secretario de Urquiza y padre de Martín Coronado.
Jordán se mantiene en Santa Ana hasta febrero de 1875, en que se dirige a Paysandú y el
12 de marzo del mismo año se traslada a Montevideo. Recibe correspondencia, entre otros
de parte de Robustiano Vera que se alegra por “El justo interés, el ardiente y natural deseo
de su apreciable familia por tenerlo a Ud. en Montevideo...” no obstante le puntualiza que
nos es bueno dedicarse demasiado a la familia descuidando el partido. En otra
correspondencia a López Jordán le dan noticias sobre el caballo del caudillo: “Su caballo
Nambí lo ha prestado Taborda para correr carreras y Ramón Godoy que es quien lo tiene,
lo ha querido jugar en diez pesos” (Archivo López Jordán. Paraná)
La tercera rebelión.
Durante casi todo el año 1876 se mueve una nueva insurrección jordanista. Consta en el
Archivo López Jordán numerosa correspondencia, alguna en clave, entre ellas una fechada
el 3 de febrero por Juan Coronado donde le dice “...no se duerma y haga sentir su
influencia política en Entre Ríos”
El 25 de noviembre López Jordán vadea nuevamente el río Uruguay por al barra de Pos Pos
y pisa nuevamente suelo entrerriano con unos 40 jefes y oficiales, entre ellos su hijo
Ramón López, Desiderio Olivera, Nico Coronel, Robustiano Vera y Claro Palacios.
Los jordanistas distribuyen tres vibrantes proclamas, entre ellas la de López Jordán que
dice entre otras cosas:
“Los proscriptos que escaparon de la carnicería de Don Gonzalo, al acogerse al indulto bajo
la fe de la autoridad nacional era para ser víctimas, en sus intereses y en sus vidas, de la
venganza rencorosa e insaciable del Dr. Febre, cuyo despotismo y rapacidad viene
esparciendo el escándalo en todos los ámbitos de la República”
(El Nacional, 29 de noviembre de 1876. También en “El pueblo porteño, Buenos Aires, 30
de noviembre de 1876. Colección Museo Mitre)
El entonces presidente Avellaneda decreta el estado de sitio en las tres provincias (Entre
Ríos, Santa Fe y Corrientes) aprovechando la volada para encarcelar a opositores y
molestos. El 27 de noviembre un puñado de jordanistas, entre los que se cuenta el célebre
matrero Calandria, atacan el pueblo de Gualeguay, pero la audacia no puede suplir falta de
armamento. Mientras tanto el caudillo se dirige rumbo a Tala y Nogoyá logrando burlar la
vigilancia y alistando unos 500 hombres, y con esas fuerzas pobremente armadas se dirige
al norte de la provincia, llegando a Alcaracito la primera semana de diciembre, donde los
sorprende la división del general Juan Ayala, derrotando a las últimas lanzas federales.
Los derrotados se dispersan buscando estancias de amigos en los pagos de Montiel, siendo
algunos capturados por Ayala, quien siguiendo la costumbre liberal “civilizada” y la suya
propia, los pasa por las armas sin juicio previo.
Al teniente Cecilio Berón lo entrega su amigo Juan Ramírez mientras aquel dormía, y
llevado a La Paz, Ayala lo hace conducir hasta su campamento de Don Gonzalo y el 12 de
diciembre lo hace fusilar sin consejo de guerra, junto a Agustín Viana. Según sumario que
se instruyó en La Paz con motivo de este fusilamiento, surgió que Ayala estuvo
predispuesto contra Cecilio Berón “por una derrota que sufrió en Hernandarias en al cual el
finado tuvo la generosidad de dejarlo escapar siendo la fuerza de Berón inferior a la de
Ayala” (Angel Berón de Astrada. Casos concretos del general Juan Ayala. Buenos Aires
1888. Colección Biblioteca Nacional)
Unos años más tarde un diario de Buenos Aires nos brinda nuevos detalles del proceder
civilizado de estos hombres del ejército liberal:
Parece mentira como ciertos “historiadores” ágiles y estrictos para juzgar ciertos hechos,
ignoren u oculten hechos como éstos, y aun salidos a la luz, traten de disimularlos y
justificarlos.
López Jordán no es fusilado porque escapa a al garras del asesino sanguinario Ayala. El 1º
de diciembre como a las 10 de la mañana, el alcalde Francisco Zarate recibe aviso de que
un grupo de rebeldes se encuentra en Paso Algarrobito de arroyo Las Tunas. Con un grupo
de vecinos armados sorprenden al grupo durmiendo, logrando escapar solo Robustiano
Vera que salta en pelo a un caballo sin que puedan darle alcance, a raíz de lo cual logran
escapar algunos más, no así Ricardo López Jordán. Conducido hasta Curuzú Cuatiá por una
partida de 50 hombres, lo hace pasar a la estancia “El Prasio” y el día 16 de diciembre era
entregado a bordo de la cañonera “República”.En Buenos Aires Olegario Andrade, enrolado
en el oficialismo, desde La Tribuna, pide castigo para el vencido, y sacando leña del árbol
caído, la prensa anuncia que la familia Urquiza acusaría al reo de asesinato y otros
crímenes.
El engrillado
López Jordán es engrillado en Paraná y alojado en una celda pared de por medio con la
catedral. En Buenos Aires se rumorea que el defensor sería Dardo Rocha, siendo en
definitiva el doctor José María Moreno. La causa tiene diversas alternativas, entre otras la
recusación del juez federal doctor Zarco, por parcialidad manifiesta, ya que en telegrama
llamaba “forajido del 11 de abril” al caudillo. El 6 de enero el caudillo es trasladado en el
vapor “Lujan” a Rosario y alojado en una celda de la aduana, asumiendo la defensa Nicanor
González del Solar, quien solicita la libertad de Jordán bajo fianza del general Benjamín
Virasoro, pero el juez Zubiría dictamina que no ha lugar. El procurador general Eduardo
Costa aconseja en cambio darle la excarcelación y en la vista correspondiente expresa:
La prensa de Buenos Aires ventilaba el proceso; un artículo titulado "La hiena", publicado
en "La Patria" Argentina del 29 de marzo de 1879, expresa lo siguiente:
“Jamás declaró Jordán que él fuera el autor de la muerte de Urquiza, muerte que
Sarmiento festejó interiormente. Lo que hizo (Jordán) fue hacerse solidario de la revolución
que la produjo como un accidente de ella. Si declaró la guerra a la nación, fue porque el
Presidente puso a Entre Ríos en ese extremo lamentable. Apenas llegó aquí la noticia de la
muerte de Urquiza, Sarmiento, sin más averiguación, resolvió intervenir y al efecto lanzó
su proclama declarándolo. Muerto Urquiza, a quién tenía un terror pánico, aprovechó la
ocasión que se le presentaba de "meterle el diente" a Entre Ríos, haciendo cómplice a la
Nación del único propósito que tenía en vista, y que era hacer servir aquella provincia a la
imposición de Dr. Avellaneda para Presidente de la Republica" (Colección La Patria.
Biblioteca Nacional)
Vemos como los "civilizados ideales sarmientinos" no son tales. Esta acusación al juego
sucio político de Sarmiento es posible encontrarla en otros escritos de la época,
"casualmente" poco conocidos; entre ellos, las 'Cartas sobre la intervención a la provincia
de Entre Ríos' de Alejo Peyret
En la tarde del 11 de agosto de 1879 el preso es visitado por su esposa Dolores Puig y sus
hijos Eduardo, Pepa y Lola, solicitando aquella pasar la noche en la celda para atender a
don Ricardo por estar enfermo. Así lo hizo, en compañía de sus hijos. La mañana del día 12
llegó; sólo permanecía en la celda la esposa de don Ricardo, doña Dolores Puig. Uno de los
guardias, la noche anterior, había visto retirarse a una mujer acompañada por una niña.
Evidentemente la mujer no era otra que don Ricardo, que en fuga romántica se escabullía a
la vista de un oficial y 22 soldados que lo custodiaban. El sumario correspondiente fue
publicado en La Capital de Rosario, ediciones del 23 al 30 de agosto de 1879.
Se allanan varios domicilios en Rosario, entre otros el del abogado defensor González del
Solar sin ningún resultado. La prensa da noticias sensacionalistas y rumores de distinto
tenor. El articulista de "El Correo Español" de Buenos Aires da cuenta de que la esposa del
Caudillo convenció a éste de que una turba atacaría la cárcel para apoderarse de él, siendo
esa la causa de la evasión, y agrega en el artículo:
“Algunos órganos se ceban con el mártir entrerriano: dan por probados el cúmulo de
crímenes y delitos que el odio, la saña, la mala fe han ido amontonado sobre su cabeza y
presentándolo como un monstruo de la naturaleza. ¡Y la fiera sanjuanina goza de plena
liberad, y se permite insultar al mundo con su procaz lenguaje!”
"Algunos órganos se ceban con el mártir entrerriano: dan por probados el cúmulo de
crímenes y delitos que el odio, la saña, la mala fe han ido amontonado sobre su cabeza y
presentándolo como un monstruo de la naturaleza. ¡Y la fiera sanjuanina goza de plena
libertad, y se permite insultar al mundo con su procaz lenguaje!" Hay diversos rumores;
unos lo dan en Montevideo, otros en Buenos Aires y otros, camino a Mendoza o en casa del
doctor Querencio. Un artículo de "La libertad" hace notar que los partidos políticos explotan
el suceso, cada cual a su modo, pero que "nadie se hace cargo", llegando a la conclusión
de que "López Jordán ha fugado porque no tenía otra cosa que hacer, dado el extremo en
que lo habían colocado. Tanto quisieron hacer con él que el exceso de martirio y la
perspectiva de un suplicio tenían que obligar al hombre a jugar el todo por el todo en
defensa de su vida" (Reproducido por La Capital, 21 de agosto de 1879).
Del sumario instruido se desprende que la evasión se produjo con al ayuda de Pedro
Romero, un entrerriano valiente y decidido, oficial suyo, que lo visitaba con frecuencia.
La policía busca en todos los rumbos sin dar con el evadido, telegrafiando un curioso
retrato de López Jordán:
“Hombre de cincuenta y cinco años, aunque demuestra más edad, casi calvo, frente
arrugada que sufre contracciones al hablar, boca y dientes grandes, teniendo el defecto de
pronunciar la letra “a” con acentuación muy marcada, como si uno de los dientes le
impidiera pronunciarla suave. Debe tener barba y de tenerla, la llevará abierta, aunque no
muy larga, Ojos muy grandes y vivos. Nariz regular. Orejas un poco chicas y muy
puntiagudas en la extremidad superior, siendo bastantes separadas del cráneo. Estatura
regular. Hombros y cuerpo fornido, auque hoy está delgado. Al hablar, tiene la costumbre
de echar el sombrero atrás, y la cabeza”
Fermín Chávez en su obra “Vida y muerte de López Jordán” acota que “Ese modo de echar
atrás el sombrero y la cabeza era el gesto familiar y épico de un Entre Ríos que el nieto de
doña Tadea Jordán sentía subir de su cintura como un puñal del alma”
El exilio
López Jordán se mantiene entre amigos en Fray Bentos, mientras el Presidente Uruguayo
resuelve su pedido de asilo. A tal fin, éste le escribe a Avellaneda en términos tales que,
sin negar una extradición en caso de solicitarse, "se vería en la necesidad de atender aquel
reclamo" y deja entrever en su nota algunos conceptos que dan cuenta de su
predisposición a conceder el asilo político, citando algunas circunstancias como que López
Jordán es ciudadano oriental nacido en Paysandú, y estando su prestigio deteriorado, no
representa ya un peligro político. Las suspicacias del Presidente Uruguayo dan el resultado
esperado por éste; no se lleva a cabo el pedido formal de extradición.
Alguna prensa toma partido, aún sin ser parte, como el "Il corriere Italiano de Buenos
Aires" que en su edición del 12 de diciembre publica: "López Jordán. Il celebre
rivoluzionario entrerriano se trova a Nuova Parmira nella República Orientale, dove
tranquilamente s'è dato alla coltivazione del bestiame". Es el mismo "Corriere" que
defendía las fechorías del corsario italiano Giuseppe Garibaldi, "El chacal de los tigres
anglosajones".
Como era de esperar, varios movimientos políticos de Buenos Aires, tratan de llevar agua
para su molino, ganando las simpatías del caudillo que aún conservaba prestigio entre los
federales, especialmente en el litoral. Don Ricardo se mantuvo fiel a sus ideales federales y
se mantuvo prescindente y guardando la prudente distancia necesaria.
Entre los que trataban a toda costa ganarse la adhesión de don Ricardo, estaba Julio A.
Roca, “el zorro”; Francisco F. Fernández - ahora adherido al Roquismo -, ex secretario de
López Jordán con quien conserva amistad, y programando un viaje para visitar al caudillo
entrerriano, le escribe una carta al “zorro”:
"Mi querido Francisco: me refiero a cuanto te tengo protestado de mucho tiempo atrás, a
favor de nuestro compatriota el Gral. López Jrdán. Creo en él como en un amigo sincero,
en un elemento de orden, en un elemento de paz; y te consta cuanto es mi deseo, si subo
a la Presidencia, de gobernar con el pueblo y con la Ley.
Estréchale la mano en mi nombre y pídele el último esfuerzo en el infortunio.
Te deseo buen viaje.
Tuyo afectísimo.
Le faltó solamente adjuntarle una ficha de afiliación al roquismo y una boleta de urna, y es
increíble como el “zorro” borraba con el codo lo escrito con la mano unos años antes en
carta al entonces Presidente Sarmiento:
“Verdaderamente ha sido una suerte y lo es por el país, Señor Presidente, que este caudillo
vulgar y sanguinario no posea una sola chispa militar, y que no tenga más razón del rol
que desempeña que ser la personificación y el representante genuino de esa masa de
población que aún permanece bárbara en Entre Ríos y el de haber sido puesto en camino
por ser su víctima el general Urquiza” (Francisco M. Vélez. Ante la posteridad –
Personalidad marcial del Teniente General Julio A. Roca. Buenos Aires. 1838)
En esta carta, no solamente insulta al noble caudillo, sino que además le niega “chispa
militar” a quién los tuvo con el corazón en la boca, casi desarmado, recorriendo toda la
provincia sin poder batirlo, tal como lo atestigua el propio Roca en comunicación escrita a
Ignacio H. Fotheringham durante la campaña contra Entre Ríos en que ambos participaban
del bando liberal: “Si López Jordán no se quiebra el pescuezo en alguna rodada, no veo
muy bien cuando ni cómo se concluirá esta campaña”, (Ignacio Fotheringham. La vida de
un soldado)
Como acota Fermín Chávez en su obra “Vida y muerte de López Jordán”, seguramente el
caudillo, al leer al carta, habrá pensado: “Buena treta del zorro Roca”. El caudillo no entra
en el pial, porque siendo hombre de campo, era conocedor de los zorros que se acercan al
corral de ovejas, con piel de cordero.
En Fray Bentos el caudillo recibe visita y correspondencia de sus amigos y hombres más
fieles. El 24 de diciembre, desde Gualeguaychú, su amigo Ramón Nievas le avisa que en el
próximo vapor le envía dos caballos:
“...el blanco se lo manda Casal, el colorado Lorenzo Barrios, vecino de ésta e hijo de la
Victoria; el colorado es caballo de marcha incansable, granero y manso a toda prueba; el
blanco es parejero; deseo que ellos le sirvan y llenen el deseo de subir Ud. un caballo de
esta infortunada Patria” (Archivo López Jordán.) No hace falta agregar comentario a las
palabras sencillas de este criollo que trataba de cubrir en parte las añoranzas de su amigo
en desgracia. Para conocer la situación del caudillo en el exilio, basta con leer otra carta del
mismo Nievas, en que le remite una boquilla de fumar, a fin de salvar “la falta de la que se
le quebró a Vd. cuando estaba en el Rosario”
López Jordán se mantiene fiel a sus viejos amigos y federales entrerrianos, prescindiendo
de las luchas políticas y tentaciones del roquismo y del juarismo, como también de la
vorágine “liberal mercantilista” que tallaba en Buenos Aires.
En 1888 el presidente Juárez Celman decreta una amnistía para los emigrados políticos, y
en diciembre del mismo año el cadillo entrerriano se traslada a Buenos Aires, sin más
ambiciones que la relación con sus hijos Dolores, Josefa, Ricardo, Eduardo, Ramón,
Mercedes y Sara. Relacionado con viejos amigos, solo aspira a su reincorporación al
ejército nacional, al que pertenecía.
Asesinato de López Jordán
En primer lugar la muerte de Zenón Casas, padre del asesino y según el declarante motivo
de venganza, no es cierta:
“Si se tiene en cuenta que Zenón Casas, según los datos personales que he obtenido, fue
primero partidario de López Jordán y después su enemigo político, y si se tiene presente la
versión que corre en Entre Ríos, de que yendo Casas en viaje al Uruguay, con una partida
de diez hombres, estos mismo lo ataron y le dieron muerte para librarse de su mando, se
comprenderá cuan injusta es la responsabilidad o la imputación que se ha hecho a López
Jordán de la muerte de este hombre. Esta injusticia es más resaltante, si se recuerda, que
so pretexto de la muerte de este hombre y la partida que lo acompañaba, fue muerto por
las fuerzas del Gobierno, el comandante Camejo…” (Dictamen del Agente Fiscal. Fallos y
disposiciones de la Excma. Cámara de Apelaciones de la Capital. Publicados por Luis S.
Aliaga y Daniel J Frías, tomo IX. Buenos Aires, 1896)
En el mismo Dictamen se consignan algunos detalles sugestivos: “…los testigos Andrés
Pigneto y Luis A. Leompart, que oyeron decir que el procesado se encontraba en Buenos
Aires, porque lo había traído don Justo Urquiza; y por otra parte, José Abella, que declara:
que además de tener conocimiento que Justo Urquiza buscaba a Aurelio Casas, afirma que
fue visto por el citado Urquiza, para que matara al general López Jordán, y Felipe Limo,
que afirma también saber que el citado Urquiza hacía diligencias para dar con el paradero
de Aurelio Casas”
Por su parte la familia Urquiza le hace llegar a la familia del matador, una fuerte suma de
dinero en concepto de “donación”. La gente comenta sobre esta “donación” y en una hoja
sin pié de imprenta publicada en Gualeguaychú se lee la siguiente noticia:
Leonardo Castagnino.
Bibliografía: