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La Familia Narcisista.

Introducción

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Introducción
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

El Enfoque

La Familia Narcisista es un libro escrito por terapeutas para


terapeutas. Es para aquellas personas valientes que, en la vida
cotidiana, llevan a pacientes a aquella lucha misteriosa, privada y
hasta a veces hermosa, que llamamos terapia.
Los autores son dos terapeutas que han trabajando en las trincheras.
Esas salas a prueba de ruido, moderadamente cómodas y en las
cuales, los pacientes esperanzados y los terapeutas esperanzados, se
juntan durante más o menos una hora. Al igual que muchos
terapeutas, hemos luchado con pacientes que eran bastante reacios
al tratamiento. Buscamos libros, talleres, palabras de sabiduría por
parte de nuestros colegas, siempre con la esperanza de encontrar
respuestas al porqué de estas barreras que existen y a cómo
saltarlas.

La información que más nos ayudó para esto, está inevitablemente


orientada hacia la acción. Está bien que haya razones y teorías, pero
lo que queremos saber ahora, es cómo aplicarlas, qué hacer detrás
de esas cuatro paredes, cómo ayudar al cliente. Este libro da un
avance de un nuevo punto de vista, al trabajar con una población de
pacientes un poco extraña y difícil. No da una nueva categoría de
diagnóstico, sin embargo, sugiere una línea en común que une a
individuos quienes, dependiendo del día en el que se los entreviste,
podrían indistintamente ser diagnosticados como con una variedad de
desórdenes de la personalidad (como estar al borde de la locura, ser
hiper ansiosos, narcisitos, paranoicos y dependientes) o hasta se los
podría catalogar como persona con algún síndrome clínico y con
desórdenes clínicos, como por ejemplo una personalidad múltiple,
que sean distímicos o que tengan stress post traumático. Además, el
modelo de La Familia Narcisista, provee un marco de trabajo para los
terapeutas, con el cual pueden ayudar a individuos que comparten
estas características.

Una Vista Más Amplia

Las relaciones entre las experiencias de la infancia y su efecto a


veces permanente en el comportamiento adulto, han fascinado a
observadores del comportamiento humano durante mucho tiempo.
De un particular interés ha sido el impacto de la familia de origen de
una persona en el desarrollo personal. En esta última década, el
concepto de “hijos adultos de padres alcohólicos” (ACOA [N. de T.: en
sus siglas en inglés]), nos ha ayudado a entender los efectos casi
previsibles de haber sido criado en un sistema familiar alcohólico.
Como terapeutas, muchos de nosotros hemos trabajado durante años
con individuos que sufren de lo que parecía ser una baja autoestima
imposible de cambiar, o una incapacidad para sostener una relación
íntima y/o caminos bloqueados en la comprensión del ser de uno
mismo. El concepto de “hijos adultos de padres alcohólicos”, abrió
una nueva puerta para la comprensión de estos problemas.

Terapeutas-autores como Woititz, Black, Gil, y Bradshaw (entre


otros) han dado imágenes vívidas de cómo las personalidades de los
hijos están moldeadas de una manera especial por la familias
alcohólicas.(1) Los textos que se han producido sobre este tema, han
esclarecido un camino mucho más amplio para la recuperación de
hijos de padres alcohólicos. También ha crecido la sensibilidad de los
terapeutas en cuanto al impacto de la crianza en una familia
alcohólica en el desarrollo de la personalidad. En una época, los
terapeutas pocas veces hacían preguntas directas en cuanto al
comportamiento que tenían los padres de los pacientes cuando
bebían. Hoy en día, estas preguntas ya se exploran de manera
rutinaria en una entrevista inicial de evaluación.

Recientemente, un nuevo grupo de textos se ha creado.


Sobrevivientes de abusos han escrito libros, tanto para focalizar la
atención en la devastación causada por el abuso físico y sexual, pero
también para dar una validación y una guía a otros sobrevivientes, ya
sean hombres o mujeres. Laura Bass y Susan Davis, han articulado el
trauma del abuso sexual, así como las técnicas que ayudan a la
recuperación. Su texto, es un texto de referencia que se llama “El
Coraje de Curarse” [N. de T.: “The Courage to Heal”]. Mientras que
Steven Grubman-Black fue uno de los primeros que atacó el mito de
la invulnerabilidad de los hombres ante el abuso sexual, en una
narrativa conmovedora que se llama “Niños Rotos / Hombres Que
Reparan” [N. de T.: “Broken Boys / Mending Men”](2). De hecho,
muchas librerías ofrecen muchos más libros de auto ayuda para estos
sobrevivientes, que libros para hacer dieta. Y, hasta este momento,
es algo básico en la industria editorial.

Vínculos en Común

En nuestro trabajo en los Estados Unidos, en el Centro Psicológico de


Rhode Island, junto con el beneficio de trabajar con hijos adultos de
padres alcohólicos y con modelos de abuso, llegó una especie de
confusión. ¿Qué pasa con individuos que tienen los mismos rasgos
que los hijos adultos de padres alcohólicos, pero cuyos padres ni los
violan, ni les pegan? Es verdad, hubo una disfunción en sus familias,
pero el vínculo que los une fue más elusivo. Entre hijos adultos de
familias disfuncionales, pero no alcohólicas o no ofensivas,
encontramos un cuerpo de rasgo de personalidades previamente
identificados con el modelo de los hijos adultos de padres alcohólicos.
Esto incluía, por ejemplo, una depresión crónica, una indecisión, una
falta de confianza en sí mismo.

Dentro de la población, encontramos unos rasgos de comportamiento


en común, como por ejemplo una necesidad crónica de gustar, una
incapacidad para identificar sentimientos, necesidades, deseos y una
necesidad de validación constante. Este grupo de pacientes sentía
que se merecían todas las cosas malas que le habían sucedido,
mientras que las cosas buenas que les habían sucedido eran
probablemente errores o accidentes. Tenían muchas dificultades para
ser asertivos y privadamente sentían una especie de rabia
penetrante, la cual tenían miedo que saliera a la superficie. Se
sentían como tigres de papel, por lo general muy enojados, pero muy
fácil de derrotar. Sus relaciones interpersonales se caracterizaban por
falta de confianza y sospecha al borde de la paranoia, intercambiados
-a veces- con episodios desastrosos de una apertura y confianza total
y falta de juicio. Se sentían crónicamente insatisfechos, pero estaban
llenos de miedos de ser percibidos como caprichosos o quejumbrosos,
si expresaban sus verdaderos sentimientos.

Muchos de ellos podían retener su rabia por períodos


extremadamente largos, pero luego explotaban en asuntos
relativamente insignificantes. Tenían un sentimiento de vacío e
insatisfacción en cuanto a lo que lograban. Esto también se
encontraba entre individuos que podrían haber sido vistos como muy
exitosos. La lista de gente incluía a profesionales que estaban
obsesivamente envueltos en sus empresas, pero que eran incapaces
de lograr algo en un nivel en el cual alcanzarían una cierta
satisfacción. En las relaciones, estos individuos se encontraban en
repetidas situaciones sin salida.

Dado que estos síntomas fueron tan bien definidos en los textos
populares sobre los hijos adultos de padres alcohólicos, le pedimos a
algunos individuos de familias disfuncionales no alcohólicas, que
leyeran estos libros como si fueran este caso de personas, como por
ejemplo el libro “Hijos adultos de alcohólicos”, escrito por Janet
Woititz o el libro “Haciendo crecer la pena” [N. de T.: “Outgrowing the
pain”] de Elianna Gil.(3) Los clientes volvían identificándose de
alguna manera con ese síndrome, pero no del todo con los ejemplos
de padres que bebían o que eran brutales. Algunas cosas en el
modelo sonaban a verdad -por ejemplo: negar los sentimientos, el
sentirse vacío, el hecho de tener modelos recurrentes inefectivos de
interrelación personal-, pero todo esto no era suficiente para que los
pudiesen ayudar.

Mejorando el Sistema Antiguo

Hicimos dos cosas para tratar con las discrepancias entre los
ejemplos de los rasgos de personalidad sobre las causas de los hijos
adultos de [padres] alcohólicos y las experiencias verdaderas de
nuestros clientes. Primero, al leer los libros de autoayuda, les
pedimos a los clientes de familias no abusivas y no alcohólicas, que
reemplacen la palabra “alcohólico” o “abusivo” por “disfuncional”.
Segundo, les aseguramos a estos clientes, cuyos recuerdos de la
infancia todavía eran muy vagos, que estos libros que les
recomendábamos iban a serles de mucha ayuda, a pesar de que las
experiencia personales no parecían corresponder exactamente a sus
descripciones.
Las substituciones y aseguramientos ayudaron. De este modo, al
reconocer que los términos tales como “hijos adultos del alcoholismo”
o “del abuso” eran demasiado restrictivos, los textos comenzaron a
cambiar. Variaciones de términos que no se limitaban a referirse a un
tipo específico de disfunción (por ejemplo “hijos adultos”)
comenzaron a aparecer. La misma pregunta, sin embargo, siguió
rondando: ¿Qué es lo que pasa realmente en estas familias, que
causa estos problemas psicológicos en común, que antes
catalogábamos como rasgos de hijos de adultos de padres
alcohólicos? La pista principal fue que, en la ausencia del abuso con el
alcohol, otras formas de padres disfuncionales parecían producir los
mismos síntomas, por ejemplo: en el incesto, el abuso físico, la
negligencia emocional o la ausencia física.

Un Punto de Vista Emergente

Cuando comenzamos a tratar de rastrear los rasgos en común que


comparten los sistemas parentales de los sobrevivientes,
identificamos un modelo de interacción que hemos llamado “la familia
narcisista”. Sin importar la presencia o la ausencia de un abuso que
se pueda identificar, hemos encontrado un rasgo pervasivo, presente
en todas las familias: la necesidad del sistema parental de tener la
prioridad por sobre las necesidades de los niños.

Hemos hallado que, en la familia narcisista, las necesidades de los


niños sólo son secundarias con respecto a la de los padres, pero por
lo general son problemáticas para estos últimos. Si uno quiere
rastrear la familia narcisista en cualquiera de las escalas del
desarrollo bien conocidas (como por ejemplo la de Maslow o la de
Ericsson), uno ve que las necesidades más fundamentales del niño,
aquellas de confianza y seguridad, no están satisfechas.(4) Además,
la responsabilidad de la realización de estas necesidades, cambia del
padre hacia el hijo. En esta situación familiar, el niño debe ser
reactivo a las necesidades de los padres, en lugar de ser lo que
corresponde, es decir, que los padres deben responder a las
necesidades del niño. De hecho, la familia narcisista está consumida
en tratar con las necesidades emocionales del sistema parental.

En la familia narcisista se contrata a los niños en el proceso de


satisfacer las necesidades de los padres. En una familia en la que el
padre es un adicto a la cocaína, tanto la esposa como los niños bailan
alrededor del padre para no inducir conflictos. Cuando la mamá está
al borde de la locura, hay una especie de danza similar entre el
esposo y los niños. En una familia incestuosa, los niños son
protegidos del atacante, quien nunca se confronta con el esposo o la
esposa. El esposo o la esposa de un padre con traumas, pone toda la
energía en sostener el status quo y en enternecer o ablandar a su
pareja, todo esto perjudicando a sus niños.

En la familia narcisista, el comportamiento del niño está evaluado no


en términos de lo que dice sobre lo que él o ella esté experimentando
o necesitando, si no en su impacto en el sistema parental. Por
ejemplo, en una familia saludable un niño que recibe una mala nota
en un boletín, alerta a los padres acerca de la presencia de un
problema. La situación es luego examinada en términos de las
necesidades del niño y de su desarrollo. Por ejemplo: ¿el trabajo es
demasiado duro? ¿El niño está bajo stress? ¿Necesita ayuda: un
tutor, apoyo o algo así? En la familia narcisista, sin embargo, el
mismo problema es examinado en base a las dificultades que esto
presenta para los padres. Por ejemplo: ¿El niño es desobediente,
haragán, avergüenza? ¿O quizás está buscando sólo una atención
excesiva?

En este ejemplo, la familia saludable reaccionaría expresando una


preocupación por los sentimientos de niño, presentando su mala
nota, no como una falla personal, sino como un problema que debe
ser resuelto. En la familia narcisista, sin embargo, las reacciones de
los padres le indican al niño que sus sentimientos tienen una
importancia limitada o ninguna importancia en lo absoluto. [En este
caso] el niño no TIENE un problema, él ES un problema. Yendo un
poco más lejos, el niño no tiene necesidad (por ejemplo, de un
tratamiento para la dislexia, para la ansiedad, una tardanza en el
desarrollo, presión, etc.), si no que se le pone una etiqueta (haragán,
holgazán, estúpido, el payaso de la clase, disparate, etc.) Las
consecuencias de las acciones de los niños en los padres, son de una
importancia primordial. Con el tiempo, estos niños aprenden que sus
sentimientos tienen un valor muy pequeño o hasta negativo.
Comienzan a desprenderse de sus sentimientos, a perder el contacto
con ellos. Por lo general, esta negación de sentimientos es funcional
para el niño, ya que expresarlos sólo alimenta el fuego. En lugar de
entender, de reconocer, de validar SUS propias necesidades, estos
niños desarrollan un sentido exagerado de su impacto en las
necesidades de sus padres, de hecho, se convierten en un reflejo de
las necesidades emocionales de sus padres. Las necesidades del
padre se convierten en un blanco en movimiento en el cual el niño
refleja un sentido de error o falla, sienten que ellos son los que se
equivocan. Además, no llegan a aprender cómo validar sus propios
sentimientos y cómo satisfacer sus propias necesidades. Con el
tiempo, los niños sufren un adormecimiento semi-permanente de sus
sentimientos. En la edad adulta estos individuos pueden no llegar a
saber lo que sienten, excepto por ciertos grados de desesperación,
frustración y insatisfacción.

El camino hacia la recuperación, el cual planeamos en el Capítulo


Cuatro, se delinea en cinco etapas separadas. Esto incluye la
comprensión de los pacientes de que no son responsables por el
sistema de acciones que los padres les inculcaron durante su crianza,
ni que los podrían haber controlado. También incluye, sin embargo,
su comprensión de que una vez adultos tienen el poder de controlar
su recuperación y que, de hecho, son responsables de esto. En otras
palabras, un niño con una familia disfuncional, está moldeado por la
disfunción de su familia, pero una vez que es adulto ya no necesita
que esta disfunción lo defina.

¿Por Qué Ejemplos de Casos?

Este libro está salpicado de ejemplos de casos, contrariamente a


estudios de casos. Nuestro sentimiento es que luego de haber pasado
horas con sus propios pacientes, puede ser que los terapeutas no
deseen invertir tiempo leyendo transcripciones de sesiones de otros,
para deducir algunos conceptos. Por lo tanto, los ejemplos que hemos
abreviado corresponden a ilustraciones auténticas, con la información
para identificar limpiada para proteger la confidencialidad.

Para acomodarnos a diferentes situaciones y para hacer que el texto


sea más fácil de leer, hemos variado las voces de los autores de vez
en cuando, por ejemplo, refiriéndonos alternativamente a ellos como
“nosotros”, “yo”, “el terapeuta”, etc. Del mismo modo, al presentar
ejemplos también hemos variado los pronombres “él”, “ella”, “ellos”
para que el texto fluya más fácilmente.

Hemos evitado usar las situaciones extremas en cuanto nos fue


posible. Los peores casos son relativamente fáciles de comprender.
Si, por ejemplo, a un paciente le cae un balde de agua fría a
propósito por parte de alguno de sus padres cuando es niño, no es
difícil entender porque las heridas emocionales existen. Sin embargo
hemos hallado que las historias que presentan los pacientes, por lo
general son mucho más sutiles. No es necesario que el niño sea
severamente abusado, para recibir un trauma. Hemos observado
individuos cuya historia de la familia de origen no fue tan dramática,
pero que sin embargo se ven seriamente afectados. Estos individuos
provienen de familias narcisistas, en las cuales la disfunción fue
pervasiva y, sin embargo, encubierta.

Se espera que estas ilustraciones sirvan de aparatos mnemónicos, es


decir, de ganchos en los cuales atar los conceptos. Los casos fueron
elegidos con matices netamente diferentes de comportamiento
disfuncional dentro de la familia narcisito, que puede variar entre algo
realmente obvio hasta algo confusamente sutil. Al igual que en la
naturaleza, en que los elementos existen muy rara vez en su forma
pura, por ejemplo el oxígeno se encuentra mezclado con una docena
de otras sustancias en el producto que llamamos “aire”, del mismo
modo son los rasgos de la familia. Si bien podemos hacer referencia a
una familia incestuosa o con problemas de alcohol, unas crianzas
disfuncionales por lo general muy raramente son presentadas por el
paciente en su forma pura, al contrario, los problemas tienden a ser
multidimensionales. Los ejemplos de casos van a ayudar a los
terapeutas a reconocer elementos claves de la familia narcisista, a
pesar de que se encuentren en forma encubierta.

Presentando el Marco de Trabajo

Nosotros consideramos que la psicoterapia es un arte de curación,


una mezcla de técnicas, estrategias y una alquimia personal diseñada
para portar una especie de alivio y para aumentar en el crecimiento
del cliente.(5) Para aquellos que poseen una mente científica, esta
orientación puede olerles un poco a folkismo o algo inexacto, un
proceso que suena más a una anécdota. Claro, hay desórdenes para
los cuales las pruebas empíricas han apoyado un tipo de tratamiento
más que otro. Por ejemplo, en el tratamiento de las fobias simples, se
dice que la intervención sobe el comportamiento, juntando
aproximaciones sucesivas con una inhibición recíproca, funcionan en
más del 90% de los casos.(6) Lamentablemente, los textos
publicados tienen muy poco de estos casos en los que hay una
estrategia de tratamiento que se apareja con los desórdenes que se
pueden reconocer. La psicología y el trabajo social son ciencias
suaves.

Y, sin embargo, aquellos de nosotros que estamos en este terreno,


continuamos investigando, leyendo, yendo a talleres, hablando con
colegas clínicos y buscando supervisión. Todo esto con la esperanza
de ayudar, mejor a nuestros clientes. Para mejor o para peor,
nuestros métodos de tratamiento muy pocas veces se ponen bajo
escrutinio, principalmente nos la ingeniamos para encontrar técnicas
que correspondan a nuestra propia personalidad y a las necesidades
de nuestros clientes.

Ciertamente existe una necesidad de validación de las modalidades


de tratamiento. En la formulación de una hipótesis inválida, el
investigador debe primero tener un marco de trabajo, una orientación
o una dirección en la cual va a explorar. La presentación de la Familia
Narcisista es la exposición de tal marco de trabajo. Es el desarrollo y
la implementación de este modelo hipotético, que nos ha sido de
tanta ayuda a los autores, al trabajar con una población específica de
pacientes. El marco incluye: (1) Una hipótesis de formación de
síntomas y las secuelas en el comportamiento, (2) sugerencias para
estrategias de tratamiento. No contiene -ni tampoco es la intención
que contenga- unos estudios que validen francamente estos puntos.

En cuanto a nuestro punto de vista, este libro tiene dos puntos


fuertes. Primero, postula una causa más amplia (y menos misteriosa)
que alguna vez ha sido reservada muy estrictamente a los casos de
los niños adultos del alcoholismo, y que luego se fueron expandiendo
hacia niños de familias disfuncionales. Al hacer eso este libro propone
una teoría para explicar por qué tantos individuos poseen síntomas
similares, a pesar de que sus contextos pueden parecer muy
diferentes, y que, sin embargo, están desprovistos de un abuso
identificable. En segundo lugar, este libro provee una fórmula para
tratar terapéuticamente con esta población. Los autores han detallado
estrategias que han hallado muy benéficas para trabajar con una
población que muy a menudo se muestra refractaria al tratamiento.

En conclusión, los autores están tratando de exponer un modelo de


tratamiento práctico, orientado hacia la acción y dirigido a los
terapeutas. Si bien una vista positiva, la validación y el apoyo al
paciente, son aspectos críticos de la terapia, el terapeuta en este
modelo es una fuerza preactiva en el proceso. No estamos
presentando este modelo como una nueva teoría del estudio del ser
(para usar la terminología de Kohut), sino que estamos sugiriendo
que presenta la posibilidad de un punto [de partida] para comenzar a
formular una teoría.(7) Creemos que el modelo de tratamiento de la
familia narcisito es un paso necesario hacia la evolución de los
procesos terapéuticos.
Narciso, Narcisismo y el Modelo de la Familia Narcisista

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso, Narcisismo y el Modelo de la Familia Narcisista
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo 1
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Este texto es acerca de los individuos criados en familias narcisistas.


No es acerca de aquellos que sufren del desorden de la personalidad
narcisista. Aunque es posible que uno de los padres (o ambos) en un
sistema narcisista tenga éste u otro desorden, es poco probable; por
lo general los desordenes de la personalidad en el grueso de la
población no son tan comunes, y casos de desórdenes de la
personalidad narcisista, mientras que parecen ir en aumento, todavía
constituyen un porcentaje minúsculo de la población terapéutica. (1)

Usamos el término, narcisista en nuestro modelo de tratamiento más


en el sentido clínico que en el descriptivo. En este caso nuestra marca
de narcisismo es descendiente de Ovidio, pero relacionada con Freud
también. El narcisismo quiere decir estar absorto en si mismo,
padecer una carencia de consideración y/o preocupación, una cierta
superficialidad, preocupación por apariencias externas, falta de
profundidad, distanciamiento -desgana de acercarse mucho o dar
mucho. Cualquiera o todas estas descripciones, en distintos grados y
con una distinta frecuencia, pueden ser utilizadas para describir al
sistema parental de una familia narcisista. Aunque estos términos
pueden ser usados en la descripción del desorden de la personalidad
narcisista, sólo son la punta del iceberg. Cuando un ignorante usa el
término narcisista de en una forma peyorativa – como en “Esa
pequeña imbécil narcisista! En todo lo que piensa es en ella misma!” -
en realidad está transponiendo narcisismo con solipsismo: la creencia
o visión de que todo lo que existe, puede ser conocido o tiene
importancia es en uno mismo. Tal vez sería más adecuado decir, “Esa
pequeña imbécil solipsista!”

No vamos a categorizar a los individuos provenientes de familias


narcisistas como “narcisistas patológicos”; (2) sin embargo, la
definición del sistema en sí tiene paralelos con el marco psicoanalítico
que define al narcisismo. En algunos puntos de la discusión de este
modelo, se cita a la teoría psicoanalítica; existe, de hecho, mucho
qué ganar con el entendimiento de la evolución psicoanalítica de la
teoría del narcisismo, y hemos incluido una breve reseña del
desarrollo de la teoría (desde Freud pasando por Kernberg y Kohut)
en el Apéndice A. Nuestra referencia a la teoría psicoanalítica viene
de la apreciación por las bases históricas del modelo de la familia
narcisista, así como del estudio y trabajo previo hecho por otros que
contribuyen para el mejor entendimiento de nuestra teoría.

Reconocemos que el desorden de la personalidad narcisista, sin


embargo, es una condición seria, a menudo debilitante y
excesivamente dolorosa que es extremadamente difícil de tratar. (3)
Los primeros precursores de la teoría psicoanalítica, con excepción de
Heinz Kohut, han por largo tiempo considerado al psicoanálisis como
el tratamiento a seguir para un desorden así. Aún dentro de ese
entorno, hay grandes desacuerdos concernientes a la eficacia y al
enfoque de los distintos métodos de tratamiento. (4) A medida que
nuestro texto se desarrolle, el lector podrá ver que, por muchas
razones, no respaldamos el psicoanálisis como medio para el
tratamiento de los desordenes de los individuos criados en familias
narcisistas.

Narciso y Narcisismo

Para referenciar al desorden que etiquetamos como narcisismo de


una manera significativa, debemos de regresar al recuento de Ovidio
sobre el mito:

Me consumo en amor propio; tanto mantengo las llamas como las sufro. ¿Qué
debo hacer? ¿Debo ser cortejado o cortejar? ¿Por qué cortejar del todo? Lo que
deseo, lo tengo; tengo en abundancia lo mismo que mi deseo suplica de mi (5)

En esta versión del mito, Narciso era el producto de una violación. Su


madre, Liriope, una dama de las aguas, fue violada en un arroyo y
casi ahogada. Cuando Liriope le pregunta a un profeta acerca de lo
que el futuro le guarda a su hijo, y si llegará a vivir una edad
avanzada, el profeta responde, “Si nunca llega a conocerse a si
mismo” (6). Narciso, aunque hermoso físicamente y deseado por
muchos (de ambos sexos), permanece
indiferente. Es amado y admirado, especialmente de manera trágica
por Eco, pero no ama ni admira en correspondencia. Al final, por
supuesto, encuentra un objeto digno de su amor – su propio reflejo
en el agua. Entonces llega a “conocerse a si mismo”, lo cual resulta
en su misma muerte. Lo que queda es una hermosa flor blanca (el
Narciso) que florece a la orilla del lago perpetuamente reflejado en
sus aguas.

Hay muchos elementos en este mito que han sido considerados para
estudios y modelos psicológicos (incluyendo el nuestro): la historia de
Narciso simbólicamente incluye los peligros de la belleza física, el lago
como espejo, la violación, el amor propio, la auto-estima sesgada, el
amor homosexual, el amor perverso, el rol de la empatía, el agua
como fuente de vida/muerte y el auto-conocimiento como muerte. La
parte de Eco se usa para representar a la personalidad reactiva, al
distorsionado sentido del ser y la falta de auto-conocimiento como
muerte.

Tal vez más que cualquier otro personaje mitológico, Narciso ha


fascinado a estudiosos del comportamiento humano por la
dramatización de dualidades caracterológicas como: pasión/frialdad,
distanciamiento/absorción, realidad/ilusión, percepción/hecho,
unidad/separación, sujeto/objeto y demandar/rechazar amor. Como
Chessick apunta hábilmente, el término personalidad narcisista ha
sido usada “con una variedad impresionante de significados, yendo
desde la perversión sexual a la concentración de intereses
psicológicos en uno mismo” (7). Y ahí reside el problema.

Narcisismo Renacido

Havelock Ellis fue el primer estudiante de psicología en incorporar el


mito de Narciso al cuerpo de la literatura psicológica. En “Auto-
Erotismo: Un Estudio Psicológico” (1898), publicado al final del siglo
diecinueve, describió la suplantación de la manifestación sexual
externa por una tendencia “Narcisista en apariencia” interna de auto-
erotismo, actividad a menudo durante el sueño. Ligó la tendencia
hacia el placer sexual individual como de carácter totalitario y
perverso.(8) Durante el mismo periodo, Paul Nacke describió la
actitud de quien trata a su cuerpo como un objeto sexual, tocándose
y acariciándose como principal desfogue a sus deseos sexuales; el
término Narcismu (Narcisismu) fue dado a conocer para describir esta
actividad como una perversión sexual.(9).

Freud usó por primera vez el término narcisístico en 1910 como nota
a pié de página en el previamente escrito Tres Ensayos sobre la
Teoría de la Sexualidad.(10) Y mientras que fue Rank (1911) quien
publicó el primer estudio psicoanalítico sobre el tema, fue en “Sobre
Narcisismo: Una Introducción” que Freud estableció el concepto y
terminología de lo que sería un eje central de su teoría de
desarrollo.(11) También movió al estudio del narcisismo lejos de la
perversión sexual, escribiendo que “una asignación del libido
merecedora de ser descrita como narcisismo tal vez se encuentre
presente de manera mucho mas extensa, y eso tal vez ocupe un
lugar en el curso normal del desarrollo de la sexualidad humana”
(itálicas agregadas)(12).

Tanto Freud como Mahler observaron al narcisismo como solución a


un conflicto, moviendo al infante lejos del narcisismo “primario”
(saludable), donde el niño conoce (ama) solo a su persona, hacia una
exitosa transferencia de amor por un objeto (usualmente la madre).
(13) Donde no ocurra esta progresión natural, o donde un trauma
force al niño que ha logrado exitosamente la transición, entonces
resulta la patología que llamamos narcisismo o desorden de la
personalidad narcisista.

El Modelo de la Familia Narcisista

Aunque nuestro paradigma se encuentra en paralelo con el


narcisismo clínico, el nombre es derivado de la relación de Eco y
Narciso, y está mas relacionado con Eco que con Narciso. En vez de
Modelo de la Familia Narcisista, pudimos haberlo llamado el modelo
centrado alrededor de los padres, o aún el modelo Eco – pero hay
una relación, para la mayoría de nosotros, con la palabra narcisismo
que es descriptivamente significativa y comunicadora. Yendo más
lejos, hay una indudable conexión con la teoría psicoanalítica,
particularmente ejemplificada por las teorías de desarrollo de Freud y
Mahler. (15) Nuestro modelo es ciertamente acerca del sistema
parental que, por alguna razón, puede reflejarse sólo a si mismo y
sus propias necesidades (Narciso), y acerca del niño que sólo existe
para los padres al grado que cumpla o rechace cumplir esas
necesidades (Eco). En un sentido estricto este modelo no trata al
narcisismo patológico, sino del sistema de relaciones o interacciones
que cargan con cualidades que asociamos comúnmente con el
narcisismo: absorberse en si mismo, desapegos, falta de empatía, el
ponerse (al sistema parental) primero, una exagerada necesidad de
validación y preocupación con la apariencia externa por encima de
una interna sustancial.

Las teorías no florecieron, estallando, como Atena de la frente de


Zeus. Los orígenes del término familia narcisista son tanto históricos
como sociológicos. Hay referencias a lo largo de este libro de las
variantes de Ovidio y de Freud del narcisismo para ilustrar ciertos
puntos o conceptos. Hay muchas referencias al concepto de
enfermedad mental para dar continuidad. Podemos ver las tendencias
de un individuo hacia el auto-centralismo y grandiosidad desde la
perspectiva tradicional de las relaciones-objeto y expedir un
diagnóstico de desorden de personalidad narcisista, o podemos
asumir la perspectiva de que hay un grado de narcisismo saludable
que contribuye a la auto-protección, auto-aserción y creatividad. Para
citar a Sheldon Bach:
Pero esa misma centralidad que crea problemas en las relaciones-objeto tal vez
sea necesaria para la capacidad excepcional creativa, y ¿quién es para decir si
la grandiosidad y las fantasías de poder podrían parecer patológicas únicamente
cuando no acompaña el éxito en el mundo?

Aparentemente, tales distinciones no siempre son fáciles de hacer, y no


podemos necesariamente asumir que un narcisista saludable se vuelve favorito
de los dioses mientras que uno enfermo se vuelve un paciente. (16)

Para ilustrar nuestra posición de que la enfermedad mental depende


grandemente de quien la observa – es por eso que el enfoque de este
modelo se establece de acuerdo a la manera como las personas se
relacionan, no en su patología – quisiéramos compartir una joya
sacada de La Máscara de la Cordura de Cleckley.
Un millonario, notorio por sus excentricidades, tenía un hermano mayor más
balanceado quien, en numerosas ocasiones, ejerció una fuerte presión para
ponerlo bajo cuidado psiquiátrico. Al recibir noticia de que este hermano mas
sabio había sido abandonado inmediatamente después de la noche nupcial por
una famosa dama del teatro (con quien había entablado una fuerte suma de
dinero) y que la novia, durante el episodio pseudo-matrimonial, había estado
obstinadamente vistiendo medias, el más joven apresuró a enviar este sucinto
e incontestable telegrama: ¿QUIÉN ESTÁ LOCO AHORA?(17)

Una Nuevo Marco de Referencia

Al hablar del sistema familiar narcisista, no estamos describiendo a


individuos con desórdenes crónicos. En su lugar estamos hablando de
un nuevo marco para (1) buscar la manera para que las personas
aprendan a interactuar con sus familias de origen, (2) analizar las
consecuencias durante la edad adulta de los patrones e interacciones
en la edad infantil, y (3) organizar estrategias para manejar esas
consecuencias durante la terapia. Así, para el paciente que necesita
saber “¿Quién está loco ahora?” nosotros respondemos que nadie, o
todos; ¿cuál es la diferencia? Este modelo no es sobre patología, es
sobre aceptación (Vea el Capítulo Cuatro) – aceptación de la realidad
del pasado, y las posibilidades para un cambio productivo en el
presente.
Características de la Familia Narcisista

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo II
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Dentro de una familia narcisista, las necesidades del sistema parental


son enormes. Ya sea que la familia esté compuesta de dos padres, de
un pariente consanguíneo y un padrastro o madrastra, de una madre
o padre soltero, o de pariente directo soltero y su novio o novia, de
un padre o madre soltera y otros parientes, de padres adoptivos,
abuelos o cualquier configuración imaginable, la capacidad del
sistema parental– o más exactamente, su incapacidad – para
centrarse en las necesidades del niño o niños es factor determinante
en una familia narcisista. En el Capítulo Uno, aludimos a dos
categorías de familias narcisistas: abiertas y encubiertas. Ya que
todas las familias narcisistas caen dentro de una de estas dos
categorías, abriremos nuestra discusión considerando cada una de
ellas.

Familias Abiertamente Narcisistas

Estas familias son relativamente fáciles de reconocer por el


terapeuta, ya que son las clásicas familias disfuncionales. Estas
familias se caracterizan por un sistema parental que se ve afectado
por el alcohol o drogas, abusos físicos o sexuales, crímenes,
enfermedades mentales obvias (con antecedentes de ingresos a
instituciones o depresiones inhibitorias, por ejemplo), y/o
negligencias extremas. (Para una discusión más detallada de las
implicaciones en el tratamiento de adultos criados en familias
traumáticamente abusivas, vaya al Capítulo Ocho).

En estas familias, el sistema parental se centra sobre si mismo de


manera tan arrolladora, que tal vez tengan dificultades en atender las
necesidades más básicas (alimento, vestido, casa y seguridad). Los
niños nacidos en familias abiertamente narcisistas se vuelven
reactivos/reflectivos muy tempranamente – a menudo desde la
infancia, o a partir del establecimiento de condiciones profundamente
disfuncionales dentro del sistema parental.

El Secreto Familiar

Tal vez la característica que más sobresalga en estas familias sea la


del secreto familiar. Para poder satisfacer las necesidades expresadas
o implícitas de los padres, el niño oculta el abuso y/o descuido a otros
y, como es común a veces, incluso a sus mismos hermanos. En vez
de unirse para apoyarse, los niños de estas familias son a menudo
aislados el uno del otro. El “secreto” es demasiado aterrador para ser
discutido, aún entre ellos.

En terapia, los adultos de familias abiertamente narcisistas tal vez


tengan muy pocos recuerdos de su niñez. Respuestas como las
siguientes son comunes cuando estas personas son cuestionadas
acerca de su familia de origen:

“Realmente no recuerdo mucho. Era una familia muy normal, creo.


Quiero decir, nos castigaban si hacíamos algo mal: Papa nos
golpeaba con el cinturón. Pero lo merecíamos”. Este fue el comentario
de Ben hecho al comienzo de su terapia. Ben era cruelmente
golpeado con regularidad por su padre desde su temprana infancia
hasta la mitad de su adolescencia, justo cuando se volvió más alto y
fuerte que su progenitor. Sin embargo, el abuso emocional por ambos
padres sí continuó, y fue igual o más destructivo aún.

“Mi padre era más o menos un cabrón. Pero no me hizo mucho a mí;
mis hermanos lo tuvieron mucho peor. Y mi madre era realmente
maravillosa; todavía es mi mejor amiga. Tuvimos muchos momentos
buenos. En realidad, apenas lo recuerdo”. Esta también fue una
declaración al comienzo de la terapia con Eileen, cuyo padre
alcohólico golpeaba a todos los niños mientras la madre observaba. El
padre era particularmente abusivo verbalmente hacia Eileen y la
escogía para ocasionarle castigos sádicos, como el dispararle a su
perro para luego colocar el collar junto a su almohada mientras
dormía. Cuando Eileen trataba de hablarle a su madre de las palizas,
en particular hacia su hermano menor por correr el riesgo de un
desenlace fatal, su madre la silenciaba diciendo, “Sólo lo vas a
empeorar”. Cuando Eileen trató de llamar a la policía durante un
incidente, su madre desconectó el teléfono.

“No hay razón para hablar de mi infancia. Fue perfectamente normal.


De hecho, no puedo recordar nada; ¿no es terrible? Pero fueron
buenos tiempos”. Esa fue una declaración de Kristen, también al
comienzo de su terapia, cuyo padre era guardia civil. Continuamente
se ausentaba y cuando estaba en casa, estaba borracho. Su madre
estaba crónicamente deprimida e ingresaba en una institución mental
por largos periodos de tiempo, durante los cuales Kristen – la única
mujer de cuatro hermanos – tomó las riendas de las tareas
domésticas, la preparación de alimentos y el cuidado de su hermano
menor (nacido cuando tenía diez años). Este patrón continuó hasta
que abandonó su hogar a los diecinueve años.

“Era lo que pudiera decirse una chica mala”, dijo Eleanor


valientemente, tratando de no llorar pero al mismo tiempo
obviamente sobrecogida por la vergüenza de haber tenido que
admitir su sensación de “maldad” a su terapeuta. “No sé como mis
pobres padres pudieron aguantarme. Yo era todo un caso, ¡de
verdad! Pero ¿tenemos que repasar todo eso? En realidad no tengo
muchos recuerdos. De todas maneras, ¡estoy aquí para tratar mis
ataques de ansiedad, no mi niñez! Eso se acabó”. Su perturbada
madre la aporreaba periódicamente durante su adolescencia, y
constantemente la acusaba, desde los diez años, de ser promiscua,
llamándola “prostituta” o “puta” comparándola con sus “buenas”
hermanas. En realidad, Eleanor era una joven altamente moral que
permaneció virgen hasta su matrimonio a los diecinueve.

El término abiertamente narcisista se aplica a lo que el terapeuta


percibe, no lo que el paciente percibe. El que un paciente reconozca
la realidad de su educación conforma la excepción, no la regla. El
típico adulto proveniente de una familia narcisista está lleno de ira no
reconocida, se siente vacío, desplazado y deficiente, sufre
periódicamente de ataques de ansiedad y depresión, y no tiene idea
de cómo llegó a ese punto.
La Tensión y Miedo al Abandono

La tensión es característica de la familia abiertamente narcisista.


Todos los niños tratan desesperadamente de llamar la atención y
lograr aprobación y/o tratan de evitar cualquier choque que
empeoraría las cosas, con el fin de inyectar algún tipo de control
sobre la situación para mejorarla. El miedo al abandono en los niños
los empuja a tomar medidas extremas negando – a los demás, y a
menudo a si mismos – la realidad de su situación en casa. Este miedo
se prolonga frecuentemente hacia la vida adulta, volviendo difícil y
dolorosa la toma de conciencia del origen de la familia durante la
terapia.

Las Familias Encubiertamente Narcisistas

Estas familias son más difíciles de reconocer, ya que los


comportamientos disfuncionales de los padres son más sutiles.
Recordamos muchos casos de revisión de historias de pacientes
completamente normales, en la que buscábamos un comportamiento
abusivo que, basándose en los síntomas del paciente, debía de estar
presente pero que no lo estaba. Durante una reunión con el equipo
de trabajo para tratar un caso, un colega detalló maravillosamente un
caso difícil para declarar después, lleno de frustración, “¿Quién es el
alcohólico? ¡Yo sé que alguien en esta familia tiene un problema de
alcoholismo!”, pero nadie lo tenía.

El problema radicaba en que el paciente manifestaba todos los


síntomas que asociamos a una familia con problemas de alcoholismo,
pero sin evidencia de abuso de alcohol o drogas; de hecho, sin
evidencia de ningún tipo de abuso familiar. Tal como el Rey de Siam
mencionó a Anna, “Este es un acertijo” (1).

La solución a este enigma muchas veces residía en que el paciente


provenía de una familia encubiertamente narcisista. Sencillamente,
este tipo de familias parecían normales desde el exterior y fantásticas
desde el interior. De hecho, los sobrevivientes de este tipo de familias
se desconciertan muchísimo ante la sugerencia de que cualquiera de
sus problemas pudiese provenir de su familia de origen. Después de
todo, nadie tomaba ni consumía drogas, nadie golpeaba a nadie,
nadie tenía una enfermedad mental severa, etcétera. El papá podía
ser del tipo que trabajaba su jornada de ocho horas, y Mamá el ama
de casa horneando galletas para la Asociación de Padres de Familia.
Simplemente no existían problemas.

Sin embargo, se volvió aparente a lo largo de la terapia que las


necesidades de los padres constituía el enfoque de la familia, y de
alguna manera se esperaba de los niños que cubriesen esas
necesidades. Obviamente, si se espera que los niños satisfagan las
necesidades parentales, entonces sus propias necesidades no están
cubiertas, ni tampoco aprenden a expresar sus necesidades o
sentimientos apropiadamente. Todo lo contrario: lo que los niños
aprenden es a enmascarar sus sentimientos, como pretender sentir
cosas que no sienten, y como evitar experimentar sentimientos
reales. Becky, del Capítulo Uno, es un ejemplo.

La historia de Brad. “No avanzaremos mucho hablando de mi


familia; mi familia inventó la palabra normal refiriéndose a si misma,
dijo Brad, un ejecutivo varonil y atractivo de treinta y un años. Brad
acudió a terapia por su incapacidad en sostener relaciones con
mujeres. Brad era un hombre de negocios exitoso cuya confianza y
entusiasmo resultaban contagiosos; su baja autoestima quedaba
enmascarada de forma efectiva en el mundo de los negocios.
Dedicaba la mayor parte de su tiempo a su trabajo. Esto influyó
positivamente en su rápido ascenso a través de los rangos
corporativos, pero negativamente en sus relaciones sentimentales. Su
adicción al trabajo que inicialmente constituía una defensa contra sus
pésimas relaciones, se convertía ahora en un problema al entablar
cualquier tipo de relación.

Brad provenía de la típica familia encubiertamente narcisista. Sus


padres eran maestros de escuela y activamente implicados en su
comunidad. Brad y su hermana fueron buenos estudiantes, talentosos
atletas y músicos, y también populares entre sus compañeros de
clase. Los padres estaban en casa cuando los chicos estaban en casa,
la familia comía junta seis días a la semana, y nadie se sobrepasaba
con la bebida, ni consumía drogas, ni fumaba, ni insultaba o golpeaba
a nadie. Eran absolutamente normales tanto por fuera como por
dentro.

“Solía preguntarme por qué estaba tan asustado, por qué me sentía
tan desplazado”, dijo Brad. “Observaba a familias de otros niños,
quiero decir que realmente las observaba. La nuestra no era
diferente. Era normal. Es decir, mis padres tenían sus peleas, y cosas
así. Pero nada excesivo. En realidad sucedía lo contrario. ¡Ninguno de
los dos dejaba que dijésemos algo malo sobre el otro! Mamá podía
llegar a ser algo autoritaria y crítica. Pero era una familia amorosa, y
siempre mencionaban lo importante que era la familia. Todo era
bueno. Solo son ideas mías. Todavía las tengo; no puedo soportar
regresar allí. Aunque a ellos no les parece importar.”

Cuando se le preguntó si sus padres habían tratado alguna vez de


hablar con él de sus sentimientos, su respuesta fue: “No, no que lo
recuerde. Nadie hablaba de sentimientos. Simplemente sabías lo que
tenías que hacer. Si no lo hacías, te metías en problemas. Tal vez
hablaron de sentimientos con Betsy (su hermana); ella era la buena
en realidad.”

La hermana de Brad que le llevaba dos años y medio, era músico


profesional. A pesar de haber sido muy unidos de niños, sus trabajos
les reclamaban en costas opuestas, erosionando así su relación. En el
transcurso de la terapia, Brad fue motivado a restablecer contacto
con su hermana para averiguar las impresiones que guardaba de su
educación. Se impresionó al saber que ella tenía sentimientos muy
similares sobre su infancia. Más aún, sus percepciones eran más
fuertes. Lo siguiente es el extracto de una carta que ella ilustraba así:
“Siempre sentí que Mamá y Papá tenían otros planes...Estaban tan
involucrados el uno con el otro que nosotros no
importábamos...Estaban obsesionados o celosos entre ellos,
sexualmente hablando. Recuerdo no hablar de sentimientos cuando
quería hacerlo. Como si la tensión emocional entre los dos fuera tan
fuerte que no podían soportar que fuésemos otra cosa más que niños
exitosos de recortes de papel. Esa casa estaba tensa en permanencia.
No podía esperar a graduarme para irme lejos a la universidad.”
Cuando Brad recibió la carta de su hermana, consiguió ver a su
familia con ojos nuevos, y vio que sus percepciones eran acertadas.
Aún sin saber por qué, estuvo de acuerdo en que las cosas iban bien
en casa mientras los niños no hiciesen petición emocional alguna a
los padres. Sino todo se pondría muy tenso. Dijo que aprendió a
“actuar siendo siempre feliz”. Brad y su hermana aprendieron a
satisfacer las necesidades de sus padres, y a no pedirles ayuda
emocional. En pocas palabras, venían de una familia encubiertamente
narcisista.

Más adelante en este capítulo, mostraremos la historia de Trisha. Su


familia de origen es otro buen ejemplo de una familia
encubiertamente narcisista. No hubo abuso sexual o físico, todas las
necesidades físicas de Trisha estuvieron bien satisfechas, y no fue
expuesta al uso inapropiado de drogas o alcohol, sexualidad o
violencia. La “danza” parental simplemente no incluía a Trisha. A la
edad de siete años, se volvió incapaz de cumplir con las necesidades
de sus padres, y ellos se volvieron renuentes a cumplir las suyas.

Cuestión de Grados

Ya sea abiertamente o encubiertamente, el grado de disfunción de


una familia no sólo varía en el sentido absoluto, sino de acuerdo a
cada niño específico dentro de la familia. Los pacientes surgen de
familias que varían, desde normales a extremadamente peculiares y
aún en las más peculiares puede ocurrir que se conceda importancia
a las necesidades y sentimientos de los niños, por lo que los padres
se esforzarán en satisfacerlos. Por tanto, a pesar de sufrir la familia
alguna inestabilidad o chao pasajero, los niños guardarán un buen
sentido de quiénes son y de su importancia. Sabrán que sus
sentimientos importan y que serán atendidos de la mejor manera por
los padres.

Por lo contrario, todos hemos tenido pacientes de familias con


problemas de alcohol (o algún otro problema clásico de familias
disfuncionales) pero que sin embargo resultaron ser personas
sorprendentemente coherentes. Tienen buen sentido de quiénes son
y logran escoger parejas adecuadas, ser buenos educadores como
padres, tener amistades cercanas y carreras satisfactorias. Las
familias con cierto grado de disfunción tal vez tengan un niño que se
porte muy bien mientras que los demás hermanos son un desastre,
psicológicamente hablando. ¿Por qué un niño parece escapar
relativamente indemne? Postulamos que este niño tuvo sus
necesidades cubiertas en mayor grado que sus hermanos o
hermanas.

Sabemos que ningún niño crece exactamente igual en el mismo


ambiente; los padres responden de modo distinto ante cada hijo
dependiendo tanto de la personalidad de los padres como la del niño.
Quizás un hijo haya sacado el mismo extraño sentido del humor que
la madre, otro hijo tal vez comparta el amor a la pesca de papá, y
puede que el tercero sea muy cariñoso.
La manera en que se relacionen los padres con estos tres hijos puede
variar porque los niños son diferentes en si, y porque los
sentimientos de los padres (ante todo los suyos propios) en las
distintas interacciones también varían. Por ello es posible que en una
familia un niño o niña logre tener cubiertas sus necesidades
emocionales de forma muy consistente mientras que los demás no lo
consiguen.

Un paciente que había cambiado de terapeuta (por un traslado


geográfico) comentó que su anterior terapeuta le había dicho en más
de una ocasión, “Entiendo cómo tus hermanas llegaron a ser lo que
son (alcohólicas, con esposos alcohólicos); ¡lo que no entiendo es
como saliste indemne!” La respuesta fue que a pesar de haber nacido
el paciente y sus hermanas en una familia narcisista, el grado en el
que sus necesidades fueron cubiertas varió enormemente.

Problemas de Confianza

Hemos encontrado en la mayoría de las familias narcisistas


características que nos muestran como enfocarlas de otra manera y
que permiten identificar áreas clave en la dinámica de sus
interacciones. La confianza, y el desarrollo de la desconfianza, es la
más obvia.
Hemos encontrado que los sobrevivientes de familias narcisistas
tienen dificultad para confiar, pero no forzosamente porque sus
necesidades primarias hayan sido desatendidas durante la infancia.
Por el contrario, muchos sobrevivientes de familias encubiertamente
narcisistas parecen haber sido bien atendidos, tanto físico como
psicológicamente, durante los primeros doce a veinticuatro meses de
vida (y más en ciertos casos) durante los cuales se pudo establecer
algún nivel rudimentario de confianza (2).

Como discutido en el Capítulo Uno, los problemas de las familias


narcisistas a menudo comienzan cuando el niño intenta afirmarse a si
mismo y a realizar peticiones emocionales al sistema parental (3). El
sistema tal vez sea francamente incapaz de cumplir con esas
demandas, y tal vez se sienta resentido o amenazado. Como
anotamos anteriormente, más que no aprender nunca a confiar, el
niño más bien aprende a no confiar, o va perdiendo la confianza poco
a poco, .

La historia de Trisha. El padre de Trisha era un oficial militar


condecorado, y su madre la
esposa eficiente y devota de un militar. Cuando Trisha era pequeña,
recuerda su familia como siendo “perfecta”. Era la familia perfecta.
Papá era el apuesto oficial naval, Mamá la bella y elegante esposa, y
yo era el bebé adorable. La vida era una interminable sucesión de
fiestas de té en el jardín, y yo el centro de atención. Me llevaban a
todos lados con ellos. La gente siempre decía que era “como una
pequeña muñeca”. Pensé que toda mi vida sería de esa manera –
todo cariños y alabanzas y risas. Cuando lo recuerdo, me entran
ganas de llorar; era tan maravilloso. No he vuelto a sentirme tan
querida desde entonces”.

Pero, cuando Trisha creció, la situación cambió. “Recuerdo haberlo


sentido a los siete años. Me desperté presa del pánico. Fui al baño y
me observé en el espejo. Estaba traté de averiguar qué había
cambiado en mi – por qué estaba equivocada. ¿Qué había hecho para
que mis padres no me quisieran más? Y lloré y lloré. No podía
averiguarlo. Al día siguiente, decidí que era porque era más alta (su
madre era bajita, con una figura 'perfecta'), así que decidí no comer.
Papa estaba en Vietnam en aquel entonces, así que sólo estábamos
las dos, mi madre y yo. Mi madre no se dio cuenta que yo no comía,
pero tampoco modificó su comportamiento respecto a mi. Estaba muy
ocupada, siempre. Vivíamos en Virginia para estar cerca de mis
abuelos. El ambiente era muy social y Mamá lo disfrutaba mucho.
Cuando recibíamos visitas en casa, mi madre me vestía indicándome
qué decir. Nunca parecía complacida conmigo, aunque me empeñaba
mucho en ser linda. Mis padres siempre decían que era “tan linda, tan
adorable”, así que puse más empeño aún en hacer lo que siempre
había hecho. Entonces mi madre sólo decía, “¡actúa de acuerdo a tu
edad, Trisha!” o hacía otro comentario demostrando su desdén. Me
mandaba a mi cuarto nada más llegar las visitas, y la criada se
quedaba conmigo. Sentía que molestaba y que era fea.

“Cuando Papi regresó a casa, supuse que las cosas serían como
antes, pero no lo fueron. De pronto parecía muy irritado conmigo
también. Le dijo a Mamá que parecía enferma, y ella me llevó al
doctor que me dio una medicina. Tenía que tomar algo que parecía
un licuado tres veces al día. Papi me apuntó en gimnasia para
“ponerte en forma”, y Mamá se enojaba mucho conmigo si no comía.
Ella quería complacer a Papá, creo. Comencé a comer de nuevo; no
servía de nada pasar hambre, de todos modos seguiría creciendo.
Pero estaba abatida. Trataba una y otra vez que me amaran como
antes, que fuesen mi Mami y Papi de nuevo, ser la “misma” que había
sido...”

En este momento Trisha se llenó de lágrimas. “De todos modos fue


entonces cuando comencé a arrancarme las pestañas...Cuando me fui
haciendo mayor, sobreactuaba mucho. Hacía todo lo que se me
ocurría para captar su atención, o algo de atención. No me
importaba. Entonces era realmente bonita, y parecía que ya no les
importaba que estuviera en sus fiestas. Pero no podía confiar en
ellos. Por mucho que pretendiera su aprobación - la necesitaba
desesperadamente – estaba asustada. La tuve una vez, y la perdí. Así
que hice muchas cosas para herirlos, avergonzarlos. Era muy
promiscua, y seduje a unos jóvenes oficiales que estaban bajo el
mando de Papi. Mi último “¡mírenme! ¡fastídiense!” creo. Nunca he
confiado en nadie. Especialmente en mi”.

A medida que Trisha pasaba de la adolescencia a una edad más


adulta, sus dificultades para confiar la empujaron a tener muchas
relaciones y patrones de comportamiento dañinos. Tenía una
abrumadora necesidad de atención y aprobación masculina, pero en
cuanto las tenía se asustaba muchísimo, entonces precipitaba el final
de la relación. Odiaba y desconfiaba de las mujeres, y no tenía
amigas. (El enfoque inicial de su terapia fue su habilidad para lidiar
con una terapeuta). Había descubierto una forma placentera de auto-
mutilación en su temprana adolescencia (arrancarse el vello facial con
pinzas) y, a pesar de las dificultades cosméticas que presentaba,
mantuvo el comportamiento hasta convertirse en una compulsión
profundamente arraigada.

Obviamente existe un número de factores en el caso de Trisha. La


historia de su familia de origen, sin embargo, es un buen ejemplo de
familia narcisista donde la niña inicialmente cumple con las
expectativas de los padres y a cambio se cumplen las suyas también.
(Vea, “El Modelo Parental Invertido”, abajo). Era bueno para la
carrera de su padre, que también era la de su madre, aparentar ser
una hermosa pareja joven con un hermoso bebé. Cuando el bebé
creció, volviéndose más alto y torpe, pidiendo más atención, y con
una agenda propia que seguir – dejó de ser visto como algo positivo
por sus padres. Mientras las necesidades físicas de Trisha eran
atendidas por una serie de criadas, nadie atendía sus necesidades
emocionales. Su madre se volvió cada vez más cruel y abusiva
verbalmente, su padre alternaba entre frío/distante y cálido/seductor.
(4)

Trisha relató que había momentos en que sentían la necesidad de ser


“padres” y de pronto e inexplicablemente la bañaban con atención y
afecto. Este reforzamiento intermitente e impredecible es común en
las familias narcisistas; mantiene a los niños “enganchados” al
sistema parental con la esperanza de ser capaces de precipitar la
repetición de este comportamiento, y al mismo tiempo los vuelven
más desconfiados de si mismos (por darse cuenta de su incapacidad
en provocar más interacciones positivas) y de los demás (“ellos me
atrapan y luego me dejan, entonces no dejaré que me atrapen más”).

El Modelo Parental Invertido

Cuando el niño crece, la identidad de los padres se involucra cada vez


más con el desarrollo del pequeño. (5) Simultáneamente, a medida
que las necesidades del niño se vuelven más complejas y mejor
articuladas, tal vez comience a infringir más visiblemente el sistema
parental. Un niño irritante que reclama atención en un momento
inoportuno puede, después de todo, ser colocado en su cuna a puerta
cerrada. Un niño iracundo y lloroso de nueve años es algo totalmente
diferente.

Es a medida que se imponen las necesidades psicológicas del niño en


la vida de la familia, cuando verdaderamente se desarrolla la familia
narcisista. El sistema parental es incapaz de adaptarse para cubrir las
necesidades del niño, y el niño, para poder sobrevivir, debe ser quien
se adapte. El proceso de inversión comienza: la responsabilidad de
cubrir las necesidades gradualmente cambia de los padres al niño.
Mientras que en la infancia los padres fueron los que cubrieron las
necesidades del niño, ahora el niño es quien intenta más y más cubrir
las necesidades del los padres, ya que de esta manera puede obtener
atención, aceptación y aprobación.

En la infancia, el desarrollo normal del bebé es a menudo gratificante


para los padres, por lo que a su vez gratifican al bebé. Por ejemplo,
las sonrisas del bebé (¡con o sin gases!) representan habitualmente
una fuente de placer para los padres y son recibidas con excitación,
atención y cariño. El comer, gatear, moverse, hacer ruidos e intentar
vocalizar son gratificantes y gratificados a cambio. Las necesidades
de los padres y del niño están en sintonía; por tanto, no hay
problema.

El desarrollo normal del pequeño, sin embargo, tal vez represente


una amenaza para los padres. La exploración del niño requiere
vigilancia y paciencia; sus gritos de “¡No!” y “¡Mió!” pueden ser
exasperantes y desconcertantes. Las preguntas y llamadas de
atención de un preescolar son invasivas y consumen tiempo. Más
aún, las necesidades de los niños – especialmente las emocionales –
se incrementan en la misma proporción que su docilidad disminuye.
Conforme va desarrollándose un niño normal, la necesidad de
complacerse a si y a sus amigos se incrementa mientras que la
necesidad de complacer a sus padres disminuye.

Una familia sana no cambiaría el concepto básico de responsabilidad


parental, por mucho que este hecho natural moleste; la tarea de los
padres es satisfacer las necesidades del crío, no al revés. En una
familia narcisista, por el contrario, al incrementarse la necesidad de
diferenciación y satisfacción de necesidades emocionales del pequeño
como consecuencia de un desarrollo normal, la creencia parental es
que el pequeño está obstaculizándolos, volviéndose más egoísta y
demás. Los padres, sintiéndose amenazados, se reafirman en su
posición esperando que un niño más árido cubra mejor sus
necesidades. (6) En algún punto entre la infancia y la adolescencia,
los padres pierden el enfoque (si es que alguna vez lo tuvieron) y
dejan de ver al niño como un ser independiente, con sentimientos y
necesidades que cubrir y validar.

En su lugar, el niño se vuelve una extensión de los padres. El


crecimiento emocional normal es visto como egoísta o deficiente, y
esto es lo que los padres reflejan al hijo. Para que el niño logre
aprobación, necesita satisfacer la necesidad expresada o sugerida de
los padres; la aprobación está condicionada por la satisfacción de las
necesidades del sistema parental por el niño.

La historia de Lynne. Lynne era una estudiante calificada con


honores en el segundo año del bachillerato, una probable candidata a
dar el discurso en la ceremonia de graduación (por tener las notas
más altas) y a recibir ofertas de becas para poder seguir estudiando
en la universidad. A pesar de ser una estudiante excelente y
concienzuda, sus profesores comenzaron a preocuparse por sus
frecuentes ausencias, retrasos y cambios de humor y apariencia.
Lynne podía estar alerta, bien arreglada, respetando el horario un día
y luego al siguiente llegar una hora tarde, despeinada y ausente. Su
peso también pareció fluctuar erráticamente, aunque era dificultoso
distinguirlo ya que usaba vestimentas holgadas y colores obscuros.
Sus amigas cercanas estaban preocupadas también, y confesaron al
consejero escolar que sus cambios de humor y episodios iracundos
estaban aislándola de la mayoría de los amigos que le quedaban.
Cuando Lynne fue confrontada por el consejero escolar, ella negó
tener problemas. Ya que la madre de Lynne era empleada del mismo
distrito escolar, el consejero escolar pensó que ella estaba siendo
reacia a discutir cualquier problema por lealtad a su madre, así que le
recomendaron una asistencia privada.

Cuando Lynne comenzó su terapia, quedaba claro su determinación


en presentarse como una adulta madura y “a cargo de las cosas” ante
la terapeuta. En unas pocas sesiones, sin embargo, la fachada se
derrumbó. Lynne era una adolescente desesperadamente infeliz
procedente de una familia narcisista, pero su lealtad y
responsabilidad hacia su madre era tal que resultaba
extremadamente doloroso confiar en alguien, incluyendo su
terapeuta.

Los padres de Lynne se divorciaron cuando ella tenía ocho años y su


hermana cinco. Los recuerdos de su primera infancia son escasos.
Recuerda un padre más bien pasivo, gentil con ella, pero que se
enredaría en peleas a gritos con su madre, quien acudiría entonces a
Lynne en busca de consuelo. Su experiencia personal con su padre
difería enormemente de la imagen negativa que su madre le pintaba,
lo cual era confuso e inquietante para Lynne. Cuando ella sentía amor
por su padre, “Me sentía mal, culpable de alguna manera. Como si
estuviese desleal hacia mi mamá.”

Su madre se presentaba ante Lynne como alguien en constante


necesidad de apoyo, y su papel lo describió como “una amiga más
que una madre; nos contábamos todo”. La madre de Lynne se vestía
y comportaba en muchos sentidos como una adolescente; arreglando
su cabello justo como lo hacía cuando era una adolescente (muy
largo y liso), y vestía las mismas ropas que su hija.

Después del divorcio, el papel de Lynne como confidente y apoyo


emocional de su madre se fue reafirmando. Además de cuidar de su
madre, ahora asumía la responsabilidad básica del cuidado de su
hermana. Aunque no había nada intrínsecamente dañino por tomar
más responsabilidad en casa para que su madre pudiera regresar a la
escuela, la carga emocional de tener que tranquilizar constantemente
a su madre asegurándole que era buena, responsable, alguien que
había hecho todo lo posible para mantener a la familia unida, con un
físico atractivo y joven de apariencia, que no descuidaba a June (la
hija menor), y que también era la mejor amiga de Lynne, hizo que
ésta ultima asumiera el rol de padres de su madre. Lynne también
sentía una tremenda necesidad en hacer las cosas como si no le
costara demasiado y sin comentario o queja, para que su madre no
se sintiese incómoda. Lynne abandonó las excursiones escolares
porque “Mamá estaría sola” (June a menudo pasaba los fines de
semana con su padre; Lynne rara vez lo hacía); y no se reunía con
nadie cuando su madre se había quedado sin novio,” para que Mamá
no se sintiese mal”.

Al inicio de la terapia, Lynne era una adolescente seriamente


deprimida coqueteando con la bulimia y el suicidio como un
desafortunado intento de inyectar algún tipo de control en su vida. La
tarea de ser padres de su madre fue demasiado para ella.

Las Reglas para el Funcionamiento de una Familia Narcisista.

Existen ciertas maneras predecibles mediante las cuales los


miembros de una familia narcisista se relacionan unos con otros.
Estas representan el criterio no articulado por el cual se espera que la
familia funcione. El propósito de las reglas es aislar a los padres de
las necesidades emocionales de sus hijos, proteger y mantener
intacto al sistema parental. Por ello, todas estas “reglas para el
funcionamiento” no articuladas desmotivan a los niños a comunicar
sus sentimientos abiertamente a la vez que limitan su acceso a los
padres, mientras que los padres tienen acceso ilimitado sobre los
niños.

Comunicación Indirecta

En la familia narcisista, la comunicación directa y clara de los


sentimientos es desalentada. Las personas expresan sus sentimientos
de manera indirecta. Las peticiones rara vez son directas; en lugar de
“Sam, ¿podrías poner la mesa?” uno escucha “¡Sería lindo que
alguien pusiera la mesa!”.

Cuando los padres están disgustados o enojados, usualmente son


incapaces de expresar esos sentimientos a su tiempo y de manera
adecuada. Un paciente recordaba que cada vez que su madre estaba
enojada con su padre, le dedicaba una atención exagerada durante la
cena y se ponía muy severa con los niños por su supuesta falta de
preocupación por el bienestar del padre: “Ed, pásale a tu padre las
patatas primero. Stacy, dale a tu padre la mantequilla ahora mismo
antes que se enfríe la verdura.” Continuaba haciendo esto hasta que
toda la familia se pusiera realmente tensa e incómoda, arruinando la
cena, entonces explotaba al más mínimo comentario banal hecho por
el padre y se levantaba de la mesa en llanto. El padre se quedaba en
la mesa unos minutos, y luego arrojaba su servilleta para irse,
dejando a los niños asustados, confundidos y resentidos. En ningún
momento se volvía a mencionar o a dar explicaciones sobre estos
incidentes.

Comunicación Triangular

Otra técnica ineficiente de comunicación usada en las familias


narcisistas es la comunicación triangular. Los padres se comunican a
través de un tercero, normalmente un niño. Un paciente, sin
embargo, relató que durante años sus padres se comunicaban a
través de la perra: “Buffy, dile a tu Papi que Mami quiere salir el
sábado por la noche”. “Buffy, recuérdale a Mami que el sábado es la
noche de bolos de Papi”. Un día, Buffy decidió salir, y se llevó a Papi
con ella. ¡El padre hasta firmó la nota de aviso con el nombre de la
perra!

Sin embargo, los padres “confían” normalmente en los niños, con la


expectativa implícita, que el niño lleve el mensaje al otro. Los padres
también suelen utilizar al niño como intermediario para no tener que
comunicarse directamente, planeando su vida alrededor del niño (o
niños) y evitando así estar a solas entre si; en otras palabras, usan al
niño en defensa a la intimidad. En un escenario a tres, uno de los
padres emplea la comunicación triangular para formar una alianza
con el menor en contra de otra persona, aplicando el concepto de “el
enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Esto confunde y daña al niño
cuando el “enemigo” es el otro pariente del niño o un hermano o
hermana. (7).

De nuevo tratamos con familias encubiertamente narcisistas.


Aparentemente, las necesidades de los niños están siendo atendidas,
y tal vez pasen hasta mucho tiempo con uno o ambos padres. El
problema, desde luego, es que la preocupación de los padres por
satisfacer sus propias necesidades es la que dicta las normas en las
relaciones familiares. Los niños no pueden predecir cuándo o por qué
llega una racha feliz ni cuando se va a acabar o ser denegada.
Sienten como que han “logrado hacerlo correctamente” cuando la
intimidad está siendo motivada, y que “lo han echado a perder”
cuando está siendo desalentada. En realidad ellos no son
responsables por su inclusión o exclusión de la intimidad parental; el
verdadero motivo se halla en las necesidades de los padres, y no en
el comportamiento de los hijos.

Falta de Disponibilidad Parental.

La falta de disponibilidad parental se refiere a la disponibilidad


emocional – la habilidad de tener conversaciones acerca de
sentimientos. Muchos sobrevivientes dirán no haber tenido nunca
conversaciones profundas con sus padres. Que los padres “hacían
cosas” por ellos (como transportarlos, darles cosas o comprárselas),
pero si realmente querían o necesitaban hablar de sus sentimientos,
la conversación rápidamente se convertiría en una sesión de consejos
(haz esto, haz lo otro), una pelea (tú debiste haber hecho esto o lo
otro), o negación (tú no te sientes deprimido, estás hambriento y
cansado; las cosas estarán mejor mañana). Los padres estaban
siempre “demasiado ocupados” para hablar. Y, por supuesto, los
niños podían constatar como los padres estaban ocupados, haciendo
cosas por los niños, o la familia o el trabajo. Por lo que si los niños se
sentían resentidos, era porque eran egoístas, estaban equivocados o
de mal humor.
La historia de Anna. Anna es una bella estudiante universitaria de
diecinueve años que es modelo a tiempo parcial. Acudió a terapia por
su distimia y bulimia. Anna y su hermano, Marshall, tenían ocho y
once años respectivamente, cuando su madre divorciada decidió
unirse al clero. Esto requirió seis años de educación, internado y
trabajos a tiempo parcial.

“De tener una casa linda con dos padres, dos coches, un perro y un
gato, pasé a tener un apartamento maloliente, sin mascotas, sin
padre y – esencialmente – sin madre. Lo odiaba. No me importó el
apartamento o el tema del divorcio; quería que se divorciaran de
todas formas. Ambos, mi hermano y yo lo deseábamos. Papa era
realmente una persona despreciable; engañaba a Mamá y era
malintencionado con nosotros, así que estuvimos muy felices con el
divorcio. Y el apartamento era genial, algo inconvencional. Pero en
cierto modo, mi hermano y yo pensábamos que nosotros estaríamos
ahora los tres contra el mundo; que Mamá estaría más disponible
ahora que Papa se había ido.

“Después de tener esta gran experiencia religiosa, ella cambió. De la


noche a la mañana. Y eso fue muy malo. ¡Era como vivir con una
completa extraña! Después del divorcio, mi madre no se portó
alocadamente sino que era fantástica. Quiero decir que se puso a
dieta, dejó que le creciera el cabello y comenzó a tener citas. Cosas
como esas. Era genial. Aún era Mamá, y mi hermano y yo pensamos
que era muy gracioso. Era como si estuviese volviendo a vivir su
adolescencia o algo parecido. Pero era una gran madre. Ella hablaba
con nosotros – realmente hablaba. Podíamos decirle cualquier cosa.
Nuestros amigos la adoraban también. Aunque éramos más bien
pobres después del divorcio, esto no marcó ninguna diferencia.
Nuestro apartamento era el lugar donde todos nuestros amigos
querían estar; adoraban a Mamá, y ella los quería mucho. Ese fue un
gran año. Entonces, como dije antes, ella tuvo esta cosa religiosa, y
se convirtió en una persona distinta. Luego regresó a la escuela para
convertirse en sacerdotisa y dejé de tener mamá.” (Anna comenzó a
sollozar).

“Siempre andaba ocupada con cosas de la iglesia. Y siempre nos


visitaban esos extraños sacerdotes, manteniendo discusiones largas y
aburridas que se prolongaban hasta bien entrada la noche. Trataba
de esperar hasta que se fueran para poder hablar con ella pero me
quedaba dormida. O lloraba hasta dormirme. Entonces mi hermano
empezó a distanciarse de mí. Yo lo entendí, quiero decir que él era un
adolescente, y yo una niña todavía. Pero me dolió – estaba tan sola...
Mamá tenía a Dios, y Marsh a sus amigos y su novia...y yo no tenía a
nadie.

“A veces intentaba hablar con Mamá, pero ella sólo decía que sabía lo
difícil que era para mi y que para ella también lo era. Que me
extrañaba muchísimo. Luego me abrazaba y besaba prometiéndome
que estaría conmigo más tiempo después. ¡Ha! ¡Ella me extrañaba a
mí! ¡Eso sí que es bueno! Ella no tenía por qué extrañarme – ¡podía
estar conmigo! Muchas de las cosas que hacía no tenía por que
hacerlas. No era parte del programa. Lo hacía para quedar bien.

“Allí estaba yo, herida y solitaria. Furiosa también, creo. Comencé a


desarrollarme a los once años, y a los trece años era sexualmente
activa. ¡Lo odiaba! Pero al menos (Anna está llorando muy
intensamente)...al menos alguien me abrazaba y dejaba hablar. Me
quedé embarazada y tuve un aborto a los catorce años - dos
semanas antes que mi mamá fuera ordenada”.

“En la...ceremonia de ordenación, se la veía como una santa. Todos


decían entonces – todavía me lo siguen repitiendo – cuán abierta es,
qué fácil es hablar con ella...cuan amorosa es...yo qué sé. Puedo
verlo, creo. Así es como la ven. Todos adoran a mamá, ella hace el
bien. Sé que lo hace. Pero – ¿cómo puedes odiar a alguien por hacer
el trabajo de Dios? ¡Me siento tan mala persona!”

Límites confusos

En la familia narcisista, los niños carecen de derechos. Sus


sentimientos no les pertenecen; sus sentimientos no son tomados en
consideración. Si no tenemos sentimientos, entonces los demás no
tienen por qué tomarlos en consideración.
Problemas como el derecho a la privacidad tienen un color distinto en
la familia narcisista. Por ejemplo, en una familia sana, se respeta y
alienta la privacidad: los padres no entran en los dormitorios o baños
sin tocar a la puerta primero, no escuchan las conversaciones
telefónicas de los demás, tampoco leen el correo ajeno, y no dejan
que los niños invadan su privacidad tampoco. Hay límites claros,
reglas claras que gobiernan lo que los miembros de la familia pueden
esperar el uno del otro.

En una familia abiertamente narcisista, puede que no haya ninguna


regla que gobierne el problema de limitación, como el caso de la
privacidad. La privacidad tal vez sea un concepto totalmente ajeno.
Las posesiones de las personas, su tiempo e inclusive sus propios
cuerpos pueden ser propiedad de los padres, del cuidador, o de
hermanos más poderosos o más fuertes. En la casa donde el padre
esté abusando sexualmente de uno o más niños, por ejemplo, la idea
de privacidad – o propiedad de la privacidad – es impensable para la
víctima de incesto. Si ella no posee su cuerpo, no posee nada y no
tiene derechos. No hay límites en absoluto en términos de lo que
pueda esperar o requerir de otros (nada), y de lo que los demás
puedan esperar o requerirle a ella (todo).

En las familias encubiertamente narcisistas, pueden existir reglas


claras para gobernar los límites, incluyendo la privacidad física. El
problema, sin embargo, es doble. Primero, los padres pueden infringir
las reglas si su necesidad lo dicta, y segundo, no hay límites en
términos de expectativas emocionales para los hijos. Siempre se
espera que los niños cubran las necesidades de los padres, pero las
necesidades de los niños se suelen cubrir por pura coincidencia
afortunada. (Vea “El Blanco Movible” más abajo)

Los problemas de límites son enormemente complejos para el


sobreviviente y por tanto se mencionan en muchas ocasiones en este
texto (vea el Capítulo Seis). Los adultos criados en familias
narcisistas a menudo no saben que pueden decir no – que tienen el
derecho a limitar lo que quieren hacer para los demás, y que no
tienen que estar física y emocionalmente disponibles para cualquiera
en cualquier momento. En sus familias de origen, tal vez no hayan
tenido el derecho a decir no, o a discriminar entre una petición
razonable o descabellada. Los niños de de familias narcisistas no
aprenden a establecer límites, porque no es del interés parental
enseñarlos: ¡los niños podrían usar esas habilidades con ellos! (Vea la
historia de Janine en el Capítulo Cuatro).

El Blanco Movedizo

En la sección anterior, se mencionó que en una familia narcisista los


niños tal vez vean sus necesidades cubiertas por mero accidente –
como un subproducto del cumplimiento de las necesidades de los
padres. Por ejemplo, Susie (de 6 años de edad) tiene necesidad de
ser atendida. La madre de Susie por lo general se encuentra
“demasiado ocupada” (es irrelevante si está ocupada con Papá, con la
cocaína, con el trabajo, o con una depresión mayor – el niño no ve
diferencia) para atenderla, y le exige a la hermana mayor de Susie,
Joyce (de doce años) que “¡se la quite de encima!”. La necesidad de
atención de Susie no está satisfecha por su madre; Joyce tampoco
tiene cubierta su necesidad de atención ni la de autonomía por su
madre.

Pero supongamos que la suegra viene de visita. Mamá siente la


necesidad de alabanza y estima por parte de su suegra, quien valora
una buena educación parental. Así, durante la visita, Mamá se
muestra disponible y cariñosa con ambas hijas. Susie y Joyce logran
que sus necesidades de atención estén cubiertas, y Joyce puede
pasar un rato, liberada de su papel de niñera. La suegra alaba la
habilidad como educadora de Mamá, así Mamá ve cubierta su
necesidad de estima. Todo el mundo está feliz – temporalmente.
Mamá cubre las necesidades de sus hijas, pero sólo se trata de una
coincidencia por la que la madre ve sus necesidades cubiertas.

En el ejemplo anterior, los efectos son particularmente dañinos. Las


niñas creen que son la causa de que Mamá se comporte más
afectuosamente, lo cual las motiva a creer que tienen el control sobre
sus acciones. Cuando Mamá recobra su comportamiento anterior, tal
vez crean que también son la causa de ese rechazo. No pueden
ganar: están tomando responsabilidad por cosas que no pueden
controlar. La única lección que pueden aprender de este patrón es
que aún no saben como hacer lo correcto. Algo realmente malo les
está pasando; lo consiguieron por un tiempo breve, y luego lo
echaron a perder. Las niñas continuarán tratando de alcanzar al
blanco movedizo – en este caso, la “tecla” que cause que su madre
las atienda.

Carencia de Derecho

La principal dificultad que implica el establecimiento de límites, los


asuntos de intimidad y virtualmente cualquier problema de
sobreviviente, tiene que ver con el derecho emocional. Para poder
establecer límites con otra persona (ya sea diciendo no al sexo,
rechazando llevar al adolescente a la tienda tarde en la noche para
comprar un cuaderno porque se le “olvidó” pedirlo antes, o
reclamando igualdad de paga en el trabajo), uno tiene que saber que
tiene el derecho a sentir como lo hace: uno tiene derecho a
establecer límites, sentir el sentimiento o realizar la solicitud.

En las familias narcisistas, ya sean abiertas o encubiertas, los niños


no tiene el derecho a poseer, expresar, o experimentar sentimientos
que sean inaceptables para los padres. Los niños aprenden a hacer
toda clase de cosas con sus sentimientos para que no les causen
problemas con sus padres: los guardan, los subliman, los niegan,
mienten sobre ellos, los simulan, y en última instancia olvidan cómo
experimentarlos. Lo que ha sido extinguido durante la infancia – el
derecho a sentir – es difícil de revivir en la vida adulta. Pero hasta
que de adultos entiendan que tienen el derecho a sentir lo que sea
que sientan, y que siempre tuvieron ese derecho, nunca serán
capaces de dar un paso hacia adelante a la hora de establecer límites.
Y sin límites apropiados, todas las relaciones resultan distorsionadas
y nefastas.

Lectura de Mente

Caroline, una joven que tratamos, fue una de estas personas


bastante íntegras que mencionamos previamente en este capítulo; el
producto de una familia narcisista, quien a pesar de ello logró que sus
necesidades emocionales fuesen cubiertas por sus padres. A pesar de
que las dos hermanas mayores de Caroline eran alcohólicas y
disfuncionales, Caroline estaba felizmente casada, madre de dos
niños en edad preescolar y cursando su estudios a media jornada
para obtener el título de profesorado. Caroline acudía
intermitentemente a terapia para tratar temas específicos; en otras
palabras, a veces surgían circunstancias para las que la educación de
Caroline no la había preparado, y asistía a dos o tres sesiones para
“recomponer su cabeza”, como ella lo llamaba. Una de esas sesiones
tenía que ver con la lectura de la mente.

La historia de Caroline. Caroline había sido criada en una familia


narcisista donde una de las reglas inarticuladas era que el padre
debía ser capaz de intuir los deseos de la madre sin que ella tuviese
que mencionarlos. Si su padre acertaba, todo era miel sobre hojuelas.
Sin embargo si el padre se equivocaba (lo cual sucedía la mayoría de
las veces), ¡aquello se convertía en un infierno! Caroline recuerda a
su padre preguntándole a su madre qué quería para Navidad, y su
madre respondiendo dulcemente, “¿Por qué?, no seas tonto. ¡La
Navidad es para los niños! No me regales nada”. Así que el padre no
le regalaba nada, o sólo un detallito, y la madre actuaría herida y
enojada durante días. El mismo patrón ocurría en los cumpleaños y
aniversarios. Su madre también se enojaría si se arreglaba y el padre
no elogiaba su apariencia.

Caroline recuerda haber preguntado a su madre por qué no le decía


sencillamente a Papá que le dijera que se veía hermosa – que era
importante para ella que él se lo dijera y notara su apariencia.
Caroline nunca olvidó la respuesta de su madre: “Si tienes que
pedirlo, pierde su valor”.

Caroline interiorizó ese mensaje muy pronto en su vida, y se volvió


una parte integral de su visión del mundo. Si le tenía que decir a
alguien lo que quería, entonces el regalo (unas palabras, regalos o
presencia) dejaba de tener valor. Si alguien no podía leerle la mente
acertadamente, entonces no había por qué expresar sus deseos y
necesidades. A la borda con los méritos de la comunicación asertiva.
Esperar del esposo o de los hijos que sean capaces de leer la mente y
satisfacer cada necesidad no expresada es una de las “reglas” más
dañinas de familias narcisistas. Virtualmente está asegurando que
nadie logrará cubrir sus necesidades: Yo no obtendré lo que quiero, y
tú serás un fracasado por no dármelo. Es un escenario en el que todo
el mundo tiene que perder. En las familias donde la lectura de mente
es un requisito para las relaciones interpersonales, la palabra debería
se usa mucho: “él debería haber sabido que necesitaba que estuviese
en casa; él debería de haber notado que yo nunca visto de azul”.

Otra de las cosas irritantes acerca de la necesidad de leer la mente es


que frecuentemente ocurre a pesar de expresar protestas reales que
indiquen lo contrario. ¿Recuerdan a la madre de Caroline insistiendo
que no quería regalos, cuando en realidad si los deseaba? Los
mensajes son en extremo complejos: no sólo debes leer mi mente
para descifrar el mensaje real, sino que al hacerlo, no hagas siempre
caso de las preferencias que haya podido expresar. Depende de ti
adivinar si debes leer mi mente o hacer caso de mis preferencias
explícitamente verbalizadas.

La madre de Caroline usó esta técnica de comunicación ineficaz


(descrita después por Caroline como “las delicias del martirio”) en un
sinnúmero de circunstancias provocando algunas veces graves
resultados. Al enterarse la madre que tenía que someterse a una
histerectomía de urgencia, Caroline recuerda la petición enérgica de
su madre a su padre que no cancelara sus planes para participar en
un torneo de golf al que había invitado a un compañero que vivía en
las afueras de la ciudad. Caroline tiene recuerdos vívidos de los
comentarios de su padre que no quería estar jugando al golf mientras
operaban a su esposa, así como de la continua insistencia de su
madre de que la vida de los demás no tenía que ser alterada sólo
porque estaba en el hospital. Su padre finalmente accedió a sus
expresos deseos. Caroline (que en ese momento tenía dieciséis años)
observó un deterioro notorio en la relación de sus padres a partir de
este punto. Sostiene que su madre nunca perdonó a su padre por no
haber cancelado el torneo, y que la atmósfera en casa se volvió
“tensa y triste” a partir de entonces.
Conclusión

Mientras los casos presentados en este capítulo varían desde los


relativamente benignos hasta los abiertamente abusivos, el hilo que
los conecta se refiere a la responsabilidad distorsionada. Sin
embargo, en algún punto del historial de las familias, la
responsabilidad de cubrir las necesidades emocionales pasa de los
padres – a quienes corresponde – a los hijos.

Entonces los hijos se vuelven como esos árboles que algunas veces
vemos en el bosque: el tronco crece firme y derecho hasta una cierta
altura, y luego por alguna razón (por ejemplo falta de sol, el
entrelazamiento con otro árbol, o daños ocasionados por una
tormenta) abruptamente comienza a crecer de lado. Al igual que
aquellos árboles, de repente se interrumpe el crecimiento emocional
sano de los hijos de narcisistas. Los sentimientos se van apagando y
comienzan a crecer en una dirección distinta, poco saludable.
El Modelo de la Familia Narcisista

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo I
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Narciso y Eco
El Sistema Narcisista Original

El personaje mitológico de Narciso ha personificado el concepto del


amor al ser destructivo. Hay, sin embargo, otro personaje en la
leyenda, al cual generalmente olvidamos: Eco. Y es, de la relación
entre estos dos personajes, que podemos derivar el nombre de “la
familia narcisista” para nuestro modelo.

En la leyenda, Eco ha perdido toda la capacidad de formar sus


propias palabras y sólo puede repetir lo que pronuncian los demás.
Cuando se enamora de Narciso, lo sigue con la esperanza de que
algún día el vaya a pronunciar palabras de amor que ella pueda
entonces repetirle. Cuando él se dice a sí mismo “te amo” a su propio
reflejo, Eco es capaz por fin de decírselo a él también. Pero, Narciso
está tan obsesionado consigo mismo, que es incapaz de oírla.(1)

La historia, por supuesto culmina con el fallecimiento de ambos


personajes. Narciso muere de pena frente a su reflejo; su amor y su
absorción por su reflejo en el agua hacen que termine falleciendo.
Eco, incapaz de lograr captar el amor y la atención de Narciso, cae en
lo que pareciera ser un estado de depresión vegetativa, faltándole la
voluntad de comer y beber, por lo que también y muere.

La historia de Narciso y Eco es la historia del amor propio y descarta


la capacidad para ver, escuchar y reaccionar a las necesidades de los
demás. Sin extendernos demasiado demuestra una alegoría
impresionante de las relaciones interactivas de una familia narcisista.

Narciso represente al sistema parental, el cual, por cualquier razón


(stress laboral, alcoholismo, abuso de drogas, enfermedad mental,
discapacidad física, falta de capacidad simplemente para ser padres),
se ocupa principalmente a satisfacer sus propias necesidades. Eco es
el niño tratando de ganar la atención y la aprobación, convirtiéndose
en un reflejo reactivo de las necesidades de sus padres, por lo tanto,
sin desarrollar nunca su capacidad para encontrar su propia “voz” –
es decir, para reconocer sus propios deseos y necesidades, y para
desarrollar estrategias para satisfacerlos. Dentro del sistema de la
familia narcisista, el locus para satisfacer necesidades emocionales
está invertido: mientras que, en una familia saludable, los padres
intentan proveer de todo para satisfacer las necesidades emocionales
de los niños; en una familia narcisista, se convierte en la
responsabilidad de los niños el satisfacer las necesidades emocionales
de los padres.

Elementos de un Sistema Narcisista

Una responsabilidad Tergiversada

En una situación de una familia saludable, los padres aceptan la


responsabilidad de satisfacer ciertas necesidades de sus niños, hacen
que sus propias necesidades estén satisfechas por su cuenta o entre
la pareja, y/o con otros adultos que sean capaces de hacerlo. En tal
familia, la expectativa intrínseca está en que los niños no son
responsables de satisfacer las necesidades de sus padres. Al
contrario, los niños son “responsables” de aprender gradualmente
cómo satisfacer sus propias necesidades de una manera
independiente. Se espera que los niños, con el apoyo de los padres se
involucre en un proceso de aprendizaje que dura, más o menos, 18
años, en el cual aprenderá a ocuparse de sí mismo. Si el proceso
funciona correctamente, el hijo va a aprender a través del modelo a
cómo ser padres que se ocupan de las necesidades emocionales de
sus hijos y que satisfacen sus propias necesidades emocionales.
Dicho con las palabras de Bradshaw:

Lo que un niño necesita más es un protector firme pero que lo entienda,


alguien que necesita que sus necesidades se vean satisfechas gracias al esposo
o a la esposa. Tal protector necesita ver resuelto el problema en sus propias
relaciones, y también requiere tener un sentido de responsabilidad. Cuando
este es el caso, tal protector puede estar disponible para el niño y proveer lo
que el niño necesita.(2)

En una familia narcisista la responsabilidad de satisfacer las


necesidades emocionales se tergiversan, es decir, en lugar de residir
en los padres, la necesidad se desplaza hacia el niño. El niño se
convierte, de una manera inapropiada, en responsable de satisfacer
las necesidades de los padres, y, al hacer esto, se le priva de la
oportunidad de la experimentación necesaria y del crecimiento.

Reactivo / Reflectivo

Tal como Eco sólo podía reflejar las palabras de los otros, del mismo
modo los niños criados en una familia narcisista se convierten en
seres reactivos o reflectivos. Dado que aprenden desde muy
temprano que su principal trabajo es el de satisfacer las necesidades
de los padres, cualquiera que éstas sean, no desarrollan la confianza
en sus propios sentimientos y juicios. De hecho, sus propios
sentimientos son una fuente de incomodidad: es mejor no tener
sentimientos en lo absoluto, que tener sentimientos que no pueden
ser expresados ni validados.

Entonces, en lugar de actuar según sus propios sentimientos y de una


manera proactiva, el hijo espera hasta ver lo que otros esperan de él
o necesitan, y luego reacciona según sus expectativas. La reacción
puede ser ya sea positiva o negativa –el niño puede elegir, ya sea
satisfacer las necesidades expresadas o tácitas, o revelarse en contra
de esas necesidades-, pero, sea cual fuese esa reacción, todo es
reactivo.

Del mismo modo, el niño se convierte en el reflejo de las expectativas


parentales. Esto sucede en todas las familias hasta un cierto punto; el
concepto de espejo en la personalidad o el desarrollo del ego, es un
principio que ya está establecido hace mucho tiempo por la
psicología.(3) Con frecuencia en la familia narcisista, sin embargo, el
espejo puede reflejar la incapacidad del niño de satisfacer estas
necesidades parentales. Este reflejo casi siempre es interpretado por
el niño como una incapacidad y una falla de su parte.

Problemas con la intimidad

Para el niño de una familia narcisista las relaciones íntimas son un


problema. Los niños de estas familias han aprendido a no confiar. Por
lo tanto, durante el estado adulto, no importa cuánto quieran formar
relaciones cercanas y amorosas, siempre tienen dificultad para bajar
las barreras a la confianza que ya han erguido hace mucho tiempo.

La necesidad de una seguridad psicológica y física como un bloque


constructor esencial para el desarrollo de la confianza, es una etapa
elemental descrita por muchos sistemas psicológicos de desarrollo
(incluido los de Ericsson y Maslow). (4)

El sobreviviente del sistema de una familia narcisista tiene dos


opciones, ya sea aprende a no confiar o una vez que confía se le
enseña a que no confíe más, esto sería lo contrario a lo que sería no
aprender a confiar nunca. Cuando son bebés o niños pequeños,
muchos sobrevivientes fueron bien alimentados, los mantuvieron en
un lugar cálido, se les mimó, se les trató bien. Un niño dependiente,
necesitado (como somos todos), es una mínima amenaza para el
sistema de los padres: las necesidades son simples y el sistema
parental es capaz y además quiere satisfacerlo. Pero a medida que el
niño crece y busca diferenciarse de los padres, las necesidades
comienzan a ser más complejas. El sistema parental puede ser
francamente incapaz de ocuparse de estas necesidades, o puede
verse amenazado por éstas y sentirse más y más ofendido. A esta
altura la responsabilidad de satisfacer las necesidades comienza a
tornarse del padre hacia el hijo y la erosión de la confianza comienza.

Mientras que ciertos comportamientos obvios (emborracharse o


avergonzar al niño) van a producir obviamente una crisis de
confianza del niño. Adultos que se criaron en familias narcisistas, con
frecuencia describen una disfunción que es mucho más encubierta,
describiendo a sus padres como “sólo están ahí”. Considere el caso de
Beth:
Historia de Beth:
Mi mamá estaba siempre ahí, haciendo las cosas normales. Pasábamos
bastante tiempo en casa con ella y estaba… ahí. Pero recuerdo haberme sentido
como que no podía acercarme lo suficiente a ella. Es difícil describirlo. Ella
estaba ahí, se preocupaba, pero no realmente. Recuerdo haberle dicho eso que
me preocupaba tanto, de mi mejor amiga que me había humillado tanto en la
cafetería de la escuela -enfrente de todos- y ella hizo un gesto con la cabeza y
me dijo todo lo correcto, pero era como que me hacía sentir que me estaba
dedicando su tiempo, haciendo lo que las madres tienen que hacer y sacándolo
del “libro de las madres”… porque, en cuanto terminé, comenzó a hablar de mi
papá, de cómo ella estaba enojada con él, porque le había hecho algo. Como si
yo no le hubiese dicho nada!… Y eso no fue una sola vez, un incidente, en
realidad esto pasaba ¡todo el tiempo!... Yo la adoraba, y supongo que todavía
lo hago; yo sé que me quería, pero era como tratar de agarrar humo, uno no lo
puede agarrar con las manos. Aún me siento así.

La historia de Beth no es una historia de abuso obvio, abierto o


dramático. Se trata de una incapacidad emocional por parte del
padre. Beth sentía que el centro de atención de su mamá no estaba
puesto en Beth, y tenía razón: estaba puesto en la relación con su
marido. La mamá de Beth realmente quería que Beth le prestara
atención a ella, que fuera su aliada y que satisficiera sus propias
necesidades emocionales.

Sistema de la familia narcisista

Por lo general, el sistema de la familia narcisista es difícil de


comprender, tanto para el terapeuta, como para el sobreviviente.
Muchos casos ilustran más que nada a familias abusivas y situaciones
dramáticas, que obviamente corresponden al modelo y parecían
relativamente fáciles de diagnosticar.

Hay cierto número de ejemplos de estas familias narcisistas abiertas.


Familia que tratan con problemas de droga, abuso de alcohol,
incesto, y comportamientos agresivos de todo tipo en familias
narcisistas. Pero nosotros, como terapeutas, los hemos nombrado por
lo que son (familia incestuosa, con problemas de alcohol, etc.)
Existen una cantidad igual de estudios de casos presentados aquí,
que tratan con caos de familias narcisistas encubiertas, en las cuales
las disfunciones son mucho más sutiles. Todos los terapeutas han
tenido casos con pacientes que de verdad están traumatizados y que
tienen muchísimos de los rasgos que identificamos en casos de
adultos hijos de familias alcohólicas. Pero, sin embargo, no podemos
entender dónde ni porqué se originaron los problemas. Esto no fue un
abuso abierto u obvio; nadie bebía, nadie consumía drogas. La
familia, en realidad, funcionaba bastante bien. Se alimentaban los
niños, tenían ropa, fiestas de cumpleaños, se los llevaba de
vacaciones y se graduaron de buenas escuelas. La familia parecía
normal, igual cuando se la miraba de cerca.

El problema fue que se esperaba que los niños satisfacieran las


necesidades de los padres. Era muy sutil y parecía saludable, pero no
era en absoluto saludable emocionalmente para el niño. Los niños de
esta familia son adultos que llegan a hacer terapia habiendo leído
todos los libros, hablado muchas veces con sus hermanos y amigos, y
todos ellos le han reforzado la idea de que no había nada malo en su
familia. Estas personas llegan completamente convencidas de que
tiene que haber alguna falla en su propia personalidad. ¡Esto debía
ser así, porque no había nada malo en la manera en que fueron
criados!

El modelo de tratamiento para la familia narcisista está enfocado para


las necesidades de esta población, así como para los sobrevivientes
de familias abusivas mucho más obvias. Esperamos que esta
modalidad sea capaz de llenar el vacío que se tienen al tratar con un
montón de pacientes/clientes que nunca entran dentro de alguna
categoría, para quienes no ha habido un marco de trabajo alrededor
del cual organizar el tratamiento, ni técnicas para ayudar al terapeuta
cuando entregan un tratamiento para casos como los de Beth, Becky
y Ben en el mundo.

La historia de Becky.
Becky es una secretaria ejecutiva de unos 31 años y trabaja para una
corporación ejecutiva de alto nivel. Está casada felizmente y tiene tres hijos de
edad escolar; el cuarto niño murió cuando tenía 6 meses, de un ataque de
neumonía, seis años antes del comienzo de la terapia de Becky. Ella comenzó la
terapia luego de haber vivido en secreto con ataques de pánico por dos años.
Sentía que corría el riesgo de suicidarse, y ya no podía evitar los ataques. El
relato de Bechy acerca de su familia de origen, de la experiencia que había
tenido, era el relato de una persona que había tenido una familia cercana,
cálida y religiosa. Eran seis hermanos: el padre era un oficial militar de alto
rango, y la madre permanecía en casa dedicada a sus hijos. Becky contaba
siempre, por ejemplo, que tenía muchos chicos con qué jugar y que a su mamá
nunca le importaba que su casa fuese el centro del vecindario para que jugaran
los niños. Tenía recuerdos de haberse sentido especial, porque vivía en una
base militar y todos saludaban a su padre y saludaban a los niños. Recuerda
haber tenido cinco o seis años cuando se perdió dentro de la base, para luego
ser “rescatada” por seis soldados, que la llevaron a tomar un chocolate caliente
con galletas y después la llevaron a casa en un jeep. Habló de cómo le gustaba
ir a la oficina de su padre y sentirse muy importante porque era la pequeña hija
del coronel.

Sin embargo, cuando se le preguntó acerca de sus relaciones con su padre y su


madre, su voz se ponía nerviosa. Había una rabia muy suprimida, hasta cuando
contaba un acontecimiento feliz. Becky se convirtió en una especia de
armadillo, alguien con un caparazón muy duro que la protege, y por dentro es
alguien muy suave y vulnerable. Sus comentarios acerca de su familia, sus
colegas y su marido, por lo general, eran sarcásticos. Hacía chistes agresivos
acerca de todo, enmascarando su rabia como humor. Pero luego de muchos
meses de terapia, una imagen comenzó a emerger. Emergió con una actitud
agonizante, ya que era muy difícil para Becky decir cualquier cosa sobre su
padre que fuera a ser visto como negativo.

Básicamente, Becky no tenía ninguna conexión emocional con su mamá; su


madre no lo podía permitir. Su madre era un “humano que hace” (en oposición
a un humano que es).(5) Luego de más de un año de terapia, Becky describió a
su mamá de la siguiente manera: “mamá se pasaba todo el tiempo tratándose
de ganar esa alas de mierda [refiriéndose a las creencias religiosas muy fuertes
de su madre, especialmente en los últimos años]. De lo único de que se trataba
era de cómo era vista por los otros. Todo lo que no tenía sustancia ni nada para
nuestra relación. Nos recuerdo a todos nosotros vestidos impecablemente y
haciendo fila para ir a la iglesia. La familia del coronel, nosotros ocho, siempre
sentados en el mismo banco de iglesia. Aunque nos estuviéramos muriendo,
teníamos que levantarnos, vestirnos e ir a la iglesia. Estaba tan ocupada
haciendo lo que era correcto y asegurándose de que todos hiciésemos lo
correcto, para asegurar su lugar en el cielo. No importaba lo que sentíamos, o
¡ni siquiera si sentíamos algo! Lo único que importaba es que hiciéramos. Y yo,
personalmente, siempre me sentí muy mal, excepto cuando estaba con mi
papá. Él me hacía sentir importante. Él era un héroe. Usted sabe… el uniforme,
todas esas medallas, toda la gente que lo saludaba donde sea que el fuera.
Pero mi mamá, ¡uf! Yo sabía que nunca iba a estar a la altura de lo que ella me
pedía. No sabía ni por qué; no podía preguntar. Entonces era presumida por
afuera, pero siempre estaba muy enojada, y… lastimada”.

Según como progresó la historia de la familia de origen de Becky, fue más y


más aparente para ella que las necesidades de niñez no habían sido levemente
ignoradas, sino que habían sido sacrificadas para servir a otros (y, en este caso
sobre todo, las necesidades de sus padres). Las convicciones religiosas de su
madre, hicieron que los sentimientos fueran irrelevantes. Había una manera
prescrita de cómo vivir, y así era la manera como se debía vivir, punto. No
importaba como uno se sintiera acerca de eso. La carrera del padre era muy
importante para ambos padres.

El papá de Becky fue el primer foco de atención en la vida de su madre. En esta


pareja de padres, cualquier cosa que amenazara el estatus, el ego o la paz del
padre, era intolerable. Esa era la dinámica tácita que manejaba esta familia
narcisista. Cuando Becky quedó embarazada a los 16 años, su padre se
enfureció y le pegó arrojándola por las escaleras; su madre apoyó esta acción,
culpando a Becky. Unos años más tarde, cuando el niño pequeño de Becky
murió, su padre fue incapaz de asistir al funeral, dijo que estaba demasiado
triste. El día después del funeral del bebé, la madre de Becky le dijo que se
estaba comportando de una manera egoísta al llorar, y que “debía levantarse y
hacer lo que era correcto” (es decir, limpiar la casa y preparar la comida, en
caso de que alguien fuera a visitarla. Inmediatamente después, la mamá de
Becky se fue, y su joven marido tan triste y sus tres hijos se las tuvieron que
arreglar solos. Ella regresó a su casa diciendo “tu padre me necesita; esto ha
sido tan duro para él”.

“¡¿Y qué hay de mí?!”, gritó Becky cuando me contaba la historia. “¡¿Acaso no
pensó que me podía lastimar?! No, a mí no se me tenía permitido sentir o
apenarme. ¡Yo no exisitía para ella, yo no estaba haciendo lo correcto! ¡Y que
Dios me perdone si llegana a llorar, a sentirme lastimada o hasta necesitarlos”

Excepto por aquella oportunidad en la que el padre de Becky la


empujó por las escaleras, nunca nadie fue golpeado en la familia.
Nunca a nadie “le falto algo” materialmente. Ninguno de los padres
sufrió el abuso de alguna sustancia, ni de ninguna enfermedad
mental, de discapacidad física, de nada. Pero era una familia
narcisista. La expectativa clara era que los niños debían satisfacer las
necesidades emocionales de los padres, y que los niños no debían
solicitar a sus padres para que los apoyen emocionalmente.

Conclusión

La familia narcisista, por lo general, se asemeja a la proverbial


manzana roja brillante con un gusano adentro; parece hermosa,
hasta que uno da un mordisco y descubre al gusano. El resto de la
manzana puede que esté bien, pero un ya ha perdido el apetito.

En la familia narcisista, mucho de lo que sucede puede ser algo que


está “todo bien”, pero la base emocional falta. Los niños no están
satisfaciendo sus necesidades emocionales, porque sus padres no
están focalizados en satisfacerlos. En lugar de dar a sus hijos un
espejo de apoyo, comprometido y basado en la realidad, los padres
narcisistas presentan un espejo que refleja sus propias necesidades,
y esperan que los niños reaccionen a éstas. El foco está tergiversado,
y los niños crecen sintiéndose defectuosos, equivocados o dignos de
ser culpados.

Cuando uno se cría incapaz de confiar en la estabilidad, la seguridad,


la igualdad en el mundo propio, uno se cría desconfiando de sus
propios sentimientos, percepciones y valor. Cuando uno se cría como
un ser reactivo-reflectivo, como lo fue Eco, uno no ha aprendido las
habilidades necesarias para llevar una vida satisfactoria.
Hijo de familia narcisista

En esta situación, el de la familia narcisista, la persona-


niño no ha satisfecho sus necesidades emocionales,
porque sus padres no están focalizados en
satisfacerlas. En lugar de eso, sus padres narcisistas le
presentan un espejo que refleja sus propias
necesidades, y esperan que su hijo reaccione a éstas,
sintiéndose en consecuencia defectuoso, equivocado o
digno de ser culpado.

En este caso, cuando la persona se cría incapaz de confiar en la


estabilidad, la seguridad, la igualdad en el mundo propio, entonces se
cría desconfiando de sus propios sentimientos, percepciones y valor.

Cuando uno se cría como un ser reactivo-reflectivo, uno no ha


aprendido las habilidades necesarias para llevar una vida
satisfactoria; existe una necesidad crónica de gustar, una incapacidad
para identificar sentimientos, necesidades, deseos y una necesidad de
validación constante. Este grupo de personas tienen muchas
dificultades para ser asertivos y privadamente sienten una especie de
rabia penetrante, la cual tienen miedo que saliera a la superficie. Se
sienten, por lo general, muy enojados, pero muy fácil de derrotar.
Sus relaciones interpersonales se caracterizan por falta de confianza
y sospecha al borde de la paranoia, intercambiados -a veces- con
episodios desastrosos de una apertura y confianza total y falta de
juicio. Se sienten crónicamente insatisfechos, pero estaban llenos de
miedos de ser percibidos como caprichosos o quejumbrosos, si
expresaban sus verdaderos sentimientos.

Muchos de ellos pueden retener su rabia por períodos


extremadamente largos, pero luego explotan en asuntos
relativamente insignificantes. Tienen un sentimiento de vacío e
insatisfacción en cuanto a lo que lograban.
Y no es necesario que su caso sea el de una familia narcisista abierta,
esto es, no es necesario que exista un abuso abierto u obvio:
problemas de droga, abuso de alcohol, incesto, y comportamientos
agresivos de todo tipo. La familia, en realidad, puede parecer que
funciona bastante bien, el problema es que –como en la mayoría de
los casos- las disfunciones son mucho más sutiles, ya que se espera
que los hijos satisfagan las necesidades de los padres.

Pero, en la búsqueda de superar los traumas, no podemos cambiar en


lo absoluto nuestro pasado, ni anular los daños que nos hicieron en
nuestra infancia. Sin embargo, nosotros sí podemos cambiar,
“repararnos", recuperar nuestra identidad perdida. Y podemos
hacerlo en la medida que podamos observar más de cerca el saber
almacenado en nuestro cuerpo sobre lo ocurrido en el pasado y
aproximarlo a nuestra conciencia. Esta vía es, sin duda, incómoda,
pero es la única que nos ofrece la posibilidad de abandonar por fin la
cárcel invisible, y sin embargo tan cruel, de la infancia, y dejar de ser
víctimas inconscientes del pasado para convertirnos en seres
responsables que conozcan su historia y vivan con ella.

La mayoría de la gente hace justo lo contrario. No quieren saber nada


de su propia historia, y, por consiguiente, tampoco saben que, en el
fondo, se hayan constantemente determinados por ella, porque
siguen viviendo en una situación infantil no resuelta y reprimida. No
saben que temen y evitan peligros que en algún momento fueron
reales, pero dejaron de existir hace tiempo. Son personas que actúan
impulsadas tanto por recuerdos inconscientes como por sentimientos
y necesidades reprimidas que, a menudo y mientras permanezcan
inconscientes e inexplicadas, determinarán de forma pervertida casi
todo lo que hagan o dejen de hacer.

A lo largo de toda la vida posterior de esta persona, estos


sentimientos podrán resurgir como una reclamación al pasado pero
sin que el contexto original resulte comprensible. Descifrar su sentido
sólo es posible cuando se logra la unión de la situación originaria con
los intensos sentimientos revividos en el presente.
Si una persona ha debido ocultar, reprimir o postergar sus
necesidades, para adaptarse a la de los padres, entonces esas
necesidades se agitarán en las profundidades de su inconsciente y
exigirán ser satisfechas siendo adulto, mediante irracionales
sensaciones de abandono, dolor y desesperación.

La experiencia de la propia verdad y su conocimiento


postambivalente posibilitan en una fase adulta el retorno al propio
mundo afectivo… sin paraíso, pero con la capacidad de sentir el
duelo, que nos devuelve nuestra vitalidad y nos protege.
Aceptación: La Clave de la Recuperación

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Aceptación: La clave para la recuperación
Terapia con adultos que se criaron en familias narcisistas - capítulo 2
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Hay un número de conceptos que deben ser dominados por personas


criadas en familias narcisistas durante el transcurso de la
recuperación. Dentro de este modelo, como verá, ninguno es tan
importante como la aceptación.

La aceptación no significa resignación, o que las cosas están


bien como están, o que uno debe necesariamente dejar las
cosas a un “poder superior”(1). Bajo este modelo, significa
reconocimiento y aceptación de la realidad: de cómo fueron
las cosas en realidad con nuestra familia de origen y de qué
efectos tuvo esa experiencia en nuestro desarrollo. Significa
que de niños no eramos responsables de lo que nos pasaba, y
que de adultos ahora somos responsables de nuestra propia
recuperación. Como anotamos anteriormente, a pesar de
haber sido moldeados por la experiencia con nuestra familia
de origen, ya no tenemos que ser definidos por ella.

La mayoría de los pacientes están muy preocupados por tener que


“culpar” a sus padres por el déficit parental que mostraron. Temen
reconocer que están enojados con ellos, y también porque culparlos
parece demasiado fácil – como una forma de manejar la situación que
eventualmente regresará para atormentarlos, y los dejará sintiéndose
más defectuosos que ahora. De manera contraria, sin embargo, estos
individuos están más que dispuestos a culparse a si mismos por cada
cosa – por relaciones fallidas, por su falta de éxito laboral, por su
indecisión, por la falta de coordinación de sus hijos, por que el pastel
no salió bien, etcétera. El concepto que la culpa, en cualquiera de sus
formas, tal vez sea irrelevante es regularmente difícil de comprender
por los sobrevivientes. (“Si me desligo de esta culpa, quiere decir que
no tengo que depositarla en alguien más?” preguntó una vez un
paciente)
Oro Fundido

Ejemplificarles a los pacientes que la culpa no tiene que estar


involucrada en el proceso de aceptación es a menudo muy útil. Un
ejemplo que usamos frecuentemente es aquel del oro fundido: puede
ser vertido para moldear un brazalete o para moldear un orinal de
cama. El oro no tiene que tomar la decisión; no es la “culpa” del oro
si fue moldeado para ser un orinal en vez de un brazalete.

Es del mismo modo con los niños en una familia narcisista.


Independientemente del intento, correcto o incorrecto, los niños
fueron moldeados de cierta manera. Para poder entenderse y
amarse, es importante poder ver la realidad de cómo fue uno
moldeado. Durante la infancia, uno es oro fundido. El potencial para
la belleza y el bien está ahí; tal vez sea reforzado mientras uno se
desarrolla o tal vez disminuido.

En la realidad el orinal de cama puede ser fundido de nuevo, y ese


mismo oro fundido puede reformarse en un brazalete creando una
bella obra de arte. De manera similar con la terapia: el adulto que
ahora tiene el control que no tuvo durante la infancia, puede
escoger ver la realidad del pasado, librarse de la auto-culpa, y
tomar responsabilidad por reformar el presente. La aceptación
no asigna culpa o requiere perdón – simplemente reconoce la
realidad y deposita el potencial y la responsabilidad de un
cambio sano en el sobreviviente.

Las Cinco Etapas de la Recuperación

Trabajando con el modelo de la familia narcisista, hemos encontrado


que existen cinco etapas a través de las cuales los pacientes deben
avanzar durante el proceso de la recuperación. A pesar que ocurren
en una secuencia lógica, los pacientes brincarán hacia atrás o hacia
adelante entre los pasos. Pero sin duda, el poder reconocer,
categorizar y explicar las etapas al paciente resulta extremadamente
útil para el terapeuta. Abajo describimos las cinco etapas,
enriquecidas con problemas que se pudiesen presentar, las soluciones
recomendadas y ejemplos.

Etapa Uno: Recapitulando

En la primera etapa, el paciente es capaz de remover la venda de los


ojos y ver la realidad de su niñez. Esto tiene que ver con liberarse de
las fantasías que la familia ha promulgado a través de los años.
Significa aceptar que las cosas nunca fueron ideales, que el
infante nunca tuvo control, que las cosas nunca fueron tan
buenas como la familia pretende que fueron. Así mismo,
significa que el individuo nunca va a poder recrear a esta familia
“ideal” - porque de hecho, nunca existió. Los continuos esfuerzos
por “hacer las cosas correctamente” (el crear o recrear a la
familia ideal) son una pérdida de tiempo, porque no puede y
nunca va a suceder. El paciente de niño careció del poder de
lograrlo; ella o él como adulto aún carecen de ese poder.

El Problema de la Resistencia. En este etapa, la mayoría de los


pacientes no están dispuestos a re-definir la experiencia con su
familia de origen en términos de lo que sucedió en realidad, porque
implica culpar al sistema parental y liberarse “muy fácil” de cualquier
responsabilidad ellos mismos. Este proceso de recapitulación requiere
un enfoque terapéutico constante sobre la realidad del pasado justo
como afectó al paciente; sin importar cuan amoroso o bien
intencionado haya sido el sistema parental – sin importar cuánto
pueda el paciente recordar y entender que sus mismos padres
tuvieron una terrible niñez, que existieron severos problemas
financieros, que la madre estaba enferma mentalmente – la realidad
para el paciente criado en una familia narcisista es que sus padres (o
al menos uno) eran incapaces de satisfacer sus necesidades
emocionales.

El concepto de responsabilidad sin culpa es muy difícil de


entender para el paciente. Este es un punto donde el proceso
terapéutico puede “atascarse”. Parece que siguen adelante y están
haciendo progresos reales durante la terapia, y de pronto están de
nuevo con la recitación de la letanía: todo es culpa de mis padres –
no puedo culpar a mis padres – es una escapatoria – simplemente
soy defectuoso/deficiente, etc. El paciente necesita ser
escuchado, que validen sus sentimientos, y ser re-enfocado en
la realidad de su niñez y cómo lo afecto. Ya que ésta es una
etapa muy difícil, y al mismo tiempo esencial en la terapia, hemos
formado unos estratagemas terapéuticos para facilitar el proceso de
re-enmarcación (de la experiencia) y re-aprendizaje (de habilidades
que fueron enseñadas incorrectamente o simplemente fueron
omitidas).

La Fotografía. Es de mucha ayuda para los individuos criados en


familias narcisistas el tener una idea realista de quiénes fueron de
niños. Uno de los métodos de escapatoria durante la niñez fue
imaginarse que eran de alguna manera responsables por los
problemas de la familia (por ser malos, defectuosos, estúpidos, y
demás) en un intento por ganar control, creyendo que “si lo he roto,
puedo arreglarlo”. Como adultos, aún tienen una idea distorsionada
de cuán responsables (o influyentes) fueron – cuánto control
tuvieron, y quiénes fueron como niños. Una técnica que es útil para
ubicarlos en la realidad es el pedir al paciente que obtenga una
fotografía de si mismo entre las edades de tres y siete, que escoja un
marco especial, y la ponga en un lugar donde la pueda ver
constantemente. La fotografía hace ver al paciente como realmente
fue; el marco especial confiere valor y aprecio a la imagen/niño
dentro; y el observar constantemente la fotografía obliga al paciente
a estar mas listo para enfrentar la realidad del pasado.

Este es siempre un ejercicio interesante e iluminador para el


paciente. Cada etapa le presenta oportunidades para aprender acerca
de la dinámica de su familia de origen y del niño que fue. La
disponibilidad de las fotografías es algunas veces un problema: ya
sea que no existan, o que el paciente no pueda conseguir una (¡sí la
conseguirá!), o no hay ninguna donde aparezca el paciente solo. La
experiencia de buscar un marco también es un problema para
muchos pacientes: el o ella no tuvo el tiempo; no pudo conseguir el
adecuado; era demasiado costoso o simplemente no quería. Nosotros
insistimos gentilmente a motivar al paciente a que procure una
fotografía, adquiera un marco adecuado, y luego escoja una buena
ubicación para mostrarla. Con ese constante insistir, eventualmente
será capaz de hacerlo.

Viéndose como fueron de niños representa regularmente una gran


impresión a los pacientes; los adultos se sorprenden de cuán
pequeños, lindos y especiales lucían. Algunas fotografías son muy
tristes, y algunas son felices. Evocan memorias y reflejan algunos
aspectos de la realidad de la niñez del paciente. Es algunas veces
extremadamente doloroso, sin embargo, para los pacientes observar
a las fotografías, porque son un recordatorio muy conmovedor del
pasado y trae a superficie muchos sentimientos. Este ejercicio puede
tomar semanas o inclusive meses para cumplirse. Lo que hace,
finalmente, es traer la realidad a flote: que ellos fueron niños,
no adultos pequeños; que eran pequeños, impotentes y
dependientes. Ellos controlaban muy poco de lo que sucedía
en su vida, sin mencionar la de otras personas.

Después de un tiempo, a veces sugerimos que le digan mensajes


positivos al niño de la fotografía (“Eres muy lindo”, “Eres hermosa”,
“Tu merecías ser amada”, “Te amo”, “Intentaste por todos los medios
complacer”, etcétera). Ya que posiblemente de adulto el paciente
haya gastado mucho tiempo culpándose por las cosas que le
sucedieron de niño (especialmente en casos de abuso flagrante), ésta
puede ser una etapa importante en el proceso de sanación. De
nuevo, puede tomar largo tiempo. Especialmente en casos de abuso
sexual, es común que el adulto odie al niño – piense que era malo,
sucio, horrible, débil, etc. Cuando esto sucede, es útil que los
pacientes vayan a parques o lugares con juegos infantiles donde se
encuentren niños pequeños y se imaginen que el abuso que sufrieron
le está sucediendo a uno de los pequeños que están observando. ¿Es
ese niño malo? ¿Lo merece? Si los pacientes tienen hijos propios, o
existe alguien que amen y sea parte de sus vida, es útil que él o ella
enmarquen su propio abuso en términos de ese niño o niña: ¿será mi
bebe responsable? ¿Es una niña mala o niño malo? Merece él o ella lo
que me sucedió a mi? La respuesta invariablemente es no.

También después tal vez hagamos que el paciente regale un pequeño


presente al niño de la fotografía: la flor es la señal de amor más
simbólica para los adultos (hombres y mujeres), pero aún una
pequeña tarjeta de béisbol o un dulce – algo que demuestre amor por
parte del paciente – es positivo.

Cuando el adulto aprende a aceptar y a amar al niño en la fotografía,


tiene todavía un largo camino por recorrer para ser capaz de aceptar
y amar a la versión adulta de ese pequeño. También es más capaz de
evaluar condiciones realistas de responsabilidad y control – tanto
pasadas como presentes.

Compartimentalizar. El concepto de compartimentalizar es


importante para que puedan comenzar a discriminar entre lo que les
pertenece a ellos (eso es, para que puedan tomar responsabilidades)
y lo que pertenece a otros. Uno de los mayores problemas para
los adultos criados en familias narcisistas es que tienden a
tomar responsabilidad por cosas sobre las cuales tienen poco
o nada de control (tales como aquellas cosas que sucedieron
cuando eran niños y eran esencialmente impotentes), pero aún
rechazan tomar responsabilidad por lo que les pasa hoy día
(cuando son adultos con mucho mas control y poder sobre las
decisiones que toman o las acciones que realizan)

La historia de Mark. Mark es un hombre de 29 años que acudió a terapia para


lidiar con su depresión. Durante el curso de la terapia, Mark recordó que había
sido molestado sexualmente por el Sacerdote familiar durante un periodo de
cinco años, comenzando a la edad de siete. Su devota familia Católica Romana
había vivido en la pobreza por años desde que su padre había contraído cáncer.
Su padre estaba inválido durante ese tiempo y murió cuando Mark tenía doce.
“El Padre Ted” era muy amable con la familia, y la madre de Mark lo adoraba.
Ayudó a la familia de muchas maneras y estaba muy preocupado por Mark, hijo
mayor y único varón. Lo llevaba a juegos de béisbol, shows de automóviles, al
cine y a pescar, y le dio al muchacho una variedad de experiencias positivas
que de otra manera no hubiese podido tener. El Padre Ted era el héroe de la
familia. Fue, por tanto, increíblemente doloroso para Mark cuando las memorias
de su abuso sexual comenzaron a brotar.

Mark pasó muchos periodos diciéndose a si mismo, “Lo he inventado todo;


estoy enfermo; ¡él nunca hubiera hecho esto!” Por supuesto sabía que había
sucedido, pero aceptar la realidad era tan amenazador para el Mark adulto
como la experiencia había sido para el Mark pequeño. Luego se defendió de la
dolorosa realidad al “adulto-metamorfosear” a su ser infantil: “Pude haberlo
detenido si quería; todo es mi culpa; debí haber hecho algo para hacerle creer
que eso era lo que quería; En realidad fui un niño malo/sucio”. Mark estaba
asumiendo la responsabilidad de su propio abuso, invistiendo a su ser infantil
con el poder y control que un niño no tiene.

De manera contraria, Mark continuamente abdicaba su genuino poder de adulto


al realizar declaraciones como “No puedo lidiar con esto; esto matará a mi
madre; no estoy enojado con nadie; aún si en realidad sucedió, no hay porqué
hablar de eso ahora” Inicialmente se negó a conseguir una fotografía, a llevar
un diario (Vea el “Diario de Sentimientos” en el Capítulo Cinco”) - en otras
palabras, asumir la responsabilidad de su recuperación. Finalmente Mark cayó
en cuenta que podía tomar la responsabilidad de experimentar su enojo de una
manera positiva, en vez de negarlo y caer en depresión. Aprendió que tenía
mucho control sobre su vida ahora y que era apropiado tomar responsabilidad
de ella. Al mismo tiempo pudo finalmente ver que no había tenido control
durante su niñez y por tanto no podía tomar la responsabilidad de su propia
victimización. El uso de la técnica de la fotografía ayudó a Mark a hacer esta
diferenciación.

El Problema de la Generalización. Los adultos provenientes de


familias narcisistas tienden a generalizar los temas de responsabilidad
y culpa y al final terminan sosteniendo posiciones de todo-o-nada.
Dependiendo del día de la semana, la fase lunar, o la actitud del
camarero, deciden que son responsables por todo (“Oh no! Está
lloviendo! ¿Fue algo que dije?”) o por nada (“Así que le dije que ¡si no
le gustaba que llegara tres horas tarde al trabajo vistiendo jeans,
podía tomar su trabajo y metérselo donde el sol no brilla!”)

La tendencia a generalizar también se muestra como una


propensidad a conectar circunstancias sin relación, como si se
trataran de una relación causa-efecto. La siguiente viñeta ilustra el
punto:

Marie: Soy una perdedora absoluta. Me rebotaron tres cheques,


Johnnie reprobó su examen de gramática y el calentador de agua se
estropeó.
Terapeuta: Estoy confundido. No estoy de acuerdo que usted sea una
perdedora, aunque puedo sin duda entender que usted se sienta de
esa manera después de rebotar tres cheques. Pero no logro ver la
conexión con el examen de Johnnie y el calentador de agua.
Marie: Soy una buena para nada. Si fuera una persona mas
competente, ¡estas cosas no pasarían!
Terapeuta: ¿Usted está diciendo que su hijo no hubiera fallado su
examen y que su calentador de agua no se hubiera estropeado si
usted fuera más competente?
Mari: ¡Así es!

Para poder evaluar problemas de responsabilidad y control de


manera realista, los sobrevivientes necesitan ser capaces de
poner sus emociones sobre distintos eventos en
departamentos diferentes, para diferenciar los tipos de
sentimientos, la severidad y urgencia de las situaciones, el
grado de responsabilidad, y el grado de poder/control.

Las Cajas. Una de las herramientas beneficiosas para enseñarles a los


pacientes la habilidad de la departamentalización (como arma contra
la generalización) es la de las “cajas”. En su forma más rudimentaria,
se usa para enseñar el concepto de que distintas realidades pueden
existir simultáneamente; por ejemplo:

• Un padre tuvo una niñez abismal, fue forzado a trabajar sesenta


horas a la semana en un trabajo horrible, se casó con una mujer que
luego lo abandonó junto a sus tres hijos, e hizo lo mejor que pudo
para mantener a sus hijos juntos, y que
• Un niño creció temeroso e inseguro, triste y asustado por la frialdad
de su padre, sintiendo que no había nadie quien lo protegiera por la
ausencia de éste, siempre sintiéndose estúpido y sin valor porque no
podía hacer que su padre le pusiera atención, y siempre sintiéndose
defectuoso porque era sólo un bebe cuando su madre optó por
abandonarlo.

En terapia, hubiésemos llamado al primer apartado “Caja 1”. En esa


caja, le decimos al paciente, la realidad de tu padre es: largas horas,
pobreza, miedo, carencia de habilidades parentales, falta de tiempo,
falta de ayuda, sintiendo que hacía lo mejor que podía. El paciente
puede entender eso y puede reconocer cuán dura era la situación de
su padre. Esa caja puede ser puesta aparte, y luego, podemos ver la
“Caja 2”. La caja 2 representa a la segunda viñeta, contiene la
realidad de la experiencia del niño adulto: tratando de ser invisible,
sintiéndose asustado e inadecuado, trabajando muy duro todo el
tiempo sin reconocimiento, sintiéndose solo, esperanzado a que si
lograba más y no causaba problemas podía tener algo de atención –
pero siempre fallando.

El paciente es enseñado a entender que ambas condiciones, ambas


cajas, existieron. El hecho que Papá se esforzó, no significa que el
niño no sufrió daño. Ambas cajas son reales y existen por cuenta
propia; una puede ser puesta aparte mientras la otra es explorada.
Ésta es la esencia de la compartimentalización.

En una forma más compleja de esta técnica, el paciente se involucra


en un juego en el cual diseña cajas imaginarias para guardar
diferentes categorías de sentimientos. Se le pide que describa la caja
en relación con una variedad de parámetros. La técnica es valiosa en
términos de ayudar al paciente a reconocer, etiquetar y por tanto
validar sus sentimientos, pero también en términos de ayudarlo a
ganar un sentido de dominio y control.

Le permite a los pacientes, mediante visualizaciones, ver que sus


sentimientos circunstanciales son finitos; si puedes introducir algo a
la caja, entonces tiene tamaño, forma y masa – eso es, puede uno
cuantificarlo. Y lo que podemos cuantificar, podemos controlar.

Este juego se puede volver muy complejo a medida que el paciente


“se va involucrando” y comienza a fabricar cajas con tamaños,
formas, colores y decoraciones muy elaboradas. Ésta forma de la
técnica de las cajas requiere que el paciente describa lo siguiente:

1. El contenido de la caja (“Las tareas de Susy”, “Visitando al


Hospital”, “Mi trabajo”, “El viaje a la casa de la madre de Felipe”,
“Vietnam”, “Ir a la iglesia”, “Miedo”, “Venganza”, “Nuestras finanzas”,
“El accidente”, “Cocaína”, etcétera)
2. La Organización de la caja: (todo atestado, cuidadosamente
doblado, dentro de una esfera, apilado, desordenado, perfectamente
envuelto en capas de tela, lleno de grasa y polvo, limpio y planchado,
etcétera)
3. La apariencia de la caja (Rosa; negro; naranja barato; cubierta de
tela estampada rosa; toda aplastada y golpeada; cuadrada; una caja
para sombreros; de color lavanda con brillos plateados adheridos;
enorme; pequeña y redonda; etcétera)
4. Apariencia del cintillo (negro, en forma de moño; de tela suave,
grande y esponjosa; delgado de terciopelo azul con plata muy
elegante y plano; sin cintillo, simplemente cerrada con clavos,
etcétera)
5. Dónde es su lugar (En el guardarropa, enterrada en el patio
trasero; en la cómoda; bajo el sol en el pórtico trasero; bajo las botas
de invierno; encima de un volcán en erupción; etcétera - “¡Mándela a
Hong Kong; para cuando se hayan dado cuenta del error y enviado de
vuelta, sabré qué hacer con ella!” y “Póngala en la repisa del
guardarropa, bajo la bolsa de boliche de mi marido, si trata de
echarle un vistazo, la bola de boliche le caerá justo en la cabeza!” son
dos de nuestras respuestas favoritas)

(Para una descripción de una sesión de terapia usando esta técnica,


vea el Apéndice B, “Terapia con los Blake”)

Cuando se trabaja con el concepto de aceptación, por lo tanto, el


paciente tal vez tenga una caja etiquetada “la situación con mis
padres” (o “Mamá y Papá”), por ejemplo, u otra marcada “mis
sentimientos” (o “el pequeño Jaime”). El paciente puede entonces
poner todas las razones de las acciones de sus padres (y todos los
demás atributos, como “no había dinero”, “Papá la golpeaba”,
“galletas horneadas”, “intentó lo mejor que pudo”, etcétera) dentro
de la primera caja. En la caja del paciente puede estar que “me sentí
sin amor”, “traté de ser bueno/a”, “gordo/a”, “siempre me sentí
estúpida”, “me sentí inadecuada”, “No sé como relacionarme con la
gente”, y demás.

El terapeuta debe entonces ser capaz de subrayar al paciente que


estas cajas son dos entidades distintas. Tienen distintos tamaños,
lucen diferente, y se guardan en diferentes lugares. No se relacionan
físicamente la una a la otra; el contenido no se mezcla porque ambas
están cerradas y amarradas con cintillo. Ambas son reales y existen
simultáneamente bajo méritos propios. Ambas son válidas. Sin
importar las razones del contenido de la caja de los padres, la
realidad es que las necesidades de los niños no se satisficieron. Son
esas necesidades no cubiertas que pueblan la caja de los padres del
adulto.

Liberándose de la negación. La primera etapa de aceptación muy bien


pudiera llamarse “deshaciéndose de la negación”. Esta etapa no
sugiere culpa o reclamo; simplemente es una aceptación de la
realidad. Probablemente sea la primera vez que el paciente sea
motivado a ver la realidad de su crianza. Siempre es doloroso. Más
adelante, desde luego, el paciente tal vez asigne culpas y
experimente una tremenda ira. Pero si el culpar es motivado desde el
inicio, entonces algunos pacientes se abrumarán demasiado como
para continuar, y tal vez abandonen la terapia prematuramente.

Etapa Dos: Lamentando la Pérdida de la Fantasía

Esta etapa es tanto la más dolorosa como la más liberadora para los
pacientes. Por un lado, el reconocer que la familia “perfecta” no
puede ser recreada (porque nunca existió para empezar) es algo
triste. Parece remover los últimos vestigios de esperanza en los
pacientes, esperanza por una “verdadera familia”. Por otro lado, los
pacientes comienzan a ver que pueden dejar de gastar su
energía emocional tratando de recrear una situación que
nunca existió y obtener la aprobación que nunca tendrán,
ahora tienen una enorme cantidad de energía para gastar en fines
mas alentadores – tratando de construir una vida plena con las
personas que tal vez busquen satisfacer sus necesidades
genuinamente.

Los adultos criados en hogares narcisistas se aferran a la fantasía de


que de alguna manera pueden manipular o controlar al sistema
familiar para obtener el reconocimiento y aprobación que requieren (o
sea satisfacer sus necesidades). Tuvieron esta fantasía de niños, y la
mantienen de adultos. La realidad, sin embargo, es que tuvieron
poco control sobre el sistema parental como niños y tienen
poco control sobre el sistema ahora de adultos.

Uno encuentra frecuentemente en estos individuos el fenómeno de


“estar siempre esperanzados”: el continuo regreso a situaciones con
su familia de origen, con la esperanza de que “ésta vez” si
funcionará; (en esta Navidad, todos nos llevaremos bien el uno con el
otro, o, en esta Navidad todos obtendrán lo que quieren, Mamá no se
emborrachará, y nevará – puedo hacer que suceda). Creen que
pueden recrear a la familia perfecta que nunca tuvieron. Pero no
pudieron “hacer que sucediera” en aquel entonces, y tampoco pueden
ahora.

Concentrar energía en esta fantasía es destructivo por varias


razones:

1. Presupone que el paciente es malo, o defectuoso; si él o ella


pueden hacerlo mejor, ser diferentes, encontrar la clave, entonces
puede satisfacer sus necesidades. En pocas palabras, culpa a la
víctima.
2. Mantiene al paciente envuelto con el sistema familiar, el cual priva
al mismo de llevar adecuadamente a su propia familia o a sus
relaciones. Es una pérdida de tiempo.
3. Aferra al paciente a la idea de que nunca puede obtener lo que
quiere: lograr que el sistema parental cubra sus necesidades. Es un
escenario previsto para el fracaso.
4. Provoca situaciones en donde oportunidades de interacción
saludables con el sistema parental – si alguna vez suceden – se
pierdan por mantener constantemente expectativas poco realistas y
la ira resultante provocará que cualquier interacción relajada sea
imposible. Crea un patrón de oportunidades perdidas.

Una vez que los pacientes pueden lamentar la pérdida de lo


que pudo haber sido (pero en realidad, por supuesto, nunca
pudo ser), él o ella están listos para seguir adelante. No
pudieron y no pueden cambiar a la familia de origen, pero
tienen ahora el control y el poder de cambiarse a si mismos y
mejorar la calidad de su vida. También, tal vez se abran a la
posibilidad de desarrollar una relación basada en la realidad
con su familia de origen una vez que dejen de intentar
manipular, controlar y obtener aprobación. En otras palabras,
tal vez decidan fundir el orinal de cama.

Etapa Tres: Reconocimiento

La tercera etapa de aceptación involucra el reconocer los efectos


de ser criado en una familia narcisista que se evidencian en la
vida actual del individuo. Esto quiere decir ser capaz de observar
rasgos específicos de personalidad y decir, “¡Ahh! Puedo ver de dónde
viene eso”. Por ejemplo, tal vez un paciente diga, “no puedo ser
asertivo, no puedo decirle a la gente como me siento. Ahora entiendo
que no puedo decirlo porque no se como me siento. No sé como me
siento porque cuando era un niño, nadie me preguntaba como me
sentía. De hecho, para poder sobrevivir en mi familia de origen tenía
que enterrar mis sentimientos. No solamente eran poco importantes,
sino potencialmente peligrosos. No me era permitido tener
sentimientos.” Esta etapa es un reconocimiento de los rasgos
presentes como reflejo de experiencias pasadas.

Una consideración terapéutica importante es que los pacientes


necesitan escuchar que aunque esos rasgos desarrollados en la niñez
pueden ser disfuncionales ahora (en la adultez), fueron valiosos en su
tiempo. Aquellos rasgos y habilidades le permitieron al niño
continuar funcionando dentro de su familia narcisista;
necesitan ser valorados por el terapeuta como un mecanismo de
defensa en situaciones difíciles. Ahora, por supuesto, la situación
ha cambiado (ahora es adulto; tiene poder y control), y su
mecanismo de defensa tal vez necesite ser cambiado. Es vital
en la formación de una auto-imagen positiva, sin embargo, que el
paciente sea motivado a tener respeto por el niño que fue, y la
habilidad de sobrevivencia del mismo. Es, después de todo,
esencialmente una versión más grande y de más edad de ese niño:
merecía respeto entonces, y lo merece ahora también.

La mayoría de los niños provenientes de familias narcisistas la


pasan difícil lidiando con cualquier tipo de crítica, abierta o
implícita. Toman el rechazo a cualquier cosa que hacen,
piensan o sienten como un rechazo a su persona. Su auto-
imagen es demasiado amorfa, y por tanto demasiado
vulnerable, como para poder manejar la retroalimentación
negativa. Las consideraciones terapéuticas de nuevo tienen que ver
con la validación y el respeto a los mecanismos de sobrevivencia del
niño, así como a la validación de la necesidad adulta de cambiar
algunos de ellos. Muchos de estos individuos se vuelven
“complacientes” en un intento de evitar retroalimentación negativa
antes que suceda. Para ellos, cualquiera allá afuera se vuelve un
espejo de su propia valía (“Si nadie se enoja conmigo, estoy bien”;
“Si alguien – desde el jefe o hasta un niño del barrio – se enoja
conmigo, me critica, o me ve de manera extraña, entonces soy malo,
estúpido y sin valor”; etcétera). Creen que son en medida de la
manera que los demás reaccionan ante ellos.

Regresando al Pozo de Agua. En la etapa de reconocimiento, los


sobrevivientes también experimentan un fenómeno que llamamos
“regresando al Pozo de Agua”. Esto simplemente quiere decir que
deciden aplicar los nuevos puntos de vista y fortalezas que
han aprendido o ganado en la terapia para volver exitosas
situaciones disfuncionales. Creen que ahora están listos para
enfrentar de nuevo esas situaciones (una familia de origen
narcisista, un marido o esposa alcohólicos, o una relación
abusiva) y cambiarlas. Ahora que tienen todo este
conocimiento, creen que son los suficientemente fuertes para
regresar y hacerlo mejor – porque esta vez no caerán en el
juego. Este comportamiento tiende a brotar mas fuertemente
durante ocasiones anuales tales como cumpleaños, Días de Acción de
Gracias, Navidades, o aniversarios de bodas. Este deseo de usar
habilidades recién adquiridas para facilitar comportamientos mal
adaptados puede llevar al terapeuta a jalarse los cabellos.

Digamos que hay un pozo en su patio trasero. Se ve muy pintoresco;


es redondo, hecho con piedras, con un pequeño techo, y un tazón
que se puede utilizar para bajar y recoger agua fresca. Usted tiene
muchas memorias agradables en el pozo, tal vez yendo con el abuelo
o pariente, y ellos ayudándole a subir el tazón. Se sintió importante y
orgulloso al poder subir el agua. Luego un día descubre que el pozo
ha sido envenenado. Porque cuando usted ingirió el agua, se
enfermó. Usted estaba muy triste por no poder regresar al pozo y
sacar agua fresca de nuevo. Usted pensó y pensó, y se le ocurrió una
idea: Regresaré al pozo, pero usaré un bote nuevo! Así que compra
un bote nuevo, saca el agua, la toma – y se enferma. El día siguiente
decide tratar de sacar agua con su tarro preferido, aquel con las
vaquitas pintadas, y usted bebe, y se enferma. Así que decide tratar
de sacar agua con un vaso de plástico, a través de un popote – y se
enferma de nuevo. Luego trata de beber el agua parado sobre su
cabeza...

Los pacientes entienden el punto. Cuando usted regresa a


situaciones dolorosas y disfuncionales con la expectativa de
que puede “hacerlo bien”, está preparando el escenario para
el fracaso y el dolor.

El reconocimiento de estos patrones, los cuales comparten muchas


personas que crecieron en hogares narcisistas, es una parte crucial
de la recuperación. Ésta es la base para reformar el oro fundido.

Etapa Cuatro: Evaluación

La evaluación requiere que el paciente haga un análisis de su


situación actual: observando los rasgos de personalidad que
ahora “posee” y decidiendo cuales desea mantener, y cuales
han dejado de ser funcionales y necesitan ser cambiados.

En esta etapa, los pacientes a menudo vuelven a culparse a si


mismos en gran medida; hacen comentarios como, “mis padres en
realidad no eran tan malos”, y “me siento culpable al venir aquí y
hablar mal de mi familia cada semana; no es justo, sabe, porque sólo
está escuchando mi lado de la historia”. Usualmente respondemos
con algo como, “ésta no es una corte marcial; no estamos aquí para
decidir quién dice la 'Verdad', estamos aquí para hablar de sus
sentimientos y percepciones. Si sus padres quieren hablar de sus
sentimientos y percepciones, pueden ir y conseguir su propio
terapeuta”.

Ya que los pacientes tienden a “atascarse” también en esta etapa


recordando todas las maneras en las que han “arruinado” su vida,
todas las malas decisiones que han tomado, todas las cosas que no
dijeron y que debieron (y viceversa), todas las personas que han
dejado abusaran de ellos, etcétera, es muy importante que el
terapeuta constantemente reafirme al paciente con apoyo positivo.
Una de las maneras sin aparentar dar halagos por el simple hecho de
hacerlo (“Soplando felicidad a mi trasero”, como un paciente
mencionó elegantemente”) es reflejar lo siguiente:

• El paciente estaba operando con limitada información en ese


momento, y tomó sus decisiones en base a esa poca información.
• El mecanismo de defensa del paciente tal vez no funcione ahora,
pero lo mantuvo a flote – tal vez inclusive lo mantuvo con vida – de
niño. Es algo bueno que los haya desarrollado, no algo malo; tal vez
en la adultez, sin embargo, quiera desarrollar unos nuevos.

Con esto, el paciente estará desarrollando el plano para la obra de


arte que hará con su oro.

Etapa Cinco: Responsabilidad por el Cambio

La quinta etapa de aceptación es, por tanto, trabajar en


cambiar aquellos rasgos de personalidad que hayan
funcionado durante la niñez, y tal vez hayan facilitado su
sobrevivencia, pero ahora son disfuncionales para la vida
adulta y definitivamente se están interponiendo en el camino
del individuo. Es en esta etapa que el terapeuta es especialmente
valioso para el paciente. El terapeuta puede presentar opciones sanas
y exhibir posibilidades que no han sido parte del entorno del paciente.

La historia de Janine. Janine entró a terapia con una ansiedad crónica y un


agotamiento extenuante. Definitivamente lucía cansada, y su afectación era
tanto depresiva como ansiosa. Había acudido a un número de doctores,
ninguno había podido identificar la raíz del problema. Le habían recetado
píldoras para dormir, antidepresivos, tranquilizantes y vitaminas, y todo había
sido nada mas que un remedio temporal para su cansancio y ansiedad.

Producto de una familia narcisista compuesta de un padre juzgador y adicto al


trabajo y una madre con un fuerte compromiso religioso, eternamente sufrida y
pasiva, Janine había sido criada en el Cinturón Bíblico para creer que su único
propósito en la tierra era servir a otros. Ausente en la escuela si se requería su
ayuda en la casa o granja; nunca había salido con chicos o participado en
eventos fuera del horario escolar, ya que habrían motivado egoísmo. Nadie
cuestionó que solamente Janine realizara estos sacrificios; nunca se les pidió a
sus hermanos que faltaran a la escuela, y ellos participaban abiertamente en
actividades atléticas y fuera de horario. A Janine, sin embargo, se le fue
inculcado que su cuerpo era “vehículo para el pecado”, y que la única
esperanza de redención que tenía era el entregarse humildemente al servicio a
otros. Asertividad o límites no eran palabras que formaran parte del vocabulario
de Janine; no estaban integrados a su visión del mundo. De hecho, como
confesó después de dos años en terapia, no habría ingresado a terapia si
hubiese sabido que sería motivada a ser más asertiva. Ingresó para averiguar
por qué estaba tan débil, y fue dándose cuenta de fortalezas que nunca le
habían sido permitido explorar.

Durante el curso de la terapia, fue capaz de identificar que tenía pocos o ningún
límite. Estaba casada, con cuatro hijos, y era literalmente una esclava de ellos.
Más aún, se sentía incómoda al decir no virtualmente a cualquiera que le
pidiera algo – sin importar cuán inapropiada o bizarra fuera la propuesta. En
varias ocasiones había cuidado a las mascotas de los vecinos (a pesar de ser
alérgica a los cabellos de los animales), fue niñera de los hijos de otras
personas durante todas las horas del día o noche, proveyó transporte de ida y
vuelta a Boston (un viaje de dos horas por tramo) a un vecino que apenas
conocía (y que de hecho había sido grosero con ella y la había insultado), se
quedó despierta toda la noche realizando una tarea escolar para su hija
adolescente cuando ella misma tenía neumonia, y etcétera, etcétera. La mujer
no sabía que el rechazar era opción. En su familia de origen era abusada física
y verbalmente si se negaba, o inclusive si mostraba poco entusiasmo. Decir no
simplemente no era una opción disponible.

El terapeuta de Janine le enseñó el concepto que había un punto medio entre


ser totalmente inaccesible (el modelo de sus padres) y ser totalmente accesible
(su modelo parental reactivo), y que era apropiado para ella evaluar las
peticiones y demandas en base a su tiempo disponible, energía e interés. Era el
comienzo de grandes cambios en la vida de Janine. El decir “No” era ahora una
opción. Hubo por supuesto otros problemas con los que tuvo que lidiar Janine
durante la terapia, pero la idea de rechazar algo como opción válida fue el
comienzo de su recuperación – la transformación del oro fundido en algo
hermoso.

Culpar y Confrontar

Como hemos mencionado antes, los pacientes, especialmente


aquellos que están comprometidos religiosamente, a menudo
reportan haber intentado acudir a terapia en el pasado pero no
habían podido continuar al haberles sostenido que debían “odiar” o
“rechazar” o “confrontar” a sus padres (o quien hubiese sido el tutor
disfuncional). Los conceptos de culpar y confrontar no son esenciales
en la implementación de este modelo; son problemas individuales
que cada dúo paciente/terapeuta debe lidiar de acuerdo al caso en
particular. Al trabajar por años con este modelo, hemos notado que
los pacientes se sienten mas capaces de entrar en contacto con su ira
al estar ausentes las frases acusatorias por parte del terapeuta. Ya
que no tienen que defender al sistema parental, son más capaces de
observarlo de forma realista.

Cuando la Familia Narcisista fue Traumáticamente Abusiva: El


Problema de la Confrontación

El deseo de confrontar al abusador/victimario, especialmente en


casos de abuso sexual y asalto físico, es algunas veces
extremadamente fuerte en las etapas tempranas de la terapia.
Hemos notado en nuestro trabajo con sobrevivientes de abuso sexual
infantil que, después que las memorias comienzan a brotar, el
impulso inmediato del sobreviviente – especialmente si es varón – es
correr y confrontar al abusador/victimario, con el idea de “hacerlo/a
pagar por lo que el/ella me hizo”.

La confrontación en estas etapas tempranas no funciona. El


paciente lo estaría haciendo por las razones incorrectas y
saldría herido en el proceso. En nuestra práctica grupal, la cual ha
visto pasar a cientos de sobrevivientes, las confrontaciones
consideradas como prematuras por el terapeuta, pero que aún así se
realizaron, han sido dañinas. La confrontación en sí se vuelve el foco
de la terapia por semanas, y el progreso del paciente se retrasa.

La confrontación es necesaria y deseable para muchos, pero


no para todos los pacientes. Algunas veces para el momento que
el paciente ingresa a terapia, el abusador/victimario ha muerto o se
ha ido a otra ciudad o país. Un gesto simbólico es usado en esos
casos: una confrontación simulada en la oficina del terapeuta, una
carta escrita y luego quemada, una visita al cementerio para entregar
una carta o decirle a la persona muerta cómo se siente el
sobreviviente. Cuando sea posible, una confrontación directa cara a
cara, una cita entre el sobreviviente y el abusador en la oficina del
terapeuta, es frecuentemente un paso importante en el proceso de
sanación. Pero esto es únicamente valido cuando el paciente lo
hace por las razones correctas.

La “razón correcta” tiene que ver con las expectativas que el


paciente tenga de la confrontación. Si lo que quiere es revancha,
obtener una disculpa, causar daño físico, hacer que el abusador
admita lo que hizo, para “verla retorcerse” o para “limpiar el aire para
que podamos comenzar de nuevo”, la intervención fracasará. De
hecho, si el paciente desea cualquier cosa del abusador, la
confrontación estará destinada al fracaso. Se terminará
sintiendo peor que cuando comenzó, porque todo lo que habría hecho
sería recordar los viejos tiempos. Trataría de impactar al sistema
parental/perpetrador – cambiarlo, controlarlo, manipularlo o
afectarlo – y no puede. No tiene el poder ni el control. Desde
luego puede “hacerlo público”, pero esa es una espada de doble filo
también, y necesita de cuidadosa consideración junto al terapeuta.

La razón correcta para confrontar es habilitar al sobreviviente


para decirle al perpetrador lo que sucedió y cómo se siente el
sobreviviente; cómo ha afectado su vida, sus sentimientos
hacia si mismo y hacia el mundo; cuanto dolor ha causado el
abusador en él; y cómo se siente ahora acerca del abusador.
Es un acto puramente egoísta. No es para cambiar al abusador, o
hacerlo admitir lo que hizo. No es acerca del abusador; es acerca
del sobreviviente. Por esta ocasión, el sobreviviente tendrá la
oportunidad de validar la experiencia de su niñez y hablar
acerca de sus sentimientos. La reacción del abusador es
irrelevante. Cuando el paciente puede escribir la carta, o arreglar la
cita, sin expectativas del abusador, la confrontación será exitosa. El
paciente habrá cumplido su meta.

Es deseable para el terapeuta anticipar que el deseo de confrontar


surgirá prematuramente, y estar listo para manejarlo. En sesiones
anteriores, cuando el paciente esté comenzando a tener memorias o
recuerdos, introducimos la posibilidad de confrontación como opción,
algo que el paciente tal vez quiera o no hacer, en un futuro distante.
Cuando la fuerte urgencia de confrontar aparece prematuramente,
sugerimos que el paciente lo aplace “hasta la otra semana. No lo
hagamos esta semana – vamos a darle una semana para pensarlo”.
O decimos, “¿Porque no traes la carta antes de enviarla por correo?
Podemos repasarla juntos y asegurarnos que es exactamente lo que
quieres decir”. Somos muy directos para decir al paciente que es
prematuro y por qué creemos que es así. Pero también lo hacemos
de una manera amable, dejando la puerta abierta para “la siguiente
semana” o “trayendo la carta” para que el paciente no se sienta
rechazado o detenido.

Luego, si el paciente sigue adelante y va contra nuestro consejo, ellos


se sentirán menos avergonzados cuando nos lo digan, ya que la
puerta estaba abierta – aún si fue sólo un poco.

Perdón

Por el contrario, el perdón no es tampoco una parte esencial de


nuestro modelo. Cuando se nos confronta con el tema de perdonar al
abusador, creemos que eso pertenece más al dominio espiritual, que
al psicológico. A pesar que el tema del perdón ha sido tratado
ámpliamente por Scott Peck, Bass y Davis y otros, nosotros no lo
procuramos (2). De acuerdo a nuestra experiencia, la presión auto-
impuesta por perdonar al perpetrador a menudo se interpone
en el camino de la recuperación genuina, ya que puede actuar
como tope de la necesaria expresión de ira y auto-validación
de sentimientos por parte del paciente. Cuando los pacientes
preguntan acerca del asunto, respondemos que en base a nuestra
experiencia, el perdonar es más un sentimiento o condición del ser
más que un acto. Como tal, no puede ser legislado o sujeto a
decisión; si sucede, sucede por si mismo. Se le pide al paciente una
reflexión de la realidad, no un juicio.

Conclusión

Aceptar la realidad de crecer en una familia narcisista


representa más de la mitad de la batalla en pos de la
recuperación. De nuevo, un aspecto particular de este modelo
es que, como hemos subrayado anteriormente, no implica
culpar o juzgar, confrontar o perdonar. Implica
reconocimiento de cómo hemos aprendido lo que hemos
aprendido, y como podemos re-aprender para hacernos de una
vida mas satisfactoria. Aleja la responsabilidad del paciente
por la disfunción siendo niño, pero le asigna la
responsabilidad de su recuperación como adulto. De nuevo, él
o ella han sido moldeados por sus experiencias pasadas, pero
no necesitan ser definidos más por ellas
Sentimientos y comunicación de adultos de familias
narcisitas

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo V
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

En el mito de Narciso, Echo era incapaz de abogar por ella misma;


era incapaz de expresar sus sentimientos, y entonces se murió. Esta
es la viva metáfora de la necesidad de estar en contacto con nuestros
sentimientos, y la necesidad de encontrar maneras de expresarlos
asertivamente y, eso esperamos, satisfacer nuestras necesidades con
éxito.

Víctor Frankel, dos mil años después de Ovid, ilustra el concepto de la


necesidad esencial de expresar nuestros sentimientos en su historia
sobre un compañero sobreviviente de un campo de concentración.
Las condiciones de vida en el campo causaban severos hinchamientos
de pies, imposibilitando a los prisioneros ponerse las botas antes de ir
a trabajar. Únicamente un prisionero consiguió hacerlo. Cuando
Frankel le preguntó como había logrado deshacerse del edema,
respondió, “Lo he hecho a base de lágrimas”. Como Frankel explica,
“No había necesidad de sentirse avergonzado por las lágrimas, ya que
son el vivo testimonio de un hombre con el mayor de todos los
corajes , el coraje de sufrir”(1).

Para los adultos de familias narcisistas, el concepto de


reconocimiento y validación de los propios sentimientos es a menudo
totalmente suprimido durante la experiencia familiar. La habilidad de
comunicar los sentimientos apropiadamente se vuelve entonces una
tarea monumental: ¿cómo puedo comunicar verbalmente aquello que
no puedo reconocer internamente? Si a uno no se le enseñó que tiene
derecho a sentir, entonces seguramente que tampoco se le enseñó
como comunicar los sentimientos de manera directa y asertiva.

Enseñar a los pacientes cómo ser asertivos apropiadamente es a


menudo el mayor reto de los terapeutas al trabajar con
sobrevivientes de familias narcisistas. Enseñar y aprender esta
habilidad en forma gradual –permitiéndose experimentar
sentimientos al reconocerlos, etiquetarlos, auto-validarlos y
expresarlos apropiadamente, culminar con una declaración clara
sobre nuestras expectativas- es una tarea enormemente compleja.
Corta de raíz la mismísima condición del sobreviviente: ¿si no sé
quién soy, como puedo darme a conocer ante ti?

El modelo que usamos para enseñar habilidades efectivas de


comunicación se llama “Yo siento…Yo quiero” (2). Esencialmente,
hace referencia a la expresión verbal de nuestros sentimientos,
seguido de una clara expresión de lo que uno quiere. “Tommy, me
siento enojada y herida porque no has limpiado la sala de estar
cuando prometiste que lo harías. Me gustaría que lo hicieras ahora
mismo.”

“Yo siento…Yo quiero” es un ejemplo obvio y simple, pero la mayoría


de las personas no saben como hacerlo. Ello ahorra prestarse a
juegos, malos entendidos, escenas explosivas, interpretaciones
equivocadas de la mente, y toda suerte de cosas infernales. Es el
mejor modelo de comunicación clara y respetuosa que hemos
encontrado.

Para individuos educados en familias narcisistas, ser asertivo es un


enorme problema. La asertividad involucra dos partes: saber cómo se
siente uno, y ser capaz de expresarlo de manera clara y sin
agresividad. Como se indicó en el Capítulo Dos, tanto el
reconocimiento de los sentimientos como su expresión son tareas
difíciles para los sobrevivientes.

En la práctica, preferimos el término comunicación adulta respetuosa


basada en la asertividad. Aunque asertividad es una palabra
perfectamente respetable y funcional, tiene una connotación negativa
para muchos pacientes. También es menos descriptiva.
Esencialmente, los pacientes necesitan aprender a respetarse a si
mismos y a los demás, aprender a relacionarse como adultos
completamente funcionales y a comunicarse acertadamente para que
el mensaje enviado coincida realmente con el mensaje recibido.
Hemos, por tanto, dividido este capítulo en dos partes (identificar y
expresar los sentimientos, respectivamente) y hemos puesto un
número de técnicas terapéuticas para enseñar estas importantes
habilidades.

Identificar sentimientos

Muchos pacientes se sienten hasta incómodos ante la palabra


sentimientos. Un paciente comentaba, “No me gusta eso de
suavecito-delicadito-esponjoso” Por ello es necesario ayudar a los
pacientes creando un cierto grado de distensión al hablar de
sentimientos, para que puedan reconocer 1. lo que son los
sentimientos, y 2. que ellos los están experimentando. Para este fin,
hemos descrito un número de técnicas usadas en nuestra práctica.

Enumerar Sentimientos

Es a menudo interesante y provechoso tomarse un tiempo con los


pacientes simplemente enumerando sentimientos. ¡Si no se les
anima, muchos no pueden ni siquiera enumerar uno sólo! O ellos tal
vez llegan a decir “enojado”, “triste”, “bueno” o “malo” y eso es todo.
Los pacientes usualmente se sorprenden del número de sentimientos
que pueden ser generados en una lista con el terapeuta.

Estos individuos dirán cosas como “No tengo sentimientos”, o “Sentir


duele demasiado”. No tienen ningún concepto de la importancia o la
función de los sentimientos. Desde el punto de vista de la familia
narcisista como modelo, les enseñamos a los sobrevivientes que los
sentimientos:

• Son la verdadera expresión de quienes somos;


• Existen por cuenta propia
• No pueden ser legislados (como en, “Tu debes de amar a tu
hermano”;
• No hay buenos o malos, correctos e incorrectos – simplemente
existen;
• Son instintivos y a menudo protectores
• Nos motivan a acciones necesarias (por ejemplo, “Siento temor, por
tanto, llamaré a la policía”);
• Necesitan ser reconocidos y tomarse en consideración; porque
• Saldrán a la luz –aún si los ignoramos, negamos, alimentamos-
mediante síntomas físicos, ira explosiva, o depresión (la “otra cara”
de la ira).

Los sentimientos son especialmente valiosos como incentivo para la


acción, en el sentido que Bradshaw usaba el concepto de la “E-
moción” (3). Por ello, cuando negamos nuestras emociones o
sentimientos, puede que no emprendemos las medidas necesarias y
apropiadas. Como saben los terapeutas, la inactividad muy a menudo
lleva a la depresión.

Hay un número de técnicas que sirven de ayuda al enseñar a adultos


de familias narcisistas cómo reconocer y etiquetar sus sentimientos.
Tres técnicas que usamos con frecuencia (el Test del Lenguaje
Corporal, Historias Sentimentales y Proyección de Video) se detallan
abajo. También recomendamos que los pacientes lleven “diarios de
sentimientos” donde identificar y etiquetar lo que experimentan,
incluyendo sensaciones físicas.

El Test del Lenguaje Corporal

La mayoría de las personas experimentan fuertes sentimientos como


una o más sensaciones físicas: por ejemplo, una constricción en la
garganta, o sentir que el estómago o el corazón se anida ahí; tensión
de músculos en el cuello o en los hombros; o un dolor de cabeza
repentino. Algunos individuos experimentan síntomas casi
instantáneos de dolor de estómago o diarrea en tiempos de estrés
emocional. Pregunte al paciente dónde siente la emoción (o el
trastorno) en su cuerpo; y lo más seguro es que no tendrá problema
en decirlo.

El primer paso, entonces, es que el paciente entre en contacto con su


síntoma – que realmente lo perciba y lo experimente, y que el
terapeuta lo elogie por tan sólo permitirse experimentar y sentirlo
físicamente.
La Historia de Mary. Mary es una mujer de treinta años cuya familia
narcisista de origen la formaba un padre callado y nada asertivo, una
madre entrometida y emocionalmente abusiva y dos hermanas. La
madre de Mary la llamaba varias veces por semana para
“descargarse” sobre ella, acaparándola con historias ilustrativas de
las cosas malas que hacían sus hermanas; siempre intentando
involucrar a Mary en escenarios familiares complejos y perturbadores.
Mary había estado viendo a un quiropráctico por más de un año por
tensión y dolor de cuello. Había etiquetado su dolor como secuela de
un accidente automovilístico menor, asumiendo que experimentaba
dolor en su espalda al tensarla inadvertidamente y en el cuello al
levantar y doblarse de mala manera. Cuando su quiropráctico la
mandó a terapia, ella llegó a la conclusión de que el dolor tal vez era
más una expresión de estrés psicológico que una lesión física.

En el transcurso de la terapia, Mary comenzó a llevar un diario de


sentimientos en el que rastreaba sus dolores de cuello, eventos,
pensamientos y sentimientos que había experimentado en el
transcurso del día. Se le enseñó la “respuesta de relajación” de
Benson, la cual aprendió a usar al tomar consciencia del dolor de
cuello. (4) Al mantener un diario, Mary fue capaz de relacionar sus
síntomas físicos con eventos específicos y pensamientos –
desencadenantes de sentimientos- y a etiquetar los sentimientos que
se expresaban en su cuello como dolor.

Terapeuta: ¿Mary, esta semana cuando sentiste la tensión en tu


cuello, fuiste capaz de relacionarlo con algo que ocurrió, o que
estabas pensando?
Mary: Es gracioso, siempre sentía más dolor los fines de semana,
pero nunca supe por qué. ¡En mi diario, sí dice por qué! Lo siento
después que mi madre llama (por teléfono). A menudo llama los fines
de semana, porque mi padre trabaja durante ese tiempo. Esta vez,
cuando colgué me di cuenta que tenía el dolor. Y no había hecho
nada - físicamente, quiero decir- para que me doliera.
Terapeuta: ¿Así que su madre es un dolor en el cuello?
Mary: (riendo) Si eso creo.
Terapeuta: ¿Mary, qué sentiste durante la conversación?
Mary: Deseaba que no me llamara todo el rato para descargarse
conmigo.
Terapeuta: Ok. Pero eso era lo que pensabas. Quiero saber como te
sentías. Estás describiendo un pensamiento, no un sentimiento. ¿Qué
sentías?
Mary: Sentí que - no. Me sentí enojada. Realmente enojada. Furiosa.

En este punto el terapeuta pudo alabar a Mary por el trabajo que


estaba haciendo, y subrayar los pasos que estaba dando para
cambiar su vida positivamente. Los pacientes a menudo tienen
dificultad para reconocer sus logros y frecuentemente los identifican
en términos que en realidad reflejan un déficit o un fracaso. (“¡Si, tal
vez lo hice esta vez, pero debí de haberlo hecho desde hace
tiempo!”) Es importante que el terapeuta enmarque la experiencia
como una falta de entrenamiento más que de inteligencia, carácter
moral o lo que sea: el paciente no tenía la habilidad (entrenamiento,
opciones, visión del mundo) en aquel entonces, pero está
aprendiendo ahora.

Una parte significativa de la terapia en este modelo es que el


terapeuta está orientado hacia la acción, en vez de ser reflectivo o
comprensivo en primer lugar. Es importante que el terapeuta premie
verbalmente al paciente por su comportamiento apropiado, haciendo
declaraciones constructivas y alabándolo – no en el sentido de clamar
admiración por el paciente, sino tratando de reflejar la realidad del
trabajo que está haciendo. De esta manera, el paciente sabe cuando
ha hecho una “cosa buena”. Probablemente Mary no tuvo ese tipo de
retroalimentación durante su niñez, así que ahora lo necesita y lo
aprecia.

El paso final es habilitar al paciente a expresar el sentimiento y a


actuar en consecuencia.

Después de una importante discusión, Mary decidió expresar sus


sentimientos a su madre y establecer algunos límites en su relación.
“Usando el „Yo siento…yo quiero‟, voy a decirle que me siento muy
enojada cuando llama para quejarse de mis hermanos, y que no
quiero que lo vuelva a hacer más”.
Después de unos esfuerzos tentativos, Mary fue capaz de expresar
sus sentimientos a su madre, y de hecho dio por finalizadas algunas
conversaciones en cuanto su madre “infringía la regla”. Pasado un
tiempo en el que su madre rechazaba hablarle de forma categórica
(adoptando “el trato del silencio”), su madre cambió su
comportamiento telefónico. Comenzó a llamarla con menor
frecuencia, para alivio de Mary, y las conversaciones fueron más
breves, con temas de discusión más aceptables. Su madre entonces
comenzó a llamar en su lugar a una de las hermanas de Mary y
empezó a “descargarse” con ella. Como Mary dijo, “¡Ahora es
problema de mi hermana; ella tendrá que aprender a lidiar con eso!”.

Mary aprendió que la gente recurre a ciertas técnicas interactivas


porque funcionan; estas tácticas les da lo que quieren. Cuando esas
técnicas no funcionan más,
la gente deja de usarlas. Mientras Mary estaba dispuesta a escuchar a
su madre (es decir las necesidades de su madre), ésta continuaba
descargándose sobre ella. Cuando dejó de funcionar – cuando Mary
rechazó escucharla (comenzó a respetarse a si misma) y fue capaz de
comunicarlo como adulta y claramente – su madre dejó de
descargarse sobre ella. Así, Mary fue capaz de realizar una
modificación en el comportamiento de su madre, al menos en relación
con ella.

Así mismo, Mary entendió que su cuerpo era una herramienta valiosa
para indicarle cuando estaba experimentando un sentimiento que
requería atención. En vez de referirse a su dolor como el enemigo,
Mary se dio cuenta que era una advertencia protectora de alto estrés.
Aprendiendo a escuchar el lenguaje corporal y a actuar en
conformidad, se encontraba bajo menos estrés y subsecuentemente
experimentó menos dolor de cuello.
Historias de Sentimientos

Es a menudo difícil para los sobrevivientes atribuirse sentimientos,


especialmente si en el pasado la experiencia de sentimientos fue
dolorosa, no productiva o castigada. Un método comprobado para
provocar sentimientos con fines de diagnostico ha sido a través del
uso de técnicas proyectivas (El Test de Consciencia Temática, Tests
de Rorschach, y similares) (5). Usando este método desde una
perspectiva terapéutica (más que para obtener un diagnóstico),
hemos encontrado que pedirles a los pacientes que imaginen lo que
otras personas pueden llegar a sentir en una situación dada es mucho
menos amenazador para ellos y además es una excelente técnica
para reconocer y etiquetar sentimientos.

Las historias de sentimientos son pequeñas viñetas que el terapeuta


puede improvisar espontáneamente en la consulta. Estas historias no
sólo pueden ser de ayuda para lograr que los pacientes identifiquen y
etiqueten sentimientos, sino que a menudo actúan como un
“detonante de memorias” (algo que ayuda o provoca el
recuerdo/recolección de memorias enterradas). En terapia, el
practicante contará la historia para provocar sentimientos y luego
hará que el paciente decida como podría sentirse el carácter o
caracteres de la historia:

Una pequeña niña está jugando con un gato en el patio. Ella se mete
en la casa para tomar agua, y el gato es atropellado por un auto en el
camino. ¿Cómo se siente la niña?

Un niño está jugando con otros cuando comienzan a molestar a un


niño más pequeño. El no hace nada; sólo mira. Muy pronto el niño
pequeño se aleja corriendo, llorando. ¿Cómo se siente el primer niño?

Un niño siempre está siendo golpeado por su padre. Un día, el padre


viene muy enojado porque la patineta del niño se encontraba en la
cochera e hizo que el padre se tropezara. La hermana del niño sabe
que el pequeño volverá a ser golpeado, así que le miente al padre y
le dice que fue ella la que dejó la patineta afuera. El padre la golpea a
ella en vez de su hermano. ¿Cómo se siente ella?

Cuando el hermano se entera de lo sucedido (por otro hermano),


¿cómo se siente?

Una niña tiene una madre que juega con ella, le lee historias y le da
muchos abrazos. Pero cuando su padre actúa de forma brutal y le
grita a la niña, la madre finge que no lo nota o se va a otro cuarto.
¿Cómo se siente la niña?

Un niño gana un concurso de poesía y le piden que lea su poema en


clase. ¿Cómo se siente?

La madre de una niña rompe sus promesas frecuentemente, y


después le compra un bonito regalo. ¿Cómo se siente la niña?

Una niña está jugando afuera con sus amigos cuando comienza a
anochecer. Sus amiguitos comienzan a retirarse. La niña les pide que
se queden a jugar con ella. Le contestan que sus padres les dijeron
que fuesen a casa en cuanto las luces de la calle se encendiesen. Ella
les dice que sus padres no tienen ninguna regla con respecto a su
hora de llegada. ¿Cómo se siente ella?

A pesar de que los sentimientos que afloren puedan resultar obvios,


es fascinante experimentar la facilidad/dificultad con la que los
pacientes responden a las preguntas sobre “sentimientos”. También
resulta valioso el diagnóstico por los diferentes tipos de respuestas
que provocan las experiencias individuales de los pacientes. Por
ejemplo, un paciente respondió a la primera historia (sobre el gato
atropellado) diciendo: “Ella se sintió feliz. Era el gato de su hermana,
y la niña siempre lo había odiado. Ella quería un perro. Su madre le
dijo que sólo podían tener una mascota, y le tocó a su hermana
mayor escoger. Siempre escogía ella. ¡Ahora, ya que el gato está
muerto, la niña puede tener su perro!”. Noten así mismo la diferencia
en las respuestas más abajo de dos mujeres pacientes a la historia de
los niños jugando hasta que se encendieran las luces.

(Chris, mujer profesional bien educada, en su treintena que padece


ansiedad y depresión. Fue educada por un padre entrometido y
extremadamente crítico que sostenía expectativas absurdamente
elevadas con respecto a ella, y una madre que era tan pasiva que
optamos por una posible depresión crónica de nivel leve) “Me resulta
difícil imaginar no tener reglas! Huy!” (risas avergonzadas) “La niña
siente que tiene suerte. Se siente…orgullosa. Sus padres confían en
que use su propio juicio. Sus padres la aman mucho.”
(Laura es muy inteligente, educada por una familia negligente,
madre de tres niños pequeños. Es una alcohólica en recuperación que
fue abusada por su madre – quien abandonó a la familia cuando
Laura tenía nueve años – desdeñada por su padre, un jugador
compulsivo, e importunada por su hermanastro).
“Ella se siente tan avergonzada. Todos esos niños tienen gente que
se preocupan por ellos – que los quieren en casa- que los quieren
suficientemente como para imponerles reglas. Ella mataría por tener
a alguien así. A nadie le importa si se va a casa o no; nadie lo nota
siquiera.

Los sentimientos demasiado dolorosos como para que los pacientes


los expresen abiertamente a menudo afloran durante estas sesiones
de historias. Muchos niños de familias narcisistas tienen recuerdos
tan profundamente enterrados que necesitan historias vivenciadas
por otros niños para liberarlos. La mayoría de los terapeutas han
tenido la experiencia de recibir llamadas de pacientes que tuvieron
una avalancha de recuerdos provocados por un programa de
televisión o un artículo del diario. Las historias de sentimientos
funcionan de una manera similar pero más eficientemente. Al
terapeuta se le ofrece a menudo la oportunidad de transmitir
educadamente sus primeras conclusiones acerca del tipo de
experiencias vividas por el paciente que están siendo reprimidas,
permitiéndole a él o ella encajar la historia de sentimientos de
acuerdo a ellas..

Por ejemplo, se contó la historia del niño que ganó el concurso de


poesía a un joven que había sido educado por un padre
extremadamente duro. El terapeuta sospechaba que el joven (que
claramente no era homosexual) albergaba fantasías y miedos a ser
homosexual que le parecían demasiado espantosos como para
atreverse a reconocer o a comentarlos. Cuando se le contó la historia
de sentimientos, el dique reventó. Fue capaz de contar uno por uno
los incidentes experimentados en la niñez cuando intentaba hacer
amistades cercanas con otros chavales, donde sólo conseguía que su
padre lo estropeara todo por su actitud y comportamiento. El niño
siempre quedaba sintiéndose mal y culpable – ignorando qué había
hecho mal, pero sabiendo que había algo malo en querer una relación
cercana con otros varones. En la adolescencia, esta creencia se
tradujo por el sentimiento que el padre sabía que en el fondo, el niño
era homosexual. Por tanto, siempre mantenía la guardia contra ello,
ya que (por supuesto) el padre poseía un conocimiento y percepción
especial. Mientras que sus temores a la homosexualidad bien
hubieron podido aflorar a lo largo de la terapia, la historia de
sentimientos permitió al paciente utilizar el tiempo de su terapia
lidiando directamente con los sentimientos de miedo, culpa y
vergüenza, en vez de perder semanas o meses agonizando sobre
cómo, cuándo y si revelar su secreto o no.

Proyección de Video

Con esta técnica, los pacientes se ven capacitados para recapitular


incidentes del pasado con cargas emocionales y mantener al mismo
tiempo cierto grado de desapego. Se les pide a los pacientes que
imaginen una gran pantalla de televisión (o cine); en ella se está
proyectando el incidente que ellos encuentran demasiado doloroso
como para hablar de ello. Luego lo describen en tercera persona.
Empleamos esta técnica extensamente, combinada con hipnosis para
realizar un trabajo de desactivación en sobrevivientes con abusos
sexuales y otras formas de desórdenes de estrés post-traumático.

La Historia de Margo. Margo es agente de propiedad de treinta y


cinco años que posee su propio negocio. Experimentó problemas
crecientes de ansiedad durante el día que interrumpía su sueño por la
noche también. Durante las primeras sesiones de terapia, ella
sostuvo que su familia de origen – dos profesionales exitosos- fue
idílica. Procedió a la exploración de sus patrones de sueño infantiles
con el terapeuta, quien le había pedido visualizar una película de si
misma como niña, durmiendo. Fue describiendo el dormitorio y la
cama y continuó como sigue:

Margo: Hay una pequeña niña. Ella tiene unos nueve o diez años.
Está en su cama, durmiendo. Entonces, hay una luz potente. La
puerta del pasillo se abre. La luz penetra en el cuarto.
Terapeuta: ¿Como se siente la niña?
Margo: Está somnolienta. Quiere dormir. Ella está…triste.
Terapeuta: ¿Porqué triste?
Margo: Sabe que ahora no podrá dormir bien. Eso la entristece.
Terapeuta: ¿Qué sucede ahora?
Margo: Está triste (llorando mientras habla) por su pequeño
hermano. Es su pequeño hermano; está junto a la puerta. Ahora la
ha cerrado. Está llorando; ella oye como solloza. El se acerca a la
cama. Ella se mueve para que pueda meterse en ella. El llora, y ella
lo abraza. El se va adormeciendo. Ella está despierta.
Terapeuta: ¿Como se siente ella?
Margo: Triste. Esta triste por su pequeño hermano…porque él todavía
se preocupa. Ella no. Ella está triste porque no podrá dormir más.
Terapeuta: ¿Qué está sucediendo ahora?
Margo: Está mirando a su pequeño hermano, observándolo mientras
duerme. Parece tan lindo. Sólo tiene cinco años. No cerró del todo la
puerta del pasillo por lo que se refleja un poco de luz sobre él
(comienza a llorar otra vez). Ella lo abraza y lo aprieta.
Terapeuta: ¿Qué está sintiendo, Margo?
Margo: Tristeza
Terapeuta: ¿Es eso todo?
Margo: Tristeza…y enojo. Furia. Llena de furia. Ella odia a esos
bastardos. Ellos lo trastornan tanto. Ellos no merecen a un niño lindo
como Teddy. Los odio. El los ama, así que el resulta herido. Tiene que
aprender. Dejar de llorar. (Llorando fuerte y meciéndose en su silla)
Me duele por él…y por mi. Yo sí me preocupaba, pero ellos lo
jodieron. Tuve que cuidar de Teddy, pero yo era sólo una niña. No
podía hacerlo bien. El necesitaba padres…yo necesitaba padres. No
había nadie allí que nos cuidara. Nadie.

A medida que Margo fue capaz de juntar las piezas, se fue aclarando
que la vida familiar se centraba en subir la autoestima de la madre y
a que se sintiera confiada, evitando al mismo tiempo tener
demasiadas expectativas en cuanto a su disponibilidad. Los
problemas nocturnos se presentaban cuando los padres de Margo,
que tenían una vida social muy activa, regresaban de una fiesta. La
madre iniciaba una pelea con el padre por prestarle demasiada
atención a otra mujer, o por algo que había dicho o no durante la
velada. La madre siempre cerraba las puertas a golpetazo,
despertando a Teddy. Entonces la pelea subía de tono, y el padre
amenazaba con irse, y la madre lloraba rogándole que la perdonara.
Teddy, cuyo cuarto estaba al lado del de sus padres, comenzaba a
sollozar y se iba al cuarto de su hermana en un ala distinta de la
casa. Margo se sentía intensamente protectora de su pequeño
hermano (el cual adoraba), furiosa con sus padres y temerosa por
ella misma.

El uso de la proyección de video establece una distancia entre el


paciente y la experiencia. Provee un margen de seguridad emocional,
para que el paciente no “se venga abajo” y bloquee importantes
recuerdos.

Expresando Sentimientos

“Yo Siento…Yo Quiero”

Una vez que las personas son capaces de 1) reconocer que tienen
sentimientos, 2) etiquetar sus sentimientos, serán capaces de
aprender a expresar sus sentimientos apropiadamente, la parte de
“Yo Siento”. Cuando son capaces de aceptar 3) que tienen el derecho
de experimentar aquellos sentimientos y 4) que estos sentimientos
son importantes, les resulta más fácil verbalizar sus expectativas a
los demás, la parte de “Yo quiero”. Y como pronto lo experimentarán,
una vez capacitadas para expresar la parte de “Yo siento”, es a
menudo innecesario anunciar el “Yo quiero”. Muchas veces, lo más
importante es que los sentimientos sean escuchados. Sin embargo,
hay habilidades por aprender en cuanto a la expresión de los
sentimientos. 6) Hay una lista de “cosas malas” que la gente a
menudo dice cuando está experimentando fuertes emociones y
dificultades para expresarlas (vea lista en el Apéndice B). Mientras
estos comportamientos (insultos, referencias al “tú”, declaraciones
“siempre/nunca”, traer viejas rencillas a la mesa, hacer referencias
históricas, y comparar al otro con sus padres, entre otras) funcionan
bien para:

• Intensificar emociones
• Herir sentimientos
• Descargar mal humor
• Inducir culpa y vergüenza
• Provocar actitudes defensivas
• Alentar contraataques e
• Imposibilitar la resolución del problema

no funcionan bien para comunicar sentimientos y opiniones si


queremos que otra persona nos escuche. Las personas que están
siendo interpeladas por alguien que utiliza cualquiera de las técnicas
negativas listadas más arriba no se sienten valoradas o respetadas;
se sienten atacadas. Los humanos no escuchan bien cuando sienten
que son atacados, porque están preparando un contraataque
defensivo. No es una buena receta para una comunicación
provechosa orientada hacia la resolución de problemas. Por ejemplo,
la gente responderá de forma totalmente distinta a “¡Tú siempre me
interrumpes, eres muy desconsiderado!” en vez de “Me siento dolida
y furiosa cuando me interrumpes; Siento que mis opiniones no
importan. Me siento estúpida”

Por el contrario, los humanos sí escuchan declaraciones describiendo


sentimientos. Esas declaraciones son interesantes, descriptivas y no
amenazantes – describen al que habla, no al que escucha. Son
respetuosas por ambas partes, y tienen muy buenas posibilidades de
ser escuchadas. No hay defensa que preparar, porque no hay ataque
del cual defenderse. “Yo siento…yo quiero” es una comunicación
adulta respetuosa (CAR) óptima.

Caroline revisada. A menudo nos referimos a Caroline (mencionada


en el Capitulo Dos, cuya madre le dijo “Si tienes que pedirlo, pierde
su valor”) cuando trabajamos con el paciente el concepto de
comunicación adulta respetuosa, ya que su experiencia con “Yo
siento…yo quiero” alcanza a la mayoría de los sobrevivientes.

Caroline estaba herida y enojada porque su marido siempre olvidaba


su cumpleaños. Los cumpleaños nunca fueron importantes en la
familia de origen del esposo, pero sí lo habían sido en la de Caroline,
y le gustaba la atención, los regalos y sentirse realmente especial por
un día. Así que se ponía nerviosa cuando “el gran día” se aproximaba
– ¿acaso él se acordaría? Cuanto más se acercaba el día, más ansiosa
se volvía, y luego enojada (“¡Que se vaya al diablo si no lo
recuerda!”) y finalmente deprimida (¡Al carajo! No tiene importancia;
me demuestra que me ama de otras formas. No soy una niña)
Caroline no podía recordarle su cumpleaños por su creencia de que al
pedirlo perdería su valor. Entonces, cada año durante los tres
primeros años de su matrimonio, echaba a andar su vieja cinta
mental y terminaba teniendo un cumpleaños miserable. Y cada año,
había peleas post-cumpleaños, lágrimas, y miseria, donde el marido
volvía a explicar de nuevo el tema de los cumpleaños en su familia de
origen rogándole a Caroline que le recordara su cumpleaños; si ella
pudiera decirle lo que le gustaría que hiciera, estaría encantado. Pero
sencillamente Carolina no podía hacerlo. Las delicias del martirio
estaban bien ancladas en su visión del mundo. Caroline había
comenzado terapia unas pocas semanas antes de su tercer
cumpleaños de matrimonio. Se habló de las múltiples opciones
disponibles para lidiar con la celebración de su cumpleaños,
incluyendo la vieja cinta familiar con la esperanza de que de alguna
manera, esta vez, las cosas serían distintas (vea “Regresando al
pozo”, capítulo cuatro). Esa fue la opción que escogió, trayendo
consigo el resultado predecible.

En su siguiente cumpleaños, Caroline era experta en CAR. Esto es lo


que hizo:

1. tres meses antes de su cumpleaños, puso un gran cartel en la


nevera que decía “¡El cumpleaños de Caroline está cerca!”
2. dos meses antes, reemplazó ese anuncio con uno que decía, “¡El
cumpleaños de Caroline – sólo quedan 8 semanas!”
3. seis semanas antes, puso un cartel actualizado en la nevera y
pequeñas notitas de color rosa estuvieron apareciendo por la casa,
con mensajes como “¡Caroline ama las rosas amarillas!” y “El
restaurante favorito de Caroline es…”, “Caroline adora el Chanel #5”,
“¡Caroline quiere un pastel de mus de chocolate con velas en su
cumpleaños!” y así por el estilo.

Se convirtió en un juego. Caroline comenzó a divertirse y su esposo


estaba encantado. De verdad quería complacerla, y ahora ella le
estaba indicando exactamente como hacerlo. ¡Huelga decir que tuvo
un maravilloso cumpleaños! Carolina convirtió una situación en la que
siempre salía siendo la perdedora en una situación en la que sólo
podía ganar usando la CAR, y de manera muy creativa por cierto.

Conclusión

El concepto de comunicación adulta respetuosa (CAR) parece tan


simple, a pesar de que se basa en actitudes y habilidades complejas,
ya que la ausencia de cualquiera de ellas haría a la CAR imposible. El
terapeuta debe de ser capaz de ayudar a los pacientes a redescubrir
sus sentimientos, aprender cómo reconocer y etiquetarlos, para luego
desarrollar un nivel de comodidad y habilidad para comunicar estos
sentimientos a los demás.
La familia narcista - Fijar límites

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo VI
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

La capacidad para establecer límites personales ha sido identificada


desde hace mucho tiempo como un componente esencial del
funcionamiento saludable (1). Los límites tienen que ver con la
diferenciación del ego – el viejo concepto del “tuyo, mío y nuestro”.
¿Qué es lo que propiamente te pertenece a ti, o a mí, y qué es lo que
compartimos? Una persona cuyo ego tiene límites saludables tiene
discernimiento respecto a su disponibilidad de cara a los demás
(física, emocional y mentalmente). El o ella puede decir si o no a toda
clase de cosas con relativa comodidad según lo que considere
apropiado en su juicio. (Vean la historia de Janine en el Capítulo
Cuatro).

La historia de Ben. Cuando uno se siente cómodo a la hora de


establecer límites, no tiene que atormentarse por decisiones de
menor importancia, tal como lo hizo Ben cuando le pidieron que fuera
parte del comité del colegio: “En realidad no tengo tiempo para estar
en el comité del colegio; no puedo hacerlo. No. ¿Pero, es eso egoísta?
Otras personas lo hacen, yo debo ser capaz de hacerlo – por los
niños. Ok. Si. Pero – los niños sufrirán si estoy fuera una noche más
a la semana. No. Pero – tal vez sólo son excusas porque estoy muy
cansado, o tengo miedo que los del comité sepan que soy tonto. Así
que sólo es mi inseguridad la que está hablando. Si. Lo haré.
¡Pero…no sé qué debo hacer! ¡Tú dime qué debo hacer!”

Ben (a quien conocimos en el Capítulo Dos), no tenía idea cómo


establecer límites personales. Como padre acosado y divorciado con
dos niños en edad escolar, Ben era el producto de una familia
narcisista con una madre fría, crítica y emocionalmente abusiva y un
padre ensimismado, colérico que infligía abusos físicos, y con
expectativas cruelmente altas hacia Ben. Aún cuando Ben respondía a
estas expectativas (lo cual sucedía a menudo, puesto que era un
estudiante brillante y un atleta con talento), nunca recibió elogios,
sólo una crítica de cómo pudo haberlo hecho mejor.

La niñez y adolescencia de Ben fueron un intento elaborado de


responder a los objetivos cambiantes que merecían la aprobación
familiar. Nunca lo consiguió. Mientras estuvo casado (con una mujer
fría y desdeñosa que sostenía expectativas desmesuradas),
personificó la “forma de vivir humana” de Kellog (juego de palabras
de “ser humano” N. del T.) (2). Era una máquina de logros, con
sentimientos tan profundamente enterrados que era incapaz de
identificar lo que era un sentimiento. Cuando ocurrió el repentino e
inesperado divorcio (por su parte) que lo hundiría en una depresión
escalofriante y suicida, Ben entonces buscó ayuda por fin.

Para Ben, el divorcio fue la máxima expresión de su inhabilidad para


lograr aprobación, la absoluta desesperación de su vida. Desde su
perspectiva, había hecho todo lo que los demás le habían pedido, y
no obstante no supo mantener ni una sola relación personal
satisfactoria. Era un fracaso y una persona indigna.

A través de la terapia, Ben fue capaz de entender que él y sus


hermanas eran personas periféricas en su familia de origen. Se
esperaba de todos los niños – pero especialmente de Ben por ser el
único varón, que fueran exitosos para satisfacer indirectamente la
necesidad de estima de los padres. Se esperaba, de hecho, que se
anticiparan a todas sus necesidades (una tarea evidentemente
imposible) y que las cubriesen, o de lo contrario serían castigados por
su “egoísmo”, “estupidez” o “ingratitud”.

Ben contó una historia de cuando volvía del colegio a casa estando en
cuarto o quinto año escolar. Su familia vivía en una ciudad costera
donde rara vez nevaba. Sin embargo aquel día nevó y Ben junto con
sus hermanas y amigos estaban afuera jugando con la nieve cuando
el padre llegó a casa. A pesar del hecho que era la primera nevada en
muchos años y que nadie le dijo a Ben que barriese la nieve
(tampoco había usado una pala anteriormente), el padre se puso
furioso porque Ben no había despejado la entrada; le gritó y le pegó.
Ben se fundió en lágrimas delante sus hermanas y amigos, más por
la absoluta injusticia y frustración de la situación que por el dolor
físico. Cuando entró en la casa más tarde, después de barrer
rápidamente la nieve que ya se derretía (“¡Ya se había derretido en la
mañana siguiente, de todas maneras!”, recuerda), su madre fue
totalmente insensible a sus sentimientos, comunicándole en su lugar
su disgusto y desaprobación por haber trastornado a su padre.

A medida que Ben contaba la historia veinte años después, todavía


seguía furioso. “Me llamó egoísta y estúpido. ¿Puede creer eso? ¡Él
me lo dijo a mi! ¡Él! ¡El bastardo más egoísta, más estúpido en la faz
de la tierra! ¡Dios, lo odio!” Es un perfecto ejemplo de cómo un
sistema de padres narcisistas opera para minar la auto-confianza y
perjudicar la capacidad de tomar decisiones. Ben, como adulto, era
incapaz de establecer límites en su vida esencialmente porque no fue
entrenado siendo niño a creer que tenía esa opción.

Agradar a los demás

Las personas sometidas durante años a este tipo de entrenamiento


deficiente pueden convertirse en personas que quieren gustar a todo
el mundo o “encantadores de gente” (un término de Alcohólicos
Anónimos) en extremo. Ya que nunca se les permitió establecer
límites siendo niños, son incapaces de hacerlo de adultos. Tal vez
sean capaces de poner límites razonables en algunas áreas de su
vida, usualmente aquellas que no fueron objeto de “entrenamiento”
por sus familias de origen (tales como las situaciones laborales).
Estos mismos individuos, como se ilustra en el caso más adelante,
pueden ser completamente incapaces de fijarlos en otras áreas - por
lo común en relaciones familiares e interpersonales cuyo “terreno de
entrenamiento” se ensayaba en el hogar narcisista.

La historia de Kate. Kate es administradora de una institución


pública importante. En el ambiente laboral se desenvuelve
maravillosamente: sus decisiones son apropiadas y no tiene dificultad
en delegar trabajo a su equipo, haciendo declaraciones correctivas
amables pero firmes, defendiendo sus puntos de vista ante su
superior, manteniendo una relación cariñosa pero desprendida con su
equipo, o – cuando es necesario – despidiendo personal. En otras
palabras, sus límites están bien establecidos en su vida profesional.

Sin embargo, en su vida personal, no tiene virtualmente ningún


límite. Madre divorciada, se afana haciendo cosas por su hija de doce
años que muy bien podría hacer por ella misma (lavar ropa, ir de
compras, prepararse el desayuno, transportarse al centro comercial
ya que hay una línea del autobús directa, etc.). Como hija
“responsable” de familia narcisista altamente disfuncional, Kate siente
que debe permanecer “disponible” las veinticuatro horas del día para
satisfacer las necesidades de sus padres y de sus hijos ya mayorcitos.

En sus relaciones con los hombres, no tiene idea cómo exteriorizar


apropiadamente sus necesidades de respeto y atención, ni cómo
establecer límites a comportamientos ajenos que no tolera. Como
resultado, se encontró teniendo sexo no deseado con todos los
hombres con los que tenía cita acabando aborreciéndose a si misma
después. Decidió finalmente que era más fácil no salir con nadie, así
que esta mujer muy atractiva e inteligente se encontraba sola y
solitaria cada sábado por la noche (cuando su hija se quedaba con su
padre).

Todo o Nada

La incapacidad para establecer límites racionales a menudo lleva al


síndrome “todo o nada”. La mayoría de los terapeutas han visto
pacientes que preferían divorciarse antes de sentarse a discutir
algunos cambios que podrían hacerse en su relación. O la adolescente
que no contesta al teléfono por temor a ser invitada a salir por
alguien que no sea de su agrado y no saber decir que no. O el
hombre que prefería renunciar a su trabajo antes de pedir un
aumento a su jefe. Cuando estas personas no consiguen tener una
relación perfecta con otras personas, basada en su intuición de cómo
satisfacer todas sus necesidades (la parte del “todo”), entonces
prefieren cortar y divorciarse, o renunciar, o permanecer aislado –
esto es, no tener relación de ningún tipo (la parte “nada”).
Estos pacientes no son ni tan increíblemente estúpidos ni tan
incapaces de resistir presiones como suelen pensar sus terapeutas,
quienes tienen dificultad para manejar esta clase de pacientes: los
pacientes “Si, pero…”. (3). Lo que son estas personas, sin embargo,
son gentes que no pueden reconocer la legitimidad de sus
sentimientos y necesidades – no pueden auto-validarse- así que
genuinamente no pueden profundizar en la posibilidad de sentarse
con una esposa, amigo, colega o quien sea y tener una discusión
racional para establecer límites de tal modo que sus sentimientos y
necesidades puedan ocupar su justo lugar.

Responsabilidad y Control

Como se mencionó anteriormente, los adultos educados en familias


narcisistas tienden a tomar responsabilidad por cosas que no
controlan. No ven ninguna inconsistencia lógica en ello ya que se
ajusta tan bien a su visión del mundo. Les cuesta dominar el
concepto de que asumir responsabilidad por algo sin estar en control
es invitar a la locura – o, al menos, invitar al fracaso, aborrecimiento
de si mismo, y sentimientos de desvalorización. Existen dos técnicas
que hemos encontrado útiles para enseñar este concepto que son “el
cuadernillo” y la “crisis mundial”.

El Cuadernillo

Durante la sesión de terapia, suelo tomar notas estenográficas de


procedimientos en mi cuadernillo. Cuando los pacientes tienen
dificultad para entender el concepto del establecimiento de límites y
responsabilidad/control, saco mi cuadernillo y les digo, “Cojan esto”.
Se quedan sorprendidos por la orden, pero siempre lo cogen.
Entonces me reclino en mi sillón, cruzo los brazos y espero. Después
de haberse quedado perplejos por unos segundos, les pregunto
porqué querían el cuadernillo. Por supuesto, no pueden formular una
respuesta sobre la marcha (ya que no es una pregunta legítima),
pero finalmente dirán algo como que no querían el cuadernillo, pero
ya que les dije que lo tomaran, entonces lo hicieron. Yo les pregunto,
“¿Qué es lo que van a hacer con el cuadernillo?” (Allí comienzan a
sentirse algo incómodos, preguntándose si su terapeuta está bien de
la cabeza”). Tartamudean, exhibiendo emociones que oscilan desde la
vergüenza, pasando por la confusión e irritación hasta la ira.
Entonces les pregunto, “¿Quieren el cuadernillo?” En ese instante, por
supuesto, desean no haber visto nunca el cuadernillo, ni a mi.
Después de provocar varias protestas por el cuadernillo, les pregunto,
“¿Les gustaría devolverme el cuadernillo?” Huelga decir que no
pueden esperar a deshacerse de él.

Les explico que el cuadernillo representa la responsabilidad, que hay


toda clase de opciones disponibles cuando alguien les pide “tomar el
cuadernillo”. Exploramos algunas opciones para conseguir las
informaciones siguientes:

• ¿Por qué me lo das?


• ¿Por cuanto tiempo?
• ¿Qué hay en el cuadernillo?
• ¿Puedo hacer lo que quiera con él?
• ¿Cuánto pesa?
• ¿Si lo tomo, se vuelve mío?
• ¿Por qué Ud. ya no lo quiere más?
• ¿Es peligroso tener el cuadernillo?
• ¿Alguien más querrá el cuadernillo y tratará de quitármelo?
• ¿Tiene Usted el derecho de darlo? ¿Es suyo?

Los pacientes también ven que pueden formular condiciones bajo las
que tomarían el cuadernillo.

• Por unos minutos, mientras no se vuelva demasiado pesado


• Sólo si lo puedo leer
• Si usted me paga (¡me he acostumbrado muchísimo a esta
respuesta!)

También pueden decir que no – con o sin explicación. Les aliento a


proponer frases de rechazo que sean respetuosas y adultas, y no
excusas como (“me siento enfermo”). Algunos comentarios
inventados por los pacientes son:

• No quiero
• No es un buen momento para mi
• Estoy dejando de tomar cuadernillos
• He dejado de coger cuadernillos prestados

Mi respuesta personal favorita que es la que enseño a menudo a los


sobrevivientes es, “creo que no, pero gracias por preguntar” – la cual
es probablemente la frase de rechazo por excelencia.

La historia de Holly. Holly, una niña adulta de una familia narcisista


encubierta, estuvo trabajando diligentemente en terapia para
entender su dificultad en el área del establecimiento de límites. Sabía
que soltaba mensajes desordenados debido a su problema de auto-
valoración y su fuerte necesidad de aprobación. Como madre soltera
financialmente atada, Holly estaba tratando de establecerse como
ilustradora independiente. Al contactar con clientes potenciales, fue
invitada a almorzar por el director de arte de un importante editor de
catálogos. Halagó mucho su trabajo, y se comportó de una manera
completamente profesional. Aunque al principio estuvo nerviosa por
la reunión, particularmente en lo que se refería a su habilidad de
permanecer en “modo adulto profesional” y evitar darle al hombre
mensajes que no fuesen estrictamente profesionales en cuanto a sus
intenciones durante el almuerzo, Holly se fue relajando gradualmente
y disfrutó.

Su acompañante era inteligente y ocurrente, y no mantuvo en


secreto el hecho que era un hombre casado, padre de cuatro niños.
Habló extensivamente de su familia, especialmente de sus hijos, a
quienes extrañaba; su horario requería separarse de ellos durante la
semana (dormía en la ciudad, y ellos se quedaban en casa a dos
horas de distancia). Holly encontró la conversación sobre la familia
tranquilizadora, y sintió que el almuerzo iba por buen camino. Hacia
el final de la reunión, el editor, cuya situación prometía el encargo de
una gran cantidad de trabajo a Holly, comenzó a hablar de su
colección de arte. Empezaron a dispararse señales de alerta en la
cabeza de Holly, pero las ignoró. Entonces, al concluir el almuerzo, el
editor puso como por casualidad la mano sobre su brazo diciendo,
aparentemente preso de una inspiración repentina, “¡Oye, porque no
vamos a tomar café a mi hotel, para que veas mi colección de
primera mano!” Holly, viendo su ingreso potencial desvanecerse si
ofendía al editor – pero reacia a pagar el precio que sugería con toda
evidencia – apartó la mano de su brazo. Le dio un vigoroso apretón
de mano, su mejor sonrisa, y un “creo que no, pero gracias por
preguntar”, y se retiró apresuradamente hacia su vehículo.

Cuando Holly comentó el incidente en terapia, se sentía orgullosa de


si misma por haber (1) sido capaz de rechazar, (2) rechazar sin tratar
de congraciarse de alguna otra manera, y (3) no haber dado excusas.
Como postdata, el editor nunca volvió a llamar – pero sí su superior
al ver el trabajo de Holly en un diario local. Entonces ella se sintió
bien consigo misma y pudo conseguir un trabajo sujeto a sus propias
condiciones.

(En un sentido menos dramático, otra paciente cuenta una historia


graciosa – y verdadera- en la que se encontraba esperando el tren en
la “Grand Central Station” de Nueva York, cuando un borracho sucio
se le acercó, la observó de arriba abajo, titubeando “¿Quieres f---- ?”
sin perder un segundo, ella respondió, “Creo que no, pero gracias por
preguntar!” (¡Se sintió muy bien con ella misma también!)

Volviendo al ejemplo del cuadernillo, discuto entonces el concepto de


responsabilidad, y explico a los pacientes que todas las opciones que
encontraron para no tomar el cuadernillo están disponibles también
para asumir cualquier clase de responsabilidad. Normalmente lo
entienden, con un “¡Aaah!” que es el equivalente a una bombilla que
se enciende.

Crisis Mundial

Desde el cuadernillo paso directamente al ejercicio de la “crisis


mundial”. En este punto, el paciente está relajado y se divierte
propiciando que él o ella esté abierta a más juegos.

Escojo una situación mundial actual y les digo a los pacientes que son
responsables del resultado. Por ejemplo, durante la elección
presidencial de 1992, les pregunté a los pacientes quien querían que
ganara la elección. Muchos dijeron Bill Clinton. Entonces les dije
“Supongamos, sólo para ejemplificar, que les digo que lo haga
realidad. Además, les digo que es responsabilidad suya el que gane
las elecciones. Sino será culpa suya. Les doy la orden de que salgan y
consigan que gane Clinton. ¡¿Ustedes ven un problema con eso?”

Después de un ratito de deliberación, los pacientes son capaces de


identificar muy prontamente que efectivamente hay un problema: no
tienen el poder de realizar la tarea. No tienen el control del mando de
la campaña, de la cobertura en los medios, de quienes votarán, del
clima el día de la elección, del comportamiento en los lugares de
elección, o a quien votarán los electores. Por mucho que quisieran,
simplemente no pueden hacerlo. Entonces les pregunto si sería justo
o razonable el culparlos a ellos si (en el ejemplo de arriba) Clinton no
ganara. Ellos pueden entender que no sería culpa suya.

Evidentemente, es poco realista asumir responsabilidad por


situaciones o condiciones que uno no controla. Una vez que los
pacientes entienden e interiorizan el concepto, les resulta
enormemente libertador. Durante su niñez, se les hacia
constantemente responsables de cosas que no controlaban y
acarrearon esta percepción hasta la edad adulta, incorporándola a su
visión del mundo. Llegar a entender y sentir finalmente que no tienen
que volver a hacerlo es poderoso.

Aprendiendo como establecer límites

La comodidad en establecer límites se desarrolla naturalmente en


niños cuyos sentimientos son respetados por sus padres. En este
contexto, se les permite a los niños participar en las decisiones que
les afectan, se les anima a hablar de sus sentimientos y reciben una
validación por expresarlos acertadamente sin la necesidad de recurrir
a gritos y/o lágrimas si la decisión no les favorece. En otras palabras,
los niños aprenden a usar el formato “yo siento…yo quiero” (vea
Capítulo Cinco).

Los niños no sólo aprenden a simpatizar con sus sentimientos y los de


los demás, sino que pueden vivir con la desaprobación ocasional de
los demás. Esta es una lección importante. Para la mayoría de las
personas le resulta difícil provocar la desaprobación – y decir,
“Quisiera poder satisfacer tus necesidades, pero no puedo. En este
caso, nuestras necesidades están en conflicto, y tengo que atender
las mías. Tengo que decirte que no”. Es importante que los pacientes
entiendan que aunque esta habilidad resulta ardua de adquirir, no es
menos vital para nuestra salud mental y una auto-imagen positiva el
que aprendamos a ser nuestros propios abogados. De otra manera,
terminamos cumpliendo las expectativas de los demás a expensas de
las nuestras. Además, al ser capaces de comunicar nuestro mensaje
de manera respetuosa y adulta, la gente podrá escuchar nuestro
mensaje claramente sin sentirse amenazada o devaluada.

Si ello constituye una tarea difícil para un adulto razonablemente


sano, es una labor monumental para un joven. Se vuelve
inconmensurablemente más fácil si el niño aprende lo siguiente en
casa:

1. La corrección, apropiadamente expresada, no es destructiva,


hiriente o inductora de vergüenza.
2. Las necesidades propias no siempre pueden ser cubiertas por
otros, pero siempre pueden ser apropiadamente articuladas a los
demás.
3. Los sentimientos no necesitan justificación – uno siempre tiene
derecho a tener sus propios sentimientos.
4. Uno no siempre tiene el derecho a actuar basándose en los
sentimientos: todas las acciones tienen consecuencias, y estas
necesitan pensarse antes.
5. El compromiso significa renunciar así como recibir.
6. Cambiar de parecer no es necesariamente algo malo: uno de los
componentes de la madurez incluye la habilidad de reaccionar en
base a nuevas informaciones.
7. Cometer errores es a menudo la manera de aprender. No involucra
vergüenza.
8. Saber reconocer nuestros errores, disculparse si es apropiado, y
rectificar dentro de lo posible es como maduraremos. “Lo siento;
dime qué puedo hacer para compensarte” es una declaración de
fortaleza, no una confesión de debilidad o vergüenza.
Si los niños tienen la fortuna de crecer en un hogar donde estas ocho
reglas se ponen en práctica diariamente, probablemente se
convertirán en adultos sanos y seguros de si mismos con una auto-
imagen positiva. Probablemente se sentirán a gusto con sus
sentimientos y tendrán poca dificultad en establecer límites
razonables en sus vidas.

Primero, Actuar….Después Surgirán Los Sentimientos

¿Pero qué hay de los niños criados en familias narcisistas? ¿Qué hay
de los Bens y Kates, con una confianza limitada en su capacidad de
valorar el alcance de sus acciones y decisiones? Una parte esencial de
la terapia de estas personas involucra el re-entrenamiento. Lo que no
obtuvieron cuando niños de sus padres, lo pueden obtener de adulto
por si mismos; una vez entendido cómo fueron desentrenados,
pueden tomar la decisión de volver a entrenarse. Como adultos
pueden tomar la decisión consciente de incorporar estas ocho reglas
a sus vidas y actuar como si las creyeran. Cuando uno actúa “como
si” por un tiempo bastante largo, se convierte finalmente en parte del
sistema de creencia personal.

Los sentimientos siempre siguen a las acciones. Al trabajar con estos


pacientes es imperativo que se les refuerce esta premisa
continuamente. Los pacientes no pueden esperar a sentirse más
confiados para poder actuar con más confianza – y realizar decisiones
más firmes, ser sus propios abogados, establecer reglas y límites por
ellos mismos y como esperan ser tratados. Pueden verificar con el
terapeuta si sus decisiones son apropiadas, por supuesto, pero
necesitan actuar “como si” creyeran en ellos mismos antes de poder
sentir esa creencia y confianza. Las acciones preceden a los
sentimientos; sin embargo con el tiempo los sentimientos las
seguirán.

Conclusión

El reto al ayudar a los pacientes a lidiar con el tema del poder y


control es asistirlos cuando empiezan a establecer límites apropiados
en sus vidas, una dificultad presente en muchos adultos de familias
narcisistas. Puede que les parezca amenazante, así como frustrante
para el terapeuta. Se presentan muchas oportunidades en las que el
cliente se queda atorado, ya que el concepto del establecimiento de
límites golpea en el corazón mismo de lo que se les enseñó a los
sobrevivientes. Sin la habilidad para establecer límites y ordenar sus
vidas, sin embargo, los pacientes no serán capaces de progresar en la
terapia.
Toma de decisiones y aplazamiento de la gratificación

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo VII
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Los adultos que han sido criados ya sea en un sistema de familia


abiertamente o encubiertamente narcisista han aprendido a no
confiar. Tal vez tengan una serie de comportamientos que etiqueten
de confianza – incluyendo una forma poco juiciosa de darse a conocer
ante los demás, la creencia inmediata y total en lo que otra persona
dice sin datos que lo respalde, o la ingenua creencia que otra persona
pueda cubrir todas sus necesidades o resolver todos sus problemas –
pero cuando estas relaciones se resquebrajan (como invariablemente
sucede), vuelven a su antigua visión del mundo: “no puedo confiar en
nadie, porque siempre que lo hago, salgo herido”.

La confianza genuina es algo que se aprende en la niñez. Desde


luego, la familia narcisista no es un buen lugar para aprender a
confiar ya que a los niños no se les proporciona la oportunidad de
aprender acerca de sus sentimientos y necesidades de manera
consistente y por tanto no pueden aprender a confiar en si mismos –
sobre su validez, percepciones, carácter, singularidad, habilidades o
valor. Sin la confianza esencial (en si mismos), la toma de decisiones
que involucra la habilidad de realizar planes a largo plazo (la cual se
basa en el aplazamiento de la gratificación) se vuelve difícil. Ponerse
a trabajar hacia una meta sin obtención de gratificación inmediata
significa que uno confía en el resultado final: la confianza en si mismo
de lograrlo, y confianza en que los demás no “cambien las reglas” o
presenten obstáculos insuperables.

En la familia narcisista, las cosas suceden más o menos según el


capricho de los padres. Se hacen promesas, pero tal vez no se
cumplan. Además, es difícil para el niño predecir si una promesa en
particular se va a cumplir, porque él o ella no entienden que la base
de la toma de la decisión depende de las necesidades de los padres.
Considere el siguiente ejemplo:

Billy: ¡Papá! ¡Mamá! Tengo aquí mi calendario de partidos de béisbol.


¿Pueden ustedes asistir a todos mis partidos este año?
Papá: Claro que si campeón. ¡No me perdería la oportunidad de ver
a mi chico convertirse en estrella!
Billy: Papá, no soy exactamente una estrella. Juego fuera de campo.
Papá: Bueno, trabaja duro, y pronto serás el lanzador.
Billy: ¿Realmente irás a todos mis partidos? ¿De verdad?
Papá: Claro que sí. Siempre que podamos.
Billy: ¿También Mamá?
Papá: Cielos, Billy…hemos dicho que ahí estaremos.

La promesa es que Mamá y Papá asistirán a todos los partidos de


béisbol de Billy. Esta promesa se repite en cada partido para los
siguientes cinco partidos; se cumple en ocasión de dos partidos, y en
los otros tres no. Billy no puede predecir si realmente sus padres
estarán en determinados partidos o no, porque siempre prometen ir
pero a menudo no van. No entiende porqué vienen o no vienen. No
parece estar relacionado con el clima, ya que una de las veces que se
presentaron hacía un tiempo, pero otra vez estaba lloviendo.
Tampoco está relacionado con la enfermedad puesto que Mamá tenía
la gripe en un día soleado pero de todos modos fue. Billy aprende de
esto que no puede confiar en planes a largo plazo, en la palabra de
sus padres, en su capacidad de influenciar de manera positiva su
entorno y por tanto a si mismo.

Lo que Billy no entiende es que en las ocasiones en que Mamá y Papá


se presentaron, sus necesidades accidentalmente coincidieron. La
ocasión en que Mamá tenía la gripe, ella y Papá se encontraron con
amigos en el partido. La vez que fueron lloviendo, parecían
“superpadres” que fueron aprobados por el entrenador por estar ahí a
pesar del mal tiempo. Las veces que no fueron, fue porque no les
suponía recompensa alguna. Como no querían ir buscaron excusas, y
se disculparon, le pidieron a Billy que lo entendiera, y se irritaron y al
final se enojaron porque él no lo entendía. En ningún momento
tomaron en serio su necesidad de tenerlos ahí, o en su necesidad de
poder contar con ellos y confiar en sus promesas. Por tanto nunca
pudo relajarse o hacer planes a causa de la aparente inconsistencia
de sus padres.

En un sistema familiar saludable, los padres hubieran preguntado a


Billy si quería que asistieran, hubieran toma en consideración su
necesidad expresa (sea lo que fuere) y hubieran hablado de forma
realista de sus propias limitaciones. Contrasten con la manera en que
los padres de Johnnie manejan la misma situación.

Johnnie: ¡Este será un gran año! ¡Tenemos el mejor equipo de la


liga! Y sé que estaremos en la final este año. ¿Tú y Papá vendrán a
mis partidos, cierto?
Mamá: ¿Te encantaría tenernos ahí, verdad? ¡Es lindo saber que los
padres son requeridos!
Johnnie: Es más divertido cuando sé que están ahí. Me hace sentir -
importante, creo.
Mamá: ¡Eres importante – creo!
Johnnie: (riendo) ¿Bueno, pueden ir a todos mis partidos?
Mamá: No lo sé, cariño. Depende de cuántos partidos coinciden con
el trabajo. Tengo una idea: porqué no traes tu calendario y podemos
echarle un vistazo y marcamos los partidos en el calendario de la
cocina. Entonces podemos planear quién puede ir a determinados
partidos. ¿Está bien?
Johnnie: Si. Esa es una buena idea. ¿Pero qué hay de los partidos
cuando estés trabajando?
Mamá: ¿Bueno, porque no piensas en algo para que te sientas
importante en esos partidos también?
Johnnie: ¿Como qué?
Mamá: ¿Acaso me parezco a Johnnie? ¡Dímelo tú!!
Johnnie: ¿Bueno…quieres decir algo como…llevar a un amigo? ¿O
salir a comer pizza después?
Mamá: Si. Algo como eso. Estoy segura que podremos arreglar algo.
Por cierto – seguiría estando orgullosa de ti, aún y si no llegaras a la
final. Estoy orgullosa de ti ahora mismo.

En este escenario motivaron a Johnnie para que expresara sus


sentimientos y deseos que fueron validados por su madre. Recibió un
trato respetuoso y realista: Ahora sabe con lo que puede contar –
está marcado en el calendario. No ha sido ignorado y tampoco le han
puesto el mundo a sus pies. Sabe que es valioso por si mismo, no
sólo por sus logros. Le dieron la oportunidad de hacer algunos planes
por su cuenta. Si los padres se adhieren a este calendario con cierta
frecuencia, Johnnie aprenderá a confiar en ellos, en si mismo y
recompensas a largo plazo.

Sin embargo, los Billys de este mundo, tal vez no desarrollen esa
confianza esencial. Puede que Billy aprenda, justo como la canción
que “el mañana nunca llegará”: ¡si realmente quieres algo, es mejor
que lo agarres ahora mismo! (1)

El Arreglo Instantáneo

Las familias disfuncionales producen personas que necesitan


gratificación inmediata – el “arreglo instantáneo”. Estas personas no
tienen confianza en su capacidad esencial para triunfar, así que
buscan maneras inmediatas para hacerles sentir mejor; comida,
alcohol, gastar dinero, y el sexo siendo las más comunes. Todos estos
“arreglos” pueden llevar a sentimientos de auto-aborrecimiento y
depresión, lo cual lleva a la necesidad de más arreglos para salir de la
depresión, lo cual lleva a más depresión. Como lo mencionó un
paciente: “Tuve que beber para resolver los problemas causados por
la bebida”.

En una era de soluciones en treinta segundos de televisión, imágenes


de cuerpos poco realistas, violencia aleatoria en la vida real (aún a
nivel de educación primaria),control escaso de armas, preocupación
por el sexo y la violencia en los medios y en la industria del
entretenimiento, accidentes nucleares, discriminación
institucionalizada, fuerzas policíacas fuera de control y la decadencia
de la religión organizada y del núcleo familiar, los arreglos
instantáneos no sólo son alentados sino que resultan muy atractivos.
Todas estas personas que hemos tratado tienen problemas con el
aplazamiento de la gratificación, y todas tienen problemas con al
menos uno de los “Tres Grandes Sustitutos”: alcohol y drogas,
comida y despilfarro de dinero. Después de todo, en un universo
escalofriante y caótico, uno cuenta con lo que más fácilmente puede
controlar.

Incluso a principios del siglo pasado, Jung escribía acerca de sus


preocupaciones con la dirección que la sociedad estaba tomando: el
alejamiento de la educación espiritual hacia comportamientos auto-
destructivos.

Todas las eras anteriores creían en dioses de una forma u otra. Sólo
una potenciación sin paralelo del simbolismo podría permitir que
redescubriésemos a los dioses como factores psíquicos, es decir,
como arquetipos del inconsciente (2).

Al relacionar las teorías de Jung con la presencia creciente de


adicciones orales (desórdenes alimenticios, abuso de alcohol, fumar)
nos da a todos los que como nosotros trabajan en el campo de la
salud mental mucho que pensar. Alargaríamos esta tesis para incluir
a la familia narcisista. Dentro de esta estructura familiar, no es
posible que el niño tenga confianza en la constancia o curso de
acciones de los padres, ya que ignora sus motivaciones. Entonces,
sólo queda orientado hacia el desarrollo de creencias que le permiten
controlar el exterior – comida, drogas, gastar y sexo.

Tratamos con un número significativo de adultos procedentes de


familias narcisistas que son bulímicos. Su patrón más común no es
llenarse de comida y después purgarse, sino llenarse de comida y
hacer dieta. Necesitan el arreglo instantáneo, así que se llenan de
comida; después se sienten culpables y avergonzados, así que pasan
hambre. Entonces se sienten privados y deprimidos, entonces comen
de nuevo para sentirse bien. Ya que están siendo motivados por el
exterior además de la escasa percepción de su valía inherente,
observan imágenes de modelos o de mujeres en la televisión y se
sienten poco atractivos, y vuelven a pasar hambre. Con muchos de
estos pacientes se trata de un patrón de alimentación de por vida (3).
Están reacios a mencionarlo en terapia. Racionalizan que no es
peligroso, ya que no vomitan. Creemos que también temen que el
terapeuta los obligue a renunciar, y no conocen otra manera de vivir.
En el curso de la terapia, es importante que los terapeutas exploren
los patrones de estas personas en las áreas de los “tres grandes
sustitutos”, ya que a menudo, sólo el establecimiento de una relación
terapéutica sólida puede impulsar a los pacientes a vencer su
vergüenza y confesar dichos comportamientos disfuncionales.

Distorsión de la Realidad

Por su carencia esencial de confianza, muchos pacientes de hogares


narcisistas no tienen fe ya sea en las metas a largo plazo o en su
habilidad para sostenerlas. La baja auto-estima conforma el
problema. Luego, como si todo esto no fuera suficiente, tienen con
frecuencia una visión seriamente distorsionada de la realidad.
Tienden a ver a los demás como más atractivos, más capacitados,
más todo de lo que son. Para ellos, es inconcebible el que cualquier
otra persona pueda sentirse insegura, o impopular, o gorda, o
cualquier otra forma de sentirse “menos que” a como se sienten ellos.
¡Es irónico que los adultos procedentes de familias narcisistas sean
más egocéntricos con su preocupación de inferioridad que con
cualquier otra cosa! Están convencidos de ser defectuosos de forma
especial y única – que mientras los demás cometen errores
ocasionales, sólo ellos comenten errores imperdonables. Estas
personas lo creen realmente y creen de verdad en el cuento de hadas
sobre la Familia Brady (o la Familia Cosby), la “familia de los demás”.
Cuando encuentran dificultad al enfrentarse a algo, suelen estar
convencidos que cualquiera en una situación similar, lo haría o
hubiera podido hacerlo mucho mejor.

Por tanto, como mencionamos en el Capítulo Cuatro, efectuar la


comprobación de la realidad constituye una parte significativa de la
terapia entre estos pacientes. Es asombroso enterarse de las
suposiciones erróneas que asumen, contra las que se miden ellos
mismos posteriormente incrementando así su propia carencia.

La Historia de Bárbara. Bárbara es una bibliotecaria de cincuenta


años que inició terapia por su problema generalizado de ansiedad.
Fue criada en un hogar étnico altamente funcional, donde los niños
eran tratados como príncipes y las niñas como si fueran invisibles.
Como niña adulta de una familia encubiertamente narcisista, Bárbara
no recuerda haber recibido nunca un cumplido. Fue una estudiante
perfecta, fue a la universidad con beca, obtuvo un trabajo una vez
licenciada, y continuó trabajando hasta que se casó y tuvo dos hijos.
Cuando se divorció, crió a los pequeños por su cuenta. Los dos hijos
fueron ejemplares; Barbara nunca le pidió ayuda a sus padres que
tampoco se la ofrecieron. Todavía seguía siendo la “hija buena”
(visitando a los padres cada domingo, haciendo sus compras en el
mercado, cuidándolos en la enfermedad) y tratando de obtener
reconocimiento de sus padres cuando se presentó en terapia.

Barbara progresó rápidamente en terapia, y fue en su última visita


que “confesó” su verdad más vergonzosa – no tenía amigas intimas.
Su terapeuta se quedó sorprendido con esta revelación, a decir
verdad, ya que Barbara parecía tener un amplio círculo de amigas,
haciendo a menudo referencias a citas para el tenis, desayunos,
viajes de compras- todo tipo de eventos sociales, así como contactos
telefónicos frecuentes. Cuando se le cuestionó, Barbara sollozó, y
habló de una película llamada Una Mujer Soltera que había visto a
comienzos de los setenta (4). Según Barbara, en esta película la
heroína, una mujer en proceso de divorcio, tenía un grupo de tres
amigas con quienes se veía cada viernes por la noche en el mismo
restaurante, y se contaban entre ellas todos los detalles de sus vidas
íntimas, y se ayudaban mutuamente todo el tiempo. Sin importar lo
que estuviera sucediendo en sus vidas, este grupo de amigas cuando
se reunían se involucraban emocionalmente al cien por cien las unas
con las otras.

Después de ver esta película de fantasía Hollywoodiense de 120


minutos, Barbara sacó conclusiones acerca de su propia valía y de
sus relaciones: no era una buena amiga, no tenía amigas de verdad,
y todas las demás mujeres tenían amistades como las que observó en
la película. Veinte años después, esta mujer inteligente y educada se
impresionó al enterarse que eso simplemente no era cierto. No sólo
no pertenecían todas las mujeres a un grupo como ese, sino que el
terapeuta no conocía a ninguna mujer así. Barbara dejó la sesión
sintiéndose en la cima del mundo. ¡Era bueno dejar de tener esa
ansiedad penetrante, y hay más aún, era mejor saber que tenía
muchas buenas amigas! Era probablemente la información más
relevante que Barbara obtuvo de la terapia, y poco faltó para que no
la tuviera.

Expectativas Poco Realistas

Como observamos en la historia de Barbara, una visión distorsionada


del mundo lleva a los adultos de familias narcisistas a tener
expectativas poco realistas para ellos y para los demás. Cuando
combinan esto con su falta de confianza en los resultados a largo
plazo y su inhabilidad para establecer límites realistas, estas personas
frecuentemente se caracterizan a si mismas como cobardes, indecisas
o perezosas. Su ya baja auto-estima se hunde aún más porque no
pueden llevar un proyecto a cabo. Estas son algunas de las
descripciones personales que hemos escuchado de pacientes:

“¡Soy un emprendedor olímpico – pero no puedo acabar nada!”


“Soy la reina de los proyectos sin acabar”
“Creo que soy un débil. Cuando las cosas se ponen arduas, huyo”
“¡Inicio proyectos con muchísimo entusiasmo! Pero luego – no sé-
simplemente pierdo interés”
“Es como si juntara el valor y empezara. Pero luego, tan pronto como
surja el más mínimo problema, o si alguien no se comporta
adecuadamente, aplaudiéndome, pierdo el interés. Me asusto. Tengo
que comenzar otra cosa.”
“He hecho una carrera de ser el número dos.”
“Tal vez soy genéticamente anormal. Me falta el gen de la tenacidad”.
“¡Me odio por ser tan perezoso! Todos parecen poder hacer sus cosas.
Lo intento, pero no puedo. Creo que soy una perezosa holgazana”
(Este era el apodo frecuente que la daba su madre).

Mi Viejo Yo, No Es De Fiar

Es interesante, después de escuchar a un paciente recitar su letanía


familiar sobre lo cobarde, desconfiado, débil y perdedor que es,
preguntarle si es posible que sencillamente haya cambiado de
opinión. Pudiera ser que, basado en la información que obtuvo
después de iniciar el proyecto (ganchillo, curso de belleza, escuela de
abogados o la armada), se diera cuenta de que aquello no coincidía
con sus expectativas en aquel momento y que ese fuera el motivo por
el que lo abandonara. Pudiera ser que esta información fuera difícil de
verificar antes de comenzar y experimentar el proyecto (por ejemplo
¿alguien ha hecho algún estudio sobre estudiantes de medicina que
han abandonado porque descubren que no pueden soportar ver tanta
sangre? ¿Cómo hubieron podido saberlo antes de incorporarse en la
escuela de medicina?) Tal vez lo que el paciente hizo fuese emitir un
juicio maduro y adulto basado en una información nueva.

En realidad, estas personas no están educadas para conocerse. Están


criadas para conocer a los demás, para ser capaces de predecir lo
que los demás esperan de ellas, y cumplir (o incumplir) esa
necesidad explícita o implícita. Por consiguiente, intentan muchas
cosas para las que no están preparadas. Durante la época de niñez o
adolescencia, cuando los demás niños estaban ensayando varios tipos
de comportamientos, provocando desastres y aprendiendo lo que
funcionaba en el mundo y lo que no, ellos estaban atendiendo a las
necesidades emocionales de los padres. Pero mientras que no
pudieron experimentar e intentar cosas nuevas en aquel entonces,
ahora sí lo pueden hacer.

Las expectativas poco realistas (vea la sección anterior) sostenidas


por muchos niños adultos de familias narcisistas son un campo fértil
para meterse en compromisos exagerados de tiempo y energía.
Según pensaba uno de nuestros pacientes, si todos pueden hacer
estas cosas – trabajar a tiempo completo, criar a dos hijos, mantener
la casa, ser el tesorero de la Asociación de Padres y Maestros, liderar
una tropa de los boy scouts, dar clases en la escuela de religión,
postularse para consejero del pueblo, hornear su propio pan y
terminar su maestría – entonces él también debería ser capaz de
hacerlo. Cuando se volvía imposible ejecutar todas estas tareas, se
sentía desplazado. Sin embargo, la realidad era que sus expectativas
fueron poco realistas, no que haya sido deficiente. El trabajo del
terapeuta en aquella situación consistió en reflejar la realidad al
paciente para ayudarlo a decidir (1) cuales de los compromisos eran
esenciales (2) cuales proveían tal grado de satisfacción personal que
sería contraproducente abandonarlos, y (3) cuales debía abandonar.
En este caso, el paciente citó el trabajar a tiempo completo y ser
madre como compromisos esenciales, y que terminar su maestría era
tan “satisfactorio para el alma” que de verdad no quería renunciar a
ella. Durante un periodo de dos meses, renunció a todos los demás
compromisos. Se estableció una lista de tareas para que el resto de la
familia hiciera la limpieza y la mayoría de la comida (no coincidían
con sus criterios por lo que tuvo que soltar las riendas en cuanto a
sus exigencias), renunció a la candidatura para consejero del pueblo,
y encontró a otras personas que cubriesen sus actividades
voluntarias. Incluso localizó una tienda que tenía una buena selección
de panes. Sin mucha sorpresa, la paciente encontró que era capaz de
completar tareas – ahora que tenía un número de tareas más
razonable que atender.

Parte de la toma de decisiones de forma responsable depende de la


habilidad para cambiar la forma de pensar ante informaciones
nuevas. No habría progreso en ningún ámbito del esfuerzo si esto no
fuera cierto. Resulta pues lógico que las personas deben de
comprender que para cualquier situación determinada existen varias
opciones viables a tomar en consideración.

Opciones y Consecuencias de la Toma de Decisiones

Comentábamos que los adultos criados en familias narcisistas son


personas “todo o nada” (vea Capítulo Seis). Las cosas se ven desde
un punto de vista blanco o negro, bueno o malo, con una postura
moral que presupone la existencia de una respuesta buena (y mala) o
solución para virtualmente cualquier situación. Metafóricamente,
están buscando algo en la escala cósmica que clasifique todos los
sentimientos, pensamientos y acciones desde el uno (menos
aceptable, malo) al diez (muy aceptable, bueno). Estas son personas
cuyo vocabulario diario está salpicado de “debería”. Para personas
con esta orientación, el concepto de cometer un error y olvidarlo o
aprender de él es absolutamente ajeno. Un error es una cosa mala o
equivocada, con fuertes connotaciones de inmoralidad o inclusive de
pecado. Si uno comete un error, uno es un error; es otro ejemplo
más de la baja auto-estima y deficiencia fundamental. Los
sentimientos son irrelevantes. Hacer lo correcto – adivinar
acertadamente, cubrir las necesidades de los demás, obtener
aprobación – es lo que importa.

Para estos pacientes, el concepto de tener un menú de opciones


entre las cuales escoger es ajeno, por no decir extraño. Las opciones
no son oportunidades de éxito sino meramente múltiples
oportunidades para cometer errores. Después de todo, debe de haber
tan sólo una respuesta correcta a cada pregunta. (Con esta actitud,
los individuos criados en familias narcisistas deben de ser pobres
estudiantes de filosofía.)

Por consiguiente, reconocer que hay opciones a considerar en


virtualmente cada situación implica un salto tremendo dentro de esta
construcción de pensamiento moralista, (blanco o negro); que esas
opciones conllevan consecuencias en si; y que la base de una decisión
inteligente depende de la medición de la eficacia de cada opción,
teniendo en cuenta como le afectará a uno estas consecuencias – no
debatiéndose entre lo acertado o equivocado de una decisión, según
estándares externos. Por ejemplo, siempre que usa la palabra
“debería”, el paciente esta considerando la decisión en base a un
estándar externo, en vez de sus necesidades internas. En nuestra
práctica, les decimos a los pacientes que el “debería” en realidad
significa “no quiero, pero ellos quieren que lo haga”. El modelo
“debería” en la toma de decisiones está muy arraigado en la familia
narcisista, donde todas las decisiones se basan en llenar las
necesidades de los demás, en vez de las propias.

Como hemos dicho, el concepto de que la vida es una serie de


opciones que arrastran consecuencias inherentes no es parte del
ambiente cognitivo perteneciente a la familia narcisista.
Experimentan una vergüenza tremenda recordando cosas “malas” o
“estúpidas” que hicieron en el pasado, sin comprender que llegaron a
tomar esas decisiones debido a un largo período de experiencias y
entrenamiento. Lo que realmente sucedió es que hicieron la mejor
elección que pudieron en base a las opciones que disponían entonces.
Estos productos de sistemas narcisistas tienen sin duda menos
opciones a su alcance en cualquier momento dado que una persona
criada en situaciones familiares más saludables. En familias
saludables, los jóvenes van recibiendo crecientes poderes para tomar
decisiones a medida que se van haciendo mayores, para que así
tengan la oportunidad de experimentar tanto el éxito como el fracaso
basado en decisiones tomadas libremente. Este es un concepto a
menudo difícil de comprender para los pacientes. Es mucho más
sencillo seguir viéndose deficientes y culpables.

La historia de Lennie. Lennie es una mujer delgada y bastante guapa


de veinticinco años que trabaja como gerente para una pequeña
compañía de software. A la edad de dieciséis años vivía en casa (en
un sector pobre de una ciudad industrial del medio oeste) con su
padre que trabajaba como obrero en una fábrica, y su madre, ama de
casa y tres hermanos. Una noche entró en un bar desafiando un reto
que le habían lanzado sus amigos. Ahí conoció a un hombre de
veinticuatro años llamado Bill. Aquella noche, Bill se fijó mucho en
ella, la siguió a casa, y después se presentó en su escuela, y
finalmente la sedujo presionándola para que se escapara con él. La
llevó al suroeste, donde vivía con su hijo de edad preescolar,
producto de su anterior matrimonio. Durante los casi siete años que
estuvieron juntos (finalmente se casaron), la golpeaba y violaba, la
aisló junto con el niño, y le prohibió tener amigos o tener contacto
con su familia. Durante ese tiempo, la familia de Lennie no hizo
intento alguno por contactarla.

Después de varios años, se dio cuenta que Bill “tenía problemas con
el alcohol y la cocaína”. Cuando el hijo ingresó en el cuarto curso,
Lennie consiguió convencer a su esposo para que la dejara trabajar.
Ahí se relacionó con un amigo que la llevaba a reuniones del AI-Anon
(grupo para familiares de alcohólicos, N. del T.) durante la pausa del
almuerzo, y con el tiempo Lennie se dio cuenta que se encontraba en
una situación destructiva, se mudó, y demandó el divorcio.

Cuando Lennie se presentó en terapia, estaba abrumada por la


vergüenza y sufriendo una severa depresión. Quería descubrir “qué
estaba mal” – cuando en realidad quería decir “porqué se encontraba
mal” para no volver a entablar una mala relación. Mediante la terapia,
Lennie finalmente se permitió experimentar la pérdida de su hijastro
(a pesar de haberlo criado desde los tres hasta los diez años, como
madrastra no tenía derecho ninguno, ni siquiera para visitarlo).
Entonces fue animada por su terapeuta a explorar otras pérdidas que
pudo haber sufrido en su vida.

A pesar de poder lamentar abiertamente la pérdida de su hijo y


reconocer que era legítimo sentirse afligida, no podía sentir otra cosa
que no fuera vergüenza al volver la vista sobre su infancia y
adolescencia. Se sentía avasallada con la pérdida de su adolescencia.
La única conclusión a la que podía llegar acerca de si misma era que
era estúpida, mala y retrasada No podía conciliar la idea de que su
huída con Bill fue un juicio que hizo en base a (1) sus experiencias de
vida hasta ese momento (2) y a las opciones disponibles que tenía en
esa época.

Para ayudar a que pacientes como Lennie conceptualicen mejor la


dificultad que tienen en identificar y considerar opciones, hemos
desarrollado una herramienta de aprendizaje que llamamos “la
Historia del Morado”. El terapeuta de Lennie la contó al llegar a ese
punto de la terapia.

La historia del Morado. Había una vez un gran país llamado Morado.
¡Se llamaba Morado porque todo ahí era de hecho, morado! El pasto
era morado oscuro, el cielo tenía un morado rosado, las vacas eran
morado pálido con manchas color malva, y los tres soles y trece lunas
eran morados. El agua era morada pálida, y la comida tenía sombras
moradas que oscilaban desde el color lavanda hasta ciruela. Incluso
la gente tenía distintos tonos de morado. Todo era morado. ¡En este
país, no sólo no existían otros colores, sino que nadie sabía que otros
existiesen!

¿Crees que en ese país – donde todo es tan morado como pudiera
serlo – que algún día, una joven persona morada se levantaría de su
cama morada, con su ropa morada y mientras estuviera cepillándose
su morado cabello, se mirase en el espejo y decretara, “creo que me
sienta mejor el verde”? (en ese momento la mayoría de los pacientes
“lo entienden”, y provocas algunas risas).
La respuesta es ¡Por supuesto que no! El verde no es una opción.

De vuelta a Lennie. Finalmente Lennie fue capaz de entender la


dinámica que operaba en su familia encubiertamente narcisista. Sus
padres fueron forzados al matrimonio por un embarazo no deseado.
No había intimidad en esta familia, no se hablaba de los sentimientos,
y no había cabida a la individualidad de ningún tipo. En casa, la
atmósfera era tan tensa, tan espesa con sentimientos no expresados
y resentimientos, que Lennie recuerda siempre estar deseando no
estar ahí. No podía esperar a irse de casa.

En esta familia narcisista, el papel de los niños era no formar


revueltas y cumplir las expectativas de los padres. Los padres
estaban empeñados a que sus hijos “tuvieran una mejor vida que la
suya” pero en la práctica estaban resentidos con ellos; ambos padres
eran mártires de su familia por elección propia. Los hijos tenían un
número de oportunidades a su alcance, pero las hijas sólo tenían dos:
(1) graduarse para ingresar a la universidad local, vivir en casa y
dedicarse a las labores caseras; o (2) terminar sus estudios
obligatorios, casarse, ir a vivir al hogar del marido y dedicarse a las
labores caseras.

En ejercicios de interpretación de roles con Lennie, su terapeuta


exploró la clase de conversación que otra adolescente hubiera podido
tener con sus padres. Estas incluían exploración de opciones tales
cómo encontrar un trabajo, encontrar un amigo con quien compartir
un piso y los gastos, o simplemente hablar de sus sentimientos
ambivalentes acerca de su ingreso a la universidad local. Lennie cayó
en la cuenta que ninguna de estas opciones estuvieron a su alcance.
Su situación era la de una muchacha brillante y creativa, atrapada en
una horrible escuela, en un barrio sin salida y que no podía
imaginarse otros cuatro años más de clases aburridas y ser la
sirvienta de su padre y hermanos. Así, la opción número uno (la
universidad) estaba descartada; eso la dejó con la opción número dos
(un hombre).

Lennie fue capaz de ver que en realidad había estado tratando, salvo
algunos detalles, de cumplir con las expectativas de sus padres al
abandonar la casa versus huir con Bill. Se quedó impactada al darse
cuenta que este acto – el cual siempre consideró como prueba
incontrovertible de su estupidez y maldad – se realizó utilizando una
puerta trasera para cumplir con las obligaciones de sus padres y
cubrir sus necesidades. Si hubiese tenido la opción de “irse de casa,
obtener un trabajo, compartir un piso con un par de chicas, tal vez
apuntarse a cursos nocturnos universitarios”, lo hubiera hecho.

Como Lennie mencionó al final de la sesión de la “Historia del


Morado”: “¡Nunca entendí porqué había huido con él! Nunca fui una
niña rebelde. Siempre fui tratada como tal, pero nunca lo fui. Nunca
hice nada malo. ¡En realidad era una buena chica! (entonces llora).
Sabía que no era amor, y estaba tan asustada. Cuando me dio el
ultimátum, “ahora o nunca”, sabía que era descabellado. Estaba a un
mes de graduarme. Pero pensé que tenía que hacerlo. Sabía que no
podía ir a esa universidad tan aburrida. ¡Y los chicos que conocía….uf!
Eran inmaduros y aburridos. No sé. Parecía que…no había otra opción
para escapar…salvo Bill. ¡Dios mío, si me lo hubiera pensado…ser
capaz de tener un empleo y un piso, hubiera atrapado la oportunidad
al vuelo! Era tan estúpida…no, no fui estúpida. Usted tiene razón.
Nunca reflexioné porque no figuraba como opción. No en mi familia.
Dios mío, no era tan estúpida. Simplemente no era una opción.

Conclusión

Los pacientes responden bien ante la premisa que la toma de decisión


o plano a largo plazo, aplazamiento de la gratificación, terminación de
proyecto – o como quiera llamarlo - es una habilidad que se aprende.
En este contexto usamos un enfoque sin prejuicios y libre de culpa.
No es que sus padres hayan sido necesariamente malos, sino que
fueron incapaces de enseñar habilidades importantes en esta área;
no estamos hablando de un fracaso moral sino de un déficit
educacional.

La mayoría de los pacientes se identifican con esto. No es demasiado


espantoso; después de todo, todos tenemos deficiencias en algunas
áreas. Uno de los autores de este libro tiene falta de ortografía
abominable, pero afortunadamente, tiene un procesador de palabras
que puede corregirla. La otra no puede entender cómo funciona la
electricidad (“¿quieres decir que no es magia?”) pero puede contratar
a un electricista.

Sin embargo, existen algunas habilidades que necesitamos aprender


para tener una vida productiva. Completar las tareas (y la habilidad
que implica el aplazamiento de la gratificación) es una de ellas. Al
paciente le decimos, “Usted no aprendió en aquel entonces, pero
ahora puede. Ahora usted es un adulto y tiene elecciones y opciones”.
Enfatizamos que tomar buenas decisiones involucra buscar todas las
alternativas posibles en cualquier situación, y luego tomar la decisión
basándose en la mejor opción para uno mismo. Es necesario tener
metas (dónde quiero estar) y luego ser capaz de medir estas
opciones de acuerdo a las metas (¿acaso me ayudará esto a
acercarme más a donde quiero estar?). Si la respuesta es sí,
probablemente esa sea la mejor opción en ese momento.

En terapia, subrayamos que siempre hay riesgos con la toma de


decisiones. Se pueden cometer errores. De hecho, aprendemos
mucho más de nuestros errores que de nuestros éxitos, así que en
realidad son experiencias de aprendizaje disfrazadas. Mientras que
esto puede sonar un poco a Mary Poppins, no por eso es menos
cierto. No correr ningún riesgo, sin embargo, es quedarse estático,
atascarse. Por supuesto, ese es el mayor error y el dolor que eso
provoca es lo que suele atraer a la gente a terapia.

Cuando se les puede mostrar a los pacientes la relación entre lo que


ellos experimentaban de niños y lo que están haciendo y sintiendo
ahora, son capaces de sentirse menos deficientes. Pueden admitir la
posibilidad de cambio. Se les puede dar herramientas para cambiar y
motivarlos a tomar la responsabilidad para que el cambio suceda.
Intimidad, Sexo y Amistad

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo IX
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Aunque los temas de confianza e intimidad fueron ampliamente


discutidos en otras secciones del libro (vea Capítulo Ocho), el tema
de la intimidad sexual merece un estudio aparte. ¿Recuerda la
historia de Jenny del capítulo previo? Jenny no podía entender cómo
las experiencias de su niñez podían impactar su sexualidad siendo
adulta, especialmente después de experimentar años de interacción
sexual "normal" con varios hombres. Lo que Jenny no entendía es
que hay un mundo de diferencia entre el sexo recreativo o de
procreación y el sexo como compromiso y expresión de un
sentimiento profundo. Como dice la heroína de un reciente best-seller
"En cierta manera, amar es fácil. Lo que cuesta es confiar"(1).
Nuestro corolario sobre ello es que el sexo tal vez sea fácil, pero la
intimidad cuesta.

Como muchos adultos que crecen en familias narcisistas, Jenny fue


capaz de tener relaciones sexuales satisfactorias con su marido en los
primeros años de su noviazgo y matrimonio. Fue una época muy
intensa y la naturaleza apasionada y juguetona de su relación hizo
del sexo algo excitante. Cuando la relación evolucionó hacia el
trabajo, los hijos (que ya eran mayores e independientes), y un
marido que había sentado cabeza y que buscaba una relación
comprometida, Jenny entró en pánico. Su facilidad para alcanzar el
orgasmo desapareció, seguido al poco tiempo de la pérdida del
apetito sexual.

Jenny era capaz de tener una vida sexual, pero no de intimidad. En


las etapas iniciales de las relaciones de los sobrevivientes, la
sexualidad tiende a ser enfatizada en detrimento de la intimidad. En
los casos donde la pareja busca la intimidad, la relación a menudo
termina. La sexualidad es a menudo algo que los adultos criados en
sistemas narcisistas hacen bien, porque gran parte de ser un
compañero sexual deseable involucra el ser capaz de reflejar los
deseos del otro y ser capaz de reaccionar apropiadamente –es decir,
ser una persona reactiva/reflectiva. Cuando la relación madura (y se
aleja de lo que uno de nuestros colegas llama "la etapa del fuego
blanco"), entonces las relaciones sanas se mueven en dirección a la
intimidad.

Asesoramiento Sexual: La Crisis de la Comodidad

Para el terapeuta que da asesoramiento sexual a sobrevivientes de


familias narcisistas, la evaluación inicial es a menudo engorrosa
porque la naturaleza de los problemas sexuales es mucho menos
importante que la calidad de la amistad. Si la pareja no puede
relacionarse satisfactoriamente como amigos teniendo una
comunicación abierta y de confianza, el asesoramiento sexual
fracasará muy probablemente.

Es apropiado en este punto discutir las opciones terapéuticas


concernientes al desempeño de la terapia sexual. Mientras que hay
terapeutas que escogen especializarse en niños y familias, otros en
criminales o esquizofrénicos hay otros que se interesan y se
encuentran cómodos con el asesoramiento sexual. Pero no es para
todos. Como comentó uno de nuestros terapeutas durante un estudio
de supervisión de pareja, "Me gusta hacerlo (el acto sexual), ¡pero no
puedo hablar de ello como tú lo haces! ¡No sé cómo puedes hablar
sobre esas cosas (sexo oral) con los pacientes!"

Sólo porque los terapeutas no tengan trabas sexuales no quiere decir


necesariamente que disfruten hablar del tema en profundidad con los
pacientes, y el disfrutar es importante. Si el terapeuta se siente
cómodo, los pacientes también lo estarán; si él se siente incómoda,
ellos lo percibirán y se sentirán renuentes a iniciar discusiones que
toquen temas profundos. Peor aún, los pacientes tal vez interpreten
la incomodidad del terapeuta como prueba de que en verdad hay algo
malo en ellos, sexualmente hablando, que están enfermos,
pervertidos, anormales, etcétera.
Probablemente no haya tema de discusión más difícil para las parejas
que el sexo. En nuestra sociedad, el sexo está cargado de tantos
valores emocionales - morales, de desempeño e identidad- que las
parejas a menudo llegan físicamente casi enfermas a la consulta ante
la perspectiva de "quedarse completamente desnudas" ante el
terapeuta y que les diga que lo que hacen (o como lo ven, lo que
tienen y lo que son) es inadecuado. A fracaso sexual percibido es
igual a fracaso personal percibido. Así de intensos son los
sentimientos de estas personas acerca de su desempeño sexual.
Cuando inician el asesoramiento sexual llegan tan tensas a la primera
sesión que resulta casi doloroso verlas.

Por eso, si el terapeuta también se siente nervioso o incómodo, la


situación está expuesta al fracaso. Los pacientes empezarán a
responder con la pretensión de tranquilizar (en otras palabras,
agradar) al terapeuta. Se volverán reactivos/reflectivos en vez de
responder honestamente (es decir, ser sus propios abogados y cubrir
sus propias necesidades), y probablemente abandonarán la terapia
después de unas cuantas sesiones.

En nuestra consulta, sin embargo, hemos observado que si el


terapeuta disfruta de su trabajo, encontrándolo excitante e inclusive
divertido, pronto hará sentir cómodos a los pacientes, convalidará sus
sentimientos de ansiedad hasta normalizarlos y llevará la sesión
inicial de tal manera que resulte realmente interesante y agradable.
Los pacientes se irán pensando, "Cielos, eso no fue tan malo después
de todo", y volverán a la semana siguiente. No se sentirán como unos
degenerados, raros o fracasados, sino que albergarán esperanza.

En nuestra perspectiva, el asesoramiento sexual es como la mayoría


de las terapias: consta de un 30 por ciento habilidad, 30 por ciento
práctica y 40 por ciento alquimia. Si el terapeuta se siente
avergonzado o incómodo al discutir temas sexuales (por ejemplo,
técnicas de sexo oral, estimulación del clítoris, fantasías sexuales,
pornografía, homosexualidad, masturbación, etcétera) con los
pacientes, y se revela necesario un asesoramiento sexual en
profundidad, es posible referir a la pareja a un colega para esa
"parte" de la terapia. La remisión se hará con el claro entendimiento
por parte del colega y de los pacientes que continuarán con el primer
terapeuta una vez que el segundo acabe con esa "parte".

En nuestro entrenamiento de grupo, a veces realizamos el


asesoramiento sexual en equipo (usualmente hombre/mujer). Dentro
de este marco se puede juntar un terapeuta más experimentado y
cómodo con uno que tenga menos experiencia y que se sienta más
incómodo. A pesar que el terapeuta menos experimentado pueda
sentirse más nervioso en un principio, él o ella puede beneficiarse al
imitar las técnicas relajadas y directas del co-terapeuta. En nuestras
consultas, también es común que los terapeutas envíen a parejas (o
personas) a otro terapeuta por un número limitado de sesiones para
recibir asesoramiento sexual específicamente, como descrito más
arriba. También es común que enviemos parejas a otros terapeutas
para recibir asesoramiento matrimonial o para que participen en
grupos de parejas. Una vez resueltos los temas, la pareja o la
persona puede volver a su terapeuta original.

Personalmente nos inclinamos a favor de la terapia de grupo, porque


los pacientes estarán mejor atendidos si les facilitamos el acceso a
terapeutas expertos en áreas especializadas. Estos intercambios de
terapeutas son tan comunes en nuestro consultorio que a menudo se
lo notificamos a los pacientes desde las primeras sesiones. Como
terapeutas, no nos ayudamos a nosotros ni a los pacientes si creemos
que podemos -o debemos- manejar todos los matices de la terapia
igualmente de bien. Nadie puede hacerlo todo, pero todos sabemos
hacer algunas cosas bien. Podemos encontrar otros terapeutas que
pueden desempeñarse competentemente en áreas de especialización
diferentes a las nuestras y podemos referirnos a ellos si es necesario.

Amistad

Los adultos de familias narcisistas son a menudo personas solitarias.


Aún estando frenéticamente ocupados "haciendo" cosas con un grupo
de personas es frecuente que no tengan amigos íntimos y suele
resultarles particularmente difícil entablar amistades con su mismo
sexo. ¿Recuerdan a Bárbara (en el Capítulo Siete), la paciente que
seguía sintiéndose apenada y anormal veinte años después por no
tener el tipo de amistades descritas en una película? Parte de su
tristeza se basaba en la fantasía de que "todos los demás" tenían
varias amistades íntimas con quienes podían compartir sus
sentimientos más íntimos. Fue una revelación cuando se enteró que
muchas personas se sentían igual que ella y que de hecho lo más
normal era que la gente tenía suerte si conseguía tener una sola
amistad íntima y un pequeño círculo de amistades menos íntimas con
quienes compartir tiempo y actividades que no incluyera la parte más
"obscura" o más vulnerable de uno mismo. Esto es aún más
verdadero para los hombres, quienes por lo común sólo tienen
amistades específicas dentro de una actividad (amigos del golf,
póquer “con los amiguetes”) o relaciones específicas del trabajo. Aún
entre muy buenos amigos es raro encontrar intimidad entre varones.
Es más corriente que los hombres compartan la intimidad con una
amiga que tener este tipo de relación con un hombre.

En nuestra sociedad es un hecho triste, estúpido e inexcusable que


por muy mal que estén las cosas, las mujeres se mantengan a
menudo unidas pero que los hombres a menudo estén solos. En
nuestra cultura, el mito del macho los aísla: si los hombres
verdaderos no comen quiche, desde luego que no empezarán sus
conversaciones diciendo "yo siento". Cuando las mujeres están
tratando de aprender a confiar y buscan relaciones amistosas, es
probable que se vinculen con mujeres sanas y entregadas. Si los
hombres trataran de hacer lo mismo, es probable que iban a
experimentar el rechazo por hombres que temen a la intimidad. En
esta sociedad homofóbica, los hombres que gustarían de tener la
libertad de hablar de sus sentimientos y gustarían de tener amistades
íntimas con otros hombres a menudo son vistos con sospecha, con
temor a que esa intimidad conduzca a una relación sexual. Tal vez
esa sea la razón por la que esos hombres buscan tener amigas;
desde luego, estas relaciones pueden ser problemáticas por la misma
razón. En nuestra sociedad, la intimidad y la sexualidad están
estrechamente unidas.

Aunque existe un componente sexual en todas las relaciones, las


amistades mujer/mujer parecen tener menos problemas en ésta área
que las amistades hombre/hombre. Es común ver amigas abrazarse
cuando se encuentran o cuando se despiden; uno tiene que buscar
exhaustivamente para ver lo mismo entre hombres.

Si bien no hay conflicto sexual en las amistades mujer/mujer, el


conflicto competitivo sin embargo es corriente. La sociedad
contribuye a este conflicto mujer/mujer al limitar las oportunidades
para las mujeres. Sólo hay unas cuantas oportunidades de liderazgos
y carreras para las mujeres, por lo que hay más competitividad para
las oportunidades disponibles. Para los niños adultos de hogares
narcisistas hay sin embargo una dimensión agregada. Cuando uno no
está criado en una atmósfera de aceptación y amor incondicional,
está propenso a creer que un amigo sólo le aceptará si cubre sus
necesidades. Y ya que fueron criados pensando en lo difícil que es
cubrir las necesidades de los demás y cuán doloroso resulta el
rechazo si uno falla, no es de sorprender que estas personas a
menudo sabotean las amistades.

Demasiado exigente, demasiado condescendiente, demasiado


generoso, demasiado inhibido, demasiado manipulador, demasiado
errático, demasiado invasivo, demasiado ausente, demasiado
responsable, demasiado irresponsable -son algunos de las formas de
relacionarse propias de los sobrevivientes con sus amistades.
Esencialmente es un falso intento de controlar, similar a la manera
del niño que intenta tomar el control en su familia narcisista. Es el
comportamiento controlador destructivo que dice “ya que me
rechazarás de todos modos, lo haré a mi manera” que aprenden
aquellos que temen (o saben) que no tienen ningún control genuino.

Relaciones

Las personas que intentan establecer relaciones con estas personas a


menudo sienten que "no se conectan" emocionalmente. El mensaje
suele ser a menudo "Quiero que entres - pero sólo hasta cierto
punto" o "¡sólo a veces y tú eres el que tiene que averiguar cuando
me viene bien y cuando no!". A la inversa, estas personas pueden
intimar rápidamente, sólo para luego asustarse de esta intimidad y
alejarse abruptamente. Quieren intimidad -la ansían, de hecho- pero
temen que (1) no puedan sostener una relación debido a sus defectos
(2), que la otra persona pida cosas que no estén dispuestas o no
puedan cumplir, o (3) que la otra persona averigüe qué tan
defectuosos son y los rechacen.

Por lo tanto, la solución a la incomodidad que provoca la intimidad


descontrolada suele ser el intento de controlar el grado de intimidad,
provocando con frecuencia el fracaso de la relación. Ser poco íntimo
es como estar poco embarazada; no sucede en el mundo real. La
relación se convierte en una profecía que se cumple mecánicamente:
el individuo sabe que fracasará y por tanto su actuación se basará en
provocar ese resultado. Puede ocurrir que la pareja o amiga se retire
a la larga debido a la desigualdad de la relación, o que el
sobreviviente se adelante motivado por el miedo o por sentimientos
de descontrol y acabe la relación (la escuela del mecanismo de
defensa "Te tendré antes de que me tengas a mi").

Como se mencionó arriba, el establecimiento del falso control es una


de las lecciones aprendidas en los hogares narcisistas. Obviamente,
las personas que fueron "la otra mitad" en estas relaciones se sienten
utilizadas y heridas, víctimas de un rechazo abrupto que no
comprenden.

Ambos extremos del espectro al mismo tiempo

La extraña yuxtaposición de ambos extremos del espectro que se


presentan simultáneamente en un rasgo dado de personalidad es un
factor común en adultos criados en familias narcisistas (2) (Vea el
Capítulo Tres donde se discute la caracterología dual representada en
el mito de Narciso.) Una de las cosas interesantes que suceden en la
terapia de grupo con sobrevivientes de familias narcisistas es que
reconocerán, generalmente por primera vez, que manifiestan ambos
extremos de un rasgo particular al escuchar como otros miembros del
grupo hablan de dicho rasgo.

Jean: "No confío en nadie. Sé que una parte importante de mi


problema con los hombres es que los mantengo a distancia. Acaban
diciendo „al diablo con esto‟ y buscan a otro más abierto".
Sarah: (Asintiendo vigorosamente) "Esa soy yo también"
Lizzie: "A veces creo que lo hago también, pero otras veces descubro
mi alma ante otro. Tú sabes - conozco a un tipo en una fiesta, le
cuento la historia de mi vida, ¡y me acuesto con él!"
Sarah: (Asintiendo vigorosamente) "¡Esa soy yo también!"

El Muro de Plástico

El concepto de la erección de barreras psicológicas (o muros) como


defensa en contra de la intimidad y la posibilidad de sentir dolor ha
sido bien documentado y descrito en la literatura. Quizás la
ilustración más sucinta y útil de este concepto se encuentre en
(“Superación Del Dolor” de Eliana Gil) (3). Desde luego, el problema
inherente a los muros psicológicos es el mismo que nos encontramos
con los muros reales: nos mantienen a salvo pero también pueden
aprisionarnos. Como Frost dijo:

Antes de construir un muro, me interrogaba para saber


De qué protegería o de qué apartaría
Y a quién podría yo ofender.
Hay algo ahí al que no le gusta el muro
Quiere derrumbarlo (4)

Pero muchos sobrevivientes quieren de verdad a sus muros y no los


quieren derribar. Un sobreviviente altamente funcional de familia
narcisista puede aparentar haber derribado el muro y mostrarse
abierto emocionalmente de una manera apropiada. Esto es
prácticamente cierto en la mayor parte del tiempo. Sin embargo,
cuando se siente amenazado se aparta, volviéndose distante, frío e
indiferente. Sus más allegados pueden sentirse repentinamente
aislados. Se asustan y llenan de pavor pensando que pueden perder a
su ser amado o a sus padres; se sienten culpables y responsables.

Los adultos que muestran el “muro de plástico" (visualice a alguien


envuelto en papel plástico - no es muy denso, pero es
definitivamente protector) son frecuentemente productos de una
familia encubiertamente narcisista: pueden ser vistos y tocados y tal
vez hagan todas las cosas correctamente, pero en tiempos de estrés
intenso hay un elemento emocional que está ausente. Las parejas de
estas personas aprenden rápidamente a no presionar demasiado: no
por miedo a provocar violencia física, sino por miedo a su total
rechazo. Cuanto más amenazadas se sienten estas personas, más
intelectuales, frías, calladas, ausentes e indiferentes se vuelven. La
intelectualización es su mecanismo de defensa por elección.

Usamos el término muro de plástico, en vez de muro, para diferenciar


grados de aislamiento emocional. Los sobrevivientes de abuso
traumático llegan a ser totalmente aislados emocionalmente. Todos
los terapeutas han trabajado con personas que se permiten no sentir
nada en absoluto y no permiten que alguien se les acerque
emocionalmente; gran parte del Capítulo Ocho trata de este tipo de
pacientes. Pero el sobreviviente que erige un muro de plástico es
diferente. Estas personas tienen "aperturas" a través de sus paredes
y son capaces de compartir una relación amorosa e íntima. Son
buenos padres, esposos(as), amantes o buenos amigos(as)- hasta
que algo sucede. Por regla general, suele ser una combinación de
varios factores, el resurgimiento del factor estresante original o la
amenaza de un mecanismo de defensa bien establecido. Por ejemplo,
cuando la pareja de estas personas se queja que trabajan
demasiadas horas (en defensa contra su sentimiento de
incompetencia) o beben demasiado vino en las fiestas (su manera de
relajarse) o se acuestan demasiado tarde para hacer el amor (su
manera de lidiar con los sentimientos personales de falta de
atracción), el muro de plástico suele erigirse.

El muro de plástico rara vez sale a la superficie durante la terapia


individual, ya que normalmente sólo lo ve la pareja. Sin embargo,
una manera de manifestarse en la terapia individual es cuando el
paciente habla de los sentimientos usando palabras apropiadas ("me
sentí herida" o " me sentí enojada", por ejemplo), pero el sentimiento
correspondiente no está o sólo un destello. El paciente sabe lo que
siente, pero se está protegiendo de experimentar esos sentimientos.
Si su forma de ser es así en terapia, probablemente lo sea con su
pareja. Como mencionamos anteriormente, el fenómeno del muro de
plástico entra más dentro del terreno del terapeuta especializado en
el asesoramiento de las relaciones para personas educadas en
familias narcisistas. Ya que el fenómeno del muro de plástico suele
ocurrir en gente altamente funcional, se puede dejar de lado cuando
reina una atmósfera de apoyo y cariño,

Hacemos hincapié en que esto se observa frecuentemente en


personal militar o cuasi-militar. Como nuestro consultorio en
Newport, Rhode Island está situado cerca del Colegio Militar Naval
(Naval War College) un porcentaje relativamente alto de nuestros
pacientes están enrolados en la Fuerza Naval Norteamericana, en la
Guardia Costera o en la Guardia Nacional. Utilizan el muro de plástico
en el trabajo como un mecanismo de defensa efectivo y conveniente.
Más tarde cuando regresan a casa, el comportamiento sigue siendo el
mismo a pesar de haber dejado de ser apropiado.

La historia de Amy y Jack. Amy y Jack fueron referidos a nuestra


consulta matrimonial a través del programa de sus familias militares.
Uno de los mayores problemas era la frecuencia de sus peleas.
Prácticamente todas las noches al llegar a casa del trabajo (ella era
nutricionista en la consulta de un doctor, él era suboficial de la
Guardia Costera). Ella decía que mientras él podía ser el hombre más
dulce y comprensivo del mundo, la mitad del tiempo no podía hablar
con el: "No escucha mis sentimientos. ¡Actúa como si nuestra casa
fuera la sala de justicia y él el fiscal! ¡Tengo que probar y respaldar
cada cosa que digo! Que frío y arrogante se pone; ¡me siento como si
estuviera esperando que me equivocara para saltar sobre mi y probar
que estoy equivocada!"

Jack era una persona altamente funcional que había tratado los
problemas derivados de su familia narcisista en una terapia anterior.
Sin embargo seguía aferrado a su muro de plástico cuando se
enfrentaba con situaciones estresantes; aquello funcionaba muy bien
entre militares; pero simplemente no funcionaba en el hogar. Uno de
los primeros cambios que la pareja accedió a hacer tuvo que ver con
el comportamiento al llegar a casa: cuando llegarían a casa del
trabajo, tendrían contacto mínimo hasta que Jack se hubiese bañado
y puesto ropas de paisano. El despojarse de su uniforme militar era la
señal que le diría que ya no era "Jefe", era Jack el esposo de Amy.
Las peleas terminaron prácticamente y ambos aprendieron a
reconocer y a manejar este comportamiento eficazmente.
Conclusión

Hasta que los sobrevivientes sean capaces de resolver sus múltiples


problemas (confianza, responsabilidad y control, establecimiento de
límites, etc., tendrán dificultad para establecer y mantener una
relación íntima. Si llevan un cierto tiempo envueltos en una relación
disfuncional tal vez estén renuentes a comprometerse completamente
con la terapia por miedo a perder su relación si logran una mejoría.
Cuanto menos obtengan de la relación, más pelean por salvarla
(recuerde, cuanto menos tienen, más valioso se vuelve). Es
importante subrayar a estos pacientes que la habilidad y rasgos de
caracteres que les permitirán abandonar una relación, confiando en
su capacidad para lograr una buena vida por su cuenta, son los
mismos rasgos y habilidades que potenciarán sus oportunidades para
hacer que funcione una relación. Aún cuando no hayan aprendido
estas habilidades en su familia de origen, pueden hacerlo ahora.
"Hago, por tanto Soy" Versus Validar el Tesoro

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo X
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Competencia al momento de realizar algo: Hago, Por Tanto Soy.

Un tope enfrentado por muchos individuos producto de familias


narcisistas es su abrumadora necesidad de validación externa. A
menudo estos individuos son capaces de compensar esta necesidad al
involucrarse en situaciones que les redituarán validación. Por
ejemplo, un periodista verá sus palabras impresas, los profesores de
jardín de niños recibirán abrazos y besos por su trabajo, un sacerdote
o pastor tendrá una audiencia cada Domingo por la mañana, los
profesores universitarios tendrán la adulación y admiración de sus
alumnos, y los terapeutas y médicos verán cómo sus palabras son
tratadas como si fueran la Biblia y obedientemente se llevarán a cabo
por sus pacientes.

Capítulo 10
El lograr validación a través de la habilidad para realizar algo es una
de las maneras que estos individuos utilizan para manejarse en
nuestra sociedad. Estos individuos frecuentemente son exitosos
"cumplidores profesionales", y solo unos pocos observadores
adivinarían una falta de auto-estima. Su competencia para realizar
tareas, sin embargo, es tanto una bendición como una maldición. Por
una parte, el abogado que es un héroe con sus clientes eleva su
autoestima en su trabajo; por otro lado, si intenta dejar ver su
necesidad de validación a personas cercanas, tal vez se tope con
incredulidad - o, peor aún, con resentimiento y rechazo. Muy seguido,
cuando algún sobreviviente exitoso pide ayuda, se encuentra con la
actitud "¿Y tu de qué te quejas?".

Si la competencia es la única manera que el individuo conoce para


probar a otros y a si mismo su valía, entonces debe, por definición,
llevar a cabo tareas. Por tanto siempre debe haber más cursos qué
tomar, más grados académicos qué obtener, más trabajos dónde
servir de voluntario, más equipos de Ligas Pequeñas qué entrenar,
más galletas qué cocinar, más clientes qué firmar, más almas qué
salvar, y mas y mas. Las raíces de esta adicción al trabajo se
encuentran en los hogares narcisistas; "Hago, por tanto soy" podría
ser el eslogan de muchos adultos niños de estos hogares.

Obviamente, esta necesidad de validación externa como una


compensación a la baja autoestima puede causar problemas en el
trabajo. La arena donde más comúnmente es un problema, sin
embargo, es en la de las relaciones interpersonales. Pocos de
nosotros desposamos animadoras (cheerleaders), y aún la esposa de
un sobreviviente a menudo siente que ese es el rol que se espera de
ella. El sobreviviente tiene gran dificultad en toda situación donde no
tiene una total aprobación y apoyo. Esto puede ser una onerosa carga
para la esposa, pareja o hijo del individuo, ya que rara vez
aprobamos la totalidad de sus acciones, palabras e ideas. Esto es
doblemente complejo, ya que la persona tal vez tenga problemas
para discriminar entre la crítica (falta de aprobación) a sus acciones y
la crítica a su persona. El corolario "Hago, por tanto Soy" es
"Desapruebas lo que hago, desapruebas a mi persona".

La tendencia a generalizar la falta de aprobación de comportamientos


específicos (palabras, ideas y demás) a la falta de aprobación a si
mismos como seres humanos es una de las áreas mas problemáticas
para estos individuos. Su visión del mundo hace que el concepto de
crítica constructiva sea una contradicción de términos. Si el
desaprobar cualquier cosa que haga es desaprobarme a mi, entonces
no hay nada "constructivo" sobre eso; corrección es rechazo. El
empleador o supervisor de estos individuos pasa por una pesadilla
para corregirlos en el trabajo, ya que el empleado se encuentra
destruido virtualmente por la más mínima sugerencia amable.

Por el contrario, el adulto niño criado en una familia narcisista tal vez
tenga problemas para ser un buen empleador, gerente o
administrador, porque ella o él también igualan corrección con
rechazo y tal vez tengan grandes dificultades para hacer una
corrección necesaria o imponer disciplina en su staff. Ella tal vez se
sienta incapaz de usar apropiadamente el poder inherente a su
posición.

Poder y Responsabilidad

En el Capítulo Cuatro introdujimos la dualidad de la responsabilidad y


el control. Esta dualidad de poder y responsabilidad también es
problemática para los individuos provenientes de familias narcisistas.
Ya que estos individuos están propensos a asumir responsabilidad por
cosas que no controlan, pero rechazan asumir responsabilidad por las
que sí controlan, tienden a ejercitar el poder que no tienen y reniegan
a usar el que tienen.

El abuso del poder tiene que ver primeramente con el síndrome todo-
o-nada (vea el Capítulo Seis). Por ejemplo, si un sobreviviente
preside un comité, tal vez piense que tiene “todo” el poder y pase por
encima de los miembros (con juntas innecesarias, llamadas tarde en
la noche, reportes excesivos, etcétera) para que el “trabajo sea bien
hecho”. La traducción de todo esto es que el presidente tiene poca
confianza en si mismo o en cualquier otro así que sobre-compensa
esta falla al usar su poder de manera invasiva. No tiene la confianza
para delegar autoridad o tareas, así que supervisa excesivamente y
pregunta dos veces a todos hasta que los demás se vuelven
miserables (la parte de “todo”); luego, cuando los miembros del
comité se quejan, renuncian o se rebelan, lanza sus brazos al aire y
abandona, o se retrae y rechaza permanecer en la posición de líder
(la parte de “nada”).

Lo que es más común para los adultos criados en familias narcisistas,


sin embargo, es la infra-utilización del poder. Estos individuos la
pasan mal conceptualizando el hecho que al utilizar de menos o
rehusarse a tomar el poder que legítimamente les corresponde
también están abusando del poder. Los sobrevivientes narcisistas son
particularmente susceptibles a esta condición porque (1) al centrar su
visión en la realización de tareas (Hago, por tanto soy) se convierten
en buenos trabajadores, inclinados a lograr el éxito en su campo de
trabajo, y (2) su baja autoestima y falta de confianza les dificulta el
aceptar la realidad de su poder. Uno no puede usar el poder que no
sabe -o rehúsa aceptar- que tiene. Pero el rechazar o no reconocer
que uno tiene poder constituye también inherentemente un abuso.

La dificultad para aceptar y usar el poder apropiadamente puede


enraizarse profundamente en estos individuos. Ya que todos han sido
bien entrenados en sus familias narcisistas para ser reflectivos y
reactivos y tienden a ser complacientes. Esta necesidad de aceptación
frecuentemente se enmascara en un tipo de hiper-democracia: No
puedo tomar una decisión (o realizar un juicio, o terminar una
discusión) porque debo de ser justo con todos.

Traducción: tengo miedo que alguien no me apruebe. Esta indecisión


enmascarada de “justicia” es un abuso de poder, y es percibido y
resentido por aquellos que afecta. El poder acarrea responsabilidad;
la voluntad de usar el poder correctamente y la integridad para
respaldar la decisión final que el poder implica es de lo que se trata la
responsabilidad. Fallar en seguir alguna línea es abusar de aquellos
que dependen del poder.

Por ejemplo, vayamos de vuelta al comité descrito arriba. Esta vez,


sin embargo, el presidente es un buen tipo. Quiere asegurarse que
todos digan lo que tengan que decir, que las decisiones sean
populares, y que todos se sientan bien. Estas reuniones resultan
interminables porque no se limita la discusión; nunca hay decisiones,
porque no todos están de acuerdo; y las reuniones son horrendas,
porque los miembros que cargan un látigo dominan los
procedimientos. El presidente está rechazando usar su poder, y todos
sienten sus efectos abusivos. Luego, cuando los miembros del comité
se quejan, renuncian o rebelan, lanza sus brazos al aire... ¿Suena
familiar? La infra-utilización del poder deja a los mismos individuos
sintiéndose igual que con el abuso de poder: sienten que no es
correcto.

La realidad del Ahora

El truco, por supuesto, es la aceptación de la realidad del ahora. Justo


como el hecho de aceptar el pasado (vea el Capítulo Cuatro), estos
pacientes necesitan ayuda para aceptar la realidad de quiénes son
ahora como adultos. Ya que las viejas cintas del pasado vuelven a
reproducirse, instándolos a no sobrepasarse a si mismos o “sentirse
muy grandes” (diciendo, “Estás siendo egoísta” o ¿Quién te crees que
eres?”), estos pacientes en verdad necesitan bajarse de su nube y
averiguar quiénes creen que son, para reorientarse en su poder y
responsabilidad de adulto - conocido también como el tesoro.

El Tesoro

La guía mas efectiva que hemos encontrado para ayudar a que los
pacientes enfrenten a la realidad del ahora, aceptación del poder y
responsabilidad y el miedo al rechazo que los lleva a ser “personas
complacientes”, es una que llamamos “el tesoro”. Es esencialmente el
reconocimiento, por parte del paciente, de que lo que fue (en
términos de carácter, talentos y rasgos)- y lo que es- es un tesoro. Es
único y particular para cada uno(a), y tiene valor.

Les pedimos a los pacientes que nombren su color favorito y su


piedra preciosa favorita. Algunos responden “lavanda” y “zafiro”. Les
digo que se imaginen a si mismos como un zafiro color lavanda; es
mucho mas raro que un zafiro azul, y por tanto es mucho mas
valioso. Pero hemos notado que también está la posibilidad de que,
ya que es tan inusual, que muchas personas no los reconozcan como
zafiros. Tal vez piensen que es una amatista - bonita, pero no muy
valiosa. Les pregunto a los pacientes si eso afectaría el valor de la
gema; la respuesta, por supuesto, es no. El valor inherente de la
piedra permanece a pesar que alguien sepa lo que es o no.

Después les decimos a los pacientes que a algunas personas


probablemente no les guste la gema; que tal vez la arrojen a la
basura, o que la usen en su pecera. ¿Eso afecta el valor de la piedra?
La respuesta es de nuevo, no. Así mismo, algunas personas pueden
decir “Ohh! ¡Un zafiro color lavanda! ¡Que feo! ¡Todos saben que los
zafiros deben ser azules! En nuestra familia, solo usamos zafiros
azules. Usted es diferente, y lo diferente es malo.” ¿Pero acaso eso
afecta el valor intrínseco del tesoro? Luego exploramos las
posibilidades de una identificación equivocada, devalúo, y rechazo de
la gema. Cada vez concluimos que el valor de la piedra -del tesoro-
no es dependiente del reconocimiento de otros; tiene un gran valor
intrínseco, genuino y grandioso.

Cuando el paciente puede visualizarse como un tesoro, (como un


zafiro color lavanda), está listo para verse a si y a sus relaciones de
manera diferente. Está instruido para mantener la idea del tesoro en
la frente - para verse como un zafiro color lavanda, esmeralda
amarilla, o lo que sea- toda la semana, y juzgar las reacciones de
otros en base a esa perspectiva. Por ejemplo, si alguien no lo valora
(a su tesoro) mucho, tal vez sea porque es ignorante - no saben que
es un zafiro color lavanda. Esto por supuesto es una pena, pero no
devalúa al zafiro. Habrá otras que reconozcan el valor y aprecien el
tesoro; el truco está en encontrarse con estas personas y no sentirse
descorazonado por las otras. Si algunas de esas otras pueden ser
educadas para valorar al zafiro, sería genial. Pero si alguien escoge
permanecer en la ignorancia y rechazar lo que no entienden, pues ni
modo. Para otros, el valor tal vez sea irrelevante, es solo que no les
gustan los zafiros color lavanda. Eso está bien; sin embargo, no le
quita valor a la piedra.

Cuando los pacientes regresan la siguiente semana, usualmente


comienzan hablando de su “zafiro lavanda”. No lo olvidan y eso afecta
la manera como se ven a si mismos. Pueden entender más fácilmente
sus responsabilidades y poderes desde esta nueva perspectiva.
También tienen un nuevo marco de referencia desde el cual procesar
el rechazo. El concepto de verse a si mismo como un tesoro es
poderoso para los pacientes. Lo que uno tiene - lo que uno es – es un
tesoro, uno se siente y actúa diferente. Uno no tiene que hacer nada
para ser valioso; la visión del “Hago, por tanto soy” se vuelve
irrelevante. El nuevo discurso es “Soy, por tanto tengo valor”.

Conclusión

De acuerdo a los terapeutas que han sido entrenados en el uso del


modelo de familias narcisistas, una ventaja particular del modelo
reside en su habilidad para permitir a los pacientes ver a su familia
de origen de tal manera que les permita sentirse menos “defectuosos
de manera especial” (o como algún paciente se describió, menos
“terminalmente únicos” y mas genuinamente valiosos; es una terapia
positiva y esperanzadora de cierta manera. Estos practicantes se han
sentido validados en su trabajo al tener un marco de referencia desde
el cual operar – un modelo que agrega técnicas así como estructura y
es apropiado con un gran porcentaje de pacientes.

Numerosos pacientes han comentado que es refrescante y


reafirmante el que su terapeuta tome un rol mas activo y directivo en
su terapia. Los hace sentir mas confiados en la habilidad del
terapeuta para ser facilitador de un cambio positivo. Es reafirmante
para los pacientes el saber que su terapeuta tiene una meta para la
terapia y que puede guiarlos a través de etapas predecibles en su
camino hacia la misma.
Apendices A y B - La familia narcisista

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman


Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Apendices A y B
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass

Apéndice A: Una descripción de la teoría psicoanalítica del


narcisismo.

Decir que han habido volúmenes de material escrito sobre el


narcisismo y teoría psicoanalítica apenas prepararía al neófito para la
aparentemente infinita cantidad de ensayos, artículos, libros y
compendios escritos en el último siglo acerca del tema. Para el lector
que desee un repaso de las características mas sobresalientes del
tema, ademas de nuestras anotaciones, le ofrecemos la siguiente
modesta descripción.

El Narcisismo como forma de resolver conflicto

Reduciendo la teoría freudiana del narcisismo a su forma mas simple,


estamos hablando de resolución de conflicto: la habilidad del infante
de moverse de lo que Freud etiqueta como narcisismo primario
(identificando a la madre como objeto de amor primario) a la fase
“normal” Edipal.(1). Esencialmente, Freud describe al narcisismo en
términos del objeto amor.

Una persona puede amar:

1. De acuerdo al tipo narcisista:


a. lo que es (su propia persona).
b. lo que fue
c. lo que le gustaría ser
d. alguien que alguna vez fue parte de él.
2. De acuerdo al tipo dependencia (apego).
a. la mujer que lo nutre
b. el hombre que lo protege y la sucesión de sustitutos que toman su
lugar (2).

En términos Freudianos, las sanas relaciones objeto son del tipo


apego o tipo dependencia, mientras que las malsanas son narcisistas.
Así mismo, el narcisismo primario, como en un bebe – que no conoce
otro objeto que si mismo, y no puede diferenciar entre el ego e
identidad – un estado natural y transitorio. El segundo (y patológico)
narcisismo, por el contrario, ocurre cuando el libido se remueve de
los objetos externos y es redireccionado hacia el propio ego (si
mismo).(4)

El ensayo “Sobre el Narcisismo” de Freud, cuya lectura o relectura


que recomendamos se haga en su texto original, es una breve, bien
formulada y bella exposición. En él, Freud introduce sus teorías sobre
el narcisismo primario y secundario, redefine su modelo de relaciones
objeto, y refuerza y extiende su teoría sobre el libido. En el contexto
de finales del siglo veinte, sin embargo, las distinciones de género de
Freud tal vez ofendan a algunos profesionales de la salud. Por
ejemplo, al discutir el objeto-preferencia de los varones dentro del
marco del desarrollo libidinoso narcisista normal, Freud afirma,
“Apegos completos del tipo objeto-amor es, hablando propiamente,
característico de los varones. Despliega la marcada sobrevaluación
sexual que sin duda se deriva del narcisismo original del niño y por
tanto corresponde a la transferencia de ese narcisismo al objeto
sexual.” (5) En contraste, la discusión del objeto-preferencia
femenino dice: “Las mujeres, especialmente si han crecido bien
parecidas, desarrollan una cierto auto-satisfacción la cual compensa
las restricciones sociales que les son impuestas en su preferencia de
objeto. Estrictamente hablando, es solo hacia ellas mismas que tales
mujeres aman con una intensidad comparable al amor que un
hombre siente por ellas”. (6)

Leído casi cien años después, estas palabras suenan increíblemente


sexistas; si se observan desde una perspectiva histórica, por otro
lado, el genio del trabajo de Freud no se pierde. Aún el mismo Freud
dio una cuasi disculpa en un ensayo posterior, asegurando que sus
declaraciones al respecto de la vida femenina erótica no reflejaban
“ningún deseo tendencioso de mi parte para desprestigiar a la
mujer...Hay un gran número de mujeres que aman de acuerdo al tipo
masculino y quienes desarrollan la sobrevaluación sexual propia de
ese tipo” (7). No muy convincente, tal vez, pero demostrativo de
buenas intenciones.

Observando al narcisismo primario de los niños – de nuevo, dentro de


un contexto normal y no-patológico – Freud salta de la crisis infantil
narcisista de la transferencia del objeto amor (de si mismo hacia
otros) a la crisis narcisista parental al criar al niño: “El amor de los
padres, el cual es tan conmovedor y en el fondo tan infantil, no es
mas que el narcisismo de los padres vuelto a nacer, el cual,
transformado en objeto amor, sin duda revela su forma anterior” (8)
De un modo simplista, Freud habla de todos los padres – y todas las
etapas de desarrollo de la paternidad – como si fueran siempre
iguales. Desde luego, no lo son. Tal como un niño se desarrolla en
etapas, también lo hacen los padres; a medida que el niño se mueve
– eso se espera – de la etapa del narcisismo primario, también lo
hará un sistema parental saludable y “entenderá” su identificación
con el niño y no vivirá a través de él. Cuando no son capaces de
hacer esto, tal vez se desarrolle una familia narcisista. Desde nuestra
perspectiva, existe una continuación del narcisismo, como lo existe
de la habilidad parental. Eso no es lo mismo que decir que las
observaciones de Freud sobre el narcisismo parental están
completamente equivocadas. Nosotros, sin embargo, no vemos
evidencia definitoria que esto sea verdad para la mayoría de los
sistemas parentales; en vez de eso, se presenta como el peor caso.

La teoría de lo que Freud llamó las “neuronas narcisistas”, la cual


después se expandió en numerosos trabajos, puntualmente delineó
las paradojas esenciales enterradas bajo el exterior narcisista. Estas
paradojas se convirtieron en la inspiración de teorías y tratados sobre
el tema desde Klein hasta Kohut: la grandiosidad enmascarando
inseguridad, egocentrismo enmascarando baja autoestima, auto-
aborrecimiento enmascarado de amor propio.(6) Algunos teóricos
después buscaron describir y explicar paradojas adicionales: fría
indiferencia sacudida por episodios de furia narcisística (10): la
creación de un falso yo para esconder y proteger al yo vulnerable y
sin valor, (11) y la inhabilidad de producir respuestas empáticas
cuando la empatía es la clave terapéutica para desencadenar y liberar
la personalidad narcisista. (12) Al mismo tiempo que entregaba lo
que muchos estudiosos consideran el trabajo seminal sobre
narcisismo, Freud también lanza una advertencia a los terapeutas:
“En las neuronas narcisistas la resistencia es inconquistable; a lo
mucho, somos capaces de echar una mirada inquisitoria sobre el
borde de la pared y espiar lo que está pasando del otro lado” (13).

Es un largo salto desde la hipótesis de Freud a la definición de


narcisismo como desorden de la personalidad del DSM-III-R (Manual
de Estadísticas y Diagnóstico). En el camino, han habido muchas
interpretaciones y re-definiciones de las teorías de Freud, junto con
aquellos cuyas teorías difieren de Freud. La mas notable tal vez sea la
de Kohut, quien contribuyó al entendimiento de la psicología del ser y
postuló acerca del rol que la empatía juega en la formación de
síntomas en la niñez y la resolución de estas durante la terapia.(14).
A pesar que el trabajo de Freud sobre el narcisismo no fue ni por
mucho su esfuerzo mejor documentado o investigado, es la base de
todas las demás teorías sobre el narcisismo.

Literatura contemporánea: La Escuela Británica, Mahler, Kernberg,


Kohut y otros.

El periodo post-Freudiano dió a luz a numerosos adherentes de la


perspectiva Freudiana, mas notablemente en la escuela de las
relaciones-objeto. Esta influencia británica se ejemplifica en el trabajo
de Melanie Klein, W.R.D. Faribairn, Harry Guntrip y D.W. Winnicott
(15). Margaret Mahler ha emergido como la teórica mas prominente
de las relaciones-objeto en los Estados Unidos.(16)

Klein

La teoría de las relaciones-objeto de Klein, en esencia, discute la


relación entre la madre y el infante durante el primer año de vida. El
primer “objeto” - entidad separada de si mismo, ya sea existiendo
como una entidad discreta, viable o como una representación
interiorizada mental – con quien el infante tiene una relación tal vez
sea, por ejemplo, el pecho de su madre. La habilidad del infante de
organizarse alrededor de la relación con la madre como un objeto de
amor externo es un pre-requisito para el desarrollo saludable del ego.

Mahler

Mahler describe el proceso del desarrollo saludable del ego en


voluminosos escritos; una breve reseña de este proceso es:

1. La “Etapa normal de autismo” (17) (o el narcisismo primario de


Freud (18)), en la cual el niño se funde con la madre.
2. La “Etapa simbiótica”, en la cual el infante se vuelve consciente
tanto de su habilidad de lograr el placer (distensión, como al
estornudar o defecar) así como de obtener placer de su madre (al
nutrirse y acurrucarse). Comienza a reconocer estímulos externos
(objetos) y comienza a luchar por la homeostasis. Este es el
comienzo del proceso de la separación-individuación.(19)
3. La etapa en la cual el narcisismo más probablemente se desarrolle,
bajo la teoría de las relaciones-objeto, es la parada en el camino
llamada crisis de la reconciliación. (20) Si en este punto el niño es
enfáticamente apoyado en sus opuestas necesidades de autonomía y
de fusión con su madre, pasará esta etapa y seguirá hacia la
siguiente fase, la fase Edipal (23) Para nosotros, el punto clave de
esta etapa se representa mejor con los primeros intentos de caminar
del infante; realiza unos cuantos pasos, voltea a ver si la madre está
todavía ahí, intenta otros mas, y enseguida corre de regreso a la
seguridad de los brazos de su madre. En los casos donde la madre no
lo suelta – o por el contrario, donde la madre no lo recibe de regreso
– la semilla del narcisismo se planta. (Vea también el trabajo de
Sophie Freud sobre el sobreamar/subamar, un síntoma de la familia
narcisista (22))

Kernberg

El estudiante mas notable de la teoría de las relaciones-objeto con


respecto al estudio psicoanalítico del narcisismo es Otto Kernberg,
profesor de psiquiatría de la Universidad de Cornell y autor del clásico
Condiciones Limítrofes y Narcisismo Patológico (23) Kernberg clasifica
a la personalidad narcisista como un sub-grupo del desorden limítrofe
de la personalidad. Distingue el narcisismo normal, el cual no
incapacita la habilidad de tener relaciones-objeto, del patológico, el
cual es visto como un serio deterioro de esta capacidad. Caracteriza a
los narcisistas como excesivamente absortos en si mismos,
intensamente ambiciosos, faltos de empatía, grandilocuentes,
teniendo una necesidad inapropiada de alabanza y tributo de otros, y
despreocupados de la comodidad de otros excepto en el nivel mas
superficial. Experimentan el placer solo en la presencia de la
admiración, y se aburren rápidamente sin ésta.

Kernberg enfatiza las dualidades paradójicas mencionadas arriba


(grandiosidad/inseguridad, y demás). Distingue el narcisismo del
desorden de la personalidad limítrofe al decir que la personalidad
narcisista “tiene un ser grandioso, cohesivo, sin embargo altamente
patológico, el cual esconde la identidad interior difusa y sin propósito.
(24). A pesar que fue Kohut quien acuñó el término furia narcisistica,
Kernberg describe un tipo de furia que es vengativa y compulsiva;
una necesidad para obtener “retribución” frente a un insulto o
desprecio que amenace al bien defendido narcisista.(25).

Kernberg describe tres niveles de narcisismo. El primero, que hace


recordar a “los favoritos de los dioses” de Bach, son exitosos o
talentosos lo suficiente para arreglárselas y recibir toda la admiración
que requieren, y tal vez nunca vayan a terapia. Los segundos son
parcialmente exitosos pero a menudo buscan tratamiento por su
dificultad para mantener relaciones duraderas o por sentimientos
generales de desorientación y desolación. Al tercer grupo pertenecen
aquellos que probablemente han sido diagnosticados con el desorden
de la personalidad limítrofe; se manejan claramente en un nivel
limítrofe y manifiestan severos problemas en áreas de control de
impulsos, tolerancia a la ansiedad y sublimación. (27). Estos
narcisistas también muestran evidencia de rasgos paranoicos
(enmascarados con arrogante desdén o desapego), creyendo que
otros los están husmeando, esperando la oportunidad de
perseguirlos.(28)
Mientras que Kernberg es un Freudiano clásico y tiende a usar
términos médicos (tales como maligno y terminal) eso no sirve sino
para agudizar la severidad - sino es que la desesperanza - de la
condición narcisista, su exposición acerca de lo que el narcisista
enfrenta en la adultez madura, (lo que comúnmente se llama “crisis
de los cuarenta”) es compasiva y empática. Para citar sólo una
pequeña parte: “[Debido a] la gradual toma de consciencia que las
gratificaciones narcisistas de la juventud y triunfos pasados no están
disponibles ya, y para evitar la dolorosa envidia de su propio pasado,
el paciente narcisista es forzado a devaluar sus logros y victorias
pasadas” (29) (Noten el contraste con respecto a la perspectiva de
Kohut de la adultez madura, la cual se describe abajo)

Kernberg indica frecuentemente que la agresiva cualidad subyacente


del narcisista patológico, combinado con su envidia y necesidad de
control, lo hacen un paciente difícil. Mientras Kernberg cree que el
análisis puede ser de valor para los narcisistas patológicos, de todas
maneras apunta que las dificultades de transferencia son extremas y
representan un serio problema para el terapeuta. Esto es por la
dificultad del narcisista de ver al terapeuta como un ser discreto,
independiente del narcisista, y su correspondiente necesidad de
devaluar tanto la habilidad del terapeuta como la naturaleza de la
experiencia terapéutica. (30)

Kohut

Mientras Kernberg y otros se adhieren al modelo psicoanalítico de


Freud, Heinz Kohut aboga por una mente abierta en términos de
eficacia del modelo, incluyendo psicoterapia intensa y de corto plazo.
(31) Kohut era un asistente profesoral en el departamento de
psiquiatría de la Universidad de Chicago, un miembro de la facultad y
analista en entrenamiento en el Instituto de Psicoanálisis de Chicago,
y un profesor visitador en el área de psicoanálisis de la Universidad
de Cincinnati. Como el lector verá mas delante, en muchas maneras
ha sido un rebelde dentro de la comunidad psicoanalítica/psiquiátrica.

En claro contraste con Kernberg, Kohut no ve al narcisismo como


maligno o terminal; de hecho, ni siquiera ve al narcisismo patológico
como una entidad separada del narcisismo primario, sino como una
fijación desarrollada por el ser primitivo. Kohut asevera que gran
parte del lenguaje peyorativo en la descripción del desorden de la
personalidad narcisista en el DSM-III-R tiene mucho que ver con un
problema social de valores sesgados que con el desorden en si.
Ciertamente no está muy lejos de las simpatías de Jung, quien
deplora el “empobrecimiento del simbolismo” e insta al regreso a la
espiritualidad y verdadera individuación del ser (En “Arquetipos del
Inconsciente”), o de Fromm, quien apunta que “el problema con
nuestra cultura no es que exista mucho egoísmo, sino muy poco
amor propio verdadero”(32)
El primer libro de Kohut, Análisis del Ser, presenta su teoría de la
psicología del ser. En pocas palabras, la alegría narcisista del niño es
detenida, necesariamente, por el propio desarrollo del infante y la
decreciente habilidad de la madre de satisfacer todas sus
necesidades. Por tanto, el niño intenta aferrarse a esa felicidad
narcisista al asignarle (1) una imagen grandilocuente y exhibicionista
(el ser narcisista) , y (2) una imaginada e idealizada imagen
conceptual – la fantasía del completamente devoto y todo poderoso
padre de fantasía.

Si todo marcha bien, el ser grandioso y exhibicionista será domado


(socializado) y se integrará con el tiempo a la personalidad adulta
capaz de satisfacer sus necesidades de acuerdo a su ego y cumplir
sus propósitos. Yendo mas allá, si todo va bien, la imagen parental
idealizada se integra en la personalidad adulta en la forma de ideales
y valores. Sin embargo, si el niño sufre de algún trauma narcisista, el
ser grandioso nunca se integra, y en su lugar se perpetúa la lucha por
su satisfacción a un nivel primitivo, el cual Kohut describe como “un
fracaso del ser-objeto arcaico”(34) Similarmente, si un niño sufre
decepciones inapropiadas para su etapa por parte del padre a cargo,
la imagen parental idealizada se mantiene intacta, y el adulto debe
buscar sin descanso apoyo, seguridad y validación en el objeto
transicional primitivo.

El modelo de transferencia de Kohut, entonces, se vuelve fácilmente


entendible a medida que el terapeuta permite al paciente ponerlo en
el rol del padre idealizado. Ya sea que la falta de empatía parental
y/o constancia causaron la crisis narcisista, la transferencia puede
restablecer la imagen idealizada, arcaica e imaginada del padre que
mantiene el paciente, quien entonces puede retomar el proceso de
desarrollo (transferencia idealizada). Del mismo modo, si el proceso
terapéutico requiere un regreso al ser grandioso y arcaico, el paciente
tal vez identifique al terapeuta con el rol del ser-objeto, alguien que
existe para reflejar al paciente sus logros (transferencia espejeada).

Kohut también fue responsable de reportar la furia narcisística, la


cual se desarrolla a partir de un profundo sentimiento de decepción y
perdida de los seres-objetos. Mucho de los escritos de Kohut tienen
que ver con el análisis de la furia narcisística y su impacto socio-
político (usa la teoría para explicar el arribo de Hitler al poder en
Alemania, para dar un solo un ejemplo)(36).

Mientras Kohut, tal como hace Kernberg, reconoce que la venida de la


adultez madura presenta dolorosas dificultades al narcisista,
particularmente de frente con el concepto Jungiano (37) de la
depresión vacía basada en el “ser agotado”, (38) también cree que
esta etapa en la vida tiene la posibilidad de transformación del
narcisismo y el descubrimiento de la aceptación de la vida como es
ahora. Para Kohut, “una cierta paz brota en la adultez madura”.(39)

Otros teóricos y el DSM-III-R

Hay un número de teóricos que han hecho contribuciones


significativas a este campo de conocimiento. Bach documenta
peculiaridades cognitivas asociadas con el desorden de la
personalidad narcisista. (40). El lenguaje, por ejemplo, toma un
significado distinto: en vez de una comunicación clara de
sentimientos, pensamientos o ideas, es usado en una manera auto-
céntrica para regular y aumentar la autoestima. De manera similar, el
tiempo pierde su calidad impersonal y abstracta y es en vez calculada
por su impacto interno y personal. Bach también comenta sobre la
presencia de cambios de humor en el narcisismo, ya que los estados
de ánimo son excesivamente dependientes de estímulos externos, del
reforzamiento o falta de los mismos.(41)
Cooper (42) ha relacionado al narcisismo con las tendencias
masoquistas, como lo han hecho también Storolow y Lachmann (43),
y aún Kohut en una pequeña (e inconclusa) discusión del caso del Dr.
Neiderland sobre la perversión homosexual masoquista, (44)
mientras que Bach (45), Baumeister (46), Freud (47) y numerosos
otros han relacionado al narcisismo patológico con el sadismo.

Mientras que las definiciones, descripciones clínicas y programas de


tratamiento para lidiar con el desorden de la personalidad narcisista
son numerosos, para los practicantes clínicos en búsqueda de
desembolso de terceros, todo lo anterior está delineado en el DSM-
III-R. (48) 301.81 es el código del DSM-III-R para el desorden de la
personalidad narcisista. La característica esencial es un desorden de
personalidad caracterizado por los rasgos arriba descritos de
grandiosidad, exagerado sentido de la auto-importancia, una
necesidad exhibicionista de atención y aprobación, fantasías de éxito,
fría indiferencia o marcados sentimientos de ira en reacción a
amenazas percibidas al autoestima, perturbaciones en las relaciones
interpersonales, falta de empatía. No hay información disponible
sobre tales factores predispuestos para el sexo y los patrones
familiares, mientras que el diagnóstico diferencial lista al desorden de
la personalidad limítrofe e histríonica. Algunos terapeutas, sin
embargo, aseveran que existe una inclinación hacia la designación de
estos desórdenes como mas característicos de las mujeres.

Conclusión

Parafraseando a Chessick, el narcisismo tiene una amplia gama de


significados. (49) Las teorías sobre el narcisismo que se han
desarrollado van desde el normal (esencial) hasta la personalidad
narcisista (patológica). La sinopsis anterior resalta las características
mas sobresalientes de la teoría psicoanalítica en relación con el
desarrollo del concepto de la familia narcisista.

Apéndice B: Terapia con los Blake.

El siguiente caso, a manera de viñeta, es en realidad una


combinación de dos sesiones de terapia con una pareja, los Blake.
Este caso en particular fue escogido porque las transcripciones de
estas dos sesiones tocaron muchos temas que se cubren en el
modelo de la familia narcisista, tanto en términos de material teórico
explorado como de las técnicas usadas en terapia.

La primera sesión se enfocó principalmente en ayudar a los Blake a


“estrechar el enfoque” (a combatir la tendencia hacía la
generalización) en sus discusiones y concentrándose en su estilo
comunicativo - estableciendo “reglas justas de combate” y creando
una atmósfera donde los temas centrales pudieran ser discutidos a
salvo. En la sesión número dos, los Blake fueron entonces capaces de
atacar los problemas de la familia de origen narcisista que componían
el núcleo de sus problemas de comunicación.

Al contar la historia de este caso, en donde los temas o conceptos de


la familia narcisista – tales como leer la mente, “Hago, por tanto
soy”, establecimiento de límites, y posesión de sentimientos – son
discutidos, se han resaltado con {}, como por ejemplo {posesión de
sentimientos}. Donde las demostraciones de técnicas terapéuticas
específicas son usadas, especialmente en la sesión dos, están
denotadas con los signos [], como por ejemplo [clarificación]

Excepto por ediciones hechas con el fin de conservar la


confidencialidad de los pacientes, el abreviado texto de estas dos
sesiones presenta tal cual lo que ocurrió.

La historia de los Blake

Al final de su terapia (concluida debido a la reubicación laboral del


esposo), la Sra. Blake habló para preguntar si su esposo podía
acompañarla en su terapia.

La Sra. Blake era una sobreviviente de incesto que había estado en


terapia durante dieciocho meses. A pesar que había hecho grandes
avances, estaba aprensiva respecto a la interrupción de su
tratamiento y la consecuente búsqueda de otro terapeuta una vez
establecida en su nuevo hogar. Ya que el Sr. Blake había asistido con
su esposa algunas veces para tratar temas específicos relacionados
con los efectos del incesto en la habilidad de su esposa para
relacionarse sexualmente, él se sentía cómodo con el terapeuta, y no
era necesario tratar temas de comodidad, seguridad o de lealtad
terapéutica de manera previa.

Primera Sesión

Cuando arribaron, los Blake estaban agitados. Trataron de hablar de


cualquier cosa por unos momentos, pero era obvio que tenían una
agenda y la encontraron algo embarazosa. Después de cruzar
miradas y guiños, el Sr. Blake dijo, “Usted tiene que ayudarnos a
comunicarnos mejor. Estamos sobre el cuello del otro todo el tiempo.
No podemos cruzar dos palabras sin terminar peleando.” La Sra.
Blake asintió. “Con la presión por mudarnos y todo, parece que
cualquier progreso hecho se ha perdido. Me siento muy enojada con
él todo el tiempo!”.

“Oh, y no solo es ella”, brincó el Sr. Blake de manera protectora.


“Ambos hemos estado enojados y perdiendo el temperamento
mucho”. En este punto, era aparente que los Blake se estaban
sintiendo incómodos. La Sra. Blake rápidamente se ponía a la
defensiva con cualquier sugerencia de crítica, y el Sr. Blake corría a
su defensa – aún ante la ausencia de ataque. A medida que el
escenario se desarrollaba, se reveló que la tensión en la casa estaba
causando una constante fricción entre los Blakes, y ellos eran
incapaces de resolver un conflicto sin que otro ocupara
inmediatamente su lugar. Los Blakes estaban perdidos; pero sabían
que estaban tratándose grosera e injustamente, pero ambos se
sentían bajo ataque y enojados la mayor parte del tiempo.

El terapeuta sintió que serviría establecer reglas concretas


[estrechando el enfoque], el tipo de lista que uno podía llevar a casa
y colgar del refrigerador. Muchos pacientes encontraban estas
sugerencias específicas muy efectivas para diluir la ansiedad
temporalmente. Ya que tienen la seguridad que les da la lista, son
capaces de relajarse y hablar sobre temas mas profundos. El
terapeuta escribió la lista de impedimentos para una pelea justa en el
pizarrón {creación de lista, adaptado de El Enemigo Íntimo de Block}
(1):

- Los reclamos acusatorios que comiencen con “Tú”


- Nombres acusatorios - “Flojo bueno para nada”, “Maldita mentirosa”
y demás.
- Referencias familiares - “Eres justo como tu madre!” (o padre, o
hermano flojo)
- Almacenar agravios – guardarlos para luego sacarlos durante una
pelea
- Referencias históricas - “Hiciste lo mismo la última vez que mis
amigos estuvieron aquí!” (o en Fin de Año, o hace diez años)
- “Siempre” y “nunca” - “Nunca me ayudas con los niños; Siempre
tengo que hacerlo todo yo!”

El terapeuta explicó que estas son técnicas que la gente usa


comúnmente durante las peleas, y que son contraproducentes. Si el
propósito de la pelea es ventilar sentimientos fuertes que tal vez sean
contrarios y llegar a un acuerdo, entonces es importante mantenerse
en el tema, manteniendo un estrecho enfoque, y evitando los
estratagemas descritos. Son hirientes, amplían el enfoque y opacan la
posibilidad de acuerdo.

Los Blake rieron al ver la lista - y enseguida la anotaron.


Individualmente, repasaron la lista y anotaron sus favorito. El Sr.
Blake favoreció a los reclamos “Tú” y las referencias históricas. La
Sra. Blake prefirió los reclamos “Tú”, los nombres acusatorios y el
almacenamiento de agravios. Ninguno uso referencias familiares,
pero ambos confesaron usar referencias históricas y “Siempre/Nunca”
en ocasiones. Ambos pensaron que la lista era de ayuda, y que tal
vez pudieran comenzar a reconocer esos estratagemas destructivos
en si mismos y en los demás.

Esto no era el fin del problema para los Blake. En realidad, ni siquiera
trataba el problema real. Ya que estaba relacionado con el problema
principal pero no lo aludía los pacientes no se sentían amenazados.
Sintieron que habían aprendido algo útil, que ahora tenían algo
concreto qué llevarse consigo (la lista), y que habían sido validados –
si hay una lista, entonces otras personas también hacen lo mismo, y
no se encuentran solos (es decir, no eran singularmente deficientes,
estúpidos, malos). La introducción de la lista estrechó el foco para los
Blake; se relajaron, se rieron un poco, y comenzaron a ver su
situación como un problema a resolver más que como una condición
de su ser. No creyeron que su problema estuviese resuelto, pero sí
tenían la esperanza que sus problemas pudieran ser tratados poco a
poco – en piezas – y por tanto volverlos mas manejables.

Segunda Sesión

Dos días después, los Blakes regresaron. Reportaron que sus


interacciones verbales habían mejorado debido a la lista, pero su
nivel de ira y frustración aún estaba alto. La Sra. Blake mencionó de
nuevo que estaba extremadamente enojada con su esposo.
“Simplemente no puedo hablar con él del todo – acerca de nada! Me
hace enojar tanto todo el tiempo!”.

“Ella parece estar muy enojada conmigo,” agregó el Sr. Blake en tono
triste, después se animó a decir, “pero los dos hemos estado irritados
el uno con el otro, no es solo ella”. Con una mirada explosiva, la Sra.
Blake corrigió, “No estoy hablando de ti, John, estoy hablando de mi
– acerca de cómo me siento. Y la mayor parte del tiempo me ignoras
y no parece que te importe un bledo lo que siento!”. Sintiendo que la
sesión se iba por la borda, el terapeuta preguntó a la Sra. Blake un
ejemplo reciente donde su esposo pareciera no importarle sus
sentimientos.

Recordó un ejemplo inmediatamente: “Mis lentes! Necesito nuevos


lentes porque no he estado viendo bien por un largo tiempo ya, y mis
antiguos estaban lastimando mi nariz; son muy pesados. Aún si no lo
fuesen, necesitaría nuevos de todos modos; necesito bifocales. De
cualquier manera, continuamente le digo a John que necesito ir que
me cambien la prescripción y recoger mis nuevos marcos, pero no
pudiera importarle menos. Cada vez que le sugiero un momento para
ir, tiene una excusa para no hacer el viaje. Desde luego, nada mas
que le falte algo a su camioneta, y hace el viaje de veinticinco millas
a la agencia de autos sin problemas. Así que, finalmente logré que
me llevara, escojo mis nuevos lentes y los preparan mientras vamos
por un sándwich. Regresamos y ve la nota de venta y se vuelve loco!
Quería matarlo! El dice, 'No pudiste encontrar lentes mas baratos?'. Y
'De verdad tenías que entintarlos verdad' en tono sarcástico. Me hizo
sentir tan pequeña. Como si no fuese merecedora de tener unos
lentes bonitos. Los hubiera regresado, de verdad lo hubiera hecho.
Me quitó toda alegría.” Volteando a ver a su esposo ella dijo
sollozando, “Siento que piensas que soy una basura”.

“Cariño”, comenzó el Sr. Blake. “Si hubiese podido arrancarme la


lengua lo hubiese hecho. Estaba simplemente sorprendido!”
Volteando al terapeuta, preguntó: “No estaría sorprendido si alguien
le pasara una nota de venta de trecientos dólares? Por unos lentes?”
De vuelta a su esposa, “Lo siento, exageré. Fue temporal. Estoy feliz
que hayas encontrado tus lentes. Sé lo mucho que los necesitabas.
Pero te he dicho un centenar de veces. Qué mas quieres de mi?”

El terapeuta agradeció a ambos su recreación del evento y alabó su


voluntad de discutirlo [retroalimentación positiva]. “Dígame de
nuevo, Pam, como se sintió cuando John se enojó” La Sra. Blake dijo,
“Me sentí – pequeña. Como si hubiese ido mas allá de mis límites.
Como – si no fuese valiosa” {posesión de sentimientos}.

“Qué sintió que John estuviese realmente pensando y sintiendo?”

“Sabía lo que estaba sintiendo! Él me estaba odiando. Pensó que no


era merecedora de ese dinero. Él pensó que yo era una fea y terrible
persona por comprar lo que quería con su dinero arduamente ganado
– aunque dije que yo los pagaba. Y lo hice. Pagué por ellos. Esa es
otra cosa. Le dí el dinero” {lectura de mente}.

El terapeuta levanto su mano, realizó el gesto de “tiempo fuera” y


dijo, “Sé que hay más pero quiero enfocarme sólo en este punto por
el momento [estrechando el enfoque]. De acuerdo?” La Sra. Blake
asintió. El terapeuta volteó a ver al Sr. Blake, quien lucía miserable.
“Honestamente”, comenzó, “Nunca quise...”

De nuevo, el terapeuta llamó un tiempo fuera. “John, voy a pedirle


que conteste unas preguntas, y quiero que conteste tan
honestamente como pueda. Sé que usted quiere comunicarse, y
llegaremos a esa parte eventualmente, lo prometo. Ahora –
honestamente – quería usted ir a la ciudad a comprar los lentes de
Pam?”

El Sr. Blake observó dudoso al terapeuta, y luego a su esposa.


“Bueno...sabía que necesitaba sus lentes – y por supuesto quería que
los tuviese!”

El terapeuta clarificó: “Pero era una prioridad para usted? Era algo
que usted ansiaba hacer cuando se levantaba? Algo como, 'Oh, Wow!
Que bien! Hoy voy a llevar a Pam que compre sus lentes! Oh, gracias,
gracias Dios!'” Ambos estaban riendo [Humor/hipérbola]. “No,”
respondió sonriendo el Sr. Blake. “Ciertamente no me sentía así!
Realmente no estaba en mis planes ese viaje. Quiero decir, sabía que
tendríamos que ir por ellos tarde o temprano, pero odio manejar con
todo el tráfico y las obras en construcción y los turistas”{posesión de
sentimientos}.

“Quiero que me quede claro”, dijo el terapeuta. “Usted sabía de algún


modo que irían a conseguir esos lentes, pero no era una prioridad
para usted, y no estaba en sus planes próximos hacer el viaje. Es
esto correcto?” {clarificación}

“Sí, así es como me sentía”. Asintió el Sr. Blake.

“Y luego cuando llegó al lugar, se sintió irritado con la cantidad a


pagar, es esto correcto?”

“Bueno si,” Afirmó el Sr. Blake, “Pero solo porque era mucho dinero y
no me lo esperaba! No tenía que ver con...”

El terapeuta señaló otro tiempo fuera. “Le molestó gastar trecientos


dólares en lentes?”, preguntó. “Sí,” contestó el Sr. Blake. {posesión
de sentimientos}. “Bueno, no estaba exactamente emocionada yo
tampoco!” Pam agregó.

El terapeuta asintió y sonrió, pero regresó al Sr. Blake. “Veamos si lo


entiendo. Usted sabía que ella necesitaba lentes, usted no estaba
emocionado con el viaje, y cuando usted finalmente fue, le incomodó
la cantidad a pagar. Hasta aquí, es esto preciso?”

“Hasta aquí, si.”, aceptó el Sr. Blake.

El terapeuta se reclinó, luciendo satisfecho. “Ahora lo entiendo.


Obviamente usted odia a Pam y desea que estuviera muerta”
[extensión, hipérbola].

Ambos lucían momentáneamente impactados. Luego la Sra. Blake


comenzó a reír, y el Sr. Blake, a chisporrotear. El terapeuta continuó:
“Hey – es muy aparente para mi. Qué mas pudiese significar? Dijo
que estaba enojado con el precio de los lentes. Pero usted sabía que
en realidad quería decir que la odiaba! Usted podía leer su mente, no
es eso correcto, Pam?” Había un semblante de reconocimiento, pero
la Sra. Blake estaba confundida. “No estoy segura. Quiero decir, no
creo que en realidad él haya pensado eso!”

“No fue así?”, el terapeuta preguntó. “Piénselo de nuevo, Pam.


Recuerde lo que sintió cuando John expresó su enojo. En realidad
creyó que sólo estaba hablando de los lentes? Cómo se sintió para
usted?” La Sra. Blake comenzó a mover la cabeza sollozando.

“Cuando usted estaba en la óptica, y John se enojó, usted se sintió


como una mujer adulta y competente en ese momento?”

La Sra, Blake movió de nuevo su cabeza, indicando que “no”.

“Cómo se sintió usted?” el terapeuta inquirió.

“Como una niña pequeña”, respondió, secándose las lágrimas. “Es


como, cuando se enoja conmigo – cuando cualquier persona se enoja
conmigo – me siento como una niña pequeña” {viejas cintas}.

“Usted sintió que John desaprobaba lo que usted hizo, o la


desaprobaba a usted? Odiaba el precio de los lentes, o la odiaba a
usted?”
“Siento que...” Paró y comenzó a sonreír, luego dijo, “como si me
odiara y desearía que estuviera muerta”. Observó al terapeuta.
“Suena ridículo cuando lo digo, porque se que no es verdad. Pero
usted tiene razón. Así es como me siento en ese momento”.
{generalización, Hago...Soy}.

El Sr. Blake se recargó sobre ella y tomó su mano. “Cielo”, dijo, “Yo
nunca – honestamente – sentí como si...”

La Sra. Blake interrumpió. “John, sé que eso no es lo que quisiste


decir. Realmente. Pero así se sintió en ese momento. Suena ridículo.
Pero así es como me sentí, en ese instante.”

El terapeuta se metió en la conversación. “De acuerdo. Esto es


genial! Pam, John, ustedes están tras algo aquí. Quiero que vayan un
poco mas lejos con esto. Eso está bien con ustedes?”
[retroalimentación positiva].

Ambos asintieron con entusiasmo. “Seguro”. “Vaya por él!”

El terapeuta se inclinó hacia el Sr. Blake, y dijo, “John –


honestamente, ahora – qué preferiría hacer? Se reclinó de vuelta,
sosteniendo un dedo en el aire hablando graciosamente. “Numero
uno – llevar su camioneta al taller, estar con los muchachos hablando
de amortiguadores, dobles cabinas, y toda clase de cosas de
camionetas, o” - ahora el terapeuta sostenía dos dedos y volteando
sonriendo sospechosamente hacia la Sra. Blake, quien estaba
riéndose silenciosamente - “manejar treinta millas a través del tráfico
hacia la ciudad solo para esperar tres horas por el privilegio de pagar
trecientos dólares por unos lentes que nunca se pondrá?” {ser
realista}.

El Sr. Blake estaba riéndose ahora, también. “Me declaro culpable de


lo primero”

“Aha!” dijo el terapeuta. “Justo lo que sospeché!” Y luego se volteó


hacia la Sra. Blake, quien estaba todavía riéndose en silencio
acariciando la mano de su esposo. Se inclinó hacia adelante,
llamando a la Sra. Blake que hiciera lo mismo, y mencionó con la voz
graciosa. “Pam, dígame la verdad. Qué preferiría hacer: Ir a la joyería
y probarse unos anillos de diamante, por dos u once horas, o darle a
su cansado marido un masaje en el cuello? Qué preferiría
hacer?”[hipérbola].

“Usted me conoce muy bien. Preferiría darle el masaje si realmente lo


necesitara, pero...” Hizo una pausa vacilante.

“Qué preferiría hacer – para usted?” el terapeuta reviró.

“Bueno me gustaría mucho ir a la joyería y probarme unos


diamantes. Preferiría hacer eso que – comer helado!” {posesión de
sentimientos/preferencias}.

“Eso quiere decir, entonces, que odia a John? Quiero decir, si usted
prefiere ir a la joyería que hacer algo que le interese a él – como ir al
taller o comprar cosas de computadoras o darle un masaje?”
preguntó el terapeuta.

“No.”

“Quiere decir que algunas cosas tienen mas prioridad para usted que
para él?”

“Si, supongo”.

“Y es eso poco razonable? Es decir, usted es una bruja egoísta si


prefiere a los diamantes que a las camionetas? O es usted una
persona normal con preferencias propias?”

“No estoy segura,” Respondió la Sra. Blake. “Me siento culpable si


quiero algo distinto a lo que el quiere. Siento que él piensa que soy
una bruja egoísta.”

“Así que usted puede leer su mente de nuevo. Vamos a ahorrarnos


eso por un minuto. Pam, usted realmente cree que todas las
personas casadas deberían de querer igualmente las mismas cosas?
Realmente cree que a usted deberían gustarle las camionetas?”

“No, creo que no. Cuando lo pienso, creo que está bien que a mi me
gustan cosas que a él no.” Se animó a decir la Sra. Blake.

“Maravilloso. Regresemos a los lentes. Usted diría que el comprar


esos lentes era una prioridad para usted? Que usted los quería y
necesitaba, y que estaban justo aquí” - el terapeuta señaló su frente
- “en su mente gran parte del tiempo?”

“Sí, definitivamente. Realmente los necesitaba. No era solamente por


vanidad tampoco...”

El terapeuta sonrió, levantando su mano para silenciarla. “Estamos


hablando de preferencias y sentimientos. Existen por su cuenta; no
necesitan justificación”

La Sra. Blake asintió.

“Muy bien. Aquí hay una caja” El terapeuta dibujó una pequeña caja
en el aire con sus manos. “Esta caja está marcada 'Lentes de Pam'.
Aquí dentro vamos a poner los sentimientos y preferencias de Pam
hacia sus lentes. Sus sentimientos de necesidad, su sentido de
urgencia, su deseo de unos marcos mas ligeros y el tinte rosado, lo
que sea. Ésta caja está llena con los sentimientos y deseos acerca de
sus lentes. Correcto?” Los Blakes asintieron. “Ahora, Pam, tome esta
caja. Le corresponde.” El terapeuta le dio la “caja” a la Sra. Blake.
“Puede ponerla en su regazo”. La Sra. Blake cuidadosamente la
colocó en su regazo. “Cuídela mucho. Es valiosa para usted. Tiene sus
sentimientos dentro.” La Sra. Blake sonrió, y acarició la “caja”
{compartimentalización}[cajas].

El terapeuta se dirigió ahora al Sr. Blake. “John, aquí está una caja”.
Dibujó otra “caja” en el aire. “Ésta caja también etiquetada 'Lentes de
Pam' – tal vez la etiqueta es color azul, y la otra es rosa. De cualquier
manera, ésta caja será llenada con sus sentimientos hacia los lentes
de Pam. Que usted quiere que los tenga, que usted odia el manejar,
que son demasiado costosos. Ahora, tenga.” El terapeuta le pasó la
caja. “Está pesada”, comentó el Sr. Blake. “Apuesto que si!” El
terapeuta validó. {compartimentalización}[cajas].

“Ahora cada uno tiene su caja. Eso está bien con ustedes?” Preguntó
el terapeuta [clarificación]. Los Blake asintieron.

“John, está usted cómodo con su caja – o preferiría la de ella?”

“La mía esta bien”, dijo el Sr. Blake.

“Le importa que ella tenga también tenga una que es diferente a la
suya?” Preguntó el terapeuta.
“No, ella puede tener una propia. No me molesta,” respondió riendo.

“Grandioso. Genial. Me encanta esto! Pam, usted está cómoda con su


pequeño paquete? Esta bien con usted?”

“Sí, me gusta. Es mío”, dijo la Sra. Blake.

“Él tiene una caja. Representa un problema para usted?”

“No. Él tiene la suya – Yo tengo la mía. Está bien. Pero él no puede


tener la mía, “ agregó, con falsa severidad.

“Quiere usted la de él?”, preguntó el terapeuta.

“No. Me quedaré con la mía, gracias”, reviró la Sra. Blake.

“Una última pregunta, Pam. Si John cambia lo que está en su caja –


la re-acomoda, le quita alguna cosa, agrega una o dos mas – eso
afecta la de usted? Eso quiere decir que usted tenga que hacer algo
con su caja, también? Cambiarla, de alguna manera?” [ser realista].

La Sra. Blake pensó por un momento. “No lo creo. Quiero decir, lo


que está en mi caja es muy personal. Tal vez se vea afectada, pero
no creo que suceda. Quiero decir, lo que siento es lo que siento. Mis
sentimientos cambian, pero eso viene de aquí dentro” - apuntando a
su cabeza - “no allá afuera. La respuesta para su pregunta es, no”.

Muy bien amigos. Lo que ustedes han dicho es que ambos tienen
sentimientos, preferencias, prioridades. Son de ustedes. Tienen el
derecho a ellos. Son personales. Está bien que sus sentimientos
acerca del mismo tema difieran. En otras palabras, Pam puede tener
una lista de sentimientos acerca de sus lentes. Mas aún, estos
sentimientos se encuentran en una caja; son de un número limitado,
manejables. No son de ninguna manera cósmicos, ilimitados,
esparcidos en otras cincuenta cosas – son sólo sobre un solo objeto.
Usted puede ponerlos en una caja. Pero son únicamente sobre los
lentes. No son acerca de Pam o su valor, o ninguna otra cosa. Todos
los demás temas tienen sus propias cajas. Están de acuerdo con
esto? Sienten que va con ustedes? (clarificación).

Ambos Blakes estuvieron fuertemente de acuerdo, y gustaron del


concepto. Después de algo de discusión, regresaron al tema original.
“Digamos que hay luna llena, o un eclipse solar, o algún tipo de
acontecimiento extraño y ustedes olvidan esto acerca de las cajas y
los sentimientos. Simplemente desapareció. Y – vayamos con usted
de nuevo, Pam – tiene algo que es muy importante para usted.
Ayúdeme, qué podría ser?”

La Sra. Blake respondió inmediatamente: “Esta es una buena. Ir a la


tienda china. Desesperadamente necesito nuevos platos antes que
nos vayamos, y John piensa siempre en veinte millones de razones
por las cuales no ir. Me siento herida con el hecho que él no pueda
darse el tiempo; realmente quiero ir” {Comunicación Adulta
Efectiva}.

“Eso es perfecto. Digamos que un día usted trae de regreso el tema,


y él dice que no puede ir porque...qué?” El terapeuta volteó a ver al
Sr. Blake.

Continúa el Sr. Blake, “Porque estoy muy cansado; el trabajo ha sido


un infierno últimamente, y planeé tomar un día para relajarme y
dedicarme a cosas mas placenteras.”
“Cómo se siente usted, Pam? Recuerde, usted ha olvidado todas loas
cosas de las que hemos hablado hoy.”

“Me siento herida. Él no podría amarme mucho si no le importasen


los platos. Estoy herida y enojada.” Dijo la Sra. Blake.

“Él dice que está cansado, pero usted puede leer su mente. Usted
sabe lo que eso significa – él la odia y desea que muera!” (Ambos
comienzan a reír) “No es correcto?” Los Blake asintieron, y la Sra.
Blake dijo, “si”.

“Qué tal si tan solo usted verificara eso? Si, solo para estar
absolutamente seguros que su aparato lector de mentes está
funcionando perfectamente, usted le pregunta si eso es lo que quiso
decir. Algo como, 'Tu dices que no quieres ir porque estas realmente
cansado, pero creo que quieres decir que me odias y que deseas que
estuviese muerta. Es eso lo que dices?' Podría hacer eso, Pam?” [ser
realistas].

“Podría hacerlo. Me sentiría un poco tonta”, dijo.

“Pero lo piensa, no es así”, la Sra. Blake asintió. “Y usted actúa en


base a esos sentimientos. Así que, por qué no verificarlos? Inténtelo.”

Los Blake finalizaron la actuación, en la cual Pam preguntaba a John


si él la odiaba y deseaba que estuviese muerta. En medio de algo de
comicidad, él fue capaz de clarificar sus sentimientos, y ella fue capaz
de expresar mejor sus sentimientos de urgencia. John fue capaz de
indicarle el momento que su agenda le permitiría ausentarse medio
día del trabajo {establecimiento de límites}, y ellos acordaron hacer
el viaje algún día de la siguiente semana.

Conclusión

La Sra. Blake era una sobreviviente de una familia abiertamente


narcisista. En ésta sesión un número de problemas con su familia de
origen brotaron a la superficie, haciendo que la comunicación adulta
respetuosa fuese difícil. La experiencia con la familia de origen de la
Sra. Blake, como se mencionó anteriormente, fue caracterizada por el
incesto. Pero sus problemas y déficit de habilidad se encontraban
dentro de los compartidos por muchos adultos niños de familias
narcisistas.

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