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Creatividad

Álvaro Posada Díaz


Carlos Mario Vélez López
Vladimir Zapata Villegas

En este capítulo se explica la importancia de la creatividad como motor del


desarrollo social; se define y se caracteriza esta importante meta de
desarrollo como un acto humano; también se explicarán algunos de los mitos
acerca de ella. En relación con su construcción, y como un asunto de
sabiduría aplicada, se analizan los posibles aportes de la familia, la escuela y
la sociedad. Por último, se sugerirá la aplicación de algunos conceptos
fundamentales facilitadores de esta construcción .

En los países del llamado Tercer Mundo, para definir las alternativas para su
desarrollo, se ha discutido durante largo tiempo si primero es el desarrollo y
de allí se deriva la educación o si primero es la educación y de allí se deriva el
desarrollo.

El ejemplo reciente de países que han progresado rápidamente en un corto


periodo de tiempo ha inclinado la balanza hacia el segundo modelo, expresado
en la frase “un pueblo que se educa se desarrolla”. En Colombia, para este
propósito, fue creada en 1993 la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo ,
compuesta por diez sabios que produjeron el documento Colombia: al filo de
la oportunidad, que sería la carta de navegación para el país en lo referente a
las posibilidades reales de desarrollo por medio del dominio del conocimiento.

Los diez sabios, además de precisar los cambios institucionales y las


ingentes sumas de dinero que este cambio de paradigma necesita, no dudan
en señalar que es con la creatividad de los actuales agentes de cambio y de
los 36 mil profesionales que es necesario formar para facilitar la
endogenización cultural como se logrará la trasformación que tanto se anhela.

Por otra parte, los sociólogos que analizan la situación actual de la


convivencia en los países como Colombia, no dudan en estar de acuerdo con las
gentes del común en calificarla como bastante deteriorada. Las razones de
este deterioro son numerosas y su exposición está fuera del alcance fijado a
este libro. Para poder regresar a una convivencia que permita a los niños y
jóvenes construir y reconstruir sus metas de desarrollo integral y diverso, se
impone pensar de manera creativa para encontrar las soluciones que permitan
el respeto por el otro y la posibilidad de ser agentes de cambio en medio de
la diferencia y, sobre todo, con tolerancia.

Es, pues, la creatividad la herramienta humana fundamental en el proceso


educativo, en el desarrollo de las personas y de los pueblos y en la posibilidad
de una nueva convivencia con tolerancia; es la fuente inagotable de la que
surge la innovación, la cual también debe permitir el desarrollo humanizado,
para no llegar a las situaciones extremas de países como Japón, en que el
culto al trabajo y los irracionales niveles de exigencia han llevado a que
numerosos niños no quieran vivir.

Son los niños por excelencia sujetos del asombro, el sustrato básico para
que esta creatividad se exprese como meta de su desarrollo y como
instrumento para convertirse en verdaderos agentes de cambio.

Definición

Creatividad es la capacidad de crear en lo personal, lo familiar, lo artístico, lo


científico y lo social. En sentido humano, crear es organizar un conjunto de
elementos en forma tal que se produzca un nivel de bienestar superior a aquél
que estos elementos podrían producir por sí mismos, separados, antes de ser
organizados. Tal bienestar se refiere a tres maneras de satisfacción: el
disfrute de lo creado, el interés (atención) por lo creado y la conveniencia de
lo creado.

Cualquiera de estos tres aspectos representa un nivel de bienestar


superior y en su vivencia encuentra cabal cumplimiento el ejercicio de la
creación, se pone en juego la realización de la vocación humana y la plenitud
que se deriva de su desenvolvimiento. Por eso la creatividad siempre ha
estado ligada con la felicidad, que es una conformidad con la naturaleza de
las cosas y las personas, permitiéndoles su mejor despliegue. Así lo expresa la
filósofa y profesora universitaria Beatriz Restrepo:

Hablar de creatividad es, pues, señalar al hombre la posibilidad de recorrer


el triple camino del conocimiento, de la creación artística y de la praxis
político-moral de una manera innovadora y anticipadora que le permite, a la
vez, los más altos desarrollos de sus aptitudes y capacidades personales y
los más pertinentes aportes al avance social de su comunidad y ello en tres
dimensiones esenciales al ser del hombre y a la humanidad: la ciencia, el arte
y la convivencia. 1

La creatividad como acto humano


Los animales irracionales no son creativos. Están determinados
genéticamente para responder instintivamente a cualquier desafío, hasta
llegar a la estereotipia. El único que inventa, que elige entre alternativas, que
improvisa, que repentiza, es el hombre. En esto tiene mucho que ver la
voluntad.

En la creatividad confluyen iniciativa, disciplina, recursividad y sobre todo


el libre juego de la reflexión. Esta última es la que pone el sello típicamente
humano; de no estar presente, solo habría rutina, repetición mecánica,
inevitabilidad. La creatividad es una capacidad construida en la especie y en
cada individuo, y habilita para dominar las cosas y los procesos, para afrontar
la vida.

La creatividad es la dimensión de la persona que le permite responder a los


múltiples llamados a la eficacia y a la satisfacción en la cotidianidad. Con
creatividad y conocimiento se puede conseguir y reforzar la competencia
(capacidad) para salir adelante, con dificultades de por medio o sin ellas.

En todo caso, la creatividad no es un destello; es una tarea esforzada de


la cual resulta una habilidad facilitadora para la consecución de una buena
vida. Se construye paso a paso con base en la repetición de experiencias a lo
largo de la vida, para lo cual es necesario la acción estimulante y abierta de
instituciones y personas como la familia, la escuela, los pares y los medios
masivos de comunicación social. Porque, para desplegarla, es preciso haber
construido la autoestima y la autonomía como sus presupuestos
indispensables.

El proceso de crear consta de una primera etapa que tiene lugar en el


pensamiento y de una segunda etapa que tiene lugar en la realidad externa.

El acto de crear ocurre primero en la conciencia y luego, en un segundo


momento, en el exterior. Por este motivo las ideas que se tienen en la
conciencia desempeñan un papel determinante en el producto por crear. La
realidad que se vive es fruto de la realidad que se piensa: se decreta la
existencia del producto por organizar en tanto se le presenta a la luz de la
conciencia por medio de las palabras; la palabra tiene una función creadora:
se decreta la existencia con lo que se dice, siendo este un asunto de humanos.

Crear se refiere también a los elementos. Estos pueden ser bienes físicos
o bienes identificables por medio de símbolos. Entre estos últimos se pueden
enumerar algunos: la palabra, el amor, el tiempo, los propósitos, la libertad, la
fe.

Siendo estos bienes materia prima del producto conseguido por medio del
acto creador, es oportuno señalar que su existencia objetiva, real, no es
garantía de que puedan ser empleados con el propósito de crear. Vale decir
que los bienes solo son empleables por el creador en tanto estén disponibles
en su conciencia. En el fondo, los únicos bienes del universo con los cuales
cuenta son aquéllos cuya existencia y disponibilidad para sus fines ha asumido
en su conciencia.

Por otra parte, el papel de la conciencia no se restringe al conocimiento de


los procedimientos necesarios; también incluye las creencias con respecto a
cómo se ve a sí mismo el sujeto creativo, que es el responsable final del acto
creador, es decir, incluye el papel de los pensamientos con respecto al
creador y a los productos que puede crear. Si en la conciencia del creador
está profundamente arraigada la creencia de que es pésimo para la actividad
que pretende desarrollar, esta creencia le hará una poderosa invitación para
que haga lo necesario para confirmar tal idea de sí mismo como autor de
pésimas creaciones. La idea contraria también influirá en los resultados.

Así, en estas condiciones que lo posibilitan y hacen de él un acto humano, el


acto creador organiza elementos en forma tal que da origen a un nuevo
producto con capacidad de gustar, interesar o convenir.

Para una mejor comprensión de lo dicho, se puede recurrir a una analogía


con una tarea de la cotidianidad, un ejemplo que tenga en cuenta los
elementos de la definición: el horneado de un bizcocho.

En primer lugar se necesita decidir qué tipo de bizcocho se quiere


preparar, así como los elementos necesarios. Todo este proceso es
intelectual. Luego se consiguen los ingredientes necesarios (harina, huevos,
mantequilla, nueces, pasas, azúcar, dulce quemado) y se van mezclando.
Igualmente, se disponen elementos como el horno y los moldes.

Una vez preparado el bizcocho, este tiene un sabor que no puede ofrecer
por sí solo ninguno de los elementos utilizados. La adecuada combinación de
estos ingredientes lleva a un nuevo producto con cualidades nuevas y que en
este caso es para ser disfrutado.

Los mitos sobre la creatividad


Asumir el papel de creador supone estar muy atento a la presencia de
pensamientos que bloquean el proceso de crear y que usualmente se traducen
en baja autoestima y menor autonomía. En seguida se examinarán algunas de
estas ideas obstaculizadoras del proceso creador de niños y jóvenes que
generalmente se recogen en la diaria interacción con los adultos
significativos, de sus palabras aleccionadoras y de sus gestos cargados de
sentido.

Crear es de genios

Es muy fácil adquirir esta idea en la niñez y sacar la conclusión de que solo
pueden crear unos pocos. La idea opuesta y más real es: crear es posible y
hasta inevitable para toda persona con una inteligencia normal. Más que una
condición de genio, crear requiere que se repita el pensamiento (afirmación):
cualquiera puede crear. Todos se pueden permitir crear lo que quieran.

Pero lo que cuenta es el yo que antecede a tal acción afirmativa. Tiene que
ser un yo robusto y rico en reconocimiento y gratificaciones. La confianza en
sí mismo que surge naturalmente de allí lleva a pisar fuerte más lejos, a
tomar iniciativa y aun a soportar reveses y fracasos sin desmoronarse. El
crear y sus concomitancias suponen un yo sano, fuerte, autónomo.

Crear es de artistas

En los años escolares es posible que se hubiese aceptado la creencia de que


para ser auténticos creadores se requería la dedicación a algún arte
particular, como la pintura, las letras, la música, etcétera, con lo cual se
circunscribe la creatividad a la expresión artística, idea esta, errada
también, pues en toda actividad humana es posible crear. Los productos
creados no se restringen al campo de la estética. Todo hacer que culmina con
un producto generador de alguna modalidad de bienestar es creador. Esta
idea restrictiva puede ser reemplazada por la siguiente: en todo lo que haga
la persona, se torna creadora.

Solo crea quien es pobre o rico de recursos

Algunas personas desarrollan la creencia de que se es más creativo cuando se


afrontan situaciones de escasez extrema. Otras personas en cambio se
convencen a sí mismas de que crear solo se hace posible para quien cuenta
con abundancia de bienes. La verdad es que unos y otros vuelven realidad su
creencia interior. La creatividad no depende tanto de los recursos disponibles
como de una actitud creadora. Una manera de salir de esta posición
condicional con respecto a la cantidad de bienes como requisito para crear,
es afianzar en la propia conciencia la siguiente idea: cuéntese con lo que se
cuente, hay que decidirse a crear lo mejor de lo mejor en todo lo que se haga.

Crear depende de las experiencias de la niñez

Son numerosas las personas amigas de verse a sí mismas como determinadas


por las experiencias del pasado, en especial las de los primeros años. En
realidad crear depende más de una decisión que de un recuerdo. Minuto a
minuto y en el momento presente cada persona cuenta con la opción de crear
algo en forma autónoma y sin estar repitiendo mecánicamente las pautas de
conducta observadas a los adultos que le acompañaron en su desarrollo. Una
buena idea para orientarse a la autonomía en el presente es declararse libre
y permitirse crear lo mejor según las circunstancias actuales. De los adultos
significativos del pasado queda la seguridad que nace del cariño genuino. Esa
seguridad permite hacer todo y de todo. También queda la inspiración
extraordinariamente provocadora del ejemplo.

Crear es una habilidad inalterable

Esta idea hace referencia a que sería imposible para las personas
incrementar, en el transcurso de su vida, su habilidad para crear. Por el
contrario, es posible aprender a crear más y más, ilimitadamente; el primer
paso es tomar conciencia del poder creador y verse a sí mismo con el poder
para crear.

Crear es algo individual

No es posible crear nada viviendo en el aislamiento, es decir, el espíritu


creativo no se da por fuera de un grupo humano. El aislamiento solo permite
reforzar las fantasías de soledad y absurdo. Nadie, por sí solo, está en
condiciones de producir todos los elementos necesarios para crear un
determinado producto. La idea alternativa al individualismo es tener
disposición para colaborar, permitirse dar y recibir ayuda para crear.

El aporte de los padres para incrementar el poder creador de sus hijos

Desde el nacimiento del primer hijo, los padres, de una manera más o menos
consciente, viven la confrontación entre los recuerdos de lo que fue el
proceso de crecer en su familia de origen y las circunstancias concretas que
se viven en el momento presente en la familia que están formando. Es muy
poderosa su inclinación a reproducir las pautas de crianza experimentadas
por ellos en calidad de hijos. El motivo es que así tienen la garantía de usar
pautas con las cuales lograron crecer y sobrevivir en el ambiente familiar en
que se desarrollaron.

Las ideas negativas con respecto a la posibilidad de tomar decisiones más


conformes con las circunstancias presentes, aunque se distancien de los
ejemplos de sus padres, pueden tener como consecuencia la restricción para
que los nuevos padres diseñen su propia manera de cuidar sus hijos. Pero
mejor que copiar pautas pasadas es tomar decisiones ubicadas en el aquí y en
el ahora, aunque esto pudiera significar el diferenciarse de las pautas
tradicionales.

Por su parte, los hijos tienen siempre su propia idea del bienestar y los
padres están siempre expuestos a encontrarse con la experiencia de que a su
hijo no le interesa, no le gusta o piensa que no le conviene lo que los padres
consideran adecuado para él. En este punto los padres, como fuente de amor
significativa para su hijo, deben ser muy definidos en autogarantizarse como
tal fuente de amor aunque el joven vástago tenga criterios contrarios a los
suyos.

Asumir el compromiso de amar a su hijo, sin condiciones, es un propósito


muy exigente para muchos padres que fundamentan el amor a sus hijos en la
disposición de estos para actuar y crear lo que, como padres, consideran que
sus hijos deben crear. Lo más saludable es que los padres se decidan a dejar
ser a sus hijos, cediéndoles, así sea gradualmente, la responsabilidad para
conquistar la estatura humana que desean. Los padres están llamados a
contener, no a reprimir; a proteger y a facilitar la libertad; a conservar y al
mismo tiempo a admitir el cambio radical. Estas son tensiones inevitables y
constructivas de la vida familiar.

El amor de los padres es para los hijos. Los hijos nacen para ser cuidados
por los padres y no a la inversa. El amor de los padres, si de verdad le
reconoce a los hijos su derecho a crear por su cuenta, es un amor no posesivo
y en este aspecto los padres deben estar atentos a no dejarse llevar por la
inclinación a sabotear los esfuerzos de sus hijos para construirse una vida
propia.

Se requiere gran atención sobre la sutileza de las propias actitudes, ya


que muchas veces los padres, conscientemente, pueden pensarse como
partidarios de la autonomía, mientras que, simultáneamente, no se percatan
de las ideas de temor y rechazo a la perspectiva de ver a sus hijos creando
su propia vida.

La decisión de crear algo es de cada niño y cada joven, pero los padres, con
su manera de vivir, de disfrutar, de sentirse merecedores de lo mejor y con
derecho a triunfar (y todo esto apoyado con las actitudes correspondientes),
son una poderosa invitación para que sus hijos se permitan ir creando su
propia manera de vivir el bienestar.

Los padres invitan y los hijos aceptan o rechazan la invitación. Constituyen


mal ejemplo los padres que dicen hacer todo en la vida para el bien de sus
hijos; estos padres están afirmando implícitamente que para sí mismos no
merecen nada y que lo único que pueden hacer en la vida es cuidar de sus
hijos. Posteriormente, encontrarán que sus hijos tienen dificultades para
aspirar, pedir y recibir lo que quieren y que no pueden declararse
merecedores de lo mejor. Personas en estas condiciones están en dificultades
para crear con éxito y verse a sí mismos logrando altos niveles de bienestar
con lo creado.

La invitación más poderosa para crear proviene de unos padres que se


permiten reclamar parte de sus bienes para sí, disfrutar por sí mismos, y
sentirse con derecho para pedir, reclamar y merecer.

Otro aspecto que se debe tener en cuenta en relación con el adecuado


comportamiento de los padres para facilitar el desarrollo del niño y el joven
como ser creador es reemplazar los juicios de bueno y malo por conductas no
condicionales; esto permite que el niño y el joven se desarrollen con mayor
confianza, sin tener que renunciar a los bienes materiales y espirituales que
la vida, por intermedio de su familia, pone a su disposición.

El proceso mediante el cual el niño y el joven reclaman para sí una cualidad


o un bien puede verse dificultado por el miedo; en este caso, las caricias de
los padres, además de fortificar el amor a sí mismo, tienen una función
protectora indispensable. El reconocimiento brindado de forma desprevenida
crea las condiciones de seguridad y confianza que facilitan al niño y al joven
una percepción más completa de los bienes disponibles para él.

A los sentimientos de miedo, los padres deben responder con acciones de


cuidado y respaldo que habrán de convertirse en confianza. La confianza
básica es el soporte para un genuino acto creador. La falta de esta
protección puede generar una situación en la que el niño, aunque cuenta con
todos los recursos intelectuales y físicos, no se permite actos creadores por
el miedo a declararse propietario de sus bienes y autor de su obra. Es el
miedo a la libertad, que inhibe y paraliza. Es la muerte, la ausencia de
creatividad.

Finalmente, es necesario mirar con respeto la inmensa capacidad del niño y


el joven libres para actuar en forma espontánea, original y adecuada para el
bienestar que busca. En incontables casos, los padres han vivido un proceso
de debilitamiento del poder creador y, como consecuencia de ello, han
quedado restringidos a pensar solo mediante una lógica explicativa. Para
estos padres la mejor medicina es el dejarse enseñar de sus hijos que en su
condición de niños libres, continuamente están mostrando maneras de
reaccionar, de expresarse, de moverse y de pensar que se caracterizan por la
bondad, la sabiduría y el poder, en forma inocente y natural.

La escuela como complemento de la casa en la construcción de la


creatividad

Generalmente, cuando los niños salen de la casa, van a la escuela, que es un


ambiente artificial, es decir, un espacio físico y de relaciones preparado
intencionalmente para conseguir unos efectos. Allí se conjugan conceptos,
enunciados, estrategias, procedimientos y técnicas para ayudar a hacer de
cada niño y cada joven, hombres de bien, profesionales competentes y sobre
todo seres humanos plenos de imaginación, creatividad y recursividad. En la
escuela se debe formar en y para la creatividad.

En tal espacio, los maestros y el currículo producen maravillas siempre y


cuando se vitalice la escuela y se desescolarice la vida; en otras palabras,
garantizando desde la casa, sobre la base de la confianza, la amorosa
compañía y la disciplina humanizada, el surgimiento y consolidación de la
curiosidad, la capacidad de inquirir y la permanente interpelación al mundo
tanto físico como histórico y de relaciones humanas. En la búsqueda de
respuestas satisfactorias se va formando el sesgo investigativo que
infaltablemente hará surgir cosas y conceptos de la nada, o desde la
precariedad y la incompletud los reajustará y les dará una nueva dimensión.

Entre familia, sociedad y escuela es necesario mantener un horizonte


facilitador y esperanzador de la creatividad para que el niño y el joven
construyan un poder extraordinario: el de crear, producir, cambiar; el de
hacer más vivible su entorno transformándolo; el de cumplir bien con el
llamado irrenunciable a ser más dueño de sí, o sea, más humano.

La creatividad como motor del cambio social y como asunto de sabiduría


aplicada

La creatividad, en tanto dimensión propia del hombre como protagonista de


su destino, implica una mayor y mejor capacidad de actuar de cada individuo,
pero no en forma aislada, sino en compromiso con el proceso vital del otro. El
reconocimiento brindado de forma desprevenida crea las condiciones de
seguridad y confianza que facilitan al niño y al joven una percepción más
completa de los bienes disponibles para él (con respeto por la diferencia), de
tal manera que se forme una red de creatividad propia desde, en y para cada
comunidad. Como dice el profesor Ricardo Giraldo: Concebimos la creatividad
como el insumo indispensable para la solución de problemas, para la
adaptación del hombre a su entorno y, como consecuencia de lo anterior,
como la fuente de alternativas para la supervivencia .2

Esta forma de creatividad, la comunitaria, es el camino expedito para


lograr el cambio social, el progreso. No se debe entender exclusivamente
como presión de los medios económicos para aumentar la productividad, sino
como la más genuina posibilidad de que las comunidades sean sus propios
agentes de cambio. Se trata pues de una creatividad que no solo enriquezca
al individuo y sus relaciones con los demás, sino que sea el motor del cambio
permanente del proceso vital social.

La sabiduría recogida por la familia (agente principal en la construcción de


la creatividad), por la escuela y por la sociedad permite que la creatividad
sea construida con mayor facilidad por los niños y jóvenes, si en el
acompañamiento inteligente y afectuoso de ellos en su proceso de desarrollo,
los puericultores aplican conceptos fundamentales del saber popular que,
como los siguientes, se han probado con éxito:

 Amar sin condiciones


 Propiciar la construcción de la autoestima y la autonomía como metas
necesarias para poder construir la creatividad
 Estimular permanentemente desde el nacimiento, las esferas táctil,
visual y auditiva
 Fomentar la comunicación verbal de tal modo que no se frenen las
inquietudes creadoras
 Estimular la capacidad de imaginar y sorprenderse
 Eliminar los viejos y castradores modelos de la copia como único medio
educativo
 Propiciar la participación en actividades artísticas de toda índole
 Fomentar la experimentación para entender fenómenos de la
naturaleza
 Estimular en los niños y jóvenes el aprendizaje por ensayo y error, y
animarlos a persistir si fallan
 Facilitar el contacto con la naturaleza y los animales; plantar árboles y
cuidarlos
 Estimular la capacidad crítica y la expresión de la libertad
 Favorecer la participación del niño y el joven, según su etapa de
desarrollo, en la solución de problemas cotidianos
 Alentar la comprensión de la diferencia como expresión vital del
hombre
 Estimular el uso crítico de los medios de comunicación social
 Difundir el uso de los medios computarizados más avanzados:
multimedia y tecnología de realidad virtual
 Propiciar el análisis de la realidad social
 Exaltar la convivencia social con base en la tolerancia

Referencias bibliográficas

1. Restrepo B. Las dimensiones de la creatividad y el papel de la educación.


En: Lotero, G. ed. La llave del futuro. Memorias Primer Foro Regional sobre
Creatividad y Educación. Medellín: Impresiones Quirama; 1994: 37.
2. Giraldo R. El Sena: consideraciones sobre la creatividad. En: Lotero, G. ed.
La llave del futuro. Memorias Primer Foro Regional sobre Creatividad y
Educación. Medellín: Impresiones Quirama; 1994: 259.

Bibliografía

Lotero G. La llave del futuro. Memorias Primer Foro Regional sobre


Creatividad y Educación. Medellín: Impresiones Quirama; 1994.
Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo. Colombia: al filo de la oportunidad .
Informe conjunto. Santafé de Bogotá: Presencia; 1995.
Pensamiento creativo. Memorias del Primer Encuentro Nacional. Medellín:
Universidad de Antioquia; 1988.

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