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La práctica lacaniana
en instituciones:
OTRA MANERA DE TRABAJAR CON NIÑOS Y JÓVENES
Lo verdadero es siempre nuevo - J. Lacan - tan por ideales. Habitualmente, la educación no consiste
sino en ir proponiendo la lenta y trabajosa aceptación del
imperio del discurso del amo en la regulación de nuestro
cuerpo y de nuestras relaciones a partir del sojuzgamien-
Una solución original al malestar to de las pulsiones, imperativas y antisociales.
Fue a partir de la consolidación de los estados democrá-
Desde que Freud inventó el psicoanálisis como una so- ticos y convertida la felicidad “en factor de la política”2 ,
lución original al malestar que padecemos los seres hu- cuando los poderes públicos se vieron en la necesidad
manos debido a nuestra condición de hablantes, se lle- de ofrecer alternativas institucionales (educativas y/o
varon a cabo muchos y diversos intentos destinados a terapéuticas) en todas aquellas circunstancias en que
aplicar el saber analítico al campo de la salud mental y la las dificultades de la incorporación de los menores “a la
pedagogía. Con justa razón, debido a la enorme riqueza marcha del mundo” por medio de la educación se vuel-
de “descubrimientos que el análisis nos procura sobre ven (a veces de forma transitoria, otras de manera defi-
aquello que más interesa al hombre sobre su propio ser y nitiva), inconciliables con la vida “normal”. En muchas
por las relaciones que señala entre sus más diversas acti- ocasiones, la labor que desde el inicio de la vida y hasta el
vidades”1 . El principio analítico “no hay sujeto sin Otro” final de la adolescencia tutelan los padres se interrumpe
traduce la formulación freudiana de que la psicología in- o, en casos extremos, ni siquiera llega a establecerse, y
dividual es, a la vez, social. El psicoanálisis surgió como los padres no consiguen realizar su función más elevada,
un nuevo discurso entendido como lazo social, como la de atemperar en sus hijos el desamparo consustancial
una nueva interpretación respecto a “aquello que más al ser humano. Que tiene dos aspectos: uno, “exterior”,
interesa al hombre”, su deseo y sus satisfacciones, a par- que determina la necesidad de alimento y cobijo; y otro,
tir de la consideración de la existencia del inconsciente y “interior”, vinculado a las angustias que produce el pará-
de las pulsiones. Lacan llegó a definirlo como el reverso sito del lenguaje en nuestra humana naturaleza, una ten-
del discurso del amo, cuya única meta radica en “que las dencia incomprensible a la destrucción que Freud llamó
cosas vayan bien” y por y para ello sus acciones se orien- pulsión de muerte, y que es inseparable de la vida. Res-
pecto a esta fuerza, tan íntima como ignota, lo que los nuestras ideas sobre la educación, sobre las relaciones,
padres pueden hacer es, por estructura, limitado. Pero incluida la terapéutica. En definitiva, en nuestra manera
en la eficacia de dicha protección radica su fuerza moral, de hablar y de interpretar los síntomas, “lo que no va” en
cobran sentido los signos de amor, y se asientan los lo- la conducta de niños y jóvenes, se implica nuestra posi-
gros de la educación. ción ética, porque “no sólo el sentido de ese discurso ra-
dica en el que lo escucha, sino que es de su acogida de la
Los discursos sobre el síntoma que depende ‘quién’ lo dice”3 .
Existe una manera de hablar de los síntomas de la infancia
En la manera en que hablamos de los síntomas está com- y la adolescencia por la cual éstos son considerados “défi-
prometida la posición que tomamos a la hora de intentar cits”, anomalías, síndromes o trastornos. Esta manera de
ayudar a los pequeños y jóvenes y a sus familias a resol- concebirlos trae aparejada la hipótesis de una etiología
ver el impasse en el que pueden encontrarse en el trans- genética, neurológica, química, u otras. Son interpreta-
curso de su recorrido vital. En nuestro decir se implican ciones derivadas del paradigma cientificista, que propone
clasificaciones universales y prescribe, por tanto, formas autistas y psicóticos que estaban a su cargo, para ellos
estandarizadas y protocolizadas de tratamiento. la palabra no producía un efecto benéfico y la estrategia
En la manera de hablar de los síntomas propia del dis- debía tenerlo en cuenta. Jacques-Alain Miller bautizó
curso psicoanalítico, y aun con muchas diferencias entre este dispositivo “práctica entre varios” y definió su fin:
autores, reconocemos una constante: los síntomas son “crear al sujeto”.
considerados “intentos de curación”, es decir que, aun- A partir de entonces se fundaron en el mundo muchas
que fallidos, están al servicio de un trabajo de “defensa” instituciones lacanianas que adoptan este principio
del sujeto frente a la angustia. La clínica psicoanalítica de funcionamiento. No sólo eso, también la inserción
toma en cuenta la “causalidad psíquica”, lo cual hace del de los psicoanalistas en las instituciones tradicionales
cambió radicalmente. Esta manera
de tratar, a la vez, el síntoma singu-
Los síntomas son considerados lar y su dimensión social en estado
de máxima dificultad o desorden
“intentos de curación” simbólico tiene como axioma que el
sujeto, incluso el autista, es efecto del
lenguaje. Sin embargo, está fuera del
discurso y se trata de “invitarle” a
“psicoanálisis una práctica subordinada por vocación a lo alojarse en él. El carácter “asocial” de los síntomas no
más particular del sujeto”4 , a su manera de afrontar la radica en la carencia de “habilidades sociales”, como
realidad insoslayable de la condición humana. Aunque pretende la psicología sino en la deslocalización 8 de la
tomen una forma muy precaria, como las llamadas eco- función simbólica del destinatario o incluso, en su ra-
lalias y estereotipias, los síntomas son el resultado de un dical ausencia. “No se trata sólo de hablar, sino de ha-
hallazgo que el niño ha realizado en un intento desespe- blarle a alguien” 9 . Cada vez que hablamos con alguien,
rado de reasegurarse ante traumas y angustias incon- invocamos, instauramos la función del destinatario
mensurables. y, así, hacemos existir la función simbólica que toma
la forma de un lazo social, de un discurso, gracias al
El síntoma particular y la institución que creemos compartir una interpretación del mundo
con los demás. Pero si esta función está deslocalizada
¿De qué manera hablar a aquéllos cuya defensa es ex- surgen, en la relación dual con los otros, fenómenos
trema, radical? ¿Cómo dialogar con los que no hablan, intrusivos, excesivos, carentes de regulación, a-nor-
o con aquéllos para quienes las palabras pueden desen- males. La función del Otro, del lenguaje y la palabra se
cadenar efectos desastrosos porque les despiertan agi- manifiestan desregulados; y aparece en primer plano
tación, violencia, mutismo? ¿Cómo dirigirse a aquéllos la vivencia del Otro del goce, persecutorio, capricho-
que no responden a la demanda o cuyas demandas son so, mortífero, que desaloja al sujeto, privándolo de su
imperiosas, exigentes, perentorias? Si la mirada y la voz enunciación y de su sitio.
pueden llegar a tener un valor persecutorio, ¿cómo ma- La institución, en la medida en que ocupa el lugar del
niobrar con ellas? Estos interrogantes de la clínica se tor- Otro, del destinatario, debe tener en consideración esta
nan acuciantes cuando el psicoanálisis se intenta aplicar realidad clínica para evitar que tome consistencia la ver-
a la terapéutica en el marco institucional, porque la di- sión amenazante del Otro que padece el sujeto y que se
mensión “asocial” del síntoma se actualiza, se agudiza muestra en su síntoma. La operación colectiva orientada
ante el reclamo de la convivencia, del “estar-con-otros”, por el psicoanálisis consiste en un tratamiento del Otro,
que es el principio de la política según H. Arendt5 . Desde destinado a vaciarlo de goce, promoviendo a cada ins-
la época de Freud los psicoanalistas han contribuido al tante su regulación para otorgar, en el mismo movimien-
trabajo institucional en múltiples formas: en hospitales, to, un lugar al sujeto, hasta entonces víctima de la exclu-
servicios de psiquiatría, centros educativos y terapéuti- sión o la segregación. Este modo de hacer institución se
cos, residencias de acogida y un largo etcétera. También, caracteriza por un estilo de respuesta, por un modo de
en el curso de lo que Lacan llama las “variaciones del presencia que alivia al sujeto de tener que defenderse sin
movimiento analítico”, fueron gestándose diversas pro- respiro, pudiendo entonces encontrar la pacificación ne-
puestas comunitarias destinadas a plasmar las distintas cesaria para dedicarse a las actividades que suscitan su
teorías de diferentes autores. (A. Freud, Klein, Manno- interés y su creatividad.
ni, Laing, Balint, etc). Sin lugar a duda, loables intentos,
pero Lacan, en su célebre Alocución sobre las psicosis del El Ciclo madrileño acerca de la práctica
niño, declaró que, en ese momento, en 1967, la cuestión lacaniana en instituciones
estaba aún en el punto cero6. Justo en esos años Lacan
inventa el objeto “a”; consiguiendo así aislar un elemen- El Departamento de Psicoanálisis con Niños del Nucep
to real de la estructura subjetiva, volviéndolo operacio- en colaboración con el Espacio de Psicoanálisis con Ni-
nal por medio de la lógica. ños de la Sede de Madrid de la ELP ha organizado un
Era pues, necesario, “instituir” algo diferente, tenien- ciclo al que han sido invitados destacados psicoanalistas
do en cuenta dicha lógica, “establecer algo nuevo, dar lacanianos, directores y responsables terapéuticos de im-
principio a una cosa” con determinación y resolu- portantes instituciones europeas. Bruno de Halleux, Ber-
ción7. Antonio Di Ciaccia lo hizo. En el año 1973, fundó nard Seynhaeve, Daniel Roy y Philippe Lacadée fueron
L’Antenne 110. Según sus propias palabras, el dispositi- invitados a exponer el estado de la clínica institucional
vo original que allí cobró forma lo aprendió de los niños que toma en consideración la última enseñanza de Lacan.