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Alvaro Ginel

M
La Palabra
-fi de Dios,
¡fuente
* oración
Una experiencia de Ledo Divina
RECURSOS DE PASTORAL
r ^

ALVARO GINEL

LA PALABRA DE DIOS,
FUENTE DE ORACIÓN
Una experiencia de Lectio Divina

V EDITORIAL CCS J
Página web de Editorial CCS: www.editorialccs.com

© Alvaro Ginel
© 2010. EDITORIAL CCS, Alcalá, 166 / 28028 MADRID
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Diagramación editorial: Nuria Romero


Portada: David León
ISBN: 978-84-9842-497-3
Depósito legal: M-6018-2010
Fotocomposición: AHF Becerril de la Sierra (Madrid)
Imprime: Print House, marca registrada de Copiar, S. A.
A vosotros, Alberto e Irene,
que acabáis de llegar desde la orilla del amor
a la rivera de vida
como palabra hecha carne.
Que la Palabra de Dios
os preceda y acompañe siempre.
Ya ti, Sara, que esperas tu hora
para nacer a la vida.

Concha, Sandra, Loli, Villar, Malea, Conchi, Antonieta, Raquel, Ma Paz,


Gema, Elisa, Miguel Ángel, Nieves, Eva, Elena, Pepa...: vosotras sois las
protagonistas de estos encuentros de oración en el colegio
Loreto de las RR. Esclavas del Divino Corazón, de Madrid.
Rezando juntos nos animamos a rezar y dejar más sitio a Dios
en nuestro corazón.
Gracias.
Introducción

La introducción en un libro es como la «guía de instrucciones» que acompaña a


tantas cosas que compramos y cuyo uso desconocemos. Nos orienta la palabra
inicial que el autor pronuncia antes de que entremos en el contenido del libro.
Con sencillez y con el deseo de ayudar a situarse en los capítulos que siguen,
quiero poner la señalización mínima para conducir la lectura y el uso de cuanto
aquí está condensado.
1. Este trabajo supone para mí un cambio pastoral hacia la Palabra de Dios como
eje central del anuncio y de la oración. No es que hubiera antes ausencia u ol-
vido de la Palabra de Dios, pero sí había, metodológicamente hablando, una
insistencia grande en elementos que reparaban la acogida de la Palabra. El
cambio explícito que aquí se da es que la misma Palabra de Dios es punto de
partida de toda acción y es, a la vez, pauta o camino para llegar al corazón mis-
mo de la Palabra. Dios nos educa por la Palabra.
2. El libro que tienes en las manos es de los que no están escritos para leer de
principio a fin. Se trata más bien de un libro para escoger momentos de oración
para ti o para tu grupo de oración, con la certeza de que todo lo que aquí está
reflejado ha sido ya ocasión de oración para otros creyentes. Te puedo asegurar
que detrás de cada lectio divina hay alegrías, luces, lágrimas calladas, oración
intensa, paz y gozo interior, sonrisas, fuerza removedora del corazón en quienes
antes que tú, rezaron con estos pasajes bíblicos. Con anterioridad a ser publi-
cado, ha sido, pues, rezado por personas que querían orar, dar consistencia a
su vida creyente. Sentían vacío y ganas de Dios, buscaban un encuentro con
Dios más personalizado e íntimo. En ocasiones, las personas no saben explicar
lo que sienten, pero saben que «necesitan algo más». Dios nos «ronda» y nos
lanza a nuevos caminos por síntomas que sólo el corazón percibe al sentirse in-
satisfecho. Es así como Dios nos solicita y nos invita a «algo más», que comien-
za por una mejor escucha, una mayor intimidad y una nueva perspectiva de ca-
mino que se descubre justamente en el diálogo íntimo con Él.

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3. En el grupo de oración de lectio divina escuchamos a personas que decían que
querían orar y no sabían. Por eso venían al grupo. Nuestra experiencia es
que para rezar no hace falta saber rezar, sino sentir la necesidad de orar, sentir
el «gusanillo» de la oración, que es como el susurro del Espíritu para intimar más
con Dios. A rezar se aprende rezando. El ejercicio de la oración es el que nos
descubre cómo orar. Y no cómo orar de manera «general», sino cómo yo aplico
la teoría general de la oración a mi psicología, historia y realidad personal.
Muchos creyentes, al hablar de oración y al orar, quieren seguir «patrones» de
oración que ellos se han construido, no sabemos bien de qué manera. Se in-
ventaban, sin quererlo, qué es la oración de acuerdo con la idea de Dios que
tienen. Recuerdo, por ejemplo, aquella intervención de una señora que decía:
En el ejercicio propuesto, no me he dejado llevar por Jesús, no tenía confianz
en él, no sabía dónde me podía llevar y por eso no me atrevía a acompañarle
Yo quería saber de ante mano dónde me llevaba. Y me he quedado con muc
pena sólita, sin acompañarle. No le he podido seguir. Tenía miedo.
Cuando, entre todos, le comentábamos que lo que nos comunicaba era una
experiencia preciosa y profunda, no se lo creía. Le dijimos que ese día el Espí-
ritu de Jesús le había enseñado que el corazón de su oración como creyente
en este momento consistía en repetir con toda su alma: «Tengo miedo; te tengo
miedo; no puedo acompañarte, Señor; no tengo fuerzas para que me lleves
donde quieras»... Pero ella no se lo creía. Ella creía que la oración era otra co-
sa, aunque no sabía explicarlo. Algo así como hablar mucho a Jesús.
En otra ocasión, una participante en el grupo nos dijo:
El momento de la contemplación se me hace difícil. A mí lo que me gusta es ha
blar, decir cosas, llevarla iniciativa. Eso de quedarse ahíparadita contempland
y que te contemplen esperando a que surjan palabras en el corazón... ¡pues, q
queréis que os diga, que no me va! Yo las tengo en la cabeza y las quiero de
¡Tanto esperar, esperar!¿A qué esperas? Bueno, ya me entendéis.

Esta intervención nos dio pie para reflexionar en el papel de protagonista que
tiene el Espíritu de Jesús. En la oración, el principal protagonista es Dios. Esto
cuesta entenderlo, quizá se explique así mejor lo mal orantes que somos. So-
mos malos alumnos del Espíritu. Tenemos muy metido que «tenemos que rezar
para algo o por algo o por alguien». Somos nosotros los que tenemos la inicia-
tiva, los que tenemos que hacer algo para Dios. Como si Dios necesitara nues-
tras oraciones... ¡Y los necesitados de Dios somos nosotros! Es complicado
para las personas que comienzan el camino de la oración, entender que es el
Espíritu de Jesús el que ora en nosotros, que es Dios el que tiene novedades,
secretos e intimidades que nos quiere comunicar, que los momentos de ora-
ción son espacios privilegiados para vivir y acentuar lo que está ocurriendo
constantemente en nosotros: la presencia de Dios, la unión con Dios que co-
menzó con el soplo del aliento de Dios creacionaly que tomó más densidad en
el Bautismo... La oración aviva algo que ya se da, pero que está como aletar-
gado. Lo entiende mejor la gente cuando aludimos al amor. El amor se da aun-
que las personas no estén juntas todo el día, sino cada una ocupada en sus
cosas. Ese amor, que no se esfuma por el hecho de que no estar todo el tiempo
juntos los amantes, necesita momentos de trato especial. Si no fuera así, co-
rrería serio peligro.
Una sugerencia: un autor deja de ser autor cuando el libro sale a las librerías.
Desde ese instante, el lector se convierte en el verdadero traductor (unas veces)
o autor (siempre) de lo que lee.
Al autor sólo le queda hacer constancia de posibles maneras de leer y de usar
el libro.
a) Sé autor. Tengo que confesar que este libro, tal como está aquí escrito,
nunca se realizó. Yo llevaba al grupo mis papeles escritos como aquí te
los entrego (salvo pequeños retoques) y así se los repartía a los miem-
bros del grupo al inicio o al término de la oración. Pero yo no leía. Yo ha-
bía escrito primero para no tener que leer después, sino para poder pro-
nunciar (no leer), con las palabras del momento, lo que antes había
escrito. Y siempre decía mucho menos de lo escrito. Somos históricos.
Nos regimos por un reloj, disponemos de un tiempo determinado, no de
todo el «tiempo del mundo».
Desde esta experiencia, la primera sugerencia que quiero apuntar es que
la persona que anime y guíe la oración de un grupo se sienta libre para ele-
gir de entre el material que se da, lo que a ella le parezca mejor, que per-
sonalice, que añada, que dé «calor y color» personal a todo, que el grupo
no perciba que lee, sino que escuche lo que brota de su corazón.
b) Importancia de las lecturas propias del día en que se hace la oración. A
la hora de fijar las oraciones en un libro, he optado por una ordenación
numérica de salmos, así como de los pasajes de los diversos evange-
listas. Es una cuestión práctica. En la realidad, el día programado para
la oración, yo miraba la Liturgia de las Horas y elegía un salmo (durante
el tiempo que la oración fue con salmos) o el evangelio del día, y de ese
evangelio se hacía la oración, sin andar eligiendo el «evangelio que pe-
gaba a una situación histórica». La Palabra de Dios llega cuando llega y
llega, en ocasiones, descentrándonos de nuestras preocupaciones del
momento. En algunas oraciones verás que quedan los indicios que re-
miten al tiempo litúrgico en que se tuvo la oración.
c) La finalidad fundamental de este libro no es darlo todo hecho, sino darlo
que hemos hecho para que otros puedan emprender su propio caminar.

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Estoy convencido de que este método de oración es válido y tiene la vir-
tud de encerrar en un solo acto: la formación bíblica y catequética (lec-
tio), la revisión de vida, confrontación con la Palabra de Dios, el descu-
brimiento de un camino de compromiso cristiano renovado {meditatio),
la oración en toda su amplia variedad de manifestaciones como pueden
ser la alabanza, la súplica, la intercesión, la acción de gracias, la con-
templación {oratio) y, sobre todo, lleva al creyente a dejarse mirar por
Dios {contemplatio), que es como decir: a descubrir (¡y admitir!) el pro-
tagonismo de Dios en la vida cristiana.
Agradezco a Ma Carmen Cirujano su ayuda desinteresada, incondicional y pre-
ciosa en la recopilación y primera ordenación del material de base. Su tiempo ha
aliviado mi tiempo. Gracias.
Dichas estas palabras, ya te doy paso para entrar en el libro porque te he ex-
puesto las claves fundamentales para leerlo y recrearlo. El Espíritu de Jesús pon-
drá lo que tú no sepas o puedas, y todo lo que yo no he sabido comunicarte.

1A
EL CONTEXTO
LA EXPERIENCIA
3
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1 f
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PRESENTACIÓN DE LA EXPERIENCIA

SURGIMIENTO

La oferta del espacio de oración que propongo no nace de una teoría, sino de una
petición de un grupo de mujeres de grupos de reflexión cristiana: queremos rezar,
ayúdanos a rezar. Hay personas que buscan más trato con Dios, más profundidad
en su interior (aunque esta búsqueda no se formule con estas palabras).
De la demanda, surgió esta respuesta que fue variando hasta centrarse total-
mente en una propuesta clara de lectio divina.

CONSTRUCCIÓN DE UN ESTILO DE ORACIÓN


Es bueno que la gente, desde el primer momento, descubra que hay un estilo de
oración en la propuesta que se presenta Un estilo ayuda a optar. El estilo va unido
a una manera de creer, de animar la comunidad, de vivir, de hacer catequesis y
de celebrar. En ese sentido, no se trata de una actividad más, sino de una activi-
dad dentro de un conjunto más global. Unas cosas piden otras. No pasa nada si
no se conoce el estilo, si es novedoso, si no se ha estado ya en cosas parecidas...
Lo importante es que se pueda descubrir progresivamente.
A la hora de construir un estilo de oración damos importancia a elementos ex-
ternos e internos.

ELEMENTOS INTERNOS
• Centralidad de la Palabra de Dios que es la que nos provoca y la que nos
educa y nos pone en contacto con el que es la Palabra del Padre.

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• Centralidad del silencio como clima para facilitar la palabra personal y la es-
cucha del Otro.
• Centralidad del sujeto orante que es el que debe entrar en diálogo con la
Presencia misteriosa que ya le habita, siempre ayudado por el Espíritu.

ELEMENTOS EXTERNOS

El local
Lo externo, sobre todo en un primer momento, tiene un valor pedagógico impor-
tante de ayuda y de ambientación. Al preparar el local, tenemos en cuenta lo que
la persona percibe por los cinco sentidos naturales. Cuidamos, pues, los detalles
que «entran por los sentidos». No se trata de «impresionar» al otro, sino de «aco-
ger al otro» para que disponga de un espacio y tiempo oportunos para orar.
En pedagogía, los maestros dicen que una cosa es mejor «retenida» y «apren-
dida» si «entra por varios sentidos a la vez». Aplicamos este sencillo principio a la
pedagogía de oración que proponemos. Existe un «sexto sentido» que no es fá-
cilmente descriptible: el sentido que percibe el conjunto combinado y armónico
de cuanto se realiza.
Es muy importante poner el local acogedor cuidando mucho la ornamentación,
la luz, el suelo... También podemos completar el ambiente añadiendo incienso,
música, velas, iconos... La calefacción e insonorización darán comodidad a nues-
tra postura...

El animador
Es el que anima (el que da ánimo o predispone el ánimo); es un colaborador in-
mediato del Espíritu. No sólo es un técnico de la oración o de animación de gru-
pos. Es, sobre todo, un orante. Ha rezado antes lo que propone y reza mientras
lo propone. El animador es una mediación humana para que el Espíritu haga su
tarea. Procura y cuida los elementos externos y el proceso dinámico o etapas de
la oración. El animador no es lo más importante en la oración. Es trampolín inicial.
Su función es sugerir, no imponer una oración, ni hacer oración por los demás...
El animador pone en el kilómetro cero a los miembros del grupo. Los kilómetros
los recorre cada uno según su don.
El animador ofrece un itinerario para que el grupo no se pierda. Es normal que
el camino ofertado no valga para todos o algunos ya estén en kilómetros muy
avanzados. Ellos deberán discernir y seguir su camino, tomar opciones.

i Á
Las personas
La realidad de estos encuentros depende, a veces, del momento del calendario
en el que se vive el tiempo de oración y de las personas que se unen a él; éstas
han buscado un hueco en la agenda y vienen porque desean orar. Muchas veces,
lo que queremos no lo conocemos ni estamos adiestrados para hacer el camino...
Pero esto no es obstáculo. El camino es lugar de aprendizaje de lo que deseamos
vivamente.
No todos los que vienen al grupo lo hacen por lo mismo ni están igualmente
sensibilizados en el tema de la oración. Pero lo cierto es que vienen. Los miembros
del grupo se convierten en mediación para los demás. Pero sin olvidar que la ora-
ción se nos escapa de todo control puramente humano.

ELABORACIÓN DE LA PROPUESTA:
ALGUNOS SUPUESTOS
Para entender la propuesta que sigue, es bueno dar a conocer algunos presu-
puestos en los que está basada.
• La experiencia de oración del propio animador y la influencia recibida de
otras escuelas de oración. En este caso, la influencia de José Antonio García
Monge s.j., a través de los talleres de oración que él dirige1. De este autor
tomo estos aspectos: a) La necesidad de pacificar a la persona que vive en
la gran ciudad, que tiene mil cosas que hacer, que no sabe hacer silencio
ni entrar en lo secreto de su casa, que tiene poca experiencia de oración,
pero reza a su modo de vez en cuando, o todos los días. De ahí la impor-
tancia de iniciar el proceso de oración con la relajación, tí) Utilizo, además,
en algunos casos, los conceptos de consciencia, contemplación y fantasía2.
• El segundo pilar de inspiración es la propuesta del Cardenal Martini en mu-
chos de sus libros con la insistencia en la centralidad de la Biblia en la ora-
ción. «¡Ay de quien olvida la fuerza creadora y formativa de la Palabra!»3 Y
aconseja que una catequesis sobre la oración no ha de ser abstracta: «Hay

1
Cfr. Sadhana. Un camino de oración, Sal Terrae, Santander 1979.
2
Cfr. los ejercicios 21 y 22 propuestos en el libro de J. A. GARCÍA MONJE y todo el capítulo dedicado
a la Fantasía (pp. 73-116), para mí de gran evocación y sugerencia para construir la propuesta de oración
que ahora sistematizo.
3
C. M. MARTINI, // lembo del mantello, Centro Ambrosiano, Milán 1991, pp. 35-36.

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que orar y hacer orar contemporáneamente, con ejercicios oportunos y pau-
sas de silencio. La necesidad de unir la palabra, el silencio y la oración vale
para cualquier comunicación de la fe cristiana»4.
Ciertamente muchos cristianos rezan con la Biblia5. De todos los modos posibles
de orar con la Biblia, me sitúo en la lectio divina. Hago así un camino y propuesta
de oración que la experiencia del grupo nos irá recreando progresivamente.
La lectura de la Biblia es el instrumento privilegiado de la escucha de Dios; ate-
nerse literalmente al texto, sólo a él, es ya el primer acto de una atenta escucha que
ha de mantenerse hasta que provoque en el lector la prestación de esa audiencia,
incondicional y sin defensas, a la Palabra de Dios, que termina por cambiar su exis-
tencia. La lectio divina obliga a atenerse a la Palabra escrita, el texto sagrado (Éx
24,4), para prestar atención a la Palabra viva de Dios, Cristo Jesús (1 Jn 1,1)6. «Es
al mismo tiempo lectura de la Biblia y lectura de la experiencia; una manera de leer
que da sentido a la vida. Es a la vez lectura de la Biblia y lectura de la vida.»7

ESTRUCTURACIÓN GENERAL
DE LA ORACIÓN AQUÍ PROPUESTA

Tiempo de relajación
¿Por qué comenzar por la relajación?
• Porque la realidad que vivimos está llena de prisas, de preocupaciones, de
nervios, de palabras, de una gran lista de cosas que tenemos que hacer.
• Porque el silencio es un paso inicial y todos podemos hacer silencio y des-
cubrir el que tenemos dentro si nos damos tiempo y método.

4
C. M. MARTINI, La dimensión contemplativa de la vida, Paulinas, Bogotá 1990, p. 40.
6
Cfr. los números de Misión Joven dedicados a este tema: 360 (enero-febrero 2007). Especialmente:
J. LATORRE, Uso pastoral de la Biblia con jóvenes: teoría y práctica de la lectio divina, pp. 15-29. De la
misma revista, el número 372-373 (enero-febrero 2008). Especial mención al artículo de J. J. BARTOLOMÉ,
«Contemplar a Dios en su Palabra, oficio de apóstoles», pp. 5-15.
6
Aunque es convicción cristiana que «las Escrituras son palabras del Verbo de Dios y de su Espíritu»
(IRENEO, Adv. Haer. II 28,2: PG 7,804), sería un grave error, por desgracia común entre creyentes, iden-
tificar texto sagrado y Palabra de Dios: Biblia y Palabra de Dios no coinciden, sus autores son diversos.
La Sagrada Escritura puede ser considerada Palabra de Dios en «cuanto escrita por inspiración del Espíritu
Santo» (DV 9): el texto sagrado es el lugar en el cual Dios ha fijado su Palabra y desde el cual sigue con-
versando con los hombres. O. da SPINETOLI, Bibbia, parola umana e divina, Bolonia 1968, pp. 51-54.
7
M. de VERTEUIL, «El trasfondo teológico de la Inculturación. La Lectio Divina», Dei Verbum 26 (1993) 5.
• Porque dentro de nosotros hay un lugar de silencio y de paz que es poco
visitado. Hay palabras que nacen sólo en el silencio. Son palabras que no
hay que aprender ni llevar de fuera hacia dentro. El proceso es inverso: es-
tán dentro y necesitan una ocasión para que salgan.
• Porque el silencio y la paz son el «humus» en el que nacen las palabras de
verdad y la verdad de la palabra.
• Porque la oración es comunicación, y la comunicación interpersonal nece-
sita un clima en el que sea posible el diálogo.
• Porque, tras la relajación, es posible un encuentro íntimo con uno mismo y
esto favorece el encuentro con el Espíritu que nos habita.
La relajación hoy no es nada más que lo que los santos llamaban la prepara-
ción de la oración. En nuestra sociedad de reloj y prisa, la relajación es un camino
para hacer oración.

Invocación al Espíritu

• Orar es algo divino, algo que hace el Espíritu. La oración nos supera.
• Orar, más que quehacer nuestro, es obra de Dios en nosotros. Nosotros no
sabemos y no tenemos fuerzas para orar. Por eso invocamos la fuerza de
lo Alto. Cuando comenzamos a respirar en paz, el primer grito es de auxilio.
No puedo hacer nada sin la presencia y el auxilio de mi Señor.
• En la oración oficial de la Iglesia se comienza siempre con estas palabras:
«Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrer». O también:
«Abre, Señor, mis labios y mi boca proclamará tu alabanza». Nada es divino
en nosotros si Dios no es el «autor y suscitador» de lo que nuestro corazón
anhela. Anhelar a Dios es ya obra de Dios en nosotros.

Cuerpo de la oración
Momento de lectio de un texto bíblico: proclamación o lectura de un texto.
Lectura del texto para dejar que el texto hable. No dar por sabido un texto,
sino dejar que éste hable en el momento en que es proclamado. Desde un
principio, la lectio será escuchada o propuesta al grupo no desde la fidelidad
al texto, sino desde una narración «releída» por el animador. Llegará un mo-
mento en que la lectio sea leer y releer, con el texto delante, hasta que éste
hable por sí mismo a cada persona.
Momento de meditatio: comprensión y reflexión sobre el sentido del texto
leído, sus valores y su aplicación a la situación propia del lector. Tras saber

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lo que dice el texto, el lector-orante busca lo que le dice a él; se hace autor.
No es sólo actividad de razón. Es la acción del mismo texto sobre la vida
de la persona, del grupo. La Palabra de Dios es provocadora de la vida con-
creta de quien lee.
• Momento de oratio o petitio: es la consecuencia de lo leído y meditado. En
este momento se hace de ello súplica y petición. Uno encuentra que le faltan
fuerzas: de ahí la petición, la alabanza, el agradecimiento, la súplica... Es el
momento de aceptación de la voluntad de Dios y de asumirla y hacerla pro-
pia, de implorar fuerzas. En ocasiones, el orante recibirá luces interiores {ilu-
minatió), discernimiento, y, en otras, consuelo (consolatio).
• Momento de contemplatio: es adoración y silencio, admiración y gusto ante
lo que Dios nos dice. Es el momento en que Dios se deja vislumbrar. Se con-
templa sin discursos, sin palabras; lo importante es gustar y experimentar
la presencia y la mirada de Dios sin discurso. Se necesita tiempo para des-
cubrir a Dios en nuestra vida. El tiempo de silencio es un elemento determi-
nante, el rasgo más importante de la reunión de oración. Es un silencio ac-
tivo, lleno de Espíritu Santo en el que se adora a Dios presente y se dialoga
con él, partiendo de la Palabra que nos ha llegado.
• Momento de despedida. No vamos a la oración para permanecer en el mon-
te Tabor el resto de la vida. Hay que volver a la vida, bajar del monte y ser
creyentes en la normalidad diaria. Es posible que quien ha ido lejos en la
oración sienta necesidad de seguir o cierto disgusto de que «esto se aca-
bó». Saber decir adiós y hola es una de las tareas continuas de nuestra exis-
tencia. Todo viene y todo se va. Un adiós es un hola a otra cosa. Pero lo
que comenzamos está influenciado por lo que dejamos. La oración marca
el resto de la vida.

Escuela de oración. Momento de compartir


• El Maestro de oración es el Espíritu. Pero el Espíritu se vale de mil instru-
mentos. Él mismo da lecciones personales al alma orante. Otras veces las
lecciones pueden venir por los que a nuestro lado también oran.
En esta oferta de oración hemos optado por no comenzar dando «instruc-
ciones sobre la oración», sino lanzando a quien viene a orar a recorrer un
camino de oración, guiado por el animador.
• Después de la oración, y sobre la experiencia de oración realizada, durante
un tiempo no muy prolongado, abrimos un espacio para compartir. Su fina-
lidad es doble: compartir la experiencia de oración y aprender a orar desde
lo que escuchamos a los demás orantes. No siempre esto es «alentador».
Hay personas que al ver las maravillas del Espíritu en otras se desalientan,
se sienten desanimadas, no dispuestas a seguirle, o se comparan y se vie-
nen abajo porque ellas, creen, no dan la talla.
• La forma de orar que cada uno tiene ilumina la oración de los otros: «A cada
uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Cor 12,7).
• No somos maestro de oración, somos discípulos: «Me quedan muchas co-
sas por deciros, pero no podéis con ellas por ahora; cuando venga él, el Es-
píritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16,14).
• Con lo que las personas digan o pregunten, el animador orientará, aclarará,
iluminará... Es un momento de «teoría sobre la oración» a partir de las inter-
venciones concretas.
• En ocasiones, habrá que señalar lecturas posibles o iluminar aspectos que
no se comprendan... El animador es eso: animador. Es posible que los «maes-
tros de oración mejores» sean otros miembros del grupo a quienes el Espí-
ritu les haya «dado lecciones particulares» más avanzadas que al mismo
animador... Deberá acoger él, el primero de todos, estas lecciones y subra-
yarlas en el grupo.
• Partimos del principio básico: lo importante en la oración no es compartir,
sino hacerla. Lo que pasa en la intimidad de dos amantes, de dos amigos...
no acontece, en primer lugar, para compartirlo con otros. Es para vivirlo. Es
su vida, su intimidad. Muchas veces faltan palabras para narrar la intimidad.
Si al principio hay que dar más espacio a compartir la oración es meramente
una cuestión de pedagogía de iniciación.

El gesto más antiguo de oración en el cristianismo son las manos extendidas hacia lo alto, la
«postura del orante» [...] el hombre abre sus manos y, de esta manera, se abre al otro. Es
también un gesto de búsqueda y de esperanza: el hombre, en su invocación, busca al Dios
oculto, tiende los brazos hacia Él. Se han relacionado las manos extendidas con la imagen
de las alas: el hombre busca la altura, quiere dejarse elevar por Dios, sobre las alas de la ora-
ción. [...] Nos recuerdan los brazos extendidos de Cristo en la cruz. Al extender los brazos,
oramos con el Crucificado, hacemos nuestros sus «sentimientos» (Flp 2,5).
J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia

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r ^

SALMOS

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SALMO 19
El Señor es mi auxilio

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Crear un espacio acogedor.

Acogida de las personas


• Si el grupo es pequeño, saludar a cada miembro del mismo; presentar a los que
no se conozcan.

Ambientación
• Nos juntamos a rezar:
— Es una reunión que no convoca a demasiados.
— Nos juntamos para escuchar cosas bonitas de Dios. Dios sólo tiene buenas
noticias que darnos.
— Nos juntamos para conversar: hablar y escuchar; hablar a Dios y escuchar
a Dios; no sólo hablar.
— Nos juntamos y reconocemos que el Espíritu de Jesús quiere hacer algo en
nosotros, quiere hacer de nosotros un lugar donde Dios pueda hablar y don-
de hablar a Dios.

-23-
— Nos juntamos y reconocemos que no es iniciativa nuestra: «Nadie puede de-
cir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3).
• Nos juntamos para ayudarnos a rezar:
— La forma de orar que cada uno tiene ilumina la oración de los otros: «A cada
uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Cor 12,7).
— No somos maestro de oración, somos discípulos: «Me quedan muchas co-
sas por deciros, pero no podéis con ellas por ahora; Cuando venga él, el Es-
píritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16,14).
• Cómo ayudarnos a rezar:
— Comunicándonos cuándo oramos, cómo oramos, qué expresiones nos son
más comunes...
— Orando aquí juntos y compartiendo la oración.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un tiempo para romper con el exterior, para unificarnos interiormente, para que
nuestra mente y nuestro cuerpo estén al unísono. Breve relajación guiada, po-
niendo la atención en la respiración.

Invocación al Espíritu
• Personal o comunitaria.
Ven, Espíritu de Jesús.
Enséñanos a orar.

El texto: Salmo 191

Que te escuche el Señor el día del peligro,


que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;

1
En la medida de lo posible, cada orante debe disponer del texto bíblico. Esta recomendación vale
para todas y cada una de las oraciones aquí propuestas.
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte de Sión.
Que se acuerde de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.

Que podamos celebrar tu victoria


y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.

Ahora reconozco que el Señor


da la victoria a su ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.

Unos confían en sus carros;


otros, en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.

Ellos cayeron derribados,


nosotros nos mantenemos en pie.

Señor, da la victoria al Rey


y escúchanos cuando te invocamos.

Lectio
• Estamos ante un salmo de petición de victoria antes de la batalla que encabeza
el rey. Se puede observar que el salmo tiene una estructura de solista y asamblea.
• Actualidad de este salmo. «El rey» por el que se ora puede ser cualquiera de
nosotros. La vida de cualquiera de nosotros es un «campo de batalla». Tenemos
batallas íntimas, internas; tenemos batallas familiares, laborales... «La vida es
una continua lucha», decimos. Estamos en peligro. Peligramos por todas partes.
Somos frágiles. Un accidente, una revisión médica normal nos puede sacar «al-
go» en lo que no pensábamos... Por eso tiene sentido invocar: «que te escuche
el Señor», «que te sostenga», «que envíe su auxilio», «que te apoye», «que vea
la ofrenda de tu vida y le sea grata», «que cumpla lo que tu corazón desea»,
«que dé éxito»...
• ¿Qué es una victoria? Es salir vencedor, conseguir lo que uno se había propues-
to... En este brindis o súplica que hace un solista, interviene el coro para apoyar,
para afianzar: «que podamos celebrar tu victoria»... Podemos imaginar que ca-
da uno trae a su memoria «sus luchas» y que todos rezamos por él diciendo:
«que podamos celebrar tus victorias». Pero al celebrar la victoria, reconocere-
mos como creyentes que no es sólo cosa nuestra, sino «del Señor». Hay cosas
que no podemos por nuestras propias fuerzas. Es él quien concede lo que pe-
dimos. El creyente es nada sin Dios tanto antes de la batalla, como durante o
después. El creyente reconoce que Dios es «dador de todo bien», está mezcla-
do en lo que somos y hacemos. No estamos solos.
• Así, un segundo solista interviene, no tanto en plan de súplica, sino de forma re-
flexiva, reconociendo la presencia de Dios en la vida personal y de todos: «reco-
nozco que el Señor da la victoria», «reconozco que el Señor escucha», «reconoz-
co la mano del Señor de mi vida, en mis éxitos».
• Y sigue aún, profundizando en la grandeza del Señor: «Reconozco que no valen
los carros, las caballerías...». «Reconozco que no se sale airoso de algo por lo
que tenemos, sino por lo que invocamos, por el auxilio de Dios que recibimos.»
Es decir, Dios es más fuerte que las armas de los fuertes; Dios puede más que
los poderosos; una invocación y la acción de Dios es más eficaz que las armas
de los ejércitos. «Caen derribados los que se apoyan en lo suyo.» «Vencen los
que tienen al Señor de su parte.»

Medítatio
• Toma frases, palabras y/o expresiones del salmo con las que te sientes identi-
ficado, con las que ves que tu vida conecta perfectamente.
• Mira a ver cuáles son los motivos por los que luchas hoy; con qué fuerzas; cómo
acudes a Dios.
• Descubre la ayuda de Dios en tu vida, en tus cosas...

Oratio
• Reza por los que están sometidos a luchas interiores en la vida: personas que
conoces o que no conoces (tú misma puedes ser una de ellas, pero no te que-
des en ti misma; piensa en otros).
• Nombrar uno a uno a los participantes y rezar por las luchas que lleva en la vida;
pedir al Señor que le llene de fuerzas.
• Terminar este tiempo con la aclamación de todos diciendo: que podamos ce-
lebrar tu victoria. Eso, tu victoria, no sólo nuestra conquista.
Contemplado

• Pon delante del Señor tus luchas. Ponías como pones un jarrón de flores ante
algo o ante alguien, como quien presenta lo mejor de su corazón. Quédate con-
templando, presentando, confiando. Si no confiaras, no tendría sentido presen-
tar nada...
• Ponte delante del Señor y dile que confías más en Él que en cualquier otra cosa
y que en todos los demás. Que no tienes agarraderas. Que sólo te agarras a Él.
Que Él es tu apoyo. Que no te rodeas de carros ni de caballos ni de cosas...
Atrévete a decir y contemplar: «El Señor en mi fuerza. El Señor es mi auxilio».
«El Señor me dará la victoria. No sé cómo, pero me la dará.» Contempla y con-
fía. Confía y contempla.

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Que te escuche el Señor Señor, sálvame, que peligro;


el día del peligro, sostenme, que me hundo;
que te sostenga el nombre protégeme, que estoy solo
del Dios de Jacob; y no puedo más.
que te envíe auxilio desde el santuario, Tú me conoces, Señor,
que te apoye desde el monte de Sión. mejor que yo mismo.
Que se acuerde de todas tus ofrendas, Tú sabes hasta dónde
que le agraden tus sacrificios; llegan mis fuerzas.
que cumpla el deseo de tu corazón, Tú sabes los propósitos que hice.
que dé éxito a todos tus planes. Tú sabes las veces que comencé.
Que podamos celebrar tu victoria Tú sabes mi debilidad.
y en el nombre de nuestro Dios Tengo que confesar, Señor,
alzar estandartes; que lo que pronuncia mi boca
que el Señor te conceda no lo siente mi corazón
todo lo que pides. por eso no emprendo
Ahora reconozco que el Señor batallas de verdad.
da la victoria a su ungido, Me encuentro sin fuerzas.
que lo ha escuchado desde su santo cielo, Ahora reconozco, Señor,
con los prodigios de su mano victoriosa. que sin ti nada puedo.
Unos confían en sus carros; Escúchame, Señor, y ven en mi ayuda.
No puedo confiar en nadie.

-77 -
otros, en su caballería; No puedo decir mis secretos en alto.
nosotros invocamos el nombre del Señor, No puedo airear mi intimidad.
Dios nuestro. Reconozco que mi corazón te necesita.
Ellos cayeron derribados, Señor, conozco la derrota
nosotros nos mantenemos en pie. porque he confiado en mis «carros».
Señor, da la victoria al Rey Señor, conozco la derrota
y escúchanos cuando te invocamos. porque no recurrí de verdad a ti.
Hoy invoco tu nombre, Señor,
te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Me mantengo invocando tu nombre
hasta que vuelvas tu rostro hacia mí
y sienta que tú vas a mi lado
en las «batallas» de la vida,
en la «batalla» que ahora libro.
Señor, da la victoria
a este siervo tuyo.
Escúchame cuando te invoco.

SALMO 26,1
El Señor es mi luz y mi salvación

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Tener en cuenta el tiempo litúrgico en que se ora.
• Mantener siempre algunos elementos que den confianza y donde todos se pue-
dan reconocer, como en una sala de estar agradable.

Acogida de las personas


• Que nadie se sienta extraño al grupo que reza.

Ambientacíón
• Es un grupo de oración, no de reflexión de vida.
• Orar es dejarse hacer obras grandes por Dios en nuestro corazón.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Tiempo para relajarse, para situarse, para vaciarse de todo lo que nos ocupa y
ha ocupado en el día.

-29-
Invocación al Espíritu
• Personal o comunitaria.
Ven, Espíritu de Jesús.
Enséñanos a orar.

El texto: Salmo 26,1

El Señor es mi luz y mi salvación,


¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados


para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,


mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

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Lectio
• Yahvé, protector contra los enemigos (vv. 1-3). El Dios del salmista ilumina la
vida en los momentos de ansiedad y de peligro, y le salva de las situaciones
comprometidas. Contra los ataques de los enemigos, Yahvé es el baluarte que
defiende su vida. Por tanto, no tiene que temer a nadie. Ante la omnipotencia
de Yahvé, se quiebran todos los poderes terrenos. Sus asaltantes son como
fieras que se lanzan sobre él para devorar sus carnes, pero en el momento del
ataque caen vacilantes, sin poder consumar sus siniestros designios. Ni un ejér-
cito entero que acampara contra él podría prevalecer. El corazón del salmista
permanecerá tranquilo, esperando la intervención divina salvadora. Esta con-
fianza es la que nos hace pensar en los mártires, en los que entregan la vida
por Cristo, en gente sencilla que vive la dureza de la vida con plena confianza
en el Señor. Es más poderosa la confianza en Dios que todo lo demás. Los que
se asustan, lo hacen porque no tienen en quién confiar. El salmista sí tiene a
Yahvé como baluarte. Por eso confía y no teme.
• Ansias de vivir con Yahvé en el templo (vv. 4-6). Yahvé es el centro de toda la
vida y de las aspiraciones del salmista; con Él no teme a un escuadrón de ene-
migos que se le opongan; pero además, su seguridad encuentra su comple-
mento en la vida litúrgica del santuario, contemplar el encanto de Yahvé, es de-
cir, habitar en su templo; su deseo supremo es ser huésped permanente de su
Dios en su santuario, que es la morada que el Señor de los cielos tiene en la tie-
rra para convivir con sus fieles, preocupándose de sus problemas e inquietudes.
Allí está el encanto de Yahvé, es decir, la disposición benevolente de Dios hacia
los que saben gustar de su compañía espiritual. Sobre todo, allí encontrará el
salmista su plena seguridad el día de la desventura; allí se sentirá a buen recau-
do, como el arca del testamento en el tabernáculo o pabellón del desierto. Al
lado de Yahvé se sentirá lejos de sus enemigos, dominándolos como desde
una elevada roca y manteniendo erguida su cabeza sobre ellos. Es el triunfo
material y moral sobre ellos, conseguido gracias a la protección de Yahvé, que
mora en el templo, inaccesible al malvado.
• Llevado del agradecimiento a su protector y salvador, el salmista ofrecerá en el
templo sacrificios de júbilo o de alabanza a Yahvé. La expresión del salmo pue-
de significar sacrificios cruentos en acción de gracias o simples manifestacio-
nes de alabanza con ocasión de los sacrificios que se ofrecían en el templo;
esta última acepción parece ser insinuada por lo que dice a continuación: can-
tando y salmodiando a Yahvé (v. 6).

-.TI -
Meditatio
• Buscar las palabras o las imágenes del salmo que a primera vista nos sorpren-
den, o nos gustan, o en las que encajamos bien nuestra experiencia vital.
— Asalto de los malvados (como fieras que devoran a la presa). ¿Qué te asalta
hoy: trabajo, familia, amigos, enfermedades...?
— Ejército que ataca a uno. Multitud contra uno. Momentos que vives de sole-
dad. Ves personas a tu lado, pero te sientes bien solo...
— Estar con el Señor es sinónimo de: no temer; no temblar; tranquilidad; vivir
en paz, gozar de la dulzura, contemplar, sentirse protegido en su casa, bajo
sus manos, escondido en su morada...
• Imaginar o descubrir al orante que ha compuesto este salmo, que puede ser un
orante múltiple que ha ido añadiendo detalles en el salmo a partir de las expe-
riencias vividas.

Oratio

• Toma expresiones del salmo y óralas, porque ellas te sirven para narrar tu vida
y tu situación hoy.
• Traduce estas expresiones a hechos de tu vida o de la vida de gente que co-
noces: buscara Dios, madrugar por Dios; las puedes poner fecha, personas,
acontecimientos... Dice Orígenes: «Madruga por Dios todo el que rechaza las
obras de las tinieblas».

Comtemplatio
• Sitúate reconstruyendo la escena en la que un día y otro tienes que combatir,
que «pelear» (hogar, hijos, trabajo, momentos...). Trae a tu imaginación todos
los detalles. Después, sitúa allí al Señor en medio de tu «campo de batalla». Te
aterras a Él. Le suplicas. Y, en silencio, contemplas su rostro, sus manos, sus
palabras...

Despedida

Momento de compartir

no
III. MATERIALES

Salmo Adaptación

El Señor es mi luz y mi salvación, Señor, en esta tarde de oración,


¿a quién temeré? este salmo me sorprende
El Señor es la defensa de mi vida, y destapa mi falta de fe.
¿quién me hará temblar? Tú sabes mis temores, Señor.
Tú conoces mis miedos.
2
Cuando me asaltan los malvados Mis temores y mis miedos
para devorar mi carne, son la clara señal de que
ellos, enemigos y adversarios, confío más en mí
tropiezan y caen. y en mis fuerzas que en ti.
3
Si un ejército acampa contra mí, Me veo asaltado
mi corazón no tiembla; por tantas cosas
si me declaran la guerra, que me desgarran por dentro,
me siento tranquilo. me quitan la paz,
me ponen nervioso...
4
Una cosa pido al Señor, Me digo que mi vida es mía
eso buscaré: y que yo tengo
habitar en la casa del Señor que hacer mi vida.
por los días de mi vida; En el fondo, hoy, Señor, descubro mi falta de fe.
gozar de la dulzura del Señor, Me creo capaz de todo,
contemplando su templo. me siento con fuerzas para todo,
me molesta ver que ya no tengo
5
É1 me protegerá en su tienda las fuerzas de antes.
el día del peligro; Todo es obra de mis manos.
me esconderá en lo escondido de su morada, Tú no estás en mi vida.
me alzará sobre la roca; Mi vida no es cosa tuya.
^y así levantaré la cabeza Es cosa mía.
sobre el enemigo que me cerca; Así no te disfruto, Señor.
en su tienda sacrificaré Así no te dejo ser protagonista de lo mío...
sacrificios de aclamación: Tú no puedes ser mi íntimo.
cantaré y tocaré para el Señor.
Señor, ¡que perezco!
Ayúdame a entender
que salgo ganando
teniéndote a ti como luz
y salvación.
Ayúdame a entender
que salgo ganando
teniéndote como defensa.

Señor, que me sienta habitado por ti,


hazme sentir y ser templo tuyo
para contemplarte
y para salir victorioso
de los enemigos que me cercan.

-33-
SALMO 31
Dichoso el que está absuelto de su culpa

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Tener en cuenta el tiempo litúrgico en que se ora para decorar el espacio que
sirve para la oración en consonancia con el sentido de Iglesia.
• Mantener siempre algunos elementos que den confianza y donde todos se pue-
dan reconocer, como en una sala de estar agradable.

Acogida de las personas


• Que nadie se sienta extraño al grupo que reza.

Ambientación
• Es un grupo de oración, no de reflexión de vida.
• Orar es dejarse hacer obras grandes por Dios en nuestro corazón.

-35-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Tiempo para relajarse, para situarse, para vaciarse de todo lo que nos ocupa y
ha ocupado en el día.

Invocación al Espíritu
• Personal o comunitaria.
Ven, Espíritu de Jesús.
Enséñanos a orar.

El texto: Salmo 31

Dichoso el que está absuelto de su culpa,


a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,


rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,


no te encubrí mi delito;
propuse: «confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique


en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,


me rodeas de cantos de liberación.

_1A_
—Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;


al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;


aclamadlo, los de corazón sincero.

Lectio
• Salmo penitencial, propio del tiempo de Cuaresma. La primera palabra del salmo
es dichoso, es decir, bienaventurado. Es dicha y bienaventuranza «estar absuelto
de la propia culpa», «que alguien te haya sepultado el pecado», «que el Señor no
te lo apunte» y lo borre de tu cuenta corriente... La dicha no es no tener pecado,
sino tener alguien que lo borre, que lo sepulte, que no te lo eche en cara...
• El pecado deja en silencio, como al margen, apartado. Y mientras estás apar-
tado, mientras no hablas y no pides perdón, mientras no tomas la situación tal
como es y la afrontas, mientras no dices tu verdad, algo por dentro te «consu-
me», te persigue y «ruge en tu interior»; nos quedamos sin savia, sin vida, sin
alegría que nos recorra por dentro cuando lo que nos habita es el pecado. La
mentira es como losa que pesa o como sombra que nos persigue donde vamos.
• El creyente que compuso este salmo tiene experiencia de no haber afrontado
la verdad en su vida, es decir, de ser pecador, y de lo que eso supone... ¡Qué
descansados nos quedamos cuando decimos lo que teníamos que decir! ¡Ne-
cesitamos aprender a relacionarnos con nuestros propios fallos!
• Remover la losa que nos aplasta es como una resurrección, como un retirar la losa
del sepulcro, el reconocimiento y la confesión del propio pecado sin auto-disculpas
y sin engaños. Todo cambia cuando aceptamos la propia verdad sin echar culpas
a otros. La crecida de las aguas no alcanzará al que vive en la verdad. Vivir en la
verdad es vivir en Dios. Vivir en la verdad es vivir en buen refugio, es vivir liberado.
• La segunda parte del salmo es más sapiencial. Dios habla y pone en su boca
consejos. Dios instruye, enseña, muestra camino de seguimiento, pone los ojos
en el leal. Dios alerta de que el camino del pecado es irracional, desbocado.
Dentro, cada uno tiene unos instintos que ha de domar, si no, te pueden y hacen
de ti lo que quieren. Pero eso mismo, el ser apresado por lo irracional, es fuente
de penas y de sufrimiento.
-37-
• Quien confía en la misericordia de Dios está bien rodeado, bien protegido... Sa-
berse rodeado por Dios y protegido es como para estar contento, alegrarse y
vivir aclamando a Dios.

Meditatio
• Recrea las imágenes literarias del texto: sepultado bajo el peso de tu «pecado»,
tus limitaciones, tus problemas, tus vacíos, tus ansias de más y quedarte en
menos... Siente que Dios no te apunta el delito, el pecado. Te mira en esa si-
tuación y «hace algo». Contempla qué se le ocurre a Dios hacerte...
• Pon realidad a frases del salmo: «Mi savia se me ha vuelto un fruto seco. La cre-
cida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. No seáis irracionales como caballo
y mulos... freno y brida...».

Oratio
• Reza: dichoso yo, N., porque Dios...
• Confieso que lejos de ti se pasa mal, Señor... Quiero estar siempre contigo.
• Instruyeme, Señor, para que siga el camino de la verdad...
• Haz que me sienta mirado con cariño por ti... Que goce al saber que pones los
ojos en mí...
• Enséñame a poner freno y brida a eso que tú sabes que me domina a nada que
me descuido...

Contemplatio
• Imagina la escena: sentirte en brazos de Jesús, de Dios... Acostarte y reclinar
la cabeza como un niño en su regazo. Ante el Señor siéntete pecador, necesi-
tado de él.

Despedida

Momento de compartir
• Me han servido para rezar estas expresiones..., me he detenido en...
• No he podido rezar estas frases:...
III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Dichoso el que está absuelto de su culpa, ¡Qué mal se pasa siendo pecador!
a quien le han sepultado su pecado; ¡Qué tristeza me invade!
dichoso el hombre a quien el Señor ¡Cómo duele el pecado!
no le apunta el delito. ¡Cómo me arruina la vida!
¡Cómo me atormenta no escuchar
Mientras callé se consumían mis huesos, palabras de perdón!
rugiendo todo el día, Y qué bonito, Señor,
porque día y noche tu mano cuando oigo y siento
pesaba sobre mí; que me llamas y me perdonas
mi savia se había vuelto un fruto seco. y no me apuntas para siempre
mi pecado.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito; Tú, Señor, eres un lujo para mí.
propuse: «confesaré al Señor mi culpa», Tú me rejuveneces
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. cuando me perdonas
y el perdón me llena de alegría
Por eso, que todo fiel te suplique y la vida se me vuelve primavera
en el momento de la desgracia: cuando siento que tu palabra
la crecida de las aguas caudalosas me riega hasta los huesos.
no lo alcanzará.
Contigo no temo.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, Contigo me siento feliz.
me rodeas de cantos de liberación. Contigo me siento a salvo:
nada me alcanza,
—Te instruiré y te enseñaré nada me ahoga.
el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos. Señor, reconozco
No seáis irracionales que en lo más íntimo de mí
como caballos y mulos, existen tendencias que me llevan
cuyo brío hay que domar a buscar lo que a ti no te gusta.
con freno y brida; A veces me llama
si no, no puedes acercarte. y me tira tanto el pecado
que no puedo dominarlo;
Los malvados sufren muchas penas; me domina,
al que confía en el Señor, me desboca
la misericordia lo rodea. y ando como caballo desbocado.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor; Ten misericordia de mí, Señor,


aclamadlo, los de corazón sincero. y cantaré tus alabanzas
y pregonaré que eres mi Dios y Señor.

-39-
SALMO 41
Deseo de Dios

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Decoración sencilla, pero confortable. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda
a poner el interior en orden y paz.

Acogida de las personas


• Siempre es importante la acogida.

Ambientación
• Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad
donde se ora.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Invitar al sosiego, a la paz, a la concentración.
• Dar tiempo para que los participantes respiren, se tranquilicen, se pongan en
actitud de orantes, sin ruidos interiores.

-41 -
Invocación al Espíritu
• Presentar la escena del publicano, que, al fondo del templo, se pone en postura
de penitente, de necesitado, de pobre.
• El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.

El texto: Salmo 41

Como busca la cien/a


corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene Sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día.
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?».
Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: «Roca mía,


¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?».

Se me rompen los huesos


por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?».

¿Por qué te acongojas, alma mía,


por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».

Lectio
• Imaginar al orante que ha compuesto esta oración o salmo por las cosas que
dice:
— Tiene sed de Dios..., ganas de estar con Él o donde Él está {templo). Después
de Jesús, sabemos que Dios está en todas partes, que no está sometido a
un espacio. El principal espacio de Dios es la persona humana.
— Se acuerda de momentos felices sintiendo a Dios... La ausencia de Dios le
llena de lágrimas...
— Se ve acosado y burlado por los de su entorno. A veces a los creyentes los
otros les llaman «tontos», «pasados de moda» y mil otras cosas... Se siente
arrollado por las cosas de la vida...
— Se da ánimos y razones para esperar...

Meditatio
• Este salmo también tiene actualidad hoy para el conjunto de creyentes y para
cada uno de nosotros. Las circunstancia son distintas, pero el fondo de senti-
mientos y de realidades vitales es el mismo.

-43-
• Nos preguntamos por las cosas que nos sugiere el salmo: cosas generales, lo
que no entendemos, lo que nos gusta del salmo...; detalles más particulares,
expresiones, palabras, evocaciones... ¿En qué este salmo conecta con mi vida,
aclara mi vida, redice mi vida de creyente?
• Interiorizamos las imágenes que llaman la atención; nos detenemos en los sen-
timientos que salen en el salmo.
• ¿Nos sentimos buscadores de Dios como sedientos, como la cierva que va a
las fuentes? Y así otras expresiones del salmo.

Oratio
• Hacemos una oración personal con palabras del salmo para identificarnos o pa-
ra ver que nuestra vida está al margen de la sed de Dios.
— Como busca la cierva corrientes de agua...
— Tengo sed de Dios o no la tengo y la pido.
— Las lágrimas de mi vida: quién las provoca, cómo las pongo en Dios...
¿Quién conoce tus secretos gritos?
— Recuerda los momentos «divinos» de tu vida cuando sentías a Dios cerquita,
importante... Que esos momentos te animen a otros momentos, a volver a
Dios, a sentir sed de Dios.
• Si en estos momentos sientes desconsuelo, ¿por qué te acongojas...?

Contemplatio
• Elige una escena de las muchas que el salmo propone; la que más te represente
en este momento (sediento, con lágrimas, con ganas de Dios, criticado por
otros, acongojado, añorando tiempos pasados...). Reconstruyela con paz, des-
pacio, sin prisas... Siéntete protagonista de la escena. Descubre a Dios que se
hace presente en ella. No digas nada. Situada en la escena, mira a Dios y, como
mucho, dile: gracias por hacerte presente en mi existencia. Y calla.

Despedida

Momento de compartir
III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Como busca la cierva Tengo sed de ti, Señor,


: : mentes de agua, aunque intente disimularlo
¿sí mi alma te busca o acallar la sed con otras cosas.
-- z. Dios mío; Tengo secreta sed de ti, Señor,
aunque me lo calle.
z-zr\e sed de Dios, En los momentos peores
ZÁ DiOS VÍVO: cuando me siento en soledad,
; cuándo entraré a ver cuando mi pan interior
=• rostro de Dios? es el vacío y la nada,
te recuerdo.
Las lágrimas son mi pan Recuerdo los momentos
noche y día, en los que tú eras algo en mi vida,
mientras todo el día me repiten: en los que vivía con sencillez.
•¿Dónde está tu Dios?». Me he complicado la vida
con tantas cosas que pasan
Recuerdo otros tiempos, y no dejan alegría en mí.
y desahogo mi alma conmigo: Cuando me pregunta por mi pena
cómo marchaba a la cabeza del grupo, y mi soledad vacía
hacia la casa de Dios, me acuerdo de ti,
entre cantos de júbilo y alabanza, y me digo
en el bullicio de la fiesta. que la alegría descansa en ti.
¡Pasa todo y dura tan poco!
¿Por qué te acongojas, alma mía, ¡Sólo tú eres el poso de mi vida!
por qué te me turbas? ¡Sólo el que me da consistencia!
Espera en Dios que volverás a alabarlo: En secreto envidio
«Salud de mi rostro, Dios mío». a los que creen en ti,
a los que se apoyan en ti,
Cuando mi alma se acongoja, a los que viven de ti.
te recuerdo Sé misericordioso conmigo.
desde el Jordán y el Hermón Devuélveme la alegría
y el Monte Menor. para que pueda unir mi vida
a los que se alegran contigo.
Una sima grita a otra sima Señor, que sin ti no soy nada.
con voz de cascadas: Señor, que sin ti todo es pesado.
tus torrentes y tus olas Señor, que sin ti no descanso.
me han arrollado. Señor, que sin ti las lágrimas
son mi pan cada día.
De día el Señor Señor, que sin ti el agua
me hará misericordia, me arrastra,
de noche cantaré la alabanza la vida me lleva sin dirección.
del Dios de mi vida. Señor, confío en ti.
Señor, espero en ti.
Zzré a Dios: «Roca mía, Señor, tú volverás a ser mi salud
¿por qué me olvidas? y mi salvación,
¿Por qué voy andando, sombrío, mi alegría y mi dicha,
hostigado por mi enemigo?». mi consuelo y mi fortaleza.
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?».

¿Por qué te acongojas, alma mía,


por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».

-46-
"i"
SALMO 48
Vanidad de vanidades

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia
de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en
orden y paz.

Acogida de las personas


• Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sen-
tirnos acogidos por Dios.

Ambientacíón
• Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad
donde se ora.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Invitar al sosiego, a la paz, a concentrarse, a dejar a un lado todo lo que tene-
mos encima.
-47-
• Dar tiempo para que los participantes respiren, se tranquilicen, se pongan en
actitud de orantes, sin ruidos interiores.

Invocación al Espíritu
• Presentar la escena del publicano, que al fondo del templo se pone en postura
de penitente, de necesitado, de pobre.
• El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.

El texto: Salmo 48

Oíd esto, todas las naciones;


escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles,ricosy pobres;

mi boca hablará sabiamente,


y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,


cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida,


que nunca les bastará para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,


lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdurará en la opulencia,


sino que perece como los animales.

-48-
Este es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,


me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre


y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba:


«Ponderan lo que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente


es como un animal que perece.

Lectío

• El título del salmo en la Liturgia de las Horas es: «Vanidad de las riquezas». Esto
ya nos orienta para rezarlo. Se trata de una oración que nace de la reflexión sa-
piencial, es decir, de la sabiduría acumulada por los creyentes en Yahvé de lo
que es la vida, de lo que duran los aplausos, las alabanzas...
• Comienza con una invitación a que escuchen «la sabiduría» todos: naciones,
habitantes del orbe, plebeyos y nobles, ricos y pobres. Se trata de algo que
concierne a todos. Aprender de la vida es una tarea que convoca a todos; y
todos vamos aprendiendo a sentirnos confiados, desconfiados, engañados,
amados, olvidados, necesitados... Para atraer más la atención, se anuncia que
las «reflexiones serán sabias, que se hablará con sensatez».
• El salmista se enfrenta al problema del más allá: después de la muerte, ¿qué?
Y este problema lo afronta comparando dos estilos de vida: la gente sencilla y

-49-
buena, los arrogantes y ricos. ¿Cuál es el destino de unos y de otros? ¿Tiene
ventaja al final ser rico sobre ser pobre?
• Los malvados, si pudieran, darían lo que fuera en rescate de la propia vida, es
decir, para no morir y seguir pasándolo bien. Están tan bien aquí que no saldrían
de la vida y darían su fortuna por seguir viviendo. Pero nadie puede salvarse.
Por mucho que acumularas, no tendrías oro suficiente para pagar el vivir eter-
namente aquí. Mueren todos. Es dato de observación. Dejan sus riquezas a ex-
traños. No importa lo importante que hayas sido... Perecemos como perecen
los animales. En esto, no los superamos, somos igualitos. ¿Te has paseado al-
guna vez por un cementerio y contemplado esos mausoleos envejecidos que
guardan personajes que acabaron?
• ¿Cómo vivir sin pensar que tienes que morir? ¿Cómo hacerte ilusiones durade-
ras si nadie perdura?
• Una vez hecha la reflexión, basada en la observación sobre los vivos, se pre-
sentan dos caminos o modos de vida:
— El camino de los satisfechos, de los que viven agarrados a lo suyo: «Son un
rebaño para el abismo». No se llevan nada, tienen que dejar aquí el fasto, to-
do aquello de lo que presumía; no verán más la luz; son como animales.
— El camino de los que confían en el Señor. Es un camino distinto: Dios salva,
saca del abismo, lleva consigo. Dios es compañía.

Meditatio
• Nos fijamos en las imágenes literarias del salmo en las que nos podemos ver y
además contemplar nuestra realidad actual. Habla de días aciagos, el sepulcro es
su casa de edad en edad, el hombre no perdura en la opulencia, los satisfechos
son un rebaño para el abismo. Todas estas expresiones nos sitúan ante un espejo
en el que nos miramos. Claro, estas expresiones son un poco relativas: mientras
unos no tienen dinero para comprar leche y dan a sus hijos una manzanilla caliente
de desayuno o Cola-Cao con agua, otros protestan porque no se compran pro-
ductos de marca o porque la mamá un día compró yogures genéricos... De ahí
que el salmista diga: «El hombre rico e inconsciente es como un animal que pere-
ce». ¿Cómo te sitúas y ayudas a situar a los que viven contigo ante las riquezas?
• También está la otra perspectiva: Dios saca de las garras del abismo. Imagina
la escena: Dios me salva, me saca de las garras del abismo (¿qué abismo?,
¿qué me atrapa?, ¿qué te da un miedo horroroso?), me lleva consigo... Siéntete
llevado por Dios (¿dónde?, ¿hacia qué?), Dios nos lleva hacia lo mejor que sen-
timos en el corazón.
• Ante el Señor, siéntete pobre. Analiza a qué te agarras; cuáles son tus cimientos.

-50-
Oratío
• Pídele a Dios que te dé luz para ser sensato y sabio... Ser sensato y sabio es
comprender que nada de lo que tienes te salvará, que nada de lo que tienes te
lo llevarás puesto, que tus días terminarán...
• Señor, hazme una persona sensata, capaz de reflexionar sobre la vida...
• Señor, tú me salvas: cuando caigo en la cuenta..., cuando escucho..., cuando
me dicen..., cuando me ayudan a reflexionar..., cuando...
• Señor, tú me sacas de las garras del Abismo...
• Haz que me sienta mirado con cariño por ti... Que goce al saber que pones los
ojos en mí...

Contemplado

• Imagina una escena a partir de estas palabras del salmo: Dios me salva. Sitúate
en una situación en la que necesites salvación. La palabra salvación significa li-
beración, propuesta de perspectiva de vida con horizonte, con futuro que no
acaba con un «triunfar en la vida», sino con un «salvar la vida más allá de aquí
y de lo de ahora». La salvación no es solución de un problemilla, de una dificul-
tad... No. La salvación es «solución total a mi manera de situarme y enfocarme
en la vida que lleva más allá de la muerte». Así que al elegir la escena, tienes
que elegir algo que te sea vital... Detente en situarte bien..., con todos tus sen-
timientos a flor de piel. Cuando ya hayas construido la escena, contempla a
Dios como salvador... que llega a tu vida.

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Oíd esto, todas las naciones; Como discípulos difíciles


escuchadlo, habitantes del orbe: aprendemos mal las lecciones de la vida.
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

-51 -
mi boca hablará sabiamente, Se nos llena el corazón de ganas de gozar
y serán muy sensatas mis reflexiones; y se nos olvida
prestaré oído al proverbio que todo tiene su límite,
y propondré mi problema al son de la cítara. que hay cosas que acaban,
que «lo bueno dura poco».
¿Por qué habré de temer los días aciagos, Pero vivimos como si durara siempre.
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia ¡Qué bien nos agarramos a lo nuestro!
y se jactan de sus inmensas riquezas, ¡Qué afán de lo nuestro tenemos!
si nadie puede salvarse Guardamos todo
ni dar a Dios un rescate? y nos hacemos museos en el corazón
con ganas de eternidad...
Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará para vivir perpetuamente Enséñanos, Señor, la sabiduría
sin bajar a la fosa. de los sabios y prudentes.
Mueren los sabios
Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes.
lo mismo que perecen los ignorantes y necios, Mueren los pobres
y legan susriquezasa extraños. y los ricos tienen que dejar aquí sus riquezas.

El sepulcro es su morada perpetua ¡Qué importa lo que fuiste!


y su casa de edad en edad, ¡Qué importa el renombre...!
aunque hayan dado nombre a países. ¡Qué importa lo que acaba un día...!

El hombre no perdurará en la opulencia, Si no aprendemos la lección


sino que perece como los animales. somos como un rebaño para el Abismo.

Este es el camino de los confiados, Sólo los que esperan en el Señor


el destino de los hombres satisfechos: son del Señor.
son un rebaño para el abismo, El Señor los salva.
la muerte es su pastor, El Señor los saca del Abismo.
y bajan derechos a la tumba; El Señor los hace grandes.
se desvanece su figura, El Señor los lleva consigo.
y el abismo es su casa.
No envidies nada ni a nadie.
Pero a mí, Dios me salva, Todo acaba,
me saca de las garras del abismo nada de aquí vale más allá de aquí...
y me lleva consigo.
Te llevas sólo lo que es el corazón,
No te preocupes si se enriquece un hombre lo que el corazón tiene dentro.
y aumenta el fasto de su casa: Todo lo demás perece.
cuando muera, no se llevará nada, No te sirve.
su fasto no bajará con él. No te salva.

Aunque en vida se felicitaba: Confía en el Señor, sé cuerdo:


«Ponderan lo que lo pasas», no confíes en tus riquezas.
irá a reunirse con sus antepasados, Nadie puede salvarse.
que no verán nunca la luz. Nadie puede comprar días
a sus días.
El hombre rico e inconsciente Sólo Dios salva.
es como un animal que perece. Sólo Dios es nuestro refugio y fortaleza.
Esta es la Sabiduría.

-52-
IHHK

SALMO 61
Sólo en Dios descansa mi alma

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia
de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en
orden y paz.

Acogida de las personas


• Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sen-
tirnos acogidos por Dios.

Ambientación
• Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad
donde se ora.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Crear clima de paz con un poco de música suave, con una breve relajación, con
una respiración pausada y profunda.

-53-
• Dar tiempo para que los participantes entren en otra atmósfera de quietud y de
acogida íntima sin ruidos interiores.

Invocación al Espíritu
• Recordar las palabras del Señor: Cuando oréis, entra en el secreto de ti mismo.
• El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.

El texto: Salmo 61

Sólo en Dios descansa mi alma,


porque de Él viene mi salvación;
sólo Él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre


todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,


y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,


porque Él es mi esperanza;
sólo Él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,


Él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en Él,


desahogad ante Él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son más que un soplo,


los nobles son apariencia:

-54-
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,


y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder


y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras».

Lectío
• Este salmo es la oración de un creyente que se encuentra solo, no cuenta con
nadie, no tiene apoyos, «está más solo que la una» sería la expresión vulgar que
mejor refleja la situación de su existencia. Es posible que haya tenido amigos y
eso le hace añorar un pasado de relaciones. Pero ahora la realidad se impone.
No tiene nada, no tiene a nadie. Y ha aprendido la lección: «Sólo en Dios des-
cansa mi alma».
• Una primera parte del salmo se centra más en lo que el creyente ve que hacen
contra él. La segunda parte del salmo refleja cómo el creyente vive y sale de
esa situación reconociendo la acción de Dios y confesando cuál es su fuerza
en la debilidad.
• Descansar en Dios es salvación, es firmeza (roca, consistencia), lugar seguro
(alcázar). Descansar en el Señor es tener seguridad y salvación. Desde esta se-
guridad, el creyente que descansa en el Señor ve lo que pasa y lo ve con paz:
— Las arremetidas de todos contra él para tirarle, como se arremete y se suman
fuerzas para tirar una pared, una tapia, mover un mueble...
— Las maquinaciones de la gente para derribarle de su sitio... Todo, a su lado,
es juego sucio, acoso, mentiras, farsa, buenas palabras que no tienen bue-
nos hechos...
— Pero «no pasa nada» para quien descansa en el Señor: roca, alcázar, salva-
ción, esperanza... Dios es Dios de vida. Dios es Dios de futuro. No pasa nada
pase lo que pase, cuando el punto de apoyo es el Señor.

-55-
Meditatio
• Seguro que hay situaciones vitales tuyas que están reflejadas en este salmo.
Quizá tienes experiencia de gente que te acosa, que habla mal de ti, que te falla,
que dice palabras bonitas, pero en el fondo, por detrás, o te traiciona o te pone
«verde» o te la juega...
• ¿Cómo reaccionas ante estas personas? ¿A quién te agarras? El salmista lo tie-
ne claro: Descansa sólo en Dios, alma mía... sólo Él es mi roca y salvación.
• Otra razón que se da el creyente bíblico es que tiene muy claro que los hombres
no son más que un soplo. El descanso del creyente es Dios. Y Dios paga a cada
uno según sus obras. Por eso invita a todos a: confiar en Dios, a desahogar en
Él el corazón, pues no merece la pena torcer el corazón a la mentira, al robo.
Todo lo que no sea Dios, por mucho que sea, es siempre poco, nada, caduco.

Oratio
• Haz una oración desde la comprensión de lo poco que es el hombre, por muy
fuerte que parezca.
• Ahora tienes tiempo para rezar:
— Sólo en Dios descansa mi alma porque lo estás viviendo o porque estás ex-
perimentando que por no descansar sólo en Dios estás angustiada... Por
querer llevar solos nuestra vida sin dar a Dios participación de ella... nos an-
gustiamos y la vivimos «en un sin vivir».
— Trae a tu oración a los que «empujan tu vida para desequilibrarte: situacio-
nes, personas, acontecimientos... Tómalos en las manos y ponlos hoy en
las manos y en el corazón de Dios...

Contemplatio
• Imagina una escena en la que estés sentada al lado de Jesús. Busca una pos-
tura de intimidad, mírale a los ojos, pon tus manos en sus manos y dile con toda
tu alma: Tú eres mi salvación, mi roca, mi refugio, mi abogado... No se lo digas
una vez, dilo muchas, como cuando dices cosas importantes a quien quieres
de verdad.

Despedida

Momento de compartir

-56-
III. MATERIALES

Salmo Adaptación
Sólo en Dios descansa mi alma, Señor, me he quedado solo,
porque de Él viene mi salvación; nada ni nadie son mi roca,
sólo Él es mi roca y mi salvación, nada ni nadie llena del todo mi corazón,
mi alcázar: no vacilaré. nada ni nadie me da seguridad,
esa que yo ansio en el fondo de mí mismo.
¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre Siempre hay un vacío que nadie llena
todos juntos, para derribarlo si tú no lo llenas.
como a una pared que cede Señor, voy aprendiendo día a día:
o a una tapia ruinosa? Tú eres mi descanso.
Tú eres mi salvación.
Sólo piensan en derribarme de mi altura, Tú eres mi roca.
y se complacen en la mentira: Tú eres el que disipas mis vacilaciones.
con la boca bendicen, Mi vida está sacudida por todas partes:
con el corazón maldicen. me sacuden los míos,
me sacude la vida,
Descansa sólo en Dios, alma mía, me sacuden los acontecimientos.
porque Él es mi esperanza; A mi lado hay oleaje.
sólo Él es mi roca y mi salvación, Sonrío y aparento tranquilidad,
mi alcázar: no vacilaré. pero por dentro la agitación sigue,
se me escapan los puntos de apoyo.
De Dios viene mi salvación y mi gloria, Nadie me apoya tanto
Él es mi roca firme, que su apoyo me valga del todo.
Dios es mi refugio. ¿Dónde descansaré si no descanso en ti?
Hay cercanías de gente
Pueblo suyo, confiad en Él, que son interesadas
desahogad ante Él vuestro corazón, o de ocasión o de conveniencia...
que Dios es nuestro refugio. ¡¡Qué frágil es todo!!
Y los que de verdad me apoyan
Los hombres no son más que un soplo, no pueden apoyarme del todo.
los nobles son apariencia: Mi vida o descansa en ti
todos juntos en la balanza subirían o no descansa.
más leves que un soplo. Ningunas manos pueden
entrar tan dentro de mí
No confiéis en la opresión, que sean mi consistencia, Señor.
no pongáis ilusiones en el robo; Sólo tú eres mi Dios
y aunque crezcan vuestras riquezas, Sólo en ti descanso.
no les deis el corazón. Sólo en ti me refugio.
Sólo tú puedes ser mi sosiego, mi paz.
Dios ha dicho una cosa, Sólo tú, Señor,
y dos cosas que he escuchado: me puedes salvar...
Los otros me ayudan en lo que pueden.
«Que Dios tiene el poder Tú me salvas en lo más íntimo,
y el Señor tiene la gracia; desde lo más íntimo de mí.
que tú pagas a cada uno Sólo confío en el Señor.
según sus obras». Él es mi roca firme.
Dios es mi refugio.
Dios es mi esperanza que no defrauda.

-57-
SALMO 62,2-9
El alma sedienta de Dios

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia
de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en
orden y paz.

Acogida de las personas


• Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sen-
tirnos acogidos por Dios.

Ambientación
• Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad
donde se ora.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Crear clima de paz con un poco de música suave, con una breve relajación, con
una respiración pausada y profunda.
-59-
• Dar tiempo para que los participantes entren en otra atmósfera de quietud y de
acogida íntima sin ruidos interiores.

Invocación al Espíritu
• Recordar las palabras del Señor: Cuando oréis, entra en el secreto de ti mismo.
• El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.

El texto: Salmo 62,2-9

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,


mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Lectio

• Este salmo es recitado todos los domingos y fiestas en la Hora de Laudes. El


dato indica la importancia del salmo, su tono mañanero y su contenido: alaban-
za, ganas de Dios, bendición... Es un salmo lleno de imágenes. El creyente que
lo compuso, ya sea una persona o una comunidad o ambas realidades a la vez,
siente necesidad de decir su fe en Dios con imágenes muy realistas.

-60-
• Parece un orante que tiene experiencia de ausencia de Dios y de ganas de vol-
ver a vibrar con Él. La ausencia del Dios deseado produce más anhelo de Dios:
sed, sentido de su vida, de iniciar la jornada con él... El anhelo no es algo iluso-
rio, sino que se alimenta de recuerdos bonitos de atrás, por experiencias posi-
tivas. Llega a considerar que el encuentro con Dios vale más que la propia vida.
El sentido de vivir es Dios. Vivir por vivir, sin Dios, no tiene sentido para este
orante.
• Toda la vida y toda la jomada es un suspiro por Dios: comienza el orante ma-
drugando por Dios y en el lecho se acuerda de Él y vela y medita... y así se sien-
te unido... Sin Dios, es estar sin sentido...
• El salmo habla de los deseos, de ese mundo secreto de nuestros deseos... «Re-
correr el camino de oración es recorrer el camino de los propios deseos; pero no
podemos confundir deseos con necesidades. Cuando nos movemos desde ahí,
y buscamos en Dios la satisfacción de esa necesidad, identificamos su causa con
la nuestra, le reducimos a nuestro tamaño y queremos que la oración nos dé res-
puestas tranquilizadoras» (D. Aleixandre, Los salmos, un libro para orar).

Meditatio
• Estamos ante un salmo cargado de significado también para los hombres y mu-
jeres de hoy; el corazón humano ha variado menos que las circunstancias don-
de el corazón tiene que vivir en la sociedad actual.
• Imagina o descubre o métete en la piel del orante que ha compuesto el salmo
y recórrelo de nuevo con él. Le puedes preguntar qué significan expresiones o
imágenes que utiliza en el salmo para decir su «verdad» de anhelo de Dios. Te
puedes comparar con él. Tú tienes experiencia de estar con personas que te
encandilan porque dicen cosas que viven y que tú no vives, pero te gustaría vi-
vir. Si haces este ejercicio, no te eches para atrás ni te acomplejes, ni digas que
tú no puedes vivir eso que él vivió. Únicamente constata que aún eso no te es
posible, no se te ha dado. Pero no se te ha negado, más bien, todo lo contrario.
• Expresiones del salmo que «traducimos» a nuestra realidad: Buscara Dios, ma-
drugar por Dios es... Dice Orígenes: «Madruga por Dios todo el que rechaza las
obras de las tinieblas».

Oratio
• Elige alguna expresión del salmo: Mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene an-
sia de ti; soy tierra agostada, reseca...

-61 -
• Recuerda y reza a partir de los momentos bonitos de tu vida de creyente: la pri-
mera comunión, una convivencia, la muerte de un ser querido, un día de silencio...
• Pon delante del Señor tu sed o tu aridez, tus ganas de Dios o tu indiferencia...

Contemplado

• Imagina que sacas tu corazón y lo pones sobre una mesa y lo contemplas y


analizas detalladamente. Vas descubriendo todo lo que le habita: nombres, per-
sonas, acontecimientos, dolores, fracasos, ansias, ilusiones, desengaños, mie-
dos, fuerzas para luchar... Estás haciendo ese recorrido por tu corazón, con
mucha paz y detenimiento. De pronto, se te presenta Jesús y te dice: «¿Y yo
dónde estoy, dónde me tienes?». Si posees palabras, habla. Pero mejor es que
calles y que le mires y te dejes mirar...

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, Tú eres mi Dios.


mi alma está sedienta de ti; Estás tan dentro de mí
mi carne tiene ansia de ti, que rebosas,
como tierra reseca, agostada, sin agua. que me vienes en todo momento.
Al levantarme, me acuerdo de ti
¡Cómo te contemplaba en el santuario y te deseo
viendo tu fuerza y tu gloria! y deseo verte, estar contigo,
Tu gracia vale más que la vida, disfrutar de tu presencia, de tu cercanía...
te alabarán mis labios. Eso ya me basta.
Tu recuerdo moviliza todo mi ser
Toda mi vida te bendeciré y sin ti siento que algo me falta,
y alzaré las manos invocándote. que mi vida no se riega
Me saciaré como de enjundia y por eso se resquebraja.
y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. Recuerdo. Señor, momentos bonitos.
Sólo pensar en ti.
En el lecho me acuerdo de ti sólo pensar que te iba a encontrar
y velando medito en ti, me hacía saltar de alegría.
porque fuiste mi auxilio, Tu presencia era para mí
y a la sombra de tus alas canto con júbilo; fuerza, alegría, optimismo
mi alma está unida a ti, soplo de vida, aire fresco
y tu diestra me sostiene. y ganas de vivir.

-62-
Tú me dabas ganas de vivir.
Sí, recuerdo aquellos días en que tú
me llenabas de vida
y de ganas de vivir...
Y eso es lo que me ayuda a vivir
y a volver a ti, Dios mío.
Por eso te añoro, tengo sed de ti.

Por eso estás tan clavado dentro de mí,


que no te olvidaré jamás.
Siempre serás algo mío, muy mío.
Te bendeciré,
te recordaré,
te guardaré dentro de mi corazón
y de sólo pensar en ti,
viviré...
Tu nombre me alimenta
más que los alimentos.
Tu nombre me inspira cantos y palabras
bendición.

Al terminar la jornada,
en el silencio nocturno,
¡¡no sabes cómo te recuerdo!!
Tu recuerdo es para mí
como sombra que me cubre
y me llena de júbilo
y de paz.
Me siento unido a ti.
Tu diestra me sostiene.
Sólo pensar que estás
ya me da consistencia
y razón para vivir.
k% tí

SALMO 64
Solemne acción de gracias

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia
de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en
orden y paz.

Acogida de las personas


• Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sen-
tirnos acogidos por Dios.

Ambientación
• Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad
donde se ora.

-65-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Crear clima de paz con un poco de música suave, con una breve relajación, con
una respiración pausada y profunda.
• Dar tiempo para que los participantes entren en otra atmósfera de quietud y de
acogida íntima sin ruidos interiores.

Invocación al Espíritu
• Recordar las palabras del Señor: Cuando oréis, entra en el secreto de ti mismo.
• El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.

El texto: Salmo 64

Oh Dios, tú mereces un himno en Sión,


y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.

A ti acude todo mortal


a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.

Dichoso el que tú eliges y acercas


para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.

Con portentos de justicia nos respondes,


Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;

Tú que afianzas los montes con tu fuerza.


ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,

-66-
el estruendo de las olas
V el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.

Tú cuidas la tierra, la riegas


y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;

riegas los surcos,


igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;

rezuman los pastos del páramo,


y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.

Lectio
• Comienza el salmo con tono festivo porque es una gran acción de gracias a
Dios. El salmista se nota que ha tenido una experiencia de Dios tan fuerte que
sólo sabe decir: Tú mereces un himno en Sión (Sión era el monte donde Dios
habitaba, donde se construyó el templo, la casa de Dios, el lugar de la presencia
de Dios), es decir, tú mereces todo, tú mereces un himno de alabanza en el lugar
más sagrado, más bonito, más tuyo; todo lo que haga por ti es poco; tú mereces
un himno en Sión, en Sión sólo se te puede dar gracias a ti porque es «tu lugar».
• Haber tenido experiencia de Dios le lleva al creyente a reconocer:
— Que Dios es aquel a quien se acude por causa de los pecados; y se va a él
porque escucha y perdona. Sin ser perdonados, viviríamos abrumados.
— Que la cercanía de Dios sacia, deja sin otras apetencias, Dios alimenta más
que nada, más que nadie...
— Que Dios es justicia.

-67-
— Que Dios es cimiento de todo: afianzas los montes con tu fuerza, puede a la
fuerza de las olas y al tumulto de los pueblos.
— Que Dios hace signos que sobrecogen. A la puerta de la aurora (amanecer)
y a la puerta del ocaso (atardecer), gracias a Dios, se llenan de belleza, de
alegría. El signo de belleza de un amanecer o de un atardecer es destello
de Dios.
— Que Dios cuida la tierra..., que la acequia de Dios tiene siempre agua aunque
haya sequía. Dios no tiene sequía. Yo me puedo quedar sin «fuelle», sin
«agua», reseco... pero Dios siempre tiene agua, lozanía, vida, chispa... Dios
no se agota.
— Que Dios es fuerza de vida, de juventud, de potencia: la lluvia, los brotes, los
pastos... todo aclama y canta la grandeza de Dios... Mirar la naturaleza es
como mirar la fuerza de Dios creador... recreador de todo.

Meditatio
• Mira a ver si tú puedes hoy cantar: Oh, Dios, tú mereces un himno. ¿Tienes he-
chos para entonar un himno de acción de gracias a Dios? ¿Tienes experiencia
de Dios? Mira a ver si dentro de tu corazón hay palabras para cantar como el
salmista canta... Mira a ver si tus ojos han «palpado a Dios» en la naturaleza, si
están llenos de Dios, si tus ojos ven a Dios en todo... Cuando los ojos están lle-
nos de Dios se ve vida en todas las partes..., la acequia de Dios va llena..., re-
zuman los pastos del páramo...
• Observa tu existencia: ¿te sientes cuidada por Dios o elegida por Dios para es-
tar en sus atrios, en su presencia...? Siéntete afianzada en Dios, que Dios sea
tu cimiento. Descubre qué es lo que te «descentra», lo que te deja «inconsis-
tente», lo que te zarandea como una hoja, lo que te saca de tus casillas...
¿Cuándo y cómo es Dios tu fuerza y tu poder...?
• Siéntete acudiendo a Dios a causa de tus culpas, buscando perdón para no
vivir abrumado...

Oratio
• Pide a Dios:
— Un lugar en su presencia para saciarte de Él.
— El don de una experiencia de Dios que sea fuente y referencia en tu vida de
creyente.
— Su fuerza para afrontar las tormentas de la vida con paz, sin dejarte bambolear...
-68-
• Pide que no te separe nada de Dios.
• Pide que te riegue la vida, que seas fecunda en vida y en frutos...
• Pide a Dios que la acequia de tu alegría, de tu amor, de tu... no se seque, vaya
siempre llena de agua... que mana de Él...

Contemplado

• Imagina que un día, el que tú quieras, mientras estás en tu hogar, haciendo la


limpieza, sólita, Jesús llama a tu puerta, le abres, entra. No te dice nada, sólo
con los dedos te hace una señal para que le acompañes. Te arreglas mínima-
mente y te vas con Él. Te lleva de la mano. No habla. Camina. Te dejas llevar.
No sé dónde te lleva: ¿una iglesia, un parque, la orilla del mar, la montaña, un
paisaje bonito, una fuente...? Cuando ya estáis allí sólo te dice esto: Dichoso
el que yo elijo para que esté a mi lado, en mi ámbito; se saciará de todo lo que
yo llevo como don de mi Padre: paz, alegría interna... Después de estas pala-
bras ya no dice nada. Comienza una escena de silencio. Lo importante es lo
que tu corazón viva y sienta. Date tiempo.

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, Oh Dios, me quedo sin palabras.


y a ti se te cumplen los votos, ¡Qué grande eres!
porque tú escuchas las súplicas. Tú lo mereces todo.
Sin ti no soy nada.
A ti acude todo mortal Cuando mi alma te siente cerca,
a causa de sus culpas; cuando me dejo llenar de tu presencia
nuestros delitos nos abruman, todo cambia:
pero tú los perdonas. mi vida se llena de alegría.
¡Oh Dios, qué grande eres!
Dichoso el que tú eliges y acercas Lo tuyo me sacia, me llena;
para que viva en tus atrios: todo lo demás me deja vacío.

-69-
que nos saciemos de los bienes de tu casa, Me siento dichoso en tu presencia.
de los dones sagrados de tu templo. Tu vida contagia mi vida
y la llena de fuerza.
Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro; Me pongo a mirar
tú, esperanza del confín de la tierra y todo es digno de admiración.
y del océano remoto; Nada de lo que existe es pequeño
porque es obra tuya.
Tú que afianzas los montes con tu fuerza, En ti se apoya cuanto existe.
ceñido de poder; ¡Oh Dios, qué grande eres!
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas Señor, tú eres mi sólido cimiento.
y el tumulto de los pueblos. En ti me siento seguro.
Con los pies en tu roca,
Los habitantes del extremo del orbe me pase lo que me pase,
se sobrecogen ante tus signos, yo sé que no me pasará nada.
y las puertas de la aurora y del ocaso Tú eres mi Señor.
las llenas de júbilo.
Señor, tú eres la fuente
Tú cuidas la tierra, la riegas de donde brota el agua queriegami vida.
y la enriqueces sin medida; Muchas veces me siento agotado,
la acequia de Dios va llena de agua, invadido por la sed
preparas los trigales; que produce el camino,
pero tú siempre tienes agua
riegas los surcos, para mis sequedades.
igualas los terrones, Me haces reverdecer,
tu llovizna los deja mullidos, tú haces que germinen en mí
bendices sus brotes; todas las semillas
coronas el año con tus bienes, que me regalaste al nacer.
tus carriles rezuman abundancia;
¡Oh Dios, todo rezuma perfume tuyo!
rezuman los pastos del páramo, Has dejado huella de tu paso
y las colinas se orlan de alegría; en todo lo que contemplo
las praderas se cubren de rebaños, y todo me habla de tí,
y los valles se visten de mieses, todo rezuma vida de Dios.
que aclaman y cantan. ¡Oh Dios, qué grande eres!

-70-
Sitfr

SALMO 76
Añoranza del Señor y de su acción salvadora

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Un espacio donde estemos bien. Como preparamos los espacios en la vida or-
dinaria: comedor, etc.

Acogida de las personas


• Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la ora-
ción en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.

Ambientación
• Estar aquí para rezar ya es un don. Nos sentimos fermento en medio de nuestra
realidad humana. Todo sigue su curso y nosotros aquí haciendo un paréntesis
para que después, la colaboración nuestra al caudal que lleva la vida a nuestro
lado, esté impregnada de los susurros de Dios.
• Los hechos de la vida que nos son más cercanos.

-71 -
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad.

Invocación al Espíritu
• Dar oportunidad a la petición de ayuda personal. Después, también, a la comu-
nitaria. Sin la ayuda del Señor, nuestros intentos no son nada.

El texto: Salmo 76

Alzo mi voz a Dios gritando,


alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío;


de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehusa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos,


y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

«¿Es que el Señor nos rechaza para siempre


y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad.
o la cólera cierra sus entrañas?».

Y me digo: «¡Qué pena la mía!


¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!».
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,

-72-
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:


¿Qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, oh Dios, haciendo maravillas,


mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, oh Dios,


te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas,


retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el estruendo de tu trueno,


los relámpagos deslumhraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas,


un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

Mientras guiabas a tu pueblo,


como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.

Lectio
• La primera parte (las dos estrofas primeras) describe una situación de angustia
desde la que se parte para orar. El orante atraviesa una situación crítica de
desolación y abandono. En esa realidad, como creyente, «alza la voz», «grita»,
«quiere ser escuchado». La comparación entre el recuerdo de Dios y lo que está
palpando o viviendo ahora, le lleva a gemir y a desfallecer. ¿Cómo es posible
que Dios permita todo esto? ¿Cómo encajar esto en la vida de un creyente?
• Recuerda otros tiempos de presencia de Dios en su vida y se pregunta si Dios
ya no está con él y con su pueblo, si se ha agotado su misericordia, si se ha ol-

-73-
vidado de nosotros... Hay algo incomprensible en su vida de relación con Dic;
Se inscribe el creyente del salmo en esa lista de creyentes a quienes nos cuesta
constatar que Dios unas veces nos es muy cercano y, otras, lejano. Es la expe-
riencia de quienes salieron de Egipto contentos y después, en el desierto, sien-
ten a Dios ausente... Es la experiencia humana de tiempos de «luna de miel» y
de tiempos de «duro soportar o entender al otro».
• El tiempo recio, oscuro, duro... es un tiempo de preguntas. El creyente se cues-
tiona para ir más allá, para purificar su imagen de Dios. No podemos vivir con
una idea o fotografía fija de Dios. La relación con el otro y con Dios no lleva a
cambiar, a descubrir novedades en el otro, a no ¡nfantilizarnos en un momento,
porque nos perdemos riqueza. El otro tiene sorpresas que no conocemos y se
descubren en el camino, a veces, de desierto.
• Termina sometiéndose a los caminos de Dios que no son nuestros caminos.
Pase lo que pase, Dios está presente y no hay otros dioses más grandes. ¿La
razón? Los prodigios que realizó cuando nos sacó de Egipto. Si Dios fue capaz
de aquello, Dios será capaz de todo.

Meditatio
• Hay una primera aproximación al salmo que consiste en preguntarte cuáles son
tus sintonías con el salmista, con el orante. ¿En qué expresiones puedes decir:
Esto es lo que a mime pasa; esto es lo que yo vivo; me identifico con estas pa-
labras que salen de la boca del salmista?
• La primera parte del salmo es la oración como grito, como gemido, como des-
fallecimiento. Como gritan los niños desconsolados para llamar a sus padres.
• La segunda parte del salmo es la descripción de acontecimientos de presencia
y acción de Dios como el paso del Mar Rojo con un Dios que domina todo, hace
maravillas, tiene poder ante el mar, las nubes, la tormenta... Todo lo que el
hombre no puede dominar, lo domina Dios. ¿Por qué ahora Dios parece dormir
o estar inactivo?
• Es importante el final: el creyente no entiende, pero sigue creyendo. Una pos-
tura creyente es permanecer creyendo sobre todo cuando no se explica uno
las cosas. Los caminos de Dios son santos porque Dios es grande. El creyente
se apoya en el pasado de las obras del Señor para comprender el presente y
lanzarse al futuro.

-74-
Oratio
• En mi angustia te busco: presenta tus angustias de hoy.
• Alzo mi voz a dios gritando: esto es lo que hoy grito a Dios.
• Repaso los días antiguos, recuerdo tus portentos: doy gracias por todo lo que
veo como intervención de Dios en mi vida. Reconozco que, de lejos, las cosas
se ven mejor y se ve más nítida la mano de Dios.
• Tus caminos son santos, Señor: mirando hacia atrás, oro al ver lo que Dios ha
hecho en mí.

Contemplatio
• Imagina una escena en la que te retiras a un rincón, o un día de esos que te han
dado una mala noticia y andas como «en otro mundo»; estás desconcertada,
no te lo puedes creer, te han abandonado, te han dejado sola, te han arrancado
lo más querido y no te lo quitas de la cabeza... ¿Es posible que Dios se porte
así conmigo?, te preguntas. Estás ahí dando vueltas a todo, y Jesús, en figura
de alguien, se acerca a ti, te pone la mano en la cabeza y sólo pronuncia estas
palabras: «Mujer de poca fe». Después, tú vas recordando y rehaciendo en ti la
misma lógica que el salmista para acabar confesando: «Reconozco, Señor, que
tus caminos son santos».

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Alzo mi voz a Dios gritando, Estoy roto, sin palabras.


alzo mi voz a Dios para que me oiga. Sólo me queda un grito, un gemido:
¡Dios, Dios mío!
En mi angustia te busco, Señor mío; Me invade la angustia,
de noche extiendo las manos sin descanso, es mi compañera de día y de noche;
y mi alma rehusa el consuelo. nadie me consuela,
Cuando me acuerdo de Dios, gimo, nada me consuela,
y meditando me siento desfallecer. me puede la pena,

-75-
Sujetas los párpados de mis ojos, hasta el punto de que desfallezco.
y la agitación no me deja hablar. No sé si los míos son míos.
Repaso los días antiguos, Dudo del querer de los que me quieren tan
recuerdo los años remotos; solo me encuentro
de noche lo pienso en mis adentros, que nada me consuela;
y meditándolo me pregunto: mi vida es un llanto secreto
aunque ponga cara de «que-no-pasa-nada».
«¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos? ¿Dónde estás, Señor?
¿Se ha agotado ya su misericordia, ¿No me ves? ¿No te importo?
se ha terminado para siempre su promesa? ¿Te has apartado de mí?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, ¿Por qué mi manjar son mis lágrimas?
o la cólera cierra sus entrañas?». ¿Por qué tengo que vivir así?
Parece que todo me aplasta
Y me digo: «¡Qué pena la mía! y no veo horizonte ni futuro.
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!». ¿Te has olvidado de ser bueno conmigo?
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos, Me digo: ¡Qué pena!
medito todas tus obras Dios ya no se ocupa de mí;
y considero tus hazañas. yo ya no le importo;
se ha olvidado de mí...
Dios mío, tus caminos son santos: ¡Tan poca cosa soy que no estoy
¿Qué dios es grande como nuestro Dios? ni en el corazón de Dios!
¿Dónde estoy?
Tú, oh Dios, haciendo maravillas, ¿No hay sitio para mí en ti?
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo, Pero recuerdo el ayer.
a los hijos de Jacob y de José. Tú eres un Dios de maravillas.
Tú diste la cara por tu pueblo.
Te vio el mar, oh Dios, Tú hiciste lo que nadie hace.
te vio el mar y tembló, Tú pudiste al mar.
las olas se estremecieron. Tú fuiste más fuerte que el viento
y que los nubarrones.
Las nubes descargaban sus aguas, Tú pudiste al rayo y a la tormenta
retumbaban los nubarrones, y a todo...
tus saetas zigzagueaban. Tú no eres un cualquiera.
¿Cómo te vas a olvidar de mí?
Rodaba el estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumhraban el orbe, Quizá no te entiendo, Dios,
la tierra retembló estremecida. ni entiendo tus caminos,
ni sé descubrirte en la angustia.
Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas, Acepto que tus caminos son grandes.
y no quedaba rastro de tus huellas: Acepto que tú abres caminos
en medio de mi angustia
Mientras guiabas a tu pueblo, como los abriste en medio del mar.
como a un rebaño, Acepto que tú no eres
por la mano de Moisés y de Aarón. como los demás dioses.
Tus caminos, aunque no los entienda,
son caminos de salvación.
son caminos de encuentro,

-76-
son caminos de verdad.
Tú no me has olvidado
aunque yo no sepa leer tus letras
escritas con reglones torcidos.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Cuando me acuerdo de Dios
me estremezco, y meditando en Él,
me quedo sin argumentos humanos.
Todo es nuevo, todo es diferente
en la lógica de Dios.
Tus caminos son santos, Dios.
Tus caminos son santos.
¿Qué dios es más grande que tú?
¿Qué son mis planes ante tus planes?
Lo que para mí es tiempo perdido
es para ti camino de vida,
camino hacia la plenitud.
¿Qué dios es más grande
que nuestro Dios?
SALMO 80
Difícil alianza de Dios con su pueblo

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Un espacio donde estemos bien. Que todo esté preparado cuando el grupo lle-
ga o que éste prepare el local como a él le gusta.

Acogida de las personas


• Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la ora-
ción en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.

Ambientación
• No nos hemos convocado. Hemos sentido una llamada interior que viene de
lo que Dios hace en lo más íntimo de nosotros. Nos está diciendo que tiene co-
sas que comunicarnos que sólo se pueden oír en la oración.
• Los hechos de la vida que nos son más cercanos.

-79-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor.

Invocación al Espíritu
• Dar oportunidad a la petición de ayuda personal. Después, también, a la comu-
nitaria. Sin la ayuda del Señor, nuestros intentos no son nada.

El texto: Salmo 80

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;


dad vítores al Dios de Jacob:

Acompañad, tocad los panderos,


las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.

Porque es una ley de Israel,


un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida por José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:


«retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,


te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;


¡ojalá me escuchases Israel!

No tendrás un dios extraño,


no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,

-80-
que saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene».

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,


Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo


y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,


y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.

Lectío
• Comienza el salmo con una invitación a la fiesta, a la aclamación, a la alegría por-
que es la luna llena, la luna nueva (cfr. 10,1-10). Es el salmo que los judíos canta-
ban en la celebración de la fiesta de los tabernáculos en la que Israel vivía una se-
mana en tiendas rememorando los cuarenta años de nomadismo por el desierto.
Durante la fiesta, se renovaba la Alianza. La fiesta caía en el plenilunio del mes de
Tisrí (septiembre-octubre), inicio del año civil. La fiesta es de institución divina:
«Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob» (Lev 23,39-44).
• Una voz hace recordar a la asamblea las maravillas de Dios en pasado: Dios re-
tiró la carga de los hombros de la gente de su pueblo y la espuerta de trabajos
forzados de sus las manos. Dios escuchó la aflicción. Dios respondió desde el
trueno. Porque Dios hizo tantas obras, se siente con el derecho de tener res-
puesta del pueblo. Al no tenerla: Dios probó al pueblo. Dios dio un mandato: no
tendrás dios extranjero. Lo que Dios hizo por su pueblo no era merecimiento
del pueblo, sino alianza de Dios, fidelidad de Dios a su elegido Israel. La fideli-
dad de Dios con su pueblo es palpable, como es evidente la infidelidad del pue-
blo: No escuchó mi voz. Doy testimonio contra ti, Israel. No hubo obediencia a
Dios. Dios lo abandonó a sus antojos.
• Un deseo, una súplica o anhelo de Dios queda patente: Ojalá me escuchase Israel.
El deseo de Dios es que su pueblo le preste atención y le obedezca: todo quedaría
allanado. La suerte de Israel depende de la escucha y la obediencia a Dios.

-81 -
Meditatio
• Busca motivos que tienes en tu historia personal o comunitaria de creyente para
celebrar fiesta, para aclamar al Señor...
• Enumera esos días del calendario personal o comunitario en que tienes motivos
para aclamar al Señor, para darle gracias, para bailar al son de trompetas...
Porque seguro que tú tienes tus razones de alegría y de alabanza al Señor.
• Recuerda ahora lo que Dios ha hecho en tu vida, las hazañas de Dios en tu his-
toria personal o comunitaria: si Dios es Dios salvador, ¿qué «cargas ha retirado
de tu vida»? ¿De qué pesos puedes contar que te ha librado? Dios, ¿qué alas
te da para caminar en libertad? ¿Qué momentos de alianza especial con Dios
recuerdas?
• Y ahora escucha a Dios que te echa en cara: tu modo de escucharle..., tus ído-
los..., tus infidelidades... y desobediencias, sobre todo las pequeñas, las que
se notan poco, las que sólo son detalles... Escucha qué te dice de tus «anto-
jos»... No escuchar a Dios es hacer caso a los propios caprichos. Dios, ahí, no
tiene nada que hacer... El abandono peor que Dios pudo hacer a su pueblo es
dejarle caer en sus antojos, no corregirle; algo así como cuando vemos las ac-
tuaciones de alguien, nos cansamos y decimos: «¡Ahí te quedes! ¡Haz lo que te
dé la gana, allá tú! No te vuelvo a decir ni una palabra sobre esto. Ya aprenderás
cuando te estrelles. Ya te acordarás de lo que te dije».
• También escucha esto: si escuchas a Dios, si le obedeces ¡todo en tu vida pue-
de tener otro aire...!

Oratio
• Pide a Dios:
— Saber vivir sin olvidar lo mucho que ha hecho y hace por ti...
— Saber descubrir la liberación que supone vivir escuchando a Dios...
— Saber obedecer y tener fuerza para vivir en obediencia a Dios...
— La fuerza para no darte a ídolos ni a dioses falsos...
— La fuerza para no vivir colgado de los caprichos, sino de su Palabra, de su
querer...; fuerza que Dios te ayude a retirar lo que te pesa sobre los hom-
bros... o a llevarlo entre los dos, que siempre será menos peso...

-82-
Contemplado

• Ponte cara a Dios... que Dios ya está cara a ti, esperándote... Haz una foto fija
de Dios ayudándote a retirar de tus hombros la carga y de tus manos la espuer-
ta de la esclavitud... ¿Qué haces tú? ¿Qué dificultades pones para que te retire
las cargas que te pesan y casi te pueden, pero sigues con ellas...? ¿Quieres de
verdad verte libre de la espuerta?
• Contempla con paz ese altar de tus ídolos y el altar de Dios... Contempla y deja
que el corazón te hable...

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; Nos convocas a la fiesta,
dad vítores al Dios de Jacob: nos convocas a la Pascua,
nos convocas a celebrar
Acompañad, tocad los panderos, que eres un Dios de libertad.
las cítaras templadas y las arpas; Detestas la esclavitud.
tocad la trompeta por la luna nueva, Detestas vernos atados
por la luna llena, que es nuestra fiesta. por las incoherencias que cargamos.

Porque es una ley de Israel, Señor, tu palabra es brisa,


un precepto del Dios de Jacob, tu ley es la libertad.
una norma establecida por José
al salir de Egipto. Señor, tu corazón es sensible,
siempre atento para escuchar
Oigo un lenguaje desconocido: los gritos de aflicción,
«retiré sus hombros de la carga, los gritos de cansancio
y sus manos dejaron la espuerta. que desgarran el silencio
y suben hasta tu morada.
Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos, Señor, tú nos conoces bien.
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. Nuestros gritos
son como lamentos de niños.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; Al atardecer gemimos
¡ojalá me escuchases Israel! y al alba ya nos olvidamos de todo

-83-
No tendrás un dios extraño, porque nuestros caprichos
no adorarás un dios extranjero; nos entretienen.
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que saqué del país de Egipto; ¡Qué fácilmente nos olvidamos de ti!
abre la boca que te la llene». ¡Qué fácilmente construimos ídolos
que a la larga nos pesan
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, y nos esclavizan...!
Israel no quiso obedecer: Amamos la esclavitud,
los entregué a su corazón obstinado, aunque gritemos que nos pesa.
para que anduviesen según sus antojos. La elegimos y preferimos.
Nos cuesta dejar el fango
¡Ojalá me escuchase mi pueblo en el que nos hundimos cada vez más.
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos Si tú no eres nuestro Dios
y volvería mi mano contra sus adversarios; no seremos salvos.

Los que aborrecen al Señor te adularían, Hoy, Señor, no puedo pedir


y su suerte quedaría fijada; que me escuches.
te alimentaría conflorde harina, Hoy sólo puedo pedir
te saciaría con miel silvestre. que sepa escucharte,
que tenga fuerzas para escucharte,
que me enseñes a obedecerte.

Hoy, Señor, confieso que tú eres mi Dios,


que no hay otro Dios.
Hoy, Señor, confieso
que los dioses extranjeros
son los dioses de mis caprichos;
los dioses que taponan mis oídos
para obedecerte.

No me castigues, Señor,
ni me abandones a mis antojos.
¡Cómo podré ser feliz
abandonado a mis caprichos!
Señor, tú eres mi Dios.

-84-
i^asa

SALMO 89
Señor, tú has sido nuestro refugio

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Un espacio donde estemos bien. Que todo esté preparado cuando el grupo lle-
ga o que éste prepare el local como a él le gusta.

Acogida de las personas


• Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la ora-
ción en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.

Ambientación
• No nos hemos convocado. Hemos sentido una llamada interior que viene de
lo que Dios hace en lo más íntimo de nosotros. Nos está diciendo que tiene co-
sas que comunicarnos que sólo se pueden oír en la oración.
• Los hechos de la vida que nos son más cercanos.

-85-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor.

Invocación al Espíritu
• Tú has sido, Señor, nuestro refugio... Tú has sido el que ha movido y movilizado
corazones, fuerzas, vidas, ilusiones...
• Tú has sido el que ha estado presente y ahora estás presente y te quieres hacer
presente en nuestros corazones...

El texto: Salmo 89

Señor, tú has sido nuestro refugio


de generación en generación.

Antes que naciesen los montes


o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.

Tú reduces el hombre a polvo,


diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Los siembras año por año,


como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

¡Cómo nos ha consumido tu cólera


y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera.
y nuestros años se acabaron como un suspiro.

-86-
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.

¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,


quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sacíanos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría, por los días en que nos afligiste,


por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.

Baje a nosotros la bondad del Señor


y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Lectío
• La Biblia de Jerusalén da a este salmo el título de Fragilidad del hombre. Es el
único salmo atribuido a Moisés, quizá a causa de sus conexiones con Génesis
y Deuteronomio 32. El v. 12 recuerda que del conocimiento de la fragilidad hu-
mana procede la sabiduría, que es temor o respeto a Dios. El salmista lamenta
la brevedad y miseria de la vida y pide a Dios luz para por ella conocer la gran-
deza divina, ante la cual somos un día que ya pasó: nada.
• El salmo es una meditación sobre la vida humana. En estilo bellísimo y pinto-
resco, con abundancia de metáforas, el salmista canta en la primera parte la
grandeza de Dios, Señor del universo, anterior a la formación de los montes,
para quien mil años son como un día. Frente a esta grandeza divina, está la pe-
quenez e indigencia del hombre, hecho de la tierra, sin consistencia, y cubierto
de pecados, que excitan la ira divina. Por sus faltas, la vida humana transcurre
triste y en constante turbación. Pero, aunque esté bajo el golpe del dolor y de
una punzante melancolía, el poeta no se deja arrastrar por ella fuera de Dios ni
de la confianza en Él...

-87-
Meditatio
• La lectura de este salmo nos puede llevar a una reflexión sobre el valor de la vi-
da, sobre la caducidad de todo.
• Te puedes imaginar el momento en el que se te dirá: «Retorna, hija(o) de Adán».
¿Cómo te ves en ese momento? ¿Qué te llevas en las manos?
• Fíjate cómo pasan los años, qué velocidad decimos que llevan... ¿qué madurez
te están dando los años?

Oratio
• Reza con estas expresiones: Tú has sido mi refugio desde siempre. Ten com-
pasión de mí. Dame alegría, que mi vida está llena de fatigas y sufrimientos. Que
tu bondad me acompañe.
• Si sientes el paso del tiempo, si sientes que envejeces o que las arrugas llegan
a ti, pide al Señor saber aceptar el paso del tiempo en tu vida.
• Reconoce en sinceridad que todo lo que haces en la vida tiene sentido si está
realizado desde Dios.

Contemplado
• Imagina que eres una planta que Dios ha plantado en el jardín de la vida. Re-
conoce los cuidados de Dios para que crecieras, para que dieras frutos. Reco-
noce los frutos que tú, como planta, has dado o estás dando. Pon los frutos de
tu vida en manos de Dios y ponte en manos de Dios. Deja que Él te cuide, como
cuida un jardinero las flores cada día. Imagina que la planta que tú eres envejece
y que cae en manos de Dios jardinero y que Él te trasplanta a su casa para cui-
darte allí para siempre...

Despedida

Momento de compartir

-88-
III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Señor, tú has sido nuestro refugio Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación. de generación en generación.
Desde que fuimos bautizados
Antes que naciesen los montes hasta nuestros días,
o fuera engendrado el orbe de la tierra, tú has sido nuestro refugio.
desde siempre y por siempre tú eres Dios. ¿Dónde iremos si no vamos a ti?
¿Dónde encontraremos reposo
Tú reduces el hombre a polvo, si no reposamos en ti?
diciendo: «Retornad, hijos de Adán». ¿Dónde encontraremos agua viva
Mil años en tu presencia si no bebemos en tus palabras?
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. Tú estás antes de todo.
Tú estás detrás de todo.
Los siembras año por año, Antes del principio, tú ya estás.
como hierba que se renueva: Después del final, tú estarás.
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. Pasa todo. Se acaba todo.
Los días son un sueño, un ayer.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera Lo que parecía consistente
y nos ha trastornado tu indignación! se marchita como la hierba
Pusiste nuestras culpas ante ti, de la noche a la mañana...
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, Recordamos obras, afanes, estructuras...
y nuestros años se acabaron como un suspiro. Recordamos personas
que eran una «institución».
Aunque uno viva setenta años, Nada es consistente.
y el más robusto hasta ochenta, Nada de nuestras manos dura.
la mayor parte son fatiga inútil, Florece por la mañana,
porque pasan aprisa y vuelan. por la tarde se seca.

¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, Nos pusiste ante ti.


quién ha sentido el peso de tu cólera? Nuestros secretos brillaron ante tu mirada.
Enséñanos a calcular nuestros años, Lo humano eclipsó a veces lo divino
para que adquiramos un corazón sensato. porque no supimos escucharte.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando? Reconocemos la obra de nuestras manos:
Ten compasión de tus siervos; todo pasa aprisa y vuela,
por la mañana sacíanos de tu misericordia, fatiga inútil.
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Vuélvete, Señor, y míranos:
Danos alegría, por los días en que nos afligiste, ten compasión de nosotros,
por los años en que sufrimos desdichas. quizá confiamos mucho en nosotros mismos.
Que tus siervos vean tu acción Lo reconocemos.
y sus hijos tu gloria. Llénanos de tu misericordia
para cantar tu nombre,
Baje a nosotros la bondad del Señor para proclamar la obra de tus manos,
y haga prósperas las obras de nuestras manos. para saltar de alegría y de júbilo,

-89-
para reconocer que fuiste nuestro refugio
de generación en generación.

Danos alegría por los días de aflicción


cuando veíamos que caían
tantas obras nuestras,
fruto del esfuerzo
y del trabajo de muchas hermanos.
Danos alegría para reconocer tu acción
y cantar tu gloria.

Que baje a nosotros tu bondad, Señor,


y que tu fuerza haga prósperas
las obras de nuestras manos,
pues en ti confiamos
y a tu Reino queremos servir
desde la realidad que somos,
desde el futuro que hoy
soñamos con esperanza.

Señor, tú has sido nuestro refugio


de generación en generación.
Señor, tú serás nuestro refugio
de generación en generación.
¿SNHHBP

SALMO 130
Como un niño en brazos de su madre

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Un espacio donde estemos bien. Que todo esté preparado cuando el grupo lle-
ga o que éste prepare el local como a él le gusta.

Acogida de las personas


• Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la ora-
ción en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.

Ambientación
• No nos hemos convocado. Hemos sentido una llamada interior que viene de
lo que Dios hace en lo más íntimo de nosotros. Nos está diciendo que tiene co-
sas que comunicamos que sólo se pueden oír en la oración.
• Los hechos de la vida que nos son más cercanos.

-91 -
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor.
• Breve ejercicio de relajación y de respiración.

Invocación al Espíritu
• Ora en tu corazón pidiendo al Señor fuerza para dejar que todo tu ser se abra
a Dios.
• Haz un ejercicio de pobreza: siéntete pobre, incapaz de rezar si no te ayuda el
Espíritu.
• Repite: Que tu Espíritu, Señor, venga en ayuda de mi debilidad. Que tu Espíritu,
Señor, susurre en mí gemidos de deseo de ti.

El texto: Salmo 130

Señor, mi corazón no es ambicioso,


ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor


ahora y por siempre.

Lectio
• Salmo breve, pero inmensamente profundo. El autor de este salmo tiene un
gran dominio de sí y mucha experiencia de tratar y educar una parte de la per-
sona que es delicada y difícil: el corazón, los deseos del corazón. El salmo alude
al mundo sutil (muchas veces se nos escapa de las manos) de los deseos, don-
de nos solemos perder...

-92-
• Lo que deseamos es lo que nos moviliza. Perder los deseos o no desear nada es
como caer en una depresión: todo da igual. Cuando una persona dice que no le
ilusiona nada, que todo es igual, es síntoma de que atraviesa un mal momento.
• Los deseos no controlados son los que hacen que digamos que una persona
es caprichosa... Caprichoso es el que funciona por lo que le apetece o se le an-
toja en cada momento. Y uno de los peores castigos de Dios es abandonar al
pueblo a sus caprichos: «Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso
obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus
antojos» (salmo 80).
• El creyente que ha compuesto este salmo parece que ha recorrido un largo ca-
mino espiritual y humano:
— Domina su ambición.
— Domina sus ganas de aparentar.
— Domina vivir pensando en lo que los demás dicen.
— Domina vivir según lo que los demás hacen y piensan de uno.
— Domina sus ganas de grandeza, de riqueza.
• Este creyente sabe contentarse con su realidad:
— Con lo que es.
— Con lo que tiene.
— Con su historia.
— Con sus dotes personales...
• La razón de moderarse y acallar los deseos no es un trabajo personal sin más,
sino la sabiduría de poner la confianza en Dios. Dios es comparado con una
madre que acalla y da seguridad al hijo pequeño. Dios es padre y madre en
quien el creyente se confía totalmente y todo se acalla. El niño en brazos de su
madre:
— Deja que su madre haga...
— Confía en que su madre hace por él...
• Quien se alimenta de Dios, se abandona a Dios, sin pedirle explicaciones... en
Él descansa. Esperar, abandonarse en Dios es la suerte del creyente. Esta ac-
titud de «infancia espiritual» es propuesta por Jesús en el Evangelio al presentar
a los pequeños como modelo de abandono en Dios.

Meditatio
• Es fácil decir «mi corazón no es ambicioso». Pero las ambiciones pueden ser muy
sutiles: todo aquello que nos reservamos y no queremos que otro toque. Hay am-
biciones de tener, de dinero, de cosas, de personas, de posesión de los hijos, de

-93-
escalar en el trabajo... Mira a ver en tu vida qué hay de «secreta y solapada am-
bición», qué «cotos reservados» tienes donde no dejas que nadie entre.
• Una forma de grandeza es ver con quién te comparas, de quién tienes envidia,
qué dependencias tienes de otras personas... Todo aquello que hay en tu vida
que te lleva a decir: «Ser como».
• La imagen del niño es evocadora. ¿Qué te evoca a ti? Los niños tienen algo que
Jesús pone como modelo de relación entre la persona y Dios. ¿Qué parte de
niño tienes que Dios, al verte, dice: Da gusto, eres como un niño'?

Oratio
• En presencia de Jesús hacer una lista de los deseos más íntimos, los que conoces
y te martillean, los que te dan paz o te la quitan; nombrarlos ante Jesús con las di-
ficultades que tienes para acallarlos, moderarlos... Ponlos en su corazón.
• A lo mejor te da miedo tocar tus deseos más íntimos... y rezas desde tus mie-
dos... Es otra posibilidad.
• En la presencia del Señor, reza:
— Señor, hoy, lo que más deseo es...
— Señor, hoy, los deseos de mi corazón son...
— Señor, hoy, mi corazón está agitado por...
— Señor, hoy, sólo deseo llorar, amar, cambiar, ver luz, escucharte, solucionar,
calmar, callar, etc.
• Acallo y modero mis deseos {repetirlo muchas veces).
• Quiero alimentarme, Señor, de ti para acallar mis deseos...
• Dame fuerza para tocar y dominar mis deseos más hondos y fuertes, Señor {y
sigue una palabra: luz, amor, ver, fuerza...).

Contemplado
• Imagina esas escenas en las que tú has tenido a tus hijos en brazos, les has sos-
tenido la cabecita, les has mirado, les ha dicho: «¿Qué te pasa, hijo? Estás con
mamá, no llores, no tengas miedo, yo te cuido». O cuando les hacías caricias
y bromas... Después de recrear estas escenas, cambia de personaje: tú eres el
niño o el bebé en manos del Padre-Madre Dios. Deja que Dios haga contigo...

Despedida

-94-
Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Señor, mi corazón no es ambicioso, Señor, mi corazón...


ni mis ojos altaneros; ¡Cuántas cosas brotan en mi corazón!
no pretendo grandezas ¡Cuántas tormentas, volcanes
que superan mi capacidad; y movimientos sísmicos
sino que acallo y modero mis deseos, atraviesan mi corazón, Señor!
como un niño en brazos de su madre. Unas veces, los modero y controlo.
Otras, me dominan y controlan...
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. No puedo decir hoy todavía
que no sea ambicioso,
que no pretenda grandezas,
que no quiera vivir sobre posibilidades,
que no dependa de otros,
que no...

No puedo decir todavía, Señor,


que acallo y modero
todo lo que bulle dentro de mi corazón.

Es cierto que no lo tengo abandonado,


pero tengo que reconocer, Señor,
que mi corazón es asignatura pendiente.

Señor, déjame soñar


en ese día que espero vendrá,
en el que mi corazón
esté educado
y acallado y moderado
hasta poder decir:
que mi alimento es tu voluntad,
que mis deseos son lo que tú desees,
que mi sitio es
reclinar la cabeza en tu corazón
y sentir la paz
porque tú eres el Dios en quien
me confío.

Ayúdame, Señor,
a educar mi corazón
y modelarlo
siguiendo tu corazón.

-95-
SALMO 136
¡Que se me pegue la lengua al paladar!

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Habitualmente, la gente decora las estancias de acuerdo con lo que en ellas
acontece: una es la decoración de la cocina, de la sala de estar, del comedor,
de los dormitorios... Así también, la sala de oración tiene que tener su propia
decoración en consonancia con el estilo de oración.

Acogida de las personas


• Los participantes llegan con sus preocupaciones, tales como «ayer entraron y
me robaron en casa»; «acabo de salir del hospital»; «tengo a la hija enferma»...
Estas son las cosas que traen a la oración. Es importante escuchar este «mun-
dillo» personal antes de comenzar la oración.

Ambientación
• El Señor nos convoca para decirnos algo, aunque no sepamos escuchar porque
estamos llenos de ruidos interiores. No valen nuestros esfuerzos, aunque sean
necesarios. Por eso nos damos un tiempo de «calentamiento» previo a lo que
es la oración en sí misma.

-97-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor.
• Breve ejercicio de relajación y de respiración.

Invocación al Espíritu
• Ora en tu corazón pidiendo al Señor fuerza para dejar que todo tu ser se abra
a Dios.
• Haz un ejercicio de pobreza: siéntete pobre, incapaz de rezar si no te ayuda el
Espíritu.
• Repite: Que tu Espíritu, Señor, venga en ayuda de mi debilidad. Que tu Espíritu,
Señor, susurre en mí gemidos de deseo de ti.

El texto: Salmo 136

Junto a los canales de Babilonia


nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.

Allí los que nos deportaron


nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión».

¡Cómo cantar un cántico del Señor


en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;

que se me pegue la lengua al paladar


si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.

-98-
Lectio
• Se trata de un salmo orado por prisioneros deportados en Babilonia, fuera de
su patria, Palestina. No les era posible peregrinar al Templo de Jerusalén para
orar y para cantar salmos. Recuperada la libertad y la tierra de la que fueron
arrojados, recuerdan su fe en los momentos del exilio. El salmista comienza con
lo que sentían (llorar con nostalgia), lo que hacían (sentarse junto a los canales
y colgar las cítaras), lo que los dominadores les decían (cantadnos un canto de
Sión). En medio de la nostalgia no les salía el cantar. Por eso cuelgan las cítaras.
Junto a los canales de agua viva, recuerdan la sequedad en la que viven.
• Quienes les tenían prisioneros, se reían de ellos, se mofaban, les pedían que les
divirtieran con sus canciones sagradas. Les pedían un imposible, una profana-
ción: reírse y divertirse ellos con lo sagrado de los creyentes, con sus oraciones
y sus cantos...
• Los creyentes se niegan a entrar en el juego. Prefieren el silencio. Cualquier cosa
que digan les sirve a los opresores para reírse, para burlarse de sus creencias. Por
eso callan. Pero no se olvidan de lo sagrado, de su Dios, de su Templo.
• Lo que el salmista recalca es que el creyente no se puede olvidar de los lugares
sagrados, lo más sagrado de su fe (el Templo, Jerusalén). Hay cosas que no
pueden borrarse del corazón, si en el corazón estuvieron como centrales. Lo
más sagrado, lo que da identidad (la fe) a un creyente, no puede perderse aun-
que las circunstancias sean adversas. ¡Que se me pegue la lengua al paladar!,
es decir, que no pueda comer ni hablar ni nada si dejo en el olvido la fe de mis
padres, la fe de los míos, la fe que me da identidad de creyente... Más aún, que
se me pegue la lengua al paladar si la cumbre, la fuente, el origen de mi alegría
no es mi Dios; recordar a Dios y los lugares santos es la mayor alegría del cre-
yente, como es alegría para un enamorado o un padre o madre mirar la foto de
ia esposa o del esposo o de los hijos, en una palabra: recordar a su familia.
• Para el creyente, Dios es fuente de alegría suprema. No otra cosa. Jerusalén,
el lugar donde Dios habita, es la cumbre de las alegrías del creyente del salmo.
Después, el lugar donde Dios habita, nos dirá Jesús que no es un lugar físico,
sino que «adoraréis a Dios en espíritu y en verdad».

Meditatio
• Quizá hoy se repiten escenas parecidas. Nos tenemos que callar en determi-
nados ambientes porque la gente se ríe de lo sagrado, de nuestros sentimientos
religiosos, de nuestra fe; o nos hieren con frases que duelen en lo íntimo nuestra
sensibilidad religiosa... Hoy te puedes encontrar con gente que, por el hecho

-99-
de ser cristiano, ya te «tacha de atrasado»: crees en «-algo» que pertenece al
pasado, pero que no va en la sociedad moderna. Para alguno, esa situación le
puede llevar a dudar de su fe y de su Dios o a «entrar en el juego» de los que
se ríen de lo sagrado, que nos da consistencia como creyentes... A otros les
puede sumir en el silencio porque no tienen ni formación ni razones suficientes
para defender su fe. Por dentro algunos se dicen: «Tengo que callar, pero me
gustaría poder defenderme». Y se albergan en el silencio, que no es dar razón
al otro, sino reconocimiento de la falta de razones personales o de formación.
No sé si estas cosas las has vivido en propia carne.
• Como creyente, quizá anhelas momentos de otra Iglesia, otra comunidad, otra
forma de poder manifestar, vivir y celebrar tu fe... Como creyente, mira a ver
qué es lo que es fuente de tu alegría o cómo Dios es fuente de vitalidad en tu
vida... Te puedes comparar con el creyente del salmo que pone a Dios en la
cumbre de sus alegrías a pesar de la situación que vive. ¿Es Dios fuente de ale-
gría o te deja indiferente, frío? ¿Qué te da alegría?
• Reconstruye escenas de la vida en las que descubras un paralelismo con el cre-
yente deportado del salmo. A lo mejor, en esta tierra que ayer era «tierra de cris-
tiandad», hoy te sientes como extraño.

Oratio
• Pide a Dios:
— Fuerzas para los momentos en los que te sientes acosado como creyente.
— Creatividad para afrontar las dificultades de los ataques.
— Palabras o gestos posibles en esos momentos.
• Reza por los que se mofan de Dios, de los creyentes...; reza por los que optan
por vivir sin Dios o atacando a Dios. Recita lentamente sus nombres con la cer-
teza de que también son hijos de Dios...
• Con humildad:
— Pide que no te separe nada de Dios.
— Pide que no se te caiga ni de la mente, ni de la boca, ni del corazón el nom-
bre de Dios.
— Pide que tu alegría tenga a Dios como fuente y como cumbre: que nada te
proporcione más alegría que Dios...

-100-
Contemplado

• Haz una foto fija de Dios en la que esté contemplándote rezar: «Que se me pe-
gue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, Señor».
• Sitúate en un lugar querido y familiar rezando, recordando las maravillas de
Dios... Gusta, «re-gusta» tu nostalgia, tus ganas de ser más de Dios y de que
Dios ocupe más espacio en todo lo tuyo: tu vida, tu respiración, tus palabras,
tus risas, tus quehaceres...

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo Adaptación

Junto a los canales de Babilonia Señor, en tantos momentos


nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; me acuerdo de ti
en los sauces de sus orillas y me tengo que morder la lengua
colgábamos nuestras cítaras. porque hablar de ti
no está de moda
Allí los que nos deportaron y sirve para que algunos
nos invitaban a cantar; se mofen de todo lo más santo...
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión». Me duele en el alma
palpar que lo que para mí es un tesoro
¡Cómo cantar un cántico del Señor para muchos es motivo de mofa.
en tierra extranjera! Y me callo
Si me olvido de ti, Jerusalén, y espero otros tiempos
que se me paralice la mano derecha; y en silencio te nombro.

que se me pegue la lengua al paladar Señor, que me quede sin nada,


si no me acuerdo de ti, que me quede sin habla,
si no pongo a Jerusalén que me quede sin vida
en la cumbre de mis alegrías. pero que no me quede sin ti.

Tú eres el centro de mi vida


y nada tiene valor
si tú no eres mi Señor.

-101 -
MATEO
l§3G9*!!S29!i^ira&

MATEO 1,18-24
El nacimiento de Jesucristo

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• El lugar de oración tiene que ser un lugar de acogida. Es la primera palabra que
se pronuncia como disposición para que el grupo entre en otro modo de rela-
ción y comunicación más profunda.

Acogido de personas
• Si hay personas nuevas, cuidar la acogida. Breve explicación de lo que hacemos.
• Un estilo de oración que parte de la Palabra de Dios y se centra en escucharla
y rezarla. A veces la Palabra de Dios sólo la escuchamos. Aquí hacemos el do-
ble ejercicio de escucharla y de orarla. Puede hacerse difícil, al principio, pero
no lo es. Basta dejarse guiar.

Ambientación
• Hacemos oración en el corazón del Adviento, en los días especiales de prepa-
ración para la Navidad.

-105-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación de la oración
• Un poco de relajación. (Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal ante el
Señor y sus ganas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de
Dios, su necesidad de Dios... o su desierto y aridez espiritual o su olvido de
Dios... Pero la realidad es que venimos, estamos, queremos orar, ponernos «a
tiro» de Dios.

Comunitaria
• Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando
a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos.
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...

El texto: Mateo 1,18-24

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba


desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un
hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería
denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado
esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque
la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú
le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los peca-
dos». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor
por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá
por nombre Emmanuel, que significa '"Dios-con-nosotros"». Cuando José
se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a
casa a su mujer.

-106-
Lectio
• El texto es una narración: el nacimiento de Jesús según lo ve Mateo. No hay
diálogo entre los protagonistas. A José se le dicen cosas, pero él no responde.
Es de pocas palabras, pero es de hechos. José es un interlocutor «oyente», «si-
lencioso», «acogedor».
• Sólo nos describen el nacimiento de Jesús dos evangelistas: Lucas y Mateo.
Marcos y Juan lo omiten. Las versiones de Lucas y de Mateo son diferentes.
Lucas pone a María en el centro. Mateo, a José. Describe su genealogía y así
une a Jesús con toda la tradición del Antiguo Testamento y termina: «Jacob en-
gendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Mesías». Quien
engendra a Jesús es Dios mismo por obra del Espíritu Santo. No engendramos
nosotros a Dios. Dios nace en nosotros. Dios mismo se planta en nosotros. Dios
mismo acampa en nosotros.
• En la descripción, el primer párrafo plantea el hecho: La madre de Jesús está
desposada con José y, antes de vivir juntos, éste se da cuenta de que está em-
barazada. José se queda perplejo. De entrada se nos adelanta que lo que pasa
en María es obra de Dios, pero José desconoce la obra de Dios en María. No
conocer la obra de Dios en su prometida, le lleva a tomar sus determinaciones.
No sospechar la presencia de Dios en el otro hace que José se comporte de
una manera justa, pero no divina. Cuando descubra la obra de Dios, cambiará
su plan de acción. Hay en María algo desconcertante para José. Lo de Dios
siempre nos desconcierta un poco o un mucho.
• Este Dios que viene, lo hace rompiendo moldes, descolocando a las personas.
Lo de Dios no puede acomodarse a nuestra lógica.
• José es justo, es bueno, pero no es tonto. No lo es porque se da cuenta de las
cosas, las ve, las reflexiona y, ante ellas, toma iniciativa personal: quiere aban-
donar a su desposada. Lo planea de manera civilizada, sin herir, en secreto, sin
comentarios verduleros. José es un hombre de categoría.
• En un segundo momento se nos describe la explicación que Dios da a José. En
su lucha interna de no entender lo que está pasando, cuando tiene ya hecho su plan
(abandonar a María en secreto), Dios se hace presente. Dios se presenta en su vida
para que abandone su plan de separación. Dios le rompe el plan. El justo, el que se
ajusta a Dios, tiene que estar dispuesto a que Dios le rompa planes... Se le dice: no
tengas reparo, no desconfíes de tu mujer, no la dejes. Ella no es culpable de nada.
Todo lo que está pasando en su entraña, le sobrepasa a ella tanto como a ti. No en-
tiende ella más la situación que lo que tú la puedas entender... Ella se ha fiado de
Dios y ha dejado que Dios obre en ella. A ti se te pide lo mismo. No se le explica có-
mo ha sido; sólo se le dice que es «cosa de Dios». Y las cosas de Dios no se discu-
ten, ni se intenta ver su lógica. Las cosas de Dios son para obedecer y basta.

-107-
• La narración alude, a continuación, a que lo que está pasando no es tan des-
concertante como parece; estaba ya profetizado. No es una cosa que no estu-
viera «prevista» por los profetas. Ellos habían dicho: «Una virgen concebirá y
dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros». Dios
es imprevisible, pero todo está profetizado, obra «según las Escrituras». Miran-
do hacia atrás, hacia otros creyentes, poniéndonos delante de la Escritura San-
ta, entendemos lo que Dios hace con nosotros. Lo de Dios no lo entendemos
por nuestras propias fuerzas ni lógica. Dios no juega con las personas. Eso no
es el estilo de Dios. Para alejar estas tentaciones que nos llevan a decir: «Dios
está jugando conmigo o se está ensañando conmigo» (que se oye a veces), hay
que recurrir a los profetas, a la Biblia, al estilo de hacer de Dios en la historia.
Dios es verdad que nos rompe los planes, pero pidiendo permiso y aceptando
que consintamos. Si no fuese así, los creyentes seríamos inhumanos. El cre-
yente es el que se deja romper planes, como José, como María, a sabiendas,
consintiendo, dejando a Dios ser Dios en nosotros. El creyente es «sitio de
Dios», sitio donde Dios se encarna, acampa, se hace visible.
• El final de la narración es contar lo que hace José, el bendito de Dios: obedecer
a Dios sin rechistar. Ni pregunta ni pone objeciones. Obedece.
• Obedecer a Dios suponía salvar las apariencias de María a costa de una renun-
cia: apadrinar a un hijo que él no había engendrado. Cuando Dios llega, algo de
la vida cambia: Dios llega cambiando las vidas. La venida de Jesús no es una
venida sin consecuencias para el creyente.
• ¡Increíble! Todo el proyecto de Dios para estar con nosotros y de acampar a nues-
tro lado pasa por la fe de un hombre y una mujer. Estas dos personas son el resto
de Israel: los fieles a Yahvé. Han tenido que pasar muchos años desde Abrahán
para encontrar a un hombre y a una mujer que digan sí a Dios más allá de toda ló-
gica. La primera Navidad fue posible porque Dios quiso encarnarse y porque en-
contró a un hombre y una mujer que le dejaron ser Dios con ellos, en sus vidas.
Dios sigue naciendo en esta Navidad en la medida que haya hombres y mujeres
que se dejen llevar por Dios y que dejen que Dios les cambie los planes...

Meditatio
• Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla, para confrontarla con
nuestra vida o nuestra vida con la Palabra. Nos preguntamos: ¿cómo ilumina mi vida
este texto? Tú puedes hacer tu camino personal de meditación desde lo escuchado
y desde la lectio. Si no ves camino, aquí tienes unas pistas. No son para «meditarlas
todas», sino para escoger la que más te interese en este momento vital.
• José es presentado como justo, como bueno, como quien se «ajusta» a lo de
Dios y lo hace sin «rechistar»... Hay creyentes en la Biblia (algunos profetas)

-108-
que se encaran con Dios y protestan aunque, al final, acaban obedeciendo. Jo-
sé es «un bendito». No es tonto, se da cuenta de todo, pero obedece por enci-
ma de todo, «como un bendito de Dios»... Es lo que hace grande a José. A lo
mejor tienes aquí un filón de meditación, ¿cómo dialogas con Dios, cómo obe-
deces a Dios, cómo te comportas con Dios...? Dios no quiere entrar en nuestra
vida engañándonos. A veces los que nos engañamos, los que no queremos ver
la realidad o la disculpamos y después nos arrepentimos, somos nosotros...
Piensa en tus hijos: mil veces les dices las cosas y no quieren ver... Parece que
nos tenemos que equivocar para aprender... Mira a ver si te das cuenta de ver-
dad de lo que Dios te pide, y si el darte cuenta te lleva a decir sí o a decir no a
Dios. ¿Qué te reservas? ¿Qué te cuesta dar a Dios?
• Mira a ver tu modo de tomar decisiones. José toma «por su cuenta una decisión,
que no es mala; es muy lógica». Pero cuando Dios se hace presente, cuando po-
ne su decisión ante la mirada de Dios, todo cambia. También lo más lógico cede
ante la propuesta de Dios. Dios nos propone otra lógica. Dios no nos dice que no
seamos lógicos, sino que estemos dispuestos a romper nuestra lógica para asu-
mir la suya. Quizá puedes poner delante de Dios «cosas que te pasan por la ca-
beza desde tu lógica». Quizá estás viendo ahora «cosas» que no te encajan o que
te desencajan, no las entiendes y te llevan a tomar decisiones... ¿Cuáles son esas
cosas? ¿Qué planes o proyectos actuales estarías dispuesta a romper si Dios te
lo pidiera, si los pusieras delante de Dios? ¿Cuáles no?
• Examina en tu historia de creyente la manera que Dios ha tenido de «explicarte
cosas» o la manera de «enterarte tú de que Dios te pedía algo». Dios te puede
dar «explicaciones» y «luces» por medio de otras personas, por medio del si-
lencio, de la oración...
• ¿A qué estás dando vueltas ahora en esta etapa de tu vida? ¿Qué opciones es-
tás tomando o tienes que tomar? ¿Cómo está Dios presente en ellas? Mira a
ver si puedes unir con otros momentos de tu historia personal cosas que ahora
te pasan... Que no puedas hacerlo, no quiere decir que no guarden relación...
Quizá tienes que esperar un poco todavía para verla.

Oratio
• La meditación te lleva de la mano enseguida a una oración:
— Pide ayuda a Dios para entender su plan, a pesar de la lógica de tu cabe-
za... Preséntale lo que no entiendes...
— Pídele que se haga presente en tu vida antes de tomar alguna opción para
que no te tengas que arrepentir...
— Presenta a Dios las decisiones que tienes que tomar y que te cuesta afron-
tarlas.

-109-
Contemplatio
• Tómate un tiempo de contemplación: Imagina cómo miraría Dios a José en esos
momentos en los que él daba vueltas en su cabeza buscando cómo compor-
tarse ante la realidad que sus ojos veían... Cuando entres en los sentimientos
de Dios hacia José, ponte tú en lugar de José. Siéntete mirado por Dios en me-
dio de tus perplejidades... Siente la mirada de Dios sobre ti... Déjate envolver,
abrazar, acariciar... por la mirada de Dios, por los brazos de Dios... Deja que
pase algo en tu corazón...
• Contémplate en una escena en la que Dios te quiere decir algo, como a José
en sueños. Manten la imagen detenidamente. Deja que la imagen contemplada
se haga palabra viva en ti, en tus adentros...
• Siéntete sitio o lugar donde Dios quiere estar.

Despedida

Momento de compartir
• Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el me-
jor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón
por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias...
• Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueado: cuándo, por qué...
• Comparte la obra de Dios en ti para edificación de todo el grupo. No tenemos
nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros
a decir: Padre.

III. MATERIALES

Gesto
• Meter en una cascara de nuez (media) un papelito con la frase:
SOY SITIO-LUGAR DE DIOS.
• Se entrega a cada participante la media nuez, como recuerdo y como «adorno»
de Navidad.

-110-
MATEO 11,25-30
Has escondido estas cosas a los sabios

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar la decoración de la capilla, sobre todo el cirio, el agua, las flores y un
icono del Resucitado.

Acogida de las personas


• Si hay personas nuevas, cuidar la acogida. Si las personas habituales han avi-
sado de que no pueden venir, comunicarlo al grupo. Este pequeño dato pro-
porciona tranquilidad y, quizá, motivo de rezar por los ausentes. Además, es un
ejemplo del aprecio que se tiene al grupo de oración.

Ambientación
• Estamos a pocos días de la celebración de la solemnidad de la Ascensión, aun-
que se traslada al domingo. En este contexto hay que situar el evangelio que
hoy nos sirve para orar.

-111 -
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de relajación. (Música)

Invocación al Espíritu
Personal
• Soy templo del Espíritu. Estoy habitado por el Espíritu. E! Espíritu quiere rezar
en mí. Sin él no podemos decir ni la palabra Jesús. Me hago consciente de esta
realidad y pido al Espíritu fuerza y le dejo que ore en mí. Me dispongo para dejar
toda otra tarea y estar dispuesto a que rece en mí, a que me hable del Padre.

Comunitaria
• Donde dos o tres están reunidos en su nombre, allí está la presencia de Jesús.
Aquí, entre nosotros, reunidos en el nombre del Señor, le hacemos presente y
desde el fondo del alma gritamos:
— Enséñanos a orar...

El texto: Mateo 11,25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las
has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo
me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera re-
velar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os alivia-
ré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y
mi carga ligera».

Lectio
• El pasaje es una corazonada de Jesús en la que se siente, por una parte, Hijo,
y, por otra, descanso y alivio de los cansados.

-112-
• Se siente Hijo. Para entender esta exclamación de Jesús a lo mejor tenemos
que pensar en esos momentos de nuestra vida en que nos vemos con alguien
que nos llega al alma y exclamamos: ¡Qué alegría conocerte! ¡Qué alegría vol-
verte a ver después de tanto tiempo! ¡Eres lo mejor que me ha podido pasar! O
cuando un hijo siente la necesidad de decir: ¡Qué suerte he tenido con estos
padres! ¡Estoy orgulloso de mis padres! ¡Cuánto te quiero mamá! Así vemos a
Jesús gritar: ¡Te alabo, Padre! Es decir, estoy orgulloso de que seas mi papá,
mi padre querido. Lo más importante es que Jesús da nombre a Dios. El nom-
bre de Dios es Padre. Ésta es la gran revelación. Se siente hijo y a Dios le llama
Padre. Es una explosión de filiación. Se han roto, se han borrado todos los nom-
bres de Dios anteriores. Desde ahora en adelante, dirigirse a Dios es dirigirse a
un Padre. Tener Dios es tener Padre.
• El motivo de la exclamación consiste en reconocer cómo actúa su Padre en los
sencillos. El modo de actuar de su Padre le encanta a Jesús. Está orgulloso de
su Padre porque oculta las cosas grandes a los grandes y se las revela a los pe-
queños. Jesús presume de un Padre que tiene debilidad por los pequeños, por
los que no cuentan, por los que no son más que nadie, por los que no presumen
de nada. Dios actúa en los pequeños, en lo pequeño, en los sencillos. Dios está
inclinado hacia los pequeños. Éstos tienen una sensibilidad que los grandes y po-
derosos no entienden. El saber de Dios ya no está reservado a los sabios, a los
grandes, a los ¡lustrados y doctos. Hay saberes sobre Dios en que los sencillos
dan lecciones a los letrados. El saber de Dios es patrimonio de los sencillos. Los
sencillos pueden saber de Dios más que nadie. Éste es el querer de Dios Padre
y esta forma de ser del Padre a Jesús le hace saltar de júbilo, le encanta.
• Jesús, además de revelarnos que tiene intimidad con Dios, tanta que le llama
Padre, nos revela algo de sí mismo: que él es pequeño, que a él mismo se le
está manifestando. Y todavía será más pequeño, más siervo cuando lave los
pies, cuando se deje matar... Nos revela que el Padre le ha entregado todas las
cosas y se las ha puesto en sus manos por hacerse pequeño. Nos revela que
el que conoce de verdad al Hijo es el Padre y el que quiera conocer al Padre
tiene que pasar por el Hijo. No hay hilo directo con el Padre. El camino hacia el
Padre pasa obligatoriamente por el Hijo. Este Hijo dirá más adelante que él es
el Camino, la Verdad y la Vida.
• Se revela como alivio y apoyo. Jesús invita con un imperativo a los cansados,
a los agobiados (a los empobrecidos por el peso de la vida) a venir a él. Jesús
se revela como descanso. El descanso que propone está unido a una imagen
de sujeción: el yugo. El yugo es un instrumento al que se uncían o ataban los
animales para que tiraran del carro, de la carga. Parece contradictorio que un
yugo sea instrumento de descanso. El yugo que descansa es el de la fidelidad
y unidad con Jesús. Nada es peso o pesado si es llevado con amor. El amor es
descanso. La imposición o la norma por la norma es cansancio. La fidelidad de

- 113-
la persona con Jesús es una fidelidad con quien es paciente y de corazón hu-
milde. La fidelidad que él tiene con el Padre le proporciona descanso y ese mis-
mo descanso promete a los que, unidos a él, se sientan cansados. El descanso
que es para él el Padre, es el descanso que promete a los demás.

Meditatío
• Trae a tu memoria momentos de tu vida creyente en los que te haya pasado al-
go similar a lo que el evangelista nos describe de Jesús: sentir a Dios muy aden-
tro y saltar de alegría porque Dios es Padre, porque Dios es una realidad en tu
vida. Quizá no son muchos momentos, o sí, pero son momentos muy significa-
tivos y dejan huella imborrable. Decir o haber dicho; ¡Da gusto contigo, Dios!
¡Te alabo, te bendigo por ser como eres!, es una experiencia imborrable.
• Da la impresión de que lo que a Jesús le hace saltar de alegría y reconocer a
Dios como Padre es ver las obras que realiza en otros. Algo así como si el re-
conocimiento o el conocimiento de Dios estuviera muy íntimamente unido a lo
que contemplamos que Dios hace en otros, a la acción de Dios en las perso-
nas que conocemos, especialmente en los sencillos. Reconocemos a Dios no
sólo en lo que hace en nosotros, sino en lo que hace en los que están a nuestro
lado. Los otros, especialmente los sencillos, se convierten en lugar de revelación
de Dios. Quizá tienes casos de gente muy sencilla que sabe (= palpa) mucho de
Dios, conoce y trata muy familiarmente con Dios y esto nos «descoloca» y nos
hace abrir los ojos, gritar sus maravillas, su forma de ser. Quizá tus hijos son lu-
gar de revelación de Dios o la gente sencilla con la que te encuentras... Tratar,
buscar, acercarse a los sencillos es ponernos en ocasión de «contemplar las
maravillas de Dios», de descubrir mejor a Dios.
• Puedes meditar cuál es tu relación con Dios y ver si realmente es Padre, o es
una idea, o unos saberes... Cuando te diriges a Dios, ¿es para ti Padre o qué
es? ¿Tu trato es de hijo o de un lejano? No vale no sentirse hijo por ser pecador.
Se es hijo siempre, seas como seas... Ser hijo es una identidad que no se borra
con nada, ni con la distancia ni con la lejanía del pecado. Basta que recuerdes
que el hijo pequeño de la parábola que se marcha de casa y se lo pasa bom-
ba... no pierde la identidad de hijo y la posibilidad de relacionarse con su Padre
de nuevo. Más bien, esta identidad intocable e imborrable es la que le hace vol-
ver a la casa del Padre.
• Entretente en gustar, en sentir a Jesús como tu descanso, tu apoyo, tu «paño
de lágrimas» en los momentos duros de la vida... Lo duro de la vida no lo po-
demos llevar solos. Jesús se nos brinda para ser alivio, apoyo, descanso, so-
laz... Basta confiar en Él, ser fieles... Es culpa nuestra llevar lo duro de la vida
en solitario cuando tenemos uno que se ofrece para que todo sea más llevade-

-114-
ro... La relación, la amistad, la intimidad hacen que los problemas sean más
soportables... Esto es algo más que pedir a Jesús ayuda... Esto es una manera
de vivir la relación con Dios confiadamente como cuando vas por la vida del
brazo de alguien que te «sostiene» y te ayuda a caminar o en quien descansas.
• Mira a ver si eres «pequeña» ante Dios o si «te las apañas tú en todo» de manera
que no le necesitas... Y, como no le necesitas, pues él se queda al margen, es-
perando que «sientas necesidad de Dios».

Oratio
• Este momento de la oración, en continuidad con los que has leído y meditado,
lo puedes centrar en una oración:
— De alabanza, es decir, en una oración de agradecido reconocimiento de có-
mo es Dios, cómo se comporta, cómo obra... Que Dios sea como Jesús nos
revela que es, nos da motivos para entonar una alabanza... O quizá te tengas
que conformar con orar: Señor, mis ojos no saben ver tus maravillas, tu ac-
ción en los sencillos.
— De gratitud, en la que das gracias por lo que Dios es para ti, por lo que hace
y quiere hacer en ti y por ti...
— De petición, para que te puedas trabajar y hacer sencilla, pobre, necesitada de
Él, y descansar en Él más que en ti, que en los tuyos, que en lo que tienes...
— De confianza, esto es, deposita en Él con toda confianza tus «pesos», lléva-
los con Él, siente que Él es tu descanso; Jesús parece que se hace «el mozo
que me ayuda a llevar las maletas de la vida», «los fardos de la vida»... Píde-
le que los cargue en sus espaldas y que te descargue de algo... Quizá tienes
que confesar que no sabes confiar en Dios de verdad y que no le sientes co-
mo compañero de camino en el que cada día te apoyas, sobre todo ponien-
do en sus manos lo pesado de tu vida; y vas tú con todo, sin poder, roto,
casi sin fuerzas.

Contemplado
• Elige un lugar (tu casa, tu trabajo, un camino imaginario, un bonito paisaje) y
contémplate caminado con Jesús, los dos abrazados con los brazos sobre los
hombros... Hacéis un paseo silencioso visitando los lugares donde está «el pe-
so» de tu vida o las personas «que te pesan», etc. O quizá estáis abrazados
en un parque o en el salón de tu casa porque reconoces que el «peso» que lle-
vas no está fuera de ti, sino dentro de ti, en tu hogar. No explicas nada. No ha-

- 115-
blas nada. Le llevas, en silencio, a visitar «los pesos de tu vida». Y le dejas que se
detenga, que los examine, que los haga suyos..., que reaccione ante lo que
ve porque tú se lo muestras. Tú sientes su compañía, nada más. No vas de
«guía turístico», sino de guía de tus «pesos de la vida». Haces este ejercicio para
ver si durante el camino eres capaz de sentir el descanso que proporciona la
compañía de Jesús, el descanso que da el apoyarse en Jesús... Deja que en el
hondón de corazón brote palabra simplemente de este caminar así abrazada a
Jesús. Lo demás no importa.

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Gesto
• Andar por la sala de dos en dos bien cogidos, apoyados en el otro.

Textos
Me pesa la vida
Me pesa la vida.
Me duele la vida...
pero no tengo fuerzas, Señor,
para confiar mi vida
y depositarla toda entera
en ti.
Siento que no puedo
descansar en ti
porque no tengo fuerzas
para cambiar.
Sólo descanso en mí.
Sólo camino con mis fuerzas
y ¡ya no tengo fuerzas!
Sobre todo, Señor,
no tengo fuerzas para cambiar.

- lió-
Y voy por la vida
cargado,
cansado,
agobiado.
Señor, me pesa la vida
porque me resisto a cambiarla.
Este es mi peso.
Este es mi dolor.

Venid a mí los cansados


Si quieres:
Yo seré tu descanso,
Yo seré tu apoyo,
Yo seré tu compañero,
Yo seré tu alivio,
Yo seré tu alegría,
Yo seré tu confidente,
Yo seré tu confianza,
Yo seré tu camino,
Yo seré tu maestro,
Yo seré quien te revele
el corazón grande
de mi Padre.

Si quieres:
ven a mí
y encontrarás descanso;
ven a mí
y tendrás paz;
ven a mí
y no sentirás soledad;
ven a mí
y tu vida será
más llevadera;
ven a mí,
confía en mí,
aprende de mí
que soy paciente
y de corazón tierno.

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MATEO 20,17-28
No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber mi cáliz?

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar el orden en la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo.

Acogida de las personas


• Acogida a la entrada. Ver si hay nuevos miembros. Atenderlos sobre todo si no
saben cómo funciona el grupo de oración: un estilo de oración que parte de la
Palabra de Dios y se centra en escucharla y rezarla. A veces la Palabra de Dios
sólo la escuchamos. Aquí hacemos el doble ejercicio de escucha y de orar la
Palabra.

Ambientación
• Hacemos oración en el corazón del Adviento, en los días especiales de prepa-
ración para la Navidad.

-119-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación de la oración

• Un poco de relajación. {Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ga-
nas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesi-
dad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la re-
alidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro»
de Dios.

Comunitaria
• Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando
a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos.
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...

El texto: Mateo 20,17-28

En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte


a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén,
y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los es-
cribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que
se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará». En-
tonces se le acercó la madre de los Zebedeo con sus hijos y se postró para
hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha
y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois
capaces de beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Lo somos».
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquier-
da no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene re-
servado mi Padre». Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra

-120-
los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes
de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así en-
tre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro ser-
vidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para
servir y dar su vida en rescate por muchos».

Lectío
• El texto es una narración en la que Jesús hace el anuncio de lo que le va a pasar
en Jerusalén. Este anuncio, a diferencia de otros, se reserva a los Doce y se ha-
ce «subiendo» a Jerusalén, en el camino de la vida. El episodio nos puede re-
cordar esos momentos en los que nosotros mismos nos sorprendemos hablan-
do de lo «que nos va a pasar», de lo que «nos puede pasar». «¡A ver lo que
pasa!», es una expresión que entendemos bien. Jesús adelanta «lo que le va a
pasar». Jesús anuncia sólo lo que le va a acontecer a Él, no a ellos. Jesús pre-
dice a los más íntimos su pasión y muerte. Hay cosas que no son para todos
porque «no las entenderían». Los íntimos, en principio, son los que mejor po-
drían entender todo lo que se refiere a él. Para eso están conviviendo con él.
• El evangelista introduce inmediatamente, como formando una unidad, otro acon-
tecimiento: protagonizado por la madre de dos de sus íntimos, a la vista de los de-
más discípulos. No se dice cómo está allí presente la madre de los Zebedeo, Juan
y Santiago. Simplemente se narra el hecho y la respuesta de Jesús.
• Mientras Jesús les habla de su pasión y su muerte, la madre de los Zebedeo se
aproxima a Jesús para «mirar» por el futuro de sus hijos. Como una «buena ma-
dre», pide para sus hijos un puesto de honor en el «Reino de Jesús». Jesús
anuncia su muerte, ella piensa en el triunfo de sus hijos: «Que estén sentados
a tu derecha y a tu izquierda». No puede escuchar lo de Jesús, porque «le im-
portan sus hijos», «está muy ocupada con el porvenir de sus hijos». Ocupada
con sus hijos, Jesús es inaudible...Todo lo mejor para sus hijos. Los demás,
que se las apañen... Esta exclusividad es la que indigna a los otros diez, mos-
trando así, que los Doce elegidos para la confidencia de Jesús están pensando
lo mismo: asegurarse el aquí con un «buen puesto». Jesús les confía el secreto
de su destino y ellos están mirando cómo asegurarse un destino de prestigio
junto a Jesús sin entender el dolor y el sufrimiento que le espera. La forma es-
tructural que el evangelista emplea al poner en contraposición la postura de Je-
sús y la de los Doce, encabezados por la madre y los hijos de Zebedeo, da un
relieve especial a lo que Jesús vive y a lo que los suyos, los íntimos, desean
vivir secretamente en su corazón. Hay seguimientos de Jesús que no se apren-
den ni siquiera siendo compañeros de camino de Jesús. No es fácil entender
la vida cristiana que siempre tiene cruz.

-121 -
• Quizá no se trata de mala voluntad por parte de los discípulos, sino de dificultad
de entender la propuesta y la vida de Jesús. De hecho, Jesús no responde a la
madre, sino a los hijos: «No sabéis lo que pedís». La madre, por lo que se ve,
está hablando por ellos, verbalizando lo que ellos no se atreven a decirle. Jesús
olvida a la madre que habla por sus hijos y busca la palabra personal de Juan
y Santiago. El que quiera algo, que se atreva a hablar personalmente con Jesús,
que se lo diga «a la cara». A ellos les interroga directamente: «¿Podéis beber el
cáliz que yo voy a beber?». Los dos discípulos contestan que pueden. Y eso
que afirman poder beber, sí que se les promete y se les concede. Jesús sólo
asegura que la suerte que Él corra la correrán ellos porque se sienten dispues-
tos a correrla (¡no porque se les imponga!), pero se desmarca de prometer sitios
de honor. Con Jesús no es pensable hablar en categorías de honor, sino de dis-
ponibilidad para la entrega de la propia vida. Nadie decide por nadie lo que
quiere hacer con su vida y está dispuesto a hacer. Con Jesús sólo se puede ha-
blar de compartir y de entregar la propia vida. Los honores los da el Padre, y
no precisamente aquí en la tierra. Queda claro: No se está al lado de Jesús para
medrar, para tener puestos, sino para cargar con la cruz. Seguir a Jesús no es
seguir a un líder político que te promete puestos... Es seguir al Hijo de Dios que
se entrega hasta la muerte.
• Después de haber respondido es cuando el evangelista coloca el malestar, la
indignación de los otros íntimos contra la familia Zebedeo por querer acaparar
los puestos de privilegio, por querer «salir en la foto» junto a Jesús, escoltando
su derecha y su izquierda. Es entonces cuando Jesús aprovecha para indicar
cómo tienen que ser las relaciones entre sus seguidores y el sentido de la au-
toridad en la Iglesia y en el Reino que anuncia.
• Nada de Jesús es comparable con el funcionamiento de los poderes de la tierra,
con las esclavitudes que los poderosos imponen a los pequeños, con la explo-
tación del sencillo, con la autoridad por la autoridad. Nos queda mucho por
aprender lo que es la autoridad en la comunidad: servicio, y no servirse de ella.
Jesús inaugura otro modo de relaciones: hacerse pequeño, servir, hacerse es-
clavo de los otros. Y engancha con el anuncio primero hecho: el de su pasión
y entrega. Este es el modelo de autoridad: dar la vida, entregarse, no ser servi-
do, sino servir a todos.

Meditatio
• Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla, para confron-
tarla con nuestra vida o nuestra vida con la Palabra. Nos preguntamos: ¿cómo
ilumina mi vida este texto?

- 122-
• Una señal de intimidad, de predilección de Jesús con los suyos es que nos co-
mente lo duro de su vida y de nuestra vida, la cruz que debemos soportar. En-
tender el dolor y el sufrimiento es de íntimos. Jesús busca a los íntimos para
hablarles de lo duro. Ser capaces de descubrir la propia cruz y las cruces que
otros llevan es señal de predilección, de elección de Dios para escuchar lo duro,
lo que nadie quiere oír.
La capacidad para no asustarnos de la cruz es señal de estar en la onda de Je-
sús... Te puedes preguntar cómo reaccionas ante la cruz, lo duro de la vida, lo
que no elegirías pero te ha tocado en el «lote de tu vida». Jesús no toma la cruz
porque la elige, se la ponen encima y la acepta y la lleva. En el cristianismo no
elegimos la cruz por «deporte» o por «necesidad» o para «machacarnos» ale-
gremente. No. Elegimos a Dios, fidelidad a Dios y a los hermanos, y esto acarrea
«el peso de la cruz». No hay fidelidad sin entrega de la vida. Las cruces somos
y las hacemos las personas para otros y se las cargamos. No elegimos la cruz
por sistema, por gusto, por principio... Lo que aceptamos es cargar con la
cruz de cada día, la que está oculta en la vida ordinaria, y esto lo hacemos fia-
dos del Padre.
• Mientras Jesús está anunciando lo central de su vida, los suyos, los elegidos,
los íntimos están «a lo de ellos mismos». Sólo piensan en sí mismos. Hay un
abismo entre lo que vive Jesús y lo que viven y anhelan los «íntimos». Hay inti-
midades aparentes, sólo son presencia física, pero que no conectan con lo más
íntimo de las personas... Quizá tienes experiencia de vivir situaciones de inti-
midad, de estar juntos, sin sintonía en lo más profundo de lo que anhelas, de
lo que vives, de lo que deseas... Entrar en sintonía con lo más profundo del otro
exige tiempo y que el otro nos «aguante», nos diga, nos repita las cosas... Quizá
Jesús, en esta etapa de tu vida, te está pidiendo algo, te está comunicando algo
y tú estás «a lo tuyo»... ¿Qué abismo te separa de lo que Jesús te comunica y
lo que tú estás viviendo, de lo que tú estás esperando?
• Sitúate en la postura de la madre de los Zebedeo y mira a ver si te ocurre algo
como lo que ella protagonizó: hablar por los suyos sin entender a Jesús; escu-
char los anhelos de los hijos y no escuchar las confidencias y los anhelos de
Jesús. Aprende hoy la lección de Jesús: escucha, sí, a la madre, pero inmedia-
tamente la deja en un segundo plano... Al final, nadie habla por nadie a Dios.
Ante Dios sólo vale la palabra personal.
• Qué estás dispuesta a responder a Jesús ante la pregunta: «¿Puedes beber el
cáliz que yo voy a beber?». Haz una lista de «cosas» que presentarías a Jesús
con esta introducción: «Por favor, Señor, que esto no me suceda, que esto no
me pase...».

-123-
• En tu hogar, en tu «mundo», donde realizas la vida ordinaria: ¿cómo eres servi-
dora, esclava = cómo entregas la vida? ¿Cómo llevas el ocupar los últimos
puestos? ¿Cómo disciernes cada día el servir a los demás? A lo mejor hay «ser-
vicios» que no debemos realizar porque no dejan madurar a otros, ni les ayuda
a crecer ni a tomar en sus manos la propia vida... El servicio no es infantilizar a
otros... El servicio es echar una mano donde la mano del otro no llega.
• Entra en el secreto de tus anhelos... y ponlos en la presencia de Jesús con toda
sencillez...

Oratio
• Lo que hemos meditado lo hacemos ahora oración:
— Pídele perdón por no saberle escuchar o por pedirle para ti o para los tuyos
cosas que «no le van a Jesús», que no van con su estilo de entrega...
— Pídele perdón por las cosas que Jesús te dice: «Hija, no sabes lo que pides...».
— Pídele a Jesús «sabiduría» de corazón para entender sus confidencias, para es-
tar a su lado no sólo físicamente, sino con oído atento para saberle entender...
— Habíale de tus fuerzas actuales para «beber el cáliz» que él bebió... para «ti-
rar con lo que la vida te trae»...
— Pon en sus manos tus secretos anhelos, los que sólo tú sabes y él lee en lo
secreto de tu corazón.
— Nombra en su presencia tus «me cuesta», «no sé si hago bien»...

Contemplatio
• Crea en tu imaginación una escena: primeramente revístete o empapélate con
tus «secretos deseos» y preséntate así ante Jesús. No digas nada. Ya te ve.
Ya lee lo que llevas escrito... Tú sólo tienes que mirarle, que contemplar sus
reacciones, sus ojos, sus manos, su rostro... Oye, contemplando... Oye, ca-
llando... No tengas miedo, no te avergüences de nada. Es tu realidad. Es así
como Él ahora te acoge y te quiere, te acepta y te puede sugerir caminos nue-
vos... Manten la escena. No te muevas. Deja que tu corazón sienta o escuche
en lo más hondo esa palabra sanadora de Jesús.

Despedida

-124-
Momento de compartir
• Compartimos nuestra experiencia de oración: los momentos mejores, los de
más dificultad, los pasos que saltamos...
• Quizá vas notando avance y progresión en el camino de oración... Quizá no en-
traste en oración, te sentiste bloqueado: cuándo, por qué...
• Comparte la obra de Dios en ti para edificación de todo el grupo. No tenemos
nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros
a decir: Padre.

III. MATERIALES

Gesto
• Entrega de una copita que, dentro, contiene un mensaje:

¿Puedes beber la copa que yo voy a beber?

-125-
MATEO 21,28-32
Os precederán

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Lamparitas por el suelo. Todo sobrio. Algo que indique de qué irá la oración.

Acogida de las personas


• Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La aco-
gida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada per-
sona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda prime-
ramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.

Ambientación
• Dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración, a las posturas
en la oración y su importancia.

-127-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración y de pausa. (Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la adver-
tencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu
Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas...
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.
• En este tiempo de Adviento, pedir a María, la Madre de la esperanza, que nos ayu-
de a aproximarnos a Dios, a ser «seno de Dios», «acogedores de Dios».

Comunitaria
— Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)

El texto: Mateo 21,28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le di-
jo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña". Él le contestó: "No quiero". Pero
después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le
contestó: "Voy, señor". Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería
el padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «Os aseguro que los
publícanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de
Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y
no le creísteis; en cambio, los publícanos y prostitutas le creyeron. Y, aun
después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis».

Lectio
• El pasaje que hoy nos sirve de base para la oración pertenece a lo que Mateo
narra que acontece en Jerusalén después de la entrada triunfal, lo que nosotros

-128-
llamamos Domingo de Ramos. En este pasaje, Mateo nos presenta a Jesús en
el templo dialogando con los sacerdotes y los ancianos. Sus interlocutores son,
pues, los importantes, los influyentes, los que enseñaban al resto de la gente.
Con ellos habla y a ellos se dirige.
• Jesús propone un hecho imaginario, pero que tiene una intencionalidad profé-
tica, pues acaba denunciando a sus interlocutores. Un padre tiene dos hijos.
Uno dice no pero es sí, otro dice sí pero es no. ¿Qué está desvelando Jesús
con este ejemplo?
Está diciendo que hay personas que dicen sí a Dios, pero es un sí oficial o para
«salir del paso». En el fondo de ellas mismas, el s/'no pasa de palabras. La boca
dice una cosa; el corazón, otra. Más de una vez, entre nosotros, funcionamos
con «respuestas» para que el otro oiga lo que quiere oír, pero por dentro nos
estamos diciendo «te digo eso para que me dejes en paz; yo haré después lo
que me dé la gana». Conocemos, seguramente, personas de las que no nos fia-
mos porque «no tienen palabra»: dicen sí a todo, pero después no son «gente
de palabra». Dicen a todo que sí y después te dejan en la estacada.
• En el texto de Mateo, la palabra de Jesús es profética. Contrapone:

Sacerdotes y ancianos del pueblo (los SÍ (de circunstancia, que después es no).
bien considerados, los buenos oficiales,
los maestros del pueblo).

Publícanos (ladrones, colaboradores con el NO (que después es sí a la conversión).


poder opresor, pecadores públicos) y pros-
titutas (las que tenían que ser apedreadas).

• Jesús comienza afirmando rotundamente: os precederán, os llevan la delantera


aquellas personas que consideráis malas (publícanos y prostitutas). Después,
Jesús explica el porqué de su afirmación: hay más dificultad en «los buenos»
para creer y aceptar a Jesús que en los considerados malos. Los buenos se
cierran en su «oficial» verdad y eso les basta. Les basta vivir de «formas, de tí-
tulos, de puestos de responsabilidad». Con su «oficial» verdad no necesitan
más verdad, no necesitan que les digan qué hay que hacer... Con su «oficial
verdad» se hacen unos creídos, lo que les imposibilita ser creyentes. No nece-
sitan nada. Rechazan a los profetas. Rechazaron la verdad de Juan. Lo suyo es
su único alimento, su autosuficiencia. Pero no se paran ahí: rechazan el presen-
te, la verdad presente, el momento presente. Rechazan al que está presente
como enviado de Dios. «Estoy delante y me estáis rechazando». Y el rechazo
llegará a su culmen en el grito: ¡¡Crucifícale!!

-129-
• Es curioso que los sacerdotes y ancianos sepan juzgar muy bien el hecho de
vida presentado por Jesús, pero no se lo sepan aplicar a ellos mismos. Saben
ver la verdad, pero no saben ver «su verdad». Hay un saber religioso humano
que impide o bloquea la sabiduría de Dios: gustar y conocer a Dios.
• El que dice «no» pero después va, es porque emprende y atraviesa un proceso de
conversión. El no convertido en sí, por pequeño que sea, es un paso interior que
moviliza a la persona, no la deja como estaba. El sí que se convierte en no, deja a
la persona sin posibilidad de tocar el corazón, más cerrada en lo suyo, más metida
en su solo mundo. Nada pasa por su corazón más que su autojustificación. Por-
que en su corazón no se mueve nada, no le «acontece» la salvación.

Meditatio
• Quizá puedas traer a tu imaginación situaciones de «noes que han sido síes» y
de «síes que han sido noes»... Reconstruye el marco y la escena en que suce-
dió y procura analizar el movimiento interno de tu corazón que te llevó a optar
por una cosa u otra.
• Imagínate que escuchas a Jesús que se dirige a ti y te dice: «Te precederán...».
¿Cómo reaccionas? ¿Qué preguntas te haces?
• Mira a ver si estás en algún proceso personal interior parecido al de los síes que
se hacen noes o al de los noes que se hacen síes.
• Date un paseo por una calle de tu ciudad, o por tu barrio, o por las personas que
sabes que «son de mala fama», «de poco fiar», esas personas de las que dices «no
te fíes de ellas»... Pon delante de cada persona todos los prejuicios fabricados...
Y ahora, escucha a Jesús, que, mirándolas, te dice: «Os precederán...».
• Los sacerdotes y los ancianos estaban «muy seguros de sí mismos», lo tenían
todo sabido y controlado... en lo que a Dios se refería y a las conciencias de la
gente. Ése fue su pecado. Cuando Dios se presenta u obra de manera diversa
a lo que ellos «controlaban»... se quedan al margen de Dios. Prefieren decir:
«El Dios que no es como nosotros pensamos, no es Dios. Lo que se salga de
lo que nosotros pensamos, no vale». Y Dios les deja al margen... Sigue obrando
maravillas en otros y ni se enteran... ¿Cómo esto puede ser realidad hoy en ti?
¿Quieres controlar a Dios? ¿Te despista Dios? Cada vez que Dios te despista,
te está invitando a creer más en Él y a hacerte menos esquemas de Dios...

Oratio
• Si descubres que en tu vida hay «síes» que se convierten en «noes», pide perdón.
• Si en tu vida descubres una tendencia a condenar a otros, pide perdón.

-130-
• Si descubres que en tu vida hay «noes» que se convierten en «síes», da gracias.
• Si en tu vida descubres resistencias, dificultades para decir sí a Dios, pide fuerza.
• Si sientes que Dios ocupa poco espacio en tu vida, pide sensibilidad religiosa.

Contemplatio

• Imagina una escena: has recibido una carta de Dios y te da entrevista. No pasa
nada extraordinario, sencillamente Dios está hablando con todos sus amigos y
tú eres amiga de Dios. Preparas la entrevista de las cosas que quieres hablar
con Dios. Por una parte, aquellas cosas de las que te sientes contenta: has he-
cho esfuerzos, y la cosa va bien; por otra, haz la lista de las cosas que, a pesar
de los esfuerzos no logras llegar. Cierras la lista, preparas cómo vas a contarlo
todo... Cuando ya lo tienes, te encaminas a la entrevista con Dios. Elige tú el
lugar donde Dios te ha citado, la hora y el escenario de la sala donde te reci-
be... Entras, Dios te abre la puerta, te invita a acomodarte... Te da la palabra.
Miras sus gestos, su reacción, su mirada, su sonrisa, su cara... Observas que
Dios no toma nota de nada de lo que le cuentas. Cuando terminas de exponerle
tus listas, Dios te dice: «Muy bien, pero te falta una cosa... Se te ha olvidado
algo». Y se calla... Te mira. Le miras y ahí te quedas.. .Te quedas mirando y eres
mirada... Permaneces... Y notas que en el fondo de tu corazón, sin que Él diga
nada, va surgiendo eso que se te olvidó...

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Gesto
• En un caramelo, o bombón, o dulce de navidad, pegar un papel que diga:

Se te olvidó esto:
«Yo, Dios, te quiero MUCHO».

-131 -
^1
MATEO 25,31-46
A mí me lo hicisteis

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Todo sobrio. Algo que indique de qué irá la oración.

Acogida de las personas


• Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La aco-
gida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada per-
sona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda prime-
ramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.

Ambientación
• Dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración, a las posturas
en la oración y su importancia.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración y de pausa. (Música.)

-133-
Invocación al Espíritu
Personal
• Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la adver-
tencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espí-
ritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me en-
señas...
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.
• En este tiempo de Adviento, pedir a María, la Madre de la esperanza, que nos
ayude a aproximarnos a Dios, a ser «seno de Dios», «acogedores de Dios».

Comunitaria

— Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)

El texto: Mateo 25,31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:


«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, se
sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber,
fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestísteis, enfermo
y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme".
Entonces los justos le contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos
de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te ves-
timos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?".
Y el rey les dirá:
"Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis".

-134-
Y entonces dirá a los de su izquierda:
"Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no
me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y
no me vestísteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis".
Entonces, también éstos contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo,
o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?".
Y él replicará:
"Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humil-
des, tampoco lo hicisteis conmigo".
Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Lectio

• La perícopa de este evangelio (uno de los evangelios de la fiesta de Cristo Rey


del Universo) clausura la vida pública de Jesús. Después ya vienen los aconte-
cimientos pascuales. Jesús se encuentra en Jerusalén y en su enseñanza co-
mienza a insistir en la necesidad de la vigilancia y de estar preparados, porque
a la hora que menos pensemos vendrá el Hijo del hombre (Mt 24,44).
• En el pasaje de hoy es conocido por estos nombres: juicio de las naciones, jui-
cio final. Jesús se presenta como el que juzga a todas las naciones. En efecto,
el Padre no juzga a nadie, sino que ha depositado la totalidad del juicio en el
Hijo (Jn 5,22). Jesús que, como buen pastor, conoce a sus ovejas (Jn 10,14.17),
separará a las que han escuchado su voz y le han seguido, de las cabras, que
han vivido de espaldas al amor (v. 32). Esta separación no se realizará según
las medidas y los cálculos del hombre, porque el hombre no tiene la misma mi-
rada de Dios. Dios ve toda la verdad del hombre y, cuando venga, manifestará
las intenciones de cada corazón (cf. 1 Cor 4,5). Entonces cada hombre ocupará
su puesto a la derecha o a la izquierda de Jesús.
• El Rey llama a los de su derecha benditos de mi Padre (v. 34). Al comienzo de la
vida pública, Jesús llama dichosos a los pobres de espíritu, porque de ellos es el
Reino de los cielos (Mt 5,3). Jesús promete una gran recompensa en el cielo a to-
dos aquellos que vivan según el espíritu de las bienaventuranzas y que se esfuer-
cen en alcanzar la perfección del amor, según el ejemplo del Padre (Mt 5,12.48).
Y Jesús invita a tomar posesión del Reino a aquellos que han practicado la mi-
sericordia con los hermanos más pequeños (cf. Le 10,37). No se puede hacer el
bien sin ser hijo del Padre y sin ser hermano de los semejantes. Esta es la relación
que Jesús mismo puso en práctica: vivió como Hijo y como hermano.

-135-
• Los buenos, los que son colocados a la derecha no se explican bien el porqué.
Lo que les parecía lo más natural del mundo atendiendo a los demás es lo que
les hace buenos.
• El Reino nos ha sido preparado desde el origen del mundo (v. 34). Dios ha pen-
sado en nosotros antes del comienzo de nuestra existencia. En Cristo, Dios nos
eligió antes de la creación del mundo (Ef 1,4). Y Jesús, antes de pasar de este
mundo al Padre, nos ha prometido que en la casa de su Padre hay muchas mo-
radas y él nos preparará un sitio (Jn 14,2s.).
• Jesús se dirige a los de su izquierda rechazándolos con dureza: «Apartaos de
mí». La enseñanza de Jesús es clara: el Reino del Padre no es para ellos. Hay
un rechazo, una separación. El mismo rechazo y separación que optaron en la
vida ahora se consuma. Ellos también se extrañan del rechazo y preguntan, co-
mo los buenos, los motivos. No reconocer al hermano es no reconocer a Dios.
Así de simple. Reconocer al otro exige una conversión, una descentralización
de uno mismo para dar importancia al otro. No basta amar con las palabras y
con la lengua, y repetir cada día: «Venga tu Reino», sino que es preciso amar
de verdad y con obras (1 Jn 3,18), porque de esto seremos juzgados al final. Por
ello, mientras tengamos ocasiones propicias, practiquemos el bien hacia todos
(Gal 6,10).

Meditatio
• Posiblemente estés haciendo «obras de Reino» de manera muy sencilla, sin
darte cuenta casi, porque entran dentro «lo normal» para ti. ¿Qué es para ti ha-
cer con normalidad algo por los demás? En la enumeración que realiza Jesús,
los que hacen algo por los demás, atienden a lo esencial: dar de comer y de
beber, acoger al forastero, vestir, visitar... A lo mejor nos queremos inventar
cosas «muy nuevas» y lo nuevo siempre es atenderá lo básico que las perso-
nas necesitan.
• Detente a considerar qué parte de tu actividad y tiempo es para el círculo de
los que no son tu hogar o tu familia...
• En tu experiencia de vida, ¿cómo y por qué cauces llegan a ti las necesidades
de los otros? ¿Qué haces al sentirlas a tu puerta?
• Hoy y siempre el trigo y la cizaña están mezclados, los buenos y los malos con-
viven en la misma geografía. Trae a tu memoria el recuerdo de las personas que
están haciendo el Reino de Dios acogiendo y comprometiéndose con la gente.

-136-
Oratio
• Pide al Señor que te dé sensibilidad para vibrar y actuar ante la necesidad de
los hombres y mujeres que te encuentras.
• Ora con estas dos expresiones: ¿cuándo, Señor, lo hice?; ¿cuándo, Señor, no
lo hice?
• Suplica al Señor que te dé fuerzas y ganas de «inclinarte», de «convertirte», de
«volverte» hacia los que experimentan necesidades básicas..., que no se te
quede el corazón frío.
• Da gracias a Dios por ponernos las cosas tan fáciles: hacer algo a Dios es tan
sencillo que sólo nos pide dar de lo nuestro a los que tenemos al lado.

Contemplado
• Tú posiblemente tienes experiencias de personas que te han llamado y felicita-
do, ya sean jefes, profesores, amigos, compañeros...O estás necesitada de re-
conocimiento inmediato por lo mucho que te entregas y nadie te lo agradece.
Sobre este telón de fondo, que tú personalizarás a tu medida, te invito a recrear
una situación en la que te sientas convocada por Jesús a su «despacho». Eres
libre de imaginar la escena. Cuando hayas entrado en su «despacho», tras los
saludos, Jesús te dice: Estoy encantado contigo. Te felicito porque... Tú te que-
das casi sin palabras... y en ese momento congelas la escena para contem-
plarla, para saborearla y para dejar que tu corazón hable desde el silencio.
Creías que tu vida de servicio pasaba desapercibida y descubres que no, que
Alguien ve y premia tu callada entrega, tu silencioso servicio.

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

• Se entrega un sobre cerrado que contiene una carta en la que está escrito:
GRACIAS
por lo que tú sabes y yo considero hecho a mí mismo.
Jesús

-137-
LUCAS
LUCAS 1,39-56
Feliz la que ha creído

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar el orden en la capilla. Importancia especial a la Virgen.

Acogida de las personas


• Acogida antes de comenzar la oración. Es ya una manera de predisponer para
la oración. Comentar lo que ha sido este año del grupo de oración...

Ambientación
• Oramos en un momento histórico concreto: mayo, mes de la Virgen, días pre-
vios a Pentecostés... No es el evangelio del día. Nos salimos de la norma ordi-
naria.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Ejercicios de respiración, de ruptura con el trajín de la vida. No es perder tiempo
el dedicado a preparar la oración.
• Si no logras rezar, quizá ya tiene sentido unos momentos de paz.

-141 -
Invocación al Espíritu

Personal
• Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ga-
nas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesi-
dad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la re-
alidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro»
de Dios.

Comunitaria
• Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando
a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos.
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...

El texto: Lucas 1,39-56

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región mon-


tañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño
en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran
voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿de dón-
de a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha
creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Lectio
• El texto tiene un contexto: el anuncio del ángel a María y su sí a Dios. Llenada
de Dios.
• Después del sí a Dios, el siguiente sí de María es a su prima necesitada. Dios no
nos deja con él; nos manda a otros necesitados. La prima necesitada no está al
alcance de la mano, sino en un pueblo de la montaña, hay que hacer viaje, hay que
decidirse a ir... El necesitado no es el que «está al lado» y como está al lado «me
es fácil»... El necesitado está donde vive, donde muere... Se pide ir.

-142-
• Es un sí que se hace inmediatamente después de escuchar a Dios (postura de
acogida a postura de acción: se levantó. Puede recordar en algo el pasaje de
Marta y María), se moviliza y se va apresuradamente.
• María se presenta como «provocadora» de la vida que Isabel lleva dentro: saltó
la criatura. Llevar a Dios en las entrañas es hacer saltar la vida de Dios que está
al lado... María, portadora de Dios, es la que hace saltar «al niño», «la novedad»
que llevaba Isabel dentro. Ésta se convierte en cantora de lo que ocurre... Es
una cantora con estas cualidades: reconoce lo que María es y lleva en su seno,
escucha el salto del fruto de su vientre y eso le hace cantar; cantar es reconocer
lo que tiene el otro dentro y lo que yo también tengo. El fruto del vientre de María
«provoca» el fruto del vientre de Isabel. Cantar es reconocer lo del otro y lo pro-
pio con humildad y sin merecimiento. Ante Dios no merecemos nada: sólo can-
tamos su acción en nosotros. Cantar es reconocer que lo que le pasa a Isabel
es porque la otra, María, ha creído en Dios... Lo de Dios es una cadena...

Meditatio
• Escuchar a Dios moviliza. La creyente modelo, María, es una creyente en mar-
cha hacia los necesitados... Descubrir la necesidad de alguien y acudir en su
auxilio es fruto de escuchar a Dios y de intimidar con Él, no sólo de filantropía.
Aquí difieren las acciones de los creyentes con otros hombres y mujeres de
buena voluntad.
• María no va sola, lleva en su vientre un misterio de gestación que le acompaña.
Lleva a Dios dentro, engendrado en su vientre, y Dios «se hace notar»... Lo que su
prima ve es lo que no se ve..., lo que no todos ven... El Dios escondido en María
es percibido por Isabel, otra «mujer buena», abierta al Señor. El Dios que llevamos
dentro nos acompaña y siempre hay ojos limpios que lo perciben... Trae personas
que te han piropeado por lo que llevas de vida de Dios dentro y que suscita vida...
Personas que han dicho, ante acciones tuyas, alabanzas a ti y a Dios...
• Observa qué hay en ti que deja ver a Dios, eso a través de lo que los que te co-
nocen, o no conocen, perciben a Dios, o te perciben habitada por Dios... Este
camino lo tienes que recorrer haciendo pasar delante de ti a las personas que
telo han dicho...
• O quizá eres una persona que no deja percibir a Dios... en lo que haces, dices,
en tu forma de ser y de verte la gente... ¿Nadie te ha dicho que eres buena per-
sona o que Dios se deja ver en ti?
• Posiblemente haya cosas en ti que no nacen porque no las tomas en serio, por-
que no crees en serio, porque no se te puede decir lo que Isabel dijo a María:
«Feliz tú porque has creído».

-143-
• Qué has creído de verdad en tu vida que se ha cumplido... ¿Por qué cosas te
podríamos decir: «Dichosa tú porque has creído».
• Tú puedes ser misionera de Dios sólo por lo que dejas ver... ¡Cuántos, a lo me-
jor en silencio, al verte, cantan: «Dichosa tú que no eres como las demás»; «Di-
chosa tú que se ve que eres persona profunda»; «Dichosa tú que da gusto estar
contigo»; «Dichosa tú porque donde tú estas brota la alegría»...

Oratio
• Visita con tu oración a las personas que hoy sientes que tienen necesidad...
Nómbralas ante el Señor.
• Nombra a las personas que te han removido la vida que llevas dentro y que te
han ayudado a que lo mejor de ti saliera a la luz, naciera dentro de ti...
• Reza con esa expresión: «¿Quién soy yo, Señor, para que alguien se acuerde
de mí; para que tú te acuerdes de mí a través de...?».
• Reza el Ave María como final de todo lo meditado.
• Mira y pide perdón y fuerza por las cosas que no pueden ser en ti, porque no
te las crees de verdad...

Contemplatio
• Sitúate paseando sola por el lugar que quieras: el barrio, un paisaje que te es
querido, la playa, el mar, la montaña, o uno de esos lugares que te chiflan...
porque te transmiten paz... Pasea sola con tus pensamientos; elige si quieres
pasear pensando cosas «tristes» o cosas «positivas»... En un momento se acer-
ca Jesús a ti, se pone a tu lado y te acompaña de esa manera que a ti te gus-
ta... Siente el paseo con Jesús así, sin decir nada. Siente.
• En un momento, Jesús se detiene y te invita a sentarte mirándoos a los ojos. Y
con mucha ternura te dice: «No entiendo que no te creas que puedes...». Y te
mira y te mira y te coge de la mano... y tú reaccionas como el corazón te su-
giera, pero sin discursos, esperando la palabra que nace del corazón... Y apren-
des que hay palabras que no vienen de la cabeza ni de los labios, sino del fondo
del corazón...

Despedida

-144-
Momento de compartir
• Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el me-
jor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón
por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias...
• Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueada: cuándo, por qué...
• Comparte la obra de Dios en ti para edificación del todo el grupo. No tenemos
nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros
a decir: Padre.

III. MATERIALES

Texto
Carta de Isabel a una prima que no era precisamente como María
Querida May:
Te escribo esta carta porque sé que puedes entenderme y porque sabes el
cariño que te tengo. Te he dicho en otras ocasiones que hay cosas inex-
plicables que sólo el cariño las «entiende», porque el cariño además de la
cabeza pone el corazón. Y hay cosas que hay que entenderlas más con el
corazón que con la cabeza... No hay nada que el amor no pueda entender.
Tú sabes que con mucha frecuencia vemos cosas que nos «chocan un po-
co», pero, para los que las hacen, no son nada chocantes porque el amor
todo lo explica, todo lo entiende, todo lo disculpa...
Me vas a permitir que con mis entrañas de embarazada, «cuando ya nada
esperaba», te hable con todo el corazón.
Mira, May, prima querida, después de lo que estoy viviendo (¡estar embara-
zada a mis años!), te puedo decir que nada es imposible en tu vida y que nada
puedes dar por imposible. La mejor manera de hacer imposible algo es «darlo
por imposible», «darte por derrotada desde ya». Cuando se quiere de verdad,
y es verdad ¡o que se quiere, estoy segura de que lo alcanzarás.
Te escuché el otro día cuando me comentabas «todos tus males». Me los
decías de una forma que parecía que el cielo estaba cerrado del todo para
ti y que el sol ya no brillaba ni brillaría en tu vida...
Yo creo que sólo no brilla el sol que no queremos que brille...
Yo creo que lo negro que vemos en nuestra vida brota de la falta de con-
fianza en nosotros mismos.

-145-
A veces, me da la impresión, May, de que nos falta damos importancia y creer
con fuerza en aquello que intuimos que podría ser... pero nos da miedo.
Todo lo nuevo cambia mucho nuestra vida. Nada nuevo llega sin que se mo-
difique nuestra rutina de vida... Y eso es una de las cosas importantes de la
novedad: nos saca de lo de siempre, nos cambia planes, nos rompe las ru-
tas trilladas, nos pone en situaciones que no habíamos vivido antes...
Hoy, May, te quiero decir que me gustaría poderte cantar:
Dichosa tú porque has creído que puedes más de lo que te crees.
Dichosa tú porque crees y confías en ti misma.
Dichosa tú porque crees y confías en el Dios de nuestros padres.
Dichosa tú porque tu fe hace que lo nuevo sea posible en ti y para otros.
Dichosa tú porque eres un manantial de fertilidad.
Dichosa tú porque estás llamada a ser fecunda siempre; pueden cambiar
las formas de ser fecunda, pero tú eres seno fecundo.
Dichosa tú porque la vida que llevas dentro hace brincar a otras vidas.
Y, May, dichosa tú porque crees que Dios está en ti y tú eres sitio de Dios.
Tengo ganas de vernos y de hablar juntas de estas y otras muchas cosas.
Recibe un fuerte abrazo de tu prima que está viviendo cosas que creía que
jamás le acontecerían... Pero para Dios, nada es imposible.
Isabel

-146-
LUCAS 2,15-20
Todos se admiraban de lo que contaban del niño

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Lamparitas por el suelo y un icono de la Virgen. Todo sobrio, pero cálido.

Acogida de las personas


• Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La aco-
gida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada per-
sona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda prime-
ramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.

Ambientación
• Jesús buscaba «geografía» para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado.
El lugar en el que oramos influye en la calidad de nuestra oración. Con tu ima-
ginación vete a un lugar familiar, donde te sientas bien... Elígelo sabiendo que
pasarás allí un momento largo, un momento a solas... escuchando y escuchán-
dote... Un lugar que te estimule a la oración...

-147-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración y de pausa. (Música.)

Invocación al Espíritu
• En esa paz que ahora tienes, deja caer estas palabras: Señor, enséñame a orar.
Repítelas despacio muchas veces sin pensar en otra cosa; repítelas gustándo-
las, deseando lo que pides. No dejes que venga otro pensamiento a tu mente.
Y si viene... vuelve tranquilamente a repetir: Enséñame a orar.

El texto: Lucas 2,15-20

Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron


unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido
y que el Señor nos ha dado a conocer». Fueron apresuradamente y halla-
ron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces
contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escu-
charon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían.
María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a
meditar en su interior.
Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios por todo
lo que habían visto y oído, tal como los ángeles se lo habían anunciado.

Lectío
• Este texto pertenece a la narración del nacimiento de Jesús que san Lucas re-
lata. Lo que precede a estos versículos es la promulgación del decreto de em-
padronamiento mandado por el emperador Augusto, el viaje de José y María
de Nazaret a Belén, el nacimiento en una choza porque no había sitio en la po-
sada y el anuncio a los pastores.
• Los pastores en la Biblia tienen significados diversos. Los profetas hablan en
contra de los «pastores» de Israel, refiriéndose a los «jefes» del pueblo que se
apacientan a sí mismos (Ez 34,1). Y el mismo profeta promete un «buen pastor»:
Yo mismo en persona buscaré mis ovejas siguiendo su rastro (Ez 34,11). En el

-148-
evangelio de san Juan, Jesús se define como buen pastor: Yo soy el buen pastor;
el buen pastor da la vida por las ovejas... conozco a las mías y las mías me co-
nocen (Jn 10,11.14). Aquí no se refiere a los «jefes del pueblo», sino a los pasto-
res de rebaños de ovejas. No gozaban de buena fama porque solían traficar con
la leche y la lana de ovejas que no eran suyas. Pero, como en toda realidad hu-
mana, los había sencillos. El texto no nos da a entender ni una cosa ni otra. Sólo
los menciona. Y sí se dice que estaban velando en la noche el ganado, no só-
lo por miedo al lobo, sino también por miedo a los robos de otros pastores.
• Lo importante es que los pastores se convierten en anunciados y en anuncia-
dores. Lo que ellos reciben como noticia sobre el niño envuelto en pañales y
recostado en un pesebre sirve para causar admiración: Les contaron todo lo
que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que
contaban los pastores (vv. 17-18). José y María aprenden de los pastores. Da
la impresión de que María sabe menos que los pastores y tiene que ir apren-
diendo quién es este hijo biológico que acaba de nacer.
• Resalta la actitud creyente de María: Lo conservaba y meditaba todo en su co-
razón (v. 19).

Meditatio
• María, que en la anunciación tuvo un protagonismo relevante, no lo tiene ni en
el nacimiento ni en la resurrección de su Hijo. Tiene que aprender de lo que le
van comentando. Por eso María puede ser modelo de creyente, porque tiene
que aprender a creer sin señales extraordinarias de lo Alto. Como nos pasa a
nosotros, en la vida ordinaria es donde tenemos que abrir los ojos a Dios. Y
Dios nos da pistas para «abrir los ojos» de manera indirecta, por otras perso-
nas... Hasta puede darse que sea por medio de personas de no muy buena re-
putación... Nunca se sabe. Mira lo que acontece en tu vida: cómo Dios te es
anunciado, de quiénes aprendes cosas sobre Dios...
• En la vida, algunos creyentes «protestan» contra Dios y le piden signos o que
hable «más claro». Dios nunca será evidencia totalmente clara. Dios está siem-
pre envuelto en un manto de misterio que la fe tiene que ir asumiendo y aco-
giendo. Sí ahora miras tu vida de creyente, podrás ver qué actitudes o exigen-
cias planteas a Dios. El creyente, como María, descubre a Dios en las personas
que nos rodean, que nos hablan, que nos cuentan su «vida y milagros» o su
«experiencia» de Dios. La experiencia o noticia de Dios que tienen otros es tam-
bién noticia de Dios para nosotros mismos. ¿Lo vives así?
• Nuestra actitud creyente se inspira en la actitud de María: a Dios se le entiende
callando y meditando en el corazón... Los anunciadores se van. Te dejan la no-

-149-
ticia y sus consecuencias y te quedas tú sólita con la noticia para rumiarla, para
digerirla, para ahondarla, para posicionarte ante ella y tomar decisiones.
• Lo de Dios asombra. Trae a tu memoria personas, noticias de «gente buena»
que te han asombrado, que te han interrogado, que te han abierto la ventana
de la vida... u otra densidad de Vida...

Oratio
• Pide perdón en tu oración por ser exigente con Dios, por intentar hacer de Dios
un Dios a tu medida, que te diga las cosas de manera más clara...
• Da gracias a Dios por las personas que te hablan de Él en la sencillez de su vida,
contando la experiencia que tienen del Evangelio...
• Da gracias a Dios por el asombro que te produce saber que hay gente que des-
de la fe hace cosas increíbles a simple vista, cosas que te asombran, que te
abren caminos nuevos aunque no tengas fuerzas para recorrerlos.
• Con María, ora y pide que se te concedan esas actitudes de conservar todo lo
de Dios y de meditarlo en el corazón...

Contemplado
• Imagina la escena de la gruta de Belén. Sitúate allí, en el rincón que quieras, en
la postura que quieras. O imagina una escena de tu vida en la que hayas tenido
un «anuncio» de alguien que hablaba de Jesús, de la manera que tiene de vivir
el Evangelio de Jesús. Reconstruye bien la escena, con todo detalle. En un mo-
mento determinado, en tu lugar de observadora de lo que pasa, el ángel, los
pastores, una persona que conoces o no conoces se dirige a ti y te dice: «Jesús
cuenta contigo. Tiene algo especial preparado para ti». Esto te moviliza, y te ha-
ce acercarte a Jesús. Todo lo demás se desvanece y estás tú delante de Jesús
esperando que te anuncie lo que te tiene preparado.
• Te quedas muda ante Él, mirando y esperando, sintiéndote mirada por Jesús
hasta lo más secreto de tu alma. Estáte así todo el tiempo que sea hasta que
notes que Jesús no habla, pero el corazón sí.

Despedida

Momento de compartir

-150-
III. MATERIALES

• Recortar de revistas y de publicidad, diversas escenas de la vida de una mujer


o de varones haciendo las tareas ordinarias: cocina, plancha, paseo, comida
en familia, tareas de fregar, niños con sus papas, etc. Cada una se pega en una
hoja en blanco. Debajo, estará fotocopiada esta frase (a cada participante se le
entrega, al azar, una hoja):

Cualquier actividad de tu vida ordinaria


es un lugar oportuno
para escuchar las maravillas de Dios.
A tu lado siempre hay alguien que, cuando menos lo esperes,
te hablará de Dios,
aunque sea para negarlo.

-151 -
T
LUCAS 12,13-21
La vida no depende de las riquezas

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Lamparitas por el suelo y un icono de la Virgen. Todo sobrio, pero cálido.

Acogida de las personas


• Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La aco-
gida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada per-
sona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda prime-
ramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.

Ambientación
• Jesús buscaba «geografía» para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado.
El lugar en el que oramos influye en la calidad de nuestra oración. Con tu ima-
ginación vete a un lugar familiar, donde te sientas bien... Elígelo sabiendo que
pasarás allí un momento largo, un momento a solas... escuchando y escuchán-
dote... Un lugar que te estimule a la oración...

-153-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración y de pausa. {Música.)

Invocación al Espíritu
• En esa paz que ahora tienes, deja caer estas palabras: Señor, enséñame a orar.
Repítelas despacio muchas veces sin pensar en otra cosa; repítelas gustándo-
las, deseando lo que pides. No dejes que venga otro pensamiento a tu mente.
Y si viene... vuelve tranquilamente a repetir: Enséñame a orar.

El texto: Lucas 12,13-21

En aquel tiempo, uno de entre la gente le dijo:


«Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Jesús le dijo:
«Amigo, ¿quién me ha hecho juez o arbitro entre vosotros?».
Y añadió: «Tened mucho cuidado con toda clase de avaricia, que aunque
se nade en la abundancia, la vida no depende de las riquezas».
Les contó una parábola:
«Había un hombre rico, cuyos campos dieron una gran cosecha. Entonces
empezó a pensar: "¿Qué puedo hacer? Porque no tengo dónde almacenar
mi cosecha". Y se dijo: "Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros,
construiré otros más grandes, almacenaré en ellos mis cosechas y mis bie-
nes, y me diré: 'Ahora ya tienes bienes almacenados para muchos años;
descansa, come, bebe y pásalo bien'". Pero Dios le dijo: "¡Insensato! Esta
misma noche vas morir. ¿Para quién va a ser todo lo que has acaparado?".
Así le sucede a quien atesora para sí, en lugar de hacerse rico ante Dios...».

Lectio
• Jesús va camino de Jerusalén. Diversos episodios nos presenta el evangelista
que van aconteciendo a su paso por los lugares que atraviesa. El que hoy me-
ditamos y rezamos es una disputa familiar por una herencia, algo bastante ha-

-154-
bitual en las familias. Jesús claramente se declara incompetente en la materia,
pues no es ni juez ni arbitro en esos temas. Pero aprovecha para una reflexión
sobre la codicia.
• El principio de Jesús es claro: la vida no depende de las riquezas; dicho de otra
manera, las riquezas no son todo en la vida ni salvan la vida de lo fundamental:
la muerte.
• Jesús adorna su pensamiento con una parábola, que es la mejor manera de en-
tender que tienen los sencillos: almacenas, guardas para cuando estés jubilado,
o para cuando tengas más tiempo, y un día descubres que los planes que te
habías hecho no son los que se cumplen... Con frecuencia decimos: «Ahora
que ya lo tenían todo..., ahora que podían dedicarse más el uno al otro..., aho-
ra que ya estaba más libre...». Ahora se acabó todo, ahora «es otra historia» y
no la que habíamos presupuesto...
• La vida de la persona no es como un almacén donde se guarda para consumir
en un tiempo que vendrá. La vida no sigue las leyes de los polígonos industria-
les donde hay grandes almacenes... La vida se llena dando (vaciándose), no al-
macenando. El almacén de la persona está dentro de ella misma, en su corazón.
El corazón no es lugar de acumulación de egoísmos, sino de «reparto de amor».
Eso es ser rico para Dios. Eso es lo que el mismo Jesús nos demostró.
• Jesús sentencia: La vida no depende de las riquezas... En el Evangelio, al final,
se tiene sobre todo lo que no se tiene..., lo que se dio a los demás... Eso ten-
drás: lo que hayas dado... Sólo será tuyo para siempre lo que has dado a otros...
Es lo único que no te pueden quitar... Es lo único que te llevarás...
Siéntete llamado a tener el corazón «en otro lado»..., en los hermanos..., en las
cosas que no son caducas... Siéntete llamado a no amontonar, sino a repartir...
Siéntete llamado a no construirte sobre lo que se queda aquí...

Meditatio
• Esta parábola de Jesús es «muy sabia». El virus de la avaricia, de tener un poco
más cada día, de que me toque la mejor parte de la herencia... ha «infectado» a
muchos corazones y los ha «ocupado», de manera que Dios no tiene lugar casi.
• Podías hacer un breve examen de las cosas que usas una vez al año o ni si-
quiera, pero las tienes «por si acaso» y te ocupan espacio físico y, quizá, espa-
cio en el corazón. Después, saca conclusiones de todo lo que tienes y te so-
bra... Si tuvieras que tirar lo que usas en cada temporada del año nada más
una vez... ¿cuánto tirarías? Pregúntate si las cosas «te tienen» o «tienes» tú a
las cosas...

-155-
• Es bastante corriente que la gente muera dejando un montón de cosas sin es-
trenar o sin casi usar porque las dejaba para «una ocasión importante». La oca-
sión importante es hoy, es el presente, es darte y dar. Las claves de la felicidad
humana están en tener algo que hacer, algo que esperar y alguien a quien amar.
Por eso es absurdo hacer del ganar la fuente principal de la felicidad.
• Sorpréndete «infectado» por el virus de la codicia, del tener; sorpréndete acu-
mulador de cosas, reticente para dar y darte, para repartir lo que «consideras
muy tuyo»... Intenta reaccionar con las palabras del Señor: La vida no depende
de los bienes.

Oratio

• Preséntate ante el Señor atada y llevada por la avaricia..., o por el tener..., o por
el apego a pequeñas cosas que las haces muy grandes. Preséntate «tenida»
por cosas o por personas... y pídele que te ayude a liberarte de esas ataduras...
• Observa si lo que tienes, lo que «te va», te ata manos, corazón, mirada y senti-
mientos...
• Nombra ante el Señor a personas que sabes que están preocupadas sólo por
tener y almacenar, por aparentar, o que lo pasan mal porque se comparan con
otras que tienen más...
• Da gracias por los ejemplos de personas que viven sin preocuparse de nada,
todo lo dan y se dan...

Contemplatio
• Estás en ese lugar que tú sueles elegir para sentirte bien y poder pasar unos
momentos de quietud... Eres consciente de ese lugar..., lo saboreas... Ahite ha
llegado esta Palabra de Dios. Con ella son alimentados los creyentes: tú, yo,
nosotros, muchos.
• Imagina la escena... Tú vas a Jesús con un problema de herencia o parecido...
uno de esos litigios familiares que a lo mejor vives... Tú te quejas de que te toca
a ti mucho y tu marido (o tus hermanos o quien sea) se lava las manos... Vas a
Jesús a quejarte de tu marido, de tu mujer, de tus hijos porque no te ayudan,
de tu suegra, del amigo que te ha defraudado porque se están riendo de ti...
Vete. Presenta ese problema a Jesús despacio... Mira cómo te escucha: su ca-
ra, sus ojos, sus gestos... Y ahora, cuando has acabado, te dice: ¿Para qué me
quieres meter a mí en vuestros líos? ¿Cómo te quedas? Ya ves, Jesús no res-

-156-
ponde a tus preguntas... Jesús no está para resolver «esos» problemas tuyos...
sino para iluminar cómo vivir tus relaciones personales y sociales... Escucha lo
siguiente que añade: Tened cuidado con la avaricia, con la abundancia... La ava-
ricia, la abundancia nos estropea la vida... Te quedas más desconcertada... Y
pensando o meditando estas palabras en el corazón.

Despedida

Momento de compartir

-157-
LUCAS 13,18-21
Como un grano de mostaza

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Darle el aire que queramos, ponerla acogedora: primero para vernos y después
para posicionarnos como orantes.

Acogida de las penónos


• Saludo cordial especialmente a las personas que vengan nuevas. Breve expli-
cación de lo que hacemos. Lo mejor es sumergirse y si no es esto lo que bus-
cas... no pasa nada. Por probarlo una vez... no pasa nada. Sigue buscando.

Ambientación
• Lo importante en este grupo no es lo que nos decimos, sino lo que dejamos
que Dios nos diga...
• Encendemos una vela, signo de esa presencia divina que buscamos, pero que
no encontramos y no se nos muestra... si no nos encuentra ella.

-159-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación de la oración
• Un poco de relajación. {Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Le manifestamos nuestra necesidad de él, de que nos enseñe a rezar... de que
nos caliente el corazón...

Comunitaria
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...

El texto: Lucas 13,18-21

En aquel tiempo, decía Jesús:


«¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un
grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se
hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas».
Y añadió:
«¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mu-
jer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».

Lectio
• En estos versículos de Lucas nos espera hoy Dios. Lo primero que vamos a ha-
cer es leerlos bien y no darlos por sabidos. Si los damos por sabidos, no nos
dirán nada. Diremos, como dicen muchos: «Eso ya lo he oído. Eso ya lo sabía
yo». Y en lo de Dios, en su Palabra, siempre hay algo nuevo que no sabemos,
algo que Dios tiene reservado para nosotros simplemente si lo leemos bien hoy,
despacio y como «comida que Dios nos ofrece en este momento».

-160-
• Comenzamos por la primera palabra del texto: les decía. No hay destinatario
preciso. Habla a todos. En el capítulo 13, al que pertenecen estos versículos,
Jesús habla «a unos» (v. 1), «a una mujer tullida» (v. 12), «a la gente» (v. 14). A
continuación de estos destinatarios, viene el genérico: les decía. Se sobreen-
tiende la gente. Lo que hoy tenemos para rezar no es para un grupo escogido
determinado. Es para todos, es decir, nos atañe.
• ¿Qué les dice Jesús? ¿Qué quiere comunicarles, cuál es el tema que a Jesús
le interesa proponer? Les quiere hablar de reino o reinado de Dios y de forma
que lo entiendan. Les quiere hablar de las cosas de Dios, del estilo de vivir que
le gusta y de las normas de vida que a Dios le encantan. Lo primero de todo es
que no lo define. No dice es esto, es aquello... Lo compara. Como si lo de Dios
fuera «indecible», «informulable»... pero hay aproximaciones para podernos ha-
cer una idea de cómo es Dios...
— El Reino de Dios, lo de Dios, es como un grano de mostaza. Grano pequeño
que se siembra. Lo de Dios es pequeño, comienza pequeño y se siembra en
un huerto. Lo de Dios es algo pequeño que lleva vida dentro. Lo de Dios es
para sembrar, para germinar, para dar fruto, no para almacenar. Hay granos
para almacenar. El grano de lo de Dios es para sembrar. No tenemos «algo
de Dios» para que no germine. Lo de Dios es para crecer y para cobijar a
aves y a todo lo creado por Él.
— El Reino de Dios es como la levadura que toma una mujer y la mezcla con la
masa. La masa es mucho más que la levadura. La levadura es pequeña o es
poco. Pero es para remover la masa, lo mucho. Lo de Dios es para mezclarse
con la masa, con lo que no es Dios y hacer que Dios esté presente donde
no estaba y donde no estaba haya cambio, y haya sabor... Lo de Dios es
para hacer «remover» lo que no tiene fuerza y la necesita de fuera. Lo de Dios
lleva siempre vida y fuerza, de tal forma que hace que algo nuevo nazca, que
algo se remueva, que lo que no tenía vida, la tenga... Lo de Dios tiene aliento
de Dios y ese aliento, como en la creación, porta vida.
• Nos aproximamos a lo de Dios y tenemos que cambiar de idea: no ir a la cate-
dral, ni a no sé qué obra que funciona bien y es grande... Lo de Dios es de inicio
pequeño, casi ni se ve, pero se siente por los efectos de vida..., por la masa re-
movida...

Meditatio
• Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla. ¿Cómo ilumina
mi vida este texto? Tú puedes hacer tu camino desde lo que has leído y escu-
chado. Si no ves camino, aquí tienes unas pistas:

-161 -
— Siéntete interpelada por Dios, en medio de tus quehaceres, por esta preo-
cupación suya de querer hablarte del Reino, cuando a lo mejor ni se te ha
ocurrido pensar en «el tema».
— Sin darte cuenta, a lo mejor tú eres tierra o masa donde ha caído una semilla
de reino y ahí quiere nacer y ahí quiere remover tu «masa», tu «vida». ¿Des-
cubres alguna semilla de «lo de Dios» que en estos días haya caído en tu tie-
rra? ¿La acoges o la rechazas para que no germine? Tómate tiempo, que las
cosas pequeñas no se ven a simple vista. Hay que poner atención... Y a lo
mejor ni te das cuenta de que tienes semilla de reino dentro de ti, que está
ya germinando o esperando la germinación...
— ¿Y si tú estás llamada ahora mismo a ser semilla o levadura? Quizá en tu fa-
milia, en tu grupo, en... eres semilla de Dios...
— Somos invitados a analizarnos a la vez como semilla para que otros den fru-
tos y como tierra donde Dios siembra semillas...
— Imagínate que Dios siembra en ti una semilla de Reino, la semilla, lo que más
deseas... y crece, y crece, y se hace inmenso... Mira cómo cuidas la semilla
para que crezca, de qué la proteges, cómo te las ingenias...
— Trae a tu imaginación alguna realidad que tú creas que ha cambiado porque
tú eres allí levadura... y estás haciendo que algo cambie... ¿Cómo te sientes
levadura? ¿Cómo percibes que las cosas cambian? Quizá tienes que decir
más de una vez: «No me lo explico».

Oratio
• La meditación te lleva de la mano enseguida a una oración:
— De petición: como tierra dispuesta a acoger la semilla que Dios quiera de-
positar en tí; como tierra rebelde, reseca que se resiste a acoger la semilla
de Dios en ti depositada...; como levadura que siente las dificultades de que
la masa fermente...
— De acción de gracias: por lo que Dios ha hecho en ti y por ti...
— De alabanza: de lo que ves que Dios hace a tu lado y que florece quizá donde
menos lo esperabas...
— De intimidad: de todo lo tuyo con Dios, de tus peleas...
• Siente en lo más adentro de tu corazón la necesidad de reconocer tu pobreza
y la fuerza misma de la semilla; reconoce lo que ha germinado en ti sin darte
cuenta y un día dijiste: «¡Mira lo que hay en el huerto de mi corazón...!». Y ahí
lo vas cultivando, por ejemplo, el estar esta tarde aquí...
• Date cuenta de todo lo que necesitas a Dios para ser seguidora de Jesús...
-162-
Contempicitio

• Date un respiro para callar y contemplar, para no hablar ni contigo ni con Dios.
Sólo ver y callar... y contemplar... Te puede valer elegir alguna de las imágenes
que te han servido hasta este momento de la oración. Imagínate que eres se-
milla o levadura en un determinado sitio y que Dios te mira como semilla o como
levadura. Sólo contempla y calla. O imagínate a Dios como jardinero poniendo
una semilla en tu vida para que algo nuevo crezca en ti... Deja que el corazón
actúe, que los sentimientos afloren, que las palabras calladas lleguen. Contém-
plate mirada por Dios. Vive tu vida contemplado por Dios y ayudado por Dios
para que quieras lo que él quiere de ti.

Comparte lo que Dios ha obrado en ti

• Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el me-


jor momento de la oración propuesta, donde más vibró tu corazón por lo que
sea: alegría, miedo, acción de gracias...
• Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueado: cuándo, por qué...
• Comparte la obra de Dios en ti para edificación del todo el grupo. No tenemos
nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros
a decir: Padre.

III. MATERIALES

Gesto
• Entrega de una «carta» a cada persona con un semilla dentro y este texto:
Eres tierra de semillas de Reino.
Eres semilla de Reino
en tierra y en masa sin Dios.

-163-
LUCAS 14,12-14
No invites a los que pueden invitarte

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar la decoración de la capilla, sobre todo el cirio, el agua, las flores y un
icono del Resucitado.

Acogida de las personas


• Es posible que haya alguna incorporación. Las personas nuevas son las que
cuentan y a las que hay que dar acogida.

Ambientación

• Dedicar unos momentos a explicar cómo solemos hacer la oración, las posturas
en la misma y la importancia de la oración. Todo sencillo, pensando especial-
mente en las personas de nueva incorporación.

-165-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Relajación
• Un poco de respiración y de pausa. (Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la adver-
tencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espí-
ritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me en-
señas...
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.

Comunitaria
— Enséñanos a orar...

El texto: Lucas 14,12-14

En aquel tiempo decía Jesús a uno de los principales fariseos que le había
invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni
a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, porque corres-
ponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita
a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte;
te pagarán cuando resuciten los justos».

Lectio
• Este es el evangélico que hoy los cristianos tenemos como «alimento», y con
este texto rezamos. Forma parte de un capítulo de recopilación de enseñanzas
de Jesús.
• La propuesta de Jesús parte de un hecho que no está aquí narrado: Jesús está in-
vitado a un banquete y observa que la agente «se busca un buen sitio». Nosotros
hoy decimos «salir en la foto», «situarse para trepar», etc. Son los comportamientos
de los que les gusta aparentar, figurar, hacerse amigos, «salir en la foto»... A lo me-

-lóó-
jor, esas personas son las que ni hacen ni dejan hacer, pero les gusta aparentar,
arrimarse a ios que tienen poder; el poder, dicen, es un buen aliado para medrar a
base de sentirse, muchas veces, esclavos o «la voz de su amo».
• Después de esta observación, lo nuevo o extraordinario es lo que hoy tenemos
como «palabra de Dios». Jesús se dirige al que ha organizado la comida y da
otra visión de las cosas «totalmente inusual».
• Lo que propone Jesús es no invitar a los que tienen capacidad de corresponder
con otra invitación. Tú y yo sabemos la rivalidad social que a veces se crea entre
la gente. Te invitan, y lo importante es que veas su casa, lo que tienen, y se es-
fuerzan por quedar bien (que muchas veces es superarte a ti si les invitaste an-
tes). Y eso hace que uno se diga por dentro: «Pues cuando invite yo voy a ha-
cer...»; «Cuando me toque a mí tengo que superar lo que esta familia ha
hecho». Así la invitación es como una competición o mercado para ver quién
es más, quién es más original, quién hace las cosas mejor... Jesús corta por lo
sano y propone una novedad: invitar a los que no te pueden invitar ni devolver
nada, ni competir: los pobres, los lisiados, aquellos en los que nadie pone los
ojos..., aquellos que no pueden devolverte la invitación.
• Jesús rompe la lógica del «doy para que me devuelvas». Vamos por la vida mi-
diendo: «Ya he invitado yo dos veces y ellos, que pueden, nada; así que no vuel-
vo a invitar»; «Ellos hicieron tal cosa, yo les voy a sorprender con...».
• Jesús entra en otra lógica que no es la de «mercado», la de la «competición».
La vida cristiana no es una vida de competición, de medir quién es más bueno,
quién hace más... La vida cristiana es vida de dar, compartir lo que se tiene con
quien no tiene, sin esperar más, sin estar atento a que te devuelvan. La vida
cristiana no está pendiente de lo que me devuelven, sino de una acogida de-
sinteresada. Dios no nos da porque le damos, sino porque ama sin más. Dios
mide los corazones, todo, sabe por qué hacemos las cosas...

Meditatio
• Esta novedad de Jesús nos cuestiona nuestra manera habitual de funcionar...
Es cierto que la vida está llena de muchos detalles de generosidad a fondo per-
dido: madres que no miden lo que dan y saben que, quizá, no reciban nada;
pero dan y se dan; hay educadores, gente buena que da mucho más de lo que
recibe, que lo que les pagan, que lo que está en contrato. Hay mucho que se
hace «sin paga». Sí, hay cosas que tienen que estar en contrato, pero hay mu-
chas cosas que superan los contratos de horas, de paga... Para trabajar hace
falta contrato. Para darse, para invitar, para regalarse al otro, no hace falta na-
da... Sólo hace falta hacerlo. Dios, que lee lo que no leen los ordenadores, lo
que nadie ve, Él sí que lleva buena cuenta de la riqueza y bondad y de la entrega
de nuestro corazón.
-167-
• Hoy Dios interpela tu vida con esta palabra. Tienes aquí una oportunidad para
analizar y confrontar tus comportamientos, tus invitaciones, tu manera de si-
tuarte ante los que te invitan, ante los que invitas. En definitiva, tu manera de
situarte en la vida ante el dar o el darte. Hoy se te llama la atención sobre tu for-
ma de ir por la vida: con competitividad, con ganas de demostrar «lo mucho
que eres, sabes, tienes...» o, si simplemente, si te dejas llevar por responder a
la necesidad del que está delante sin más..., sin mirar más, sin analizar si eso
que haces redundará después en algún beneficio personal. Hay cosas muy hon-
das, muy clavadas dentro, muy invisibles, muy «normales» a los ojos del mundo
que nos alejan del estilo del Evangelio... Sólo la Palabra de Dios es penetrante
y nos hace ver maneras internas de funcionar que nadie ve...
• Cuando Jesús propone invitar a los que no pueden corresponder nos está lanzan-
do a vivir en generosidad, a dar sin esperar..., sin medir todo. Medir es esperar re-
cuperar lo que hoy das. Medir es comportamiento «de mercado», no de «amor ge-
neroso». Hoy todo tiene precio: las patatas, las huevos, el tiempo, «mi» tiempo...
Invitar a los que no pueden devolver nada es ir y darte a los que no te agradecerán
nunca lo que haces por ellos. Quizá nadie les enseñó a agradecer o quizá digan
de lo que haces que «es su trabajo»... Y dicen bien: es el «trabajo de un cristiano»
darse a los demás... gratis... Tú, dentro, sabes que Dios lo ve todo... ¿Qué haces
por los demás, qué esperas de los demás, qué haces por nada...? Son algunas
preguntas que te podrías plantear delante de Dios en tu silencio...
• Escucha de Dios la palabra dichoso, bendito, feliz el que hace algo a alguien
por nada.

Oratio
• Pide al Señor que te dé fuerza para aprender esta lección de la generosidad...
• Nombra ante el Señor la letanía de excusas que te das para no salir de ti mismo
y no echar una mano a quien la necesita...
• Nombra cosas que te es posible dar y que no te decides a darlas...
• Da gracias por lo que das (nómbralo) sin pedir nada a cambio... Cada vez que
obras así eres feliz, Dios te llama dichoso, bienaventurado.

Contemplado

• Imagínate que alguien te dice que estás invitado, que vas de acompañante a
una fiesta, a una cena de gala, y tienes que llevar un «detalle» que no sea un
«sobre con dinero». La cena es importante... Quizá no tienes ropa, tienes que
salir a comprar algo para no hacer el ridículo o sacas lo que ya tienes y crees

- 168-
que puede quedar bien o no te importa quedar bien, sino ir sencillamente bien,
digan lo que digan los demás... Ahora, el regalo. Piensas en él. Crees que vas
a quedar bien si llevas... Lo compras, lo envuelves «para regalo». Ya está todo
listo. Ahora vas con la sorpresa a esa cena de gala. No conoces muy bien al
que ha invitado. Pero vas, y vas acompañada de un amigo que te sirve de apo-
yo, de alguien importante para ti que te ha metido en este lío... Eso te salva un
poco del apuro. Imagina la escena de entrar, el salón, los invitados y, al fondo,
está el que te ha invitado. Te acercas con tu «regalo»... y descubres que es el
Señor Jesús. Ahí te paras. Le miras y te mira en el momento en que le entregas
tu ofrenda. Congela ahí la escena y deja que el corazón funcione... Te mira, le
miras... Quizá comiences a entender algo, o no. ¿Qué sientes con el regalo que
elegiste? Si hubieras sabido que era para el Señor Jesús, ¿hubieras traído otra
cosa? Recrea tú la imagen. No pierdas de vista esa mirada del Señor Jesús que
lo dice todo: cómo te mira, cómo mira tu regalo... Qué te dice en silencio... Dé-
jate mirar por Jesús. Su mirada trae novedad a tu vida...

Momento de compartir

III. MATERIALES

Una carta

Querida:
Eres mi querida de verdad. Te quiero de verdad.
Hoy te he invitado a través de otra persona y has aceptado la invitación.
¡Dichosa tú!
Yo me valgo casi siempre de otros para llegar a ti, para acercarme a ti,
para acercarte a mí.
Hoy podemos iniciar una manera de hablarnos más íntima y personal...
Yo sé que estás harta de superficialidad, de palabras que no dicen nada,
palabras que no nos dicen ni dejan ver lo que hay dentro del corazón.
Hoy te he puesto un «gusanillo» en el corazón y lo has escuchado.
¡Algo nuevo puede nacer hoy!
¡¡Yo quiero!! ¿Tú quieres?
Te seguiré invitando. En tus manos queda el seguir o no seguir aceptando
la invitación.
No vengas jamás «por compromiso».
- 169-
Ven sencillamente por sentirte invitada. No vengas pensando que esto te
hace bien.
No es eso. Ven por sentirte invitada, llamada, convocada por mí.
Ven para responder a mi susurro.
Cuando menos lo esperes, pasará lo que ni te imaginas. Ten paciencia.
Yo te espero siempre, siempre, siempre... No me canso de esperarte...
El «oficio de Dios», como el oficio de los padres y madres, es esperar siem-
pre, siempre, siempre...
Te invito para comer, para alimentarte, para lanzarte más allá de lo que
a ti se te ocurre o te apetece... Puedes ir más allá de donde hoy estás.
Déjame que yo te ponga metas. No te las pongas tú. Es la manera de que
avances, de que no se te llene el corazón de insatisfacción.
Te quiero decir una cosa: no intentes quedar bien conmigo. No entiendo
ese vocabulario que usas de vez en cuando, por ejemplo, dices: «A mí me
gusta quedar bien con todos». Quiero que sepas que conmigo «no tienes
que quedar bien».
Mi invitación no es para que me invites a mí, o quedes bien conmigo. No
necesito nada.
Lo que crees que me haces a mí, te lo haces a ti misma. Orar, comulgar,
leer el Evangelio y vivirlo, te hace ser a ti más de lo que puedes ser. Y eso
es lo que me gusta: que seas todo lo que puedes ser...
Como te gusta a ti ver que tus hijos crecen y logran ser lo que ellos se pro-
ponen o lo que tú les ayudas a ver..., así me gusta a mí verte crecer. Yo,
no lo olvides, soy Dios Padre. Me entenderás un poco más si te miras a ti
misma como madre...
Tengo hijos e hijas que sí necesitan algo tuyo.
Tu riqueza no es para ti. No te la guardes. Da. No midas.
Juzgar, medir, ver tu adentro es cosa mía. No te preocupes. Nada que ha-
gas en mi nombre, nada de lo que te despojes y des a otro en mi nombre,
nada, nada cae en la nada. Todo queda guardado en mi corazón... Y te
lo pagaré cuando llegues al cuarto de estar donde estoy yo esperándote...
Un abrazo fuerte:
Jesús.
¡iv^rl O T*,gli

LUCAS 21,1-4
Cuando lo poco es mucho

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Tiempo de otoño: decoración con hojas secas, con motivos de naturaleza de
otoño. Todo sobrio. Icono, velas, agua. No colocar flores ni plantas, si se usan
los motivos otoñales.

Acogida de las personas


• Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La aco-
gida crea ambiente. Cada persona tiene que ser recibida de manera específica.
No se recibe y saluda al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.

Ambientación
• Dedicar unos momentos a que la gente se sitúe cómodamente; indicar que no
se quiten ropa. La relajación hace después sentir frío si no hay muy buena ca-
lefacción. Tomar expresiones escuchadas a ellas mimas para que se sientan
«tomadas por la palabra».

-171 -
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Relajación
• Un poco de respiración y de pausa. (Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la adver-
tencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espí-
ritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me en-
señas...
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.

Comunitaria
— Enséñanos a orar...

El texto: Lucas 21,1-4

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban do-
nativos en el cepillo del templo; vio también una viuda pobre que echaba
dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie,
porque todos los demás han echado de lo que les sobra; pero ella, que
pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Lectio
• El pasaje que hoy nos sirve de texto orante sitúa a Jesús en Jerusalén, en el
tiempo que va del Domingo de Ramos, con la entrada triunfal, al Jueves Santo.
Son, pues, las últimas enseñanzas de Jesús. El texto es breve.
• Jesús observa cómo se hacen las limosnas en el templo de Jerusalén. No se
nos describen escenas con detalle, pero sí se pueden suponer. La «foto» en la
que se fija Jesús es una anciana viuda depositando su limosna. Esto le sirve
para contraponer: ricos/anciana pobre.

- 172-
RICOS: - Mucho - Vale poco
ANCIANA POBRE: - Poco - Vale mucho

• La razón de la valía de la limosna para Dios no está en la cantidad, sino en la


parte de sí mismo que va en lo que se da. Lo poco de la viuda es mucho porque
es lo que tenía para vivir; entrega parte de su existencia, de su vida, de su co-
mida. Eso es lo que Dios mira. Hay regalos, limosnas, ofrendas que no valen
porque son «sobras» o son para «vanagloriarse». Cuando, aun dando mucho,
nuestra vida no esté afectada, no cambie o siga con el mismo ritmo de vida, no
hemos dado gran cosa. El verdadero dar «afecta a la propia vida».
• Se entiende mejor si lo unimos con lo que pocos días después Jesús haría: en-
tregar la vida. Mientras comía, tomó el pan y dijo: «Esto es mi cuerpo que se
entrega por vosotros».
• La lógica que inaugura Jesús es una lógica de donarse, no sólo de donaciones.
Mientras las donaciones o limosnas no nos afecten, tampoco llegan muy arriba.
La lógica que inaugura Jesús es una lógica de empobrecimiento personal.
• No se trata de ser pobre, sino de hacerse pobre. Contra la pobreza, Jesús reac-
ciona para liberar a la persona. El hacerse pobre es otra cosa: es un don de
Dios, es una escucha a la llamada que Dios pone en el corazón. Hacerse pobre
no es un deporte. Es un signo del Reino: valorar poco las cosas porque se ha
encontrado un tesoro, el Reino de Dios, la vida de Dios, las cosas de Dios. En-
tonces se emprende un seguimiento de Jesús y seguirle se pone por encima
de todo. Todo lo demás es prescindible. Todo lo demás es nada comparado
con el Reino o las cosas de Dios.
• En el texto, una pobre se convierte, además, en referencia de hacerse pobre:
da todo lo que tenía. Nos envía a otras personas que también nos propone Lu-
cas cuando habla Jesús de la pobreza: contra la codicia (Le 12,13-34), el hom-
bre rico (Le 18,18-29), Zaqueo (Le 19,1-9)...

Meditatio
• La riqueza, el dinero, lo queramos o no, es un tema sensible en nuestro mundo
y en cada persona. «Sin dinero no se va a ningún sitio»; «Poderoso caballero es
don dinero»; «Luchamos y nos movemos por el dinero»; «El único incentivo que
algunos entienden es el dinero»; «El dinero abre todas las puertas»... Tenemos
mil expresiones diarias que indican la importancia del dinero. La primera cosa
que hay que decir es que nadie da su justo valor al dinero si no es «tocado» por

-173-
la luz de Dios. Valorar o no el dinero, las riquezas, las cosas queridas (desde
una joya a una cuenta en el banco o un mueble que nos gusta mucho) es sólo
posible desde el susurro de Dios en nuestro interior. Desprenderse de algo,
quedarse sin algo, dar algo querido es imposible si no tenemos fuerza que nos
viene de Dios. Te puedes entretener en meditar esto. Observa las cosas que
tienes guardadas, esas que están llenas de recuerdos y a las que das mucho
valor. Observa tu corazón: cómo «funciona» ante las «cosas buenas y de valor»
(porque te gustan, porque te agrada que te vean, porque hay que «tener clase»...).
• El relato de hoy no es un modelo de ayuda al necesitado. Eso es otra cosa. La
Palabra de Dios de este evangelio es mucho más que ayudar; se trata de darlo
que tenía para vivir, de desprenderse de lo propio para entregarlo en el Templo.
La limosna de la pobre viuda está en perspectiva de entrega de algo que nece-
sitaba para vivir, que la dejaba sin algo necesario. Es una manera de decir: Mi
vivir depende de Dios, no de lo que yo tengo. Nuestra meditación entra, pues,
en otra dimensión. No se trata de preguntarnos si damos, cuánto damos y
cuánto tenemos que dar para quedar tranquilos, qué aportamos como ayuda a
los necesitados, etc. Pasamos a otro nivel: el nivel de la oración, del encuentro
con Dios, del discernimiento de lo que tengo que dar, entregar para ser yo más
íntima y dependiente de Dios. La medida y la regulación de este comportamien-
to escapan de toda sugerencia que venga del exterior. Es Dios el que nos su-
surra la entrega de nosotros mismos en el adentro de nuestra relación con él.
• ¿Qué sientes que Dios te está pidiendo desde hace tiempo o en estos momen-
tos como entrega de tu vida?
• También puedes meditar lo que son tus limosnas: ¿algo que te sobra?; ¿en qué
se nota que has hecho limosna: abstinencia de algo, menor calidad en los ali-
mentos o en el vestido, privación de cosas...?
• Cuando nos hemos acostumbrado a un nivel social de consumo, de gasto, o cuan-
do nos hemos instalado en un nivel de relaciones... todo lo que no sea mante-
nernos en ese nivel quizá nos cuesta... o no lo entendemos..., o nos vemos
obligados a justificarlo como lo más normal del mundo... Analiza las justifica-
ciones que nos damos... y su valor evangélico...

Oratio
• Presenta al Señor tus miedos, si los tienes, en materia de tener, poseer, que-
darte sin nada... Sé clara. No disimules lo que tu corazón siente.
• Reza: Yo ahora estaría dispuesta a darte... Yo ahora tengo miedo de que me
pidas... Yo ahora no puedo darte...
• Si tienes fuerza, pide luz al Señor para que te ilumine el sentido de entregarte...
que ya sabes que es algo más que dar limosna...

-174-
Contemplario
• Imagínate que has tenido una gracia de Dios y te decides a desprenderte de
aquello que más te gusta, que con más cariño guardas, que más pobre te deja
ante los ojos de los demás, o eso que llevas «por compromiso social más que
por convicción personal», algo que realmente te deja empobrecida... Analiza
qué vas a dar. Elige conscientemente, no cojas nada que no usas o que no te
hace falta; escoge algo en lo que tienes puesto el corazón. Repasa... A lo mejor
son varias cosas... Siempre queda por ahí algo a lo que nos agarramos... Qué-
date sin nada material a lo que agarrarte... Envuélvelo... Vete dándote cuenta
de los sentimientos que pasan por ti al hacerlo... Vete despacio... Ahora enca-
mínate sola o acompañada a llevarlo a algún sitio o institución... que has pen-
sado.. . O a venderlo para dar el importe...
Llamas a la puerta... Te abren desde dentro... Entras y te encuentras con Je-
sús. Te quedas ahí, contemplado, con tus cosas en las manos, con sus manos
recogiendo tus cosas, con sus ojos mirándote... y te quedas sin palabras... sólo
con los ojos...
A lo mejor te surge dentro un «si hubiera sabido que era para ti»... ¿Para quién crees
que es lo que das cuanto entregas lo que tenías para vivir...? Quédate ahí...
Después vuelves a casa y recoges aquello que te quedó o que te «quedaste
con ello».

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Gesto

¡Bah!
¡Para dar esto, mejor es no dar nada...!

¿No será esta la frase que dice Dios de ti cuando das lo que das?
LUCAS 21,5-11
Estad atentos: vigilad

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar todos los detalles que puedan ayudar a nuestros sentidos para hacer
bien la oración.

Acogida de las personas


• Es bueno estar esperando a los otros y no hacer esperar.

Ambientacion
• Comentar algún detalle escuchado en la acogida, la necesidad de alguien, el
tiempo litúrgico en que estamos. La ambientacion es como una continuación
de la acogida que prepara a la oración.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación de la oración
• Relajación. Ruptura con lo que hemos hecho durante el día y con lo que aún
nos espera. Ayudar a vivir el aquí y ahora del momento de oración.

-177-
Invocación al Espíritu

• Puede hacerse de manera personal con un momento de silencio o de forma co-


munitaria, después de unos momentos de silencio personal.
— Ven Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Cuando dos o tres están reunidos en tu nombre...

El texto: Lucas 21,5-11

En aquel tiempo, al oír a algunos que hablaban sobre la belleza de las pie-
dras y exvotos que adornaban el templo, dijo: «Vendrá un día en el que eso
que veis quedará totalmente destruido; no quedará piedra sobre piedra...».
Entonces le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo será eso? ¿Cuál será la señal
de que esas cosas están a punto de suceder?».
Él contestó: «Estad atentos, para que no os engañen. Porque muchos ven-
drán usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy, ha llegado la hora". No
vayáis detrás de ellos. Y cuando oigáis hablar de guerras y de revueltas, no
os asustéis, porque es preciso que eso suceda antes, pero el fin no vendrá
inmediatamente».
Les dijo además: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino,
Habrá grandes terremotos y, en diversos lugares, hambres, pestes, apari-
ciones terroríficas y grandes portentos en el cielo».

Lectio
• El momento inicial de nuestra oración es comprender el texto que nos sirve para
orar. Sin comprensión honda no hay elementos para una oración específica. El
gran peligro en la comprensión de un pasaje evangélico es decirnos: «Eso ya
me lo sé».
• Después de la entrada triunfal en Jerusalén, Lucas sitúa a Jesús en el templo,
donde acontecen varios episodios, como el de la ofrenda de la viuda y el dis-
curso escatológico, es decir, el discurso sobre lo que pasará en el futuro, tanto
en el más inmediato como en el más remoto, al final del mundo. Lo que Jesús
dice tiene como punto de partida lo que ve u oye. En este caso, Jesús oye en-
salzar la belleza del templo, lugar sagrado para los judíos. Sus piedras eran una

-178-
verdadera joya. Y Jesús se atreve a profetizar que no quedará piedra sobre pie-
dra. La consistencia del templo es relativa. Nada humano es eterno.
• La reacción de los que le oyen, no se dice quiénes son, es lógica: ¿Cuándo ocu-
rrirá esto? Por una parte, hay una normal curiosidad, por otra «estar preparados
para cuando suceda». El Maestro, como le llaman, se desmarca de una res-
puesta precisa, aunque da pistas, y llama la atención ante el engaño: Muchos
se presentarán en mi nombre, muchos se Uamaván a s'\ mismos mesías, muchos
se harán pasar por mí. No vayáis tras ellos.
• El Maestro está diciendo a los suyos que hay una manera de confundir y engañar
a los sencillos que es el miedo, la amenaza de catástrofes. Meter el miedo en el
cuerpo es un viejo truco para esclavizar y dominar al otro. El miedo es lo que
menos libres nos hace. Los falsos mesías predicarán el miedo. No perder la vida,
no vivir un momento catastrófico lleva a mucha gente a «dar lo que sea», a «ha-
cer lo que sea». Por eso la advertencia: No os dejéis engañar. El final de todo no
llega enseguida. Permanecer en la confesión de la fe es lo que os salvará.
• Unos años después, el templo fue destruido hasta el día de hoy. Las guerras,
las catástrofes se han sucedido siempre. Pero el final no llega enseguida.

Meditatio
• Nuestra historia y geografía están llenas de grandes monumentos artísticos que
unos hombres construyeron y otros destruyeron. Lo que unas manos edifican
otras lo destrozan. Es doloroso y tú puedes traer a tu memoria monumentos
que fueron y hoy son ruinas. Todo nos habla de la inconsistencia de lo consis-
tente hecho por manos humanas. Las personas tenemos poder de destrucción.
Destruir lo que nos precede y no es nuestro es, para muchos, señal de poder.
Así está hecha la historia.
• Jesús tiene en cuenta esta realidad, pero va más allá: va a las razones por las
que se arrasa lo que otros levantaron. Un mecanismo de arrasar lo que no es
nuestro edificio es la calumnia, la mentira, presentarse como «nuevos salvado-
res», usurpar el título de mesías al único Mesías. Analiza un momento el funcio-
namiento de la competencia en la publicidad: lo que yo anuncio es lo mejor; co-
mo lo mío, nada; lo que te dará felicidad, lo que te quitará problemas es mi
producto. Aquí interviene el mensaje de Jesús: No os dejéis engañar. Quizá tú
tienes experiencias que te han llevado a exclamar: «¿Por qué le haría yo caso?
¿Cómo me habré dejado engañar tan fácilmente?». Aprender a discernir las co-
rrientes de pensamiento es importante porque son caducas, aunque parezcan
muy consistentes, como el templo y su belleza eran caducos.

-179-
• Una segunda pista de meditación nos viene por el recurso empleado por los
«mesías de turno» de apelar al miedo; apoderarse de nuestra vida íntima «me-
tiéndonos el miedo en el cuerpo». El mensaje de Jesús es libertad, un final de
encuentro con Dios en su casa. Saber permanecer en pie, creyendo contra toda
esperanza, es lo que nos dará el «final feliz». Una salvación que se centra en el
miedo a lo que nos pueda pasar ya parece, de entrada, sospechosa. Jesús,
el Salvador, predica un mensaje de liberación, no de miedo; de amor, no de te-
mor. El «temor de Dios» es una virtud. El «temor de Dios» viene del amor que
me lleva a querer tanto, que temo no saber amar o «equivocarme» en algún mo-
mento. El temor de Dios nada tiene que ver con el miedo. Piensa un poco en tu
relación con Dios, ¿por qué te mueves, por el amor o por el miedo?

Oratio
• Dile a Jesús tus miedos al futuro... Habíale de tantos signos como pasan a tu
lado de guerras, de destrucción que te abaten y, a veces, te dejan perplejo...
• Nombra ante Jesús a las personas que conoces que viven en el temor, en el
miedo y no en el amor...
• Presenta al Señor tu fragilidad, tu tendencia a buscar lo seguro que a veces te
puede llevar a seguir a mesías baratos y caducos...
• Pide fuerza para permanecer en la verdad, para confiar sólo en él, que es el
Templo verdadero que el Padre ha reconstruido, resucitándolo de la muerte.

Contemplado
• Imagina la escena... Estás con Jesús y estáis contemplando el templo de Je-
rusalén... o estás contemplando una obra de arte que te admira... un palacio
que lleva en pie siglos... Siéntete contemplando con Jesús algo grandioso
construido por los hombres... Eso que te hace exclamar: «¡Cómo habrán po-
dido construir esto con la falta de medios que tenían antes!»... Todo son ad-
miraciones... Las miradas están dirigidas hacia el objeto contemplado... Vas
enumerando detalles de admiración... Jesús también mira... A cada una de tus
sorpresas y admiraciones, Jesús, con voz sosegada, casi triste... dice: Vendrá
un día y no quedará piedra sobre piedra... ¿Qué dices? ¿Cómo te «sientan» es-
tas palabras de Jesús? ¿Qué pregunta te brota enseguida...? Se la dices... Dí-
sela... Y mira por dónde te sale Él... Jesús casi nunca responde en directo a la
pregunta que le formulas... Jesús no es un «buscador de Internet» que nos da
las soluciones... Jesús sale a su aire, con sus preguntas... Estad atentos para

-180-
que no os engañen... Van a pasar muchas cosas delante de vosotros... Vais a
ver caer muchas «torres» que parecían construidas sobre roca... Se van a pre-
sentar muchos ante vosotros diciéndoos cosas y haciéndose pasar por mesí-
as... Os van a intentar engañar... La advertencia de Jesús no está tan fuera de
sitio. Tú te has encontrado con gente que habla mucho... De algunos decimos
que son «unos bocazas», que hablan mucho y no son nada. Jesús te hace la
pregunta: ¿qué tienes tú de apariencia y de qué apariencias te alimentas? Todo
eso se vendrá abajo... No te servirá para nada... Quédate en silencio. No digas
nada, contempla...

Despedida

Momento de compartir

-181 -
JUAN
H H B P V ^ V HÜHS^-

JUAN 4,43-54
Tu hijo esfá curado

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Tiempo de Cuaresma: poner lamparitas por el suelo, tantas como personas ha-
ya en la oración. Sólo hay luz de lamparitas y de velas, además del icono.

Acogida de las personas


• La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. La
acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes. Aten-
ción a las posibles personas nuevas.

Ambientación
• Aprovechar acontecimientos del tiempo litúrgico y del día para situarnos en el
aquí y ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar
un momento a explicar cómo solemos hacer la oración. Repetir la importancia
de las posturas y de estar abrigados.

-185-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración guiada y de pausa. (Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Lo que vamos a hacer, orar, nos supera. Reconocemos con sencillez que ne-
cesitamos la ayuda del Espíritu de Jesús. Es Él quien nos puede enseñar a orar
y quien nos puede abrir al misterio de Jesús y del Padre. La advertencia de Pa-
blo es clara: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu
Santo» (1 Cor 12,3).
— Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas...
• Desde la realidad de nuestro día de hoy, rezamos: ven, Señor, en ayuda de mi
debilidad y de mi no saber rezar.
• Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el
misterio de su Hijo.

Comunitaria
— Enséñanos a orar... {Repetir varias veces esta expresión.)
— Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo.

El texto: Juan 4,43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea.


Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en
su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto
todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos
habían ido a la fiesta.
Volvió, pues, Jesús a Cana de Galilea, donde había convertido el agua en
vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafamaún. Oyen-
do que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que
bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
-186-
Jesús le dijo: «Como no veáis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta: «Anda, tu hijo está curado».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya ba-
jando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo
estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y
le contestaron: «Hoy a la una lo dejó la fiebre.»
El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora cuando Jesús le había
dicho: «Tu hijo está curado». Y creyó él con toda su familia.
Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Lectío
• El pasaje bíblico de hoy está enmarcado en el tiempo de Cuaresma, la cuarta
semana, llamada «semana de ver» o semana de «abrir los ojos de la fe». Yo creo
que todos tenemos experiencia de decir: «¡No me lo puedo creer!»; «¡Si no lo
veo no lo creo, me parecería imposible!»; «No lo veo claro». Ver algo y creér-
noslo están muy relacionados. (Para la geografía de los lugares que salen en el
texto, será bueno llevar el mapa de Palestina, póster Catequistas, n. 14.)
• El texto nos presenta a Jesús saliendo de Judea, camino de Galilea. Sale hu-
yendo, porque temía que los fariseos se metieran con Él, que era ya más segui-
do que Juan Bautista (v. 1). De Judea a Galilea, es obligado a pasar por la región
de Samaría (que nos suena por la parábola del samaritano, por el encuentro con
la samaritana, que precede a este pasaje, por la expresión: Porque los judíos
no se tratan con los samaritanos). Galilea es la región norte de Palestina, donde
se encuentra el lago de Galilea o de Genesaret, la región donde Jesús se des-
pide de sus discípulos y sube al cielo; es la región más pagana, de más cruces
de ideologías. Es la región donde Jesús comenzó sus signos, en Cana de Ga-
lilea. Se trata de un escenario geográfico lleno de significado: en este territorio
los evangelistas sitúan a Jesús mucho tiempo, sobre todo en Cafarnaún. Llega,
pues, Jesús a Cana de Galilea. En Cafarnaún hay un funcionario real y se entera
de que Jesús está en Cana de Galilea, y allí se va. Lleva este funcionario en el
corazón una espina y una esperanza: la enfermedad de su hijo y la esperanza
de sanación. Acude a Jesús con esperanza. Esperar en alguien es, al mismo
tiempo, creer en alguien: «Creo en ti y creo que tú puedes lo que yo no puedo».
• El encuentro con Jesús es frío, o Jesús se muestra frío. Jesús toma distancias
de aquellos que acuden a Él como milagrero, sólo por la fama, no por creer en
Él. Por eso les dice: Si no veis señales y prodigios, no creéis; que nos suena a
lo que le dirá a Tomás: Crees porque has visto; dichosos los que crean sin ver.
Jesús recibe al funcionario con una no disimulada resistencia o frialdad.
-187-
• Lo central, de todas formas, está en lo que sigue: Saya antes de que muera, le
dice el funcionario. Jesús le responde: Vete, que tu hijo vive. Y se lo creyó el
funcionario. Le bastó la palabra. No añade ni quita nada. Se queda con la sola
palabra de Jesús. Ésa es la fe. No necesita ver para creer. Le basta escuchar y
creer lo escuchado.
• Podemos ver un proceso en este hombre: va a Jesús porque ha oído hablar de
Él y algo le atrae. Va porque tiene una necesidad que le llega al alma (su hijo se
muere), reconoce abiertamente que de este Hombre puede venir salvación. En
el funcionario pagano hay, a la vez, curiosidad, esperanza, confianza, despla-
zamiento o búsqueda de Jesús. Primero, le expone su necesidad y, segundo,
cree en su palabra. Cree que la palabra de Jesús tiene poder, es activa, opera
vida y salvación. El tercer paso es que cuando comprueba la curación del hijo,
que antes de ser realizada ya ha sido soñada, palpa la fuerza de creer en Jesús.
El resultado es que a su fe se suma su familia y una nueva manera de relacio-
narse con Jesús se inicia.
• Los paisanos de Jesús, los habitantes de Nazaret, desconfían de Él y dicen: ¿No
es este el hijo del carpintero? (Mt 13,55; Me 6,3). No pudo hacer allí signos porque
no tenían fe en Él. Bien contraria es la actitud del funcionario de Cafarnaún.

Medita tío
• Si ya tienes en tu corazón alguna luz para aplicarte esta palabra a tu vida, si-
gúela. Te propongo algunas pistas, por si te sirven:
— Ir a Jesús, visto desde la narración del funcionario real, tiene dos polos: lane-
cesidad que siente y lo que ha oído hablar de Jesús... No vamos a quien no
conocemos. Vamos hacia alguien del que nos han comentado que es un mé-
dico muy bueno... Nos cercioramos para no ir «a cualquiera». Exigimos ga-
rantías, que nos las dan los que conocen... Por aquí tienes una pista de inte-
riorización, de ponerte en la piel del funcionario: ¿Quién te habla de Jesús para
acudir a él? ¿Qué tienes hoy como necesidad? ¿Qué te moviliza para ir donde
sea con tal de que te dé garantías? Sólo los instalados no van a ningún sitio.
Sólo los instalados en lo suyo no se mueven para cambiar. Les basta lo que
tienen, aunque protesten...
— A Jesús se va con fe. Jesús puede hacerse/ labor, su obra, su salvación (= Je-
sús significa Salvador) si nos aproximamos a Él como Salvador, no como ti-
tiritero o como mago. Ésta es la gran cuestión: creer es fiarse. Creer es dar a
Dios la posibilidad de ser Dios-con-nosotros. Muchas culpas que echamos
a Dios tendríamos que retomarlas y ver hasta dónde llega nuestra fe... Cómo,
cuándo y por qué acudes a Jesús son preguntas que nacen de este pasaje
bíblico. Se puede estar junto a alguien sin creer en él o de manera rutinaria.

-188-
— Necesitamos «anunciadores» que nos cuenten cosas y que nos narren las
acciones de Dios, que nos encandilen y nos pongan en pista hacia Dios. No
hablar de Dios a los nuestros es cerrarles el camino hacia Jesús. No contar
las maravillas y las «buenas nuevas» de Jesús es dejar a otros sin la posibi-
lidad de acercarse a Jesús y, por Él, al Padre que lo envió.
— Creer no es un gran discurso sobre Dios, sino una aceptación de la Palabra
de Dios pronunciada en su Hijo. Creer es movilizarse para acudir a Jesús y
para alejarse de él creyendo que pone la mano en nuestra necesidad para
salvarnos. Creer es fuente de vida. Creer crea una nueva manera de existir:
la que el funcionario nos ofrece: oye, cree y obedece.
• Quizá esta meditación te ayude a revisar tu fe a la luz de la fe de este funcio-
nario...

Oratio
• Preséntate ante Jesús tal como te sientes ahora: persona de fe, o de poca fe,
o de fe muy amañada, a tu aire...
• Di a Jesús tus dificultades para creer o dale gracias por la fe que hay en ti y que
te supera... porque notas que Alguien te la da.
• Atrévete a nombrar tus necesidades, tus íntimos deseos secretos... aunque no
tengas la fe del funcionario...
• Pídele (o dale gracias) que te ponga en contacto con personas que te hablen
de Jesús de manera enamorada y enamorante..., no de libro.
• Confiesa tu dificultad para creer de verdad: porque lo quieres todo clarito, por-
que no te fías ni de ti misma, porque Dios te ha decepcionado, porque crees
que la fe es saber cosas, porque eres muy insegura y te cuesta confiar, porque
te has llevado muchos desengaños...
• Métete en la piel del funcionario y escucha: Vete, tu hijo vive. En vez de «hijo»
pon lo que tú quieras.

Contemplatio
• Imagínate en un momento de necesidad de tu vida (pasado, actual o imagina-
rio). Te decides a acudir a Jesús después de dar muchas vueltas en la cabeza.
Imagínate el escenario del encuentro: una iglesia, tu casa o una escena que creas
en tu imaginación con un encuentro físico con Jesús. Es importante que recrees
con detalle la escena. Llegas allí. Jesús te está esperando. Te acercas. Expones

-189-
lo que te «duele en el alma». Y notas que Jesús no te hace mucho caso. Ahí con-
gelas la escena. Ahite quedas... No hablas. No dices nada. Sólo sientes, estás,
escuchas lo que va surgiendo en ti... No te des explicaciones... Deja que todo
vaya surgiendo del fondo del corazón, no de la cabeza... Y el final será feliz...

Momento de compartir

III. MATERIALES

Se entrega a los participantes una hoja que contiene el dibujo de unas gafas ne-
gras y la frase:

Cuando queremos ver claro todo lo de Jesús


y hasta leer bien la letra pequeña,
posiblemente no veamos nada.
Se cree oyendo, más que viendo.

-190-
JUAN 5,1-3.5-16
¿Quieres quedar sano?

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Tiempo de Cuaresma. Decoración sobria. Importancia de la Palabra en el centro
de la capilla o sala donde se hace la oración.

Acogida de las personas


• La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. La
acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes. Aten-
ción a las posibles personas nuevas.

Ambientación
• Aprovechar acontecimientos del tiempo litúrgico, de las noticias del día para si-
tuarnos en el aquí y ahora de unos orantes históricos.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración guiada y de relajación. (Música.)
-191 -
Invocación al Espíritu
Personal
• Lo que vamos a hacer, orar, nos supera. Reconocemos con sencillez que ne-
cesitamos la ayuda del Espíritu de Jesús. Es Él quien nos puede enseñar a orar
y quien nos puede abrir al misterio de Jesús y del Padre. La advertencia de Pa-
blo es clara: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu
Santo» (1 Cor 12,3).
— Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas...
• Desde la realidad de nuestro día de hoy, rezamos.
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.
• Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el
misterio de su Hijo.

Comunitaria
— Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)
— Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo.

El texto: Juan 5,1-3.5-16

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Je-
rusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman
en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados mu-
chos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina;
para cuando llego yo, otro se me adelantado».
Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado
sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu ca-
milla y echa a andar».
-192-
Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y
eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, apro-
vechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sa-
no; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.»
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había
sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Lectío
• Juan acaba de narrar el encuentro de Jesús con la samaritana. Jesús se en-
cuentra ahora en Jerusalén, en una fiesta religiosa a la que acude gran número
de judíos y no se nos dice qué fiesta es. Visita el lugar del dolor donde están
los enfermos ciegos, cojos y lisiados. Allí acontece la escena que acabamos de
escuchar.
• Jesús se fija en un enfermo del que se dice la cantidad de tiempo (treinta y ocho
años) que llevaba esperando. Es un detalle de acercamiento a los más pobres
en espera y en soledad: no tengo a nadie. Con él entabla conversación. La pre-
gunta inicial no es qué te pasa, sino ¿quieres curarte? Y la respuesta no es la-
cónica, sino la descripción de su realidad de soledad: No tengo a nadie. No se
puede curar porque no tiene a nadie. En ese momento es cuando Jesús actúa:
Me tienes a mí. Levántate, toma tu camilla y marcha. En definitiva, se está res-
pondiendo: Quiero, pero no puedo. Hay situaciones y enfermedades que son
incurables sin la ayuda de otro.
• Los judíos que ven al enfermo transportando la camilla no se fijan en la salud
recobrada por el que llevaba tanto tiempo enfermo, sino en la ley: Hoy es sába-
do y no puedes llevar la camilla. Aquí está la diferencia entre el actuar de Dios
y el actuar de los judíos. En este relato no se especifica si eran los sacerdotes
del templo o quiénes. Poco importa. Pero es cierto que Jesús, actuando como
Salvador, rompe esquemas y entra en conflicto con el pensamiento dominante
religioso. Jesús justifica lo que acaba de acontecer porque su Padre trabaja. Si
su Padre está dispuesto siempre, también el día de reposo, a trabajar por los
privados de salud, Él se siente con derecho para obrar la salvación en todo mo-
mento. No hay días prohibidos para hacer el bien a otro.

-193-
Meditatio
• Una primera apropiación del texto de san Juan es la de mirar las «enfermeda-
des» que padecemos y desde cuándo las sufrimos. Hay males que los llevamos
al hombro quizá toda la vida y no somos capaces de curarlos: egoísmos, envi-
dias, superficialidad, inmadureces, decisiones equivocadas de las que no aca-
bamos de arrepentimos y asumirlas, ganas de juzgar a todos o de poseerlos...
Sentir nuestra enfermedad es el primer paso para poder curarla. Y hay enfer-
medades que si las llevamos solos, sin ayuda de otros, pesan más. No tienen
solución. Tú lo sabes bien. Hay enfermedades que necesitan la presencia de
otro para que nos demos cuenta de que las tenemos y podamos superarlas. La
soledad, el aislamiento son causa de que las enfermedades nos duren y se apo-
deren de nosotros. Pero no sólo necesitamos a semejantes nuestros, también
necesitamos la presencia, la visita de Jesús para llevar nuestras carencias físi-
cas, espirituales...
• Es muy interesante la pregunta de Jesús: ¿Quieres curarte? Hay personas que
no quieren curarse de su manera de ser, que, por otra parte, les hace sufrir y se
lamentan de ella constantemente. Piensan que viéndolos así alguien se com-
padecerá de ellos. «Yo no tengo nada que cambiar en mí», «me gusta como
soy», «al que le moleste como soy, que se aguante», etc. son expresiones que
se escuchan con alguna frecuencia. ¿De qué quieres curarte? ¿Qué necesitas
curar en ti? Estas preguntas son básicas, son las que a Jesús le dieron pie para
poder curar al enfermo de tantos años de postración. Sin querer algo de todo
corazón es difícil alcanzarlo...
• Quedar curado trae consecuencias... La gente se acostumbra a que somos de
una determinada manera; nos hacen «la foto» de nuestro genio, egoísmo, etc.
y si cambiamos, algunos se molestan. Nos quieren ver siempre con nuestro far-
do a cuestas... Sí alguna vez lo soltamos, podemos encontrarnos con personas
que nos digan: «Tú eres tonto, ¿para qué cambias? ¿Te has vuelto un santu-
rrón? ¡Si eso ya no se lleva!», y frases parecidas. En tu experiencia, seguro que
tienes casos parecidos al que nos narra san Juan. Son posibles los miedos, los
retrocesos, la vuelta a lo de antes... Nuestras fuerzas son frágiles... Necesita-
mos estar en conexión y en comunicación continua con quien nos puso en mar-
cha, para que no nos pase algo peor, para no volver a las andadas. Sin intimidad
con el Señor Jesús, sin estar muy cerca de Él, las recaídas pueden llegar. Echa
un vistazo a tu vida, a tu experiencia de cercanía con Dios.

-194-
Oratío
• Pide a Jesús que visite tu «lugar de postración», el lugar donde te toca vivir con
tus achaques físicos, psíquicos, espirituales, preocupaciones...
• Responde a Jesús con una oración que te salga del fondo del alma ante la pre-
gunta, aparentemente sencilla: ¿Quieres curarte? Dile tus miedos de curarte,
tus propias contradicciones...
• Pide fuerza para vivir curado a pesar de lo que diga la gente, de lo que te digan,
de los cambios que eso suponga...
• Nombra a personas que necesitan una palabra de ánimo, una mano de ayuda,
un empujón para comenzar a caminar...

Contemplado
• Imaginar la escena: tumbada imitando al enfermo. Sentirte enferma: tus enfer-
medades corporales y del alma... Los años que llevas con ellas, luchando... De
algunas de tus «dolencias» seguro que ya has dicho: «Imposible cambiar». Na-
die te las ha quitado... Ni otros pueden, ni tú puedes. Ahí sigues con tu «enfer-
medad».
• Jesús aparece y se fija en ti, precisamente en ti... ¿Quieres quedar sana? ¡Ojo
a la respuesta! Hay cosas de las que no queremos quedar curados... Nos trae
cuenta, pensamos, seguir enfermos: excusas, provocación de compasión...
Detente ahí, en tus ganas de ser curado... o de seguir en la situación... Sobre
todo en la situación de tu alma...
• Imagina que respondes que sí, que quieres ser curada, que estás dispuesta a
coger tu camilla y salir con ella sin que te importe lo que la gente dice... Pon
nombre a la camilla que tienes que llevar como consecuencia de recuperar tu
salud. Pon nombre a los que se pueden reír de ti y decirte algo. Pon nombre a
lo que te pueden preguntar. Pon nombre a tus respuestas...
• Imagina el encuentro con Jesús y que te dice: Estás sano. No vuelvas a pecar.
Las recaídas son peores...

Momento de compartir

-195-
1

JUAN 5,17-30
Lo mío es hacer la voluntad de mi Padre

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar los detalles que favorezcan la oración. Un estilo de decoración educa al
grupo en una forma de oración.

Acogida de las personas


• Antes de orar, acoger a las personas de manera individual.

Ambientación
• Siempre es bueno una palabra del momento, el tiempo litúrgico, lo que acon-
tece en la historia de la ciudad, del pueblo o del mundo. Rezamos y somos con-
vocados por el Espíritu en un momento histórico concreto.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Estás aquí con tu cuerpo. Vas a intentar estar también aquí con tu espíritu, con
tu mente, con todos los sentidos. Te propongo «hacerte un escenario» para el

-197-
encuentro de intimidad, de oración con Dios. Imagínate a tu gusto ese escenario
donde crees que podrás sentirte bien. Puede ser el escenario habitual que usas
en tu oración o un escenario particular, para el día de hoy. Jesús buscaba geo-
grafía para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado. Haz lo mismo. Elígelo
sabiendo que pasarás allí un momento largo. Sitúate en la postura que quieras.
Se tú y sé dueño del lugar... Capta todos los detalles... y retira o coloca los ob-
jetos que quieres tener hoy contigo... El lugar no es lo más importante, pero es
un elemento fundamental... Respira, concéntrate en la respiración, en sentir tu
cuerpo en paz...

Invocación al Espíritu

Personal
• En esa paz que ahora disfrutas con todo tu cuerpo y en todo tu cuerpo, comien-
za aceptando que Dios es el interlocutor importante de este momento del día y
es Él quien quiere entretenerse y hablar contigo. Reza:
— Dios, tú me has llamado. Dios, habla, que te quiero escuchar.

Comunitaria
• Repetimos.
— Enséñanos a orar.

El texto: Juan 5,17-30

Jesús les replicó: «Mi Padre, hasta el presente, sigue trabajando y yo tam-
bién trabajo».
Más aún, en vista de esto, los dirigentes judíos trataban de matarlo, ya que
no sólo suprimía el descanso de precepto, sino también llamaba a Dios su
propio Padre, haciéndose él mismo igual a Dios.
Reaccionó Jesús diciéndoles: «Pues sí, os lo aseguro: Un hijo no puede ha-
cer nada de por sí, tiene que vérselo hacer al padre. Así, cualquier cosa
que éste haga, también el hijo la hace igual, porque el padre quiere al hijo
y le enseña todo lo que él hace. Y le enseñará obras mayores que éstas,
para vuestro asombro.
Así, igual que el Padre levanta a los muertos dándoles vida, también el Hijo
da vida a los que quiere; de hecho ni siquiera el Padre sentencia contra na-

- 198-
die, sino que la sentencia la ha delegado toda en el Hijo para que todos
honren al Hijo como lo honran a él. Negarse a honrar al Hijo significa ne-
garse a honrar al Padre que lo envió.
Sí, os aseguro que quien escuche mi mensaje, y así da fe al que me envió,
posee vida definitiva y no está sujeto a juicio; ya ha pasado de la muerte a
la vida.
Sí, os aseguro que se acerca la hora, o, mejor dicho, ha llegado, en que
los muertos van a oír la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchen tendrán
vida. Porque lo mismo que el Padre dispone de la vida, así también ha con-
cedido al Hijo disponer de la vida y, además, le ha dado autoridad para
pronunciar sentencia, porque es hombre.
No os asombre esto, porque se acerca la hora en que van a oír su voz los
que están en el sepulcro, y saldrán los que predicaron el bien, para com-
parecer y tener vida; los que obraron con bajeza, para comparecer y recibir
sentencia.
Yo no puedo hacer nada de por mí; doy sentencia según lo que aprendo,
y esa sentencia es justa, porque no persigo un designio mío, sino el desig-
nio del que me envió».

Lectio

• La narración evangélica proclamada es la respuesta que Jesús da a los judíos


que le achacan que ha curado a un enfermo en día de sábado y éste camina
con la camilla en la que estaba postrado. Los judíos perseguían a Jesús por ha-
cer tales cosas en sábado (v. 16). Jesús es perseguido por las curaciones que
hace en sábado. Acaba de curar a un enfermo que llevaba treinta y ocho años
esperando que alguien lo empujara a la piscina y todavía no ha logrado entrar
en ella. Jesús le cura y le envía a casa. Los fariseos ven al recién curado y se
escandalizan porque el día de sábado no se puede hacer eso, pues «trabaja»
llevando la camilla a cuestas. El curado dice que cumple las órdenes que le ha
dado el que le curó. Por eso las iras de los judíos van contra Jesús.
• Jesús justifica por qué obra así: porque es Hijo de Dios, porque su Padre está
todo el tiempo «manos a la obra» de extensión del Reino, en un ejercicio de
amor infinito. La muestra de este obrar de Dios es este signo de salvación con
un enfermo de treinta y ocho años de sujeción a una camilla. Jesús no tiene
más norma que la voluntad de Dios, no las normas inflexibles humanas. Ante
su Padre, todo lo demás es lo de menos, no importa. Hacer las obras de Dios
en sábado no es romper la ley, sino seguir la voluntad de Dios, continuar su
obra de salvación y de creación.

-199-
• Lo que hace Jesús no es por cuenta propia, sino lo escuchado y aprendido de
su Padre. Hay total unidad y acuerdo entre lo que el Hijo hace y lo que el Padre
quiere. Eso mismo puede ocurrir entre los hombres y el Padre: podemos llegar
a total armonía.
• Oír a Dios es apostar por la vida. Dios llena a la persona de vida. Escuchar a
Dios es escuchar la vida que llena de alegría y hace exclamar: ¡Da gusto vivir!
La consistencia de Jesús está en que hace la voluntad de su Padre. La consis-
tencia vital no son los caprichos, sino la obediencia al Padre. Escuchar la pala-
bra y cumplirla es pasar de la muerte a la vida, es ser hijos de Dios. Pero obe-
decer a Dios trae consecuencias.

Meditatio
• El Hijo no hace nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Jesús se con-
fiesa Hijo porque hace las obras del Padre. El carné de identidad de Jesús no
es un papel escrito, sino unas obras palpables. Lo que hace el Hijo es lo que ve
hacer al Padre. No es «creatividad» ni «ocurrencia», es salvación, es «algo divi-
no»: plasmación del hacer del Padre. La relación e intimidad con el Padre es la
que le revela lo que tiene que hacer: dar salvación, dar salud, poner vida donde
hay muerte... En la vida cristiana, a la pregunta ¿qué tenemos que hacer?, se
responde sólo desde lo que dicte la intimidad con el Padre, lo que sea salvación
para otros... Y cada uno tendrá la respuesta desde el grado de intimidad que
mantenga con el Padre. Las obras de salvación y de evangelización no son pro-
ductos de laboratorio, ni de márquetin, ni de reuniones de evaluación o progra-
mación, sino vida de Dios escuchada en intimidad y puesta en obra, tarea de
Dios rezada y puesta en signos.
• El Hijo da vida a los que ama. Sentirse amados de Jesús es sentir vida. La vida,
la alegría interior, el saber gozar de todo lo creado, es realidad que se nos da.
Amar a Jesús nos da vida. Amar a Jesús comienza por el anuncio de que somos
amados por Jesús. La fuente de la alegría verdadera para el creyente está en
Dios. No hay otro manantial. Tener en el primer puesto a Dios en nuestra vida
es lo único que nos dará la verdadera paz. Nos lleva esto a revisar nuestras
«fuentes y manantiales» de alegría. «Estar contentos» porque tenemos en pers-
pectiva un acontecimiento, una salida, una visita... está bien, pero es muy ca-
duco. Después de eso, ¿qué?
• Nos sorprendemos como comunidad cristiana muchas veces pensando qué
hacer para dar vida a la parroquia, a la comunidad, a lo que llevamos entre ma-
nos. Nos encontramos con fracasos porque «las cosas no marchan». El secreto
del hacer de Jesús está en hacerlo que ve que el Padre hace. Jesús se pasea
por el lugar de los enfermos y allí hace la salvación que su Padre está realizando
continuamente. El secreto de la eficacia de las acciones del Reino es muy fácil:

-200-
intimidad con el Padre. En la intimidad es donde se ve la acción salvadora y
donde se «inspira uno» para realizarla. Aquí están juzgados todos nuestros ha-
ceres...

Oratío
• Acabas de meditar la palabra y de confrontarla con tu vida. Comienza a hablarle
haciendo oración de lo que has reflexionando... Dile si lo entiendes, si quieres
entender estas palabras o si prefieres ir a tu aire... a tus cosas.
• Dile: Tú siempre miras al Padre... Enséñame a mirar y a vivir cara al Padre.
• Dile que te gustaría estar tan unido al Padre como Él lo estuvo...
• Dile que te gustaría escuchar la voz del Padre; que te enseñe el secreto de su
escucha del Padre... Quizá no tienes tiempo para escucharle o quizá «no tener
tiempo» es una bonita excusa para vivir sin escucharle...

Contemplatio
• Imagina una postura de contemplación... Imagina que Dios te llama a su des-
pacho, a su casa, a su corazón y te quiere comunicar algo. Es una frase sola,
breve, pero importante. No te la dice de inmediato. Antes te mira, te remira, te
rodea con su rostro; a lo mejor se acerca, se pone a tu lado... Después, habla
y calla y calla y calla y mira y espera... Tú sigues ahí, acariciando esa palabra
que no quieres que se te escape... Date tiempo... Vete despacio... Si te distraes,
no pasa nada, comienza de nuevo... Dios te llama y te espera y hoy te quiere
comunicar un secreto íntimo. ¿Qué sientes que Dios te comunica hoy?

Actio

• Antes de volver a la realidad que dejaste y que te espera, párate un momento y


mira cómo viniste y cómo vuelves... Toma un detalle para que la oración te ayu-
de a rehacer tu vida cristiana de relación con el Padre a través de Jesús.

Despedida

Momento de compartir

-201 -
4
JUAN 6,30-35
Yo soy pan de vida

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Presencia del cirio, del agua, de las flores...

Acogida de las personas


• Atención a las posibles personas nuevas.

Ambientación
• Señalar que es tiempo de Pascua. Todo está coloreado por lo que la Pascua
significa. Fiestas próximas y otros acontecimientos recientes.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de relajación. (Música.)
Invocación al Espíritu

Personal

Comunitaria
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar.

El texto: Juan 6,30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces tú,
para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el
maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo"».
Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo,
sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el
pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará
hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».

Lectio
• Hay que situarse en un contexto de discusión de los judíos con Jesús. Es un
diálogo intencionado, construido por el evangelista. Jesús da respuestas pro-
vocativas y, a la vez, reveladoras de lo que el Padre y Él son. Los interlocutores
no tienen nombre; habla alguien, la gente. Es un diálogo impersonal: Dijo la gen-
te a Jesús. Pero quizá expresa lo que muchos piensan. Es gente buena, en prin-
cipio, que busca, que pregunta; tienen ganas de saber, no de polémica. Ten-
drán sus cosas, pero es gente buscadora (¡lo cual no es poco!), que se acerca
a Jesús y pregunta directamente. En sus preguntas revelan su mentalidad. La
pregunta inicial del texto con el que hoy vamos a rezar es: ¿Qué signo haces
para que creamos? ¿Cuál es tu signo? (Acaba de darles de comer, multiplica-
ción de panes y peces, y preguntan por signos; lo que han visto no les convence
del todo o no les parece signo.) Para la gente que pregunta, creer va unido a
ver, a palpar. Pero, ¡oh contradicción!, acaban de ver y no les parece suficiente.
No vale como signo lo que tienen delante, quieren «otra cosa» (¿más especta-
cular?) que no se nombra. De alguna manera, se nos está remitiendo a Tomás:
Si no veo no creo. Bueno, aquí peor, porque acaban de ver la multiplicación y
«no les sirve».

-204-
• Es un evangelio pascual: la resurrección siempre tiene dificultades, resisten-
cias... La pregunta por los signos, por lo palpable es una objeción de mucha
gente. No es fácil creer en la resurrección. Es más fácil creer en los resultados
del mercado o del laboratorio. Tenemos clavado dentro que es verdad lo que
se demuestra y palpa; vale lo que se compra. Con esta filosofía han funcionado
muchos hombres y mujeres de todos los tiempos, no sé si hoy más que ayer.
• Quienes formulan la pregunta apelan al Antiguo Testamento, al maná como signo.
Con la misma lógica tendrán un signo en Jesús, bajado del cielo. Jesús aclara:
— El maná no fue obra de Moisés, sino de su Padre. Moisés no tenía poder pa-
ra dar de comer a tanta gente ni para enviar el maná.
— Lo que baja del cielo (de Dios, de su Padre) es pan, es alimento. Dios es un
Dios que alimenta. Todo lo que baja del cielo es alimento, es bueno.
• Hasta ahora no se ha dicho nada concreto. La petición de los oyentes es: si lo
que baja del cielo es buen alimento, es pan... ¡danos siempre de ese pan! La
petición es buena. Quizá no saben bien lo que piden. Pero piden «lo del cielo».
El problema será reconocer que lo que piden lo tienen al lado. Es Jesús mismo.
• La concreción salta a la vista: «Yo soy pan de vida. Yo soy el pan bajado del
cielo». Yo soy alimento del Padre para vosotros como el maná lo fue para vues-
tros padres. Yo soy alimento para vuestra hambre y vuestra sed. Jesús está
respondiendo a la pregunta inicial: El signo que pedís soy yo. Vosotros queréis
que yo haga signos y lo que tenéis que aprender es que «yo soy el signo de
Dios para vosotros». ¡¡Aprended a verme como el signo que pedís!! El maná era
signo porque bajó del cielo. Yo soy signo porque he bajado del cielo, de mi Pa-
dre. Aquí viene la dureza, la dificultad... «Nosotros creíamos...» «Nosotros es-
perábamos otro signo...» Los signos de Dios no se reconocen fácilmente... O
queremos imponer a Dios el tipo de signos que nos interesa...

Meditatio
• Imagínate en un grupo, en este grupo, haciendo preguntas a Jesús. ¿Qué cosas
concretas tienes que preguntarle? ¿Qué te cuesta aceptar de Jesús? ¿Qué es
lo que exiges y pides a Jesús para creer en Él? Dile abiertamente: ¿Qué signo
haces para que yo crea en ti? O dile los signos por los que crees en Él. Puedes
preguntar o puedes afirmar, todo depende del momento en que vives, de la ex-
periencia de Jesús que en estos instantes estás disfrutando o atravesando. Qui-
zá no se te había ocurrido preguntar nada a Jesús y, al ver que otros le pregun-
tan, tú te atreves a preguntar...
• Escucha lo que Jesús te responde. Escucha como dichas a ti estas palabras:
Yo soy el pan (tu pan) de la vida. Y reacciona. ¿Es verdad en ti, para ti esta afir-

-205-
mación de Jesús? ¿Cómo es verdad, cómo se hace realidad en tu vida? ¿Te
alimenta Jesús? ¿Te alimentas de Jesús? ¿Qué otros alimentos o personas
te alimentan? Enuméralos o los «mercados» donde vas a distraer tu hambre...
¿Se hará Jesús alimento concreto en personas concretas? ¿Qué o a quién tie-
nes atragantado ahora y por eso Jesús no te alimenta?
• Jesús afirma: Yo soy el pan de vida. El que viene a mino pasará ni hambre ni
sed. Aplícate esta afirmación a tu hambre y a tu sed... Atrévete a poner delante
de Jesús los «panes» con los que te «distraes» sin llegar a alimentarte. Atrévete
a nombrar y a reconocer el hambre que sientes, quizá cada vez con más inten-
sidad, porque comes panes que no son bajados de cielo, sino muy humanos,
muy antojos tuyos... Atrévete a decir a Jesús que «tú misma eres pan de vida»
para alguien, que tú eres el pan por el que algunos se pueden alimentar de Je-
sús... Alégrate de ello.

Oratio
• Pide:
— Señor, que no te pida signos...
— Señor, que te reciba como el signo de Dios para mí...
— Señor, que sepa ver los signos de tu presencia en...
— Señor, que sea capaz de discernir los alimentos que no me alimentan...
— Señor, que te busque a ti como alimento..., que seas mi único alimento...
— Señor, que te tenga como alimento imprescindible...
— Señor,...

Contemplatio
• Imagínate a la persona o personas que son hoy para ti alimento porque te dan
vida, alegría, sustento, consistencia, etc. Quédate contemplando en silencio a
estas personas que son tu alimento... Intenta, con tu imaginación, sobreponer
o sustituir a estas personas por Jesús, que se borren y que se quede Jesús...
Observa qué pasa en ti: ¿es posible?, ¿resistencias?, ¿hace falta de verdad que
se borren las personas de tu imaginación para que Jesús se haga presente...,
todas, alguna...? Mira a ver si escuchas en tu interior a Jesús que te dice: «Yo
soy tu alimento»; «Conmigo no pasarás hambre». Detente y gusta estas frases
dichas a ti. Saboréalas...
• Imagínate contemplada por Dios y regalada por Dios con un alimento (Jesús)
que ni te lo podías suponer...

-206-
Comparte lo que Dios ha obrado en ti
• Testifica la acción de Dios en ti: los momentos más importantes de esta «tedio
divina». Lo que te ha ocurrido (= la oración es acontecimiento de Dios en ti) y
es don de Dios que puedes derramar sobre otros para que le conozcan y le des-
cubran...

III. MATERIALES

Gesto
• Entrega de un «panecillo» a cada persona con este texto:

Cuando hoy comas este pan, que hemos «comprado» para ti,
recuerda esta palabra del Señor:
Yo soy el pan de vida.
El que me come no pasará hambre ni sed.
Haz presentes todos los «alimentos» que comes
y vuelves a sentir hambre...
Comprométete a alimentarte de Jesús,
lo cual significa que tienes que dejar «algunos alimentos».
Si no tienes fuerza para dejarlos,
pídesela a nuestro Alimento Verdadero, Jesús.

-207-
JUAN 10,11-18
Buen Pastor

l. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Tiempo de Pascua. Poner lamparitas por el suelo, tantas como personas haya
en la oración. Sólo hay luz de lamparitas y de las velas del ¡cono. El animador
se procura una linterna o una lamparita que dé más luz para poder leer. Otros
elementos sobran, porque no se verán.

Acogida de las personas


• La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Sa-
berse acogido humanamente, favorece también la entrada en la oración.

Ambientación
• Aprovechar acontecimientos del momento (Pascua) y del día para situarnos en
el aquí y ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar
un momento a explicar cómo solemos hacer la oración.
• Repetir la importancia de las posturas y de estar abrigados.

-209-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Relajación
• Un poco de respiración guiada y de relajación. (Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Ponernos en actitud de humildad. Ante Dios no cabe otra cosa que hacernos
pequeños y reconocer nuestro egoísmo. La figura del pecador de la parábola
puede ser un icono en el que mirarnos y una orientación para entrar en la ora-
ción reconociendo que todo lo que nos pase es cosa de Dios, no nuestra.
— Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas...
— En tu presencia, Señor, soy pecador.
— No soy digno de que entres en mi casa...
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.
• Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el
misterio de su Hijo.

Comunitaria
— Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)
— Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo.

El texto: Juan 10,11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Yo soy el buen Pastor. El buen
Pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño
de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace
estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen,
igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por
las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las
tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pas-
tor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder re-

-210-
cuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo po-
der para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he redado
del Padre».

Lectio
• La liturgia nos invita a penetrar en el significado de lo que es el Resucitado. Mu-
chos evangelios de este tiempo litúrgico pascual nos traen diversas definiciones
de Jesús: Yo soy agua, yo soy vid, yo soy pastor, yo soy puerta, yo soy alimento,
yo soy camino, yo soy verdad. Hoy Juan nos presenta un texto donde Jesús di-
ce: Yo soy el buen pastor. «Yo soy» es la expresión del Antiguo Testamento con
la que Yahvé se revela a Moisés.
• La imagen del pastor empleada por Jesús para referirse a sí mismo en los evan-
gelios era muy familiar para los judíos de su tiempo, oriundos de un país medi-
terráneo agrícola y ganadero. Los pastores, con sus rebaños de ovejas y ca-
bras, o con sus vacadas, formaban parte esencial del paisaje de Palestina, en
tiempos de Jesús.
• Pero, además, a un buen judío, conocedor de la Escritura, la palabra «pastor»
le evocaba, irremediablemente, textos proféticos y salmos, recitados frecuen-
temente, cuyo protagonista era Dios como único Pastor de su pueblo. Por eso,
cuando Jesús dice: Yo soy el buen Pastor (v. 11), su afirmación trasciende el
significado inmediato del término: alguien que apacienta el rebaño, es decir, al-
guien que cuida de la comunidad de discípulos como líder. Jesús no es sólo
eso. El término pastor tiene, en boca de Jesús, una connotación mesiánica: Je-
sús es el cumplimiento definitivo de la promesa de Dios hecha a su pueblo a
través del profeta Ezequiel: Yo suscitaré, para ponérselo al frente, un sólo pastor
que los apacentará, mi siervo David: él los apacentará y será su pastor (Ez
34,23). Mi siervo David reinará sobre ellos, y será para todos ellos el único Pastor
(Ez 37,24). Jesús, descendiente de David, es el mesías-pastor tan deseado por
el pueblo. No es un pastor más, como los que Dios suscitó en el pasado para
conducir a su pueblo (cf. Núm 27,17-18), sino el pastor-mesías definitivo.
• Y aún, un paso más: según el evangelista Juan, entre Jesús y el Padre hay una
unión tal, que Jesús se atreve a usar, para sí mismo, el nombre de Dios: Yo soy
(cf. Éx 3,14; Jn 4,26; 6,20; 8,24.57). En el evangelio de hoy, es como si Dios mis-
mo estuviese pastoreando a su pueblo y pronunciase, por boca de Jesús, estas
palabras de consolación: Aquí estoy yo: yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré
por él. Como un pastor vela por su rebaño, cuando se encuentra en medio de
sus ovejas dispersas, asi velaré yo por mis ovejas... Yo mismo apacentaré mis
ovejas y yo las llevaré a reposar. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la des
carriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma... (Ez 34,11 -16a).

-211 -
• Jesús es no sólo el buen Pastor, es decir, el pastor auténtico frente a los falsos
pastores (dirigentes religiosos a los que no les interesan en absoluto las perso-
nas, sino medrar ellos mismos), sino también el Pastor bueno. Tanto Marcos
como Mateo nos cuentan que a Jesús se le conmovían las entrañas ante la mul-
titud vejada y abatida, como ovejas que no tienen pastor, y les enseñaba y les
curaba (cf. Mt 14,14; Me 6,34; Mt 9,36). En el evangelio de hoy, la bondad y el
amor del Pastor se expresan en que da la vida por sus ovejas.
• Este gesto de dar ¡a vida ocupa, junto con la imagen del pastor, el centro del
evangelio. Jesús lo dice cuatro veces (vv. 11.14.17.18): Yo doy mi vida. Esta
afirmación trasciende la imagen de la relación entre un pastor responsable y
sus ovejas, y entra en las coordenadas de las relaciones interpersonales: Nadie
tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13). El buen Pas-
tor, muriendo por todos, es la prueba viva de que Dios nos ama (Rom 5,8).
• Es sorprendente que Jesús ponga en paralelismo el conocimiento que sus dis-
cípulos tienen de Él y el conocimiento que Él tiene del Padre (recordemos que
«conocer», en la Biblia, es entrar en comunión íntima). Jesús podía decir: El que
me ha visto a mí ha visto al Padre (Jn 14,7). Sin embargo, aunque los discípulos
estemos llamados a reproducir la imagen del Hijo (Rom 8,29), ninguno nos atre-
veríamos a decir, seguramente: «Quien me ve a mí ve a Jesús». Pero eso es lo
que Jesús afirma:«... mis ovejas me conocen», es decir, tienen una profunda
comunión conmigo, como yo la tengo con el Padre.
• Finalmente, Jesús habla de «otras ovejas» que no pertenecen al redil de Israel,
para las que también llegará a ser Pastor. La buena noticia se extiende, por tan-
to, no sólo a los discípulos provenientes del judaismo sino también a los paga-
nos. Todos, judíos y gentiles (de los cuales formamos parte nosotros).

Meditatio
• Para la meditación, es decir, para aplicarte esta palabra de Dios de hoy a tu rea-
lidad, te propongo algunas pistas:
— La primera: busca definiciones tuyas que comiencen por la expresión yo soy.
Yo soy buena cocinera, yo soy buena esposa, yo soy buena madre, yo soy...
Elige un yo soy aplicado a ti y visualiza en tu interior lo que significa, cómo te
realizas, a qué te lleva ese yo soy buena... Prohíbete una falsa modestia di-
ciendo que «tú no eres nada». Viéndote desempeñar tu yo soy buena... en el
que te sientes segura, descubre y comprende el yo soy buen pastor de Jesús.
No olvides añadir el adjetivo buena, como Jesús se lo aplica a sí mismo.
— Ya sé que no tienes mucha cultura agrícola ni de pastoreo, pero has leído el
texto y has visto películas. Imagínate que eres pastoreada, guiada por Je-

-212-
sus... y aplica a tu situación expresiones de buena... que antes has visto;
después, pasa a la descripción de buen pastor que sale en el texto evangé-
lico: dueño de las ovejas (siéntete propiedad de Dios); da la vida por las ove-
jas (qué sientes ante lo que Dios hace por ti); le importas a Jesús (regusta
esta expresión); íe conozco-me conoces (qué conoce Jesús de ti y tú de Je-
sús; fíjate qué intimidad propone Jesús con los suyos: conocerse como se
conocen Él y el Padre: intimidad máxima); tengo otras ovejas que no son de
este redil (siéntete en comunión con hombres y mujeres que no son creyen-
tes, pero que Jesús cuenta con ellos y cuentan para Él).
• Quizá has escuchado la parte peyorativa de la imagen de Jesús, buen Pastor,
criticando a los católicos de no pensar, de dejarse llevar como borregos... Hay
que aceptar la crítica en lo que tenga de realidad. Pero en el evangelio de Juan
las cosas no van por ahí. No habla Juan de «borreguismo», ni de seguimiento
acrítico. Lo que Juan destaca son dos cosas: conocimiento íntimo entre el Pas-
tor y sus ovejas; y cuidado por las ovejas, que llega hasta la entrega total de la
propia vida por parte del Buen Pastor.

Oratio
• Cae en la cuenta de cómo estás en este momento:
— Si tienes hambre de algo en tu vida.
— Si te sientes orientada o perdida.
— Si sabes ver la presencia amorosa y providente de Dios en cada persona o
acontecimiento, o andas agobiada y dispersa «como una oveja sin pastor».
• Pregúntate qué voces escuchas, a dónde te orientan y si sabes oír los reclamos
de Dios, que desea conducirte por un camino de libertad y Evangelio.
• Pídele al Espíritu que venga sobre ti y te guíe hacia la verdad plena de ti misma,
de tu Dios y de la vida que quieres vivir.

Contemplatio
• Imagínate en una situación en la que has salido a dar un paseo en una ciudad
que no conoces bien. Saliste sola porque querías estar sola, pasear sola, tocar
tu soledad paseando por las calles... Paseas, ves monumentos, te fijas en la
gente, andas y andas sin darte cuenta... te alejas, vas «como perdida» sin más
preocupación que andar...
En un momento, siente o que alguien te ataca o que estás completamente per-
dida, sin saber nada, y la lengua que hablas no la entiende nadie... Situación

-213-

1
embarazosa, perdida, atacada... En ese momento aparece Jesús, el buen pas-
tor, y dice a todos y te dice a ti: «Eres mía, eres mía, te conozco muy bien». Y
te abrazas locamente a Él.
Ahí dejas de imaginar y comienzas a callar, a sentir. Gusta el momento: tu com-
portamiento, el de Jesús contigo. Escucha lo que tu corazón pronuncia. No te
preocupes en decir cosas, mejor que te centres en sentir la presencia de Jesús a
tu lado. Deja que todo vaya surgiendo del fondo del corazón, no de la cabeza...

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Salmo 22
El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas


y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,


nada temo, porque tú vas conmigo.-
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí,


enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan


todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

-214-
JUAN 17J1B-19
¡Que sean uno como nosotros!

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Mantenemos la continuidad de la decoración ambiental de la sala.

Acogida de las personas


• Que se sepan esperadas. Y que encuentren la sala preparada. Se les transmite
así un mensaje de paz y tranquilidad, de confianza y seguridad.

Ambientación
• Es bueno que se encuentren no con novedad, sino con lo de siempre: un estilo,
un ambiente, una manera de hacer las cosas.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Nos preparamos a la oración con una ruptura de lo que es el ajetreo de la vida
y de la acción para centrarnos en nosotros y en Dios. A veces decimos al otro:

-215-
¡¡Que estoy aquí!! ¿Dónde estás? No estás centrado. Estoy delante y no me ha-
ces caso. En este momento se trata de ayudar a los participantes a salir de sí
mismos para dejar la puerta abierta al Espíritu. Un tiempo de relajación facilitará
este proceso.

Invocación al Espíritu

Personal
• Si vas encontrando la paz, pide al Señor que venga en tu auxilio porque no sa-
bemos rezar, porque en la oración no somos nosotros los primemos ni los pro-
tagonistas, sino el Espíritu.

Comunitaria
— Señor, mándanos tu Espíritu.
— Señor, enséñanos a orar...

El texto: Juan 17,llb-19

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre
santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno,
como lo somos nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu
nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el
hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y
digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del
mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco
yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como
tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.
Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la
verdad».

Lectio
• Situamos el evangelio en un contexto más amplio. El fragmento pertenece a la lla-
mada «Oración Sacerdotal» de intercesión de Jesús. El evangelista Juan coloca
esta oración después de la última cena, antes de la entrega de Jesús. Pertenece,

-216-
pues, a esa oración última que Jesús hace en la que presenta al Padre sus «deseos
más íntimos y más últimos»; lo mejor de sí mismo, lo más querido.
• Aparece en el texto una preocupación de Jesús: el grupo o comunidad que ha
formado. Le pide al Padre que los guarde, que los custodie, que se ocupe de
ellos. Lo entendemos bien. Es la preocupación de muchos cuando se van o an-
tes de morir. Dicen: «Cuida de...», «Ocúpate de...», «Cuida a..., es lo más que-
rido que tengo», «Manteneos unidos...». Cuando la responsabilidad que tene-
mos sobre alguien ya no la podemos «realizar nosotros», se la encomendamos
a alguien querido y de confianza. El «querido y de confianza» es el Padre. Nadie
más. A nadie más acude Jesús.

Medita ti o
• Muestra Jesús dos inquietudes que nos sirven para poner nuestra vida a la luz
de la Palabra de Dios:
— El mundo es un lugar donde «peligra» la unidad. Él les ha mantenido en la
unidad. Sólo uno, el hijo de la perdición, se perdió. El mundo es un lugar ad-
verso porque odia la verdad. Y los hijos de la luz son hijos de la verdad. Estar
en el mundo es «ir contracorriente», no aceptar verdades baratas vendidas
como «grandes verdades». La unidad peligra en la misma proporción en que
haya medias verdades o verdades revestidas de mentira. La verdad es uni-
dad; la no verdad es desunión y ruptura. Mientras no se embote su corazón
con la mentira, mientras busquen la verdad, la verdad les mantendrá unidos
al Padre. Lo vemos en nuestras relaciones humanas también.
— La segunda cosa que Jesús pide es que se mantengan en la verdad. Estar
en el mundo es una búsqueda de la verdad. Es el mayor sacrificio que pue-
den hacer los discípulos. Pertenecer al Padre es buscar la verdad. Lo que
Jesús pide es «que sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu
palabra es la verdad» (v. 17). Jesús no le pide al Padre que meta a sus dis-
cípulos en una burbuja o que los saque del mundo. El lugar de los seguidores
de Jesús es el mundo, es la auténtica realidad. Pero se pide al Padre que les
dé fuerza para saber navegar contracorriente. El discípulo de Jesús está en
el mundo sin ser del mundo, sin hacer las cosas que hacen los que son mun-
do, realidad que sigue sus gustos y no busca la verdad.
• La raíz del influjo negativo del mundo está en que se edifica sobre mentira. El
mundo, el cosmos, es obra de Dios. En ese sentido es bueno: obra salida de
sus manos: Y vio que todo era bueno. El mundo hecho por los hombres está
mezclado y entretejido por el pecado de los hombres, su egoísmo, su mentira,
su búsqueda de sí y no de la verdad. San Jerónimo, cuando traduce la palabra
griega cosmos por mundo, tiene sentido positivo, es creación. Pero cuando

-217-
cosmos significa el mundo habitado y hecho por los hombres, lo traduce por
«saeculum», siglo. Mundo es una palabra ambigua, significa muchas cosas. Es
cierto que el mundo es obra de Dios, es cierto que en el mundo hay signos de
los tiempos y de la presencia de Dios, es cierto que este mundo nuestro es un
mundo de oportunidades, de tolerancia, de encanto y de sorpresas; pero tam-
bién es cierto que el mundo está puesto en el maligno: es el lugar de los egoís-
mos del hombre, lugar de mentira, lugar donde te pueden engañar y abusar de
ti; lugar de permisión y transgresión, de modas y de algo que «repugna» al buen
gusto y que se hace «en nombre de la libertad», valor supremo que esconde
envidias y venganzas... Todo es cierto a la vez.

Oratio
• En tu silencio, reconoce las dificultades de permanecer en la verdad, de buscar
la verdad, de ceder tus posiciones ante la verdad...
• Haz una oración de perdón por tus fragilidades ante la verdad; hay veces que
los intereses nos llevan a pisotear la verdad...
• Siéntete en compañía de aquellos que te ayudan a vivir el Evangelio, a vivir en
la verdad, a no tener nada que perder porque estás en la verdad, a ir con la ver-
dad por delante...
• Habíale de la verdad que encuentras en el mundo, en tu mundo...; de las per-
sonas que te llevan a la verdad y te hacen hacer-buscar la verdad...; de tu em-
peño por buscar las huellas de su presencia en el mundo...
• Habíale de las zancadillas que encuentras, de las trampas, de los tirones que te
da el mundo para apartarte de la verdad o para andar a tu aire y no en unidad...
• Habíale de tu fragilidad y de tu necesidad de que él siga hablando de ti y de to-
dos al Padre...
• Habíale de que te haga estar en el mundo sin ser del mundo..., de ser del mundo
sin pertenecer al mundo... Vete despacio. No corras.
• Cuéntale tus dificultades de ser discípulo en este hoy que es tu y nuestro hoy...

Contemplado
• Cuando quieras, quédate en silencio en presencia de Jesús. Imagínalo como
desees. Escucha estas palabras: Yo soy la verdad. Haz el esfuerzo de callar, de
no pronunciar nada con la cabeza. Deja que vaya surgiendo algo como poso
que brota de tu corazón, como rescoldo que está ahí, en el fondo de ti... Espera

-218-
con paz que el corazón, no la cabeza, hable. Espera con paz que acontezca un
diálogo que no viene de la cabeza, sino que surge desde la profundidad del co-
razón.

Actio
• Con el sabor que tienes en la boca de esta oración, si es que has llegado a orar,
elige una frase o recoge ese sentimiento que has vivido con más fuerza para
estar en el mundo sin ser del mundo...

Despedida

Momento para compartir

-219-
mm
JUAN 20,11-18
He visto al Señor

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar el orden en la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo. Es Pascua:
agua, cirio y flores.

Acogida de las personas


• Previsiblemente la gente esté hablando de las vacaciones, de la vuelta al trabajo
tras la Pausa... Hablar de los que no pueden venir y se disculpan...

Ambientación
• Hacemos la oración en el día que dura siete días, Pascua. Es todo contexto de
resurrección, de vida, de novedad a la que Dios invita.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación de la oración
• Un poco de relajación, de silencio y respiración. (Música.)

-221 -
Invocación al Espíritu

Personal
• Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ga-
nas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesi-
dad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la re-
alidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro»
de Dios.

Comunitaria
• Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando
a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos.
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...

El texto: Juan 20,11-18

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras


lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, senta-
dos, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de
Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho
esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo
por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde
lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le
dice: «¡Rabbonü», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «Suéltame, que
todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al
Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"». María Magdalena
fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Lectio
• El pasaje corresponde al capítulo 20 de Juan. El relato que hoy nos guiará la
oración nos sitúa a María llorando a la entrada del sepulcro. No llora porque Je-
sús está muerto, sino porque no encuentra el cadáver... Siente que le han arre-
batado todo, la vida y el cuerpo cadáver de alguien a quien quería. No le queda

-222-
nada. Quizá esta escena nos recuerda nuestras experiencias duras de muerte
y de entierro cuando nos quedamos totalmente sin nada de la persona amada
o ese momento duro de encerrar en el nicho los despojos mortales... María vive
una situación de dolor que le sitúa un poco al margen de todo. No es capaz de
entrar en el sepulcro. Mientras no entre, aunque no sea nada más que con los
ojos, no verá caminos de novedad.
• Fuera, pero mirando la realidad, no dándole la espalda ni poniéndose en una pos-
tura de no querer mirarla, encuentra a dos ángeles vestidos de blanco; María des-
cubre algo cuando se moviliza, cuando se agacha a mirar dentro. María, al atre-
verse a observar la dura realidad, comienza a descubrir novedades. El lugar del
dolor y del vacío comienza a poblarse. De allí sale la voz y la luz de dos ángeles.
—¿Por qué lloras?
—Porque han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Cuando María ha verbalizado lo que vive y siente es cuando está en camino de
romper su noche.
• Hay una progresión: primero ve dos ángeles; después, cuando vuelve a mirar,
ya ve a Jesús, pero no lo reconoce. Es curioso: María está delante de aquel a
quien busca y no lo reconoce. Vive tanto la ausencia que no ve la presencia.
Está delante de quien busca, pero no lo reconoce... Está tan en su problema
que no ve la solución del mismo: la presencia de Jesús. María se hace su mon-
taje: cree que es el jardinero y que lo puede haber llevado a otra parte. María
está en lo suyo y a lo suyo y «lo suyo» es lo que no le deja ver a Aquel por el
que llora.
• Una mujer que con tanta pasión busca a su querido Señor, no es capaz por sí
sola, a pesar de estar todo tan a mano, de reconocer al Resucitado. Por sus
propios esfuerzos no logra lo que busca: ha salido hacia el sepulcro, llora, no
ve nada dentro, se imagina que le han robado, se sienta al borde del sepulcro...
Sus propios esfuerzos no son suficientes... Lo de Dios nos viene de Dios. En el
caso de María, Dios se revela pronunciando su nombre. Dios creó pronunciando
el nombre de las cosas. Dios se revela vivo pronunciando el nombre de María,
con una admiración en la que hay que suponer un tono de voz propio, desve-
lador de trato íntimo, personalizado. Pueden pronunciar otros nuestro nombre
y no darnos por enterados, no decirnos nada... Pero si lo pronuncia quien nos
quiere, ¡la cosa cambia!
• La reacción de María es doble, de palabra y de gesto de cuerpo: abrazar. Una
reacción muy femenina. Llama la atención que lo central del relato se hace con
interjecciones más que con discursos... «¡María! ¡Rabboni!» El final de un pro-
ceso de búsqueda de Dios no es un discurso con Dios y sobre Dios, sino una
admiración, una confesión, una palabra de reconocimiento. Me dejo reconocer,
nombrar, y exclamo nombrando yo a Dios después de que Dios me nombra.

-223-
• Se da en ella una tendencia natural, fruto del cariño: atrapar, abrazar al que se
me desvela. ¡Ya te tengo! ¡Ahora no te me escapas! Imposible empresa la de
atrapar a Dios. Al Resucitado ya es imposible atraparle entre nuestros brazos.
El Resucitado se da a conocer para invitar a anunciarle...

Medítatio
• La actitud de María nos invita a comparar su búsqueda de Jesús y nuestras
búsquedas... María no puede vivir sin su Maestro. El amor hace echar de menos
al otro y el amor moviliza a la búsqueda, al encuentro. Seguro que tú esto lo vi-
ves, lo sientes, no está lejos de tu vida de esposa, amiga, madre... No sé si esto
lo sientes igual referido a Dios. María ha tenido una experiencia de amistad pro-
funda con Jesús y se resiste a vivir sin Él, sin su cercanía. Vivir echando de me-
nos es un vivir que moviliza, pone en marcha, impulsa a buscar. Vivir echando
de menos hace sufrir. Vivir echando de menos, hace madrugar y salir a buscar.
Pero mientras llora, o sólo hace que llorar, no adelanta nada, no da pasos. Las
lágrimas no son operativas. Cuando se moviliza, cuando además de llorar hace
algo, agacharse y mirar dentro, es cuando comienza el camino del descubri-
miento del que busca. Hay búsquedas que son paralizantes porque se estancan
en el solo llanto.
• La profunda manera de vivir María el problema que le afecta es justamente lo
que le impide solucionarlo. Está tan metida en lo suyo que no ve lo que pasa a
su lado... Quizá esta experiencia de María te recuerde hechos y maneras de
vivir tú determinados acontecimientos... Es una forma cerrada en nosotros mis-
mos que nos impide ver y escuchar todo lo que pasa a nuestro lado. Trae a tu
memoria o a tu corazón historias de tu vida donde te veas reflejada en estas
actitudes de María...
• Lo verdaderamente revelador de Dios es el amor con que Dios nos pronuncia,
nos llama... Quizá hoy se te tengan que caer esquemas de tu búsqueda de Dios
para aprender a ser buscada, nombrada por Dios... María, a pesar de su manera
cerrada de vivir el problema, tiene una cosa muy buena, se pone a tiro de Dios,
busca a Dios, el llanto es ocasión para encontrarse con Dios. Trae a tu memoria
hechos de tu vida en los que estabas cerrada y la voz y la palabra de alguien te
han abierto los ojos, te han hecho ver con más claridad las cosas... Detente en
esas personas que a tu lado son como ángeles que te sacan de tu noche... O
quizá te puedes ver tú como ángel...
• Al responder a la pregunta: ¿Por qué lloras, a quién buscas?, mira a ver en qué
número de la lista de tus lloros aparece que lloras y buscas a Jesús o algo de
Jesús... Lo que para María era el problema número uno, ¿qué lugar ocupa en
tus preocupaciones? Comenta en tu silencio lo que veas...

-224-
• María busca a Jesús como antes de su muerte. No es consciente de lo que le
ha pasado. Tiene que aprender que este Jesús no es como antes. Ha cambia-
do. Una nueva relación se tiene que establecer, no vale la de antes. Sigue el
amor, pero ahora ya no le puede tocar como antes... Jesús no se deja atrapar.
Quizá también esto te lleve a entender que no te vale la relación de Jesús como
cuando eras niña, como no te vale estancar a tu marido o a tus hijos en una eta-
pa de la vida. A veces dices de tus hijos: ¡Qué lástima que crezcan! Te encantan
con esos tres o cuatro años en donde te los comerías... y al mirarles dices: «Re-
almente me han salido preciosos, estoy satisfecha». Pero cambian. Y una nueva
relación y una nueva manera de amar tienes que inventar... Ya no les puedes
llevar de la mano, ni agarrar como de pequeños... Algo te grita: «Quiéreme de
otra manera». No me toques, quiéreme de otra manera, le grita Jesús a Mag-
dalena. Y si me quieres a mí, ahora la forma de quererme es ir a otros, para ha-
blarles de mí.

Oratío
• Una primera petición es poner en las manos del Señor los momentos en los que
vives las cosas con tanta fuerza que no eres capaces de ver bien la realidad...
Tus momentos de depresión o los momentos de depresión que viven personas
que conoces...
• Escucha que un ángel o el mismo Jesús esta tarde te pregunta- ¿Por qué lloras?
¿Qué es lo que en estos momentos de tu vida te hace llorar? ¿Qué te preocu-
pa? Y deja que tu corazón hable, exponga como súplica lo que vives...
• Reza con condicionales, como María, como Marta: Si has sido tú el que lo ha
robado... Si hubieras estado aquí no habría muerto (Jn 11,21). Quizá también
tienes una serie de condicionales que plantear a Dios desde tu realidad vital...
Si te sintiera más; si me ayudaras; si me hicieras caso; si tuviera fuerza y fe...
Quizá después de pronunciarlas escuches en tu interior una respuesta... o la in-
tuyas...
• Una letanía:
En mi noche, ¡nómbrame, llámame, Señor!
En mis depresiones, ¡nómbrame, llámame, Señor!
En mis fijaciones, ¡nómbrame, llámame, Señor!
En mis días grises, ¡nómbrame, llámame, Señor!
En las horas que no veo nada, ¡nómbrame, llámame, Señor!
En los momentos que estoy obcecado en lo mío y nada más que en lo mío,
¡nómbrame, llámame, Señor!

-225-
En las ocasiones que me hablan y no escucho, ¡nómbrame, llámame, Señor!
En los días bajos, ¡nómbrame, llámame, Señor!
En las ocasiones en que no quiero salir del pozo, a pesar de las lágrimas,
¡nómbrame, llámame, Señor!

Contemplado

• Elige una situación que te está haciendo llorar en este momento, que te es
especialmente sangrante... Colócala en un sitio, como el cuerpo de Jesús es-
taba puesto en un sepulcro... Una vez colocada la situación en el sitio que tú
has elegido, sitúate tú allí, en la escena: elige lugar, postura, actitud y sentimien-
to, elige llorar o silencio... Es el momento de máxima angustia... Coloca ahora
en la escena, la mirada de Dios Padre o de Jesús... Esta es la escena. Ahí te
quedas. Sintiéndote mirada en la contemplación de tu problema... Siente... No
des vueltas a las cosas... Es tiempo de contemplar la escena. Deja que la es-
cena hable, que surja la palabra del fondo de la contemplación de la escena...
Deja que en tu corazón se pose un rayo del amor del Padre y a ver qué pasa, a
ver qué sucede y qué cambia en la escena por el hecho de ser contemplada
por Dios.

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Las lágrimas no son operativas


Está bien que llores,
Y casi entiendo tus lágrimas.
Está bien que llores,
Y casi te doy la razón.
Está bien que llores,
Y dice mucho de ti.
Está bien que llores,
Así te desahogas...
Está bien que llores,
Y es bien normal...

-226-
Está bien que llores,
Y dejes ver todo lo que sientes.
Está bien que llores,
Y así revelas tu dimensión humana...
Está bien que llores,
Y muestres tu debilidad y tus sentimientos mejores.
Está bien que llores,
Y que todos veamos que eres de carne y hueso.

Y además de llorar, ¿qué?


Puedes moverte.
Puedes hacer algo.
Puedes pedir ayuda.
Puedes mirar con más detención.
Puedes escuchar palabras.
Puedes agacharte hacia el suelo.
Puedes preguntar.
Puedes prestar más atención.
Puedes salir de tu mundo pequeño
Entonces:
verás,
comprenderás,
gritarás de alegría,
te despertarás,
reconocerás mejor,
como María,
como los grandes creyentes...

Gesto
• Fotocopiar una ventana abierta, como la que se adjunta en la página siguiente,
en una hoja DIN A4. Después, la arrugas, hasta hacer una pelota con ella. Esta
pelota la circundas con una tira de papel o con una pegatina como las de regalo
donde está escrita esta frase: «Desenrolla y verás».

-227-
•L

SI

^Bíáa^Ka^BJS^KK^Ki

-228-
MARCOS
'WBHBIMHMf

MARCOS 1,12-13
El Espíritu lo sacó al desierto

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar el orden de la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo.

Acogida de las personas


• Acogida antes de comenzar la oración. Es ya una manera de predisponer para
la misma.

Ambientación
• Oramos en un momento histórico concreto. Conviene tenerlo en cuenta, ver-
balizarlo. Puede ser motivo de nuestra oración o dar motivos para ella.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Ejercicios de respiración, de ruptura con el trajín de la vida. No es perder tiempo
el que se dedica a preparar la oración.

-231 -
Invocación al Espíritu

Personal
• Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ga-
nas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesi-
dad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la re-
alidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro»
de Dios.

Comunitaria
• Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando
a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos.
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...

El texto: Marcos 1,12-13

Inmediatamente el Espíritu lo sacó al desierto, donde pasó cuarenta días,


sometido a prueba por Satanás.
Vivía con las fieras y los ángeles le servían.

Lectio

• Texto muy breve. Popularmente es conocido como el «relato de las tentacio-


nes». Los demás sinópticos narran el hecho, pero de manera más amplia.
• Marcos no nos ofrece la infancia de Jesús. Su evangelio comienza situando a
Jesús inmediatamente en la predicación del Reino. Los primeros versículos del
capítulo están dedicados a la presentación de Juan Bautista como precursor
de Jesús, sigue el bautismo de Jesús y este texto de la «prueba» o tentaciones,
antes de iniciar la predicación en Galilea, tras el arresto de Juan. Así sitúa Mar-
cos a Jesús como el continuador de los profetas.
• El protagonista de la prueba es el Espíritu. Él es el que saca al desierto. Una lec-
tura poco seria llevaría a pensar que cómo el Padre de Jesús permite que su Hijo
sea puesto en el maligno. La misma pregunta se podría hacer ante el hecho de
su crucifixión. Y, sin embargo, ahí está la afirmación del evangelista. Quiere decir
que no se contradice con la verdadera fe. El desierto es el lugar de la soledad, de

-232-
es mi misión. El desierto es el lugar de la verdad. Que Marcos sitúe a Jesús en el
desierto antes de comenzar la predicación no es casualidad. El desierto es el lugar
de maduración personal, de la verdad interior. Que sea el Espíritu el que lleva a
Jesús al desierto quizá no lo tengamos que entender como una realidad física,
sino como una exigencia de la respuesta personal a Dios que Jesús tenía que
darle, como hombre que era. La forma literaria dei desierto, los animales y los án-
geles engancha con la más profunda tradición profética bíblica.
• Alude Marcos a que vivía con las fieras. No sé si en el desierto hay fieras o éstas
viven más bien en la selva. Sin embargo, tiene sentido la expresión «vivía con
las fieras». Los profetas hablan con imágenes de fieras para describir la realidad
nueva del tiempo del Mesías: «El lobo y el cordero pastarán juntos; el león co-
merá paja con el buey» (Is 65,25). Es en la soledad donde la persona percibe si
vive en armonía o si su interior está poblado de «fieras»: de miedos, de afectos,
de ambiciones, de proyectos, de necesidad de halagos, de dudas... Es curioso
que en la descripción del profeta no haya supresión de las fieras, sino una rea-
lidad de convivencia de las fieras con los animales domesticados. El desierto
es el lugar donde se domestican las fieras, sin suprimirlas.
• Los ángeles le servían. Marcos hace una presentación de Jesús como hombre
verdadero, inmediatamente después de que Jesús ha sido señalado como «Tú
eres mi hijo querido, mi predilecto» (Me 1,11) por la voz que viene del cielo, al
salir de las aguas del Jordán. El plenamente Hijo de Dios es, a la vez, plena-
mente hombre, y se ve sometido a enfrentarse con sus «bestias», en el fondo
de su ser más profundo. Por ser hombre, y para ser verdaderamente hombre
no sometido a sus pasiones, Jesús, en el desierto, madura, purifica y somete a
control todo aquello que le puede descentrar de la voluntad del Padre. «Vencer
las tentaciones» no es no tenerlas o arrancar de cuajo sus raíces. Tarea impo-
sible. Pero sí es posible que los «ángeles», lo mejor de Jesús, convivan con las
fieras. La sabiduría popular a esto lo llama «hay que tener paciencia», «no se
puede ser así», «hay que aceptarse». Detrás de estas palabras hay un inmenso
trabajo, no sólo humano, sino un trabajo de comprenderse uno a la luz de Dios,
bajo la escucha de la Palabra de Dios. La palabra de Dios es arma de doble filo
que penetra hasta nuestro corazón y nos descubre sus recovecos, sus torcidas
intenciones, sus secretas ambiciones, etc. Éste es el trabajo de Jesús en el de-
sierto hasta lograr una profética convivencia de las fieras y los ángeles.

Meditatio
• Una vía de meditación la podemos encontrar en eso que muchas veces nos de-
cimos en la prueba y en la dificultad, expresiones como «si me está muy bien lo
que me pasa. Es por mi culpa, por no haberme dado cuenta antes, por no haber

-233-
dominado mi genio», «me está bien empleado, así descubro lo que ni me podía
imaginar. Si en el fondo lo agradezco, así espabilo». Las pruebas de nuestra vida
nos dan la medida de lo que podemos, de lo que somos, de lo que son los que
están a nuestro lado. El dolor y las contrariedades tienen una dimensión positiva
de conocimiento personal y de maduración. Leída nuestra vida con ojos de Pro-
videncia («nada os pasa sin permiso del Padre» [Mt 10,39]), los desiertos de
nuestra vida son ocasión de reencuentro con lo mejor de nosotros y con Dios.
• «Se puso que parecía una fiera», «Pareces una fiera y no un hombre» son ex-
presiones que usamos para indicar comportamientos humanos que sobrepasan
los límites de lo controlado por la persona. Tú puedes entrar dentro de ti y des-
cubrir qué es lo que te «enfurece», lo que despierta las «fieras» que llevas dor-
midas, pero que están ahí. Gracias a la acción de Dios podemos conocer, re-
conocer y trabajar lo que hay en nosotros que nos «saca de nuestras casillas».
En la vida ordinaria seguro que hay momentos, personas, comportamientos que
«no soportas» porque te ves amenazada, atacada, descubierta y «te defiendes»,
«te pones como una fiera», es decir, «respondes a las fieras que te atacan, con
las fieras que tú llevas dentro, en lo más hondo de ti». En el desierto, estamos
llamados a descubrir esas raíces que nos conmocionan los cimientos de la per-
sona y nos hacen tambalear. Quizá no se trate de extirpar nada, sino de saber
convivir con la más profunda realidad de nuestro ser, de aceptar nuestra reali-
dad para vivir en paz, como «señores» que dominan la situación y que no se
dejan extraviar del camino por los miedos interiores, por los egoísmos o por los
halagos que nos puedan venir de fuera. Ésa fue la situación vivida por Jesús en
el desierto.
• Como tercera pista de meditación puedes emprender una reflexión que te lleve
a descubrir cómo en ti ya están conviviendo, al menos en determinados días,
tus zonas menos domesticadas y lo mejor que hay en ti. Los momentos de si-
lencio que te tomas o te impones, la escucha y meditación orante de la Palabra
de Dios son esos ejercicios que te ayudan a «domesticar» tus fieras, a sosegar
tus pasiones, a vivir en paz, a rezar con más tranquilidad... No es posible pensar
que sólo estemos habitados por «ángeles», por lo bueno. Sí es posible alcanzar
la madurez y la luz del Espíritu que todo lo penetra para convivir el cordero que
somos y el lobo que somos a la vez.

Oratio
• Ora y presenta al Señor «tus fieras», todo eso que te saca de tus casillas, que
te pone como loco, lo que no soportas... En todo eso hay algo de verdad,
y algo de «salvaje». Quizá sientas que sin la ayuda de Dios hay cosas que son
imposibles...

-234-
• Pide perdón por no tener paciencia contigo misma, por ser «fiera», quizá, para
otros, por la dificultad de aceptar tus propias lagunas o por la dejadez en ma-
durar...
• Nombra en el silencio de tu corazón a personas que ves que necesitan madurar,
que no se soportan, que crean a su lado siempre un infierno o una selva...
• Da gracias al Señor por todas las oportunidades de madurar que la vida te ha
dado y que has sabido acoger y aprovechar...

Contemplado

• Te propongo entrar dentro de ti mismo e ir poniendo nombre a las fieras salvajes


que ves en tu interior, que te quitan la paz, que te hacen sentirte mal o pecadora
o «no perfecta», «no buena persona», o hasta culpabilizar y juzgarte como «soy
mala persona». A tu genio lo puedes representar como un tigre... Reserva el
león para aquello que es más determinante en tu vida. Cuando hayas acabado
de «enumerar y concretizar» esa selva de «animales salvajes» que te habitan,
te presentas delante del Señor Jesús. Camina con ellas hacia ese lugar donde
tú sitúas el encuentro. Observa cómo se desarrolla el camino de ida con tus
«animales salvajes». En el momento del encuentro con Jesús, no tienes nada
más que decir: «Aquí estoy, Señor, con todas mis fieras». Te prohibes decir más
cosas. Te sitúas ahí, cara a cara con el Señor. Siente que te mira, que mira a
cada una de tus fieras... Siente lo que allí pasa. Siente lo que te pasa al con-
templar la escena. No tengas prisa. Vete lentamente y deja que en tu corazón
surjan sentimientos y palabras nuevas.

Despedida

Momento de compartir
• Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el me-
jor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón
por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias...
• Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueada: cuándo, por qué...
• Comparte la obra de Dios en ti para edificación del todo el grupo. No tenemos
nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros
a decir: Padre.

-235-
III. MATERIALES

Texto
Entonces, el lobo y el cordero irán juntos,
y la pantera se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león engordarán juntos,
un chiquillo los pastoreará;
la vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas,
el león comerá paja con el buey.
El niño jugará con la hura del áspid,
la criatura meterá la mano
en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago
por todo mi Monte Santo
porque se llenará el país de conocimiento del Señor
como colman las aguas el mar.
(Isaías 11,6-9)

-236-
MARCOS 2,23-28
Soy Señor del sábado

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar el orden de la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo.

Acogida de I » penónos
• Acogida antes de comenzar la oración.

Ambientación
• Si el día de la oración es en tiempo de Adviento, hacemos un hincapié especial
en la preparación para la Navidad.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Ejercicios de respiración, de ruptura con el trajín de la vida. No es perder tiempo
el que se dedica a preparar la oración.

-237-
1

Invocación al Espíritu
Personal
• Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ga-
nas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesi-
dad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la re-
alidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro»
de Dios.

Comunitaria
• Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando
a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos.
— Ven, Espíritu de Jesús.
— Enséñanos a orar...
— Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...

El texto: Marcos 2,23-28

Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los dis-


cípulos iban arrancando espigas.
Los fariseos le dijeron: «Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está
permitido?».
Él les respondió: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y
sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en
tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que
sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros».
Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sába-
do; así que el Hijo del hombre es Señor también del sábado».

Lectio
• El texto es una narración: se describe un hecho y la pregunta que éste suscita
a los fariseos. El fragmento pertenece al segundo capítulo de Marcos. Es la
irrupción del Reino que lo va transformando todo; por donde pasa Jesús, «algo
pasa», las cosas cambian, no queda todo igual. Los enfermos son curados, los
paralíticos son sanados, los publicamos, como Leví, le siguen, los discípulos

-238-
de Jesús son distintos de los de Juan, no ayunan como ayunan ellos. Lo de Je-
sús «llama» la atención. Ponerse al alcance de Jesús trae como consecuencia
la posibilidad de algo nuevo.
• Un sábado: el sábado era el día de descanso de los judíos. Los pasos que se
podían dar estaban contados. La religión lo medía y controlaba todo. Y ahí es-
tán Jesús y los suyos atravesando sembrados, cogiendo espigas y comiéndo-
las, actividad prohibida, por considerar que era un esfuerzo innecesario y, por
tanto, prohibido. Jesús y los suyos se presentan, pues, como «transgresores
de la ley». No es de extrañar que los fariseos pregunten: ¿Por qué hacen eso
tus discípulos?
• La respuesta de Jesús es muy viva: se defiende apelando nada menos que a Da-
vid. David es la referencia mesiánica por excelencia para los judíos. Y David hizo
también cosas prohibidas, se saltó la ley ante una necesidad: el hambre. David,
saltándose la ley, pone como centro de importancia a la persona necesitada. Ante
el hambre de él y sus compañeros, los panes del templo, que sólo podían comer
los sacerdotes, fueron el alimento de los que tenían hambre. David supo romper
la ley, la norma fría por la realidad del hambre de sus compañeros.
• La respuesta de Jesús denuncia la tendencia a atrapar a las personas en nor-
mas, en una tela de araña que aprisiona e impide ser libre. Hay maneras de ha-
cer que dan más importancia a las normas que a la libertad personal y no son
nada más que maneras de hacer esclavos... Esto sucedió ayer y sucede hoy,
de mil maneras, muchas veces sutiles...
• Lo más importante de este hecho no es la intervención de Jesús que pone de
manifiesto las contradicciones de sus interlocutores llamándoles, finamente,
esclavos de la ley, incapaces de la verdad y de la defensa del hombre... Lo más
importante es la revelación que Jesús hace de sí mismo: este Hombre es Señor
del sábado. Este Hombre instaura una manera nueva de vivir. No hay nada más
sagrado que la persona. Las leyes que hacen esclavo al hombre, el Señor del
sábado se las salta con toda la tranquilidad del mundo.

Meditatio
• Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla, para confron-
tarla con nuestra vida o nuestra vida con la Palabra. Nos preguntamos: ¿cómo
ilumina mi vida este texto?
• Métete en el pellejo de Jesús y sus discípulos. Te puedes preguntar sobre la li-
bertad que tienes para actuar, para ser tú, para decir y hacer lo que te sale del
corazón con toda libertad... Hay que ser muy libre y verdadero para ir contra-
corriente con la cabeza muy alta porque uno está seguro de lo que hace. Decir

-239-
lo que sale del corazón, con libertad, exige coherencia personal y tener claras
las razones de lo que hacemos y por qué lo hacemos...
• Metida en el pellejo de Jesús y los suyos, puedes traer a tu memoria personas,
hechos que te coartan la libertad: ¿qué o quiénes no te dejan ser libre?, ¿ante
quiénes y por qué sientes miedo y te echas atrás o dices: es que a tal persona
la tengo miedo?, ¿qué notas que te falta para romper el miedo que experimen-
tas o que te paraliza y te impide expresarte, hacer, decir lo que piensas?
• También te puedes meter en el pellejo de los que critican la acción de Jesús y
sus discípulos. Lo primero de todo puede ser percibir cómo reaccionas, ¿te
sientes a gusto siendo «arbitro» o «juez» de la gente? ¿O quizá te sorprendes
«tejiendo» una tela de araña para «hacer caer en la trampa» a alguien...?
• Descúbrete en la vida ordinaria poniendo escala de valores: a las cosas, a las
personas, al dinero, al marido, a los hijos, a la familia, a la plancha, al trabajo,
al tiempo libre, a permitirte algún capricho, a darte tiempo y cuidarte un poco,
al amor, a hacer algo por los demás, a los amigos...
• Imagina que preguntan a tu marido o a tus hijos que hagan una escala de valo-
res tuya: ¿qué pondrían?, ¿qué es lo queda claro y se percibe viviendo contigo?
Hay que ser capaces de poner algo en el centro personal que descentre todo
lo demás, y eso, sin exigírselo a otros... No podemos exigir a los demás lo que
nos centra a nosotros. Nuestra escala de valores no la podemos imponer; sim-
plemente la vivimos delante de otros y con otros... Y es una escala de valores
que va cambiando a medida que vamos descubriendo más lo esencial... o van
pasando los años. Lo que tengas por esencial, eso es lo que te da escala de
valores para hacer y deshacer... para organizar todo el resto de tu vida.
• Ponte delante del «Señor del sábado» y medita cómo Jesús es fuente de tus
valores, de tu vivir... El amor es lo que le hace a este Hombre «romper y rasgar»
lo viejo y poner en el centro lo nuevo: la persona, Dios. Entretente un rato des-
cubriendo a Jesús en tu vida y organizando tu vida desde Jesús...

Oratio
• Ora y presenta al Señor los miedos que te atan, que no te dejan ser libre, que
te paralizan... Nombra ocasiones y personas que te tienen atrapada y no te de-
jan ser tú como sientes y deseas...
• Pide perdón si descubres que eres una persona que tiende a tender «redes»
que atan y no dejan crecer y madurar a los que están a tu lado. Nombra ante el
Señor a los acusadores-controladores de vidas ajenas que conoces..., a los
que ponen trampas a otros... y pide perdón por ellos...

-240-
• Implora del Señor ayuda para obrar con la libertad de Jesús. Esto implica saber
llegar a lo esencial de las cosas, de las personas, del Evangelio... Pide al Señor
que sea tu maestro, que te ayude a entender la verdad, a vivirla...

Contemplado
• Crea en tu imaginación una escena en la que tú estés delante de este Hombre
que es Señor del sábado. Elige la postura corporal que desees. Y elige la pos-
tura interior más habitual en ti: una persona atemorizada por miedos, una per-
sona que no sabe romper ataduras y salir de una situación oculta y secreta, una
persona que tiene miedo a lo que otras le puedan decir, una persona libre y ca-
da vez más dueña de sí misma, cada vez más centrada en lo esencial y por eso
más libre, etc. Siéntete mirada en esa postura por Jesús, el Señor del sábado.
No digas nada. Mira y contémplate mirada. Que de esa contemplación vaya
brotando en el corazón palabra transformadora... Deja que en esta oración y
contemplación Dios te transforme...

Despedida

Momento de compartir
• Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el me-
jor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón
por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias...
• Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueada: cuándo, por qué...
• Comparte la obra de Dios en ti para edificación de todo el grupo. No tenemos
nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros
a decir: Padre.

III. MATERIALES

Gesto
Una escalera.
Jesús tiene una escala de valores.
Todo parte de un centro:
su Padre Dios, a las personas...
Nos invita a construir
nuestra propia escala...
... de valores.
-241 -
Aquí tienes una escalera y unas palabras.

Puedes ir poniendo las palabras


en los peldaños
según el lugar que creas ocupan
en la escala de valores
con la que en esta etapa de la vida
funcionas:
Dinero
Amigos
Pareja
Tiempo libre
Consumo
Hijos
Trabajo
Cuidado personal
Música
Oración
Consumo
Dios
Silencio
Lectura
Acciones solidarias
Televisión
Familia
Relaciones sociales

242-
MARCOS 3,22-30
¿Cómo puede luchar Belcebú en su contra?

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Con sobriedad; utilizar todo aquello que haga el ambiente más acogedor y con
signo religioso.

Acogida de las personas


• La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. La
acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes.

Ambientación
• Aprovechar acontecimientos del momento y del día para situarnos en el aquí y
ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar un mo-
mento a explicar cómo solemos hacer la oración. Repetir la importancia de las
posturas y de estar abrigados.

-243-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Relajación
• Un poco de respiración y de pausa. {Música.)

Invocación al Espíritu
Personal
• Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la adver-
tencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espí-
ritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me en-
señas...
• Invitación a rezar desde la realidad que hoy vives, desde el estado anímico que
ahora tienes.
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.
• Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el
misterio de su Hijo.

Comunitaria
— Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)
— Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo. Está aquí.

El texto: Marcos 3,22-30

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tie-
ne dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los
demonios». Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va
a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir;
una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mis-
mo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede
meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si pri-
mero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se
les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que
digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón ja-
más, cargará con su pecado para siempre». Se refería a los que decían que
tenía dentro un espíritu inmundo.
-244-
Lectio
• El pasaje que hoy nos sirve de base para la oración pertenece a lo que Marcos
nos pone inmediatamente a continuación de los primeros milagros de Jesús y
a la elección de los apóstoles. La presencia sanante de Jesús produce reaccio-
nes. Los primeros que reaccionan ante la novedad de Jesús son sus familiares:
(Sus familiares) vinieron a llevárselo, porque creían que no estaba en sus cabale
(Me 3,21). Los de casa le llaman «loco». Los segundos que reaccionan son los
letrados, los sabios. Desde el inicio, la predicación de Jesús se presenta como
insoportable, desestabilizadora o como «una locura». No se soporta que Jesús
haga cosas «nuevas», cure, sane... No se soporta que la gente le acompañe y
siga porque ve «algo» diferente en él. La novedad produce pánico, conmoción.
¡Hay que acallar o encerrar o ridiculizar al que trae lo nuevo! Su familia cree que
está loco y le quieren quitar del medio, llevárselo.
• Los letrados le atacan y ridiculizan con argumentos, para eso son «letrados»,
«gente de letras», «de saber». Argumento utilizado: Lo que Jesús hace es por
fuerza del demonio, de Belcebú. Este Jesús está habitado por el demonio. El
argumento es pobre y Jesús lo desmonta enseguida: Si yo expulso a los demo-
nios de la gente no puede ser por poder del demonio ya que estaría éste obran-
do en contra suya. ¡Poned argumentos mejores! No los tenéis. Lo que tenéis es
pavor a lo nuevo. Tenéis pavor a que os quiten los «demonios» que os habitan,
que os poseen. Os defendéis de mí y de la novedad que traigo. Tenéis miedo
al cambio que yo traigo. Preferís vuestros demonios, preferís vuestras tristezas,
vuestras «enfermedades». No queréis que la gente viva libremente. Estáis bien
con vuestros «demonios». Esta historia no es nueva. La vives tú a menudo,
cuando desenmascaras y dices la verdad a tus hijos y se defienden...
• El final es también sorprendente: Jesús asegura que se puede perdonar todo,
que no hay pecado grande para el amor de Dios. Dios puede perdonar todo
menos a aquellos que no quieren recibir el perdón, que no quieren reconocer
la verdad, que se empecinan en la mentira o no quieren ver, los que se escon-
den de la fuerza del Espíritu, los que llaman (o confunden) al Espíritu de Dios
con el nombre de demonio. Ésos no tienen perdón porque no son capaces de
pedirlo.

Meditatio
• Quizá puedas traer a tu imaginación situaciones en las que has actuado de «le-
trado», de persona que critica, sin tener razones (o con razones falsas), actua-
ciones de otras personas, comportamientos de gente que intenta poner un po-
co de luz, de cariño, de bondad en la vida... Pero «como eso no entraba en

-245-
tus planteamientos o formas de hacer o de imagen formada de la otra perso-
na», buscas la manera de «atacar», de criticar... Cuando no tragamos a al-
guien, somos incapaces de ver lo que tiene de novedad y de positivo. Echa
una mirada a tu vida, a tu forma de comportarte como «letrado», como el que
«cree que sabe todo lo que el otro tiene que hacer y se convierte en juez de lo
que otros hacen»...
• Si quieres, puedes ir más allá: hay veces que atacamos a uno porque nos sen-
timos atacados o amenazados. Atacamos, con frecuencia, a quien ayuda a abrir
los ojos a otro. Hay personas y entidades que «ganan» con la «ceguera» de
otros... Es la ceguera de otros la que les da beneficio. Abrir a alguien los ojos
a sus «drogas», a sus «consumos», a su «ingenuidad», a su «falta de crítica», a
su «inocencia»... conlleva quitar un «consumidor» de droga, un «apoyo» en el
que los poderosos se sustentan, uno del que se puede abusar por su inocen-
cia... Lógico que salten los que «viven de la ceguera de otros» y critiquen a los
que sanan y abren los ojos. Esta acción de liberar, de abrir los ojos, es lo que
provoca a los que se alimentan de la ceguera de otros.
• Quizá tú has sido víctima de los ataques de alguien por decir la verdad, por sa-
nar... Y te han dicho: «¡Pero qué tonta eres! ¿Quién te manda meterte o ayudar
a esa persona si no la conoces? ¡Bastante tienes con lo tuyo!». Sanar, liberar a
alguien acarrea críticas o amenazas o pequeños líos... Decir la verdad cuesta.
Cuesta decir al marido o a los hijos: «No me tratáis como merezco». Me reducís
a ser la «chacha» de la casa». O lo dices, y no te hacen caso, te tratan de his-
térica perdida... Decir (o hacer) la verdad es, a veces, escuchar (hasta de los
más cercanos) que «estás medio loca», «que no tienes razón porque el 80% de
las parejas, de las familias son así, se comportan así»... Por mucho que hagas,
no te creerán. Ése es su gran pecado, del que no quieren salir. En el fondo, «les
interesa que no cambies, que no abras los ojos», que no digas la verdad. El pe-
cado mayor de las personas que no admiten nada más que lo suyo, el de quie-
nes no dejan lugar a lo nuevo, ni a un pequeño cambio... es que no se abren a
lo nuevo. Lo dan todo por cerrado. Todas son disculpas ante el cambio. Nos
hacen ver que su vida está condenada a lo triste, nada nuevo puede entrar en
ellas. Las personas más temibles para los que se instalan en «su verdad» son
las que denuncian la mentira y no hacen paces con ella. Las personas sin «per-
dón» son las que se encierran en sus trece, en su negativa a salir de sus «espí-
ritus». No hay solución para ellas. Por eso ellas mismas se niegan el futuro, el
perdón.
• ¿Qué crees que pueda hacer contigo el Señor? ¿De qué situaciones crees que
«ni Dios» te puede liberar?

-246-
Oratio
• Por las veces que has estado en la acera de los letrados, haciendo lo que ellos
hicieron con Jesús, pide perdón.
• Por las veces que has sanado, liberado, apostado por la verdad y eso te oca-
sionó críticas o enfrentamientos, da gracias, pide fuerzas para seguir siendo
hija de la verdad.
• Por las zonas que ves en tu corazón que todavía están en tinieblas, por las con-
trariedades que vives, por las resistencias que pones, por las falsas razones
que te das para no dejar penetrar la luz en tu corazón, pide luz y pide verdad.
• Por las cosas que hay en ti ante las que dices «esto no tiene solución», «esto lo
doy por perdido en mí», pide confianza en Dios.

Contemplatio

• Imagínate en una escena real (o construida) sobre tus mejores deseos, aunque
no los alcances todavía. Imagínate ayudando a alguien, defendiendo a alguien,
abriendo los ojos a alguien de un vicio que tenga, o diciendo la verdad a un íntimo
tuyo... Imagínate que al ayudar a la persona elegida, ésta «salta» y se revuelve
contra ti y empieza a «ponerte verde», a echarte en cara toda tu vida, a decirte
que no vales para nada..., que te calles porque no tienes autoridad ni derecho
para hacer o decir lo que haces... ¿Cómo reaccionas? ¿Qué sientes? En el mo-
mento en que empiezas a reaccionar (ya sea que se te suba la sangre a la cabeza
o cualquier otra cosa) notas que una mano se posa sobre tu hombro. Es Jesús.
Te paralizas y... El resto, vívelo, siéntelo, acaricíalo, gózalo... ¡No te lo pierdas!
• Si prefieres otra pista: imagínate haciendo una lista de las cosas de las que di-
ces: «Esto ya no tiene solución». Contemplas la lista, vas mirando, añadiendo...
Y sientes «algo por dentro»... Mientras las contemplas, y sientes... se te acerca
Jesús... Te mira y mira tus cosas y tu adentro... El resto, vívelo, siéntelo, aca-
ricíalo, gózalo... ¡No te lo pierdas!

Despedida

Momento de compartir

-247-
III. MATERIALES

Gesto
Entregar una bola o pelota pequeña de plástico, de esas que se desmontan en
dos. Dentro habrá un papel escrito:

DENTRO DE TI HAY UNA VERDAD,


UNA FUERZA QUE NO SOSPECHAS.
¡ROMPE EL CASCARÓN!
DESCUBRE LO MEJOR TUYO.
ESTÁ AHÍ.

-248-
MARCOS 8,11-13
No se os dará otro signo

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Como es habitual, cuidar el local de oración con mimo.

Acogida de las personas


• La acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes.
Atención a las posibles personas nuevas.

Ambientacíón
• Aprovechar acontecimientos del momento y del día para situarnos en el aquí y
ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar un mo-
mento a explicar cómo solemos hacer la oración.

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración guiada y de pausa. [Música.) La gente suele venir con
prisas, con mucha aceleración, para poder llegar a todo. Necesita paz.

- 249 -
Invocación al Espíritu

Personal
• En el momento de la oración nos presentamos como necesitados. No somos
nosotros los que «vamos a dar algo a Dios». Venimos a recibir de Dios su luz,
su palabra, su intimidad. Nosotros nos ponemos sólo a disposición, como si
fuéramos un vaso o jarra que va a la fuente para que el agua de ésta nos llene
y poder llevar agua a los demás. La advertencia de Pablo es clara: «Nadie puede
decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3):
— Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas...
• Desde la realidad de nuestro día de hoy, rezamos:
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.
• Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el
misterio de su Hijo.

Comunitaria
— Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)
— Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo. Está aquí.

El texto: Marcos 8,11-13

En aquel tiempo se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con


Jesús. Para ponerlo a prueba le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama
un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Lectio

• El pasaje que hoy nos sirve de base para la oración pertenece a lo que Marcos
pone inmediatamente a continuación de la multiplicación de los panes y de los
peces. El evangelista, en el relato de la multiplicación, presenta a Jesús como
alguien que «siente lástima» de los que le siguen y le escuchan y, de ahí, el signo
de la multiplicación para calmar su hambre. Saciarse de pan es consecuencia
del hambre de escucha. Por escuchar a Jesús se han quedado sin provisiones
de comida. Jesús, una vez saciada el hambre material de la gente, despide a

-250-
todos y se marcha. La siguiente escena, en la lógica del evangelista, es el relato
que hoy meditamos y oramos.
• Aparecen unos personajes: los fariseos. No es que vengan porque tengan ham-
bre de su palabra y quieran escucharla: vienen a discutir, y aponerlo a prue-
ba... Le piden a Jesús un signo según lo que ellos piensan y rechazan (o no ven)
los signos que Jesús está haciendo. En principio, tienen una escucha selectiva:
sólo les interesa lo que les pueda servir para descalificar al otro. Lo podemos
entender pensando en el funcionamiento actual de los grupos (políticos, eco-
nómicos, etc.): se acechan para echarse en cara las cosas, atacarse mutua-
mente, robarse cotas de poder, de mercado, de influencia...
• Nada se nos dice de la discusión tenida. Sí queda patente que le piden un signo.
Jesús acaba de realizar el signo de la multiplicación y piensan que «quien ha
hecho un cesto hace un ciento»; quien ha dado de comer a muchos, puede se-
guir haciendo «cosas prodigiosas». Esta lógica cambia el sentido de la realidad
de Jesús. Le reducen a «titiritero o a mago». «¡Haznos un numerito nuevo del
repertorio de tu espectáculo!», parece que le proponen.
• Jesús dio un profundo suspiro, añade Marcos, ante esta petición. Para entender
esta expresión del evangelista, tendremos que imaginarnos esos suspiros que
damos cuando los hijos, o el marido, o los alumnos, o las personas que sean...
nos dicen que les repitamos las cosas... ¡Y están tan claras! ¡Y estamos tan har-
tos de decirlas! Y se nos escapa un suspiro por dentro, un «mira, guapo, vete a
la porra. Te lo he dicho mil veces. Deja de tomarme el pelo». Y nos callamos. Y
les dejamos plantados...
• No se le dará un signo a esta generación. Jesús afirma algo así como que «a los
que son como vosotros, a los que piden lo que vosotros pedís, no se les dará
nada. Ya están servidos». Y sin más contemplaciones, se fue.
• Jesús entiende que hay gente que está cerrada para escucharle, que es inútil
perder el tiempo con ellos. No están delante de Él de buena fe. No hay nada
que hacer. Y se va a otra parte.

Meditatio
• Quizá puedas traer a tu imaginación situaciones en las que has actuado de «fa-
riseo». Busca en tu manera de comportarte con los otros (o con Dios) ocasiones
en las que estás delante de alguien con «actitud de caza»: Voy a ver si cazo a
éste, voy a ver si le pillo. Verás que detrás de esta actitud se esconde una «ce-
rrazón» que nos incapacita para ver algo bueno en el otro. Es una actitud que
nos lleva a vivir juzgando todo y a todos... Sólo nos salvamos nosotros, sólo
somos los únicos buenos y los únicos que estamos en la verdad...

-251 -
• Afronta con paz la manera que tienes de tratar a Jesús y de tratar con Jesús.
Mira a ver si hay algún atisbo de acercarte a Él con esa solapada actitud de «pe-
dirle» un milagro, de exigirle que «haga una excepción contigo y te conceda un
milagro»... Al encuentro de Jesús vamos porque Él es salvación, porque Él tiene
palabra de vida, porque Él es la cara visible del Padre. Todo lo demás que pase
después ya no nos pertenece. Es acción suya. A Jesús no le vamos a cazar...
A Jesús vamos para escucharle y su palabra no tiene desperdicio...
• Trae a tu imaginación la escena en la que Jesús da un profundo suspiro por las
cosas que le pides... ¿Qué petición (o comportamiento, o...) mía le hace sus-
pirar y llevarse las manos a la cabeza? En el texto es una petición fuera de sitio.
Resulta que piden lo que tienen delante. Jesús es el signo de Dios, pero están
ante Él con una actitud tal que no lo pueden reconocer. Quieren que Dios haga
magia en vez de hacer salvación... No son capaces de ver las cosas pequeñas
de su entorno que ya son «signo de Dios, signo del Reino»: el servicio sincero,
la delicadeza de gestos, la palabra que se pronuncia de consuelo, el perdón de
las faltas, el «yo no se lo tengo en cuenta»... Dedícate un tiempo a ver los signos
de Dios que no ves y que, sin embargo, están ahí cada jornada. Estamos ro-
deados de huellas de Dios y decimos que ¿dónde está Dios?
• Descubre lo que ha puesto en ti el Espíritu de Jesús que te hace convertirte en
signo de Dios para otros... Créetelo. El signo de Dios está en lo ordinario, en la
trama densa de sentido de la vida ordinaria...

Oratío
• Pide por las personas que viven «a la caza» de los gestos, de las palabras de los
otros... para machacarlas. Por esas personas que hacen imposible la vida a los
otros porque sólo ven lo malo. Pide perdón si tienes algo de esto en tu vida.
• Pide por los que se quejan de que Dios no habla, no es perceptible en sus vi-
das... y, sin embargo, ¡¡hay tantas huellas de Dios al alcance de la mano!!
• Pide a Jesús que te enseñe a acercarte a Él sin más, sólo para escuchar su pa-
labra, para descansar en Él. Que Él te haga comprender que es el signo de Dios;
que te aleje de esa lógica corriente: «Como te pido y no me das nada, te dejo
de lado y no quiero saber nada de ti».

Contemplado

• Imagínate recorriendo, como en una movióla, los momentos de tu jornada or-


dinaria desde que te levantas hasta que te acuestas. Es una jornada normal, de
un día normal, que rehaces y repasas en vídeo. La visionas una vez, o dos...

-252-
Quizá ves algo o nada. Sorpréndete porque en un momento Jesús se te aparece
y da un suspiro y te dice: ¡¡Pero no te das cuenta de que estoy aquí!! ¿Qué más
quieres?
• Abre los ojos, contempla, calla, aprende a descubrirle.

Despedida

Momento de compartir

III. AAATERIALES

Oración
Señor, al escuchar hoy tu palabra,
descubro mi vida de creyente
con sus pequeños ateísmos
solapados,
secretos y sutiles...

¡Cuántas veces te pido señales


y no soy capaz de ver
que todo lo que me rodea
está repleto de pequeñas señales
que me hablan de ti!

Tú estás escondido
en el adentro de la vida ordinaria
que yo digo que es «rutina»
porque mis ojos no logran
traspasar más allá de lo que ven.

Tú eres señal y me haces señales


donde las personas se ayudan,
donde las personas se perdonan,
dónde las personas se acogen,
donde las personas se escuchan,
donde las personas se bendicen,
donde las personas se miran a los ojos,

-253-
donde las personas se animan mutuamente,
donde las personas saben olvidar el mal recibido...

Tú eres señal y me haces señales


para ir más allá
de mi urgencia de hacer «Dios a mi medida»
cuando callas
y te vas
y me dejas sólito
para que recapacite
y medite
y vuelva sobre mí mismo
y descubra mis ganas de manipularte,
mayores que mis ganas de escucharte
en lo cotidiano de cada día.
MARCOS 10,28-31
Lo hemos dejado todo

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• Cuidar la decoración de la capilla, sobre todo el cirio, el agua, las flores...

Acogida de las personas


• Si hay personas nuevas, prestarles acogida. Si las personas habituales han avi-
sado de que no pueden venir, comunicarlo al grupo. Eso le proporciona tran-
quilidad y, quizá, motivo de rezar por los ausentes.

Ambientación
• Esta oración es la última reunión del curso. El evangelio es «fuerte». Nos «ataca»
en aquello que tenemos de más íntimo, nos «ataca» en lo que tenemos de in-
tocable en el secreto de nuestra vida. Es un buen colofón...

II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Un poco de respiración y de pausa. (Música.)

-255-
Invocación al Espíritu

Personal
— Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas...
— Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar.

Comunitaria
• Donde dos o tres están reunidos en su nombre, allí está la presencia de Jesús.
Aquí, entre nosotros, reunidos en el nombre del Señor, el Señor está presente:
— Enséñanos a orar...

El texto: Marcos 10,28-31

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo
hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Os aseguro que quien
deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por
mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —
casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecucio-
nes—, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y
muchos últimos, primeros».

Lectio
• Lo que precede a estos versículos es el pasaje del joven rico; un joven dispuesto
a seguir a Jesús, un joven que cumple perfectamente la ley, pero que no tiene
fuerza para dejar aquello que Jesús le pide para seguirle: vender sus bienes,
dejar su riqueza. A eso se resiste. Y se fue. Sólo le faltaba una cosa. En todo lo
demás era de «diez», pero una cosa sola le impidió lo que se le propuso: seguir
a Jesús. Jesús quiere que los que le sigan no se reserven nada, ni una cosa...
Quizá esto explica muchos seguimientos a medias que por eso son poco sig-
nificativos a la larga...
• Jesús aprovecha para hacer un comentario: «¡Qué difícil es que un rico entre
en el reino de Dios!». ¡Qué difícil es que un rico escuche la Buena Nueva de Je-
sús! Ya tiene bastante con lo suyo, ¿para qué más?, se dice. Los apóstoles es-
tán asustados de las palabras de Jesús. Son muy duras. Como nosotros, ellos
tienen experiencia de que «a nadie le amarga un dulce» y de que hay «dulces»
que no queremos dejar de comer. En lenguaje popular esto tiene nombre: «la

-256-
buena vida», «la dolce vita», «que no me falte nada», «a todos nos gusta que
nos sirvan», etc.
• En este contexto aparece la intervención de Pedro, que pregunta a Jesús sobre
la situación de ellos, los que lo han dejado todo y le siguen. La respuesta de Je-
sús es clara: Dejar es tener; dejar es recibir más; dejar es multiplicar. Dejar no
es perder, sino recibir más; dejares una aventura para descubrir nuevos valores
nuevos hermanos. Dios nos quiere vacíos de lo nuestro para poder llenarnos de
lo de Él, de los que Él ama con predilección: los pobres.
• En la enumeración que hace Jesús de las cosas dejadas, comienza por lo más
familiar, lo más cercano, los más íntimo. Nos cuesta más entender este mensaje
de Jesús: los más queridos son los primeros que hay que dejar o los últimos,
pero, al final, hay que dejarlos también. Lo último que se nombra son los cam-
pos, es decir, las cosas materiales. Lo que Jesús pide primero es dejar a las
personas queridas. Jesús da a entender que sabe muy bien que el corazón de
la persona se apega más a las personas, a los que decimos que son «nuestra
familia», a las personas que les ponemos el adjetivo «mío». Emprender proyec-
tos con Jesús «toca a los nuestros en primer lugar». Pero no se queda ahí: llega
a lo que tenemos. Poner a Jesús en el número uno de nuestra escala de valores
tiene la consecuencia de que todo lo demás es segundo, hay que saber dejarlo,
hay que tener fuerza para dejarlo. Jesús se manifiesta excluyente. No casa con
nada. Él es capaz de llenar todo el corazón. Nos descubrimos como personas
que nos gusta dejar «algo» para nosotros en lo que apoyarnos «por si acaso».
El seguidor de Jesús no tiene más apoyo que Él. Confiar en Jesús es no nece-
sitar más compañía, más riqueza que Él.
• ¿Cómo entender este dejar? Lo primero de todo: el creyente no deja cosas por-
que se le ocurre. El creyente está llamado a dejar aquello que siente como pe-
dido por Dios en su corazón. En el corazón, es donde Dios nos habla y nos pide
cosas. Lo que Dios pide, lo pide por una razón: para aumentar y consolidar el
seguimiento de Jesús. No se trata de una ascesis para quedarnos sin nada por-
que sí. Desprendernos de algo, en cristiano, es para ser más seguidores de Je-
sús. Tú no te tienes que hacer la pregunta: ¿qué tengo que dejar? Esto se te
sugerirá. Lo escucharás en tu corazón. Un día escuchas o sientes que tienes
que dejar que tu familia haga su vida y horario durante un tiempo, y tú la tuya
para venir a la Eucaristía... Un día tendrás que decir a tu familia que no te re-
galen nada y el importe del dinero que te lo den para darlo a un misionero; un
día tendrás que decir que te tomarás dos días a la semana para darte a los de-
más, y que esas horas que «se las apañen». Cada persona, en lo más íntimo de
su corazón, escucha qué es lo que el Señor le pide dejar. No te preocupes por
averiguarlo. Tu trato con Jesús te lo irá mostrando. Lo que sentimos que Dios
nos pide es normativo para el seguimiento de Jesús. Si no lo damos, interrum-
pimos el seguimiento, lo estancamos, lo frenamos.

-257-
• Dios no deja con las manos vacías: nos las llena de otra manera. Hace que ha-
gamos nuestros a los que no son de nadie; hace que los que no tienen a nadie
reconozcan que Dios existe porque nosotros hacemos de manos, de boca, de
corazón de Dios. Dejamos lo nuestro para hacer nuestros a los que no son de na-
die. Esa es la herencia que da el Señor. Esa es la multiplicación que da el Señor.
Este es un signo del Reino: hombres y mujeres que acogen a otros como si fue-
ran de su familia y les hacen familiares. Y este acoger como familia a los «sin
familia» es lo que ya prepara el premio de la vida futura.
• Lo que Jesús anuncia, el Reino de Dios, es decir, la manera nueva de vivir, cam-
bia todo, lo pone todo «del revés». Los grandes son pequeños y los pequeños
son grandes a los ojos de Dios. Los que se hacen servidores son los que de
verdad «valen la pena», porque manifiestan mejor a los ojos de todos cómo es
el corazón de Dios. Los seguidores de Jesús son los que mejor anuncian con
su vida cómo es Dios.

Meditatio
• En primer lugar, intenta «tocar» o dar nombre al movimiento interior que este
pasaje bíblico suscita dentro de ti. Mira a ver si hay sentimientos de extrañeza,
de repulsa, de incomprensión, de resistencia... Pon nombre a tus sentimientos
y selecciona el sentimiento principal que descubres...
• Haz tuyas las palabras de Pedro: «Yo, N, que lo he dejado todo y te he seguido».
Detente a enumerar lo que has dejado, lo que te cuesta dejar, lo que te resistes
a dejar... Quizá este trabajo de meditación te lleve a descubrir si en tu corazón,
no en tu cabeza, has sentido o sientes la voz de Dios que te sugiere lo que tie-
nes que dejar para ser más seguidora... Analiza si la iniciativa de dejar cosas
es algo «que a ti se te ocurre» o son las que «Jesús te pide». Recuerda, no se
trata de dejar lo que nosotros pensamos, sino lo que Dios nos pide. Es decisión
de Dios, llamada de Dios, el que caminemos haciéndonos pobres. Sólo es im-
portante dejar lo que sentimos como petición de Dios. Si no sientes que Dios
te pide... a lo mejor es que estás en un seguimiento muy pobre... o que no le
dejas a Dios espacio para que te pida...
• Alégrate de descubrir la realidad del Reino de Dios en esas pequeñas cosas
que se te piden y que ponen el mundo del revés porque lo que rige los compor-
tamientos de las personas nace del amor de Dios y no de leyes humanas...

Oratio
• Dale permiso al Señor para que te pida cosas... ¡¡Ufffü
• Nombra tus resistencias: Me cuesta darte... ¡Esto no me lo pidas, por favor!

-258-
• Pídele que te haga gustar ese poner las cosas del revés que nace de vivir la vida
de Dios: «Los últimos son los primeros»...

Contemplado
• Compon en tu imaginación una escena en la que estés rodeada o atada o unida
a todas las cosas, personas a las que pones el posesivo «mío». Colócalas como
quieras: las más próximas, a tu lado; lo que más quieres, bien agarrado... Date
tiempo para recrear la escena. Cuando la tengas recreada, llama a Jesús, dile que
venga a verte. Y tú le miras y él te mira. Lo demás, deja que vaya viniendo,
que se vaya tejiendo en ese silencio sagrado de mirada de Jesús sobre tu rea-
lidad... Déjate mirar por Jesús en tu realidad de poseedora o de dadora de tus
posesiones, de tus riquezas... todo se juega en el silencio de una mirada, o de
dejarte mirar por Jesús...

Despedida

Momento de compartir

III. MATERIALES

Gesto
En una cartulina bonita, escribir esta frase:

¡¡MÍO!!
ESTO NO ME LO TOQUES, DIOS,
POR FAVOR.
(Marcos 10,17-31)

Enrollar la frase y atarla con una bonita cinta. Si se puede lacrar, mucho mejor.
Entregar a cada participante una cartulina.

-259-
Oración
Hoy descubro, Señor,
que lo que me parece imposible,
que donde yo más resistencias pongo,
que a lo que yo más me aferró
y no quiero soltar
es donde se juega mi vida
y mi manera de seguirte.

Hoy descubro, Señor,


que tú estás
donde está lo que me reservo.
Y estás allí para hacer posible mi liberación,
mi confianza total y absoluta en ti.

Hoy descubro, Señor,


que no te puedo seguir
llevando mis cosas encima
porque son ellas las que ocupan tu sitio.

Hoy descubro, Señor,


que cuando tú bastas
todo sobra.

Hoy descubro, Señor,


que cuando yo me vacío de unas cosas,
tú me llenas de tus preferidas.

Hoy descubro, Señor,


que me pides dejar cosas y personas por ti,
para tener a los tuyos como míos;
para hacerlos míos por el gran motivo
de que son tuyos.

Hoy descubro, Señor,


que dejar todo
es sólo para seguirte.

Hoy, descubro, Señor,

-260-
MARCOS 16,15-18
Id por todo el mundo

I. PREPARACIÓN

Decorar la sala
• La decoración de la sala es la primera palabra que escucha el que llega a orar.
Conviene que sea una palabra que le ayude a abrirse al Señor.

Acogida de las personas


• La acogida humana es reflejo de la acogida de Dios. Cuidarla.

Ambientación
• Hemos sacado un rato para orar. Estamos aquí. Lo hacemos durante el día. Lo
nuevo es que lo hacemos juntos y con un estilo diferente. Podemos decirnos
aquí hoy: No me equivoco; donde están dos o tres, está Dios. Aquí está Dios
con nosotros aunque no le veamos. Está. Tiene comprometida su palabra.

-261 -
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Preparación para la oración


• Al menos en la gran ciudad, comenzar por un tiempo de relajación es muy con-
veniente para aparcar lo inmediato y disponer mejor el corazón a la escucha.

Invocación al Espíritu
• En esa paz que ahora tienes, deja caer estas palabras:
— Señor, enséñame a orar.
— Señor, que tu Espíritu caliente e ilumine mi corazón para orar.
• Repítelas despacio muchas veces sin pensar en otra cosa; repítelas gustándo-
las, deseando lo que pides.

El texto: Marcos 16,15-18

Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamar la Buena Nueva a toda la
creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se con-
denará.
Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre ex-
pulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en
sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos
sobre los enfermos y se pondrán bien».

Lectio
• Jesús buscaba geografía para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado. Te-
nemos el lugar habitual de la vida, del trabajo, de la familia, donde oramos en lo
que hacemos y con la calidad con que hacemos las cosas. Pero este tiempo de
oración en grupo es especial: es tiempo de gracia, tiempo concentrado. Como
hay tiempos de amar donde se concentra más intimidad y otros donde vivimos
la intimidad distanciada, así pasa con la oración y con la relación con Dios.
• La dinámica del envío que vemos en este evangelio es la siguiente:
— Quien sigue a alguien (= cree en alguien) es enviado a anunciar.
— El que escucha puede aceptar o rechazar lo que le presentan.

-262-
— Jesús tiene necesidad de misioneros, de personas que acepten hablar de él
a otros.
• Escuchar y aceptar es obediencia. Hay cosas que no se discuten, se aceptan.
Puedes preguntar, pedir explicaciones pero, al final, aceptas, es decir, obede-
ces. Aceptar a alguien es obedecerle.
• No se manda creer. Se manda predicar. El imperativo es para los predicadores,
no para los que escuchan. Creer es respuesta a una invitación: «El que crea...».
Es creyente el que acoge la palabra en libertad. Todo lo que afecta a lo sagrado
de la persona es terreno de libertad, no es impuesto. En la predicación del Evan-
gelio, no imponemos la Buena Nueva al otro. Se anuncia y se acoge o no.
• Dios nos salva porque no se impone, sino porque es acogido.
• No nos salva lo que sabemos de Dios, sino que nos encontramos con Dios, que
tratamos a Dios, que aceptamos a Dios. Dios deja con hambre de más...
• La fe es un encuentro que no se agota en un momento. Las personas que se
agotan en un momento son porque son poco, porque no son nada. «No tiene
fuste», nos decimos. Y pasamos de ellas. De ahí no sacamos nada y nos inte-
resa poco...
• Dios es todo lo contrario. Cuanto más intimamos, más importante aparece.

Meditatio
• Creer tiene consecuencias: vivir de otra manera.
• Expulsar demonios. Esta expresión es rica en significado: los demonios que el
evangelizador expulsa en los escuchadores son: el miedo, la autosuficiencia, lo
nuestro, el egoísmo, la comodidad, dejar que las cosas vayan a la buena...
• Agarrar serpientes con las manos. Tú tienes experiencia de comprometerte en
cosas que parecen imposibles, pensabas que te harían daño, que no podrías
con ellas, que te superarían... Hay cosas que sólo se pueden hacer con fe y por
fe. El creyente se compromete en empresas que le superan no porque es fuerte,
sino porque su fuerza es el Señor.
• Beberán veneno y no les hará daño. En alguna ocasión seguro que te han dicho
o has dicho a alguien: «No seas tonto, deja eso para otros». Tú, en tu sinceridad,
te das cuenta de que tienes que afrontar la situación, «beber el cáliz» de la si-
tuación difícil que se te presenta. Y lo haces con honradez, como expresión de
tu fe. Al final descubres que esa dificultad, aunque te cueste, no te mata. Sacas
fuerzas de no sabes dónde. Alguien te da fuerza y, sobre todo, alegría. Lo que
parecía un veneno resulta que no lo es. Hay cosas de la fe que no se entienden
desde la lógica...

-263-
• Impondrán las manos. Imponer las manos, en la Biblia, es señal de transmisión
de fuerza y de Espíritu de Dios. Hay creyentes que sólo de ver cómo viven las
cosas que les pasan te dejan admirados, te dan vida, te ayudan mucho... Mira
a ver si en tu vida de creyente se dan estas realidades o cuál es la manifestación
de fe que más se da en ti como creyente.

Oratio
• Reza con toda tu alma. No digas mucho. Una sola cosa mucho tiempo o de ma-
nera repetitiva. Es bueno detenerse en un aspecto, el que más a flor de corazón
tengas ahora. Elige una de las expresiones vistas en el momento anterior y re-
créate en ella, por ejemplo: Enséñame a fiarme de ti, a entregarme a ti...
• Reza desde lo que ves que te falta: incapacidad para echar demonios, para
arriesgarte, para demostrar ante otros que eres un sencillo creyente, siempre
aprendiendo...
• Recuerda y reza las palabras de creyentes que te han empujado a vivir, a crecer,
a creer, a reconocer más y mejor a Dios...

Contemplatio
• Imagina una postura corporal en la que te entregues totalmente en las manos
de Dios. Siéntete en las manos de Dios. Calla. Contempla. Regusta.

Actio
Esta oración de hoy:
— ¿A qué me lleva en mi familia?
— ¿A qué me lleva en los grupos con los que me reúno ya sea para salir, para
el ocio, para la reflexión, para el alterne...?
— ¿A qué me lleva para trabajarme un poco más y ser mejor creyente?

Despedida

Momento de compartir

-264-
III. MATERIALES

• Se entrega un sobre en el que hay una carta para leer en casa, no inmediata-
mente.

CREER
es entrega,
es abandono total,
es confianza,
es obediencia a fondo perdido.

CREER
tiene consecuencias en tu vida:
te hace más libre de espíritu y te llena de Espíritu;
dices cosas que «dejan pegado» a uno;
te atreves a cosas que otros «ni pensarlo»;
tragas cosas que a otros se les atragantan;
allí donde estás se nota, «hay otra vidilla».

A LO MEJOR NO TE DAS CUENTA


pero si eres creyente,
a tu lado pasan estas cosas que dice Jesús
y muchas más...
De verdad, lo dice Jesús,
y te aseguro que no miente.

-265-
índice de salmos

SALMO CONTENIDO TEMA

Salmo 19 Unos confían en su carros. Confianza.


Acción de Dios.
Auxilio de Dios.

Salmo 26,l El Señor es mi luz y mi salvación. Ansias de Dios.


Dios es luz.
Dios es salvación.
Gratitud.

Salmo 31 Dichoso el que está absuelto de Penitencia.


su culpa. Perdón.
Misericordia de Dios.

Salmo 41 Deseo de Dios. Búsqueda de Dios.


Sed de Dios.
Memoria de la obra de Dios.
Espera, esperanza en Dios.

Salmo 48 Vanidad de vanidades. Caducidad de todo.


Confianza en Dios.

Salmo 61 Sólo en Dios descansa mi alma. Salvación.


Protagonismo de Dios.
Confianza.
Poder de Dios.

Salmo 62,2-9 El alma sedienta de Dios. Fe.


Ansia de Dios.
Alabanza.
Recuerdo de Dios.

-267-
Salmo 64 Solemne acción de gracias. Alabanza.
Reconocimiento de la acción de
Dios.
Fecundidad de la acción de Dios.

Salmo 76 Añoranza del Señor y de su Recuerdo de Dios.


acción salvadora. Búsqueda en la ausencia.
Alabanza.
Presencia de Dios en la vida de
su pueblo.

Salmo 80 Tocad la trompeta por la luna Aclamación, fiesta.


nueva. Canto maravillas de Dios.
Fidelidad, alianza.

Salmo 89 Señor, tú has sido nuestro Fe.


refugio. Eternidad de Dios.
Caducidad humana.
Súplica.

Salmo 130 Como un niño en brazos de su Confianza.


madre. Descanso en Dios.
Deseos acallados.

Salmo 136 ¡Que se me pegue la lengua al Recuerdo de Dios.


paladar! Destierro. Añoranza.
Ansia del Templo.

-268-
índice de pasajes evangélicos

TIEMPO
PASAJE CONTENIDO TEMA
LITÚRGICO

Mateo 1,18-24 El nacimiento de Fe. Navidad.


Jesucristo. Escucha de Dios. Fiesta de san
Voluntad de Dios. José.

Mateo 11,25-30 Has escondido estas Filiación divina. Tiempo ordinario.


cosas a los sabios. Reconocimiento de
Dios.
Sencillos de corazón.
Presencia de Dios en
los sencillos.
Intimidad con Dios.

Mateo 20,17-28 No sabéis lo que Petición. Tiempo ordinario.


pedís. ¿Podéis Vocación. Cuaresma.
beber mi cáliz? Aceptación plan de
Dios.
Anuncio pasión-muerte.

Mateo 21,28-32 Os precederán. Decir sí a Dios. Adviento.


Sencillez. Tiempo ordinario.
Orgullo. Arrogancia.

Mateo 25,31-46 A mí me lo hicisteis. Prójimo. Tiempo ordinario.


Misericordia.
Reino de Dios.
Vigilancia.
Juicio de las naciones.

-269-
Lucas 1,39-56 Feliz la que ha María. Adviento.
creído. Fe. Fiestas marianas.
Aceptación plan de
Dios.
Visitación.
Ayuda al otro.

Lucas 2,15-20 Todos se admiraban Sencillez. Navidad.


de lo que contaban Vigilancia. Fiestas marianas.
del niño. Obediencia a Dios.
Buscar a Dios.
Anuncio de Dios.
Noche de Dios.

Lucas 12,13-21 La vida no depende Codicia. Tiempo ordinario.


de ¡as riquezas. Riquezas.
Dar.
Felicidad.

Lucas 13,18-21 Como un grano de Reino de Dios. Tiempo ordinario.


mostaza. Semilla.
Levadura.

Lucas 14,12-14 No invites a los que Reino de Dios. Tiempo ordinario.


pueden invitarte. Compartir.
Dar sin esperar
respuesta.

Lucas 21,1-4 Ha echado más que Darse. Adviento.


nadie. Dar de lo necesario. Tiempo ordinario.
Dar sin hacer ruido.
Hacerse pobre.

Lucas 21,5-11 Estad atentos: Vigilancia. Adviento.


vigilad. Fin de los tiempos.
Falsos mesías.

Juan 4,43-54 Tu hijo está curado. Fe. Cuaresma.


Confianza.
Hablar de Jesús.

Juan 5,1-3.5-16 ¿Quieres quedar Fe. Cuaresma.


sano? Opciones personales.
Decisión.
Necesidad de otros.

Juan 5,17-30 Lo mío es hacer la Intimidad con el Padre. Tiempo ordinario.


voluntad de mi Escucha. Tiempo de
Padre. Filiación. Pascua.

-270-
Juan 6,30-35 Yo soy pan de vida. Jesús alimento. Tiempo de
Alimentarnos de Jesús. Pascua.
Signos del Reino.
Fe.

Juan 10,11-18 Buen Pastor. Buen Pastor. Tiempo de


Escucha. Pascua.
Intimidad.
Pertenencia.
Seguridad.
Reconocimiento.

Juan17,11b-19 ¡Que sean uno como Unidad. Tiempo de


nosotros! Oración. Pascua.
Lucha.

Juan 20,11-18 He visto al Señor. Resurrección. Tiempo de


Fe. Pascua.
Búsqueda.

Marcos 1,12-13 El Espíritu lo sacó al Desierto. Cuaresma.


desierto. Tentación.
Fidelidad.
Oración.

Marcos 2,23-28 Soy Señor del Reino de Dios. Adviento.


sábado. Novedad de Dios.

Marcos 3,22-30 ¿Cómo puede luchar Reino de Dios. Tiempo ordinario.


Belcebú en su Apertura a lo nuevo.
contra? Descubrir lo bueno de
las personas.

Marcos 8,11-13 No se os dará otro Ceguera. Tiempo ordinario.


signo. Reino de Dios.
Dureza de corazón.
Imagen falsa de Dios.

Marcos 10,28-31 Lo hemos dejado Seguimiento. Tiempo ordinario.


todo. Riqueza.
Desprendimiento.

Marcos 16,15-18 Id por todo el Fe. Tiempo ordinario.


mundo. Anuncio.
Buena nueva.
Acogida.

-271 -
índice

Introducción 7

I. EL CONTEXTO DE LA EXPERIENCIA

I. Presentación de la experiencia 13

II. SALMOS

1. Salmo 19. El Señor es mi auxilio 23


2. Salmo 26,1. El Señor es mi luz y mi salvación 29
3. Salmo 31. Dichoso el que está absuelto de su culpa 35
4. Salmo 41. Deseo de Dios 41
5. Salmo 48. Vanidad de vanidades 47
6. Salmo 61. Sólo en Dios descansa mi alma 53
7. Salmo 62,2-9. El alma sedienta de Dios 59
8. Salmo 64. Solemne acción de gracias 65
9. Salmo 76. Añoranza del Señor y de su acción salvadora 71
10. Salmo 80. Difícil alianza de Dios con su pueblo 79
II. Salmo 89. Señor, tú has sido nuestro refugio 85
12. Salmo 130. Como un niño en brazos de su madre 91
13. Salmo 136. ¡Que se me pegue la lengua al paladar! 97

-273-
III. MATEO

1. Mateo 1,18-24. El nacimiento de Jesucristo 105


2. Mateo 11,25-30. Has escondido estas cosas a los sabios 111
3. Mateo 20,17-28. No sabéis lo que pedís.
¿Podéis beber mi cáliz? 119
4. Mateo 21,28-32. Os precederán 127
5. Mateo 25,31 -46. A mí me lo hicisteis 133

IV. LUCAS

1. Lucas 1,39-56. Feliz la que ha creído 141


2. Lucas 2,15-20. Todos se admiraban
de lo que contaban del niño 147
3. Lucas 12,13-21. La vida no depende de las riquezas 153
4. Lucas 13,18-21. Como un grano de mostaza 159
5. Lucas 14,12-14. No invites a los que pueden invitarte 165
6. Lucas 21,1-4. Cuando lo poco es mucho 171
7. Lucas 21,5-11. Estad atentos: vigilad 177

V. JUAN

1. Juan 4,43-54. Tu hijo está curado 185


2. Juan 5,1-3.5-16. ¿Quieres quedar sano? 191
3. Juan 5,17-30. Lo mío es hacer la voluntad de mi Padre 197
4. Juan 6,30-35. Yo soy el pan de vida 203
5. Juan 10,11-18. Buen Pastor 209
6. Juan 17,11 b-19. ¡Que sean uno como nosotros! 215
7. Juna 20,11-18. He visto al Señor 221

VI. MARCOS

1. Marcos 1,12-13. El Espíritu lo sacó al desierto 231


2. Marcos 2,23-28. Soy Señor del sábado 237

-274-
3. Marcos 3,22-30. ¿Cómo puede luchar Belcebú en su contra? 243
4. Marcos 8,11-13. No se os dará otro signo 249
5. Marcos 10,28-31. Lo hemos dejado todo 255
6. Marcos 16,15-18. Id por todo el mundo 261

índice de salmos 267


índice de pasajes evangélicos 269

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