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DUARTE COMO RELIGIOSO

A propósito del Bicentenario de Duarte se ha ventilado a modo de debate sus


relaciones con la Iglesia y la masonería. Es indudable que fue católico, resulta
absurdo insinuar que sus vínculos con la masonería le enajenaron la buena
voluntad de la jefatura eclesiástica. Las diferencias fueron absolutamente políticas.
Monseñor Tomás de Portes e Infantes se adhirió al sector santanista que asaltó el
poder gubernamental. La litis política en ese lapso está muy bien documentada, la
oposición radical de Duarte a la entrega a perpetuidad de la península y bahía de
Samaná a los franceses, ese fue el móvil de la gran crisis de marzo a julio de
1844.

Hasta nuestros días han prevalecido múltiples versiones erróneas, una que
todavía se promueve como “verdad de Perogrullo”, es la supuesta expresión de
Portes e Infantes en el recibimiento de Duarte en marzo de 1844: “Salve Padre de
la Patria”, hoy 169 años después de aquellos acontecimientos, apoyado en la
investigación histórica afirmamos que esa expresión nunca fue pronunciada. No la
recogen: Rosa Duarte, Juan Isidro Pérez, José María Serra, Félix María Delmonte,
José Gabriel García, el padre Meriño, ni en ningún documento o testimonio
fehaciente de la época. Esta frase se registra por primera vez en 1894 en el
documento “Monumento a Duarte”, cuya redacción se atribuye a Emiliano Tejera.
Se apunta: “El prelado lo abrazó cordialmente: ¡Salve, Padre de la Patria!”.
Cuando ocurrieron estos acontecimientos Tejera contaba con tres años de edad,
no fue testigo. No podemos negar que aportó múltiples documentos para el
análisis de la vida de Duarte, pero en este caso no indicó la fuente y/o el
testimonio que sustenta la información. Por lo tanto no tiene ningún asidero
histórico. No existe vinculación positiva fidedigna entre Duarte y Portes en ese
periodo, Rosa Duarte se limita a aclarar que Portes no fue el padrino de su ilustre
hermano. La locución “Salve Padre de la Patria” fue creada por Tejera y difundida
por Balaguer y Troncoso Sánchez en sus respectivas biografías noveladas de
Duarte. Es significativo que Monseñor Meriño en su “Geografía física, política e
histórica”, (cuya primera edición la envió a Duarte en Caracas) no menciona la
célebre “recepción” de Portes e Infantes, además en un discurso de apoteosis en
1884 aseguró que al retornar Duarte en 1844 desde Curazao”… pisando el suelo
de la patria libre y saludado por entusiastas aclamaciones”. Tampoco mencionó la
susodicha “ovación”. (Meriño. Obras. 1960. P. 96).

En lo relativo a la ya famosa Carta Pastoral de Portes e Infantes del 24 de julio de


1844 amenazando con excomulgar a Duarte y sus compañeros, fue publicada por
Emilio Rodríguez Demorizi en su importante obra “Documentos para la historia de
la R.D.” Tomo 11 de 1947, había permanecido olvidada hasta que el suscrito la
rescató de modo crítico en el 2005 a través de nuestro libro “Duarte en la proa de
la historia”. Lo cierto es que la mentada Carta Pastoral luce fue escrita con mucho
tiempo de antelación por su extensión, solo en su parte final se refiere al tema en
cuestión. No podemos catalogar de fortuito que precisamente ese 24 de julio fue
publicada la proclama de Santana acusando a Duarte de conspirador, que
supuestamente divulgaba:”… falsos pretextos de que se quería restablecer en el
País la esclavitud, que se había cedido parte del territorio a una nación extranjera
y que se sujetaba a los Pueblos a su dominación”. (CHo, Núm. 21, 1936). Aunque
Santana tenía el control del país estaba a la defensiva, se veía precisado a
desmentir su proyecto fementido sobre Samaná, evidentemente ese día perseguía
un golpe de efecto con el manifiesto desvinculándose del proyecto de Samaná y la
Carta Pastoral de Portes refrendando sus criterios.

Un aspecto en extremo pernicioso de la pastoral se destaca cuando se advierte a


los católicos:”… os suplicamos que no os dejéis alucinar por hombres que
absolutamente, conocen la Religión y que no tratan sino de acabar con ella”. El
cargo era harto injusto, Duarte conocía muy bien la religión, pero no se había
declarado adversario de ningún precepto religioso. Este aspecto no debemos
desligarlo de la posterior actitud de los sacerdotes legisladores que en el discurrir
de la constituyente para la redacción de la reaccionaria Constitución de San
Cristóbal, suscribieron el artículo 7 estipulado para negarle la nacionalidad a
Duarte, quien había sido expulsado acusado de traición a la patria. Entre los
sacerdotes que se prestaron para esta monstruosidad se deben citar:

Manuel González Bernal, Andrés Rosón, Manuel María Valencia, Domingo


Solano, Julián Aponte y Juan de Jesús Ayala. Es posible que la Jefatura
eclesiástica sintiera suspicacias por la investidura liberal de Duarte, quien en su
frustrado proyecto de Constitución admitía la religión católica como la oficial, pero
sin perjuicio de la libertad de conciencia y de cultos, contrario a la Constitución de
San Cristóbal que sostenía la exclusividad de la religión católica. Tampoco es
cierto que Gaspar Hernández fuera el mentor de Duarte. Este cura peruano era un
fanático pro-español y Duarte un combatiente anti-colonialista.

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