Está en la página 1de 30

Los médicos y los

cirujanos mulatos
y de otras castas
en la Lima colonial
Mulatto Physicians and Surgeons
from other Castes of Colonial Lima

Recibido: 7 de agosto de 2013


Paul a Ermil a Rivaspl ata Varill as
Aceptado: 20 de diciembre de 2013 Universidad de Sevilla, España
rivasplatavarillas@gmail.com

➻ R e s u m e n

En la Lima colonial, los mulatos libres y esta manera, muchos mulatos lograron
otras castas se hicieron imprescindibles ejercer el oficio en virtud de haber su-
como barberos y cirujanos a tal punto perado los exámenes que se realizaban
que esos oficios se volvieron casi exclu- en el cabildo. Solo uno, el mulato José
sivos de ellos. La universidad impidió Manuel Valdés, logró permiso real para
que obtuviesen grados por la nota de sacar su grado en la Universidad de San
infamia que llevaban en sí, pero esto Marcos en 1795, pero ya para entonces
no fue un obstáculo para que algunos los requerimientos eran menos severos
se formaran libremente en los hospita- y se había franqueado el camino para
les donde se enseñaba al que quisiera que los miembros de las castas pudiesen
aprender y trabajar como barbero o ciru- ejercer trabajos anteriormente vedados
jano, bajo la dirección de los médicos. De a ellas.

Palabras clave: barbero, cirugía, hospitales, Lima, mulatos, universidad.

➻ A b s t r a c t

In colonial Lima free mulattoes and such point that those endeavors were
other racial mixed groups became in- almost monopolized by them. College
dispensable as barbers and surgeons to education forbade them to obtain a

42 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 42 23/07/14 3:31


degree because of their infamous ra- ing some examinations supervised by
cial origin, although that was not an the city council. Only one mulatto, José
obstacle to freely acquire training at Manuel Valdés, obtained in 1795 a royal
the hospitals, where anybody could be license for a degree at San Marcos Uni-
taught and trained as barber or sur- versity, although by then requirements
geon under the guidance of a physician. were already less severe and the path
Therefore, many mulattoes were able was clear for mixed races to practice
to practice this profession after pass- professions previously banned to them.

Keywords: barber, hospitals, Lima, mulattoes, university, surgery.

Introducción
ste trabajo busca indagar acerca del papel que cumplieron las
castas en el campo de la salud de la población limeña colonial1.
E Para ello se ha utilizado información de los libros de cabildo
del Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima (ahml)
y de la documentación del Archivo General de Indias (agi).
El mestizaje —en el caso de los negros mulataje— dio como resultado
un gran porcentaje de hombres y mujeres libres. Entre ellos, las castas y sobre
todo los mulatos ejercieron una labor importante en la Lima colonial, pues se
encargaron de labores manuales y artesanales (fueron carreteros, herreros, cañeros,
vendedores, pregoneros, etc.), y sobresalieron, especialmente, como barberos, en-
fermeros y cirujanos2. De todos, el más célebre fue sin lugar a dudas fray Martín

1 En la América española casta significaba grupo racial mezclado, pero cerrado. Según Stolcke y
Coello, a medida que las castas fueron escalando posiciones en la sociedad colonial, aumentó
el control de la pureza de sangre y de la legitimación del nacimiento entre los peninsulares y
criollos con el fin de impermeabilizar las fronteras de las categorías sociales coloniales y controlar
el ordenamiento jerárquico de las mismas (47).
2 Los negros, los mulatos y las castas habían logrado imponerse en Lima en distintos oficios
manuales. A comienzos del siglo xviii, algunos mulatos destacaban en sus oficios y lograban
progreso económico no solo en la cirugía sino también, participando en el remate del derecho
de pulperías de Lima, en el comercio (agi, l 411). El arzobispo-virrey del Perú, Diego Morcillo,
denunció el caso de Joseph Urrola, que había sido pulpero por dieciséis años, “con lo cual ha
pasado de mulato a caballero, atreviéndose a perder el respeto al virrey”. Teniendo en cuenta este
ejemplo, los mulatos participaban activamente en el remate de pulperías (agi, l 413). Desde la
segunda mitad del siglo xviii, los mulatos se destacaron como militares, formando regimiento

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 43

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 43 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

de Porres, que ejerció como barbero, herbolario y enfermero en el convento de


Santo Domingo a finales del siglo xvi (Mariátegui 44-45).
Hernando de Sepúlveda fue el primer médico que llegó a Lima, donde
residió desde 1535 y ejerció como protomédico provisional desde la fundación
del cargo, aunque solo fue reconocido oficialmente en 1537 (Campos 31, 50-51)3.
Su labor consistía en atender a los enfermos del hospital de españoles, refrendar
los títulos y controlar la venta de medicinas. La profesión médica se vigorizó
gracias al control legal de los organismos específicamente fiscalizadores (el
protomedicato y el cabildo) y fue adquiriendo auge y prestigio social. Muy
lentamente, hicieron su aparición los primeros médicos criollos graduados de
la Universidad de San Marcos.
Algunos cirujanos llegaron a Lima cuando esta apenas había sido funda-
da, y no pudieron dar abasto con todo el trabajo que se les asignaba (Lastres,
La salud 93)4. En la metrópoli, la cirugía era un oficio que asumían en parte
los grupos más estigmatizados de la sociedad castellana (judíos y conversos)
porque se trataba de un trabajo manual de manipulación de cuerpos extraños
y enfermos (Asensi 98; Domínguez 188; Granjel, La medicina española del siglo
xvii 67-69; Newson y Minchin 238)5. Esta realidad se trasladó a Lima, donde

de pardos. Los morenos libres de Lima se tomaban sus propias prerrogativas, como solicitar al
virrey ayudas para su hospital. Se concedió este pedido por medio de la “Real Cédula expedida
en 4 de diciembre de 1729 con motivo de la representación hecha a V. M. por parte de los
morenos libres de la ciudad de Lima para que se sirva V. M. de admitir debajo de su protección
el Hospital de San Bartolomé de ella y asignarle algunas rentas en las encomiendas de aquel
reino por ser muy cortas las que al presente tiene”.
3 En los territorios indianos los primeros protomédicos fueron nombrados por Carlos V para
La Española, aunque después revocó sus poderes, y fue Felipe II quien fijó definitivamente los
protomedicatos en las colonias. Fueron creados con independencia del de Castilla. La Nueva
Recopilación de Leyes de 1567 nombró a los ministros como protomédicos, quienes compartían
funciones que ejercían los alcaldes examinadores mayores.
4 Los primeros cirujanos que llegaron fueron Sebastián Pérez de Morales, Hernando Enríquez y
Juan Marín.
5 Domínguez Ortiz indica que las profesiones rentables eran la medicina y la cirugía, pero llevaban
el estigma del trabajo manual con el que la élite no quería ser señalada, lo que las convertía en
un espacio ocupado por los excluidos, judíos y mulatos. De esta manera, la carrera médica era
la favorita de hebreos y conversos en España, y en ella alcanzaron una pericia que sus propios
adversarios hubieron de reconocer. También, Asensi Artiga dice que el arte de curar lo habían
aprendido los médicos judíos fuera de las universidades, a través de un modelo abierto de en-
señanza. El xv fue un siglo de escasez de médicos cristianos. Según Granjel, en la metrópoli
la limpieza de sangre se instituyó para impedir el ingreso de determinados estamentos sociales
judíos y moriscos. La solución adoptada por el protomedicato en 1678 fue no examinar a médicos,

44 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 44 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
hubo cirujanos judíos. Así, en 1639 fueron quemados, en un auto de fe ocurrido
en la ciudad, los judíos Francisco Maldonado de Silva, bachiller en medicina
de la Universidad de San Marcos, y Tomé Quaresma, cirujano examinado que
curaba a los indios (Böhm 11-87)6. Paralelamente a esos grupos, cirujanos y
barberos mulatos fueron haciendo acto de presencia en Lima para satisfacer la
necesidad que la población tenía de atención rápida a heridas de arma blanca y
de fuego (Newson y Minchin 235)7. Entre los indios destacaban los curanderos
y chamanes, conocedores de hierbas y pócimas con las que trataban los males
crónicos de la población de la tierra.

La obligación de los negros horros


o libertos de atender a los blancos
durante las pestes en Lima
La presencia de libertos que atendían a españoles enfermos fue una imagen
recurrente desde el comienzo de la Colonia en los hospitales y durante las
cuarentenas. Por ejemplo, al poco tiempo de llegar el virrey Fernando Torres

boticarios ni cirujanos descendientes de judíos. Pero no resultó eficaz por el número elevado
de médicos de ascendencia judía que ejercieron en España, principalmente en el siglo xvii.
Asimismo, sufrieron discriminación los médicos moriscos. Se ha señalado que la presencia de
escolares moriscos en Alcalá y otras universidades pudo haber sido la causa de que los cristianos
viejos rehusasen cursar estudios de medicina y ello habría conducido a que gran cantidad de
médicos y boticarios fuesen moriscos. Los moriscos en general no accedieron a la universidad,
sino que fueron curadores empíricos. Cabe anotar que la educación universitaria en España
estaba restringida a aquellos que demostraban limpieza de sangre, así que en teoría ni los judíos
ni los musulmanes podían ser doctores licenciados. Con todo, muchos lo lograron. Después de
la expulsión de los judíos en 1492, un número significativo de doctores dejaron España, pero la
profesión se mantuvo dominada por los conversos y una buena proporción de estos migraron a
América.
6 Otro cirujano judío, Diego Núñez de Silva, padre de Francisco Maldonado de Silva, había sido
condenado en 1605 a reconciliación en auto público, confiscación de bienes, llevar habito y cárcel,
lo que fue cambiado por residir y curar en el puerto del Callao, donde no había médicos.
7 Un gran número de descendientes de africanos practicaban la curación sin tener licencia para
ello. Habían aprendido el oficio a través de la práctica, trabajando con doctores licenciados o
con curanderos y sanadores.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 45

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 45 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

y Portugal, conde del Villar Dompardo, se desató una epidemia de viruela y


garrotillo en Lima. Las primeras noticias de la enfermedad se dieron el 6 de
diciembre de 1585. Una vez conocida la existencia de casos de peste dentro de la
ciudad y dictaminado con certeza el brote por parte de una comisión médica,
la medida imprescindible que se tomaba a continuación consistía en señalar
algunos lugares periféricos del casco urbano para aislar allí a los enfermos.
Esta peste atacó a españoles, indios y castas que vivían en la ciudad. El cabildo
formó comisiones de trabajo de dos o tres regidores para visitar a los españoles
pobres y enfermos y ubicar a las personas desamparadas para llevarlas al hospital
porque no tenían abrigo ni con qué curarse. También, los comisarios obligaron
a mulatos y negros a servir de cuidadores de españoles pobres ante la escasez
de cirujanos y enfermeros:
En el cabildo se acordó que se visitasen todos los enfermos que hubiere
y hallando algunos pobres españoles se dé noticia para que se provea
lo que convenga e que así mismo se visite y sepa los mulatos y negros
horros que hay en esta ciudad para que los dichos comisarios hallan-
do falta de cirujano en algunas casas por ser pobres apremien a los
dichos mulatos y negros a que sirvan los dichos enfermos y lo mismo
se entienda con los negros y mulatos horros. (Lee 1: 11)8

Los hospitales provisionales acogerían a los enfermos mientras duraba el


contagio. Se trataba de verdaderas cárceles de apestados. El resultado podía ser
la muerte masiva en esos recintos, donde escaseaba la atención médica y los
enfermos se hallaban acompañados de sus cuidadores, mulatos y libertos. Esa
obligación impuesta por los castellanos a los libertos se hizo costumbre y se
perpetuó durante la Colonia, de tal manera que los cirujanos, barberos y en-
fermeros en Lima fueron generalmente horros.
¿Por qué se obligaba a los pardos a cuidar de los españoles? La respuesta
puede ser múltiple, aunque las opciones son tres: falta de asistentes cuidado-
res, preferencia de los negros por parte de los españoles y buena fama de los
libertos como enfermeros. Por ejemplo, en 1587, en el Hospital de Santa Ana
para indios, los visitadores recomendaron que, para la atención, alimentación e
higiene de los enfermos, se aumentara el número de servidores, de preferencia
libertos por la mayor dedicación de estos al trabajo. Serían retribuidos con paga,

8 Horro era el término con el que se designaba al negro libre.

46 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 46 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
alimentos y vestuario, y no se aceptaría el uso de indios o indias yanaconas
para cumplir esa función. El ejercicio de la servidumbre en los hospitales de
la Lima colonial fue dominado poco a poco por pardos y pardas (Rabi 74).
De esta manera, las mulatas y negras lograron fama de ser hábiles en la
atención al enfermo, por lo que se las tomaba como enfermeras en los hospitales y
en los presidios. Por ejemplo, en 1679, por medio de real cédula se le pidió desde
la metrópoli al arzobispo-virrey del Perú, Melchor de Liñán y Cisneros, que
ordenara el pago a Francisca de Guzmán, parda libre, de lo que se le debía del
tiempo que había trabajado como enfermera en la curación de los soldados
del presidio de Panamá (Rivasplata, Aproximación 238):
Francisca de Guzmán, parda libre, vecina de esa ciudad me ha re-
presentado que de orden del conde de Lemos que fue virrey de esas
provincias, se le sentó plaza para que viajara, sirviendo de enfermera
del ejército que el año de 1671 se despachó para desalojar al enemigo
que aquel año se apoderó del castillo de Chagre y ciudad de Panamá
en cuyo ejercicio continuó en aquel presidio por orden de los presiden-
tes don Juan Pérez de Guzmán y don Antonio Fernández de Córdova
hasta que este falleció, asistiendo con todo cuidado y vigilancia y para
su mejor curación hizo a sus propias expensas una casa que le costó
200 pesos y que en otras diversas ocasiones había bajado desde Lima,
sirviendo la misma plaza de enfermera. Suplicándome que por hallarse
con necesidad y con tres hijas que estaban en el convento de la Con-
cepción de la ciudad sin tener que sustentarse ni socorrerlas y haber
consumido en el viaje que ha hecho a estos reinos el poco caudal que
tenía […]. (agi, ap 240, lib. 21, ff. 96 r.-97 v.)

Incluso los esclavos eran “arrendados” a los hospitales para que sirviesen
como enfermeros, lo que constituía una importante fuente de ingresos para
sus amos (Bowser 146-154).

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 47

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 47 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

El cabildo, el protomedicato
y las variopintas asistencias médicas
que se ofrecían en Lima
Antes de la aparición del protomedicato y la Universidad de San Marcos, y del
desarrollo local de la medicina científica, el cabildo cumplió el papel de regular
la asistencia en salud y de controlar a quienes la ejercían o querían ejercerla en la
ciudad como un oficio remunerado. Por eso se impuso la obligación de estar
registrado y autorizado para su práctica, lo que incluía a médicos, cirujanos,
barberos o cualquier otra persona que desempeñase una labor sanitaria. Para
poder ejercer se exigía un título o experiencia comprobada, previo examen
(Newson y Minchin 236)9. El cabildo recurrió a médicos titulados en universi-
dades, cirujanos y barberos examinados, que ayudarían en la gestión antes de
que apareciera oficialmente el protomedicato en 1570. Después trabajó manco-
munadamente con este en la vigilancia de la salud pública en Lima, pues este
deber correspondía a ambas instituciones.
En los dieciséis años posteriores a la fundación de Lima, entre 1535 y 1551,
hubo pocos galenos, cirujanos, barberos y alguna curandera española en la ciudad
(Rosen 73)10. En aquel entonces, la sífilis causaba estragos entre la población
limeña. Se denunció que algunas mujeres, sobre todo esclavas, tomaban soli-
mán y, al no controlar la cantidad, terminaban muertas. En Lima, el solimán
y “otras sustancias mortíferas” se vendían libremente. Su uso era común entre
las prostitutas y las numerosas mujeres violentadas, que terminaban adquirien-
do enfermedades venéreas y, en su desesperación, intentando curarse, tomaban
esa sustancia sin medida ni vigilancia médica (Lee 4: 416). El cabildo prohibió
tajantemente que algún boticario, mercader, regatón o cualquier otra persona
vendiese en la ciudad o fuera de ella “solimán, ni rejalgar, ni ocopimente, ni

9 En los siglos xv y xvi, España controlaba la práctica de la medicina más que cualquier otro
país europeo.
10 Durante la última etapa del periodo medieval, los físicos y los cirujanos descuidaban casi comple-
tamente las enfermedades que requerían manipulación quirúrgica riesgosa, por lo que se desarro-
lló una clase de empíricos viajeros que llevaban a cabo tales operaciones, como las requeridas en
el caso de cataratas, hernias y cálculos de vejiga. Aunque estos oculistas y operadores itinerantes
no tenían un alto reconocimiento social, sus servicios fueron solicitados con frecuencia.

48 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 48 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
otra cosa que sea mortífera” a ningún esclavo o esclava, o liberto. Solo podían
acceder a él españoles o españolas de edad superior a quince años y los esclavos
o libertos con licencia de médico aprobado que tuviesen título para poder curar.
Los esclavos negros ayudaban a los boticarios a repartir medicinas o eran
enviados por sus amos a recogerlas, una práctica que se hizo muy habitual. Pero
el 28 de abril de 1572, el cabildo prohibió, bajo pena de doce pesos, que los
boticarios emplearan esclavos para entregar medicinas o consintiesen en que
las recogiesen para sus amos. Si los boticarios persistían en esta costumbre,
perderían al negro. Se trató de controlar esas prácticas con duras penas y ale-
gaciones (Lee 7: 270)11. Durante todo el periodo colonial, los lugares donde los
pardos aprendían el arte de curar eran las boticas, los hospitales, las barberías
e incluso las universidades y los colegios, y también de la mano de curanderas
y chamanes. Por ejemplo, san Martín de Porres se instruyó sobre medicinas y
curaciones trabajando como aprendiz en la botica de Mateo Pastor, y poste-
riormente se desempeñó como barbero o cirujano menor en la enfermería del
convento de Santo Domingo, a las órdenes de un médico y un cirujano mayor
(Mariátegui 44; Newson y Minchin 237)12.
El Real Tribunal del Protomedicato del Perú empezó a funcionar el 11
de enero de 1570. Necesitó de médicos, personal auxiliar y asesores legales para
vigilar el ejercicio de la asistencia en salud y se ciñó a las disposiciones legales
de la Corona española. El protomédico titular debía velar por la salud de las
personas y por el bien comunal, verificar la calidad de las boticas, la cantidad
de los medicamentos y la renovación de los mismos para que no se volviesen

11 “Muchas veces de lo contrario que se les pide por las recetas de que viene perjuicio de la vida e
salud de los enfermos e suelen dar medicinas vedadas con opio por otras medicinas salutíferas
e venden solimán en lo cual y en todo lo demás que hacen yerran manifiestamente porque el
arte de boticarios requiere mucha ciencia y habilidad e fidelidad lo cual no puede haberse en los
dichos negros ni indios y los mismos españoles artistas en el dicho oficio se hacen e aprehenden
cada día hierros que se castigan, cuanto más en gente tan ignorante e frágil e de poca fidelidad,
e para obviar e remediar lo susodicho los señores mandaron que ahora he de aquí adelante nin-
gún boticario tenga en su botica ningún negra, negro ni indio so pena de 200 pesos al amo e
de destierro a los indios y negros y negras de este reino ni los consientan entrar en sus boticas”
(Lee 7: 270).
12 Según Newson y Minchin, en Lima, las visitas a los hospitales realizadas por las autoridades
indicaban que los esclavos prestaban asistencia en la cirugía, actuando como enfermeros y ad-
ministrando medicina. Durante visitas realizadas en 1588, se constató que en el Hospital de Santa
Ana los esclavos estaban suministrando unciones mercuriales y zarzaparrilla, y que el boticario
del Hospital de San Andrés era un tal Juan de Mandinga.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 49

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 49 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

nocivos. Igualmente, tenía que regular el ejercicio de las profesiones médicas;


dar licencia a los que pretendían ejercer como médicos, físicos, cirujanos, bar-
beros, sangradores o boticarios, y a los recién egresados de las universidades;
examinarlos periódicamente; administrar justicia con relación al ejercicio de la
medicina; visitar hospitales; controlar el chamanismo y curanderismo y multar
por infracciones y reincidencias. Una vez realizados estos oficios, debía dar
cuenta ante el virrey y la Real Audiencia de lo encontrado en sus visitas.
Sin embargo, el protomedicato cumplía a duras penas su trabajo debido
al aumento poblacional de Lima, que había pasado de tener 3.000 vecinos
españoles en 1571 a 25.154 habitantes en 1614 (Lohmann 270; López 463). La
ciudad no tenía suficientes médicos. Las irregularidades en cuanto a la prestación
de servicios asistenciales eran tantas que, en 1616, el protomédico pidió ayuda
al alguacil e incluso nombró a una persona que se dedicara exclusivamente a
detectar a las personas que ejercían ilícitamente cualquier actividad curativa:
El 30 de octubre de 1616, el protomédico y examinador general de Lima
y provincias del Perú y Tierra Firme Dr. Melchor Amusco dijo que
en esta ciudad de los reyes y puerto del Callao y otras partes dentro
de las cinco leguas había muchas personas que usaban el arte de la
medicina, titulándose licenciados, doctores y otros que usaban el arte
de barberos, cirujanos, boticarios, hernista, herbolarios, ensalmadores
y todo lo tocante anejo y concerniente a estos oficios, sin tener títu-
lo, licencia ni facultad para ello y sin entenderlo y asimismo había
muchas mujeres españolas, mestizas, negras y mulatas que usaban del
arte y oficios y de comadres y de parteras y otras cosas a ello anejas y
concernientes. Muchos ejercían sin temer a la justicia. El protomédico
consideraba que todo esto causaba gran y perjuicio de la república
porque causaba mucho daño a muchas personas y al protomédico le
correspondía controlar estas situaciones irregulares y castigar semejan-
tes delitos y atrevimientos. Para trabajar mejor consideraba necesario
nombrar a un promotor fiscal que denunciara y acusara a tales personas
y siguiese los pleitos. (Lee 1: 18)

Ante esta petición fue nombrado fiscal y alguacil de protomédico Alonso


Alférez de Joda, con vara de justicia para ejercer el cargo, y su nombramiento fue
presentado ante el cabildo el 7 de noviembre de 1616. Este fiscal de protomédico
podía querellarse, denunciar, acusar a los infractores de las leyes pragmáticas

50 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 50 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
dadas por el rey y seguir los pleitos hasta la ejecución de las sentencias, además
de hacer todos los autos y diligencias necesarios para ejercer su cargo.

La medicina en la Universidad
de San Marcos
La Universidad de San Marcos de Lima fue fundada por real cédula el 12 de
mayo de 1551. La primera fase de la universidad estuvo a cargo de los dominicos,
con las cátedras de Gramática, Artes, Teología y Sagrada Escritura. Este mono-
polio de la religión sobre el saber, al que se orientaban los Estudios Generales,
despertó opiniones favorables a la secularización de los dos ámbitos que el virrey
Toledo secundó. En 1570, se ordenó por real cédula la libre elección del rector.
Acto seguido, en 1571, se redactó la primera constitución de la universidad, en
la que participaron los médicos Gaspar de Meneses, Antonio Sánchez Renedo
y Francisco Franco, quienes influyeron en la inclusión de temas médicos en
las aulas universitarias (Deza 119-122). Que la cúpula del poder universitario
estuviera en manos de médicos permitió la creación, el 3 de septiembre de 1573,
de las dos primeras cátedras de medicina: Prima y Vísperas. Desde entonces,
se inició la tradición de que el protomédico de Lima fuese a la vez catedrático
de Prima en la Universidad de San Marcos. A finales del siglo xvi, la univer-
sidad tenía cinco facultades: Cánones, Leyes, Teología, Artes y Medicina, que
otorgaban grados de bachiller, doctor y maestro.
Sin embargo, parece que no iban bien las cosas en la Facultad de Medi-
cina, pues el 16 de octubre de 1609 se presentó en el cabildo la súplica de que
la universidad tuviese cátedras donde “se leyera y enseñase medicina y cirugía
porque con ello se ocuparían muchos hijos de hombres honrados que sus padres
por necesidades que tienen, no les pueden dar remedio” (Lee 1: 15). Es decir, el
estudio de la medicina podía convertirse en una vía para que un joven tuviera
un medio de vida, lo que se complementaba con la necesidad de médicos que
tenía la ciudad. Esta carrera estaba destinada a muchachos criollos que no
tenían muchos recursos y no podían sobrevivir dignamente ejerciéndola. El
cabildo mandó comisarios a transmitirle la súplica al virrey Juan de Mendoza
y Luna, marqués de Montesclaros, antes de acudir al rey Felipe III.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 51

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 51 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

Al parecer, la Facultad de Medicina no estaba funcionando, pues el ca-


bildo volvió a hacerle la petición al virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera
y Bobadilla, conde de Chinchón, en 1633, porque la ciudad tenía necesidad de
egresados en estas profesiones (Newson y Minchin 241)13. Se formó una comi-
sión para tratar el tema con el virrey (Lee 1: 22). Años más tarde, en 1637, se
discutió si valía la pena restablecer las cátedras de medicina, ya que el mercado
limeño estaba cubierto por indios curanderos y pardos cirujanos. A pesar de
todo, se confirmaron las cátedras de Prima y de Vísperas en Medicina en 1638
por real cédula de Felipe IV.

Las castas en la Universidad


de San Marcos
Los miembros de las castas no se conformaron con el oficio de la cirugía, sino
que pretendieron ejercer la medicina, para lo cual tuvieron que estudiar en la
universidad. Así que los pleitos llegaron a la misma Facultad de Medicina de
San Marcos, donde se denunció la presencia de cuarterones entre los estudiantes
que aspiraban a los grados, a pesar de la tácita prohibición.
En efecto, la poca estima que en la Universidad de San Marcos se tenía
de los estudios de medicina conllevó el debilitamiento del control de acceso,
lo que permitió que se infiltrasen estudiantes cuarterones, algunos de los cua-
les lograron graduarse. Este hecho fue denunciado repetidas veces. Carlos II
emitió una real cédula en 1698 para que pardos “sin nota de infamia” pudie-
sen estudiar medicina en dicha universidad. Es decir, la ley indicaba que no
les fuese otorgado grado alguno a aquellos que hubiesen sido condenados por
el Santo Oficio o cuyos padres o abuelos lo hubieran sido (agi, l 417)14. No

13 Según Newson y Minchin, algunas cátedras médicas fueron enseñadas en San Marcos desde
1570, pero no fue sino en 1634, por la presión del cabildo y con el apoyo del virrey conde de
Chinchón, que dos cátedras de medicina y cirugía se establecieron. El corto número de doctores
licenciados y los numerosos practicantes sin licencia que había en la ciudad de Lima obligaron
a las autoridades a incentivar el estudio de la medicina académica.
14 “Cartas y expedientes: virreyes del Perú. Parece que quedo dudoso, si tenían nota de infamia a
lo menos de hecho los mestizos, zambos, mulatos y cuarterones, y en esta incertidumbre hacía
camino el favor y empeño a los grados quienes aspiran no solo al grado de bachiller sino a los

52 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 52 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
tardó en producirse la reacción contraria: Felipe V, a través del virrey Melchor
Portocarrero Lasso de la Vega, desechó en 1701 la petición de los médicos de
Lima para que se negara a los mulatos la obtención del grado académico y se
declararan nulos los ya otorgados. Medio siglo más tarde, en 1752, Fernando VI
volvió a recordar el requisito de que no se admitieran a integrantes de castas
en la universidad (Bustíos 131).
Así y todo, cuarterones de piel clara habían sido admitidos en la Facultad
de Medicina, aunque fuesen relativamente pocos, por las restricciones a las que
estaban sometidos. Además, algunos cuarterones mestizos podían fácilmente
pasar por blancos, presentaban cartas de limpieza y era difícil comprobar su ver-
dadera naturaleza. En 1750, el protomédico Juan Joseph del Castillo indicaba que
aunque esté en la clase de mulatos y cuarterones, algunos han sido
admitidos a las matriculas disimulando cada cual su precisa naturaleza,
y aplicándose a la Facultad de Medicina la han deshonrado y vilipen-
diado de tal modo que no hay hombres españoles, que se dediquen a
su estudio en un país que más que en otros se necesita de que florezca
porque de la conservación de la salud y vida de sus moradores depende
su aumento y propagación de que tanto necesitan dominios tan vastos
para poblarse, y por uno u otro que de estas castas, despuntan en
alguna habilidad, se pierden muchos que aplicados al estudio médico
fueran utilísimos al reino, y se pudiera proveer de este auxilio a tantos
lugares remotos y de él carecer, muriendo sus habitantes a manos de
los accidentes, sin más socorro que el de la naturaleza, o la piadosa
asistencia de las mujeres, que sin más arte que el de la compasión los
socorren hasta donde alcanza su rústica capacidad. (agi, l 417)15

Además de denunciar a los descendientes de esclavos, el protomédico


del Castillo dejó entrever los tintes misóginos de su pensamiento con respecto
a la sanadora que ejercía en varios hospitales de la ciudad, entre ellos el de la
Caridad (Rivasplata, “La enfermería”; Rossi 9-11)16.

mayores de licenciados y doctores y a las cátedras, único premio que tienen los estudios, y las
letras para los españoles beneméritos” (agi, l 417).
15 “El protomédico de Lima suplica a vuestra majestad se sirva declarar la ley 57, título 22, libro
1 de Indias en el cuarto punto; y la constitución 238 de la Universidad San Marcos a que se
refiere esta ley. Sobre no admitir castas en la universidad” (agi, l 417).
16 El Hospital de la Caridad de Lima fue el primero en recibir y cobijar a doncellas para que asistie-
sen a enfermas. Eran recompensadas con una dote de matrimonio o religión. Estas jóvenes eran

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 53

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 53 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

Este protomédico terminó advirtiendo que “esto que en los tiempos pa-
sados sucedía alguna vez, se va haciendo regular porque la tolerancia en uno se
constituye en ejemplo para otro; y como la Ley no está expresamente exclusiva
de estas castas no hay fuerza calificada con qué contradecir esta admisión”
(agi, l 417). Ya a mediados del siglo xviii había algunos cuarterones bachille-
res de medicina que aspiraban a cátedras que conducían a la de Prima y por
tanto a ser protomédico. Se temía que este oficio cayese en manos de zambos,
mulatos y cuarterones, a no ser que se tomasen las providencias necesarias,
prohibiendo el estudio de la medicina en la universidad a los descendientes
de esclavos, pues ese era el motivo por el que “desdeñándose los españoles de
seguir este estudio por el concurso de estas castas, es forzoso que quede solo
en ellos la facultad” (agi, l 417).
Incluso se indicaba que la falta de interés por estudiar medicina se de-
bía a que la Universidad de San Marcos aceptaba a miembros de castas en
sus aulas, pues si las facultades de Teología, Cánones y Leyes tenían más de
doscientos graduados de licenciados y doctores, en la de Medicina solo había
cuatro, lo que no provenía “de otro principio que de la desestimación de la
facultad por haberse introducido en ella estas castas […] y como esta facultad
deshonraba a los que se hallaban en ella, no la quieren profesar los españoles
y no teniéndola libre los de castas por la continua oposición que se les hacía,
se halla impedida la facultad de aumentarse” (agi, l 417).
A pesar de las limitaciones de los pardos para obtener grados en la
universidad limeña, que se agudizaron desde 1752, algunos lo lograron en el
extranjero, como fue el caso de José Manuel Dávalos. Este hizo prácticas de
cirugía en diversos hospitales, entre ellos el de San Andrés, donde por cinco años
estudió la teoría y la práctica de esa parte de la medicina con Cosme Bueno,
Aguirre, Moreno y Rúa, pero al no poder titularse en la universidad, emigró
a Francia, país en el que estudió medicina y logró el grado en la Universidad
de Montpellier. Al regresar a Lima, en 1788, ocupó la cátedra de Botánica en
la Universidad de San Marcos y en 1798 se postuló a la cátedra Método de
Medicina que quedó vacante al morir Cosme Bueno, pero fue derrotado por
Tafur. En 1809 ocupó la cátedra de Materia Médica en el Real Colegio de
Medicina y Cirugía de San Fernando. Se encargó de la propagación de la va-

entregadas a mujeres viudas que les enseñaban cómo cuidar a los enfermos. La idea de dotar a
doncellas pobres fue exportada de España, de lo cual fue ejemplo este hospital que auxiliaba a las
niñas pobres a cambio de trabajo, obediencia, aprendizaje y ayuda a la colectividad.

54 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 54 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
cuna contra la viruela desde 1806 hasta 1818 junto a Belomo, Devoti, Unanue
y Tafur (Lastres, La salud 145).
Sin duda, el caso más impresionante fue el del mulato José Manuel
Valdés, de humilde e ilegítimo origen, quien, superando el estigma de su raza,
alcanzó lo que nadie había logrado. De niño fue recogido por una familia
española que lo educó en el colegio de San Ildefonso de Lima, aprendió latín
y teología, pero no pudo estudiar en la universidad por su origen ilegítimo.
Sus conocimientos hicieron posible que el protomedicato le diera el título
de cirujano latino y comenzó a trabajar en las cárceles de la ciudad. Siguió
aprendiendo libremente en el Hospital de San Andrés por muchos años, bajo
la tutela de los médicos. Esta ansia de aprender y, de paso, ayudar en los hos-
pitales conmovió a algunos españoles y criollos, y el cabildo, haciéndose eco
de las peticiones para que los miembros de las castas pudieran ser médicos, le
solicitó al rey Carlos IV dispensa para que le permitieran obtener el grado en
la universidad. La petición fue concedida (Descola 34; Trazegnies 144-146)17.
Se le otorgó el grado de bachiller en un acto presidido por los médicos Una-
nue, Dávalos y Tafur. José Manuel Dávalos le reprochó su humilde origen y
Valdés le replicó que le parecía injusto el reproche, pues ambos eran pardos,
si bien uno pobre y el otro rico, y que había tenido que estudiar en Francia,
en la Universidad de Montpellier, para obtener el grado de médico. Años más
tarde, Valdés logró el título de doctor. En 1811, fue nombrado examinador de
cirugía y catedrático de clínica externa. La Real Academia Médica Matritense
lo incluyó entre sus miembros. Trabajó en casi todos los hospitales limeños y
en los monasterios. Continuó su labor docente y médica. En 1831 fue diputado
del Congreso por la provincia de Lima y en 1836, protomédico. Escribió libros
sobre cáncer uterino, enfermedades infantiles y otros temas.

17 No fue un hecho fortuito, pues el rey Carlos IV había permitido ya, en 1795, el acceso de gente
de color a las funciones públicas, una decisión por la que muchos criollos protestaron. Según
Trazegnies, los cirujanos se clasificaban en latinos y romancistas, según hubiesen realizado sus
estudios en latín o en castellano, y habían adquirido el oficio practicando en hospitales. Personas
de condición humilde se dedicaban a la cirugía, y muchas veces se trataba de esclavos a quienes
los amos les auspiciaban este estudio con el interés de tener un cirujano en casa.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 55

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 55 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

La cátedra de Anatomía
en la Universidad de San Marcos
otorgada a un cuarterón:
Juan Joseph de Villarreal
En España existían escuelas de cirugía en hospitales como el San Hermenegildo
de Sevilla desde comienzos del siglo xvii. Allí estudiaban jóvenes pobres para
ser cirujanos o barberos (Rivasplata, “La enfermería” 364)18. Asimismo, en las
universidades españolas ya se estaba fomentando el estudio de la anatomía del
cuerpo humano, que se encontraba en sus prolegómenos. En el Virreinato
del Perú, la Universidad de San Marcos había pretendido crear la cátedra de
Medicina desde el año 1660, por lo importante que podía resultar para el
ejercicio de la medicina. Así, el rector Luis Segarra de Guzmán solicitó su
apertura, que quedó en suspenso por problemas económicos. Recién en 1711, el
virrey Diego Ladrón de Guevara nombró como titular de dicha cátedra al Dr.
Joseph Fontidueñas, con la condición de que consiguiese la real confirmación
en el plazo de cuatro años, y con una renta de doscientos pesos (agi, l 409).
Fontidueñas se hizo sacerdote y no solicitó la confirmación de la cátedra, que
se declaró nula en 1723. El virrey fray Diego Morcillo, movido por la necesidad
pública, la abrió nuevamente bajo las mismas condiciones que había impuesto
su antecesor. La asumió el médico Pedro López de los Godos, quien debía
obtener la revalidación real en seis años, cosa que no consiguió. Sin embargo,
nadie le puso impedimentos a que él siguiera ejerciendo la cátedra hasta su
fallecimiento.
Al quedar vacante la cátedra de Anatomía por el ascenso del Dr. Hi-
pólito Bueno de la Rosa, se sacaron edictos de la convocatoria con el fin de

18 En el Hospital de San Hermenegildo de Sevilla, también llamado el Cardenal, funcionaba una


academia de enseñanza de anatomía, cirugía y técnicas de sangrado en la que se preparaban los
aprendices de enfermería en los quehaceres de su profesión. Había un aula de aprendizaje para
tal fin en el hospital que estaba a cargo del cirujano y el enfermero mayor. Esta academia atrajo
al hospital a jóvenes que querían aprender, pero los enfermeros menores o practicantes estaban
obligados a asistir a las charlas y prácticas, pues el que no concurría era removido del empleo
ya que su obligación era prepararse para examinarse. En este hospital también se realizaron
exámenes de cirugía para aspirantes al título.

56 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 56 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
hallar un sucesor. En 1737 el Dr. Juan Pérez presentó un pleito para que no se
admitiesen mulatos o descendientes de esclavos a las oposiciones y exámenes
que se necesitaban para llegar a ser graduado y catedrático, medida que fue
respaldada por el superior gobierno. Ante esta denuncia, el virrey José Anto-
nio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, marqués de Villagarcía, proveyó un
decreto por el que se excluyó a uno de los opositores a la cátedra de Método
que había sido denunciado como descendiente de esclavos:
[P]orque no contentos los de estas castas con ser admitidos al grado de
bachiller, que es el de suficiencia, aspiraron al honor de las cátedras,
senda que conduce a la de Prima, a que está anexo el Protomedicato
por la ley 3 título 2 libro 5. Y siendo esta una honra tan distinguida
llegará a envilecerse recayendo como recaerá precisamente, si no se
toma providencia en zambos, mulatos y cuarterones, pues desdeñán-
dose los españoles de seguir al estudio por el concurso de estas castas,
es forzoso que quede solo en ellos la facultad. (agi, l 419)

En 1752, la cátedra de Anatomía aún no estaba confirmada por el rey,


pese a que era útil para la facultad y para la salud pública, porque el titular
del cargo tenía la obligación de pasar un día por semana por el Hospital de
San Andrés para hacer la disección de un cadáver a la vista de los cirujanos y
“cursantes” que quisiesen concurrir para instruirse en el conocimiento de los
órganos y la distribución del cuerpo humano. Indudablemente, faltaban ana-
tomistas prácticos en el Virreinato del Perú y solo unos pocos podían aspirar
a esa cátedra. Incluso se determinó, por real orden del 29 de julio de 1753,
la creación de un anfiteatro anatómico con el fin de que se instruyera a los
cirujanos y médicos de Lima. Por este motivo se pidió volver a asignar a al-
guien para la cátedra de Anatomía y, como la renta de este cargo no gravaba
a la Real Hacienda, el virrey José Antonio Manso de Velasco exigió que fuera
ocupada de nuevo y mandó al rector de la universidad admitir a los opositores
que aspiraran a ella.
A pesar de todas las quejas, se presentó como opositor a la mencionada
cátedra Juan Joseph de Villarreal, mulato conocido, denunciado por el proto-
medicato19. Aun con ese inconveniente, se le concedió la cátedra de Anatomía

19 Ante esta denuncia, el bachiller Juan Joseph de Villarreal, médico de profesión nacido en Lima,
alegó ser descendiente de españoles. Dijo tener 27 años de estudios y haberse graduado de ba-
chiller de medicina en la Universidad San Marcos el 6 de marzo de 1732. Había realizado cinco

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 57

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 57 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

por real despacho del 27 de septiembre de 1752 (agi, l 418), al mismo tiempo
que se expidió otro, de cuya puntual observancia se tendría particular cuidado,
que mandaba guardar y cumplir las constituciones y que no se admitiese en los
estudios, grados y cátedras de la universidad a zambos, mulatos, cuarterones
y castas semejantes. Las denuncias no prosperaron, por lo que el 31 de marzo
de 1753, en sesión solemne, el rector de la universidad, en claustro pleno, pose-
sionó al Dr. Joseph Villarreal como catedrático de Anatomía, acto que quedó
registrado en los libros de claustros. Sin embargo, la polémica continúo, pues
en 1756 seguían enviándose denuncias sobre este tema a la metrópoli:
De estos desórdenes dice el informante que nace el desprecio, que va
haciéndose la universidad, de suerte que ya los mulatos quieren ser cate-
dráticos, y doctores; sobre que se hizo recurso a V. M. por la pretensión de
Juan Joseph de Villarreal mulato conocido, y que lo confesó públicamente
en la cátedra, al tiempo de alegar su mérito, fundando su prelación en
la misma indignidad; y que este es asunto en que V. M. está obligado
a no dispensar por el decoro de la escuela; y que la razón política, pide
la exclusión de esta gente vil de pensamientos altivos. La resolución de
Vuestra Majestad denota lo contrario porque según su calidad le mandó
conferir la cátedra de Anatomía de que se le puso en posesión en virtud
de su real despacho de 27 de septiembre de 1752. (agi, l 419)

El rechazo de los estudios de medicina


por parte de los jóvenes criollos
Las profesiones liberales se estaban incrementando paulatinamente a medida
que avanzaba el siglo xviii. En la Universidad de San Marcos fue notoria la
preferencia por el estudio de leyes o de cánones antes que de medicina. Esto se
debió al rechazo de la clase acomodada a ejercer oficios manuales. La curación

oposiciones y la que hizo en 1750 para Método obtuvo 63 votos a su favor, de 198 posibles. Estaba
encargado de la asistencia y curación en muchas casas principales, comunidades y hospitales, y
el público estaba satisfecho por su pericia e idoneidad. Había presentado el testimonio de autos
y documentos de todo lo que había mencionado (agi, l 417).

58 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 58 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
de heridas abiertas era practicada generalmente por cirujanos mulatos o cuar-
terones. En 1750 solo había cuatro médicos, pero más de doscientos abogados:
Esto consta por experiencia, pues siendo el país tan fecundo de inge-
nios aventajados que en las facultades de Teología, Cánones y Leyes se
hallan graduados de licenciados y doctores más de doscientos sujetos,
en la de Medicina solo hay cuatro, lo que no proviene de otro prin-
cipio que de la desestimación de la facultad por haberse introducido
en ella estas castas. (agi, l 417)

El escaso número de médicos era una característica de la época, ya que


el caso no solo se daba en la Lima colonial. En las universidades de Salaman-
ca y Alcalá, en el curso de 1700, se contaban 48 alumnos en medicina de un
total de 1.923 y, en 1800, había 54 alumnos de un total de 1.200 (Granjel, La
medicina española del siglo xviii 45-46). Los médicos parisinos, que eran menos
de 100 a principios del siglo xviii, aumentaron a 150 en 1780 y a 162 en 1789.
La progresión era mucho más clara en el caso de los cirujanos parisinos: 235
en 1715 y 466 en 1789 (Vigarello 240). Esta misma situación se dio en Lima
(Bustíos 129).
A mediados del siglo xviii, muy pocos estudiantes asumían este reto, pues
preferían graduarse de derecho o teología. Los estudios de medicina no tuvieron
la acogida esperada, carecían prácticamente de estudiantes. Sin embargo, poco
a poco fue aumentando el número de médicos egresados de la universidad,
que pasaron de cuatro en 1750 a veintiuno en 1791. En comparación con la
cantidad de médicos, la de cirujanos aumentó mucho más rápidamente hasta
56 (Lastres, Historia 2: 14-19).
Pese a que los médicos eran necesarios, los criollos no querían estudiar
esa ciencia porque era una profesión que desprestigiaba a quien la ejercía. La
Universidad de San Marcos tenía casi vacías las aulas de Medicina en compa-
ración con las de Cánones o Artes. Los pocos que estudiaban esa carrera en
la universidad arrastraban el desprestigio de ser considerados mulatos o cuar-
terones, puesto que algunos de estos habían logrado obtener su bachillerato
en San Marcos.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 59

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 59 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

El ejercicio de la cirugía
entre los mulatos en Lima
Las profesiones médicas se resintieron por los tremendos prejuicios reinantes en
la sociedad colonial, por lo que quedaron relegadas a un rango social muy bajo,
situación que incidió mayormente sobre la cirugía. Este prejuicio se arrastraba
desde la Edad Media y se trasladó a las Indias (Rosen 73)20. Si a duras penas
había criollos médicos eran casi inexistentes los cirujanos, lo cual supuso que en
la mentalidad colonial limeña se estableciera la asociación de cirujano con mulato.
Según el derecho indiano, les estaba absolutamente prohibido el ejer-
cicio de la medicina y la cirugía a las personas que no fueran graduadas en
universidades y carecieran de la licencia del protomedicato, que obligaba a
mostrar los títulos y a rendir exámenes para descartar intrusos o advenedizos.
Sin embargo, la escasez de médicos, la mediocridad de algunos de ellos, tanto
graduados de universidades como extranjeros, y sus altos honorarios obligaron
a la población a recurrir a curanderos indios y a cirujanos pardos, así como a
hueseros, curanderos o chamanes, barberos, sangradores, fígaros, hospitaleros,
comadronas, parteras, mulatas cuidadoras y una diversidad de personas que
ejercían algún tipo de curación.
En 1791, el cirujano mulato José Pastor de Larrinaga afirmaba que desde
que se había fundado Lima, hacía más de 256 años, no había habido otros ci-
rujanos que los mulatos en las expediciones militares del Ejército y la Armada,
en los hospitales reales, en los palacios y en las comunidades religiosas. Indicaba
que, más allá del color de su piel, “solo se exige de ellos precisamente para el
éxito feliz de sus operaciones, el precioso talento y no la distinguida nobleza.
Luego es injusta y ajena de todo fundamento la censura de los cirujanos ultra-
marinos sobre que no debemos profesar la cirugía, por la inmediata esclavitud
de nuestros padres” (Larrinaga 10).
Las castas dominaron la cirugía en Lima en el siglo xviii y a finales del
periodo de la Colonia. Los pocos cirujanos blancos, sobre todo extranjeros,

20 Según Georges Rosen, durante el periodo medieval, una marcada separación se desarrolló entre
los físicos y los cirujanos. El cirujano trabajaba con sus manos, por lo cual se parecía a un arte-
sano que aprendía sus habilidades de un maestro. Cada grupo ocupaba una posición diferente
en la escalera social; el cirujano fue relegado al estatus más bajo desde la época medieval.

60 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 60 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
se quejaban agriamente de esta situación. Por eso, en 1804, los cirujanos del
Regimiento Real de Lima acudieron al virrey Gabriel de Avilés para solicitarle
que se les aumentara el sueldo mensual de 45 a 65 pesos, que era lo asignado
a los tenientes, porque no les alcanzaba para vivir.
Según el reglamento de 1753, el sueldo de los cirujanos del Regimiento
de Línea y Tropa Ligera era el mismo que el de los tenientes y subtenientes del
Ejército, a saber, 40 pesos. En 1787, los cirujanos recibieron solo un aumento
de 5 pesos y los tenientes y subtenientes, de 15 y 10 pesos respectivamente. El
problema era que estos cirujanos no tenían otras entradas económicas, ya que
el público daba preferencia al método curativo antiguo, por lo cual aquellos no
contaban con otro modo de subsistir que el de su sueldo. Pidieron equipararlo
con el de los tenientes en 55 pesos y que se les abonara lo no percibido desde
1787 (agi, l 730).
En busca de nuevas fuentes de ingresos, los cirujanos del regimiento
exigieron que los mulatos no ejercieran el oficio en los hospitales reales de
Lima porque no habían estudiado anatomía en la universidad, esto debido a
que la real orden de Fernando VI, del 27 de septiembre de 1752, prohibía que
se diesen grados de bachiller y doctor en medicina a los integrantes de las
castas. Estas quejas de los cirujanos extranjeros venían de muchos años atrás
y ya habían sido respondidas por José Pastor Larrinaga en su libro, donde
afirmaba que era cierto que los descendientes de esclavos no podían acceder
a la universidad, pero podían aprender anatomía en los hospitales ya que no
tenían prohibido presentarse, trabajar y aprender en ellos (Lastres, Historia 3:
129-139). Por ejemplo, Larrinaga había estudiado anatomía junto al enfermero
del Hospital Real de San Bartolomé.
Como se puede ver, en Lima, algunos mulatos aprendían cirugía asistien-
do a los enfermos y trabajando bajo la batuta de los médicos en los hospitales
que eran escuelas de enseñanza libre, como el de libertos de San Bartolomé, el
de indios de Santa Ana y el de San Andrés. Los aprendices de cirugía concu-
rrían a las disecciones anatómicas realizadas en algunas de estas instituciones.
Aunque estuvieran vetados para obtener grado alguno en la universidad, los
mulatos podían ejercer el oficio de cirujano latino siempre y cuando hubieran
recibido el permiso para ejercerlo, lo que suponía aprobar un examen ante las
autoridades correspondientes: el protomedicato y el cabildo.
Lima, ¡o amable Lima! ¡Qué sería de tus 60.000 habitantes si no
hubiera 56 cirujanos que corren diariamente por calles y plazas en
busca de los enfermos para curarlos…! ¡Qué sería de ti, o amable y

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 61

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 61 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

dulce Lima, vuelvo a decir, y diré mil veces, entregada a solo 10 o 12


cirujanos ultramarinos! […] Si no hay cirujanos trigueños o mulatos
¿quiénes profesarán la cirugía en lo sucesivo? ¿Se dedicarán a la cirugía
los españoles americanos? Tampoco, porque si son legítimos españoles,
no han de querer ser cirujanos, sino médicos; y esto lo acreditó la
experiencia desde ahora doscientos años, que estaba la cirugía en tanta
decadencia, que nadie se aplicaba a saberla, pues los sangradores por
dirección de los médicos eran los que únicamente abrían los tumores
[…] si a vista del abandono en que estaba la cirugía, no se hubieran
dedicado los mulatos ¿quiénes hubieran hecho las operaciones en cir-
cunstancias de no haber en el puerto del Callao navíos de guerra o
mercantes? (Larrinaga 26-29)

Sin embargo, los cirujanos del Ejército o ultramarinos continuaron con


sus quejas. Ante esta situación, el virrey marqués de Avilés recomendó reducir
el número de cirujanos en la tropa y para la visita de los cuarteles, pues para
el reconocimiento eran suficientes dos cirujanos y, dado el escaso número de
compañías que tenían los batallones, podía destinarse un tercero a las emer-
gencias. Finalmente, se concedió una gratificación mensual de 65 pesos a los
cirujanos de la tropa que habían quedado, lo que implicó despedir a un ciru-
jano del regimiento con el fin de equiparar el sueldo de los otros dos al de los
tenientes. Además, una ayuda invaluable para este gremio se había establecido
desde 1803: el montepío de cirujanos del Ejército y catedráticos de los reales
colegios de cirugía 21.
En 1804 los cirujanos del Ejército indicaban que
era evidente que en esta capital sus habitantes prefieren curarse con los
facultativos de ella, que la mayor parte son pardos, zambos y morenos
y por consecuencia que muy rara vez se valen de los suplicantes por
ser europeos y por tanto, tienen que subsistir solo de su sueldo, que

21 La carta n.º 46 del virrey marqués de Avilés al ministro de Gracia y Justicia, José Antonio
Caballero, informó del establecimiento de un Monte de Piedad de Cirujanos para los de Lima.
Por su parte, la carta n.º 347 del virrey marqués de Avilés al ministro de Guerra, José Antonio
Caballero, acusó recibo de la real orden del 23 de diciembre de 1803 con la remisión de ejemplares
del Nuevo Real Establecimiento para el montepío de cirujanos del Ejército y catedráticos de los
reales colegios de cirugía. Esto se determinó porque muchos médicos, en edad avanzada, sufrían
el abandono y la pobreza (agi, l 725; agi, l 730).

62 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 62 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
apenas les alcanza para comer por la carestía del país, y siendo aquel
señalado por reglamento. (agi, l 730)

Ese mismo año, uno de los cirujanos ultramarinos propuso, sin éxito,
crear un puesto de trabajo. Tomás Canals, cirujano del Ejército y residente en
la ciudad de Lima, planteó la posibilidad de establecer una plaza de cirujano
“del crimen y cárceles”, dotada con los fondos de “propios” y “arbitrios”. Alegó
que en toda cárcel de ciudad principal debía haber dos médicos, uno para las
heridas, fracturas o “contusiones virulentas” y otro para casos derivados de he-
chos criminales. La cárcel limeña solo tenía asignado un facultativo encargado
de la asistencia en su enfermería, un mulato llamado José Manuel Valdés, que
recibía una dotación de 144 pesos anuales del fondo de “propios” del cabildo.
Este mulato había aprobado con éxito un examen en el cabildo, por lo que
podía ejercer su oficio. Su obligación consistía en visitar a los presos diariamente
al mediodía y en los momentos que lo exigiese el estado de los enfermos. La
petición de crear una plaza de cirujano del crimen fue rechazada porque el
juez conservador de la Hermandad de Cárceles consideró que era innecesaria
en la medida en que respondía más a los intereses del cirujano del Ejército que
a las reales necesidades de los presos de la cárcel22.
Por otra parte, para la mayoría de los viajeros extranjeros, el ejercicio de
la medicina había caído en completo descrédito en el Perú: “Los aprendices
de barberos o sangradores son mulatos que aprenden la ciencia de la cirugía
mecánicamente sin tomarse el trabajo de estudiar” (Johnston 63).
Los médicos nativos son raza muy ignorante y presuntuosa. Muchos
son mulatos y pasean las calles en lustrosas mulas bien alimentadas.
No tienen ninguna noción de medidas decisivas en los casos violentos,
contentándose con administrar un poco de aceite de almendra, mangla
o bebidas refrescantes. Los barberos sangradores son muy expertos en
sangrar, sacar muelas y afeitar y hacen con perfección cualquiera de
estas operaciones por un chelín. (Proctor 296)

22 La carta n.º 135 del virrey marqués de Avilés al ministro de Gracia y Justicia, José Antonio
Caballero, informaba, según lo había prevenido la real orden del 15 de junio de 1804, sobre la
solicitud de Tomás Canals, y anexaba copia del dictamen dado por el gobernador de la sala del
crimen y presidente de la Hermandad de Cárceles, Manuel Pardo. Los particulares intereses de
Canals tenían que ver con su propia subsistencia, pues en Lima la cirugía estaba acaparada por
los cirujanos de la tierra (agi, l 733).

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 63

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 63 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

Los médicos y cirujanos europeos que iban a Lima a ejercer se habían


visto obligados a entregarse a diversas ocupaciones ajenas a su estudio para
procurarse medios de subsistencia. Los mulatos cirujanos significaban una dura
competencia y tenían sin duda una fiel clientela entre la población, porque eran
más accesibles económicamente. El viajero científico francés Renée P. Lesson
criticó la costumbre de los limeños de recurrir a estos barberos y cirujanos
mulatos. El hecho era que este viajero criticaba que descendientes de negros
ejerciesen el oficio, más allá de si lo hacían bien o mal:
El arte más peligroso que existe cuando no es ejercido por hombres
instruidos y probos, el arte más honorable para los que se consagran
a él durante largos años de estudios, desinteresadamente, ha caído
en poder de una envilecida turba, siendo en Lima considerado como
una profesión degradante, que no podría abrazarla un hombre bien
educado. ¡Qué ignorancia y qué prejuicios! (Lesson 350)

Más comprensivo se presenta el viajero inglés William Bennet Stevenson


con respecto a los deseos de superación de los miembros de las castas y los
indios, sobre todo con los descendientes de negros a los que las leyes españolas
les impedían obtener grados universitarios:
El colegio del Príncipe ha producido muchos indios que han sobre-
salido tanto en el púlpito como en el tribunal y entre los negros y
castas mixtas, también se han distinguido varios individuos de mérito
tanto en medicina como en cirugía. Igualmente, existen muchos que,
si no han sido capaces de alguna rama de las ciencias, indudablemente
deben su fracaso a las leyes coloniales españolas, que les limitaron el
ascenso. (Stevenson, 180)

No se puede dejar de mencionar a Juan del Valle y Caviedes, y a su obra


Diente del parnaso, escrita en 1690, donde se refiere al cirujano mulato Pedro
de Utrilla con términos sarcásticos sobre su raza y profesión, aun cuando se
hace bien patente la habilidad que este había alcanzado en su oficio (cit. en
Lorente 86).

64 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 64 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
Los mulatos y la medicina ilustrada
limeña: el Real Colegio de Medicina
y Cirugía de San Fernando
El Gobierno del virrey Amat y Junyent dio un gran impulso al estudio de
la medicina y las matemáticas. De ahí que se produjera un incremento en el
número de estudiantes de esta profesión, provenientes la mayoría del mundo
religioso, ya que otra realidad palpable en el Virreinato del Perú era que la
práctica médica en el área rural estaba a cargo de los eclesiásticos. En 1771
se ordenó el tránsito de religiosos de la hospitalidad a la ciencia, para que se
graduaran como médicos en la Universidad de San Marcos. Estos hombres
podían ser jesuitas, franciscanos, betlemitas y, sobre todo, los dedicados espe-
cíficamente a la atención de enfermos, pertenecientes a la Orden Hospitalaria
de San Juan de Dios. Todos ellos ejercían la medicina con autorización de sus
prelados en zonas marginales a donde no llegaban los médicos.
En 1787, en la Universidad de San Marcos de Lima, se inició la reforma
de la enseñanza de la medicina en el Perú. Se pretendió dar lustre y prestigio
intelectual al estudio de las ciencias y de la práctica médica, con el fin de des-
terrar los antiguos prejuicios que habían motivado que muchos criollos no estu-
diaran medicina, de manera que en 1792 se inauguró el Anfiteatro Anatómico,
gracias a las gestiones de Hipólito Unanue y el apoyo del virrey Francisco Gil
de Taboada. Con el mismo fin se organizaron en este recinto las Conferencias
clínicas y demostraciones anatómicas23.
Al comprobar que la Universidad de San Marcos seguía siendo escolástica
y se resistía a las reformas, el virrey Abascal y Sousa, por petición de Hipólito
Unanue, inauguró en 1808 el Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando de
Lima, lo que supuso que dejara de enseñarse la medicina en la Universidad de San
Marcos, aunque esta siguió otorgando los grados académicos (agi, l 739). En sus
memorias, el virrey Abascal y Sousa indicaba que faltaba un colegio de medicina

23 “Títulos e informes: médicos y boticários” (agi, i 1551). Las Conferencias clínicas y demostraciones
anatómicas fueron consideradas de notoria utilidad para la salud pública, por lo que se asignaron
800 pesos del arbitrio del Real Bodegaje para los sueldos anuales del catedrático y director de
las mismas.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 65

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 65 23/07/14 3:31


Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

para erradicar la atención a los enfermos realizada por personas que no estaban
formadas debidamente para hacerlo, como barberos mulatos y religiosos enfermeros:
Muchas familias honradas por falta de recursos no podían emplear a
sus hijos en el estudio profesional. Las gentes de color eran las que
usufructuaban omnímodas su ejercicio, principalmente el arte quirúr-
gico. Muchas veces la atención de los enfermos estaba a cargo de los
religiosos y estos eran escasos, no siendo posible supliese la ignorancia
con la caridad, ni la falta de luces en materia de medicina con los
mejores sentimientos de piedad. (Lastres, Historia 3: 37)

El virrey estaba convencido de que la medicina se hallaba abandonada


en manos de personas que no tenían una sólida formación académica, lo cual
se hizo visible cuando se las requirió para la conservación, manipulación y
propagación de la vacuna contra la viruela. La Junta de la Vacuna no había
encontrado en diversos lugares a gente apta para esta delicada tarea. Por eso
se pretendió darle prestigio al aprendizaje de la medicina, para que jóvenes
criollos se animaran a estudiarla por seis o siete años.
El colegio aplicaba el método escolástico, de acuerdo con el cual la en-
señanza de la medicina se fundamentaba en Hipócrates (la doctrina humoral
y de los temperamentos), mientras que la escuela de Leiden se desarrolló en el
Perú con el objeto de formar médicos que observaran, curaran y escribieran
sobre medicina en consonancia con las condiciones naturales, geográficas y
culturales del país. En cuanto a la parte introductoria, seguían a Bails, Bris-
son, Fourcroy, Bonells y Linneo. El colegio tuvo siete profesores para ciencias
naturales y diez para medicina (agi, l 739).
La constitución del colegio fue aprobada por la Junta de Gobierno de
Medicina y Cirugía de Cádiz en 1811, no sin indicar que el colegio no le daba
la importancia debida a la enseñanza de la cirugía, a pesar de que uno de los
objetivos de su fundación había sido formar buenos cirujanos. Tampoco se
enseñaba en el colegio la medicina legal o forense. Por orden del 9 de mayo de
1815 este centro se convirtió en el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San
Fernando, y se dictaminó que solo podían estudiar en él los hijos de españoles
residentes en el virreinato, los criollos, los mestizos y miembros de castas que no
tuviesen nota de infamia ni fuesen descendientes de esclavos o de condenados
por el Santo Oficio, es decir, los mismos requisitos exigidos para estudiar en

66 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 66 23/07/14 3:31


Paula Ermila Rivasplata Varillas
la Universidad de San Marcos24. De esta manera, la medicina se convirtió en
una profesión que iba adquiriendo cada vez mayor prestigio social y con la cual
podían salir de la pobreza los jóvenes estudiosos y disciplinados.
Más allá de estos conflictos por el acceso de los integrantes de las castas al
estudio y la cátedra universitaria, los médicos fueron los primeros en denunciar
el hacinamiento, la pobreza y la suciedad de las ciudades. Durante gran parte
de la Colonia, la medicina en Lima se convirtió en una medicina mestiza,
urbana, que convivió con la europea —reducida y selectiva—, mientras que
en la periferia y en el área rural se desarrolló una práctica asistencial ejercida
por religiosos y, sobre todo, por curanderos.

Bibliogr afía
Fuentes pr im ar ias

A. Archivos y bibliotecas

Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima, Perú (ahml).


Archivo General de Indias, Sevilla, España (agi).
Audiencia de Panamá (ap) 240.
Indiferente (i) 1551.
Lima (l) 409, 411, 413, 417, 418, 419, 697, 725, 730, 733, 739.

B. Impresos
Larrinaga, José Pastor de. Apología de los cirujanos del Perú. Granada: Imprenta de An-
tonio de Zeta, 1791. Impreso.
Lee, Bertham, transcripción y notas. Libros de cabildo de Lima. 7 t. Lima: Consejo Pro-
vincial de Lima, 1947. Impreso.
Lesson, Renée. “Situación del Perú en 1823”. Núñez, t. 27, vol. 2: 339-402.
López de Velasco, Juan. Geografía y descripción universal de las Indias, recopilada por […]

24 A pesar de esta disposición, estudiaron allí mulatos e indios y dos de sus profesores más renom-
brados fueron los mulatos Dávalos y Valdés.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 67

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 67 23/07/14 3:31


Juan de Velasco, desde el año de 1571 al de 1574. Madrid: Establecimiento Tipográfi-
Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

co de Fortanet, 1894. Impreso.


Johnston, Samuel. “Impresiones del Callao y Lima en 1813”. Núñez, t. 27, vol. 1: 49-63.
Proctor, Roberto. “El Perú entre 1823 y 1824”. Núñez, t. 27, vol. 2: 187-338.
Rossi Rubí, José. “Historia de la Hermandad y Hospital de la Caridad”. Mercurio Pe-
ruano [Lima] 6 de enero de 1791: 9-11. Impreso.
Stevenson, William Bennet. “Memorias sobre las campañas de San Martín y Co-
chrane”. Núñez, t. 28, vol. 3: 73-338.

F u en t e s secu n da r i a s
Asensi Artiga, Viviana. Murcia: sanidad municipal (1474-1504). Murcia: Universidad de
Murcia, 1992. Impreso.
Böhm, Gunther. Periodo colonial. El bachiller Francisco Maldonado de Silva 1592-1639.
Santiago de Chile: Andrés Bello, 1984. Impreso. Vol. 1 de Historia de los judíos en
Chile. 3 vols. 1984.
Bowser, Frederick. El esclavo africano en el Perú colonial 1524-1650. México: Siglo xxi,
1977. Impreso.
Bustíos Romaní, Carlos. Cuatrocientos años de la salud pública en el Perú, 1533-1933. Lima:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2004. Impreso.
Campos Díez, María Soledad. El Real Tribunal del Protomedicato castellano, siglos xiv-
xix. Cuenca: Universidad de Castilla La Mancha, 1999. Impreso.
Descola, Jean. La vida cotidiana en el Perú en tiempos de los españoles. 1710-1820. Buenos
Aires: Librairie Hachette, 1962. Impreso.
Deza Bringas, Luis. Testimonios del linaje médico peruano en los libros del cabildo de Lima
siglo xv. Lima: Universidad San Martín de Porras, 2004. Impreso.
Domínguez Ortiz, Antonio. Hechos y figuras del siglo xviii español. Madrid: Siglo xxi,
1973. Impreso.
Earle, Rebecca. The Body of the Conquistador. Food, Race and the Colonial Experience in
Spanish America, 1492-1700. Cambridge; New York: Cambridge University Press,
2012. Impreso.
Frías Núñez, Marcelo. Enfermedad y sociedad en la crisis colonial del Antiguo Régimen
(Nueva Granada en el transito del siglo xviii al xix: las epidemias de viruelas). Ma-
drid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992. Impreso.

68 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 68 23/07/14 3:31


Granjel, Luis. La medicina española del siglo xvii. Salamanca: Universidad de Salamanca,

Paula Ermila Rivasplata Varillas


1978. Impreso.
—. La medicina española del siglo xviii. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1979.
Impreso.
Lanning, John Tate. The Royal Protomedicato: The Regulation of the Medical Profession in
the Spanish Empire. Durham: Durham University Press, 1985. Impreso.
Lastres, Juan. Historia de la medicina peruana. T. 2 y 3. Lima: Imprenta Santa María:
1951. Impreso.
—. La salud pública y la prevención de la viruela en el Perú. Lima: Imprenta del Ministerio
de Hacienda y Comercio, 1957. Impreso.
Lohmann Villena, Guillermo. Los regidores perpetuos del cabildo de Lima (1535-1821).
T. 1. Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla, 1983. Impreso.
Lorente Medina, Antonio. Realidad histórica y creación literaria en las sátiras de Juan del
Valle y Caviedes. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2011.
Impreso.
Mariátegui, Javier. “Un santo mulato en la Lima seiscentista, Martín de Porras”. Acta
Médica Peruana 18 (2011): 42-47. Impreso.
Newson, Linda y Susie Minchin. From Capture to Sail. The Portuguese Slave Trade to
Spanish South America in the Early Seventeenth Century. Leiden; Boston: Brill,
2007. Impreso.
Núñez, Estuardo, comp. Relaciones de viajeros. T. 27 y 28, vols. 1, 2 y 3. Lima: Comisión
Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1971. Impreso.
Rabi Chara, Miguel. El Hospital de Santa Ana (1549-1924) al Hospital Nacional Arzobispo
Loayza (1925-1999). Lima: Gráfica Fina, 1999. Impreso.
Rivasplata Varillas, Paula Ermila. Aproximación histórica de la enfermería femenina en
Europa y América. La enfermería en el Hospital de las Cinco Llagas y los hospitales de
Lima en el xviii y parte del xix. Berlín: Académica Española, 2012. Impreso.
—. “La enfermería y los cuidados como ocupación femenina: reclusión y desarrollo pro-
fesional en el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla desde el xvi a mediados del
xix”. Tesis doctoral en historia. Universidad Pablo de Olavide, 2009. Impresión.
Rosen, Georges. A History of Public Health. Nueva York: md Publications, 1958. Im-
preso.
Stolcke, Verena y Alexandre Coello, eds. Identidades ambivalentes en América Latina
(siglos xvi-xxi). Barcelona: Bellaterra, 2008. Impreso.

F R O N T E R A S de la H I S T O R I A Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 69

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 69 23/07/14 3:31


Trazegnies Granda, Fernando. Ciriaco de Urtecho: litigante por amor. Reflexiones sobre la
Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

polivalencia táctica del razonamiento jurídico. Lima: Pontificia Universidad Católi-


ca del Perú, 1981. Impreso.
Vigarello, George. Lo sano y lo malsano. Historia de las prácticas de la salud desde la Edad
Media a nuestros días. Madrid: Abada, 2006. Impreso.

70 Vol. 19, N.˚ 1. pp. 42-70, enero-junio de 2014 F R O N T E R A S de la H I S T O R I A

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 70 23/07/14 3:31


FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-1 INT.indd 71 23/07/14 3:31

También podría gustarte