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LAS MENINAS- FOUCAULT

El pintor mira fijamente a la modelo, puede que se estén dando los retoques o que no se haya
comenzado aun.

La percepción del pintor en su obra, tanto desde el proceso de elaboración como en su obra
misma.

Si el pintor, se corre hacia la derecha, queda en el umbral entre lo visible y lo visible, estando
oculto en la obra que representa y ver aquel en el que trata de representar algo.

El pintor fija la mira sobre un punto que primero, no está contemplado en el cuadro y segundo
somos nosotros mismos, indefinidos.

La mirada del pintor, ofrece algo indefinible, algo que además si suponemos que observa al
espectador, nos vincula directamente con la obra, pues esta mira es determinante.

El cuadro desata incertidumbres: el pintor observa un objeto, no somos nosotros, el objeto


situado allí quizás está mezclado con nosotros, en esa mirada estamos objetos y espectador,
observador y observado se mezclan. Como el cuadro vuelto, no es manifestado, nunca se llega a
concretar la relación de miradas.

Como solo vemos el revés, no sabemos quiénes somos y qué hacemos. Genera un triángulo entre
el pintor, el modelo y el revés del cuadro.

El espectador es proyectado en la tela, es partícipe del cuadro.

La luz de la derecha, genera relevancia hacia el pintor y el cuadro invisible.

“la superficie que esquiva la representación que porta” – sobre el cuadro.

La luz otorga una realidad de visiones entre el pintor, el espectador y la posible obra puesta allí,
sobre la que se ve solo un revés mate, el otro lado de una psique.

En el fondo, un espejo. Este no es activo en esta realidad. Pero ofrece un espectáculo. Este no dice
mucho. El espejo muestra lo que ve el pintor.

En el espejo están el rey Felipe IV y su esposa Mariana.

El hombre de los escalones.

El cuadro muestra algo escondido pero el cuadro en sí es también algo que representa.

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