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LOS AGENTES BRITÁNICOS EN EL DESASTRE DE 1898

En este capítulo vamos a hablar de aquellos agentes británicos de los que no


hemos hecho mención en el resto del trabajo. De los otros, queda mejor reflejada su
actuación en otros capítulos, donde se desarrollan otros aspectos del desastre del 98.
Ramón Salas escribía en 1821:

Un gran número de prisioneros españoles vivió muchos años en Francia,


donde leyó libros que hasta entonces no había podido leer, habló con hombres
instruidos y llenó su cabeza de ideas poco favorables á la superstición
imperante en España; todos estos hombres entraron de repente en la Península,
se esparcieron por ella, y era muy natural que se apresurasen á ostentar lo que
habían aprendido, aunque no fuese más que por singularizarse y hacerse
admirar…/… Como estos prisioneros eran militares, las ideas liberales se
extendieron más rápidamente en el ejército que en el pueblo, y por esto yo no
he extrañado que el ejército haya tomado la iniciativa en la gran causa de la
libertad de España, primer ejemplo de esta especie que la historia presenta á
los hombres y que hará para siempre memorable nuestra Revolución. (Salas
1821: XVI)

Más cosas decía Salas, señalando orgulloso las malas artes que el liberalismo
desarrollaba en España…pero no desarrollaba en Inglaterra, por ejemplo, si bien esas
malas artes eran desarrolladas, justamente por ingleses como Jeremías Bentham, en
colaboración con los agentes británicos con nombre español. Uno de ellos, Álvaro
Queipo de Llano y Valdés, el primer conde de Toreno, el más autorizado de los políticos de
la época escribía a Bentham el 6 de agosto de 1821 elogiando su doctrina de una forma
que no hubiese sido tolerada en Inglaterra, pidiendo luces al autor de una doctrina que
era rechazada para ser aplicada en su propio país, pero que estaba diseñada para ser
aplicada en España.
En un lenguaje del más estricto servilismo, remite al mentor el proyecto de
Código penal, y lo tranquiliza por aquellos aspectos que, contrarios a lo que se hallaba
diseñado para España, debían estar presentes en un primer borrador, presumiblemente
para guardar las apariencias.
Decía Queipo de Llano:

Nuestro común amigo Bowring ha querido encargarse de poner en vuestras


manos el volumen adjunto, que contiene el proyecto de Código penal
presentado por la Comisión á la deliberación de las Cortes, que deberá tener
lugar el invierno próximo. Hallaréis en él cosas buenas y otras muy malas. No
os asustéis por los artículos que hablan de la religión; éstos no serán
aprobados. (Isern 1899: 14)

Tenían muy claro el significado de “democracia” y no era ésta la única muestra


de sumisión a los principios que Inglaterra imponía. También en las Cortes se elogiaba a
Jeremías Bentham uno de cuyos oradores, Calatrava, escribía a su mentor:

A pesar de nuestras envejecidas preocupaciones por una parte y de las ideas á


la francesa por la otra, se van extendiendo vuestros principios, y entre los
Diputados electos para las próximas Cortes me consta que hay muchos
iniciados en vuestros preciosos misterios. Ya no debéis tener inconveniente en
remitir á vuestro discípulo Núñez, que tiene el honor de contarse entre ellos, el
Código que habéis hecho determinadamente para España, según me lo asegura
el amable Bowring. (Isern 1899: 12 Nota 1)

1
Se trata de una legión de propagandistas que como Toribio Nuñez, Jacobo
Vilanova, Félix José Reinoso, Ramón Salas, etc… eran seguidores de Jeremías
Bentham, para quién toda la ciencia social se reduce a aritmética, análisis y dinámica.1
Esa legión estaba extendida también en Cuba, donde Tomás Gener Bohigas,
diputado que fue por Cuba en las Cortes del 1822 y 1823, fue exiliado a los Estados
Unidos cuando Fernando VII reinstauró el absolutismo, volviendo en 1835 al amparo de
la amnistía decretada por María Cristina. Fue en ese momento cuando empezó a ejercer
una especie de apostolado en favor de la anexión a los Estados Unidos, ejerciendo una
labor esencial en la difusión de principios antiespañoles en las escuelas.

España entregó la Enseñanza de la Universidad de la Habana y de los


Institutos de la isla á un profesorado compuesto en su mayoría de
separatistas, según se vio cuando empezó la guerra de separación; que
mientras la mayoría de los peninsulares residentes en Cuba tenían
escasa instrucción, muchos hijos del país lo habían adquirido
considerable en los centros docentes de la República norteamericana.
(Isern 1899: 151)

La educación en las escuelas se había abandonado en manos de enemigos de la Patria.


Así lo denunciaba en Diario de Barcelona una persona que había regresado:

Lejos de enseñársele que e español, se le pinta a los españoles como


advenedizos que vienen á oprimirle, suplantarle y desheredarle. El niño crece
oyendo motos groseros contra sus compatriotas europeos y canarios, y
recibiendo pérfidos consejos y más pérfida instrucción de historia patria y
americana. El odio, la antipatía y, cuando menos, el recelo, se arraigan en su
corazón de niño, y cuando es adulto, hombre, si su carrera, su trato, sus viajes,
sus negocios y su clara razón no destruyen aquella noción errada de su
ciudadanía, vive, envejece y muere creyendo no tener más patria que su
provincia, y por lo tanto, sin amor á sus parientes peninsulares, sus padres
inclusives.»
«He oído recientemente un diálogo entre dos inocentes niñas. Díme, ¿de
dónde es tu padre?—¿Mi padre? ¡ah! me da vergüenza decirlo. — ¡Vergüenza!
¿por qué?—Porque me da vergüenza.—Pero ¿qué vergüenza puede darte que
tu padre naciese acá ó allá?—¡Es que mi padre es gallego!—¡A mucha honra
deberías tenerlo!—La interpelante era una galleguita y desde entonces quedó
reñida con su amiga. Ejemplos de esta clase se presentan aquí á cada paso.
(Pirala 1895: 819)

Y tan en contra de los intereses de la Patria había llevado la deriva de la


educación, que en la universidad de La Habana

se había provocado sedición colectiva contra la asignatura de Historia de


España, cuyas cátedras tenían los estudiantes a gloria mirar constantemente
desiertas, y que de la Universidad de la Habana habían salido para los campos
los jóvenes insurrectos, que desaparecían de sus casas de la noche a la
mañana, dejando como memoria groseros escritos denostando a España.
(Arrozarena 2012: 36)

1
No es objeto de este trabajo el análisis filosófico de Bentham Los interesados deberán remitirse a su
obra,

2
No es por tanto de extrañar que cuando estalló en Baire la insurrección, el 23 de
febrero de 1895, el personal de la Universidad y de los Institutos, así como algunos
catedráticos, se fueran a la manigua con los insurrectos y otros a conspirar desde el
extranjero.
Estos hechos puntuales, sí, son de 1895, pero veinticuatro años antes, en la
Gaceta de la Habana de 15 de Septiembre de 1871 se hablaba ya, en el preámbulo de
una reforma en la enseñanza, de la urgente necesidad de proveer con maestros españoles
las muchas vacantes que han dejado los que,

después de sembrar en el corazón de la niñez los odios á España, se han


dirigido á empuñar las armas contra la generosa nación que los honró
con su confianza, ó á conspirar contra la vida de sus hijos leales.
Excusado es hacer constar que en la última guerra, ni siquiera se trató
de repetir las disposiciones que en la primera se tomaron. (Isern 1899:
161)

No obstante, el caballo de batalla de los separatistas era que las administraciones


públicas estaban copadas por peninsulares. Al respecto hay que señalar que en la larga
lista de empleados de la Administración civil ultramarina, figuraban buen número de
cubanos:

los Acosta, Montalvo, Azcárate, Vinent, Kindelán, Freiré, Elisátegui,


Echevarría, Justiz, Saladrigas, O'Farril, Bolívar, Rosillo, Valdés, Malli, Armas,
Betancour, Bernal, Balboa, Cadaval, Diago, Chacón, Beltrán, Insúa, Koaly,
Varona y cien más. La relación sería interminable. Sólo en el cuerpo de
Comunicaciones de Cuba hay más de cien funcionarios cubanos, es á saber, la
mitad ó algo más de la mitad.
La enseñanza puede decirse que está por ellos monopolizada. El rector de la
universidad de La Habana, D. Joaquín F. Lastres, es cubano; lo son el
vicerector D. José María Carbonell, el secretario general D. Juan Gómez de la
Maza y Tejada, y los decanos de TODAS las Facultades. D. José Castellanos y
Arango, de Filosofía y Letras; D. Manuel J. Cañizales Benegas, de Ciencias;
D. Leopoldo Berrier y Fernández, de Derecho; D. Federico Hortsman y
Cantos, de Medicina; don Carlos Donoso y Lardier, de Farmacia, y el director
del jardín Botánico, D. Manuel Gómez; resultando que de 80 catedráticos, son
cubanos 60.
En la escuela profesional lo es el director D. Bruno García Ayllón, siéndolo
también los ocho profesores que desempeñan todas las clases de la misma. En
la de Pintura y Escultura no hay más que un peninsular de tres maestros que la
regentan: el director es cubano. Los institutos de segunda enseñanza de
Matanzas, Santa Clara y Puerto Príncipe están dirigidos igualmente por hijos
del país, D. Eduardo Díaz y Martínez, D. Alejandro Muxó y Pablos y D.
Agustín Betancourt y Ronquillo, respectivamente; y en el cuadro general de
este profesorado aparecen 35 catedráticos cubanos de 55. (Soldevilla 1897:
203-204)

Y en los demás aspectos de la administración, sucedía algo similar.

El separatismo creció y se propagaba libremente, y mientras para los


laborantes se tenían en Cuba todo género de consideraciones, los balcones de
la capitanía general se cerraban cuando pasaba ante ellos una manifestación de
verdaderos españoles. (Soldevilla 1897: 279)

3
La gran verdad es que la relación sería interminable. Sólo en el Cuerpo de
Comunicaciones de Cuba había más de cien funcionarios cubanos, lo que representaba
algo más del cincuenta por ciento de la plantilla.
Pero como hemos señalado, era la enseñanza la que estaba copada, no por
cubanos, sino por separatistas.
El rector de la Universidad de La Habana D. Joaquín F. Lastres era cubano, lo
eran igualmente el vicerrector D. José María Carbonell, el secretario general D. Juan
Gómez de la Maza y Tejada, y los decanos de todas las facultades, D. José Castellanos y
Arango, de Filosofía y Letras, D. Manuel J. Cañizales Benegas, de Ciencias, D.
Leopoldo Barrier y Fernández, de Derecho, Don Federico Hortsman y Cantos, de
Medicina, D. Carlos Donoso y Landier de Farmacia, y el director del Jardín Botánico.
D. Manuel Gómez; resultando que de 80 catedráticos eran cubanos 60.
Pero nada se hizo al respecto, y nada había de extraño cuando a sus espaldas
llevaban ya sesenta años conspirando con la complacencia de las autoridades civiles y
militares. Ya en 1835, el procurador a Cortes don Juan Montalvo y Castillo, conde de
Casa Montalvo, que ostentaba la Gran Cruz de Isabel la Católica, había dirigido al
pueblo habanero una proclama al partir para Madrid, alimentando esperanzas
subversivas, sin que nadie le pusiese la mínima cortapisa. Era el agente de los
partidarios del separatismo.
Y la actuación de todos ellos se encontraba perfectamente coordinada desde
incluso antes de esa fecha; así, Rafael de Riego, muerto en 1823, había hecho grandes
elogios de José Reinoso, autor de la obra, Examen de los delitos de infidelidad a la
patria, dentro de la coreografía orquestada por los seguidores de la doctrina de
Bentham, que apadrinaron al autor en su candidatura para diputado.
Y en 1823, una conspiración encabezada por José Francisco Lemus fue
descubierta por el gobernador militar Dionisio Vives, masón que mandó a prisión a los
principales implicados, pero que puso en libertad al también masón puertorriqueño
Antonio Valero de Bernabé, quién acto seguido se unió al estado mayor de Simón
Bolívar.
Las conspiraciones se sucedían, y en 1844, O’Donnell se encargó de sofocar la
que fue conocida como “conspiración de la escalera”, cuyos miembros,
mayoritariamente eran negros libres.

Los contactos en Nueva York de Narciso López con Salvador Cisneros


Betancourt sirvieron para constituir el Consejo Cubano de Nueva York, que se
dedicó a buscar apoyos para lograr la anexión de Cuba a los Estados Unidos.
(Miguel 2011: 48)

Narciso López era un militar y político criollo venezolano en principio leal a


España, con cuyas tropas combatió a los separatistas de Venezuela, tras lo cual fue
destinado a La Habana. También participó del lado liberal en las denominadas guerras
carlistas. Pasó todo el año 1824 en la península, y 1827 volvió otra vez a la península,
donde participó como coronel isabelino en la primera Guerra Carlista, siendo ascendido
a General de Brigada el 7 de junio de 1834, y a Mariscal de Campo el 10 de julio de
1838. Volvió a Cuba en 1840 cuando Jerónimo Valdés era destinado como Capitán
General y desempeñó diversos cargos, hasta que bajo el mandato de O’Donnell, en 1843
se retiró y comenzó a conspirar cuando fracasó en desarrollo de diversos negocios que
no le fueron rentables. Acabó en bancarrota y se marchó a los EE.UU., donde comenzó
a conspirar contra España.
En 1847 organizó la conspiración para la anexión a los Estados Unidos conocida
como la Mina de la Rosa Cubana.

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En 1848 fue descubierta la conspiración, pero el Capitán General, Federico
Roncali Ceruti, alertó a López y le facilitó la huída a Nueva York. Ya en los Estados
Unidos, y contando con una importante financiación, convino con el general Worth,
mediante el pago de tres millones de pesos, la invasión de Cuba, lo que no pudo llevarse
a efecto por el fallecimiento del militar usense.
Entre julio y agosto de de 1849 López organizó una invasión a Cuba que salió de
Round Island, Nueva Orleáns, compuesta por veteranos norteamericanos de la guerra
contra México, a los que se les había ofrecido 1.000 dólares y 64 hectáreas de Cuba.
A primeros de 1850, Narciso López organizó una flota con la intención de
invadir Cuba, a cuyos miembros llamó soldados de la expedición de Cuba, y a la que se
dirigía en inglés,
pues eran norte-americanos casi todos los que constituían aquel ejército
filibustero. (Pirala 1895: 80)

Durante este intento de invasión fue izada por primera vez la bandera separatista
cubana, que no por casualidad lleva una estrella solitaria. El motivo de la misma era el
deseo de que Cuba fuese anexionada por los EE.UU. El creador de la misma no fue otro
que Narciso López.

El pabellón nacional cubano ondeó por primera vez el 19 de mayo de


1850 en la bahía de Cárdenas, donde desembarcó Narciso López al
mando de una expedición – que fracasó– de seiscientos hombres. Fue
precisamente López el que, el año anterior, en el curso de una entrevista
en casa del también masón Teurbe Tolón había propuesto el diseño de la
bandera. Para el color rojo sugirió el triángulo equilátero, que simboliza
la grandeza del poder que asiste al Gran Arquitecto y cuyos lados
simbolizan la consigna de “libertad, igualdad y fraternidad”. Además, la
estrella de cinco puntas simboliza la perfección del maestro masón
(fuerza, belleza, sabiduría, virtud y caridad), y finalmente quedaban
integrados los tres números simbólicos: el tres de las tres franjas azules,
el cinco de la totalidad de las franjas y el siete, resultado de sumar a las
franjas el triángulo y la estrella. (Vidal 2005)

La intentona tuvo lugar el 19 de mayo de 1850, y contó con el apoyo de los


Estados Unidos. Estaba compuesta de quinientos filibusteros y desembarcó en la bahía
de Cárdenas, con la idea expulsar a España de la Isla.
Los primeros momentos fueron de triunfo, pues capturó a la guarnición española
y al gobernador, pero acabó siendo rechazado por los 17 soldados, 24 lanceros y 30
paisanos mandados por el comandante de la villa de Guamacaro.
La expedición acabó siendo puesta en fuga y perseguida por los barcos
españoles. Logró escabullirse, siendo recibido en los EE.UU como un héroe, iniciando
pocos meses después una nueva invasión apoyada por voluntarios usenses, coincidiendo
con el levantamiento del masón Joaquín de Agüero de agosto de ese año. Todos
acabaron fusilados.
Su invasión, en Cárdenas, duró dos días, tras los cuales embarcaron rumbo a su
refugio usense en Cayo Hueso llevando consigo la decepción de solo haber sumado dos
hombres de Matanzas a sus fuerzas, que estaban compuestas por voluntarios de varios
estados del sureste de los Estados Unidos y el general Ambrosio José González como
segundo al mando.

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. Los prisioneros usenses que cayeron en poder de las fuerzas nacionales fueron
absueltos y puestos en libertad por las autoridades españolas.
Lo curioso del caso es que la intentona estaba anunciada, si que las autoridades
españolas hiciesen nada al respecto.

A no ser tan confiadas, incrédulas y tan criminalmente abandonadas las


autoridades, que repetidos avisos se recibieron del intento de López, con
detalles que atención merecían, no hubiera desembarcado éste como lo hizo en
Cárdenas en la madrugada del 19 de Mayo. (Pirala 1895: 80)

No se conformó el agente usense con la derrota, y en julio de 1851,


especuladores usenses financiaron una nueva expedición de López contra Cuba, en este
caso con un número de invasores ligeramente superior, la mayoría estadounidenses,
pero en esta ocasión fue capturado el 1 de septiembre del mismo año, provocando que la
población se alistase como voluntarios al servicio de España.

el coloso del Nuevo Mundo, la república de los Estados-Unidos grande y


poderosa, porque descansa en la libertad del género humano, presenta el
espectáculo del único gobierno, cuyo porvenir esté libre de los azares de una
revolución. A su seguridad y bienestar interesa nuestra independencia y la
libertad de nuestras instituciones; suceso nuevo, importante y grave, que debe
decidir nuestro destino. De sus vecinas playas acudirán á millares desde los
primeros instantes de vida de nuestra naciente república, ciudadanos anglo-
americanos, que ayudándonos á romper las cadenas, compartan con nosotros
aquel amor á la libertad que arredra á los tiranos, que consolida el sosiego y
felicidad de los pueblos, que ha elevado su nación á la cumbre resplandeciente
de gloria, desde donde vela y dirige la marcha sublime de la humanidad.
(Pirala 1895: 96)

Y para evitar errores de interpretación, el manifiesto terminaba con el siguiente


párrafo:
¡Habitantes de Cuba! La patria os llama por mi voz. La ocasión es propicia: el
enemigo impotente; el éxito seguro: la gloria imperecedera. ¡Un solo esfuerzo
y caerán convertidas en polvo vuestras cadenas! Venid á mi lado á sostener la
bandera de la libertad, y la estrella de Cuba que brilla en esa bandera, se alzará
bella y refulgente, ya sea para resplandecer con gloria independiente y eterna,
ya sea para agregar su luz, si así lo determina el pueblo soberano, á la
espléndida constelación norteamericana, á donde parece encaminar su destino,
—Narciso López.

Con una fuerza de unos 450 combatientes, Narciso López desembarcó el 12 de


agosto en El Morrillo, cerca de Bahía Honda, en Pinar del Río, en apoyo de la
sublevación de Joaquín Agüero. Serían sus últimos días.
Sería capturado en Pinos de Rancel y conducido a La Habana, donde fue
juzgado, condenado a muerte y pasado por el garrote vil el 1 de Septiembre de 1851,
mientras cincuenta filibuteros usenses más fueron fusilados frente al castillo de Atares el
día 10.

cuya ejecución se retardó desde las siete y media hasta las once, por la falta
material de tiempo para tomar las necesarias declaraciones á los reos ,á bordo
de la fragata Esperanza, y necesitarse intérprete para muchos. A gran número
se sentenció á presidio y á ser deportados, y un indulto, de muy distintas

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maneras apreciado, salvó después la vida de infinitos desgraciados, que no se
mostraron luego muy agradecidos. (Pirala 1895: 101)

La ejecución de filibusteros americanos creó algunas dificultades al Gobierno


de España en sus relaciones con el de los Estados Unidos. Estas llegaron á tal
grado de tirantez, que el Cónsul en Nueva Orleans tuvo que abandonar su
puesto y aun fueron enviados algunos buques de guerra americanos para
apoyar las demandas de una explicación por el hecho referido. No obstante, la
claridad con que aparecía la justicia por parte de España hizo á aquella nación
deponer su actitud y al año siguiente volvió el Cónsul español á Nueva
Orleans y los buques de guerra fueron retirados. (Mendoza 1902: 23)

Muy de destacar entre los agentes británicos es José Morales Lemus, que había
sido uno de los comisionados reformistas convocados por Cánovas del Castillo en lo
que se denominó “Junta de Información” en 1866, para exponer en Madrid las quejas de
los cubanos, se significaría como uno de los más importantes exponentes separatistas en
la labor de sometimiento a los intereses usenses, siendo presidente de la Junta Central
Republicana de Cuba y Puerto Rico, con sede en Nueva York.
Quedaba por surgir el que sería principal entre los agentes británicos, José Martí,
que con dieciocho años, en 1871, se encontraba en la península estudiando Derecho,
cuya carrera terminó en 1874. En este tiempo es cuando, parece, se acercó a la
masonería. En 1878 volvió a Cuba y al año siguiente fue deportado a la Península.
Regresó a Nueva York al poco tiempo y se dedicó al periodismo, al tiempo que se
ocupaba de las actividades de los exiliados. Pasó a ser presidente y coordinador del
Comité Revolucionario Cubano de Nueva York. En enero de 1890 fundó la Liga de
Instrucción, para que hiciera de escuela en la formación de revolucionarios. Cónsul de
Argentina y Paraguay, representó a Uruguay en la 1ª Conferencia Monetaria
internacional que tuvo lugar en Washington en 1891. En 1892 creó el Partido
Revolucionario Cubano y fundó en Nueva York el periódico Patria.
Del análisis de estos asuntos podemos inferir la tolerancia y el fomento de las
sublevaciones por parte de los Estados Unidos, pues resulta de todo punto inconcebible
que sin un consentimiento tácito de un gobierno fuerte como el de los Estados Unidos,
salieran impunemente de uno de sus puertos más concurridos, expediciones armadas
con destino a socavar la autoridad de un país amigo.
Pero resulta evidente que con el fomento de las revoluciones, Estados Unidos
aseguraba su intervención.
No obstante, eso no era lo más grave para España. Podremos pensar, a pesar de
lo señalado, a pesar de las actuaciones llevadas a cabo desde primeros de siglo, que las
autoridades nacionales no tenían conocimiento del asunto. Podemos pensar que eran
unos inútiles, que algo hay a tenor de lo que nos cuenta Damián Isern, pero no unos
pérfidos. Sin embargo parece que había más de lo segundo, pues aunque tarde, se
enteraron de la situación con tiempo sobrado para resolverla, y no hicieron nada por
corregirla.

La voz de los peninsulares, que una y otra vez protestaba contra estado
de cosas tan vergonzoso, se oyó muchas veces en el Ministerio de
Ultramar, pero fue siempre la voz del que clama en el desierto. Ministro
hubo que llevaba algunos meses de serlo, y apenas tenia noticia de que
hubiese Institutos de segunda enseñanza en Cuba, y no volvía de su
asombro; cuando una comisión que le visitó, hubo de hablarle de
irregularidades cometidas en la provisión de cátedras del doctorado de

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la Universidad de la capital de la gran Antilla, y su asombro nacía,
según averiguaron los presentes, de que ignoraba que existieran tales
enseñanzas en la indicada Universidad. (Isern 1899: 162)

En septiembre de 1851 una nueva conspiración contra España se gestó en Cuba


bajo la dirección de Francisco Frías, cuñado de Narciso López.
El conde de Pozos Dulces era el instigador principal de esta revuelta. Siendo
descubierto, fue deportado a la Península, donde continuó con su actividad.

Siendo entonces Presidente de los Estados Unidos Mr. Pierce, le fué dirijida
una petición por los anexionistas en la que reclamaban su apoyo para
apoderarse de Cuba. Es de notarse que tal petición estuviera secundada por
algunos senadores americanos. (Mendoza 1902: 24)

En 1854, una nueva expedición filibustera comenzó a pergeñarse: la del general


Quitman.
Como respuesta, el Capitán General Juan de la Pezuela administró unas medidas
ejemplares: El 22 de marzo de 1854, amnistió a todo el que hubiese tomado parte en
conspiraciones, rebeliones o invasiones.
Concha, Serrano, Dulce, Lersundi, Manzano, ocuparían el cargo de Capitán
General durante los siguientes años, sin que la actuación desmereciese la de Pezuela. El
30 de noviembre de 1866 era tal la situación que el general Manzano escribía al
ministro:

Imposible es, Excmo, señor, al hablar de una conspiración cuya dirección


principal y activa está en los Estados Unidos de donde habrán también de salir
las expediciones filibusteras, como ha sucedido en otras épocas, dejar de
preguntar cual será la actitud probable de aquella vecina república en el caso
de realizarse los planes que motivan esta comunicación. (Pirala 1895: 235)

Pero nada más se hacía al respecto, salvo preguntarse cual sería el siguiente
paso, fácil de prever gracias a los constantes avisos que no podían pasar desapercibidos
ni a Manzano ni al gobierno, que dos meses y medio antes de esa comunicación de
Manzano tuvieron noticia de la proclama anti española emitida en Nueva York.

El 10 de Septiembre publicó el comité revolucionario de Nueva York una


proclama fechada en Cuba el 16 de Julio, que terminaba con estas Palabras:
«Viva Cuba libre. Viva Puerto Rico libre y muera España para siempre en
América.» (Mendoza 1902: 31)

Todo parecía acelerase en previsión de una situación, la de la “la gloriosa” de


1868, de la que, si bien no podía entreverse el cómo y el cuando, era manifiesto que
todos estaban laborando para que se produjese. El momento, como es lógico vislumbar,
sería septiembre de 1868. Hasta entonces, la actuación estaría encaminada a tomar
posiciones para actuar, por lo que a mediados de diciembre de 1867 se reunieron en
Nueva York los miembros de la junta separatista. Su objetivo, provocar un alzamiento
para finales del año siguiente, curiosamente cuando acabaría produciéndose “la
septembrina”, o “la gloriosa” en la península. Tal vez sólo era una coincidencia que
coincidiese la previsión con la actuación de Topete y de Prim…

D. Manuel Macías propuso dar principio á la revolución en Puerto Rico, antes


que á la de Cuba, y D. Domingo Goicouría ofreció un cargamento de armas

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que iba á recibir de los Estados Unidos. Según comunicaciones que se leyeron,
D. Miguel Aldana y Morales Lemus debían dar el grito en Cuba en Septiembre
ó en los primeros días de Octubre próximos.
Debido á la complacencia de las autoridades se propalaba en público la causa
de la libertad. En las reuniones, en los cafés, en los clubs y periódicos se hacía
ostentación de los proyectos, se discutían los planes y hasta se celebraban los
triunfos, que tenían por seguros los conspiradores. (Mendoza 1902: 31)

Llegaría la Guerra de los Diez años, llegaría la Guerra Chiquita… y en 1893, el


Capitán General Emilio Calleja Isasi mandaba instruir expedientes… a las autoridades
de la isla que denunciaban movimientos separatistas. No es de extrañar que el general
Calleja fuese tan bien recibido en los ambientes separatistas que los periódicos
subvencionados por los usenses, que no tenían ninguna cortapisa para hacer proclamas
separatistas, escribiesen de él semblanzas laudatorias.
En contrapartida, y con el inicio de la guerra que acabaría en 1898, en febrero de
1895, Calleja telegrafiaba a Madrid quitando toda importancia al asunto…

á raíz del grito de Baire, la autoridad superior de aquella isla telegrafiaba casi á
diario al Gobierno, quitando toda importancia á la insurrección, y diciéndole que
no necesitaba ni una peseta ni un hombre más, porque nada significaba lo
ocurrido. Triste era que telegrafiase en tales términos el general Calleja, pero era
peor que obrase en consecuencia. En efecto, dice un testigo presencial: «El
general no hacía nada por reprimir lo que en un principio pudo ahogarse con poco
esfuerzo. En esta época puede decirse que no había enemigos de España en los
Estados Unidos, ni había prensa filibustera en aquel país, pero no los había porque
todos se habían instalado en La Habana y otras poblaciones de la isla. (Isern
1899: 289)
BIBLIOGRAFÍA:

Arrozarena, Cecilia (2012) Los vascos en las guerras de Independencia de Cuba. Los
vascos y las guerras de Independencia de Cuba. Editorial Txalaparta S.L.L. Tafalla. Isbn
978-84-15313-30-4

Isern, Damián. (1899). Del desastre nacional y sus causas. En Internet


http://www.latinamericanstudies.org/book/Del_desastre_nacional_y_sus_causas.pdf
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Mendoza Vizcaíno, Enrique. (1902) Historia de la guerra hispano-americana. En


Internet https://archive.org/details/historiaguerra00mendrich Visita 13-1-2017

Miguel Fernández, Enrique de. (2011). Azcárraga, Weyler y la conducción de la guerra


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Pirala, Antonio (1895) Anales de la guerra de Cuba. En Internet


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Vidal, César (2005). ¿Influyó la masonería en la pérdida de Cuba? En Internet
http://www.libertaddigital.com/opinion/fin-de-semana/influyo-la-masoneria-en-la-
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