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El agua precipitada sobre la superficie de la Tierra, queda detenida, escurre por ella, o bien penetra
hacia el interior. De esta última fracción se dice que se ha filtrado. El interés económico del fenómeno,
es evidente si se considera que la mayor parte de los vegetales utilizan para su desarrollo agua
infiltrada y que el agua subterránea de una región tiene como presupuesto previo para su existencia,
que se haya producido infiltración.
Infiltración es el proceso por el cual el agua penetra en el suelo, a través de la superficie de la tierra,
y queda retenida por ella o alcanza un nivel acuífero incrementando el volumen acumulado
anteriormente. Superada por la capacidad de campo del suelo, el agua desciende por la acción
conjunta de las fuerzas capilares y de la gravedad. Esta parte del proceso recibe distintas
denominaciones: percolación, infiltración eficaz, infiltración profunda, etc.
Supóngase que, al inicio de una tormenta, el suelo está de tal manera seco que la cantidad de agua
que puede absorber en la unidad de tiempo, es decir, su capacidad de infiltración es mayor que la
intensidad de la lluvia en esos primeros instantes de la tormenta. Bajo estas condiciones, se infiltraría
toda la lluvia, es decir (Aparicio, 1999):
Si i < fp , f = i
Donde:
f = infiltración, expresada como lámina por unidad de tiempo (mm/h)
fp = capacidad de infiltración (mm/h)
i = intensidad de la lluvia
En esta parte del proceso las fuerza producidas por la capilaridad predominan sobre las gravitatorias.
Al avanzar el tiempo, si la lluvia es suficientemente intensa, el contenido de humedad del suelo
aumenta hasta que su superficie alcanza la saturación. En este momento se empiezan a llenar las
depresiones del terreno, es decir, se originan charcos y comienza a producir flujo sobre la superficie.
A este instante se le llama tiempo de encharcamiento y se denota como tp.
Después del tiempo de encharcamiento, si la lluvia sigue siendo intensa, las fuerzas capilares
pierden importancia frente a las gravitatorias pues el contenido de humedad en el suelo aumenta y
la capacidad de infiltración disminuye con el tiempo. Además, bajo estas condiciones, la infiltración
se hace independiente de la variación en el tiempo de la intensidad de la lluvia en tanto que ésta sea
mayor que la capacidad de transmisión del suelo, de manera que:
Cuando ya no hay agua sobre la superficie del terreno, el contenido de humedad de las capas de
suelo cercanas al frente húmedo se difunde, haciendo que dicho frente avance hacia arriba hasta
que la superficie deja de estar saturada.
Posteriormente, la lluvia puede volver a intensificarse y alcanzar otro tiempo de encharcamiento
repitiéndose todo el ciclo descrito.
Algunos de estos factores influyen más en la intensidad de la infiltración, al retardar la entrada del
agua, que en el total de volumen infiltrado, pero tal consideración se desprende, intuitivamente, de
la descripción que a continuación se hace de ellos:
Cuando un suelo está cubierto de vegetación, las plantas protegen de la compactación por impacto
de lluvia, se frena el recorrido superficial del agua que está, así, más tiempo expuesta a su posible
infiltración, y las raíces de las plantas abren grietas en el suelo que facilitan la penetración del agua.
La pendiente del terreno influye en el sentido de mantener más o menos tiempo una lámina de agua
de cierto espesor sobre él. La especie cultivada, en cuanto define mayor o menor densidad de
cobertura vegetal, y sobre todo, el tratamiento agrícola aplicado, influirán en la infiltración. En las
áreas urbanizadas se reduce considerablemente la posibilidad de infiltración.
b) Características del terreno. La textura del terreno influye por sí y por la influencia en la
estabilidad de la estructura, tanto menor cuanto mayor sea la proporción de materiales finos que
contenga. Un suelo con gran cantidad de limos y arcillas está expuesto a la disgregación y arrastre
de estos materiales por el agua, con el consiguiente llenado de poros más profundos.
La estructura define el tamaño de los poros. La existencia de poros grandes reduce la tensión capilar,
pero favorece directamente la entrada de agua.
El calor específico del terreno influirá en su posibilidad de almacenamiento de calor que, afecta a la
temperatura del fluido que se infiltra, y por tanto a su viscosidad.
El aire que llena los poros libres del suelo, tiene que ser desalojado por el agua para ocupar su lugar
y esto suaviza la intensidad de la infiltración, hasta que es desalojado totalmente.
c) Condiciones ambientales. La humedad inicial del suelo juega un importante papel. Cuando
el suelo está seco al comienzo de la lluvia, se crea una fuerte capilaridad al humedecerse las capas
superiores y este efecto, se suma al de gravedad incrementando la intensidad de infiltración. A
medida que se humedece, se hinchan por hidratación, las arcillas y coloides y cierran las fracturas y
grietas disminuyendo la capacidad de infiltración.
Por otra parte, el agua que alcanza el nivel acuífero es el total de la infiltrada menos la retenida por
el suelo.
La temperatura del agua afecta a su viscosidad y en consecuencia, a la facilidad con que discurrirá
por el suelo. Debido a ello se han obtenido para el mismos terreno, intensidades de infiltración
menores en invierno que en verano.
Siendo la infiltración un proceso complejo, es posible inferir con los infiltrómetros la capacidad de
infiltración de cualquier cuenca en forma cualitativa, pero no cuantitativa. La aplicación más favorable
de este equipo se obtiene en zonas experimentales, donde se puede evaluar la infiltración para
diferentes tipos de suelo y contenido de humedad.
Los infiltrómetros se pueden dividir en dos grupos: de carga constante y simuladores de lluvia.
Los infiltrómetros de carga constante (Figura 1) más comunes consisten en dos aros concéntricos,
o bien en un solo tubo; en el primer tipo, se usan dos aros concéntricos de 23 y 92 cm de diámetro
respectivamente, los cuales se hincan en el suelo varios centímetros.
El agua se introduce en ambos compartimentos, los cuales deben conservar el mismo tirante. El
objeto del aro exterior es evitar que el agua dentro del aro interior se expanda en una zona de
penetración mayor que el área correspondiente; la capacidad de infiltración del suelo se determina
a partir de la cantidad de agua que hay que agregar al aro interior para mantener su tirante constante.
El segundo tipo consiste en un tubo que se introduce en el suelo hasta una profundidad igual a la
que penetra el agua durante la medición lo que evita que el agua se expanda, en este caso se mide
el agua que se le agrega para mantener el nivel constante.
Aunque estos aparatos proporcionan un método simple y directo para determinar la cantidad de agua
que absorbe el suelo con estas condiciones, sólo se considera la influencia del uso del suelo,
vegetación y algunas variables físicas. Esta forma de medir la infiltración puede cambiar con respecto
a la real porque no toma en cuenta el efecto que producen las gotas de lluvia sobre el suelo, como
son la compactación y el lavado de finos. Por otra parte, tampoco considera el efecto del aire
entrampado, el cual se escapa lateralmente; además, es imposible hincar los aros o el tubo sin alterar
las condiciones del suelo cerca de su frontera, pudiendo ser afectado un porcentaje apreciable del
área de prueba ya que ésta es muy pequeña.
El área que estos simuladores cubre varía generalmente entre 0.1 y 40 m 2. En estos aparatos la
capacidad de infiltración se deduce midiendo el escurrimiento superficial resultante de una lluvia
uniforme. Existen diversos tipos de infiltrómetros de esta clase, dependiendo del sistema generador
de lluvia y la forma de recoger el escurrimiento superficial del área en estudio.
Æ = (1 / Ac) Vi Ai
Donde:
Æ = capacidad de infiltración media de la cuenca (m/s)
Ac = área total de la cuenca (m 2)
Vi = velocidad de infiltración obtenida con el infiltrómetro (m/s)
Ai = área con características similares a las del punto donde se midió Vi (m2)
Los métodos que permiten calcular la infiltración en una cuenca para una cierta tormenta, requieren
del hietograma de la precipitación media y de su correspondiente hidrograma. Esto implica que
en la cuenca donde se requiere evaluar la infiltración se necesita, por lo menos un pluviógrafo y
una estación de aforo en su salida. En caso de contar únicamente con estaciones pluviométricas
sólo se podrán hacer análisis diarios.
Se considera que:
P=Q+F
Donde:
P = Volumen de precipitación (m 3)
Q = Volumen de escurrimiento directo (m 3)
F = Volumen de infiltración (m 3)
En esta ecuación se considera que F involucra las llamadas pérdidas que incluyen la intercepción
de agua por plantas y el almacenamiento en depresiones (techos de edificios, casas,
embalses) ya que no es factible medirlos; además, en esta forma se evalúa todo el escurrimiento
directo, que es de interés fundamental ya que permite determinar la cantidad de agua que escurre
con respecto a la que llueve.
Para obtener el índice ø se procede por tanteos suponiendo valores de él y deduciendo la lluvia en
exceso del hietograma de la tormenta. Cuando esta lluvia en exceso sea igual a la registrada por
el hidrograma, se conocerá el valor de ø.
= he
Donde:
Debe señalarse que como la lluvia varía con respecto al tiempo y el índice es constante, cuando la
variación de la lluvia en un cierto intervalo de tiempo sea menor que ø, se acepta que todo
lo llovido se infiltró. El problema se presenta cuando se desea evaluar el volumen de infiltración, ya
que si se evalúa a partir del índice ø se obtendrá por este hecho un volumen mayor que el real. Para
calcular el volumen de infiltración real, se aplica la siguiente ecuación:
F = ( hp - he ) A
Donde:
F = volumen de infiltración (m 3)
En la ecuación anterior hf debe dividirse entre el tiempo promedio en que ocurre la infiltración en toda
la cuenca.
En este criterio se acepta que la infiltración media se inicia cuando empieza la lluvia en exceso y
continúa durante un lapso después de que ésta termina. En este momento, si la tormenta cubre toda
el área, la infiltración continúa en forma de capacidad e irá disminuyendo conforme el área de
detección del escurrimiento disminuye. Horton considera que el periodo equivalente durante el cual
el mismo volumen de infiltración pasa, desde que la lluvia en exceso finaliza hasta que cesa el flujo
sobre tierra, se puede detectar al analizar el hidrograma correspondiente.
Según lo anterior, el tiempo promedio en el que ocurre la capacidad de infiltración se expresa como:
Donde:
t = duración de la infiltración (h)
de = duración de la lluvia en exceso (h)
Δ t = periodo desde que termina la lluvia en exceso hasta que seca el flujo sobre tierra (h)
f = hf / t
Donde:
hf = altura de infiltración media (mm)
t = duración de la infiltración (h)
Una vez conocido el valor de f para cada tormenta, se lleva a una gráfica en el punto de cada
periodo t. Al unir los puntos resultantes se obtiene la curva de capacidad de infiltración media.
Este criterio supone la disponibilidad de registros de lluvia suficientes para representar su distribución
satisfactoriamente, y que al menos uno de los registros se obtuvo a partir de un pluviógrafo. Esto
implica estimar que la distribución de lluvia registrada en el pluviógrafo sea representativa de la
distribución en toda la cuenca. Por otra parte, considera que el escurrimiento superficial es igual a la
diferencia entre la precipitación y la infiltración que ocurre durante el periodo de la lluvia en exceso;
o sea que se desprecia la infiltración antes y después de la lluvia en exceso. Entonces, el valor
de fa que se encuentra es tal que multiplicado por la duración de la lluvia en exceso y restado de la
lluvia total para el mismo periodo, proporciona el escurrimiento superficial total.
Lo anterior permite obtener gráficas de alturas de lluvias totales contra alturas de lluvia en exceso
para diferentes capacidades de infiltración media. Así, conocida la altura de precipitación media en
la cuenca para la tormenta en estudio, y su correspondiente altura de lluvia en exceso a partir
del hidrograma del escurrimiento directo es posible obtener su capacidad de infiltración media.
Este criterio es similar al del índice de infiltración media, sólo que ahora los tanteos se llevan a
gráficas que en el caso de tener una tormenta con una duración grande es muy conveniente, ya que
disminuye el tiempo de cálculo. Por otra parte, permite disponer de una gráfica que relaciona para
cualquier tormenta su lluvia en exceso, su lluvia total y su correspondiente capacidad de infiltración
media.
Coeficiente de escurrimiento
Como sólo una parte del volumen llovido en una cuenca escurre hasta su salida, al considerar la
expresión:
Q = Ce P
Donde:
Q = volumen de escurrimiento directo (m 3)
Ce = coeficiente de escurrimiento (%)
P = volumen de lluvia (m 3)
F=P-Q
Conviene recordar que en F están comprendidos desde pérdidas por retención superficial o
intercepción de la vegetación y su evaporación, hasta los volúmenes que constituyen recarga de
acuíferos una vez que se satisfizo la deficiencia de humedad del suelo.
donde S es un parámetro dado en las mismas unidades que hp (mm). De S se prueban distintos
valores hasta encontrar el que hace mínima la variancia del error en el cálculo de Ce. Conocido el
volumen de escurrimiento, por diferencia con el de precipitación se calcula el de infiltración.
Ejemplo: Calcular el índice de infiltración media ( ø) de una cuenca dada con los datos de
lluvia obtenidos en un pluviómetro, si se sabe que el área de la cuenca es de 200 km2 y tiene
un volumen de escurrimiento directo de 16 X 106 m3.
Procedimiento:
1) Se obtiene la lámina de escurrimiento a partir del volumen de escurrimiento directo (he = 80 mm)
2) Se propone el índice de infiltración media (ø) que se le resta a cada dato de lluvia, buscando que
la sumatoria sea igual a la lámina escurrida
3) Una vez igualada la sumatoria de las láminas escurridas (79.98 mm) con la lámina de
escurrimiento obtenida en el paso 1 (80 mm), se puede decir que se obtuvo el índice de infiltración
media (5.317 mm/h), el cual se puede graficar en el hietograma de la tormenta.
Bibliografía consultada
Aparicio Mijares F. J. 1999. Fundamentos de Hidrología de Superficie. Ed. Limusa. México. 303 p.
Custodio, E. y Llamas, M. R. 1996. Hidrología Subterránea. Ed. Omega. Barcelona. 2350 p.
Instituto Tecnológico de Sonora. 1985. Manual de apuntes de Hidrología Superficial. Cd. Obregón,
Sonora. 132 p.
BALANCE HIDROLOGICO
El agua, aunque se encuentra en un movimiento cíclico contínuo, es cuantificable y debido a los
requerimientos actuales del hombre, es necesario conocer con exactitud ese movimiento y definirlo,
para aprovechar de forma racional los recursos hídricos y que no se modifiquen de forma irreversible,
los componentes que intervienen en el ciclo del agua.
El balance hídrico tiene por objeto cuantificar los recursos y volúmenes de agua del ciclo hidrológico
de acuerdo con el axioma de Lavoisier: "nada se crea ni se destruye, sólo se transforma". Este
axioma en dinámica de fluidos se conoce como la Ecuación Continuidad. También permite establecer
relaciones entre las distintas variables hidrológicas.
El establecimiento del balance hídrico en una cuenca o en una región determinada permite obtener
información sobre:
El volumen anual de escurrimiento o excedentes.
El período en el que se produce el excedente y por tanto la infiltración o recarga del acuífero.
Período en el que se produce un déficit de agua o sequía y el cálculo de demanda de agua
para riego en ese período.
El establecimiento de un balance supone la medición de flujos de agua (caudales) y
almacenamientos de la misma (niveles). Se pueden establecer balances de
forma general, incluyendo aguas superficiales y subterráneas y parciales de sólo aguas
superficiales, de un acuífero, del agua del suelo, etc. En cualquier caso, a la hora de establecer el
balance se examinarán las entradas y las salidas al sistema analizado.
La propia idea de balance supone la medida independiente de los términos que intervienen en la
ecuación de balance. Como toda medida física, está sujeta a error, que, en algunos casos es grande
debido a diversas circunstancias. Por ello ha de actuarse con gran prudencia a la hora de obtener
datos del balance.
Por medio de las precipitaciones atmosféricas (P), llega agua a la superficie de la Tierra. Parte de
estas precipitaciones se evapora en contacto con el aire o es absorbida por las plantas y después
transpirada por las mismas, fenómenos que denominaremos de forma general
como evapotranspiración (E). El agua entonces sigue dos caminos: una parte fluye por la superficie
de la corteza terrestre y otra parte se infiltra en el terreno. El agua de infiltración aún puede ser
captada por el suelo y las plantas, sufriendo entonces fenómenos de evapotranspiración o puede
circular hipodérmicamente junto con las aguas que circulan en superficie, denominándose el
conjunto aguas de escurrimiento (R). La parte de agua infiltrada que alcanza una zona más profunda
constituye la verdadera agua de infiltración (I) que se junta con las aguas subterráneas alimentando
el acuífero.
La Ecuación de Continuidad se basa en que la diferencia que se produce entre las entradas y las
salidas de agua se traduce en el agua que queda almacenada.
Entradas - Salidas = Variación del Almacenamiento
La E se calcula mediante el balance hídrico o mediante fórmulas empíricas (de Coutagne, de Turc,
o de Makkink) o directamente mediante evapotranspirómetros. En cada caso, según el mecanismo
de recarga y descarga del acuífero en estudio y del intervalo de tiempo seleccionado para plantear
el balance, cada uno de los términos de la ecuación podrá o no aparecer. Por ejemplo, si se trata de
un acuífero limitado totalmente por fronteras impermeables, los términos Qte y Qts no aparecerán,
ya que no existe entrada ni salida por flujo subterráneo.
Si se trata de un solo acuífero que no tiene descarga por evapotranspiración ni por afloramientos,
los términos Qss y E serán suprimidos de la ecuación. Por otra parte, la ecuación de balance para
un mismo acuífero podrá variar de un intervalo de tiempo a otro. En todos los casos, es necesario
tener una idea más o menos clara del comportamiento del acuífero para plantear su ecuación de
balance.
El área utilizada para efectuar el balance de agua subterránea depende de varios factores: por una
parte, lo ideal sería efectuar el balance para todo el acuífero (valle, planicie) a fin de conocer su
potencialidad total; sin embargo, esto no siempre es posible, debido a que la aplicación del balance
requiere del conocimiento del comportamiento del acuífero observado en pozos los cuales no
siempre se encuentran distribuidos en toda el área, sino sólo en una porción de la misma. Por
consiguiente, en muchas ocasiones el área de balance tiene que limitarse al área con datos
disponibles.
El área de balance puede estar limitada por fronteras reales, geométricas e hidrológicas, tales como
afloramientos o masas de agua (mar, lagos, etc), y por fronteras virtuales, imaginarias.
Para realizar un balance hídrico lo principal es la adquisición de datos, por lo cual se requiere que
ésta se haga de la forma más precisa posible.
Se deben recoger datos de (Figura 1):
Precipitación (P): Se mide por la altura que alcanzaría sobre una superficie plana y
horizontal, antes de sufrir pérdidas. Para determinarla se usan los pluviómetros y la
unidad de precipitación es el milímetro de altura (1 mm).
Evapotranspiración (ET): Se determina mediante cálculos basados en la
temperatura y humedad de la atmósfera y del suelo.
Escurrimiento superficial o directo (ED): Se determina por aforos de cursos
fluviales.
Escurrimiento subterráneo o base (ES): Se calcula por diferencia, una vez
conocidos los demás términos del balance hídrico, o por cálculos y experiencias
basados en la porosidad y permeabilidad de diferentes rocas.