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Julio Anguita

E
STÁN hartos. Saturados de discursos y prácticas tram-
posas. Escandalizados de que tanto ladrón ilustre aca-
pare los flashes y las cabeceras de los informativos en
lugar de las crónicas de los juzgados de guardia.
Dolidos por causa de la sordidez de las políticas al uso, apa-
rentemente dictadas por esos inventos exculpatorios denomi-
nados mercados.
Atónitos ante la degradación y caricaturización de conceptos
como Justicia, Libertad o Democracia. Zaheridos por el per-
manente agravio que suponen el despilfarro de una minoría
frente a los esfuerzos infructuosos para supervivir, de una ma-
yoría.
Lúcidamente rebeldes ante una pasividad generalizada y ade-
más cultivada por la cultura oficial instalada en medios de co-
municación, el adocenado lenguaje político al uso y los peno-
sos discursos de tantos tenores huecos.
Se han lanzado a la calle y la siguen llenado sin complejos,
poniendo en evidencia a quienes debían y debíamos haberlas
llenado antes.

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Fuente: Socialismo 21
Creo que todavía no son plenamente conscientes del valor y
del ejemplo de su acción; no sé si han caído en la cuenta de lo
que apuntan, de lo que han empezado a entreabrir y orear. Tie-
nen la ingenuidad y la imprudencia de todos aquellos que se
han atrevido a decir que el rey está desnudo y que la farsa es
eso, una farsa.
Y lo hacen -a tenor de las declaraciones de sus portavoces- con
una finísima mezcla de sentido común, valentía moral y madu-
rez ciudadana que los hace casi únicos en este páramo berro-
queño en el que la Ética y los valores ni cotizan en bolsa ni
tampoco en las urnas. España siempre se parece a sí misma.
Por las trazas se deduce que ellos se suman con fuerza joven a
una minoría que siempre ha intentado acabar con esa miseria
de nuestra historia. Tienen vocación de mayoría cívica capaz
de desalojar de su aconchado caparazón a esa otra mayoría que
traga connivente y cómplice.
Los he acompañado por la calles de Córdoba el día 15 y me he
sentido de ellos. A mis años y con la hoja de servicios amarilla
de tiempo he sentido el impulso de intensificar ante mí y ante
los míos, mi nunca abandonada lucha.
Son los nuestros; y esta expresión quiere poner especial énfa-
sis en la acepción de pertenencia que el posesivo conlleva; son
los nuestros porque les pertenecemos. Son los nuestros porque
rezuman aquella voluntad de cambio que otrora dio sentido a
nuestra apuesta política.
Lo han dejado claro, son apartidistas pero no apolíticos. Gra-
cias compañeros y compañeras por esa decencia y sabiduría
que por desgracia sólo están al alcance de vosotros y unos po-
cos más.
Creo, como comunista organizado, que nuestra militancia co-
munista exige de nosotros y a título personal, enrolarnos,
comprometernos y engrosar sus filas sin más soldada ni re-
compensa que la gratificante sensación de que volvemos de
nuevo a galopar hacia Utopía; o lo que es lo mismo hacia la
honestidad, la justicia, la igualdad y el lenguaje limpio y veraz
al servicio de la comunicación de ideas.
Cuando acabe el coro de grillos en el que el bipartidismo y
adheridos han transformado la campaña electoral y asistamos
al rigodón de pactos, repactos y contrapactos, no olvidemos
que ya hay quien nos mira limpia y organizadamente; ya hay
quien nos va a demandar algo más que lo políticamente correc-
to para hoy y hambre para mañana.
Los mejores editoriales, las más incisivas crónicas, los más
claros análisis y los juicios más justos no se hacen ahora en los
medios (casi siempre mediatizados) sino en las calles y plazas
de España.
Demostremos que Democracia es mucho más que el rito cua-
trienalmente repetido. ■

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