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Capítulo VIII

Álvaro García Linera

Se sabe que Álvaro García Linera (1962- ) comenzó a desarrollar su conciencia indianista en la
adolescencia, probablemente desde que en 1979 le tocó ser testigo de un bloqueo aymara en La
Paz, organizado por la recién creada Confederación Sindical Única de Trabajadores
Campesinos de Bolivia (CSUTCB). No mucho después, en 1981, abandonaba Bolivia con
rumbo a México, país en el cual vivió en calidad de estudiante durante cuatro años. Cursó
matemáticas en la Universidad Autónoma de México, se emparejó con la mexicana Raquel
Gutiérrez (1962- ), como él estudiante de matemáticas y posteriormente una socióloga,
antropóloga, etnóloga y activista revolucionaria de trayectoria más que estimable, y continuó y
amplió su interés en la problemática indígena al ponerse en contacto con la ubérrima realidad
étnica del país de su acogida al mismo tiempo que entablaba relaciones con miembros de la
guerrilla salvadoreña de la Fuerzas Populares de Liberación (FPL, una facción de Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional, FLMN). Esto además de haberse enterado, también
en México, de la resistencia sandinista a la ofensiva de los “contra”, los que pertrechados por
Estados Unidos asolaban Nicaragua por esas mismas fechas, tanto como de los terribles
sucesos en Guatemala a fines de los setenta y principios de los ochenta, en los cuales el
gobierno de Estados Unidos tuvo asimismo una participación aberrante. En simultáneo, y por
cuenta propia, aquel joven García Linera estaba haciendo lecturas de filosofía (Kant, Hegel) y,
especialmente, de Marx. Las dos líneas mayores de su vida y pensamiento se articulan así
desde temprano: la cuestión indígena, por una parte, la boliviana y la latinoamericana at large,
y por otra, el marxismo o, más precisamente, la conexión posible o imposible entre indianismo
y marxismo como el fundamento teórico para una actuación política eficaz.

En el lado de las rebeldías indígenas y campesinas, Bolivia (y, en general, el área


andina de Latinoamérica) contaba ya, por supuesto, con una historia larga y noble, que los
especialistas suelen retrotraer al siglo XVI, a la rebelión contra los españoles del último inca
Tupaj Amaru en Willkapampa así como al movimiento que en ese mismo siglo, “con el
nombre de Taki Oncoy o ‘enfermedad del canto’”, pretendía “por una parte, afirmar la
vigencia de los antiguos dioses y, por otra, incitar al rechazo de todo aquello que identificaba
el mundo espiritual y material del conquistador”, como nos instruyen Ostria y Henríquez1.

De ahí en adelante, podría decirse que nunca existió una paz estable entre los indios y
quienes los dominaban, los españoles primero y los criollos después. Nuevos levantamientos
se produjeron en los siglos XVII y XVIII y también durante la República decimonónica,
animados todos por un deseo incontenible de emancipación. Pero en el período
contemporáneo, es decir desde la Revolución de 1952, esa rebeldía indígena se vio opacada
por el vanguardismo minero y obrero, puesto este de manifiesto sobre todo a través de las
actividades de la Central Obrera Boliviana (COB). Vanguardismo minero y obrero que sin
embargo no duró, ya que en la década del setenta revelaba signos claros de agotamiento. La
minería del estaño, que había enriquecido a muy pocos y esclavizado a muchísimos, estaba

1
Mauricio Ostria González y Patricia Henríquez Puentes. “Arguedas y el Taki Onqoy”. Atenea, 513 (2016), 74.
2

dejando de ser una exportación rentable y tampoco el desarrollo industrial del país era lo
suficientemente grande como para sostener una presencia y una incidencia gravitante del
proletariado en la política nacional. Escribe Edwin Cruz Rodríguez:

la transición a la democracia creció el voto por la izquierda y ello permitió que la UDP
llegara al poder (1982-1985 [Unión Democrática y Popular, la coalición del
Movimiento Nacionalista Revolucionario de izquierda, el Partido Comunista y el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que estuvo por detrás de la presidencia de
Hernán Siles Suazo 1913-1996]). Sin embargo, con el fracaso de este gobierno, la
izquierda perdió credibilidad y dejó el camino abierto para la implementación del
modelo neoliberal con Paz Estenssoro y Sánchez de Lozada. El vanguardismo de la
COB, determinante en las luchas sociales desde 1952, entró en crisis. La COB se opuso
a las políticas neoliberales luego de la promulgación del Decreto Supremo 21060 y fue
duramente reprimida, con el despido masivo de trabajadores mineros. El sindicalismo
entró en crisis como forma de organización y articulador de los sectores populares
alrededor de demandas socioeconómicas. Cedió en favor del surgimiento de comités
regionales, juntas vecinales, organizaciones de mujeres, movimientos ecologistas y
organizaciones indígenas, y continuó operando desde una perspectiva clasista que
enfatiza en las demandas económicas y tiene dificultades para representar las
reivindicaciones de estos nuevos actores, lo cual posibilitó el fortalecimiento de las
identidades étnicas2.

Es en este marco que se empieza a producir en Bolivia una reactivación indígena y


campesina, inspirada sobre todo en el pensamiento del autoctonista Fausto Reinaga (1906-
1993), cuyas ideas estudió María Elena Oliva con rigor, y que fue quien distinguió entre el
indianismo, que para él era el movimiento indio, y el indigenismo, para él un movimiento
mestizo 3. Más que cualquier otro grupo, esta reactivación indígena y campesina la van a hacer
suya los autodenominados kataristas (por Tupaj Katari, líder aymara de una rebelión armada
entre 1781 y 1783). En un texto de 2005, el propio García Linera retrotrae los orígenes del
katarismo a la década del sesenta, que es cuando surge entre los indígenas bolivianos “un
discurso de denuncia e interpelatorio que, asentado en la revisión de la historia, reprocha la
imposibilidad de cumplir los compromisos de ciudadanía, de mestizaje, de igualación política
y cultural, con la cual el nacionalismo se acercó al mundo indígena campesino después de

2
Edwin Cruz Rodríguez. Movimientos, indígenas, identidad y nación en Ecuador y Bolivia. Una genealogía del
Estado plurinacional. Ediciones Abya-Yala. Quito, 2012, p. 122.
3
“… propone una diferencia conceptual entre indio e indígena. Para el autor, indígena es un concepto que designa
a los que nacen en una región u otra, pero como tal no es un concepto imparcial, tiene una carga valórica, pues
están los ‘hombres’, los blancos europeos y yanquis, y los indígenas o ‘naturales’ de África, Asia y América.
Reinaga tempranamente introduce una historización al concepto de indígena, entregándole una configuración
temporal y espacial, es decir, lo comprende como un concepto que cambia en el tiempo, según el lugar y que está
dado por relaciones de poder. El concepto de indio, en tanto, también es aprehendido por Reinaga en un sentido
histórico; él asume que se trata de un concepto resultante de una denominación colonial y racista, pero sostiene
que en esta noción está la unión política que los indios requieren para su liberación”. María Elena Oliva. La
negritud, el indianismo y sus intelectuales: Aimé Césaire y Fausto Reinaga. Santiago de Chile. Universitaria,
2014, p. 124. El subrayado es mío, G.R.
3

1952”4. Y agrega García Linera en ese mismo texto que por detrás de todo ello no era difícil
descubrir la impronta de “una intelectualidad aimara emigrante, temporal o permanente, que
accede a procesos de escolarización superior y vida urbana, pero manteniendo aún vínculos
con las comunidades rurales y sus sistemas de autoridad sindical”. El resultado de los
esfuerzos de esos intelectuales indígenas fue una “reinvención de la indianidad, pero ya no
como estigma, sino como sujeto de emancipación, como designio histórico, como proyecto
político”5.

Pero el katarismo se quebró en los setenta, dividiéndose en 1978 entre el Movimiento


Revolucionario Túpac Katari (MRTK) y el Movimiento Indio Túpac Katari (MITKA). Con la
fundación en 1979 de la CSUTCB, en el Primer Congreso de Unidad Campesina, cuya primera
salida a la calle impacta como dije al comienzo al adolescente García Linera, se liman
asperezas, aun cuando la disputa se mantiene viva, solo que esta vez librándose al interior de la
CSUTCB entre “dos orientaciones: una más cercana a la izquierda tradicional [clasista y
sindicalista] y la otra más cercana al Katarismo [indianista]”6. Convergen estas dos
“orientaciones” en el II Congreso de la CSUTCB, en el 83. En lo sucesivo, algunos miembros
de ambas corrientes en pugna participan, de diferentes maneras y con grados diferentes de
compromiso, en programas de gobierno así como también en las elecciones de representantes
al congreso. Es un tiempo de “rápido amansamiento de los discursos de identidad a los
parámetros emitidos por el Estado liberal, de desorganización social y de escasa movilización
de masas indígenas”, según lo describe García Linera7. Un caso extremo durante este período
pudiera ser el de Víctor Hugo Cárdenas (1951- ), vicepresidente en el primer gobierno del
neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada, entre 1993 y 1997. No creo yo que haya que
considerar a Cárdenas, sin embargo, como un político trepador y nada más, como un
oportunista sin escrúpulos, sino como un individuo que pensó honestamente, él y quienes lo
apoyaban, que con esos gobiernos neoliberales se conseguirían reformas valiosas en beneficio
de la población indígena del país8.

Un desprendimiento katarista de izquierda declarada había aparecido no obstante ya en


1989, me refiero ahora al Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK). En su fundación
concurrieron Felipe Quispe Huanca (1942- ), antiguo miembro del MITKA y para entonces a

4
Álvaro García Linera. “Indianismo y marxismo. El desencuentro de dos razones revolucionarias” en Revista
Donataria, 2 (2005); reproducido en Álvaro García Linera. La potencia plebeya. Acción colectiva e identidades
indígenas, obreras y populares en Bolivia. Antología. Pablo Stefanoni, ed. México, D. F.
 Siglo XXI; Buenos
Aires. CLACSO, 2015, p. x
5
Para este tema, recomiendo: Claudia Zapata Silva. Intelectuales indígenas en Ecuador, Bolivia y Chile.
Diferencia, colonialismo y anticolonialismo. Quito. AbyaYala, 2013.
6
Cruz Rodríguez. Movimientos indígenas…, 124.
7
García Linera. “Indianismo y marxismo…”, 485-486.
8
Promovió Cárdenas, por ejemplo, el reconocimiento del carácter multiétnico y multicultural de Bolivia en la
Constitución de 1994. Tubo también influencia en la aprobación de leyes que favorecían a los indígenas política,
económica y culturalmente. Entre estas, el reconocimiento de la personería jurídica de las comunidades, de sus
títulos territoriales y de cierta autonomía, además de abogar por la asignación de recursos públicos a los
municipios rurales y por la implementación de la educación intercultural bilingüe en el país.
4

la cabeza de la Ofensiva Roja de los Ayllus Tupakaratistas (ORAT) o Ayllus Rojos, entrenado
militarmente en Cuba y partidario de la lucha armada, y Álvaro García Linera, Raquel
Gutiérrez y algunos de sus compañeros, los que como ellos se habían formado en México y
habían regresado a Bolivia entre el 83 y el 84, creado entonces las Células Mineras de Base y
apostado también a una insurgencia con las armas en la mano. Se juntaban así, de nuevo, el
indianismo, esta vez el del indio Felipe Quispe, con el revolucionarismo marxista, mestizo
pero pro indígena de García Linera y sus camaradas. Agréguese a ello la campaña del líder
cocalero Evo Morales en Cochabamba, a todo vapor a partir de la dictación de la ley 1.008, de
Víctor Paz Estensoro, la de 1988, que prohibía el cultivo de la coca, y el avance gradual de esa
propuesta rebelde, que con mucha rapidez iba “irradiando” hacia sectores sociales no
indígenas, y se tendrá un cuadro a grandes rasgos de la coyuntura.

Coincidentes en la necesidad de la lucha armada, los dos sectores del EGTK iniciaron
sus acciones guerrilleras en 1991. El cometido insurrecto no duró, sin embargo, ya que
empezaron a ser capturados pocos meses después. García Linera y su gente caen en abril del
92, Quispe y la suya en agosto. Fueron cinco años de cárcel, muy duros en los comienzos
(varios de ellos fueron sometidos a tortura, Raquel Gutiérrez intentó suicidarse y existen un
testimonio del propio García Linera al respecto) y posteriormente menos restrictivos,
relajándose en la última etapa hasta el punto de que la autoridad carcelaria les permitió recibir
libros, estudiar, escribir e inclusive publicar. Salen en 1997 y hacen de inmediato un balance
de la derrota, el que pondrá el acento en el voluntarismo: su énfasis militar excesivo, según la
autocrítica de García Linera, y la inmadurez y los inconvenientes de la participación mestiza,
según la de Felipe Quispe. Se produce a consecuencia de ello un paulatino alejamiento entre el
universalismo de García Linera y el autoctonismo de Quispe, sobre todo después que en 2001
éste funda el Movimiento Indio Pachakutik.

García Linera empieza por su parte a ganarse la vida dando clases de sociología en la
Universidad Mayor de San Andrés, organiza ahí mismo el grupo de estudios Comuna con sus
compañeros de siempre (Raquel Gutiérrez, Raúl Prada, Luis Tapia), logra una pintoresca
notoriedad como intelectual opinante en los medios de comunicación y empieza a sentirse cada
vez más próximo a la figura y el discurso de Morales. Lo demás es historia: la revuelta de
Cochabamba en el 2000 (la “Guerra del agua”), que tiene en Morales a uno de sus
protagonistas y quien abrirá muy pronto, según García Linera, “la posibilidad de un espacio de
comunicación y enriquecimiento mutuo entre indianismos y marxismos”9, una gran
movilización ese mismo año de Felipe Quispe en La Paz, luego la de El Alto en el 2003 (la
“Guerra del gas”), hasta la invitación que en 2005 le hace Evo a García Linera para que se
integre en calidad de candidato a la vicepresidencia en la fórmula con que gana la elección
presidencial de diciembre de 2005. Era esa una invitación que significaba, muy concretamente,
la incorporación mestiza y marxista-crítica en un acuerdo que hegemonizaban los indígenas y
que se canaliza a través del Movimiento al Socialismo (MAS). Consecuentemente, significaba
también la ruptura definitiva de García Linera con el indianismo radical de Quispe.

De la panorámica que yo acabo de pergeñar se puede sacar en limpio la existencia en el


campo político e ideológico boliviano, particularmente desde el debilitamiento de la opción
proletaria, de un triángulo de tendencias, conformado por el neoliberalismo en un ángulo, y el

9
“Indianismo y marxismo…”, x
5

marxismo y el autoctonismo indianista en los otros dos, estos últimos combatiendo al


neoliberalismo ambos (aunque no siempre, ya que hay ejemplos en contrario, como el de
Víctor Hugo Cárdenas, que yo anoté oportunamente), al mismo tiempo que descartaban a
veces y en otras trataban de conseguir algún tipo de entendimiento entre ellos.

García Linera es uno de los que buscó, como se ha visto, el entendimiento, tanto en la
práctica, a través de su complicado acuerdo con Quispe, como en la teoría, mediante un
estudio de los textos antropológicos de Marx. Confieso que yo no sé de otro intelectual
latinoamericano que haya rastreado en Marx con más ahínco (no falta quien diga que
maniáticamente) la hebra con la cual podrían conjugarse socialismo e indianismo. En sus
lecturas tempranas, las que hizo en México, así como en las posteriores, las de los cinco años
de cárcel y después, ese fue sin duda su problema central. Aliviar al marxismo de los
obstáculos teóricos que desde allí podían ponérsele a un entendimiento de los socialistas
blancos y mestizos con las demandas de los indios y aliviar a los indios de su desconfianza
para con los socialistas blancos y mestizos. O, si es que lo miramos por el lado optimista,
potenciar todo cuanto existe en el socialismo marxista de identificación con los explotados y
los oprimidos y relevando simultáneamente todo lo que en hay en estos últimos de
universalismo solidario y espíritu de combate.

En una entrevista con Pablo Stefanoni, Franklin Ramírez y Maristella Svampa, García
Linera cuenta en qué consistió su rastreo de Marx:

comienza una obsesión, que mantuve durante diez años, de rastrear aquello que había
dicho Marx sobre el tema [étnico]. Comenzamos entonces a escudriñar los cuadernos,
los textos de Marx sobre los “pueblos sin historia” del año ‘48 y los trabajos de Engels,
pero también empezamos a revisar la lectura de los Grundrisse, así como también los
textos sobre la India, sobre China, luego las cartas a Vera Zasúlich, y luego los
manuscritos etnológicos, y también los otros manuscritos, inéditos, que están en
Ámsterdam. Viajamos hasta allá a buscar un conjunto de cuadernos que ahí existen
sobre América Latina; hay unos ocho o diez cuadernos de Marx sobre América Latina.
Comienza una obsesión, con distintas variantes, a fin de encontrar el hilo conductor
sobre esa temática indígena desde el marxismo, y creyendo que era posible que el
marxismo pudiera dar cuenta de la fuerza de tal dimensión, del contenido y del
potencial de la demanda étnico-nacional de los pueblos indígenas10.

En sí mismo, el problema no tenía nada de nuevo. Tampoco sus consecuencias


prácticas, o sea las relativas a la construcción de una estrategia y una táctica para la lucha
emancipadora en un país como Bolivia y en el cambio de siglo. Era un problema que venía de
atrás, que había sido uno de los núcleos de preocupación para José Carlos Mariátegui en el
Perú de la década del veinte y que ahora reaparecía en un país dentro del cual, como en el Perú
del Amauta, la mayoría de la población era indígena y, por lo tanto, carecía de sentido hablar
de una vanguardia proletaria acaparando para sí el entero liderazgo del proceso revolucionario.
Esas fueron también las dificultades que Mariátegui tuvo con los funcionarios de la III

10
Pablo Stefanoni, Franklin Ramírez y Maristella Svampa. Las vías de la emancipación. Conversaciones con
Álvaro García Linera. México. Ocean Sur, 2009, p. x.
6

Internacional y a ello se debe que el informe que sobre este asunto envió a la Primera
Conferencia Comunista Latinoamericana, la de 1929 en Buenos Aires, haya sido rechazado.
Recuerdo aquí algunas de sus frases:

Las “comunidades” que han demostrado bajo la opresión más dura condiciones de
resistencia y persistencia realmente asombrosas, representan en el Perú un factor
natural de socialización de la tierra. El indio tiene arraigados hábitos de cooperación.
Aun cuando de la propiedad comunitaria se pasa a la apropiación individual y no sólo
en la Sierra sino también en la Costa, donde un mayor mestizaje actúa contra las
costumbres indígenas, la cooperación se mantiene, las labores pesadas se hacen en
común. La “comunidad” puede transformarse en cooperativa, con mínimo esfuerzo
[…] Únicamente la lucha de las indios, proletarios y campesinos, en estrecha alianza
con el proletariado mestizo y blanco contra el régimen feudal y capitalista, pueden
permitir el libre desenvolvimiento de las características raciales indias (y especialmente
de las instituciones de tendencias colectivistas) y podrá crear la ligazón entre los indios
de diferentes países, por encima de las fronteras actuales que dividen antiguas
entidades raciales, conduciéndolas a la autonomía política de su raza11.

Era un argumento razonable, pero heterodoxo, y que le acarreó a Mariátegui su


crucifixión por parte de la III Internacional. Los ataques se multiplicaron y las palabras del
Amauta fueron desoídas o tergiversadas durante treinta años12. Sólo con el ingreso en el campo
político latinoamericano de una nueva izquierda, con posterioridad al estallido de la
Revolución Cubana, su voz volvió a escucharse sin los recortes o acomodos de que venía
padeciendo hasta ese entonces. Si bien García Linera se refiere a Mariátegui sólo de pasada, lo
hace respetuosa y contundentemente.

La comprensión marxista del papel anticapitalista de las luchas de las masas


trabajadoras del campo en América Latina, tiene en José Carlos Mariátegui un
excepcional y aislado defensor. Reconociendo la existencia de “socialismo práctico en
la agricultura y la vida indígena” y que por tanto, “las comunidades representan un
factor natural de socialización de la tierra”, señaló la necesidad de la Revolución
Socialista plena en el Perú, dirigida por el proletariado y apoyada en las “tradiciones
más antiguas y sólidas” existentes en la comunidad […] La lucidez revolucionaria del
pensamiento mariateguista cobra mayor dimensión no sólo porque no conoció varios de
los manuscritos de Marx que apuntalan más firmemente esta posición (Carta a Vera
Zusúlich, Cuadernos etnológicos, etc.), sino también porque fueron formuladas en
contra de la corriente reaccionaria y proburguesa que se impuso plenamente en la III
Internacional después de la muerte de Lenin13.

11
José Carlos Mariátegui. “El problema de las razas en América Latina” en Textos básicos. Aníbal Quijano, ed.
Lima, México, Madrid. Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 253-254 y 257.
12
Para los detalles, véase el capítulo sobre José Carlos Mariátegui en el tomo tercero de esta trilogía, dedicado a
la segunda modernidad latinoamericana.
13
Álvaro García Linera. Introducción al Cuaderno Kovalevsky de Karl Marx. La Paz. Ofensiva Roja, 1989;
recogido en García Linera. La potencia plebeya..., 49.
7

Las motivaciones de García Linera son similares a las de Mariátegui, similar el camino
que escoge para convertirlas en propuestas y acciones concretas y similares sus polémicas con
la izquierda, la boliviana en su caso. Las grandes diferencias están en los recursos y en el
orden de precedencia en lo concerniente a la vanguardia del proceso revolucionario. García
Linera pudo, como él mismo lo señala, leer e interpretar textos marxistas que en la época de
Mariátegui o no se conocían o se guardaban en oscuras bibliotecas europeas de un acceso
prácticamente inalcanzable. En cuanto a Mariátegui, resulta claro que su indigenismo, aunque
no excluya la participación del indio en la conducción del proceso la secundariza. Piensa el
Amauta más bien en una incorporación del pueblo indígena en una lucha que va a estar
dirigida por el proletariado si bien contando con una contribución efectiva de la cultura y la
experiencia indígenas, para el combate tanto como para la fragua de la conciencia colectiva
que debiera acompañar su victoria (aprovechando su socialismo “natural”, debido a sus
“hábitos de cooperación”, a los que se refiere la cita de arriba). Para García Linera, en cambio,
se trata no sólo de contribuir sino de liderar.

¿Cuáles fueron los resultados de la pesquisa marxista del boliviano? En la ya citada


Introducción al Cuaderno Kovalevsky de Karl Marx, de 1989, ellos están a la vista: un rescate
de la idea marxista de “comuna primordial”, una reconsideración de los conceptos de
propiedad y posesión en este mismo ámbito, la teoría acerca del por qué de la disolución
histórica de las comunidades y una concepción del “comunismo” como “comunitarismo”, es
decir como la reactivación futura de las comunidades pero con los hallazgos que sus
experiencias habrán ido añadiendo a lo largo del tiempo. Todo eso unido a un cuestionamiento
prioritario del “etapismo” como una precondición para las acciones revolucionarias así como
de su fundamento estalinista en una esquematización monolineal de la historia del mundo.
Pero, por sobre esos asuntos y de algunos más (la historia andina, por ejemplo, la del incario,
la colonial y la republicana cuyo estudio García Linera inicia entonces), aquello a lo que él
concede entonces su mayor atención es al “método” de Marx. En el que podría ser el párrafo
más significativo de ese libro, explica:

Lo importante de todo esto es la metodología usada por Marx al estudiar la historia de


los pueblos bajo formas de producción no capitalistas comunitarias, que lejos de
encajar la realidad en esquemas preestablecidos --como hacen los pseudomarxistas
locales--, lo que hace es desentrañar de esa realidad su conocimiento y su
caracterización. Y es en esa riqueza desde donde Marx va descifrando la
multilinealidad y diversidad de desarrollos históricos diferentes de Europa, América,
Asia y África, y ha de encontrar en ello las tendencias comunistas de esas sociedades
antiguas que, junto con las tendencias comunistas dentro del capitalismo, y
precisamente por ellas, abren la posibilidad y la necesidad de la Revolución Comunista
en el mundo14.

Es, como digo, el primer momento de su desarrollo intelectual, cuando García Linera
tiene apenas veintisiete años y, como Mariátegui cuatro décadas antes que él, anda en busca de
un socialismo que no sea ni “calco” ni “copia”. Vemos entonces que estudia y empieza a
producir así teoría no por un afán filosófico intransitivo sino para fundar en ella el trabajo

14
Ibid., 38.
8

político, en coincidencia con antepasados latinoamericanos suyos tan ilustres como son Martí,
Mariátegui y el Che. Como a Mariátegui y al Che, le interesa a García Linera el marxismo
pero, más precisamente todavía, el marxismo entendido como la teoría de la praxis socialista.
Siguiendo el consejo de la undécima tesis sobre Feurbach, quiere estudiar no sólo para
entender sino también para cambiar el mundo. Por eso es que su rastreo en los textos
antropológicos de Marx, además de ser una tentativa de fundar en ese Marx desconocido (o
conocido aún a medias) un pensamiento habilitado para darles respaldo a las acciones
emancipadoras del indianismo, es al mismo tiempo una tentativa de evaluación de la vigencia
del propio marxismo, de la vitalidad que en esos instantes, a fines del siglo XX y en los
albores del XXI, se le pueden asignar aún a las palabras del autor de El capital. García Linera
está al tanto de lo que ha sucedido en su país y en América Latina durante ese lapso y del papel
que en ello les ha cabido las distintas vertientes del marxismo, pero no puede menos que
percatarse al mismo tiempo de la grave enfermedad que por entonces hace presa de los
“socialismos reales” y que a no mucho andar será la causa de su defunción. No sólo eso, sino
que a lo que él aspira en este último sentido es a detectar las causas, y por lo mismo evitar las
consecuencias, del morbo fatídico. No entonces al estalinismo, pero no también al trotskismo y
al foquismo guevarista. O, lo que es igual, no al marxismo del siglo XX. Se trataba, para él,
durante esta etapa en que escarba en los papeles de Marx sobre las “otras” culturas, de dar con
un marxismo de y para el siglo XXI pero haciéndolo desde adentro del propio marxismo.

En la etapa que sigue, García Linera escribe el que él mismo considera el más
trabajado de sus libros y que sigue repercutiendo en su obra hasta hoy: Forma valor y forma
comunidad de los procesos de trabajo. Aproximación teórica-abstracta a los fundamentos
civilizatorios que preceden al ayllu universal. Concluido en mayo de 1994, en la prisión de
Chonchocoro, lo conforman trescientas y tantas páginas de prosa densa, a trechos
defectuosamente escritas, con seguridad debido a las circunstancias en que ellas se
borronearon, en las que se intenta responder a una pregunta que “recorre el mundo hace más
de 150 años”15. La primera página de la introducción de 1995, que yo acabo de citar y que
firman García Linera y Raquel Gutiérrez, establece los parámetros de esa pregunta:

En síntesis, lo que nos preguntamos es: ¿cómo construir la autodeterminación general


de la sociedad de hombres y mujeres concretos siendo que, por un lado, está visto que
los ámbitos de acción autónoma de los individuos hasta ahora sólo alcanzan una
dimensión local, grupal, restringida, sin llegar a conformar una estructura de orden
realmente social, mientras que, por otro lado, el espacio social de la no-
autodeterminación no sólo es monstruosamente poderoso por los recursos que posee,
sino que ante todo porque él sí se halla definido (y por tanto es el único que en el fondo
nos define a unos en relación con los demás) como social, como social-universal, que
es la forma contemporánea de la existencia de lo social? ¿Cómo superar esa frustrante
impotencia que devora a diario la actividad vital y creativa transformadora de cientos
de miles de hombres y mujeres que conquistan espacios locales de autonomía pero que
con el tiempo ven cómo su obra es devorada por el apabullante poderío de la totalidad

15
Álvaro García Linera y Raquel Gutiérrez. “A manera de introducción” [versión abreviada de la introducción de
1995] en Álvaro García Linera. Qhananchiri. Forma valor y forma comunidad. Aproximación teórica-abstracta
a los fundamentos civilizatorios que preceden al ayllu universal. Quito. IAEN. Instituto de Altos Estudios
Nacionales del Ecuador y Traficantes de Sueños, 2015, p. 43.
9

maquinal no autodeterminativa del poder del capital, suplantando lo más exquisito y


noble de la pasión humana? ¿Es que realmente hay posibilidades de emanciparse de la
generalidad (o totalidad social) no autodeterminativa a partir del avance de los
pequeños espacios locales de autonomía a que está condenada hoy día la acción vital
humana, sabiendo que nunca se forma un todo sumando linealmente las partes?16.

Resolver el problema de la emancipación de los que han sido o son capaces de


conquistar “pequeños espacios locales de autonomía”, pero que los pierden indefectiblemente
al enfrentarse con un enemigo monstruosamente más poderoso que ellos y que no es otro que
el capitalismo en su reconfiguración contemporánea, es el desafío que se autoimpone el autor
de Forma valor y forma comunidad de los procesos de trabajo... Y, lo que también es digno de
anotarse, habiendo puesto él a ese desafío en un discurso filosófico que confronta lo general a
lo particular, la totalidad con sus partes, preguntándose por la fortaleza potencial que tienen
estas últimas para escapar a las garras de la dominación.

La reflexión de García Linera en Forma valor y forma comunidad de los procesos de


trabajo... adopta de este modo la forma de una relectura a fondo de Marx, junto con la
movilización de una cantidad sustancial de bibliografía primaria y secundaria sobre el
funcionamiento de las sociedades precapitalistas, en particular sobre aquellas existentes en el
área andina durante los períodos precolonial y colonial (Guamán Poma, el Inca Garcilaso o las
lecciones de John Murra, son algunas de sus muchas fuentes esenciales), pero todo ello no con
el fin de engolosinarse en una descripción de lo singular, sino, es lo que promete el título del
libro, de producir un modelo “teórico-abstracto” de la actualidad en ambos casos.

La premisa doble es que el advenimiento del capitalismo fue la causa, en el sentido


etimológico del término, de la “perversión” de las sociedades precapitalistas y que la clave del
futuro consiste en la recuperación actualizada de esas sociedades en un “ayllu universal”, pero
desde el adentro de un capitalismo al que aquí se caracteriza como la forma contemporánea de
lo social-universal y que al serlo “nos define a unos en relación con los demás”. O, lo que no
es sino otra manera de ponerlo, aprovechando “las potencialidades contemporáneas de estas
formas de sociedad comunal, para convertirse en ‘punto de partida’ y fuerza directa para la
supresión del sistema capitalista mundial y la reconstrucción, en condiciones nuevas y
superiores, de la comunidad primaria ancestral convertida ahora en una de carácter
universal”17. Era como escuchar de nuevo la voz de Mariátegui pero esta vez magnificada,
ampliada hasta el confín de lo que era imaginable en tiempos del Amauta. García Linera no ha
renunciado al marxismo ni a la dialéctica que presupone la existencia al interior el capitalismo
de su antítesis, pero junto con ello reivindica, ahora de una manera clara y programática, el
valor determinante del aporte de las civilizaciones indígenas para el edificio de la sociedad
mundial del futuro.

De aquí la división de este libro en dos partes, una sobre el capitalismo, que incluye la
relectura que García Linera hace de Marx, básicamente de El capital) a partir de la oposición
entre el valor de uso, “en su calidad consuntiva”, con variadas posibilidades de realización, y

16
Ibid.
17
Ibid., 238.
10

el mismo en la “forma valor”, o sea en la “subsunción formal del trabajo al capital”18. Por eso,
el trabajo humano, que es “El impulso íntimo y realizador del ser del hombre, la objetivación
del desarrollo de la transformación de la naturaleza y de sí mismo aparece como desarrollo
absoluto del capital. No es que lo sea, sino que existe subsumido en el desarrollo del capital.
Sólo se da y se le presenta al hombre como fuerza productiva del capital”19. La otra parte es la
que se ocupa de las comunidades precapitalistas y estas están descritas “como lo no capital,
como el reverso del capitalismo”20.

Con esto queda en evidencia que García Linera no se ha desviado en Forma valor y
forma comunidad de los procesos de trabajo… de su agenda previa marxista, aunque también
sea cierto que la ha profundizado, sistematizado y perfeccionado. El rechazo a la ordenación
monolineal de la historia del mundo y, por consiguiente, a la estrategia de acción etapista de
los partidos comunistas pro soviéticos sigue contribuyendo con el trasfondo polémico de su
crítica:

La riquísima realidad viva de nuestras sociedades agrarias fue salvajemente reducida a


descabellados “feudos” y extraños “esclavismos” salpicados de forzados “comunismos
estatalistas”, cuyo único fin era justificar la inevitabilidad “progresista” del
“capitalismo puro”. Y toda esta empresa no venía de la mano de nefastos oligarcas,
sino de “extremistas marxistas” que querían ver así diluida de una buena vez la llamada
“barbarie” agraria que tantas dificultades les causaba a la hora de la redacción de sus
“radicales” programas capitalizantes21.

Con todo, el máximo esfuerzo de García Linera en este tramo de su trayectoria


intelectual consiste en la construcción de un modelo de comprensión teórica, a la manera de
Marx en El capital, de las dos realidades que estudia. Para ser más preciso y continuando
también en esto a Marx, su esfuerzo consiste en construir una “metodología” de análisis, pero
derivándola de un entendimiento teórico previo de las realidades capitalista y agraria que
examina, un entendimiento que evite la estereotipificación, que no encaje a esas realidades en
esquemas preestablecidos, sino que desentrañe de ellas mismas su conocimiento y su forma,
según él había detectado en su opúsculo del 89 que lo hacía el propio Marx.
Epistemológicamente, de lo que se trataba era de construir un objeto de conocimiento, un
constructo abstracto por consiguiente, pero basado en la observación de las peculiaridades de
la realidad histórica concreta.

No se ha olvidado pues García Linera de aquel Marx que en unos textos más o menos
recónditos estudiaba las formaciones precapitalistas con propósitos teóricos, sino que procura
imitarlo, continuarlo y aun, si es que cabe, mejorarlo. La meta última: desarrollar y convertir a
la forma comunitaria “en ‘punto de partida directo’ de la construcción de un nuevo sistema de

18
Ibid., 140.
19
Ibid., 150.
20
Ibid.
21
Ibid., 233.
11

organización social fundado en la producción y la apropiación comunitaria-universal”:

Esta nueva forma de producción hacia la que la sociedad contemporánea también se


encamina como posibilidad de superación de sus desgarramientos es al mismo tiempo
superación, tanto de las conflictividades y divisiones internas que deterioran en la
actualidad a la comunidad, como de las fuerzas externas capitalistas que por todas
partes la agobian y la destruyen. Esta monumental obra de reconstrucción de la
comunidad ancestral en una [citando a Marx] “forma superior del tipo arcaico” hoy en
día se hace posible gracias a las contrafinalidades que hace brotar el mismo régimen
que busca aniquilar las formas comunales: el capitalismo como sistema mundial22.

El carácter mundial del capitalismo, el que Marx y Engels anticiparon en el Manifiesto


Comunista, reaparece así en un García Linera que ha hecho la crítica de por lo menos la
vulgata del “materialismo histórico” y que tiene delante suyo el fenómeno de la globalización,
a la que, apoyándose seguramente en el Immanuel Wallerstein de El moderno sistema
mundial, él percibe como la fase más reciente en la serie de las expansiones históricas del
capitalismo. La relectura que él y su equipo hacen del Manifiesto comunista, en un texto de
1999, insiste en ello23. Extraen de ese texto clásico los párrafos visionarios, aquellos en los que
Marx y Engels especulaban respecto de la desaparición de la industria nacional, sobre la
producción y el consumo provenientes de y dirigidos hacia las más alejadas regiones de la
tierra dando forma de ese modo a un “intercambio universal” y a una “interdependencia
universal de naciones”. Reconocen en esos párrafos famosos la clarividencia que ellos poseen
sin duda, al constituir prefiguraciones lúcidas del futuro que hoy mismo estamos viviendo pero
no siempre bien percibidas o bien interpretadas. La globalización no es al cabo, para García
Linera (ni para los cofirmantes de este artículo), sino la realización plena de lo que Marx y
Engels previeron en 1848, un capitalismo planetario y que supone un proletariado que también
lo es. Ese es el proletariado del siglo XXI, percibido por él (ellos) como un hervidero humano
heteróclito, que incluye no sólo a los obreros sino a todos aquellos/as que trabajan bajo el
paraguas ubicuo del capital y en cualquiera sea el puesto que les haya caído en suerte al
interior del sistema. En esos que se confunden en este hervidero es donde según García Linera
hoy se aloja dialécticamente la alternativa emancipadora, lo que quiere decir en buenas cuentas
que con la globalización la lucha de clases se ha expandido cuantitativa y cualitativamente
hasta en el último rincón de la tierra.

García Linera salió de la cárcel en abril de 1997 y, como dije más arriba, se sumergió a
partir de entonces en una actividad vertiginosa que combinaba la docencia universitaria con las
funciones de intelectual público y los quehaceres de apoyo teórico a las organizaciones de
trabajadores. Profundizando en las ideas de Lenin y Gramsci (tal vez, a instancias de su
coterráneo, el eminente sociólogo René Zabaleta), el carácter de aquella época lo ha definido
él mismo como evidenciando una “crisis del Estado” y un “empate catastrófico”. Ni qué
decirse tiene, todo esto acelera el ritmo de su labor, por lo que se entiende que sus textos de

22
Ibid., 347.
23
“El Manifiesto comunista y nuestro tiempo” en Raquel Gutiérrez, Raúl Prada, Álvaro García Linera y Luis
Tapia. El fantasma insomne. Pensando el presente desde el Manifiesto comunista. La Paz. Muela del Diablo,
1999; recogido en García Linera. La potencia plebeya…, x.
12

esta etapa sean más circunscritos y breves que Forma valor y forma comunidad en los
procesos de trabajo...

Pero antes de ello, concordante con lo que a Bolivia se le estaba viniendo encima en el
cambio de siglo, se produce el aterrizaje que hace García Linera de su redefinición del
proletariado mundial contemporáneo en el cuerpo y hábitat del proletariado boliviano. Con
este ensanche de la mirada, además de los componentes económico y social, entraba a cumplir
un papel relevante en sus análisis el componente cultural o “simbólico”, como diría el maestro
Pierre Bourdieu. Cuatro textos, publicados todos entre 1998 y 2000, se ocupan del tema:
Reproletarización. Nueva clase obrera y desarrollo del capital industrial en Bolivia (1952-
1998), Procesos de trabajo y subjetividad en la formación de la nueva condición obrera en
Bolivia, “La muerte de la condición obrera del siglo XX” y “Los ciclos históricos de la
condición obrera minera en Bolivia (1825-1999)”.

La tesis es en estos textos la que ya adelanté: contra la creencia común de que el


proletariado en general y el boliviano en lo específico han muerto o están agonizando, García
Linera sostiene que no hay tal, que lo que ocurre es que la identidad proletaria exhibe hoy un
perfil que no es el mismo que exhibió en el pasado y que eso es lo que se debe explorar. Lo
que ha muerto o está agonizando es un “tipo de proletariado”, el que en Bolivia se constituyó
en los años cuarenta y se consolidó con la Revolución del 52 y cuya pulsión esencial fue el
comportamiento reivindicativo, esto es, la confrontación del Sindicato con un Estado al que
manejaban otros, que no eran los obreros-mineros pero a los que paradojalmente los obreros-
mineros les otorgaban el poder mediante su voto:

La fortaleza del Estado nacionalista y de su basamento económico, como la


industrialización estatalizada, fue simultánea a la fortaleza del movimiento obrero. De
hecho, la posibilidad de la obtención del excedente social gestionado por el Estado, que
le permitió crear los primeros pasos de una integración territorial y económica,
dependía de la minería y sus mineros. A su vez, los mineros podían tener la certeza de
su importancia social y de su capacidad de producir efectos de reacción estatal, en la
medida en que pertenecían a empresas estatales y el sindicato era reconocido como el
modo predominante de ejercicio de ciudadanía. Por eso los hechos políticos sucedían
de ese modo tan paradójico en el cual, si bien por una parte mineros y Estado aparecían
como los más irreductibles opositores (bajo la forma elocuente de enfrentamiento entre
mineros y militares), lo eran porque al mismo tiempo, en la raíz de la historia de
ambos, cada uno era el engendro del otro y su extensión más duradera (bajo la forma de
la gestión de la producción minera y circulación de los excedentes económicos)24.

La época de este tipo de proletariado minero en Bolivia habría llegado a su fin en el


2000 con la privatización de las minas de Huanuni y Colquiri, lo que coincide
cronológicamente con la guerra del agua en Cochabamba, llevada esta a cabo por un
movimiento social de otra laya, indígena y campesino. Pero ese no es, para García Linera, sino
el fin de un tipo proletario, mismo que entonces, en los años postreros del siglo XX, está
siendo reemplazado por otro:

24
Álvaro García Linera. “La muerte de la condición obrera del siglo XX” en El retorno de la Bolivia plebeya. La
Paz. Comuna y Muela del Diablo, 2000; recogido en García Linera. La potencia plebeya…, x.
13

se trata de obreros muchísimo más numerosos que hace dos décadas y extendidos en
cada vez más variadas ramas de la actividad productiva, pero fragmentados en
medianos centros laborales industriales, en pequeñas factorías de subcontratación, en
trabajos a domicilio que pulverizan en la geografía las posibilidades de reunión en
grandes contingentes. Se trata además de trabajadores por lo general carentes de
contrato, y por tanto nómadas que van de un oficio a otro, que combinan la venta de
fuerza de trabajo en productos o servicios por cuenta propia con la venta de fuerza de
trabajo temporal por un salario; los pocos que tienen contrato fijo han perdido la
jerarquía de ascensos escalonados por antigüedad y son compelidos a una competencia
interna de ascensos fundada en la habilidad, el aprendizaje, la sumisión y la
polivalencia laboral. En su gran mayoría, se trata de obreros y obreras jóvenes,
disciplinados/as en el individualismo urbano por la escuela, la familia y los medios de
comunicación masivos; a diferencia de los antiguos obreros, forjados en un espíritu de
cuerpo sindical como garantía de derechos y ascenso social, los jóvenes obreros
mineros, fabriles, constructores, petroleros de hoy, carecen de un horizonte de
previsibilidad obrera, de estabilidad geográfica y de experiencia sindical, que dificulta
enormemente la formación de una densificada cultura de unificación y proyección
social25.

Nada más lejos que esto de la vieja y compacta clase proletaria. Resulta por
consiguiente difícil seguir dándole el nombre de proletariado a ese magma confuso de
trabajadores y más difícil todavía seguir asignándoles a ellos/ellas el papel de vanguardia
revolucionaria. García Linera se da cuenta de que eso es así y lo soluciona recurriendo a dos
nociones principalmente. La de “multitud”, que habían empleado ya el René Zabaleta de
“Forma clase y forma multitud en el proletariado boliviano”, un artículo de 1983, en el que
este entendía a la multitud como una suerte de fase superior e “irradiante” de la clase (de clase
obrera a multitud obrero-campesina), y el italiano Toni Negri, el de la temporada spinozista, la
que se abre con La anomalía salvaje, de 1981.

El otro concepto del que García Linera se sirve durante esta etapa es un compuesto de
ideas con efectos recíprocos, me refiero al que forman la noción de formación social
“abigarrada” y la de Estado “aparente” (por oposición este al Estado “integral”, del que habla
Gramsci), ambas derivadas de Zabaleta. García Linera lo utilizará para distinguir entre la
ninguna unidad presente en el Estado boliviano previo a 2006 (su no ser el espejo fiel del
abigarramiento de la sociedad, en otras palabras) y la unidad que busca el actual, el que
encabeza Evo Morales.

En cuanto a la noción de multitud a lo Negri, con ella García Linera despliega un


coqueteo muy à la page con la teorización postmoderna y postcolonial. Sus referencias a pie
de página incluyen ahora a gente de tan buena prensa en la madrugada del nuevo milenio como
son Homi Bhabha, los integrantes del grupo de Estudios Subalternos de la India, Parta
Chatterjee o los Negri y Hardt del best seller Imperio, en tanto que términos tales como
“subalternidad” (que proviene de Gramsci pero del que se apropiaron y al que le dieron otro
contenido los postcoloniales), “hibridez”, “desterrorialización”, “nomadismo” y “modernidad

25
Ibid., x.
14

barroca”, salpican, pero yo creo que sin dañar, como ciertamente pudieron haberlo hecho, sus
escritos. Se instala García Linera de este modo, y podría decirse que en el papel de gran figura,
bajo uno de los “focos” que reconoce el periodista Fernando Molina en la escena de la
intelectualidad contemporánea de Bolivia:

en su mayor parte son teorías que oscilan entre el neomarxismo (moderno) y el


posmarxismo (posmoderno), ¿qué sentido tienen, en caso de que tengan uno? El
sentido parece ser cultivar una visión radical (basada en la conciencia de la o las “crisis
del capitalismo” y las oportunidades que proporciona), sofisticada y actualizada del
mundo social y su transformación, que parta de Marx pero que al mismo tiempo
incorpore los avances introducidos por: a) la crítica filosófica, económica y sociológica
al marxismo histórico; b) la fusión de las “dos escuelas” de los estudios sociales (la
humanística-filosófica y la científica), en una misma aproximación que sea
hermenéutica y predictiva a la vez; un historicismo sin “leyes de la historia” o, mejor
decirlo, una conciencia alerta a la historicidad del mundo; e) la revaloración de la
actividad o “agencia” humana, en simultáneo con el desarrollo en modelos sociológicos
multivariables y semideterministas; f) el combate contra la “fuerza opresiva de la
modernización”, no sólo sobre las plebes europeas, sino también sobre los Estados
periféricos, las culturas y religiones no europeas, las minorías culturales y sexuales,
etc.26.

Una influencia gravitante sobre este grupo es la de Toni Negri, aunque debe observarse
de inmediato que la atracción que García Linera en particular siente por él no es tan grande
como poara inducirlo al otorgamiento de un cheque en blanco, ya que no llega a contemporizar
con las posiciones más extremas del italiano, para quien conceptos tales como clase social,
democracia representativa, nación, Estado futuro (que Negri no diferencia de sociedad
política) e imperialismo, si es que alguna vez tuvieron vigencia, hoy la han perdido por
completo. Tampoco adhiere García Linera a la idea de una multitud compuesta de diferencias
que serían irreductibles a cualquier unidad o identidad, idea con la que Negri reemplaza los
conceptos para él obsoletos de pueblo, masa y clase, apelando para eso (spinozianamente, por
cierto) a la primacía de la potentia instituyente por sobre la potestas instituida27. Prefiere
García Linera definir a la multitud como un “bloque de acción colectiva, que articula
estructuras organizadas autónomas de las clases subalternas en torno a construcciones
discursivas y simbólicas de hegemonía, que tienen la particularidad de variar en su origen
entre distintos segmentos de clases subalternas”28. No tanto Negri, entonces, como una mezcla,
no contradictoria pienso yo, de los planteamientos de Gramsci y Laclau.

26
Fernando Molina. “Focos de lectura de la izquierda boliviana”. Nueva Sociedad, 2017.
27
La crítica latinoamericana más ácida de estas posiciones es la de Atilio A. Borón: “la favorable acogida
brindada por los mandarines del establishment a Imperio demuestra que estos leyeron cuidadosamente el libro,
captaron correctamente su mensaje más profundo y acertadamente concluyeron que no había nada en el mismo
que pudiera ser considerado incompatible con la ideología dominante o con la visión que de sí mismos gustan
exhibir los poderosos”. Imperio & imperialismo [Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri]. 5ª ed.
Buenos Aires. CLACSO, 2004, p. 150.
28
“Sindicato, multitud y comunidad. Movimientos sociales y formas de autonomía política en Bolivia” en
Tiempos de rebelión; recogido en García Linera. La potencia plebeya…, 378.
15

Agrego a ello algo más y que me parece que no debiera perderse de vista: que no
obstante su aproximación y no obstante también el trato personal y cordial que finalmente
establecieron, Negri y García Linera respondían a estímulos enraizados en historias distintas.
El italiano era un vástago paradigmático de las revoluciones juveniles del 68 en Europa, las
que reclamaban una democracia radical que no llegó a constituirse y que es dudoso que
hubiese podido hacerlo; García Linera, en cambio, había sido testigo de los estragos causados
por las dictaduras latinoamericanas de los setenta y ochenta tanto como de las derrotas de la
izquierda vieja y nueva y del anfractuoso desempeño del llamado “socialismo del siglo XXI”,
el que sí llegó al poder y tuvo por eso que aprender a conjugar sus afanes libertarios con la
autoridad del Estado.

No es raro, por lo tanto, que sea este tema precisamente, el del Estado, el que se
transforma en el centro de su interés a partir de 2006. García Linera le saca punta para
abordarlo a una línea de pensamiento que en lo fundamental proviene de Lenin y Gramsci. En
el caso de Bolivia, esa perspectiva le permite trazar también el mapa de la trayectoria histórica
de su propia opción política hasta haberse convertido ella en gobierno y él en Vicepresidente.
Escribe en un trabajo inédito hasta 2015:

En el caso de Bolivia, la crisis estatal se manifestó desde el año 2000 con la “Guerra
del agua”, que al tiempo que revertía una política estatal de privatización de recursos
públicos, permitió reconstituir núcleos territoriales de un nuevo bloque nacional-
popular. El empate catastrófico se visibilizó desde el año 2003, cuando a la expansión
territorial de este bloque social movilizado se sumó la construcción polimorfa de un
programa de transformaciones estructurales, a la cabeza de los movimientos sociales
constituidos, desde entonces, como una voluntad de poder estatal movilizada. La
sustitución de elites gubernamentales se dio en enero de 2006, con la elección del
primer presidente indígena de la historia republicana, en un país de mayorías indígenas,
en tanto que la construcción del nuevo bloque de poder económico y el nuevo orden de
redistribución de los recursos se vendrá dando hasta el día de hoy. El punto de
bifurcación se habría iniciado, de manera gradual y concéntrica, desde la aprobación
del nuevo texto constitucional por parte de la Asamblea Constituyente, y tuvo en el
referéndum de agosto de 2008 un momento clave de su despliegue, sin que se pueda
establecer de manera precisa el momento final de su realización plena29.

Una historia que en seis años dejó instalado a Evo Morales en la oficina de la
Presidencia de Bolivia y a Álvaro García Linera en la de la Vicepresidencia. Pelearon juntos,
empataron juntos y se encuentran ahora en el trance de asumir las tareas que se derivan del
victorioso desempate. A partir de 2006, el poder del Estado les pertenece a ellos y a quienes se
venían movilizando hasta entonces junto con ellos.

Con este cambio de coyuntura emergen en el horizonte teórico de García Linera una
serie de preguntas nuevas, la más importante de las cuales es la que interroga acerca de la
naturaleza y alcances del poder que ahora poseen las fuerzas del cambio y sobre el cómo van a
usarlo y preservarlo y, refutando con ello a Maquiavelo, sobre el cómo van a usarlo y

29
“El Estado en transición. Bloque de poder y punto de bifurcación”. Incluido en García Linera. La potencia
plebeya..., 505.
16

preservarlo no para beneficio del Príncipe sino para que obedezca a las demandas y
aspiraciones populares. El poder en cuestión es el del Estado y García Linera aborda su
análisis en una docena de textos.

Uno de ellos, cuya consideración puede ser útil para abrir esta sección de mi análisis, es
el discurso “Del Estado aparente al Estado integral”, que el ya Vicepresidente pronunció el 25
de octubre de 2012 al recibir el grado de Doctor Honoris causa por la Universidad de Córdoba.
Es un documento importante, porque García Linera nos comunica en él lo que ha podido
extraer de la reflexión de quienes pensaron modernamente sobre el tema del Estado. Como un
alumno mateo, recorre el pensamiento de los contractualistas, el de Hobbes, Locke y
Rousseau, y percibe que, independientemente de sus diferencias, para todos ellos el Estado es
un “régimen de unidad” dentro del cual concurren personas singulares y diversas. Una unidad
que no obstante la singularidad y la diversidad de sus integrantes deviene sinónimo de
universalidad y que por lo mismo se asienta en la “voluntad general”, la que se expresa en el
voto y además hace al régimen estatal resultante dueño del “monopolio de la coerción
legítima”. Esto es lo que le aportan los contractualistas. Pero he aquí que Hegel y Marx
enturbian el diseño cuando introducen la sospecha de que la tan deseable unidad pudiera no
serlo o ser harto menos extensa de lo que pretende ser. El Estado moderno es “misterioso”,
dice Hegel, y ese misterio es el mismo al que Marx recalifica con la noción de “comunidad
ilusoria”. Cito a García Linera:

mi punto de vista radicaría en esto: ¿cómo lo universal se toma a partir de lo


particular?. El Estado es una relación entonces paradojal: el Estado es lo general pero
desde la vigencia de lo particular; el Estado es la construcción de lo universal pero
desde el monopolio de unos pocos30.

¿Cómo escapar a esta paradoja mortificante, cuyos efectos pueden inducirlo a echar por
la borda todo cuanto sus preferencias políticas han defendido y defienden hasta ese momento?
¿Aceptando al Estado moderno tal como es, con toda su corrosiva ambigüedad, en el mejor de
los casos procurando entregarles a los que se quedan fuera de él algunas compensaciones por
lo que pierden, compensaciones materiales y simbólicas, como hacen los reformistas, o
simplemente dándole vuelta la espalda, como lo indican los anarquistas y algunos de los
postmodernos?

Para bajar el problema al terreno de la praxis política, García Linera recurre al


concepto de “Estado aparente” de René Zavaleta, que en su opinión resulta el más apropiado
para Bolivia y Latinoamérica. Y se pregunta entonces: ¿Cómo se podía pretender estar
aplicando en la Bolivia “pre Evo” la doctrina contractualista, y dando así por supuesta la
existencia de un Estado unitario, eso en un país en el que el 60 por ciento indígena jamás
gobernó? ¿Y en un país donde la potestad del Estado se extendía geográficamente a una o dos
ciudades y el resto del territorio quedaba en manos de caciques locales? Y, en tercer lugar,
¿cómo se podía hablar en aquella Bolivia pre Evo de unidad o de universalidad cuando la
diferencia indígena, la especificidad de la “civilización” indígena, carecía de cualquier forma

30
Álvaro García Linera. “Del Estado aparente al Estado integral”. Discursos en la recepción del Doctorado
Honoris causa por la Universidad de Córdoba, el 25 de octubre de 2012. s.p. En línea:
blogs.ffyh.unc.edu.ar/garcialinera/files/2015/10/Conferencia-UNC.pdf
17

de reconocimiento estatal? Es la paradoja del Estado moderno, pero llevada en Bolivia (y no


sólo en Bolivia. Latinoamérica ofrece una profusión de otros ejemplos que sería largo
enumerar…) hasta una verdadera reductio ad absurdum y que a mí me trae a la memoria las
“ideas fuera de lugar” a que se refirió Roberto Schwarz31.

¿De qué manera entonces resolver el problema de la “apariencia” de un Estado que ab


origine pretende ser lo que no es? O, para ser más preciso, ¿cómo pueden unos pocos acaparar
el poder y ejercerlo eficientemente, pero sin estar por eso pasando por sobre los derechos de
los muchos? García Linera cree ver la solución a este problema en el concepto gramsciano de
“Estado integral”, que es el reverso del Estado aparente de Zavaleta y que en último término,
para García Linera (yo no estoy muy seguro de que también para Gramsci), sería la estación de
llegada de un Estado que cumple con sus funciones democráticas y democratizadoras pero que
también trabaja teniendo en perspectiva a mediano o a largo plazo su propia disolución y cuyo
punto de arranque es el Estado plurinacional:

Del Estado aparente se ha construido, no diríamos todavía Estado integral: se ha


construido un Estado plurinacional que ha reconocido la diversidad de las instituciones,
la diversidad de las culturas, la diversidad de las civilizaciones y de las regiones y está
construyendo un sentido universal, un sentido de unidad integral […] porque el Estado
puede ser fuerte, hoy es fuerte. Hoy el Estado, con la nacionalización, con las reformas,
con la nueva constitución, es un Estado fuerte; es un Estado que ha logrado articular la
región, que ha logrado sintetizar las estructuras colectivas, que está liderizado por los
indígenas, es un Estado en el sentido fuerte del término. Pero, ¿cuál es el horizonte?
¿Cómo se van disolviendo las funciones administrativas del Estado en la propia
sociedad y cómo la sociedad va copando, va absorbiendo las funciones del Estado?32.

Eso ocurría en 2010. En 2015, en una conferencia titulada “Estado, democracia y


socialismo”, que dictó en París, en La Sorbona y que después fue incluida como introducción a
la reedición CLACSO de Forma valor y forma comunidad en los procesos de trabajo…,
García Linera acomete el asunto desde un ángulo distinto, esta vez en diálogo con los
planteamientos de Nicos Poulantzas. Teniendo aún muy presente su reflexión anterior, la
relativa al Estado como “un proceso histórico de construcción de lo común, que ni bien está en
pleno proceso de constitución como común, como universal, simultáneamente es
monopolizado por algunos (los gobernantes)”33, los temas que más le preocupan ahora son “el
Estado como relación social” y “la vía democrática al socialismo”. Para su asunción del
trabajo intelectual como una filosofía de la praxis, esto es lo que su nueva posición en el
cuadro político lo obliga a encarar.

La idea del Estado como “condensación de correlación de fuerzas” pertenece a

31
Roberto Schwarz. “I. As idéias fora do lugar” en Ao vencedor as batatas. Forma literaria e processo social nos
inícios do romance brasileiro. São Paulo. Duas Cidades, 1992, p. 13 et sqq. Para una reciente y muy buena
traducción al español de Eduardo Vergara, ver: Meridional, x.
32
García Linera. “Estado, democracia y socialismo” en Forma valor y forma comunidad en los procesos de
trabajo…, x
33
Ibid., 16.
18

Poulantzas, quien con ella impugna y desecha la idea marxista vulgar del Estado como una
“cosa” a la que se “conquista”, esto es, impugna y desecha la que fue la meta del sector
mayoritario de la izquierda del siglo XX cuando esta se planteó el problema de la toma del
poder, lo que para esa izquierda se reducía a la toma del Estado. Desde el punto de vista de
Poulantzas, al que García Linera adhiere, ese es el camino erróneo, que produce un divorcio
entre el pueblo y sus líderes y acaba conduciendo al “socialismo de Estado” (cuando no, al
“capitalismo de Estado”), la fórmula boliviana post 52 que fracasó rotundamente, como
también lo hizo en la Unión Soviética y demás países de su zona de influencia. Argumenta
García Linera en vista de eso que “Si como sostienen el reformismo y el ultraizquierdismo, el
Estado es una máquina monolítica al servicio de una clase y, encima, el garante de la
dominación ya consagrada, entonces, no existe un espacio para la posible liberación a partir de
los propios dominados”34.

Y lo curioso es que a este mismo nicho teórico van a parar los enemigos del
reformismo y del ultraizquierdismo, los que practican la que él denomina “lectura abdicante
del poder” y según la cual “la sociedad y las clases subalternas construyen su historia al
margen del Estado”35. Olvidan unos y otros que el Estado “también es la comunidad social, los
logros comunes, los bienes colectivos conquistados, aunque bajo una forma fetichizada”36.
Así, sólo una concepción del Estado como condensación de correlación de fuerzas, siempre en
movimiento (diríamos nosotros que no instituyente ni instituida sino instituyéndose), y desde
ahí afectando a y siendo afectada por el conjunto social, puede reconocer y realizar la
posibilidad del cambio:

si la dominación no es el punto de partida para explicar el mundo, sino un proceso que


se está creando a diario, que tiene que actualizarse y verificarse a diario, eso significa
que ella no es un destino fatal o ineluctable. Justamente, es en los huecos de la
dominación, en los intersticios del Estado y en su cotidiana incertidumbre de
realización, que se encuentra, anida y surge la posibilidad de la emancipación. Tal
como lo muestra la historia de las verdaderas revoluciones, en medio de la pasividad,
de la tolerancia consuetudinaria de las clases menesterosas, de las complicidades
morales entre gobernantes y gobernados, es que de pronto algo salta, una memoria de
organización se gatilla, las tolerancias morales hacia los gobernantes estallan, los viejos
discursos de orden ya no convocan, y nuevos idearios e ideas (anteriormente
marginales) comienzan a seducir y convocar cada vez a más personas. La dominación
se quiebra desde el interior mismo del proceso de dominación37.

El segundo tema en la introducción de 2015 es, como ya lo dije, el de la “vía


democrática al socialismo”. Y aquí el razonamiento va a sostener que si el socialismo es
“entendido como la transformación estructural de las relaciones de fuerzas entre las clases

34
Ibid., 21.
35
Ibid., 24.
36
Ibid.
37
Ibid., 22.
19

sociales, necesariamente tiene que atravesar al propio Estado, que por otra parte no es más que
la institucionalización material e ideal, económica y cultural, de esa correlación de fuerzas
sociales”38.

Pero ese “atravesar el Estado” por parte de la nueva correlación de fuerzas es un


proceso largo, aun cuando sea también un proceso de democratización cuya perspectiva en
lontananza es la extinción final del Estado. Sus dos extremos son el Estado que ejerce el poder,
en el bien entendido de que lo hace en la perspectiva de su autoextinción a mediano o a largo
plazo, y la transformación paralela de las clases anteriormente subalternas, las que se habrán
ido pertrechando gradualmente de una conciencia socialista que excede a la mera defensa de su
intereses sectoriales.

Los niveles en que ello tiene que ocurrir son “los sistemas de representación electoral”
(victorias electorales), “la administración de los bienes comunes” (políticas económicas), y “la
hegemonía política”39. En cuanto al modo de establecer esta última para el sector emergente,
García Linera opina que se puede escoger el método de Gramsci (“las clases trabajadoras
deben dirigir y convencer”) o el de Lenin (“el proyecto dominante debe ser derrotado”) o una
combinación de ambos, que a su juicio es lo que más le conviene a Bolivia en esos momentos.
Finalmente, está la pregunta por el dónde hay que poner el ojo, sobre qué “nudos” puntuales
golpear. Cito:

Los nudos principales de revolucionarización de la correlación de fuerzas serían:

a) El gobierno


b) El parlamento


c) Y los medios de comunicación.

Los nudos decisivos:


d) La experiencia organizativa autónoma de los sectores subalternos

e) La participación social en la gestión de los bienes comunes

f) El uso y función redistributiva de los recursos públicos

g) Y las ideas fuerza u horizontes de época con las que las personas se movilizan

Y los nudos estructurales:

h) Las formas de propiedad y gestión sobre las principales fuentes de generación de


riqueza, en la perspectiva de su socialización o comunitarización 


38
Ibid., 26-27.
39
Ibid., 28.
20

i) Los esquemas morales y lógicos con los que las personas conocen y actúan en el
mundo, capaces de ir desmontando procesualmente los monopolios de la gestión de los
bienes comunes de la sociedad40. 


Detallados minuciosamente, tales son los blancos sobre los que debiera descargarse el
peso máximo de la voluntad transformadora. Unido a lo anterior, Poulantzas le habrá
propuesto a García Linera “una defensa y ampliación del pluralismo político, de la democracia
representativa” y “la ampliación de los espacios de democracia directa”. Si las cosas se hacen
bien, el cielo que le tiene prometido no es otro que la superación de la paradoja insufrible del
Estado moderno.

Se va conformando de este modo la figura del antiguo revolucionario al que las


condiciones históricas y sus propios empeños han convertido en Vicepresidente del Estado
Plurinacional de Bolivia, o sea la figura de un García Linera actuando la última de sus
transfiguraciones hasta el instante en que yo redacto esta página, posesionado en esta ocasión
del papel del intelectual gobernante (cosa rara en la historia de la intelectualidad contestataria
de América Latina, dicho sea de paso), el que no se plantea ya el problema de la toma del
poder, porque lo tiene, sino el de su ejercicio, el de cómo se puede ser eficaz y legítimo
simultáneamente, asumiendo así el “monopolio de lo común”, que es lo que él está haciendo
como segundo de a bordo (él, Evo y el entorno del MAS, por cierto), pero sin traicionar por
ello la capacidad de decidir de los gobernados.

He ahí la interrogante clave durante esta etapa. Y, antes que atribuírsela a cualquier
teorización racionalizante sobre las responsabilidades que al gobernante le impone su tenencia
del poder instituido, yo debo insistir en que lo que García Linera comprueba, en el nuevo
escenario y en carne propia, es que luchar por el poder no es lo mismo que poseerlo y usarlo,
que una posesión y un uso imprudentes pueden invalidar todo aquello en lo cual hasta entonces
creyera.

Tal vez la medida más problemática para el gobierno de Evo Morales en este sentido
(y, por lo tanto, también para su Vicepresidente) sea la que dice relación con las políticas de
crecimiento económico. Desde hace diez años, Bolivia es el país que más crece
económicamente en América Latina, mostrando un PIB en torno al 5 por ciento anual (el más
alto fue en 2013, de 6.8). Es cierto que en 2014, 2015 y 2016 se produjo una baja al 5.5, 4.9 y
4.5 respectivamente, pero también está claro que esa fue una baja menor y que se debió a la
caída del precio de los productos primarios en el mercado internacional, aunque, aun si se tiene
eso en cuenta, no se pude negar que los resultados bolivianos son de lejos superiores al
término medio de la región, que fue del 1.1, -0.4 y -1.0 para los tres años indicados. En un
gráfico de 2013, que acompaña a un documento del Ministerio de Economía y Finanzas
Públicas, se puede ver, literalmente, cuál fue la planificación en que se volcó la política
económica del país en estos años:

40
Ibid., 30-31.
21

Si se observa con algún detenimiento este gráfico, se verá que los productos primarios,
hidrocarburos (en primer lugar), minería, electricidad, recursos ambientales, continúan siendo
considerados como el cimiento del edificio económico nacional. De los “excedentes” que ellos
generan depende el movimiento de otros sectores que son igualmente “generadores de
ingreso”, actuales o potenciales, pero que junto con los primeros van o se desea que vayan a
dar en el pozo del objetivo máximo, aquí separado y con letras de molde, que es la
“industrialización”. Algo que no aparece en el gráfico es el aumento de los tributos (de 11.4
millones de bolivianos en 2004 a 59.9 millones en 2013) y el aumento del consumo interno,
este como resultado de los programas sociales del gobierno, ambos elementos productores
asimismo de ingresos. Por último, entre una punta y la otra del gráfico podemos ver al “Estado
redistribuidor”, el que desarrolla la acción social en beneficio de la gente que más ayuda
necesita. Cabe entonces preguntarse, después de transcurridos cuatro años desde que este plan
se publicitó, qué ha sido de él.

En el informe de 2016 de CEPAL se lee lo siguiente:

El déficit en cuenta corriente se ha ampliado según los datos del primer semestre de
2016, ascendiendo a 569 millones de dólares. El mayor déficit de la balanza comercial
es el resultado de una caída de las exportaciones del 31 % [de 14.041 millones de
dólares en 2014 a 8.191 en 2016], que ha superado la disminución del 17% de las
importaciones de bienes en ese mismo período. El descenso de los precios
internacionales de los hidrocarburos explicaría una parte importante de este deterioro y
ha implicado una caída del 11% de los términos de intercambio. Además, el volumen
de las exportaciones de hidrocarburos se ha contraído un 8% en los primeros siete
meses del año debido a las menores ventas hacia el Brasil. El resto de las exportaciones
ha crecido un 30% en el período de enero a julio respecto del mismo período de 2015
como resultado de una recuperación de los precios y volúmenes de varios productos
relacionados con la minería y con la soya. Por su parte, las importaciones han caído un
14% en el mismo período, principalmente por la reducción de las compras de insumos
22

intermedios (-20%) y de bienes de capital (-15%)41.

Entre enero y noviembre de 2017, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de


Bolivia, informa acerca de un reactivado crecimiento de las exportaciones de hidrocarburos del
21 por ciento (de 1.971,5 millones de dólares a 2.402,8) y de las de extracción minera del
21,3% por ciento (de 1.696,0 millones a 2.057,3).

En este marco, deviene enteramente comprensible (aunque no necesariamente


justificable) que el gobierno de Evo Morales haya querido aumentar y haya aumentado en
efecto la explotación de aquello que ya se estaba produciendo en el país y moviéndose por lo
mismo hacia lugares que hasta ese momento no habían sido objeto de explotación sistemática.
Es lo que ocurrió en el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS),
ubicado “en el piedemonte andino oriental selvático que vincula a los Andes centrales
bolivianos con la Amazonía y los llanos húmedos del noroeste y noreste del país”42. En ese
lugar, en un macizo forestal extremadamente valioso por su biodiversidad, por su reserva de
agua y sobre todo por los tres pueblos indios que viven en él, mojeño, yuracaré y chimán, el
gobierno de Morales decidió en 2011 construir una gran carretera con el propósito obvio de
maximizar la explotación de los recursos allí existentes, agrícolas, ganaderos e
hidrocarburíferos y, además, facilitando de ese modo la expansión de los plantadores de hoja
de coca provenientes de la región vecina del Chapare. Un decisión que contradecía todo cuanto
ese mismo gobierno había venido sosteniendo en términos del cuidado medioambiental y del
respeto por los derechos de la Pachamama y por los de los pueblos indígenas. La reacción no
se hizo esperar:

Aglutinadas en sus dos principales matrices --la Confederación de los Pueblos


Indígenas del Oriente de Bolivia (CIDOB), en la tierras bajas del país, y el Consejo
Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), en las tierras altoandinas
bolivianas--, una miríada de las 34 organizaciones de pueblos indígenas de las tierras
bajas, delegaciones del CONAMAQ y los dirigentes y las organizaciones del propio
TIPNIS tomaron la decisión de enfrentar al gobierno de Evo Morales y hacerlo
retroceder en su decisión de llevar adelante la construcción de la mega carretera sobre
el TIPNIS. El 16 de agosto de 2011, alrededor de 1200 indígenas del TIPNIS, la
CIDOB y el CONAMAQ iniciaron en la ciudad de Trinidad --departamento del
Beni-- una marcha para llegar a La Paz, sede del gobierno central de Bolivia,
cuestionando el tendido de la mega autopista de asfalto43.

El gobierno de Morales contraatacó: denunció las motivaciones políticas de esa marcha


y reprimió a los marchistas con violencia, lo que no sólo fue inconducente sino
contraproducente, porque sólo consiguió que estos se ganaran el apoyo solidario de una

41
CEPAL. “Estado plurinacional de Bolivia” en Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el
Caribe, 2016.
42
Ricardo Calla Ortega. “TIPNIS y Amazonía: Contradicciones en la agenda ecológica de Bolivia”. European
Review of Latin American and Caribbean Studies, 92 (2012), 78. DOI: http://doi.org/10.18352/erlacs.8405
43
Ibid., 80.
23

porción sustantiva de la población boliviana. Las autoridades se vieron entonces obligadas a


cancelar el proyecto, en octubre de 2011, pero eso no impidió que menos de un año después
volvieran a la carga llamando esta vez a una consulta a los afectados (consulta que muchos
acusaron de espuria), los que habrían dado su consentimiento para la construcción de la
carretera. Paralelamente, el MAS intervino las organizaciones que habían encabezado la
protesta. En agosto de 2017, el presidente Morales promulgó una ley que elimina la
intangibilidad del TIPNIS.

Como era de esperar, la posición de García Linera ha sido de una defensa cerrada de la
decisión gubernamental. Su discusión sobre este asunto está contenida en intervenciones
múltiples, entrevistas, publicaciones periodísticas, etc. La más acabada sin embargo se
encuentra en el libro Geopolítica de la Amazonía. Poder hacendal-patrimonial y acumulación
capitalista, de 2013. Sostiene ahí García Linera que lo que ha habido en Bolivia es una
revolución y que el episodio del TIPNIS no es sino un capítulo más en los esfuerzos
conservadores para revertirla:

[por ejemplo] la reacción desenfrenada de las antiguas élites dominantes, que por todos
los medios: económicos (corralitos bancarios, 2006; sabotaje productivo, 2007-2009,
boicot alimenticio, 2007-2008), políticos (sabotaje a la Asamblea Constituyente, 2006-
2008; referéndums autonómicos, 2008; revocatorio presidencial, 2008) y armados
(intento de golpe de Estado, 2008; separatismo, 2009), buscaron debilitar y derrotar al
Gobierno del Presidente Evo […] La ruta trágica de la historia se desenvuelve de tal
manera que la contrarrevolución puede venir de la mano de una facción de sus propios
constructores que, sin necesariamente proponérselo, como consecuencia de la
exacerbación de su particularismo corporativo, regional o sectorial, y al no tomar en
cuenta el despliegue general de las correlaciones de fuerzas sociales totales a nivel
nacional e internacional, acaban defendiendo los intereses de las fuerzas conservadoras
de la derecha y terminan socavando su propio proceso revolucionario. Esto es
justamente lo que viene sucediendo con la denominada “marcha del TIPNIS”44.

Cuando no se trata de un caso de sedición abierta, el problema se reduciría entonces a


una suerte de insuficiencia ideológica, a la incapacidad por parte de quienes protestan de tener
en consideración el cuadro más grande, nacional e internacional. No se han empinado todavía
hasta la madurez socialista. Con lo que volvemos a estrellarnos con el problema de los que ven
vis-à-vis los que no ven. La dicotomía entre los que son vanguardia y están dentro de la nave
del Estado, y por eso pueden ver y actuar correctamente, y de los que están afuera, en la
retaguardia, desinformados y alienados aún. Es la paradoja, otra vez (¿insuperable?), del
Estado moderno.

En esta óptica, un crítico informado y uno de los más severos de las políticas del
gobierno de Morales ha sido Luis Tapia Mealla, el antiguo camarada de García Linera en el
grupo Comuna:

44
Álvaro García Linera. Geopolítica de la Amazonía. Poder hacendal-patrimonial y acumulación capitalista. La
Paz. Vicepresidencia del Estado Plurinacional y 
Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional, 2013, p.
14.
24

El discurso del gobierno del MAS en Bolivia desde hace algunos años se mostraría
atravesado por fuertes ambivalencias en su discurso y práctica política estatal: hacia
afuera, presenta una clara retórica “eco-comunitarista”, en foros y cumbres
internacionales, con slogans sobre los “derechos de la Madre Tierra”, sobre alternativas
al capitalismo (con el que hay que acabar como el causante de gran parte de los males
que aquejan a los países periféricos como Bolivia), sobre la base de los principios
comunitarios como “Vivir Bien”, pero, hacia adentro, reafirma discursos nacionalistas
y desarrollistas a la par que despliega políticas extractivistas y acciones que atentan
frontalmente contra territorios y formas de vida comunitaria (irónicamente donde estos
principios se vienen practicando ancestralmente), que habilitan y promueven el despojo
neocolonial de naturaleza y territorialidades que en esos espacios se reproducen45.

En 2016, a esas dificultades nacionales se sumaron las internacionales. García Linera


tomaba nota en 2016 del trastorno de reflujo que estaba experimentando a esas alturas la
oleada progresista que se inició en la región a principios de siglo XXI, en un grupo de países
que él nombra: Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Nicaragua y El
Salvador. Son los países del “socialismo del siglo XXI”, que yo estudié en un capítulo anterior
de este libro.

En una conferencia para un congreso sobre “Restauración conservadora y nuevas


resistencias en Latinoamérica”, que tuvo lugar en la Universidad de Buenos Aires el 27 de
mayo de 2016, García Linera reconoció que “las fuerzas conservadoras han asumido en el
último año el control de varios gobiernos del continente. Numerosas conquistas sociales,
logradas años atrás, han sido eliminadas y hay un esfuerzo ideológico-mediático por pontificar
un supuesto ‘fin de ciclo’ que estaría mostrando la inevitable derrota de los gobiernos
progresistas en el continente”46. Las principales de esas “conquistas” son a su juicio la
“ampliación de la democracia política”, la “redistribución de la riqueza común y ampliación de
la igualdad social”, la aparición de “formas postneoliberales de gestión de la economía y de
administración de la riqueza” y la “construcción de una internacional latinoamericana
progresista y soberana”47. Esto, precisamente, es lo que estaría perdiéndose o a punto de
perderse en ese momento. La pregunta que sigue a esa constatación es, por supuesto, la que
indaga acerca de las causas del acontecimiento.

Y, claro, García Linera admite que es necesario y posible achacarle el retroceso a las
anfractuosidades de un terreno que sin duda se halla erizado de púas: “las fuerzas de derecha y
las potencias imperiales han hecho, hacen y continuará haciendo todo lo posible, a través de
todos los medios legales e ilegales, por detener cualquier proceso emancipativo […] el
Departamento de Estado norteamericano y los bloques conservadores locales siempre buscarán

45
Luis Tapia y Pavel Camilo López Flores. “¿Descolonización o neo-colonización del territorio en Bolivia? La
defensa de la territorialidad indígena en tierras bajas frente a la recreación neo-extractivista del colonialismo
interno” en Despojos y resistencias en América Latina/ Abya Yala. Carlos Walter Porto-Gonçalves, Luis Daniel
Hocsman y Omar Arach, eds. Buenos Aires. Estudios Sociológicos Editora, 2016, p. X.
46
Ver.
47
Ibid.
25

sabotear los procesos progresistas. Es una cuestión de control del excedente económico
existente en la región, de sobrevivencia de las oligarquías dependientes y de obstrucción a la
propagación mundial de lo que consideran un ‘mal ejemplo’ para los pueblos del mundo”48.
Incluso subraya, y con justeza, el cambio táctico de la contrainsurgencia, que si en el pasado
privilegió la fuerza hoy día se inclina por una ofensiva mediática, económica, social y cultural.
Más importante, sin embargo, le parece que es mirar hacia adentro y comprobar que “esas
acciones concretas y cambiantes de contrainsurgencia perpetua podrán volverse eficaces, dar
sentido a la historia o arrebatar el protagonismo popular solamente en función de lo que las
propias clases populares plebeyas hagan o dejen de hacer; en función de lo que las estructuras
políticas revolucionarias, sindicales y académicas hagan y piensen en un momento dado”49. En
este sentido, identifica “cinco límites o contradicciones” que habría que enfrentar y superar.
Son los siguientes.

En primer lugar, el descuido de y las deficiencias en la gestión económica.

Todo lo anterior se resume, desde mi punto de vista, en un ejercicio de autocrítica que,


como el mismo García Linera lo advierte, debe iniciarse con la constatación de que existe una
diferencia muy grande entre estar “en la resistencia a la gestión neoliberal”, cuando lo que
importa por sobre todo es la política, y el encontrarse metido en “la gestión de gobierno,
cuando uno se vuelve Estado”, y que es cuando la economía avanza hasta ocupar el lugar
prioritario en la preocupación del que gobierna*. Esto es lo que sucede en la actualidad y es lo
que está poniendo a prueba no sólo la solidez de las convicciones del vicepresidente Álvaro
García Linera, el que no da la impresión de haber abdicado ni de su marxismo ni de su
indianismo de toda la vida, sino la posibilidad misma de realizar el ideal de un Estado
democrático, permeable e igualitario, dispuesto a acoger las demandas de la diversidad de los
diez millones de bolivianos que lo integran e incluso de inmolarse cuando le llegue la hora, al
mismo tiempo que trabaja para que el todo que esos bolivianos conforman se beneficie en
virtud de un proceso dentro del cual ciertos sectores de la diversidad van a sentirse
comprensible pero también inevitablemente perjudicados.

48
Ibid.
49
Ver.
*
Ver.
26

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