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Se sabe que Álvaro García Linera (1962- ) comenzó a desarrollar su conciencia indianista en la
adolescencia, probablemente desde que en 1979 le tocó ser testigo de un bloqueo aymara en La
Paz, organizado por la recién creada Confederación Sindical Única de Trabajadores
Campesinos de Bolivia (CSUTCB). No mucho después, en 1981, abandonaba Bolivia con
rumbo a México, país en el cual vivió en calidad de estudiante durante cuatro años. Cursó
matemáticas en la Universidad Autónoma de México, se emparejó con la mexicana Raquel
Gutiérrez (1962- ), como él estudiante de matemáticas y posteriormente una socióloga,
antropóloga, etnóloga y activista revolucionaria de trayectoria más que estimable, y continuó y
amplió su interés en la problemática indígena al ponerse en contacto con la ubérrima realidad
étnica del país de su acogida al mismo tiempo que entablaba relaciones con miembros de la
guerrilla salvadoreña de la Fuerzas Populares de Liberación (FPL, una facción de Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional, FLMN). Esto además de haberse enterado, también
en México, de la resistencia sandinista a la ofensiva de los “contra”, los que pertrechados por
Estados Unidos asolaban Nicaragua por esas mismas fechas, tanto como de los terribles
sucesos en Guatemala a fines de los setenta y principios de los ochenta, en los cuales el
gobierno de Estados Unidos tuvo asimismo una participación aberrante. En simultáneo, y por
cuenta propia, aquel joven García Linera estaba haciendo lecturas de filosofía (Kant, Hegel) y,
especialmente, de Marx. Las dos líneas mayores de su vida y pensamiento se articulan así
desde temprano: la cuestión indígena, por una parte, la boliviana y la latinoamericana at large,
y por otra, el marxismo o, más precisamente, la conexión posible o imposible entre indianismo
y marxismo como el fundamento teórico para una actuación política eficaz.
De ahí en adelante, podría decirse que nunca existió una paz estable entre los indios y
quienes los dominaban, los españoles primero y los criollos después. Nuevos levantamientos
se produjeron en los siglos XVII y XVIII y también durante la República decimonónica,
animados todos por un deseo incontenible de emancipación. Pero en el período
contemporáneo, es decir desde la Revolución de 1952, esa rebeldía indígena se vio opacada
por el vanguardismo minero y obrero, puesto este de manifiesto sobre todo a través de las
actividades de la Central Obrera Boliviana (COB). Vanguardismo minero y obrero que sin
embargo no duró, ya que en la década del setenta revelaba signos claros de agotamiento. La
minería del estaño, que había enriquecido a muy pocos y esclavizado a muchísimos, estaba
1
Mauricio Ostria González y Patricia Henríquez Puentes. “Arguedas y el Taki Onqoy”. Atenea, 513 (2016), 74.
2
dejando de ser una exportación rentable y tampoco el desarrollo industrial del país era lo
suficientemente grande como para sostener una presencia y una incidencia gravitante del
proletariado en la política nacional. Escribe Edwin Cruz Rodríguez:
la transición a la democracia creció el voto por la izquierda y ello permitió que la UDP
llegara al poder (1982-1985 [Unión Democrática y Popular, la coalición del
Movimiento Nacionalista Revolucionario de izquierda, el Partido Comunista y el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que estuvo por detrás de la presidencia de
Hernán Siles Suazo 1913-1996]). Sin embargo, con el fracaso de este gobierno, la
izquierda perdió credibilidad y dejó el camino abierto para la implementación del
modelo neoliberal con Paz Estenssoro y Sánchez de Lozada. El vanguardismo de la
COB, determinante en las luchas sociales desde 1952, entró en crisis. La COB se opuso
a las políticas neoliberales luego de la promulgación del Decreto Supremo 21060 y fue
duramente reprimida, con el despido masivo de trabajadores mineros. El sindicalismo
entró en crisis como forma de organización y articulador de los sectores populares
alrededor de demandas socioeconómicas. Cedió en favor del surgimiento de comités
regionales, juntas vecinales, organizaciones de mujeres, movimientos ecologistas y
organizaciones indígenas, y continuó operando desde una perspectiva clasista que
enfatiza en las demandas económicas y tiene dificultades para representar las
reivindicaciones de estos nuevos actores, lo cual posibilitó el fortalecimiento de las
identidades étnicas2.
2
Edwin Cruz Rodríguez. Movimientos, indígenas, identidad y nación en Ecuador y Bolivia. Una genealogía del
Estado plurinacional. Ediciones Abya-Yala. Quito, 2012, p. 122.
3
“… propone una diferencia conceptual entre indio e indígena. Para el autor, indígena es un concepto que designa
a los que nacen en una región u otra, pero como tal no es un concepto imparcial, tiene una carga valórica, pues
están los ‘hombres’, los blancos europeos y yanquis, y los indígenas o ‘naturales’ de África, Asia y América.
Reinaga tempranamente introduce una historización al concepto de indígena, entregándole una configuración
temporal y espacial, es decir, lo comprende como un concepto que cambia en el tiempo, según el lugar y que está
dado por relaciones de poder. El concepto de indio, en tanto, también es aprehendido por Reinaga en un sentido
histórico; él asume que se trata de un concepto resultante de una denominación colonial y racista, pero sostiene
que en esta noción está la unión política que los indios requieren para su liberación”. María Elena Oliva. La
negritud, el indianismo y sus intelectuales: Aimé Césaire y Fausto Reinaga. Santiago de Chile. Universitaria,
2014, p. 124. El subrayado es mío, G.R.
3
1952”4. Y agrega García Linera en ese mismo texto que por detrás de todo ello no era difícil
descubrir la impronta de “una intelectualidad aimara emigrante, temporal o permanente, que
accede a procesos de escolarización superior y vida urbana, pero manteniendo aún vínculos
con las comunidades rurales y sus sistemas de autoridad sindical”. El resultado de los
esfuerzos de esos intelectuales indígenas fue una “reinvención de la indianidad, pero ya no
como estigma, sino como sujeto de emancipación, como designio histórico, como proyecto
político”5.
4
Álvaro García Linera. “Indianismo y marxismo. El desencuentro de dos razones revolucionarias” en Revista
Donataria, 2 (2005); reproducido en Álvaro García Linera. La potencia plebeya. Acción colectiva e identidades
indígenas, obreras y populares en Bolivia. Antología. Pablo Stefanoni, ed. México, D. F.
Siglo XXI; Buenos
Aires. CLACSO, 2015, p. x
5
Para este tema, recomiendo: Claudia Zapata Silva. Intelectuales indígenas en Ecuador, Bolivia y Chile.
Diferencia, colonialismo y anticolonialismo. Quito. AbyaYala, 2013.
6
Cruz Rodríguez. Movimientos indígenas…, 124.
7
García Linera. “Indianismo y marxismo…”, 485-486.
8
Promovió Cárdenas, por ejemplo, el reconocimiento del carácter multiétnico y multicultural de Bolivia en la
Constitución de 1994. Tubo también influencia en la aprobación de leyes que favorecían a los indígenas política,
económica y culturalmente. Entre estas, el reconocimiento de la personería jurídica de las comunidades, de sus
títulos territoriales y de cierta autonomía, además de abogar por la asignación de recursos públicos a los
municipios rurales y por la implementación de la educación intercultural bilingüe en el país.
4
la cabeza de la Ofensiva Roja de los Ayllus Tupakaratistas (ORAT) o Ayllus Rojos, entrenado
militarmente en Cuba y partidario de la lucha armada, y Álvaro García Linera, Raquel
Gutiérrez y algunos de sus compañeros, los que como ellos se habían formado en México y
habían regresado a Bolivia entre el 83 y el 84, creado entonces las Células Mineras de Base y
apostado también a una insurgencia con las armas en la mano. Se juntaban así, de nuevo, el
indianismo, esta vez el del indio Felipe Quispe, con el revolucionarismo marxista, mestizo
pero pro indígena de García Linera y sus camaradas. Agréguese a ello la campaña del líder
cocalero Evo Morales en Cochabamba, a todo vapor a partir de la dictación de la ley 1.008, de
Víctor Paz Estensoro, la de 1988, que prohibía el cultivo de la coca, y el avance gradual de esa
propuesta rebelde, que con mucha rapidez iba “irradiando” hacia sectores sociales no
indígenas, y se tendrá un cuadro a grandes rasgos de la coyuntura.
Coincidentes en la necesidad de la lucha armada, los dos sectores del EGTK iniciaron
sus acciones guerrilleras en 1991. El cometido insurrecto no duró, sin embargo, ya que
empezaron a ser capturados pocos meses después. García Linera y su gente caen en abril del
92, Quispe y la suya en agosto. Fueron cinco años de cárcel, muy duros en los comienzos
(varios de ellos fueron sometidos a tortura, Raquel Gutiérrez intentó suicidarse y existen un
testimonio del propio García Linera al respecto) y posteriormente menos restrictivos,
relajándose en la última etapa hasta el punto de que la autoridad carcelaria les permitió recibir
libros, estudiar, escribir e inclusive publicar. Salen en 1997 y hacen de inmediato un balance
de la derrota, el que pondrá el acento en el voluntarismo: su énfasis militar excesivo, según la
autocrítica de García Linera, y la inmadurez y los inconvenientes de la participación mestiza,
según la de Felipe Quispe. Se produce a consecuencia de ello un paulatino alejamiento entre el
universalismo de García Linera y el autoctonismo de Quispe, sobre todo después que en 2001
éste funda el Movimiento Indio Pachakutik.
García Linera empieza por su parte a ganarse la vida dando clases de sociología en la
Universidad Mayor de San Andrés, organiza ahí mismo el grupo de estudios Comuna con sus
compañeros de siempre (Raquel Gutiérrez, Raúl Prada, Luis Tapia), logra una pintoresca
notoriedad como intelectual opinante en los medios de comunicación y empieza a sentirse cada
vez más próximo a la figura y el discurso de Morales. Lo demás es historia: la revuelta de
Cochabamba en el 2000 (la “Guerra del agua”), que tiene en Morales a uno de sus
protagonistas y quien abrirá muy pronto, según García Linera, “la posibilidad de un espacio de
comunicación y enriquecimiento mutuo entre indianismos y marxismos”9, una gran
movilización ese mismo año de Felipe Quispe en La Paz, luego la de El Alto en el 2003 (la
“Guerra del gas”), hasta la invitación que en 2005 le hace Evo a García Linera para que se
integre en calidad de candidato a la vicepresidencia en la fórmula con que gana la elección
presidencial de diciembre de 2005. Era esa una invitación que significaba, muy concretamente,
la incorporación mestiza y marxista-crítica en un acuerdo que hegemonizaban los indígenas y
que se canaliza a través del Movimiento al Socialismo (MAS). Consecuentemente, significaba
también la ruptura definitiva de García Linera con el indianismo radical de Quispe.
9
“Indianismo y marxismo…”, x
5
García Linera es uno de los que buscó, como se ha visto, el entendimiento, tanto en la
práctica, a través de su complicado acuerdo con Quispe, como en la teoría, mediante un
estudio de los textos antropológicos de Marx. Confieso que yo no sé de otro intelectual
latinoamericano que haya rastreado en Marx con más ahínco (no falta quien diga que
maniáticamente) la hebra con la cual podrían conjugarse socialismo e indianismo. En sus
lecturas tempranas, las que hizo en México, así como en las posteriores, las de los cinco años
de cárcel y después, ese fue sin duda su problema central. Aliviar al marxismo de los
obstáculos teóricos que desde allí podían ponérsele a un entendimiento de los socialistas
blancos y mestizos con las demandas de los indios y aliviar a los indios de su desconfianza
para con los socialistas blancos y mestizos. O, si es que lo miramos por el lado optimista,
potenciar todo cuanto existe en el socialismo marxista de identificación con los explotados y
los oprimidos y relevando simultáneamente todo lo que en hay en estos últimos de
universalismo solidario y espíritu de combate.
En una entrevista con Pablo Stefanoni, Franklin Ramírez y Maristella Svampa, García
Linera cuenta en qué consistió su rastreo de Marx:
comienza una obsesión, que mantuve durante diez años, de rastrear aquello que había
dicho Marx sobre el tema [étnico]. Comenzamos entonces a escudriñar los cuadernos,
los textos de Marx sobre los “pueblos sin historia” del año ‘48 y los trabajos de Engels,
pero también empezamos a revisar la lectura de los Grundrisse, así como también los
textos sobre la India, sobre China, luego las cartas a Vera Zasúlich, y luego los
manuscritos etnológicos, y también los otros manuscritos, inéditos, que están en
Ámsterdam. Viajamos hasta allá a buscar un conjunto de cuadernos que ahí existen
sobre América Latina; hay unos ocho o diez cuadernos de Marx sobre América Latina.
Comienza una obsesión, con distintas variantes, a fin de encontrar el hilo conductor
sobre esa temática indígena desde el marxismo, y creyendo que era posible que el
marxismo pudiera dar cuenta de la fuerza de tal dimensión, del contenido y del
potencial de la demanda étnico-nacional de los pueblos indígenas10.
10
Pablo Stefanoni, Franklin Ramírez y Maristella Svampa. Las vías de la emancipación. Conversaciones con
Álvaro García Linera. México. Ocean Sur, 2009, p. x.
6
Internacional y a ello se debe que el informe que sobre este asunto envió a la Primera
Conferencia Comunista Latinoamericana, la de 1929 en Buenos Aires, haya sido rechazado.
Recuerdo aquí algunas de sus frases:
Las “comunidades” que han demostrado bajo la opresión más dura condiciones de
resistencia y persistencia realmente asombrosas, representan en el Perú un factor
natural de socialización de la tierra. El indio tiene arraigados hábitos de cooperación.
Aun cuando de la propiedad comunitaria se pasa a la apropiación individual y no sólo
en la Sierra sino también en la Costa, donde un mayor mestizaje actúa contra las
costumbres indígenas, la cooperación se mantiene, las labores pesadas se hacen en
común. La “comunidad” puede transformarse en cooperativa, con mínimo esfuerzo
[…] Únicamente la lucha de las indios, proletarios y campesinos, en estrecha alianza
con el proletariado mestizo y blanco contra el régimen feudal y capitalista, pueden
permitir el libre desenvolvimiento de las características raciales indias (y especialmente
de las instituciones de tendencias colectivistas) y podrá crear la ligazón entre los indios
de diferentes países, por encima de las fronteras actuales que dividen antiguas
entidades raciales, conduciéndolas a la autonomía política de su raza11.
11
José Carlos Mariátegui. “El problema de las razas en América Latina” en Textos básicos. Aníbal Quijano, ed.
Lima, México, Madrid. Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 253-254 y 257.
12
Para los detalles, véase el capítulo sobre José Carlos Mariátegui en el tomo tercero de esta trilogía, dedicado a
la segunda modernidad latinoamericana.
13
Álvaro García Linera. Introducción al Cuaderno Kovalevsky de Karl Marx. La Paz. Ofensiva Roja, 1989;
recogido en García Linera. La potencia plebeya..., 49.
7
Las motivaciones de García Linera son similares a las de Mariátegui, similar el camino
que escoge para convertirlas en propuestas y acciones concretas y similares sus polémicas con
la izquierda, la boliviana en su caso. Las grandes diferencias están en los recursos y en el
orden de precedencia en lo concerniente a la vanguardia del proceso revolucionario. García
Linera pudo, como él mismo lo señala, leer e interpretar textos marxistas que en la época de
Mariátegui o no se conocían o se guardaban en oscuras bibliotecas europeas de un acceso
prácticamente inalcanzable. En cuanto a Mariátegui, resulta claro que su indigenismo, aunque
no excluya la participación del indio en la conducción del proceso la secundariza. Piensa el
Amauta más bien en una incorporación del pueblo indígena en una lucha que va a estar
dirigida por el proletariado si bien contando con una contribución efectiva de la cultura y la
experiencia indígenas, para el combate tanto como para la fragua de la conciencia colectiva
que debiera acompañar su victoria (aprovechando su socialismo “natural”, debido a sus
“hábitos de cooperación”, a los que se refiere la cita de arriba). Para García Linera, en cambio,
se trata no sólo de contribuir sino de liderar.
Es, como digo, el primer momento de su desarrollo intelectual, cuando García Linera
tiene apenas veintisiete años y, como Mariátegui cuatro décadas antes que él, anda en busca de
un socialismo que no sea ni “calco” ni “copia”. Vemos entonces que estudia y empieza a
producir así teoría no por un afán filosófico intransitivo sino para fundar en ella el trabajo
14
Ibid., 38.
8
político, en coincidencia con antepasados latinoamericanos suyos tan ilustres como son Martí,
Mariátegui y el Che. Como a Mariátegui y al Che, le interesa a García Linera el marxismo
pero, más precisamente todavía, el marxismo entendido como la teoría de la praxis socialista.
Siguiendo el consejo de la undécima tesis sobre Feurbach, quiere estudiar no sólo para
entender sino también para cambiar el mundo. Por eso es que su rastreo en los textos
antropológicos de Marx, además de ser una tentativa de fundar en ese Marx desconocido (o
conocido aún a medias) un pensamiento habilitado para darles respaldo a las acciones
emancipadoras del indianismo, es al mismo tiempo una tentativa de evaluación de la vigencia
del propio marxismo, de la vitalidad que en esos instantes, a fines del siglo XX y en los
albores del XXI, se le pueden asignar aún a las palabras del autor de El capital. García Linera
está al tanto de lo que ha sucedido en su país y en América Latina durante ese lapso y del papel
que en ello les ha cabido las distintas vertientes del marxismo, pero no puede menos que
percatarse al mismo tiempo de la grave enfermedad que por entonces hace presa de los
“socialismos reales” y que a no mucho andar será la causa de su defunción. No sólo eso, sino
que a lo que él aspira en este último sentido es a detectar las causas, y por lo mismo evitar las
consecuencias, del morbo fatídico. No entonces al estalinismo, pero no también al trotskismo y
al foquismo guevarista. O, lo que es igual, no al marxismo del siglo XX. Se trataba, para él,
durante esta etapa en que escarba en los papeles de Marx sobre las “otras” culturas, de dar con
un marxismo de y para el siglo XXI pero haciéndolo desde adentro del propio marxismo.
En la etapa que sigue, García Linera escribe el que él mismo considera el más
trabajado de sus libros y que sigue repercutiendo en su obra hasta hoy: Forma valor y forma
comunidad de los procesos de trabajo. Aproximación teórica-abstracta a los fundamentos
civilizatorios que preceden al ayllu universal. Concluido en mayo de 1994, en la prisión de
Chonchocoro, lo conforman trescientas y tantas páginas de prosa densa, a trechos
defectuosamente escritas, con seguridad debido a las circunstancias en que ellas se
borronearon, en las que se intenta responder a una pregunta que “recorre el mundo hace más
de 150 años”15. La primera página de la introducción de 1995, que yo acabo de citar y que
firman García Linera y Raquel Gutiérrez, establece los parámetros de esa pregunta:
15
Álvaro García Linera y Raquel Gutiérrez. “A manera de introducción” [versión abreviada de la introducción de
1995] en Álvaro García Linera. Qhananchiri. Forma valor y forma comunidad. Aproximación teórica-abstracta
a los fundamentos civilizatorios que preceden al ayllu universal. Quito. IAEN. Instituto de Altos Estudios
Nacionales del Ecuador y Traficantes de Sueños, 2015, p. 43.
9
De aquí la división de este libro en dos partes, una sobre el capitalismo, que incluye la
relectura que García Linera hace de Marx, básicamente de El capital) a partir de la oposición
entre el valor de uso, “en su calidad consuntiva”, con variadas posibilidades de realización, y
16
Ibid.
17
Ibid., 238.
10
el mismo en la “forma valor”, o sea en la “subsunción formal del trabajo al capital”18. Por eso,
el trabajo humano, que es “El impulso íntimo y realizador del ser del hombre, la objetivación
del desarrollo de la transformación de la naturaleza y de sí mismo aparece como desarrollo
absoluto del capital. No es que lo sea, sino que existe subsumido en el desarrollo del capital.
Sólo se da y se le presenta al hombre como fuerza productiva del capital”19. La otra parte es la
que se ocupa de las comunidades precapitalistas y estas están descritas “como lo no capital,
como el reverso del capitalismo”20.
Con esto queda en evidencia que García Linera no se ha desviado en Forma valor y
forma comunidad de los procesos de trabajo… de su agenda previa marxista, aunque también
sea cierto que la ha profundizado, sistematizado y perfeccionado. El rechazo a la ordenación
monolineal de la historia del mundo y, por consiguiente, a la estrategia de acción etapista de
los partidos comunistas pro soviéticos sigue contribuyendo con el trasfondo polémico de su
crítica:
No se ha olvidado pues García Linera de aquel Marx que en unos textos más o menos
recónditos estudiaba las formaciones precapitalistas con propósitos teóricos, sino que procura
imitarlo, continuarlo y aun, si es que cabe, mejorarlo. La meta última: desarrollar y convertir a
la forma comunitaria “en ‘punto de partida directo’ de la construcción de un nuevo sistema de
18
Ibid., 140.
19
Ibid., 150.
20
Ibid.
21
Ibid., 233.
11
García Linera salió de la cárcel en abril de 1997 y, como dije más arriba, se sumergió a
partir de entonces en una actividad vertiginosa que combinaba la docencia universitaria con las
funciones de intelectual público y los quehaceres de apoyo teórico a las organizaciones de
trabajadores. Profundizando en las ideas de Lenin y Gramsci (tal vez, a instancias de su
coterráneo, el eminente sociólogo René Zabaleta), el carácter de aquella época lo ha definido
él mismo como evidenciando una “crisis del Estado” y un “empate catastrófico”. Ni qué
decirse tiene, todo esto acelera el ritmo de su labor, por lo que se entiende que sus textos de
22
Ibid., 347.
23
“El Manifiesto comunista y nuestro tiempo” en Raquel Gutiérrez, Raúl Prada, Álvaro García Linera y Luis
Tapia. El fantasma insomne. Pensando el presente desde el Manifiesto comunista. La Paz. Muela del Diablo,
1999; recogido en García Linera. La potencia plebeya…, x.
12
esta etapa sean más circunscritos y breves que Forma valor y forma comunidad en los
procesos de trabajo...
Pero antes de ello, concordante con lo que a Bolivia se le estaba viniendo encima en el
cambio de siglo, se produce el aterrizaje que hace García Linera de su redefinición del
proletariado mundial contemporáneo en el cuerpo y hábitat del proletariado boliviano. Con
este ensanche de la mirada, además de los componentes económico y social, entraba a cumplir
un papel relevante en sus análisis el componente cultural o “simbólico”, como diría el maestro
Pierre Bourdieu. Cuatro textos, publicados todos entre 1998 y 2000, se ocupan del tema:
Reproletarización. Nueva clase obrera y desarrollo del capital industrial en Bolivia (1952-
1998), Procesos de trabajo y subjetividad en la formación de la nueva condición obrera en
Bolivia, “La muerte de la condición obrera del siglo XX” y “Los ciclos históricos de la
condición obrera minera en Bolivia (1825-1999)”.
24
Álvaro García Linera. “La muerte de la condición obrera del siglo XX” en El retorno de la Bolivia plebeya. La
Paz. Comuna y Muela del Diablo, 2000; recogido en García Linera. La potencia plebeya…, x.
13
se trata de obreros muchísimo más numerosos que hace dos décadas y extendidos en
cada vez más variadas ramas de la actividad productiva, pero fragmentados en
medianos centros laborales industriales, en pequeñas factorías de subcontratación, en
trabajos a domicilio que pulverizan en la geografía las posibilidades de reunión en
grandes contingentes. Se trata además de trabajadores por lo general carentes de
contrato, y por tanto nómadas que van de un oficio a otro, que combinan la venta de
fuerza de trabajo en productos o servicios por cuenta propia con la venta de fuerza de
trabajo temporal por un salario; los pocos que tienen contrato fijo han perdido la
jerarquía de ascensos escalonados por antigüedad y son compelidos a una competencia
interna de ascensos fundada en la habilidad, el aprendizaje, la sumisión y la
polivalencia laboral. En su gran mayoría, se trata de obreros y obreras jóvenes,
disciplinados/as en el individualismo urbano por la escuela, la familia y los medios de
comunicación masivos; a diferencia de los antiguos obreros, forjados en un espíritu de
cuerpo sindical como garantía de derechos y ascenso social, los jóvenes obreros
mineros, fabriles, constructores, petroleros de hoy, carecen de un horizonte de
previsibilidad obrera, de estabilidad geográfica y de experiencia sindical, que dificulta
enormemente la formación de una densificada cultura de unificación y proyección
social25.
Nada más lejos que esto de la vieja y compacta clase proletaria. Resulta por
consiguiente difícil seguir dándole el nombre de proletariado a ese magma confuso de
trabajadores y más difícil todavía seguir asignándoles a ellos/ellas el papel de vanguardia
revolucionaria. García Linera se da cuenta de que eso es así y lo soluciona recurriendo a dos
nociones principalmente. La de “multitud”, que habían empleado ya el René Zabaleta de
“Forma clase y forma multitud en el proletariado boliviano”, un artículo de 1983, en el que
este entendía a la multitud como una suerte de fase superior e “irradiante” de la clase (de clase
obrera a multitud obrero-campesina), y el italiano Toni Negri, el de la temporada spinozista, la
que se abre con La anomalía salvaje, de 1981.
El otro concepto del que García Linera se sirve durante esta etapa es un compuesto de
ideas con efectos recíprocos, me refiero al que forman la noción de formación social
“abigarrada” y la de Estado “aparente” (por oposición este al Estado “integral”, del que habla
Gramsci), ambas derivadas de Zabaleta. García Linera lo utilizará para distinguir entre la
ninguna unidad presente en el Estado boliviano previo a 2006 (su no ser el espejo fiel del
abigarramiento de la sociedad, en otras palabras) y la unidad que busca el actual, el que
encabeza Evo Morales.
25
Ibid., x.
14
barroca”, salpican, pero yo creo que sin dañar, como ciertamente pudieron haberlo hecho, sus
escritos. Se instala García Linera de este modo, y podría decirse que en el papel de gran figura,
bajo uno de los “focos” que reconoce el periodista Fernando Molina en la escena de la
intelectualidad contemporánea de Bolivia:
Una influencia gravitante sobre este grupo es la de Toni Negri, aunque debe observarse
de inmediato que la atracción que García Linera en particular siente por él no es tan grande
como poara inducirlo al otorgamiento de un cheque en blanco, ya que no llega a contemporizar
con las posiciones más extremas del italiano, para quien conceptos tales como clase social,
democracia representativa, nación, Estado futuro (que Negri no diferencia de sociedad
política) e imperialismo, si es que alguna vez tuvieron vigencia, hoy la han perdido por
completo. Tampoco adhiere García Linera a la idea de una multitud compuesta de diferencias
que serían irreductibles a cualquier unidad o identidad, idea con la que Negri reemplaza los
conceptos para él obsoletos de pueblo, masa y clase, apelando para eso (spinozianamente, por
cierto) a la primacía de la potentia instituyente por sobre la potestas instituida27. Prefiere
García Linera definir a la multitud como un “bloque de acción colectiva, que articula
estructuras organizadas autónomas de las clases subalternas en torno a construcciones
discursivas y simbólicas de hegemonía, que tienen la particularidad de variar en su origen
entre distintos segmentos de clases subalternas”28. No tanto Negri, entonces, como una mezcla,
no contradictoria pienso yo, de los planteamientos de Gramsci y Laclau.
26
Fernando Molina. “Focos de lectura de la izquierda boliviana”. Nueva Sociedad, 2017.
27
La crítica latinoamericana más ácida de estas posiciones es la de Atilio A. Borón: “la favorable acogida
brindada por los mandarines del establishment a Imperio demuestra que estos leyeron cuidadosamente el libro,
captaron correctamente su mensaje más profundo y acertadamente concluyeron que no había nada en el mismo
que pudiera ser considerado incompatible con la ideología dominante o con la visión que de sí mismos gustan
exhibir los poderosos”. Imperio & imperialismo [Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri]. 5ª ed.
Buenos Aires. CLACSO, 2004, p. 150.
28
“Sindicato, multitud y comunidad. Movimientos sociales y formas de autonomía política en Bolivia” en
Tiempos de rebelión; recogido en García Linera. La potencia plebeya…, 378.
15
Agrego a ello algo más y que me parece que no debiera perderse de vista: que no
obstante su aproximación y no obstante también el trato personal y cordial que finalmente
establecieron, Negri y García Linera respondían a estímulos enraizados en historias distintas.
El italiano era un vástago paradigmático de las revoluciones juveniles del 68 en Europa, las
que reclamaban una democracia radical que no llegó a constituirse y que es dudoso que
hubiese podido hacerlo; García Linera, en cambio, había sido testigo de los estragos causados
por las dictaduras latinoamericanas de los setenta y ochenta tanto como de las derrotas de la
izquierda vieja y nueva y del anfractuoso desempeño del llamado “socialismo del siglo XXI”,
el que sí llegó al poder y tuvo por eso que aprender a conjugar sus afanes libertarios con la
autoridad del Estado.
No es raro, por lo tanto, que sea este tema precisamente, el del Estado, el que se
transforma en el centro de su interés a partir de 2006. García Linera le saca punta para
abordarlo a una línea de pensamiento que en lo fundamental proviene de Lenin y Gramsci. En
el caso de Bolivia, esa perspectiva le permite trazar también el mapa de la trayectoria histórica
de su propia opción política hasta haberse convertido ella en gobierno y él en Vicepresidente.
Escribe en un trabajo inédito hasta 2015:
En el caso de Bolivia, la crisis estatal se manifestó desde el año 2000 con la “Guerra
del agua”, que al tiempo que revertía una política estatal de privatización de recursos
públicos, permitió reconstituir núcleos territoriales de un nuevo bloque nacional-
popular. El empate catastrófico se visibilizó desde el año 2003, cuando a la expansión
territorial de este bloque social movilizado se sumó la construcción polimorfa de un
programa de transformaciones estructurales, a la cabeza de los movimientos sociales
constituidos, desde entonces, como una voluntad de poder estatal movilizada. La
sustitución de elites gubernamentales se dio en enero de 2006, con la elección del
primer presidente indígena de la historia republicana, en un país de mayorías indígenas,
en tanto que la construcción del nuevo bloque de poder económico y el nuevo orden de
redistribución de los recursos se vendrá dando hasta el día de hoy. El punto de
bifurcación se habría iniciado, de manera gradual y concéntrica, desde la aprobación
del nuevo texto constitucional por parte de la Asamblea Constituyente, y tuvo en el
referéndum de agosto de 2008 un momento clave de su despliegue, sin que se pueda
establecer de manera precisa el momento final de su realización plena29.
Una historia que en seis años dejó instalado a Evo Morales en la oficina de la
Presidencia de Bolivia y a Álvaro García Linera en la de la Vicepresidencia. Pelearon juntos,
empataron juntos y se encuentran ahora en el trance de asumir las tareas que se derivan del
victorioso desempate. A partir de 2006, el poder del Estado les pertenece a ellos y a quienes se
venían movilizando hasta entonces junto con ellos.
Con este cambio de coyuntura emergen en el horizonte teórico de García Linera una
serie de preguntas nuevas, la más importante de las cuales es la que interroga acerca de la
naturaleza y alcances del poder que ahora poseen las fuerzas del cambio y sobre el cómo van a
usarlo y preservarlo y, refutando con ello a Maquiavelo, sobre el cómo van a usarlo y
29
“El Estado en transición. Bloque de poder y punto de bifurcación”. Incluido en García Linera. La potencia
plebeya..., 505.
16
preservarlo no para beneficio del Príncipe sino para que obedezca a las demandas y
aspiraciones populares. El poder en cuestión es el del Estado y García Linera aborda su
análisis en una docena de textos.
Uno de ellos, cuya consideración puede ser útil para abrir esta sección de mi análisis, es
el discurso “Del Estado aparente al Estado integral”, que el ya Vicepresidente pronunció el 25
de octubre de 2012 al recibir el grado de Doctor Honoris causa por la Universidad de Córdoba.
Es un documento importante, porque García Linera nos comunica en él lo que ha podido
extraer de la reflexión de quienes pensaron modernamente sobre el tema del Estado. Como un
alumno mateo, recorre el pensamiento de los contractualistas, el de Hobbes, Locke y
Rousseau, y percibe que, independientemente de sus diferencias, para todos ellos el Estado es
un “régimen de unidad” dentro del cual concurren personas singulares y diversas. Una unidad
que no obstante la singularidad y la diversidad de sus integrantes deviene sinónimo de
universalidad y que por lo mismo se asienta en la “voluntad general”, la que se expresa en el
voto y además hace al régimen estatal resultante dueño del “monopolio de la coerción
legítima”. Esto es lo que le aportan los contractualistas. Pero he aquí que Hegel y Marx
enturbian el diseño cuando introducen la sospecha de que la tan deseable unidad pudiera no
serlo o ser harto menos extensa de lo que pretende ser. El Estado moderno es “misterioso”,
dice Hegel, y ese misterio es el mismo al que Marx recalifica con la noción de “comunidad
ilusoria”. Cito a García Linera:
¿Cómo escapar a esta paradoja mortificante, cuyos efectos pueden inducirlo a echar por
la borda todo cuanto sus preferencias políticas han defendido y defienden hasta ese momento?
¿Aceptando al Estado moderno tal como es, con toda su corrosiva ambigüedad, en el mejor de
los casos procurando entregarles a los que se quedan fuera de él algunas compensaciones por
lo que pierden, compensaciones materiales y simbólicas, como hacen los reformistas, o
simplemente dándole vuelta la espalda, como lo indican los anarquistas y algunos de los
postmodernos?
30
Álvaro García Linera. “Del Estado aparente al Estado integral”. Discursos en la recepción del Doctorado
Honoris causa por la Universidad de Córdoba, el 25 de octubre de 2012. s.p. En línea:
blogs.ffyh.unc.edu.ar/garcialinera/files/2015/10/Conferencia-UNC.pdf
17
31
Roberto Schwarz. “I. As idéias fora do lugar” en Ao vencedor as batatas. Forma literaria e processo social nos
inícios do romance brasileiro. São Paulo. Duas Cidades, 1992, p. 13 et sqq. Para una reciente y muy buena
traducción al español de Eduardo Vergara, ver: Meridional, x.
32
García Linera. “Estado, democracia y socialismo” en Forma valor y forma comunidad en los procesos de
trabajo…, x
33
Ibid., 16.
18
Poulantzas, quien con ella impugna y desecha la idea marxista vulgar del Estado como una
“cosa” a la que se “conquista”, esto es, impugna y desecha la que fue la meta del sector
mayoritario de la izquierda del siglo XX cuando esta se planteó el problema de la toma del
poder, lo que para esa izquierda se reducía a la toma del Estado. Desde el punto de vista de
Poulantzas, al que García Linera adhiere, ese es el camino erróneo, que produce un divorcio
entre el pueblo y sus líderes y acaba conduciendo al “socialismo de Estado” (cuando no, al
“capitalismo de Estado”), la fórmula boliviana post 52 que fracasó rotundamente, como
también lo hizo en la Unión Soviética y demás países de su zona de influencia. Argumenta
García Linera en vista de eso que “Si como sostienen el reformismo y el ultraizquierdismo, el
Estado es una máquina monolítica al servicio de una clase y, encima, el garante de la
dominación ya consagrada, entonces, no existe un espacio para la posible liberación a partir de
los propios dominados”34.
Y lo curioso es que a este mismo nicho teórico van a parar los enemigos del
reformismo y del ultraizquierdismo, los que practican la que él denomina “lectura abdicante
del poder” y según la cual “la sociedad y las clases subalternas construyen su historia al
margen del Estado”35. Olvidan unos y otros que el Estado “también es la comunidad social, los
logros comunes, los bienes colectivos conquistados, aunque bajo una forma fetichizada”36.
Así, sólo una concepción del Estado como condensación de correlación de fuerzas, siempre en
movimiento (diríamos nosotros que no instituyente ni instituida sino instituyéndose), y desde
ahí afectando a y siendo afectada por el conjunto social, puede reconocer y realizar la
posibilidad del cambio:
34
Ibid., 21.
35
Ibid., 24.
36
Ibid.
37
Ibid., 22.
19
sociales, necesariamente tiene que atravesar al propio Estado, que por otra parte no es más que
la institucionalización material e ideal, económica y cultural, de esa correlación de fuerzas
sociales”38.
Los niveles en que ello tiene que ocurrir son “los sistemas de representación electoral”
(victorias electorales), “la administración de los bienes comunes” (políticas económicas), y “la
hegemonía política”39. En cuanto al modo de establecer esta última para el sector emergente,
García Linera opina que se puede escoger el método de Gramsci (“las clases trabajadoras
deben dirigir y convencer”) o el de Lenin (“el proyecto dominante debe ser derrotado”) o una
combinación de ambos, que a su juicio es lo que más le conviene a Bolivia en esos momentos.
Finalmente, está la pregunta por el dónde hay que poner el ojo, sobre qué “nudos” puntuales
golpear. Cito:
a) El gobierno
b) El parlamento
g) Y las ideas fuerza u horizontes de época con las que las personas se movilizan
38
Ibid., 26-27.
39
Ibid., 28.
20
i) Los esquemas morales y lógicos con los que las personas conocen y actúan en el
mundo, capaces de ir desmontando procesualmente los monopolios de la gestión de los
bienes comunes de la sociedad40.
Detallados minuciosamente, tales son los blancos sobre los que debiera descargarse el
peso máximo de la voluntad transformadora. Unido a lo anterior, Poulantzas le habrá
propuesto a García Linera “una defensa y ampliación del pluralismo político, de la democracia
representativa” y “la ampliación de los espacios de democracia directa”. Si las cosas se hacen
bien, el cielo que le tiene prometido no es otro que la superación de la paradoja insufrible del
Estado moderno.
He ahí la interrogante clave durante esta etapa. Y, antes que atribuírsela a cualquier
teorización racionalizante sobre las responsabilidades que al gobernante le impone su tenencia
del poder instituido, yo debo insistir en que lo que García Linera comprueba, en el nuevo
escenario y en carne propia, es que luchar por el poder no es lo mismo que poseerlo y usarlo,
que una posesión y un uso imprudentes pueden invalidar todo aquello en lo cual hasta entonces
creyera.
Tal vez la medida más problemática para el gobierno de Evo Morales en este sentido
(y, por lo tanto, también para su Vicepresidente) sea la que dice relación con las políticas de
crecimiento económico. Desde hace diez años, Bolivia es el país que más crece
económicamente en América Latina, mostrando un PIB en torno al 5 por ciento anual (el más
alto fue en 2013, de 6.8). Es cierto que en 2014, 2015 y 2016 se produjo una baja al 5.5, 4.9 y
4.5 respectivamente, pero también está claro que esa fue una baja menor y que se debió a la
caída del precio de los productos primarios en el mercado internacional, aunque, aun si se tiene
eso en cuenta, no se pude negar que los resultados bolivianos son de lejos superiores al
término medio de la región, que fue del 1.1, -0.4 y -1.0 para los tres años indicados. En un
gráfico de 2013, que acompaña a un documento del Ministerio de Economía y Finanzas
Públicas, se puede ver, literalmente, cuál fue la planificación en que se volcó la política
económica del país en estos años:
40
Ibid., 30-31.
21
Si se observa con algún detenimiento este gráfico, se verá que los productos primarios,
hidrocarburos (en primer lugar), minería, electricidad, recursos ambientales, continúan siendo
considerados como el cimiento del edificio económico nacional. De los “excedentes” que ellos
generan depende el movimiento de otros sectores que son igualmente “generadores de
ingreso”, actuales o potenciales, pero que junto con los primeros van o se desea que vayan a
dar en el pozo del objetivo máximo, aquí separado y con letras de molde, que es la
“industrialización”. Algo que no aparece en el gráfico es el aumento de los tributos (de 11.4
millones de bolivianos en 2004 a 59.9 millones en 2013) y el aumento del consumo interno,
este como resultado de los programas sociales del gobierno, ambos elementos productores
asimismo de ingresos. Por último, entre una punta y la otra del gráfico podemos ver al “Estado
redistribuidor”, el que desarrolla la acción social en beneficio de la gente que más ayuda
necesita. Cabe entonces preguntarse, después de transcurridos cuatro años desde que este plan
se publicitó, qué ha sido de él.
El déficit en cuenta corriente se ha ampliado según los datos del primer semestre de
2016, ascendiendo a 569 millones de dólares. El mayor déficit de la balanza comercial
es el resultado de una caída de las exportaciones del 31 % [de 14.041 millones de
dólares en 2014 a 8.191 en 2016], que ha superado la disminución del 17% de las
importaciones de bienes en ese mismo período. El descenso de los precios
internacionales de los hidrocarburos explicaría una parte importante de este deterioro y
ha implicado una caída del 11% de los términos de intercambio. Además, el volumen
de las exportaciones de hidrocarburos se ha contraído un 8% en los primeros siete
meses del año debido a las menores ventas hacia el Brasil. El resto de las exportaciones
ha crecido un 30% en el período de enero a julio respecto del mismo período de 2015
como resultado de una recuperación de los precios y volúmenes de varios productos
relacionados con la minería y con la soya. Por su parte, las importaciones han caído un
14% en el mismo período, principalmente por la reducción de las compras de insumos
22
41
CEPAL. “Estado plurinacional de Bolivia” en Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el
Caribe, 2016.
42
Ricardo Calla Ortega. “TIPNIS y Amazonía: Contradicciones en la agenda ecológica de Bolivia”. European
Review of Latin American and Caribbean Studies, 92 (2012), 78. DOI: http://doi.org/10.18352/erlacs.8405
43
Ibid., 80.
23
Como era de esperar, la posición de García Linera ha sido de una defensa cerrada de la
decisión gubernamental. Su discusión sobre este asunto está contenida en intervenciones
múltiples, entrevistas, publicaciones periodísticas, etc. La más acabada sin embargo se
encuentra en el libro Geopolítica de la Amazonía. Poder hacendal-patrimonial y acumulación
capitalista, de 2013. Sostiene ahí García Linera que lo que ha habido en Bolivia es una
revolución y que el episodio del TIPNIS no es sino un capítulo más en los esfuerzos
conservadores para revertirla:
[por ejemplo] la reacción desenfrenada de las antiguas élites dominantes, que por todos
los medios: económicos (corralitos bancarios, 2006; sabotaje productivo, 2007-2009,
boicot alimenticio, 2007-2008), políticos (sabotaje a la Asamblea Constituyente, 2006-
2008; referéndums autonómicos, 2008; revocatorio presidencial, 2008) y armados
(intento de golpe de Estado, 2008; separatismo, 2009), buscaron debilitar y derrotar al
Gobierno del Presidente Evo […] La ruta trágica de la historia se desenvuelve de tal
manera que la contrarrevolución puede venir de la mano de una facción de sus propios
constructores que, sin necesariamente proponérselo, como consecuencia de la
exacerbación de su particularismo corporativo, regional o sectorial, y al no tomar en
cuenta el despliegue general de las correlaciones de fuerzas sociales totales a nivel
nacional e internacional, acaban defendiendo los intereses de las fuerzas conservadoras
de la derecha y terminan socavando su propio proceso revolucionario. Esto es
justamente lo que viene sucediendo con la denominada “marcha del TIPNIS”44.
En esta óptica, un crítico informado y uno de los más severos de las políticas del
gobierno de Morales ha sido Luis Tapia Mealla, el antiguo camarada de García Linera en el
grupo Comuna:
44
Álvaro García Linera. Geopolítica de la Amazonía. Poder hacendal-patrimonial y acumulación capitalista. La
Paz. Vicepresidencia del Estado Plurinacional y
Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional, 2013, p.
14.
24
El discurso del gobierno del MAS en Bolivia desde hace algunos años se mostraría
atravesado por fuertes ambivalencias en su discurso y práctica política estatal: hacia
afuera, presenta una clara retórica “eco-comunitarista”, en foros y cumbres
internacionales, con slogans sobre los “derechos de la Madre Tierra”, sobre alternativas
al capitalismo (con el que hay que acabar como el causante de gran parte de los males
que aquejan a los países periféricos como Bolivia), sobre la base de los principios
comunitarios como “Vivir Bien”, pero, hacia adentro, reafirma discursos nacionalistas
y desarrollistas a la par que despliega políticas extractivistas y acciones que atentan
frontalmente contra territorios y formas de vida comunitaria (irónicamente donde estos
principios se vienen practicando ancestralmente), que habilitan y promueven el despojo
neocolonial de naturaleza y territorialidades que en esos espacios se reproducen45.
Y, claro, García Linera admite que es necesario y posible achacarle el retroceso a las
anfractuosidades de un terreno que sin duda se halla erizado de púas: “las fuerzas de derecha y
las potencias imperiales han hecho, hacen y continuará haciendo todo lo posible, a través de
todos los medios legales e ilegales, por detener cualquier proceso emancipativo […] el
Departamento de Estado norteamericano y los bloques conservadores locales siempre buscarán
45
Luis Tapia y Pavel Camilo López Flores. “¿Descolonización o neo-colonización del territorio en Bolivia? La
defensa de la territorialidad indígena en tierras bajas frente a la recreación neo-extractivista del colonialismo
interno” en Despojos y resistencias en América Latina/ Abya Yala. Carlos Walter Porto-Gonçalves, Luis Daniel
Hocsman y Omar Arach, eds. Buenos Aires. Estudios Sociológicos Editora, 2016, p. X.
46
Ver.
47
Ibid.
25
sabotear los procesos progresistas. Es una cuestión de control del excedente económico
existente en la región, de sobrevivencia de las oligarquías dependientes y de obstrucción a la
propagación mundial de lo que consideran un ‘mal ejemplo’ para los pueblos del mundo”48.
Incluso subraya, y con justeza, el cambio táctico de la contrainsurgencia, que si en el pasado
privilegió la fuerza hoy día se inclina por una ofensiva mediática, económica, social y cultural.
Más importante, sin embargo, le parece que es mirar hacia adentro y comprobar que “esas
acciones concretas y cambiantes de contrainsurgencia perpetua podrán volverse eficaces, dar
sentido a la historia o arrebatar el protagonismo popular solamente en función de lo que las
propias clases populares plebeyas hagan o dejen de hacer; en función de lo que las estructuras
políticas revolucionarias, sindicales y académicas hagan y piensen en un momento dado”49. En
este sentido, identifica “cinco límites o contradicciones” que habría que enfrentar y superar.
Son los siguientes.
48
Ibid.
49
Ver.
*
Ver.
26