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Historia de Grecia en la época clásica

UAM, 2017-2018

Tema 3.-Esparta y el Peloponeso durante la Pentecontencia

1.- Esparta: una polis única


1.1.- La visión ateniense y la problemática de las fuentes
1.2.- El mirage espartano
1.3.- Estructura política y social lacedemonia durante la Pentecontecia

2.- Evolución histórica espartana durante la Pentecontecia


2.1.- El final de la Segunda Guerra Médica
2.2.- El regente Pausanias y la stásis tras las guerras médicas
2.3.- La gran revuelta de los hilotas de 464 a.n.e.
2.4.- Esparta, ¿paladín de la libertad griega?

3.- La Liga del Peloponeso

Lecturas recomendadas
Domínguez Monedero y Pascual González 1999: 91-126; eid. 2006: 77-82.

-FORNIS, C. (1989): Esparta. Historia, sociedad y cultura de un mito historiográfico, Barcelona.


-FORNIS, C. (2016): Esparta. La historia, el cosmos y la leyenda de los antiguos espartanos, Sevilla.

Fuentes antiguas de lectura recomendada


Plácido, D. et al. (1999): Historia del mundo clásico a través de sus textos. 1. Grecia, Madrid (Alianza).

-Heródoto, Historia.
-Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso
-Jenofonte, Constitución de los lacedemonios

Documentos

El limitado poder de los reyes espartanos


Así pues, éstos son los honores que le han sido dados al rey en los asuntos domésticos mientras viva, y
que no superan en mucho a los de los particulares. En efecto, no quiso [Licurgo] ni que a los reyes les
sedujese la idea de la tiranía ni que a los ciudadanos les entrase envidia de su poder.
(Jenofonte, Constitución de los Lacedemonios, 15.8. Trad. de A. Domínguez)

Los éforos
En efecto, los éforos tienen poder para castigar a quien quieran, tienen autoridad para proceder al instante,
tienen autoridad también para actuar sobre los magistrados en el acto, cesándolos y aun incluso
encarcelándolos e interponiendo contra ellos procedimientos capitales. Tienen tanto poder que, a
diferencia de lo que ocurre en las otras ciudades, en donde a los cargos electos se les deja que gobiernen
durante el año de su mandato como quieran, como si fueran tiranos o como hacen los que dirigen los
juegos gimnásticos, si encuentran que alguien está realizando algo contra las leyes, al punto y al instante lo
castigan.
(Jenofonte, Constitución de los Lacedemonios, 15.8. Trad. de A. Domínguez)

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La xenelasia laconia
Se dirigió al campamento y les dijo que, en bien de Esparta, era mejor que el extranjero samio saliera del
Peloponeso, para evitar que inducirle a él o a cualquier otro espartiata, a proceder mal. Los éforos
atendieron a su indicación y, mediante un heraldo, decretaron la expulsión de Meandrio.
(Heródoto, 3.148.2. Trad. de C. Schrader)

La peculiaridad del régimen espartano


Así pues, algunos afirman que es preciso que el mejor sistema de gobierno sea una mezcla de todos los
sistemas, por lo que alaban el de los lacedemonios; pues éste unos dicen que está compuesto de oligarquía,
monarquía y democracia; afirmando que la monarquía es la realeza, la oligarquía el gobierno de los ancianos
y la democracia el gobierno de los éforos, ya que los éforos son elegidos por el pueblo; pero según otros
el eforado es una tiranía, y el gobierno democrático las comidas en común y el resto de la vida cotidiana.
(Aristóteles, Política, 1625b. Trad. de F. J. Gómez Espelosín)

Se hallan bien confundidos los límites de democracia y la oligarquía cuando se puede llamar al mismo
sistema político democracia y oligarquía […]. Así sucede con la constitución lacedemonia. En efecto,
muchos se empeñan en decir que es una democracia porque tiene en su constitución muchos elementos
democráticos, como por ejemplo en primer lugar lo que se refiere a la educación de los niños (son educados
del mismo modo los de los ricos que los de los pobres, y son educados de manera tal que los hijos de los
pobres pueden serlo de tal modo), y lo mismo ocurre en la edad sucesiva, de modo que cuando se
convierten en hombres sucede lo mismo (es decir, no se diferencia el rico o el pobre). Por lo que se refiere
a la alimentación, todos la realizan en las syssitias, y a ellas los ricos llevan unas vestimentas tales que si
cualquiera de los pobres quisiera, podría procurárselas. Además de ello, el pueblo participa de los dos
principales poderes, pues elige a los gerontes y forma parte del eforado. Otros, sin embargo, llaman al
sistema oligarquía porque tiene muchos elementos oligárquicos, como el que todos los cargos sean elegidos
y ninguno nombrado por sorteo y sean pocos quienes tienen capacidad de decretar la pena de muerte y de
exilio, y muchas cosas de este tipo.
(Aristóteles, Política, 1294b 13-34. Trad. de A. Domínguez)

La imagen de Esparta
Pues si la ciudad de los lacedemonios quedara desierta y desaparecieran los santuarios y las plantas de las
construcciones, creo que habría una gran incredulidad de su poder con el paso del tiempo para los que
vienen después en relación con su fama. Sin embargo, habitan las dos quintas partes del Peloponeso y
ejercen la hegemonía de todo él y de numerosos aliados de fuera; sin embargo, como la ciudad no está
construida en conjunto ni posee santuarios ni edificios lujosos, sino que está habitada en forma de aldeas
a la manera antigua de la Hélade, parecería completamente inferior.
(Tucídides, I.10.2. Trad. de F.J. Gómez Espelosín)

El miedo a los hilotas


Pues siempre la mayor parte de las decisiones de los lacedemonios respecto a los hilotas se establecieron
especialmente por motivos de seguridad por miedo a su torpeza y por su número adoptaron la siguiente
decisión. Proclamaron que cuantos de ellos pretenden haber sido los más valientes en las guerras, que
fueran seleccionados en la idea de que serían liberados, poniéndolos a prueba y pensando que estos por
su orgullo, los que precisamente pretendían que serían los primeros liberados, serían los primeros en
decidirse a atacarlos. Seleccionaron cerca de dos mil, les pusieron guirnaldas y caminaron alrededor de los
templos como si ya hubieran sido liberados. Sin embargo, no mucho después los espartanos los hicieron
desaparecer sin que ninguno supiera de qué manera cada uno había desaparecido.
(Tucídides, IV.80.3-4. Trad. de F. J. Gómez Espelosín)

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La elección de los gerontes


La elección se desarrollaba de la siguiente manera: una vez reunida la asamblea, se encerraba a unos cuantos
hombres escogidos en un pabellón cercano, de modo que no pudiesen ver ni ser vistos, y sólo pudiesen
escuchar el griterío de los que estaban reunidos en asamblea. Así, por el griterío juzgaban también a los
candidatos, como todos los restantes asuntos, no el de todos a la vez, sino que cada uno de los aspirantes,
por sorteo, era introducido en la asamblea y se le hacía atravesarla en silencio. Al tiempo, los que estaban
encerrados tenían unas tablillas en las que indicaban la intensidad del griterío que cada uno había suscitado,
aunque sin saber a quién correspondía, sino tan sólo el que correspondía al primero, al segundo, al tercero
o al que fuese de los que iban entrando. Y proclamaban a aquél que hubiese recibido una aclamación más
intensa y más numerosa.
(Plutarco, Vida de Licurgo, 26.3-5. Trad. de A. Domínguez)

El número de espartiatas
Oh, rey, el número de los lacedemonios es, en total, elevado, y también lo es el de sus ciudades; sin
embargo, vas a saber lo que quieres averiguar. En Lacedemonia hay una ciudad, Esparta, con unos ocho
mil hombres aproximadamente. Todos ellos son iguales a los que aquí han combatido. Los otros
lacedemonios, desde luego, no pueden comparárseles, pero también poseen valor.
(Tucídides, 7.234.2. Trad. de C. Schrader)

La gran revuelta hilota


Cuando Arquidamo, hijo de Zeuxidamo, se hallaba en el cuarto año de reinado en Esparta, sucedió que, a
causa de un terremoto mayor de cuantos se recordaban con anterioridad, el territorio de los lacedemonios
se vio destruido por múltiples abismos y fueron sacudidas algunas de las cimas del Taigeto hasta el punto

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de que se desprendieron, y la propia ciudad en su conjunto se vio demolida, excepto cinco casas, mientras
que a cada todas las demás las echó abajo el seísmo.
(Plutarco, Cimón, 16.4. Trad. de A. Domínguez)

En ese momento ocurrió un hecho sobresaliente e imprevisto que fue causa de grandes desgracias para
los Lacedemonios. En efecto, produciéndose unos grandes temblores de tierra en Esparta, sucedió que se
derrumbaron las casas desde los cimientos y perecieron más de veinte mil lacedemonios. Durante mucho
tiempo sin interrupción la ciudad se vio sacudida y las casas se derrumbaron con lo que muchas personas
murieron atrapadas bajo los muros y el terremoto dejó enterradas bajo las casas riquezas en no pequeña
medida. Y toda esta desgracia ocurrió como si algún daimon se hubiese enfadado con ellos, mientras que
por estas mismas causas otros peligros, ahora causados por los hombres, empezaron a acecharlos. Los
hilotas y los mesenios se mantenían alejados de los lacedemonios en busca de su seguridad, porque temían
la superioridad y el poder de Esparta. Pero cuando pudieron contemplar cómo la mayor parte de aquéllos
había perecido a causa del terremoto, se mostraron altaneros con los supervivientes, que eran pocos. Por
ello, y poniéndose de acuerdo contra aquéllos, declararon la guerra a los lacedemonios.
(Diodoro Sículo, XI, 63.1. Trad. de D. Plácido Suárez)

(5) Pero el rey de los lacedemonios, Arquidamo, gracias a su propia prudencia, salvó a los ciudadanos
contra el seísmo y se enfrentó notablemente en la guerra contra sus atacantes.
(6) Reunida la ciudad por el miedo al seísmo, el primero de los espartanos, tras coger la panoplia,
se lanzó desde la ciudad al territorio y animó a los demás ciudadanos a hacer los mismo.
(7) Como los espartiatas hicieron caso, de esta manera se salvaron los supervivientes, a quienes el
rey Arquidamos colocó en formación e instruyó para combatir contra los rebeldes.
64. (1) Los mesenios aliados con los hilotas se lanzaron primero hacia Esparta, en la idea de que la
tomarían aprovechando la escasez de los que podían protegerla, pero cuando se enteraron de que los que
habían quedado, alineados con el rey Arquidamo, estaban empeñados en la lucha por la patria, desistieron
de ese ataque y, considerando que el país de Mesenia estaba desprotegido, desde allí emprendían el asalto
para atacar Laconia.
(2) Pero los espartiatas buscaron refugio en la ayuda de los atenienses y recibieron una fuerza de
su parte. Al haber reunido también fuerzas no menores de parte de los demás aliados, estuvieron en
disposición de enfrentarse a los enemigos. Al principio aventajaban mucho a sus contrincantes, pero
después, al nacer la sospecha de que los atenienses iban a inclinarse del lado de los mesenios, disolvieron
la alianza con ellos, diciendo que con los demás aliados tenían suficiente para el peligro que los amenazaba.
(3) Sin embargo, los atenienses, en la idea de que habían recibido un trato deshonroso, por el
momento lo que hicieron fue retirarse, pero después, en actitud cada vez más hostil con respecto a los
lacedemonios, se dedicaban a echar leña a su enemistad. Por ello, si bien este acontecimiento lo
consideraron como inicio de la hostilidad, más tarde las ciudades se enfrentaron y emprendieron grandes
guerras que sembraron toda Grecia de grandes desdichas. Sobre ellos escribiré en detalle en el momento
oportuno.
(4) Entonces los lacedemonios hicieron una expedición con sus aliados contra Itome y le pusieron
sitio. Los hilotas que se habían rebelado en bloque contra los lacedemonios se aliaron a los mesenios y
unas veces vencían y otras eran derrotados. Durante diez años sin que la guerra pudiera dilucidarse, pasaron
todo este tiempo haciéndose daño los unos a los otros.
(Diodoro Sículo, XI, 63-64. Trad. de D. Plácido Suárez)

El recelo espartano
Los lacedemonios, en vista de que no tomaban la fortaleza, temiendo la audacia e inquietud de los
atenienses y considerándolos, además, extraños, los despidieron a ellos solos de entre los aliados, no fuera
que si se quedasen tramaran alguna maquinación persuadidos por los del Itome; mas no manifestaron su
sospecha, sino que dijeron que ya no los necesitaban.
(Tucídides, I.102.3-4. Trad. de F. Rodríguez Adrados)

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La Liga del Peloponeso


Los lacedemonios estaban al frente de sus aliados sin tenerlos sometidos al pago de tributo y cuidándose
tan sólo de que se gobernaran por el sistema oligárquico, en forma ventajosa para ellos, mientras que los
atenienses estaban al frente de los suyos después que con el tiempo se habían apoderado de las naves de
las ciudades aliadas, excepto de las de Quíos y Lesbos, y habían impuesto a todos tributos.
(Tucídides, I.19. Trad. de F. Rodríguez Adrados)

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