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Benito Nursia PDF
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LIMA – PERÚ
1
SAN BENITO DE NURSIA, PATRONO DE EUROPA
Nihil Obstat
Padre Ricardo Rebolleda
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto
Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca (Perú)
LIMA – PERÚ
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ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN
El monacato primitivo.
Ambiente social en tiempo de san Benito.
Su vida según san Gregorio Magno.
La Regla. Oficio divino. El abad.
Otros cargos monásticos. Actividades.
Los votos. Apostolado.
El abad en la historia. Montecasino.
La restauración. Cluny.
La gran obra civilizadora.
Los cistercienses.
Congregaciones benedictinas.
La Orden en la actualidad.
San Benito, patrono de Europa.
La cruz de san Benito.
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN
La vida de san Benito se desarrolla a caballo entre los siglos V y VI. Eran
tiempos de desorden y desorganización social con muchas guerras en Italia y en
otros países de Europa, invadidos por las hordas de los bárbaros. Así
denominaban al principio los romanos a los extranjeros, pero después ha quedado
el vocablo como sinónimo de crueldad.
Sin ellos, Europa hubiera sido diferente. Los momentos más gloriosos
fueron los de la Edad Media, y, concretamente, los siglos X y XI. Los
cistercienses, benedictinos de vida más estricta, tuvieron su siglo de oro en el
siglo XII con san Bernardo de Claraval. Pero todos hicieron de sus monasterios
focos de paz, de cultura, de oración, de civilización y evangelización.
Deseo que esta breve biografía nos estimule a amar más nuestra fe católica
y a vivirla en plenitud, procurando, como los benedictinos, irradiarla y
compartirla con los que nos rodean.
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EL MONACATO PRIMITIVO
Por otra parte estaba san Pacomio, que es considerado el fundador del
cenobitismo cristiano. Los monasterios pacomianos estaban compuestos de un
número más o menos importante de casas, donde estaba dividida la comunidad
por grupos. Cada casa tenía entre 20 y 40 monjes. Se repartían según la función
que desempeñaban: zapateros, hortelanos, pastores, boyeros, bateleros y
pescadores, pues estaban cerca del Nilo en Egipto. Para ellos redactó unas
normas o Regla el año 315 y fundó el primer monasterio cristiano en el Alto
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Egipto. En su convento vivía una comunidad de varios centenares de monjes.
Vivian en edificios separados cada uno con su propio Superior y su capilla,
refectorios, etc.
Pero todos se reunían en la gran iglesia del monasterio para los solemnes
oficios. En su Regla determina que tengan un moderado número de prácticas
obligatorias para todos, dando libertad a cada uno para superar los mínimos
fijados en cuestión de penitencias y ayunos. Estos monjes pacomianos se
distinguían de los antonianos en que daban mucha importancia al trabajo manual.
Trabajaban en los campos, tenían huertos y estaban ocupados en toda clase de
oficios como herreros, panaderos, carpinteros, zapateros, sastres, etc. Tenían un
régimen de vida organizado. Mientras los antonianos, si trabajaban, lo hacía cada
uno por su cuenta, tejiendo cestos o cosas simples como el tejido de hilo en el
interior de sus celdas.
San Basilio (330-379) tuvo una vida corta, pero muy fecunda. La tradición
le llama san Basilio el Grande, gran teólogo, defensor de la Iglesia con su
doctrina. Tiene el título de doctor de la Iglesia. Muchos de su familia fueron
santos como su abuela paterna Macrina. Su abuelo paterno murió mártir. Sus
hermanos, Gregorio y Pedro, fueron obispos de Nisa y Sebaste, también santos.
Su hermana fue consagrada a Dios desde los doce años y también es santa.
San Basilio visitó a los monjes de Siria y Egipto para conocer su vida y
redactó la famosa Regla de San Basilio. Organizó la vida monástica siguiendo a
san Pacomio, pero con algunas variantes. San Basilio mandó que todos
estuvieran bajo el mismo techo, mesa común, trabajo y oración diaria en común.
Precisamente por ello san Benito debe más a san Basilio que a ningún otro
fundador. San Basilio también le dio al convento un tinte de apostolado, al
ordenar que pudieran hacer obras de caridad con la gente de los alrededores o a
los que iban a visitarlos. Incorporó a los monasterios hospitales u hospicios para
pobres y enfermos. Todo bajo la dirección de los monjes que vivían aparte, pero
muy cerca.
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Para san Basilio el trabajo tenía más valor que las austeridades y, por ello,
desaprobó las exageradas austeridades de algunos monjes. La vida monástica de
Europa oriental surgió según el modelo de san Basilio. En cambio la de la Europa
occidental lo fue según el modelo antoniano. Dos monjes egipcios, ambos de
Nitria, quienes llegaron a Roma en el año 339, fundaron allí monasterios de
hombres y de mujeres; al igual que en otras ciudades de Italia.
1
Hay otra versión crítica muy importante en francés: Vie de saint Honorat, Sources chrétiennes 235,
París, 1977, escrita por Hilario de Arlés.
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autor de la única obra sistemática y completa sobre la vida monástica de los
siglos IV y V. En su convento de san Víctor de Marsella escribió sus famosas
obras Instituciones y Colaciones.
Ese año vinieron los visigodos con Alarico y arrasaron el Norte de Italia.
Cinco años más tarde llegaron Radagasio y sus godos, que fueron vencidos en las
proximidades de Florencia. El año 408 volvió Alarico, llegando hasta Roma, a la
que asedió en tres años consecutivos, sometiéndola la tercera vez al saqueo y
pillaje sin misericordia. Era el año 410. El mundo se estremeció ante la caída de
Roma, considerada inmortal, la Ciudad eterna. A mediados del siglo, llegó Atila
con los hunos. Lo llamaron el azote de Dios. Atila, en el año 454, arrasó el valle
del Po. El vándalo Genserico saqueó de nuevo Roma el año 455. Después
vinieron otras incursiones menores arrasando el antiguo Imperio Romano como
los alanos, hérulos, vándalos y otros pueblos procedentes del norte de Europa.
El año 472 Ricimer con sus mercenarios teutones sitió y saqueó Roma.
Cuatro años más tarde estos mismos mercenarios, a las órdenes de su rey
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Odoacro, se establecieron definitivamente en una gran extensión de territorio,
donde Odoacro gobernó como rey durante 18 años. El año 489 Teodorico y los
ostrogodos se lanzaron sobre Odoacro saqueando por doquier. Vencieron a
Odoacro el año 493. Teodorico quiso darse el gusto de degollar con sus propias
manos a Odoacro y se erigió en rey de Italia y como tal fue reconocido por el
mismo emperador de Bizancio.
Los años que van desde el 537 al 542 fueron los más calamitosos. Italia
estaba desorganizada y desprovista de todo. El hambre y las epidemias
sumergían a los pobladores en la mayor miseria. La gente huía de sus ciudades,
los cultivos eran abandonados, la educación estaba olvidada. Y entonces aparece
el rey Totila, rey de los godos, que en 541 entra en Italia a sangre y fuego. Sitió y
conquistó Roma el año 546 y quiso reducirla a cenizas, derribando las murallas y
muchos edificios. Según algunos historiadores, durante cuarenta días no permitió
que nadie quedara en la ciudad. Continuó la guerra entre sus tropas y los
generales bizantinos. Roma fue ocupada de nuevo por el general bizantino
Belisario y de nuevo Totila la reconquistó el año 549. Totila murió el año 552.
Y siguió la guerra. El año 554 los alanos irrumpieron en Italia, pero fueron
derrotados por el general bizantino Narsés. El año 568 llegaron los lombardos
quienes durante más de medio siglo acosaron, asolaron y devastaron Italia de un
mar a otro. Leamos una página de las homilías de san Gregorio Magno de fines
del siglo VI: Los prisioneros son atados por el cuello como perros y llevados a la
esclavitud, los campesinos mutilados, las ciudades despobladas y hambrientas.
¿Qué hay de susceptible de agradarnos en este mundo? En todas partes vemos
sólo pena y lamentos, las ciudades y las villas están destruidas, los campos
devastados y la tierra vuelve a la soledad. No quedan campesinos para cultivar
los campos, pocos habitantes permanecen en las ciudades y, aun esos escasos
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restos de humanidad, siguen expuestos a sufrimientos incesantes… Algunos son
llevados al cautiverio, otros mutilados y otros, más numerosos, degollados ante
nuestros ojos 2.
El año 485, al poco tiempo de nacer san Benito. Europa era o pagana o
arriana, excepto las regiones del norte de Francia, donde dominaban los francos
católicos; el país de Gales en Inglaterra e Irlanda. Quedaba una tarea inmensa
para recristianizar y civilizar Europa devastada por los ejércitos. Había que
fomentar la educación y las artes, restablecer el orden y la ley, revitalizar la
agricultura, pacificar la sociedad y extender la fe católica y las buenas
costumbres. Una gran tarea que la providencia de Dios encomendó de modo
especial a san Benito y a sus monjes. Era una tarea colosal, que se pudo cumplir,
poco a poco, a lo largo de varios siglos.
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espíritu a ningún placer, sino que estando aún en esta tierra y pudiendo gozar
libremente de los bienes temporales, despreció ya el mundo con sus flores, cual
si estuviese marchito.
San Benito nació hacia el año 480. La única fecha segura de su vida es el
año 542, cuando recibió la visita del rey godo Totila en Montecasino. Los datos
de su vida nos los ofrece el Papa san Gregorio Magno en su libro segundo de los
Diálogos. Allí aclara que la información de la vida de san Benito la ha recibido
de cuatro de los discípulos de san Benito a los que conoció personalmente. Por
tanto, podemos tener confianza en los datos que nos ofrece, ya que provienen de
fuente segura.
Normalmente suele ponerse la fecha del año 520, cuando se retira del
mundo y se encierra en la gruta del Subiaco.
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No he podido averiguar todos los hechos de su vida, pero los pocos que
narro los he sabido por referencias de cuatro de sus discípulos, a saber:
Constantino, varón venerabilísimo, que le sucedió en el gobierno del
monasterio; Valentiniano, que estuvo durante muchos años al frente del
monasterio de Letrán; Simplicio, el tercero que después de él rigió su
comunidad, y Honorato, que todavía gobierna el cenobio donde había él vivido
primeramente.
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Dios puede rehacer algo roto por intercesión de un santo como lo ha hecho muchas veces. Leamos la
vida, por ejemplo, de san Alonso de Orozco (1500-1591) un gran santo agustino. El padre Juan Herrera,
que fue su Superior, declaró en el Proceso de canonización que, estando celebrando misa, se le cayó al
acólito las vinajeras. El padre Alonso pidió los cascos, les echó la bendición y quedaron sanas las
vinajeras. La gente que estaba oyendo misa decía: “¡Milagro!”. (Información Sumaria de Madrid del
Proceso de beatificación del beato entre 1618 y 1621, Ed. Escurialenses, 1992).
Otro testigo, fray Francisco de Robles, refiere que el siervo de Dios había dejado una jarra de agua
encima de la mesa. Cuando volvió a la celda, la halló quebrada y en el suelo. Levantó del suelo todos
los cascos quebrados, los puso sobre la mesa y se volvió a salir de la celda. Cuando volvió a la dicha
celda, halló la jarra muy sana y sin lesión alguna. Lo cual el siervo de Dios se lo contó por la íntima
amistad que con él tenía, por ayudarle en muchas cosas y tratar cosas de espíritu con él (Francisco
Robles, Información plenaria del Proceso de beatificación del beato Alonso de Orozco, Ed.
Escurialenses, 1991, p. 149).
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Pero Benito, prefiriendo más bien sufrir las injurias del mundo que sus
alabanzas, y verse por Dios agobiado de trabajos, más que ensalzado por los
favores de esta vida, huyó a escondidas de su nodriza y marchóse a la soledad de
un lugar desierto llamado Subiaco, distante sobre unas cuarenta millas de la
ciudad de Roma, donde manan aguas frescas y transparentes. Esta abundancia
de aguas se recoge desde allí primeramente en un gran lago y al fin se deslizan
formando un río. Mientras caminaba fugitivo en aquella dirección, le encontró
en el camino cierto monje llamado Román y le preguntó adónde iba. Y cuando
conoció su designio, guardó su secreto, y prestándole ayuda, dióle el hábito de
la vida monástica, sirviéndole en cuanto pudo.
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dones del Señor”. Bendiciendo, pues, a Dios, tomaron alimento. Y así, concluida
la refección y el coloquio, volvió el presbítero a su iglesia.
Uno de los días de su vida de ermitaño tuvo una gran tentación. ¿En qué
consistió exactamente? Se habla de un mirlo, que en latín es merula, que también
es nombre de mujer. Quizás se acordó de una joven llamada Merula, a quien
había conocido anteriormente y el maligno espíritu lo tentó avivando el fuego de
la pasión.
Quizás pudo ser lo que le pasó a san Antonio Abad, del que escribe su
contemporáneo san Atanasio en su Vita Antonii, que se le apareció el demonio
bajo la forma de una hermosa mujer. Sea lo que fuere, cuando estaba a punto de
dejarlo todo y tomar el camino del mundo, tomó al toro por las astas y, en un
momento dado, se desnudó, se revolcó en una espesa maleza de zarzas y ortigas
y, desde aquel momento, triunfó en él la gracia de Dios y nunca más volvió a
sentir algo parecido. Él lo expresa así:
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quedó en él amortiguada la tentación de la voluptuosidad, que jamás sintió en sí
mismo nada semejante.
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Entonces volvió al lugar de su amada soledad, y solo, bajo las miradas
del celestial espectador, habitó consigo 5.
Entre los monasterios que en aquel mismo paraje había construido, tres
de ellos se hallaban emplazados en lo alto de las rocas de un monte, con lo que
resultaba sumamente penoso para los hermanos el descender siempre al lago
para poder sacar el agua; mayormente siendo grave el riesgo que corrían al
bajar ya con miedo por la pendiente repentina de la montaña.
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Aquella misma noche subió a la cumbre que formaban los peñascos del
monte, con el niño llamado Plácido, de quien anteriormente hice mención, y oró
allí largo tiempo. Concluida la oración, puso como señal en aquel mismo lugar
tres piedras y, sin que lo supiera nadie de allí, tornóse al monasterio. Cuando al
día siguiente volvieron a él los hermanos mencionados a manifestarle una vez
más la falta de agua, les dijo: “Id y horadad un poco aquella roca en donde
encontréis tres piedras puestas una sobre otra. Porque puede el Dios
Todopoderoso hacer manar agua aun en la cima de este monte, para evitaros el
trabajo de un tan largo camino”. Fueron, pues, y encontraron la roca que les
había dicho Benito, ya rezumando. Y cavando en ella un hoyo, al punto llenóse
de agua y manó tan copiosamente que aún corre en la actualidad en abundancia
y se desliza desde la cumbre hasta el pie de la montaña 6.
6
Muy parecido es lo que se cuenta en la vida de san Francisco Solano (1549-1610). Estando de
misionero en la provincia de la Rioja (Argentina), se había secado un río y los naturales no tenían agua
para vivir. El padre Solano hizo oración y en un paraje quebrado, empezó con un palo a herir la tierra
y a decir: “Ya viene agua que Dios nos la envía”. Y empezó a salir agua de tal manera que nunca ha
faltado y todos lo tuvieron y tienen hoy en día por milagro, que Dios ha hecho por medio del padre, y
es público en toda la Rioja (Proceso de Lima. Archivo de la Curia arzobispal de Lima, legajo sobre el
Proceso de san Francisco Solano, p. 81). Y según certificó fray Bartolomé de Solís: Todavía se
conserva la fuente de la que milagrosamente salió agua y la llaman hasta hoy la fuente del padre
Solano (Archivo secreto Vaticano N° 1328, fol 1373).
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Un caso muy semejante se narra en la Biblia del profeta Eliseo en 2 Reg 6: Eliseo, cortando un trozo
de madera, lo arrojó al mismo lugar y el hierro (del hacha) sobrenadó. Entonces dijo: “Cógelo”; y él
tendió la mano y lo cogió.
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Un día, mientras el venerable Benito estaba en el monasterio, el
susodicho niño Plácido, monje del santo varón, salió a sacar agua del lago, y al
sumergir incautamente en el agua la vasija que llevaba consigo, cayó también él
y fuése tras ella. Arrebatóle en seguida la corriente y lo arrastró agua adentro,
casi a un tiro de flecha. El varón de Dios, por su parte, que se hallaba en el
recinto del monasterio, se dio cuenta al punto de lo que ocurría y llamando
inmediatamente a Mauro, le dijo: “Corre, hermano Mauro, que aquel niño que
fue por agua ha caído al lago y ya la corriente lo arrastra lejos en pos de sí”.
8
San Pedro caminó sobre las aguas (Mt 14, 29). En la vida de san Juan de la Cruz refiere sor Ana de
Jesús: Yendo a fundar el monasterio de religiosas de Madrid, al pasar el río Guadiana, viniendo de
Malagón, el carro de las monjas, con todo lo que llevaban dentro se mojó, a pesar de ser bien alto. Sin
embargo, el santo que pasó en jumentillo pasó de largo sin haberse mojado, pareciéndoles a todas que
pasaba asentado sobre las aguas, llevando los ojos levantados al cielo (Manuscrito 12.738, fol 813 de
la Biblioteca Nacional de Madrid). Aquí san Juan de la Cruz pasó el río sin mojarse, como si estuviera
sobre las aguas por el poder de Dios. Pero quizás aquí se trata de un caso de bilocación por el cual el
mismo san Benito salvó al niño Plácido.
En la vida de la beata Ana Catalina Emmerick se cuentan casos de salvación de náufragos en
bilocación. También en la de la beata Inés de Benigánim (1625-1696), dice por ejemplo su confesor, el
padre Vicente Pastor: Muchas veces llegaban al convento algunos marineros llevando a la comunidad
pescado, dinero y otros regalos, refiriéndose que, hallándose en grave peligro, habían visto a la Madre
Inés con sus propios ojos, aparecer sobre las olas, quedando sanos y salvos (Pedro de la Dedicación,
Vida, virtudes y carismas de la beata Josefa María de Santa Inés, Valencia, segunda edición, 1974, p.
306).
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como es patrimonio de los malos envidiar el bien de la virtud en los demás, que
ellos mismos no apetecen, un presbítero de la iglesia vecina, llamado Florencio,
abuelo de nuestro subdiácono Florencio, incitado por la malicia del antiguo
enemigo, empezó a tener envidia de las empresas llevadas a cabo por el santo
varón y a difamar su vida y apartar de su trato a cuantos podía. Mas viendo que
ya no le era posible impedir sus progresos y crecía la opinión de su vida, y que
además muchos eran atraídos incesantemente a una vida mejor por la fama de
su reputación, abrasado más y más por la llama de la envidia, se hacía peor
cada día, porque deseaba la alabanza de su vida santa, pero no quería llevar
una vida laudable.
9
Ya hemos hablado del envenenamiento del vino y cómo Dios puede salvar a sus santos de muchas
maneras. Incluso, haciendo que no le haga daño el alimento envenenado. O también, como en el caso
del profeta Eliseo, sanando las aguas malas, echando en ellas sal y diciendo en nombre de Dios: Yo
sano estas aguas y no saldrá en adelante ni muerte ni esterilidad; y las aguas quedaron saneadas hasta
el día de hoy (2 Reg 2, 21-22). Otra vez saneó la comida, echando harina (2 Reg 4, 41). En el caso de
Moisés, echó una madera a las aguas amargas y se endulzaron (Ex 15, 24-25).
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Recordemos aquí al cuervo que le traía al profeta Elías, pan y carne. No olvidemos que algunas veces
el ángel de la guarda se presenta bajo la figura de un animal, como el perro Gris de Don Bosco o el
pajarito que le llevaba las cartas al correo a santa Gema Galgani. Pero ha habido algunos santos como
san Francisco de Asís, san Francisco Solano, san Martín de Porres y otros, que tenían poder de Dios
sobre los animales.
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El sobredicho Florencio, ya que no pudo matar el cuerpo del maestro, se
encendió en deseos de perder las almas de sus discípulos. Y así, en el huerto del
monasterio donde se hallaba Benito, introdujo siete muchachas desnudas ante
sus ojos, para que trabándose unas con otras las manos jugando largo tiempo
ante ellos, inflamaran sus almas en la perversidad de la lascivia. Viéndolo el
santo varón desde su celda, y temiendo mucho por la caída de sus más tiernos
discípulos, considerando que esto se hacía con ánimo de perseguirle a él solo,
evitó la ocasión de aquella envidia de su enemigo, y en todos los monasterios
que había construido constituyó prepósitos con los respectivos hermanos; y
tomando consigo unos pocos monjes, mudó el lugar de su morada.
20
predicación continua atraía a la fe a las multitudes que habitaban en los
aledaños.
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la bendición, y al punto levantaron la piedra con tanta rapidez cual si no hubiese
tenido antes peso alguno 11.
Otra vez, en tanto los hermanos levantaban un poco más una pared, según
lo exigían las circunstancias, se hallaba el varón de Dios en el recinto de su
celda, consagrado a la oración. Apareciósele el antiguo enemigo, insultándole y
le dijo que iba a ver a los hermanos que estaban trabajando. El varón de Dios
por medio de un hermano puso en seguida sobre aviso a los monjes, diciendo:
“Hermanos, id con tiento, porque en este preciso instante va a vosotros el
maligno espíritu”. Apenas había terminado de hablar el que llevaba el mensaje,
cuando el maligno espíritu derrumbó la pared que estaban levantando y
oprimiendo con las ruinas a un pequeño monje, hijo de un curial, lo aplastó.
Quedaron todos consternados y profundamente afligidos, no por el perjuicio
sufrido en la pared, sino por el destrozo del hermano. Sin pérdida de tiempo,
corrieron a anunciárselo al venerable Benito con grandes sollozos. El padre,
11
En la vida de la beata Inés de Benigánim se cuenta un caso semejante. Era el año 1690 y la Priora
quiso abrir una zanja en el huerto, pero encontraron una peña que ni con picos podían romper. Ante
esta imposibilidad le dijeron a la beata que echase la bendición. Ella se excusó diciendo que no era
sacerdote. La Priora le mandó que lo hiciera y, con una oración que hizo en éxtasis, echó la bendición.
Y ¡caso maravilloso! Cavaron al punto los trabajadores y hallaron la peña tan suave como si fuese de
tierra (Benavent Felipe, Vida, virtudes y milagros de la beata sor Josefa de santa Inés, Valencia,
1913, p. 319). Así lo escribe el padre Benavent, que era párroco en ese tiempo de Benigánim, y
confesor de la beata.
En otra oportunidad, en 1689, ni cinco hombres podían levantar un pilón de 55 arrobas. Le pidieron
ayuda y ella, acompañada, más no ayudada de ellos, lo transportó prácticamente sola (Pedro de la
Dedicación, o.c., pp. 122-123).
12
Esto es lo que pasó también en la vida de san Martín de Porres, tal como lo relata Francisco de la
Torre: Vio este testigo que la celda (del santo) ardía… Y ambos, cada uno por su parte, empezaron a
apagar el fuego y lo apagaron en efecto. Después este testigo fue a ver el daño que había causado el
fuego y, mirando la parte y lugar por donde lo había apagado, no halló cosa alguna ni señal, ni
siquiera olor de humo. Y quedó presumiendo que aquello no podía haberlo hecho, si no es el demonio
(Proceso de beatificación de fray Martín de Porres, Ed. Secretariado Martín de Porres, Palencia, pp.
237-238).
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entonces, mandó que le llevaran el niño destrozado; pero no pudieron hacerlo
sino envuelto en un lienzo, como quiera que las piedras de la pared derrumbada
le habían triturado no sólo los miembros, sino incluso los huesos. El varón de
Dios ordenó que lo dejasen en seguida en su celda, donde él solía hacer oración;
y despidiendo a los hermanos, cerró la celda y se puso a orar con más fervor del
que solía. ¡Cosa admirable! En el mismo instante lo envió de nuevo sano y salvo
como antes a la tarea, para que terminara también él la pared con los hermanos,
a aquel monje con cuya muerte había creído el antiguo enemigo causar una
afrenta a Benito 13.
13
Veamos otros sucesos de las mismas características. En mayo de 1586 refiere el padre Martín de la
Asunción que estaban derribando una parte de la casa de Córdoba para labrar la iglesia. Habiéndose
cavado la pared por los cimientos, se cayó y dio en el aposento del padre fray Juan de la Cruz…
Acudieron los peones y frailes a sacarlo, entendiendo que estaba muerto y lo hallaron después de
haber quitado muchas piedras, riéndose, diciendo que había tenido grandes puntales y que la de la
capa blanca (la Virgen) le había favorecido sin lesión ni daño alguno (Proceso ordinario de
beatificación y canonización de san Juan de la Cruz, tomo V, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1931, pp.
83-84).
Otro caso. Miguel González declaró que en el convento agustiniano de San Felipe de Madrid había en
un corredor más de siete mil ladrillos. Un día entró un hombre a sacar ladrillos y se hundió el dicho
corredor y se cayó el hombre. Sobre él cayó la mayor parte del ladrillo. Lo sacaron casi muerto y sin
sentido alguno. Y como lo llevasen a su celda…, el siervo de Dios (San Alonso de Orozco, 1500-1591)
le dijo los santos Evangelios y le puso sus manos y luego quedó sano y bueno. Y le llamaban el
hombre del milagro todos los que le conocían (Información plenaria del Proceso de beatificación de
san Alonso de Orozco, Ed. Escurialenses, 1991, p. 349).
23
sucesivo no volverían a hacer nada en su ausencia, convencidos de que les
estaba presente en espíritu.
En tiempo de los godos oyó decir su rey Totila que el santo varón gozaba
del espíritu de profecía; y encaminándose a su monasterio, detúvose a poca
distancia de él y le anunció su llegada. Cuando se le transmitió en seguida aviso
de que podía llegarse al monasterio, él, pérfido de espíritu como era, quiso
cerciorarse de si en realidad tenía el varón de Dios, espíritu profético. A cierto
armígero suyo, que se llamaba Rigo, le prestó su calzado, hízole vestir con la
indumentaria real, y le ordenó comparecer ante el varón de Dios como si fuese
él mismo en persona. Envió para su séquito a tres compañeros que, entre otros,
solían ir en su comitiva, a saber: Wulderico, Rodrigo y Blidico, para que,
fingiendo a los ojos del siervo de Dios que se trataba realmente del mismo rey
Totila, formasen con él el cortejo; dióle además otros honores y
acompañamiento para que, tanto por el mismo séquito como por los vestidos de
14
Los dos casos anteriores se refieren al discernimiento de espíritus. Muchos santos conocen el interior
de las personas. San Juan Bosco, el cura de Ars, el padre Pío de Pietrelcina y otros conocían los
pecados ocultos o no confesados de sus penitentes y se los descubrían. Santa Faustina Kowalska
(1905-1938) veía las confesiones sacrílegas por no confesar los pecados contra el pudor. Las alumnas
se admiraban y decían: ¿De dónde lo sabe? (Sumario p. 387; del Proceso de canonización servae Dei
Mariae Faustinae a misericordia. Positio super virtutibus, Roma, 1990-1991).
A una alumna le dijo un día: Hija mía, vete a confesar, tu alma no agrada a Cristo (ib. p. 146).
24
púrpura, le tuviesen por el rey. Cuando Rigo llegó al monasterio ostentando las
vestiduras reales y rodeado de numeroso séquito, estaba el varón de Dios
sentado a considerable distancia. Viéndole llegar, cuando ya pudo hacerse oír
de él, gritó diciendo: “Quítate, hijo, quítate eso que llevas; no es tuyo”. Rigo
cayó al instante en tierra y quedó sobrecogido de temor por haber tenido la
audacia de burlarse de tan gran varón; y todos los que con él habían ido a ver al
hombre de Dios, cayeron consternados en tierra. Al levantarse, no se atrevieron
a acercársele, sino que, volviéndose a su rey, le contaron temblando la rapidez
con que habían sido descubiertos 15.
15
Esto es exactamente lo que sucedió en la vida de santa Juana de Arco, cuando el Delfín, Carlos VII,
quiso engañarla por medio de otro. Se escondió entre sus servidores para probarla. Y, cuando Juana se
dirigió a él, reconociéndolo, él le dijo: “Yo no soy el rey. He aquí al rey, mostrando a uno de los
presentes”. Pero ella le contestó: “No, tú eres el verdadero heredero de Francia y el hijo del rey”.
Quicherat Jules, Procés de condamnation et de réhabilitation de Jeanne d´Arc, tomo III, p. 103.
25
Cierto varón noble llamado Teoprobo, había sido convertido por las
exhortaciones del mismo san Benito, el cual, por el mérito de su vida, le tenía
gran confianza y familiaridad. Entrando éste un día en su celda, lo encontró
llorando amargamente. Tras de esperar largo tiempo, y viendo que sus lágrimas
no cesaban, y que el varón de Dios no lloraba de la manera que solía cuando
oraba, sino a causa de alguna congoja, preguntóle cuál era el motivo de tanto
llanto. A lo que respondió en seguida el varón de Dios: “Todo este monasterio
que he construido y todas las cosas que he preparado para los hermanos, van a
ser entregadas a los gentiles, por los juicios de Dios Omnipotente. Apenas si he
podido obtener que se me conservaran aquí las vidas de los monjes”.
Este oráculo fue lo que oyó entonces Teoprobo, mas nosotros vemos
ahora su cumplimiento, pues sabemos que su monasterio ha sido destruido ahora
por el ejército de los longobardos. Efectivamente, durante la noche, en tanto los
hermanos descansaban, entraron allí no ha mucho los longobardos; y
habiéndolo saqueado todo, no pudieron apresar ni a un hombre siquiera, sino
que cumplió el Dios Omnipotente lo que había predicho a su fiel siervo Benito:
que aunque entregaría los bienes a los gentiles, salvaría las vidas de los monjes
que le acompañaban 16.
Veamos otro caso. No lejos del monasterio había una aldea en la que no
pocos de sus habitantes habían sido convertidos del culto de los ídolos a la
16
Esto sucedió probablemente el año 581 cuando los longobardos destruyeron el monasterio de
Montecasino.
17
Aquí se ve que san Benito tenía el don, tan frecuente en los santos, del conocimiento sobrenatural de
cosas que no pueden conocerse humanamente. San Martín de Porres tenía este don en alto grado. Un
día le robaron a un negro de la enfermería su colchón y su manta. Y habiéndoselo dicho al siervo de
Dios, le respondió: “Aguárdame aquí”. Y fue a la celda de un fraile y los sacó de ella (Fernando
Aragónes en el Proceso, o.c., p. 135). Otro día le dijo a un novicio: Deja aquí la moneda que has
tomado, porque tiene dueño. El otro lo negaba, pero él le respondió: “Sácala del zapato, que no está
bien ahí la cruz de Jesucristo (Ib. p. 89).
26
verdadera fe gracias a la predicación de Benito. Había también allí unas
religiosas, y el siervo de Dios procuraba enviar a menudo algunos de sus
hermanos para exhortarlas en provecho de sus almas.
Interrogado después por los hermanos qué era lo que había pensado en su
corazón, les contó minuciosamente cuánto se había envanecido por el espíritu de
soberbia y qué palabras había dicho en secreto en su corazón contra el varón de
Dios. Entonces todos vieron claramente que no podía ocultarse nada al
venerable Benito, en cuyos oídos repercutían aún las palabras secretas del
pensamiento 18.
18
Este es un caso de discernimiento de espíritus. En la vida de san Juan de la Cruz se refiere un hecho
muy parecido, lo cuenta el padre Alonso de la Madre de Dios: El padre Juan conocía los corazones y
veía lo que en ellos pasaba. Un día este testigo bajaba la escalera del convento de Baeza y se encontró
con el siervo de Dios, que le dijo: “¿Para qué va pensando en eso? Si otra vez veo que piensa en esas
cosas, le voy a castigar”. Y otras veces, estando con algunas tentaciones secretas, así este testigo
como otros religiosos, entrando en recreación…, el siervo de Dios conocía en ellos lo que pasaba y les
daba remedios para que venciesen y quitasen estas tentaciones sin que ellos las manifestasen, y ellos
se hallaban libres de ellas (Proceso apostólico de 1627 y 1628, tomo IV, Ed. Monte Carmelo, Burgos,
1992, p. 556).
27
Otra vez sobrevino en la región de Campania una gran carestía, y la falta
de alimentos afligía a todo el mundo. Ya se echaba de menos también el trigo en
el monasterio de Benito y se habían consumido casi todos los panes, de suerte
que a la hora de la refección no pudieron encontrarse más que cinco para los
hermanos. Viéndolos el venerable padre contristados, trató de corregir con
suave reprensión su pusilanimidad y animarles después con esta promesa,
diciendo: “¿Por qué se contrista vuestro corazón por la falta de pan? Hoy
ciertamente hay poco, pero mañana lo tendréis en abundancia”.
19
De estos casos en que la providencia de Dios se hace presente para solucionar el hambre de sus siervos
en tiempo de carestía hay muchísimos en las vidas de los santos. Basta leer la vida de san Juan de la
Cruz o de santa Teresa de Jesús (Proceso de beatificación y canonización de santa Teresa de Jesús, Ed.
Monte Carmelo, Burgos, 1934-1935, tomo III, pp. 447-450).
También se pueden leer muchos casos en la vida de san Juan Bosco: multiplicación de las hostias
consagradas (Memorie bibliografiche VI, c. 71, p. 734), multiplicación del pan (Ib. c. 57, pp. 586-588),
multiplicación de las avellanas (MB XVIII, c. 1, p. 25) y multiplicación de las castañas (MB III, c. 51,
pp. 442-443). Lo mismo podemos hablar del santo cura de Ars o de san José de Cupertino, de quien se
dice en el Proceso de canonización que en algunas oportunidades multiplicó el vino, la miel y el pan
(Artículo 27)
28
preguntando ellos que cuándo había venido, respondió: “¿Acaso no me aparecí
a los dos mientras dormíais y os indiqué cada uno de los lugares en que debíais
edificar? Id, y según lo oísteis en la visión, construid todo el edificio del
monasterio”. Al oír esto quedaron sobremanera admirados, y regresando al
predio susodicho, construyeron todas las dependencias según les había sido
revelado en la visión 20…
No creo tampoco deber pasar en silencio lo que supe por relación del
ilustre varón Antonio. Me decía éste que un esclavo de su padre había sido
atacado de una especie de lepra, hasta el punto de que se le entumecía la piel y
se le caía el cabello, no pudiendo ocultar la podredumbre que crecía por
momentos. Fue enviado al varón de Dios por su mismo padre, e
instantáneamente le fue restituida la salud perdida 21.
Durante estos dos días estuvo ocupado en la oración, según solía. Cuando
al tercero volvió el que estaba afligido por la deuda, se encontraron
inesperadamente trece sueldos sobre el arca del monasterio, que estaba llena de
trigo. El varón de Dios mandó traerlos e hizo entrega de ellos al afligido
20
Éste es probablemente un caso de bilocación en el que san Benito, como tantos otros santos, se hace
presente en lugares distantes y por ello puede dar datos concretos sobre ellos, por haberlos visitado
realmente. Pueden leerse casos de bilocación en la vida de la beata Ana Catalina Emmerick, de san
Juan Bosco, de santa Teresa de Jesús…
21
De milagros de sanación de enfermos de toda clase de enfermedades hay cientos en las vidas de
algunos santos como san Antonio de Padua, san Alonso de Orozco, san Antonio María de Claret, san
José de Cupertino. Hablando de san Nicolás de Tolentino, el Papa Eugenio IV en la Bula del 1 de
febrero de 1446 afirma: Restituyó la salud a personas golpeadas por desventuras como caídas,
naufragios, cárceles y pérdidas de bienes materiales; sanó a enfermos de tuberculosis, gota, dolores
de estómago, problemas del corazón y de otras muchas enfermedades. Estos milagros son en total 301
y para su veracidad fueron examinados 371 testigos y fueron registrados por notarios y nos lo
refirieron en público consistorio. Dado en Roma, el año 16 de nuestro pontificado.
29
menesteroso, diciéndole que saldase los doce sueldos y se reservase uno para
cubrir sus expensas 22…
Había una tinaja de aceite, vacía y cubierta. Y en tanto que el santo varón
perseveraba en su plegaria, empezó a levantarse la tapadera que cubría la
tinaja, a causa del aceite que había ido en aumento. Quitada ésta, el aceite que
había ido subiendo, rebasando el borde de la vasija, inundaba el pavimento del
lugar en donde se había postrado. Al darse cuenta de ello el siervo de Dios,
Benito, puso al punto fin a su plegaria y cesó de fluir al suelo el aceite. Entonces
amonestó más por menudo al hermano desconfiado y desobediente a que
aprendiese a tener fe y humildad. El monje corregido saludablemente, se
avergonzó de lo ocurrido, pues el venerable padre había puesto de manifiesto
con milagros la virtud del Dios Omnipotente, que antes mostrara con su
exhortación. Y así, no había ya nadie que dudara de sus promesas, toda vez que
en un momento, en lugar de una redoma de cristal casi vacía, había él devuelto
una tinaja llena de aceite 23.
22
Este caso de encontrar milagrosamente dinero se cuenta en la vida de algunos santos como santa
Teresa de Jesús. Refiere sor Ana de San Agustín que una vez, estando con mucha falta de dineros,
acudió ella a la imagen del niño Jesús (tal como le había aconsejado Teresa) y al poco rato encontró
en una cestica, que esta testigo le tenía puesta en el brazo, cantidad de dineros en plata y oro de más
de 300 reales o hasta treinta ducados… Otro día, escarbando en un agujero de una tapia, halló 60
reales… En las partes y lugares donde esta testigo halló el dinero, siempre que lo pedía al niño Jesús,
era imposible que persona humana lo hubiese puesto (Proceso de beatificación y canonización de
santa Teresa de Jesús, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1934-1935, tomo III, pp. 447-450).
23
Sobre la multiplicación del aceite se habla del profeta Elías (1 Reg 17, 14-16) y del profeta Eliseo (2
Reg 4, 2-7).
24
Sobre casos de liberación hay muchos entre los santos. Podemos leer en la vida de san Juan de la Cruz
el gran poder que tenía sobre los demonios. Pueden verse las declaraciones del padre Alonso de la
Madre de Dios (Proceso apostólico, tomo IV, pp. 286-289).
También pueden leerse casos en la vida del cura de Ars (Declaraciones de Juan Picard en el Proceso
Ordinario, que se encuentra en los archivos parroquiales de Ars, p. 1312).
O los casos de liberación del santo Tomás de Villanueva (Salón Miguel Bartolomé, Vida de santo
Tomás de Villanueva, Valencia, 1588. Nueva edición de 1925, p. 62).
30
En cierta ocasión había salido con los hermanos a las labores del campo,
y en eso llegó al monasterio un rústico llevando en sus brazos el cuerpo de su
difunto hijo, llorando amargamente por su pérdida, y preguntando por el
venerable Benito. Cuando se le contestó que estaba el padre en el campo con los
monjes, dejó inmediatamente junto a la puerta del monasterio el cuerpo de su
hijo extinto, y turbado por el dolor echó a correr en busca del venerable padre.
Pero en aquel preciso momento regresaba ya el varón de Dios del trabajo del
campo con los hermanos. No bien le divisó el desgraciado campesino, empezó a
gritar: “¡Devuélveme a mi hijo, devuélveme a mi hijo!”. Al oír tales palabras,
detúvose el varón de Dios y le dijo: “¿Por ventura te he quitado yo a tu hijo?”.
A lo que respondió aquél: “Ha muerto, ven, resucítale”. En oyendo esto el siervo
de Dios se entristeció sobremanera, diciendo: “Apartaos, hermanos, apartaos;
estas cosas no nos incumben a nosotros, antes son propias de los santos
apóstoles. ¿Por qué queréis imponernos cargas que no podemos llevar?”. Mas el
campesino, abrumado por el dolor persistía en su demanda, jurando que no se
iría, si no resucitaba a su hijo. Entonces el siervo de Dios inquirió: “¿Dónde
está?”. A lo que él respondió: “Junto a la puerta del monasterio yace su
cuerpo”. Llegó allí el varón de Dios con los hermanos, hincó sus rodillas y
postróse sobre el cuerpecito del niño; y levantándose luego, elevó sus manos al
cielo, diciendo: “Señor, no mires mis pecados, sino la fe de este hombre que pide
se le resucite a su hijo, y vuelve a este cuerpecillo el alma que quitaste”. Apenas
había terminado las palabras de la oración, cuando volviendo el alma al
cuerpecito del niño, se estremeció éste de tal modo, que todos los presentes
pudieron apreciar con sus propios ojos cómo se había agitado el cuerpo
exánime, conmovido con aquella sacudida maravillosa. Tomó entonces la mano
del niño y se lo devolvió vivo e incólume a su padre 25.
25
Sobre resurrección de muertos también hay muchos casos entre los santos. Un ejemplo especial es el
de san Alonso de Orozco (Ver declaración de Isabel Hernández en la Información plenaria del Proceso
de beatificación, Ed. Escurialenses, pp. 84-86). Otro caso lo declara sor María de la Columna (Ib. pp.
64-86). También existe la declaración de fray Blas Pantoja sobre otro caso (Información Sumaria, Ed.
Escurialenses, 1992, p. 1113).
31
“¿Qué estás diciendo?, hermana: en modo alguno puedo permanecer fuera del
monasterio”.
26
Sobre la lluvia milagrosa, podemos leer en la vida de santa Teresa de Jesús: Yendo a una fundación
había gran necesidad de agua en aquella tierra y los que iban con la santa Madre, pidiéronle mucho
que suplicase a Nuestro Señor les diese agua. Ella hizo que todas las hermanas que iban allí dijesen
una letanía y así la dijeron luego; y antes de que se acabase, comenzó a llover y toda la noche llovió
mucho... Hízoles tanta devoción esto a los que iban allí, que lloraban de ver que lo que habían pedido
a la santa que les alcanzase, en tan poco espacio lo habían visto cumplido (Obras completas de la beata
Ana de san Bartolomé, editadas por el padre Julián Urkiza, Teresianum, Roma, 1981, p. 12).
32
depositaran en el sepulcro que para sí mismo había aparejado. Así sucedió que
ni siquiera la tumba pudo separar los cuerpos de aquellos cuyo espíritu había
sido siempre una sola cosa en el Señor 27.
En otra ocasión, Servando, diácono y abad del monasterio que había sido
levantado en otro tiempo por el patricio Liberio en la región de Campania, fue al
monasterio con objeto de visitarle según solía. Frecuentaba, en efecto, su
cenobio, porque como él era también un varón lleno de doctrina de gracia
celestial, cambiábanse mutuamente dulces palabras de vida, y como no podían
aún gozar plenamente del suave alimento de la palabra celestial, al menos
suspirando lo pregustaban de alguna manera.
27
Santa Teresa de Jesús en el libro de su vida cuenta varios casos sobre apariciones de difuntos que se le
aparecían al ir al cielo, envueltos en una luz maravillosa. En la vida de santa Juana de Arco, refiere
fray Isambart de la Pierre que había un soldado inglés que odiaba mucho a Juana de Arco. Cuando la
escuchó gritar el nombre de Jesús en su último momento, quedó asombrado de estupor y como
atontado. Y fue llevado a una taberna cercana para que bebiera algo y reanimarlo. Confesó que había
pecado gravemente y se arrepentía de lo que había hecho contra Juana, a quien ahora tenía por una
santa mujer, pues había visto él mismo, al momento en que Juana dio su último suspiro, salir de ella
una paloma blanca. Quicherat Jules, Procés de condamnation et de réhabilitation de Jeanne d´Arc,
tomo II, p. 352 y tomo III, p. 182.
33
Servando quedó atónito ante tan gran prodigio, y el varón de Dios le
contó por orden todo lo sucedido; y en seguida dio aviso al piadoso varón
Teoprobo, de la villa de Casino, que aquella misma noche enviara un mensajero
a la ciudad de Capua con el fin de indagar cómo se hallaba el obispo Germán,
para que se lo notificara.
En el mismo año en que Benito había de salir de esta vida, anunció el día
de su santísima muerte a algunos discípulos que con él vivían y a otros que
vivían lejos; a los que estaban presentes les recomendó que guardaran silencio
sobre lo que habían oído, y a los ausentes les indicó qué señal se les daría
cuando su alma saliese del cuerpo.
28
Después de la muerte de san Charbel Makhluf, muchas personas vieron una luz que bajaba y subía
durante 45 días, desde su cadáver hasta el cielo (Garofalo Salvatore, Il profumo del Libano,
Postulazione dell´Ordine libanese maronita, Roma, 1977, p. 193).
A san Nicolás de Tolentino (1245-1305) se le ha llamado el santo de la estrella, porque durante mucho
tiempo antes de su muerte, se veía que le seguía una estrella de luz. Y durante mucho tiempo después
de su muerte, especialmente en el aniversario de su muerte, se veía esa estrella de luz sobre su
sepulcro. Así lo dice su biógrafo Pietro da Monterubbiano (Storia di san Nicola da Tolentino,
biblioteca Egidiana, Tolentino, 2007, c. IX, pp. 127-128).
Santa Teresa de Jesús refiere que de todas las almas que vio subir al cielo, llenas de luz, sólo tres
fueron directamente al cielo sin pasar por el purgatorio; una de ellas, la de san Pedro de Alcántara
(Vida 38, 32).
34
entonces, al par que los discípulos presentes vieron la muerte del santo varón,
los ausentes la conocieron merced a la señal que les había anunciado 29.
LA REGLA
San Gregorio Magno dice en el libro II de los Diálogos, capítulo 36: Entre
tantos milagros con que (san Benito) resplandeció en el mundo, brilló también
de una manera no menos admirable por su doctrina; porque escribió una Regla
para monjes, notable por su discreción y clara en su lenguaje.
29
También ha habido algunos santos que han profetizado el día de su muerte. Santa Faustina Kowalska
le comunicó a su confesor, el padre Sopocko, que moriría el 5 de octubre de 1938, como así fue. Sor
María Felicia declaró que el último día de su vida dijo con gozo: “Hoy Jesús me llevará con él”
(Canonizationis servae Dei Mariae Faustinae Kowalska. Positio super virtutibus, Roma, 1990-1991).
Summarium p. 66.
San Pascual Bailón, tal como lo declaró el padre Juan Ximénez: Estando sano y bueno, profetizó su
muerte y, después que cayó enfermo dijo el día en que moriría y aun conoció la hora (Ximénez Juan,
Chrónica del bendito fray Pascual Baylón, Valencia, 1601, p. 234).
35
Comienza la Regla, considerándose un verdadero padre para todos sus
monjes: Escucha, hijo, estos preceptos de un maestro, aguza el oído de tu
corazón, acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla en
práctica. En varias ocasiones los llama también hermanos queridísimos (Regla,
Pról 19).
OFICIO DIVINO
36
coronación de la estructura del edificio monástico. Constituía la principal
ocupación del monje y primaba sobre las demás ocupaciones 30.
EL ABAD
El abad llegó a ser tan importante en los monasterios que éstos terminaron
llamándose abadías. El abad era el maestro único e indiscutible, que lo dominaba
todo. Los monjes eran sus hijos, sus alumnos y sus discípulos vitalicios.
Y dado que Dios es el Rey del monasterio y éste como su palacio, el abad
es su representante ante los hermanos. Y, como a quien hace las veces de Cristo,
se le dará el nombre de señor y abad (Regla 63, 13). Hace las veces de Cristo en
el monasterio… Por tanto, no ha de enseñar, establecer o mandar cosa alguna
que se desvíe de los preceptos del Señor... No haga discriminación de personas.
No amará a uno más que a otro, de no ser al que hallare mejor en las buenas
obras y en la obediencia... Tenga igual caridad para con todos y a todos aplique
la misma norma según los méritos de cada cual… Su misión es la de dirigir
almas de las que tendrá que rendir cuentas (Regla 2).
30
Sketch XIII.
37
A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de
trabajo mediante el cual, ni estén ociosos, ni el esfuerzo los agote o les haga
desistir. El abad tendrá en cuenta su debilidad (Regla 48, 24-25).
El abad debe ser elegido por toda le comunidad por unanimidad o por
una parte de la misma, aunque sea pequeña, pero con un criterio más recto
(Regla 64, 1).
38
Si se trata de un pecado oculto del alma, lo manifestará solamente al
abad o a los ancianos espirituales que son capaces de curar sus propias heridas
y las ajenas, pero no descubrirlas y publicarlas (Regla 46, 5-6).
OTROS CARGOS
39
A la hora de la profesión debía redactarse un instrumento jurídico, si era
posible, escrito del puño y letra del candidato; y el interesado lo debía depositar
ante el altar (Regla 58, 19-20). Al hacerlo así, colocando su ofrecimiento en el
altar, era como unir su ofrecimiento al de Cristo para que en el momento de la
misa, Jesús lo uniera al suyo y ofreciera ambos ofrecimientos al Padre celestial.
ACTIVIDADES
La lectio divina o lectura espiritual era para leer en primer lugar las
Escrituras y después los libros de los grandes maestros de la vida espiritual y
monacal como san Agustín, san Pacomio, san Basilio, san Jerónimo, Casiano,
Evagrio, Póntico… Tenía un carácter de lectura piadosa y de provecho espiritual
más que de estudio intelectual.
También todos debían trabajar por el bien del monasterio de acuerdo a sus
posibilidades o fuerzas. San Benito insiste mucho que la ociosidad es enemiga
40
del alma (Regla 48, 1). Por ello, muchos autores han resumido la Regla en dos
palabras: Ora et labora (Ora y trabaja).
Permite una libra de pan diaria y dispone que haya dos platos de comida
cocinada y un tercero de fruta o verdura fresca, de manera que quien no pueda
comer de uno, pueda comer de otro (Regla 39,2). Permite cierta cantidad de vino
al día (una hemina o media pinta). Durante medio año (de Pascua a septiembre)
tenían dos comidas al día. El resto del año sólo una, a las dos y media de la tarde.
41
Estas cosas las tendrán para uso propio, pero sean comunes todas las
cosas para todos, como está escrito, y nadie diga o considere que algo es suyo
(Regla 33,6). Al monje no le está permitido de ninguna manera recibir, ni de sus
padres, ni de cualquier otra persona, ni de entre los monjes mismos, cartas,
eulogias, ni otro obsequio cualquiera, sin autorización del abad. Y, ni aunque
sean sus padres quienes le envían alguna cosa, se atreverá a recibirla sin
haberlo puesto antes en conocimiento del abad. Pero, aun cuando disponga que
se acepte, podrá el abad entregarla a quien desee. No se contriste por ello el
hermano a quien había sido dirigida, para no dejar resquicio el diablo. Y el que
se atreviere a proceder de otro modo, sea sometido a sanción de la Regla (Regla
54).
42
monjes vayan a evangelizar, sean misioneros y asuman trabajos pastorales fuera
del monasterio. En este caso, el voto de obediencia prevalece sobre el de
estabilidad. Incluso, según la bula papal Summi Magistri del año 1336, se obligó
a los monjes a ir a las universidades a estudiar. En una palabra, de acuerdo al
voto de obediencia, la autoridad legítima tiene poder de anular el voto de
estabilidad en casos particulares o para personas concretas. Y la Santa Sede ha
dispensado de este voto por motivos apremiantes para prestar un servicio especial
al monasterio o a la Iglesia católica universal, como fue el caso de san Agustín de
Cantorbery, enviado con otros monjes a predicar a Inglaterra, o el de San
Bonifacio a Alemania.
¡Qué poco imaginó san Benito que sus monjes iban a ser apóstoles,
misioneros, civilizadores, maestros! ¡Cuán sorprendido se hubiera quedado ante
la figura de un abad mitrado de la Edad Media que era más un señor feudal,
ejerciendo las funciones de un poderoso terrateniente y de hombre de Estado!
Cuando san Benito escribe la Regla, quiere que la vida monacal se viva en
comunidad, lejos del ruido de las ciudades, centrando la vida en la alabanza a
Dios con el Oficio divino, y aceptando el trabajo diario por la necesidad de los
tiempos en que vivían, pero no quiere una vida de penitencia ni de gran
austeridad. En todas las normas de la Regla se palpa su sentido de prudencia, de
moderación y de comprensión con los más débiles; incluso en el pequeño detalle
de que puedan tomar vino. Dice el respecto: Aunque leamos que el vino es
totalmente impropio de monjes, mas como en la actualidad no se les puede
convencer de ello, convengamos al menos en esto: no beber hasta la saciedad,
sino con moderación (Regla, 40, 6-7).
En cuanto a la pobreza, san Benito daba por sentado que los monasterios
deberían poseer bienes para sus necesidades, lo importante era que sus monjes
vivieran frugalmente, sin lujos. De modo que los monjes pudieran seguir
viviendo como pobres, aunque el monasterio como tal tuviera muchos bienes con
los cuales pudieran atender a los pobres, enfermos y necesitados y construir otros
monasterios y hacer otros obras para beneficio de la sociedad o de la Iglesia.
43
De hecho con el correr de los siglos, los grandes monasterios benedictinos
fueron enriquecidos con grandes territorios por los reyes o grandes del reino. En
la práctica eran terratenientes y recibían impuestos de muchas villas que estaban
bajo su dominio. Así pudieron construir grandes y espléndidas iglesias y
proveerlas con lo mejor en objetos de culto, pues consideraban que para Dios
debía ser todo lo mejor. También construyeron grandes monasterios dotados de
mucha luz y espacio para las diferentes necesidades de una gran comunidad,
empezando por una gran y hermosa biblioteca en la que había manuscritos y
pinturas y obras de arte de mucho valor, que se fueron acumulando con los siglos
hasta que algún rico ambicioso o los saqueos de las guerras o leyes anticlericales
se los quitaron.
APOSTOLADO
San Wilibrordo con doce compañeros predicó en Holanda y el año 692 fue
nombrado obispo de Utrecht. El benedictino inglés Winfrido, conocido como san
Bonifacio, fue el gran apóstol de Alemania. Comenzó la evangelización en el año
719 y continuó hasta su martirio en 755. San Anscario predicó en Dinamarca
entre el 826 y 828. En el año 830 llegó a Suecia y fue nombrado obispo de
Hamburgo. Se le conoce como el apóstol de Suiza.
44
llamado el apóstol de los vándalos. Adalberto, obispo de Praga, predicó entre los
bohemios y sufrió el martirio el año 997. Se le ha llamado el apóstol de los
prusianos.
Hacía el año 1000 se impuso le norma de que los monjes fueran ordenados
y así las comunidades quedaron constituidas con mayoría de sacerdotes. El hecho
de que hubiera muchos sacerdotes en la comunidad, determinó que se tuvieran
siervos para el huerto, la cocina y otros trabajos domésticos. Por otra parte, en los
siglos X, XI y XII, debido la influencia de Cluny, el ceremonial de la liturgia se
enriqueció para darle mayor esplendor. La bula Summi Magistri de l336 insistió
en que todos los jóvenes monjes debían tener estudios eclesiásticos superiores e
impuso la ley de que, de cada 20 monjes de una comunidad, uno, al menos, debía
acudir a la universidad a estudiar Escritura, Teología o Derecho canónico.
EL ABAD EN LA HISTORIA
Esto significaba que los abades debían estar mucho tiempo fuera del
monasterio y ya no participaban de la vida de la comunidad que era dirigida por
el Prior o prepósito. Sin embargo, varios concilios limitaron el poder de los
abades.
El canon 19 del concilio de Orleáns, establece el año 511 que los monjes
deben estar sujetos a su abad, pero el abad debe estarlo al obispo de la diócesis.
Esto dio motivo a abusos de algunos obispos que quisieron entrometerse más de
la cuenta. Por eso, hubo otros concilios posteriores, prohibiendo a los obispos
inmiscuirse en asuntos económicos, sino sólo en los de orden puramente
espiritual. Así lo determinaron el concilio de Sevilla del año 619 o el cuarto
concilio de Toledo del año 633.
En el concilio de Letrán del año 1215 se estableció que cada tres años
hubiera visitadores benedictinos en nombre de la Santa Sede, además de las
visitas de los obispos diocesanos.
45
Desde principios del siglo XX el Código de derecho canónico impone
algunos límites al poder del abad, ya que no puede hacer ciertas cosas sin el
consenso de la comunidad. No puede endeudar al monasterio o hacer
transacciones o ciertas cosas sin el consentimiento del consejo de los decanos y
del capítulo conventual. Ya no tienen una autoridad casi omnímoda, como lo
había establecido san Benito. Para él el abad era la última palabra y su decisión
era siempre la que valía, aun después de consultar a la comunidad.
Otra parte importante del cargo del abad era su carácter vitalicio. El
sistema de elecciones temporales para los Superiores como está en otras Órdenes,
ha sido desconocido por los benedictinos, ya que el abad es el padre de la familia
monástica y, si se quitara la perpetuidad del cargo, se quitaría también esa
característica de padre permanente de la comunidad. Lo que sí se acepta es la
dimisión de los abades por motivos de edad o de enfermedad. Y, a pesar de que
en algunos lugares han manifestado el deseo de elecciones temporales, todavía se
conserva el carácter vitalicio del abad. Ahora bien, en caso de que un abad no
cumpla bien sus obligaciones y sea una amenaza para la buena marcha de la
comunidad, se puede acudir a Roma. También los visitadores episcopales y
pontificios pueden dar un informe negativo en vista a que la Santa Sede tome
cartas en el asunto y pueda destituir al abad para bien de todos.
MONTECASINO
Probablemente Montecasino fue fundado el año 525 y allí pasó san Benito
los últimos años de su vida, unos 25 años. Allí se dedicó al trabajo del campo,
allí pasó muchas horas del día y de la noche en adoración y alabanza a Dios
46
Nuestro Señor. Allí estuvo ocupado en las tareas de gobernar y dirigir a sus
monjes, predicando a los campesinos para convertirlos a la fe católica, aliviando
sus sufrimientos y el hambre, y consolándolos en tiempos de epidemias. Allí
acudían muchos pobres y gente necesitada a pedir ayuda de toda clase. También
desde allí pudo contemplar más de una vez el paso de los ejércitos que iban
sembrando destrucción y desolación en sus marchas y contramarchas por
aquellas tierras. Hasta allí llegó el año 542 el rey de los godos Totila para
conversar con él, quien aceptó sus recomendaciones y reproches para ser menos
cruel. Y desde allí envió a sus monjes a fundar otros monasterios, comenzando
así una andadura por los caminos de Europa para llevar la cultura y la
civilización y la fe a todos los pueblos del continente.
LA RESTAURACIÓN
En el año 717 por deseo del Papa Gregorio II fue restaurado el monasterio
de Montecasino por Petronax de Brescia, que no era benedictino, pero que quiso
revitalizar el monasterio y vivir según la Regla de san Benito y el espíritu
benedictino, para lo cual no le faltaron monjes benedictinos que le pudieron
aconsejar y orientar en la empresa. Al poco tiempo, se reunieron a su lado
muchos postulantes y el monasterio comenzó a resurgir con fuerza junto a los
sepulcros de san Benito y santa Escolástica. El monasterio fue enriquecido con la
espléndida donación del lombardo Guisulfo II, duque de Benevento. Esta
donación constituyó el núcleo principal de la llamada Terra sancti Benedicti, es
decir, el patrimonio territorial del santo de 800 kilómetros cuadrados. Petronax
murió el año 750, pero ya el monasterio estaba bien encaminado y con ingresos
asegurados para sus monjes. El año 787 el emperador Carlomagno visitó la santa
montaña de Montecasino y la colmó de privilegios y donaciones.
47
Fue un gran organizador y guerrero, defensor de la fe católica. Procuró
que en todo su imperio se celebrara la misa según el rito romano. Pidió a todos
los monasterios que establecieran escuelas para externos seglares. El año 802
encargó al sínodo del Imperio, celebrado en Aquisgrán, que todos los Superiores
de monasterios, aceptaran la Regla de san Benito. El año 813, los sínodos de
Arlés, Reims, Maguncia, Chalon y Tours volvieron a reiterar lo mismo.
Carlomagno al visitar Montecasino el año 787, les pidió una copia auténtica de la
Regla para imponerla en el Imperio.
Y así como había monasterios benedictinos muy ricos, los había también
de monjas, en los que las abadesas parecían señoras feudales con muchos
privilegios otorgados por los reyes. Incluso algunos tenían Corte de justicia. Por
eso, el concilio de Aquisgrán del año 789 sintió la necesidad de recortarles
algunos derechos, prohibiéndoles bendecir a los hombres, imponer el velo a las
vírgenes y otras cosas reservadas exclusivamente a los sacerdotes. Pero lo que
causó no pocos malestares fue que, tanto en monasterios masculinos como
femeninos, algunos reyes o grandes señores, que concedían tierras y privilegios,
concedían el título de abad o abadesa a sus familiares próximos, que eran, no
tanto abades por devoción, sino por el poder que poseían. A pesar de todo, hubo
siempre grandes santos y sabios.
CLUNY
48
El abad de Cluny llegó a ser, después del Papa, el hombre de Iglesia más
importante de Europa occidental. La reforma de Cluny fue aceptada, no sólo en
Francia, sino en los Países Bajos, en España, Italia…
49
Cuando san Hugo tomó el báculo abacial había 300 monjes en Cluny
centro; y unos 1.200 monasterios dependientes de él. Al terminar su mandato,
vino la decadencia, porque las riquezas llevaron a la relajación de costumbres y
apegarse a las costumbres del mundo. Al no haber ya un abad santo para motivar
las cosas del espíritu, fue decayendo poco a poco, aunque Cluny no cayó del todo
hasta la Revolución francesa. Con las riquezas de Cluny, sus abades construyeron
grandes y hermosas iglesias Los cluniacenses fundaron su economía en el cultivo
de cereales y de la viña. Gracias a la utilización de caballos y de arados de
vertedera y de un sistema de rotación sistemática de cultivos, en combinación
con mejores técnicas de fertilizantes, la misma tierra pudo producir más; y en
tiempos de sequía o de hambre los monjes de Cluny fueron los salvadores con su
ayuda alimentaria para los pobres, pues tenían graneros y sabían cómo conservar
alimentos.
El abad san Odilón, según refieren los libros de historia del monasterio, en
tiempo de hambre, no disponiendo de dinero en efectivo, hizo romper muchos
vasos sagrado, quitar de la iglesia los ornamentos preciosos... y ni siquiera
perdonó la corona que el emperador Enrique le había enviado como recuerdo. Y
todo lo que pudo arañar aquí y allí lo transformó en alimentos para los pobres.
El último gran abad, san Hugo, igualmente se mostraba espléndido con una
ingente muchedumbre de pobres que acudían al monasterio a recibir ayuda. Y el
monasterio tuvo la costumbre de gastar el 10%, es decir, el diezmo, para ayuda a
los pobres.
Pero quede claro que su riqueza, no sólo provenía de las donaciones de los
reyes o de los nobles, sino también era fruto del trabajo de los monjes, de su
buena administración y de que sus terrenos producían mucho más que los de los
campesinos por las técnicas empleadas.
50
viera, sentados en los claustros helados, los ojos cansados en una tensa
atención, mientras descifraban penosamente; copiaban una y otra vez
manuscritos que de esa manera se vieron salvados. Nadie “protestaba o
levantaba la voz”, ni trataban de atraer la atención sobre lo que estaban
haciendo; sino que poco a poco, el bosque pantanoso se convertía en una ermita,
en una casa religiosa, en una granja, en una abadía, en una población, en un
seminario, en una escuela del saber y en una ciudad. Rutas y puentes la ponían
en contacto con otras abadías y ciudades que habían tenido un crecimiento
parejo; y lo que el feroz Alarico o el cruel Atila habían dejado en ruinas, estos
hombres entregados a la meditación, volvieron a levantarlo, pacientemente, y le
devolvieron la vida 31.
31
Misión of S. Benedict, &9; Nueva edición, p. 67.
51
La Corte, el gran señor y el terrateniente, las universidades, los
habitantes de la ciudad, el comerciante con su grueso libro de transacciones, el
granjero, el arquitecto, el artista, el músico y el escritor, están en deuda con los
monjes en proporción a la enorme diferencia en los esfuerzos rudos y sin
experiencia del bárbaro y las facultades disciplinadas y perfeccionadas de la
energía, del gusto y de la imaginación del genio cultivado. Todas las formas de
trabajo manual, bien no en una medida tan elevada, también están en deuda con
la vida monástica. El cantero, el joyero; el artesano del cobre o del hierro, el
tallador en madera, el carpintero, el vidriero, el tejedor y bordador, el panadero,
e incluso el que construye setos y abre las zanjas, el hortelano, todos
aprendieron su oficio de estas comunidades de hombres formados e instruidos,
que turnándose, igual tomaban la paleta que la carretilla de estiércol, y lo
mismo eran expertos y hábiles en la cocina, en la cervecería y en la panadería
como lo eran en adornar los manuscritos, en la música coral, en emplomar
vidrios, o en la construcción de un campanil.
¡Cómo no hablar de una aristocracia del trabajo! Pues bien, esta sola
idea era tan inconcebible para el mundo antiguo como lo pudiera ser para
nosotros, de no ser por los discípulos de san Benito. Si los monjes festejaban los
días de fiesta o un aniversario, también sabían hacerlo los pobres. Si se servían
dobles platos y raciones, también los pobres participaban de este lujo… De no
ser por los monasterios, la vida en el campo no habría proporcionado a los
hombres, especialmente a la mano de obra, otra cosa que no fuera la triste
repetición rutinaria de ocupaciones serviles, días de ayuno sin aliciente, trabajo
sin alegría o sin días de asueto (Ib. pp. XXXIII-XXXVI).
Los monjes fueron pioneros en la producción del vino, que usaban tanto
para la misa como para el consumo ordinario, expresamente permitido por la
Regla de san Benito. El descubrimiento del champán fue asimismo obra de Don
Perignon, monje de la abadía de San Pedro en Hautvilliers-del-Marne.
Descubrió el champán experimentando con distintas mezclas de vinos. La
fabricación de este espumoso sigue en la actualidad fiel a los principios
fundamentales que él estableció 33.
32
Charles Montalembert, The monks of the west: from saint Benedict to saint Bernard, vol 5, Nimmo,
Londres, 1896, p. 208.
33
John O´Connor, Monasticism and civilization, Kenedy & sons, Nueva York, 1921, pp. 35-36.
52
También hicieron muchas obras benéficas, no sólo dando limosnas a los
pobres, sino atendiendo a los enfermos en hospitales u hospicios, pues en toda
abadía había una buena botica con medicamentos para los enfermos,
contribuyendo así al desarrollo de la medicina de su tiempo. En las bibliotecas de
los monasterios había siempre una sección para obras de medicina y farmacia.
Así lo exigían las enfermerías del monasterio y los hospicios para peregrinos,
pobres, ancianos y enfermos seglares. En el monasterio de Sankt Gallen había un
jardín con plantas medicinales; y esto, en alguna medida, también existía en otros
conventos. En este monasterio de Sankt Gallen había, en el año 895, 101 monjes.
La biblioteca tenía más de 500 manuscritos y había entre sus monjes tres grandes
sabios, cuyo nombre ha pasado a la posteridad: Ratperto, Tuotilo y Notkero.
34
Dawson Christopher, La religión y el origen de la cultura occidental, Ed. Encuentro, Madrid, 1995, p.
42.
53
el siglo XIV para su monasterio. Se dice que hasta dos siglos más tarde no
apareció un reloj que pudiera superarlo en sofisticación tecnológica.
Los monjes, hablando en general, eran los más cultos de su tiempo. Sin
ellos, el progreso de Europa se habría retrasado varios siglos. Los monjes fueron
los que conservaron la cultura, a pesar de las constantes invasiones bárbaras de
los siglos IV y V. Ellos supieron levantarse de las cenizas y reconstruir los
monasterios. El renacimiento carolingio se realizó en las grandes abadías; cada
una de las cuales mantuvo la tradición establecida por la escuela palatina de
Carlomagno y las enseñanzas del gran monje Alcuino. Y, después de la caída del
Imperio carolingio, los grandes monasterios, especialmente los de Germania
meridional, San Gall, Reichenau y Tegernsee, se conservaron como islas de vida
intelectual en medio de la nueva ola de barbarie que, una vez más, amenazaba
sumergir la Cristiandad occidental. De cien monasterios, noventa y nueve podían
ser quemados y sus monjes muertos o expulsados y, sin embargo, toda la
tradición podía reconstituirse por obra del único sobreviviente; y los lugares
asolados podían repoblarse por la llegada de nuevos monjes que habrían de
retomar la tradición rota, siguiendo la misma Regla, cantando la misma liturgia,
leyendo los mismos libros y pensando en la misma forma que sus predecesores.
Así el monacato y la cultura monástica volvieron a Inglaterra y Normandía,
después de un siglo de total destrucción; con el resultado de que cien años más
tarde, los monasterios normandos e ingleses figuraban nuevamente entre los
conductores de la cultura occidental 35.
35
Dawson Christopher, o.c., p. 63.
36
Woods Thomas, Cómo la Iglesia católica construyó la civilización occidental, Ed. Ciudadela libros,
Madrid, 2007, p. 78.
54
un rasgo específico de la sociedad europea e influyeron en ella a todos los
niveles: espiritual, intelectual, litúrgico, artístico, administrativo y económico.
Los monjes tuvieron prácticamente el monopolio del estudio y de la doctrina
espiritual. Su influencia en la Iglesia fue mucho más grande que la del clero
secular. Y en este período la Regla de san Benito fue la que dominó en la
mayoría de los monasterios europeos. Por ello, con razón, se ha llamado a san
Benito, padre de Europa y patrono de todos los monjes.
LOS CISTERCIENSES 37
Los principios de la fundación fueron muy duros para los monjes. Desde
su llegada comenzaron a desbrozar y roturar el terreno y construir el monasterio
provisional de madera. Plantaron frutales e hicieron huertos. Pero al principio, en
ocasiones, pasaban verdaderos apuros para comer. El arzobispo Hugo de Die
37
Hay dos Órdenes del Císter. Una llamada Orden del Cister (O. Cist), y otra, Orden del Císter de la
estrecha observancia (OCSO), conocida más como trapense. A todos los cistercienses suelen llamarlos
también como monjes blancos por su hábito blanco en contraposición a los benedictinos en general,
que llevan hábito negro y son llamados monjes negros. También están los monjes azules o silvestrinos,
fundados por san Silvestre (+1267) por su hábito azul. Otros monjes reformados benedictinos son los
camaldulenses de san Romualdo (+1027) o los Olivetanos…
55
tuvo que ayudarlos y pidió al duque de Borgoña que les ayudara, lo que hizo
complacido para poder terminar a sus expensas el monasterio de madera, que
habían comenzado. También los proveyó de alimentos y les dio tierras y ganados
56
hizo que en el convento se copiaran famosos manuscritos. El más importante fue
el de la Biblia, que ya había sido comenzada por el abad anterior y que fue una
obra realmente espléndida. Se llamó la Biblia de san Esteban por referencia a él.
Pero el abad más famoso y considerado el gran fundador del Císter fue san
Bernardo de Claraval. Se llamaba Bernardo de Fontaines. Había nacido en
Fontaines en 1090 y llegó al Císter en compañía de unos 30 clérigos y caballeros.
Tenía una personalidad viva y vigorosa; con una preparación esmerada, ya que
había estudiado con los canónigos de Saint-Vorles desde 1098 a 1108. Dominaba
la lengua latina magistralmente. Algunos dicen que fue un superdotado
intelectualmente; hoy diríamos un niño prodigio, aunque tímido. Entró al Císter
el año 1113. Al cabo de un año, profesó. Al principio hizo mucha penitencia, que
malogró su salud, lo que lamentará toda la vida.
57
modo que, en total, estarían bajo su guía unas 160 abadías. En tiempos de san
Bernardo florecieron muchos monjes en santidad y cultura. Entre ellos Bernardo
de Pisa, que llegó a ser Papa con el nombre de Eugenio III; Balduino de Pisa,
cardenal; Roberto de Brujas, sucesor de san Bernardo; Enrique Murdach,
arzobispo de York en Inglaterra. También fue monje de Claraval, Enrique, hijo
del rey de Francia, que llegó a ser arzobispo de Reims...
San Bernardo se hizo tan famoso e importante que tuvo que ponerse al
servicio de la Iglesia universal y durante varios años viajó mucho por los
caminos de Francia y de otros países.
En 1145 san Bernardo tuvo que predicar contra los herejes cátaros que
infestaban el sur de Francia. Predicó también la segunda Cruzada por mandato
del Papa.
58
tan grande como la iglesia y a pocos metros de ésta, en cuya planta
desarrollaban diversas industrias accionando su maquinaria mediante la
energía hidráulica 40.
Lo cierto es que entre mediados del siglo XIII y el siglo XVII los
cistercienses fueron los principales productores de hierro de la Campaña
francesa. Siempre ávidos de mejorar la eficacia de sus monasterios, empleaban
como fertilizante la escoria de sus hornos por su elevada concentración de
fosfatos 41.
CONGREGACIONES BENEDICTINAS
40
Jean Gimpel, o.c., p. 67.
41
Ib. p. 68.
59
El Colegio de san Anselmo de Roma fue fundado en 1888. En 1893 se
reunieron en Roma los abades del mundo entero y con el Breve Summum semper
se creó la Confederación de las Congregaciones benedictinas existentes, bajo la
autoridad del capítulo general y de un abad primado. El único lazo que los une es
el abad primado, que no gobierna con jurisdicción, sino en casos muy especiales.
LA ORDEN EN LA ACTUALIDAD
La Orden había decaído durante los siglos XIII y XIV, pero el monasterio
de Cluny no dejó su relativa influencia hasta la Revolución francesa en que
fueron suprimidos todos los monasterios de Francia. Algo parecido ocurrió en
España, en que fueron suprimidos los monasterios por la ley de desamortización
de Mendizábal en 1836. La restauración en Francia comenzó por obra de Don
Prosper Guélanger en 1833, en el monasterio de Solesmes, un monasterio que se
hizo famoso por fomentar el canto gregoriano. Entonces había en Francia 30
monasterios de los 1.500 que habían existido en el año 1417.
60
Iglesia, que ha sido siempre su principal obligación, aunque tengan otras
devociones particulares.
Pío XII llamó a san Benito, padre de Europa. Otros lo han considerado
patriarca y patrón de los monjes de occidente.
Pío XII escribió: Benito de Nursia, gloria, no sólo de Italia sino también
de toda la Iglesia, brilla como lucero refulgente en la oscuridad de la noche 43.
42
Edición Mame, 1947, p. 61.
43
Encíclica Fulgens radiatur, del 21 de marzo de 1947 en el XIV centenario de la muerte de san Benito.
61
mejor timbre de gloria y como preclaros autores de su civilización, sino también
otras muchas naciones eslavas 44.
También son patronos de Europa: san Cirilo y san Metodio, en unión con
las santas: Catalina de Siena, Edith Stein y Brígida de Suecia.
C.S.P.B. Crux Sancti Patris Benedicti (Cruz del santo Padre Benito).
C.S.S.M.L. Crux sacra sit mihi lux (La cruz sagrada sea luz para mí).
N.D.S.M.D. Non draco sit mihi dux (El demonio no sea mi guía).
V.R.S. Vade retro Satana (Apártate de mí satanás).
N.S.M.V. Non suade mihi vana (No me sugieras cosas vanas).
S.M.Q.L. Sunt mala quae libas (Son malas las cosas que brindas).
I.V.B. Ipse venena bibas (Tú mismo bebe el veneno).
44
Ibídem.
62
Los que lleven esta medalla de san Benito pueden recibir una indulgencia
plenaria en la hora de la muerte, confesando o comulgando y rezando un
padrenuestro por las intenciones del Papa o, al menos, después de comulgar,
invocar con devoción el nombre de Jesús.
63
CONCLUSIÓN
Algunos no creyentes quieren hacer creer que la Edad Media fue una Edad
de tinieblas y, en cambio, el siglo de la Revolución francesa con todas sus
crueldades, se atreven a llamarlo el siglo de las luces. Pero fueron los monjes los
grandes inventores de la Edad Media. Inventaron técnicas para la transformación
de los metales, introdujeron nuevos cultivos, fueron los pioneros en tecnología e
inventaron la turbina hidráulica y los molinos de viento con palas giratorias.
Destacaron en técnicas para la agricultura y en filosofía y teología.
Especialmente fueron maestros de las llamadas artes liberales. Del trivium:
gramática, retórica y dialéctica. Y del cuatrivium: aritmética, música, geometría y
astronomía.
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