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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Filosofía y Letras


Licenciatura en Filosofía
Clase de Principios y Técnicas de Investigación Filosófica
Prof: Pedro Joel Reyes López
Alumno: Francisco Javier Hernández Villaverde Cta: 086285667

KANT Y LA ÉTICA MÁS ALLÁ DE LA EXPERIENCIA

Cuando observamos la rapidez con que las disciplinas científicas se desarrollaron durante los últimos siglos
mediante el método empírico ordenado formalmente por el método racional podemos comprobar la
importancia que la obra kantiana ha tenido para la comprensión actual del mundo, tras una serie disputas
filosóficas entre racionalistas y empiristas surgidos tras los trabajos Cartesianos, Galileanos y Copernicanos,
que pusieron a temblar los cimientos del pensamiento europeo de la época posrenacentista e hicieron saltar
de la discusión la necesidad de prescindir de la mística y la dogmática para la investigación filosófica dejando
claro que la búsqueda del conocimiento era una tarea de la razón humana confrontada consigo misma o con la
experiencia sensible en su interacción con la naturaleza, el trabajo de Kant logró con su crítica la síntesis
necesaria que impulsara la investigación del mundo a partir de la determinación de los límites de la razón para
el conocimiento y en esta transformación del paradigma ontológico en donde el hombre perdía su lugar
privilegiado como centro del universo y se quedaba solo en la subjetividad armado tan sólo con su razón y su
experiencia las críticas fueron el salvavidas perfecto.

Pero en el campo que Kant es más memorable es en el de la Ética ya que deja como legado los principios de
la deontología que sustenta la teoría del derecho moderno en donde el individuo es considerado libre y dueño
de su voluntad pero al mismo tiempo obligado por el deber universal que rige toda voluntad racional. En su
filosofía moral se han inspirado los tratados de ética práctica dedicados a distintas especialidades del quehacer
humano formando los códigos de ética profesional modernos además de haberse convertido en el invitado
obligado para toda consideración ética que desee ser completa, la filosofía pura que dibuja el filósofo es
consistente y demuestra su aplicabilidad práctica al conformarse formalmente en los códigos modernos, la
ciencia del derecho y la jurisprudencia le deben mucho a los tratados kantianos.

El tratado en que kant sustenta su filosofía moral es “la fundamentación de la metafísica de las costumbres”.
En este trabajo ubica a la ética entre la lógica y la física en el conocimiento racional aduciendo que, en tanto
que existe un conocimiento material o formal de cualquier cosa (excepto de la lógica que sólo es formal)
habría que pensar a la física y a la ética en su sentido material y en su sentido formal; una ética material
analiza las leyes de la voluntad del hombre en cuanto es afectado por la naturaleza y considerándolas como
leyes según las cuales todo debe suceder, mientras que una ética formal, que es lo que nuestro autor
desarrolla, se refiere al análisis de las leyes del comportamiento de la voluntad humana o razón pura práctica
en donde la fundamentación formal de la moral debe hallarse independientemente de toda experiencia
sensible. Interesante resulta la mención que hace Kant de la ética práctica que sería, según él, una
antropología práctica, mientras que la ética puramente formal es la moral de manera que esta ética formal o
moral es desarrollado por kant en lo que llama “Crítica de la razón práctica” que sería precisamente la
construcción de la ética formal pura pero su fundamentación en la aplicación práctica material requiere una
metafísica de las costumbres, es decir, un análisis formal del comportamiento de la voluntad humana para
averiguar cual es el sustento material y el sustento formal que le rige.

Durante la primera parte Kant intenta convencernos de que la razón es el instrumento que sirve para gobernar
la voluntad y que se justifica por sí misma en el ámbito moral en tanto que se requiere un instrumento que
permita regular nuestras desiciones sin que las determinaciones interiores (deseos, afectos, costumbres) o
exteriores (la naturaleza en general) le afecten, es decir, que conduzca a la voluntad con eficiencia hacia el
bien, ya que si la naturaleza hubiera dispuesto a la razón en el hombre para fines más elementales como la
sobrevivencia o la procuración del bienestar y la felicidad individual esto sería absurdo pues ya los instintos y
dones biológicos logran este cometido con mejor éxito y eficiencia. Este argumento tiene como supuesto que
la naturaleza pone la racionalidad en la humanidad con un fin y que este fin es la buena voluntad justificando
así la diferenciación entre la voluntad que busca un fin y aquella que sólo cumple con su deber

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independientemente de sus aspiraciones humanas y personales, esto es el deber por el deber mismo que vale
más que cualquier fin posible de la subjetividad.

El argumento del deber es el más importante de toda la obra ya que es el supuesto que conforma la columna
vertebral de la deontología para la formación de un código de conducta universal, es decir, válido para todo
ser racional (Esta validez universal que es totalmente formal y que debe ser tomada como un fin en sí misma
se comprende como una necesidad lógica que aplique a todos los seres racionales en todos los casos y
circunstancias posibles independientemente incluso de los resultados prácticos que tal comportamiento
produzca). Sin embargo supone por lo menos dos tipos de individuos racionales: aquellos que siguen sus
instintos y apetitos sin mediar la razón en la búsqueda de su felicidad personal y aquellos que, en la expresión
de la más pura buena voluntad, se guían estrictamente por la razón más allá de sus aspiraciones personales y
cumplen con el deber por el deber mismo. Esta doble posibilidad del comportamiento diferencia el bien del mal
en el actuar de la voluntad subjetiva y deja a la voluntad del individuo siempre entre esta ambivalencia que,
por ser formal y normativa, es intolerante a los matices y solo admite el cumplimiento o incumplimiento del
deber lo cual asume que la moral colectiva debe estar por encima de la moral del individuo y que por tanto el
individuo es sacrificable en tanto el deber se muestre como universalmente válido lo que formalmente es
correcto pero experimentalmente se atiene al escrutinio individual. Con este recurso Kant instala a la moral
como enemiga de la tendencia humana ya que sostiene que el hombre por naturaleza posee una inclinación
que contradice la ley moral en la búsqueda instintiva de su felicidad personal y por tanto es necesaria la razón
que demuestre la certeza y veracidad de los preceptos universales para guiar a la voluntad por el buen
camino.

Por último piensa que el deber por el deber mismo es suficiente para propiciar la actuación de la voluntad
humana y que ninguna otra motivación sería legítima, libre y de buena voluntad sino que sólo sería una
voluntad condicionada e interesada aún cuando la finalidad sea el beneficio común ya que la intención es lo
que cuenta y la única intención pura y buena es la de cumplir con el deber. A este punto quisiera comentar
que el recurso de altruismo al que Kant apela solo muestra consistencia desde la perspectiva formal ya que en
la experiencia el altruismo es un acto instintivo que obedece más a necesidades fisiológicas gregarias y de
sobrevivencia de la especie que a la razón pura humana ya que los razonamientos no empujan a los hombres,
no pueden ser un resorte, como lo nombra kant, que mueva la voluntad sino es acompañada de un
sentimiento y un contenido material que, como veremos más adelante del discurso, nuestro filósofo encuentra
en los conceptos de respeto como sentimiento placentero ante la ley y la satisfacción en el cumplimiento del
deber y el concepto de voluntad libre como contenido material que mueve al hombre ya que sin la libertad
como supuesto del comportamiento la moral es inútil.

En la segunda parte del tratado, contento con haber sustentado la idea del deber desde la perspectiva vulgar
de la moral, comienza a buscar un fundamento del deber totalmente racional, es decir, que contenga la forma
pura del deber para que sea esta compartida por todos los seres racionales y por tanto universal lo que le
rescataría de la contingencia de la experiencia y la variedad de la subjetividad de lo que se deduce que la
forma antecede al contenido según su sistema pero primero debe justificar el por que no se busca esta
fundamentación en la experiencia o en la mística argumentando primero que ningún ejemplo posible de la
experiencia puede mostrar lo que pudiera ser el deber moral universal ya que, para juzgar si este es un
ejemplo digno primero debe bosquejarse la forma que esta moral debe tener y por tanto es la forma quien
antecede al contenido práctico de la moralidad y segundo que la mística cristiana misma refiere que no hay en
la experiencia muestra alguna del bien pues tan sólo Dios es bueno y que por tanto, mientras que Dios está
fuera de la experiencia, solo es posible poseer este sentido correcto y puro de la moralidad en la razón pura
práctica que bosqueja la forma del deber más allá de la experiencia. De este modo justifica Kant la purificación
de la argumentación moral que elimina toda experiencia para construir conceptos morales que se originen a

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priori, siendo éstos asiento y fundamento de toda antropología práctica y no viceversa en el entendido de que
su validez formal justifica su concreción real, es decir que la razón debe gobernar la naturaleza instintiva del
comportamiento para garantizar su bondad.

Es aquí donde hace la distinción formal entre los imperativos hipotéticos y los categóricos de manera que los
primeros son identificados con la necesidad individual y el condicionamiento de manera que la búsqueda de
fines como fundamento de su construcción formal los hace hipotéticos y por tanto condicionantes de la
voluntad humana mientras que los segundos, en tanto que no buscan una experiencia o un fin experimental
sino que su fundamento es puramente formal entonces garantizan la autonomía e independencia de la
voluntad y ejercen la libertad al guiar la acción hacia el cumplimiento del deber, por el deber mismo, sin
ningún tipo de interés ni causa natural alguna fuera de la pura razón moral. Esta perspectiva filosófica
reivindica la razón humana ante el misticismo preponderante en la moralidad haciendo a un lado la posibilidad
de anclar a la ética en un fundamento teológico o místico y separando al argumento de la fé y del amor propio
del argumento puramente racional y libre de contingencias empíricas y la relatividad subjetiva; la moralidad
fundada en el concepto formal del deber nacido del imperativo categórico, máxima ley a priori de la razón
práctica, se establece por primera vez como una posibilidad puramente humana haciendo al ser humano
responsable no sólo de sus actos sino incluso de sus propias leyes logrando aterrizar lo abstracto y formal puro
a una ciencia práctica. Pero si esta razón es verdaderamente práctica ¿Por qué no puede comprobarse en la
experiencia su eficiencia y autenticidad sino que la práctica debe apegarse a la argumentación formal sin
importar antecedentes ni consecuencias del comportamiento? ¿Cómo puede fundarse una ética más allá de la
experiencia si es en la experiencia en la que la moral se afina? Para Kant es pertinente diferenciar y no
confundir lo puramente formal de lo puramente empírico ya que esto resultó benéfico durante el análisis de los
fundamentos de la física y de la lógica pero tratándose de la Ética debió aplicar el método en sentido inverso,
según mi parecer, ya que es la práctica y la experiencia quienes sustentan la ética formal y la legislación y por
ello su sistema se topa con la inconsistencia que la libertad demuestra ante el determinismo de la naturaleza,
¿el comportamiento humano puede fundar su costumbre realmente más allá de su condicionamiento natural y
de la motivación de sus acciones? Y si así fuere, ¿haría esto al sistema moral realmente mejor o por lo menos
más válido y efectivo que cualquier moral fundada en la experiencia humana?, en realidad la respuesta a estas
preguntas podríamos hallarlas en el análisis de la historia humana a partir del nacimiento de la jurisprudencia
racional fundada en el deber y el derecho actuales en donde cada vez nos damos más cuenta de que, si bien
es cierto que las leyes no tienen defecto ni están mal sustentadas eso no ayuda nada a la problemática de
falta de valores ye irresponsabilidad y falta de respeto que actualmente vivimos.

Volviendo a la segunda parte del texto, vemos en seguida la clasificación formal de la legislación de la
voluntad en imperativos hipotéticos que conforman principios individuales que sólo se aplican a circunstancias
precisas y no pueden ser tomadas como universales ya que se atienen a intereses y motivaciones del
individuo, suponen un fin personal y por tanto no buscan el deber puro; en cambio se busca un imperativo
categórico que sea válido para toda circunstancia y situación y para todo ser racional, este imperativo es
mencionado por Kant aduciendo primero que debe poseer tres características importantes: Forma, que es la
universalidad, Materia, que es el fin de la máxima y que para el imperativo categórico debe ser un fin en sí
mismo y este es el deber y una determinación integral de todas las máximas por medio de esta formula, es
decir que sea acorde con la naturaleza y que coincida con todas las fórmulas posibles; este imperativo
categórico tan preciado y necesario reza como sigue: “Obra según máximas que puedan tenerse por objeto a
sí mismas, como leyes naturales universales”. Ahora bien, ya establecido el imperativo categórico por Kant
para la dirección formal de la voluntad como una posibilidad de la actitud y disposición humanas en la vida,
como una posibilidad de la existencia individual en la potencialidad de su conciencia racional el filósofo
procede a llevar su construcción formal a un ambiente experimental en donde la comunidad de individuos

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racionales pueden convivir bajo este precepto universal comprometiéndose a seguir el imperativo por respeto
a la norma moral dejando este imperativo como la piedra angular de su edificio moral.

Por último nuestro autor termina enunciando la necesidad de la autonomía de la voluntad como fundamento
de la moralidad reforzando con esto la estrategia de formalizar los fundamentos de la moral aduciendo que si
la voluntad no es autónoma ninguna norma moral podría justificarse en el entendido de que siempre estaría
influenciado el comportamiento por otras causas fuera del deber mismo y por ello busca un concepto que de
finalidad a la moralidad enunciando a la felicidad y la perfección como conceptos racionales de las cuales kant
prefiere a la perfección que, aunque tiene un contenido muy vago en su significado por no ser preciso no
pertenece al terreno de la experiencia y se linda en el campo formal.

Durante el tercer capítulo el filósofo de Könisberg intenta develar el concepto de la libertad y se interna en una
disertación difícil y redundante en donde culmina por admitir la imposibilidad de demostrar o explicar
racionalmente y con la pura formalidad demostrar la voluntad libre dentro del orden sistemático de la
naturaleza y se atiene al argumento formal de que la libertad es necesaria en tanto que la moralidad existe
pero incomprobable en términos formales y empíricos agregando este concepto a los misterios indevelables
que circundan los límites del conocimiento humano.

En cuanto a la posibilidad del imperativo categórico sucede otro tanto ya que explica que no es posible saber
empírica ni formalmente cuando alguien cumple o no cumple con el imperativo categórico con una buena
voluntad libre y pura debido a que este fenómeno es puramente subjetivo solo quien actúa puede dar cuanta
de su actuación. La idea de la libertad es fundamental en sí misma tanto para la posibilidad de un imperativo
categórico como para la posibilidad de la moralidad en sí y por ello Kant le dedica todo el capítulo, sin
embargo la contradicción entre la libertad y la naturaleza, es decir, entre la voluntad libre y la naturaleza no
puede ser resuelta formalmente y de aquí podríamos incluso poner en entredicho la racionalidad de la libertad
y por tanto su realidad.

“Todo lo real es racional y todo lo racional es real” reza el sentido común para el filósofo racionalista y Kant lo
hace valer en toda la consecuencia de su posibilidad argumental en la analítica que divide racionalidad pura y
experiencia sensible como método fundamental y pretende que la verdad racional, nacida a priori en la
conciencia humana constituya el orden de la naturaleza de la cual, sin embargo, sólo puedo dar cuenta por la
experiencia. La experiencia solo puede dar cuenta de los patrones y regularidades en el comportamiento de lo
cual coincide con la razón en que no existe contradicción en la argumentación ni en la descripción de los
eventos, la aplicación de la geometría como ciencia pura de la razón a la investigación de la naturaleza es un
ejemplo de cómo la ciencia formal encuentra en la experiencia científica una aplicación práctica, pero en lo
que se refiere a la moralidad y la ética no se mira tan claramente la correspondencia de la ley formal respecto
de la práctica moral humana debido a que el comportamiento humano adquiere una dimensión distinta y
peculiar en tanto que existe la voluntad libre y con ella la autonomía del individuo ante la naturaleza: queda
entonces la pregunta ¿es la libertad de la voluntad humana un concepto racional y por tanto real? Para Kant
esta es la pregunta fundamental que sostiene la teoría ética o razón práctica, como la llama, como si nuestras
desiciones fueran sostenidas únicamente por la razón, como si fuera posible sustraer del yo toda su
emocionalidad, y su necesidad física y condicionamiento social e ideológico.

Claro que Kant reconoce que la razón práctica es tan sólo una parte de la ética y que la metafísica de las
costumbres es tan sólo la parte formal de esta ciencia que por ser sólo racional se llama moral mientras que la
parte empírica de la ética le llama antropología práctica (ciencia que estudiaría la costumbre o comportamiento
moral social concepto que se acerca en cierto sentido al concepto de eticidad en Hegel solo que para éste la
libertad no existe hasta la superación de ésta y la construcción racional de la ética) pero esta parte de la ética

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es menospreciada e ignorada por el mismo autor y le basta argumentar contra su estudio que carecería de
validez racional toda argumentación contingente basada en la experiencia para construir una moral.

Fuera de la argumentación epistemológica que ya logró en su critica de la razón pura en donde sitúa a la
ciencia como subordinada de la razón en tanto que los datos de la experiencia deben obedecer a la forma de
la razón, es decir a la lógica argumentativa que a priori ha sido puesta en nosotros los seres racionales para
comprender la realidad, más allá de la necesidad ontológica de la voluntad libre para la sustentación de la
moral, para que la ética tenga sentido, tendríamos que preguntarnos todavía:

1.- ¿Realmente la experiencia es un impedimento para la construcción de la moral en el individuo? ¿Qué no es


precisamente la experiencia un elemento que forja en el individuo una moral sólida y libre mientras que en la
juventud es tan sólo muestra del condicionamiento familiar y social? ¿Realmente la experiencia limita la
voluntad libre del individuo y lo condiciona y es tan sólo la racionalidad pura lo único que libera al hombre?

2.- ¿En verdad esta motivación formal guiada por el deber y sentida como respeto puede mover la voluntad
humana más allá del condicionamiento o es un instinto, un impulso genético o tan sólo otro condicionamiento
que terminará al final también como una búsqueda subjetiva de un fin motivado por la experiencia formativa
educacional?

Por último quisiera mencionar que lo único que puedo reprocharle al filósofo es que, habiendo descubierto que
la libertad es necesaria para la existencia de la moral, en lugar de investigar bajo que condiciones o pruebas
pudiera el hombre ser libre en el mundo práctico para poder cumplir con su deber, se limita a intentar su
demostración desde el campo formal lo cual no es posible al hallar contradicción con el sistema formal del la
naturaleza dejando a la libertad que hace posible el acto puro de la buena voluntad en el cumplimiento del
deber como tan sólo una posibilidad lógica siendo que, desde la antropología práctica que el mismo menciona,
se podría investigar las condiciones y posibilidades de la libertad desde la experiencia humana que es, a fin de
cuentas, quien pondrá a prueba cualquier moral existente o fundada por algún filosofo.

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