pasar su mano a través de mí, me cortaría como manteca, como humo.
A lo mejor es por eso que a veces me roza la cara con los dedos, cautelosamente (...) como si no me viera.23
• Pseudoalucinación: trastorno de la sensopercepción caracterizada por
ser una percepción sin objeto, cuya proyección está ubicada en el espacio interno del sujeto, que no tiene conciencia de lo anó- malo de dicha percepción, por tanto, no permite conciencia de enfermedad, sino que se le adjudica conciencia de realidad. Es in- dependiente de la voluntad, y modifica el funcionamiento de la per- sonalidad. Es también conocida como alucinación psíquica. La más frecuente, la auditiva: Y entonces él entró en la habitación. No como un vecino o un amigo, ni siquiera como un convidado de piedra, sino como un fantasma. No se abrió la puerta, no se ofreció ningún asiento, no hubo presentaciones. Pero, aun así, estaba ahí. Me volví, primero a un lado y después a otro, para intentar distinguirlo del aire que me rodeaba, pero no pude. Era del color del viento. Unas voces que no había oído en muchos meses, vo- ces que se habían acallado en mi interior, empezaron de pronto a gritar adver- tencias que me resonaban en la cabeza. Pero era como si su mensaje estuviera en un idioma extranjero; yo ya no sabía cómo escuchar. Tuve la sensación horrible de que algo incomprensible pero crucial se había descompuesto de repente, y que el peligro estaba muy cerca. Tan cerca que podía notar su aliento en la nuca.24
• Alucinosis: trastorno de la sensopercepción caracterizada por ser una
percepción sin objeto, pero criticada por el sujeto que vive el fenó- meno como patológico. En la medida en que el sujeto se da cuenta de lo anormal de sus percepciones se genera una marcada angustia, y esta característica acompaña al fenómeno sensoperceptivo. Es muy frecuente en intoxicaciones exógenas por alcohol, cocaína y marihua- na; en epilepsias de lóbulo temporal y en LOE: La mañana siguiente subí a la Acrópolis en compañía de Hobhouse. Estaba el aire polvoriento, el sol caliente, y yo padecía aún la diarrea. Pero recuerdo
23. J. Cortázar, El perseguidor y otros cuentos (México: Pepsa Editores, 1976).