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Sigmund Freud: Conferencia nº33: “La feminidad”

Comienza la conferencia mostrando la diferencia entre los sexos hecha por


la anatomía. Ahí nos muestra q lo masculino es el producto genésico
masculino, el espermatozoide, y su portador y lo femenino, el ovulo, y el
organismo q lo alberga. Pero tmb nos dice q esta ciencia nos hace notar q
partes del aparato sexual masculino se encuentran tmb en el cuerpo de la
mujer, atrofiadas, y lo mismo es válido para el otro sexo. En esto hecho nos
muestra una suerte de bisexualidad, como si el individuo no fuera varón ni
mujer, sino ambos en cada caso, solo mas lo uno q lo otro. Esto nos deja ver
q lo masculino y lo femenino es un carácter desconocido tmb para la
anatomía.
¿Podrá mostrar esta diferencia la psicología? Es transferido este punto de
vista de la bisexualidad a la vida anímica. Decimos q un ser humano, sea
macho o hembra, se comporta en un caso masculina y en el otro
femeninamente. Pero desde la psicología no es posible dar ningún contenido
nuevo a los conceptos de masculino y femenino. Esa distinción no es
psicológica, cuando decimos masculino, pensamos en “activo”, y en
“pasivo”, cuando hablamos de femenino. Pero esto no muestra un carácter
esencial, ya q, podemos ver q en ciertas clases de animales las hembras
son las más fuertes y agresivas, y los machos son activos solamente en el
acto de la unión sexual. Pero nos dice q hay q abandonar esto de activo y
pasivo porq es inadecuado y no aporta ningún descernimiento nuevo.
Otro punto de vista psicológico podría ser q se convine lo femenino por
adoptar metas pasivas (esto no es lo mismo q pasividad). Quizás por el
papel q desempeña la mujer en el acto sexual se difunda esa posición a
otras esferas de su vida con una conducta pasiva y unas aspiraciones con
meta pasiva. Las normas sociales tmb empuja a la mujer hacia una
pasividad. Su propia constitución le indica a la mujer sofocar su agresión, y
la sociedad se lo impone, esto favorece a q aparezcan en ella
intensas mociones masoquistas, susceptibles de ligar eróticamente las
tendencias destructivas vueltas hacia adentro. Pero esto no nos muestra un
carácter meramente femenino ya q podemos encontrar a varones
masoquistas.
El psicoanálisis, por su particular naturaleza, no pretende describir q es la
mejer, sino cómo deviene, cómo se desarrolla esta a partir del niño y su
disposición bisexual.

El desarrollo de la niña pequeña hasta la mujer normal es más difícil y


complicado, incluye dos tareas adicionales q no se aparecen en el
desarrollo del varón. Aparecen diferencias pulsionales entre la niña y el
varón a parte de la anatómica, como q la niña (por regla general), es menos
agresiva, mas necesidad de q se le demuestre ternura, mas dependiente y
dócil, mas inteligente y q sus investiduras de objetos poseen mas intensidad
q las del varón. Pero estas diferencias son dejadas de lado por el análisis
porq pueden aparecer casos individuales de varoncitos q muestren estas
características tmb.
Los dos sexos parecen recorrer de igual modo las primeras fases del
desarrollo libidinal. En el ingreso a la fase fálica la niña se comporta como
un varón. El varoncito se procura sensaciones placenteras de su pene, y
conjuga este estado de excitación con sus representaciones de comercio
sexual, lo propio hace la niña con su clítoris, aún más pequeño. Parece q la
vagina fuese algo ausente todavía por ambos sexos. Esto nos muestra q en
la fase fálica de la niña el clítoris es la zona erógena rectora. Pero no esta
destinada a seguir siéndolo, con la vuelta a la feminidad el clítoris debe
ceder en todo o en parte a la vagina sus sensibilidad y su valor, esta sería
una de las dos tareas q el desarrollo de la mujer tiene q solucionar, mientras
q el varón, debe continuar hasta su madurez sexual lo q ya habías empezado
en el florecimiento sexual temprano.
Para la niña igual q para el varón, el primer objeto de amor es la madre, porq
las primeras investiduras de objeto se dan por apuntalamiento en la
satisfacción de las necesidades vitales, y tmb influyen las situaciones de la
crianza q son las mismas en los 2 sexos. Durante este período de ligazón-
madre, el padre aparece como un rival. Esta sería una fase de ligazón-madre
preedípica. En la situación edipica es el padre el objeto de amor de la niña,
entonces se espera, q desde el objeto-padre la niña encuentre el camino
hacia la elección de objeto definitiva. Este sería la segunda tarea q tiene por
delante la niña en su constitución (cambiar zona erógena y objeto). Queda
averiguar como se da el paso desde ligazón madre a padre, o con otras
palabras, de su fase masculina a la femenina.
Los vínculos libidinosos de la niña hacia la madre son muy diversos y
atraviesan las tres fases de la sexualidad infantil: deseos orales, sádico-
anales y fálicos. Son tmb ambivalentes, de naturaleza hostil como tierna.
Los primeros suelen aparecer solo cuando se han mudado en
representaciones de angustia. Aparece la fantasía de la seducción en la
prehistoria preedipica, pero a diferencia de lo q contaban las histéricas
cuando entraban en análisis, la seductora es la madre. Pero ahora vemos q
la fantasía toca la realidad, pues a raíz de los menesteres del cuidado
corporal, la madre, provocó sensaciones placenteras en los genitales, y
podríamos decir q las desató por primera vez.
¿A raíz de q se va a pique esta potente ligazón-madre de la niña? El
extrañamiento respecto de la madre se produce bajo el signo de la
hostilidad, la ligazón-madre termina en odio, q a veces puede perdurar toda
la vida (por lo común una parte perdura y la otra continúa). Aquí es donde
aparecen una serie de acusaciones de la niña con respecto a la madre,
destinadas a justificar sus sentimientos hostiles hacia ella.
La primera puede ser q le ha suministrado poco leche, lo cual se
descompone como falta de amor. Es imposible q este reproche este
justificado todas las veces q se lo encuentra, parece q el ansia del niño por
su alimento es lisa y llanamente insaciable, y q nunca pudo consolarse con
la pérdida del pecho materno.
La segunda acusación se puede dar cuando llega otro hermanito. La madre
no quiso o no pudo darle mas leche porq necesitaba alimento para el recién
llegado. Pero esto no es lo único q enemista al niño con el intruso y rival,
esto se traduce a todos los cuidados maternos. Se siente destronado,
despojado, arroja un odio celoso frente al hermanito y desarrolla hacia la
madre infiel una mala voluntad, q se puede expresar en su cambio de
conducta. Esto no cambia si el niño sigue siendo el favorito de la madre, las
exigencias de amor de los niños no tienen medida, exigen exclusividad, no
admiten ser compartidas.
Otra de ellas puede relacionarse con la falta de satisfacción de sus deseos
sexuales hacia la madre, variables de acuerdo en su desarrollo de la fase
libidinal. La más intensa de estas denegaciones se produce en el período
fálico, cuando la madre prohíbe el quehacer placentero en los genitales
(hacia el cual ella orientó al niño). Todos estos factores los podemos
encontrar tmb en la relación entre la madre y el varoncito, y aun asi no son
capaces de enajenar al niño del objeto-madre.
Encontramos un factor específico de la niña q no aparece en el varón, y con
esto podremos justificar la salida de la niña de la ligazón-madre. Este es
el complejo de castración. En los análisis vemos q la niñita hace
responsable a la madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio.
Este complejo se inicia en la niña (al igual q en el varón), por la visión de los
genitales de algún compañerito de juegos. Aquí aparece en ella la envidia
del pene (esto deja huellas imborrables en su desarrollo y en la formación
de su carácter, y en el mejor de los casos se superará con un serio gasto
psíquico), se siente perjudicada, y a menudo expresa q le gustaría tener algo
así. Este deseo puede permanecer en el inconsciente por mucho tiempo,
hasta una edad inverosímilmente tardía. La importancia de la envidia del
pene es indudable.
Este descubrimiento presenta un punto de viraje fundamental en el
desarrollo de la niña. De ahí se desprenden 3 orientaciones de su desarrollo
sexual:
 Inhibición sexual o neurosis.
 Alteración del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad.

 Feminidad normal.

En el primero de estos tres puntos vemos q la niña pequeña q, sabía


procurarse placer por medio de su clítoris y relacionaba esto con sus
deseos sexuales referidos a su madre, ve estropeado el goce de su
sexualidad por la envidia del pene. La comparación con el varón mejor
dotado, es una ofensa hacia su amor propio, así renuncia a la satisfacción
masturbatoria, desestima su amor por la madre y entonces no es raro q
reprima una buena parte de sus propias aspiraciones sexuales. Por el
descubrimiento de la falta del pene la mujer resulta desvalorizada tanto
para la niña como para el varón.
Sigue con el tema del onanismo, y nos dice q la niña se empeña en liberarse
por si sola de el, pero no siempre lo consigue. Cuando la envidia del pene ha
despertado un fuerte impulso contrario al onanismo clitorídeo, y este, no
quiere ceder, se entabla una lucha en el q la niña asume ella misma el papel
de la madre ahora destituida y expresa su descontento por su clítoris
inferior y la satisfacción obtenida por el. Muchos años desp, cuando el
quehacer onanista hace largo tiempo q fue sofocado, se continúa un interés
q debemos interpretar contra una tentación q se sigue temiendo.
Con el abandono la de satisfacción onanista se renuncia a una porción de
actividad. Ahora prevalece la pasividad, la vuelta hacia el padre se consuma
predominantemente con pulsiones pasivas. Esto allana el terreno hacia la
feminidad. El deseo con el q la niña vuelve hacia el padre, el deseo del pene
q la madre le ha denegado y ahora espera del padre. Sin embargo la
situación femenina no se establece hasta q se sustituya el deseo del pene
por el hijo, así siguiendo una equivalencia simbólica, el hijo aparece en el
lugar del pene. Encontramos en este deseo del pene, un deseo femenino por
excelencia.
Con la transferencia del deseo hijo-pene al padre, la niña ha entrado en la
situación del complejo de Edipo. La hostilidad sobre la madre ahora se
refuerza, pues deviene rival q recibe del padre todo lo q la niña anhela de él.
En esta relación entre el complejo de Edipo con el de castración nos salta a
la vista una diferencia entre los sexos. En el varoncito, el complejo de Edipo,
es cancelado por el complejo de castración, y en consecuencia de esto se
instaura en él un intenso superyó. Lo q acontece en la niña es casi lo
contrario. El complejo de castración, en esta, prepara el camino para el
complejo de Edipo en lugar de destruirlo, por el influjo de la envidia del
pene, la niña es expulsada de la ligazón-madre y desemboca el la situación
edípica. En ella al estar ausente la angustia de castración, falta el motivo
principal para abandonar este complejo, como había sido en el varoncito. La
niña permanece dentro de él por un tiempo indefinido, sólo desp lo
deconstruye y aún entonces lo hace de manera incompleta y asi se
terminará instalando su superyó.
Ahora tomemos el segundo destino del desarrollo sexual de la niña, el
desarrollo de un fuerte complejo de masculinidad. La niña se rehúsa a
reconocer el hecho desagradable, recarga las tintas sobre la masculinidad q
tuvo hasta entonces, mantiene su quehacer clitorídeo y busca refugio en
una identificación con la madre fálica o con el padre. Lo esencial de este
proceso es q se evita la oleada de pasividad q inaugura el giro hacia la
feminidad. El análisis nos muestra q la homosexualidad rara vez continúa en
forma recta la masculinidad infantil. La situación sería q las muchachas
toman por objeto tmb a su padre y se internan en la situación edípica. Pero
luego son forzadas a regresar a su anterior complejo de masculinidad a
causa de las infaltables desilusiones con el padre.

Existe solo una libido, q entra al servicio de la función sexual tanto


masculina como femenina.
Vemos ahora algunas características de la feminidad madura, y le
adjudicamos un alto grado de narcisismo, q influye sobre su elección de
objeto, viendo q para la mujer la necesidad de ser amada es mas fuerte q la
de amar. La vergüenza, considerada una característica por excelencia
femenina, esta relacionada con ocultar el defecto de los genitales.
La elección de objeto puede mostrarse irreconocible por circunstancias
sociales. Cuando se puede ver libremente, la mujer elige siguiendo el ideal
narcisista del varón q hubiese deseado devenir. Si ella ha permanecido en la
ligazón-padre, elige según el ideal paterno.
Otra mudanza de la mujer puede sobrevenir con la llegada del primer hijo del
matrimonio. Esto puede demostrar q el factor de la falta de pene no siempre
perdió su fuerza, y la madre muestra una diversa reacción frente al
nacimiento de un hijo según sea varón o mujer. Solo la relación con el hijo
varón brinda a la madre una satisfacción irrestricta, es en general la más
perfecta. Ella puede transferir hacia el varón la ambición q debió sofocar en
ella misma, esperar de él todas las satisfacciones q le quedaron de su
complejo de masculinidad. El matrimonio mismo no esta asegurado hasta q
la mujer no haya conseguido hacer de su marido tmb su hijo, y actuar como
si fuese su madre.
La identificación-madre de la mujer permite discernir dos estratos: el
preedípico, q consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma como
arquetipo, y el posterior, derivado del complejo de Edipo, q quiere eliminar a
la madre y sustituirla junto al padre. La primera de estas es la decisiva para
el futuro de la mujer, en ella adquiere las cualidades con las q luego
cumplirá su papel en la función sexual y costeará sus inapreciables
rendimientos sociales. En esa identificación conquista tmb su atracción
sobre el varón, atizando hacia el enamoramiento la ligazón-madre de él. Sin
embargo solo el hijo varón recibe lo q el varón pretendía para sí.
Para finalizar vemos q el adulto q ronda la treintena de años aparece como
un hombre joven, mas bien inmaduro. En cambio, la mujer, aparece una
rigidez psíquica y su inmutabilidad. Su libido ha adoptado posiciones
definitivas y parece incapaz de abandonarlas por otras. Es como si el difícil
desarrollo hacia la feminidad hubiese agotado las posibilidades de la
persona.

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