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Leonardo BOFF
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Con Gregorio VII y su Dictatus Papæ (una lista con 25 proposiciones del
año 1075), que bien traducido significa la dictadura del Papa, se consolida una
eclesiología juridicista fundada en la institución papal. Lo expresa muy bien el
gran eclesiólogo del siglo XX, Ives Congar: “Su acción determinó el mayor giro
que ha conocido la Iglesia católica” (L´Église de Saint Agustin à l´époque
moderne, Paris, 1970, p.103).
Este giro consiste en una práctica de extremo autoritarismo que
prácticamente no reconoce ningún límite al poder papal. Algunos juristas y
críticos lo califican de “totatus”, de totalitarismo eclesial. El Papa no es sólo el
sucesor del pescador Pedro (aquel que negó a Jesús), ni el representante del
profeta crucificado Jesús de Nazaret. Eso sería muy poco para las pretensiones
papales. El Papa se entiende como representante de Dios. Dios instituyó
directamente el sacerdocio, no el imperio. Al sumo sacerdote (Papa) le es dado
ligar y desligar, interpretar la ley natural, cerrar o abrir las puertas del cielo. Y,
sacerdocio, solamente lo es el católico. Por eso la 26ª proposición del Dictatus
Papae reza así: “No sea reconocido como católico quien no está de acuerdo con
la Iglesia católica romana” (Quod catholicus non habeatur qui non concordat
Romanae ecclesiae). Creer es obedecer al Papa y obedecer al Papa es obedecer
a Dios.
Cabe preguntar: ¿Acaso no hemos traspasado el límite de lo intraspasable
que una vez traspasado significa inequívocamente hybris humana y pecado, en
el sentido estricto de la teología? ¿Qué legitimidad puede ofrecer a la conciencia
de los creyentes una estructura de poder nacida del pecado? Atributos que sólo
competen a Dios son atribuidos a una criatura humana, el Papa. En esta lógica
desviante, no nos admira que haya habido papas llamados por los teólogos de su
curia “dios menor en la Tierra” (Deus minor in Terra). Este proceso de
divinización ya estaba presente en el siglo IV cuando comenzó a estructurarse la
figura del obispo. La Didascalia y las Constituciones apostólicas del siglo III
decían de él que “ocupa el lugar de Dios” en la comunidad, que es como un
“segundo Dios”, “vuestro Dios terrestre después de Dios” (cf. Didasc.II, 20,1;
Const. Apos. II, 26,4).
Esta concepción fue adquiriendo a lo largo del tiempo una base ideológica,
especialmente con Graciano (el primer codificador del derecho canónico en el
siglo XII)y con la teología de la Antirreforma. Según esto, Cristo instituyó la
división entre clérigos y laicos, por lo tanto es divina y nunca podrá ser
modificada. El Papa es la cabeza visible de Cristo que, a su vez, es la cabeza
invisible de la Iglesia. El poder es total; tiene definida su práctica y la teoría que
lo justifica. No se trata de autoritarismo sino de puro y simple despotismo.
La utopía de Jesús de una comunidad fraternal donde todos sean hermanos
y hermanas, sin divisiones ni títulos (cf. Mt, 23, 8 y ss.) es sustituída por la
mecánica del poder centralizado del clero que garantiza hasta el fin de los
tiempos, así piensan los clérigos, la reproducción de los instrumentos de
salvación.
Sin embargo, el sueño de Jesús no ha muerto, transmigró a los
movimientos espiritualistas, monacales, mendicantes y, de manera general,
hacia la vida religiosa, pero también hacia el camino del seguimiento evangélico,
de la devoción y de la búsqueda de santidad de los cristianos, reducidos a laicos,
en sus diferentes estados de vida. En estas instancias no clericales, el poder se
ejercerá como servicio participativo, reinará una democracia interna y las
relaciones serán más igualitarias, sororales y fraternales.
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RELaT 291: ¿Qué Iglesia queremos? El proyecto popu.lar de Iglesia
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RELaT 291: ¿Qué Iglesia queremos? El proyecto popu.lar de Iglesia
Núcleo central de
El sacerdote La comunidad
poder
Comisión de Consejo de área, formado por un
administración, indicada por miembro de cada consejo de
Estructura el sacerdote comunidad con funciones deliberativas
de poder Comisión parroquial de Consejo de comunidad, elegido
comunidad con funciones cada dos años, con funciones
consultivas deliberativas.
El sacerdote (en algunas Equipo de pastoral (o su
Agente religioso
parroquias puede ser ayudado equivalente) formado por el sacerdote,
externo
por hermanas) hermanos y hermanas.
Relación agente
Laicos dependientes y Autonomía (relativa) de los laicos
de pastoral y
sometidos al sacerdote. con relación a los agentes.
pueblo
En el caso del sacerdote El agente tiene el papel
producir fundamental de acompañar y suscitar
Papel del agente bienes religiosos externos la caminada de las comunidades.
externo sacramentos. En el caso del sacerdote, la
Control de las actividades producción de bienes religiosos se
parroquiales hace con menos periodicidad.
Seguir las orientaciones
dadas por el sacerdote.
Coordinar las comunidades,
Papel del agente Muchas veces es él quien
siguiendo las decisiones tomadas en
interno escoge los dirigentes de
reunión.
asociaciones, movimientos,
pastorales, etc.
El sacerdote, que sigue teniendo la
mayor parte de la producción de
Producción de El sacerdote
bienes religiosos, y el laico en las
bienes religiosos exclusivamente
celebraciones de los domingos y otras
actividades religiosas
Sujeto de la acción de la Iglesia en
Objeto de la acción de la
Papel del laico comunión con los agentes (catolicismo
Iglesia (catolicismo clerical)
laico).
Estructura compleja, con el
sacerdote y diversos Estructura simple (catequesis,
movimientos y asociaciones minijóvenes y pastoral obrera a nivel
Organización de
religiosas. de área) teniendo al agente pastoral
la pastoral
Sobrevaloración de los como asesor de la comunidad.
sacramentos
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política y cultural como expresión del nuevo sujeto histórico: los pobres y
oprimidos organizados.
Está en curso la construcción de un nuevo proyecto eclesial, hecho por las
CEBs y sus aliados de la iglesia clerical y por las articulaciones que mantienen
con el movimiento popular de cuño libertario. El consenso se da en torno a esta
convicción: en el centro de la acción de la Iglesia deben estar los oprimidos y
marginados —como fenómeno colectivo en términos de clases dominadas, razas
humilladas, culturas despreciadas, sectores subalternizados(como las mujeres) o
grupos discriminados (como los enfermos de mal de Hansen o de Sida), entre
otros— no como efecto de la acción de clérigos que optaron por ellos, o de la
generosidad benéfica, pero nada participativa, de la estructura clerical, sino
como sujetos de construcción de una manera popular de ser Iglesia y sujetos de
transformación de relaciones sociales.
Tendencialmente las CEBs están adquiriendo autonomía ideológica, o sea,
están elaborando una concepción teológica consistente y autónoma de la Iglesia,
de su relación con el sueño de Jesús, el reino, de su función liberadora de los
oprimidos y marginados, y a partir de ellos abierta a todos y a las distintas
culturas. Esto es fruto de la lectura de la Biblia, de la apropiación de la reflexión
teológica a partir de la práctica en la comunidad eclesial y en los movimientos
sociales, de la espiritualidad de compromiso y de liberación que se está
gestando. Pero esto sólo es tendencial. Existen contradicciones, espíritu de
repetición del discurso del agente, socialización mal elaborada del nuevo modo
de ser Iglesia como red de comunidades, pero es innegable que indica algo
nuevo. Es frágil, pero tiene la fuerza de las raíces finísimas que extraen la savia
profunda que alimenta el majestuoso castaño del Amazonas. Las CEBs están
grávidas de promesa y de esperanza de que una alternativa de poder eclesial no
es imposible.
En este nuevo modo de ser Iglesia, no se trata de negar la figura del
obispo, del sacerdote, del religioso o de la religiosa. Se trata de superar el
modelo de ejercicio de esas funciones a través del cambio de lugar social (del
lugar hegemónico al lugar subalterno, para construir una nueva hegemonía)e
inaugurar un nuevo estilo de agente eclesial, dentro de la comunidad, y no por
encima de ella, que se sienta parte de un todo y no parte ante todos.
Ante este reto de consolidar la autonomía, se revela importante la
presencia de los intelectuales orgánicos. En primer lugar, los internos y los
producidos por la propia comunidad. Después, los externos, que engrosan el
proyecto popular de Iglesia. Ellos (cardenales, obispos, sacerdotes, teólogos,
profesionales portadores de un saber específico) pueden ayudar a elaborar una
concepción homogénea del mundo, de la sociedad y de la Iglesia, partiendo de la
óptica de los oprimidos que buscan la liberación. Sin su colaboración y su
complicidad, la alternativa popular corre el riesgo de ser deslegitimada,
exorcizada y destruida. O será sencillamente cooptada y, en tal caso, aportaría
innegablemente valiosas reformas a la Iglesia clerical, pero manteniendo la
estructura de poder clerical, elitista, discrecionaria y culturalista. Se abortaría
así una oportunidad histórica única.
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