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Milford, Pa.
12 de octubre de 1904
No ha pasado un solo día desde que recibí su última carta en el que no haya
lamentado las circunstancias que me impidieron escribir ese mismo día la carta
que estaba intentando escribirle, no sin haberme prometido a mí mismo que eso
debería estar hecho pronto. Pero vivir en el país en esta parte del Atlántico, a
menos que uno sea multimillonario se lleva con enorme fricción. Aunque en los
últimos años se ha hecho bastante, no es todavía algo habitual, y en este país se
espera que uno sea exactamente igual que todos los demás. Me aventuraré a decir
que su imaginación no pudo evitar la imagen del tipo de sirviente doméstica que
ofrece una chica americana. Además, el contrato tan desconsiderado que firmé
para conseguir a tiempo ciertas definiciones para un suplemento al Century
Dictionary me está volviendo como las furias. Para estar seguro podría haber
garabateado unas líneas para explicarme; pero siempre me estaba diciendo a mí
mismo que en unos pocos días tendría tiempo para escribir tal como deseaba, y
hasta ahora mi idea de qué era lo que quería escribir ha sido borrosa. Espero, no
obstante, que usted habrá tenido fe para saber que sólo una imposibilidad podría
haber evitado que le escribiera; pues de alguien que vive en el campo uno puede
esperar más de esa clase de fe que de un citadin.
Pero quería escribirle acerca de los signos, que en su opinión y en la mía son
cuestiones de gran consideración. Creo que más en mi caso que en el suyo.
Puesto que en mi caso, el más alto grado de realidad sólo se alcanza por medio de
signos, esto es, mediante ideas tales como las de Verdad, Justicia y el resto 1.
Suena paradójico, pero cuando le haya explicado mi teoría de los signos en su
totalidad lo parecerá menos. Creo que hoy le explicaré los esbozos de mi
clasificación de los signos.
Ahora estoy preparado para ofrecer mi división de los signos, tan pronto
como haya señalado que un signo tiene dos objetos, su objeto tal y como está
representado, y su objeto en sí mismo. También tiene tres interpretantes, su
interpretante tal como se representa o se supone que será entendido, su
interpretante tal y como es producido, y su interpretante en sí mismo. Ahora, los
signos se pueden dividir en función de su propia naturaleza material, en función
de sus relaciones con sus objetos y en función de la relación con sus
interpretantes.
Con respecto a las relaciones con sus objetos dinámicos, divido los signos en
Iconos, Índices y Símbolos (una división que di en 1867) 11 . Defino un Icono
como un signo que está determinado por su objeto dinámico en virtud de su
propia naturaleza interna. Tal es cualquier cualisigno, como una visión, ―o el
sentimiento que despierta una pieza de música considerada como aquello que
representa lo que pretendía el compositor. Puede ser un sinsigno, como un
diagrama individual; pongamos, una curva de distribución de errores. Defino un
Índice como un signo determinado por su objeto dinámico en virtud de su estar
en una relación real con éste. Por ejemplo, un nombre propio (un legisigno); tal
es la aparición de un síntoma de una enfermedad (el síntoma mismo es un
legisigno, un tipo general de un carácter definido. La ocurrencia en un caso
particular es un sinsigno). Defino el Símbolo como un signo que está
determinado por su objeto dinámico sólo en virtud de que será interpretado de
esa manera. Por lo tanto, depende, o bien de una convención, o bien de un hábito,
o bien de una disposición natural de su interpretante, o del campo de su
interpretante (aquel del cual el interpretante es una determinación). Todo símbolo
es necesariamente un legisigno, pues es inexacto llamar símbolo a una réplica de
un legisigno.
Mi esposa me dice que debería intentar persuadirle para que venga aquí y
nos haga una visita. Desearía con todo mi corazón que lo hiciera, aunque no
estoy seguro de si no nos agotaremos y nos marcharemos a Francia.
Tengo un sentimiento de profunda culpabilidad al molestar a su señoría con
semejante disertación.
muy atentamente,
C. S. Peirce
P.S. En conjunto, por tanto, diría que hay diez clases principales de signos:
1. Cualisignos
2. Sinsignos icónicos
3. Legisignos icónicos
6. Símbolos remáticos
10. Argumentos13
Notas
12. Tal como señala Hardwick (1977: 35), el orden de estas tricotomías
resulta extraño en Peirce. Más sentido tendría si se intercambiaran el "tercero" y
el "primero". No obstante, Peirce modifica dicha tricotomía en su carta a Lady
Welby del 23 de diciembre de 1908 [Nota del T.].