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ENSAYO SOBRE LOS APORTES DE HERMAN HELLER A LA TEORÍA DEL

ESTADO

ORIGEN. VIDA. IMPORTANCIA DE SU OBRA.

Proveniente de una familia de religión judía, estudió derecho en Viena,

Innsbruck y Graz, donde se doctoró en 1915, tuvo que abandonar su puesto en la

Universidad de Frankfurt con la llegada del tercer Reich; y después de ejercer como

profesor en Kiel, Liepzig y Berlín, lo que acabó con su refugio en España, donde se

dedicó a la docencia brevemente en Madrid, hasta su muerte en noviembre 1933;

Herman Heller, se erige como el precursor de las corrientes sociológicas en el Derecho

Constitucional, siendo sus obras más destacadas La soberanía (1929), Las ideas

políticas contemporáneas (1930) y su póstuma e inconclusa Teoría del Estado (1934).

Este alemán, nacido el 17 de julio de 1891, sin lugar a dudas forma parte del trío

más representativo de los estudiosos del Estado junto con Hans Kelsen y Carl Schmitt.

Y así, mientras frente a Kelsen, quien representaba la máxima expresión de la

dominante teoría del formalismo jurídico, la cual centrándose en lo normativo y su

lógica debilitaba la decisión y la voluntad de los sujetos, se encontraban los

decisionistas, quienes señalaban y colocaban dentro del derecho, aquello que el

formalismo negaba, es decir, a los sujetos y su voluntad; especialmente, Schmitt, su

mayor exponente, un decisionista de derechas que terminó apoyando al régimen nazi;

igualmente, surge Heller, a quien hoy se le denomina, como imperativista; un socialista

no marxista, y de una ideología cercana a la socialdemocracia; respetuoso con el

régimen parlamentario, cuyas teorías resultan indispensables, para cualquier esfuerzo

que persiga objetivos esclarecedores sobre el concepto y el propio fenómeno, en toda su

dimensión, del Estado social de Derecho.


RASGOS FUNDAMENTALES DEL PENSAMIENTO DE HERMANN HELLER.

OPOSICIÓN AL FORMALISMO RACIONAL Y AL ANTIFORMALISMO

IRRACIONAL.

Cuando se consideran en su totalidad, los estudios jurídicos, políticos y sociales,

efectuados en Alemania, en el breve período que va desde el fin de la primera guerra

mundial hasta el surgir del nacismo, se puede fácilmente constatar, que la obra de

Heller, ha sido una de las más interesantes, tanto por la independencia del pensamiento,

por la inclinación hacia los problemas más vivos de ese tiempo y por la capacidad

común de entenderlos y abordarlos.

Durante esa época, Heller, realiza importante aportes, con una serie nutrida e

ininterrumpida de trabajos sobre el concepto de soberanía, sobre la igualdad, sobre las

ideas políticas contemporáneas, sobre el estado derecho, sobre el socialismo, fascismo,

hasta enero de 1933, cuando con la llegada de Hitler, se extiende sobre Alemania, una

sombra de silencio sobre sus libros y doctrinas, claramente contrarios a los intereses de

quienes en ese momento tomaron el poder.

Heller, critica la Teoría del Estado de su época, situando la crisis de dicha

disciplina en el Renacimiento, cuando la figura de Kant, creador del Derecho natural

racional, margina a la Sociología. Según Kant, la fuerza conformadora del mundo es la

razón por lo que la Teoría del Estado se convierte en un proyecto de contenido ético,

metafísico. Pero esta fe en la razón se pierde tras la Revolución francesa cuando se

comprueba que la realidad no es tan fácil de modelar como se creía. La consecuencia es

que si antes se abandonó la sociología, ahora se aparta toda ética y metafísica del
estudio del Estado. El Estado no es más que poder. Desde entonces la Teoría del Estado

oscila entre un logicismo improductivo y un historicismo que relativiza todo al curso

natural de la historia; y ambas posiciones se reducen prácticamente a un positivismo que

no se comprende a sí mismo.

Heller, rechaza entonces, tanto el formalismo racionalista como el

antiformalismo irracional, concentrándose en primer lugar, en el apriorismo formal, por

ser la tesis que predominaba en el momento, en especial con Kelsen, quien con su

Teoría Pura del Derecho, se erigía como su máximo representante, en esta tarea, critica

entonces a Kelsen de modo análogo al usado por Schmitt y otros antiformalistas, pero

no sigue a estos últimos hasta el fin, es decir, hasta reducir el estado a voluntad del

poder o a decisión polícita. Se opone a tal reducción al afirmar la exigencia de poner un

freno al vitalismo irracionalista y al sostener la necesidad de referirse a estructuras

conceptuales cuya existencia no se puede negar, aun cuando no tengan un valor

absoluto, sino solamente un valor relativo.

Desde el punto de vista ideológico político, la autonomía del pensamiento de

Heller, resulta también clara por el hecho de que análogamente a Kelsen y a otros

iuspublicistas de ideas liberales y democráticas, se opone a las tendencias autoritarias de

Schmitt, y de otros antiformalistas, que preparan el triunfo de los dirigentes de la

economía y eliminan “para beneficio propio, la legislación democrática”. Sin embargo

no sigue hasta el fondo las ideologías liberales y democráticas de los formalistas, en

cuanto las juzga demasiado ligadas al capitalismo y demasiado conservadoras.

Producto de esto, Heller, construye una teoría, en la que sostiene que una

auténtica Teoría del Estado no puede ser sólo positivismo lógico que se olvide de lo

social, ni un positivismo de tipo histórico que absolutizando la realidad se cierre a todo

sentido, a todo valor. Para él, la solución está en superar ambas unilateralidades. El
mundo del jurista posee en sí la polaridad de los contrarios que mutuamente se exigen y

se condicionan y no naturaleza ciega (ser), ni espíritu puro (deber ser), sino que es una

unidad de acto y sentido, de ser y deber ser, de signo y significación, es, a saber, el

mundo social humano. En este mundo, o sea en la plenitud de sus relaciones sociales

debe comprender la Teoría del Estado a su objeto. La teoría del Estado tiene así que

volver a ser sociología.

Heller elabora entonces una sociología del Estado y ese es el rasgo fundamental

de su pensamiento. Por lo cual su método es sociológico.

LA CONSTRUCCIÓN DE SU PROPIA TEORÍA DEL ESTADO.

ADOPCIÓN DEL MÉTODO SOCIOLÓGICO.

Después de haber criticado las opuestas corrientes del formalismo racionalista y

del antiformalismo voluntarista e irracionalista, y de adoptar frente a ellas una postura

autónoma, Heller, pasa a determinar el objeto, la naturaleza y el método de su propia

doctrina de Estado.

Para construir esta teoría, Heller, comienza desde la condición humana hasta

llegar a la institución estatal, para entonces determinar la ubicación del Estado dentro

de la Filosofía y las Ciencias. Surgen entonces las reflexiones de Heller acerca de la

unidad estatal, como el problema previo y fundamental de la teoría del Estado.

En esta búsqueda, Heller, termina rechazando por considerarlas erróneas, tanto

las concepciones científico naturalistas del estado, para las que no existen diferencias

substanciales entre la sociedad de los animales y la de los hombres, y para las cuales el
estado no sería otra cosa que un fenómeno del mundo de la naturaleza; como las

concepciones de los espiritualistas y los idealistas que consideran al Estado como un

objeto espiritual, como una idea o simplemente una ideología.

Heller, demuestra nuevamente la originalidad y autonomía de su pensamiento al

adoptar una solución intermedia, en la cual el Estado, no formaría parte, ni del mundo

de la naturaleza, ni de aquél del espíritu y de la idea, sino que pertenecería al mundo de

la cultura, es decir, a aquél mundo en el que los fenómenos de la naturaleza son

transformados por la actividad humana y son, por esta misma actividad, encauzados

hacia determinados ideales, dirigidos a la realización de ciertos valores espirituales.

Para Heller entonces, el Estado sería esencialmente actividad humana social y

más precisamente, “unidad organizada de decisión y de acción”, “forma de vida humana

social: vida en forma y forma que surge de la vida”

Una vez ubicada la teoría del Estado, dentro del mundo de la cultura, Heller, se

ocupa de identificar a qué tipo de ciencias le corresponde su estudio, llegando a la

conclusión de que son las ciencias de la realidad, es decir aquellas que se refieren al

conjunto de bienes culturales que son producidos por la actividad de los hombres y que

existen en su vida y en su realidad psíquica; y no a las ciencias del espíritu o del

sentido.

Llega a la conclusión entonces de que la teoría del estado, debe ser en todos sus

aspectos una ciencia sociológica de la realidad que, considerando al estado como una

formación histórica real, se proponga comprenderlo y explicarlo con base en el

principio de causalidad y por medio de la interpretación de la conexidad de las

actividades históricas y sociales.


La doctrina del estado, no puede valerse del método de las ciencias naturales ni

de las ciencias históricas, sino de un método intermedio entre estos dos, que pueda

tomar loas rasgos característicos de una estructura singular, considerada en su

concretización y que sean, al mismo tiempo capaces de superar y trascender la

individualidad y particularidad de esa estructura; y esto sólo puede lograrse entendiendo

la doctrina del estado, como una ciencia sociológica de la realidad.

APORTES MÁS IMPORTANTES. PROBLEMAS FUNDAMENTALES.

RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y EL DERECHO

RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y LA SOCIEDAD.

Después de haber explicado, por las mismas consideraciones al respecto, que el

derecho, al igual que el estado, es esencialmente un fenómeno cultural perteneciente al

mundo de la voluntad y de la actividad humana, Heller, afirma que entre el estado y el

derecho existe una relación recíproca, una relación dialéctica, en la que ninguno de los

dos términos precede o supera al otro. Para Heller, quien concluya que entre los dos

términos no existe una relación de ese género y afirme la preeminencia o superioridad

de un término sobre otro, acaba por disolver un término en el otro y por escindir la

realidad en dos partes: la parte “del mundo del espíritu puro, de las formaciones ideales

de sentido, de los ideales normativos del deber ser” y de la parte del “enjambre

desordenado de las fuerzas naturales, carentes de sentido, que constituyen una realidad

esencialmente causal que existe sin ser nada para nosotros, esto es, sin tener ningún

sentido.”
La relación entre el estado y el derecho no puede ser una relación de prioridad o

superioridad, sino dialéctica, el derecho tiene el carácter de formador del poder del

Estado, y el poder del Estado, tiene el carácter de formador del derecho.

Según Heller, el derecho tiene el carácter de formador del poder del estado, en

cuanto atribuye a ese poder su legitimidad, deja entonces atrás teorías, que colocaban la

fundamentación del estado en la protección de los intereses, o en el ejercicio de la

fuerza militar, o en la capacidad política de quien lo detente, pues tal como lo indica

Heller, para que un poder exista, solamente es necesario entonces, que, con base en el

derecho, tanto aquellos que están investidos de poder, cuanto los que están sometidos a

él, estén convencidos de la legitimidad del mismo y, consecuentemente, del deber de

conformarse a las órdenes que de aquél emanan de modo permanente y no solamente

ocasional.

Para Heller, el poder del estado existe como un “plebiscito de todos los días”

que vive de su justificación y que no es otra cosa, que poder jurídicamente organizado,

de allí la importancia de la opinión pública, como condición de la unidad del Estado.

Por su parte, así como el derecho tiene el carácter de formador del poder del

estado, el estado tiene a su vez, el carácter de formador del derecho, en cuanto tiene la

función de garantizar a este la certeza de su ejecución y de su significado y en cuanto es

esencialmente “La organización necesaria para asegurar el derecho en una determinada

etapa de su evolución”. Una certeza de ejecución que sólo puede ser asegurada por la

coacción estatal organizada, y una certeza de significación que exige que el estado sea

organizado según las vías del derecho.

La unidad del Estado entonces, sólo puede explicarse como resultado de una

organización, es decir, de una coordinación de las acciones de todos los actores para
llegar a lograr un complejo de sentido. Esta organización se compone de dos factores

básicos: el plan que fija la conducta, divide el trabajo y coordina las acciones; y el

poder, que es la instancia que actualiza el plan superando resistencias y solventando

dudas. Plan y poder corresponden en el caso que nos ocupa a Derecho y Estado. Ambos

protagonizan una relación dialéctica, no hay poder organizador sin plan, es decir, Estado

sin Derecho; pero tampoco existen unos preceptos normativos sin una organización que

los respalde, es decir, Derecho sin Estado.

Por otro lado, una vez resuelto para Heller, el problema de la relación entre

derecho y estado, pasa a abordar la relación entre estado y sociedad. Siguiendo el

mismo enfoque, así, como el estado tiene la misma naturaleza del Derecho, así también,

estado y derecho tienen, a su vez, la misma naturaleza de la sociedad.

Concibiendo tanto al estado como a la sociedad como actividad realizada por los

hombres, el problema se reduce evidentemente para Heller al de estudiar las relaciones

entre actividad humana estatal y actividad humana social. En este sentido, Heller

considera, que en la función del estado, tienen importancia muchos factores, entre los

más importantes, el político y el económico, y que los factores sociales, o mejor aún, la

función social del estado, debe ser autónoma frente a la función de la economía.

El estado dice, tiene por objeto organizar la cooperación social en un

determinado territorio; la economía, por el contrario, tiene por objeto el máximo

rendimiento posible. Estos dos objetivos, pueden coincidir o no coincidir, y cuando no

coinciden, el estado, para llegar a su objetivo, puede interferir en la economía y dirigirla

con criterios que sean ajenos y hasta contrarios al objeto o finalidad de la economía.

En este sentido, el socialismo acogido por Heller, se acerca a la democracia, y se

separa de otras tendencias, así como del materialismo marxista. Proyecta una nueva luz
sobre los lazos que unen la sociología de la cultura con la teoría del Estado y del

Derecho.

CONCLUSIONES

La posición autónoma de Heller, la complejidad de su pensamiento y sus ideas

son difíciles de recoger en pocas páginas, sobre todo cuando son interesantes sus

opiniones y aportes tanto desde el punto de vista metodológico jurídico como desde el

ideológico político; así, vemos como en el campo científico se aleja tanto de los

formalistas como de los antiformalistas, y en lo político, tanto de los liberales como de

los autoritarios; frente a estas posiciones siempre extremas, Heller, propone soluciones

independientes, que derivan en su concepción de Estado y su función social, motivado

precisamente, por las condiciones históricas propias de su tiempo, una Alemania pre

Nazi, caracterizada por ser una sociedad de clases, cuya unidad se mantenía por la

autonomía de una clase y precisamente de la clase capitalista, declarando, por otra

parte, que en una sociedad como esta, la obligación del estado debía consistir

esencialmente en hacer valer la propia independencia política frente a las amenazas y al

superpoder económico de los partículares.

Actualmente, leer críticamente a Hermann Heller, tanto para la construcción de

una teoría del Estado como para la realización de una política del Estado de corte

progresista, en los términos de las tendencias internacionales en lo general, y de nuestra

Constitución en particular, en la cual Venezuela se constituye en un Estado democrático

y social de Derecho y de Justicia, influencia que se deriva de constituciones como la

española, y que esta recibe de doctrinas como la helleriana.


La autónoma concepción helleriana sobre la teoría del Estado y el Derecho

Constitucional, era una de las más importantes entre las sometidas a discusión la

República de Weimar, y son abundantes los resultados objetivos alcanzados por las

discusiones y polémicas de aquella época; y aunque fueron otros los que se llevaron

inicialmente los mayores reconocimientos, tanto formalistas como antiformalistas, entre

ellos Schmitt —antiweimariano por más; R. Smend, el austro- alemán H. Kelsen e

incluso H. Triepel, E. Kaufmann y G. Leibholz, quienes con el peso de su influencia

desplazaron claramente, en principio, al neo-hegeliano H. Heller; la aparición en la

República Federal de Alemania de las Gesammelte Schriften, vendría a reparar en tardío

y postumo homenaje, la incomprensión y ensañamiento con los que se le trató. En este

contexto, es de obligada justicia asimismo reconocer que ya con anterioridad, en el

clima de libertades de la República de Bonn, las semillas sembradas por la obra de

Heller adquirieron importante significación en cuanto constituyeron la referencia

científica obligada de buen número de iuspublicistas y científicos de la política

germanos.

Hoy en día, los cortes limpios de los temas, lo ordenado, conciso y contundente

de sus explicaciones y puntos de enfoque, no pueden ser pasados por alto en la

elaboración de una Teoría del Estado y un Derecho Constitucional verdaderamente

prácticos.

BIBLIOGRAFÍA

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ARBOLEYA SOBRE HERMANN HELLER. ACERCAMIENTO DEL

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Villacorta, Luis. ESCRITOS POLÍTICOS DE HERMANN HELLER. Ed. Alianza

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