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La Controversia en Torno Al Rescate de Vidas - La Traición
La Controversia en Torno Al Rescate de Vidas - La Traición
La Traición
“A los animales sin dueño hay que matarlos. Tan simple como eso”.
Peta, en lugar de repudiar esta ´ejecución pública´, como sería de esperar dado el
nombre que tiene como organización líder de defensa animal, aplaude este acto
promocional, que califica de corajudo. La presidenta de Peta, Ingrid Newkirk, en
conferencias por todo el país elogia a la directora del refugio californiano, que según
ella hace con compasión y dedicación el trabajo sucio a que la sociedad le obliga. La
señora Sturla pasa a ser una heroína para las sociedades protectoras de animales gringas.
Otros directores de refugios proceden también en otros puntos del país a matar animales
sanos en la tele con la esperanza de impactar a la gente de manera que dejen de
abandonar animales. Mitchel Fox, administrador de un refugio de Washington declara
que quiere matar en lugares públicos a la vista de todo el mundo los animales que matan
a diario a puerta cerrada. “Que lo vea la gente: no hay nada como esa experiencia”.
Peta: “Ojalá esto se extienda”.
El movimiento proteccionista gringo nació para proteger a los animales, pero acabó
convirtiéndose en un movimiento cuyo principal fin es matar animales. A ver cómo
ocurrió:
EL GRAN ENTROMETIDO
Pero el animal más característico del paisaje de Nueva York era el caballo, que se
empleaba de diversos modos. Tiraba de todo tipo de carruaje. Era golpeado, explotado
hasta la muerte.
El aristócrata Henry Bergh fue enviado a Rusia como diplomático durante la guerra
civil. En uno de sus recorridos en carruaje vio a un campesino pegándole a un burro.
Bergh ordenó al tipo que dejase de hacerlo. Se dice que esto fue el germen de todo. A
partir de entonces se dedicó a recorrer la ciudad controlando. La gente le obedecía
acoquinados por su aspecto distinguido, su puesto diplomático y su enorme estatura.
Al regresar en 1866 a Nueva York se dio cuenta del sufrimiento animal evidente en
cada esquina, y de la necesidad de una reforma. La primera conferencia sobre
protección animal en Estados Unidos la dio él, en 1866. “Esto es un asunto de
conciencia. No es un tema político, sino moral”.
Cien personas firmaron la Declaración de los Derechos de los Animales que redactó
Bergh, comprometiéndose a no ser crueles con los animales y ser compasivos. Creó la
primera protectora de Estados Unidos, la ASPCA, la Sociedad para la prevención de la
crueldad con los animales. Nueve días después, el 19 de abril de 1866, se aprobaba una
ley que prohibía la crueldad con los animales, que la recién nacida ASPCA se
encargaría de hacer cumplir.
Lo primero que hizo fue mejorar las condiciones horribles de los caballos en Nueva
York y alrededores. Los usaban para tirar de trenes (había 16 líneas). Además había 500
carruajes. Eran explotados duramente. Para Henry Bergh estaba claro que había que
terminar con tanta violencia. A partir de entonces se dedicó a hacer respetar la ley en las
calles: hacía descargar los coches de caballos sobrecargados, proporcionaba atención a
los caballos y enviaba a las cocheras a sus chóferes bajo amenaza de arresto y juicio.
Así todas las noches durante veinte años. A los dos años de la constitución de la
ASPCA se había limitado el número de pasajeros en los carros, se trataba mejor a los
caballos, y había bebederos en toda la ciudad.
También se encargó de los perros. Todos los años la perrera durante 90 días organizaba
una caza de perros. Pagaba cincuenta céntimos por cada uno. Mucha gente lucraba con
ello, robándolos incluso (pero muchos tribunales no reconocían como propiedad a los
perros cuando se trataba de hurto, por lo que no se podía denunciar a estos ladrones).
La perrera era un establo pelado con unos 300 perros, sin nada de confort ni agua ni
comida; sobre su propia caca, atados unos junto a los otros, a veces enzarzados en
peleas entre sí hasta que los mataban. Todos los días ahogaban a los que nadie
reclamaba. Ochenta de cada vez. A los más grandes les pegaban en la cabeza con un
mazo. También podían matarlos con ´el terrible cajón de hierro´: los tiraban al río frente
a las muchedumbres de niños del vecindario. Los periódicos publicaban las ejecuciones
diariamente (lunes, 320; martes, 218, etc.)
Bergh quería abolir la perrera. Y había constatado que los problemas para la salud
pública eran más mito que otra cosa. No obstante logró meras reformas. Mejoró de
alguna manera la situación de los perros, al lograr reducir el pago por perro atrapado (-la
perrera habría todos los años durante 90 días, en que la gente podía entregar perros, a
cambio de una suma de dinero; perros que atrapaban en las calles-), y logró convertir en
ilegal que los encargados de las perreras aceptasen perros entregados por menores. En
dos meses se mataban 5.825, y pasó a 938 al año siguiente.
Los casos de rabia eran raros. Sin embargo la idea de un perro con rabia atemorizaba
tanto a la gente, que eran sacrificados en masa. Bergh descubrió en sus exhaustivas
pesquisas sólo un posible caso de rabia en un humano, y no atribuible al mordisco de un
perro. Las autoridades no obstante abogaban por la masacre preventiva, sin ninguna
base racional para ello. La policía les disparaba, las turbas los apaleaban... los síntomas
de esos perros no eran de rabia sino de terror.
Hubo un año en que la perrera no abrió. Sin embargo la prensa reportó que los animales
no habían “molestado a nadie”.
Hasta el día de hoy cada SPCA es autónoma. Pero sus trayectorias en los orígenes
fueron similares, centrándose en perseguir la crueldad y facilitar bebederos para
caballos. Muchas de estas entidades, siguiendo el modelo de la ASPCA de Bergh,
combatieron la crueldad de los cazaperros, incluyendo el robo de perros para vender a la
perrera, la negación de alimento para ahorrar, y los crueles métodos de sacrificio.
Pero en un momento dado este movimiento de protección animal perdió el norte.
CONSECUENCIAS IMPREVISTAS
Henry Bergh murió el 12 de marzo de 1888. Solía decir que no le gustaba pensar en qué
sería de la ASPCA cuando él no estuviera. Sus temores se hicieron realidad. La ASPCA
firmó un contrato con la ciudad de Nueva York para hacerse cargo de la perrera. En
poco más de diez años la ASPCA se convirtió básicamente en una perrera. En 1910
prácticamente no hacía otra cosa que recoger perros y gatos y matarlos a casi todos. Y
así también otras SPCAs del país. Los ingresos seguros proporcionados por los
contratos que firmaban con el ayuntamiento les llevaron a abandonar sus compromisos
con la defensa de los animales y dejaron de perseguir la crueldad, pasando a funcionar
como agencias de control de población de ciudades y condados. Prácticamente en todas
partes era la SPCA la entidad que se encargaba de ello. En una o dos décadas muchas de
las sociedades protectoras más importantes no hacían prácticamente otra cosa que matar
perros y gatos.
No existe una correspondencia entre las tasas de sacrificios y los presupuestos de los
refugios: un buen ejemplo es la protectora de Massachusets, quizá la más rica del
mundo, pero que en la década de 1990 mató a un 60% de todos los perros y gatos que
ingresó en sus instalaciones.
Hasta el día de hoy los refugios a lo largo del país en lugar de proteger a los animales,
los matan, estén o no sufriendo. Es el sino de la mayoría de los animales ´rescatados´
por estas agencias.