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La controversia en torno al rescate de vidas

La Traición

(Notas de Redemption, de Nathan Winograd)

“A los animales sin dueño hay que matarlos. Tan simple como eso”.

Son palabras pronunciadas en 1976 por John B. DeHoff en la Conferencia nacional


anual sobre control de población de perros y gatos celebrada en Baltimore. Con esta cita
arranca el primer capítulo de Redemption. TheMyth of Pet Overpopulation and the No
Kill Revolution [Redención. El mito de la Sobrepoblación de Mascotas y la Revolución
No Kill], de Nathan Winograd, sobre las matanzas sistemáticas de perros y gatos en los
refugios de perros y gatos en Estados Unidos, sobre la historia del movimiento
proteccionista y el movimiento No Kill [Sacrificio Cero]. Aquí unas notas.

Segunda escena: la directora de un refugio de perros de California, Kim Sturla, mata


frente a las cámaras de televisión a una gata y sus cachorros, todos sanos. Les inyecta en
el estómago ´Fatal Plus´. Mata además tres perros.

Peta, en lugar de repudiar esta ´ejecución pública´, como sería de esperar dado el
nombre que tiene como organización líder de defensa animal, aplaude este acto
promocional, que califica de corajudo. La presidenta de Peta, Ingrid Newkirk, en
conferencias por todo el país elogia a la directora del refugio californiano, que según
ella hace con compasión y dedicación el trabajo sucio a que la sociedad le obliga. La
señora Sturla pasa a ser una heroína para las sociedades protectoras de animales gringas.

Otros directores de refugios proceden también en otros puntos del país a matar animales
sanos en la tele con la esperanza de impactar a la gente de manera que dejen de
abandonar animales. Mitchel Fox, administrador de un refugio de Washington declara
que quiere matar en lugares públicos a la vista de todo el mundo los animales que matan
a diario a puerta cerrada. “Que lo vea la gente: no hay nada como esa experiencia”.
Peta: “Ojalá esto se extienda”.

Pero el tema de si es moral o no matar a estos animales, nadie lo tocó.

Lo que hicieron es por publicitar clichés como el de la ´sobrepoblación de mascotas´.

Los sueldos de estos directores de refugio, en ciudades grandes y pequeñas, son


altísimos, y reciben subsidios y donaciones multimillonarias.

El movimiento proteccionista gringo nació para proteger a los animales, pero acabó
convirtiéndose en un movimiento cuyo principal fin es matar animales. A ver cómo
ocurrió:

EL GRAN ENTROMETIDO

El movimiento proteccionista estadounidense lo fundó en 1866 Henry Bergh con la


Sociedad para la Prevención de la Crueldad con Animales (SPCA), en Nueva York. Era
hijo de un rico constructor de barcos. En Nueva York había entonces más animales que
humanos. Veinte mil cerdos y montón de ovejas trabajaban para el departamento de
aseo, comiendo la basura de las calles. A las vacas las veías deambular por las calles
hacia el matadero; los perros y los gatos eran ahogados en el East River o muertos a
balazos por la policía. Se vendían palomas silvestres.

Pero el animal más característico del paisaje de Nueva York era el caballo, que se
empleaba de diversos modos. Tiraba de todo tipo de carruaje. Era golpeado, explotado
hasta la muerte.

El aristócrata Henry Bergh fue enviado a Rusia como diplomático durante la guerra
civil. En uno de sus recorridos en carruaje vio a un campesino pegándole a un burro.
Bergh ordenó al tipo que dejase de hacerlo. Se dice que esto fue el germen de todo. A
partir de entonces se dedicó a recorrer la ciudad controlando. La gente le obedecía
acoquinados por su aspecto distinguido, su puesto diplomático y su enorme estatura.

De regreso a Estados Unidos se convirtió ya por completo a la protección animal: pasó


por Londres, donde se reunió con el presidente de la protectora británica. “Por fin
-declaró- encontré mi vocación”.

Al regresar en 1866 a Nueva York se dio cuenta del sufrimiento animal evidente en
cada esquina, y de la necesidad de una reforma. La primera conferencia sobre
protección animal en Estados Unidos la dio él, en 1866. “Esto es un asunto de
conciencia. No es un tema político, sino moral”.

Cien personas firmaron la Declaración de los Derechos de los Animales que redactó
Bergh, comprometiéndose a no ser crueles con los animales y ser compasivos. Creó la
primera protectora de Estados Unidos, la ASPCA, la Sociedad para la prevención de la
crueldad con los animales. Nueve días después, el 19 de abril de 1866, se aprobaba una
ley que prohibía la crueldad con los animales, que la recién nacida ASPCA se
encargaría de hacer cumplir.

Lo primero que hizo fue mejorar las condiciones horribles de los caballos en Nueva
York y alrededores. Los usaban para tirar de trenes (había 16 líneas). Además había 500
carruajes. Eran explotados duramente. Para Henry Bergh estaba claro que había que
terminar con tanta violencia. A partir de entonces se dedicó a hacer respetar la ley en las
calles: hacía descargar los coches de caballos sobrecargados, proporcionaba atención a
los caballos y enviaba a las cocheras a sus chóferes bajo amenaza de arresto y juicio.

Así todas las noches durante veinte años. A los dos años de la constitución de la
ASPCA se había limitado el número de pasajeros en los carros, se trataba mejor a los
caballos, y había bebederos en toda la ciudad.

También se encargó de los perros. Todos los años la perrera durante 90 días organizaba
una caza de perros. Pagaba cincuenta céntimos por cada uno. Mucha gente lucraba con
ello, robándolos incluso (pero muchos tribunales no reconocían como propiedad a los
perros cuando se trataba de hurto, por lo que no se podía denunciar a estos ladrones).

La perrera era un establo pelado con unos 300 perros, sin nada de confort ni agua ni
comida; sobre su propia caca, atados unos junto a los otros, a veces enzarzados en
peleas entre sí hasta que los mataban. Todos los días ahogaban a los que nadie
reclamaba. Ochenta de cada vez. A los más grandes les pegaban en la cabeza con un
mazo. También podían matarlos con ´el terrible cajón de hierro´: los tiraban al río frente
a las muchedumbres de niños del vecindario. Los periódicos publicaban las ejecuciones
diariamente (lunes, 320; martes, 218, etc.)

Bergh quería abolir la perrera. Y había constatado que los problemas para la salud
pública eran más mito que otra cosa. No obstante logró meras reformas. Mejoró de
alguna manera la situación de los perros, al lograr reducir el pago por perro atrapado (-la
perrera habría todos los años durante 90 días, en que la gente podía entregar perros, a
cambio de una suma de dinero; perros que atrapaban en las calles-), y logró convertir en
ilegal que los encargados de las perreras aceptasen perros entregados por menores. En
dos meses se mataban 5.825, y pasó a 938 al año siguiente.

Los casos de rabia eran raros. Sin embargo la idea de un perro con rabia atemorizaba
tanto a la gente, que eran sacrificados en masa. Bergh descubrió en sus exhaustivas
pesquisas sólo un posible caso de rabia en un humano, y no atribuible al mordisco de un
perro. Las autoridades no obstante abogaban por la masacre preventiva, sin ninguna
base racional para ello. La policía les disparaba, las turbas los apaleaban... los síntomas
de esos perros no eran de rabia sino de terror.

Hubo un año en que la perrera no abrió. Sin embargo la prensa reportó que los animales
no habían “molestado a nadie”.

A Bergh se le ofreció encargarse de la perrera y lo rechazó. Con ello rechazaba la plata


que se le ofrecía para ello. Pare él la ASPCA era una entidad cuyo fin era proteger la
vida, no terminar con ella.

Los funcionarios del ayuntamiento, incordiados por el rechazo de Bergh, endurecieron


las medidas antiperro. Acabaron dando poder al alcalde para nombrar cazaperros. Bergh
se opuso a esta y otras medidas con mayor o menor éxito. En solo un año interpuso doce
juicios por crueldad a los cazaperros. Logró también que los perros de la perrera
contaran con compartimentos individuales, con agua fresca...

Creció la influencia de la ASPCA no sólo en cuanto a la defensa de los derechos de los


perros, sino de los caballos, animales de caza, de carnicerías. En la primera década del
siglo veinte había protectoras y sociedades para la prevención de la crueldad (SPCAs)
en Canadá y prácticamente todas las ciudades importantes de Estados Unidos, todas
siguiendo el modelo de la ASPCA, creada por Bergh.

Hasta el día de hoy cada SPCA es autónoma. Pero sus trayectorias en los orígenes
fueron similares, centrándose en perseguir la crueldad y facilitar bebederos para
caballos. Muchas de estas entidades, siguiendo el modelo de la ASPCA de Bergh,
combatieron la crueldad de los cazaperros, incluyendo el robo de perros para vender a la
perrera, la negación de alimento para ahorrar, y los crueles métodos de sacrificio.
Pero en un momento dado este movimiento de protección animal perdió el norte.

CONSECUENCIAS IMPREVISTAS

Henry Bergh murió el 12 de marzo de 1888. Solía decir que no le gustaba pensar en qué
sería de la ASPCA cuando él no estuviera. Sus temores se hicieron realidad. La ASPCA
firmó un contrato con la ciudad de Nueva York para hacerse cargo de la perrera. En
poco más de diez años la ASPCA se convirtió básicamente en una perrera. En 1910
prácticamente no hacía otra cosa que recoger perros y gatos y matarlos a casi todos. Y
así también otras SPCAs del país. Los ingresos seguros proporcionados por los
contratos que firmaban con el ayuntamiento les llevaron a abandonar sus compromisos
con la defensa de los animales y dejaron de perseguir la crueldad, pasando a funcionar
como agencias de control de población de ciudades y condados. Prácticamente en todas
partes era la SPCA la entidad que se encargaba de ello. En una o dos décadas muchas de
las sociedades protectoras más importantes no hacían prácticamente otra cosa que matar
perros y gatos.

Pero no fue la ASPCA de Nueva York la primera entidad en pasar a convertirse en


perrera en lugar de proteger a los animales de la crueldad humana. En Pensilvania una
organización protectora estableció tres líneas de acción para tratar el tema de los perros
callejeros: promovían el compromiso de por vida con los animales, mantenerlos dentro
de casa, e introdujeron la cámara de gas (antes las perreras los ahogaban, golpeaban o
les disparaban para matarlos).

Este programa (educación, adopción y sacrificio) se estableció a lo largo de todo el país.


En 1879 se creó la primera organización nacional, la American Humane Association.

Hasta el día de hoy la pieza central de la política de la mayoría de los refugios de


Estados Unidos es el sacrificio. Otra característica es la burocratización.

No existe una correspondencia entre las tasas de sacrificios y los presupuestos de los
refugios: un buen ejemplo es la protectora de Massachusets, quizá la más rica del
mundo, pero que en la década de 1990 mató a un 60% de todos los perros y gatos que
ingresó en sus instalaciones.

Hasta el día de hoy los refugios a lo largo del país en lugar de proteger a los animales,
los matan, estén o no sufriendo. Es el sino de la mayoría de los animales ´rescatados´
por estas agencias.

[Notas de Pepa García]

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