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ectura del cap. 16 del libro de los autores: Butcher James N., Mineka Susan, Hooley Jill
M.. (2007). Psicología Clínica.
La ansiedad es una reacción vital y natural que actúa como señal de alarma y nos
prepara para obtener un mejor rendimiento frente a una situación de amenaza. Dicha
ansiedad se constituye como un trastorno cuando se vuelve excesiva y persistente en su
magnitud. Muchos de los trastornos de ansiedad se desarrollan en la infancia, por ende,
si no son tratados adecuadamente, tienden a persistir en la vida adulta. Su precoz
diagnóstico y tratamiento son beneficiosos a corto y largo plazo. Hablamos de Trastorno
de Ansiedad en la infancia o adolescencia cuando estas preocupaciones se vuelven
excesivas y persisten más allá del momento evolutivo en las que son normales y
esperables. Es importante mencionar que estos niños y adolescentes ven afectado su
rendimiento en alguna o varias áreas de su vida: personal, familiar, académica y social.
Uno de los trastornos de ansiedad que se dan con mayor frecuencia durante la infancia
es el trastorno de Ansiedad por Separación que consiste en el miedo y ansiedad
generadas de alejarse de quienes se siente apego excesivo e inapropiado para el nivel del
desarrollo esperado. El miedo y ansiedad persistente están en relación a que estas
personas se pierdan, sean secuestradas o sufran algún daño (enfermedad, accidente,
muerte) que cause una posible separación.
A pesar de que se trata del mismo trastorno, los síntomas de la depresión son muy
diferentes en la infancia que en la adultez. Por un lado, los niños de menor edad suelen
presentar molestias físicas, ansiedad, temores y agitación. Por otro lado, en el caso de
los adolescentes tienden a mostrar conductas oposicionistas, desafiantes y antisociales.
Además, dichas conductas suelen ir acompañadas de irritabilidad, agresividad e
inquietud.
Las causas que pueden llegar a desencadenar este trastorno son múltiples y diversas.
Existen infinitas variables en el día a día que pueden contribuir al desarrollo de una
patología. En el caso concreto de la depresión, una disminución de la autoestima o una
mala relación con los padres pueden ser aspectos que lleguen a desencadenarla.
Asimismo, se afirma que existe cierta predisposición genética.
Tics. Un tic es una contracción muscular persistente e intermitente, que suele estar
limitada a un grupo muscular muy específico. Es un término muy amplio que incluye el
parpadeo, la contracción de la boca, morderse los labios, encoger los hombros, girar el
cuello, aclararse la garganta, sonarse la nariz y hacer otros gestos, por nombrar los más
comunes. Los tics alcanzan su máxima frecuencia entre los dos y los catorce años
(Evans et al., 1996). En algunos casos, como aclararse la garganta, puede que la persona
sea consciente de su tic, pero lo normal es que no se dé cuenta de ellos. De hecho,
mucha gente no sabe que tiene un tic hasta que alguien se lo hace notar.
Se trata de un trastorno que recoge una amplia gama de conductas problemáticas, como
dificultades en el lenguaje, en la percepción y en el desarrollo motor; una percepción
anormal de la realidad; y una incapacidad de actuar adecuadamente en situaciones
sociales. El siguiente caso ilustra algunas de las conductas que caracterizan a un niño
autista. Es posible identificar el autismo antes de los treinta meses de edad, y se puede
sospechar su existencia ya en las primeras semanas después del nacimiento. Un estudio
encontró que conductas autistas como la falta de empatía, no prestar atención a los
demás y la incapacidad para imitar, se observan ya a los veinte meses de edad.
Generalmente, los niños autistas no tienen necesidad de afecto o de contacto social, y ni
siquiera parecen saber quiénes son sus padres. Sin embargo, algunos estudios han
cuestionado la perspectiva tradicional de que estos niños sean emocionalmente planos.
Las causas precisas del autismo siguen siendo enigmas, aunque la mayoría de los
investigadores coinciden en que se trata de una alteración importante en el sistema
nervioso central (Vokmar y Klein, 2000). Muchos investigadores consideran que el
autismo comienza con algún tipo de defecto constitucional, que deteriora el
funcionamiento cognitivo y perceptivo del niño su capacidad para procesar los
estímulos y para relacionarse con el mundo. Recientemente, Fein (2001) ha propuesto la
hipótesis de que el déficit psicológico de los niños con autismo procede de una
alteración en el apego social y la comunicación. Esta autora supone que el problema
radica en una deficiencia en el funcionamiento de la amígdala, una estructura neuronal
con forma de almendra, que coordina la acción del sistema nervioso autonómico y del
sistema endocrino.