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“Cuentos para adultos…que quieren ser felices”
entraba otra vez en estado de calma, y volvía a su mesa para continuar con toda
normalidad su trabajo.
El director del departamento, que era un hombre preocupado por la gente,
frecuentaba esa jefatura y charlaba con los empleados, así como con Pedro. Y
rápidamente detectó que el ambiente era irrespirable allí. Los empleados no se
atrevían a hablar, sólo se remitían a lo que dijera su jefe Pedro, y cada vez que Pedro
se acercaba a ellos, el director percibía que los empleados miraban hacia abajo, como
acongojados. Como era muy intuitivo, el director del departamento comentó sus
impresiones a Pedro. Pedro lo negaba todo, defendía que él era muy exigente con
su gente y que sus resultados le avalaban. El director del departamento comenzó
a insistir hasta que Pedro comenzó a enrojecer. Los empleados, a varios metros de
distancia, contemplaban la escena y anticipaban lo que iba a suceder en cuestión de
2 minutos. Miraban con enorme atención hasta que la famosa vena apareció en su
sien. Y entonces Pedro estalló con su director. Empezó a gritarle, levantándose de
su butaca y señalándole con el dedo. El director, perplejo, se levantó y se marchó
asustado y desencajado. Pedro se sintió vencedor, como si nadie pudiera entrometerse
en su reino.
Pero ese comportamiento le provocaba enormes problemas a Pedro. Su equipo, por
más que Pedro insistiera, no funcionaba a pleno rendimiento. Eran muy
dependientes de él, y todo lo tenía que controlar, hasta el último detalle. Alguno de sus
colaboradores pidió la baja por depresión, ya que Pedro seguía creciéndose en su
reino y ya comenzaba a insultarlos de forma intolerable.
Hasta que llegó el día que le comunicaron por e-mail que la empresa había
decidido asignarle a un coach. Pedro no sabía mucho del coaching, algo había leido
pero no estaba muy abierto a las nuevas tendencias. Además, inmediatamente pensó
que la empresa le había asignado a un coach porque estaba causando muchos
problemas. Los colegas de otros departamentos también se habían quejado en
numerosas ocasiones de la falta de respeto de Pedro hacia ellos, ya que les increpaba
y presionaba con dureza. Pedro defendía su postura diciendo que era la única persona
honesta de la empresa. Decía que había demasiado “mamoneo” en aquel banco, y que
había poquísimas personas que fueran realmente profesionales. Por supuesto, él era
intachable.
La cuestión es que Pedro no se callaba nunca lo que pensaba. Era como si sus
pensamientos se convirtieran de inmediato en palabras, sin filtros. Su sentido
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- Verás, hay algo que me preocupa mucho, pero la verdad es que no tiene nada
que ver con el trabajo. No sé si contártelo. Seguramente sea una estupidez,
…Bah, déjalo.-Pedro miraba hacia abajo, inquieto.
- Eso que dices, aunque no sea un tema de trabajo, ¿Afecta a tu
rendimiento?- Preguntó inteligentemente Ricardo.
- Por supuesto que sí, afecta y muchísimo. De hecho, en las últimas semanas me
está matando.-Respondió Pedro.
- Entonces, si tú quieres, es perfectamente normal que lo quieras plantear en el
coaching.
Pedro miró directamente a su coach. Se rascó la frente con su mano izquierda, con
nerviosismo y entonces decidió abordar el asunto:
- Ya te conté que estoy casado, y que tengo dos hijos.
- Sí, lo sé.- El coach no entendía este comentario, estaba realmente perdido.
- Bueno…pues, es que tengo una amante.
Ricardo trató de controlar su lenguaje no verbal, porque interiormente estaba
perplejo. No podía creer lo que estaba escuchando. Y era una sesión de coaching,
supuestamente para hablar de objetivos, de habilidades, de acciones para mejorar y
avanzar en esos objetivos. Y de pronto los subterfugios del alma humana aparecían de
repente. Y era evidente que algo así podía perturbar la concentración en el trabajo
de su cliente. Pero la situación provocaba en él enormes dudas sobre si estaba
realizando bien su trabajo. No obstante, decidió continuar por el camino que había
iniciado su cliente.
Pedro siguió hablando, al comprobar que su coach no se escandalizaba. Al contrario, se
sorprendió al ver a Ricardo tranquilo, sin alterarse. Parecía que ya se había encontrado
en muchas ocasiones con esta situación en sus sesiones de coaching, pensaba Pedro.
- Sé que no es un tema de trabajo, pero necesito saber qué hacer. Es algo que
me tiene totalmente descentrado. Al final dedico mucho tiempo y energía a
este asunto, y noto que estoy cometiendo errores infantiles en el trabajo que
nunca había cometido. Me tiene realmente preocupado. Entiéndeme, yo
quiero a mi mujer, pero llevamos 6 años casados, y hemos perdido la pasión.
Ella se ha ocupado de los niños durante estos años, esa ha sido su prioridad,
y no se lo reprocho. Pero yo tengo mis
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Y aquí termina nuestra peculiar historia sobre el directivo Pedro, su coach Ricardo, su
mujer María y su amante Susana. Para cerrar el círculo, por casualidad o causalidad,
Ricardo conoció dos años después a Susana, y se enamoraron. Aún siguen juntos, sin
saber, inocentes, qué hilos invisibles les une
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