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Acto de abandono a la Divina Providencia

“Mi Dios, no sé lo que va a pasar en este día. Sé, sin embargo que todo lo
que me suceda Tú lo has dispuesto, previsto para mi mayor bien. Me
basta saberlo, oh mi Dios, para sosiego y tranquilidad de mi corazón.
Sé que todo estará conforme con tu voluntad, y que el Amor infinito que
me consagras con el Padre, el más amable y amigo, el más fiel. Soy como
un niño frágil, que nada puedo ni en el orden de la naturaleza, ni de la
gracia, y ni siquiera puedo tener un buen pensamiento en Ti.
Me entrego totalmente a tu amor paternal, sabiendo que, así como la
madre lleva sólo para el bien al hijo que tiene en brazos, así Tu y mejor
que ella, sólo puedes darme lo mejor para mi felicidad, santificación y
salvación. Me abandono enteramente a tus santos, impenetrables y
eternos designios, y a ellos me someto de todo corazón.
Quiero todo, acepto todo, te ofrezco todo uniéndome al sacrificio de Tu
querido Hijo Unigénito y mi Salvador. En nombre de Jesucristo, por su
Santísimo Corazón y por sus merecimientos infinitos, te pido la paciencia
en el sufrimiento y la perfecta conformidad con Tu voluntad por todo lo
que Tú quieras y permitas.
Amén”.

LOS 10 “NO” DEL NOVIAZGO PARA UN BUEN

MATRIMONIO

1. NO dejar fuera a Dios


Antes que nada, pregúntale a Dios si tu vocación es el matrimonio. Consulta
un director espiritual. Cuando creas haber conocido a la persona indicada,
oren juntos, vayan juntos a Misa, encomiéndense a Dios y a María. Antes
de casarse, acudan a un retiro para novios. Y después no se atengan a sus
solas míseras fuerzas para amarse: no se vayan a vivir juntos ni se unan
sólo por lo civil, sino mediante el sacramento del matrimonio, para recibir
de Dios la gracia sobrenatural de ser fieles y amarse mutuamente como
Dios los ama.
2. NO engañar
Esto abarca dos aspectos. Primero: no finjas lo que no eres. No digas que te
gusta lo que no te gusta, que haces lo que nunca haces, etc. sólo para ser
como crees que tu novia o novio espera que seas. Descubrirá tu engaño al
casarse, y puede ser motivo para separarse. Sé tú mismo, tú misma. Si no
es compatible contigo, ni modo, no fuerces las cosas, ya encontrarás a quien
lo sea. Recuerda que “siempre hay un roto para un descosido”. Y, segundo:
no seas infiel. La infidelidad en el noviazgo es motivo para terminar la
relación, porque los novios infieles, suelen ser cónyuges infieles.
3. NO querer cambiar al otro
Hay quien piensa: “mi pareja tiene esta forma de ser, o este hábito, o este
vicio que no me agrada, pero yo la voy a cambiar”. Es una falsa expectativa.
La gente no suele cambiar. El introvertido nunca se volverá extrovertido; la
parlanchina no sabrá quedarse callada; el novio que nunca se acomide a
ayudar será un marido haragán; la novia desaliñada será una esposa de bata
y pantuflas. Y las características que te molestan en el noviazgo, en el
matrimonio pueden aumentar y resultarte intolerables. O le aceptas como
es, o no te cases.
4. NO justificar lo injustificable
Si en el noviazgo, cuando se supone que están enamorados y desea
complacerte, tiene desatenciones, te deja esperándole y no se disculpa; se
la pasa viendo el celular, llega tarde, no te pregunta cómo estás, te calla, te
critica, en el matrimonio será peor. No busques pretextos para justificar sus
malas actitudes, busca mejor otra pareja.
5. NO violencia
Si en el noviazgo ya hay gritos, malos modos, insultos y hasta golpes, ¡hay
que salir huyendo! Un novio que te levanta la voz, será un esposo que te
levantará la mano; una novia que te humilla ante tus amigos, será una
esposa que te humillará ante tus hijos. ¿A qué arriesgarse a casarse con
alguien que puede poner en riesgo tu integridad y la de tu familia?
6. NO relaciones sexuales
El sexo es fabuloso. Decir esto parecería razón para practicarlo en el
noviazgo, pero es justo lo contrario: puede hacer que una pareja crea que
son compatibles, cuando en realidad sólo lo son en la cama. Un amante
habilidoso no necesariamente es un buen esposo. Y hay muchos momentos
en el matrimonio en que no será posible tener relaciones sexuales, así que
si el sexo es lo único que los une, su relación irá a pique.
Una amiga me contó que su hija fue a confesarse de haber tenido relaciones
sexuales con su novio, y el padre le dijo: “si se aman, no es pecado”.
Sorprende semejante respuesta, porque Jesús menciona, en la lista de
maldades que manchan al hombre, la fornicación, es decir, la relación
sexual fuera del matrimonio (ver Mc 7, 14-23). La relación sexual está
pensada para ser una donación total entre esposos que prometen, con la
gracia de Dios, amarse toda la vida. No hay que banalizarla adelantándola,
ni arriesgarse a un embarazo no deseado. Y, sobre todo, no hay que olvidar
que para unos novios católicos tener relaciones sexuales pre-matrimoniales
no es algo que alguien pueda autorizar por encima de la Palabra de Dios y
de la Iglesia, que enseñan que es pecado (ver Catecismo de la Iglesia
Católica #1755; 1852; 2353).
7. NO desoír opiniones y consejos
Por tener una visión desde fuera, puede suceder que tus familiares y amigos
capten actitudes de tu pareja que tú no has percibido. “ay, mijita, tu novio
toma demasiado”, “ay, hijo, ella trata muy feo a su mamá”, “oye, amiga,
como que tu novio es ojo alegre, lo he visto coqueteando…”; “híjole carnal,
me late que esa chava sólo te busca por tu dinero, se la pasa haciéndote
gastar…”; “uy, le vi fumando mariguana”. Presta atención, no cierres los
oídos. En los procesos de declaración de nulidad matrimonial, suelen
preguntar cuál era la opinión de quienes rodeaban a los novios. Y es casi
seguro que hubo muchas críticas que fueron desoídas…
8. NO suponer, mejor preguntar
El noviazgo es un tiempo para conocerse, para hablar, hablar y hablar de
todos los temas habidos y por haber, para preguntar. Muchos matrimonios
se rompen porque no descubrieron a tiempo que pensaban muy distinto:
“¡creí que sí querías tener hijos!”; “¡no pensé que te molestara que trabaje!”;
“¡no sabía que tu mamá vendría a vivir con nosotros!”. Más vale dialogar
que lamentar
9. NO dejar de considerar a la familia
No sólo hay que fijarse en la pareja, sino en su familia. ¿Cómo es?, ¿cómo
se llevan sus miembros entre sí?, ¿cuáles son sus valores? Recuerda que
muy probablemente tendrás que convivir con ellos en Navidad, año nuevo,
cumpleaños, aniversarios, algunos fines de semana, etc. Sus papás serán
abuelos de tus hijos, y tus cuñados, sus tíos; querrán pasar tiempo con ellos,
¿qué clase de ejemplo les darán? ¿Es ésta la familia a la que quieres
pertenecer?, ¿o vas a discutir y a pelearte cada vez que tu cónyuge la quiera
ver?
0. NO sólo buscar “que te haga feliz”
Muchos se casan pensando: “ésta me hará feliz” (porque es bonita y puede
lucirla en las fiestas de la oficina, o porque cocina rico, o es hacendosa), o
éste me hará feliz, (porque es tan guapo que sus amigas la envidiarán; o
porque gana tanto que podrá darle una vida de lujos). Buscan la pareja que
los haga felices. Pero si la bonita se pone fea o se enferma, al guapo le sale
panza, o pierde la chamba, ya no “hace feliz”, es hora de descartarlo. La
motivación para casarse no debe ser “que me haga feliz”, sino “quiero
hacerle feliz”. Y qué mayor felicidad que santificarse mutuamente para
llegar al cielo. Si tanto él como ella dicen: “le amo tanto que quiero
dedicarme a que sea feliz aquí y por toda la eternidad”, eso sí que con la
ayuda de Dios, se puede lograr pase lo que pase, en la salud y en la
enfermedad, en lo próspero y en lo adverso, hasta que la muerte los separe
en este mundo y puedan reencontrarse en la vida eterna para siempre.

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