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Sófocles fuerza el enfrentamiento entre los dos personajes cada vez más, hasta el punto de

que Tiresias llega a decir a Edipo:11


Y te digo, puesto que ahora me has ultrajado de ser ciego, que tú tienes y no ves en qué punde
desgracia estás, ni dónde habitas, ni con quién convives
Con todo, el pasaje que mejor representa la fuerza dramática del enfrentamiento entre ambos
caracteres se encuentra en los versos 449 y ss.:
Y te digo: ese hombre que andas bucando hace tiempo con amenazas y al que consideras asesino de
Layo, ese tal está aquí, formalmente como extranjero, pero luego se verá que es de estirpe tebana, y no
se alegrará de lo que le suceda porque quedará ciego siendo antes vidente y pobre en lugar de rico y
caminará sobre tierra extranjera tanteando el camino con su bastón. Y parecerá siendo al mismo tiempo
de sus propios hijos hermano y padre. Y de la mujer de la que nació al mismo tiempo hijo y marido, y de
su padre, al mismo tiempo sembrador de la misma mujer y su asesino. Y ahora ve y reflexiona sobre
todo esto. Y si me pillas en mentira, di entonces que nada sé del arte adivinatoria
También la joven Electra es otro de los caracteres de Sófocles muy bien perfilado. Su vida
carece de sentido desde que su padre cayera asesinado por su madre, y sobre todo porque
día a día va comprobando que su única esperanza (el regreso de Orestes) se desvanece poco
a poco. Así lo dice ella misma en los versos 183 y ss.:
Pero a mí ya se me ha esfumado, sin esperanzas, la mayor parte de mi vida y no aguanto más; sin hijos
me consumo y sin ningún hombre que con su cariño me proteja, sino que como si fuera una refugiada
indigna administro la casa de mi padre. Y así, con un vestido impropio, vago entre unas mesas para mí
vacías
Pero el rasgo que mejor define el verdadero carácter de nuestra protagonista es su sed de
venganza, similar al sentimiento del honor que posee Ayante o a la lealtad a su familia de
Antígona. La misma Electra lo manifiesta en los versos 205-212:
Vió mi padre su muerte vergonzante por las mismas dos manos que se han adueñado a traición de mi
vida, las mismas que me han arruinado. ¡Ojalá que a esos el gran dios Olímpico en pago penas padecer
produre, y que no consigan disfrutar del triunfo tras haber cometido tal crimen!
Una de las escenas más famosas es la de la anagnórisis o escena de reconocimiento en que,
al fin, ambos hermanos se reconocen tras el doloroso momento irónico en que el pedagogo
narra el falso relato de la muerte de Orestes en una carrera de carros:12
Tras incinerarlo en una pira, unos ciudadanos de Focea designados para este fin traen en una reducida
urna de bronce el supremo cuerpo hecho triste ceniza, con la idea de que obtenga una tumba en la
tierra de sus antepasados
A su vez, Áyax/Ayante es el mejor de los héroes que acudieron a Troya, después de Aquiles,
por supuesto, aunque pierde la razón ofuscado por Atenea. Sófocles nos da su perfil en los
siguientes versos:13
¿Ves al intrépido, al de valiente corazón, al que en destructores combates no tembló jamás? ¿A mí,
terrible por mis manos, entre animales que no producen temor? ¡Ay de mí, motivo de irrisión! ¡cómo he
sido ultrajado! Y ahora, ¿qué debo hacer? Yo que soy claramente aborrecible a los dioses, al que el
ejército de los helenos odia, y Troya entera, así como estas llanuras, detestan... El noble debe vivir con
honor o con honor morir. Ya has oído todo lo que tengo que decir
Por su parte, el Heracles de la obra Las Traquinias es un personaje que aparece contrapuesto
al de su mujer. Mientras Deyanira se muestra como permanente enamorada y admiradora de
su marido, Heracles parece no quererse más que a sí mismo y sus hazañas. De otro lado,
Deyanira es una persona tímida y temerosa:14
sin cesar, miedo tras miedo alimento en constante preocupación por él,
dependiente siempre de Heracles, a quien considera el mejor de los maridos posible.15 Hace
tiempo el centauro Neso le dio su propia sangre como infalible elixir para el día en que el amor
de su marido flaqueara. Entendiendo Deyanira que ha llegado el momento de recuperar el
afecto de Heracles, le envía a modo de regalo una túnica empapada con la sangre del
centauro. Desde su mejor voluntad, Deyanira provoca la muerte involuntaria de su querido
esposo. La personalidad de Heracles, por el contrario, es bien distinta. Su vida ha sido una
continua aventura de esfuerzos y viajes;16 de otra parte, se trata de un héroe ya que su
ascendencia es divina en tanto que hijo del propio Zeus, aunque otros rasgos de su carácter
son menos positivos: es pendenciero, violento, borracho y glotón, rayando en lo grotesco.
Finalmente, Filoctetes17 es un personaje lastimero, ultrajado por los griegos y en especial por
el astuto Ulises:
Esto es lo que han hecho conmigo, hijo, los Atridas y el influyente Odiseo; ojalá que los dioses del
Olimpo les premien con penar penas parejas a las mías
Los diversos protagonistas del teatro de Sófocles son seres dolientes, que en ocasiones no
tienen la culpa de lo que les sucede, sino que sufren por el solo hecho de ser humanos; el
héroe se enfrenta a su destino, ya preestablecido, y se ve en la compulsión de tener que
actuar. Pero en Sófocles el dolor ennoblece, y sobre todo enseña. Solo se aprende sufriendo
(πάθει μάθος, páthei máthos). Es más, este sufrimiento del protagonista lo ha de vivir en
soledad, es un dolor no compartido, ante el que nada puede valer el consuelo del amigo ni la
comprensión de la familia. Es, en suma, un dolor intransferible; el héroe cae en desgracia
individual (monoúmenos), no colectiva (como es frecuente en Esquilo). Nuevo rasgo del teatro
sofocleo. Se ha dicho -entre otros Lasso de la Vega- que el dolor del héroe sofocleo es un
dolor «sin salida». No se trata de un sufrimiento con expectativas ni esperanzas de liberación,
como lo puede ser el sentimiento doloroso de un cristiano. El campo léxico que Sófocles utiliza
para expresar este sentimiento es riquísimo y de múltiples matices. De este dolor sin
escapatoria de sin transitividad se deriva ese otro sentimiento tan del héroe sofocleo como es
su soledad. Ayante muere en soledad al hacérsele insoportable el menoscabo de su honra: en
soledad acaba su existencia, en una soledad paradigmática; Edipo se quedará en la más
absoluta soledad en el decisivo momento de reconocer su identidad; Electra sufre sola días y
noches esperando a su hermano; a solas muere Heracles, y solo y abandonado en una isla
desierta malvive su dolor el desdichado y robinsoniano Filoctetes. Finalmente, solo
desaparece Edipo en Edipo en Colono (obra puesta en escena póstumamente en el 401 por el
nieto del autor, Sófocles el Joven).
Un ejemplo de esa soledad se encarna en Filoctetes en este fragmento:18

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